Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
Página 1 de 1. • Comparte
Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
Era una noche tranquila, me sentía en paz conmigo misma. En verdad me encantaba poder disfrutar de las afueras sin apenas personas que rompieran tan maravilloso silencio puesto que tener un buen oído a veces era una maldición; gritos, chirridos, golpes, risas, llantos... Todos se me metían en la cabeza y hurgaban hasta lo mas profundo de ella causando un intenso dolor, pero por suerte hoy no era de esos días y eso me hacía estar de buen humor.
Disfruté de ese maravilloso momento de paz pero algo dentro de mi me carcomía y no podía lograr ignorarlo del todo. Llevaba mucho tiempo planeando conseguir dinero suficiente para cubrir un par de necesidades materiales que tenia en esos momentos y como bien sabia es imposible conseguir objetos a cambio de nada.
Paré de andar por un segundo para sentarme en una roca cercana. Cogí todo el aire que pude en mis pulmones y suspiré.
Alcé las manos a la altura de mi cara, era mi comprobación rigurosa de que todo iba bien ya que muchas veces sin darme apenas cuenta perdía el control sin saberlo. No soy demasiado buena etiquetando mis sentimientos y sabiendo mi estado emocional así que llevaba a cabo esto como un ritual. Si temblaban, es que algo iba mal, por suerte estaba perfectamente.
Con mis comprobaciones hechas empecé a buscar algo que me aportase unas monedas, francamente me daba igual lo que fuese, recuerdo que una vez tuve que proteger una piara de cerdos. ¿Increíble verdad ?
Este trabajo en concreto no iba a dar demasiada guerra por así decirlo pero no pensé en ese momento lo desagradable que sería para mi el olor de tantos animales juntos, no fue para nada ameno, muchas veces cuando lo recuerdo aún se me clava el olor en lo alto de la nariz.
No pude evitar sonreír mientras lo recordaba. Caminé durante horas atendiendo a diferentes rumores o empresarios que necesitaban mano de obra barata, todo bastante mal pagado o con una repercusión moral demasiado alta para mi gusto. No había que olvidar donde estaba buscando trabajo. Las afueras de la ciudad era donde se concentraba menos gente, pero también de la peor calidad, ladrones, mercenarios, mendigos, era lo menos peligroso que te podías encontrar.
Cansada de dar vueltas me percaté de un ruido familiar. Sonaba como una taberna pero si el golpe seco de las jarras ni la risa estridente de los parroquianos comunes, sonaba a la felicidad que daba una hoguera y una buena canción. A medida que me dirigía hacia allí cada vez lo tenía mas claro, el olor de la comida, un laúd mal afinado, el balbuceo de algún borracho... Nada más y nada menos que una compañía de mercenarios celebrando.
Me acerqué con total naturalidad, agarre una jarra que encontré tirada en el suelo, como no vacía, pero en esos momentos no me interesaba demasiado beber, mas bien era para mimetizarme en el ambiente.
Eran tantos que probablemente no se conocían unos a otros, era extraño que grupos tan grandes se mantuvieran unidos después de la tarea o el trabajo que llevaban a cabo, así que muy probablemente estaban celebrando algo que aún no habían llevado a cabo, quizás con la excusa de subir la moral a los chicos o cualquier chorrada que se les hubiera ocurrido como excusa para abrir cuatro barriles de cerveza,
Si esto era así de lo único que tenía que molestarme es de saber que iban a hacer y cuando, de esta forma podría colarme sin ningún problema y si el patrón podía permitirse pagar a tanta gente dudo mucho que le importase demasiado pagar a uno más.
Me acerqué al grupo que parecía mas perjudicado, de ese grupo es de donde escuché el laúd desafinado. Un chico, relativamente joven de cabello rapado lo tenia entre sus brazos, se notaba que no tenía ningún talento musical puesto que mas que tocarlo parecía que lo estrangulaba con todas sus fuerzas como para asesinar a la música. Bien pensado tenia incluso un poco de gracia.
A su alrededor otros 3 hombres con jarras llenas hasta arriba de cerveza lo animaban, muy probablemente porque la bebida les impedía escuchar la aberración que estaba sonando a manos de el pobre chiquillo.
Petronella Prauz
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 11
Nivel de PJ : : 0
Re: Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
- Con franqueza, pensaba que no volverías a estar en uno de estos trabajos -me decía Ingvar.
- Necesito el dinero -suspire largamente-. Estaba tratando de dejar de participar en estas cosas. las últimas dos ocasiones en las que formé parte no hice más que meterme en estúpidos problemas.
- ¿Estúpidos problemas? -me pregunto Ingvar, casi con asombro. El sabio tan bien como yo que de uno de esos dos “problemas”, había sacado gran tajada. Dinero con el cual había estado viviendo sin hacer absolutamente nada durante los últimos siete meses.
- Bueno, tú ya me entiendes. Son cosas por las que preferiría no haber pasado.
- Aun así, te has valido de ello con gusto -soltó una carcajada.
Nos acercamos al gran grupo de mercenarios que se había congregado. Ingvar me había hablado de un conjunto de trabajos que habían sido planeados para los mercenarios de los alrededores de Lunargenta. Algunos eran de dudosa moralidad, otros no tanto. El que Ingvar me había propuesto concretamente, consistía únicamente en formar parte de una guardia de caravanas. Era un trabajo sencillo, me había dicho, tan solo tendríamos que escoltar tres caravanas hasta un poblado del este, cerca del territorio de Ulmer. Si las tres caravanas llegaban a salvo sin inconvenientes, teníamos cuantiosos Aeros. Era un trabajo sencillo, sin inconvenientes aparentes.
- Oye Ingvar. ¿Cuantos años llevas en esto? -pregunte por pura curiosidad.
Lo había conocido cerca de dos años atrás, momento en el cual yo había tomado la decisión de empezar a tratar entre los mercenarios .se conseguían buenos trabajos, dentro de lo que cabía, y era mucho mero que estar trabajando como escriba para un noble que hablaba como si tuviera una patata dentro de la boca, o como carpintero para un jefe gremial quisquilloso y gruñón. Ser mercenario en cambio era marchar al galope -cuando había suerte, sino andando-, proteger gente, o matar a algún indeseable, o participar en alguna guerra menor. A veces era peligroso, otras veces era una simple tontería, pero fuera del modo que fuera, siempre traía consigo una cuantiosa cantidad de Aeros que hacía que fuera difícil rechazar un trabajo de ese estilo. Además, curiosamente, había conocido entre os mercenarios a muchos más licántropos de los que había conocido antes en tabernas u otros medios.
- Cerca de diez años. ¿Porque lo preguntas?
- ¿Diez años? No pareces tan mayor.
