Antes del amanecer. [Trabajo]
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Antes del amanecer. [Trabajo]
Abrí los ojos y me desperté, jadeando. Estaba oscuro, demasiado para ver nada. Los recuerdos de mi sueño me asaltaron de nuevo. ¿Había gritado? No, nadie más parecía haberse levantado. No escuchaba ningún movimiento cercado, ni siquiera un ronquido. Me tumbé de nuevo, colocando mi cara sobre mi almohada, y gruñí.
Tardé unos segundos en darme cuenta de que estaba temblando. Los sueños habían empezado a volver, poco a poco. Ninguno había sido tan vívido como el primero, pero apenas había tenido noches de alivio. Todo por culpa de la marca de mi hombro, o al menos, eso pensaba. Me había planteado más de una vez el desgarrar pelo y carne hasta que desapareciese de mi cuerpo, pero había resistido el impulso según venía. Me levanté y empecé a caminar a paso lento.
Mis ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad. No tardé en darme cuenta de que estaba sólo. Ningún otro guardia había dormido en los barracones, al menos en esa habitación. Los olores permanecían en sus respectivas camas, pero no había indicios de que hubiesen dormido allí. Probablemente se encontrarían en expediciones, enfermos, o tal vez hubiesen ido a sus hogares. Daba igual. Tras asegurarme de que no había nadie, volví a tumbarme sobre mi cama y gemí, angustiado.
No lo entendía.
Me habían quitado mi libertad. Obligado a permanecer como guardia y obedecer órdenes. Cada vez que la marca ardía como respuesta a aquella palabra, el dolor nublaba todos mis sentidos. Y cada vez que se me hacía una pregunta con el otro comando, la respuesta aparecía en mi mente y dominaba mi cabeza.
Pero los sueños no tenían nada que ver con eso.
El primero fue el que hizo que me arrepintiese de todo, y abandonara el nombre que había llevado. Me avergonzaba. Pero nadie más entendería el por qué, o eso creía. Eso consiguió aliviarme, durante un tiempo. Pero cuanto más pensaba por el día, peores eran las noches.
Estaba tan cansado. Me acosté de nuevo, esperando al amanecer. Poco a poco, el agotamiento consiguió vencer a mis pensamientos, y volví a dormir.
Tardé unos segundos en darme cuenta de que estaba temblando. Los sueños habían empezado a volver, poco a poco. Ninguno había sido tan vívido como el primero, pero apenas había tenido noches de alivio. Todo por culpa de la marca de mi hombro, o al menos, eso pensaba. Me había planteado más de una vez el desgarrar pelo y carne hasta que desapareciese de mi cuerpo, pero había resistido el impulso según venía. Me levanté y empecé a caminar a paso lento.
Mis ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad. No tardé en darme cuenta de que estaba sólo. Ningún otro guardia había dormido en los barracones, al menos en esa habitación. Los olores permanecían en sus respectivas camas, pero no había indicios de que hubiesen dormido allí. Probablemente se encontrarían en expediciones, enfermos, o tal vez hubiesen ido a sus hogares. Daba igual. Tras asegurarme de que no había nadie, volví a tumbarme sobre mi cama y gemí, angustiado.
No lo entendía.
Me habían quitado mi libertad. Obligado a permanecer como guardia y obedecer órdenes. Cada vez que la marca ardía como respuesta a aquella palabra, el dolor nublaba todos mis sentidos. Y cada vez que se me hacía una pregunta con el otro comando, la respuesta aparecía en mi mente y dominaba mi cabeza.
Pero los sueños no tenían nada que ver con eso.
El primero fue el que hizo que me arrepintiese de todo, y abandonara el nombre que había llevado. Me avergonzaba. Pero nadie más entendería el por qué, o eso creía. Eso consiguió aliviarme, durante un tiempo. Pero cuanto más pensaba por el día, peores eran las noches.
Estaba tan cansado. Me acosté de nuevo, esperando al amanecer. Poco a poco, el agotamiento consiguió vencer a mis pensamientos, y volví a dormir.
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-Asi que... proteger a un noble de su propia cabeza. Genial.- comenté, seco. Tyron nos había dado ya las órdenes del día. Por una vez, mi compañero era Eltrant en lugar de Garrett, y seguía siendo mejor que una patrulla por las calles de Lunargenta. -Empiezo a dudar sobre la salud mental del sargento. Creo que el estrés le está afectando a la cabeza... ese noble tiene un maldito batallón en su mansión, ¿de verdad necesita un par de guardias más? Por muchos sueños de su muerte que tenga...- Aunque bien era cierto que los soldados privados eran fácilmente sobornables... gran parte de la guardia también lo era.
-Es ahí.- A decir verdad, parecía más un castillo que una mansión. Dos humanos enlatados en pesadas armaduras cubrían la puerta. -¡Alto! ¡Lord Uriel nos ha dado órdenes de no dejar que nadie ajeno a la mansión entre! ¿Que asuntos teneis aquí?-
Suspiré, exasperado, y miré a Eltrant, dejándole hablar primero. Sospechaba que si yo lo intentaba solo acabaría irritándome más. Después de que lidiase con ellos y que anunciasen nuestra llegada al hombre que debíamos proteger, entramos en un gran salón.
No tardó en aparecer. Un hombre, aproximadamente en sus 60 años, con pelo largo y canoso y enfundado en una túnica muy exquisita, bajó las escaleras cuidadosamente, pero al vernos, abrió mucho los ojos y se apresuró.
-Tu... te he visto... ¡Deja que te vea la cara!- dijo, acercándose a Eltrant para examinarlo de cerca. -Si... tu aparecias en mis sueños... Entonces las estrellas estaban en lo cierto y éste es el día señalado. Que los dioses me den fuerza.- murmuró. Intercambié una mirada con mi compañero. Aquel tipo estaba completamente demente. -¡Tu debes protegerme! Vendrán a por mi pronto, lo sé... solo tú puedes ayudarme...-
Sonreí. Aquel tipo estaba loco, pero al menos a mi me dejaba fuera de sus elucubraciones. De hecho, dudaba incluso de que se hubiese dado cuenta de mi presencia. Tale, sin embargo, no parecía tener tanta suerte. -Vaya, así que eres el elegido. Que envidia.- bromeé. -Quien sabe, empiezas aquí e igual acabas... no sé, salvando el mundo y destruyendo portales a planos demoniacos.- reí.
Fuera como fuese, había que averiguar por qué creía que le iban a matar. A decir verdad, parecía algo pálido. Tal vez enfermo... claro que se había vuelto problema de Eltrant, no mio.
Asher Daregan
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Re: Antes del amanecer. [Trabajo]
- Bueno, creo que somos más bien una formalidad que otra cosa, ha pedido expresamente a un par de guardas para que le vigilen, según sé. – Dijo Eltrant a su compañero, aunque este no se equivocaba ¿Por qué diantres Tyron había decidido mandarles allí? Garret y Theo hubiesen sido mejores opciones que ellos dos, él no era precisamente la mejor persona que conocía para tratar con los pomposos que habitaban las enormes mansiones de aquellos barrios, y dudaba mucho que Asher fuese mucho mejor que él.
- Todas estas mansiones tienen un aspecto horrible. – Dijo cruzándose de brazos según avanzaba, junto al lobo - ¿Es que tener dinero suprime el sentido del gusto? – Asher no tuvo tiempo de responder, pues dos enormes individuos enfundados en gruesas armaduras similares a las de Eltrant bloquearon el paso a los recién llegados, preguntando enseguida que asuntos traía a los uniformados hasta aquel lugar.
