Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
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Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Disfest: Fiesta de la Cosecha
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Los peregrinos iban llegando en grupos de dos o, como mucho, tres personas; los suficientes para no llamar la atención. Vestían con grandes capas negras y tenían el rostro tapado por la capucha. Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, realizaba sus mejores funciones serviciales para dar la bienvenida al Bogbund, un viejo y ostentoso santuario situado a pocos metros de Lunargenta. Bogbund era el último templo que quedaba abierto, los demás habían sido cerrados por la guardia para evitar que se expandiese el contagio. Una medida más que sensata teniendo en cuenta la rapidez con la que la pandemia se expandía. El Disfest estaba cerca; eran muchos los campesinos que querían demandar a ayuda a las Disirs, ancestros femeninos de enorme belleza, para que la primera cosecha del año fuera en abundancia. Nunca hizo tanta falta la ayuda de las Disir como en este momento. Una desconocida enfermedad había arrasado con gran parte de Aerandir. ¿Quién se encargaba de los huertos cuando había tantísima gente enferma? Las medicinas, comida y la bebida escaseaban. Jamás fue tan necesaria la ayuda de las Disirs. Con tal de suplicar las bendiciones de los ancestros, muchos aerandianos violaron las nuevas leyes de la guardia y se congregaron en una misa clandestina en el Bogbund.
El Padre Callahan y Boomer llegaron a la par. Ninguno de los dos creía en los Dioses antiguos; la fe de Callahan se centraba en un único Dios Padre y Boomer era demasiado simple, mentalmente, como para tener fe en algo que no pudiera ver. A pesar de ello, ambos llegaron al Bogbund con un cirio que sujetaban con las dos manos; el cirio de Boomer era tan grande que parecía una antorcha. El motivo por su peregrinaje nada tenía que ver con las Disirs, sino con el respeto hacia los fallecidos por la enfermedad. (¡Dios Padre o Mujeres Disirs; quién nos oiga: que tengamos alimentos para poder enfrentarnos a lo que está por llegar!)
Hont llegó solo a las puertas del Bogbund. Después de ayudar a Imargo y los leónicos en las tierras de los licántropos, quiso volver a sus viajes de aventura. Eran muchos los que en Aerandir necesitaba su ayuda y el Disfest era el momento perfecto para ofrecerla. Hont cargaba con una pequeña carretilla de fruta y hortalizas que había conseguido (robado de huertos abandonados) en sus viajes. Tenía una idea clara con qué hacer con toda esa comida: dársela a los enfermos que estuvieran en el Bogbund.
Dennis Schunke e Inga Scharf rezaban por su hijo fallecido. La pandemia se lo había llevado y el egoísmo de sus vecinos lo había enterrado. Suplicaron a las Disir que ningún otro padre ni ninguna otra madre sufrieran los que ellos estaban sufriendo. Las buenas cosechas del año era una vaga excusa de sus peticiones reales.
-Proteged a los vivos y cuidad de los fallecidos- dijeron ambos a la par.
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, sabía con una seguridad del 98% que si la guardia descubriese que el Bogbund no solo estaba abierto sino que en su interior se celebraba una oración de sanos y enfermos, todos los presentes serían castigados. Incluida Lise Meitner. Ella, desde Beltrexus (nadie sabía qué hacía allí), había sido quien había ordenado al cibernético la tarea de limpiar el templo y abrir sus puertas para que los aerandianos tuvieran un lugar para orar. Adie apreciaba a la Maestra Meitner, ella había sido quien le había enseñado todas sus funciones. Que no lo dudase, si entre las muchas funciones del mensajero se hallase la de rezar, todas las oraciones de Adie irían destinadas a Lise Meitner.
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Ya que los temas del Mega-Evento de Julio, la pandemia, no han finalizado se me ocurrió seguir con esta trama. De esta forma, aquellos que por desgracia no hayas podido disfrutar de los temas de la pandemia, tenéis una nueva oportunidad para jugar con ella y aquellos que os ha gustado la trama y os habéis quedado con ganas de más, aquí tenéis más. ¡Disfrutarlo!
Información:
* Libre partición. Todos los usuarios con más de 10 posts on rol pueden participar.
* El Disfest finalizará el día 30 de agosto. Si alguno necesita unos días más, como hice con el Evento anterior, estoy dispuesta a alargar un par de días más el cierre si alguien me manda un mp previo.
* Hay muchas cosas que se pueden hacer en un Evento como éste. Ahora paso a decir un par de ejemplos, pero recordar que tenéis bastante libertad y que valoro mucho vuestra originalidad. Ejemplos: ayudar a los enfermos que llegan al templo en busca de ayuda, presentar vuestros respetos a los muchos fallecidos por la enfermedad, orar a los Dioses (en este caso a las Disirs, unos ancestros femeninos de la mitología vikinga, en algunos textos las asemeja con las famosas valquirias) para pedir buena cosecha….
* Aunque el objetivo se puede completar con un único post, si creéis que el ambiente de festividad y la ocasión puede veniros bien para generar una pequeña trama entre vosotros, está permitido postear más de una vez. Si lo hacéis así, sería divertido que lo hicieses generando pequeñas subtramas entre vosotros. ¿Qué pasaría si la guardia ve las luces en el templo? ¿Y si un enfermo empeora y parece que esté a punto de morir? En estos temas me gusta que la acción la llevéis vosotros. Mi participación se reduce en abrir y cerrar el tema.
* Tenéis total libertad con los turnos. No tendréis que esperar a que otro usuario para postear. Aun así, os pido, que postéis con lógica.
* Si has conocido a cualquiera de mis npjs, aunque no sea de los que he nombrado en el tema, en una misión o desafío puedes utilizarlo, de manera lógica, en el tema si crees que te puede generar juego en el rol. Mis npjs o los de cualquier Master.
* Aquellos que no habéis sido infectados por la pandemia en temas anteriores, deberéis lanzar una runa (buena o media significa que os salvaréis). Vuestra suerte indicará si os habéis infectado o no en el templo. Aquellos que sí habéis sido infectados, igualmente, también deberéis lanzar una runa. Vuestra suerte indicará a cuántas personas habéis enfermado durante el Evento.
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Pequeño objeto recordatorio del evento.
* Aquellos que creen una pequeña trama dentro del tema serán recompensados con una grata sorpresa.
Sigel
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
He estado caminando hacia las praderas, aún sobándome el cuello por el dolor provocado en mis pobres intentos por conseguir comida. La prueba que me puso Chimar ha sido un suplicio, y varias personas se han dado por enfermas en estos últimos días, logrando que la ciudad entera sucumbiera al pánico. Nunca antes los mocos habían sido tan temidos como ahora, y el Rey... bah, ese bueno para nada no ha respondido a nada, ahora los encargados de poner todo lo mejor posible son los médicos y los hospitales.
Aún tengo mucha hambre, y he estado esperando a las fiestas, en especial la de la Cosecha, en la que, como en años anteriores, siempre regalan algo para ocupar el diente ¡Banquetes, días y noches enteras repletas de miel y pan! Pero ahora, con el caos, parece que nadie ha querido organizar nada, y el prado donde se suele celebrar la fiesta está vacío.
El viento parece ser el único presente, o eso creí hasta que escuché entre los silbidos del aire cánticos y gemidos provenientes del templo. Al principio pensé que, por higiene, estaban haciendo el baile del vino dentro para evitar que se contaminara el jugo de las uvas, pero lo que vi no fue muy grato.
Varios peregrinos llevaban a sus enfermos, y otros que habían ido a brindar ayuda, ahora la necesitan ¿Cómo decirles que en Lunargenta están peor que aquí? ¡Los curanderos no se dan abasto y los hospitales están a reventar de gente!
