El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
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El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
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Los dos últimos meses fueron intensos. Conseguir reclutar al doctor Malcolm Forvey y a la espía Igraine no había resultado sencillo. Ambos fueron miembros del extinto gremio de cazadores de vampiros, que hoy, 30 años después, resurgiría de sus cenizas. El gremio fue llevado al ostracismo por la malvada Mortagglia, mi abuela, que por aquella entonces era la mejor de sus contendientes. Y hoy resurgiría como respuesta, de nuevo, a “La Hermandad”, la peligrosísima y cada vez más activa secta para la que la vampiresa ostentaba un cargo de responsabilidad.
Precisamente Mortagglia era quien más ocupaba mis pensamientos en aquellos días. Mi encuentro con ella en la cueva del segundo pico me había marcado. No solo por el hecho de que podría haberme matado de creerlo oportuno, sino que todavía seguía dándole vueltas a su afirmación sobre que Dorian fue quien disparó la flecha que acabó con el vampiro maestro, desvaneciéndose el control mental que éste mantenía sobre una treintena de estas criaturas que a la postre acabarían con la vida de todos los brujos presentes, a excepción de Dorian, que se encontraba a resguardo, y de la propia Mortagglia, que ya había bebido de la copa del vampirismo, según ella, para salvar a sus seres queridos.
Fuera cierto o no, ese era un tema que tenía que tratar con mi madre o con Dorian en cuanto fuera posible. Pero no en ese momento, en el que un ambiente festivo imperaba en aquella despejada noche de invierno, el inicio de la primavera estaba cerca y con ella se iniciaría una nueva era en mi vida.
Me encontraba apenas a cinco kilómetros de Beltrexus, donde una alta pira fogueaba en medio del bosque, dentro de las ruinas de lo que otrora fue un antiguo fuerte druídico. Allí se iba a realizar el proceso de selección de los nuevos reclutas que el maestro Dorian se encargó de convocar mientras yo reunía a los exmiembros. Además, habría un banquete y música. Parece que el catedrático no había reparado en gastos. Había también muchos profesores de la academia tensái e incluso gente curiosa de la ciudad. Tal vez habría unas cien personas.
A mí no me gustaban las multitudes y así lo reflejaba mi rostro. Pero la cuestión es que yo estaba sola, como de costumbre, apoyada contra un árbol y vestida con mi traje “de gala”, si podía llamarse así. Alguien se fijó en mí, y esa fue la dragona, Igraine.
-¿Estás bien, Anastasia? – me preguntó tomándome de los hombros. Igraine era una mujer alta de pelo rubio platino algo desaliñado, pero era verdaderamente muy cariñosa. Y sabía que desde mi encuentro con mi abuela, en la que ella estuvo presente, no me encontraba bien.
-Más o menos – respondí seca, mirando para otra parte. Igraine me puso una mueca de sonrisa, como ya esperándose mi respuesta.
-Tu madre aún no te ha felicitado, ¿verdad? – dijo mirando a Isabella, que se encontraba entre risas con varios profesores del gremio y con su ballesta a la espalda.
-Ni siquiera se ha preocupado de si estoy aquí. – dije, mirando hacia el corrillo de mi madre. – Cuando llegué no habría estado de más un, “llevas dos meses fuera. ¿Cómo te ha ido? ¿Te ha costado dar con Malcolm e Igraine?”. No. Lo redujo todo a un “Estupendo”.
-Es su carácter. Muy parecido al tuyo si lo piensas en frío. – trataba Igraine de convencerme. No le faltaba razón. Pero yo al menos mostraba cierto afecto aprehensivo hacia los míos.
Negué un par de veces con la cabeza como dándole la razón y me alejé de la dragona. Sin duda era la única que parecía preocuparse por mí. A veces me sentía como si fuese una peona más en aquel juego de influencias. Pasé cerca de mi madre, a ver si se percataba de mi presencia. Por lo visto pareció hacerlo y abandonó su corrillo para dirigirse hacia mí, con una copa en la mano.
-Anastasia. – me dijo, lo suficientemente lejos del grupo como para que nadie oyera mi nombre, me di la vuelta. – Sé que aún no te he tenido tiempo de sentarme a hablar contigo, y lo siento de veras. Cuando todo esto pase. Lo haré. – Isabella no era tonta para nada. Aunque todo aquello pareciera una casualidad, sabía perfectamente que había estado hablando con Igraine y probablemente supiese el principal motivo de mi mosqueo. Aunque de momento no sabía lo de Mortagglia – Era una misión compleja, y seguro que has tenido tus dificultades. Estoy muy orgullosa de ver en lo que te has convertido.
-Gracias, madre. Siempre es un halago recibir palabras así. – me habían reconfortado sus palabras, a fin de cuentas era mi madre, y era alguien a quien tenía especialmente cariño. – Hay algo importante que requiere tu atención. – dije en alusión a mi encuentro con Mortagglia.
-Como te he dicho, ahora no puede ser. Pronto se iniciarán las pruebas de reclutamiento. – miró a una especie de tarima elevada y vacía frente a la pira – Será divertido ver como superan lo que les hemos preparado. - sonrió con complicidad - Pero cuando venga Dorian, quiero que estés allí arriba. Te pondrás a su lado izquierdo. Ahora ve a despejar la cabeza. Será una noche larga.
-Así será, madre. - Estar en la tarima significaba mucho para mí, frente a todas aquellas personas, el día de fundación del gremio. Tal vez significase que mi papel en el gremio sería más trascendente de lo que parecía.
Todo se convirtió en un espejismo cuando Isabella se dio la vuelta y volvió al corrillo, como si no pasara nada. Ella seguía ocultándome muchas cosas, demasiadas para ser mi madre. No me había dicho a qué se había dedicado los casi dos meses que estuve fuera. Y seguía encargándome a mí el “trabajo sucio” sin explicarme lo que había detrás de cada misión. Como si fuera una mera mercenaria. Aún así, estaba completamente convencida de que pronunciar el nombre de su madre atraería su atracción por completo. Pero no. No iba a aguarle la fiesta. Tal vez la mañana siguiente.
En cualquier caso, continué andando entre los comensales, observando a los candidatos y, también viendo si veía a alguien conocido o si ese alguien me veía a mí.
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Última edición por Huracán el Jue Mar 31 2016, 16:27, editado 4 veces
Anastasia Boisson
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Solo había pasado un día desde lo ocurrido en la pesadilla de Otrore, y pese a lo peligroso que había sido transitar por el sueño, había algo positivo en todo lo sucedido. O al menos no podía dejar de pensar en ello mientras contemplaba a la mujer apoyada en la baranda del barco.
La brisa marina mecía el pelo, suave y sedoso, de la mujer retrotrayendo la mente del brujo a la noche que escaparan del sueño. Al momento en el que fueron sus propios dedos los que tuvieron el placer de tocarlo, cuando le había colocado uno de los colgantes que le habían regalado la hija de Otrore. Casi sentía envidia por el viento mientras la observaba desde en su posición, apoyado en las escaleras que subían hacia el castillo de popa.
Nunca olvidaría esa noche. Ese pelo, osos labios, ese…
- Vincent, deja de perderte en tus pensamientos-, comentó una voz justo a su espalda.
El brujo dio un respingo como acto reflejo del susto que se había llevado por culpa de la voz que le había hablado. En cuanto se recuperó del sobresalto miró de reojo hacia atrás, aunque ya sabía quién era la persona que le había hablado antes de hacerlo.
- Solo estaba pensando en las islas. Siempre me trae recuerdos volver-, contestó.
- Ya claro. Las islas. Pues que esbeltas se han vuelto las islas-, contestó la joven.
La cara de Clarissa no había perdido la sonrisa ningún momento desde que lo asustara, estando en todo momento a escasos centímetros de la suya.
- ¿Qué insinúas? - preguntó haciéndose el tonto.
- Oh vamos, Vinc. Si las islas están hacia el otro costado del barco-, razonó la chica, a la vez que se hacía un hueco en el escalón para sentarse al lado del rubio. - Te gusta Níniel. Digamos que se te nota un poco-, rió la morena, llamando la atención en la cubierta.
Vincent se sentía algo azorado por el hecho de que se notara tanto el amor que sentía por la elfa, aunque realmente era una tontería sentirse así. Ya era bastante mayorcito para que le gustara la chica que le diera la gana, sin importarle lo que pensaran los demás.
- Tanto se me nota, eh-, rió junto la hija de Otrore. - Iré a descansar un rato a mi camarote, aún quedan unas horas de viaje. La veo luego señorita Clary, pórtese bien-, le bromeó con una ceja alzada.
El brujo volvió a mirar a la elfa una vez más, antes de perderse por los escalones que llevaban a las habitaciones del pasaje. Alcanzar su camarote, casi privado, no le costó más que unos minutos, y allí se relajó en la litera superior. Acarició su colgante de lobo, que ahora estaba acompañado, en el mismo cordón, por la estrella que le había regalado Clarise. La misma que también llevaba la peliblanca en su cuello. Pese a los ronquidos de Otrore, que rompían el silencio del ambiente, poco a poco se dejó llevar el vaivén del navío, y por el sonido de las olas contra el casco, quedándose profundamente dormido.
Lo siguiente que vio después de dormirse, fue al propio Otrore zarandeándolo para que despertara, y por sus palabras, ya estaban amarrando en puerto, por lo que era hora de desperezarse. El rubio bostezó bajando hasta el suelo, sin llegar a registrar mentalmente lo último que le había dicho el alquimista. Luego agarró su morral de equipaje y salió hasta la cubierta, donde al cabo de un tiempo el barco estuvo perfectamente alineado con el muelle, pudiendo por fin bajar a tierra firme.
Siempre era un placer volver a casa, aunque esta vez era algo distinto. Si había viajado hasta allí, fue por la repentina idea de Francesco de ir a Beltrexus con su nueva pupila. Níniel. Y con el poco tiempo que había pasado desde el sueño no quiso separarse de la peliblanca, no con lo que había comenzado a sentir por ella, menos aún cuando iría hasta territorio brujo.
La gente exageraba un poco con respecto a los brujos, no eran gente tan destructiva como se comentaba en el seno del resto de las demás razas. Más no podía culparlos, a lo largo de la historia los brujos habían sido la raza más conflictiva de todo Aerandir. Los tiempos habían cambiado un poco, gracias a un sector de los propios brujos que no admitía esa forma de vivir tan bélica, de la que el mismo, y su familia, eran parte. Aún con todo, habría muchos prejuicios por parte del sector extremista y anticuado a la llegada de una elfa a Beltrexus, y Vinc no quería estar alejado de la mujer cuando eso pasase.
Francesco tenía pensado mostrar sus nuevos hallazgos al público apropiado en las islas. A sus más allegados y personas de confianza pues no quería que su descubriendo cayera en malas manos. Pensamiento que el rubio compartía con él, ese secreto era mejor ser solo desvelado precisamente a los sectores moderados a los que ellos pertenecían. Con el tiempo los extremistas lo averiguarían de todas formas, más el brujo prefería que tardaran el mayor tiempo posible en aprenderlo. Realmente tampoco es que Otrore fuera desvelárselo a muchas personas, o eso creía Vinc.
Se hospedaron en una posada céntrica de la ciudad, y no tardó en reconocer a uno de los invitados de Francesco, cuando abrió la puerta de la habitación amplia que habían alquilado.
- Vaya Vinc, otra vez de vuelta por la islas-, saludó el anciano alquimista, mesándose la barba. - ¿Ya te ha picado el gusanillo de lo que hacíamos los brujos en tu ausencia? - bromeó.
- Profesor James-, dijo algo sorprendido. - Veo que nunca pierde el humor.
No le sorprendió demasiado ver a James, ya que era uno de los mejores alquimistas de las islas, y amigo íntimo de Francesco. No le extrañaría que se cartearan con regularidad.
- He venido por el aviso de Otrore. Supongo que estará dentro-, comentó el anciano haciéndose paso al interior
- James, que placer verte-, saludó Francesco a su amigo con un abrazo.
- Sin duda. Ya no recuerdo la última vez que te vi en persona. Veo que la vida te ha tratado bien. Y vaya Clarisse ha crecido mucho-, sonrió a la joven. - Por cierto, el mensaje que me enviaste al poco de llegar me resultó curioso. No esperaba que aparecieras con el hijo de Yennefer, aunque ha sido todo un acierto.
- Un acierto… ¿por? - preguntó extrañado del brujo de fuego.
- Pues porque tu madre requiere de tus servicios.
- Como que mi madre requiere mis servicios-, repitió las palabras del anciano por intentar comprenderlo. Para colmo de males, la última vez que su madre había necesitado a su hijo, James había provocado un caos en su laboratorio, y el rubio se había llevado mil golpes por la manía que tenía el viejo alquimista de golpearle. - Además, mi madre vive ahora en Lunargenta. ¿Cómo sabes eso?
- No te enteras de nada, Vinc-, dijo James dándole un golpe en el hombro con su bastón. - Tu madre lleva una temporada por Beltrexus.
El rubio se acarició el hombro dolorido, aunque estaba perplejo por lo que le acaba de decir el viejo. ¿Es que esa mujer no podía decirle nada de lo que hacía? Vinc abrió la puerta al escuchar como otra persona tocaba, aún con el asombro de lo que le había dicho James.
- Pero que guapo eres-, saludó la mujer, agarrando al brujo por el mentón. - Que cara de sorpresa hijo mío. ¿No te alegra ver a tu madre? - comentó con burla.
Vincent meneó la cabeza ante las ocurrencias de su madre, y por su forma de ser tan enigmática. De todos modos, el hijo de Yenn ya no podía a ver a su madre de otro modo que no fuera ese, así que le hubiera extrañado verla distinta. Al menos se alegraba que volviera a ser la misma, pues cuando la había encontrado después de la muerte de su marido, padre de Vinc y Elen, era cuando más rara y triste había visto a la morena. Ver que había recuperado sus formas habituales lo alegraba. Se estaba recuperando de la pérdida poco a poco.
- Francesco, James-, dijo abriéndose paso a la habitación cada vez más concurrida. Saludándolos con una sonrisa. - Me alegra volver a verlos, sobre todo a ti Francesco, mucho tiempo ha pasado de la última vez que nos vimos. Espero ansiosa ver esos conocimientos que quieres compartir.
- Lady Yennefer, no esperaba verla tan pronto, aunque me alegro enormemente de que sea así. Le aseguro que le interesará lo que he descubierto-, contestó el tensai de agua.
- Estoy segura de que así será-, dijo asintiendo con la cabeza. - Clarisse pequeña, ya eres toda una mujercita-, saludó a una sonriente Clary, que le devolvió el saludo. - Y vos-, inspección de arriba abajo a la elfa, - debéis ser la chica de la que hablaba Otrore en la carta para James. Su nueva pupila. Los elfos sois una raza especial, me alegra que un miembro de tu gente haya podido pisar esta isla de nuevo, no todos los brujos estamos de acuerdo con lo que ocurrió en el pasado. El pasado no se puede cambiar, sin embargo, en el presente podemos hacer cosas por un futuro mejor-, sonrió - Y sin duda debes de ser muy inteligente para haber llamado la atención de nuestro amigo alquimista, aunque veo que además de sabia, sois muy bella-, comentó echándole una mirada significativa su hijo.
Vincent tosió aunque no creía que su madre supiera nada del amor que sentía por la elfa. Eso solo lo intuía Clary, y supuso que Otrore igualmente podría haberse dado cuenta, no obstante, el alquimista no habría dicho nada al respecto en su carta. Estaba seguro de que el hombre no perdería el tiempo con chismorreos, y además la carta iba dirigida a James, al cual poco le debía de importar la vida amorosa del rubio.
- Madre, no es que no me alegre de verte de nuevo. Sabes que siempre me agrada pasar tiempo contigo, pero James me comentó que me querías para algo-, dijo, intentando cambiar de tema.
- Oh sí. Necesito que hagas algo por mí. Esta noche en las afueras habrá un reclutamiento de brujo para un antiguo gremio de cazadores. Me gustaría que echaras un vistazo-, respondió la dama girándose hacia su hijo.
- Y eso que tiene que ver conmigo. ¿Quieres que me enrole en un gremio de cazadores ahora? Y cazadores de que por cierto-, no se imaginaba que su madre lo mandara a cazar venados por el bosque.
- De vampiros. Y bueno… quiero alguien de mi total confianza para asegurarme de que esos brujos solo quieren cazar por el bien de todos, y no solo por unas ansias asesinas. Ya me entiendes-, le explicó.
Vincent suspiró con resignación.
- Está bien. Iré a esa reunión. ¿Necesito algo en particular para asistir?
- No. Han repartido panfletos por la ciudad para iniciar un reclutamiento esta noche-, le pasó un papel. - En él se detalla el sitio. Seguro que no será un problema para ti-, acarició el pómulo a su hijo. - De todos modos creo que puede ser buena idea que vayas acompañado con alguien. Por si la cosa se complica. Me gustaría asistir a la reunión con Francesco y James-, miró a los hombres. - Y Clarisse es demasiado joven para que te acompañe-, miró a su vez a la joven. - Pero si lo crees necesario iré contigo.
- No te preocupes-, contestó. - No creo que pase nada. Solo buscan gente para su gremio, así que echaré un vistazo y volveré. Entrar y salir. Pan comido-, sonrió.
La brisa marina mecía el pelo, suave y sedoso, de la mujer retrotrayendo la mente del brujo a la noche que escaparan del sueño. Al momento en el que fueron sus propios dedos los que tuvieron el placer de tocarlo, cuando le había colocado uno de los colgantes que le habían regalado la hija de Otrore. Casi sentía envidia por el viento mientras la observaba desde en su posición, apoyado en las escaleras que subían hacia el castillo de popa.
Nunca olvidaría esa noche. Ese pelo, osos labios, ese…
- Vincent, deja de perderte en tus pensamientos-, comentó una voz justo a su espalda.
El brujo dio un respingo como acto reflejo del susto que se había llevado por culpa de la voz que le había hablado. En cuanto se recuperó del sobresalto miró de reojo hacia atrás, aunque ya sabía quién era la persona que le había hablado antes de hacerlo.
- Solo estaba pensando en las islas. Siempre me trae recuerdos volver-, contestó.
- Ya claro. Las islas. Pues que esbeltas se han vuelto las islas-, contestó la joven.
La cara de Clarissa no había perdido la sonrisa ningún momento desde que lo asustara, estando en todo momento a escasos centímetros de la suya.
- ¿Qué insinúas? - preguntó haciéndose el tonto.
- Oh vamos, Vinc. Si las islas están hacia el otro costado del barco-, razonó la chica, a la vez que se hacía un hueco en el escalón para sentarse al lado del rubio. - Te gusta Níniel. Digamos que se te nota un poco-, rió la morena, llamando la atención en la cubierta.
Vincent se sentía algo azorado por el hecho de que se notara tanto el amor que sentía por la elfa, aunque realmente era una tontería sentirse así. Ya era bastante mayorcito para que le gustara la chica que le diera la gana, sin importarle lo que pensaran los demás.
- Tanto se me nota, eh-, rió junto la hija de Otrore. - Iré a descansar un rato a mi camarote, aún quedan unas horas de viaje. La veo luego señorita Clary, pórtese bien-, le bromeó con una ceja alzada.
El brujo volvió a mirar a la elfa una vez más, antes de perderse por los escalones que llevaban a las habitaciones del pasaje. Alcanzar su camarote, casi privado, no le costó más que unos minutos, y allí se relajó en la litera superior. Acarició su colgante de lobo, que ahora estaba acompañado, en el mismo cordón, por la estrella que le había regalado Clarise. La misma que también llevaba la peliblanca en su cuello. Pese a los ronquidos de Otrore, que rompían el silencio del ambiente, poco a poco se dejó llevar el vaivén del navío, y por el sonido de las olas contra el casco, quedándose profundamente dormido.
Lo siguiente que vio después de dormirse, fue al propio Otrore zarandeándolo para que despertara, y por sus palabras, ya estaban amarrando en puerto, por lo que era hora de desperezarse. El rubio bostezó bajando hasta el suelo, sin llegar a registrar mentalmente lo último que le había dicho el alquimista. Luego agarró su morral de equipaje y salió hasta la cubierta, donde al cabo de un tiempo el barco estuvo perfectamente alineado con el muelle, pudiendo por fin bajar a tierra firme.
Siempre era un placer volver a casa, aunque esta vez era algo distinto. Si había viajado hasta allí, fue por la repentina idea de Francesco de ir a Beltrexus con su nueva pupila. Níniel. Y con el poco tiempo que había pasado desde el sueño no quiso separarse de la peliblanca, no con lo que había comenzado a sentir por ella, menos aún cuando iría hasta territorio brujo.
La gente exageraba un poco con respecto a los brujos, no eran gente tan destructiva como se comentaba en el seno del resto de las demás razas. Más no podía culparlos, a lo largo de la historia los brujos habían sido la raza más conflictiva de todo Aerandir. Los tiempos habían cambiado un poco, gracias a un sector de los propios brujos que no admitía esa forma de vivir tan bélica, de la que el mismo, y su familia, eran parte. Aún con todo, habría muchos prejuicios por parte del sector extremista y anticuado a la llegada de una elfa a Beltrexus, y Vinc no quería estar alejado de la mujer cuando eso pasase.
Francesco tenía pensado mostrar sus nuevos hallazgos al público apropiado en las islas. A sus más allegados y personas de confianza pues no quería que su descubriendo cayera en malas manos. Pensamiento que el rubio compartía con él, ese secreto era mejor ser solo desvelado precisamente a los sectores moderados a los que ellos pertenecían. Con el tiempo los extremistas lo averiguarían de todas formas, más el brujo prefería que tardaran el mayor tiempo posible en aprenderlo. Realmente tampoco es que Otrore fuera desvelárselo a muchas personas, o eso creía Vinc.
Se hospedaron en una posada céntrica de la ciudad, y no tardó en reconocer a uno de los invitados de Francesco, cuando abrió la puerta de la habitación amplia que habían alquilado.
- Vaya Vinc, otra vez de vuelta por la islas-, saludó el anciano alquimista, mesándose la barba. - ¿Ya te ha picado el gusanillo de lo que hacíamos los brujos en tu ausencia? - bromeó.
- Profesor James-, dijo algo sorprendido. - Veo que nunca pierde el humor.
No le sorprendió demasiado ver a James, ya que era uno de los mejores alquimistas de las islas, y amigo íntimo de Francesco. No le extrañaría que se cartearan con regularidad.
- He venido por el aviso de Otrore. Supongo que estará dentro-, comentó el anciano haciéndose paso al interior
- James, que placer verte-, saludó Francesco a su amigo con un abrazo.
- Sin duda. Ya no recuerdo la última vez que te vi en persona. Veo que la vida te ha tratado bien. Y vaya Clarisse ha crecido mucho-, sonrió a la joven. - Por cierto, el mensaje que me enviaste al poco de llegar me resultó curioso. No esperaba que aparecieras con el hijo de Yennefer, aunque ha sido todo un acierto.
- Un acierto… ¿por? - preguntó extrañado del brujo de fuego.
- Pues porque tu madre requiere de tus servicios.
- Como que mi madre requiere mis servicios-, repitió las palabras del anciano por intentar comprenderlo. Para colmo de males, la última vez que su madre había necesitado a su hijo, James había provocado un caos en su laboratorio, y el rubio se había llevado mil golpes por la manía que tenía el viejo alquimista de golpearle. - Además, mi madre vive ahora en Lunargenta. ¿Cómo sabes eso?
- No te enteras de nada, Vinc-, dijo James dándole un golpe en el hombro con su bastón. - Tu madre lleva una temporada por Beltrexus.
El rubio se acarició el hombro dolorido, aunque estaba perplejo por lo que le acaba de decir el viejo. ¿Es que esa mujer no podía decirle nada de lo que hacía? Vinc abrió la puerta al escuchar como otra persona tocaba, aún con el asombro de lo que le había dicho James.
- Pero que guapo eres-, saludó la mujer, agarrando al brujo por el mentón. - Que cara de sorpresa hijo mío. ¿No te alegra ver a tu madre? - comentó con burla.
Vincent meneó la cabeza ante las ocurrencias de su madre, y por su forma de ser tan enigmática. De todos modos, el hijo de Yenn ya no podía a ver a su madre de otro modo que no fuera ese, así que le hubiera extrañado verla distinta. Al menos se alegraba que volviera a ser la misma, pues cuando la había encontrado después de la muerte de su marido, padre de Vinc y Elen, era cuando más rara y triste había visto a la morena. Ver que había recuperado sus formas habituales lo alegraba. Se estaba recuperando de la pérdida poco a poco.
- Francesco, James-, dijo abriéndose paso a la habitación cada vez más concurrida. Saludándolos con una sonrisa. - Me alegra volver a verlos, sobre todo a ti Francesco, mucho tiempo ha pasado de la última vez que nos vimos. Espero ansiosa ver esos conocimientos que quieres compartir.
- Lady Yennefer, no esperaba verla tan pronto, aunque me alegro enormemente de que sea así. Le aseguro que le interesará lo que he descubierto-, contestó el tensai de agua.
- Estoy segura de que así será-, dijo asintiendo con la cabeza. - Clarisse pequeña, ya eres toda una mujercita-, saludó a una sonriente Clary, que le devolvió el saludo. - Y vos-, inspección de arriba abajo a la elfa, - debéis ser la chica de la que hablaba Otrore en la carta para James. Su nueva pupila. Los elfos sois una raza especial, me alegra que un miembro de tu gente haya podido pisar esta isla de nuevo, no todos los brujos estamos de acuerdo con lo que ocurrió en el pasado. El pasado no se puede cambiar, sin embargo, en el presente podemos hacer cosas por un futuro mejor-, sonrió - Y sin duda debes de ser muy inteligente para haber llamado la atención de nuestro amigo alquimista, aunque veo que además de sabia, sois muy bella-, comentó echándole una mirada significativa su hijo.
Vincent tosió aunque no creía que su madre supiera nada del amor que sentía por la elfa. Eso solo lo intuía Clary, y supuso que Otrore igualmente podría haberse dado cuenta, no obstante, el alquimista no habría dicho nada al respecto en su carta. Estaba seguro de que el hombre no perdería el tiempo con chismorreos, y además la carta iba dirigida a James, al cual poco le debía de importar la vida amorosa del rubio.
- Madre, no es que no me alegre de verte de nuevo. Sabes que siempre me agrada pasar tiempo contigo, pero James me comentó que me querías para algo-, dijo, intentando cambiar de tema.
- Oh sí. Necesito que hagas algo por mí. Esta noche en las afueras habrá un reclutamiento de brujo para un antiguo gremio de cazadores. Me gustaría que echaras un vistazo-, respondió la dama girándose hacia su hijo.
- Y eso que tiene que ver conmigo. ¿Quieres que me enrole en un gremio de cazadores ahora? Y cazadores de que por cierto-, no se imaginaba que su madre lo mandara a cazar venados por el bosque.
- De vampiros. Y bueno… quiero alguien de mi total confianza para asegurarme de que esos brujos solo quieren cazar por el bien de todos, y no solo por unas ansias asesinas. Ya me entiendes-, le explicó.
Vincent suspiró con resignación.
- Está bien. Iré a esa reunión. ¿Necesito algo en particular para asistir?
- No. Han repartido panfletos por la ciudad para iniciar un reclutamiento esta noche-, le pasó un papel. - En él se detalla el sitio. Seguro que no será un problema para ti-, acarició el pómulo a su hijo. - De todos modos creo que puede ser buena idea que vayas acompañado con alguien. Por si la cosa se complica. Me gustaría asistir a la reunión con Francesco y James-, miró a los hombres. - Y Clarisse es demasiado joven para que te acompañe-, miró a su vez a la joven. - Pero si lo crees necesario iré contigo.
- No te preocupes-, contestó. - No creo que pase nada. Solo buscan gente para su gremio, así que echaré un vistazo y volveré. Entrar y salir. Pan comido-, sonrió.
Vincent Calhoun
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Tras conseguir salir del mundo de los sueños y ser aceptada como aprendiza del maestro Otrore, lo cual representaba una oportunidad única de perfeccionar sus conocimientos de alquimia a pesar de que de forma oficial ella misma podía ser llamada maestra, lo que menos se esperaba la peliblanca era que tan solo un día después y con apenas tiempo para digerir todo lo ocurrido y recuperarse tanto física como anímicamente de aquello Francesco dijera que sus lecciones no podían ser impartidas en Vulwulfar si no que tendrían lugar en las islas de los brujos. Por supuesto Níniel pensó que se trataba de algún tipo de broma por parte del experimentado brujo, bastante de aquel territorio había tenido ya en el sueño cuando un par de elementalistas y grotescas figuras sombrías casi la matan...Por no hablar de lo ocurrido en la sala de espejos. Se podría decir que la elfa había tenido bastante de las islas por una buena temporada, incluso sin haber llegado realmente a pisarlas en la vida. Por desgracia no se trataba de ninguna chanza. ¿Sus motivos?. Quería compartir sus más recientes descubrimientos con su antiguo círculo de sabios de confianza y buscar su ayuda para convertir el mundo de los sueños en algo mucho más seguro y controlado, así como otros descubrimientos como su método de mejora de cultivos. Aquello podía llevarle meses por lo que o la peliblanca renunciaba a dichas lecciones maestras o lo acompañaba. No fue una decisión sencilla pues no poco temor sentía, pero cuando Vincent se ofreció a acompañarla y ambos brujos expusieron que mientras no hiciera nada fuera de lugar estaría tan segura allí como entre los humanos la peliblanca finalmente no pudo dejar pasar la oportunidad.
Fueron unas horas de actividad frenética las que precedieron a su embarco. Los dioses quisieron que un barco con rumbo a las islas se encontrara a punto de zarpar para cuando el grupo tomó la decisión pero no iba a esperar por nadie, o estaban allí antes de la hora a la que zarparía o se quedaban en tierra y puede que el siguiente navío tardara días en aparecer. Ordenar las notas y apuntes, así como empaquetar el equipo y material de documentación necesarios para el viaje les llevó un buen rato, pero aquello no era todo lo que necesitaban, Níniel además necesitaba ropa menos élfica y la de Clary, una cabeza más baja que la sacerdotisa y menos desarrollada le quedaba demasiado ajustada y corta como para poder servir, al no ser que se olvidara de respirar si no quería rasgarla, especialmente allí donde sus curvas más se dibujaban. No había tiempo para encargar ropa nueva por lo que la solución llegó a manos de una conocida de Níniel que pudo prestarle algunas de sus prendas de corte humano, incómodas en comparación a su ropa habitual y sin la elegancia de los vestidos de gala, pero funcionales. Gracias a aquel apaño de última hora estuvieron preparados para subir a bordo a la hora convenida, y tal y como el capitán del barco prometió no tardaron en zarpar.
Para evitar suspicacias y comentarios, Níniel pasó la mayor parte de la travesía en su camarote, un pequeño habitáculo que compartía con Clary y que dejaba poco espacio para estirar las piernas, especialmente después de que tuvieran que guardar allí también parte de sus cosas pues eran delicadas y Otrore no confiaba en que los marineros tuvieran el cuidado necesario. A falta de espacio para mucho más, ambas jóvenes pasaban el rato hablando de todo tipo de cosas y salían lo justo para comer y tomar algo de aire fresco cuando la cubierta estaba despejada. Cuando se dejaba ver, Níniel llevaba su cabello liso en un medio recogido para ocultar sus orejas o cubierto por la capucha de su capa negra. Otrore insistía en que no era necesario pero la elfa pensaba que era mejor prevenir que curar y tampoco es que le costara mucho recogerse un poco el pelo ni que fuera a pasearse mucho por el barco de todos modos, los marineros solían ser bastante soeces con la damas y no solían hacer diferencias raciales.
Fue en una de sus breves estancias en cubierta, mientras disfrutaba de la agradable brisa del mar en calma, cuando mientras miraba hacia el horizonte se percató de que Vincent la observaba. Quizá pensara que donde estaba, en las escaleras, la peliblanca no le vería, pero poco se escapaba a los ojos de una elfa. No habían vuelto a hablar de verdad desde que salieran del sueño, no a solas. Apenas habían hablado un poco para convencerla de ir a las islas con Otrore y una par de frases sueltas más relacionadas con los preparativos. Quizá fuese mejor así, en el momento en que estuvieran solos tendrían que hablar de aquel beso y era un tema que solo de pensar en él causaba que la elfa se ruborizara. Puede que el resto del sueño fuera una ilusión, algo irreal, pero aquel beso, incluso sin sus cuerpos de verdad si que lo fue...Y para su vergüenza debía de admitir que le gustó y que no le hubiera importado alargarlo más.
-No te quita ojo de encima.- Dijo la voz de Clary que se había acercado hasta ella una vez que Vincent abandonó la cubierta. -Le gustas. Y se le da de pena disimularlo.- Continuó pegándose a la elfa y apoyando la cabeza en su hombro con cariño. Níniel fingió una mirada de incomprensión y trató de aparentar no saber de qué hablaba su amiga. -¿A quién le gusto?.- Respondió con tono inocente causando que la sonrisa en el rostro de la joven bruja aumentara y se le acabara escapando una leve risa. -No te hagas la tonta...Es bastante guapo, y muy valiente y amable. Nadie más hubiese querido ayudar a mi padre...- Níniel trató de continuar aparentando que no sabía de qué le estaba hablando pero no podía negar que estaba de acuerdo con ella. -¿Vincent?, sí que es muy valiente. Deberías haberle visto contra los vampiros.- Comentó recordando el duro combate que hubo en las profundidades de aquella mina convertida en nido de un buen número de malditos desde donde atacaban a la gente de Vulwulfar. -Ajá...Y he dicho que es muy guapo...Aunque no lo quieras mencionar...- Níniel asintió y le dio un amistoso codazo a la bruja para que dejara de ir por ahí, capaz era de ir a contárselo. -LLegaremos en unas horas, deberíamos volver al camarote. Quiero que me cuentes qué pasó en ese mundo de sueños entre vosotros dos, y no omitas detalles. Me encantan los detalles.-
El resto de la travesía ocurrió sin incidentes y, por mucho que Clary insistió y le puse ojitos, no consiguió sonsacarle nada de lo ocurrido entre ella y Vincent en el sueño. Le contó todo cuanto quiso sobre la voz, sobre las sombras, sobre el dragón de luz y sobre la batalla a las puertas de su casa, pero cada vez que la joven bruja trataba de sonsacarle algo más la peliblanca cambiaba hábilmente de tema lo cual acabó convirtiéndose en un juego que acababa con ambas riendo. La voz de uno de los marineros por el pasillo avisando que pronto llegarían a tierra fue la señal para que ambas se cambiaran de ropa y lo prepararan todo para desembarcar. Níniel no pudo evitar soltar un largo suspiro, hasta ese momento la idea de pisar las islas, aunque real había parecido lejano, pero ya no había marcha atrás estaba allí.
