La Canción del Fuego Cano [Megaevento: Historial del juglar]
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La Canción del Fuego Cano [Megaevento: Historial del juglar]
Una de sus amigas, Larissa, no tuvo tanta suerte como él. Su cabello, piel, carne y hasta hueso se consumieron en el brazo del fuego. No fue la única en morir. Decenas de hombres y mujeres, tan desafortunados como lo fue Larissa, murieron de la misma manera. Lo bueno fue que, por cada persona que moría recubierta por las llamas blancas, diez sobrevivían. Hoor llevaba más de dos semanas conviviendo con el Fuego. Y Eso que su casa parecía un puto infierno lleno de llamas. Pero nada se quemaba. Podía tener una vida, relativamente, normal. Si es que no se estuviera preguntando a cada rato: “¿¡Qué cojones pasa!?” viviría igual que en cualquier otra aldea de Vulwulfar.
Valeria, otra amiga con derecho a roce, le pasaba igual que él. Su casa, y más importante, su cama, estaban en perfecto estado. En vueltos en el Fuego Cano, pero aun así, ¡estaba bien! En cambio, la de Larissa… Se quedó reducida en cenizas y algún trozo pequeño de madera o de hueso que se resistía a ser devorado por las llamas.
Si el Fuego Cano mataba a una de cada diez personas… ¡Pues había que dar gracias por ello! Otras personas intentaban apagar el Fuego Cano o se bañaban quince veces al día para quitarse las llamas de encima. Imbéciles. El Fuego Cano tampoco era tan molesto. Mientras Hoor pudiera seguir follando y viviendo como siempre, no se iba a preocupar por un par chispas blancas. Igual que él, hubo otras personas, igual de inteligentes, que pensaron igual. ¿Si no molesta por qué extinguirlo?
La pequeña aldea pronto se separó en dos tipos de gente. Los que lloraban y temían al fuego, (a este grupo Hoor lo llamó: Las Estúpidas Gallinas) y a los que se acostumbraron y defendieron el perdón del fuego blanco. Este segundo grupo se hicieron llamar: Los Hijos del Águila. Fue una águila de alas negras envuelta en un unas llamas blancas quien trajo el Fuego Cano a la aldea.
Comandante de la Guardia de Vulwulfar. Ese era su rango. No luchó por tener nada que ver por la Guardia. Justo lo contrario, lucho por sus hijos y sus amigos contra la Guardia cuando ésta se volvió corrupta. “Falsos reyes y auténticas heridas”. Se decía mentalmente cada vez que pensaba en aquella noche que salvó a sus hijos, cada vez que estaba a punto de comenzar una nueva misión como Comandante de la Guardia de Vulwulfar y cada vez que rezaba en un santuario en honor a Freya.
-Falsos reyes y auténticas heridas- susurró para sí misma a la vez que caminaba a una pequeña aldea a las afueras de Vulwulfar.
Sin darse cuenta, con la mano izquierda se acariciaba el vientre, el lugar donde estaba la peor cicatriz que ganó durante la noche que salvó a sus hijos y vengó a su marido. Si fuera por ellos, no hubiera aceptado el título de Comandante de la Guardia de Vulwulfar. No quería enfrentarse a más falsos reyes ni tener más heridas en su cuerpo. Si aceptó el trabajo, fue, nada más ni nada menos, por Alanna Delteria. La única guardia que de verdad admiraba tanto como heroína que como amiga.
Frea, después de su rezó particular, lideró el grupo de guardias y voluntarios que se habían unido a apagar las llamas del Fuego Cano que devoraban la aldea a la que se dirigían. A penas eran quince personas y, de ellos, tres eran guardias que sabían usar sus armas y uno era el juglar que, unos meses atrás, cantó la historia de las Alas de Fuego.
El camino hacia la aldea fue tranquilo. No hubo ningún incidente más que unos pocos gritos de sorpresa al ver el Fuego Cano ardiente y brillante desde lo lejos. El mal, comenzó cuando pasaron las murallas. De las quince personas, once fueron devorados por el Fuego Cano. Frea, el juglar y dos de los voluntarios consiguieron salvarse.
-El pájaro de fuego mata pero también perdona.- Dijo el juglar con una sonrisa de oreja a oreja.
Para él, quizás, fuera divertido ver como algo que ha surgido de su imaginación cobra vida. Frea lo odió. Si el juglar supiera la de problemas que estaban tendiendo por ésta y otras canciones, no se estuviera riendo así.
El juglar, iluso y divertido, empezó a cantar con el mismo tono de voz que antes Frea hubo utilizado para realizar sus rezos.
* Bienhallado: Eres uno de los voluntarios que han llegado a la aldea de Vulwulfar con la Guardia. Por supuesto, sobrevives al Fuego Cano. Debo señalar que no me importa cómo has llegado a formar parte de esta guarnición, aunque si deseas explicarlo, estás en tu derecho. Yo, por mi parte, no voy a ser estricto con la cronología de tu personaje. Tu deber, en este evento. Es devolver el Fuego Cano y el águila de alas negros y llamas blancas a su canción. Para ello necesitarás tres cosas: Un lágrima de alguien que ha perdido a un ser querido por las llamas, un trozo de madera resistente al Fuego Cano y un misterio. El misterio se te revelará en el siguiente turno. En éste, deberás coger los dos primeros objetos. Tienes total libertad en controlar a Frea, el bufón y el otro voluntario que te acompaña, además de describir el lugar y la forma en que consigues los dos primeros objetos necesarios para devolver el Fuego Cano y el Águila a su canción. Una última cosa: Los Hijos del Águila, liderados por Hoor, serán hostiles contra todo extranjero que llegue a enfrentarse contra el Fuego Cano; ten cuidado con ellos. Es posible que en el siguiente turno tengan algo que decirte.
Valeria, otra amiga con derecho a roce, le pasaba igual que él. Su casa, y más importante, su cama, estaban en perfecto estado. En vueltos en el Fuego Cano, pero aun así, ¡estaba bien! En cambio, la de Larissa… Se quedó reducida en cenizas y algún trozo pequeño de madera o de hueso que se resistía a ser devorado por las llamas.
Si el Fuego Cano mataba a una de cada diez personas… ¡Pues había que dar gracias por ello! Otras personas intentaban apagar el Fuego Cano o se bañaban quince veces al día para quitarse las llamas de encima. Imbéciles. El Fuego Cano tampoco era tan molesto. Mientras Hoor pudiera seguir follando y viviendo como siempre, no se iba a preocupar por un par chispas blancas. Igual que él, hubo otras personas, igual de inteligentes, que pensaron igual. ¿Si no molesta por qué extinguirlo?
