Cazadores de Dragones [Desafío]
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Cazadores de Dragones [Desafío]
-¡Muy bien, adelante, la fama y la riqueza montan en caballo veloz!-
Gwizdo estaba realmente emocionado por el contrato que había obtenido de un extravagante pero asquerosamente rico noble. Para no estarlo, el viejo hombre les había prometido, para él y su mejor amigo (que en ocasiones era como su hermano), una paga de 200 aeros por día de caza (cumplieran o no el encargo), 2000 aeros más cuando les llevasen el huevo de Farcolyar salvaje y, para lo mejor, todos los gastos que pudieran tener durante la caza estaban pagados. ¡Comida, alojamiento y otros entretenimientos necesarios para los hombres de Aerandir! Todo estaba pagado. Gwizdo estaba tan feliz que, en lugar de caminar, daba saltos de alegría al mismo tiempo que besaba su repleta bolsa de aeros.
-No deberías gritar tan fuerte, alguien podría escucharnos-.
-¿Y qué si lo hacen? ¡Nos ha tocado el gordo, mi buen amigo! Ya escuchaste a lord Ban. Solo nosotros sabemos de la existencia del…-
Lian- Chu, el más grande de los dos, puso el filo de su espada en los labios de Gwizdo justo en el momento que él iba a decir la descripción de la presa que buscaban: Un Farcolyar con el pico dorado y las plumas de las alas de color rojas y las del vientre negras. Nadie en Dundarak había visto un Farcolyar con aquellos colores tan extraños. Era leyenda que muy pocos creían. Hacer de esa leyenda realidad era el perfecto para la pareja de cazadores de dragones formada por Gwizdo y Lian-Chu.
Lord Ban, según les había contado, quería ser el único hombre en Aerandir en tener un Farcolyar de mascota con el pico dorado y las plumas rojas y negras. Para eso era el huevo de Farcolyar. Una los cazadores de dragones robasen el huevo del pájaro, Ban se encargaría que el pájaro que de allí saliese le obedeciera en todos sus asuntos. Él tenía el prestigio que tanto ansían conseguir los nobles, Gwizdo tendría sus aeros y Lian-Chu otra aventura para su colección.
-No vuelvas a hacer eso guapito de cara,- Gwizdo apartó el filo de la espada de su amigo de sus labios de un manotazo - recuerda quién es aquí el jefe y quien consigue los mejores contratos. ¡Las espadas para los dragones!-
-Lo recuerdo- contestó Lian-Chu a la vez que guardaba su espadón en la funda que colgaba de su espada.
-¡Así me gusta! Ahora pásame algo que ropa. Aquí hace un frío que pela. Me tiemblan tanto las manos que parecen las del viejo Ban-.
Lian-Chu obedeció. Se quitó el chaleco de curo y se lo pasó a su amigo. Gwizdo era tan flacucho que en el chaleco podrían caber tres como él y todavía habría un hueco para una mujer alegre. Era lo bueno de ser el pequeño de grupo, al menos en estatura, en edad era unos pocos meses mayor que Lian-Chu; por eso era el jefe del grupo. Por eso y porque era quien tenía las mejores (peores) ideas.
-En el cielo- Lian-Chu señaló un gran Farcolyar que se dirigía hacia la cumbre de una de las montañas.
-¡Por todos los dientes de los grandes dragones! Es el que buscamos- Gwizdo dio un salto para chocar su mano con el hombro de su amigo - Bien hecho grandullón, ahora vayamos a por él, ese Farcolyar todavía no conocer tu espada-.
Esa era la única parte del trato que a Lian-Chu no le gustaba. Para capturar el huevo del Farcolyar salvaje, los cazadores de dragones tenían que matar a la madre y destruir los otros huevos. Al fin y al cabo, las instrucciones de Lord Ban eran claras: Él tenía que ser el único que tuviera un Farcolyar con el pico dorado, las alas rojas y el pecho negro. Demasiadas muertes para el capricho de un noble.
Bienvenido cazador o guardián del Farcolyar: Estás en las montañas del norte aunque, debo señalar que no me importa cómo has llegado ahí, por mi parte no seré estricta con tu cronología. En este primer turno, deberás encontrarte con la pareja de cazadores de dragones y en el siguiente turno. Ignoro si tus intenciones serán las de ayudar a la pareja, rescatar al animal, aprovecharte de ellos y robarles los aeros… ¿Qué te parece si eso lo vemos en el siguiente turno cuando estemos frente a frente al animal? Por ahora, solo únete a ellos.
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Si esta pareja de npcs gusta los añadiré a mi lista de personajes master.
