Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
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Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
En la inconmensurable oscuridad de los caminos podía verse sin dificultad como se recortaba el perfil de un hombre junto a un fuego, su gesto era el de alguien concentrado y meditabundo mientras revolvía con una vara los trozos de madera para avivarlo. Los únicos sonidos que interrumpían el silencio eran el del crepitar de las llamas, y algún que otro animal nocturno que andaba por los alrededores.
Había hecho esto miles de veces, pero aún así el proceso demandaba toda su atención para no equivocarse y arruinar el material. El rostro de Matt se iluminaba con el color entre anaranjado y ambarino por las llamas, aunque el tono le sentaba bien con su tono de piel tostado. De todos modos, por lo que él sabía, no había nadie en los alrededores que pudiera notarlo, estaba viajando solo desde hacía muchos días.
Había hecho por la tarde, cuando aún tenía luz, unas pequeñas figuras en arcilla, luego cavo un pozo no demasiado profundo, como de medio brazo. Lo que quedaba del día se había dedicado a buscar leña por los alrededores y apilarla en el improvisado campamento que se había montado.
“Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.”
Tarareaba Matthew mientras seguía atizando la fogata, era la maldita letra de una canción que estaba de moda entre los trovadores, la había escuchado en una taberna de la ciudad y desde entonces no se la había podido quitar de la cabeza. Además de cocinar la cerámica había aprovechado el fuego para hacer un buen estofado ¡La primer comida completa en más de una semana!
“En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos”
Hizo un gruñido involuntario, es que no podía quitarse esa tonta canción de la cabeza. Quitó la comida del fuego, no era mucho, pero tampoco estaba esperando invitados, así que debería alcanzar. Se sirvió un poco y dejó el resto cerca del calor, mientras comía se quedó mirando hacía un punto fijo en el enorme vacío de la oscuridad, perdido en sus pensamientos, solo en una noche que con suerte sería tranquila.
Había hecho esto miles de veces, pero aún así el proceso demandaba toda su atención para no equivocarse y arruinar el material. El rostro de Matt se iluminaba con el color entre anaranjado y ambarino por las llamas, aunque el tono le sentaba bien con su tono de piel tostado. De todos modos, por lo que él sabía, no había nadie en los alrededores que pudiera notarlo, estaba viajando solo desde hacía muchos días.
Había hecho por la tarde, cuando aún tenía luz, unas pequeñas figuras en arcilla, luego cavo un pozo no demasiado profundo, como de medio brazo. Lo que quedaba del día se había dedicado a buscar leña por los alrededores y apilarla en el improvisado campamento que se había montado.
“Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.”
Tarareaba Matthew mientras seguía atizando la fogata, era la maldita letra de una canción que estaba de moda entre los trovadores, la había escuchado en una taberna de la ciudad y desde entonces no se la había podido quitar de la cabeza. Además de cocinar la cerámica había aprovechado el fuego para hacer un buen estofado ¡La primer comida completa en más de una semana!
“En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos”
Hizo un gruñido involuntario, es que no podía quitarse esa tonta canción de la cabeza. Quitó la comida del fuego, no era mucho, pero tampoco estaba esperando invitados, así que debería alcanzar. Se sirvió un poco y dejó el resto cerca del calor, mientras comía se quedó mirando hacía un punto fijo en el enorme vacío de la oscuridad, perdido en sus pensamientos, solo en una noche que con suerte sería tranquila.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
– ¿Estás segura de que quieres irte ahora? –le preguntó Nadia a la joven.
– Sí. Creo que sí. Creo que debería marchar para ver cómo está mi familia. De haberlo sabido antes te habría pedido marcharte mucho antes.
La familia de Alice, natural de la ciudad de los dragones, que se había visto afectada recientemente por la epidemia, podía estar en peligro. No había sabido sobre aquello hasta que un bardo, de los tantos que frecuentaba la taberna de Nadia, había hecho mención a lo sucedido en una de sus canciones. Se había reído del suceso, cantando una sátira poco agradable, juzgando qué tanto merecían los dragones y otras razas del mundo una epidemia de vez en cuando. Alice no había reaccionado mal, sin embargo le había parecido claramente algo de mal gusto. Aun así había agradecido el hecho de que se cruzara su camino con el del bardo: De no haber sido así, no sabía cuánto más tiempo habría permanecido sin conocer la realidad de la situación.
– Está bien –asintió finalmente Nadia, después de ver que Alice estaba total y absolutamente convencida de aquello–. Pero ten cuidado. ¿Quieres una montura?
– Si tuviera una montura llegaría antes… Aunque también llamaría la atención demasiado por el camino, y no sé si eso podría ser peligroso.
– En el caso de que tengas la mala suerte de llamar la atención de alguien peligroso, si tuvieras una montura podrías escapar rápidamente.
– O podría convertirme en…
– Sí, es verdad. Lo había olvidado. –Alice sonrió al ver la expresión de Nadia, que negaba con la cabeza, recordando la primera vez que había visto a la dragona transformada en aquella colosal criatura. No había sido la primera vez que había visto un dragón, pero desde luego fue una sorpresa ver a la joven música que todos los días había cantado con dulzura en su taberna, convertida en aquella majestuosa criatura–. Simplemente, ten cuidado.
– Lo tendré, Nadia. Lo prometo. Estaré aquí después de algún tiempo. Es un viaje largo, así que no sé muy bien cuándo regresaré.
– Cuidaré tus cosas, no tienes de qué preocuparte. Y cuando regreses podrás continuar trabajando conmigo –la posadera le guiñó un ojo, y continuó fregando los platos. La taberna estaba tranquila aquella tarde; sólo había un cliente, demasiado distraído escribiendo algunas cosas en un libro viejo, como para haber prestado suficiente atención a la conversación.
Los últimos días habían sido como aquel. Tranquilos, sin mucha clientela ni movimiento en la posada. Era algo bueno por un lado, dado que Nadia había obtenido cuantiosos ingresos semanas atrás, por lo que consideraba aquello como unas pequeñas vacaciones pagadas. Alice agradecía que Nadia no fuera a necesitarla durante aquel período de tiempo, deseando que los días venideros fueran igual de calmados, y así la posadera pudiera aguardar a su regreso, antes de necesitar contratar a alguien más.
Subió a su habitación. Guardó algunas cosas en una mochila de cuero oscuro; entre ellas un pedazo de queso envuelto en bastante papel, un poco de pan, un libro de hojas vacías, pluma, su laúd y algunos aeros, que introdujo dentro de una pequeña bolsita previamente. Sonrió; pese a que temía que su familia pudiera estar mal, en peligro, o hubiera sufrido ya las consecuencias de aquella epidemia, sentía ciertos ánimos por regresar a su tierra, al encuentro de sus seres queridos. Al fin y al cabo, habían pasado años desde que se había marchado de allí junto con la troupe de artistas humanos para poder recorrer el mundo predicando la religión de su pueblo mediante la música.
Pensó que era más inteligente marchar de noche, y así lo hizo, evadiendo los caminos. Estos eran asaltados por los bandidos en primer lugar, y era para ella mucho más sencillo esconderse entre los arbustos y caminar entre los árboles, dado a su baja estatura. Además, el hecho de que llevaba aquella túnica y bufanda de tonos azul oscuro, además de su cabello oscuro, le ayudarían a pasar un poco más inadvertida en la noche. Bajó nuevamente a la planta principal de la posada, junto con Nadia, y la abrazó con fuerza. Después bromearon durante algunos segundos sobre temas sin importancia, volvieron a abrazarse y Alice finalmente salió de la posada, emprendiendo viaje hacia su hogar.
Pasaron algunas hasta que llegó a internarse en las profundidades del bosque. Había evitado a toda costa los caminos, pero al mismo tiempo había sido capaz de no perderse. De todas formas, tampoco le daba miedo perderse; en el peor de los casos, podría convertirse y surcar los cielos para echar un breve vistazo a su alrededor, identificando su posición, y su objetivo. Pero hasta el momento, por fortuna –pues evidentemente algo así llamaría especialmente la atención, y el no haber aceptado la montura que Nadia le había ofrecido habría sido completamente en vano–, no había necesitado hacer eso.
Se cernió la noche, cubriéndola de un manto de completa oscuridad. Aun así, continuó caminando recto, tratando de no desviarse de la misma dirección. Sabía que en cuanto se topara con un río, debería girar hacia la derecha, el norte. Pero todavía faltaban muchas horas hasta que llegara al río. Estaba hambrienta, y algo cansada, pero no estaba segura de que aquel fuera un lugar lo suficientemente seguro como para poder hacer una breve parada y preparar algunos alimentos, para poco después, descansar. Nadia le había advertido sobre los osos, y sobre los lobos, aunque por suerte no se había encontrado con ninguna de esas criaturas. El camino había sido tranquilo y el trayecto que había conseguido recorrer en aquella tarde, se le había pasado rápido. Se percató entonces de que no era un buen momento para hacer una breve parada, en cuanto escuchó la melodía de una canción conocida. Además, avistó el leve brillo que se filtraba entre los árboles, procedente de una hoguera. Alice sabía que si se marchaba rápidamente, haría demasiado ruido. También consideró que no era buena idea alejarse y descansar en la cercanía, aun si hubiera caminado una hora más; pues aquel desconocido tal vez marcharía en su misma dirección y sus caminos se cruzarían. Pensó que lo más prudente era, acercarse lo suficiente como para observar de quién se trataba, y tal vez si tenía un arma. En ese caso, trataría de hacer de esa persona una aliada, de modo que pudiera quedarse con quien fuera que había ahí y fuera al final mucho más seguro para ambos. En el caso opuesto, simplemente se marcharía y continuaría su camino de manera indefinida, aun teniendo que caminar durante toda la noche; pero lo que no haría, sería alejarse tan solo un “poco”.
Alice se aproximó levemente, en un silencio absoluto. No hizo crujir una sola rama, ni tampoco sonó una sola hoja. Se quedó detrás de un árbol, y desde allí pudo verlo. Era un hombre adulto, aunque al mismo tiempo, no habría sabido identificar la edad; mucho menos porque la luz de la hoguera sombreaba gran parte de su rostro, haciendo que este fuera poco reconocible. Quiso acercarse un poco más, para poder observar lo que había alrededor del chico, para ver si disponía de alguna clase de arma. Fue aquello lo que la delató. Pues al tratar de acercarse un poco más, no se dio cuenta de que había un montón de hojas secas justo a un paso de ella, que pisó con fuerza, causando y fuerte ruido. No sabiendo muy bien cómo reaccionar, lo primero que hizo fue dar media vuelta y marchar corriendo, alejándose algunos metros perdiéndose entre los árboles. Pero eso causó mucho más ruido. El laúd golpéandose junto con el resto de sus pertenencias dentro de la mochila, la bufanda que se resquebrajó y dejó de estar con ella al engancharse a una rama, y sus apresurados pasos.
– Sí. Creo que sí. Creo que debería marchar para ver cómo está mi familia. De haberlo sabido antes te habría pedido marcharte mucho antes.
La familia de Alice, natural de la ciudad de los dragones, que se había visto afectada recientemente por la epidemia, podía estar en peligro. No había sabido sobre aquello hasta que un bardo, de los tantos que frecuentaba la taberna de Nadia, había hecho mención a lo sucedido en una de sus canciones. Se había reído del suceso, cantando una sátira poco agradable, juzgando qué tanto merecían los dragones y otras razas del mundo una epidemia de vez en cuando. Alice no había reaccionado mal, sin embargo le había parecido claramente algo de mal gusto. Aun así había agradecido el hecho de que se cruzara su camino con el del bardo: De no haber sido así, no sabía cuánto más tiempo habría permanecido sin conocer la realidad de la situación.
– Está bien –asintió finalmente Nadia, después de ver que Alice estaba total y absolutamente convencida de aquello–. Pero ten cuidado. ¿Quieres una montura?
– Si tuviera una montura llegaría antes… Aunque también llamaría la atención demasiado por el camino, y no sé si eso podría ser peligroso.
– En el caso de que tengas la mala suerte de llamar la atención de alguien peligroso, si tuvieras una montura podrías escapar rápidamente.
– O podría convertirme en…
– Sí, es verdad. Lo había olvidado. –Alice sonrió al ver la expresión de Nadia, que negaba con la cabeza, recordando la primera vez que había visto a la dragona transformada en aquella colosal criatura. No había sido la primera vez que había visto un dragón, pero desde luego fue una sorpresa ver a la joven música que todos los días había cantado con dulzura en su taberna, convertida en aquella majestuosa criatura–. Simplemente, ten cuidado.
– Lo tendré, Nadia. Lo prometo. Estaré aquí después de algún tiempo. Es un viaje largo, así que no sé muy bien cuándo regresaré.
– Cuidaré tus cosas, no tienes de qué preocuparte. Y cuando regreses podrás continuar trabajando conmigo –la posadera le guiñó un ojo, y continuó fregando los platos. La taberna estaba tranquila aquella tarde; sólo había un cliente, demasiado distraído escribiendo algunas cosas en un libro viejo, como para haber prestado suficiente atención a la conversación.
Los últimos días habían sido como aquel. Tranquilos, sin mucha clientela ni movimiento en la posada. Era algo bueno por un lado, dado que Nadia había obtenido cuantiosos ingresos semanas atrás, por lo que consideraba aquello como unas pequeñas vacaciones pagadas. Alice agradecía que Nadia no fuera a necesitarla durante aquel período de tiempo, deseando que los días venideros fueran igual de calmados, y así la posadera pudiera aguardar a su regreso, antes de necesitar contratar a alguien más.
Subió a su habitación. Guardó algunas cosas en una mochila de cuero oscuro; entre ellas un pedazo de queso envuelto en bastante papel, un poco de pan, un libro de hojas vacías, pluma, su laúd y algunos aeros, que introdujo dentro de una pequeña bolsita previamente. Sonrió; pese a que temía que su familia pudiera estar mal, en peligro, o hubiera sufrido ya las consecuencias de aquella epidemia, sentía ciertos ánimos por regresar a su tierra, al encuentro de sus seres queridos. Al fin y al cabo, habían pasado años desde que se había marchado de allí junto con la troupe de artistas humanos para poder recorrer el mundo predicando la religión de su pueblo mediante la música.
