Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
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Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Segundo tema con la maldición vampírica según la cronología (el primero está aún por abrirse)
El viaje desde isla volcánica hasta Lunargenta fue largo y duro, sobre todo para la de cabellos cenicientos, que tenía que adaptarse rápidamente a su nueva condición y a lo que ésta suponía. Una breve exposición a la luz solar le había demostrado lo doloroso que podía resultar, y aunque las ampollas habían desaparecido hacía ya dos días, Elen no olvidaba la terrible sensación que había recorrido el dorso de su mano. Debía tener mucho cuidado, ahora lo sabía, pero no solo con el astro rey, sino también con el fuego… y la sed. Sin duda alguna aquella última era la peor parte de su transformación, sentir de forma casi permanente el molesto ardor en la garganta y la necesidad de alimentarse, lo cual había tenido que controlar y mucho durante su viaje para no terminar abalanzándose sobre alguien.
Cuando alcanzaron a ver la ciudad sus preocupaciones no hicieron más que aumentar, allí seguía siendo persona non grata después de su intervención para salvar al rey Siegfried de la pandemia, y eso la obligaría a pasar inadvertida durante su estancia. Para colmo de males llegaron poco antes del amanecer, hecho que no le permitió salir a buscar algo de sangre para aliviar la sed, no, en vez de eso tuvo que cubrirse casi por completo con su capa y cruzar varias calles principales hasta llegar a la posada en que solía hospedarse.
Alister caminaba a su lado envuelto también en una capa, ya recuperado de la herida de la hidra, pero se podía ver en su rostro que no estaba tranquilo, ¿cómo estarlo después de ver regresar a la persona que amaba convertida en vampiro y visiblemente atormentada por ello? El dragón se había esforzado por animarla y asegurarle que aquello se arreglaría, que encontrarían un remedio cuando todo terminase y los jinetes no fuesen más que agua pasada, pero ¿existiría realmente un modo de revertir el cambio de la tensai? No estaba seguro. Aun así no se le había pasado por la cabeza la idea de alejarse de ella, ni siquiera por un instante, la quería sin importar su raza, y si la joven tenía que pasar el resto de sus días como vampira, se adaptarían a ello.
Una vez en la habitación de la posada tocó esperar a que pasara el día, algo que impacientó bastante a la de ojos verdes, que iba de un lado a otro, inquieta a causa de la sed. La presencia del cazador allí no la ayudaba, podía sentir su pulso a varios metros de distancia, pero debía acostumbrarse a tenerlo cerca a pesar de ello, ¿qué futuro les esperaba si no lo hacía? Con las ventanas cerradas y las cortinas corridas para que no entrase la mortífera luz del sol, el cuarto estaba sumido en la oscuridad, pero eso no impedía a la benjamina de los Calhoun ver lo que la rodeaba, sus sentidos se habían agudizado hasta el punto de hacer que se sintiese en su elemento.
Alister guardaba silencio, sentado en el borde de la cama, no podía hacer más ya que la de cabellos cenicientos se había negado en rotundo a beber de él, de hecho se había enfadado bastante ante tal idea, hecho por el cual no pensaba volver a nombrar el tema. - Pronto atardecerá. - dijo, rompiendo el silencio que solo interrumpían las ligeras pisadas de Elen. La vampira se detuvo al escucharlo, giró el rostro hacia él y vio como le tendía una mano, instándola a calmarse y sentarse a su lado, cosa que hizo, aunque le estaba costando horrores permanecer allí encerrada con él. Casi parecía un animal enjaulado, deseando salir a toda prisa de aquella pequeña prisión, pero aún debía esperar un par de horas, que sin duda se le harían eternas.
- Quiero que te vayas de Lunargenta cuando aparezcan los jinetes. - musitó, mientras el dragón acariciaba su mano. - No, estaré contigo, mira lo que pasó la última vez que no te acompañé. - respondió, sin poder evitar culparse en parte de lo que le había pasado a ella por no haber estado allí para protegerla. - No podré centrarme en la lucha si estás de por medio, serías una debilidad y lo aprovecharían en mi contra. - explicó, olvidando por unos segundos la sed para centrarse en la calidez del tacto del cazador. Alister guardo silencio, entendía lo que decía y que podía convertirse en un punto débil más que en una ayuda, pero no quería dejarla sola, menos aun teniendo en cuenta que Vladimir ahora podía no ayudar a los centinelas por la muerte de Amaterasu.
Sin decir nada, entrelazó sus dedos con los de la joven y esperó a que la noche cubriese Lunargenta, momento en que Elen se despidió de él para ir en busca de alimento. La vampira recorrió varias calles al amparo de la oscuridad, pero no deseaba atacar a una persona, hasta el momento había subsistido a base de sangre de animal y había funcionado, era el único modo que tenía de no perderse del todo a sí misma. Para dar con lo que buscaba, la de ojos verdes se apartó del núcleo de la ciudad y se dirigió a la zona en que se encontraban las casas más ricas, aquellas que podían permitirse algo de tierra dentro de la parcela y ganado… su objetivo. Solo le llevó unos minutos encontrar el lugar apropiado, y tras valerse de su nueva agilidad para saltar el muro de piedra que rodeaba la vivienda, avanzó lentamente hasta unas vacas que descansaban tranquilamente.
Ligeramente apartado dormía un novillo joven, al cual no le costó mucho acallar, mientras su sangre le bajaba por la garganta y aplacaba su hambre. Una vez saciada, la de cabellos cenicientos se apartó del animal sin saber si sobreviviría a su encuentro o no, tampoco le importaba, aunque pudiese parecer cruel. Elen odiaba aquella nueva vida, se odiaba a sí misma a veces por haberla aceptado en vez de morir, pero ya era tarde para lamentarse, debía hacer lo posible por acabar su misión… luego los dioses decidirían qué hacer con ella.
Rápidamente, la vampira abandonó el lugar del mismo modo con que había entrado, pero no regresó inmediatamente a la posada, no quería que Alister la viese así, con el rostro y la camisa manchados del rojizo líquido. Decidida a esperar un rato antes de volver, paseó por delante de aquellas lujosas haciendas, hasta que su interés se centró en una en particular, cuya seguridad destacaba bastante sobre las demás. Mimetizándose con las sombras, la joven consiguió acercarse lo suficiente como para escuchar a los guardias de la entrada, tres hombres de complexión fuerte y armados hasta los dientes que no parecían muy contentos con su guardia nocturna.
- Otra noche más aquí fuera, y así llevamos dos semanas… ese viejo se ha vuelto loco. - soltó uno, con tono molesto. - ¡Calla! ¿Quieres que te corte la cabeza? Si te oye decir eso acabarás en un agujero. - intervino otro, tomando con fuerza al primero por el hombro. - Ni siquiera nos dicen qué es lo que pasa, solo nos dejan aquí pasando frío noche tras noche, esperando a la nada. - volvió a quejarse, librándose del agarre de su compañero. - ¿No lo has oído? Al parecer el viejo lleva semanas soñando con su propia muerte, está seguro de que su sueño se cumplirá, por eso ha doblado la seguridad de la hacienda. - dijo el tercero, con los brazos cruzados sobre el pecho. - ¿Su propia muerte? - preguntó el primer guardia, que hasta el momento no había escuchado nada al respecto. - Sí, me lo contó el ama de llaves, se despierta entre sudores y gritando cada noche después de soñar que alguien lo asesina. - explicó el hombre, sin cambiar de posición. - Por eso está buscando ayuda, ha puesto un anuncio para contratar a alguien que pueda protegerlo, y la paga no es nada mala. - continuó, con cierto cansancio en la voz.
- Bueno… no me extrañaría que tuviese razón, ya sabes como son los nobles, no puedes fiarte ni de tu propia familia, un día apareces con una puñalada en la espalda y todo por dinero. - soltó, consiguiendo que el segundo guardia volviese a mirarlo con severidad, si no controlaba su lengua pronto perdería aquel trabajo.
Elen decidió que ya había escuchado bastante, y valiéndose de las sombras se marchó del lugar sin ser vista, regresando a la posada, donde Alister la esperaba. - No mires. - indicó nada más entrar, ya que el dragón había encendido algunas lámparas en su ausencia. La joven cruzó la habitación a toda prisa y se dirigió al baño, donde se lavó la cara y se deshizo de su camisa manchada, cambiándola por otra limpia. - ¿Mejor? - preguntó desde la cama el alado. - Sí, voy a salir de nuevo. - contestó la benjamina de los Calhoun. - ¿Otra vez? ¿Adónde? - inquirió el dragón, levantándose. - Quiero distraerme un rato, puede que haya encontrado un trabajo con que probar mis nuevas habilidades. - le explicó la de ojos verdes, mientras se encaminaba hacia la puerta.
- Te acompaño. - dijo, consiguiendo que la vampira se detuviese para mirarlo. - ¿No prefieres descansar? Ha sido un viaje largo. - comentó, pero el dragón negó de inmediato con la cabeza. - La hidra ya me obligó a descansar bastante, vamos. - instó, tomando una capa para cubrirse por el camino. El trayecto no les llevó mucho, y en cuanto los guardias los vieron acercarse les dieron el alto para exigir que mostrasen sus rostros y explicasen qué hacían allí a aquellas horas intempestivas. - Hemos visto el contrato de vuestro señor, venimos a ayudar. - indicó Elen, consiguiendo que los dejasen pasar.
El viaje desde isla volcánica hasta Lunargenta fue largo y duro, sobre todo para la de cabellos cenicientos, que tenía que adaptarse rápidamente a su nueva condición y a lo que ésta suponía. Una breve exposición a la luz solar le había demostrado lo doloroso que podía resultar, y aunque las ampollas habían desaparecido hacía ya dos días, Elen no olvidaba la terrible sensación que había recorrido el dorso de su mano. Debía tener mucho cuidado, ahora lo sabía, pero no solo con el astro rey, sino también con el fuego… y la sed. Sin duda alguna aquella última era la peor parte de su transformación, sentir de forma casi permanente el molesto ardor en la garganta y la necesidad de alimentarse, lo cual había tenido que controlar y mucho durante su viaje para no terminar abalanzándose sobre alguien.
Cuando alcanzaron a ver la ciudad sus preocupaciones no hicieron más que aumentar, allí seguía siendo persona non grata después de su intervención para salvar al rey Siegfried de la pandemia, y eso la obligaría a pasar inadvertida durante su estancia. Para colmo de males llegaron poco antes del amanecer, hecho que no le permitió salir a buscar algo de sangre para aliviar la sed, no, en vez de eso tuvo que cubrirse casi por completo con su capa y cruzar varias calles principales hasta llegar a la posada en que solía hospedarse.
Alister caminaba a su lado envuelto también en una capa, ya recuperado de la herida de la hidra, pero se podía ver en su rostro que no estaba tranquilo, ¿cómo estarlo después de ver regresar a la persona que amaba convertida en vampiro y visiblemente atormentada por ello? El dragón se había esforzado por animarla y asegurarle que aquello se arreglaría, que encontrarían un remedio cuando todo terminase y los jinetes no fuesen más que agua pasada, pero ¿existiría realmente un modo de revertir el cambio de la tensai? No estaba seguro. Aun así no se le había pasado por la cabeza la idea de alejarse de ella, ni siquiera por un instante, la quería sin importar su raza, y si la joven tenía que pasar el resto de sus días como vampira, se adaptarían a ello.
Una vez en la habitación de la posada tocó esperar a que pasara el día, algo que impacientó bastante a la de ojos verdes, que iba de un lado a otro, inquieta a causa de la sed. La presencia del cazador allí no la ayudaba, podía sentir su pulso a varios metros de distancia, pero debía acostumbrarse a tenerlo cerca a pesar de ello, ¿qué futuro les esperaba si no lo hacía? Con las ventanas cerradas y las cortinas corridas para que no entrase la mortífera luz del sol, el cuarto estaba sumido en la oscuridad, pero eso no impedía a la benjamina de los Calhoun ver lo que la rodeaba, sus sentidos se habían agudizado hasta el punto de hacer que se sintiese en su elemento.
Alister guardaba silencio, sentado en el borde de la cama, no podía hacer más ya que la de cabellos cenicientos se había negado en rotundo a beber de él, de hecho se había enfadado bastante ante tal idea, hecho por el cual no pensaba volver a nombrar el tema. - Pronto atardecerá. - dijo, rompiendo el silencio que solo interrumpían las ligeras pisadas de Elen. La vampira se detuvo al escucharlo, giró el rostro hacia él y vio como le tendía una mano, instándola a calmarse y sentarse a su lado, cosa que hizo, aunque le estaba costando horrores permanecer allí encerrada con él. Casi parecía un animal enjaulado, deseando salir a toda prisa de aquella pequeña prisión, pero aún debía esperar un par de horas, que sin duda se le harían eternas.
- Quiero que te vayas de Lunargenta cuando aparezcan los jinetes. - musitó, mientras el dragón acariciaba su mano. - No, estaré contigo, mira lo que pasó la última vez que no te acompañé. - respondió, sin poder evitar culparse en parte de lo que le había pasado a ella por no haber estado allí para protegerla. - No podré centrarme en la lucha si estás de por medio, serías una debilidad y lo aprovecharían en mi contra. - explicó, olvidando por unos segundos la sed para centrarse en la calidez del tacto del cazador. Alister guardo silencio, entendía lo que decía y que podía convertirse en un punto débil más que en una ayuda, pero no quería dejarla sola, menos aun teniendo en cuenta que Vladimir ahora podía no ayudar a los centinelas por la muerte de Amaterasu.
Sin decir nada, entrelazó sus dedos con los de la joven y esperó a que la noche cubriese Lunargenta, momento en que Elen se despidió de él para ir en busca de alimento. La vampira recorrió varias calles al amparo de la oscuridad, pero no deseaba atacar a una persona, hasta el momento había subsistido a base de sangre de animal y había funcionado, era el único modo que tenía de no perderse del todo a sí misma. Para dar con lo que buscaba, la de ojos verdes se apartó del núcleo de la ciudad y se dirigió a la zona en que se encontraban las casas más ricas, aquellas que podían permitirse algo de tierra dentro de la parcela y ganado… su objetivo. Solo le llevó unos minutos encontrar el lugar apropiado, y tras valerse de su nueva agilidad para saltar el muro de piedra que rodeaba la vivienda, avanzó lentamente hasta unas vacas que descansaban tranquilamente.
Ligeramente apartado dormía un novillo joven, al cual no le costó mucho acallar, mientras su sangre le bajaba por la garganta y aplacaba su hambre. Una vez saciada, la de cabellos cenicientos se apartó del animal sin saber si sobreviviría a su encuentro o no, tampoco le importaba, aunque pudiese parecer cruel. Elen odiaba aquella nueva vida, se odiaba a sí misma a veces por haberla aceptado en vez de morir, pero ya era tarde para lamentarse, debía hacer lo posible por acabar su misión… luego los dioses decidirían qué hacer con ella.
Rápidamente, la vampira abandonó el lugar del mismo modo con que había entrado, pero no regresó inmediatamente a la posada, no quería que Alister la viese así, con el rostro y la camisa manchados del rojizo líquido. Decidida a esperar un rato antes de volver, paseó por delante de aquellas lujosas haciendas, hasta que su interés se centró en una en particular, cuya seguridad destacaba bastante sobre las demás. Mimetizándose con las sombras, la joven consiguió acercarse lo suficiente como para escuchar a los guardias de la entrada, tres hombres de complexión fuerte y armados hasta los dientes que no parecían muy contentos con su guardia nocturna.
- Otra noche más aquí fuera, y así llevamos dos semanas… ese viejo se ha vuelto loco. - soltó uno, con tono molesto. - ¡Calla! ¿Quieres que te corte la cabeza? Si te oye decir eso acabarás en un agujero. - intervino otro, tomando con fuerza al primero por el hombro. - Ni siquiera nos dicen qué es lo que pasa, solo nos dejan aquí pasando frío noche tras noche, esperando a la nada. - volvió a quejarse, librándose del agarre de su compañero. - ¿No lo has oído? Al parecer el viejo lleva semanas soñando con su propia muerte, está seguro de que su sueño se cumplirá, por eso ha doblado la seguridad de la hacienda. - dijo el tercero, con los brazos cruzados sobre el pecho. - ¿Su propia muerte? - preguntó el primer guardia, que hasta el momento no había escuchado nada al respecto. - Sí, me lo contó el ama de llaves, se despierta entre sudores y gritando cada noche después de soñar que alguien lo asesina. - explicó el hombre, sin cambiar de posición. - Por eso está buscando ayuda, ha puesto un anuncio para contratar a alguien que pueda protegerlo, y la paga no es nada mala. - continuó, con cierto cansancio en la voz.
- Bueno… no me extrañaría que tuviese razón, ya sabes como son los nobles, no puedes fiarte ni de tu propia familia, un día apareces con una puñalada en la espalda y todo por dinero. - soltó, consiguiendo que el segundo guardia volviese a mirarlo con severidad, si no controlaba su lengua pronto perdería aquel trabajo.
Elen decidió que ya había escuchado bastante, y valiéndose de las sombras se marchó del lugar sin ser vista, regresando a la posada, donde Alister la esperaba. - No mires. - indicó nada más entrar, ya que el dragón había encendido algunas lámparas en su ausencia. La joven cruzó la habitación a toda prisa y se dirigió al baño, donde se lavó la cara y se deshizo de su camisa manchada, cambiándola por otra limpia. - ¿Mejor? - preguntó desde la cama el alado. - Sí, voy a salir de nuevo. - contestó la benjamina de los Calhoun. - ¿Otra vez? ¿Adónde? - inquirió el dragón, levantándose. - Quiero distraerme un rato, puede que haya encontrado un trabajo con que probar mis nuevas habilidades. - le explicó la de ojos verdes, mientras se encaminaba hacia la puerta.
- Te acompaño. - dijo, consiguiendo que la vampira se detuviese para mirarlo. - ¿No prefieres descansar? Ha sido un viaje largo. - comentó, pero el dragón negó de inmediato con la cabeza. - La hidra ya me obligó a descansar bastante, vamos. - instó, tomando una capa para cubrirse por el camino. El trayecto no les llevó mucho, y en cuanto los guardias los vieron acercarse les dieron el alto para exigir que mostrasen sus rostros y explicasen qué hacían allí a aquellas horas intempestivas. - Hemos visto el contrato de vuestro señor, venimos a ayudar. - indicó Elen, consiguiendo que los dejasen pasar.
Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Aquella vieja hacienda a las afueras de Lunargenta me incomodaba en cierto modo. Aquel anciano, cuyas manos temblequeaban debido alguna extraña enfermedad, pudo haber sido un gran cazador de éxito, a decir por todas las cabezas de múltiples piezas de caza que colgaban en el lúgubre salón, a modo de trofeo. También tenía crucifijos cristianos colgados, y banderas de los Reinos del Sur colgadas. Era una estancia sobria y señorial, considerablemente anticuada, el hogar de un conservador fiel al rey, sin duda. Se notaba que no había hecho reformas desde hace mucho tiempo. Los años pasaban para la villa del mismo modo que lo hacían para su dueño: envejecían sin poner remedio.
Por mucho que aquel hombre en bata y pijama atizara el fuego de la chimenea, no conseguiría incrementar la temperatura de aquella casa, desde un punto de vista metafísico. Algo no iba bien allí. Y eso lo podía sentir yo, como también mis tres compañeros de gremio.
-Y bien, ¿va a aceptar el contrato? – preguntó el anciano. Girándose hacia mí. Hablaba ronco, sin voz. Fruto de su vejez.
-Claro. Cuente con nuestra ayuda, señor Quatermain. Los chupasangres son nuestra especialidad. – replicó Nick Kärtenssen, el cazador dragón, desde mi espalda. Lo que hizo que enviara una mirada sentenciante al joven.
-Nick, yo soy quien toma las decisiones aquí. – Repliqué seria. No me fiaba de aquel “caballero dragón” con el hacha. No me caía bien como tampoco me caía bien su padre. Luego me mojé los labios y miré al anciano. – Todo el mundo tiene pesadillas, y muchos peores que las que usted relata. - dije pensando en Elen y lo que me había contado de los jinetes. - Y sinceramente, por mi amplia experiencia le diré que no estoy segura de que un vampiro sea el causante de éstas, señor Quatermain. Lo que usted necesita es un oniromante, no un cazador de vampiros.
-¡Pero, Huracán, tiene que serlo! La ciudad está copada por los chupasangres. ¡Y esas… nubes! Con forma de caballo. Algo está pasando. Están tramando algo. – replicó el cazador haciendo determinados aspavientos. ¡¿Huracán?! ¿Cómo osaba denominarme por mi nombre de cazavampiros? ¿Se estaba encarando conmigo aquel niñato consentido de papá Kärtenssen? ¿Acaso creía que porque su papá quiera metérmelo a calzador yo iba a tragar con él?
Por fortuna para él, fue Jules quien intervino y no yo. El brujo, atento a la conversación y a mi rostro, sabía que no estaba muy lejos de soltarle un moquete. - Relájate, campeón. – dijo Jules, poniendo una mano en el hombro del joven. El brujo se reía claramente de él. – Primero, los vampiros no son capaces de generar cirrocúmulos. Tanto ellos, como los caballeros esos que parecen venir, son una lacra para la ciudad, pero son dos lacras diferentes, no relaciones. Y segundo, no acostumbres a discutir la palabra de las maestras cazadoras en público. – pidió. Nick era impulsivo, y parecía tener buenas intenciones, pero debía aprender disciplina. La que siempre existió en el gremio. Jules sí que tenía confianza. Pero los nuevos no podían dirigirse a mí o a Cassandra por nuestros nombres.
-Mis... Mis disculpas, maestra. - se disculpó el cazador poniendo una mano en el pecho y agachando la cabeza.
La intervención de Jules bastó para que Nick cerrase el pico. Con una ciudad plagada de chupasangres, tenía cosas más interesantes que hacer que perder una noche en un viejo caserón. Y si había accedido era por ser una petición expresa del padre de Nick. Podría haber ido la cuadrilla de Cassandra, el dragón seguro que lo hubiese preferido, pero le había dicho a la otra maestra Cazadora que prefería encargarme personalmente del asunto para conocer mejor los asuntos del Lord, por lo que Cassandra probablemente estuviese en la ciudad. Tras unos instantes de mirada inexpresiva al dragón, devolví mi vista hacia el señor Quatermain.
-Alguien quiere asesinarme. ¡Lo veo en mis sueños! Tiene que ser un chupasangres. Por ello he protegido mi casa con abalorios y cruces cristianas, para que los Dioses me protejan. ¡No quiero morir, maestra! ¡Y creo que seré asesinado pronto! – estaba claro que aquel tipo estaba mal de la cabeza. – Pero no sé hasta qué punto mis hombres son capaces de distinguir un vampiro si se lo encuentra de frente. ¡No somos profesionales! – el hombre se acercó a mí. – Por eso he hecho llamar a su gremio. Y no sólo a usted, sino a todo el que vea los carteles que he mandado colgar. – El hombre de la barba levantó el dedo para complementar su expresión. Me fijé. Ese temblique me ponía nerviosa. – Ayúdeme, maestra cazadora, se lo suplico. – rogó el hombre, tomando mis manos. Él tipo estaba frío como el hielo.
Me tomé un tiempo para dar una respuesta al tipo.
-Ningún crucifijo le protegerá del ataque de un vampiro, señor Quatermain. – comenté aborrecida. ¿Por qué la gente creía que las cruces, los ajos o las estacas de madera eran una buena medida disuasoria para con los chupasangres? - Con toda la desgracia que ha caído en esta ciudad, y ante el cataclismo que parece que se avecina, no sé hasta qué punto debería perder mi valioso tiempo atendiendo los delirios de un anciano paranoico. – comenté sin cortarme un pelo en primera instancia. El hombre era tan lamentable, que estaría dispuesto a soportar mis desprecios si conseguía salvarle la vida. Y es que no sabía hasta qué punto un chupasangres podía manipular los sueños de una persona. – Pero váyase a dormir tranquilo. Esta noche patrullaremos su finca. – aseguré inexpresiva, tras unos segundos de espera, hice un gesto a los tres cazadores para que evacuaran la estancia por la puerta trasera de la misma. Ni siquiera me fijé en el sirviente que había entrado a hablar.
-Señor Quatermain, han venido nuevos hombres dispuestos a ayudarle. – confirmó el tipo. Yo ni siquiera me quedaría, salí por la puerta contraria del salón, con el resto de cazadores: Jules, y los novatos Nick Kartenssen y Hannah Sköll. Sería mejor si nos distribuíamos en el patio.
Por mucho que aquel hombre en bata y pijama atizara el fuego de la chimenea, no conseguiría incrementar la temperatura de aquella casa, desde un punto de vista metafísico. Algo no iba bien allí. Y eso lo podía sentir yo, como también mis tres compañeros de gremio.
-Y bien, ¿va a aceptar el contrato? – preguntó el anciano. Girándose hacia mí. Hablaba ronco, sin voz. Fruto de su vejez.
-Claro. Cuente con nuestra ayuda, señor Quatermain. Los chupasangres son nuestra especialidad. – replicó Nick Kärtenssen, el cazador dragón, desde mi espalda. Lo que hizo que enviara una mirada sentenciante al joven.
-Nick, yo soy quien toma las decisiones aquí. – Repliqué seria. No me fiaba de aquel “caballero dragón” con el hacha. No me caía bien como tampoco me caía bien su padre. Luego me mojé los labios y miré al anciano. – Todo el mundo tiene pesadillas, y muchos peores que las que usted relata. - dije pensando en Elen y lo que me había contado de los jinetes. - Y sinceramente, por mi amplia experiencia le diré que no estoy segura de que un vampiro sea el causante de éstas, señor Quatermain. Lo que usted necesita es un oniromante, no un cazador de vampiros.
-¡Pero, Huracán, tiene que serlo! La ciudad está copada por los chupasangres. ¡Y esas… nubes! Con forma de caballo. Algo está pasando. Están tramando algo. – replicó el cazador haciendo determinados aspavientos. ¡¿Huracán?! ¿Cómo osaba denominarme por mi nombre de cazavampiros? ¿Se estaba encarando conmigo aquel niñato consentido de papá Kärtenssen? ¿Acaso creía que porque su papá quiera metérmelo a calzador yo iba a tragar con él?
Por fortuna para él, fue Jules quien intervino y no yo. El brujo, atento a la conversación y a mi rostro, sabía que no estaba muy lejos de soltarle un moquete. - Relájate, campeón. – dijo Jules, poniendo una mano en el hombro del joven. El brujo se reía claramente de él. – Primero, los vampiros no son capaces de generar cirrocúmulos. Tanto ellos, como los caballeros esos que parecen venir, son una lacra para la ciudad, pero son dos lacras diferentes, no relaciones. Y segundo, no acostumbres a discutir la palabra de las maestras cazadoras en público. – pidió. Nick era impulsivo, y parecía tener buenas intenciones, pero debía aprender disciplina. La que siempre existió en el gremio. Jules sí que tenía confianza. Pero los nuevos no podían dirigirse a mí o a Cassandra por nuestros nombres.
-Mis... Mis disculpas, maestra. - se disculpó el cazador poniendo una mano en el pecho y agachando la cabeza.
La intervención de Jules bastó para que Nick cerrase el pico. Con una ciudad plagada de chupasangres, tenía cosas más interesantes que hacer que perder una noche en un viejo caserón. Y si había accedido era por ser una petición expresa del padre de Nick. Podría haber ido la cuadrilla de Cassandra, el dragón seguro que lo hubiese preferido, pero le había dicho a la otra maestra Cazadora que prefería encargarme personalmente del asunto para conocer mejor los asuntos del Lord, por lo que Cassandra probablemente estuviese en la ciudad. Tras unos instantes de mirada inexpresiva al dragón, devolví mi vista hacia el señor Quatermain.
-Alguien quiere asesinarme. ¡Lo veo en mis sueños! Tiene que ser un chupasangres. Por ello he protegido mi casa con abalorios y cruces cristianas, para que los Dioses me protejan. ¡No quiero morir, maestra! ¡Y creo que seré asesinado pronto! – estaba claro que aquel tipo estaba mal de la cabeza. – Pero no sé hasta qué punto mis hombres son capaces de distinguir un vampiro si se lo encuentra de frente. ¡No somos profesionales! – el hombre se acercó a mí. – Por eso he hecho llamar a su gremio. Y no sólo a usted, sino a todo el que vea los carteles que he mandado colgar. – El hombre de la barba levantó el dedo para complementar su expresión. Me fijé. Ese temblique me ponía nerviosa. – Ayúdeme, maestra cazadora, se lo suplico. – rogó el hombre, tomando mis manos. Él tipo estaba frío como el hielo.
Me tomé un tiempo para dar una respuesta al tipo.
-Ningún crucifijo le protegerá del ataque de un vampiro, señor Quatermain. – comenté aborrecida. ¿Por qué la gente creía que las cruces, los ajos o las estacas de madera eran una buena medida disuasoria para con los chupasangres? - Con toda la desgracia que ha caído en esta ciudad, y ante el cataclismo que parece que se avecina, no sé hasta qué punto debería perder mi valioso tiempo atendiendo los delirios de un anciano paranoico. – comenté sin cortarme un pelo en primera instancia. El hombre era tan lamentable, que estaría dispuesto a soportar mis desprecios si conseguía salvarle la vida. Y es que no sabía hasta qué punto un chupasangres podía manipular los sueños de una persona. – Pero váyase a dormir tranquilo. Esta noche patrullaremos su finca. – aseguré inexpresiva, tras unos segundos de espera, hice un gesto a los tres cazadores para que evacuaran la estancia por la puerta trasera de la misma. Ni siquiera me fijé en el sirviente que había entrado a hablar.
-Señor Quatermain, han venido nuevos hombres dispuestos a ayudarle. – confirmó el tipo. Yo ni siquiera me quedaría, salí por la puerta contraria del salón, con el resto de cazadores: Jules, y los novatos Nick Kartenssen y Hannah Sköll. Sería mejor si nos distribuíamos en el patio.
- Nick Kartenssen:
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Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Uno de los guardias de la entrada los guió a través del jardín hasta la puerta principal, donde otro los midió con la mirada antes de abrirles. - Por aquí. - indicó, para acto seguido enfilar el pasillo principal, que estaba adornado con lujosas pinturas, jarrones y algunas esculturas de pequeño tamaño. Con apenas unas velas para iluminar el camino hasta el salón, la de ojos verdes agradeció que su nueva condición la ayudase a adaptarse a la oscuridad, pero de inmediato torció el gesto, reprendiéndose mentalmente por ello. No le gustaba ser una vampira, solo lo había aceptado para no morir en isla volcánica y cumplir con el cometido que Tarivius le había encomendado, acabar con los jinetes de una vez por todas, cosa que tras los recientes acontecimientos podría resultar mucho más complicado.
Un sirviente de aspecto cansado les salió al paso poco antes de que llegasen a la puerta del salón, y los instó a esperar fuera hasta que pudiese anunciarlos como era debido, algo normal entre la nobleza… sus absurdos protocolos. La benjamina de los Calhoun se cruzó de brazos y esperó a que les diese una señal, momento en que ambos cruzaron el umbral y avanzaron hasta el señor Quatermein, que los recibió en pijama, con expresión preocupada y frotándose las manos junto a la chimenea en un vano intento de entrar en calor. Parecía un hombre atormentado, unas oscuras ojeras debajo de los ojos delataban que había dormido poco en los últimos días, algo normal en alguien a quien las pesadillas asaltaban cada noche.