Gwizdo estaba realmente emocionado por el contrato que había obtenido de un extravagante pero asquerosamente rico noble. Para no estarlo, el viejo hombre les había prometido, para él y su mejor amigo (que en ocasiones era como su hermano), una paga de 200 aeros por día de caza (cumplieran o no el encargo), 2000 aeros más cuando les llevasen el huevo de Farcolyar salvaje y, para lo mejor, todos los gastos que pudieran tener durante la caza estaban pagados. ¡Comida, alojamiento y otros entretenimientos necesarios para los hombres de Aerandir! Todo estaba pagado. Gwizdo estaba tan feliz que, en lugar de caminar, daba saltos de alegría al mismo tiempo que besaba su repleta bolsa de aeros.
-No deberías gritar tan fuerte, alguien podría escucharnos-.
-¿Y qué si lo hacen? ¡Nos ha tocado el gordo, mi buen amigo! Ya escuchaste a lord Ban. Solo nosotros sabemos de la existencia del…-
Lian- Chu, el más grande de los dos, puso el filo de su espada en los labios de Gwizdo justo en el momento que él iba a decir la descripción de la presa que buscaban: Un Farcolyar con el pico dorado y las plumas de las alas de color rojas y las del vientre negras. Nadie en Dundarak había visto un Farcolyar con aquellos colores tan extraños. Era leyenda que muy pocos creían. Hacer de esa leyenda realidad era el perfecto para la pareja de cazadores de dragones formada por Gwizdo y Lian-Chu.
Lord Ban, según les había contado, quería ser el único hombre en Aerandir en tener un Farcolyar de mascota con el pico dorado y las plumas rojas y negras. Para eso era el huevo de Farcolyar. Una los cazadores de dragones robasen el huevo del pájaro, Ban se encargaría que el pájaro que de allí saliese le obedeciera en todos sus asuntos. Él tenía el prestigio que tanto ansían conseguir los nobles, Gwizdo tendría sus aeros y Lian-Chu otra aventura para su colección.
-No vuelvas a hacer eso guapito de cara,- Gwizdo apartó el filo de la espada de su amigo de sus labios de un manotazo - recuerda quién es aquí el jefe y quien consigue los mejores contratos. ¡Las espadas para los dragones!-
-Lo recuerdo- contestó Lian-Chu a la vez que guardaba su espadón en la funda que colgaba de su espada.
-¡Así me gusta! Ahora pásame algo que ropa. Aquí hace un frío que pela. Me tiemblan tanto las manos que parecen las del viejo Ban-.
Lian-Chu obedeció. Se quitó el chaleco de curo y se lo pasó a su amigo. Gwizdo era tan flacucho que en el chaleco podrían caber tres como él y todavía habría un hueco para una mujer alegre. Era lo bueno de ser el pequeño de grupo, al menos en estatura, en edad era unos pocos meses mayor que Lian-Chu; por eso era el jefe del grupo. Por eso y porque era quien tenía las mejores (peores) ideas.
-En el cielo- Lian-Chu señaló un gran Farcolyar que se dirigía hacia la cumbre de una de las montañas.
-¡Por todos los dientes de los grandes dragones! Es el que buscamos- Gwizdo dio un salto para chocar su mano con el hombro de su amigo - Bien hecho grandullón, ahora vayamos a por él, ese Farcolyar todavía no conocer tu espada-.
Esa era la única parte del trato que a Lian-Chu no le gustaba. Para capturar el huevo del Farcolyar salvaje, los cazadores de dragones tenían que matar a la madre y destruir los otros huevos. Al fin y al cabo, las instrucciones de Lord Ban eran claras: Él tenía que ser el único que tuviera un Farcolyar con el pico dorado, las alas rojas y el pecho negro. Demasiadas muertes para el capricho de un noble.
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Re: Cazadores de Dragones [Desafío]
- Vuelve al norte Tale – Dijo en voz alta para sí las palabras que Tyron había escrito en la carta amarillenta que había recibido apenas unas semanas atrás, cuando descansaba en una pequeña posada al borde de Sandorai. – Ya sé que estas viniendo para eso del barco – Parafraseó – Pero necesito que vuelvas – Dijo a continuación, sin dejar de imitar la voz de su oficial. Lo cierto es que aquella suerte de monologo le estaba ayudando a lidiar con el frío, si había algo que aborrecía de aquellas tierras, era el frío – Ocúpate de ciertos asuntos de la guarda allí arriba. – Frunció el ceño al ver la montaña que se alzaba frente a él y suspiró. – Acogedor.
El paisaje era, cuanto menos, monocromático, y es que solo había un color presente, el blanco. Mirase a dónde mirase, Eltrant llevaba días viendo arboles blancos, montañas perlinas y caminos cubiertos de nieve; y el hecho de que el firmamento llevase varios días permanentemente gris no ayudaba.