El soltó una leve risotada, luego se quedó serio contemplando a los otros mercenarios. Me quede mirando a Ingvar durante un largo rato. Cualquiera habría dicho que tenía cerca de veinticinco años, pero en realidad tenía casi cuarenta. Parecía un hombre joven muy castigado por la vida, pero un hombre joven, al fin y al cabo. Nos quedamos entre el grupo de mercenarios, e Ingvar pareció estar buscando con la mirada a aquel que le había ofrecido el trabajo concreto. Alguien tocaba la canción de la desgracia con un laúd desafinado. La canción de la desgracia era como yo llamaba a la música que tocaba alguien con un pésimo talento para la música.
- Te presento a Emlor -me dijo Ingvar, mientras nos aproximábamos a un individuo de cabello rojizo, largo y rizado, que aplaudía mientras miraba entusiasmado al que tocaba malamente el laúd.
- Saludos -dije, aunque el pelirrojo parecía demasiado distraído con la “música”.
Alguien se acercó a Ingvar y le ofreció una jarra de cerveza. El la acepto con una sonrisa, y segundos después vertió el contenido sobre la cabeza del pelirrojo, que sobresaltado se giró hacia Ingvar.
- Por fin. Solo la cerveza llama tu atención. ¿Eh maldito? -protesto Ingvar, en broma.
Ambos permanecieron un rato discutiendo, pues parecía que al pelirrojo no le había hecho gracia la pequeña broma de Ingvar. Pero finalmente se calmaron, y rieron con fuerza. No escuche nada de lo que dijeron, pues llevaba un rato con la vista fija en una mujer. La única que había visto hasta el momento, o por lo menos eso me había parecido. Una mujer rubia, más alta que la mayoría de las mujeres.
- … y sois muchos? -preguntaba Ingvar a su conocido-. Te he traído a este, que también estaba falto de trabajo.
- Sin problemas -sonreía Emlor ampliamente, mostrando una dentadura muy maltratada por los excesos-. Todos son bienvenidos. Estos mercaderes con los que he contactado recientemente, fueron muy generosos y nos ofrecieron un trato esplendido.
- ¿De que se trata? -pregunto Ingvar finalmente-. Es decir, se lo que me contaste. Pero, creo que ya es hora de saber los detalles.
- Si, si, por supuesto. No te impacientes… -Emlor se quedó mirando hacia la mujer que se acababa de acercar-. ¿Mujer, tú también estas entre nosotros?
Emlor no se había dado cuenta de su llegada, así que simple y llanamente para él era una mercenaria más entre muchos, buscando un trabajo del que sacar unas monedas.
- Necesito el dinero -suspire largamente-. Estaba tratando de dejar de participar en estas cosas. las últimas dos ocasiones en las que formé parte no hice más que meterme en estúpidos problemas.
- ¿Estúpidos problemas? -me pregunto Ingvar, casi con asombro. El sabio tan bien como yo que de uno de esos dos “problemas”, había sacado gran tajada. Dinero con el cual había estado viviendo sin hacer absolutamente nada durante los últimos siete meses.
- Bueno, tú ya me entiendes. Son cosas por las que preferiría no haber pasado.
- Aun así, te has valido de ello con gusto -soltó una carcajada.
Nos acercamos al gran grupo de mercenarios que se había congregado. Ingvar me había hablado de un conjunto de trabajos que habían sido planeados para los mercenarios de los alrededores de Lunargenta. Algunos eran de dudosa moralidad, otros no tanto. El que Ingvar me había propuesto concretamente, consistía únicamente en formar parte de una guardia de caravanas. Era un trabajo sencillo, me había dicho, tan solo tendríamos que escoltar tres caravanas hasta un poblado del este, cerca del territorio de Ulmer. Si las tres caravanas llegaban a salvo sin inconvenientes, teníamos cuantiosos Aeros. Era un trabajo sencillo, sin inconvenientes aparentes.
- Oye Ingvar. ¿Cuantos años llevas en esto? -pregunte por pura curiosidad.
Lo había conocido cerca de dos años atrás, momento en el cual yo había tomado la decisión de empezar a tratar entre los mercenarios .se conseguían buenos trabajos, dentro de lo que cabía, y era mucho mero que estar trabajando como escriba para un noble que hablaba como si tuviera una patata dentro de la boca, o como carpintero para un jefe gremial quisquilloso y gruñón. Ser mercenario en cambio era marchar al galope -cuando había suerte, sino andando-, proteger gente, o matar a algún indeseable, o participar en alguna guerra menor. A veces era peligroso, otras veces era una simple tontería, pero fuera del modo que fuera, siempre traía consigo una cuantiosa cantidad de Aeros que hacía que fuera difícil rechazar un trabajo de ese estilo. Además, curiosamente, había conocido entre os mercenarios a muchos más licántropos de los que había conocido antes en tabernas u otros medios.
- Cerca de diez años. ¿Porque lo preguntas?
- ¿Diez años? No pareces tan mayor.
El soltó una leve risotada, luego se quedó serio contemplando a los otros mercenarios. Me quede mirando a Ingvar durante un largo rato. Cualquiera habría dicho que tenía cerca de veinticinco años, pero en realidad tenía casi cuarenta. Parecía un hombre joven muy castigado por la vida, pero un hombre joven, al fin y al cabo. Nos quedamos entre el grupo de mercenarios, e Ingvar pareció estar buscando con la mirada a aquel que le había ofrecido el trabajo concreto. Alguien tocaba la canción de la desgracia con un laúd desafinado. La canción de la desgracia era como yo llamaba a la música que tocaba alguien con un pésimo talento para la música.
- Te presento a Emlor -me dijo Ingvar, mientras nos aproximábamos a un individuo de cabello rojizo, largo y rizado, que aplaudía mientras miraba entusiasmado al que tocaba malamente el laúd.
- Saludos -dije, aunque el pelirrojo parecía demasiado distraído con la “música”.
Alguien se acercó a Ingvar y le ofreció una jarra de cerveza. El la acepto con una sonrisa, y segundos después vertió el contenido sobre la cabeza del pelirrojo, que sobresaltado se giró hacia Ingvar.
- Por fin. Solo la cerveza llama tu atención. ¿Eh maldito? -protesto Ingvar, en broma.
Ambos permanecieron un rato discutiendo, pues parecía que al pelirrojo no le había hecho gracia la pequeña broma de Ingvar. Pero finalmente se calmaron, y rieron con fuerza. No escuche nada de lo que dijeron, pues llevaba un rato con la vista fija en una mujer. La única que había visto hasta el momento, o por lo menos eso me había parecido. Una mujer rubia, más alta que la mayoría de las mujeres.
- … y sois muchos? -preguntaba Ingvar a su conocido-. Te he traído a este, que también estaba falto de trabajo.
- Sin problemas -sonreía Emlor ampliamente, mostrando una dentadura muy maltratada por los excesos-. Todos son bienvenidos. Estos mercaderes con los que he contactado recientemente, fueron muy generosos y nos ofrecieron un trato esplendido.
- ¿De que se trata? -pregunto Ingvar finalmente-. Es decir, se lo que me contaste. Pero, creo que ya es hora de saber los detalles.
