La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Aun siendo una ilusión estaba en desventaja, los poderosos ataques mágicos le hicieron retroceder en más de una ocasión, apenas podía mantener el tipo frente a Bella.
Afortunadamente tanto Huracán como Víctor no tardaron en unirse a la pelea, cosa que el guarda agradeció considerablemente ya que estaba perdiendo sin lugar a dudas, respirando agitado se giró hacia su compañera y frunció el ceño - ¿Por qué no llevas…? – Antes de que terminase la pregunta el vampiro hizo uso de sus habilidades para gritar una palabra que, por algún motivo, dolía al escucharlo, no pudo sino detenerse a taparse los odios. - ¿¡Qué acabas de hacer?! – Preguntó tratando de alzar su voz sobre el incesante pitido que emitían sus oídos, el cual se fue acallando según pasaban los segundos.
La pelea se detuvo después de esto, se quedó prácticamente en un punto muerto, ambos bandos comenzaron a hablar, Isabella trató de convencer a su hermana, de hacerla entrar en razón.
No había que ser un genio para adivinar el devenir de aquel dialogo entre las hermanas, tomando del brazo a su aliada la obligó a separarse un par de pasos de lo que estaba a punto de suceder, el combate definitivo entre ambas partes.
Y como había predicho, numerosas llamas de fuego negro y un intenso destello de electricidad azul se encontraron en el centro del claro.
El forcejeó duró durante varios minutos y fue tan poderoso que tuvieron que apartarse aún más para no acabar siendo víctimas de aquel combate. Los rayos y el fuego se entrelazaron, tratando de consumirse el uno al otro, mostrando a los impotentes espectadores una gama de colores tan extensa que, de no haber sabido que el origen de estos eran hechizos letales, Eltrant probablemente habría aplaudido.
La escena se prolongó durante varios minutos hasta que, finalmente, el cuerpo de Bella salió disparado por los aires y acabó empotrándose contra la pared de una cabaña justo tras ella, quedando justo tras esto en el suelo, completamente inerte.
Eltrant no dijo nada a Huracán, se limitó a seguir con la mirada a Isabella y a la niña que, en aquel momento, salió del interior de la vivienda. La joven de trenza cobriza se agachó junto al cadáver de la ilusionista y, preocupada comenzó a llamar a quien era, de hecho, su madre.
Después de un intercambio de frases entre la bruja y la niña, Eltrant comprendió porque aquello era un recuerdo de la cazadora a pesar de que esta no lo recordaba. La madre de Huracán no era Isabella, era la mujer con la que estaban peleando, era Bella.
Lentamente, se volvió hacia Anastasia y dejó caer una de sus manos hasta el hombro de la muchacha. La ilusión se desvaneció de forma pausada pero constante y, dónde antes había árboles y había estado la cabaña, ahora volvía a estar el inmenso salón del castillo al que se habían aventurado en busca del vampiro. – No lo sé… - No sabía que decir, la cazadora acababa de descubrir que su madre no era quien pensaba, que su vida en Beltrexus no había sido más que una extraña coincidencia.
Como en todas las ilusiones a las que habían entrado, en aquel lugar no estaban solos, la auténtica ilusionista se alzaba frente a ellos, arrogante, segura de sí misma, y tan loca como la versión que Isabella acababa de derrotar.
Volvió a repetir a Huracán lo que ya había dicho más de un centenar de veces, la llamo “díscola”, aseguró que lo que debía hacer era unirse a la hermandad, volver junto a su madre, junto a su abuela. Anastasia, no obstante, hizo lo que Eltrant esperaba de ella, rechazó aquella oferta adelantándose un par de pasos y apuntándole con su ballesta.
Preparó su espada al mismo tiempo que observaba, sin poder hacer gran cosa para evitarlo, como Belladonna sucumbía a su locura y lanzaba un poderoso hechizo que, incapaz de esquivarlo, golpeó por completo a Huracán, congelándose en un instante.
-¡¡Huracán!! - Apretó los dientes, Bella se agachó junto a su hija y después se giró hacia los dos hombres para gritarles que se marchasen de aquel lugar, que la vida de la cazadora le pertenecía - ¿¡Marcharnos?! – Exclamó Eltrant corriendo hacía la bruja - ¡¡Suéltala!! – Cargó contra la mujer, con un solo movimiento de mano lo convertiría en un carámbano, quedaría a merced de ella como lo había hecho Huracán, pero le daba absolutamente igual, a unas malas el vampiro le estaba cubriendo las espaldas, o eso esperaba.
Apenas estuvo a un palmo de Bella, esta descargó el mismo hechizo que había usado para inmovilizar a Huracán contra la cara del exmercenario, este, no obstante, colocó su brazo izquierdo en la trayectoria del sortilegio y acometió contra la mujer con la mano que le quedaba libre y con la que sujetaba su arma, forzándola a romper el conjuro a la mitad.
- ¡Aléjate de ella! – Ignoró que su brazo izquierdo estuviese ahora cubierto de escarcha hasta el codo, que este hubiese adquirido una extraña tonalidad azul, lo único que tenía que hacer era atravesar a la bruja de par en par. Concatenando el ataque que le había librado de convertirse en una estatua de hielo con una estocada que, de no esquivarla, Bella quedaría empalada por la helada hoja del castaño, se aseguró que esta se alejaba lo suficiente del cuerpo de su aliada.
La mujer rio con ganas presa de su locura y alzó ambas manos, concentrando algo en ellas, frunciendo el ceño Eltrant volvió a avanzar hacia ella todo lo rápido que su cuerpo le permitía - ¡No me subestimes! – Aun habíendo pronunciado aquellas palabras, la bruja volvió a evadir otro de sus ataques, pero aquello solo significaba que había ganado un largo segundo para golpear el suelo con el brazo helado, rompiendo la capa de escarcha que la cubría y volviendo a recuperar la movilidad en aquella extremidad, la cual ahora, no obstante, estaba cubierta por pequeñas quemaduras ocasionadas por el frío.
- ¡¡MARCHAOS!! – No estaba seguro de si la mujer estaba perdiendo la paciencia o, simplemente, aquella era su actitud normal, fuese cual fuese el estado de la díscola de la familia Boisson, esta se encargó de lanzar un torrente de aire tan intenso que Eltrant se vio obligado a clavar su espada en el firme suelo de mármol para no ser arrastrado por el mismo, cosa que solo consiguió cuando estuvo a punto de estrellarse contra la pared opuesta a la bruja - ¡¡Es mía!! ¡Mi hija! ¿¡Qué eres tú?! ¡¿Un cazador?! ¡No pintas nada aquí! ¡No eres nadie! ¡NO SOIS NADIE! – Belladonna volvió a alzar sus brazos, una segunda ventisca asoló la habitación; Podía notar como la hoja de su espada se estremecía debido a la fuerza del viento, se aferró con aún más fuera a esta - ¡Víctor ayuda a Hura...! – La frase finalizó con un grito ahogado cuando un pesado mueble de madera se rompió contra su espalda, fragmentándose en el proceso y haciéndole perder el agarre que le mantenía en tierra.
Impactando contra el grueso muro de granito que hacía de pared en aquel lugar, cayó al suelo boca abajo sin aire en los pulmones. Tosiendo con contundencia volvió a levantarse - ¿No te rindes? – Belladona parecía estar segura de sí misma, y Eltrant podía comprender el por qué.
Esta vez solo apuntó con una mano al exmercenario, quien, ahora de pie, se había vuelto a hacer con su espada. Mantuvo su mirada fija en la ilusionista, no sabía si Víctor seguía allí, si ahora que habían escapado de la ilusión iba a marcharse, si se había hecho uno con las sombras para acabar con aquella bruja sin que se diese siquiera cuenta de que era lo que la había matado, pero él tenía muy claro lo que iba a hacer.
Reemprendió la marcha, solo tenía que alcanzarla, solo tenía que colocarse frente a ella, nada más, su espada haría el resto.
Un pequeño carámbano de hielo se formó en la palma de la mano de la bruja, este enseguida salió propulsado en dirección a Eltrant, quien sin ningún esfuerzo lo reflejó con la espada. Otro pedazo de hielo afilado siguió a aquel, y después otro más, uno a uno, el guarda se encargó de bloquearlos de algún modo, sin detenerse, aun cuando estos se clavaban firmemente en su carne.
- ¡No has prestado atención antes! – Vociferó cayendo de rodillas preso del dolor, momento que aprovechó para arrancarse el trozo de hielo que tenía alojado en el vientre, su armadura, ahora que no estaban en la ilusión, yacía a uno de los lados del castillo, pero no tenía precisamente tiempo para ponérsela - ¡Sabrías lo terco que puedo llegar a ser! – Se levantó, Bella enarcó una ceja, casi divertida por el patético espectáculo que el guarda estaba dando. - ¡Sabrías que no me marcho sin más! – La mujer se carcajeó con fuerza - ¡Que risa! ¡Pero mírate! Eres lamentable - Una daga de hielo voló hacia su cara, como había hecho antes, interpuso su brazo izquierdo para parar el golpe. Gritó, volvió a caer otra vez, jadeando, en un charco formado por su propia sangre - …Quizás pueda convertirte en un peón útil, o en un juguete de la hermandad… si sobrevives. – Dejando al exmercenario en su lamentable estado, volvió a caminar hacía Huracán.
Extrajo la daga helada de la herida de un fuerte tirón y la arrojó a un lado, la cual emitió un sonido similar al de un cristal al romperse – ¡Víctor! – Tras buscar a tientas en el amplio bolsillo que tenía en la parte posterior de su cinturón, extrajo el libro de tapa roja que le acompañaba a todas partes y se giró sobre sí mismo como mejor pudo. - ¡Víctor, que no se la lleve! – Volvió a gritar, esperando que el vampiro siguiese en el castillo, si Belladonna se llevaba a Huracán consigo solo los dioses sabrían que harían con ella, después de todo, Rachel era el ejemplo en vida de que podían arrebatar los recuerdos de sus víctimas para hacerles parte de la hermandad si estos no cooperaban.
Mirando directamente al distante techo que pendía sobre su cabeza cerró los ojos y se concentró en el sonido que producían los tacones de Bella al andar sobre el mármol del lugar, no le quedaba ninguna otra opción. - ¡Atrapa el libro, bruja! – Lanzó el objeto en dirección a la espalda de la ilusionista con toda la fuerza que le quedaba en sus brazos y se dejó caer de nuevo cuan largo era, su papel en aquella pelea había terminado.
No podía hacer otra cosa que usar el manuscrito que le había costado sus recuerdos, el uso normal del mismo no era aquel, el libro desvelaba conocimientos ocultos, no era ningún arma, pero si el libro del sabio tocaba a Belladonna, si esta lo atrapaba con sus manos desnudas o este impactaba sobre la parte descubierta de su espalda, el tomo se encargaría de arrebatarle la parte del alma que resguardaba lo más preciado para la bruja, lo que más atesoraba.
No era la primera vez que usaba aquel tomo como un arma, y la última vez que lo hizo se encargó de sellar los poderes de un brujo con unas habilidades similares a las de Belladona, con un poco de suerte, lo más preciado para la madre de Huracán sería su magia.
Afortunadamente tanto Huracán como Víctor no tardaron en unirse a la pelea, cosa que el guarda agradeció considerablemente ya que estaba perdiendo sin lugar a dudas, respirando agitado se giró hacia su compañera y frunció el ceño - ¿Por qué no llevas…? – Antes de que terminase la pregunta el vampiro hizo uso de sus habilidades para gritar una palabra que, por algún motivo, dolía al escucharlo, no pudo sino detenerse a taparse los odios. - ¿¡Qué acabas de hacer?! – Preguntó tratando de alzar su voz sobre el incesante pitido que emitían sus oídos, el cual se fue acallando según pasaban los segundos.
La pelea se detuvo después de esto, se quedó prácticamente en un punto muerto, ambos bandos comenzaron a hablar, Isabella trató de convencer a su hermana, de hacerla entrar en razón.
No había que ser un genio para adivinar el devenir de aquel dialogo entre las hermanas, tomando del brazo a su aliada la obligó a separarse un par de pasos de lo que estaba a punto de suceder, el combate definitivo entre ambas partes.
Y como había predicho, numerosas llamas de fuego negro y un intenso destello de electricidad azul se encontraron en el centro del claro.
El forcejeó duró durante varios minutos y fue tan poderoso que tuvieron que apartarse aún más para no acabar siendo víctimas de aquel combate. Los rayos y el fuego se entrelazaron, tratando de consumirse el uno al otro, mostrando a los impotentes espectadores una gama de colores tan extensa que, de no haber sabido que el origen de estos eran hechizos letales, Eltrant probablemente habría aplaudido.
La escena se prolongó durante varios minutos hasta que, finalmente, el cuerpo de Bella salió disparado por los aires y acabó empotrándose contra la pared de una cabaña justo tras ella, quedando justo tras esto en el suelo, completamente inerte.
Eltrant no dijo nada a Huracán, se limitó a seguir con la mirada a Isabella y a la niña que, en aquel momento, salió del interior de la vivienda. La joven de trenza cobriza se agachó junto al cadáver de la ilusionista y, preocupada comenzó a llamar a quien era, de hecho, su madre.
Después de un intercambio de frases entre la bruja y la niña, Eltrant comprendió porque aquello era un recuerdo de la cazadora a pesar de que esta no lo recordaba. La madre de Huracán no era Isabella, era la mujer con la que estaban peleando, era Bella.
Lentamente, se volvió hacia Anastasia y dejó caer una de sus manos hasta el hombro de la muchacha. La ilusión se desvaneció de forma pausada pero constante y, dónde antes había árboles y había estado la cabaña, ahora volvía a estar el inmenso salón del castillo al que se habían aventurado en busca del vampiro. – No lo sé… - No sabía que decir, la cazadora acababa de descubrir que su madre no era quien pensaba, que su vida en Beltrexus no había sido más que una extraña coincidencia.
Como en todas las ilusiones a las que habían entrado, en aquel lugar no estaban solos, la auténtica ilusionista se alzaba frente a ellos, arrogante, segura de sí misma, y tan loca como la versión que Isabella acababa de derrotar.
