¡Vamos bonita, tu lobito va a nacer bien! [Desafío]
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¡Vamos bonita, tu lobito va a nacer bien! [Desafío]
Aunque era en un ambiente hostil y en unas condiciones reprobables, una nueva vida se abría paso e iba a ser maravilloso. Nadie, brujo o elfo, vampiro o licántropo, humano o bestia, negaría que fuera maravilloso ver a una madre engendrar una vida. O un cachorro, si usaba los términos de los licántropos. La preciosa Sequoia, madre del lobito que estaba a punto de nacer, estaría más agradecida si Adda Lovelace, bruja especialidad en las artes de la alquimia de profesión y comadrona como afición, usase los términos de los lobos de Ulmer.
-¡Vamos bonita, ya queda poco!- la voz de Lovelace sonó dulce y fuerte al mismo tiempo, tal y como debían de ser las voces de las mejores madres. – Tu lobito está a punto de salir a saludarnos. Vamos bonita, haz fuerza-.
Lo reconocía, era una mentirijilla piadosa. Lovelace tuvo que hacerla, la chica era una madre primeriza. A penas tenía diecisiete años. Estaba sola; su padre había muerto durante una cacería hacía unos años y su madre murió el mismo día en el que Sequoia nació. Para colmo, el padre del lobito que estaba a punto de nacer se desentendió de la chica hacía muchos años. ¡Oh Discordia! Si recibiera un aero cada vez que Lovelace ayudaba a parir a una mujer con estos problemas podría discutir su riqueza con el mismísimo Rey.
Una nueva contracción, la chica gritó y aulló al mismo tiempo. De alguna forma que Adda Lovelace no sabía explicar, pero tenía mucha curiosidad por poder hacerlo, a las mujeres licántropos les resultaba mucho más fácil dar a luz si lo hacían en su forma animal. Tal vez sería porque los lobos podían resistir mejor el dolor que los humanos; esa sería la respuesta más lógica, pero no la que daría. Al menos no en este momento. Ahora, toda la atención recaía sobre la preciosa Sequoia y en el lobito que estaba a punto de nacer.
Sequoia, o la bestia loba que antes podía responder por ese nombre, sentada en el suelo con las piernas en alto para facilitar la salida del niño. Adda Lovelace fue asomándose muy lentamente por tal de no molestar a la madre. Si untaba una crema especial que ella había confeccionado alrededor de la vagina, calmaría el dolor de las contracciones a la vez que haría que dilatase más rápido. Si lo hubiera hecho, podía haber ayudado a Sequoia. Pero la loba, madre primeriza y asustada que sufría por cada contracción, dio un fuerte zarpazo al brazo de la comadrona justo cuando ella le iba a untar la cremita.
Lovelace no gritó, le dolía mucho el brazo y necesitaba ayuda para poder tratárselo y, aun así no gritó. Se limitó a sonreír, de esa forma cándida que tanto le caracterizaba. Si gritaba asustaría más a la Sequoia y por nada en Aerandir, absolutamente nada, iba a dejar que la preciosa chica se asustase. Le prometió que iba a ser maravilloso y lo mantenía. Su lobito iba a nacer bien.
* Bienhallado/a comadrón/a: No hay mucho que explicar. Estás en el bosque del Este, aunque no me importa saber cómo has llegado ahí, y ves a una licántropa tirada en el suelo sufriendo por cada contracción y a la comadrona que le ayudaba herida de gravedad en el brazo derecho. ¡Ayúdalas!
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-¡Vamos bonita, ya queda poco!- la voz de Lovelace sonó dulce y fuerte al mismo tiempo, tal y como debían de ser las voces de las mejores madres. – Tu lobito está a punto de salir a saludarnos. Vamos bonita, haz fuerza-.