Lo primero que hizo al pisar tierra fue disfrutarlo quedándose quieta tan pronto como sus pies dejaron de pisar tablones de madera y adoquines y pisaron el auténtico hogar ancestral de los suyos. Era extraño sentir que estaba posiblemente en el mismo lugar en el que algún ancestro suyo se giró por última vez para despedirse de su hogar durante generaciones antes de partir hacia el continente donde finalmente encontrarían un nuevo lugar donde vivir y prosperar más en sintonía con sus dioses. ¿Cuál sería el nombre del último Thenidiel allí?. El lugar era muy bonito, quizá no como se lo parecía Sandorai pero los suyos debieron de ser felices allí. Enseguida se dió cuenta de que se estaba comportando de un modo que otros podrían encontrar bastante extraño y siguió a los demás, tratando de mantener controlada su curiosidad en la medida de lo posible aunque sin conseguirlo todo el rato. Su destino fue una posada no muy diferente a las de los humanos, de hecho aunque había diferencias todo era muy humano por allí. La más llamativa de las diferencias era que allí usaban magia para cosas que en lunargenta continuaba haciéndose al modo tradicional, como por ejemplo en los braseros de las calles o en los carteles de las tiendas cuyos dibujos representativos se movían llamando poderosamente su atención y causando que sonriera al verlos.
Ya acomodados en la posada no tardaron en comenzar a llegar los amigos de Otrore, al menos los que vivían en la ciudad o en sus cercanías, para otros habría que esperar incluso días lo cual no fue impedimento para que entre los presentes comenzaran a intercambiarse informaciones de todo tipo tras los saludos de rigor y tras ponerse al día con los asuntos de las islas. Curiosamente Vincent, a pesar de haber comentado que vivía en Lunargenta, no era un desconocido para algunos de aquellos doctos brujos que, al menos por el momento, ignoraban bastante a la peliblanca, sin percatarse de que no era una bruja y conformándose con saber que se trataba de la nueva aprendiza de Otrore y nada más. Al fin y al cabo, Elen y Geralt eran peliblancos, puede que fuera bastante común entre los brujos y aquello que la hacía destacar entre los humanos la ayudara a pasar desapercibida en las islas. Por su parte tampoco quiso inmiscuirse en las conversaciones de los demás, aunque si que le resultó de interés aquella en la que Vincent y un tal Profesor James mencionaron a la madre del brujo de cabello rubio. Especialmente cuando una mujer de cabello negro se acercó a Vincent y los trató como si siguiera siendo un niño, tomándole por el mentón y causando algunas risas entre los allí reunidos y una sonrisa en Níniel. Parecía que no era la única a la que sus padres aún trataban de ese modo. La madre de Vincent conocía también a Francesco y a varios más de la sala, realmente el mundo de los brujos era un pañuelo, era casi como estar casa donde todos se conocían entre sí, o casi. Algo inesperado con la fama que tenían los brujos de pisarse incluso entre ellos por un poco más de poder y reconocimiento.
Sin embargo su sonrisa desapareció por un gesto de inquietud cuando la mujer la reconoció como elfa y lo dijo en voz alta, aunque por suerte no demasiado, causando que la peliblanca mirase a su alrededor como un animal asustado temiendo que aquella parte de la frase hubiera llegado a los oídos equivocados y hubiera una bola de fuego dirigiéndose hacia ella. No pareció ser el caso lo cual unido al resto de las sabias y gentiles palabras de la mujer ayudaron a calmarla hasta conseguir asentir dedicándole una leve y cortés inclinación de cabeza. -Sois muy amable. Está resultando toda una experiencia que jamás pensé que viviría por mi misma. Es un honor conocer a la madre de Vincent y de Elen, a la que también tuve el placer de conocer no hace mucho. Y también lo es que Otrore me aceptara.-Respondió la elfa a su interlocutora mostrando un gran respeto hacia ella aunque aún con cierto nerviosismo, pegándose a Vincent.
Curiosamente el destino había llevado al brujo hasta allí en buen momento, pues su madre tenía una petición para él ajena a todo el asunto de los descubrimientos de Otrore. Una tarea que parecía que Vincent se tomaba como una nimiedad pero que a la peliblanca se le antojaba algo bastante serio. Una reunión de cazadores de vampiros publicitada por todo el lugar con panfletos y todo. Nada relacionado con vampiros era nunca poca cosa o algo para ser tomado a la ligera, además aquel modo de darle bombo al asunto olía extrañamente mal. ¿Desde cuando los cazadores tocaban fanfarrias por todo lo alto y anunciaban a los cuatro vientos dónde están y qué hacen?. Era el mejor modo de pintarse una diana, y de las grandes. Tan grande de hecho que, o eran tontos de remate o iba a pasar algo más.
-Iré contigo Vincent. Eres como la miel a las moscas para las heridas, así que no puedo dejarte solo. Además hay algo que no me encaja con tanta publicidad para unos cazadores de vampiros.- Fueron sus palabras mientras aún estaba pegada al brujo.
Fueron unas horas de actividad frenética las que precedieron a su embarco. Los dioses quisieron que un barco con rumbo a las islas se encontrara a punto de zarpar para cuando el grupo tomó la decisión pero no iba a esperar por nadie, o estaban allí antes de la hora a la que zarparía o se quedaban en tierra y puede que el siguiente navío tardara días en aparecer. Ordenar las notas y apuntes, así como empaquetar el equipo y material de documentación necesarios para el viaje les llevó un buen rato, pero aquello no era todo lo que necesitaban, Níniel además necesitaba ropa menos élfica y la de Clary, una cabeza más baja que la sacerdotisa y menos desarrollada le quedaba demasiado ajustada y corta como para poder servir, al no ser que se olvidara de respirar si no quería rasgarla, especialmente allí donde sus curvas más se dibujaban. No había tiempo para encargar ropa nueva por lo que la solución llegó a manos de una conocida de Níniel que pudo prestarle algunas de sus prendas de corte humano, incómodas en comparación a su ropa habitual y sin la elegancia de los vestidos de gala, pero funcionales. Gracias a aquel apaño de última hora estuvieron preparados para subir a bordo a la hora convenida, y tal y como el capitán del barco prometió no tardaron en zarpar.
Para evitar suspicacias y comentarios, Níniel pasó la mayor parte de la travesía en su camarote, un pequeño habitáculo que compartía con Clary y que dejaba poco espacio para estirar las piernas, especialmente después de que tuvieran que guardar allí también parte de sus cosas pues eran delicadas y Otrore no confiaba en que los marineros tuvieran el cuidado necesario. A falta de espacio para mucho más, ambas jóvenes pasaban el rato hablando de todo tipo de cosas y salían lo justo para comer y tomar algo de aire fresco cuando la cubierta estaba despejada. Cuando se dejaba ver, Níniel llevaba su cabello liso en un medio recogido para ocultar sus orejas o cubierto por la capucha de su capa negra. Otrore insistía en que no era necesario pero la elfa pensaba que era mejor prevenir que curar y tampoco es que le costara mucho recogerse un poco el pelo ni que fuera a pasearse mucho por el barco de todos modos, los marineros solían ser bastante soeces con la damas y no solían hacer diferencias raciales.
Fue en una de sus breves estancias en cubierta, mientras disfrutaba de la agradable brisa del mar en calma, cuando mientras miraba hacia el horizonte se percató de que Vincent la observaba. Quizá pensara que donde estaba, en las escaleras, la peliblanca no le vería, pero poco se escapaba a los ojos de una elfa. No habían vuelto a hablar de verdad desde que salieran del sueño, no a solas. Apenas habían hablado un poco para convencerla de ir a las islas con Otrore y una par de frases sueltas más relacionadas con los preparativos. Quizá fuese mejor así, en el momento en que estuvieran solos tendrían que hablar de aquel beso y era un tema que solo de pensar en él causaba que la elfa se ruborizara. Puede que el resto del sueño fuera una ilusión, algo irreal, pero aquel beso, incluso sin sus cuerpos de verdad si que lo fue...Y para su vergüenza debía de admitir que le gustó y que no le hubiera importado alargarlo más.
-No te quita ojo de encima.- Dijo la voz de Clary que se había acercado hasta ella una vez que Vincent abandonó la cubierta. -Le gustas. Y se le da de pena disimularlo.- Continuó pegándose a la elfa y apoyando la cabeza en su hombro con cariño. Níniel fingió una mirada de incomprensión y trató de aparentar no saber de qué hablaba su amiga. -¿A quién le gusto?.- Respondió con tono inocente causando que la sonrisa en el rostro de la joven bruja aumentara y se le acabara escapando una leve risa. -No te hagas la tonta...Es bastante guapo, y muy valiente y amable. Nadie más hubiese querido ayudar a mi padre...- Níniel trató de continuar aparentando que no sabía de qué le estaba hablando pero no podía negar que estaba de acuerdo con ella. -¿Vincent?, sí que es muy valiente. Deberías haberle visto contra los vampiros.- Comentó recordando el duro combate que hubo en las profundidades de aquella mina convertida en nido de un buen número de malditos desde donde atacaban a la gente de Vulwulfar. -Ajá...Y he dicho que es muy guapo...Aunque no lo quieras mencionar...- Níniel asintió y le dio un amistoso codazo a la bruja para que dejara de ir por ahí, capaz era de ir a contárselo. -LLegaremos en unas horas, deberíamos volver al camarote. Quiero que me cuentes qué pasó en ese mundo de sueños entre vosotros dos, y no omitas detalles. Me encantan los detalles.-
El resto de la travesía ocurrió sin incidentes y, por mucho que Clary insistió y le puse ojitos, no consiguió sonsacarle nada de lo ocurrido entre ella y Vincent en el sueño. Le contó todo cuanto quiso sobre la voz, sobre las sombras, sobre el dragón de luz y sobre la batalla a las puertas de su casa, pero cada vez que la joven bruja trataba de sonsacarle algo más la peliblanca cambiaba hábilmente de tema lo cual acabó convirtiéndose en un juego que acababa con ambas riendo. La voz de uno de los marineros por el pasillo avisando que pronto llegarían a tierra fue la señal para que ambas se cambiaran de ropa y lo prepararan todo para desembarcar. Níniel no pudo evitar soltar un largo suspiro, hasta ese momento la idea de pisar las islas, aunque real había parecido lejano, pero ya no había marcha atrás estaba allí.
Lo primero que hizo al pisar tierra fue disfrutarlo quedándose quieta tan pronto como sus pies dejaron de pisar tablones de madera y adoquines y pisaron el auténtico hogar ancestral de los suyos. Era extraño sentir que estaba posiblemente en el mismo lugar en el que algún ancestro suyo se giró por última vez para despedirse de su hogar durante generaciones antes de partir hacia el continente donde finalmente encontrarían un nuevo lugar donde vivir y prosperar más en sintonía con sus dioses. ¿Cuál sería el nombre del último Thenidiel allí?. El lugar era muy bonito, quizá no como se lo parecía Sandorai pero los suyos debieron de ser felices allí. Enseguida se dió cuenta de que se estaba comportando de un modo que otros podrían encontrar bastante extraño y siguió a los demás, tratando de mantener controlada su curiosidad en la medida de lo posible aunque sin conseguirlo todo el rato. Su destino fue una posada no muy diferente a las de los humanos, de hecho aunque había diferencias todo era muy humano por allí. La más llamativa de las diferencias era que allí usaban magia para cosas que en lunargenta continuaba haciéndose al modo tradicional, como por ejemplo en los braseros de las calles o en los carteles de las tiendas cuyos dibujos representativos se movían llamando poderosamente su atención y causando que sonriera al verlos.
Ya acomodados en la posada no tardaron en comenzar a llegar los amigos de Otrore, al menos los que vivían en la ciudad o en sus cercanías, para otros habría que esperar incluso días lo cual no fue impedimento para que entre los presentes comenzaran a intercambiarse informaciones de todo tipo tras los saludos de rigor y tras ponerse al día con los asuntos de las islas. Curiosamente Vincent, a pesar de haber comentado que vivía en Lunargenta, no era un desconocido para algunos de aquellos doctos brujos que, al menos por el momento, ignoraban bastante a la peliblanca, sin percatarse de que no era una bruja y conformándose con saber que se trataba de la nueva aprendiza de Otrore y nada más. Al fin y al cabo, Elen y Geralt eran peliblancos, puede que fuera bastante común entre los brujos y aquello que la hacía destacar entre los humanos la ayudara a pasar desapercibida en las islas. Por su parte tampoco quiso inmiscuirse en las conversaciones de los demás, aunque si que le resultó de interés aquella en la que Vincent y un tal Profesor James mencionaron a la madre del brujo de cabello rubio. Especialmente cuando una mujer de cabello negro se acercó a Vincent y los trató como si siguiera siendo un niño, tomándole por el mentón y causando algunas risas entre los allí reunidos y una sonrisa en Níniel. Parecía que no era la única a la que sus padres aún trataban de ese modo. La madre de Vincent conocía también a Francesco y a varios más de la sala, realmente el mundo de los brujos era un pañuelo, era casi como estar casa donde todos se conocían entre sí, o casi. Algo inesperado con la fama que tenían los brujos de pisarse incluso entre ellos por un poco más de poder y reconocimiento.
Sin embargo su sonrisa desapareció por un gesto de inquietud cuando la mujer la reconoció como elfa y lo dijo en voz alta, aunque por suerte no demasiado, causando que la peliblanca mirase a su alrededor como un animal asustado temiendo que aquella parte de la frase hubiera llegado a los oídos equivocados y hubiera una bola de fuego dirigiéndose hacia ella. No pareció ser el caso lo cual unido al resto de las sabias y gentiles palabras de la mujer ayudaron a calmarla hasta conseguir asentir dedicándole una leve y cortés inclinación de cabeza. -Sois muy amable. Está resultando toda una experiencia que jamás pensé que viviría por mi misma. Es un honor conocer a la madre de Vincent y de Elen, a la que también tuve el placer de conocer no hace mucho. Y también lo es que Otrore me aceptara.-Respondió la elfa a su interlocutora mostrando un gran respeto hacia ella aunque aún con cierto nerviosismo, pegándose a Vincent.
Curiosamente el destino había llevado al brujo hasta allí en buen momento, pues su madre tenía una petición para él ajena a todo el asunto de los descubrimientos de Otrore. Una tarea que parecía que Vincent se tomaba como una nimiedad pero que a la peliblanca se le antojaba algo bastante serio. Una reunión de cazadores de vampiros publicitada por todo el lugar con panfletos y todo. Nada relacionado con vampiros era nunca poca cosa o algo para ser tomado a la ligera, además aquel modo de darle bombo al asunto olía extrañamente mal. ¿Desde cuando los cazadores tocaban fanfarrias por todo lo alto y anunciaban a los cuatro vientos dónde están y qué hacen?. Era el mejor modo de pintarse una diana, y de las grandes. Tan grande de hecho que, o eran tontos de remate o iba a pasar algo más.
-Iré contigo Vincent. Eres como la miel a las moscas para las heridas, así que no puedo dejarte solo. Además hay algo que no me encaja con tanta publicidad para unos cazadores de vampiros.- Fueron sus palabras mientras aún estaba pegada al brujo.
Níniel Thenidiel
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
A medida que iba observando a la gente iba dándome cuenta de que aquello era un innecesario show. No hacía falta organizar ningún tipo de evento ni fiesta ni demostrar que volvíamos a estar metidos en el ajo. El maestro Dorian, mi madre y algunos otros pesos pesados de la academia eran los encargados de montar todo aquel paripé de risas y jolgorio que no haría sino informar a nuestros enemigos de que ahora íbamos a ser más poderosos. El poder del boca a boca es muy fuerte. Y estaba segura de que Mortagglia terminaría sabiendo de aquella noche, si es que no sospechaba ya algo. Pues aún me preguntaba por qué sabía que había ido a buscar a Igraine. Sólo un iluso creería que nuestro encuentro había sido una mera coincidencia.
Tratando de alejar mis pensameintos, me acerqué a la mesa central, de forma circular y que rodeaba toda la pira, y tomé unos frutos secos que había a modo de picoteo, sin dejar de observar toda la falsa modestia que se respiraba en el ambiente.
No tardaría alguien en acercarse a mí mientras todavía me comía las almendras. Un tipo de unos 30 años de edad con aire chulesco, de pelo castaño y corto, ataviado con unos ropajes parecidos a los míos. Una larga gabardina de cuero negra abierta que daba lugar a una chaqueta marrón de cierres de gancho. Armado con una ballesta de tamaño similar a la mía. Una apariencia, sin duda, muy similar a la que solía llevar yo.
-Saludos, querida. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja – Me acercaba a por algo para comer antes de comenzar las pruebas.
Le hice un gesto con la cabeza sin responderle y ni siquiera miré para él. Pero aquel hombre no había llegado únicamente hasta mí por el simple hecho de coger nos frutos secos. Miró incesantemente hacia mí, tratando de abrir una conversación.
-Esa ballesta… ¿es antigua verdad? Un modelo sin duda que te habrá costado conseguir. – me dijo. – Tal vez cincuenta años, pero tiene tecnología moderna. Una renovación, sin duda. – continuó. Preferí no responderle y seguir a lo mío. Si ya le tenía aprecio a la ballesta, ahora que sabía que era el arma de Mortagglia en su época de cazadora, aún más. - ¿Vienes a pasar las pruebas? – optó ante mi negativa a hablar por hacer una pregunta, así estaba claro que tendría que responderle.
-Sí. – le dije escuetamente, sin mirarle y siguiendo a lo mío. Controlando a ver cuando Dorian aparecía en escena. Le había mentido, pero quería ver cómo reaccionaba.
-Oh genial, yo también. Jules Roche. Encantado. – y me estiró su mano para estrechármela, cosa que, por supuesto, no hice. Se sirvió una copa de vino. – ¿Sabes? Me has caído simpática. Si quieres entrar en el gremio lo mejor será que te mantengas cerca de mí. Llevo mucho tiempo esperando para entrar a este gremio. – No cabía duda de que el hombre era un prepotente. Y que por supuesto no sabía con quién estaba hablando. Pero sin duda, aquella última frase, sí que había despertado mi atención.
-¿Por qué quieres entrar? – respondí escuetamente, mirando al tipo a los ojos por primera vez.
-Ese es un tema personal... – dijo dubitativo, con una sonrisa pícara de no saber por donde salir. – Digamos que… He tenido unos problemas que me gustaría arreglar con ciertos vampiros. Pero en soledad me resultaría imposible. He oído que aquí iban a fundar un gremio y aquí estoy. – Concluyó el hombre con una sonrisa.
Roche. Gracioso apellido el del tipo. Le lancé una última mirada con el ceño fruncido cuando vi como Dorian llegaba hasta lo alto de la palestra y la gente comenzaba a ponerse en corrillo alrededor de ésta. Isabella también subió hacia esta y me buscaba con la mirada. Era el momento de llegar hasta allí.
-Disculpa, tengo que irme, novato. – le dije al tipo con un tono de soberbia, imitándole. Quedó con la boca abierta. No se esperaba que yo fuera alguien tan importante en aquel grupo como para subir a la palestra.
A un ritmo ágil llegué hasta lo alto de la palestra y me situé al lado de mi maestro y un paso atrás, estando mi madre al otro lado. Junté mis brazos a la espalda y puse mi cara más sonriente y orgullosa. Sin duda estar ante tanta gente me hacía crecerme. Desde allí podía ver a todo el mundo bien. Eché un rápido vistazo a toda la gente mientras Dorian me lanzó una mirada cariñosa antes de comenzar su discurso.
-Estimados damas, caballeros, profesores y demás buenas gentes de Beltrexus. – Comenzó diciendo con buen tono de voz para ser un hombre de casi 70 años de edad, con una sonrisa hacia todos - Quiero agradecer a todos los que, con vuestro trabajo diario, habéis sido capaces de permitir que hoy estemos aquí. Ha sido un largo recorrido de 30 años, en el que los cazadores de vampiros hemos trabajado sin descanso en la sombra durante muchos años para poder daros la tranquilidad que merecéis.
Continuó hablando mientras yo observaba a los comensales. Uno de ellos, que se encontraba bastante apartado en general, llamó mi atención, iba junto a otra figura, ¿humana? Encapuchada. Pero aquellas barbas arreglada y rubia y ese peinado raya al medio me resultaban conocidas… ¿Vincent Calhoun? ¿Cazavampiros? Ya había hecho una cacería con él. Estaba seguro de que querría alistarse, si no ¿qué pintaba allí? Sonreí mirando hacia abajo, pensando en cómo se tomaría mi gran amiga Elen si supiera aquello.
-[…]Y por eso, ahora que queremos dar un paso más y crecer, consideramos estas pruebas como algo vital y totalmente trascendente. Para conocer quiénes serán los nuevos cazadores que formarán parte de nuestra nueva y renovada plantilla. Por ello, como hay 12 candidatos, voy a formar cuatro grupos. Cada uno será tutelado por los maestros Isabella, William, Jermaine y Huracán.
-Déjame a mí los de la izquierda – le susurré a Dorian en voz baja. Sin duda quería hablar con Vincent y ver cómo le había ido de tanto tiempo. Mi maestro sonrió. Tenía confianza con él, pues era como un padre para mí.
-Huracán se encargará de los candidatos situados a mi izquierda. William y Jermaine los dos del centro, e Isabella a la derecha. Consideramos que el trabajo en grupo es esencial para dar caza a enemigos poderosos, así que el grupo que primero traiga el cuerno de un Ograrck será el elegido para acceder a la plantilla. – todo el mundo suspiró ante la criatura que había propuesto Dorian. Él sonrió. – Lo siento, es que aquí no hay vampiros. – Dijo, causando la risa generalizada del público. - Tenéis quince minutos para conoceros antes de que comience la cacería.
Sin más dilución, me acerqué rápidamente al grupo que “me había tocado”. Donde también se encontraba, aunque no lo sabía, el prepotente Jules, el tercer aspirante del grupo era una chica que parecía de todo menos experta.
Tratando de alejar mis pensameintos, me acerqué a la mesa central, de forma circular y que rodeaba toda la pira, y tomé unos frutos secos que había a modo de picoteo, sin dejar de observar toda la falsa modestia que se respiraba en el ambiente.
No tardaría alguien en acercarse a mí mientras todavía me comía las almendras. Un tipo de unos 30 años de edad con aire chulesco, de pelo castaño y corto, ataviado con unos ropajes parecidos a los míos. Una larga gabardina de cuero negra abierta que daba lugar a una chaqueta marrón de cierres de gancho. Armado con una ballesta de tamaño similar a la mía. Una apariencia, sin duda, muy similar a la que solía llevar yo.
-Saludos, querida. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja – Me acercaba a por algo para comer antes de comenzar las pruebas.
Le hice un gesto con la cabeza sin responderle y ni siquiera miré para él. Pero aquel hombre no había llegado únicamente hasta mí por el simple hecho de coger nos frutos secos. Miró incesantemente hacia mí, tratando de abrir una conversación.
-Esa ballesta… ¿es antigua verdad? Un modelo sin duda que te habrá costado conseguir. – me dijo. – Tal vez cincuenta años, pero tiene tecnología moderna. Una renovación, sin duda. – continuó. Preferí no responderle y seguir a lo mío. Si ya le tenía aprecio a la ballesta, ahora que sabía que era el arma de Mortagglia en su época de cazadora, aún más. - ¿Vienes a pasar las pruebas? – optó ante mi negativa a hablar por hacer una pregunta, así estaba claro que tendría que responderle.
-Sí. – le dije escuetamente, sin mirarle y siguiendo a lo mío. Controlando a ver cuando Dorian aparecía en escena. Le había mentido, pero quería ver cómo reaccionaba.
-Oh genial, yo también. Jules Roche. Encantado. – y me estiró su mano para estrechármela, cosa que, por supuesto, no hice. Se sirvió una copa de vino. – ¿Sabes? Me has caído simpática. Si quieres entrar en el gremio lo mejor será que te mantengas cerca de mí. Llevo mucho tiempo esperando para entrar a este gremio. – No cabía duda de que el hombre era un prepotente. Y que por supuesto no sabía con quién estaba hablando. Pero sin duda, aquella última frase, sí que había despertado mi atención.
-¿Por qué quieres entrar? – respondí escuetamente, mirando al tipo a los ojos por primera vez.
-Ese es un tema personal... – dijo dubitativo, con una sonrisa pícara de no saber por donde salir. – Digamos que… He tenido unos problemas que me gustaría arreglar con ciertos vampiros. Pero en soledad me resultaría imposible. He oído que aquí iban a fundar un gremio y aquí estoy. – Concluyó el hombre con una sonrisa.
Roche. Gracioso apellido el del tipo. Le lancé una última mirada con el ceño fruncido cuando vi como Dorian llegaba hasta lo alto de la palestra y la gente comenzaba a ponerse en corrillo alrededor de ésta. Isabella también subió hacia esta y me buscaba con la mirada. Era el momento de llegar hasta allí.
-Disculpa, tengo que irme, novato. – le dije al tipo con un tono de soberbia, imitándole. Quedó con la boca abierta. No se esperaba que yo fuera alguien tan importante en aquel grupo como para subir a la palestra.
A un ritmo ágil llegué hasta lo alto de la palestra y me situé al lado de mi maestro y un paso atrás, estando mi madre al otro lado. Junté mis brazos a la espalda y puse mi cara más sonriente y orgullosa. Sin duda estar ante tanta gente me hacía crecerme. Desde allí podía ver a todo el mundo bien. Eché un rápido vistazo a toda la gente mientras Dorian me lanzó una mirada cariñosa antes de comenzar su discurso.
-Estimados damas, caballeros, profesores y demás buenas gentes de Beltrexus. – Comenzó diciendo con buen tono de voz para ser un hombre de casi 70 años de edad, con una sonrisa hacia todos - Quiero agradecer a todos los que, con vuestro trabajo diario, habéis sido capaces de permitir que hoy estemos aquí. Ha sido un largo recorrido de 30 años, en el que los cazadores de vampiros hemos trabajado sin descanso en la sombra durante muchos años para poder daros la tranquilidad que merecéis.
Continuó hablando mientras yo observaba a los comensales. Uno de ellos, que se encontraba bastante apartado en general, llamó mi atención, iba junto a otra figura, ¿humana? Encapuchada. Pero aquellas barbas arreglada y rubia y ese peinado raya al medio me resultaban conocidas… ¿Vincent Calhoun? ¿Cazavampiros? Ya había hecho una cacería con él. Estaba seguro de que querría alistarse, si no ¿qué pintaba allí? Sonreí mirando hacia abajo, pensando en cómo se tomaría mi gran amiga Elen si supiera aquello.
-[…]Y por eso, ahora que queremos dar un paso más y crecer, consideramos estas pruebas como algo vital y totalmente trascendente. Para conocer quiénes serán los nuevos cazadores que formarán parte de nuestra nueva y renovada plantilla. Por ello, como hay 12 candidatos, voy a formar cuatro grupos. Cada uno será tutelado por los maestros Isabella, William, Jermaine y Huracán.
-Déjame a mí los de la izquierda – le susurré a Dorian en voz baja. Sin duda quería hablar con Vincent y ver cómo le había ido de tanto tiempo. Mi maestro sonrió. Tenía confianza con él, pues era como un padre para mí.
-Huracán se encargará de los candidatos situados a mi izquierda. William y Jermaine los dos del centro, e Isabella a la derecha. Consideramos que el trabajo en grupo es esencial para dar caza a enemigos poderosos, así que el grupo que primero traiga el cuerno de un Ograrck será el elegido para acceder a la plantilla. – todo el mundo suspiró ante la criatura que había propuesto Dorian. Él sonrió. – Lo siento, es que aquí no hay vampiros. – Dijo, causando la risa generalizada del público. - Tenéis quince minutos para conoceros antes de que comience la cacería.
Sin más dilución, me acerqué rápidamente al grupo que “me había tocado”. Donde también se encontraba, aunque no lo sabía, el prepotente Jules, el tercer aspirante del grupo era una chica que parecía de todo menos experta.
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Anastasia Boisson
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Le extrañaba que un grupo de cazadores se mostrara de un modo tan poco sutil. Con un reclutamiento avisado a los cuatro vientos por la ciudad, aunque la verdad es que no era algo tan raro después de todo. Estaba en las islas, cuna de los brujos, y entre ellos estaban, tanto los tensai de fuego, como los bi-elementales que combinaban las llamas entre sus poderes, por lo que no era el lugar más idóneo para que un vampiro se pasease.
No es que no hubieran visitado vampiros las islas sureñas, más era el último sitio donde vendrían a buscar pelea. Al menos si usaban la cabeza, cosa que muchos no hacían y tenía que reconocer que era un mal que afectaba a todas las razas de Aerandir por igual.
- Veo que conoces bien a mi hijo. Desde que era un niño no deja de recibir golpes allá donde va-, sonrió. - No obstante, no me gustaría que la pupila de Francesco se alejara de él por mi culpa. Creo que lo mejor es que vaya yo con mi hijo.
- Níniel está al tanto de lo que vamos a hablar, y-, hizo una pausa pensativo, - ella tiene un gran talento para mantener vivo y curar las heridas a Vincent-, se acercó hasta su alumna. - Se que debes sentirte incómoda en tierra de brujos, pero no es un lugar tan malo como parece. Hay más como nosotros ahí fuera, y con Vinc a tu lado podrás verlo con tus propios ojos.
¿Pero que les pasaba a todos en aquella sala? ¿Sus grandiosas habilidades les habían dado potestad para hablar en su nombre de una manera tan obvia? Ciertamente a Otrore no le faltaba razón, estaría más seguro con Níniel, y ella a su vez a su lado, sin embargo aún sabía hablar por sí solo. Igualmente que la elfa.
- Níniel ha dicho que me acompañaría, así que ya está decidido-, comentó el brujo encogiéndose de hombros.
- Bien, pues que así sea. No me gusta la idea de que la chica deba ir, pero menos me gusta la idea de que vayas solo. Tened cuidado-, dijo finalmente Yennefer.
- Tranquila madre, solo es una reunión. Nos vemos a la vuelta-, le sonrió y le guiñó un ojo para ayudar a que se sintiera más cómoda. - Iré a prepararme, te veo luego para partir-, avisó a la elfa antes de salir.
El brujo de fuego fue hasta su habitación y se puso su coraza ligera con ayuda de Clarisse.
- ¿Si es pan comido porque necesitas tu armadura? - comentó con un ligero tono de preocupación la joven al terminar de ayudarlo a cerrar las correas.
- Porque los hombres precavidos suelen vivir más que los que no lo son-, respondió con seriedad. - Vamos ¿tú también? - ya dijo en un tono más alegre propio de él. - Tranquila-, rió con suavidad. - No se que os pasa esta noche, Si llevo la armadura es por si acaso nada más. Ya verás como vuelvo sin un rasguño…-, temporizó la frase, - pues Níniel me curará cuando me apaleen-, sonrió.
- Como eres de insufrible a veces-, negó con la cabeza, - pero me fiaré de ti. Espero verte sano y salvo como dices. Y lo bueno es que podrás pasar tiempo a solas con tu bella elfa-, se chanceó antes de salir de la habitación del brujo.
Ahora fue el brujo bi-elemental el que meneó la cabeza ante las ocurrencias de la chica. Menudo pico tenía.
El rubio salió de su cuarto, y se acercó hasta la habitación alquilada de Níniel para tocarle en la puerta. Puso su mejor sonrisa para recibir a la elfa, pero se le rompió al ver a su madre abriéndole la puerta.
- Perdón, pensaba que este era el cuarto de Nín-, se excusó.
- Y así es mi querido hijo-, le acarició el mentón como hizo la primera vez. - Ten cuidado-, le dio un beso en la mejilla y salió de la habitación para dirigirse a la de Otrore.
¿Qué hacía su madre con la elfa? La curiosidad le carcomía, igual que le devoraba por dentro saber que pensaba la mujer de pelo blanco de él. Saber que pensaba del beso, del sueño con él en general, pero sobre todo del beso. Aún así el brujo no dijo nada al respecto a la bella Níniel. Solo partió junto a ella hasta el destino señalado en el mapa que tenía el folleto de la reunión.
- ¿Te está gustando tu visita a las islas? - fue una pregunta que definió bastante bien la conversación durante el viaje hasta el lugar.
Tardaron algunas horas en llegar, pues estaba a algunos kilómetros de la ciudad. La conversación con la elfa fue agradable, más siguió la pauta que se había establecido, y no hizo mención alguna a la chica sobre la causa de que su madre estuviera en su cuarto, ni tampoco hizo alusión al sueño. Solo se interesó por el estado de la mujer, y por más detalles de su cultura.
Andando les llevó un buen rato llegar a la reunión, o mejor dicho fiesta nocturna. Sin duda el gremio de cazadores quería hacerse notar ante la opinión de los brujos. Una gran hoguera lucía en el centro de una mesa que la circundaba alrededor. Con comida y licores de todo tipo.
- Joder, menuda han montado estos aquí-, rió quedamente junto a la elfa. - Me parece que esto solo es una celebración a lo grande. Al menos no nos aburriremos con un sermón-, miró el lado positivo de las cosas.
El brujo pareció que había hablado demasiado pronto, pues un anciano comenzó a soltar una parrafada desde una tarima. Le sorprendió que fuera un gremio de treinta años y que no lo conociera. Parecía que sabían ser discretos, o así había sido hasta ahora.
Se acercó por uno de los laterales de la festividad para mantenerse alejado del bullicio, cuando se encontró de bruces con una pareja que estaban besándose sin disimulo alguno.
- ¿Una cacería de un Ograrck? - dijo a su compañera. - Será mejor que estemos juntos para formar parte del mismo grupo-, atinó a decir finalmente, sintiendo que no había sido la frase más acertada.
Se había puesto algo nervioso al ver el beso de aquellas dos personas, y aunque al principio negó no saber el por qué. Luego tuvo que sincerarse consigo mismo, aceptando que era por estar junto a Níniel. Después de lo del sueño, y de haber estado intentando mantener ese tema alejado, ahora le venía de un modo inesperado. Por ello optó por seguir con su política de no mencionar el tema.
- Seguro que conseguimos derribar a ese bicho antes que nadie-, sonrió a la elfa.
Al brujo le pareció ver movimiento cerca de unos arbustos relativamente lejanos de la fiesta, más no llegó a asimilar del todo la idea al ver una cara conocida.