La pequeña aldea pronto se separó en dos tipos de gente. Los que lloraban y temían al fuego, (a este grupo Hoor lo llamó: Las Estúpidas Gallinas) y a los que se acostumbraron y defendieron el perdón del fuego blanco. Este segundo grupo se hicieron llamar: Los Hijos del Águila. Fue una águila de alas negras envuelta en un unas llamas blancas quien trajo el Fuego Cano a la aldea.
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Comandante de la Guardia de Vulwulfar. Ese era su rango. No luchó por tener nada que ver por la Guardia. Justo lo contrario, lucho por sus hijos y sus amigos contra la Guardia cuando ésta se volvió corrupta. “Falsos reyes y auténticas heridas”. Se decía mentalmente cada vez que pensaba en aquella noche que salvó a sus hijos, cada vez que estaba a punto de comenzar una nueva misión como Comandante de la Guardia de Vulwulfar y cada vez que rezaba en un santuario en honor a Freya.
-Falsos reyes y auténticas heridas- susurró para sí misma a la vez que caminaba a una pequeña aldea a las afueras de Vulwulfar.
Sin darse cuenta, con la mano izquierda se acariciaba el vientre, el lugar donde estaba la peor cicatriz que ganó durante la noche que salvó a sus hijos y vengó a su marido. Si fuera por ellos, no hubiera aceptado el título de Comandante de la Guardia de Vulwulfar. No quería enfrentarse a más falsos reyes ni tener más heridas en su cuerpo. Si aceptó el trabajo, fue, nada más ni nada menos, por Alanna Delteria. La única guardia que de verdad admiraba tanto como heroína que como amiga.
Frea, después de su rezó particular, lideró el grupo de guardias y voluntarios que se habían unido a apagar las llamas del Fuego Cano que devoraban la aldea a la que se dirigían. A penas eran quince personas y, de ellos, tres eran guardias que sabían usar sus armas y uno era el juglar que, unos meses atrás, cantó la historia de las Alas de Fuego.
El camino hacia la aldea fue tranquilo. No hubo ningún incidente más que unos pocos gritos de sorpresa al ver el Fuego Cano ardiente y brillante desde lo lejos. El mal, comenzó cuando pasaron las murallas. De las quince personas, once fueron devorados por el Fuego Cano. Frea, el juglar y dos de los voluntarios consiguieron salvarse.
-El pájaro de fuego mata pero también perdona.- Dijo el juglar con una sonrisa de oreja a oreja.
Para él, quizás, fuera divertido ver como algo que ha surgido de su imaginación cobra vida. Frea lo odió. Si el juglar supiera la de problemas que estaban tendiendo por ésta y otras canciones, no se estuviera riendo así.
El juglar, iluso y divertido, empezó a cantar con el mismo tono de voz que antes Frea hubo utilizado para realizar sus rezos.
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ESTROFA: Canción ven-cu
Entre las llamas pasas tú
Donde queme el fuego irás
Tú no puedes hacer más
RESPUESTA: Canción ven-uno
Tú no puedes hacer más
Donde queme el fuego irás
Porque tú no puedes hacer más
Entre las llamas pasas tú
Donde queme el fuego irás
Tú no puedes hacer más
RESPUESTA: Canción ven-uno
Tú no puedes hacer más
Donde queme el fuego irás
Porque tú no puedes hacer más
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* Bienhallado: Eres uno de los voluntarios que han llegado a la aldea de Vulwulfar con la Guardia. Por supuesto, sobrevives al Fuego Cano. Debo señalar que no me importa cómo has llegado a formar parte de esta guarnición, aunque si deseas explicarlo, estás en tu derecho. Yo, por mi parte, no voy a ser estricto con la cronología de tu personaje. Tu deber, en este evento. Es devolver el Fuego Cano y el águila de alas negros y llamas blancas a su canción. Para ello necesitarás tres cosas: Un lágrima de alguien que ha perdido a un ser querido por las llamas, un trozo de madera resistente al Fuego Cano y un misterio. El misterio se te revelará en el siguiente turno. En éste, deberás coger los dos primeros objetos. Tienes total libertad en controlar a Frea, el bufón y el otro voluntario que te acompaña, además de describir el lugar y la forma en que consigues los dos primeros objetos necesarios para devolver el Fuego Cano y el Águila a su canción. Una última cosa: Los Hijos del Águila, liderados por Hoor, serán hostiles contra todo extranjero que llegue a enfrentarse contra el Fuego Cano; ten cuidado con ellos. Es posible que en el siguiente turno tengan algo que decirte.
Sigel
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Re: La Canción del Fuego Cano [Megaevento: Historial del juglar]
Desde que Keira tuvo uso de conciencia su madre le había dicho siempre lo mismo. Aun recordaba ella, a sus tres cortos años, volver de sus prácticas de malabares y de acrobacias, corriendo y riendo hasta los brazos de una madre que, en esa época, era aun cariñosa y dulce. Recordaba como le apartaba los cabellos, la miraba a los ojos sonriendo y le decía, para hacerla entender.
“- Hija, no importa lo que digan, ni quien lo diga, nunca serás una simple ladrona o “una de esas” Tu eres un artista, eres música, risa, llanto, baile, emoción, es tu elección ser todo, o ser nada.- Keira la miraba sin entender, no sabía que quería decir y la mujer, dándose cuenta de ello, intentaba hacerla entender- Te juzgarán, hija, lo harán, pero no debes dejar que te influyan, ¿Sabes por qué robamos? Robamos porque prestamos un servicio que nadie parece dispuesto a pagar. Nosotros damos alegría y consuelo, entretenemos y provocamos emociones, aliviamos y animamos, somos belleza, provocación, arte. Ahora la gente no lo aprecia, pero nos necesitan, el mundo necesita el arte para aliviarse, nos necesita a nosotros.”
Keira nunca había entendido esa frase, no hasta ese momento. Había vuelto del entrenamiento con Huracán, y sus nuevas capacidades la hacían ver más allá de lo que había visto, incluso, cuando podía ver. Las llamas frente a ella se escuchaban chisporrotear con fuerza, la gente lloraba anegada en pena. El fuego ardía por todos lados, sin quemar, parecía ser su propio fuego azul.
