Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
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Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Una semana después de los festejos del Bragiväl…
Los últimos días habían sido tranquilos, quizá demasiado, pero ni el dragón ni la hechicera tenían prisa por volver a los caminos, ya que esto supondría encaminarse hacia el norte, al encuentro de Amaterasu. La nigromante se lo había dejado bien claro, solo debía presentarse en isla volcánica cuando estuviese preparada para afrontar la tarea que le pediría, y sabiendo que ni siquiera ella misma era capaz de realizarla, Elen había optado por mejorar todo su equipo e incluso entrenar un poco antes de ponerse en marcha. Esto iba a llevarle un par de semanas o puede que más, así que empezó por centrarse en sus estudios de alquimia para poder elaborar remedios más potentes, luego tocaría llevar su armadura al herrero de Lunargenta para que le echase un vistazo y la reparase de ser necesario.
Alister no perdería el tiempo tampoco, y tras acercarse al cuartel de la guardia consiguió que uno de los instructores aceptase darle clases de esgrima, de modo que ya no se sintiese tan incómodo al luchar manteniendo su forma humana. Las lecciones del dragón empezarían a la mañana siguiente, pero de momento, ambos disfrutaban de una tranquila cena en la posada en que se hospedaban, mientras en el exterior comenzaba a llover y las gotas corrían por las ventanas. - ¿Cómo dices que se llama tu instructor? - preguntó la bruja, tras probar el caldo que les habían servido para paliar el mal tiempo. - No llegué a conocerle pero me dijeron que me dirigiese a la arena al alba y preguntase por Trevor. - contestó Alister, con tono tranquilo.
- Uhmm… lo recuerdo, me enseñó a manejar la espada helada, es un buen profesor. - comentó Elen, justo antes de que un destello llamase su atención. La lluvia se había vuelto más intensa y algunos rayos iluminaban el cielo, seguidos de los sonoros truenos. Una sonrisa se dibujó en su rostro, puede que para la mayoría de la gente aquella imagen fuese sinónimo de huir a sus casas a refugiarse de la tormenta, pero para ella resultaba una hermosa visión. - Espero no tener un entrenamiento pasado por agua. - musitó el cazador, sin quitar ojo a su compañera. Después de acudir con ella a los festejos del Bragiväl, y de pasar un día entero en su compañía en las afueras, sin problemas ni preocupaciones rondándoles, cada vez tenía más claro que no podría ocultar sus sentimientos por mucho más, se le terminaría notando si es que no lo hacía ya, ¿pero qué debía hacer? ¿cómo se suponía que debía abordar un tema así?
Todo resultaba complicado, más para él que aparte de haberse fijado durante su juventud en una muchacha de Dundarak, no había tenido ningún tipo de acercamiento al género femenino. Ni siquiera recordaba ya a aquella chica, a la que solo había visto por el pueblo en un par de ocasiones mientras desempeñaba diferentes trabajos para ayudar a la economía familiar. Quizá en otras circunstancias las cosas hubieran sido diferentes, pero el dragón nunca llegó a hablar con ella, la desgracia que cayó sobre su hermana lo aisló del mundo, y tras su muerte solo le quedó una cosa, la sed de venganza.
Sin embargo, el caprichoso destino había puesto a la centinela en su camino para que esto cambiase por completo, y ahora que se había enamorado de ella no sabía cómo actuar. Si al menos tuviese un amigo en la ciudad… alguien que pudiese aconsejarle, pero no, estaba solo, y tratar el tema con el primogénito de los Calhoun se le antojaba un suicidio. Vincent parecía simpático pero no dejaba de ser el hermano mayor de la hechicera, y su reacción podía ser tan inesperada como peligrosa. Así pues, sin saber qué hacer al respecto, solo le quedaba una opción, seguir su camino junto a la de cabellos cenicientos y esforzarse por ponerse a su nivel, no quería ser una carga para ella sino un aliado capaz de protegerla de cualquier cosa.
La puerta de la taberna se abrió repentinamente, y un zagal entró a toda prisa para huir de la lluvia, que había empapado sus ropas. Nadie se fijó en él, así que se dirigió a la barra para intercambiar unas palabras con el propietario. - Disculpe, busco a la señorita Elen Calhoun. - reveló, mientras su interlocutor terminaba de retirar unas jarras vacías. - Ahí la tienes muchacho. - le respondió el tabernero, señalando la mesa en que cenaban tranquilamente ella y su compañero. - Gracias. - dijo, para acto seguido darse la vuelta y avanzar hacia ellos. - Señorita Calhoun por favor acompáñeme, alguien necesita su ayuda. - soltó, nada más llegar a su lado. - ¿Qué ocurre? - preguntó ella, frunciendo levemente el ceño. - Una mujer me envió a buscarla, la espera fuera, dese prisa por favor, parecía muy alterada. - contestó el zagal, con la preocupación grabada en el rostro.
- Llévame con ella. - le indicó la bruja, poniéndose en pie y deteniendo al dragón con un gesto. - No es necesario que nos mojemos los dos, la traeré dentro para que nos explique lo que pasa. - instó, y tras unos instantes, Alister asintió con la cabeza. - Vamos. - dijo al chico, que la guió al exterior a paso ligero. - Por aquí señorita. - indicó, conduciéndola hacia una callejuela secundaria que estaba situada tras la taberna. Sin embargo, no hallaron a nadie allí, algo que extrañó mucho al muchacho. - Se lo juro, estaba aquí hace un momento. - musitó, mientras ambos se adentraban en la oscura callejuela llena de trastos. La lluvia caía sobre ellos con furia, haciendo el ruido suficiente como para ocultar los pasos de alguien ligero y que sabía moverse en sigilo. - ¿Qué apariencia tenía esa mujer? - inquirió Elen, apartándose los cabellos del rostro para que no le interfiriesen en el campo de visión.
El chico se giró hacia la tensai y entonces la vio, una oscura silueta al borde de uno de los tejados, que de inmediato se descolgó a espaldas de la bruja y armada con un objeto contundente se preparó para atacarla a traición. - ¡No! - gritó el muchacho, pero Elen no tuvo tiempo de reaccionar antes de escuchar aquella voz que ya conocía. - ¡Saludos del coleccionista! - fue lo último que alcanzó a oír antes de recibir el duro golpe en la sien izquierda, que la envió al suelo y la dejó al borde de la inconsciencia. - ¡Pero qué ha hecho! ¡Socorro! - volvió a gritar el crío, ganándose que la extraña lo lanzase al suelo de un empujón. - ¡Calla mocoso! - ordenó Maxine, antes de inclinarse junto a la de ojos verdes y observar como un hilillo de sangre comenzaba a manchar su cuello.
Sin perder tiempo, y teniendo en cuenta que su misión allí era muy específica, la guerrera ignoró los siguientes gritos del chico y se centró en hallar lo que venía buscando, el objeto que Cormac la había mandado a robar. El coleccionista había sido muy claro, no quería que matase a la bruja sino devolverle el gesto que ella había tenido al destrozar buena parte de su casa, atrayéndola hacia él para cobrar venganza.
Desde el interior de la taberna Alister escuchó al muchacho, y de inmediato salió a toda prisa a la calle, donde no le costó hallar el origen de los gritos. Para cuando lo hizo Maxine ya se había apartado del cuerpo de la tensai y subía a otro de los tejados, aprovechando su agilidad para crearse una ruta de escape por la que pocos podrían seguirla. Corrió tras ella pero antes de que pudiese alcanzarla o transformarse para perseguirla desde el aire, los desesperados intentos del zagal por hacer reaccionar a su compañera le hicieron ver que algo no iba bien. - ¡Elen! ¡Elen respóndeme! - exclamó, nada más arrodillarse junto a ella y tomarla por los hombros. El golpe en la cabeza podía justificar que hubiese quedado inconsciente, pero no que su piel estuviese ardiendo por la fiebre y su expresión mostrase desasosiego.
- Lo siento señor, esa mujer me engañó, solo quería hacerle daño. - dijo el chico entre sollozos. - ¡Corre! ¡Ve por un médico y tráelo a la taberna a toda prisa! - ordenó el dragón, antes de darse cuenta de que la cadena plateada del medallón solar no asomaba por entre las ropas de la centinela. Desesperado, y consciente de que sin el artefacto la maldición de los jinetes volvería a atormentar a Elen con mayor fuerza, Alister revisó su cuello y confirmó sus peores temores, aquella mujer se lo había robado. El chico salió corriendo hacia el hospital de Lunargenta tan rápido como le permitieron las piernas, mientras él lleno de rabia, trataba de controlarse y hacer lo mejor para la tensai, que en aquel momento era llevarla a su habitación y bajarle la fiebre.
La tomó en brazos y abandonó la callejuela para dirigirse a la entrada principal de la posada. Pero en cuanto Elen estuviese a salvo y en buenas manos, saldría a dar caza a aquella desgraciada y la haría pagar con sangre lo que había hecho. La lluvia podría dificultar el rastreo pero no se rendiría, su olfato de reptil lo llevaría hasta la ladrona.
Off: Alister no llega a entrar en la posada en el post así que podéis verlo sin problemas.
Los últimos días habían sido tranquilos, quizá demasiado, pero ni el dragón ni la hechicera tenían prisa por volver a los caminos, ya que esto supondría encaminarse hacia el norte, al encuentro de Amaterasu. La nigromante se lo había dejado bien claro, solo debía presentarse en isla volcánica cuando estuviese preparada para afrontar la tarea que le pediría, y sabiendo que ni siquiera ella misma era capaz de realizarla, Elen había optado por mejorar todo su equipo e incluso entrenar un poco antes de ponerse en marcha. Esto iba a llevarle un par de semanas o puede que más, así que empezó por centrarse en sus estudios de alquimia para poder elaborar remedios más potentes, luego tocaría llevar su armadura al herrero de Lunargenta para que le echase un vistazo y la reparase de ser necesario.
Alister no perdería el tiempo tampoco, y tras acercarse al cuartel de la guardia consiguió que uno de los instructores aceptase darle clases de esgrima, de modo que ya no se sintiese tan incómodo al luchar manteniendo su forma humana. Las lecciones del dragón empezarían a la mañana siguiente, pero de momento, ambos disfrutaban de una tranquila cena en la posada en que se hospedaban, mientras en el exterior comenzaba a llover y las gotas corrían por las ventanas. - ¿Cómo dices que se llama tu instructor? - preguntó la bruja, tras probar el caldo que les habían servido para paliar el mal tiempo. - No llegué a conocerle pero me dijeron que me dirigiese a la arena al alba y preguntase por Trevor. - contestó Alister, con tono tranquilo.
- Uhmm… lo recuerdo, me enseñó a manejar la espada helada, es un buen profesor. - comentó Elen, justo antes de que un destello llamase su atención. La lluvia se había vuelto más intensa y algunos rayos iluminaban el cielo, seguidos de los sonoros truenos. Una sonrisa se dibujó en su rostro, puede que para la mayoría de la gente aquella imagen fuese sinónimo de huir a sus casas a refugiarse de la tormenta, pero para ella resultaba una hermosa visión. - Espero no tener un entrenamiento pasado por agua. - musitó el cazador, sin quitar ojo a su compañera. Después de acudir con ella a los festejos del Bragiväl, y de pasar un día entero en su compañía en las afueras, sin problemas ni preocupaciones rondándoles, cada vez tenía más claro que no podría ocultar sus sentimientos por mucho más, se le terminaría notando si es que no lo hacía ya, ¿pero qué debía hacer? ¿cómo se suponía que debía abordar un tema así?
Todo resultaba complicado, más para él que aparte de haberse fijado durante su juventud en una muchacha de Dundarak, no había tenido ningún tipo de acercamiento al género femenino. Ni siquiera recordaba ya a aquella chica, a la que solo había visto por el pueblo en un par de ocasiones mientras desempeñaba diferentes trabajos para ayudar a la economía familiar. Quizá en otras circunstancias las cosas hubieran sido diferentes, pero el dragón nunca llegó a hablar con ella, la desgracia que cayó sobre su hermana lo aisló del mundo, y tras su muerte solo le quedó una cosa, la sed de venganza.
Sin embargo, el caprichoso destino había puesto a la centinela en su camino para que esto cambiase por completo, y ahora que se había enamorado de ella no sabía cómo actuar. Si al menos tuviese un amigo en la ciudad… alguien que pudiese aconsejarle, pero no, estaba solo, y tratar el tema con el primogénito de los Calhoun se le antojaba un suicidio. Vincent parecía simpático pero no dejaba de ser el hermano mayor de la hechicera, y su reacción podía ser tan inesperada como peligrosa. Así pues, sin saber qué hacer al respecto, solo le quedaba una opción, seguir su camino junto a la de cabellos cenicientos y esforzarse por ponerse a su nivel, no quería ser una carga para ella sino un aliado capaz de protegerla de cualquier cosa.
La puerta de la taberna se abrió repentinamente, y un zagal entró a toda prisa para huir de la lluvia, que había empapado sus ropas. Nadie se fijó en él, así que se dirigió a la barra para intercambiar unas palabras con el propietario. - Disculpe, busco a la señorita Elen Calhoun. - reveló, mientras su interlocutor terminaba de retirar unas jarras vacías. - Ahí la tienes muchacho. - le respondió el tabernero, señalando la mesa en que cenaban tranquilamente ella y su compañero. - Gracias. - dijo, para acto seguido darse la vuelta y avanzar hacia ellos. - Señorita Calhoun por favor acompáñeme, alguien necesita su ayuda. - soltó, nada más llegar a su lado. - ¿Qué ocurre? - preguntó ella, frunciendo levemente el ceño. - Una mujer me envió a buscarla, la espera fuera, dese prisa por favor, parecía muy alterada. - contestó el zagal, con la preocupación grabada en el rostro.
- Llévame con ella. - le indicó la bruja, poniéndose en pie y deteniendo al dragón con un gesto. - No es necesario que nos mojemos los dos, la traeré dentro para que nos explique lo que pasa. - instó, y tras unos instantes, Alister asintió con la cabeza. - Vamos. - dijo al chico, que la guió al exterior a paso ligero. - Por aquí señorita. - indicó, conduciéndola hacia una callejuela secundaria que estaba situada tras la taberna. Sin embargo, no hallaron a nadie allí, algo que extrañó mucho al muchacho. - Se lo juro, estaba aquí hace un momento. - musitó, mientras ambos se adentraban en la oscura callejuela llena de trastos. La lluvia caía sobre ellos con furia, haciendo el ruido suficiente como para ocultar los pasos de alguien ligero y que sabía moverse en sigilo. - ¿Qué apariencia tenía esa mujer? - inquirió Elen, apartándose los cabellos del rostro para que no le interfiriesen en el campo de visión.
El chico se giró hacia la tensai y entonces la vio, una oscura silueta al borde de uno de los tejados, que de inmediato se descolgó a espaldas de la bruja y armada con un objeto contundente se preparó para atacarla a traición. - ¡No! - gritó el muchacho, pero Elen no tuvo tiempo de reaccionar antes de escuchar aquella voz que ya conocía. - ¡Saludos del coleccionista! - fue lo último que alcanzó a oír antes de recibir el duro golpe en la sien izquierda, que la envió al suelo y la dejó al borde de la inconsciencia. - ¡Pero qué ha hecho! ¡Socorro! - volvió a gritar el crío, ganándose que la extraña lo lanzase al suelo de un empujón. - ¡Calla mocoso! - ordenó Maxine, antes de inclinarse junto a la de ojos verdes y observar como un hilillo de sangre comenzaba a manchar su cuello.
Sin perder tiempo, y teniendo en cuenta que su misión allí era muy específica, la guerrera ignoró los siguientes gritos del chico y se centró en hallar lo que venía buscando, el objeto que Cormac la había mandado a robar. El coleccionista había sido muy claro, no quería que matase a la bruja sino devolverle el gesto que ella había tenido al destrozar buena parte de su casa, atrayéndola hacia él para cobrar venganza.
Desde el interior de la taberna Alister escuchó al muchacho, y de inmediato salió a toda prisa a la calle, donde no le costó hallar el origen de los gritos. Para cuando lo hizo Maxine ya se había apartado del cuerpo de la tensai y subía a otro de los tejados, aprovechando su agilidad para crearse una ruta de escape por la que pocos podrían seguirla. Corrió tras ella pero antes de que pudiese alcanzarla o transformarse para perseguirla desde el aire, los desesperados intentos del zagal por hacer reaccionar a su compañera le hicieron ver que algo no iba bien. - ¡Elen! ¡Elen respóndeme! - exclamó, nada más arrodillarse junto a ella y tomarla por los hombros. El golpe en la cabeza podía justificar que hubiese quedado inconsciente, pero no que su piel estuviese ardiendo por la fiebre y su expresión mostrase desasosiego.
- Lo siento señor, esa mujer me engañó, solo quería hacerle daño. - dijo el chico entre sollozos. - ¡Corre! ¡Ve por un médico y tráelo a la taberna a toda prisa! - ordenó el dragón, antes de darse cuenta de que la cadena plateada del medallón solar no asomaba por entre las ropas de la centinela. Desesperado, y consciente de que sin el artefacto la maldición de los jinetes volvería a atormentar a Elen con mayor fuerza, Alister revisó su cuello y confirmó sus peores temores, aquella mujer se lo había robado. El chico salió corriendo hacia el hospital de Lunargenta tan rápido como le permitieron las piernas, mientras él lleno de rabia, trataba de controlarse y hacer lo mejor para la tensai, que en aquel momento era llevarla a su habitación y bajarle la fiebre.
La tomó en brazos y abandonó la callejuela para dirigirse a la entrada principal de la posada. Pero en cuanto Elen estuviese a salvo y en buenas manos, saldría a dar caza a aquella desgraciada y la haría pagar con sangre lo que había hecho. La lluvia podría dificultar el rastreo pero no se rendiría, su olfato de reptil lo llevaría hasta la ladrona.
Off: Alister no llega a entrar en la posada en el post así que podéis verlo sin problemas.
Última edición por Elen Calhoun el Sáb Jul 22 2017, 01:32, editado 1 vez
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Los hermanos Roche eran gente extraña. Llevaba ya más de un año a su lado y, aunque iba conociendo a Jules, su hermana me parecía de lo más enigmática.
-¡Oh! ¡Mira, Huracán! ¡Un clavel azul! – Sí. Rachel era un libro en blanco buscando ser rellenado. Una niña en el cuerpo de una mujer de casi treinta años. – ¡Espérame! – gritó alzando una mano, viendo que se había quedado atrás, pues me había cansado de estar esperando por las gilipolleces de la biocibernética, sujetándose las ropas de la falda para correr mejor. “Clonck”, “clonck”, “clonck”, el traqueteo de sus pies metálicos era inevitable, por mucha apariencia humana que tuvieran. - ¡Uy! Disculpe, señor. ¿No le he roto ningún hueso, verdad? – era, además, torpe. Se había llevado por delante a aquel tipo del bigote que llevaba la compra en aquella lluviosa noche.
-Rachel, basta ya. – le dije volviéndome. - ¿Puedes dejar de ser tan…? – “Rachel”. Tampoco había una palabra para describirlo. Pero decírselo formularía la siguiente cuestión: ¿Qué era ser tan Rachel? Me sacaba de quicio la espía. Lo único bueno que tenía como espía era que al ser tan torpe e inocente nadie sospecharía cual era su trabajo en realidad.
-¿Ser tan qué, maestra cazadora? – preguntó con inocencia, abriendo sus ojos como platos y jugando con los dedos de su mano. - ¿Cómo soy? – resoplé.
-Nada. Déjalo, Rach. – continué. ¿Qué iba a hacerle?
Entonces pude ver una figura estilizada correr por las calles. Por las prisas que llevaba y la forma encapuchada que llevaba, tenía pinta de ser un truhán. Con mi notable agilidad pude apartarme de su camino justo cuando iba a arrollarme, pero la biocibernética no tuvo tanta suerte, o más bien no la tuvo el ladrón o la ladrona, chocar contra Rachel era el equivalente a hacerlo contra un muro de roca caliza. Ella cayó al suelo, la cibernética no.
-Uy, perdón. Otra vez que me he puesto en medio. – dijo, tendiéndole la mano. Pero el tipo la apartó, se levantó dolorido y gruñendo y se fue. La mera presencia de aquel tipo no me dio buena espina. - ¿Se ha enfadado conmigo, Huracán? – preguntó inocentemente, apretando sus manos contra su pecho y mirándome, yo no le quitaba la vista al tipo. No me daba buena impresión. Seguro que algo malo había hecho.
-Rachel, mira a ver a dónde va. – le ordené a la biocibernética. – Y no te pierdas.
-Sí, mi señora. – asintió la hermana de Jules justo antes de perderse por el entramado de calles persiguiendo la figura.
Acostumbraba a enviar a la inocente biocibernética a este tipo de misiones ya que ella era la encargada del espionaje y le resultaba sencillo seguir el rastro a una criatura gracias a sus finos sensores y a su inteligencia artificial. Además, finalmente aquel tipo no sería más que un mero bribón, así que la robótica no tardaría en volver. Sólo que no acostumbraba a ver gente corriendo de noche sin sentido por la concurrida Lunargenta y quería asegurarme de que no había nada raro.
Esperaríamos por la cibernética en la taberna a la que me dirigía con ella. Allí me encontraría con Jules y Vincent. El hermano de la cibernética se había ido a ayudar al de Elen en sus quehaceres. Hacía tiempo que no lo veía y aún así siempre quería tener su “momento de hombres”, como decía él. Hacía apenas dos días que el mayor de los Calhoun y yo habíamos llegado desde Baslodia tras nuestra extraña experiencia en el internado de Roseburg. Y habíamos quedado para vernos con los Roche, que tenían otro contrato aquí en Lunargenta que ya habían cerrado. Como siempre, a mí me tocó el “momento noche de chicas”, con Rachel… ¡Qué martirio!
Parecía que una vez más, llegaba la primera al punto de encuentro. Pero en cuanto enfoqué vi una nueva figura corriendo, esta vez con alguien en brazos. ¿Esa era… Elen? ¡Y Alister! La llevaba en brazos. ¿Qué demonios le había pasado? ¿Un desvanecimiento? No me extrañaría con el calor que hacía.
Corrí hacia la taberna y entré por la puerta, Jules y Vincent aún no habían llegado, pero lo primero que hice fue acercarme al dragón. No había vuelto a ver a Elen desde la batalla contra Mortagglia, varios meses atrás.
-Alister. Pasaba por aquí y te vi entrar a la taberna. – comenté apresurada, viendo la palidez que tenía mi amiga en el rostro pensé que sería un golpe de calor. No acostumbraba a verla convaleciente. - ¿Qué le ha pasado? – pregunté, viendo como la depositaban en una de las camas de la taberna y el dragón pedía algo de agua para la joven. No necesitaba mucha respuesta. Estaba todo dicho nada más verla. La sangre que brotaba por la sien de mi amiga era un claro indicador de que había recibido un golpe. - ¿Quién ha sido el hijo de puta que le ha hecho esto? Lo pagará con sangre. – juré apretando los dientes. De momento sin percibir que le habían robado el medallón solar. Si a mí me dolía verla en ese estado... ¡verás cuando la viera Vincent!
*Off: Vince, te dejo manejar a Jules, que ya vi que lo echaste en falta en la quest y sé que te cae simpático
A Rachel la usaré de comodín cuando haya problemas. En principio no la volveré a sacar más hasta el final, así que terminará quedando en un cameo.
-¡Oh! ¡Mira, Huracán! ¡Un clavel azul! – Sí. Rachel era un libro en blanco buscando ser rellenado. Una niña en el cuerpo de una mujer de casi treinta años. – ¡Espérame! – gritó alzando una mano, viendo que se había quedado atrás, pues me había cansado de estar esperando por las gilipolleces de la biocibernética, sujetándose las ropas de la falda para correr mejor. “Clonck”, “clonck”, “clonck”, el traqueteo de sus pies metálicos era inevitable, por mucha apariencia humana que tuvieran. - ¡Uy! Disculpe, señor. ¿No le he roto ningún hueso, verdad? – era, además, torpe. Se había llevado por delante a aquel tipo del bigote que llevaba la compra en aquella lluviosa noche.
-Rachel, basta ya. – le dije volviéndome. - ¿Puedes dejar de ser tan…? – “Rachel”. Tampoco había una palabra para describirlo. Pero decírselo formularía la siguiente cuestión: ¿Qué era ser tan Rachel? Me sacaba de quicio la espía. Lo único bueno que tenía como espía era que al ser tan torpe e inocente nadie sospecharía cual era su trabajo en realidad.
-¿Ser tan qué, maestra cazadora? – preguntó con inocencia, abriendo sus ojos como platos y jugando con los dedos de su mano. - ¿Cómo soy? – resoplé.
-Nada. Déjalo, Rach. – continué. ¿Qué iba a hacerle?
Entonces pude ver una figura estilizada correr por las calles. Por las prisas que llevaba y la forma encapuchada que llevaba, tenía pinta de ser un truhán. Con mi notable agilidad pude apartarme de su camino justo cuando iba a arrollarme, pero la biocibernética no tuvo tanta suerte, o más bien no la tuvo el ladrón o la ladrona, chocar contra Rachel era el equivalente a hacerlo contra un muro de roca caliza. Ella cayó al suelo, la cibernética no.
-Uy, perdón. Otra vez que me he puesto en medio. – dijo, tendiéndole la mano. Pero el tipo la apartó, se levantó dolorido y gruñendo y se fue. La mera presencia de aquel tipo no me dio buena espina. - ¿Se ha enfadado conmigo, Huracán? – preguntó inocentemente, apretando sus manos contra su pecho y mirándome, yo no le quitaba la vista al tipo. No me daba buena impresión. Seguro que algo malo había hecho.
-Rachel, mira a ver a dónde va. – le ordené a la biocibernética. – Y no te pierdas.
-Sí, mi señora. – asintió la hermana de Jules justo antes de perderse por el entramado de calles persiguiendo la figura.
Acostumbraba a enviar a la inocente biocibernética a este tipo de misiones ya que ella era la encargada del espionaje y le resultaba sencillo seguir el rastro a una criatura gracias a sus finos sensores y a su inteligencia artificial. Además, finalmente aquel tipo no sería más que un mero bribón, así que la robótica no tardaría en volver. Sólo que no acostumbraba a ver gente corriendo de noche sin sentido por la concurrida Lunargenta y quería asegurarme de que no había nada raro.
Esperaríamos por la cibernética en la taberna a la que me dirigía con ella. Allí me encontraría con Jules y Vincent. El hermano de la cibernética se había ido a ayudar al de Elen en sus quehaceres. Hacía tiempo que no lo veía y aún así siempre quería tener su “momento de hombres”, como decía él. Hacía apenas dos días que el mayor de los Calhoun y yo habíamos llegado desde Baslodia tras nuestra extraña experiencia en el internado de Roseburg. Y habíamos quedado para vernos con los Roche, que tenían otro contrato aquí en Lunargenta que ya habían cerrado. Como siempre, a mí me tocó el “momento noche de chicas”, con Rachel… ¡Qué martirio!
Parecía que una vez más, llegaba la primera al punto de encuentro. Pero en cuanto enfoqué vi una nueva figura corriendo, esta vez con alguien en brazos. ¿Esa era… Elen? ¡Y Alister! La llevaba en brazos. ¿Qué demonios le había pasado? ¿Un desvanecimiento? No me extrañaría con el calor que hacía.
Corrí hacia la taberna y entré por la puerta, Jules y Vincent aún no habían llegado, pero lo primero que hice fue acercarme al dragón. No había vuelto a ver a Elen desde la batalla contra Mortagglia, varios meses atrás.
-Alister. Pasaba por aquí y te vi entrar a la taberna. – comenté apresurada, viendo la palidez que tenía mi amiga en el rostro pensé que sería un golpe de calor. No acostumbraba a verla convaleciente. - ¿Qué le ha pasado? – pregunté, viendo como la depositaban en una de las camas de la taberna y el dragón pedía algo de agua para la joven. No necesitaba mucha respuesta. Estaba todo dicho nada más verla. La sangre que brotaba por la sien de mi amiga era un claro indicador de que había recibido un golpe. - ¿Quién ha sido el hijo de puta que le ha hecho esto? Lo pagará con sangre. – juré apretando los dientes. De momento sin percibir que le habían robado el medallón solar. Si a mí me dolía verla en ese estado... ¡verás cuando la viera Vincent!
*Off: Vince, te dejo manejar a Jules, que ya vi que lo echaste en falta en la quest y sé que te cae simpático
A Rachel la usaré de comodín cuando haya problemas. En principio no la volveré a sacar más hasta el final, así que terminará quedando en un cameo.
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Pocas cosas más se podían decir de aquel momento. De aquella preciosa noche lluviosa. Donde un fino manto de agua adornaba la superficie de los adoquines, mientras las nubes, que no se podían apreciar en el cielo oscuro, salvo cuando recortaban la luna y las estrellas, seguían descargando el cristalino líquido sobre la bella Lunargenta.
Pocas cosas se podían decir de esa bonita noche. Sí. Excepto que todo sería más bonito de ver desde el interior de su casa. O desde el interior de cualquier lugar, ya que estaba. Que se estaba empapando hasta los huesos. Y que todo era culpa del hombre que lo acompañaba.
- ¿Sabes? Tengo una casa. Aquella donde está emplazada la puerta que tocaste con los nudillos esta mañana-, comenzó a decirle, con un tono medio hastiado. - Y es lo suficientemente grande para que quepan dentro tres personas más, aparte de mi propia persona y mi hija, claro está-, dijo, sacudiendo su chaqueta para descargar el agua sobre sus hombros.
- Venga, Vincent. Anima esa cara. Pareces un gato que odie mojarse-, se rió. - ¿Vas a decir que no lo hemos pasado bien? - comentó con una sonrisa de oreja. - Los chicos necesitamos nuestro espacio. Estoy seguro de que pasas todos los días con tu hija, con Elen o con tu madre. Eres un hombre rodeado de mujeres, amigo mío. Muchos te dirían afortunado, al menos hasta que se enterasen de que todas las mujeres que te rodean son de tu familia-, bromeó. - Ah, aunque se me olvidaba la bella y esbelta elfa. Con ella sí que no te podrás salvar del apelativo afortunado. Un besito aquí, un besito allá. Pareces un corderito cuando estas con ella. Uno muy dulce, debo añadir-, volvió a reír.
- Ja, ja, ja-, dijo, imitando una risa, tan a destiempo que se notaba lo falsa que era. - Muy gracioso, Jules. ¿Pero que cojones tiene eso que ver con lo que he dicho? - bufó, acaso le había escuchado. o hablaba por hablar. - Lo único que digo, es que podíamos habernos reunido, con tu hermana y con Huri, en mi casa-. En el momento de mencionar su casa, se dio un toque en el pecho para recalcar el hecho. - Y así se mojaban solamente ellas-, se rió.
Jules rompió a reír junto al rubio que avanzaba a su lado.
- Que maldito. Pensaba que eras un buen hombre. Me tenías totalmente engañado-, siguió riéndose.
- Y lo soy. Lo soy. Pero uno que no gusta de mojarse innecesariamente, si otros pueden hacerlo en su lugar-, bromeó, mostrando un semblante sonriente. - Y lo que has dicho de Níniel es una chorrada. Tanto con ella, como cuando no estoy con ella, soy el mismo. Y por cierto, nada de cordero. Soy un lobo-, sacó el antiguo medallón de su padre de debajo de sus ropas, y se lo enseñó. Un colgante con forma de cabeza de lobo, y que era un símbolo del apodo que tenía su padre, y que él había heredado. - Uno muy dulce como has dicho, pero a tiempo completo-, volvió a bromear y a sonreír.
Los hombres volvieron a carcajearse. Y de esta guisa siguieron avanzando por la calle, acompañados por el humor y las risas que se provocan, con las tonterías que iban diciendo uno y otro.
Al menos hasta que llegaron a la taberna. Desde lo lejos, pudo ver como un hombre entraba con lo que parecía una persona en brazos. No podía ver bien quién era esa persona, pero había identificado al chico que la portaba.
- El dragón-, dijo en bajo, mirando fijamente la entrada de la taberna.
- ¿El dragón? - preguntó Jules. Confuso. Pues el tono de Vinc se salía de plano de la conversación tan animada que llevaban hasta el momento.
No llegó a responderle, y se echó a correr hacia la taberna, temiendo lo peor. Alister no se separaba nunca de su hermana. Parecía una sombra de ella. Igual que él mismo lo fue cuando era más pequeña. Cuando se convirtió en una especie de padre y protector de su hermana menor, el día que sus padres partieron al norte.
Realmente los dejaron en manos de los Stone, amigos desde siempre de los Calhoun. Sin embargo, igualmente desde aquellos tiempos sintió que debía cuidar de su hermana, sin importar otras tutelas o deseos de sus padres. Y eso era algo que no había cambiado en todos estos años.
Tan centrado estaba en su carrera hacia la taberna, que no se había fijado en un niño que corría por la calle, y que terminó por llevarse por delante.
- Lo siento, niño-, le habló al pequeño, ayudándolo a levantarse. En ese momento, pudo darse cuenta de las muestras claras en su rostro, que denotaban que había estado llorando. - ¿Estás bien chico? - se preocupó por su estado, pero pasado ese instante, volvió a su mente el motivo por el cual había estado corriendo antes de chocar. - ¿Has visto a un hombre cargando con otra persona? ¿Sabes qué pasa?- preguntó sin rodeos.
- Sí, estoy bien-, contestó el chico, en un tono que parecía que lo decía por decir. - Han golpeado a una mujer en el callejón, y la llevan al interior de la taberna para curarla. Yo debo ir a buscar a un médico al hospital, así que debo seguir mi camino-, dijo, echándose a correr nuevamente.
Las palabras del niño solo consiguieron preocuparlo aún más, pues las pistas que le había dado, hacían más real lo que había imaginado desde el principio. Y eso no era bueno, nada bueno.
Volvió a correr hacia la posada, y nada más entrar, se dirigió a las escaleras que llevaban a las habitaciones, ya que lo más probable era que llevaran a la persona agredida a uno de los cuartos. Subió los escalones de dos en dos, a toda velocidad. Y después se dirigió hacia una habitación en concreto. No tuvo que pensar demasiado donde estaría el dragón, pues de ese cuarto en concreto, se escuchaban dos voces reconocidas para él. Y en un tono que no le gustaba.
Todo iba pintando de mal en peor. Pero ni por esas estuvo preparado, para lo que pudo ver al asomarse y entrar en la habitación donde se escuchaban las voces.
El rubio caminó con paso lento, mirando el sopor de su hermana. Como el sudor le corría por la frente… y algo más. No dijo nada. Solo caminó hasta donde se encontraba su hermana, y se sentó a su lado en la cama. Sin fijarse, ni hablar con nadie más dentro de la habitación.
- ¿Qué demonios pasa? - preguntó Jules, que había corrido detrás de él, y acababa de llegar a la entrada del cuarto.
Tampoco ahora dijo nada. Solamente sacó un pañuelo de su bolsillo, y comenzó a limpiarle la sangre de su sien.
- Dime. ¿Quién ha sido? - le preguntó al dragón con voz firme y seria, aunque sin dejar de limpiar a su hermana, y sin mirarle directamente. - ¿Y por qué tiene fiebres? - preguntó, sin darse cuenta de la falta del collar, ensimismado en curar su frente.
Nadie le hacía daño a su hermana y quedaba impune. Lo iban a pagar caro.
Espero que el manejo de Jules esté bien, Huri. Si hay algo que haya que editar, me avisan ^_^
¡¡¡¡Que comience el Rock and Roll!!!! (?)
Pocas cosas se podían decir de esa bonita noche. Sí. Excepto que todo sería más bonito de ver desde el interior de su casa. O desde el interior de cualquier lugar, ya que estaba. Que se estaba empapando hasta los huesos. Y que todo era culpa del hombre que lo acompañaba.
- ¿Sabes? Tengo una casa. Aquella donde está emplazada la puerta que tocaste con los nudillos esta mañana-, comenzó a decirle, con un tono medio hastiado. - Y es lo suficientemente grande para que quepan dentro tres personas más, aparte de mi propia persona y mi hija, claro está-, dijo, sacudiendo su chaqueta para descargar el agua sobre sus hombros.
- Venga, Vincent. Anima esa cara. Pareces un gato que odie mojarse-, se rió. - ¿Vas a decir que no lo hemos pasado bien? - comentó con una sonrisa de oreja. - Los chicos necesitamos nuestro espacio. Estoy seguro de que pasas todos los días con tu hija, con Elen o con tu madre. Eres un hombre rodeado de mujeres, amigo mío. Muchos te dirían afortunado, al menos hasta que se enterasen de que todas las mujeres que te rodean son de tu familia-, bromeó. - Ah, aunque se me olvidaba la bella y esbelta elfa. Con ella sí que no te podrás salvar del apelativo afortunado. Un besito aquí, un besito allá. Pareces un corderito cuando estas con ella. Uno muy dulce, debo añadir-, volvió a reír.
- Ja, ja, ja-, dijo, imitando una risa, tan a destiempo que se notaba lo falsa que era. - Muy gracioso, Jules. ¿Pero que cojones tiene eso que ver con lo que he dicho? - bufó, acaso le había escuchado. o hablaba por hablar. - Lo único que digo, es que podíamos habernos reunido, con tu hermana y con Huri, en mi casa-. En el momento de mencionar su casa, se dio un toque en el pecho para recalcar el hecho. - Y así se mojaban solamente ellas-, se rió.
Jules rompió a reír junto al rubio que avanzaba a su lado.
- Que maldito. Pensaba que eras un buen hombre. Me tenías totalmente engañado-, siguió riéndose.
- Y lo soy. Lo soy. Pero uno que no gusta de mojarse innecesariamente, si otros pueden hacerlo en su lugar-, bromeó, mostrando un semblante sonriente. - Y lo que has dicho de Níniel es una chorrada. Tanto con ella, como cuando no estoy con ella, soy el mismo. Y por cierto, nada de cordero. Soy un lobo-, sacó el antiguo medallón de su padre de debajo de sus ropas, y se lo enseñó. Un colgante con forma de cabeza de lobo, y que era un símbolo del apodo que tenía su padre, y que él había heredado. - Uno muy dulce como has dicho, pero a tiempo completo-, volvió a bromear y a sonreír.
Los hombres volvieron a carcajearse. Y de esta guisa siguieron avanzando por la calle, acompañados por el humor y las risas que se provocan, con las tonterías que iban diciendo uno y otro.
Al menos hasta que llegaron a la taberna. Desde lo lejos, pudo ver como un hombre entraba con lo que parecía una persona en brazos. No podía ver bien quién era esa persona, pero había identificado al chico que la portaba.
- El dragón-, dijo en bajo, mirando fijamente la entrada de la taberna.
- ¿El dragón? - preguntó Jules. Confuso. Pues el tono de Vinc se salía de plano de la conversación tan animada que llevaban hasta el momento.
No llegó a responderle, y se echó a correr hacia la taberna, temiendo lo peor. Alister no se separaba nunca de su hermana. Parecía una sombra de ella. Igual que él mismo lo fue cuando era más pequeña. Cuando se convirtió en una especie de padre y protector de su hermana menor, el día que sus padres partieron al norte.
Realmente los dejaron en manos de los Stone, amigos desde siempre de los Calhoun. Sin embargo, igualmente desde aquellos tiempos sintió que debía cuidar de su hermana, sin importar otras tutelas o deseos de sus padres. Y eso era algo que no había cambiado en todos estos años.
Tan centrado estaba en su carrera hacia la taberna, que no se había fijado en un niño que corría por la calle, y que terminó por llevarse por delante.
- Lo siento, niño-, le habló al pequeño, ayudándolo a levantarse. En ese momento, pudo darse cuenta de las muestras claras en su rostro, que denotaban que había estado llorando. - ¿Estás bien chico? - se preocupó por su estado, pero pasado ese instante, volvió a su mente el motivo por el cual había estado corriendo antes de chocar. - ¿Has visto a un hombre cargando con otra persona? ¿Sabes qué pasa?- preguntó sin rodeos.
- Sí, estoy bien-, contestó el chico, en un tono que parecía que lo decía por decir. - Han golpeado a una mujer en el callejón, y la llevan al interior de la taberna para curarla. Yo debo ir a buscar a un médico al hospital, así que debo seguir mi camino-, dijo, echándose a correr nuevamente.
Las palabras del niño solo consiguieron preocuparlo aún más, pues las pistas que le había dado, hacían más real lo que había imaginado desde el principio. Y eso no era bueno, nada bueno.
Volvió a correr hacia la posada, y nada más entrar, se dirigió a las escaleras que llevaban a las habitaciones, ya que lo más probable era que llevaran a la persona agredida a uno de los cuartos. Subió los escalones de dos en dos, a toda velocidad. Y después se dirigió hacia una habitación en concreto. No tuvo que pensar demasiado donde estaría el dragón, pues de ese cuarto en concreto, se escuchaban dos voces reconocidas para él. Y en un tono que no le gustaba.
Todo iba pintando de mal en peor. Pero ni por esas estuvo preparado, para lo que pudo ver al asomarse y entrar en la habitación donde se escuchaban las voces.
El rubio caminó con paso lento, mirando el sopor de su hermana. Como el sudor le corría por la frente… y algo más. No dijo nada. Solo caminó hasta donde se encontraba su hermana, y se sentó a su lado en la cama. Sin fijarse, ni hablar con nadie más dentro de la habitación.
- ¿Qué demonios pasa? - preguntó Jules, que había corrido detrás de él, y acababa de llegar a la entrada del cuarto.
Tampoco ahora dijo nada. Solamente sacó un pañuelo de su bolsillo, y comenzó a limpiarle la sangre de su sien.
- Dime. ¿Quién ha sido? - le preguntó al dragón con voz firme y seria, aunque sin dejar de limpiar a su hermana, y sin mirarle directamente. - ¿Y por qué tiene fiebres? - preguntó, sin darse cuenta de la falta del collar, ensimismado en curar su frente.
Nadie le hacía daño a su hermana y quedaba impune. Lo iban a pagar caro.
Offrol
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Espero que el manejo de Jules esté bien, Huri. Si hay algo que haya que editar, me avisan ^_^
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Última edición por Vincent Calhoun el Jue Abr 13 2017, 03:10, editado 1 vez
Vincent Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Elen
La centinela apenas alcanzó a atisbar el borroso rostro de Maxine observándola antes de quedar sumida en la más negra oscuridad, de la cual no podría salir sin ayuda. La lluvia empapaba sus ropas y cabellos, pero ni el frío ni el agua la harían despertar, estaba atrapada en lo que pronto se convertiría en su peor pesadilla. No escuchó la voz del dragón ni sintió como éste la zarandeaba en un vano intento por hacerla reaccionar, para ella ya no había nada más que tinieblas. Pronto el negro dio paso a otros tonos, rojos, amarillos y anaranjados, los colores de las llamas al consumir cuanto encontraban a su paso, pero había algo más, o más bien alguien.
Trece siluetas tomaron forma frente a ella, perfectamente ordenadas según la jerarquía que existía dentro del clan. Sus rostros no eran desconocidos para la bruja, aunque tras su viaje al pasado Erzsbeth, Caranthir e Ilmerith habían despertado su interés más que el resto de los Tarmúnil. Todos ellos portaban sus oscuras armaduras decoradas con calaveras y la miraban fijamente desde las sillas de sus caballos sin decir palabra, llevaba mucho tiempo evadiendo las pesadillas y ahora que había regresado, los jinetes no desperdiciarían la oportunidad de atormentarla. ¿Qué podían mostrarle que no hubiese visto ya? Poco la verdad, la benjamina de los Calhoun había sido testigo de verdaderas atrocidades durante los últimos años, así que se tomó aquella como una pesadilla más, de la que tarde o temprano despertaría, pero no era el caso.
Tras ellos se podía ver una modesta aldea formada por apenas una docena de casas, el típico escenario en que había visto actuar a sus mayores enemigos, pero no serían ellos quienes se manchasen las manos de sangre aquella noche. Ilmerith desmontó y avanzó hacia ella con paso firme, atravesándola con su fría mirada y viendo más allá de lo que tenía delante, más allá de la buena centinela que intentaba salvar al mundo y a sí misma de la terrible amenaza que ellos suponían. Se detuvo frente a la tensai y guardó silencio durante unos segundos que para la de cabellos cenicientos parecieron una eternidad, luego desenvainó una espada y se la ofreció. - Has vuelto Elen, y ya sabes lo que tienes que hacer. - le dijo, consiguiendo que la confusión se adueñase de ella por unos instantes.
Ilmerith había visto la oscuridad que llevaba dentro, esa por la que se había dejado poseer en más de una ocasión y que la impulsaba a matar. - Lo estás deseando, tómala. - añadió, acercándole la espada. Hasta el momento la de ojos verdes solo había sido testigo de sus matanzas, observaba impotente sin poder hacer nada para detener lo que tenía ante sí, pero ésta vez los jinetes no querían torturarla de ese modo sino de otro mucho más retorcido. Elen notó que podía moverse, y de pronto fue como si su mente se nublase por completo, convirtiéndola en prisionera dentro de su propio cuerpo mientras las almas del medallón la controlaban. Sí, la sensación era igual que la que había tenido durante su ataque a la guarida de Mortagglia, pero mucho más intensa y devastadora.