Iliaki llevaba en su rostro la seña de la impresión, caminando lentamente desde la entrada hasta el centro del recinto. Lo que no había visto en los hospitales ahora la seguía ahí. No quiso ni ponerse a pensar en las Catacumbas, pues a pesar de no haber dormido ni pisado ahí durante un buen tiempo, pudo imaginarse los problemas que sus camaradas ahora se llevaban.
Sus pasos se detuvieron frente a uno de los enfermos: Un muchacho humano de unos 17 años se hallaba recostado ahí en compañía de su madre, quien se encontraba sentada a su lado y mojando paños que luego colocaba en la frente de su primogénito. Al otro costado, había un pequeño niño que se entretenía acomodando palitos en un montón.
- Pásame aquel recipiente - ordenó a secas la madre al pequeño.
Iliaki se acercó poco a poco mientra observaba cómo el niño dejaba sus improvisados juguetes para levantarse a mover un cántaro que le llegaba hasta el cuello. La ladronzuela, sin mayores miramentos se apresuró a ayudar al niño con el trasto hasta alcanzarlo a la mujer.
- ¿Son sus hijos? - preguntó mientras llenaba el pequeño pocillo de la mujer dentro del cántaro.
- Así es - contestó fríamente la señora.
- ¿Y su padre? - volvió a preguntar, pero esta vez, la respuesta tardó más en salir de los labios de la madre, quien ahora reprimía unas lágrimas, como reuniendo todas sus fuerzas para articular unas cuantas palabras.
- Murió...
- L-lo lamento- se apresuró a responder, reprendiéndose a sí misma por haber preguntado tan desmesuradamente y fijando la mirada de nuevo en el muchacho.
De pronto, el joven abrió los ojos y comenzó a gritar. La fiebre estaba siendo demasiado para él llevándolo a alucinar, y el cuerpo enfermo comenzó a convulsionar sin mayor aviso. La ladronzuela, quien había visto a varios borrachos en la misma situación, tomó uno de los trapos que la madre usaba para calmar la fiebre y se lo puso en la lengua.
- ¡Deprisa, Yahem, sostén fuerte los brazos de tu hermano! - ordenaba la mujer mientras ella misma corría a hacer lo mismo con los pies, con Iliaki sujetando la cabeza del muchacho. Pasaron minutos, largos como horas, cuando los temblores cesaron por completo. La elfilla dejó reposar al joven, cuando este comenzó a quejarse del dolor de los espasmos.
- Ya no sé qué hacer - soltó de pronto la mujer en medio de sollozos - ¡Nadie sabe qué hacer! No hay médicos, no hay cura, ya ni siquiera nos queda comida y el agua ya es difícil de encontrar ¿Y si nos encuentran? ¿Y si nos echan?
Iliaki no supo qué decir. En su mente reconoció que había tenido una vida difícil, pero aquella escena la hacía replantearse todo,
manteniendo junto con su silencio el dolor compartido.
De pronto, resolvió intentar ayudar con lo poco que sabía de sí misma a los que estaban ahí. El hambre de pronto ya no le importó más, y aunque sabía que terminaría tremendamente agotada, lo intentaría.
- N-no puedo curar esta enfermedad, pero quizá pueda ayudar un poco... - dijo suavemente mientras extendía sus brazos hasta posar sus manos en la cabeza y en el vientre del muchacho. Concentrándose, una luz comenzaba a emanar de sus palmas hasta que la respiración del enfermo comenzó a hacerse cada vez más suave [1]
Offrol: Hab. racial: Manos sanadoras
Aún tengo mucha hambre, y he estado esperando a las fiestas, en especial la de la Cosecha, en la que, como en años anteriores, siempre regalan algo para ocupar el diente ¡Banquetes, días y noches enteras repletas de miel y pan! Pero ahora, con el caos, parece que nadie ha querido organizar nada, y el prado donde se suele celebrar la fiesta está vacío.
El viento parece ser el único presente, o eso creí hasta que escuché entre los silbidos del aire cánticos y gemidos provenientes del templo. Al principio pensé que, por higiene, estaban haciendo el baile del vino dentro para evitar que se contaminara el jugo de las uvas, pero lo que vi no fue muy grato.
Varios peregrinos llevaban a sus enfermos, y otros que habían ido a brindar ayuda, ahora la necesitan ¿Cómo decirles que en Lunargenta están peor que aquí? ¡Los curanderos no se dan abasto y los hospitales están a reventar de gente!
Iliaki llevaba en su rostro la seña de la impresión, caminando lentamente desde la entrada hasta el centro del recinto. Lo que no había visto en los hospitales ahora la seguía ahí. No quiso ni ponerse a pensar en las Catacumbas, pues a pesar de no haber dormido ni pisado ahí durante un buen tiempo, pudo imaginarse los problemas que sus camaradas ahora se llevaban.
Sus pasos se detuvieron frente a uno de los enfermos: Un muchacho humano de unos 17 años se hallaba recostado ahí en compañía de su madre, quien se encontraba sentada a su lado y mojando paños que luego colocaba en la frente de su primogénito. Al otro costado, había un pequeño niño que se entretenía acomodando palitos en un montón.
- Pásame aquel recipiente - ordenó a secas la madre al pequeño.
Iliaki se acercó poco a poco mientra observaba cómo el niño dejaba sus improvisados juguetes para levantarse a mover un cántaro que le llegaba hasta el cuello. La ladronzuela, sin mayores miramentos se apresuró a ayudar al niño con el trasto hasta alcanzarlo a la mujer.
- ¿Son sus hijos? - preguntó mientras llenaba el pequeño pocillo de la mujer dentro del cántaro.
- Así es - contestó fríamente la señora.
- ¿Y su padre? - volvió a preguntar, pero esta vez, la respuesta tardó más en salir de los labios de la madre, quien ahora reprimía unas lágrimas, como reuniendo todas sus fuerzas para articular unas cuantas palabras.
- Murió...
- L-lo lamento- se apresuró a responder, reprendiéndose a sí misma por haber preguntado tan desmesuradamente y fijando la mirada de nuevo en el muchacho.
De pronto, el joven abrió los ojos y comenzó a gritar. La fiebre estaba siendo demasiado para él llevándolo a alucinar, y el cuerpo enfermo comenzó a convulsionar sin mayor aviso. La ladronzuela, quien había visto a varios borrachos en la misma situación, tomó uno de los trapos que la madre usaba para calmar la fiebre y se lo puso en la lengua.
- ¡Deprisa, Yahem, sostén fuerte los brazos de tu hermano! - ordenaba la mujer mientras ella misma corría a hacer lo mismo con los pies, con Iliaki sujetando la cabeza del muchacho. Pasaron minutos, largos como horas, cuando los temblores cesaron por completo. La elfilla dejó reposar al joven, cuando este comenzó a quejarse del dolor de los espasmos.
- Ya no sé qué hacer - soltó de pronto la mujer en medio de sollozos - ¡Nadie sabe qué hacer! No hay médicos, no hay cura, ya ni siquiera nos queda comida y el agua ya es difícil de encontrar ¿Y si nos encuentran? ¿Y si nos echan?
Iliaki no supo qué decir. En su mente reconoció que había tenido una vida difícil, pero aquella escena la hacía replantearse todo,
manteniendo junto con su silencio el dolor compartido.
De pronto, resolvió intentar ayudar con lo poco que sabía de sí misma a los que estaban ahí. El hambre de pronto ya no le importó más, y aunque sabía que terminaría tremendamente agotada, lo intentaría.
