Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
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Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Un soleado día en Beltrexus, una niña con trenza se encontraba en los lujosos jardines del Palacio de los Vientos. La joven no iba sola, sino que la acompañaba un hombre adulto con barba gastada y enfundado en un elegante traje. Ella llevaba una pequeña ballesta de bolas, un arma inofensiva y de puro entrenamiento. El brujo era ni más ni menos que el maestro Dorian.
-Intenta disparar ahí, Anastasia. – instaba el hombre a la niña.
La niña llevó su arma de juguete a la altura de su ojo, cerró el otro y sacó su lengua, apuntaba a una pequeña arma en lo alto de un árbol. La pequeña de cabellos cobrizos consiguió darle a la manzana, haciendo que ésta cayera al suelo.
-Muy bien, jovencita. – le dijo jugando con su pelo, tratando de despeinarla. – Estás hecha una campeona. Ahora, ¿podrías traerme la manzana? – le pidió el hombre, sentándose sobre una piedra. La joven asintió con la cabeza y corrió hacia ella. – Eh, no hagas trampa. Sin tocarla. – le desafió el brujo.
La joven sonrió ante el reto. Ella había aprendido algunos trucos en la academia y estaba preparada para ello. Tendría que hacer uso de los conocimientos aprendidos en las clases de viento. La joven estiró sus dos manos hacia delante, como había aprendido en clase, cerró los ojos y se concentró. Emitió un pequeño gruñido y lo consiguió. La manzana se desplazó rodando muy lentamente hasta sus pies. El hombre, como un padre orgulloso, sonrió y la instó a sentarse en su cuello nuevamente.
-¡Muy bien, Anastasia! – la felicitó el maestro Dorian. Dándole un mordisco a la pieza de fruta que la niña le había acercado. Para ella era un gran triunfo. – Algún día, serás muy poderosa… como lo fue tu abuela. Ella también llevaba tu nombre. – De repente, el rostro del maestro comienza a mostrarse serio. La joven se preocupa y el cielo se oscurece.
El hombre y la bonita escena se diluyen en humo. Anastasia apareció en su lujosa habitación, con unos cuantos años más, ya en la adolescencia, allí estaba su madre. La siempre elegante e impoluta Isabella Boisson. Anastasia estaba leyendo, pero su madre la interrumpió y se sentó a su lado, le trajo algo especial. Un paquete envuelto.
-Hija mía… - dijo su madre acariciándole la cara. – Tus avances han sido impresionantes. Estaba esperando el momento ideal para entregártela, pero creo que ya va siendo hora de que lo haga. – y le entregó el paquete a la joven, que lo miraba exhorta, con los ojos abiertos.
-Madre… ¿de qué se trata? – respondió entusiasmada.
-Ábrelo y lo comprobarás. – rió su madre.
La joven desenvolvió cuidadosamente el regalo que su madre le había hecho. El tamaño de la caja impresionaba, era tan grande como el brazo de un adulto estirado. Terminó por romper el paquete de la ansiedad pero allí sacó el preciado objeto.
-¿Una ballesta? – preguntó. Una ballesta de una preciosa manufactura, con grabados élficos. Un modelo antiguo, sin duda, todo un clásico.
-No es una ballesta cualquiera. – le dijo su madre. – Pertenecía a tu abuela antes de… - giró la cabeza hacia otro lado. – Bueno, hace muchos años. Yo nunca me he atrevido a utilizarla. Ella… - dijo apenada y trató de sonreír falsamente. – Bueno, da igual. Estoy convencida de que serás una gran cazadora de vampiros. – trató de cambiar de tema.
-Gra… gracias, madre. – respondió la joven alzando la cabeza, volviendo a mirar a su madre, que refleja cierta preocupación, nuevamente, cuando mencionan a su abuela.
-A todas estas, creo que deberías de tener un apodo de cazadora. Algo que le de personalidad a tu carácter. ¿Qué te parece…?
-¡Mamá! – comienza a gritar la adolescente, vestida ahora de negro y con la ballesta a su espalda. – ¡Maestro Dorian! ¿Dónde estáis? – Pero no encontró a nadie. Sólo era capaz de correr por un pasillo infinito. El palacio estaba repleto de vampiros que se abalanzaban sobre mí. No dejaba de recargar y disparar, abatiéndolos todos, hasta el momento de una silueta femenina, erguida y vestida con un elegante vestido negro y una rosa. Su rostro permanecía oscuro por la oscuridad del pasillo y sus ojos, rojos, brillaban en la oscuridad.
-Éste es tu final, Anastasia. – dijo con voz calmada al momento que, sus afiladas garras iban en dirección a mi rostro, sin que yo pudiese hacer nada, sólo entonces…
… Desperté.
-¡NO! – grité. Irguiéndome de la cama, claramente alterada.
-¡Huracán! ¡Por la gracia de los dioses! ¡Estás bien! – gritó el brujo Jules, que corrió a abrazarme. – Llevabas una semana en coma.
Miré hacia un lado, todavía en la cama, tenía la pierna vendada y un camisón. Me volví a inclinar sobre la cama. Me costaba erguirme y sentía que me dolía todo, afortunadamente no había perdido mi musculatura, me encontraba fuerte.
-¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido? – pregunté con seriedad y enfadada, levantándome de la cama y dirigiéndome al probador, tenía que ponerme mis ropajes oscuros de nuevo.
-Tu abuela. Decidiste ir con ese mercenario y su amiga a Sacrestic. – Comencé a recordar mientras me vestía, se refería claramente a Eltrant y a Alanna. No respondí. Estaba muy enfadada. – Y apareció Mortagglia para sorprenderos. Os dio una buena paliza, pero uno de los amigos de la guardia pudo sacaros de allí y a ti te trajo hasta aquí. Esta maravillosa elfa accedió a curarte. – me cambié rápidamente, tenía la energía completamente renovada. Miré hacia la elfa con cara de pocos amigos, ni siquiera reparé en ella más de dos segundos. Ni le di las gracias. Estaba enfadada. Volví a mirar al brujo y a volver a mi tema.
-¿Dónde está Mortagglia? – le pregunté a Jules, casi encarándome con él, seria.
-¡Ey, ey! ¡Para el carro, chavala! ¿No pensarás volver en esas condiciones? No, no lo harás, ni por asomo. No lo permitiré.
-¡Olvidas quién es la jefa aquí, Jules! – le reclamé a voces, señalándole con el índice. Si ya tenía un carácter muy ofensivo y agrio, ahora herida moralmente, aún más.
-Me da igual lo que me digas, “jefa” – respondió irónicamente pero claramente enfadado. Era la primera vez que lo veía así. – Puedes echarme del gremio si quieres, pero no permitiré que te suicides. No voy a perderte. – insistió interponiéndose frente a mí - Ni siquiera tienes arma. Ahí tienes lo que quedó de ella. – y me señaló la cómoda. Allí se encontraba mi bella ballesta, la que mi madre me había entregado y que me había acompañado desde mi adolescencia, cortada en dos. Ahora lo recordaba todo, Mortagglia la cortó literalmente en dos trozos durante mi enfrentamiento. Esto me hizo calmarme algo, pero tenía aún un gran resquemor y, sobre todo, el orgullo muy herido.
-Intenta disparar ahí, Anastasia. – instaba el hombre a la niña.
La niña llevó su arma de juguete a la altura de su ojo, cerró el otro y sacó su lengua, apuntaba a una pequeña arma en lo alto de un árbol. La pequeña de cabellos cobrizos consiguió darle a la manzana, haciendo que ésta cayera al suelo.
-Muy bien, jovencita. – le dijo jugando con su pelo, tratando de despeinarla. – Estás hecha una campeona. Ahora, ¿podrías traerme la manzana? – le pidió el hombre, sentándose sobre una piedra. La joven asintió con la cabeza y corrió hacia ella. – Eh, no hagas trampa. Sin tocarla. – le desafió el brujo.
La joven sonrió ante el reto. Ella había aprendido algunos trucos en la academia y estaba preparada para ello. Tendría que hacer uso de los conocimientos aprendidos en las clases de viento. La joven estiró sus dos manos hacia delante, como había aprendido en clase, cerró los ojos y se concentró. Emitió un pequeño gruñido y lo consiguió. La manzana se desplazó rodando muy lentamente hasta sus pies. El hombre, como un padre orgulloso, sonrió y la instó a sentarse en su cuello nuevamente.
-¡Muy bien, Anastasia! – la felicitó el maestro Dorian. Dándole un mordisco a la pieza de fruta que la niña le había acercado. Para ella era un gran triunfo. – Algún día, serás muy poderosa… como lo fue tu abuela. Ella también llevaba tu nombre. – De repente, el rostro del maestro comienza a mostrarse serio. La joven se preocupa y el cielo se oscurece.
El hombre y la bonita escena se diluyen en humo. Anastasia apareció en su lujosa habitación, con unos cuantos años más, ya en la adolescencia, allí estaba su madre. La siempre elegante e impoluta Isabella Boisson. Anastasia estaba leyendo, pero su madre la interrumpió y se sentó a su lado, le trajo algo especial. Un paquete envuelto.
-Hija mía… - dijo su madre acariciándole la cara. – Tus avances han sido impresionantes. Estaba esperando el momento ideal para entregártela, pero creo que ya va siendo hora de que lo haga. – y le entregó el paquete a la joven, que lo miraba exhorta, con los ojos abiertos.
-Madre… ¿de qué se trata? – respondió entusiasmada.
-Ábrelo y lo comprobarás. – rió su madre.
La joven desenvolvió cuidadosamente el regalo que su madre le había hecho. El tamaño de la caja impresionaba, era tan grande como el brazo de un adulto estirado. Terminó por romper el paquete de la ansiedad pero allí sacó el preciado objeto.
-¿Una ballesta? – preguntó. Una ballesta de una preciosa manufactura, con grabados élficos. Un modelo antiguo, sin duda, todo un clásico.
-No es una ballesta cualquiera. – le dijo su madre. – Pertenecía a tu abuela antes de… - giró la cabeza hacia otro lado. – Bueno, hace muchos años. Yo nunca me he atrevido a utilizarla. Ella… - dijo apenada y trató de sonreír falsamente. – Bueno, da igual. Estoy convencida de que serás una gran cazadora de vampiros. – trató de cambiar de tema.
-Gra… gracias, madre. – respondió la joven alzando la cabeza, volviendo a mirar a su madre, que refleja cierta preocupación, nuevamente, cuando mencionan a su abuela.
-A todas estas, creo que deberías de tener un apodo de cazadora. Algo que le de personalidad a tu carácter. ¿Qué te parece…?
“Huracán…
Huracán…
Hurac…
Hur…”
El nombre de la joven se escuchó en eco varias veces, sin saber muy bien de donde provenía la voz. Repentinamente, toda la habitación y el palacio comenzaron a arder. Su madre ya no estaba. Anastasia comenzó a correr por todo el palacio, buscando a alguien.Huracán…
Hurac…
Hur…”
-¡Mamá! – comienza a gritar la adolescente, vestida ahora de negro y con la ballesta a su espalda. – ¡Maestro Dorian! ¿Dónde estáis? – Pero no encontró a nadie. Sólo era capaz de correr por un pasillo infinito. El palacio estaba repleto de vampiros que se abalanzaban sobre mí. No dejaba de recargar y disparar, abatiéndolos todos, hasta el momento de una silueta femenina, erguida y vestida con un elegante vestido negro y una rosa. Su rostro permanecía oscuro por la oscuridad del pasillo y sus ojos, rojos, brillaban en la oscuridad.
-Éste es tu final, Anastasia. – dijo con voz calmada al momento que, sus afiladas garras iban en dirección a mi rostro, sin que yo pudiese hacer nada, sólo entonces…
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… Desperté.
-¡NO! – grité. Irguiéndome de la cama, claramente alterada.
-¡Huracán! ¡Por la gracia de los dioses! ¡Estás bien! – gritó el brujo Jules, que corrió a abrazarme. – Llevabas una semana en coma.
Miré hacia un lado, todavía en la cama, tenía la pierna vendada y un camisón. Me volví a inclinar sobre la cama. Me costaba erguirme y sentía que me dolía todo, afortunadamente no había perdido mi musculatura, me encontraba fuerte.
-¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido? – pregunté con seriedad y enfadada, levantándome de la cama y dirigiéndome al probador, tenía que ponerme mis ropajes oscuros de nuevo.
-Tu abuela. Decidiste ir con ese mercenario y su amiga a Sacrestic. – Comencé a recordar mientras me vestía, se refería claramente a Eltrant y a Alanna. No respondí. Estaba muy enfadada. – Y apareció Mortagglia para sorprenderos. Os dio una buena paliza, pero uno de los amigos de la guardia pudo sacaros de allí y a ti te trajo hasta aquí. Esta maravillosa elfa accedió a curarte. – me cambié rápidamente, tenía la energía completamente renovada. Miré hacia la elfa con cara de pocos amigos, ni siquiera reparé en ella más de dos segundos. Ni le di las gracias. Estaba enfadada. Volví a mirar al brujo y a volver a mi tema.
-¿Dónde está Mortagglia? – le pregunté a Jules, casi encarándome con él, seria.
-¡Ey, ey! ¡Para el carro, chavala! ¿No pensarás volver en esas condiciones? No, no lo harás, ni por asomo. No lo permitiré.
-¡Olvidas quién es la jefa aquí, Jules! – le reclamé a voces, señalándole con el índice. Si ya tenía un carácter muy ofensivo y agrio, ahora herida moralmente, aún más.
-Me da igual lo que me digas, “jefa” – respondió irónicamente pero claramente enfadado. Era la primera vez que lo veía así. – Puedes echarme del gremio si quieres, pero no permitiré que te suicides. No voy a perderte. – insistió interponiéndose frente a mí - Ni siquiera tienes arma. Ahí tienes lo que quedó de ella. – y me señaló la cómoda. Allí se encontraba mi bella ballesta, la que mi madre me había entregado y que me había acompañado desde mi adolescencia, cortada en dos. Ahora lo recordaba todo, Mortagglia la cortó literalmente en dos trozos durante mi enfrentamiento. Esto me hizo calmarme algo, pero tenía aún un gran resquemor y, sobre todo, el orgullo muy herido.
Última edición por Huracán el Sáb Feb 11 2017, 12:40, editado 1 vez
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Observé la enorme entrada del hospital desde la sombra de un edificio cercano.
Toda clase de personas entraban y salían. Sin embargo, nadie parecía contento en absoluto. Era algo curioso. Un hospital, un lugar donde alguien va a curarse, normalmente sería visto como algo positivo. Sin embargo, solo acudes por malos motivos. Sea cuales sean las circunstancias, si te has clavado una flecha en la rodilla, caído montando a caballo o roto un hueso al reparar algo de tu casa, la experiencia nunca es positiva.
El otro motivo por el que ir es, obviamente, visitar a alguien cercano que ha resultado herido o ha caído enfermo. Pero, por supuesto, sólo visitas a gente con la que tu relación es buena. Así que nunca te alegrarías de su desgracia.
La gente que salía no parecía mucho más feliz. Los que se habían recuperado calculaban mentalmente las otras consecuencias de su visita. ¿Cuanto tiempo de trabajo has perdido? ¿Cuanto ha costado el tratamiento? ¿Podrás comer esa semana?
La otra clase de persona que entraba era, normalmente, un elfo o brujo, aunque a veces también humanos. Todos ataviados en ropas similares, grises o negras, que los identificaban como personal del hospital. Siempre estaban tremendamente ocupados, por supuesto: siempre se necesitan manos en un sitio como ese. Había algunos que no trabajaban realmente allí: los que iban en carros y se encargaban de suministrar medicinas, ungüentos y lo que fuese. Tan ocupados como el resto, supuse.
Y luego, estaba Garrett Theryn. Debía ser la única persona de la ciudad que entraba periódicamente y tan solo por unos minutos. En cada patrulla, haciamos un pequeño descanso delante del hospital. Y el brujo aprovechaba para ir y tontear con elfas jóvenes que siempre hacían un pequeño espacio para él en sus agendas. De alguna forma, les gustaba. O tal vez solo les interesase la atención.
En cualquier caso, el proceso se había vuelto rutinario. No es que me quejase, claro: veinte minutos adicionales para hacer lo que quisiera sin soportar al brujo valían más que el oro. Realmente, no los usaba más que en pensar y asegurarme de que todo iba bien. Las jornadas se hacían largas cuando tu único trabajo es caminar y escuchar los comentarios sarcásticos de un guardia que se cree gracioso.
Mi descanso llegó a su fin poco después, cuando el brujo salió de las grandes puertas, intentando buscarme con la mirada. No sería trabajo fácil con la multitud acumulada alrededor. Al no ver por donde iba, se tropezó con alguien. Este alguien se dió la vuelta, lanzandole algún improperio... con la mala suerte de chocar contra uno de los trabajadores del hospital, que portaba en ese momento una caja llena de grandes frascos con un líquido desconocido.
El estruendo llamó la atención de muchos de los presentes. La "víctima", un chaval de no más de 20 años, salió corriendo, empapado con... lo que fuese, mientras ignoraba los gritos del trabajador. Mientras me preguntaba a cuantas personas había matado indirectamente con ese accidente, recibí unos toquecitos en el hombro. Garrett había aprovechado para encontrarme entre todo el alboroto.
-...si te preguntan, se tropezó sólo.
-Si me preguntan, diré la verdad.- repliqué. Tampoco es que fuese a dañar más su reputación: la mayoría de los guardias apreciaban sus bromas. Y los que no, le odiaban. Yo me acercaba más al segundo grupo. Le hice un gesto con la cabeza, y continuamos nuestro trayecto. Aún nos quedaba un rato hasta llegar a los comercios.
-No fue culpa mía...- refunfuñó.
-Claro que no. Es culpa de las elfas, que te atrayeron al hospital con su canto.- respondí, imitando su tono sarcástico. Era perfecto: incluso la frase era de su estilo.
Pocos minutos después, me detuve y moví las orejas. Oía algo. Agudicé el oido.
-Gritos. Desde el oeste.- advertí. La cara del brujo cambió por completo. -¡Vamos!-
1) Huracán me ha dado permiso para, más o menos, dirigir el argumento del hilo.Inocente de ella... Así que eso haré. De momento, id a haced lo que queráis, pasead, gruñios entre vosotras. Las desdichas ocurrirán en la próxima ronda (ah, pero nada de ir a reparar tu ballesta aún, tengo pensado algo sobre eso también :D)
2) Probablemente no haga falta decirlo, pero más vale prevenir: Garrett es un PNJ registrado y me encargaré de rolearlo yo. Tampoco toqueis a los relacionados con el accidente mucho, al menos, no los detalles: serán relevantes luego.
Toda clase de personas entraban y salían. Sin embargo, nadie parecía contento en absoluto. Era algo curioso. Un hospital, un lugar donde alguien va a curarse, normalmente sería visto como algo positivo. Sin embargo, solo acudes por malos motivos. Sea cuales sean las circunstancias, si te has clavado una flecha en la rodilla, caído montando a caballo o roto un hueso al reparar algo de tu casa, la experiencia nunca es positiva.
El otro motivo por el que ir es, obviamente, visitar a alguien cercano que ha resultado herido o ha caído enfermo. Pero, por supuesto, sólo visitas a gente con la que tu relación es buena. Así que nunca te alegrarías de su desgracia.
La gente que salía no parecía mucho más feliz. Los que se habían recuperado calculaban mentalmente las otras consecuencias de su visita. ¿Cuanto tiempo de trabajo has perdido? ¿Cuanto ha costado el tratamiento? ¿Podrás comer esa semana?
La otra clase de persona que entraba era, normalmente, un elfo o brujo, aunque a veces también humanos. Todos ataviados en ropas similares, grises o negras, que los identificaban como personal del hospital. Siempre estaban tremendamente ocupados, por supuesto: siempre se necesitan manos en un sitio como ese. Había algunos que no trabajaban realmente allí: los que iban en carros y se encargaban de suministrar medicinas, ungüentos y lo que fuese. Tan ocupados como el resto, supuse.
Y luego, estaba Garrett Theryn. Debía ser la única persona de la ciudad que entraba periódicamente y tan solo por unos minutos. En cada patrulla, haciamos un pequeño descanso delante del hospital. Y el brujo aprovechaba para ir y tontear con elfas jóvenes que siempre hacían un pequeño espacio para él en sus agendas. De alguna forma, les gustaba. O tal vez solo les interesase la atención.
En cualquier caso, el proceso se había vuelto rutinario. No es que me quejase, claro: veinte minutos adicionales para hacer lo que quisiera sin soportar al brujo valían más que el oro. Realmente, no los usaba más que en pensar y asegurarme de que todo iba bien. Las jornadas se hacían largas cuando tu único trabajo es caminar y escuchar los comentarios sarcásticos de un guardia que se cree gracioso.