Alargó la mano y rodeó con los dedos la empuñadura del arma, sintiendo como las calaveras se amoldaban a su palma, ya no había vuelta atrás. Sangre, eso era lo único que quería en aquel momento, ver correr el brillante líquido rojizo mientras escapaba de sus dueños, pero cada casa le reservaba una terrible sorpresa. Comenzó a andar, pasando por en medio de los Tarmúnil e ignorándolos por completo, pues su interés se centraba únicamente en aquella pequeña aldea.
Alister
Al poco de entrar a la taberna, el dragón escuchó una voz familiar a su espalda, sin duda se trataba de Huracán, pero no podía detenerse en mitad del local, no quería que los curiosos viesen a Elen en aquel estado. Subió al piso de arriba y la llevó a su habitación, donde la acomodó con cuidado en su cama y volvió a palparle la frente y el cuello, la fiebre no bajaba. El tabernero subió tras ellos, pero casi de inmediato volvió a bajar en busca de agua para poner unas compresas frías a la joven. - Una mujer la atacó en el callejón. - respondió a la cazadora, que parecía estar casi tan enfadada como él. Dicho esto se apartó de la cama y fue a toda prisa hacia la mesa de trabajo de la tensai, donde empezó a revolverlo todo bruscamente. - ¿Dónde está ese maldito remedio? - preguntó entre dientes, y justo en ese momento Vincent entró en la habitación, seguido de Jules.
El brujo no dijo nada de primeras, simplemente se sentó junto al febril cuerpo de su hermana y comenzó a limpiar la sangre brotaba de su sien, pero pronto se sumó a Huracán, queriendo saber quién había sido. Frustrado por no encontrar la poción antifebril, ya que la de cabellos cenicientos no solía etiquetar las cosas porque las reconocía por el olor o el tipo de frasco que usaba en cada caso, Alister bordeó la cama y se situó en el lado opuesto al que ocupaba Vincent, con unos paños que pronto humedeció en agua fría, en cuanto el propietario le trajo un cuenco. - No sé quién fue, lo único que alcancé a ver fue a una mujer huyendo del lugar. - respondió, al tiempo que colocaba una de las compresas sobre la frente de la hechicera.
Su voz sonaba seria y no había forma de que ocultase su enfado, tenía que encontrar a la culpable y rápido. - Esa malnacida le ha robado el medallón. - reveló, sin levantar la vista hacia ninguno de los dos. - De ahí la fiebre, sin él no hay nada que la proteja de la maldición. - las palabras se le atragantaban, ya había perdido a su hermana por culpa de los jinetes, no podía permitirse perder a Elen también, menos ahora que la benjamina de los Calhoun era tan importante para él. Por suerte para todos, el muchacho regresó con ayuda poco después, y en cuanto Fleur, la elfa que se encargaba de llevar la elaboración de medicamentos en el hospital entró en la estancia, se puso manos a la obra.
Reconocer el remedio antifebril no supuso ningún problema para ella, y tras administrárselo a la de cabellos cenicientos, se centró en sanar la herida de su sien. Ya no sangraría más, pero el rostro de la mujer denotaba preocupación, sus síntomas ya estaban tratados, entonces… ¿por qué no despertaba? La expresión de la paciente tampoco ayudaba, parecía estar teniendo una vívida pesadilla y su cuerpo reaccionaba a ello, revolviéndose de vez en cuando. Alister no se podía estar quieto, andaba de un lado a otro junto a la cama con los puños cerrados y haciendo un gran esfuerzo para no descontrolarse, ya que cuando se ponía furioso tendía a adoptar su forma bestial y a quemar cuanto se interponía entre él y su objetivo. Viendo a Elen en aquel estado no le importaba reducir a cenizas media ciudad si con eso encontraba a la ladrona y recuperaba el artefacto, por poco que le gustase la idea de apartarse de ella, debía ponerse en marcha antes de que el rastro desapareciese.
- No despierta, está atrapada en una puta pesadilla. - dijo malhumorado. - Manténgala estable, volveré con el medallón cueste lo que cueste. - indicó a Fleur, antes de dirigir su mirada por última vez a la hechicera. Tras esto abandonó la habitación a toda prisa y bajó las escaleras, mientras su cuerpo comenzaba a cambiar y cubrirse de escamas y espinas, pero por suerte para el propietario esperó a llegar al exterior para terminar de transformarse, destrozando por el camino solamente su gabardina. Una vez fuera y en su forma bestial, Alister profirió un gutural rugido que podría escucharse a varias casas de distancia, esa era la única manera que tenía de desahogarse, al menos hasta que hubiese encontrado a la culpable de todo aquello.
Elen Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Alister parecía muy dolorido por lo que parecía estar sufriendo Elen, me mantuve en silencio aguardando pacientemente su respuesta y le acompañé al piso superior, a la habitación donde acostumbraba a residir mi amiga. La estancia no tardaría en ser desordenada por un desesperado Alister, que revolvía en mesas y armarios en busca de una pócima que pudiese devolver el color rosáceo a las mejillas de nuestra amiga, que ahora estaba pálida y convaleciente. Toqué su frente, contemplando seriamente los párpados que en su interior guardaban sus preciosos ojos esmeralda. Estaba chorreando.
Finalmente, el dragón reveló que había sido atacada por una mujer, aunque no dio demasiados detalles sobre la misma por lo que no la pude relacionar con nadie. Comencé a hacer cábalas sobre qué era exactamente lo que le había ocurrido, un mero golpe no es capaz de hacer que el cuerpo enferme de tal manera, ni siquiera uno fuerte, tenía que haber algo más en la ecuación que por el momento se escapaba de nuestro entendimiento.
Jules y Vincent aparecieron poco después en el lugar. Sus rostros fueron invadidos por el desconcierto y la preocupación, el hermano de Elen cuestionó lo mismo que yo, obteniendo la misma respuesta por parte del de la gabardina. Por último, una elfa apareció para atender a mi amiga, Vincent se sentó a su lado y yo me apoyé en la pared, cerca de la puerta, a la que Jules se acercó disimuladamente.
-¿Dónde has dejado a Rachel? – me preguntó el cazador en voz baja. Siempre preocupado por la integridad de su débil hermana, no era para menos tras ver lo que le había sucedido a Elen. Era excesivamente protector con ella, pero yo prefería que aprendiese a valerse por sí misma.
-Tropezó con alguien de apariencia sospechosa y le mandé que lo persiguiera. – expliqué a la vez que recreaba en mi mente dicha escena. Lo cierto es que teniendo en cuenta la trayectoria que había seguido el sospechoso, parecía que perfectamente podría estar huyendo de la zona en la que vimos a Alister cargando con Elen. Y por el tiempo que transcurrió entre el encuentro y la llegada a la taberna perfectamente podría tratarse del agresor.
-Espera, a ver si lo entiendo… - dijo Jules, riéndose con sarcasmo. - ¿Has mandado a mi hermana de noche a perseguir a un tipo del que no sabemos nada, así, gratuitamente? – giré la cabeza hacia él, y con la misma inexpresividad de antes, volví a contestarle.
-Sí, eso es exactamente lo que he hecho. – respondí. – Está muy verde, y necesita foguearse sola.
Algo iba a contestar Jules, pero no tuvo tiempo de réplica, pues Alister finalmente se percató de que a Elen le habían robado el medallón y no tardó en advertirlo, confirmando además que la centinela se encontraba sumida en una pesadilla de la que no podría despertar a menos que lo recuperásemos. Todo encajaba ahora. Elen estaba muy aferrada a su medallón, que era su herramienta para mantener a raya a los jinetes y también su maldición. Sin él, toda su resistencia contra ésta se perdía. Elen estaba en grave peligro, por lo que recuperar la reliquia era una cuestión de imperiosa necesidad.
Por otro lado, el dragón cada vez estaba más fuera de sí, y consciente de la urgencia arrancó de la habitación hecho una furia, comenzando a adoptar su forma dracónida. Alister esperaba que nos quedásemos cuidando de Elen mientras él se encargaba de recuperar el medallón, pero yo sabía que la elfa y los miembros de la taberna podrían hacerse cargo de ello, a fin de cuentas era gente de la confianza de Elen. Por el contrario, no estaba segura de que Alister pudiese encargarse él sólo de recuperar la reliquia de la muerte que convertía a Elen en protectora del mundo. Definitivamente, sería mucho más útil buscando la reliquia de la muerte. No me iba a quedar quieta esperando ver a mi mejor amiga cada vez más enferma.
-¡Alister, espera! – le dijo Jules tratando de poner una mano en el hombro del dragón. Pero éste estaba fuera de sí y no se detuvo, saliendo rápidamente de la taberna. Salimos tras él, pero no había manera de hacerle razonar. Una vez en la calle, la criatura rápidamente adoptó su forma natural para susto de todos los peatones que en aquella lluviosa noche se encontraban en los alrededores, causando un gran alboroto.
-¡Alister, tómatelo con calma! No tienes ni idea de dónde empezar a buscar. – ordené también empezando a enfadarme yo por un sentimiento que mezclaba desesperación por la reacción del dragón y frustración por no saber lo que estaba ocurriendo. – Con este expolio sólo conseguirás espantar a la ladrona. – comenté, pero no parecía interesado en hacer caso a mis recomendaciones. Desistiendo en mi campaña por hacerle entrar en razón, me volví hacia Vince y Jules. – Sospecho que la misteriosa persona tras la que fue Rachel podría ser la que dejó inconsciente a Elen.
-¡Oh, excelente noticia! ¡No sabes cuánto me tranquiliza saber eso! - respondió un irónico Jules, cruzándose él ahora de brazos y resoplando. – En fin, habrá que confiar en mi hermanita… - comentó resignado. - Primero habrá que evitar que el llamitas incendie la ciudad, ¿no? O al menos ver a dónde se dirige. – propuso, consciente de que si Alister decidía alzar el vuelo sería muy difícil seguirlo a pie. Y la guardia de Lunargenta no tardaría en aparecer para tratar de dar caza a un dragón de fuego enfurecido y desatado. - Tiene pinta de que esta va a ser otra noche movidita.
Finalmente, el dragón reveló que había sido atacada por una mujer, aunque no dio demasiados detalles sobre la misma por lo que no la pude relacionar con nadie. Comencé a hacer cábalas sobre qué era exactamente lo que le había ocurrido, un mero golpe no es capaz de hacer que el cuerpo enferme de tal manera, ni siquiera uno fuerte, tenía que haber algo más en la ecuación que por el momento se escapaba de nuestro entendimiento.
Jules y Vincent aparecieron poco después en el lugar. Sus rostros fueron invadidos por el desconcierto y la preocupación, el hermano de Elen cuestionó lo mismo que yo, obteniendo la misma respuesta por parte del de la gabardina. Por último, una elfa apareció para atender a mi amiga, Vincent se sentó a su lado y yo me apoyé en la pared, cerca de la puerta, a la que Jules se acercó disimuladamente.
-¿Dónde has dejado a Rachel? – me preguntó el cazador en voz baja. Siempre preocupado por la integridad de su débil hermana, no era para menos tras ver lo que le había sucedido a Elen. Era excesivamente protector con ella, pero yo prefería que aprendiese a valerse por sí misma.
-Tropezó con alguien de apariencia sospechosa y le mandé que lo persiguiera. – expliqué a la vez que recreaba en mi mente dicha escena. Lo cierto es que teniendo en cuenta la trayectoria que había seguido el sospechoso, parecía que perfectamente podría estar huyendo de la zona en la que vimos a Alister cargando con Elen. Y por el tiempo que transcurrió entre el encuentro y la llegada a la taberna perfectamente podría tratarse del agresor.
-Espera, a ver si lo entiendo… - dijo Jules, riéndose con sarcasmo. - ¿Has mandado a mi hermana de noche a perseguir a un tipo del que no sabemos nada, así, gratuitamente? – giré la cabeza hacia él, y con la misma inexpresividad de antes, volví a contestarle.
-Sí, eso es exactamente lo que he hecho. – respondí. – Está muy verde, y necesita foguearse sola.
Algo iba a contestar Jules, pero no tuvo tiempo de réplica, pues Alister finalmente se percató de que a Elen le habían robado el medallón y no tardó en advertirlo, confirmando además que la centinela se encontraba sumida en una pesadilla de la que no podría despertar a menos que lo recuperásemos. Todo encajaba ahora. Elen estaba muy aferrada a su medallón, que era su herramienta para mantener a raya a los jinetes y también su maldición. Sin él, toda su resistencia contra ésta se perdía. Elen estaba en grave peligro, por lo que recuperar la reliquia era una cuestión de imperiosa necesidad.
Por otro lado, el dragón cada vez estaba más fuera de sí, y consciente de la urgencia arrancó de la habitación hecho una furia, comenzando a adoptar su forma dracónida. Alister esperaba que nos quedásemos cuidando de Elen mientras él se encargaba de recuperar el medallón, pero yo sabía que la elfa y los miembros de la taberna podrían hacerse cargo de ello, a fin de cuentas era gente de la confianza de Elen. Por el contrario, no estaba segura de que Alister pudiese encargarse él sólo de recuperar la reliquia de la muerte que convertía a Elen en protectora del mundo. Definitivamente, sería mucho más útil buscando la reliquia de la muerte. No me iba a quedar quieta esperando ver a mi mejor amiga cada vez más enferma.
-¡Alister, espera! – le dijo Jules tratando de poner una mano en el hombro del dragón. Pero éste estaba fuera de sí y no se detuvo, saliendo rápidamente de la taberna. Salimos tras él, pero no había manera de hacerle razonar. Una vez en la calle, la criatura rápidamente adoptó su forma natural para susto de todos los peatones que en aquella lluviosa noche se encontraban en los alrededores, causando un gran alboroto.
-¡Alister, tómatelo con calma! No tienes ni idea de dónde empezar a buscar. – ordené también empezando a enfadarme yo por un sentimiento que mezclaba desesperación por la reacción del dragón y frustración por no saber lo que estaba ocurriendo. – Con este expolio sólo conseguirás espantar a la ladrona. – comenté, pero no parecía interesado en hacer caso a mis recomendaciones. Desistiendo en mi campaña por hacerle entrar en razón, me volví hacia Vince y Jules. – Sospecho que la misteriosa persona tras la que fue Rachel podría ser la que dejó inconsciente a Elen.
-¡Oh, excelente noticia! ¡No sabes cuánto me tranquiliza saber eso! - respondió un irónico Jules, cruzándose él ahora de brazos y resoplando. – En fin, habrá que confiar en mi hermanita… - comentó resignado. - Primero habrá que evitar que el llamitas incendie la ciudad, ¿no? O al menos ver a dónde se dirige. – propuso, consciente de que si Alister decidía alzar el vuelo sería muy difícil seguirlo a pie. Y la guardia de Lunargenta no tardaría en aparecer para tratar de dar caza a un dragón de fuego enfurecido y desatado. - Tiene pinta de que esta va a ser otra noche movidita.
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Sabía la peligrosa vida que llevaba su hermana. La vida de una guerrera, ni más ni menos. Y por el peligro que conllevaba un oficio así, muchas veces deseaba que su hermana fuera otra cosa, que se ganara la vida de un modo distinto. Pero lo cierto es que no podía decir mucho al respecto, o más bien, no tenía autoridad moral para pedírselo. Pues la vida que llevaba Elen, no era muy distinta a la que él mismo tenía.
No podía llegar y decir: “Elen, me parece demasiado peligroso que sigas siendo una guerrera. Lo de buscar a nuestros padres era algo necesario, pero ahora no hace falta que sigas enfrentándote a los peligros de ese modo”
En fin. Por poder podía, Pero sería un comentario sumamente hipócrita por su parte, e intentaba en la manera de lo posible, no ser alguien así. Elen había hecho su elección, peligrosa y complicada. Que sumada a la maldición que llevaba consigo, la colocaba en una posición extrema. No obstante, no podía hacer otra cosa que apoyarla. Que estar a su lado en los buenos momentos, y en los malos. Como hacía ahora mismo.
No podía reprocharle nada, cuando hacía tanto bien con sus acciones y sus trabajos como guerrera. Y él hacía lo mismo. Ni siquiera esa noche, cuando se recuperara de sus lesiones, podía enfadarse con ella por ir por ahí buscando el peligro.
- ¿Una mujer? ¿Qué mujer? - preguntó, mojando el pañuelo en el cubo que había acercado el dueño del local, para luego retomar la limpieza de la sien de su hermana. - Qué ha pasado exactamente. Me refiero a por qué esa chica ha atacado a Elen.
Uno de los mayores de los peligros de su trabajo, era que ayudar a la gente no era bien visto por todo el mundo. Precisamente, a la gente malvada que se aprovechaba de los demás, no le hacía ni pizca de gracia que alguien se entrometiera en sus asuntos. Era fácil conseguir enemigos como espada a sueldo, que protegía a los desvalidos. Y su hermana no era distinta en ese aspecto,
Las exiguas palabras de Alister le hacían pensar que ese debía ser el motivo. Pues era lo que se le había venido a la cabeza, cuando le había comentado lo del ataque en el callejón.
Iba a preguntarle más cosas de la misteriosa asaltante. Como rasgos físicos, o si sabía por dónde había marchado o a donde iba si la conocía, pero antes de poder seguir recabando información, el dragón expuso un dato que era demasiado importante para pasarlo por alto.
- ¡¿Qué?! Cómo que le ha robado el medallón-, dijo sin poder creerlo, e inmediatamente buscando el colgante en el cuello de Elen sin conseguir hallarlo. - ¡Maldita sea, Alister! Tenemos que encontrar a esa mujer-, comentó, al comprobar que el medallón no estaba donde debería.
No es que no creyera lo que le había dicho desde un principio, pero era demasiado impactante como para no querer verlo con sus propios ojos.
El niño con el que tropezara en la calle, apareció de repente, acompañado de una elfa. Una sanadora de Sandorai ayudaría a mitigar el malestar de su hermana. Pero solamente eso. La maldición era demasiado poderosa, tanto que era imbatible incluso por las curas élficas. Sin el medallón no había nada que hacer, era algo que bien sabía. Tenía que encontrar a la ladrona lo antes posible.
¿Pero por dónde empezar? Estaba en una situación de lo más tensa, pues una experta bandida podía escabullirse por las calles de Lunargenta sin problemas. Tenía que hallar su rastro en el lugar del incidente, o de lo contrario, si las pistas se enfriaban, tardaría meses en encontrar a la ladrona. Si es que la hallaba alguna vez.
- En que callejón...-. No pudo terminar la frase, porque al dragón le dio un ataque repentino de cólera.
Vincent suspiró en una mezcla de resignación y molestia, pues la situación era lo más incómoda para él. No había nada en el mundo peor, que le hicieran daño a sus seres queridos. Ni siquiera el dolor propio era comparable a algo así.
- Cuide de mi hermana, por favor-, le comentó a la elfa. - Debo encontrar su medallón lo antes posible, así que no puedo quedarme-, siguió hablando, con un tono calmado, pero en el que se notaba el peso del mundo sobre sus hombros. - Me suena haberte visto en el hospital. Si necesitas ayuda para controlar sus fiebres, no dudes en llamar a Níniel. Seguro que la conoces. Es amiga mía y creo que está en la ciudad-, dijo antes de girarse y encaminarse hacia la salida, para voltearse justo antes de salir. - Ah, y muchas gracias. De veras-, comentó algo compungido, por no poder darle más detalles a la chica, ni poder quedarse con su hermana.
No dio ni dos pasos fuera de la habitación, cuando alguien lo abordó mientras avanzaba por el pasillo superior de la taberna.
- Has dicho que eres su hermano-, comentó el niño.
- Sí, así es. Gracias por ir a buscar ayuda-, le sonrió de forma forzosa, pues el niño no tenía la culpa de sentirse mal.
No importaba lo que le pasara. Siempre intentaba actuar con normalidad con el resto de las personas, y no cargar las culpas con nadie que no fuera el verdadero responsable. Que en este caso era esa misteriosa ladrona.
- No ha sido nada. Yo estaba presente cuando la atacaron, y era lo menos que podía hacer-, dijo el joven.
Eso cambiaba todo en su mente.
- Un momento. ¿Dices que estabas con ella cuando la atacaron? ¿Quién fue? ¿Cómo era? ¿Y donde ha sido? - comenzó a hacer una pregunta tras otra.
- Pues, ha sido justo aquí al lado…-, comenzó a decir el muchacho.
- Llévame hasta allí-, cortó al joven. Luego le alborotó el cabello. - Necesito ver si hay alguna pista para perseguir a esa ladrona. ¿me ayudarás?
El niño asintió y corrió escaleras abajo. Vinc lo siguió, pero para encontrarse con una escena dantesca al salir de la posada. El brujo volvió a suspirar, pero en esta ocasión fue una exhalación de puro disgusto. Entendía perfectamente cómo se sentía el dragón, porque en su pecho alberga el mismo dolor. Y era por ello que no podía enfadarse con el muchacho, pero tampoco era momento de gastar fuerzas en vano.
- ¡Alister, cálmate! - gritó para hacerse oir por encima de los rugidos del dragón, acompañando a Huri y Jules en su intento de tranquilizarlo. - ¡Sé cómo te sientes! ¡Pero este no es momento para perder los nervios! ¡Debemos hallar el rastro de la ladrona, y para ello te necesito sereno! - le dijo, para calmarlo, pues sabía que el dragón sería un buen aliado, si empezaba a actuar con cabeza.
De todos modos, esa noche no dejaba de ser una caja de sorpresas. Todas negativas hasta ahora, pues Huri puso sobre la mesa una que les daba esperanzas. Y consiguió llamar su atención con un detalle importante.
- ¿Qué misteriosa persona? ¿Rachel? - preguntó, pues Huri parecía saber algo que él desconocía. - ¿Sospechas que es ella nuestra ladrona? Sí es así, debemos ponernos en marcha. Quizás Rachel esté esperándonos donde te separaste de ella. Jules, confía en ella. Es más fuerte de lo que parece-, dijo eso último al cazador, para tranqulizarlo. Recordando especialmente el trabajo de la bio en la Logia. - Tenías que haberla visto en aquella maldita isla donde acabamos varados-, le comentó con sinceridad. - Y el dragón…-, lo miró de soslayo. - Solo se está desahogando, se le pasará pronto. Yo también quiero romper cosas, pero ahora eso no ayuda a Elen. Había pensado en inspeccionar el callejón con la ayuda de este muchacho-, posó la mano sobre la testa del chico. - Pero si crees que Rachel sigue a nuestra fugitiva. Te sigo-, comentó.
Huracán era lo bastante veterana e inteligente, como para no decir nada en vano. Si había sospechado de la mujer con la que se había cruzado, y había mandado a Rachel para seguirla, entendía perfectamente que era porque había notado algo extraño en dicha mujer.
Confiaba en su criterio. Y además, la triste realidad es que no tenía nada más. Salvo unas posibles pistas en el lugar donde Elen fue golpeada. No había muchas elecciones posibles, así que había que esperar que esa mujer fuera la que ellos buscaban, y desear que ese golpe de suerte fuera real.
No podía llegar y decir: “Elen, me parece demasiado peligroso que sigas siendo una guerrera. Lo de buscar a nuestros padres era algo necesario, pero ahora no hace falta que sigas enfrentándote a los peligros de ese modo”
En fin. Por poder podía, Pero sería un comentario sumamente hipócrita por su parte, e intentaba en la manera de lo posible, no ser alguien así. Elen había hecho su elección, peligrosa y complicada. Que sumada a la maldición que llevaba consigo, la colocaba en una posición extrema. No obstante, no podía hacer otra cosa que apoyarla. Que estar a su lado en los buenos momentos, y en los malos. Como hacía ahora mismo.
No podía reprocharle nada, cuando hacía tanto bien con sus acciones y sus trabajos como guerrera. Y él hacía lo mismo. Ni siquiera esa noche, cuando se recuperara de sus lesiones, podía enfadarse con ella por ir por ahí buscando el peligro.
- ¿Una mujer? ¿Qué mujer? - preguntó, mojando el pañuelo en el cubo que había acercado el dueño del local, para luego retomar la limpieza de la sien de su hermana. - Qué ha pasado exactamente. Me refiero a por qué esa chica ha atacado a Elen.
Uno de los mayores de los peligros de su trabajo, era que ayudar a la gente no era bien visto por todo el mundo. Precisamente, a la gente malvada que se aprovechaba de los demás, no le hacía ni pizca de gracia que alguien se entrometiera en sus asuntos. Era fácil conseguir enemigos como espada a sueldo, que protegía a los desvalidos. Y su hermana no era distinta en ese aspecto,
Las exiguas palabras de Alister le hacían pensar que ese debía ser el motivo. Pues era lo que se le había venido a la cabeza, cuando le había comentado lo del ataque en el callejón.
Iba a preguntarle más cosas de la misteriosa asaltante. Como rasgos físicos, o si sabía por dónde había marchado o a donde iba si la conocía, pero antes de poder seguir recabando información, el dragón expuso un dato que era demasiado importante para pasarlo por alto.
- ¡¿Qué?! Cómo que le ha robado el medallón-, dijo sin poder creerlo, e inmediatamente buscando el colgante en el cuello de Elen sin conseguir hallarlo. - ¡Maldita sea, Alister! Tenemos que encontrar a esa mujer-, comentó, al comprobar que el medallón no estaba donde debería.
No es que no creyera lo que le había dicho desde un principio, pero era demasiado impactante como para no querer verlo con sus propios ojos.
El niño con el que tropezara en la calle, apareció de repente, acompañado de una elfa. Una sanadora de Sandorai ayudaría a mitigar el malestar de su hermana. Pero solamente eso. La maldición era demasiado poderosa, tanto que era imbatible incluso por las curas élficas. Sin el medallón no había nada que hacer, era algo que bien sabía. Tenía que encontrar a la ladrona lo antes posible.
¿Pero por dónde empezar? Estaba en una situación de lo más tensa, pues una experta bandida podía escabullirse por las calles de Lunargenta sin problemas. Tenía que hallar su rastro en el lugar del incidente, o de lo contrario, si las pistas se enfriaban, tardaría meses en encontrar a la ladrona. Si es que la hallaba alguna vez.
- En que callejón...-. No pudo terminar la frase, porque al dragón le dio un ataque repentino de cólera.
Vincent suspiró en una mezcla de resignación y molestia, pues la situación era lo más incómoda para él. No había nada en el mundo peor, que le hicieran daño a sus seres queridos. Ni siquiera el dolor propio era comparable a algo así.
- Cuide de mi hermana, por favor-, le comentó a la elfa. - Debo encontrar su medallón lo antes posible, así que no puedo quedarme-, siguió hablando, con un tono calmado, pero en el que se notaba el peso del mundo sobre sus hombros. - Me suena haberte visto en el hospital. Si necesitas ayuda para controlar sus fiebres, no dudes en llamar a Níniel. Seguro que la conoces. Es amiga mía y creo que está en la ciudad-, dijo antes de girarse y encaminarse hacia la salida, para voltearse justo antes de salir. - Ah, y muchas gracias. De veras-, comentó algo compungido, por no poder darle más detalles a la chica, ni poder quedarse con su hermana.
No dio ni dos pasos fuera de la habitación, cuando alguien lo abordó mientras avanzaba por el pasillo superior de la taberna.
- Has dicho que eres su hermano-, comentó el niño.
- Sí, así es. Gracias por ir a buscar ayuda-, le sonrió de forma forzosa, pues el niño no tenía la culpa de sentirse mal.
No importaba lo que le pasara. Siempre intentaba actuar con normalidad con el resto de las personas, y no cargar las culpas con nadie que no fuera el verdadero responsable. Que en este caso era esa misteriosa ladrona.
- No ha sido nada. Yo estaba presente cuando la atacaron, y era lo menos que podía hacer-, dijo el joven.
Eso cambiaba todo en su mente.
- Un momento. ¿Dices que estabas con ella cuando la atacaron? ¿Quién fue? ¿Cómo era? ¿Y donde ha sido? - comenzó a hacer una pregunta tras otra.
- Pues, ha sido justo aquí al lado…-, comenzó a decir el muchacho.
- Llévame hasta allí-, cortó al joven. Luego le alborotó el cabello. - Necesito ver si hay alguna pista para perseguir a esa ladrona. ¿me ayudarás?
El niño asintió y corrió escaleras abajo. Vinc lo siguió, pero para encontrarse con una escena dantesca al salir de la posada. El brujo volvió a suspirar, pero en esta ocasión fue una exhalación de puro disgusto. Entendía perfectamente cómo se sentía el dragón, porque en su pecho alberga el mismo dolor. Y era por ello que no podía enfadarse con el muchacho, pero tampoco era momento de gastar fuerzas en vano.
- ¡Alister, cálmate! - gritó para hacerse oir por encima de los rugidos del dragón, acompañando a Huri y Jules en su intento de tranquilizarlo. - ¡Sé cómo te sientes! ¡Pero este no es momento para perder los nervios! ¡Debemos hallar el rastro de la ladrona, y para ello te necesito sereno! - le dijo, para calmarlo, pues sabía que el dragón sería un buen aliado, si empezaba a actuar con cabeza.
De todos modos, esa noche no dejaba de ser una caja de sorpresas. Todas negativas hasta ahora, pues Huri puso sobre la mesa una que les daba esperanzas. Y consiguió llamar su atención con un detalle importante.
- ¿Qué misteriosa persona? ¿Rachel? - preguntó, pues Huri parecía saber algo que él desconocía. - ¿Sospechas que es ella nuestra ladrona? Sí es así, debemos ponernos en marcha. Quizás Rachel esté esperándonos donde te separaste de ella. Jules, confía en ella. Es más fuerte de lo que parece-, dijo eso último al cazador, para tranqulizarlo. Recordando especialmente el trabajo de la bio en la Logia. - Tenías que haberla visto en aquella maldita isla donde acabamos varados-, le comentó con sinceridad. - Y el dragón…-, lo miró de soslayo. - Solo se está desahogando, se le pasará pronto. Yo también quiero romper cosas, pero ahora eso no ayuda a Elen. Había pensado en inspeccionar el callejón con la ayuda de este muchacho-, posó la mano sobre la testa del chico. - Pero si crees que Rachel sigue a nuestra fugitiva. Te sigo-, comentó.
Huracán era lo bastante veterana e inteligente, como para no decir nada en vano. Si había sospechado de la mujer con la que se había cruzado, y había mandado a Rachel para seguirla, entendía perfectamente que era porque había notado algo extraño en dicha mujer.
Confiaba en su criterio. Y además, la triste realidad es que no tenía nada más. Salvo unas posibles pistas en el lugar donde Elen fue golpeada. No había muchas elecciones posibles, así que había que esperar que esa mujer fuera la que ellos buscaban, y desear que ese golpe de suerte fuera real.
Vincent Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Dentro de su pesadilla…
Sin aminorar su paso, la hechicera avanzó hacia la casa más cercana e irrumpió en ella tirando abajo la puerta con una onda de viento, pero quienes allí la esperaban no reaccionaron a su escandalosa entrada asustándose, en vez de eso la recibieron con una sonrisa en los labios. - Al fin llegas Chispa, te estábamos esperando. - escuchó decir a una voz familiar. Solo había una persona que la llamase así y no tardó en encontrarla con la mirada, sentada a la mesa, que estaba lista para cuatro. Yennefer, Vincent y la pequeña Allyson aguardaban su llegada para cenar algo que hervía en un caldero colocado al fuego, sin imaginar lo que ocurriría a continuación.
- No, ¡No! - quiso gritar Elen al comprender lo que iba a pasar, pero su cuerpo no le respondía, ni siquiera pudo abrir la boca para pronunciar palabra. Se acercó a ellos y alzó la espada contra su madre, dejándola caer con un tajo diagonal que la cortó desde el hombro izquierdo hasta el pecho, haciendo que de inmediato la sangre salpicase la mesa y la plateada vajilla. La hoja volvió a hundirse en la piel de la tensai antes de que pudiese hacer nada por protegerse, ésta vez atravesándole el torso y saliendo por su espalda, causándole una herida mortal y provocando que tanto su hermano como la hija adoptiva de éste soltasen un grito de terror.
Solo unos segundos tardó en extinguirse la luz de los violáceos ojos de Yennefer, y en cuanto su asesina extrajo la espada de su cuerpo, se desplomó sobre la mesa. Vincent se convirtió en su siguiente objetivo, y al igual que su madre no hizo nada por defenderse, no podía creer que su propia hermana estuviese haciendo aquello. Sus gritos podrían escucharse desde el exterior, y en cuanto estos cesaron llegaron los de la niña, que tampoco tuvo opción de salvarse. Una macabra sonrisa se dibujó en el rostro de Ilmerith al ver salir a la centinela, cubierta con la sangre de su propia familia pero sedienta de más, deseo que la guió de inmediato a la siguiente vivienda.
Elen lo veía todo desde el interior de la prisión en que su cuerpo se había convertido, gritando y tratando de resistirse al control de las malignas almas del medallón, pero todo fue en vano, no podría salir de aquella terrible pesadilla hasta que la reliquia volviese a su cuello. Los Stone, la familia que había acogido a los hermanos cuando el matrimonio Calhoun partió hacia el norte fueron los siguientes en probar el filo de su arma, grabando en la mente de la hechicera unas horribles imágenes que no sería capaz de olvidar. La confusión y el miedo en sus rostros antes de ser brutalmente asesinados por alguien a quien apreciaban y habían abierto las puertas de su casa, no tenía sentido, pero ninguno trató de defenderse.
La de cabellos cenicientos se revolvió en la cama, obligando a Fleur a sujetarla mientras los demás abandonaban el cuarto para ir a recuperar lo que según había dicho uno de los hombres, habían robado a la joven, el artefacto que la haría despertar.
Alister
Huracán lo siguió hasta el exterior, pero pedirle que se calmase en aquel momento era perder el tiempo, se podría decir que era más bestia que hombre, y eso lo empujaba a actuar sin perder ni un segundo, ya que no sabía cuánto tiempo podría aguantar la bruja sin el medallón. Por su mente solo pasaba una idea, encontrar a la culpable y despedazarla como castigo por su ataque, pero la lluvia no le ayudaría a dar con el rastro de la susodicha, debía ir al callejón de inmediato y echar mano a su olfato antes de que no quedase nada que pudiese seguir. Jules y Vincent se unieron a ellos instantes después, justo a tiempo de escuchar lo que la cazadora tenía que decir, que probablemente ella y Rachel se hubiesen cruzado con la ladrona.
A su compañero esto no le hizo gracia, sobre todo porque su hermana había ido tras esa misteriosa mujer, pero ¿y si se equivocaban de persona? El tiempo estaba en su contra y con cada minuto aumentaba la frustración del dragón, que se castigaba mentalmente diciéndose que de haberla acompañado al callejón aquello no habría ocurrido. Vincent lo instó a tranquilizarse pero esa parecía una tarea imposible, aunque se contuvo lo suficiente para no alzar el vuelo y llevar la búsqueda por su cuenta, ya que contar con un equipo en teoría lo ayudaría a cubrir más terreno en menos tiempo, siempre y cuando se organizasen bien.
Aun así no podía estarse quieto, andaba de un lado para otro mientras los demás hablaban. - ¿Y si no es ella? - intervino con su grave voz de dragón. - No puedo permitir que esa malnacida escape después de lo que ha hecho. - sentenció, inflando sus pulmones para hacer uso de su fino olfato de reptil y buscar cualquier pista que pudiese guiarles. La lluvia lo complicaba todo, pero a pesar de ello pudo percibir un aroma familiar con solo asomarse al callejón en que había tenido lugar el ataque, la mezcla de hierbas que utilizaba Elen para perfumar el agua cuando se aseaba, unido al de su sangre. De su agresora no había nada, pero quizá pudiese reconocerla si el medallón había quedado impregnado con el aroma de la benjamina de los Calhoun, solo debía estar lo suficientemente cerca de él como para percibirlo, bien por el olor o por la oscuridad que emanaba de él.
Sus años como cazador de demonios y la sensibilidad que por su oficio había desarrollado hacia las sombras le servirían ahora pero Lunargenta era una ciudad enorme y llena de posibles escondrijos, o se ponían en marcha de inmediato o la ventaja de la ladrona le serviría para escapar. Debían empezar por alguna parte, y al parecer todos estaban de acuerdo en buscar a Rachel para averiguar si tal como sospechaba Huracán, la extraña que había chocado con ellas era la misma que había atacado a Elen. - ¿En qué dirección iba? Rápido, guíanos. - pidió, girando la cabeza hacia la bruja antes de volver a acercarse al grupo. Su transformación no pasaría desapercibida así que seguiría a los demás desde el aire, aprovechando para tener una mejor vista de la ciudad y sus calles. Con esa idea en mente extendió las alas para levantar el vuelo en cuanto Huracán indicase el camino a seguir.
- ¡Espere! - exclamó el muchacho, que se encontraba junto a Vincent aún. - No sé si les ayudará pero esa mujer dijo algo antes de atacar, mencionó a un coleccionista. - añadió, y sus palabras provocaron que un gruñido escapase de la garganta del alado. - Ese desgraciado, lo mataré. - espetó, recordando lo que la tensai le había contado de su viaje a Dundarak.
Off: El Coleccionista es un enemigo del pasado que perdió contra Elen pero consiguió escapar con vida, no saldrá en este hilo, pero sí todos los secuaces que queráis poner de él.
Sin aminorar su paso, la hechicera avanzó hacia la casa más cercana e irrumpió en ella tirando abajo la puerta con una onda de viento, pero quienes allí la esperaban no reaccionaron a su escandalosa entrada asustándose, en vez de eso la recibieron con una sonrisa en los labios. - Al fin llegas Chispa, te estábamos esperando. - escuchó decir a una voz familiar. Solo había una persona que la llamase así y no tardó en encontrarla con la mirada, sentada a la mesa, que estaba lista para cuatro. Yennefer, Vincent y la pequeña Allyson aguardaban su llegada para cenar algo que hervía en un caldero colocado al fuego, sin imaginar lo que ocurriría a continuación.
- No, ¡No! - quiso gritar Elen al comprender lo que iba a pasar, pero su cuerpo no le respondía, ni siquiera pudo abrir la boca para pronunciar palabra. Se acercó a ellos y alzó la espada contra su madre, dejándola caer con un tajo diagonal que la cortó desde el hombro izquierdo hasta el pecho, haciendo que de inmediato la sangre salpicase la mesa y la plateada vajilla. La hoja volvió a hundirse en la piel de la tensai antes de que pudiese hacer nada por protegerse, ésta vez atravesándole el torso y saliendo por su espalda, causándole una herida mortal y provocando que tanto su hermano como la hija adoptiva de éste soltasen un grito de terror.
Solo unos segundos tardó en extinguirse la luz de los violáceos ojos de Yennefer, y en cuanto su asesina extrajo la espada de su cuerpo, se desplomó sobre la mesa. Vincent se convirtió en su siguiente objetivo, y al igual que su madre no hizo nada por defenderse, no podía creer que su propia hermana estuviese haciendo aquello. Sus gritos podrían escucharse desde el exterior, y en cuanto estos cesaron llegaron los de la niña, que tampoco tuvo opción de salvarse. Una macabra sonrisa se dibujó en el rostro de Ilmerith al ver salir a la centinela, cubierta con la sangre de su propia familia pero sedienta de más, deseo que la guió de inmediato a la siguiente vivienda.
Elen lo veía todo desde el interior de la prisión en que su cuerpo se había convertido, gritando y tratando de resistirse al control de las malignas almas del medallón, pero todo fue en vano, no podría salir de aquella terrible pesadilla hasta que la reliquia volviese a su cuello. Los Stone, la familia que había acogido a los hermanos cuando el matrimonio Calhoun partió hacia el norte fueron los siguientes en probar el filo de su arma, grabando en la mente de la hechicera unas horribles imágenes que no sería capaz de olvidar. La confusión y el miedo en sus rostros antes de ser brutalmente asesinados por alguien a quien apreciaban y habían abierto las puertas de su casa, no tenía sentido, pero ninguno trató de defenderse.
La de cabellos cenicientos se revolvió en la cama, obligando a Fleur a sujetarla mientras los demás abandonaban el cuarto para ir a recuperar lo que según había dicho uno de los hombres, habían robado a la joven, el artefacto que la haría despertar.
Alister
Huracán lo siguió hasta el exterior, pero pedirle que se calmase en aquel momento era perder el tiempo, se podría decir que era más bestia que hombre, y eso lo empujaba a actuar sin perder ni un segundo, ya que no sabía cuánto tiempo podría aguantar la bruja sin el medallón. Por su mente solo pasaba una idea, encontrar a la culpable y despedazarla como castigo por su ataque, pero la lluvia no le ayudaría a dar con el rastro de la susodicha, debía ir al callejón de inmediato y echar mano a su olfato antes de que no quedase nada que pudiese seguir. Jules y Vincent se unieron a ellos instantes después, justo a tiempo de escuchar lo que la cazadora tenía que decir, que probablemente ella y Rachel se hubiesen cruzado con la ladrona.
A su compañero esto no le hizo gracia, sobre todo porque su hermana había ido tras esa misteriosa mujer, pero ¿y si se equivocaban de persona? El tiempo estaba en su contra y con cada minuto aumentaba la frustración del dragón, que se castigaba mentalmente diciéndose que de haberla acompañado al callejón aquello no habría ocurrido. Vincent lo instó a tranquilizarse pero esa parecía una tarea imposible, aunque se contuvo lo suficiente para no alzar el vuelo y llevar la búsqueda por su cuenta, ya que contar con un equipo en teoría lo ayudaría a cubrir más terreno en menos tiempo, siempre y cuando se organizasen bien.
Aun así no podía estarse quieto, andaba de un lado para otro mientras los demás hablaban. - ¿Y si no es ella? - intervino con su grave voz de dragón. - No puedo permitir que esa malnacida escape después de lo que ha hecho. - sentenció, inflando sus pulmones para hacer uso de su fino olfato de reptil y buscar cualquier pista que pudiese guiarles. La lluvia lo complicaba todo, pero a pesar de ello pudo percibir un aroma familiar con solo asomarse al callejón en que había tenido lugar el ataque, la mezcla de hierbas que utilizaba Elen para perfumar el agua cuando se aseaba, unido al de su sangre. De su agresora no había nada, pero quizá pudiese reconocerla si el medallón había quedado impregnado con el aroma de la benjamina de los Calhoun, solo debía estar lo suficientemente cerca de él como para percibirlo, bien por el olor o por la oscuridad que emanaba de él.
Sus años como cazador de demonios y la sensibilidad que por su oficio había desarrollado hacia las sombras le servirían ahora pero Lunargenta era una ciudad enorme y llena de posibles escondrijos, o se ponían en marcha de inmediato o la ventaja de la ladrona le serviría para escapar. Debían empezar por alguna parte, y al parecer todos estaban de acuerdo en buscar a Rachel para averiguar si tal como sospechaba Huracán, la extraña que había chocado con ellas era la misma que había atacado a Elen. - ¿En qué dirección iba? Rápido, guíanos. - pidió, girando la cabeza hacia la bruja antes de volver a acercarse al grupo. Su transformación no pasaría desapercibida así que seguiría a los demás desde el aire, aprovechando para tener una mejor vista de la ciudad y sus calles. Con esa idea en mente extendió las alas para levantar el vuelo en cuanto Huracán indicase el camino a seguir.
- ¡Espere! - exclamó el muchacho, que se encontraba junto a Vincent aún. - No sé si les ayudará pero esa mujer dijo algo antes de atacar, mencionó a un coleccionista. - añadió, y sus palabras provocaron que un gruñido escapase de la garganta del alado. - Ese desgraciado, lo mataré. - espetó, recordando lo que la tensai le había contado de su viaje a Dundarak.
Off: El Coleccionista es un enemigo del pasado que perdió contra Elen pero consiguió escapar con vida, no saldrá en este hilo, pero sí todos los secuaces que queráis poner de él.
Elen Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Se podía respirar la tensión en el ambiente. Alister estaba totalmente fuera de sí e incluso Vincent, que solía ser un hombre sereno y calmado, parecía muy preocupado y alterado. No era para menos. Sin su medallón, su hermana perdía gran parte de su poder, y parecía tan ligada a él que tenía la sensación de que en cualquier momento iba a morir incluso en el sueño. Definitivamente, teníamos que encontrarlo rápido, pero las maneras de ninguno no ayudaban.
Había que mantener la cabeza fría y la compostura, y yo, siendo junto con Jules la persona “menos” vinculada a Elen de las que nos encontrábamos allí, y digo menos pues Vince era su hermano y Alister… Bueno, siempre noté unas miradas distintas entre ellos.