Volvió a repetir a Huracán lo que ya había dicho más de un centenar de veces, la llamo “díscola”, aseguró que lo que debía hacer era unirse a la hermandad, volver junto a su madre, junto a su abuela. Anastasia, no obstante, hizo lo que Eltrant esperaba de ella, rechazó aquella oferta adelantándose un par de pasos y apuntándole con su ballesta.
Preparó su espada al mismo tiempo que observaba, sin poder hacer gran cosa para evitarlo, como Belladonna sucumbía a su locura y lanzaba un poderoso hechizo que, incapaz de esquivarlo, golpeó por completo a Huracán, congelándose en un instante.
-¡¡Huracán!! - Apretó los dientes, Bella se agachó junto a su hija y después se giró hacia los dos hombres para gritarles que se marchasen de aquel lugar, que la vida de la cazadora le pertenecía - ¿¡Marcharnos?! – Exclamó Eltrant corriendo hacía la bruja - ¡¡Suéltala!! – Cargó contra la mujer, con un solo movimiento de mano lo convertiría en un carámbano, quedaría a merced de ella como lo había hecho Huracán, pero le daba absolutamente igual, a unas malas el vampiro le estaba cubriendo las espaldas, o eso esperaba.
Apenas estuvo a un palmo de Bella, esta descargó el mismo hechizo que había usado para inmovilizar a Huracán contra la cara del exmercenario, este, no obstante, colocó su brazo izquierdo en la trayectoria del sortilegio y acometió contra la mujer con la mano que le quedaba libre y con la que sujetaba su arma, forzándola a romper el conjuro a la mitad.
- ¡Aléjate de ella! – Ignoró que su brazo izquierdo estuviese ahora cubierto de escarcha hasta el codo, que este hubiese adquirido una extraña tonalidad azul, lo único que tenía que hacer era atravesar a la bruja de par en par. Concatenando el ataque que le había librado de convertirse en una estatua de hielo con una estocada que, de no esquivarla, Bella quedaría empalada por la helada hoja del castaño, se aseguró que esta se alejaba lo suficiente del cuerpo de su aliada.
La mujer rio con ganas presa de su locura y alzó ambas manos, concentrando algo en ellas, frunciendo el ceño Eltrant volvió a avanzar hacia ella todo lo rápido que su cuerpo le permitía - ¡No me subestimes! – Aun habíendo pronunciado aquellas palabras, la bruja volvió a evadir otro de sus ataques, pero aquello solo significaba que había ganado un largo segundo para golpear el suelo con el brazo helado, rompiendo la capa de escarcha que la cubría y volviendo a recuperar la movilidad en aquella extremidad, la cual ahora, no obstante, estaba cubierta por pequeñas quemaduras ocasionadas por el frío.
- ¡¡MARCHAOS!! – No estaba seguro de si la mujer estaba perdiendo la paciencia o, simplemente, aquella era su actitud normal, fuese cual fuese el estado de la díscola de la familia Boisson, esta se encargó de lanzar un torrente de aire tan intenso que Eltrant se vio obligado a clavar su espada en el firme suelo de mármol para no ser arrastrado por el mismo, cosa que solo consiguió cuando estuvo a punto de estrellarse contra la pared opuesta a la bruja - ¡¡Es mía!! ¡Mi hija! ¿¡Qué eres tú?! ¡¿Un cazador?! ¡No pintas nada aquí! ¡No eres nadie! ¡NO SOIS NADIE! – Belladonna volvió a alzar sus brazos, una segunda ventisca asoló la habitación; Podía notar como la hoja de su espada se estremecía debido a la fuerza del viento, se aferró con aún más fuera a esta - ¡Víctor ayuda a Hura...! – La frase finalizó con un grito ahogado cuando un pesado mueble de madera se rompió contra su espalda, fragmentándose en el proceso y haciéndole perder el agarre que le mantenía en tierra.
Impactando contra el grueso muro de granito que hacía de pared en aquel lugar, cayó al suelo boca abajo sin aire en los pulmones. Tosiendo con contundencia volvió a levantarse - ¿No te rindes? – Belladona parecía estar segura de sí misma, y Eltrant podía comprender el por qué.
Esta vez solo apuntó con una mano al exmercenario, quien, ahora de pie, se había vuelto a hacer con su espada. Mantuvo su mirada fija en la ilusionista, no sabía si Víctor seguía allí, si ahora que habían escapado de la ilusión iba a marcharse, si se había hecho uno con las sombras para acabar con aquella bruja sin que se diese siquiera cuenta de que era lo que la había matado, pero él tenía muy claro lo que iba a hacer.
Reemprendió la marcha, solo tenía que alcanzarla, solo tenía que colocarse frente a ella, nada más, su espada haría el resto.
Un pequeño carámbano de hielo se formó en la palma de la mano de la bruja, este enseguida salió propulsado en dirección a Eltrant, quien sin ningún esfuerzo lo reflejó con la espada. Otro pedazo de hielo afilado siguió a aquel, y después otro más, uno a uno, el guarda se encargó de bloquearlos de algún modo, sin detenerse, aun cuando estos se clavaban firmemente en su carne.
- ¡No has prestado atención antes! – Vociferó cayendo de rodillas preso del dolor, momento que aprovechó para arrancarse el trozo de hielo que tenía alojado en el vientre, su armadura, ahora que no estaban en la ilusión, yacía a uno de los lados del castillo, pero no tenía precisamente tiempo para ponérsela - ¡Sabrías lo terco que puedo llegar a ser! – Se levantó, Bella enarcó una ceja, casi divertida por el patético espectáculo que el guarda estaba dando. - ¡Sabrías que no me marcho sin más! – La mujer se carcajeó con fuerza - ¡Que risa! ¡Pero mírate! Eres lamentable - Una daga de hielo voló hacia su cara, como había hecho antes, interpuso su brazo izquierdo para parar el golpe. Gritó, volvió a caer otra vez, jadeando, en un charco formado por su propia sangre - …Quizás pueda convertirte en un peón útil, o en un juguete de la hermandad… si sobrevives. – Dejando al exmercenario en su lamentable estado, volvió a caminar hacía Huracán.
Extrajo la daga helada de la herida de un fuerte tirón y la arrojó a un lado, la cual emitió un sonido similar al de un cristal al romperse – ¡Víctor! – Tras buscar a tientas en el amplio bolsillo que tenía en la parte posterior de su cinturón, extrajo el libro de tapa roja que le acompañaba a todas partes y se giró sobre sí mismo como mejor pudo. - ¡Víctor, que no se la lleve! – Volvió a gritar, esperando que el vampiro siguiese en el castillo, si Belladonna se llevaba a Huracán consigo solo los dioses sabrían que harían con ella, después de todo, Rachel era el ejemplo en vida de que podían arrebatar los recuerdos de sus víctimas para hacerles parte de la hermandad si estos no cooperaban.
Mirando directamente al distante techo que pendía sobre su cabeza cerró los ojos y se concentró en el sonido que producían los tacones de Bella al andar sobre el mármol del lugar, no le quedaba ninguna otra opción. - ¡Atrapa el libro, bruja! – Lanzó el objeto en dirección a la espalda de la ilusionista con toda la fuerza que le quedaba en sus brazos y se dejó caer de nuevo cuan largo era, su papel en aquella pelea había terminado.
No podía hacer otra cosa que usar el manuscrito que le había costado sus recuerdos, el uso normal del mismo no era aquel, el libro desvelaba conocimientos ocultos, no era ningún arma, pero si el libro del sabio tocaba a Belladonna, si esta lo atrapaba con sus manos desnudas o este impactaba sobre la parte descubierta de su espalda, el tomo se encargaría de arrebatarle la parte del alma que resguardaba lo más preciado para la bruja, lo que más atesoraba.
No era la primera vez que usaba aquel tomo como un arma, y la última vez que lo hizo se encargó de sellar los poderes de un brujo con unas habilidades similares a las de Belladona, con un poco de suerte, lo más preciado para la madre de Huracán sería su magia.
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Respiré agitado, el grito había funcionado aunque por lo abierto del área tal vez, no había afectado a todos como debería; aunque bien que consiguió detener la batalla por un instante, lo suficiente para que comenzaran a cruzar palabras, solo esperaba que no cayeran de nuevo en la discusión de quién era la díscola y quién no; pues ya había tenido suficientes díscolas por un día; de todos modos la charla no duró mucho y en apenas unos instantes ya se estaban preparando para atacar de nuevo -Eso no parece nada bueno- Murmuré al ver la esfera de fuego negro seguida de una ráfaga de rayo; di un paso atrás, seguido de otros dos, y luego otros más que se convirtieron en una carrera y terminaron en un salto para no ser alcanzado por semejante batalla.
Había acabado en unos arbustos justo al lado contrario de donde se encontraban los tórtolos, humano y cazadora; la cara de esta última se veía bastante confundida al ver salir de la casa a una adorable jovencita; su edad no debía estar lejos de la que tenía actualmente mi pequeña Magazubi; la escena era realmente conmovedora, la pequeña removía a su madre en el piso mientras la llamaba madre; no sabía qué tenía que ver eso con todo lo demás ¿Acaso pretendía matarnos de remordimiento?
La pareja de victoriosos brujos se acercaron para consolar a la niña que al final declararía llamarse -Anastasia- Murmuré abriendo los ojos como platos y dirigiendo la mirada a la cazadora que ahora se veía más confundida que antes -¿Acaso?- Pensé entrecerrando los ojos para examinar el parecido entre la niña y Huracán, así como también buscar similitudes entre esta última y la loca de las ilusiones, aunque era más fácil hallarlas entre estas dos últimas, principalmente ese instinto asesino y la aparente tendencia psicópata.
Una nueva discusión dio inicio, la loca de las greñas parecía desear realmente recuperar a su hija, cosa que no me parecía del todo mal, podrían ir por la vida dando rienda suelta a toda la discolocidad que pudieran reunir entre ambas, aunque la cazadora parecía totalmente fiel a sus principios, algo que resultaba incluso admirable -Por las malas, siempre es por las malas- Murmuré para luego ver cómo la chica era golpeada por una ventisca que parecía haberle congelado hasta los huesos.
La desgreñada por fin me ofrecía lo que desde el principio le había estado pidiendo, la oportunidad de irme de ese lugar de locos y dejar todo atrás -Oh, por fin lo has entendido- Dije a la mujer mientras aplaudía con sarcasmo -Pues yo sí quiero marcharme- miré hacia la entrada del lugar que ahora me parecía más lejano que nunca antes; tal vez mi poca moral me impedía marcharme y dejar aquello atrás, dudé por unos instantes mientras el guardia se lanzaba en un frenético ataque contra la bruja -Está demente, no tiene oportunidad- Dije mirando los tristes intentos del guardia por alcanzar a la mujer -¿Tan importante es la cazadora para que alguien intentara arriesgar la vida por ella, en una batalla que sabía que no podía ganar?- Pensé mientras dirigía la vista hacia ella.
Los esfuerzos del hombre parecían cada vez más desesperados y su súplica de que ayudara a la cazadora no pasó por alto; ahora que él, de una manera por poco ortodoxa había conseguido alejar a la mujer, tendría oportunidad de tomar a la cazadora y salir de ese lugar; era un trabajo fácil con mi velocidad a cambio de ofrecerlo a él como tributo pero ¿Era correcto?; me debatía en un dilema mental cuando una corriente de aire pasó cerca de mí regresándome a la realidad, si es que eso era la realidad; el humano estaba demente y se había lanzado al suicidio, su estúpida y noble acción de luchar hasta el final por su amiga no merecía otra cosa que ser premiada -No es mi problema- [1] Dije en voz alta no solo para despistar a la bruja, sino además para liberar mi magia y distorsionar la percepción de los presentes, dando la impresión de que me desvanecía entre las sombras en dirección a la salida.
Ahora la bruja de las greñas se dirigía de nuevo hacia la cazadora y el grito del guardia no tardó en llegar a mis oídos, aguardaba pacientemente el momento correcto para inmovilizarla con un único y certero ataque aunque mi factor sorpresa se vino abajo cuando me vi obligado a mostrar que seguía entre ellos para distraer a la bruja -¿Crees que todo terminará tan fácil?- [2] Dije con una voz que saldría desde el cielo, como si me encontrara sobre ella -Si alguien va a matar a la cazadora, seré yo- [2] Continué con una voz que ahora vendría desde su espalda -Hiciste de esto algo personal, ese fue tu error- [2] Dije haciendo que esta vez la última palabra se repitiera como un eco desde múltiples direcciones; no era mucho lo que había logrado, pero al menos había detenido sus pasos y le había dado al humano suficiente tiempo para idear un ataque.
Corrí a toda velocidad hacia la mujer aprovechando que el eco de mis múltiples voces distraían a la bruja y camuflaban el sonido de mis pisadas, así cuando menos lo esperaba la sujeté por la espalda exponiendo su pecho como un blanco fácil -Ataca Eltrant, lanza tu espad...- Mi frase fue cortada al instante al ver que el idiota le había lanzado un libro -¿Un libro? ¿En serio? ¿Es lo mejor que tienes?- Protesté de mala gana en una distracción que me costó caro; la bruja se liberó de mi agarre con un fuerte codazo a mi estómago y me hizo retroceder -¡¡Serás idiota!!- Grité enojado ante la inútil estrategia del guardia de lanzar nada menos que un simple libro contra la poderosa bruja que sin más, seguramente acabaría por tomarlo y destruirlo en un parpadeo -Los humanos y sus métodos- Murmuré mientras me reincorporaba y sacaba mis dagas listo para lo peor; retrocedí lentamente hasta ponerme entre la bruja y la cazadora; al parecer la batalla sería más larga de lo calculado.