Mi descanso llegó a su fin poco después, cuando el brujo salió de las grandes puertas, intentando buscarme con la mirada. No sería trabajo fácil con la multitud acumulada alrededor. Al no ver por donde iba, se tropezó con alguien. Este alguien se dió la vuelta, lanzandole algún improperio... con la mala suerte de chocar contra uno de los trabajadores del hospital, que portaba en ese momento una caja llena de grandes frascos con un líquido desconocido.
El estruendo llamó la atención de muchos de los presentes. La "víctima", un chaval de no más de 20 años, salió corriendo, empapado con... lo que fuese, mientras ignoraba los gritos del trabajador. Mientras me preguntaba a cuantas personas había matado indirectamente con ese accidente, recibí unos toquecitos en el hombro. Garrett había aprovechado para encontrarme entre todo el alboroto.
-...si te preguntan, se tropezó sólo.
-Si me preguntan, diré la verdad.- repliqué. Tampoco es que fuese a dañar más su reputación: la mayoría de los guardias apreciaban sus bromas. Y los que no, le odiaban. Yo me acercaba más al segundo grupo. Le hice un gesto con la cabeza, y continuamos nuestro trayecto. Aún nos quedaba un rato hasta llegar a los comercios.
-No fue culpa mía...- refunfuñó.
-Claro que no. Es culpa de las elfas, que te atrayeron al hospital con su canto.- respondí, imitando su tono sarcástico. Era perfecto: incluso la frase era de su estilo.
Pocos minutos después, me detuve y moví las orejas. Oía algo. Agudicé el oido.
-Gritos. Desde el oeste.- advertí. La cara del brujo cambió por completo. -¡Vamos!-
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1) Huracán me ha dado permiso para, más o menos, dirigir el argumento del hilo.
2) Probablemente no haga falta decirlo, pero más vale prevenir: Garrett es un PNJ registrado y me encargaré de rolearlo yo. Tampoco toqueis a los relacionados con el accidente mucho, al menos, no los detalles: serán relevantes luego.
Asher Daregan
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Existían muchas profesiones en el mundo y era hora de que la rubia decidiera una a la cual encomendar su vida; desgraciadamente no tenía idea de cuál sería la más adecuada para alguien con habilidades tan nulas como las suyas. Así fue como terminó en una extraña búsqueda por decidir qué carrera le beneficiaría más. Su primera opción la llevó al hospital de la urbe, pues al ser una sanadora por excelencia, no estaría de más probar suerte en la medicina. Claro que la ojiazul jamás se imaginó que al llegar la estarían bombardeando con un sinfín de conocimientos e indicaciones, que solo lograron causarle un pequeño mareo. Al parecer los aprendices eran bastante bienvenidos en un lugar como ese, donde por lo visto la ayuda nunca cesaba de ser suficiente. Una extraña mujer le entregó un bonito vestido negro, que la representaría como personal del lugar y posteriormente le indicó algunas tareas sencillas que debería realizar.
La incredulidad en la mirada cristalina parecía digna de un poema y constantemente se cuestionaba por qué había decidido aquello, conociendo su peculiar don para meterse en problemas. Soltó un suspiro resinado y comenzó con sus labores de ese día. Afortunadamente al ser estudiante no tendría que ocuparse de nada realmente importante; vendar algunas heridas y revisar si algunos enfermos requerían de una que otra atención, además de aprender todo lo que pudiera de los libros que le habían indicado en sus ratos ‘‘libres’’. Sin duda sería un largo día. Después de correr por todos lados, cumpliendo con las tareas indicadas, decidió echar un vistazo al último paciente de la lista antes de finalizar el día. Se trataba de una joven que llevaba en coma alrededor de siete días y pese a que se recuperaba favorablemente, sus heridas habían sido bastante alarmantes.
Saludó al joven que acompañaba a la muchacha y le dirigió algunas preguntas de rutina; interrogatorio que había aprendido después de observar a sus superiores durante todo el día. El intercambio de palabras le brindó información vaga, pero suficiente para decidir cuál sería el siguiente tratamiento a aplicar en caso de ser necesario. Mantenía la charla con el joven —el cual se presentó como Jules— cuando de pronto la bonita señorita despertó, pegando un grito que le causó un susto de muerte. La rubia se preparó para llamar a sus superiores, pero al parecer eso no fue necesario, puesto que la paciente no se esbozó ningún rastro de malestar cuando su compañero se acercó a abrazarla. Como era de esperarse la joven se encontraba desorientada y no pasó mucho tiempo antes de que empezara a pedir respuestas. La pequeña Elfa se mantuvo en silencio durante la explicación de Jules, dirigiéndole una sonrisa amable a la chica en todo momento; lastimosamente la linda paciente no parecía tener un lindo carácter y eso la desanimó un poco.
Guardó silencio, mientras ambos camaradas sostenían una pequeña batalla verbal y trató de enfocar su atención en cualquier otra cosa, para que así su presencia pasara completamente desapercibida. Los gritos cesaron cuando Jules señaló la cómoda que se encontraba junto a la camilla, en la cual yacía un extraño artefacto que la elfa no había visto antes. Debía admitir que realmente no pensó que el joven pudiese ganarle a aquella voluntad férrea; no obstante, la sola mención del objeto dañado fue suficiente como para que la muchacha se tranquilizara unos momentos. ¿Cuánto iba a durar aquel momento de paz? Era una excelente pregunta, pero la rubia rezaba porque no acabara pronto. No estaba segura de intervenir, considerando el hecho de que corría el riesgo de hacer enojar de nuevo a la joven, cosa que realmente no deseaba que pasara. Aun así, se aclaró la garganta y trató de hablar lo más claro posible.
—D-disculpe que interrumpa —no pudo evitar mostrar timidez—, pero realmente me gustaría ayudar… —miró a la muchacha, sintiendo como sus mejillas se pintaban de un bonito color carmesí—. Si me lo permite…claro.
No le fue sencillo esconder el nerviosismo que le causaba estar en la presencia de aquella señorita y no por motivos extraños, sino por el aura imponente que emanaba de la misma. Se veía segura, se veía fuerte, se veía valiente; todos los atributos que ella ni de chiste poseía. ¿Le temía? No, de hecho, era admiración lo que sentía por la joven. Una admiración que la hacía sentirse insignificante frente a ella y que aumentó su deseo por volverse alguien realmente útil. Un pequeño alboroto, seguido del llamado de su superior, la despertaron de su ensimismamiento. Se disculpó con ambos camaradas y se dirigió a paso veloz al lugar donde requerían su presencia. Al perecer había ocurrido un pequeño accidente con algunos frascos de líquidos de dudosa procedencia y aunque no era algo de vida o muerte, la ojiazul agradecía por haber abandonado la imponente figura de aquella damisela.
La incredulidad en la mirada cristalina parecía digna de un poema y constantemente se cuestionaba por qué había decidido aquello, conociendo su peculiar don para meterse en problemas. Soltó un suspiro resinado y comenzó con sus labores de ese día. Afortunadamente al ser estudiante no tendría que ocuparse de nada realmente importante; vendar algunas heridas y revisar si algunos enfermos requerían de una que otra atención, además de aprender todo lo que pudiera de los libros que le habían indicado en sus ratos ‘‘libres’’. Sin duda sería un largo día. Después de correr por todos lados, cumpliendo con las tareas indicadas, decidió echar un vistazo al último paciente de la lista antes de finalizar el día. Se trataba de una joven que llevaba en coma alrededor de siete días y pese a que se recuperaba favorablemente, sus heridas habían sido bastante alarmantes.
Saludó al joven que acompañaba a la muchacha y le dirigió algunas preguntas de rutina; interrogatorio que había aprendido después de observar a sus superiores durante todo el día. El intercambio de palabras le brindó información vaga, pero suficiente para decidir cuál sería el siguiente tratamiento a aplicar en caso de ser necesario. Mantenía la charla con el joven —el cual se presentó como Jules— cuando de pronto la bonita señorita despertó, pegando un grito que le causó un susto de muerte. La rubia se preparó para llamar a sus superiores, pero al parecer eso no fue necesario, puesto que la paciente no se esbozó ningún rastro de malestar cuando su compañero se acercó a abrazarla. Como era de esperarse la joven se encontraba desorientada y no pasó mucho tiempo antes de que empezara a pedir respuestas. La pequeña Elfa se mantuvo en silencio durante la explicación de Jules, dirigiéndole una sonrisa amable a la chica en todo momento; lastimosamente la linda paciente no parecía tener un lindo carácter y eso la desanimó un poco.
Guardó silencio, mientras ambos camaradas sostenían una pequeña batalla verbal y trató de enfocar su atención en cualquier otra cosa, para que así su presencia pasara completamente desapercibida. Los gritos cesaron cuando Jules señaló la cómoda que se encontraba junto a la camilla, en la cual yacía un extraño artefacto que la elfa no había visto antes. Debía admitir que realmente no pensó que el joven pudiese ganarle a aquella voluntad férrea; no obstante, la sola mención del objeto dañado fue suficiente como para que la muchacha se tranquilizara unos momentos. ¿Cuánto iba a durar aquel momento de paz? Era una excelente pregunta, pero la rubia rezaba porque no acabara pronto. No estaba segura de intervenir, considerando el hecho de que corría el riesgo de hacer enojar de nuevo a la joven, cosa que realmente no deseaba que pasara. Aun así, se aclaró la garganta y trató de hablar lo más claro posible.
—D-disculpe que interrumpa —no pudo evitar mostrar timidez—, pero realmente me gustaría ayudar… —miró a la muchacha, sintiendo como sus mejillas se pintaban de un bonito color carmesí—. Si me lo permite…claro.
No le fue sencillo esconder el nerviosismo que le causaba estar en la presencia de aquella señorita y no por motivos extraños, sino por el aura imponente que emanaba de la misma. Se veía segura, se veía fuerte, se veía valiente; todos los atributos que ella ni de chiste poseía. ¿Le temía? No, de hecho, era admiración lo que sentía por la joven. Una admiración que la hacía sentirse insignificante frente a ella y que aumentó su deseo por volverse alguien realmente útil. Un pequeño alboroto, seguido del llamado de su superior, la despertaron de su ensimismamiento. Se disculpó con ambos camaradas y se dirigió a paso veloz al lugar donde requerían su presencia. Al perecer había ocurrido un pequeño accidente con algunos frascos de líquidos de dudosa procedencia y aunque no era algo de vida o muerte, la ojiazul agradecía por haber abandonado la imponente figura de aquella damisela.
Ashryn Elaynor
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
La discusión entre Jules y yo pareció incomodar a la única mujer que se encontraba en la sala, la elfa, que parecía no saber muy bien donde se encontraba. El hecho de ver mi ballesta rota era un símbolo que significaba una derrota, pero eso sólo me calmaría por unos instantes para pensar la gravedad de lo que podría haber ocurrido. Tras casi una semana en coma me encontraba aún algo desorientada, pero eso sí, hastiada por la derrota. Apreté con fuerza los trozos de mi arma predilecta. Mortagglia pagaría lo que había hecho, no solo a mi arma sino también a mi cuerpo y a los cientos de inocentes con los que acabó o alistó. Pero no sería aquel día.
La elfa interrumpió mis pensamientos para ofrecer su ayuda, a mis espaldas. ¿Ayuda? ¿Qué clase de ayuda podía proporcionar una médica? - ¿Sabes reparar ballestas? ¿Sabes disparar un arma? – le pregunté mostrándole mi arma con carácter. – No, ¿verdad? Pues entonces no sé que ayuda esperas darme. – le dije ladeando la cabeza y abriendo los ojos. En aquel momento me estaba dejando llevar por mi enfado y no era muy consciente de lo que hacía, tenían un cabreo monumental y tenía que pagarlo con alguien. La elfa y Jules eran los únicos que estaban allí presentes para aguardar mi enfado.
-Huracán basta. – dijo Jules, poniéndome la mano en el hombro. – Es muy fácil reírte de la gente cuando estás bien. Si no llega a ser por sus cuidados probablemente ahora no estarías aquí. – indicó el brujo. Tenía razón, sí, pero no iba a dársela, no hasta que no se me pasase estado de éxtasis en el que me encontraba.
-Está bien… - resoplé - Gracias. – le respondí a la elfa de manera seria, pero ya más tranquilizada, llevándome los índices de las manos a la sien para tratar de reducir la fuerte migraña que se me había levantado. Instantes de demasiada emoción para alguien que llevaba convaleciente una semana.
Ella salió acto seguido delante de nosotros, había un alboroto en el pasillo. Nos dispusimos a salir del lugar y nos encontramos el suelo lleno de viales rotos y líquidos de colores extraños desparramados por todo el lugar. La médico que me había atendido estaba allí también. – Inútiles… - me dije para mis adentros. Y traté de saltar por encima de los líquidos. Había tres o cuatro allí haciendo el despropósito y, uno de ellos, junto a la elfa, me detuvo.
-Señorita, ¿a dónde va? ¿Usted no es la paciente que llevaba una semana en coma? Vuelva a la habitación, ¡necesita descansar! – me dijo el iluso del tipo con toda su buena intención. ¡Descansar! El mayor de mis problemas en aquel mismo momento. Jules se llevó las manos a la cara cuando dijo esto, ya se imaginaba mi respuesta.
-Llevo descansando una semana. Estoy bien.– le dije de brazos cruzados, sin agradecerle mi preocupación.
Yo era una mujer alta e imponente, cruzada de brazos, con ropajes oscuros en un lugar tan blanquecino en el que todo el mundo vestía de blanco. El tipo se lo pensó dos veces antes de contradecirme y me dejó pasar. Lo ignoré y salí por la puerta hacia los pisos inferiores del hospital. Jules todavía quedó con la elfa, la que parecía la médico más cortés, para pedirle algo.
-Disculpa… Sé que es una petición un tanto inusual pero… - miró hacia mí, que ya llevaba ventaja y descendía las escaleras - ¿podrías venir con nosotros? Tengo miedo que le de un bajón de vitaminas o desfallezca repentinamente. – le pidió el brujo.
Sin darme la vuelta, cuando ya estaba en la calle sentí la voz de Jules corriendo a mí espalda.
-Huracán, maldita sea, ¿quieres esperar? ¿A dónde vas? – me preguntó mientras yo seguía a mi ritmo, avanzando a ritmo acelerado por las calles de una soleada y concurrida Lunargenta.
-A reparar mi ballesta. – contesté seria, sin darme la vuelta y sin percibirme si la elfa o alguien más del hospital venía con nosotros.
La elfa interrumpió mis pensamientos para ofrecer su ayuda, a mis espaldas. ¿Ayuda? ¿Qué clase de ayuda podía proporcionar una médica? - ¿Sabes reparar ballestas? ¿Sabes disparar un arma? – le pregunté mostrándole mi arma con carácter. – No, ¿verdad? Pues entonces no sé que ayuda esperas darme. – le dije ladeando la cabeza y abriendo los ojos. En aquel momento me estaba dejando llevar por mi enfado y no era muy consciente de lo que hacía, tenían un cabreo monumental y tenía que pagarlo con alguien. La elfa y Jules eran los únicos que estaban allí presentes para aguardar mi enfado.
-Huracán basta. – dijo Jules, poniéndome la mano en el hombro. – Es muy fácil reírte de la gente cuando estás bien. Si no llega a ser por sus cuidados probablemente ahora no estarías aquí. – indicó el brujo. Tenía razón, sí, pero no iba a dársela, no hasta que no se me pasase estado de éxtasis en el que me encontraba.
-Está bien… - resoplé - Gracias. – le respondí a la elfa de manera seria, pero ya más tranquilizada, llevándome los índices de las manos a la sien para tratar de reducir la fuerte migraña que se me había levantado. Instantes de demasiada emoción para alguien que llevaba convaleciente una semana.
Ella salió acto seguido delante de nosotros, había un alboroto en el pasillo. Nos dispusimos a salir del lugar y nos encontramos el suelo lleno de viales rotos y líquidos de colores extraños desparramados por todo el lugar. La médico que me había atendido estaba allí también. – Inútiles… - me dije para mis adentros. Y traté de saltar por encima de los líquidos. Había tres o cuatro allí haciendo el despropósito y, uno de ellos, junto a la elfa, me detuvo.
-Señorita, ¿a dónde va? ¿Usted no es la paciente que llevaba una semana en coma? Vuelva a la habitación, ¡necesita descansar! – me dijo el iluso del tipo con toda su buena intención. ¡Descansar! El mayor de mis problemas en aquel mismo momento. Jules se llevó las manos a la cara cuando dijo esto, ya se imaginaba mi respuesta.
-Llevo descansando una semana. Estoy bien.– le dije de brazos cruzados, sin agradecerle mi preocupación.
Yo era una mujer alta e imponente, cruzada de brazos, con ropajes oscuros en un lugar tan blanquecino en el que todo el mundo vestía de blanco. El tipo se lo pensó dos veces antes de contradecirme y me dejó pasar. Lo ignoré y salí por la puerta hacia los pisos inferiores del hospital. Jules todavía quedó con la elfa, la que parecía la médico más cortés, para pedirle algo.
-Disculpa… Sé que es una petición un tanto inusual pero… - miró hacia mí, que ya llevaba ventaja y descendía las escaleras - ¿podrías venir con nosotros? Tengo miedo que le de un bajón de vitaminas o desfallezca repentinamente. – le pidió el brujo.
Sin darme la vuelta, cuando ya estaba en la calle sentí la voz de Jules corriendo a mí espalda.
-Huracán, maldita sea, ¿quieres esperar? ¿A dónde vas? – me preguntó mientras yo seguía a mi ritmo, avanzando a ritmo acelerado por las calles de una soleada y concurrida Lunargenta.
-A reparar mi ballesta. – contesté seria, sin darme la vuelta y sin percibirme si la elfa o alguien más del hospital venía con nosotros.
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Cruzamos entre las calles, intentando evitar la multitud de gente. Sin embargo, resultaba cada vez más difícil, por lo que tomé la iniciativa y me escurrí entre los callejones, confiando en que el brujo pudiese seguirme el ritmo. Si algo bueno tenían las patrullas de poca gente, es que tenían una gran velocidad de respuesta.
Salté sobre murallas y atravesé algunas tiendas para acortar camino. Para cualquier espectador, podría parecer que Garrett me estaba persiguiendo a mi, si no fuese por la insignia de la guardia en mi hombrera. Realmente, no era del todo distinto a las persecuciones que solía protagonizar. Finalmente, llegamos a la fuente de los gritos. Una gran cantidad de gente se había parado frente a una herrería, que hasta hace poco, había estado emitiendo una densa nube de humo.
-¿Quien es el dueño de esta herrería? ¿Donde está el maestro herrero?- preguntó Garrett, haciéndose oír por encima del resto.
-Soy yo.- Un hombre de mediana edad salió del comercio, sudando. -¿Por qué demonios habéis tardado tanto? ¡Ha sido esta gente la que me ha tenido que ayudar! Si de la guardia dependiera, estaría muerto.- se quejó, pasándose la mano por su grisaceo pelo.
-Tranquilícese. Hemos venido en cuanto oimos los gritos desde el hospital.-
-¡Han quemado mi taller!
-Es una herrería. El que salga humo es habitual.- suspiró. -¿Que ha pasado aqui?-
-Se lo han llevado todo. Unos bastardos se metieron en la tienda, me dejaron inconsciente, y cuando me desperté... ¡estaba atado, y practicamente todo lo que tenía había desaparecido! ¡Y por si no fuera poco, le habían prendido fuego a la tienda! Si no fuera por la gente que pasaba por aqui...- refunfuñó.
-¿Un robo a plena luz del día? ¿Sólo se han llevado armas y equipamiento?- preguntó, rascandose la barba.
-No. También me han dejado sin herramientas. No puedo trabajar sin ellas... Más os vale encontrarlas. ¡Soy el mayor proveedor de la guardia, maldita sea! ¿Es así como devolveis el favor?-
-Creía que Einarr era el que se encargaba del equipo.- interrumpí.
-Así es, pero muchos de los materiales, y algunas de las armas, son compradas de los negocios cercanos. Lo raro es que debería haber una patrulla por aquí a esta hora... una aparte de nosotros, digo.-
Todo empezaba a sonar demasiado sospechoso. Un robo a plena luz del día. Los guardias, desaparecidos. Los objetos robados eran pesados y no precisamente muy valiosos. Y habían robado las herramientas, además de haberle prendido fuego al negocio. Lo mirase como lo mirase, eran demasiadas cosas extrañas.
Pero había una cosa más. Podía oler algo extraño. Olfateé el aire. Venía de dentro de la tienda, un ligero rastro de algo que había sentido antes.