Pensó que era más inteligente marchar de noche, y así lo hizo, evadiendo los caminos. Estos eran asaltados por los bandidos en primer lugar, y era para ella mucho más sencillo esconderse entre los arbustos y caminar entre los árboles, dado a su baja estatura. Además, el hecho de que llevaba aquella túnica y bufanda de tonos azul oscuro, además de su cabello oscuro, le ayudarían a pasar un poco más inadvertida en la noche. Bajó nuevamente a la planta principal de la posada, junto con Nadia, y la abrazó con fuerza. Después bromearon durante algunos segundos sobre temas sin importancia, volvieron a abrazarse y Alice finalmente salió de la posada, emprendiendo viaje hacia su hogar.
Pasaron algunas hasta que llegó a internarse en las profundidades del bosque. Había evitado a toda costa los caminos, pero al mismo tiempo había sido capaz de no perderse. De todas formas, tampoco le daba miedo perderse; en el peor de los casos, podría convertirse y surcar los cielos para echar un breve vistazo a su alrededor, identificando su posición, y su objetivo. Pero hasta el momento, por fortuna –pues evidentemente algo así llamaría especialmente la atención, y el no haber aceptado la montura que Nadia le había ofrecido habría sido completamente en vano–, no había necesitado hacer eso.
Se cernió la noche, cubriéndola de un manto de completa oscuridad. Aun así, continuó caminando recto, tratando de no desviarse de la misma dirección. Sabía que en cuanto se topara con un río, debería girar hacia la derecha, el norte. Pero todavía faltaban muchas horas hasta que llegara al río. Estaba hambrienta, y algo cansada, pero no estaba segura de que aquel fuera un lugar lo suficientemente seguro como para poder hacer una breve parada y preparar algunos alimentos, para poco después, descansar. Nadia le había advertido sobre los osos, y sobre los lobos, aunque por suerte no se había encontrado con ninguna de esas criaturas. El camino había sido tranquilo y el trayecto que había conseguido recorrer en aquella tarde, se le había pasado rápido. Se percató entonces de que no era un buen momento para hacer una breve parada, en cuanto escuchó la melodía de una canción conocida. Además, avistó el leve brillo que se filtraba entre los árboles, procedente de una hoguera. Alice sabía que si se marchaba rápidamente, haría demasiado ruido. También consideró que no era buena idea alejarse y descansar en la cercanía, aun si hubiera caminado una hora más; pues aquel desconocido tal vez marcharía en su misma dirección y sus caminos se cruzarían. Pensó que lo más prudente era, acercarse lo suficiente como para observar de quién se trataba, y tal vez si tenía un arma. En ese caso, trataría de hacer de esa persona una aliada, de modo que pudiera quedarse con quien fuera que había ahí y fuera al final mucho más seguro para ambos. En el caso opuesto, simplemente se marcharía y continuaría su camino de manera indefinida, aun teniendo que caminar durante toda la noche; pero lo que no haría, sería alejarse tan solo un “poco”.
Alice se aproximó levemente, en un silencio absoluto. No hizo crujir una sola rama, ni tampoco sonó una sola hoja. Se quedó detrás de un árbol, y desde allí pudo verlo. Era un hombre adulto, aunque al mismo tiempo, no habría sabido identificar la edad; mucho menos porque la luz de la hoguera sombreaba gran parte de su rostro, haciendo que este fuera poco reconocible. Quiso acercarse un poco más, para poder observar lo que había alrededor del chico, para ver si disponía de alguna clase de arma. Fue aquello lo que la delató. Pues al tratar de acercarse un poco más, no se dio cuenta de que había un montón de hojas secas justo a un paso de ella, que pisó con fuerza, causando y fuerte ruido. No sabiendo muy bien cómo reaccionar, lo primero que hizo fue dar media vuelta y marchar corriendo, alejándose algunos metros perdiéndose entre los árboles. Pero eso causó mucho más ruido. El laúd golpéandose junto con el resto de sus pertenencias dentro de la mochila, la bufanda que se resquebrajó y dejó de estar con ella al engancharse a una rama, y sus apresurados pasos.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Viajar solo siempre era un riesgo, Matt lo sabía bien porque desde que era bastante joven que se dedicaba a esto de ir de ciudad a ciudad vendiendo baratijas por precios exageradamente altos. Siempre que podía buscaba la compañía de algún grupo de comerciantes o viajeros, y haciendo uso de toda su paciencia soportaba el viaje junto a ellos, el precio a pagar era muy caro, tenía que tolerar sus chistes, sus anécdotas de poco interés y su falta total de modales.
Pero en esa oportunidad estaba solo, no había encontrado a nadie para cuando había tenido que salir de la ciudad de Vulwulfar, aunque tampoco había tenido mucho tiempo para poder elegir, su escape había sido algo precipitado… Como solía pasarle casi siempre. En cualquier caso, había perdido toda la mercadería que había llevado, y antes de llegar al siguiente pueblo tenía que reponerla de alguna manera.
Hacía ya muchas horas que la cerámica se estaba cocinando en el fondo de la fogata, pero sabía que eso no era suficiente, hasta la mañana se quedaría allí y la sacaría de las cenizas que quedaran cuando se hubiese despertado. El problema de estar solo es que no podría dormir tranquilo, no tenía nada de dinero así que no temía el ataque de bandidos, pero habían animales salvajes que bien podían sentirse atraídos por la luz y el olor a comida.
Estaba pensando en agarrar lo que quedaba de su cena y terminarla rápido cuando escuchó unos ruidos a poca distancia, seguidos de todo un escándalo de pisadas y tropiezos… Lo raro era que se alejaban. Era muy raro que un animal se acercara tanto para luego huir, con sus excelentes sentidos podían esquivar a cualquier humano que no quisieran ver con muchos metros de anticipación.
Entonces solo quedaba una opción, debía ser alguna persona, pero ¿Por qué acercarse para luego irse? Tal vez era un informante de algún grupo de ladrones más numeroso, vio su posición y regresaría a informarle al resto, por más que no tenía nada para que le robaran ¡Podían hacerle cosas mucho peores! ¡No podía permitir que llegara a donde sea que iba!
Matthew se levantó de un salto, agarro uno de los palos de la fogata que estaba prendido y comenzó a correr hacia donde había escuchado por última vez los sonidos. Claro que moverse rápido por un bosque y de noche es prácticamente imposible, así que tuvo que conformarse con caminar rápido, esquivando las ramas como mejor podía y acercando la llama al piso para asegurarse de no caer en un pozo. A los pocos metros encontró una bufanda enganchada, no parecía ser algo que un ladrón usaría, podía decirlo con bastante seguridad.
El sujeto era torpe, quizás era uno de los de rango más bajo en el grupo de bandidos, queriéndose hacer un espacio entregando buenas victimas a sus superiores. Matt optó por seguirlo en sigilo, cerró los ojos y apoyó la punta de la rama en la tierra para apagarla por completo quedando así totalmente a oscuras, la vista se adaptaba más rápidamente a la oscuridad cuando los cerrabas antes de apagar la luz. Comenzó a caminar siguiendo el rastro de caos que el intruso había dejado, con suerte, en su apuro, no podría escuchar al artesano mientras lo seguía, y eso lo haría bajar la guardia.
Varios metros más adelante le pareció ver a alguien, pero tal como estaban en la oscuridad total no era capaz siquiera de definir su género o su raza. Así que dijo lo más genérico que se le ocurrió en el momento:
-¡Eh! ¡Tú! ¡Ladrón! ¿A dónde crees que vas? – Se sentía raro ser el que decía eso y no el que recibía ese tipo de comentarios.
Pero en esa oportunidad estaba solo, no había encontrado a nadie para cuando había tenido que salir de la ciudad de Vulwulfar, aunque tampoco había tenido mucho tiempo para poder elegir, su escape había sido algo precipitado… Como solía pasarle casi siempre. En cualquier caso, había perdido toda la mercadería que había llevado, y antes de llegar al siguiente pueblo tenía que reponerla de alguna manera.
Hacía ya muchas horas que la cerámica se estaba cocinando en el fondo de la fogata, pero sabía que eso no era suficiente, hasta la mañana se quedaría allí y la sacaría de las cenizas que quedaran cuando se hubiese despertado. El problema de estar solo es que no podría dormir tranquilo, no tenía nada de dinero así que no temía el ataque de bandidos, pero habían animales salvajes que bien podían sentirse atraídos por la luz y el olor a comida.
Estaba pensando en agarrar lo que quedaba de su cena y terminarla rápido cuando escuchó unos ruidos a poca distancia, seguidos de todo un escándalo de pisadas y tropiezos… Lo raro era que se alejaban. Era muy raro que un animal se acercara tanto para luego huir, con sus excelentes sentidos podían esquivar a cualquier humano que no quisieran ver con muchos metros de anticipación.
Entonces solo quedaba una opción, debía ser alguna persona, pero ¿Por qué acercarse para luego irse? Tal vez era un informante de algún grupo de ladrones más numeroso, vio su posición y regresaría a informarle al resto, por más que no tenía nada para que le robaran ¡Podían hacerle cosas mucho peores! ¡No podía permitir que llegara a donde sea que iba!
Matthew se levantó de un salto, agarro uno de los palos de la fogata que estaba prendido y comenzó a correr hacia donde había escuchado por última vez los sonidos. Claro que moverse rápido por un bosque y de noche es prácticamente imposible, así que tuvo que conformarse con caminar rápido, esquivando las ramas como mejor podía y acercando la llama al piso para asegurarse de no caer en un pozo. A los pocos metros encontró una bufanda enganchada, no parecía ser algo que un ladrón usaría, podía decirlo con bastante seguridad.
El sujeto era torpe, quizás era uno de los de rango más bajo en el grupo de bandidos, queriéndose hacer un espacio entregando buenas victimas a sus superiores. Matt optó por seguirlo en sigilo, cerró los ojos y apoyó la punta de la rama en la tierra para apagarla por completo quedando así totalmente a oscuras, la vista se adaptaba más rápidamente a la oscuridad cuando los cerrabas antes de apagar la luz. Comenzó a caminar siguiendo el rastro de caos que el intruso había dejado, con suerte, en su apuro, no podría escuchar al artesano mientras lo seguía, y eso lo haría bajar la guardia.
Varios metros más adelante le pareció ver a alguien, pero tal como estaban en la oscuridad total no era capaz siquiera de definir su género o su raza. Así que dijo lo más genérico que se le ocurrió en el momento:
-¡Eh! ¡Tú! ¡Ladrón! ¿A dónde crees que vas? – Se sentía raro ser el que decía eso y no el que recibía ese tipo de comentarios.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Alguien la llamo desde la penumbra. La llamaron “ladrón”. Por un momento aquello la desconcertó e hizo que parara en seco, antes de continuar moviéndose entre las sombras. Se dio cuenta por ello de que, pese a que la habían descubierto, todavía no habían llegado verla. No sabían por lo menos, que se trataba de una muchacha.
Ella continuó escondida, tanto tiempo como pudo. Pero acabo considerando que era bastante inútil tratar de continuar con aquello. Aunque diera algunos pasos más, si era alguien hostil, la perseguiría y no le quedaría ninguna otra alternativa que convertirse en su forma de dragón para, o bien defenderse, o huir antes de que el desconocido pudiera hacer nada. Decidió abrirse paso entre los árboles y mostrarse por primera vez frente al desconocido.
- ¡Espera, no soy un ladrón! –dijo rápidamente, antes de que pudiera atacarla o hacer algo.
Alice alzo las manos, señalando que no tenía ninguna clase de arma consigo, ni tampoco ninguna pretensión de hacer nada malo contra el desconocido. Luego, se quedó a un par de metros de distancia de seguridad, y aprovecho para observarlo rápidamente, aunque estaba demasiado oscuro como para que pudiera reconocer sus facciones. Antes había llegado a vislumbrarlo un poco, ahora era completamente imposible ver nada de su rostro.
- Solo estaba buscando un lugar donde acampar –comento con honestidad.
Se había dicho a si misma repetidas veces en la cabeza, que no tenía nada que temer. Era una dragona, y podía recurrir a ello si lo necesitaba. Pero en la inmensidad del mundo había conocido tantas criaturas diferentes y asombrosas, al igual que otras tantas poderosas y astutas; por lo que trataba de dar sus pasos con cautela y pensando lo suficiente antes de tomar decisiones arriesgadas. El tintineo de las cuerdas de su laúd sonó al tocar otros objetos que estaban en el interior de su mochila.
Ella continuó escondida, tanto tiempo como pudo. Pero acabo considerando que era bastante inútil tratar de continuar con aquello. Aunque diera algunos pasos más, si era alguien hostil, la perseguiría y no le quedaría ninguna otra alternativa que convertirse en su forma de dragón para, o bien defenderse, o huir antes de que el desconocido pudiera hacer nada. Decidió abrirse paso entre los árboles y mostrarse por primera vez frente al desconocido.
- ¡Espera, no soy un ladrón! –dijo rápidamente, antes de que pudiera atacarla o hacer algo.
Alice alzo las manos, señalando que no tenía ninguna clase de arma consigo, ni tampoco ninguna pretensión de hacer nada malo contra el desconocido. Luego, se quedó a un par de metros de distancia de seguridad, y aprovecho para observarlo rápidamente, aunque estaba demasiado oscuro como para que pudiera reconocer sus facciones. Antes había llegado a vislumbrarlo un poco, ahora era completamente imposible ver nada de su rostro.
- Solo estaba buscando un lugar donde acampar –comento con honestidad.
Se había dicho a si misma repetidas veces en la cabeza, que no tenía nada que temer. Era una dragona, y podía recurrir a ello si lo necesitaba. Pero en la inmensidad del mundo había conocido tantas criaturas diferentes y asombrosas, al igual que otras tantas poderosas y astutas; por lo que trataba de dar sus pasos con cautela y pensando lo suficiente antes de tomar decisiones arriesgadas. El tintineo de las cuerdas de su laúd sonó al tocar otros objetos que estaban en el interior de su mochila.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Si hubiese habido una tercer persona mirando la escena seguramente le hubiese parecido muy graciosa toda la situación. Ambos estaban caminando a oscuras, sin estar muy seguros de quien o que era el otro, ni mucho menos qué pretendía lograr ¡Las sospechas estaban a la orden del día! Matt miraba a la sombra indefinida cerca de él con la guardia en alto, aunque sabía que la pelea mano a mano no era lo suyo.
-Eso dice usted – Ahora podía decir que era una chica, ya que el tono de vos la delato, eso hizo dudar un poco a Matthew, pero lo cierto era que los bandidos utilizaban muchos recursos para que uno creyera estar a salvo y luego… - ¿Qué clase de persona anda acechado en medio de la noche a un peregrino solitario?