[1] Habilidad de Nivel 4: Espíritus de la noche Había acabado en unos arbustos justo al lado contrario de donde se encontraban los tórtolos, humano y cazadora; la cara de esta última se veía bastante confundida al ver salir de la casa a una adorable jovencita; su edad no debía estar lejos de la que tenía actualmente mi pequeña Magazubi; la escena era realmente conmovedora, la pequeña removía a su madre en el piso mientras la llamaba madre; no sabía qué tenía que ver eso con todo lo demás ¿Acaso pretendía matarnos de remordimiento?
La pareja de victoriosos brujos se acercaron para consolar a la niña que al final declararía llamarse -Anastasia- Murmuré abriendo los ojos como platos y dirigiendo la mirada a la cazadora que ahora se veía más confundida que antes -¿Acaso?- Pensé entrecerrando los ojos para examinar el parecido entre la niña y Huracán, así como también buscar similitudes entre esta última y la loca de las ilusiones, aunque era más fácil hallarlas entre estas dos últimas, principalmente ese instinto asesino y la aparente tendencia psicópata.
Una nueva discusión dio inicio, la loca de las greñas parecía desear realmente recuperar a su hija, cosa que no me parecía del todo mal, podrían ir por la vida dando rienda suelta a toda la discolocidad que pudieran reunir entre ambas, aunque la cazadora parecía totalmente fiel a sus principios, algo que resultaba incluso admirable -Por las malas, siempre es por las malas- Murmuré para luego ver cómo la chica era golpeada por una ventisca que parecía haberle congelado hasta los huesos.
La desgreñada por fin me ofrecía lo que desde el principio le había estado pidiendo, la oportunidad de irme de ese lugar de locos y dejar todo atrás -Oh, por fin lo has entendido- Dije a la mujer mientras aplaudía con sarcasmo -Pues yo sí quiero marcharme- miré hacia la entrada del lugar que ahora me parecía más lejano que nunca antes; tal vez mi poca moral me impedía marcharme y dejar aquello atrás, dudé por unos instantes mientras el guardia se lanzaba en un frenético ataque contra la bruja -Está demente, no tiene oportunidad- Dije mirando los tristes intentos del guardia por alcanzar a la mujer -¿Tan importante es la cazadora para que alguien intentara arriesgar la vida por ella, en una batalla que sabía que no podía ganar?- Pensé mientras dirigía la vista hacia ella.
Los esfuerzos del hombre parecían cada vez más desesperados y su súplica de que ayudara a la cazadora no pasó por alto; ahora que él, de una manera por poco ortodoxa había conseguido alejar a la mujer, tendría oportunidad de tomar a la cazadora y salir de ese lugar; era un trabajo fácil con mi velocidad a cambio de ofrecerlo a él como tributo pero ¿Era correcto?; me debatía en un dilema mental cuando una corriente de aire pasó cerca de mí regresándome a la realidad, si es que eso era la realidad; el humano estaba demente y se había lanzado al suicidio, su estúpida y noble acción de luchar hasta el final por su amiga no merecía otra cosa que ser premiada -No es mi problema- [1] Dije en voz alta no solo para despistar a la bruja, sino además para liberar mi magia y distorsionar la percepción de los presentes, dando la impresión de que me desvanecía entre las sombras en dirección a la salida.
Ahora la bruja de las greñas se dirigía de nuevo hacia la cazadora y el grito del guardia no tardó en llegar a mis oídos, aguardaba pacientemente el momento correcto para inmovilizarla con un único y certero ataque aunque mi factor sorpresa se vino abajo cuando me vi obligado a mostrar que seguía entre ellos para distraer a la bruja -¿Crees que todo terminará tan fácil?- [2] Dije con una voz que saldría desde el cielo, como si me encontrara sobre ella -Si alguien va a matar a la cazadora, seré yo- [2] Continué con una voz que ahora vendría desde su espalda -Hiciste de esto algo personal, ese fue tu error- [2] Dije haciendo que esta vez la última palabra se repitiera como un eco desde múltiples direcciones; no era mucho lo que había logrado, pero al menos había detenido sus pasos y le había dado al humano suficiente tiempo para idear un ataque.
Corrí a toda velocidad hacia la mujer aprovechando que el eco de mis múltiples voces distraían a la bruja y camuflaban el sonido de mis pisadas, así cuando menos lo esperaba la sujeté por la espalda exponiendo su pecho como un blanco fácil -Ataca Eltrant, lanza tu espad...- Mi frase fue cortada al instante al ver que el idiota le había lanzado un libro -¿Un libro? ¿En serio? ¿Es lo mejor que tienes?- Protesté de mala gana en una distracción que me costó caro; la bruja se liberó de mi agarre con un fuerte codazo a mi estómago y me hizo retroceder -¡¡Serás idiota!!- Grité enojado ante la inútil estrategia del guardia de lanzar nada menos que un simple libro contra la poderosa bruja que sin más, seguramente acabaría por tomarlo y destruirlo en un parpadeo -Los humanos y sus métodos- Murmuré mientras me reincorporaba y sacaba mis dagas listo para lo peor; retrocedí lentamente hasta ponerme entre la bruja y la cazadora; al parecer la batalla sería más larga de lo calculado.
[1] Habilidad de Nivel 6: El que acecha en el umbral
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
El hechizo de Bella me había dejado tiritando en el suelo, muerta de frío. Se trataba de una habilidad que simulaba una falsa sensación de frío en aquel que recibía el impacto. Ni por asomo esperaba que tuviese tal variedad de repertorio con magia de ilusión. La cuestión es que la bruja me tenía ahora completamente a su merced y si Eltrant no hacía nada me terminaría llevando con ella.
Pero el mercenario se lanzó como un poseso a por Bella en cuanto me vio caer al suelo. Me estaban dando respigos y escalofríos y no podía apoyarle. El vampiro, por su parte, aclaró que se largaría, no esperaba menos de tal repugnante y semejante víbora, así, se dirigió hacia la puerta, riéndose encima por las mínimas posibilidades de Eltrant de salir victorioso en un cara a cara con Bella.
No era una mujer propensa con la que gastar bromas. En cierto modo era diferente a la Dama y lo había comprobado en la mansión durante la noche de la mascarada. A Mortagglia le gustaba jugar y torturar a sus víctimas, a Bella simplemente matarlas de las maneras más inverosímiles, con hechizos de magia avanzada y destructiva. Vi como Eltrant repelió varios témpanos de hielo con su espada, pero no pudo hacer lo mismo. Mi… madre, cómo me cuesta todavía pensar aquello, se reía como una demente cada vez que le golpeaba. Era soberbia, y muy pero que muy poderosa. Lo vi negro cuando vi a Eltrant nadando en su propia sangre. Aún así, suplicaba al vampiro que no me capturara. Pero el muy cobarde ya se habría largado seguramente.
-Ahora vas a venir con mamá. ¡Ja ja ja! – rió psicóticamente, tomándome de los hombros, dispuesta para realizar algún hechizo de teletransporte o similar.
Pero para mi sorpresa, Víctor reapareció en escena para utilizar sus poderes de la voz desde la distancia. Algo que hizo que Bella se llevase las manos a los oídos, incómoda por lo que le había dicho. – Ay... Hoy voy a matar a un vampirito. Ña, ña ña. – canturreó después de varios segundos de distracción. Aquel ataque no fue gran cosa para alguien acostumbrado a lidiar con los vampiros de la Hermandad. Se giró con uno de sus hechizos en la mano cargado buscando matar a Víctor, pero éste alertó a Eltrant para que la atacara.
-¡Serás idiota! – secundé al vampiro. ¡Le había lanzado un libro! ¿Por qué no lanzarle una espada? Bella lo vio venir y no tardaría en detenerlo.
-¡PARARIS! – conjuró de nuevo, haciendo que el libro se detuviese en seco en el aire y cayese al suelo, sin tener siquiera que tocarlo, y pronto vio a Víctor, que se había delatado por su grito para insultar a Eltrant por su brillante idea, y miró hacia él. - ¡CATACLERUM! – y soltó una fuerte corriente de humo negro maligno que, si no la esquivó se lo llevaría con una fuerte terrible contra una de las duras paredes de roca. -¡Ji ji ji ji! – se desternillaba Bella, poniendo la mano delante de la boca, al ver como sus tres adversarios yacían en diferentes puntos de la estancia.
-¡Oh, genial Eltrant! – dije. Los tres estábamos completamente fuera de juego.
Los tacones desacompasados y las risas de Bella eran lo único que sonaba ahora en la estancia. La mujer se acercó a Eltrant, que era el que más cerca estaba y el que había tenido la brillante idea de lanzarle el hilo. – Uy… ¿Estás bien? No tienes buen aspecto. – dijo con los dedos delante de la boca y abriendo los ojos, como si de verdad estuviese preocupado, giró la cabeza y lo miró psicótica. – Te haría un favor matándote ahora mismo pero... Dejaré que lo hagas por ti mismo, vas muy bien. ¡Animo! Ya no te debe hacer falta perder mucha más sangre para conseguirlo. ¡Ja ja ja ja! – rió y aplaudió, y se giró y continuó riendo a carcajada limpia. Miró hacia un lateral para comprobar que Víctor seguía en el mismo sitio – ¡CALAMBRIS! – conjuró de nuevo para evitar que este se levantara, propinándole un hechizo que ya ni sabía que le produciría si le daba. Luego me habló a mí. – Hija mía, juntas impondremos un reinado del terror. – y volvió a encaminarse hacia mí.
Sus pasos le llevaron hasta el libro que le había lanzado Tale y que había quedado petrificado en el suelo. – ¡Pero si es el libro que tu valiente héroe te lanzó! ¿Qué será? ¿Un poema de amor? ¿Un cuento? ¡Ja ja ja ja! Os leeré un pasaje hasta que tus amigos se vayan a dormir a la eternidad. – volvió a reír con su locura y haciendo gala de su crudo humor negro.
Se agachó y tomó el libro con sus manos desnudas, y, nada más hacer esto, éste se abrió, sorprendiendo a la bruja, que lo miró con su locura habitual, una luz brillante salió del mismo, totalmente cegadora. - ¡Ay! ¡Ay! ¡Agh! – gritó y lo lanzó lejos.
La bruja comenzó a chillar, llevándose las manos a la cabeza como si le fuera a explotar. Hecha una furia, comenzó a lanzar sus hechizos más destructivos contra las dañadas paredes del castillo. Haciendo que parte de éste se destruyese. La bruja detuvo poco después sus ataques tras su repentino ataque de ira y miró al frente. Respirando fuertemente, sin mirar a nadie en concreto. - ¡Agh! ¡Ya estoy bien! – Se recompuso, luego se giró y volvió hacia mí.
-Por fin. Vendrás conmigo, Anastasia. - gritó, y me descongeló aplicando calor sobre mi cuerpo. Cerró los ojos y conjuró el hechizo con el que me sacaría de allí. - ¡TELEPORTIS! – gritó, cerré los ojos, y, para mi sorpresa, no consiguió hacerlo, el vórtice que se abrió ante nosotros simplemente la absorbió a ella y se cerró, pero no así yo, que permanecí descongelada, pero en el mismo sitio en el que había quedado.
Sonreí aliviada. Pronto entendí que el libro que le lanzó Eltrant era el que me había enseñado cuando era guardia en Lunargenta. Aquel que te hacía perder lo que más quería. Lo que más añoraba Belladonna tal y como había dicho, era recuperar a su hija. Gracias al libro, perdería esta posibilidad, y por ello no consiguió llevarme con ella. La bruja se había teletransportado y, si mi conocimiento sobre hechizos era adecuado, tardaría un tiempo en poder volver hasta el mismo sitio pues aquel poder consumía mucho maná.
-¡Eltrant! ¡Has sido un genio! – corrí a felicitarle. Arrodillándome, tratando de no mancharme con la sangre. - ¡Un maldito genio! – repetí. Aunque el exmercenario no parecía estar para muchas alabanzas. - ¿Puedes moverte? – pregunté. – ¿Esto en qué posición nos deja con respecto a Bella? – pregunté, a fin de cuentas, ella se había marchado intacta. ¿Qué pasaría si volvía a toparse con nosotros? ¿La volvería aquello aún más temible por no poder conseguir lo que ansía?
Luego giré mi rostro hacia el vampiro, que parecía estar más o menos bien. – Gracias. – le dije seria, podía sentirse alabado, era la primera vez que le decía algo así a un vampiro. Esperaba que no le diese ahora por disfrutar de aquel manjar de sangre, aunque le daría un voto de confianza. – Ayúdame a sacarlo. Tenemos un campamento cerca. – le pedí, levantándole. El campamento de Cassandra Harrowmont y los demás no estaría muy lejos, se veía la pequeña hoguera para combatir el frío que habían encendido .
Pero el mercenario se lanzó como un poseso a por Bella en cuanto me vio caer al suelo. Me estaban dando respigos y escalofríos y no podía apoyarle. El vampiro, por su parte, aclaró que se largaría, no esperaba menos de tal repugnante y semejante víbora, así, se dirigió hacia la puerta, riéndose encima por las mínimas posibilidades de Eltrant de salir victorioso en un cara a cara con Bella.
No era una mujer propensa con la que gastar bromas. En cierto modo era diferente a la Dama y lo había comprobado en la mansión durante la noche de la mascarada. A Mortagglia le gustaba jugar y torturar a sus víctimas, a Bella simplemente matarlas de las maneras más inverosímiles, con hechizos de magia avanzada y destructiva. Vi como Eltrant repelió varios témpanos de hielo con su espada, pero no pudo hacer lo mismo. Mi… madre, cómo me cuesta todavía pensar aquello, se reía como una demente cada vez que le golpeaba. Era soberbia, y muy pero que muy poderosa. Lo vi negro cuando vi a Eltrant nadando en su propia sangre. Aún así, suplicaba al vampiro que no me capturara. Pero el muy cobarde ya se habría largado seguramente.
-Ahora vas a venir con mamá. ¡Ja ja ja! – rió psicóticamente, tomándome de los hombros, dispuesta para realizar algún hechizo de teletransporte o similar.