-Volvamos al hospital. Tengo una corazonada.
-Espera. ¡Espera! Tenemos que encontrar la patrulla primero. No pueden haber desaparecido. Además, hay que preguntar a los posibles testigos.-
-Gah. Encárgate tu de eso, nos veremos aquí en... 15 minutos.- propuse. Sin darle tiempo a discutir, salí corriendo al hospital en el que había estado tan solo unos minutos atrás.
-A mi me tenía que pasar... ¿Alguien ha visto lo que ha pasado aquí?-
Salté sobre murallas y atravesé algunas tiendas para acortar camino. Para cualquier espectador, podría parecer que Garrett me estaba persiguiendo a mi, si no fuese por la insignia de la guardia en mi hombrera. Realmente, no era del todo distinto a las persecuciones que solía protagonizar. Finalmente, llegamos a la fuente de los gritos. Una gran cantidad de gente se había parado frente a una herrería, que hasta hace poco, había estado emitiendo una densa nube de humo.
-¿Quien es el dueño de esta herrería? ¿Donde está el maestro herrero?- preguntó Garrett, haciéndose oír por encima del resto.
-Soy yo.- Un hombre de mediana edad salió del comercio, sudando. -¿Por qué demonios habéis tardado tanto? ¡Ha sido esta gente la que me ha tenido que ayudar! Si de la guardia dependiera, estaría muerto.- se quejó, pasándose la mano por su grisaceo pelo.
-Tranquilícese. Hemos venido en cuanto oimos los gritos desde el hospital.-
-¡Han quemado mi taller!
-Es una herrería. El que salga humo es habitual.- suspiró. -¿Que ha pasado aqui?-
-Se lo han llevado todo. Unos bastardos se metieron en la tienda, me dejaron inconsciente, y cuando me desperté... ¡estaba atado, y practicamente todo lo que tenía había desaparecido! ¡Y por si no fuera poco, le habían prendido fuego a la tienda! Si no fuera por la gente que pasaba por aqui...- refunfuñó.
-¿Un robo a plena luz del día? ¿Sólo se han llevado armas y equipamiento?- preguntó, rascandose la barba.
-No. También me han dejado sin herramientas. No puedo trabajar sin ellas... Más os vale encontrarlas. ¡Soy el mayor proveedor de la guardia, maldita sea! ¿Es así como devolveis el favor?-
-Creía que Einarr era el que se encargaba del equipo.- interrumpí.
-Así es, pero muchos de los materiales, y algunas de las armas, son compradas de los negocios cercanos. Lo raro es que debería haber una patrulla por aquí a esta hora... una aparte de nosotros, digo.-
Todo empezaba a sonar demasiado sospechoso. Un robo a plena luz del día. Los guardias, desaparecidos. Los objetos robados eran pesados y no precisamente muy valiosos. Y habían robado las herramientas, además de haberle prendido fuego al negocio. Lo mirase como lo mirase, eran demasiadas cosas extrañas.
Pero había una cosa más. Podía oler algo extraño. Olfateé el aire. Venía de dentro de la tienda, un ligero rastro de algo que había sentido antes.
-Volvamos al hospital. Tengo una corazonada.
-Espera. ¡Espera! Tenemos que encontrar la patrulla primero. No pueden haber desaparecido. Además, hay que preguntar a los posibles testigos.-
-Gah. Encárgate tu de eso, nos veremos aquí en... 15 minutos.- propuse. Sin darle tiempo a discutir, salí corriendo al hospital en el que había estado tan solo unos minutos atrás.
-A mi me tenía que pasar... ¿Alguien ha visto lo que ha pasado aquí?-
Asher Daregan
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Pese a todos sus esfuerzos no había conseguido pasar desapercibida y desgraciadamente terminó abriendo la boca de más, cosa que solo le causó una pésima segunda impresión con la paciente. La señorita volvió a arremeter en su contra, haciendo alusión a la inutilidad de la rubia, dejándola completamente fuera de combate. Afortunadamente ocurrió un contratiempo en los pasillos y la joven elfa decidió intentar ser más eficiente lejos del objeto de su admiración, a quien no parecía agradarle para nada. Sus superiores corrían de un lado a otro limpiando el desastre que se había formado por los frascos rotos, mientras que otros reorganizaban a los estudiantes para que se ocuparan del resto de las tareas en el hospital. El caos que se había producido fue propicio para que la joven audaz emprendiera la marcha fuera del recinto; no obstante, el segundo al mando hizo un esfuerzo en vano por retenerla, sin obtener resultados favorables.
La mujer salió del hospital sin que nadie pusiera objeción alguna. A decir verdad, ninguna persona en su sano juicio se habría atrevido a contradecir a esa joven, pues, aunque era linda, su semblante imponente infundía mas terror del que se pudiese imaginar. Ashryn por su parte decidió hacer caso a su olvidada voz de la razón y optó por no interponerse en el camino de aquella paciente. Estaba buscando algunos utensilios de limpieza, cuando Jules se acercó a ella, pidiéndole que los acompañara, pues el hombre tenía miedo de que su compañera sufriera algún tipo de malestar o que colapsara a medio camino. La rubia lo pensó un par de veces y ponderó sus opciones; no deseaba meterse en problemas, pero también sabía que aquella joven no se encontraba en condiciones de andar por ahí como si nada, por lo que al final terminó asintiendo a la petición.
Aprovechando la conmoción suscitada, la rubia tomó el libro de medicinas naturales, así como algunos ingredientes y los guardó en su mochila. Ya tendría tiempo de reponer los componentes robados y de justificar su ausencia no autorizada. Caminó detrás del muchacho, observando la silueta de la ex-paciente en todo momento. Tenía la sospecha de que aquella intrépida chica no se sentía tan bien como deseaba aparentarlo y no era para sorprenderse, apenas si había despertado y en su situación aún debería estar en cama, reponiendo energías. Según lo que había estado leyendo, no existía mucha información acerca de los síntomas que presentaban los pacientes después de un coma, pero se sabía que la recuperación optima era de seis meses a un año y que algunos pacientes presentaban indicios de leves traumatismos craneoencefálicos, los cuales podrían desencadenar ciertos tipos de riesgo; si quería mantener a esa mujer sana y salva tendría que estar al pendiente de vestigio de malestar en ella y actuar sin perder tiempo.
En su mochila llevaba varias plantas medicinales, así como algunas frutas y legumbres, que si bien, normalmente nadie encontraría extraordinarias, realmente podían ser una maravilla para la medicina y sus avances posteriores. Ya tendría tiempo de hacer sus propias investigaciones y llevar una bitácora de sus descubrimientos, por ahora lo primordial era asegurarse que su paciente no muriera debido a la imprudencia y a cuidarla si acaso su cuerpo le cobraba facturas, aunque estaba segura de que eso sería una tarea imposible de antemano. Sacó un pequeño racimo de cerezas de su bolso y se apresuró hacia la chica; ya sabía que le esperaría algún tipo de rechazo por parte de la cazadora, pero aun así prefería tomar ese riesgo. Se armó de valor y le extendió el ramillete con cierto temor, pidiéndole a Imbar que le diera la fuerza para resistir a los comentarios mordaces de esa joven.
—Tome —hizo un esfuerzo por no balbucear—. Sé que es un poco raro, pero después de su coma es posible que presente cefaleas, que pueden ser leves como un simple malestar o agudas, similares a una migraña —la escudriñó un momento—. Las cerezas le ayudarán si siente dolor.
Echó un vistazo a su alrededor, calculando la distancia que había hasta el mercado, por si acaso necesitaba correr a comprar otros ingredientes que sirvieran de beneficio para su paciente. Sospechaba que aquella muchacha era una bomba de tiempo y ciertamente la ojiazul no quería que su cuerpo colapsara, pues eso podría comprometer aún más el estado convaleciente de la joven.
La mujer salió del hospital sin que nadie pusiera objeción alguna. A decir verdad, ninguna persona en su sano juicio se habría atrevido a contradecir a esa joven, pues, aunque era linda, su semblante imponente infundía mas terror del que se pudiese imaginar. Ashryn por su parte decidió hacer caso a su olvidada voz de la razón y optó por no interponerse en el camino de aquella paciente. Estaba buscando algunos utensilios de limpieza, cuando Jules se acercó a ella, pidiéndole que los acompañara, pues el hombre tenía miedo de que su compañera sufriera algún tipo de malestar o que colapsara a medio camino. La rubia lo pensó un par de veces y ponderó sus opciones; no deseaba meterse en problemas, pero también sabía que aquella joven no se encontraba en condiciones de andar por ahí como si nada, por lo que al final terminó asintiendo a la petición.
Aprovechando la conmoción suscitada, la rubia tomó el libro de medicinas naturales, así como algunos ingredientes y los guardó en su mochila. Ya tendría tiempo de reponer los componentes robados y de justificar su ausencia no autorizada. Caminó detrás del muchacho, observando la silueta de la ex-paciente en todo momento. Tenía la sospecha de que aquella intrépida chica no se sentía tan bien como deseaba aparentarlo y no era para sorprenderse, apenas si había despertado y en su situación aún debería estar en cama, reponiendo energías. Según lo que había estado leyendo, no existía mucha información acerca de los síntomas que presentaban los pacientes después de un coma, pero se sabía que la recuperación optima era de seis meses a un año y que algunos pacientes presentaban indicios de leves traumatismos craneoencefálicos, los cuales podrían desencadenar ciertos tipos de riesgo; si quería mantener a esa mujer sana y salva tendría que estar al pendiente de vestigio de malestar en ella y actuar sin perder tiempo.
En su mochila llevaba varias plantas medicinales, así como algunas frutas y legumbres, que si bien, normalmente nadie encontraría extraordinarias, realmente podían ser una maravilla para la medicina y sus avances posteriores. Ya tendría tiempo de hacer sus propias investigaciones y llevar una bitácora de sus descubrimientos, por ahora lo primordial era asegurarse que su paciente no muriera debido a la imprudencia y a cuidarla si acaso su cuerpo le cobraba facturas, aunque estaba segura de que eso sería una tarea imposible de antemano. Sacó un pequeño racimo de cerezas de su bolso y se apresuró hacia la chica; ya sabía que le esperaría algún tipo de rechazo por parte de la cazadora, pero aun así prefería tomar ese riesgo. Se armó de valor y le extendió el ramillete con cierto temor, pidiéndole a Imbar que le diera la fuerza para resistir a los comentarios mordaces de esa joven.
—Tome —hizo un esfuerzo por no balbucear—. Sé que es un poco raro, pero después de su coma es posible que presente cefaleas, que pueden ser leves como un simple malestar o agudas, similares a una migraña —la escudriñó un momento—. Las cerezas le ayudarán si siente dolor.
Echó un vistazo a su alrededor, calculando la distancia que había hasta el mercado, por si acaso necesitaba correr a comprar otros ingredientes que sirvieran de beneficio para su paciente. Sospechaba que aquella muchacha era una bomba de tiempo y ciertamente la ojiazul no quería que su cuerpo colapsara, pues eso podría comprometer aún más el estado convaleciente de la joven.
_____________________
* Off:
Lamento mucho la tardanza, había olvidado mis lentes en el auto de mis padres y como ellos viven en otra ciudad me fue difícil que me los hicieran llegar. No quise postear porque la verdad no veía ni un carajo sin ellos y tenía miedo de no entenderles bien a los post y terminar poniendo puras mentiras xDDD Estoy muy apenada por retrasarlos, pero prometo que ya no volvera a pasar.
Ashryn Elaynor
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
A mi lado no sólo venía Jules, sino que alguien más le acompañaba. Sentía sus pasos. Su forma de andar, aunque dormida, la había escuchado en mi subconsciente día tras día durante la última semana. Aquel traqueteo y forma de andar nerviosa lo había escuchado. Mientras otros se hubiesen girado para verla, a mí no me hizo falta, soy cazadora profesional y simplemente por la manera de pisar podía distinguir a las personas, y máximo si había estado en contacto con ella durante tanto tiempo.
-Le has dicho que viniera... – le dije a Jules, calmada, aunque con tono de decepción, sin girarme y sin dejar de andar.
-Estás convaleciente. Te puede dar un bajón en cualquier momento. – se defendió el brujo.
Sin dejar de andar, hice varios gestos de negación con la cabeza. Ella era inocente, si alguien indeseable la veía conmigo, estaría probablemente en problemas. No sabía si la joven me había escuchado, pero se colocó a mi lado. Me explicó algo que no entendía muy bien sobre las migrañas y cefaleas y me extendió la mano para acercarme un ramillete con cerezas.
Ahora estaba calmándome más y sabía que me había excedido con ella. Acostumbraba a hacer pagar mis platos rotos con la primera persona que estaba a mi lado. Esbocé un ligero amago de sonrisa en el labio y estiré la mano para coger algunas. Lo cierto es que tenía hambre, a saber cómo me habían alimentado mientras estaba desmayada, pero ciertamente, no debía pagarlo con una joven que lo único que había hecho era ayudarme.
-Escucha, chica. No soy alguien a quien te debas arrimar. No es bueno que vengas conmigo. – le dije a la joven seria, andando a su lado. Poniendo la mano delante de mi boca por masticar una de las cerezas que me había dado. Era de mala educación hablar con la boca llena. – Ya he perdido demasiada gente todo este tiempo. – le dije algo apenada, pensando aún qué habría sido de Alanna y Eltrant. A los que no había visto desde que me desmayé.
No pretendía asustarla. Simplemente quería que fuese consciente de a quién se estaba arrimando. Un grupo de vampiros dementes me perseguía. Tenía que volver a Beltrexus. Era de día y nadie de mis potenciales enemigos me iba a atacar en aquel mismo instante. Era a la noche cuando los vampiros salían a cazar.
Llegamos a una plaza más grande y concurrida de gente. Puede que fuera la del mercado. Allí encontraría alguien dispuesto a reparar mi arma seguramente. Miré en todas las direcciones, esforzando mi vista entre el sol que tan poco acostumbraba a ver. No era una vampiresa pero mi trabajo me obligaba a trasnochar casi siempre, teniendo que dormir durante el día.
Cuando distinguí una herrería, señalé a mis compañeros. Ahí sería donde iría. Tal vez ellos pudiesen reparar mi arma que, aunque era de madera, llevaba componentes metálicos, como el tensador o la balista. Me coloqué en el puesto ambulante, esperando que alguien me atendiera. Me apoyé sobre el mostrador, de brazos cruzados, mirando fijamente al herrero con cara de pocos amigos, esperaba ser atendida pronto.
-Tenga cuidado, no se apoye sobre las herramientas. – pidió el tipo con una sonrisa. Había conseguido mi objetivo, que era llamar su atención, así que me desplacé. - ¿Qué desea? – preguntó con cortesía.
-Reparar mi ballesta. – le dije secamente, mostrándole los dos trozos desgarrados por Mortagglia.
-Está un poco… destrozada. ¿No le sería más rentable comprar una nueva? – preguntó con alegría.
¿Comprar una nueva? ¿Acaso no veía la maravilla que tenía entre manos? Una ballesta de madera de tejo, con grabados e inscripciones antiguas, con múltiples herramientas que beneficiaban el tiro largo de francotirador. Una reliquia de valor inimaginable con el añadido de que había pertenecido a toda mi estirpe. No estaba hablando de una ballesta. Estaba hablando de LA ballesta.
-No. – le respondí frunciendo el ceño. Me había ofendido la manera burda de la que había tratado a mi ballesta. Y eso le hizo retroceder.
-Está bien, está bien señorita. Repararé su ballesta. Sólo hay un problema, me han robado las herramientas.– respondió.
Y, tras decir esto, resoplé fuerte, hastiada y me di la vuelta. Sería mejor que Ashryn o Jules intercedieran por mí, porque era capaz de mandarlo con una corriente de aire a Baslodia. ¿Por qué siempre iba a dar con los inútiles? ¿Con los que no tenían piezas?
-Le has dicho que viniera... – le dije a Jules, calmada, aunque con tono de decepción, sin girarme y sin dejar de andar.
-Estás convaleciente. Te puede dar un bajón en cualquier momento. – se defendió el brujo.
Sin dejar de andar, hice varios gestos de negación con la cabeza. Ella era inocente, si alguien indeseable la veía conmigo, estaría probablemente en problemas. No sabía si la joven me había escuchado, pero se colocó a mi lado. Me explicó algo que no entendía muy bien sobre las migrañas y cefaleas y me extendió la mano para acercarme un ramillete con cerezas.
Ahora estaba calmándome más y sabía que me había excedido con ella. Acostumbraba a hacer pagar mis platos rotos con la primera persona que estaba a mi lado. Esbocé un ligero amago de sonrisa en el labio y estiré la mano para coger algunas. Lo cierto es que tenía hambre, a saber cómo me habían alimentado mientras estaba desmayada, pero ciertamente, no debía pagarlo con una joven que lo único que había hecho era ayudarme.
-Escucha, chica. No soy alguien a quien te debas arrimar. No es bueno que vengas conmigo. – le dije a la joven seria, andando a su lado. Poniendo la mano delante de mi boca por masticar una de las cerezas que me había dado. Era de mala educación hablar con la boca llena. – Ya he perdido demasiada gente todo este tiempo. – le dije algo apenada, pensando aún qué habría sido de Alanna y Eltrant. A los que no había visto desde que me desmayé.
No pretendía asustarla. Simplemente quería que fuese consciente de a quién se estaba arrimando. Un grupo de vampiros dementes me perseguía. Tenía que volver a Beltrexus. Era de día y nadie de mis potenciales enemigos me iba a atacar en aquel mismo instante. Era a la noche cuando los vampiros salían a cazar.
Llegamos a una plaza más grande y concurrida de gente. Puede que fuera la del mercado. Allí encontraría alguien dispuesto a reparar mi arma seguramente. Miré en todas las direcciones, esforzando mi vista entre el sol que tan poco acostumbraba a ver. No era una vampiresa pero mi trabajo me obligaba a trasnochar casi siempre, teniendo que dormir durante el día.
Cuando distinguí una herrería, señalé a mis compañeros. Ahí sería donde iría. Tal vez ellos pudiesen reparar mi arma que, aunque era de madera, llevaba componentes metálicos, como el tensador o la balista. Me coloqué en el puesto ambulante, esperando que alguien me atendiera. Me apoyé sobre el mostrador, de brazos cruzados, mirando fijamente al herrero con cara de pocos amigos, esperaba ser atendida pronto.
-Tenga cuidado, no se apoye sobre las herramientas. – pidió el tipo con una sonrisa. Había conseguido mi objetivo, que era llamar su atención, así que me desplacé. - ¿Qué desea? – preguntó con cortesía.
-Reparar mi ballesta. – le dije secamente, mostrándole los dos trozos desgarrados por Mortagglia.
-Está un poco… destrozada. ¿No le sería más rentable comprar una nueva? – preguntó con alegría.
¿Comprar una nueva? ¿Acaso no veía la maravilla que tenía entre manos? Una ballesta de madera de tejo, con grabados e inscripciones antiguas, con múltiples herramientas que beneficiaban el tiro largo de francotirador. Una reliquia de valor inimaginable con el añadido de que había pertenecido a toda mi estirpe. No estaba hablando de una ballesta. Estaba hablando de LA ballesta.
-No. – le respondí frunciendo el ceño. Me había ofendido la manera burda de la que había tratado a mi ballesta. Y eso le hizo retroceder.
-Está bien, está bien señorita. Repararé su ballesta. Sólo hay un problema, me han robado las herramientas.– respondió.
Y, tras decir esto, resoplé fuerte, hastiada y me di la vuelta. Sería mejor que Ashryn o Jules intercedieran por mí, porque era capaz de mandarlo con una corriente de aire a Baslodia. ¿Por qué siempre iba a dar con los inútiles? ¿Con los que no tenían piezas?
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
De nuevo en el hospital. La gente había procedido con sus quehaceres, ajenos a la conmoción que se había dado en el mercado, así que todo estaba tan ocupado como siempre. Sin embargo, no había ni rastro de la persona a la que estaba buscando. Suspiré. Por supuesto que no iba a ser tan fácil. Entré al hospital y me dirigí a una de las empleadas.
-Eh. Guardia de Lunargenta.- dije, señalando la insignia de mi hombro. - Quiero hacerte unas preguntas sobre el accidente que ha habido aquí hace poco.- la mujer palideció instantaneamente y se alejó unos pasos, nerviosa.
-¿Qu-Qué accidente? No se de que me está hablando...- tartamudeó.
-Hace tan solo unas horas... alguien se tropezó fuera y derramó una caja llena de algún líquido.
-Ah...- respiró, aliviada. -Si, pero... no fue nada grave. No creo que clasifique tanto como accidente... no es nada en lo que haga falta que usted se moleste.- El tono de la mujer era sorprendentemente educado. Había algo raro.