Lo reconocía, era una mentirijilla piadosa. Lovelace tuvo que hacerla, la chica era una madre primeriza. A penas tenía diecisiete años. Estaba sola; su padre había muerto durante una cacería hacía unos años y su madre murió el mismo día en el que Sequoia nació. Para colmo, el padre del lobito que estaba a punto de nacer se desentendió de la chica hacía muchos años. ¡Oh Discordia! Si recibiera un aero cada vez que Lovelace ayudaba a parir a una mujer con estos problemas podría discutir su riqueza con el mismísimo Rey.
Una nueva contracción, la chica gritó y aulló al mismo tiempo. De alguna forma que Adda Lovelace no sabía explicar, pero tenía mucha curiosidad por poder hacerlo, a las mujeres licántropos les resultaba mucho más fácil dar a luz si lo hacían en su forma animal. Tal vez sería porque los lobos podían resistir mejor el dolor que los humanos; esa sería la respuesta más lógica, pero no la que daría. Al menos no en este momento. Ahora, toda la atención recaía sobre la preciosa Sequoia y en el lobito que estaba a punto de nacer.
Sequoia, o la bestia loba que antes podía responder por ese nombre, sentada en el suelo con las piernas en alto para facilitar la salida del niño. Adda Lovelace fue asomándose muy lentamente por tal de no molestar a la madre. Si untaba una crema especial que ella había confeccionado alrededor de la vagina, calmaría el dolor de las contracciones a la vez que haría que dilatase más rápido. Si lo hubiera hecho, podía haber ayudado a Sequoia. Pero la loba, madre primeriza y asustada que sufría por cada contracción, dio un fuerte zarpazo al brazo de la comadrona justo cuando ella le iba a untar la cremita.
Lovelace no gritó, le dolía mucho el brazo y necesitaba ayuda para poder tratárselo y, aun así no gritó. Se limitó a sonreír, de esa forma cándida que tanto le caracterizaba. Si gritaba asustaría más a la Sequoia y por nada en Aerandir, absolutamente nada, iba a dejar que la preciosa chica se asustase. Le prometió que iba a ser maravilloso y lo mantenía. Su lobito iba a nacer bien.
- Adda Lovelace:
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Re: ¡Vamos bonita, tu lobito va a nacer bien! [Desafío]
Cada vez falta menos para Lunargenta. Dos días, siete horas, chorrocientos minutos. Nunca más vuelvo a pisar de nuevo tierras heladas, pero algo es seguro; ¡Por más que quiera, presiento que de ahora en adelante no importa mucho cuánto quiera ir a un sitio, siempre habrá algo que me desvíe de mi lugar de destino! Oh, ya, ya no quiero caminar.
Tumbándose en el suelo, comenzó a cuestionar las razones de su vida, palpando el suelo en busca de algo que la ayudara - o motivara - a levantarse, encontrando para ello una vara recién caída de un frondoso árbol. Al hallar aquel palo, giró hacia un costado y miró hacia él, fue quitandole una a una las hojas y las ramificaciones más pequeñas que tenía.
- Magia oscura ¿eh? - susurró recordando lo sucedido en Dundarak. - y varios ahí terminaron igual o peor que yo. Pfff, no debí moverme de Lunargenta ¡Estúpidos viajeros!
Sus ansias de caminar habían cesado, y su agotamiento había hecho que la idea de dejar que los lobos y los gusanos se alimentasen de su cuerpo le pareciera la más viable.
Oh, ¿Cómo pueden los elfos vivir en sitios como este? Es triste, sólo hay piedras y palos, y los lugares para dormir son considerablemente más incómodos y peligrosos que allá en la ciudad ¡No he dormido desde hace 2 días! La última vez que lo intenté una extraña familia de escarabajos comenzó a darme pellizcos en las sentaderas, mientras que en la civilización lo más a lo que puedes temerle es a que te rapten y te vendan como mono de circo a una cantina. ¡Ya, mejor me doy a morir, porque la vida no vale nada, no vale nada!
Explayando sus brazos hacia el cielo, de pronto sintió una tenue sensación, una vieja conocida que se fue haciendo más fuerte hasta llenar sus tripas. Un dolor inconmensurable que se había vuelto su día a día aplacar, y que ahora, vengativo, florecía para recordarle que siempre estaría ahí para ella, para hacerla sufrir eternamente.