- Vaya, vaya-, saludó obviando lo que acaba de ver. Bien podría ser otra pareja con un amor más… intenso, por definirlo de alguna manera. - Parece que el destino nos ha querido unir de nuevo-, sonrió a Huracán mientras se aproximaba hasta ellos.
No es que no hubieran visitado vampiros las islas sureñas, más era el último sitio donde vendrían a buscar pelea. Al menos si usaban la cabeza, cosa que muchos no hacían y tenía que reconocer que era un mal que afectaba a todas las razas de Aerandir por igual.
- Veo que conoces bien a mi hijo. Desde que era un niño no deja de recibir golpes allá donde va-, sonrió. - No obstante, no me gustaría que la pupila de Francesco se alejara de él por mi culpa. Creo que lo mejor es que vaya yo con mi hijo.
- Níniel está al tanto de lo que vamos a hablar, y-, hizo una pausa pensativo, - ella tiene un gran talento para mantener vivo y curar las heridas a Vincent-, se acercó hasta su alumna. - Se que debes sentirte incómoda en tierra de brujos, pero no es un lugar tan malo como parece. Hay más como nosotros ahí fuera, y con Vinc a tu lado podrás verlo con tus propios ojos.
¿Pero que les pasaba a todos en aquella sala? ¿Sus grandiosas habilidades les habían dado potestad para hablar en su nombre de una manera tan obvia? Ciertamente a Otrore no le faltaba razón, estaría más seguro con Níniel, y ella a su vez a su lado, sin embargo aún sabía hablar por sí solo. Igualmente que la elfa.
- Níniel ha dicho que me acompañaría, así que ya está decidido-, comentó el brujo encogiéndose de hombros.
- Bien, pues que así sea. No me gusta la idea de que la chica deba ir, pero menos me gusta la idea de que vayas solo. Tened cuidado-, dijo finalmente Yennefer.
- Tranquila madre, solo es una reunión. Nos vemos a la vuelta-, le sonrió y le guiñó un ojo para ayudar a que se sintiera más cómoda. - Iré a prepararme, te veo luego para partir-, avisó a la elfa antes de salir.
El brujo de fuego fue hasta su habitación y se puso su coraza ligera con ayuda de Clarisse.
- ¿Si es pan comido porque necesitas tu armadura? - comentó con un ligero tono de preocupación la joven al terminar de ayudarlo a cerrar las correas.
- Porque los hombres precavidos suelen vivir más que los que no lo son-, respondió con seriedad. - Vamos ¿tú también? - ya dijo en un tono más alegre propio de él. - Tranquila-, rió con suavidad. - No se que os pasa esta noche, Si llevo la armadura es por si acaso nada más. Ya verás como vuelvo sin un rasguño…-, temporizó la frase, - pues Níniel me curará cuando me apaleen-, sonrió.
- Como eres de insufrible a veces-, negó con la cabeza, - pero me fiaré de ti. Espero verte sano y salvo como dices. Y lo bueno es que podrás pasar tiempo a solas con tu bella elfa-, se chanceó antes de salir de la habitación del brujo.
Ahora fue el brujo bi-elemental el que meneó la cabeza ante las ocurrencias de la chica. Menudo pico tenía.
El rubio salió de su cuarto, y se acercó hasta la habitación alquilada de Níniel para tocarle en la puerta. Puso su mejor sonrisa para recibir a la elfa, pero se le rompió al ver a su madre abriéndole la puerta.
- Perdón, pensaba que este era el cuarto de Nín-, se excusó.
- Y así es mi querido hijo-, le acarició el mentón como hizo la primera vez. - Ten cuidado-, le dio un beso en la mejilla y salió de la habitación para dirigirse a la de Otrore.
¿Qué hacía su madre con la elfa? La curiosidad le carcomía, igual que le devoraba por dentro saber que pensaba la mujer de pelo blanco de él. Saber que pensaba del beso, del sueño con él en general, pero sobre todo del beso. Aún así el brujo no dijo nada al respecto a la bella Níniel. Solo partió junto a ella hasta el destino señalado en el mapa que tenía el folleto de la reunión.
- ¿Te está gustando tu visita a las islas? - fue una pregunta que definió bastante bien la conversación durante el viaje hasta el lugar.
Tardaron algunas horas en llegar, pues estaba a algunos kilómetros de la ciudad. La conversación con la elfa fue agradable, más siguió la pauta que se había establecido, y no hizo mención alguna a la chica sobre la causa de que su madre estuviera en su cuarto, ni tampoco hizo alusión al sueño. Solo se interesó por el estado de la mujer, y por más detalles de su cultura.
Andando les llevó un buen rato llegar a la reunión, o mejor dicho fiesta nocturna. Sin duda el gremio de cazadores quería hacerse notar ante la opinión de los brujos. Una gran hoguera lucía en el centro de una mesa que la circundaba alrededor. Con comida y licores de todo tipo.
- Joder, menuda han montado estos aquí-, rió quedamente junto a la elfa. - Me parece que esto solo es una celebración a lo grande. Al menos no nos aburriremos con un sermón-, miró el lado positivo de las cosas.
El brujo pareció que había hablado demasiado pronto, pues un anciano comenzó a soltar una parrafada desde una tarima. Le sorprendió que fuera un gremio de treinta años y que no lo conociera. Parecía que sabían ser discretos, o así había sido hasta ahora.
Se acercó por uno de los laterales de la festividad para mantenerse alejado del bullicio, cuando se encontró de bruces con una pareja que estaban besándose sin disimulo alguno.
- ¿Una cacería de un Ograrck? - dijo a su compañera. - Será mejor que estemos juntos para formar parte del mismo grupo-, atinó a decir finalmente, sintiendo que no había sido la frase más acertada.
Se había puesto algo nervioso al ver el beso de aquellas dos personas, y aunque al principio negó no saber el por qué. Luego tuvo que sincerarse consigo mismo, aceptando que era por estar junto a Níniel. Después de lo del sueño, y de haber estado intentando mantener ese tema alejado, ahora le venía de un modo inesperado. Por ello optó por seguir con su política de no mencionar el tema.
- Seguro que conseguimos derribar a ese bicho antes que nadie-, sonrió a la elfa.
Al brujo le pareció ver movimiento cerca de unos arbustos relativamente lejanos de la fiesta, más no llegó a asimilar del todo la idea al ver una cara conocida.
- Vaya, vaya-, saludó obviando lo que acaba de ver. Bien podría ser otra pareja con un amor más… intenso, por definirlo de alguna manera. - Parece que el destino nos ha querido unir de nuevo-, sonrió a Huracán mientras se aproximaba hasta ellos.
Vincent Calhoun
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Níniel no pudo evitar sonreír ante las palabras de la madre de Vincent que continuaba hablando de él como si no estuviera a su lado y tratándolo como si aún tuviera la edad a la que hizo referencia con su comentario. Puede que con su tono estuviera avergonzando un poco al brujo pero lo cierto es que ni ella ni Níniel parecían exagerar al hablar del innegable talento del rubio para recibir daño, que por si fuera poco fue secundado inesperadamente por Otrore, el cual quizá lo conociera desde un poco menos de tiempo que la peliblanca pero desde luego con lo vivido en el mundo de los sueños tenía todo lo necesario para formarse una sólida opinión al respecto. Más extraño fue el doble sentido que la elfa creyó intuir en las palabras del alquimista al reducir sus habilidades sanadoras a " la habilidad para mantener a Vincent con vida". Realmente Clary había salido a su padre, parecía que ninguno de los dos podía evitar lanzar esas frasecitas. ¿Qué clase de interés tenían esos dos en aquel asunto que parecían incapaces de dejarlos estar?. en cualquier caso aquello hizo que la sacerdotisa se diera cuenta de que se había pegado a Vincent hasta casi tenerlo agarrado por el brazo sin ni siquiera darse cuenta, por lo que se separó un paso tratando de mantener la compostura.
-Como dice Vincent será solo echar un vistazo. Seguramente tardemos más en ir y volver que el tiempo que pasemos allí.- Fueron las palabras de la peliblanca confirmando su intención de acompañar al brujo y que lo hacía de buena gana. Desde luego si tuviera que pasearse sola por las islas no lo haría y preferiría encerrarse en su habitación o incluso en el pequeño camarote del barco que les había llevado hasta allí que cometer semejante locura, a sabiendas de que sus nervios y falta de conocimiento real sobre el hogar de los brujos acabarían por traicionarla en el peor de los momentos. Pero con Vincent cerca no solo se sentía más segura de lo que Otrore imaginaba, también bastaría con guardar silencio, mantener el perfil bajo y dejar que el brujo hablara para que nadie tuviera que notar que no era una bruja más. Sería como cuando se sentaba algo alejada en el salón de una posada a escuchar las historias que contaban los humanos viajeros, como si no estuviera allí. O eso esperaba.
-Yo también subiré a prepararme. Voy contigo...Hasta mi habitación quiero decir, osea cada uno a la suya. -Respondió al brujo acompañándole escaleras arriba azorándose por el malentendido con el común y separándose para entrar cada uno en su respectivo dormitorio, separados únicamente por una fina pared de madera encalada que seguramente dejara pasar cualquier sonido moderadamente elevado.
Ya en su cuarto la peliblanca se desvistió y abrió el pequeño baúl con las pocas cosas que había podido reunir para aquel viaje. Apenas si disponía de un par de vestidos de diario de estilo humano, una túnica y algo de ropa interior. Algunos objetos de aseo personal y poco más, pero por precaución había añadido también su armadura, la cual por cierto era de diseño brujo lo cual le venía que ni pintado para no llamar la atención. Apenas había tenido tiempo para colocársela por encima cuando llamaron a la puerta con un suave toc toc apenas audible que la hizo pensar que se trataba de Vincent que había acabado de prepararse sorprendentemente rápido. -Un momento, me falta poco, ahora salgo.- Dijo la elfa comenzando a acelerar la velocidad a la que se ajustaba la pieza pectoral de la armadura. Cual fue su sorpresa cuando, sin que nadie respondiera al otro lado de la puerta, ésta se abrió a pesar de que juraría que había echado el pestillo. -No, no entrés estoy...-
-Medio desnuda, ya lo veo.- Dijo Yennefer entrando igualmente y cerrando la puerta con cuidado tras ella.- Tranquila, no hay nada que no haya visto ya. Aunque debo reconocer que esa posición para proteger de ojos ajenos tu intimidad me resulta muy adorable.- Continuó la mujer de negros cabellos acercándose a la par que Níniel se relajaba un poco al no temer mostrarse en ropa interior delante de otra mujer, aunque eso no quitaba que resultara extraño verla allí. -Déjame que te ayude con eso.- Añadió colocándose con elegancia a su espalda y comenzó a tirar de las tiras de cuero para ajustar los cierres uno a uno con gran habilidad. -Gra, gracias.- Fue todo cuanto pudo decir la peliblanca mientras se dejaba hacer y notaba como la pelinegra retiraba unos mechones de su pelo para que no se enredaran con las cinchas.
-Eres una elfa curiosa. Siendo elegida por Otrore, viniendo a las islas, vistiendo como nosotros y con una armadura de factura de aquí. Espero que no matarás a nadie que conociera para obtenerla.- Continuó hablando la mujer causando que la elfa se tensara y comenzara a tratara de negar tal hecho tan nerviosa que las palabras en común se le trabaron de nuevo en los labios. -No, no maté a...No maté a nadie, la compré, legalmente, a un brujo.- Yennefer soltó una risita dejando claro que lo había dicho de broma lo cual no sirvió para que la elfa se relajara. -Lo siento, no pude evitarlo. No te preocupes, estás entre amigos. No veo mucho a Vincent pero le quiero, es mi hijo. Y el te quiere a tí...- Dejó el resto de la frase en el aire causando que Níniel se ruborizada hasta la punta de las orejas ahora tapadas por su recogido. Con un último gesto terminó de ajustar la armadura y de forma tan extraña y enigmática como había entrado se dispuso a salir de allí sin decir nada más. Recomponiendose como pudo y viendo que ahora sí, Vincent esperaba en la puerta la elfa terminó de coger sus cosas, se echó una vez más la capa por encima y salió ella también de la habitación. El brujo no preguntó qué hacía su madre en su cuarto y como de todos modos si le hubiesen formulado dicha pregunta tampoco sabría muy bien qué responder, la elfa tampoco comentó nada al respecto.
-Ya estoy lista. ¿Vamos?.- Fue cuanto dijo, dejándole echar un vistazo al brujo sobre su indumentaria, esperando su visto bueno. Con aquella armadura de cuero negro de las islas, la capa negra y su bastón de dragón cubierto para no revelar su forma al menos a ella le daba la impresión de que daba el pego.
El camino era largo y lo recorrieron a pie por lo que llegar hasta aquel lugar a las afueras les llevó un tiempo, tal y como ya sabía que sería antes incluso de ponerse en marcha. Al principio la peliblanca pensó que al disponer de tanto tiempo y estar solos la mayor parte del camino, pues apenas se cruzaron con un par de caminantes solitarios como ellos con los que solo intercambiaron los saludos de cortesía habituales, Vincent mencionaría algo sobre lo ocurrido en el mundo de los sueños o quizá tratase de llevar la conversación en aquella dirección, pero no. Solo hablaron sobre las islas y sobre Sandorai, sobre sus igualdades y diferencias y sobre lo diferentes que eran sus culturas. También era la primera vez que podían hablar de todo aquello distendidamente desde que se conocieran, y era algo que tenían pendiente por lo que fue un "paseo" agradable que se hizo corto hasta que finalmente llegaron al lugar indicado por Yennefer y que desde luego cumplía las expectativas a nivel de fiesta, comida y bebida que los panfletos prometían.
-Así parece, muchos de los aquí presentes no estarán en condiciones de cazar nada al menos en unas horas, y eso si dejan de empinar el codo ahora, lo cual parece poco probable. ¿Seguro que son cazadores de vampiros?.- Respondió la elfa al comentario sobre la juerga que se tenían allí montada los supuestos cazadores y siguiendo al brujo, manteniéndose muy cerca de él. -Este lugar me resulta familiar, hay unas ruinas antiguas de mis antepasados cerca de mi casa de un estilo muy similar. Las construyeron los antiguos druidas al llegar al bosque para defenderse de los enemigos. De pequeña jugaba a ser una aventurera como las heroínas de los libros en ellas.- Le comentó a su compañero justo antes de que sobre un escenario de madera un pequeño grupo de sujetos que parecían mucho más curtidos que el resto hicieran aparición y un anciano comenzara a explicar quiénes eran y que hacían allí con una solemnidad que chocaba con el estado de algunos de los allí reunidos. Incluida una pareja que parecía más interesada en la inspección de la cavidad bucal de su contraparte que en las explicaciones de aquel hombre sobre la tarima. No pasó por alto para los ojos de la elfa que una de aquellas personas era Huracán, incluso antes de que su nombre fuera mencionado lo cual implicaba que aquello no era ninguna broma. -Claro, no me separaré de tí.- Respondió a las palabras del brujo reduciendo más aún la distancia entre ambos. -La cosa es...¿Cuándo nos hemos apuntado para tal prueba?. Creo que me he perdido esa parte y que ese hombre nos ha confundido con alguien más...- La peliblanca miró hacía atrás en dirección a la pareja de amantes que había desaparecido, seguramente en busca de un lugar más apartado donde dar rienda suelta a sus pasiones. - Una de las cazadoras es Huracán.¿Realmente vamos a hacerlo?, odiaría hacerle daño a un animal solo por una absurda prueba que ni nos va ni nos viene.-
No hubo tiempo para comentar el asunto mucho más pues al igual que ella había visto a huracán, la cazavampiros les había visto a ellos y se fue a su encuentro en cuanto el discurso llegó a su fín. Tan pronto llegó hasta allí reconoció a Vincent pero, al menos en aquel primer momento, no a Níniel, lo cual era buena señal, pasaba bastante desapercibida. La joven no llegó sola. Tras ella, con cierto aire de prepotencia y acercándose demasiado a la gente, especialmente a Huracán, un hombre que se presentó como Jules hizo su aparición.
-Estáis de suerte, con Huracán y conmigo en este equipo no podemos perder. Todos seremos cazadores antes de lo que canta un gallo.-Había algo en su forma de moverse y de hablar que causaba que la peliblanca no estuviera tan segura de ello. Pero quién sabe, podría ser verdad y estar de suerte, si le interesara ser una cazadora de vampiros claro. Níniel sentía que debía haber sabido que acabaría metida en algún lío, al fin y al cabo siempre tenía que pasar algo, aunque desde luego ir a ver una fiesta y acabar opositando a entrar en un clan de cazavampiros era lo último en lo que habría pensado.
En ese momento una oleada de gritos de pánico se extendió por todo el lugar seguida de una huida apresurada de un buen número de invitados en su dirección, tratando de escapar de las ruinas como si escaparan de una amenaza que, al menos níniel no identificaba. Agudizó su vista tratando de ver qué ocurría mientras esquivaba a un hombre fornido al que poco parecía importarle si se llevaba por delante a alguien mientras corría y entonces vio como un cuerpo humanoide se elevaba en el aire inerte como un muñeco de paja. El grupo de aterrorizados invitados se abrió un poco y pudo ver a un Ograrck pisoteando entre sus grandes patas a aquella pobre persona en cuanto volvió a caer al suelo antes de lanzarse una vez más a la embestida de otra víctima. Por si aquella imagen no fuera bastante terrible, nuevos gritos de terror comenzaron a llegar de la dirección en la que habían escapado ya los invitados más veloces causando que los que aún corrían en aquella dirección chocaran con los que se detenían e incluso trataban de cambiar el rumbo de su huida, causando caídas, pisotones, empujones y apelotonamiéntos de gente muy peligrosos. Entre los gritos comenzaron a escucharse el sonido de las ballestas al disparar y fogonazos de luz de fuego y otros elementos mágicos comenzaron a iluminar el lugar, quizá logrando eliminar las amenazas o a parte de ellas pero causando que todo se volviera más confuso.
-Hay Ograrcks, por todas partes...No hay por donde escapar...-Gritó un hombre orondo que a pesar de sus palabras trataba de correr de un lado a otro llegando incluso a empujar a una mujer y arrojándola al suelo.
Parecía que alguien se había enterado de la cacería de Ograrck y había decidido boicotear la fiesta y las pruebas del modo más irónico posible, usando a las presas de dichas pruebas y convirtiéndolas en verdugos.
-Como dice Vincent será solo echar un vistazo. Seguramente tardemos más en ir y volver que el tiempo que pasemos allí.- Fueron las palabras de la peliblanca confirmando su intención de acompañar al brujo y que lo hacía de buena gana. Desde luego si tuviera que pasearse sola por las islas no lo haría y preferiría encerrarse en su habitación o incluso en el pequeño camarote del barco que les había llevado hasta allí que cometer semejante locura, a sabiendas de que sus nervios y falta de conocimiento real sobre el hogar de los brujos acabarían por traicionarla en el peor de los momentos. Pero con Vincent cerca no solo se sentía más segura de lo que Otrore imaginaba, también bastaría con guardar silencio, mantener el perfil bajo y dejar que el brujo hablara para que nadie tuviera que notar que no era una bruja más. Sería como cuando se sentaba algo alejada en el salón de una posada a escuchar las historias que contaban los humanos viajeros, como si no estuviera allí. O eso esperaba.
-Yo también subiré a prepararme. Voy contigo...Hasta mi habitación quiero decir, osea cada uno a la suya. -Respondió al brujo acompañándole escaleras arriba azorándose por el malentendido con el común y separándose para entrar cada uno en su respectivo dormitorio, separados únicamente por una fina pared de madera encalada que seguramente dejara pasar cualquier sonido moderadamente elevado.
Ya en su cuarto la peliblanca se desvistió y abrió el pequeño baúl con las pocas cosas que había podido reunir para aquel viaje. Apenas si disponía de un par de vestidos de diario de estilo humano, una túnica y algo de ropa interior. Algunos objetos de aseo personal y poco más, pero por precaución había añadido también su armadura, la cual por cierto era de diseño brujo lo cual le venía que ni pintado para no llamar la atención. Apenas había tenido tiempo para colocársela por encima cuando llamaron a la puerta con un suave toc toc apenas audible que la hizo pensar que se trataba de Vincent que había acabado de prepararse sorprendentemente rápido. -Un momento, me falta poco, ahora salgo.- Dijo la elfa comenzando a acelerar la velocidad a la que se ajustaba la pieza pectoral de la armadura. Cual fue su sorpresa cuando, sin que nadie respondiera al otro lado de la puerta, ésta se abrió a pesar de que juraría que había echado el pestillo. -No, no entrés estoy...-
-Medio desnuda, ya lo veo.- Dijo Yennefer entrando igualmente y cerrando la puerta con cuidado tras ella.- Tranquila, no hay nada que no haya visto ya. Aunque debo reconocer que esa posición para proteger de ojos ajenos tu intimidad me resulta muy adorable.- Continuó la mujer de negros cabellos acercándose a la par que Níniel se relajaba un poco al no temer mostrarse en ropa interior delante de otra mujer, aunque eso no quitaba que resultara extraño verla allí. -Déjame que te ayude con eso.- Añadió colocándose con elegancia a su espalda y comenzó a tirar de las tiras de cuero para ajustar los cierres uno a uno con gran habilidad. -Gra, gracias.- Fue todo cuanto pudo decir la peliblanca mientras se dejaba hacer y notaba como la pelinegra retiraba unos mechones de su pelo para que no se enredaran con las cinchas.
-Eres una elfa curiosa. Siendo elegida por Otrore, viniendo a las islas, vistiendo como nosotros y con una armadura de factura de aquí. Espero que no matarás a nadie que conociera para obtenerla.- Continuó hablando la mujer causando que la elfa se tensara y comenzara a tratara de negar tal hecho tan nerviosa que las palabras en común se le trabaron de nuevo en los labios. -No, no maté a...No maté a nadie, la compré, legalmente, a un brujo.- Yennefer soltó una risita dejando claro que lo había dicho de broma lo cual no sirvió para que la elfa se relajara. -Lo siento, no pude evitarlo. No te preocupes, estás entre amigos. No veo mucho a Vincent pero le quiero, es mi hijo. Y el te quiere a tí...- Dejó el resto de la frase en el aire causando que Níniel se ruborizada hasta la punta de las orejas ahora tapadas por su recogido. Con un último gesto terminó de ajustar la armadura y de forma tan extraña y enigmática como había entrado se dispuso a salir de allí sin decir nada más. Recomponiendose como pudo y viendo que ahora sí, Vincent esperaba en la puerta la elfa terminó de coger sus cosas, se echó una vez más la capa por encima y salió ella también de la habitación. El brujo no preguntó qué hacía su madre en su cuarto y como de todos modos si le hubiesen formulado dicha pregunta tampoco sabría muy bien qué responder, la elfa tampoco comentó nada al respecto.
-Ya estoy lista. ¿Vamos?.- Fue cuanto dijo, dejándole echar un vistazo al brujo sobre su indumentaria, esperando su visto bueno. Con aquella armadura de cuero negro de las islas, la capa negra y su bastón de dragón cubierto para no revelar su forma al menos a ella le daba la impresión de que daba el pego.
El camino era largo y lo recorrieron a pie por lo que llegar hasta aquel lugar a las afueras les llevó un tiempo, tal y como ya sabía que sería antes incluso de ponerse en marcha. Al principio la peliblanca pensó que al disponer de tanto tiempo y estar solos la mayor parte del camino, pues apenas se cruzaron con un par de caminantes solitarios como ellos con los que solo intercambiaron los saludos de cortesía habituales, Vincent mencionaría algo sobre lo ocurrido en el mundo de los sueños o quizá tratase de llevar la conversación en aquella dirección, pero no. Solo hablaron sobre las islas y sobre Sandorai, sobre sus igualdades y diferencias y sobre lo diferentes que eran sus culturas. También era la primera vez que podían hablar de todo aquello distendidamente desde que se conocieran, y era algo que tenían pendiente por lo que fue un "paseo" agradable que se hizo corto hasta que finalmente llegaron al lugar indicado por Yennefer y que desde luego cumplía las expectativas a nivel de fiesta, comida y bebida que los panfletos prometían.
-Así parece, muchos de los aquí presentes no estarán en condiciones de cazar nada al menos en unas horas, y eso si dejan de empinar el codo ahora, lo cual parece poco probable. ¿Seguro que son cazadores de vampiros?.- Respondió la elfa al comentario sobre la juerga que se tenían allí montada los supuestos cazadores y siguiendo al brujo, manteniéndose muy cerca de él. -Este lugar me resulta familiar, hay unas ruinas antiguas de mis antepasados cerca de mi casa de un estilo muy similar. Las construyeron los antiguos druidas al llegar al bosque para defenderse de los enemigos. De pequeña jugaba a ser una aventurera como las heroínas de los libros en ellas.- Le comentó a su compañero justo antes de que sobre un escenario de madera un pequeño grupo de sujetos que parecían mucho más curtidos que el resto hicieran aparición y un anciano comenzara a explicar quiénes eran y que hacían allí con una solemnidad que chocaba con el estado de algunos de los allí reunidos. Incluida una pareja que parecía más interesada en la inspección de la cavidad bucal de su contraparte que en las explicaciones de aquel hombre sobre la tarima. No pasó por alto para los ojos de la elfa que una de aquellas personas era Huracán, incluso antes de que su nombre fuera mencionado lo cual implicaba que aquello no era ninguna broma. -Claro, no me separaré de tí.- Respondió a las palabras del brujo reduciendo más aún la distancia entre ambos. -La cosa es...¿Cuándo nos hemos apuntado para tal prueba?. Creo que me he perdido esa parte y que ese hombre nos ha confundido con alguien más...- La peliblanca miró hacía atrás en dirección a la pareja de amantes que había desaparecido, seguramente en busca de un lugar más apartado donde dar rienda suelta a sus pasiones. - Una de las cazadoras es Huracán.¿Realmente vamos a hacerlo?, odiaría hacerle daño a un animal solo por una absurda prueba que ni nos va ni nos viene.-
No hubo tiempo para comentar el asunto mucho más pues al igual que ella había visto a huracán, la cazavampiros les había visto a ellos y se fue a su encuentro en cuanto el discurso llegó a su fín. Tan pronto llegó hasta allí reconoció a Vincent pero, al menos en aquel primer momento, no a Níniel, lo cual era buena señal, pasaba bastante desapercibida. La joven no llegó sola. Tras ella, con cierto aire de prepotencia y acercándose demasiado a la gente, especialmente a Huracán, un hombre que se presentó como Jules hizo su aparición.
-Estáis de suerte, con Huracán y conmigo en este equipo no podemos perder. Todos seremos cazadores antes de lo que canta un gallo.-Había algo en su forma de moverse y de hablar que causaba que la peliblanca no estuviera tan segura de ello. Pero quién sabe, podría ser verdad y estar de suerte, si le interesara ser una cazadora de vampiros claro. Níniel sentía que debía haber sabido que acabaría metida en algún lío, al fin y al cabo siempre tenía que pasar algo, aunque desde luego ir a ver una fiesta y acabar opositando a entrar en un clan de cazavampiros era lo último en lo que habría pensado.
En ese momento una oleada de gritos de pánico se extendió por todo el lugar seguida de una huida apresurada de un buen número de invitados en su dirección, tratando de escapar de las ruinas como si escaparan de una amenaza que, al menos níniel no identificaba. Agudizó su vista tratando de ver qué ocurría mientras esquivaba a un hombre fornido al que poco parecía importarle si se llevaba por delante a alguien mientras corría y entonces vio como un cuerpo humanoide se elevaba en el aire inerte como un muñeco de paja. El grupo de aterrorizados invitados se abrió un poco y pudo ver a un Ograrck pisoteando entre sus grandes patas a aquella pobre persona en cuanto volvió a caer al suelo antes de lanzarse una vez más a la embestida de otra víctima. Por si aquella imagen no fuera bastante terrible, nuevos gritos de terror comenzaron a llegar de la dirección en la que habían escapado ya los invitados más veloces causando que los que aún corrían en aquella dirección chocaran con los que se detenían e incluso trataban de cambiar el rumbo de su huida, causando caídas, pisotones, empujones y apelotonamiéntos de gente muy peligrosos. Entre los gritos comenzaron a escucharse el sonido de las ballestas al disparar y fogonazos de luz de fuego y otros elementos mágicos comenzaron a iluminar el lugar, quizá logrando eliminar las amenazas o a parte de ellas pero causando que todo se volviera más confuso.
-Hay Ograrcks, por todas partes...No hay por donde escapar...-Gritó un hombre orondo que a pesar de sus palabras trataba de correr de un lado a otro llegando incluso a empujar a una mujer y arrojándola al suelo.
Parecía que alguien se había enterado de la cacería de Ograrck y había decidido boicotear la fiesta y las pruebas del modo más irónico posible, usando a las presas de dichas pruebas y convirtiéndolas en verdugos.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Vincent me esperaba con una sonrisa. Apenas hacía dos semanas que había acabado con la Manticore junto a mi fiel amiga Elen en el frío y helado Norte, y, nuevamente, volvía a estar con un Calhoun, esta vez con su hermano, que se dirigió a mí aludiendo a los caprichos del destino de volver a emparejarnos.
-El destino es caprichoso. Últimamente, tiende a emparejarme con los miembros de su familia, señor Calhoun – le dije con tono serio, pero con una ligera mueca de risa – y siempre lo hace con un denominador común. ¿Imaginas cuál? – sonreí y le miré a los ojos – Los problemas. Esperemos que esta vez sea diferente, ¿no? – y envié una sonrisa al grupo con la cabeza ladeada, girando los ojos hacia el tercer miembro del grupo, una mujer bastante pegada al hermano de Elen, y que evitaba mostrar su rostro.
El tal Jules no tardó en hacer su intervención con la misma chulería que había gastado minutos antes, intentando hacerse el gracioso y asegurando que conmigo y con él la cosa iría sobre ruedas. Como si cazar Ograrcks fuera algo sencillo, cuando se trataba de criaturas enormes y muy peligrosas cuando estaban asustadas.
Iba a ser hora de ponerse a caminar hacia el bosque. Los Ograrcks no estaban demasiado lejos y solían vivir en manadas. Aunque por la noche seguramente estarían durmiendo.
-Se supone que tengo que velar por todos vosotros. – dije señalando con el dedo al grupo, sin quitar un ojo de vista a la tímida que permanecía oculta – y cuando digo de todos, es de todos. – continué aumentando el tono de voz y carraspeando al final de esta frase. Mirando al tercer miembro del grupo. Me adelanté hasta la posición de la chica encapuchada, de altura similar a la mía, me puse delante de ella con mi habitual cara de pocos amigos, pues no me gustaba que jugaran conmigo, y busqué su mirada. Yo ya conocía a aquella joven, sí… Era Níniel. La sacerdotisa que había conocido junto al propio Vincent. - ¡Níniel! – exclamé sorprendida. Ver una elfa en territorio brujo era cuanto menos curioso. Ahora entendía por qué se ocultaba. - ¿Qué haces aquí? – Le pregunté. Luego miré a Vincent y recordé que entre ambos ya existían buenas maneras y sonrisas incluso en aquella mina oscura de Wulvufar. – Vale. No hace falta que me lo digas. –
No tardaríamos demasiado en notar un jolgorio. Gritos. Procedentes de la zona donde se encontraba la pira. Pero no precisamente de diversión o de fiesta. Sino más bien de terror. Escapaban de las ruinas en las que nos encontrábamos. Se había desatado el caos. La escena del Ograrck aplastando a un hombre se me iba a quedar grabada en la retina bastante tiempo, para a continuación ver cómo la mesa de comida se levantaba por el pitón del mismo mastodonte. Cayendo sobre otra persona que se encontraba abajo. La gente huía hacia ninguna parte.
Un hombre gritaba hacia nosotros. Indicándonos que no había escapatoria. Ni mucho menos era mi intención huir. Tenía que adivinar qué demonios había pasado allí. Aquello no era ni mucho menos normal – Tenemos que hacer algo – dije incitando a mis compañeros a que me siguieran. Volvimos a las ruinas. Egoístamente, lo que más me importaba en aquel momento era saber qué había ocurrido con los míos.
Me tranquilizó ver a mi madre disparando su ballesta, de una mano y de tamaño intermedio entre mis ballestas pequeñas y la pesada, mientras lanzaba rayos con su otra mano con sus habituales y elegantes giros de muñeca. Isabella utilizaba un estilo de combate bastante distinto al mío. El mío era a dos manos, pues utilizaba la ballesta de mi abuela, salvo cuando utilizaba las ballestas de mano. En cuanto a poderes, únicamente había desarrollado por el momento poderes puramente de viento, nada de electricidad.
-¡Madre! ¿Qué ha ocurrido? – grité, sin tratar de desconcentrarla, para comprobar que había pasado.
-Huracán. Ten cuidado. Este no es el comportamiento habitual de las criaturas. Son seres pacíficos si no se sienten amenazados. .– dijo tomando con telequinesis un árbol caído y enviándolo directamente al ojo del Ograrck con una fuerza brutal. Quedando clavado en el ojo de éste. – Alguien ha debido inyectarles alguna sustancia que los ha alterado.
Mi madre era, a día de hoy, la mejor cazadora que conocía. Y por supuesto, tenía un dominio de la magia mucho más alto que el mío, que me había mal acostumbrado a abusar de las ballestas. Por el contrario, su destreza con estas armas era peor que la mía, y las usaba como un mero complemento.
-¿Dónde está Dorian? – le pregunté. Cuando ya había terminado de rematar al Ograrck.
-No lo sé. – Respondió algo cansada. - Le perdí la pista cuando bajamos de la palestra. Lo vi entrar al bosque con Malcolm, persiguiendo a alguien, en dirección a los acantilados. Iba a ir tras él, pero entonces aparecieron los ograrcks. – Miró a todo el caos que se estaba desatando, los gritos de la gente y el caos generalizado – Primero habrá que poner a salvo a toda esta gente inocente. – Y observó todo el caos desatado de nuevo.
-¿Quién crees que ha podido hacer esto? – pregunté.
-Temo que haya sido cosa de tu abuela… - dijo con resignación. Lo cual podría desconcertar un poco a los miembros del grupo. Que no habían oído hablar nunca de Mortagglia.
-De eso tenía que hablar… pero no me has dedicado ni un minuto desde que llegué hace una semana. – le recriminé con enfado. Mucho me iba a pesar aquello si hubiese podido ser solucionado con una mera conversación.
