Ostrara: La fiesta de los colores [Evento social]

　–Ya llegamos a nuestro destino –proclamé, señalando el jardín ante mí.

　–Lo notamos, no somos ciegas –contestó Gardenia, con un tono de amargura que contrastaba con el asombro reflejado en sus ojos. Me apartó de un empujón y contempló el jardín, con su mirada recorriéndolo velozmente–. Oh, ¡hay jazmines! –observó, por fin con su voz concordando con su alegría.

　–Lo notamos, no somos cie… –Me interrumpió hundiendo su codo en mi estómago.

　Gardenia tomó la mano de su hermana Jasmin, que también observaba maravillada el lugar, y se propuso a arrastrarla hacia las flores. La vampiresa Beyza se interpuso en su camino.

　–Primero el deber, luego la diversión –les dijo con su usual tono monótono, y procedió a caminar hacia el jardín.

　–«Primero el deber, luego la diversión» –remedó Gardenia en voz baja.

　–Remedar es malo –señaló su hermana antes de que una nerviosa Gardenia le tapara la boca con una mano. Beyza siguió andando como si no hubiera escuchado, pero eso no alivió a la elfa.

　–Remedar es malo, ¿pero golpearme no? –me quejé, y me llevé otro codazo de Gardenia.


　–Entonces… –empecé, ojeando la entrada de la caverna– ¿qué están buscando?

　–Flores –dijo una sonriente Jasmin, como si eso fuera más que suficiente. De no ser porque yo ya conocía su personalidad, pensaría que estaba burlándose de mí con esa respuesta lacónica.

　Miré a Beyza, pero ella estaba demasiado concentrada en la búsqueda como para proveerme más información. Miré a Gardenia, justo cuando discretamente arrancó una flor amarilla y se la llevó a su bolso. Dio un respingo al percatarse de mí.

　–¿Por qué sigues aquí? –tartamudeó.

　–Tengo curiosidad por saber qué tarea les encargó Azaril.

　–Ama Azaril –me corrigieron las dos elfas al unísono.

　–Sí, sí, como sea. –Agité una mano para restarle importancia–. En fin, puedo darles una mano con su misión, si creo que vale la pena.

　–Entiendo –dijo Beyza al cabo de unos segundos, sin dejar de buscar entre las flores–. ¿Conoces las yökukka?

　–No.

　–¿Y las leyendas donde el dragón de la oscuridad es retratado como defensor del equilibrio entre la felicidad y la tragedia?

　–Hmm… Sí, algo he escuchado. –Recordé la vieja conversación que tuve con Xana. Al parecer, algunos creían que el dragón oscuro profesaba que, para apreciar la luz, es decir, el bien, debía existir la oscuridad, la maldad, pero manteniendo un equilibrio entre ambas, un concepto que el dragón de luz no pudo comprender y rechazó.

　–Bien, en algunas de esas leyendas el Dragón oscuro creó las yökukka, plantas que, según los rumores, pueden producir alimento para los de mi raza.

　–¿Sangre?

　Beyza negó con la cabeza.

　–No, y por eso la buscamos. Si es real, si podemos conseguir sus semillas, podríamos mejorar la vida de los vampiros, para que nunca estén obligados a beber sangre.

　–No lo sé –intervino Gardenia–, creo que, si esas kukas fueran reales, los vampiros nunca se habrían convertido en los chupasangres que conocemos. O tal vez existen y, como se esperaría de cualquier cosa relacionada con el Dragón oscuro, no son comestibles ni para los demonios con peor gusto.

　–Vale, les daré una mano –accedí, sorprendiendo a Gardenia. Jasmin aplaudió alegremente.

　–¿Crees el cuento de Beyza? –cuestionó Gardenia.

　–Eso no importa. Veo que tú no crees y aun así estás buscando.

　–¿Pero…?

　–No preguntar, solo gozar –interrumpió Jasmin, intentando citar cierta frase de un gran sabio.

　–En fin, ¿cómo se ve esa kuka?

　–Como un girasol –indicó Beyza–, pero de color púrpura.

　–Vale, entonces… –Me preparé para embarcarme de una gran búsqueda para cambiar el destino de los vampiros y…

　–¡La encontré! –exclamó Jasmin con una enorme sonrisa. Señaló un pequeño agujero en una pared.

　–Excelente –dije esbozando una media sonrisa y colocando las manos en las caderas–, mi trabajo aquí está hecho.

　Beyza y Gardenia se acercaron a la yökukka, ignorándome.

　–¿Creen que realmente sea lo que buscamos? –preguntó Gardenia, desconfiada–. Está brillando, y brillar no es algo que debería hacer algo asociado a la oscuridad, ¿no?

　La vampiresa rompió la punta de una de las hojas de la planta, que liberó una diminuta y efímera nube negra. Jasmin estornudó y se le humedecieron los ojos, mientras que a Gardenia se le escaparon los mocos.

　–Sí, lo conseguimos –contestó Beyza. Una de las comisuras de sus labios pareció elevarse, solo un momento. Cuidadosamente tomó varias semillas de la planta y las guardó en su faltriquera–. Lo siguiente es averiguar si su otra característica es cierta –comentó mientras lideraba la caminata hacia el exterior–. Iré a hablar con Vera. Ustedes pueden aprovechar el tiempo para divertirse.

　La sonrisa que apareció en los rostros de las hermanas desapareció enseguida. Un Salque Tera salvaje apareció de pronto, corriendo hacia Beyza, destinado a chocar con ella y probablemente arrebatarle la faltriquera para así obligarnos a cumplir la otra tarea del evento…

　Fue mandado lejos con una poderosa patada de Jasmin.

　–Jugar, vamos a jugar –le pidió a su hermana, recuperado su buen ánimo.

　Y, mientras tanto, finalmente me hice consciente de la gran e innegable verdad: mi presencia es irrelevante en este post.