“Solo estaba buscando un lugar donde acampar”, bueno, eso lo hizo titubear un poco más, esa muchacha parecía estar sola ya que llevaban unos minutos ahí y nadie había saltado desde los arbustos para atraparlo o algo similar. Y también era algo creíble el que, en medio de una noche oscura, viera una fogata e intentara acercarse para no andar sola. El hombre bajo el palo para finalmente dejarlo caer.
-Bien… Supongamos que le creo – En el caso de que la chica estuviera planeando algo, Matthew supuso que tendría que escapar de la situación haciendo lo que mejor hacia: Embaucar y mentir, no peleando – No debería andar sola por este tipo de lugares, Señorita, es peligroso…
Luego se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo hacia su sencillo campamento, esta vez con cuidado de no andar chocándose con las ramas o tropezarse con las raíces. Se detuvo a la mitad y miro hacia atrás, donde había encontrado a la extraña chica misteriosa.
-Si le parece bien venga conmigo, siendo dos podremos turnarnos para dormir, será más seguro para ambos - Cuando llegó de nuevo junto al fuego se sentó donde estaba hasta antes de la interrupción y volvió a revolver las llamas para controlar que las piezas de cerámica siguieran en su proceso de cocción.
-Eso dice usted – Ahora podía decir que era una chica, ya que el tono de vos la delato, eso hizo dudar un poco a Matthew, pero lo cierto era que los bandidos utilizaban muchos recursos para que uno creyera estar a salvo y luego… - ¿Qué clase de persona anda acechado en medio de la noche a un peregrino solitario?
“Solo estaba buscando un lugar donde acampar”, bueno, eso lo hizo titubear un poco más, esa muchacha parecía estar sola ya que llevaban unos minutos ahí y nadie había saltado desde los arbustos para atraparlo o algo similar. Y también era algo creíble el que, en medio de una noche oscura, viera una fogata e intentara acercarse para no andar sola. El hombre bajo el palo para finalmente dejarlo caer.
-Bien… Supongamos que le creo – En el caso de que la chica estuviera planeando algo, Matthew supuso que tendría que escapar de la situación haciendo lo que mejor hacia: Embaucar y mentir, no peleando – No debería andar sola por este tipo de lugares, Señorita, es peligroso…
Luego se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo hacia su sencillo campamento, esta vez con cuidado de no andar chocándose con las ramas o tropezarse con las raíces. Se detuvo a la mitad y miro hacia atrás, donde había encontrado a la extraña chica misteriosa.
-Si le parece bien venga conmigo, siendo dos podremos turnarnos para dormir, será más seguro para ambos - Cuando llegó de nuevo junto al fuego se sentó donde estaba hasta antes de la interrupción y volvió a revolver las llamas para controlar que las piezas de cerámica siguieran en su proceso de cocción.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Alice se quedó un poco trabada, sin saber que responder. El joven tenía razón. ¿Que hacia ella acechando? Y no es que pudiera darle una respuesta distinta a la de explicarle las razones verdaderas de su viaje, algo que prefería no hacer. Cuanta menos gente supiera sobre su viaje, sería mejor. No quería mezclar a su familia con cualquier desconocido, y muchos menos cuando por poco le había contado aquello a Nadia, la posadera de la posada donde Alice trabajaba tocando cada noche.
Aun así, con su explicación en la que le había mencionado que tan solo estaba buscando un lugar donde acampar en medio de su camino, el muchacho parecía haberse tranquilizado, terminando creyéndola. Tampoco es que ella aparentara ser alguien hostil, ni mucho menos. Pero Alice considero que evidentemente cualquier persona que se encontrara a solas en medio del bosque, sospecharía de cualquiera que se encontrara en medio del camino. Los bandidos solían asaltar a cualquiera de cualquier modo, incluso utilizando alguna clase de señuelo.
- Bueno, estaba evitando los caminos -comento al joven en cuanto este le hizo saber que era peligroso marchar por allí a solas-. Precisamente para evitar encuentros desafortunados. Siempre es más peligroso ir por los caminos poco vigilados, incluso más que adentrarse entre los bosques. ¿Puedo?
Pregunto finalmente, y se acercó a él, sentándose a su lado. Se tomo la confianza, porque ya había pasado el tiempo suficiente como para que Alice se diera cuenta de que no iba a hacerle nada. En otras circunstancias, si hubiera encontrado a un individuo hostil, probablemente la habría atacado rápidamente, o habría mantenido una actitud mucho más violenta hacia ella. Sin embargo, aquel individuo simplemente estaba teniendo precaución.
Ella asintió en cuanto el accedió a que se quedara con ella, pues pensaba al igual que él, que en el caso de que ambos fueran simples viajeros, era recomendable que se mantuvieran juntos por lo menos en aquella noche.
- ¿Has decidido marchar entre los bosques por la misma razón? -pregunto Alice con curiosidad. Luego se quitó la mochila donde llevaba sus cosas, entre ellas su laúd, y lo saco. Lo sostuvo sobre sus piernas habiendo se sentado con estas cruzadas, y observo que estuviera en buen estado y no hubiera sufrido ninguna clase de daño por haber estado corriendo. Había estado escuchando como las cuerdas se golpeaban contra otras de las pertenencias que iban en la mochila de Alice.
Aun así, con su explicación en la que le había mencionado que tan solo estaba buscando un lugar donde acampar en medio de su camino, el muchacho parecía haberse tranquilizado, terminando creyéndola. Tampoco es que ella aparentara ser alguien hostil, ni mucho menos. Pero Alice considero que evidentemente cualquier persona que se encontrara a solas en medio del bosque, sospecharía de cualquiera que se encontrara en medio del camino. Los bandidos solían asaltar a cualquiera de cualquier modo, incluso utilizando alguna clase de señuelo.
- Bueno, estaba evitando los caminos -comento al joven en cuanto este le hizo saber que era peligroso marchar por allí a solas-. Precisamente para evitar encuentros desafortunados. Siempre es más peligroso ir por los caminos poco vigilados, incluso más que adentrarse entre los bosques. ¿Puedo?
Pregunto finalmente, y se acercó a él, sentándose a su lado. Se tomo la confianza, porque ya había pasado el tiempo suficiente como para que Alice se diera cuenta de que no iba a hacerle nada. En otras circunstancias, si hubiera encontrado a un individuo hostil, probablemente la habría atacado rápidamente, o habría mantenido una actitud mucho más violenta hacia ella. Sin embargo, aquel individuo simplemente estaba teniendo precaución.
Ella asintió en cuanto el accedió a que se quedara con ella, pues pensaba al igual que él, que en el caso de que ambos fueran simples viajeros, era recomendable que se mantuvieran juntos por lo menos en aquella noche.
- ¿Has decidido marchar entre los bosques por la misma razón? -pregunto Alice con curiosidad. Luego se quitó la mochila donde llevaba sus cosas, entre ellas su laúd, y lo saco. Lo sostuvo sobre sus piernas habiendo se sentado con estas cruzadas, y observo que estuviera en buen estado y no hubiera sufrido ninguna clase de daño por haber estado corriendo. Había estado escuchando como las cuerdas se golpeaban contra otras de las pertenencias que iban en la mochila de Alice.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Por suerte la muchacha había aceptado la invitación, de haberse negado seguramente habría pasado una larga y aburrida noche intentando no dormirse mientras sospechaba que cada sombra del paisaje lo acechaba. Lo que aún quedaba por ver era si la compañía resultaría agradable o sumamente tediosa y soporífera.
-Pues entonces tiene usted mucha suerte de encontrarse conmigo, uno de los pocos viajeros inofensivos, divertidos y apuestos que podrá hallar en los alrededores, se lo aseguro – Dijo con una sonrisa de autosuficiencia – De cualquier manera no es recomendable que una pequeña ande sola, sea por los caminos o por fuera de ellos ¿Nadie podía acompañarla?
Por más que Matt hacía bromas al respecto, en ningún momento dejó de mirar al fuego, continuando ensimismado moviéndolo con un palo para animarlo, agregando leña de vez en vez, estaban rodeados por la absoluta oscuridad y el sonido de las hojas arrastradas por el viento, parecía una situación excelente para ser sincero, pero seguramente Matthew no lo sería.
-Iba caminando por la ruta principal y me pareció buena idea cortar camino, pero me perdí, luego no supe como volver y para cuando me di cuenta ya era de noche así que decidí acampar y esperar a que salga el sol para continuar mis maravillosas aventuras – Respondió con un pequeño toque de sarcasmo en las últimas palabras – Eso me enseñara a no intentar ser creativo cuando de viajar se trata.
Los múltiples sonidos que salían de la mochila de la joven le causaban curiosidad ¿Tendría algo de valor? Quizás era una comerciante también, la cuestión era si venía de vender o si iba camino a comprar… Sus hipótesis quedaron descartadas en cuanto vio el instrumento, con algo como eso las posibilidades se reducían mucho.
-¿Es usted acaso un juglar? Por cierto… - Extendió la mano y le entrego la bufanda azul que había encontrado enganchada en las ramas – Creo que esto se le cayó mientras huía, seguro tendrá frío sin ella – Aburrido de revolver las brazas tiro el palo al fuego – Ya que pasaremos aquí la noche lo justo es que al menos nos presentemos ¿Cierto? Mi nombre es Matthew Owens, y soy artesano, es un gusto conocerla aunque sea en tan poco habituales circunstancias.
-Pues entonces tiene usted mucha suerte de encontrarse conmigo, uno de los pocos viajeros inofensivos, divertidos y apuestos que podrá hallar en los alrededores, se lo aseguro – Dijo con una sonrisa de autosuficiencia – De cualquier manera no es recomendable que una pequeña ande sola, sea por los caminos o por fuera de ellos ¿Nadie podía acompañarla?
Por más que Matt hacía bromas al respecto, en ningún momento dejó de mirar al fuego, continuando ensimismado moviéndolo con un palo para animarlo, agregando leña de vez en vez, estaban rodeados por la absoluta oscuridad y el sonido de las hojas arrastradas por el viento, parecía una situación excelente para ser sincero, pero seguramente Matthew no lo sería.
-Iba caminando por la ruta principal y me pareció buena idea cortar camino, pero me perdí, luego no supe como volver y para cuando me di cuenta ya era de noche así que decidí acampar y esperar a que salga el sol para continuar mis maravillosas aventuras – Respondió con un pequeño toque de sarcasmo en las últimas palabras – Eso me enseñara a no intentar ser creativo cuando de viajar se trata.
Los múltiples sonidos que salían de la mochila de la joven le causaban curiosidad ¿Tendría algo de valor? Quizás era una comerciante también, la cuestión era si venía de vender o si iba camino a comprar… Sus hipótesis quedaron descartadas en cuanto vio el instrumento, con algo como eso las posibilidades se reducían mucho.
-¿Es usted acaso un juglar? Por cierto… - Extendió la mano y le entrego la bufanda azul que había encontrado enganchada en las ramas – Creo que esto se le cayó mientras huía, seguro tendrá frío sin ella – Aburrido de revolver las brazas tiro el palo al fuego – Ya que pasaremos aquí la noche lo justo es que al menos nos presentemos ¿Cierto? Mi nombre es Matthew Owens, y soy artesano, es un gusto conocerla aunque sea en tan poco habituales circunstancias.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Alice dejo escapar una leve risa, y se sintió mucho más tranquila en cuanto aquel muchacho bromeo. Pues se tomó aquellas palabras como si fueran poco más que una broma. “Apuesto y divertido”, por el momento le había parecido que estaba siendo bastante divertido.
- No quería que nadie me acompañara -mencionó rápidamente, después de que él le formulara la pregunta-. Es un viaje personal, algo que debo hacer yo sola. 3
Ella no hablo con seriedad, ni tampoco nerviosa. Lo que dijo, lo dijo con un tono suave y tranquilo, como solía hacer siempre. De ese modo le quitaba la gravedad que realmente sentía por dentro. Alice escucho entonces los motivos de su viaje; o por lo menos lo que él estaba dispuesto a hacerle saber.
- Bueno, supongo que cualquiera puede perderse alguna vez -dijo ella jocosamente-. La mejor forma de evitarlo es tratar de seguir por todos los medios una misma dirección. Teniendo como referencia algunos ríos o puntos geográficos clave… al menos es lo que estoy tratando de hacer yo. Y hasta el momento no he tenido ningún problema importante… solo te he encontrado a ti. ¡Y según dices eres inofensivo! -de repente el joven le ofreció la bufanda que había perdido. Ella ni siquiera se había dado cuenta de su perdida, así que la tomo con sorpresa, y durante un par de segundos se quedó mirando la bufanda sin comprender demasiado porque se la estaba dando, hasta comprender que era su pertenencia-. ¡Oh! ¡Claro! ¡Gracias!
Luego toco algunas cuerdas, haciéndolas sonar. Estaba afinada, incluso después de aquel largo viaje. Las cuerdas habían chocado contra sus pertenencias una y otra vez, y anua si continuaban perfectamente afinadas. Envolvió nuevamente su cuello con la bufanda, y coloco el laúd en la posición más cómoda, con la que solía tocar. Entonces se dispuso a responder al joven.
- No soy un juglar. No he viajado sola cantando y tocando, hasta hace bastante poco -dijo con suavidad-. En realidad, formaba parte de una troupe. Y antes usaba la música para poder hacer saber a la gente de todo el mundo sobre la religión de mi pueblo.
Sonreía, mientras mantenía el laúd. Lo acariciaba con un cariño inmenso, pues era lo que la había llevado hasta donde estaba, y lo que la había conectado más que nunca al resto del mundo. Además, era la pertenencia más preciada que tenía en aquellos momentos; un laúd viejo y probablemente barato dado su mal estado, pero que había formado parte de la troupe y de su pequeña aventura con los artistas, gracias a los cuales había conseguido uno de los objetivos de su vida: distribuir los conocimientos de su pueblo mediante la música y el arte. Aun así, cada vez que lo veía, también era como ver un recuerdo amargo. La pérdida de cada uno de los miembros de la troupe, a manos de los bandidos, todavía era algo reciente que aturdía a Alice y le provocaba pesadillas en las noches.
- Mi nombre es Alice. Suelo trabajar tocando en una taberna de Lunargenta, así que de algún modo puedo decir que soy música -sonrió y se quedó mirando al muchacho-. Encantada, Matthew. ¿Quieres que toque algo? Creo que la música no llamara más la atención que nuestra conversación.