-Por el amor de...- me llevé la mano a la cabeza. -¿Tengo que traer a Garrett para que te saque la información a flirteos?- pregunté, arqueando una ceja.
-Oh... ¿es para Garrett? Ocurrió al mismo tiempo que se iba... Bueno, en ese caso...- la mujer me guió hasta una habitación apartada de la entrada. Una especie de almacén, probablemente donde guardaban los suministros médicos. Los olores de la madera vieja, pastas, medicinas y otros se mezclaban, produciéndome nauseas. Me coloqué la mano sobre el hocico, asqueado, hasta que llegamos a una esquina de la habitación.
-Es esto.- dijo, señalando una de las cajas llena de envases. Cogí uno de los viales. Parecía tener un líquido blancuzco y, a juzgar por como bailaba en el interior del frasco, muy poco denso. -Es trementina del Este.-
-¡Aguarrás! - exclamé. Sabía de que se trataba por una sencilla razón. Extraída de determinados árboles, la trementina era un ingrediente básico para la pócima de fuego, de forma que era extremadamente inflamable. Por suerte, el olor también era fácil de seguir. -¿Por qué no fuisteis tras el tipo sobre el que se vertió? ¿No es peligroso?- pregunté.
-¿Eh? Salió corriendo tan deprisa que fue imposible... pero, ¿como sabes tu eso?- inquirió, perdiendo el tono educado. Me había delatado un poco, pero no importaba. -De todos modos, no es letal, pero si un poco nociva... probablemente tendrá dolor urticante por todo el cuerpo, pero más bien leve.- asentí. Después, tomé uno de los frascos sellados y lo puse en la bolsa de mi cinturón. -Le diré a Garrett que has ayudado mucho.- prmetí antes de que protestase. Sin preguntarle su nombre, salí corriendo de vuelta a la herrería.
Había oido ya cinco versiones distintas. Y empezaba a no tener ningún sentido.
-Si, al menos una decena de hombres. ¡Vampiros, le digo! ¡Yo misma le vi los colmillos!- la anciana parecía no darse ni cuenta de lo alto que estaba hablando. Y por poco sentido que tuviese, reafirmaba su historia, cada vez añadiendo incluso algún detalle adicional. Vampiros a la luz del día. Claro. Que brillaban, ¿por qué no? Y todos adolescentes. Me gustaba tener la mente abierta a nuevas ideas, pero algo tan absurdo me estaba dando una migraña.
Aunque sospechaba que me estaban tomando el pelo, ninguno de los... "testimonios" había siquiera mencionado a la patrulla de guardias que faltaba, por lo que imaginaba que ni siquiera se habian acercado al lugar. Volví al herrero, por si había recordado algo relevante, pero este estaba hablando con una mujer que no tardó en... bufarle.
-Nadie va a tener nada reparado hasta que resolvamos esto.- intervine.- ¿Por qué no vais a... no sé, literalmente cualquier otro puesto?
-¡No, no! ¿Que quieres, que pierda clientes? ¡Tienes que resolver esto y ya!
-Eso intento, pero la gente aquí no está siendo precisamente un gran apoyo. Nadie tiene ninguna prueba o dato relevante.- suspiré.
-¡Espera, espera! ¡Déjame pensar!- exclamó, alzando las manos. -Hmmm... no creia que estuviese relacionado, pero... hace poco recibí una amenaza escrita. Decía que si no dejaba de suministrar a la guardia inmediatamente vendrían a por mi, pero no me lo tomé en serio y se me olvidó por completo.- aseguró. Arqueé una ceja. Sonaba a que se lo estaba inventando, pero ya ni siquiera estaba seguro. El hombre se metió en su puesto, y tras unos minutos, emergió de nuevo con un pequeño papel.
Efectivamente, era una amenaza. Ayudar a la guardia, bla bla bla... nada relevante ahí, pero al menos decía la verdad. Sin embargo, una marca al pie de la hoja me llamó la atención. Un cráneo de color carmesí. Adorable.
-¡Los calaveras rojas! ¡Lo sabía!- gritó una voz a mi espalda. Un hombre estaba justo detrás de mi, llevándose las manos a la boca. ¿Había estado leyendo por encima de mi hombro?
-Déjame adivinar: un grupo de malhechores con muy poca creatividad para los nombres que ha estado acechando por... ¿un mes? ¿dos?- pregunté, arqueando una ceja.
-¡Si! Son de lo peor. ¡Han desvalijado comercios enteros, y masacrado aldeas!
Por el amor de... ¿cuanto se aburría esta gente para inventarse tanto esas cosas? Ni siquiera era original, había oido cuentos iguales docenas de veces. Volví a dirigirme al herrero.
-Temibles o no... si son un grupo de bandidos, tendré que ir a reportarlo al cuartel para que envien una patrulla mayor.
-¡Eso llevaría mucho tiempo! ¡Espere! ¡Le reclutaré un ejercito!- aseguró. Después, se aclaró la garganta y gritó. -¡Ofrezco reparaciones gratis a todo aquel que ayude a este señor guardia contra los cráneos rojos esos!-
Probablemente se esperaba que se formase un gran revuelo de voluntarios dispuestos a hacer lo que fuese. Pero nadie se movió un ápice. De hecho, algunos de los transeuntes perdieron el interés y se alejaron.
-¡No! ¡Esperad! ¡Usted, señora! ¡La de la ballesta! ¡Se la repararé gratis si le ayuda! ¡Y en menos de un día! ¡Nadie lo hará tan rápido como yo!- El pobre hombre parecía verdaderamente desesperado por no quedarse sin trabajo un día. Me estaba dando algo de pena, lo suficiente como para no decirle que no iba a dirigir a algún civil armado cualquiera contra un grupo de ladrones.
-Eh. Guardia de Lunargenta.- dije, señalando la insignia de mi hombro. - Quiero hacerte unas preguntas sobre el accidente que ha habido aquí hace poco.- la mujer palideció instantaneamente y se alejó unos pasos, nerviosa.
-¿Qu-Qué accidente? No se de que me está hablando...- tartamudeó.
-Hace tan solo unas horas... alguien se tropezó fuera y derramó una caja llena de algún líquido.
-Ah...- respiró, aliviada. -Si, pero... no fue nada grave. No creo que clasifique tanto como accidente... no es nada en lo que haga falta que usted se moleste.- El tono de la mujer era sorprendentemente educado. Había algo raro.
-Por el amor de...- me llevé la mano a la cabeza. -¿Tengo que traer a Garrett para que te saque la información a flirteos?- pregunté, arqueando una ceja.
-Oh... ¿es para Garrett? Ocurrió al mismo tiempo que se iba... Bueno, en ese caso...- la mujer me guió hasta una habitación apartada de la entrada. Una especie de almacén, probablemente donde guardaban los suministros médicos. Los olores de la madera vieja, pastas, medicinas y otros se mezclaban, produciéndome nauseas. Me coloqué la mano sobre el hocico, asqueado, hasta que llegamos a una esquina de la habitación.
-Es esto.- dijo, señalando una de las cajas llena de envases. Cogí uno de los viales. Parecía tener un líquido blancuzco y, a juzgar por como bailaba en el interior del frasco, muy poco denso. -Es trementina del Este.-
-¡Aguarrás! - exclamé. Sabía de que se trataba por una sencilla razón. Extraída de determinados árboles, la trementina era un ingrediente básico para la pócima de fuego, de forma que era extremadamente inflamable. Por suerte, el olor también era fácil de seguir. -¿Por qué no fuisteis tras el tipo sobre el que se vertió? ¿No es peligroso?- pregunté.
-¿Eh? Salió corriendo tan deprisa que fue imposible... pero, ¿como sabes tu eso?- inquirió, perdiendo el tono educado. Me había delatado un poco, pero no importaba. -De todos modos, no es letal, pero si un poco nociva... probablemente tendrá dolor urticante por todo el cuerpo, pero más bien leve.- asentí. Después, tomé uno de los frascos sellados y lo puse en la bolsa de mi cinturón. -Le diré a Garrett que has ayudado mucho.- prmetí antes de que protestase. Sin preguntarle su nombre, salí corriendo de vuelta a la herrería.
______________________________
Había oido ya cinco versiones distintas. Y empezaba a no tener ningún sentido.
-Si, al menos una decena de hombres. ¡Vampiros, le digo! ¡Yo misma le vi los colmillos!- la anciana parecía no darse ni cuenta de lo alto que estaba hablando. Y por poco sentido que tuviese, reafirmaba su historia, cada vez añadiendo incluso algún detalle adicional. Vampiros a la luz del día. Claro. Que brillaban, ¿por qué no? Y todos adolescentes. Me gustaba tener la mente abierta a nuevas ideas, pero algo tan absurdo me estaba dando una migraña.
Aunque sospechaba que me estaban tomando el pelo, ninguno de los... "testimonios" había siquiera mencionado a la patrulla de guardias que faltaba, por lo que imaginaba que ni siquiera se habian acercado al lugar. Volví al herrero, por si había recordado algo relevante, pero este estaba hablando con una mujer que no tardó en... bufarle.
-Nadie va a tener nada reparado hasta que resolvamos esto.- intervine.- ¿Por qué no vais a... no sé, literalmente cualquier otro puesto?
-¡No, no! ¿Que quieres, que pierda clientes? ¡Tienes que resolver esto y ya!
-Eso intento, pero la gente aquí no está siendo precisamente un gran apoyo. Nadie tiene ninguna prueba o dato relevante.- suspiré.
-¡Espera, espera! ¡Déjame pensar!- exclamó, alzando las manos. -Hmmm... no creia que estuviese relacionado, pero... hace poco recibí una amenaza escrita. Decía que si no dejaba de suministrar a la guardia inmediatamente vendrían a por mi, pero no me lo tomé en serio y se me olvidó por completo.- aseguró. Arqueé una ceja. Sonaba a que se lo estaba inventando, pero ya ni siquiera estaba seguro. El hombre se metió en su puesto, y tras unos minutos, emergió de nuevo con un pequeño papel.
Efectivamente, era una amenaza. Ayudar a la guardia, bla bla bla... nada relevante ahí, pero al menos decía la verdad. Sin embargo, una marca al pie de la hoja me llamó la atención. Un cráneo de color carmesí. Adorable.
-¡Los calaveras rojas! ¡Lo sabía!- gritó una voz a mi espalda. Un hombre estaba justo detrás de mi, llevándose las manos a la boca. ¿Había estado leyendo por encima de mi hombro?
-Déjame adivinar: un grupo de malhechores con muy poca creatividad para los nombres que ha estado acechando por... ¿un mes? ¿dos?- pregunté, arqueando una ceja.
-¡Si! Son de lo peor. ¡Han desvalijado comercios enteros, y masacrado aldeas!
Por el amor de... ¿cuanto se aburría esta gente para inventarse tanto esas cosas? Ni siquiera era original, había oido cuentos iguales docenas de veces. Volví a dirigirme al herrero.
-Temibles o no... si son un grupo de bandidos, tendré que ir a reportarlo al cuartel para que envien una patrulla mayor.
-¡Eso llevaría mucho tiempo! ¡Espere! ¡Le reclutaré un ejercito!- aseguró. Después, se aclaró la garganta y gritó. -¡Ofrezco reparaciones gratis a todo aquel que ayude a este señor guardia contra los cráneos rojos esos!-
Probablemente se esperaba que se formase un gran revuelo de voluntarios dispuestos a hacer lo que fuese. Pero nadie se movió un ápice. De hecho, algunos de los transeuntes perdieron el interés y se alejaron.
-¡No! ¡Esperad! ¡Usted, señora! ¡La de la ballesta! ¡Se la repararé gratis si le ayuda! ¡Y en menos de un día! ¡Nadie lo hará tan rápido como yo!- El pobre hombre parecía verdaderamente desesperado por no quedarse sin trabajo un día. Me estaba dando algo de pena, lo suficiente como para no decirle que no iba a dirigir a algún civil armado cualquiera contra un grupo de ladrones.
Asher Daregan
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Había rezado con tanto ímpetu que la señorita no rechazara su ayuda y por primera vez, Imbar pareció escuchar sus ruegos; Huracán aceptó el ramillete de cerezas y la elfa no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción ante ese hecho. Desafortunadamente ese momento de felicidad duró muy poco, puesto que la joven no tardó en dirigirle un par de palabras que solo consiguieron desconcertarla. Aseguró que la rubia no debía acercarse a ella, advirtiéndole acerca del desenlace que habían tenido las personas que desobedecían a esas palabras; no obstante, la elfa la miró con curiosidad, recordando su peculiar don para meterse en problemas. No es como que alejándose de ella eso fuese a cambiar, así que por un instante decidió hacer caso omiso a aquellas palabras y así ayudar en la medida de lo posible.
Luego de un pequeño trayecto, llegaron a una plaza llena de personas y con mucho movimiento por doquier. Los ojos azulados de la rubia viajaron de un lado a otro, maravillándose con aquella peculiar escena de la que no siempre tenía permitido presenciar. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por Huracán, quien les señaló el lugar al que debían dirigirse. La chica se colocó delante del mostrador con una típica pose intimidante, a lo que la elfa y Jules solo se miraron, como si esperaran a que se desatara una tormenta. No pasó mucho tiempo antes de que alguien se dignara a atenderla y eso era de esperarse, pues nadie en su sano juicio querría enfadar a una chica tan imponente como ella. Huracán le indicó su pedido, a lo que el hombre solo atinó a aconsejarle adquirir una nueva. Los rostros de la elfa y del joven palidecieron ante aquella respuesta, sin duda eso no era algo que la castaña tomaría muy bien; la rubia no la conocía lo suficiente, pero se notaba a leguas el amor que tenía por aquel artefacto, tanto que confiaba en que no era su intención deshacerse del arma.
Eso quedó demostrado con la molestia expresada en la tajante negativa de la joven y en la inesperada actitud sumisa por parte del dueño del lugar, desafortunadamente había un problema que nadie se esperó; el lugar no contaba con las herramientas para reparar la ballesta, puesto que alguien las había robado. Un bufido escapó de los labios de la chica y por un momento todo pareció irse al traste. La ojiazul comenzó a pensar en todas las posibilidades con las que contaban, realmente no tenían muchas oportunidades y estaba segura de que no la iba a convencer de desistir por ese día. Ashryn estaba por intervenir, aconsejando que podrían buscar a otro herrero sin tantos…contratiempos, cuando alguien más se le adelantó. Por lo que pudo observar de aquel sujeto se trataba de un guardia, quien no traía buenas noticias para el herrero, aunque la cosa se puso interesante con la intervención de otro hombre, cuya presencia ni siquiera había sido percatada.
El herrero rápidamente ofreció una jugosa oferta y miró a Huracán, esperando que esta aceptara aquel trato. Algo en el interior de la rubia comenzó a arremolinarse, advirtiéndole que de nuevo tendría un día lleno de problemas, pero en este punto de su vida ya era completamente normal esta en medio de ellos. Además, estaba el hecho de que no dejaría a la chica ni por un segundo, tal vez ya no era su paciente, pero seguía estando bajo sus cuidados y como medica en entrenamiento jamás dejaría a alguien que necesitara de ella, por mucho que esta se empeñara en demostrar lo contrario. Ashryn miró al guardia y esperó la intervención de alguien; una palabra, un sonido, un simple movimiento, lo que fuese, más los segundos pasaron y —como la paciencia era una virtud que por desgracia ella poseía en pequeñas cantidades— optó por hablar. ¡En nombre sea de Imbar! ...Y por la ciencia, también por la ciencia.
— ¿Por dónde tendríamos que comenzar?
En realidad, le hubiese gustado ir a pedirle ayuda a Elt, su peculiar relación ya podía considerarse de amistad, ¿no? Aunque por la desesperación que había en el rostro del herrero —la suficiente como para ofrecer trabajos a gratis a cualquier alma — supuso que no le sería permitido ir a buscar a su amigo y que tendría que confiar en el nuevo guardia y en sus compañeros.
Luego de un pequeño trayecto, llegaron a una plaza llena de personas y con mucho movimiento por doquier. Los ojos azulados de la rubia viajaron de un lado a otro, maravillándose con aquella peculiar escena de la que no siempre tenía permitido presenciar. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por Huracán, quien les señaló el lugar al que debían dirigirse. La chica se colocó delante del mostrador con una típica pose intimidante, a lo que la elfa y Jules solo se miraron, como si esperaran a que se desatara una tormenta. No pasó mucho tiempo antes de que alguien se dignara a atenderla y eso era de esperarse, pues nadie en su sano juicio querría enfadar a una chica tan imponente como ella. Huracán le indicó su pedido, a lo que el hombre solo atinó a aconsejarle adquirir una nueva. Los rostros de la elfa y del joven palidecieron ante aquella respuesta, sin duda eso no era algo que la castaña tomaría muy bien; la rubia no la conocía lo suficiente, pero se notaba a leguas el amor que tenía por aquel artefacto, tanto que confiaba en que no era su intención deshacerse del arma.
Eso quedó demostrado con la molestia expresada en la tajante negativa de la joven y en la inesperada actitud sumisa por parte del dueño del lugar, desafortunadamente había un problema que nadie se esperó; el lugar no contaba con las herramientas para reparar la ballesta, puesto que alguien las había robado. Un bufido escapó de los labios de la chica y por un momento todo pareció irse al traste. La ojiazul comenzó a pensar en todas las posibilidades con las que contaban, realmente no tenían muchas oportunidades y estaba segura de que no la iba a convencer de desistir por ese día. Ashryn estaba por intervenir, aconsejando que podrían buscar a otro herrero sin tantos…contratiempos, cuando alguien más se le adelantó. Por lo que pudo observar de aquel sujeto se trataba de un guardia, quien no traía buenas noticias para el herrero, aunque la cosa se puso interesante con la intervención de otro hombre, cuya presencia ni siquiera había sido percatada.
El herrero rápidamente ofreció una jugosa oferta y miró a Huracán, esperando que esta aceptara aquel trato. Algo en el interior de la rubia comenzó a arremolinarse, advirtiéndole que de nuevo tendría un día lleno de problemas, pero en este punto de su vida ya era completamente normal esta en medio de ellos. Además, estaba el hecho de que no dejaría a la chica ni por un segundo, tal vez ya no era su paciente, pero seguía estando bajo sus cuidados y como medica en entrenamiento jamás dejaría a alguien que necesitara de ella, por mucho que esta se empeñara en demostrar lo contrario. Ashryn miró al guardia y esperó la intervención de alguien; una palabra, un sonido, un simple movimiento, lo que fuese, más los segundos pasaron y —como la paciencia era una virtud que por desgracia ella poseía en pequeñas cantidades— optó por hablar. ¡En nombre sea de Imbar! ...Y por la ciencia, también por la ciencia.
— ¿Por dónde tendríamos que comenzar?
En realidad, le hubiese gustado ir a pedirle ayuda a Elt, su peculiar relación ya podía considerarse de amistad, ¿no? Aunque por la desesperación que había en el rostro del herrero —la suficiente como para ofrecer trabajos a gratis a cualquier alma — supuso que no le sería permitido ir a buscar a su amigo y que tendría que confiar en el nuevo guardia y en sus compañeros.
Ashryn Elaynor
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Había más gente en la tienda y mi paciencia comenzaba a agotarse. Para colmo, entró un tipo con aspecto de guardia y se puso a dialogar con el herrero, cortando mi intervención por completo. Lo cual no me agradó nada. A continuación comenzaron a hablar de tonterías sobre bandidos mientras mi preciosa arma permanecía cortada en dos, como si a nadie le importase. Se pusieron a hablar de los “calaveras rojas”, un supuesto grupo de bandidos. Asustados por un grupo de ladrones de poca monta, con mucho gusto les presento a la Hermandad, para que vean lo que es un enemigo de verdad.
El herrero parecía dispuesto a todo con tal de acabar con ellos y recuperar sus herramientas. Quería reclutar un “ejército” para dar caza a unos bandidos. Resoplé. No tenía muchas luces, desde luego. Se dirigió a mí, que estaba apoyada en la pared sin sonreír. ¿Reparaciones gratis por jugarme el tipo? A aquellas alturas de mi vida lo que menos necesitaba era dinero. Podría comprarles la tienda entera si quisiera, o ir a buscarme a otra herrería en la que no hubiesen robado las herramientas. No tenía necesidad de generarme más enemigos. Iba a darle una respuesta déspota al tipo, pero la elfa enfermera desenfundó su lengua más rápido que yo para… ¡apuntarse al asalto! ¿Qué clase de cabeza tenía aquella niña? Giré la cabeza rápidamente con una mirada fulminante.