El motivo porque estaba allí era sencillo, tenía que encontrar una cabaña en la base de la montaña, una pequeñita y apartada, a varios días de viaje a las afueras de Dundarak y, una vez con lo hubiese hecho, un tal “Jack” le entregaría una carta que tenía que llevar de vuelta a Verisar. – Tendría que haberme metido a panadero – Dijo pasándose la mano por el pelo, observando como el vaho de sus pulmones se fundía con el gélido aire norteño. – Es un arte noble, el de hacer pan – Siguió diciendo mientras, a grandes zancadas, trataba de abrirse paso a través de la nieve. – Y no es fácil – Aseveró a la nada, quizás esperando que esta le respondiese – Tienes que estar muy atento a que no se queme nada – Asintió al mismo tiempo que dibujaba media sonrisa al hacerse la imagen mental de un horno humeante – ¿¡Y por qué nadie habla de los tipos de pan que hay!? – Preguntó extendiendo los brazos, aparentemente ofendido – Qué si pequeñito, otros así más tostados, también… - Frunció el ceño y cortó su dialogo consigo mismo cuando unas voces desconocidas se alzaron sobre la suya propia.
¿Había alguien en las cercanías? ¿Bandidos? Era perfectamente posible, no estaba precisamente cerca de casa, llevaba días sin cruzarse con nadie ¿Por qué ahora? ¿Por qué en aquel lugar? Aferró la empuñadura de su espada y buscó con la mirada el origen de las voces.
Al cabo de unos instantes escrutando el horizonte, pudo vislumbrar dos distantes siluetas caminando en la misma dirección en la que lo hacía él, el motivo por el que había oído sus voces había sido un capricho sonoro, una casualidad quizás propiciada por la forma que tomaban las montañas a su alrededor.
Tomó aire y se ajustó la bufanda en torno a su cara de forma que esta dejase la menor cantidad de piel posible a la intemperie. ¿Avanzaba hacía ellos? Por lo que había podido captar, pobremente debido a la distancia, era que se trataba de cazadores, pero poco más.
Enarcando una ceja soltó su espada y se apresuró a alcanzar los hombres, si eran cazadores y estaban en aquellas tierras lo más probable era que conociesen el lugar, quizás pudiesen guiarle, aunque fuese con unas señas.
Poco a poco pero siempre a paso ligero, fue notando como ambas figuras se fueron haciendo, gradualmente, más grandes hasta que, al final, pudo reconocer a dos hombres de complexiones muy distintas.
- ¡Hola! – Saludo alzando uno de los brazos esperando que estos se detuviesen a verle – Un lugar un poco apartado para salir de paseo ¿No es así? – Aflojando un poco el nudo de su bufanda azul, a juego con su capa, descubrió su cara a los cazadores y les sonrió – Creo que me he perdido – Aseguró cruzándose de brazos - ¿Podríais darme un par de indicaciones?
Los hombres eran, cuanto menos, pintorescos, contrastaban el uno con el otro tanto como el día y la noche, a simple vista podrían parecer incluso algún tipo de banda de trovadores, uno de los tantos dúos que acostumbraba a ver en las pequeñas plazas de Lunargenta, solo les faltaba una cabra. Pero, por supuesto, aquello no era así, aunque no fuesen cazadores y les hubiese interpretado más desde un principio, el guarda no tardó en reparar en las armas que portaban, como mínimo, parecían preparados para matar algo.
Se atusó la barba, sin dejar de sonreír, mientras esperaba a que le contestasen. Aprovechó para analizar cuidadosamente a aquellos hombres, no es que desconfiase de ellos, pero estaban, prácticamente, en el fin del mundo, fuese como fuese, tenía que ser precavido, si le asaltaban allí iba a ser muy difícil encontrar ayuda, mucho menos llegar a la ciudad sin ninguna de sus pertenencias.
- ¿Qué me decís? - Preguntó de nuevo - Oh, y mi nombre es Eltrant - Añadió rapidamente, cuando notó que no se había presentado siquiera - Eltrant Tale
El paisaje era, cuanto menos, monocromático, y es que solo había un color presente, el blanco. Mirase a dónde mirase, Eltrant llevaba días viendo arboles blancos, montañas perlinas y caminos cubiertos de nieve; y el hecho de que el firmamento llevase varios días permanentemente gris no ayudaba.
El motivo porque estaba allí era sencillo, tenía que encontrar una cabaña en la base de la montaña, una pequeñita y apartada, a varios días de viaje a las afueras de Dundarak y, una vez con lo hubiese hecho, un tal “Jack” le entregaría una carta que tenía que llevar de vuelta a Verisar. – Tendría que haberme metido a panadero – Dijo pasándose la mano por el pelo, observando como el vaho de sus pulmones se fundía con el gélido aire norteño. – Es un arte noble, el de hacer pan – Siguió diciendo mientras, a grandes zancadas, trataba de abrirse paso a través de la nieve. – Y no es fácil – Aseveró a la nada, quizás esperando que esta le respondiese – Tienes que estar muy atento a que no se queme nada – Asintió al mismo tiempo que dibujaba media sonrisa al hacerse la imagen mental de un horno humeante – ¿¡Y por qué nadie habla de los tipos de pan que hay!? – Preguntó extendiendo los brazos, aparentemente ofendido – Qué si pequeñito, otros así más tostados, también… - Frunció el ceño y cortó su dialogo consigo mismo cuando unas voces desconocidas se alzaron sobre la suya propia.