El exasperado quejido que dejó escapar su compañero fue lo que dio pie a Eltrant para que tomase la iniciativa, no quería acabar empujando rocas de varias toneladas para contentar al sargento, al hombre le había caído en gracia aquello, y no paraba de mandar tareas físicas al castaño con demasiada frecuencia para su gusto - Soy Eltrant Tale – Miró al lobo, que seguía con cara de pocos amigos – Aquí mi entrañable acompañante es Asher Daregan – Miró de arriba abajo a los soldados que les impedían entrar, Asher tenía razón, aquellos hombres por si solo podrían mantener a raya a cualquier intruso, ¿Qué estaban haciendo en aquel lugar? – El Sargento Tyron nos manda como refuerzos por recomendación de Lord Uriel. – Los soldados murmuraron entre ellos durante unos instantes, y después de mandar a otro individuo, este portando ropajes más ligeros al interior del edificio, dejaron que los guardas pasasen.
Como de costumbre, el espectáculo que se encontró tras las imponentes puertas de aquella mansión, que casi parecía más una fortaleza que una casa, hizo que el exmercenario sintiese como se le encogiera el estómago. Cuadros de aspecto ostentoso, armaduras y armas de exposición, muebles de diversos colores, claramente fabricados con maderas que Eltrant no era capaz de identificar a simple vista.
- ¿Ves aquella mesa? – Eltrant le dio un codazo a Asher y señaló el mueble que no estaba muy lejos de ellos, en el mismo centro del gran salón al que le habían acompañado los soldados que ahora volvían a la entrada – Estoy seguro que mi herrería cabe encima.
El mencionado al que, supuestamente, iban a custodiar, no tardó mucho en hacer acto de presencia, quizás tuvieron que aguardar unos diez minutos máximo. Eltrant enarcó una ceja y se cruzó de brazos, un hombre de aspecto regio y larga barba gris. – Lord Uriel, supongo. – Dijo inocentemente, sin esperar lo que vendría a continuación.
El anciano tomó la cabeza del castaño directamente, haciendo caso omiso a todas las posibles normas sociales, le miró directamente a los ojos y comenzó a soltar un montón de sin sentidos de sus labios – “¡¿Cómo?!” – Eltrant se zafó del agarre del anciano y miró a Asher, que no tardó en hacer uso del sarcasmo para describir la situación del guarda – No, espera, yo no soy el único que ha venido… - El anciano, atusándose la barba, miró a al lobo y abrió los ojos de par en par. – ¡Tú! – Dijo acercándose a él de igual forma que había hecho con Eltrant – Sí… sí… - Asintió para si, como si todo lo que estaba aconteciendo fuesen piezas de un puzzle que, poco a poco, se estaban comenzando a unir unas con las otras.
- Pero no podéis estar los dos juntos, no, todavía no, no hasta la hora señalada – Dijo cruzándose de brazos – Vuestro papel en esta historia es muy distinto, y a la vez, muy similar – Dijo chasqueando los dedos - ¡Victoria! ¡Teresa! – Con el chasquido de los dedos, dos jóvenes ataviadas con unos sugerentes vestidos de asistenta irrumpieron en la estancia, bajando por la imponente escalera de mármol que yacía a uno de los extremos de la habitación. - ¿Qué desea Lord Uriel? – Las jóvenes se colocaron a escasos metros de los presentes, mirando a Asher con curiosidad.
- Cuidad del señor Darengan, como os he dicho – Sentenció sonriendo, las chicas asintieron y, de forma casi automática, tomaron al lobo por cada uno de los brazos y procedieron a arrastrarle escaleras arriba – Por aquí, señor, debe de estar preparado para lo que le aguarda más adelante – Sonriendo la segunda joven comenzó a quitarle los pocos utensilios de cuero que cubrían el pecho del hombre-bestia.
- Oye, oye – Eltrant frunció el ceño - ¿Se puede saber qué es esto? Nosotros estamos aquí para protegerle no para… Asher, no dejes que te… - Negó con la cabeza y señaló a Asher – No nos pagan por esto. – El anciano hizo un gesto, quitándole importancia al asunto – Las gemelas le cuidarán bien, no te preocupes por él. Tú, amigo mío, acompáñame a mi estudio.
Refunfuñando por lo bajo siguió al viejo después de que este insistiera considerablemente en esto, envidaba a Asher, al menos él estaba con las “gemelas” – Señor Tale, en mis sueños me decías una frase muy importante para mí, una frase que no sé qué quiere decir. – El hombre se sentó detrás de un escritorio y con una delicada pluma de vivos colores, escribió en una hoja de papel amarillento en apenas unos segundos.
- “Puedo verte aún en la penumbra” – Leyó Eltrant en voz alta, definitivamente, el viejo estaba como una regadera - ¿Qué significa esto para ti, señor Tale? – El castaño se encogió de hombros – Ya veo… - Suspiró y se guardó el papel en uno de los bolsillos de la túnica. – Ya falta poco… - Dijo cerrando los ojos.
- Todas estas mansiones tienen un aspecto horrible. – Dijo cruzándose de brazos según avanzaba, junto al lobo - ¿Es que tener dinero suprime el sentido del gusto? – Asher no tuvo tiempo de responder, pues dos enormes individuos enfundados en gruesas armaduras similares a las de Eltrant bloquearon el paso a los recién llegados, preguntando enseguida que asuntos traía a los uniformados hasta aquel lugar.
El exasperado quejido que dejó escapar su compañero fue lo que dio pie a Eltrant para que tomase la iniciativa, no quería acabar empujando rocas de varias toneladas para contentar al sargento, al hombre le había caído en gracia aquello, y no paraba de mandar tareas físicas al castaño con demasiada frecuencia para su gusto - Soy Eltrant Tale – Miró al lobo, que seguía con cara de pocos amigos – Aquí mi entrañable acompañante es Asher Daregan – Miró de arriba abajo a los soldados que les impedían entrar, Asher tenía razón, aquellos hombres por si solo podrían mantener a raya a cualquier intruso, ¿Qué estaban haciendo en aquel lugar? – El Sargento Tyron nos manda como refuerzos por recomendación de Lord Uriel. – Los soldados murmuraron entre ellos durante unos instantes, y después de mandar a otro individuo, este portando ropajes más ligeros al interior del edificio, dejaron que los guardas pasasen.
Como de costumbre, el espectáculo que se encontró tras las imponentes puertas de aquella mansión, que casi parecía más una fortaleza que una casa, hizo que el exmercenario sintiese como se le encogiera el estómago. Cuadros de aspecto ostentoso, armaduras y armas de exposición, muebles de diversos colores, claramente fabricados con maderas que Eltrant no era capaz de identificar a simple vista.
- ¿Ves aquella mesa? – Eltrant le dio un codazo a Asher y señaló el mueble que no estaba muy lejos de ellos, en el mismo centro del gran salón al que le habían acompañado los soldados que ahora volvían a la entrada – Estoy seguro que mi herrería cabe encima.
El mencionado al que, supuestamente, iban a custodiar, no tardó mucho en hacer acto de presencia, quizás tuvieron que aguardar unos diez minutos máximo. Eltrant enarcó una ceja y se cruzó de brazos, un hombre de aspecto regio y larga barba gris. – Lord Uriel, supongo. – Dijo inocentemente, sin esperar lo que vendría a continuación.