- N-no puedo curar esta enfermedad, pero quizá pueda ayudar un poco... - dijo suavemente mientras extendía sus brazos hasta posar sus manos en la cabeza y en el vientre del muchacho. Concentrándose, una luz comenzaba a emanar de sus palmas hasta que la respiración del enfermo comenzó a hacerse cada vez más suave [1]
Offrol: Hab. racial: Manos sanadoras
- Avisito:
- De acuerdo, a partir de que aplico mi habilidad, no sé si me he enfermado, pero al tirar la runa agregaré algo más a este post si cabe o pondré otro más, de no ser así, aquí termina mi participación. MP para editar si algo se me ha escapado.
P.D.: No sean babosos, anímense, miedosos >
Última edición por Iliaki el Lun 28 Ago - 23:40, editado 1 vez
Iliaki
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
El miembro 'Iliaki' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Después de un largo viaje, primero en las tierras del Este y luego en Beltraux, el destino me llevó al reino de los hombres.
Gracias a los dioses, la peor fase de la enfermedad había pasado gracias a que mi cuerpo comenzaba a adaptarse a la enfermedad y a los remedios, conseguidos en Beltraux, que aliviaban un poco los síntomas. Ahora, pese a que no estaba ni por asomo en mi mejor momento, al menos podía sobrellevar todo aquello.
Mientras caminaba por los caminos, alejándome siempre de los escasos transeúntes, escuché por casualidad sobre la existencia de un templo que ofrecía ayuda y cobijo a los enfermos, el templo de Bogbum. Así pues, con pocas esperanzas, me encaminé hacía aquel lugar. Por lo que había escuchado, los enfermos se contaban por decenas de miles, así que seguramente el templo no disponía de los suficientes recursos como para ayudar a tanta gente. Sin embargo, era eso o nada.
Al llegar al templo pude ver el gran numero de gente que se había conformado allí. La mayoría eran enfermos, aunque había alguna que otra persona sana que ayudaba a los necesitados. Éstas eran fáciles de distinguir, pues sólo se ocultaban el rostro con una banda en la nariz y en la boca, y no iban completamente ocultos con capuchas como el resto de mis iguales.
La verdad, tenía la esperanza de reconocer a alguien, pero no fue el caso. Vi a un hombre con un alzacuellos, que no sabía para que servía, que llevaba, conjunto a otro hombre desconocido, un cirio. Parecía que estaban haciendo una especie de profesión para un Dios que yo no conocía, pues se internaron en el templo seguidos por una variopinta muchedumbre.
-Ufff...- resoplé mientras me apoyaba en una pared y me dejaba caer derrotado al suelo. -Ahora mismo necesito comida, no rezos. -mascullé para mi mientras rebuscaba por enésima vez en mi vació jubón con la esperanza de encontrarme con algún milagro. Pero éste no se produjo.
De repente, por mi lado apareció Hont, el chico zarigüella que había conocido en lo que fue el inicio de mis desventuras.
"Tu no eres un buen amigo"
Sus palabras resonaron en mi mente y recordé nítida la imagen del momento, con el pequeño montado a la espalda de Imargo. Me habían culpado de la rebelión de aquella aldea cuando no había tenido nada que ver, sólo me defendí del ataque de una de las leónicas. Incluso le había salvado a él y a Lyn de unos pueblerinos. ¿Y todo para qué? Para que me llamaran mal amigo y me tiraran a patadas.
Cogí la punta de mi capucha y tiré de ella, ocultándome completamente el rostro para que no me viera. No quería que me tiraran de allí también por culpa del hombrecillo zarigüella. No contaba con las energías suficientes como para retomar el viaje hacía Ulmer.
Sin embargo, el pequeño se acercó con su carretilla con verduras y hortalizas.
-¿Tienes hambre? - dijo con amabilidad.
"Ahora eres amable ¿no? Ahora te la das de buena gente." pensé dando por respuesta a la pregunta de la zarigüella un total silencio.
-Bueno... - dijo Hont al tiempo que dejaba media zanahoria a mi alcance. -¡Que aproveche! -exclamó con una sonrisa antes de retirarse cargando con alegría su pequeña carretilla.
Apreté con fuerza los dientes, sintiendo el dolor de mi orgullo herido, al tiempo que alargaba la mano para alcanzar aquella lastimera limosna de alguien que me había pagado con desprecio. Me comí la escasa hortaliza mientras de mis ojos salían lagrimas de odio e impotencia.
_______________________________________________________________________________________________________
Bueno, este post lo escribo a futuro, ya que por la trama que tengo no tiene mucho sentido que aparezca de repente cerca de Lunargenta. Sin embargo aún sigo bajo los efectos de la enfermedad cumpliendo con la maldición que se me impuso.
Gracias a los dioses, la peor fase de la enfermedad había pasado gracias a que mi cuerpo comenzaba a adaptarse a la enfermedad y a los remedios, conseguidos en Beltraux, que aliviaban un poco los síntomas. Ahora, pese a que no estaba ni por asomo en mi mejor momento, al menos podía sobrellevar todo aquello.
Mientras caminaba por los caminos, alejándome siempre de los escasos transeúntes, escuché por casualidad sobre la existencia de un templo que ofrecía ayuda y cobijo a los enfermos, el templo de Bogbum. Así pues, con pocas esperanzas, me encaminé hacía aquel lugar. Por lo que había escuchado, los enfermos se contaban por decenas de miles, así que seguramente el templo no disponía de los suficientes recursos como para ayudar a tanta gente. Sin embargo, era eso o nada.
Al llegar al templo pude ver el gran numero de gente que se había conformado allí. La mayoría eran enfermos, aunque había alguna que otra persona sana que ayudaba a los necesitados. Éstas eran fáciles de distinguir, pues sólo se ocultaban el rostro con una banda en la nariz y en la boca, y no iban completamente ocultos con capuchas como el resto de mis iguales.
La verdad, tenía la esperanza de reconocer a alguien, pero no fue el caso. Vi a un hombre con un alzacuellos, que no sabía para que servía, que llevaba, conjunto a otro hombre desconocido, un cirio. Parecía que estaban haciendo una especie de profesión para un Dios que yo no conocía, pues se internaron en el templo seguidos por una variopinta muchedumbre.
-Ufff...- resoplé mientras me apoyaba en una pared y me dejaba caer derrotado al suelo. -Ahora mismo necesito comida, no rezos. -mascullé para mi mientras rebuscaba por enésima vez en mi vació jubón con la esperanza de encontrarme con algún milagro. Pero éste no se produjo.
De repente, por mi lado apareció Hont, el chico zarigüella que había conocido en lo que fue el inicio de mis desventuras.
"Tu no eres un buen amigo"
Sus palabras resonaron en mi mente y recordé nítida la imagen del momento, con el pequeño montado a la espalda de Imargo. Me habían culpado de la rebelión de aquella aldea cuando no había tenido nada que ver, sólo me defendí del ataque de una de las leónicas. Incluso le había salvado a él y a Lyn de unos pueblerinos. ¿Y todo para qué? Para que me llamaran mal amigo y me tiraran a patadas.
Cogí la punta de mi capucha y tiré de ella, ocultándome completamente el rostro para que no me viera. No quería que me tiraran de allí también por culpa del hombrecillo zarigüella. No contaba con las energías suficientes como para retomar el viaje hacía Ulmer.
Sin embargo, el pequeño se acercó con su carretilla con verduras y hortalizas.
-¿Tienes hambre? - dijo con amabilidad.
"Ahora eres amable ¿no? Ahora te la das de buena gente." pensé dando por respuesta a la pregunta de la zarigüella un total silencio.
-Bueno... - dijo Hont al tiempo que dejaba media zanahoria a mi alcance. -¡Que aproveche! -exclamó con una sonrisa antes de retirarse cargando con alegría su pequeña carretilla.