- Oh, no ¡Hambreeeeeee! - gritó la elfina. - ¡Y lo único que tienen en el bosque son verduras, puag! ¡No me dejaré vencer por esto, oh, eso no! ¡Pastelillos, carnes asadas! Y oh, sí ¡Panes! ¡Panes de fruta por todos lados! Lunargenta ¡Ahí te voy, que no me he despeinado!
Tomando la vara cual bastón, se apoyó en ella para poder levantarse, dándose a la tarea de reanudar su marcha. Mucho tiempo pasó caminando, cuando escuchó que extraños ruidos provenían de las cercanías. Movida por la curiosidad, comenzó a correr con las pocas fuerzas que le quedaban para encontrarse con un escenario desconocido para ella, ante lo cual quedaría sorprendida.
- ¡AHHHH, un monstruo de dos cabezas! - exclamó alarmada la chica, quien, al ver a la madre, había resuelto que era dicho monstruo, a saber en dónde le cabía en su razonamiento que de dos cabezas. Al observarla en el suelo, pensó que había estado luchando con la otra mujer, que habría ganado entonces.
- N-no se preocupe ¡Yo la ayudo! - dijo dirigiéndose rápidamente a la comadrona - Buah, la última vez que hice esto fue hace mucho. ¡No sé si funcione, pero espero ayude! Bien, aquí vamos - dijo frotando con vigor sus manos para luego ponerlas sobre la herida de la mujer.
Concentrándose todo lo que pudo, logró que un plasma brillante de color azulado emanara de sus manos al zarpazo. Sin embargo sólo había conseguido mejorar la herida y aliviar el dolor, pues las pocas energías que conservaba se iban aminorando progresivamente. La madre primeriza seguía haciendo el trabajo de parto, ante lo cual Iliaki, extrañada, preguntó.
- ¿No es un monstruo? Parece que sufre.
Offrol : Hab Racial - Imposición de manos
Tumbándose en el suelo, comenzó a cuestionar las razones de su vida, palpando el suelo en busca de algo que la ayudara - o motivara - a levantarse, encontrando para ello una vara recién caída de un frondoso árbol. Al hallar aquel palo, giró hacia un costado y miró hacia él, fue quitandole una a una las hojas y las ramificaciones más pequeñas que tenía.
- Magia oscura ¿eh? - susurró recordando lo sucedido en Dundarak. - y varios ahí terminaron igual o peor que yo. Pfff, no debí moverme de Lunargenta ¡Estúpidos viajeros!
Sus ansias de caminar habían cesado, y su agotamiento había hecho que la idea de dejar que los lobos y los gusanos se alimentasen de su cuerpo le pareciera la más viable.
Oh, ¿Cómo pueden los elfos vivir en sitios como este? Es triste, sólo hay piedras y palos, y los lugares para dormir son considerablemente más incómodos y peligrosos que allá en la ciudad ¡No he dormido desde hace 2 días! La última vez que lo intenté una extraña familia de escarabajos comenzó a darme pellizcos en las sentaderas, mientras que en la civilización lo más a lo que puedes temerle es a que te rapten y te vendan como mono de circo a una cantina. ¡Ya, mejor me doy a morir, porque la vida no vale nada, no vale nada!
Explayando sus brazos hacia el cielo, de pronto sintió una tenue sensación, una vieja conocida que se fue haciendo más fuerte hasta llenar sus tripas. Un dolor inconmensurable que se había vuelto su día a día aplacar, y que ahora, vengativo, florecía para recordarle que siempre estaría ahí para ella, para hacerla sufrir eternamente.
- Oh, no ¡Hambreeeeeee! - gritó la elfina. - ¡Y lo único que tienen en el bosque son verduras, puag! ¡No me dejaré vencer por esto, oh, eso no! ¡Pastelillos, carnes asadas! Y oh, sí ¡Panes! ¡Panes de fruta por todos lados! Lunargenta ¡Ahí te voy, que no me he despeinado!