El anciano tomó la cabeza del castaño directamente, haciendo caso omiso a todas las posibles normas sociales, le miró directamente a los ojos y comenzó a soltar un montón de sin sentidos de sus labios – “¡¿Cómo?!” – Eltrant se zafó del agarre del anciano y miró a Asher, que no tardó en hacer uso del sarcasmo para describir la situación del guarda – No, espera, yo no soy el único que ha venido… - El anciano, atusándose la barba, miró a al lobo y abrió los ojos de par en par. – ¡Tú! – Dijo acercándose a él de igual forma que había hecho con Eltrant – Sí… sí… - Asintió para si, como si todo lo que estaba aconteciendo fuesen piezas de un puzzle que, poco a poco, se estaban comenzando a unir unas con las otras.
- Pero no podéis estar los dos juntos, no, todavía no, no hasta la hora señalada – Dijo cruzándose de brazos – Vuestro papel en esta historia es muy distinto, y a la vez, muy similar – Dijo chasqueando los dedos - ¡Victoria! ¡Teresa! – Con el chasquido de los dedos, dos jóvenes ataviadas con unos sugerentes vestidos de asistenta irrumpieron en la estancia, bajando por la imponente escalera de mármol que yacía a uno de los extremos de la habitación. - ¿Qué desea Lord Uriel? – Las jóvenes se colocaron a escasos metros de los presentes, mirando a Asher con curiosidad.
- Cuidad del señor Darengan, como os he dicho – Sentenció sonriendo, las chicas asintieron y, de forma casi automática, tomaron al lobo por cada uno de los brazos y procedieron a arrastrarle escaleras arriba – Por aquí, señor, debe de estar preparado para lo que le aguarda más adelante – Sonriendo la segunda joven comenzó a quitarle los pocos utensilios de cuero que cubrían el pecho del hombre-bestia.
- Oye, oye – Eltrant frunció el ceño - ¿Se puede saber qué es esto? Nosotros estamos aquí para protegerle no para… Asher, no dejes que te… - Negó con la cabeza y señaló a Asher – No nos pagan por esto. – El anciano hizo un gesto, quitándole importancia al asunto – Las gemelas le cuidarán bien, no te preocupes por él. Tú, amigo mío, acompáñame a mi estudio.
Refunfuñando por lo bajo siguió al viejo después de que este insistiera considerablemente en esto, envidaba a Asher, al menos él estaba con las “gemelas” – Señor Tale, en mis sueños me decías una frase muy importante para mí, una frase que no sé qué quiere decir. – El hombre se sentó detrás de un escritorio y con una delicada pluma de vivos colores, escribió en una hoja de papel amarillento en apenas unos segundos.
- “Puedo verte aún en la penumbra” – Leyó Eltrant en voz alta, definitivamente, el viejo estaba como una regadera - ¿Qué significa esto para ti, señor Tale? – El castaño se encogió de hombros – Ya veo… - Suspiró y se guardó el papel en uno de los bolsillos de la túnica. – Ya falta poco… - Dijo cerrando los ojos.
Eltrant Tale
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Re: Antes del amanecer. [Trabajo]
-¿Yo? ¿Yo qué?- sin ningún reparo, el viejo empezó a traspasar mi espacio personal y a mirarme de la misma forma que miraba a Eltrant. Por algún motivo, todo empezaba a tener sentido para él. -¿...la hora señalada?- miré a mi compañero. El era humano, tenía que saber mejor que yo que hacer con ancianos seniles.
-¡EH! ¿Qué? ¿Cuidar? ¡No!- exclamé, confuso, mientras dos gemelas me arrastraban a pesar de mis quejas. Me mantuve firme, pero tras arrancarme la armadura, empezaron a ejercer una fuerza bastante superior a la que habría imaginado. -¡Eltrant! ¡Ayudame!- exigí. Pero era demasiado tarde: el guardia desapareció de mi vista mientras ascendía las escaleras, llevado por las dos mujeres. Maldije la fuerza equilibradora que gobernaba el mundo e intenté recuperar mi paso.
-¡Vale, vale! Iré, soltadme. - dije, liberando mis brazos con una sacudida. -Al menos no me habeis puesto grilletes...- Las gemelas se miraron entre sí y rieron ligeramente. -Es más mono de lo que imaginaba.- sonrió una. Abrí la boca, asombrado. ¿A que demonios venía eso? -Y es suave. Tócale el pelaje.- Fruncí el ceño y me mantuve a un par de metros, resoplando.
Las sirvientas me llevaron a lo que parecía... no sabía lo que parecía. Había varios armarios, alguna silla, y un par de grandes espejos. Hacía mucho que no veía un espejo... eran sorprendentemente caros para algo que cumplía la misma función que el agua. También había varios armarios, y una pequeña antesala cubierta por una ligera cortina.
-Por favor, quítese los pantalones.- pidió una de las mujeres. Retrocedí, confuso. -¿Qué? No, yo... no estoy interesado en...- las gemelas volvieron a reír al unísono. Empezaba a pensar que se estaban divirtiendo demasiado con aquello. -Lo sabemos.-
-¿Eh? ¿Como que lo sabéis?-
-Nos lo dijo Lord Uriel.-
Me quedé serio. ¿Como demonios iba a saber ese viejo chiflado qué...? Daba igual. Coincidencia, probablemente. -Se tiene que cambiar de ropa. Para eso le hemos traido aquí. No puede estar preparado con ese atuendo.- ¿Preparado para qué? Pense en preguntarles, pero sospechaba que no me iban a hacer caso. Toda la situación parecía surrealista, pero aquel viejo debía ser muy insistente. Después de todo, había conseguido que Tyron le cediese guardias.
Suspirando, entré en la pequeña antesala y cerré las cortinas. Normalmente no me importaba el desnudarme frente a otras personas, pero esas dos sirvientas me ponían de los nervios. ¿Y que era eso de ser mono y suave? Es decir, ya lo sabía, al menos lo de "suave". Pero era raro que lo dijesen otros.
-Póngase esto.- Una mano atravesó la cortina, sosteniendo unos pantalones y... unos calzones de algodón. Cogí las prendas, no sin esbozar una mueca. No estaba... nada acostumbrado a llevar ropa interior. Creía que solo la usaban nobles y mercaderes adinerados, pero no dije nada y empecé a vestirme con la vestimenta que me daban.
Era incomoda y rara. Los pantalones eran menos rígidos que el cuero que llevaba, pero aun así me sentía oprimido. Atravesé las cortinas y me miré al espejo, casi asombrado. Estaba enfundado en un elegante traje negro de aspecto caro, de la clase que solo se veía en fiestas y bodas de la nobleza. A decir verdad, parecía hecho casi a medida, lo cual era extraño con mi constitución y forma. Incluso tenía un pequeño corte para dejar espacio a mi cola. Aunque me sentía raro... me quedaba realmente bien. No pude evitar sonreír un poco, pero disimulé en cuanto se acercaron las gemelas.
-Me queda bastante bien, pero... ¿que se supone que debo hacer, exactamente?- pregunté.
-Aún no. El traje está bien, pero hay que arreglarle ese pelaje.- Haciendo uso de su antinatural fuerza, las gemelas me sentaron delante de uno de los espejos y empezaron a arrastrar un cepillo por el pelo que aún quedaba visible. Emití un ligero gruñido, pero la sensación no era del todo desagradable, así que decidí aguantarme. Tras unos minutos, me dejaron libre. Sacudí la cabeza y me repasé la frente y la zona de las orejas con la mano.