El muchacho de la taberna comentó que quien podría haber robado el medallón podría ser una mujer que trabajaba para un coleccionista. Teniendo en cuenta la rareza de las reliquias de los centinelas, estaba claro que aquella pieza podía resultarle interesante a cualquiera. Alister mostró fiereza, y por momentos pensé que se iba a comer al niño. Vincent trataba de ser conciliador, pero yo no iba a permitir que hablase así a un crío. – Controla tus modales, dragón. Estás hablándole a un niño. – le advertí en malos modales, - Tendrás tu oportunidad para vengarte. Paciencia. – comenté, tratando de ser serena.
-Venid. – contesté bastante seca en aquel callejón en el Elen había sido atacada. Comencé a correr por las calles, rumbo a donde me había separado de Rachel. El problema no era llegar a esa zona, ni tampoco saber en qué dirección había ido en principio. No. La dificultad estaba en saber qué desvío había cogido primero, cuál después, etc. Lunargenta no era precisamente un pueblo y, definitivamente, podía estar en cualquier parte. – Podría estar en cualquier parte. – concluí pegándome en los muslos por frustración una vez perdí la pista a Rachel.
Nos encontrábamos en una solitaria plaza en la nocturnidad, y llovía tanto que ya tenía el pelo totalmente pegado a mi cuerpo. Estábamos empapados y no teníamos manera de seguir la pista a Rachel desde allí.
-¿En serio no sabes por dónde ha ido, Huri? ¡Joder! Rachel… - Jules veía en su hermana una inocente corderita incapaz de valerse por sí misma. Yo confiaba en la pericia de la biocibernética, que si bien parecía poco espabilada e inocente, chiflaba cuando se veía en peligro.
Una luz vino a mi cabeza, y es que una de las ventajas de la cibernética era que pesaba cerca de doscientos kilos, calzaba el más duro de los aceros, y en casa paso que daba terminaba por hundir el suelo si lo hacía con fuerza. Sí, había adoquines, pero su huella era inconfundible. Corriendo destrozaba todo lo que pisaba. – La huella… - musité para mí misma cuando, desde el punto exacto en el que me había separado de ella, pude distinguir la dirección que seguía.
Era de noche, pero dejaba bastante marca, por lo que pudimos ir siguiendo sus pasos. Un par de metros, varios, cada vez indicaban a un mismo sitio. – Fue hacia el puerto. – expresé cuando ya pude deducir dónde se encontraba.
Los pasos de la cibernética nos llevarían hasta una gran nave previa a los buques de carga. No muy lejos del muelle. Los puertos solían ser lugares en los que había movimiento por la noche. No sólo por la carga de los buques que partirían a primera hora de la mañana, sino por ser lugares en los que se cerraban tratos y negocios que eran de todo menos lícitos, también era un buen método para introducir mercancías poco lícitas. – Aquí. – informé brevemente a los tres caballeros que me acompañaban.
Las huellas de Rachel se introducían hacia la entrada de aquel almacén, pero había bastantes operarios de aspecto cuestionable, y entrar por la puerta principal, que era por donde había entrado la hermana de Jules probablemente en instantes en los que no habría nadie, se antojaba ahora complicado. Entrar por violencia sólo haría que terminásemos atacados por, a saber, cuántos bandidos.
Afortunadamente vi una pequeña plataforma con un ventanal abierto en el piso superior. – Entraré por ahí. – informé.
-Tú. ¿Y los demás qué, querida ventolera? – preguntó un molesto Jules que obtuvo una respuesta igual de molesta. - Apañaos. - Y corrí hacia el lateral, comenzando a canalizar el viento sobre mí en carrera, de manera que cuando estuve a la distancia adecuada, me elevé de un enorme salto con voltereta que me permitió saldar los cinco metros de desnivel que había entre el suelo y ésta. Por allí pude colarme a la nave por su parte superior, y podría dar apoyo aéreo en cualquier momento, e incluso ver mejor dónde se encontraba Rachel.
Había dos operarios en aquella primera pasarela, pero agachada como estaba y con mis ropajes oscuros, no podían verme. Deshice la trenza del pelo y me lo eché un poco por la cara. Estaba tan húmedo que se me pegaba a la cara o cuello, pero eso era una ventaja pues se me vería aún menos el color claro de mi piel.
-¿No lo has oído? – decía incrédulo uno de ellos al otro, mientras me aproximaba prácticamente a gatas por el suelo. – Maxine ha conseguido por fin el medallón de la bruja, y espera transportarlo por mar.
-¡Joder! Se va a forrar la muy puta. – opinó. - ¿Y en qué barco espera llevarlo? – preguntó. Yo agachada, detrás de la barandilla cubierta en la que me encontraba, puse especial atención a éste dato, inclinando la cabeza de lado para poder escuchar mejor.
-¿Te crees que lo va a ir pregonando, so merluzo? No quiere que nadie le quite el pastel. – Oh, mierda. Si no sabían dónde estaba, aquel par no me serviría de mucho.
Salí del escondite de nuevo a gatas y, al llegar a espaldas de éstos, descolgué mi ballesta pesada, elevé mi alta y esbelta figura, y de un rapidísimo movimiento, con la culata del arma di un golpe a cada uno en la cabeza, antes de que pudiesen siquiera reaccionar. Dejándolos inconscientes.
Había que mantener la cabeza fría y la compostura, y yo, siendo junto con Jules la persona “menos” vinculada a Elen de las que nos encontrábamos allí, y digo menos pues Vince era su hermano y Alister… Bueno, siempre noté unas miradas distintas entre ellos.
El muchacho de la taberna comentó que quien podría haber robado el medallón podría ser una mujer que trabajaba para un coleccionista. Teniendo en cuenta la rareza de las reliquias de los centinelas, estaba claro que aquella pieza podía resultarle interesante a cualquiera. Alister mostró fiereza, y por momentos pensé que se iba a comer al niño. Vincent trataba de ser conciliador, pero yo no iba a permitir que hablase así a un crío. – Controla tus modales, dragón. Estás hablándole a un niño. – le advertí en malos modales, - Tendrás tu oportunidad para vengarte. Paciencia. – comenté, tratando de ser serena.
-Venid. – contesté bastante seca en aquel callejón en el Elen había sido atacada. Comencé a correr por las calles, rumbo a donde me había separado de Rachel. El problema no era llegar a esa zona, ni tampoco saber en qué dirección había ido en principio. No. La dificultad estaba en saber qué desvío había cogido primero, cuál después, etc. Lunargenta no era precisamente un pueblo y, definitivamente, podía estar en cualquier parte. – Podría estar en cualquier parte. – concluí pegándome en los muslos por frustración una vez perdí la pista a Rachel.
Nos encontrábamos en una solitaria plaza en la nocturnidad, y llovía tanto que ya tenía el pelo totalmente pegado a mi cuerpo. Estábamos empapados y no teníamos manera de seguir la pista a Rachel desde allí.
-¿En serio no sabes por dónde ha ido, Huri? ¡Joder! Rachel… - Jules veía en su hermana una inocente corderita incapaz de valerse por sí misma. Yo confiaba en la pericia de la biocibernética, que si bien parecía poco espabilada e inocente, chiflaba cuando se veía en peligro.
Una luz vino a mi cabeza, y es que una de las ventajas de la cibernética era que pesaba cerca de doscientos kilos, calzaba el más duro de los aceros, y en casa paso que daba terminaba por hundir el suelo si lo hacía con fuerza. Sí, había adoquines, pero su huella era inconfundible. Corriendo destrozaba todo lo que pisaba. – La huella… - musité para mí misma cuando, desde el punto exacto en el que me había separado de ella, pude distinguir la dirección que seguía.
Era de noche, pero dejaba bastante marca, por lo que pudimos ir siguiendo sus pasos. Un par de metros, varios, cada vez indicaban a un mismo sitio. – Fue hacia el puerto. – expresé cuando ya pude deducir dónde se encontraba.
Los pasos de la cibernética nos llevarían hasta una gran nave previa a los buques de carga. No muy lejos del muelle. Los puertos solían ser lugares en los que había movimiento por la noche. No sólo por la carga de los buques que partirían a primera hora de la mañana, sino por ser lugares en los que se cerraban tratos y negocios que eran de todo menos lícitos, también era un buen método para introducir mercancías poco lícitas. – Aquí. – informé brevemente a los tres caballeros que me acompañaban.
Las huellas de Rachel se introducían hacia la entrada de aquel almacén, pero había bastantes operarios de aspecto cuestionable, y entrar por la puerta principal, que era por donde había entrado la hermana de Jules probablemente en instantes en los que no habría nadie, se antojaba ahora complicado. Entrar por violencia sólo haría que terminásemos atacados por, a saber, cuántos bandidos.
Afortunadamente vi una pequeña plataforma con un ventanal abierto en el piso superior. – Entraré por ahí. – informé.
-Tú. ¿Y los demás qué, querida ventolera? – preguntó un molesto Jules que obtuvo una respuesta igual de molesta. - Apañaos. - Y corrí hacia el lateral, comenzando a canalizar el viento sobre mí en carrera, de manera que cuando estuve a la distancia adecuada, me elevé de un enorme salto con voltereta que me permitió saldar los cinco metros de desnivel que había entre el suelo y ésta. Por allí pude colarme a la nave por su parte superior, y podría dar apoyo aéreo en cualquier momento, e incluso ver mejor dónde se encontraba Rachel.
Había dos operarios en aquella primera pasarela, pero agachada como estaba y con mis ropajes oscuros, no podían verme. Deshice la trenza del pelo y me lo eché un poco por la cara. Estaba tan húmedo que se me pegaba a la cara o cuello, pero eso era una ventaja pues se me vería aún menos el color claro de mi piel.
-¿No lo has oído? – decía incrédulo uno de ellos al otro, mientras me aproximaba prácticamente a gatas por el suelo. – Maxine ha conseguido por fin el medallón de la bruja, y espera transportarlo por mar.
-¡Joder! Se va a forrar la muy puta. – opinó. - ¿Y en qué barco espera llevarlo? – preguntó. Yo agachada, detrás de la barandilla cubierta en la que me encontraba, puse especial atención a éste dato, inclinando la cabeza de lado para poder escuchar mejor.
-¿Te crees que lo va a ir pregonando, so merluzo? No quiere que nadie le quite el pastel. – Oh, mierda. Si no sabían dónde estaba, aquel par no me serviría de mucho.
Salí del escondite de nuevo a gatas y, al llegar a espaldas de éstos, descolgué mi ballesta pesada, elevé mi alta y esbelta figura, y de un rapidísimo movimiento, con la culata del arma di un golpe a cada uno en la cabeza, antes de que pudiesen siquiera reaccionar. Dejándolos inconscientes.
*Off1: Subrayada Habi de nivel 1: Medio natural.
*Off2: Como Elen me dio libertad, decidí este sitio, pero como es su historia, si hubiese algún problema avisadme y edito ^ ^
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Alister no estaba tan ido como así lo parecía. El dragón habló de un modo que no dejaba lugar a dudas de que tenía un plan, o al menos, de que sabía lo que hacía.
La tensión del momento, lo había cabreado, estresado y puesto sumamente nervioso, como a todos. Pero el resto, había mantenido la calma, pese a la furia que inundaba sus cuerpos. Por lo menos lo suficiente para idear un forma de recuperar el colgante y ayudar a Elen.
No obstante, la situación ahora cambiaba. Pues con esas palabras, el dragón demostraba que tenía una idea en mente, y que no estaba tan enajenado como aparentaba momentos antes.
Sí. Si no era ella, podían perder el rastro de la ladrona para siempre. ¿Pero acaso tenían más opciones? O seguían a la sospechosa que tenían, o simplemente no conseguirían nada.
- Será mejor que le sigamos. Parece que tiene alguna idea-, comentó al resto de los presentes, encaminándose junto al niño hacia el callejón, siguiendo al dragón.
- Aquí es donde tu hermana fue atacada-, mencionó el niño.
Vincent respondió al pequeño asintiendo con la cabeza, aunque ya suponía que sería al lugar del incidente, hacia donde iba el alado. Dejó que el amigo de Elen se pusiera manos a la obra con lo que quisiera hacer, pues Alister parecía muy seguro de sí mismo. Con lo convencido que estaba en lo que hacía, lo mejor era confiar en el criterio del dragón, antes de iniciar la persecución de la persona que había mencionado Huri.
Perseguir a esa persona era la última opción que les quedaba, así que no era mala idea, gastar primero todas las sugerencias que todos tuvieran.
Por su forma de actuar y de moverse, al brujo le parecía un sabueso, más que un dragón. Lo cual le hacía preguntarse, si Alister tendría la capacidad de captar el olor corporal como hacían los perros. Eso sería muy útil, y ayudaría a no tener que salir en busca de la ladrona lanzando una moneda al aire.
Sin embargo, la suerte se había puesto de su lado por primera vez en esa noche. Por lo que había dicho el dragón, no había duda de que había captado un rastro. Y que precisamente llevaba a la persona que había mencionado Huracán.
De todos modos, antes salir tras la mujer siguiendo las indicaciones de Huracán, el niño arrojó un poco más de luz en aquel asunto. Por lo menos a Alister, pues para él, la mención de ese oficio significaba poco. Todo lo contrario que para el dragón, que parecía tener un gran importancia.
- Lo mataremos. Te lo aseguro. Pero, ¿quién es el coleccionista? - le preguntó al dragón, para saber más del tipo al que se enfrentaba. - Parece que lo conoces, y toda información puede sernos útil-, comentó.
Un par de datos nunca venían mal, sobre todo si servían para completar con éxito la misión, y no los retrasaba más allá de un mísero instante.
Pero en fin, en algún momento tenían que ponerse en marcha. Así que con lo poco que sabían tocaba iniciar la búsqueda del colgante. Su hermana sufriría horribles pesadillas sin el medallón, por lo que el tiempo jugaba en su contra en esa noche. Una vez hablado lo importante, no había más tiempo que perder.
- Has sido de gran ayuda esta noche-, le dijo al niño, revolviendo su pelo cariñosamente. - Gracias por ir a buscar auxilio al hospital. Lo que sigue es muy peligroso para ti, y será mejor que vuelvas a casa-, comentó, pero inmediatamente frenó sus palabras durante un momento. Pensando una idea que se le acababa de ocurrir. - La sanadora de mi hermana seguro que necesita un asistente. Si aún no tienes que volver a casa, serías una gran ayuda para ella-, sonrió al muchacho.
- No. Vivo cerca. Ayudaré a la sanadora-, comentó el muchacho, muy animado, para luego salir corriendo hacia la entrada de la taberna.
Estar ocupado, tratando a su hermana junto a la sanadora, lo distraería. Había notado la culpabilidad que cargaba el niño, en las palabras que le había dicho la primera vez que se encontrara con él. En el pasillo de la posada. Y no deseaba que se culpase de ese modo, por algo que no podía evitar.
El grupo corrió por la calle, siguiendo la estela de Huracán, que era quien sabía exactamente donde se había cruzado con aquella ladrona. Bueno, todos no. Alister los sobrevolaba desde las alturas, para no llamar demasiado la atención, rondando por las calles de la ciudad con su forma de dragón.
- Tranquilo, Jules. Como te dije antes. Tu hermana sabe valerse por si misma-, le comentó al cazador, para tranquilizarlo.
Aunque lo cierto, es que él no es que estuviera la mar de tranquilo. La situación no era nada agradable, pues realmente no tenían forma de proseguir a partir de ahí. Sin más pistas, estaban atascados. Por no decir que estaban bien jodidos.
Huracán comenzó a avanzar en una dirección. Al principio pareció que eligió una ruta al azar, pero no, se notaban las huellas de Rachel sobre el pavimento. Los arañazos de sus piernas sobre los adoquines, eran inconfundibles, así que seguir el camino que había seguido la biocibernética, se había vuelto algo simple y sencillo.
Y el rastro de Rachel, los acabaría llevando a unos almacenes de la zona de muelles. Curiosamente, a una zona relativamente cercana a su hogar y taller. Casi se habrían cruzado con la ladrona, pero hizo un rodea hasta cruzarse con Huri y Rachel, y luego seguiría por otra calle hasta el puerto. Si hubiera ido directamente hacia allí, seguramente se hubiera cruzado con Jules y con él, en vez de con las chicas.
- Nos apañamos. Nos apañamos-, comentó a la cazadora, viendo como subía a la plataforma en altura. - Veo que Huri sigue con su habitual simpatía-, se permitió bromearle a Jules, pese a que estaba tenso por la situación en la que se encontraba.
La noche que le estaba tocando vivir, era una auténtica pesadilla. Por ello deseaba hallar a la bandida cuanto antes, pues no podía soportar saber que su hermana estaba inmersa en una de la que no podía despertar sin su medallón. Sin embargo, debía mantener la calma pese al nerviosismo y la tensión, y actuar como de costumbre era la mejor forma de hacerlo. Además, las bromas siempre habían sido una forma de mantener la calma. De mantener sereno. Aunque pareciera que no se tomaba las cosas en serio por las bromas, realmente era para todo lo contrario.
- Ya. Supongo que nos toca buscar una entrada a este sitio-, dijo su compañero, a lo que Vincent asintió en respuesta. - ¿Y Alister?
- ¿Crees que un dragón necesita dar un salto de viento para llegar ahí arriba? - rió por bajo. - Tranquilo. Encontrará la manera de entrar. Supongo que por el mismo lugar que Huri. Algo que no le vendrá mal a nuestra querida compañera. Un poco de ayuda nunca viene mal-, dijo, antes de avanzar hasta la zona más próxima al agua.
En la zona trasera a la entrada principal, comprobó que un cabo estaba tirado en el lugar, y que llegaba hasta una de las poleas que se usaban para cargar los navíos.
- Mira, somos chicos con suerte-, comentó, asegurándose de que la cuerda estuviera bien firme, dando varios tirones a esta. - El freno de la polea está echado. Solamente tenemos que subir a pulso hasta aquella zona. Nada peligroso-, bromeó.
Amarró el extremo que estaba tirado sobre las tablas del muelle, a uno de los pilones que se usaban para amarrar a los barcos de costado contra en el puerto, y sin pensárselo mucho comenzó a ascender por la soga.
Primero comenzó a subir solamente impulsándose con los brazos, pero como no ascendía totalmente recto hacia arriba, sino que lo hacía en una dirección inclinada, le costaba avanzar. Por eso, abrazó la cuerda con las piernas para estabilizarse, y de ese modo le costó algo menos subir.
Aún así, cuando llegó hasta la polea de la grúa de madera, tuvo que cambiar de posición, y bajar a pulso con los brazos, por el largo de la cuerda que bajaba hasta el interior del almacén. Consiguió llegar sano y salvo a suelo firme, pero no había sido un ascenso, y posterior descenso, nada sencillo. Ni tampoco una llegada cómoda. Estaba agotado por el esfuerzo.
Por suerte, la zona cercana a la base de la grúa estaba vacía. Lo que le evitaba tener que luchar tan pronto. Ahora mismo, le costaría hasta alzar la maldita espada. Pero aún así, Vinc agarró a su compañero cuando este se llegó hasta él, para ayudarlo a bajarse de la cuerda.
- Sin duda, nada peligroso. Me encanta viajar contigo. Siempre buscas las rutas más divertidas-, bromeó el tirador, medio exhausto. - Bien, ahora que hacemos. ¿Estamos en el mismo piso que Huracán, o no? - preguntó.
- No, estamos uno por debajo. Estamos en la planta baja aún-, contestó.
Jules lo miró con cara de que estaba loco, pero una observación hacia atrás, hacia la zona donde habían iniciado su trayecto por cuerda, le sirvió para comprobar que el rubio le decía la verdad.
- ¿Tanto esfuerzo para no avanzar nada? - dijo amargamente.
- Vamos, hombre. Al menos ahora estamos dentro. No había ningún cabo tirado de las grúas del segundo piso. Ya hemos tenido bastante suerte al encontrar una cuerda para entrar. Supongo que los dioses no querían ponérnoslo tan fácil-, comentó, resignándose.
- Menuda mierda. Inspeccionemos el lugar. Este sitio es gigantesco-, dijo Jules, poniéndose en marcha.
Vincent asintió, y avanzó junto al tirador. Con el deseo de encontrar rápidamente a esa maldita ladrona. Pero sólo por el colgante. Lo cierto es que la mujer en sí, le daba exactamente igual. No le importaba vengarse ni matarla. Ahora mismo, solamente tenía en mente a su hermana. Debía darse prisa en devolverle el amuleto a Elen.
La tensión del momento, lo había cabreado, estresado y puesto sumamente nervioso, como a todos. Pero el resto, había mantenido la calma, pese a la furia que inundaba sus cuerpos. Por lo menos lo suficiente para idear un forma de recuperar el colgante y ayudar a Elen.
No obstante, la situación ahora cambiaba. Pues con esas palabras, el dragón demostraba que tenía una idea en mente, y que no estaba tan enajenado como aparentaba momentos antes.
Sí. Si no era ella, podían perder el rastro de la ladrona para siempre. ¿Pero acaso tenían más opciones? O seguían a la sospechosa que tenían, o simplemente no conseguirían nada.
- Será mejor que le sigamos. Parece que tiene alguna idea-, comentó al resto de los presentes, encaminándose junto al niño hacia el callejón, siguiendo al dragón.
- Aquí es donde tu hermana fue atacada-, mencionó el niño.
Vincent respondió al pequeño asintiendo con la cabeza, aunque ya suponía que sería al lugar del incidente, hacia donde iba el alado. Dejó que el amigo de Elen se pusiera manos a la obra con lo que quisiera hacer, pues Alister parecía muy seguro de sí mismo. Con lo convencido que estaba en lo que hacía, lo mejor era confiar en el criterio del dragón, antes de iniciar la persecución de la persona que había mencionado Huri.
Perseguir a esa persona era la última opción que les quedaba, así que no era mala idea, gastar primero todas las sugerencias que todos tuvieran.
Por su forma de actuar y de moverse, al brujo le parecía un sabueso, más que un dragón. Lo cual le hacía preguntarse, si Alister tendría la capacidad de captar el olor corporal como hacían los perros. Eso sería muy útil, y ayudaría a no tener que salir en busca de la ladrona lanzando una moneda al aire.
Sin embargo, la suerte se había puesto de su lado por primera vez en esa noche. Por lo que había dicho el dragón, no había duda de que había captado un rastro. Y que precisamente llevaba a la persona que había mencionado Huracán.
De todos modos, antes salir tras la mujer siguiendo las indicaciones de Huracán, el niño arrojó un poco más de luz en aquel asunto. Por lo menos a Alister, pues para él, la mención de ese oficio significaba poco. Todo lo contrario que para el dragón, que parecía tener un gran importancia.
- Lo mataremos. Te lo aseguro. Pero, ¿quién es el coleccionista? - le preguntó al dragón, para saber más del tipo al que se enfrentaba. - Parece que lo conoces, y toda información puede sernos útil-, comentó.
Un par de datos nunca venían mal, sobre todo si servían para completar con éxito la misión, y no los retrasaba más allá de un mísero instante.
Pero en fin, en algún momento tenían que ponerse en marcha. Así que con lo poco que sabían tocaba iniciar la búsqueda del colgante. Su hermana sufriría horribles pesadillas sin el medallón, por lo que el tiempo jugaba en su contra en esa noche. Una vez hablado lo importante, no había más tiempo que perder.
- Has sido de gran ayuda esta noche-, le dijo al niño, revolviendo su pelo cariñosamente. - Gracias por ir a buscar auxilio al hospital. Lo que sigue es muy peligroso para ti, y será mejor que vuelvas a casa-, comentó, pero inmediatamente frenó sus palabras durante un momento. Pensando una idea que se le acababa de ocurrir. - La sanadora de mi hermana seguro que necesita un asistente. Si aún no tienes que volver a casa, serías una gran ayuda para ella-, sonrió al muchacho.
- No. Vivo cerca. Ayudaré a la sanadora-, comentó el muchacho, muy animado, para luego salir corriendo hacia la entrada de la taberna.
Estar ocupado, tratando a su hermana junto a la sanadora, lo distraería. Había notado la culpabilidad que cargaba el niño, en las palabras que le había dicho la primera vez que se encontrara con él. En el pasillo de la posada. Y no deseaba que se culpase de ese modo, por algo que no podía evitar.
El grupo corrió por la calle, siguiendo la estela de Huracán, que era quien sabía exactamente donde se había cruzado con aquella ladrona. Bueno, todos no. Alister los sobrevolaba desde las alturas, para no llamar demasiado la atención, rondando por las calles de la ciudad con su forma de dragón.
- Tranquilo, Jules. Como te dije antes. Tu hermana sabe valerse por si misma-, le comentó al cazador, para tranquilizarlo.
Aunque lo cierto, es que él no es que estuviera la mar de tranquilo. La situación no era nada agradable, pues realmente no tenían forma de proseguir a partir de ahí. Sin más pistas, estaban atascados. Por no decir que estaban bien jodidos.
Huracán comenzó a avanzar en una dirección. Al principio pareció que eligió una ruta al azar, pero no, se notaban las huellas de Rachel sobre el pavimento. Los arañazos de sus piernas sobre los adoquines, eran inconfundibles, así que seguir el camino que había seguido la biocibernética, se había vuelto algo simple y sencillo.
Y el rastro de Rachel, los acabaría llevando a unos almacenes de la zona de muelles. Curiosamente, a una zona relativamente cercana a su hogar y taller. Casi se habrían cruzado con la ladrona, pero hizo un rodea hasta cruzarse con Huri y Rachel, y luego seguiría por otra calle hasta el puerto. Si hubiera ido directamente hacia allí, seguramente se hubiera cruzado con Jules y con él, en vez de con las chicas.
- Nos apañamos. Nos apañamos-, comentó a la cazadora, viendo como subía a la plataforma en altura. - Veo que Huri sigue con su habitual simpatía-, se permitió bromearle a Jules, pese a que estaba tenso por la situación en la que se encontraba.
La noche que le estaba tocando vivir, era una auténtica pesadilla. Por ello deseaba hallar a la bandida cuanto antes, pues no podía soportar saber que su hermana estaba inmersa en una de la que no podía despertar sin su medallón. Sin embargo, debía mantener la calma pese al nerviosismo y la tensión, y actuar como de costumbre era la mejor forma de hacerlo. Además, las bromas siempre habían sido una forma de mantener la calma. De mantener sereno. Aunque pareciera que no se tomaba las cosas en serio por las bromas, realmente era para todo lo contrario.
- Ya. Supongo que nos toca buscar una entrada a este sitio-, dijo su compañero, a lo que Vincent asintió en respuesta. - ¿Y Alister?
- ¿Crees que un dragón necesita dar un salto de viento para llegar ahí arriba? - rió por bajo. - Tranquilo. Encontrará la manera de entrar. Supongo que por el mismo lugar que Huri. Algo que no le vendrá mal a nuestra querida compañera. Un poco de ayuda nunca viene mal-, dijo, antes de avanzar hasta la zona más próxima al agua.
En la zona trasera a la entrada principal, comprobó que un cabo estaba tirado en el lugar, y que llegaba hasta una de las poleas que se usaban para cargar los navíos.
- Mira, somos chicos con suerte-, comentó, asegurándose de que la cuerda estuviera bien firme, dando varios tirones a esta. - El freno de la polea está echado. Solamente tenemos que subir a pulso hasta aquella zona. Nada peligroso-, bromeó.
Amarró el extremo que estaba tirado sobre las tablas del muelle, a uno de los pilones que se usaban para amarrar a los barcos de costado contra en el puerto, y sin pensárselo mucho comenzó a ascender por la soga.
Primero comenzó a subir solamente impulsándose con los brazos, pero como no ascendía totalmente recto hacia arriba, sino que lo hacía en una dirección inclinada, le costaba avanzar. Por eso, abrazó la cuerda con las piernas para estabilizarse, y de ese modo le costó algo menos subir.
Aún así, cuando llegó hasta la polea de la grúa de madera, tuvo que cambiar de posición, y bajar a pulso con los brazos, por el largo de la cuerda que bajaba hasta el interior del almacén. Consiguió llegar sano y salvo a suelo firme, pero no había sido un ascenso, y posterior descenso, nada sencillo. Ni tampoco una llegada cómoda. Estaba agotado por el esfuerzo.
Por suerte, la zona cercana a la base de la grúa estaba vacía. Lo que le evitaba tener que luchar tan pronto. Ahora mismo, le costaría hasta alzar la maldita espada. Pero aún así, Vinc agarró a su compañero cuando este se llegó hasta él, para ayudarlo a bajarse de la cuerda.
- Sin duda, nada peligroso. Me encanta viajar contigo. Siempre buscas las rutas más divertidas-, bromeó el tirador, medio exhausto. - Bien, ahora que hacemos. ¿Estamos en el mismo piso que Huracán, o no? - preguntó.
- No, estamos uno por debajo. Estamos en la planta baja aún-, contestó.
Jules lo miró con cara de que estaba loco, pero una observación hacia atrás, hacia la zona donde habían iniciado su trayecto por cuerda, le sirvió para comprobar que el rubio le decía la verdad.
- ¿Tanto esfuerzo para no avanzar nada? - dijo amargamente.
- Vamos, hombre. Al menos ahora estamos dentro. No había ningún cabo tirado de las grúas del segundo piso. Ya hemos tenido bastante suerte al encontrar una cuerda para entrar. Supongo que los dioses no querían ponérnoslo tan fácil-, comentó, resignándose.
- Menuda mierda. Inspeccionemos el lugar. Este sitio es gigantesco-, dijo Jules, poniéndose en marcha.
Vincent asintió, y avanzó junto al tirador. Con el deseo de encontrar rápidamente a esa maldita ladrona. Pero sólo por el colgante. Lo cierto es que la mujer en sí, le daba exactamente igual. No le importaba vengarse ni matarla. Ahora mismo, solamente tenía en mente a su hermana. Debía darse prisa en devolverle el amuleto a Elen.
Vincent Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
El rostro de la hechicera, salpicado de sangre, no demostraba expresión alguna, ni tampoco su gélida mirada, que iba de una casa a otra en busca de su próximo objetivo. De forma automática, sus piernas la llevaron a la siguiente vivienda, donde también la esperaban un par de rostros conocidos a los que preferiría no haber visto. Jules sonreía desde detrás de un pulido escritorio de madera sobre el cual reposaba las piernas, mientras no muy lejos de él, Huracán examinaba su ballesta y se encargaba de dejarla preparada para cualquier misión que pudiese requerir sus habilidades. - ¡Elen! Que sorpresa. - saludó el brujo nada más verla, provocando que su compañera dejase lo que estaba haciendo para voltearse hacia la puerta.
Al igual que los anteriores, ninguno de los dos pareció reaccionar al hecho de que la tensai estuviese cubierta de sangre o que blandiese un arma, no importaba lo que hiciese o el aspecto que tuviese, ninguna de sus víctimas la tomaba por una amenaza. - Tenemos que ocuparnos de unos vampiros, ¿te unes? - preguntó Anastasia, pero no obtuvo respuesta alguna por parte de su amiga. Dentro de su prisión, la verdadera Elen seguía luchando por hacerse con el control de su cuerpo, por detener lo que sabía que pasaría, pero nuevamente las almas del medallón ganaron la batalla, obligándola a caminar hacia la cazadora y a alzar la espada de Ilmerith en su contra.
Huracán no se defendió, soltó la ballesta y miró con terror a la de cabellos cenicientos mientras ésta descargaba un potente tajo casi vertical hacia uno de sus brazos, cercenándolo al momento. Un grito escapó de su garganta, mientras la benjamina de los Calhoun intentaba en vano de cerrar los ojos para no ver lo que vendría a continuación, algo que ni su prisión ni los Tarmúnil le iban a permitir. La hoja volvió a cortar el aire con rapidez, hiriendo a la Boisson a la altura del vientre, pero no se detuvo ahí. Con un fugaz movimiento de muñeca la hechicera aprovechó para realizar un tercer tajo diagonal que alcanzó el muslo de su víctima, provocando que Anastasia hincase una rodilla en el suelo a causa del dolor y la pérdida de sangre.
- Matar…matar… - escuchó susurrar a las almas que contenía su reliquia, antes de asestar el golpe de gracia dirigiendo su arma hacia el cuello de la cazadora. El filo se hundió en la carne y alcanzó la vena yugular, con lo que sin poder hacer nada, Elen tuvo que ver como su mejor amiga se ahogaba con su propia sangre hasta la muerte. Luego llegó el turno de Jules, que había observado el ataque con los ojos muy abiertos y ahora se encontraba de pie tras el escritorio. No intervino ni intentó huir, no, se quedó allí hasta que su verdugo lo alcanzó saltando por encima de la mesa y abalanzándose sobre él. La espada se clavó en su pecho hasta casi atravesarlo, y como si de un juego se tratase, la de ojos verdes giró la hoja dentro del cuerpo del brujo para hacer más daño, tras lo cual la extrajo para volver a arremeter contra él.
- ¿Por qué haces esto? - logró articular Jules, justo antes de que el metálico y afilado filo cortase su vientre de un lado al otro con la profundidad suficiente como para obligarlo a llevarse las manos a la zona afectada para evitar que sus órganos se le saliesen. Una mirada fría y carente de sentimientos sería lo último que viese antes de desplomarse frente a su asesina, que se quedó allí hasta verlo expirar su último aliento. En cuanto esto ocurrió volvió a ponerse en marcha, pasando por encima del par de cadáveres sin siquiera mirarlos, nadie la detendría hasta que hubiese saciado su sed de sangre.
Elen comprendió entonces lo que estaban haciendo con ella, aquella tortura era mucho peor que ser una simple testigo de la obra de los jinetes, los Tarmúnil le estaban mostrando lo que podría pasar si volvía a dejarse llevar por la oscuridad del medallón, cosa que tarde o temprano sucedería si su voluntad flaqueaba. ¿Por qué molestarse en destruir a su enemiga cuando podían empujarla a que lo hiciese ella misma? Ilmerith era un ser retorcido hasta el extremo, y disfrutaba observando desde su posición cómo la centinela iba dejando un reguero de muerte tras de sí sin poder hacer nada para parar. Después de aquella pesadilla no volvería a ser la misma y sin duda terminaría planteándose la opción de rendirse y acabar con su propia vida creyendo que sería el mal menor, momento en que él estaría ahí para recuperar lo que consideraba suyo.
Sin prestar atención a los jinetes que la seguían con la mirada, la hechicera continuó su camino hacia la casa más cercana preguntándose interiormente quién sería el siguiente.
Alister
La cazadora intentaba controlarlo pero en aquel momento, y con la imagen de la hechicera tirada en el callejón aún en su mente, el dragón no atendía a razones, necesitaba hacer algo y de inmediato, aunque la pregunta del brujo fue suficiente para que se detuviese durante unos instantes. - Es un malnacido al que tu hermana se enfrentó en Dundarak hace unos meses, pretendía meterla en una enorme vitrina para que formase parte de su colección. - soltó, con desprecio. Alister no la acompañó aquella vez, y quizá su presencia hubiese cambiado el desenlace de los acontecimientos, impidiendo que Cormac escapase como lo hizo, otra razón más para sentirse culpable de lo que acababa de pasar a su compañera, tenía que arreglarlo como fuese. - Parece que tras su fracaso ha decidido vengarse llevándose algo de ella, haré que lo lamente. - sentenció, antes de que Vincent enviase al muchacho a ayudar a Fleur.
El problema que tenían ahora era determinar la dirección que había seguido Rachel a partir del lugar en que se habían topado con la sospechosa, pero tras observar un poco los adoquines que cubrían las calles, Anastasia encontró un modo de rastrearla. A partir de ahí el alado los siguió desde el cielo, al menos hasta que llegaron al puerto y la cazadora se detuvo cerca de una gran nave, que debía ser el sitio al que había entrado la bio cibernética. Desde las alturas pudo atisbar como Huracán hallaba una forma de entrar, pero ni Jules ni Vincent pudieron seguirla a través del ventanal, hecho que los obligó a improvisar y buscar otra manera de internarse en la nave.
El par de brujos no tardó mucho en dar con lo que necesitaban, así que le tocaba encontrar un modo de llegar al interior y reunirse con los demás, aunque por desgracia dado que estaba transformado y que se sentía mucho más cómodo luchando así, tanto el ventanal como la cuerda quedaban descartados para él. Sin perder tiempo descendió un poco y sobrevoló la zona para hacerse una idea de cuántos enemigos podía haber en torno al lugar, encontrando rápidamente una zona en la que solo había un individuo. Alister bajó en picado hacia el extraño, un tipo con cara de pocos amigos y armado hasta los dientes que se encargaba de vigilar y espantar a los curiosos, pero que nada pudo hacer contra lo que se le venía encima, literalmente. Utilizando su peso a su favor, el dragón se lanzó sobre él y provocó que se golpease la cabeza contra los adoquines, quedando inconsciente al momento.
Una vez eliminada la posible amenaza, más porque pudiese alertar al resto que por sus habilidades de combate, tiró del cuerpo hasta esconderlo en un oscuro rincón y tratando de hacer el menos ruido posible se acercó al borde del lateral, desde el cual pudo asomarse y ver la cadena de trabajo que tenían montada. La puerta estaba custodiada por varios hombres, mientras otros transportaban pesadas cajas desde el almacén a uno de los buques de carga. - ¡Pedazo de imbécil! - escuchó exclamar a uno, que avanzaba a toda prisa hacia el punto de descarga. - ¡¿Cómo se te ocurre manipular así la mercancía?! Si rompes algo el Coleccionista no nos pagará ni un puto aero. - reprendió, acompañando sus palabras con una colleja.
El alado contuvo un gruñido, ya había confirmado que estaban en el lugar correcto así que tocaba actuar. Manteniéndose oculto tras la esquina, Alister aguardó hasta que el par de individuos se alejó lo suficiente de la zona para abandonar su posición y dirigir un pequeño proyectil de fuego hacia la lámpara de aceite que descansaba junto a las cajas. - ¡Fuego! ¡traed agua rápido! - se oyó gritar al mismo que hacía unos instantes había llamado la atención a uno de sus subalternos. - ¡Ese inútil la ha vuelto a cagar! - espetó, mientras acudía a toda prisa junto a los valiosos objetos que su jefe le había mandado reunir. La puerta quedó desprotegida en cuanto los hombres que la vigilaban salieron corriendo para tratar de sofocar las llamas, dejando una vía libre al dragón que no dudó en aprovechar el momento para colarse en la nave sin ser visto.
Alister cerró tras de sí con un golpe de la cola y buscó con sus ojos de reptil, pero sorprendentemente no había nadie a la vista. El almacén eran tan grande que no resultaba extraño pensar que sus enemigos pudiesen estar desperdigados por el mismo, razón de más para moverse con cuidado hasta encontrar a la maldita ladrona, entonces no habría nada ni nadie que lo detuviese. Como precaución, el dragón se las ingenió para bloquear la puerta desde dentro con algunos objetos de los alrededores, luego comenzó a avanzar a través de la nave, atento a cualquier sonido que delatase la presencia de un enemigo cercano y buscando el aroma de la hechicera.
Al igual que los anteriores, ninguno de los dos pareció reaccionar al hecho de que la tensai estuviese cubierta de sangre o que blandiese un arma, no importaba lo que hiciese o el aspecto que tuviese, ninguna de sus víctimas la tomaba por una amenaza. - Tenemos que ocuparnos de unos vampiros, ¿te unes? - preguntó Anastasia, pero no obtuvo respuesta alguna por parte de su amiga. Dentro de su prisión, la verdadera Elen seguía luchando por hacerse con el control de su cuerpo, por detener lo que sabía que pasaría, pero nuevamente las almas del medallón ganaron la batalla, obligándola a caminar hacia la cazadora y a alzar la espada de Ilmerith en su contra.
Huracán no se defendió, soltó la ballesta y miró con terror a la de cabellos cenicientos mientras ésta descargaba un potente tajo casi vertical hacia uno de sus brazos, cercenándolo al momento. Un grito escapó de su garganta, mientras la benjamina de los Calhoun intentaba en vano de cerrar los ojos para no ver lo que vendría a continuación, algo que ni su prisión ni los Tarmúnil le iban a permitir. La hoja volvió a cortar el aire con rapidez, hiriendo a la Boisson a la altura del vientre, pero no se detuvo ahí. Con un fugaz movimiento de muñeca la hechicera aprovechó para realizar un tercer tajo diagonal que alcanzó el muslo de su víctima, provocando que Anastasia hincase una rodilla en el suelo a causa del dolor y la pérdida de sangre.
- Matar…matar… - escuchó susurrar a las almas que contenía su reliquia, antes de asestar el golpe de gracia dirigiendo su arma hacia el cuello de la cazadora. El filo se hundió en la carne y alcanzó la vena yugular, con lo que sin poder hacer nada, Elen tuvo que ver como su mejor amiga se ahogaba con su propia sangre hasta la muerte. Luego llegó el turno de Jules, que había observado el ataque con los ojos muy abiertos y ahora se encontraba de pie tras el escritorio. No intervino ni intentó huir, no, se quedó allí hasta que su verdugo lo alcanzó saltando por encima de la mesa y abalanzándose sobre él. La espada se clavó en su pecho hasta casi atravesarlo, y como si de un juego se tratase, la de ojos verdes giró la hoja dentro del cuerpo del brujo para hacer más daño, tras lo cual la extrajo para volver a arremeter contra él.
- ¿Por qué haces esto? - logró articular Jules, justo antes de que el metálico y afilado filo cortase su vientre de un lado al otro con la profundidad suficiente como para obligarlo a llevarse las manos a la zona afectada para evitar que sus órganos se le saliesen. Una mirada fría y carente de sentimientos sería lo último que viese antes de desplomarse frente a su asesina, que se quedó allí hasta verlo expirar su último aliento. En cuanto esto ocurrió volvió a ponerse en marcha, pasando por encima del par de cadáveres sin siquiera mirarlos, nadie la detendría hasta que hubiese saciado su sed de sangre.
Elen comprendió entonces lo que estaban haciendo con ella, aquella tortura era mucho peor que ser una simple testigo de la obra de los jinetes, los Tarmúnil le estaban mostrando lo que podría pasar si volvía a dejarse llevar por la oscuridad del medallón, cosa que tarde o temprano sucedería si su voluntad flaqueaba. ¿Por qué molestarse en destruir a su enemiga cuando podían empujarla a que lo hiciese ella misma? Ilmerith era un ser retorcido hasta el extremo, y disfrutaba observando desde su posición cómo la centinela iba dejando un reguero de muerte tras de sí sin poder hacer nada para parar. Después de aquella pesadilla no volvería a ser la misma y sin duda terminaría planteándose la opción de rendirse y acabar con su propia vida creyendo que sería el mal menor, momento en que él estaría ahí para recuperar lo que consideraba suyo.
Sin prestar atención a los jinetes que la seguían con la mirada, la hechicera continuó su camino hacia la casa más cercana preguntándose interiormente quién sería el siguiente.
Alister
La cazadora intentaba controlarlo pero en aquel momento, y con la imagen de la hechicera tirada en el callejón aún en su mente, el dragón no atendía a razones, necesitaba hacer algo y de inmediato, aunque la pregunta del brujo fue suficiente para que se detuviese durante unos instantes. - Es un malnacido al que tu hermana se enfrentó en Dundarak hace unos meses, pretendía meterla en una enorme vitrina para que formase parte de su colección. - soltó, con desprecio. Alister no la acompañó aquella vez, y quizá su presencia hubiese cambiado el desenlace de los acontecimientos, impidiendo que Cormac escapase como lo hizo, otra razón más para sentirse culpable de lo que acababa de pasar a su compañera, tenía que arreglarlo como fuese. - Parece que tras su fracaso ha decidido vengarse llevándose algo de ella, haré que lo lamente. - sentenció, antes de que Vincent enviase al muchacho a ayudar a Fleur.
El problema que tenían ahora era determinar la dirección que había seguido Rachel a partir del lugar en que se habían topado con la sospechosa, pero tras observar un poco los adoquines que cubrían las calles, Anastasia encontró un modo de rastrearla. A partir de ahí el alado los siguió desde el cielo, al menos hasta que llegaron al puerto y la cazadora se detuvo cerca de una gran nave, que debía ser el sitio al que había entrado la bio cibernética. Desde las alturas pudo atisbar como Huracán hallaba una forma de entrar, pero ni Jules ni Vincent pudieron seguirla a través del ventanal, hecho que los obligó a improvisar y buscar otra manera de internarse en la nave.
El par de brujos no tardó mucho en dar con lo que necesitaban, así que le tocaba encontrar un modo de llegar al interior y reunirse con los demás, aunque por desgracia dado que estaba transformado y que se sentía mucho más cómodo luchando así, tanto el ventanal como la cuerda quedaban descartados para él. Sin perder tiempo descendió un poco y sobrevoló la zona para hacerse una idea de cuántos enemigos podía haber en torno al lugar, encontrando rápidamente una zona en la que solo había un individuo. Alister bajó en picado hacia el extraño, un tipo con cara de pocos amigos y armado hasta los dientes que se encargaba de vigilar y espantar a los curiosos, pero que nada pudo hacer contra lo que se le venía encima, literalmente. Utilizando su peso a su favor, el dragón se lanzó sobre él y provocó que se golpease la cabeza contra los adoquines, quedando inconsciente al momento.