Pero para mi sorpresa, Víctor reapareció en escena para utilizar sus poderes de la voz desde la distancia. Algo que hizo que Bella se llevase las manos a los oídos, incómoda por lo que le había dicho. – Ay... Hoy voy a matar a un vampirito. Ña, ña ña. – canturreó después de varios segundos de distracción. Aquel ataque no fue gran cosa para alguien acostumbrado a lidiar con los vampiros de la Hermandad. Se giró con uno de sus hechizos en la mano cargado buscando matar a Víctor, pero éste alertó a Eltrant para que la atacara.
-¡Serás idiota! – secundé al vampiro. ¡Le había lanzado un libro! ¿Por qué no lanzarle una espada? Bella lo vio venir y no tardaría en detenerlo.
-¡PARARIS! – conjuró de nuevo, haciendo que el libro se detuviese en seco en el aire y cayese al suelo, sin tener siquiera que tocarlo, y pronto vio a Víctor, que se había delatado por su grito para insultar a Eltrant por su brillante idea, y miró hacia él. - ¡CATACLERUM! – y soltó una fuerte corriente de humo negro maligno que, si no la esquivó se lo llevaría con una fuerte terrible contra una de las duras paredes de roca. -¡Ji ji ji ji! – se desternillaba Bella, poniendo la mano delante de la boca, al ver como sus tres adversarios yacían en diferentes puntos de la estancia.
-¡Oh, genial Eltrant! – dije. Los tres estábamos completamente fuera de juego.
Los tacones desacompasados y las risas de Bella eran lo único que sonaba ahora en la estancia. La mujer se acercó a Eltrant, que era el que más cerca estaba y el que había tenido la brillante idea de lanzarle el hilo. – Uy… ¿Estás bien? No tienes buen aspecto. – dijo con los dedos delante de la boca y abriendo los ojos, como si de verdad estuviese preocupado, giró la cabeza y lo miró psicótica. – Te haría un favor matándote ahora mismo pero... Dejaré que lo hagas por ti mismo, vas muy bien. ¡Animo! Ya no te debe hacer falta perder mucha más sangre para conseguirlo. ¡Ja ja ja ja! – rió y aplaudió, y se giró y continuó riendo a carcajada limpia. Miró hacia un lateral para comprobar que Víctor seguía en el mismo sitio – ¡CALAMBRIS! – conjuró de nuevo para evitar que este se levantara, propinándole un hechizo que ya ni sabía que le produciría si le daba. Luego me habló a mí. – Hija mía, juntas impondremos un reinado del terror. – y volvió a encaminarse hacia mí.
Sus pasos le llevaron hasta el libro que le había lanzado Tale y que había quedado petrificado en el suelo. – ¡Pero si es el libro que tu valiente héroe te lanzó! ¿Qué será? ¿Un poema de amor? ¿Un cuento? ¡Ja ja ja ja! Os leeré un pasaje hasta que tus amigos se vayan a dormir a la eternidad. – volvió a reír con su locura y haciendo gala de su crudo humor negro.
Se agachó y tomó el libro con sus manos desnudas, y, nada más hacer esto, éste se abrió, sorprendiendo a la bruja, que lo miró con su locura habitual, una luz brillante salió del mismo, totalmente cegadora. - ¡Ay! ¡Ay! ¡Agh! – gritó y lo lanzó lejos.
La bruja comenzó a chillar, llevándose las manos a la cabeza como si le fuera a explotar. Hecha una furia, comenzó a lanzar sus hechizos más destructivos contra las dañadas paredes del castillo. Haciendo que parte de éste se destruyese. La bruja detuvo poco después sus ataques tras su repentino ataque de ira y miró al frente. Respirando fuertemente, sin mirar a nadie en concreto. - ¡Agh! ¡Ya estoy bien! – Se recompuso, luego se giró y volvió hacia mí.
-Por fin. Vendrás conmigo, Anastasia. - gritó, y me descongeló aplicando calor sobre mi cuerpo. Cerró los ojos y conjuró el hechizo con el que me sacaría de allí. - ¡TELEPORTIS! – gritó, cerré los ojos, y, para mi sorpresa, no consiguió hacerlo, el vórtice que se abrió ante nosotros simplemente la absorbió a ella y se cerró, pero no así yo, que permanecí descongelada, pero en el mismo sitio en el que había quedado.
Sonreí aliviada. Pronto entendí que el libro que le lanzó Eltrant era el que me había enseñado cuando era guardia en Lunargenta. Aquel que te hacía perder lo que más quería. Lo que más añoraba Belladonna tal y como había dicho, era recuperar a su hija. Gracias al libro, perdería esta posibilidad, y por ello no consiguió llevarme con ella. La bruja se había teletransportado y, si mi conocimiento sobre hechizos era adecuado, tardaría un tiempo en poder volver hasta el mismo sitio pues aquel poder consumía mucho maná.
-¡Eltrant! ¡Has sido un genio! – corrí a felicitarle. Arrodillándome, tratando de no mancharme con la sangre. - ¡Un maldito genio! – repetí. Aunque el exmercenario no parecía estar para muchas alabanzas. - ¿Puedes moverte? – pregunté. – ¿Esto en qué posición nos deja con respecto a Bella? – pregunté, a fin de cuentas, ella se había marchado intacta. ¿Qué pasaría si volvía a toparse con nosotros? ¿La volvería aquello aún más temible por no poder conseguir lo que ansía?
Luego giré mi rostro hacia el vampiro, que parecía estar más o menos bien. – Gracias. – le dije seria, podía sentirse alabado, era la primera vez que le decía algo así a un vampiro. Esperaba que no le diese ahora por disfrutar de aquel manjar de sangre, aunque le daría un voto de confianza. – Ayúdame a sacarlo. Tenemos un campamento cerca. – le pedí, levantándole. El campamento de Cassandra Harrowmont y los demás no estaría muy lejos, se veía la pequeña hoguera para combatir el frío que habían encendido .
Off: Como este objeto pertenece a la historia de Eltrant y tiene relación con una maldición. He avisado a un master para que regule esto y diga qué ocurre ahora con el bueno de Elt y con Belladonna. ^^
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
El presente es quienes somos, el futuro, es aquello que seremos, pero sin pasado, ni fuimos, ni somos ni seremos nunca nada. Eso era algo que Eltrant Tale había aprendido a base de bien, cuando sus recuerdos habían sido tragados por ese libro maldito de cuero rojo, pero el sacrificio, nos hace grandes, y su acción al lanzar el libro a Belladona no pasaría desapercibida.
El libro soltó una lluvia de colores que comenzó a caer sobre los presentes, expandiéndose por el lugar como remolinos de arcoíris que, en forma de letras y párrafos, se alejaron dispersándose por Aerandir. Sin olvidarse, antes, de rodear a el séptimo de los Tale en sus remolinos, entregándole parte de sus memorias, ¿qué sería peor, no recordar, o solo poder tener recuerdos a medias? Algunas voces comenzaron a coincidir con las caras, algunas risas, comenzaron a coincidir con bocas sonrientes, y las situaciones se volvieron más claras, como un ciego que recupera la visión de un ojo.
Huracán vería, frente a sus ojos, como esa mujer, comenzaba a romperse en pedazos, como le había sucedido, tiempo atrás, al ex mercenario en la isla tortuga. Los recuerdos de la mujer quedarían en blanco, las situaciones estarían intactas, pero sería incapaz de reconocer cara o voz alguna, quedando, en blanco, las figuras de las personas que habían formado parte de su vida.
Esa mujer, esa madre, que, como su propio nombre indicaba, era belleza y veneno, comenzó a llorar frente a la estupefacción de los presentes, que no saldrían intactos. Huracán y Bio, que tanto asco se tenían, se verían unidos por un lazo invisible que le haría sentir todo lo que sentía el otro, pero, quien sabe, el roce hace el cariño, y, tal vez, solo tal vez, si aprendieran a llevarse bien se rompería el hechizo.
Eltrant, herido, vería aparecer una nueva aguja en el tatuaje de su espalda, una aguja que le marcaría el tiempo, el tiempo que le quedaba antes de perder, para siempre, esos recuerdos que tan útiles le serían. Un fuerte dolor de cabeza atenazaría a nuestros héroes, Huracán y Bio verían su pesadilla convertida en realidad, notando un dolor físico, que los obligaría a retorcerse con fuerza al sentir un ligero hilo de alma verse conectado entre si, haciendo que no pudieran separarse más de un metro sin sentir como si les estuvieran arrancando una parte del corazón.
Eltrant, en cambio, volvería a revivir pesadillas, y entre malos sueños, sería capaz de encontrar una espada, una espada de madera que él mismo había usado de niño, y que, más tarde, habría usado su hermana pequeña para el mismo fin, soñar con salir de la granja, sin embargo, las espadas no siempre son meras espadas, y la madera no siempre es madera, tal vez, en su pesadilla, lograse sacar esa espada, y romper, así, la dolorosa unión de sus compañeros.
*Huracán y Bio: Os encontráis unidos por un fino hilo que no os permitirá separaros a más de un metro, tenéis dos opciones, o bien os lleváis bien, o bien esperáis a que Eltrant encuentre entre sus pesadillas la espada. Pero no será tan sencillo, Ese dolor despertará ciertas sensaciones, las heridas dolerán más los golpes parecerán más fuertes y los huesos rotos parecerán más dolorosos, al menos, encontraréis algo en los bolsillos, unas piedras, sirven dos veces, alivian el dolor, pero no el físico, si no el del alma, podrá usarse dos veces, y solo vosotros decidiréis si usarla en vuetro beneficio o en el de otra persona.
*Eltrant: Eres arriesgado, bien podrías haber perdido los recuerdos para siempre, en cambio, estos te van a golpear con todas sus fuerzas, algunos seguirán perdidos, pero serán menores, algunos amigos poco importantes, tal vez, que no llegues a recordar jamás, pero tus más allegados han vuelto a tu memoria. Sin embargo, el golpe no será fácil, navegarás en ellos, en tus pesadillas, para encontrar una espada, una sencilla espada de madera, que es mucho más de lo que aparenta, cuando la tengas, la madera se disolverá volviéndose hierro. Podrás usarla una vez, solo una vez, tu decidirás si es esta la ocasión u otra.
No volveré a intervenir en este tema, ni en ningún otro, sois los afortunados de disfrutar de mi última intervención mi último castigo y mi último premio, por medio de Master Ansur, seguid así, una trama estupenda, felicidades por el tema.
Att. Master Othel. Hasta siempre.
El libro soltó una lluvia de colores que comenzó a caer sobre los presentes, expandiéndose por el lugar como remolinos de arcoíris que, en forma de letras y párrafos, se alejaron dispersándose por Aerandir. Sin olvidarse, antes, de rodear a el séptimo de los Tale en sus remolinos, entregándole parte de sus memorias, ¿qué sería peor, no recordar, o solo poder tener recuerdos a medias? Algunas voces comenzaron a coincidir con las caras, algunas risas, comenzaron a coincidir con bocas sonrientes, y las situaciones se volvieron más claras, como un ciego que recupera la visión de un ojo.
Huracán vería, frente a sus ojos, como esa mujer, comenzaba a romperse en pedazos, como le había sucedido, tiempo atrás, al ex mercenario en la isla tortuga. Los recuerdos de la mujer quedarían en blanco, las situaciones estarían intactas, pero sería incapaz de reconocer cara o voz alguna, quedando, en blanco, las figuras de las personas que habían formado parte de su vida.
Esa mujer, esa madre, que, como su propio nombre indicaba, era belleza y veneno, comenzó a llorar frente a la estupefacción de los presentes, que no saldrían intactos. Huracán y Bio, que tanto asco se tenían, se verían unidos por un lazo invisible que le haría sentir todo lo que sentía el otro, pero, quien sabe, el roce hace el cariño, y, tal vez, solo tal vez, si aprendieran a llevarse bien se rompería el hechizo.
Eltrant, herido, vería aparecer una nueva aguja en el tatuaje de su espalda, una aguja que le marcaría el tiempo, el tiempo que le quedaba antes de perder, para siempre, esos recuerdos que tan útiles le serían. Un fuerte dolor de cabeza atenazaría a nuestros héroes, Huracán y Bio verían su pesadilla convertida en realidad, notando un dolor físico, que los obligaría a retorcerse con fuerza al sentir un ligero hilo de alma verse conectado entre si, haciendo que no pudieran separarse más de un metro sin sentir como si les estuvieran arrancando una parte del corazón.
Eltrant, en cambio, volvería a revivir pesadillas, y entre malos sueños, sería capaz de encontrar una espada, una espada de madera que él mismo había usado de niño, y que, más tarde, habría usado su hermana pequeña para el mismo fin, soñar con salir de la granja, sin embargo, las espadas no siempre son meras espadas, y la madera no siempre es madera, tal vez, en su pesadilla, lograse sacar esa espada, y romper, así, la dolorosa unión de sus compañeros.
*Huracán y Bio: Os encontráis unidos por un fino hilo que no os permitirá separaros a más de un metro, tenéis dos opciones, o bien os lleváis bien, o bien esperáis a que Eltrant encuentre entre sus pesadillas la espada. Pero no será tan sencillo, Ese dolor despertará ciertas sensaciones, las heridas dolerán más los golpes parecerán más fuertes y los huesos rotos parecerán más dolorosos, al menos, encontraréis algo en los bolsillos, unas piedras, sirven dos veces, alivian el dolor, pero no el físico, si no el del alma, podrá usarse dos veces, y solo vosotros decidiréis si usarla en vuetro beneficio o en el de otra persona.
*Eltrant: Eres arriesgado, bien podrías haber perdido los recuerdos para siempre, en cambio, estos te van a golpear con todas sus fuerzas, algunos seguirán perdidos, pero serán menores, algunos amigos poco importantes, tal vez, que no llegues a recordar jamás, pero tus más allegados han vuelto a tu memoria. Sin embargo, el golpe no será fácil, navegarás en ellos, en tus pesadillas, para encontrar una espada, una sencilla espada de madera, que es mucho más de lo que aparenta, cuando la tengas, la madera se disolverá volviéndose hierro. Podrás usarla una vez, solo una vez, tu decidirás si es esta la ocasión u otra.