¿Había alguien en las cercanías? ¿Bandidos? Era perfectamente posible, no estaba precisamente cerca de casa, llevaba días sin cruzarse con nadie ¿Por qué ahora? ¿Por qué en aquel lugar? Aferró la empuñadura de su espada y buscó con la mirada el origen de las voces.
Al cabo de unos instantes escrutando el horizonte, pudo vislumbrar dos distantes siluetas caminando en la misma dirección en la que lo hacía él, el motivo por el que había oído sus voces había sido un capricho sonoro, una casualidad quizás propiciada por la forma que tomaban las montañas a su alrededor.
Tomó aire y se ajustó la bufanda en torno a su cara de forma que esta dejase la menor cantidad de piel posible a la intemperie. ¿Avanzaba hacía ellos? Por lo que había podido captar, pobremente debido a la distancia, era que se trataba de cazadores, pero poco más.
Enarcando una ceja soltó su espada y se apresuró a alcanzar los hombres, si eran cazadores y estaban en aquellas tierras lo más probable era que conociesen el lugar, quizás pudiesen guiarle, aunque fuese con unas señas.
Poco a poco pero siempre a paso ligero, fue notando como ambas figuras se fueron haciendo, gradualmente, más grandes hasta que, al final, pudo reconocer a dos hombres de complexiones muy distintas.
- ¡Hola! – Saludo alzando uno de los brazos esperando que estos se detuviesen a verle – Un lugar un poco apartado para salir de paseo ¿No es así? – Aflojando un poco el nudo de su bufanda azul, a juego con su capa, descubrió su cara a los cazadores y les sonrió – Creo que me he perdido – Aseguró cruzándose de brazos - ¿Podríais darme un par de indicaciones?
Los hombres eran, cuanto menos, pintorescos, contrastaban el uno con el otro tanto como el día y la noche, a simple vista podrían parecer incluso algún tipo de banda de trovadores, uno de los tantos dúos que acostumbraba a ver en las pequeñas plazas de Lunargenta, solo les faltaba una cabra. Pero, por supuesto, aquello no era así, aunque no fuesen cazadores y les hubiese interpretado más desde un principio, el guarda no tardó en reparar en las armas que portaban, como mínimo, parecían preparados para matar algo.
Se atusó la barba, sin dejar de sonreír, mientras esperaba a que le contestasen. Aprovechó para analizar cuidadosamente a aquellos hombres, no es que desconfiase de ellos, pero estaban, prácticamente, en el fin del mundo, fuese como fuese, tenía que ser precavido, si le asaltaban allí iba a ser muy difícil encontrar ayuda, mucho menos llegar a la ciudad sin ninguna de sus pertenencias.
- ¿Qué me decís? - Preguntó de nuevo - Oh, y mi nombre es Eltrant - Añadió rapidamente, cuando notó que no se había presentado siquiera - Eltrant Tale
Eltrant Tale
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Re: Cazadores de Dragones [Desafío]
Gwizdo era un experto a la hora de dar indicaciones a los peregrinos perdidos en el mar de nieve. Por algo él era el cerebro del grupo y Lian-Chu la espada. En cuanto el desconocido y educado hombre se presentó a la pareja de cazadores en busca de indicaciones para poder llegar… Gwizdo no recordaba que dijera, exactamente, dónde quería llegar, pero no importaba. Sacó un mapa tan grande como la espalda de Lian-Chu, lo desplegó y dio las indicaciones que tanto ansiaba el desconocido Tale.
-Si viajas al sudeste de aquí- sin ni siquiera ver el cielo, pudo ser capaz de señalar con la mano derecha el sudeste con precisión milimétrica- llegarás a Lunargenta en unos laaaaargos- las cantidad de “a” con las que alargó la palabras “largo” era proporcional a los días que tardaría Eltrant en llegar a Lunargenta- Dundarak no está lejos, hacia el éste-señaló el este con la otra mano y sujetó el mapa con la boca; tener la boca ocupada no fue un impedimento para seguir hablando- y si tomas ese camino los días no serán tan laaargos-.