-¡Joder! ¿Te parece el momento de recriminarme las cosas? – me respondió de malas maneras. Tanto mi madre como yo éramos mujeres de carácter - ¡Moveos! Haced algo.
-Iré a buscar a Dorian – dije con resignación. Alejándome del grupo. Saltando por encima de la tarima. Para mí, saber dónde estaba mi maestro era lo más importante, Isabella, Igraine y los demás maestros pronto pondrían orden en la zona de la fiesta.
-¡Iré hacia allí en cuanto acabe el caos! – me gritó volviendo al combate. Lanzó una mirada a mi grupo, al que había dejado atrás – Por favor. Cuidad de mi hija. Es una chica impulsiva que va por encima de sus posibilidades. – les advirtió a Jules, Vincent y Níniel antes de irse corriendo hacia Igraine. Que se encontraba luchando en su forma dracónida contra otro Ograrck.
Yo ya estaba camino al bosque a toda velocidad. Si Mortagglia tenía algo que ver con todo aquello, Dorian era quien más peligro corría con diferencia. Pues ella no tenía intención de hacernos daño a mi madre y a mí, como me demostró en la cueva del segundo pico. Dudaba mucho que la vampiresa se hubiese presentado en persona. Pero seguramente podría haber mandado a alguien. Era prioritario averiguar eso, pero también había que detener a los ograrcks y ver quién los había drogado. También había criaturas de estas en el camino hacia los acantilados, probablemente tendríamos que enfrentarnos a alguno.
-El destino es caprichoso. Últimamente, tiende a emparejarme con los miembros de su familia, señor Calhoun – le dije con tono serio, pero con una ligera mueca de risa – y siempre lo hace con un denominador común. ¿Imaginas cuál? – sonreí y le miré a los ojos – Los problemas. Esperemos que esta vez sea diferente, ¿no? – y envié una sonrisa al grupo con la cabeza ladeada, girando los ojos hacia el tercer miembro del grupo, una mujer bastante pegada al hermano de Elen, y que evitaba mostrar su rostro.
El tal Jules no tardó en hacer su intervención con la misma chulería que había gastado minutos antes, intentando hacerse el gracioso y asegurando que conmigo y con él la cosa iría sobre ruedas. Como si cazar Ograrcks fuera algo sencillo, cuando se trataba de criaturas enormes y muy peligrosas cuando estaban asustadas.
Iba a ser hora de ponerse a caminar hacia el bosque. Los Ograrcks no estaban demasiado lejos y solían vivir en manadas. Aunque por la noche seguramente estarían durmiendo.
-Se supone que tengo que velar por todos vosotros. – dije señalando con el dedo al grupo, sin quitar un ojo de vista a la tímida que permanecía oculta – y cuando digo de todos, es de todos. – continué aumentando el tono de voz y carraspeando al final de esta frase. Mirando al tercer miembro del grupo. Me adelanté hasta la posición de la chica encapuchada, de altura similar a la mía, me puse delante de ella con mi habitual cara de pocos amigos, pues no me gustaba que jugaran conmigo, y busqué su mirada. Yo ya conocía a aquella joven, sí… Era Níniel. La sacerdotisa que había conocido junto al propio Vincent. - ¡Níniel! – exclamé sorprendida. Ver una elfa en territorio brujo era cuanto menos curioso. Ahora entendía por qué se ocultaba. - ¿Qué haces aquí? – Le pregunté. Luego miré a Vincent y recordé que entre ambos ya existían buenas maneras y sonrisas incluso en aquella mina oscura de Wulvufar. – Vale. No hace falta que me lo digas. –
No tardaríamos demasiado en notar un jolgorio. Gritos. Procedentes de la zona donde se encontraba la pira. Pero no precisamente de diversión o de fiesta. Sino más bien de terror. Escapaban de las ruinas en las que nos encontrábamos. Se había desatado el caos. La escena del Ograrck aplastando a un hombre se me iba a quedar grabada en la retina bastante tiempo, para a continuación ver cómo la mesa de comida se levantaba por el pitón del mismo mastodonte. Cayendo sobre otra persona que se encontraba abajo. La gente huía hacia ninguna parte.
Un hombre gritaba hacia nosotros. Indicándonos que no había escapatoria. Ni mucho menos era mi intención huir. Tenía que adivinar qué demonios había pasado allí. Aquello no era ni mucho menos normal – Tenemos que hacer algo – dije incitando a mis compañeros a que me siguieran. Volvimos a las ruinas. Egoístamente, lo que más me importaba en aquel momento era saber qué había ocurrido con los míos.
Me tranquilizó ver a mi madre disparando su ballesta, de una mano y de tamaño intermedio entre mis ballestas pequeñas y la pesada, mientras lanzaba rayos con su otra mano con sus habituales y elegantes giros de muñeca. Isabella utilizaba un estilo de combate bastante distinto al mío. El mío era a dos manos, pues utilizaba la ballesta de mi abuela, salvo cuando utilizaba las ballestas de mano. En cuanto a poderes, únicamente había desarrollado por el momento poderes puramente de viento, nada de electricidad.
-¡Madre! ¿Qué ha ocurrido? – grité, sin tratar de desconcentrarla, para comprobar que había pasado.
-Huracán. Ten cuidado. Este no es el comportamiento habitual de las criaturas. Son seres pacíficos si no se sienten amenazados. .– dijo tomando con telequinesis un árbol caído y enviándolo directamente al ojo del Ograrck con una fuerza brutal. Quedando clavado en el ojo de éste. – Alguien ha debido inyectarles alguna sustancia que los ha alterado.
Mi madre era, a día de hoy, la mejor cazadora que conocía. Y por supuesto, tenía un dominio de la magia mucho más alto que el mío, que me había mal acostumbrado a abusar de las ballestas. Por el contrario, su destreza con estas armas era peor que la mía, y las usaba como un mero complemento.
-¿Dónde está Dorian? – le pregunté. Cuando ya había terminado de rematar al Ograrck.
-No lo sé. – Respondió algo cansada. - Le perdí la pista cuando bajamos de la palestra. Lo vi entrar al bosque con Malcolm, persiguiendo a alguien, en dirección a los acantilados. Iba a ir tras él, pero entonces aparecieron los ograrcks. – Miró a todo el caos que se estaba desatando, los gritos de la gente y el caos generalizado – Primero habrá que poner a salvo a toda esta gente inocente. – Y observó todo el caos desatado de nuevo.
-¿Quién crees que ha podido hacer esto? – pregunté.
-Temo que haya sido cosa de tu abuela… - dijo con resignación. Lo cual podría desconcertar un poco a los miembros del grupo. Que no habían oído hablar nunca de Mortagglia.
-De eso tenía que hablar… pero no me has dedicado ni un minuto desde que llegué hace una semana. – le recriminé con enfado. Mucho me iba a pesar aquello si hubiese podido ser solucionado con una mera conversación.
-¡Joder! ¿Te parece el momento de recriminarme las cosas? – me respondió de malas maneras. Tanto mi madre como yo éramos mujeres de carácter - ¡Moveos! Haced algo.
-Iré a buscar a Dorian – dije con resignación. Alejándome del grupo. Saltando por encima de la tarima. Para mí, saber dónde estaba mi maestro era lo más importante, Isabella, Igraine y los demás maestros pronto pondrían orden en la zona de la fiesta.
-¡Iré hacia allí en cuanto acabe el caos! – me gritó volviendo al combate. Lanzó una mirada a mi grupo, al que había dejado atrás – Por favor. Cuidad de mi hija. Es una chica impulsiva que va por encima de sus posibilidades. – les advirtió a Jules, Vincent y Níniel antes de irse corriendo hacia Igraine. Que se encontraba luchando en su forma dracónida contra otro Ograrck.
Yo ya estaba camino al bosque a toda velocidad. Si Mortagglia tenía algo que ver con todo aquello, Dorian era quien más peligro corría con diferencia. Pues ella no tenía intención de hacernos daño a mi madre y a mí, como me demostró en la cueva del segundo pico. Dudaba mucho que la vampiresa se hubiese presentado en persona. Pero seguramente podría haber mandado a alguien. Era prioritario averiguar eso, pero también había que detener a los ograrcks y ver quién los había drogado. También había criaturas de estas en el camino hacia los acantilados, probablemente tendríamos que enfrentarnos a alguno.
Anastasia Boisson
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
El brujo observó a su espalda, donde antes estaba la pareja dándose amor y observó que ya no había nadie.
- Supongo que nos acabamos de apuntar sin querer-, respondió a la peliblanca. - No te preocupes, no tengo intención de matar ningún animal. No tengo pensado apuntarme en ningún gremio-, sonrió. - Pero ahora que se acerca Huracán podemos hablar con ella y saber que es todo esto.
Esperó en el sitio a que la ballestera se acercara hasta ellos, pues se notó que los había visto por el gesto que hizo antes de bajar.
- ¿A emparejarte con miembros de mi familia? - contestó intrigado a la morena. - Ah bueno, eso es porque los Calhoun somos buena gente y siempre vamos a donde haga falta por ayudar-, intentó parecer que no llevaba un gafe encima con cuestiones de ese tipo. - Salvo cuando yo mismo soy el problema-, bromeó. - Esperemos que esta noche sea tranquila-, asintió a la bruja de aire.
Justo acaba de contestar, cuando de repente un tipo al lado hizo un comentario sobre Huracán y él mismo. Ahora parecía que incluso se encontraba con gente que le quitaba sus frases chulescas, aunque en realidad ese hombre lo había dicho con total seriedad, y el normalmente solo las decía en broma. Menudo flipado.
- Bueno, en realidad nosotros no venimos a compe… -, intentó explicarse, pero de repente un algarabía estalló a su alrededor.
¿Qué cojones está pasando?, se preguntó, pues ya había bastante ruido antes, pero ahora era mucho mayor y de un tipo totalmente distinto. La gente huía de las ruinas druidas, y no sabía por qué, hasta que un Ograrck apareció ante sus ojos.
- ¿Esas cosas era lo que teníamos que cazar? ¿No tenían algo más pequeño para principiantes? No sé, una manticora o un dragón-, ironizó, aunque pronto tuvo que ponerse más serio, pues una de las bestias se cargó a un tipo, y lo había zarandeado como si fuera de papel. Tenían una impresionante fuerza.
Huracán tomó la iniciativa, y el brujo viendo que lo mejor era saber lo que pasaba le hizo caso.
- Jovencita, ¿cómo te llamas? - preguntó a la joven tímida que estaba en el grupo.
- Me llamo Anette Hopkings-,, contestó con evidente miedo. - Yo no sé si estaré a la altura de todo esto que está pasando.,
- Tranquila. Con nosotros estarás segura-, o eso esperaba. - Sigue con nosotros y todo irá-, dijo seguro de sí mismo.
- Con Jules no hay nada que temer preciosa-, comentó el otro hombre, con la que ya le parecía su forma habitual de hablar.
El grupo corrió detrás de Huracán, y el brujo hizo lo propio después de quedarse un poco rezagado, observando el panorama desolador en el que se había convertido la reunión festiva.
- Este tío es la polla-, musitó para sí mismo antes de alcanzar al resto de cazadores.
¿De dónde había salido tremendo elemento? Daba igual, ahora era mejor centrarse en lo que tenían entre las manos si no querían acabar destrozados por una bestia mastodóntica.
Para cuando llegaron hasta Huracán, la morena estaba con otra mujer que demostraba unas habilidades de combate bastante elevadas. Por su edad y poder el rubio no pudo evitar pensar en su madre, y para más casualidad, dedujo por la conversación que era la madre de Huracán.
- Así lo haremos-, dijo con solemnidad a la madre de la morena, aunque por dentro pensaba que de tal palo tal astilla. Sin duda Huracán había salido a su madre en sus maneras impulsivas, o eso le parecía de primera impresión, pues la mujer no tardó nada en lanzarse a la batalla contra otra criatura.
El cuarteto corrió detrás de la bruja de aire que se había internado en el bosque. Por lo que había oído de la conversación entre las mujeres debían encontrar a dos personas llamadas Dorian y Malcolm. Fueran quienes fuesen esas personas, sin duda debían ser importantes, pues Huracán había salido disparada en su búsqueda.
El brujo se paró un segundo a escuchar a su alrededor, pues creyó escuchar ruido entre el follaje, pero al tantear la zona no vio ni volvió a escuchar nada. Sin embargo, algo en su fuero interno le decía que algo iba mal. Algo más allá de los Ograrck claro.
- ¿Ocurre algo? - comentó la chica tímida parándose a su lado.
- No lo sé-, dijo sin poder concretar nada. - Mantente junto Níniel, la chica que está encapuchada. Es poderosa-, solo acertó a decirle.
No podía alarmarla en falso, pues no sabía si había algo que temer más allá de los ograrck, pero sí que podía hacer que estuviera con la persona con la que estaría más segura de todo el grupo.
Volvieron a ponerse en marcha, siguiendo el rastro de Huracán, que parecía que había volado en ver de correr. Sin duda era ágil esa chica. Estaba alcanzando un claro, y curiosamente pudo apreciar en la lejanía a un hombre atado en un árbol del límite del bosque. Justo al otro lado del claro. No lo había visto en su vida, pero el rubio estaba seguro de que sería alguno de los dos hombres que había mencionado Huracán.
Vincent desenvainó su espada y rechazó el ataque de una daga justo a tiempo.
- Menuda mierda de emboscada-, gritó al hombre que lo había atacado, dándole una patada a otro antes de que interviniera. - Desde cuando los ograrck atan a las personas-, razonó con los asaltantes dando un golpe de espada que hizo retroceder al primero de los atacantes.
- Pronto averiguarás lo mal que emboscamos maldito imbécil-, respondió el que había sido pateado. Abriendo mucho la boca y mostrando sus largos colmillos.
¿Vampiros? ¿En la islas Illidenses? Eran muy osados o muy estúpidos, o ambas cosas como le demostró el brujo al idiota que había hablado. El rápido chasquido de sus dedos sobre el pedernal fue tan rápido, que cuando el insensato quiso darse cuenta, estaba envuelto en llamas por la bola de fuego que le lanzó.
Su compañero, quedó un momento paralizado, más no duró mucho y volvió a cargar con su daga. Para el rubio fue fácil desarmarlo con su propio acero, pero no pudo evitar que el vampiro lo cogiera por los hombros y acabaran los dos en el suelo. El hombre lo aferró contra el suelo, e intentó morderle, aunque al menos había podido interponer su espada entre su cuello y el enemigo que lo acosaba.
De repente sintió calor en su pecho, y notó que provenía d un líquido caliente que lo comenzaba a empapar. El vampiro entre estertores comenzó a morir sobre su cuerpo, así que lo echó a un lado.
- Te lo dije. Conmigo estáis a salvo-, dijo con una sonrisa el cazador, mientras le ofrecía la mano a Vinc para ayudarlo a levantarse.
El brujo aceptó la ayuda de Jules y al incorporarse miró a su alrededor.
- Gracias por la ayuda. Tenemos que encontrar a Huracán y sacar a ese tipo de aquí. Será una trampa pero no nos queda más pelotas que hacerlo si queremos que sobreviva-, comentó al grupo.
Esto no había hecho nada más que comenzar. La noche iba a ser larga. Algún día tendría que averiguar cómo conseguía meterse en tantos líos.
- Supongo que nos acabamos de apuntar sin querer-, respondió a la peliblanca. - No te preocupes, no tengo intención de matar ningún animal. No tengo pensado apuntarme en ningún gremio-, sonrió. - Pero ahora que se acerca Huracán podemos hablar con ella y saber que es todo esto.
Esperó en el sitio a que la ballestera se acercara hasta ellos, pues se notó que los había visto por el gesto que hizo antes de bajar.
- ¿A emparejarte con miembros de mi familia? - contestó intrigado a la morena. - Ah bueno, eso es porque los Calhoun somos buena gente y siempre vamos a donde haga falta por ayudar-, intentó parecer que no llevaba un gafe encima con cuestiones de ese tipo. - Salvo cuando yo mismo soy el problema-, bromeó. - Esperemos que esta noche sea tranquila-, asintió a la bruja de aire.
Justo acaba de contestar, cuando de repente un tipo al lado hizo un comentario sobre Huracán y él mismo. Ahora parecía que incluso se encontraba con gente que le quitaba sus frases chulescas, aunque en realidad ese hombre lo había dicho con total seriedad, y el normalmente solo las decía en broma. Menudo flipado.
- Bueno, en realidad nosotros no venimos a compe… -, intentó explicarse, pero de repente un algarabía estalló a su alrededor.
¿Qué cojones está pasando?, se preguntó, pues ya había bastante ruido antes, pero ahora era mucho mayor y de un tipo totalmente distinto. La gente huía de las ruinas druidas, y no sabía por qué, hasta que un Ograrck apareció ante sus ojos.
- ¿Esas cosas era lo que teníamos que cazar? ¿No tenían algo más pequeño para principiantes? No sé, una manticora o un dragón-, ironizó, aunque pronto tuvo que ponerse más serio, pues una de las bestias se cargó a un tipo, y lo había zarandeado como si fuera de papel. Tenían una impresionante fuerza.
Huracán tomó la iniciativa, y el brujo viendo que lo mejor era saber lo que pasaba le hizo caso.
- Jovencita, ¿cómo te llamas? - preguntó a la joven tímida que estaba en el grupo.
- Me llamo Anette Hopkings-,, contestó con evidente miedo. - Yo no sé si estaré a la altura de todo esto que está pasando.,
- Tranquila. Con nosotros estarás segura-, o eso esperaba. - Sigue con nosotros y todo irá-, dijo seguro de sí mismo.
- Con Jules no hay nada que temer preciosa-, comentó el otro hombre, con la que ya le parecía su forma habitual de hablar.
El grupo corrió detrás de Huracán, y el brujo hizo lo propio después de quedarse un poco rezagado, observando el panorama desolador en el que se había convertido la reunión festiva.
- Este tío es la polla-, musitó para sí mismo antes de alcanzar al resto de cazadores.
¿De dónde había salido tremendo elemento? Daba igual, ahora era mejor centrarse en lo que tenían entre las manos si no querían acabar destrozados por una bestia mastodóntica.
Para cuando llegaron hasta Huracán, la morena estaba con otra mujer que demostraba unas habilidades de combate bastante elevadas. Por su edad y poder el rubio no pudo evitar pensar en su madre, y para más casualidad, dedujo por la conversación que era la madre de Huracán.
- Así lo haremos-, dijo con solemnidad a la madre de la morena, aunque por dentro pensaba que de tal palo tal astilla. Sin duda Huracán había salido a su madre en sus maneras impulsivas, o eso le parecía de primera impresión, pues la mujer no tardó nada en lanzarse a la batalla contra otra criatura.
El cuarteto corrió detrás de la bruja de aire que se había internado en el bosque. Por lo que había oído de la conversación entre las mujeres debían encontrar a dos personas llamadas Dorian y Malcolm. Fueran quienes fuesen esas personas, sin duda debían ser importantes, pues Huracán había salido disparada en su búsqueda.
El brujo se paró un segundo a escuchar a su alrededor, pues creyó escuchar ruido entre el follaje, pero al tantear la zona no vio ni volvió a escuchar nada. Sin embargo, algo en su fuero interno le decía que algo iba mal. Algo más allá de los Ograrck claro.
- ¿Ocurre algo? - comentó la chica tímida parándose a su lado.
- No lo sé-, dijo sin poder concretar nada. - Mantente junto Níniel, la chica que está encapuchada. Es poderosa-, solo acertó a decirle.
No podía alarmarla en falso, pues no sabía si había algo que temer más allá de los ograrck, pero sí que podía hacer que estuviera con la persona con la que estaría más segura de todo el grupo.
Volvieron a ponerse en marcha, siguiendo el rastro de Huracán, que parecía que había volado en ver de correr. Sin duda era ágil esa chica. Estaba alcanzando un claro, y curiosamente pudo apreciar en la lejanía a un hombre atado en un árbol del límite del bosque. Justo al otro lado del claro. No lo había visto en su vida, pero el rubio estaba seguro de que sería alguno de los dos hombres que había mencionado Huracán.
Vincent desenvainó su espada y rechazó el ataque de una daga justo a tiempo.
- Menuda mierda de emboscada-, gritó al hombre que lo había atacado, dándole una patada a otro antes de que interviniera. - Desde cuando los ograrck atan a las personas-, razonó con los asaltantes dando un golpe de espada que hizo retroceder al primero de los atacantes.
- Pronto averiguarás lo mal que emboscamos maldito imbécil-, respondió el que había sido pateado. Abriendo mucho la boca y mostrando sus largos colmillos.
¿Vampiros? ¿En la islas Illidenses? Eran muy osados o muy estúpidos, o ambas cosas como le demostró el brujo al idiota que había hablado. El rápido chasquido de sus dedos sobre el pedernal fue tan rápido, que cuando el insensato quiso darse cuenta, estaba envuelto en llamas por la bola de fuego que le lanzó.
Su compañero, quedó un momento paralizado, más no duró mucho y volvió a cargar con su daga. Para el rubio fue fácil desarmarlo con su propio acero, pero no pudo evitar que el vampiro lo cogiera por los hombros y acabaran los dos en el suelo. El hombre lo aferró contra el suelo, e intentó morderle, aunque al menos había podido interponer su espada entre su cuello y el enemigo que lo acosaba.
De repente sintió calor en su pecho, y notó que provenía d un líquido caliente que lo comenzaba a empapar. El vampiro entre estertores comenzó a morir sobre su cuerpo, así que lo echó a un lado.
- Te lo dije. Conmigo estáis a salvo-, dijo con una sonrisa el cazador, mientras le ofrecía la mano a Vinc para ayudarlo a levantarse.
El brujo aceptó la ayuda de Jules y al incorporarse miró a su alrededor.
- Gracias por la ayuda. Tenemos que encontrar a Huracán y sacar a ese tipo de aquí. Será una trampa pero no nos queda más pelotas que hacerlo si queremos que sobreviva-, comentó al grupo.
Esto no había hecho nada más que comenzar. La noche iba a ser larga. Algún día tendría que averiguar cómo conseguía meterse en tantos líos.
Vincent Calhoun
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Jules pareció sorprendido por el hecho de que Huracán conociera a Vincent y a más miembros de su familia y lo tratara con aquel aire de cierta deferencia, casi con tono de respeto y amistad en contraposición con lo fría que se mostraba con él ya que ni se dignó a mirarle tras su arrogante llegada. Y su expresión no mejoró precisamente cuando lo que parecía una bronca a la otra miembro femenina del grupo, lo que consiguió que una leve sonrisa comenzara a dibujarse en su rostro por un momento, acabó también en un reconocimiento bastante más amable de lo que había recibido el aspirante a cazador en toda la noche. Pero si aquel sujeto estaba sorprendido de que al final resultara que todos allí se conocían entre sí salvo él, Níniel no pudo evitar inquietarse porque la cazadora dijera su nombre en voz alta estando rodeados de brujos como estaban e instintivamente se aferró al brazo de Vincent temiendo una fulminante desintegración que no llegó. Parecía que todos los brujos estaban ocupados hablando entre ellos y celebrando aquel acontecimiento como para prestar atención a un nombre élfico exclamado al viento, lo cual permitió que la peliblanca suspirara aliviada tras mirar a Jules el cual tampoco parecía interesado en el nombre si no en el culo de una camarera que pasaba justo en ese momento a su lado.
-¿Por qué miras a Vincent...?.Oh, no, no es lo que parece. Estoy aquí por estudios. De alquimia quiero decir, no estoy estudiando a Vincent ni nada de eso...Aíns, ¿por qué siempre me fallan las palabras en momentos así?.- Respondió la elfa separándose un paso del brujo mirándole avergonzada y tratando de explicarse ante Huracán que parecía haberse llevado la impresión equivocada, lo cual empezaba a ser una costumbre. ¿Estaría Huracán emparentada con los Otrore?.
Fue en ese momento cuando todo empezó y la fiesta dio paso al pánico, el pánico al caos y el caos a un escenario que pronto se asemejó más a un campo de batalla entre hombres y bestias que a la fiesta que fuera apenas unos instantes antes. Los animales causaban muchos destrozos y la peliblanca pudo ver que habían causado ya varias víctimas con su comportamiento destructivo y ciertamente extraño, pues los animales salvajes solían evitar acercarse allí donde había gran número de personas, pero a pesar de su tamaño, eran las personas en su frenético intento por ponerse a salvo las que más daños estaban causando presas del miedo. La peliblanca pudo incluso ver como una bola de fuego descontrolada casi causa una gran desgracia al pasar muy cerca de un grupo de gente antes de impactar contra una de las semiderruidas torres de las ruinas druidas, causando que la magia latente que aún protegía aquellas piedras causara un fogonazo de luz dorada antes de empezar a desmoronarse, por suerte hacia donde no había nadie.
El grupo, al que se había unido una nueva miembro durante el caos inicial, decidió hacerle caso a Huracán y a pesar del peligro la siguió al interior de los muros donde la cosa estaba aún peor al tratarse de un espacio casi del todo cerrado del que era más difícil entrar o salir. Allí una de las brujas que ocupara un lugar de honor sobre el escenario de madera durante el discurso conseguía de forma bastante espectacular mantener a raya a los Ograrcks con el mismo tipo de magia que viera usar a la hermana de Vincent y no solo eso, también había una majestuosa semi-dragona que mantenía un combate igualado con otra de aquellas masas de musculo, piel petrea y mala leche.
A pesar de lo terrible que resultaba todo aquello, Huracán y la que resultó ser su madre, lo cual explicaba muchas cosas, intercambiaron una corta conversación de la que la peliblanca no entendió buena parte. Menciones a un tal Dorian, alguien importante por lo visto que había desaparecido justo antes del ataque persiguiendo a alguien. Sospechas, más que fundadas, de que fuera un ataque orquestado ni más ni menos por la abuela de Huracán usando alguna sustancia en las bestias...Y Níniel se quejaba de que su abuela paterna la estirara de los mofletes incluso tras alcanzar la mayoría de edad...Y al final un curso de acción a seguir. Ellos irían a por aquel tal Dorian mientras la madre controlaba las cosas por allí. Desde luego no lo iba a tener nada fácil.
Por supuesto Níniel se preguntó por qué debería aceptar meterse en aquel embrollo que resultaba de largo mucho peor aún del que era postularse para un clan de caza-vampiros sin querer. Pero Vincent era incapaz de decir que no a un problema, y cuanto más grande mejor por lo que se veía, claro que su valentía y su disposición para ayudar eran cosas que a la elfa le gustaban de él. Además su madre contaba con ella para cuidarlo, no podía dejarle ir solo y tampoco que Huracán se enfrentara sola a ¿Su abuela?. Así pues fue tras ellos. -Alguien tendrá que cuidar de vosotros...-
Su destino fue el bosque cercano y una vez dentro hicieron falta solo unas pocas decenas de metros para el ruido del combate que dejaban atrás comenzara a sonar cada vez más amortiguado hasta dejar de ser audible por completo y ser sustituido por un silencio impropio de un lugar que debería de albergar infinidad de formas de vida. Un silencio semejante en un lugar como aquel con lo que estaba pasando fuera solo significaba una cosa, más problemas. Por ello cuando Vincent se detuvo de repente a la peliblanca no la pilló por sorpresa, aunque sí a Anette que a pesar del peligro no les había abandonado.
-La naturaleza rara vez es tan callada, este silencio es una advertencia, deberíamos tener cuidado.- Comentó la peliblanca ante las dudas del rubio, agachándose y sin dejar de moverse para no ser un blanco fácil. Puede que fuese una sacerdotisa y que pasara más tiempo estudiando que corriendo por el bosque, pero aún así, aunque fuera un bosque diferente al suyo, en él se sentía fuerte. A árboles mucho mayores había trepado y mayores espesuras había recorrido sin perderse. Ojalá su prima Chandra estuviera allí con ella. Sus sentidos eran agudos como pocos y aquellos que lograban eludir sus flechas caían ante su espada. Ella no era tan buena, por ello resultó sorprendente que Vincent le confiara el bienestar de Anette llamándola "poderosa". Podía curar casi cualquier herida, eso si era cierto, pero "poderosa" no se lo había llamado nunca nadie. Ashara Thenidiel era poderosa pues era una con la naturaleza, mucho debía llover para que Níniel llegara siquiera a acercarse un poco a algo así. A pesar de ello la peliblanca sonrió a Anette para reconfortarla y esta a su vez devolvió la sonrisa asintiendo y continuando la carrera en pos de Huracán a su lado. Con la velocidad de la cazadora y la pausa la distancia entre el grupo y ella se había ampliado hasta el punto de no poder verla y su rastro, como era de esperar en alguien de su profesión, resultaba complicado de seguir.
-Creo que no ha venido por aquí, debió de girar a la derecha en el último cruce de senderos.- Trató de advertir al brujo deteniéndose al ver en la lejanía lo mismo que Vincent y sabiendo claramente que aquello no pintaba nada bien justo en el momento en el que de entre los árboles y la maleza surgían varios enemigos que a pesar de las palabras chulescas del brujo sobre la calidad de su emboscada les tenían rodeados y les igualaban en número. Dos de los atacantes fueron a por Vincent, otro para Jules y el último parecía considerar que se bastaba solito para enfrentar a los dos mujeres encapuchadas.
Anette, asustada echó hacia atrás su capa de viaje y desenfundó una ballesta de mano de hermosa factura y que parecía adornada con plata, parecía el arma de un noble. Apuntó rápidamente al atacante y disparó el virote que se perdió entre los árboles muy lejos de su objetivo, el cual esbozó una sonrisa de superioridad que dejó a la vista los grandes colmillos que lo identificaban inequívocamente como un vampiro. -Me voy a divertir mucho con vosotras antes de mataros.-Dijo abalanzándose sobre Anette y colocándose encima suyo tratando de rasgar con sus manos sus ropas ignorando a la peliblanca por un instante el cual aprovechó para golpearle con el bastón, aunque al estar tapado no consiguió hacerle daño y solo confirmar lo que el chupasangres parecía creer, que ninguna suponía una amenaza. -Tranquila, luego será tu turno, me gustan peleonas.-
Ante aquello la elfa no lo dudó, sabía que al hacerlo Jules sabría que no era una bruja si no una hija del bosque pero no le importaba, no iba a dejar que ese engendro tocara ni un segundo más a Anette. Canalizando su magia a través del bastón la tela que ocultaba su forma se desprendió mostrando la figura del dragón del clan Thenidiel iluminado de manera amenazante. El vampiro se retiró varios pasos de repente, temeroso de la luz pero no era a la luz a lo que debía temer. Con una silenciosa súplica a sus dioses Níniel uso sus habilidades mágicas para aumentar su destreza y la de Anette comenzando ambas a emitir un tenue brillo como testigo de la presencia de magia en ellas. -No has escogido tan bien a tu adversaria como te piensas vampiro, ¿creés que eres el primero de tu calaña al que me enfrento?.-
-¿Qué magia es esa?¿ Luz?...Jaja, me habías asustado. Está bien, ya lo entiendo, tienes tantas ganas de ser la primera que no puedes esperar a que acabe con tu amiga...Vale. Eso también me gusta.- El vampiro se preparó para cargar y sus uñas comenzaron a crecer hasta convertirse cada una en una pequeña garra. Níniel ya había visto aquello antes, a través de esas uñas los vampiros podían absorber la sangre de sus víctimas como si usasen los colmillos. -Qué no te toque con esas uñas, confía en tus habilidades, coge esa arma tuya y disparale.- Le indicó a su joven compañera que sorprendida por el hecho de estar brillando y de sentirse de repente extrañamente ligera tardó un instante en asentir y empezar a recargar la ballesta. Lo hizo tan rápido en comparación con la escasa soltura mostrada antes que la tuvo lista antes de que el enemigo pudiera acercarse, causando que éste tratara de saltar a un lado para esquivar el virote que le dió en la pierna. -Otra- Indicó la peliblanca interponiéndose entre el herido adversario que aún así trataba de seguir luchando y lo lograba con bastante tino. La peliblanca tomó la posición defensiva que Alanna le enseñó y con su aumentada destreza bloqueó todos los intentos del vampiro por herirla. Era tan lento en comparación a ella y estaba tan sorprendido ante aquello que no fue nada complicado mandarlo al suelo donde Anette le disparó a placer atravesándole la cabeza.
Con aquel muerto y con sus compañeros también victoriosos parecía que habían conseguido eludir la emboscada y, por el momento el peligro por lo que ambas jóvene se acercaron hasta los demás con Níniel especialmente pendiente de qué dirían aquellos brujos sobre su uso de una magia tan poco...Brujeril, aunque quizá antes deberían tratar de desatar a aquel pobre hombre del árbol, si era uno de los líderes de los cazadores no era bueno hacerle esperar.
-¿Por qué miras a Vincent...?.Oh, no, no es lo que parece. Estoy aquí por estudios. De alquimia quiero decir, no estoy estudiando a Vincent ni nada de eso...Aíns, ¿por qué siempre me fallan las palabras en momentos así?.- Respondió la elfa separándose un paso del brujo mirándole avergonzada y tratando de explicarse ante Huracán que parecía haberse llevado la impresión equivocada, lo cual empezaba a ser una costumbre. ¿Estaría Huracán emparentada con los Otrore?.
Fue en ese momento cuando todo empezó y la fiesta dio paso al pánico, el pánico al caos y el caos a un escenario que pronto se asemejó más a un campo de batalla entre hombres y bestias que a la fiesta que fuera apenas unos instantes antes. Los animales causaban muchos destrozos y la peliblanca pudo ver que habían causado ya varias víctimas con su comportamiento destructivo y ciertamente extraño, pues los animales salvajes solían evitar acercarse allí donde había gran número de personas, pero a pesar de su tamaño, eran las personas en su frenético intento por ponerse a salvo las que más daños estaban causando presas del miedo. La peliblanca pudo incluso ver como una bola de fuego descontrolada casi causa una gran desgracia al pasar muy cerca de un grupo de gente antes de impactar contra una de las semiderruidas torres de las ruinas druidas, causando que la magia latente que aún protegía aquellas piedras causara un fogonazo de luz dorada antes de empezar a desmoronarse, por suerte hacia donde no había nadie.
El grupo, al que se había unido una nueva miembro durante el caos inicial, decidió hacerle caso a Huracán y a pesar del peligro la siguió al interior de los muros donde la cosa estaba aún peor al tratarse de un espacio casi del todo cerrado del que era más difícil entrar o salir. Allí una de las brujas que ocupara un lugar de honor sobre el escenario de madera durante el discurso conseguía de forma bastante espectacular mantener a raya a los Ograrcks con el mismo tipo de magia que viera usar a la hermana de Vincent y no solo eso, también había una majestuosa semi-dragona que mantenía un combate igualado con otra de aquellas masas de musculo, piel petrea y mala leche.