Días atrás al ver eso, habría detenido su paso, habría dado media vuelta y, con orgullo falso, habría salido corriendo de allí, asustada sin querer admitirlo frente a nadie. Pero ahora controlaba el fuego, controlaba sus emociones, se controlaba ella. Parecía que la guardia había llegado allí a ayudar, pero poco podían hacer por las personas que habían perdido a alguien.
No necesitaban solo ayuda para apagar el fuego, había muchos que, lo que necesitaban, era consuelo. No sabía hasta que punto podía confiar en la madre que la había abandonado a su suerte cuando estaban por quemarla, no sabía hasta que punto era bueno fiarse de una familia que había dejado de serlo hacía tiempo, y aunque tiempo atrás habría dado media vuelta y no se habría metido en líos, ya no.
Se plantó en el centro de la plaza del lugar, guitarra en mano y se sentó en los escalones con una respiración honda. Escuchaba pasar a gente, andando a paso lento y arrastrando los pies, si su madre tenía razón, y la gente necesitaba el arte, ese era el momento en el que más lo necesitaban. Comenzó a tocar acordes con su guitarra que resonaron por el lugar con fuerza, la plaza debía tener forma de cono.
Su voz comenzó a repiquetear entre fachadas y los pasos de la gente se comenzaron a detener a escuchar el sonido de la voz suave de mujer y la guitarra. Los minutos que duró la balada parecieron detener el tiempo, ni fuego ni agua, ni cielo ni infierno parecían alcanzar a la gente congregada en la plaza. Cuando la música se detuvo no hubo aplausos, no hubo más sonidos que los del llanto, gente que se había reprimido durante días soltaba ahora sus nervios, su frustración, su agonía, su tristeza y su desgana.
Mientras ella se mantenía en calma, apartando la guitarra, unos pasos rápidos llegaron a ella unos brazos la rodearon. La voz rota de una mujer que se había enganchado a sus brazos le aturullaba los oídos, por lo que murmuraba, poco hacía que su hijo había caído, presa de las llamas. Cuando se separó, Keira notó el hombro húmedo y una gota que resbalaba por su mejilla, suspiró y sacó un pañuelo para secarse el llanto de la mujer de encima. Lo guardó junto a su guitarra y salió de allí, no quería más llantos, ella ya había hecho su parte.
Fire, a su lado, pió indicándole un obstáculo, pero le pilló tarde. Tropezó dando un traspié sin herirse y con ceño fruncido y su bastón picó lo que la había hecho tropezar. Sonaba a madera, golpeó nuevamente, y con un suspiro la recogió, no había sonido de chispas, no veía el calor emerger de ella como lo hacía del resto de la ciudad, era una madera que no ardía, bueno, no todo podía estar quemándose, después de todo, a pesar de lo que dijeran las gentes.
Alzó su brazo para que Fire se posara en él, ese lugar era un auténtico caos. No encontraba modo alguno, el ave acarició su cabeza contra el cuello de la chica mientras ella, parada en la calle mientras la guardia corría, suspiraba. La casa a su frente crepitaba con fuerza, tal vez pudiera ayudar.
Alzó la mano cuando Fire echó a volar, e intento retraer las llamas, su mente veía reflejadas las llamas en colores, no distinguía formas, pero si focos de calor y esas llamas, no ardían. Unos pasos se escucharon a sus espaldas, una armadura, probablemente algún guardia, es menudo, sus pasos parecían ligeros, estiro la mano y detuvo a la persona, brazo fino, probablemente una mujer.
- ¿Es usted guardia?- preguntó, tal vez fuera momento de tomar cartas en el asunto.
Off: Las lágrimas están recogidas en el pañuelo, el trozo de madera que no arde, es el final. Perdón, si hay alguna falta, me he emocionado escribiendo >-<'
“- Hija, no importa lo que digan, ni quien lo diga, nunca serás una simple ladrona o “una de esas” Tu eres un artista, eres música, risa, llanto, baile, emoción, es tu elección ser todo, o ser nada.- Keira la miraba sin entender, no sabía que quería decir y la mujer, dándose cuenta de ello, intentaba hacerla entender- Te juzgarán, hija, lo harán, pero no debes dejar que te influyan, ¿Sabes por qué robamos? Robamos porque prestamos un servicio que nadie parece dispuesto a pagar. Nosotros damos alegría y consuelo, entretenemos y provocamos emociones, aliviamos y animamos, somos belleza, provocación, arte. Ahora la gente no lo aprecia, pero nos necesitan, el mundo necesita el arte para aliviarse, nos necesita a nosotros.”
Keira nunca había entendido esa frase, no hasta ese momento. Había vuelto del entrenamiento con Huracán, y sus nuevas capacidades la hacían ver más allá de lo que había visto, incluso, cuando podía ver. Las llamas frente a ella se escuchaban chisporrotear con fuerza, la gente lloraba anegada en pena. El fuego ardía por todos lados, sin quemar, parecía ser su propio fuego azul.
Días atrás al ver eso, habría detenido su paso, habría dado media vuelta y, con orgullo falso, habría salido corriendo de allí, asustada sin querer admitirlo frente a nadie. Pero ahora controlaba el fuego, controlaba sus emociones, se controlaba ella. Parecía que la guardia había llegado allí a ayudar, pero poco podían hacer por las personas que habían perdido a alguien.
No necesitaban solo ayuda para apagar el fuego, había muchos que, lo que necesitaban, era consuelo. No sabía hasta que punto podía confiar en la madre que la había abandonado a su suerte cuando estaban por quemarla, no sabía hasta que punto era bueno fiarse de una familia que había dejado de serlo hacía tiempo, y aunque tiempo atrás habría dado media vuelta y no se habría metido en líos, ya no.
Se plantó en el centro de la plaza del lugar, guitarra en mano y se sentó en los escalones con una respiración honda. Escuchaba pasar a gente, andando a paso lento y arrastrando los pies, si su madre tenía razón, y la gente necesitaba el arte, ese era el momento en el que más lo necesitaban. Comenzó a tocar acordes con su guitarra que resonaron por el lugar con fuerza, la plaza debía tener forma de cono.
Su voz comenzó a repiquetear entre fachadas y los pasos de la gente se comenzaron a detener a escuchar el sonido de la voz suave de mujer y la guitarra. Los minutos que duró la balada parecieron detener el tiempo, ni fuego ni agua, ni cielo ni infierno parecían alcanzar a la gente congregada en la plaza. Cuando la música se detuvo no hubo aplausos, no hubo más sonidos que los del llanto, gente que se había reprimido durante días soltaba ahora sus nervios, su frustración, su agonía, su tristeza y su desgana.