- Si, si, por supuesto. No te impacientes… -Emlor se quedó mirando hacia la mujer que se acababa de acercar-. ¿Mujer, tú también estas entre nosotros?
Emlor no se había dado cuenta de su llegada, así que simple y llanamente para él era una mercenaria más entre muchos, buscando un trabajo del que sacar unas monedas.
Friðþjófur Rögnvaldsson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 536
Nivel de PJ : : 0
Re: Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
Trató con prudencia la situación ya que vio que a lo lejos dos hombres empezaban a acercarse. Iban charlando tranquilamente y no estaban borrachos o al menos soportaban el alcohol lo suficientemente bien como para no parecerlo. Eso me daba a entender que o probablemente se conocían de antes o tramaban algo para su propio bien, de todas formas mi instinto me impulsó a acercarme un poco mas al grupo y escuchar mas atentamente lo que pudiera suceder.
De golpe uno de ellos derramó una cerveza encima de uno de los hombres, ya estaba dispuesta a irme porque el ambiente olía a pelea cuando los dos hombres empezaron a reírse. Suspiré aliviada y presté atención , el momento de tensión me había echo evadirme totalmente de mi plan original de enterarme de los detalles del trabajo, cuando quise darme cuenta el hombre al cual le habían derramado lo cerveza se estaba dirigiendo a mi, hablaba con un tono ligeramente despectivo. Era bastante común que empleasen ese tono conmigo, era su forma de mostrar desacuerdo en que una mujer fuera mas alta que muchos de los hombres de por allí o simplemente muchas veces su forma de hacerme saber que una mujer no era bienvenida a la compañía, pero por desgracia no podían rechazar mis servicios.
Me quedé callada e inexpresiva, tanto que lo siguiente que escuché fue un gruñido y la misma pregunta que había formulado unos segundos atrás.
- ¿Mujer, estás con nosotros?-
Su voz me recordaba al las sierras cuando rozaban con lentitud un árbol para serrarlo.
- Sí ...- Contesté, desde siempre me sentía más cómoda hablando lo mínimo posible, era algo que mi madre me recordaba muy a menudo en mi niñez... ''Es mejor callar la boca y parecer tonto que hablar demasiado y confirmarlo.''
Quizás esas palabras me las llegué a tomar demasiado al pie de la letra.
El hombre que me había preguntado parecía el jefecillo o al menos controlaba un poco la compañía y cuantos hombres se encontraban en ella.
Carraspeó y me miro dubitativo, me puso nerviosa, me iban a pillar. Estaba tan serio que empecé a pensar en lo peor. De pronto el mismo rompió el incomodo silencio que había creado con una atronadora carcajada superior a la anterior.
-Recuerdo que estaba muy borracho cuando contrate a esta panda de inútiles, pero no recuerdo si lo suficiente como para contratar a una mujer.- Dijo mientras se le caía la cerveza de la jarra por culpa de los gestos y movimientos excesivos que estaba haciendo.
La verdad que el comentario no fue de mi agrado pero estaba mas que acostumbrada, era el pan de cada día.
-Seguramente que ibais lo suficiente como para confundirla con un hombre, aunque no es una tarea difícil.- Dijo el chico del laúd.
Acto seguido todos los demás le acompañaron en risas. La verdad que admiraba la insensatez del chico al meterse con alguien que le sacaba claramente experiencia y edad suficiente como para darle una paliza, por no mencionar casi una cabeza de estatura.
Recuerdo que hice lo primero que mi cuerpo me ordenó y fue que la jarra que llevaba vacía en mi mano acabó cogiendo la forma de la cara del pobre chaval, quizás fue una reacción desmesurada pero se lo merecía eso seguro. En el instante en que el hierro de la jarra choco contra el cráneo del muchacho se hizo el silencio.
Cayó al suelo como un saco de patatas, totalmente noqueado, dejé caer la jarra como un peso muerto al suelo y después de mirar a los ojos a todos los comensales recogí el laúd del suelo para destrozarlo contra el suelo y dejarlo hecho jirones.
Acto seguido acompañada de las miradas se asombro, fascinación y probablemente algo de miedo decidí irme de ese lugar, probablemente no me contratarían o se negarían a pagarme pero no perdía nada por quedarme un poco más.
De golpe uno de ellos derramó una cerveza encima de uno de los hombres, ya estaba dispuesta a irme porque el ambiente olía a pelea cuando los dos hombres empezaron a reírse. Suspiré aliviada y presté atención , el momento de tensión me había echo evadirme totalmente de mi plan original de enterarme de los detalles del trabajo, cuando quise darme cuenta el hombre al cual le habían derramado lo cerveza se estaba dirigiendo a mi, hablaba con un tono ligeramente despectivo. Era bastante común que empleasen ese tono conmigo, era su forma de mostrar desacuerdo en que una mujer fuera mas alta que muchos de los hombres de por allí o simplemente muchas veces su forma de hacerme saber que una mujer no era bienvenida a la compañía, pero por desgracia no podían rechazar mis servicios.
Me quedé callada e inexpresiva, tanto que lo siguiente que escuché fue un gruñido y la misma pregunta que había formulado unos segundos atrás.
- ¿Mujer, estás con nosotros?-
Su voz me recordaba al las sierras cuando rozaban con lentitud un árbol para serrarlo.
- Sí ...- Contesté, desde siempre me sentía más cómoda hablando lo mínimo posible, era algo que mi madre me recordaba muy a menudo en mi niñez... ''Es mejor callar la boca y parecer tonto que hablar demasiado y confirmarlo.''
Quizás esas palabras me las llegué a tomar demasiado al pie de la letra.
El hombre que me había preguntado parecía el jefecillo o al menos controlaba un poco la compañía y cuantos hombres se encontraban en ella.
Carraspeó y me miro dubitativo, me puso nerviosa, me iban a pillar. Estaba tan serio que empecé a pensar en lo peor. De pronto el mismo rompió el incomodo silencio que había creado con una atronadora carcajada superior a la anterior.
-Recuerdo que estaba muy borracho cuando contrate a esta panda de inútiles, pero no recuerdo si lo suficiente como para contratar a una mujer.- Dijo mientras se le caía la cerveza de la jarra por culpa de los gestos y movimientos excesivos que estaba haciendo.
La verdad que el comentario no fue de mi agrado pero estaba mas que acostumbrada, era el pan de cada día.
-Seguramente que ibais lo suficiente como para confundirla con un hombre, aunque no es una tarea difícil.- Dijo el chico del laúd.
Acto seguido todos los demás le acompañaron en risas. La verdad que admiraba la insensatez del chico al meterse con alguien que le sacaba claramente experiencia y edad suficiente como para darle una paliza, por no mencionar casi una cabeza de estatura.
Recuerdo que hice lo primero que mi cuerpo me ordenó y fue que la jarra que llevaba vacía en mi mano acabó cogiendo la forma de la cara del pobre chaval, quizás fue una reacción desmesurada pero se lo merecía eso seguro. En el instante en que el hierro de la jarra choco contra el cráneo del muchacho se hizo el silencio.