A pesar de lo terrible que resultaba todo aquello, Huracán y la que resultó ser su madre, lo cual explicaba muchas cosas, intercambiaron una corta conversación de la que la peliblanca no entendió buena parte. Menciones a un tal Dorian, alguien importante por lo visto que había desaparecido justo antes del ataque persiguiendo a alguien. Sospechas, más que fundadas, de que fuera un ataque orquestado ni más ni menos por la abuela de Huracán usando alguna sustancia en las bestias...Y Níniel se quejaba de que su abuela paterna la estirara de los mofletes incluso tras alcanzar la mayoría de edad...Y al final un curso de acción a seguir. Ellos irían a por aquel tal Dorian mientras la madre controlaba las cosas por allí. Desde luego no lo iba a tener nada fácil.
Por supuesto Níniel se preguntó por qué debería aceptar meterse en aquel embrollo que resultaba de largo mucho peor aún del que era postularse para un clan de caza-vampiros sin querer. Pero Vincent era incapaz de decir que no a un problema, y cuanto más grande mejor por lo que se veía, claro que su valentía y su disposición para ayudar eran cosas que a la elfa le gustaban de él. Además su madre contaba con ella para cuidarlo, no podía dejarle ir solo y tampoco que Huracán se enfrentara sola a ¿Su abuela?. Así pues fue tras ellos. -Alguien tendrá que cuidar de vosotros...-
Su destino fue el bosque cercano y una vez dentro hicieron falta solo unas pocas decenas de metros para el ruido del combate que dejaban atrás comenzara a sonar cada vez más amortiguado hasta dejar de ser audible por completo y ser sustituido por un silencio impropio de un lugar que debería de albergar infinidad de formas de vida. Un silencio semejante en un lugar como aquel con lo que estaba pasando fuera solo significaba una cosa, más problemas. Por ello cuando Vincent se detuvo de repente a la peliblanca no la pilló por sorpresa, aunque sí a Anette que a pesar del peligro no les había abandonado.
-La naturaleza rara vez es tan callada, este silencio es una advertencia, deberíamos tener cuidado.- Comentó la peliblanca ante las dudas del rubio, agachándose y sin dejar de moverse para no ser un blanco fácil. Puede que fuese una sacerdotisa y que pasara más tiempo estudiando que corriendo por el bosque, pero aún así, aunque fuera un bosque diferente al suyo, en él se sentía fuerte. A árboles mucho mayores había trepado y mayores espesuras había recorrido sin perderse. Ojalá su prima Chandra estuviera allí con ella. Sus sentidos eran agudos como pocos y aquellos que lograban eludir sus flechas caían ante su espada. Ella no era tan buena, por ello resultó sorprendente que Vincent le confiara el bienestar de Anette llamándola "poderosa". Podía curar casi cualquier herida, eso si era cierto, pero "poderosa" no se lo había llamado nunca nadie. Ashara Thenidiel era poderosa pues era una con la naturaleza, mucho debía llover para que Níniel llegara siquiera a acercarse un poco a algo así. A pesar de ello la peliblanca sonrió a Anette para reconfortarla y esta a su vez devolvió la sonrisa asintiendo y continuando la carrera en pos de Huracán a su lado. Con la velocidad de la cazadora y la pausa la distancia entre el grupo y ella se había ampliado hasta el punto de no poder verla y su rastro, como era de esperar en alguien de su profesión, resultaba complicado de seguir.
-Creo que no ha venido por aquí, debió de girar a la derecha en el último cruce de senderos.- Trató de advertir al brujo deteniéndose al ver en la lejanía lo mismo que Vincent y sabiendo claramente que aquello no pintaba nada bien justo en el momento en el que de entre los árboles y la maleza surgían varios enemigos que a pesar de las palabras chulescas del brujo sobre la calidad de su emboscada les tenían rodeados y les igualaban en número. Dos de los atacantes fueron a por Vincent, otro para Jules y el último parecía considerar que se bastaba solito para enfrentar a los dos mujeres encapuchadas.
Anette, asustada echó hacia atrás su capa de viaje y desenfundó una ballesta de mano de hermosa factura y que parecía adornada con plata, parecía el arma de un noble. Apuntó rápidamente al atacante y disparó el virote que se perdió entre los árboles muy lejos de su objetivo, el cual esbozó una sonrisa de superioridad que dejó a la vista los grandes colmillos que lo identificaban inequívocamente como un vampiro. -Me voy a divertir mucho con vosotras antes de mataros.-Dijo abalanzándose sobre Anette y colocándose encima suyo tratando de rasgar con sus manos sus ropas ignorando a la peliblanca por un instante el cual aprovechó para golpearle con el bastón, aunque al estar tapado no consiguió hacerle daño y solo confirmar lo que el chupasangres parecía creer, que ninguna suponía una amenaza. -Tranquila, luego será tu turno, me gustan peleonas.-
Ante aquello la elfa no lo dudó, sabía que al hacerlo Jules sabría que no era una bruja si no una hija del bosque pero no le importaba, no iba a dejar que ese engendro tocara ni un segundo más a Anette. Canalizando su magia a través del bastón la tela que ocultaba su forma se desprendió mostrando la figura del dragón del clan Thenidiel iluminado de manera amenazante. El vampiro se retiró varios pasos de repente, temeroso de la luz pero no era a la luz a lo que debía temer. Con una silenciosa súplica a sus dioses Níniel uso sus habilidades mágicas para aumentar su destreza y la de Anette comenzando ambas a emitir un tenue brillo como testigo de la presencia de magia en ellas. -No has escogido tan bien a tu adversaria como te piensas vampiro, ¿creés que eres el primero de tu calaña al que me enfrento?.-
-¿Qué magia es esa?¿ Luz?...Jaja, me habías asustado. Está bien, ya lo entiendo, tienes tantas ganas de ser la primera que no puedes esperar a que acabe con tu amiga...Vale. Eso también me gusta.- El vampiro se preparó para cargar y sus uñas comenzaron a crecer hasta convertirse cada una en una pequeña garra. Níniel ya había visto aquello antes, a través de esas uñas los vampiros podían absorber la sangre de sus víctimas como si usasen los colmillos. -Qué no te toque con esas uñas, confía en tus habilidades, coge esa arma tuya y disparale.- Le indicó a su joven compañera que sorprendida por el hecho de estar brillando y de sentirse de repente extrañamente ligera tardó un instante en asentir y empezar a recargar la ballesta. Lo hizo tan rápido en comparación con la escasa soltura mostrada antes que la tuvo lista antes de que el enemigo pudiera acercarse, causando que éste tratara de saltar a un lado para esquivar el virote que le dió en la pierna. -Otra- Indicó la peliblanca interponiéndose entre el herido adversario que aún así trataba de seguir luchando y lo lograba con bastante tino. La peliblanca tomó la posición defensiva que Alanna le enseñó y con su aumentada destreza bloqueó todos los intentos del vampiro por herirla. Era tan lento en comparación a ella y estaba tan sorprendido ante aquello que no fue nada complicado mandarlo al suelo donde Anette le disparó a placer atravesándole la cabeza.
Con aquel muerto y con sus compañeros también victoriosos parecía que habían conseguido eludir la emboscada y, por el momento el peligro por lo que ambas jóvene se acercaron hasta los demás con Níniel especialmente pendiente de qué dirían aquellos brujos sobre su uso de una magia tan poco...Brujeril, aunque quizá antes deberían tratar de desatar a aquel pobre hombre del árbol, si era uno de los líderes de los cazadores no era bueno hacerle esperar.
Níniel Thenidiel
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Iba corriendo a través de los bosques sin detenerme, rumbo a los acantilados. Saltando troncos y tratando de distinguir algo entre la oscuridad. No era descabellado pensar que alguien podría haber huido hacia allí, pues era una buena ruta tanto de llegada como de escape en barco, ya que al tratarse de una zona apartada y elevada, resultaba difícil que alguien viese barcos acercarse a la costa, evitando así cualquier tipo de alarma.
Encontrar al maestro Dorian se antojaba ahora una prioridad. Mi maestro corría un gravísimo peligro de confirmarse que Mortagglia estaba detrás de todo aquello. Ninguno de mis compañeros consiguió seguirme el ritmo y, pese a que sabía que era mejor ir en grupo, de nuevo mis maneras impulsivas me habían hecho separarme de mis compañeros, con el riesgo que eso conllevaba. Pero no podía esperar por nadie sabiendo que uno de mis seres queridos corría peligro.
Tras unos minutos de intensa caminata por el bosque topándome con un par de ograrcks que iban justo en dirección contraria a la mía, hacia las ruinas donde se encontraba la fiesta. Lo que me hacía pensar en lo mal que lo tendrían que pasar Isabella, Igraine y los demás brujos para controlar la situación. Pero estaba segura de que lo harían. Eran muchos y sabían perfectamente manejarse en situaciones comprometidas.
Continué corriendo hasta que al frente, me encontré la silueta de un hombre alto y de avanzada edad. Con barba y peinado repleto de canas. Estábamos ya relativamente cerca de los acantilados. No había duda. Era el maestro Dorian. Luchando contra un grupo de unas criaturas que parecían ser vampiros, a decir por su tonalidad. Pese a su edad, el maestro aún se defendía considerablemente bien. Eran tres los enemigos.
-¡Ash balla ná! – conjuré mi hechizo de aire básico, haciendo un movimiento hacia delante con el brazo, el poder consistía en una fuerte de aire que simplemente desequilibraría a los enemigos, tirándolos al suelo. Derribé a dos de ellos, mientras Dorian se enfrentaba al tercero, que parecía mucho más fuerte y musculado.
No tardarían en levantarse. Pero me dio tiempo suficiente para propinar, de la que pasaba, una patada en el mentón al de delante, que lo dejaría en el suelo un tiempo más. Tomé una de mis ballestas pequeñas y disparé un par de veces al que estaba más atrás. Dándole de lleno en la cabeza con la punta de plata. Un grito gutural anunció que había pasado a mejor vida.
El que se encontraba a mi espalda, me agarró del pie y me tiró al suelo. Y trató de llegar hasta gatas a mí para tratar de abalanzarse sobre mí. Le propiné una patada en los dientes y me levanté. Él hizo lo mismo. Tomé rápidamente mi ballesta pesada, que estaba cargada y tras quitarle el seguro disparé a bocajarro. El poderoso impulso de mi ballesta empaló al tipo contra un árbol, momento que aproveché para tomar la daga de mi muslo, correr hacia el tipo y atravesar su cuello con un corte fino. Mordiéndome los dientes y reflejando un rostro de enfado, pegando mi cara a la suya. Su sangre salpicó mi cara y parte de mi ropa. Me mantuve unos segundos con los dientes apretados y un rostro de odio. Odio por todo lo que esa
El maestro Dorian también había acabado con el tipo y, tras observar mi cara ensangrentada y mi gesto malhumorado, se acercó a mí para limpiarme con un pañuelo que siempre llevaba, con una sonrisa cariñosa.
-Mi pequeña se hace mayor. – dijo con una sonrisa. Pero yo no estaba para bromas y mi rostro, observando los vampiros muertos, mientras apretaba los dientes, así lo reflejaba. El semblante de Dorian también cambió al fijarse en mí. – No me gusta esa mirada de odio. Hacer esto nunca te debería transmitir sensaciones. Ni desagradables, pues eso limitaría tu trabajo como cazadora. Ni agradables, que en ese caso sería peor.
-¿Crees que es el momento de dar lecciones? – le dije, cambiando la mirada hacia él. Ahora manteniendo el rostro firme. – ¡Todos son unos monstruos! ¡Mira lo que han hecho! – Continué manteniendo el rostro serio.
-La última persona que escuché hablar con una soberbia similar se llamaba igual que tú. – me dijo, en una clara alusión a mi abuela – Y no hace falta que diga cómo acabó. Recuerda que somos profesionales.
Esa frase había ido a doler. No disfrutaba matando vampiros, pero profesaba odio hacia la raza en general. En parte inculcada por las enseñanzas que tuve a lo largo de mi vida. Pero la filosofía del cazador no consistía en matar por matar. Algo que yo jamás hice ni haría. Sino más bien en la profesionalidad. Había que matar únicamente a quien lo mereciera. Y en ningún caso una cacería debería resultar una satisfacción. Eso era algo que teníamos que tener muy claro. Pero los sentimientos es algo difícil de controlar. Yo no era mala persona. Era una fiel amiga de mis amigos, y siempre trataba de ayudar a la gente. Sin embargo, en cierto modo, es cierto que mi odio generalizado hacia la raza hacía que mostrase mi versión más oscura.
La sonrisa de un hombre interrumpió nuestro momento de reflexión. Ambos miramos hacia el tipo. Un hombre fuerte y alto. De unos dos metros. Cubierto con un traje negro y enmascarado, de tal manera que no se podía ver su rostro. Su risa era perturbadora.
-Yo sí que disfrutaré acabando contigo, anciano.– gritó. Con voz ronca y enlatada. Estaba claro que usaba algún tipo de distorsionador para evitar que se le escuchase con su voz original. Lo que daba lugar a una voz tenebrosa y oscura. El tipo daba la sensación de ser el jefe de toda aquella cuadrilla de vampiros. Sin duda era más fuerte y musculoso que todos los anteriores.
-¿Quién eres? – preguntó Dorian. Yo me dediqué a cargar la ballesta pesada con un nuevo virote.
-Sirvo a la Hermandad, donde se me conoce como “El Centinela”. – respondió, manteniendo el rostro aterrador – Soy el siguiente paso en la especie evolutiva, mortales. Y estoy aquí para acabar contigo y llevarme a Huracán. Órdenes directas de Mortagglia. – dijo señalándome. Mientras yo aún recargaba mi ballesta. – Entrégate ahora y podrás evitar que todos tus seres queridos mueran. – ordenó dirigiéndose a mí.
-¡Nunca! – grité y disparé a máxima potencia mi ballesta. Directa al pecho del tipo. Para el colmo, la flecha ni mucho menos le hizo nada. Es más. Rebotó en su cuerpo. Lo que me hizo sorprenderme. Aquel hombre no era un vampiro. Comenzó a reírse.
-¡Estúpida primate! Tu armamento obsoleto no me hará ni un rasguño. - Dijo. Señalándonos con el dedo a los otros cuatro vampiros que estaban con él. - Acabad con el viejo. Y rompedle las piernas a la mujer. La quiero viva.
No sabía qué hacer y estaba totalmente asustada. Más vampiros comenzaron a llegar a la zona. ¿Quién era aquel hombre? ¿Tendría algo que ver todo aquello con los seres encerrados en cápsulas por Mortagglia en la cueva del segundo pico? Aquellos “vampiros” avanzados ya eran más fuertes que los normales a los que me había enfrentado. Si en realidad la Hermanda había conseguido crear super-hombres. Nos enfrentaríamos, de nuevo, a un rival más poderoso que nosotros. ¿Quién era en realidad el Centinela? ¿Estábamos, en realidad, en peligro? Afortunadamente. Parecía ser el único así. El resto parecían ser vampiros clásicos. No obstante. Eran cuatro, además del jefe. Espero que Vincent, Níniel y los demás lleguen pronto.
Encontrar al maestro Dorian se antojaba ahora una prioridad. Mi maestro corría un gravísimo peligro de confirmarse que Mortagglia estaba detrás de todo aquello. Ninguno de mis compañeros consiguió seguirme el ritmo y, pese a que sabía que era mejor ir en grupo, de nuevo mis maneras impulsivas me habían hecho separarme de mis compañeros, con el riesgo que eso conllevaba. Pero no podía esperar por nadie sabiendo que uno de mis seres queridos corría peligro.
Tras unos minutos de intensa caminata por el bosque topándome con un par de ograrcks que iban justo en dirección contraria a la mía, hacia las ruinas donde se encontraba la fiesta. Lo que me hacía pensar en lo mal que lo tendrían que pasar Isabella, Igraine y los demás brujos para controlar la situación. Pero estaba segura de que lo harían. Eran muchos y sabían perfectamente manejarse en situaciones comprometidas.
Continué corriendo hasta que al frente, me encontré la silueta de un hombre alto y de avanzada edad. Con barba y peinado repleto de canas. Estábamos ya relativamente cerca de los acantilados. No había duda. Era el maestro Dorian. Luchando contra un grupo de unas criaturas que parecían ser vampiros, a decir por su tonalidad. Pese a su edad, el maestro aún se defendía considerablemente bien. Eran tres los enemigos.
-¡Ash balla ná! – conjuré mi hechizo de aire básico, haciendo un movimiento hacia delante con el brazo, el poder consistía en una fuerte de aire que simplemente desequilibraría a los enemigos, tirándolos al suelo. Derribé a dos de ellos, mientras Dorian se enfrentaba al tercero, que parecía mucho más fuerte y musculado.
No tardarían en levantarse. Pero me dio tiempo suficiente para propinar, de la que pasaba, una patada en el mentón al de delante, que lo dejaría en el suelo un tiempo más. Tomé una de mis ballestas pequeñas y disparé un par de veces al que estaba más atrás. Dándole de lleno en la cabeza con la punta de plata. Un grito gutural anunció que había pasado a mejor vida.
El que se encontraba a mi espalda, me agarró del pie y me tiró al suelo. Y trató de llegar hasta gatas a mí para tratar de abalanzarse sobre mí. Le propiné una patada en los dientes y me levanté. Él hizo lo mismo. Tomé rápidamente mi ballesta pesada, que estaba cargada y tras quitarle el seguro disparé a bocajarro. El poderoso impulso de mi ballesta empaló al tipo contra un árbol, momento que aproveché para tomar la daga de mi muslo, correr hacia el tipo y atravesar su cuello con un corte fino. Mordiéndome los dientes y reflejando un rostro de enfado, pegando mi cara a la suya. Su sangre salpicó mi cara y parte de mi ropa. Me mantuve unos segundos con los dientes apretados y un rostro de odio. Odio por todo lo que esa
El maestro Dorian también había acabado con el tipo y, tras observar mi cara ensangrentada y mi gesto malhumorado, se acercó a mí para limpiarme con un pañuelo que siempre llevaba, con una sonrisa cariñosa.
-Mi pequeña se hace mayor. – dijo con una sonrisa. Pero yo no estaba para bromas y mi rostro, observando los vampiros muertos, mientras apretaba los dientes, así lo reflejaba. El semblante de Dorian también cambió al fijarse en mí. – No me gusta esa mirada de odio. Hacer esto nunca te debería transmitir sensaciones. Ni desagradables, pues eso limitaría tu trabajo como cazadora. Ni agradables, que en ese caso sería peor.
-¿Crees que es el momento de dar lecciones? – le dije, cambiando la mirada hacia él. Ahora manteniendo el rostro firme. – ¡Todos son unos monstruos! ¡Mira lo que han hecho! – Continué manteniendo el rostro serio.
-La última persona que escuché hablar con una soberbia similar se llamaba igual que tú. – me dijo, en una clara alusión a mi abuela – Y no hace falta que diga cómo acabó. Recuerda que somos profesionales.
Esa frase había ido a doler. No disfrutaba matando vampiros, pero profesaba odio hacia la raza en general. En parte inculcada por las enseñanzas que tuve a lo largo de mi vida. Pero la filosofía del cazador no consistía en matar por matar. Algo que yo jamás hice ni haría. Sino más bien en la profesionalidad. Había que matar únicamente a quien lo mereciera. Y en ningún caso una cacería debería resultar una satisfacción. Eso era algo que teníamos que tener muy claro. Pero los sentimientos es algo difícil de controlar. Yo no era mala persona. Era una fiel amiga de mis amigos, y siempre trataba de ayudar a la gente. Sin embargo, en cierto modo, es cierto que mi odio generalizado hacia la raza hacía que mostrase mi versión más oscura.
La sonrisa de un hombre interrumpió nuestro momento de reflexión. Ambos miramos hacia el tipo. Un hombre fuerte y alto. De unos dos metros. Cubierto con un traje negro y enmascarado, de tal manera que no se podía ver su rostro. Su risa era perturbadora.
-Yo sí que disfrutaré acabando contigo, anciano.– gritó. Con voz ronca y enlatada. Estaba claro que usaba algún tipo de distorsionador para evitar que se le escuchase con su voz original. Lo que daba lugar a una voz tenebrosa y oscura. El tipo daba la sensación de ser el jefe de toda aquella cuadrilla de vampiros. Sin duda era más fuerte y musculoso que todos los anteriores.
-¿Quién eres? – preguntó Dorian. Yo me dediqué a cargar la ballesta pesada con un nuevo virote.
-Sirvo a la Hermandad, donde se me conoce como “El Centinela”. – respondió, manteniendo el rostro aterrador – Soy el siguiente paso en la especie evolutiva, mortales. Y estoy aquí para acabar contigo y llevarme a Huracán. Órdenes directas de Mortagglia. – dijo señalándome. Mientras yo aún recargaba mi ballesta. – Entrégate ahora y podrás evitar que todos tus seres queridos mueran. – ordenó dirigiéndose a mí.
-¡Nunca! – grité y disparé a máxima potencia mi ballesta. Directa al pecho del tipo. Para el colmo, la flecha ni mucho menos le hizo nada. Es más. Rebotó en su cuerpo. Lo que me hizo sorprenderme. Aquel hombre no era un vampiro. Comenzó a reírse.
-¡Estúpida primate! Tu armamento obsoleto no me hará ni un rasguño. - Dijo. Señalándonos con el dedo a los otros cuatro vampiros que estaban con él. - Acabad con el viejo. Y rompedle las piernas a la mujer. La quiero viva.
No sabía qué hacer y estaba totalmente asustada. Más vampiros comenzaron a llegar a la zona. ¿Quién era aquel hombre? ¿Tendría algo que ver todo aquello con los seres encerrados en cápsulas por Mortagglia en la cueva del segundo pico? Aquellos “vampiros” avanzados ya eran más fuertes que los normales a los que me había enfrentado. Si en realidad la Hermanda había conseguido crear super-hombres. Nos enfrentaríamos, de nuevo, a un rival más poderoso que nosotros. ¿Quién era en realidad el Centinela? ¿Estábamos, en realidad, en peligro? Afortunadamente. Parecía ser el único así. El resto parecían ser vampiros clásicos. No obstante. Eran cuatro, además del jefe. Espero que Vincent, Níniel y los demás lleguen pronto.
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Anastasia Boisson
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
La estampida parecía no querer detenerse, aceleraban su paso para adentrarse en el profundo bosque donde el grupo armado había decidido refugiarse, como si oliesen el miedo en su piel y lo hubieran visto en sus ojos, no parecían querer permitir que escapasen con vida, los habían visto, eran sus presas y no los dejarían ir con facilidad alguna aquellos que se habían atrevido a perturbarles eran, a partir de ese momento, su objetivo.
Mientras la estampida hacía temblar el bosque con las fuertes pisadas, los enemigos acechaban a quienes habían querido adentrarse en su territorio. La elfa, que parecía tranquila al ver que había podido eludir la emboscada, encontraría en su camino un nuevo peligro, que le detendría el paso a ella y a su joven acompañante. Una mujer, alta y esbelta, de claro pelo rubio y sonrisa indecente, sentada sobre la rama de un árbol parecía imperturbable a los sucesos. Sin embargo, al ver a dos jóvenes acercarse, descendió con ligereza y su gesto imperturbable.
- Vaya vaya... veo que habéis vencido a los idiotas, lástima, era divertido jugar con ellos.
Con pasos lentos y medidos se acerco a las mujeres frente a ella, y una extraña sombra comenzó a rodearla como si de humo se tratase, el empuje del poder podía sentirse varios metros de distancia, y, claramente, no sería fácil acabar con ella, al fin y al cabo, su dominio no era otro que el de la sombra. En el suelo, de pie sobre donde convergía la oscuridad del cielo y los árboles, dio un ligero giro, como si fuera una niña jugando, y sonrió a las otras dos mujeres que, dentro de esa sombra, no serían capaces de moverse.
- A ver como os deshacéis de mi, de mis sombras, habéis entrado en mi terreno.- Sonrió con una alegría inusitada, que iluminó sus ojos de forma fría, era un cazador que había encontrado a su presa.
Vincent, por su parte, tenía sobre él la estampida, que, al llegar a su frente, se detuvo en seco, empezando a cubrirse de un aura oscura, poco a poco, fusionándose, creciendo en tamaño y nerviosismo, poco a poco, ese grupo de bestias se convertiría en una sola, de un profundo color negro como la más profunda noche, un solo ojo de color rojo sangre y un instinto salvaje. El animal dio una tremenda coz al aire, y una risa clara se escuchó por todos lados mientras el animal comenzaba a correr, en pos del brujo, que, en ese momento, parecía llevar una diana a su espalda.
Huracán, frente a ella, tenía a un duro rival, que, encapuchado, sonreía con suficiencia. Sus palabras fueron ordenes para sus secuaces, que las siguieron al dedillo. Comenzaron a atacar con una rapidez inhumana, logrando alcanzar pronto al hombre, rompiéndole una de las piernas para no dejarlo escapar, mientras intentaban atrapar a la mujer, relamiéndose los labios. Uno de ellos extrajo una espada con aspecto de media luna, ligera y de filo ancho que se iluminaba con el color rojo de los ojos de su propietario. Al ver esto, los demás se alejaron arrastrando al hombre con la pierna fracturada, sonrientes, obligandolo a ver el sádico espectáculo que pronto iban a presenciar.
*Huracán, Níniel y Vincent, pasé por alto la estampida, que fue de por si algo curioso, pero no puedo pasar por alto un enemigo que parece tan poderoso, así que, de momento, tomo el control del tema.
* Níniel, de momento deberás enfrentar a la mujer, no creas que podrás vencerla en un solo post, hagas la acción que hagas, lanza las runas para ver si esta funciona.
*Vincent, en tu caso, será similar al de Níniel, sin embargo, más me preocuparía, si fuera tu, de era risa que no del inmenso animal.
* Huracán, tu contrincante es un espadachín fuerte, al igual que tus compañeros, no te confies.
Mientras la estampida hacía temblar el bosque con las fuertes pisadas, los enemigos acechaban a quienes habían querido adentrarse en su territorio. La elfa, que parecía tranquila al ver que había podido eludir la emboscada, encontraría en su camino un nuevo peligro, que le detendría el paso a ella y a su joven acompañante. Una mujer, alta y esbelta, de claro pelo rubio y sonrisa indecente, sentada sobre la rama de un árbol parecía imperturbable a los sucesos. Sin embargo, al ver a dos jóvenes acercarse, descendió con ligereza y su gesto imperturbable.
- Vaya vaya... veo que habéis vencido a los idiotas, lástima, era divertido jugar con ellos.
Con pasos lentos y medidos se acerco a las mujeres frente a ella, y una extraña sombra comenzó a rodearla como si de humo se tratase, el empuje del poder podía sentirse varios metros de distancia, y, claramente, no sería fácil acabar con ella, al fin y al cabo, su dominio no era otro que el de la sombra. En el suelo, de pie sobre donde convergía la oscuridad del cielo y los árboles, dio un ligero giro, como si fuera una niña jugando, y sonrió a las otras dos mujeres que, dentro de esa sombra, no serían capaces de moverse.
- A ver como os deshacéis de mi, de mis sombras, habéis entrado en mi terreno.- Sonrió con una alegría inusitada, que iluminó sus ojos de forma fría, era un cazador que había encontrado a su presa.
Vincent, por su parte, tenía sobre él la estampida, que, al llegar a su frente, se detuvo en seco, empezando a cubrirse de un aura oscura, poco a poco, fusionándose, creciendo en tamaño y nerviosismo, poco a poco, ese grupo de bestias se convertiría en una sola, de un profundo color negro como la más profunda noche, un solo ojo de color rojo sangre y un instinto salvaje. El animal dio una tremenda coz al aire, y una risa clara se escuchó por todos lados mientras el animal comenzaba a correr, en pos del brujo, que, en ese momento, parecía llevar una diana a su espalda.
Huracán, frente a ella, tenía a un duro rival, que, encapuchado, sonreía con suficiencia. Sus palabras fueron ordenes para sus secuaces, que las siguieron al dedillo. Comenzaron a atacar con una rapidez inhumana, logrando alcanzar pronto al hombre, rompiéndole una de las piernas para no dejarlo escapar, mientras intentaban atrapar a la mujer, relamiéndose los labios. Uno de ellos extrajo una espada con aspecto de media luna, ligera y de filo ancho que se iluminaba con el color rojo de los ojos de su propietario. Al ver esto, los demás se alejaron arrastrando al hombre con la pierna fracturada, sonrientes, obligandolo a ver el sádico espectáculo que pronto iban a presenciar.
*Huracán, Níniel y Vincent, pasé por alto la estampida, que fue de por si algo curioso, pero no puedo pasar por alto un enemigo que parece tan poderoso, así que, de momento, tomo el control del tema.
* Níniel, de momento deberás enfrentar a la mujer, no creas que podrás vencerla en un solo post, hagas la acción que hagas, lanza las runas para ver si esta funciona.
*Vincent, en tu caso, será similar al de Níniel, sin embargo, más me preocuparía, si fuera tu, de era risa que no del inmenso animal.
* Huracán, tu contrincante es un espadachín fuerte, al igual que tus compañeros, no te confies.
*Sed precavidos, sabios, valientes y, sobre todo, que los dioses os acompañen.
Othel
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Jules era un chulo de libro, de los que salían su cara dibujada al lado de la definición en un diccionario. Tanto era así que incluso al rubio le parecía curiosa la idea de que viniera con algún manual adjunto el hombre. No obstante, le había facilitado el trabajo de matar al vampiro que lo tenía contra el suelo con un disparo bastante certero. Sin duda, pese a sus maneras, era un tipo competente, y la precisión con su ballesta era motivo suficiente para que el brujo pensara así. Hasta cierto punto se parecía a él, aunque eso no era algo que reconociera en voz alta.
El rubio se apoyó contra un árbol observando la distancia que lo separaba del hombre atado. Calibrando sus posibilidades de salvarlo sin pelear, llegando a concluir que estas eran cero. Sin embargo tampoco era tan idiota como para atravesar el claro, tendrían que bordear los límites del bosque, donde seguramente habría más vampiros esperando su oportunidad. O puede que los que los habían atacado fueran los únicos.
El sonido a su espalda y elevado de una voz sensual hizo que el brujo se volteara sabiendo que habían encontrado al resto de enemigos antes de lo esperado. Sin duda prefería la segunda opción, la que era desatar al hombre e ir a celebrarlo, pero parecía que las cosas siempre tenían que complicarse. Cuando varios ograrcks le cortaron no pudo más que repetirse que siempre todo tendía a ponerse más problemático a su paso, y ya cuando se fusionaron en un solo animal, pues desistió de volverlo a pensar, ya que parecía que cada vez que lo pensaba pasaba algo peor.
Un inmenso ograrck de lo más inusual se había convertido en su enemigo actual como bien demostró el animal al intentar embestirlo. Vinc lo esquivó por los pelos, cuando una risa inundó el bosque como de una macabra burla. El rubio miró su espada, y luego a la bestia, para finalmente volver a mirar su acero y decidir que su arma era bastante inútil contra algo así. Envainó su espada para tener ambas manos libres para el uso de sus poderes mientras pensaba un plan para abatir al ograrck.
La bestia dio una coz hacia atrás con ambas piernas dando contra un árbol que tembló bajo la fuerza del animal, cuando Jules le clavó una saeta en cuello, que aparte de quedarse alojada allí, no pareció que hubiera servido para algo más que para cabrearlo aún más. El ograrck hizo ademán de ir a por el cazador, pero luego de abalanzarse contra él un momento, decidió cambiar de opinión para ir otra vez contra Vincent.
Sin duda el animal tenía una predilección especial por el rubio, así que sin más remedio dejó el plan que tenía para sí mismo a Jules. El brujo esquivó de nuevo a la bestia que se empotró contra un árbol, dándole unos segundos de respiro.
- Jules, la risa, ya sabes lo que tienes que hacer. Ten cuidado, no todo lo que ves puede ser lo que parece-, le dijo a la vez que asentía con la cabeza. El cazador le devolvió el mismo gesto antes de que el brujo echara a correr. - ¡Níniel volveré tan pronto como pueda!-, gritó alejándose de la batalla.
No le gustaba la idea de dejar a la elfa sola, por lo que le dolía en el alma hacerlo, más cuando sintió al mastodonte detrás suya, con esos pasos escandalosos y arrolladores, dejó esa idea de lado para concentrarse en no morir. Cada vez que lo sentía cerca, zigzagueaba para despistar al animal, que era muy fuerte, pero muy torpe. El que había creado a la bestia no había tenido en cuenta que sumar a los animales no tenía por qué ser mejor, que pese a lo fuertes que eran, tampoco estaban preparados para soportarse tanto peso, ni aunque sus piernas ahora fueran más anchas. Siempre y cuando el ograrck fuese uno solo. Podría ser fácilmente una ilusión y tener a tres pegados a su culo en vez de a uno grande.
De todos modos, la táctica iba bien, pero se estaba cansando rápidamente, así que siguió distrayendo a los ograrck todo el tiempo que pudo. Necesitaba ganar todo el tiempo que pudiera, más el cansancio le decía que tenía que buscar algo que distrajera al animal que no fuera él mismo. Por suerte llegó a donde quería justo a tiempo.
El rubio se dio la vuelta para encarar a su enemigo particular, con el sonido de las olas rompiendo contra la costa. Lo observó a unos cientos de metro caminando, sin duda, la bestia se sabía ganadora al haber acorralado a su presa. El ograrck raspó la tierra del suelo con sus patas delanteras, y cogiendo carrerilla se lanzó contra el brujo. Vinc por su parte chasqueó el pedernal contra sus dedos metálicos generando una chispa que pronto fueron unas bolas de fuego entre sus dedos que lanzó contra la cabeza del animal. Los proyectiles envolvieron de fuego al ograrck, pero no detuvieron ni un milímetro su carrera. Sin embargo hicieron justo lo que quería el rubio, cegarlo y enfurecerlo aún más.
Vinc se dejó caer por el acantilado esperando que el ograrck lo siguiera hasta el fondo. Hacia el abismo
En ese mismo instante, un cazador acechaba a su presa en otra parte del bosque. Unos toques calibraron su ballesta de precisión, justo antes de que una saeta volara hacia si objetivo, demasiado concentrado en sus poderes y en matar a Vincent que había olvidado a Jules.