Mientras ella se mantenía en calma, apartando la guitarra, unos pasos rápidos llegaron a ella unos brazos la rodearon. La voz rota de una mujer que se había enganchado a sus brazos le aturullaba los oídos, por lo que murmuraba, poco hacía que su hijo había caído, presa de las llamas. Cuando se separó, Keira notó el hombro húmedo y una gota que resbalaba por su mejilla, suspiró y sacó un pañuelo para secarse el llanto de la mujer de encima. Lo guardó junto a su guitarra y salió de allí, no quería más llantos, ella ya había hecho su parte.
Fire, a su lado, pió indicándole un obstáculo, pero le pilló tarde. Tropezó dando un traspié sin herirse y con ceño fruncido y su bastón picó lo que la había hecho tropezar. Sonaba a madera, golpeó nuevamente, y con un suspiro la recogió, no había sonido de chispas, no veía el calor emerger de ella como lo hacía del resto de la ciudad, era una madera que no ardía, bueno, no todo podía estar quemándose, después de todo, a pesar de lo que dijeran las gentes.
Alzó su brazo para que Fire se posara en él, ese lugar era un auténtico caos. No encontraba modo alguno, el ave acarició su cabeza contra el cuello de la chica mientras ella, parada en la calle mientras la guardia corría, suspiraba. La casa a su frente crepitaba con fuerza, tal vez pudiera ayudar.
Alzó la mano cuando Fire echó a volar, e intento retraer las llamas, su mente veía reflejadas las llamas en colores, no distinguía formas, pero si focos de calor y esas llamas, no ardían. Unos pasos se escucharon a sus espaldas, una armadura, probablemente algún guardia, es menudo, sus pasos parecían ligeros, estiro la mano y detuvo a la persona, brazo fino, probablemente una mujer.
- ¿Es usted guardia?- preguntó, tal vez fuera momento de tomar cartas en el asunto.
Off: Las lágrimas están recogidas en el pañuelo, el trozo de madera que no arde, es el final. Perdón, si hay alguna falta, me he emocionado escribiendo >-<'
Keira Brabery
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Re: La Canción del Fuego Cano [Megaevento: Historial del juglar]
Hoor estaba en lo alto del tejado de una casa que no era la suya. Desde ahí arriba, miraba el vuelo en círculos del águila. Las llamas blancas que sobresalían de las casas que no habían sido quemadas daban un aspecto único al vuelo del águila de alas negras: Siniestro y bello por partes iguales. No pudo evitar imaginarse a él mismo siendo el águila. Sus alas de fuego podrían elegir a quién quemar y quién no. ¡Una purga en toda regla! ¿Con cuántos idiotas se había topado a lo largo de su vida? El Fuego Cano del águila de alas negras había acabado con algunos de ellos, pero era insuficiente, todavía quedaban muchos vivos entre las llamas blancas de la aldea.
Detuvo sus pensamientos y sus divagaciones para mirarse por un segundo las manos. Con el reflejo de las chispas blancas de las llamas saliendo de ellas, no parecían sus manos. Se veían con un más claro de lo que recordaba. ¿A dónde se fueron las arrugas? Sabía que era un reflejo óptico causado por todo el fuego blanco que le recubría; sabía que por eso se veía más claro y sin arrugas. Aun así, pese a todo lo que sabía, Hoor creyó otra cosa bien diferente a sus conocimientos.
-Cumpliré el deber- le dijo al águila de alas negras a la vez que le saludaba con la mano en la frente. - no voy a malgastar este don que me has dado-.
-¡Hoor!- una voz le llamó desde la ventana, era de Banz un viejo amigo de Hoor. -¡Ya lo tenemos todo listo!-
Hoor se puso cuchillas y de un salto hacia abajo, traspasó la ventana que estaba abierta para entrar en la casa.
Banz no mintió. Como dijo, lo tenían todo listo. Las máscaras blancas con pico de águila, las armas y una gran lista de gente idiota a la cual purgar. Banz, Hoor y otros trece hombres formaban parte de una secta nacida el mismo día que el águila de alas negras fue a la ciudad. Ellos eran los Hijos del águila.
-Sí señorita,- respondió Frea con su mejor voz a la joven de la guitarra -¿necesita ayuda?- por puro acto reflejo, Frea cogió a la chica del hombro como si la estuviera ayudando a cruzar la calle.
-¡No hay tiempo, quiero verla más de cerca!- gritó el juglar emocionado.
Después de todas las muertes que había habido en la guarnición antes liderada por Frea, (la guardia se lamentó por cada una de las once muertes) fue el juglar quien tomó las riendas de la partida. Había pasado de ser el guía a ser el líder en un abrir y cerrar de ojos. Lo hizo tan sutilmente que, cuando Frea se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Bien podría coger al tipo y enseñarle un par de cosas. No estaban en un teatro viendo una escena de ficción, como el juglar parecía creer, aquello era real. La gente moría de verdad. Sus compañeros habían muerto de verdad.
-¡Vamos, está justo ahí!- el juglar se adelantó al paso en dirección hacia el águila de la canción.
-Vete si quieres- Frea soltó a la chica ciega pero se mantuvo quieta y firma a su lado. –La joven necesita la ayuda y créeme que se la daré-.
El juglar no contestó, solo siguió su camino, detrás de él iba el otro de los voluntarios supervivientes al Fuego Cano. Frea se quedó con la chica y le cogió de las dos manos para demostrarle que estaba con ella.
Pese a que el juglar se había ido, no tardó mucho en reaparecer de nuevo. Su cuerpo muerto cayó desde lo alto de uno de los tejados que rodeaban a las dos chicas. Frea aseguraría que podría haber caído del edificio que estaba a su izquierda pero no estaba del todo convencida. Después de muerto vinieron los otros hombres, Frea desenvainó su espada en cuanto los vio. Todos tenían la misma máscara con pico que le cubría la cara y todos estaban armados o bien con espadas o bien con hachas.
-Solo los Hijos del Águila somos dignos de tener su Fuego Cano sobre nuestra piel- lo dijo uno de los hombres enmascarados, quizás el que dio el primer paso.
Su voz sonó tranquila y a la vez que amenazadora, muy parecida a la que Bono hablaba cuando todavía vivía. En otro tiempo, quizás, el recuerdo de la voz del brujo hubiera hecho que Frea diera un paso hacia atrás. Sin embargo, después de todo lo que había vivido, Frea dio un paso hacia delante. No le temía a nada.