Tomando la vara cual bastón, se apoyó en ella para poder levantarse, dándose a la tarea de reanudar su marcha. Mucho tiempo pasó caminando, cuando escuchó que extraños ruidos provenían de las cercanías. Movida por la curiosidad, comenzó a correr con las pocas fuerzas que le quedaban para encontrarse con un escenario desconocido para ella, ante lo cual quedaría sorprendida.
- ¡AHHHH, un monstruo de dos cabezas! - exclamó alarmada la chica, quien, al ver a la madre, había resuelto que era dicho monstruo, a saber en dónde le cabía en su razonamiento que de dos cabezas. Al observarla en el suelo, pensó que había estado luchando con la otra mujer, que habría ganado entonces.
- N-no se preocupe ¡Yo la ayudo! - dijo dirigiéndose rápidamente a la comadrona - Buah, la última vez que hice esto fue hace mucho. ¡No sé si funcione, pero espero ayude! Bien, aquí vamos - dijo frotando con vigor sus manos para luego ponerlas sobre la herida de la mujer.
Concentrándose todo lo que pudo, logró que un plasma brillante de color azulado emanara de sus manos al zarpazo. Sin embargo sólo había conseguido mejorar la herida y aliviar el dolor, pues las pocas energías que conservaba se iban aminorando progresivamente. La madre primeriza seguía haciendo el trabajo de parto, ante lo cual Iliaki, extrañada, preguntó.
- ¿No es un monstruo? Parece que sufre.
Offrol : Hab Racial - Imposición de manos
Iliaki
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Re: ¡Vamos bonita, tu lobito va a nacer bien! [Desafío]
No importaba que dijeran sus amigos de Beltrexus, las manos de los elfos eran un maravilloso tesoro. Si no fuera por la jovencita y sus blanquitas manos sanadoras, Lovelace lo hubiera pasado francamente mal. En su bolso tenía todo tipo de medicinas y cremas, pero eran para Sequoia. La comadrona jamás le hubiera quitado las medinas de la madre, por muy herida que estuviera ni por los muchos meses que tuviera que pasar con el brazo en cabestrillo. Las medicinas serían para la futura mamá. ¡Y gracias de nuevo a la elfita! Eran tan dulce e inocente como solo las elfas lo saben ser.
-No es un monstruo, querida,- Lovelace se frotó el brazo herido, todavía le hacía daño pero no como antes- es una mamá se llama Sequoia y yo soy Adda Lovelace, tampoco soy ningún monstruito.- mostró la mejor de sus amables sonrisa y añadió- ¿Tal vez nos quieras ayudar? Sequoyita está sufriendo mucho,- fue a acariciar la cabeza de la licántropo pero retiró la mano antes de que ésta le diera un mordisco en el brazo- me da mucha lástima verla así-.
Adda Lovelace se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. Cogió su maletín llenó de pociones y cremas y sacó un frasquito de cristal que contenía un líquido rosado. Con el tapón, que hacía a su vez de gotero, cogió un par de gotas y se las puso en la nariz. El olor a rosas silvestres calmó el poco dolor que la elfa le había dejado. Echó eso, dejó el frasquito en el suelo, a un lado y saco un pote con crema de un color gris muy poco agradable; dejó el pote al otro lado del frasquito del líquido rosa.
-Con unas gotitas de esto- señaló el frasquito de cristal con su mano derecha- Sequoia se tranquilizará y ya no parecerá un monstruo- sonrió con disimuló, lo cierto es que le había hecho mucha gracia que la dulce elfita confundiese a la futura madre con un monstruo de dos cabezas- y luego, hay que untar la zona íntima de la chica con esto otro- señaló la crema con su mano izquierda- para ayudar a que el lobito bonito nazca fuerte y sano. ¿Lo harás por mí? Con tus manitas de elfa y tu magia, estoy segurísima que Sequoia no tendrá tanto daño-.
* Ilaki: Adda Lovelace ya te ha dicho que hacer, poco puedo decir yo ahora. El siguiente será tu último turno en este desafío. Ayuda a que la loba tenga a su hijito bonito.