-Habla por ti. – le rebatí a la elfa, de la que por cierto aún no sabía su nombre, brazos cruzados, nuevamente ofendida, y levanté mi espalda de la pared para colocarme erguida delante de los presentes. – Soy cazadora de vampiros. No una mercenaria de los bajos fondos. La guardia y sus problemas me importan una mierda. – recordé a los presentes mirando especialmente al guardia que quería reclutar un ejército.
-Pero señorita, ¡le repararé la ballesta gratis! – trató de replicar el hombre.
-Lo que me sobra es dinero para reparar la ballesta. – Podría explicarles que mi familia tenía un palacio en las islas illidenses y un gremio que llevaba más de cien años exterminando vampiros, pero eso quizás sonaría demasiado prepotente. – No quiero más enemigos. Ya tengo demasiados. – comenté. Y es que aunque no quería mencionarlo allí, mi postura era entendible, había acabado en un hospital hace poco por un combate contra los vampiros de la Hermandad, y la batalla final y definitiva me daba la impresión de que no estaba demasiado lejos. Además, aún no estaba en plenas facultades para luchar pues había salido de un coma y, por si fuera poco, estaba sin mi arma predilecta. Únicamente tenía mis ballestas de una mano.
Entendía que probablemente al verme de negro con un aspecto dominante pensarían que sería alguien fácil a quien convencer. El don de palabra no era lo mío. Hablaba poco, y lo que decía no solía ser para bien. Se hizo un incómodo silencio en toda la sala y nadie se atrevió a rebatirme nada. Incluso Jules quedó petrificado sin saber muy bien qué decir, buscando con la mirada a la enfermera, como preguntándole qué hacer.
-Pues si nadie tiene nada más que añadir… - dije arqueando una ceja, aplaudí una vez con mis manos y me dispuse a salir por la puerta de nuevo con mi ballesta sin reparación, dejando atrás a los presentes. Momento en el que la puerta se abrió repentinamente y un perro a dos patas entró por ella. ¿Un nuevo cliente? ¿O un nuevo miembro para el “ejército” del herrero? Como lo había descrito el herrero. En cualquier caso, me bloqueaba la puerta y no podía salir.
El herrero parecía dispuesto a todo con tal de acabar con ellos y recuperar sus herramientas. Quería reclutar un “ejército” para dar caza a unos bandidos. Resoplé. No tenía muchas luces, desde luego. Se dirigió a mí, que estaba apoyada en la pared sin sonreír. ¿Reparaciones gratis por jugarme el tipo? A aquellas alturas de mi vida lo que menos necesitaba era dinero. Podría comprarles la tienda entera si quisiera, o ir a buscarme a otra herrería en la que no hubiesen robado las herramientas. No tenía necesidad de generarme más enemigos. Iba a darle una respuesta déspota al tipo, pero la elfa enfermera desenfundó su lengua más rápido que yo para… ¡apuntarse al asalto! ¿Qué clase de cabeza tenía aquella niña? Giré la cabeza rápidamente con una mirada fulminante.
-Habla por ti. – le rebatí a la elfa, de la que por cierto aún no sabía su nombre, brazos cruzados, nuevamente ofendida, y levanté mi espalda de la pared para colocarme erguida delante de los presentes. – Soy cazadora de vampiros. No una mercenaria de los bajos fondos. La guardia y sus problemas me importan una mierda. – recordé a los presentes mirando especialmente al guardia que quería reclutar un ejército.
-Pero señorita, ¡le repararé la ballesta gratis! – trató de replicar el hombre.
-Lo que me sobra es dinero para reparar la ballesta. – Podría explicarles que mi familia tenía un palacio en las islas illidenses y un gremio que llevaba más de cien años exterminando vampiros, pero eso quizás sonaría demasiado prepotente. – No quiero más enemigos. Ya tengo demasiados. – comenté. Y es que aunque no quería mencionarlo allí, mi postura era entendible, había acabado en un hospital hace poco por un combate contra los vampiros de la Hermandad, y la batalla final y definitiva me daba la impresión de que no estaba demasiado lejos. Además, aún no estaba en plenas facultades para luchar pues había salido de un coma y, por si fuera poco, estaba sin mi arma predilecta. Únicamente tenía mis ballestas de una mano.
Entendía que probablemente al verme de negro con un aspecto dominante pensarían que sería alguien fácil a quien convencer. El don de palabra no era lo mío. Hablaba poco, y lo que decía no solía ser para bien. Se hizo un incómodo silencio en toda la sala y nadie se atrevió a rebatirme nada. Incluso Jules quedó petrificado sin saber muy bien qué decir, buscando con la mirada a la enfermera, como preguntándole qué hacer.
-Pues si nadie tiene nada más que añadir… - dije arqueando una ceja, aplaudí una vez con mis manos y me dispuse a salir por la puerta de nuevo con mi ballesta sin reparación, dejando atrás a los presentes. Momento en el que la puerta se abrió repentinamente y un perro a dos patas entró por ella. ¿Un nuevo cliente? ¿O un nuevo miembro para el “ejército” del herrero? Como lo había descrito el herrero. En cualquier caso, me bloqueaba la puerta y no podía salir.
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
-Oh, disculpe, "gran maestra genocida", no pretendía sugerir que alguien tan por encima de nosotros tuviese interés en esto.- dije, poniendo los ojos en blanco. "Cazadora de vampiros" era un término bonito para decir "asesino autojustificado por su racismo". -Además, no soy yo el que quiere inmiscuir a nadie más. Mi trabajo es notificar a mis superiores y delegarles el quebradero de cabeza. Por mucho que quiera ayudar, no puedo meterme en una guarida de bandidos desconocidos yo solo.- repliqué, esta vez dirigiéndome al herrero. Incluso si estuviese dispuesto, el único "voluntario" de momento era la elfa, que parecía más trabajadora del hospital que otra cosa.
-¡Como puede decir eso! ¡Con todo lo que he hecho yo por la maldita guardia! ¡Y así me lo pagan! ¡Ingratos!
-No lo estamos abandonando. Pero no puedes esperar que simplemente vayamos ahí con un puñado de civiles. Sean... "cazadores" o no, no podemos confiar en las habilidades de civiles armados. Déjalo estar. No vas a morir por perder unos días de trabajo.- Empezaba a molestarme por la insistencia del herrero. Situaciones como esa eran casi peor que las constantes patrullas por la ciudad.
Llegué a la herrería. La multitud parecía haberse dispersado un poco, pero mi compañero no parecía haber hecho ningún progreso. Me coloqué en la puerta, bloqueandola con mi cuerpo y apoyándome contra el marco. Una mujer joven con cara de pocos amigos intentaba pasar. Pero noté algo en ella. Algo que me impedía permitir que saliese de ahí.
-No tan deprisa. Vas a tener que explicar una cosa si quieres pasar.- empecé, frunciendo el ceño. -¿Por qué hueles a trementina?- pregunté, posando mi mano en la empuñadura de mi espada como advertencia.
-¿...a que viene eso, Asher? ¿Has averiguado algo?- preguntó Garrett, dedicandome una mirada indescifrable. Parecía molesto, pero a la vez interesado. -¿Para que es la trementina, exactamente?-
-Borrar pintura. Desinfectar herramientas. Provocar incendios, en ocasiones, pero no el de aquí. Lo curioso es que noté un olor curioso al llegar a la herrería. Y al volver al hospital, confirmé que era trementina. El mismo compuesto con el que, oportunamente, hiciste tropezar a alguien hace un rato.- señalé. No era una deducción muy dificil. Aunque el olor de la mujer era bastante ligero, tenía que haber, como mínimo, estado cerca de la trementina. -El hecho de que el olor estuviese aquí justo después del robo solo deja una posibilidad.- declaré. A decir verdad, tanto la elfa como el otro humano tenian el mismo vago olor, lo cual les marcaba como sospechosos directos. -Asi que espero que tengas una buena explicación.-
-¡Por favor, señores! ¡Es imposible que esta mujer haya tomado parte en esto! ...Creo. ¡En cualquier caso, no comiencen una pelea en mi herrería!- suplicó el propietario, viendo que la tensión aumentaba.
-Nadie va a salir de aquí sin responder unas cuantas preguntas. Alégrese, herrero. Voy a ejercer la justicia que quería.
-¡Como puede decir eso! ¡Con todo lo que he hecho yo por la maldita guardia! ¡Y así me lo pagan! ¡Ingratos!
-No lo estamos abandonando. Pero no puedes esperar que simplemente vayamos ahí con un puñado de civiles. Sean... "cazadores" o no, no podemos confiar en las habilidades de civiles armados. Déjalo estar. No vas a morir por perder unos días de trabajo.- Empezaba a molestarme por la insistencia del herrero. Situaciones como esa eran casi peor que las constantes patrullas por la ciudad.
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Llegué a la herrería. La multitud parecía haberse dispersado un poco, pero mi compañero no parecía haber hecho ningún progreso. Me coloqué en la puerta, bloqueandola con mi cuerpo y apoyándome contra el marco. Una mujer joven con cara de pocos amigos intentaba pasar. Pero noté algo en ella. Algo que me impedía permitir que saliese de ahí.
-No tan deprisa. Vas a tener que explicar una cosa si quieres pasar.- empecé, frunciendo el ceño. -¿Por qué hueles a trementina?- pregunté, posando mi mano en la empuñadura de mi espada como advertencia.
-¿...a que viene eso, Asher? ¿Has averiguado algo?- preguntó Garrett, dedicandome una mirada indescifrable. Parecía molesto, pero a la vez interesado. -¿Para que es la trementina, exactamente?-
-Borrar pintura. Desinfectar herramientas. Provocar incendios, en ocasiones, pero no el de aquí. Lo curioso es que noté un olor curioso al llegar a la herrería. Y al volver al hospital, confirmé que era trementina. El mismo compuesto con el que, oportunamente, hiciste tropezar a alguien hace un rato.- señalé. No era una deducción muy dificil. Aunque el olor de la mujer era bastante ligero, tenía que haber, como mínimo, estado cerca de la trementina. -El hecho de que el olor estuviese aquí justo después del robo solo deja una posibilidad.- declaré. A decir verdad, tanto la elfa como el otro humano tenian el mismo vago olor, lo cual les marcaba como sospechosos directos. -Asi que espero que tengas una buena explicación.-
-¡Por favor, señores! ¡Es imposible que esta mujer haya tomado parte en esto! ...Creo. ¡En cualquier caso, no comiencen una pelea en mi herrería!- suplicó el propietario, viendo que la tensión aumentaba.
-Nadie va a salir de aquí sin responder unas cuantas preguntas. Alégrese, herrero. Voy a ejercer la justicia que quería.
Asher Daregan
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Strike uno para la elfa. Recibió una frívola mirada de muerte por parte de la joven y no pudo evitar cohibirse detrás de Jules. Definitivamente no volvería a hablar hasta el siguiente año. Al menos había conseguido algo de información acerca de su antigua paciente, aunque no era precisamente algo que le resultara agradable, considerando que su querido amigo Bio era un vampiro. Ahora entendía un poco mejor la razón por la cual Huracán le tenía tanto cariño a su ballesta. El guardia intercambió un par de palabras con la muchacha, siempre con el mismo tono de ironía, que solo presagiaba una futura batalla verbal, la cual no sería para nada agradable. Al parecer no todos los guardias eran como el que la rubia había conocido anteriormente, tal vez Elt era un caso especial y agradecía al cielo que la guardia contara con al menos una persona con actitud afable.
El herrero no pareció complacido con la respuesta del guardia y rápidamente comenzó otra sesión de gritos y reproches hacia el hombre. Ashryn mantuvo la boca cerrada y se dispuso a seguir a la joven, cuando otra figura apareció, bloqueando la salida. Era la primera vez que la elfa veía a una criatura similar y realmente estaba maravillada. La verdad es que le habría gustado aprender más acerca de la composición anatómica del nuevo guardia, pero las palabras que le dirigió a la cazadora lograron mantener su curiosidad a raya. La ojiazul parpadeó un par de veces, tratando de asimilar lo que estaba sucediendo, pero todo parecía una extraña confusión. Ambos guardias sostuvieron una pequeña charla y fue entonces que todo cobró sentido. Huracán les parecía sospechosa en aquel extraño incidente y por extraño que pareciera parecían tener una especie de fundamento a esa acusación. El dueño del local intentó intervenir, más su esfuerzo fue completamente en vano, pues la cazadora era ahora el centro de atención de los guardias y poco faltaba para que la tensión en el ambiente generara una explosión.
—Puedo asegurarles que esta muchacha no es a quien buscan —strike dos. Cuando menos pensó ya había abierto la boca una vez más—. Ella estuvo bajo mi cuidado en el hospital de Lunargenta desde hace días. De hecho, me encuentro acompañándola para supervisar el progreso de su salud y no me he despegado de ella en ningún instante —trató de hablar lo más claro posible—. Puedo incluso mostrarles los registros donde no hace ni una hora que ella fue dada de alta del hospital por órdenes mías —en realidad fue por decisión de la cazadora, pero había ciertos detalles que no debían ser contados—. Haré lo que pueda por ayudarlos, solo quisiera pedir que dejen a mi paciente fuera de este embrollo.
Strike tres y oficialmente estaba fuera. ¿Qué podía hacer ella? Nada, la misma Huracán lo había dicho, era totalmente inútil, pero debía cuidar la salud de esa malhumorada cazadora, y por lo que sabía el cuerpo de la chica podía colapsar de un momento a otro, por lo que era su obligación evitar que volviese a caer en coma o que sufriera algún tipo de daño interno. Además, la rubia podía solicitar la ayuda de su amigo en caso de ser necesario y de alguna forma siempre se las ingeniaba para salir de los problemas en los que se metía, por ello era mejor que centraran la atención en su persona y no en la cazadora. Solo esperaba que esta vez no fuese la excepción a la regla y que efectivamente todo se centrara en ella y no en la joven castaña.
El herrero no pareció complacido con la respuesta del guardia y rápidamente comenzó otra sesión de gritos y reproches hacia el hombre. Ashryn mantuvo la boca cerrada y se dispuso a seguir a la joven, cuando otra figura apareció, bloqueando la salida. Era la primera vez que la elfa veía a una criatura similar y realmente estaba maravillada. La verdad es que le habría gustado aprender más acerca de la composición anatómica del nuevo guardia, pero las palabras que le dirigió a la cazadora lograron mantener su curiosidad a raya. La ojiazul parpadeó un par de veces, tratando de asimilar lo que estaba sucediendo, pero todo parecía una extraña confusión. Ambos guardias sostuvieron una pequeña charla y fue entonces que todo cobró sentido. Huracán les parecía sospechosa en aquel extraño incidente y por extraño que pareciera parecían tener una especie de fundamento a esa acusación. El dueño del local intentó intervenir, más su esfuerzo fue completamente en vano, pues la cazadora era ahora el centro de atención de los guardias y poco faltaba para que la tensión en el ambiente generara una explosión.
—Puedo asegurarles que esta muchacha no es a quien buscan —strike dos. Cuando menos pensó ya había abierto la boca una vez más—. Ella estuvo bajo mi cuidado en el hospital de Lunargenta desde hace días. De hecho, me encuentro acompañándola para supervisar el progreso de su salud y no me he despegado de ella en ningún instante —trató de hablar lo más claro posible—. Puedo incluso mostrarles los registros donde no hace ni una hora que ella fue dada de alta del hospital por órdenes mías —en realidad fue por decisión de la cazadora, pero había ciertos detalles que no debían ser contados—. Haré lo que pueda por ayudarlos, solo quisiera pedir que dejen a mi paciente fuera de este embrollo.
Strike tres y oficialmente estaba fuera. ¿Qué podía hacer ella? Nada, la misma Huracán lo había dicho, era totalmente inútil, pero debía cuidar la salud de esa malhumorada cazadora, y por lo que sabía el cuerpo de la chica podía colapsar de un momento a otro, por lo que era su obligación evitar que volviese a caer en coma o que sufriera algún tipo de daño interno. Además, la rubia podía solicitar la ayuda de su amigo en caso de ser necesario y de alguna forma siempre se las ingeniaba para salir de los problemas en los que se metía, por ello era mejor que centraran la atención en su persona y no en la cazadora. Solo esperaba que esta vez no fuese la excepción a la regla y que efectivamente todo se centrara en ella y no en la joven castaña.
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
No hice demasiado caso al guardia que me llamó “maestra genocida”. La labor de los cazadores de vampiros era una de las más importantes de Aerandir desde los tiempos inmemoriales y es que, si por algo se caracterizaban los chupasangres, era porque no envejecían. Si no había alguien que redujera su número drásticamente y debido a su naturaleza salvaje, la selección natural de la especie pasaría a actuar y los humanos terminarían extinguidos ya que, por mucho que les pesase, eran una raza superior. Pero aquello era algo que no parecía comprender aquel tipo y que ni siquiera me iba a molestar en explicarle.
Justo cuando me disponía a salir por la puerta y dejar colgado a todo el grupo, alguien tuvo “el gusto” de aparecer para detener mi abandono del local. Una criatura grande y fuerte y con cara de pocos amigos. Lo peor no era ese olor a perruno que desprendía, sino la soberbia con la que se dirigió a mí y las burdas acusaciones que me declaraba. Llegando a colocar su mano en la espada.
-No me amenaces.– le advertí sin vacilar, mirando su mano en su espada, y sin retroceder un ápice, con su misma cara de pocos amigos. No tenía por qué darle explicaciones a ese tipo. Y menos mostrando agresividad como lo hacía. Y es que ni siquiera sabía qué era a lo que él decía que olía, “trementina”. Yo, sinceramente, no olía nada.
Su compañero formularía la pregunta por mí y el hombre bestia respondería. Por lo visto, el que había realizado los robos en la armería había usado dicho material inflamable, que, a tenor de sus palabras, era el líquido que se había desparramado en el hospital. Lamentablemente para él, cuando yo llegué ya estaba todo destrozado, de manera que no tuve tiempo de ver nada.
El herrero también intervino cuando advirtió que la situación se estaba poniendo tensa. Momento en que la enfermera volvió a pronunciarse, esta vez para exculparme a mí. Expuso muy correctamente sus argumentos de una manera tan clara y concisa que sólo tuve que mirar al hombre perro, alzar las cejas y levantar ligeramente uno de mis brazos cruzados como diciéndole: “¿Ves?”. Sonreí inclinando la cabeza ligeramente, sabiendo que tenía la razón.
-¡Pero mis herramientas siguen desaparecidas! – sollozó el herrero, como si sólo él tuviese problemas en el mundo.
-Y mi ballesta sigue rota. – apunté rápidamente.
Viendo el tenso panorama, Jules se acercó al herrador por detrás. Lo tomó por ambos hombros para calmarlo y le dedicó unas palabras. Odiaba cuando Jules iba de enrollado con la gente. Pero a fin de cuentas, el brujo era un experto en "extinguir incendios" en ambientes caldeados, y eso que era un tensái de fuego.
-No me llores, campeón. Estos maravillosos guardias, la enfermera y un servidor te ayudaremos a conseguir las herramientas, y luego tú repararás la preciada ballesta de mi amiga. – Apretó fuerte al tío en los hombros. Una estrategia muy habitual en el brujo, sobre todo cuando negociaba con vampiros. Luego miró hacia mí mientras todavía daba palmadas fuertes en el hombro al dueño del establecimiento. – Ella también nos ayudará, a fin de cuentas, tiene que volver a coger el ritmo y no tiene nada más interesante que hacer esta apacible mañana. Así que... ¿colaborarás? – dijo irónico, con sorna.
-Qué remedio… - respondí en voz baja, aborrecidamente.
-Gracias, cariño. – y me guiñó un ojo, mientras yo le hacía gestos de negación con la cabeza, de incredulidad. Pasó a mirar al hombre perro. - De este modo, estoy seguro de que nuestro apuesto guardián no tendrá dudas sobre nuestra nula implicación en estos... ¡terribles! sucesos. ¿Me equivoco? En ese caso, será tan amable de decirnos cuál será nuestro próximo movimiento. - terminó, mostrando su sonrisa al guardia.
Jules Roche en estado puro. Definitivamente, el brujo demostraba ser bastante más inteligente que yo o, al menos, más temperamental. Por miedo a que me quedara sola y terminara teniendo un problema de salud, o bien se me terminara yendo la cabeza y acabase apresada en la cárcel, decidió realizar su astuta intervención para que todos quedásemos contentos.
Justo cuando me disponía a salir por la puerta y dejar colgado a todo el grupo, alguien tuvo “el gusto” de aparecer para detener mi abandono del local. Una criatura grande y fuerte y con cara de pocos amigos. Lo peor no era ese olor a perruno que desprendía, sino la soberbia con la que se dirigió a mí y las burdas acusaciones que me declaraba. Llegando a colocar su mano en la espada.