* Keira Bravery: Cierta parte de mí sabía, y no se equivocó, que no podías resistirte a participar en un evento donde se encuentra tu amiga Frea. Aunque, en este tema, Frea no conoce a tu personaje. Conoce a Alanna pero no a Keira. Esto no significa que no protegerá de los peligros. Frea, como bien sabes, tiene un don para proteger a todo el mundo. Te protegerá y luchará a tu favor contra la amenaza de los Hijos del águila. Sin embargo, esto no es lo que a ti te importa ¿verdad? Queda un tercer objeto que encontrar. El misterio que ahora mismo te voy a revelar: Una pluma recién arrancada del águila de alas negras. ¿No es maravilloso? Tienes que arrancar una pluma al ave sagrada para la secta de los Hijos del águila. Este es tu último post. Más vale mantener la emoción del primero, la necesitarás.
Detuvo sus pensamientos y sus divagaciones para mirarse por un segundo las manos. Con el reflejo de las chispas blancas de las llamas saliendo de ellas, no parecían sus manos. Se veían con un más claro de lo que recordaba. ¿A dónde se fueron las arrugas? Sabía que era un reflejo óptico causado por todo el fuego blanco que le recubría; sabía que por eso se veía más claro y sin arrugas. Aun así, pese a todo lo que sabía, Hoor creyó otra cosa bien diferente a sus conocimientos.
-Cumpliré el deber- le dijo al águila de alas negras a la vez que le saludaba con la mano en la frente. - no voy a malgastar este don que me has dado-.
-¡Hoor!- una voz le llamó desde la ventana, era de Banz un viejo amigo de Hoor. -¡Ya lo tenemos todo listo!-
Hoor se puso cuchillas y de un salto hacia abajo, traspasó la ventana que estaba abierta para entrar en la casa.
Banz no mintió. Como dijo, lo tenían todo listo. Las máscaras blancas con pico de águila, las armas y una gran lista de gente idiota a la cual purgar. Banz, Hoor y otros trece hombres formaban parte de una secta nacida el mismo día que el águila de alas negras fue a la ciudad. Ellos eran los Hijos del águila.
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-Sí señorita,- respondió Frea con su mejor voz a la joven de la guitarra -¿necesita ayuda?- por puro acto reflejo, Frea cogió a la chica del hombro como si la estuviera ayudando a cruzar la calle.
-¡No hay tiempo, quiero verla más de cerca!- gritó el juglar emocionado.
Después de todas las muertes que había habido en la guarnición antes liderada por Frea, (la guardia se lamentó por cada una de las once muertes) fue el juglar quien tomó las riendas de la partida. Había pasado de ser el guía a ser el líder en un abrir y cerrar de ojos. Lo hizo tan sutilmente que, cuando Frea se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Bien podría coger al tipo y enseñarle un par de cosas. No estaban en un teatro viendo una escena de ficción, como el juglar parecía creer, aquello era real. La gente moría de verdad. Sus compañeros habían muerto de verdad.
-¡Vamos, está justo ahí!- el juglar se adelantó al paso en dirección hacia el águila de la canción.
-Vete si quieres- Frea soltó a la chica ciega pero se mantuvo quieta y firma a su lado. –La joven necesita la ayuda y créeme que se la daré-.
El juglar no contestó, solo siguió su camino, detrás de él iba el otro de los voluntarios supervivientes al Fuego Cano. Frea se quedó con la chica y le cogió de las dos manos para demostrarle que estaba con ella.
Pese a que el juglar se había ido, no tardó mucho en reaparecer de nuevo. Su cuerpo muerto cayó desde lo alto de uno de los tejados que rodeaban a las dos chicas. Frea aseguraría que podría haber caído del edificio que estaba a su izquierda pero no estaba del todo convencida. Después de muerto vinieron los otros hombres, Frea desenvainó su espada en cuanto los vio. Todos tenían la misma máscara con pico que le cubría la cara y todos estaban armados o bien con espadas o bien con hachas.
-Solo los Hijos del Águila somos dignos de tener su Fuego Cano sobre nuestra piel- lo dijo uno de los hombres enmascarados, quizás el que dio el primer paso.
Su voz sonó tranquila y a la vez que amenazadora, muy parecida a la que Bono hablaba cuando todavía vivía. En otro tiempo, quizás, el recuerdo de la voz del brujo hubiera hecho que Frea diera un paso hacia atrás. Sin embargo, después de todo lo que había vivido, Frea dio un paso hacia delante. No le temía a nada.
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* Keira Bravery: Cierta parte de mí sabía, y no se equivocó, que no podías resistirte a participar en un evento donde se encuentra tu amiga Frea. Aunque, en este tema, Frea no conoce a tu personaje. Conoce a Alanna pero no a Keira. Esto no significa que no protegerá de los peligros. Frea, como bien sabes, tiene un don para proteger a todo el mundo. Te protegerá y luchará a tu favor contra la amenaza de los Hijos del águila. Sin embargo, esto no es lo que a ti te importa ¿verdad? Queda un tercer objeto que encontrar. El misterio que ahora mismo te voy a revelar: Una pluma recién arrancada del águila de alas negras. ¿No es maravilloso? Tienes que arrancar una pluma al ave sagrada para la secta de los Hijos del águila. Este es tu último post. Más vale mantener la emoción del primero, la necesitarás.
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Re: La Canción del Fuego Cano [Megaevento: Historial del juglar]
La mujer se había detenido, con sus nuevos conocimientos distinguía una figura femenina en la persona a la que había tomado del brazo. Una llama inmensa parecía arder en el lugar donde debía encontrarse el corazón de la joven. Parecía amable y dispuesta a escucharla. Una melodía sonaba en sus oídos, pero no parecía que nadie más la estuviera escuchando.
Al contrario que la mujer a la que había detenido, era un idiota, le dieron ganas de lanzarle una llama y quemarle el culo, vale que tuvieran prisa, pero a medida que escuchaba la sonata en sus oídos, Keira entendía más de lo que había comprendido al llegar. No era un fuego normal, no lo era porque era el fuego de una narración, de una canción, de un juglar que había decidido dejar volar a los personajes de sus historias.
Keira, con aire serio, se mantuvo en silencio hasta que desaparecieron el estruendoso tipo al que le habría gustado abrasar, y los otros. Miró a la chica con seriedad con sus ojos ciegos. No, no necesitaba ayuda, ella era la ayuda que ellos necesitaban.