Apreté con fuerza los dientes, sintiendo el dolor de mi orgullo herido, al tiempo que alargaba la mano para alcanzar aquella lastimera limosna de alguien que me había pagado con desprecio. Me comí la escasa hortaliza mientras de mis ojos salían lagrimas de odio e impotencia.
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Bueno, este post lo escribo a futuro, ya que por la trama que tengo no tiene mucho sentido que aparezca de repente cerca de Lunargenta. Sin embargo aún sigo bajo los efectos de la enfermedad cumpliendo con la maldición que se me impuso.
Ircan
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Merrigan lleva una máscara blanca, la usa para que nadie vea su cara. Lleva una túnica blanca y unos guantes del mismo color. No deja a la vista ni un mísero resquicio de su piel infectada. Me siento apenado por ella. Siempre le ha gustado mostrar su nítida y suave piel; decía que las chicas tenían que enseñar lo delicadas que son del mismo modo que un hombre demuestra lo fuerte que es. No entendí que quiso decir con aquello, pero asentí como si lo hubiera hecho. Recuerdo que me sonrió con dulzura, me cogió la mano y la llevo a su brazo. Era suave, como tocar una nueve. Durante unos minutos que fueron tan cortos como segundos, me quedé acariciando su piel. Después de lo que ocurrió con el Doctor Peste, Merrigan no volvió a ser la misma. Se cayó (la tiraron) a un lago envenenado y ella enfermó. Su piel, antes nívea, es ahora del mismo color que el musgo. La suavidad ha desaparecido, no es como tocar a una nube, sino como tocar un tronco áspero y húmero. A elle no le gusta verse así, por eso se tapa con la túnica, los guantes y la capa. Quiere ser una chica delicada, no una infectada.
Nos dirigimos al santuario donde van todos los humanos, enfermos o sanos. Los primeros rezan para sanarse, los segundos lo hacen para que nunca se enfermen. Merrigan lleva un jarrón con unos pocos aeros en su interior. Me dijo que era un pago para los Dioses, si no llevaba nada la maldecirían con algo peor que la infección. Sin embargo, con un tributo en sus manos, lo más probable es que no la escuchasen.
Yo también he preparado mi propio pago para los Dioses. No conozco la fe de los humanos, no conozco sus nombres ni siquiera sé si existen. Merrigan cree en ellos; es el único motivo por el que presento mi ofrenda a los Dioses humanos. Envuelto en unas hojas de palmera, llevo el collar de escamas que me hizo Aliena. Ignoro su valor, espero que signifique mucho para los Dioses humanos y que me concedan mi plegaria: Quiero que sanen a Merrigan.
En la puerta del santuario, un hombre de metal gigante nos mira desde los pies a la cabeza. Oigo a Merrigan tragar saliva bajo la máscara blanca, está asustada.
-Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, os da la bienvenida al Disfest. Realizad vuestros rezos y plegarias; tendréis suerte si los Dioses utilizan sus funciones para vosotros-.
Cojo la mano enguantada de Merrigan y, entre los dos, hacemos una pequeña reverencia al hombre de metal. Él se echa a un lado de la puerta y nos deja pasar.
El aire del interior del santuario me resultante asfixiante, está enfermo. Cierro mi mano izquierda en un puño y ahogo una tos seca en su interior. La mano derecha la tiene Merrigan. Me imagino que siente la misma asfixia que yo. Lo puedo notar porque me aprieta la mano.
-Sigamos-
Ella no dice nada, asiente con la cabeza y sigue andando.
Delante de nosotros se encuentra la figura gigante de un Dios que no conozco. Merrigan pone su jarrón con monedas a los pies del Dios. A su lado, pongo el collar que Aliena me regaló. En este momento, separamos nuestramos manos. Ella junta las suya en un rezo, la imito. Bajo la máscara blanca se escucha una pequeña canción. Solo la puedo oír yo, soy el único que está lo suficientemente cerca para escucharla. Es hermosa. Su voz no ha sido infectada. Mientras canta, vuelvo a notar la suavidad de la nube y la blancura de la nieve. Una lágrima recorre mis mejillas. Merrigan no se merece pasar por esto. Paso una mano por su espalda y la acerco su cuerpo hacia mi pecho. Le beso en la cabeza (en la capucha de la túnica).
-He rezado por ti- le digo cuando termina de cantar.
Callada, me rodea con sus brazos y me abraza como nunca antes lo ha hecho. Aunque no diga nada, solo llora, sé lo que me está queriendo decir. Me lo ha dicho muchas veces desde que estamos juntos. “Te quiero, papá”.
Nos dirigimos al santuario donde van todos los humanos, enfermos o sanos. Los primeros rezan para sanarse, los segundos lo hacen para que nunca se enfermen. Merrigan lleva un jarrón con unos pocos aeros en su interior. Me dijo que era un pago para los Dioses, si no llevaba nada la maldecirían con algo peor que la infección. Sin embargo, con un tributo en sus manos, lo más probable es que no la escuchasen.
Yo también he preparado mi propio pago para los Dioses. No conozco la fe de los humanos, no conozco sus nombres ni siquiera sé si existen. Merrigan cree en ellos; es el único motivo por el que presento mi ofrenda a los Dioses humanos. Envuelto en unas hojas de palmera, llevo el collar de escamas que me hizo Aliena. Ignoro su valor, espero que signifique mucho para los Dioses humanos y que me concedan mi plegaria: Quiero que sanen a Merrigan.
En la puerta del santuario, un hombre de metal gigante nos mira desde los pies a la cabeza. Oigo a Merrigan tragar saliva bajo la máscara blanca, está asustada.
-Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, os da la bienvenida al Disfest. Realizad vuestros rezos y plegarias; tendréis suerte si los Dioses utilizan sus funciones para vosotros-.
Cojo la mano enguantada de Merrigan y, entre los dos, hacemos una pequeña reverencia al hombre de metal. Él se echa a un lado de la puerta y nos deja pasar.
El aire del interior del santuario me resultante asfixiante, está enfermo. Cierro mi mano izquierda en un puño y ahogo una tos seca en su interior. La mano derecha la tiene Merrigan. Me imagino que siente la misma asfixia que yo. Lo puedo notar porque me aprieta la mano.
-Sigamos-
Ella no dice nada, asiente con la cabeza y sigue andando.
Delante de nosotros se encuentra la figura gigante de un Dios que no conozco. Merrigan pone su jarrón con monedas a los pies del Dios. A su lado, pongo el collar que Aliena me regaló. En este momento, separamos nuestramos manos. Ella junta las suya en un rezo, la imito. Bajo la máscara blanca se escucha una pequeña canción. Solo la puedo oír yo, soy el único que está lo suficientemente cerca para escucharla. Es hermosa. Su voz no ha sido infectada. Mientras canta, vuelvo a notar la suavidad de la nube y la blancura de la nieve. Una lágrima recorre mis mejillas. Merrigan no se merece pasar por esto. Paso una mano por su espalda y la acerco su cuerpo hacia mi pecho. Le beso en la cabeza (en la capucha de la túnica).
-He rezado por ti- le digo cuando termina de cantar.
Callada, me rodea con sus brazos y me abraza como nunca antes lo ha hecho. Aunque no diga nada, solo llora, sé lo que me está queriendo decir. Me lo ha dicho muchas veces desde que estamos juntos. “Te quiero, papá”.
Sarez
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Sin darme cuenta, me había dormido apoyado en aquella pared. Al despertar, pude ver como, para mi sorpresa, brillaban a mis pies unas relucientes monedas. De forma instintiva, una amplia risa comenzó a dibujarse en mi rostro, aunque ésta era ocultada por la tela que llevaba para cubrirme la boca. Por fin, tras meses yendo de mal en peor, parecía que la suerte comenzaba a sonreírme.