-No me amenaces.– le advertí sin vacilar, mirando su mano en su espada, y sin retroceder un ápice, con su misma cara de pocos amigos. No tenía por qué darle explicaciones a ese tipo. Y menos mostrando agresividad como lo hacía. Y es que ni siquiera sabía qué era a lo que él decía que olía, “trementina”. Yo, sinceramente, no olía nada.
Su compañero formularía la pregunta por mí y el hombre bestia respondería. Por lo visto, el que había realizado los robos en la armería había usado dicho material inflamable, que, a tenor de sus palabras, era el líquido que se había desparramado en el hospital. Lamentablemente para él, cuando yo llegué ya estaba todo destrozado, de manera que no tuve tiempo de ver nada.
El herrero también intervino cuando advirtió que la situación se estaba poniendo tensa. Momento en que la enfermera volvió a pronunciarse, esta vez para exculparme a mí. Expuso muy correctamente sus argumentos de una manera tan clara y concisa que sólo tuve que mirar al hombre perro, alzar las cejas y levantar ligeramente uno de mis brazos cruzados como diciéndole: “¿Ves?”. Sonreí inclinando la cabeza ligeramente, sabiendo que tenía la razón.
-¡Pero mis herramientas siguen desaparecidas! – sollozó el herrero, como si sólo él tuviese problemas en el mundo.
-Y mi ballesta sigue rota. – apunté rápidamente.
Viendo el tenso panorama, Jules se acercó al herrador por detrás. Lo tomó por ambos hombros para calmarlo y le dedicó unas palabras. Odiaba cuando Jules iba de enrollado con la gente. Pero a fin de cuentas, el brujo era un experto en "extinguir incendios" en ambientes caldeados, y eso que era un tensái de fuego.
-No me llores, campeón. Estos maravillosos guardias, la enfermera y un servidor te ayudaremos a conseguir las herramientas, y luego tú repararás la preciada ballesta de mi amiga. – Apretó fuerte al tío en los hombros. Una estrategia muy habitual en el brujo, sobre todo cuando negociaba con vampiros. Luego miró hacia mí mientras todavía daba palmadas fuertes en el hombro al dueño del establecimiento. – Ella también nos ayudará, a fin de cuentas, tiene que volver a coger el ritmo y no tiene nada más interesante que hacer esta apacible mañana. Así que... ¿colaborarás? – dijo irónico, con sorna.
-Qué remedio… - respondí en voz baja, aborrecidamente.
-Gracias, cariño. – y me guiñó un ojo, mientras yo le hacía gestos de negación con la cabeza, de incredulidad. Pasó a mirar al hombre perro. - De este modo, estoy seguro de que nuestro apuesto guardián no tendrá dudas sobre nuestra nula implicación en estos... ¡terribles! sucesos. ¿Me equivoco? En ese caso, será tan amable de decirnos cuál será nuestro próximo movimiento. - terminó, mostrando su sonrisa al guardia.
Jules Roche en estado puro. Definitivamente, el brujo demostraba ser bastante más inteligente que yo o, al menos, más temperamental. Por miedo a que me quedara sola y terminara teniendo un problema de salud, o bien se me terminara yendo la cabeza y acabase apresada en la cárcel, decidió realizar su astuta intervención para que todos quedásemos contentos.
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Clavé mi mirada en la elfa, que se había mantenido relativamente callada hasta el momento. Sin embargo, mi posición no cambió. Entrecerré los ojos con desconfianza. Ese testimonio no solo no servía: de hecho, solo hacía que sospechase más.
-Tu también tienes el mismo olor. Por lo que sé, podriais estar en el mismo grupo.- declaré, enseñando los colmillos. La primera mujer estaba defensiva. -Si no me das una muy buena explicación sobre por qué teneis ese olor a trementina...- presioné, dejando la amenaza en el aire. Sin embargo, antes de que pudiese obtener información, Garrett intervino, alzando una mano para calmarme. -Espera, tranquilo. No hace falta que esto acabe en un duelo.- el brujo había adoptado un tono algo más autoritario. Su mirada se fijó en mi. Incluso si sus palabras eran conciliadoras, su mirada era una advertencia. Parte de mi quería rebelarse. Provocar una pelea justificada. Lo que fuese. Pero Garrett no solía ponerse serio. Me relajé, aunque solo un poco.
-Hmph...- El otro humano... ¿humano? Difícil saberlo. Ya sospechaba de que cualquiera con pinta de humano fuese brujo. Su olor, aparte del vago aroma a trementina, era difícil de distinguir. Fuera como fuese, el hombre ofreció su ayuda y la de sus compañeros. Arqueé una ceja, y volví a fruncir el ceño con su última frase. -¿...te estás burlando de mi?- gruñí.
-¡Eso! ¡Solo yo puedo burlarme de él!- rió Garrett, interponiendose de nuevo. Estaba claro que le había caido bien. A decir verdad, se parecian bastante. Como si no tuviese suficiente con uno. -Venga, Asher, tranquilo. Si hubiesen hecho esto, no ofrecerian ayuda, ¿no?-
-Si fuesen listos, si. Es mucho más fácil entorpecer cuando estás diciendo ayudar.- Examiné lentamente a los tres miembros del grupo. Habia tanteado para conseguir información y había obtenido más bien poco, pero no sospechaba demasiado de aquel trío. La elfa había mencionado el hospital. Si habían salido de allí justo después del incidente, sería normal que el olor se hubiese pegado a ellos en cierta medida. Además, tenía un sospechoso mucho más claro. -¿...entonces, qué, Garrett? ¿Vamos a llevar a este... grupo con nosotros?-
-Errr...- dudó. Ambos sabíamos algo perfectamente: iba a ser su responsabilidad. Esperaba que no fuese a seguir con esa tontería y llevarse a tres personas cualquiera a cazar criminales. Pero sobreestimaba su sentido común. -Claro, por qué no. Si pueden cazar vampiros no tendrán mucho problema con unos bandidos cualquiera.- dijo, encogiéndose de hombros. Bufé y salí de la habitación sin decir nada.
Cuando todo el grupo estuvo fuera, empecé a pensar las posibilidades. -El tipo que se bañó en trementina gracias a Garrett es el mejor candidato a tener respuestas sobre esto. Y ha dejado un rastro bastante claro. Puedo seguirlo sin problemas, pero será más dificil si tardamos demasiado.- expuse. -Pero tenemos que encontrar la patrulla. Debía haber una por aquí. Me apostaría cualquier cosa a que no han llegado al siguiente punto...
-Ya nos ocuparemos de eso luego. Lo primero es saber por donde han ido. No debe haber pasado más de una hora...-
Asher Daregan
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
No es que le gustase meterse en líos, pero desgraciadamente tenía a habilidad innata de hacerlo, y cuando se dio cuenta de que abrir la boca solo empeoraba su situación ya era muy tarde. De un momento a otro el ambiente se volvió tan pesado que casi se podía cortar palpar la tensión. Haciendo caso a su olvidada voz de la razón, la elfa decidió mantenerse en silencio y así pasar un tanto desapercibida. Observó cómo Jules se acercaba al herrero y le dirigía un par de palabras tranquilizadoras, o al menos eso parecía ser el objetivo, puesto que la rubia no pudo evitar inflar las mejillas a modo de molestia cuando éste le llamo ‘‘enfermera’’. Si, vale, tenía un rostro bastante ingenuo y de alguna forma podía parecer no ser muy inteligente, pero ella era médica, no una enfermera y a pesar de que aquella era una profesión bastante respetable no pudo evitar sentir que la insultaron en más de un sentido.
Ahí quedaba el poco aprecio que llegó a tenerle al muchacho, aunque debía darle crédito el hecho de que había conseguido involucrar a Huracán en aquel embrollo y de proporcionar una salida para que todos estuviesen conformes. Una habilidad envidiable, sin duda, pues además logró disipar las dudas que habían recaído también sobre la ojiazul, acerca de la dichosa trementina. No estaba segura de lo que había ocurrido en el hospital, pero en un lugar como ese no era de esperar que alguien saliera oliendo a todo, menos a rosas. Ese guardia de nombre Asher le provocaba cierto temor, de hecho, si alguna vez pensó en tener un adorable cachorro como mascota el guardia se había encargado de matarle aquella ilusión. Observó a ambos guardias debatir si debían llevarlos consigo o no, a lo que el resultado final fue de aceptación. Ashy parpadeó un par de veces y trató de asimilar la situación.
Ella no era cazadora, de hecho, su querido amigo Bio era un vampiro y aunque en varias ocasiones a hubiese sacado de quicio, jamás se plantearía la idea de matarlo, ¿Cómo entonces podría ella seguir a ese grupo? En momentos de crisis existencial como ese era cuando más odiaba tener afinidad a los problemas. Soltó un pequeño suspiro resignado y decidió aguardar a que todo quedase establecido y así continuar con todo aquello, pues su deber era cuidar de la muchacha y eso nada lo iba a cambiar. Aún seguía siendo aprendiz de medico —pese a que insistieran en degradarla a enfermera—, por lo tanto, la vida de Huracán estaba en sus manos y si se ponía en peligro sería por decisiones de ella y no porque la rubia hubiese sido una mala profesional de la salud; aunque por el momento lo que deseaba era terminar con ese asunto de las herramientas robadas cuanto antes. Aún existía el lado sádico que brotó en su última misión con Bio y si bien aquello estaba borroso, temía que de nuevo pudiese salir y así llegase a lastimar a alguien.
—Soy una sanadora…
Se repitió mentalmente. Haría ese proceso una y otra vez, hasta lograr convencerse a sí misma de que no era un peligro para nadie y que lo que había sucedido en la mansión donde casi la matan, había sido mero instinto de supervivencia. Los guardas aun hablaban acerca de una patrulla y de lo que vendría a continuación, mientras ella se concentraba en repetirse que no era una asesina sino todo lo contrario. De cualquier forma, tenía que concentrarse en su objetivo principal y cuidar la salud de Huracán, a como diese lugar.
Ahí quedaba el poco aprecio que llegó a tenerle al muchacho, aunque debía darle crédito el hecho de que había conseguido involucrar a Huracán en aquel embrollo y de proporcionar una salida para que todos estuviesen conformes. Una habilidad envidiable, sin duda, pues además logró disipar las dudas que habían recaído también sobre la ojiazul, acerca de la dichosa trementina. No estaba segura de lo que había ocurrido en el hospital, pero en un lugar como ese no era de esperar que alguien saliera oliendo a todo, menos a rosas. Ese guardia de nombre Asher le provocaba cierto temor, de hecho, si alguna vez pensó en tener un adorable cachorro como mascota el guardia se había encargado de matarle aquella ilusión. Observó a ambos guardias debatir si debían llevarlos consigo o no, a lo que el resultado final fue de aceptación. Ashy parpadeó un par de veces y trató de asimilar la situación.
Ella no era cazadora, de hecho, su querido amigo Bio era un vampiro y aunque en varias ocasiones a hubiese sacado de quicio, jamás se plantearía la idea de matarlo, ¿Cómo entonces podría ella seguir a ese grupo? En momentos de crisis existencial como ese era cuando más odiaba tener afinidad a los problemas. Soltó un pequeño suspiro resignado y decidió aguardar a que todo quedase establecido y así continuar con todo aquello, pues su deber era cuidar de la muchacha y eso nada lo iba a cambiar. Aún seguía siendo aprendiz de medico —pese a que insistieran en degradarla a enfermera—, por lo tanto, la vida de Huracán estaba en sus manos y si se ponía en peligro sería por decisiones de ella y no porque la rubia hubiese sido una mala profesional de la salud; aunque por el momento lo que deseaba era terminar con ese asunto de las herramientas robadas cuanto antes. Aún existía el lado sádico que brotó en su última misión con Bio y si bien aquello estaba borroso, temía que de nuevo pudiese salir y así llegase a lastimar a alguien.
—Soy una sanadora…
Se repitió mentalmente. Haría ese proceso una y otra vez, hasta lograr convencerse a sí misma de que no era un peligro para nadie y que lo que había sucedido en la mansión donde casi la matan, había sido mero instinto de supervivencia. Los guardas aun hablaban acerca de una patrulla y de lo que vendría a continuación, mientras ella se concentraba en repetirse que no era una asesina sino todo lo contrario. De cualquier forma, tenía que concentrarse en su objetivo principal y cuidar la salud de Huracán, a como diese lugar.
Ashryn Elaynor
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Me apoyé de brazos cruzados mientras el guardia perro y su compañero más chistoso decidían qué hacer. No intervine, tenía experiencia trabajando con las autoridades locales, mismamente, con Alanna Delteria o Eltrant Tale y sabía que había que dejarles que se sintieran útiles. Luego ya tendría tiempo de ser la salvadora del mundo.
En este caso, los dos que tenían en frente en cierto modo se parecían bastante a Jules y a mí, pero para ser como ellos yo tendría que tener bastante más pelo y, por supuesto, oler a chucho, no a trementina. – Auch… - esbocé una sonrisa irónica, apartando el mechón de pelo que me tapaba un ojo cuando el hombre bestia hizo un comentario despectivo haciendo de menos nuestra valía para el combate. Había cazado muchos vampiros en los últimos años. Demasiada sangre derramada como para considerarme inexperta, aunque eso es algo que no sabía el can.
Miré de reojo a la enfermera… ¿o era médica? No lo sabía, pero parecía asustada y enojada a la vez, permanecía callada, sin abrir palabra. – Calma. – le dije sin tocarla para tranquilizarla mientras los otros dos hablaban. Probablemente no se sentiría segura, y no me extrañaba, si yo fuese una civil y me obligaran a perseguir delincuentes de la mano de aquellos dos incompetentes, yo también me pondría nerviosa. Por fortuna para ella, estábamos Jules y yo. Además, la elfa me simpatizaba, era mujer silenciosa, como yo. Prefería por mucho a la gente que actuaba y callaba mucho más que la que hablaba y no hacía nada, y hasta el momento los dos guardias me habían dado más la sensación de ser de los segundos.
Por fin se decidieron a salir por la puerta de la herrería. Les seguimos fuera. El que era humano quería preguntar a una patrulla, el otro prefería concentrarse en saber por dónde habían ido los ladrones. Quizás yo no tendría el olfato del tal Asher, pero tampoco es que los vampiros se mostrasen con facilidad, en la mayoría de los casos había que dar con ellos. En un cazador, las cualidades de rastreo eran tan importante o más como las de caza. Comencé a cavilar hipótesis en mi cabeza sobre dónde podrían haber huido.
Al encontrarnos en una plaza circular teníamos muchas opciones disponibles. Empezar a olfatear como indicaba el guardián no me parecía lo más sensato. Sin decir nada rodeé la herrería, observando todas las posibles salidas del mismo, lo lógico era empezar por ahí. Recordé el color de la trementina en el suelo del hospital. ¡Cómo olvidarlo! Tonalidad rojiza, en cierto modo, parecida a la sangre. Junto al negro, mi color favorito. Además, Asher había dicho que la sustancia era explosiva, por lo que de haberla usado para entrar tendría que haber algún tipo de consecuencia en alguna parte del edificio.
La primera y segunda ventanas que me topé no estaban alteradas, la tercera tampoco pero, ¿la cuarta? Tenía una sospechosa tonalidad negra, y la madera quemada a su alrededor y algo dañada, fruto de alguna pequeña explosión, sin duda. -¡Eh! Venid aquí. – grité, para alertar al resto del grupo a que se aproximara. Me agaché al suelo, siguiendo con el dedo el rastro de un líquido rojizo que brillaba. Era trementina. Me arrodillé y seguí su pista por el suelo, que se desvanecía en la calle, en dirección ascendente. No era una licenciada en física, pero por lo que sabía de gravedad, los líquidos no podían subir calle arriba, alguien tuvo que ir o venir de allí, me levanté de nuevo y señalé el rastro de la calle. – Por allí. – indiqué sin sonreír, con la cabeza, sin proporcionar mucha más información. No me iban a pagar por aquello y ya les había adelantado bastante trabajo.
En este caso, los dos que tenían en frente en cierto modo se parecían bastante a Jules y a mí, pero para ser como ellos yo tendría que tener bastante más pelo y, por supuesto, oler a chucho, no a trementina. – Auch… - esbocé una sonrisa irónica, apartando el mechón de pelo que me tapaba un ojo cuando el hombre bestia hizo un comentario despectivo haciendo de menos nuestra valía para el combate. Había cazado muchos vampiros en los últimos años. Demasiada sangre derramada como para considerarme inexperta, aunque eso es algo que no sabía el can.
Miré de reojo a la enfermera… ¿o era médica? No lo sabía, pero parecía asustada y enojada a la vez, permanecía callada, sin abrir palabra. – Calma. – le dije sin tocarla para tranquilizarla mientras los otros dos hablaban. Probablemente no se sentiría segura, y no me extrañaba, si yo fuese una civil y me obligaran a perseguir delincuentes de la mano de aquellos dos incompetentes, yo también me pondría nerviosa. Por fortuna para ella, estábamos Jules y yo. Además, la elfa me simpatizaba, era mujer silenciosa, como yo. Prefería por mucho a la gente que actuaba y callaba mucho más que la que hablaba y no hacía nada, y hasta el momento los dos guardias me habían dado más la sensación de ser de los segundos.
Por fin se decidieron a salir por la puerta de la herrería. Les seguimos fuera. El que era humano quería preguntar a una patrulla, el otro prefería concentrarse en saber por dónde habían ido los ladrones. Quizás yo no tendría el olfato del tal Asher, pero tampoco es que los vampiros se mostrasen con facilidad, en la mayoría de los casos había que dar con ellos. En un cazador, las cualidades de rastreo eran tan importante o más como las de caza. Comencé a cavilar hipótesis en mi cabeza sobre dónde podrían haber huido.
Al encontrarnos en una plaza circular teníamos muchas opciones disponibles. Empezar a olfatear como indicaba el guardián no me parecía lo más sensato. Sin decir nada rodeé la herrería, observando todas las posibles salidas del mismo, lo lógico era empezar por ahí. Recordé el color de la trementina en el suelo del hospital. ¡Cómo olvidarlo! Tonalidad rojiza, en cierto modo, parecida a la sangre. Junto al negro, mi color favorito. Además, Asher había dicho que la sustancia era explosiva, por lo que de haberla usado para entrar tendría que haber algún tipo de consecuencia en alguna parte del edificio.
La primera y segunda ventanas que me topé no estaban alteradas, la tercera tampoco pero, ¿la cuarta? Tenía una sospechosa tonalidad negra, y la madera quemada a su alrededor y algo dañada, fruto de alguna pequeña explosión, sin duda. -¡Eh! Venid aquí. – grité, para alertar al resto del grupo a que se aproximara. Me agaché al suelo, siguiendo con el dedo el rastro de un líquido rojizo que brillaba. Era trementina. Me arrodillé y seguí su pista por el suelo, que se desvanecía en la calle, en dirección ascendente. No era una licenciada en física, pero por lo que sabía de gravedad, los líquidos no podían subir calle arriba, alguien tuvo que ir o venir de allí, me levanté de nuevo y señalé el rastro de la calle. – Por allí. – indiqué sin sonreír, con la cabeza, sin proporcionar mucha más información. No me iban a pagar por aquello y ya les había adelantado bastante trabajo.
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Examiné durante un segundo el grupo que nos seguía. La mujer de la ballesta rota y su acompañante listillo bien podían ser útiles. No tanto en combate cuerpo a cuerpo, pero una ballesta podía ser un arma muy eficaz en buenas manos. Garrett me informó discretamente de su aparente profesión: cazadores de vampiros. El brujo parecía algo resentido respecto a ese tema, por el motivo que fuese. Al menos si se dedicaban a cazar, tenian que tener cierta destreza en lo suyo.
Y luego estaba la elfa.
No tenía mucho en contra de los elfos. Algo débiles de caracter, a mi parecer. Pero solian ser útiles. Mientras curasen heridas y se guardasen su "moral" para ellos mismos, todo perfecto. Pero esta parecía... frágil. Insegura. ¿Estaba hablando consigo misma? Repetía una y otra vez la misma frase, apenas audible. Intercambié una mirada con Garrett, considerando las opciones. El brujo abrió la boca, pero le interrumpí con un chistido. Estaba seguro de que le iba a proponer que se quedase ahí, pero su presencia podía ser util, después de todo. Tener un elfo cerca podía ser la diferencia entre una cicatriz y morir desangrado.
Olfateé el aire. Los olores mezclados de la plaza habían cubierto casi por completo el rastro. No iba a tener suerte, salvo que nos moviesemos a un lugar más apartado. Fue entonces cuando escuché la llamada de aquella mujer. ¿Habían dejado un rastro en el suelo? No dije nada, pero eso me daba mala espina. Era extraño. Pero no podía sacar ninguna conclusión sin averiguar más.