-Vale, ¿ahora qué?- pregunté, resignado. Ya había llegado hasta ahí sin ninguna respuesta, lo único que me quedaba era reirme y seguir el juego. Y probablemente matar a alguien cuando terminase aquello.
-¡EH! ¿Qué? ¿Cuidar? ¡No!- exclamé, confuso, mientras dos gemelas me arrastraban a pesar de mis quejas. Me mantuve firme, pero tras arrancarme la armadura, empezaron a ejercer una fuerza bastante superior a la que habría imaginado. -¡Eltrant! ¡Ayudame!- exigí. Pero era demasiado tarde: el guardia desapareció de mi vista mientras ascendía las escaleras, llevado por las dos mujeres. Maldije la fuerza equilibradora que gobernaba el mundo e intenté recuperar mi paso.
-¡Vale, vale! Iré, soltadme. - dije, liberando mis brazos con una sacudida. -Al menos no me habeis puesto grilletes...- Las gemelas se miraron entre sí y rieron ligeramente. -Es más mono de lo que imaginaba.- sonrió una. Abrí la boca, asombrado. ¿A que demonios venía eso? -Y es suave. Tócale el pelaje.- Fruncí el ceño y me mantuve a un par de metros, resoplando.
Las sirvientas me llevaron a lo que parecía... no sabía lo que parecía. Había varios armarios, alguna silla, y un par de grandes espejos. Hacía mucho que no veía un espejo... eran sorprendentemente caros para algo que cumplía la misma función que el agua. También había varios armarios, y una pequeña antesala cubierta por una ligera cortina.
-Por favor, quítese los pantalones.- pidió una de las mujeres. Retrocedí, confuso. -¿Qué? No, yo... no estoy interesado en...- las gemelas volvieron a reír al unísono. Empezaba a pensar que se estaban divirtiendo demasiado con aquello. -Lo sabemos.-
-¿Eh? ¿Como que lo sabéis?-
-Nos lo dijo Lord Uriel.-
Me quedé serio. ¿Como demonios iba a saber ese viejo chiflado qué...? Daba igual. Coincidencia, probablemente. -Se tiene que cambiar de ropa. Para eso le hemos traido aquí. No puede estar preparado con ese atuendo.- ¿Preparado para qué? Pense en preguntarles, pero sospechaba que no me iban a hacer caso. Toda la situación parecía surrealista, pero aquel viejo debía ser muy insistente. Después de todo, había conseguido que Tyron le cediese guardias.
Suspirando, entré en la pequeña antesala y cerré las cortinas. Normalmente no me importaba el desnudarme frente a otras personas, pero esas dos sirvientas me ponían de los nervios. ¿Y que era eso de ser mono y suave? Es decir, ya lo sabía, al menos lo de "suave". Pero era raro que lo dijesen otros.
-Póngase esto.- Una mano atravesó la cortina, sosteniendo unos pantalones y... unos calzones de algodón. Cogí las prendas, no sin esbozar una mueca. No estaba... nada acostumbrado a llevar ropa interior. Creía que solo la usaban nobles y mercaderes adinerados, pero no dije nada y empecé a vestirme con la vestimenta que me daban.
Era incomoda y rara. Los pantalones eran menos rígidos que el cuero que llevaba, pero aun así me sentía oprimido. Atravesé las cortinas y me miré al espejo, casi asombrado. Estaba enfundado en un elegante traje negro de aspecto caro, de la clase que solo se veía en fiestas y bodas de la nobleza. A decir verdad, parecía hecho casi a medida, lo cual era extraño con mi constitución y forma. Incluso tenía un pequeño corte para dejar espacio a mi cola. Aunque me sentía raro... me quedaba realmente bien. No pude evitar sonreír un poco, pero disimulé en cuanto se acercaron las gemelas.
-Me queda bastante bien, pero... ¿que se supone que debo hacer, exactamente?- pregunté.
-Aún no. El traje está bien, pero hay que arreglarle ese pelaje.- Haciendo uso de su antinatural fuerza, las gemelas me sentaron delante de uno de los espejos y empezaron a arrastrar un cepillo por el pelo que aún quedaba visible. Emití un ligero gruñido, pero la sensación no era del todo desagradable, así que decidí aguantarme. Tras unos minutos, me dejaron libre. Sacudí la cabeza y me repasé la frente y la zona de las orejas con la mano.
-Vale, ¿ahora qué?- pregunté, resignado. Ya había llegado hasta ahí sin ninguna respuesta, lo único que me quedaba era reirme y seguir el juego. Y probablemente matar a alguien cuando terminase aquello.
Asher Daregan
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Re: Antes del amanecer. [Trabajo]
El viejo le condujo, poco después, hasta una amplia sala circular localizada en el sótano de la mansión, el lugar, bien iluminado gracias a una serie de antorchas de color azul. – ¿No se suponía que íbamos a protegerle? – Preguntó el castaño cruzándose de brazos, oteando la habitación, parecía ser una especie de sala de ritos, en cualquier caso, era algo que Eltrant no era capaz de entender, probablemente el viejo excéntrico fuese un brujo, no encontraba ninguna otra explicación posible a las cosas que afirmaba saber y decir, a parte, por supuesto, de la locura. – Cada cosa a su tiempo, mi joven amigo – Dijo el hombre colocándose en el centro del lugar – En ese baúl de allí – Señaló el recipiente apoyado contra una de las paredes del lugar – Hay algo para ti, póntelo. – Ordenó entrelazando ambas manos en su espalda. – Mi armadura va a ser más efectiva para lo que… - El anciano negó con la cabeza – Todo a su tiempo. – Volvió a repetir, Eltrant estaba empezando a cansarse de aquello – Creo que voy a volver… - Las puertas se cerraron de golpe, el exmercenario arqueó una ceja y se giró hacia Uriel, que con la misma sonrisa suspicaz que había mantenido hasta el momento se acercó a él – Por favor, señor Tale.
Tras poner los ojos en blanco se agachó junto al baúl y lo abrió, encontrándose con, primero un vestido de un color fucsia ridículamente llamativo, y justo tras este, un traje. – Supongo que querrás que me ponga el traje ¿No? No creo que me siente bien el vestido – Eltrant frunció el ceño, Uriel, en cambio, ensanchó la sonrisa – No, mire justo debajo del traje, Señor Tale - Una larga capa de color rojo con remates dorados descansaba, delicadamente doblada, al fondo del baúl. – Cámbiela por la suya, y dese prisa, por favor. Apenas tenemos tiempo.
Obedeciendo a las órdenes del excéntrico noble, Eltrant dejó caer al suelo su capa de la guardia y la cambió por la roja que el hombre le ofrecía. – Casi parece sacado de las leyendas, sí – El hombre asintió conforme y, después de esto, señaló a otro baúl – Ahora lo que hay en este, aprisa – Suspirando volvió a repetir la acción que había realizado momentos atrás y abrió el segundo de los baúles - Podías, simplemente, guardarlo todo en un mismo baúl y no tendrías que estar recordándome que estamos cortos de tiempo cada diez segundos – Dijo perdiendo la paciencia, Uriel volvió a reír, para ser un hombre que según decía, se jugaba la vida y la muerte aquella noche, estaba ridículamente animado.
En el segundo baúl encontró una armadura de confección similar a la suya, y según pudo comprobar al levantarla, del mismo material - ¿Y esto es…? – Preguntó alzando el peto dorado, iluminándolo con el suave resplandor azulado que producían las antorchas, junto a dicha armadura, en el baúl, había más prendas de tonalidades rojizas; básicamente, era un atuendo similar al que llevaba puesto en aquel mismo instante, pero con diferentes colores. – Esa es la indumentaria que vas a usar esta noche, sí – Dijo – ¿A qué esperas? ¡Cámbiate!