El rubio se apoyó contra un árbol observando la distancia que lo separaba del hombre atado. Calibrando sus posibilidades de salvarlo sin pelear, llegando a concluir que estas eran cero. Sin embargo tampoco era tan idiota como para atravesar el claro, tendrían que bordear los límites del bosque, donde seguramente habría más vampiros esperando su oportunidad. O puede que los que los habían atacado fueran los únicos.
El sonido a su espalda y elevado de una voz sensual hizo que el brujo se volteara sabiendo que habían encontrado al resto de enemigos antes de lo esperado. Sin duda prefería la segunda opción, la que era desatar al hombre e ir a celebrarlo, pero parecía que las cosas siempre tenían que complicarse. Cuando varios ograrcks le cortaron no pudo más que repetirse que siempre todo tendía a ponerse más problemático a su paso, y ya cuando se fusionaron en un solo animal, pues desistió de volverlo a pensar, ya que parecía que cada vez que lo pensaba pasaba algo peor.
Un inmenso ograrck de lo más inusual se había convertido en su enemigo actual como bien demostró el animal al intentar embestirlo. Vinc lo esquivó por los pelos, cuando una risa inundó el bosque como de una macabra burla. El rubio miró su espada, y luego a la bestia, para finalmente volver a mirar su acero y decidir que su arma era bastante inútil contra algo así. Envainó su espada para tener ambas manos libres para el uso de sus poderes mientras pensaba un plan para abatir al ograrck.
La bestia dio una coz hacia atrás con ambas piernas dando contra un árbol que tembló bajo la fuerza del animal, cuando Jules le clavó una saeta en cuello, que aparte de quedarse alojada allí, no pareció que hubiera servido para algo más que para cabrearlo aún más. El ograrck hizo ademán de ir a por el cazador, pero luego de abalanzarse contra él un momento, decidió cambiar de opinión para ir otra vez contra Vincent.
Sin duda el animal tenía una predilección especial por el rubio, así que sin más remedio dejó el plan que tenía para sí mismo a Jules. El brujo esquivó de nuevo a la bestia que se empotró contra un árbol, dándole unos segundos de respiro.
- Jules, la risa, ya sabes lo que tienes que hacer. Ten cuidado, no todo lo que ves puede ser lo que parece-, le dijo a la vez que asentía con la cabeza. El cazador le devolvió el mismo gesto antes de que el brujo echara a correr. - ¡Níniel volveré tan pronto como pueda!-, gritó alejándose de la batalla.
No le gustaba la idea de dejar a la elfa sola, por lo que le dolía en el alma hacerlo, más cuando sintió al mastodonte detrás suya, con esos pasos escandalosos y arrolladores, dejó esa idea de lado para concentrarse en no morir. Cada vez que lo sentía cerca, zigzagueaba para despistar al animal, que era muy fuerte, pero muy torpe. El que había creado a la bestia no había tenido en cuenta que sumar a los animales no tenía por qué ser mejor, que pese a lo fuertes que eran, tampoco estaban preparados para soportarse tanto peso, ni aunque sus piernas ahora fueran más anchas. Siempre y cuando el ograrck fuese uno solo. Podría ser fácilmente una ilusión y tener a tres pegados a su culo en vez de a uno grande.
De todos modos, la táctica iba bien, pero se estaba cansando rápidamente, así que siguió distrayendo a los ograrck todo el tiempo que pudo. Necesitaba ganar todo el tiempo que pudiera, más el cansancio le decía que tenía que buscar algo que distrajera al animal que no fuera él mismo. Por suerte llegó a donde quería justo a tiempo.
El rubio se dio la vuelta para encarar a su enemigo particular, con el sonido de las olas rompiendo contra la costa. Lo observó a unos cientos de metro caminando, sin duda, la bestia se sabía ganadora al haber acorralado a su presa. El ograrck raspó la tierra del suelo con sus patas delanteras, y cogiendo carrerilla se lanzó contra el brujo. Vinc por su parte chasqueó el pedernal contra sus dedos metálicos generando una chispa que pronto fueron unas bolas de fuego entre sus dedos que lanzó contra la cabeza del animal. Los proyectiles envolvieron de fuego al ograrck, pero no detuvieron ni un milímetro su carrera. Sin embargo hicieron justo lo que quería el rubio, cegarlo y enfurecerlo aún más.
Vinc se dejó caer por el acantilado esperando que el ograrck lo siguiera hasta el fondo. Hacia el abismo
En ese mismo instante, un cazador acechaba a su presa en otra parte del bosque. Unos toques calibraron su ballesta de precisión, justo antes de que una saeta volara hacia si objetivo, demasiado concentrado en sus poderes y en matar a Vincent que había olvidado a Jules.
Vincent Calhoun
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
El miembro 'Vincent Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Cuando tras avanzar apenas unos pasos una voz de mujer instó a ambas jóvenes a detenerse de nuevo y ponerse en guardia antes de conseguir reunirse con Vincent y Jules, Nín pensó que aquella mujer debía de estar loca para revelar su posición con tanta ligereza y descender al suelo donde sería el objetivo de cuatro personas armadas y lo suficiéntemente hábiles como para haberse librado de varios vampiros con éxito. A pesar de ello no se relajó y no permitió que la superioridad numérica la llevara a subestimar a aquella nueva adversaria que tan grácilmente se movía, como si tratara de acompañar teatralmente su voz con los felinos movimientos de su cuerpo. Desde luego estaba claro que la rubia se sentía muy cómoda consigo misma y con la situación, tanto que parecía tomárselo como un juego, uno en el que se creía con toda la ventaja del mundo. Un pensamiento sombrío ocupó los pensamientos de la sacerdotisa en ese momento. ¿Y si no era una víctima de su orgullo y tanta confianza estaban más que justificada?.
Tal y como sospechaba la elfa, las cosas comenzaron a torcerse enseguida cuando un grupo de aquellas moles que parecía haber abandonado las ruinas hizo acto de presencia obligando a los miembros varones del grupo a tener que alejarse antes de poder convertir a aquella mujer en cenizas. Por el modo de sonreír de su adversaria la aparición de aquellas bestias no era algo al azar, ni tampoco lo eran sus objetivos. Era algo con lo que ya contaba y que demostraba que había hecho bien manteniendo la guardia bien alta en todo momento. Ahora solo eran dos y estaban donde la rubia las quería.
-No te des tantos aires chupasangres. Acabarás igual que tus amigos.- Vociferó Anette alzando su ballesta plateada y apuntando a la cabeza de aquella enemiga mientras se acercaba parsimoniosamente a ellas a la vez que su cuerpo se rodeaba de una especie de niebla negra cuya presión se sentía incluso con la rubia a cierta distancia, generando en Níniel una extraña sensación de frío y de peso sobre sus hombros. Su joven compañera, con su victoria anterior y la bendición de Níniel que elevaba su destreza, parecía bastante segura de poder acabar con la recién llegada, aunque también debía de estar teniendo la misma extraña y desagradable sensación que la elfa. Era una suerte que la oponente estuviera tan cerca como para que incluso un niño lo tuviera difícil para fallar...¿Que tramaba aquella mujer?. ¿Por qué iba andando hacia ellas sin la menor intención de parecer querer evitar acabar con la cabeza atravesada?.
Pronto lo descubriría. En cuanto no hubo disparo, ni ningún click, ni el familiar silbido de un virote al viento y la peliblanca tampoco pudo descargar el golpe preparado por si el proyectil fallaba cuando su enemiga estuvo a solo un paso de ellas. Aquella zona de sombras sobre la que estaban no solo resultaba molesta, estaba impidiendo que se movieran. Su teatral bajada del árbol, su lento acercamiento, sus sonrisas, su aparente tranquilidad a pesar de tener una ballesta apuntándola a bocajarro...Desde el primer momento habían caído ya en su trampa y solo necesitó activarla cuando así lo quiso para dejarlas totalmente indefensas. O eso debía pensar mientras se regodeaba en su fácil y rápida victoria mientras giraba a su alrededor mostrando sus afilados colmillos y mirándolas como tratando de decidir a cuál de las dos matar primero.
Níniel no se había dado por vencida y, dispuesta a aprovechar los últimos segundos de su vida en tratar de pensar en cómo salir de aquella situación aunque terminase por ser un intento inútil tuvo una idea. Si aquella vampiresa usaba las sombras para inmovilizarlas, si de algún modo pudieran salir de las sombras podrían volver a moverse. Dado que estaban inmovilizadas eso resultaba imposible, por eso aquella mujer se sabía ya vencedora pero...Sí no podían salir de las sombras...Quizá pudiesen hacer que las sombras retrocedieran. Concentró toda su magia en el extremo de su bastón y esperó el momento en el que los movimientos de la vampira la colocaran de nuevo delante de Anette. Justo entonces creó una bola de luz tan grande y brillante como le fue posible para que iluminara la zona a su alrededor.
Nunca un sonido se le antojó tan hermoso como aquel que escuchó a continuación..."Click".
Níniel Thenidiel ha efectuado 1 lanzada(s) de uno [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] (Runas.) : Tal y como sospechaba la elfa, las cosas comenzaron a torcerse enseguida cuando un grupo de aquellas moles que parecía haber abandonado las ruinas hizo acto de presencia obligando a los miembros varones del grupo a tener que alejarse antes de poder convertir a aquella mujer en cenizas. Por el modo de sonreír de su adversaria la aparición de aquellas bestias no era algo al azar, ni tampoco lo eran sus objetivos. Era algo con lo que ya contaba y que demostraba que había hecho bien manteniendo la guardia bien alta en todo momento. Ahora solo eran dos y estaban donde la rubia las quería.
-No te des tantos aires chupasangres. Acabarás igual que tus amigos.- Vociferó Anette alzando su ballesta plateada y apuntando a la cabeza de aquella enemiga mientras se acercaba parsimoniosamente a ellas a la vez que su cuerpo se rodeaba de una especie de niebla negra cuya presión se sentía incluso con la rubia a cierta distancia, generando en Níniel una extraña sensación de frío y de peso sobre sus hombros. Su joven compañera, con su victoria anterior y la bendición de Níniel que elevaba su destreza, parecía bastante segura de poder acabar con la recién llegada, aunque también debía de estar teniendo la misma extraña y desagradable sensación que la elfa. Era una suerte que la oponente estuviera tan cerca como para que incluso un niño lo tuviera difícil para fallar...¿Que tramaba aquella mujer?. ¿Por qué iba andando hacia ellas sin la menor intención de parecer querer evitar acabar con la cabeza atravesada?.
Pronto lo descubriría. En cuanto no hubo disparo, ni ningún click, ni el familiar silbido de un virote al viento y la peliblanca tampoco pudo descargar el golpe preparado por si el proyectil fallaba cuando su enemiga estuvo a solo un paso de ellas. Aquella zona de sombras sobre la que estaban no solo resultaba molesta, estaba impidiendo que se movieran. Su teatral bajada del árbol, su lento acercamiento, sus sonrisas, su aparente tranquilidad a pesar de tener una ballesta apuntándola a bocajarro...Desde el primer momento habían caído ya en su trampa y solo necesitó activarla cuando así lo quiso para dejarlas totalmente indefensas. O eso debía pensar mientras se regodeaba en su fácil y rápida victoria mientras giraba a su alrededor mostrando sus afilados colmillos y mirándolas como tratando de decidir a cuál de las dos matar primero.
Níniel no se había dado por vencida y, dispuesta a aprovechar los últimos segundos de su vida en tratar de pensar en cómo salir de aquella situación aunque terminase por ser un intento inútil tuvo una idea. Si aquella vampiresa usaba las sombras para inmovilizarlas, si de algún modo pudieran salir de las sombras podrían volver a moverse. Dado que estaban inmovilizadas eso resultaba imposible, por eso aquella mujer se sabía ya vencedora pero...Sí no podían salir de las sombras...Quizá pudiesen hacer que las sombras retrocedieran. Concentró toda su magia en el extremo de su bastón y esperó el momento en el que los movimientos de la vampira la colocaran de nuevo delante de Anette. Justo entonces creó una bola de luz tan grande y brillante como le fue posible para que iluminara la zona a su alrededor.
Nunca un sonido se le antojó tan hermoso como aquel que escuchó a continuación..."Click".
Níniel Thenidiel
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
No sé si era su voz oscura. Su aspecto imponente. O que le hubiese rebotado mi virote. La cuestión es que el autodenominado “Centinela” daba miedo, mucho miedo. Puedo decir que por primera vez desde que era cazadora no había sentía tanto temor de una presa. Y eso se notaba en mí. Que sudaba más de la cuenta. Incluso en la cueva de Mortagglia me sentía más “protegida”, en parte por la presencia de mi abuela que no tenía intención de hacerme daño, aunque era el terror en persona, tal y como había demostrado enviando a aquellos salvajes a la isla,
Sin un segundo más de demora, los secuaces del tipo rápidamente acataron sus órdenes y nos atacaron a mí y a Dorian. Al que no tardaron en derrotar, probablemente partiéndole la pierna.
-¡No! ¡Malnacidos! – Exclamé mientras me mordía los labios con el ceño fruncido. Mi maestro, aunque había sido un gran cazador, era ya demasiado anciano para pelearse contra ellos. Sus gritos de dolor eran evidentes. Iba a sacarles las tripas a esos hijos de puta como tuviese la oportunidad para ello.
Aproveché las risas del Centinela para cargar una nueva flecha. Le lancé una mirada de odio al tipo. Respiraba fuerte. Estaba muy enfadada y dispuesta a lo que hiciera falta y no dejaría atrás a mi maestro, que estaba siendo arrastrado por tres de sus secuaces, apoyándolo contra un árbol, obligándolo a ver el combate. Mientras el Centinela y otro vampiro más observaban. Este último sacó una espada enorme de color rojizo y pasó su lengua por el filo de ésta. Sangrando y relamiéndose su propia sangre. Mostrando una mirada psicópata. Daba lugar a una situación muy macabra. Puse una afectiva cara de asco.
-¡Pagarás por esto, desgraciado! – juré. Terminando de cargar la ballesta con un virote, y tensándola al máximo.
-¿Quién es ahora el cazador? – preguntó retóricamente entre risas, con su tenebrosa voz. – Lady Mortagglia la quiere viva. – advirtió al vampiro espadachín.
El Centinela se dio la vuelta riéndose con soberbia, junto a tres de sus secuaces y partió en dirección hacia los acantilados, que no estaban demasiado lejos, donde se encontraría su barco. Pronto les perdería la vista. Sin embargo, el espadachín permanecía en mi camino tras ellos.
-¿Quieres entregarte? – me preguntó haciendo eses con su espada. Para demostrarme que era un tipo habilidoso.
-Anastasia. Por favor. Huye. Son demasiado poderosos– me suplicó Dorian, apoyado contra el árbol y llevándose la mano a su pierna rota. Muerta de dolor.
-Puede que lo sean. Pero no te abandonaré. Jamás. – le aseguré, centrándome en el tipo, que parecía ágil. No podía confiarme. Verdaderamente tenía dudas de mis posibilidades de salir victoriosa en aquel combate. Pero iba a darlo todo. – Correremos el mismo destino. – sentencié. El maestro Dorian era, junto a mi madre, la persona que más quería en este mundo. Y por nada iba a dejarle solo.
-Así sea, cazadora. – dijo el tipo, poniéndose en posición de ataque.
Se lanzó a por mí tratando de realizarme un fuerte corte a la altura de la cintura, pero salté en horizontal hacia mi costado derecho. Volvió a tratar de acertarme con su espada y, de nuevo, lo esquivé. El tipo era ágil. Muy ágil. Y riéndose macabramente. Parecía estar jugando conmigo.
Fui esquivándole como pude sucesivamente, sus constantes golpes. Yo también era muy rápida. Aunque no sé si tanto como el vampiro. En uno de sus gestos de soberbia, el tipo lanzó su espada al aire, la sujetó por la parte del filo y me dio con el mango un sonoro golpe en la mandíbula.
Caí al suelo a cuatro patas. Escupí. Me había hecho algo de sangre en la boca. Aunque no me había dado demasiado fuerte. Sin mirar al tipo, observé a ambos lados, mi ballesta había caído justo a la derecha, y a la izquierda tenía un roble.
-Jajajaja – reía el tipo como si fuera una hiena, sorbiendo la sangre que había salido de sus manos, fruto de haber cogido el arma por el filo. Creyéndose enfrentarse a una rival asequible. Era un tipo poderoso y entrenado. Pero también un sobrado. Y tal vez podría aprovecharme de eso.
Esta vez con la espada cogida por el mango, se lanzó a por mí, tratando de hacerme un corte vertical directo a mi espalda. Yo, con el oído fino, sin poder verle, di en el momento justo un giro a la derecha, tomé mi ballesta.
-¡Ash balla ná! – grité estirando la otra mano, generando una fuerte corriente de aire hacia el tipo, que lo hizo estamparse contra el árbol- ¡Muere hijo de puta! – Y con precocidad coloqué la ballesta en mi hombro, cerré el ojo para apuntar rápidamente y disparé. Estaba por ver si conseguía dejar empalado al vampiro contra el árbol. Solo esperaba que no fuese lo suficientemente rápido como para esquivar la flecha.
Sin un segundo más de demora, los secuaces del tipo rápidamente acataron sus órdenes y nos atacaron a mí y a Dorian. Al que no tardaron en derrotar, probablemente partiéndole la pierna.
-¡No! ¡Malnacidos! – Exclamé mientras me mordía los labios con el ceño fruncido. Mi maestro, aunque había sido un gran cazador, era ya demasiado anciano para pelearse contra ellos. Sus gritos de dolor eran evidentes. Iba a sacarles las tripas a esos hijos de puta como tuviese la oportunidad para ello.
Aproveché las risas del Centinela para cargar una nueva flecha. Le lancé una mirada de odio al tipo. Respiraba fuerte. Estaba muy enfadada y dispuesta a lo que hiciera falta y no dejaría atrás a mi maestro, que estaba siendo arrastrado por tres de sus secuaces, apoyándolo contra un árbol, obligándolo a ver el combate. Mientras el Centinela y otro vampiro más observaban. Este último sacó una espada enorme de color rojizo y pasó su lengua por el filo de ésta. Sangrando y relamiéndose su propia sangre. Mostrando una mirada psicópata. Daba lugar a una situación muy macabra. Puse una afectiva cara de asco.
-¡Pagarás por esto, desgraciado! – juré. Terminando de cargar la ballesta con un virote, y tensándola al máximo.
-¿Quién es ahora el cazador? – preguntó retóricamente entre risas, con su tenebrosa voz. – Lady Mortagglia la quiere viva. – advirtió al vampiro espadachín.
El Centinela se dio la vuelta riéndose con soberbia, junto a tres de sus secuaces y partió en dirección hacia los acantilados, que no estaban demasiado lejos, donde se encontraría su barco. Pronto les perdería la vista. Sin embargo, el espadachín permanecía en mi camino tras ellos.
-¿Quieres entregarte? – me preguntó haciendo eses con su espada. Para demostrarme que era un tipo habilidoso.
-Anastasia. Por favor. Huye. Son demasiado poderosos– me suplicó Dorian, apoyado contra el árbol y llevándose la mano a su pierna rota. Muerta de dolor.
-Puede que lo sean. Pero no te abandonaré. Jamás. – le aseguré, centrándome en el tipo, que parecía ágil. No podía confiarme. Verdaderamente tenía dudas de mis posibilidades de salir victoriosa en aquel combate. Pero iba a darlo todo. – Correremos el mismo destino. – sentencié. El maestro Dorian era, junto a mi madre, la persona que más quería en este mundo. Y por nada iba a dejarle solo.
-Así sea, cazadora. – dijo el tipo, poniéndose en posición de ataque.
Se lanzó a por mí tratando de realizarme un fuerte corte a la altura de la cintura, pero salté en horizontal hacia mi costado derecho. Volvió a tratar de acertarme con su espada y, de nuevo, lo esquivé. El tipo era ágil. Muy ágil. Y riéndose macabramente. Parecía estar jugando conmigo.
Fui esquivándole como pude sucesivamente, sus constantes golpes. Yo también era muy rápida. Aunque no sé si tanto como el vampiro. En uno de sus gestos de soberbia, el tipo lanzó su espada al aire, la sujetó por la parte del filo y me dio con el mango un sonoro golpe en la mandíbula.
Caí al suelo a cuatro patas. Escupí. Me había hecho algo de sangre en la boca. Aunque no me había dado demasiado fuerte. Sin mirar al tipo, observé a ambos lados, mi ballesta había caído justo a la derecha, y a la izquierda tenía un roble.
-Jajajaja – reía el tipo como si fuera una hiena, sorbiendo la sangre que había salido de sus manos, fruto de haber cogido el arma por el filo. Creyéndose enfrentarse a una rival asequible. Era un tipo poderoso y entrenado. Pero también un sobrado. Y tal vez podría aprovecharme de eso.
Esta vez con la espada cogida por el mango, se lanzó a por mí, tratando de hacerme un corte vertical directo a mi espalda. Yo, con el oído fino, sin poder verle, di en el momento justo un giro a la derecha, tomé mi ballesta.
-¡Ash balla ná! – grité estirando la otra mano, generando una fuerte corriente de aire hacia el tipo, que lo hizo estamparse contra el árbol- ¡Muere hijo de puta! – Y con precocidad coloqué la ballesta en mi hombro, cerré el ojo para apuntar rápidamente y disparé. Estaba por ver si conseguía dejar empalado al vampiro contra el árbol. Solo esperaba que no fuese lo suficientemente rápido como para esquivar la flecha.
Anastasia Boisson
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
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Tyr
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Vincent:
El enorme animal corrió raudo en pos de su objetivo sin percatarse de que un hábil arquero lo apuntaba por la espalda ni de que un precipicio se encontraba a su frente. La risa que se había escuchado pocos segundos antes había cesado, presa de la concentración, intentando domar a una bestia indomable. Como el brujo había supuesto, el animal calló por el precipicio, golpeandolo a él en el camino. Por lo que el hombre, desde ese momento, sentiría un fuerte dolor en el costado. se había lesionado, una de sus costillas parecía a poco de fracturarse, un solo golpe más, y sería a penas capaz de moverse. Aunque, al menos, se había desecho del animal.
La saeta lanzada por el cazador, sin embargo, no dio en su objetivo, sino que acertó a rozar a Vincent en la mejilla, dejándole una pequeña herida que podía cubrirse perfectamente con la barba del hombre. No obstante, el arquero no lo tendría tan fácil. La risa volvió a oírse una vez más, mientras una figura encapuchada salía de entre los árboles. La escasa luz del bosque solo permitía ver una pequeña figura, de a penas medio metro de altura, que avanzaba saltando y canturreando con voz infantil. Se detuvo en mitad de la zona, y se retiró la capucha mirando hacia arriba.
- Habéis roto mi juguete- protestó la pequeña poniendo morritos enfadada.- ahora, vosotros tendréis que jugar conmigo.- sonrió mientras un fuerte viento se alzaba, tirando al cazador del árbol y obligando al brujo a acercarse a la chiquilla.
La niña paseó con calma mirando a los hombres, mientras su gesto de molestia no desaparecía de su cara. llevaba un pequeño animalillo de peluche en brazos, y lo dirigía hacia los dos presentes como si jugase con ellos. Tras unos segundos inspeccionandolos, sonrió y giró al perro para que la mirase, y empezar a hablar con él.
- Señor guau, creo que nos lo vamos a pasar bien- sonrió- aunque habría preferido jugar con la bruja gruñona, pero no....- se quejó poniendo morritos.- el tío centi siempre se queda con lo más divertido.- compentó inflando los mofletes.- No se vale, ¿a que no?- les preguntó a los hombres, mientras se le iluminaba la cara.- Ya se, si jugáis conmigo, os llevaré con la bruja, es vuestra amiga, ¿no? Seguro que no queréis que le hagan daño, además, yo se lo que planean.- confesó con una risilla juguetona.
El enorme animal corrió raudo en pos de su objetivo sin percatarse de que un hábil arquero lo apuntaba por la espalda ni de que un precipicio se encontraba a su frente. La risa que se había escuchado pocos segundos antes había cesado, presa de la concentración, intentando domar a una bestia indomable. Como el brujo había supuesto, el animal calló por el precipicio, golpeandolo a él en el camino. Por lo que el hombre, desde ese momento, sentiría un fuerte dolor en el costado. se había lesionado, una de sus costillas parecía a poco de fracturarse, un solo golpe más, y sería a penas capaz de moverse. Aunque, al menos, se había desecho del animal.
La saeta lanzada por el cazador, sin embargo, no dio en su objetivo, sino que acertó a rozar a Vincent en la mejilla, dejándole una pequeña herida que podía cubrirse perfectamente con la barba del hombre. No obstante, el arquero no lo tendría tan fácil. La risa volvió a oírse una vez más, mientras una figura encapuchada salía de entre los árboles. La escasa luz del bosque solo permitía ver una pequeña figura, de a penas medio metro de altura, que avanzaba saltando y canturreando con voz infantil. Se detuvo en mitad de la zona, y se retiró la capucha mirando hacia arriba.
- Habéis roto mi juguete- protestó la pequeña poniendo morritos enfadada.- ahora, vosotros tendréis que jugar conmigo.- sonrió mientras un fuerte viento se alzaba, tirando al cazador del árbol y obligando al brujo a acercarse a la chiquilla.
La niña paseó con calma mirando a los hombres, mientras su gesto de molestia no desaparecía de su cara. llevaba un pequeño animalillo de peluche en brazos, y lo dirigía hacia los dos presentes como si jugase con ellos. Tras unos segundos inspeccionandolos, sonrió y giró al perro para que la mirase, y empezar a hablar con él.
- Señor guau, creo que nos lo vamos a pasar bien- sonrió- aunque habría preferido jugar con la bruja gruñona, pero no....- se quejó poniendo morritos.- el tío centi siempre se queda con lo más divertido.- compentó inflando los mofletes.- No se vale, ¿a que no?- les preguntó a los hombres, mientras se le iluminaba la cara.- Ya se, si jugáis conmigo, os llevaré con la bruja, es vuestra amiga, ¿no? Seguro que no queréis que le hagan daño, además, yo se lo que planean.- confesó con una risilla juguetona.
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Níniel:
La luz del báculo de la elfa empezó a iluminar el lugar, apartando las sombras que la rodeaban, a ella y a la otra mujer allí presente, haciendo que una mueca de desagrado se asomase a la cara de la mujer que, sin perder tiempo, lanzó una ráfaga de aire negro que desvió la saeta que hacia ella se acercaba y, a su vez, fue a golpear la cara de la elfa, haciéndole un corte en la frente y otro en la mejilla. Si las mujeres querían jugar, jugarían, pero no iban a salir ilesas.
La flecha que había desviado golpeó a la mujer en el hombro, dejando a Níniel y a la domadora de sombras solas, cara a cara. La figura de la bruja empezó a ondular se su cuerpo, cubierto de negro carbón, comenzó a cambiar de forma, a dividirse, dejando en el lugar, en lugar de la figura de una hermosa mujer de pelo corto y rojo, a dos grandes panteras negras que parecían moverse entre la oscuridad. Pues, al fin y al cabo, no hay luz sin sombras.
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Huracán
La pelea entre bruja y espadachín terminó pronto, la pericia de la bruja logró que el vampiro, estampado contra el árbol, tardase en recuperarse de la falta de aire que le había provocado el golpe, para fortuna de la bruja, que logró que la flecha de su ballesta atravesara al vampiro por el corazón dejando la flecha clavada en el árbol. El rival de la bruja quedó muerto, sin posibilidad de decir, siquiera, una palabra de despedida, venganza u odio, pero aquellos que custodiaban a Dorian no iban a ponérselo tan fácil. Dejando olvidado al hombre, que parecía incapaz de moverse, se lanzaron a por la bruja armas en mano, poco tiempo quedaba hasta que el barco zarpara, la bruja lo tenía crudo, rivales, un herido y sus compañeros perdidos, ¿sería alguien capaz de dentener al centinela?
* Vincent: No mates a la niña, puede ser os de ayuda, intentad convencerla, tal vez, si logras que confíe en ti, te muestre el camino que deseas encontrar. Recuerda que estás herido, aunque siempre puedes curarte.
* Níniel: Tu rival ha revelado su autentica apariencia, siento decir que no podrás eliminar la marca de tu mejilla, aunque si la de la frente. Tu compañera está herida y no podrá ayudarte, quedas sola, seguro que ya sabes como derrotar a las sombras. Aunque, aun derrotándola, no creo que fuera muy recomendable alejarse del lugar donde te encuentras, no de momento, al menos.
* Huracán: Tienes cuatro rivales a tu frente, es momento de luchar, Dorian sigue sin poder ayudarte. Huracán, solo tu deberás lanzar las runas en este turno.
Apresuraos, el tiempo de que zarpe el barco de acerca. Que los dioses estén de vuestro lado.
Othel
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
El brujo cayó por el precipicio, y su plan de que el ograrck lo siguiera hacia el abismo surtió efecto, aunque no del modo que hubiera esperado. El rubio se dejó caer sobre un saliente del acantilado como tenía pensado, pero antes de poder apartarse, arrimándose a la pared del risco, el ograrck en su caída le dio un golpe en el costado que le quitó el aire de los pulmones. Salió despedido contra la pared en la que intentaba hallar refugio, y el animal rebotó contra el saliente de piedra y siguió su camino hacia el fin de sus días contra las rocas del fondo del acantilado.
Vincent respiró con dificultad unos instantes, cuando sus pulmones buscaron de nuevo el aire tan necesario para mantenerlo con vida, y sintió un dolor lacerante en su pecho mientras lo hacía. No era experto en medicina, pero le habían zurrado tantas veces a los largo de su vida que sabía que algo no iba bien. Echó una ojeada al fondo, comprobando como había quedado destrozado el ograrck contra las rocas, a la vez que se palpaba el pecho por debajo de su coraza ligera, notando dolor nada más hacerlo. Con toda la batalla que le quedaba por delante no pintaba bien aquello, además pronto notó el calor de un líquido corriendo por su rostro, y eso le recordó que Jules casi estuvo a punto de volarle la cabeza con un virote instantes antes de saltar al precipicio.
Sabía que no lo había hecho con mala intención, que solo intentaba acabar con el animal al ver que estaba acorralado contra el acantilado. Sin saber que el brujo tenía un plan para escapar, el cazador había obrado de la mejor manera, intentando matar al ograck antes de que lo envistiera. Pero teniendo en cuenta el resultado, Vinc no podía dejar de pensar, mientras ascendía de vuelta a la cima del precipicio por la irregular pared, que hubiera sido mejor que el tirador se hubiera quedado en su casa. Total, para decir chistes malos y frases con chulería ya estaba él sobrado.
La distancia que tardó solo unos segundos en cubrir al saltar, le costó unos minutos repetirla en el ascenso. El dolor del pecho remitió un poco, pero aún le molestaba un poco al moverse en exceso, por eso, cuando por fin llegó a lo alto del acantilado, se dejó caer de espaldas sobre el suelo con un suspiro. Había sobrevivido por los pelos a esa maldita bestia, y eso se merecía un respiro. Aunque uno muy cortito.
Debía volver a la acción para ayudar a Níniel y Anette, para posteriormente liberar al hombre en el árbol y encontrar a Huracán. Con todo lo que estaba sucediendo estaba seguro de que debía estar en problemas, salvo que ellos fueran los tipos con más mala suerte del mundo. Además debía encontrar a la persona que estaba manejando al ograck a su antojo.
Como si sus pensamientos hubieran sido una premonición, la risa que anteriormente se escuchó en el bosque, ahora se escuchaba en el linde del mismo, de una manera más clara, por lo que parecía que se trataba de la risa de una mujer. Vinc apoyó una rodilla en el suelo, y observó la dirección de la que provenía el sonido, apreciando la figura de una persona menuda y baja. Su canturreo parecía el de una niña más que el de una mujer, y cuando se retiró la capucha no le quedaron duda de ello. Tampoco le quedaron dudas de que era una bruja por el fuerte viento que provocó la caída de Jules del árbol, aunque tenía que reconocer, que pese a la situación tensa por el posible combate, que fue cómica la forma en la que el cazador cayó por entre las ramas. El brujo incluso hubiera reído si no hubiera estado concentrado en la niña. En cambio, se adelantó hacia donde se encontraba la bruja con la mano en la empuñadura de la espada, sin embargo, en vez de desenvainar el acero dejó caer la mano a un lado.
Que atroces eran las personas que usaban niños para luchar sus guerras. Para minar la moral de los combatientes del bando contrario, sin importarles lo que le sucediera a esos pequeños. Desgraciadamente era algo que pasaba a menudo, y el brujo sabía que se la estaba jugando no siendo certero y cruel con la niña. Pero no era su estilo, no iba a matarla sin darle una oportunidad de no luchar.
- ¿El ograck era tuyo? - contestó a la pequeña ganando tiempo mientras calibraba un plan. Sus palabras sobre el juguete le dieron una idea, de todos modos, preparó mentalmente un conjuro por si acaso. - Mmm ¿el tío Centi es quien te cuida normalmente? - hizo un movimiento sutil con su mano para que Jules no dispara su ballesta contra la niña, a lo que el hombre asintió y bajó el arma un poco, sin fiarse del todo. - ¿Y a que quieres jugar? Podrás descubrir que el tío Vincent puede ser más divertido que ese ograck-, mostró a la bruja su mejor sonrisa.
- ¿Y ese también jugará? No parece muy amistoso-, dijo señalando al cazador.
- Claro que jugará, ¿verdad Jules? - hizo un movimiento de la cabeza mirando al tirador, afirmando sus palabras.
- Sí, claro. Si nos sobra el tiempo-, comentó sarcástico, pero mostrándose menos amenazador con su arma.
- ¡Genial! Me encanta jugar ¿verdad señor guau? - preguntó al peluche que llevaba consigo. - Quiero mi propio caballito, tú serás el primero-, comentó a Jules, que miró al brujo con cara de no saber que hacer.
El rubio asintió a su compañero, además de coger su ballesta, y observó como el cazador dejaba que la niña se subiera en su espalda. El tirador no estaba muy conforme con la situación, y el brujo no podía entenderlo más, pues mientras perdía el tiempo jugando con la pequeña. Níniel y Anette corrían serio peligro. Un sudor frío bajó por su frente, fruto de la preocupación que sentía por las mujeres. Si le pasaba algo a la elfa nunca se lo perdonaría.
Unos tirones de su chaqueta le hicieron mirar hacia abajo, pues se había distraído con los pensamientos.
- Te toca-, dijo una sonriente bruja agarrando a su peluche.