Cogí las monedas rápidamente, antes de que a cualquier persona de alrededor le entrara el deseo de quitármelas, y las guardé en mi zurrón. Sin pensármelo dos veces, me levanté y salí en busca de algún puesto donde comprar comida, un bien que había sido tan escaso en mis viajes como en el resto de Aerandir.
Sí, había escasez. Sí, la gente que se había congregado allí iba con la idea de ayudar. Pero, nunca faltan aquellos que buscan sacar un beneficio yendo detrás de las grandes aglomeraciones. Busqué uno de los escasos puestos, que habían sido colocados al rededor del templo. Para mi sorpresa no estaban muy abarrotados, algo que no implicaban precisamente buenas noticias, pues ello podría significar que los precios de los alimentos fueran desorbitados.
-¡20 aeros por una barra de pan! ¿Cómo puede haber gente tan asquerosa como vosotros? - espetó un anciano cercano al puesto mientras alzaba, amenazante, su puño en señal de protesta. -¡La gente se está muriendo de hambre! ¿Cómo podéis hacer negocio de eso? ¡Sabandijas!
-¿Algún problema anciano? - respondió uno de los mercaderes, con cara de matón, mientras se llevaba la mano a una cachiporra que le colgaba del cinto. -Si no hay comida, los precios suben. Y sólo aquellos que pueden pagarlo comen y sobreviven. No es mi culpa que la demanda del mercado sea así.
El anciano reculó temeroso, todo su valor se fue al ver como el mercader ponía la mano sobre su arma. Aunque el acto también había creado ciertos murmullos en el resto de la muchedumbre, que presenciaba pasivamente la escena.
-Pero bien que te aprovechas de ella, ¿no? -respondí saliendo de entré el gentió y colocándome delante del anciano.
Más murmullos.
-Es mi negocio. - me miró desafiante al mismo tiempo que levantaba la mano izquierda y chasqueaba los dedos.
De detrás del puesto aparecieron dos tipos armados, con unas pinta de matones aún más marcadas. Los murmullos a mi espalda se intensificaron.
"Ya veo..." pensé mientras observaba a los dos nuevos participantes estudiándolos detenidamente. "Bandidos que vienen aquí, un lugar donde la Guardia no está merodeando, y aprovechan para vender su botín."
-¿Acaso me vas a decir tú, cómo debo de llevar mi negocio?- volvió a la carga el falso mercader mientras se cruzaba de brazos dedicándome una sonrisa de superioridad.
-No, no soy mercader- respondí con calma mientras me erguía relajando los músculos de mis hombros, dando a entender que estaba dispuesto a pelear.
Había vivido cosas mucho peores, un simple trió de bandidos no me atemorizaba. ¡Por los dioses me había enfrentado a los leónicos! ¿Qué eran ellos en comparación?. Más murmullos.
-Pero tu tampoco lo eres, bandido.- el murmullo ya era claramente un susurro general con cargadas notas de enfado. -Y al negocio al que te dedicas, si que sé como se juega.- me llevé la mano a la espalda tomando la empuñadura de mi espada.
Los matones del supuesto líder dieron un paso hacía delante tomando también las empuñaduras de sus armas. Sin embargo, su líder los detuvó cuando se dio cuenta que detrás mía se había congregado un gran numero de personas, armadas con palos y todo tipo de objetos variopintos.
-Otra cosa más.- añadí viendo como la situación se tornaba a mi favor, buscando evitar un baño de sangre. -Como podrás deducir por mi indumentaria, estoy enfermo. No tengo nada que perder, a diferencia que tú. Puedes ganarme, es una posibilidad. Pero...- hice una pausa para cargar con fuerza mis palabras - ¿Estás seguro que podrás evitar infectarte?
La sonrisa del líder de los bandidos desapareció por completo, al igual que la de sus hombres. Los tres perdieron todo el valor y aplomo del que habían hecho gala y comenzaron a retroceder. Había dado con la clave. Parecía irónico que el motivo de mi desgracia había sido mi mejor arma para ganar una batalla antes de comenzarla.
-Así que comenzarás a vender esa comida a un precio muy, pero que muy razonable.- avancé unos pasos para
encararme de cerca al líder de los bandidos, que ya había dejado completamente bajo mi control. -A cambio, nadie te tocará y no te infectará. Te irás con unas ganancias no tan grandes como esperabas, pero te las llevaras estando vivo y sano. ¿Te parece un buen negocio?
-Me las pagarás por esto...- masculló masticando las palabras con pura rabia.
-Puede ser, pero hoy sólo te pagaré por la comida. -dejé una de las monedas que había obtenido encima del mostrador.
El líder hizo un ademán con la cabeza a sus matones y estos, con gran reticencia, me dieron una de las barras de pan de las que disponían.
-Muchas gracias.- agradecí con una sonrisa, que no pudo verse al llevar la boca cubierta.
Me alejé de aquel puesto, antes de que una marabunta de gente comenzará a apiñarse en torno a él, no sin antes darme las gracias con un gesto de la cabeza. Obviamente la enfermedad impedía otro tipo de contacto.
Pegué un gran mordisco a aquella hogaza de pan por la que había arriesgado tanto. Mi estomago agradeció y recibió con gran alegría el primer alimento que le llegaba en días. Resuelto, de forma algo escasa en realidad, uno de mis problemas me permití mirar con mayor tranquilidad al cielo, azul y limpio de nubes. Haciendo este acto, no pude evitar fijarme en el templo que se alzaba en la punta de la colina.
"Bueno, creo que debería ser agradecido con la divinidad de este lugar." pensé mientras sopesaba las pocas monedas que quedaban en mi zurrón. "Más me vale no enfadar a ningún dios o diosa. Ahora que mi suerte empieza a mejorar sería un grave error." concluí mientras ponía rumbo hacía la entrada del templo.
Mientras todo esto pasaba, no fui consciente de que unos pequeños ojos me habían estado observando todo el tiempo.
Cogí las monedas rápidamente, antes de que a cualquier persona de alrededor le entrara el deseo de quitármelas, y las guardé en mi zurrón. Sin pensármelo dos veces, me levanté y salí en busca de algún puesto donde comprar comida, un bien que había sido tan escaso en mis viajes como en el resto de Aerandir.
Sí, había escasez. Sí, la gente que se había congregado allí iba con la idea de ayudar. Pero, nunca faltan aquellos que buscan sacar un beneficio yendo detrás de las grandes aglomeraciones. Busqué uno de los escasos puestos, que habían sido colocados al rededor del templo. Para mi sorpresa no estaban muy abarrotados, algo que no implicaban precisamente buenas noticias, pues ello podría significar que los precios de los alimentos fueran desorbitados.
-¡20 aeros por una barra de pan! ¿Cómo puede haber gente tan asquerosa como vosotros? - espetó un anciano cercano al puesto mientras alzaba, amenazante, su puño en señal de protesta. -¡La gente se está muriendo de hambre! ¿Cómo podéis hacer negocio de eso? ¡Sabandijas!
-¿Algún problema anciano? - respondió uno de los mercaderes, con cara de matón, mientras se llevaba la mano a una cachiporra que le colgaba del cinto. -Si no hay comida, los precios suben. Y sólo aquellos que pueden pagarlo comen y sobreviven. No es mi culpa que la demanda del mercado sea así.
El anciano reculó temeroso, todo su valor se fue al ver como el mercader ponía la mano sobre su arma. Aunque el acto también había creado ciertos murmullos en el resto de la muchedumbre, que presenciaba pasivamente la escena.
-Pero bien que te aprovechas de ella, ¿no? -respondí saliendo de entré el gentió y colocándome delante del anciano.
Más murmullos.
-Es mi negocio. - me miró desafiante al mismo tiempo que levantaba la mano izquierda y chasqueaba los dedos.