Una vez eliminada la posible amenaza, más porque pudiese alertar al resto que por sus habilidades de combate, tiró del cuerpo hasta esconderlo en un oscuro rincón y tratando de hacer el menos ruido posible se acercó al borde del lateral, desde el cual pudo asomarse y ver la cadena de trabajo que tenían montada. La puerta estaba custodiada por varios hombres, mientras otros transportaban pesadas cajas desde el almacén a uno de los buques de carga. - ¡Pedazo de imbécil! - escuchó exclamar a uno, que avanzaba a toda prisa hacia el punto de descarga. - ¡¿Cómo se te ocurre manipular así la mercancía?! Si rompes algo el Coleccionista no nos pagará ni un puto aero. - reprendió, acompañando sus palabras con una colleja.
El alado contuvo un gruñido, ya había confirmado que estaban en el lugar correcto así que tocaba actuar. Manteniéndose oculto tras la esquina, Alister aguardó hasta que el par de individuos se alejó lo suficiente de la zona para abandonar su posición y dirigir un pequeño proyectil de fuego hacia la lámpara de aceite que descansaba junto a las cajas. - ¡Fuego! ¡traed agua rápido! - se oyó gritar al mismo que hacía unos instantes había llamado la atención a uno de sus subalternos. - ¡Ese inútil la ha vuelto a cagar! - espetó, mientras acudía a toda prisa junto a los valiosos objetos que su jefe le había mandado reunir. La puerta quedó desprotegida en cuanto los hombres que la vigilaban salieron corriendo para tratar de sofocar las llamas, dejando una vía libre al dragón que no dudó en aprovechar el momento para colarse en la nave sin ser visto.
Alister cerró tras de sí con un golpe de la cola y buscó con sus ojos de reptil, pero sorprendentemente no había nadie a la vista. El almacén eran tan grande que no resultaba extraño pensar que sus enemigos pudiesen estar desperdigados por el mismo, razón de más para moverse con cuidado hasta encontrar a la maldita ladrona, entonces no habría nada ni nadie que lo detuviese. Como precaución, el dragón se las ingenió para bloquear la puerta desde dentro con algunos objetos de los alrededores, luego comenzó a avanzar a través de la nave, atento a cualquier sonido que delatase la presencia de un enemigo cercano y buscando el aroma de la hechicera.
Elen Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Estaba empapada y me fui desplazando por la plataforma. Tratando de hacer el menor ruido sobre el contrachapado que pisaba. Desde allí arriba podía observarlo todo, y con mis ropajes oscuros pasaba desapercibida. Siempre con la ballesta pesada en mano, fui buscando figuras que me pareciesen sospechosas, con la esperanza de terminar encontrando a Rachel en algún sitio.
En aquel momento ignoraba la manera que Vincent y Jules habían utilizado para acceder. Aunque terminé viéndolos un piso por debajo de mí, tratando de ser sigilosos. Les envié una mirada a ambos, en silencio, señalándome los ojos con los dedos de una mano, gesto que solíamos utilizar Jules y yo para explicar que nos estábamos vigilando. Si iban directos a algún enemigo, yo desde arriba les advertiría.
Casi se va al traste todo el plan de sigilo cuando Alister apareció para dejar su firma en forma de fuego en la nave. Cosa que rápidamente puso en alerta a los estibadores. – Genial, Alister. – ironicé con fastidio. Pero por fortuna, eran tan imbéciles que se echaron la culpa entre ellos. Agachada tras la valla, pude ver como aquellos tipos mencionaron algo sobre el coleccionista que habían mencionado previamente el niño que había visto el ataque de Elen. Al menos ahora sabíamos que estábamos en el lugar correcto. Dar con la mujer y, más concretamente con el objeto, sería lo más complicado. ¡Oh! Y dar con Rachel. ¿Dónde demonios se había metido Rachel?
Me perdí en mis cavilaciones con el asunto del fuego y rápidamente me vi sorprendida con un hombre que había puesto una afilada espada sobre mi cuello. -¡Quieta! – sentí el filo rasgar ligeramente mi cuello. Entrecerrando un poco los ojos. – Tira el arma. Y acompáñame. – ordenó. – Has ido a meterte en el lugar equivocado. – Estaba demasiado cerca de mí, por lo que cualquier movimiento que hiciese equivocado podía hacer sospechar al tipo. ¿Qué iba a hacer? Resignación. Dejé la ballesta pesada en el suelo y me dispuse a levantarme.
Sin embargo, sentí rápidamente el taconeo acompasado de alguien venir hacia nosotros. - ¡Maestra Boisson! – gritó la tierna voz de Rachel. El tipo también la vio venir hacia nosotros, de manera que rápidamente se giró hacia un lado, dejándome a mí de lado volviéndose contra la biocibernética, a la que rápidamente alcanzó en la mano. –¡Ay! – gritó ella, que en ningún momento tuvo amago de defenderse. Quedando hecha un coco en el suelo, cubriéndose las manos en lugar de defenderse. Sólo recibía espadazos, inefectivos más que para rasurar sus ropajes dada la coraza de la pequeña. Qué suerte tenía aquella pequeña cabrona de ser de metal. – NIA, déjame. Puedo controlarlo. No intervengas – pedía ella más que rodando por el suelo - Pare señor, por favor… - pedía ella al tipo.
No iba a dejar a la pobre Rachel en apuros, así que rápidamente me di la vuelta y derribé al tipo a golpe de ballesta, esta vez a la altura de la espada, que cayó por gravedad hacia la zona en la que estaban Vincent y Jules.
-¿Dónde está la mujer que trabaja para el coleccionista? – pregunté malhumorada apuntándole con la ballesta pesada. El tipo quedó asustado, mirándome desde el suelo, y desarmado.
-E… Estará en el galeón de final del muelle. El nuevo... El que... están a punto de fletar. – sugirió el tipo. Entrecerré los ojos para comprobar que no mentía, aunque por su cara de terror podía deducirse que decía la verdad. Un golpe de culata para noquearlo sería bastan…
Tarde. Rachel ya se había lanzado sobre él y se encontraba como una loca propinándole puñetazos. Uno tras otro. En la cabeza. Sin darle tiempo a reaccionar. Le dio más de diez golpes con sus puños de metal, incluso cuando ya estaba muerto, ella seguía propinándole. Dejándole la cara en un no muy buen estado.
-Déjalo ya, Rach. – la insté tomándola. Pero sus ojos eran ahora de color carmesí. Estaba claro que se había dejado llevar por NIA. El sistema que se activaba cuando la bio estaba en apuros. Afortunadamente, gracias a Eltrant y al propio Jules, ésta ya se manifestaba mucho menos. Y ahora, al menos, trabajaba al servicio de los cazadores y no de Mortagglia.
Poco después de detenerse, pude notar que la chica que me sacaba un año de edad estaba ya mucho más tranquila. Y una vez sus pupilas volvieron a la normalidad, pude poner mis manos sobre sus hombros para tratar de calmarla.
-Ya pasó. Tranquila. – le susurré seria, pero con tranquilidad.
-S… Sí. Maestra Boisson. No se preocupe. Estoy bien. – respondió ella despeinada y jadeante, todavía en el suelo. - ¿Usted se encuentra bien? – me preguntó con su inocente mirada. - ¿He hecho bien mi trabajo? ¿Está orgullosa de mí?
-Sí, Rach. – seguí seria, y la ayudé a levantarse. La chica era complicada y había que entenderla.
Las dos nos asomamos a la barandilla, para descanso de Jules, y rápidamente indicamos mediante gestos a Vincent el barco del final de la nave que estaba aún varado. Nosotras desde allí arriba podríamos llegar rápido. Y los chicos tal vez podrían aprovecharse de la distracción del incendio. Por fortuna, todo el mundo estaba tan entretenido con el mismo que ni siquiera advirtieron el alboroto que acabábamos de montar arriba.
En aquel momento ignoraba la manera que Vincent y Jules habían utilizado para acceder. Aunque terminé viéndolos un piso por debajo de mí, tratando de ser sigilosos. Les envié una mirada a ambos, en silencio, señalándome los ojos con los dedos de una mano, gesto que solíamos utilizar Jules y yo para explicar que nos estábamos vigilando. Si iban directos a algún enemigo, yo desde arriba les advertiría.
Casi se va al traste todo el plan de sigilo cuando Alister apareció para dejar su firma en forma de fuego en la nave. Cosa que rápidamente puso en alerta a los estibadores. – Genial, Alister. – ironicé con fastidio. Pero por fortuna, eran tan imbéciles que se echaron la culpa entre ellos. Agachada tras la valla, pude ver como aquellos tipos mencionaron algo sobre el coleccionista que habían mencionado previamente el niño que había visto el ataque de Elen. Al menos ahora sabíamos que estábamos en el lugar correcto. Dar con la mujer y, más concretamente con el objeto, sería lo más complicado. ¡Oh! Y dar con Rachel. ¿Dónde demonios se había metido Rachel?
Me perdí en mis cavilaciones con el asunto del fuego y rápidamente me vi sorprendida con un hombre que había puesto una afilada espada sobre mi cuello. -¡Quieta! – sentí el filo rasgar ligeramente mi cuello. Entrecerrando un poco los ojos. – Tira el arma. Y acompáñame. – ordenó. – Has ido a meterte en el lugar equivocado. – Estaba demasiado cerca de mí, por lo que cualquier movimiento que hiciese equivocado podía hacer sospechar al tipo. ¿Qué iba a hacer? Resignación. Dejé la ballesta pesada en el suelo y me dispuse a levantarme.
Sin embargo, sentí rápidamente el taconeo acompasado de alguien venir hacia nosotros. - ¡Maestra Boisson! – gritó la tierna voz de Rachel. El tipo también la vio venir hacia nosotros, de manera que rápidamente se giró hacia un lado, dejándome a mí de lado volviéndose contra la biocibernética, a la que rápidamente alcanzó en la mano. –¡Ay! – gritó ella, que en ningún momento tuvo amago de defenderse. Quedando hecha un coco en el suelo, cubriéndose las manos en lugar de defenderse. Sólo recibía espadazos, inefectivos más que para rasurar sus ropajes dada la coraza de la pequeña. Qué suerte tenía aquella pequeña cabrona de ser de metal. – NIA, déjame. Puedo controlarlo. No intervengas – pedía ella más que rodando por el suelo - Pare señor, por favor… - pedía ella al tipo.
No iba a dejar a la pobre Rachel en apuros, así que rápidamente me di la vuelta y derribé al tipo a golpe de ballesta, esta vez a la altura de la espada, que cayó por gravedad hacia la zona en la que estaban Vincent y Jules.
-¿Dónde está la mujer que trabaja para el coleccionista? – pregunté malhumorada apuntándole con la ballesta pesada. El tipo quedó asustado, mirándome desde el suelo, y desarmado.
-E… Estará en el galeón de final del muelle. El nuevo... El que... están a punto de fletar. – sugirió el tipo. Entrecerré los ojos para comprobar que no mentía, aunque por su cara de terror podía deducirse que decía la verdad. Un golpe de culata para noquearlo sería bastan…
Tarde. Rachel ya se había lanzado sobre él y se encontraba como una loca propinándole puñetazos. Uno tras otro. En la cabeza. Sin darle tiempo a reaccionar. Le dio más de diez golpes con sus puños de metal, incluso cuando ya estaba muerto, ella seguía propinándole. Dejándole la cara en un no muy buen estado.
-Déjalo ya, Rach. – la insté tomándola. Pero sus ojos eran ahora de color carmesí. Estaba claro que se había dejado llevar por NIA. El sistema que se activaba cuando la bio estaba en apuros. Afortunadamente, gracias a Eltrant y al propio Jules, ésta ya se manifestaba mucho menos. Y ahora, al menos, trabajaba al servicio de los cazadores y no de Mortagglia.
Poco después de detenerse, pude notar que la chica que me sacaba un año de edad estaba ya mucho más tranquila. Y una vez sus pupilas volvieron a la normalidad, pude poner mis manos sobre sus hombros para tratar de calmarla.
-Ya pasó. Tranquila. – le susurré seria, pero con tranquilidad.
-S… Sí. Maestra Boisson. No se preocupe. Estoy bien. – respondió ella despeinada y jadeante, todavía en el suelo. - ¿Usted se encuentra bien? – me preguntó con su inocente mirada. - ¿He hecho bien mi trabajo? ¿Está orgullosa de mí?
-Sí, Rach. – seguí seria, y la ayudé a levantarse. La chica era complicada y había que entenderla.
Las dos nos asomamos a la barandilla, para descanso de Jules, y rápidamente indicamos mediante gestos a Vincent el barco del final de la nave que estaba aún varado. Nosotras desde allí arriba podríamos llegar rápido. Y los chicos tal vez podrían aprovecharse de la distracción del incendio. Por fortuna, todo el mundo estaba tan entretenido con el mismo que ni siquiera advirtieron el alboroto que acabábamos de montar arriba.
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
El simple hecho de avanzar unos pasos dentro de aquel lugar, evidenciaba lo problemático que sería hallar a la ladrona en su interior. El almacén era enorme, y servía de amarre para al menos dos buques de costado. Uno de los barcos podía amarrar en la zona por la que habían entrado Jules y él, y un poco más adelante, siguiendo la línea del muelle, podía arribar otro. Aunque sería más correcto decir, que en esa zona ya había un buque amarrado.
El trajín y ruido cerca del navío, indicaba claramente el trabajo que se estaba realizando allí. Es más, cuando tanto él como Jules, subían por la cuerda de la grúa de la zona adyacente a dicho barco, estuvieron expuestos a las miradas de los mozos que trabajaban cargando cajas. Por suerte, todos estaban demasiado atareados, como para andar fijándose en lo que pasaba en el otro amarre del almacén.
En cualquier caso, aquella parte del edificio parecía demasiado abarrotada para que dos personas llegaran allí como si tal cosa, así que decidieron moverse hacia la zona interior por ahora.
- Supongo que debe haber alguna oficina en este maldito sitio. La labor de esa mujer, de robar el colgante a mi hermana, parece demasiado importante como para que no le den una habitación privada a esa persona, ¿no crees? - le comentó a Jules. - También puede ser que esté donde está toda esa gente. Es la zona más cuidada y vigilada. Pero en cualquier caso, por ahora no podemos ir hasta allí. Así que será mejor que miremos por aquí primero.
- Sí, puede ser. Puede que tenga un sitio particular para ella. Aunque con la suerte que andamos teniendo esta noche, seguramente esté en esa parte llena de tíos-, contestó, haciendo un movimiento con la cabeza hacia el barco.
Vincent contestó con un suspiro de resignación.
- Ni que lo digas. Pero descartemos el interior primero. No vayamos a ir allí, acabemos en una pelea, y esa maldita ladrona esté aquí y se escape aprovechando la situación-, dijo, internándose otro poco hacia el interior.
No obstante, no habían avanzado más que un par de metros hacia el interior del almacén, cuando Jules tiró de su hombro para llamar su atención.
- Mira, es Huracán-, comentó, señalando a lo alto con un movimiento de su cabeza, igual que hiciera antes con el barco. - Dice que vigila nuestro camino. Ella nos alertará de si hay peligro más adelante-, dijo, haciendo el mismo gesto que había hecho la cazadora.
- Genial. Eso nos vendrá de perlas. Aunque no sé para que le dices lo mismo, si nosotros no vemos una mierda desde aquí abajo-, bromeó. - Ya a duras penas sabemos dónde estamos nosotros en este maldito laberinto, como para alertarla de alguien que esté ahí arriba-, terminó la broma con una media sonrisa.
En una noche como esa, necesitaba más que nunca su humor. O la furia se terminaría apoderando de él. Y eso no era bueno, pues la cólera le haría cometer errores, y no podía permitirse fracasar. No cuando la vida de su hermana estaba en juego.
- Sigamos. Con un poco de fortuna encontraremos a la ladrona, y cerca de ella debe estar Rachel. Ánimo, nos queda el último esfuerzo-, tranquilizó al cazador, que sabía que no debía estar pasándolo bien con su hermana perdida.
En ese sentido, los dos hombres sufrían por situaciones similares. Por sus respectivas hermanas.
De todos modos, no llegaron a avanzar un palmo de terreno, ya que escucharon una algarabía de gritos y alarma. Por un instante pensó que había ocurrido algo grave, y habían divisado a alguno de sus compañeros o a Rachel, pero pronto se hizo notar que su problema de los trabajadores se debía al fuego. Podían respirar tranquilos.
Aunque no por mucho tiempo, pues de la parte superior comenzó a escucharse algunos gritos, y uno en concreto era fácil de identificar.
- Rachel-, comentó Jules, buscando una manera de subir a la zona donde se encontraba Huracán. - Deben estar en peligro.
Vincent asintió, y después de buscar durante un rato, divisó una escalera de mano por la que poder subir a la zona de arriba. Estaba justo enfrente de donde se encontraba Huri con Rachel, y tendría que dar toda la vuelta por arriba, pero era mejor que no hacer nada. No obstante, no llegó a subir. Ya que antes de poder hacerlo, se dejó de escuchar el ruido del combate en la parte superior, y al virarse, pudo apreciar como las chicas se asomaban por la barandilla del segundo piso.
Los gestos de las chicas no dejaban lugar a la duda. La ladrona debía encontrarse en el barco.
- Tenías razón. En esta noche no puede salir de forma sencilla. Esa maldita bandida está en el lugar más custodiado posible-, comentó con resignación. - Pero mira. Al menos algunas cosas van saliendo bien. En eso tenía razón. Tu hermana sabe cuidarse por sí sola-, sonrió al muchacho. - Vamos, veamos un modo de entrar en ese navío.
- Por lo menos nos hemos ahorrado tener que mirar palmo a palmo este gigantesco almacén. Nos hubiésemos muerto de viejos haciéndolo-, bromeó el tirador, al que se le notaba más relajado después de ver a su hermana.
Vincent se movió con rapidez, y buscó un lugar seguro desde el que espiar a los trabajadores junto al barco. La cosa no pintaba bien. La mayoría se encontraba intentando sofocar un fuego que no sabía cómo se había producido. Pero incluso con esa distracción había muchos.
- Vaya. Me parece que tendremos que subir a golpe de remo-, dijo Jules, acomodándose a su lado, para también observar una forma de entrar.
- Sí, eso me temo-, contestó, intentando idear una forma de subir al barco de forma sigilosa.
¿Quizás como hubiera hecho con Alister hacía un tiempo? Precisamente para ayudar a su hermana con aquel capitán de barco, aunque no es que Elen necesitara ninguna ayuda contra el fanfarrón de Derrick. Esta vez sí que la necesitaba, pero no veía muy posible dar tal rodeo, y para conseguir subir por la cuerda del ancla.
- Mierda-, dijo en bajo, pero totalmente exasperado, colocándose el pelo mojado hacia atrás.
No conseguía hallar una solución para todo ese maldito embrollo. La única manera de llegar al galeón era luchando, pero para ello alertaría a todo el mundo. Y si la ladrona no se encontraba realmente en el barco… Echaría todo a perder.
- Que hacéis holgazanes. Cómo habéis podido dejar caer una lámpara de aceite en esas obras tan importantes. Al Coleccionista no le va a gustar nada…-, empezó a decir una mujer que se aproximó al lugar de carga. - Pero eso ya bien que lo sabéis. Será mejor que apaguéis ese fuego, si no queréis cargar con la responsabilidad de esto. Y daos prisa. Este navío debe estar cargado y listo cuando antes. Partiremos esta misma noche-, terminó de decir la mujer, antes de girarse y comenzar a subir la pasarela del buque.
Esa voz autoritaria le decía que se trataba de la chica que buscaba. Algo en su interior le decía que era ella la que le había quitado el medallón a Elen. Que esa era la mujer que buscaba.
Pero por si aún tuviera dudas de ello, al mirar a la parte superior, y ver a Rachel dando saltitos y haciendo gestos efusivos señalando a la mujer que subía al barco, le bastó para saber que era ella. Ya no tenía duda alguna sobre ello.
- Jules, cúbreme-, dijo, antes de guiñarle un ojo, y salir con ímpetu de su escondite.
Corrió hasta acercarse a los trabajadores. Momento en el que pronto fue imposible pasar desapercibido para sus ojos, aunque no era algo que ya le importara. Los mozos al ver a un tipo corriendo hacia ellos, primero no supieron que hacer, mirándose los unos a los otros, pero pronto comenzaron a buscar sus armas y a dar la voz de alarma. Ya daba igual. La mujer que estaba buscando estaba allí dentro, y no podría escapar sin luchar. O bajaba por la pasarela y luchaba contra ellos, se tiraba al mar donde sería fácil de capturar por Alister, o se quedaba allí dentro esperándoles. Precisamente, el dragón no tardaría en percatarse del escándalo que se había formado y vendría hasta allí. Esa era la idea de su plan tan tosco, atraer a su compañero alado hasta allí, y atrapar en su guarida a la bandida.
- Tranquilos. Solamente os vengo a ayudar. Ese fuego parece peligroso-, comentó antes de lanzar uno de sus proyectiles contra las llamas, provocando una explosión, que hizo saltar por los aires múltiples de trozos de madera ardiendo en todas direcciones.
Una fuerte deflagración de llamas acompañó la explosión, alcanzando a los hombres más cercanos a ella. Los trabajadores afectados comenzaron a gritar, y a lanzarse al agua para escapar del fuego que los envolvía.
- Decidle a vuestra maldita jefa. Que me devuelva el medallón que posee. Le pertenece a un ser querido, y pienso recuperarlo-, comentó con la voz acerada y la mirada igualmente dura.
Se había contenido hasta ahora. Para no cometer un error, y provocar con ello su fracaso. Pero a estas alturas, ya no hacía falta. Era el momento para dar rienda suelta a su furia.
- ¡Dadme el medallón! ¡Ya! - les gritó, desenvainando su espada.
Desgraciadamente, esos tipos no sabían a lo que se enfrentaban. Por lo que decidieron luchar, en vez de huir. O en el mejor de los casos, obedecerle y darle el colgante.
Vincent rechazó con su acero, el ataque del primero de los hombres que se decidió a ir a por él. Esto pareció animar al resto a lanzarse contra él, pero antes de que ninguno de ellos llegaran hasta donde se encontraba el rubio en combate singular, uno de ellos ya había muerto con un virote de ballesta clavado en el cuello.
- A lo mejor pensabais que estaba solo y todo-, comentó con sorna. - Pues lo siento por vosotros, la triste realidad es que hasta sin ayuda os podría mandar con vuestros dioses. Último aviso. ¡Dadme el colgante! - volvió a gritar.
No era una noche para andarse a la ligera con él. Conseguiría ese medallón. Costase lo que costase.
El trajín y ruido cerca del navío, indicaba claramente el trabajo que se estaba realizando allí. Es más, cuando tanto él como Jules, subían por la cuerda de la grúa de la zona adyacente a dicho barco, estuvieron expuestos a las miradas de los mozos que trabajaban cargando cajas. Por suerte, todos estaban demasiado atareados, como para andar fijándose en lo que pasaba en el otro amarre del almacén.
En cualquier caso, aquella parte del edificio parecía demasiado abarrotada para que dos personas llegaran allí como si tal cosa, así que decidieron moverse hacia la zona interior por ahora.
- Supongo que debe haber alguna oficina en este maldito sitio. La labor de esa mujer, de robar el colgante a mi hermana, parece demasiado importante como para que no le den una habitación privada a esa persona, ¿no crees? - le comentó a Jules. - También puede ser que esté donde está toda esa gente. Es la zona más cuidada y vigilada. Pero en cualquier caso, por ahora no podemos ir hasta allí. Así que será mejor que miremos por aquí primero.
- Sí, puede ser. Puede que tenga un sitio particular para ella. Aunque con la suerte que andamos teniendo esta noche, seguramente esté en esa parte llena de tíos-, contestó, haciendo un movimiento con la cabeza hacia el barco.
Vincent contestó con un suspiro de resignación.
- Ni que lo digas. Pero descartemos el interior primero. No vayamos a ir allí, acabemos en una pelea, y esa maldita ladrona esté aquí y se escape aprovechando la situación-, dijo, internándose otro poco hacia el interior.
No obstante, no habían avanzado más que un par de metros hacia el interior del almacén, cuando Jules tiró de su hombro para llamar su atención.
- Mira, es Huracán-, comentó, señalando a lo alto con un movimiento de su cabeza, igual que hiciera antes con el barco. - Dice que vigila nuestro camino. Ella nos alertará de si hay peligro más adelante-, dijo, haciendo el mismo gesto que había hecho la cazadora.
- Genial. Eso nos vendrá de perlas. Aunque no sé para que le dices lo mismo, si nosotros no vemos una mierda desde aquí abajo-, bromeó. - Ya a duras penas sabemos dónde estamos nosotros en este maldito laberinto, como para alertarla de alguien que esté ahí arriba-, terminó la broma con una media sonrisa.
En una noche como esa, necesitaba más que nunca su humor. O la furia se terminaría apoderando de él. Y eso no era bueno, pues la cólera le haría cometer errores, y no podía permitirse fracasar. No cuando la vida de su hermana estaba en juego.
- Sigamos. Con un poco de fortuna encontraremos a la ladrona, y cerca de ella debe estar Rachel. Ánimo, nos queda el último esfuerzo-, tranquilizó al cazador, que sabía que no debía estar pasándolo bien con su hermana perdida.
En ese sentido, los dos hombres sufrían por situaciones similares. Por sus respectivas hermanas.
De todos modos, no llegaron a avanzar un palmo de terreno, ya que escucharon una algarabía de gritos y alarma. Por un instante pensó que había ocurrido algo grave, y habían divisado a alguno de sus compañeros o a Rachel, pero pronto se hizo notar que su problema de los trabajadores se debía al fuego. Podían respirar tranquilos.
Aunque no por mucho tiempo, pues de la parte superior comenzó a escucharse algunos gritos, y uno en concreto era fácil de identificar.
- Rachel-, comentó Jules, buscando una manera de subir a la zona donde se encontraba Huracán. - Deben estar en peligro.
Vincent asintió, y después de buscar durante un rato, divisó una escalera de mano por la que poder subir a la zona de arriba. Estaba justo enfrente de donde se encontraba Huri con Rachel, y tendría que dar toda la vuelta por arriba, pero era mejor que no hacer nada. No obstante, no llegó a subir. Ya que antes de poder hacerlo, se dejó de escuchar el ruido del combate en la parte superior, y al virarse, pudo apreciar como las chicas se asomaban por la barandilla del segundo piso.
Los gestos de las chicas no dejaban lugar a la duda. La ladrona debía encontrarse en el barco.
- Tenías razón. En esta noche no puede salir de forma sencilla. Esa maldita bandida está en el lugar más custodiado posible-, comentó con resignación. - Pero mira. Al menos algunas cosas van saliendo bien. En eso tenía razón. Tu hermana sabe cuidarse por sí sola-, sonrió al muchacho. - Vamos, veamos un modo de entrar en ese navío.
- Por lo menos nos hemos ahorrado tener que mirar palmo a palmo este gigantesco almacén. Nos hubiésemos muerto de viejos haciéndolo-, bromeó el tirador, al que se le notaba más relajado después de ver a su hermana.
Vincent se movió con rapidez, y buscó un lugar seguro desde el que espiar a los trabajadores junto al barco. La cosa no pintaba bien. La mayoría se encontraba intentando sofocar un fuego que no sabía cómo se había producido. Pero incluso con esa distracción había muchos.
- Vaya. Me parece que tendremos que subir a golpe de remo-, dijo Jules, acomodándose a su lado, para también observar una forma de entrar.
- Sí, eso me temo-, contestó, intentando idear una forma de subir al barco de forma sigilosa.
¿Quizás como hubiera hecho con Alister hacía un tiempo? Precisamente para ayudar a su hermana con aquel capitán de barco, aunque no es que Elen necesitara ninguna ayuda contra el fanfarrón de Derrick. Esta vez sí que la necesitaba, pero no veía muy posible dar tal rodeo, y para conseguir subir por la cuerda del ancla.
- Mierda-, dijo en bajo, pero totalmente exasperado, colocándose el pelo mojado hacia atrás.
No conseguía hallar una solución para todo ese maldito embrollo. La única manera de llegar al galeón era luchando, pero para ello alertaría a todo el mundo. Y si la ladrona no se encontraba realmente en el barco… Echaría todo a perder.
- Que hacéis holgazanes. Cómo habéis podido dejar caer una lámpara de aceite en esas obras tan importantes. Al Coleccionista no le va a gustar nada…-, empezó a decir una mujer que se aproximó al lugar de carga. - Pero eso ya bien que lo sabéis. Será mejor que apaguéis ese fuego, si no queréis cargar con la responsabilidad de esto. Y daos prisa. Este navío debe estar cargado y listo cuando antes. Partiremos esta misma noche-, terminó de decir la mujer, antes de girarse y comenzar a subir la pasarela del buque.
Esa voz autoritaria le decía que se trataba de la chica que buscaba. Algo en su interior le decía que era ella la que le había quitado el medallón a Elen. Que esa era la mujer que buscaba.
Pero por si aún tuviera dudas de ello, al mirar a la parte superior, y ver a Rachel dando saltitos y haciendo gestos efusivos señalando a la mujer que subía al barco, le bastó para saber que era ella. Ya no tenía duda alguna sobre ello.
- Jules, cúbreme-, dijo, antes de guiñarle un ojo, y salir con ímpetu de su escondite.
Corrió hasta acercarse a los trabajadores. Momento en el que pronto fue imposible pasar desapercibido para sus ojos, aunque no era algo que ya le importara. Los mozos al ver a un tipo corriendo hacia ellos, primero no supieron que hacer, mirándose los unos a los otros, pero pronto comenzaron a buscar sus armas y a dar la voz de alarma. Ya daba igual. La mujer que estaba buscando estaba allí dentro, y no podría escapar sin luchar. O bajaba por la pasarela y luchaba contra ellos, se tiraba al mar donde sería fácil de capturar por Alister, o se quedaba allí dentro esperándoles. Precisamente, el dragón no tardaría en percatarse del escándalo que se había formado y vendría hasta allí. Esa era la idea de su plan tan tosco, atraer a su compañero alado hasta allí, y atrapar en su guarida a la bandida.
- Tranquilos. Solamente os vengo a ayudar. Ese fuego parece peligroso-, comentó antes de lanzar uno de sus proyectiles contra las llamas, provocando una explosión, que hizo saltar por los aires múltiples de trozos de madera ardiendo en todas direcciones.
Una fuerte deflagración de llamas acompañó la explosión, alcanzando a los hombres más cercanos a ella. Los trabajadores afectados comenzaron a gritar, y a lanzarse al agua para escapar del fuego que los envolvía.
- Decidle a vuestra maldita jefa. Que me devuelva el medallón que posee. Le pertenece a un ser querido, y pienso recuperarlo-, comentó con la voz acerada y la mirada igualmente dura.
Se había contenido hasta ahora. Para no cometer un error, y provocar con ello su fracaso. Pero a estas alturas, ya no hacía falta. Era el momento para dar rienda suelta a su furia.
- ¡Dadme el medallón! ¡Ya! - les gritó, desenvainando su espada.
Desgraciadamente, esos tipos no sabían a lo que se enfrentaban. Por lo que decidieron luchar, en vez de huir. O en el mejor de los casos, obedecerle y darle el colgante.
Vincent rechazó con su acero, el ataque del primero de los hombres que se decidió a ir a por él. Esto pareció animar al resto a lanzarse contra él, pero antes de que ninguno de ellos llegaran hasta donde se encontraba el rubio en combate singular, uno de ellos ya había muerto con un virote de ballesta clavado en el cuello.
- A lo mejor pensabais que estaba solo y todo-, comentó con sorna. - Pues lo siento por vosotros, la triste realidad es que hasta sin ayuda os podría mandar con vuestros dioses. Último aviso. ¡Dadme el colgante! - volvió a gritar.
No era una noche para andarse a la ligera con él. Conseguiría ese medallón. Costase lo que costase.
Vincent Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Alister la esperaba en el interior, agachado junto a la chimenea, donde colocaba cuidadosamente unos trozos de leña para encender el fuego, pero se detuvo en cuanto la puerta se abrió bruscamente. No dijo nada, simplemente se quedó mirándola con una leve sonrisa en los labios, pero pronto estar se borraría para dar paso a una mueca muy diferente. La de ojos verdes avanzó en su dirección y se abalanzó sobre él, tirándolo al suelo y colocándose sobre su cuerpo para posteriormente hundir la afilada la espada en su pecho varias veces. La metálica hoja se coló por entre las costillas, hiriendo de gravedad sus pulmones, estómago y corazón, con lo que la sangre comenzó a brotar abundantemente, manchando sus ropas y creando un pequeño charco a su alrededor.
- Elen no… - consiguió articular a duras penas, antes de que la tensai echase mano a su daga para rajarle la garganta. Allí se quedó, inmóvil durante unos instantes, mientras la vida del dragón se extinguía ante sus vacíos ojos, que no demostraban sentimiento alguno. Ver morir al hombre al que amaba horrorizó a la hechicera en el interior de aquella prisión en que su cuerpo se había convertido, pero que lo hiciese por su mano era aún peor, no podía permitir que aquello llegase a ocurrir de verdad, ni a Alister ni a ninguno de los demás, y para evitarlo le tocaría tomar medidas drásticas en cuanto volviese a despertar… si es que llegaba a hacerlo.
Una vez terminada su labor allí se puso en pie y abandonó la casa para continuar con las siguientes, donde aguardaban personas menos importantes para ella, pero que de algún modo habían influido en su vida a lo largo de los años.
En la habitación de la posada, Fleur hacía lo posible por mantener a la joven estable con ayuda del muchacho, que sintiéndose en parte culpable de lo ocurrido, no se apartó ni un momento de la cama. La fiebre estaba controlada gracias al remedio de la propia bruja, y las heridas hacía rato que habían sanado, pero no había modo de hacer despertar a benjamina de los Calhoun, que seguía retorciéndose sobre las sábanas con expresión intranquila.
Alister
El almacén parecía demasiado tranquilo, no encontrar a nadie nada más entrar ya resultaba extraño, pero que en su avance no se topase con ningún enemigo empezó a poner nervioso al dragón, consiguiendo que se moviese con mucha cautela a través de la nave para no ser descubierto hasta que llegase el momento preciso. De pronto percibió algo, justo lo que estaba buscando desde que abandonó el callejón en que tuvo lugar el ataque a su compañera, aquel aroma de hierbas mezclado con sangre… la culpable andaba cerca. Contuvo un gruñido, no veía la hora de ponerle sus zarpas encima, pero primero debía dar con ella y buscar el modo de aislarla para que nadie lo interrumpiese mientras le daba su merecido.
Con esa idea en mente siguió el olor hasta acercarse al final del muelle, donde estaban cargando a toda prisa un galeón, probablemente para que zarpase esa misma noche. - De ninguna manera. - masculló entre dientes, si aquella malnacida creía que podría escapar lo llevaba claro. ¿Dónde estarían los demás? Esa era una buena pregunta, pero no le interesaba perder el tiempo buscándolos, había llegado la hora de actuar. Consciente de que no debía precipitarse, se mantuvo oculto tras una pila de cajas mientras sus alargadas pupilas de reptil buscaban entre las figuras hasta dar con la de la sospechosa, que tras dar unas indicaciones a los tripulantes subió la pasarela.
Vincent entró en escena antes de que Maxine pudiese ponerse a cubierto, pero la explosión que causó no alcanzó a la ágil guerrera, que sin dudarlo echó a correr hacia el camarote principal, donde la esperaba su contacto con el Coleccionista. Después de su fracaso en Dundarak había perdido la confianza de Cormac y ahora había quedado bajo el mando de uno de los hombres a los que antes ella daba órdenes, hecho que sin duda había herido su orgullo, pero finalmente tenía con que resarcir su error. - ¿Se puede saber qué coño pasa ahí fuera? - preguntó el bio cibernético nada más verla cruzar el umbral de la puerta. - Un par de intrusos se han colado en el almacén, tenemos que largarnos ya. - instó Maxine de inmediato. - ¿Tienes lo que te pedí? - volvió a preguntar Clyon, al tiempo que abandonaba su puesto tras el escritorio para situarse frente a la mujer y examinarla con sus extraños ojos. - Claro que lo tengo, ¿por quién me tomas, una ladrona de pacotilla? - se quejó, antes de extraer de uno de sus bolsillos el medallón y entregarlo a su superior, a regañadientes.
- Bien, ahora sal ahí fuera y pon un poco de orden joder, nos iremos en cuanto la mercancía esté cargada. - ordenó, tomando la reliquia para ponerla a buen recaudo. - ¿Pero qué dices? Tenemos que largarnos ya. - replicó, para descontento de Clyon. - A diferencia de otros yo cumplo mi trabajo… ¿acaso no puedes encargarte de un par de intrusos? ¿tan bajo has caído Maxine? - aquella era la gota que colmaba el vaso, verse cuestionada por alguien a quien estaba acostumbrada a tener a su servicio, y todo por no haber conseguido la maldita daga del mercenario antes de que la centinela interviniese. - Espera y verás. - fue lo único que dijo, para acto seguido darse la vuelta y salir a toda prisa a la cubierta.
La lucha se desarrollaba fuera del barco pero si no terminaban pronto con los entrometidos se desplazaría al interior del navío, algo que no podía permitir. - ¡Moved el culo imbéciles! Acabad con ellos de una vez. - ordenó, captando toda la atención de Alister, que ésta vez no desperdiciaría su oportunidad. De forma repentina, abandonó su posición y extendió las alas para levantar el vuelo, cosa que hizo casi al instante. Concentrada como estaba en el desarrollo de la pelea, Maxine no vio venir lo que se le venía encima hasta que literalmente, la arrolló. El dragón la embistió y la envió contra la baranda de madera, que se rompió a causa del fuerte impacto, provocando que ambos cayesen por el otro lado, aterrizando en el muelle.
- ¡Tú! - exclamó furioso mientras se levantaba, para acto seguido volver a atacarla con un contundente golpe de cola, que la envió contra un muro de piedra. La guerrera sintió como algunos de sus huesos chasqueaban, contuvo un quejido y trató de ponerse en pie para hacer frente al animal que tenía delante, pero éste no iba a darle ni un respiro. Fuera de sí, Alister avanzó hacia ella y hundió las afiladas garras de una de sus alas en el hombro de la mujer, arrancándole un grito de dolor que el resto de marineros podrían escuchar. - ¡¿Dónde está el medallón?! - espetó con tono brusco. - No te diré nada, la bruja se lo merecía. - respondió queriendo provocarlo para que cometiese un error, sin embargo no sabía que el cazador estaba conteniéndose y mucho, bien podría haberle arrancado la cabeza de cuajo y registrar su cadáver… pero eso le parecía demasiado rápido para una rata como ella.
Como si de una muñeca de trapo se tratase, Alister la sujetó con sus garras y la lanzó contra el suelo de nuevo, movido por la rabia y la adrenalina. - ¡Ayudadme inútiles! - pidió Maxine, tras sentir como una costilla se le rompía. Algunos marineros de los que se habían ocupado de apagar el incendio acudieron en respuesta a su petición, pero aquella reunión era solo de dos, y el alado lo dejó muy claro lanzando una llamarada que frenó en seco el avance de los refuerzos. No le importaba llevarse por delante a un enemigo o a veinte, conseguiría el medallón y se lo devolvería a la hechicera a como diese lugar, pero algo estaba claro, la ladrona iba a sufrir mucho por lo que había hecho.
- ¿A dónde crees que vas ratera? - preguntó al verla arrastrarse hacia el barco. Pudo sentir como las garras del dragón volvían a hundirse en su espalda, amenazando con alcanzarle alguno de los órganos vitales en cualquier momento, pero no quedó ahí la cosa, Alister iba a ensañarse con ella hasta que le revelase dónde estaba la reliquia. Nuevamente salió despedida hacia el muro de piedra, golpeándose la sien y desplomándose, pero ni siquiera entonces se rindió, su trabajo nunca había sido sencillo. Concentrando las fuerzas que le quedaban, extrajo una daga de su cinturón y esperó a que su adversario arremetiese de nuevo contra ella, momento en que se las ingenió para clavar la hoja en su vientre, aunque la coraza natural de escamas no permitió que el metal llegase muy lejos.
Aquel intento solo consiguió enfadar más al reptil, que hundió las garras de sus alas en los dos hombros de su víctima y la levantó del suelo. - Dime dónde está antes de que empiece a arrancarte las extremidades una a una. - amenazó Alister, acercando sus peligrosas fauces entreabiertas al rostro de la ladrona. Maxine supo al instante que aquella era una amenaza real, de verdad estaba dispuesto a despedazarla para obtener lo que buscaba, y ella no era del tipo de personas que muere estúpidamente por un medallón, aunque nada le aseguraba que revelar su paradero frenase al alado. - ¡Ya no lo tengo! - gritó adolorida. - El barco, está en el barco. - añadió, desviando la mirada hacia la cubierta, a la que en aquel instante salían más hombres de Clyon para ocuparse del jaleo.
- Elen no… - consiguió articular a duras penas, antes de que la tensai echase mano a su daga para rajarle la garganta. Allí se quedó, inmóvil durante unos instantes, mientras la vida del dragón se extinguía ante sus vacíos ojos, que no demostraban sentimiento alguno. Ver morir al hombre al que amaba horrorizó a la hechicera en el interior de aquella prisión en que su cuerpo se había convertido, pero que lo hiciese por su mano era aún peor, no podía permitir que aquello llegase a ocurrir de verdad, ni a Alister ni a ninguno de los demás, y para evitarlo le tocaría tomar medidas drásticas en cuanto volviese a despertar… si es que llegaba a hacerlo.
Una vez terminada su labor allí se puso en pie y abandonó la casa para continuar con las siguientes, donde aguardaban personas menos importantes para ella, pero que de algún modo habían influido en su vida a lo largo de los años.
En la habitación de la posada, Fleur hacía lo posible por mantener a la joven estable con ayuda del muchacho, que sintiéndose en parte culpable de lo ocurrido, no se apartó ni un momento de la cama. La fiebre estaba controlada gracias al remedio de la propia bruja, y las heridas hacía rato que habían sanado, pero no había modo de hacer despertar a benjamina de los Calhoun, que seguía retorciéndose sobre las sábanas con expresión intranquila.
Alister
El almacén parecía demasiado tranquilo, no encontrar a nadie nada más entrar ya resultaba extraño, pero que en su avance no se topase con ningún enemigo empezó a poner nervioso al dragón, consiguiendo que se moviese con mucha cautela a través de la nave para no ser descubierto hasta que llegase el momento preciso. De pronto percibió algo, justo lo que estaba buscando desde que abandonó el callejón en que tuvo lugar el ataque a su compañera, aquel aroma de hierbas mezclado con sangre… la culpable andaba cerca. Contuvo un gruñido, no veía la hora de ponerle sus zarpas encima, pero primero debía dar con ella y buscar el modo de aislarla para que nadie lo interrumpiese mientras le daba su merecido.
Con esa idea en mente siguió el olor hasta acercarse al final del muelle, donde estaban cargando a toda prisa un galeón, probablemente para que zarpase esa misma noche. - De ninguna manera. - masculló entre dientes, si aquella malnacida creía que podría escapar lo llevaba claro. ¿Dónde estarían los demás? Esa era una buena pregunta, pero no le interesaba perder el tiempo buscándolos, había llegado la hora de actuar. Consciente de que no debía precipitarse, se mantuvo oculto tras una pila de cajas mientras sus alargadas pupilas de reptil buscaban entre las figuras hasta dar con la de la sospechosa, que tras dar unas indicaciones a los tripulantes subió la pasarela.
Vincent entró en escena antes de que Maxine pudiese ponerse a cubierto, pero la explosión que causó no alcanzó a la ágil guerrera, que sin dudarlo echó a correr hacia el camarote principal, donde la esperaba su contacto con el Coleccionista. Después de su fracaso en Dundarak había perdido la confianza de Cormac y ahora había quedado bajo el mando de uno de los hombres a los que antes ella daba órdenes, hecho que sin duda había herido su orgullo, pero finalmente tenía con que resarcir su error. - ¿Se puede saber qué coño pasa ahí fuera? - preguntó el bio cibernético nada más verla cruzar el umbral de la puerta. - Un par de intrusos se han colado en el almacén, tenemos que largarnos ya. - instó Maxine de inmediato. - ¿Tienes lo que te pedí? - volvió a preguntar Clyon, al tiempo que abandonaba su puesto tras el escritorio para situarse frente a la mujer y examinarla con sus extraños ojos. - Claro que lo tengo, ¿por quién me tomas, una ladrona de pacotilla? - se quejó, antes de extraer de uno de sus bolsillos el medallón y entregarlo a su superior, a regañadientes.
- Bien, ahora sal ahí fuera y pon un poco de orden joder, nos iremos en cuanto la mercancía esté cargada. - ordenó, tomando la reliquia para ponerla a buen recaudo. - ¿Pero qué dices? Tenemos que largarnos ya. - replicó, para descontento de Clyon. - A diferencia de otros yo cumplo mi trabajo… ¿acaso no puedes encargarte de un par de intrusos? ¿tan bajo has caído Maxine? - aquella era la gota que colmaba el vaso, verse cuestionada por alguien a quien estaba acostumbrada a tener a su servicio, y todo por no haber conseguido la maldita daga del mercenario antes de que la centinela interviniese. - Espera y verás. - fue lo único que dijo, para acto seguido darse la vuelta y salir a toda prisa a la cubierta.