- No quería que nadie me acompañara -mencionó rápidamente, después de que él le formulara la pregunta-. Es un viaje personal, algo que debo hacer yo sola. 3
Ella no hablo con seriedad, ni tampoco nerviosa. Lo que dijo, lo dijo con un tono suave y tranquilo, como solía hacer siempre. De ese modo le quitaba la gravedad que realmente sentía por dentro. Alice escucho entonces los motivos de su viaje; o por lo menos lo que él estaba dispuesto a hacerle saber.
- Bueno, supongo que cualquiera puede perderse alguna vez -dijo ella jocosamente-. La mejor forma de evitarlo es tratar de seguir por todos los medios una misma dirección. Teniendo como referencia algunos ríos o puntos geográficos clave… al menos es lo que estoy tratando de hacer yo. Y hasta el momento no he tenido ningún problema importante… solo te he encontrado a ti. ¡Y según dices eres inofensivo! -de repente el joven le ofreció la bufanda que había perdido. Ella ni siquiera se había dado cuenta de su perdida, así que la tomo con sorpresa, y durante un par de segundos se quedó mirando la bufanda sin comprender demasiado porque se la estaba dando, hasta comprender que era su pertenencia-. ¡Oh! ¡Claro! ¡Gracias!
Luego toco algunas cuerdas, haciéndolas sonar. Estaba afinada, incluso después de aquel largo viaje. Las cuerdas habían chocado contra sus pertenencias una y otra vez, y anua si continuaban perfectamente afinadas. Envolvió nuevamente su cuello con la bufanda, y coloco el laúd en la posición más cómoda, con la que solía tocar. Entonces se dispuso a responder al joven.
- No soy un juglar. No he viajado sola cantando y tocando, hasta hace bastante poco -dijo con suavidad-. En realidad, formaba parte de una troupe. Y antes usaba la música para poder hacer saber a la gente de todo el mundo sobre la religión de mi pueblo.
Sonreía, mientras mantenía el laúd. Lo acariciaba con un cariño inmenso, pues era lo que la había llevado hasta donde estaba, y lo que la había conectado más que nunca al resto del mundo. Además, era la pertenencia más preciada que tenía en aquellos momentos; un laúd viejo y probablemente barato dado su mal estado, pero que había formado parte de la troupe y de su pequeña aventura con los artistas, gracias a los cuales había conseguido uno de los objetivos de su vida: distribuir los conocimientos de su pueblo mediante la música y el arte. Aun así, cada vez que lo veía, también era como ver un recuerdo amargo. La pérdida de cada uno de los miembros de la troupe, a manos de los bandidos, todavía era algo reciente que aturdía a Alice y le provocaba pesadillas en las noches.
- Mi nombre es Alice. Suelo trabajar tocando en una taberna de Lunargenta, así que de algún modo puedo decir que soy música -sonrió y se quedó mirando al muchacho-. Encantada, Matthew. ¿Quieres que toque algo? Creo que la música no llamara más la atención que nuestra conversación.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
“Viaje personal”, “Algo que debo hacer yo sola” esas eran todas las señales que necesitaba escuchar para saber que no debía preguntar mucho más, era evidente que la chica iba a por algo serio, y Matthew no quería verse involucrado en ningún tipo de problema extra, ya era suficiente con los que él mismo se buscaba. Si se ponía a pensarlo, parecía que no podía pasar por un pueblo sin que terminara escapando de alguien que quería matarlo, era increíble a lo que llegaba a acostumbrarse uno.
-Debe tener usted mucha experiencia en esto de viajar, pero lo cierto es que no había salido nunca solo a andar por los caminos, las pocas veces que he tenido que ir de un pueblo a otro siempre fue acompañado por un buen número de comerciantes – Se encogió de hombros – Así que yo solo los seguía – Prefería no revelar que era conocido, sobre todo por el tipo de fama que tenía, sea a donde sea que se dirigiera esa muchacha, seguro no recordaría a un simple viajero principiante perdido por ahí.
Esa parte de repartir las creencias de su pueblo encendió una luz de alarma en la mente de Matt ¿Acaso se había encontrado con una fanática religiosa? En verdad esperaba que no fuera el caso, no soportaría ni cinco minutos de esas charlas moralistas inventadas por algún vejete muerto hace miles de años. Aun así, lo correcto era preguntar, es lo que haría un viajero novato perdido en el bosque, mostrarse curioso e interesado. Pero por suerte Alice se ofreció a tocar algo antes de que tuviera tiempo de preguntar.
-Sería todo un honor escucharla tocar – Miro a los alrededores como si buscara algo – Cierto, no creo que llame la atención más que a algún ave nocturna y poco más – Se aclaró la garganta antes de continuar – Yo mismo me encontraba cantando hasta hace pocos minutos, por el simple hecho de atenuar un poco el siniestro silencio que lo acosa a uno en los bosques.
Se acomodó en su sitio, guardando ambas manos dentro de las mangas, poniendo los pies cerca del fuego para que no se le congelaran por el frío. Podía ser que esa noche resultara agradable después de todo, a menos que comenzara con algún tipo de salmo de alabanza al Vejete Muerto Hace Mil Años o algo similar. Se rio internamente al pensar en ello, parecía una buena muchacha, no tenía por qué pensar mal de ella, y sin embargo la mala costumbre se imponía.
-Podría ser alguna de esas canciones que suele tocar en la taberna, o alguna que alegre los corazones de los viajeros cansados como nosotros – Propuso el artesano como para guiar un poco la situación – Pero sino cualquier cosa que elija estará perfecto, Señorita Alice.
Mientras esperaba a que la muchacha comience pudo vislumbrar una lechuza en una rama cercana a ellos, sus enormes ojos ambarinos observaban toda la situación con suma atención, como si entendiera lo que estaba a punto de suceder. Pero en especial no quitaba los ojos de Alice, quizás interesada, curiosa, o vaya a saber qué, ya que esos pajarracos no eran conocidos por ser muy expresivos. En todo caso, Matt se quedó mirando durante algunos minutos la escena, mientras escuchaba los acordes que comenzaban a sonar lentamente.
-Debe tener usted mucha experiencia en esto de viajar, pero lo cierto es que no había salido nunca solo a andar por los caminos, las pocas veces que he tenido que ir de un pueblo a otro siempre fue acompañado por un buen número de comerciantes – Se encogió de hombros – Así que yo solo los seguía – Prefería no revelar que era conocido, sobre todo por el tipo de fama que tenía, sea a donde sea que se dirigiera esa muchacha, seguro no recordaría a un simple viajero principiante perdido por ahí.
Esa parte de repartir las creencias de su pueblo encendió una luz de alarma en la mente de Matt ¿Acaso se había encontrado con una fanática religiosa? En verdad esperaba que no fuera el caso, no soportaría ni cinco minutos de esas charlas moralistas inventadas por algún vejete muerto hace miles de años. Aun así, lo correcto era preguntar, es lo que haría un viajero novato perdido en el bosque, mostrarse curioso e interesado. Pero por suerte Alice se ofreció a tocar algo antes de que tuviera tiempo de preguntar.
-Sería todo un honor escucharla tocar – Miro a los alrededores como si buscara algo – Cierto, no creo que llame la atención más que a algún ave nocturna y poco más – Se aclaró la garganta antes de continuar – Yo mismo me encontraba cantando hasta hace pocos minutos, por el simple hecho de atenuar un poco el siniestro silencio que lo acosa a uno en los bosques.
Se acomodó en su sitio, guardando ambas manos dentro de las mangas, poniendo los pies cerca del fuego para que no se le congelaran por el frío. Podía ser que esa noche resultara agradable después de todo, a menos que comenzara con algún tipo de salmo de alabanza al Vejete Muerto Hace Mil Años o algo similar. Se rio internamente al pensar en ello, parecía una buena muchacha, no tenía por qué pensar mal de ella, y sin embargo la mala costumbre se imponía.
-Podría ser alguna de esas canciones que suele tocar en la taberna, o alguna que alegre los corazones de los viajeros cansados como nosotros – Propuso el artesano como para guiar un poco la situación – Pero sino cualquier cosa que elija estará perfecto, Señorita Alice.
Mientras esperaba a que la muchacha comience pudo vislumbrar una lechuza en una rama cercana a ellos, sus enormes ojos ambarinos observaban toda la situación con suma atención, como si entendiera lo que estaba a punto de suceder. Pero en especial no quitaba los ojos de Alice, quizás interesada, curiosa, o vaya a saber qué, ya que esos pajarracos no eran conocidos por ser muy expresivos. En todo caso, Matt se quedó mirando durante algunos minutos la escena, mientras escuchaba los acordes que comenzaban a sonar lentamente.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
- Bueno… hace tiempo que deje de viajar -aunque para muchos era poco tiempo, para ella cerca de seis meses era realmente mucho. Tenía la sensación de que llevaba media vida sin viajar-. Pero antes solía hacerlo mucho.
Ella rebusco entre sus cosas, tratando de encontrar una hogaza de pan que había guardado. Al sacarla, descubrió que estaba un poco mojada, y es que se había abierto la cantimplora de madera que había llevado consigo también. protesto en voz baja, y tiro la cantimplora; estaba rota, tenía un enorme agujero y ya no cumpliría su función. Por suerte su laúd continuaba intacto y no se había mojado ni arruinado. Acerco el pan al fuego, dejándolo a unos centímetros de este colocado sobre una piedra, con la esperanza de que pudiera secarse y tal vez dorarse un poco, volviéndose comestible.
Luego dirigió la mirada hacia el muchacho, y sonrió.
- Bueno, tocare algo -dijo finalmente, y coloco el laúd sobre sus rodillas, sentándose cómodamente. Llevo las manos al instrumento y toco algunas cuerdas, asegurándose de que estaba bien afinado.
Alice pensó rápidamente en que tocar. No tenía muy claro que clase de música podría gustarle al muchacho, pero justo sus pensamientos se vieron interrumpidos por las sugerencias del joven, que fueron más precisas de lo que habría imaginado. Ella sonrió, contenta, y susurro un “claro” casi inaudible, llevando las manos con entusiasmo al instrumento.
Toco algunos acordes, pero de pronto paro, no recordaba muy bien la canción, pero quería tocar aquella concretamente. La canción hablaba sobre una enorme ciudadela muy lejos en el norte, donde todos eran bien recibidos. Según la historia que narraba la canción, todos los viajeros que iban allí, regresaban con una parte de oro que la ciudadela les daba con amabilidad, solo por haber realizado la visita. Sin embargo, el protagonista de la canción, era un ladronzuelo ambicioso que había tenido la idea de marchar hacia allí con pretensiones deshonestas: se hizo pasar por distintas personas, cambiando su atuendo y su apariencia, y cada vez que entro fingió ser la misma persona para recibir la cantidad de oro que recibía cada persona, recibiendo al final una gran cantidad de oro por el valor de varias entregas. El final de la canción terminaba con un tono jocoso, diciendo que el ambicioso ladrón regreso a su hogar feliz porque tenía oro para adquirir una nueva vivienda para él y su esposa, pero al momento de pagar, se dio cuenta que en las bolsas donde guardaba el oro, todo su oro se había convertido en vino agrio. Normalmente esa canción terminaba con los insultos de los que había presentes en las tabernas donde Alice tocaban: insultos hacia el ladrón, entre carcajadas. Muchos después comentaban sobre lo que habrían hecho: si tener la misma ambición del ladrón, o tomar una parte como todo el mundo y usarla. También solían decir con que la usarían; a veces el hecho de que estuvieran ebrios hacia que soltaran más la lengua de lo debido, haciendo saber sobre sus deseos más ocultos, aquellos que harían si tuvieran el dinero suficiente.
Ella rebusco entre sus cosas, tratando de encontrar una hogaza de pan que había guardado. Al sacarla, descubrió que estaba un poco mojada, y es que se había abierto la cantimplora de madera que había llevado consigo también. protesto en voz baja, y tiro la cantimplora; estaba rota, tenía un enorme agujero y ya no cumpliría su función. Por suerte su laúd continuaba intacto y no se había mojado ni arruinado. Acerco el pan al fuego, dejándolo a unos centímetros de este colocado sobre una piedra, con la esperanza de que pudiera secarse y tal vez dorarse un poco, volviéndose comestible.
Luego dirigió la mirada hacia el muchacho, y sonrió.
- Bueno, tocare algo -dijo finalmente, y coloco el laúd sobre sus rodillas, sentándose cómodamente. Llevo las manos al instrumento y toco algunas cuerdas, asegurándose de que estaba bien afinado.
Alice pensó rápidamente en que tocar. No tenía muy claro que clase de música podría gustarle al muchacho, pero justo sus pensamientos se vieron interrumpidos por las sugerencias del joven, que fueron más precisas de lo que habría imaginado. Ella sonrió, contenta, y susurro un “claro” casi inaudible, llevando las manos con entusiasmo al instrumento.
Toco algunos acordes, pero de pronto paro, no recordaba muy bien la canción, pero quería tocar aquella concretamente. La canción hablaba sobre una enorme ciudadela muy lejos en el norte, donde todos eran bien recibidos. Según la historia que narraba la canción, todos los viajeros que iban allí, regresaban con una parte de oro que la ciudadela les daba con amabilidad, solo por haber realizado la visita. Sin embargo, el protagonista de la canción, era un ladronzuelo ambicioso que había tenido la idea de marchar hacia allí con pretensiones deshonestas: se hizo pasar por distintas personas, cambiando su atuendo y su apariencia, y cada vez que entro fingió ser la misma persona para recibir la cantidad de oro que recibía cada persona, recibiendo al final una gran cantidad de oro por el valor de varias entregas. El final de la canción terminaba con un tono jocoso, diciendo que el ambicioso ladrón regreso a su hogar feliz porque tenía oro para adquirir una nueva vivienda para él y su esposa, pero al momento de pagar, se dio cuenta que en las bolsas donde guardaba el oro, todo su oro se había convertido en vino agrio. Normalmente esa canción terminaba con los insultos de los que había presentes en las tabernas donde Alice tocaban: insultos hacia el ladrón, entre carcajadas. Muchos después comentaban sobre lo que habrían hecho: si tener la misma ambición del ladrón, o tomar una parte como todo el mundo y usarla. También solían decir con que la usarían; a veces el hecho de que estuvieran ebrios hacia que soltaran más la lengua de lo debido, haciendo saber sobre sus deseos más ocultos, aquellos que harían si tuvieran el dinero suficiente.