No volveré a intervenir en este tema, ni en ningún otro, sois los afortunados de disfrutar de mi última intervención mi último castigo y mi último premio, por medio de Master Ansur, seguid así, una trama estupenda, felicidades por el tema.
Att. Master Othel. Hasta siempre.
Ansur
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
- Off::
- Perdón por el muro de texto, pero como estamos tocando parte de la historia de Elt se me ha ido la mano ; ^ ;
De pronto, mientras escuchaba como a la figura de Huracán, frente a él, le decía que era un genio por haber decidido usar el libro, todo se sumió en tinieblas.
Una vez más.
Los brazos que le sujetaban le soltaron, desaparecieron literalmente en aquel manto de oscuridad, cayó contra un suelo tan frio como oscuro, gimió dolorido y se quedó estoico, sin moverse, durante varias decenas de segundos, mirando al techo.
- ¿Otra vez…? – Articuló incorporándose débilmente, tratando de escrutar algo en mitad de la oscuridad. Había observado, desde su incómoda posición en el ya acogedor charco de sangre, como la bruja Bella era víctima del mismo juego de luces que lo envolvió a él tiempo atrás y, sin embargo, volvía a estar sumergido en lo que parecía ser, a simple vista, otra ilusión. – …No ha funcionado, sigue con su magia. – Suspiró, por algún motivo, las heridas le dolían menos, era capaz de moverse ¿Era aquello otro truco por parte de la ilusionista para jugar con su cabeza? Si lo era, Huracán debía de estar en muchos problemas, tenía que salir de allí.
Se levantó completamente, aunque no lo hizo sin pelear consigo mismo durante los segundos más largos de toda su vida, una parte de él encontraba cómodo aquel lugar, aquel vacío en el que, por no haber nada, parecía no haber ni dolor.
Comprobó sus heridas, efectivamente, las seguía teniendo, seguía estando empapado en sangre, continuaba con magulladuras todo su ser, pero no dolían, era como si fuese un pasajero en su propio cuerpo - ¡Una ilusión no me va a detener, bruja! – Gritó, recibiendo el eco de su propia voz como toda respuesta – ¡No puedes tenerme encerrado aquí eternamente! ¡Huracán no va a servirte! – Añadió comenzando a caminar hacia adelante, la sangre que resbalaba por su camisa se desvaneció su uniforme recobró de nuevo - ¡Voy a salir de aquí…! – Su voz volvió a ser lo único que le respondió, se cruzó de brazos, algo no iba bien. – Si consigo algún modo de orientarme… - Susurró cruzándose de brazos.
Los minutos pasaban, uno tras otro, no sabía exactamente la cantidad de tiempo que llevaba vagando por aquel paramo infinito, probablemente un par de horas, el tiempo era extraño cuando solo tenías tu propio cuerpo, lúgubremente iluminado, como punto de referencia.
Empezaba a adivinar que aquel sitio no iba a acabarse por mucho que caminase, por lo que, finalmente, se dejó caer en mitad de la nada. – Así no voy a llegar a ninguna parte - Tan pronto pronunció aquellas palabras un espeso bosque brotó a su alrededor, no fue lentamente, como en las ilusiones de Bella, no hubo niebla alguna que formara las figuras, que moldeara las paredes entre las cuales se encontraba, fue simplemente un pestañeo, eso fue lo que tardó el guarda en estar sentado en mitad de una acogedora casa.
Frunció el ceño y se levantó - ¿Qué es…? – En cuanto se levantó un intenso silbido broto de sus oídos, un silbido tan intenso que le obligó a cerrar los ojos con fuerzas y llevarse las manos hasta las orejas del dolor.
Volvió a caer de rodillas, le estaban apuñalando el cerebro, no sabía cómo, no sabía con qué, pero podía notar perfectamente el efecto que causaría un puñal al entrar, muy lentamente, dentro de su cabeza.
- ¡Para! – Gritó presa del dolor, apoyándose en la mesita que, centrada en la habitación, parecía haber sido usada recientemente para acoger la cena de una familia realmente numerosa. Apretó los dientes y, ayudado por dicha mesa, se negó a darse de nuevo de bruces contra el suelo; Bella parecía que disfrutaba torturando a sus víctimas, después de lo que había visto, no le sorprendía, pero no iba a darle el gusto de que la mujer le viese romperse - ¡Para de una maldita vez…! – Una imagen, una imagen tan intensa como dolorosa se plantó en su cabeza, una imagen que había olvidado hacía ya mucho tiempo brotó del rincón más recóndito de su ser y se plantó frente a él, dicha escena, después de contemplarla en su cabeza, atónito, se trasladó a la habitación en la que se encontraba de la misma forma que la habitación había brotado de la nada, en apenas un pestañeo.
- ¡Niño! ¡Sientate! – Miró a su alrededor, una familia comía alegremente en torno a aquella mesa, la cual ahora estaba repleta de una cantidad de comida que solo podía describirse como “obscena”.
Sin saber cómo reaccionar retrocedió un par de pasos, ligeramente confundido, no pudo evitar ver, mientras lo hacía, como ahora vestía unos impolutos ropajes azulados con un brillante león dorado bordado en el pecho, sobre el corazón, los mismos que un oficial de la guarda de Lunargenta vestiría - ¡Que me escuches desagradecido! ¿¡Todas esas mujerzuelas de la ciudad no te enseñan modales en la mesa!? – Una fuerte bofetada le devolvió a la “realidad”, o al menos, a lo que fuese aquel lugar. - ¡Siéntate a la mesa de una vez! – Una mujer regordeta entrada ya en años señaló al único sitio vacío de la habitación - ¡¿A qué esperas?! ¡Que me salen canas! – Vociferó, aquello hizo que los demás riesen y que el enorme hombre de espesa barba negra negase levemente con la cabeza – Vamos Elt, siéntate, después la paga con los demás – Una joven que apenas habría superado la adolescencia le tiró de la manga, obligándole a tomar asiento, la mujer regordeta desapareció por una de las puertas contiguas a la habitación exclamando frases acerca de lo irresponsables que eran sus hijos - ¿Quiénes… quién? – No comprendía que estaba sucediendo ¿Aquello era obra de Bella? Tenía que serlo, la joven que acababa de hablarle era la misma que momentos atrás había afirmado ser su hermana en aquella suerte de prueba en la que Belladonna les había encerrado. – Elt, Elt – La joven que estaba justo a su derecha volvió a captar su atención tirando de su manga - ¿Has cazado a muchos villanos estos días? ¡Cuéntamelo todo! ¡Quiero detalles! – Se levantó de la mesa alzando sus brazos de forma exagerada - ¡Detalles mórbidos! – El muchacho de aspecto similar a él, pero finamente ataviado y portando unos curiosos anteojos, tomó a la muchacha del brazo y, suavemente, le pidió que volviese a su asiento. – Yo… no sé qué…
Otro silbido, y otro golpe de dolor, imágenes, situaciones, todo volvió a su cabeza, un elemento tras otro, cada una de aquellas caras volvió a la figura sin rostro de sus recuerdos, cada frase tenia dueño, cada nombre tenía una persona tras él. Volvía a recordarles.
-Yo… yo… - Le temblaban las manos, les reconocía, sabía quiénes eran aquellas personas. Su familia, la granja, el pueblo - …Me alegro de estar en casa… - Dijo cerrando los ojos con fuerza – No... sé que decir... – Abrió los ojos y esbozó una sonrisa que acabó en una especie de mueca extraña, algo que hizo que su hermana pequeña, Laura, le zarandease un poco - ¿Por qué lloras Elt? – Se levantó de la silla - ¿Es algo que he dicho? Lo siento… Si quieres puedes… – El guarda negó con la cabeza – No, Lau, no es culpa tuya, perdona – Afirmó revolviéndole el pelo con la mejor sonrisa que pudo dibujar – …No es culpa tuya.
- ¿Quién eres? – Fue lo siguiente que la benjamina de los Tale pronunció, una pregunta que hizo que todos se giraren a mirarle de inmediato - ¿Qué… haces en nuestra casa? – Eltrant se levantó de inmediato al notar las miradas que le estaban lanzando, tumbando la silla en la que estaba sentando. – Márchate de nuestra casa, extraño – Dijo el hombre de más de dos metros de alto al que reconocía como su padre – No sé cómo has entrado, ni siquiera me he dado cuenta de que has sentado ahí, pero lárgate, no queremos a gente como tu aquí.
¿Por qué todo seguía tomando giros extraños? ¿Por qué le miraban de aquella forma? ¿Por qué su familia, a la que acaba de recordar, se había olvidado de él? La respuesta a aquellas preguntas desapareció frente a sus ojos, así como la granja en la que se había criado y toda su familia. La oscuridad le rodeó una vez más.
– Esto no es culpa de Bella… esto es… – Se llevó la mano hasta el pecho, le dolía, le dolía como nunca le había dolido el corazón - … El libro – Había usado algo que no comprendía completamente y, como solía pasar siempre que un humano jugaba con magia que no entendía, se había vuelto en su contra - ¿…Por qué me enseñas esto? – Preguntó a la nada, esperando, quizás, que como había pasado con anterioridad, una voz surgiera de entre la niebla, las sombras en este caso, y le contestara.
Si alguien le hubiese dicho aquella misma mañana que iba acabar recordando su pasado en un lugar como aquel, después de casi perder su vida peleando contra una bruja, probablemente habría atizado a ese alguien con el envés de su espada, y habría disfrutado haciéndolo.
Otro lugar se formó a su alrededor, este no era conocido, aunque el anterior, en primera instancia, tampoco lo había sido. Alzó la vista, nubarrones grisáceos, nubes que alertaban de tormenta, se cernían sobre el pequeño claro en mitad de la nada en el que había aparecido.
Suspiró y estudió el lugar el tiempo suficiente para notar el cuerpo inerte que yacía a varios metros de donde se encontraba, justo al otro lado del descampado. Frunció el ceño, la silueta le era familiar, no podía describir el por qué, pero sabía que iba a reconocer a aquella persona una vez estuviese lo suficientemente cerca, la cual, por su forma, no podía ser sino una mujer.
Avanzó en dirección al cuerpo, ¿Era un cadáver? ¿Era alguien que conocía y que había muerto? El libro estaba jugando con él, igual que lo había hecho Bella, no podía dejar que le afectase.
No tardó en sentir de nuevo el mismo dolor de cabeza que le devolvió a su familia, sin embargo, en aquel lugar, estos se compenetraban con los pasos que daba, cada paso se traducía a un fuerte golpe en la sien, a una puñalada en mitad de su cráneo; Y a su vez, cada puñalada era un recuerdo nuevo de la mujer que yacía, sin lugar a dudas, muerta en mitad de aquella explanada.
- Alanna… - Dijo arrodillándose ante la joven de cabellos castaños, los recuerdos que recuperaba se unían a los que en aquel momento tenía de ella, se llenaban los vacíos, las historias se completaban – Alanna… yo - Cuidadosamente, depositó ambas manos en el puñal que su compañera en la guardia tenía clavado en el cuello y lo dejó a un lado; Un puñal exactamente igual al que en aquel momento tenía oculto en la bota, aquel era su cuchillo.
- … Lo siento… no he podido, no sabía que… – Cada palabra que pronunciaba era una aventura más vivida de pequeños, un motivo más por el que sentirse culpable al ver el cuerpo inerte de su aliada - …no he podido… - Tomó el cuerpo entre sus brazos y lo abrazó con todas sus fuerzas. Gradualmente, una leve lluvia comenzó a calar sus ropajes, aquella lluvia de mentira, aquella imitación dentro de su cabeza, ni siquiera era húmeda, al menos él no podía notar la humedad del agua descender por su rostro.
– Perdóname, Ali – Masculló levantando la mirada, mirando directamente a la lluvia. Era consciente de que la verdadera Alanna, en aquel momento debía de estar perdida en el arenal con Asher y su supuesta “misión especial” pero no pudo contener el nudo que se le hizo en la garganta, cada recuerdo que recuperaba era un puñal más en aquel cadáver, en aquel símbolo, sus acciones habían estado a punto de matarla en más de una ocasión y una vez casi lo hacía con sus propias manos.
Que aquella versión de su amiga estuviese muerta era su culpa, aquello era una visión del futuro, había matado a Alanna. – Perdóname… - Repitió en voz más baja.
- Venga ya, no seas exagerado, levántate.
Abrió los ojos, no estaba abrazando nada, ya no estaba en mitad de un descampado con el cuerpo de la guarda entre sus brazos, ahora estaba en el muelle de Lunargenta, en una pequeña plaza con vistas al mar, conocía el lugar, no solía pasar mucho por allí.
– Llorica – La misma mujer a la que había estado pidiendo disculpas hacía un par de segundos se sentó junto a él y dedicó una sonrisa tranquilizadora, Eltrant, confuso, miró estupefacto a la joven durante unos instantes antes de devolverle la sonrisa y se enjugarse las lágrimas que seguían congeladas en sus ojos.
Al hacerlo, percibió que, una vez más, su camisa había cambiado de color otra vez, ahora vestia un color blanco, a juego con los ropajes de su más antigua aliada. – Llorica – Repitiendo aquella palabra socarronamente, Alanna se levantó y, apartándose del guarda, miró directamente al mar que se extendía a lo lejos.
– Una bruja... ilusiones… un vampiro con cara de pocos amigos... pesadillas interminables... - La guarda extendió los brazos y, tras estirarlos por encima de su cabeza, los dejó caer hasta el cinturón que envolvía su vestido, momento en el que se giró hacía el incrédulo exmercenario y le hizo una seña para que le siguiese – Menudo día. – Eltrant sonrió y avanzó un par de pasos hasta dónde se encontraba la muchacha, colocándose junto a ella – …Y que lo digas. – Dijo tomando aire y cerrando los ojos, concentrándose en la voz su amiga - ... Me duele todo el cuerpo. – Las sensaciones que se habían desvanecido cuando se encontró a si mismo atrapado en aquel lugar estaban comenzando a volver. Alanna, por otro lado, se encogió de hombros - ¿Y cuándo te ha preocupado a ti eso? – Eltrant bajó la mirada hasta sus pies y suspiró riendo tímidamente – …Supongo que tienes razón – La castaña le dio una palmada amistosa en el hombro a Eltrant – Supones bien. – Sentenció asintiendo.