Lian-Chu no perdía, ni por un segundo, de vista el farcolyar. Volaba haciendo círculos en la cúspide de una montaña no muy lejos de dónde estaban. Si se daban prisa podrían llegar un par de horas. Llegarían, matarían al farcolyar de los colores preciosos, romperían todos sus huevos excepto uno y entregarían el huevo sobreviviente a Lord Ban. Fácil. Demasiado fácil a gusto del gran cazador. Fácil y complicado, en un mismo modo. Lian-Chu no era quien para lamentarse de matar a un animal, había matado a cientos, pero siempre por defensa propia. Sus cacerías estaban destinadas a ayudar a las personas que pedían auxilio porque un dragón estaba destruyendo su ciudad no porque un noble tuviera el capricho de tener un ave única bajo su poder.
-Aunque, si lo que quieres es perderte, deberás ir hacia el norte- con las manos y boca ocupadas, señaló hacia el norte inclinando la cabeza- allí verás nieve, montañas, más nieve y más montañas-.
-Tenemos que irnos.- Lian-Chu levantó de la pechera a su compañero y, sin decir más nada, fue caminando hacia la montaña donde estaba su objetivo.
-¡Suéltame Lian-Chu!- pataleó por los aires. –¿No has visto lo bien que viste nuestro nuevo amigo? Seguro que nos recompensa con un considerable montón de monedas todas las indicaciones que le demos- Lian-Chu levantó más alto a Gwizdo dirigiendo su cabeza hacia la sombra del ave- Tienes razón. ¡LO HABÍA OLVIDADO! No podemos dejar que nadie cace nuestro objetivo antes que nosotros. No tenemos que perder el título de Los Mejores Cazadores de Dragones- el mismo Gwizdo se había inventado ese título- ¿verdad que no?-
-No-.
-¡Así me gusta, viejo amigo! Hasta la vista, señor Tale. Puede mandarnos las gracias, con aeros incluidos, al hostal: Cabaña de Grotilda. Allí nos conocen bastante bien-.
-Muy bien- Lian-Chu no pudo resistir mostrar una sonrisa irónica al recordar por los motivos por los cuales conocían a Los Cazadores de Dragones en aquel hostal de mala muerte.
Eltrant Tale: Después de haber vencido a Bono, el Arlequín, el falso Rey y otra gran tanda de enemigos que te he puesto en múltiples misiones y desafíos, esto no te debe de resultar difícil. ¿Verdad? Ahora lo comprobaremos. En este último turno deberás elegir entre: ayudar a la pareja de cazadores a capturar el huevo de farcolyar y hacer la masacre que tanto teme Lian-Chu o, si quieres sacar tu lado más “verde”, convencer a los cazadores que ese trabajo es una locura.
-Si viajas al sudeste de aquí- sin ni siquiera ver el cielo, pudo ser capaz de señalar con la mano derecha el sudeste con precisión milimétrica- llegarás a Lunargenta en unos laaaaargos- las cantidad de “a” con las que alargó la palabras “largo” era proporcional a los días que tardaría Eltrant en llegar a Lunargenta- Dundarak no está lejos, hacia el éste-señaló el este con la otra mano y sujetó el mapa con la boca; tener la boca ocupada no fue un impedimento para seguir hablando- y si tomas ese camino los días no serán tan laaargos-.
Lian-Chu no perdía, ni por un segundo, de vista el farcolyar. Volaba haciendo círculos en la cúspide de una montaña no muy lejos de dónde estaban. Si se daban prisa podrían llegar un par de horas. Llegarían, matarían al farcolyar de los colores preciosos, romperían todos sus huevos excepto uno y entregarían el huevo sobreviviente a Lord Ban. Fácil. Demasiado fácil a gusto del gran cazador. Fácil y complicado, en un mismo modo. Lian-Chu no era quien para lamentarse de matar a un animal, había matado a cientos, pero siempre por defensa propia. Sus cacerías estaban destinadas a ayudar a las personas que pedían auxilio porque un dragón estaba destruyendo su ciudad no porque un noble tuviera el capricho de tener un ave única bajo su poder.
-Aunque, si lo que quieres es perderte, deberás ir hacia el norte- con las manos y boca ocupadas, señaló hacia el norte inclinando la cabeza- allí verás nieve, montañas, más nieve y más montañas-.
-Tenemos que irnos.- Lian-Chu levantó de la pechera a su compañero y, sin decir más nada, fue caminando hacia la montaña donde estaba su objetivo.
-¡Suéltame Lian-Chu!- pataleó por los aires. –¿No has visto lo bien que viste nuestro nuevo amigo? Seguro que nos recompensa con un considerable montón de monedas todas las indicaciones que le demos- Lian-Chu levantó más alto a Gwizdo dirigiendo su cabeza hacia la sombra del ave- Tienes razón. ¡LO HABÍA OLVIDADO! No podemos dejar que nadie cace nuestro objetivo antes que nosotros. No tenemos que perder el título de Los Mejores Cazadores de Dragones- el mismo Gwizdo se había inventado ese título- ¿verdad que no?-
-No-.
-¡Así me gusta, viejo amigo! Hasta la vista, señor Tale. Puede mandarnos las gracias, con aeros incluidos, al hostal: Cabaña de Grotilda. Allí nos conocen bastante bien-.