La lucha se desarrollaba fuera del barco pero si no terminaban pronto con los entrometidos se desplazaría al interior del navío, algo que no podía permitir. - ¡Moved el culo imbéciles! Acabad con ellos de una vez. - ordenó, captando toda la atención de Alister, que ésta vez no desperdiciaría su oportunidad. De forma repentina, abandonó su posición y extendió las alas para levantar el vuelo, cosa que hizo casi al instante. Concentrada como estaba en el desarrollo de la pelea, Maxine no vio venir lo que se le venía encima hasta que literalmente, la arrolló. El dragón la embistió y la envió contra la baranda de madera, que se rompió a causa del fuerte impacto, provocando que ambos cayesen por el otro lado, aterrizando en el muelle.
- ¡Tú! - exclamó furioso mientras se levantaba, para acto seguido volver a atacarla con un contundente golpe de cola, que la envió contra un muro de piedra. La guerrera sintió como algunos de sus huesos chasqueaban, contuvo un quejido y trató de ponerse en pie para hacer frente al animal que tenía delante, pero éste no iba a darle ni un respiro. Fuera de sí, Alister avanzó hacia ella y hundió las afiladas garras de una de sus alas en el hombro de la mujer, arrancándole un grito de dolor que el resto de marineros podrían escuchar. - ¡¿Dónde está el medallón?! - espetó con tono brusco. - No te diré nada, la bruja se lo merecía. - respondió queriendo provocarlo para que cometiese un error, sin embargo no sabía que el cazador estaba conteniéndose y mucho, bien podría haberle arrancado la cabeza de cuajo y registrar su cadáver… pero eso le parecía demasiado rápido para una rata como ella.
Como si de una muñeca de trapo se tratase, Alister la sujetó con sus garras y la lanzó contra el suelo de nuevo, movido por la rabia y la adrenalina. - ¡Ayudadme inútiles! - pidió Maxine, tras sentir como una costilla se le rompía. Algunos marineros de los que se habían ocupado de apagar el incendio acudieron en respuesta a su petición, pero aquella reunión era solo de dos, y el alado lo dejó muy claro lanzando una llamarada que frenó en seco el avance de los refuerzos. No le importaba llevarse por delante a un enemigo o a veinte, conseguiría el medallón y se lo devolvería a la hechicera a como diese lugar, pero algo estaba claro, la ladrona iba a sufrir mucho por lo que había hecho.
- ¿A dónde crees que vas ratera? - preguntó al verla arrastrarse hacia el barco. Pudo sentir como las garras del dragón volvían a hundirse en su espalda, amenazando con alcanzarle alguno de los órganos vitales en cualquier momento, pero no quedó ahí la cosa, Alister iba a ensañarse con ella hasta que le revelase dónde estaba la reliquia. Nuevamente salió despedida hacia el muro de piedra, golpeándose la sien y desplomándose, pero ni siquiera entonces se rindió, su trabajo nunca había sido sencillo. Concentrando las fuerzas que le quedaban, extrajo una daga de su cinturón y esperó a que su adversario arremetiese de nuevo contra ella, momento en que se las ingenió para clavar la hoja en su vientre, aunque la coraza natural de escamas no permitió que el metal llegase muy lejos.
Aquel intento solo consiguió enfadar más al reptil, que hundió las garras de sus alas en los dos hombros de su víctima y la levantó del suelo. - Dime dónde está antes de que empiece a arrancarte las extremidades una a una. - amenazó Alister, acercando sus peligrosas fauces entreabiertas al rostro de la ladrona. Maxine supo al instante que aquella era una amenaza real, de verdad estaba dispuesto a despedazarla para obtener lo que buscaba, y ella no era del tipo de personas que muere estúpidamente por un medallón, aunque nada le aseguraba que revelar su paradero frenase al alado. - ¡Ya no lo tengo! - gritó adolorida. - El barco, está en el barco. - añadió, desviando la mirada hacia la cubierta, a la que en aquel instante salían más hombres de Clyon para ocuparse del jaleo.
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Elen Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Una vez nos deshicimos del problema y Jules nos confirmó desde abajo que Vincent y él estaban al tanto. Pudimos seguir avanzando por la pasarela. Esta vez me cercioré de que no había nadie más en la misma. Con Rachel siempre a mi espalda, agarrándose al hombro y resultándome más una molestia que un apoyo. – Suéltame. – le ordené seca a la hermana de Jules. Y es que su proximidad lastraba mi capacidad de movimiento o reacción.
-Maestra Boisson, permítame que le cuente lo que he averiguado. ¿Puedo? – asentí. Con Rach había que ser especialmente paciente. – La persona que usted me mandó perseguir se llamaba Maxine. Llevaba un medallón, y se lo entregó al hombre del galeón al final de la nave. – señaló el galeón, en el que varios marineros parecían apresurados por terminar de cargarlo y partir cuanto antes. Lo llevaban claro. – El capitán se llama Clyon. Pretenden sacarlo por mar. Tiene un montón de hombres a su cargo. – Qué típico. Estaba claro que no iba a ser sencillo. – ¡Mire, mire, Maestra Boisson! – comenzó a dar saltitos efusivos. - ¡Esa es Maxine! ¡Está subiendo al barco! – gritó histérica la espía.
-Rachel, estate quieta, joder. – la abronqué agarrándome a la barandilla, y es que cada salto de Rachel eran casi 200 kilos sobre una pasarela que hizo al ademán de derrumbarse varias ocasiones.
Se disculpó y se detuvo, pero el bailoteo llamó la atención de los marineros, que sumado a la crispación por el incendio de la nave, cortesía de Alister Cronwell, y la la impulsividad de Vincent, habían llevado al traste mi plan de mantener la paciencia y ser sigilosos. – A la mierda. – me resigné al fin, y comencé a correr por la pasarela yo también, con Rachel siempre detrás de mí.
Alister se enfrentó a Maxine. La pícara era ágil, pero no era rival para un dragón enfurecido. Sonreí tímidamente con ironía y me compadecí de ella cuando la vi entre sus fauces, agitándola como si de un pelele se tratase y estampándola contra las paredes a su antojo. Suplicando piedad y ayuda. Luego vi a Vincent y Jules pasándolo mal contra unos marineros, justo a los pies del barco, se encontraban protegiéndolo. El hermano de Elen estaba furioso, no era para menos.
Apunté con la ballesta pesada a uno con una alfanje, que por su posición no podían ver venir y que trataba de flanquearles. Desde mi posición, altura y sin oposición era un tiro sencillo a pesar de la distancia. Predije su trayectoria, apuntando un poco más adelante, de donde se encontrara para que el virote recorriese los 30 metros en el mismo tiempo que él recorría los diez metros que le separaban de Jules y Vincent. Quedó empalado a uno de los contenedores de carga, con su cerebro atravesado por el mismo virote. Jules se giró hacia mí.
-¡Joder, Huri! ¡Que estábamos muy cerca! – bramó Jules hacia nosotras. - ¿Y si hubieses fallado? – parecía hacerse el molesta.
-¿Cuándo lo he hecho? – les contesté seria, con dejadez y soberbia. ¿Quién tenía más puntería que yo dentro del gremio? Quizás Overholser, pero él era francotirador profesional. Cassandra no era tampoco mala con el arco, pero no no era ni de cerca tan prodigiosa como yo.
Mientras más hombres se centraban en Vincent, Jules y Alister, que eran los que se encontraban en el muelle. Yo podría aprovechar su distracción y valerme de mi agilidad para llegar hasta el jefe. – Quédate aquí. – ordené a la chica Roche. La biocibernética no es que fuese demasiado ávida en combate y prefería que se mantuviera al margen de aquello.
Amarré la ballesta pesada en su soporte a mi espalda, corrí hacia el límite de la pasarela y salté con una voltereta delantera incluida, cayendo los diez metros de desnivel del almacén y amortiguando el golpe con mis poderes de viento con una corriente en dirección contraria a mi caída. Una vez allí, fui saltando de contenedor en contenedor, salvando las distancias mayores con saltos de nuevo ayudados del viento y con una gran rapidez tomé el impulso más alto en el último para dar el salto más largo, el que salvaba la distancia el muelle con el barco. Tuve que hacer un salto especialmente esmerado para poder llegar, ya que estaba considerablemente lejos. Pero finalmente, tras rodar por la madera, conseguí plantarme en la cubierta del barco.
Menudo cretino, Clyon, ni siquiera me vio llegar gracias a la distracción, mis ropajes oscuros y mis pasos silenciosos, amortiguados en gran medida por las corrientes de viento que generaba. Para colmo no había dejado guardias dentro. Como si fuese intocable en su “galeón-fortín” y creyese que la pasarela era la única vía de acceso. Cuánta arrogancia. Pronto le bajaría los humos.
Aparecí justo delante detrás de él. Estaba muerto en cuanto quisiese. – Cú cú. – sonreí a su espalda. Permitiendo que, al menos, viese mi rostro antes de que lo matase.
-¿Quién eres…? – preguntó sorprendido.
-La que te va a acribillar... – respondí girando la cabeza hacia atrás para desplazar un mechón de pelo que por los bruscos movimientos me tapaba la cara. Mordiéndome el labio inferior, divertida y con un cierto toque de sensualidad, a la vez que desenfundaba con rapidez mis dos ballestas de mano.
Le disparé en el pecho sin darle tiempo a reacción. Descargué seis disparos sobre su pecho pero para mi sorpresa… ¡resistió! Rebotando todas las flechas en el mismo. Alcé una ceja descolocada.
-¿Creías que sería tan fácil? – preguntó el de pelo cano, riéndose. Lo cual me hizo mosquearme. Pronto comprendí la causa: Era un biocibernético, como Rachel. Algo que se apreciaba en sus ojos extraños. – Tendrás que hacer algo mejor. – Comentó, y se lanzó a por mí con una espada, movimiento que rápidamente esquivé con una voltereta hacia atrás. Él sería muy fuerte, pero yo era muy ágil, aunque necesitaba algo de espacio para poder recargar mis armas.
-Maestra Boisson, permítame que le cuente lo que he averiguado. ¿Puedo? – asentí. Con Rach había que ser especialmente paciente. – La persona que usted me mandó perseguir se llamaba Maxine. Llevaba un medallón, y se lo entregó al hombre del galeón al final de la nave. – señaló el galeón, en el que varios marineros parecían apresurados por terminar de cargarlo y partir cuanto antes. Lo llevaban claro. – El capitán se llama Clyon. Pretenden sacarlo por mar. Tiene un montón de hombres a su cargo. – Qué típico. Estaba claro que no iba a ser sencillo. – ¡Mire, mire, Maestra Boisson! – comenzó a dar saltitos efusivos. - ¡Esa es Maxine! ¡Está subiendo al barco! – gritó histérica la espía.
-Rachel, estate quieta, joder. – la abronqué agarrándome a la barandilla, y es que cada salto de Rachel eran casi 200 kilos sobre una pasarela que hizo al ademán de derrumbarse varias ocasiones.
Se disculpó y se detuvo, pero el bailoteo llamó la atención de los marineros, que sumado a la crispación por el incendio de la nave, cortesía de Alister Cronwell, y la la impulsividad de Vincent, habían llevado al traste mi plan de mantener la paciencia y ser sigilosos. – A la mierda. – me resigné al fin, y comencé a correr por la pasarela yo también, con Rachel siempre detrás de mí.
Alister se enfrentó a Maxine. La pícara era ágil, pero no era rival para un dragón enfurecido. Sonreí tímidamente con ironía y me compadecí de ella cuando la vi entre sus fauces, agitándola como si de un pelele se tratase y estampándola contra las paredes a su antojo. Suplicando piedad y ayuda. Luego vi a Vincent y Jules pasándolo mal contra unos marineros, justo a los pies del barco, se encontraban protegiéndolo. El hermano de Elen estaba furioso, no era para menos.
Apunté con la ballesta pesada a uno con una alfanje, que por su posición no podían ver venir y que trataba de flanquearles. Desde mi posición, altura y sin oposición era un tiro sencillo a pesar de la distancia. Predije su trayectoria, apuntando un poco más adelante, de donde se encontrara para que el virote recorriese los 30 metros en el mismo tiempo que él recorría los diez metros que le separaban de Jules y Vincent. Quedó empalado a uno de los contenedores de carga, con su cerebro atravesado por el mismo virote. Jules se giró hacia mí.
-¡Joder, Huri! ¡Que estábamos muy cerca! – bramó Jules hacia nosotras. - ¿Y si hubieses fallado? – parecía hacerse el molesta.
-¿Cuándo lo he hecho? – les contesté seria, con dejadez y soberbia. ¿Quién tenía más puntería que yo dentro del gremio? Quizás Overholser, pero él era francotirador profesional. Cassandra no era tampoco mala con el arco, pero no no era ni de cerca tan prodigiosa como yo.
Mientras más hombres se centraban en Vincent, Jules y Alister, que eran los que se encontraban en el muelle. Yo podría aprovechar su distracción y valerme de mi agilidad para llegar hasta el jefe. – Quédate aquí. – ordené a la chica Roche. La biocibernética no es que fuese demasiado ávida en combate y prefería que se mantuviera al margen de aquello.
Amarré la ballesta pesada en su soporte a mi espalda, corrí hacia el límite de la pasarela y salté con una voltereta delantera incluida, cayendo los diez metros de desnivel del almacén y amortiguando el golpe con mis poderes de viento con una corriente en dirección contraria a mi caída. Una vez allí, fui saltando de contenedor en contenedor, salvando las distancias mayores con saltos de nuevo ayudados del viento y con una gran rapidez tomé el impulso más alto en el último para dar el salto más largo, el que salvaba la distancia el muelle con el barco. Tuve que hacer un salto especialmente esmerado para poder llegar, ya que estaba considerablemente lejos. Pero finalmente, tras rodar por la madera, conseguí plantarme en la cubierta del barco.
Menudo cretino, Clyon, ni siquiera me vio llegar gracias a la distracción, mis ropajes oscuros y mis pasos silenciosos, amortiguados en gran medida por las corrientes de viento que generaba. Para colmo no había dejado guardias dentro. Como si fuese intocable en su “galeón-fortín” y creyese que la pasarela era la única vía de acceso. Cuánta arrogancia. Pronto le bajaría los humos.
Aparecí justo delante detrás de él. Estaba muerto en cuanto quisiese. – Cú cú. – sonreí a su espalda. Permitiendo que, al menos, viese mi rostro antes de que lo matase.
-¿Quién eres…? – preguntó sorprendido.
-La que te va a acribillar... – respondí girando la cabeza hacia atrás para desplazar un mechón de pelo que por los bruscos movimientos me tapaba la cara. Mordiéndome el labio inferior, divertida y con un cierto toque de sensualidad, a la vez que desenfundaba con rapidez mis dos ballestas de mano.
Le disparé en el pecho sin darle tiempo a reacción. Descargué seis disparos sobre su pecho pero para mi sorpresa… ¡resistió! Rebotando todas las flechas en el mismo. Alcé una ceja descolocada.
-¿Creías que sería tan fácil? – preguntó el de pelo cano, riéndose. Lo cual me hizo mosquearme. Pronto comprendí la causa: Era un biocibernético, como Rachel. Algo que se apreciaba en sus ojos extraños. – Tendrás que hacer algo mejor. – Comentó, y se lanzó a por mí con una espada, movimiento que rápidamente esquivé con una voltereta hacia atrás. Él sería muy fuerte, pero yo era muy ágil, aunque necesitaba algo de espacio para poder recargar mis armas.
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
La situación siguió del modo esperado. O sería más correcto decir, que había continuado de la forma que suponía. Las palabras cargadas de furia, las advertencias, o las recientes muertes de sus compañeros, no provocaron que el grupo de bandidos desistiera de luchar. Sí. Vacilaron. Pero después de pasar el sobresalto inicial volvieron a la carga. Haciendo aquello tan predecible para él, y que solamente podía considerar como pura estupidez.
- Ese medallón es sumamente valioso para mí-, comentó, nada más rechazar el ataque de uno de los ladrones con su acero. Para rápidamente moverse hacia otro de sus rivales, y sesgar su vida con un rápido corte en el cuello, y volver a encararse con el primero para defenderse de un nuevo ataque de este. - Pero para ustedes no vale nada-, siguió hablando, mientras mantenía un cruce de espadas con el tipo con el que luchaba. - No merece la pena morir por algo que no tiene valor alguno.
Dio un paso rápido hacia atrás, para provocar que la fuerza de su contrincante lo hiciera desequilibrarse y moverse hacia adelante sin pretenderlo. Acompañó la acción con un rápido tajo, que cortó la suficiente carne del muslo de su adversario como para que la sangre saliera a borbotones de su pierna, y el hombre no pudiera evitar caer de bruces. Vivo aún, pero totalmente vencido.
- No quiero nada más que el colgante. Me importa bien poco lo que pase con ustedes-, dijo, alzando una mano y señalando con el dedo de forma impositiva hacia el resto de los rivales aún en pie. - No me importan sus vidas. No he venido a hacerme con ellas esta noche. Así que os dejo decidir. Esta puede ser aquella noche en la que os encontrasteis con un brujo enfurecido. O la noche en la que os encontrasteis con ese brujo, antes de encontraros con la muerte. Elegid-, comentó, manteniendo el tono autoritario.
Pero no había nada que hacer. Ni siquiera la pronta muerte que les esperaría si se enfrentaban a él, les hacía recapacitar. Seguramente temían más a sus líderes que al brujo que tenían delante, sin tan siquiera importar que este no estuviera solo. Jules ya había dado muestras de su genialidad con la ballesta, y el resto no tardarían en dar cuenta de sus habilidades de combate.
Aunque quizás tampoco fuera temor hacia las consecuencias de traicionar a su jefe. Después de todo, si él estuviera en la misma posición que esos hombres, ¿se rendiría tan fácilmente? La pregunta tenía fácil respuesta. En demasiados atolladeros se había metido en su vida, como para no saberla. Menos aún cuando en varias ocasiones se había enfrentado a enemigos formidables.
El gran espadachín que había enfrentado con Níniel en aquel trabajo de rescate, y que es de los pocos hombres de los que podía decir que lo superaba en manejo de espada. Muchos lo superaban en fuerza, pero en destreza… Eso ya era otra historia. Nunca lo hubiera derrotado si no hubiera sido un tipo demasiado orgulloso y egocéntrico para siquiera imaginar que se enfrentaba a un brujo, y no a un hombre como realmente pensaba. Sin su magia no le hubiera vencido.
Aquel brujo eléctrico, que casi lo manda a la otra vida, en aquella mina alejada de toda deidad. Su compañera ilusionista, y el líder de ambos. Aquel bio supervisor del extraño complejo que controlaba. La montura de Frendel, a la que no podría vencer, ni por supuesto hizo, teniéndose que conformar con sobrevivir. Sin poder olvidar la tan poco agradable y más reciente experiencia en el internado de Baslodia.
Tenía un sinfín de anécdotas, donde su talento, el azar, o la fortuna, habían inclinado finalmente la balanza a su favor. Así que era fácil suponer que esos bandidos esperaban su golpe de suerte. Una suerte, que desgraciadamente para ellos, no llegaría. No estaba dispuesto a dejar que nada se entrometiera en su camino, ni siquiera la tan afamada fortuna. Conseguiría el colgante de su hermana. No importaba cuanto tuviera que sudar o sangrar. Su pequeña y dulce hermana no se quedaría toda la vida sumida en un mundo de pesadillas, mientras él estuviera vivo.
Un gran estruendo distrajo y paralizó el combate en los muelles por un breve lapsus. El tiempo suficiente para que todos se percatasen que había pasado, y pudieran ver al dragón que había caído al muelle, llevándose la barandilla del navío consigo. La barandilla y algo más.
Esto no cambió la situación en demasía. Sin embargo, era evidente que la presencia del dragón le daba un cariz distinto a los rostros de los ladrones. Comprensible. Tenían que enfrentarse a un brujo, a un tirador que los estaba destrozando desde la distancia, y ahora además tendrían que lidiar con una bestia de la naturaleza. La versión corta y más pequeña de un verdadero dragón. Pero que les dijeran a esos bandidos que no era tan grave. Que podría ser peor, y un hombre dragón era más fácil de derrotar que los legendarios reptiles alados.
Si llegaran a saber que en realidad había otra tiradora no demasiado lejos de ellos. Y que además, tanto ella, como el otro ballestero que los estaba cosiendo a saetazos, eran también brujos… Quizás a esos bandidos solamente les faltaba un poco de información, para terminar por hacerlos huir.
Precisamente la cercanía de una saeta provocó la molestia de Jules, que no dudó un segundo en dirigir sus palabras hacia la mujer que había realizado tal hazaña. Porque un disparo de esa envergadura, solamente se podía considerar una hazaña.
- El roce hace el cariño, eh-, bromeó a su compañero.
Haber visto caer a la ladrona, y saber que Alister la tenía atada en corto, había sido toda una inyección de moral. Su más preciado deseo estaba prácticamente al alcance de su mano. Solamente había que insistir un poco más. Después de llamar la atención del dragón con el combate. Tocaba seguir luchando para mantener al resto de bandidos alejados de su superiora y de Alister.
Jules por su parte, sólo contestó con un bufido de exasperación. Que provocó la sonrisa de Vincent, antes de tener que volver a enfrentarse espada en mano, contra otro de los canallas.
La relación entre Jules y Huracán, era cuanto menos… curiosa. Huri era tan seria y comprometida con su labor y sus misiones, que era difícil pensar que pudiera tener la mente en otra cosa que no fuera su trabajo. Y Jules… Que podía decir, Jules era Jules, no hacía falta describirlo. Era un chico desenfadado y simpático. De carácter burlón, pero que pese a todo no perdía la concentración en su meta. En su deber.
En el fondo le recordaba a él mismo. El mayor de los Calhoun, no era muy distinto al Roche. Pero la cuestión, es que era difícil pensar que dos personas tan diferentes como Jules y la Boisson, pudieran ser tan buen equipo. Y que les gustara tanto pasar tiempo juntos, aunque estos seguramente lo negasen.
Pero en fin. Esto no importaba ahora. Era un detalle fugaz, que había cruzado su mente, al ver la reacción del cazador por el tiro de su compañera.
Ahora solamente le interesaba llegar hasta Alister, y recuperar el medallón de manos de la maldita ladrona que ahora mismo estaría deseando haberle robado a cualquier persona menos a Elen.
- Subir al barco costará un poco. Por tener que subir por esa estrecha pasarela, teniendo que vencer a todos esos hombres para poder hacerlo-, comentó a Jules, guiñándole un ojo para ir dando sentido a su plan. - Pero si es estrecho para nosotros…-, no dijo nada más, pues no hacía falta. - Ayúdame con tus poderes.de fuego-, dijo finalmente, dando un pequeño salto hacia atrás, mientras que realizaba un corte horizontal con su espada, desgarrando el abdomen del pobre desgraciado que le había tocado luchar contra él en esta ocasión.
Nada más abatir a su rival, corrió hacia donde se encontraba Alister. Y aprovechando el fuego que campaba a sus anchas por el muelle, lo usó para crear un muro ígneo semicircular, justo delante de la salida de la pasarela. Jules lo ayudó a potenciarlo, y el cazador se encargó de mantenerlo estable. Ese muro mantendría a los ladrones del interior del barco atrapados en él, mientras él se encargaba de todo aquel que ya estuviera en los muelles, y que se atreviera a acercarse hasta donde se encontraba Jules, el propio dragón, y él mismo.
Fue en ese instante cuando un grito cambió sus planes por completo.
- ¿Cómo que en el barco? - preguntó, girándose para encararse a la ladrona. - ¡¿Cómo que está en el barco?! - gritó, comenzando a rebuscar en los bolsillos de la maltrecha mujer.
Nada. No tenía nada. No había encontrado nada. Al menos en el poco tiempo que tenía para registrarla, sin acabar muerto por un puñalada en la espalda de unos de sus secuaces. De todos modos, tampoco tenía que preocuparse tanto. Ahora Alister estaba libre para protegerles, tanto a Jules que mantenía el muro de fuego, como a él, mientras se pasaban el testigo del interrogatorio.
- ¡Dímelo! -, volvió a gritar, zarandeando a la mujer por el cuello de las camisa, que sostenía con ambas manos. Una mujer que casi estaba desmayada por la pérdida de sangre, así que tuvo que soltarla con una mano para abofetearla y que reaccionara ante sus palabras, antes de volver a agarrarla con ambas manos. - Donde está el medallón-, dijo, con voz dura y fría.
- Lo tiene Clyon. Es él quien está al mando de esta operación-, comentó la chica casi sin fuerza en la voz.
No necesitaba escuchar nada más. Por ello, Vincent dejó resbalar la prenda de la mujer entre sus dedos, provocando que esta cayera al suelo. Sin mirarla, ni importarle, desviando la mirada hacia el galeón.
Había otra persona por encima en rango a esa ladrona. Y era él quien tenía el colgante. Así que en un instante todo había cambiado. La prioridad seguía siendo el colgante. Pero ahora tenía que capturar a otra persona para recuperarlo. Además, de tenerlo casi al alcance de sus manos, de repente se le había escurrido entre las yemas de los dedos, como la tela de aquella bandida mientras se desplomaba al suelo.
Sentía que la camisa de esa mujer había sido el colgante. Una triste y burlona metáfora de su fracaso. Había sentido su ánimo caer con ella. Pero en el fondo solamente era una traba más en aquella maldita noche. Un bache más en el camino. Se había jurado recuperar el medallón, y ningún percance lo frenaría. Sólo la muerte.
- Alister, ¿ves a todos esos tipos atrapados en la pasarela que no han podido bajar? Nos harías un favor a Jules y a mí, si desalojas el patio un poco. Seguro que con tanto caluroso fuego desean refrescarse un poco-, bromeó con una media sonrisa, y su habitual talante divertido, antes de retomar el gesto serio. - Debo subir. Hay un hombre que ansío conocer.
- Ese medallón es sumamente valioso para mí-, comentó, nada más rechazar el ataque de uno de los ladrones con su acero. Para rápidamente moverse hacia otro de sus rivales, y sesgar su vida con un rápido corte en el cuello, y volver a encararse con el primero para defenderse de un nuevo ataque de este. - Pero para ustedes no vale nada-, siguió hablando, mientras mantenía un cruce de espadas con el tipo con el que luchaba. - No merece la pena morir por algo que no tiene valor alguno.
Dio un paso rápido hacia atrás, para provocar que la fuerza de su contrincante lo hiciera desequilibrarse y moverse hacia adelante sin pretenderlo. Acompañó la acción con un rápido tajo, que cortó la suficiente carne del muslo de su adversario como para que la sangre saliera a borbotones de su pierna, y el hombre no pudiera evitar caer de bruces. Vivo aún, pero totalmente vencido.
- No quiero nada más que el colgante. Me importa bien poco lo que pase con ustedes-, dijo, alzando una mano y señalando con el dedo de forma impositiva hacia el resto de los rivales aún en pie. - No me importan sus vidas. No he venido a hacerme con ellas esta noche. Así que os dejo decidir. Esta puede ser aquella noche en la que os encontrasteis con un brujo enfurecido. O la noche en la que os encontrasteis con ese brujo, antes de encontraros con la muerte. Elegid-, comentó, manteniendo el tono autoritario.
Pero no había nada que hacer. Ni siquiera la pronta muerte que les esperaría si se enfrentaban a él, les hacía recapacitar. Seguramente temían más a sus líderes que al brujo que tenían delante, sin tan siquiera importar que este no estuviera solo. Jules ya había dado muestras de su genialidad con la ballesta, y el resto no tardarían en dar cuenta de sus habilidades de combate.
Aunque quizás tampoco fuera temor hacia las consecuencias de traicionar a su jefe. Después de todo, si él estuviera en la misma posición que esos hombres, ¿se rendiría tan fácilmente? La pregunta tenía fácil respuesta. En demasiados atolladeros se había metido en su vida, como para no saberla. Menos aún cuando en varias ocasiones se había enfrentado a enemigos formidables.
El gran espadachín que había enfrentado con Níniel en aquel trabajo de rescate, y que es de los pocos hombres de los que podía decir que lo superaba en manejo de espada. Muchos lo superaban en fuerza, pero en destreza… Eso ya era otra historia. Nunca lo hubiera derrotado si no hubiera sido un tipo demasiado orgulloso y egocéntrico para siquiera imaginar que se enfrentaba a un brujo, y no a un hombre como realmente pensaba. Sin su magia no le hubiera vencido.
Aquel brujo eléctrico, que casi lo manda a la otra vida, en aquella mina alejada de toda deidad. Su compañera ilusionista, y el líder de ambos. Aquel bio supervisor del extraño complejo que controlaba. La montura de Frendel, a la que no podría vencer, ni por supuesto hizo, teniéndose que conformar con sobrevivir. Sin poder olvidar la tan poco agradable y más reciente experiencia en el internado de Baslodia.
Tenía un sinfín de anécdotas, donde su talento, el azar, o la fortuna, habían inclinado finalmente la balanza a su favor. Así que era fácil suponer que esos bandidos esperaban su golpe de suerte. Una suerte, que desgraciadamente para ellos, no llegaría. No estaba dispuesto a dejar que nada se entrometiera en su camino, ni siquiera la tan afamada fortuna. Conseguiría el colgante de su hermana. No importaba cuanto tuviera que sudar o sangrar. Su pequeña y dulce hermana no se quedaría toda la vida sumida en un mundo de pesadillas, mientras él estuviera vivo.
Un gran estruendo distrajo y paralizó el combate en los muelles por un breve lapsus. El tiempo suficiente para que todos se percatasen que había pasado, y pudieran ver al dragón que había caído al muelle, llevándose la barandilla del navío consigo. La barandilla y algo más.
Esto no cambió la situación en demasía. Sin embargo, era evidente que la presencia del dragón le daba un cariz distinto a los rostros de los ladrones. Comprensible. Tenían que enfrentarse a un brujo, a un tirador que los estaba destrozando desde la distancia, y ahora además tendrían que lidiar con una bestia de la naturaleza. La versión corta y más pequeña de un verdadero dragón. Pero que les dijeran a esos bandidos que no era tan grave. Que podría ser peor, y un hombre dragón era más fácil de derrotar que los legendarios reptiles alados.
Si llegaran a saber que en realidad había otra tiradora no demasiado lejos de ellos. Y que además, tanto ella, como el otro ballestero que los estaba cosiendo a saetazos, eran también brujos… Quizás a esos bandidos solamente les faltaba un poco de información, para terminar por hacerlos huir.
Precisamente la cercanía de una saeta provocó la molestia de Jules, que no dudó un segundo en dirigir sus palabras hacia la mujer que había realizado tal hazaña. Porque un disparo de esa envergadura, solamente se podía considerar una hazaña.
- El roce hace el cariño, eh-, bromeó a su compañero.
Haber visto caer a la ladrona, y saber que Alister la tenía atada en corto, había sido toda una inyección de moral. Su más preciado deseo estaba prácticamente al alcance de su mano. Solamente había que insistir un poco más. Después de llamar la atención del dragón con el combate. Tocaba seguir luchando para mantener al resto de bandidos alejados de su superiora y de Alister.
Jules por su parte, sólo contestó con un bufido de exasperación. Que provocó la sonrisa de Vincent, antes de tener que volver a enfrentarse espada en mano, contra otro de los canallas.
La relación entre Jules y Huracán, era cuanto menos… curiosa. Huri era tan seria y comprometida con su labor y sus misiones, que era difícil pensar que pudiera tener la mente en otra cosa que no fuera su trabajo. Y Jules… Que podía decir, Jules era Jules, no hacía falta describirlo. Era un chico desenfadado y simpático. De carácter burlón, pero que pese a todo no perdía la concentración en su meta. En su deber.
En el fondo le recordaba a él mismo. El mayor de los Calhoun, no era muy distinto al Roche. Pero la cuestión, es que era difícil pensar que dos personas tan diferentes como Jules y la Boisson, pudieran ser tan buen equipo. Y que les gustara tanto pasar tiempo juntos, aunque estos seguramente lo negasen.
Pero en fin. Esto no importaba ahora. Era un detalle fugaz, que había cruzado su mente, al ver la reacción del cazador por el tiro de su compañera.
Ahora solamente le interesaba llegar hasta Alister, y recuperar el medallón de manos de la maldita ladrona que ahora mismo estaría deseando haberle robado a cualquier persona menos a Elen.
- Subir al barco costará un poco. Por tener que subir por esa estrecha pasarela, teniendo que vencer a todos esos hombres para poder hacerlo-, comentó a Jules, guiñándole un ojo para ir dando sentido a su plan. - Pero si es estrecho para nosotros…-, no dijo nada más, pues no hacía falta. - Ayúdame con tus poderes.de fuego-, dijo finalmente, dando un pequeño salto hacia atrás, mientras que realizaba un corte horizontal con su espada, desgarrando el abdomen del pobre desgraciado que le había tocado luchar contra él en esta ocasión.
Nada más abatir a su rival, corrió hacia donde se encontraba Alister. Y aprovechando el fuego que campaba a sus anchas por el muelle, lo usó para crear un muro ígneo semicircular, justo delante de la salida de la pasarela. Jules lo ayudó a potenciarlo, y el cazador se encargó de mantenerlo estable. Ese muro mantendría a los ladrones del interior del barco atrapados en él, mientras él se encargaba de todo aquel que ya estuviera en los muelles, y que se atreviera a acercarse hasta donde se encontraba Jules, el propio dragón, y él mismo.
Fue en ese instante cuando un grito cambió sus planes por completo.
- ¿Cómo que en el barco? - preguntó, girándose para encararse a la ladrona. - ¡¿Cómo que está en el barco?! - gritó, comenzando a rebuscar en los bolsillos de la maltrecha mujer.
Nada. No tenía nada. No había encontrado nada. Al menos en el poco tiempo que tenía para registrarla, sin acabar muerto por un puñalada en la espalda de unos de sus secuaces. De todos modos, tampoco tenía que preocuparse tanto. Ahora Alister estaba libre para protegerles, tanto a Jules que mantenía el muro de fuego, como a él, mientras se pasaban el testigo del interrogatorio.
- ¡Dímelo! -, volvió a gritar, zarandeando a la mujer por el cuello de las camisa, que sostenía con ambas manos. Una mujer que casi estaba desmayada por la pérdida de sangre, así que tuvo que soltarla con una mano para abofetearla y que reaccionara ante sus palabras, antes de volver a agarrarla con ambas manos. - Donde está el medallón-, dijo, con voz dura y fría.
- Lo tiene Clyon. Es él quien está al mando de esta operación-, comentó la chica casi sin fuerza en la voz.
No necesitaba escuchar nada más. Por ello, Vincent dejó resbalar la prenda de la mujer entre sus dedos, provocando que esta cayera al suelo. Sin mirarla, ni importarle, desviando la mirada hacia el galeón.
Había otra persona por encima en rango a esa ladrona. Y era él quien tenía el colgante. Así que en un instante todo había cambiado. La prioridad seguía siendo el colgante. Pero ahora tenía que capturar a otra persona para recuperarlo. Además, de tenerlo casi al alcance de sus manos, de repente se le había escurrido entre las yemas de los dedos, como la tela de aquella bandida mientras se desplomaba al suelo.
Sentía que la camisa de esa mujer había sido el colgante. Una triste y burlona metáfora de su fracaso. Había sentido su ánimo caer con ella. Pero en el fondo solamente era una traba más en aquella maldita noche. Un bache más en el camino. Se había jurado recuperar el medallón, y ningún percance lo frenaría. Sólo la muerte.
- Alister, ¿ves a todos esos tipos atrapados en la pasarela que no han podido bajar? Nos harías un favor a Jules y a mí, si desalojas el patio un poco. Seguro que con tanto caluroso fuego desean refrescarse un poco-, bromeó con una media sonrisa, y su habitual talante divertido, antes de retomar el gesto serio. - Debo subir. Hay un hombre que ansío conocer.
Vincent Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Mientras la hechicera seguía atrapada en su pesadilla, luchando por despertar sin éxito, el interior de la nave se convertía en un completo caos a consecuencia de la batalla. - ¡Mientes! - espetó el dragón, tomando las palabras de Maxine por una simple treta para apartar su interés hacia el galeón y escapar. - ¡No! ¡Te lo juro! - insistió ella, sintiendo como las fuerzas la abandonaban poco a poco a causa del sangrado, si no convencía pronto a la enfurecida bestia que tenía delante sus esperanzas de abandonar aquel almacén con vida se esfumarían. Vincent no tardó en acercarse a ambos y tomar el relevo, revisando las ropas de la ladrona y comprobando así que no llevaba consigo el medallón solar.
Alister se apartó ligeramente para dar espacio al brujo, gruñendo por lo bajo como si de un animal enjaulado se tratase. Quería matarla, su mente estaba nublada por la ira y la sed de venganza, esa misma que se había adueñado de él cuando perdió a Emily, pero no podía perder el tiempo con aquella rata, si realmente la reliquia había cambiado de manos debía darse prisa y encontrar al tal Clyon, antes de que fuese demasiado tarde… La imagen de la tensai volvió a su cabeza justo a tiempo para que se centrase en lo que realmente importaba, pero ¿de qué valdría matar a todos aquellos esbirros si el verdadero enemigo se mantenía en un lugar seguro? El Coleccionista, él era el artífice de todo aquello, debía enviarle un mensaje claro para que desistiese de volver a atacar a la benjamina de los Calhoun.
Tras ver como la ladrona se desplomaba a causa de sus heridas, Vincent se dirigió a él para pedirle que se librase de los hombres que habían quedado atrapados en la pasarela gracias al muro de fuego, abriendo el camino para que tanto él como Jules pudiesen subir a bordo y buscar a su siguiente objetivo. El dragón dudó durante unos breves instantes, debatiéndose entre el impulso que lo empujaba a levantar el vuelo y alcanzar la cubierta para ocuparse de Clyon por su cuenta y una débil voz interior que le decía que debía actuar con cabeza y valorar el trabajo en equipo, ya que eso era lo que formaban.
Un error podría llevarlos al fracaso, algo que no podía permitir ya que supondría el fin para su compañera, que jamás volvería a despertar y terminaría sus días sumida en una pesadilla constante, totalmente vulnerable en manos de los jinetes. ¿Cuánto podría aguantar así? ¿Días? ¿Semanas? Sin la reliquia su cuerpo acabaría sucumbiendo, y él no estaba preparado para afrontar algo semejante. Los recuerdos asaltaron su mente entonces, mostrándole a la de cabellos cenicientos en diferentes momentos que habían compartido, como el día en que se conocieron, cuando confundiéndola con el recipiente de una posesión demoníaca le puso una espada al cuello. ¿Quién le hubiese dicho entonces que la mujer a la que amenazaba se iba a convertir en alguien tan importante para él?
Sus aventuras en los caminos, todos los peligros a los que se habían enfrentado mientras trataba de ganarse su confianza, sin saber que al mismo tiempo se estaba enamorando de ella. Sus gritos y golpes al otro lado de la puerta cuando uno de los enormes hombres araña lo atrapó por protegerla, los verdes ojos de la bruja empañados en lágrimas al verlo herido, los recientes festejos del Bragiväl en que habían compartido dos agradables noches, su tranquilo día a las afueras con Elen transformada en hada del bosque, todo paso por su mente rápidamente. ¿Y si no volvía a ver sus ojos o la forma en que sus labios se curvaban al sonreír? ¿Y si su último recuerdo de ella era el de encontrarla tirada en el callejón bajo la lluvia o postrada en cama con aquella expresión intranquila en el rostro? No, no podía permitirlo.
- Yo me encargo. - respondió a Vincent, pero antes de dirigirse a la pasarela desvió su mirada hacia Maxine y la aferró por uno de los hombros para alzarla un poco, lo justo para hablarle. La ladrona emitió un débil quejido pero ya no le quedaban fuerzas para luchar, solo podía esperar y ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. - Tú te quedas aquí, tengo una tarea para ti cuanto todo esto acabe. - dijo el dragón. - Si intentas escapar seguiré tu rastro y te mataré, ¿ha quedado claro? - prosiguió con seriedad, obteniendo como respuesta un gesto afirmativo de cabeza de la guerrera. Maxine sería la encargada de trasladar su mensaje al Coleccionista, uno que no tendría palabras pero que sería claro como el agua.
Una vez hecho esto la liberó y agitó las alas para levantar el vuelo, avanzando a toda prisa hacia la pasarela para valerse de su cuerpo y embestir a los hombres que allí habían quedado atrapados. Las garras de las patas traseras se hundieron en la carne de uno de ellos, al cual se llevó y lo lanzó contra el borde del muelle, consiguiendo que sus huesos crujiesen sonoramente con el impacto. Utilizar su fuego estaba descartado, pues sus compañeros necesitaban la entrada para llegar a cubierta y enfrentarse a Clyon, así que optó por sobrevolar una y otra vez la pasarela, arrastrando consigo cada vez a un enemigo y asegurándose de que éstos quedasen fuera de combate.
- ¡Ahora! - indicó desde el aire, para que Jules y Vincent desvaneciesen el muro de fuego y aprovechasen el momento para subir, justo antes de centrar su atención sobre la cubierta en busca del supuesto líder de la operación al que Maxine había mencionado. Lo que el dragón no sabía era que ya estaba Huracán a bordo haciendo frente al bio cibernético, al que su condición daba algo de resistencia a los proyectiles de la cazadora. Las flechas rebotarían contra su metálica coraza, pero ¿podría resistir también las abrasadoras llamas? Pronto lo comprobarían. Alister aterrizó sobre la cubierta y esperó a que los demás se reuniesen con él, consciente de que no podría pasar por el marco de las puertas estando transformado, lo cual lo obligaría a aguardar allí hasta que el resto sacasen a Clyon del interior del galeón.
Alister se apartó ligeramente para dar espacio al brujo, gruñendo por lo bajo como si de un animal enjaulado se tratase. Quería matarla, su mente estaba nublada por la ira y la sed de venganza, esa misma que se había adueñado de él cuando perdió a Emily, pero no podía perder el tiempo con aquella rata, si realmente la reliquia había cambiado de manos debía darse prisa y encontrar al tal Clyon, antes de que fuese demasiado tarde… La imagen de la tensai volvió a su cabeza justo a tiempo para que se centrase en lo que realmente importaba, pero ¿de qué valdría matar a todos aquellos esbirros si el verdadero enemigo se mantenía en un lugar seguro? El Coleccionista, él era el artífice de todo aquello, debía enviarle un mensaje claro para que desistiese de volver a atacar a la benjamina de los Calhoun.
Tras ver como la ladrona se desplomaba a causa de sus heridas, Vincent se dirigió a él para pedirle que se librase de los hombres que habían quedado atrapados en la pasarela gracias al muro de fuego, abriendo el camino para que tanto él como Jules pudiesen subir a bordo y buscar a su siguiente objetivo. El dragón dudó durante unos breves instantes, debatiéndose entre el impulso que lo empujaba a levantar el vuelo y alcanzar la cubierta para ocuparse de Clyon por su cuenta y una débil voz interior que le decía que debía actuar con cabeza y valorar el trabajo en equipo, ya que eso era lo que formaban.
Un error podría llevarlos al fracaso, algo que no podía permitir ya que supondría el fin para su compañera, que jamás volvería a despertar y terminaría sus días sumida en una pesadilla constante, totalmente vulnerable en manos de los jinetes. ¿Cuánto podría aguantar así? ¿Días? ¿Semanas? Sin la reliquia su cuerpo acabaría sucumbiendo, y él no estaba preparado para afrontar algo semejante. Los recuerdos asaltaron su mente entonces, mostrándole a la de cabellos cenicientos en diferentes momentos que habían compartido, como el día en que se conocieron, cuando confundiéndola con el recipiente de una posesión demoníaca le puso una espada al cuello. ¿Quién le hubiese dicho entonces que la mujer a la que amenazaba se iba a convertir en alguien tan importante para él?
Sus aventuras en los caminos, todos los peligros a los que se habían enfrentado mientras trataba de ganarse su confianza, sin saber que al mismo tiempo se estaba enamorando de ella. Sus gritos y golpes al otro lado de la puerta cuando uno de los enormes hombres araña lo atrapó por protegerla, los verdes ojos de la bruja empañados en lágrimas al verlo herido, los recientes festejos del Bragiväl en que habían compartido dos agradables noches, su tranquilo día a las afueras con Elen transformada en hada del bosque, todo paso por su mente rápidamente. ¿Y si no volvía a ver sus ojos o la forma en que sus labios se curvaban al sonreír? ¿Y si su último recuerdo de ella era el de encontrarla tirada en el callejón bajo la lluvia o postrada en cama con aquella expresión intranquila en el rostro? No, no podía permitirlo.