-Deben haberlo notado, pero este fuego... no es un fuego normal.- dijo sin saber bien como explicarse.
- Si, lo sabemos, el fuego no quema.- contestó la chica intentando mantener la educación comenzando a pensar que la joven ciega estaba algo loca.
- Si, no quema y no puede domarse.- intentó explicarse.- mire.- se acercó a unas llamas y encendió una propia, el fuego rojo contra el blanco pareció mezclarse por un instante, pero solo lo pareció, porque la llama que no quemaba se separaba del fuego real.- ¿Lo ve? Cualquier fuego normal se habría fusionado, pero no.
- ¿Es usted maga?- le preguntó Frea a Keira, aun habiéndolo visto con sus propios ojos.
- Soy más que eso.- Sonrió Keria.- Keira Brabery a su servicio, maga y artista.- dijo con una reverencia teatral.- Y se como detener las llamas.- afirmó cuando Fire se posó en su hombro herido, cubierto por la capa.
Justo terminó la frase cuando un golpe seco frente a ella la hizo saltar. No había esperado el sonido y, después de este, unos pasos pesados que se acercaban a ellas. Con ceño fruncido, Keira se puso en posición de ataque quitándose la capa y apretando los botones de su bastón, lista para entrar en combate. Los sonidos del crepitar del fuego parecían animarla a atacar. Tanto miedo que le había dado hasta hacía poco, y ahora parecía que la animaba y la llenaba de vida. Como si de un dragón se tratara, y se pudiera alimentar de las llamas.
Los hijos del águila, el sonido que retumbaba en los oídos de la bailarina, con letras rimadas, hablaba de algo similar, serían, también, ¿parte de la tonada? No lo sabía, pero si pensaban que por el mero hecho de estar tocados del ala iban a vencer a una maga de fuego en su elemento, es que tenían demasiadas esperanzas. El grito de un águila sonó acercándose desde el cielo y el primer choque de espadas retumbó en la calle.
Si su suposición era cierta, si su teoría era correcta y el conocer la canción le daba cierto control, sobre el fuego cano, podría detener el embrujo. Estiró una mano hacia las llamas que crepitaban a su lado y, sin encender su propio fuego, solo pensando en la letra de la tonada que cada vez se hacía más patente en su mente y focalizando su atención en las llamas negras que eran en su mente los hombres que acababan de llegar, ignorando el color dorado del fuego de Frea, lanzó las llamas blancas hacia el frente notando un tirón en sus manos.
El fuego había respondido, al alcanzar a los tipos los había lanzado lejos, alejándolos de la guarda. Lo tenía, si lograba consumir al águila que sobrevolaba el cielo sobre ella con su propio fuego, acabaría con todo ese desastre. El chillido de Fire la advirtió de un ataque por su izquierda mientras Frea le preguntaba, sorprendida, cómo lo había logrado. No lo sabía demasiado bien. Se agachó con prisas esquivando el golpe y escuchó como alguien pegaba a su atacante.
- ¿Estás bien?- Le preguntó la llama dorada que era la guardia en sus ojos.- No se que has hecho, pero repítelo, yo te cubro.- pidió, casi exigió, la chica, alterada.
Con un asentimiento, apuntando al águila que brillaba de un negro cegador, estiró los brazos dejando de lado su bastón y recogió todas las llamas que podía de su alrededor notando como estas le envolvían los brazos. Las aguantó todo lo que pudo y a una señal de Fire, lanzó las llamas hacia el cielo golpeando el águila en el proceso. Pero no consiguió reacción alguna, solo ira. El animal igneo lanzo un grito furibundo y las llamas volvieron a caer en forma de lluvia de fuego. No podía quemárlo así, necesitaba algo con lo que estuviera conectado, como en los encantamientos de los cuentos.
- Fire.- esa cosa sería un águila, pero ella tenía un halcón.- Necesito que vayas, necesito una pluma.- pidió al ave, anudandole el pañuelo manchado de las lágrimas de la mujer con delicadeza.- te rodearé con el fuego del águila, no saldrás herida, te lo juro.- le prometió a su amiga emplumada mientras comenzaba a crear una bola de fuego blanco alrededor de ella usando las llamas que las rodeaban.- Vamos.- dijo lanzando al águila al aire alzando la mano para dejar que el halcón moviera las alas.
Rezando a los dioses en los que nuca había creído, suplicando a los cielos que siempre había pensado vacíos, más asustada que cuando se quedó ciega, observó subir a su halcón rodeado de llamas blancas que lo envolvían y perseguían haciéndolo parecer un fénix blanco. La colisión no se hizo esperar y las llamas que rodeaban a Fire se deshicieron con un destello que pareció propio de la explosión de una estrella.
Siguió la veloz bajada de su pájaro hasta lanzarse al suelo y atraparlo, observó la llama del pequeño halcón, hacía mucho que no echaba tanto de menos su capacidad de ver. ¿Estaría herido? El pañuelo había desaparecido de su pequeño cuerpo, enredado en las plumas del águila negra, sus plumas parecían intactas, y no daba la impresión, al tacto de tener herida ni quemadura alguna.
Suspiró aliviada y escuchó el piido de Fire que, restregando su cabeza contra el cuello de Keira dejó caer una pluma mucho más grandes que las que cubrían su cuerpo, una pluma del águila. Lo tenían. Besó la cabeza de su ave y se levantó sin importarle los rasguños que cubrían la parte derecha de su cuerpo.
Era el momento. Cogió la madera que había recogido antes, esa que no ardía con el fuego cano y situó, encima, esa pluma negra como el carbón para, al instante, concentrar nuevamente su atención en las llamas blancas que cubrían las casas. Sus dedos comenzaron a cubrirse de blanco, su pelo se elevó movido por el poder del animal de fuego haciendo que pareciera una llama y, cuando todas las flamas blancas estuvieron rodeándola, las lanzó contra la pluma que comenzó a arder con llamaradas de negro, blanco y rojo.
Su propio fuego se había mezclado con el de la historia. La música se elevó, saliendo desde el grito del animal para llenar la ciudad con su son. Ya no eran solo los oídos de Keira los que escuchaban la música, todo el pueblo podía oír la canción del águila de fuego.