Seguimos el rastro, atravesando distintas calles. En los tramos en los que faltaba líquido, mi olfato servía para encontrar el camino de nuevo. Sin embargo, ninguna de las calles que habiamos atravesado era estrecha en absoluto. De hecho, el rastro se movía en zonas bastante amplias, más bien en el centro, por zonas donde pasaban carruajes y transportes. ¿Habían usado caballos?
Finalmente, acabamos rodeando un edificio donde el líquido ya había desaparecido. Las puertas estaban cerradas, pero lo que más llamaba la atención era la entrada a un sótano, colocada discretamente en la parte trasera que no daba a ninguna calle. Intenté abrir la puerta... o trampilla, más bien, pero no cedía, aunque si noté un solido metálico al otro lado de la entrada. Probablemente estaba bien asegurada con cadenas.
-¿Garrett?- dije, dejándole espacio. -Toda tuya.- Sin decir nada, el brujo extendió una mano enfrente de la puerta, sin llegar a tocarla. A los pocos segundos, comenzó a escucharse un crujido de madera, y con un estruendo mayor, la puerta se separó de sus bisagra, revelando unas largas escaleras que descendían en la oscuridad. -Las cerraduras dejaron de hacerme sentir seguro hace mucho.- sonrió, satisfecho. Aparté la puerta rota, aún encadenada a la otra mitad, y comencé a descender.
-¿Alguien tiene luz?- preguntó Garrett, detrás de mi.
-¿Le tienes miedo a la oscuridad, o algo?- me burlé. -Tranquilo, no será la oscuridad lo que te mate...- añadí con tono sombrío mientras descendía por la penumbra. No tardamos en dar un par de giros. ¿Como de profundo era el maldito sótano? Finalmente, llegamos a un rellano frente a una puerta. Giré el picaporte y empecé a abrirla.
Una explosión retumbó en mis tímpanos. Caí al suelo de espaldas, tumbado por la fuerza. Todo se había vuelto blanco, y solo podía escuchar un pitido, junto a una voz dando gritos. Debí haber perdido el conocimiento durante unos segundos, o simplemente estaba demasiado aturdido para entender lo que ocurría. Había fuego. Garrett se había colocado delante, y estaba tratando de apagar las llamas usando sus poderes, enviando pulsos de fuerza para hacer desvanecer las llamas. Funcionaba, a veces. Notaba un dolor en la parte superior de mi cabeza. Estaba húmedo. ¿Sangre? Debía haberme golpeado contra la pared. Empecé a desvanecerme de nuevo, cerrándo lentamente los ojos.
Todo estaba blanco.
________________________________
-Asher estará sin conocimiento durante unos minutos. Encargaos de las llamas. Podeis manejar a Garrett: es un brujo de fuerza, asi que se centra en telekinesis potente pero de poca duración.
-Cuando se apaguen las llamas, encontrareis que el sótano lleva a las catacumbas. La habitación en la que estais apesta a trementina, y hay seis cadáveres carbonizados en el suelo. Sus rostros son imposibles de distinguir, pero llevan el uniforme de la guardia.
Y luego estaba la elfa.
No tenía mucho en contra de los elfos. Algo débiles de caracter, a mi parecer. Pero solian ser útiles. Mientras curasen heridas y se guardasen su "moral" para ellos mismos, todo perfecto. Pero esta parecía... frágil. Insegura. ¿Estaba hablando consigo misma? Repetía una y otra vez la misma frase, apenas audible. Intercambié una mirada con Garrett, considerando las opciones. El brujo abrió la boca, pero le interrumpí con un chistido. Estaba seguro de que le iba a proponer que se quedase ahí, pero su presencia podía ser util, después de todo. Tener un elfo cerca podía ser la diferencia entre una cicatriz y morir desangrado.
Olfateé el aire. Los olores mezclados de la plaza habían cubierto casi por completo el rastro. No iba a tener suerte, salvo que nos moviesemos a un lugar más apartado. Fue entonces cuando escuché la llamada de aquella mujer. ¿Habían dejado un rastro en el suelo? No dije nada, pero eso me daba mala espina. Era extraño. Pero no podía sacar ninguna conclusión sin averiguar más.
Seguimos el rastro, atravesando distintas calles. En los tramos en los que faltaba líquido, mi olfato servía para encontrar el camino de nuevo. Sin embargo, ninguna de las calles que habiamos atravesado era estrecha en absoluto. De hecho, el rastro se movía en zonas bastante amplias, más bien en el centro, por zonas donde pasaban carruajes y transportes. ¿Habían usado caballos?
Finalmente, acabamos rodeando un edificio donde el líquido ya había desaparecido. Las puertas estaban cerradas, pero lo que más llamaba la atención era la entrada a un sótano, colocada discretamente en la parte trasera que no daba a ninguna calle. Intenté abrir la puerta... o trampilla, más bien, pero no cedía, aunque si noté un solido metálico al otro lado de la entrada. Probablemente estaba bien asegurada con cadenas.
-¿Garrett?- dije, dejándole espacio. -Toda tuya.- Sin decir nada, el brujo extendió una mano enfrente de la puerta, sin llegar a tocarla. A los pocos segundos, comenzó a escucharse un crujido de madera, y con un estruendo mayor, la puerta se separó de sus bisagra, revelando unas largas escaleras que descendían en la oscuridad. -Las cerraduras dejaron de hacerme sentir seguro hace mucho.- sonrió, satisfecho. Aparté la puerta rota, aún encadenada a la otra mitad, y comencé a descender.
-¿Alguien tiene luz?- preguntó Garrett, detrás de mi.
-¿Le tienes miedo a la oscuridad, o algo?- me burlé. -Tranquilo, no será la oscuridad lo que te mate...- añadí con tono sombrío mientras descendía por la penumbra. No tardamos en dar un par de giros. ¿Como de profundo era el maldito sótano? Finalmente, llegamos a un rellano frente a una puerta. Giré el picaporte y empecé a abrirla.
Una explosión retumbó en mis tímpanos. Caí al suelo de espaldas, tumbado por la fuerza. Todo se había vuelto blanco, y solo podía escuchar un pitido, junto a una voz dando gritos. Debí haber perdido el conocimiento durante unos segundos, o simplemente estaba demasiado aturdido para entender lo que ocurría. Había fuego. Garrett se había colocado delante, y estaba tratando de apagar las llamas usando sus poderes, enviando pulsos de fuerza para hacer desvanecer las llamas. Funcionaba, a veces. Notaba un dolor en la parte superior de mi cabeza. Estaba húmedo. ¿Sangre? Debía haberme golpeado contra la pared. Empecé a desvanecerme de nuevo, cerrándo lentamente los ojos.
Todo estaba blanco.
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-Asher estará sin conocimiento durante unos minutos. Encargaos de las llamas. Podeis manejar a Garrett: es un brujo de fuerza, asi que se centra en telekinesis potente pero de poca duración.
-Cuando se apaguen las llamas, encontrareis que el sótano lleva a las catacumbas. La habitación en la que estais apesta a trementina, y hay seis cadáveres carbonizados en el suelo. Sus rostros son imposibles de distinguir, pero llevan el uniforme de la guardia.
Asher Daregan
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
La rubia seguía con su ejercicio mental, ajena a lo que pasaba en el exterior. Lo único que sabía era que estaba metida en algo que no se esperó y que tenía a su cuidado a una cazadora a la cual no parecía agradarle, por si fuera poco, dos guardias con caras de pocos amigos habían aparecido para averiguar lo que les había pasado a las herramientas del herrero. No podía existir un peor escenario que ese. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por las palabras de Huracán, quien por alguna extraña razón le daba palabras de ánimo. Ashy parpadeó confundida, pues no se esperaba aquella reacción por parte de la joven, considerando el hecho de que pensaba que la odiaba. Además, estaba el hecho de que ciertamente ella era inútil con todo lo ajeno a curar y dar problemas, por lo que tenía miedo de lo que su presencia pudiese desatar al estar tan cerca del peligro. Levantó la mirada para encontrarse con que el enorme guardia la observaba detenidamente, como si estuviese debatiendo la idea de llevarla o no.
Realmente era la primera vez que deseaba que la subestimaran y así no tener que acobardarse cuando menos se esperaba, pero todo parecía indicar que su presencia sería requerida con todo e inestabilidad mental. Finalmente se decidió salir de la herrería y la rubia optó por seguirles el paso desde atrás. Si no se interponía en su camino entonces no había razón para preocuparse por lo que pudiese pasar si su sadismo salía a flote, así todos estarían a salvo de ella, aunque pareciera la más indefensa la verdad es que había algo en su interior que la había llevado a asustarse de sí misma y no quería que los demás se diesen cuenta de eso. Llegaron a una plaza donde Huracán no tardó en inspeccionar el lugar. Ashy paseaba su mirada alrededor, manteniéndose detrás de Jules cuando la voz de la muchacha captó la atención de todos, invitándolos a que se aproximaran. Al parecer había encontrado un rastro, el cual no tardaron mucho en seguir.
Caminaron durante un rato, siguiendo las indicaciones de los guardias, pero por lo que parecía era una pista bastante difícil de seguir. Después de un rato llegaron a un edificio cuyas puertas se encontraban cerradas y el cual contaba con una especie de entrada descendiente, bastante asegurada para el gusto del guardia mayor. Con ayuda del otro guardia la trampilla se abrió y lentamente comenzaron a descender. La rubia se mantenía alerta, pues si algo había aprendido en sus travesuras era que el peligro se acrecentaba en lugares oscuros y estrechos. Un extraño ‘‘tic toc’’ se encendió en su cerebro a medida que bajaban por las escaleras de aquel sótano e instintivamente llevó dos de sus dedos a la remera de la muchacha con cierta preocupación. No estaba bien, algo definitivamente no estaba bien y la ojiazul no sabía cómo expresarlo. El ‘‘tic toc’’ dejó de sonar al tiempo que Asher abría la perilla de la puerta que se encontraba frente a ellos y sin previo aviso un estallido los sobresaltó, mandando al guardia mayor al suelo, golpeándose contra la pared en el proceso. Ashy miró en todas direcciones, buscando cerciorarse de que los demás estuviesen bien y se acercó al guardia herido. Ella no
— ¿Puedes oírme? —Todo parecía inútil, pues el guardia no respondía. Acercó su mano a la herida sangrante y comenzó a tratarla. No tenía nada en su mochila que lo despertara de aquel estado, pero al menos su cabeza ya no desbordaba. Una vez terminada su labor dirigió su mirada hacia los demás—. ¿Se encuentran bien? —Miró al guardia que yacía en su regazo y miró a Garrett quien seguramente estaría preocupado—. Él estará bien...pero tardará un poco en despertar.
Su instinto le había advertido acerca de ese lugar, pero ya era muy tarde para arrepentirse. Revisó que el guardia no tuviera ninguna otra magulladura y miró en derredor, ponderando sus opciones. Ella no podía sacar al guardia por sí sola y los demás tenían la preocupación del fuego, además, estaba el hecho de que si se retiraba a buscar ayuda los demás podían sufrir el mismo destino de Asher y no estaría ahí para socorrerlos, por lo que su mente comenzó a reprenderla por lo inútil que estaba resultando y esperaba que no hubiese otro accidente por el cual la vida de todos se pusiera en peligro de nuevo.
Realmente era la primera vez que deseaba que la subestimaran y así no tener que acobardarse cuando menos se esperaba, pero todo parecía indicar que su presencia sería requerida con todo e inestabilidad mental. Finalmente se decidió salir de la herrería y la rubia optó por seguirles el paso desde atrás. Si no se interponía en su camino entonces no había razón para preocuparse por lo que pudiese pasar si su sadismo salía a flote, así todos estarían a salvo de ella, aunque pareciera la más indefensa la verdad es que había algo en su interior que la había llevado a asustarse de sí misma y no quería que los demás se diesen cuenta de eso. Llegaron a una plaza donde Huracán no tardó en inspeccionar el lugar. Ashy paseaba su mirada alrededor, manteniéndose detrás de Jules cuando la voz de la muchacha captó la atención de todos, invitándolos a que se aproximaran. Al parecer había encontrado un rastro, el cual no tardaron mucho en seguir.
Caminaron durante un rato, siguiendo las indicaciones de los guardias, pero por lo que parecía era una pista bastante difícil de seguir. Después de un rato llegaron a un edificio cuyas puertas se encontraban cerradas y el cual contaba con una especie de entrada descendiente, bastante asegurada para el gusto del guardia mayor. Con ayuda del otro guardia la trampilla se abrió y lentamente comenzaron a descender. La rubia se mantenía alerta, pues si algo había aprendido en sus travesuras era que el peligro se acrecentaba en lugares oscuros y estrechos. Un extraño ‘‘tic toc’’ se encendió en su cerebro a medida que bajaban por las escaleras de aquel sótano e instintivamente llevó dos de sus dedos a la remera de la muchacha con cierta preocupación. No estaba bien, algo definitivamente no estaba bien y la ojiazul no sabía cómo expresarlo. El ‘‘tic toc’’ dejó de sonar al tiempo que Asher abría la perilla de la puerta que se encontraba frente a ellos y sin previo aviso un estallido los sobresaltó, mandando al guardia mayor al suelo, golpeándose contra la pared en el proceso. Ashy miró en todas direcciones, buscando cerciorarse de que los demás estuviesen bien y se acercó al guardia herido. Ella no
— ¿Puedes oírme? —Todo parecía inútil, pues el guardia no respondía. Acercó su mano a la herida sangrante y comenzó a tratarla. No tenía nada en su mochila que lo despertara de aquel estado, pero al menos su cabeza ya no desbordaba. Una vez terminada su labor dirigió su mirada hacia los demás—. ¿Se encuentran bien? —Miró al guardia que yacía en su regazo y miró a Garrett quien seguramente estaría preocupado—. Él estará bien...pero tardará un poco en despertar.
Su instinto le había advertido acerca de ese lugar, pero ya era muy tarde para arrepentirse. Revisó que el guardia no tuviera ninguna otra magulladura y miró en derredor, ponderando sus opciones. Ella no podía sacar al guardia por sí sola y los demás tenían la preocupación del fuego, además, estaba el hecho de que si se retiraba a buscar ayuda los demás podían sufrir el mismo destino de Asher y no estaría ahí para socorrerlos, por lo que su mente comenzó a reprenderla por lo inútil que estaba resultando y esperaba que no hubiese otro accidente por el cual la vida de todos se pusiera en peligro de nuevo.
Ashryn Elaynor
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Lo cierto es que no sé por qué acepté seguir a aquel hombre bestia perro que destilaba arrogancia por todos lados. Aquel tipo no tenía ninguna prueba contra mí y sus gestos me despreciaban continuamente. Un “gracias” habría bastado, incluso yo agradecía las cosas a la gente cuando me ayudaban altruistamente. Fuimos siguiendo el rastro que el olfato del guardia decía.
Volví a mirar a la doctora Ashryn, que permanecía silenciosa sin decir nada. Probablemente estaría pensando lo mismo que yo: ¿Qué hago aquí metida? Era muy responsable por parte de la guardia llevar contigo a detener bandidos a tres “civiles”. La joven se pegaba a Jules, el que más confianza le daba. Yo en su lugar también lo haría, entre los que quedaban, desde luego era el más cuerdo. Éste le correspondía con sonrisas y algún pequeño abrazo cariñoso, con el que trataba de reconfortarla.
El camino, durante el cual no pronuncié una sola palabra, terminó llevándonos a una especie de casa de varios pisos. La rodeamos y llegamos a una trampilla de la que por lo visto había salido la trementina. La dichosa sustancia explosiva que había en el hospital y por la que estaba metida en aquel jaleo. Abrimos la puerta del sótano, allí había unas escaleras que parecían descender hacia el interior.
El pasillo estaba oscuro y Jules chasqueó sus dedos para producir unas pequeñas llamitas en las puntas de los mismos de manera que el angosto pasillo quedaría tenuamente iluminado. No me gustaba meterme en sitios así y menos sin mi ballesta pesada. Por fortuna, aún guardaba las pequeñas y mis poderes del viento, que siempre permanecían conmigo.
Terminamos llegando a una puerta que el guardia perro iba a proceder a abrir. Yo, acostumbrada a perseguir vampiros por rincones oscuros y estrechos, como el que nos encontrábamos, lo primero que hice fue fijarme en el pomo de la puerta. Primera norma del cazador: Estudia bien el entorno. Y así lo hice, observando como un hilo salía del pomo de la puerta y se perdía en la oscuridad. Asher no parecía haberse percatado de ello y procedió a abrir la puerta.
-Disculpa, pero creo que eso es una… - tarde. Tuvo lugar una explosión. - … trampa.
Demasiado tarde, el hombre perro cayó inconsciente al suelo y la doctora Ashryn pronto comenzó a atenderle. Por fortuna para él, llevábamos a una chica competente en ello. Pero aún así, las llamas comenzaron a salir por la puerta.
-Bravo, guardia. Ahora todo el mundo nos habrá escuchado. – comenté irónica al inconsciente mientras ayudaba a su compañero a apagar las llamas, provocando fuertes y cortas corrientes de aire que sería suficiente para ahogar las llamas y extinguir el fuego.
Al otro lado de la puerta sentí pasos y voces. Los bandidos sin duda por el ruido se habían percatado de nuestra presencia. ¿Nos estarían esperando o irían por la puerta trasera? No habría forma de averiguarlo si no avanzábamos. De cualquier modo gracias a Asher habíamos perdido el casi siempre determinante factor sorpresa.
-Jules, protege a la doctora. – le ordené a mi compañero, que rápidamente gesticuló con la mano y se pegó a ella. La elfa no tenía culpa alguna de estar allí en ese embrollo y mi prioridad era cuidarla a ella, del mismo modo que ella había hecho conmigo durante toda la semana anterior. Desenfundé mis dos ballestas pequeñas y me dirigí al guardia que comenzaba por fin a levantarse después del shock. – Sé que a los guardias os gusta pasar el día durmiendo, pero creo que ahora no es el momento. – comenté irónica ofreciéndole mi opinión general sobre la guardia. A ver si así al menos conseguía despertar su hombría y me demostraba “lo machito” que era deteniendo al grupo de ladrones. Me mantendría siempre desde la distancia, como era mi especialidad.
Volví a mirar a la doctora Ashryn, que permanecía silenciosa sin decir nada. Probablemente estaría pensando lo mismo que yo: ¿Qué hago aquí metida? Era muy responsable por parte de la guardia llevar contigo a detener bandidos a tres “civiles”. La joven se pegaba a Jules, el que más confianza le daba. Yo en su lugar también lo haría, entre los que quedaban, desde luego era el más cuerdo. Éste le correspondía con sonrisas y algún pequeño abrazo cariñoso, con el que trataba de reconfortarla.
El camino, durante el cual no pronuncié una sola palabra, terminó llevándonos a una especie de casa de varios pisos. La rodeamos y llegamos a una trampilla de la que por lo visto había salido la trementina. La dichosa sustancia explosiva que había en el hospital y por la que estaba metida en aquel jaleo. Abrimos la puerta del sótano, allí había unas escaleras que parecían descender hacia el interior.
El pasillo estaba oscuro y Jules chasqueó sus dedos para producir unas pequeñas llamitas en las puntas de los mismos de manera que el angosto pasillo quedaría tenuamente iluminado. No me gustaba meterme en sitios así y menos sin mi ballesta pesada. Por fortuna, aún guardaba las pequeñas y mis poderes del viento, que siempre permanecían conmigo.
Terminamos llegando a una puerta que el guardia perro iba a proceder a abrir. Yo, acostumbrada a perseguir vampiros por rincones oscuros y estrechos, como el que nos encontrábamos, lo primero que hice fue fijarme en el pomo de la puerta. Primera norma del cazador: Estudia bien el entorno. Y así lo hice, observando como un hilo salía del pomo de la puerta y se perdía en la oscuridad. Asher no parecía haberse percatado de ello y procedió a abrir la puerta.
-Disculpa, pero creo que eso es una… - tarde. Tuvo lugar una explosión. - … trampa.
Demasiado tarde, el hombre perro cayó inconsciente al suelo y la doctora Ashryn pronto comenzó a atenderle. Por fortuna para él, llevábamos a una chica competente en ello. Pero aún así, las llamas comenzaron a salir por la puerta.
-Bravo, guardia. Ahora todo el mundo nos habrá escuchado. – comenté irónica al inconsciente mientras ayudaba a su compañero a apagar las llamas, provocando fuertes y cortas corrientes de aire que sería suficiente para ahogar las llamas y extinguir el fuego.