- Yo me encargo. - respondió a Vincent, pero antes de dirigirse a la pasarela desvió su mirada hacia Maxine y la aferró por uno de los hombros para alzarla un poco, lo justo para hablarle. La ladrona emitió un débil quejido pero ya no le quedaban fuerzas para luchar, solo podía esperar y ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. - Tú te quedas aquí, tengo una tarea para ti cuanto todo esto acabe. - dijo el dragón. - Si intentas escapar seguiré tu rastro y te mataré, ¿ha quedado claro? - prosiguió con seriedad, obteniendo como respuesta un gesto afirmativo de cabeza de la guerrera. Maxine sería la encargada de trasladar su mensaje al Coleccionista, uno que no tendría palabras pero que sería claro como el agua.
Una vez hecho esto la liberó y agitó las alas para levantar el vuelo, avanzando a toda prisa hacia la pasarela para valerse de su cuerpo y embestir a los hombres que allí habían quedado atrapados. Las garras de las patas traseras se hundieron en la carne de uno de ellos, al cual se llevó y lo lanzó contra el borde del muelle, consiguiendo que sus huesos crujiesen sonoramente con el impacto. Utilizar su fuego estaba descartado, pues sus compañeros necesitaban la entrada para llegar a cubierta y enfrentarse a Clyon, así que optó por sobrevolar una y otra vez la pasarela, arrastrando consigo cada vez a un enemigo y asegurándose de que éstos quedasen fuera de combate.
- ¡Ahora! - indicó desde el aire, para que Jules y Vincent desvaneciesen el muro de fuego y aprovechasen el momento para subir, justo antes de centrar su atención sobre la cubierta en busca del supuesto líder de la operación al que Maxine había mencionado. Lo que el dragón no sabía era que ya estaba Huracán a bordo haciendo frente al bio cibernético, al que su condición daba algo de resistencia a los proyectiles de la cazadora. Las flechas rebotarían contra su metálica coraza, pero ¿podría resistir también las abrasadoras llamas? Pronto lo comprobarían. Alister aterrizó sobre la cubierta y esperó a que los demás se reuniesen con él, consciente de que no podría pasar por el marco de las puertas estando transformado, lo cual lo obligaría a aguardar allí hasta que el resto sacasen a Clyon del interior del galeón.
Elen Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Clyon estaba dispuesto a hacer llegar aquel medallón al coleccionista fuera como fuera. Y algo me decía que no iba a frenar su ímpetu por nada. Con su espada trataba de segarme, pero yo lo esquivaba con rapidez con varias volteretas hacia los lados impulsándome por medio del viento, entre los que intercalaba algún disparo con mis ballestas, tratando de encontrar una debilidad en su armadura. -¡Ash balla ná! – conjuré boca abajo en el mismo aire, extendiendo mis brazos con fuerza. La corriente derribó a Clyon y le hizo entrar con fuerza en el interior del barco.
Miré de reojo y vi como Alister se llevaba por delante a los hombres de Clyon en sucesivas barridas, permitiendo el acceso a cubierta de Jules y Vincent. Impulsivamente y sin esperar, accedí al interior del mismo, ya que el biocibernético comenzaba a verse en inferioridad numérica. Pronto aterrizaría Alister sobre la cubierta del mismo, que permanecía despejada de enemigos. – Que no entre nadie. – pedí al alado, señalando la pasarela, por donde más fieles de Clyon parecían empecinados en venir. A menos que fuesen tan saltimbanquis como yo, su única vía de acceso iba a ser esa pasarela, y al menos a mí ni se me ocurriría acercarme con un dragón enfurecido en la misma.
-Huracán. Veo que has dejado atrás a Rach. ¿Cómo estás tú? – preguntó Jules, una vez llegó junto a Vincent.
-¿Tú como me ves? – respondí, sujetando con ambas manos mi ballesta pesada y desprendiendo una mirada lateral a mi compañero cazador.
-Divina. Radiante. ¿Para qué mentir? Mejor sin trenza. – sonreí halagada, mientras agitaba coqueta y con fuerza mi cabeza para apartar de delante de mi rostro el pelo de mi larga melena que tapaba uno de mis ojos, como siempre ocurría cuando brincaba.
-Nuestro ladrón se ha atrincherado dentro. Se llama Clyon. Es un biocibernético bastante resistente. – indiqué a los tres chicos, aunque tal vez supiesen dicha información. – Tiene una espada larga y está en un lugar bastante estrecho. Tiene ventaja... – guardé la ballesta pesada y me llevé la diestra a mi cinturón, donde guardaba las bombas de Soffleheimer. – Pero sólo por un segundo… - afirmé.
Jules me tomó entonces por la muñeca. Adelantándose a mí. Me hizo un gesto para que me detuviera y se acercó a la puerta.
-Tío, ¿Clyon? Mira, te voy a decir una cosa. Sin acritud. – Jules se acercó la puerta de la escalera que descendía hacia el interior del barco. Apoyó su antebrazo en el marco, la frente sobre éste y cruzó la pierna. – Estás muy jodido. – comentó. – Aquí fuera hay un dragón enfurecido que ha meneado a tu querida esbirra como si fuera un pelele, que ha incendiado las dársenas y que ha tirado a todos tus hombres al mar. – dijo en referencia al dragón. – También veo que has conocido a Huracán. Es un poco impulsiva. Ahora mismo iba a tirarte una de sus bombas explosivas. Y luego está Vince… – miró a Vince, le sonrió y le dio una palmada en el hombro. El hermano de Elen parecía enfadado. No era para menos. - Él es un buen tío. – Volvió su rostro hacia la escalera. –En cualquier caso, has cabreado a novio, hermano y mejor amiga de la persona a la que le has robado el medallón. Y menudo trío. – movió su mano. Jules sabía que Alister y Elen no tenían nada, al menos hasta donde él sabía, pero le gustaba tomarles el pelo. - No te voy a engañar. Vas a palmar hoy. – se sinceró. – Pero puedes hacerlo de manera más rápida y menos dolorosa si me tiras el medallón. – informó, estiró la mano hacia el interior sin poner un pie en las escaleras, esperando que el tipo entregara algo. - ¿Hace?
-¡Iros a la mierda! ¡No os voy a dar nada! ¡Vosotros sois los que vais a morir, yo saldré vivo! – bramó el muy necio.
Jules agachó la cabeza, suspiró un segundo y se giró con una mueca de resignación, alzando los hombros como diciendo: “Yo más no puedo hacer”. Lo cierto es que yo podía ser seria, pero Jules siempre conseguía sacarme una sonrisa, aunque fuese tímida. Se dio la vuelta y caminó hacia nosotros. - Bueno, ahora al menos ya no me pesará la conciencia… - me dio una palmada en el hombro. Tomando yo su testigo, que ahora caminé hacia la entrada al interior.
-Boom boom boom boom… - comencé a tararear, tomando en cada mano dos bombas, por un lado lux scintillia, la cegadora que le dejaría incapacitado, y por otro la crépitus, que producía una potente explosión, me acerqué a la escalera, quité el seguro de ambas y las arrojé con fuerza, primero la cegadora, luego la explosiva. El trabajo de Vincent y su espada en llamas sería ahora mucho más sencillo.
*Off. Subrayo habilidad de nivel 3. BombarderaMiré de reojo y vi como Alister se llevaba por delante a los hombres de Clyon en sucesivas barridas, permitiendo el acceso a cubierta de Jules y Vincent. Impulsivamente y sin esperar, accedí al interior del mismo, ya que el biocibernético comenzaba a verse en inferioridad numérica. Pronto aterrizaría Alister sobre la cubierta del mismo, que permanecía despejada de enemigos. – Que no entre nadie. – pedí al alado, señalando la pasarela, por donde más fieles de Clyon parecían empecinados en venir. A menos que fuesen tan saltimbanquis como yo, su única vía de acceso iba a ser esa pasarela, y al menos a mí ni se me ocurriría acercarme con un dragón enfurecido en la misma.
-Huracán. Veo que has dejado atrás a Rach. ¿Cómo estás tú? – preguntó Jules, una vez llegó junto a Vincent.
-¿Tú como me ves? – respondí, sujetando con ambas manos mi ballesta pesada y desprendiendo una mirada lateral a mi compañero cazador.
-Divina. Radiante. ¿Para qué mentir? Mejor sin trenza. – sonreí halagada, mientras agitaba coqueta y con fuerza mi cabeza para apartar de delante de mi rostro el pelo de mi larga melena que tapaba uno de mis ojos, como siempre ocurría cuando brincaba.
-Nuestro ladrón se ha atrincherado dentro. Se llama Clyon. Es un biocibernético bastante resistente. – indiqué a los tres chicos, aunque tal vez supiesen dicha información. – Tiene una espada larga y está en un lugar bastante estrecho. Tiene ventaja... – guardé la ballesta pesada y me llevé la diestra a mi cinturón, donde guardaba las bombas de Soffleheimer. – Pero sólo por un segundo… - afirmé.
Jules me tomó entonces por la muñeca. Adelantándose a mí. Me hizo un gesto para que me detuviera y se acercó a la puerta.
-Tío, ¿Clyon? Mira, te voy a decir una cosa. Sin acritud. – Jules se acercó la puerta de la escalera que descendía hacia el interior del barco. Apoyó su antebrazo en el marco, la frente sobre éste y cruzó la pierna. – Estás muy jodido. – comentó. – Aquí fuera hay un dragón enfurecido que ha meneado a tu querida esbirra como si fuera un pelele, que ha incendiado las dársenas y que ha tirado a todos tus hombres al mar. – dijo en referencia al dragón. – También veo que has conocido a Huracán. Es un poco impulsiva. Ahora mismo iba a tirarte una de sus bombas explosivas. Y luego está Vince… – miró a Vince, le sonrió y le dio una palmada en el hombro. El hermano de Elen parecía enfadado. No era para menos. - Él es un buen tío. – Volvió su rostro hacia la escalera. –En cualquier caso, has cabreado a novio, hermano y mejor amiga de la persona a la que le has robado el medallón. Y menudo trío. – movió su mano. Jules sabía que Alister y Elen no tenían nada, al menos hasta donde él sabía, pero le gustaba tomarles el pelo. - No te voy a engañar. Vas a palmar hoy. – se sinceró. – Pero puedes hacerlo de manera más rápida y menos dolorosa si me tiras el medallón. – informó, estiró la mano hacia el interior sin poner un pie en las escaleras, esperando que el tipo entregara algo. - ¿Hace?
-¡Iros a la mierda! ¡No os voy a dar nada! ¡Vosotros sois los que vais a morir, yo saldré vivo! – bramó el muy necio.
Jules agachó la cabeza, suspiró un segundo y se giró con una mueca de resignación, alzando los hombros como diciendo: “Yo más no puedo hacer”. Lo cierto es que yo podía ser seria, pero Jules siempre conseguía sacarme una sonrisa, aunque fuese tímida. Se dio la vuelta y caminó hacia nosotros. - Bueno, ahora al menos ya no me pesará la conciencia… - me dio una palmada en el hombro. Tomando yo su testigo, que ahora caminé hacia la entrada al interior.
-Boom boom boom boom… - comencé a tararear, tomando en cada mano dos bombas, por un lado lux scintillia, la cegadora que le dejaría incapacitado, y por otro la crépitus, que producía una potente explosión, me acerqué a la escalera, quité el seguro de ambas y las arrojé con fuerza, primero la cegadora, luego la explosiva. El trabajo de Vincent y su espada en llamas sería ahora mucho más sencillo.
- Boom boom boom!:
- Crépitus (roja): Un potente ingrediente alquímico que explota cuando impacta con fuerza contra el suelo. Dispone de seguro, por fortuna. Causa gran devastación y daño.
- Lux scintilla (amarilla): Un potente destello que ciega a sus enemigos y los aturde por unos instantes.
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
¿Pero por qué coño tardaba tanto? Que tuviera ese carácter simpático y agradable la mayor parte del tiempo, y con la mayoría de las personas, no significaba que lo que le hubiera pedido al dragón no fuera urgente.
Tenía que alcanzar a Clyon lo antes posible. Y aunque no temía que escapara, dada la encerrona en la que se encontraba el compinche de la ladrona, quería llegar hasta él antes que se le ocurriera alguna estupidez. Las tonterías que podían hacer las personas cuando se veían acorraladas eran impresionantes, y no estaba dispuesto a darle tiempo a ese necio para que las hiciera llevando el preciado medallón encima.
Por supuesto podría asaltar el barco sin la ayuda de Alister, pero eso le haría el trabajo más costoso, y tiempo era lo que ahora mismo no quería malgastar. También estaba seguro de que el dragón sabría eso, y era por ello que se preguntaba en que pensaba. Que estaría debatiendo en el interior de su cabeza escamada, cuando el plan era claro, sencillo y directo.
Lo que se estuviera planteando el alado nunca lo sabría. Seguramente. Sin embargo, al menos por fin decidió moverse y decidirse por desalojar la pasarela del barco. No sin antes dedicarles unas últimas palabras a la bandida que había asaltado a su hermana en el callejón. Eso sí que era amor.
- Pequeña. Si tienes miedo al dragón, es solamente porque llegó antes que yo hasta ti-, le guiñó un ojo a la ladrona. - Haz caso, y no te muevas de aquí. Nos volveremos a ver, y será mejor que para entonces no me hayas puesto las cosas más difíciles-, comentó, dándole la espalda e iniciando su camino hacia el bloqueo mágico que había creado junto a Jules.
La resistencia en el puerto era prácticamente inexistente a esas alturas, y solo quedaba la guarnición de bandidos atrapados en el navío. Los muy estúpidos habían tardado en darse cuenta, de que no eran rivales para un trío de brujos acompañados por un dragón. Pero al menos alguno había vivido para tener la suficiente lucidez de retirarse ahora que aún podía.
Los brujos de fuego bajaron el muro de fuego en cuanto escucharon la señal del dragón. Que ya estaba haciendo de la suyas mandando a volar, contra el agua, contra las maderas del muelle, o contra el primer lugar que decidiera arrojar al desgraciado ladrón, que le tocara el turno de un viaje en la comodidad de los transportes Alister. Compañía comercial que te garantizaba un confortable vuelo, pero una toma de tierra no tan agradable. Habría que pulir ese detalle, si el dragón no quería engrosar demasiadas quejas hacia su persona.
En fin, cuestiones mercantiles aparte. Con la inestimable ayuda de Alister, el navío pronto se vio tan desalojado como el resto del muelle junto al muelle de carga. Quedando solamente un cabo suelto con grandes deseos de atar por su parte.
- Ah, Clyon. Escuchar ese nombre me causa satisfacción-, comentó, nada más llegar junto a la cazadora junto con Jules. - Y sí, estás tan bella y encantadora como siempre. El pelo suelto te queda bastante bien-, dijo de pasada, acercándose a la puerta donde estaba encerrado el sujeto que tantas ganas tenía de echarle el guante.
Que podía decir. Por horrible que fuera esa noche no había que perder los modales, menos aún cuando ahora podía estar más tranquilo, viendo su objetivo cada vez más cerca.
Huri parecía tener una idea, y no le costó imaginar de qué se trataba al verla tomar sus artefactos. Ya había comprobado de primera mano, la efectividad de sus útiles bombas en aquel maldito internado. Joder, esta noche era horrible. Una de las peores de su vida, porque siempre le afectaba más que una persona querida sufriera, a sufrir él mismo. Pero vaya si aquella noche en aquel colegio había sido toda una experiencia difícil de olvidar.
No obstante, Jules tenía otro pensamiento en mente. Negociar. Y sinceramente, estaba cabreado y con una ganas terribles de recuperar el colgante de su hermana, aunque fuera a la fuerza. Sin embargo, entendía que el cazador hacía lo correcto. Él también siempre prefería gastar las opciones diplomáticas, antes de tener que tomar medidas más…como decirlo… contundentes. Y esa noche, aunque estuviese furioso, sabía que dejar hablar a Jules era lo correcto. Era parte de su personalidad, no iba a dejar de hacer las cosas como creía que debían hacerse, ni siquiera en tan malas circunstancias.
- Iros a la mierda. Inscribiremos esa frase en su tumba. Nada como colocar sus últimas palabras en ella-, les dijo a sus compañeros, con un grado alto de sorna, después de bufar meneando la cabeza. Menudo genio era ese tipo. - Jules, eso de decirle que iba a palmar de todas formas, no ayudaba en las negociaciones-, comentó al cazador en concreto.
- Lo sé. Pero es la verdad ¿no? Ese tipo está tan jodido que se me hace difícil compararlo con una situación peor-, bromeó Jules.
- Por supuesto, pero si le mientes tanto daba. si lo matábamos después. Ya, ya, ya, sé lo que vas a decir. Que como puedo decir esto, un caballero tan honorable y apuesto como yo-, bromeó esta vez él. - Pero un hombre como ese no merece que le tengamos en cuenta ningún tipo de honor ¿no te parece? -, sonrió de forma lobuna, dejando que Huracán comenzara la fiesta que le tenían preparado. - Aunque me parece que no hubiera cambiado nada. Ese ladrón no parece muy inteligente, si de verdad cree que puede ganarnos a los cuatro y salir de esta. Que se le va a hacer, quizás solamente sea un inconsciente-, le guiñó un ojo al rubio.
Huracán lazó sus artefactos tras la puerta, allanando el camino para los que venían detrás. Siendo estos un dragón, que no podía entrar, dos tiradores y él mismo. Es decir, era su turno.
- Día de cobro, imbécil-, comentó, dando una patada a la puerta para abrirla de par en par y entrar en la habitación con decisión.
Pero nada más entrar, no encontró lo que supuestamente debía hallar. Un malherido y cegado Clyon. En su defecto había un cuarto vacío, o casi. Una trampilla destrozada por la explosión se encontraba hecha añicos al lado del orificio en el suelo que anteriormente tapaba.
Podría haber esperado a sus compañeros, pero la situación era la misma. Seguía siendo su turno, era el más capacitado para el cuerpo a cuerpo, así que le tocaba bajar el primero.
Sin dudarlo un instante más, se lanzó por el agujero. Nada más notar el suelo bajo sus pies, se giró rápidamente, a la vez que trazaba con un ágil y fuerte movimiento con su espada hacia delante. El sonido del choque de los metales no se hizo esperar.
- Ingenioso. Pero predecible, señor Clyon-, sonrió al biocibernético.
Una sonrisa dibujada con la misma burla que tintaba su voz, bañada por la única luz de su espada.
Verlo por primera vez, le sirvió para comprender por qué seguía vivo. Con su encuentro con la ladrona, no había podido saber que había pasado sobre la cubierta del barco. Pero ahora entendía por qué no estaba lleno de virotes de arriba abajo.
El bandido gruñó furioso, y el brujo tuvo que hacerse a un lado para evitar un potente golpe de mandoble que se llevó por delante la maltrecha escalera de mano que servía para subir por la trampilla. Seguramente, también estaba afectada por la explosión en la parte alta, pero sin duda, era toda una declaración de la fuerza que podía alcanzar el bio si se le dejaba el suficiente tiempo para realizar la carga.
Sin embargo, además de si potencia, pudo apreciar lo aleatorio y desacertados que eran sus movimiento. Ello le hizo pensar…
- Tanta potencia sin control-, negó con la cabeza, a la vez que chasqueaba la lengua en repetidas ocasiones. - Me esperaba más de usted, señor Clyon.
El bandido volvió a arremeter furioso. Con gran fuerza, pero con la misma impresición que antes. Lo cual le provocó una sonrisa al brujo que se enfrentaba con él. El ladrón había escapado de la explosión a tiempo, pero no tanto así de la luz cegadora de los artefactos de Huri. Estaba medio ciego, y eso le daba una gran ventaja. Aunque no una que le diera mucho tiempo, tenía que realizar su plan con rapidez.
Vincent contraatacó, pero solamente para probar al bio, y hacerle creer que estaba dispuesto a confrontarle ahí mismo. Donde fuera. Lo normal en un caso así.
- Yo también me esperaba más de ti. Poca cosa podrás hacerme con ese palito de acero ardiendo-, fue esta vez el cibernético quien sonrió.
- Solo estaba calentando-, le contestó, avanzando de espaldas para mantener la distancia con su rival.
Este no tardó en volver a arremeter contra él, y el brujo hizo lo que pudo por defenderse, siempre esquivando y retrocediendo por el interior de la bodega. Siempre en aparente dificultad.
- He visto lo que le has hecho a mis hombres. No me digas que te has cansado tan rápidamente. Pensaba que eras el brujo que se bastaría solo para vencernos a todos-, se burló. - No me digas que se te acabó la chispa, Que mal momento para quedarte sin ella.
- Sí. Tengo una suerte terriblemente mala esta noche. Pero que puedo decir, la tuya es aún peor-, respondió.
No perdió el tiempo, y generó varias bolas de fuego entre los dedos de su mano zurda, creándolas con la magia de fuego que rodeaba su espada. E inmediatamente después lanzó dos contra el techo de la bodega.
- ¿Qué? - rió. - ¿En serio? Como has podido fallar estando tan cerca-, siguió riendo. - Tengo una mala noticia que darte. Ya puedo verte perfectamente-, sonrió.
- Oh, que desgracia la mía-, dijo. Sosteniendo la bola de fuego que le quedaba sobre la punta del dedo índice de su mano libre. Señalando con ese mismo dedo hacia el boquete del techo sobre el Clyon. - Que puedo decir. Algunos necios miran al dedo en vez de a la luna. Y te puedo asegurar que esta noche la luna es hermosa. Tiene rostro de dragón, y una enorme fila de dientes a tu entera disposición-, sonrió con picardía, y el trabajo cumplido.
Tenía que alcanzar a Clyon lo antes posible. Y aunque no temía que escapara, dada la encerrona en la que se encontraba el compinche de la ladrona, quería llegar hasta él antes que se le ocurriera alguna estupidez. Las tonterías que podían hacer las personas cuando se veían acorraladas eran impresionantes, y no estaba dispuesto a darle tiempo a ese necio para que las hiciera llevando el preciado medallón encima.
Por supuesto podría asaltar el barco sin la ayuda de Alister, pero eso le haría el trabajo más costoso, y tiempo era lo que ahora mismo no quería malgastar. También estaba seguro de que el dragón sabría eso, y era por ello que se preguntaba en que pensaba. Que estaría debatiendo en el interior de su cabeza escamada, cuando el plan era claro, sencillo y directo.
Lo que se estuviera planteando el alado nunca lo sabría. Seguramente. Sin embargo, al menos por fin decidió moverse y decidirse por desalojar la pasarela del barco. No sin antes dedicarles unas últimas palabras a la bandida que había asaltado a su hermana en el callejón. Eso sí que era amor.
- Pequeña. Si tienes miedo al dragón, es solamente porque llegó antes que yo hasta ti-, le guiñó un ojo a la ladrona. - Haz caso, y no te muevas de aquí. Nos volveremos a ver, y será mejor que para entonces no me hayas puesto las cosas más difíciles-, comentó, dándole la espalda e iniciando su camino hacia el bloqueo mágico que había creado junto a Jules.
La resistencia en el puerto era prácticamente inexistente a esas alturas, y solo quedaba la guarnición de bandidos atrapados en el navío. Los muy estúpidos habían tardado en darse cuenta, de que no eran rivales para un trío de brujos acompañados por un dragón. Pero al menos alguno había vivido para tener la suficiente lucidez de retirarse ahora que aún podía.
Los brujos de fuego bajaron el muro de fuego en cuanto escucharon la señal del dragón. Que ya estaba haciendo de la suyas mandando a volar, contra el agua, contra las maderas del muelle, o contra el primer lugar que decidiera arrojar al desgraciado ladrón, que le tocara el turno de un viaje en la comodidad de los transportes Alister. Compañía comercial que te garantizaba un confortable vuelo, pero una toma de tierra no tan agradable. Habría que pulir ese detalle, si el dragón no quería engrosar demasiadas quejas hacia su persona.
En fin, cuestiones mercantiles aparte. Con la inestimable ayuda de Alister, el navío pronto se vio tan desalojado como el resto del muelle junto al muelle de carga. Quedando solamente un cabo suelto con grandes deseos de atar por su parte.
- Ah, Clyon. Escuchar ese nombre me causa satisfacción-, comentó, nada más llegar junto a la cazadora junto con Jules. - Y sí, estás tan bella y encantadora como siempre. El pelo suelto te queda bastante bien-, dijo de pasada, acercándose a la puerta donde estaba encerrado el sujeto que tantas ganas tenía de echarle el guante.
Que podía decir. Por horrible que fuera esa noche no había que perder los modales, menos aún cuando ahora podía estar más tranquilo, viendo su objetivo cada vez más cerca.
Huri parecía tener una idea, y no le costó imaginar de qué se trataba al verla tomar sus artefactos. Ya había comprobado de primera mano, la efectividad de sus útiles bombas en aquel maldito internado. Joder, esta noche era horrible. Una de las peores de su vida, porque siempre le afectaba más que una persona querida sufriera, a sufrir él mismo. Pero vaya si aquella noche en aquel colegio había sido toda una experiencia difícil de olvidar.
No obstante, Jules tenía otro pensamiento en mente. Negociar. Y sinceramente, estaba cabreado y con una ganas terribles de recuperar el colgante de su hermana, aunque fuera a la fuerza. Sin embargo, entendía que el cazador hacía lo correcto. Él también siempre prefería gastar las opciones diplomáticas, antes de tener que tomar medidas más…como decirlo… contundentes. Y esa noche, aunque estuviese furioso, sabía que dejar hablar a Jules era lo correcto. Era parte de su personalidad, no iba a dejar de hacer las cosas como creía que debían hacerse, ni siquiera en tan malas circunstancias.
- Iros a la mierda. Inscribiremos esa frase en su tumba. Nada como colocar sus últimas palabras en ella-, les dijo a sus compañeros, con un grado alto de sorna, después de bufar meneando la cabeza. Menudo genio era ese tipo. - Jules, eso de decirle que iba a palmar de todas formas, no ayudaba en las negociaciones-, comentó al cazador en concreto.
- Lo sé. Pero es la verdad ¿no? Ese tipo está tan jodido que se me hace difícil compararlo con una situación peor-, bromeó Jules.
- Por supuesto, pero si le mientes tanto daba. si lo matábamos después. Ya, ya, ya, sé lo que vas a decir. Que como puedo decir esto, un caballero tan honorable y apuesto como yo-, bromeó esta vez él. - Pero un hombre como ese no merece que le tengamos en cuenta ningún tipo de honor ¿no te parece? -, sonrió de forma lobuna, dejando que Huracán comenzara la fiesta que le tenían preparado. - Aunque me parece que no hubiera cambiado nada. Ese ladrón no parece muy inteligente, si de verdad cree que puede ganarnos a los cuatro y salir de esta. Que se le va a hacer, quizás solamente sea un inconsciente-, le guiñó un ojo al rubio.
Huracán lazó sus artefactos tras la puerta, allanando el camino para los que venían detrás. Siendo estos un dragón, que no podía entrar, dos tiradores y él mismo. Es decir, era su turno.
- Día de cobro, imbécil-, comentó, dando una patada a la puerta para abrirla de par en par y entrar en la habitación con decisión.
Pero nada más entrar, no encontró lo que supuestamente debía hallar. Un malherido y cegado Clyon. En su defecto había un cuarto vacío, o casi. Una trampilla destrozada por la explosión se encontraba hecha añicos al lado del orificio en el suelo que anteriormente tapaba.
Podría haber esperado a sus compañeros, pero la situación era la misma. Seguía siendo su turno, era el más capacitado para el cuerpo a cuerpo, así que le tocaba bajar el primero.
Sin dudarlo un instante más, se lanzó por el agujero. Nada más notar el suelo bajo sus pies, se giró rápidamente, a la vez que trazaba con un ágil y fuerte movimiento con su espada hacia delante. El sonido del choque de los metales no se hizo esperar.
- Ingenioso. Pero predecible, señor Clyon-, sonrió al biocibernético.
Una sonrisa dibujada con la misma burla que tintaba su voz, bañada por la única luz de su espada.
Verlo por primera vez, le sirvió para comprender por qué seguía vivo. Con su encuentro con la ladrona, no había podido saber que había pasado sobre la cubierta del barco. Pero ahora entendía por qué no estaba lleno de virotes de arriba abajo.
El bandido gruñó furioso, y el brujo tuvo que hacerse a un lado para evitar un potente golpe de mandoble que se llevó por delante la maltrecha escalera de mano que servía para subir por la trampilla. Seguramente, también estaba afectada por la explosión en la parte alta, pero sin duda, era toda una declaración de la fuerza que podía alcanzar el bio si se le dejaba el suficiente tiempo para realizar la carga.
Sin embargo, además de si potencia, pudo apreciar lo aleatorio y desacertados que eran sus movimiento. Ello le hizo pensar…
- Tanta potencia sin control-, negó con la cabeza, a la vez que chasqueaba la lengua en repetidas ocasiones. - Me esperaba más de usted, señor Clyon.
El bandido volvió a arremeter furioso. Con gran fuerza, pero con la misma impresición que antes. Lo cual le provocó una sonrisa al brujo que se enfrentaba con él. El ladrón había escapado de la explosión a tiempo, pero no tanto así de la luz cegadora de los artefactos de Huri. Estaba medio ciego, y eso le daba una gran ventaja. Aunque no una que le diera mucho tiempo, tenía que realizar su plan con rapidez.
Vincent contraatacó, pero solamente para probar al bio, y hacerle creer que estaba dispuesto a confrontarle ahí mismo. Donde fuera. Lo normal en un caso así.
- Yo también me esperaba más de ti. Poca cosa podrás hacerme con ese palito de acero ardiendo-, fue esta vez el cibernético quien sonrió.
- Solo estaba calentando-, le contestó, avanzando de espaldas para mantener la distancia con su rival.
Este no tardó en volver a arremeter contra él, y el brujo hizo lo que pudo por defenderse, siempre esquivando y retrocediendo por el interior de la bodega. Siempre en aparente dificultad.
- He visto lo que le has hecho a mis hombres. No me digas que te has cansado tan rápidamente. Pensaba que eras el brujo que se bastaría solo para vencernos a todos-, se burló. - No me digas que se te acabó la chispa, Que mal momento para quedarte sin ella.
- Sí. Tengo una suerte terriblemente mala esta noche. Pero que puedo decir, la tuya es aún peor-, respondió.
No perdió el tiempo, y generó varias bolas de fuego entre los dedos de su mano zurda, creándolas con la magia de fuego que rodeaba su espada. E inmediatamente después lanzó dos contra el techo de la bodega.
- ¿Qué? - rió. - ¿En serio? Como has podido fallar estando tan cerca-, siguió riendo. - Tengo una mala noticia que darte. Ya puedo verte perfectamente-, sonrió.
- Oh, que desgracia la mía-, dijo. Sosteniendo la bola de fuego que le quedaba sobre la punta del dedo índice de su mano libre. Señalando con ese mismo dedo hacia el boquete del techo sobre el Clyon. - Que puedo decir. Algunos necios miran al dedo en vez de a la luna. Y te puedo asegurar que esta noche la luna es hermosa. Tiene rostro de dragón, y una enorme fila de dientes a tu entera disposición-, sonrió con picardía, y el trabajo cumplido.
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Una vez reunido el grupo sobre la cubierta solo era cuestión de tiempo que se hiciesen con el medallón, la situación pintaba muy mal para Clyon, sobre todo en cuanto Huracán echó mano a las bombas que llevaba en su cinturón. Ver al bio cibernético saltar por los aires apaciguaría al dragón sin duda, pero prefería destrozarlo él mismo, cosa que de momento no era posible por desgracia. Jules intervino para detener a su compañera, algo que Alister no entendió, pero al parecer el brujo quería apelar a la razón de aquel tipo antes de permitir que la cazadora lanzase sus artefactos contra él. Una pérdida de tiempo en opinión del alado, pero sin poder entrar por el marco de la puerta no le quedó más remedio que escuchar la conversación visiblemente irritado, aunque esto quedó ligeramente de lado cuando el joven Roche se refirió a él como novio de la bruja.
¿De verdad había dicho eso delante de Vincent? Podía meterlo en un problema, porque aunque le hubiese gustado que aquello fuese verdad, no era el caso. Por suerte el mayor de los Calhoun no pareció reaccionar a las palabras de Jules, se centró más en la respuesta de Clyon, que como era de esperar no estaba dispuesto a rendirse fácilmente. - Peor para él. - pensó el alado, ya que darle una muerte rápida como ofrecía el brujo no entraba en sus planes. No, aquel individuo sufriría, por su mano o por las del resto, pero sufriría hasta desear no haber sido creado nunca. Huracán quitó el seguro a las bombas y las lanzó escaleras abajo, provocando una sonora explosión seguida de un intenso fogonazo de luz que dejaría al enemigo cegado momentáneamente.
Vincent tomó la iniciativa entonces y se adentró en el navío en busca de aquel imbécil que había firmado su sentencia de muerte con aquella estúpida frase. Sin poder seguirlo al interior, el dragón comenzó a andar inquieto por la cubierta, frustrado y deseando intervenir de cualquier forma, pero para ello tendría que cambiar de forma o abrir un boquete de grandes dimensiones en la madera. La primera opción no era recomendable, menos aun teniendo en cuenta que no se enfrentaban a un hombre normal y corriente sino a un bio cibernético, detalle que lo obligaría a tirar de la fuerza bruta que su transformación le otorgaba y al fuego.
Así pues se decidió por la segunda, pero tenía que encontrar el punto adecuado para no cometer un error, así que aguzó el oído para intentar situar el lugar en que se encontraban Vincent y Clyon peleando. - La bodega. - masculló al escuchar los ruidos de pasos y golpes, las voces llegaban más apagadas pero estaba seguro de que era allí donde se encontraban, y ahora le tocaba a él hacer algo. Con cuidado utilizó su elemento para que la madera se consumiese hasta convertirse en ceniza, abriendo un agujero tan grande como para permitirle acceder al interior del barco, pero seguía estando un piso por encima del que le interesaba alcanzar, aunque no por mucho tiempo.
Valiéndose de sus alas para hacer el menor ruido posible se coló por la enorme abertura y aterrizó sobre el techo de la bodega, prestando atención a los sonidos que provenían de la misma, hasta que un par de proyectiles ígneos que no eran suyos impactaron contra la madera, abriendo un agujero no demasiado grande, pero si lo suficiente como para que pudiese introducir la cabeza y los hombros. Aquello era obra de Vincent sin duda, pero ¿por qué disparaba al techo en vez de a su enemigo? Eso le quedó claro solo unos segundos después. El brujo había abierto aquel hueco para darle ocasión de intervenir, quizá sabiendo que no podía estarse quieto mientras los demás terminaban el trabajo, algo que agradeció enormemente en cuanto pudo ver a Clyon a través del boquete.
De forma repentina el bio cibernético levantó la vista, justo para ver las abiertas fauces que avanzaban hacia él a toda prisa. Alister aferró la cabeza de Clyon entre sus dientes y tiró de él hacia fuera, hundiendo los colmillos en la carne de su rostro y desfigurándolo, pero aquel desgraciado pesaba mucho, tendría que hacer un gran esfuerzo para sacarlo de allí. - ¡Suéltame animal! - consiguió gritar, sin soltar su espada pero llevando las manos al hocico del alado para tratar de escapar de su feroz agarre. Llevado por la ira y la adrenalina, Alister sacó fuerzas y batió las alas para alzar al imbécil que estaba al frente de aquella misión, trayendo a su mente la imagen de Elen, tirada en el callejón bajo la lluvia tras el ataque de Maxine.
Por suerte el cuerpo de Clyon no era completamente metálico sino que también tenía parte orgánica en las extremidades, y gracias a ello pudo sacarlo a la cubierta, a la cual lo arrojó de forma violenta. El bio rodó sobre la madera, descubriendo que uno de los colmillos del dragón le había dañado uno de sus ojos, con lo que ahora su visión se veía reducida. - ¡Dame el medallón! ¡Ahora! - vociferó, al tiempo que su vientre se tornaba de un intenso tono naranja. - ¡Y una mierda! - respondió el terco ladrón, consciente de que de volver con las manos vacías el Coleccionista también le haría pagar con su vida. La única opción que tenía era encontrar una forma de huir y llegar a su jefe, pero eso era algo que no conseguiría.
El dragón no se lo pensó dos veces, avanzó hacia Clyon mientras éste se levantaba y escupió una bola de fuego contra él, alcanzándolo en el brazo con que sostenía la espada pero sin lograr que la soltase. Dispuesto a hacer lo que fuese necesario, Alister embistió a su enemigo valiéndose de su cuerpo para devolverlo al suelo, lugar en que volvió a lanzar un mordisco contra su cuello y le desgarró buena parte de la carne, dejando a la vista unos gruesos cables negros del interior, los que debían conectar con su cerebro y ojos. Al borde del fracaso, y de la muerte, Clyon se las ingenió para quitarse de encima a la bestia momentáneamente, pero tendría que hacer algo rápido si quería salir de allí con vida.
Maxine observaba desde el muelle, segura de que su superior no tenía la más mínima oportunidad de conseguirlo, eran cuatro contra uno y tres de ellos estaban furiosos, no podía pedir un escenario peor. Una parte de ella se alegró de ver cómo aquel montón de chatarra fracasaba, pero su destino tampoco era demasiado alentador, aunque según lo que el dragón le había dicho viviría para realizar una tarea más cuando la pelea hubiese acabado, pero ¿cuál sería? No tuvo que esperar mucho para hacerse una idea, solo a que Alister volviese a ponerse en pie y arremetiese contra su oponente. - ¡Te arrancaré la cabeza y se la enviaré al Coleccionista como advertencia! - gritó, antes de lanzar un nuevo proyectil de fuego contra el bio, que al no disponer de su ojo derecho falló en su intento por esquivarlo.
Clyon sintió como parte de su coraza metálica empezaba a deformarse a causa del calor, pero su mayor problema avanzaba hacia él con rapidez, dispuesto a destrozarlo. Un líquido negruzco escapaba por su dañado cuello y las fauces del alado estaban manchadas con él, pero ¿qué importaba? Aquello solo le daba una apariencia más feroz si cabe. Ésta vez consiguió escapar de la embestida de la bestia, pero eso no lo libraría del par de tiradores ni del brujo de fuego, eran demasiados frentes.
Off: Os podéis cargar a Clyon como queráis, Alister le arrancará la cabeza de todos modos cuando esté muerto xD
¿De verdad había dicho eso delante de Vincent? Podía meterlo en un problema, porque aunque le hubiese gustado que aquello fuese verdad, no era el caso. Por suerte el mayor de los Calhoun no pareció reaccionar a las palabras de Jules, se centró más en la respuesta de Clyon, que como era de esperar no estaba dispuesto a rendirse fácilmente. - Peor para él. - pensó el alado, ya que darle una muerte rápida como ofrecía el brujo no entraba en sus planes. No, aquel individuo sufriría, por su mano o por las del resto, pero sufriría hasta desear no haber sido creado nunca. Huracán quitó el seguro a las bombas y las lanzó escaleras abajo, provocando una sonora explosión seguida de un intenso fogonazo de luz que dejaría al enemigo cegado momentáneamente.
Vincent tomó la iniciativa entonces y se adentró en el navío en busca de aquel imbécil que había firmado su sentencia de muerte con aquella estúpida frase. Sin poder seguirlo al interior, el dragón comenzó a andar inquieto por la cubierta, frustrado y deseando intervenir de cualquier forma, pero para ello tendría que cambiar de forma o abrir un boquete de grandes dimensiones en la madera. La primera opción no era recomendable, menos aun teniendo en cuenta que no se enfrentaban a un hombre normal y corriente sino a un bio cibernético, detalle que lo obligaría a tirar de la fuerza bruta que su transformación le otorgaba y al fuego.
Así pues se decidió por la segunda, pero tenía que encontrar el punto adecuado para no cometer un error, así que aguzó el oído para intentar situar el lugar en que se encontraban Vincent y Clyon peleando. - La bodega. - masculló al escuchar los ruidos de pasos y golpes, las voces llegaban más apagadas pero estaba seguro de que era allí donde se encontraban, y ahora le tocaba a él hacer algo. Con cuidado utilizó su elemento para que la madera se consumiese hasta convertirse en ceniza, abriendo un agujero tan grande como para permitirle acceder al interior del barco, pero seguía estando un piso por encima del que le interesaba alcanzar, aunque no por mucho tiempo.
Valiéndose de sus alas para hacer el menor ruido posible se coló por la enorme abertura y aterrizó sobre el techo de la bodega, prestando atención a los sonidos que provenían de la misma, hasta que un par de proyectiles ígneos que no eran suyos impactaron contra la madera, abriendo un agujero no demasiado grande, pero si lo suficiente como para que pudiese introducir la cabeza y los hombros. Aquello era obra de Vincent sin duda, pero ¿por qué disparaba al techo en vez de a su enemigo? Eso le quedó claro solo unos segundos después. El brujo había abierto aquel hueco para darle ocasión de intervenir, quizá sabiendo que no podía estarse quieto mientras los demás terminaban el trabajo, algo que agradeció enormemente en cuanto pudo ver a Clyon a través del boquete.
De forma repentina el bio cibernético levantó la vista, justo para ver las abiertas fauces que avanzaban hacia él a toda prisa. Alister aferró la cabeza de Clyon entre sus dientes y tiró de él hacia fuera, hundiendo los colmillos en la carne de su rostro y desfigurándolo, pero aquel desgraciado pesaba mucho, tendría que hacer un gran esfuerzo para sacarlo de allí. - ¡Suéltame animal! - consiguió gritar, sin soltar su espada pero llevando las manos al hocico del alado para tratar de escapar de su feroz agarre. Llevado por la ira y la adrenalina, Alister sacó fuerzas y batió las alas para alzar al imbécil que estaba al frente de aquella misión, trayendo a su mente la imagen de Elen, tirada en el callejón bajo la lluvia tras el ataque de Maxine.
Por suerte el cuerpo de Clyon no era completamente metálico sino que también tenía parte orgánica en las extremidades, y gracias a ello pudo sacarlo a la cubierta, a la cual lo arrojó de forma violenta. El bio rodó sobre la madera, descubriendo que uno de los colmillos del dragón le había dañado uno de sus ojos, con lo que ahora su visión se veía reducida. - ¡Dame el medallón! ¡Ahora! - vociferó, al tiempo que su vientre se tornaba de un intenso tono naranja. - ¡Y una mierda! - respondió el terco ladrón, consciente de que de volver con las manos vacías el Coleccionista también le haría pagar con su vida. La única opción que tenía era encontrar una forma de huir y llegar a su jefe, pero eso era algo que no conseguiría.
El dragón no se lo pensó dos veces, avanzó hacia Clyon mientras éste se levantaba y escupió una bola de fuego contra él, alcanzándolo en el brazo con que sostenía la espada pero sin lograr que la soltase. Dispuesto a hacer lo que fuese necesario, Alister embistió a su enemigo valiéndose de su cuerpo para devolverlo al suelo, lugar en que volvió a lanzar un mordisco contra su cuello y le desgarró buena parte de la carne, dejando a la vista unos gruesos cables negros del interior, los que debían conectar con su cerebro y ojos. Al borde del fracaso, y de la muerte, Clyon se las ingenió para quitarse de encima a la bestia momentáneamente, pero tendría que hacer algo rápido si quería salir de allí con vida.
Maxine observaba desde el muelle, segura de que su superior no tenía la más mínima oportunidad de conseguirlo, eran cuatro contra uno y tres de ellos estaban furiosos, no podía pedir un escenario peor. Una parte de ella se alegró de ver cómo aquel montón de chatarra fracasaba, pero su destino tampoco era demasiado alentador, aunque según lo que el dragón le había dicho viviría para realizar una tarea más cuando la pelea hubiese acabado, pero ¿cuál sería? No tuvo que esperar mucho para hacerse una idea, solo a que Alister volviese a ponerse en pie y arremetiese contra su oponente. - ¡Te arrancaré la cabeza y se la enviaré al Coleccionista como advertencia! - gritó, antes de lanzar un nuevo proyectil de fuego contra el bio, que al no disponer de su ojo derecho falló en su intento por esquivarlo.
Clyon sintió como parte de su coraza metálica empezaba a deformarse a causa del calor, pero su mayor problema avanzaba hacia él con rapidez, dispuesto a destrozarlo. Un líquido negruzco escapaba por su dañado cuello y las fauces del alado estaban manchadas con él, pero ¿qué importaba? Aquello solo le daba una apariencia más feroz si cabe. Ésta vez consiguió escapar de la embestida de la bestia, pero eso no lo libraría del par de tiradores ni del brujo de fuego, eran demasiados frentes.
Off: Os podéis cargar a Clyon como queráis, Alister le arrancará la cabeza de todos modos cuando esté muerto xD
Elen Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
La explosión causó severos daños en la estructura del barco. Más de lo que hubiera pensado. No era mala la idea de hacer naufragar aquel barco de contrabandistas, pero si Clyon no se dignaba a decir donde se encontraba el medallón, buscarlo en el fondo del mar iba a ser cuanto menos una tarea difícil. – ¡Nos estamos hundiendo! Si ya sabía yo que lo de las bombas no era la mejor de las ideas.– advirtió Jules algo tarde.