Agotada, Keira calló rendida al suelo. Si pudiera ver notaría como una viento se llevaba las llamas blancas y como el águila caía a modo de lluvia blanca y clara, como si de una nieve de luz se tratara. Estaba agotada, pero parecía que había logrado detener el caos. En silencio, arrodillada en el pavimento, tomó su bastón, dispuesta a, con sus últimas fuerzas tras controlar el fuego, enfrentar a “los hijos del águila”, si esto fuera necesario, aun con la canción sonando por el pueblo.
Al contrario que la mujer a la que había detenido, era un idiota, le dieron ganas de lanzarle una llama y quemarle el culo, vale que tuvieran prisa, pero a medida que escuchaba la sonata en sus oídos, Keira entendía más de lo que había comprendido al llegar. No era un fuego normal, no lo era porque era el fuego de una narración, de una canción, de un juglar que había decidido dejar volar a los personajes de sus historias.
Keira, con aire serio, se mantuvo en silencio hasta que desaparecieron el estruendoso tipo al que le habría gustado abrasar, y los otros. Miró a la chica con seriedad con sus ojos ciegos. No, no necesitaba ayuda, ella era la ayuda que ellos necesitaban.
-Deben haberlo notado, pero este fuego... no es un fuego normal.- dijo sin saber bien como explicarse.
- Si, lo sabemos, el fuego no quema.- contestó la chica intentando mantener la educación comenzando a pensar que la joven ciega estaba algo loca.
- Si, no quema y no puede domarse.- intentó explicarse.- mire.- se acercó a unas llamas y encendió una propia, el fuego rojo contra el blanco pareció mezclarse por un instante, pero solo lo pareció, porque la llama que no quemaba se separaba del fuego real.- ¿Lo ve? Cualquier fuego normal se habría fusionado, pero no.
- ¿Es usted maga?- le preguntó Frea a Keira, aun habiéndolo visto con sus propios ojos.
- Soy más que eso.- Sonrió Keria.- Keira Brabery a su servicio, maga y artista.- dijo con una reverencia teatral.- Y se como detener las llamas.- afirmó cuando Fire se posó en su hombro herido, cubierto por la capa.
Justo terminó la frase cuando un golpe seco frente a ella la hizo saltar. No había esperado el sonido y, después de este, unos pasos pesados que se acercaban a ellas. Con ceño fruncido, Keira se puso en posición de ataque quitándose la capa y apretando los botones de su bastón, lista para entrar en combate. Los sonidos del crepitar del fuego parecían animarla a atacar. Tanto miedo que le había dado hasta hacía poco, y ahora parecía que la animaba y la llenaba de vida. Como si de un dragón se tratara, y se pudiera alimentar de las llamas.
Los hijos del águila, el sonido que retumbaba en los oídos de la bailarina, con letras rimadas, hablaba de algo similar, serían, también, ¿parte de la tonada? No lo sabía, pero si pensaban que por el mero hecho de estar tocados del ala iban a vencer a una maga de fuego en su elemento, es que tenían demasiadas esperanzas. El grito de un águila sonó acercándose desde el cielo y el primer choque de espadas retumbó en la calle.
Si su suposición era cierta, si su teoría era correcta y el conocer la canción le daba cierto control, sobre el fuego cano, podría detener el embrujo. Estiró una mano hacia las llamas que crepitaban a su lado y, sin encender su propio fuego, solo pensando en la letra de la tonada que cada vez se hacía más patente en su mente y focalizando su atención en las llamas negras que eran en su mente los hombres que acababan de llegar, ignorando el color dorado del fuego de Frea, lanzó las llamas blancas hacia el frente notando un tirón en sus manos.
El fuego había respondido, al alcanzar a los tipos los había lanzado lejos, alejándolos de la guarda. Lo tenía, si lograba consumir al águila que sobrevolaba el cielo sobre ella con su propio fuego, acabaría con todo ese desastre. El chillido de Fire la advirtió de un ataque por su izquierda mientras Frea le preguntaba, sorprendida, cómo lo había logrado. No lo sabía demasiado bien. Se agachó con prisas esquivando el golpe y escuchó como alguien pegaba a su atacante.
- ¿Estás bien?- Le preguntó la llama dorada que era la guardia en sus ojos.- No se que has hecho, pero repítelo, yo te cubro.- pidió, casi exigió, la chica, alterada.
Con un asentimiento, apuntando al águila que brillaba de un negro cegador, estiró los brazos dejando de lado su bastón y recogió todas las llamas que podía de su alrededor notando como estas le envolvían los brazos. Las aguantó todo lo que pudo y a una señal de Fire, lanzó las llamas hacia el cielo golpeando el águila en el proceso. Pero no consiguió reacción alguna, solo ira. El animal igneo lanzo un grito furibundo y las llamas volvieron a caer en forma de lluvia de fuego. No podía quemárlo así, necesitaba algo con lo que estuviera conectado, como en los encantamientos de los cuentos.
- Fire.- esa cosa sería un águila, pero ella tenía un halcón.- Necesito que vayas, necesito una pluma.- pidió al ave, anudandole el pañuelo manchado de las lágrimas de la mujer con delicadeza.- te rodearé con el fuego del águila, no saldrás herida, te lo juro.- le prometió a su amiga emplumada mientras comenzaba a crear una bola de fuego blanco alrededor de ella usando las llamas que las rodeaban.- Vamos.- dijo lanzando al águila al aire alzando la mano para dejar que el halcón moviera las alas.
Rezando a los dioses en los que nuca había creído, suplicando a los cielos que siempre había pensado vacíos, más asustada que cuando se quedó ciega, observó subir a su halcón rodeado de llamas blancas que lo envolvían y perseguían haciéndolo parecer un fénix blanco. La colisión no se hizo esperar y las llamas que rodeaban a Fire se deshicieron con un destello que pareció propio de la explosión de una estrella.
Siguió la veloz bajada de su pájaro hasta lanzarse al suelo y atraparlo, observó la llama del pequeño halcón, hacía mucho que no echaba tanto de menos su capacidad de ver. ¿Estaría herido? El pañuelo había desaparecido de su pequeño cuerpo, enredado en las plumas del águila negra, sus plumas parecían intactas, y no daba la impresión, al tacto de tener herida ni quemadura alguna.
Suspiró aliviada y escuchó el piido de Fire que, restregando su cabeza contra el cuello de Keira dejó caer una pluma mucho más grandes que las que cubrían su cuerpo, una pluma del águila. Lo tenían. Besó la cabeza de su ave y se levantó sin importarle los rasguños que cubrían la parte derecha de su cuerpo.