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Al principio Matt apenas prestaba atención a la letra de la canción, pero a medida que iba progresando se daba cuenta que el contenido era algo que lo implicaba de modo casi directo ¿Es que esa chica conocía su verdadero ser? No era posible… No tenía nada que pudiera señalarlo como un timador, a menos que alguien la hubiese enviado ¿Pero qué sentido tenía el hacer toda esa pantomima de la chica viajando sola en el bosque si su objetivo era atraparlo?
Al parecer era una de esas historias con moraleja al final, a las personas que roban les va mal en la vida por ir en contra de la ley, los malos pierden, los buenos ganan, los cuentos siempre hacían ver todo color de rosa. Pero Matthew había aprendido rápidamente que la vida diaria estaba muy lejos de esas fantasías que les contaban a los niños, y decir “a los niños” era exactamente eso, a ellos, porque el artesano no había tenido la oportunidad de pasar por esa etapa.
Si pensaba en su infancia lo único que recordaba era trabajo, trabajo muy duro con sus hermanos en el campo, jornadas en las que se levantaban antes de que saliera el sol, comían algunas sobras de pan con agua, y luego todo era trabajo duro. Matt levanto sus manos y miro sus palmas fijamente, iluminadas por la luz de la fogata, ahora eran suaves y delicadas, pero aún podía recordar cómo eran entonces, llenas de cortes y callos. Si algo le había quedado bien en claro cuando era niño, es que él no quería llevar ese tipo de vida, no quería volverse como sus padres, viejos y arrugados.
Ellos habían sido unos pobres infelices que habían hecho todo correctamente en su vida, y así acabaron… La vida no jugaba justo ¿Por qué él tendría que hacerlo? La suerte solo le sonreía a quienes eran lo suficientemente listos como para poder aprovechar las muy pequeñas y exiguas oportunidades que te daba. El protagonista de ese cuento había sido un tonto, en lugar de tomarse el trabajo de regresar cada vez con un disfraz distinto, tendría que haber buscado la manera de embaucar a los visitantes que salían ya con el oro en sus bolsas.
Pero claro que no diría una cosa por el estilo, no iba a abandonar el papel que había elegido tan fácilmente.
-Bravo, Señorita Alice, eso fue en verdad hermoso, y educativo también. Debo admitir que no conocía esa historia – Acompaño los elogios con un ligero aplauso – Ah, debería usted acompañar ese pan con algo – Matt agarro lo que quedaba de la comida que había preparado y se la ofreció – Coma por favor, yo ya cene antes de que usted llegara.
Un ruido proveniente de la oscura vegetación que los rodeaba hizo que recordara de pronto donde se encontraban, y que por más que todo estuviera tranquilo no podían confiarse.
-Digame, ¿Quién le enseño a tocar? ¿Fue acaso la troupe con la que viajaba? ¿O sabia ya desde antes de eso? – Pregunto y luego extendió las manos - ¿Puedo ver su instrumento? Prometo ser cuidadoso…
Al parecer era una de esas historias con moraleja al final, a las personas que roban les va mal en la vida por ir en contra de la ley, los malos pierden, los buenos ganan, los cuentos siempre hacían ver todo color de rosa. Pero Matthew había aprendido rápidamente que la vida diaria estaba muy lejos de esas fantasías que les contaban a los niños, y decir “a los niños” era exactamente eso, a ellos, porque el artesano no había tenido la oportunidad de pasar por esa etapa.
Si pensaba en su infancia lo único que recordaba era trabajo, trabajo muy duro con sus hermanos en el campo, jornadas en las que se levantaban antes de que saliera el sol, comían algunas sobras de pan con agua, y luego todo era trabajo duro. Matt levanto sus manos y miro sus palmas fijamente, iluminadas por la luz de la fogata, ahora eran suaves y delicadas, pero aún podía recordar cómo eran entonces, llenas de cortes y callos. Si algo le había quedado bien en claro cuando era niño, es que él no quería llevar ese tipo de vida, no quería volverse como sus padres, viejos y arrugados.
Ellos habían sido unos pobres infelices que habían hecho todo correctamente en su vida, y así acabaron… La vida no jugaba justo ¿Por qué él tendría que hacerlo? La suerte solo le sonreía a quienes eran lo suficientemente listos como para poder aprovechar las muy pequeñas y exiguas oportunidades que te daba. El protagonista de ese cuento había sido un tonto, en lugar de tomarse el trabajo de regresar cada vez con un disfraz distinto, tendría que haber buscado la manera de embaucar a los visitantes que salían ya con el oro en sus bolsas.
Pero claro que no diría una cosa por el estilo, no iba a abandonar el papel que había elegido tan fácilmente.
-Bravo, Señorita Alice, eso fue en verdad hermoso, y educativo también. Debo admitir que no conocía esa historia – Acompaño los elogios con un ligero aplauso – Ah, debería usted acompañar ese pan con algo – Matt agarro lo que quedaba de la comida que había preparado y se la ofreció – Coma por favor, yo ya cene antes de que usted llegara.
Un ruido proveniente de la oscura vegetación que los rodeaba hizo que recordara de pronto donde se encontraban, y que por más que todo estuviera tranquilo no podían confiarse.
-Digame, ¿Quién le enseño a tocar? ¿Fue acaso la troupe con la que viajaba? ¿O sabia ya desde antes de eso? – Pregunto y luego extendió las manos - ¿Puedo ver su instrumento? Prometo ser cuidadoso…
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
– Claro –Alice sonrió y le tendió el laúd. Este hizo un leve chasquido al ser movido, como el de madera rota. Aun así estaba en un estado lo suficientemente bueno como para poder seguir usándolo durante algún tiempo más. Tal vez más adelante la joven pensaría en arreglarlo. Aunque eso conllevaba tener dinero, y no era algo que abundara en los bolsillos de Alice–. Aprendí gracias a la troupe. Antes no sabía mucho de música… Tan sólo cantar, un poco. Me gustaba cantar desde mucho antes de conocer a la troupe con la que comencé a viajar –sonrió recordando algunos momentos de su pasado–. Siempre me pareció apasionante, la música. Todos los mensajes que puede traer, o simplemente seguir siendo hermoso sin traer ningún mensaje.
Normalmente, no habría dejado el laúd en manos de cualquiera. Pero hizo aquello por dos razones. Una de ellas, era que trataba de ser amable con la persona que acababa de ofrecerle mantenerse a su lado durante aquella noche, y le había ofrecido un poco de comida; ella estaba hambrienta, así que cualquier clase de alimento era bien agradecido por ella. La otra razón, era que significaba una muestra de confianza ante el hombre, algo que Alice pensaba que era bastante importante si iban a pasar aquella noche juntos. Pese a que la joven desconocia por completo la naturaleza del hombre, quería hacerle saber que tenía confianza en él, tal vez con la esperanza de que eso pudiera crear un clima mucho más cómodo para pasar la noche.
– Echo mucho de menos a la troupe. Todos ellos eran gente maravillosa –dejó escapar un largo suspiro, y desvió la vista al cielo, mirando las estrellas. Era una noche despejada, y aunque algunas nubes se cernían sobre la bóveda celeste, pasaban rápidamente. Corría un aire fresco, lo suficientemente fresco como para que la joven tuviera que taparse un poco más con su bufanda, encogiéndose sobre sí misma mientras comía–. Personas de buen corazón, que sólo disfrutaban haciendo música, y haciendo feliz a la gente.
Unos pasos se escucharon a lo lejos. Por lo menos la joven pudo escucharlos. Pero además, acompañando a aquellos pasos, se escuchaban un par de voces. Eran las voces de un hombre y una mujer; la voz de la mujer era mucho más grave que la del hombre, cosa que pareció curiosa a Alice.
– Sí, es en esta dirección –decía la mujer–. Confía en mí por una vez.
También se escuchaba el tintineo metálico propio de alguna clase de armamento.
Normalmente, no habría dejado el laúd en manos de cualquiera. Pero hizo aquello por dos razones. Una de ellas, era que trataba de ser amable con la persona que acababa de ofrecerle mantenerse a su lado durante aquella noche, y le había ofrecido un poco de comida; ella estaba hambrienta, así que cualquier clase de alimento era bien agradecido por ella. La otra razón, era que significaba una muestra de confianza ante el hombre, algo que Alice pensaba que era bastante importante si iban a pasar aquella noche juntos. Pese a que la joven desconocia por completo la naturaleza del hombre, quería hacerle saber que tenía confianza en él, tal vez con la esperanza de que eso pudiera crear un clima mucho más cómodo para pasar la noche.
– Echo mucho de menos a la troupe. Todos ellos eran gente maravillosa –dejó escapar un largo suspiro, y desvió la vista al cielo, mirando las estrellas. Era una noche despejada, y aunque algunas nubes se cernían sobre la bóveda celeste, pasaban rápidamente. Corría un aire fresco, lo suficientemente fresco como para que la joven tuviera que taparse un poco más con su bufanda, encogiéndose sobre sí misma mientras comía–. Personas de buen corazón, que sólo disfrutaban haciendo música, y haciendo feliz a la gente.
Unos pasos se escucharon a lo lejos. Por lo menos la joven pudo escucharlos. Pero además, acompañando a aquellos pasos, se escuchaban un par de voces. Eran las voces de un hombre y una mujer; la voz de la mujer era mucho más grave que la del hombre, cosa que pareció curiosa a Alice.
– Sí, es en esta dirección –decía la mujer–. Confía en mí por una vez.
También se escuchaba el tintineo metálico propio de alguna clase de armamento.
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Tomo el laúd con mucho cuidado, demostrando respeto por lo que era la herramienta de trabajo de la muchacha, lo evaluó con ojo crítico, Matt no sabía de instrumentos, pero si sabía tasar objetos para calcular un valor aproximado en el mercado. Luego de observarlo durante unos minutos se lo devolvió a Alice, no tenía mucho valor, estaba viejo y necesitaba muchos arreglos, no valía la pena robarlo, le costaría más el ponerlo en estado que lo que podría sacar por él.
-No conozco mucho de la vida en una troupe, pero las pocas veces que los he visto actuar parecían personas bondadosas y talentosas, envidio su capacidad de ser totalmente libres, eso de poder viajar a donde quieran cuando quieran, que su hogar sea el mundo – Se encogió de hombros y agregó – Lamentablemente es algo que pocos podemos elegir hacer.
Se mordió la lengua porque ese comentario había estado de más, no era necesario que un comerciante pasajero tuviera tanto sentido común, podría haberse hecho el tonto y esquivar el tema. Bien… Lo hecho, hecho estaba, quizás se estaba preocupando demasiado y en realidad la muchacha apenas y si lo notaría, verdaderamente envidiaba de modo malsano a los artistas de troupe, tanta libertad… Resultaba injusto en cierto sentido.
Matthew tardo un poco más en darse cuenta que los ruidos que había escuchado no eran simples sonidos del bosque, sino que se trataba de visitantes indeseados. El artesano apretó los labios en gesto de preocupación, lo que había temido estaba pasando, y aunque fueran dos, no creía que hubiese ningún bandido que se sintiera intimidado por una niña y un comerciante desarmado, todas las posibilidades parecían estar en su contra.
-Escúcheme Señorita Alice, si las nuevas visitas son indeseadas será mejor que no nos resistamos, en cuanto vean que no tenemos nada de valor, con un poco de suerte, se marcharan – Si, era la opción de los cobardes, en el pasado, muchos lo habían mirado con repugnancia por decir cosas así, pero lo cierto era que Matt estaba vivo, y muchos de esos que lo habían tratado de miedoso ahora mismo se lo estaban comiendo los gusanos, así que no había mucho que discutir – Parece que mientras más tranquilo pretendo pasar la noche, más problemas se persiguen…
Pronto llegaron los visitantes, había una mujer, y tres hombres, todos ellos tenían aspecto de haber sido curtidos por la vida, incluso la muchacha estaba vestida con ropas masculinas. Llevaban espadas y dagas colgadas en el cinturón, y a Matt no se le paso el detalle de que casi no llevaban mochilas, por lo que la única conclusión posible era que pretendían obtener lo que sea que necesitaran de ellos. Aun así el artesano estaba decidido a lograr que esto funcionara, por lo que utilizo su capacidad de ser encantador para intentar convencerlos, aun a riesgo de salirse un poco del personaje que había interpretado para Alice.
-Caballeros y Dama – Dijo saludando con una inclinación de la cabeza - ¿Buscan acaso algo de compañía y una buena fogata para pasar la noche? Podemos ofrecerle de ambas – Miro a Alice de reojo y dijo – Con el agregado de algo de música si quieren, mi compañera aquí presente es una excelente cantante – Y lo único que esperaba es que eso fuera más tentador que despellejarlos vivos.
-No conozco mucho de la vida en una troupe, pero las pocas veces que los he visto actuar parecían personas bondadosas y talentosas, envidio su capacidad de ser totalmente libres, eso de poder viajar a donde quieran cuando quieran, que su hogar sea el mundo – Se encogió de hombros y agregó – Lamentablemente es algo que pocos podemos elegir hacer.
Se mordió la lengua porque ese comentario había estado de más, no era necesario que un comerciante pasajero tuviera tanto sentido común, podría haberse hecho el tonto y esquivar el tema. Bien… Lo hecho, hecho estaba, quizás se estaba preocupando demasiado y en realidad la muchacha apenas y si lo notaría, verdaderamente envidiaba de modo malsano a los artistas de troupe, tanta libertad… Resultaba injusto en cierto sentido.
Matthew tardo un poco más en darse cuenta que los ruidos que había escuchado no eran simples sonidos del bosque, sino que se trataba de visitantes indeseados. El artesano apretó los labios en gesto de preocupación, lo que había temido estaba pasando, y aunque fueran dos, no creía que hubiese ningún bandido que se sintiera intimidado por una niña y un comerciante desarmado, todas las posibilidades parecían estar en su contra.