Cayó al suelo como un saco de patatas, totalmente noqueado, dejé caer la jarra como un peso muerto al suelo y después de mirar a los ojos a todos los comensales recogí el laúd del suelo para destrozarlo contra el suelo y dejarlo hecho jirones.
Acto seguido acompañada de las miradas se asombro, fascinación y probablemente algo de miedo decidí irme de ese lugar, probablemente no me contratarían o se negarían a pagarme pero no perdía nada por quedarme un poco más.
Petronella Prauz
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 11
Nivel de PJ : : 0
Re: Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
- ¡Eh, espera! -dije en cuanto vi que se marchaba.
No quería que se marchaba. Siempre era agradable para mi ver que una mujer imponía su propia posición allá donde no era bien recibida. Y sin duda, ella había dejado claro que estaba muy por encima de las tonterías que recorrían las mentes de aquellos ignorantes. Por mi parte, había conocido ya a muchas mujeres fuertes que fácilmente podían retorcer el pescuezo de cualquier hombre. Recordé a aquella mujer de la guardia, Alanna. Pero tampoco necesitaba irme tan lejos, a alguien que formaba parte de un cuerpo de protección profesional; también Runa era una mujer fuerte, y era simplemente una mujer de la calle. Y había visto como utilizaba únicamente un palo para poder deshacerse de tres hombres de forma simultánea. No es que me sorprendiera a esas alturas, que una mujer pudiera imponerse ante un grupo de mercenarios.
- No te vayas -repetí, mientras cambiaba a paso ligero hacia ella-. Discúlpales. Muchos de ellos están borrachos, otros simplemente son estúpidos.
Ante el ultimo comentario, se escucharon algunas risas y otros murmullos descontentos. Un hombre bastante bajo en estatura, se acercó a mí y me coloco una mano en el brazo.
- Déjala. No sabes lo peligros que es una mujer en su sangrado. Parece que les da poder de donde no lo hay. -me dijo. En cuanto me giré hacia él, me di cuenta de que sus ojos denotaban autentica preocupación.
- No puedes estar hablándome en serio -le respondí, mientras no podía evitar esbozar una sonrisa. Era ridículo.
- Hazme caso -insistió el.
Aparte su mano de mi brazo y me dirigí hacia la mujer. Aquel trabajo necesitaba gente fuerte, y ella claramente lo era. No importaba si era mujer, hombre, niño, o cacatúa, cualquiera tenía algo especial que podía ser de utilidad. Ingvar también se acercó a mí y a la mujer, parecía tan asombrado por su fortaleza como yo lo estaba. Soltó una risotada.
- ¡Eso ha estado muy bien! -dijo Ingvar-. Aunque. ¿Realmente era necesario romper el laúd? El pobre instrumento no tenía culpa de nada.
- Era un bonito instrumento -comente yo, mientras lo recordaba-. La verdad es que si que es una lástima.
- Quédate con nosotros -insistió Ingvar-. No hagas caso al enano este, ni tampoco a ninguno de estos idiotas. Necesitamos gente fuerte, decidida. Sin miedo ni vergüenza, y con cierta ambición.
En aquella época, yo todavía no sabía uno de los pequeños secretos que tenía Ingvar, y es que adoraba a las mujeres altas. Le encantaban. Los otros hombres miraban a la mujer con admiración, pero también con preocupación. Algunos, pertenecientes a remotos poblados de aquella zona, todavía conservaban el viejo pensamiento de que una mujer blandiendo una espada en el mismo grupo, traía poco más que mala suerte. Pero, a decir verdad, yo pensaba que una mujer podía pensar por el valor de veinte hombres. Si además luchaba como cinco, habría sido una estupidez dejarla marchar.
No quería que se marchaba. Siempre era agradable para mi ver que una mujer imponía su propia posición allá donde no era bien recibida. Y sin duda, ella había dejado claro que estaba muy por encima de las tonterías que recorrían las mentes de aquellos ignorantes. Por mi parte, había conocido ya a muchas mujeres fuertes que fácilmente podían retorcer el pescuezo de cualquier hombre. Recordé a aquella mujer de la guardia, Alanna. Pero tampoco necesitaba irme tan lejos, a alguien que formaba parte de un cuerpo de protección profesional; también Runa era una mujer fuerte, y era simplemente una mujer de la calle. Y había visto como utilizaba únicamente un palo para poder deshacerse de tres hombres de forma simultánea. No es que me sorprendiera a esas alturas, que una mujer pudiera imponerse ante un grupo de mercenarios.
- No te vayas -repetí, mientras cambiaba a paso ligero hacia ella-. Discúlpales. Muchos de ellos están borrachos, otros simplemente son estúpidos.
Ante el ultimo comentario, se escucharon algunas risas y otros murmullos descontentos. Un hombre bastante bajo en estatura, se acercó a mí y me coloco una mano en el brazo.
- Déjala. No sabes lo peligros que es una mujer en su sangrado. Parece que les da poder de donde no lo hay. -me dijo. En cuanto me giré hacia él, me di cuenta de que sus ojos denotaban autentica preocupación.
- No puedes estar hablándome en serio -le respondí, mientras no podía evitar esbozar una sonrisa. Era ridículo.
- Hazme caso -insistió el.
Aparte su mano de mi brazo y me dirigí hacia la mujer. Aquel trabajo necesitaba gente fuerte, y ella claramente lo era. No importaba si era mujer, hombre, niño, o cacatúa, cualquiera tenía algo especial que podía ser de utilidad. Ingvar también se acercó a mí y a la mujer, parecía tan asombrado por su fortaleza como yo lo estaba. Soltó una risotada.
- ¡Eso ha estado muy bien! -dijo Ingvar-. Aunque. ¿Realmente era necesario romper el laúd? El pobre instrumento no tenía culpa de nada.
- Era un bonito instrumento -comente yo, mientras lo recordaba-. La verdad es que si que es una lástima.
- Quédate con nosotros -insistió Ingvar-. No hagas caso al enano este, ni tampoco a ninguno de estos idiotas. Necesitamos gente fuerte, decidida. Sin miedo ni vergüenza, y con cierta ambición.
En aquella época, yo todavía no sabía uno de los pequeños secretos que tenía Ingvar, y es que adoraba a las mujeres altas. Le encantaban. Los otros hombres miraban a la mujer con admiración, pero también con preocupación. Algunos, pertenecientes a remotos poblados de aquella zona, todavía conservaban el viejo pensamiento de que una mujer blandiendo una espada en el mismo grupo, traía poco más que mala suerte. Pero, a decir verdad, yo pensaba que una mujer podía pensar por el valor de veinte hombres. Si además luchaba como cinco, habría sido una estupidez dejarla marchar.
Friðþjófur Rögnvaldsson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 536
Nivel de PJ : : 0
Re: Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
Noté a uno de los hombres detrás de mi. Me pidió que no me fuera del grupo. Mi concentración era tal que todo lo recuerdo a cámara rápida ya que mi rabia en esos momentos era lo único que necesitaba aplacar fuera como fuese.