Era el momento. Cogió la madera que había recogido antes, esa que no ardía con el fuego cano y situó, encima, esa pluma negra como el carbón para, al instante, concentrar nuevamente su atención en las llamas blancas que cubrían las casas. Sus dedos comenzaron a cubrirse de blanco, su pelo se elevó movido por el poder del animal de fuego haciendo que pareciera una llama y, cuando todas las flamas blancas estuvieron rodeándola, las lanzó contra la pluma que comenzó a arder con llamaradas de negro, blanco y rojo.
Su propio fuego se había mezclado con el de la historia. La música se elevó, saliendo desde el grito del animal para llenar la ciudad con su son. Ya no eran solo los oídos de Keira los que escuchaban la música, todo el pueblo podía oír la canción del águila de fuego.
Agotada, Keira calló rendida al suelo. Si pudiera ver notaría como una viento se llevaba las llamas blancas y como el águila caía a modo de lluvia blanca y clara, como si de una nieve de luz se tratara. Estaba agotada, pero parecía que había logrado detener el caos. En silencio, arrodillada en el pavimento, tomó su bastón, dispuesta a, con sus últimas fuerzas tras controlar el fuego, enfrentar a “los hijos del águila”, si esto fuera necesario, aun con la canción sonando por el pueblo.
Keira Brabery
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Re: La Canción del Fuego Cano [Megaevento: Historial del juglar]
-Tú sigue con lo que sea que estés haciendo,- desenvainó su espada y detuve el ataque del primer de los hombres que saltó desde el balcón- yo me ocuparé de ellos-.
Estaban en desventaja. Ellas eran dos, tres si contaba el ave de la bruja de fuego, ellos, en cambio, eran cinco y por las calles de la ciudad iban llegando a pie más hombres con máscaras de águila. Incluso que puede que hubiera más de esos hombres escondidos entre los tejados de los edificios como lo hubo hecho en su día Flecha Negra en lo más alto de la más alta torre de la mansión. La inferioridad numérica era algo en tener en cuenta, como también lo era que estaban atrapadas. Eran dos chisas en mitad de un fuego blanco atrapadas por quienes creen que éste es un dios.
Para Frea solo había una Diosa importante a quién rezar y esa reza era la que, según creía, guiaba su mano para que fuera rápida y fuerte, lo suficiente para detener a los hijos del Águila mientras la bruja de fuego acabase con sus conjuros.
Una, dos, tres… Perdió la cuenta de cuántas espadas se aventuraban al pasar al fuego, al de verdad, para atacar a las chicas. Espadas que Frea detenía una a una. No importaba cuán fuerte sea la bruja ni cuántas veces tuviera que tirarles sus llamaradas. Ellos volvían a levantarse a atacar. Ahí estaría ella esperándoles.
El fuego se apagó. Fue de repente, en lo que dura un parpadeo. Frea no podía creerlo fue tan… ¿Mágico? La magia era una vieja amiga suya, como también enemiga. Amiga por parte de la bruja de fuego y enemiga por parte de Bono. Jamás olvidaría a aquel brujo.
Los Hijos del Águila se quedaron inmóviles sin saber qué pasaba. Todos a excepción del primero de ellos quien con un grito fue atacar directamente a Frea. Ella, más rápida y fuerte. ¡Bendita sea Freya! Desvió el ataque del hombre y, con un golpe de la empuñadura de la espada en la pierna, le hizo caer al suelo. Cuando el hombre fue consciente de que había caído. Frea le puso el filo de la espada en el cuello.
-Por orden de la Guardia, quedáis todos detenidos.-
* Keira Bravery: Qué extraño, esta vez no te has quemado con el fuego. Es la primera vez en un tema que no te quemas. El Fuego Cano, como dijo el juglar, bendice a la vez que castiga. A muchos de tus compañeros los castigó, a ti te ha bendecido. Puedes ver de nuevo.
Recompensas:
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Objeto: Abanico de fuego
Estaban en desventaja. Ellas eran dos, tres si contaba el ave de la bruja de fuego, ellos, en cambio, eran cinco y por las calles de la ciudad iban llegando a pie más hombres con máscaras de águila. Incluso que puede que hubiera más de esos hombres escondidos entre los tejados de los edificios como lo hubo hecho en su día Flecha Negra en lo más alto de la más alta torre de la mansión. La inferioridad numérica era algo en tener en cuenta, como también lo era que estaban atrapadas. Eran dos chisas en mitad de un fuego blanco atrapadas por quienes creen que éste es un dios.
Para Frea solo había una Diosa importante a quién rezar y esa reza era la que, según creía, guiaba su mano para que fuera rápida y fuerte, lo suficiente para detener a los hijos del Águila mientras la bruja de fuego acabase con sus conjuros.
Una, dos, tres… Perdió la cuenta de cuántas espadas se aventuraban al pasar al fuego, al de verdad, para atacar a las chicas. Espadas que Frea detenía una a una. No importaba cuán fuerte sea la bruja ni cuántas veces tuviera que tirarles sus llamaradas. Ellos volvían a levantarse a atacar. Ahí estaría ella esperándoles.
El fuego se apagó. Fue de repente, en lo que dura un parpadeo. Frea no podía creerlo fue tan… ¿Mágico? La magia era una vieja amiga suya, como también enemiga. Amiga por parte de la bruja de fuego y enemiga por parte de Bono. Jamás olvidaría a aquel brujo.
Los Hijos del Águila se quedaron inmóviles sin saber qué pasaba. Todos a excepción del primero de ellos quien con un grito fue atacar directamente a Frea. Ella, más rápida y fuerte. ¡Bendita sea Freya! Desvió el ataque del hombre y, con un golpe de la empuñadura de la espada en la pierna, le hizo caer al suelo. Cuando el hombre fue consciente de que había caído. Frea le puso el filo de la espada en el cuello.
-Por orden de la Guardia, quedáis todos detenidos.-
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* Keira Bravery: Qué extraño, esta vez no te has quemado con el fuego. Es la primera vez en un tema que no te quemas. El Fuego Cano, como dijo el juglar, bendice a la vez que castiga. A muchos de tus compañeros los castigó, a ti te ha bendecido. Puedes ver de nuevo.
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Objeto: Abanico de fuego
- Abanico de fuego:
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Lo encuentras entre las cenizas que han dejado las llamas. Sabes lo que es y lo coges sin dudar. Es un abanico de fuego, para hacer esos bailes con llamas que tanto te gustan. Solo una cosa. No te quemes.
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