-Escúcheme Señorita Alice, si las nuevas visitas son indeseadas será mejor que no nos resistamos, en cuanto vean que no tenemos nada de valor, con un poco de suerte, se marcharan – Si, era la opción de los cobardes, en el pasado, muchos lo habían mirado con repugnancia por decir cosas así, pero lo cierto era que Matt estaba vivo, y muchos de esos que lo habían tratado de miedoso ahora mismo se lo estaban comiendo los gusanos, así que no había mucho que discutir – Parece que mientras más tranquilo pretendo pasar la noche, más problemas se persiguen…
Pronto llegaron los visitantes, había una mujer, y tres hombres, todos ellos tenían aspecto de haber sido curtidos por la vida, incluso la muchacha estaba vestida con ropas masculinas. Llevaban espadas y dagas colgadas en el cinturón, y a Matt no se le paso el detalle de que casi no llevaban mochilas, por lo que la única conclusión posible era que pretendían obtener lo que sea que necesitaran de ellos. Aun así el artesano estaba decidido a lograr que esto funcionara, por lo que utilizo su capacidad de ser encantador para intentar convencerlos, aun a riesgo de salirse un poco del personaje que había interpretado para Alice.
-Caballeros y Dama – Dijo saludando con una inclinación de la cabeza - ¿Buscan acaso algo de compañía y una buena fogata para pasar la noche? Podemos ofrecerle de ambas – Miro a Alice de reojo y dijo – Con el agregado de algo de música si quieren, mi compañera aquí presente es una excelente cantante – Y lo único que esperaba es que eso fuera más tentador que despellejarlos vivos.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
- Bueno -interrumpió Alice. No pudo evitar hacerlo-. A veces esa libertad cuesta demasiado. Y tiene muchos riesgos…
Lo dijo claramente recordando el triste final de los miembros de la troupe de la que formaba parte. Todos muertos, a manos de aquel grupo de bandidos. No había sido el destino que habría imaginado para unas personas tan buenas y amables, que le habían brindado conocimiento, y la opción de viajar con ellos. No pedían nada a cambio, tan solo que ella tocara y fuera como ellos, que formara parte del grupo, que compartiera una vida con ellos.
Claramente era un riesgo que Alice había asumido. Ella sabía que podría morir, pues el mundo era grande y abundaban los peligros. Siempre había sido así, y siempre seria así.
El ruido que aquellos individuos producían al acercarse, se acentuó todavía más. Estaban discutiendo, y cada vez la disputa parecía ser más seria y firme. Alice pudo escuchar un fuerte golpe, probablemente propinado por uno de los dos a la otra persona. De pronto se produjo un silencio. Se habían dado cuenta de que estaban allí. De pronto la joven escucho los pasos apresurados de ambos individuos, tratando de moverse por entre los árboles y arbustos, buscando el origen del ruido que ellos habían oído; la posición donde Alice y Matthew se encontraban. Alice abrió los ojos y llevo una mano hacia el hombro de Mathew.
- ¡Si! Vámonos! -trato de avisar.
Aun así, era demasiado tarde. De entre los arboles aparecieron una mujer acompañada con tres hombres. Todos de aspecto curtido. Alice no estaba asustada, aunque habría preferido evitar cualquier problema. era consciente de que, si las circunstancias lo requerían, podría transformarse en la criatura que se guardaba en su interior. Aun así, no lo haría si no era necesario, pues lo consideraba una falta grave hacia sus dioses, y hacia el conocimiento de su propia religión, que estaba predicando cuando tenía la oportunidad.
Los individuos escucharon a Matthew con atención. Lo miraron con una mirada seria y analítica. Alice supo ver que claramente aquellos individuos no se habían imaginado esa reacción por una persona cualquiera; una reacción tan tranquila, tan pacífica. Aquellos individuos acostumbraban a asustar a aquellos con los que se cruzaban. No solo asustar, también aterrorizar. La mayoría de la gente con la que se encontraban, huía sin pensarlo, dejando atrás sus pertenencias. ¿Por qué? Porque los conocían, no era la primera vez que causarían problemas. Pero afortunadamente, ni Matthew ni Alice conocían a esos individuos. Para la fortuna de ellos, por supuesto: aquello les daría un mayor juego, y diversión.
- Por supuesto. Siempre viene bien un poco de compañía -dijo la mujer, mientras guiñaba un ojo a Matthew y se acercaba, sentadnos justo a escasos centímetros de la hoguera. Los otros individuos la imitaron, y se colocaron a su lado-. Y un poco de calor.
- Pero que no haya música. Odio la música -dijo otro de los individuos. Un hombre con una barba deshecha, y un aspecto muy desaliñado-. No toques. ¿Eh? Ni se te ocurra -dijo esta vez dirigiéndose hacia Alice. Ella simplemente se mantuvo callada y dejo a un lado el laúd.
- Viajábamos hacia la ciudad Sacrestic. ¿La conocéis? Está un poco más al oeste… -comenzó a explicar la mujer-. Y mientras, pensábamos agenciarnos con algunas monedas si surgía la oportunidad. A lo mejor estamos de suerte. ¿No os parece? -preguntó retóricamente, mientras clavaba la mirada en Matthew.
- ¿Que es esa porquería? -pregunto el mismo individuo que había declarado su disgusto por la música. Se había quedado mirando el laúd. Lo tomo con las manos bruscamente y lo dejo al lado del fuego-. Que porquería, esto debe tener por lo menos cien años. Por lo menos es madera seca -dijo y lo tiro al fuego. Alice se quedó mirando fijamente, en un silencio sepulcral, como su viejo laúd ardía entre las llamas. Alice dirigió una mirada furiosa hacia ese individuo, y en seguida pudo escuchar el sonido metálico que produjeron los otros dos hombres al llevar sus manos, con sus dedos plagados de anillos, a la empuñadura de sus espadas.
- Bueno, tanto si queréis como si no -se puso firme la mujer-. Tanto si tenéis dinero como si no, vendréis con nosotros. Tu -se dirigió hacia Matthew-. Eres de buen ver, te quiero tener cerca. Y tu -se dirigió entonces hacia Alice-. Ya te encontrare alguna función. Podría venderte o algo.
Lo dijo claramente recordando el triste final de los miembros de la troupe de la que formaba parte. Todos muertos, a manos de aquel grupo de bandidos. No había sido el destino que habría imaginado para unas personas tan buenas y amables, que le habían brindado conocimiento, y la opción de viajar con ellos. No pedían nada a cambio, tan solo que ella tocara y fuera como ellos, que formara parte del grupo, que compartiera una vida con ellos.
Claramente era un riesgo que Alice había asumido. Ella sabía que podría morir, pues el mundo era grande y abundaban los peligros. Siempre había sido así, y siempre seria así.
El ruido que aquellos individuos producían al acercarse, se acentuó todavía más. Estaban discutiendo, y cada vez la disputa parecía ser más seria y firme. Alice pudo escuchar un fuerte golpe, probablemente propinado por uno de los dos a la otra persona. De pronto se produjo un silencio. Se habían dado cuenta de que estaban allí. De pronto la joven escucho los pasos apresurados de ambos individuos, tratando de moverse por entre los árboles y arbustos, buscando el origen del ruido que ellos habían oído; la posición donde Alice y Matthew se encontraban. Alice abrió los ojos y llevo una mano hacia el hombro de Mathew.
- ¡Si! Vámonos! -trato de avisar.
Aun así, era demasiado tarde. De entre los arboles aparecieron una mujer acompañada con tres hombres. Todos de aspecto curtido. Alice no estaba asustada, aunque habría preferido evitar cualquier problema. era consciente de que, si las circunstancias lo requerían, podría transformarse en la criatura que se guardaba en su interior. Aun así, no lo haría si no era necesario, pues lo consideraba una falta grave hacia sus dioses, y hacia el conocimiento de su propia religión, que estaba predicando cuando tenía la oportunidad.
Los individuos escucharon a Matthew con atención. Lo miraron con una mirada seria y analítica. Alice supo ver que claramente aquellos individuos no se habían imaginado esa reacción por una persona cualquiera; una reacción tan tranquila, tan pacífica. Aquellos individuos acostumbraban a asustar a aquellos con los que se cruzaban. No solo asustar, también aterrorizar. La mayoría de la gente con la que se encontraban, huía sin pensarlo, dejando atrás sus pertenencias. ¿Por qué? Porque los conocían, no era la primera vez que causarían problemas. Pero afortunadamente, ni Matthew ni Alice conocían a esos individuos. Para la fortuna de ellos, por supuesto: aquello les daría un mayor juego, y diversión.
- Por supuesto. Siempre viene bien un poco de compañía -dijo la mujer, mientras guiñaba un ojo a Matthew y se acercaba, sentadnos justo a escasos centímetros de la hoguera. Los otros individuos la imitaron, y se colocaron a su lado-. Y un poco de calor.
- Pero que no haya música. Odio la música -dijo otro de los individuos. Un hombre con una barba deshecha, y un aspecto muy desaliñado-. No toques. ¿Eh? Ni se te ocurra -dijo esta vez dirigiéndose hacia Alice. Ella simplemente se mantuvo callada y dejo a un lado el laúd.
- Viajábamos hacia la ciudad Sacrestic. ¿La conocéis? Está un poco más al oeste… -comenzó a explicar la mujer-. Y mientras, pensábamos agenciarnos con algunas monedas si surgía la oportunidad. A lo mejor estamos de suerte. ¿No os parece? -preguntó retóricamente, mientras clavaba la mirada en Matthew.
- ¿Que es esa porquería? -pregunto el mismo individuo que había declarado su disgusto por la música. Se había quedado mirando el laúd. Lo tomo con las manos bruscamente y lo dejo al lado del fuego-. Que porquería, esto debe tener por lo menos cien años. Por lo menos es madera seca -dijo y lo tiro al fuego. Alice se quedó mirando fijamente, en un silencio sepulcral, como su viejo laúd ardía entre las llamas. Alice dirigió una mirada furiosa hacia ese individuo, y en seguida pudo escuchar el sonido metálico que produjeron los otros dos hombres al llevar sus manos, con sus dedos plagados de anillos, a la empuñadura de sus espadas.
- Bueno, tanto si queréis como si no -se puso firme la mujer-. Tanto si tenéis dinero como si no, vendréis con nosotros. Tu -se dirigió hacia Matthew-. Eres de buen ver, te quiero tener cerca. Y tu -se dirigió entonces hacia Alice-. Ya te encontrare alguna función. Podría venderte o algo.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Se podría decir que Matt estaba dentro de todo acostumbrado a tratar con personas de ese tipo, en su oficio era algo inevitable, pero no por eso lo consideraba algo agradable ni mucho menos, despreciaba a ese tipo de bandidos que no eran capaces de quitarle sus pertenencias a las personas más que por la fuerza. No conocían nada sobre el sutil arte del robo, eran meros improvisados, unos novatos. Pero por eso mismo ellos eran la escoria de la sociedad, mientras que Matthew caminaba por las calles como si fuera un miembro respetable… O al menos no tan mal visto.
-Por supuesto que sí, Señorita – Respondió el artesano, sonriéndole seductor mientras se hacía a un lado para que se sentara junto a él. Había que adaptarse a las circunstancias, ese era el secreto de cómo Matt había sobrevivido tantos años, y así la mujer fuera mitad oso, se mostraría encantador y galante con ella – Lo mejor para combatir el frío es acercarse ¿No lo cree? – Por suerte para él esta vez la mujer no era tan horrible, pero tenía que ser cuidadoso, demasiados elogios serían tomados como una burla, tenía que mantener sus comentarios en un equilibrio preciso.
Miró a Alice cuando el sujeto menciono lo de NO tocar, pero solo un segundo ya que su recientemente adquirida “compañera” estaba muy pendiente de lo que hacía o dejaba de hacer, si llegaba a malinterpretar su relación con la joven, probablemente la haría pasar una noche espantosa. De todos modos esperaba que la juglar fuera lo suficientemente inteligente como para seguirle el juego y no ponerse a contradecir a esos sujetos.
-Sacrestic, sí, creo haberla visto en el mapa, pero no pasamos por allí ¿Cierto prima? – Dijo mirando a Alice, el parentesco no necesariamente los ayudaba, pero quizás, si lograba llegar a un acuerdo con ellos, si les caía en gracias, esa simpatía alcanzaría también a la chica y la dejaran en paz – Si, claro, de hecho… - Toco fingiendo no darse cuenta una pequeña bolsa con monedas – Seguro el viajar sin algo de dinero debe ser difícil.
Un viajero con experiencia como él sabía que siempre había que llevar una pequeña porción del dinero a la vista, y el resto perfectamente escondido en los lugares menos esperados, como en un bolsillo interno del saco… Y probablemente ellos también sabrían eso, por eso Matt no lo había guardado ahí sino en la suela de su bota.
Cuando Alice les devolvió una mirada iracunda el artesano se puso tenso, eso no era bueno, no era nada, nada, nada bueno, intentó pensar rápido alguna buena respuesta que pudiera apaciguar los ánimos.
-Oh, prima, no te enojes – Miró con complicidad a los hombres – Sepan disculpar, es joven, aún no aprendió cual es su lugar – Se levantó y se acercó a ella, sujetándola de una muñeca al parecer con violencia, pero en realidad apenas y si la tocaba – Disculpate con los caballeros, Alice, diles que lo sientes y que no lo volverás a hacer.
Estaba de espalda a los bandidos, así que le dirigió una mirada de complicidad y también de preocupación cuando escucho lo que la mujer tenía planeado para ella, si insistían en querer venderla tendría que recurrir a otros métodos y prefería evitarlo.
-Le puedo asegurar que no sacará ni tres monedas por ella, está enferma, se la pasa tosiendo y a veces incluso con sangre, no creo que tenga mucha vida por delante, pobre niña – Dijo en tono acongojado – Nadie querrá comprar a una muchacha con este carácter y además enferma…
Antes de darse vuelta le guiño un ojo a Alice, esperaba que eso fuera suficiente para que dejara de oponer resistencia.
-¿Por qué supone que no querríamos acompañarlos? En lo que a mí respecta al menos, estaría encantado – Sonrió nuevamente de forma provocativa a la mujer, para dejar bien en claro que no iba a poner resistencia en lo que tuviera planeado que hicieran ellos dos.
-Por supuesto que sí, Señorita – Respondió el artesano, sonriéndole seductor mientras se hacía a un lado para que se sentara junto a él. Había que adaptarse a las circunstancias, ese era el secreto de cómo Matt había sobrevivido tantos años, y así la mujer fuera mitad oso, se mostraría encantador y galante con ella – Lo mejor para combatir el frío es acercarse ¿No lo cree? – Por suerte para él esta vez la mujer no era tan horrible, pero tenía que ser cuidadoso, demasiados elogios serían tomados como una burla, tenía que mantener sus comentarios en un equilibrio preciso.