De detrás del puesto aparecieron dos tipos armados, con unas pinta de matones aún más marcadas. Los murmullos a mi espalda se intensificaron.
"Ya veo..." pensé mientras observaba a los dos nuevos participantes estudiándolos detenidamente. "Bandidos que vienen aquí, un lugar donde la Guardia no está merodeando, y aprovechan para vender su botín."
-¿Acaso me vas a decir tú, cómo debo de llevar mi negocio?- volvió a la carga el falso mercader mientras se cruzaba de brazos dedicándome una sonrisa de superioridad.
-No, no soy mercader- respondí con calma mientras me erguía relajando los músculos de mis hombros, dando a entender que estaba dispuesto a pelear.
Había vivido cosas mucho peores, un simple trió de bandidos no me atemorizaba. ¡Por los dioses me había enfrentado a los leónicos! ¿Qué eran ellos en comparación?. Más murmullos.
-Pero tu tampoco lo eres, bandido.- el murmullo ya era claramente un susurro general con cargadas notas de enfado. -Y al negocio al que te dedicas, si que sé como se juega.- me llevé la mano a la espalda tomando la empuñadura de mi espada.
Los matones del supuesto líder dieron un paso hacía delante tomando también las empuñaduras de sus armas. Sin embargo, su líder los detuvó cuando se dio cuenta que detrás mía se había congregado un gran numero de personas, armadas con palos y todo tipo de objetos variopintos.
-Otra cosa más.- añadí viendo como la situación se tornaba a mi favor, buscando evitar un baño de sangre. -Como podrás deducir por mi indumentaria, estoy enfermo. No tengo nada que perder, a diferencia que tú. Puedes ganarme, es una posibilidad. Pero...- hice una pausa para cargar con fuerza mis palabras - ¿Estás seguro que podrás evitar infectarte?
La sonrisa del líder de los bandidos desapareció por completo, al igual que la de sus hombres. Los tres perdieron todo el valor y aplomo del que habían hecho gala y comenzaron a retroceder. Había dado con la clave. Parecía irónico que el motivo de mi desgracia había sido mi mejor arma para ganar una batalla antes de comenzarla.
-Así que comenzarás a vender esa comida a un precio muy, pero que muy razonable.- avancé unos pasos para
encararme de cerca al líder de los bandidos, que ya había dejado completamente bajo mi control. -A cambio, nadie te tocará y no te infectará. Te irás con unas ganancias no tan grandes como esperabas, pero te las llevaras estando vivo y sano. ¿Te parece un buen negocio?
-Me las pagarás por esto...- masculló masticando las palabras con pura rabia.
-Puede ser, pero hoy sólo te pagaré por la comida. -dejé una de las monedas que había obtenido encima del mostrador.
El líder hizo un ademán con la cabeza a sus matones y estos, con gran reticencia, me dieron una de las barras de pan de las que disponían.
-Muchas gracias.- agradecí con una sonrisa, que no pudo verse al llevar la boca cubierta.
Me alejé de aquel puesto, antes de que una marabunta de gente comenzará a apiñarse en torno a él, no sin antes darme las gracias con un gesto de la cabeza. Obviamente la enfermedad impedía otro tipo de contacto.
Pegué un gran mordisco a aquella hogaza de pan por la que había arriesgado tanto. Mi estomago agradeció y recibió con gran alegría el primer alimento que le llegaba en días. Resuelto, de forma algo escasa en realidad, uno de mis problemas me permití mirar con mayor tranquilidad al cielo, azul y limpio de nubes. Haciendo este acto, no pude evitar fijarme en el templo que se alzaba en la punta de la colina.
"Bueno, creo que debería ser agradecido con la divinidad de este lugar." pensé mientras sopesaba las pocas monedas que quedaban en mi zurrón. "Más me vale no enfadar a ningún dios o diosa. Ahora que mi suerte empieza a mejorar sería un grave error." concluí mientras ponía rumbo hacía la entrada del templo.
Mientras todo esto pasaba, no fui consciente de que unos pequeños ojos me habían estado observando todo el tiempo.
Ircan
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Al traspasar las pesadas puertas del templo me encontré en una gran estancia, que contaba con tres pedestales que soportaban unas grandes figuras de madera. Estudiándolos, pude ver que eran figuras femeninas bastante esbeltas y detalladas.
Me dirigí a uno de los pedestales, al que estaba posicionado en el ala este del templo. Quedando a los pies de la estatua pude leer una placa que rezaba "Las Disirs: Diosas de las cosechas". Miré de nuevo la estatua y me encogí de hombros. Me parecía raro que unas diosas dedicadas a la cosecha me hubiera ayudado con los bandidos, sin embargo era lo más probable. Saqué la penúltima moneda de mi zurrón y la dejé en el plato para las ofrendas que estaba situado justo bajo los pies de la diosa.
-Agradezco vuestra divina ayuda, Disirs, diosas de las cosechas. - comencé a rezar con una más que improvisada oración. - Doy gracias por vuestra ayuda en estos momentos de necesidad.- tras esto, y sin saber si estaba permitido o no, me di el lujo de realizar una petición -Por ultimo, os pido que sigáis brindándome vuestra protección. Tanto a mi como a todos los que han sufrido por este mal.
Espere unos momentos, a los pies de la diosa, con la esperanza de obtener una respuesta. Cuando determiné que eso no pasaría, me levanté y salí de aquel lugar sagrado, no había que importunar demasiado a los dioses. Cuando salí no fui consciente de que me esperaban hasta que se me echo encima.
-Lo que has hecho ahí abajo ha sido muy valiente.- me asaltó por sorpresa y totalmente desprevenido la voz de Hont.
Pegué un salto instintivo hacia atrás mientras me llevaba la mano a la empuñadura de mi espada. En verdad, por unos momentos pensé que el jefe de los bandidos había decidido hacerme pagar por mis acciones demasiado pronto. Pero no, sólo era el pequeño hombre zaragüella, que me miró extrañado debido a mi reacción.
-Yo soy Hont, ¡y soy un gran héroe!- exclamó el hombrecillo desenvainando su espada de madera y apuntando con ella al cielo. -He venido aquí a ayudar a la gente, ¿Cómo te llamas?
No pude evitar soltar una carcajada y miré con cinismo al pequeño, que me miró sin comprender.
-¿Has venido a ayudar de la misma forma en que ayudaste en la Arboleda Central, Hont? -le pregunté encarandome al pequeño que me llegaba hasta la mitad de mi muslo. -Entonces creo que deberías apuntalar un poco más esa espada de madera. Te será difícil matar a la gente, como hizo Imargo.
-Yo.... yo...- la mirada del pequeño se ensombreció y perdió su luz, sin duda victima de unos recuerdos que había preferido olvidar. -¿Quien eres tú?
-¿Tan pronto te olvidas de aquellos que te salvan la vida para que luego los desprecies y te alegres de sus desgracias?- estaba furioso. Y aunque en verdad aquel chico no era en verdad nada más que un niño, después de tanto tiempo debía de desahogarme con alguien.
-¿Ircan?- preguntó el pequeño con temor.
-Bien veo que ya te acuerdas.- apreté la mandíbula con rabia. En mi interior el lobo se revolvió pidiendo a gritos salir y tomarse como tentempié a aquel apetitoso y sano bocado. -Me voy antes de que se te ocurra ayudarme, h-e-r-o-e. - dije con gran ironia poniendo mucho énfasis en cada una de las silabas mientras hacía una burlesca reverencia.
Sin embargo, antes de alejarme mucho del pequeño, que había quedado en shock, me detuve y me dí la vuelta.