Escuché verborrea y sobretodo risas. Alcé la cabeza, lo había vuelto a conseguir, me temían mas que otra cosa.
En un momento, como si del ojo del huracán se tratase o la niebla de mi embotada mente se disipase escuche unas palabras..
''¡Eso ha estado muy bien! Aunque. ¿Realmente era necesario romper el laúd? El pobre instrumento no tenía culpa de nada.''
Me agarré a esas palabras como si de una balsa en medio del océano de tratasen, no tenia otra si quería disipar mi mente y centrarme en otra cosa.
-Probablemente eso fue innecesario y una auténtica pena.- Dije musitando con un tono algo autoritario, por desgracia mis habilidades sociales eran nulas y muchas veces no me daba cuenta de lo que parecía desde el exterior. Con ese tono solo conseguí la mirada de algunos mas clavada profundamente en mi, la razón la desconozco, quizás mas miedo o asombro, quien sabe...
Miré al hombre que estaba mas cerca de mi y en un tono casi inaudible para ninguno de los presentes me aventuré a decirle.
-Perdonadme si tal niñato era amigo vuestro, no deseaba causar ninguna molesta. Excusadme ante el si lo deseáis.-
Después de una breve pausa y silencio incomodo continué.- ¿Por casualidad no sabréis donde conseguir comida y bebida decente? Me haríais un gran favor.-
Llevaba varios días sin comer de manera decente... Mi cuerpo empezaba a pedir a gritos alimentarme. Había pasado una racha dura sin encontrar ningún trabajo y sobretodo sin encontrar ningún techo. Mi capa estaba mugrienta y toda yo deseaba con locura un baño y una comida y cama calientes. Me hubiera gustado pedir mas pero dudo mucho que una compañía de mercenarios tuvieran esos lujos, de todas formas no me venía de un día más y si no buscaría un arrollo cercano o cazaría algo.
Últimamente la idea de cazar no era agradable para mi, las cosas en los reinos no estaban agradables para que se oyesen los rumores de que un lobo de un rubio pálido se estaba comiendo al ganado. Me sabía mal robarle la comida a quienes la necesitaban pero mi supervivencia iba por delante. Esta situación se daba por culpa de los sucesos de enfermedades que se estaban dando últimamente, muchos animales habían huido de sus tierras comunes para evitar la enfermedad y no los juzgo, cualquiera con instinto haría lo mismo.
Pensé en que tenía otro problema, no tenia ningún arma para trabajar al lado de los mercenarios y no pensaba transformarme delante de ellos, tenía que robar alguna. Mi primer saco de monedas tenia pensado en usarlo para comprar un buen acero hecho por un buen herrero, pero eso eran divagaciones de un posible futuro.
Escuché verborrea y sobretodo risas. Alcé la cabeza, lo había vuelto a conseguir, me temían mas que otra cosa.
En un momento, como si del ojo del huracán se tratase o la niebla de mi embotada mente se disipase escuche unas palabras..
''¡Eso ha estado muy bien! Aunque. ¿Realmente era necesario romper el laúd? El pobre instrumento no tenía culpa de nada.''
Me agarré a esas palabras como si de una balsa en medio del océano de tratasen, no tenia otra si quería disipar mi mente y centrarme en otra cosa.
-Probablemente eso fue innecesario y una auténtica pena.- Dije musitando con un tono algo autoritario, por desgracia mis habilidades sociales eran nulas y muchas veces no me daba cuenta de lo que parecía desde el exterior. Con ese tono solo conseguí la mirada de algunos mas clavada profundamente en mi, la razón la desconozco, quizás mas miedo o asombro, quien sabe...
Miré al hombre que estaba mas cerca de mi y en un tono casi inaudible para ninguno de los presentes me aventuré a decirle.
-Perdonadme si tal niñato era amigo vuestro, no deseaba causar ninguna molesta. Excusadme ante el si lo deseáis.-
Después de una breve pausa y silencio incomodo continué.- ¿Por casualidad no sabréis donde conseguir comida y bebida decente? Me haríais un gran favor.-
Llevaba varios días sin comer de manera decente... Mi cuerpo empezaba a pedir a gritos alimentarme. Había pasado una racha dura sin encontrar ningún trabajo y sobretodo sin encontrar ningún techo. Mi capa estaba mugrienta y toda yo deseaba con locura un baño y una comida y cama calientes. Me hubiera gustado pedir mas pero dudo mucho que una compañía de mercenarios tuvieran esos lujos, de todas formas no me venía de un día más y si no buscaría un arrollo cercano o cazaría algo.
Últimamente la idea de cazar no era agradable para mi, las cosas en los reinos no estaban agradables para que se oyesen los rumores de que un lobo de un rubio pálido se estaba comiendo al ganado. Me sabía mal robarle la comida a quienes la necesitaban pero mi supervivencia iba por delante. Esta situación se daba por culpa de los sucesos de enfermedades que se estaban dando últimamente, muchos animales habían huido de sus tierras comunes para evitar la enfermedad y no los juzgo, cualquiera con instinto haría lo mismo.
Pensé en que tenía otro problema, no tenia ningún arma para trabajar al lado de los mercenarios y no pensaba transformarme delante de ellos, tenía que robar alguna. Mi primer saco de monedas tenia pensado en usarlo para comprar un buen acero hecho por un buen herrero, pero eso eran divagaciones de un posible futuro.
Petronella Prauz
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 11
Nivel de PJ : : 0
Re: Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
- Pocos son amigos por aquí, en realidad -dijo Ingvar, y poco después dejo escapar una fuerte risotada.
Frith en cambio, permaneció serio. Por lo general aceptaba de buen grado las bromas de Ingvar, pero no en aquella ocasión. La mujer se había ganado a la fuerza rápidamente el respeto de los mercenarios de aquel lugar. Pero no era algo que pareciera que la divirtiera, ni mucho menos; a los ojos del pelirrojo, el hecho de que se marchase después de hacerlo indicaba que probablemente estaba acostumbrada a que se diera esa situación a menudo. Y, tomando entonces sus propias suposiciones como certeras, Frith prefirió tomar en serio a esa mujer.
- Comida y bebida… eh… -Frith se quedó un momento con la mirada perdida. Miro a Ingvar y espero a que el salvara la situación.
- Por supuesto. Siempre. Acompáñanos. -dijo el con una amplia sonrisa. Seguía de buen humor, un humor imperturbable.
Ingvar acompaño a ambos hacia una gran tienda de campaña, la suya. Fuera había algunas otras tiendas de campaña más, pero la suya era claramente la más grande. En su interior, en el centro reposaba un amplio mapa estratégico sobre el cual reposaban pequeñas fichas rojas, con la forma de distintos animales.
- Pasad -invito él.