Pero que podía hacer, ¿matar a esa niña para ganar tiempo? Eso tampoco podría perdonárselo, y seguramente Níniel tampoco. El brujo devolvió la ballesta a Jules y se agachó un poco para dejar subir a la pequeña a su espalda. Luego comenzó a correr dando vueltas por el bosque, mientras la bruja le animaba a que siguiera corriendo.
- Arre caballito, arre-, gritaba entre risas.
Pero el brujo estaba muy cansado de la carrera huyendo el ograck gigante, y además, estaba malherido en el pecho, por lo que pronto se estaba sintiendo agotado. Eso sin contar que no podía perder más tiempo jugando. Tenía que hacer algo para terminar con aquello.
Vincent se subió a una pequeña loma dentro del bosque, y se dejó caer rodando por ella con la niña en brazos. La bruja no dejó de reír durante todo el trayecto, pero él en cambio sintió miles de punzadas de dolor en el pecho. Aún así mantuvo la cara todo lo menos dolorida que pudo, para que la pequeña se divirtiera, como se divertía Elen cuando se lo hacía siendo una niña.
- Bueno pequeña. No me has dicho tu nombre-, dijo poniendo una sonrisa recomponiéndose poco a poco del dolor. - Además, me prometiste que me dirías donde estaba la otra bruja-, dijo dándole un toquecito cariñoso en la nariz. - Tito Vincent se ha portado bien y ha jugado contigo ¿A que si? - sonrió de nuevo a la niña.
Vincent respiró con dificultad unos instantes, cuando sus pulmones buscaron de nuevo el aire tan necesario para mantenerlo con vida, y sintió un dolor lacerante en su pecho mientras lo hacía. No era experto en medicina, pero le habían zurrado tantas veces a los largo de su vida que sabía que algo no iba bien. Echó una ojeada al fondo, comprobando como había quedado destrozado el ograrck contra las rocas, a la vez que se palpaba el pecho por debajo de su coraza ligera, notando dolor nada más hacerlo. Con toda la batalla que le quedaba por delante no pintaba bien aquello, además pronto notó el calor de un líquido corriendo por su rostro, y eso le recordó que Jules casi estuvo a punto de volarle la cabeza con un virote instantes antes de saltar al precipicio.
Sabía que no lo había hecho con mala intención, que solo intentaba acabar con el animal al ver que estaba acorralado contra el acantilado. Sin saber que el brujo tenía un plan para escapar, el cazador había obrado de la mejor manera, intentando matar al ograck antes de que lo envistiera. Pero teniendo en cuenta el resultado, Vinc no podía dejar de pensar, mientras ascendía de vuelta a la cima del precipicio por la irregular pared, que hubiera sido mejor que el tirador se hubiera quedado en su casa. Total, para decir chistes malos y frases con chulería ya estaba él sobrado.
La distancia que tardó solo unos segundos en cubrir al saltar, le costó unos minutos repetirla en el ascenso. El dolor del pecho remitió un poco, pero aún le molestaba un poco al moverse en exceso, por eso, cuando por fin llegó a lo alto del acantilado, se dejó caer de espaldas sobre el suelo con un suspiro. Había sobrevivido por los pelos a esa maldita bestia, y eso se merecía un respiro. Aunque uno muy cortito.
Debía volver a la acción para ayudar a Níniel y Anette, para posteriormente liberar al hombre en el árbol y encontrar a Huracán. Con todo lo que estaba sucediendo estaba seguro de que debía estar en problemas, salvo que ellos fueran los tipos con más mala suerte del mundo. Además debía encontrar a la persona que estaba manejando al ograck a su antojo.
Como si sus pensamientos hubieran sido una premonición, la risa que anteriormente se escuchó en el bosque, ahora se escuchaba en el linde del mismo, de una manera más clara, por lo que parecía que se trataba de la risa de una mujer. Vinc apoyó una rodilla en el suelo, y observó la dirección de la que provenía el sonido, apreciando la figura de una persona menuda y baja. Su canturreo parecía el de una niña más que el de una mujer, y cuando se retiró la capucha no le quedaron duda de ello. Tampoco le quedaron dudas de que era una bruja por el fuerte viento que provocó la caída de Jules del árbol, aunque tenía que reconocer, que pese a la situación tensa por el posible combate, que fue cómica la forma en la que el cazador cayó por entre las ramas. El brujo incluso hubiera reído si no hubiera estado concentrado en la niña. En cambio, se adelantó hacia donde se encontraba la bruja con la mano en la empuñadura de la espada, sin embargo, en vez de desenvainar el acero dejó caer la mano a un lado.
Que atroces eran las personas que usaban niños para luchar sus guerras. Para minar la moral de los combatientes del bando contrario, sin importarles lo que le sucediera a esos pequeños. Desgraciadamente era algo que pasaba a menudo, y el brujo sabía que se la estaba jugando no siendo certero y cruel con la niña. Pero no era su estilo, no iba a matarla sin darle una oportunidad de no luchar.
- ¿El ograck era tuyo? - contestó a la pequeña ganando tiempo mientras calibraba un plan. Sus palabras sobre el juguete le dieron una idea, de todos modos, preparó mentalmente un conjuro por si acaso. - Mmm ¿el tío Centi es quien te cuida normalmente? - hizo un movimiento sutil con su mano para que Jules no dispara su ballesta contra la niña, a lo que el hombre asintió y bajó el arma un poco, sin fiarse del todo. - ¿Y a que quieres jugar? Podrás descubrir que el tío Vincent puede ser más divertido que ese ograck-, mostró a la bruja su mejor sonrisa.
- ¿Y ese también jugará? No parece muy amistoso-, dijo señalando al cazador.
- Claro que jugará, ¿verdad Jules? - hizo un movimiento de la cabeza mirando al tirador, afirmando sus palabras.
- Sí, claro. Si nos sobra el tiempo-, comentó sarcástico, pero mostrándose menos amenazador con su arma.
- ¡Genial! Me encanta jugar ¿verdad señor guau? - preguntó al peluche que llevaba consigo. - Quiero mi propio caballito, tú serás el primero-, comentó a Jules, que miró al brujo con cara de no saber que hacer.
El rubio asintió a su compañero, además de coger su ballesta, y observó como el cazador dejaba que la niña se subiera en su espalda. El tirador no estaba muy conforme con la situación, y el brujo no podía entenderlo más, pues mientras perdía el tiempo jugando con la pequeña. Níniel y Anette corrían serio peligro. Un sudor frío bajó por su frente, fruto de la preocupación que sentía por las mujeres. Si le pasaba algo a la elfa nunca se lo perdonaría.
Unos tirones de su chaqueta le hicieron mirar hacia abajo, pues se había distraído con los pensamientos.
- Te toca-, dijo una sonriente bruja agarrando a su peluche.
Pero que podía hacer, ¿matar a esa niña para ganar tiempo? Eso tampoco podría perdonárselo, y seguramente Níniel tampoco. El brujo devolvió la ballesta a Jules y se agachó un poco para dejar subir a la pequeña a su espalda. Luego comenzó a correr dando vueltas por el bosque, mientras la bruja le animaba a que siguiera corriendo.
- Arre caballito, arre-, gritaba entre risas.
Pero el brujo estaba muy cansado de la carrera huyendo el ograck gigante, y además, estaba malherido en el pecho, por lo que pronto se estaba sintiendo agotado. Eso sin contar que no podía perder más tiempo jugando. Tenía que hacer algo para terminar con aquello.
Vincent se subió a una pequeña loma dentro del bosque, y se dejó caer rodando por ella con la niña en brazos. La bruja no dejó de reír durante todo el trayecto, pero él en cambio sintió miles de punzadas de dolor en el pecho. Aún así mantuvo la cara todo lo menos dolorida que pudo, para que la pequeña se divirtiera, como se divertía Elen cuando se lo hacía siendo una niña.
- Bueno pequeña. No me has dicho tu nombre-, dijo poniendo una sonrisa recomponiéndose poco a poco del dolor. - Además, me prometiste que me dirías donde estaba la otra bruja-, dijo dándole un toquecito cariñoso en la nariz. - Tito Vincent se ha portado bien y ha jugado contigo ¿A que si? - sonrió de nuevo a la niña.
Vincent Calhoun
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Apenas un par de metros de distancia separaban a aquella extraña mujer de la ballesta de mano mantenida en alto por una inmovilizada Anette en el momento en el que la cálida luz dorada invocada por Níniel las liberó a ambas de las ataduras de sombra justo cuando tal cosa más ventajosa les resultaría, con aquella enemiga delante. El click resultante al accionar el gatillo seguido por el sonido de la tensa cuerda restallando al ser liberada para propulsar el letal virote destinado a acabar con su enemiga sonó de maravilla a oídos de la peliblanca, e incluso por un instante la elfa sintió como los dioses eran propicios, pero aquello solo duró minúscula fracción de tiempo. Haciendo gala de unos reflejos inauditos, aquella pelirroja pudo desviar el virote disparado con alguna clase de ráfaga sombría de tal modo que acabó hiriendo a la elfa en el rostro dos veces antes de acabar en el hombro de Anette incapacitándola. Por supuesto no pocos eran capaces de continuar luchando con una herida en el hombro, no era una herida letal, pero su joven acompañante, a pesar de poseer un equipo de gran calidad, parecía no estar lo suficientemente curtida como para poder seguir siendo de utilidad, no mientras el dolor la atenazara. Eso significaba que estaba sola, lo cual eran muy malas noticias pues la peliblanca, si bien no era una dama indefensa, distaba mucho de ser una guerrera capaz de decantar un combate singular a su favor, al menos no si se limitaba a luchar.
La sacerdotisa trató de hacer caso omiso al dolor sus heridas y con un leve salmo apenas susurrado comenzó a sanarse a ella misma*, manteniendo su guardia alta y sus energías concentradas para liberarlas cuando fuera el momento adecuado, mientras, observó cada movimiento y gesto de su peligrosa enemiga esperando lo inesperado pues parecía que aquella mujer bien podía tener aún más sorpresas escondidas. Ojalá apareciera Vincent por entre los árboles para ayudarla...Pero pensar en eso no iba a hacerla prevalecer, tendría que valerse por ella misma y no encomendarse a apariciones improbables. Apenas habían pasado unos instantes y como era de esperar el siguiente movimiento de la mujer no se hizo de rogar.
Delante de los ojos de la elfa el cuerpo de la pelirroja comenzó a tornarse oscuro, de un negro azabache y a ondularse como si de la llama de una vela mecida por el viento se tratase. Luego el cuerpo se dividió en dos figuras humanoides hechas de oscuridad y cada una de ellas comenzó a cambiar poco a poco en una lenta metamorfosis que terminó con los dos cuerpos de aspecto más o menos humano convertidos en dos felinos bastante grandes y que podían ser definidos como sombras dotadas de vida. Niniel ya había visto a vampiros usar infinidad de trucos diferentes pero lo que hacía esa mujer con las sombras...Casi parecía más magia oscura que otra cosa.
Aquellas sombrías figuras comenzaron a moverse por el lugar de modo separado aunque evidentemente coordinado con rapidez, su velocidad de desplazamiento sumado a que se confundían con la oscuridad del lugar y la sombra de árboles, matorrales y demás elementos del entorno proyectadas por la luna hacían que ni siquiera con su vista de elfa pudiera seguirlas todo el rato, por ello apenas fue capaz de esquivar el zarpazo de una de ellas que se abalanzó sobre ella desde un lateral que llegó a rozarla, rasgando su capa y dejando una leve marca en su armadura. Acababan de dejar muy claro que por muy sombras que parecieran sus ataques no eran precisamente sombras chinescas si no algo muy pero que muy real. Cuando un segundo ataque se produjo, esta vez de frente lo que le dio más tiempo a reaccionar, Níniel volvió a conjurar luz desde su bastón apuntando directamente a su atacante y logrando que el felino de oscuridad se disipara antes de poder alcanzarla, dejando la luz activa y disfrutando del respiro que aquello le otorgaba. Era lo mismo que con las sombras de antes, aquella oscuridad no podía permanecer ante su luz mágica. O al menos eso pensaba hasta que ambas figuras se detuvieron un momento en los límites iluminados por la sacerdotisa demostrando que a pesar de haberla hecho desaparecer con la luz, aquello no las eliminaba, de hecho una de las panteras ahora era más grande que antes lo cual resultaba descorazonador y causó que la peliblanca comenzara a pensar en qué significaba eso y en algún modo alternativo para vencer, si es que lo había.
La luz las mantenía a raya...Eso estaba claro, pero no era la solución y tampoco podía mantenerse eternamente iluminandolo todo, tarde o temprano mantener aquella luz acabaría por agotarla, aunque quizá antes de que eso ocurriera alguien acudiera en su ayuda...¿Pero y si no lo hacían?, ¿Y si eran los demás quiénes la necesitaran a ella?. Entonces cayó en la cuenta. Su luz les mantenía a raya pero a la vez intensificaba las sombras a su alrededor. "Cuanto más te acercas a la luz...Mayor es tu sombra". Lo mismo que mantenía a las sombras alejadas las alimentaba...Entonces, si no hubiese luz...Tampoco habría sombras. Una conclusión con cierto sentido aunque aquello no la ayudaba demasiado. incluso aunque apagara su luz, seguiría estando la luna y por lo que se veía no necesitaban más...Con disimulo alzó la vista al cielo, hacia Isil, pálida pero brillante, y hacia las nubes recortadas en el cielo, moviéndose lentamente hacia allá donde el viento las llevara. Quizá si que tuviera una posibilidad después de todo, aunque debía ganar algo de tiempo y actuar en el momento preciso y sin que su enemiga, ahora enemigas, se percataran de lo que tramaba.
Aunque resultaba arriesgado Níniel disminuyó voluntariamente la intensidad con la que iluminaba para luego volver a aumentarla y disminuirla aún más de golpe. Su intención era hacer que pareciera que ya no era capaz de seguir manteniendo aquella esfera de luz sobre su bastón, que se estaba cansando o que la duración era limitada. Prácticamente se estaba pintando una diana sobre ella misma y mostrando una debilidad que no era tal, una a la que su enemiga difícilmente podría resistirse con su carácter, aquello era vital pues necesitaba también mantener toda su atención sobre ella y no sobre Anette. Para que el engaño fuera aún más creíble, impostó una cara de preocupación y miedo lo mejor que pudo y trató de alejarse de allí corriendo hacía los árboles tan rápido como pudo, lo que haría cualquier elfa asustada, adentrarse en la espesura, allí por donde estaban acostumbrados a moverse. Mientras corría volvió a mirar ligeramente hacia el cielo para ver que el momento adecuado estaba cerca ya, solo tendría que mantener aquella farsa un poco más y...
Un nuevo zarpazo la golpeó por la espalda enviándola al suelo y haciéndola gritar por el dolor del golpe. A pesar del golpe Níniel sabía que lo peor que podía hacer era quedarse parada, eso solo signignificaría ponerle fácil a sus perseguidoras el golpe de gracia En el suelo rodó hasta quedar debajo de las raíces de un gran árbol y eso la salvó de un segundo zarpazo que hizo saltar varios trozos de madera. Movida por puro instinto de supervivencia y usando piernas y brazos se arrastró hasta el otro lado de las raíces sin soltar su bastón tenuemente iluminado, gruñendo por el esfuerzo, emitiendo pequeños gemidos de miedo hasta conseguir salir de debajo del árbol y comenzar de nuevo a correr tan rápido como pudo aunque cubierta de tierra y hojas.
Ya no podría ganar más tiempo pero ya había logrado ganar todo e que necesitaba. Por fin el momento llegó y la sacerdotisa alzó su mirada al cielo una vez más a la vez que apagaba totalmente la luz que emitía su bastón. Las nubes tapaban la luna por completo y la oscuridad total cubrió el bosque.
*Uso de la maestria de especialidad: Plegaria. Cura heridas sin imponer las manos. Cura la curable, no la que el master indica como no curable aunque en ese momento Nín no se percata de que por alguna razón la de la mejilla no se cierra.La sacerdotisa trató de hacer caso omiso al dolor sus heridas y con un leve salmo apenas susurrado comenzó a sanarse a ella misma*, manteniendo su guardia alta y sus energías concentradas para liberarlas cuando fuera el momento adecuado, mientras, observó cada movimiento y gesto de su peligrosa enemiga esperando lo inesperado pues parecía que aquella mujer bien podía tener aún más sorpresas escondidas. Ojalá apareciera Vincent por entre los árboles para ayudarla...Pero pensar en eso no iba a hacerla prevalecer, tendría que valerse por ella misma y no encomendarse a apariciones improbables. Apenas habían pasado unos instantes y como era de esperar el siguiente movimiento de la mujer no se hizo de rogar.
Delante de los ojos de la elfa el cuerpo de la pelirroja comenzó a tornarse oscuro, de un negro azabache y a ondularse como si de la llama de una vela mecida por el viento se tratase. Luego el cuerpo se dividió en dos figuras humanoides hechas de oscuridad y cada una de ellas comenzó a cambiar poco a poco en una lenta metamorfosis que terminó con los dos cuerpos de aspecto más o menos humano convertidos en dos felinos bastante grandes y que podían ser definidos como sombras dotadas de vida. Niniel ya había visto a vampiros usar infinidad de trucos diferentes pero lo que hacía esa mujer con las sombras...Casi parecía más magia oscura que otra cosa.
Aquellas sombrías figuras comenzaron a moverse por el lugar de modo separado aunque evidentemente coordinado con rapidez, su velocidad de desplazamiento sumado a que se confundían con la oscuridad del lugar y la sombra de árboles, matorrales y demás elementos del entorno proyectadas por la luna hacían que ni siquiera con su vista de elfa pudiera seguirlas todo el rato, por ello apenas fue capaz de esquivar el zarpazo de una de ellas que se abalanzó sobre ella desde un lateral que llegó a rozarla, rasgando su capa y dejando una leve marca en su armadura. Acababan de dejar muy claro que por muy sombras que parecieran sus ataques no eran precisamente sombras chinescas si no algo muy pero que muy real. Cuando un segundo ataque se produjo, esta vez de frente lo que le dio más tiempo a reaccionar, Níniel volvió a conjurar luz desde su bastón apuntando directamente a su atacante y logrando que el felino de oscuridad se disipara antes de poder alcanzarla, dejando la luz activa y disfrutando del respiro que aquello le otorgaba. Era lo mismo que con las sombras de antes, aquella oscuridad no podía permanecer ante su luz mágica. O al menos eso pensaba hasta que ambas figuras se detuvieron un momento en los límites iluminados por la sacerdotisa demostrando que a pesar de haberla hecho desaparecer con la luz, aquello no las eliminaba, de hecho una de las panteras ahora era más grande que antes lo cual resultaba descorazonador y causó que la peliblanca comenzara a pensar en qué significaba eso y en algún modo alternativo para vencer, si es que lo había.
La luz las mantenía a raya...Eso estaba claro, pero no era la solución y tampoco podía mantenerse eternamente iluminandolo todo, tarde o temprano mantener aquella luz acabaría por agotarla, aunque quizá antes de que eso ocurriera alguien acudiera en su ayuda...¿Pero y si no lo hacían?, ¿Y si eran los demás quiénes la necesitaran a ella?. Entonces cayó en la cuenta. Su luz les mantenía a raya pero a la vez intensificaba las sombras a su alrededor. "Cuanto más te acercas a la luz...Mayor es tu sombra". Lo mismo que mantenía a las sombras alejadas las alimentaba...Entonces, si no hubiese luz...Tampoco habría sombras. Una conclusión con cierto sentido aunque aquello no la ayudaba demasiado. incluso aunque apagara su luz, seguiría estando la luna y por lo que se veía no necesitaban más...Con disimulo alzó la vista al cielo, hacia Isil, pálida pero brillante, y hacia las nubes recortadas en el cielo, moviéndose lentamente hacia allá donde el viento las llevara. Quizá si que tuviera una posibilidad después de todo, aunque debía ganar algo de tiempo y actuar en el momento preciso y sin que su enemiga, ahora enemigas, se percataran de lo que tramaba.
Aunque resultaba arriesgado Níniel disminuyó voluntariamente la intensidad con la que iluminaba para luego volver a aumentarla y disminuirla aún más de golpe. Su intención era hacer que pareciera que ya no era capaz de seguir manteniendo aquella esfera de luz sobre su bastón, que se estaba cansando o que la duración era limitada. Prácticamente se estaba pintando una diana sobre ella misma y mostrando una debilidad que no era tal, una a la que su enemiga difícilmente podría resistirse con su carácter, aquello era vital pues necesitaba también mantener toda su atención sobre ella y no sobre Anette. Para que el engaño fuera aún más creíble, impostó una cara de preocupación y miedo lo mejor que pudo y trató de alejarse de allí corriendo hacía los árboles tan rápido como pudo, lo que haría cualquier elfa asustada, adentrarse en la espesura, allí por donde estaban acostumbrados a moverse. Mientras corría volvió a mirar ligeramente hacia el cielo para ver que el momento adecuado estaba cerca ya, solo tendría que mantener aquella farsa un poco más y...
Un nuevo zarpazo la golpeó por la espalda enviándola al suelo y haciéndola gritar por el dolor del golpe. A pesar del golpe Níniel sabía que lo peor que podía hacer era quedarse parada, eso solo signignificaría ponerle fácil a sus perseguidoras el golpe de gracia En el suelo rodó hasta quedar debajo de las raíces de un gran árbol y eso la salvó de un segundo zarpazo que hizo saltar varios trozos de madera. Movida por puro instinto de supervivencia y usando piernas y brazos se arrastró hasta el otro lado de las raíces sin soltar su bastón tenuemente iluminado, gruñendo por el esfuerzo, emitiendo pequeños gemidos de miedo hasta conseguir salir de debajo del árbol y comenzar de nuevo a correr tan rápido como pudo aunque cubierta de tierra y hojas.
Ya no podría ganar más tiempo pero ya había logrado ganar todo e que necesitaba. Por fin el momento llegó y la sacerdotisa alzó su mirada al cielo una vez más a la vez que apagaba totalmente la luz que emitía su bastón. Las nubes tapaban la luna por completo y la oscuridad total cubrió el bosque.
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Mi flecha se clavó de pleno en el corazón del espadachín vampiro. Emitió un gruñido antes de perecer, quedando con los ojos abiertos, ensartado contra el árbol. En cuanto a mí, respiraba muy rápido, vapor de agua con aspecto a humo salía por mi boca continuadamente debido al frío. Estaba muy nerviosa. Sentí un irónico aplauso a mi espalda. Lo que hizo que me girara rápidamente asustada.
-Una guerrera encomiable. – aseguró el Centinela, aplaudiendo y asintiendo la cabeza, bajo la oscura y aterradora voz ronca que le daba su máscara. Caminaba despacio hacia mí, junto con tres de sus secuaces a su espalda que le imitaban. Momento que aproveché para cargar la ballesta, a la vez que retrocedía lentamente sin perder de vista el tipo, totalmente aterrada. – Ven conmigo. Tu abuela completará tu entrenamiento. – y me tendió la mano.
No respondí. Simplemente seguía retrocediendo, apuntando al tipo, los nervios afectaban a mi pulso, impidiéndome colocar la ballesta recta. Eran cuatro, contando al jefe, viniendo a por mí, caminando lentamente. Planeaba la estrategia para tratar de salir bien de aquel entuerto. No iba a ser fácil. Tenía que elegir bien el primer tiro. El Centinela parecía el más fuerte de todos, pero ya le había rebotado una flecha, dispararle a él primero no sería una buena opción. Miré al que estaba a su derecha. Comencé a concentrarme, respirando con velocidad, para que el viento comenzase a fluir. Empecé a notar la ligera brisa recorrer mi garganta y atravesar mi cabello.
-Tienes miedo. – Dijo el Centinela. Deteniéndose sobre el bosque. Y señalándome. – Puedo verlo en tu rostro. – El hombre se detuvo al sentir también la presencia del viento. Sus esbirros hicieron lo mismo, desenfundando sus armas. - ¿Crees que eso te va a ayudar? – Concluyó con seriedad. Momento en el que desenfundó una espada considerablemente larga y levantó su otra mano, lo que era una orden para que sus tres acompañantes se lanzaran a por mí.
Según se lanzó el primero disparé al pecho casi sin mirar al que se encontraba más a la derecha del jefe del grupo. Me pareció haberle alcanzado, aunque no tuve tiempo a mirar pues rápidamente tuve que guardar el arma a mi espalda para poder tener mejor movilidad. Los otros dos tipos eran espadachines, y el cuarto, el Centinela, permanecía con su espada baja, expectante. Concentré el aire sobre mis pies para poder dar saltos y volteretas que me permitieran esquivar con agilidad los ataques incesantes de los dos espadachines y, en el poco tiempo del que disponía, disparaba con mis ballestas de mano, que tenía virotes mucho más pequeños y, por lo tanto, menos dañinos. Aunque efectivos si conseguía acertar en la cabeza, corazón o rodilla. Sólo tenía tres tiros en cada una.
En uno de los movimientos, uno de los vampiros consiguió derribarme de una zancadilla, di una voltereta hacia un lateral evitando el espadazo que me iba a dar. Los dos eran excesivamente rápidos, mucho más que el anterior al que me había enfrentado. Continué disparando flechas en los escasos momentos de los que disponía, dañándolos, aunque no en partes vitales. No podía apuntar con mayor precisión porque casi no tenía tiempo para respirar, prácticamente sólo esquivaba. No tardarían en hacerme quedar acorralada contra un árbol. El Centinela, entre risas y en superioridad numérica se dirigió a mí.
-Estás acabada, Anastasia. Ahora vendrás con nosotros. – dijo entre risas el Centinela. Mi rostro reflejó odio, rabia e impotencia por la situación que estaba ocurriendo. ¿A quién pretendía engañar? Sola no iba a poder con un caudillo de la Hermandad en cuyo pecho rebotaban mis flechas además de varios secuaces más.
Sin embargo, algo iba a cambiar pronto, en cuanto escuché el alarido amenazante de un enorme dragón volando cerca. Resonó en todo el bosque, seguramente Níniel y Vincent, si es que estaban vivos, podrían oírlo también. Conocía ese sonido. Era Igraine. Ya habría despachado a los ograrcks y ahora parecía estar buscándonos. Ella era fuerte, experimentada y poderosa, ya había matado a un hipogrifo, aquellos vampiros no supondrían un problema para ella. Pero claro, tendría que verme. Afortunadamente, mis rivales se entretuvieron observando a la imponente criatura y se hizo un silencio generalizado en el bosque. Momento que yo aproveché para retroceder y alejarme un poco de los tipos.
-¡Igraine! ¡Igraine! ¡Ayúdanos! ¡Socorro! – grité con todas mis fuerzas, con la esperanza de que me escuchara.
Justo en ese momento, se había hecho la oscuridad absoluta en el bosque debido a las nubes, que habían tapado por completo la luna. Apenas se distinguía nada, pero los vampiros estaban acostumbrados a ver en la oscuridad, por lo que era más bien una desventaja para mí que para ellos.
Aproveché que se habían girado para observar quién era la tal Igraine a la que llamaba, aunque sería difícil que la distinguieran dada la oscuridad, aproveché su pequeño despiste para intentar camuflarme entre las sombras a mi manera, tratando de huir sigilosamente, sin hacer ruido y esconderme en unos arbustos cerca del maestro Dorian. Rezando a los dioses para que, con un poco de suerte, no me hubiesen visto meterme entre aquellos matorrales e Igraine me hubiese escuchado para bajar a ayudarme.
-Una guerrera encomiable. – aseguró el Centinela, aplaudiendo y asintiendo la cabeza, bajo la oscura y aterradora voz ronca que le daba su máscara. Caminaba despacio hacia mí, junto con tres de sus secuaces a su espalda que le imitaban. Momento que aproveché para cargar la ballesta, a la vez que retrocedía lentamente sin perder de vista el tipo, totalmente aterrada. – Ven conmigo. Tu abuela completará tu entrenamiento. – y me tendió la mano.
No respondí. Simplemente seguía retrocediendo, apuntando al tipo, los nervios afectaban a mi pulso, impidiéndome colocar la ballesta recta. Eran cuatro, contando al jefe, viniendo a por mí, caminando lentamente. Planeaba la estrategia para tratar de salir bien de aquel entuerto. No iba a ser fácil. Tenía que elegir bien el primer tiro. El Centinela parecía el más fuerte de todos, pero ya le había rebotado una flecha, dispararle a él primero no sería una buena opción. Miré al que estaba a su derecha. Comencé a concentrarme, respirando con velocidad, para que el viento comenzase a fluir. Empecé a notar la ligera brisa recorrer mi garganta y atravesar mi cabello.
-Tienes miedo. – Dijo el Centinela. Deteniéndose sobre el bosque. Y señalándome. – Puedo verlo en tu rostro. – El hombre se detuvo al sentir también la presencia del viento. Sus esbirros hicieron lo mismo, desenfundando sus armas. - ¿Crees que eso te va a ayudar? – Concluyó con seriedad. Momento en el que desenfundó una espada considerablemente larga y levantó su otra mano, lo que era una orden para que sus tres acompañantes se lanzaran a por mí.
Según se lanzó el primero disparé al pecho casi sin mirar al que se encontraba más a la derecha del jefe del grupo. Me pareció haberle alcanzado, aunque no tuve tiempo a mirar pues rápidamente tuve que guardar el arma a mi espalda para poder tener mejor movilidad. Los otros dos tipos eran espadachines, y el cuarto, el Centinela, permanecía con su espada baja, expectante. Concentré el aire sobre mis pies para poder dar saltos y volteretas que me permitieran esquivar con agilidad los ataques incesantes de los dos espadachines y, en el poco tiempo del que disponía, disparaba con mis ballestas de mano, que tenía virotes mucho más pequeños y, por lo tanto, menos dañinos. Aunque efectivos si conseguía acertar en la cabeza, corazón o rodilla. Sólo tenía tres tiros en cada una.
En uno de los movimientos, uno de los vampiros consiguió derribarme de una zancadilla, di una voltereta hacia un lateral evitando el espadazo que me iba a dar. Los dos eran excesivamente rápidos, mucho más que el anterior al que me había enfrentado. Continué disparando flechas en los escasos momentos de los que disponía, dañándolos, aunque no en partes vitales. No podía apuntar con mayor precisión porque casi no tenía tiempo para respirar, prácticamente sólo esquivaba. No tardarían en hacerme quedar acorralada contra un árbol. El Centinela, entre risas y en superioridad numérica se dirigió a mí.
-Estás acabada, Anastasia. Ahora vendrás con nosotros. – dijo entre risas el Centinela. Mi rostro reflejó odio, rabia e impotencia por la situación que estaba ocurriendo. ¿A quién pretendía engañar? Sola no iba a poder con un caudillo de la Hermandad en cuyo pecho rebotaban mis flechas además de varios secuaces más.
Sin embargo, algo iba a cambiar pronto, en cuanto escuché el alarido amenazante de un enorme dragón volando cerca. Resonó en todo el bosque, seguramente Níniel y Vincent, si es que estaban vivos, podrían oírlo también. Conocía ese sonido. Era Igraine. Ya habría despachado a los ograrcks y ahora parecía estar buscándonos. Ella era fuerte, experimentada y poderosa, ya había matado a un hipogrifo, aquellos vampiros no supondrían un problema para ella. Pero claro, tendría que verme. Afortunadamente, mis rivales se entretuvieron observando a la imponente criatura y se hizo un silencio generalizado en el bosque. Momento que yo aproveché para retroceder y alejarme un poco de los tipos.
-¡Igraine! ¡Igraine! ¡Ayúdanos! ¡Socorro! – grité con todas mis fuerzas, con la esperanza de que me escuchara.
Justo en ese momento, se había hecho la oscuridad absoluta en el bosque debido a las nubes, que habían tapado por completo la luna. Apenas se distinguía nada, pero los vampiros estaban acostumbrados a ver en la oscuridad, por lo que era más bien una desventaja para mí que para ellos.
Aproveché que se habían girado para observar quién era la tal Igraine a la que llamaba, aunque sería difícil que la distinguieran dada la oscuridad, aproveché su pequeño despiste para intentar camuflarme entre las sombras a mi manera, tratando de huir sigilosamente, sin hacer ruido y esconderme en unos arbustos cerca del maestro Dorian. Rezando a los dioses para que, con un poco de suerte, no me hubiesen visto meterme entre aquellos matorrales e Igraine me hubiese escuchado para bajar a ayudarme.
*Off: Subrayado el uso de habilidad de nivel 1: Pies ágiles.
Anastasia Boisson
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Vincent
La niña jugaba despreocupada con el brujo y el cazador cuando un dragón pasó volando por el cielo, la pequeña, viendo hacia donde se dirigía y notando el cansancio en su nueva montura, se quedó tranquila y pacifica dispuesta a responder a las preguntas del brujo. Con una sonrisa adorable en los labios, empezó a jugar con sus propios pies, balanceandolos. Miró al hombre de la barba y asintió. Ese hombre había sido más buena con ella en media hora que su "Tío" en años.
- Soy Allyson, pero me llaman Ally.- sonrió- la otra bruja está en peligro, la quieren viva, pero... no por eso puede estar ilesa.- expresó con preocupación- Tío Centi es muy cruel, si no haces lo que el quiere....- el semblante de la niña se ensombreció un instante y, para dar fuerza a las palabras que no podía pronunciar, alzó una de las largas mangas de su vestido. Unas grandes marcas rojas, que difícilmente iban a desaparecer cubrían la delicada piel de la chiquilla. Algunas de látigos, otras de quemaduras, y otras de golpes sin más.- No es bueno.- susurró volviendo a cubrirse el brazo, abrazando a su peluche.- Tu amiga está allí, donde está aterrizando el dragón.- señaló.- No le digas que he sido yo, no le digas que me has ganado, si te dejo ir solo me volverá a hacer daño.- Le pidió al desconocido con lágrimas de súplica y desesperación.- Si quieres ir, ha de ser como mi prisionero.- Se preocupó la niña. No quería herir a ese hombre, se había portado bien, pero si lo dejaba ir, la matarían, si quería ir donde estaba la otra bruja, debía ser preso.
Níniel
La elfa estaba herida, las dos sombras pensaban tener la partida ganada hasta que, de pronto, la luz desapareció. Sin luces, las sombras eran más profundas, más poderosas, podían moverse con mucha más libertad, pero no eran capaces de encontrar a su objetivo, así como su objetivo no podrían encontrarla a ella. Las panteras se movían por la oscuridad intentando localizar a su presa, sabían que estaba herida, que tenía miedo, intentaban oler la sangre y el pánico, pero solo veían oscuridad. Intentaban escuchar la voz o la respiración de la elfa, pero solo encontraban los sonidos del bosque. Sabían que la herida que le habían hecho a la elfa, tardaría en curarse, y que le costaría moverse en ese estado, pero si no podían verla, poco podían hacer. Se intentaron situar en lo que, pensaban, era el centro del lugar, sin saber donde atacar o que les deparaba. El tiempo que le quedaba a la elfa para reaccionar era escaso, las nubes comenzaban a abandonar la luna.