-No es un monstruo, querida,- Lovelace se frotó el brazo herido, todavía le hacía daño pero no como antes- es una mamá se llama Sequoia y yo soy Adda Lovelace, tampoco soy ningún monstruito.- mostró la mejor de sus amables sonrisa y añadió- ¿Tal vez nos quieras ayudar? Sequoyita está sufriendo mucho,- fue a acariciar la cabeza de la licántropo pero retiró la mano antes de que ésta le diera un mordisco en el brazo- me da mucha lástima verla así-.
Adda Lovelace se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. Cogió su maletín llenó de pociones y cremas y sacó un frasquito de cristal que contenía un líquido rosado. Con el tapón, que hacía a su vez de gotero, cogió un par de gotas y se las puso en la nariz. El olor a rosas silvestres calmó el poco dolor que la elfa le había dejado. Echó eso, dejó el frasquito en el suelo, a un lado y saco un pote con crema de un color gris muy poco agradable; dejó el pote al otro lado del frasquito del líquido rosa.
-Con unas gotitas de esto- señaló el frasquito de cristal con su mano derecha- Sequoia se tranquilizará y ya no parecerá un monstruo- sonrió con disimuló, lo cierto es que le había hecho mucha gracia que la dulce elfita confundiese a la futura madre con un monstruo de dos cabezas- y luego, hay que untar la zona íntima de la chica con esto otro- señaló la crema con su mano izquierda- para ayudar a que el lobito bonito nazca fuerte y sano. ¿Lo harás por mí? Con tus manitas de elfa y tu magia, estoy segurísima que Sequoia no tendrá tanto daño-.
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* Ilaki: Adda Lovelace ya te ha dicho que hacer, poco puedo decir yo ahora. El siguiente será tu último turno en este desafío. Ayuda a que la loba tenga a su hijito bonito.
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Re: ¡Vamos bonita, tu lobito va a nacer bien! [Desafío]
Un cosquilleo recorrió el cuerpo de la elfina, cosquilleo que tenía como cuando algo causa ternura y curiosidad al mismo tiempo, partiendo desde su espina dorsal hasta la cabeza. Sus ojos se fijaron con menos temor en los de la madre, queriendo quizá reconocer algo que escapaba a su comprensión.
- Sequoia - dijo de forma apenas audible.
Una madre ¿Eh? No es que sea la primera vez que veo a una mujer en trabajo de parto, de hecho, al menos una vez por mes, algunas prostitutas acuden con una anciana en los barrios bajos para que les saquen al "engendro", como les suelen decir a sus deplorables retoños antes de volver a trabajar con los ojos llenos de reprimidas lágrimas. Pero jamás lo había visto así, es decir, a primera fila ¿Cómo decirlo...?
Envuelta en contradictorios pensamientos, observó el ungüento de tristes colores y lo tomó entre sus manos. Con toda curiosidad sobre aquella sustancia, la olió y, tomando un poco con la punta de su dedo índice, la lamió para luego lanzar un gemido y un gesto de asco. Puso todas sus fuerzas para reprimir el vómito, y así, tomó el gotero para dirigirse en seguida a la cabeza de la licántropa.
Es como si... todo estuviese planeado, querido así...
Recuerdo una vez en hace años que, viendo jugar a algunos pillos como yo, quise entrar a la partida de pelota. La reacción de los chicos no fue muy grata, pero de no ser por ellos quizá nunca me habría dado una idea lo que la gente decía de mi origen.
"Tu madre era una ramera", "Bastarda de un loco", "Joya de los traficantes". Días después murieron ahogados en un río, ¡Ja, ja! Pero este pequeño... ¡Este pequeño! ¡Tendrá la suerte de nacer en un seno tan cariñoso!
Un par de gotas fue suficiente para calmar los ánimos de la mujer. Su respiración se haciendo más larga hasta volverse un suspiro lento y suave contra la palma de la mano. Ahora se volvía el turno de la crema. Iliaki, más que inhibida, ahora le tenía una aversión a aquel bálsamo por su lamentable sabor. Tomando coraje para poder acercarse al bote, comenzó a untar la sustancia uniformemente.