La estancia estaba cuidadosamente decorada. Había varios cofres, y también algunas mesas sobre las cuales reposaban varios trofeos y otras adquisiciones que exhibía con orgullo. Ingvar pecaba de ser orgullosos, y le encantaba demostrar todo lo que había conseguido hasta el momento. exhibir esos trofeos significaba para él, demostrar que si se propia alguna cosa, lo conseguía sin problemas. Y eso era ventajoso si quería tratar de convencer a los mercenarios de que sus trabajos eran los mejores que había por la zona.
- Aquí tienes -Ingvar se había acercado a una larga mesa de madera blanquecina, sobre la que reposaban varias bandejas y algunas botellas. Dos vinos afrutados y una botella de hidromiel. A su lado, una bandeja contenía bayas, la otra tenía varias hogazas de pan de centeno, todavía lo suficientemente blandas como para poder comerla y disfrutar con ello. También queso y embutidos-. Toma lo que gustes.
A Frith también le había entrado hambre al verlo. Mas concretamente, al observar el queso curado. También él se acercó y corto con su daga un pedazo de queso. Luego volvió a situarse al lado de Ingvar, mientras se lo llevaba a la boca.
- Realmente -comenzó a hablar Frith, mientras comía-, pensaba que era Emlor quien había preparado un trabajo. No tú.
- Emlor solo es un pobre idiota. No podría preparar ni una sopa -soltó una leve risa burlona-. El solo es una especie de informante. Me hizo saber sobre una agrupación que necesitaba de nuestra ayuda, y bueno, yo hice lo demás. ¿Estas interesado en trabajar con nosotros, entonces? Como en los viejos tiempos.
Y entonces Ingvar se quedó mirando a Petronella, con absoluta curiosidad. Primero esperaría a que comiera cuanto quisiera, y que de alguna forma de pusiera cómoda. Después, no la dejaría marchar sin antes preguntarle si querría participar con ellos. Lo había sorprendido enormemente con su muestra de fuerza, y su actitud imperturbable. Era lo que buscaba en los hombres que trabajaban para él, y pocas veces lo encontraba.
Frith en cambio, permaneció serio. Por lo general aceptaba de buen grado las bromas de Ingvar, pero no en aquella ocasión. La mujer se había ganado a la fuerza rápidamente el respeto de los mercenarios de aquel lugar. Pero no era algo que pareciera que la divirtiera, ni mucho menos; a los ojos del pelirrojo, el hecho de que se marchase después de hacerlo indicaba que probablemente estaba acostumbrada a que se diera esa situación a menudo. Y, tomando entonces sus propias suposiciones como certeras, Frith prefirió tomar en serio a esa mujer.
- Comida y bebida… eh… -Frith se quedó un momento con la mirada perdida. Miro a Ingvar y espero a que el salvara la situación.
- Por supuesto. Siempre. Acompáñanos. -dijo el con una amplia sonrisa. Seguía de buen humor, un humor imperturbable.
Ingvar acompaño a ambos hacia una gran tienda de campaña, la suya. Fuera había algunas otras tiendas de campaña más, pero la suya era claramente la más grande. En su interior, en el centro reposaba un amplio mapa estratégico sobre el cual reposaban pequeñas fichas rojas, con la forma de distintos animales.
- Pasad -invito él.
La estancia estaba cuidadosamente decorada. Había varios cofres, y también algunas mesas sobre las cuales reposaban varios trofeos y otras adquisiciones que exhibía con orgullo. Ingvar pecaba de ser orgullosos, y le encantaba demostrar todo lo que había conseguido hasta el momento. exhibir esos trofeos significaba para él, demostrar que si se propia alguna cosa, lo conseguía sin problemas. Y eso era ventajoso si quería tratar de convencer a los mercenarios de que sus trabajos eran los mejores que había por la zona.
- Aquí tienes -Ingvar se había acercado a una larga mesa de madera blanquecina, sobre la que reposaban varias bandejas y algunas botellas. Dos vinos afrutados y una botella de hidromiel. A su lado, una bandeja contenía bayas, la otra tenía varias hogazas de pan de centeno, todavía lo suficientemente blandas como para poder comerla y disfrutar con ello. También queso y embutidos-. Toma lo que gustes.
A Frith también le había entrado hambre al verlo. Mas concretamente, al observar el queso curado. También él se acercó y corto con su daga un pedazo de queso. Luego volvió a situarse al lado de Ingvar, mientras se lo llevaba a la boca.
- Realmente -comenzó a hablar Frith, mientras comía-, pensaba que era Emlor quien había preparado un trabajo. No tú.
- Emlor solo es un pobre idiota. No podría preparar ni una sopa -soltó una leve risa burlona-. El solo es una especie de informante. Me hizo saber sobre una agrupación que necesitaba de nuestra ayuda, y bueno, yo hice lo demás. ¿Estas interesado en trabajar con nosotros, entonces? Como en los viejos tiempos.
Y entonces Ingvar se quedó mirando a Petronella, con absoluta curiosidad. Primero esperaría a que comiera cuanto quisiera, y que de alguna forma de pusiera cómoda. Después, no la dejaría marchar sin antes preguntarle si querría participar con ellos. Lo había sorprendido enormemente con su muestra de fuerza, y su actitud imperturbable. Era lo que buscaba en los hombres que trabajaban para él, y pocas veces lo encontraba.
Friðþjófur Rögnvaldsson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 536
Nivel de PJ : : 0
Re: Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
Cuando me senté encontré ante mi una cantidad abrumadora de comida, todo destacaba por su buen aspecto y la boca se me hacía agua de solo observarlo. Pedí comida pero no me esperaba tanta hospitalidad.
No estaba acostumbrada a un buen trato ni mucho menos así que me controlé, observé la comida con los ojos como platos durante unos instantes y alcé la mirada para buscar la aprobación de alguno de los dos para poder empezar a comer y eso que ya me habían dicho que podía comer tranquilamente, pero como he dicho antes no muchas demasiadas personas me habían tratado con humildad y aunque me duela aceptarlo para mi misma una fracción de mi sentía vergüenza. me estaba comportando como una chiquilla tímida, como si volviera a mis tiernos 16 años donde me daba hasta vergüenza en dadas ocasiones levantar la voz hasta para pedir una barra de pan al panadero.
Seguí escudriñando y buscando esa aprobación, mi estomago rugía como nunca, en un instante la mano de uno de los hombres paso cerca de mi y se cortó un trozo de queso. Para mi fue la confirmación de que podía empezar a comer, sí el podía significaba que yo también.
Ataqué sin piedad a los embutidos y al queso. Agarre la botella de hidromiel de la mesa y la descorche de un mordisco a la vez que pegaba un trago. Todo delicioso era un pequeño paraíso personal.
Comí hasta hartarme, sin muchos modales por desgracia, mi madre quizás se saltó esa parte de mi educación, los modales en la mesa y como tratar a las personas de manera correcta y amable.
Cuando terminé recogí un poco el estropicio que había liado, coloque los platos vacíos uno encima de otro y recogí las migas con la palma de mi mano para depositar estas dentro del cuenco y que fuera mas cómodo recoger la mesa para mi anfitrión.