Por unos instantes la joven se vio reflejada en el anciano, pero aquella mala época había quedado atrás, en el olvido. - Buenas noches, hemos oído lo de su problema. - dijo Elen, provocando que el viejo se girase hacia ellos. - ¿Quiénes sois? - preguntó, puede que estuviese dispuesto a abrir las puertas de su casa a cualquiera que quisiese ayudarlo pero siempre convenía saber con quién se estaba tratando. - Elen Calhoun, y este es mi compañero, Alister Cronwell. - respondió la vampira, retirando la capucha que cubría a medias su rostro. Quatermein abrió mucho los ojos al ver su rostro y se quedó en silencio, inmóvil, como si tuviese delante un fantasma y no a una mujer, pero instantes después se recompuso, al menos un poco.
¿Se debía aquello a que media Lunargenta seguía queriendo lincharla por haber intervenido en favor del rey Siegfried en los muelles? Era una opción plausible, quizá el anciano hubiese visto carteles con su cara por la ciudad… no sería la primera vez que le pasaba. - Es la bruja, sí, yo la he visto antes. - comentó uno de los guardias de la sala, sin percatarse del radical cambio que la de cabellos cenicientos había sufrido. Pocos podrían darse cuenta de lo que le había ocurrido, hecho que la beneficiaba, ya que después de la usurpación del trono de Lunargenta los de su raza se habían granjeado el odio de buena parte de los habitantes de la zona.
- Así es, estoy aquí para ayudarlo, pero debe darme algunos detalles primero. - intervino, mientras Alister recorría con la mirada el ostentoso salón, lleno de trofeos de caza. - ¿Qué quiere saber? - preguntó el anciano, sin quitarle ojo de encima. - Su pesadilla, ¿se repite cada noche? ¿puede ver al asesino? - inquirió, con los brazos cruzados sobre el pecho. - Sí, cada noche sueño lo mismo… pero no, no logro ver al culpable. - contestó, aunque haciendo una notable pausa antes de abordar la segunda cuestión, como si se lo hubiese pensado. ¿Estaría ocultándole algo? No tenía sentido que lo hiciese, no si esperaba que lo protegiesen, pero había gente rara, que prefería mantener la intriga aun cuando su vida corría peligro.
- ¿Y qué hay del lugar? ¿lo reconoce? ¿es siempre el mismo? - insistió la de ojos verdes, esperando obtener algo de información útil, aunque aquello tenía más pinta de ser obra de los desvaríos del viejo que de un verdadero complot. - Mi habitación, estoy allí solo y a oscuras, lo siguiente que noto es una presencia extraña y luego el ataque… - reveló, tragando saliva al rememorar la horrible sensación de sentirse observado por su verdugo, que emergía de las sombras y se abalanzaba sobre él repentinamente. - ¿Tiene enemigos? ¿alguien que pudiese desear su muerte? - preguntó la vampira, para crearse una lista de posibles sospechosos, pero el noble negó con la cabeza en respuesta. -¿Quién querría matarme? Soy un buen hombre. - aseguró, y con esto Elen dio por terminada la charla, no sacaría nada de provecho hablando con Quatermein así que intentaría cumplir el contrato encargándose de vigilar la hacienda y sobre todo, la zona en que se encontraban los aposentos del anciano.
- Nos ocuparemos de asegurar su casa, no tema, puede dormir tranquilo esta noche. - fue lo último que dijo la benjamina de los Calhoun, antes de abandonar la sala y dirigirse al exterior por el mismo camino que había utilizado para entrar. - Demos un paseo, lo más probable es que no ocurra nada pero quien sabe, quizá no este loco como dicen. - comentó al dragón, que caminaba a su lado. Fuera como fuese podrían disfrutar de un tranquilo paseo a la luz de la luna, y si llegaba a aparecer un asesino las nuevas habilidades de Elen le servirían para detenerlo antes de que llegase a su objetivo.
Lentamente, la pareja fue avanzando por el jardín hacia la parte trasera de la hacienda, atentos a cuanto los rodeaba, aunque la vampira no perdía el tiempo, estaba poniendo a prueba su control sobre las sombras, creando figuras que los rodeaban y se desvanecían, así entrenaba y conseguía que durasen cada vez más, y que sus formas se volviesen más nítidas. El tiempo una vez más corría en su contra, y si no conseguía dominar sus poderes de criatura de la noche no sería capaz de destruir a los jinetes, quienes ya anunciaban su pronta llegada con nubes extrañas en el cielo.
Un sirviente de aspecto cansado les salió al paso poco antes de que llegasen a la puerta del salón, y los instó a esperar fuera hasta que pudiese anunciarlos como era debido, algo normal entre la nobleza… sus absurdos protocolos. La benjamina de los Calhoun se cruzó de brazos y esperó a que les diese una señal, momento en que ambos cruzaron el umbral y avanzaron hasta el señor Quatermein, que los recibió en pijama, con expresión preocupada y frotándose las manos junto a la chimenea en un vano intento de entrar en calor. Parecía un hombre atormentado, unas oscuras ojeras debajo de los ojos delataban que había dormido poco en los últimos días, algo normal en alguien a quien las pesadillas asaltaban cada noche.
Por unos instantes la joven se vio reflejada en el anciano, pero aquella mala época había quedado atrás, en el olvido. - Buenas noches, hemos oído lo de su problema. - dijo Elen, provocando que el viejo se girase hacia ellos. - ¿Quiénes sois? - preguntó, puede que estuviese dispuesto a abrir las puertas de su casa a cualquiera que quisiese ayudarlo pero siempre convenía saber con quién se estaba tratando. - Elen Calhoun, y este es mi compañero, Alister Cronwell. - respondió la vampira, retirando la capucha que cubría a medias su rostro. Quatermein abrió mucho los ojos al ver su rostro y se quedó en silencio, inmóvil, como si tuviese delante un fantasma y no a una mujer, pero instantes después se recompuso, al menos un poco.
¿Se debía aquello a que media Lunargenta seguía queriendo lincharla por haber intervenido en favor del rey Siegfried en los muelles? Era una opción plausible, quizá el anciano hubiese visto carteles con su cara por la ciudad… no sería la primera vez que le pasaba. - Es la bruja, sí, yo la he visto antes. - comentó uno de los guardias de la sala, sin percatarse del radical cambio que la de cabellos cenicientos había sufrido. Pocos podrían darse cuenta de lo que le había ocurrido, hecho que la beneficiaba, ya que después de la usurpación del trono de Lunargenta los de su raza se habían granjeado el odio de buena parte de los habitantes de la zona.
- Así es, estoy aquí para ayudarlo, pero debe darme algunos detalles primero. - intervino, mientras Alister recorría con la mirada el ostentoso salón, lleno de trofeos de caza. - ¿Qué quiere saber? - preguntó el anciano, sin quitarle ojo de encima. - Su pesadilla, ¿se repite cada noche? ¿puede ver al asesino? - inquirió, con los brazos cruzados sobre el pecho. - Sí, cada noche sueño lo mismo… pero no, no logro ver al culpable. - contestó, aunque haciendo una notable pausa antes de abordar la segunda cuestión, como si se lo hubiese pensado. ¿Estaría ocultándole algo? No tenía sentido que lo hiciese, no si esperaba que lo protegiesen, pero había gente rara, que prefería mantener la intriga aun cuando su vida corría peligro.
- ¿Y qué hay del lugar? ¿lo reconoce? ¿es siempre el mismo? - insistió la de ojos verdes, esperando obtener algo de información útil, aunque aquello tenía más pinta de ser obra de los desvaríos del viejo que de un verdadero complot. - Mi habitación, estoy allí solo y a oscuras, lo siguiente que noto es una presencia extraña y luego el ataque… - reveló, tragando saliva al rememorar la horrible sensación de sentirse observado por su verdugo, que emergía de las sombras y se abalanzaba sobre él repentinamente. - ¿Tiene enemigos? ¿alguien que pudiese desear su muerte? - preguntó la vampira, para crearse una lista de posibles sospechosos, pero el noble negó con la cabeza en respuesta. -¿Quién querría matarme? Soy un buen hombre. - aseguró, y con esto Elen dio por terminada la charla, no sacaría nada de provecho hablando con Quatermein así que intentaría cumplir el contrato encargándose de vigilar la hacienda y sobre todo, la zona en que se encontraban los aposentos del anciano.
- Nos ocuparemos de asegurar su casa, no tema, puede dormir tranquilo esta noche. - fue lo último que dijo la benjamina de los Calhoun, antes de abandonar la sala y dirigirse al exterior por el mismo camino que había utilizado para entrar. - Demos un paseo, lo más probable es que no ocurra nada pero quien sabe, quizá no este loco como dicen. - comentó al dragón, que caminaba a su lado. Fuera como fuese podrían disfrutar de un tranquilo paseo a la luz de la luna, y si llegaba a aparecer un asesino las nuevas habilidades de Elen le servirían para detenerlo antes de que llegase a su objetivo.
Lentamente, la pareja fue avanzando por el jardín hacia la parte trasera de la hacienda, atentos a cuanto los rodeaba, aunque la vampira no perdía el tiempo, estaba poniendo a prueba su control sobre las sombras, creando figuras que los rodeaban y se desvanecían, así entrenaba y conseguía que durasen cada vez más, y que sus formas se volviesen más nítidas. El tiempo una vez más corría en su contra, y si no conseguía dominar sus poderes de criatura de la noche no sería capaz de destruir a los jinetes, quienes ya anunciaban su pronta llegada con nubes extrañas en el cielo.
Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Sin importarnos quién había entrado, llegamos al jardín. Estaba oscuro y podía escucharse el ruido que emitían algunos insectos. La parte trasera de la hacienda contaba con un molino de viento, una zona segada con diversos animales de granja y una parte de cosecha alta en la que te podías introducir y no ver absolutamente nada. Un sitio perfecto para recibir ataques de chupasangres, si es que verdaderamente eran ellos los culpables.
-Bien. Es hora de distribuirnos. – dije tras observar un poco la escena. – Nick y Hannah, vosotros iréis por la parte del molino. Jules y yo iremos a asegurar el ganado. Que es más susceptible de sufrir ataques de chupasangres por las noches. – informé. Los dos novatos asintieron con la cabeza, confirmando que habían comprendido mis instrucciones. – Si veis algo o necesitáis ayuda, gritad. – ordené.
Y tras dar las instrucciones, me fui con Jules a donde se encontraban los animales. Encerrados, durmiendo, en una pequeña finca, allí, se cruzaban cerdos con vacas. Algunos durmiendo. No se percibía prácticamente nada en el entorno, aunque al menos la noche parecía despejada y la luz iluminaba, por lo que sería más fácil perseguir a los chupasangres. Estaba todo demasiado tranquilo para mi gusto.
-Parece que está quedando una noche guapa. – comentó Jules recostándose de lado sobre uno de los tablones de madera del cerco, y mirando a las estrellas del cielo. Yo también me dejé caer con los codos, pero sin perder detalle a algo que pudiera atacar.
-Sí. Es la calma antes de la tormenta. – repliqué seria y sin entonar. Haciendo una pausa larga. – Jules, dime una cosa, ¿qué habéis hecho Rachel y tú los meses que estuve desaparecida?
El brujo soltó una pequeña risa antes de comentar nada. Aquello ya indicaba que, seguramente, no fuese algo bueno.
-¿Quieres saber la verdad? ¡Nada! – dijo. – Sin ti, no tenía sentido permanecer en el gremio. Y ante la falta de “efectivo” fuimos a Dundarak, ya sabes que Rachel está vinculada a la Logia. Cuando llegamos acababa de aterrizar una pirámide enorme y con ella la peste. Estuvimos ayudando a lugareños varios hasta que recibí la carta del tío de Nick. – hizo un gesto con la cabeza hacia donde se encontraba el dragón, que junto a Hannah comprobaba que no hubiera nada el molino como todo un novato. Parecían estar debatiendo quién de los dos entraba a investigar un lugar en el que probablemente no habría nada. – No me cae bien ese chaval. Tiene de cazador de vampiros lo mismo que yo de bardo tabernero.
-Tú tienes bastante de bardo tabernero. – bromeé con una sonrisa muy ligera.
-¡No, por todos los dioses! ¿De verdad me imaginas con unas calzas cantando epicidades? – le miré recostada, sonreí y alcé una ceja, inclinando la cabeza ligeramente como diciendo: “Bueno…”. Lo cierto es que estaría muy mono con esas calzas de colores. – ¡Maldita sea, Hury! Y eso que nunca me has visto cantar. Que yo canto muy bien ¡eh!
Pero... ¿esas ropas? No me las pongo ni por la mitad de tu patriominio. Bueno, por la mitad de tu patrimonio igual sí. – dijo picado, haciéndose el serio. Me encantaba cuando cambiaba su habitual tono bromista por uno como si estuviera enfadado.
Disfrutaba de los escasos momentos en solitario que pasaba al lado de Jules. El brujo siempre conseguía sacarme esa sonrisa que a poca gente le mostraba. Pero estábamos trabajando y tenía que fijarme en todos los detalles. Aunque estaba convencida de que no habría ningún chupasangres en aquella hacienda.
Entonces, miré a la puerta y vi a dos personas más. Uno parecía ser un hombre bastante fuerte, y otro una figura más femenina, de complexión más pequeña y delgada. Toqué al brujo en el hombro y le indiqué que tendiera su vista a la misteriosa pareja que había aparecido en el jardín.
-Será mejor que les preguntemos quiénes son. – opinó el brujo. Yo asentí con la cabeza y nos encaminamos hacia ellos.
En principio, iríamos sin mostrar nuestras armas, a fin de cuentas habían salido del interior de la casa por lo que puede que
-¿Quién va? – pregunté desde la lejanía, cuando aún no podíamos distinguir sus figuras. Fruncí el ceño al ver como la más pequeña de ellas emitía una especie de aura que no me gustaba nada. Una forma distinta del maná, pero de enorme poder a la vez. Choqué codo con codo con Jules para ver si él percibía algo. Asintió con la cabeza. – Identificaos. Si estáis también para proteger la vivienda del señor Quatermain, ya podéis ir buscándoos otra zona. Ésta la estamos vigilando nosotros. – comenté al dúo. Como siempre con mi característico diálogo arisco, inexpresivo y desconfiado. Estábamos ya a una distancia suficiente como para ser capaz de vernos. Sobre todo, ellos a nosotros. ¿Serían receptivos?
-Bien. Es hora de distribuirnos. – dije tras observar un poco la escena. – Nick y Hannah, vosotros iréis por la parte del molino. Jules y yo iremos a asegurar el ganado. Que es más susceptible de sufrir ataques de chupasangres por las noches. – informé. Los dos novatos asintieron con la cabeza, confirmando que habían comprendido mis instrucciones. – Si veis algo o necesitáis ayuda, gritad. – ordené.
Y tras dar las instrucciones, me fui con Jules a donde se encontraban los animales. Encerrados, durmiendo, en una pequeña finca, allí, se cruzaban cerdos con vacas. Algunos durmiendo. No se percibía prácticamente nada en el entorno, aunque al menos la noche parecía despejada y la luz iluminaba, por lo que sería más fácil perseguir a los chupasangres. Estaba todo demasiado tranquilo para mi gusto.
-Parece que está quedando una noche guapa. – comentó Jules recostándose de lado sobre uno de los tablones de madera del cerco, y mirando a las estrellas del cielo. Yo también me dejé caer con los codos, pero sin perder detalle a algo que pudiera atacar.
-Sí. Es la calma antes de la tormenta. – repliqué seria y sin entonar. Haciendo una pausa larga. – Jules, dime una cosa, ¿qué habéis hecho Rachel y tú los meses que estuve desaparecida?
El brujo soltó una pequeña risa antes de comentar nada. Aquello ya indicaba que, seguramente, no fuese algo bueno.
-¿Quieres saber la verdad? ¡Nada! – dijo. – Sin ti, no tenía sentido permanecer en el gremio. Y ante la falta de “efectivo” fuimos a Dundarak, ya sabes que Rachel está vinculada a la Logia. Cuando llegamos acababa de aterrizar una pirámide enorme y con ella la peste. Estuvimos ayudando a lugareños varios hasta que recibí la carta del tío de Nick. – hizo un gesto con la cabeza hacia donde se encontraba el dragón, que junto a Hannah comprobaba que no hubiera nada el molino como todo un novato. Parecían estar debatiendo quién de los dos entraba a investigar un lugar en el que probablemente no habría nada. – No me cae bien ese chaval. Tiene de cazador de vampiros lo mismo que yo de bardo tabernero.
-Tú tienes bastante de bardo tabernero. – bromeé con una sonrisa muy ligera.
-¡No, por todos los dioses! ¿De verdad me imaginas con unas calzas cantando epicidades? – le miré recostada, sonreí y alcé una ceja, inclinando la cabeza ligeramente como diciendo: “Bueno…”. Lo cierto es que estaría muy mono con esas calzas de colores. – ¡Maldita sea, Hury! Y eso que nunca me has visto cantar. Que yo canto muy bien ¡eh!
Pero... ¿esas ropas? No me las pongo ni por la mitad de tu patriominio. Bueno, por la mitad de tu patrimonio igual sí. – dijo picado, haciéndose el serio. Me encantaba cuando cambiaba su habitual tono bromista por uno como si estuviera enfadado.
Disfrutaba de los escasos momentos en solitario que pasaba al lado de Jules. El brujo siempre conseguía sacarme esa sonrisa que a poca gente le mostraba. Pero estábamos trabajando y tenía que fijarme en todos los detalles. Aunque estaba convencida de que no habría ningún chupasangres en aquella hacienda.
Entonces, miré a la puerta y vi a dos personas más. Uno parecía ser un hombre bastante fuerte, y otro una figura más femenina, de complexión más pequeña y delgada. Toqué al brujo en el hombro y le indiqué que tendiera su vista a la misteriosa pareja que había aparecido en el jardín.
-Será mejor que les preguntemos quiénes son. – opinó el brujo. Yo asentí con la cabeza y nos encaminamos hacia ellos.
En principio, iríamos sin mostrar nuestras armas, a fin de cuentas habían salido del interior de la casa por lo que puede que
-¿Quién va? – pregunté desde la lejanía, cuando aún no podíamos distinguir sus figuras. Fruncí el ceño al ver como la más pequeña de ellas emitía una especie de aura que no me gustaba nada. Una forma distinta del maná, pero de enorme poder a la vez. Choqué codo con codo con Jules para ver si él percibía algo. Asintió con la cabeza. – Identificaos. Si estáis también para proteger la vivienda del señor Quatermain, ya podéis ir buscándoos otra zona. Ésta la estamos vigilando nosotros. – comenté al dúo. Como siempre con mi característico diálogo arisco, inexpresivo y desconfiado. Estábamos ya a una distancia suficiente como para ser capaz de vernos. Sobre todo, ellos a nosotros. ¿Serían receptivos?
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
- ¿Estás seguro de que es una bruja? - pregunto el viejo Quatermein en voz baja poco después de que la pareja abandonara el salón, con el ceño fruncido y frotándose las manos de forma nerviosa. - Sí señor, la vi combatir en la ciudad durante un ataque de vampiros, protegió a los heridos con una cúpula hecha de electricidad. - respondió el guardia, refiriéndose a la noche en que la Hermandad intentó tomar Lunargenta y ganar aliados para su causa. Aquel enfrentamiento contra Mortagglia y sus seguidores había tenido lugar hacía mucho pero resultaba difícil olvidar el caos que se había desatado, y las pérdidas humanas que aquel ataque había causado.
Quatermein guardó silencio, intranquilo y confuso, algo no cuadraba. - Vigiladlos. - ordenó instantes después, provocando que su protector lo mirase extrañado, quizá la paranoia del viejo estuviese aumentando… o había algo que no les estaba contando.
Mientras tanto, la pareja recorría con lentitud el perímetro de la casa en busca del supuesto asesino, aunque cada minuto que pasaba se convencían más de que no existía tal persona, y que todo era producto de los desvaríos del anciano. Después de lo que había ocurrido en los últimos meses, la llegada de la pandemia, la huida del rey Siegfried y toma de la ciudad por parte de los vampiros, ¿quién no estaría nervioso? Lunargenta había cambiado mucho y ya no era el lugar seguro y tranquilo de antaño, en que miembros de todas las razas convivían en armonía, la mayor parte del tiempo. Ahora las cosas se habían complicado y no harían más que empeorar en cuanto los jinetes llegasen, algo que a juzgar por las nubes que cubrían el cielo, con forma de caballos, sucedería en cualquier momento.
Evacuar Lunargenta antes del ataque parecía imposible, más aun teniendo en cuenta que la de ojos verdes debía mantenerse oculta para evitar que la linchasen por su actuación en el puerto. Solo le quedaba una opción, estar presente cuando los Tarmúnil cruzasen desde el Oblivion y detenerlos, a cualquier precio. Por eso tenía que aprender a utilizar sus nuevos poderes y rápido, llevándose al extremo para conseguir el mayor efecto posible, aunque para eso ya no estaba sola… las almas de su medallón y la propia oscuridad de la reliquia se habían puesto de su lado. Esa nueva conexión le daba esperanzas, pues no olvidaba que Tyrande había combinado sus habilidades con la sábana blanca para destruir a Verzhela, volviéndose mucho más fuerte al controlar la oscuridad.
- ¿En qué piensas? - preguntó el dragón al verla ausente, y es que sabía leer perfectamente las expresiones y gestos de la benjamina de los Calhoun. Elen se giró hacia él, sin dejar de manipular las sombras para que tomasen forma y se moviesen a su alrededor antes de desvanecerse. - En Tyrande, ella consiguió destruir a una de las jinetes uniendo sus poderes al de las almas de la sábana blanca, si yo consiguiera hacer lo mismo… podría matarlos. - respondió, acariciando el medallón solar con los dedos. - Pero la batalla tendrá lugar en la ciudad, aquí no pueden morir. - le recordó Alister. - Lo sé, tendremos que abrir un portal para enviarlos al Oblivion y luchar allí, aunque podría decantar un poco la balanza en nuestro favor si elimino a un par de ellos aquí. - dijo la vampira, extrayendo la matajinetes de su vaina y recorriéndola con la mirada.
Imargo le había hecho un regalo de valor incalculable al entregarle aquella daga, cuyo filo había vuelto a salir por arte de magia, con el poder del veneno que usaba Verzhela Tarmúnil. Tras unos instantes, devolvió el arma a su vaina y se concentró en lo que los rodeaba, percibiendo casi de inmediato que no estaban solos en el exterior. ¿Había enviado Quatermein a sus soldados para patrullar también? No, era algo diferente, un flujo de maná que le resultaba familiar. A lo lejos pudo atisbar un par de siluetas, pero no fue eso lo que la instó a detenerse, sino la voz que les habló a continuación, pidiéndoles que se identificasen.
- No puede ser… esa voz. - musitó, entrecerrando los ojos para tratar de ver con mayor claridad a la dueña de la misma. La habría reconocido en cualquier parte, pero no podía ser cierto, la había visto caer al fuego. Elen acortó la distancia que las separaba hasta que pudo contemplar su rostro, el de la amiga a la que creía haber perdido, a la que había enterrado en Beltrexus de forma simbólica ya que no habían podido recuperar sus restos… ahora sabía el por qué. - Anastasia. - susurró, avanzando hacia ella con rapidez y extendiendo los brazos hacia delante con la intención de darle un abrazo… que no llegó. La de cabellos cenicientos se detuvo en seco cuando apenas las separaban diez metros, con expresión triste y avergonzada, bajó los brazos y se quedó mirándola en silencio, como si de un momento a otro Huracán fuese a desaparecer.
Se alegraba de verla, pero su nueva condición podía ser un problema, puede que Quatermein y los guardias no se hubiesen dado cuenta pero ella sí lo haría, llevaba persiguiendo vampiros toda su vida, notaría el cambio. - Creí que habías muerto. - alcanzó a decir, mientras Alister se situaba a su lado. La cazadora no estaba sola, Jules también se encontraba allí, otra sorpresa agradable, aunque no podía saber cómo iban a reaccionar ante su reciente transformación.
Quatermein guardó silencio, intranquilo y confuso, algo no cuadraba. - Vigiladlos. - ordenó instantes después, provocando que su protector lo mirase extrañado, quizá la paranoia del viejo estuviese aumentando… o había algo que no les estaba contando.
Mientras tanto, la pareja recorría con lentitud el perímetro de la casa en busca del supuesto asesino, aunque cada minuto que pasaba se convencían más de que no existía tal persona, y que todo era producto de los desvaríos del anciano. Después de lo que había ocurrido en los últimos meses, la llegada de la pandemia, la huida del rey Siegfried y toma de la ciudad por parte de los vampiros, ¿quién no estaría nervioso? Lunargenta había cambiado mucho y ya no era el lugar seguro y tranquilo de antaño, en que miembros de todas las razas convivían en armonía, la mayor parte del tiempo. Ahora las cosas se habían complicado y no harían más que empeorar en cuanto los jinetes llegasen, algo que a juzgar por las nubes que cubrían el cielo, con forma de caballos, sucedería en cualquier momento.
Evacuar Lunargenta antes del ataque parecía imposible, más aun teniendo en cuenta que la de ojos verdes debía mantenerse oculta para evitar que la linchasen por su actuación en el puerto. Solo le quedaba una opción, estar presente cuando los Tarmúnil cruzasen desde el Oblivion y detenerlos, a cualquier precio. Por eso tenía que aprender a utilizar sus nuevos poderes y rápido, llevándose al extremo para conseguir el mayor efecto posible, aunque para eso ya no estaba sola… las almas de su medallón y la propia oscuridad de la reliquia se habían puesto de su lado. Esa nueva conexión le daba esperanzas, pues no olvidaba que Tyrande había combinado sus habilidades con la sábana blanca para destruir a Verzhela, volviéndose mucho más fuerte al controlar la oscuridad.
- ¿En qué piensas? - preguntó el dragón al verla ausente, y es que sabía leer perfectamente las expresiones y gestos de la benjamina de los Calhoun. Elen se giró hacia él, sin dejar de manipular las sombras para que tomasen forma y se moviesen a su alrededor antes de desvanecerse. - En Tyrande, ella consiguió destruir a una de las jinetes uniendo sus poderes al de las almas de la sábana blanca, si yo consiguiera hacer lo mismo… podría matarlos. - respondió, acariciando el medallón solar con los dedos. - Pero la batalla tendrá lugar en la ciudad, aquí no pueden morir. - le recordó Alister. - Lo sé, tendremos que abrir un portal para enviarlos al Oblivion y luchar allí, aunque podría decantar un poco la balanza en nuestro favor si elimino a un par de ellos aquí. - dijo la vampira, extrayendo la matajinetes de su vaina y recorriéndola con la mirada.
Imargo le había hecho un regalo de valor incalculable al entregarle aquella daga, cuyo filo había vuelto a salir por arte de magia, con el poder del veneno que usaba Verzhela Tarmúnil. Tras unos instantes, devolvió el arma a su vaina y se concentró en lo que los rodeaba, percibiendo casi de inmediato que no estaban solos en el exterior. ¿Había enviado Quatermein a sus soldados para patrullar también? No, era algo diferente, un flujo de maná que le resultaba familiar. A lo lejos pudo atisbar un par de siluetas, pero no fue eso lo que la instó a detenerse, sino la voz que les habló a continuación, pidiéndoles que se identificasen.
- No puede ser… esa voz. - musitó, entrecerrando los ojos para tratar de ver con mayor claridad a la dueña de la misma. La habría reconocido en cualquier parte, pero no podía ser cierto, la había visto caer al fuego. Elen acortó la distancia que las separaba hasta que pudo contemplar su rostro, el de la amiga a la que creía haber perdido, a la que había enterrado en Beltrexus de forma simbólica ya que no habían podido recuperar sus restos… ahora sabía el por qué. - Anastasia. - susurró, avanzando hacia ella con rapidez y extendiendo los brazos hacia delante con la intención de darle un abrazo… que no llegó. La de cabellos cenicientos se detuvo en seco cuando apenas las separaban diez metros, con expresión triste y avergonzada, bajó los brazos y se quedó mirándola en silencio, como si de un momento a otro Huracán fuese a desaparecer.
Se alegraba de verla, pero su nueva condición podía ser un problema, puede que Quatermein y los guardias no se hubiesen dado cuenta pero ella sí lo haría, llevaba persiguiendo vampiros toda su vida, notaría el cambio. - Creí que habías muerto. - alcanzó a decir, mientras Alister se situaba a su lado. La cazadora no estaba sola, Jules también se encontraba allí, otra sorpresa agradable, aunque no podía saber cómo iban a reaccionar ante su reciente transformación.
Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Escuchar mi nombre de pila me resultó algo extraño en aquellas latitudes. Pero si alguien lo conocía, y lo decía con aquella calma y añoranza, desde luego no podía ser un enemigo.
La que era una chica en el dúo opuesto se acercó corriendo con los brazos extendidos. Un pequeño haz de luz me permitió ver su rostro y comprobar de quién se trataba. - ¡Elen! – exclamé, adelantándome también al brujo y yendo a abrazarla. Hacía muchos meses que no la veía, y su sorpresa era mucho más entendible que la mía, ya que la pequeña bruja me habría dado por muerta igual que Cassandra o el propio Jules.
Sin embargo, la bruja se detuvo unos pasos antes de llegar a mí. Deteniendo toda su euforia inicial, pareciendo resignada. Ese gesto me hizo cortarme a mí también en mi carrera y detenerme. Pude ver su rostro, aunque con la luz de la noche me costaba algo más identificarla. – Sí… Eso creían todos. – le respondí a su tímido comentario.
Me daba igual que ella se detuviera. No iba a pasar sin dar un abrazo a mi mejor amiga. Sin fijarme demasiado en ella, la abracé fuerte durante unos instantes. – Tengo tantas cosas que contarte… - comenté con ilusión cuando teníamos las cabezas una al lado de la otra.
A continuación alejé un poco la cabeza. Tomé sus mejillas con ambas manos y, entonces, descubrí algo que preferiría no saber. De primeras había notado su piel más fría de lo habitual, pero su tez parecía también ligeramente más blanquecina. Puse una cara de sorpresa. La tomé por sus mejillas y abrí ligeramente sus ojos. Sus pupilas habían cambiado. Y no eran los ojos risueños y verdes que acostumbraba a conocer.
-Un vampiro… - susurré con el aire residual que quedaba en mis pulmones de contener la respiración. – Por los dioses, ¿Qué… Qué te ha pasado, Elen? ¿Desde cuándo estás así? – pregunté con mis ojos también tambaleantes por la enorme sorpresa. Alejándome un poco, dando pasos hacia atrás.
-Ay… La que se va a montar. – vaticinó Jules al darse cuenta del percance. Y no por mí, ya que yo no iba a atacar a mi amiga. Pero ahora estaba en un compromiso para con mis empleados, y también con el dueño de la vivienda, al que había prometido mantener la casa libre de chupasangres.
-Será mejor que te vayas, Elen. Quatermain cree que los vampiros son los causantes de sus pesadillas. – comenté a mi amiga en buenos modales, tratando de excusarme. – Me han contratado para liquidar todo vampiro que se aproxime, si me ven contigo, me pones en un compromiso, a mí y a la reputación del gremio. – expliqué. Y es que si se corría el falso rumor de que los Cazadores se resignaban a atacar a determinados vampiros, podíamos terminar siendo un enemigo público en la ciudad, además de ver seriamente afectada nuestra fama.
Para mayor incordio, en ese momento aparecieron Nick y Hannah, quienes no conocían a Elen. Con sus armas en ristre, pero apuntando al suelo. Sin mostrarse amenazantes.
-¿He oído la palabra vampiro? – preguntó Nick. Que primero se fijó en Alister, al que tenía por espalda, y después en Elen. A la que rápidamente identificó con tal. - ¡Una chupasangres! ¡Maestra, tenga cuidado! – advirtió el dragón, a voces, levantando su hacha en señal de guerra.
-Nick, baja el arma. ¡Y habla bajo! – pidió Jules en mayor silencio. Miró también a Alister, pidiendo calma. Con lo temperamental que era el compañero de la bruja, no le extrañaría que éste arremetiera contra Kartenssen en cuestión de segundos. – Elen es amiga de Huracán.
-¿Y eso qué tiene que ver? Somos cazadores de vampiros. La ciudad está plagada de ellos y, ahora, ¿hacemos excepciones con los amigos de la maestra cazadora? – cuestionó, cruzándose de brazos. Pero sin bajar un ápice el tono de voz. No estaba siendo nada discreto.
-Cállate. – Pedí de malos modales, señalándole con el índice. El joven lo acató a la perfección. Y es que sabía que, a espaldas de Elen y frente a mí, había alguien que nos estaba escuchando. Cuatro tipos más habían salido justo detrás de la hacienda, tras Alister y Elen.
Eran los hombres del señor Quatermain. Se acercaban. Habían escuchado algo, pero no sabían muy bien el qué. Venían andando con tranquilidad. Si reconocían a Elen, terminarían poniéndonos en una tesitura equivocada.
-Disculpad, ¿qué es lo que sucede? Hemos escuchado algo de vampiros. – preguntaron con total ignorancia, acercándose. Parecían centrarse en Elen y Alister, que eran justo los que tenían de espaldas y, por tanto, más próximos.
La que era una chica en el dúo opuesto se acercó corriendo con los brazos extendidos. Un pequeño haz de luz me permitió ver su rostro y comprobar de quién se trataba. - ¡Elen! – exclamé, adelantándome también al brujo y yendo a abrazarla. Hacía muchos meses que no la veía, y su sorpresa era mucho más entendible que la mía, ya que la pequeña bruja me habría dado por muerta igual que Cassandra o el propio Jules.
Sin embargo, la bruja se detuvo unos pasos antes de llegar a mí. Deteniendo toda su euforia inicial, pareciendo resignada. Ese gesto me hizo cortarme a mí también en mi carrera y detenerme. Pude ver su rostro, aunque con la luz de la noche me costaba algo más identificarla. – Sí… Eso creían todos. – le respondí a su tímido comentario.
Me daba igual que ella se detuviera. No iba a pasar sin dar un abrazo a mi mejor amiga. Sin fijarme demasiado en ella, la abracé fuerte durante unos instantes. – Tengo tantas cosas que contarte… - comenté con ilusión cuando teníamos las cabezas una al lado de la otra.
A continuación alejé un poco la cabeza. Tomé sus mejillas con ambas manos y, entonces, descubrí algo que preferiría no saber. De primeras había notado su piel más fría de lo habitual, pero su tez parecía también ligeramente más blanquecina. Puse una cara de sorpresa. La tomé por sus mejillas y abrí ligeramente sus ojos. Sus pupilas habían cambiado. Y no eran los ojos risueños y verdes que acostumbraba a conocer.
-Un vampiro… - susurré con el aire residual que quedaba en mis pulmones de contener la respiración. – Por los dioses, ¿Qué… Qué te ha pasado, Elen? ¿Desde cuándo estás así? – pregunté con mis ojos también tambaleantes por la enorme sorpresa. Alejándome un poco, dando pasos hacia atrás.
-Ay… La que se va a montar. – vaticinó Jules al darse cuenta del percance. Y no por mí, ya que yo no iba a atacar a mi amiga. Pero ahora estaba en un compromiso para con mis empleados, y también con el dueño de la vivienda, al que había prometido mantener la casa libre de chupasangres.
-Será mejor que te vayas, Elen. Quatermain cree que los vampiros son los causantes de sus pesadillas. – comenté a mi amiga en buenos modales, tratando de excusarme. – Me han contratado para liquidar todo vampiro que se aproxime, si me ven contigo, me pones en un compromiso, a mí y a la reputación del gremio. – expliqué. Y es que si se corría el falso rumor de que los Cazadores se resignaban a atacar a determinados vampiros, podíamos terminar siendo un enemigo público en la ciudad, además de ver seriamente afectada nuestra fama.
Para mayor incordio, en ese momento aparecieron Nick y Hannah, quienes no conocían a Elen. Con sus armas en ristre, pero apuntando al suelo. Sin mostrarse amenazantes.
-¿He oído la palabra vampiro? – preguntó Nick. Que primero se fijó en Alister, al que tenía por espalda, y después en Elen. A la que rápidamente identificó con tal. - ¡Una chupasangres! ¡Maestra, tenga cuidado! – advirtió el dragón, a voces, levantando su hacha en señal de guerra.
-Nick, baja el arma. ¡Y habla bajo! – pidió Jules en mayor silencio. Miró también a Alister, pidiendo calma. Con lo temperamental que era el compañero de la bruja, no le extrañaría que éste arremetiera contra Kartenssen en cuestión de segundos. – Elen es amiga de Huracán.
-¿Y eso qué tiene que ver? Somos cazadores de vampiros. La ciudad está plagada de ellos y, ahora, ¿hacemos excepciones con los amigos de la maestra cazadora? – cuestionó, cruzándose de brazos. Pero sin bajar un ápice el tono de voz. No estaba siendo nada discreto.
-Cállate. – Pedí de malos modales, señalándole con el índice. El joven lo acató a la perfección. Y es que sabía que, a espaldas de Elen y frente a mí, había alguien que nos estaba escuchando. Cuatro tipos más habían salido justo detrás de la hacienda, tras Alister y Elen.
Eran los hombres del señor Quatermain. Se acercaban. Habían escuchado algo, pero no sabían muy bien el qué. Venían andando con tranquilidad. Si reconocían a Elen, terminarían poniéndonos en una tesitura equivocada.
-Disculpad, ¿qué es lo que sucede? Hemos escuchado algo de vampiros. – preguntaron con total ignorancia, acercándose. Parecían centrarse en Elen y Alister, que eran justo los que tenían de espaldas y, por tanto, más próximos.
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
El oscuro manto de la noche evitó que la cazadora se percatase de su cambio, al menos a primera vista, hecho por el cual Huracán salvó la escasa distancia que las separaba para estrecharla entre sus brazos. - Y yo a ti… - musitó la vampira, devolviéndole el abrazo y alegrándose de que se hubiesen equivocado acerca de su muerte, ya no tenía por qué sentirse culpable como lo había hecho durante mucho tiempo. El recuerdo de la bruja cayendo a las llamas la había atormentado durante meses, en los que se había reprendido por no haber llegado antes para ayudarla contra Mortagglia, pero ahora todo eso se esfumaba, su amiga estaba viva.
Sin embargo, aquella alegría inicial por su reencuentro podía desaparecer en cuanto Anastasia se diese cuenta de lo que era ahora, algo que no tardó en pasar. La cazadora se quedó mirándola fijamente cuando se apartó de ella, la tomó por las mejillas y comprobó sus pupilas, que le dieron toda la información que necesitaba. - Es una historia muy larga… tú tenías razón sobre Vladimir, debí hacerte caso. - le dijo, mientras la veía retroceder unos pasos. Elen quería explicarse, quería contarle lo sucedido en isla volcánica y cómo su decisión de alzarse contra Amaterasu y su aquelarre de nigromantes había desencadenado aquel desenlace para ella, en el que el inmortal había jugado un papel importante.
Géminis la había herido de muerte por orden suya, pero entonces ¿por qué le había dado la opción de salvarse? ¿estaba el vampiro poniéndola a prueba o solo quería regodearse de su miseria? La joven no sabía qué esperar de su próximo encuentro con él, pero después de lo ocurrido no lo creía dispuesto a colaborar con el resto de centinelas, así que debía considerarlo su enemigo, uno que tenía en su poder la corona del dominador, el objeto que podía doblegar la voluntad de cualquiera. Cuando pensaba en ello la preocupación no la dejaba pensar con claridad, y su imaginación la llevaba a múltiples escenarios posibles, en los que Vladimir utilizaba la reliquia para controlarla a ella o a sus otros hermanos durante la batalla final.
La voz de Huracán la devolvió a la realidad, mientras la hechicera la instaba a marcharse de la hacienda, alegando que el viejo Quatermein estaba seguro de que el culpable de sus pesadillas era un vampiro. Aquella información era nueva para la pareja, a la cual no se le había dicho nada al respecto ¿por qué? Esa era una buena pregunta. La presencia del gremio allí tenía como finalidad mantener a los chupasangres a raya y eliminar a cualquiera que entrase en la propiedad, pero Anastasia no iba a atacarla, no importaba que se hubiese transformado en uno de los seres que llevaba toda la vida persiguiendo, no levantaría su ballesta contra ella.
Sin embargo, había otros miembros allí con ellos, unos que no conocían a la de ojos verdes y que por tanto, no la tratarían con el mismo favor. Otro par de cazadores se acercó al grupo, y de inmediato uno de ellos centró su atención sobre los extraños, reconociendo los signos que delataban la condición de la benjamina de los Calhoun. A voces, Nick advirtió a su maestra que tuviese cuidado con aquella peligrosa enemiga, pero con ello solo consiguió que Jules lo cortase al momento, y que Alister le dirigiese una mirada asesina mientras se situaba por delante de su compañera. - Cuidado con esa lengua, y baja el hacha antes de que te hagas daño con ella. - amenazó el dragón, sin quitarle ojo de encima y dispuesto a transformarse de ser necesario.
Jules miró al alado en un intento por traer de vuelta la calma, quizá recordando lo sucedido en los muelles tiempo atrás, y como él había perdido el control al ver que la de cabellos cenicientos luchaba contra su maldición postrada en una cama. Aquella noche había salido a la luz su parte más feroz y no había tenido piedad alguna con sus enemigos, cualquiera que quisiese hacer daño a Elen correría la misma suerte. La siguiente intervención del brujo consiguió que Nick se cruzase de brazos, visiblemente molesto con la situación y con el hecho de que el gremio hiciese una excepción solo por el hecho de que aquella mujer era amiga de la maestra. Huracán lo mandó a callar de inmediato, y su subordinado acató la orden sin cuestionar nada más, aunque no solo porque se lo hubiese dicho su superior sino también porque ya no estaban solos en el jardín.
Obedeciendo a su señor, cuatro de los guardias habían salido de la casa para seguir a la pareja y vigilarla, alcanzando a escuchar algo de la conversación que tenía el grupo, aunque no mucho. Sin esconderse, los hombres se acercaron tranquilamente para preguntar qué estaba pasando allí, consiguiendo que la benjamina de los Calhoun se girase para mirarlos y tomase la iniciativa antes de que las cosas se complicasen. - La maestra cazadora nos estaba poniendo al corriente de las sospechas de vuestro señor, ¿vampiros eh? ¿por qué no nos dijo nada al respecto? - inquirió, actuando con una calma sorprendente y cruzando los brazos sobre el pecho mientras torcía el gesto en señal de desaprobación.
- ¿Cómo pretende que lo protejamos si nos oculta estas cosas? - añadió casi al momento, centrando su mirada sobre el guardia que la había reconocido en el salón. - Verá, el señor no se encuentra bien, puede que con los nervios se le haya olvidado comentarlo. - intentó excusar el hombre que aún la creía una hechicera, mientras los otros tres medían con la mirada a la pareja, algo más desconfiados. - Teniendo aquí al gremio de cazadores no veo necesaria nuestra presencia entonces, ellos podrán hacerse cargo de cualquier amenaza. - soltó Elen, considerando que lo mejor era abandonar la hacienda para no perjudicarles en caso de que la descubriesen, quizá más tarde tuviese ocasión de hablar con Huracán en la ciudad, y de contarle con todo lujo de detalles lo que había pasado desde su supuesta muerte.
Con esa idea en mente la de ojos verdes buscó los ojos de su amiga por última vez, antes de volver sobre sus pasos a través del jardín, cruzando por entre los guardias sin mostrar ni un ápice de nerviosismo.
En el interior, Quatermein caminaba de un lado a otro sin parar, esperaba escuchar algo de jaleo en el exterior pero la cosa estaba demasiado silenciosa, no estaba ocurriendo nada. - Era ella… era ella… era ella estoy seguro. - musitaba como un loco, hasta que vio la figura de la joven a través de una ventana, caminando hacia la salida de la hacienda. - ¡No! - exclamó, creyendo que sus hombres la dejarían escapar sin más. A toda prisa abrió la ventana y buscó con la mirada a sus guardias, que no estaban lejos de la pareja. - ¿Qué hacéis ahí parados imbéciles? ¡Es ella! ¡Atrapadla! - gritó, señalándola con el dedo.
Alister reaccionó al momento, girándose para encarar a los hombres de Quatermein y transformándose a toda prisa para situarse entre ellos y la vampira, que se quedó observando al viejo sin entender su acusación. ¿Cómo podía pensar que iba a matarle? De ser cierto nunca se habría presentado en su casa como lo había hecho, habría esperado a la madrugada para colarse y acabar con él, no tenía sentido. Mientras los guardias dudaban al ver que un dragón les cortaba el paso, la de cabellos cenicientos comenzó a avanzar hacia la ventana en que estaba el viejo, tomándose un momento para colocar una mano sobre la escamosa piel del alado. - No los mates, no hemos venido para eso. - le instó, antes de seguir su camino. Con esto Alister quedaba limitado pero no le importaba, podía dejar fuera de juego a aquellos hombres valiéndose de su fuerza bruta, solo tenía que controlar la intensidad de sus ataques para no pasarse.
Elen quería respuestas, quería saber por qué la acusaba, ¿era solo porque se había dado cuenta de su condición o había algo más? Pronto lo sabría. El miedo se reflejó en el rostro del anciano al verla acercarse, cerró la ventana de inmediato y ordenó al resto de guardias de la estancia que saliesen a detenerla y llamasen a los de la entrada para que ayudasen, mientras él se arrinconaba contra una de las lujosas estanterías y se sentaba en el suelo, aterrorizado ante la posibilidad de que su pesadilla se cumpliese. Estaba seguro, la había visto… bueno no exactamente, en sus sueños alcanzaba a ver algunos rasgos de su asesino, una melena cenicienta, acompañada por un par de ojos salvajes y unos colmillos… y todo ello coincidía con la apariencia de la benjamina de los Calhoun.
Off: Señalado el inicio de la primera complicación: El noble ha soñado que eres tú quien lo asesina, por tanto todo es una trampa para matarte.
Sin embargo, aquella alegría inicial por su reencuentro podía desaparecer en cuanto Anastasia se diese cuenta de lo que era ahora, algo que no tardó en pasar. La cazadora se quedó mirándola fijamente cuando se apartó de ella, la tomó por las mejillas y comprobó sus pupilas, que le dieron toda la información que necesitaba. - Es una historia muy larga… tú tenías razón sobre Vladimir, debí hacerte caso. - le dijo, mientras la veía retroceder unos pasos. Elen quería explicarse, quería contarle lo sucedido en isla volcánica y cómo su decisión de alzarse contra Amaterasu y su aquelarre de nigromantes había desencadenado aquel desenlace para ella, en el que el inmortal había jugado un papel importante.
Géminis la había herido de muerte por orden suya, pero entonces ¿por qué le había dado la opción de salvarse? ¿estaba el vampiro poniéndola a prueba o solo quería regodearse de su miseria? La joven no sabía qué esperar de su próximo encuentro con él, pero después de lo ocurrido no lo creía dispuesto a colaborar con el resto de centinelas, así que debía considerarlo su enemigo, uno que tenía en su poder la corona del dominador, el objeto que podía doblegar la voluntad de cualquiera. Cuando pensaba en ello la preocupación no la dejaba pensar con claridad, y su imaginación la llevaba a múltiples escenarios posibles, en los que Vladimir utilizaba la reliquia para controlarla a ella o a sus otros hermanos durante la batalla final.
La voz de Huracán la devolvió a la realidad, mientras la hechicera la instaba a marcharse de la hacienda, alegando que el viejo Quatermein estaba seguro de que el culpable de sus pesadillas era un vampiro. Aquella información era nueva para la pareja, a la cual no se le había dicho nada al respecto ¿por qué? Esa era una buena pregunta. La presencia del gremio allí tenía como finalidad mantener a los chupasangres a raya y eliminar a cualquiera que entrase en la propiedad, pero Anastasia no iba a atacarla, no importaba que se hubiese transformado en uno de los seres que llevaba toda la vida persiguiendo, no levantaría su ballesta contra ella.
Sin embargo, había otros miembros allí con ellos, unos que no conocían a la de ojos verdes y que por tanto, no la tratarían con el mismo favor. Otro par de cazadores se acercó al grupo, y de inmediato uno de ellos centró su atención sobre los extraños, reconociendo los signos que delataban la condición de la benjamina de los Calhoun. A voces, Nick advirtió a su maestra que tuviese cuidado con aquella peligrosa enemiga, pero con ello solo consiguió que Jules lo cortase al momento, y que Alister le dirigiese una mirada asesina mientras se situaba por delante de su compañera. - Cuidado con esa lengua, y baja el hacha antes de que te hagas daño con ella. - amenazó el dragón, sin quitarle ojo de encima y dispuesto a transformarse de ser necesario.
Jules miró al alado en un intento por traer de vuelta la calma, quizá recordando lo sucedido en los muelles tiempo atrás, y como él había perdido el control al ver que la de cabellos cenicientos luchaba contra su maldición postrada en una cama. Aquella noche había salido a la luz su parte más feroz y no había tenido piedad alguna con sus enemigos, cualquiera que quisiese hacer daño a Elen correría la misma suerte. La siguiente intervención del brujo consiguió que Nick se cruzase de brazos, visiblemente molesto con la situación y con el hecho de que el gremio hiciese una excepción solo por el hecho de que aquella mujer era amiga de la maestra. Huracán lo mandó a callar de inmediato, y su subordinado acató la orden sin cuestionar nada más, aunque no solo porque se lo hubiese dicho su superior sino también porque ya no estaban solos en el jardín.
Obedeciendo a su señor, cuatro de los guardias habían salido de la casa para seguir a la pareja y vigilarla, alcanzando a escuchar algo de la conversación que tenía el grupo, aunque no mucho. Sin esconderse, los hombres se acercaron tranquilamente para preguntar qué estaba pasando allí, consiguiendo que la benjamina de los Calhoun se girase para mirarlos y tomase la iniciativa antes de que las cosas se complicasen. - La maestra cazadora nos estaba poniendo al corriente de las sospechas de vuestro señor, ¿vampiros eh? ¿por qué no nos dijo nada al respecto? - inquirió, actuando con una calma sorprendente y cruzando los brazos sobre el pecho mientras torcía el gesto en señal de desaprobación.
- ¿Cómo pretende que lo protejamos si nos oculta estas cosas? - añadió casi al momento, centrando su mirada sobre el guardia que la había reconocido en el salón. - Verá, el señor no se encuentra bien, puede que con los nervios se le haya olvidado comentarlo. - intentó excusar el hombre que aún la creía una hechicera, mientras los otros tres medían con la mirada a la pareja, algo más desconfiados. - Teniendo aquí al gremio de cazadores no veo necesaria nuestra presencia entonces, ellos podrán hacerse cargo de cualquier amenaza. - soltó Elen, considerando que lo mejor era abandonar la hacienda para no perjudicarles en caso de que la descubriesen, quizá más tarde tuviese ocasión de hablar con Huracán en la ciudad, y de contarle con todo lujo de detalles lo que había pasado desde su supuesta muerte.
Con esa idea en mente la de ojos verdes buscó los ojos de su amiga por última vez, antes de volver sobre sus pasos a través del jardín, cruzando por entre los guardias sin mostrar ni un ápice de nerviosismo.
En el interior, Quatermein caminaba de un lado a otro sin parar, esperaba escuchar algo de jaleo en el exterior pero la cosa estaba demasiado silenciosa, no estaba ocurriendo nada. - Era ella… era ella… era ella estoy seguro. - musitaba como un loco, hasta que vio la figura de la joven a través de una ventana, caminando hacia la salida de la hacienda. - ¡No! - exclamó, creyendo que sus hombres la dejarían escapar sin más. A toda prisa abrió la ventana y buscó con la mirada a sus guardias, que no estaban lejos de la pareja. - ¿Qué hacéis ahí parados imbéciles? ¡Es ella! ¡Atrapadla! - gritó, señalándola con el dedo.
Alister reaccionó al momento, girándose para encarar a los hombres de Quatermein y transformándose a toda prisa para situarse entre ellos y la vampira, que se quedó observando al viejo sin entender su acusación. ¿Cómo podía pensar que iba a matarle? De ser cierto nunca se habría presentado en su casa como lo había hecho, habría esperado a la madrugada para colarse y acabar con él, no tenía sentido. Mientras los guardias dudaban al ver que un dragón les cortaba el paso, la de cabellos cenicientos comenzó a avanzar hacia la ventana en que estaba el viejo, tomándose un momento para colocar una mano sobre la escamosa piel del alado. - No los mates, no hemos venido para eso. - le instó, antes de seguir su camino. Con esto Alister quedaba limitado pero no le importaba, podía dejar fuera de juego a aquellos hombres valiéndose de su fuerza bruta, solo tenía que controlar la intensidad de sus ataques para no pasarse.
Elen quería respuestas, quería saber por qué la acusaba, ¿era solo porque se había dado cuenta de su condición o había algo más? Pronto lo sabría. El miedo se reflejó en el rostro del anciano al verla acercarse, cerró la ventana de inmediato y ordenó al resto de guardias de la estancia que saliesen a detenerla y llamasen a los de la entrada para que ayudasen, mientras él se arrinconaba contra una de las lujosas estanterías y se sentaba en el suelo, aterrorizado ante la posibilidad de que su pesadilla se cumpliese. Estaba seguro, la había visto… bueno no exactamente, en sus sueños alcanzaba a ver algunos rasgos de su asesino, una melena cenicienta, acompañada por un par de ojos salvajes y unos colmillos… y todo ello coincidía con la apariencia de la benjamina de los Calhoun.
Off: Señalado el inicio de la primera complicación: El noble ha soñado que eres tú quien lo asesina, por tanto todo es una trampa para matarte.
Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Elen tomó la iniciativa para hablar con los guardias. En principio creía que aquella sería una decisión arriesgada, pero aquellos inútiles que había puesto por guardias eran incapaces de distinguir los rasgos de un vampiro ni aunque estuviese atado a una estaca a plena luz del día.
La peliblanco pudo entonces confirmar que se marcharían, y me envió una mirada que parecía buscar mi aprobación. Asentí. Definitivamente, viendo que el problema eran los chupasangres, lo mejor sería que tanto ella como Alister abandonaran la finca. Podríamos reunirnos mejor en otra parte en otra ocasión. Jules guiñó un ojo cómplice a la ahora vampiresa al pasar ésta a nuestro lado. Nick y Hannah no se pronunciaron al respecto. Ahora podríamos continuar la patrulla de manera tranquila…
… O eso creía.
El señor Quatermain se asomó a la ventana para ordenar a viva voz la detención de la bruja. Según él, había sido la causante de sus pesadillas. Creía que estaba allí para asesinarlo. Craso error por su parte pues ésta ya se iba. Pero eso iba a ser difícil de explicar a los mercenarios, que no parecían destacar por su inteligencia.
Sus hombres comenzaron a correr hacia Elen y el dragón, pidiéndonos entrar en acción. Nick y Hannah me miraron indecisos esperando mis órdenes. El siempre temperamental Alister ya estaba en su forma de dragón dispuesto a incendiar a los mercenarios del delirante propietario de la hacienda. Y Elen se fue directamente al interior de la casa. A por el tipo, seguramente a pedir explicaciones.
-Mira a ver si consigues resolver esto por la vía pacífica. – pedí a Jules, corriendo hacia la vivienda.
-Eso debería recordártelo yo a ti cuando vayas ahí dentro… - replicó el brujo, mediante sarcasmo, viendo como corría hacia la ventana, tras Elen, a la que ya había subido utilizando sus nuevas habilidades. Lo cierto es que Jules mejor que nadie podía buscar la calma de Alister y los hombres. Egoístamente, no me convenía atacar a los hombres de Quatermain, y por supuesto no iba a hacer nada contra Alister y Elen, a los que conocía de sobra. – Bien, a ver si nos tranquilizamos todos un poco. – Miró a Alister. – En un tema de vampiros, acribillarnos entre brujos, humanos y dragones no es una buena solución.
-¡Pero la chupasangres va a atacar al jefe! – clamaron los hombres, señalando el interior de la casa, hacia donde había ido Elen. Eso dificultaba las cosas para el brujo. - ¡Hay que detener a este dragón amigo suyo!
-No creo. La Maestra Cazadora va tras ella y hay más hombres dentro. – apuntó de manera muy astuta. Poniendo las manos hacia atrás e indicando a Alister un gesto para que empezara a despacharlos.
Elen había entrado a la casa, pero acceder a la estancia por el mismo lado podía ser contraproducente, ya que me vería obligada a atacar a la bruja. Por una de las ventanas vi cómo Quatermain se retorcía contra una esquina de la estancia, sentado en el suelo junto a una enorme estantería de libros. Gritando horrorizado no ser eliminado por la benjamina de los Calhoun. Que tenía delante suya a tres hombres que, con sus espadas, se situaban en posición defensiva hacia Elen, mostrando sus armamentos. Tras ellos, dos ballesteros más. Y al fondo el delirante necio.
-¡El demonio de cabellos níveos! ¡Está aquí para asesinarme! – El hombre miraba horrorizado a Elen. Y sus hombres buscaban la manera de posicionarse en un espacio cerrado para abatir a su enemigo. Sabía que Elen no tendría mayor problema con ellos, por lo que decidí sacar al anciano delirante de allí.
Rodeé por el jardín la habitación, y entré justo por la parte trasera de la misma. Salté hacia una cristalera con las piernas encogidas, conjuré una corriente de aire estirando la mano que consiguió romper el vidrio. Mi ruidosa irrupción en la retaguardia atrajo la vista de todos, por lo que Elen tenía ahora el factor sorpresa para decantar la balanza aún más a su favor, aunque confiaba en que no acabara con ellos.
Por mi parte, olvidé la parte del combate y me dirigí al tipo, suplicante. - ¡Viene a matarme! ¡Maestra cazadora, ayuda! – clamó.
-Tranquilo. Te sacaré de aquí. – indiqué escueta, improvisando un falso rescate. Envié a Elen una mirada seria, pero cómplice. Conduje mi mano a la parte trasera de los ajustados leggins de mi armadura y desenganché una granada fumis que hice estallar contra el suelo con fuerza.
Una enorme humareda invadió por completo la estancia. Lo cual dificultaría la puntería de los ballesteros y ayudaría a la vampiresa. Solía utilizarla para escapar de los chupasangres, así que su uso estaba justificado para poner a salvo al tipo. Luego agarré a Quatermain por el cuello de la bata y lo obligué a levantarse. – Corre. – Ordené sin entonación, haciéndolo subir al piso superior por una escalera superior ante gritos de desesperación.
La nueva estancia era una especie de biblioteca con un escritorio improvisado. Únicamente provista de una pequeña mesa y una ventana estrecha y circular en lo que parecía ser una sala de lectura. El hombre, desesperado, corrió a cuatro patas a grito pelado. - ¡Cierra la puerta! ¡Ciérrala! ¡Por lo que más quieras, cazadora! – suplicó el hombre, algo que yo hice, echando incluso el pestillo para incrementar el disimulo. A sabiendas de que a Elen no le costaría nada derribarla. Una vez Elen despachara a los del piso inferior y llegara arriba, podríamos hablar de manera tranquila y demostrar al tipo que la vampiresa no estaba allí para acabar con él. Sin riesgo a que siguiera enviándonos más mercenarios.
La peliblanco pudo entonces confirmar que se marcharían, y me envió una mirada que parecía buscar mi aprobación. Asentí. Definitivamente, viendo que el problema eran los chupasangres, lo mejor sería que tanto ella como Alister abandonaran la finca. Podríamos reunirnos mejor en otra parte en otra ocasión. Jules guiñó un ojo cómplice a la ahora vampiresa al pasar ésta a nuestro lado. Nick y Hannah no se pronunciaron al respecto. Ahora podríamos continuar la patrulla de manera tranquila…
… O eso creía.
El señor Quatermain se asomó a la ventana para ordenar a viva voz la detención de la bruja. Según él, había sido la causante de sus pesadillas. Creía que estaba allí para asesinarlo. Craso error por su parte pues ésta ya se iba. Pero eso iba a ser difícil de explicar a los mercenarios, que no parecían destacar por su inteligencia.
Sus hombres comenzaron a correr hacia Elen y el dragón, pidiéndonos entrar en acción. Nick y Hannah me miraron indecisos esperando mis órdenes. El siempre temperamental Alister ya estaba en su forma de dragón dispuesto a incendiar a los mercenarios del delirante propietario de la hacienda. Y Elen se fue directamente al interior de la casa. A por el tipo, seguramente a pedir explicaciones.
-Mira a ver si consigues resolver esto por la vía pacífica. – pedí a Jules, corriendo hacia la vivienda.
-Eso debería recordártelo yo a ti cuando vayas ahí dentro… - replicó el brujo, mediante sarcasmo, viendo como corría hacia la ventana, tras Elen, a la que ya había subido utilizando sus nuevas habilidades. Lo cierto es que Jules mejor que nadie podía buscar la calma de Alister y los hombres. Egoístamente, no me convenía atacar a los hombres de Quatermain, y por supuesto no iba a hacer nada contra Alister y Elen, a los que conocía de sobra. – Bien, a ver si nos tranquilizamos todos un poco. – Miró a Alister. – En un tema de vampiros, acribillarnos entre brujos, humanos y dragones no es una buena solución.
-¡Pero la chupasangres va a atacar al jefe! – clamaron los hombres, señalando el interior de la casa, hacia donde había ido Elen. Eso dificultaba las cosas para el brujo. - ¡Hay que detener a este dragón amigo suyo!
-No creo. La Maestra Cazadora va tras ella y hay más hombres dentro. – apuntó de manera muy astuta. Poniendo las manos hacia atrás e indicando a Alister un gesto para que empezara a despacharlos.
Elen había entrado a la casa, pero acceder a la estancia por el mismo lado podía ser contraproducente, ya que me vería obligada a atacar a la bruja. Por una de las ventanas vi cómo Quatermain se retorcía contra una esquina de la estancia, sentado en el suelo junto a una enorme estantería de libros. Gritando horrorizado no ser eliminado por la benjamina de los Calhoun. Que tenía delante suya a tres hombres que, con sus espadas, se situaban en posición defensiva hacia Elen, mostrando sus armamentos. Tras ellos, dos ballesteros más. Y al fondo el delirante necio.
-¡El demonio de cabellos níveos! ¡Está aquí para asesinarme! – El hombre miraba horrorizado a Elen. Y sus hombres buscaban la manera de posicionarse en un espacio cerrado para abatir a su enemigo. Sabía que Elen no tendría mayor problema con ellos, por lo que decidí sacar al anciano delirante de allí.
Rodeé por el jardín la habitación, y entré justo por la parte trasera de la misma. Salté hacia una cristalera con las piernas encogidas, conjuré una corriente de aire estirando la mano que consiguió romper el vidrio. Mi ruidosa irrupción en la retaguardia atrajo la vista de todos, por lo que Elen tenía ahora el factor sorpresa para decantar la balanza aún más a su favor, aunque confiaba en que no acabara con ellos.
Por mi parte, olvidé la parte del combate y me dirigí al tipo, suplicante. - ¡Viene a matarme! ¡Maestra cazadora, ayuda! – clamó.
-Tranquilo. Te sacaré de aquí. – indiqué escueta, improvisando un falso rescate. Envié a Elen una mirada seria, pero cómplice. Conduje mi mano a la parte trasera de los ajustados leggins de mi armadura y desenganché una granada fumis que hice estallar contra el suelo con fuerza.
Una enorme humareda invadió por completo la estancia. Lo cual dificultaría la puntería de los ballesteros y ayudaría a la vampiresa. Solía utilizarla para escapar de los chupasangres, así que su uso estaba justificado para poner a salvo al tipo. Luego agarré a Quatermain por el cuello de la bata y lo obligué a levantarse. – Corre. – Ordené sin entonación, haciéndolo subir al piso superior por una escalera superior ante gritos de desesperación.
La nueva estancia era una especie de biblioteca con un escritorio improvisado. Únicamente provista de una pequeña mesa y una ventana estrecha y circular en lo que parecía ser una sala de lectura. El hombre, desesperado, corrió a cuatro patas a grito pelado. - ¡Cierra la puerta! ¡Ciérrala! ¡Por lo que más quieras, cazadora! – suplicó el hombre, algo que yo hice, echando incluso el pestillo para incrementar el disimulo. A sabiendas de que a Elen no le costaría nada derribarla. Una vez Elen despachara a los del piso inferior y llegara arriba, podríamos hablar de manera tranquila y demostrar al tipo que la vampiresa no estaba allí para acabar con él. Sin riesgo a que siguiera enviándonos más mercenarios.
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Dispuestos a seguir las órdenes de su señor, los guardias corrieron en dirección a la pareja a pesar de que Alister había adoptado su forma bestial, obligando a los miembros del gremio a intervenir para que la sangre no llegase al río. Mientras Jules intentaba calmar los ánimos en el jardín a petición de Huracán, la cazadora corrió tras su amiga, no con la intención de atacarla sino de encontrar una forma de arreglar aquel entuerto sin que hubiese heridos. Elen, que le llevaba algo de ventaja, obvió la entrada principal de la hacienda y decidió encaramarse a la fachada para subir hasta la ventana por la que se había asomado el viejo, valiéndose de la agilidad que su nueva condición le había dado.
Solo unos segundos más tarde ya se encontraba junto al cristal, observando a los hombres de Quatermein con aquellos ojos que el anciano había definido como salvajes. En el interior aguardaban tres guardias con sus espadas en mano, mientras otros dos, situados algo más atrás, apuntaban a la ventana con ballestas y esperaban al momento adecuado para disparar. Cualquiera se lo hubiese pensado dos veces antes de entrar en aquella estancia, pero la vampira no era como los demás, no, en vez de buscar otra forma más segura de acercarse al viejo apoyó una de sus manos en el cristal y dejó que las sombras hicieran el resto, concentrándose alrededor de su extremidad y creando una pequeña e inestable esfera negra que impactó contra al vidrio y lo hizo añicos.
La vampira saltó sobre los restos del cristal e intensificó la oscura aura que la rodeaba para amedrentar a sus oponentes, a los que no tenía intención de herir de gravedad, ni siquiera quería pelear con ellos pero estaban entre ella y su objetivo, eran un obstáculo a salvar. Sin quitarles ojo de encima, sobre todo a sus armas, la de cabellos cenicientos escuchó como el viejo, horrorizado ante su presencia, volvía a asegurar que estaba allí para asesinarlo y la llamaba demonio. No era el primero que se refería así a la benjamina de los Calhoun, durante un tiempo los delincuentes que frecuentaban los bajos fondos de Lunargenta también lo hicieron, pero ahora quizá hubiese más razones para darle aquel calificativo que entonces.
- Tanto luchar con demonios para que vuelvan a confundirme con uno. - pensó la joven, permitiéndose recordar su primer encuentro con Alister, en que el dragón inició una pelea al tomarla por el recipiente de una posesión maligna. Sus labios se curvaron en una sonrisa al traer a su mente aquel día y pensar en todo lo que había pasado desde entonces, casi parecía que los dioses habían decidido divertirse a su costa, haciendo que el hombre que le puso una espada al cuello nada más verla acabase siendo su pareja. Los guardias, nerviosos ya de por sí, no entendían por qué les estaba sonriendo, ¿jugaba con ellos?
Antes de que ninguno de los presentes pudiese reaccionar, Huracán entró destrozando la ventana de la parte opuesta de la habitación, la que quedaba más cerca del paranoico anciano. Su ruidosa irrupción atrajo la atención de los guardias, lo que sacó a la de ojos verdes de sus pensamientos y le dio cierta ventaja táctica. Sin dudarlo Elen aprovechó el momento para acercarse a ellos, pero no debía derramar sangre, no quería empeorar la situación ni perder el control, mucho menos delante de la cazadora, que no parecía interesada en batirse con ella.
Su reciente transformación la mantenía en una constante lucha interna, donde su parte más instintiva trataba de imponerse, algo que hasta aquel día por suerte no había conseguido pero que podía suceder, sobre todo si convertía el salón en un baño de sangre. Anastasia cruzó una mirada con ella antes de echar mano a una de las bombas de su cinturón y lanzarla con fuerza contra el suelo, provocando que una espesa humareda se adueñase de la estancia, lo que dejó aún más vulnerables a los hombres de Quatermein ante la peligrosa intrusa. Elen se percató de que su amiga había sacado al noble de la sala para conducirlo escaleras arriba, pero no podía seguirlos sin antes ocuparse de los guardias, que privados de su sentido de la vista se habían convertido en objetivos demasiado fáciles.
Con una rapidez potenciada por sus nuevas habilidades como criatura de la noche, la de cabellos cenicientos avanzó hacia el primer enemigo y lo asaltó por el flanco, golpeándolo en la cabeza con la empuñadura de su daga para dejarlo aturdido en el suelo, tras lo cual giró sobre sus talones y se agachó para esquivar un tajo horizontal que lanzaba a ciegas otro de los guardias. Concentrando las sombras, les dio forma y las lanzó contra el que acaba de atacarla, enviándolo bruscamente hacia una de las paredes y dejándolo fuera de juego al instante, ya solo quedaban tres. Al siguiente lo rodeó para evitar el filo de su arma, decidiendo atacarlo por la espalda, con una contundente patada a la altura de la corva, hecho que lo desestabilizó y le permitió asestarle un golpe igual que el que había recibido el primer guardia.
Para cuando la espesa humareda comenzó a disiparse Elen ya solo tenía que encargarse de neutralizar a los dos ballesteros, y sin demora volvió a utilizar su poder sobre las sombras para estampar al que tenía más cerca contra la estantería repleta de libros. El último miró horrorizado la escena, pero le extrañó no ver sangre por todas partes, para ser una vampira, aquella mujer no había derramado ni una gota del rojizo líquido vital, de hecho pudo comprobar que sus compañeros no estaban muertos, aún respiraban, solo los había dejado aturdidos o inconscientes.
La benjamina de los Calhoun se giró hacia él y lo observó con expresión seria, mientras el halo oscuro que la envolvía la hacía parecer mucho más temible de lo que le había parecido al verla por primera vez en el salón, y sin dudarlo, el ballestero soltó su arma y pegó la espalda a la pared, rindiéndose. La vampira esbozó una leve sonrisa pero no dijo nada, lo ignoró por completo y se dirigió hacia las escaleras que habían tomado Huracán y Quatermein, subiéndolas con total tranquilidad. No le importaba que la escuchasen acercarse, sabía que su amiga no le haría daño y que ahora que los protectores del noble no los molestarían, podrían aclarar la situación.
Una vez en el piso superior no le costó encontrar la habitación en que se habían atrincherado, podía escuchar claramente el nervioso pulso del anciano, que debía estar pasando una noche terrible. Elen se detuvo ante la puerta y giró el pomo en un intento de ser civilizada, pero habían echado el pestillo desde dentro, hecho que la hizo soltar un suspiro de resignación. - Preferiría no tener que derribarla… - comentó, dando unos pasos hacia atrás y concentrando las sombras en una enorme esfera. - Espero que no estéis detrás. - dijo, dando unos segundos antes de lanzar su elemento como si de un duro muro se tratase, arrancando la puerta del quicio y haciendo que cayese pesadamente contra el suelo. - Señor Quatermein, tenemos que hablar. - añadió en cuanto sus ojos se posaron sobre la figura del viejo.
Alister
Mientras en el interior la vampira se abría paso hacia su objetivo, en el jardín la tensión se podía cortar con un cuchillo a pesar de los intentos de Jules por calmar los ánimos de los presentes. Alister paseaba sus alargadas pupilas de reptil por el grupo de guardias, atento a cualquier movimiento, pero el brujo intervino antes de que la cosa pasase a mayores para apelar a la razón de los hombres de Quatermein. El dragón gruñó sonoramente al escuchar cómo se referían a Elen, ya se había molestado con Nick por usar la palabra chupasangres para su compañera y ésta vez no iba a ser diferente.
Ante la negativa de los hombres, Jules cruzó una mirada con el alado y le hizo un gesto cómplice para indicarle que podía encargarse de ellos sin problema, el gremio no intervendría para detenerlos. Alister le mostró una sonrisa llena de afilados dientes y luego se centró en los cuatro individuos que habían insultado a la benjamina de los Calhoun. - Elen no quiere que os mate pero os enseñaré a mostrar respeto. - dijo el dragón con su intimidante voz de bestia, para acto seguido barrer a dos de los guardias con un potente golpe de su cola. Ambos salieron por los aires e impactaron duramente contra el muro de piedra que rodeaba la hacienda, y aunque no perdieron la consciencia, el golpe los dejó sin aliento y con alguna que otra costilla rota, nada grave.
Los otros dos desenvainaron sus armas y tomaron cierta distancia para mantenerse a salvo de un nuevo coletazo, pero tras unos instantes se vieron obligados a avanzar para intentar atravesar la dura armadura natural del alado, cuyas escamas hicieron resbalar las hojas sin que éstas le causasen daño alguno. Quemarlos en aquel instante habría sido demasiado fácil, pero atendiendo a la petición de la de ojos verdes, Alister embistió a los hombres valiéndose de su cuerpo para arrojarlos al suelo y desarmarlos. - Por vuestro bien… no os levantéis. - les instó, apartándose de ellos y dirigiendo su mirada hacia Jules. - ¿Estarán bien? - preguntó, refiriéndose a sus compañeras.
Off: Uso de habilidad de nivel 1 : Intimidar
Solo unos segundos más tarde ya se encontraba junto al cristal, observando a los hombres de Quatermein con aquellos ojos que el anciano había definido como salvajes. En el interior aguardaban tres guardias con sus espadas en mano, mientras otros dos, situados algo más atrás, apuntaban a la ventana con ballestas y esperaban al momento adecuado para disparar. Cualquiera se lo hubiese pensado dos veces antes de entrar en aquella estancia, pero la vampira no era como los demás, no, en vez de buscar otra forma más segura de acercarse al viejo apoyó una de sus manos en el cristal y dejó que las sombras hicieran el resto, concentrándose alrededor de su extremidad y creando una pequeña e inestable esfera negra que impactó contra al vidrio y lo hizo añicos.
La vampira saltó sobre los restos del cristal e intensificó la oscura aura que la rodeaba para amedrentar a sus oponentes, a los que no tenía intención de herir de gravedad, ni siquiera quería pelear con ellos pero estaban entre ella y su objetivo, eran un obstáculo a salvar. Sin quitarles ojo de encima, sobre todo a sus armas, la de cabellos cenicientos escuchó como el viejo, horrorizado ante su presencia, volvía a asegurar que estaba allí para asesinarlo y la llamaba demonio. No era el primero que se refería así a la benjamina de los Calhoun, durante un tiempo los delincuentes que frecuentaban los bajos fondos de Lunargenta también lo hicieron, pero ahora quizá hubiese más razones para darle aquel calificativo que entonces.
- Tanto luchar con demonios para que vuelvan a confundirme con uno. - pensó la joven, permitiéndose recordar su primer encuentro con Alister, en que el dragón inició una pelea al tomarla por el recipiente de una posesión maligna. Sus labios se curvaron en una sonrisa al traer a su mente aquel día y pensar en todo lo que había pasado desde entonces, casi parecía que los dioses habían decidido divertirse a su costa, haciendo que el hombre que le puso una espada al cuello nada más verla acabase siendo su pareja. Los guardias, nerviosos ya de por sí, no entendían por qué les estaba sonriendo, ¿jugaba con ellos?
Antes de que ninguno de los presentes pudiese reaccionar, Huracán entró destrozando la ventana de la parte opuesta de la habitación, la que quedaba más cerca del paranoico anciano. Su ruidosa irrupción atrajo la atención de los guardias, lo que sacó a la de ojos verdes de sus pensamientos y le dio cierta ventaja táctica. Sin dudarlo Elen aprovechó el momento para acercarse a ellos, pero no debía derramar sangre, no quería empeorar la situación ni perder el control, mucho menos delante de la cazadora, que no parecía interesada en batirse con ella.
Su reciente transformación la mantenía en una constante lucha interna, donde su parte más instintiva trataba de imponerse, algo que hasta aquel día por suerte no había conseguido pero que podía suceder, sobre todo si convertía el salón en un baño de sangre. Anastasia cruzó una mirada con ella antes de echar mano a una de las bombas de su cinturón y lanzarla con fuerza contra el suelo, provocando que una espesa humareda se adueñase de la estancia, lo que dejó aún más vulnerables a los hombres de Quatermein ante la peligrosa intrusa. Elen se percató de que su amiga había sacado al noble de la sala para conducirlo escaleras arriba, pero no podía seguirlos sin antes ocuparse de los guardias, que privados de su sentido de la vista se habían convertido en objetivos demasiado fáciles.
Con una rapidez potenciada por sus nuevas habilidades como criatura de la noche, la de cabellos cenicientos avanzó hacia el primer enemigo y lo asaltó por el flanco, golpeándolo en la cabeza con la empuñadura de su daga para dejarlo aturdido en el suelo, tras lo cual giró sobre sus talones y se agachó para esquivar un tajo horizontal que lanzaba a ciegas otro de los guardias. Concentrando las sombras, les dio forma y las lanzó contra el que acaba de atacarla, enviándolo bruscamente hacia una de las paredes y dejándolo fuera de juego al instante, ya solo quedaban tres. Al siguiente lo rodeó para evitar el filo de su arma, decidiendo atacarlo por la espalda, con una contundente patada a la altura de la corva, hecho que lo desestabilizó y le permitió asestarle un golpe igual que el que había recibido el primer guardia.
Para cuando la espesa humareda comenzó a disiparse Elen ya solo tenía que encargarse de neutralizar a los dos ballesteros, y sin demora volvió a utilizar su poder sobre las sombras para estampar al que tenía más cerca contra la estantería repleta de libros. El último miró horrorizado la escena, pero le extrañó no ver sangre por todas partes, para ser una vampira, aquella mujer no había derramado ni una gota del rojizo líquido vital, de hecho pudo comprobar que sus compañeros no estaban muertos, aún respiraban, solo los había dejado aturdidos o inconscientes.
La benjamina de los Calhoun se giró hacia él y lo observó con expresión seria, mientras el halo oscuro que la envolvía la hacía parecer mucho más temible de lo que le había parecido al verla por primera vez en el salón, y sin dudarlo, el ballestero soltó su arma y pegó la espalda a la pared, rindiéndose. La vampira esbozó una leve sonrisa pero no dijo nada, lo ignoró por completo y se dirigió hacia las escaleras que habían tomado Huracán y Quatermein, subiéndolas con total tranquilidad. No le importaba que la escuchasen acercarse, sabía que su amiga no le haría daño y que ahora que los protectores del noble no los molestarían, podrían aclarar la situación.
Una vez en el piso superior no le costó encontrar la habitación en que se habían atrincherado, podía escuchar claramente el nervioso pulso del anciano, que debía estar pasando una noche terrible. Elen se detuvo ante la puerta y giró el pomo en un intento de ser civilizada, pero habían echado el pestillo desde dentro, hecho que la hizo soltar un suspiro de resignación. - Preferiría no tener que derribarla… - comentó, dando unos pasos hacia atrás y concentrando las sombras en una enorme esfera. - Espero que no estéis detrás. - dijo, dando unos segundos antes de lanzar su elemento como si de un duro muro se tratase, arrancando la puerta del quicio y haciendo que cayese pesadamente contra el suelo. - Señor Quatermein, tenemos que hablar. - añadió en cuanto sus ojos se posaron sobre la figura del viejo.
Alister
Mientras en el interior la vampira se abría paso hacia su objetivo, en el jardín la tensión se podía cortar con un cuchillo a pesar de los intentos de Jules por calmar los ánimos de los presentes. Alister paseaba sus alargadas pupilas de reptil por el grupo de guardias, atento a cualquier movimiento, pero el brujo intervino antes de que la cosa pasase a mayores para apelar a la razón de los hombres de Quatermein. El dragón gruñó sonoramente al escuchar cómo se referían a Elen, ya se había molestado con Nick por usar la palabra chupasangres para su compañera y ésta vez no iba a ser diferente.
Ante la negativa de los hombres, Jules cruzó una mirada con el alado y le hizo un gesto cómplice para indicarle que podía encargarse de ellos sin problema, el gremio no intervendría para detenerlos. Alister le mostró una sonrisa llena de afilados dientes y luego se centró en los cuatro individuos que habían insultado a la benjamina de los Calhoun. - Elen no quiere que os mate pero os enseñaré a mostrar respeto. - dijo el dragón con su intimidante voz de bestia, para acto seguido barrer a dos de los guardias con un potente golpe de su cola. Ambos salieron por los aires e impactaron duramente contra el muro de piedra que rodeaba la hacienda, y aunque no perdieron la consciencia, el golpe los dejó sin aliento y con alguna que otra costilla rota, nada grave.
Los otros dos desenvainaron sus armas y tomaron cierta distancia para mantenerse a salvo de un nuevo coletazo, pero tras unos instantes se vieron obligados a avanzar para intentar atravesar la dura armadura natural del alado, cuyas escamas hicieron resbalar las hojas sin que éstas le causasen daño alguno. Quemarlos en aquel instante habría sido demasiado fácil, pero atendiendo a la petición de la de ojos verdes, Alister embistió a los hombres valiéndose de su cuerpo para arrojarlos al suelo y desarmarlos. - Por vuestro bien… no os levantéis. - les instó, apartándose de ellos y dirigiendo su mirada hacia Jules. - ¿Estarán bien? - preguntó, refiriéndose a sus compañeras.
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Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Echar el cierre a la puerta había tranquilizado algo al viejo Quatermain, aunque seguía berreando de vez en cuando cual verraco en época de celo. Me estaba aturdiendo la cabeza. Hecho por el que no dudé en ponerle una mueca de repugnancia. Allí se arrastraba, en medio de la librería, como si buscase introducirse en una de esas estanterías llenas de libros. Aquel hombre no tenía asumido algo tan sencillo, como que algún día tendría que morir. Se encontraba absolutamente dominado por la pesadilla que le atormentaba.
Los golpes del piso inferior tampoco ayudaban a que se terminara de relajar. Y era previsible que pronto vinieran más hombres, por lo que confiaba en que Elen los despachara con soltura con sus nuevas habilidades. No iba a atacar a la bruja de ninguna de las maneras, pero al menos esperaba que no me complicara las cosas.
Finalmente, la benjamina de los Calhoun llegó a la puerta. Pero protestó al ver que tendría que derribarla para acceder. – Era la única manera de conseguir que se calmara un poco. – contesté a Elen al otro lado.
-¡¿Qué?! ¡Maestra! ¿Va a dejar entrar a la mujer que quiere asesinarme? – me preguntó. Yo le devolví mi seria mirada.
-No viene a eso. Sólo quiere hablar. Yo estaré en medio, por si pasara algo. – le prometí. En ese momento me recosté sobre una de las paredes de la casa, sosteniéndome con pie y espalda sobre ésta y aguardando, cruzada de brazos.
-¡Estáis demasiado tranquila, maestra! ¿Acaso no ha visto lo que le ha hecho a mis hombres? ¡Los estaba matando a…!
El hombre calló y quedó pálido. Pues en ese momento, Elen Calhoun entraba por la puerta. Increíbles las nuevas habilidades que había logrado desarrollar como vampiro. Estaba acostumbrada a ver a la benjamina de los Calhoun hacer las cosas de otra manera. Y aquella manera de resolver los conflictos me resultaba demasiado chocante para lo que sabía de ella.
La otrora bruja venía pidiendo explicaciones. Yo la miré con mi habitual mirada seria y de pocos amigos que solía mantener durante las cacerías. Dejé de apoyarme y anduve hasta el centro de la sala y me postré ante ella, no muy interesada. Sin amago de sacar alguna de mis armas. El viejo seguía pidiéndome que sacara mis armas y le plantara cara. Algo que no haría.
-El… El ángel… El ángel de cabellos cenicientos. – sollozaba el anciano con cara de susto.
-Tranquilízate. – dije al hombre de espaldas a éste, ladeando la cabeza ligeramente, para volver a clavar mi mirada en la de la vampiresa. Alcé la mano hasta mi cintura, indicando calma a la bruja. – Mantén las distancias, Elen. No queremos que al abuelo le dé un infarto. – y estiré un milímetro los labios, lo justo para simular una sonrisa. Esperaba que no tomara acciones ofensivas contra el hombre y supiera reprimir el ansia de sangre de los chupasangres, que por mi experiencia, era especialmente potente los primeros meses. Si bien desconocía cuanto tiempo había pasado desde que Elen sufrió la transformación. – No te hará nada. Y ahora, cuéntanos con detalle todo sobre tus pesadillas. ¿Por qué creías que Elen vendría a matarte? – pregunté al tipo.
Jules.
Alister era un tipo competente para Jules. Había despachado a aquellos dos seguidores de un coletazo. Él había hecho todo el trabajo. – Esa cola le vendría bien a Lázarus para barrer el Palacio de los Vientos. – bromeó el de la gabardina, al ver el genio que gastaba su amigo alado. Le gustaba verle enfadado. - ¿Aún no ha explotado nada, no? – preguntó girando el cuello rápido hacia Nick y Hannah, que rieron. – Entonces sí, están bien. – dedujo el brujo, tranquilo, en respuesta a la pregunta de Alister.
-¡Eh, Roche, parecía moverse algo por allí! – señaló Nick Kärtenssen a los altos maizales del cortijo.
-¡Bah! Sería un jabalí buscando algo a lo que meter el hocico. – replicó Jules.
-Que no, Jules, que era una persona. Yo también juraría haberla visto pasar. –Hannah defendió la observación del hijo del millonario inversor.
Jules alzó una ceja dubitativo. Adoptó un semblante más serio y pidió silencio con el dedo al grupo. Desenfundó su ballesta pesada y se acercó sin provocar ruido a la zona de hierba alta, que le cubría por encima de la cabeza. Pero no llegó a adentrarse, pues de tratarse de chupasangres, estaría en clara desventaja. Desconocía las verdaderas intenciones de los hombres de los maizales y prefería ser cauto. Había sido tan silencioso que nadie le visto llegar.
-¿Y cómo ha conseguido el jefe que el viejo se emparanolle de esa manera? – preguntó un tipo. Jules había empezado a escuchar algo en una conversación ya iniciada.
-¡Cómo si no conocieras al jefe a estas alturas! Control telepático y mental. El plan era deshacerse de cazadores de vampiros y guardias para mantener el dominio. Ese viejo delirante no es más que el cebo. – explicó el compañero. – Pero podemos matarle también y desvalijar la casa. ¡Tiene que estar forrado de dinero!
-Parece que se ha reforzado bien, pero nosotros somos más. ¿Cuándo atacamos? – dijo un tercero, impaciente de cumplir su misión.
-Cuando den la señal de humo desde el otro lado. Tenemos la casa rodeada por completo y estos hierbajos nos protegen. Estamos seguros. – concluyó el hipotético chupasangres. - Ahora cerrad el pico antes de que nos descubran.
El brujo miró al grupo y mediante gestos explicó que había hombres en los maizales y que se encontraban hablando.
Off: Subrayado el inicio de la segunda complicación: Hay efectivamente una conspiración para matarle, pero es más grande de lo que esperabas, hay gente poderosa tras el asunto y corres un gran riesgo.
Los golpes del piso inferior tampoco ayudaban a que se terminara de relajar. Y era previsible que pronto vinieran más hombres, por lo que confiaba en que Elen los despachara con soltura con sus nuevas habilidades. No iba a atacar a la bruja de ninguna de las maneras, pero al menos esperaba que no me complicara las cosas.
Finalmente, la benjamina de los Calhoun llegó a la puerta. Pero protestó al ver que tendría que derribarla para acceder. – Era la única manera de conseguir que se calmara un poco. – contesté a Elen al otro lado.
-¡¿Qué?! ¡Maestra! ¿Va a dejar entrar a la mujer que quiere asesinarme? – me preguntó. Yo le devolví mi seria mirada.
-No viene a eso. Sólo quiere hablar. Yo estaré en medio, por si pasara algo. – le prometí. En ese momento me recosté sobre una de las paredes de la casa, sosteniéndome con pie y espalda sobre ésta y aguardando, cruzada de brazos.
-¡Estáis demasiado tranquila, maestra! ¿Acaso no ha visto lo que le ha hecho a mis hombres? ¡Los estaba matando a…!
El hombre calló y quedó pálido. Pues en ese momento, Elen Calhoun entraba por la puerta. Increíbles las nuevas habilidades que había logrado desarrollar como vampiro. Estaba acostumbrada a ver a la benjamina de los Calhoun hacer las cosas de otra manera. Y aquella manera de resolver los conflictos me resultaba demasiado chocante para lo que sabía de ella.
La otrora bruja venía pidiendo explicaciones. Yo la miré con mi habitual mirada seria y de pocos amigos que solía mantener durante las cacerías. Dejé de apoyarme y anduve hasta el centro de la sala y me postré ante ella, no muy interesada. Sin amago de sacar alguna de mis armas. El viejo seguía pidiéndome que sacara mis armas y le plantara cara. Algo que no haría.
-El… El ángel… El ángel de cabellos cenicientos. – sollozaba el anciano con cara de susto.
-Tranquilízate. – dije al hombre de espaldas a éste, ladeando la cabeza ligeramente, para volver a clavar mi mirada en la de la vampiresa. Alcé la mano hasta mi cintura, indicando calma a la bruja. – Mantén las distancias, Elen. No queremos que al abuelo le dé un infarto. – y estiré un milímetro los labios, lo justo para simular una sonrisa. Esperaba que no tomara acciones ofensivas contra el hombre y supiera reprimir el ansia de sangre de los chupasangres, que por mi experiencia, era especialmente potente los primeros meses. Si bien desconocía cuanto tiempo había pasado desde que Elen sufrió la transformación. – No te hará nada. Y ahora, cuéntanos con detalle todo sobre tus pesadillas. ¿Por qué creías que Elen vendría a matarte? – pregunté al tipo.
Jules.
Alister era un tipo competente para Jules. Había despachado a aquellos dos seguidores de un coletazo. Él había hecho todo el trabajo. – Esa cola le vendría bien a Lázarus para barrer el Palacio de los Vientos. – bromeó el de la gabardina, al ver el genio que gastaba su amigo alado. Le gustaba verle enfadado. - ¿Aún no ha explotado nada, no? – preguntó girando el cuello rápido hacia Nick y Hannah, que rieron. – Entonces sí, están bien. – dedujo el brujo, tranquilo, en respuesta a la pregunta de Alister.
-¡Eh, Roche, parecía moverse algo por allí! – señaló Nick Kärtenssen a los altos maizales del cortijo.
-¡Bah! Sería un jabalí buscando algo a lo que meter el hocico. – replicó Jules.
-Que no, Jules, que era una persona. Yo también juraría haberla visto pasar. –Hannah defendió la observación del hijo del millonario inversor.
Jules alzó una ceja dubitativo. Adoptó un semblante más serio y pidió silencio con el dedo al grupo. Desenfundó su ballesta pesada y se acercó sin provocar ruido a la zona de hierba alta, que le cubría por encima de la cabeza. Pero no llegó a adentrarse, pues de tratarse de chupasangres, estaría en clara desventaja. Desconocía las verdaderas intenciones de los hombres de los maizales y prefería ser cauto. Había sido tan silencioso que nadie le visto llegar.
-¿Y cómo ha conseguido el jefe que el viejo se emparanolle de esa manera? – preguntó un tipo. Jules había empezado a escuchar algo en una conversación ya iniciada.
-¡Cómo si no conocieras al jefe a estas alturas! Control telepático y mental. El plan era deshacerse de cazadores de vampiros y guardias para mantener el dominio. Ese viejo delirante no es más que el cebo. – explicó el compañero. – Pero podemos matarle también y desvalijar la casa. ¡Tiene que estar forrado de dinero!
-Parece que se ha reforzado bien, pero nosotros somos más. ¿Cuándo atacamos? – dijo un tercero, impaciente de cumplir su misión.
-Cuando den la señal de humo desde el otro lado. Tenemos la casa rodeada por completo y estos hierbajos nos protegen. Estamos seguros. – concluyó el hipotético chupasangres. - Ahora cerrad el pico antes de que nos descubran.
El brujo miró al grupo y mediante gestos explicó que había hombres en los maizales y que se encontraban hablando.
Off: Subrayado el inicio de la segunda complicación: Hay efectivamente una conspiración para matarle, pero es más grande de lo que esperabas, hay gente poderosa tras el asunto y corres un gran riesgo.
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
La de cabellos cenicientos no intentó acercarse demasiado al viejo Quatermein, que se había arrinconado nuevamente y sollozaba aterrorizado ante la idea de que Huracán la hubiese dejado entrar sin hacer nada. - Claro que no. - contestó a la cazadora poniendo los brazos en jarras. Por el bien del anciano, que estaba al borde de un ataque de nervios o algo peor, su amiga se había situado en mitad de la sala, interponiéndose entre ambos, cosa que no le molestaba en absoluto ya que su interés por el noble era poco. - No he matado a sus hombres, solo me he asegurado de que no nos molesten. - dijo la vampira, cruzando una mirada con Anastasia. Elen quería que supiese que a pesar de su transformación no se había convertido en una bestia, seguía siendo la misma, más o menos…
Ante las dudas que asaltaban a Quatermein, y que parecían impedirle responder a la pregunta de la tensai de viento, la benjamina de los Calhoun optó por dirigirse a un sillón cercano y acomodarse, con las piernas cruzadas y acariciando uno de los brazos cubiertos de terciopelo de su asiento con los dedos, en un intento por ayudar al viejo a relajarse. - ¿Qué clase de asesino se presenta en la casa de su víctima como lo he hecho yo eh? Piense un poco, si hubiese querido matarlo lo habría hecho de otro modo. - comentó, esperando que el hombre entrase en razón y le explicase exactamente lo que había visto en sus pesadillas.
- No tengo toda la noche, empiece a hablar o me quedaré aquí sentada a esperar a ese supuesto asesino, si es que de verdad hay uno, y no moveré un dedo por usted cuando llegue. - advirtió la joven, empezando a perder la paciencia. Quatermein la miró en silencio durante unos instantes, tragó saliva y se irguió ligeramente, lo justo para dejar de parecer un crío asustado. - Ya les dije lo que había soñado, me veo solo en mi habitación y todo está oscuro, solo la luna llena ilumina ligeramente la zona de la ventana pero apenas me permite ver lo que me rodea. - comenzó finalmente, trayendo a su mente las imágenes. - De pronto me siento observado, como si hubiese alguien más en la estancia, me levanto de la cama e intento comprobarlo, pero antes de poder hacer nada una figura emerge de la oscuridad y se abalanza sobre mí. - prosiguió, frotándose las manos con nerviosismo.
- Lo único que alcanzo a ver antes de despertarme son los rasgos del rostro de mi asesina, esa melena, los ojos salvajes y sus colmillos… - dijo, señalándola con el índice. - ¿Entonces ve mi rostro o solo me acusa por parecerme a ella? - inquirió Elen, sin perder la calma. Quatermein no pudo responder a su pregunta, no estaba seguro de haber visto más en sus pesadillas pero ¿cómo podía tratarse de otra persona? - Esto ocurre desde hace dos semanas, ¿pasó algo el día en que empezó a tenerlas? - quiso saber la vampira, buscando alguna pista que seguir hasta el culpable de aquellas visiones. Para su desgracia el anciano negó con la cabeza en respuesta, ¿por qué iban a por él entonces? No parecía un hombre con enemigos.
- Los vampiros han tomado Lunargenta y bien es sabido que algunos de ellos tienen la capacidad de manipular la mente de las personas, quizá haya molestado a quien no debía y esté tomando represalias, puede que solo busque desquiciarlo, quien sabe. - teorizó, recordando cómo Vlad había sido capaz de meterse en su mente en el pasado. El noble volvió a negar con la cabeza, desde la conquista del trono por parte de Dag Thorlák había reducido en gran medida sus actividades en la ciudad, y los sirvientes que enviaba no solían entretenerse, se limitaban a cumplir los encargos que les hacía y regresaban a la hacienda tan rápido como podían.
- No tiene sentido, debo estar pasando algo por alto. - pensó la de ojos verdes, pero también debía considerar la posibilidad de que el culpable solo lo estuviese atormentando por diversión. Pensativa, la benjamina de los Calhoun dirigió su mirada al terciopelo que cubría el brazo del sofá, sin saber si en realidad estaba perdiendo su tiempo o había algo real en toda aquella aparente paranoia.
Alister
En el exterior, y ya sin guardias de por medio gracias a la actuación del dragón, los demás esperaban a que se aclarase el asunto y tanto Elen como Huracán se reuniesen con ellos, pero un sospechoso movimiento en el maizal atrajo de inmediato la atención de Nick y Hannah. Tras escuchar los comentarios de sus compañeros, Jules desenfundó su ballesta y pidió silencio con un gesto, para acto seguido acercarse a las altas hierbas y aguzar el oído, lo que le permitió escuchar una conversación entre dos individuos y avisar al resto de que tal como había dicho Nick, había alguien más allí.
El alado llenó sus pulmones con la brisa fría nocturna y percibió muchos aromas diferentes, tantos que no pudo determinar el número de personas que había en los alrededores, pero una cosa era segura, sus problemas no habían hecho más que empezar. - Han rodeado la casa. - musitó, tensando el cuerpo y clavando la vista en el maizal, a la espera de un ataque. Poco después un nuevo olor lo obligó a arrugar la nariz, humo, alguien había encendido un fuego en el lado opuesto de la hacienda y podían verse las negruzcas nubes alzándose por encima de la vivienda. Esa fue la señal con la que comenzó todo, de pronto se escucharon pasos acelerados por todas partes y en un abrir y cerrar de ojos el jardín se llenó de enemigos, armados hasta los dientes.
La situación había dado un giro inesperado, pero al no tratarse de guardias de Quatermein, el alado podía dejar de controlarse a la hora de combatir, así que sin dudarlo, escupió una ardiente llamarada contra los que tenía más cerca. Éstos no tuvieron oportunidad de escapar, fueron alcanzados por el fuego y entre gritos de dolor se lanzaron al suelo para tratar en vano de apagar las llamas rodando por la hierba, pero Alister estaba allí para que no lo consiguiesen y de paso mandar un claro mensaje al resto. A pesar de ver cómo sus camaradas se quemaban vivos, los asaltantes no se echaron atrás, tenían un objetivo y harían lo que fuese necesario para cumplirlo.
Elen
Elen atisbó el anaranjado brillo a través de la pequeña ventana circular, y de inmediato se puso en pie para cruzar la estancia, ignorando tanto al viejo como a Huracán. - Maldición, al final no estaba tan loco como parecía, están atacando la hacienda. - informó, justo antes de escuchar el inconfundible sonido de un cristal al romperse en el piso inferior. - Han entrado. - susurró con gesto serio, ahora los guardias a los que había dejado fuera de combate le habrían venido bien. Para colmo de males tenían que velar por la seguridad del anciano y la puerta estaba rota así que tendrían que moverse, rápido. - Arriba, no puede quedarse aquí. - instó, tirando del brazo del noble para levantarlo.
De forma poco delicada, la de cabellos cenicientos sacó de la estancia al hombre y lo guió hasta otra de las habitaciones, que resultó ser su dormitorio, el último lugar en que le gustaría estar. - No por favor, no me dejen aquí. - pidió aterrado, pero dadas las circunstancias no tenía ni voz ni voto. - Cierre la puerta y bloquéela con los muebles, quédese ahí hasta que volvamos ¿entendido? - ordenó la joven, dando por hecho que su amiga la ayudaría a hacer frente a los asaltantes que pronto aparecerían.
Elen tiró de la puerta para cerrarla y luego miró a la cazadora durante un instante, antes de mimetizarse con las sombras y hacerse prácticamente invisible. Eso le permitiría tener el factor sorpresa de su parte pero no debía derramar sangre, ya se había alimentado aquella noche pero no podía arriesgarse a perder el control. Haciendo uso de sus nuevas habilidades ocultó también a la hechicera lo mejor que pudo, y nada más hacerlo comenzó a caminar por el oscuro pasillo, cuidando cada paso que daba para no hacer ruido. Así avanzó hasta las escaleras y pudo escuchar con atención lo que ocurría en el piso de abajo, donde por desgracia, había dejado indefensos a los guardias, pero quizá los ignorasen al verlos inconscientes, debía aferrarse a esa idea.
- ¡Aquí no está! - escuchó exclamar a uno de los intrusos, que tuvo que alzar la voz para que los demás pudiesen escucharlo por encima de los ruidos de muebles volcados y cristales rotos. - ¡Registrad el piso de arriba! - instó otro, que dirigía al grupo. - Coged todo lo que veáis de valor, será nuestra recompensa. - añadió, mientras revolvía entre los cajones de una mesa cercana. Tres siluetas comenzaron a subir por las escaleras a toda prisa, pero la vampira, que seguía oculta gracias a su nuevo elemento, les salió repentinamente al paso cuando solo les quedaban apenas unos peldaños, soltando contra ellos una oscura esfera como la que había utilizado para derribar la puerta. Sin tiempo para reaccionar, todos cayeron bruscamente y rodaron de vuelta al pie de las escaleras, llamando la atención de los otros.
Ante las dudas que asaltaban a Quatermein, y que parecían impedirle responder a la pregunta de la tensai de viento, la benjamina de los Calhoun optó por dirigirse a un sillón cercano y acomodarse, con las piernas cruzadas y acariciando uno de los brazos cubiertos de terciopelo de su asiento con los dedos, en un intento por ayudar al viejo a relajarse. - ¿Qué clase de asesino se presenta en la casa de su víctima como lo he hecho yo eh? Piense un poco, si hubiese querido matarlo lo habría hecho de otro modo. - comentó, esperando que el hombre entrase en razón y le explicase exactamente lo que había visto en sus pesadillas.
- No tengo toda la noche, empiece a hablar o me quedaré aquí sentada a esperar a ese supuesto asesino, si es que de verdad hay uno, y no moveré un dedo por usted cuando llegue. - advirtió la joven, empezando a perder la paciencia. Quatermein la miró en silencio durante unos instantes, tragó saliva y se irguió ligeramente, lo justo para dejar de parecer un crío asustado. - Ya les dije lo que había soñado, me veo solo en mi habitación y todo está oscuro, solo la luna llena ilumina ligeramente la zona de la ventana pero apenas me permite ver lo que me rodea. - comenzó finalmente, trayendo a su mente las imágenes. - De pronto me siento observado, como si hubiese alguien más en la estancia, me levanto de la cama e intento comprobarlo, pero antes de poder hacer nada una figura emerge de la oscuridad y se abalanza sobre mí. - prosiguió, frotándose las manos con nerviosismo.
- Lo único que alcanzo a ver antes de despertarme son los rasgos del rostro de mi asesina, esa melena, los ojos salvajes y sus colmillos… - dijo, señalándola con el índice. - ¿Entonces ve mi rostro o solo me acusa por parecerme a ella? - inquirió Elen, sin perder la calma. Quatermein no pudo responder a su pregunta, no estaba seguro de haber visto más en sus pesadillas pero ¿cómo podía tratarse de otra persona? - Esto ocurre desde hace dos semanas, ¿pasó algo el día en que empezó a tenerlas? - quiso saber la vampira, buscando alguna pista que seguir hasta el culpable de aquellas visiones. Para su desgracia el anciano negó con la cabeza en respuesta, ¿por qué iban a por él entonces? No parecía un hombre con enemigos.
- Los vampiros han tomado Lunargenta y bien es sabido que algunos de ellos tienen la capacidad de manipular la mente de las personas, quizá haya molestado a quien no debía y esté tomando represalias, puede que solo busque desquiciarlo, quien sabe. - teorizó, recordando cómo Vlad había sido capaz de meterse en su mente en el pasado. El noble volvió a negar con la cabeza, desde la conquista del trono por parte de Dag Thorlák había reducido en gran medida sus actividades en la ciudad, y los sirvientes que enviaba no solían entretenerse, se limitaban a cumplir los encargos que les hacía y regresaban a la hacienda tan rápido como podían.
- No tiene sentido, debo estar pasando algo por alto. - pensó la de ojos verdes, pero también debía considerar la posibilidad de que el culpable solo lo estuviese atormentando por diversión. Pensativa, la benjamina de los Calhoun dirigió su mirada al terciopelo que cubría el brazo del sofá, sin saber si en realidad estaba perdiendo su tiempo o había algo real en toda aquella aparente paranoia.
Alister
En el exterior, y ya sin guardias de por medio gracias a la actuación del dragón, los demás esperaban a que se aclarase el asunto y tanto Elen como Huracán se reuniesen con ellos, pero un sospechoso movimiento en el maizal atrajo de inmediato la atención de Nick y Hannah. Tras escuchar los comentarios de sus compañeros, Jules desenfundó su ballesta y pidió silencio con un gesto, para acto seguido acercarse a las altas hierbas y aguzar el oído, lo que le permitió escuchar una conversación entre dos individuos y avisar al resto de que tal como había dicho Nick, había alguien más allí.
El alado llenó sus pulmones con la brisa fría nocturna y percibió muchos aromas diferentes, tantos que no pudo determinar el número de personas que había en los alrededores, pero una cosa era segura, sus problemas no habían hecho más que empezar. - Han rodeado la casa. - musitó, tensando el cuerpo y clavando la vista en el maizal, a la espera de un ataque. Poco después un nuevo olor lo obligó a arrugar la nariz, humo, alguien había encendido un fuego en el lado opuesto de la hacienda y podían verse las negruzcas nubes alzándose por encima de la vivienda. Esa fue la señal con la que comenzó todo, de pronto se escucharon pasos acelerados por todas partes y en un abrir y cerrar de ojos el jardín se llenó de enemigos, armados hasta los dientes.
La situación había dado un giro inesperado, pero al no tratarse de guardias de Quatermein, el alado podía dejar de controlarse a la hora de combatir, así que sin dudarlo, escupió una ardiente llamarada contra los que tenía más cerca. Éstos no tuvieron oportunidad de escapar, fueron alcanzados por el fuego y entre gritos de dolor se lanzaron al suelo para tratar en vano de apagar las llamas rodando por la hierba, pero Alister estaba allí para que no lo consiguiesen y de paso mandar un claro mensaje al resto. A pesar de ver cómo sus camaradas se quemaban vivos, los asaltantes no se echaron atrás, tenían un objetivo y harían lo que fuese necesario para cumplirlo.
Elen
Elen atisbó el anaranjado brillo a través de la pequeña ventana circular, y de inmediato se puso en pie para cruzar la estancia, ignorando tanto al viejo como a Huracán. - Maldición, al final no estaba tan loco como parecía, están atacando la hacienda. - informó, justo antes de escuchar el inconfundible sonido de un cristal al romperse en el piso inferior. - Han entrado. - susurró con gesto serio, ahora los guardias a los que había dejado fuera de combate le habrían venido bien. Para colmo de males tenían que velar por la seguridad del anciano y la puerta estaba rota así que tendrían que moverse, rápido. - Arriba, no puede quedarse aquí. - instó, tirando del brazo del noble para levantarlo.
De forma poco delicada, la de cabellos cenicientos sacó de la estancia al hombre y lo guió hasta otra de las habitaciones, que resultó ser su dormitorio, el último lugar en que le gustaría estar. - No por favor, no me dejen aquí. - pidió aterrado, pero dadas las circunstancias no tenía ni voz ni voto. - Cierre la puerta y bloquéela con los muebles, quédese ahí hasta que volvamos ¿entendido? - ordenó la joven, dando por hecho que su amiga la ayudaría a hacer frente a los asaltantes que pronto aparecerían.
Elen tiró de la puerta para cerrarla y luego miró a la cazadora durante un instante, antes de mimetizarse con las sombras y hacerse prácticamente invisible. Eso le permitiría tener el factor sorpresa de su parte pero no debía derramar sangre, ya se había alimentado aquella noche pero no podía arriesgarse a perder el control. Haciendo uso de sus nuevas habilidades ocultó también a la hechicera lo mejor que pudo, y nada más hacerlo comenzó a caminar por el oscuro pasillo, cuidando cada paso que daba para no hacer ruido. Así avanzó hasta las escaleras y pudo escuchar con atención lo que ocurría en el piso de abajo, donde por desgracia, había dejado indefensos a los guardias, pero quizá los ignorasen al verlos inconscientes, debía aferrarse a esa idea.
- ¡Aquí no está! - escuchó exclamar a uno de los intrusos, que tuvo que alzar la voz para que los demás pudiesen escucharlo por encima de los ruidos de muebles volcados y cristales rotos. - ¡Registrad el piso de arriba! - instó otro, que dirigía al grupo. - Coged todo lo que veáis de valor, será nuestra recompensa. - añadió, mientras revolvía entre los cajones de una mesa cercana. Tres siluetas comenzaron a subir por las escaleras a toda prisa, pero la vampira, que seguía oculta gracias a su nuevo elemento, les salió repentinamente al paso cuando solo les quedaban apenas unos peldaños, soltando contra ellos una oscura esfera como la que había utilizado para derribar la puerta. Sin tiempo para reaccionar, todos cayeron bruscamente y rodaron de vuelta al pie de las escaleras, llamando la atención de los otros.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Elen se sentó en un sillón cercano y tuvo una breve conversación con el Lord de la casa, por fin más tranquilo tras comprobar que la centinela no iba a por él como erróneamente creía. Escuché en silencio ésta sin pronunciarme al respecto, de brazos cruzados y con un rostro imperturbable. Todas las hipótesis parecían apuntar a que el propietario había confundido a la otrora bruja con una mujer parecida en sus sueños, y que éste sería la que en realidad vendría a matarla. Elen estaba algo confusa, pero tampoco tenía mucha más información como para poder decir algo que aportara información.
Cuando estaba un poco cansada de escuchar, me acerqué a la pequeña ventana de aquel piso superior. Había una buena perspectiva global del lugar y de los bosques que la rodeaban por un lado, mientras por el otro se veían las luces de la ciudad de Lunargenta. Las vistas no eran del todo malas. Aún así, hubo algo que me llamó la atención y que destacaba.
Entrecerré los ojos para distinguir algo a lo lejos… - Fuego. – indiqué. Y no demasiado lejos, sino en el maizal próximo. Elen se aproximó a contemplar poco después sonó la rotura de un cristal en el piso inferior. La vampiresa tomó la iniciativa y casi arrastró al hombre, que había vuelto a chillar desesperado, hasta una habitación próxima, la que parecía la suya. Ordenándole cerrar la puerta.
-No podemos dejarle solo. Podrían entrar por la ventana. – comenté a Elen. – Yo me quedaré aquí y los abatiré con la ballesta. Tú ve abajo. – Indiqué sin mirarla, ocupada de deslomar y optimizar la ballesta pesada para el tiro largo. Me aproximé a la terraza y la vampiresa utilizó un hechizo para reducir mi visibilidad.
Estando oculta, disparé a varios de los chupasangres que se aproximaban a la hacienda. Desde allí ya podía ver a Alister incendiándolo todo, y también a los cazadores combatiendo en la parte de abajo con sus armas, pero había demasiados y muy dispersos. Los hombres de Quatermain no daban a basto y pronto eran superados pues no eran expertos en combate. Y abajo, Elen tendría bastante trabajo. Confiaba en que a la vampiresa tuviera buen manejo de sus nuevas habilidades, pues las iba a necesitar.
Conseguí abatir a cuatro desde el ventanal. Teniendo que recargar una nueva flecha del carcaj a cada disparo. Por fortuna no erré ningún tiro pese a la movilidad de los contrincantes, y no sólo eso sino que dos perdieron la cabeza. También abatí al único que trató de saltar a por mí, el cual recibió un saetazo en pleno vuelo y cayó al suelo. Todo cambió cuando escuché la puerta de la habitación abrirse a mi espalda. Me giré pero el señor Quatermain seguía donde estaba, entonces, ¿por qué se había abierto?
-¡Ash balla ná! – conjuré estirando mi mano desde la terraza, generando una corriente de viento potentísima que estampó al intruso invisible, que rápidamente perdió esta condición al impactar fuertemente contra la estantería.
Se levantó poco a poco una figura femenina y menuda, encapuchada, y su cuerpo parecía el de una mujer atlética. No le costó mucho erguirse, riéndose. – Ahora te quitaré esa sonrisa de la cara. - Amenacé con mi ballesta pesada, dispuesta a abatirla. Lo hubiera hecho sin pensármelo de no ser porque se quitó la capucha. Y entonces pude ver su cabello ceniciento como Elen. Ella había sido la que venía a matar a Quatermain, y mi sorpresa no pudo ser mayor. - ¡Vicky Crystal! – exclamé.
-¡Oh! Huracán… ¿Sigues viva? – comentó la vampiresa, con su bajísimo y cantarín tono de voz, sonriendo. Y llevando sus manos a sus laterales, llevaba dos especies de semiarcos de filo, uno en cada mano. Un tipo de arma muy poco común. – La Dama hablaba bien de ti… ¿Y cómo se lo agradeciste? – No había cambiado nada. Seguía tan ida como de costumbre. – La mataste... Pero su recuerdo, siempre perdurará…
Victoria Crystal era una reconocida lugarteniente de la Hermandad con la que tuve mis más y mis menos en el pasado. Sabía algunos de los pesos pesados no habían caído en la batalla de Sacrestic, junto a las cenizas de Mortagglia, pero era complicado saber qué habían hecho los supervivientes desde entonces. Era la primera vez que me encontraba con uno de los importantes.
-Esta vez no escaparás, Vicky. – prometí, sin hacer demasiado caso a sus palabras. Sin indagar en los motivos que tenía para estar allí. Su historia allí me resultaba irrelevante. La vampiresa tenía que morir. Aquella psicópata era peligrosa.
-Huracán… ¡Yo soy como tú, no escapo! Somos fugitivas. Fugitivas de la ley - dijo. – De la ley de los cazadores… De la ley de los vampiros… ¿Qué más da? Las dos cazamos… ¡Cazamos fugitivos!
Su mirada estaba ida. Aquella condenada no era sangre lo único que tomaba. Preparé mis dos ballestas de mano. Quatermain observaba acongojado sobre el suelo, como un espectador que sabe que está próximo a presenciar el fiero combate entre dos leones.
Ella, sonrió.
En el terreno de la finca, el combate ya llevaba un buen rato iniciado. Alister había incendiado los maizales. Jules, Nick y Hannah comenzaron a combatir a los chupasangres que trataban de llegar a la casa. La habían rodeado y resultaba prácticamente imposible dar a basto con los cuatro o cinco, más ellos, que a lo sumo quedarían despiertos después de que Alister y Elen hubiesen despachado por sí mismos a la mitad.
Jules disparó a bocajarro a los que se aproximaban, mientras introducía tres flechas en su ballesta pesada, de tubo cerrado. Un tiro. Un movimiento de muñeca a la corredera. Un nuevo tiro. De nuevo, otro empujón a la corredera, para realizar el último disparo. Mientras recargaban, Nick y Hannah tenían que cubrirle las espaldas, y lo mismo él a ellos con sus respectivas armas. El brujo rápidamente dedujo que debían cortar la llegada de chupasangres a la finca.
– ¡Ey, Al! – llamó al dragón. - Tú que vuelas da un rodeo y mira a ver si puedes ir recortando sus opciones de acceso. Yo me encargo de esta zona. Nick, Hannah, cubridme. – pidió el cazador, continuando los disparos, haciendo un gesto con su mano para instarle a que “echara fuego” e incendiara los alrededores de la casa. Jules, con sus habilidades de fuego, haría lo propio. Se dirigió a una zona de hierba alta fácilmente irascible y chasqueó sus dedos, generando una llama en ésta. – Espero que al viejo no le guste el maíz, porque se quedará sin cosecha. - y tocó la hierba.
Cuando estaba un poco cansada de escuchar, me acerqué a la pequeña ventana de aquel piso superior. Había una buena perspectiva global del lugar y de los bosques que la rodeaban por un lado, mientras por el otro se veían las luces de la ciudad de Lunargenta. Las vistas no eran del todo malas. Aún así, hubo algo que me llamó la atención y que destacaba.
Entrecerré los ojos para distinguir algo a lo lejos… - Fuego. – indiqué. Y no demasiado lejos, sino en el maizal próximo. Elen se aproximó a contemplar poco después sonó la rotura de un cristal en el piso inferior. La vampiresa tomó la iniciativa y casi arrastró al hombre, que había vuelto a chillar desesperado, hasta una habitación próxima, la que parecía la suya. Ordenándole cerrar la puerta.
-No podemos dejarle solo. Podrían entrar por la ventana. – comenté a Elen. – Yo me quedaré aquí y los abatiré con la ballesta. Tú ve abajo. – Indiqué sin mirarla, ocupada de deslomar y optimizar la ballesta pesada para el tiro largo. Me aproximé a la terraza y la vampiresa utilizó un hechizo para reducir mi visibilidad.
Estando oculta, disparé a varios de los chupasangres que se aproximaban a la hacienda. Desde allí ya podía ver a Alister incendiándolo todo, y también a los cazadores combatiendo en la parte de abajo con sus armas, pero había demasiados y muy dispersos. Los hombres de Quatermain no daban a basto y pronto eran superados pues no eran expertos en combate. Y abajo, Elen tendría bastante trabajo. Confiaba en que a la vampiresa tuviera buen manejo de sus nuevas habilidades, pues las iba a necesitar.
Conseguí abatir a cuatro desde el ventanal. Teniendo que recargar una nueva flecha del carcaj a cada disparo. Por fortuna no erré ningún tiro pese a la movilidad de los contrincantes, y no sólo eso sino que dos perdieron la cabeza. También abatí al único que trató de saltar a por mí, el cual recibió un saetazo en pleno vuelo y cayó al suelo. Todo cambió cuando escuché la puerta de la habitación abrirse a mi espalda. Me giré pero el señor Quatermain seguía donde estaba, entonces, ¿por qué se había abierto?
-¡Ash balla ná! – conjuré estirando mi mano desde la terraza, generando una corriente de viento potentísima que estampó al intruso invisible, que rápidamente perdió esta condición al impactar fuertemente contra la estantería.
Se levantó poco a poco una figura femenina y menuda, encapuchada, y su cuerpo parecía el de una mujer atlética. No le costó mucho erguirse, riéndose. – Ahora te quitaré esa sonrisa de la cara. - Amenacé con mi ballesta pesada, dispuesta a abatirla. Lo hubiera hecho sin pensármelo de no ser porque se quitó la capucha. Y entonces pude ver su cabello ceniciento como Elen. Ella había sido la que venía a matar a Quatermain, y mi sorpresa no pudo ser mayor. - ¡Vicky Crystal! – exclamé.
-¡Oh! Huracán… ¿Sigues viva? – comentó la vampiresa, con su bajísimo y cantarín tono de voz, sonriendo. Y llevando sus manos a sus laterales, llevaba dos especies de semiarcos de filo, uno en cada mano. Un tipo de arma muy poco común. – La Dama hablaba bien de ti… ¿Y cómo se lo agradeciste? – No había cambiado nada. Seguía tan ida como de costumbre. – La mataste... Pero su recuerdo, siempre perdurará…
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Victoria Crystal era una reconocida lugarteniente de la Hermandad con la que tuve mis más y mis menos en el pasado. Sabía algunos de los pesos pesados no habían caído en la batalla de Sacrestic, junto a las cenizas de Mortagglia, pero era complicado saber qué habían hecho los supervivientes desde entonces. Era la primera vez que me encontraba con uno de los importantes.
-Esta vez no escaparás, Vicky. – prometí, sin hacer demasiado caso a sus palabras. Sin indagar en los motivos que tenía para estar allí. Su historia allí me resultaba irrelevante. La vampiresa tenía que morir. Aquella psicópata era peligrosa.
-Huracán… ¡Yo soy como tú, no escapo! Somos fugitivas. Fugitivas de la ley - dijo. – De la ley de los cazadores… De la ley de los vampiros… ¿Qué más da? Las dos cazamos… ¡Cazamos fugitivos!
Su mirada estaba ida. Aquella condenada no era sangre lo único que tomaba. Preparé mis dos ballestas de mano. Quatermain observaba acongojado sobre el suelo, como un espectador que sabe que está próximo a presenciar el fiero combate entre dos leones.
Ella, sonrió.
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En el terreno de la finca, el combate ya llevaba un buen rato iniciado. Alister había incendiado los maizales. Jules, Nick y Hannah comenzaron a combatir a los chupasangres que trataban de llegar a la casa. La habían rodeado y resultaba prácticamente imposible dar a basto con los cuatro o cinco, más ellos, que a lo sumo quedarían despiertos después de que Alister y Elen hubiesen despachado por sí mismos a la mitad.
Jules disparó a bocajarro a los que se aproximaban, mientras introducía tres flechas en su ballesta pesada, de tubo cerrado. Un tiro. Un movimiento de muñeca a la corredera. Un nuevo tiro. De nuevo, otro empujón a la corredera, para realizar el último disparo. Mientras recargaban, Nick y Hannah tenían que cubrirle las espaldas, y lo mismo él a ellos con sus respectivas armas. El brujo rápidamente dedujo que debían cortar la llegada de chupasangres a la finca.
– ¡Ey, Al! – llamó al dragón. - Tú que vuelas da un rodeo y mira a ver si puedes ir recortando sus opciones de acceso. Yo me encargo de esta zona. Nick, Hannah, cubridme. – pidió el cazador, continuando los disparos, haciendo un gesto con su mano para instarle a que “echara fuego” e incendiara los alrededores de la casa. Jules, con sus habilidades de fuego, haría lo propio. Se dirigió a una zona de hierba alta fácilmente irascible y chasqueó sus dedos, generando una llama en ésta. – Espero que al viejo no le guste el maíz, porque se quedará sin cosecha. - y tocó la hierba.
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Ante el riesgo de que el viejo fuese atacado en su habitación, tal como había visto en sus pesadillas, Huracán decidió quedarse en el piso superior para defenderlo y detener desde allí a cuantos se acercasen a la vivienda, dejando para la de ojos verdes la tarea de limpiar la casa de enemigos. Elen asintió con la cabeza y comenzó a descender los escalones sin prisa, mientras las sombras rodeaban su cuerpo para darle un aura mucho más oscura. - Déjanos salir… podemos ayudarte… - escuchó decir a las almas del medallón, que desde su transformación a criatura de la noche se habían mostrado mucho más dispuestas a aceptar su control, quizá porque ahora la veían como a una de los suyos en parte.
- Solo una. - indicó la vampira mentalmente, mientras se concentraba para traer a su nueva aliada, una criatura que le sacaba varias cabezas de altura y con la que hasta el momento, no había colaborado en ningún combate. Una columna de humo negra emergió y bajó volando a toda prisa las escaleras para impactar al pie de las mismas, donde tomó forma, volviéndose alargada y mostrándose a los intrusos. A la sombra solo le faltaban unos centímetros para llegar al techo, tenía por cabeza una calavera de ciervo con unos grandes cuernos y a pesar de no contar con una complexión fuerte sino más bien delgada, compensaba todo con las largas y afiladas garras en que terminaban sus manos, perfectas para destrozar a quien se atreviese a ponerse en su camino, como pronto descubrirían los asaltantes.
Éstos al verla se detuvieron en seco, y aquellos que habían rodado por las escaleras huyeron a gatas para ponerse a una distancia segura, sin saber que no existía tal cosa. - Que no sea un baño de sangre. - ordenó la joven, apareciendo por detrás de la criatura, que se hizo a un lado para dejarla pasar. - ¡¿Tú quién eres?! - preguntó el cabecilla de aquel grupo, un vampiro que debía rondar los treinta, al menos en apariencia, y que no demostraba miedo como el resto de los presentes. - ¿Qué importa eso? Solo te quedan un par de minutos a lo sumo. - soltó la benjamina de los Calhoun, antes de percibir el inconfundible olor de la sangre. Los extraños habían ignorado a los guardias inconscientes, tal como esperaba, pero no al que había dejado rendirse sin más, a éste lo habían atacado brutalmente, mordiéndole el cuello y destrozándole la garganta en el proceso, casi como le había hecho Géminis a ella.
Sin vida, su cuerpo yacía en un rincón, con una expresión de terror en el rostro, y un fino hilillo rojizo seguía cayendo de la herida, manchando su ropa y parte del suelo. - ¿Quién lo ha matado? - inquirió, clavando la vista en el que se había dirigido a ella instantes antes. - ¿Qué más da? Solo son comida. - le espetó el individuo, señalando con su arma al resto de vulnerables guardias, que en su estado habían quedado a merced de los intrusos. - Has sido tú. - comentó la de cabellos cenicientos, al fijarse en su rostro y ver las manchas que rodeaban su boca y seguían por su barbilla. - ¿Sí, y qué? - respondió con tono desafiante. - Ese es mío, haz lo que quieras con el resto pero no dañes a los guardias. - indicó Elen, desviando su vista por unos instantes hacia su aliada, que gruñó guturalmente en respuesta y se lanzó de inmediato contra los vampiros que tenía más cerca.
Con un contundente movimiento de su brazo, la sombra hundió sus garras en el primer desgraciado que encontró, atravesándole el pecho y elevándolo varios centímetros del suelo antes de lanzarlo contra una pared, como si no fuera nada. El siguiente intentó esquivar su ataque echándose a un lado al tiempo que desenfundaba un arma corta, pero de poco le sirvió cuando las largas garras de la bestia le rajaron la garganta de un lado a otro, salpicando de sangre uno de los lujosos muebles del anciano. Elen por su parte torció el gesto, no quería aquel tentador aroma en el aire pero tendría que aguantarse y seguir adelante, Huracán contaba con ella y no podía defraudarla, mucho menos ahora que se habían reencontrado tras su supuesta muerte.
Rápidamente, la vampira volvió a echar mano de las sombras para golpear a los dos tipos que se encontraban entre ella y su objetivo, dejándolos en el suelo, donde lo le costaría acabar con ellos con ayuda de su daga y de uno de sus cuchillos arrojadizos. Envuelta en la más negra oscuridad, Elen se agachó entre ambos y los apuñaló a la altura del corazón, para de inmediato extraer sus armas y encararse con el supuesto jefe de aquel grupo de vampiros. - ¿Por qué haces esto? ¡Eres de las nuestras! Los cazadores son el enemigo. - exclamó el hombre al verla acercarse, mientras la sombra seguía destrozando a los demás miembros de su escuadrón. - ¿Los cazadores? - preguntó la de ojos verdes, comenzando a sospechar que la presencia del gremio era lo que les había traído hasta allí.
Alister
El fuego comenzó a consumir los maizales que rodeaban aquel lado de la hacienda, limitando el área de combate, mientras en la entrada principal tenía lugar una feroz batalla entre los guardias de Quatermein que aún seguían en pie y los asaltantes. Jules y los otros cazadores se organizaron de inmediato para disparar por turnos y cubrirse unos a otros mientras recargaban sus ballestas, pero había demasiados enemigos y venían de todas partes, tenían que hacer algo drástico para evitar que siguiesen llegando a la casa. El dragón consiguió mantener a raya a unos pocos gracias a su fuego, y calcinó a cuantos se acercaban a su posición más de lo debido, pero era consciente de que en aquellos instantes otros podrían estar irrumpiendo en la vivienda, donde se encontraban Elen, Huracán y el viejo que los había metido en todo aquel embrollo.
Ante la llamada del brujo, Alister dejó de disparar su elemento hacia los intrusos momentáneamente para prestar atención a lo que tenía que decirle, y tras escuchar la idea de Jules, batió con fuerza las alas y levantó el vuelo. Una vez en el aire optó por dar un primer rodeo y observar la situación, determinando la cantidad de contrincantes que tenían a batir y por dónde estaba llegando la mayor parte de los mismos. El segundo vuelo lo realizó más bajo, y haciendo caso a la idea del joven Roche, utilizó sus llamas para crear una ardiente barrera en torno al perímetro de la casa, aunque dejando una zona despejada para que en caso de descontrolarse el fuego, pudiesen salir de allí.
Tras esto aterrizó en el lado opuesto al que protegían los miembros del gremio, y aprovechando que tenía unos instantes antes de verse envuelto nuevamente en el conflicto, dirigió una mirada al interior de la hacienda, alcanzando a ver una larga silueta sombría que atacaba violentamente a los supuestos asesinos que venían a por Quatermein. Elen había invocado a aquel ser para que la ayudase así que no tenía por qué preocuparse, al menos de momento. Con la atención de nuevo en lo que se le venía encima, Alister replegó las alas y se preparó para encarar a los vampiros que se encontraban en la zona, interponiéndose entre ellos y la residencia para facilitar las cosas a su compañera.
Con ayuda de la cola consiguió barrer al más cercano, clavándole las espinas y enviándolo directamente hacia el muro de fuego, lo que arrancó de su garganta unos chillidos capaces de helar la sangre al guerrero más duro. Morir quemado tenía que ser realmente doloroso, pero para un vampiro lo era aún más ya que su cuerpo se cubría de ampollas antes de que el elemento acabase con él, cosa que no sucedía tan rápido como aquellos desgraciados podrían desear. Haciendo caso omiso a lo que acababa de pasar, una mujer de largos cabellos negros corrió hacia el costado del reptil y se abalanzó sobre su lomo, pero no contaba con que tanto su arma como sus colmillos fuesen inútiles contra las duras escamas del alado, que se revolvió y la tiró al suelo con un brusco movimiento.
Gruñendo guturalmente, Alister colocó una de sus patas traseras sobre la clavícula de su atacante y se valió de su peso para comenzar a aplastarle el pecho, pero antes de que muriese por asfixia o una hemorragia interna decidió escupir una llamarada contra su rostro, si eso no disuadía a los demás para que huyesen del lugar ¿qué podría hacerlo? La cabeza de la mujer quedó reducida a un cráneo negruzco con todavía algún que otro pelo en cuestión de segundos, demostrando una vez más lo peligroso que podía llegar a ser.
Off: Uso mi nueva habilidad de nivel 6: Llamada a las armas.
- Solo una. - indicó la vampira mentalmente, mientras se concentraba para traer a su nueva aliada, una criatura que le sacaba varias cabezas de altura y con la que hasta el momento, no había colaborado en ningún combate. Una columna de humo negra emergió y bajó volando a toda prisa las escaleras para impactar al pie de las mismas, donde tomó forma, volviéndose alargada y mostrándose a los intrusos. A la sombra solo le faltaban unos centímetros para llegar al techo, tenía por cabeza una calavera de ciervo con unos grandes cuernos y a pesar de no contar con una complexión fuerte sino más bien delgada, compensaba todo con las largas y afiladas garras en que terminaban sus manos, perfectas para destrozar a quien se atreviese a ponerse en su camino, como pronto descubrirían los asaltantes.
- Criatura:
Éstos al verla se detuvieron en seco, y aquellos que habían rodado por las escaleras huyeron a gatas para ponerse a una distancia segura, sin saber que no existía tal cosa. - Que no sea un baño de sangre. - ordenó la joven, apareciendo por detrás de la criatura, que se hizo a un lado para dejarla pasar. - ¡¿Tú quién eres?! - preguntó el cabecilla de aquel grupo, un vampiro que debía rondar los treinta, al menos en apariencia, y que no demostraba miedo como el resto de los presentes. - ¿Qué importa eso? Solo te quedan un par de minutos a lo sumo. - soltó la benjamina de los Calhoun, antes de percibir el inconfundible olor de la sangre. Los extraños habían ignorado a los guardias inconscientes, tal como esperaba, pero no al que había dejado rendirse sin más, a éste lo habían atacado brutalmente, mordiéndole el cuello y destrozándole la garganta en el proceso, casi como le había hecho Géminis a ella.
Sin vida, su cuerpo yacía en un rincón, con una expresión de terror en el rostro, y un fino hilillo rojizo seguía cayendo de la herida, manchando su ropa y parte del suelo. - ¿Quién lo ha matado? - inquirió, clavando la vista en el que se había dirigido a ella instantes antes. - ¿Qué más da? Solo son comida. - le espetó el individuo, señalando con su arma al resto de vulnerables guardias, que en su estado habían quedado a merced de los intrusos. - Has sido tú. - comentó la de cabellos cenicientos, al fijarse en su rostro y ver las manchas que rodeaban su boca y seguían por su barbilla. - ¿Sí, y qué? - respondió con tono desafiante. - Ese es mío, haz lo que quieras con el resto pero no dañes a los guardias. - indicó Elen, desviando su vista por unos instantes hacia su aliada, que gruñó guturalmente en respuesta y se lanzó de inmediato contra los vampiros que tenía más cerca.
Con un contundente movimiento de su brazo, la sombra hundió sus garras en el primer desgraciado que encontró, atravesándole el pecho y elevándolo varios centímetros del suelo antes de lanzarlo contra una pared, como si no fuera nada. El siguiente intentó esquivar su ataque echándose a un lado al tiempo que desenfundaba un arma corta, pero de poco le sirvió cuando las largas garras de la bestia le rajaron la garganta de un lado a otro, salpicando de sangre uno de los lujosos muebles del anciano. Elen por su parte torció el gesto, no quería aquel tentador aroma en el aire pero tendría que aguantarse y seguir adelante, Huracán contaba con ella y no podía defraudarla, mucho menos ahora que se habían reencontrado tras su supuesta muerte.
Rápidamente, la vampira volvió a echar mano de las sombras para golpear a los dos tipos que se encontraban entre ella y su objetivo, dejándolos en el suelo, donde lo le costaría acabar con ellos con ayuda de su daga y de uno de sus cuchillos arrojadizos. Envuelta en la más negra oscuridad, Elen se agachó entre ambos y los apuñaló a la altura del corazón, para de inmediato extraer sus armas y encararse con el supuesto jefe de aquel grupo de vampiros. - ¿Por qué haces esto? ¡Eres de las nuestras! Los cazadores son el enemigo. - exclamó el hombre al verla acercarse, mientras la sombra seguía destrozando a los demás miembros de su escuadrón. - ¿Los cazadores? - preguntó la de ojos verdes, comenzando a sospechar que la presencia del gremio era lo que les había traído hasta allí.
Alister
El fuego comenzó a consumir los maizales que rodeaban aquel lado de la hacienda, limitando el área de combate, mientras en la entrada principal tenía lugar una feroz batalla entre los guardias de Quatermein que aún seguían en pie y los asaltantes. Jules y los otros cazadores se organizaron de inmediato para disparar por turnos y cubrirse unos a otros mientras recargaban sus ballestas, pero había demasiados enemigos y venían de todas partes, tenían que hacer algo drástico para evitar que siguiesen llegando a la casa. El dragón consiguió mantener a raya a unos pocos gracias a su fuego, y calcinó a cuantos se acercaban a su posición más de lo debido, pero era consciente de que en aquellos instantes otros podrían estar irrumpiendo en la vivienda, donde se encontraban Elen, Huracán y el viejo que los había metido en todo aquel embrollo.
Ante la llamada del brujo, Alister dejó de disparar su elemento hacia los intrusos momentáneamente para prestar atención a lo que tenía que decirle, y tras escuchar la idea de Jules, batió con fuerza las alas y levantó el vuelo. Una vez en el aire optó por dar un primer rodeo y observar la situación, determinando la cantidad de contrincantes que tenían a batir y por dónde estaba llegando la mayor parte de los mismos. El segundo vuelo lo realizó más bajo, y haciendo caso a la idea del joven Roche, utilizó sus llamas para crear una ardiente barrera en torno al perímetro de la casa, aunque dejando una zona despejada para que en caso de descontrolarse el fuego, pudiesen salir de allí.
Tras esto aterrizó en el lado opuesto al que protegían los miembros del gremio, y aprovechando que tenía unos instantes antes de verse envuelto nuevamente en el conflicto, dirigió una mirada al interior de la hacienda, alcanzando a ver una larga silueta sombría que atacaba violentamente a los supuestos asesinos que venían a por Quatermein. Elen había invocado a aquel ser para que la ayudase así que no tenía por qué preocuparse, al menos de momento. Con la atención de nuevo en lo que se le venía encima, Alister replegó las alas y se preparó para encarar a los vampiros que se encontraban en la zona, interponiéndose entre ellos y la residencia para facilitar las cosas a su compañera.
Con ayuda de la cola consiguió barrer al más cercano, clavándole las espinas y enviándolo directamente hacia el muro de fuego, lo que arrancó de su garganta unos chillidos capaces de helar la sangre al guerrero más duro. Morir quemado tenía que ser realmente doloroso, pero para un vampiro lo era aún más ya que su cuerpo se cubría de ampollas antes de que el elemento acabase con él, cosa que no sucedía tan rápido como aquellos desgraciados podrían desear. Haciendo caso omiso a lo que acababa de pasar, una mujer de largos cabellos negros corrió hacia el costado del reptil y se abalanzó sobre su lomo, pero no contaba con que tanto su arma como sus colmillos fuesen inútiles contra las duras escamas del alado, que se revolvió y la tiró al suelo con un brusco movimiento.
Gruñendo guturalmente, Alister colocó una de sus patas traseras sobre la clavícula de su atacante y se valió de su peso para comenzar a aplastarle el pecho, pero antes de que muriese por asfixia o una hemorragia interna decidió escupir una llamarada contra su rostro, si eso no disuadía a los demás para que huyesen del lugar ¿qué podría hacerlo? La cabeza de la mujer quedó reducida a un cráneo negruzco con todavía algún que otro pelo en cuestión de segundos, demostrando una vez más lo peligroso que podía llegar a ser.
Off: Uso mi nueva habilidad de nivel 6: Llamada a las armas.
Última edición por Elen Calhoun el Jue Mar 29 2018, 16:02, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Estaba cansada de escuchar la parafrasería barata y las risas de Crystal, por lo que me llevé la mano a la funda zurda, tomé la ballesta y disparé con rapidez. La chupasangres se disipó en las sombras con una sonrisa que se prolongó en toda la sala. Quatermain podía estar tranquilo, él había pasado a un segundo plano mientras yo estuviera ahí.
-En cuanto la saque de aquí, ve al piso de abajo. Avisa a Elen. – pedí a Quatermain. El hombre afirmó y, a continuación, agudicé mis instintos de cazadora para sentir su presencia. Se había hecho invisible, pero sus pasos podían sentirse. Sabía perfectamente donde se encontraba. Venía hacia mí, aunque traté de mirar hacia otro lado para pensar que no sospechaba nada. Vicky apareció entonces a mi espalda, emitiendo un fuerte chillido y con intención de cortarme con uno de sus dos semifilos.
-¡Ash balla ná! – grité, antes de que pudiese siquiera intentarlo. La vampiresa salió disparada por el ventanal. Corrí hacia el mismo con mi ballesta pesada y la busqué por la terraza. – Mierda. – dije cuando la perdí de vista. La hija de puta se habría vuelto invisible de nuevo.
Crystal saltó desde uno de los laterales del tejado de la casa y con su afilada arma rasgó mi brazo izquierdo. Grité por el dolor y caí al suelo, quedando con las rodillas abiertas. Me llevé la otra mano al brazo por la herida, quedando ésta rápidamente empapada de mi propia sangre. Sólo era un corte en el brazo. Quizás profundo. Pero apretando los dientes podía contener bien el dolor. Me llevé la mano atrás para descolgar una de las granadas.
-Te hemos puesto el cebo y… has venido sola… ¿Ahora lo entiendes, Maestra? – preguntó con cierta sorna y su misma voz de parsimonia. – La presa. Quien pagará con su sangre el asesinato de la Dama Mortagglia. – La chupasangres tensaba los músculos de sus piernas. Reconocía sus patrones, iba a saltar a por mí. Era diestra. Por lo que tenía que esquivar hacia la izquierda, hacia el vacío. Me esperaba un movimiento complicado.
Esperé a que Crystal saltara contra mí. Tal y como predije, la joven atacaría con su diestra por mi izquierda, por lo que pude apoyar el brazo sano en el suelo y generar una corriente de aire que me impulsara hacia el otro lado. Salté la valla de seguridad de la terraza. Y con el otro brazo dejé, caer una granada cegadora de Soffleheimer.
Vicky quedó entonces aturdida por el ruido agudo y la luz. Gritó. Mientras volaba por el aire traté de corregir el movimiento y llevarme la mano a la ballesta pequeña para disparar. El movimiento fue muy complicado y, aunque acerté a darle, lo hice en el brazo.
Ahora estaba cayendo hacia el suelo. Y al hacerlo desde una posición forzada, me metería un buen golpe contra el suelo. Dejé que el viento me envolviera y vi como mis brazos de convertían en humo. Ésta habilidad, que acostumbraba a utilizar Belladonna, me permitía aterrizar de mis acrobacias ilesa, entre muchas otras cosas. Al llegar al suelo volví a adoptar mi forma humana. Jules, Nick y Hannah llegaron hasta mi posición.
-Anastasia, ¿estás bien? – preguntó el brujo llegando a mi posición.
-Más o menos. – comenté, mostrando el corte en el brazo. – Vicky Crystal es quien causaba las pesadillas al tipo. - Señalé al balcón. Donde la peliblanca, asomada y apoyada en éste, ya recuperada del aturdimiento, nos miraba con odio. Ignoró enfrentarse a nosotros por ahora y se adentró en el edificio.
-¿Vicky Crystal? ¿La pirada de las hierbas? – preguntó sorprendido de saber de la existencia de la chupasangres. - Entre Alister y yo hemos rodeado la hacienda de fuego. Esto debería reducir el acceso de los vampiros, pero habrá que liquidar a los que aún quedan por la zona.
-Bien, encargaos de ello. Voy a ayudar a Elen y a advertirle de lo peligrosa que es Crystal. – advertí a los brujos, los cuales asintieron.
Junto a Alister, que sobrevolaba los cielos, su prioridad sería detener el acceso de nuevos vampiros al interior de la casa. Teníamos que poner a Quatermain en aviso. Por lo que volví a entrar en la casa, al piso inferior, donde supuestamente estaba Elen.
Lo cierto es que respiré tranquila al ver a nuestro contratante tras ella. La benjamina de los Calhoun había despachado casi a todos los hombres en su totalidad. Pero no estaba sola. Había un enorme demonio sombrío con ella, que casi llegaba hasta lo alto de la casa. ¿Qué clase de poderes estaba usando? No lo sabía, pero no me gustaba un pelo. Se encontraba, además, dialogando con uno de los vampiros, que preguntaban por nosotros. No podrían dialogar mucho más pues rápidamente atravesé a la criatura con un flechazo de ballesta pequeña en la cabeza.
-¡Elen! ¿Qué clase de cosa es esa? ¿Está contigo? – pregunté con tensión, enfadada. No me gustaba un pelo aquella criatura. A saber si Elen era capaz de dominarla con seguridad. – ¡Maldita sea! ¿Estás segura de que puedes controlarla? Ten cuidado de no abusar de esos monstruos de las sombras. – Le advertí, señalándola con la palma de la mano. Saltaba a la vista por qué lo decía. Y es que el remedio podía terminar siendo peor que la enfermedad. Pero no sabía si me haría caso. O quién sabe, quizá aquella criatura me tomara por su enemiga.
Lo cierto es que no quedaban muchos vampiros. O los que quedaban desde luego ya no lo salían tan a lo aventura después de ver cómo se las gastaba Elen y su monstruo. – La chupasangres que quiere matar a Quatermain se llama Vicky Crystal, es una antigua lugarteniente de la Hermandad. Ten cuidado, es muy hábil y es capaz de controlar las mentes y volverse invisible. – informé.
-En cuanto la saque de aquí, ve al piso de abajo. Avisa a Elen. – pedí a Quatermain. El hombre afirmó y, a continuación, agudicé mis instintos de cazadora para sentir su presencia. Se había hecho invisible, pero sus pasos podían sentirse. Sabía perfectamente donde se encontraba. Venía hacia mí, aunque traté de mirar hacia otro lado para pensar que no sospechaba nada. Vicky apareció entonces a mi espalda, emitiendo un fuerte chillido y con intención de cortarme con uno de sus dos semifilos.
-¡Ash balla ná! – grité, antes de que pudiese siquiera intentarlo. La vampiresa salió disparada por el ventanal. Corrí hacia el mismo con mi ballesta pesada y la busqué por la terraza. – Mierda. – dije cuando la perdí de vista. La hija de puta se habría vuelto invisible de nuevo.
Crystal saltó desde uno de los laterales del tejado de la casa y con su afilada arma rasgó mi brazo izquierdo. Grité por el dolor y caí al suelo, quedando con las rodillas abiertas. Me llevé la otra mano al brazo por la herida, quedando ésta rápidamente empapada de mi propia sangre. Sólo era un corte en el brazo. Quizás profundo. Pero apretando los dientes podía contener bien el dolor. Me llevé la mano atrás para descolgar una de las granadas.
-Te hemos puesto el cebo y… has venido sola… ¿Ahora lo entiendes, Maestra? – preguntó con cierta sorna y su misma voz de parsimonia. – La presa. Quien pagará con su sangre el asesinato de la Dama Mortagglia. – La chupasangres tensaba los músculos de sus piernas. Reconocía sus patrones, iba a saltar a por mí. Era diestra. Por lo que tenía que esquivar hacia la izquierda, hacia el vacío. Me esperaba un movimiento complicado.
Esperé a que Crystal saltara contra mí. Tal y como predije, la joven atacaría con su diestra por mi izquierda, por lo que pude apoyar el brazo sano en el suelo y generar una corriente de aire que me impulsara hacia el otro lado. Salté la valla de seguridad de la terraza. Y con el otro brazo dejé, caer una granada cegadora de Soffleheimer.
Vicky quedó entonces aturdida por el ruido agudo y la luz. Gritó. Mientras volaba por el aire traté de corregir el movimiento y llevarme la mano a la ballesta pequeña para disparar. El movimiento fue muy complicado y, aunque acerté a darle, lo hice en el brazo.
Ahora estaba cayendo hacia el suelo. Y al hacerlo desde una posición forzada, me metería un buen golpe contra el suelo. Dejé que el viento me envolviera y vi como mis brazos de convertían en humo. Ésta habilidad, que acostumbraba a utilizar Belladonna, me permitía aterrizar de mis acrobacias ilesa, entre muchas otras cosas. Al llegar al suelo volví a adoptar mi forma humana. Jules, Nick y Hannah llegaron hasta mi posición.
-Anastasia, ¿estás bien? – preguntó el brujo llegando a mi posición.
-Más o menos. – comenté, mostrando el corte en el brazo. – Vicky Crystal es quien causaba las pesadillas al tipo. - Señalé al balcón. Donde la peliblanca, asomada y apoyada en éste, ya recuperada del aturdimiento, nos miraba con odio. Ignoró enfrentarse a nosotros por ahora y se adentró en el edificio.
-¿Vicky Crystal? ¿La pirada de las hierbas? – preguntó sorprendido de saber de la existencia de la chupasangres. - Entre Alister y yo hemos rodeado la hacienda de fuego. Esto debería reducir el acceso de los vampiros, pero habrá que liquidar a los que aún quedan por la zona.
-Bien, encargaos de ello. Voy a ayudar a Elen y a advertirle de lo peligrosa que es Crystal. – advertí a los brujos, los cuales asintieron.
Junto a Alister, que sobrevolaba los cielos, su prioridad sería detener el acceso de nuevos vampiros al interior de la casa. Teníamos que poner a Quatermain en aviso. Por lo que volví a entrar en la casa, al piso inferior, donde supuestamente estaba Elen.
Lo cierto es que respiré tranquila al ver a nuestro contratante tras ella. La benjamina de los Calhoun había despachado casi a todos los hombres en su totalidad. Pero no estaba sola. Había un enorme demonio sombrío con ella, que casi llegaba hasta lo alto de la casa. ¿Qué clase de poderes estaba usando? No lo sabía, pero no me gustaba un pelo. Se encontraba, además, dialogando con uno de los vampiros, que preguntaban por nosotros. No podrían dialogar mucho más pues rápidamente atravesé a la criatura con un flechazo de ballesta pequeña en la cabeza.
-¡Elen! ¿Qué clase de cosa es esa? ¿Está contigo? – pregunté con tensión, enfadada. No me gustaba un pelo aquella criatura. A saber si Elen era capaz de dominarla con seguridad. – ¡Maldita sea! ¿Estás segura de que puedes controlarla? Ten cuidado de no abusar de esos monstruos de las sombras. – Le advertí, señalándola con la palma de la mano. Saltaba a la vista por qué lo decía. Y es que el remedio podía terminar siendo peor que la enfermedad. Pero no sabía si me haría caso. O quién sabe, quizá aquella criatura me tomara por su enemiga.
Lo cierto es que no quedaban muchos vampiros. O los que quedaban desde luego ya no lo salían tan a lo aventura después de ver cómo se las gastaba Elen y su monstruo. – La chupasangres que quiere matar a Quatermain se llama Vicky Crystal, es una antigua lugarteniente de la Hermandad. Ten cuidado, es muy hábil y es capaz de controlar las mentes y volverse invisible. – informé.
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Antes de que su interlocutor pudiese aclararle el porqué de su mención a los cazadores, Elen sintió como alguien se le acercaba por la espalda, tras bajar apresuradamente las escaleras sin tener el más mínimo cuidado, lo que descartaba que se tratase de otro enemigo. - ¡El demonio! ¡Esa mujer está arriba! - avisó Quatermein en cuanto llegó hasta ella, con una mezcla de preocupación y terror grabada en el rostro. Los ojos de la antigua bruja recorrieron la escalera esperando captar algo pero no había nadie más, de momento. - ¿Y Huracán? - preguntó, permitiéndose ignorar al chupasangres con el que había cruzado unas palabras instantes antes. - Está luchando con ella. - le informó el anciano, para acto seguido ahogar un chillido al ver a la sombría criatura que recorría su salón.
- No se preocupe, está de nuestro lado. - dijo la joven en un intento por calmar a su contratante, aunque no pareció surtir mucho efecto. El débil corazón del noble se estaba llevando demasiados sobresaltos aquella noche, si no terminaban rápido con los intrusos posiblemente acabase sufriendo un infarto, una estúpida forma de morir después de todo lo que estaba sucediendo en su hacienda. Por las ventanas el viejo pudo atisbar las llamas que consumían los alrededores de su propiedad y horrorizado se llevó las manos a la cabeza, pero pronto le quedó claro que la situación en el exterior podría ser mucho peor de no ser por aquella ardiente barrera.
Tanto los cazadores como el dragón hacían cuanto estaba en sus manos para reducir el número de asaltantes antes de que éstos pudiesen llegar a la vivienda, pero aún quedaban bastantes por la zona, los más rápidos, que habían conseguido entrar en la propiedad antes de que se alzasen las llamas para impedirles el paso. - Mi casa, mi preciosa casa. - musitó Quatermein apenas sin voz, con los ojos empañados en lágrimas al ver cómo todo lo que había conseguido se destruía. En otro momento la benjamina de los Calhoun habría intentado animarlo pero todavía no podían relajarse, no hasta que la parcela quedase totalmente limpia de enemigos, entonces habría tiempo de hablar, buscar un modo de apagar el fuego y determinar los daños que había sufrido la hacienda.
La aparición de Huracán la dejo algo desconcertada, ¿no se suponía que estaba arriba luchando con la verdadera asesina? ¿entonces por qué había entrado desde el jardín? En el mejor de los casos habría conseguido deshacerse de ella pero eso no explicaba que hubiese llegado hasta allí sin utilizar las escaleras. Sin miramientos, la maestra cazadora echó mano de su ballesta para abatir al vampiro que había mencionado al gremio instantes antes, atravesándole la cabeza con una flecha sin darle tiempo a reaccionar. - Ya no podrá dar explicaciones. - comentó la de ojos verdes, ladeando ligeramente la cabeza y con la vista clavada en el desdichado chupasangres.
La atención de su amiga pronto se centró en la sombra que seguía ocupándose de despejar el interior, acabando con los vampiros restantes sin mostrar piedad alguna, y a juzgar por el tono de voz que adoptó para referirse a ella, no le gustó lo más mínimo. Elen buscó la mirada de la hechicera y no se extrañó al ver su molesta reacción, después de tanto tiempo viéndola luchar contra aquel tipo de seres debía resultar chocante que tuviese a uno por aliado. - Cálmate Huracán, es una de mis sombras, no tienes que preocuparte por ella. - le explicó, mientras caminaba hacia la criatura con total tranquilidad. A decir verdad no faltaba mucho para que se desvaneciese, pues a pesar de su constante práctica para conseguir mejorar aquella habilidad no lograba alargar demasiado la “vida” de sus tenebrosas compañeras de batalla.
Pronto la bestia desaparecería y regresaría al medallón, donde las demás almas esperaban con impaciencia que les tocase su turno de salir. - Basta. - dijo al llegar junto a su creación, que acababa de matar a uno de los últimos intrusos, abriéndole en canal el pecho con sus garras y dejando que se desangrase, algo que no agradó a la de ojos verdes. Las cuencas vacías de la sombra se cruzaron con la mirada de la joven, que incómoda por el intenso olor a sangre que embargaba la estancia, tuvo que arrugar la nariz.
Obedeciendo las órdenes de la benjamina de los Calhoun, la sombra soltó el cuerpo, se irguió y se giró hacia el resto de los presentes, expectante ante lo que pudiese ocurrir y sin hacer mucho caso a los comentarios de Anastasia, que al poco tomó la palabra para informar acerca de la verdadera asesina. - A eso podemos jugar las dos. - soltó Elen, desviando la vista hacia su aliada mientras envolvía su cuerpo con la más negra oscuridad. - Busca a la vampira que se esconde de nosotros, hazla salir. - ordenó, para acto seguido entregarse a su nuevo elemento hasta hacerse invisible también. Fuera de la vista, la de cabellos cenicientos pudo contraer el rostro, necesitaba acabar con aquello y salir de la casa, respirar aire fresco y alejar de su cabeza la sed que comenzaba a atenazar su estómago. No tardaría mucho en volver a sentir aquel insoportable ardor en la garganta así que el tiempo corría en su contra, como casi siempre.
La silueta de la criatura se desdibujó por unos segundos, en los que cruzó la estancia al completo y se dirigió a las escaleras, donde volvió a tomar forma para subir a toda prisa en busca de su presa. Elen por su parte se movió sigilosamente para seguirla desde cierta distancia, a la espera de que Vicky saliese de su escondite. Un chillido femenino junto con un gruñido de la bestia le dieron la señal que necesitaba, pero cuando se asomó a las escaleras lo único que alcanzó a ver fugazmente fue la melena de la mujer, mientras la sombra comenzaba a desvanecerse.
En el exterior, el dragón terminaba de limpiar su lado del perímetro a base de llamaradas, y cuando finalmente dejaron de aparecer enemigos, se dirigió a la casa y se quedó junto a las ventanas para observar el desarrollo de la pelea en el interior, sin dejar de vigilar por el rabillo del ojo los alrededores, con visible desconfianza. Si en algo apreciaban sus vidas los vampiros no intentarían saltar la barrera de fuego, pero aún podía llegar algún que otro rezagado que quisiese esquivar a los cazadores del otro lado e intentar entrar por donde él se encontraba.
- No se preocupe, está de nuestro lado. - dijo la joven en un intento por calmar a su contratante, aunque no pareció surtir mucho efecto. El débil corazón del noble se estaba llevando demasiados sobresaltos aquella noche, si no terminaban rápido con los intrusos posiblemente acabase sufriendo un infarto, una estúpida forma de morir después de todo lo que estaba sucediendo en su hacienda. Por las ventanas el viejo pudo atisbar las llamas que consumían los alrededores de su propiedad y horrorizado se llevó las manos a la cabeza, pero pronto le quedó claro que la situación en el exterior podría ser mucho peor de no ser por aquella ardiente barrera.
Tanto los cazadores como el dragón hacían cuanto estaba en sus manos para reducir el número de asaltantes antes de que éstos pudiesen llegar a la vivienda, pero aún quedaban bastantes por la zona, los más rápidos, que habían conseguido entrar en la propiedad antes de que se alzasen las llamas para impedirles el paso. - Mi casa, mi preciosa casa. - musitó Quatermein apenas sin voz, con los ojos empañados en lágrimas al ver cómo todo lo que había conseguido se destruía. En otro momento la benjamina de los Calhoun habría intentado animarlo pero todavía no podían relajarse, no hasta que la parcela quedase totalmente limpia de enemigos, entonces habría tiempo de hablar, buscar un modo de apagar el fuego y determinar los daños que había sufrido la hacienda.
La aparición de Huracán la dejo algo desconcertada, ¿no se suponía que estaba arriba luchando con la verdadera asesina? ¿entonces por qué había entrado desde el jardín? En el mejor de los casos habría conseguido deshacerse de ella pero eso no explicaba que hubiese llegado hasta allí sin utilizar las escaleras. Sin miramientos, la maestra cazadora echó mano de su ballesta para abatir al vampiro que había mencionado al gremio instantes antes, atravesándole la cabeza con una flecha sin darle tiempo a reaccionar. - Ya no podrá dar explicaciones. - comentó la de ojos verdes, ladeando ligeramente la cabeza y con la vista clavada en el desdichado chupasangres.
La atención de su amiga pronto se centró en la sombra que seguía ocupándose de despejar el interior, acabando con los vampiros restantes sin mostrar piedad alguna, y a juzgar por el tono de voz que adoptó para referirse a ella, no le gustó lo más mínimo. Elen buscó la mirada de la hechicera y no se extrañó al ver su molesta reacción, después de tanto tiempo viéndola luchar contra aquel tipo de seres debía resultar chocante que tuviese a uno por aliado. - Cálmate Huracán, es una de mis sombras, no tienes que preocuparte por ella. - le explicó, mientras caminaba hacia la criatura con total tranquilidad. A decir verdad no faltaba mucho para que se desvaneciese, pues a pesar de su constante práctica para conseguir mejorar aquella habilidad no lograba alargar demasiado la “vida” de sus tenebrosas compañeras de batalla.
Pronto la bestia desaparecería y regresaría al medallón, donde las demás almas esperaban con impaciencia que les tocase su turno de salir. - Basta. - dijo al llegar junto a su creación, que acababa de matar a uno de los últimos intrusos, abriéndole en canal el pecho con sus garras y dejando que se desangrase, algo que no agradó a la de ojos verdes. Las cuencas vacías de la sombra se cruzaron con la mirada de la joven, que incómoda por el intenso olor a sangre que embargaba la estancia, tuvo que arrugar la nariz.
Obedeciendo las órdenes de la benjamina de los Calhoun, la sombra soltó el cuerpo, se irguió y se giró hacia el resto de los presentes, expectante ante lo que pudiese ocurrir y sin hacer mucho caso a los comentarios de Anastasia, que al poco tomó la palabra para informar acerca de la verdadera asesina. - A eso podemos jugar las dos. - soltó Elen, desviando la vista hacia su aliada mientras envolvía su cuerpo con la más negra oscuridad. - Busca a la vampira que se esconde de nosotros, hazla salir. - ordenó, para acto seguido entregarse a su nuevo elemento hasta hacerse invisible también. Fuera de la vista, la de cabellos cenicientos pudo contraer el rostro, necesitaba acabar con aquello y salir de la casa, respirar aire fresco y alejar de su cabeza la sed que comenzaba a atenazar su estómago. No tardaría mucho en volver a sentir aquel insoportable ardor en la garganta así que el tiempo corría en su contra, como casi siempre.
La silueta de la criatura se desdibujó por unos segundos, en los que cruzó la estancia al completo y se dirigió a las escaleras, donde volvió a tomar forma para subir a toda prisa en busca de su presa. Elen por su parte se movió sigilosamente para seguirla desde cierta distancia, a la espera de que Vicky saliese de su escondite. Un chillido femenino junto con un gruñido de la bestia le dieron la señal que necesitaba, pero cuando se asomó a las escaleras lo único que alcanzó a ver fugazmente fue la melena de la mujer, mientras la sombra comenzaba a desvanecerse.
En el exterior, el dragón terminaba de limpiar su lado del perímetro a base de llamaradas, y cuando finalmente dejaron de aparecer enemigos, se dirigió a la casa y se quedó junto a las ventanas para observar el desarrollo de la pelea en el interior, sin dejar de vigilar por el rabillo del ojo los alrededores, con visible desconfianza. Si en algo apreciaban sus vidas los vampiros no intentarían saltar la barrera de fuego, pero aún podía llegar algún que otro rezagado que quisiese esquivar a los cazadores del otro lado e intentar entrar por donde él se encontraba.
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Tenía mucho aprecio por la bruja y no me gustaba que Elen jugase tanto con criaturas y demonios de las sombras. Por ello su respuesta no reprimió mi gesto de desaprobación. Pero más por no haberme hecho caso. Estaba claro que Vladimir era malvado. Y ahora se había convertido en vampiro, condición irreversible. Tendría que cargar toda su vida con ello. Y todo por su juego con los centinelas. ¡Si tan sólo me hubiera hecho caso…!
-Está bien. – afirmé seria a su comentario de que buscase a la vampiresa, momento en el que volvió a desvanecerse. Ordené a Quatermain que guardara silencio y saliera con Jules y el resto, que estaban fuera. Saqué mis dos ballestas de mano. Era hora de buscar a Vicky Crystal.
Desenfundé mis ballestas, manteniéndolas apuntando hacia arriba. Caminé despacio y suave por las diferentes estancias. Primero empecé por el salón, donde no había nadie, y luego ascendí por las escaleras al piso de arriba, una especie de sala de estar con enormes cristaleras. La habitación estaba un piso más arriba. Por poco ruido que hiciera, la vampiresa sabría mi ubicación por sus mejores sentidos. Aún así, trataba de andar sigilosa. Lo que debía hacer era mantenerme en alerta para esquivar su ataque cuando me asaltase.
En cuanto puse un pie arriba, vi la sombra de una alfombra hundirse ligeramente. Vicky estaba allí y atacó, pero con reflejos felinos, salté al lado opuesto para evitar el ataque. Quedando ambas frente a frente.
Esta vez no dejaría que fuera ella quien atacase. Sin dar un respiro comencé, estiré los brazos a la altura de la cabeza y comencé a dispararle con ambas ballestas. Volvió a hacerse invisible, pero podía seguir por donde se movía. Mis virotes iban rompiendo cristales, jarrones y lámparas, aunque ninguno le había acertado. Se estaba acerando a mí y no dudó en saltar con su arma en ristre, para lo que di una voltereta lateral que, esta vez, me arañó en el muslo. Por lo que emití un pequeño gemido de dolor.
-Hmm. Sabes ácida… Muy ácida. – Vicky se había llevado su cuchilla a la boca, para sorber la sangre que había quedado impregnada en ésta. Seguíamos frente a frente.
-Qué pena. Lamento no ser tu tipo. - Mientras se regocijaba, no perdí tiempo para recargar en un rápido movimiento.
-Eso… No tiene importancia. – comentó, desafiante. - Habéis hecho… Un buen estropicio… Fuera. – comentó con su relajada voz mirando por la ventana. – Creo que… Va siendo hora… De que me vaya. – comentó y rió.
-¿No decías que no huías? – le pregunté.
-Y no huyo… Sólo retraso un duelo justo y equitativo… ¿Isabella Boisson no te enseñó a tener… Duelos honorables? – preguntó.
-¿Tan equitativo como esperar a cuatro cazadores con un ejército de cazavampiros? – respondí sin escrúpulos, girando la cabeza y terminando de cerrar las recámaras de ambas ballestas. - No. De esos no.
-Algo a tu altura... Pero no te preocupes... Pues pronto volverás a saber de nosotros… Se avecinan grandes… Acontecimientos… En la ciudad. – rió. Dispuesta a salir por ventana.
La intención de la chupasangres era huir, ahora que se veía en inferioridad. Pero no se lo permitiría. Tomé mis dos ballestas y corrí a por ella. Crystal predijo mi movimiento y tomó una mesa de madera que me tiró con todas sus fuerzas. Por la inercia que llevaba en carrera, me resultaría muy difícil esquivar el ataque. Vi que la mesa volaba por los aires, en un espacio cerrado. Pasar por encima no era una opción. Entonces dejé que mis piernas se deslizaran sobre el piso de madera, que era ligeramente resbaladizo. Pasé por debajo de ésta en una maniobra tan pintoresca como suicida.
Disparé con las dos ballestas mientras me arrastraba por el suelo, pero la vampiresa volvió a sumirse en la invisibilidad antes de que los virotes le impactaran, por lo que estos rompieron los cristales a su espada, mientras que por otro lado, la mesa que me había disparado salió al jardín por el ventanal opuesto.
Seguí con la mirada la estela de Vicky Crystal, que se dirigía a este ventanal por el que había salido dicha mesa. Todavía en movimiento, usé el brazo para pivotar e incorporarme, todo ello tras dar una especie de voltereta horizontal en el aire y quedar enfocada hacia ella, justo antes de llegar a los cristales rotos. Los cuales llegué a rozar con el tacón de la bota de apoyo. Una gran lámpara de cristal sobre el techo se postulaba como único objeto entre la vampiresa y su vía de escape. Agarroté mi mano hacia su ubicación, centrándola en una lámpara de cristal, la cual hice caer por telequinesis sobre la peliblanca, con un fuerte movimiento del brazo hacia abajo. La lámpara partió su cadena y cayó sobre ésta que, esta vez, no contaba con ello y no pudo esquivar.
Entre gritos de dolor por los cristales clavados en su piel, Vicky Crystal volvió a mostrarse ante nosotros tal y como era, perdiendo su condición. Lo mejor para ella habría sido que la rematara de un flechazo. De hecho, aún de rodillas en el suelo, ya tenía mi ballesta pesada en mano tras haber hecho caer la lámpara.
Pero fue a dar justo a la ubicación donde se encontraba Elen, que ya estaba en la estancia.
-Está bien. – afirmé seria a su comentario de que buscase a la vampiresa, momento en el que volvió a desvanecerse. Ordené a Quatermain que guardara silencio y saliera con Jules y el resto, que estaban fuera. Saqué mis dos ballestas de mano. Era hora de buscar a Vicky Crystal.
Desenfundé mis ballestas, manteniéndolas apuntando hacia arriba. Caminé despacio y suave por las diferentes estancias. Primero empecé por el salón, donde no había nadie, y luego ascendí por las escaleras al piso de arriba, una especie de sala de estar con enormes cristaleras. La habitación estaba un piso más arriba. Por poco ruido que hiciera, la vampiresa sabría mi ubicación por sus mejores sentidos. Aún así, trataba de andar sigilosa. Lo que debía hacer era mantenerme en alerta para esquivar su ataque cuando me asaltase.
En cuanto puse un pie arriba, vi la sombra de una alfombra hundirse ligeramente. Vicky estaba allí y atacó, pero con reflejos felinos, salté al lado opuesto para evitar el ataque. Quedando ambas frente a frente.
Esta vez no dejaría que fuera ella quien atacase. Sin dar un respiro comencé, estiré los brazos a la altura de la cabeza y comencé a dispararle con ambas ballestas. Volvió a hacerse invisible, pero podía seguir por donde se movía. Mis virotes iban rompiendo cristales, jarrones y lámparas, aunque ninguno le había acertado. Se estaba acerando a mí y no dudó en saltar con su arma en ristre, para lo que di una voltereta lateral que, esta vez, me arañó en el muslo. Por lo que emití un pequeño gemido de dolor.
-Hmm. Sabes ácida… Muy ácida. – Vicky se había llevado su cuchilla a la boca, para sorber la sangre que había quedado impregnada en ésta. Seguíamos frente a frente.
-Qué pena. Lamento no ser tu tipo. - Mientras se regocijaba, no perdí tiempo para recargar en un rápido movimiento.
-Eso… No tiene importancia. – comentó, desafiante. - Habéis hecho… Un buen estropicio… Fuera. – comentó con su relajada voz mirando por la ventana. – Creo que… Va siendo hora… De que me vaya. – comentó y rió.
-¿No decías que no huías? – le pregunté.
-Y no huyo… Sólo retraso un duelo justo y equitativo… ¿Isabella Boisson no te enseñó a tener… Duelos honorables? – preguntó.
-¿Tan equitativo como esperar a cuatro cazadores con un ejército de cazavampiros? – respondí sin escrúpulos, girando la cabeza y terminando de cerrar las recámaras de ambas ballestas. - No. De esos no.
-Algo a tu altura... Pero no te preocupes... Pues pronto volverás a saber de nosotros… Se avecinan grandes… Acontecimientos… En la ciudad. – rió. Dispuesta a salir por ventana.
La intención de la chupasangres era huir, ahora que se veía en inferioridad. Pero no se lo permitiría. Tomé mis dos ballestas y corrí a por ella. Crystal predijo mi movimiento y tomó una mesa de madera que me tiró con todas sus fuerzas. Por la inercia que llevaba en carrera, me resultaría muy difícil esquivar el ataque. Vi que la mesa volaba por los aires, en un espacio cerrado. Pasar por encima no era una opción. Entonces dejé que mis piernas se deslizaran sobre el piso de madera, que era ligeramente resbaladizo. Pasé por debajo de ésta en una maniobra tan pintoresca como suicida.
Disparé con las dos ballestas mientras me arrastraba por el suelo, pero la vampiresa volvió a sumirse en la invisibilidad antes de que los virotes le impactaran, por lo que estos rompieron los cristales a su espada, mientras que por otro lado, la mesa que me había disparado salió al jardín por el ventanal opuesto.
Seguí con la mirada la estela de Vicky Crystal, que se dirigía a este ventanal por el que había salido dicha mesa. Todavía en movimiento, usé el brazo para pivotar e incorporarme, todo ello tras dar una especie de voltereta horizontal en el aire y quedar enfocada hacia ella, justo antes de llegar a los cristales rotos. Los cuales llegué a rozar con el tacón de la bota de apoyo. Una gran lámpara de cristal sobre el techo se postulaba como único objeto entre la vampiresa y su vía de escape. Agarroté mi mano hacia su ubicación, centrándola en una lámpara de cristal, la cual hice caer por telequinesis sobre la peliblanca, con un fuerte movimiento del brazo hacia abajo. La lámpara partió su cadena y cayó sobre ésta que, esta vez, no contaba con ello y no pudo esquivar.
Entre gritos de dolor por los cristales clavados en su piel, Vicky Crystal volvió a mostrarse ante nosotros tal y como era, perdiendo su condición. Lo mejor para ella habría sido que la rematara de un flechazo. De hecho, aún de rodillas en el suelo, ya tenía mi ballesta pesada en mano tras haber hecho caer la lámpara.
Pero fue a dar justo a la ubicación donde se encontraba Elen, que ya estaba en la estancia.
Última edición por Huracán el Dom Abr 08 2018, 18:28, editado 1 vez
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Desde las sombras Elen recorrió el pasillo del primer piso, donde había tenido lugar el encontronazo entre Vicky y su criatura, pero allí no quedaba rastro de ninguno de ellos, la vampira había huido tras toparse con la bestia sombría y ésta por su parte se había desvanecido después de cumplir su cometido. Una pequeña esfera de humo negro cruzó la estancia hasta llegar a la joven, que inmóvil observó como la esencia de su aliada regresaba al medallón solar para volver a ser utilizada más adelante. - Está arriba. - le susurró una de las almas de su reliquia, consiguiendo que la benjamina de los Calhoun perdiese totalmente su interés por aquella planta y buscase con la mirada las escaleras que llevaban al piso en que supuestamente se encontraba Vicky.
Huracán subía por ellas justo en aquel momento, con ambas ballestas en ristre y preparada para enfrentarse a la lugarteniente de la Hermandad, así que dejando esa vía para la cazadora, Elen optó por acercarse a una de las ventanas que habían roto y deslizar los dedos por el marco de la misma. Mientras no delatase su posición tendría el factor sorpresa de su lado, lo que suponía que de llegar en el momento adecuado podrían acorralar a la mujer entre las dos y cortarle cualquier opción de retirada.
Con esa idea en mente la de cabellos cenicientos se asomó al exterior y echó un vistazo al jardín, donde el viejo Quatermein se había reunido ya con los cazadores para que éstos velasen por su seguridad. Alister no se encontraba en aquel lado de la casa pero con el fuego como elemento natural y su coraza de escamas no tenía de qué preocuparse, ocuparse de los esbirros de Vicky le resultaría aburridamente sencillo. Viendo que ya solo quedaban algunos rezagados y que no serían problema para Jules y los demás, Elen ignoró la altura a la que se encontraba y puso un pie en el marco de la ventana para salir a través de ella.
Los adornos de piedra que cubrían la fachada de la casa le sirvieron de puntos de apoyo y agarre, con lo que no le costó demasiado escalar hasta la planta superior, donde la pelea entre maestra cazadora y vampira estaba a punto de comenzar. Sus nuevas habilidades físicas y la considerable mejora de algunos de sus sentidos la habían convertido en una peligrosa oponente en el cuerpo a cuerpo, algo que de tener ocasión demostraría a aquella seguidora de Mortagglia. Nada más llegar al lugar en que se encontraban ambas contendientes Elen inclinó ligeramente la cabeza para asomarse a través del cristal y ver qué ocurría dentro, pero tuvo que retroceder inmediatamente para esquivar un virote de Anastasia, que disparaba a discreción con ambas ballestas.
El proyectil atravesó la ventana y se perdió en la noche, y aunque había estado cerca de alcanzarla, le había brindado una entrada a la habitación. Cuando cesó el estruendo producido por los jarrones y lámparas rotas la de ojos verdes volvió a asomarse, a tiempo de ver cómo Vicky iba a toda prisa a por la hechicera, momento que aprovechó para colarse en la estancia sin hacer ruido y situarse en un lugar que le permitiese mimetizarse con la oscuridad para no ser vista. Desde allí escuchó la conversación que mantenían, torciendo el gesto al descubrir que la lugarteniente de la Hermandad viendo que sus fuerzas habían sido claramente derrotadas tanto en el exterior como en la casa, pretendía huir. - Que cobarde. - pensó Elen, al tiempo que desenfundaba su daga y recorría el filo de la misma con la yema de del índice.
Al igual que ella, Huracán no estaba dispuesta a permitirle escapar fácilmente, así que sin pensarlo la cazadora corrió hacia su objetivo, que en respuesta tomó una mesa de madera y la lanzó contra la bruja. Sin posibilidad de saltar el obstáculo que avanzaba hacia ella a toda prisa, la cazadora optó por algo arriesgado, deslizarse por debajo del mismo y aprovechar la ocasión para disparar nuevamente contra la vampira, que se hizo invisible justo a tiempo de esquivar los virotes. La de cabellos cenicientos tuvo que estar muy atenta para no ser barrida por la mesa, que salió despedida a través de uno de los ventanales, y cuando vio que la mujer pretendía dirigirse hacia allí para huir supo que había llegado su momento de entrar en acción.
Mientras su amiga le cortaba el paso haciendo caer una lámpara de techo, con la cual si alcanzó a Vicky y consiguió causarle daño, Elen manipuló las sombras para crear algo semejante a una gruesa soga oscura, que rápidamente se cernió alrededor del cuello de su enemiga y comenzó a asfixiarla. - Nuestro parecido me ha causado un molesto problema esta noche. - dijo, saliendo de entre las sombras mientras la peliblanca intentaba en vano librarse de lo que amenazaba con estrangularla. - ¿Qué hubiese dicho Mortagglia al ver a sus perros huyendo como cobardes? - inquirió, situándose frente a ella. Vicky era incapaz de articular palabra en su situación así que no esperó ninguna respuesta por su parte, en vez de eso se quedó observando su daga durante unos instantes, para luego liberar a su oponente y darle la oportunidad de ponerse en pie para luchar.
La vampira tosió varias veces antes de dedicarle una mirada cargada de odio y levantarse, momento en que sin pensarlo arremetió ferozmente contra la benjamina de los Calhoun. Elen se echó a un lado para esquivar el arma que iba directamente a su pecho, con lo que la hoja solo alcanzó a rozar uno de sus brazos, causándole un corte superficial, lo justo para que su sangre manchase la camisa que llevaba puesta. Valiéndose de su habilidad para crear ilusiones, la otrora bruja engañó a su adversaria disfrazando su siguiente movimiento para hacerla reaccionar de una forma determinada, consiguiendo que Vicky esquivase hacia la derecha, que era justo por donde pensaba atacarla.
Un alarido escapó de la garganta de la mujer al sentir cómo la daga se hundía en su hombro casi hasta la empuñadura y giraba dentro de su cuerpo antes de salir, dejando una fea herida tras de sí. La lugarteniente de la Hermandad supo al momento que había algo extraño tras aquel ataque, pues no solo sintió dolor sino también un descenso significativo en sus fuerzas, como si algo le estuviese drenando la energía. A pesar de ello trató de aprovechar la cercanía para alcanzar a la de ojos verdes con su arma pero solo consiguió que el filo cortase la tela que le cubría el vientre, arañando muy levemente su piel. Gracias a su transformación la centinela podía moverse con más rapidez que antes y no le costaba mucho predecir los movimientos de su enemiga, que comenzaba a actuar impulsada por la desesperación.
Envuelta en un halo de oscuridad, Elen giró y se situó a un costado de su oponente para volver a apuñalarla, ésta vez entre las costillas. Vicky gritó y trató de hacerse invisible, pero no contaba con que su adversaria pudiese hacer lo mismo. Durante unos instantes la lucha entre ambas tuvo lugar en las sombras y Huracán solo podría escuchar sus pasos y los quejidos de las dos mientras forcejeaban e intentaban imponerse sobre la otra, pero cuando volvieron a quedar a la vista no había duda de quién había ganado aquel combate. Elen estaba visiblemente herida en una de las piernas, tenía un corte en la parte exterior del muslo que necesitaría atención en cuanto fuese posible, al igual que los pequeños arañazos que la vampira había conseguido hacerle anteriormente.
Sin embargo, el estado de su contrincante era mucho peor que el suyo, a las heridas que ya le había producido había que sumar otras dos, una en la parte interior del brazo y otra por debajo del pecho, ésta última sin duda era la más grave de todas. Sin apenas energías para seguir combatiendo, ya que sin saberlo, su vida estaba siendo drenada lentamente para ayudar a la centinela a reponerse en la pelea, Vicky hizo un último y desesperado intento de huida corriendo hacia el ventanal mientras con una mano presionaba la herida del pecho, evitando de ese modo perder más sangre aún.
Para su desgracia se topó con un muro de sombras que le cortó el paso y se abalanzó sobre ella, haciendo que impactase violentamente contra el suelo y tuviese que morderse la lengua para no gritar. - ¿Dónde crees que vas? - preguntó la benjamina de los Calhoun, ignorando el dolor de su pierna para avanzar hasta el lugar en que había caído la peliblanca. No iba a dejarla ir, claro que no, sus minutos estaban contados desde que decidió tender aquella emboscada al gremio de cazadores. Ayudándose de su sombrío elemento, Elen la obligó a incorporarse hasta quedar de rodillas y rodeó su cuerpo del mismo modo en que la había asfixiado al principio, con una gruesa cuerda de oscuridad que la inmovilizó por completo, dejándola su merced. - Pertenece a la organización de tu abuela, es cosa tuya matarla. - indicó, cruzando una mirada con Huracán.
Sin poder defenderse de ningún modo lo único que la vampira podía esperar era que acabasen con ella de forma rápida, pero eso quedaría en manos de la maestra cazadora.
Off: Utilizo habilidad de nivel 0: Espectro de la noche y nivel 7: Drenado de vida
Huracán subía por ellas justo en aquel momento, con ambas ballestas en ristre y preparada para enfrentarse a la lugarteniente de la Hermandad, así que dejando esa vía para la cazadora, Elen optó por acercarse a una de las ventanas que habían roto y deslizar los dedos por el marco de la misma. Mientras no delatase su posición tendría el factor sorpresa de su lado, lo que suponía que de llegar en el momento adecuado podrían acorralar a la mujer entre las dos y cortarle cualquier opción de retirada.
Con esa idea en mente la de cabellos cenicientos se asomó al exterior y echó un vistazo al jardín, donde el viejo Quatermein se había reunido ya con los cazadores para que éstos velasen por su seguridad. Alister no se encontraba en aquel lado de la casa pero con el fuego como elemento natural y su coraza de escamas no tenía de qué preocuparse, ocuparse de los esbirros de Vicky le resultaría aburridamente sencillo. Viendo que ya solo quedaban algunos rezagados y que no serían problema para Jules y los demás, Elen ignoró la altura a la que se encontraba y puso un pie en el marco de la ventana para salir a través de ella.
Los adornos de piedra que cubrían la fachada de la casa le sirvieron de puntos de apoyo y agarre, con lo que no le costó demasiado escalar hasta la planta superior, donde la pelea entre maestra cazadora y vampira estaba a punto de comenzar. Sus nuevas habilidades físicas y la considerable mejora de algunos de sus sentidos la habían convertido en una peligrosa oponente en el cuerpo a cuerpo, algo que de tener ocasión demostraría a aquella seguidora de Mortagglia. Nada más llegar al lugar en que se encontraban ambas contendientes Elen inclinó ligeramente la cabeza para asomarse a través del cristal y ver qué ocurría dentro, pero tuvo que retroceder inmediatamente para esquivar un virote de Anastasia, que disparaba a discreción con ambas ballestas.
El proyectil atravesó la ventana y se perdió en la noche, y aunque había estado cerca de alcanzarla, le había brindado una entrada a la habitación. Cuando cesó el estruendo producido por los jarrones y lámparas rotas la de ojos verdes volvió a asomarse, a tiempo de ver cómo Vicky iba a toda prisa a por la hechicera, momento que aprovechó para colarse en la estancia sin hacer ruido y situarse en un lugar que le permitiese mimetizarse con la oscuridad para no ser vista. Desde allí escuchó la conversación que mantenían, torciendo el gesto al descubrir que la lugarteniente de la Hermandad viendo que sus fuerzas habían sido claramente derrotadas tanto en el exterior como en la casa, pretendía huir. - Que cobarde. - pensó Elen, al tiempo que desenfundaba su daga y recorría el filo de la misma con la yema de del índice.
Al igual que ella, Huracán no estaba dispuesta a permitirle escapar fácilmente, así que sin pensarlo la cazadora corrió hacia su objetivo, que en respuesta tomó una mesa de madera y la lanzó contra la bruja. Sin posibilidad de saltar el obstáculo que avanzaba hacia ella a toda prisa, la cazadora optó por algo arriesgado, deslizarse por debajo del mismo y aprovechar la ocasión para disparar nuevamente contra la vampira, que se hizo invisible justo a tiempo de esquivar los virotes. La de cabellos cenicientos tuvo que estar muy atenta para no ser barrida por la mesa, que salió despedida a través de uno de los ventanales, y cuando vio que la mujer pretendía dirigirse hacia allí para huir supo que había llegado su momento de entrar en acción.
Mientras su amiga le cortaba el paso haciendo caer una lámpara de techo, con la cual si alcanzó a Vicky y consiguió causarle daño, Elen manipuló las sombras para crear algo semejante a una gruesa soga oscura, que rápidamente se cernió alrededor del cuello de su enemiga y comenzó a asfixiarla. - Nuestro parecido me ha causado un molesto problema esta noche. - dijo, saliendo de entre las sombras mientras la peliblanca intentaba en vano librarse de lo que amenazaba con estrangularla. - ¿Qué hubiese dicho Mortagglia al ver a sus perros huyendo como cobardes? - inquirió, situándose frente a ella. Vicky era incapaz de articular palabra en su situación así que no esperó ninguna respuesta por su parte, en vez de eso se quedó observando su daga durante unos instantes, para luego liberar a su oponente y darle la oportunidad de ponerse en pie para luchar.
La vampira tosió varias veces antes de dedicarle una mirada cargada de odio y levantarse, momento en que sin pensarlo arremetió ferozmente contra la benjamina de los Calhoun. Elen se echó a un lado para esquivar el arma que iba directamente a su pecho, con lo que la hoja solo alcanzó a rozar uno de sus brazos, causándole un corte superficial, lo justo para que su sangre manchase la camisa que llevaba puesta. Valiéndose de su habilidad para crear ilusiones, la otrora bruja engañó a su adversaria disfrazando su siguiente movimiento para hacerla reaccionar de una forma determinada, consiguiendo que Vicky esquivase hacia la derecha, que era justo por donde pensaba atacarla.
Un alarido escapó de la garganta de la mujer al sentir cómo la daga se hundía en su hombro casi hasta la empuñadura y giraba dentro de su cuerpo antes de salir, dejando una fea herida tras de sí. La lugarteniente de la Hermandad supo al momento que había algo extraño tras aquel ataque, pues no solo sintió dolor sino también un descenso significativo en sus fuerzas, como si algo le estuviese drenando la energía. A pesar de ello trató de aprovechar la cercanía para alcanzar a la de ojos verdes con su arma pero solo consiguió que el filo cortase la tela que le cubría el vientre, arañando muy levemente su piel. Gracias a su transformación la centinela podía moverse con más rapidez que antes y no le costaba mucho predecir los movimientos de su enemiga, que comenzaba a actuar impulsada por la desesperación.
Envuelta en un halo de oscuridad, Elen giró y se situó a un costado de su oponente para volver a apuñalarla, ésta vez entre las costillas. Vicky gritó y trató de hacerse invisible, pero no contaba con que su adversaria pudiese hacer lo mismo. Durante unos instantes la lucha entre ambas tuvo lugar en las sombras y Huracán solo podría escuchar sus pasos y los quejidos de las dos mientras forcejeaban e intentaban imponerse sobre la otra, pero cuando volvieron a quedar a la vista no había duda de quién había ganado aquel combate. Elen estaba visiblemente herida en una de las piernas, tenía un corte en la parte exterior del muslo que necesitaría atención en cuanto fuese posible, al igual que los pequeños arañazos que la vampira había conseguido hacerle anteriormente.
Sin embargo, el estado de su contrincante era mucho peor que el suyo, a las heridas que ya le había producido había que sumar otras dos, una en la parte interior del brazo y otra por debajo del pecho, ésta última sin duda era la más grave de todas. Sin apenas energías para seguir combatiendo, ya que sin saberlo, su vida estaba siendo drenada lentamente para ayudar a la centinela a reponerse en la pelea, Vicky hizo un último y desesperado intento de huida corriendo hacia el ventanal mientras con una mano presionaba la herida del pecho, evitando de ese modo perder más sangre aún.
Para su desgracia se topó con un muro de sombras que le cortó el paso y se abalanzó sobre ella, haciendo que impactase violentamente contra el suelo y tuviese que morderse la lengua para no gritar. - ¿Dónde crees que vas? - preguntó la benjamina de los Calhoun, ignorando el dolor de su pierna para avanzar hasta el lugar en que había caído la peliblanca. No iba a dejarla ir, claro que no, sus minutos estaban contados desde que decidió tender aquella emboscada al gremio de cazadores. Ayudándose de su sombrío elemento, Elen la obligó a incorporarse hasta quedar de rodillas y rodeó su cuerpo del mismo modo en que la había asfixiado al principio, con una gruesa cuerda de oscuridad que la inmovilizó por completo, dejándola su merced. - Pertenece a la organización de tu abuela, es cosa tuya matarla. - indicó, cruzando una mirada con Huracán.
Sin poder defenderse de ningún modo lo único que la vampira podía esperar era que acabasen con ella de forma rápida, pero eso quedaría en manos de la maestra cazadora.
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Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
La benjamina de los Calhoun me relevó en el combate, pues sorprendió a la vampiresa después de que ésta recibiera el golpe con la lámpara de cristal. Primero la asfixió. Y por momentos creí que aquel sería el final de la chupasangres. Pero la centinela parecía querer ponerse a prueba a sí misma. Por lo que pronto la liberó y se interpuso a la salida, dándole unos segundos para batirse contra ella.
Ante tales deseos, no era mi intención molestar. Pero por el momento me planteé si había sido buena idea no disparar por la espalda a la chupasangres. Pues Elen y Vicky no tardarían en enzarzarse en un duelo en el que yo hice de mera espectadora. Así, se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo que concluyó con ambas chicas sumidas en las sombras, en la que yo no veía nada y simplemente me dediqué a pegarme a una pared, alejándome de sus pisadas para no interferir o ser herida espontáneamente. Finalmente, ambas regresaron al espectro visible heridas, aunque la asaltante de la granja lo estaba aún más. Vicky trató de huir a duras penas hacia ninguna parte, pero la centinela creó un muro que impediría su huida. La cara de Crystal mirando con tristeza aquel muro que no podía atravesar lo decía todo. Había asumido que era su hora.
Elen dejó entonces que fuera yo quien se encargara de la moribunda Crystal. Sustituí a mi amiga cuando esta se retiró y miré a Vicky, sobre el suelo. Se llevaba la mano al vientre en lo que probablemente era una herida muy profunda.
-Huracán. – Habló. Despacio. Respiraba con dificultad. - Las leyendas que cuentan de ti son ciertas. Eres valiente. Fuerte. Y cuentas con amigos poderosos. – Tosió varias veces, sangre entre ellas. Hice una pausa hasta que se recompuso ligeramente.
-¿Queda alguien más vivo de la Hermandad? – pregunté pasando por encima sus halagos. No parecía que le quedara demasiado de vida.
Ella sonrió. – ¿De la Hermandad? No. No muchos. – contestó. – Pero te seré sincera… Lo tenéis difícil. Es muy fácil convertir a alguien en vampiro. – señaló con esfuerzo la dirección en la que había marchado Elen. - Míralo por tu compañera… ¿Y cuánto cuesta entrenar o encontrar un cazador tan eficaz como tú…? - preguntó. – Demasiado. Es cuestión de tiempo que desaparezcáis. – jadeó un par de veces. – Si estuviera en tu lugar, habiendo acabado con tu enemigo principal, me retiraría. No podrás con todos.
Ni tampoco era mi intención. Con el paso de los años me había vuelto mucho más selectiva en la selección de contratos. Ahora, únicamente aceptaba cacerías como las de Quatermain, en las que los vampiros son verdaderas amenazas para la gente, y no unos descerebrados que sólo buscaban alimentarse. Seguía siendo racista y reticente hacia ellos, pero podría decirse que era más abierta. Quizás fuese cuestión de la edad.
-No me subestimes. - la miré sentenciante. No era mi intención comentarle mis ideas.
-Ni tú a nosotros. – comentó con sus ojos rojos, en una clara mirada de desafío.
-Basta, Crystal. – la tomé por la chaqueta del pecho y la obligué a levantarse. La vampiresa gimió de dolor por los huesos rotos que se habían movido por el interior de su cuerpo. Con la mano libre tomé una ballesta, pinchándola con el virote cargado debajo del mentón. – Dime dónde están los seguidores de la Dama.
-Más cerca de lo que tu piensas. El legado de la Dama es infinito y terminarás cayendo más pronto que tarde, maestra cazadora. Empezando por tus seres queridos. – comentó con una media sonrisa en una frase que sabía que sería la última que pronunciaría. Aterradora.
Apreté el gatillo y la solté con fuerza. El virote entró por su garganta hacia la boca y cayó muerta al suelo en un último hálito de vida que dio paso a un silencio sepulcral. Me quedé mirando unos segundos a su cadáver. Esa última frase quedó grabada en mi memoria. Miré hacia fuera, hacia los jardines. Todos parecían estar bien. Respiré aliviada.
Sin ademán de prisa, con todas las armas guardadas y con un cierto aire de arrogancia y superioridad, me dirigí al patio. Donde estaba Jules, Quatermain y el resto del grupo. Le devolví al brujo una mirada y sentencié con la cabeza. Ello quería decir que el trabajo estaba hecho. Quatermain se aproximó a nosotros, para preguntar qué era lo que había sucedido al final.
-Se ha acabado. Los vampiros no le molestarán más en una buena temporada. – comuniqué.
-¡Pero han destruido mi casa! – se quejó el hombre. ¡Desagradecido! Si no hubiésemos sido tan eficaces, probablemente no tendría oportunidad a decir tan atrevidas palabras.
-Nos contrató para salvarle a usted, no su vivienda. Es lo que hemos hecho. – comenté con una mirada tan mortal que el hombre quedó petrificado. – Ha visto los que vinieron. Era inevitable que esto no acabara en una carnicería. De las gracias de seguir vivo. Una granja se puede reconstruir con una inversión. Una vida, nunca.
El breve discurso sirvió para convencer al señor Quatermain de que tenía que dar las gracias de ver amanecer un día más. Habiendo perdido todo, su casa ya no resultaría de interés para los chupasangres. Y si contaba con buen dinero en el banco, como parecía que tenía, podría reconstruir poco a poco. Quatermain partió al interior de su vivienda para ir a por el dinero acordado. Yo quedé con el resto del grupo ahí. Ahora, con más tranquilidad, era el momento de hablar con Elen.
-Tendrás que ir pensando en buscar un refugio, va a amanecer y estamos algo lejos de la ciudad. – comuniqué mirándola a los ojos. – Tus habilidades son increíbles para alguien con tan poco tiempo. Dominas las técnicas de las sombras a la perfección como si llevases años en ello. – comencé a preguntar inquieta. – Me gustaría escuchar la historia de cómo conseguiste acabar así, creo haberte escuchado que Vladimir está de por medio. Imagino que tendrás problema con los centinelas. Los jinetes oscuros… – Miré un poco al suelo, con lástima. No era un buen momento para decirle: “Si me hubieses hecho caso…”, pero eso era demasiado oportunista. La miré de nuevo. – Entenderás que no puedo embarcar a los miembros del gremio en una misión tan peligrosa y lejana a sus labores. Pero a nivel personal, si necesitas ayuda contra los jinetes, puedes contar conmigo. – ofrecí con sinceridad, tendiéndole mi mano para estrecharla y “firmar” de esta manera un apoyo personal.
Ante tales deseos, no era mi intención molestar. Pero por el momento me planteé si había sido buena idea no disparar por la espalda a la chupasangres. Pues Elen y Vicky no tardarían en enzarzarse en un duelo en el que yo hice de mera espectadora. Así, se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo que concluyó con ambas chicas sumidas en las sombras, en la que yo no veía nada y simplemente me dediqué a pegarme a una pared, alejándome de sus pisadas para no interferir o ser herida espontáneamente. Finalmente, ambas regresaron al espectro visible heridas, aunque la asaltante de la granja lo estaba aún más. Vicky trató de huir a duras penas hacia ninguna parte, pero la centinela creó un muro que impediría su huida. La cara de Crystal mirando con tristeza aquel muro que no podía atravesar lo decía todo. Había asumido que era su hora.
Elen dejó entonces que fuera yo quien se encargara de la moribunda Crystal. Sustituí a mi amiga cuando esta se retiró y miré a Vicky, sobre el suelo. Se llevaba la mano al vientre en lo que probablemente era una herida muy profunda.
-Huracán. – Habló. Despacio. Respiraba con dificultad. - Las leyendas que cuentan de ti son ciertas. Eres valiente. Fuerte. Y cuentas con amigos poderosos. – Tosió varias veces, sangre entre ellas. Hice una pausa hasta que se recompuso ligeramente.
-¿Queda alguien más vivo de la Hermandad? – pregunté pasando por encima sus halagos. No parecía que le quedara demasiado de vida.
Ella sonrió. – ¿De la Hermandad? No. No muchos. – contestó. – Pero te seré sincera… Lo tenéis difícil. Es muy fácil convertir a alguien en vampiro. – señaló con esfuerzo la dirección en la que había marchado Elen. - Míralo por tu compañera… ¿Y cuánto cuesta entrenar o encontrar un cazador tan eficaz como tú…? - preguntó. – Demasiado. Es cuestión de tiempo que desaparezcáis. – jadeó un par de veces. – Si estuviera en tu lugar, habiendo acabado con tu enemigo principal, me retiraría. No podrás con todos.
Ni tampoco era mi intención. Con el paso de los años me había vuelto mucho más selectiva en la selección de contratos. Ahora, únicamente aceptaba cacerías como las de Quatermain, en las que los vampiros son verdaderas amenazas para la gente, y no unos descerebrados que sólo buscaban alimentarse. Seguía siendo racista y reticente hacia ellos, pero podría decirse que era más abierta. Quizás fuese cuestión de la edad.
-No me subestimes. - la miré sentenciante. No era mi intención comentarle mis ideas.
-Ni tú a nosotros. – comentó con sus ojos rojos, en una clara mirada de desafío.
-Basta, Crystal. – la tomé por la chaqueta del pecho y la obligué a levantarse. La vampiresa gimió de dolor por los huesos rotos que se habían movido por el interior de su cuerpo. Con la mano libre tomé una ballesta, pinchándola con el virote cargado debajo del mentón. – Dime dónde están los seguidores de la Dama.
-Más cerca de lo que tu piensas. El legado de la Dama es infinito y terminarás cayendo más pronto que tarde, maestra cazadora. Empezando por tus seres queridos. – comentó con una media sonrisa en una frase que sabía que sería la última que pronunciaría. Aterradora.
Apreté el gatillo y la solté con fuerza. El virote entró por su garganta hacia la boca y cayó muerta al suelo en un último hálito de vida que dio paso a un silencio sepulcral. Me quedé mirando unos segundos a su cadáver. Esa última frase quedó grabada en mi memoria. Miré hacia fuera, hacia los jardines. Todos parecían estar bien. Respiré aliviada.
Sin ademán de prisa, con todas las armas guardadas y con un cierto aire de arrogancia y superioridad, me dirigí al patio. Donde estaba Jules, Quatermain y el resto del grupo. Le devolví al brujo una mirada y sentencié con la cabeza. Ello quería decir que el trabajo estaba hecho. Quatermain se aproximó a nosotros, para preguntar qué era lo que había sucedido al final.
-Se ha acabado. Los vampiros no le molestarán más en una buena temporada. – comuniqué.
-¡Pero han destruido mi casa! – se quejó el hombre. ¡Desagradecido! Si no hubiésemos sido tan eficaces, probablemente no tendría oportunidad a decir tan atrevidas palabras.
-Nos contrató para salvarle a usted, no su vivienda. Es lo que hemos hecho. – comenté con una mirada tan mortal que el hombre quedó petrificado. – Ha visto los que vinieron. Era inevitable que esto no acabara en una carnicería. De las gracias de seguir vivo. Una granja se puede reconstruir con una inversión. Una vida, nunca.
El breve discurso sirvió para convencer al señor Quatermain de que tenía que dar las gracias de ver amanecer un día más. Habiendo perdido todo, su casa ya no resultaría de interés para los chupasangres. Y si contaba con buen dinero en el banco, como parecía que tenía, podría reconstruir poco a poco. Quatermain partió al interior de su vivienda para ir a por el dinero acordado. Yo quedé con el resto del grupo ahí. Ahora, con más tranquilidad, era el momento de hablar con Elen.
-Tendrás que ir pensando en buscar un refugio, va a amanecer y estamos algo lejos de la ciudad. – comuniqué mirándola a los ojos. – Tus habilidades son increíbles para alguien con tan poco tiempo. Dominas las técnicas de las sombras a la perfección como si llevases años en ello. – comencé a preguntar inquieta. – Me gustaría escuchar la historia de cómo conseguiste acabar así, creo haberte escuchado que Vladimir está de por medio. Imagino que tendrás problema con los centinelas. Los jinetes oscuros… – Miré un poco al suelo, con lástima. No era un buen momento para decirle: “Si me hubieses hecho caso…”, pero eso era demasiado oportunista. La miré de nuevo. – Entenderás que no puedo embarcar a los miembros del gremio en una misión tan peligrosa y lejana a sus labores. Pero a nivel personal, si necesitas ayuda contra los jinetes, puedes contar conmigo. – ofrecí con sinceridad, tendiéndole mi mano para estrecharla y “firmar” de esta manera un apoyo personal.
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Con la espalda cómodamente apoyada contra una pared y los brazos cruzados sobre el pecho, la de cabellos cenicientos observó los últimos instantes de la que había sido su oponente, torciendo ligeramente el gesto cuando Vicky señaló en su dirección para hacer ver a la cazadora que su bando siempre tendría ventaja. La mujer tenía razón en una cosa, era muy fácil transformar a alguien en vampiro, pero eso no tenía por qué favorecerles, en su caso solo habían conseguido que quisiese vengarse, primero de Géminis y Vladimir, pero luego no dudaría en volverse contra los de su misma raza, sobre todo si seguían difundiendo las ideas de Mortagglia. Tener a una enemiga que dominaba sus mismas artes podía hacerles mucho daño, Elen se encargaría de demostrárselo con el tiempo.
A pesar de ello la joven guardó silencio y esperó a que Huracán finalmente acabase con aquella individua, cosa que no tardó en suceder. El gatillo de la ballesta sonó y un virote atravesó la garganta de la lugarteniente de la Hermandad, para luego asomar por su boca junto con el último aliento de Vicky. El cuerpo de la peliblanca se desplomó sin vida sobre el suelo y así terminó todo, era hora de regresar al jardín e informar a Quatermein de que no tenía nada que temer… aunque sin duda su lujosa vivienda había sufridos graves desperfectos.
Lentamente la benjamina de los Calhoun siguió a su amiga hasta el exterior y se mantuvo al margen mientras la cazadora trataba con el anciano, desviando su atención hacia las llamas que rodeaban el lugar, algo de lo que debía cuidarse. Alister pronto se unió a ellos con su forma humana, lo que daba a entender que el otro lado de la propiedad estaba despejado, algo que les daba cierta tranquilidad. - ¿Todo bien? - preguntó el dragón nada más llegar, situándose junto a la de ojos verdes, que le respondió asintiendo con la cabeza. Las quejas de Quatermein no sorprendieron a ninguno de los presentes pero pronto Huracán le hizo ver la realidad, tenía suerte de seguir con vida y eso se lo debía tanto al gremio como a la pareja.
Asumiendo que habían cumplido con su parte del trato, el anciano regresó a la vivienda para buscar los aeros que pagarían los servicios de sus protectores, momento que la tensai de aire aprovechó para dirigirse a Elen. Pronto amanecería y a la vampira no le convenía quedarse a la intemperie cuando eso ocurriese, debía encontrar un sitio donde pasar el día, algo que sin duda la frustraría por no estar del todo acostumbrada aún a su nueva vida nocturna. Anastasia alabó su dominio sobre las sombras, algo que minutos antes no le había gustado un pelo cuando vio el tipo de seres que su amiga era capaz de crear, pero quizá verla luchar la hubiese hecho cambiar de opinión en parte respecto a sus poderes.
- Tuve algo de ayuda. - dijo, recordando el trayecto de vuelta en barco desde isla volcánica, durante el cual el destronado rey de Lunargenta, Dag Thorlák, la había ayudado a afrontar su conversión y a comenzar a entrenar con su sombrío elemento. Desde entonces se había permitido pocos descansos, dormía unas horas durante el día y dedicaba el resto de la jornada a practicar sin tregua… hasta que la sed aparecía para instarla a alimentarse, cosa que no le agradaba pero que necesitaba hacer para seguir ganando fuerza. La de cabellos cenicientos esbozó una amarga sonrisa al escuchar las palabras de Huracán, no quería meter en más problemas al gremio de cazadores, menos aun cuando su estado actual se debía a no haber hecho caso a la bruja en su momento.
Si las dos se hubiesen unido contra Vladimir… quizá le hubiesen arrebatado el rubí o quizá no hubiesen conseguido nada, pero nunca lo sabrían ya que cada una de ellas eligió un bando diferente. - No os pediría tal cosa, esto es algo que debo arreglar por mi cuenta. - contestó, extendiendo una mano para estrechar la que la maestra le ofrecía. - Gracias… tengo mucho que contarte pero tú también a mí, te daba por muerta y ahora has reaparecido después de tanto tiempo… deberíamos ponernos al día con calma, si no estáis muy cansados. - propuso, invitándolos a unirse a ellos en cualquier taberna o local que estuviese abierto a aquellas horas, y en el que por supuesto, estuviese a salvo de la luz del sol, que no tardaría en alzarse por el este.
Elen aguardó en silencio a que el viejo Quatermein regresase para pagarles, y fuera cual fuese la decisión de los cazadores, en cuanto tuviese el dinero pondría rumbo hacia la ciudad junto a Alister… ah sí, ese era otro tema que podría salir en algún momento de la conversación. Jules había bromeado en el pasado acerca de ellos, y puede que incluso creyese en parte que de verdad tenían algo pero ahora era real, tarde o temprano se darían cuenta de ello ya que la pareja no ocultaba su relación. - Tened cuidado con el viejo, podría darle un ataque al ver a esa mujer aunque ya esté muerta. - comentó la de ojos verdes a un par de guardias que habían conseguido mantenerse en pie tras la dura pelea. ¿Habría sido buena idea sacar el cuerpo de Vicky para que su rostro no atormentase más al noble? Puede, pero la joven no se planteaba volver al interior de la hacienda, el tentador aroma de la sangre empezaba a activar sus instintos, lo mejor que podía hacer era alejarse de allí antes de cometer un error que la pusiese en el punto de mira del gremio.
De primeras, y claramente movida por la amistad que las unía, Anastasia había decidido no atacarla, pero eso podía cambiar si la veía como una amenaza para los humanos, y ella no podría reprocharle nada. - ¿Por qué tarda tanto? Tenemos que largarnos de aquí pronto. - se quejó el dragón, que había visto el cambio en el rostro de su compañera y a aquellas alturas sabía leer perfectamente sus expresiones. Elen necesitaba marcharse de la zona y no le costaba imaginar el por qué, a pesar de que se hubiese alimentado bien aquella noche todavía seguía luchando contra su nueva naturaleza, con la que mantenía una batalla continua en su interior.
Finalmente el anciano reapareció por la puerta y se acercó a ellos, pronto no tendrían ninguna razón para permanecer allí.
A pesar de ello la joven guardó silencio y esperó a que Huracán finalmente acabase con aquella individua, cosa que no tardó en suceder. El gatillo de la ballesta sonó y un virote atravesó la garganta de la lugarteniente de la Hermandad, para luego asomar por su boca junto con el último aliento de Vicky. El cuerpo de la peliblanca se desplomó sin vida sobre el suelo y así terminó todo, era hora de regresar al jardín e informar a Quatermein de que no tenía nada que temer… aunque sin duda su lujosa vivienda había sufridos graves desperfectos.
Lentamente la benjamina de los Calhoun siguió a su amiga hasta el exterior y se mantuvo al margen mientras la cazadora trataba con el anciano, desviando su atención hacia las llamas que rodeaban el lugar, algo de lo que debía cuidarse. Alister pronto se unió a ellos con su forma humana, lo que daba a entender que el otro lado de la propiedad estaba despejado, algo que les daba cierta tranquilidad. - ¿Todo bien? - preguntó el dragón nada más llegar, situándose junto a la de ojos verdes, que le respondió asintiendo con la cabeza. Las quejas de Quatermein no sorprendieron a ninguno de los presentes pero pronto Huracán le hizo ver la realidad, tenía suerte de seguir con vida y eso se lo debía tanto al gremio como a la pareja.
Asumiendo que habían cumplido con su parte del trato, el anciano regresó a la vivienda para buscar los aeros que pagarían los servicios de sus protectores, momento que la tensai de aire aprovechó para dirigirse a Elen. Pronto amanecería y a la vampira no le convenía quedarse a la intemperie cuando eso ocurriese, debía encontrar un sitio donde pasar el día, algo que sin duda la frustraría por no estar del todo acostumbrada aún a su nueva vida nocturna. Anastasia alabó su dominio sobre las sombras, algo que minutos antes no le había gustado un pelo cuando vio el tipo de seres que su amiga era capaz de crear, pero quizá verla luchar la hubiese hecho cambiar de opinión en parte respecto a sus poderes.
- Tuve algo de ayuda. - dijo, recordando el trayecto de vuelta en barco desde isla volcánica, durante el cual el destronado rey de Lunargenta, Dag Thorlák, la había ayudado a afrontar su conversión y a comenzar a entrenar con su sombrío elemento. Desde entonces se había permitido pocos descansos, dormía unas horas durante el día y dedicaba el resto de la jornada a practicar sin tregua… hasta que la sed aparecía para instarla a alimentarse, cosa que no le agradaba pero que necesitaba hacer para seguir ganando fuerza. La de cabellos cenicientos esbozó una amarga sonrisa al escuchar las palabras de Huracán, no quería meter en más problemas al gremio de cazadores, menos aun cuando su estado actual se debía a no haber hecho caso a la bruja en su momento.
Si las dos se hubiesen unido contra Vladimir… quizá le hubiesen arrebatado el rubí o quizá no hubiesen conseguido nada, pero nunca lo sabrían ya que cada una de ellas eligió un bando diferente. - No os pediría tal cosa, esto es algo que debo arreglar por mi cuenta. - contestó, extendiendo una mano para estrechar la que la maestra le ofrecía. - Gracias… tengo mucho que contarte pero tú también a mí, te daba por muerta y ahora has reaparecido después de tanto tiempo… deberíamos ponernos al día con calma, si no estáis muy cansados. - propuso, invitándolos a unirse a ellos en cualquier taberna o local que estuviese abierto a aquellas horas, y en el que por supuesto, estuviese a salvo de la luz del sol, que no tardaría en alzarse por el este.
Elen aguardó en silencio a que el viejo Quatermein regresase para pagarles, y fuera cual fuese la decisión de los cazadores, en cuanto tuviese el dinero pondría rumbo hacia la ciudad junto a Alister… ah sí, ese era otro tema que podría salir en algún momento de la conversación. Jules había bromeado en el pasado acerca de ellos, y puede que incluso creyese en parte que de verdad tenían algo pero ahora era real, tarde o temprano se darían cuenta de ello ya que la pareja no ocultaba su relación. - Tened cuidado con el viejo, podría darle un ataque al ver a esa mujer aunque ya esté muerta. - comentó la de ojos verdes a un par de guardias que habían conseguido mantenerse en pie tras la dura pelea. ¿Habría sido buena idea sacar el cuerpo de Vicky para que su rostro no atormentase más al noble? Puede, pero la joven no se planteaba volver al interior de la hacienda, el tentador aroma de la sangre empezaba a activar sus instintos, lo mejor que podía hacer era alejarse de allí antes de cometer un error que la pusiese en el punto de mira del gremio.
De primeras, y claramente movida por la amistad que las unía, Anastasia había decidido no atacarla, pero eso podía cambiar si la veía como una amenaza para los humanos, y ella no podría reprocharle nada. - ¿Por qué tarda tanto? Tenemos que largarnos de aquí pronto. - se quejó el dragón, que había visto el cambio en el rostro de su compañera y a aquellas alturas sabía leer perfectamente sus expresiones. Elen necesitaba marcharse de la zona y no le costaba imaginar el por qué, a pesar de que se hubiese alimentado bien aquella noche todavía seguía luchando contra su nueva naturaleza, con la que mantenía una batalla continua en su interior.
Finalmente el anciano reapareció por la puerta y se acercó a ellos, pronto no tendrían ninguna razón para permanecer allí.
Elen Calhoun
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
Elen fue recíproca al estrecharme la mano, pero rehusó mi oferta de apoyo en su batalla contra los jinetes. – No. Estoy en deuda contigo. Tu ayuda fue indispensable para derrotar a Mortagglia. – miré el campo de muertos que había quedado tanto fuera, como dentro. – Y hoy también. Siempre me ayudas. – miré un poco al suelo, con la cabeza ligeramente agachada. – En cambio yo… - me llevé la mano al pecho. Me pausé unos segundos. Luego le devolví la mirada. – Sí, deberíamos ir a algún sitio a ponernos al día. – afirmé, cambiando el tema de la conversación.
De alguna manera, me sentía culpable de la conversión de Elen. No lograba explicar el por qué, pero ese sentimiento de pesadumbre me martirizaba. Estaba claro: No la ayudé cuando lo necesitaba. Vladimir tendría que haber muerto durante aquel asalto. Él también había asesinado a inocentes de Beltrexus la noche de refundación del gremio. Y, sin embargo, no sólo no lo hicimos sino que acabé enfrentada con mi mejor amiga. El tiempo terminó limando las asperezas que se formaron aquella noche, aunque éste se encargó de darme la razón. Después de toda la ayuda recibida de parte de Elen a combatir la Hermandad, debía actuar igual.
Alister comenzaba a ponerse nervioso por la tardanza del hombre. Lo mismo podría decirse de Elen, que comenzaría a sentir cierta necesidad de sangre, aunque aún controlaba. Poco después, Quatermain llegó con la bolsa de aeros. Su rostro reflejaba tristeza. Había sobrevivido, pero el precio a pagar era demasiado alto. Jules acudió a éste para tomar la recompensa.
-Venga, hagamos un trato, quédate con la mitad de nuestros honorarios y reconstruye la granja. – comentó el brujo, guardando sólo una de las dos bolsas de aeros que destinaba el hombre para nosotros. – ¡Cógela, Al! – comentó tirando la otra bolsa de monedas al dragón.
Mientras Jules hablaba, yo miré a Elen. Parecía querer escapar de ahí cuanto antes. Conocía demasiado bien a los vampiros y sabía como eran. Probablemente necesitara saciar su sed de sangre. No nos convenía permanecer juntas, por mucho que deseara ponerme al día con ella. De nuevo, verme colaborar con ella podría terminar afectando a la reputación del gremio, y eso era algo que no estaba dispuesta a permitir. La joven peliblanca tendría que “hacer sus cosas”, y por el bien de ambas, era mejor que no coincidiéramos en el tiempo.
-Vayámonos. – ordené al grupo mirando a la otrora bruja.
-¿Pero no íbamos a quedar con ellos? – preguntó Nick.
Jules llegó y puso una mano en su hombro. – Chico, te conviene aprender a empatizar con la gente. Y a conocer cuando debes abrir el pico y cuando no.– bromeó. El brujo venía haciendo de mentor de los novatos desde que Cassandra y yo asumimos el liderazgo del gremio. No podían tener mejor profesor, ya que el brujo, si por algo destacaba, era por ser una buena y desinteresada persona. – Un placer, Elen. Cuidaos. – confirmó el brujo como despedida de la pareja.
-Nos veremos mañana. Al crepúsculo. En la Quinta del Tornero. – afirmé con mi sequedad habitual, caminando ya hacia atrás. Ella conocía aquella famosa taberna de la ciudad, situada en un área tranquila. Esperaba que la bruja entendiera la necesidad de llegar sin necesidad de alimentarse en mi presencia. Además de ser algo grotesco, prefería no ver, ni tampoco saber, cómo lo hacía.
Dicho esto, sin mediar palabra, me di la vuelta y nos dispusimos a volver a Lunargenta. Estaba cerca de amanecer, por lo que iba siendo hora de dormir algo.
En mi cabeza quedaba la estela de Vicky Crystal y la alargada sombra de la Hermandad. Aún quedaban muchos caminos por limpiar. Y la ciudad, repleta de chupasangres, debía ser limpiada. Se comenzaban a escuchar rumores de que el ejército del rey Siegfried no tardaría en aparecer para recuperar el trono. Cuando lo hiciera, sería el momento de limpiar la ciudad y borrar todo indicio de chupasangre vivo. Con claras excepciones.
De alguna manera, me sentía culpable de la conversión de Elen. No lograba explicar el por qué, pero ese sentimiento de pesadumbre me martirizaba. Estaba claro: No la ayudé cuando lo necesitaba. Vladimir tendría que haber muerto durante aquel asalto. Él también había asesinado a inocentes de Beltrexus la noche de refundación del gremio. Y, sin embargo, no sólo no lo hicimos sino que acabé enfrentada con mi mejor amiga. El tiempo terminó limando las asperezas que se formaron aquella noche, aunque éste se encargó de darme la razón. Después de toda la ayuda recibida de parte de Elen a combatir la Hermandad, debía actuar igual.
Alister comenzaba a ponerse nervioso por la tardanza del hombre. Lo mismo podría decirse de Elen, que comenzaría a sentir cierta necesidad de sangre, aunque aún controlaba. Poco después, Quatermain llegó con la bolsa de aeros. Su rostro reflejaba tristeza. Había sobrevivido, pero el precio a pagar era demasiado alto. Jules acudió a éste para tomar la recompensa.
-Venga, hagamos un trato, quédate con la mitad de nuestros honorarios y reconstruye la granja. – comentó el brujo, guardando sólo una de las dos bolsas de aeros que destinaba el hombre para nosotros. – ¡Cógela, Al! – comentó tirando la otra bolsa de monedas al dragón.
Mientras Jules hablaba, yo miré a Elen. Parecía querer escapar de ahí cuanto antes. Conocía demasiado bien a los vampiros y sabía como eran. Probablemente necesitara saciar su sed de sangre. No nos convenía permanecer juntas, por mucho que deseara ponerme al día con ella. De nuevo, verme colaborar con ella podría terminar afectando a la reputación del gremio, y eso era algo que no estaba dispuesta a permitir. La joven peliblanca tendría que “hacer sus cosas”, y por el bien de ambas, era mejor que no coincidiéramos en el tiempo.
-Vayámonos. – ordené al grupo mirando a la otrora bruja.
-¿Pero no íbamos a quedar con ellos? – preguntó Nick.
Jules llegó y puso una mano en su hombro. – Chico, te conviene aprender a empatizar con la gente. Y a conocer cuando debes abrir el pico y cuando no.– bromeó. El brujo venía haciendo de mentor de los novatos desde que Cassandra y yo asumimos el liderazgo del gremio. No podían tener mejor profesor, ya que el brujo, si por algo destacaba, era por ser una buena y desinteresada persona. – Un placer, Elen. Cuidaos. – confirmó el brujo como despedida de la pareja.
-Nos veremos mañana. Al crepúsculo. En la Quinta del Tornero. – afirmé con mi sequedad habitual, caminando ya hacia atrás. Ella conocía aquella famosa taberna de la ciudad, situada en un área tranquila. Esperaba que la bruja entendiera la necesidad de llegar sin necesidad de alimentarse en mi presencia. Además de ser algo grotesco, prefería no ver, ni tampoco saber, cómo lo hacía.
Dicho esto, sin mediar palabra, me di la vuelta y nos dispusimos a volver a Lunargenta. Estaba cerca de amanecer, por lo que iba siendo hora de dormir algo.
En mi cabeza quedaba la estela de Vicky Crystal y la alargada sombra de la Hermandad. Aún quedaban muchos caminos por limpiar. Y la ciudad, repleta de chupasangres, debía ser limpiada. Se comenzaban a escuchar rumores de que el ejército del rey Siegfried no tardaría en aparecer para recuperar el trono. Cuando lo hiciera, sería el momento de limpiar la ciudad y borrar todo indicio de chupasangre vivo. Con claras excepciones.
Anastasia Boisson
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Re: Presagios de muerte [Trabajo][Huracán - Elen]
RECOMPENSAS
A pesar que al inicio daba miedo comenzar a leerlas por lo largo del tema, definitivamente supieron atrapar al lector con la historia, el encuentro entre una Elen vampira y su amiga la cazadora era algo que tenía mucha curiosidad por leer, muy buena adaptación de la historia del trabajo para ser usada enriqueciendo la trama de cada una, sin duda se merecen la recompensa.
Por este trabajo reciben ambas 20 puntos de experiencia y 400 aeros que ya han sido sumados a sus respectivos perfiles.
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Ansur
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