Minutos después, el trabajo había quedado en manos de la madre totalmente, quien, auxiliada por Lovelace, consiguió traer una nueva vida al mundo. Un llanto agudo captó la atención de la elfina, quien intentaba ver aquello con más detalle.
Definitivamente, los recién nacido siempre son feos. Ojalá que el peque no se quede con esa cara de perro arrugado de por vida ¿Habré sido igual de aguada que ese bebé cuando nací?
- Y... ¿Se va a quedar así? - dijo a la comadrona. Notando su comentario algo fuera de lugar, repuso al instante. -Digo, así de... pequeño. - continuó poco convencida de sus palabras. -Oh, vamos, seré honesta ¡Así de feo! ¡Espero que se le quite cuando crezca! Pero qué...
El bebé, puesto ya en brazos de Sequoia, había lanzado una sonrisa hacia la elfina, haciendo que sus mejillas se sonrojaran. Aquella sonrisita era demasiado para ella, esquivando la chica su vergüenza dirigiendo la mirada al horizonte. De pronto, un gruñido de ultratumba emergió de nuevo de sus entrañas, asustando al pequeño con un sobresalto.
- ¡Je, je, pero miren qué hora es, ya es tiempo de merendear! -dijo señalando hacia el sol. Disponiéndose a continuar su camino, tomó de nuevo su vara y dando una reverencia, se presentó solemnemente - Iliaki Nihi, madame. ¡Hora de marcharse!
- Sequoia - dijo de forma apenas audible.
Una madre ¿Eh? No es que sea la primera vez que veo a una mujer en trabajo de parto, de hecho, al menos una vez por mes, algunas prostitutas acuden con una anciana en los barrios bajos para que les saquen al "engendro", como les suelen decir a sus deplorables retoños antes de volver a trabajar con los ojos llenos de reprimidas lágrimas. Pero jamás lo había visto así, es decir, a primera fila ¿Cómo decirlo...?
Envuelta en contradictorios pensamientos, observó el ungüento de tristes colores y lo tomó entre sus manos. Con toda curiosidad sobre aquella sustancia, la olió y, tomando un poco con la punta de su dedo índice, la lamió para luego lanzar un gemido y un gesto de asco. Puso todas sus fuerzas para reprimir el vómito, y así, tomó el gotero para dirigirse en seguida a la cabeza de la licántropa.
Es como si... todo estuviese planeado, querido así...
Recuerdo una vez en hace años que, viendo jugar a algunos pillos como yo, quise entrar a la partida de pelota. La reacción de los chicos no fue muy grata, pero de no ser por ellos quizá nunca me habría dado una idea lo que la gente decía de mi origen.
"Tu madre era una ramera", "Bastarda de un loco", "Joya de los traficantes". Días después murieron ahogados en un río, ¡Ja, ja! Pero este pequeño... ¡Este pequeño! ¡Tendrá la suerte de nacer en un seno tan cariñoso!
Un par de gotas fue suficiente para calmar los ánimos de la mujer. Su respiración se haciendo más larga hasta volverse un suspiro lento y suave contra la palma de la mano. Ahora se volvía el turno de la crema. Iliaki, más que inhibida, ahora le tenía una aversión a aquel bálsamo por su lamentable sabor. Tomando coraje para poder acercarse al bote, comenzó a untar la sustancia uniformemente.
Minutos después, el trabajo había quedado en manos de la madre totalmente, quien, auxiliada por Lovelace, consiguió traer una nueva vida al mundo. Un llanto agudo captó la atención de la elfina, quien intentaba ver aquello con más detalle.
Definitivamente, los recién nacido siempre son feos. Ojalá que el peque no se quede con esa cara de perro arrugado de por vida ¿Habré sido igual de aguada que ese bebé cuando nací?