-Muy bien- Lian-Chu no pudo resistir mostrar una sonrisa irónica al recordar por los motivos por los cuales conocían a Los Cazadores de Dragones en aquel hostal de mala muerte.
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Eltrant Tale: Después de haber vencido a Bono, el Arlequín, el falso Rey y otra gran tanda de enemigos que te he puesto en múltiples misiones y desafíos, esto no te debe de resultar difícil. ¿Verdad? Ahora lo comprobaremos. En este último turno deberás elegir entre: ayudar a la pareja de cazadores a capturar el huevo de farcolyar y hacer la masacre que tanto teme Lian-Chu o, si quieres sacar tu lado más “verde”, convencer a los cazadores que ese trabajo es una locura.
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Re: Cazadores de Dragones [Desafío]
Enarcó una ceja, aquel el dúo era, como mínimo, curioso de ver.
- …Gracias – Dijo el castaño tras recibir las indicaciones, al ver como estos comenzaban a discutir entre ellos. ¿Cazadores de dragones? ¿Los mejores? ¿Su objetivo? Fueses quienes fuesen aquellos dos, no tenían pinta de ser cazadores de dragones.
Atraido por la mirada y por los gestos que hacían, finalmente, alzó la mirada a la cúspide de la montaña que había frente a él, dónde pudo ver a una majestuosa criatura volar en círculos en la distancia. Frunció el ceño, ¿Era aquel ave su objetivo? Se cruzó de brazos y observó como tanto el cazador alto como el bajito reemprendían su marcha hacía la torre. No recordaba haber visto nunca un ave como aquel, no podía distinguirlo con exactitud desde dónde se encontraba, pero era evidente que aquella cosa no era un dragón.
Respiró hondo y comenzó a caminar tras los autodenominados cazadores – “Por qué estoy haciendo esto?” – Una sutil vocecilla en su cabeza volvió a advertirle de que, como de costumbre, se estaba desviando de su objetivo principal, suspiró y continuó caminando justo tras los cazadores, todas y cada una de las frases que habían pronunciado parecian indicar que aquellos dos individuos estaban haciendo, como minimo, algo de dudosa legadilad, su deber, despues de todo, era averiguar el qué; por no hablar de la codicia de la que habían hecho gala ¿Pedir Aeros por un par de direcciones? ¿Qué clase de persona hacía eso?
Durante un largo rato, siguió de cerca a la pareja desde una distancia prudente, no le fue muy difícil, a pesar de que el bajito parecia fundirse de cuando en cuando con el entorno, el corpulento que, según había oído, se llamaba Lian-Chu, destacaba como un impotente faro en mitad de la noche. No tardó en notar como, de vez en cuando, estos se detenían a mirarle y despues se giraban hacía el firmamento, analizaban al pájaro y cuchicheaban entre ellos.
-“¿No quieren que les siga?” – Una sonrisa se dibujó en el rostro de Eltrant, cubierto por la gruesa bufanda, había dado con algo. Ahora que estaba seguro de que tramaban algo sin ninguna duda, se acercó a ellos a paso ligero hasta que estuvo, aproximadamente, a la misma distancia que antes, cuando les pidió direcciones.
- Caballeros – Dijo descubriendo su rostro una vez más, la sombra del ave seguia deslizándose sobre la nieve, como si se tratase de un pez extraviado en aquel mar blanquecino. – Me temo que debo pediros que me respondáis un par de preguntas más. – Por el comentario que habían hecho antes acerca de su indumentaria, no habían reconocido el uniforme de la guarda de Lunargenta que vestia, aquello era un arma de doble filo, por un lado, quizás estaba demasiado lejos de casa para hacer prevalecer la ley, por otro, había podido acercarse a ellos como “Un turista”. – Decis que sois cazadores – Dijo acercándose al pequeño, no conocía su nombre, pero era el más hablador de los dos - ¿Puedo saber que cazais? – Preguntó ahora cruzandose de brazos.