-Aunque antes...- me encaré de nuevo al pequeño para que me viera bien. Eché hacía atrás mi capucha y me quité la venda de la boca para que pudiera ver la fealdad de mi rostro marcado por los estragos de la enfermedad. -Espero que te guste el fruto de tus deseos y alegrías.
Sin añadir ninguna palabra más me alejé, dejando tras de mi el sonido de un sollozo. Puede que hubiese sido muy duro, pero en aquel momento y viendo todo lo vivido, no me importaba.
No sabía a donde me dirigía, tampoco me importaba, sólo quería andar y quitarme de encima la furia que me invadía. No obstante, no ande mucho, los efectos de la enfermedad se manifestaron con toda su fuerza, provocandome duros achaques y un insufrible dolor muscular generalizado que me hizo detenerme.
Sin ser consciente de lo que ocurría, sin previo aviso, sentí como me daban un puñetazo que me lanzó al suelo, nublandome la vista. Totalmente noqueado sentí como entre cuatro brazos me levantaban y me sujetaban con violencia.
-Hora de pagar maldito.
Me pareció reconocer la voz, pero no tuve mucho tiempo para pensar. En seguida sentí como una serie de puñetazos comenzaban a intentar moldearme las costillas y el estomago, perdiendo la respiración en cada golpe. Me dejaron respirar un rato, escupí sangre y aprovechando que se aclaró mi vista, intenté identificar a mi agresor.
-¡Tú...! -intenté exclamar. Pero sólo salio un pequeño susurro acompañado de un hilillo de sangre.
El falso mercader estaba enfrente de mi con una mirada de total satisfacción.
-Te dije que pagarías.- dijo antes de darme otro puñetazo en la boca del estomago, que me dejo sin respiración. -Es un buen negocio.- añadió mientras sacaba un puñal.
Sin saber muy bien por qué comencé a reírme como si fuera un lunático. El lobo de mi interior en realidad estaba relamiéndose los dientes.
-Voy a matarte.- dije mirándole fijamente a los ojos mientras notaba como el lobo de mi interior comenzaba a tomar el control.
Pero antes de que eso pasara, una espada de madera de repente apareció golpeando el centro de la cabeza del líder de los bandidos, el cual perdió el conocimiento al instante dejando caer el cuchillo al suelo.
Aprovechando el momento de confusión, viendo como mis captores habían aflojado la fuerza con la que me retenían y aprovechando las energías que me había dado el simulacro de la transformación, que se detuvo de forma inexplicable, me revolví librándome de mis captores. En el forcejeo, tropecé y caí al suelo. Mientras caía vi como Hont comenzaba a amenazar con su espada de madera a uno de los bandidos, que lo miró con una sonrisa burlona mientras sacaba su hacha.
Rápidamente, cogí el cuchillo que había soltado el líder. Me levanté, presa del frenesí del combate y del instinto asesino del lobo que se había quedado en mi, y le rebané la garganta al otro bandido que andaba distraído. Me giré y lancé el cuchillo al que faltaba, que al andar ocupado burlándose de Hont, no pudo ver como el cuchillo avanzaba amenazante hacía su rostro. El hombre cayó muerto al instante y yo caí de rodillas agotado por el cansancio.
-¿Estás bien?- me preguntó Hont, aunque mantuvo la distancia sin saber muy bien que hacer.
Miré al pequeño y vi las marcas de las lagrimas en sus ojos. Me sentí mal por todo lo que le había dicho, y más viendo le hecho de que había venido a salvarme, algo que no era muy común.
-Ahora estamos en paz.- aparté la mirada intentando retener las lagrimas.
Me limpié la sangre y me reincorporé con dificultades, rechazando la ayuda de Hont.
-No quiero infectarte.- le dije declinando su ofrecimiento.
Caminamos durante unos momentos juntos, en un incomodo silencio, hasta que llegamos a su carretilla. Hont cogió una de las hortalizas, una de las mas grandes y se giró hacia mi.
-Toma, se que es muy poco.- extendió sus manos para acercarme la hortaliza. -Pero... ¿hacemos las paces?
No pude evitar sonreír.
-No te preocupes, no es necesario.- dije rechazando educadamente el regalo. -Hay gente que lo necesita más que yo. Yo puedo valerme por mi mismo, llevo haciéndolo muchos meses. Y... no hay nada que perdonar.- dije mientras realizaba con mi mano el signo de "okey" como que todo estaba bien. -Ve y ayuda a la gente del modo que quieres y sabes. Gran heroe- y le guiñe un ojo con complicidad.
Hont esbozó una amplia sonrisa y guardó de nuevo la hortaliza.
-¿Amigos?
-Amigos.
_______________________________________________________________________________________________________
Fin de mi participación en el evento jajaja
Me dirigí a uno de los pedestales, al que estaba posicionado en el ala este del templo. Quedando a los pies de la estatua pude leer una placa que rezaba "Las Disirs: Diosas de las cosechas". Miré de nuevo la estatua y me encogí de hombros. Me parecía raro que unas diosas dedicadas a la cosecha me hubiera ayudado con los bandidos, sin embargo era lo más probable. Saqué la penúltima moneda de mi zurrón y la dejé en el plato para las ofrendas que estaba situado justo bajo los pies de la diosa.
-Agradezco vuestra divina ayuda, Disirs, diosas de las cosechas. - comencé a rezar con una más que improvisada oración. - Doy gracias por vuestra ayuda en estos momentos de necesidad.- tras esto, y sin saber si estaba permitido o no, me di el lujo de realizar una petición -Por ultimo, os pido que sigáis brindándome vuestra protección. Tanto a mi como a todos los que han sufrido por este mal.
Espere unos momentos, a los pies de la diosa, con la esperanza de obtener una respuesta. Cuando determiné que eso no pasaría, me levanté y salí de aquel lugar sagrado, no había que importunar demasiado a los dioses. Cuando salí no fui consciente de que me esperaban hasta que se me echo encima.
-Lo que has hecho ahí abajo ha sido muy valiente.- me asaltó por sorpresa y totalmente desprevenido la voz de Hont.
Pegué un salto instintivo hacia atrás mientras me llevaba la mano a la empuñadura de mi espada. En verdad, por unos momentos pensé que el jefe de los bandidos había decidido hacerme pagar por mis acciones demasiado pronto. Pero no, sólo era el pequeño hombre zaragüella, que me miró extrañado debido a mi reacción.
-Yo soy Hont, ¡y soy un gran héroe!- exclamó el hombrecillo desenvainando su espada de madera y apuntando con ella al cielo. -He venido aquí a ayudar a la gente, ¿Cómo te llamas?
No pude evitar soltar una carcajada y miré con cinismo al pequeño, que me miró sin comprender.
-¿Has venido a ayudar de la misma forma en que ayudaste en la Arboleda Central, Hont? -le pregunté encarandome al pequeño que me llegaba hasta la mitad de mi muslo. -Entonces creo que deberías apuntalar un poco más esa espada de madera. Te será difícil matar a la gente, como hizo Imargo.
-Yo.... yo...- la mirada del pequeño se ensombreció y perdió su luz, sin duda victima de unos recuerdos que había preferido olvidar. -¿Quien eres tú?
-¿Tan pronto te olvidas de aquellos que te salvan la vida para que luego los desprecies y te alegres de sus desgracias?- estaba furioso. Y aunque en verdad aquel chico no era en verdad nada más que un niño, después de tanto tiempo debía de desahogarme con alguien.
-¿Ircan?- preguntó el pequeño con temor.
-Bien veo que ya te acuerdas.- apreté la mandíbula con rabia. En mi interior el lobo se revolvió pidiendo a gritos salir y tomarse como tentempié a aquel apetitoso y sano bocado. -Me voy antes de que se te ocurra ayudarme, h-e-r-o-e. - dije con gran ironia poniendo mucho énfasis en cada una de las silabas mientras hacía una burlesca reverencia.