En cuanto a Vince, el brujo ya había bajado al sótano a combatir contra Clyon. Era un duro adversario, de manera que mejor ir dos. Tres sería excesivo para tan poco espacio. – Vigila la cubierta. – ordené a Jules, mientras me dispuse a ir tras el formidable hermano de Elen. Le proporcioné apoyo con las ballestas cortas, disparando contra el enemigo cuando éste se movía. Mis flechas iban dirigidas a la cabeza, principalmente, pero cada vez que Clyon intentaba desviarlas con su espada, dejaba descubierto el costado, al que Vincent atacaba con su espada de fuego, un arma que, por cierto, podría causar aún más daños en la estructura. En cuanto a mí, sólo podía disparar cuando había suficiente distancia entre ambos, para evitar el fuego amigo. Con Vincent no tenía sincronización ni movimientos ensayados como con Jules, por lo que me resultaba más difícil realizar disparos arriesgados.
Hubo un cierto momento de tensión cuando el biocibernético parecía conseguir dar la vuelta al combate. Pero fue un mero espejismo pues pronto el hermano de Elen terminó abriendo una brecha por la que Alister accedió. Genial, un agujero más en el navío.
Como ya había sucedido con Maxine, Clyon no fue más que un mero pelele dentro de las fauces del reptil alado. Lo hizo salir por los aires y lo lanzó con fiereza de nuevo a la cubierta, pero Clyon se resignaba a revelar la ubicación del medallón solar, estaba claro que quería llevarse el secreto a la tumba. Si iba a morir allí, al menos que fuese molestando a sus asesinos. Si el barco no se estuviese hundiendo, aquello no supondría un problema, pero comenzaba a erguirse sobre la popa. - ¡Poneos a buscar el medallón ya! – insté con frustración a los dos brujos con premura ante la necedad del cibernético, haciendo yo lo propio por todas las cajas de la cubierta, confiando en que Alister supiese sacarle la información.
Revolví en cajas de la cubierta. Había infinidad de materiales de delicada factura, antiguallas de diferentes épocas y aparatos extraños. Todos presumiblemente para el Coleccionista, pero estaba claro que probablemente ninguno fuera tan importante como el medallón solar. – Mierda. Mierda. Mierda. – maldecía una y otra vez revolviendo en los fardos, sin éxito, pero no perdía la fe. Nunca abandonaría a Elen. Ninguno de los que estábamos allí lo haríamos, y si teníamos que bucear durante semanas hasta dar con el mismo, lo haríamos. El principal problema tal vez fuera el tiempo que podría resistir la centinela sin estar en posesión del objeto encantado. - ¡No lo encuentro! ¡Joder! – grité ya con desesperación.
La sonrisa de Clyon, tan gravemente herido que era incapaz de moverse me sacó de mis casillas. Puede que Alister no fuese capaz de sonsacarle donde estaba el medallón, pero estaba claro que lo iba a matar allí mismo con o sin medallón. Poco faltaba para que le arrancara la cabeza a aquel repugnante ser. Ya se lo había advertido.
Muy encendida, no tardé en unirme a Alister e irme contra Clyon, tirado en el suelo ya casi sin piernas y con una enorme mancha de aceite en el suelo. Me coloqué erguida ante su cabeza, apuntando hacia abajo con mis dos ballestas de mano a ésta. - ¡Dime dónde está el medallón solar! ¡Dímelo! – grité. - ¡O te acribillo aquí mismo, hijo de puta!
Risas. Eso fue toda la respuesta que obtuve del estúpido biocibernético. Harta, comencé a disparar una vez, dos veces, tres… ¡hasta cuatro veces con cada ballesta de mano! Sobre su cabeza ahora esperpéntica después de pasar por mis virotes y por la furia del dragón. De nuevo mostraba mi lado más Boisson cuando se me sacaba de quicio. Acabé matándole como a un perro, pero el medallón seguía sin aparecer.
En cuanto a Vince, el brujo ya había bajado al sótano a combatir contra Clyon. Era un duro adversario, de manera que mejor ir dos. Tres sería excesivo para tan poco espacio. – Vigila la cubierta. – ordené a Jules, mientras me dispuse a ir tras el formidable hermano de Elen. Le proporcioné apoyo con las ballestas cortas, disparando contra el enemigo cuando éste se movía. Mis flechas iban dirigidas a la cabeza, principalmente, pero cada vez que Clyon intentaba desviarlas con su espada, dejaba descubierto el costado, al que Vincent atacaba con su espada de fuego, un arma que, por cierto, podría causar aún más daños en la estructura. En cuanto a mí, sólo podía disparar cuando había suficiente distancia entre ambos, para evitar el fuego amigo. Con Vincent no tenía sincronización ni movimientos ensayados como con Jules, por lo que me resultaba más difícil realizar disparos arriesgados.
Hubo un cierto momento de tensión cuando el biocibernético parecía conseguir dar la vuelta al combate. Pero fue un mero espejismo pues pronto el hermano de Elen terminó abriendo una brecha por la que Alister accedió. Genial, un agujero más en el navío.
Como ya había sucedido con Maxine, Clyon no fue más que un mero pelele dentro de las fauces del reptil alado. Lo hizo salir por los aires y lo lanzó con fiereza de nuevo a la cubierta, pero Clyon se resignaba a revelar la ubicación del medallón solar, estaba claro que quería llevarse el secreto a la tumba. Si iba a morir allí, al menos que fuese molestando a sus asesinos. Si el barco no se estuviese hundiendo, aquello no supondría un problema, pero comenzaba a erguirse sobre la popa. - ¡Poneos a buscar el medallón ya! – insté con frustración a los dos brujos con premura ante la necedad del cibernético, haciendo yo lo propio por todas las cajas de la cubierta, confiando en que Alister supiese sacarle la información.
Revolví en cajas de la cubierta. Había infinidad de materiales de delicada factura, antiguallas de diferentes épocas y aparatos extraños. Todos presumiblemente para el Coleccionista, pero estaba claro que probablemente ninguno fuera tan importante como el medallón solar. – Mierda. Mierda. Mierda. – maldecía una y otra vez revolviendo en los fardos, sin éxito, pero no perdía la fe. Nunca abandonaría a Elen. Ninguno de los que estábamos allí lo haríamos, y si teníamos que bucear durante semanas hasta dar con el mismo, lo haríamos. El principal problema tal vez fuera el tiempo que podría resistir la centinela sin estar en posesión del objeto encantado. - ¡No lo encuentro! ¡Joder! – grité ya con desesperación.
La sonrisa de Clyon, tan gravemente herido que era incapaz de moverse me sacó de mis casillas. Puede que Alister no fuese capaz de sonsacarle donde estaba el medallón, pero estaba claro que lo iba a matar allí mismo con o sin medallón. Poco faltaba para que le arrancara la cabeza a aquel repugnante ser. Ya se lo había advertido.
Muy encendida, no tardé en unirme a Alister e irme contra Clyon, tirado en el suelo ya casi sin piernas y con una enorme mancha de aceite en el suelo. Me coloqué erguida ante su cabeza, apuntando hacia abajo con mis dos ballestas de mano a ésta. - ¡Dime dónde está el medallón solar! ¡Dímelo! – grité. - ¡O te acribillo aquí mismo, hijo de puta!
Risas. Eso fue toda la respuesta que obtuve del estúpido biocibernético. Harta, comencé a disparar una vez, dos veces, tres… ¡hasta cuatro veces con cada ballesta de mano! Sobre su cabeza ahora esperpéntica después de pasar por mis virotes y por la furia del dragón. De nuevo mostraba mi lado más Boisson cuando se me sacaba de quicio. Acabé matándole como a un perro, pero el medallón seguía sin aparecer.
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Tenía que reconocer que su movimiento había sido arriesgado. O más bien osado. Destruir el techo de la bodega, dejaría expuesto al biocibernético al resto de sus compañeros. Al menos a los que no podrían bajar tras él, es decir, a Alister.
No obstante, teniendo en cuenta lo mucho que se había internado hacia el interior de la bodega, debería atravesar dos techos para llegar hasta el… ¿novio de Elen? Eso le recordaba que tendría que hablar seriamente con su hermana y Alister, en cuanto el asunto del medallón se solucionara. El chico era majo y un buen hombre. De eso no le cabía duda. Sería un buen yerno. Pero no estaba preparado para pensar en nadie como en yerno. Tanto que esa palabra se le antojaba pegajosa y pesada dentro de su mente.
Sobre todo porque nadie le había dicho nada. Como de costumbre, vaya. En ese aspecto, la peliblanca había salido a su madre. Con dos mujeres así en su vida, quien necesitaba aventura. Ya tenía suficientes misterios en el seno de la familia.
En cualquier caso. No podía negar que ver el hocico del dragón era del todo inesperado. Tan inesperado como gratificante. Ya que poder ver la cara de Clyon, al entender la situación en la que se encontraba, no tenía desperdicio alguno.
Así que en resumen, el plan inicial consistía en agujerear dos cubiertas. Usar algunos de sus proyectiles para romper el primero de los techos, y reservar uno de ellos para el siguiente. Si no conseguía romper este, o más bien, hacer un agujero lo suficientemente grande para el alado, por lo menos sería fácil para el dragón agrandarlo con su fuerza. Pero no hizo falta.
Alister había demostrado una gran agudeza, y se había adelantado a sus planes. Seguramente porque iba en busca de Clyon a su modo, a base de abrirse paso, por medio de agujeros en las cubiertas.
Que podía decir. Divina providencia. En esa noche ya habían tenido demasiadas desgracias, y los dioses se habían puesto de su parte.
Y el movimiento de Alister había ayudado mucho más de lo que a simple vista pudiera parecer. Su plan era osado. Por el mero hecho de que era complicado de que saliera bien, no tanto porque su vida corriera peligro al realizarlo. Tomar a Clyon por sorpresa era fundamental. Y este había tomado su primer lanzamiento al techo como un error. Pero un segundo… Seguramente el bio hubiera sospechado de otro lanzamiento tan errado. Uno mucho más desviado, para ser exactos.
Pero ahí estaba. El cibernético siendo alzado hacia el piso superior de un modo que este nunca hubiera deseado. Convirtiendo su idea de improbable a exitosa. Lo cual era todo un alivio. Si había optado por ese método, era simplemente porque no quería atacar con fuego directamente a Clyon. Estaba seguro de que debía tener el medallón encima, y no estaba dispuesto a dañarlo en la refriega. Necesitaba algo menos directo y brusco, y eso fue lo primero que se le pasó la cabeza después de intercambiar algunos golpes de espada, y al comprobar su ceguera. El bio estaría demasiado confundido y tenso para pensar con claridad, por culpa de su desventaja visual.
Así que ideó ese plan, y el resto era historia. Ahora solamente debía preocuparse de volver con sus compañeros. Algo que se suponía fácil... pero no lo era tanto.
- Maldito bio-, masculló entre dientes, al regresar junto a la escalinata de madera.
Sí, aquella que el cibernético había partido con un golpe de mandoble. Y desde donde Huri le había proporcionado cobertura. Bueno, Huri o Jules, pues no había tenido tiempo de comprobar de quien eran los virotes aliados. Solamente podía estar seguro, de que esa zona era demasiado angosta, como para que los dos estuvieran apostados allí.
Quizás lo ideal fuera buscar otra escalera para salir de allí. Una menos rota, si se le permitía elegir. Pero sentir agua fría envolver sus botas, así como una repentina inclinación del barco, hizo que se lo replanteara.
Estaba seguro de que no había dañado el casco con sus proyectiles al techo. Por lo que estaba sumamente extrañado de que el navío se hundiera. Porque estaba claro que había una vía de agua. No había que ser muy inteligente para imaginar que el agua era del mar, y la inclinación del barco era fruto del agua que entraba por dicha brecha. Fue entonces cuando recordó las bombas de Huracán, y fue fácil hilar los acontecimientos y la causa del problema.
No obstante, recordar las bombas de Huri, le sirvieron también para pensar en la mujer propietaria de estas.
Vinc hizo un salto de aire hacia la abertura de la trampilla, pero… Sí, necesitaba más práctica con eso. Él usaba su dominio en el aire para el combate, mayormente. Para dar golpes y ráfagas de aire contra sus enemigos. Pero eso de la agilidad y los saltos… no eran lo suyo.
Se dio un tremendo costalazo contra el marco de la trampilla. Pero movió los brazos frenéticamente, consiguiendo aferrarse a uno de los peldaños de la parte superior de la escalera de mano. La parte que aún seguía entera y clavada al techo de cubierta. Sobra decir que estaba totalmente desequilibrado y nervioso, ya pensando en la hostia que se hubiera dado en su regreso hacia el suelo. Por ello nos ahorraremos contar esta parte a hijos y nietos. Dignidad ante todo. Aunque sea obviando detalles sin importancia.
- Maldita sea, cuando ella lo hace parece fácil-, dijo.
El peldaño se rompió. Mucho había aguantado. Teniendo en cuenta que un tipo de varios kilos se había abrazado a este como si no hubiera un mañana, en su caída libre hacia el suelo. Pero ya estaba mucho más equilibrado y frenado, así que fue fácil aferrarse a otro de los peldaños, y mantenerse a salvo de caer.
- En serio. La calidad de las escaleras de este mundo es alarmante-, comentó, refunfuñando a duras penas por el esfuerzo, y comenzando a escalar. - No sé que tienen los carpinteros contra mí. Pero desde ese maldito internado todo se cae a pedazos a mi paso.
Qué podía decir. Por fin pudo llegar hasta lo alto de la escalera, y sentirse a salvo de caídas. Así como de la marea, que cada vez se hacía más presente en el interior del navío, como pudo comprobar con una ojeada al interior de la bodega.
- ¿Tenemos ya el medallón? No quiero parecer apurado. Pero este barco se va a pique-, dijo, corriendo hasta sus compañeros. - Sí, Alister. No me mires así, Tú vuelas, pero el resto no tenemos esa virtud-, bromeó.
Ahora que tenía a Clyon atrapado, su buen humor estaba de regreso. La preocupación se iba desvaneciendo poco a poco, por lo que cada vez era más el Vincent de siempre.
- Sí, lo sé. Estamos pegados al muelle. No es grave. Pero el agua está muy fría. Hasta noté lo gélida que estaba cuando enfrió el cuero de mis botas-, señaló sus botas mojadas. - Por ello, me gustaría retirarme, antes de que este barco se hunda demasiado como para poder saltar al muelle.
Sin embargo, su buen humor se cortó al ver la situación. ¡No tenían el medallón! Era evidente al verlos buscar entre las cosas de esa forma tan apremiante.
- Deja de hacernos perder el tiempo. Danos el medallón-, comentó serio, acercándose al bio.
Este por su parte se carcajeó. De un modo totalmente espantoso, mezclando su risa con gruñidos de dolor, así como toses por el líquido que iba invadiendo sus pulmones.
- Me lo llevaré conmigo a la tumba-, dijo este, dibujando una sonrisa en los labios.
Vincent lo miró durante unos segundos. Unos segundos que parecieron interminables, y donde se imaginó cuantas espadas podría hacer con el metal fundido de ese malnacido. Pero luego pensó mejor en las palabras de Clyon, y llegó a una conclusión que ya había pensado con anterioridad.
Fue entonces cuando Huri apuntó de cerca al estúpido de Clyon, y lo mandó al otro mundo al estilo Boisson. No tenía queja. Ese tipo se lo había buscado y no dejaba de molestar hasta sus últimas consecuencias. Por lo menos, ahora podría cachearlo con más facilidad.
- Lo tiene encima. De otro modo no podría llevárselo a la tumba-, comentó, sonriendo a su vez. - Ya lo había sospechado. Donde podría estar más seguro que con él. Si no lo tuviera encima, podríamos haberlo conseguido sin luchar. Y no, eso no puede ser-. Se quitó los guantes, y los guardó en el interior de su chaqueta. - No, eso no puede ser. Si hubiera salido de esta, tiene que ser con el medallón. No podía permitirse fracasar ante el coleccionista. Por ello, no podía permitirse que lo consiguiéramos sin pasar por encima de su cadáver. Sin bajar a la bodega a por él-, dijo finalmente, clavando su mirada en el cuerpo sin vida del bio.
Lo observó durante unos instantes, antes de abalanzarse a rebuscar entre las ropas del biocibernético.
- ¡Ayudadme chicos! Lo tiene este capullo-, dijo, rebuscando entre su ropa.
El cibernético estaba cubierto de sangre. Bueno, del líquido que mantenía vivo a ese tipo, antes de ser convertido en una diana llena de virotes. Ya que no se podría considerar sangre, propiamente dicha. No al menos cuando no se parecía a sangre la corriente, roja y viva. Siendo la del bio de un tono tan oscuro, de un rojo tan oscuro, que casi se podía considerar negro. Y de un espesor superior a la normal.
Las manos se le habían vuelto negras, de ese rojo netamente oscuro, que casi parecía negro, en el proceso de inspeccionar cada recoveco de aquel bio. Debía comprobar cada bolsillo, y cada palmo de ropa, pues bien podría tener un escondite secreto donde guardar el medallón. Así eran los ladrones. Con sus ropas con bolsillos secretos, donde esconder sus posesiones a ojos de la guardia y el resto de mortales honrados.
Fue al pasar la mano por encima de la tela de su muslo, cuando notó algo grueso. Como un paquete. Era un bulto en la parte interior del muslo, en un lugar donde normalmente no habría un bolsillo, y casi nada más notarlo supo que tenía aquello que tanto ansiaba encontrar.
Sacó su daga del cinto, y rasgó la tela a toda velocidad, pero al mismo tiempo con sumo cuidado. Allí dentro estaba aquello que tanto deseaba, estaba seguro, y quería saborear el momento.
Introdujo dos dedos en el interior del bolsillo escondido, y sacó un colgante de su interior. Un medallón que le resultaba increíblemente familiar y querido. Sonrió al verlo, y lo alzó para que lo vieran el resto de sus compañeros, mientras su sonrisa se hacía cada vez más amplia.
- Alister, ¿cómo se te da transportar personas a la costa? - comentó en broma. - Espero que tan bien como arrancar cabezas-, dijo finalmente, sin perder la sonrisa.
No obstante, teniendo en cuenta lo mucho que se había internado hacia el interior de la bodega, debería atravesar dos techos para llegar hasta el… ¿novio de Elen? Eso le recordaba que tendría que hablar seriamente con su hermana y Alister, en cuanto el asunto del medallón se solucionara. El chico era majo y un buen hombre. De eso no le cabía duda. Sería un buen yerno. Pero no estaba preparado para pensar en nadie como en yerno. Tanto que esa palabra se le antojaba pegajosa y pesada dentro de su mente.
Sobre todo porque nadie le había dicho nada. Como de costumbre, vaya. En ese aspecto, la peliblanca había salido a su madre. Con dos mujeres así en su vida, quien necesitaba aventura. Ya tenía suficientes misterios en el seno de la familia.
En cualquier caso. No podía negar que ver el hocico del dragón era del todo inesperado. Tan inesperado como gratificante. Ya que poder ver la cara de Clyon, al entender la situación en la que se encontraba, no tenía desperdicio alguno.
Así que en resumen, el plan inicial consistía en agujerear dos cubiertas. Usar algunos de sus proyectiles para romper el primero de los techos, y reservar uno de ellos para el siguiente. Si no conseguía romper este, o más bien, hacer un agujero lo suficientemente grande para el alado, por lo menos sería fácil para el dragón agrandarlo con su fuerza. Pero no hizo falta.
Alister había demostrado una gran agudeza, y se había adelantado a sus planes. Seguramente porque iba en busca de Clyon a su modo, a base de abrirse paso, por medio de agujeros en las cubiertas.
Que podía decir. Divina providencia. En esa noche ya habían tenido demasiadas desgracias, y los dioses se habían puesto de su parte.
Y el movimiento de Alister había ayudado mucho más de lo que a simple vista pudiera parecer. Su plan era osado. Por el mero hecho de que era complicado de que saliera bien, no tanto porque su vida corriera peligro al realizarlo. Tomar a Clyon por sorpresa era fundamental. Y este había tomado su primer lanzamiento al techo como un error. Pero un segundo… Seguramente el bio hubiera sospechado de otro lanzamiento tan errado. Uno mucho más desviado, para ser exactos.
Pero ahí estaba. El cibernético siendo alzado hacia el piso superior de un modo que este nunca hubiera deseado. Convirtiendo su idea de improbable a exitosa. Lo cual era todo un alivio. Si había optado por ese método, era simplemente porque no quería atacar con fuego directamente a Clyon. Estaba seguro de que debía tener el medallón encima, y no estaba dispuesto a dañarlo en la refriega. Necesitaba algo menos directo y brusco, y eso fue lo primero que se le pasó la cabeza después de intercambiar algunos golpes de espada, y al comprobar su ceguera. El bio estaría demasiado confundido y tenso para pensar con claridad, por culpa de su desventaja visual.
Así que ideó ese plan, y el resto era historia. Ahora solamente debía preocuparse de volver con sus compañeros. Algo que se suponía fácil... pero no lo era tanto.
- Maldito bio-, masculló entre dientes, al regresar junto a la escalinata de madera.
Sí, aquella que el cibernético había partido con un golpe de mandoble. Y desde donde Huri le había proporcionado cobertura. Bueno, Huri o Jules, pues no había tenido tiempo de comprobar de quien eran los virotes aliados. Solamente podía estar seguro, de que esa zona era demasiado angosta, como para que los dos estuvieran apostados allí.
Quizás lo ideal fuera buscar otra escalera para salir de allí. Una menos rota, si se le permitía elegir. Pero sentir agua fría envolver sus botas, así como una repentina inclinación del barco, hizo que se lo replanteara.
Estaba seguro de que no había dañado el casco con sus proyectiles al techo. Por lo que estaba sumamente extrañado de que el navío se hundiera. Porque estaba claro que había una vía de agua. No había que ser muy inteligente para imaginar que el agua era del mar, y la inclinación del barco era fruto del agua que entraba por dicha brecha. Fue entonces cuando recordó las bombas de Huracán, y fue fácil hilar los acontecimientos y la causa del problema.
No obstante, recordar las bombas de Huri, le sirvieron también para pensar en la mujer propietaria de estas.
Vinc hizo un salto de aire hacia la abertura de la trampilla, pero… Sí, necesitaba más práctica con eso. Él usaba su dominio en el aire para el combate, mayormente. Para dar golpes y ráfagas de aire contra sus enemigos. Pero eso de la agilidad y los saltos… no eran lo suyo.
Se dio un tremendo costalazo contra el marco de la trampilla. Pero movió los brazos frenéticamente, consiguiendo aferrarse a uno de los peldaños de la parte superior de la escalera de mano. La parte que aún seguía entera y clavada al techo de cubierta. Sobra decir que estaba totalmente desequilibrado y nervioso, ya pensando en la hostia que se hubiera dado en su regreso hacia el suelo. Por ello nos ahorraremos contar esta parte a hijos y nietos. Dignidad ante todo. Aunque sea obviando detalles sin importancia.
- Maldita sea, cuando ella lo hace parece fácil-, dijo.
El peldaño se rompió. Mucho había aguantado. Teniendo en cuenta que un tipo de varios kilos se había abrazado a este como si no hubiera un mañana, en su caída libre hacia el suelo. Pero ya estaba mucho más equilibrado y frenado, así que fue fácil aferrarse a otro de los peldaños, y mantenerse a salvo de caer.
- En serio. La calidad de las escaleras de este mundo es alarmante-, comentó, refunfuñando a duras penas por el esfuerzo, y comenzando a escalar. - No sé que tienen los carpinteros contra mí. Pero desde ese maldito internado todo se cae a pedazos a mi paso.
Qué podía decir. Por fin pudo llegar hasta lo alto de la escalera, y sentirse a salvo de caídas. Así como de la marea, que cada vez se hacía más presente en el interior del navío, como pudo comprobar con una ojeada al interior de la bodega.
- ¿Tenemos ya el medallón? No quiero parecer apurado. Pero este barco se va a pique-, dijo, corriendo hasta sus compañeros. - Sí, Alister. No me mires así, Tú vuelas, pero el resto no tenemos esa virtud-, bromeó.
Ahora que tenía a Clyon atrapado, su buen humor estaba de regreso. La preocupación se iba desvaneciendo poco a poco, por lo que cada vez era más el Vincent de siempre.
- Sí, lo sé. Estamos pegados al muelle. No es grave. Pero el agua está muy fría. Hasta noté lo gélida que estaba cuando enfrió el cuero de mis botas-, señaló sus botas mojadas. - Por ello, me gustaría retirarme, antes de que este barco se hunda demasiado como para poder saltar al muelle.
Sin embargo, su buen humor se cortó al ver la situación. ¡No tenían el medallón! Era evidente al verlos buscar entre las cosas de esa forma tan apremiante.
- Deja de hacernos perder el tiempo. Danos el medallón-, comentó serio, acercándose al bio.
Este por su parte se carcajeó. De un modo totalmente espantoso, mezclando su risa con gruñidos de dolor, así como toses por el líquido que iba invadiendo sus pulmones.
- Me lo llevaré conmigo a la tumba-, dijo este, dibujando una sonrisa en los labios.
Vincent lo miró durante unos segundos. Unos segundos que parecieron interminables, y donde se imaginó cuantas espadas podría hacer con el metal fundido de ese malnacido. Pero luego pensó mejor en las palabras de Clyon, y llegó a una conclusión que ya había pensado con anterioridad.
Fue entonces cuando Huri apuntó de cerca al estúpido de Clyon, y lo mandó al otro mundo al estilo Boisson. No tenía queja. Ese tipo se lo había buscado y no dejaba de molestar hasta sus últimas consecuencias. Por lo menos, ahora podría cachearlo con más facilidad.
- Lo tiene encima. De otro modo no podría llevárselo a la tumba-, comentó, sonriendo a su vez. - Ya lo había sospechado. Donde podría estar más seguro que con él. Si no lo tuviera encima, podríamos haberlo conseguido sin luchar. Y no, eso no puede ser-. Se quitó los guantes, y los guardó en el interior de su chaqueta. - No, eso no puede ser. Si hubiera salido de esta, tiene que ser con el medallón. No podía permitirse fracasar ante el coleccionista. Por ello, no podía permitirse que lo consiguiéramos sin pasar por encima de su cadáver. Sin bajar a la bodega a por él-, dijo finalmente, clavando su mirada en el cuerpo sin vida del bio.
Lo observó durante unos instantes, antes de abalanzarse a rebuscar entre las ropas del biocibernético.
- ¡Ayudadme chicos! Lo tiene este capullo-, dijo, rebuscando entre su ropa.
El cibernético estaba cubierto de sangre. Bueno, del líquido que mantenía vivo a ese tipo, antes de ser convertido en una diana llena de virotes. Ya que no se podría considerar sangre, propiamente dicha. No al menos cuando no se parecía a sangre la corriente, roja y viva. Siendo la del bio de un tono tan oscuro, de un rojo tan oscuro, que casi se podía considerar negro. Y de un espesor superior a la normal.
Las manos se le habían vuelto negras, de ese rojo netamente oscuro, que casi parecía negro, en el proceso de inspeccionar cada recoveco de aquel bio. Debía comprobar cada bolsillo, y cada palmo de ropa, pues bien podría tener un escondite secreto donde guardar el medallón. Así eran los ladrones. Con sus ropas con bolsillos secretos, donde esconder sus posesiones a ojos de la guardia y el resto de mortales honrados.
Fue al pasar la mano por encima de la tela de su muslo, cuando notó algo grueso. Como un paquete. Era un bulto en la parte interior del muslo, en un lugar donde normalmente no habría un bolsillo, y casi nada más notarlo supo que tenía aquello que tanto ansiaba encontrar.
Sacó su daga del cinto, y rasgó la tela a toda velocidad, pero al mismo tiempo con sumo cuidado. Allí dentro estaba aquello que tanto deseaba, estaba seguro, y quería saborear el momento.
Introdujo dos dedos en el interior del bolsillo escondido, y sacó un colgante de su interior. Un medallón que le resultaba increíblemente familiar y querido. Sonrió al verlo, y lo alzó para que lo vieran el resto de sus compañeros, mientras su sonrisa se hacía cada vez más amplia.
- Alister, ¿cómo se te da transportar personas a la costa? - comentó en broma. - Espero que tan bien como arrancar cabezas-, dijo finalmente, sin perder la sonrisa.
Vincent Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
El medallón seguía sin aparecer, y la negativa de Clyon a desvelar dónde lo tenía comenzó a desquiciar no solo a Alister sino también a Huracán, que optó por ir directamente contra él y apuntar a su cabeza con las dos ballestas, exigiéndole que le revelase el paradero de la reliquia, pero no obtuvo la respuesta que quería por parte del bio cibernético. El muy desgraciado se limitó a reír, y eso fue lo último que hizo antes de que la cazadora comenzase a disparar hasta cansarse. Ocho proyectiles terminaron de deformar el rostro del ladrón, pero seguían teniendo el mismo problema, el tiempo corría en su contra y aún no sabían dónde demonios estaba el medallón.
Tomándose al pie de la letra las últimas palabras del bio, Vincent dedujo que debía llevarlo encima, escondido en alguna parte, así que sin perder tiempo, comenzó a registrar sus ropas bajo la atenta mirada del dragón, que con las garras poco podía ayudar, aunque sí podría destrozar lo que quedaba de Clyon. El barco seguía hundiéndose y aquellos instantes se le hicieron eternos, pero finalmente el brujo encontró lo que tan desesperadamente necesitaba su compañera, ahora solo debía llevarlo con ella, aunque primero quedaba algo pendiente… Sin miramientos, Alister se abalanzó sobre el cuello del cadáver y terminó de cortar los cables que unían su cabeza al resto del cuerpo con ayuda de sus afilados dientes, cerrando las fauces en torno a la misma para levantar el vuelo y llevarla junto a Maxine.
Una vez en el muelle la lanzó hacia la ladrona, que vio como rodaba en su dirección y tuvo que tragar saliva. Sabía que tenía las de perder, pero ver su cabeza deformada y todavía ensartada por los virotes de la cazadora era otra cosa. - Llévala al Coleccionista y dile que si vuelve a intentar algo contra Elen, si se atreve a ponerle los ojos encima… le haré lo mismo. - amenazó el dragón, que se mantuvo en el sitio hasta ver a la guerrera estirar la mano hacia su “mensaje”. Maxine sujetó la cabeza por los pelos e hizo un esfuerzo para levantarse, sin perder de vista a la bestia que por poco acaba con ella allí mismo, tenía suerte de salir con vida, aunque estaba segura de que a Cormac lo ocurrido no le iba a gustar en absoluto.
A pesar de eso aceptó ser la mensajera, avanzó hacia la salida más próxima y se alegró de sentir la brisa marina en el rostro, quizá tuviese que replantearse la vida que llevaba ya que a ese paso no duraría mucho más. Alister regresó de inmediato a la cubierta y fue directamente hacia Vincent, consciente de que su compañera podía estar pasándolo muy mal y que llegaría más rápido a la posada si iba por su cuenta. - Dámelo, volaré hasta la taberna, reuníos conmigo allí. - dijo, antes de tomar el medallón y batir las alas para salir a toda prisa del almacén. Ya no importaba nada, así que se dirigió hacia la puerta principal y no se detuvo, en vez de eso la embistió y destrozó la madera, abriéndose paso para luego levantar el vuelo.
Voló tan rápido como le permitieron las alas, y solo pudo sentir alivio al atisbar la silueta del edificio, al que evidentemente no podría entrar tal y como estaba. No, no le quedó más remedio que aterrizar en la entrada y cambiar de forma, quedando con un aspecto que preocuparía a cualquiera que lo viese. Tenía las manos ensangrentadas y aquel líquido negruzco manchaba su mandíbula, a lo que había que sumar la sangre que teñía su camisa, producto de la herida superficial que Maxine le había causado. Sin pararse a pensar en ello, el cazador entró en la taberna e ignoró las miradas que se posaban en él, cruzó la estancia y comenzó a subir apresuradamente las escaleras, dirigiéndose hacia la habitación de la hechicera, donde aún permanecían Fleur y el muchacho.
- ¿Cómo se encuentra? - preguntó nada más entrar, captando la atención de la elfa, que lo miró con ojos muy abiertos. - Es…estable, pero no despierta. ¿Qué ha pasado? - dijo ella, al tiempo que tiraba del chico para que apartase la vista y no se asustara. - Eso no importa. - respondió el alado, dirigiendo la mirada hacia Elen y alegrándose porque aún respirase. - Póngale esto. - indicó, y fue entonces cuando vio la sangre que manchaba sus manos y parte de la cadena del medallón, no quería que ella lo viese de ese modo, así que en vez de entregar la reliquia fue con ella hasta el baño, donde pudo verse al espejo. Rápidamente se lavó las manos y también la cadena, para luego centrarse en aquel asqueroso líquido negruzco hasta hacerlo desaparecer, momento en que se revisó el pecho y decidió no dar importancia a su herida.
Regresó a la habitación y se sentó en la cama junto a la hechicera, colocando el medallón solar sobre su pecho y levantando con cuidado su cabeza para poder pasar la cadena en torno a su cuello. Casi al momento la expresión de la joven se relajó y su cuerpo dejó de revolverse, las pesadillas habían terminado, pero el daño estaba hecho. La temperatura de su cuerpo se normalizó y comenzó a respirar de forma profunda, como si estuviese a punto de reaccionar finalmente, algo que el dragón esperaba con nerviosismo. - Deja que te vea eso. - pidió Fleur, señalándole la rojiza mancha del pecho, y teniendo en cuenta que solo le quedaba esperar, Alister asintió con la cabeza.
La elfa se ocupó de sanar la herida, que desapareció gracias a su magia sin dejar rastro alguno, pero aún quedaba la prenda como prueba de lo que ocurrido, y sin querer dar más preocupaciones a la centinela, que ya tendría bastante con despertar sin saber qué había pasado, decidió correr a su cuarto a por otra camisa. Una vez vestido de nuevo volvió junto a su compañera, esperando que el resto del grupo llegase pronto, aunque a juzgar por cómo empezaba a moverse no lo harían a tiempo de verla despertar. Lentamente, Elen ladeó la cabeza y comenzó a abrir los ojos, parpadeando un par de veces antes de que su vista se enfocase, ofreciéndole la imagen del dragón. - Alister… ¿qué ha pasado? - preguntó, justo antes de percatarse de que no estaban solos. - ¿Fleur? - preguntó al reconocer a la elfa, con la cual había trabajado en el hospital de Lunargenta.
- Yo… estaba en el callejón… y luego escuché la voz de una mujer. - añadió, aquel era su último recuerdo antes de perder la consciencia. - Cuidado, despacio. - la instó el alado, al ver que intentaba incorporarse para quedar sentada en la cama. Gracias a los poderes curativos de Fleur ya no le dolía la cabeza pero alguien tenía que contarle cómo había llegado hasta allí y por qué el Coleccionista había enviado a alguien para atacarla. - El coleccionista. - musitó, provocando que el rostro del cazador se volviese serio. - Sí, envió a una ladrona para que te robase el medallón, pero lo hemos recuperado. - explicó Alister, sin dar demasiados detalles. Hemos, ¿ese plural incluía a Fleur y al chico o a otras personas? No lo sabía, pero ahora conocía el motivo por el cual habían regresado las pesadillas.
Aquellas terribles imágenes no se le borrarían de la cabeza, pero por suerte él estaba allí, vivo y a salvo, no le había hecho daño, aunque podría terminar ocurriendo. Elen ya había pasado por esto antes, cuando cedió a las almas del medallón por segunda vez y utilizó su elemento contra el dragón, que simplemente quería evitar que matase al recipiente de una posesión. Mantenerlo a su lado suponía un grave peligro para él, pero ¿qué podía hacer al respecto? No quería alejarse de él, así que solo le quedaba una alternativa.
Tomándose al pie de la letra las últimas palabras del bio, Vincent dedujo que debía llevarlo encima, escondido en alguna parte, así que sin perder tiempo, comenzó a registrar sus ropas bajo la atenta mirada del dragón, que con las garras poco podía ayudar, aunque sí podría destrozar lo que quedaba de Clyon. El barco seguía hundiéndose y aquellos instantes se le hicieron eternos, pero finalmente el brujo encontró lo que tan desesperadamente necesitaba su compañera, ahora solo debía llevarlo con ella, aunque primero quedaba algo pendiente… Sin miramientos, Alister se abalanzó sobre el cuello del cadáver y terminó de cortar los cables que unían su cabeza al resto del cuerpo con ayuda de sus afilados dientes, cerrando las fauces en torno a la misma para levantar el vuelo y llevarla junto a Maxine.
Una vez en el muelle la lanzó hacia la ladrona, que vio como rodaba en su dirección y tuvo que tragar saliva. Sabía que tenía las de perder, pero ver su cabeza deformada y todavía ensartada por los virotes de la cazadora era otra cosa. - Llévala al Coleccionista y dile que si vuelve a intentar algo contra Elen, si se atreve a ponerle los ojos encima… le haré lo mismo. - amenazó el dragón, que se mantuvo en el sitio hasta ver a la guerrera estirar la mano hacia su “mensaje”. Maxine sujetó la cabeza por los pelos e hizo un esfuerzo para levantarse, sin perder de vista a la bestia que por poco acaba con ella allí mismo, tenía suerte de salir con vida, aunque estaba segura de que a Cormac lo ocurrido no le iba a gustar en absoluto.
A pesar de eso aceptó ser la mensajera, avanzó hacia la salida más próxima y se alegró de sentir la brisa marina en el rostro, quizá tuviese que replantearse la vida que llevaba ya que a ese paso no duraría mucho más. Alister regresó de inmediato a la cubierta y fue directamente hacia Vincent, consciente de que su compañera podía estar pasándolo muy mal y que llegaría más rápido a la posada si iba por su cuenta. - Dámelo, volaré hasta la taberna, reuníos conmigo allí. - dijo, antes de tomar el medallón y batir las alas para salir a toda prisa del almacén. Ya no importaba nada, así que se dirigió hacia la puerta principal y no se detuvo, en vez de eso la embistió y destrozó la madera, abriéndose paso para luego levantar el vuelo.
Voló tan rápido como le permitieron las alas, y solo pudo sentir alivio al atisbar la silueta del edificio, al que evidentemente no podría entrar tal y como estaba. No, no le quedó más remedio que aterrizar en la entrada y cambiar de forma, quedando con un aspecto que preocuparía a cualquiera que lo viese. Tenía las manos ensangrentadas y aquel líquido negruzco manchaba su mandíbula, a lo que había que sumar la sangre que teñía su camisa, producto de la herida superficial que Maxine le había causado. Sin pararse a pensar en ello, el cazador entró en la taberna e ignoró las miradas que se posaban en él, cruzó la estancia y comenzó a subir apresuradamente las escaleras, dirigiéndose hacia la habitación de la hechicera, donde aún permanecían Fleur y el muchacho.
- ¿Cómo se encuentra? - preguntó nada más entrar, captando la atención de la elfa, que lo miró con ojos muy abiertos. - Es…estable, pero no despierta. ¿Qué ha pasado? - dijo ella, al tiempo que tiraba del chico para que apartase la vista y no se asustara. - Eso no importa. - respondió el alado, dirigiendo la mirada hacia Elen y alegrándose porque aún respirase. - Póngale esto. - indicó, y fue entonces cuando vio la sangre que manchaba sus manos y parte de la cadena del medallón, no quería que ella lo viese de ese modo, así que en vez de entregar la reliquia fue con ella hasta el baño, donde pudo verse al espejo. Rápidamente se lavó las manos y también la cadena, para luego centrarse en aquel asqueroso líquido negruzco hasta hacerlo desaparecer, momento en que se revisó el pecho y decidió no dar importancia a su herida.
Regresó a la habitación y se sentó en la cama junto a la hechicera, colocando el medallón solar sobre su pecho y levantando con cuidado su cabeza para poder pasar la cadena en torno a su cuello. Casi al momento la expresión de la joven se relajó y su cuerpo dejó de revolverse, las pesadillas habían terminado, pero el daño estaba hecho. La temperatura de su cuerpo se normalizó y comenzó a respirar de forma profunda, como si estuviese a punto de reaccionar finalmente, algo que el dragón esperaba con nerviosismo. - Deja que te vea eso. - pidió Fleur, señalándole la rojiza mancha del pecho, y teniendo en cuenta que solo le quedaba esperar, Alister asintió con la cabeza.
La elfa se ocupó de sanar la herida, que desapareció gracias a su magia sin dejar rastro alguno, pero aún quedaba la prenda como prueba de lo que ocurrido, y sin querer dar más preocupaciones a la centinela, que ya tendría bastante con despertar sin saber qué había pasado, decidió correr a su cuarto a por otra camisa. Una vez vestido de nuevo volvió junto a su compañera, esperando que el resto del grupo llegase pronto, aunque a juzgar por cómo empezaba a moverse no lo harían a tiempo de verla despertar. Lentamente, Elen ladeó la cabeza y comenzó a abrir los ojos, parpadeando un par de veces antes de que su vista se enfocase, ofreciéndole la imagen del dragón. - Alister… ¿qué ha pasado? - preguntó, justo antes de percatarse de que no estaban solos. - ¿Fleur? - preguntó al reconocer a la elfa, con la cual había trabajado en el hospital de Lunargenta.
- Yo… estaba en el callejón… y luego escuché la voz de una mujer. - añadió, aquel era su último recuerdo antes de perder la consciencia. - Cuidado, despacio. - la instó el alado, al ver que intentaba incorporarse para quedar sentada en la cama. Gracias a los poderes curativos de Fleur ya no le dolía la cabeza pero alguien tenía que contarle cómo había llegado hasta allí y por qué el Coleccionista había enviado a alguien para atacarla. - El coleccionista. - musitó, provocando que el rostro del cazador se volviese serio. - Sí, envió a una ladrona para que te robase el medallón, pero lo hemos recuperado. - explicó Alister, sin dar demasiados detalles. Hemos, ¿ese plural incluía a Fleur y al chico o a otras personas? No lo sabía, pero ahora conocía el motivo por el cual habían regresado las pesadillas.
Aquellas terribles imágenes no se le borrarían de la cabeza, pero por suerte él estaba allí, vivo y a salvo, no le había hecho daño, aunque podría terminar ocurriendo. Elen ya había pasado por esto antes, cuando cedió a las almas del medallón por segunda vez y utilizó su elemento contra el dragón, que simplemente quería evitar que matase al recipiente de una posesión. Mantenerlo a su lado suponía un grave peligro para él, pero ¿qué podía hacer al respecto? No quería alejarse de él, así que solo le quedaba una alternativa.
Elen Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Buscar a la desesperada nunca era la mejor de las opciones. Pero viendo que el barco se hundía no me quedaban muchas más alternativas. Y cuanto más tiempo pasaba, más me agobiaba revolviendo entre aquellos cajones y fardos sin éxito alguno.
Giré la cintura casi por completo hacia Vincent en cuanto este pidió ayuda. Por fortuna, el brujo terminó dando con el medallón, que se encontraba en el lugar más insospechado posible. ¡Dentro de un bolsillo interior del pantalón de Clyon! Muy ávido el brujo para percatarse del juego de palabras, no era un secreto que Vince siempre había mostrado más analítico que yo, bastante más impulsiva a la hora de actuar.
Con el medallón solar en posesión de Vince, sólo había que salir del barco. Alister aún se entretuvo arrancándole la cabeza al cibernético y yo esbocé una leve sonrisa algo sádica en cuanto vi la acción. Alister parecía dispuesto a llevarnos hasta el muelle de nuevo. Un gesto gentil por parte de Vincent y Jules, que seria les miré y les hice un gesto con la mano. – Yo me valgo sola. – afirmé, rehusando todo intento de ayuda por parte del sector masculino.
Cogí impulso por la cubierta, moviendo los brazos en sincronía con las piernas y me mimeticé con el viento. Cuando puse medio pie al borde de la última tablilla que daba al mar, flexioné el muslo y me elevé en los cielos para tras dar una voltereta, terminar llegando al límite de la piedra del muelle, rodar por el suelo para no frenar en seco y partirme la rodilla al caer. Estaba a salvo, sin dejar de caminar me ajusté el pelo hacia atrás y limpié un poco el polvo de la chaqueta mientras me acercaba seria a donde estaba Alister.
-Menudo salto. ¿Me enseñarás a hacerlo algún día? – preguntó Jules.
-No. – No estaba de humor para bromas, aunque habíamos recuperado el medallón había que llegar hasta Elen.
Llegué hasta Alister para escuchar de lleno la amenaza que le había dedicado el dragón. Toda una declaración de intenciones. No había demasiado que añadir más que cruzarme de brazos y mirar fijamente a aquella tipa, que si cabía me miró aún con más miedo. El dragón finalmente le pidió el medallón finalmente a Vincent, que se lo entregó, dejándonos a nosotros en el muelle. Aquello no me importó demasiado, cuanto antes estuviese el medallón con Elen, menos sufriría mi amiga.
-Y ahí va… - resopló Jules. – Nuestro trabajo de esta noche. Cazadores de medallones.