Enarcó una ceja ¿Estarian dispuestos a contestarle aquella pregunta? No parecían muy propuestos a hacerlo en cualquier caso –
Llevais un rato mirando ese pájaro que se desliza por encima nuestro desde hace un rato, mucho secretismo para matar a un pollo sobredimensionado ¿No creeis? – Señaló la sombra de aquel pájaro raro y aguardó unos segundos más en silencio - ¿Sabeis? – Sonrió a los presentes y se acercó a ellos – Una parte muy importante de mi trabajo es asegurarme de que los cazadores no matan animales que, bueno, no pueden ser cazados. – Dijo señalando el blason que había en su capa, la cual ahora rodeaba su cuello a modo de bufanda – Entes protegidos por los elfos en lo más profundo de sus bosques… - Caminó alrededor de los cazadores a paso lento, sin levantar el tono de voz en ningún momento - …Aves extrañas que viven apartada de las ciudades… - Señaló, esta vez, directamente al cielo, dónde el pájaro seguia deslizándose en círculos - Ya sabeis, lo típico. – Tomó aire con fuerza por la nariz y ensanchó su sonrisa - ¿Qué clima verdad? – Dijo mirando la nieve que se extendia hasta dónde alcanzaba la vista – Nunca me voy a acostumbrar a venir aquí arriba. – Dejó caer ambas manos hasta el cinturón y se encogió de hombros - ¿Quereis que os arrastre conmigo hasta una celda en lo más profundo de Lunargenta? – Sentenció ahora – Sea como sea, es bastante obvio que tramáis algo – Dijo suspirando y cerrando los ojos - ¿De verdad merece la pena hacer, lo que sea que estéis haciendo, por unos pocos Aeros? ¿Matar por dinero? ¿Es que sois asesinos a suelto? – Aquella última pregunta no dejaba de ser, para él, bastante ironica, despues de todo hasta hacía apenas unos meses, él mismo era mercenario.
Esperando la respuesta de los hombres, alzó la mirada para ver al animal que, según creía, la pareja se disponía a cazar. - ¿Son sus plumas lo que quereis? – Se atusó la barba, el animal parecia brillar con luz propia cada vez que se movia gracias al sol - ¿O es que su carne es especial o algo? – Volvió a mirar a los hombres que tenía frente a él. – Hacedme de guía hasta el hostal del que me habéis hablado antes – Dijo finalmente – Os pagare por vuestros esfuerzos y seguro que os sentireis mejor que asesinando a bestias inocentes por… vete tú a saber por qué. – Concluyó estirando los brazos, dejándolos despues reposar de nuevo en el cinturón, cerca de su espada helada. - ¿Qué os parece doscientos Aeros por un simple viaje de ida?
- …Gracias – Dijo el castaño tras recibir las indicaciones, al ver como estos comenzaban a discutir entre ellos. ¿Cazadores de dragones? ¿Los mejores? ¿Su objetivo? Fueses quienes fuesen aquellos dos, no tenían pinta de ser cazadores de dragones.
Atraido por la mirada y por los gestos que hacían, finalmente, alzó la mirada a la cúspide de la montaña que había frente a él, dónde pudo ver a una majestuosa criatura volar en círculos en la distancia. Frunció el ceño, ¿Era aquel ave su objetivo? Se cruzó de brazos y observó como tanto el cazador alto como el bajito reemprendían su marcha hacía la torre. No recordaba haber visto nunca un ave como aquel, no podía distinguirlo con exactitud desde dónde se encontraba, pero era evidente que aquella cosa no era un dragón.
Respiró hondo y comenzó a caminar tras los autodenominados cazadores – “Por qué estoy haciendo esto?” – Una sutil vocecilla en su cabeza volvió a advertirle de que, como de costumbre, se estaba desviando de su objetivo principal, suspiró y continuó caminando justo tras los cazadores, todas y cada una de las frases que habían pronunciado parecian indicar que aquellos dos individuos estaban haciendo, como minimo, algo de dudosa legadilad, su deber, despues de todo, era averiguar el qué; por no hablar de la codicia de la que habían hecho gala ¿Pedir Aeros por un par de direcciones? ¿Qué clase de persona hacía eso?
Durante un largo rato, siguió de cerca a la pareja desde una distancia prudente, no le fue muy difícil, a pesar de que el bajito parecia fundirse de cuando en cuando con el entorno, el corpulento que, según había oído, se llamaba Lian-Chu, destacaba como un impotente faro en mitad de la noche. No tardó en notar como, de vez en cuando, estos se detenían a mirarle y despues se giraban hacía el firmamento, analizaban al pájaro y cuchicheaban entre ellos.
-“¿No quieren que les siga?” – Una sonrisa se dibujó en el rostro de Eltrant, cubierto por la gruesa bufanda, había dado con algo. Ahora que estaba seguro de que tramaban algo sin ninguna duda, se acercó a ellos a paso ligero hasta que estuvo, aproximadamente, a la misma distancia que antes, cuando les pidió direcciones.
- Caballeros – Dijo descubriendo su rostro una vez más, la sombra del ave seguia deslizándose sobre la nieve, como si se tratase de un pez extraviado en aquel mar blanquecino. – Me temo que debo pediros que me respondáis un par de preguntas más. – Por el comentario que habían hecho antes acerca de su indumentaria, no habían reconocido el uniforme de la guarda de Lunargenta que vestia, aquello era un arma de doble filo, por un lado, quizás estaba demasiado lejos de casa para hacer prevalecer la ley, por otro, había podido acercarse a ellos como “Un turista”. – Decis que sois cazadores – Dijo acercándose al pequeño, no conocía su nombre, pero era el más hablador de los dos - ¿Puedo saber que cazais? – Preguntó ahora cruzandose de brazos.