Me aclaré la garganta para que ambos hombres me prestasen atención y pregunté.- ¿De que se trata el trabajo?-
Esperé que no se tratase de nada que a la larga me hiciera arrepentirme de estar comiendo esa comida, irremediablemente se me hizo un nudo en la garganta. Me levanté y dejé mi capa en el sitio en el que estaba sentada. El olor de las hierbas medicinales que había en su interior y las flores de lavanda llenaron las estancia. Las guardaba por si acaso y por razones de nostalgia y para poder rastrear la capa en caso de extraviarla, en las batallas era aparatosa, incluso para mi.
-Depende de lo que se trate tendré que tomar la decisión de participar o no y también de contaros algunas cosas de mi.- Dije con un tono serio. Valoraba la hospitalidad y no quería mentirles, me gustaba ser consecuente con el trato que recibía.
Dejé mis brazos cruzados sobre mi pecho, esperando que ambos me explicaran cual era la empresa.
De golpe recordé algo sumamente importante que me había saltado.
-Creo que no nos hemos presentado formalmente... Y también creo que si lo han echo mucho me temo que he olvidado sus nombres. Perdonen mi poca capacidad retentiva, suelo ser algo mala para recordar los nombres de las personas en general.-
Dejé un breve silencio antes de continuar.
-Mi nombre es Petronella, aunque agradecería que me llamasen Petra.-
No estaba acostumbrada a un buen trato ni mucho menos así que me controlé, observé la comida con los ojos como platos durante unos instantes y alcé la mirada para buscar la aprobación de alguno de los dos para poder empezar a comer y eso que ya me habían dicho que podía comer tranquilamente, pero como he dicho antes no muchas demasiadas personas me habían tratado con humildad y aunque me duela aceptarlo para mi misma una fracción de mi sentía vergüenza. me estaba comportando como una chiquilla tímida, como si volviera a mis tiernos 16 años donde me daba hasta vergüenza en dadas ocasiones levantar la voz hasta para pedir una barra de pan al panadero.
Seguí escudriñando y buscando esa aprobación, mi estomago rugía como nunca, en un instante la mano de uno de los hombres paso cerca de mi y se cortó un trozo de queso. Para mi fue la confirmación de que podía empezar a comer, sí el podía significaba que yo también.
Ataqué sin piedad a los embutidos y al queso. Agarre la botella de hidromiel de la mesa y la descorche de un mordisco a la vez que pegaba un trago. Todo delicioso era un pequeño paraíso personal.
Comí hasta hartarme, sin muchos modales por desgracia, mi madre quizás se saltó esa parte de mi educación, los modales en la mesa y como tratar a las personas de manera correcta y amable.
Cuando terminé recogí un poco el estropicio que había liado, coloque los platos vacíos uno encima de otro y recogí las migas con la palma de mi mano para depositar estas dentro del cuenco y que fuera mas cómodo recoger la mesa para mi anfitrión.
Me aclaré la garganta para que ambos hombres me prestasen atención y pregunté.- ¿De que se trata el trabajo?-
Esperé que no se tratase de nada que a la larga me hiciera arrepentirme de estar comiendo esa comida, irremediablemente se me hizo un nudo en la garganta. Me levanté y dejé mi capa en el sitio en el que estaba sentada. El olor de las hierbas medicinales que había en su interior y las flores de lavanda llenaron las estancia. Las guardaba por si acaso y por razones de nostalgia y para poder rastrear la capa en caso de extraviarla, en las batallas era aparatosa, incluso para mi.
-Depende de lo que se trate tendré que tomar la decisión de participar o no y también de contaros algunas cosas de mi.- Dije con un tono serio. Valoraba la hospitalidad y no quería mentirles, me gustaba ser consecuente con el trato que recibía.
Dejé mis brazos cruzados sobre mi pecho, esperando que ambos me explicaran cual era la empresa.
De golpe recordé algo sumamente importante que me había saltado.
-Creo que no nos hemos presentado formalmente... Y también creo que si lo han echo mucho me temo que he olvidado sus nombres. Perdonen mi poca capacidad retentiva, suelo ser algo mala para recordar los nombres de las personas en general.-
Dejé un breve silencio antes de continuar.
-Mi nombre es Petronella, aunque agradecería que me llamasen Petra.-
Petronella Prauz
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 11
Nivel de PJ : : 0
Re: Nada es lo que parece. [Petronella/Frith]
Me giré hacia la joven sobresaltado, al ver que se lanzaba hacia la comida precipitadamente. Estaría realmente hambrienta, mucho más de cuanto nos había hecho saber al llegar a nosotros. Ingvar soltó una leve risotada y se acercó a la comida, tomando una hogaza de pan y colocando un poco de mantequilla sobre esta. Comió, mientras volvía a acercarse a mí para continuar conversando. Aun así, Ingvar no habló, tan solo se quedó durante algunos segundos comiendo y observando cómo la mujer engullía la comida como si al día siguiente tal vez no pudiera tener la misma oportunidad. En cuanto ella terminó, recogió cuidadosamente cuanto pudo, con amabilidad. Ingvar se sentía claramente complacido, lo veía en su sonrisa. Normalmente se le notaba un aire burlón en su sonrisa, pero aquella era honesta.
La mujer se acercó a nosotros, preguntó sobre el trabajo, y se presentó a sí misma.
– Oh, sí, no te preocupes –dije yo, respecto a que no nos habíamos presentado todavía–. Por lo general aquí la gente utiliza pseudónimos. “El Oso”, “La Rata”… Cosas así. Les da miedo decidir en el futuro tener una vida honesta, pero un nombre sucio. Mi nombre es Friðþjófur, puedes llamarme Frith.
– Ingvar –dijo él, mientras alzaba su mano como si se tratara de un chiquillo–. Encantados de tenerte por aquí, Petra. Y bien, el trabajo, sí, sí.
Él se acercó a una cajonera mal hecha, probablemente construída por él mismo. Rebuscó en ella algunos papeles, y parecía no encontrarla. Entre múltiples maldiciones y quejas, también había falsos cánticos de victoria, creyendo que había encontrado el correcto. Finalmente lo encontró, y lo colocó sobre la misma mesa donde había estado la comida, tras colocar las bandejas de modo que hubiera un poco más de espacio.
– Lo sé, no me lo digáis –comenzó a disculparse Ingvar–. Dado que es el trabajo principal, debería estar más a la vista. Pero no he tenido tiempo para acomodos. Salvo con la comida. La comida es lo primero, como mi buena amiga sabe –miró de reojo a Petra, luego dirigió la vista hacia los papeles–. ¿Sabéis lo que es un prestamista? Típico individuo que bajo supervisión local, puede dar algo de dinero y cobrar unos intereses. Todo eso está muy bien, sobretodo si quieres comprarte un purasangre para un gran viaje y no tienes el dinero para ello, o si quieres participar en un festín… Cualquier clase de cosas, ya sabéis –hizo un gesto con la mano, quitando importancia.