- Y... ¿Se va a quedar así? - dijo a la comadrona. Notando su comentario algo fuera de lugar, repuso al instante. -Digo, así de... pequeño. - continuó poco convencida de sus palabras. -Oh, vamos, seré honesta ¡Así de feo! ¡Espero que se le quite cuando crezca! Pero qué...
El bebé, puesto ya en brazos de Sequoia, había lanzado una sonrisa hacia la elfina, haciendo que sus mejillas se sonrojaran. Aquella sonrisita era demasiado para ella, esquivando la chica su vergüenza dirigiendo la mirada al horizonte. De pronto, un gruñido de ultratumba emergió de nuevo de sus entrañas, asustando al pequeño con un sobresalto.
- ¡Je, je, pero miren qué hora es, ya es tiempo de merendear! -dijo señalando hacia el sol. Disponiéndose a continuar su camino, tomó de nuevo su vara y dando una reverencia, se presentó solemnemente - Iliaki Nihi, madame. ¡Hora de marcharse!
- Para el máster:
- Hey, aprovechando que es mi último post en el desafío, quise hacer la buena observación acerca del nombre de Lovelace. Buena referencia ¿Eh? Es una de mis mujeres favoritas en la Historia <2+1
Iliaki
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Re: ¡Vamos bonita, tu lobito va a nacer bien! [Desafío]
Los elfos eran una raza hermosa, aunque fuera una bruja reconocía y se maravilla de la belleza de los elfos. Sería una ignorante si no lo hiciese. Tan solo tenía que mirar a su nueva amiguita. No se había negado a ayudarla ni una sola vez, sus manos le sanaron el brazo herido por la madre loba y, luego, ayudaron a traer a Aerandir el precioso lobito. Quien dijera que los elfos no eran hermosos es que estaba equivocado.
Tal vez, la chica estaba tan acostumbrada a su belleza que no supo ver la del lobito.
-El niñito de Sequoia es mucho más guapo de lo que puedes ver- dijo Lovelace acompañando sus palabras con una tímida sonrisa- y seguro que después se hará más guapo de lo que ya es-.
La madre loba, miró a tanto a la elfa como a la bruja con una sonrisa de agradecimiento. Seguía en su forma bestial; eso le ayudaría a que no se desmayase por el grandísimo esfuerzo que acababa de hacer.
-Sí, es hora de comer y nuestra amiguita necesitará descansar. Dejémosla con su bebito y vayamos a merendar; yo invito- guardó uno segundos de silencio y añadió el nombre de la elfita- Iliaki Nihi-.
* Iliaki Nihi: No solo has ayudado a un niño muy feo al nacer sino que has hecho una nueva amiga (y una gran referencia a cierto personaje histórico,no pensé que te darías cuenta; otros usuarios no la han reconocido ni tampoco los otros masters). De parte de Sequoia, muchas gracias.
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Tal vez, la chica estaba tan acostumbrada a su belleza que no supo ver la del lobito.
-El niñito de Sequoia es mucho más guapo de lo que puedes ver- dijo Lovelace acompañando sus palabras con una tímida sonrisa- y seguro que después se hará más guapo de lo que ya es-.
La madre loba, miró a tanto a la elfa como a la bruja con una sonrisa de agradecimiento. Seguía en su forma bestial; eso le ayudaría a que no se desmayase por el grandísimo esfuerzo que acababa de hacer.
-Sí, es hora de comer y nuestra amiguita necesitará descansar. Dejémosla con su bebito y vayamos a merendar; yo invito- guardó uno segundos de silencio y añadió el nombre de la elfita- Iliaki Nihi-.
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- Pan de Maiz:
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Adda Lovelace te ha invitado a merendar. Te ha preparado un pan de maíz que ni se estropea por el paso del tiempo ni deja de oler a pan recién hecho. ¿Su sabor? Riquísimo, no mejor que los manjares élficos, pero ¿qué más le puedes pedir a un pan que nunca se pudre? Podrás llevar el pan en todos tus roles hasta que se te acabe, si eres de tan buen comer como yo supongo que te durará unos cuatro turnos comerte todo ese pan.
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