Enarcó una ceja ¿Estarian dispuestos a contestarle aquella pregunta? No parecían muy propuestos a hacerlo en cualquier caso –
Llevais un rato mirando ese pájaro que se desliza por encima nuestro desde hace un rato, mucho secretismo para matar a un pollo sobredimensionado ¿No creeis? – Señaló la sombra de aquel pájaro raro y aguardó unos segundos más en silencio - ¿Sabeis? – Sonrió a los presentes y se acercó a ellos – Una parte muy importante de mi trabajo es asegurarme de que los cazadores no matan animales que, bueno, no pueden ser cazados. – Dijo señalando el blason que había en su capa, la cual ahora rodeaba su cuello a modo de bufanda – Entes protegidos por los elfos en lo más profundo de sus bosques… - Caminó alrededor de los cazadores a paso lento, sin levantar el tono de voz en ningún momento - …Aves extrañas que viven apartada de las ciudades… - Señaló, esta vez, directamente al cielo, dónde el pájaro seguia deslizándose en círculos - Ya sabeis, lo típico. – Tomó aire con fuerza por la nariz y ensanchó su sonrisa - ¿Qué clima verdad? – Dijo mirando la nieve que se extendia hasta dónde alcanzaba la vista – Nunca me voy a acostumbrar a venir aquí arriba. – Dejó caer ambas manos hasta el cinturón y se encogió de hombros - ¿Quereis que os arrastre conmigo hasta una celda en lo más profundo de Lunargenta? – Sentenció ahora – Sea como sea, es bastante obvio que tramáis algo – Dijo suspirando y cerrando los ojos - ¿De verdad merece la pena hacer, lo que sea que estéis haciendo, por unos pocos Aeros? ¿Matar por dinero? ¿Es que sois asesinos a suelto? – Aquella última pregunta no dejaba de ser, para él, bastante ironica, despues de todo hasta hacía apenas unos meses, él mismo era mercenario.
Esperando la respuesta de los hombres, alzó la mirada para ver al animal que, según creía, la pareja se disponía a cazar. - ¿Son sus plumas lo que quereis? – Se atusó la barba, el animal parecia brillar con luz propia cada vez que se movia gracias al sol - ¿O es que su carne es especial o algo? – Volvió a mirar a los hombres que tenía frente a él. – Hacedme de guía hasta el hostal del que me habéis hablado antes – Dijo finalmente – Os pagare por vuestros esfuerzos y seguro que os sentireis mejor que asesinando a bestias inocentes por… vete tú a saber por qué. – Concluyó estirando los brazos, dejándolos despues reposar de nuevo en el cinturón, cerca de su espada helada. - ¿Qué os parece doscientos Aeros por un simple viaje de ida?
Eltrant Tale
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Re: Cazadores de Dragones [Desafío]
En la taberna, los tres hombres se sentaron en una mesa apartada del escándalo del salón para hablar tranquilamente de negocios. No todos los días se rechazaba el mejor contrato del siglo por un hombre que acaban de conocer. Los doscientos aeros prometidos por Eltrant Tale, estaban sobre la mesa. Lian-Chu negó con la cabeza repetidas veces. Él no quería haber hecho el trabajo por el que Lord Ban les había contrato. Cobrar por dejar de hacer algo que no quería hacer lo veía como algo innecesario. No. Él no iba a coger los aeros. Gwizdo, muy diferente a su compañero y amigo, puso son dos manos encima de la mesa y cogió la mitad de las monedas.
-Lian-Chu puede hacer lo que quiera con su parte, pero yo cogeré la mía. Si no te importa, mi buen amigo. Tengo muchas deudas que saldar. Y mi amigo también las tiene, aunque no lo parezca-.
Dicho esto, llevo las monedas a su zurrón de un manotazo y sonrío de oreja a oreja. Por nada del mundo iba a salir con las manos vacías después de haber perdido un trabajo tan brillante como el que estaban siguiendo.
* Eltrant Tale: Gracias a ti, Lian-Chu no comerá la semana que viene. Gwizdo sí, con tus aeros.
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Objeto: Capa de Lian-Chu (calidad superior)
-Lian-Chu puede hacer lo que quiera con su parte, pero yo cogeré la mía. Si no te importa, mi buen amigo. Tengo muchas deudas que saldar. Y mi amigo también las tiene, aunque no lo parezca-.
Dicho esto, llevo las monedas a su zurrón de un manotazo y sonrío de oreja a oreja. Por nada del mundo iba a salir con las manos vacías después de haber perdido un trabajo tan brillante como el que estaban siguiendo.
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Ya que has pagado, Lian-Chu te cede su gran capa. Es pesada y caliente durante los días más fríos y liviana y fresca para los días más cálidos.
Sigel
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