Tras varios minutos en silencio, Eltrant se giró hacia su compañera y le dedicó una sonrisa, la mejor que pudo, la más sincera que tenía en aquel momento en su interior – ¿Qué pasa? No me mires así, pervertido, sabes que solo estoy en tu cabeza ¿No? – Aquella frase hizo que Eltrant dejase escapar una carcajada y rompiese el contacto visual con la mujer – …Me acuerdo… de ti. De todos. Otra vez – La joven imitó el característico gesto de su acompañante y se atusó el mentón – … No hagas eso, yo no hago eso. ¿Por qué haces eso? – Dijo el séptimo de los Tale cruzándose de brazos, Alanna esbozó una pequeña sonrisa y negó con la cabeza – Ya sé que te acuerdas – Contestó está recobrando la seriedad, rodeando la cintura exmercenario con uno de sus brazos, de modo que dejó caer su cabeza en el hombro del joven, manteniendo su mirada siempre fija en el horizonte anaranjado que se alzaba frente a ellos - ¿Y qué te parece? – Preguntó - Tus recuerdos, digo – Estuvo tentado de rascarse la barba para responder a aquella pregunta, pero se contuvo en el último momento, algo que vio su compañera y que le hizo reír levemente – No están mal – Respondió, Alanna volvió a reír - ¿No están mal? ¿Solo eso? – Eltrant no respondió inmediatamente a aquellas palabras, simplemente dejó que los segundos pasasen, disfrutó del momento – Inténtalo de nuevo, venga, sé que puedes. Es decir, estoy literalmente dentro de ti, no puedes mentirme, Tale – El guarda suspiró y se pasó la mano por el pelo, buscando las palabras exactas que decir, el corazón le palpitaba con fuerza, tenía la boca seca, tomo aire. – Me alegro de volver a verte, Ali... Te... te quiero – Susurró, girándose hacia ella, mirando de nuevo sus botas – Así me gusta – Respondió esta de buen humor en el mismo tono de voz que el muchacho, momento en el que se colocó de puntillas para besar la frente del joven – Ahora, díselo a la de verdad – Antes de que Eltrant pudiese añadir nada a la conversación, Alanna chasqueó los dedos y todo desapareció: la costa y la luz anaranjada del ocaso fueron sustituidas por las gruesas paredes del castillo de Belladonna y los tenues candiles que la iluminaban.
Miró a su alrededor, no estaba de vuelta en su querido charco de sangre; En cambio, estaba de pie, a varios metros de él, fuera de su propio cuerpo.
Se miró las manos, los brazos; Era traslucido y, por algún motivo, blandía un palo de madera pobremente tallado para parecerse a una espada que conocía muy bien. - ¿Y esto…? – Observó, como un espectador que ve una obra de teatro como Huracán y Víctor conversaban de algo junto a su cuerpo, algo que no podía oír, como ninguno de los sonidos del lugar.
Suspiró aliviado cuando observó que Belladona no estaba por ninguna parte, habían ganado, y a pesar de haber pasado lo que aparentaban ser horas dentro de su cabeza, apenas habían pasado unas pocas fuera del mismo, como mucho, minutos.
Frunció el ceño y gritó con todas sus fuerzas, pero no parecían oírle, parecían estar demasiado ocupados con cualquier otra cosa que el exmercenario no terminaba de comprender, por lo que este se dedicó a flotar alrededor de ellos tratando de hacerse infructuosamente, gritando, tocándoles, parecía que, simplemente, no podía interactuar con nada.
Finalmente, cuando estaba a punto de perder toda esperanza de ser visto, de volver al mundo real, pudo notar una especie de hilo que unía a ambos, a la cazadora y al vampiro, a aquellos dos enemigos mortales. Frunció el ceño y toco el hilo, este reaccionó levemente a sus dedos ¿Era aquello importante? Probablemente ¿Era lo único que tenía para hacerse notar? Sí.
Sin pensarlo dos veces, asió la espada de madera con fuerza y la acercó a la unión de luz entre sus dos aliados, según esta se iba acercando al cordel luminoso se fue volviendo levemente una espada de metal, de hierro, en cualquier otro lugar le habría sorprendido, pero en aquel momento era una suerte de fantasma por lo que, agradeciendo el nuevo filo de su palo de madera, cortó el hilo.
- ¡Eso sí que lo notáis! - Exclamó al ver la reacción de sus compañeros - ¡Mierda! ¡Otra vez no! – Gritó enseguida, cuando una ingente cantidad de luz le engulló.
Cualquiera diría que, debido a su línea de trabajo, el guarda se había acostumbrado a perder la consciencia cada cierto tiempo, en realidad la realidad era que, cada vez que lo hacía, tenía la sensación de haber sido arrojado desde uno de los torreones de Lunargenta, algo a lo que alguien difícilmente podría acostumbrarse, por eso lo primero que pronunció al recobrar la conciencia fue un gemido gutural que habría aterrorizado al más valiente de los soldados.
-He… vuelto… - Anunció comprendiendo que, de nuevo, volvía a estar herido de gravedad. – He… tenido un viaje interesante. – Dijo mirando fijamente el techo de la fortificación – Huracán, por favor, dime… que en el campamento hay cosas dulces, me apetece algo… dulce. – Alcanzó el libro del sabio, con la mano, que estaba tirado a pocos centímetros de su cabeza, no ocurrió nada, lo lanzó de nuevo a su bolsa de viaje – Un bollo… o algo así, quizas pan de leche. - Cerró los ojos - ... Y te he oido llamarme genio.
- Off 2::
- Para los fans del shippeo ò^ó (?);
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Por fin, y tal vez por única vez en la historia, la cazadora y yo estábamos de acuerdo en algo, y es que hasta me había causado un tic nervioso en el ojo izquierdo, no sabía en qué cabeza podría tener sentido el arrojar un libro; uno que ni siquiera llegó a golpear a la mujer, deteniéndose antes para estrellarse contra el piso; me llevé las manos a la cabeza intentando comprender la cadena de eventos que se habían desencadenado, y es que ¿Un libro? Ya no sabía si deseaba matar a la loca despeinada, a la loca cazadora o al idiota guardia lanzalibros -¿Cataqué?- Pregunté volteando de nuevo hacia ella pero el pequeño descuido de apenas unos segundos me costaría caro y sin aviso fui brutalmente cataclerumeado hasta uno de los muros del lugar; mi espalda sonó como un tambor al estrellarse contra la pared de piedra y caí al piso de rodillas tratando de recuperar el aire que me había abandonado.
Sacudí la cabeza a los lados y cuando logré recomponerme y dejé de ver todo doble, pude ver a la bruja rodeada de luces que salían ¿Del libro? Parecía que tenía algún tipo de magia que la haría desaparecer así que el plan del humano no había sido tan malo -¡¡Genio, eres un genio, jamás dudé de ti!!- Le grité desde lejos hasta notar que al final no pasó nada; la mujer solo dio un par de gritos y lanzó el libro lejos -Ah, estúpido humano inútil- Murmuré en voz baja aunque algo más sucedía; el misterioso libro comenzó a vomitar arcoíris de letras y palabras envolviéndonos a todos entre sus variopintas y llamativas luces.
Avancé hasta donde se encontraba la cazadora al ver que nuevamente la mujer se acercaba a ella ahora venía llorando desconsoladamente, una parte de ella parecía querer, desear, capturar a la bruja mata-vampiros, pero la otra parte de ella parecía a la vez confusa, como si en cada paso perdiera su motivo para hacer lo que hacía; corrí tanto como pude pero al final la malvada desgreñada se desvaneció en el aire como si se hubiese transportado o algo similar; caí de rodillas junto a la cazadora respirando profundamente ahora que todo había terminado ¿O no?
Ahora que estaba más relajado comenzaba a sentir los dolores de la batalla, me dolían incluso lugares donde no recordaba que me hubiesen golpeado; mientras me encontraba tomando un nuevo aliento la cazadora se levantó para felicitar a su amigo y al alejarse sentí como si algo me halara hacia ella y un pequeño dolor se hizo presente, aunque al acercarme a ella desapareció sin más -¿Qué fue eso?- Pregunté a la cazadora ignorando de momento su agradecimiento y su solicitud de ayuda -¿Qué me hiciste?- Pregunté alejándome de nuevo aunque al hacerlo el dolor se hacía cada vez más fuerte -¡Aléjate!- Dije arrastrándome hacia atrás para alejarme aunque a cada paso se incrementaba aquel espantoso dolor.
Saqué mis dagas y me acerqué a ella pensando que era la causante y noté que al acercarme el dolor desaparecía; alcé una ceja y la miré, me alejé de nuevo y volvió a doler, me acerqué y desapareció, me alejé una vez más y luego me acerqué; si a ella también le dolía entonces no era la causante, y ver su cara de sufrimiento comenzaba a parecerme entretenido; guardé mis dagas nuevamente para buscar una solución o al menos terminar de entender lo que sucedía -No te alejes, o dolerá así- Dije mientras me alejaba un poco para que ambos sufriéramos aquel insoportable dolor y me acerqué de prisa con una sonrisa malvada, no podía negar que lo estaba disfrutando, aunque solía como si un Wendigo sin dientes me comiera las entrañas.
Me acerqué calculando una distancia prudente para que ella no me golpeara, pero tan cerca como para que no doliera -Duele apartarse de mí, lo sé, a muchas les pasa- Dije bromeando mientras intentaba ocultar mi propio dolor; el guardia seguía tirado en el piso; un repentino escalofrío me recorrió el cuerpo y giré a ver pero no había sido nada -¿Sentiste eso?- Pregunté a la cazadora que seguramente estaba más preocupada por el guardia que por ella misma -Tal vez se trate de...- Mi frase fue cortada al sentir como mi espíritu era enguído repentinamente; un nuevo escalofrío ahora más fuerte me recorrió todo el cuerpo que ahora se había entumecido por completo; abrí los ojos como platos al tiempo que me abandonaban mis fuerzas, dejé de sentir las piernas y me desplomé sin remedio.
Al parecer ya no había dolor en alejarnos, justo cuando comenzaba a disfrutarlo, aunque eso quedaría en segundo plano tras el despertar del guardia quien finalmente parecía haber vuelto con los vivos; levanté la cabeza para verlo y tras mostrarle el puño con el pulgar arriba me dejé caer recostando mi cabeza en el piso de nuevo, vaya que había sido una noche difícil...
Sacudí la cabeza a los lados y cuando logré recomponerme y dejé de ver todo doble, pude ver a la bruja rodeada de luces que salían ¿Del libro? Parecía que tenía algún tipo de magia que la haría desaparecer así que el plan del humano no había sido tan malo -¡¡Genio, eres un genio, jamás dudé de ti!!- Le grité desde lejos hasta notar que al final no pasó nada; la mujer solo dio un par de gritos y lanzó el libro lejos -Ah, estúpido humano inútil- Murmuré en voz baja aunque algo más sucedía; el misterioso libro comenzó a vomitar arcoíris de letras y palabras envolviéndonos a todos entre sus variopintas y llamativas luces.
Avancé hasta donde se encontraba la cazadora al ver que nuevamente la mujer se acercaba a ella ahora venía llorando desconsoladamente, una parte de ella parecía querer, desear, capturar a la bruja mata-vampiros, pero la otra parte de ella parecía a la vez confusa, como si en cada paso perdiera su motivo para hacer lo que hacía; corrí tanto como pude pero al final la malvada desgreñada se desvaneció en el aire como si se hubiese transportado o algo similar; caí de rodillas junto a la cazadora respirando profundamente ahora que todo había terminado ¿O no?
Ahora que estaba más relajado comenzaba a sentir los dolores de la batalla, me dolían incluso lugares donde no recordaba que me hubiesen golpeado; mientras me encontraba tomando un nuevo aliento la cazadora se levantó para felicitar a su amigo y al alejarse sentí como si algo me halara hacia ella y un pequeño dolor se hizo presente, aunque al acercarme a ella desapareció sin más -¿Qué fue eso?- Pregunté a la cazadora ignorando de momento su agradecimiento y su solicitud de ayuda -¿Qué me hiciste?- Pregunté alejándome de nuevo aunque al hacerlo el dolor se hacía cada vez más fuerte -¡Aléjate!- Dije arrastrándome hacia atrás para alejarme aunque a cada paso se incrementaba aquel espantoso dolor.
Saqué mis dagas y me acerqué a ella pensando que era la causante y noté que al acercarme el dolor desaparecía; alcé una ceja y la miré, me alejé de nuevo y volvió a doler, me acerqué y desapareció, me alejé una vez más y luego me acerqué; si a ella también le dolía entonces no era la causante, y ver su cara de sufrimiento comenzaba a parecerme entretenido; guardé mis dagas nuevamente para buscar una solución o al menos terminar de entender lo que sucedía -No te alejes, o dolerá así- Dije mientras me alejaba un poco para que ambos sufriéramos aquel insoportable dolor y me acerqué de prisa con una sonrisa malvada, no podía negar que lo estaba disfrutando, aunque solía como si un Wendigo sin dientes me comiera las entrañas.
Me acerqué calculando una distancia prudente para que ella no me golpeara, pero tan cerca como para que no doliera -Duele apartarse de mí, lo sé, a muchas les pasa- Dije bromeando mientras intentaba ocultar mi propio dolor; el guardia seguía tirado en el piso; un repentino escalofrío me recorrió el cuerpo y giré a ver pero no había sido nada -¿Sentiste eso?- Pregunté a la cazadora que seguramente estaba más preocupada por el guardia que por ella misma -Tal vez se trate de...- Mi frase fue cortada al sentir como mi espíritu era enguído repentinamente; un nuevo escalofrío ahora más fuerte me recorrió todo el cuerpo que ahora se había entumecido por completo; abrí los ojos como platos al tiempo que me abandonaban mis fuerzas, dejé de sentir las piernas y me desplomé sin remedio.