Valemos para un roto y para un descosido.– el brujo giró la cabeza sonriendo y observándome. Yo no despegué ojo del vuelo del dragón, manteniéndome callada. - ¿Habrá que volver a la posada, no? ¿Dónde está Rachel?
-¡Aquí! – se pronunció la chillona voz de la hermana de Jules. El brujo, en un amago de cariño, corrió a abrazarla y a darle un pequeño beso en la frente. - ¡Maestra cazadora! ¿Se encuentra bien?
-Mejor que hace una hora. – Respondí seca. Y no mentía. El hecho de que Elen estuviera bien me tranquilizaba mucho. Giré la cabeza hacia Vincent y alcé una ceja, tratando de mostrarme simpática. – Te he notado nervioso. Qué raro en ti... – le hice notar de manera amistosa, tratando de parecer bromista, aunque con mi levísima sonrisa y mi nula capacidad de entonación para cualquiera que no me conociera pensaría que se lo estaba echando en cara. Era lógico que lo estuviera, esta vez era su hermana la que estaba en peligro.
El camino de vuelta fue también a buen ritmo. Aunque sin correr. El medallón estaba en buenas manos con Alister. Cuando los cuatro llegamos al cuarto, mi amiga de cabellos cenicientos ya estaba consciente, aunque algo despistada. Normal, después de todo lo que le había sucedido. Alister seguía siendo tan animal como de costumbre. Entre el poco tacto del dragón al explicarle lo sucedido, sumado al gran número de personas que nos encontrábamos en tan pequeña habitación, estaban desesperándome incluso a mí. -¡Hola Elen! – saludó Rachel con efusividad. Jules entró acompañando a su hermana con una sonrisa - ¡Lo hicimos, Elen! Somos tus héroes. – Ya estaba bien. Les envié una mirada sentenciante a ambos, y también a la médico asistente y al niño. - La estáis agobiando, joder. – dije de mal humor. – Fuera de aquí. Todos. – ordené, echando a los Roche por la puerta y también a Fleur y al niño. Quizás fuese injusto con ellos, pero estando
-¿Se… se ha enfadado la maestra Boisson? – preguntó Rach entristecida a su hermano mientras yo le cerraba la puerta en las narices.
-¿Ella? Que va, ¿acaso no la conoces ya? – escuché tenuemente hablar a Jules.
Los ignoré a todos. Ahora sólo quedábamos Vincent, Alister y yo, que éramos los que verdaderamente teníamos trato con ella. Y al ser la única chica de la sala, me senté a su lado en la cama con todos mis aparatosos artilugios de caza haciendo ruido al moverse. Apoyé mi guante en su espalda. - ¿Cómo estás? – le pregunté. – No hagas esfuerzos, estás a salvo. – le dije para tranquilizarla.
Giré la cintura casi por completo hacia Vincent en cuanto este pidió ayuda. Por fortuna, el brujo terminó dando con el medallón, que se encontraba en el lugar más insospechado posible. ¡Dentro de un bolsillo interior del pantalón de Clyon! Muy ávido el brujo para percatarse del juego de palabras, no era un secreto que Vince siempre había mostrado más analítico que yo, bastante más impulsiva a la hora de actuar.
Con el medallón solar en posesión de Vince, sólo había que salir del barco. Alister aún se entretuvo arrancándole la cabeza al cibernético y yo esbocé una leve sonrisa algo sádica en cuanto vi la acción. Alister parecía dispuesto a llevarnos hasta el muelle de nuevo. Un gesto gentil por parte de Vincent y Jules, que seria les miré y les hice un gesto con la mano. – Yo me valgo sola. – afirmé, rehusando todo intento de ayuda por parte del sector masculino.
Cogí impulso por la cubierta, moviendo los brazos en sincronía con las piernas y me mimeticé con el viento. Cuando puse medio pie al borde de la última tablilla que daba al mar, flexioné el muslo y me elevé en los cielos para tras dar una voltereta, terminar llegando al límite de la piedra del muelle, rodar por el suelo para no frenar en seco y partirme la rodilla al caer. Estaba a salvo, sin dejar de caminar me ajusté el pelo hacia atrás y limpié un poco el polvo de la chaqueta mientras me acercaba seria a donde estaba Alister.
-Menudo salto. ¿Me enseñarás a hacerlo algún día? – preguntó Jules.
-No. – No estaba de humor para bromas, aunque habíamos recuperado el medallón había que llegar hasta Elen.
Llegué hasta Alister para escuchar de lleno la amenaza que le había dedicado el dragón. Toda una declaración de intenciones. No había demasiado que añadir más que cruzarme de brazos y mirar fijamente a aquella tipa, que si cabía me miró aún con más miedo. El dragón finalmente le pidió el medallón finalmente a Vincent, que se lo entregó, dejándonos a nosotros en el muelle. Aquello no me importó demasiado, cuanto antes estuviese el medallón con Elen, menos sufriría mi amiga.
-Y ahí va… - resopló Jules. – Nuestro trabajo de esta noche. Cazadores de medallones.
Valemos para un roto y para un descosido.– el brujo giró la cabeza sonriendo y observándome. Yo no despegué ojo del vuelo del dragón, manteniéndome callada. - ¿Habrá que volver a la posada, no? ¿Dónde está Rachel?
-¡Aquí! – se pronunció la chillona voz de la hermana de Jules. El brujo, en un amago de cariño, corrió a abrazarla y a darle un pequeño beso en la frente. - ¡Maestra cazadora! ¿Se encuentra bien?
-Mejor que hace una hora. – Respondí seca. Y no mentía. El hecho de que Elen estuviera bien me tranquilizaba mucho. Giré la cabeza hacia Vincent y alcé una ceja, tratando de mostrarme simpática. – Te he notado nervioso. Qué raro en ti... – le hice notar de manera amistosa, tratando de parecer bromista, aunque con mi levísima sonrisa y mi nula capacidad de entonación para cualquiera que no me conociera pensaría que se lo estaba echando en cara. Era lógico que lo estuviera, esta vez era su hermana la que estaba en peligro.
El camino de vuelta fue también a buen ritmo. Aunque sin correr. El medallón estaba en buenas manos con Alister. Cuando los cuatro llegamos al cuarto, mi amiga de cabellos cenicientos ya estaba consciente, aunque algo despistada. Normal, después de todo lo que le había sucedido. Alister seguía siendo tan animal como de costumbre. Entre el poco tacto del dragón al explicarle lo sucedido, sumado al gran número de personas que nos encontrábamos en tan pequeña habitación, estaban desesperándome incluso a mí. -¡Hola Elen! – saludó Rachel con efusividad. Jules entró acompañando a su hermana con una sonrisa - ¡Lo hicimos, Elen! Somos tus héroes. – Ya estaba bien. Les envié una mirada sentenciante a ambos, y también a la médico asistente y al niño. - La estáis agobiando, joder. – dije de mal humor. – Fuera de aquí. Todos. – ordené, echando a los Roche por la puerta y también a Fleur y al niño. Quizás fuese injusto con ellos, pero estando
-¿Se… se ha enfadado la maestra Boisson? – preguntó Rach entristecida a su hermano mientras yo le cerraba la puerta en las narices.
-¿Ella? Que va, ¿acaso no la conoces ya? – escuché tenuemente hablar a Jules.
Los ignoré a todos. Ahora sólo quedábamos Vincent, Alister y yo, que éramos los que verdaderamente teníamos trato con ella. Y al ser la única chica de la sala, me senté a su lado en la cama con todos mis aparatosos artilugios de caza haciendo ruido al moverse. Apoyé mi guante en su espalda. - ¿Cómo estás? – le pregunté. – No hagas esfuerzos, estás a salvo. – le dije para tranquilizarla.
Anastasia Boisson
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
Cuanto tiempo pasó desde que encontrara el medallón, hasta el momento en el que el dragón hizo real su anterior promesa a Clyon. Tan poco tiempo, que le parecía imposible que un dragón pudiera moverse tan rápido. Pero así había sido.
Que podía decir. El cibernético se lo había ganado. Su comportamiento había distado mucho de alguien que apreciara su vida. Seguramente porque temía lo que le hubiera hecho el Coleccionista si hubiese vuelto con él sin el medallón. Pero debió calibrar mejor a las personas con las que se enfrentaba. Poco importaba lo que podría hacerle ese Coleccionista. Cuando antes de vérselas con su jefe, tenía que enfrentarse a hermano protector bastante furioso, a un dragón que no estaba por la labor de ser muy diplomático, más otros veteranos brujos que no estaban tampoco con muchas ganas de perdonarle la vida.
Lo más positivo que le había pasado a Clyon en esa noche, era morir antes de que el dragón tuviera oportunidad de arrancarle la cabeza, aún estando vivo.
- Vaya, si quiere ser mi cuñado tendrá que esforzarse más-, bromeó a Jules, antes de guardar el colgante en uno de sus bolsillos, y avanzar hacia la pasarela que unía al barco con el muelle.
Por supuesto, allí ya no había pasarela, tabla de madera, ni nada parecido para poder bajarse del navío. Pues este ya se había inclinado demasiado como para que el tablón aguantara en su sitio, y ya se habría caído al agua hacía tiempo.
El dragón impaciente podría haberlos llevado al muelle al menos. No era un trayecto largo que digamos, y solo tenía que hacer tres viajes para llevar al trío a buen puerto. Nunca mejor dicho.
Bueno, en realidad dos, porque Huracán no necesitaba ayuda para estas cosas. Ojalá él también lo fuera, ya que menuda leche se había dado con el marco de la trampilla de la bodega. Debía perfeccionar la técnica de desplazamientos con aire, pues, aunque no era su especialidad, no estaban de más practicar y mejorar dicha faceta. Podían sacarlo de algún apuro, como el de la bodega, sin parecer un pollo sin cabeza en el proceso.
- Tocará saltar-, le comentó a Jules, antes de pasar su cuerpo por encima de la baranda del buque, y lanzarse al muelle.
Nada más sentir como caía al vacío, uso sus poderes de viento para frenar la caída y llegar al suelo con suavidad. No hace falta decir que su salto no fue ni una infinitésima parte de grácil que el realizado por Huri, pero al menos esta vez consiguió no estrellarse en el proceso. Lo cual era de agradecer. Por sus huesos mayormente.
En cualquier caso, después de que cada uno saliera del barco a pique, ya fuera de la forma más bella o no, todos llegaron a tiempo de ver las intenciones que tenía Alister con la cabeza y la ladrona que había asaltado a Elen.
Un buen consejo. Ya que además de una amenaza era un gran consejo. Sin duda. La joven haría bien en hacer caso al dragón.
Una vez terminada la parte de darle el mensaje a la bandida, tocaba devolverle el colgante a Elen de una vez por todas. Y como el dragón podía llegar mucho más rápido que los demás, no dudo en darle el medallón en cuanto se lo pidió.
- Ten-, dijo, sacándolo del bolsillo, y pasando la cuerda del colgante alrededor de la muñeca de la garra del alado. - Date prisa. Mi hermana está sufriendo sin él-, comentó serio, sin más.
Alister no perdió el tiempo, y tampoco dijo nada, simplemente alzó el vuelo en cuanto tuvo el medallón en su poder.
- Sí, deberíamos volver-, contestó a Jules, nada más acercarse su hermana, aunque no pudo evitar reír cuando Huri le bromeó. - Que puedo decir. Todos tenemos nuestros límites, y hacer daño a mi hermana entra dentro de esos límites que no deben ser sobrepasados-, contestó sincero, pero en tono alegre. - Gracias por ayudarte en esta noche tan complicada. No lo olvidaré-, comentó, para luego dibujar una media sonrisa. - En serio. Muchas gracias. Aunque deberíamos volver lo antes posible. Para ver el estado de Elen-, dijo más serio. - Id yendo. Yo no tardaré en alcanzaros.
Vinc se giró con rapidez y avanzó con paso firma hacia Maxine.
- Mujer, harás bien en hacerle caso al dragón-, empezó a decir, señalando a la ladrona con el índice de su mano diestra, y usando un tono de voz que no admitía réplica. - Pero harás mejor en alejarte del Coleccionista en cuanto le des esa cabeza. Porque te aseguro que esto no quedará así. Nadie ordena hacer daño a un Calhoun y vive para ver un nuevo amanecer. No después de que le encuentre. Y te aseguro que lo haré-, terminó de decir, y se volteó con ímpetu, haciendo ondear con fuerza el vuelo de su chaqueta. - Te lo aseguro-, dijo por encima de su hombro, antes de volver con el resto de sus compañeros.
En cuanto alcanzó a los demás, se dirigieron de vuelta a la taberna donde se encontraba su hermana. Estaba un poco nervioso, para que negarlo, aunque confiaba en que se hubiera puesto bien, en cuanto el dragón le hubiese devuelto el colgante.
Por fortuna, lo que pensaba se había hecho realidad, y para cuando habían vuelto, su hermana se encontraba despierta y con mejores síntomas.
- Elen, ¿estás bien? - comentó, sentándose a su lado, en el borde de la cama. - Las fiebres han bajado-, dijo después tomarle la temperatura con la palma de su mano. - Hemos atrapado a los enviados por ese tal coleccionista. Ya me comentarás de quien se trata, cuando te encuentres mejor. Tendrías que haber visto a tus amigos. Todos han estado genial, cada uno aportando su granito de arena. Aunque los Boisson son muy escandalosos, y Huri ya los anda mandando a paseo-, bromeó, antes de reír levemente. - Me hace muy feliz verte mejor-, le dio un beso en la frente. - Te dejaré espacio, pero solo hasta que repongas, eh-, volvió a bromear, sonriente. - Ya volveré para acosarte con preguntas de tipos malos a los que zurrar.
Dicho esto se incorporó y se acercó hasta donde se hallaba el dragón.
- Así que novios-, susurró al alado, sin mirarlo fijamente, solo de soslayo mientras mantenía la vista en Elen. - Estoy seguro, de que se si fuerais novios, alguno de los dos se habría dignado a decírmelo. A que si-, comentó sin cambiar la pose. - No esperaría menos-, miró directamente el rostro del dragón, con su característica media sonrisa dibujada en los labios.
Estaba seguro de que el dragón sería un buen cuñado. Alister lucharía por Elen con todas sus fuerzas. Y solamente necesitaba eso y que la hiciera feliz, para considerarlo digno de ella. Pero si era verdad que eran novios, y lo mantenían en secreto… Tendría que echarles un rapapolvo a esos dos.
En cuanto Elen se mejorase, claro estaba. Es más, también le echaría uno a su madre, que seguro que lo sabía y no le había dicho nada.
Suspiró. Menuda familia. La mejor que nadie podría tener, sin duda.
Que podía decir. El cibernético se lo había ganado. Su comportamiento había distado mucho de alguien que apreciara su vida. Seguramente porque temía lo que le hubiera hecho el Coleccionista si hubiese vuelto con él sin el medallón. Pero debió calibrar mejor a las personas con las que se enfrentaba. Poco importaba lo que podría hacerle ese Coleccionista. Cuando antes de vérselas con su jefe, tenía que enfrentarse a hermano protector bastante furioso, a un dragón que no estaba por la labor de ser muy diplomático, más otros veteranos brujos que no estaban tampoco con muchas ganas de perdonarle la vida.
Lo más positivo que le había pasado a Clyon en esa noche, era morir antes de que el dragón tuviera oportunidad de arrancarle la cabeza, aún estando vivo.
- Vaya, si quiere ser mi cuñado tendrá que esforzarse más-, bromeó a Jules, antes de guardar el colgante en uno de sus bolsillos, y avanzar hacia la pasarela que unía al barco con el muelle.
Por supuesto, allí ya no había pasarela, tabla de madera, ni nada parecido para poder bajarse del navío. Pues este ya se había inclinado demasiado como para que el tablón aguantara en su sitio, y ya se habría caído al agua hacía tiempo.
El dragón impaciente podría haberlos llevado al muelle al menos. No era un trayecto largo que digamos, y solo tenía que hacer tres viajes para llevar al trío a buen puerto. Nunca mejor dicho.
Bueno, en realidad dos, porque Huracán no necesitaba ayuda para estas cosas. Ojalá él también lo fuera, ya que menuda leche se había dado con el marco de la trampilla de la bodega. Debía perfeccionar la técnica de desplazamientos con aire, pues, aunque no era su especialidad, no estaban de más practicar y mejorar dicha faceta. Podían sacarlo de algún apuro, como el de la bodega, sin parecer un pollo sin cabeza en el proceso.
- Tocará saltar-, le comentó a Jules, antes de pasar su cuerpo por encima de la baranda del buque, y lanzarse al muelle.
Nada más sentir como caía al vacío, uso sus poderes de viento para frenar la caída y llegar al suelo con suavidad. No hace falta decir que su salto no fue ni una infinitésima parte de grácil que el realizado por Huri, pero al menos esta vez consiguió no estrellarse en el proceso. Lo cual era de agradecer. Por sus huesos mayormente.
En cualquier caso, después de que cada uno saliera del barco a pique, ya fuera de la forma más bella o no, todos llegaron a tiempo de ver las intenciones que tenía Alister con la cabeza y la ladrona que había asaltado a Elen.
Un buen consejo. Ya que además de una amenaza era un gran consejo. Sin duda. La joven haría bien en hacer caso al dragón.
Una vez terminada la parte de darle el mensaje a la bandida, tocaba devolverle el colgante a Elen de una vez por todas. Y como el dragón podía llegar mucho más rápido que los demás, no dudo en darle el medallón en cuanto se lo pidió.
- Ten-, dijo, sacándolo del bolsillo, y pasando la cuerda del colgante alrededor de la muñeca de la garra del alado. - Date prisa. Mi hermana está sufriendo sin él-, comentó serio, sin más.
Alister no perdió el tiempo, y tampoco dijo nada, simplemente alzó el vuelo en cuanto tuvo el medallón en su poder.
- Sí, deberíamos volver-, contestó a Jules, nada más acercarse su hermana, aunque no pudo evitar reír cuando Huri le bromeó. - Que puedo decir. Todos tenemos nuestros límites, y hacer daño a mi hermana entra dentro de esos límites que no deben ser sobrepasados-, contestó sincero, pero en tono alegre. - Gracias por ayudarte en esta noche tan complicada. No lo olvidaré-, comentó, para luego dibujar una media sonrisa. - En serio. Muchas gracias. Aunque deberíamos volver lo antes posible. Para ver el estado de Elen-, dijo más serio. - Id yendo. Yo no tardaré en alcanzaros.
Vinc se giró con rapidez y avanzó con paso firma hacia Maxine.
- Mujer, harás bien en hacerle caso al dragón-, empezó a decir, señalando a la ladrona con el índice de su mano diestra, y usando un tono de voz que no admitía réplica. - Pero harás mejor en alejarte del Coleccionista en cuanto le des esa cabeza. Porque te aseguro que esto no quedará así. Nadie ordena hacer daño a un Calhoun y vive para ver un nuevo amanecer. No después de que le encuentre. Y te aseguro que lo haré-, terminó de decir, y se volteó con ímpetu, haciendo ondear con fuerza el vuelo de su chaqueta. - Te lo aseguro-, dijo por encima de su hombro, antes de volver con el resto de sus compañeros.
En cuanto alcanzó a los demás, se dirigieron de vuelta a la taberna donde se encontraba su hermana. Estaba un poco nervioso, para que negarlo, aunque confiaba en que se hubiera puesto bien, en cuanto el dragón le hubiese devuelto el colgante.
Por fortuna, lo que pensaba se había hecho realidad, y para cuando habían vuelto, su hermana se encontraba despierta y con mejores síntomas.
- Elen, ¿estás bien? - comentó, sentándose a su lado, en el borde de la cama. - Las fiebres han bajado-, dijo después tomarle la temperatura con la palma de su mano. - Hemos atrapado a los enviados por ese tal coleccionista. Ya me comentarás de quien se trata, cuando te encuentres mejor. Tendrías que haber visto a tus amigos. Todos han estado genial, cada uno aportando su granito de arena. Aunque los Boisson son muy escandalosos, y Huri ya los anda mandando a paseo-, bromeó, antes de reír levemente. - Me hace muy feliz verte mejor-, le dio un beso en la frente. - Te dejaré espacio, pero solo hasta que repongas, eh-, volvió a bromear, sonriente. - Ya volveré para acosarte con preguntas de tipos malos a los que zurrar.
Dicho esto se incorporó y se acercó hasta donde se hallaba el dragón.
- Así que novios-, susurró al alado, sin mirarlo fijamente, solo de soslayo mientras mantenía la vista en Elen. - Estoy seguro, de que se si fuerais novios, alguno de los dos se habría dignado a decírmelo. A que si-, comentó sin cambiar la pose. - No esperaría menos-, miró directamente el rostro del dragón, con su característica media sonrisa dibujada en los labios.
Estaba seguro de que el dragón sería un buen cuñado. Alister lucharía por Elen con todas sus fuerzas. Y solamente necesitaba eso y que la hiciera feliz, para considerarlo digno de ella. Pero si era verdad que eran novios, y lo mantenían en secreto… Tendría que echarles un rapapolvo a esos dos.
En cuanto Elen se mejorase, claro estaba. Es más, también le echaría uno a su madre, que seguro que lo sabía y no le había dicho nada.
Suspiró. Menuda familia. La mejor que nadie podría tener, sin duda.
Vincent Calhoun
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Re: Sumida en las tinieblas [Noche][3/3][Cerrado]
La hechicera trató de ordenar sus ideas en silencio, bajo la atenta mirada de los presentes, necesitaba hablar a solas con el dragón pero después de lo que habían hecho por ella no se mostraría desagradecida ni con Fleur ni con el muchacho, así que le tocaría esperar hasta que estos se retirasen por su propio pie. O eso era lo que pensaba ella, ya que pronto más gente irrumpió en la estancia, aunque a decir verdad se alegró bastante de ver sus caras. Vincent, Huracán, Jules y Rachel, todos ellos habían colaborado para devolverle el medallón, detalle que la abrumó un tanto, ya que el origen de todo aquello había sido un descuido suyo. Maxine la había atacado a traición, pero si hubiese permitido al dragón acompañarla nada hubiese pasado, la ladrona no habría podido con los dos a la vez, y tampoco habría conseguido arrebatarle la reliquia.
- Chicos… yo… - comenzó a decir, pero su amiga intervino para desalojar un poco el cuarto, enviando fuera a los Roche, la sanadora y el muchacho. Elen agradeció el gesto, aún tenía que asimilar lo ocurrido y no le beneficiaba en nada tener tantos pares de ojos encima. - ¡Gracias! - alcanzó a decir antes de que la puerta se cerrase, esperando tener ocasión de devolverles el favor algún día. Tanto Huracán como Vincent se sentaron a su lado, ocupando ambos laterales de la cama y dejando a Alister en un segundo plano junto a la ventana, aunque no le importaba. Su trabajo estaba hecho, el medallón volvía a colgar del cuello de la centinela y todo parecía estar de nuevo en orden, a lo que había que sumar que si en algo apreciaba su vida, el Coleccionista no volvería a acercarse a ella, no después de ver lo que le esperaba si lo hacía.
- Estoy bien. - respondió la joven a ambos brujos, mientras Vince se aseguraba de que las fiebres hubiesen desaparecido. La tensai los miró durante unos instantes, sin poder evitar que las imágenes de su pesadilla volviesen a adueñarse de su cabeza, mostrándole las terribles formas con que los había matado. No podía permitir que eso ocurriese, ni que las malignas almas de su reliquia volviesen a tomar el control, no, debía tomar cartas en el asunto y asegurarse de que nada malo ocurriría a sus seres queridos, y era ahí donde entraría el dragón.
- Gracias, de verdad, no olvidaré lo que habéis hecho por mí esta noche. - dijo al poco, mientras su hermano abandonaba la cama para acercarse a Alister. Él tendría tiempo de contarle con lujo de detalles todo lo ocurrido, pero por el momento era mejor dejar pasar las horas y que descansase hasta el día siguiente, con la tranquilidad de no volver a caer en una pesadilla en cuanto cerrase los ojos. Sin embargo, antes de eso debía zanjar un asunto con su compañero, y no sería una conversación agradable ni mucho menos.
Alister observó como el rubio se le acercaba y su cuerpo se tensó en cuando escuchó lo que le susurraba, al parecer los comentarios de Jules no habían caído en el olvido como deberían. - ¿Nosotros? - fue lo único que alcanzó a decir, antes de que Vincent siguiera hablando. Al final optó por guardar silencio, dejando que su interlocutor terminase la conversación dando por hecho que no era cierto, ya que no le habían avisado de ello. No, a pesar de sus sentimientos por la hechicera no tenían nada, y la verdad era que no sabía si algún día tendría ocasión de revelarle que estaba enamorado de ella, teniendo en cuenta que en cuanto cruzase al Oblivion para enfrentarse de nuevo a los jinetes todo quedaría en el aire. El dragón confiaba en sus habilidades y en que consiguiesen destruir a los Tarmúnil y regresar con vida, pero cualquier cosa podía salir mal y él ni siquiera estaría allí para ayudarla, algo que lo hacía sentir impotente.
- Deberíamos dejarla descansar. - propuso, tras carraspear. Todos parecieron estar de acuerdo con ello, y tras despedirse de la joven, se encaminaron hacia la puerta de la habitación. - Alister espera, tengo que hablar contigo. - lo detuvo Elen, en cuanto se acercó a la salida. Aquello no ayudaría a disipar las dudas del rubio pero si ella lo requería allí estaría, así que tras ver como Vincent y Huracán comenzaban a bajar la escalera, cerró la puerta y se giró hacia la joven, que tenía la vista clavada en algún punto de la pared. - ¿Ocurre algo? - preguntó, consiguiendo que la mirada de la centinela se desviase hacia su persona. - Sí. - respondió Elen, al tiempo que se giraba para quedar sentada al borde de la cama. - No quería preocuparlos más… ya han hecho bastante esta noche. - añadió, con lentitud.
Con cierta preocupación, Alister se situó frente a ella y esperó a que volviese a hablar para explicarse. - Perder el medallón me sumió en una pesadilla, pero ésta no se parecía en nada a las anteriores… - comenzó a decir. - Pudimos ver la angustia en tu rostro, ¿qué te obligaron a ver? - preguntó el dragón, esforzándose por borrar aquella imagen de su cabeza. - Nada, ésta vez fue distinto… yo no era testigo de la matanza sino… - Elen se detuvo durante unos segundos, tomó aire y continuó. - …el verdugo. - soltó, bajando la vista al suelo. - No puedes dejar que jueguen con tu mente Elen, esos desgraciados harán lo que sea para causarte daño. - intervino de inmediato, con expresión seria y un deje de enfado en la voz.
No quería ni imaginar lo que le habían mostrado mientras estaba atrapada en la pesadilla, no, solo quería hallar el modo de dar su merecido a los jinetes y participar en la batalla final para vengar a su hermana y también a la bruja. - Tú no lo entiendes, vi como os mataba, os mataba a todos de la peor forma que se te pueda ocurrir. - saltó Elen, poniéndose en pie. - Mi madre, Vince, Huracán, Jules, los Stone, tú… os destrozaba y ni siquiera tratabais de defenderos. - continuó, ligeramente alterada. - Eso no va a ocurrir…- intervino él, pero la de cabellos cenicientos lo cortó al poco. - ¿Cómo puedes estar tan seguro? Ya he perdido el control dos veces y la última acabaste herido. - le recordó. - ¿Y si la próxima vez no tienes tanta suerte? ¿Y si no consigues traerme de vuelta a tiempo? - inquirió, sin preocuparse de que alguien del exterior pudiese escucharla.
- Eso no pasará Elen, puedes dominar a las almas del medallón. - le respondió con seguridad, pero la joven tenía claro que podía volver a ocurrir, y que si no tomaba medidas el resultado sería terrible. - No puedo arriesgarme a haceros daño, ni a ti ni a ninguno de ellos, no me lo perdonaría. - la voz de la tensai amenazaba con quebrarse, la sola idea de matar a alguno de sus seres queridos era demasiado para ella. - Por eso tengo que pedirte un favor… - añadió al poco, volviendo a sentarse al borde de la cama. - Prométeme que no permitirás que eso pase, si vuelvo a perder el control y tienes que matarme para mantenerte a salvo hazlo… y ocupa mi lugar en la batalla. - aquellas palabras fueron como una patada en el estómago para el dragón, que la miraba incrédulo. Elen no podía pedir aquello a su hermano ni a Huracán, y en cierto modo prefería que fuese Alister quien lo hiciera, consciente de que le brindaría un final rápido y lo menos doloroso posible.
- ¿Qué? ¡Ni hablar! - replicó el alado, todavía asimilando que después de todo lo que había hecho aquella noche para salvarla, ella misma le estuviese pidiendo que acabase con su vida si las almas volvían a dominarla. - Tienes que hacerlo, prométemelo. - insistió la bruja, mientras su compañero cerraba los puños con frustración. - ¡Borra esa maldita idea de tu cabeza Elen, no pienso hacerlo! - exclamó, obligándose a andar de un lado de la habitación al otro para distraerse. La de ojos verdes abrió la boca para volver a hablar e intentar convencerlo de que era lo mejor para todos, pero el dragón la cortó antes de que pudiese decir nada, deteniéndose justo frente a ella y tomándola con fuerza por los hombros. - ¡No te veré morir y mucho menos seré yo quien te mate! nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de parecer ¿lo entiendes? ¡no lo haré! - dijo, antes de liberarla y salir de la habitación dando un portazo.
En sus ojos pudo ver una mezcla de tristeza y enfado antes de marcharse, pero había algo más, algo que había provocado aquella reacción tan drástica. ¿Acaso no veía por encima de todo el objetivo de acabar con los jinetes? Le estaba brindando la oportunidad de participar en ello si su situación se complicaba, pero él no parecía interesado en ocupar su puesto. Quizá el tiempo hubiese cambiado sus prioridades, se dijo la joven, mientras avanzaba hacia la mesa sobre la cual descansaban la mayoría de sus pertenencias. - Tengo que hacerle entrar en razón. - musitó, ya que de lo contrario no podría permitirle que siguiese acompañándola. Ahora contaba con Melena Blanca, y si Alister no era capaz de ponerle límites el leónico sí que lo haría, o al menos en eso debía confiar.
Los verdes ojos de la tensai se pasearon por encima de la mesa hasta detenerse sobre un objeto, alargó la mano y tomó la flor de sentimiento que había conseguido tiempo atrás, mientras recordaba el modo de uso que había leído en sus libros sobre plantas. Movida por la curiosidad, arrancó uno de los pétalos y se lo puso bajo la lengua hasta que éste se disolvió, cuando iba de camino a la puerta de su cuarto, que quedaba justo frente a la habitación del dragón. Entonces todo le llegó de golpe, el cansancio, el dolor, la rabia contenida contra Maxine, el Coleccionista y sobre todo los Tarmúnil, la frustración, el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasaría, el alivio por haberla salvado, la preocupación, el deseo de protegerla, la sed de venganza, y por encima de todas aquellas emociones el amor… Alister estaba enamorado de ella y esa era la razón de que se negase en rotundo a ser su verdugo.
Inmóvil, la benjamina de los Calhoun sintió como aquel caos de emociones empañaba sus ojos, anegándolos de lágrimas que pronto recorrieron sus mejillas. Saberse correspondida habría alegrado a cualquier chica de su edad, pero para ella era una noticia agridulce, sus caminos debían separarse o de lo contrario el alado terminaría poniéndose en peligro para salvarla, cosa que no podía permitir. Isla volcánica era su próximo destino, y después de ver cómo se las gastaba Amaterasu no llevaría consigo a nadie que pudiese salir herido por un impulso de la nigromante.
Tras unos minutos, en los que recobró la compostura y se secó el rostro, la tensai comenzó a recoger sus pertenencias, centrándose en lo imprescindible ya que tendría que viajar rápido para que su compañero no fuese capaz de alcanzarla. Se movía con cuidado por la estancia, tratando de hacer el menor ruido posible para no alertar a nadie de lo que ocurría en el interior, y en cuanto terminó de reunir su equipo se sentó al borde de la cama y aguardó en silencio durante un rato, lo justo para dar por hecho que Alister se habría ido a dormir. Suspiró con tristeza cuando llegó la hora de marcharse, y tras echarse sobre los hombros una capa oscura con capucha que le serviría para pasar desapercibida hasta salir de Lunargenta, se acercó a su mesa y escribió una escueta nota de despedida para el cazador, que decía así: “Ha llegado el momento de que siga adelante por mi cuenta, puedes estar seguro de que haré cuanto esté en mi mano para acabar con los jinetes… cuídate.”
No era la mejor despedida ni contenía lo que le hubiese gustado decirle, pero teniendo en cuenta la batalla que iba a librar, aquella era la opción más segura para ambos. Separados, ninguno de los dos se expondría para proteger al otro, evitando el tener una debilidad de cara al combate, que el enemigo no dudaría en aprovechar. Una vez hecho esto se acercó a la ventana y la abrió con cuidado, para luego comenzar a sacar sus bártulos a través de la misma y guiarlos hasta el suelo gracias a la combinación de sus poderes de viento con la telequinesis. Aquello le llevó unos minutos pero prefería no ser vista ni siquiera por el tabernero, no debía dejar ninguna pista de su marcha, sería mejor así.
Ayudándose con una corriente de viento para controlar la caída, la de ojos verdes saltó al exterior y de inmediato puso rumbo al establo, donde cargó sus cosas en la silla de Sombra y tomando las riendas del negro corcel, se echó a las calles en dirección al puerto, echando la vista atrás una única vez.
Off: Tengo permiso de Vincent y Huracán para sacarlos de escena y cerrar el tema.
- Chicos… yo… - comenzó a decir, pero su amiga intervino para desalojar un poco el cuarto, enviando fuera a los Roche, la sanadora y el muchacho. Elen agradeció el gesto, aún tenía que asimilar lo ocurrido y no le beneficiaba en nada tener tantos pares de ojos encima. - ¡Gracias! - alcanzó a decir antes de que la puerta se cerrase, esperando tener ocasión de devolverles el favor algún día. Tanto Huracán como Vincent se sentaron a su lado, ocupando ambos laterales de la cama y dejando a Alister en un segundo plano junto a la ventana, aunque no le importaba. Su trabajo estaba hecho, el medallón volvía a colgar del cuello de la centinela y todo parecía estar de nuevo en orden, a lo que había que sumar que si en algo apreciaba su vida, el Coleccionista no volvería a acercarse a ella, no después de ver lo que le esperaba si lo hacía.
- Estoy bien. - respondió la joven a ambos brujos, mientras Vince se aseguraba de que las fiebres hubiesen desaparecido. La tensai los miró durante unos instantes, sin poder evitar que las imágenes de su pesadilla volviesen a adueñarse de su cabeza, mostrándole las terribles formas con que los había matado. No podía permitir que eso ocurriese, ni que las malignas almas de su reliquia volviesen a tomar el control, no, debía tomar cartas en el asunto y asegurarse de que nada malo ocurriría a sus seres queridos, y era ahí donde entraría el dragón.
- Gracias, de verdad, no olvidaré lo que habéis hecho por mí esta noche. - dijo al poco, mientras su hermano abandonaba la cama para acercarse a Alister. Él tendría tiempo de contarle con lujo de detalles todo lo ocurrido, pero por el momento era mejor dejar pasar las horas y que descansase hasta el día siguiente, con la tranquilidad de no volver a caer en una pesadilla en cuanto cerrase los ojos. Sin embargo, antes de eso debía zanjar un asunto con su compañero, y no sería una conversación agradable ni mucho menos.
Alister observó como el rubio se le acercaba y su cuerpo se tensó en cuando escuchó lo que le susurraba, al parecer los comentarios de Jules no habían caído en el olvido como deberían. - ¿Nosotros? - fue lo único que alcanzó a decir, antes de que Vincent siguiera hablando. Al final optó por guardar silencio, dejando que su interlocutor terminase la conversación dando por hecho que no era cierto, ya que no le habían avisado de ello. No, a pesar de sus sentimientos por la hechicera no tenían nada, y la verdad era que no sabía si algún día tendría ocasión de revelarle que estaba enamorado de ella, teniendo en cuenta que en cuanto cruzase al Oblivion para enfrentarse de nuevo a los jinetes todo quedaría en el aire. El dragón confiaba en sus habilidades y en que consiguiesen destruir a los Tarmúnil y regresar con vida, pero cualquier cosa podía salir mal y él ni siquiera estaría allí para ayudarla, algo que lo hacía sentir impotente.
- Deberíamos dejarla descansar. - propuso, tras carraspear. Todos parecieron estar de acuerdo con ello, y tras despedirse de la joven, se encaminaron hacia la puerta de la habitación. - Alister espera, tengo que hablar contigo. - lo detuvo Elen, en cuanto se acercó a la salida. Aquello no ayudaría a disipar las dudas del rubio pero si ella lo requería allí estaría, así que tras ver como Vincent y Huracán comenzaban a bajar la escalera, cerró la puerta y se giró hacia la joven, que tenía la vista clavada en algún punto de la pared. - ¿Ocurre algo? - preguntó, consiguiendo que la mirada de la centinela se desviase hacia su persona. - Sí. - respondió Elen, al tiempo que se giraba para quedar sentada al borde de la cama. - No quería preocuparlos más… ya han hecho bastante esta noche. - añadió, con lentitud.
Con cierta preocupación, Alister se situó frente a ella y esperó a que volviese a hablar para explicarse. - Perder el medallón me sumió en una pesadilla, pero ésta no se parecía en nada a las anteriores… - comenzó a decir. - Pudimos ver la angustia en tu rostro, ¿qué te obligaron a ver? - preguntó el dragón, esforzándose por borrar aquella imagen de su cabeza. - Nada, ésta vez fue distinto… yo no era testigo de la matanza sino… - Elen se detuvo durante unos segundos, tomó aire y continuó. - …el verdugo. - soltó, bajando la vista al suelo. - No puedes dejar que jueguen con tu mente Elen, esos desgraciados harán lo que sea para causarte daño. - intervino de inmediato, con expresión seria y un deje de enfado en la voz.
No quería ni imaginar lo que le habían mostrado mientras estaba atrapada en la pesadilla, no, solo quería hallar el modo de dar su merecido a los jinetes y participar en la batalla final para vengar a su hermana y también a la bruja. - Tú no lo entiendes, vi como os mataba, os mataba a todos de la peor forma que se te pueda ocurrir. - saltó Elen, poniéndose en pie. - Mi madre, Vince, Huracán, Jules, los Stone, tú… os destrozaba y ni siquiera tratabais de defenderos. - continuó, ligeramente alterada. - Eso no va a ocurrir…- intervino él, pero la de cabellos cenicientos lo cortó al poco. - ¿Cómo puedes estar tan seguro? Ya he perdido el control dos veces y la última acabaste herido. - le recordó. - ¿Y si la próxima vez no tienes tanta suerte? ¿Y si no consigues traerme de vuelta a tiempo? - inquirió, sin preocuparse de que alguien del exterior pudiese escucharla.
- Eso no pasará Elen, puedes dominar a las almas del medallón. - le respondió con seguridad, pero la joven tenía claro que podía volver a ocurrir, y que si no tomaba medidas el resultado sería terrible. - No puedo arriesgarme a haceros daño, ni a ti ni a ninguno de ellos, no me lo perdonaría. - la voz de la tensai amenazaba con quebrarse, la sola idea de matar a alguno de sus seres queridos era demasiado para ella. - Por eso tengo que pedirte un favor… - añadió al poco, volviendo a sentarse al borde de la cama. - Prométeme que no permitirás que eso pase, si vuelvo a perder el control y tienes que matarme para mantenerte a salvo hazlo… y ocupa mi lugar en la batalla. - aquellas palabras fueron como una patada en el estómago para el dragón, que la miraba incrédulo. Elen no podía pedir aquello a su hermano ni a Huracán, y en cierto modo prefería que fuese Alister quien lo hiciera, consciente de que le brindaría un final rápido y lo menos doloroso posible.
- ¿Qué? ¡Ni hablar! - replicó el alado, todavía asimilando que después de todo lo que había hecho aquella noche para salvarla, ella misma le estuviese pidiendo que acabase con su vida si las almas volvían a dominarla. - Tienes que hacerlo, prométemelo. - insistió la bruja, mientras su compañero cerraba los puños con frustración. - ¡Borra esa maldita idea de tu cabeza Elen, no pienso hacerlo! - exclamó, obligándose a andar de un lado de la habitación al otro para distraerse. La de ojos verdes abrió la boca para volver a hablar e intentar convencerlo de que era lo mejor para todos, pero el dragón la cortó antes de que pudiese decir nada, deteniéndose justo frente a ella y tomándola con fuerza por los hombros. - ¡No te veré morir y mucho menos seré yo quien te mate! nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de parecer ¿lo entiendes? ¡no lo haré! - dijo, antes de liberarla y salir de la habitación dando un portazo.
En sus ojos pudo ver una mezcla de tristeza y enfado antes de marcharse, pero había algo más, algo que había provocado aquella reacción tan drástica. ¿Acaso no veía por encima de todo el objetivo de acabar con los jinetes? Le estaba brindando la oportunidad de participar en ello si su situación se complicaba, pero él no parecía interesado en ocupar su puesto. Quizá el tiempo hubiese cambiado sus prioridades, se dijo la joven, mientras avanzaba hacia la mesa sobre la cual descansaban la mayoría de sus pertenencias. - Tengo que hacerle entrar en razón. - musitó, ya que de lo contrario no podría permitirle que siguiese acompañándola. Ahora contaba con Melena Blanca, y si Alister no era capaz de ponerle límites el leónico sí que lo haría, o al menos en eso debía confiar.
Los verdes ojos de la tensai se pasearon por encima de la mesa hasta detenerse sobre un objeto, alargó la mano y tomó la flor de sentimiento que había conseguido tiempo atrás, mientras recordaba el modo de uso que había leído en sus libros sobre plantas. Movida por la curiosidad, arrancó uno de los pétalos y se lo puso bajo la lengua hasta que éste se disolvió, cuando iba de camino a la puerta de su cuarto, que quedaba justo frente a la habitación del dragón. Entonces todo le llegó de golpe, el cansancio, el dolor, la rabia contenida contra Maxine, el Coleccionista y sobre todo los Tarmúnil, la frustración, el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasaría, el alivio por haberla salvado, la preocupación, el deseo de protegerla, la sed de venganza, y por encima de todas aquellas emociones el amor… Alister estaba enamorado de ella y esa era la razón de que se negase en rotundo a ser su verdugo.
Inmóvil, la benjamina de los Calhoun sintió como aquel caos de emociones empañaba sus ojos, anegándolos de lágrimas que pronto recorrieron sus mejillas. Saberse correspondida habría alegrado a cualquier chica de su edad, pero para ella era una noticia agridulce, sus caminos debían separarse o de lo contrario el alado terminaría poniéndose en peligro para salvarla, cosa que no podía permitir. Isla volcánica era su próximo destino, y después de ver cómo se las gastaba Amaterasu no llevaría consigo a nadie que pudiese salir herido por un impulso de la nigromante.
Tras unos minutos, en los que recobró la compostura y se secó el rostro, la tensai comenzó a recoger sus pertenencias, centrándose en lo imprescindible ya que tendría que viajar rápido para que su compañero no fuese capaz de alcanzarla. Se movía con cuidado por la estancia, tratando de hacer el menor ruido posible para no alertar a nadie de lo que ocurría en el interior, y en cuanto terminó de reunir su equipo se sentó al borde de la cama y aguardó en silencio durante un rato, lo justo para dar por hecho que Alister se habría ido a dormir. Suspiró con tristeza cuando llegó la hora de marcharse, y tras echarse sobre los hombros una capa oscura con capucha que le serviría para pasar desapercibida hasta salir de Lunargenta, se acercó a su mesa y escribió una escueta nota de despedida para el cazador, que decía así: “Ha llegado el momento de que siga adelante por mi cuenta, puedes estar seguro de que haré cuanto esté en mi mano para acabar con los jinetes… cuídate.”
No era la mejor despedida ni contenía lo que le hubiese gustado decirle, pero teniendo en cuenta la batalla que iba a librar, aquella era la opción más segura para ambos. Separados, ninguno de los dos se expondría para proteger al otro, evitando el tener una debilidad de cara al combate, que el enemigo no dudaría en aprovechar. Una vez hecho esto se acercó a la ventana y la abrió con cuidado, para luego comenzar a sacar sus bártulos a través de la misma y guiarlos hasta el suelo gracias a la combinación de sus poderes de viento con la telequinesis. Aquello le llevó unos minutos pero prefería no ser vista ni siquiera por el tabernero, no debía dejar ninguna pista de su marcha, sería mejor así.
Ayudándose con una corriente de viento para controlar la caída, la de ojos verdes saltó al exterior y de inmediato puso rumbo al establo, donde cargó sus cosas en la silla de Sombra y tomando las riendas del negro corcel, se echó a las calles en dirección al puerto, echando la vista atrás una única vez.
Off: Tengo permiso de Vincent y Huracán para sacarlos de escena y cerrar el tema.
Elen Calhoun
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