Miró a Alice cuando el sujeto menciono lo de NO tocar, pero solo un segundo ya que su recientemente adquirida “compañera” estaba muy pendiente de lo que hacía o dejaba de hacer, si llegaba a malinterpretar su relación con la joven, probablemente la haría pasar una noche espantosa. De todos modos esperaba que la juglar fuera lo suficientemente inteligente como para seguirle el juego y no ponerse a contradecir a esos sujetos.
-Sacrestic, sí, creo haberla visto en el mapa, pero no pasamos por allí ¿Cierto prima? – Dijo mirando a Alice, el parentesco no necesariamente los ayudaba, pero quizás, si lograba llegar a un acuerdo con ellos, si les caía en gracias, esa simpatía alcanzaría también a la chica y la dejaran en paz – Si, claro, de hecho… - Toco fingiendo no darse cuenta una pequeña bolsa con monedas – Seguro el viajar sin algo de dinero debe ser difícil.
Un viajero con experiencia como él sabía que siempre había que llevar una pequeña porción del dinero a la vista, y el resto perfectamente escondido en los lugares menos esperados, como en un bolsillo interno del saco… Y probablemente ellos también sabrían eso, por eso Matt no lo había guardado ahí sino en la suela de su bota.
Cuando Alice les devolvió una mirada iracunda el artesano se puso tenso, eso no era bueno, no era nada, nada, nada bueno, intentó pensar rápido alguna buena respuesta que pudiera apaciguar los ánimos.
-Oh, prima, no te enojes – Miró con complicidad a los hombres – Sepan disculpar, es joven, aún no aprendió cual es su lugar – Se levantó y se acercó a ella, sujetándola de una muñeca al parecer con violencia, pero en realidad apenas y si la tocaba – Disculpate con los caballeros, Alice, diles que lo sientes y que no lo volverás a hacer.
Estaba de espalda a los bandidos, así que le dirigió una mirada de complicidad y también de preocupación cuando escucho lo que la mujer tenía planeado para ella, si insistían en querer venderla tendría que recurrir a otros métodos y prefería evitarlo.
-Le puedo asegurar que no sacará ni tres monedas por ella, está enferma, se la pasa tosiendo y a veces incluso con sangre, no creo que tenga mucha vida por delante, pobre niña – Dijo en tono acongojado – Nadie querrá comprar a una muchacha con este carácter y además enferma…
Antes de darse vuelta le guiño un ojo a Alice, esperaba que eso fuera suficiente para que dejara de oponer resistencia.
-¿Por qué supone que no querríamos acompañarlos? En lo que a mí respecta al menos, estaría encantado – Sonrió nuevamente de forma provocativa a la mujer, para dejar bien en claro que no iba a poner resistencia en lo que tuviera planeado que hicieran ellos dos.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
La mujer aceptó las palabras de Matt de buen grado, y se acercó un poco más, mirándolo con una sonrisa enigmática.
- Claro que sí. Y un chicarrón como tú debe saber sobre eso de combatir el frío, ¿no? -dijo. Luego soltó una risita casi tímida y se dirigió hacia los otros hombres-. Pero primero quiero que te quiten hasta la última moneda. Las prioridades, son las prioridades.
Los bandidos escucharon con atención las palabras del joven ladrón, en un silencio sepulcral. Por lo general, cuando estos solían robar a los viajeros con los que se topaban, solían dejarles hablar libremente, casi todo el tiempo que quisieran. Les gustaba disfrutar de los nervios propio de quienes se sentían acorralados, y buscaban las mejores palabras para salir de ese repentino apresamiento. Aun así, Matt estaba siendo muy diferente a la clase de viajeros a los que habían asaltado en el pasado. Mientras unos solían pedir piedad, se resistían o respondían de malos modos, Matthew en cambio asentía, seguía el juego a la mujer, y hasta estaba dispuesto a seguirlos a allá donde ellos quisieran que los acompañaran. Era inusual, y eso no hizo más que despertar el interés de la mujer. Aun así, no pareció tomarse de buen modo el comentario que hizo el joven sobre Alice.
- No importa que esté enferma. No tenemos por qué decirle a nadie que lo está. La vendemos rápidamente y ya está -dijo secamente, y su tono de voz mostraba una clara molestia, como si comenzara a sospechar de las intenciones reales de Matthew. Aunque era evidente para ella que ellos querrían escapar, por un momento se había tomado la libertad de imaginar que el joven tal vez accedería a seguirlos porque habría visto algo en ella-. Cuando vendemos gente no nos paramos a comentar sobre detalles secundarios. ¿Es bonita? Sí. Es suficiente.
Alice comenzó a toser bruscamente. Tosió y tosió, y tratando de rasgar su garganta a propósito, consiguió generarse una leve irritación que hizo que parte de su saliva al toser una última vez, surgiera de sus labios con una tonalidad claramente rojiza. Era sangre. Si bien no era demasiada, era la suficiente como para que el argumento de Matthew cobrara sentido, e hiciera realmente plantearse si era conveniente o no llevar consigo a la joven.
- Ha escupido sangre -afirmó uno de los hombres, en un tono muy neutral. La mujer se alejó repentinamente, casi dando un salto hacia atrás.
- ¿Es contagioso? -preguntó mirando a Alice con una mueca de horror y repugnancia.
Alice no dijo nada. Se limitó a toser todavía más fuerte, cerrando los ojos y colocando su mano por delante de sus labios. Algunas gotas de sangre cubrieron la palma de su mano. Entonces la dejó caer despacio, lo suficiente como para que la mujer pudiera contemplar el rastro de la sangre.
- Bueno, vamos hacia Sacrestic Village. Seguro que al menos algún vampiro estará dispuesto a comérsela. Sangre, ¿no es lo que les gusta? -preguntó un hombre. El que más callado había permanecido.
- Si un par de vampiros caen infectados por nuestra culpa, vendrá después una decenta clamando venganza. Ya sabes cómo es esa gente -protestó la mujer-. Por el momento, continuaremos con el camino. Metedle algún papel en la boca a la muchacha para que deje de toser y no nos contagie -ordenó a los hombres. Luego se dirigió hacia Matthew-. Y tú, ven y tómame del brazo.
- Claro que sí. Y un chicarrón como tú debe saber sobre eso de combatir el frío, ¿no? -dijo. Luego soltó una risita casi tímida y se dirigió hacia los otros hombres-. Pero primero quiero que te quiten hasta la última moneda. Las prioridades, son las prioridades.
Los bandidos escucharon con atención las palabras del joven ladrón, en un silencio sepulcral. Por lo general, cuando estos solían robar a los viajeros con los que se topaban, solían dejarles hablar libremente, casi todo el tiempo que quisieran. Les gustaba disfrutar de los nervios propio de quienes se sentían acorralados, y buscaban las mejores palabras para salir de ese repentino apresamiento. Aun así, Matt estaba siendo muy diferente a la clase de viajeros a los que habían asaltado en el pasado. Mientras unos solían pedir piedad, se resistían o respondían de malos modos, Matthew en cambio asentía, seguía el juego a la mujer, y hasta estaba dispuesto a seguirlos a allá donde ellos quisieran que los acompañaran. Era inusual, y eso no hizo más que despertar el interés de la mujer. Aun así, no pareció tomarse de buen modo el comentario que hizo el joven sobre Alice.
- No importa que esté enferma. No tenemos por qué decirle a nadie que lo está. La vendemos rápidamente y ya está -dijo secamente, y su tono de voz mostraba una clara molestia, como si comenzara a sospechar de las intenciones reales de Matthew. Aunque era evidente para ella que ellos querrían escapar, por un momento se había tomado la libertad de imaginar que el joven tal vez accedería a seguirlos porque habría visto algo en ella-. Cuando vendemos gente no nos paramos a comentar sobre detalles secundarios. ¿Es bonita? Sí. Es suficiente.
Alice comenzó a toser bruscamente. Tosió y tosió, y tratando de rasgar su garganta a propósito, consiguió generarse una leve irritación que hizo que parte de su saliva al toser una última vez, surgiera de sus labios con una tonalidad claramente rojiza. Era sangre. Si bien no era demasiada, era la suficiente como para que el argumento de Matthew cobrara sentido, e hiciera realmente plantearse si era conveniente o no llevar consigo a la joven.
- Ha escupido sangre -afirmó uno de los hombres, en un tono muy neutral. La mujer se alejó repentinamente, casi dando un salto hacia atrás.
- ¿Es contagioso? -preguntó mirando a Alice con una mueca de horror y repugnancia.
Alice no dijo nada. Se limitó a toser todavía más fuerte, cerrando los ojos y colocando su mano por delante de sus labios. Algunas gotas de sangre cubrieron la palma de su mano. Entonces la dejó caer despacio, lo suficiente como para que la mujer pudiera contemplar el rastro de la sangre.
- Bueno, vamos hacia Sacrestic Village. Seguro que al menos algún vampiro estará dispuesto a comérsela. Sangre, ¿no es lo que les gusta? -preguntó un hombre. El que más callado había permanecido.
- Si un par de vampiros caen infectados por nuestra culpa, vendrá después una decenta clamando venganza. Ya sabes cómo es esa gente -protestó la mujer-. Por el momento, continuaremos con el camino. Metedle algún papel en la boca a la muchacha para que deje de toser y no nos contagie -ordenó a los hombres. Luego se dirigió hacia Matthew-. Y tú, ven y tómame del brazo.
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
La ladrona era toda una mujer de negocios, no se dejaba engatusar fácilmente, Matthew llego a la conclusión de que no lograría distraerla solo con sonrisas y cumplidos, probablemente perdería su bolsa de reserva, y quizás algunos de sus objetos de viaje. Pero de cualquier manera podía darse por contento si solo se quedaban con eso y se marchaban sin hacerles daño.
Durante un segundo el artesano maldijo el que Alice fuera tan bonita ¿Por qué no le había tocado una compañera con alguna deformidad? Teniendo a una chica como ella sería mucho más difícil convencerlos de que la dejaran en paz, y él podía hacer el sacrificio de ser el compañero de la bandido por una noche, pero no estaba seguro de si la muchacha estaría igual de predispuesta.
-No sabemos bien qué es, ni donde lo contrajo, nuestra familia es muy pobre así que llevarla con un médico para que la tratara no era una opción – Matthew agacho la cabeza como si la congoja lo agobiara – Pero pudimos llevarla una vez con el curandero de nuestro pueblo, dijo que… Que todos sus fluidos son contagiosos – Ahí agrego cierto tono dubitativo, como si tuviera vergüenza de lo que estaba diciendo –Pobre muchacha, jamás podrá casarse ni tener hijos… Es en verdad muy triste…
Esperaba que su habilidad para mentir surtiera algún efecto en esos torpes bandidos, creía que había utilizado las entonaciones correctas, y su postura tampoco había estado mal, técnicamente debería quitarles las ganas de meterse con Alice. Sacudió la cabeza, como quien se quita malos pensamientos de encima y se giró por fin para ver a los ladrones de nuevo.
-Me disculpo por haberlos hecho perder el tiempo con nuestras historias familiares, mi prima y yo nos encontramos viajando para vender algo de mercadería. Ya que no podemos prometerla con algún buen partido, contribuye a la familia ayudando en el negocio –Agarró la bolsa que llevaba en el cinturón y lo arrojo frente a los bandidos – Como usted dijo, Señorita, las prioridades primero, ese es el dinero que llevamos con nosotros – Dijo el artesano mientras por dentro rogaba que Alice hubiese escondido bien las monedas que llevaba con ella.
Bien, un papel en la boca seguía siendo mejor que una violación en grupo, eso era seguro. Aun así no perdía nada intentando que fuera algo menos tosco, saco un pañuelo de su bolsillo, era de un blanco impoluto, y se lo paso a Alice.
-No se preocupen, con esto será más que suficiente y mi prima sabe que cuando tiene uno de sus arranques de tos tiene que mantenerse lejos de los demás – Luego hizo un esfuerzo por alejar sus pensamientos de la muchacha y concentrarse en al dama bandido, es ahí donde tenía que hacer hincapié si quería que esa noche no terminara con un derramamiento de sangre – No necesita pedirlo dos veces, Señorita… Caigo en la cuenta de que aún no nos presentamos, mi nombre es Robert, Robert Andrews – El siguiente movimiento era peligroso, podía salir muy bien o muy mal, en lugar de agarrar a la mujer por el brazo, la tomo por la cintura – Digame ¿Qué interesantes ideas pasan por su mente?
Durante un segundo el artesano maldijo el que Alice fuera tan bonita ¿Por qué no le había tocado una compañera con alguna deformidad? Teniendo a una chica como ella sería mucho más difícil convencerlos de que la dejaran en paz, y él podía hacer el sacrificio de ser el compañero de la bandido por una noche, pero no estaba seguro de si la muchacha estaría igual de predispuesta.
-No sabemos bien qué es, ni donde lo contrajo, nuestra familia es muy pobre así que llevarla con un médico para que la tratara no era una opción – Matthew agacho la cabeza como si la congoja lo agobiara – Pero pudimos llevarla una vez con el curandero de nuestro pueblo, dijo que… Que todos sus fluidos son contagiosos – Ahí agrego cierto tono dubitativo, como si tuviera vergüenza de lo que estaba diciendo –Pobre muchacha, jamás podrá casarse ni tener hijos… Es en verdad muy triste…
Esperaba que su habilidad para mentir surtiera algún efecto en esos torpes bandidos, creía que había utilizado las entonaciones correctas, y su postura tampoco había estado mal, técnicamente debería quitarles las ganas de meterse con Alice. Sacudió la cabeza, como quien se quita malos pensamientos de encima y se giró por fin para ver a los ladrones de nuevo.
-Me disculpo por haberlos hecho perder el tiempo con nuestras historias familiares, mi prima y yo nos encontramos viajando para vender algo de mercadería. Ya que no podemos prometerla con algún buen partido, contribuye a la familia ayudando en el negocio –Agarró la bolsa que llevaba en el cinturón y lo arrojo frente a los bandidos – Como usted dijo, Señorita, las prioridades primero, ese es el dinero que llevamos con nosotros – Dijo el artesano mientras por dentro rogaba que Alice hubiese escondido bien las monedas que llevaba con ella.
Bien, un papel en la boca seguía siendo mejor que una violación en grupo, eso era seguro. Aun así no perdía nada intentando que fuera algo menos tosco, saco un pañuelo de su bolsillo, era de un blanco impoluto, y se lo paso a Alice.