Antes de que el viejo pudiese volver a afirmar que quedaba poco tiempo, Eltrant comenzó a reemplazar las partes de su armadura por las que el dueño del lugar le proporcionaba. Sorpresivamente, le quedaban perfectas, casi como si hubiese sido elaborada para él en exclusiva, por mucho que le doliera admitirlo, aquella estaba mejor hecha que la suya propia.
- ¿Ya? Bien, bien – Mientras Eltrant se volvía a atar la espada al cinto, el hombre comenzó a subir escaleras arriba, momentos después de que este se hubiese asegurado de que la espada no iría a ningún otro lugar con un movimiento brusco, siguió al hombre al piso superior.
Uriel se mantuvo callado mientras caminaba a través de los espaciosos pasillos de su hogar, pensativo, el castaño no quiso tentar su suerte y dejó que el hombre siguiera sumido en sus propios pensamientos, ya había tenido que aguantar demasiados sus charlas, solo quería que el resto de la noche pasase rápido.
Al cabo de una decena de minutos caminando a lo largo de la vivienda, se detuvieron frente a una amplia puerta de madera, bellamente adornada con un sinfín de grabados, lo que hubiese detrás de aquel lugar parecía importante. – Bien, muchacho, sígueme. – Dijo tras darle un golpe al guarda en el hombro - ¿Y Asher dónde…? – Uriel negó con la cabeza – No te preocupes por él, llegará pronto.
El anciano entonces abrió de par en par la puerta dónde se encontraban, un estallido de voces, de música, una fiesta acontecía al otro lado de aquellas finas tablas de caoba, una fiesta que, por algún motivo, estaba siendo acallada por apenas unos escasos centímetros de madera.
- Lord Uriel y Lord Eltrant Tale, capitán de la guardia de la mansión – Un hombre enfundado en un elegante traje de color negro golpeó en suelo varias veces con un bastón del mismo color, anunciando los nombres de los recién llegados, Eltrant miró al viejo, tan confuso que no creía poder asumir lo que estaba pasando, un sinfín de rostros cubiertos con máscaras se giraron hacia los recién llegados, aplaudieron, y volvieron a bailar y a, según parecía, pasárselo bien - ¿Qué es…? ¿Cómo ha llegado toda esta gente...? – Uriel comenzó a caminar en dirección a la fiesta, ignorando las preguntas del joven – Disfrute del banquete, señor Tale. Pero manténgase alerta. – Dijo girándose hacía él de nuevo – Queda aproximadamente una hora hasta el momento indicado… antes de eso… debo ocuparme de unos asuntos, volveré en un rato. - El anfitrión a aquella fiesta se perdió entre la multitud, dejando a Eltrant solo, en mitad del amplio salón de baile.
Un poco avergonzado por dónde se encontraba se apartó a un lado y se encaminó a las mesas - ¿Cómo de grande es esta maldita casa? – Se preguntó momentos después de negar de una cabezada la quinta copa de lo que parecía ser una bebida burbujeante que varios sujetos ataviados de forma elegante le habían ofrecido. - ¿Qué están celebrando…? – Uriel había sido demasiado ambiguo con todo lo relacionado con su protección, con la frase de la penumbra, con su asesinato, no entendía nada de lo que estaba pasando.
Tomando una cantidad obscena de lo que parecían ser pequeños bocadillos y depositándolos en un plato frente a él, se quedó contemplando el cuarteto de músicos que tocaban al otro extremo de la habitación, fuese lo que fuese, tenía una hora para prepararse.
- ¿Dónde estará Asher?
Tras poner los ojos en blanco se agachó junto al baúl y lo abrió, encontrándose con, primero un vestido de un color fucsia ridículamente llamativo, y justo tras este, un traje. – Supongo que querrás que me ponga el traje ¿No? No creo que me siente bien el vestido – Eltrant frunció el ceño, Uriel, en cambio, ensanchó la sonrisa – No, mire justo debajo del traje, Señor Tale - Una larga capa de color rojo con remates dorados descansaba, delicadamente doblada, al fondo del baúl. – Cámbiela por la suya, y dese prisa, por favor. Apenas tenemos tiempo.
Obedeciendo a las órdenes del excéntrico noble, Eltrant dejó caer al suelo su capa de la guardia y la cambió por la roja que el hombre le ofrecía. – Casi parece sacado de las leyendas, sí – El hombre asintió conforme y, después de esto, señaló a otro baúl – Ahora lo que hay en este, aprisa – Suspirando volvió a repetir la acción que había realizado momentos atrás y abrió el segundo de los baúles - Podías, simplemente, guardarlo todo en un mismo baúl y no tendrías que estar recordándome que estamos cortos de tiempo cada diez segundos – Dijo perdiendo la paciencia, Uriel volvió a reír, para ser un hombre que según decía, se jugaba la vida y la muerte aquella noche, estaba ridículamente animado.
En el segundo baúl encontró una armadura de confección similar a la suya, y según pudo comprobar al levantarla, del mismo material - ¿Y esto es…? – Preguntó alzando el peto dorado, iluminándolo con el suave resplandor azulado que producían las antorchas, junto a dicha armadura, en el baúl, había más prendas de tonalidades rojizas; básicamente, era un atuendo similar al que llevaba puesto en aquel mismo instante, pero con diferentes colores. – Esa es la indumentaria que vas a usar esta noche, sí – Dijo – ¿A qué esperas? ¡Cámbiate!
Antes de que el viejo pudiese volver a afirmar que quedaba poco tiempo, Eltrant comenzó a reemplazar las partes de su armadura por las que el dueño del lugar le proporcionaba. Sorpresivamente, le quedaban perfectas, casi como si hubiese sido elaborada para él en exclusiva, por mucho que le doliera admitirlo, aquella estaba mejor hecha que la suya propia.
- ¿Ya? Bien, bien – Mientras Eltrant se volvía a atar la espada al cinto, el hombre comenzó a subir escaleras arriba, momentos después de que este se hubiese asegurado de que la espada no iría a ningún otro lugar con un movimiento brusco, siguió al hombre al piso superior.
Uriel se mantuvo callado mientras caminaba a través de los espaciosos pasillos de su hogar, pensativo, el castaño no quiso tentar su suerte y dejó que el hombre siguiera sumido en sus propios pensamientos, ya había tenido que aguantar demasiados sus charlas, solo quería que el resto de la noche pasase rápido.
Al cabo de una decena de minutos caminando a lo largo de la vivienda, se detuvieron frente a una amplia puerta de madera, bellamente adornada con un sinfín de grabados, lo que hubiese detrás de aquel lugar parecía importante. – Bien, muchacho, sígueme. – Dijo tras darle un golpe al guarda en el hombro - ¿Y Asher dónde…? – Uriel negó con la cabeza – No te preocupes por él, llegará pronto.
El anciano entonces abrió de par en par la puerta dónde se encontraban, un estallido de voces, de música, una fiesta acontecía al otro lado de aquellas finas tablas de caoba, una fiesta que, por algún motivo, estaba siendo acallada por apenas unos escasos centímetros de madera.