Al parecer ya no había dolor en alejarnos, justo cuando comenzaba a disfrutarlo, aunque eso quedaría en segundo plano tras el despertar del guardia quien finalmente parecía haber vuelto con los vivos; levanté la cabeza para verlo y tras mostrarle el puño con el pulgar arriba me dejé caer recostando mi cabeza en el piso de nuevo, vaya que había sido una noche difícil...
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Mi compañero no respondía a ninguna de mis preguntas, es más, permanecía inconsciente como un peso muerto en el suelo. Trataba de reanimarlo por todos los medios, pronunciando su nombre. Pero esta vez ni los tortazos funcionaron. Estábamos en el triste mundo cruel. ¿Había perdido a Eltrant como lo había hecho con Igraine? No. No podría permitirme una nueva baja de alguien que me importaba, y, de nuevo, a manos de Igraine.
Poco después, un intenso dolor recorrió todo mi cuerpo y se acrecentaba conforme me alejaba de aquel apestoso chupasangres. Gemí de dolor varias veces y tuve que acercarme a él para evitar que los pinchazos se me repitieran más y más. Sentía como si alguien estuviese taladrándome con agujas por todo el cuerpo. Un dolor insoportable y exponencial según la distancia que manteníamos.
Para colmo de mis males, tenía a dicha sanguijuela tratando de hacerse el gracioso conmigo, ahora haciendo referencia a lo doloroso que era apartarse de él. Hastiada tras haber perdido un nuevo compañero en combate y ante la misma adversaria, me giré alterada y me encaré con el tipo. Si quería sacarme de mis casillas, lo había conseguido.
-Escúchame, estúpido sorbedor de sangre. Mi amigo está tirado en el suelo y a ti sólo se te ocurre parodiar la situación haciendo chistes de borracho de taberna. – le dije hastiada, estaba a un escaso metro de él, puse mi dedo índice saliente de mis guantes mitones de cuero en su pecho. – Sigue dándome razones para que te empale en cuanto se rompa esta maldición. Te recuerdo que tu cabeza sigue valiendo 5000 aeros. – Amenacé, aunque de aquella no me daba cuenta, hablaba con expresiones propias de la propia Dama o de Belladonna, a fin de cuentas, era su heredera. - Tú y yo no somos amigos. Yo estoy condenada a cazarte, y tú a huir de mí con el rabo entre las piernas. – le dije amenazante y casi fuera de mí.
Parecía que disfrutaba haciéndome enfurecer, y yo era muy propensa a ello. Que el vampiro no tentase mucho a la suerte si no quería acabar con la cara partida como aquella elfa xenófoba de Vulwulfar.
Poco después, sentí como que algo se rompía, una especie de tirón nos empujó ligeramente, como si el extraño vínculo que había entre ambos hubiese vencido. El vampiro lo notó también, aunque yo no dije nada al respecto más que mirar extrañada aquella brujería tan rara. ¿Obra de Belladonna? ¿Del libro? Ni idea. La cuestión es que el dolor desapareció. Menos mal, no es que los dioses me sonrieran últimamente.
Al menos sí que parecieron escuchar la única plegaria que les había hecho en silencio los últimos instantes: Que Eltrant no hubiese corrido la suerte de la dragona Igraine. El guardia comenzó a hablar y aquella fue mi gran alegría del día. – Ya era hora de que te levantaras. – dije de brazos cruzados, con el gesto torcido, como si verdaderamente estuviese enfadada por su tardanza. Controlé muy bien mis emociones para seguir vendiendo mi imagen de fría y bipolar cazadora. Él seguía a lo suyo, pidiéndome dulces, leche, pan… – ¿Quieres que te abanique también, ya que estamos? – contesté retóricamente, todavía en tensión, de brazos cruzados, borde. No sé si llegaría a creérselo. – Yo no te he llamado nada. Deja de soñar. – negué, mintiendo, con un poco de suerte no se lo creería.
Esperé a que espabilara un poco y, todavía de brazos cruzados me volví a girar al chupasangres. – Espera, Tale, aún tengo que acabar una cosa… - estaba recostado, elevando el pulgar hacia arriba como felicitando a Eltrant. Recosté la ballesta en mi hombro y apunté al vampiro, haciendo el gesto de cargar, en mi mira figuraba su cabeza. Tiré de la anilla y sonó un “tick” que indicaba que la flecha había llegado a la recámara. – Venga, corre, que disparo. – mantuve el dedo en el gatillo y me llevé el arma a la mirilla. Un tiro y estaba muerto. Pan comido. - ¿A qué esperas? ¿Qué voy eh, pero que voy de verdad? – grité para espantarle. Pero no se movía. – Tres, dos, uno… uno… uno… - repetí. Pero el tipo estaba confiado… ¿me hacía burla? - ¡Oh vaya! Qué suerte has tenido ¡Se ha atascado! Te has librado.– dije como excusa, abdiqué a matarle y bajé la ballesta, con fastidio, le miré con desprecio y me di la vuelta. Por mi cabeza pesaba que, en el fondo, nos había ayudado. O eso suponía en aquel momento. Pero por supuesto, jamás iba a reconocerlo. Aquella acción hizo que me diese asco a mí misma, demasiada condescendencia con tal repugnante criatura.
Resignada y gruñona todavía, por ello salí por la puerta del castillo sin decir nada más, era de noche, hora de recostarse y pensar en todo lo que había sucedido allí. Los drásticos giros de guión en mi vida seguirían muy presentes en mi cabeza. Y tenía ganas de encontrarme con Isabella y preguntarle por qué me había engañado durante toda mi vida. No sería aquella lúgubre noche. A lo lejos, se podía ver el fuego del campamento que Cassandra Harrowmont y los cazadores habían montado junto al gran lago. Mirando a otro lado, se podía ver la luna iluminando la impresionante catarata de aquel precioso paraje.
-¿Qué demonios le ha pasado a Belladonna? ¿Y a ti, qué sientes ahora? Te noto… mejor. – le pregunté intrigada a Eltrant, seria y sin mirarle, una vez comenzamos a andar. Fueron las únicas palabras que salieron de mi boca de camino al campamento.
Veinte minutos después, llegamos al campamento, y los tres cazadores, que se encontraban cenando, se levantaron para vernos llegar.
-¡Huracán! Estábamos preocupados, creíamos que os había pasado algo. – miré a Cass, pero no le dije nada, estaba en mi mundo. Simplemente quité mi ballesta pesada y la tiré con cansancio en una de las tiendas de campaña, a la que entré. -¿Por qué está enfadada? ¿Qué… qué ha ocurrido? – preguntó la cazadora a Eltrant.
*Off: Cuando respondáis, doy por cerrado el hilo ^^. Espero que os haya gustado la historia. Un placer rolear con dos leyendas del foro. Bio, espero que tengamos la oportunidad de volver a encontrarnos, y Elt, recuerda que tú y yo aún tenemos cosas que hacer! Muahaha.
Poco después, un intenso dolor recorrió todo mi cuerpo y se acrecentaba conforme me alejaba de aquel apestoso chupasangres. Gemí de dolor varias veces y tuve que acercarme a él para evitar que los pinchazos se me repitieran más y más. Sentía como si alguien estuviese taladrándome con agujas por todo el cuerpo. Un dolor insoportable y exponencial según la distancia que manteníamos.
Para colmo de mis males, tenía a dicha sanguijuela tratando de hacerse el gracioso conmigo, ahora haciendo referencia a lo doloroso que era apartarse de él. Hastiada tras haber perdido un nuevo compañero en combate y ante la misma adversaria, me giré alterada y me encaré con el tipo. Si quería sacarme de mis casillas, lo había conseguido.
-Escúchame, estúpido sorbedor de sangre. Mi amigo está tirado en el suelo y a ti sólo se te ocurre parodiar la situación haciendo chistes de borracho de taberna. – le dije hastiada, estaba a un escaso metro de él, puse mi dedo índice saliente de mis guantes mitones de cuero en su pecho. – Sigue dándome razones para que te empale en cuanto se rompa esta maldición. Te recuerdo que tu cabeza sigue valiendo 5000 aeros. – Amenacé, aunque de aquella no me daba cuenta, hablaba con expresiones propias de la propia Dama o de Belladonna, a fin de cuentas, era su heredera. - Tú y yo no somos amigos. Yo estoy condenada a cazarte, y tú a huir de mí con el rabo entre las piernas. – le dije amenazante y casi fuera de mí.
Parecía que disfrutaba haciéndome enfurecer, y yo era muy propensa a ello. Que el vampiro no tentase mucho a la suerte si no quería acabar con la cara partida como aquella elfa xenófoba de Vulwulfar.
Poco después, sentí como que algo se rompía, una especie de tirón nos empujó ligeramente, como si el extraño vínculo que había entre ambos hubiese vencido. El vampiro lo notó también, aunque yo no dije nada al respecto más que mirar extrañada aquella brujería tan rara. ¿Obra de Belladonna? ¿Del libro? Ni idea. La cuestión es que el dolor desapareció. Menos mal, no es que los dioses me sonrieran últimamente.
Al menos sí que parecieron escuchar la única plegaria que les había hecho en silencio los últimos instantes: Que Eltrant no hubiese corrido la suerte de la dragona Igraine. El guardia comenzó a hablar y aquella fue mi gran alegría del día. – Ya era hora de que te levantaras. – dije de brazos cruzados, con el gesto torcido, como si verdaderamente estuviese enfadada por su tardanza. Controlé muy bien mis emociones para seguir vendiendo mi imagen de fría y bipolar cazadora. Él seguía a lo suyo, pidiéndome dulces, leche, pan… – ¿Quieres que te abanique también, ya que estamos? – contesté retóricamente, todavía en tensión, de brazos cruzados, borde. No sé si llegaría a creérselo. – Yo no te he llamado nada. Deja de soñar. – negué, mintiendo, con un poco de suerte no se lo creería.
Esperé a que espabilara un poco y, todavía de brazos cruzados me volví a girar al chupasangres. – Espera, Tale, aún tengo que acabar una cosa… - estaba recostado, elevando el pulgar hacia arriba como felicitando a Eltrant. Recosté la ballesta en mi hombro y apunté al vampiro, haciendo el gesto de cargar, en mi mira figuraba su cabeza. Tiré de la anilla y sonó un “tick” que indicaba que la flecha había llegado a la recámara. – Venga, corre, que disparo. – mantuve el dedo en el gatillo y me llevé el arma a la mirilla. Un tiro y estaba muerto. Pan comido. - ¿A qué esperas? ¿Qué voy eh, pero que voy de verdad? – grité para espantarle. Pero no se movía. – Tres, dos, uno… uno… uno… - repetí. Pero el tipo estaba confiado… ¿me hacía burla? - ¡Oh vaya! Qué suerte has tenido ¡Se ha atascado! Te has librado.– dije como excusa, abdiqué a matarle y bajé la ballesta, con fastidio, le miré con desprecio y me di la vuelta. Por mi cabeza pesaba que, en el fondo, nos había ayudado. O eso suponía en aquel momento. Pero por supuesto, jamás iba a reconocerlo. Aquella acción hizo que me diese asco a mí misma, demasiada condescendencia con tal repugnante criatura.
Resignada y gruñona todavía, por ello salí por la puerta del castillo sin decir nada más, era de noche, hora de recostarse y pensar en todo lo que había sucedido allí. Los drásticos giros de guión en mi vida seguirían muy presentes en mi cabeza. Y tenía ganas de encontrarme con Isabella y preguntarle por qué me había engañado durante toda mi vida. No sería aquella lúgubre noche. A lo lejos, se podía ver el fuego del campamento que Cassandra Harrowmont y los cazadores habían montado junto al gran lago. Mirando a otro lado, se podía ver la luna iluminando la impresionante catarata de aquel precioso paraje.
-¿Qué demonios le ha pasado a Belladonna? ¿Y a ti, qué sientes ahora? Te noto… mejor. – le pregunté intrigada a Eltrant, seria y sin mirarle, una vez comenzamos a andar. Fueron las únicas palabras que salieron de mi boca de camino al campamento.
Veinte minutos después, llegamos al campamento, y los tres cazadores, que se encontraban cenando, se levantaron para vernos llegar.
-¡Huracán! Estábamos preocupados, creíamos que os había pasado algo. – miré a Cass, pero no le dije nada, estaba en mi mundo. Simplemente quité mi ballesta pesada y la tiré con cansancio en una de las tiendas de campaña, a la que entré. -¿Por qué está enfadada? ¿Qué… qué ha ocurrido? – preguntó la cazadora a Eltrant.
*Off: Cuando respondáis, doy por cerrado el hilo ^^. Espero que os haya gustado la historia. Un placer rolear con dos leyendas del foro. Bio, espero que tengamos la oportunidad de volver a encontrarnos, y Elt, recuerda que tú y yo aún tenemos cosas que hacer! Muahaha.
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Alzó su pulgar imitando al vampiro y sonrió ante las palabras que le dedicó la cazadora cuando le notó consciente, acababa de tener un viaje interesante, el libro del sabio le había “perdonado”, una parte de él no se lo terminaba de creer, con solo cerrar los ojos podía rememorar todas las caras, todas las sonrisas, por primera vez en mucho tiempo, estaba completamente en paz.
– Eres muy amable ofreciéndote a abanicarme, usa tus poderes de viento, no me gustarían que se cansasen tus delicados brazos – Contestó bromeando a la sarcástica propuesta de la bruja, aunque aquella frase terminó en un dolorido gemido cuando, a causa de la leve carcajada que dejó escapar, se resintieron sus heridas. - …Y estoy seguro que te he oído llamarme genio – Se levantó como buenamente pudo y presionó en las heridas que le había ocasionado Belladona – Algún día... algún día acabaré sin ninguna herida.
Sentándose en el suelo, mientras Huracán conversaba con el vampiro, comenzó a ataviarse, una por una, las partes de la coraza que había depositado sobre su compañera momentos atrás.