Huracán
Esta vez a la joven le sonreía la suerte, su grito llegó a oídos del dragón, que descendió a socorrerla, interponiéndose entre ella y los atacantes haciendo temblar el suelo al aterrizar y dejar sobre la tierra su peso. La risa del Centinela se escuchó entonces por el lugar al tiempo que resonaban unos aplausos, la oscuridad total no era impedimento para quienes acostumbraban a moverse entre esas sombras, que solo eran superadas por las que cubrían sus propias intenciones.
- Eres valiente, pero no te vas a librar con tanta facilidad.- rió el hombre provocando sonrisas en sus aliados.
El tipo movió sus manos como quien ejecuta un paso de baile y las sombras comenzaron a envolverle creando ondas y círculos a su alrededor, despejando ese pequeño trozo de bosque de estas, dejando una extraña claridad que poco o nada tenía de natural. Una luz roja pareció cubrir a los presentes mientras el Centinela se volvía tan negro como la noche y soltaba una profunda carcajada que recorrió toda la arboleda. Sus secuaces y el hombre empalado en el árbol, parecieron convertirse en sombras, siendo absorbidos por el Centinela, mientras este no cesaba su risa.
Una ráfaga oscura arrancó el árbol tras el que se escondía la bruja, dejándola al descubierto y unos ojos rojos brillaron en el rostro oscuro mientras una sonrisa blanca se dirigía a esta. Las sombras bailaban al rededor del Centinela. Cansado, despejó el campo de batalla, y con un nuevo movimiento, elevó a Dorian en los aires y lo lanzó lejos, alejandolo de la joven.
- ¿Y bien? ¿Vendrás por las buenas... o por las malas?- preguntó mostrando una llama negra en la palma de su mano, en actitud amenazante.
* Vincent, tienes vía libre para ir con Huracán, pero eso si, recuerda que eres el preso de la pequeña Allyson, se bueno con ella.
* Nïniel, tus heridas de esta ronda deberás curarlas más tarde en un tema mastereado, las tendrás hasta que termine este tema. Puedes terminar el combate en esta ronda, si gustas.
*Huracán, haz tu movimiento, y reza a los dioses, lanza las runas, tal vez, estas te sonrían, ahora tienes, al menos, un dragón que te puede ayudar.
La niña jugaba despreocupada con el brujo y el cazador cuando un dragón pasó volando por el cielo, la pequeña, viendo hacia donde se dirigía y notando el cansancio en su nueva montura, se quedó tranquila y pacifica dispuesta a responder a las preguntas del brujo. Con una sonrisa adorable en los labios, empezó a jugar con sus propios pies, balanceandolos. Miró al hombre de la barba y asintió. Ese hombre había sido más buena con ella en media hora que su "Tío" en años.
- Soy Allyson, pero me llaman Ally.- sonrió- la otra bruja está en peligro, la quieren viva, pero... no por eso puede estar ilesa.- expresó con preocupación- Tío Centi es muy cruel, si no haces lo que el quiere....- el semblante de la niña se ensombreció un instante y, para dar fuerza a las palabras que no podía pronunciar, alzó una de las largas mangas de su vestido. Unas grandes marcas rojas, que difícilmente iban a desaparecer cubrían la delicada piel de la chiquilla. Algunas de látigos, otras de quemaduras, y otras de golpes sin más.- No es bueno.- susurró volviendo a cubrirse el brazo, abrazando a su peluche.- Tu amiga está allí, donde está aterrizando el dragón.- señaló.- No le digas que he sido yo, no le digas que me has ganado, si te dejo ir solo me volverá a hacer daño.- Le pidió al desconocido con lágrimas de súplica y desesperación.- Si quieres ir, ha de ser como mi prisionero.- Se preocupó la niña. No quería herir a ese hombre, se había portado bien, pero si lo dejaba ir, la matarían, si quería ir donde estaba la otra bruja, debía ser preso.
Níniel
La elfa estaba herida, las dos sombras pensaban tener la partida ganada hasta que, de pronto, la luz desapareció. Sin luces, las sombras eran más profundas, más poderosas, podían moverse con mucha más libertad, pero no eran capaces de encontrar a su objetivo, así como su objetivo no podrían encontrarla a ella. Las panteras se movían por la oscuridad intentando localizar a su presa, sabían que estaba herida, que tenía miedo, intentaban oler la sangre y el pánico, pero solo veían oscuridad. Intentaban escuchar la voz o la respiración de la elfa, pero solo encontraban los sonidos del bosque. Sabían que la herida que le habían hecho a la elfa, tardaría en curarse, y que le costaría moverse en ese estado, pero si no podían verla, poco podían hacer. Se intentaron situar en lo que, pensaban, era el centro del lugar, sin saber donde atacar o que les deparaba. El tiempo que le quedaba a la elfa para reaccionar era escaso, las nubes comenzaban a abandonar la luna.
Huracán
Esta vez a la joven le sonreía la suerte, su grito llegó a oídos del dragón, que descendió a socorrerla, interponiéndose entre ella y los atacantes haciendo temblar el suelo al aterrizar y dejar sobre la tierra su peso. La risa del Centinela se escuchó entonces por el lugar al tiempo que resonaban unos aplausos, la oscuridad total no era impedimento para quienes acostumbraban a moverse entre esas sombras, que solo eran superadas por las que cubrían sus propias intenciones.
- Eres valiente, pero no te vas a librar con tanta facilidad.- rió el hombre provocando sonrisas en sus aliados.
El tipo movió sus manos como quien ejecuta un paso de baile y las sombras comenzaron a envolverle creando ondas y círculos a su alrededor, despejando ese pequeño trozo de bosque de estas, dejando una extraña claridad que poco o nada tenía de natural. Una luz roja pareció cubrir a los presentes mientras el Centinela se volvía tan negro como la noche y soltaba una profunda carcajada que recorrió toda la arboleda. Sus secuaces y el hombre empalado en el árbol, parecieron convertirse en sombras, siendo absorbidos por el Centinela, mientras este no cesaba su risa.
Una ráfaga oscura arrancó el árbol tras el que se escondía la bruja, dejándola al descubierto y unos ojos rojos brillaron en el rostro oscuro mientras una sonrisa blanca se dirigía a esta. Las sombras bailaban al rededor del Centinela. Cansado, despejó el campo de batalla, y con un nuevo movimiento, elevó a Dorian en los aires y lo lanzó lejos, alejandolo de la joven.
- ¿Y bien? ¿Vendrás por las buenas... o por las malas?- preguntó mostrando una llama negra en la palma de su mano, en actitud amenazante.
* Vincent, tienes vía libre para ir con Huracán, pero eso si, recuerda que eres el preso de la pequeña Allyson, se bueno con ella.
* Nïniel, tus heridas de esta ronda deberás curarlas más tarde en un tema mastereado, las tendrás hasta que termine este tema. Puedes terminar el combate en esta ronda, si gustas.
*Huracán, haz tu movimiento, y reza a los dioses, lanza las runas, tal vez, estas te sonrían, ahora tienes, al menos, un dragón que te puede ayudar.
Othel
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
La niña pareció aceptar que Vincent había sido bueno con ella. Que ya había hecho suficiente para divertirla, y no era para menos. Cuando la pequeña se remangó la camisa, descubrió unos brazos marcados a fuego y látigo, y el brujo no pudo evitar sentir mucha rabia en su interior al ver el estado de la niña.
Unos minutos antes estaba a punto de cargar contra ella y acabar con su vida en un instante, siendo una enemiga no se esperaba menos de él. Pero el brujo ya había vivido bastante para conocer los entresijos de la guerra, de la utilización de los niños, y sobre todo, para saber que nada en la vida solía ser blanco o negro. Por ello le dio una oportunidad a la niña, y como podía apreciar ante sus ojos, había obrado bien esta vez en la vida.
Había arriesgado mucho, pues no le cabía duda de que Huracán, Níniel y Anette estaban en peligro en esos instantes. Menos aún cuando la joven le confirmó que los asaltantes estaban detrás de Huri. Era evidente que sus enemigos en esa noche, no iba por él, o por Níniel, ni siquiera por los posibles candidatos para la caza como Anette o Jules. Iban por alguien que estaba en el gremio de antemano, y la pequeña bruja le había confirmado que se trataba de la joven cazadora.
El rubio observó cómo la niña abrazaba a su peluche, como se echaba a llora de forma suplicante ante la posibilidad de que su tío Centi le hiciera daño nuevamente. Un dragón surcó los cielos, que se oscurecieron de repente por la ocultación de la luna tras unas tupidas nubes.
- Eh vamos, no llores-, dijo con suavidad enjugando sus lágrimas con pulgar de su mano, a la vez que le acariciaba la mejilla con el resto de sus dedos. - Todo irá bien. ¿Sabes? tú también puedes ser mi amiga como esa bruja-, encendió una pequeña llama para iluminar el bosque y le sonrió. Sus palabras parecieron cortar al menos las lágrimas de la pequeña. - No sabrá que has ido tú, iré como dices, como tu prisionero, aunque tienes que saber una cosa-, le dio un toquecito en la nariz como antes. - Tu tío no es bueno para ti, es alguien malvado y no pasará de esta noche. No voy a tener piedad con él. Lo entiendes-, se puso algo más serio.
La joven asintió a sus palabras, pero no perdió su mutismo durante esos instantes. El rubio mantuvo la llama encendida con una de sus manos y con la otra agarró la manita de la niña y se acercó hasta Jules, que estaba cerca de ellos escuchando.
- ¿De verdad harás lo que dice esta chiquilla? Te meterás en la boca del lobo-, razonó Jules.
- No te preocupes, la trampa es menos peligrosa si se sabe dónde está. No esperaran un golpe tan cercano-, se pausó unos instantes, - y Huracán corre peligro.
- Vale, no es buena idea que los dos seamos prisioneros. Si estás dispuesto a correr ese riesgo, yo te cubriré con mi ballesta de precisi…
- No-, cortó al cazador.
- Como que no. ¿Piensas que deberíamos ser los dos prisioneros? No me parece un buen plan-, comentó el ballestero extrañado.
- No, no es eso. Huracán está en peligro, pero Níniel y Anette también lo están-, hizo comprender a Jules. - Necesito-, y recalcó la palabra con un tono distinto al resto de la frase, agarrando al tirador por el hombro. - Necesito que vayas hasta Níniel. No puedo dejarla sola, y tampoco puedo decir que no al plan de esta dulce señorita-, comentó dedicándole otra sonrisa a la pequeña, para volver a ponerse serio ante Jules. - Tampoco puedo pedirte que hagas de prisionero cuando he sido yo quien ha aceptado serlo. Por favor, cuida de Níniel y de la otra joven en mi ausencia-, suplicó.
Jules pareció durar unos instantes, pero finalmente se decidió.
- ¡Ahh! ¡Maldita sea! Debes estar loco de remate para hacer algo así solo, pero está bien. Volveré a la posición de la elfa y la bruja. Pero será mejor que salves a Huracán-, le señaló, y luego se echó a correr hacia el bosque, no sin antes girarse. - Y tú tampoco te mates, eres un tipo curioso-, dijo finalmente, antes de perderse en la espesura.
- Bueno, pues ya está todo preparado. Iré contigo hasta Centi. Si la batalla sale mal, me tienes que prometer que huirás cuando tengas una oportunidad, y que dejarás a tu tío atrás-, le pidió.
- No puedo hacer eso-, dijo en un susurro casi inaudible.
- Si vas a la academia de brujos en Beltrexus, puedes preguntar por Yennefer Cousland. Allí sabrán llevarte hasta ella. Ella te cuidará mucho mejor que ese tal Centi y lo destruirá donde yo fracasé. Es muy poderosa-, balanceó el bracito de la niña. - Además, ella me crió a mí, y no lo hizo del todo mal ¿no? - sonrió a la joven por última vez, antes de dirigirse hacia la posición del aterrizaje del dragón. - No perdamos más tiempo.
La niña asintió y se puso en marcha a su lado.
No estaba muy lejos por suerte, así que no tardó demasiado en llegar hasta el lugar donde Huracán y el dragón se enfrentaban contra un hombre rodeado de sombras y una luz roja totalmente antinatural. La cosa no pintaba muy bien, sobre todo por el aspecto amenazador del enemigo, con esa máscara de metal y su notable poder. No necesitó que la niña le dijera nada para saber que se trataba de Centi, pues su postura de mando y sadismo le daban la idea de que era él.
- Es ese-, señaló al hombre que ya suponía como tal.
Miró a la pequeña y se pasó un hilo que ataba sus manos por las muñecas de manera fingida, y ella ayudó a atar de manera incorrecta. Con un golpe seco el cabo perdería su fijación y sus manos quedarían libres de nuevo.
- Vamos. No hagamos esperar más a tu tío-, le dio una caricia en el rostro. - No tengas miedo. Ya no te volverá a hacer daño nunca más.
Avanzó saliendo de la espesura, acercándose por detrás del líder de los vampiros simulando una cojera. Y con cara de haberlas pasado mejor en otro momento.
- Vaya, vaya-, dijo el hombre girándose un momento. - Veo que me has traído un regalo mi pequeña.
El rubio miró a Centi con asco y rabia, como haría un preso en su situación, aunque para eso, francamente, no necesitó fingir.
Unos minutos antes estaba a punto de cargar contra ella y acabar con su vida en un instante, siendo una enemiga no se esperaba menos de él. Pero el brujo ya había vivido bastante para conocer los entresijos de la guerra, de la utilización de los niños, y sobre todo, para saber que nada en la vida solía ser blanco o negro. Por ello le dio una oportunidad a la niña, y como podía apreciar ante sus ojos, había obrado bien esta vez en la vida.
Había arriesgado mucho, pues no le cabía duda de que Huracán, Níniel y Anette estaban en peligro en esos instantes. Menos aún cuando la joven le confirmó que los asaltantes estaban detrás de Huri. Era evidente que sus enemigos en esa noche, no iba por él, o por Níniel, ni siquiera por los posibles candidatos para la caza como Anette o Jules. Iban por alguien que estaba en el gremio de antemano, y la pequeña bruja le había confirmado que se trataba de la joven cazadora.
El rubio observó cómo la niña abrazaba a su peluche, como se echaba a llora de forma suplicante ante la posibilidad de que su tío Centi le hiciera daño nuevamente. Un dragón surcó los cielos, que se oscurecieron de repente por la ocultación de la luna tras unas tupidas nubes.
- Eh vamos, no llores-, dijo con suavidad enjugando sus lágrimas con pulgar de su mano, a la vez que le acariciaba la mejilla con el resto de sus dedos. - Todo irá bien. ¿Sabes? tú también puedes ser mi amiga como esa bruja-, encendió una pequeña llama para iluminar el bosque y le sonrió. Sus palabras parecieron cortar al menos las lágrimas de la pequeña. - No sabrá que has ido tú, iré como dices, como tu prisionero, aunque tienes que saber una cosa-, le dio un toquecito en la nariz como antes. - Tu tío no es bueno para ti, es alguien malvado y no pasará de esta noche. No voy a tener piedad con él. Lo entiendes-, se puso algo más serio.
La joven asintió a sus palabras, pero no perdió su mutismo durante esos instantes. El rubio mantuvo la llama encendida con una de sus manos y con la otra agarró la manita de la niña y se acercó hasta Jules, que estaba cerca de ellos escuchando.
- ¿De verdad harás lo que dice esta chiquilla? Te meterás en la boca del lobo-, razonó Jules.
- No te preocupes, la trampa es menos peligrosa si se sabe dónde está. No esperaran un golpe tan cercano-, se pausó unos instantes, - y Huracán corre peligro.
- Vale, no es buena idea que los dos seamos prisioneros. Si estás dispuesto a correr ese riesgo, yo te cubriré con mi ballesta de precisi…
- No-, cortó al cazador.
- Como que no. ¿Piensas que deberíamos ser los dos prisioneros? No me parece un buen plan-, comentó el ballestero extrañado.
- No, no es eso. Huracán está en peligro, pero Níniel y Anette también lo están-, hizo comprender a Jules. - Necesito-, y recalcó la palabra con un tono distinto al resto de la frase, agarrando al tirador por el hombro. - Necesito que vayas hasta Níniel. No puedo dejarla sola, y tampoco puedo decir que no al plan de esta dulce señorita-, comentó dedicándole otra sonrisa a la pequeña, para volver a ponerse serio ante Jules. - Tampoco puedo pedirte que hagas de prisionero cuando he sido yo quien ha aceptado serlo. Por favor, cuida de Níniel y de la otra joven en mi ausencia-, suplicó.
Jules pareció durar unos instantes, pero finalmente se decidió.
- ¡Ahh! ¡Maldita sea! Debes estar loco de remate para hacer algo así solo, pero está bien. Volveré a la posición de la elfa y la bruja. Pero será mejor que salves a Huracán-, le señaló, y luego se echó a correr hacia el bosque, no sin antes girarse. - Y tú tampoco te mates, eres un tipo curioso-, dijo finalmente, antes de perderse en la espesura.
- Bueno, pues ya está todo preparado. Iré contigo hasta Centi. Si la batalla sale mal, me tienes que prometer que huirás cuando tengas una oportunidad, y que dejarás a tu tío atrás-, le pidió.
- No puedo hacer eso-, dijo en un susurro casi inaudible.
- Si vas a la academia de brujos en Beltrexus, puedes preguntar por Yennefer Cousland. Allí sabrán llevarte hasta ella. Ella te cuidará mucho mejor que ese tal Centi y lo destruirá donde yo fracasé. Es muy poderosa-, balanceó el bracito de la niña. - Además, ella me crió a mí, y no lo hizo del todo mal ¿no? - sonrió a la joven por última vez, antes de dirigirse hacia la posición del aterrizaje del dragón. - No perdamos más tiempo.
La niña asintió y se puso en marcha a su lado.
No estaba muy lejos por suerte, así que no tardó demasiado en llegar hasta el lugar donde Huracán y el dragón se enfrentaban contra un hombre rodeado de sombras y una luz roja totalmente antinatural. La cosa no pintaba muy bien, sobre todo por el aspecto amenazador del enemigo, con esa máscara de metal y su notable poder. No necesitó que la niña le dijera nada para saber que se trataba de Centi, pues su postura de mando y sadismo le daban la idea de que era él.
- Es ese-, señaló al hombre que ya suponía como tal.
Miró a la pequeña y se pasó un hilo que ataba sus manos por las muñecas de manera fingida, y ella ayudó a atar de manera incorrecta. Con un golpe seco el cabo perdería su fijación y sus manos quedarían libres de nuevo.
- Vamos. No hagamos esperar más a tu tío-, le dio una caricia en el rostro. - No tengas miedo. Ya no te volverá a hacer daño nunca más.
Avanzó saliendo de la espesura, acercándose por detrás del líder de los vampiros simulando una cojera. Y con cara de haberlas pasado mejor en otro momento.
- Vaya, vaya-, dijo el hombre girándose un momento. - Veo que me has traído un regalo mi pequeña.
El rubio miró a Centi con asco y rabia, como haría un preso en su situación, aunque para eso, francamente, no necesitó fingir.
Vincent Calhoun
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
A pesar de haber subestimado la velocidad de movimiento de aquellas felinas siluetas de pesadilla y haber recibido por ello un doloroso golpe en la espalda, Níniel había continuado con su plan sin permitirse que las molestias en la zona donde una vez más su armadura la había salvado de recibir una peligrosa herida la detuvieran. Movida por la adrenalina del momento y sin perder de vista la posición de las nubes movidas por el viento con respecto a Isil no se permitió detenerse pues sabía que difícilmente podría aguantar si aquel juego del gato y el ratón se alargaba. Por supuesto podría volver a generar un área iluminada que la mantuviera a salvo y una vez más tratar de ganar tiempo con aquello pero...¿Cuánto tardarían sus sombrías perseguidoras en darse cuenta de que aquella huída había sido un invento de la elfa para hacer de señuelo y alejarla de su indefensa compañera al mismo tiempo que las conducía a una trampa y las distraía tratando de mantenerlas centradas en una debilidad impostada?. Seguramente no mucho en cuanto se percataran de que el debilitamiento de la luz había sido fingido y podía continuar usándolo.
Los esfuerzos de la peliblanca fueron recompensados cuando Isil quedó oculta, cómplice de los planes de su devota hija. El momento había llegado y la elfa sabía que debía actuar con determinación y celeridad pues la oscuridad total que evitaba que su enemiga atacase no duraría mucho. Controló su agitada respiración y agudizó sus sentidos mientras se concentraba para lanzar su movimiento final, aquel que pondría fin a aquel combate o a sus esperanzas. Notó un pinchazo de dolor por el impacto anterior pero una vez más trató de evitar que la superara, pensando que aquello no era nada en comparación con todo lo que había en juego y esforzándose en no perder la concentración cuando más la necesitaba. Podía notar la presencia de su enemiga cerca, a su alrededor, prácticamente era consciente de su ansia asesina. Quizá mientras se agitaba entre la oscuridad la extraña mujer pensara en lo irónico que resultaba que su presa usase esa misma oscuridad y las sombras de las que ella se había jactado de ser la señora para evitar ser vista, quizá incluso le resultara divertido.
Entre la negrura total y en completo silencio, Níniel introdujo la mano con cuidado en uno de los bolsillos de su capa y sacó un diminuto frasquito que contenía una pequeña cantidad de preparado de hongo Warrel tratado con agua de manantial de Sandorai. Se trataba de una poción preparada por ella misma y especialmente creada para ella teniendo en cuenta su raza, género, así como su peso y tolerancia, lo cual había implicado durante su preparación un meticuloso cálculo de cantidades y medidas, un trabajo necesario pues excederse con la ingesta de aquel ingrediente podría resultar peligroso, quizá no con una dosis, pero sí a partir de ese punto, y a juzgar por cómo estaban yendo las cosas, quizá aquel frasquito no fuera el último que necesitara aquella noche. Bebió el contenido del vial de un sorbo y arrojó el frasco vacio en dirección al centro del claro donde estaba, o más bien hacia donde había visto que estaba el centro de aquel claro antes de la que negrura lo cubriera todo, y escuchó el sonido del cristal al romperse seguido de la reacción de sus felinas enemigas moviéndose hacia allí. Enseguida notó como la poción surtía efecto y como sus fuerzas mágicas aumentaban, concentrándose aún más y comenzando un silencioso rezo únicamente gesticulando con los labios en la noche, rogando a sus dioses por una parte de su poder para lograr la victoria*.Aún en silencio pronunció las últimas palabras de su corta plegaria y, preparada, fue testigo de cómo las nubes se retiraban y la luna volvía a bañar el lugar con su tenue luz, revelando una vez más la figura de ambas panteras de sombra justo donde las quería.
Sin perder un momento Níniel alzó el bastón tan alto como pudo y generó un orbe de luz mucho mayor que aquel que hubiese conjurado antes para alejar a las sombras de ella. Sus enemigas no tardaron en alzar sus oscuras testas para mirar alrededor, localizando a su presa y percatándose de que habían acudido al centro del claro siguiendo únicamente el sonido de un vial al romperse cuyos restos en nada les interesaban. Sin duda al ver cómo la elfa era capaz de conjurar una luz incluso mayor que las anteriores se darían cuenta también de que habían sido engañadas, pues comenzaron a retirarse hacia la protección de la sombra de los árboles para evitar ser afectadas por la luz, pero sin saberlo ya era tarde para ellas. Níniel ya había comprobado que solamente generando luz no iba a poder derrotarlas, no mientras una permaneciera en las sombras, por ello había necesitado tiempo para aumentar y concentrar su poder mágico y a la vez parecer vulnerable y hacer que sus enemigas se envalentonaran y se mostraran a la vez.
Antes de que las panteras llegaran a la línea de árboles el orbe que Níniel había generado estalló en una miríada de pequeñas pero intensas luces que rápidamente se extendieron por todo el lugar con la velocidad de un pestañeo. Se pegaban a los troncos, ramas y hojas de los árboles y cubrían todo el suelo en una amplia zona. Las que estaban en el aire flotaban lentamente creando una hermosa lluvia de volutas luminosas que incluso se adherían a la propia Níniel y a las panteras sin dejar de brillar. Era un espectáculo hermoso en sí mismo, especialmente unido al que daban aquellas sombrías figuras felinas que se convulsionaban en el suelo tratando de escapar de algún modo entre estertores de agonía y sufrimiento, logrando únicamente que más y más motas de luz se pegaran a sus oscuros cuerpos. No tenían dónde escapar, no había sombras a su alrededor, solo miles y miles de fuentes de luz que las condenaban a desaparecer, a ambas a la vez, sin lugar dónde refugiarse.
Con la victoria en su poder y su enemiga derrotada, Níniel se apresuró a regresar junto a Anette. Había gastado demasiado maná con aquella explosión de volutas de luz pero aún así debía intentar curarla e ir a por los demás. Solo cuando supiera que todos los de su grupo estaban bien se permitiría descansar, ese era su juramento como sacerdotisa. Por suerte la magia no era su única herramienta para curar.
Subrayado uso de la pasiva alquimiaLos esfuerzos de la peliblanca fueron recompensados cuando Isil quedó oculta, cómplice de los planes de su devota hija. El momento había llegado y la elfa sabía que debía actuar con determinación y celeridad pues la oscuridad total que evitaba que su enemiga atacase no duraría mucho. Controló su agitada respiración y agudizó sus sentidos mientras se concentraba para lanzar su movimiento final, aquel que pondría fin a aquel combate o a sus esperanzas. Notó un pinchazo de dolor por el impacto anterior pero una vez más trató de evitar que la superara, pensando que aquello no era nada en comparación con todo lo que había en juego y esforzándose en no perder la concentración cuando más la necesitaba. Podía notar la presencia de su enemiga cerca, a su alrededor, prácticamente era consciente de su ansia asesina. Quizá mientras se agitaba entre la oscuridad la extraña mujer pensara en lo irónico que resultaba que su presa usase esa misma oscuridad y las sombras de las que ella se había jactado de ser la señora para evitar ser vista, quizá incluso le resultara divertido.
Entre la negrura total y en completo silencio, Níniel introdujo la mano con cuidado en uno de los bolsillos de su capa y sacó un diminuto frasquito que contenía una pequeña cantidad de preparado de hongo Warrel tratado con agua de manantial de Sandorai. Se trataba de una poción preparada por ella misma y especialmente creada para ella teniendo en cuenta su raza, género, así como su peso y tolerancia, lo cual había implicado durante su preparación un meticuloso cálculo de cantidades y medidas, un trabajo necesario pues excederse con la ingesta de aquel ingrediente podría resultar peligroso, quizá no con una dosis, pero sí a partir de ese punto, y a juzgar por cómo estaban yendo las cosas, quizá aquel frasquito no fuera el último que necesitara aquella noche. Bebió el contenido del vial de un sorbo y arrojó el frasco vacio en dirección al centro del claro donde estaba, o más bien hacia donde había visto que estaba el centro de aquel claro antes de la que negrura lo cubriera todo, y escuchó el sonido del cristal al romperse seguido de la reacción de sus felinas enemigas moviéndose hacia allí. Enseguida notó como la poción surtía efecto y como sus fuerzas mágicas aumentaban, concentrándose aún más y comenzando un silencioso rezo únicamente gesticulando con los labios en la noche, rogando a sus dioses por una parte de su poder para lograr la victoria*.Aún en silencio pronunció las últimas palabras de su corta plegaria y, preparada, fue testigo de cómo las nubes se retiraban y la luna volvía a bañar el lugar con su tenue luz, revelando una vez más la figura de ambas panteras de sombra justo donde las quería.
Sin perder un momento Níniel alzó el bastón tan alto como pudo y generó un orbe de luz mucho mayor que aquel que hubiese conjurado antes para alejar a las sombras de ella. Sus enemigas no tardaron en alzar sus oscuras testas para mirar alrededor, localizando a su presa y percatándose de que habían acudido al centro del claro siguiendo únicamente el sonido de un vial al romperse cuyos restos en nada les interesaban. Sin duda al ver cómo la elfa era capaz de conjurar una luz incluso mayor que las anteriores se darían cuenta también de que habían sido engañadas, pues comenzaron a retirarse hacia la protección de la sombra de los árboles para evitar ser afectadas por la luz, pero sin saberlo ya era tarde para ellas. Níniel ya había comprobado que solamente generando luz no iba a poder derrotarlas, no mientras una permaneciera en las sombras, por ello había necesitado tiempo para aumentar y concentrar su poder mágico y a la vez parecer vulnerable y hacer que sus enemigas se envalentonaran y se mostraran a la vez.
Antes de que las panteras llegaran a la línea de árboles el orbe que Níniel había generado estalló en una miríada de pequeñas pero intensas luces que rápidamente se extendieron por todo el lugar con la velocidad de un pestañeo. Se pegaban a los troncos, ramas y hojas de los árboles y cubrían todo el suelo en una amplia zona. Las que estaban en el aire flotaban lentamente creando una hermosa lluvia de volutas luminosas que incluso se adherían a la propia Níniel y a las panteras sin dejar de brillar. Era un espectáculo hermoso en sí mismo, especialmente unido al que daban aquellas sombrías figuras felinas que se convulsionaban en el suelo tratando de escapar de algún modo entre estertores de agonía y sufrimiento, logrando únicamente que más y más motas de luz se pegaran a sus oscuros cuerpos. No tenían dónde escapar, no había sombras a su alrededor, solo miles y miles de fuentes de luz que las condenaban a desaparecer, a ambas a la vez, sin lugar dónde refugiarse.
Con la victoria en su poder y su enemiga derrotada, Níniel se apresuró a regresar junto a Anette. Había gastado demasiado maná con aquella explosión de volutas de luz pero aún así debía intentar curarla e ir a por los demás. Solo cuando supiera que todos los de su grupo estaban bien se permitiría descansar, ese era su juramento como sacerdotisa. Por suerte la magia no era su única herramienta para curar.
Señalado uso de la habilidad de nivel 4: Intelecto arcano.
Níniel Thenidiel
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Re: El retorno de los Cazadores {Mastereado} [CERRADO]
Igraine pareció escucharme, y así me lo indicó mediante un estruendoso alarido que acompañó de un giro hizo para enfocarme y bajar hasta mi posición rauda y veloz. Aterrizó con tanta fuerza que el suelo retumbó a su llegada. Aunque ni siquiera aquello parecía atemorizar al Centinela, quien comenzó a reírse a carcajadas y a aplaudir. Estaba todo oscuro, pero poco a poco la luna iría mostrándose tras las nubes. Yo, escondida, volvía a cargar mi ballesta pesada. Era el único armamento con el que probablemente pudiera hacerle daño.
El Centinela volvió vacilar y a amenazarme. Hizo un gesto elegante y comenzó a rodearse de sombras. “Otra vez espíritus no, por favor”, pensé. Recordando la desagradable experiencia de las criaturas a las que había ayudado a derrotar en varias ocasiones a Elen. Todos sus secuaces se convirtieron en sombras que comenzaron a unirse en torno a él. Hice un gesto con el brazo delante de mi cara para tratar de evitar de ocultar mis ojos de la luz roja que emitía lo que quiera que fuera aquel monstruo.
Arrancó de cuajo el árbol tras el que me escondía y, de una voltereta hacia atrás, me coloqué de nuevo tras Igraine. Que miraba amenazante a aquel monstruo sobre el que oscilaban aros circulares negros en forma de sombra. Sólo había quedado él, absorbiendo al resto de seres, incluido el vampiro empalado. Mostró en la palma de su mano una llama oscura y me “invitó” a ir con él.
-¡Nunca! – grité con rabia en respuesta a su amenaza. Tratando de demostrar que no me asustaba el tipo, cosa que sí ocurría en realidad. Pero tenía que confiar en mis posibilidades. Hasta el momento había mantenido la compostura sola y ahora tenía a Igraine a mi lado.
La dragona, que en su forma animal no podía hablar, miró hacia mí y se interpuso sin dudarlo entre el Centinela y yo. Tratando de evitar que llegara a mí. Cargó fuego en su interior y lo expulsó con toda su fuerza hacia el caudillo de la Hermandad, que hizo un gesto con su mano derecha y generó una llama negra igual de grande.
Se provocó un choque de llamas: El fuego vivo y natural del dragón, y la llama negra del Centinela. La luz y la oscuridad. Ninguna de las dos avanzaba, sino que quedaban justo enfrentadas en el punto medio entre ambos lanzadores.
Alguien tenía que romper esa igualdad. Y eso me correspondía a mí. Di un salto para colocarme en un pequeño alto justo al lado de Igraine, en pie. Desde allí tenía a tiro al caudillo tras las llamas. Coloqué el virote al máximo. La primera vez había rebotado, pero esta vez no apuntaría al pecho.
Justo en ese momento vi como una niña y un hombre salían de la espesura… ¿Vincent? Estaba maniatado. No podía creérmelo. Fuera lo que fuera aquella niña había capturado al brujo. Me fijé en la escena. El Centinela miró de reojo a la niña y a Vincent. Manteniendo el pulso y la llama con Igraine, también se dirigió a él, agradeciendo a la niña el "obsequio" que le había traído.
-¡Vincent! – le grité con impotencia al brujo, observando la cara de asco y odio que le dedicaba al tipo. Lo que más me preocupaba es, ¿qué había pasado entonces con Níniel, Anette y Jules? ¿Habrían muerto? Yo también le devolví una cara de repugnancia al enmascarado, quien de nuevo había vuelto a centrar sus esfuerzos sobre la dragona.
Igraine poco a poco iba perdiendo fuerza, cosa que el Centinela no parecía, y observé como la llama negra iba haciéndose con más terreno, perdiendo la de la dragona terreno.
Tenía que actuar. La silueta del Centinela se veía difuminada en mi retina por efecto de los fuegos, que se interponían entre mí ballesta y él. Pensé en qué ocurriría si disparaba la flecha a través de ambas llamas. Tal vez la flecha ardiera y se volatilizara, o tal vez los atravesara ardiendo y, de impactar al enmascarado, le hiciera más daño, pues tendría el poder abrasivo del fuego de Igraine, pero también cualquier efecto oscuro que pudiera tener la llama del hombre. No lo sabía. Pero tenía que probar. Apunté tensando al máximo, el virote y disparé.
Anastasia Boisson
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