Al otro lado de la puerta sentí pasos y voces. Los bandidos sin duda por el ruido se habían percatado de nuestra presencia. ¿Nos estarían esperando o irían por la puerta trasera? No habría forma de averiguarlo si no avanzábamos. De cualquier modo gracias a Asher habíamos perdido el casi siempre determinante factor sorpresa.
-Jules, protege a la doctora. – le ordené a mi compañero, que rápidamente gesticuló con la mano y se pegó a ella. La elfa no tenía culpa alguna de estar allí en ese embrollo y mi prioridad era cuidarla a ella, del mismo modo que ella había hecho conmigo durante toda la semana anterior. Desenfundé mis dos ballestas pequeñas y me dirigí al guardia que comenzaba por fin a levantarse después del shock. – Sé que a los guardias os gusta pasar el día durmiendo, pero creo que ahora no es el momento. – comenté irónica ofreciéndole mi opinión general sobre la guardia. A ver si así al menos conseguía despertar su hombría y me demostraba “lo machito” que era deteniendo al grupo de ladrones. Me mantendría siempre desde la distancia, como era mi especialidad.
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Odiaba los lugares oscuros y estrechos, eso era un hecho. Se habían quedado sin la ayuda del guardia mayor, pues por andar de ‘‘precavido’’ se le ocurrió la brillante idea de abrir una puerta de la cual no tenía la menor idea de si era segura o no. Como era de esperarse se trataba de una trampa que dio lugar a una explosión, la cual terminó dejando al guardia completamente fuera de combate, a pesar de las advertencias previas que Huracán le había brindado. La rubia se llevó la palma de la mano a su frente al verse en aquella penosa situación, pensando en lo que sucedería a continuación y rogándole a los dioses que les permitieran salir de ahí en una pieza. Al volver a levantar la mirada se sorprendió al ver a la muchacha ayudando a apagar las llamas, manejando el viento con una maestría envidiable y haciendo algo que ella jamás podría hacer: ser útil.
Notó el semblante pensativo en Huracán, seguido por las instrucciones que le dio a su compañero para que la cuidase, quien acató la orden poniendo a la elfa a salvo detrás de él. No sabía lo que estaba por ocurrir y realmente tenía un mal presentimiento de aquello, por lo que se mantuvo alerta, aguardando a lo peor. El guardia mayor comenzaba a despertarse, aunque un tanto aturdido como era de suponer. Genial, se le ocurría no ser de ayuda en el momento menos indicado. Ashy se acercó de nuevo al guardia ayudándolo a incorporarse; una vez que notó que podía mantenerse por su cuenta, la elfita se escabulló hasta posicionarse cerca de la muchacha. Ella era su prioridad y eso no se le olvidaba, por lo que no se movería de su lado hasta llevarla de regreso sana y salva.
—Tengan cuidado… —susurró con precaución.
Estando más cerca del lugar donde se había producido la explosión, pudo darse cuenta de que había cierta algarabía del otro lado. Seguramente se tendrían que enfrentar a un peligro mayor y con el guardia más grande en estado alelado, sus posibilidades se reducían considerablemente. Solo les restaba estar preparados y moverse con rapidez.
Notó el semblante pensativo en Huracán, seguido por las instrucciones que le dio a su compañero para que la cuidase, quien acató la orden poniendo a la elfa a salvo detrás de él. No sabía lo que estaba por ocurrir y realmente tenía un mal presentimiento de aquello, por lo que se mantuvo alerta, aguardando a lo peor. El guardia mayor comenzaba a despertarse, aunque un tanto aturdido como era de suponer. Genial, se le ocurría no ser de ayuda en el momento menos indicado. Ashy se acercó de nuevo al guardia ayudándolo a incorporarse; una vez que notó que podía mantenerse por su cuenta, la elfita se escabulló hasta posicionarse cerca de la muchacha. Ella era su prioridad y eso no se le olvidaba, por lo que no se movería de su lado hasta llevarla de regreso sana y salva.
—Tengan cuidado… —susurró con precaución.
Estando más cerca del lugar donde se había producido la explosión, pudo darse cuenta de que había cierta algarabía del otro lado. Seguramente se tendrían que enfrentar a un peligro mayor y con el guardia más grande en estado alelado, sus posibilidades se reducían considerablemente. Solo les restaba estar preparados y moverse con rapidez.
Ashryn Elaynor
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
Me quedé quieta durante unos instantes, de brazos cruzados, esperando a que el perro o su amigo guardián despertasen. Tardaron en hacerlo, pero aún cuando lo hicieron parecían demasiado atolondrados como para luchar. Qué típico de la guardia… Una vez más la sociedad privada debíamos de solucionar lo que los inútiles de los guardias eran incapaces de hacer por sí mismos. – En fin… - suspiré, haciendo gestos de desesperación con la cabeza cuando vi que ninguno de los dos estaba en mínimas condiciones para luchar. – Venga, largo de aquí, inútiles. – les dije, empujándolos fuera del sótano, a la vez que hacía gestos de negación mientras los veía marchar.
Miré a Jules entonces, para ver qué opinaba al respecto, aunque sólo alzó los hombros sin saber muy bien si tomarse aquello en serio o como una broma. En cuanto a la elfa, estábamos a punto de entrar a una guarida de malhechores y parecía un corderito ahora mismo. Si por mi fuera me habría marchado en aquel mismo instante, pero debía limpiar toda sospecha de mí, así que no me quedaría nada que hacer de heroína particular del día.
-¿Vamos? – le pregunté seria, con mi voz grave, entrecerrando los ojos.
-Vamos. – respondió Jules, que se giró hacia la elfa. – Sígueme, Ashryn. Mantente detrás de nosotros.
Tomamos nuestras ballestas pesadas y Jules rápidamente dio algo de luz al local. ¿Cuánta gente habría allí? Probablemente bastante, pero no eran vampiros, a fin de cuentas, así que confiaba en que todo fuera bastante rápido. - ¿Puedes hacer alguna magia inspiradora? – le pregunté a la sanadora, siendo élfa, tal vez tuviese alguna habilidad con la que evitar cualquier percance como tan bien hacía Níniel en nuestras batallas contra rivales mucho más peligrosos que a los que nos tendríamos que enfrentar allí.
Había un silencio absoluto en la escena. Estaban claro que iban a emboscarnos, Jules y yo cubrimos con nuestras ballestas en ristre a cada lado de la sala, imaginando que la elfa se colocaría entre nosotros, o tal vez se hubiese quedado atrás, no lo sabía porque estaba más concentrada en cualquiera que pudiese salirnos del frente.
Un grito seco rompió el apacible momento de tranquilidad, y un hombre, en un acto más suicida que heroico, se trató de lanzar contra mí, no tardó en tener la primera saeta a la altura del estómago. Jules hizo lo propio con el que fue a por él.
Recargué rápido, los siguientes ya fueron más precavidos y optaron por atacar desde la distancia, detrás de una mesa. Lanzándonos cuchillos. - ¡Ash balla ná! – conjuré en mi llamada al viento, derribando las mesas tras las que se escondían con una fuerte corriente de aire. Me llevé la mano al bolso trasero y tomé una de las bombas alquímicas de Soffleheimer, concretamente la roja, la que consistía en una emulsión de sustancias alquímicas altamente explosivas. Desactivé el seguro y la lancé contra detrás de uno de las mesas del sótano tras las que se escondían nuevos bandidos, que no tardaría en explotar y sus miembros saltar por los aires.
Entonces vi como otro más estaba aproximándose a mí por un lateral. Jules seguía enfrascado con otros enemigos, conjuré el viento sobre mis pies y alcé el vuelo por encima de él, dando una atlética voltereta lateral mientras la cual saqué una de mis ballestas pequeñas y le disparaba un tiro en la cabeza en cuanto pisé el suelo, en un gesto elegante y repleto de estilo.
El combate restante se desarrolló de manera fácil para nosotros, los cazadores, y, poco a poco, fueron quedando menos enemigos. No eran muchos en total, ¿seis? ¿tal vez, ocho? No me paré a detener los cuerpos que allí yacían, simplemente eché un vistazo para comprobar que ninguno se movía mientras cargaba mis ballestas pequeñas con un gesto de suficiencia total. Luego me giré hacia la elfa, que tampoco sabía si había contribuido o no en derrotar a alguno de los enemigos.
-¿Estás bien, doctora? – le pregunté seria, mientras enfundaba la última de mis ballestas en el cinturón tras haberlas cargado con nuevos virotes pequeños de mi faltriquera. Curioso saber qué pensaría aquella mujer de toda la sangre derramada.
-Aquí tienes unos cuantos voluntarios y donantes de sangre. – bromeó Jules con Ashryn, entre risas, haciendo lo mismo que yo con su armamento. Miré para él con dejadez pero sin responder a su poco gracioso comentario. Luego miró hacia la puerta. – Los guardias estarán contentos, les hemos hecho nosotros todo el trabajo.
-La guardia es incompetente. Siempre lo ha sido. Cobardes que se aprovechan de su autoridad para que otros le hagan el trabajo sucio.– confirmé con hastío, recordando la cantidad de inútiles que no habían hecho sino complicarme las cosas a lo largo de mi vida y lo poco que solucionaban. Siempre terminaba siendo yo la que los ayudaba a ellos. – Vámonos. – concluí, sin mirar más a ninguno de los presentes y disponiéndome.
-Huracán… siempre tan… - suspiró el brujo con resignación, alzando las cejas e inclinando la cabeza con gracia hacia Ashryn, estirando su brazo para dejarla pasar a ella primero. - Usted primero, señorita. - sonrió, guiñándole un ojo.
Miré a Jules entonces, para ver qué opinaba al respecto, aunque sólo alzó los hombros sin saber muy bien si tomarse aquello en serio o como una broma. En cuanto a la elfa, estábamos a punto de entrar a una guarida de malhechores y parecía un corderito ahora mismo. Si por mi fuera me habría marchado en aquel mismo instante, pero debía limpiar toda sospecha de mí, así que no me quedaría nada que hacer de heroína particular del día.
-¿Vamos? – le pregunté seria, con mi voz grave, entrecerrando los ojos.
-Vamos. – respondió Jules, que se giró hacia la elfa. – Sígueme, Ashryn. Mantente detrás de nosotros.
Tomamos nuestras ballestas pesadas y Jules rápidamente dio algo de luz al local. ¿Cuánta gente habría allí? Probablemente bastante, pero no eran vampiros, a fin de cuentas, así que confiaba en que todo fuera bastante rápido. - ¿Puedes hacer alguna magia inspiradora? – le pregunté a la sanadora, siendo élfa, tal vez tuviese alguna habilidad con la que evitar cualquier percance como tan bien hacía Níniel en nuestras batallas contra rivales mucho más peligrosos que a los que nos tendríamos que enfrentar allí.
Había un silencio absoluto en la escena. Estaban claro que iban a emboscarnos, Jules y yo cubrimos con nuestras ballestas en ristre a cada lado de la sala, imaginando que la elfa se colocaría entre nosotros, o tal vez se hubiese quedado atrás, no lo sabía porque estaba más concentrada en cualquiera que pudiese salirnos del frente.
Un grito seco rompió el apacible momento de tranquilidad, y un hombre, en un acto más suicida que heroico, se trató de lanzar contra mí, no tardó en tener la primera saeta a la altura del estómago. Jules hizo lo propio con el que fue a por él.
Recargué rápido, los siguientes ya fueron más precavidos y optaron por atacar desde la distancia, detrás de una mesa. Lanzándonos cuchillos. - ¡Ash balla ná! – conjuré en mi llamada al viento, derribando las mesas tras las que se escondían con una fuerte corriente de aire. Me llevé la mano al bolso trasero y tomé una de las bombas alquímicas de Soffleheimer, concretamente la roja, la que consistía en una emulsión de sustancias alquímicas altamente explosivas. Desactivé el seguro y la lancé contra detrás de uno de las mesas del sótano tras las que se escondían nuevos bandidos, que no tardaría en explotar y sus miembros saltar por los aires.
Entonces vi como otro más estaba aproximándose a mí por un lateral. Jules seguía enfrascado con otros enemigos, conjuré el viento sobre mis pies y alcé el vuelo por encima de él, dando una atlética voltereta lateral mientras la cual saqué una de mis ballestas pequeñas y le disparaba un tiro en la cabeza en cuanto pisé el suelo, en un gesto elegante y repleto de estilo.
El combate restante se desarrolló de manera fácil para nosotros, los cazadores, y, poco a poco, fueron quedando menos enemigos. No eran muchos en total, ¿seis? ¿tal vez, ocho? No me paré a detener los cuerpos que allí yacían, simplemente eché un vistazo para comprobar que ninguno se movía mientras cargaba mis ballestas pequeñas con un gesto de suficiencia total. Luego me giré hacia la elfa, que tampoco sabía si había contribuido o no en derrotar a alguno de los enemigos.
-¿Estás bien, doctora? – le pregunté seria, mientras enfundaba la última de mis ballestas en el cinturón tras haberlas cargado con nuevos virotes pequeños de mi faltriquera. Curioso saber qué pensaría aquella mujer de toda la sangre derramada.
-Aquí tienes unos cuantos voluntarios y donantes de sangre. – bromeó Jules con Ashryn, entre risas, haciendo lo mismo que yo con su armamento. Miré para él con dejadez pero sin responder a su poco gracioso comentario. Luego miró hacia la puerta. – Los guardias estarán contentos, les hemos hecho nosotros todo el trabajo.
-La guardia es incompetente. Siempre lo ha sido. Cobardes que se aprovechan de su autoridad para que otros le hagan el trabajo sucio.– confirmé con hastío, recordando la cantidad de inútiles que no habían hecho sino complicarme las cosas a lo largo de mi vida y lo poco que solucionaban. Siempre terminaba siendo yo la que los ayudaba a ellos. – Vámonos. – concluí, sin mirar más a ninguno de los presentes y disponiéndome.
-Huracán… siempre tan… - suspiró el brujo con resignación, alzando las cejas e inclinando la cabeza con gracia hacia Ashryn, estirando su brazo para dejarla pasar a ella primero. - Usted primero, señorita. - sonrió, guiñándole un ojo.
*Off: Subrayo habilidad de nivel 0 y 1: Ballestera y medio natural.
Anastasia Boisson
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Re: Orgullo herido [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
¿Cuánto tiempo había pasado desde que dejó el hospital? Realmente no lo sabía con certeza, pero le parecía una eternidad. Lo único que quería era volver a la seguridad del hospital, puesto que estaba un poco cansada de que todos los días su vida pendiese de un hilo y ciertamente necesitaba un largo descanso de sus propias travesuras. La joven había sacado a ambos guardias del sótano, dejando al trío inicial solos en el lugar. Menos personas, más peligro. Ese sin duda no era su día de suerte. Asintió con desconcierto y siguió al joven, haciendo caso extremo a las instrucciones de que permaneciera detrás de ellos en todo momento, mirando a su alrededor por si acaso otro peligro osaba caerles de sorpresa. Nuevamente estaba siendo poco útil y esa sensación se estaba volviendo cada vez más insoportable.
—Lo siento…mis habilidades se reducen al conocimiento de la medicina, la sanación y la potenciación de las habilidades de otros…
Habló tan claro como le fue posible, aunque su voz sonó bastante bajita, pues no se sentía con los ánimos suficientes como para aclarar que ella no sabía hacer nada. El exceso de sonido en la escena la hizo alertarse, manteniéndose cerca de los cazadores a la espera de cualquier cosa, mientras trataba de mantener su concentración intacta para que su inútil magia no perdiera el efecto deseado, aunque esto por poco le resultaba imposible; considerando el hecho de que de la nada dos sujetos saltaron atacando de lleno a los jóvenes.Ambos contrarrestaron con envidiable rapidez a todos los que se atrevían a lanzarse contra ellos, mientras ella solo podía observar, tratando de no estorbarles y cuidando potenciar sus habilidades en todo momento, fortaleciéndolos con todo lo que su magia podía dar.
De un momento a otro todo se volvió confuso y difuso. No estaba muy segura de lo que había sucedido, pero ese descuido casi le cuesta la vida, puesto que uno de los bandidos la tomó por el brazo, sujetándola firmemente. En ese punto de su vida lo que menos deseaba era volver a tener que hacer algo como aquello, pero no tendría opción si quería salir viva de ahí, por lo que, con toda la rapidez que le permitían sus habilidades aprendidas con Destino, sacó la daga de su compañero de gremio y corto la mano del bandido, zafándose de su agarre. Sin darle tiempo a que volviese a arremeter en su contra, giró la daga de lado y la pasó por el cuello del sujeto, cortándole la arteria carótida y causándole una muerte rápida. Soltó un suspiro resignado y levantó la vista de nuevo, encontrándose con un nuevo bandido dirigiéndose a ella con cara de no pocos amigos, a lo cual no dudó en lanzar su daga directo hacia el corazón de su atacante, justo con la precisión que le había enseñado el elfo pelinegro tiempo atrás.
—La jefa debería darme un aumento —masculló de forma burlesca, acercándose al cadáver para tomar la daga del vampiro—. No es sencillo usar estas cosas… —miró a su alrededor, notando que solo quedaban ella y los cazadores de pie—. Pero… ¿qué? —Se golpeó mentalmente cuando Huracán le preguntó si estaba bien y ella no dudo acercarse para revisarla—. ¡¿Usted se encuentra bien?! —Sonrió aliviada de verla en una sola pieza y sonrió ante la broma que Jules le hizo—. A veces se necesita de las habilidades de una experta —rio un poco, tratando de aligerar el comentario de que la guardia era inútil, pues, ciertamente, en esa ocasión lo habían sido—. Gracias, caballero.
Respondió a la broma de Jules, quien le cedió el paso para que se adelantara, guiñándole el ojo de forma graciosa, a lo que Ashy no dudó en soltar una pequeña risa. El brujo volvía a agradarle, aunque estaba por ver si ella había logrado ser del agrado de aquella señorita.
—Lo siento…mis habilidades se reducen al conocimiento de la medicina, la sanación y la potenciación de las habilidades de otros…
Habló tan claro como le fue posible, aunque su voz sonó bastante bajita, pues no se sentía con los ánimos suficientes como para aclarar que ella no sabía hacer nada. El exceso de sonido en la escena la hizo alertarse, manteniéndose cerca de los cazadores a la espera de cualquier cosa, mientras trataba de mantener su concentración intacta para que su inútil magia no perdiera el efecto deseado, aunque esto por poco le resultaba imposible; considerando el hecho de que de la nada dos sujetos saltaron atacando de lleno a los jóvenes.Ambos contrarrestaron con envidiable rapidez a todos los que se atrevían a lanzarse contra ellos, mientras ella solo podía observar, tratando de no estorbarles y cuidando potenciar sus habilidades en todo momento, fortaleciéndolos con todo lo que su magia podía dar.
De un momento a otro todo se volvió confuso y difuso. No estaba muy segura de lo que había sucedido, pero ese descuido casi le cuesta la vida, puesto que uno de los bandidos la tomó por el brazo, sujetándola firmemente. En ese punto de su vida lo que menos deseaba era volver a tener que hacer algo como aquello, pero no tendría opción si quería salir viva de ahí, por lo que, con toda la rapidez que le permitían sus habilidades aprendidas con Destino, sacó la daga de su compañero de gremio y corto la mano del bandido, zafándose de su agarre. Sin darle tiempo a que volviese a arremeter en su contra, giró la daga de lado y la pasó por el cuello del sujeto, cortándole la arteria carótida y causándole una muerte rápida. Soltó un suspiro resignado y levantó la vista de nuevo, encontrándose con un nuevo bandido dirigiéndose a ella con cara de no pocos amigos, a lo cual no dudó en lanzar su daga directo hacia el corazón de su atacante, justo con la precisión que le había enseñado el elfo pelinegro tiempo atrás.
—La jefa debería darme un aumento —masculló de forma burlesca, acercándose al cadáver para tomar la daga del vampiro—. No es sencillo usar estas cosas… —miró a su alrededor, notando que solo quedaban ella y los cazadores de pie—. Pero… ¿qué? —Se golpeó mentalmente cuando Huracán le preguntó si estaba bien y ella no dudo acercarse para revisarla—. ¡¿Usted se encuentra bien?! —Sonrió aliviada de verla en una sola pieza y sonrió ante la broma que Jules le hizo—. A veces se necesita de las habilidades de una experta —rio un poco, tratando de aligerar el comentario de que la guardia era inútil, pues, ciertamente, en esa ocasión lo habían sido—. Gracias, caballero.
Respondió a la broma de Jules, quien le cedió el paso para que se adelantara, guiñándole el ojo de forma graciosa, a lo que Ashy no dudó en soltar una pequeña risa. El brujo volvía a agradarle, aunque estaba por ver si ella había logrado ser del agrado de aquella señorita.
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Ashryn Elaynor
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