- Lord Uriel y Lord Eltrant Tale, capitán de la guardia de la mansión – Un hombre enfundado en un elegante traje de color negro golpeó en suelo varias veces con un bastón del mismo color, anunciando los nombres de los recién llegados, Eltrant miró al viejo, tan confuso que no creía poder asumir lo que estaba pasando, un sinfín de rostros cubiertos con máscaras se giraron hacia los recién llegados, aplaudieron, y volvieron a bailar y a, según parecía, pasárselo bien - ¿Qué es…? ¿Cómo ha llegado toda esta gente...? – Uriel comenzó a caminar en dirección a la fiesta, ignorando las preguntas del joven – Disfrute del banquete, señor Tale. Pero manténgase alerta. – Dijo girándose hacía él de nuevo – Queda aproximadamente una hora hasta el momento indicado… antes de eso… debo ocuparme de unos asuntos, volveré en un rato. - El anfitrión a aquella fiesta se perdió entre la multitud, dejando a Eltrant solo, en mitad del amplio salón de baile.
Un poco avergonzado por dónde se encontraba se apartó a un lado y se encaminó a las mesas - ¿Cómo de grande es esta maldita casa? – Se preguntó momentos después de negar de una cabezada la quinta copa de lo que parecía ser una bebida burbujeante que varios sujetos ataviados de forma elegante le habían ofrecido. - ¿Qué están celebrando…? – Uriel había sido demasiado ambiguo con todo lo relacionado con su protección, con la frase de la penumbra, con su asesinato, no entendía nada de lo que estaba pasando.
Tomando una cantidad obscena de lo que parecían ser pequeños bocadillos y depositándolos en un plato frente a él, se quedó contemplando el cuarteto de músicos que tocaban al otro extremo de la habitación, fuese lo que fuese, tenía una hora para prepararse.
- ¿Dónde estará Asher?
Eltrant Tale
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Re: Antes del amanecer. [Trabajo]
Las risueñas mujeres me habian llevado (o más bien, arrastrado) de vuelta a las escaleras principales, pero tanto Eltrant como el lord habían desaparecido, lo cual empezó a molestarme un poco. ¿A que demonios estaba jugando? ¿Por qué había insistido en traer más guardias de los que tenía ya tan solo para... vestir a uno de ellos? O a los dos: quien sabía donde estaría mi compañero.
Suspiré. Podía aguantarlo un rato más: después de todo, el trabajo de guardia normal no era mucho mejor que aquello, y tenía cierta curiosidad. Además, aunque me sentía raro con el traje, me gustaba el aspecto que tenía. Nunca habría estado tan elegante. Me habría gustado ver la cara de Eltrant al verme más arreglado que él.
Lamentablemente, el mundo parecía estar gobernado por dioses crueles y con un extraño sentido del humor. Tras ser, una vez más, guiado por los pasillos, las gemelas abrieron una gran puerta tras la que se encontraba algo que jamás habría sospechado. Una maldita fiesta, digna de la nobleza, que de alguna forma había sido acallada por completo por las paredes de la mansión.
-Lord Asher, el invitado de honor.- anunció un hombre junto a la puerta. Le escudriñé con la mirada. -¿Invitado de...?-
No llegué a terminar la frase. La música se detuvo, y todas las miradas se volvieron hacia mi. Me quedé paralizado: la escena era realmente tétrica. Toda la gente del salón, oculta tras sus siniestras máscaras, dejó lo que estaban haciendo para observarme, como si hubiesen reconocido mi nombre. Segundos después, empezaron a murmurar entre sí. Y finalmente, cuando di unos cuantos pasos temerosos en la sala, estallaron en un aplauso. Bajé las orejas, algo avergonzado, aunque me relajé un poco cuando el viejo Lord Uriel apareció y se acercó a mi, agitando la mano para que todos volviesen a sus asuntos.
-Hola, joven. Me alegra que hayas llegado. Veo que las sirvientas han hecho un buen trabajo.- sonrió. -Queda una hora para el momento indicado. Confío en que cumplirás con tu papel, ¿hmm?-
-¿...qué? ¿Donde está Eltrant? ¿Y que era eso de "invitado de honor"?- pregunté, frunciendo el ceño. -No tengo ni idea de que papel estás hablando, viejo.-
-No te preocupes por eso. Lo sabrás en su momento, aunque hasta entonces, no puedes ver a tu amigo. Toma, la última pieza de tu equipo. No la pierdas.- dijo. El hombre buscó en el bolsillo de su chaqueta y colocó un objeto en mi mano. Mis ojos se ensancharon.
Era una daga. Una de apariencia ceremonial, ornamentada y con una pequeña esfera de cristal al final de la empuñadura, llena de un líquido negro que se agitaba ligeramente con el movimiento del arma. Para cuando levanté la mirada, el viejo no estaba ahí. Busqué en el interior de mi chaqueta, donde encontré un bolsillo de la longitud exacta para la daga, y la guardé, aunque fuese tan solo para esconderla. Sin embargo, al hacerlo noté que había algo dentro. Un pequeño papel, cuidadosamente doblado.
Leí la nota, y al terminar, la aplasté, furioso. Después, la volví a introducir en uno de mis bolsillos. ¿Que demonios tenía aquel viejo en la cabeza? Dejé escapar un gruñido y examiné la sala. Tenía que buscar el lugar indicado. Pero, aún más importante: no podía permitir que Eltrant me alcanzase. Sin duda alguna, habría oído como me habían anunciado, pero tal vez podría conseguir que me perdiese de vista.
Me acerqué a uno de los invitados de la fiesta: un hombre enmascarado que charlaba tranquilamente con su acompañante. Discretamente, le dí un toque en el hombro y susurré una corta frase. -Distrae a Eltrant.- Ambos asintieron levemente y empezaron a caminar hacia el guardia. Sonreí, algo satisfecho al ver como cumplian las órdenes tan fácilmente. No me detuve a ver que era lo que hacian: tenía que buscan un escondrijo en un maldito salón de baile.
Suspiré. Podía aguantarlo un rato más: después de todo, el trabajo de guardia normal no era mucho mejor que aquello, y tenía cierta curiosidad. Además, aunque me sentía raro con el traje, me gustaba el aspecto que tenía. Nunca habría estado tan elegante. Me habría gustado ver la cara de Eltrant al verme más arreglado que él.
Lamentablemente, el mundo parecía estar gobernado por dioses crueles y con un extraño sentido del humor. Tras ser, una vez más, guiado por los pasillos, las gemelas abrieron una gran puerta tras la que se encontraba algo que jamás habría sospechado. Una maldita fiesta, digna de la nobleza, que de alguna forma había sido acallada por completo por las paredes de la mansión.
-Lord Asher, el invitado de honor.- anunció un hombre junto a la puerta. Le escudriñé con la mirada. -¿Invitado de...?-
No llegué a terminar la frase. La música se detuvo, y todas las miradas se volvieron hacia mi. Me quedé paralizado: la escena era realmente tétrica. Toda la gente del salón, oculta tras sus siniestras máscaras, dejó lo que estaban haciendo para observarme, como si hubiesen reconocido mi nombre. Segundos después, empezaron a murmurar entre sí. Y finalmente, cuando di unos cuantos pasos temerosos en la sala, estallaron en un aplauso. Bajé las orejas, algo avergonzado, aunque me relajé un poco cuando el viejo Lord Uriel apareció y se acercó a mi, agitando la mano para que todos volviesen a sus asuntos.