– Esa gente suele estar llena de dinero. Y con ello, protección –comenté yo.
– Sí, sí. Y así es –afirmó Ingvar, abriendo los ojos y aportando énfasis a su explicativa–. Pero, ¿sabes qué? Este prestamista –apretó su dedo contra el papel–, no está bajo control local. Así que cobra los intereses que le placen, sin que nadie lo sepa. Las aldeas de alrededor caen en su trampa y tras sus engaños piensan que le deben casi tanto como una hija. Sí, eso ha pasado. El trabajo es ir, acabar con el prestamista de algún modo, liberar de deudas a toda esa gente, y la recompensa es repartirnos entre todos los intereses que tiene guardados en su pequeña fortaleza.
Pequeña fortaleza. Repetí esas palabras en mi mente durante varias veces. ¿Estaba Ingvar loco? Sólo éramos un grupo de mercenarios. Asaltar una fortaleza, por pequeña que fuera, supondría formar una especie de asedio, y obviamente no estábamos preparados para algo así.
– ¿Pequeña fortaleza? –pregunté.
– Sí. Tiene una pequeña fortaleza bien vigilada. Pero obviamente entraríamos como un grupo idealista que necesita de un préstamo. Hará cualquier cosa por dinero, lo tendremos todo bien planeado para entonces. ¿Qué os parece? –preguntó él, ahora mirándonos tanto a Petra como a mí.
– Bueno, puedes contar conmigo. –Dije, con una sonrisa. Confiaba en Ingvar, y todos y cada uno de los trabajos que había propuesto, habían salido exitosamente. Incluso aun siendo un poco más adverso de lo normal, creía que también sería posible llevar a cabo aquel trabajo.
La mujer se acercó a nosotros, preguntó sobre el trabajo, y se presentó a sí misma.
– Oh, sí, no te preocupes –dije yo, respecto a que no nos habíamos presentado todavía–. Por lo general aquí la gente utiliza pseudónimos. “El Oso”, “La Rata”… Cosas así. Les da miedo decidir en el futuro tener una vida honesta, pero un nombre sucio. Mi nombre es Friðþjófur, puedes llamarme Frith.
– Ingvar –dijo él, mientras alzaba su mano como si se tratara de un chiquillo–. Encantados de tenerte por aquí, Petra. Y bien, el trabajo, sí, sí.
Él se acercó a una cajonera mal hecha, probablemente construída por él mismo. Rebuscó en ella algunos papeles, y parecía no encontrarla. Entre múltiples maldiciones y quejas, también había falsos cánticos de victoria, creyendo que había encontrado el correcto. Finalmente lo encontró, y lo colocó sobre la misma mesa donde había estado la comida, tras colocar las bandejas de modo que hubiera un poco más de espacio.
– Lo sé, no me lo digáis –comenzó a disculparse Ingvar–. Dado que es el trabajo principal, debería estar más a la vista. Pero no he tenido tiempo para acomodos. Salvo con la comida. La comida es lo primero, como mi buena amiga sabe –miró de reojo a Petra, luego dirigió la vista hacia los papeles–. ¿Sabéis lo que es un prestamista? Típico individuo que bajo supervisión local, puede dar algo de dinero y cobrar unos intereses. Todo eso está muy bien, sobretodo si quieres comprarte un purasangre para un gran viaje y no tienes el dinero para ello, o si quieres participar en un festín… Cualquier clase de cosas, ya sabéis –hizo un gesto con la mano, quitando importancia.
– Esa gente suele estar llena de dinero. Y con ello, protección –comenté yo.
– Sí, sí. Y así es –afirmó Ingvar, abriendo los ojos y aportando énfasis a su explicativa–. Pero, ¿sabes qué? Este prestamista –apretó su dedo contra el papel–, no está bajo control local. Así que cobra los intereses que le placen, sin que nadie lo sepa. Las aldeas de alrededor caen en su trampa y tras sus engaños piensan que le deben casi tanto como una hija. Sí, eso ha pasado. El trabajo es ir, acabar con el prestamista de algún modo, liberar de deudas a toda esa gente, y la recompensa es repartirnos entre todos los intereses que tiene guardados en su pequeña fortaleza.
Pequeña fortaleza. Repetí esas palabras en mi mente durante varias veces. ¿Estaba Ingvar loco? Sólo éramos un grupo de mercenarios. Asaltar una fortaleza, por pequeña que fuera, supondría formar una especie de asedio, y obviamente no estábamos preparados para algo así.
– ¿Pequeña fortaleza? –pregunté.
– Sí. Tiene una pequeña fortaleza bien vigilada. Pero obviamente entraríamos como un grupo idealista que necesita de un préstamo. Hará cualquier cosa por dinero, lo tendremos todo bien planeado para entonces. ¿Qué os parece? –preguntó él, ahora mirándonos tanto a Petra como a mí.
– Bueno, puedes contar conmigo. –Dije, con una sonrisa. Confiaba en Ingvar, y todos y cada uno de los trabajos que había propuesto, habían salido exitosamente. Incluso aun siendo un poco más adverso de lo normal, creía que también sería posible llevar a cabo aquel trabajo.
Friðþjófur Rögnvaldsson
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 536
Nivel de PJ : : 0
Temas similares
» No sé nada sobre ti, nada sobre mi, nada sobre nada.[Privado/ Zöe] [CERRADO]
» -Plumas Nuevas-[Trama Clan Cuervos de Plata parte 5][Interpretativo][Petronella-Wallace-Aquila]
» Nada más que el ahora [Libre 3/3] [CERRADO]
» No hay nada que temer [Privado] [Cerrado]
» Doble o nada [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
» -Plumas Nuevas-[Trama Clan Cuervos de Plata parte 5][Interpretativo][Petronella-Wallace-Aquila]
» Nada más que el ahora [Libre 3/3] [CERRADO]
» No hay nada que temer [Privado] [Cerrado]
» Doble o nada [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 10:54 por Níniel Thenidiel
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Hoy a las 9:15 por Rauko
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 22:47 por Eltrant Tale
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Ayer a las 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar 12 Nov 2024 - 4:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom 10 Nov 2024 - 13:36 por Tyr
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Dom 10 Nov 2024 - 0:41 por Sango
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie 8 Nov 2024 - 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie 8 Nov 2024 - 1:19 por Tyr
» 89. Una compañía hacia el caos [Privado]
Jue 7 Nov 2024 - 20:51 por Aylizz Wendell
» Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
Jue 7 Nov 2024 - 16:48 por Mina Harker
» [Zona de Culto]Santuario del dragón de Mjulnr
Mar 5 Nov 2024 - 21:21 por Tyr
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Mar 5 Nov 2024 - 17:01 por Seraphine Valaryon
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Mar 5 Nov 2024 - 14:32 por Tyr
» [Zona de Culto] Oráculo de Fenrir
Mar 5 Nov 2024 - 3:02 por Tyr