Las mentes ciegas y las mentes despiertas [Desafío]

La biblioteca de Beltrexus era conocida por todos los libros acerca de magia que contenía, y cómo no, si estaba en la capital de las tierras de los brujos. Por eso decidió perderse entre las interminables hileras de estantes, buscando información acerca de los arcanos y cómo usarlos.

llevaba unos cuantos en los brazos que le habían llamado mucho la atención y pretendía revisarlos cómodamente sentada frente a una de las mesas dispuestas, pero no encontraba ninguna con un asiento libre -Vaya que son comelibros en esta ciudad- pensaba la joven dragona mirando con el ceño fruncido. Cuando por fin divisó un asiento vacío, la mesa estaba llena de libros que un señor bastante entrado en edad acaparaba. Pero bueno, podría hacerse un espacio, total, ella solo llevaba tres libros.

-Permiso- susurró mientras se sentaba y acomodaba sus libros frente a ella. No quiso prestar mucha atención al viejito, pero igual lo miró con curiosidad y es que le causaban gracia las muecas y morisquetas que hacía para leer. Tomaba un libro con las dos manos y lo acercaba y alejaba mientras abría grandemente los ojos o los entrecerraba hasta que casi no se le veían. Cuando los abría, estiraba la cara y ponía la boca en "O", cuando los entrecerraba, arrugaba la cara y levantaba el labio superior enseñando la encía. Tuvo que mirar hacia otro lado para evitar reír. Recordó que eso hacía su oma Elle para leer cuando olvidaba las lentillas.

Como ella quería mucho a su abuela y en general los viejitos le parecían adorables, se atrevió a hablarle -Buenas tardes Señor... disculpe... no he podido evitar notar su incomodidad para leer. Verá, es que yo tengo una abuelita que pone las mismas caras que usted cuando olvida las lentillas de aumento, quizás usted las ha olvidado también. ¿Necesita ayuda?- le dijo con toda la amabilidad y dulzura que la caracterizaban.

Ingela escuchó con atención al viejito, ¡por supuesto que lo ayudaría! Le parecía un caballero adorable, de esos listillos que tienen respuesta a todo, de buenos modales, educado, sofisticado, perspicaz y pícaro. -¡Oh! No hay problema, yo busco el libro. No es como si me fuese a perder... a menos que esta biblioteca tenga pasadizos mágicos que me manden a otros mundos, o si entro por una puerta termine en Dundarak...- dijo bromeando aunque en el fondo creía que cualquiera de esas opciones eran factibles. Cualquier cosa podría pasar allí.

Se puso de pie y sonrió al abuelo, era una dragona con una misión: encontrar el libro mediano de unas trescientas páginas, con lomos de madera de palo de rosa con incrustaciones de marfil blanco que dibujaban unas enredaderas de flores y como no tenía el nombre escrito ni en el lomo ni en las caras, había que abrirlo para identificarlo, pero que el aroma a palo de rosa delataría como el indicado. -Enseguida vuelvo!- le dijo y, girando sobre sus talones, se dirigió hacia los estantes de medicina. Le pareció lógico que estuviera allí un libro acerca de cómo curar los males de los ojos.

-Libro... palo de rosa...- murmuraba mientras oteaba las cubiertas de los libros. Una de las pistas le ayudaría mucho y era que este libro no tenía el nombre en el lomo, así que no tenía que fijarse en los que tuvieran los títulos grabados. Además estaba lo del aroma... excepto porque ella no conocía el aroma del palo de rosa. ¿Será como el sándalo? ¿Cedro? ¿Mirra? Dragones... Tras recorrer minuciosamente tres estantes completos, encontró en una esquina un libro que lucía similar, era de cubiertas de madera y con un rosetón dibujado con laminitas blancas, lo sacó y olfateó pero no le encontró más aroma que plana madera -¿Esto le huele a palo de rosa?- preguntó a una mujer bajita y redondita que se empinaba afanosamente para sacar un libro que le quedaba muy alto -No, no huele a palo de rosa. El palo de rosa es dulce- dijo impaciente. Ingela dejó el libro allí y resopló, le quedaban unas cinco estanterías más.Esto no va a ser ni rápido ni fácil- se lamentó la chica antes de sollozar un ratito.

-¿Por qué te metes donde no te han llamado? ¿Eh? ¿Por qué eres así?- se preguntaba mientras gimoteaba y pataleaba, disimuladamente claro está, que no la vieran lloriqueando, pero sí, se taimó y los "no quiero no quiero no quiero" se podían escuchar si estabas allí cerca, como la chica gordita.. -Pero yo me ofrecí- dijo y se levantó, al mal paso darle prisa.

Recorrió los cinco estantes y no, allí no estaba. Definitivamente no estaba.

Fue donde el bibliotecario, y luego de hacerle ojitos por varios minutos hasta que le prestara atención, le habló del libro. El bibliotecario frunció el ceño y levantando un dedo indicó a la niña que esperara. Desapareció tras una puerta. Salió con un libro enorme donde llevaba registro de algunos de los libros del repositorio. -[color:b0da=666633]A ver, ¿palo de rosa con marfil dices? ¿Flores dibujadas?- preguntó mientras hojeaba el libro. -Ve al pasillo 35B, la sección de libros infantiles. Allí está. Es un libro de cuentos y leyendas- le dijo.

Aquello le pareció una rareza a Ingela, si era un libro de cuentos y leyendas infantiles, ¿cómo tendría la respuesta que el anciano necesitaba? Pensaba en eso mientras buscaba el libro y sí, lo hallo en el estante que le indicó el bibliotecario y lucía tal cual había descrito el viejito; y sí, su aroma era dulzón.

Mientras regresaba a la mesa, lo ojeó -"El pequeño Makuishti y las plantas mágicas"- leyó cuando abrió la tapa. Lo cerró de golpe. ¿Lo que buscaría el viejito es la cura para la ceguera? Porque había una planta cuyas semillas ella conocía que servían para eso, las de la acruire agria.

Caminó lo más rápido que pudo, dando largas zancadas hasta llegar con el viejito -Tome, aquí está. Perdone la demora, es qye tuve que buscarlo... en la sección más insospechada- dijo mientras se sentaba junto al hombre, ansiosa por que lo leyera. En ese punto, necesitaba saciar su curiosidad y saber la respuesta a la duda del hombre.

Cubierta del libro.: