Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
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Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Era de noche, muy tarde, pero Nana seguía ensimismada en sus quehaceres. Rodeada de libros y de plantas la loba se encontraba en el gran salón, había habilitado una de las mesas del gran comedor como su despacho, allí pasaba horas y horas exhorta en sus libros y en sus plantas. Las artes medicinales ahora ocupaban su mente por la noche, era su vía de escape en aquellos tiempos tan pacíficos en la aldea. Brendarid, desaparecido desde hacía ya semanas, la había dejado totalmente sola en aquel salón tan grande. Por suerte, Rose acababa de llegar de su viaje a Lunargenta, viaje que hacía cada poco tiempo para ver el funcionamiento de la posada cuyos beneficios eran destinados a la mejora de las infraestructuras de Ulmer. Rose, que tampoco podía dormir, acompañaba a Nana, más indiferente de todo aquel mundo de hojas y flores, la bruja bebía una taza de té de lavanda al otro lado de la mesa con los pies sobre la mesa. La chimenea, posicionada lo más cercana posible a la chimenea, que sin descanso chisporroteaba.
-¿No te cansas de las plantas? -Preguntó Rose, mientras lanzaba una de las piñas recogidas en el canasto de la leña.Nana no levantó la mirada de sus libros, mientras sostenía con la otra mano una de las hojas de barrimorth que ella mismo había recolectado días atrás. La echó al mortero y levantó la vista para mirar a Rose y negar con la cabeza, rotunda. La bruja se encogió de hombros y se tapó con la manta hasta la nariz, mientras miraba el fuego.
-¿Quieres que te encienda más velas? -Irrumpió de nuevo la bruja mirando las velas que estaban apagadas frente a Nana, que ahora machacaba las hojas con el mortero.
La líder levantó de nuevo la mirada, con mala cara asintió con la cabeza, de nuevo sin decir palabra alguna, y volvió la vista a sus libros. Desde el otro lado de la mesa, la aburrida Rose chasqueó los dedos, haciendo que el pequeño hilo de humo que ahora quedaba en la mecha de la vela se incendiara de nuevo. Así con otras dos velas que goteaban incesantes sobre sus respectivos candelabros individuales de cerámica. La hechicera sonrió satisfecha, y volvió poner los brazos sobre su regazo, tapándose con la manta. La loba seguía inmersa en sus libros, machacando aquella hoja de barrimorth. En aquel lugar tan grande, cuya única parte alumbrada era la mesa y la chimenea, tan solo se escuchaba el chasquido de la varilla de madera chasquear contra la piedra. Rose, de nuevo miró el fuego, viendo cómo aquella piña que acababa de echar al fuego se consumía. Suspiró hondo.
-¿Tienes hambre? -Volteó la bruja de nuevo hacia su amiga, quien de muy mala gana negó con la cabeza sin siquiera levantar la cabeza para responderle.
Rose, frustrada, se levantó del asiento, echándose la manta de lana por los hombros se acercó hasta Nana, cotilleando por encima de su hombro. Pero al no entender ni una palabra de aquel libro, se encogió de hombros y pasó de largo hacia el almacén. Nana, al ver que su compañera abría la puerta del almacén, alzó la cabeza y dejó sobre la mesa el mortero, como si de instinto se tratase.
-¡Traeme algo a mi también! -Gritó Nana desde la otra punta del gran salón.
Rose asintió con la cabeza sin girarse, conocía perfectamente a la que había sido su jefa, amiga, y ahora líder, mejor que a ella misma. En el almacén, las repisas estaban casi vacías, a penas quedaba comida para lo que quedaba de invierno, alguna cuña de queso de yak mohoso, un jamón de venado y algunas patatas. Conforme entró, Rose salió de allí. Cuando llegó a la mesa, Nana alzó la vista esperando algún tentempié por parte de su compañera
-Nada, Nana, no queda nada. -Le dijo la bruja sentándose en el sitio donde había estado toda la noche.
La loba frunció el ceño con el mortero en la mano, mirando a la bruja.
-No puede ser.
-Pues así es, si no ve tú y lo miras. -Reprochó Rose colocando de nuevo los pies sobre la mesa.
Nana bajó la vista hacia el mortero y machacó un par de veces más las hierbas, intentando buscar en su memoria algún recuerdo de la comida que faltaba en el almacén.
-¿Nada? ¿Nada de nada? -Preguntó, más a si misma que a la bruja que negaba repetidas veces con la cabeza respondiendo su pregunta.
Entonces algo se iluminó en la mente de Nana, hacía dos días que los compañeros habían decidido reunirse allí mismo, y cómo no, toda buena borrachera debía de ir acompañada de un buen festín cárnico. Quizá muchos recuerdos claros de aquella noche no sacó, pero pudo recordar bastante detalles graciosos, por los cuales Nana soltó alguna que otra risilla tonta mientras machacaba las hierbas.
-¿De qué te ríes? -Preguntó Rose arqueando una ceja.
Nana alzó la vista, negó con la cabeza y rió de nuevo recordando aquella noche de juerga con los compañeros.[/justify]
-Nada, nada. -Siguió riendo mientras lo decía. -Creo que ya recuerdo por qué falta tanta comida. -Dijo más bien en voz baja, esperando a que la bruja no le diera más importancia.
-¿Por qué? -Preguntó, quizá en otras circunstancias hubiera ignorado el comentario de la loba, y hubiera seguido con lo suyo, pero la curiosidad era fruto del aburrimiento.
-El otro día, vinieron aquí todos y dimos una pequeña fiesta. -Explicó dejando el mortero sobre la mesa y retirando el ungüento que acababa de hacer con una cuchara. -Demasiada hidromiel y cerveza, acordarme me acuerdo de más bien poco. -Dijo colocando el resultado en un bote de cristal pequeño.
-¡Nana! -Exhortó Rose, aparentemente indignada. -Eran nuestras reservas para el invierno…-Reprochó frunciendo fuertemente el ceño.
-No pasa nada, mañana saldré a cazar. -Se excusó tapando el pequeño bote de cristal con un trozo de corcho.
Un estruendo resonó por todo el habitáculo, Nana miró a Rose, y ésta a Nana, ambas confusas. Y de repente golpecitos sobre los cristales, primero suaves, muy suaves, pero en pocos segundos se multiplicaron exponencialmente. Nana se levantó corriendo y fue hacia la ventana, allí, las pequeñas luces de las casas de Ulmer que trasnochaban, a penas se veían bajo el temporal de nieve que estaba viviendo el poblado. Nana se llevó las manos a la cabeza, la nieve podía traer más desgracias que virtudes a Ulmer, podía destrozar cosechas e incomunicar los barcos y caminos.
-Seguro que no cuaja. -Rose consoló a la líder dándole golpecitos en la espalda, y luego se dio la vuelta. -Yo me voy a dormir. -Se escaqueó como pudo.
Rose caminó hasta perderse en su cuarto, Nana se quedó allí un buen rato, mirando cómo poco a poco las calles embarradas de Ulmer se transformaban en una blanca y densa capa de nieve y hielo. El vaho salía de su boca y nariz cada vez que respiraba, demasiado lejos de la chimenea. Frotó sus brazos con ímpetu para no helarse. ¿Hacía cuánto tiempo que no veía nevar?, no solía ver nieve en los bosques del este, recordó cuando aún era joven, y atractiva, y viajaba por todo el continente viviendo aventuras. La primera borrasca de Ulmer, y de verdad estaba preocupada por la resistencia de los techos de sus casas. Pero no había manera de vaticinar el futuro, así que la loba imitó a su compañera y tras apagar todas las velas, se dirigió a su cuarto.
Una vez allí se sentó en la cama y miró hacia el otro lado, vació, ¿Cuánto tiempo estaría así? Le había pedido matrimonio y desde entonces se pasaba más tiempo fuera que con ella. Le odió, muchísimo, durante unos segundos, luego tuvo que reprimir sus ganas de llorar, tan solo pudo despojarse de sus pantalones y meterse entre las mantas, y el sueño hizo el resto.
A la mañana siguiente el griterío de los niños en la calle la despertó de su letargo, como un oso tras hibernar, Nana se levantó de la cama de mala gana, se puso de nuevo sus pantalones de cuero y se echó por encima una de las mantas de lana que había tejido Rose. Cuando salió al salón, allí estaban todos, como gorrones, se habían sentado a la mesa a desayunar como cada mañana, esperando a que Rose les sirviera el desayuno, pero lo que no sabían era que, no había comida.
-¿Qué hacéis todos ahí sentados? -Preguntó la líder aguantando con una mano la manta en su cuello a modo de poncho.
-Pues esperar el desayuno. -Dijo Alec sosteniendo un plato de madera vacío con ambas manos en señal de protesta.
-Pues espera sentado. -Le dijo Nana sentándose en el banco de la mesa junto a Leo.
Todos miraron sorprendidos a la líder, con la tripa vacía. Rose se acababa de levantar, salió como había hecho Nana, pero a diferencia de la loba, esta ya estaba totalmente vestida, pintada, y arreglada, y lucía una espléndida sonrisa.
-Buenos días. -Dijo atusándose el cabello mientras se colocaba frente a la mesa, donde desvió la mirada de todos los compañeros.
-¿Y el desayuno, Rose? -Preguntó Alec esperando que aquello que Nana había dicho anteriormente fuera una broma de mal gusto.
-Que no hay comida. Glotones, que sois unos glotones. -Rose se puso en jarras, enfadada, comprensible ya que ella no había podido disfrutar de los placeres de aquella copiosa cena.
Todos se miraron entre si, Hera, que acunaba a su niña de casi un año, suspiró resignada. Pero los problemas en el gran salón se amontonaban. La puerta del gran salón sonó, dos veces. Rose, la única que estaba despierta acudió y abrió la puerta. Allí, las peores pesadillas de Nana se acababan de cumplir. Alrededor de una decena de personas se amontonaban, como sus problemas, en fila. Y ya sabía perfectamente qué había pasado. La líder se levantó del banco, se quitó la manta de lana de colorines y la sustituyó por una capa de pelo de zorro que abrochó a su cuello. Los hizo pasar con un ademán mientras ella se colocaba en la silla, en el lugar más alto de la sala. Una vez hubieron pasado todos, Nana suspiró hondo y alzó el brazo.
-Antes de que digáis nada. -Dijo, mirándolos a todos. -¿Son problemas con la nieve lo que tenéis? -Preguntó en general a todos los presentes, que se miraron entre ellos para responder todos a la vez.
_____________-¿Por qué? -Preguntó, quizá en otras circunstancias hubiera ignorado el comentario de la loba, y hubiera seguido con lo suyo, pero la curiosidad era fruto del aburrimiento.
-El otro día, vinieron aquí todos y dimos una pequeña fiesta. -Explicó dejando el mortero sobre la mesa y retirando el ungüento que acababa de hacer con una cuchara. -Demasiada hidromiel y cerveza, acordarme me acuerdo de más bien poco. -Dijo colocando el resultado en un bote de cristal pequeño.
-¡Nana! -Exhortó Rose, aparentemente indignada. -Eran nuestras reservas para el invierno…-Reprochó frunciendo fuertemente el ceño.
-No pasa nada, mañana saldré a cazar. -Se excusó tapando el pequeño bote de cristal con un trozo de corcho.
Un estruendo resonó por todo el habitáculo, Nana miró a Rose, y ésta a Nana, ambas confusas. Y de repente golpecitos sobre los cristales, primero suaves, muy suaves, pero en pocos segundos se multiplicaron exponencialmente. Nana se levantó corriendo y fue hacia la ventana, allí, las pequeñas luces de las casas de Ulmer que trasnochaban, a penas se veían bajo el temporal de nieve que estaba viviendo el poblado. Nana se llevó las manos a la cabeza, la nieve podía traer más desgracias que virtudes a Ulmer, podía destrozar cosechas e incomunicar los barcos y caminos.
-Seguro que no cuaja. -Rose consoló a la líder dándole golpecitos en la espalda, y luego se dio la vuelta. -Yo me voy a dormir. -Se escaqueó como pudo.
Rose caminó hasta perderse en su cuarto, Nana se quedó allí un buen rato, mirando cómo poco a poco las calles embarradas de Ulmer se transformaban en una blanca y densa capa de nieve y hielo. El vaho salía de su boca y nariz cada vez que respiraba, demasiado lejos de la chimenea. Frotó sus brazos con ímpetu para no helarse. ¿Hacía cuánto tiempo que no veía nevar?, no solía ver nieve en los bosques del este, recordó cuando aún era joven, y atractiva, y viajaba por todo el continente viviendo aventuras. La primera borrasca de Ulmer, y de verdad estaba preocupada por la resistencia de los techos de sus casas. Pero no había manera de vaticinar el futuro, así que la loba imitó a su compañera y tras apagar todas las velas, se dirigió a su cuarto.
Una vez allí se sentó en la cama y miró hacia el otro lado, vació, ¿Cuánto tiempo estaría así? Le había pedido matrimonio y desde entonces se pasaba más tiempo fuera que con ella. Le odió, muchísimo, durante unos segundos, luego tuvo que reprimir sus ganas de llorar, tan solo pudo despojarse de sus pantalones y meterse entre las mantas, y el sueño hizo el resto.
A la mañana siguiente el griterío de los niños en la calle la despertó de su letargo, como un oso tras hibernar, Nana se levantó de la cama de mala gana, se puso de nuevo sus pantalones de cuero y se echó por encima una de las mantas de lana que había tejido Rose. Cuando salió al salón, allí estaban todos, como gorrones, se habían sentado a la mesa a desayunar como cada mañana, esperando a que Rose les sirviera el desayuno, pero lo que no sabían era que, no había comida.
-¿Qué hacéis todos ahí sentados? -Preguntó la líder aguantando con una mano la manta en su cuello a modo de poncho.
-Pues esperar el desayuno. -Dijo Alec sosteniendo un plato de madera vacío con ambas manos en señal de protesta.
-Pues espera sentado. -Le dijo Nana sentándose en el banco de la mesa junto a Leo.
Todos miraron sorprendidos a la líder, con la tripa vacía. Rose se acababa de levantar, salió como había hecho Nana, pero a diferencia de la loba, esta ya estaba totalmente vestida, pintada, y arreglada, y lucía una espléndida sonrisa.
-Buenos días. -Dijo atusándose el cabello mientras se colocaba frente a la mesa, donde desvió la mirada de todos los compañeros.
-¿Y el desayuno, Rose? -Preguntó Alec esperando que aquello que Nana había dicho anteriormente fuera una broma de mal gusto.
-Que no hay comida. Glotones, que sois unos glotones. -Rose se puso en jarras, enfadada, comprensible ya que ella no había podido disfrutar de los placeres de aquella copiosa cena.
Todos se miraron entre si, Hera, que acunaba a su niña de casi un año, suspiró resignada. Pero los problemas en el gran salón se amontonaban. La puerta del gran salón sonó, dos veces. Rose, la única que estaba despierta acudió y abrió la puerta. Allí, las peores pesadillas de Nana se acababan de cumplir. Alrededor de una decena de personas se amontonaban, como sus problemas, en fila. Y ya sabía perfectamente qué había pasado. La líder se levantó del banco, se quitó la manta de lana de colorines y la sustituyó por una capa de pelo de zorro que abrochó a su cuello. Los hizo pasar con un ademán mientras ella se colocaba en la silla, en el lugar más alto de la sala. Una vez hubieron pasado todos, Nana suspiró hondo y alzó el brazo.
-Antes de que digáis nada. -Dijo, mirándolos a todos. -¿Son problemas con la nieve lo que tenéis? -Preguntó en general a todos los presentes, que se miraron entre ellos para responder todos a la vez.
Reglas del post.
- Solo los licántropos podrán participar. A excepción de: Mercaderes que en ese momento se hallen en Ulmer, así como viajeros extraviados con problemas.
- Tener al menos 5 posts on-rol.
- El ritmo de posteo será de 72 horas máximo, sino se saltará el turno.
- Post con posibilidad de ascenso de rango social en Ulmer.
- Edit: Abrimos un cupo más.
Última edición por Nana el Jue Ene 26 2017, 14:24, editado 5 veces
Nana
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Era cierto lo que decían algunos viejos de la aldea, ese Invierno era peligroso, grandes ventiscas se aproximaban, era muy extraño, nunca había visto nevar en Ulmer desde que llegué, no se si antes habría nevado, pero ya empezaba a refrescar. Temía por alguna de las casas a las que había hecho reparaciones, no digo que fuesen malas, lo contrario. Solo que no estaban hechas para aguantar el peso de la nieve o fuertes vientos, cosa que pocas veces se veía en Ulmer.
Se hacía de noche poco a poco, era el atardecer y ya empezaba a hacer frío. Ya había cazado por la mañana y tenía algo guardado para la noche por si acaso. No pienso que vaya a nevar la verdad, pero no podemos predecir el futuro así que se lo encomiendo a los dioses. Me acerco a la puerta del taller y llamo dos veces. Al cabo de unos segundos abre un hombre gordo, es el maestro del lugar. El taller es una curtiduría con un ala de carpintería, donde trabajo a cambio de poder dormir bajo algún techo.
El hombre me deja pasar y tras un fuerte apretón en el hombro dice: -Que bueno que ya estés aquí,hace frío ahí fuera ¿eh? anda pasa y bebe algo, mañana lo mas seguro es que haya trabajo. - Este hombre hacía que nunca me acostumbrase al dolor del hombro, cada día lo hacia más fuerte, o eso me parecía. -Pues habrá que trabajar viejo. Si no te importa te cojo dos mantas del armario, que a la noche pinta fría.- -Claro,lo que necesites muchacho..
Ya era de noche, las ventanas se abrían y se cerraban, he tenido que poner una madera para bloquearlas, hace mucho frío sin fuego y esta nevando muy fuerte. Mis temores se habían confirmado, ahora temía por los demás ciudadanos de Ulmer, por la mañana saldré a ver que ha ocurrido.
La luz se cuela por los diminutos agujeros de la habitación, gritos y risas de niños parecen llamar a la puerta una vez más. Abro esta, el viejo aún dormía, capas de nieve me sorprenden. Los niños juegan alegres aunque sus madres les riñen para que se pongan más ropa, que hace frío. Era cierto pero se estaba bien aunque no estábamos acostumbrados a estas temperaturas.
Escucho a algunas señoras y hombres rumorear y encaminarse a la casa del pueblo, en lo alto de una colina, no muy alta, pero si lo suficiente para que sea la más alta del pueblo. Tras escuchar sus quejas, ya sea falta de alimento o taras en las estructuras, decido acompañarlos, no sin antes lavarme la cara y vestirme como es debido.
Me acerco junto con las últimas personas al lugar, en total eramos doce personas, todas con nuestros motivos pero un fin común, aclarar las cosas de esta nevada inesperada. Algunos hablan a la vez, pero la mujer, imponente, todo sea dicho, tras aclarar unas cosas, deja hablar a los aldeanos los cuales se preparaban para hablar a la vez. -La nieve bloqueara el comercio,¿que haremos ahora? No sabemos cuanto va a durar esto- Algunos asentían a lo que decía, otros tenían otras palabras.
Se hacía de noche poco a poco, era el atardecer y ya empezaba a hacer frío. Ya había cazado por la mañana y tenía algo guardado para la noche por si acaso. No pienso que vaya a nevar la verdad, pero no podemos predecir el futuro así que se lo encomiendo a los dioses. Me acerco a la puerta del taller y llamo dos veces. Al cabo de unos segundos abre un hombre gordo, es el maestro del lugar. El taller es una curtiduría con un ala de carpintería, donde trabajo a cambio de poder dormir bajo algún techo.
El hombre me deja pasar y tras un fuerte apretón en el hombro dice: -Que bueno que ya estés aquí,hace frío ahí fuera ¿eh? anda pasa y bebe algo, mañana lo mas seguro es que haya trabajo. - Este hombre hacía que nunca me acostumbrase al dolor del hombro, cada día lo hacia más fuerte, o eso me parecía. -Pues habrá que trabajar viejo. Si no te importa te cojo dos mantas del armario, que a la noche pinta fría.- -Claro,lo que necesites muchacho..
Ya era de noche, las ventanas se abrían y se cerraban, he tenido que poner una madera para bloquearlas, hace mucho frío sin fuego y esta nevando muy fuerte. Mis temores se habían confirmado, ahora temía por los demás ciudadanos de Ulmer, por la mañana saldré a ver que ha ocurrido.
La luz se cuela por los diminutos agujeros de la habitación, gritos y risas de niños parecen llamar a la puerta una vez más. Abro esta, el viejo aún dormía, capas de nieve me sorprenden. Los niños juegan alegres aunque sus madres les riñen para que se pongan más ropa, que hace frío. Era cierto pero se estaba bien aunque no estábamos acostumbrados a estas temperaturas.
Escucho a algunas señoras y hombres rumorear y encaminarse a la casa del pueblo, en lo alto de una colina, no muy alta, pero si lo suficiente para que sea la más alta del pueblo. Tras escuchar sus quejas, ya sea falta de alimento o taras en las estructuras, decido acompañarlos, no sin antes lavarme la cara y vestirme como es debido.
Me acerco junto con las últimas personas al lugar, en total eramos doce personas, todas con nuestros motivos pero un fin común, aclarar las cosas de esta nevada inesperada. Algunos hablan a la vez, pero la mujer, imponente, todo sea dicho, tras aclarar unas cosas, deja hablar a los aldeanos los cuales se preparaban para hablar a la vez. -La nieve bloqueara el comercio,¿que haremos ahora? No sabemos cuanto va a durar esto- Algunos asentían a lo que decía, otros tenían otras palabras.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Los pájaros ya estaban cantando, debía de haber salido el sol hacía rato. Las ruinas de una antigua casa de leñadores hacía de refugio temporal, las noches se habían vuelto demasiado frías paulatinamente como para dormir al raso. Brendarid se levantó del podrido suelo de madera, apartando las múltiples pieles con las que se tapaba.
Había llegado el día, debía retomar el camino a casa, a Ulmer. Ya se imaginaba cual sería la reacción de Nana en cuanto llegase: lo más probable era que le hiciese el vacío durante un tiempo hasta que decidiese gritarle en privado. También cabía la posibilidad de que estuviese tan enfadada que decidiese pasar a la parte de los gritos directamente.
Dedicó unos cuantos segundos a estirarse con ganas y salió por el marco donde antes había una puerta. Allí estaba, un niño de algo más de cinco años, vestido demasiado bien para estar más de un día de viaje a caballo de la población más cercana. Pero no era la primera vez, ya había estado allí tres días; los dos primeros Brendarid lo ignoró, al tercero trató de asustarlo adoptando su forma de lobo, pero fue inútil. Ese era el cuarto día, y dado que las otras dos alternativas no habían dado buen resultado, decidió probar a comunicarse. Se sentó en el porche, a apenas unos pasos del chico.
-¿Qué haces aquí?-el niño se limitó a mirarle con una media sonrisa en sus labios, la misma expresión que había tenido un día tras otro.-Este sitio es demasiado peligroso, deberías marcharte.
Estaba a punto de levantarse y darlo por perdido cuando algo llamó su atención: en el pecho del chico había algo brillando, y por algún motivo era un brillo que le resultaba familiar.
-¿Quién eres?- Preguntó frunciendo el ceño. El niño se rió y caminó hacia Brendarid con la mano extendida hacia su pecho, pero el lobo no podía dejar de mirar ese brillo. Cuando se acercó, pudo ver que un cordel colgaba del cuello del chico y se metía tras su camisa. Brendarid extendió la mano para cogerlo, y en el momento que tuvo ese cordel entre sus dedos, el niño golpeó con la palma de la mano su pecho y salió corriendo entre risotadas. El cordel se rompió y dejó al descubierto un colmillo desgastado atado a él.
Tardó un buen rato en volver en sí mismo mientras observaba ensimismado el diente. Bajó la mirada a su pecho, donde el niño había golpeado no había la marca de una mano en su piel, sino algo muy distinto, como si un rayo le hubiese alcanzado en pleno pecho. No le dolía, pero lo tomó como una señal.
Volvió a entrar en la casa, levantó unas tablas del suelo y recogió una manta con la que había envuelto los ropajes de humano que apenas usaba. Si iba a volver, mejor no hacerlo desnudo, a los demás les resultaba extraño por algún motivo. Se vistió con una camisa y en pantalón de lino desgastado y colocó sobre sus hombros una enorme capa de piel de oso negro que él mismo había caza, despellejado y curtido.
El sol brillaba, pero no calentaba en absoluto; de hecho, el aire olía a nieve. Pronto todos esos parajes estarían completamente blancos, y Brendarid esperaba alcanzar Ulmer antes de que eso ocurriera. Se había atado el collar con el colmillo al cuello y solo cargaba con una pequeña bolsa de cuero al hombro con las pocas provisiones que le quedaban. Caminó durante dos días, llovía de forma esporádica, pero la tormenta le estaba alcanzando, esa misma noche nevaría, estaba seguro.
No se equivocaba, tuvo que pasar toda la noche caminando bajo una intensa nevada que congelo sus pestañas y sus cejas. Pero justo antes de salir el sol, divisó los tejados de las casas a lo lejos y el humo de las primeras chimeneas encendiéndose. Casi arrastraba los pies por la nieve mientras se acercaba al gran salón. Los niños jugaban en la nieve tirándose bolas de nieves o simplemente revolcándose en ella mientras una multitud considerable se agolpaba dentro del gran salón. Brendarid se apoyó en el marco de la puerta sin llamar la atención y se descolgó la bolsa del hombro. Era evidente que esa gente estaba teniendo problemas con la nieve. Se quedó allí plantado, observando la figura de Nana sentada en su silla escuchando las quejas de aquellos campesinos.
Había llegado el día, debía retomar el camino a casa, a Ulmer. Ya se imaginaba cual sería la reacción de Nana en cuanto llegase: lo más probable era que le hiciese el vacío durante un tiempo hasta que decidiese gritarle en privado. También cabía la posibilidad de que estuviese tan enfadada que decidiese pasar a la parte de los gritos directamente.
Dedicó unos cuantos segundos a estirarse con ganas y salió por el marco donde antes había una puerta. Allí estaba, un niño de algo más de cinco años, vestido demasiado bien para estar más de un día de viaje a caballo de la población más cercana. Pero no era la primera vez, ya había estado allí tres días; los dos primeros Brendarid lo ignoró, al tercero trató de asustarlo adoptando su forma de lobo, pero fue inútil. Ese era el cuarto día, y dado que las otras dos alternativas no habían dado buen resultado, decidió probar a comunicarse. Se sentó en el porche, a apenas unos pasos del chico.
-¿Qué haces aquí?-el niño se limitó a mirarle con una media sonrisa en sus labios, la misma expresión que había tenido un día tras otro.-Este sitio es demasiado peligroso, deberías marcharte.
Estaba a punto de levantarse y darlo por perdido cuando algo llamó su atención: en el pecho del chico había algo brillando, y por algún motivo era un brillo que le resultaba familiar.
-¿Quién eres?- Preguntó frunciendo el ceño. El niño se rió y caminó hacia Brendarid con la mano extendida hacia su pecho, pero el lobo no podía dejar de mirar ese brillo. Cuando se acercó, pudo ver que un cordel colgaba del cuello del chico y se metía tras su camisa. Brendarid extendió la mano para cogerlo, y en el momento que tuvo ese cordel entre sus dedos, el niño golpeó con la palma de la mano su pecho y salió corriendo entre risotadas. El cordel se rompió y dejó al descubierto un colmillo desgastado atado a él.
Tardó un buen rato en volver en sí mismo mientras observaba ensimismado el diente. Bajó la mirada a su pecho, donde el niño había golpeado no había la marca de una mano en su piel, sino algo muy distinto, como si un rayo le hubiese alcanzado en pleno pecho. No le dolía, pero lo tomó como una señal.
Volvió a entrar en la casa, levantó unas tablas del suelo y recogió una manta con la que había envuelto los ropajes de humano que apenas usaba. Si iba a volver, mejor no hacerlo desnudo, a los demás les resultaba extraño por algún motivo. Se vistió con una camisa y en pantalón de lino desgastado y colocó sobre sus hombros una enorme capa de piel de oso negro que él mismo había caza, despellejado y curtido.
El sol brillaba, pero no calentaba en absoluto; de hecho, el aire olía a nieve. Pronto todos esos parajes estarían completamente blancos, y Brendarid esperaba alcanzar Ulmer antes de que eso ocurriera. Se había atado el collar con el colmillo al cuello y solo cargaba con una pequeña bolsa de cuero al hombro con las pocas provisiones que le quedaban. Caminó durante dos días, llovía de forma esporádica, pero la tormenta le estaba alcanzando, esa misma noche nevaría, estaba seguro.
No se equivocaba, tuvo que pasar toda la noche caminando bajo una intensa nevada que congelo sus pestañas y sus cejas. Pero justo antes de salir el sol, divisó los tejados de las casas a lo lejos y el humo de las primeras chimeneas encendiéndose. Casi arrastraba los pies por la nieve mientras se acercaba al gran salón. Los niños jugaban en la nieve tirándose bolas de nieves o simplemente revolcándose en ella mientras una multitud considerable se agolpaba dentro del gran salón. Brendarid se apoyó en el marco de la puerta sin llamar la atención y se descolgó la bolsa del hombro. Era evidente que esa gente estaba teniendo problemas con la nieve. Se quedó allí plantado, observando la figura de Nana sentada en su silla escuchando las quejas de aquellos campesinos.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Había llegado a Ulmer un par de días atrás y una amable tabernera la había acogido a cambio de que trabajase para ella. Aun no se acostumbraba a dormir en una cama y no sobre una alfombra como un perro, ni a comer tres veces al día. En realidad, ni siquiera se había acostumbrado a no recibir golpes. El poco tiempo que llevaba allí había sido tranquilo, pero las secuelas de lo que había sucedido en su manada aun le afectaban
Cada vez que le lanzaban un grito se encogía y buscaba el lugar del que venía intentando huir. Los "No" secos, la dejaban parada, y algo temblorosa, y se había dado cuenta de que, a su alrededor, había tensión, no sabía si algún lobo le saltaría encima, así que, tras el primer día intentando servir mesas y saltando atemorizada cada vez que se la llamaba o se la miraba algo más de la cuenta, a pesar de que era consciente de que solo era curiosidad porque era nueva, o por sus reacciones. Aun así más de una vez había tenido que salir a respirar hondo, temblorosa y con el corazón en un puño.
La dueña del local había ido a regañarla un par de veces a grito pelado, aumentando el temor de la hica, pero la hija mayor de esta había detenido a su anciana madre y la había tranquilizado con una sonrisa. Al final, con las palabras de calma de la mujer, había vuelto a trabajar, esta vez, en la cocina. Allí había podido estar más tranquila, los pedidos iban y venían con velocidad mientras Freya sencillamente los atendía con la diligencia que podía, socorriendo, más que otra cosa, a la dueña de la taberna. La mujer era gritona, quejica y firme, no toleraba a los inútiles, y tal vez Freya lo fuera al enfrentarse al mundo, a las personas o a las multitudes, pero en la cocina había aprendido a hacer malabares.
En la granja siempre había sido la encargada de cocinar desde la muerte de su madre y en la manada, había descubierto como sacar provecho de la menor cantidad de comida. Las noches frías, nunca habían sido tan reconfortantes como en la taberna. Allí podía cerrar el pestillo de ventana y puerta, podía sentirse tranquila, era una manada equilibrada, y el líder cuidaba de los suyos. Aun no la había conocido, pero la loba que manejaba la manada de Ulmer tenía fama de ser justa, esperaba que fuera cierto y su justicia no fuera como lo había sido la de Tyron.
Ese día había amanecido frío. Freya se puso la falda, la camisa, los zapatos y el corsé que le habían prestado, y que estaba pagando, como su estancia, trabajando, y salió junto a la dueña y su hija en busca de la comida para ese día. pero se encontró con algunos problemas, al parecer las reservas se habían gastado en una fiesta días atrás. Pero no parecía que fueran a haber problemas.
Empezó a escuchar murmullos y una pregunta se alzó desde la mujer del centro, que, sentada con una capa de piel de zorro, parecía intentar poner solución a la situación. ¿Nieve? ¿de veras la nieve era el problema? Sintiendo la ligera tensión que aumentaba en la sala, comenzó a ponerse nerviosa. No podía estar allí. Se movió unos pasos hacia atrás alejándose del gentío, y se pegó a la pared intentando fundirse con ella mientras observaba el desarrollo de la situación, dejándose caer al suelo escondida tras una columna. No pasaría nada, ¿no?
Cada vez que le lanzaban un grito se encogía y buscaba el lugar del que venía intentando huir. Los "No" secos, la dejaban parada, y algo temblorosa, y se había dado cuenta de que, a su alrededor, había tensión, no sabía si algún lobo le saltaría encima, así que, tras el primer día intentando servir mesas y saltando atemorizada cada vez que se la llamaba o se la miraba algo más de la cuenta, a pesar de que era consciente de que solo era curiosidad porque era nueva, o por sus reacciones. Aun así más de una vez había tenido que salir a respirar hondo, temblorosa y con el corazón en un puño.
La dueña del local había ido a regañarla un par de veces a grito pelado, aumentando el temor de la hica, pero la hija mayor de esta había detenido a su anciana madre y la había tranquilizado con una sonrisa. Al final, con las palabras de calma de la mujer, había vuelto a trabajar, esta vez, en la cocina. Allí había podido estar más tranquila, los pedidos iban y venían con velocidad mientras Freya sencillamente los atendía con la diligencia que podía, socorriendo, más que otra cosa, a la dueña de la taberna. La mujer era gritona, quejica y firme, no toleraba a los inútiles, y tal vez Freya lo fuera al enfrentarse al mundo, a las personas o a las multitudes, pero en la cocina había aprendido a hacer malabares.
En la granja siempre había sido la encargada de cocinar desde la muerte de su madre y en la manada, había descubierto como sacar provecho de la menor cantidad de comida. Las noches frías, nunca habían sido tan reconfortantes como en la taberna. Allí podía cerrar el pestillo de ventana y puerta, podía sentirse tranquila, era una manada equilibrada, y el líder cuidaba de los suyos. Aun no la había conocido, pero la loba que manejaba la manada de Ulmer tenía fama de ser justa, esperaba que fuera cierto y su justicia no fuera como lo había sido la de Tyron.
Ese día había amanecido frío. Freya se puso la falda, la camisa, los zapatos y el corsé que le habían prestado, y que estaba pagando, como su estancia, trabajando, y salió junto a la dueña y su hija en busca de la comida para ese día. pero se encontró con algunos problemas, al parecer las reservas se habían gastado en una fiesta días atrás. Pero no parecía que fueran a haber problemas.
Empezó a escuchar murmullos y una pregunta se alzó desde la mujer del centro, que, sentada con una capa de piel de zorro, parecía intentar poner solución a la situación. ¿Nieve? ¿de veras la nieve era el problema? Sintiendo la ligera tensión que aumentaba en la sala, comenzó a ponerse nerviosa. No podía estar allí. Se movió unos pasos hacia atrás alejándose del gentío, y se pegó a la pared intentando fundirse con ella mientras observaba el desarrollo de la situación, dejándose caer al suelo escondida tras una columna. No pasaría nada, ¿no?
Freya Lathman
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Era el primer invierno que afrontaba manteniéndose constantemente en forma humana. La piel de sus pies descalzos se cortaba y entumecía cuando pisaba la escarcha y había tenido que recurrir a unas alpargatas de paja torpemente tejidas que apenas aislaban el frío. En su jauría, durante esas épocas invernales asumían la faceta animal para aprovechar la densidad de sus pelajes y el calor que proporcionaba el constante ejercicio. Sin embargo esta vez, por obvias razones, no podía viajar por los caminos de los comerciantes siendo una bestia de enormes y babeantes fauces; y menos sabiendo que en ese estado su consciencia apenas pendía de un hilo, y llegar a Ulmer dejando tras de sí un rastro de cadáveres no sería el mejor augurio para el comienzo de su viaje junto a Saltador.
Se arrebujó en la improvisada capa hecha de viejas sábanas y pasó el dorso de la mano bajo su pequeña y congelada nariz, aspirando el agüilla que ya le había causado más de una docena de estornudos por culpa de la baja temperatura. ¡Eso le pasaba por no gastar un poco de dinero para conseguir un buen abrigo de piel! Con la mirada clavada al frente, mantenía su andar estoico y apretaba la mandíbula para disimular el tiritar de sus dientes. El único sonido ajeno a la infinita canción del bosque era el de los pasos de la viajera hundiéndose en la delgada capa de nieve, hasta que la jovencita, tras un largo rato de silencio, cuestionó para sí misma por enésima vez en la mañana:
–¿Faltará mucho?
Sin embargo, aunque ya estaba más que acostumbrada a que sus palabras se perdiesen en el aire sin contestación alguna, la pregunta de Thiel obtuvo una inmediata respuesta cuando, tras subir una pequeña cuesta, el paisaje cambió por completo. El denso bosque se abrió en un claro que dejaba ver al poblado tapado por un espeso manto de nieve. Los techos blancos refulgían y se podía divisar a las pequeñas personitas que apartaban a palazos el hielo frente a sus puertas. ¡Qué visión tan hermosa, pero pobres Ulmereños! Desde allí el camino se ponía complicado; los pies se le hundían cada vez más en la escarcha, tanto que, cuando ya la tapaba hasta la cintura, la menuda jovencita debía ayudarse con las manos para poder avanzar. Fue tedioso y le tomó un largo rato llegar al centro del poblado, y para entonces Thiel ya no podía sentir las piernas de tan frías que estaban.
–¡Tiene que haber un lugar calentito por aquí!
Si bien el plan era encontrarse con Saltador apenas llegase a la aldea, el detalle de preguntarle dónde rayos vivía se le había pasado por alto. Ahora no tenía idea de cómo encontrarlo, y esas tres largas jornadas de duro viaje habían mermado su paciencia. ¡Exigía una manta y una bebida humeante en ese mismísimo instante!
Observó alrededor; los negocios parecían cerrados. Escrutó el lugar con la mirada hasta que dio con una larga fila de personas que ingresaba a la casa más alta del poblado. ¿Estarían regalando algo? ¿Quizás chocolate caliente? ¡Sea lo que fuese, la chimenea de allí escupía humo y eso sólo significaba una cosa!
–¡Fuego!
Thiel no tenía ni la más mínima idea de cómo funcionaba la jerarquía en Ulmer, ni quién vivía en esa casa, ni por qué tantas personas estaban yendo para allá. De hecho ni siquiera había reparado en las muecas de frustración y enojo de esos ciudadanos. ¡Nada de eso era importante! Avanzando a saltos entre la nieve, se aventuró hacia la multitud y, una vez en puertas del hogar, se sacudió e intentó, parándose en puntas de pie, ver más allá de las personas que tapaban la entrada, hacia la imponente mujer que parecía tener cierto poder sobre los pueblerinos. ¿Estaría por allí su amigo?
Se arrebujó en la improvisada capa hecha de viejas sábanas y pasó el dorso de la mano bajo su pequeña y congelada nariz, aspirando el agüilla que ya le había causado más de una docena de estornudos por culpa de la baja temperatura. ¡Eso le pasaba por no gastar un poco de dinero para conseguir un buen abrigo de piel! Con la mirada clavada al frente, mantenía su andar estoico y apretaba la mandíbula para disimular el tiritar de sus dientes. El único sonido ajeno a la infinita canción del bosque era el de los pasos de la viajera hundiéndose en la delgada capa de nieve, hasta que la jovencita, tras un largo rato de silencio, cuestionó para sí misma por enésima vez en la mañana:
–¿Faltará mucho?
Sin embargo, aunque ya estaba más que acostumbrada a que sus palabras se perdiesen en el aire sin contestación alguna, la pregunta de Thiel obtuvo una inmediata respuesta cuando, tras subir una pequeña cuesta, el paisaje cambió por completo. El denso bosque se abrió en un claro que dejaba ver al poblado tapado por un espeso manto de nieve. Los techos blancos refulgían y se podía divisar a las pequeñas personitas que apartaban a palazos el hielo frente a sus puertas. ¡Qué visión tan hermosa, pero pobres Ulmereños! Desde allí el camino se ponía complicado; los pies se le hundían cada vez más en la escarcha, tanto que, cuando ya la tapaba hasta la cintura, la menuda jovencita debía ayudarse con las manos para poder avanzar. Fue tedioso y le tomó un largo rato llegar al centro del poblado, y para entonces Thiel ya no podía sentir las piernas de tan frías que estaban.
–¡Tiene que haber un lugar calentito por aquí!
Si bien el plan era encontrarse con Saltador apenas llegase a la aldea, el detalle de preguntarle dónde rayos vivía se le había pasado por alto. Ahora no tenía idea de cómo encontrarlo, y esas tres largas jornadas de duro viaje habían mermado su paciencia. ¡Exigía una manta y una bebida humeante en ese mismísimo instante!
Observó alrededor; los negocios parecían cerrados. Escrutó el lugar con la mirada hasta que dio con una larga fila de personas que ingresaba a la casa más alta del poblado. ¿Estarían regalando algo? ¿Quizás chocolate caliente? ¡Sea lo que fuese, la chimenea de allí escupía humo y eso sólo significaba una cosa!
–¡Fuego!
Thiel no tenía ni la más mínima idea de cómo funcionaba la jerarquía en Ulmer, ni quién vivía en esa casa, ni por qué tantas personas estaban yendo para allá. De hecho ni siquiera había reparado en las muecas de frustración y enojo de esos ciudadanos. ¡Nada de eso era importante! Avanzando a saltos entre la nieve, se aventuró hacia la multitud y, una vez en puertas del hogar, se sacudió e intentó, parándose en puntas de pie, ver más allá de las personas que tapaban la entrada, hacia la imponente mujer que parecía tener cierto poder sobre los pueblerinos. ¿Estaría por allí su amigo?
Thiel
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Las gotas de sudor jugaban a encontrarse como ríos caprichosos de final inminente en la frente del joven aprendiz de herrero. El trabajo extenuante se sumaba al calor emitido por el mismo fuego que brillaba en los ojos de color amarillo de aquel rostro con gesto de concentración. El crepitar apenas era audible pese a su insistencia, pues el sonido del viendo soplando se adelantaba como el claro protagonista solamente interrumpido por los sonidos sordos provocados por el golpe del martillo. Era tarde, muy tarde, pero aún tendrían que pasar varias horas más hasta que su trabajo estuviera terminado. Consciente de la importancia de su tarea, el muchacho no imponía queja alguna pese a que sus brazos comenzaban a sentir pesadez, sus hombros ardían y su torso se encontraba completamente empapado. Tal y como el señor Stern previera, la nevada estaba siendo intensa y necesitarían herramientas para luchar contra sus efectos.
-No habíamos tenido una de éstas en un tiempo, debemos prepararnos para lo peor-la voz de aquel hombretón sonaba cansada. Era un hombre de aproximadamente 2 metros de altura, con un rostro alegre afeitado a navaja de nariz aguileña y ojos oscuros. Su cabeza se cubría por una calvicie incipiente y sus brazos eran al menos dos veces más fuertes que los de su aprendiz, al que miraba desde la proximidad de su posición-Estás esforzándote mucho Saltador, ¿estás seguro de que no quieres descansar un rato?
Saltador, ese era el nombre del muchacho que, lejos de seguir el consejo del maestro herrero, golpeaba ahora con más fuerza en un intento de demostrar que aún tenía energía de sobra. Su rostro reflejaba ahora una ligera reminiscencia de orgullo, orgullo de ser capaz de trabajar por encima de las expectativas de aquella persona que tanto había hecho por él. Sí, y aún podía seguir, seguiría hasta que los brazos dejaran de moverse, hasta que el agotamiento venciera a su obstinada cabezonería, algo que no era en absoluto una tarea fácil.
La luz comenzaba a filtrarse con timidez por una de las ventanas del almacén despertando a aquel muchacho de forma repentina. Sí, ahora recordaba como en un punto de la noche su cuerpo cedía al agotamiento, pero alguien debía haberlo arrastrado hasta allí desde la forja. Se sonrojó levemente al pensar en el señor Stern cargando con su corpachón mientras se incorporaba mirando en derredor. El almacén estaba completamente lleno de herramientas recién forjadas: palas, cadenas, piquetas…todo un surtido de útiles que muchos de los habitantes de aquel lugar podrían necesitar para lidiar con la nevada. Saltador sonrió satisfecho mientras se dirigía hacia la forja que ahora se encontraba vacía, sin rastro de nadie más excepto él mismo. Durante varios minutos su imponente figura detuvo allí, sin moverse, respirando levemente y con la mente perdida en lugares lejanos, pero su estómago lo devolvió a la realidad con un rugido. Tenía hambre, claro, toda la noche de trabajo debía pasar factura tarde o temprano, lo mejor que podía hacer era volver a casa y buscar algo de entre sus reservas.
El camino que llevaba desde la herrería hasta la pequeña casita que Saltador usaba como casa transcurría inevitablemente por el centro del asentamiento. No le gustaba especialmente tener que pasar entre toda la gente, sin embargo a las horas que solía hacerlo, o bien muy temprano o bien muy tarde, no solía tener muchos encuentros. Sus pasos se encaminaron en la dirección tan bien sabida. Sus pies se notaban torpes al caminar entre la nieve, era cierto que en aquella ocasión parecía haber caído más de lo que estaba habituado. Afortunadamente sus piernas eran prácticamente lo único de su cuerpo que no se encontraba desgastado por el esfuerzo nocturno, de otra forma habría sido un suplicio moverse en tan dificultosa manera. Al pasar frente al edificio central sus ojos se fijaron en lo que sus oídos ya le habían comunicado: una muchedumbre se amontonaba con aspecto poco amistoso. No resultaba difícil pensar en lo ocurrido, la caída de la nieve era problemática con los cultivos y con el agua, así como con el comercio. Lo más probable es que toda esa gente no se encontrara muy conformo con lo ocurrido, ¡como si el clima pudiera ser controlado por ellos! No les importaba, sólo necesitaba poner la culpa sobre algo o alguien, así todo era más fácil.
Lejos de unirse a aquella muchedumbre, Saltador apretó con fuerza la capa que llevaba y movió con un gesto torpe su cabeza para sacudir su pelo que parecía comenzar a congelarse, pretendía alejarse de allí sin llamar la atención en lo más mínimo cuando sus ojos encontraron algo que rompió sus esquemas.
Thiel
¿Qué hacía ella allí? ¿Qué día era? ¿Ya habían pasado tres días? ¿Por qué estaba con la muchedumbre agolpada? ¿Es que no sabía que podría meterse en problemas?
Demasiadas preguntas y muy poco tiempo para que su cabeza las procesara de la forma en que a él le hubiera gustado. No, debía actuar antes de que se metiera en problemas, ¡ella estaba allí por culpa! Los pasos de Saltador se dirigieron hacia el lugar de Ulmer que menos le apetecía: una muchedumbre enfurecida. Ni le gustaban las aglomeraciones ni mucho menos en la forma en que lo hacían en ese momento. Sin embargo antes de lo que hubiera imaginado ya se encontraba allí, formando parte del grupo como uno más. Si hubiera prestado atención a los comentarios de alguno de los que allí se reñían habría entendido lo que ocurría exactamente, aunque no quedaba muy lejos de lo que él pensaba, pero los matices eran importantes. Aún así, el muchacho se centró en acercarse hacia aquella figura que aún bailaba en sus recuerdos frecuentes y, abriéndose paso, consiguió colocarse lo suficientemente cerca como para tomarla del brazo y llamar su atención.
-Oye, ¿en qué lío te andas metiendo?
-No habíamos tenido una de éstas en un tiempo, debemos prepararnos para lo peor-la voz de aquel hombretón sonaba cansada. Era un hombre de aproximadamente 2 metros de altura, con un rostro alegre afeitado a navaja de nariz aguileña y ojos oscuros. Su cabeza se cubría por una calvicie incipiente y sus brazos eran al menos dos veces más fuertes que los de su aprendiz, al que miraba desde la proximidad de su posición-Estás esforzándote mucho Saltador, ¿estás seguro de que no quieres descansar un rato?
Saltador, ese era el nombre del muchacho que, lejos de seguir el consejo del maestro herrero, golpeaba ahora con más fuerza en un intento de demostrar que aún tenía energía de sobra. Su rostro reflejaba ahora una ligera reminiscencia de orgullo, orgullo de ser capaz de trabajar por encima de las expectativas de aquella persona que tanto había hecho por él. Sí, y aún podía seguir, seguiría hasta que los brazos dejaran de moverse, hasta que el agotamiento venciera a su obstinada cabezonería, algo que no era en absoluto una tarea fácil.
La luz comenzaba a filtrarse con timidez por una de las ventanas del almacén despertando a aquel muchacho de forma repentina. Sí, ahora recordaba como en un punto de la noche su cuerpo cedía al agotamiento, pero alguien debía haberlo arrastrado hasta allí desde la forja. Se sonrojó levemente al pensar en el señor Stern cargando con su corpachón mientras se incorporaba mirando en derredor. El almacén estaba completamente lleno de herramientas recién forjadas: palas, cadenas, piquetas…todo un surtido de útiles que muchos de los habitantes de aquel lugar podrían necesitar para lidiar con la nevada. Saltador sonrió satisfecho mientras se dirigía hacia la forja que ahora se encontraba vacía, sin rastro de nadie más excepto él mismo. Durante varios minutos su imponente figura detuvo allí, sin moverse, respirando levemente y con la mente perdida en lugares lejanos, pero su estómago lo devolvió a la realidad con un rugido. Tenía hambre, claro, toda la noche de trabajo debía pasar factura tarde o temprano, lo mejor que podía hacer era volver a casa y buscar algo de entre sus reservas.
El camino que llevaba desde la herrería hasta la pequeña casita que Saltador usaba como casa transcurría inevitablemente por el centro del asentamiento. No le gustaba especialmente tener que pasar entre toda la gente, sin embargo a las horas que solía hacerlo, o bien muy temprano o bien muy tarde, no solía tener muchos encuentros. Sus pasos se encaminaron en la dirección tan bien sabida. Sus pies se notaban torpes al caminar entre la nieve, era cierto que en aquella ocasión parecía haber caído más de lo que estaba habituado. Afortunadamente sus piernas eran prácticamente lo único de su cuerpo que no se encontraba desgastado por el esfuerzo nocturno, de otra forma habría sido un suplicio moverse en tan dificultosa manera. Al pasar frente al edificio central sus ojos se fijaron en lo que sus oídos ya le habían comunicado: una muchedumbre se amontonaba con aspecto poco amistoso. No resultaba difícil pensar en lo ocurrido, la caída de la nieve era problemática con los cultivos y con el agua, así como con el comercio. Lo más probable es que toda esa gente no se encontrara muy conformo con lo ocurrido, ¡como si el clima pudiera ser controlado por ellos! No les importaba, sólo necesitaba poner la culpa sobre algo o alguien, así todo era más fácil.
Lejos de unirse a aquella muchedumbre, Saltador apretó con fuerza la capa que llevaba y movió con un gesto torpe su cabeza para sacudir su pelo que parecía comenzar a congelarse, pretendía alejarse de allí sin llamar la atención en lo más mínimo cuando sus ojos encontraron algo que rompió sus esquemas.
Thiel
¿Qué hacía ella allí? ¿Qué día era? ¿Ya habían pasado tres días? ¿Por qué estaba con la muchedumbre agolpada? ¿Es que no sabía que podría meterse en problemas?
Demasiadas preguntas y muy poco tiempo para que su cabeza las procesara de la forma en que a él le hubiera gustado. No, debía actuar antes de que se metiera en problemas, ¡ella estaba allí por culpa! Los pasos de Saltador se dirigieron hacia el lugar de Ulmer que menos le apetecía: una muchedumbre enfurecida. Ni le gustaban las aglomeraciones ni mucho menos en la forma en que lo hacían en ese momento. Sin embargo antes de lo que hubiera imaginado ya se encontraba allí, formando parte del grupo como uno más. Si hubiera prestado atención a los comentarios de alguno de los que allí se reñían habría entendido lo que ocurría exactamente, aunque no quedaba muy lejos de lo que él pensaba, pero los matices eran importantes. Aún así, el muchacho se centró en acercarse hacia aquella figura que aún bailaba en sus recuerdos frecuentes y, abriéndose paso, consiguió colocarse lo suficientemente cerca como para tomarla del brazo y llamar su atención.
-Oye, ¿en qué lío te andas metiendo?
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
La gente se amontonaba por momentos, cada vez había más afectados por el temporal que había dejado destrozos y pérdidas por todo Ulmer. Si bien era verdad aquello que todos los problemas vienen de golpe y porrazo, la loba ahora sufría los caprichos del destino en sus propias carnes. Con una ligera jaqueca por el trasnoche, Nana se frotó la frente apoyando su peso en su codo que reposaba cómodamente sobre el brazos de su silla. Estaba realmente preocupada por todo lo que se le venía encima las siguientes semanas.
El primero en hablar fue un chico joven de cabellos largos, quizá se había cruzado con él por la calle alguna vez porque su cara le era parecida. En realidad todas le eran más o menos conocidas, excepto un par, ¿Eran de Ulmer? Nana escuchó al muchacho atenta, si bien el comercio era importante para todos, lo primordial era solucionar el tema de todas aquellas personas que se habían quedado sin techo en sus casas, el comercio quedaría paralizado en todas las capitales del continente, menos en Dundarak, allí estaban acostumbrados a este tipo de situaciones. Nana asintió, pues no le faltaba razón.
-Contamos con que no solo se paralizará el comercio aquí, el camino por tierra hacia Lunargenta está intransitable, pero en un par de días, si no vuelve a nevar, la nieve se convertirá el hielo, y eso sí que será un problema. -Apunto la líder.
Rose, que se había mantenido abajo, sentada en un banco mientras escuchaba todo, se acercó a Nana, pero antes hizo una pequeña reverencia a modo de disculpa por colarse. Los murmullos aumentaron, la gente ya no cabía en el gran salón, puesto que no se preveía tanta gente, no habían acondicionado la sala. La bruja se agachó hasta quedar a la altura de la loba y se tapó la boca con la mano.
-Allí. -Susurró Rose y Nana miró a todos lados de la sala. -Detrás de la columna. -Concretó con el mismo tono de susurro al sentir como la cabeza de la loba buscaba incesante entre los visitantes. -Hay una muchacha tirada en el suelo, ¿Qué hacemos? -Preguntó Rose.
Si la bruja había inquirido en aquella muchacha, era porque aquel instinto de bruja había hecho de las suyas en sus entrañas.
-Siéntala en un banco y dale algo de comida y leche caliente. No sé, no habrá desayunado. -Nana se encogió de hombros, no entendía tanto interés y tanto misterio por una chica que se encontraba mal de repente y se había tenido que sentar. Rose asintió con la cabeza y sosteniéndose el vestido bajó de la tarima.
La líder se aclaró la garganta, e iba a seguir atendiendo quejas, cuando su vista se alejó de la muchedumbre, allí estaba. Tan oportuno como siempre. Apartó la mirada una, dos, hasta tres veces, esperando que aquello fuera una visión, o un fantasma. Y finalmente optó, nerviosa, por ignorarlo. Brendarid, ¿Se había dignado a volver después de meses? Después de todo lo que había pasado. Suspiró hondo, tenía que centrarse en su trabajo antes de arreglar sus propios asuntos personales.
-¡Hera! Reparte algo de chocolate caliente, cerveza e hidromiel para los más valientes que esperan fuera su turno. -Ordenó a la muchacha que dejó en una cuna de madera a su pequeña hija.
Las reservas del gran salón eran limitadas, muy limitadas, pero la última remesa de hidormiel de Sandorai y cerveza de Dundarak había llegado hacía relativamente poco y aún no habían acabado con las existencias. Aún.
Rose se acercó a la chica cuyo nombre desconocía, Freya, como la diosa de la belleza y el amor. Se agachó a su lado y le puso suavemente la mano en el hombro.
-¿Estás bien, muchacha? -Le preguntó la bruja frunciendo levemente el ceño pero con un gesto de amabilidad en su rostro. -Anda, acompáñame y te daré algo de desayunar. -Le ofreció tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse.
-¡A mi casa se le ha caído el techo!-Se escuchó desde la multitud una voz de una anciana que alzó el brazo, se abrió paso entre la multitud hasta llegar frente a la tarima. -¿Cómo voy a dormir esta noche? Si mi cama la cubre un manto de nieve. -Preguntó con lástima la pobre mujer que apoyaba sus pasos con un bastón de madera.
-No se preocupe, señora, esta noche nadie dormirá en la calle. -Sentenció la loba y se puso en pie.-Necesitamos a todos los carpinteros que haya en Ulmer. -Dijo refiriéndose a la multitud. -Herreros, y todos aquellos que estén dispuestos a ayudar. Necesitamos mantas y leña. -Miró a todos buscando voluntarios. -Acomodaremos el gran salón para todos aquellos cuya casa no cuente con las condiciones de habitabilidad para pasar el invierno. -Se hizo el silencio, los murmullos callaron incluso fuera del gran salón.
Nana bajó de la tarima e hizo una señal a Alec para que la acompañara. Cogió uno de los extremos de una de las mesas, separándola del banco, Alec la acompañó y ayudó a ponerla en perpendicular a la gente. Acercó un banco a la mesa y se subió para que la vieran y oyeran desde fuera.
-¡En esta mesa Alec apuntará vuestros nombres y los desperfectos de vuestras casas para arreglarlas! ¡Se hará por orden de urgencia! -No preguntó a los compañeros de su actuación y parecían tan sorprendidos como los aldeanos.
Hera ahora repartía por la escalera chocolate caliente e hidromiel por todo el gran salón con ayuda de Leo y el sacerdote.
-¡Y conmigo, todos aquellos que quieran participar en una partida de caza para suministrar víveres para el temporal a todo el poblado! -Alzó el brazo haciendo un ademán para que todos los dispuestos a participar en la caza la siguieran.
Bajó del banco de un salto, acomodándose la capa de zorro se abrió paso entre la gente para salir fuera del gran salón. Pasó por la puerta, donde Brendarid estaba apoyado. Pasó de largo sin siquiera girarse a mirarlo. Pudo sentir como el corazón casi se le sale del pecho. No sabía realmente como actuar, pero una cosa tuvo bien clara, la prioridad ahora era Ulmer, por encima de su vida.
Algunos dejaron a sus mujeres, madres, padres, o hijos en la cola para poder apuntar los daños de sus hogares y siguieron a la líder hasta el exterior. Dentro, Alec se sentó en el banco donde antes había gritado la líder y se sentó con un par de hojas de papel y una pluma que Hera le había proporcionado. Alzó la mano haciendo un ademán para que pasase el primero.
-En orden de la fila por favor. No se amontonen. -Dijo el lobo cruzándose de brazos sobre la mesa con la pluma en la mano.
Fuera, la líder se apoyó en uno de los grandes ídiolos en forma de lobo, dedicado a Ulmer, el primero de todos. Y miró a cada uno de sus cazadores.
-¿Alguien antes no ha cazado en grupo? -Preguntó, pues había gente muy joven allí y debía de saber cuáles eran las debilidades de cada uno de sus integrantes.
Miró a cada uno de ellos y ellas, posando su mirado en sus ojos, intentando leer sus mentes o ver su miedo. Esperando alguna respuesta de alguno de los presentes.
________________________El primero en hablar fue un chico joven de cabellos largos, quizá se había cruzado con él por la calle alguna vez porque su cara le era parecida. En realidad todas le eran más o menos conocidas, excepto un par, ¿Eran de Ulmer? Nana escuchó al muchacho atenta, si bien el comercio era importante para todos, lo primordial era solucionar el tema de todas aquellas personas que se habían quedado sin techo en sus casas, el comercio quedaría paralizado en todas las capitales del continente, menos en Dundarak, allí estaban acostumbrados a este tipo de situaciones. Nana asintió, pues no le faltaba razón.
-Contamos con que no solo se paralizará el comercio aquí, el camino por tierra hacia Lunargenta está intransitable, pero en un par de días, si no vuelve a nevar, la nieve se convertirá el hielo, y eso sí que será un problema. -Apunto la líder.
Rose, que se había mantenido abajo, sentada en un banco mientras escuchaba todo, se acercó a Nana, pero antes hizo una pequeña reverencia a modo de disculpa por colarse. Los murmullos aumentaron, la gente ya no cabía en el gran salón, puesto que no se preveía tanta gente, no habían acondicionado la sala. La bruja se agachó hasta quedar a la altura de la loba y se tapó la boca con la mano.
-Allí. -Susurró Rose y Nana miró a todos lados de la sala. -Detrás de la columna. -Concretó con el mismo tono de susurro al sentir como la cabeza de la loba buscaba incesante entre los visitantes. -Hay una muchacha tirada en el suelo, ¿Qué hacemos? -Preguntó Rose.
Si la bruja había inquirido en aquella muchacha, era porque aquel instinto de bruja había hecho de las suyas en sus entrañas.
-Siéntala en un banco y dale algo de comida y leche caliente. No sé, no habrá desayunado. -Nana se encogió de hombros, no entendía tanto interés y tanto misterio por una chica que se encontraba mal de repente y se había tenido que sentar. Rose asintió con la cabeza y sosteniéndose el vestido bajó de la tarima.
La líder se aclaró la garganta, e iba a seguir atendiendo quejas, cuando su vista se alejó de la muchedumbre, allí estaba. Tan oportuno como siempre. Apartó la mirada una, dos, hasta tres veces, esperando que aquello fuera una visión, o un fantasma. Y finalmente optó, nerviosa, por ignorarlo. Brendarid, ¿Se había dignado a volver después de meses? Después de todo lo que había pasado. Suspiró hondo, tenía que centrarse en su trabajo antes de arreglar sus propios asuntos personales.
-¡Hera! Reparte algo de chocolate caliente, cerveza e hidromiel para los más valientes que esperan fuera su turno. -Ordenó a la muchacha que dejó en una cuna de madera a su pequeña hija.
Las reservas del gran salón eran limitadas, muy limitadas, pero la última remesa de hidormiel de Sandorai y cerveza de Dundarak había llegado hacía relativamente poco y aún no habían acabado con las existencias. Aún.
Rose se acercó a la chica cuyo nombre desconocía, Freya, como la diosa de la belleza y el amor. Se agachó a su lado y le puso suavemente la mano en el hombro.
-¿Estás bien, muchacha? -Le preguntó la bruja frunciendo levemente el ceño pero con un gesto de amabilidad en su rostro. -Anda, acompáñame y te daré algo de desayunar. -Le ofreció tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse.
-¡A mi casa se le ha caído el techo!-Se escuchó desde la multitud una voz de una anciana que alzó el brazo, se abrió paso entre la multitud hasta llegar frente a la tarima. -¿Cómo voy a dormir esta noche? Si mi cama la cubre un manto de nieve. -Preguntó con lástima la pobre mujer que apoyaba sus pasos con un bastón de madera.
-No se preocupe, señora, esta noche nadie dormirá en la calle. -Sentenció la loba y se puso en pie.-Necesitamos a todos los carpinteros que haya en Ulmer. -Dijo refiriéndose a la multitud. -Herreros, y todos aquellos que estén dispuestos a ayudar. Necesitamos mantas y leña. -Miró a todos buscando voluntarios. -Acomodaremos el gran salón para todos aquellos cuya casa no cuente con las condiciones de habitabilidad para pasar el invierno. -Se hizo el silencio, los murmullos callaron incluso fuera del gran salón.
Nana bajó de la tarima e hizo una señal a Alec para que la acompañara. Cogió uno de los extremos de una de las mesas, separándola del banco, Alec la acompañó y ayudó a ponerla en perpendicular a la gente. Acercó un banco a la mesa y se subió para que la vieran y oyeran desde fuera.
-¡En esta mesa Alec apuntará vuestros nombres y los desperfectos de vuestras casas para arreglarlas! ¡Se hará por orden de urgencia! -No preguntó a los compañeros de su actuación y parecían tan sorprendidos como los aldeanos.
Hera ahora repartía por la escalera chocolate caliente e hidromiel por todo el gran salón con ayuda de Leo y el sacerdote.
-¡Y conmigo, todos aquellos que quieran participar en una partida de caza para suministrar víveres para el temporal a todo el poblado! -Alzó el brazo haciendo un ademán para que todos los dispuestos a participar en la caza la siguieran.
Bajó del banco de un salto, acomodándose la capa de zorro se abrió paso entre la gente para salir fuera del gran salón. Pasó por la puerta, donde Brendarid estaba apoyado. Pasó de largo sin siquiera girarse a mirarlo. Pudo sentir como el corazón casi se le sale del pecho. No sabía realmente como actuar, pero una cosa tuvo bien clara, la prioridad ahora era Ulmer, por encima de su vida.
Algunos dejaron a sus mujeres, madres, padres, o hijos en la cola para poder apuntar los daños de sus hogares y siguieron a la líder hasta el exterior. Dentro, Alec se sentó en el banco donde antes había gritado la líder y se sentó con un par de hojas de papel y una pluma que Hera le había proporcionado. Alzó la mano haciendo un ademán para que pasase el primero.
-En orden de la fila por favor. No se amontonen. -Dijo el lobo cruzándose de brazos sobre la mesa con la pluma en la mano.
Fuera, la líder se apoyó en uno de los grandes ídiolos en forma de lobo, dedicado a Ulmer, el primero de todos. Y miró a cada uno de sus cazadores.
-¿Alguien antes no ha cazado en grupo? -Preguntó, pues había gente muy joven allí y debía de saber cuáles eran las debilidades de cada uno de sus integrantes.
Miró a cada uno de ellos y ellas, posando su mirado en sus ojos, intentando leer sus mentes o ver su miedo. Esperando alguna respuesta de alguno de los presentes.
- Por un lado todos aquellos que quieran salir a cazar deberán seguir a Nana hasta fuera del gran salón y contar sus cualidades como cazador a la líder. Si es la primera vez que salen a cazar en grupo, o si por el contrario ya ha cazado en grupo, o bien en otro rol o por la historia de tu personaje.
- Por otro lado todos aquellos que quieran ayudar en las tareas de reparación, deberán hacer la cola con Alec y explicar en qué son hábiles y en qué pueden ayudar. Bien trayendo mantas, cortando leña o arreglando tejados. El color de Alec es #0000cc y puede ser utilizado por cualquiera de vosotros sin sacarlo del Gran Salón (Y sin matarlo, por supuesto)
- Freya, puedes aceptar el ofrecimiento de Rose y tomar algo calentito al lado de la chimenea, o bien apuntarte a alguna de las tareas. Tú eliges. El color de Rose es #ff3399 y puedes utilizarla.
- Y felicidades a todos por los buenos posts que estáis dejando por aquí.
Nana
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Cada vez entraba más gente, lo que antes era una docena de personas ahora se había multiplicado, parecía ser que a todos nos había ocurrido algo a nuestro pesar durante la helada noche. Una mujer cercana a la líder se lleva a una muchacha que se hallaba en un rincón, no la había reconocido de primeras pero era Freya, la muchacha que habíamos rescatado en el bosque, tiempo hacía que nos veíamos y pensaba que había aguardado en la taberna de la aldea.
Tras varias quejas, mueven la gran mesa que se hallaba en el lugar colocandola hacía nosotros informándonos que hagamos una fila. Al ser de el primer grupo en haber llegado me encontraba de los primeros, teniendo así delante una pareja de ancianos a la que su casa se había derruido parte del tejado, según murmuraban. Nana, a la que solía ver por el pueblo salió por la puerta haciendo un llamamiento a los hombres y mujeres que supiesen cazar, para recoger alimento para nuestras horas malas. Por un instante lo pienso, pero siendo yo más útil en el arte de la carpintería que en la caza doy un paso al frente manteniendome en la cola. Así pues sería más eficiente.
La cola avanzaba donde la gente apuntaba sus desperfectos y lo que necesitaba y en otra hoja, el nombre y el oficio en el que ayudar. Una vez es mi turno doy un paso al frente hacía Alec él dice: -Adelante, ¿nombre?. Por lo que contesto apoyado con los dedos sobre la mesa. -Lycon, Lycon Aullan-Después de apuntarlo este alza la mirada-¿Desperfectos?-No no, la carpintería está bien, vengo a ayudar como carpintero y si se me permite, decir que si la taberna esta leve o mayormente derruida, que sea prioridad pues más grande que esta sala es.-Después de ver como lo apunta, doy un paso a la izquierda y alejándome de la cola, espero instrucciones.
Tras varias quejas, mueven la gran mesa que se hallaba en el lugar colocandola hacía nosotros informándonos que hagamos una fila. Al ser de el primer grupo en haber llegado me encontraba de los primeros, teniendo así delante una pareja de ancianos a la que su casa se había derruido parte del tejado, según murmuraban. Nana, a la que solía ver por el pueblo salió por la puerta haciendo un llamamiento a los hombres y mujeres que supiesen cazar, para recoger alimento para nuestras horas malas. Por un instante lo pienso, pero siendo yo más útil en el arte de la carpintería que en la caza doy un paso al frente manteniendome en la cola. Así pues sería más eficiente.
La cola avanzaba donde la gente apuntaba sus desperfectos y lo que necesitaba y en otra hoja, el nombre y el oficio en el que ayudar. Una vez es mi turno doy un paso al frente hacía Alec él dice: -Adelante, ¿nombre?. Por lo que contesto apoyado con los dedos sobre la mesa. -Lycon, Lycon Aullan-Después de apuntarlo este alza la mirada-¿Desperfectos?-No no, la carpintería está bien, vengo a ayudar como carpintero y si se me permite, decir que si la taberna esta leve o mayormente derruida, que sea prioridad pues más grande que esta sala es.-Después de ver como lo apunta, doy un paso a la izquierda y alejándome de la cola, espero instrucciones.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
El gentío se agolpaba cada vez más, varias personas golpearon su hombro tratando de pasar, por lo que se encontraba cada vez más arrinconado contra el marco de la puerta. Cuando los ojos de Nana se posaron en los suyos, el pecho le quemaba no solo de forma metafórica, sino literalmente. Puso una mano sobre el mismo lugar donde aquel niño le había golpeado y pudo comprobar que emitía calor como si fuese una quemadura recién hecha. Ya que el no tenía ninguna petición, decidió alejarse de la puerta del gran salón y esperar a que la situación se relajase un poco.
Estaba de pie sobre la capa de nieve que cubría las calles; en su momento había tenido unas botas desgastadas que le ayudaban en estos casos, pero ahora cubría sus pies con poco más que unos trozos de tela cosidos. ¿Dónde había perdido esas botas? Ya ni lo recordaba, aunque no las tenía en las tierras de los humanos con orejas puntiagudas, así que debía de haber sido hace algo más de un mes. Una pena, eran una de las pocas prendas de ropa que había llegado a considerar realmente útiles.
No tuvo demasiado tiempo para seguir pensando en aquellas botas, Nana salía por la puerta con el paso decidido pidiendo voluntarios para una partida de caza. No es que estuviese en las mejores condiciones físicas para cazar en ese momento, pero darse la vuelta e irse ahora no ayudaría a mitigar la situación. Salió de dudas cuando ella pasó por su lado, aun con evidente intención de ignorarle, Brendarid no apartó su mirada de aquellos ojos amarillos. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el viento decidió que un mechón de su cabello negro rozase la cara del lobo. El pecho volvió a arderle, esta vez solo de forma metafórica, pero con tanta intensidad que casi se queda sin aliento.
Lo tenía decidido, y antes de que nadie dijese nada, se adelantó -Yo iré a cazar. No lo he hecho nunca en grupo, pero me las apañaré.
Estaba de pie sobre la capa de nieve que cubría las calles; en su momento había tenido unas botas desgastadas que le ayudaban en estos casos, pero ahora cubría sus pies con poco más que unos trozos de tela cosidos. ¿Dónde había perdido esas botas? Ya ni lo recordaba, aunque no las tenía en las tierras de los humanos con orejas puntiagudas, así que debía de haber sido hace algo más de un mes. Una pena, eran una de las pocas prendas de ropa que había llegado a considerar realmente útiles.
No tuvo demasiado tiempo para seguir pensando en aquellas botas, Nana salía por la puerta con el paso decidido pidiendo voluntarios para una partida de caza. No es que estuviese en las mejores condiciones físicas para cazar en ese momento, pero darse la vuelta e irse ahora no ayudaría a mitigar la situación. Salió de dudas cuando ella pasó por su lado, aun con evidente intención de ignorarle, Brendarid no apartó su mirada de aquellos ojos amarillos. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el viento decidió que un mechón de su cabello negro rozase la cara del lobo. El pecho volvió a arderle, esta vez solo de forma metafórica, pero con tanta intensidad que casi se queda sin aliento.
Lo tenía decidido, y antes de que nadie dijese nada, se adelantó -Yo iré a cazar. No lo he hecho nunca en grupo, pero me las apañaré.
Brendarid
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Aun en el rincón, comenzando a calmarse aun frente a esa inmensa multitud que protestaba, respiró hondo, y notó una mano en el hombro que la hizo tensar se y encogerse. Miró hacia arriba con lentitud comprendiendo que era una estupidez asustarse por un simple toque de hombro y miró con ojos grandes a la mujer que se había acercado a ella, suspirando aliviada, debía recordar que ya no estaba en su vieja manada, ahora se encontraba en Ulmer.
Asintiendo, guardando silencio, para no contribuir al escándalo que se extendía por la sala, siguió a la joven sin acabar de entender hasta que le dijo que le daría algo para que comiera, retrocedió un poco y negó con la cabeza antes de hablar con voz suave, no vería justo comer si los demás no iban a hacerlo. Pero no tardó en anunciarse que se repartiría algo de chocolate caliente y eso la hizo acceder y seguir a la chica sin protestas.
Se sentó en una mesa y rodeó la taza humeante con las manos, mirando a la joven que se había acercado a ella y la había llevado hasta esa mesa. Sopló y dio un trago que le comenzó a calentar y a templar los ánimos, parecía una buena persona, no creía que fuera a dañarla, en realidad, ninguno de los presentes parecía, aun con la rabia de los desperfectos, ir a ponerse agresivo, probablemente el tener un buen líder era lo que hacía que pudieran mantener la calma.
- Gracias.- le sonrió.- Estoy bien, solo que las multitudes me ponen algo nerviosa.- respondió.- Llegué hace poco y aun no tengo claro como va todo.
- Tranquila, ¿eres loba desde hace poco...?- le preguntó la joven con una invitación a presentarse.
- Freya.- terminó su frase.- Hace dos años.- dijo con sencillez.
- Un placer, Soy Rose- respondió a la presentación la mujer.- ¿Dos años? ¿Y cuanto hace que estás en Ulmer?No recuerdo haberte visto antes, ¿eras de otra manada?
- Menos de una semana, mi anterior manada...- explicó, tragó saliva, tensando se, con el miedo reflejado en sus ojos, ante la simple mención de su antiguo "hogar", iba a seguir hablando no sabía exactamente que diría, pero estaba dispuesta a explicar, al menos, que había logrado huir, cuando anunciaron que buscaban gente para ayudar. Giró la cabeza para mirar, ella no sabía cazar, pero si podía repartir mantas o ayudar llevar materiales de un lado a otro, con las carretas no era difícil, era el mismo trabajo que había hecho en la granja.- ¿Te importa si voy?- preguntó- Me gustaría ser de ayuda.- Se disculpó apurando el chocolate, levantándose ante la sonrisa de la joven, amable, que probablemente seguiría, más tarde, preguntándole, Freya dudaba que su reacción hubiera pasado desapercibida.
Se acercó a la fila del interior, donde un tipo llamado Alec reclutaba a quienes ayudarían en el poblado, y esperó paciente su turno mientras miraba a la gente sentarse por la sala o salir de ella para unirse a la partida de caza. Estaba claro que hacía falta gente para ayudar, y quitando a personas mayores y niños, eran ellos los únicos que podían hacer algo, por poco que fuera, como era su caso. Se acercó al hombre que apuntaba nombres y alzó la cabeza algo tensa.
- ¿Nombre?- preguntó directamente haciendo que la chica diera un pequeño respingo.
- Freya Lathman.- respondió.
- ¿Algún desperfecto?- le preguntó con una ceja alzada, como si pensara que no podría hacer nada, lógico, no es que fuera la gran cosa en cuanto a fuerza, ni tampoco en maña.
- No, yo... quería ayudar, con el reparto de suministros.- musitó con timidez, era lo único que podía hacer en ese momento.
Vio que escribían sus respuestas y siguió la indicación silenciosa de que se alejase. Se apoyó en la pared mirando a su alrededor, y se mantuvo a la espera, la cola era larga, pero suponía que pronto les darían alguna instrucción a seguir, los desperfectos y las personas que necesitaban ayuda no eran pocas, pero la gente que se había dispuesto a ayudar, tampoco, por lo que era probable que pudieran acabar pronto con las reparaciones. Empezaba a ver las enormes diferencias entre su manada y la de Ulmer, allí nunca, nadie, se habría prestado a ayudar a nadie, había reinado la ley de la selva, Ulmer era más pacífico, más civilizado, tal vez pudiera sentirse a gusto en un lugar así.
Asintiendo, guardando silencio, para no contribuir al escándalo que se extendía por la sala, siguió a la joven sin acabar de entender hasta que le dijo que le daría algo para que comiera, retrocedió un poco y negó con la cabeza antes de hablar con voz suave, no vería justo comer si los demás no iban a hacerlo. Pero no tardó en anunciarse que se repartiría algo de chocolate caliente y eso la hizo acceder y seguir a la chica sin protestas.
Se sentó en una mesa y rodeó la taza humeante con las manos, mirando a la joven que se había acercado a ella y la había llevado hasta esa mesa. Sopló y dio un trago que le comenzó a calentar y a templar los ánimos, parecía una buena persona, no creía que fuera a dañarla, en realidad, ninguno de los presentes parecía, aun con la rabia de los desperfectos, ir a ponerse agresivo, probablemente el tener un buen líder era lo que hacía que pudieran mantener la calma.
- Gracias.- le sonrió.- Estoy bien, solo que las multitudes me ponen algo nerviosa.- respondió.- Llegué hace poco y aun no tengo claro como va todo.
- Tranquila, ¿eres loba desde hace poco...?- le preguntó la joven con una invitación a presentarse.
- Freya.- terminó su frase.- Hace dos años.- dijo con sencillez.
- Un placer, Soy Rose- respondió a la presentación la mujer.- ¿Dos años? ¿Y cuanto hace que estás en Ulmer?No recuerdo haberte visto antes, ¿eras de otra manada?
- Menos de una semana, mi anterior manada...- explicó, tragó saliva, tensando se, con el miedo reflejado en sus ojos, ante la simple mención de su antiguo "hogar", iba a seguir hablando no sabía exactamente que diría, pero estaba dispuesta a explicar, al menos, que había logrado huir, cuando anunciaron que buscaban gente para ayudar. Giró la cabeza para mirar, ella no sabía cazar, pero si podía repartir mantas o ayudar llevar materiales de un lado a otro, con las carretas no era difícil, era el mismo trabajo que había hecho en la granja.- ¿Te importa si voy?- preguntó- Me gustaría ser de ayuda.- Se disculpó apurando el chocolate, levantándose ante la sonrisa de la joven, amable, que probablemente seguiría, más tarde, preguntándole, Freya dudaba que su reacción hubiera pasado desapercibida.
Se acercó a la fila del interior, donde un tipo llamado Alec reclutaba a quienes ayudarían en el poblado, y esperó paciente su turno mientras miraba a la gente sentarse por la sala o salir de ella para unirse a la partida de caza. Estaba claro que hacía falta gente para ayudar, y quitando a personas mayores y niños, eran ellos los únicos que podían hacer algo, por poco que fuera, como era su caso. Se acercó al hombre que apuntaba nombres y alzó la cabeza algo tensa.
- ¿Nombre?- preguntó directamente haciendo que la chica diera un pequeño respingo.
- Freya Lathman.- respondió.
- ¿Algún desperfecto?- le preguntó con una ceja alzada, como si pensara que no podría hacer nada, lógico, no es que fuera la gran cosa en cuanto a fuerza, ni tampoco en maña.
- No, yo... quería ayudar, con el reparto de suministros.- musitó con timidez, era lo único que podía hacer en ese momento.
Vio que escribían sus respuestas y siguió la indicación silenciosa de que se alejase. Se apoyó en la pared mirando a su alrededor, y se mantuvo a la espera, la cola era larga, pero suponía que pronto les darían alguna instrucción a seguir, los desperfectos y las personas que necesitaban ayuda no eran pocas, pero la gente que se había dispuesto a ayudar, tampoco, por lo que era probable que pudieran acabar pronto con las reparaciones. Empezaba a ver las enormes diferencias entre su manada y la de Ulmer, allí nunca, nadie, se habría prestado a ayudar a nadie, había reinado la ley de la selva, Ulmer era más pacífico, más civilizado, tal vez pudiera sentirse a gusto en un lugar así.
Freya Lathman
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
La mueca de Thiel oscilaba entre la sorpresa y la diversión mientras miraba detenidamente a las personas que se conglomeraban en el salón. Aunque la situación no era para estar sonriendo y llegó a sentir cómo algunas miradas ofuscadas se posaban sobre ella, no podía evitar sentirse alegre al encontrarse, por fin, en ese pueblo del cual tanto había escuchado hablar. La gente estaba molesta, sí, pero seguramente en el fondo veían, al igual que ella, cuán afortunados eran al encontrarse en un sitio que gozaba de tal organización. Contaban con una líder que parecía ser devota a sus súbditos y se esforzaba por mantener el orden. Thiel se asombró al ver cómo, a pesar del disgusto general, nadie perdía el control ni se ponía violento. ¡Era un salón repleto de licántropos y todos estaban formando fila respetuosamente! En su jauría eso jamás hubiese ocurrido: allí todo se reducía a la supervivencia del más fuerte.
Sus grandes ojos oliva seguían indagando el comportamiento de los demás cuando una enorme mano la tomó del brazo. Tras dar un respingo al ser arrancada tan bruscamente de sus cavilaciones, alzó la mirada para encontrarse con esos amables orbes amarillos que tanto había recordado durante su viaje hasta allí. Al instante una sonrisa de oreja a oreja le adornó las facciones y, como si no se vieran desde hacía meses, la joven saltó hacia su amigo para estrecharlo en un abrazo.
–¡Salti! –Nadie que consiguiese agradarle a Thiel se libraba de obtener un apodo, por ridículo que este sonase. Lo apretó con todas sus fuerzas y, al separarse, volvió a mirar hacia arriba en busca de la mirada ajena– ¡Ningún lío, lo prometo! No te imaginas lo difícil que fue llegar, vine aquí para resguardarme por un momento de la nieve y… –su frase fue interrumpida por una taza de chocolate caliente que fue puesta frente a sus narices por una mujer de gesto maternal. Thiel no dudó en aceptarla, agachando la cabeza y agradeciendo por lo bajo la amabilidad. La mujer de nombre Hera, tras intercambiar cordiales sonrisas, continuó repartiendo el brebaje– …¡y sí que ha sido una buena idea!
Vació la taza de una sentada, devolviéndole un poco de calor a su cansado cuerpecito, y volvió su atención al entorno. Sus expresivas facciones delataban el entusiasmo que poseía y cuánto se esforzaba por dividir su atención entre su amigo, quienes los rodeaban y la líder, que pronto pasó por su lado para llegar al exterior y reclutar a los lobos que quisieran acompañarla a cazar. Thiel no sabía cuánto tiempo iba a quedarse en Ulmer, pero supuso que al menos esa noche tocaría descansar allí. Siendo así, pensó que lo menos que podía hacer era procurarse su propia comida junto a los demás, para no consumir descaradamente las reservas del pueblo. Aunque jamás había cazado con quienes no fueran familia, su ávida curiosidad la empujó a optar por la cacería. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Los lobos no eran tan débiles como para correr peligro si llegaba a perder el control… o eso quería pensar.
Dio un suave tirón en la manga de Saltador para indicarle que saldría junto a la cabecilla y le bastó mirarle a los ojos para soltar la tácita pregunta del “¿vienes conmigo?”. Sabía que para su amigo no era tan fácil, puesto que conocía sus demonios. No obstante pensó que, si decidía acompañarla, quizás sería bueno para él dejarse llevar aunque fuera sólo un poco. Después de todo ella, aunque menos gravemente, conocía y compartía sus temores.
Tras dejar la taza sobre la primera superficie plana que encontró, se encaminó hacia la mujer que tan hábilmente mezclaba amabilidad con imponencia en su tono y, parándose junto al hombre de cabello ensortijado que también iría a cazar, habló con entusiasmo:
–¡Yo también iré! Sólo lo he hecho con mi familia, pero intentaré seguir el ritmo. Por cierto, mi nombre es Thiel.
Sus grandes ojos oliva seguían indagando el comportamiento de los demás cuando una enorme mano la tomó del brazo. Tras dar un respingo al ser arrancada tan bruscamente de sus cavilaciones, alzó la mirada para encontrarse con esos amables orbes amarillos que tanto había recordado durante su viaje hasta allí. Al instante una sonrisa de oreja a oreja le adornó las facciones y, como si no se vieran desde hacía meses, la joven saltó hacia su amigo para estrecharlo en un abrazo.
–¡Salti! –Nadie que consiguiese agradarle a Thiel se libraba de obtener un apodo, por ridículo que este sonase. Lo apretó con todas sus fuerzas y, al separarse, volvió a mirar hacia arriba en busca de la mirada ajena– ¡Ningún lío, lo prometo! No te imaginas lo difícil que fue llegar, vine aquí para resguardarme por un momento de la nieve y… –su frase fue interrumpida por una taza de chocolate caliente que fue puesta frente a sus narices por una mujer de gesto maternal. Thiel no dudó en aceptarla, agachando la cabeza y agradeciendo por lo bajo la amabilidad. La mujer de nombre Hera, tras intercambiar cordiales sonrisas, continuó repartiendo el brebaje– …¡y sí que ha sido una buena idea!
Vació la taza de una sentada, devolviéndole un poco de calor a su cansado cuerpecito, y volvió su atención al entorno. Sus expresivas facciones delataban el entusiasmo que poseía y cuánto se esforzaba por dividir su atención entre su amigo, quienes los rodeaban y la líder, que pronto pasó por su lado para llegar al exterior y reclutar a los lobos que quisieran acompañarla a cazar. Thiel no sabía cuánto tiempo iba a quedarse en Ulmer, pero supuso que al menos esa noche tocaría descansar allí. Siendo así, pensó que lo menos que podía hacer era procurarse su propia comida junto a los demás, para no consumir descaradamente las reservas del pueblo. Aunque jamás había cazado con quienes no fueran familia, su ávida curiosidad la empujó a optar por la cacería. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Los lobos no eran tan débiles como para correr peligro si llegaba a perder el control… o eso quería pensar.
Dio un suave tirón en la manga de Saltador para indicarle que saldría junto a la cabecilla y le bastó mirarle a los ojos para soltar la tácita pregunta del “¿vienes conmigo?”. Sabía que para su amigo no era tan fácil, puesto que conocía sus demonios. No obstante pensó que, si decidía acompañarla, quizás sería bueno para él dejarse llevar aunque fuera sólo un poco. Después de todo ella, aunque menos gravemente, conocía y compartía sus temores.
Tras dejar la taza sobre la primera superficie plana que encontró, se encaminó hacia la mujer que tan hábilmente mezclaba amabilidad con imponencia en su tono y, parándose junto al hombre de cabello ensortijado que también iría a cazar, habló con entusiasmo:
–¡Yo también iré! Sólo lo he hecho con mi familia, pero intentaré seguir el ritmo. Por cierto, mi nombre es Thiel.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Saltador disfrutó durante unos instantes la reacción que provocó en el rostro de aquella muchacha, desde la repentina sorpresa hasta la curva que formaban sus labios en un movimiento amplio, haciendo que su rostro se volviera jovial. Sin embargo no estaba preparado para lo que vendría a continuación, quizás aún no conocía del todo a aquella muchacha o quizás simplemente el recuerdo que tenía de su último (y único) encuentro aún no se encontraba asimilado por su cerebro. En cualquier caso, el salto de aquella joven sobre él estuvo a punto de vencer la escasa resistencia física que le quedaba. Su rostro se sonrojó al escuchar la forma en que ella se refería a él. Era la primera persona que hacía un uso de su nombre de esa forma, sus mejillas se sonrosaron y una cierta incomodidad amenazaba con abrirse paso. Pero los brazos de la chica lo estrecharon con fuerza y aquel gesto reconfortó al corpulento aprendiz de herrero. Apenas tuvo tiempo de completar el abrazo con sus pesados y cansados brazos, su cuerpo cansado sentía un poco de dolor por el apretón, pero en aquel instante sintió el calor de Thiel y el resto de cosas se esfumaron. Por un instante todo pasó a un segundo plano.
Como siempre, aquella muchacha se mostraba muy inquieta. Apenas comenzaba a explicarle lo difícil que le había resultado llegar hasta él cuando entre sus manos aparecía una taza humeante. Conocía a aquella mujer de vista, aunque no sabía si sería mutuo. En cualquier caso, casi sin pensar lo que estaba ocurriendo sus manos sostenían una taza similar a la de Thiel. No lo podía negar, tenía frío, hambre y estaba cansado, era imposible rechazar algo tan ideal en aquel momento. Comenzó a tomarla mientras sus ojos se posaban en los de quien sabía que tenía el control sobre aquel lugar. Era curioso, los ojos de aquella mujer eran del mismo color que los suyos, quizás diferentes en tonalidad pero era un color curioso que no estaba acostumbrado a encontrar. De nuevo sabía quién era ella, aunque no esperaba que fuese recíproco. Por supuesto ella era un personaje realmente importante en Ulmer mientras que él era simplemente un huérfano aprendiz de herrero. Estaba tomando el control de la situación con relativa facilidad, o al menos eso es lo que se dejaba ver. Si lo pensaba, para él sería completamente imposible lidiar con toda aquella gente y sus quejas. No, no le gustaban nada las muchedumbres y no creía que fuese especialmente en el trato con los demás, prefería la calma de la forja. Mientras él pensaba sobre aquellos problemas, ella ya había conseguido lidiar con el problema y mover a la gente a formar varios grupos de trabajo. Aquella actitud resuelta causó la aprobación interna por parte de Saltador, al tiempo que observaba con interés cómo la gente pasaba de quejarse abiertamente a formar filas para ponerse a trabajar. Era una cosa que debía reconocer, la organización de aquel lugar era un ejemplo.
Saltador se llevó la taza a la boca en un pequeño trago, suficiente como para que notara como todo su esófago ardía, por suerte el sorbo había sido escaso. Si lo pensaba su elección era clara, era un herrero después de todo. Pese a que sus brazos aún notaban el cansancio acumulado de la noche anterior, sabía que no muchos allí podrían ser capaces de aportar tanto como él en ese sentido. Era alguien humilde, pero también sabedor de sus capacidades. Sin embargo aquella muchacha de ojos de color oliva que parecía haber vaciado ya su taza parecía querer acabar con la vida rutinaria y aburrida que llevaba. Su mente se detuvo justo en el momento en que un gesto tan inocente como el de tirar de su manga indicaba la opción que ella pretendía tomar, justo la contraria a la que él habría elegido. Los ojos de Thiel le indicaron lo suficiente como para que en su mente, clara hasta unos instantes antes, comenzara a rebullir con un debate interno. ¿Qué debía hacer? Estaba claro que era su responsabilidad tomar el trabajo como herrero, el señor Stern podría necesitarlo si pedían algo más, sus habilidades podían aplicarse directamente en ciertos temas en los que podría ejercer como guía a otros más inexpertos. Además, cazar en grupo quizás no sería la mejor de las ideas. Que en la última ocasión todo saliera bien no quería decir que pudiera confiarse ante lo que sabía que podría ocurrir en cualquier momento. Era un grupo muy grande, quizás el peligro sería menor, pero respecto a ese tema no era capaz de baremar con claridad. Notaba su cuerpo cansado, cansado por el esfuerzo de toda la noche. Sí, quizás era una buena idea tomar un descanso de su labor como herrero, quizás salir de caza y estirar las piernas, compartir con el grupo una aventura. Claro que no era amante de los grupos, no si era demasiado grande. Pero estaba Thiel, era su compañera de caza y además, debía evitar que se metiera en líos. Si, quizás no fuese consciente de que aquello no se trataba más que de una excusa que se daba a sí mismo, quizás sí pero no estaba dispuesto a reconocerlo. Sea como fuere acababa de tomar una decisión.
Como si hubiera olvidado por un instante la temperatura a la que se encontraba el líquido de su taza, Saltador tomó todo el contenido que quedaba de un trago. Mientras su mano derecha apoyaba la taza en una de las mesas cercanas, su cuerpo comenzó a calentarse sobremanera provocando que sus mejillas se tornaran de un color rojizo y sus ojos brillaran con intensidad, reflejando quizás una decisión que realmente no era tal. Pese a todo, sabía que una vez elegía una opción no era alguien que soliera echarse atrás, todo lo contrario, era bastante cabezota.
Sus pasos lo llevaron hasta el mismo lugar al que llegara Thiel, así como otros desconocidos que parecían unirse al equipo de caza con mucha más decisión que él. Su voz se alzó una vez estuvo lo suficientemente cerca, si bien no tanto como a él le hubiera gustado, pues sonaba más tímido de lo que quería mostrar.
-Mi nombre es Saltador, yo también quiero ayudar con la caza.
Una vez dicho esto, sus ojos comenzaron a examinar a todos los presentes allí, tal y como solía hacer cada vez que encontraba algo o alguien nuevo.
Como siempre, aquella muchacha se mostraba muy inquieta. Apenas comenzaba a explicarle lo difícil que le había resultado llegar hasta él cuando entre sus manos aparecía una taza humeante. Conocía a aquella mujer de vista, aunque no sabía si sería mutuo. En cualquier caso, casi sin pensar lo que estaba ocurriendo sus manos sostenían una taza similar a la de Thiel. No lo podía negar, tenía frío, hambre y estaba cansado, era imposible rechazar algo tan ideal en aquel momento. Comenzó a tomarla mientras sus ojos se posaban en los de quien sabía que tenía el control sobre aquel lugar. Era curioso, los ojos de aquella mujer eran del mismo color que los suyos, quizás diferentes en tonalidad pero era un color curioso que no estaba acostumbrado a encontrar. De nuevo sabía quién era ella, aunque no esperaba que fuese recíproco. Por supuesto ella era un personaje realmente importante en Ulmer mientras que él era simplemente un huérfano aprendiz de herrero. Estaba tomando el control de la situación con relativa facilidad, o al menos eso es lo que se dejaba ver. Si lo pensaba, para él sería completamente imposible lidiar con toda aquella gente y sus quejas. No, no le gustaban nada las muchedumbres y no creía que fuese especialmente en el trato con los demás, prefería la calma de la forja. Mientras él pensaba sobre aquellos problemas, ella ya había conseguido lidiar con el problema y mover a la gente a formar varios grupos de trabajo. Aquella actitud resuelta causó la aprobación interna por parte de Saltador, al tiempo que observaba con interés cómo la gente pasaba de quejarse abiertamente a formar filas para ponerse a trabajar. Era una cosa que debía reconocer, la organización de aquel lugar era un ejemplo.
Saltador se llevó la taza a la boca en un pequeño trago, suficiente como para que notara como todo su esófago ardía, por suerte el sorbo había sido escaso. Si lo pensaba su elección era clara, era un herrero después de todo. Pese a que sus brazos aún notaban el cansancio acumulado de la noche anterior, sabía que no muchos allí podrían ser capaces de aportar tanto como él en ese sentido. Era alguien humilde, pero también sabedor de sus capacidades. Sin embargo aquella muchacha de ojos de color oliva que parecía haber vaciado ya su taza parecía querer acabar con la vida rutinaria y aburrida que llevaba. Su mente se detuvo justo en el momento en que un gesto tan inocente como el de tirar de su manga indicaba la opción que ella pretendía tomar, justo la contraria a la que él habría elegido. Los ojos de Thiel le indicaron lo suficiente como para que en su mente, clara hasta unos instantes antes, comenzara a rebullir con un debate interno. ¿Qué debía hacer? Estaba claro que era su responsabilidad tomar el trabajo como herrero, el señor Stern podría necesitarlo si pedían algo más, sus habilidades podían aplicarse directamente en ciertos temas en los que podría ejercer como guía a otros más inexpertos. Además, cazar en grupo quizás no sería la mejor de las ideas. Que en la última ocasión todo saliera bien no quería decir que pudiera confiarse ante lo que sabía que podría ocurrir en cualquier momento. Era un grupo muy grande, quizás el peligro sería menor, pero respecto a ese tema no era capaz de baremar con claridad. Notaba su cuerpo cansado, cansado por el esfuerzo de toda la noche. Sí, quizás era una buena idea tomar un descanso de su labor como herrero, quizás salir de caza y estirar las piernas, compartir con el grupo una aventura. Claro que no era amante de los grupos, no si era demasiado grande. Pero estaba Thiel, era su compañera de caza y además, debía evitar que se metiera en líos. Si, quizás no fuese consciente de que aquello no se trataba más que de una excusa que se daba a sí mismo, quizás sí pero no estaba dispuesto a reconocerlo. Sea como fuere acababa de tomar una decisión.
Como si hubiera olvidado por un instante la temperatura a la que se encontraba el líquido de su taza, Saltador tomó todo el contenido que quedaba de un trago. Mientras su mano derecha apoyaba la taza en una de las mesas cercanas, su cuerpo comenzó a calentarse sobremanera provocando que sus mejillas se tornaran de un color rojizo y sus ojos brillaran con intensidad, reflejando quizás una decisión que realmente no era tal. Pese a todo, sabía que una vez elegía una opción no era alguien que soliera echarse atrás, todo lo contrario, era bastante cabezota.
Sus pasos lo llevaron hasta el mismo lugar al que llegara Thiel, así como otros desconocidos que parecían unirse al equipo de caza con mucha más decisión que él. Su voz se alzó una vez estuvo lo suficientemente cerca, si bien no tanto como a él le hubiera gustado, pues sonaba más tímido de lo que quería mostrar.
-Mi nombre es Saltador, yo también quiero ayudar con la caza.
Una vez dicho esto, sus ojos comenzaron a examinar a todos los presentes allí, tal y como solía hacer cada vez que encontraba algo o alguien nuevo.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
"Esto no puede salir bien" Se repetía una y otra vez para si misma mientras rechinaba los dientes. No tenía que notarse la ansiedad que estaba sometida ahora la líder, no podía flaquear, no podía derrumbarse ni escapar. Un suspiro de alivio salió de sus labios al ver cómo la gente se amontonaba alrededor de ella haciendo un semicírculo. Los suficientes para tener una partida de caza medio decente y poder cazar, al menos conseguir la comida suficiente para pasar la helada hasta que se derritiera la nieve. Siguió inevitablemente con la mirada a Brendarid, a quien intentaba con todas sus fuerzas ignorar al menos hasta que todo aquello se estabilizara. Pero su sola presencia le hacía hervir la sangre, ¿Por qué ahora después de tantísimo tiempo? ¡Malditos problemas que tienden a aparecer cuando menos lo esperas!
Habló primero una muchacha, chiquitilla, pero nerviosa, si algo había aprendido Nana era a calar a las personas, y aquella muchacha de ojos verdes parecía un pequeño huracán buscando soltar adrenalina por cada uno de sus poros. Sonrió ligeramente, pues le recordó a aquella energía que solía desprender. El aprendiz del herrero a su lado también se presentó tímidamente.
Nana se estiró, quedando erguida frente al poste en el que antes apoyaba la espalda, llevó sus manos tras su espalda por debajo de la capa que le caía sobre los hombros y miró a los presentes, rehuyendo la mirada de Brendarid. En total eran 15, un número considerable para cazar al menos cinco ejemplares. Las cuentas se hacían poco a poco en la cabeza de Nana mientras, con oídos sordos, escuchaba sus presentaciones. Y el plan casi se trazó solo. La reina de la improvisación.
-Bien. -Cortó al último en hablar cuando todos los números se hicieron en su cabeza. -Tres grupos, de cinco personas. -Sentenció clavándose en el suelo frente al grupo de gente.
Comenzó a señalar con el dedo, cinco a la derecha, cinco a la izquierda. Cinco en el centro… ¡Maldita sea! Su subconsciente le jugó una mala pasada, apretó los dientes, pues había dejado a Brendarid en el último grupo inconscientemente.
-… Y nosotros cinco. -Dijo contándose a si misma, al aprendiz del herrero y a Brendarid con resignación.
Se acomodó la capa antes de proseguir.
-Necesitamos nueve piezas. Según los dioses, cada sacrificio se hará mordiéndole el cuello al animal para evitar su angustia. Las reglas son sencillas, nada de crías, nada de hembras gestantes, solo machos grandes. -Sentenció parafraseando al sacerdote.
Pese a que ella no era particularmente creyente, su pueblo sí, y debía de respetarlo.
-Vosotros. -Apuntó al primer grupo. -Al bosque, adentraros en la arboleda. Allí hay ciervos. -Ordenó, y el grupo se agrupó rápidamente haciendo un pequeño círculo esperando las próximas órdenes de la líder. -Vosotros, al sur, me vale cualquier animal de pequeño tamaño que se pueda comer sin contraer ninguna enfermedad. -Ordenó también, pues este era el grupo que parecía más desfavorecido por sus integrantes, ancianos y adolescentes. -Nos reuniremos aquí, en el gran salón, con las presas al anochecer.
Rose, que había estado ateniendo a Freya, salió rápidamente del gran salón, temiendo que la loba se fuera ignorándola se echó a correr con una mochila de cuero en la mano, como una madre con su hija, le puso las asas de la mochila a la loba.
-El almuerzo… -Le dijo casi sin respiración por la carrera que se había dado desde el gran salón. Le guiñó un ojo y Nana negó con la cabeza un par de veces. No tenía remedio. Le sonrió a modo de agradecimiento y Rose, tal y como vino, se fue.
Nana se giró, ambos grupos se habían dispersado y se disponían para iniciar su partida de caza, mientras el último grupo esperaba órdenes de la loba.
-Nosotros… -Miró a la chica, cuyo nombre dijo que era Thiel, al aprendiz del herrero ¿Saltador? y Bren. -Somos cuatro. -Frunció el ceño, uno de los más pequeños había sido literalmente secuestrado por su madre segundos atrás y ahora era arrastrado hasta su casa.
La loba se encogió de hombros y negó con la cabeza. Ella sola podría hacer el trabajo de los cuatro, pero organizar aquello también hacía cohesión en la aldea.
-Nosotros iremos al norte, allí campan a sus anchas en las estepas los yaks. -Sonrió de medio lado dejando ver uno de sus afilados colmillos. -Quizá la tarea más peligrosa, incluso más peligrosa que la nieve. -Apuntó, medio en broma para quitarle hierro al asunto. -No estáis obligados a venir. -Se giró golpeando elegantemente su capa para dejarla tras de ella y luego se la desenganchó, dejándola en el suelo.
-¡Vamos! - Gritó y se echó a correr.
Mientras corría en su forma humana hincando los pies en la nieve torpemente, se transformó en lobo dejando su ropa tras de si. Iba a ser una jornada intensa e interesante, partían sin agua y sin víveres, la líder confiaba en sus dotes de supervivencia y conocía perfectamente la situación del río, el cual seguirían hasta llegar a la llanura donde el mayor rebaño de yaks pastaba. Con suerte la nieve los inmovilizaría lo suficiente para cazar al menos dos machos y algún conejo despistado. Descarnarlos y transportarlos tendrían que hacerlo en su forma humana, por lo que calculaba que tardarían tres o cuatro horas hasta llegar a Ulmer sobre dos patas. Ella seguía haciendo sus cálculos mientras corría con aquella mochila ridícula pegada al lomo. Seguirían corriendo hasta pasar las montañas que dividían Ulmer de los reinos del norte.
Mientras, en el interior del gran salón Alec ya había apuntado todos los nombres de los afectados y de los voluntarios, entre los que contaban con seis carpinteros, dos herreros y ocho voluntarios. Se puso en pie para luego ponerse sobre la mesa, como antes había hecho la líder. Había asumido el mando indirectamente tras la marcha de Nana, y su mujer aún repartía chocolate e hidromiel por la sala junto con Rose.
-Pasaremos a reparar las casas más urgentes, aquellas que no tengan techo, después aquellas que tengan problemas con el hogar, y por último las goteras. -Anunció con la hoja en la mano. -Os ruego a todos que os marchéis del gran salón para poder disponer aquí a los voluntarios para ayudar. Aquellos a los que sus casas no puedan brindarles cobijo, tienen una ronda gratis en la taberna del Oso Durmiente. -Un murmullo de aprobación se hizo en la sala. Alec bajó de la mesa de un salto y paró justo enfrente de Freya y Lycon.
Dejó la hoja sobre la mesa y se apoyó sobre esta emitiendo un gran y sonoro suspiro. Su mujer le sirvió rápidamente una jarra de hidromiel, que acabó en un abrir y cerrar de ojos.
-Muchacha… -Dijo en primer lugar, miró la hoja buscando su nombre. -Freya, tú atiende a los más necesitados con Rose, a los heridos, ancianos, niños y embarazadas por encima de todo. -Apuntó eligiendo las palabras como lo habría hecho su líder. -Ly… -Miró de nuevo la hoja. -Lycon, carpintero. Yo iré contigo a revisar los tejados más urgentes. -Dijo y cogió la hoja mirándola.
Había marcado con una T, aquellas casas que tuvieran el tejado roto, con una TU, aquellas que tuvieran el tejado roto y fuera urgente arreglarlas, una H los problemas con los hogares para cocinar, y con una G las goteras. Se frotó la sien con la mano y luego miró al resto de carpinteros.
-El resto de tejados son todos vuestros. -Dejó de nuevo la hoja sobre la mesa para que los demás pudieran verla.
Tenían tres tejados por arreglar y el tiempo era limitado, si no querían que aquellas personas durmieran en la calle, deberían de darse prisa. Los demás salieron a toda prisa a por sus herramientas, Alec miró al chico esperando a ver qué se decidía a hacer.
Rose se acercó a Freya y la tomó del brazo, junto con Hera que la seguía casi a regañadientes, pues desde que era madre le costaba hacer cosas por los demás. Se había atado una especie de pañuelo que le cruzaba desde el hombro hasta la cintura, donde envuelto en pieles descansaba su pequeña.
-Ven niña, vamos al templo, allí el sacerdote está repartiendo los suministros. -Le dijo casi estirándole del brazo hasta sacarla del gran salón. Hera le dio un beso a Alec y fue tras Rose y Freya.
-Vaya, que te llamas como la diosa de la feminidad de los humanos, qué curioso. -Apuntó la bruja a modo de curiosidad asintiendo con la cabeza, con el fin de sacar conversación.
Soltó a Freya para poder remangarse el vestido mientras andaba por la nieve. Hera, acostumbrada al clima, caminaba sin ningún problema con su bebé al pecho. Desde su posición podían ver el templo, otro de los edificios más grandes de Ulmer, carecía de escaleras pero tenía el techo casi tan alto como el gran salón, y estaba coronado por una cornamenta de buey sobre la entrada, una puerta de madera totalmente labrada con motivos solares, lunares y como no, lobos. El sacerdote había dispuesto una mesa con sus pupilos y repartía sopa caliente y mendrugos de pan a todos los que quisieran algo caliente que llevarse a la boca.
Habló primero una muchacha, chiquitilla, pero nerviosa, si algo había aprendido Nana era a calar a las personas, y aquella muchacha de ojos verdes parecía un pequeño huracán buscando soltar adrenalina por cada uno de sus poros. Sonrió ligeramente, pues le recordó a aquella energía que solía desprender. El aprendiz del herrero a su lado también se presentó tímidamente.
Nana se estiró, quedando erguida frente al poste en el que antes apoyaba la espalda, llevó sus manos tras su espalda por debajo de la capa que le caía sobre los hombros y miró a los presentes, rehuyendo la mirada de Brendarid. En total eran 15, un número considerable para cazar al menos cinco ejemplares. Las cuentas se hacían poco a poco en la cabeza de Nana mientras, con oídos sordos, escuchaba sus presentaciones. Y el plan casi se trazó solo. La reina de la improvisación.
-Bien. -Cortó al último en hablar cuando todos los números se hicieron en su cabeza. -Tres grupos, de cinco personas. -Sentenció clavándose en el suelo frente al grupo de gente.
Comenzó a señalar con el dedo, cinco a la derecha, cinco a la izquierda. Cinco en el centro… ¡Maldita sea! Su subconsciente le jugó una mala pasada, apretó los dientes, pues había dejado a Brendarid en el último grupo inconscientemente.
-… Y nosotros cinco. -Dijo contándose a si misma, al aprendiz del herrero y a Brendarid con resignación.
Se acomodó la capa antes de proseguir.
-Necesitamos nueve piezas. Según los dioses, cada sacrificio se hará mordiéndole el cuello al animal para evitar su angustia. Las reglas son sencillas, nada de crías, nada de hembras gestantes, solo machos grandes. -Sentenció parafraseando al sacerdote.
Pese a que ella no era particularmente creyente, su pueblo sí, y debía de respetarlo.
-Vosotros. -Apuntó al primer grupo. -Al bosque, adentraros en la arboleda. Allí hay ciervos. -Ordenó, y el grupo se agrupó rápidamente haciendo un pequeño círculo esperando las próximas órdenes de la líder. -Vosotros, al sur, me vale cualquier animal de pequeño tamaño que se pueda comer sin contraer ninguna enfermedad. -Ordenó también, pues este era el grupo que parecía más desfavorecido por sus integrantes, ancianos y adolescentes. -Nos reuniremos aquí, en el gran salón, con las presas al anochecer.
Rose, que había estado ateniendo a Freya, salió rápidamente del gran salón, temiendo que la loba se fuera ignorándola se echó a correr con una mochila de cuero en la mano, como una madre con su hija, le puso las asas de la mochila a la loba.
-El almuerzo… -Le dijo casi sin respiración por la carrera que se había dado desde el gran salón. Le guiñó un ojo y Nana negó con la cabeza un par de veces. No tenía remedio. Le sonrió a modo de agradecimiento y Rose, tal y como vino, se fue.
Nana se giró, ambos grupos se habían dispersado y se disponían para iniciar su partida de caza, mientras el último grupo esperaba órdenes de la loba.
-Nosotros… -Miró a la chica, cuyo nombre dijo que era Thiel, al aprendiz del herrero ¿Saltador? y Bren. -Somos cuatro. -Frunció el ceño, uno de los más pequeños había sido literalmente secuestrado por su madre segundos atrás y ahora era arrastrado hasta su casa.
La loba se encogió de hombros y negó con la cabeza. Ella sola podría hacer el trabajo de los cuatro, pero organizar aquello también hacía cohesión en la aldea.
-Nosotros iremos al norte, allí campan a sus anchas en las estepas los yaks. -Sonrió de medio lado dejando ver uno de sus afilados colmillos. -Quizá la tarea más peligrosa, incluso más peligrosa que la nieve. -Apuntó, medio en broma para quitarle hierro al asunto. -No estáis obligados a venir. -Se giró golpeando elegantemente su capa para dejarla tras de ella y luego se la desenganchó, dejándola en el suelo.
-¡Vamos! - Gritó y se echó a correr.
Mientras corría en su forma humana hincando los pies en la nieve torpemente, se transformó en lobo dejando su ropa tras de si. Iba a ser una jornada intensa e interesante, partían sin agua y sin víveres, la líder confiaba en sus dotes de supervivencia y conocía perfectamente la situación del río, el cual seguirían hasta llegar a la llanura donde el mayor rebaño de yaks pastaba. Con suerte la nieve los inmovilizaría lo suficiente para cazar al menos dos machos y algún conejo despistado. Descarnarlos y transportarlos tendrían que hacerlo en su forma humana, por lo que calculaba que tardarían tres o cuatro horas hasta llegar a Ulmer sobre dos patas. Ella seguía haciendo sus cálculos mientras corría con aquella mochila ridícula pegada al lomo. Seguirían corriendo hasta pasar las montañas que dividían Ulmer de los reinos del norte.
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Mientras, en el interior del gran salón Alec ya había apuntado todos los nombres de los afectados y de los voluntarios, entre los que contaban con seis carpinteros, dos herreros y ocho voluntarios. Se puso en pie para luego ponerse sobre la mesa, como antes había hecho la líder. Había asumido el mando indirectamente tras la marcha de Nana, y su mujer aún repartía chocolate e hidromiel por la sala junto con Rose.
-Pasaremos a reparar las casas más urgentes, aquellas que no tengan techo, después aquellas que tengan problemas con el hogar, y por último las goteras. -Anunció con la hoja en la mano. -Os ruego a todos que os marchéis del gran salón para poder disponer aquí a los voluntarios para ayudar. Aquellos a los que sus casas no puedan brindarles cobijo, tienen una ronda gratis en la taberna del Oso Durmiente. -Un murmullo de aprobación se hizo en la sala. Alec bajó de la mesa de un salto y paró justo enfrente de Freya y Lycon.
Dejó la hoja sobre la mesa y se apoyó sobre esta emitiendo un gran y sonoro suspiro. Su mujer le sirvió rápidamente una jarra de hidromiel, que acabó en un abrir y cerrar de ojos.
-Muchacha… -Dijo en primer lugar, miró la hoja buscando su nombre. -Freya, tú atiende a los más necesitados con Rose, a los heridos, ancianos, niños y embarazadas por encima de todo. -Apuntó eligiendo las palabras como lo habría hecho su líder. -Ly… -Miró de nuevo la hoja. -Lycon, carpintero. Yo iré contigo a revisar los tejados más urgentes. -Dijo y cogió la hoja mirándola.
Había marcado con una T, aquellas casas que tuvieran el tejado roto, con una TU, aquellas que tuvieran el tejado roto y fuera urgente arreglarlas, una H los problemas con los hogares para cocinar, y con una G las goteras. Se frotó la sien con la mano y luego miró al resto de carpinteros.
-El resto de tejados son todos vuestros. -Dejó de nuevo la hoja sobre la mesa para que los demás pudieran verla.
Tenían tres tejados por arreglar y el tiempo era limitado, si no querían que aquellas personas durmieran en la calle, deberían de darse prisa. Los demás salieron a toda prisa a por sus herramientas, Alec miró al chico esperando a ver qué se decidía a hacer.
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Rose se acercó a Freya y la tomó del brazo, junto con Hera que la seguía casi a regañadientes, pues desde que era madre le costaba hacer cosas por los demás. Se había atado una especie de pañuelo que le cruzaba desde el hombro hasta la cintura, donde envuelto en pieles descansaba su pequeña.
-Ven niña, vamos al templo, allí el sacerdote está repartiendo los suministros. -Le dijo casi estirándole del brazo hasta sacarla del gran salón. Hera le dio un beso a Alec y fue tras Rose y Freya.
-Vaya, que te llamas como la diosa de la feminidad de los humanos, qué curioso. -Apuntó la bruja a modo de curiosidad asintiendo con la cabeza, con el fin de sacar conversación.
Soltó a Freya para poder remangarse el vestido mientras andaba por la nieve. Hera, acostumbrada al clima, caminaba sin ningún problema con su bebé al pecho. Desde su posición podían ver el templo, otro de los edificios más grandes de Ulmer, carecía de escaleras pero tenía el techo casi tan alto como el gran salón, y estaba coronado por una cornamenta de buey sobre la entrada, una puerta de madera totalmente labrada con motivos solares, lunares y como no, lobos. El sacerdote había dispuesto una mesa con sus pupilos y repartía sopa caliente y mendrugos de pan a todos los que quisieran algo caliente que llevarse a la boca.
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- Thiel, Saltador y Brendarid. En vuestras manos queda si queréis seguir a Nana, de ser así, vuestros personajes, cansados, pararán a descansar y a tomar agua junto al río, el cual siguen por órdenes de Nana, unos kilómetros más allá.
- Lycon, tú también puedes decidir si ir a por tus herramientas, hablar con Alec, o ignorar las órdenes de Alec y ayudar en el templo, o irte de caza. Si decides seguir con Alec toma la hoja; Allí leerás que el primer nombre es el de la anciana que habló en la asamblea, Derja, que vive con sus nietos Ulf e Ymer en una casa muy pequeña al lado del puerto. Tiene el tejado totalmente derrumbado y la nieve se ha colado en la estancia.
- Freya, tú también puedes elegir, pero Rose tiene muy mal humor. Si decides proseguir ayudando, el sacerdote es una persona muy afable, pero esconde un gran secreto, y es que no profesa solo la religión de los licántropos, porque antes era humano, como tú. Quizá él pueda ayudarte a encontrarte a ti misma con tu nueva naturaleza.
- Nos hemos dividido en tres grupos, equipo rojo, equipo azul y equipo rosa. Estos dos últimos por desgracia solo cuentan con una persona cada uno. En vuestras manos queda ver quién hace el mejor trabajo para nuestra comunidad: Caza, reparación o ayuda. ¡Buen rol!
Nana
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Una vez Alec había acabado de atender a todas las personas de la fila nos separó en grupos de trabajo. Envió a Freya a ayudar a los que lo necesitasen y acercándose a mi me enseña una hoja en la cual venían los nombres y los desperfectos de cada casa y sus dueños. Atendiendo a lo que dice voy pensando cuanta gente sería necesaria. -Vale, entonces vamos a la casa de Derja, según la hoja, se ha derrumbado el tejado por lo que entra nieve.-Me toco la barbilla unos segundos.--Vamos primero a ver la casa y luego iré a por las herramientas, si ha caído todo el tejado me llevaré algunos voluntarios. Manos a la obra- Voy arreglándome la chaqueta mientras Alec dice: - De acuerdo, hagamos eso.-
Salimos ambos en dirección al puerto, el lugar donde se encontraba la casa que debíamos inspeccionar pero de camino me encuentro con el viejo el cual me pregunta: -Chico...¿donde vas? Hay cosas que hacer-Indicando a Alec que aguardase unos segundos me acerco hasta la puerta de la carpintería y le indico: -Hoy voy a estar ayudando a reparar las casas afectadas por la nieve de anoche, le pido que si puede ayudar a quien lo necesite lo haga yo se lo pagaré luego-Veo que asiente y me despide con una palmada en el hombro que me descoloca, menuda mano.
Continuamos caminando dificultosamente por la viene, aún cogiendo ropa para guarecernos del frío los dos sabíamos que no era suficiente y si nosotros pasábamos frío los ciudadanos de Ulmer también por lo que debíamos darnos prisa en reparar las casas más urgentes. Al cabo de unos minutos más llegamos al puerto donde, claramente, se ve esa antigua casa ahora destrozada. Desde fuera ya podía suponer cual había sido el problema. Algunas casas no están preparadas para aguantar tanta cantidad de material, en este caso nieve, el techo cedió y por eso esta roto.
Entramos dentro de la casa en la que se puede ver como todo el centro estaba hundido, un pilar de madera estaba partido.
-Vale...habrá que limpiar todo esto y cambiar los pilares, podemos reforzar la estructura para que no caiga de nuevo. Pondremos pilares de madera nuevos...-Me acerco a ver el techo de cerca y separando un poco de nieve estaba podrida, la madera, ya hacía muchos años que debía estar aguantando pero no esta no esperaba una tormenta como esta.-Esta podrido... si esta así todo el tejado habrá que cambiarlo ¿eh? Aunque reparemos esta parte si la de al lado esta mal volverá a venirse abajo.-Me froto las manos limpiándolas de nieve y miro a Alec.-Deberiamos empezar con esta lo más rápido posible, iré a buscar mis cosas y a otros carpinteros junto un par de voluntarios. O bueno, los que me permitas llevarme.-Mientras él decidía que hacer voy a la carpintería y agarro als herramientas, marcando las maderas del almacén que serían útiles, pero no habían suficientes así que vuelvo en busca de Alec.
Salimos ambos en dirección al puerto, el lugar donde se encontraba la casa que debíamos inspeccionar pero de camino me encuentro con el viejo el cual me pregunta: -Chico...¿donde vas? Hay cosas que hacer-Indicando a Alec que aguardase unos segundos me acerco hasta la puerta de la carpintería y le indico: -Hoy voy a estar ayudando a reparar las casas afectadas por la nieve de anoche, le pido que si puede ayudar a quien lo necesite lo haga yo se lo pagaré luego-Veo que asiente y me despide con una palmada en el hombro que me descoloca, menuda mano.
Continuamos caminando dificultosamente por la viene, aún cogiendo ropa para guarecernos del frío los dos sabíamos que no era suficiente y si nosotros pasábamos frío los ciudadanos de Ulmer también por lo que debíamos darnos prisa en reparar las casas más urgentes. Al cabo de unos minutos más llegamos al puerto donde, claramente, se ve esa antigua casa ahora destrozada. Desde fuera ya podía suponer cual había sido el problema. Algunas casas no están preparadas para aguantar tanta cantidad de material, en este caso nieve, el techo cedió y por eso esta roto.
Entramos dentro de la casa en la que se puede ver como todo el centro estaba hundido, un pilar de madera estaba partido.
-Vale...habrá que limpiar todo esto y cambiar los pilares, podemos reforzar la estructura para que no caiga de nuevo. Pondremos pilares de madera nuevos...-Me acerco a ver el techo de cerca y separando un poco de nieve estaba podrida, la madera, ya hacía muchos años que debía estar aguantando pero no esta no esperaba una tormenta como esta.-Esta podrido... si esta así todo el tejado habrá que cambiarlo ¿eh? Aunque reparemos esta parte si la de al lado esta mal volverá a venirse abajo.-Me froto las manos limpiándolas de nieve y miro a Alec.-Deberiamos empezar con esta lo más rápido posible, iré a buscar mis cosas y a otros carpinteros junto un par de voluntarios. O bueno, los que me permitas llevarme.-Mientras él decidía que hacer voy a la carpintería y agarro als herramientas, marcando las maderas del almacén que serían útiles, pero no habían suficientes así que vuelvo en busca de Alec.
Lycon
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Agachó la cabeza y se sonrió, al fin había vuelto y lo primero que hacía era salir a cazar; lo tomaría como su penitencia por haberse ido sin más. A los pocos segundos salió corriendo detrás de Nana adoptando su forma de lobo y abandonando sus ropajes allí mismo, solo llevaba consigo el saco de cuero donde guardaba sus pocas pertenencias colgado al cuello. Una vez se hubo adentrado en el bosque, se percató de que su pelaje en la zona del pecho había dejado de ser negro para adoptar un tono blanco que destacaba de forma considerable.
Cuando ya llevaban corriendo entre los árboles mas tiempo del que podía calcular, lo único que escuchaba era su propia respiración y el sonido de sus patas contra la nieve. Sin duda era un engorro cazar en invierno, sobre todo con tantísimas bocas que alimentar, esta no sería la última vez que saldrían a lo largo del invierno si pretendían que nadie muriese de hambre. Más difícil todavía si tenían en cuenta que no podían cazar ni a crías ni a hembras embarazados, que eran sin duda los más sencillos de acometer. Podría intentar parar y buscar algún conejo, pero la experiencia le decía que el tiempo invertido en intentar sacar un conejo de su madriguera no merecía la pena teniendo en cuenta el escueto resultado en carne; hasta pescar podría dar mejores resultados.
Pronto el sonido del agua consiguió llegar hasta él, y su cuerpo le mandó la señal de que no sería una idea tan descabellada el detenerse un rato. El agua circulaba con relativa rapidez, era lo único que había impedido que el río se congelase. Agachó la cabeza en la orilla y bebió un largo rato; mientras lo hacía pensaba en lo poco que se había fijado en si seguía a sus compañeros o no. Sus olores estaban allí, así que tampoco podrían andar muy lejos, no le dio mayor importancia.
Una vez hubo saciado su sed, dio unos cuantos pasos dentro del agua, tal vez fuese su día de suerte. Un par de peces de grandes pasaron rápidamente frente a él, por lo que supuso que no sería un mal sitio para pescar. Falló un par de intentos, pero pronto sacó la cabeza del agua con un buen pescado entre sus fauces, lo llevó hasta la orilla y lo arrojó en la tierra esperando a que se ahogase. Si llenaba su bolsa de nieve, podrían durar sin mayor problema hasta la vuelta a la aldea.
Cuando ya llevaban corriendo entre los árboles mas tiempo del que podía calcular, lo único que escuchaba era su propia respiración y el sonido de sus patas contra la nieve. Sin duda era un engorro cazar en invierno, sobre todo con tantísimas bocas que alimentar, esta no sería la última vez que saldrían a lo largo del invierno si pretendían que nadie muriese de hambre. Más difícil todavía si tenían en cuenta que no podían cazar ni a crías ni a hembras embarazados, que eran sin duda los más sencillos de acometer. Podría intentar parar y buscar algún conejo, pero la experiencia le decía que el tiempo invertido en intentar sacar un conejo de su madriguera no merecía la pena teniendo en cuenta el escueto resultado en carne; hasta pescar podría dar mejores resultados.
Pronto el sonido del agua consiguió llegar hasta él, y su cuerpo le mandó la señal de que no sería una idea tan descabellada el detenerse un rato. El agua circulaba con relativa rapidez, era lo único que había impedido que el río se congelase. Agachó la cabeza en la orilla y bebió un largo rato; mientras lo hacía pensaba en lo poco que se había fijado en si seguía a sus compañeros o no. Sus olores estaban allí, así que tampoco podrían andar muy lejos, no le dio mayor importancia.
Una vez hubo saciado su sed, dio unos cuantos pasos dentro del agua, tal vez fuese su día de suerte. Un par de peces de grandes pasaron rápidamente frente a él, por lo que supuso que no sería un mal sitio para pescar. Falló un par de intentos, pero pronto sacó la cabeza del agua con un buen pescado entre sus fauces, lo llevó hasta la orilla y lo arrojó en la tierra esperando a que se ahogase. Si llenaba su bolsa de nieve, podrían durar sin mayor problema hasta la vuelta a la aldea.
Brendarid
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Asintió y siguió a la mujer con aire nervioso, mirando al suelo y entrelazando los dedos, temerosa de decir o hacer algo que resultase molesto. Sabía por experiencia que si molestaba a alguien no recibiría únicamente un grito nervioso, el mal comportamiento se pagaba a golpes, y, aunque no parecía gente violenta, el Monstruo tampoco lo había parecido cuando lo conoció, y luego había visto que la realidad era bien diferente a las apariencias.
Otra mujer las siguió a regañadientes, cargando con un bebé, ¿sería suyo? Eso parecía, por lo protectora que era con él, ¿era, entonces, que habían mentido? Avanzó rumiando esa idea, no sería descabellado, le habían dicho tantas mentiras que una más sería lo usual. Lanzó un suspiro, así que las lobas no eran estériles, podían tener hijos. Daba gracias a que no hubiera sido su caso, son todo lo que le habían hecho esos bestias... Se estremeció, aterrada, mientras los recuerdos le nublaban los ojos que, como por puro instinto, se volvieron ambarinos. Su loba salía a la luz para protegerla del dolor. Freya volvió a suspirar, ella lo había pasado peor que su forma humana, y odiaba seguir recurriendo a esa parte animal de ella para poder sentirse, medianamente, segura.
Alzó la vista y aceleró el paso para alcanzar a Rose, que le hablaba ahora de su nombre. Con una leve sonrisa, Freya puso tras su oreja un mechón de pelo rebelde y asintió con una ligera sonrisa. En realidad, su nombre tenía poco misterio, y nada tenía ella que ver con la valerosa Freya de los cuentos y las historias. Ni enamorada, ni dispuesta a ello, ni valiente, ni fuerte, ni bella, ninguna de las virtudes atribuidas a la diosa del amor era, para ella, reconocible en su carácter.
- Mi madre adoraba las canciones que hablaban de Freya y... bueno, al nacer yo, quiso llamarme así.- explicó con cierta timidez, casi disculpándose por no ser lo que se esperaría de alguien con ese nombre.
Llegaron al lugar donde esperaba un hombre ancho, y con aire preocupado que sostenía un buen montón de mantas en los brazos. Con una indicación de Rose, Freya aceleró el paso y subió los tres escalones que separaban la nieve de la techumbre cubierta para coger la mitad de mantas que el barbudo señor sostenía. Mientras saludaba en voz a duras penas audible vio la sonrisa del hombre que le hizo un gesto con la cabeza para que dejase las mantas sobre una mesa. Miró a la gente hacer cola con calma mientras esperaba comida, mantas y leña para el fuego, había vasos de chocolate humeante que se mantenían calientes sobre piedras junto a un cálido fuego y había quien ya se había sentado para entrar en calor antes de empezar el trabajo.
Rose y la mujer que había ido con ellas habían estado hablando con el sacerdote mientras ella revisaba el lugar mirando a todos lados sin atreverse a moverse o dar un paso de más, y, al pasar por su lado, la mandaron a repartir los suministros junto al sacerdote mientras una organizaba los productos a dar y la otra se situaba junto a ella para tachar nombres en la, aparentemente, interminable lista.
- Eres recien llegada, ¿no? Yo soy Höor, aunque me llaman sacerdote, tu debes ser Freya- Preguntó, al tiempo que se presentaba con un intento de broma, el hombre con voz gruesa y bonachona, recibiendo un asentimiento de Freya como única respuesta, mientras esta daba una manta y algunos tocones a una mujer, sonriendo a la señora.- Me ha dicho Rose que eres loba de hace poco, es confuso, ¿cierto?- Freya lo miró de reojo mientras se giraba a por más provisiones para repartir y sus piró cabizbaja.
- Mucho.- respondió tomando dos mantas más en sus brazos. El hombre guardó silencio, parecía esperar que ella continuara hablando.- Es como... tener dos mitades.- susurró temerosa de decir una estupidez.
- Te acabarás acostumbrando, cuando pase un año o así, será más fácil.- sonrió el hombre seguro de sus palabras.
- Ya han pasado más de dos.- musitó ella girándose a dar lo que había cogido. Al volver a la mesa pudo ver el rostro sorprendido del sacerdote, algo debía haber estado haciendo mal, si en un año no había sido capaz de acostumbrarse a las transformaciones.
- Tu manada no te ayudo.- afirmó él, entendiendo.
Freya sencillamente siguió a su labor, no tenía nada que decir, después de todo, no le faltaba razón al hombre, y sus ojos decían que no necesitaba, siquiera, una confirmación. Notó que la miraba de arriba a bajo y palidecía, su aspecto había sido bastante reafirmación de sus palabras. El día sería largo, esperaba que, al menos, la charla sirviera de algo, o tomase otro rumbo al que parecía dirigirse.
Otra mujer las siguió a regañadientes, cargando con un bebé, ¿sería suyo? Eso parecía, por lo protectora que era con él, ¿era, entonces, que habían mentido? Avanzó rumiando esa idea, no sería descabellado, le habían dicho tantas mentiras que una más sería lo usual. Lanzó un suspiro, así que las lobas no eran estériles, podían tener hijos. Daba gracias a que no hubiera sido su caso, son todo lo que le habían hecho esos bestias... Se estremeció, aterrada, mientras los recuerdos le nublaban los ojos que, como por puro instinto, se volvieron ambarinos. Su loba salía a la luz para protegerla del dolor. Freya volvió a suspirar, ella lo había pasado peor que su forma humana, y odiaba seguir recurriendo a esa parte animal de ella para poder sentirse, medianamente, segura.
Alzó la vista y aceleró el paso para alcanzar a Rose, que le hablaba ahora de su nombre. Con una leve sonrisa, Freya puso tras su oreja un mechón de pelo rebelde y asintió con una ligera sonrisa. En realidad, su nombre tenía poco misterio, y nada tenía ella que ver con la valerosa Freya de los cuentos y las historias. Ni enamorada, ni dispuesta a ello, ni valiente, ni fuerte, ni bella, ninguna de las virtudes atribuidas a la diosa del amor era, para ella, reconocible en su carácter.
- Mi madre adoraba las canciones que hablaban de Freya y... bueno, al nacer yo, quiso llamarme así.- explicó con cierta timidez, casi disculpándose por no ser lo que se esperaría de alguien con ese nombre.
Llegaron al lugar donde esperaba un hombre ancho, y con aire preocupado que sostenía un buen montón de mantas en los brazos. Con una indicación de Rose, Freya aceleró el paso y subió los tres escalones que separaban la nieve de la techumbre cubierta para coger la mitad de mantas que el barbudo señor sostenía. Mientras saludaba en voz a duras penas audible vio la sonrisa del hombre que le hizo un gesto con la cabeza para que dejase las mantas sobre una mesa. Miró a la gente hacer cola con calma mientras esperaba comida, mantas y leña para el fuego, había vasos de chocolate humeante que se mantenían calientes sobre piedras junto a un cálido fuego y había quien ya se había sentado para entrar en calor antes de empezar el trabajo.
Rose y la mujer que había ido con ellas habían estado hablando con el sacerdote mientras ella revisaba el lugar mirando a todos lados sin atreverse a moverse o dar un paso de más, y, al pasar por su lado, la mandaron a repartir los suministros junto al sacerdote mientras una organizaba los productos a dar y la otra se situaba junto a ella para tachar nombres en la, aparentemente, interminable lista.
- Eres recien llegada, ¿no? Yo soy Höor, aunque me llaman sacerdote, tu debes ser Freya- Preguntó, al tiempo que se presentaba con un intento de broma, el hombre con voz gruesa y bonachona, recibiendo un asentimiento de Freya como única respuesta, mientras esta daba una manta y algunos tocones a una mujer, sonriendo a la señora.- Me ha dicho Rose que eres loba de hace poco, es confuso, ¿cierto?- Freya lo miró de reojo mientras se giraba a por más provisiones para repartir y sus piró cabizbaja.
- Mucho.- respondió tomando dos mantas más en sus brazos. El hombre guardó silencio, parecía esperar que ella continuara hablando.- Es como... tener dos mitades.- susurró temerosa de decir una estupidez.
- Te acabarás acostumbrando, cuando pase un año o así, será más fácil.- sonrió el hombre seguro de sus palabras.
- Ya han pasado más de dos.- musitó ella girándose a dar lo que había cogido. Al volver a la mesa pudo ver el rostro sorprendido del sacerdote, algo debía haber estado haciendo mal, si en un año no había sido capaz de acostumbrarse a las transformaciones.
- Tu manada no te ayudo.- afirmó él, entendiendo.
Freya sencillamente siguió a su labor, no tenía nada que decir, después de todo, no le faltaba razón al hombre, y sus ojos decían que no necesitaba, siquiera, una confirmación. Notó que la miraba de arriba a bajo y palidecía, su aspecto había sido bastante reafirmación de sus palabras. El día sería largo, esperaba que, al menos, la charla sirviera de algo, o tomase otro rumbo al que parecía dirigirse.
Freya Lathman
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Le fue imposible disimular la extensa sonrisa que le surcaba el rostro de lado a lado cuando sintió, justo a su costado, la presencia de su corpulento compañero de caza. Pronto, y con una desenvoltura que evidenciaba la capacidad de aquella mujer para liderar a los suyos, la ruta fue decidida y no quedó más que lanzarse a la carrera tal como la de ojos dorados y el callado hombre de cabellos ensortijados. Thiel echó a Saltador una última mirada rebosante de emoción antes de seguir los pasos de los mayores y emprender la corrida dejando que su ropa, esas capas de harapos viejos, quedase atrás desperdigada en la nieve. La transformación siempre dolía y no era para menos, pues la abrupta torsión de músculos y huesos resultaba apenas soportable. Sin embargo, cada vez podía trasmutar más rápido y había aprendido que si ponía la mente en otros asuntos, al final no resultaba tan intolerable. En pocos segundos, en vez de sus pies fueron sus grandes patas las que se hundieron en la nieve y nada detuvo su eufórico correteo hasta varios kilómetros más allá, donde el viento revolvía su fino pelaje y el agua susurraba aquella conocida y tranquilizante melodía que ya asociaba a Saltador dado su pasado encuentro en el río.
Su garganta le pidió líquido y lo último que pretendía estando en aquella forma era ignorar sus más básicos instintos. Se acercó a la orilla para beber, dejando que el agua helada le raspase el paladar. Una vez saciada la sed, se irguió hasta quedar parada en sus patas traseras para ver más allá, hacia los picos de las montañas, y luego escudriñar el comportamiento de sus congéneres. Tampoco en esta ocasión los lobos que la rodeaban compartían sus características físicas; todos ostentaban la bella y “tradicional” forma cuadrúpeda salvo ella. En su fuero interno, se sintió ligeramente avergonzada. ¿La verían como a un bicho raro por tener esa extraña complexión antropomórfica? ¿Les parecería desagradable? Contempló durante un instante su reflejo en el agua, y con un cabeceo y un gruñido dejó de lado tan dañinas ideas. En aquel estado su consciencia era más volátil, y no le resultaba difícil cambiar velozmente los objetivos de su atención.
Posó los ojos en un hoyo apenas oculto entre unos arbustos deshojados y secos a causa de la helada, a apenas un par de metros de la orilla, y se acercó para olisquearlo. ¡Olía a conejo! Buscó con la mirada a los demás para constatar que siguiesen cerca y luego, tras ver a Brendarid ocupado con la pesca, se aventuró a meter el hocico dentro de la pequeña madriguera, hundiéndose hasta que la nieve le llegara a la altura de los ojos. Estaba resuelta a cazar a la criatura que viviese allí.
Su garganta le pidió líquido y lo último que pretendía estando en aquella forma era ignorar sus más básicos instintos. Se acercó a la orilla para beber, dejando que el agua helada le raspase el paladar. Una vez saciada la sed, se irguió hasta quedar parada en sus patas traseras para ver más allá, hacia los picos de las montañas, y luego escudriñar el comportamiento de sus congéneres. Tampoco en esta ocasión los lobos que la rodeaban compartían sus características físicas; todos ostentaban la bella y “tradicional” forma cuadrúpeda salvo ella. En su fuero interno, se sintió ligeramente avergonzada. ¿La verían como a un bicho raro por tener esa extraña complexión antropomórfica? ¿Les parecería desagradable? Contempló durante un instante su reflejo en el agua, y con un cabeceo y un gruñido dejó de lado tan dañinas ideas. En aquel estado su consciencia era más volátil, y no le resultaba difícil cambiar velozmente los objetivos de su atención.
Posó los ojos en un hoyo apenas oculto entre unos arbustos deshojados y secos a causa de la helada, a apenas un par de metros de la orilla, y se acercó para olisquearlo. ¡Olía a conejo! Buscó con la mirada a los demás para constatar que siguiesen cerca y luego, tras ver a Brendarid ocupado con la pesca, se aventuró a meter el hocico dentro de la pequeña madriguera, hundiéndose hasta que la nieve le llegara a la altura de los ojos. Estaba resuelta a cazar a la criatura que viviese allí.
Thiel
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
El grupo de caza estaba completo, 4 eran lo integrantes finalmente, un número que no era ni demasiado grande ni demasiado pequeño, pero más importante, era el número de la suerte de Saltador y pese que no era alguien especialmente supersticioso, los buenos augurios siempre eran más fáciles de creer que los malos.
Apenas comenzaron a moverse dos aspectos ocuparon la mente del aprendiz de herrero. En primer lugar concentró toda su atención en captar el olor de sus compañeros. El de Thiel fue el más fácil, pues aún no había olvidado su anterior encuentro y su naturaleza animal conllevaba que su aroma estuviese más presente en su recuerdo que su propia imagen. No le resultó excesivamente complicado diferenciar el de los otros dos, dado que uno era un macho y la otra una hembra. Una mueca de media sonrisa se dibujó en su rostro mientras pensaba en la faciliad con la que había sobrepasado su primera tarea, sin embargo no tardaría mucho tiempo en borrarse al afrontar el segundo aspecto que le preocupaba. La nieve era espesa y sus pasos eran torpes y sus pies, pese a sus botas, comenzaban a calarse. La respuestas de su compañeros a aquella pregunta no le gustó en absoluto. Ni bien acababan de tocar la nieve, todos, como si de una procesión se tratase, comenzaban con un proceso continuado y en cadena de transformación. No era la idea que pasaba por la mente de Saltador pues por el contrario, él prefería mantener su forma humana el mayor tiempo posible, sin embargo no iba a tardar mucho en darse cuenta de que tendría que ceder. Al levantar la mirada para apreciar la forma adoptada por cada uno de ellos lo primero que le llamó la atención es que sólo Thiel presentaba una figura diferente, sin embargo tampoco tuvo demasiado tiempo para detenerse en esto pues la distancia entre ellos se agrandaba a cada segundo. Su gesto se torció como el de un niño obligado a aceptar un castigo por algo que no ha hecho y acto seguido su cuerpo se abalanzó hacia adelante con gracia moviéndose en el aire con un fuerte impulso que lo llevó a caer a varios metros de distancia sobre sus 4 extremidades, un gran salto que hacía referencia al origen de su nombre. Su gran tamaño le permitió moverse en grandes zancadas hasta alcanzar al grupo de nuevo. Una cosa debía reconocer, su espeso pelaje marrón pardo le suponía una defensa contra el frío mucho mejor que sus ropajes en forma humana.
Durante aquella marcha apenas sucedió nada interesante, se dedicaron a avanzar a buen paso en busca del lugar que Nana había mencionado anterior. Llegaron hasta un río, el primer lugar en el que se detuvieron desde su salida. Por el rumor del mismo en la lejanía podían estar seguros de que el curso sería suficiente para beber y, más interesante, para pescar. Dado que cerraba el grupo, a la llegada de Saltador el resto ya se encontraban ocupados con algo. El otro lobo, cuyo nombre no recordaba haber escuchado, se encontraba ya fuera del agua con una presa entre sus dientes. Thiel, por su parte, parecía más interesada en un pequeño agujero cerca de la orilla que Saltador pensaba que podría ser algún tipo de madriguera. Se fijó en que todos seguían con su forma animal, si hubiese estado en su forma humana habría torcido el gesto de nuevo. Sus ojos amarillos se fijaron en el agua que discurría con tono cantarín y, sin pensarlo mucho, un gran salto zambulló su cuerpo completamente en el agua. Apenas unos segundos pasaron antes de que emergiera de nuevo pero en su recién adoptada figura humana. No lo había pensado demasiado, simplemente había hecho lo que le parecía más cómodo y en su mente la transformación se había invertido de forma casi automática. Su torso desnudo dejaba caer agua sobre el río mientras sus dos manos formaban un cuenco y se movían hacia su boca. Durante unos segundos sopesó la impresión que dejaría en sus compañeros al ver su forma humana de nuevo, sin embargo en su mirada ardió un atisbo de decisión. Les enseñaría que era capaz de pescar en su forma humana tan bien como lo podía hacer un lobo. Sus ojos se cerraron durante un instante mientras aspiraba todo el aire que sus pulmones podían alojar, el agua, a su vez, fue calmándose a su alrededor una vez pasado el efecto de la zambullida. De repente abrió los ojos de nuevo prestando atención a todo movimiento que pudiera indicarle la presencia de una presa...y la vio, acompañando su avistamiento con un movimiento suave y diestro que acabó con un pez en el aire durante unos instantes, para finalmente ser atrapado por su mano izquierda mientras su rostro se iluminaba. Lanzó su presa hacia la posición en la que aún se encontraba el otro lobo, aquel cuyo nombre desconocía, tras lo cual volvió hacendoso a ocuparse de la misma tarea. Cuantos más fuese capaz de atrapar, mucho mejor.
Apenas comenzaron a moverse dos aspectos ocuparon la mente del aprendiz de herrero. En primer lugar concentró toda su atención en captar el olor de sus compañeros. El de Thiel fue el más fácil, pues aún no había olvidado su anterior encuentro y su naturaleza animal conllevaba que su aroma estuviese más presente en su recuerdo que su propia imagen. No le resultó excesivamente complicado diferenciar el de los otros dos, dado que uno era un macho y la otra una hembra. Una mueca de media sonrisa se dibujó en su rostro mientras pensaba en la faciliad con la que había sobrepasado su primera tarea, sin embargo no tardaría mucho tiempo en borrarse al afrontar el segundo aspecto que le preocupaba. La nieve era espesa y sus pasos eran torpes y sus pies, pese a sus botas, comenzaban a calarse. La respuestas de su compañeros a aquella pregunta no le gustó en absoluto. Ni bien acababan de tocar la nieve, todos, como si de una procesión se tratase, comenzaban con un proceso continuado y en cadena de transformación. No era la idea que pasaba por la mente de Saltador pues por el contrario, él prefería mantener su forma humana el mayor tiempo posible, sin embargo no iba a tardar mucho en darse cuenta de que tendría que ceder. Al levantar la mirada para apreciar la forma adoptada por cada uno de ellos lo primero que le llamó la atención es que sólo Thiel presentaba una figura diferente, sin embargo tampoco tuvo demasiado tiempo para detenerse en esto pues la distancia entre ellos se agrandaba a cada segundo. Su gesto se torció como el de un niño obligado a aceptar un castigo por algo que no ha hecho y acto seguido su cuerpo se abalanzó hacia adelante con gracia moviéndose en el aire con un fuerte impulso que lo llevó a caer a varios metros de distancia sobre sus 4 extremidades, un gran salto que hacía referencia al origen de su nombre. Su gran tamaño le permitió moverse en grandes zancadas hasta alcanzar al grupo de nuevo. Una cosa debía reconocer, su espeso pelaje marrón pardo le suponía una defensa contra el frío mucho mejor que sus ropajes en forma humana.
Durante aquella marcha apenas sucedió nada interesante, se dedicaron a avanzar a buen paso en busca del lugar que Nana había mencionado anterior. Llegaron hasta un río, el primer lugar en el que se detuvieron desde su salida. Por el rumor del mismo en la lejanía podían estar seguros de que el curso sería suficiente para beber y, más interesante, para pescar. Dado que cerraba el grupo, a la llegada de Saltador el resto ya se encontraban ocupados con algo. El otro lobo, cuyo nombre no recordaba haber escuchado, se encontraba ya fuera del agua con una presa entre sus dientes. Thiel, por su parte, parecía más interesada en un pequeño agujero cerca de la orilla que Saltador pensaba que podría ser algún tipo de madriguera. Se fijó en que todos seguían con su forma animal, si hubiese estado en su forma humana habría torcido el gesto de nuevo. Sus ojos amarillos se fijaron en el agua que discurría con tono cantarín y, sin pensarlo mucho, un gran salto zambulló su cuerpo completamente en el agua. Apenas unos segundos pasaron antes de que emergiera de nuevo pero en su recién adoptada figura humana. No lo había pensado demasiado, simplemente había hecho lo que le parecía más cómodo y en su mente la transformación se había invertido de forma casi automática. Su torso desnudo dejaba caer agua sobre el río mientras sus dos manos formaban un cuenco y se movían hacia su boca. Durante unos segundos sopesó la impresión que dejaría en sus compañeros al ver su forma humana de nuevo, sin embargo en su mirada ardió un atisbo de decisión. Les enseñaría que era capaz de pescar en su forma humana tan bien como lo podía hacer un lobo. Sus ojos se cerraron durante un instante mientras aspiraba todo el aire que sus pulmones podían alojar, el agua, a su vez, fue calmándose a su alrededor una vez pasado el efecto de la zambullida. De repente abrió los ojos de nuevo prestando atención a todo movimiento que pudiera indicarle la presencia de una presa...y la vio, acompañando su avistamiento con un movimiento suave y diestro que acabó con un pez en el aire durante unos instantes, para finalmente ser atrapado por su mano izquierda mientras su rostro se iluminaba. Lanzó su presa hacia la posición en la que aún se encontraba el otro lobo, aquel cuyo nombre desconocía, tras lo cual volvió hacendoso a ocuparse de la misma tarea. Cuantos más fuese capaz de atrapar, mucho mejor.
Saltador
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Alec continuó hablando con los pueblerinos mientras Lycon se acercó a pasos precipitados hacia el taller donde trabajaba. La gente se acercaba con toda la buena intención, ofreciendo cobijo, ayuda u otros menesteres con el fin de implicarse un poco más en la vida en la aldea. Aquel sentimiento de unidad homogénea que brindaba la aldea daba seguridad a los más neófitos en la vida en sociedad. La mano derecha de la líder asentía con amabilidad a las palabras de la gente que se volcaba en la ayuda. Muchos eran los que se habían agrupado cubiertos de pieles alrededor de la cabaña. Aquello sí que le sentó mal al muchacho de ojos claros, que intentó con un ademán de brazos echar a los mirones.
-Venga, venga, no hay nada que ver aquí… -Comentaba a las ancianas y ancianos, quienes ociosos rodeaban a los voluntarios y se acercaban a hablar con los familiares con la intención de sacar información y cotilleos.
Alec hinchó los carrillos de mala gana, intentando no dejarse llevar por la situación que empezaba a desbordarle. Vio de lejos pasar a su mujer acompañada por las otras dos lobas, y sonrió, templando sus ánimos y sus nervios. Una persona tan nerviosa como Alec era muy fácil de alterar. Lycon llegó, pero lejos de traer nuevas favorables, las que trajo no lo fueron demasiado. No habría madera suficiente para restaurar todas las casas que se habían visto afectadas por el temporal. Alec se llevó las manos a la cabeza. El bullicio se armó de nuevo, causa por la cual los nervios de Alec se desbordaron.
-¡Venga, circulen! -Explotó el lobo atusando a la gente con las manos, la cual se dispersó rápidamente de mala gana.
Alec resopló fuerte mientras se sostenía el pelo en lo alto de la cabeza, pensando. ¿Qué haría Nana en aquel momento? Frunció el gesto, pensando con todas sus fuerzas. Pasó una de sus manos por su cara, estirándose el carrillo hasta deformarse uno de los ojos. Apoyó la palma de su mano sobre la puerta de madera que a penas se sostenía. Esta cayó a plomo al suelo.
-Ahora también hay que poner una puerta. -Dijo en voz alta y soltó una carcajada. Reía por no llorar.
Frotó de nuevo su rostro con ambas manos, tomando aire y tragando saliva. Chascó la lengua antes de fijar la vista en Lycon, y en las personas que se habían quedado a ayudar. Jóvenes en su mayoría. Alec se templó como pudo y asintió al aprendiz de carpintero.
-Tú, y tú. -Alzó el dedo acusador hacia dos jóvenes que pacían asustados ante la actitud del lobo. -Corred, y reclutar a todo el mundo que podáis para que talen toda la madera posible. -Imperó, haciendo un ademán con el mentón. -¿Cincuenta árboles valdrán? -Preguntó a Lycon arqueando levemente una de sus cejas, dubitativo.
El tiempo se les acababa, y aquellas familias seguían sin un techo donde guarecerse de las heladas nocturnas. Alec no esperó la respuesta.
-Setenta árboles de la madera más rígida. -Ordenó, y tras sus palabras dio una palmada al aire, por la cual ambos muchachos dieron un respingo y echaron a correr zambullendo sus pies bajo el espeso manto de nieve.
Alec pasó por encima de la puerta de madera que ahora reposaba en el suelo dentro de la estancia principal, e hizo un aspaviento con la mano para que Lycon le acompañara, así como los demás hombres que se habían quedado para restaurar la casa.
-¿Por dónde empezamos? -Preguntó Alec alzando la vista hacia el inexistente techo, tapándose con la mano a modo de visera la luz del sol, aunque nublado, que entraba por el enorme agujero de la techumbre.
El panorama pintaba bastante diferente en el templo, Höor caminaba con su panza de aquí para allá, él no era el sacerdote principal del templo, aquel hombre bonachón y barrigudo, quien se hacía llamar a si mismo sacerdote, no lo era. Tan solo era un borracho más del pueblo, encomendado a los dioses con el fin de salir de sus vicios y pecados, el ayudante del sacerdote. Rose miró la situación desde su posición, se había colocado tras la mesa y repartía junto a Hera chocolate y comida a los desamparados con una sonrisa digna de la mejor reina. Tan coqueta y amable como siempre, pero sin perder de vista a la muchacha, a la cual miraba cada gesto por el rabillo del ojo.
Hera, quien era suspicaz como la que más, se había dado cuenta del interés de la pelirroja por la nueva, pero intentó ignorar la situación restándole importancia, habían más cosas en las que pensar que en las corazonadas de Rose.
Höor volvió a entrar al templo, se zarandeaba como podía con aquella barriga cervecera hasta el umbral de la puerta, en el cual tuvo que apoyarse para subir el escalón que separaba el interior del exterior. Rose acercó los labios al oído de Freya, arqueando levemente una ceja.
-Ese es Höor, el borracho. -Comentó con una sonrisilla burlona, acto por el cual Hera propinó un tremendo pisotón a la bruja. Rose miró con resquemor a su amiga, quien negó con la cabeza varias veces ante su actitud mientras acunaba a su pequeño. -… Se dio a la bebida tras ser transformado por una prostituta en Vulwulfar. -Una risilla salió de los labios de Rose, quien amaba con todas sus fuerzas los chismorreos.
Hera rodó los ojos hasta dejarlos en blanco, odiaba aquella actitud de su amiga, pero entendía la utilidad de la personalidad de la pelirroja, ya que debido a su naturaleza amable y pícara, y muy cotilla, era la confidente de la mayoría del pueblo, razón por la cual mantenía informada a Nana de todo lo importante, y no tan importante, que sucedía en la aldea.
Rose de nuevo separó los labios, pero todas las miradas se dirigieron a la puerta del templo, allí un hombre de estatura media, ni muy grande ni muy pequeño, salió vestido con una túnica marrón atada por un cinto. La figura de dos lobos formando un circulo perfecto en uno de los lados de su túnica. Los más mayores hicieron una pequeña reverencia, así como Hera. Guthrum, así se llamaba el sacerdote de Ulmer. Rose sonrió y suspiró embelesada por el porte del muchacho, quien no sería mucho mayor que ella. Sostenía un saco de cuero en una de sus manos, el cual parecía pesar por la tensión de la piel ante la resistencia del contenido. Höor salió tras él con más mantas, las cuales dejó sobre la mesa. Gurthrum, el sacerdote, se acercó a Rose, tomando su mano con delicadeza, apartándola levemente de su lugar de trabajo y depositando la bolsa de dinero sobre sus manos.
-Busca al mejor de tus hombres que jure lealtad a Ulmer y a Nana, y mándalo a por víveres al pueblo de Verisar más cercano. Que traiga más víveres y mantas. -Encomendó a la bruja, frunciendo levemente el ceño mientras pronunciaba sus palabras.
Rose miró el saco, monedas de plata y oro que la gente del pueblo había dado como donativo al templo, y que ahora eran de vueltas al pueblo en otras formas. La bruja asintió, con el semblante serio, y alzó la mano para hacer un ademán a Freya, quien parecía ser acosada por Höor, el borracho.
-Ven, chica. -Comentó en voz alta para que dejara lo que estuviera haciendo y se acercara a ellos. El gesto del sacerdote se torció en una media sonrisa de complicidad.
-La muchacha se llama Freya, es nueva. A ver si tú le puedes enseñar los caminos del lobo. -Explicó Rose mientras guardaba la pesada bolsa de monedas en su bolso de piel que colgaba del cinto, el cual casi se desabrochó del peso.
Como la más atenta de las madres, Rose acarició la cabeza de la muchacha antes de marchar deshaciendo sus pasos. Hera, quien se había mantenido ajena a la conversación, arqueó ambas cejas preguntándose dónde iría su compañera.
-Así que Freya… -Comenzó a comentar el hombre acercándose a la mesa donde antes trabajaban. -Mi nombre es Guthrum, al menos aquí, en Ulmer. -Comentó entregándole con una sonrisa amable una manta a un anciano de la cola.
Nana encabezaba al grupo de caza, era un número de personas suficiente para tener un buen resultado de caza sin desperdigarse demasiado, la líder intentaba no pensar demasiado, pero una única pregunta rondaba por su mente, ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué ahora? Gruñó aún corriendo, disgustada por lo rápido de los acontecimientos, pero la vida era así, y no era quién para ordenar sus actos ni medir sus tiempos. No haber casi dormido hizo mella en ella, y tuvo que aminorar la marcha más allá del linde entre sus terrenos y los reinos del norte. Habían subido de altitud, y aquello hizo que se le taponaran las orejas por la presión. A penas hubieron alcanzado de nuevo el curso del río, sus compañeros empezaron a dispersarse. Nana los siguió con la mirada mientras recuperaba el aliento, y miró al cielo.
No había cuervos, una buena señal, significaba que los cazadores no habían salido aquella madrugada y que no tendrían competencia. O al menos así esperaba que fuera. Se sentó junto al río, observando las cualidades de cada uno de ellos. Las de Brendarid las conocía muy bien, pero a la muchacha era la primera vez que la veía. Le llamó la atención la forma adoptada, pero no le dio demasiada importancia, conocía a muchos lobos como ella, que preferían la transformación parcial antes de la cuadrúpeda. Pero algo más le llamó la atención, en el pelaje negro del que fue su prometido, una mancha blanca se dibujaba bajo su cuello. ¿Dónde habría estado durante todo ese tiempo?
Nana sacudió el hocico, saliendo de aquellos pensamientos y trotó hasta Saltador y Brendarid, sentándose en la fría nieve, giró el morro hacia la compañera y ladró para avisarla. Debían de guardar energías para las piezas grandes. Después, con cuidado dejó en el suelo la bolsa que Rose había preparado. Nana asintió, dejándoles la bolsa para que pudieran comer algo antes de continuar el viaje.
Alzó de nuevo el hocico y se acercó al río, donde metió las patas delanteras y sumergió el hocico para beber algo de agua. Intentó, con todas sus fuerzas, mantener todos sus sentimientos y pensamientos alejados y dejarse llevar por sus instintos más primarios.
Entonces, el sonido del aire se cortó por una flecha de obsidiana que se clavó metros más allá de la loba en uno de los árboles de la rivera. Nana giró rauda y ladró a sus compañeros. Cazadores de bestias. Hizo un ademán con el hocico hacia la frondosa arboleda algunos metros más allá para que corrieran. ¿Cómo no los había olido antes? El aire volvió a cortarse, pero esta vez no en dirección a la líder, sino hacia sus acompañantes.
____________________________________________________________________________________________________-Venga, venga, no hay nada que ver aquí… -Comentaba a las ancianas y ancianos, quienes ociosos rodeaban a los voluntarios y se acercaban a hablar con los familiares con la intención de sacar información y cotilleos.
Alec hinchó los carrillos de mala gana, intentando no dejarse llevar por la situación que empezaba a desbordarle. Vio de lejos pasar a su mujer acompañada por las otras dos lobas, y sonrió, templando sus ánimos y sus nervios. Una persona tan nerviosa como Alec era muy fácil de alterar. Lycon llegó, pero lejos de traer nuevas favorables, las que trajo no lo fueron demasiado. No habría madera suficiente para restaurar todas las casas que se habían visto afectadas por el temporal. Alec se llevó las manos a la cabeza. El bullicio se armó de nuevo, causa por la cual los nervios de Alec se desbordaron.
-¡Venga, circulen! -Explotó el lobo atusando a la gente con las manos, la cual se dispersó rápidamente de mala gana.
Alec resopló fuerte mientras se sostenía el pelo en lo alto de la cabeza, pensando. ¿Qué haría Nana en aquel momento? Frunció el gesto, pensando con todas sus fuerzas. Pasó una de sus manos por su cara, estirándose el carrillo hasta deformarse uno de los ojos. Apoyó la palma de su mano sobre la puerta de madera que a penas se sostenía. Esta cayó a plomo al suelo.
-Ahora también hay que poner una puerta. -Dijo en voz alta y soltó una carcajada. Reía por no llorar.
Frotó de nuevo su rostro con ambas manos, tomando aire y tragando saliva. Chascó la lengua antes de fijar la vista en Lycon, y en las personas que se habían quedado a ayudar. Jóvenes en su mayoría. Alec se templó como pudo y asintió al aprendiz de carpintero.
-Tú, y tú. -Alzó el dedo acusador hacia dos jóvenes que pacían asustados ante la actitud del lobo. -Corred, y reclutar a todo el mundo que podáis para que talen toda la madera posible. -Imperó, haciendo un ademán con el mentón. -¿Cincuenta árboles valdrán? -Preguntó a Lycon arqueando levemente una de sus cejas, dubitativo.
El tiempo se les acababa, y aquellas familias seguían sin un techo donde guarecerse de las heladas nocturnas. Alec no esperó la respuesta.
-Setenta árboles de la madera más rígida. -Ordenó, y tras sus palabras dio una palmada al aire, por la cual ambos muchachos dieron un respingo y echaron a correr zambullendo sus pies bajo el espeso manto de nieve.
Alec pasó por encima de la puerta de madera que ahora reposaba en el suelo dentro de la estancia principal, e hizo un aspaviento con la mano para que Lycon le acompañara, así como los demás hombres que se habían quedado para restaurar la casa.
-¿Por dónde empezamos? -Preguntó Alec alzando la vista hacia el inexistente techo, tapándose con la mano a modo de visera la luz del sol, aunque nublado, que entraba por el enorme agujero de la techumbre.
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El panorama pintaba bastante diferente en el templo, Höor caminaba con su panza de aquí para allá, él no era el sacerdote principal del templo, aquel hombre bonachón y barrigudo, quien se hacía llamar a si mismo sacerdote, no lo era. Tan solo era un borracho más del pueblo, encomendado a los dioses con el fin de salir de sus vicios y pecados, el ayudante del sacerdote. Rose miró la situación desde su posición, se había colocado tras la mesa y repartía junto a Hera chocolate y comida a los desamparados con una sonrisa digna de la mejor reina. Tan coqueta y amable como siempre, pero sin perder de vista a la muchacha, a la cual miraba cada gesto por el rabillo del ojo.
Hera, quien era suspicaz como la que más, se había dado cuenta del interés de la pelirroja por la nueva, pero intentó ignorar la situación restándole importancia, habían más cosas en las que pensar que en las corazonadas de Rose.
Höor volvió a entrar al templo, se zarandeaba como podía con aquella barriga cervecera hasta el umbral de la puerta, en el cual tuvo que apoyarse para subir el escalón que separaba el interior del exterior. Rose acercó los labios al oído de Freya, arqueando levemente una ceja.
-Ese es Höor, el borracho. -Comentó con una sonrisilla burlona, acto por el cual Hera propinó un tremendo pisotón a la bruja. Rose miró con resquemor a su amiga, quien negó con la cabeza varias veces ante su actitud mientras acunaba a su pequeño. -… Se dio a la bebida tras ser transformado por una prostituta en Vulwulfar. -Una risilla salió de los labios de Rose, quien amaba con todas sus fuerzas los chismorreos.
Hera rodó los ojos hasta dejarlos en blanco, odiaba aquella actitud de su amiga, pero entendía la utilidad de la personalidad de la pelirroja, ya que debido a su naturaleza amable y pícara, y muy cotilla, era la confidente de la mayoría del pueblo, razón por la cual mantenía informada a Nana de todo lo importante, y no tan importante, que sucedía en la aldea.
Rose de nuevo separó los labios, pero todas las miradas se dirigieron a la puerta del templo, allí un hombre de estatura media, ni muy grande ni muy pequeño, salió vestido con una túnica marrón atada por un cinto. La figura de dos lobos formando un circulo perfecto en uno de los lados de su túnica. Los más mayores hicieron una pequeña reverencia, así como Hera. Guthrum, así se llamaba el sacerdote de Ulmer. Rose sonrió y suspiró embelesada por el porte del muchacho, quien no sería mucho mayor que ella. Sostenía un saco de cuero en una de sus manos, el cual parecía pesar por la tensión de la piel ante la resistencia del contenido. Höor salió tras él con más mantas, las cuales dejó sobre la mesa. Gurthrum, el sacerdote, se acercó a Rose, tomando su mano con delicadeza, apartándola levemente de su lugar de trabajo y depositando la bolsa de dinero sobre sus manos.
-Busca al mejor de tus hombres que jure lealtad a Ulmer y a Nana, y mándalo a por víveres al pueblo de Verisar más cercano. Que traiga más víveres y mantas. -Encomendó a la bruja, frunciendo levemente el ceño mientras pronunciaba sus palabras.
Rose miró el saco, monedas de plata y oro que la gente del pueblo había dado como donativo al templo, y que ahora eran de vueltas al pueblo en otras formas. La bruja asintió, con el semblante serio, y alzó la mano para hacer un ademán a Freya, quien parecía ser acosada por Höor, el borracho.
-Ven, chica. -Comentó en voz alta para que dejara lo que estuviera haciendo y se acercara a ellos. El gesto del sacerdote se torció en una media sonrisa de complicidad.
-La muchacha se llama Freya, es nueva. A ver si tú le puedes enseñar los caminos del lobo. -Explicó Rose mientras guardaba la pesada bolsa de monedas en su bolso de piel que colgaba del cinto, el cual casi se desabrochó del peso.
Como la más atenta de las madres, Rose acarició la cabeza de la muchacha antes de marchar deshaciendo sus pasos. Hera, quien se había mantenido ajena a la conversación, arqueó ambas cejas preguntándose dónde iría su compañera.
-Así que Freya… -Comenzó a comentar el hombre acercándose a la mesa donde antes trabajaban. -Mi nombre es Guthrum, al menos aquí, en Ulmer. -Comentó entregándole con una sonrisa amable una manta a un anciano de la cola.
- Guthrum, el sacerdote.:
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Nana encabezaba al grupo de caza, era un número de personas suficiente para tener un buen resultado de caza sin desperdigarse demasiado, la líder intentaba no pensar demasiado, pero una única pregunta rondaba por su mente, ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué ahora? Gruñó aún corriendo, disgustada por lo rápido de los acontecimientos, pero la vida era así, y no era quién para ordenar sus actos ni medir sus tiempos. No haber casi dormido hizo mella en ella, y tuvo que aminorar la marcha más allá del linde entre sus terrenos y los reinos del norte. Habían subido de altitud, y aquello hizo que se le taponaran las orejas por la presión. A penas hubieron alcanzado de nuevo el curso del río, sus compañeros empezaron a dispersarse. Nana los siguió con la mirada mientras recuperaba el aliento, y miró al cielo.
No había cuervos, una buena señal, significaba que los cazadores no habían salido aquella madrugada y que no tendrían competencia. O al menos así esperaba que fuera. Se sentó junto al río, observando las cualidades de cada uno de ellos. Las de Brendarid las conocía muy bien, pero a la muchacha era la primera vez que la veía. Le llamó la atención la forma adoptada, pero no le dio demasiada importancia, conocía a muchos lobos como ella, que preferían la transformación parcial antes de la cuadrúpeda. Pero algo más le llamó la atención, en el pelaje negro del que fue su prometido, una mancha blanca se dibujaba bajo su cuello. ¿Dónde habría estado durante todo ese tiempo?
Nana sacudió el hocico, saliendo de aquellos pensamientos y trotó hasta Saltador y Brendarid, sentándose en la fría nieve, giró el morro hacia la compañera y ladró para avisarla. Debían de guardar energías para las piezas grandes. Después, con cuidado dejó en el suelo la bolsa que Rose había preparado. Nana asintió, dejándoles la bolsa para que pudieran comer algo antes de continuar el viaje.
Alzó de nuevo el hocico y se acercó al río, donde metió las patas delanteras y sumergió el hocico para beber algo de agua. Intentó, con todas sus fuerzas, mantener todos sus sentimientos y pensamientos alejados y dejarse llevar por sus instintos más primarios.
Entonces, el sonido del aire se cortó por una flecha de obsidiana que se clavó metros más allá de la loba en uno de los árboles de la rivera. Nana giró rauda y ladró a sus compañeros. Cazadores de bestias. Hizo un ademán con el hocico hacia la frondosa arboleda algunos metros más allá para que corrieran. ¿Cómo no los había olido antes? El aire volvió a cortarse, pero esta vez no en dirección a la líder, sino hacia sus acompañantes.
- Lycon: en tus manos queda dirigir el equipo de carpinteros para reparar el tejado, pero ten cuidado porque la señora de la casa es un tanto quisquillosa con sus cosas, no le vayas a romper nada.
- Freya: Höor, quien te dijo ser el sacerdote, es el borracho del pueblo, no es mala gente pero ten cuidado, le gustan las jovencitas. Guthrum sin embargo antes profesaba la fe de los hombres de Verisar, era un sacerdote de Odín antes de escuchar el aullido de Fenrir. Color: #669999
- Brendarid, Saltador y Thiel: Los cazadores de bestias son enviados por los pueblos colindantes a los reinos del Este para evitar que los lobos cacen en sus territorios y maten a sus rebaños. Suelen ser mercenarios especializados en trampas y venenos.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Tras darle la información necesaria a Alec y este mandar a talar arboles nos ponemos manos a la obra con la casa de la anciana. Lo primero de todo era trae las existencias de madera que nos quedaban en el taller de Wolvär, mi maestro. Acudimos todos a por la madera y la vamos trayendo a mano ya que los carros no podían pasar hasta allí. Íbamos a tardar pero es lo que hay. Al cabo de una hora toda la madera que creo necesaria ya está en el lugar y comienzo a explicarle a Alec lo que íbamos a hacer.-He estado consultando con mi maestro y lo conveniente sería cambiar todo el techo como dije antes. Los pilares que vemos ahí, ahí, ahí y ahí- Voy acercándome hacia los pilares marcándolos uno a uno mientras hablo.-Están bien ahora que los miro de cerca, solo que pondremos unas estructurar para ayudar a que el techo aguante, en forma de uve, que no este solo sujeto por el pilar. Cuando levantemos el techo caído sabremos si ha dañado el suelo, si lo ha hundido de la caída habrá que cambiar ese trozo también. Al final, saldrá rentable cambiar toda la casa. -Río levemente y me pongo manos a la obra con los voluntarios. Ya que la puerta principal estaba rota, será lo último que arreglemos, solo se han salido las bisagras de su sitio.
Poco a poco conseguimos sacar todos los pedazos de tejado derruido y dejarlo apartado en el exterior. Tras examinarlo, el suelo no estaba dañado, aguantaría. Era el momento de quitar toda la madera del techo pero antes había que quitar toda la nieve. Con las escaleras que habíamos cogido y un par de palas, suben los que menos pesan para no acabar de hundir todo el tejado. Viendo el proceso desde fuera veo como Derja entra en la casa que se encontraba vacía por si acaso se hundía, por lo que entro para echarla. No le ibamos a quitar la casa, solo era por su protección.-Señora, señora, quieta ahí. necesitaré que salga, por favor, no sabemos si puede hundirse otra vez. -La anciana me mira mientras una lagrima caía por su rostro.-No puedo dejarla, es mi casa, no puedo pensar el no vivir aquí, en mi tierra..-Habla mientras se acerca a un armario lleno de trastos y baratijas.-Esto es de aquel viaje a Lunargenta, sí, ¡me acuerdo! Con mi joven Rohir, que ha sido de tu, viejo amado..- Tenía que sacarla ahora mismo, debía estar aturdida aún por la tormenta.-No pasa nada, que la casa no se va a mover, solo vamos a reconstruir algunas partes para que puedas seguir viviendo en ella, tranquila.-Me acerco a ella posando mis manos en sus hombros.-Déjenos trabajar por favor-Cuando acabo de decir esto, agarra un ramo de hojas secas que tenía y me da dos azotes en el costado.-¡Oiga!-Exclamo al recibir tales golpes.-Tira para fuera, que me vas a romper algo con esas manazas, Como me rompáis algo me entra un patatús-¿Me estaba amenazando una vieja? Vaya.-No le rompemos nada, pero salga haga el favor-La acompaño hasta la salida mientras me acariciaba la zona enrojecida por los ramazos, la abuela tiene fuerza aunque no lo parezca.
Al cabo de un rato, bajan los hombres que se habían encargado de limpiar la cubierta de nieve y empezamos a quitar los clavos que los unían a la estructura principal de la casa. Todo el trabajo nos costaría casi hasta media tarde, había mucho que hacer, pero si nos dábamos prisa lo conseguiríamos.Va a ser dificil, pero con maña lo tendremos para esta tarde, solo si no paramos. Las demás casas, si no hay suficientes carpinteros y voluntarios tendrán que esperar, Alec, si me haces el favor, revisa esas casas y ordenalas por prioridad, que te acompañe Wolvär, mi maestro, el sabe más que yo. Por favor. - No conocía a Alec de nada y ya le estaba dando ordenes cuando él había sido el que nos organizaba, no se si me hará caso pero por el bien de Ulmer, eso espero.
La madera podrida de la casa se deshacía rápidamente como dieses un golpe, me extraña que no se hubiese caído antes. Una vez esta todo destapado, con la ayuda de los dos carpinteros que estaban conmigo, preparamos en mi taller los refuerzos que íbamos a utilizar para los pilares. Cuando volvíamos, ya empezaban a traer troncos ya cortados y preparados desde el bosque, debían haber muchos voluntarios, vaya que si. No me gusta mucho la idea de desforestar a la fuerza, pero era una razón de peso y la respeto.
Comenzamos a preparar las columnas y los apoyos que usaríamos para sostener el techo hasta que lo uniésemos a dicha base. El sol apuntaba el mediodía por lo que los muchachos van a la taberna a comer, eramos personas no esclavos. Pero al contrario de ellos, yo me quedo, viendo lo que teníamos y lo que nos quedaba, habría tiempo para comer luego. Además no estoy solo, cuento con la ayuda de dos pequeños, Ulf e Ymer, los nietos de Derja, que me ayudan a limpiar la casa por dentro de nieve.-¡Vamos, que nosotros podemos!-Les animaba mientras amontonaban la nieve de un lado a otro sin hacer mal, pero tampoco bien.-Acabemos de limpiar esto que si no vendrá vuestra abuela y nos pegará a los tres-Los niños ahora lo hacen más rápido, mientras ríen. Al cabo de media hora de descanso, los voluntarios vuelven de la taberna y se reanuda la reconstrucción. Las horas siguen pasando y todos estamos cansados. Se vuelve a hacer un descanso y luego solo quedaba poner las planchas de madera que ya estaban preparadas a un lado. Quedan las suficientes horas de sol para arreglar otras casas por lo que aprovecho para comer, estaba hambriento. Mientras termino los compañeros ya hacía rato que habían comenzado a subir las placas y otros dentro de la pequeña vivienda para clavarlas a la nueva plataforma bajos mis indicaciones y la de los de mi mismo oficio. Tan solo era un aprendiz, pero ya había hecho esto antes con el viejo.
¡Por fin hemos terminado! Hemos terminado antes de lo previsto, la casa aguantará cien años más sin duda.-Ya hemos terminado la más importante y la más grave, pero aun quedan muchas otras, esta noche descansaremos y beberemos, pero ahora toca trabajar. ¡Venga!.-Recogemos las herramientas y los escombros que habíamos hecho y nos marchamos en busca de nuevas instrucciones de Alec.
Poco a poco conseguimos sacar todos los pedazos de tejado derruido y dejarlo apartado en el exterior. Tras examinarlo, el suelo no estaba dañado, aguantaría. Era el momento de quitar toda la madera del techo pero antes había que quitar toda la nieve. Con las escaleras que habíamos cogido y un par de palas, suben los que menos pesan para no acabar de hundir todo el tejado. Viendo el proceso desde fuera veo como Derja entra en la casa que se encontraba vacía por si acaso se hundía, por lo que entro para echarla. No le ibamos a quitar la casa, solo era por su protección.-Señora, señora, quieta ahí. necesitaré que salga, por favor, no sabemos si puede hundirse otra vez. -La anciana me mira mientras una lagrima caía por su rostro.-No puedo dejarla, es mi casa, no puedo pensar el no vivir aquí, en mi tierra..-Habla mientras se acerca a un armario lleno de trastos y baratijas.-Esto es de aquel viaje a Lunargenta, sí, ¡me acuerdo! Con mi joven Rohir, que ha sido de tu, viejo amado..- Tenía que sacarla ahora mismo, debía estar aturdida aún por la tormenta.-No pasa nada, que la casa no se va a mover, solo vamos a reconstruir algunas partes para que puedas seguir viviendo en ella, tranquila.-Me acerco a ella posando mis manos en sus hombros.-Déjenos trabajar por favor-Cuando acabo de decir esto, agarra un ramo de hojas secas que tenía y me da dos azotes en el costado.-¡Oiga!-Exclamo al recibir tales golpes.-Tira para fuera, que me vas a romper algo con esas manazas, Como me rompáis algo me entra un patatús-¿Me estaba amenazando una vieja? Vaya.-No le rompemos nada, pero salga haga el favor-La acompaño hasta la salida mientras me acariciaba la zona enrojecida por los ramazos, la abuela tiene fuerza aunque no lo parezca.
Al cabo de un rato, bajan los hombres que se habían encargado de limpiar la cubierta de nieve y empezamos a quitar los clavos que los unían a la estructura principal de la casa. Todo el trabajo nos costaría casi hasta media tarde, había mucho que hacer, pero si nos dábamos prisa lo conseguiríamos.Va a ser dificil, pero con maña lo tendremos para esta tarde, solo si no paramos. Las demás casas, si no hay suficientes carpinteros y voluntarios tendrán que esperar, Alec, si me haces el favor, revisa esas casas y ordenalas por prioridad, que te acompañe Wolvär, mi maestro, el sabe más que yo. Por favor. - No conocía a Alec de nada y ya le estaba dando ordenes cuando él había sido el que nos organizaba, no se si me hará caso pero por el bien de Ulmer, eso espero.
La madera podrida de la casa se deshacía rápidamente como dieses un golpe, me extraña que no se hubiese caído antes. Una vez esta todo destapado, con la ayuda de los dos carpinteros que estaban conmigo, preparamos en mi taller los refuerzos que íbamos a utilizar para los pilares. Cuando volvíamos, ya empezaban a traer troncos ya cortados y preparados desde el bosque, debían haber muchos voluntarios, vaya que si. No me gusta mucho la idea de desforestar a la fuerza, pero era una razón de peso y la respeto.
Comenzamos a preparar las columnas y los apoyos que usaríamos para sostener el techo hasta que lo uniésemos a dicha base. El sol apuntaba el mediodía por lo que los muchachos van a la taberna a comer, eramos personas no esclavos. Pero al contrario de ellos, yo me quedo, viendo lo que teníamos y lo que nos quedaba, habría tiempo para comer luego. Además no estoy solo, cuento con la ayuda de dos pequeños, Ulf e Ymer, los nietos de Derja, que me ayudan a limpiar la casa por dentro de nieve.-¡Vamos, que nosotros podemos!-Les animaba mientras amontonaban la nieve de un lado a otro sin hacer mal, pero tampoco bien.-Acabemos de limpiar esto que si no vendrá vuestra abuela y nos pegará a los tres-Los niños ahora lo hacen más rápido, mientras ríen. Al cabo de media hora de descanso, los voluntarios vuelven de la taberna y se reanuda la reconstrucción. Las horas siguen pasando y todos estamos cansados. Se vuelve a hacer un descanso y luego solo quedaba poner las planchas de madera que ya estaban preparadas a un lado. Quedan las suficientes horas de sol para arreglar otras casas por lo que aprovecho para comer, estaba hambriento. Mientras termino los compañeros ya hacía rato que habían comenzado a subir las placas y otros dentro de la pequeña vivienda para clavarlas a la nueva plataforma bajos mis indicaciones y la de los de mi mismo oficio. Tan solo era un aprendiz, pero ya había hecho esto antes con el viejo.
¡Por fin hemos terminado! Hemos terminado antes de lo previsto, la casa aguantará cien años más sin duda.-Ya hemos terminado la más importante y la más grave, pero aun quedan muchas otras, esta noche descansaremos y beberemos, pero ahora toca trabajar. ¡Venga!.-Recogemos las herramientas y los escombros que habíamos hecho y nos marchamos en busca de nuevas instrucciones de Alec.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Cuando Höor se alejo, pudo respirar mejor, para ser el sacerdote tenía un deje de olor a vino, y se confirmó cuando la mujer que la había guiado hasta allí, palideció, no quería tener cerca borracho alguno, ya había lidiado bastante con ellos, y lo último que quería era hacerlo más, en realidad, no quería cerca a hombre alguno, es más, si pudiera, en ese momento, se iría corriendo de vuelta a la posada, subiría las escaleras del hogar de Petra y se encerraría en el dormitorio que le habían cedido para no salir. Pero se había comprometido, y, a pesar de todo, de los cambios que había sufrido su personalidad en los últimos años, seguía siendo alguien que mantenía su palabra, había prometido ayudar, y, solo por eso, ayudaría.
Respiró hondo intentando volver al trabajo cuando una voz irrumpió en la conversación que mantenía con Rose. Junto a todos los demás presentes , giró a mirar a quien había hecho su entrada. Un hombre menudo y delgado, con el pelo castaño y los ojos azules, daba la impresión de ser alguien pacífico y tranquilo, no obstante, seguía siendo un hombre. Freya, viendo como Rose corría al encuentro del recién llegado, volvió eficientemente a su labor. Cogió varias mantas y se acercó a los escalones, para seguir dándolas, ofreciendo una manta y dejando, a quienes ya las tenían, pasar a por suministros.
Ya se había agachado con una sonrisa suave para poder entregarle una manta a un niño pequeño que la miraba expectante, cuando la voz de Rose sonó en el recinto. Desde el suelo, acariciando el pelo del chiquillo, se levantó y miró a la mujer, que hacía gestos para que se acercase. Freya miró a ambos lados, pensando que llamaban a otro en su lugar, pero al ver que la miraban a ella, se dirigió con la cabeza gacha, encogida, y temerosa, hacia Rose, y el recién llegado.
Se mantuvo quieta, estática, observando el último intercambio de palabras entre las personas que la habían llamado, y miró a Rose con desesperación cuando esta desapareció de su vista, antes de girarse hacia el hombre que le hablaba con mirada gacha, dando un paso hacia atrás, incómoda. Lo miró inquieta cuando este se acabó de presentar. Ese SÍ era, el sacerdote, no un borracho de buen corazón que parecía haber querido tomarle el pelo. Con prisa, tomó las mantas a sus espaldas y comenzó a repartirlas junto al hombre, no queriendo parecer, además de una cobarde, una inútil.
- Encantada.- dijo en un susurro a penas audible, mientras entregaba un botijo de agua a la joven que acompañaba a la anciana. Atendió a cuatro personas más en silencio cuando, por fin, se decidió a hablar.- Es... Usted...- dudo sin saber como preguntarlo.- Me han dicho que antes era humano.- musitó finalmente.- yo... me convirtie...- negó.- me convertí- rectificó para suavizar.- hace dos años, algo menos, pero... lo cierto es que no entiendo nada...- se sinceró con voz amilanada y cabeza gacha, mientras veía alejarse a la última persona atendida.
- Tranquila- respondió él, intentando tranquilizarla con un tono de voz bajo y pasmosamente calmado.- es complicado si no tienes a nadie que te explique, ¿has estado por tu cuenta hasta ahora?- le preguntó él sin mirarla, recibiendo una negación de cabeza como respuesta.
- No, yo... tuve una manada, pero..., no.- musitó con sencillez, encogiéndose ante el simple recuerdo de quienes habían sido, supuestamente, su familia.
El sacerdote se giró a mirarla y la vio, tal vez, por primera ver, de verdad. Su gesto asustado, su voz baja, sus moretones, su evidente falta de comida, su ligero temblor en cuanto alguien se acercaba más de la cuenta, su distancia calculada para no tocar a los demás, ni siquiera a la gente a quien trataba de ayudar, sus ojos asustados, a pesar de la sonrisa que intentaba decorar su cara, esa chica no había sido un lobo solitario, no había estado en una manada que la cuidara, algo extraño había pasado con ella, y, aunque resultaba claro que la joven no parecía dispuesta a hablarlo con franqueza, pensaba que, tal vez, la podría ayudar.
Freya, mientras tanto, concentrada en su trabajo, intentaba alejarse del lugar con la mayor presteza posible, insegura, pero sin decidirse a dejar su trabajo. Se preguntó si era la única que se sentía así de incómoda y atemorizada en la aldea, si era así, probablemente no tuviera razón alguna como para sentirse intranquila, pero Hoör, el borracho, había logrado que se sintiera nerviosa, aun creía notar la mirada punzante del lobo ebrio en su nuca. Tragó saliva y miró hacia el exterior del templo, la noche anterior, encerrada en la taberna, se había sentido, definitivamente, mucho más segura.
Respiró hondo intentando volver al trabajo cuando una voz irrumpió en la conversación que mantenía con Rose. Junto a todos los demás presentes , giró a mirar a quien había hecho su entrada. Un hombre menudo y delgado, con el pelo castaño y los ojos azules, daba la impresión de ser alguien pacífico y tranquilo, no obstante, seguía siendo un hombre. Freya, viendo como Rose corría al encuentro del recién llegado, volvió eficientemente a su labor. Cogió varias mantas y se acercó a los escalones, para seguir dándolas, ofreciendo una manta y dejando, a quienes ya las tenían, pasar a por suministros.
Ya se había agachado con una sonrisa suave para poder entregarle una manta a un niño pequeño que la miraba expectante, cuando la voz de Rose sonó en el recinto. Desde el suelo, acariciando el pelo del chiquillo, se levantó y miró a la mujer, que hacía gestos para que se acercase. Freya miró a ambos lados, pensando que llamaban a otro en su lugar, pero al ver que la miraban a ella, se dirigió con la cabeza gacha, encogida, y temerosa, hacia Rose, y el recién llegado.
Se mantuvo quieta, estática, observando el último intercambio de palabras entre las personas que la habían llamado, y miró a Rose con desesperación cuando esta desapareció de su vista, antes de girarse hacia el hombre que le hablaba con mirada gacha, dando un paso hacia atrás, incómoda. Lo miró inquieta cuando este se acabó de presentar. Ese SÍ era, el sacerdote, no un borracho de buen corazón que parecía haber querido tomarle el pelo. Con prisa, tomó las mantas a sus espaldas y comenzó a repartirlas junto al hombre, no queriendo parecer, además de una cobarde, una inútil.
- Encantada.- dijo en un susurro a penas audible, mientras entregaba un botijo de agua a la joven que acompañaba a la anciana. Atendió a cuatro personas más en silencio cuando, por fin, se decidió a hablar.- Es... Usted...- dudo sin saber como preguntarlo.- Me han dicho que antes era humano.- musitó finalmente.- yo... me convirtie...- negó.- me convertí- rectificó para suavizar.- hace dos años, algo menos, pero... lo cierto es que no entiendo nada...- se sinceró con voz amilanada y cabeza gacha, mientras veía alejarse a la última persona atendida.
- Tranquila- respondió él, intentando tranquilizarla con un tono de voz bajo y pasmosamente calmado.- es complicado si no tienes a nadie que te explique, ¿has estado por tu cuenta hasta ahora?- le preguntó él sin mirarla, recibiendo una negación de cabeza como respuesta.
- No, yo... tuve una manada, pero..., no.- musitó con sencillez, encogiéndose ante el simple recuerdo de quienes habían sido, supuestamente, su familia.
El sacerdote se giró a mirarla y la vio, tal vez, por primera ver, de verdad. Su gesto asustado, su voz baja, sus moretones, su evidente falta de comida, su ligero temblor en cuanto alguien se acercaba más de la cuenta, su distancia calculada para no tocar a los demás, ni siquiera a la gente a quien trataba de ayudar, sus ojos asustados, a pesar de la sonrisa que intentaba decorar su cara, esa chica no había sido un lobo solitario, no había estado en una manada que la cuidara, algo extraño había pasado con ella, y, aunque resultaba claro que la joven no parecía dispuesta a hablarlo con franqueza, pensaba que, tal vez, la podría ayudar.
Freya, mientras tanto, concentrada en su trabajo, intentaba alejarse del lugar con la mayor presteza posible, insegura, pero sin decidirse a dejar su trabajo. Se preguntó si era la única que se sentía así de incómoda y atemorizada en la aldea, si era así, probablemente no tuviera razón alguna como para sentirse intranquila, pero Hoör, el borracho, había logrado que se sintiera nerviosa, aun creía notar la mirada punzante del lobo ebrio en su nuca. Tragó saliva y miró hacia el exterior del templo, la noche anterior, encerrada en la taberna, se había sentido, definitivamente, mucho más segura.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Cada miembro de la pequeña jauría estaba concentrado en sus propias ocupaciones cuando el ladrido de la líder llamó a Thiel para que dejase en paz al pobre conejo, que se apretaba contra el fondo de la madriguera en el primitivo afán de preservar su vida, y se reuniese en torno al río junto a sus compañeros. La bestia blanca trotó hacia los demás con buen ánimo, fijando su vista especialmente en el aprendiz de herrero puesto que verle una vez más en su forma humana le llamó poderosamente la atención. Bufó y negó con la cabeza en un movimiento imperceptible, reprobando pero comprendiendo la actitud del muchacho. Al parecer sería más difícil de lo que pensaba llevarle a hacer las paces con su lado animal.
Estaba acercando el hocico a la mochila para olisquear su contenido cuando sus oídos captaron el crujir de un hilo tenso y el posterior silbido del proyectil surcando el aire. Retrocedió instintivamente y observó con los brillantes ojos oliváceos, incorporándose sobre sus patas traseras, el punto de donde provenían las flechas que les rozaban cada vez con mayor alevosía. Apenas pudo avistar al grupo de cazadores, se dio la vuelta dispuesta a emprender velozmente la huida. Sabía que lo más sensato era escapar del embrollo si tenía la posibilidad, más que nada ante su decisión de no meterse en problemas que contribuyesen a mancharle las manos -patas, esta vez- de sangre “inocente”. Aunque, bueno, en este caso aquellos tipos estaban buscándose la confrontación.
La loba antropomórfica comenzó a trazar una línea recta hacia la zona boscosa señalada por la alfa, pero a medio camino su trayectoria sufrió un desvío. Recordando que Saltador había retornado a su forma humana, la lógica interrumpió el instinto con una única certeza: para él no sería tan fácil huir, dado que tardaría tiempo valioso tanto en correr sobre dos patas, como en volver a trasmutar. El estruendoso sonido de su gran cuerpo níveo metiéndose al agua marcó la oportunidad: con las fauces tomó el brazo del muchacho, quizás con demasiada fuerza pero no la suficiente como para desgarrarle la piel, y tiró de él con intención de apresurar su marcha. Arrear semejante corpachón hubiese sido imposible para la pequeña Thiel de dos patas; en la forma actual, por suerte, la tarea era mucho más sencilla.
Salir del río de aquella manera fue exigente y penoso, pero entre ruidosos chapoteos consiguió imponerse a la corriente y retornar al abrigo del bosque. Temiendo hacerle daño, soltó el brazo de Saltador cuando intuyó que ya no era necesario seguir arrastrándole; allí, perdiéndose entre la arboleda, era más difícil que aquellos arqueros diesen en el blanco. Buscó la mirada de Nana con expresivos y brillantes ojos. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué debían hacer respecto a la caza? Cuando la faceta animal les envolvía, no hacía falta hablar para formular con claridad las preguntas precisas. Unos pocos gestos eran más que suficiente para entenderse.
Estaba acercando el hocico a la mochila para olisquear su contenido cuando sus oídos captaron el crujir de un hilo tenso y el posterior silbido del proyectil surcando el aire. Retrocedió instintivamente y observó con los brillantes ojos oliváceos, incorporándose sobre sus patas traseras, el punto de donde provenían las flechas que les rozaban cada vez con mayor alevosía. Apenas pudo avistar al grupo de cazadores, se dio la vuelta dispuesta a emprender velozmente la huida. Sabía que lo más sensato era escapar del embrollo si tenía la posibilidad, más que nada ante su decisión de no meterse en problemas que contribuyesen a mancharle las manos -patas, esta vez- de sangre “inocente”. Aunque, bueno, en este caso aquellos tipos estaban buscándose la confrontación.
La loba antropomórfica comenzó a trazar una línea recta hacia la zona boscosa señalada por la alfa, pero a medio camino su trayectoria sufrió un desvío. Recordando que Saltador había retornado a su forma humana, la lógica interrumpió el instinto con una única certeza: para él no sería tan fácil huir, dado que tardaría tiempo valioso tanto en correr sobre dos patas, como en volver a trasmutar. El estruendoso sonido de su gran cuerpo níveo metiéndose al agua marcó la oportunidad: con las fauces tomó el brazo del muchacho, quizás con demasiada fuerza pero no la suficiente como para desgarrarle la piel, y tiró de él con intención de apresurar su marcha. Arrear semejante corpachón hubiese sido imposible para la pequeña Thiel de dos patas; en la forma actual, por suerte, la tarea era mucho más sencilla.
Salir del río de aquella manera fue exigente y penoso, pero entre ruidosos chapoteos consiguió imponerse a la corriente y retornar al abrigo del bosque. Temiendo hacerle daño, soltó el brazo de Saltador cuando intuyó que ya no era necesario seguir arrastrándole; allí, perdiéndose entre la arboleda, era más difícil que aquellos arqueros diesen en el blanco. Buscó la mirada de Nana con expresivos y brillantes ojos. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué debían hacer respecto a la caza? Cuando la faceta animal les envolvía, no hacía falta hablar para formular con claridad las preguntas precisas. Unos pocos gestos eran más que suficiente para entenderse.
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
No podía decir que el día fuese perfecto, después de todo, la nieve no había llegado por casualidad. El frío se notaba en el vaho que salía de la boca de cada uno de ellos cuando respiraba, también en sus pies descalzos al caminar sobre el suelo en ocaciones deslizante. Curiosamente el agua del río no estaba tan fría en comparación, sólo lo normal. Saltador continuaba sus labores de pesca ajeno al resto del mundo, consciente del calor de cuerpo sólo de forma parcial pues sus piernas se sentían agarrotadas por el frío. Sus manos eran rápidas y su mente se centraba en su trabajo, eso era todo lo que necesitaba para llevar a cabo la labor que lo ocupaba. Como era habitual en él, apenas prestó atención a la figura de Nana cuando se acercó hasta la orilla del río, cerca de su posición. En algún momento su sombra había activado algún tipo de mecanismo de reconocimiento de movimiento en el cerebro de aquel aprendiz de herrero, pero toda su atención se encontraba en el agua que lo rodeaba. Es por eso que no fue consciente del sonido del primero de los proyectiles, ni tan siquiera cuando este se clavaba fuertemente contra uno de los árboles emitiendo tan característica nota. No, no fue hasta el momento en el que el ladrido de alerta proferido por la líder de la manada penetró en sus oidos e hizo que su piel se erizara por completo cuando el ingenuo pescador se cercioró de lo que ocurría. Estaban siendo atacados, los cazadores se convertían en presas.
Sus compañeros se dirigían raudos hacia la arboleda tal y como indicaba quien lideraba aquella partida, sin embargo para él las cosas no eran tan fáciles. Sus piernas frías como el témpano estaban agarrotadas y el primer intento de movimiento brusco hizo que un intenso calambre recorriera su circuito nervioso y le avisara de forma brusca que no responderían a su mandato con tanta facilidad. La sorpresa hizo que el hombretón se balancera por unos instantes, casi perdiendo el equilibrio, un movimiento tremendamente afortunadao ya que al oscilar había conseguido, de forma completamente inconsciente, evitar por milímetros la saeta que se dirigía hacia su pecho. Era consciente de que no tendría tanta suerte la próxima vez por lo que tendría que moverse lo más rápidamente posible. Claro que su forma humana era pesada, torpe en demasiadas ocasiones y débil en comparación con lo que la situación requería. Sí, podría haber corrido con sus compañeros si no hubies tomado la decisión, errónea de nuevo, de volver a su forma humana. Era increíble la cantidad de veces que la transformación, ya fuese en un sentido u otro, terminaba por meterlo en un sinfín de situaciones comprometias. Si sólo le hubiese hecho más caso al instinto...Pero ese mismo instinto le había llevado a conocer a aquella extraña chica unos días atrás y allí se encontraba, completamente inmersa en el agua y tirando de Saltador con fuerza para arrastrarlo en su huido. En algún momento había vuelto atrás en su carrera y sin que ni siquiera lo hubiese notado estaba allí para salvar el día, aquel o aspecto bípedo que no era muy común entre los que el propio Saltador conocía pero que a él ya no le resultaba extraño en absoluto.
Mientras avanzaban en dirección a la arboleda el propio Saltador se mantenía pensativo, o todo lo pensativo que era capaz de estar en tal situación. Se dejaba arrastrar por la potencia de Thiel y sus largas zancadas colaboraban en el avance. Su cabeza se giraba de tanto en cuanto para asegurarse de que ningún proyectil les causara problemas, después de todo él ya había escapado de uno de ellos por puro azar, y si por culpa de su irresponsabilidad herían a su compañera...no quería ni siquiera pensar en ese hecho. Malas decisiones, ¿hasta cuándo lo persiguiría su complejo?
Al llegar a la zona donde estaban los demás rodó por el suelo de forma tosca hasta colocarse de rodillas y observó la reacción de los demás a la espera del siguiente movimiento. Sin embargo, nada más entender que tenía unos valiosos segundos que podía aprovechar, su primera opción era enmendar su estupidez y recuperar la forma que exigía la situación, no podía volver a ser un estorbo, aquello se había tornado peligroso en cuestión de segundos. Miró a Thiel con decisión, asintió con la cabeza y movió sus labios.
-Ya está bien de tonterías
Apenas un murmullo salió de su boca, pero fue perceptible para cualquiera que estuviera cerca. Estaba desnudo, no tenía que preocuparse por sus ropas, no todo era negativo después de todo. Su mochila había quedado atrás, así como los dos peces que yacían a la orilla del río, pero en aquel momento lo más importante, lo principal y lo único que debía ocupar su mente era la supervivencia. Mientras conservaba algo de humanidad esto fue el reflejo de un pensamiento pero cuando su cuerpo adoptó de nuevo la forma de aquel inmenso lobo de pelajo pardo ya no necesitó recordarse ninguna tontería. El instinto se abría paso y dominaba todas y cada una de sus facetas. Estaba listo para seguir, fuese cual fuese el plan.
Sus compañeros se dirigían raudos hacia la arboleda tal y como indicaba quien lideraba aquella partida, sin embargo para él las cosas no eran tan fáciles. Sus piernas frías como el témpano estaban agarrotadas y el primer intento de movimiento brusco hizo que un intenso calambre recorriera su circuito nervioso y le avisara de forma brusca que no responderían a su mandato con tanta facilidad. La sorpresa hizo que el hombretón se balancera por unos instantes, casi perdiendo el equilibrio, un movimiento tremendamente afortunadao ya que al oscilar había conseguido, de forma completamente inconsciente, evitar por milímetros la saeta que se dirigía hacia su pecho. Era consciente de que no tendría tanta suerte la próxima vez por lo que tendría que moverse lo más rápidamente posible. Claro que su forma humana era pesada, torpe en demasiadas ocasiones y débil en comparación con lo que la situación requería. Sí, podría haber corrido con sus compañeros si no hubies tomado la decisión, errónea de nuevo, de volver a su forma humana. Era increíble la cantidad de veces que la transformación, ya fuese en un sentido u otro, terminaba por meterlo en un sinfín de situaciones comprometias. Si sólo le hubiese hecho más caso al instinto...Pero ese mismo instinto le había llevado a conocer a aquella extraña chica unos días atrás y allí se encontraba, completamente inmersa en el agua y tirando de Saltador con fuerza para arrastrarlo en su huido. En algún momento había vuelto atrás en su carrera y sin que ni siquiera lo hubiese notado estaba allí para salvar el día, aquel o aspecto bípedo que no era muy común entre los que el propio Saltador conocía pero que a él ya no le resultaba extraño en absoluto.
Mientras avanzaban en dirección a la arboleda el propio Saltador se mantenía pensativo, o todo lo pensativo que era capaz de estar en tal situación. Se dejaba arrastrar por la potencia de Thiel y sus largas zancadas colaboraban en el avance. Su cabeza se giraba de tanto en cuanto para asegurarse de que ningún proyectil les causara problemas, después de todo él ya había escapado de uno de ellos por puro azar, y si por culpa de su irresponsabilidad herían a su compañera...no quería ni siquiera pensar en ese hecho. Malas decisiones, ¿hasta cuándo lo persiguiría su complejo?
Al llegar a la zona donde estaban los demás rodó por el suelo de forma tosca hasta colocarse de rodillas y observó la reacción de los demás a la espera del siguiente movimiento. Sin embargo, nada más entender que tenía unos valiosos segundos que podía aprovechar, su primera opción era enmendar su estupidez y recuperar la forma que exigía la situación, no podía volver a ser un estorbo, aquello se había tornado peligroso en cuestión de segundos. Miró a Thiel con decisión, asintió con la cabeza y movió sus labios.
-Ya está bien de tonterías
Apenas un murmullo salió de su boca, pero fue perceptible para cualquiera que estuviera cerca. Estaba desnudo, no tenía que preocuparse por sus ropas, no todo era negativo después de todo. Su mochila había quedado atrás, así como los dos peces que yacían a la orilla del río, pero en aquel momento lo más importante, lo principal y lo único que debía ocupar su mente era la supervivencia. Mientras conservaba algo de humanidad esto fue el reflejo de un pensamiento pero cuando su cuerpo adoptó de nuevo la forma de aquel inmenso lobo de pelajo pardo ya no necesitó recordarse ninguna tontería. El instinto se abría paso y dominaba todas y cada una de sus facetas. Estaba listo para seguir, fuese cual fuese el plan.
Saltador
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Re: Nieves de Ulmer. Partida de caza. { evento licántropos 5/6 }
Alec siguió organizando la aldea, muchos voluntarios se adherían a ellos, montando pequeños grupos de reconstrucción y limpieza. Algunos esparcían sal de Vulwulfar por las calles para deshacer el hielo y poder hacerlas más transitables, otros fueron a ayudar con el reparto de mantas y comida al templo. Incluso Alec mandó una cuadrilla más de caza hacia la zona donde Nana y los demás habían partido horas atrás. La mañana parecía agotarse a pasos agigantados, dejando poco margen de maniobra al recién nombrado líder provisional de Ulmer, quien evaluaba económicamente los daños junto a las escaleras del gran salón, pluma en mano y papel en las rodillas, se frotaba la sien con el ceño fruncido con preocupación. Chascó la lengua un par de veces, irritado. Los números se le amontonaban unos sobre otros dejando de tener sentido. Un tachón sobre otro tachón. El joven se tiró del pelo de la barba, rozando la historia.
Alzó la cabeza hasta ver al equipo de reparación de Lycon, sonreían satisfechos por su trabajo. Alec dejó a un lado el tan odiado papel, lo arrugó con la mano y se lo metió en el bolsillo antes de levantarse de la escalera colocándose la pluma en la oreja.
-Veo que habéis acabado. -Apuntó mirando a los muchachos y alzó la mirada al cielo.
Sus tripas y el sol le advertían que sería la hora de comer, seguramente incluso más tarde de medio día, pues estaba algo nublado.
-Ir a comer algo, en el templo os darán algo de sopa caliente y pan. -Apuntó haciendo aspavientos con las manos en un ademán para indicarles la dirección al templo. -Que os lo merecéis.- Dijo, esta vez con una sonrisa antes de dar un par de palmadas a Lycon en el hombro. -Decirle a Hera de mi parte que me traiga un trozo de pan al menos, yo estaré por aquí.- Añadió tras subir los primeros peldaños del gran salón.
Alzó el brazo, con una sonrisa satisfecha, aunque aún tendría mucho que arreglar antes de que la legítima líder llegara de cazar.
En el otro lado de la aldea, cercanos al puerto, Rose, Hera y Freyja seguían ayudando a Guthrum, el sacerdote. En un lugar como Ulmer, donde las penurias habían acechado y apresaban a muchos de sus habitantes, se necesitaba un hombre como él, una palabra del mismísimo cielo para tranquilizar, para apaciguar a quien no entiende sus pesares. Muy a pesar de Nana, quien era totalmente opuesta a cualquier tipo de religión, el templo fue construido cerca de la playa de Ulmer, un amplio descampado de arena donde hacer los rituales y libaciones a los dioses. Una adaptación de la religión humana a las costumbres de los licántropos, o así era como él llamaba a aquello. Rose, aunque siempre atenta, se ausentó de la conversación yendo a hacerle compañía a Hera, quien sosteniendo con un brazo al pequeño que dormía plácidamente, servía como podía los cuencos de madera vacíos que se le acercaban a la hoya.
-Ve y siéntate.- Imperó Rose dándole, literalmente, un culazo a la otra pelirroja quien salió despedida hasta las escaleras del templo, donde se dejó caer con un gran suspiro de resignación.
Rose quizá no había hecho su jugada por caridad, sino que Hera estaba lo suficientemente cerca para escuchar la conversación que mantenían, pero lo suficientemente lejos para no parecer una cotilla. Sirviendo con extremada destreza los cuencos de madera, puso la oreja.
Guthrum por su parte, sintiéndose con las manos vacías, tomó la mitad del montón de mantas que había sobre la mesa y las estrechó contra sí para ir repartiendo junto a Freyja, se alejó lo suficiente para no incomodarla.
-Aquí no tienes por qué preocuparte.- Le dijo el sacerdote sin girarse a mirarla mientras acomodaba una de las mantas en los hombros de una anciana. -Tan solo de que a tu casa no tenga goteras después de lo de ayer.- Bromeó, pero ante la palpable incomodidad de la muchacha, el sacerdote giró la mirada para descubrir a Hoör, quien lejos de ayudar, hacía el como que trabajaba mientras de tres panes que repartía se comía uno. -Hoör, ve adentro a buscar más mantas.- Imperó el sacerdote con la voz sosegada y dulce que le caracterizaba.
El gran hombre panzudo dejó sobre la mesa los panes y casi sin rechistar, subió las escaleras del templo con cuidado de no pisar a Hera, quien acunaba a su hijo entre sus brazos.
-Es un buen hombre.- Apuntó volviendo al trabajo, casi excusándole. -Todos tenemos vicios y virtudes ¿No crees? - Añadió encogiéndose levemente de hombros.
Todo pasó a una velocidad inusualmente rápida, aquel gran lobo negro se dejó guiar totalmente por sus instintos. Tomó aire, el acero de la punta de flecha cortó de nuevo el aire, clavándose en el muslo trasero de Brendarid, quien no parecía cerciorarse aún de lo que estaba sucediendo. Nana ladró un par de veces, empujándole con el hocico hasta llevarle al río, donde Thiel y Saltador ya habían cruzado a la arboleda. Un tercer impacto cerca de ellos y después, silencio. Consiguieron ambos alcanzar a Thiel y a Saltador. Dejó a Brendarid junto a unos matorrales cercanos, donde su pelaje negro no llamase demasiado la atención e hizo un ademán con el hocico para que le siguieran.
Tomó una postura acechante, sus pasos eran largos y ligeros, la cabeza casi a ras del suelo, olfateando el olor a sangre que desprendían los cazadores. Un ruido la alertó de allá donde habían salido las flechas.
Un hombre menudo, con un gorro de forro de oso, la nariz grande y roja y un bigote que se rizaba en ambos lados de su nariz sonrió ampliamente.
-¡Nana! -Exclamó el hombrecillo saliendo de entre los arbustos.
La loba alzó la cabeza y torció el hocico, confusa por la situación. ¿Qué hacía uno de los suyos allí? Sus hombros se relajaron hasta destensarse y caminó a paso ligero hasta su posición, convirtiéndose a la par que su morfología se erguía hasta quedar totalmente recta y humana.
-¿Qué hacéis aquí? -Preguntó frunciendo el ceño.
El pequeño hombre llamado Wadin, ofreció su capa a la líder, quien había olvidado su desnudez por su falta de pudor, pero adoptando las tradiciones humanas de la gente con la que vivía en la aldea, quienes antaño habían sido humanos, asintió y tomó la capa improvisándose un atuendo. Se abrió paso entre la maleza, allí, las flechas que habían sido disparadas reposaban en un carcaj en el suelo junto al cadáver que una vez las hubo disparado.
-Nos mandó Alec como refuerzo. -Explicó despojando a los cadáveres de las cosas preciadas.
Pero ni el oro ni las armas le eran tan preciadas a Nana como lo que olió su nariz y vieron sus ojos. No eran cazadores de bestias, sino cazadores, a secas, quienes disparaban con el mero fin de proteger su bien más preciado: Sus presas. Una enorme carcajada salió de los labios de la líder, quien se echó el cabello hacia atrás desde la frente negando con la cabeza.
-¿Podemos ser más dichosos? -Preguntó irónicamente acercándose al carro que transportaban.
Destapó las sábanas manchadas de sangre, dejando al descubierto los cuerpos de dos yaks, tres jabalies y un ciervo ya desmembrado y ahumado.
La líder hizo un ademán para que se acercaran Saltador y Thiel.
-¿Podéis traer entre los dos a Brendarid? Lo subiremos en el carro con la comida. -Dijo con una sonrisa más que satisfecha por su hallazgo. -Cuando volváis partiremos hacia Ulmer, podéis traer también los peces que habéis pescado si os los queréis cenar. -Bromeó subiéndose al carro de un salto para inspeccionar la carne.
Tras dar las órdenes, llamó a los tres lobos, quienes habían matado a los cazadores.
-Hacer que parezca un accidente. -Imperó señalando los cuerpos. -No pueden parecer lobos, no aquí.-Apuntó sentándose en el borde del carro.
Dicho esto, desenfundaron dagas y espadas y comenzaron a desmembrar los cuerpos, quizá así pareciera un acto de bandalismo y no un ataque de los lobos de Ulmer.
____________________________Alzó la cabeza hasta ver al equipo de reparación de Lycon, sonreían satisfechos por su trabajo. Alec dejó a un lado el tan odiado papel, lo arrugó con la mano y se lo metió en el bolsillo antes de levantarse de la escalera colocándose la pluma en la oreja.
-Veo que habéis acabado. -Apuntó mirando a los muchachos y alzó la mirada al cielo.
Sus tripas y el sol le advertían que sería la hora de comer, seguramente incluso más tarde de medio día, pues estaba algo nublado.
-Ir a comer algo, en el templo os darán algo de sopa caliente y pan. -Apuntó haciendo aspavientos con las manos en un ademán para indicarles la dirección al templo. -Que os lo merecéis.- Dijo, esta vez con una sonrisa antes de dar un par de palmadas a Lycon en el hombro. -Decirle a Hera de mi parte que me traiga un trozo de pan al menos, yo estaré por aquí.- Añadió tras subir los primeros peldaños del gran salón.
Alzó el brazo, con una sonrisa satisfecha, aunque aún tendría mucho que arreglar antes de que la legítima líder llegara de cazar.
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En el otro lado de la aldea, cercanos al puerto, Rose, Hera y Freyja seguían ayudando a Guthrum, el sacerdote. En un lugar como Ulmer, donde las penurias habían acechado y apresaban a muchos de sus habitantes, se necesitaba un hombre como él, una palabra del mismísimo cielo para tranquilizar, para apaciguar a quien no entiende sus pesares. Muy a pesar de Nana, quien era totalmente opuesta a cualquier tipo de religión, el templo fue construido cerca de la playa de Ulmer, un amplio descampado de arena donde hacer los rituales y libaciones a los dioses. Una adaptación de la religión humana a las costumbres de los licántropos, o así era como él llamaba a aquello. Rose, aunque siempre atenta, se ausentó de la conversación yendo a hacerle compañía a Hera, quien sosteniendo con un brazo al pequeño que dormía plácidamente, servía como podía los cuencos de madera vacíos que se le acercaban a la hoya.
-Ve y siéntate.- Imperó Rose dándole, literalmente, un culazo a la otra pelirroja quien salió despedida hasta las escaleras del templo, donde se dejó caer con un gran suspiro de resignación.
Rose quizá no había hecho su jugada por caridad, sino que Hera estaba lo suficientemente cerca para escuchar la conversación que mantenían, pero lo suficientemente lejos para no parecer una cotilla. Sirviendo con extremada destreza los cuencos de madera, puso la oreja.
Guthrum por su parte, sintiéndose con las manos vacías, tomó la mitad del montón de mantas que había sobre la mesa y las estrechó contra sí para ir repartiendo junto a Freyja, se alejó lo suficiente para no incomodarla.
-Aquí no tienes por qué preocuparte.- Le dijo el sacerdote sin girarse a mirarla mientras acomodaba una de las mantas en los hombros de una anciana. -Tan solo de que a tu casa no tenga goteras después de lo de ayer.- Bromeó, pero ante la palpable incomodidad de la muchacha, el sacerdote giró la mirada para descubrir a Hoör, quien lejos de ayudar, hacía el como que trabajaba mientras de tres panes que repartía se comía uno. -Hoör, ve adentro a buscar más mantas.- Imperó el sacerdote con la voz sosegada y dulce que le caracterizaba.
El gran hombre panzudo dejó sobre la mesa los panes y casi sin rechistar, subió las escaleras del templo con cuidado de no pisar a Hera, quien acunaba a su hijo entre sus brazos.
-Es un buen hombre.- Apuntó volviendo al trabajo, casi excusándole. -Todos tenemos vicios y virtudes ¿No crees? - Añadió encogiéndose levemente de hombros.
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Todo pasó a una velocidad inusualmente rápida, aquel gran lobo negro se dejó guiar totalmente por sus instintos. Tomó aire, el acero de la punta de flecha cortó de nuevo el aire, clavándose en el muslo trasero de Brendarid, quien no parecía cerciorarse aún de lo que estaba sucediendo. Nana ladró un par de veces, empujándole con el hocico hasta llevarle al río, donde Thiel y Saltador ya habían cruzado a la arboleda. Un tercer impacto cerca de ellos y después, silencio. Consiguieron ambos alcanzar a Thiel y a Saltador. Dejó a Brendarid junto a unos matorrales cercanos, donde su pelaje negro no llamase demasiado la atención e hizo un ademán con el hocico para que le siguieran.
Tomó una postura acechante, sus pasos eran largos y ligeros, la cabeza casi a ras del suelo, olfateando el olor a sangre que desprendían los cazadores. Un ruido la alertó de allá donde habían salido las flechas.
Un hombre menudo, con un gorro de forro de oso, la nariz grande y roja y un bigote que se rizaba en ambos lados de su nariz sonrió ampliamente.
-¡Nana! -Exclamó el hombrecillo saliendo de entre los arbustos.
La loba alzó la cabeza y torció el hocico, confusa por la situación. ¿Qué hacía uno de los suyos allí? Sus hombros se relajaron hasta destensarse y caminó a paso ligero hasta su posición, convirtiéndose a la par que su morfología se erguía hasta quedar totalmente recta y humana.
-¿Qué hacéis aquí? -Preguntó frunciendo el ceño.
El pequeño hombre llamado Wadin, ofreció su capa a la líder, quien había olvidado su desnudez por su falta de pudor, pero adoptando las tradiciones humanas de la gente con la que vivía en la aldea, quienes antaño habían sido humanos, asintió y tomó la capa improvisándose un atuendo. Se abrió paso entre la maleza, allí, las flechas que habían sido disparadas reposaban en un carcaj en el suelo junto al cadáver que una vez las hubo disparado.
-Nos mandó Alec como refuerzo. -Explicó despojando a los cadáveres de las cosas preciadas.
Pero ni el oro ni las armas le eran tan preciadas a Nana como lo que olió su nariz y vieron sus ojos. No eran cazadores de bestias, sino cazadores, a secas, quienes disparaban con el mero fin de proteger su bien más preciado: Sus presas. Una enorme carcajada salió de los labios de la líder, quien se echó el cabello hacia atrás desde la frente negando con la cabeza.
-¿Podemos ser más dichosos? -Preguntó irónicamente acercándose al carro que transportaban.
Destapó las sábanas manchadas de sangre, dejando al descubierto los cuerpos de dos yaks, tres jabalies y un ciervo ya desmembrado y ahumado.
La líder hizo un ademán para que se acercaran Saltador y Thiel.
-¿Podéis traer entre los dos a Brendarid? Lo subiremos en el carro con la comida. -Dijo con una sonrisa más que satisfecha por su hallazgo. -Cuando volváis partiremos hacia Ulmer, podéis traer también los peces que habéis pescado si os los queréis cenar. -Bromeó subiéndose al carro de un salto para inspeccionar la carne.
Tras dar las órdenes, llamó a los tres lobos, quienes habían matado a los cazadores.
-Hacer que parezca un accidente. -Imperó señalando los cuerpos. -No pueden parecer lobos, no aquí.-Apuntó sentándose en el borde del carro.
Dicho esto, desenfundaron dagas y espadas y comenzaron a desmembrar los cuerpos, quizá así pareciera un acto de bandalismo y no un ataque de los lobos de Ulmer.
- Tan solo rolearemos un post más por persona.
- MIL PERDONES POR EL TIEMPO QUE ME HA LLEVADO RESPONDER. He estado literalmente fuera, fuera de casa, de España, de la vida... Y me ha sido imposible sentarme en el ordenador a responder hasta ahora.
- Lycon, has acabado tu trabajo como carpintero, ahora puedes ir a la taberna, salir del rol o seguir roleando con Freyja en el templo.
- Brendarid, como no has respondido en tu tiempo y te hemos saltado, por ahora te dejaremos herido en el carro hasta que decidas responder o salir del rol.
- Thiel y Saltador: Ahora tan solo hay que rolear el viaje de vuelta a Ulmer hasta el gran salón.
- Cerraré el rol cuando hayáis respondido todos con las correspondientes sorpresas. (CHAN CHAN)
Nana
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