-Hola, joven. Me alegra que hayas llegado. Veo que las sirvientas han hecho un buen trabajo.- sonrió. -Queda una hora para el momento indicado. Confío en que cumplirás con tu papel, ¿hmm?-
-¿...qué? ¿Donde está Eltrant? ¿Y que era eso de "invitado de honor"?- pregunté, frunciendo el ceño. -No tengo ni idea de que papel estás hablando, viejo.-
-No te preocupes por eso. Lo sabrás en su momento, aunque hasta entonces, no puedes ver a tu amigo. Toma, la última pieza de tu equipo. No la pierdas.- dijo. El hombre buscó en el bolsillo de su chaqueta y colocó un objeto en mi mano. Mis ojos se ensancharon.
Era una daga. Una de apariencia ceremonial, ornamentada y con una pequeña esfera de cristal al final de la empuñadura, llena de un líquido negro que se agitaba ligeramente con el movimiento del arma. Para cuando levanté la mirada, el viejo no estaba ahí. Busqué en el interior de mi chaqueta, donde encontré un bolsillo de la longitud exacta para la daga, y la guardé, aunque fuese tan solo para esconderla. Sin embargo, al hacerlo noté que había algo dentro. Un pequeño papel, cuidadosamente doblado.
Leí la nota, y al terminar, la aplasté, furioso. Después, la volví a introducir en uno de mis bolsillos. ¿Que demonios tenía aquel viejo en la cabeza? Dejé escapar un gruñido y examiné la sala. Tenía que buscar el lugar indicado. Pero, aún más importante: no podía permitir que Eltrant me alcanzase. Sin duda alguna, habría oído como me habían anunciado, pero tal vez podría conseguir que me perdiese de vista.
Me acerqué a uno de los invitados de la fiesta: un hombre enmascarado que charlaba tranquilamente con su acompañante. Discretamente, le dí un toque en el hombro y susurré una corta frase. -Distrae a Eltrant.- Ambos asintieron levemente y empezaron a caminar hacia el guardia. Sonreí, algo satisfecho al ver como cumplian las órdenes tan fácilmente. No me detuve a ver que era lo que hacian: tenía que buscan un escondrijo en un maldito salón de baile.
Asher Daregan
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Re: Antes del amanecer. [Trabajo]
Frunció el ceño y dejó caer cinco de los siete panecillos que estaba tratando de comerse al mismo tiempo sobre la mesa, el anuncio que acababan de dar hizo que un perfectamente tono pálido se apoderase de su rostro – ¿… Lord Asher? – Ya no solo la fiesta secreta, tampoco la armadura dorada que llevaba puesta, el simple hecho de que alguien llamase “Lord” a Asher indicaba que algo muy extraño estaba pasando en aquel lugar.
Se levantó de su asiento, no sin antes guardar más de una docena de canapés en los bolsillos de su capa, y miró a su alrededor, buscando a su compañero, a quien acababan de presentar al público.
No le fue muy difícil vislumbrar al lobo de entre la multitud, al fin y al cabo, todos se giraron hacía él en cuanto se internó en la habitación. - ¿Pero qué…? – Avanzó un par de pasos en dirección a su compañero, que ataviado con un elegante traje examinaba una daga de aspecto ceremonial - ¡Asher! – Alzó la voz para hacerse oír sobre el murmullo de los asistentes a aquella fiesta, que, enfundados en sus máscaras, volvían a bailar como momentos antes lo habían hecho.
Trató de abrirse paso a través del público, pero estos se habían vuelto, por algún motivo, demasiados, cada dos pasos una pareja se interponía en su camino, imposibilitando que este pudiese acudir junto a su compañero, a quien en aquel momento había perdido de vista.
Frunció el ceño cuando dos individuos, distinguidamente ataviados, se acercaron a él – Buenas noches, Lord Tale – Dijo la joven rubia del largo vestido plateado haciendo una leve reverencia, Eltrant entornó los ojos - …Buenas… esto… buenas noches… - Contestó este de vuelta ignorando a la pareja, tratando de localizar al lobo - ¿Dónde se ha metido? – Cerró los ojos y se cruzó de brazos por unos instantes, estaba seguro que le había visto junto a la entrada – Parece afligido, Lord Tale – Comentó entonces el varón del traje oscuro - ¿Tiene algún problema? – El supuesto capitán de la guardia asintió - ¿Habéis visto por casualidad a… Asher? ¿Y qué pasa con tanto Lord? … soy un guarda que… – Los invitados a la fiesta sonrieron y, antes de que el guarda pudiese terminar la frase, le interrumpieron – ¿Cómo si no íbamos a llamarle, Lord Capitán? - Eltrant frunció el ceño y suspiró – Ya, seguro, ¿Le habéis visto entonces? – El hombre depositó la mano en el hombro del exmercenario y negó con la cabeza – Me temo que no, pero no se aflija, aparecerá en el momento indicado. - La mujer entonces tiró con fuerza del brazo de Eltrant y le arrastró hasta lo que parecía ser el centro de la habitación dónde todos bailaban.
No sabía cómo reaccionar, aunque debía de haberlo previsto dada la situación, frunciendo el ceño se dejó llevar por la música, dejando en evidencia que no tenía ni idea de cómo bailar la suave canción de cuerda que un cuarteto estaba tocando desde uno de los laterales del amplio salón de baile. – Es usted muy buen bailarín, Lord Capitán – Dijo la chica dejando escapar una carcajada ridículamente melodiosa, casi ensayada - ¿Ha tomado clases de baile? – De los labios de Eltrant solo brotó un gemido confuso, solo roto cuando un par de canapés escaparon de sus bolsillos debido a las ridículas vueltas que la joven le obligaba a dar.
De improviso, la música tomó fuerza, momento en el que todos a su alrededor dejaron de bailar y dejaron el espacio suficiente a Eltrant y la desconocida para terminar su triste espectáculo. – Bailan como los ángeles – Oyó decir a una de las invitadas, lo que le hizo plantearse porque no había saltado ya por la ventana – Tienes razón – Contestó un segundo asintiendo con la cabeza, reafirmando que los invitados a aquella fiesta estaban tan locos como su anfitrión. – Ojalá pudiese bailar yo tan bien como ellos – El castaño puso los ojos en blanco y se dejó llevar, deseando que la canción, al parecer interminable, concluyese en algún momento.
Siguió girando sobre sí mismo, imitando torpemente los pasos de la chica del vestido plateado, dejando escapar algún canapé que otro de sus bolsillos, los cuales no tardaban en ser limpiados rápidamente por los camareros - ¡Interesante! ¡¿Será alguna nueva técnica de baile?! ¡Me la apunto! – Quizás, en este momento, el quejido frustrado que dejó escapar el séptimo de los Tale consiguió superar al volumen de la música, pero, como si el exmercenario fuese un ser perfecto, nadie pareció percibirlo.
Diez angustiosos minutos fueron los que Eltrant estuvo bailando bajo la atenta mirada de toda la habitación – “Espero que Asher no lo haya visto” – Pensó llevándose ambas manos hasta la cara, ocultándose entre la multitud, escondiéndose de nuevo en la mesa en la que había estado sentado antes de salir en busca de su aliado – Y he perdido todos los panecillos estos pequeñitos – Murmuró para sí haciendo hincapié en la palabra “pequeñitos” al mismo tiempo que revisaba los bolsillos, los cuales ahora solo contenían el papel en el cual habían estado enrollados.