Sonrió al ver como la cazadora estaba dispuesta a dejar escapar a uno de sus archienemigos aun cuando su orgullo parecía querer apretar el gatillo y acabar con vampiro de una vez por todas, no obstante, al final afirmó que la ballesta que tenía entre sus manos estaba atascada, permitiendo, finalmente, que Víctor saliese de aquel castillo por su propio pie.
- Tengo las manos ocupadas – Dijo Eltrant encogiéndose de hombros mientras, sin alzar la vista, siguió reordenando su equipo muy lentamente, como Huracán, no pensaba que Víctor se mereciese otra trifulca aquella noche, al fin y al cabo, aunque a regañadientes, había acabado ayudándoles – No creo poder perseguir a un fugitivo mientras… ¿Esta pieza dónde iba? Ah, sí, aquí – Añadió el guarda jugueteando con un pequeño fragmento de metal que se habría desprendido de su guantelete – Oh no, Huracán, rápido, se escapa… - Siguió enfrascado en lo que estaba haciendo sin preocuparse en fingir, al menos, cierto apremio en aquellas palabras.
Tras hacerle un escueto gesto de despedida a Víctor, caminó todo lo rápido que pudo detrás de la cazadora, a quien pasó el brazo por encima del hombro en cuanto le alcanzó – Espérame, cazadora – Dijo de buen humor, tratando de transmitir un mínimo de optimismo en su aliada. Sabía que la joven acababa de tener uno de los peores días de su vida, al menos, eso era lo que interpretaba el guarda, cerrando el brazo en torno a su amiga aún con más fuerza la zarandeó un poco, aunque esto hizo que se resintiesen levemente los pocos cortes que habían dejado de sangrar.
– Tienes una familia… curiosa. – Dijo sin muchos preámbulos, rompiendo el incómodo silencio que se formó cuando abandonaron el castillo y, bajo la luz escarlata de la luna, comenzaron a desfilar en dirección al campamento – La próxima vez que pase por la granja Tale, vienes conmigo – Ordenó, liberándola de su agarre, está claro que iba a ser pronto, apenas terminase sus compromisos acabaría de nuevo en las tierras de su familia – Tú me enseñas tu mansión, yo te enseño la mía – Amplió su sonrisa y siguió caminando junto a la mujer, que no pronunció palabra alguna.
Entonces fue cuando Huracán le preguntó qué había pasado con Belladona, que le había hecho el libro, cerró los ojos y suspiró profundamente – Para empezar, me debe odiar a muerte, más que a nadie de tu familia – Informó deteniéndose un instante a asegurar las correas que mantenían sujeta su armadura – El libro, probablemente, le haya quitado los recuerdos a cambio de permitirle usarlo o… algo, no termino de comprender muy bien a esta cosa… – Tomó el manuscrito rojo de la bolsa en la que lo guardaba y se lo mostró a Huracán, siempre asegurándose de que estaba lo suficientemente lejos de la piel de la cazadora – El caso es que le ha arrebatado lo que es más importante para ella, simplemente, no recordará lo que es. – Cerró los ojos y suspiró – Las caras se esfuman, las situaciones se vuelven borrosas. Es… como si tratases de recordar un sueño muy distante. – No sabía exactamente como describir lo sucedido, pero estaba claro que Belladona debió de sentir lo mismo que él.
Abrió el tomo justamente por la mitad y pasó un par de paginas, las letras doradas que se aparecian, sin sentido alguno en sus paginas impolutas seguian brillando con fuerza, aquella cosa seguia esperando ordenes, podía seguir usandolo despues de todo.
– ¿Yo? – Relajó la expresión cuando Huracán le preguntó acerca de su situación – Digamos que… - Se atusó la barba, deteniéndose en mitad del camino, mirando directamente a la distante cascada - … me he curado. – Dijo con un hilo de voz, dejando caer el libro en la bolsa de viaje otra vez.
Se quedó varios segundos sin hacer nada, totalmente en silencio, mirando la majestuosa catarata en mitad de la noche, pensando si lo que le había pasado era lo correcto. ¿Había intercambiado su maldición con otra persona? ¿La había maldecido a ella para curarse él? ¿O simplemente el libro había decidido, finalmente, devolverle lo que había perdido? Negó con la cabeza y volvió a emprender la marcha, fuese lo que fuese, estaba demasiado cansado para meditarlo profundamente.
Cuando llegaron al campamento Cassandra salió a recibirlos, la mujer parecía genuinamente preocupada por ellos, algo que a Huracán pareció importarle más bien poco, pues se internó en una de las tiendas de campañas sin decir nada. Eltrant, por su parte, procedió a deshacerse de nuevo de su indumentaria cuando se sentó junto al fuego.
– Es largo de explicar – Comentó el exmercenario despegando la camisa teñida de carmesí de su piel – Mejor le preguntas a ella mañana – Eltrant sonrió y le pidió con la mano que se acercase mientras con la otra examinaba el lugar en el que Belladona le había clavado la estaca helada - ¿Sabes coser?
– Eres muy amable ofreciéndote a abanicarme, usa tus poderes de viento, no me gustarían que se cansasen tus delicados brazos – Contestó bromeando a la sarcástica propuesta de la bruja, aunque aquella frase terminó en un dolorido gemido cuando, a causa de la leve carcajada que dejó escapar, se resintieron sus heridas. - …Y estoy seguro que te he oído llamarme genio – Se levantó como buenamente pudo y presionó en las heridas que le había ocasionado Belladona – Algún día... algún día acabaré sin ninguna herida.
Sentándose en el suelo, mientras Huracán conversaba con el vampiro, comenzó a ataviarse, una por una, las partes de la coraza que había depositado sobre su compañera momentos atrás.
Sonrió al ver como la cazadora estaba dispuesta a dejar escapar a uno de sus archienemigos aun cuando su orgullo parecía querer apretar el gatillo y acabar con vampiro de una vez por todas, no obstante, al final afirmó que la ballesta que tenía entre sus manos estaba atascada, permitiendo, finalmente, que Víctor saliese de aquel castillo por su propio pie.
- Tengo las manos ocupadas – Dijo Eltrant encogiéndose de hombros mientras, sin alzar la vista, siguió reordenando su equipo muy lentamente, como Huracán, no pensaba que Víctor se mereciese otra trifulca aquella noche, al fin y al cabo, aunque a regañadientes, había acabado ayudándoles – No creo poder perseguir a un fugitivo mientras… ¿Esta pieza dónde iba? Ah, sí, aquí – Añadió el guarda jugueteando con un pequeño fragmento de metal que se habría desprendido de su guantelete – Oh no, Huracán, rápido, se escapa… - Siguió enfrascado en lo que estaba haciendo sin preocuparse en fingir, al menos, cierto apremio en aquellas palabras.
Tras hacerle un escueto gesto de despedida a Víctor, caminó todo lo rápido que pudo detrás de la cazadora, a quien pasó el brazo por encima del hombro en cuanto le alcanzó – Espérame, cazadora – Dijo de buen humor, tratando de transmitir un mínimo de optimismo en su aliada. Sabía que la joven acababa de tener uno de los peores días de su vida, al menos, eso era lo que interpretaba el guarda, cerrando el brazo en torno a su amiga aún con más fuerza la zarandeó un poco, aunque esto hizo que se resintiesen levemente los pocos cortes que habían dejado de sangrar.
– Tienes una familia… curiosa. – Dijo sin muchos preámbulos, rompiendo el incómodo silencio que se formó cuando abandonaron el castillo y, bajo la luz escarlata de la luna, comenzaron a desfilar en dirección al campamento – La próxima vez que pase por la granja Tale, vienes conmigo – Ordenó, liberándola de su agarre, está claro que iba a ser pronto, apenas terminase sus compromisos acabaría de nuevo en las tierras de su familia – Tú me enseñas tu mansión, yo te enseño la mía – Amplió su sonrisa y siguió caminando junto a la mujer, que no pronunció palabra alguna.
Entonces fue cuando Huracán le preguntó qué había pasado con Belladona, que le había hecho el libro, cerró los ojos y suspiró profundamente – Para empezar, me debe odiar a muerte, más que a nadie de tu familia – Informó deteniéndose un instante a asegurar las correas que mantenían sujeta su armadura – El libro, probablemente, le haya quitado los recuerdos a cambio de permitirle usarlo o… algo, no termino de comprender muy bien a esta cosa… – Tomó el manuscrito rojo de la bolsa en la que lo guardaba y se lo mostró a Huracán, siempre asegurándose de que estaba lo suficientemente lejos de la piel de la cazadora – El caso es que le ha arrebatado lo que es más importante para ella, simplemente, no recordará lo que es. – Cerró los ojos y suspiró – Las caras se esfuman, las situaciones se vuelven borrosas. Es… como si tratases de recordar un sueño muy distante. – No sabía exactamente como describir lo sucedido, pero estaba claro que Belladona debió de sentir lo mismo que él.
Abrió el tomo justamente por la mitad y pasó un par de paginas, las letras doradas que se aparecian, sin sentido alguno en sus paginas impolutas seguian brillando con fuerza, aquella cosa seguia esperando ordenes, podía seguir usandolo despues de todo.
– ¿Yo? – Relajó la expresión cuando Huracán le preguntó acerca de su situación – Digamos que… - Se atusó la barba, deteniéndose en mitad del camino, mirando directamente a la distante cascada - … me he curado. – Dijo con un hilo de voz, dejando caer el libro en la bolsa de viaje otra vez.
Se quedó varios segundos sin hacer nada, totalmente en silencio, mirando la majestuosa catarata en mitad de la noche, pensando si lo que le había pasado era lo correcto. ¿Había intercambiado su maldición con otra persona? ¿La había maldecido a ella para curarse él? ¿O simplemente el libro había decidido, finalmente, devolverle lo que había perdido? Negó con la cabeza y volvió a emprender la marcha, fuese lo que fuese, estaba demasiado cansado para meditarlo profundamente.
Cuando llegaron al campamento Cassandra salió a recibirlos, la mujer parecía genuinamente preocupada por ellos, algo que a Huracán pareció importarle más bien poco, pues se internó en una de las tiendas de campañas sin decir nada. Eltrant, por su parte, procedió a deshacerse de nuevo de su indumentaria cuando se sentó junto al fuego.
– Es largo de explicar – Comentó el exmercenario despegando la camisa teñida de carmesí de su piel – Mejor le preguntas a ella mañana – Eltrant sonrió y le pidió con la mano que se acercase mientras con la otra examinaba el lugar en el que Belladona le había clavado la estaca helada - ¿Sabes coser?
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
La cazadora definitivamente tenía un pésimo sentido del humor, o más bien carecía de ello -Bien, bien, cálmate- Dije al notar que la estaba sacando de sus casillas desde el piso donde había ido a parar -No, no por los dioses, ballestas no, son mi debilidad- Dije con cierta ironía aunque llegado el momento comenzó a asustarme la posibilidad de que disparara realmente -En la cara no, por piedad, quiero morir guapo- Dije poniendo mis brazos frente a la cara con el objetivo de evitar un tiro directo a la cabeza, esta mujer estaba realmente muy loca y sentía que en cualquier momento me iba a mandar un tiro directo.
Mantenía mi cabeza tan escondida como podía tras mis antebrazos siguiendo la posible trayectoria de su disparo pero éste jamás llegó, en su lugar la cazadora argumentó que estaba trabada aunque ambos sabíamos que aquello no era cierto; al menos ambos podríamos mantener la dignidad de ese modo -Oh, pero que alivio- Dije mientras una serie de chistes chocantes asomaban a mi cabeza pero por esta vez ya no seguiría presionando mi suerte; me levanté y al estar a una distancia más que prudente por fin pude desahogarme.
Medí la distancia con la vista para asegurarme de que no me mataría de un disparo, ya tenía suficientes golpes por una noche -Bien, huye, te dejaré ir esta vez pero ten presente que a la próxima te irá peor- Le dije valientemente con solo mi cabeza asomada tras la seguridad del muro; mismo muro que me serviría para alejarme a toda prisa de la cazadora y su amigo el genio de los libros -Lanzarle un libro- Dije con ironía mientras negaba con la cabeza recordando la brillante idea del guardia que afortunadamente había funcionado al final.
Por más compleja que hubiera sido aquella experiencia, algo me había quedado muy claro; esa maldita araña seguía teniendo poder sobre mí, pero eso era un asunto que pensaba resolver de inmediato; en realidad trataría primero las heridas y moretones y luego... Descansaría varios días pero luego, definitivamente luego pensaba ir a por la cabeza de la reina para liberarme de una vez por todas de su control; era algo que había estado postergando por mucho tiempo pero el momento había llegado.
Mantenía mi cabeza tan escondida como podía tras mis antebrazos siguiendo la posible trayectoria de su disparo pero éste jamás llegó, en su lugar la cazadora argumentó que estaba trabada aunque ambos sabíamos que aquello no era cierto; al menos ambos podríamos mantener la dignidad de ese modo -Oh, pero que alivio- Dije mientras una serie de chistes chocantes asomaban a mi cabeza pero por esta vez ya no seguiría presionando mi suerte; me levanté y al estar a una distancia más que prudente por fin pude desahogarme.
Medí la distancia con la vista para asegurarme de que no me mataría de un disparo, ya tenía suficientes golpes por una noche -Bien, huye, te dejaré ir esta vez pero ten presente que a la próxima te irá peor- Le dije valientemente con solo mi cabeza asomada tras la seguridad del muro; mismo muro que me serviría para alejarme a toda prisa de la cazadora y su amigo el genio de los libros -Lanzarle un libro- Dije con ironía mientras negaba con la cabeza recordando la brillante idea del guardia que afortunadamente había funcionado al final.
Por más compleja que hubiera sido aquella experiencia, algo me había quedado muy claro; esa maldita araña seguía teniendo poder sobre mí, pero eso era un asunto que pensaba resolver de inmediato; en realidad trataría primero las heridas y moretones y luego... Descansaría varios días pero luego, definitivamente luego pensaba ir a por la cabeza de la reina para liberarme de una vez por todas de su control; era algo que había estado postergando por mucho tiempo pero el momento había llegado.
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