Sin embargo, antes de alejarme mucho del pequeño, que había quedado en shock, me detuve y me dí la vuelta.
-Aunque antes...- me encaré de nuevo al pequeño para que me viera bien. Eché hacía atrás mi capucha y me quité la venda de la boca para que pudiera ver la fealdad de mi rostro marcado por los estragos de la enfermedad. -Espero que te guste el fruto de tus deseos y alegrías.
Sin añadir ninguna palabra más me alejé, dejando tras de mi el sonido de un sollozo. Puede que hubiese sido muy duro, pero en aquel momento y viendo todo lo vivido, no me importaba.
No sabía a donde me dirigía, tampoco me importaba, sólo quería andar y quitarme de encima la furia que me invadía. No obstante, no ande mucho, los efectos de la enfermedad se manifestaron con toda su fuerza, provocandome duros achaques y un insufrible dolor muscular generalizado que me hizo detenerme.
Sin ser consciente de lo que ocurría, sin previo aviso, sentí como me daban un puñetazo que me lanzó al suelo, nublandome la vista. Totalmente noqueado sentí como entre cuatro brazos me levantaban y me sujetaban con violencia.
-Hora de pagar maldito.
Me pareció reconocer la voz, pero no tuve mucho tiempo para pensar. En seguida sentí como una serie de puñetazos comenzaban a intentar moldearme las costillas y el estomago, perdiendo la respiración en cada golpe. Me dejaron respirar un rato, escupí sangre y aprovechando que se aclaró mi vista, intenté identificar a mi agresor.
-¡Tú...! -intenté exclamar. Pero sólo salio un pequeño susurro acompañado de un hilillo de sangre.
El falso mercader estaba enfrente de mi con una mirada de total satisfacción.
-Te dije que pagarías.- dijo antes de darme otro puñetazo en la boca del estomago, que me dejo sin respiración. -Es un buen negocio.- añadió mientras sacaba un puñal.
Sin saber muy bien por qué comencé a reírme como si fuera un lunático. El lobo de mi interior en realidad estaba relamiéndose los dientes.
-Voy a matarte.- dije mirándole fijamente a los ojos mientras notaba como el lobo de mi interior comenzaba a tomar el control.
Pero antes de que eso pasara, una espada de madera de repente apareció golpeando el centro de la cabeza del líder de los bandidos, el cual perdió el conocimiento al instante dejando caer el cuchillo al suelo.
Aprovechando el momento de confusión, viendo como mis captores habían aflojado la fuerza con la que me retenían y aprovechando las energías que me había dado el simulacro de la transformación, que se detuvo de forma inexplicable, me revolví librándome de mis captores. En el forcejeo, tropecé y caí al suelo. Mientras caía vi como Hont comenzaba a amenazar con su espada de madera a uno de los bandidos, que lo miró con una sonrisa burlona mientras sacaba su hacha.
Rápidamente, cogí el cuchillo que había soltado el líder. Me levanté, presa del frenesí del combate y del instinto asesino del lobo que se había quedado en mi, y le rebané la garganta al otro bandido que andaba distraído. Me giré y lancé el cuchillo al que faltaba, que al andar ocupado burlándose de Hont, no pudo ver como el cuchillo avanzaba amenazante hacía su rostro. El hombre cayó muerto al instante y yo caí de rodillas agotado por el cansancio.
-¿Estás bien?- me preguntó Hont, aunque mantuvo la distancia sin saber muy bien que hacer.
Miré al pequeño y vi las marcas de las lagrimas en sus ojos. Me sentí mal por todo lo que le había dicho, y más viendo le hecho de que había venido a salvarme, algo que no era muy común.
-Ahora estamos en paz.- aparté la mirada intentando retener las lagrimas.
Me limpié la sangre y me reincorporé con dificultades, rechazando la ayuda de Hont.
-No quiero infectarte.- le dije declinando su ofrecimiento.
Caminamos durante unos momentos juntos, en un incomodo silencio, hasta que llegamos a su carretilla. Hont cogió una de las hortalizas, una de las mas grandes y se giró hacia mi.
-Toma, se que es muy poco.- extendió sus manos para acercarme la hortaliza. -Pero... ¿hacemos las paces?
No pude evitar sonreír.
-No te preocupes, no es necesario.- dije rechazando educadamente el regalo. -Hay gente que lo necesita más que yo. Yo puedo valerme por mi mismo, llevo haciéndolo muchos meses. Y... no hay nada que perdonar.- dije mientras realizaba con mi mano el signo de "okey" como que todo estaba bien. -Ve y ayuda a la gente del modo que quieres y sabes. Gran heroe- y le guiñe un ojo con complicidad.
Hont esbozó una amplia sonrisa y guardó de nuevo la hortaliza.
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Fin de mi participación en el evento jajaja
Ircan
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Posts administrativos
Al ver que muchos de los que suelen postear en los Eventos no han participado en este, quizás por temas de vacaciones o quizás por asuntos personales, he pensado en alargarlo un par de días más. Hasta el domingo día 3 de septiembre.
Por favor, Ircan y Sarez, os recuerdo debéis lanzar la voluntad de los Dioses. Ircan por ver si infecta a alguien nuevo (si sacas muy mala suerte, he pensado en Hont) y Sarez por ver si se ha enfermado.
Sigel
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
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Ircan
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
El miembro 'Ircan' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Lo siento Master Sigel, se me olvidó
Sarez
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
El miembro 'Sarez' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Disfest: Fiesta de la Cosecha [Evento]
Midsummarblót: Solsticio de Verano
Llegado el alba, aquellos que dejaron sus ofrendas a los Dioses salieron, lentamente y en pequeños grupos de no más de tres personas, del Bogbund.
En la puerta del santuario, Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, realizaba sus funciones más cordiales y medicinales. Abría la boca a quienes salían y examinaba toda marca que le pudiera catalogar como infectado. Diese positivo o negativo, regalaba una sincera sonrisa de metal e inclinaba su espalda en un perfecto ángulo de 90 grados como gesto de despedida.
-¡Y que no se os olvide regresar el año que viene!- decía el cibernético mensajero moviendo su brazo en alto como si fuera el ala de un ave.
_____________________
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Todos los participantes adquieren una botella de vino “Disfest”. Se trata de un vino que no produce estado de embriaguez. Se ha nutrido de los rezos y plegarias de todos los participantes adquiriendo así una única propiedad mágica y es que, quien beba de él estará condenado a decir la verdad todo el tiempo como si hubiera tomado un potente suero de la verdad en los próximos 2 turnos.
La botella es pequeña, solo podrá llenar tres copas (3 usos).
- Arena Midsummarblót :
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Recibes “Máscara Disir”. A simple vista, parece una máscara de madera vulgar y simple. Sin embargo, quien sea que se ponga la máscara tendrá la apariencia de una joven mujer vikinga, una Disir. Perfecta si compras una prostituta “defectuosa” o si quieres infiltrarte entre los nobles más sexualmente osados. El hechizo perdura hasta que te quitas la máscara, sin tiempo límite. La habilidad solo la podrás usar cuatro veces en cuatro temas diferentes, una vez acabes con sus usos, la máscara perderá su poder.
- Máscara Disir:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Hont: quedará infectado. Ircan le ha contagiado.
_____________________
Lo de siempre. Me gustaría saber vuestra opinión y vuestras ideas para futuros temas. Todo me lo quedo, cualquier cosa que me digáis, me lo guardo y lo utilizo en el futuro. Os reto que le preguntéis a Yomo y Eretria si es verdad. No tengáis miedo en ser críticos, si creéis que hay algo que criticar, vuestras opiniones me sirven para mejorar.
Sigel
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