– ¡Me ha encantado! – Dejó caer su cabeza sobre la mesa cuando escuchó la voz de la persona con la que había bailado tras él, acababa de conocerla y ya empezaba a odiarla, algo que indicaba lo mucho que estaba empezando a hastiarle aquella fiesta. - ¿Puedo pedirle otro baile, Lord Capitán? – La mujer enmascarada tendió la mano con una sonrisa, Eltrant se obligó a devolvérsela y, muy lentamente, negó con la cabeza – Lo siento – Dijo tomando más aperitivos – Creo que uno es suficiente, a parte, estos panecillos no están nada mal, prefiero quedarme con ellos – Arrepintiéndose de la sonrisa sincera que le acababa de dedicar a la joven Eltrant agachó la cabeza mientras la muchacha, quizás invitada por la simpatía de este, se sentaba junto a él- ¡Panecillos! ¡Qué nombre tan curioso! A partir de ahora, los llamaré así.
Una parte inmensa de él deseaba abrirse la cabeza con el florido jarrón que tenía al lado y acabar de una vez por todas con lo que fuese aquella celebración, pero la muchacha parecía simpática, y aunque le había hecho pasar uno de los ridículos más grandes que recordaba, al menos no tenía mala intención. – Y dime, ¿Cómo te llamas? – Inquirió arrojando varios canapés al mismo tiempo, al menos la comida era buena – Anabelle. – Respondió esta de inmediato, tomando un “Panecillo” mientras reía con simpleza.
Se levantó de su asiento, no sin antes guardar más de una docena de canapés en los bolsillos de su capa, y miró a su alrededor, buscando a su compañero, a quien acababan de presentar al público.
No le fue muy difícil vislumbrar al lobo de entre la multitud, al fin y al cabo, todos se giraron hacía él en cuanto se internó en la habitación. - ¿Pero qué…? – Avanzó un par de pasos en dirección a su compañero, que ataviado con un elegante traje examinaba una daga de aspecto ceremonial - ¡Asher! – Alzó la voz para hacerse oír sobre el murmullo de los asistentes a aquella fiesta, que, enfundados en sus máscaras, volvían a bailar como momentos antes lo habían hecho.
Trató de abrirse paso a través del público, pero estos se habían vuelto, por algún motivo, demasiados, cada dos pasos una pareja se interponía en su camino, imposibilitando que este pudiese acudir junto a su compañero, a quien en aquel momento había perdido de vista.
Frunció el ceño cuando dos individuos, distinguidamente ataviados, se acercaron a él – Buenas noches, Lord Tale – Dijo la joven rubia del largo vestido plateado haciendo una leve reverencia, Eltrant entornó los ojos - …Buenas… esto… buenas noches… - Contestó este de vuelta ignorando a la pareja, tratando de localizar al lobo - ¿Dónde se ha metido? – Cerró los ojos y se cruzó de brazos por unos instantes, estaba seguro que le había visto junto a la entrada – Parece afligido, Lord Tale – Comentó entonces el varón del traje oscuro - ¿Tiene algún problema? – El supuesto capitán de la guardia asintió - ¿Habéis visto por casualidad a… Asher? ¿Y qué pasa con tanto Lord? … soy un guarda que… – Los invitados a la fiesta sonrieron y, antes de que el guarda pudiese terminar la frase, le interrumpieron – ¿Cómo si no íbamos a llamarle, Lord Capitán? - Eltrant frunció el ceño y suspiró – Ya, seguro, ¿Le habéis visto entonces? – El hombre depositó la mano en el hombro del exmercenario y negó con la cabeza – Me temo que no, pero no se aflija, aparecerá en el momento indicado. - La mujer entonces tiró con fuerza del brazo de Eltrant y le arrastró hasta lo que parecía ser el centro de la habitación dónde todos bailaban.
No sabía cómo reaccionar, aunque debía de haberlo previsto dada la situación, frunciendo el ceño se dejó llevar por la música, dejando en evidencia que no tenía ni idea de cómo bailar la suave canción de cuerda que un cuarteto estaba tocando desde uno de los laterales del amplio salón de baile. – Es usted muy buen bailarín, Lord Capitán – Dijo la chica dejando escapar una carcajada ridículamente melodiosa, casi ensayada - ¿Ha tomado clases de baile? – De los labios de Eltrant solo brotó un gemido confuso, solo roto cuando un par de canapés escaparon de sus bolsillos debido a las ridículas vueltas que la joven le obligaba a dar.
De improviso, la música tomó fuerza, momento en el que todos a su alrededor dejaron de bailar y dejaron el espacio suficiente a Eltrant y la desconocida para terminar su triste espectáculo. – Bailan como los ángeles – Oyó decir a una de las invitadas, lo que le hizo plantearse porque no había saltado ya por la ventana – Tienes razón – Contestó un segundo asintiendo con la cabeza, reafirmando que los invitados a aquella fiesta estaban tan locos como su anfitrión. – Ojalá pudiese bailar yo tan bien como ellos – El castaño puso los ojos en blanco y se dejó llevar, deseando que la canción, al parecer interminable, concluyese en algún momento.
Siguió girando sobre sí mismo, imitando torpemente los pasos de la chica del vestido plateado, dejando escapar algún canapé que otro de sus bolsillos, los cuales no tardaban en ser limpiados rápidamente por los camareros - ¡Interesante! ¡¿Será alguna nueva técnica de baile?! ¡Me la apunto! – Quizás, en este momento, el quejido frustrado que dejó escapar el séptimo de los Tale consiguió superar al volumen de la música, pero, como si el exmercenario fuese un ser perfecto, nadie pareció percibirlo.
Diez angustiosos minutos fueron los que Eltrant estuvo bailando bajo la atenta mirada de toda la habitación – “Espero que Asher no lo haya visto” – Pensó llevándose ambas manos hasta la cara, ocultándose entre la multitud, escondiéndose de nuevo en la mesa en la que había estado sentado antes de salir en busca de su aliado – Y he perdido todos los panecillos estos pequeñitos – Murmuró para sí haciendo hincapié en la palabra “pequeñitos” al mismo tiempo que revisaba los bolsillos, los cuales ahora solo contenían el papel en el cual habían estado enrollados.
– ¡Me ha encantado! – Dejó caer su cabeza sobre la mesa cuando escuchó la voz de la persona con la que había bailado tras él, acababa de conocerla y ya empezaba a odiarla, algo que indicaba lo mucho que estaba empezando a hastiarle aquella fiesta. - ¿Puedo pedirle otro baile, Lord Capitán? – La mujer enmascarada tendió la mano con una sonrisa, Eltrant se obligó a devolvérsela y, muy lentamente, negó con la cabeza – Lo siento – Dijo tomando más aperitivos – Creo que uno es suficiente, a parte, estos panecillos no están nada mal, prefiero quedarme con ellos – Arrepintiéndose de la sonrisa sincera que le acababa de dedicar a la joven Eltrant agachó la cabeza mientras la muchacha, quizás invitada por la simpatía de este, se sentaba junto a él- ¡Panecillos! ¡Qué nombre tan curioso! A partir de ahora, los llamaré así.
Una parte inmensa de él deseaba abrirse la cabeza con el florido jarrón que tenía al lado y acabar de una vez por todas con lo que fuese aquella celebración, pero la muchacha parecía simpática, y aunque le había hecho pasar uno de los ridículos más grandes que recordaba, al menos no tenía mala intención. – Y dime, ¿Cómo te llamas? – Inquirió arrojando varios canapés al mismo tiempo, al menos la comida era buena – Anabelle. – Respondió esta de inmediato, tomando un “Panecillo” mientras reía con simpleza.
Eltrant Tale
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Re: Antes del amanecer. [Trabajo]
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Alanna Delteria
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