-No se preocupen, con esto será más que suficiente y mi prima sabe que cuando tiene uno de sus arranques de tos tiene que mantenerse lejos de los demás – Luego hizo un esfuerzo por alejar sus pensamientos de la muchacha y concentrarse en al dama bandido, es ahí donde tenía que hacer hincapié si quería que esa noche no terminara con un derramamiento de sangre – No necesita pedirlo dos veces, Señorita… Caigo en la cuenta de que aún no nos presentamos, mi nombre es Robert, Robert Andrews – El siguiente movimiento era peligroso, podía salir muy bien o muy mal, en lugar de agarrar a la mujer por el brazo, la tomo por la cintura – Digame ¿Qué interesantes ideas pasan por su mente?
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Alice no pudo abrir durante un breve instante los ojos, sorprendida por las palabras de Matthew. Aunque por un momento le pareció demasiado gracioso, trato de reservarse la risa en lo más profundo de su ser; no era momento para reír. Sintió que Matthew estaba resultando bastante convincente, de hecho, su forma de gesticular, el tono suave de sus palabras, cargadas de una aprendida falsa honestidad, pareció convencer a los bandidos, y casi estuvo a punto de convencer a Alice. Se descubrió a si misma preguntándose para si, si realmente debía tener lo que Matthew estaba contando. Incluso llego a imaginar la escena del curandero, como si fuera una historia verídica. La congoja consumía al joven, la tristeza y lastima por la muchacha, eso era lo que los bandidos veían, eso era lo que los bandidos creían.
- Bueno, entonces ya veremos -dijo la mujer bandida, finalmente. Los otros individuos se acercaron a Alice y la tomaron de un brazo con fuerza.
Aunque parecía que ahora temían tocar demasiado a Alice, lo cual era conveniente. La tomaban de la ropa, de la manga de su prenda, tratando de eludir cualquier contacto de piel con piel. Alice sonrió en lo más profundo de sus adentros, y dedico una brevísima mirada hacia Matthew, con un “gracias” enorme dibujado en su expresión. Algo que solo el podría comprender.
- Robert… -dijo la mujer, mientras miraba a Matthew, acercándose más hacia él, si cabía esa opción-. Me encanta ese nombre. ¿Sabes? Hace tiempo conocí un Robert… no me trato bien.
- Tal vez porque lo amenazaste con… -empezó a decir uno de los bandidos.
- Cállate, sabandija -protesto la mujer-. Ahora su cabeza descansa en el fondo del mar, pero eso es otra historia que no tiene cabida aquí. Pero ese Robert no fue bueno, me rompió el corazón. No me gusta que me rompan el corazón -se acercó todavía más a Matthew.
Alice miraba hacia el joven. Una parte de ella se sentía divertida por la incómoda situación que la mujer podía estar generándole. Pero al mismo tiempo era consciente de que era una situación seria, y que debía estar atenta a la mas mínima oportunidad que tuvieran para alejarse de esa gente. Eran maleantes, asaltantes de los bosques, ella sabía cómo podía llegar a ser esa clase de gente. De hecho, esa misma clase de gente era la que había acabado con toda la troupe con la que había marchado ella desde la ciudad de los dragones. Repitió la tos de forma convincente, haciendo que los dos individuos que la sujetaban de las mangas, la tomaran únicamente con los dedos, alejándose cuanto podían de ella.
- ¿Quieres agua? ¿Que quieres?
- Que amable estas de repente -comento la posadera divertida, girándose hacia el bandido que había dicho aquello.
- Simplemente no quiero que me contagie de lo que sea que tiene esta niña asquerosa. ¿De verdad no podemos dejarla por ahí tirada? O matarla.
- Eres tan estúpido -protesto la mujer. Y se separó de Matthew, dirigiéndose hacia el bandido-. Claro, es muy buena idea. La dejamos por aquí, que informe sobre nosotros y en seguida venga la guardia, o unos mercenarios, o cualquiera de las amenazas a las que nos enfrentamos por no seguir las directrices de la sociedad. ¿Te parece bien?
- Pero si la podemos tirar al mar, o enterrarla, o cualquier cosa -hablo entonces el otro bandido, con una voz suave. Sonaba poco convencido, y en cierto grado, temeroso de la mujer.
- Sabes que no. Sabes que hoy en día esos malditos guardias saben arreglárselas de cualquier modo para descubrirlo todo. Nos la llevamos, sacamos algún beneficio vendiéndosela a algún inútil y en ese momento pasara a ser asunto de dicho inútil.
Volvió a girarse, abrazándose nuevamente al brazo de Matthew. Lo agarro con fuerza, como un candado, no dispuesta a soltarse. Y emprendieron la marcha hacia Sacrestic. Tras cuarenta largos minutos, la mujer decidió que era buen momento para hacer un breve descanso. Ellos habían llevado mucho más tiempo andando sin descanso, hasta el momento en el que los habían encontrado, por lo que, si continuaban, sabían que se sentirían totalmente exhaustos, y no era conveniente.
- Armad las carpas -ordeno a los bandidos-. La más grande y bonita para este caballero y para mí -dio un codazo a Matthew.
- Bueno, entonces ya veremos -dijo la mujer bandida, finalmente. Los otros individuos se acercaron a Alice y la tomaron de un brazo con fuerza.
Aunque parecía que ahora temían tocar demasiado a Alice, lo cual era conveniente. La tomaban de la ropa, de la manga de su prenda, tratando de eludir cualquier contacto de piel con piel. Alice sonrió en lo más profundo de sus adentros, y dedico una brevísima mirada hacia Matthew, con un “gracias” enorme dibujado en su expresión. Algo que solo el podría comprender.
- Robert… -dijo la mujer, mientras miraba a Matthew, acercándose más hacia él, si cabía esa opción-. Me encanta ese nombre. ¿Sabes? Hace tiempo conocí un Robert… no me trato bien.
- Tal vez porque lo amenazaste con… -empezó a decir uno de los bandidos.
- Cállate, sabandija -protesto la mujer-. Ahora su cabeza descansa en el fondo del mar, pero eso es otra historia que no tiene cabida aquí. Pero ese Robert no fue bueno, me rompió el corazón. No me gusta que me rompan el corazón -se acercó todavía más a Matthew.
Alice miraba hacia el joven. Una parte de ella se sentía divertida por la incómoda situación que la mujer podía estar generándole. Pero al mismo tiempo era consciente de que era una situación seria, y que debía estar atenta a la mas mínima oportunidad que tuvieran para alejarse de esa gente. Eran maleantes, asaltantes de los bosques, ella sabía cómo podía llegar a ser esa clase de gente. De hecho, esa misma clase de gente era la que había acabado con toda la troupe con la que había marchado ella desde la ciudad de los dragones. Repitió la tos de forma convincente, haciendo que los dos individuos que la sujetaban de las mangas, la tomaran únicamente con los dedos, alejándose cuanto podían de ella.
- ¿Quieres agua? ¿Que quieres?
- Que amable estas de repente -comento la posadera divertida, girándose hacia el bandido que había dicho aquello.
- Simplemente no quiero que me contagie de lo que sea que tiene esta niña asquerosa. ¿De verdad no podemos dejarla por ahí tirada? O matarla.
- Eres tan estúpido -protesto la mujer. Y se separó de Matthew, dirigiéndose hacia el bandido-. Claro, es muy buena idea. La dejamos por aquí, que informe sobre nosotros y en seguida venga la guardia, o unos mercenarios, o cualquiera de las amenazas a las que nos enfrentamos por no seguir las directrices de la sociedad. ¿Te parece bien?
- Pero si la podemos tirar al mar, o enterrarla, o cualquier cosa -hablo entonces el otro bandido, con una voz suave. Sonaba poco convencido, y en cierto grado, temeroso de la mujer.
- Sabes que no. Sabes que hoy en día esos malditos guardias saben arreglárselas de cualquier modo para descubrirlo todo. Nos la llevamos, sacamos algún beneficio vendiéndosela a algún inútil y en ese momento pasara a ser asunto de dicho inútil.
Volvió a girarse, abrazándose nuevamente al brazo de Matthew. Lo agarro con fuerza, como un candado, no dispuesta a soltarse. Y emprendieron la marcha hacia Sacrestic. Tras cuarenta largos minutos, la mujer decidió que era buen momento para hacer un breve descanso. Ellos habían llevado mucho más tiempo andando sin descanso, hasta el momento en el que los habían encontrado, por lo que, si continuaban, sabían que se sentirían totalmente exhaustos, y no era conveniente.
- Armad las carpas -ordeno a los bandidos-. La más grande y bonita para este caballero y para mí -dio un codazo a Matthew.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Capto la mirada de agradecimiento de Alice, pero no hizo gesto alguno por devolverle el detalle, no había nada que agradecer, cualquiera con un mínimo de decencia hubiese hecho lo mismo, y Matt tenía justo ese mínimo. Además, si quería que la situación continuara así de bien, todo su esfuerzo tenía que estar centrado en la bandido, y confiar en que la muchacha se las arreglaría bien con los otros dos sujetos.
-Ese Robert era un imbécil si se atrevió a lastimar a tan bella dama, tiene bien merecido lo que le paso – Jugueteaba con los dedos en la cintura de la mujer mientras hablaban, sonriendo a la vez de modo seductor – Nos aseguraremos de que eso no vuelva a ser necesario.
Cuando hizo el comentario “Que amable estas de repente” de forma sarcástica, Matthew dejo escapar una risita, para festejar su ingenio pero sin exagerar para que no sonara falso. Se mostró ligeramente preocupado con la idea de que asesinaran a la muchacha, al fin y al cabo se suponía que era su prima, no sería realista si se mostrara indiferente ante ese hecho.
-Yo creo que… - Hizo como si quisiera oponerse de algún modo, aunque en realidad ya sabía que su opinión no valía ni un pepino en esa discusión, pero había que mantener el realismo - Oh, pobre muchacha – Negó con la cabeza en un gesto de resignación.
Luego sonrió como si estuviera satisfecho con que la mujer lo agarre del brazo y apoyo una mano sobre la de ella, afianzando así la seguridad de la bandido, a simple vista todo parecía ir de maravilla, y Robert parecía estar encantado con la idea de pasar la noche juntos. Comenzaron a caminar en dirección al pueblo, Matthew se lamentó por las piezas de cerámica que había dejado cocinándose bajo el fuego, pero no le había quedado opción; siquiera lo habían dejado agarrar su mochila, los maleantes la habían tomado antes.
El artesano en ningún momento se giró para mirar a Alice, como si la chica le importara poco y nada en comparación a la mujer que tenía agarrada a su brazo. Fue caminando siguiendo el ritmo de los maleantes, sin quejarse así fueran muy rápido o muy despacio, a veces levantando una rama para que su “compañera” pasara, pero solo unas pocas veces para no levantar sospechas.
Finalmente se detuvieron para acampar, y Matt lo agradecía porque ya había caminado todo el día por su cuenta y cuando se encontró con Alice ya estaba más dispuesto a acostarse a dormir que otra cosa. De todos modos hacia un esfuerzo para que no se note su cansancio, mientras los dos hombres armaban las tiendas, el artesano se dedicó a susurrar al oído de su “compañera”, instándola a que fueran pronto a la carpa.
Cuando terminaron decidieron los turnos en que harían guardia, le dieron una de las tiendas a Alice, y la otra la usarían los hombres. Tal como la dama pidió, la más grande sería para ellos, Matt se acercó a la puerta y abrió, dejando pasar primero a la bandido y entrando luego él, asegurando de que quedara bien cerrada…
Claramente la mujer no iba a comportarse como una muchachita tímida y virgen, lo que paso dentro de esa tienda pareció más una desfloración para Matt que otra cosa. Pero el artesano no se dejó amilanar y correspondió a los envistes de la bandido con todo el ímpetu del que era capaz luego de una larga jornada de caminata por el bosque.
Luego de algún tiempo finalmente se quedó dormida, Matthew no iba a desaprovechar la oportunidad. Moviéndose lentamente, centímetro a centímetro, fue liberándose del abrazo de su “compañera”, salió luego de debajo de las mantas y con aún más cuidado se puso los pantalones, agarro su chaqueta y miró por la rendija de las telas a ver cómo estaba la situación afuera. Uno de los ladrones se había ido a dormir, mientras que el otro estaba sentado haciendo guardia.
Retrocedió un poco, intentando pensar en la mejor solución, pero en seguida escuchó que el hombre se movía, miró de nuevo y una sonrisa de oreja a oreja se pintó en su rostro ¡Al parecer se iba a ir a mear a los arbustos! Aguardo hasta que se hubiese alejado lo suficiente y con mucho cuidado salió de la carpa, se acercó en puntas de pie a la de Alice.
-Señorita Alice, despierte, tenemos que irnos cuanto antes – Dijo en un susurro sin abrir la tienda. Mientras esperaba a que la muchacha saliera se puso la camisa aunque no tuvo la paciencia para ponerse a abotonarla – Rápido, rápido…
-Ese Robert era un imbécil si se atrevió a lastimar a tan bella dama, tiene bien merecido lo que le paso – Jugueteaba con los dedos en la cintura de la mujer mientras hablaban, sonriendo a la vez de modo seductor – Nos aseguraremos de que eso no vuelva a ser necesario.
Cuando hizo el comentario “Que amable estas de repente” de forma sarcástica, Matthew dejo escapar una risita, para festejar su ingenio pero sin exagerar para que no sonara falso. Se mostró ligeramente preocupado con la idea de que asesinaran a la muchacha, al fin y al cabo se suponía que era su prima, no sería realista si se mostrara indiferente ante ese hecho.
-Yo creo que… - Hizo como si quisiera oponerse de algún modo, aunque en realidad ya sabía que su opinión no valía ni un pepino en esa discusión, pero había que mantener el realismo - Oh, pobre muchacha – Negó con la cabeza en un gesto de resignación.
Luego sonrió como si estuviera satisfecho con que la mujer lo agarre del brazo y apoyo una mano sobre la de ella, afianzando así la seguridad de la bandido, a simple vista todo parecía ir de maravilla, y Robert parecía estar encantado con la idea de pasar la noche juntos. Comenzaron a caminar en dirección al pueblo, Matthew se lamentó por las piezas de cerámica que había dejado cocinándose bajo el fuego, pero no le había quedado opción; siquiera lo habían dejado agarrar su mochila, los maleantes la habían tomado antes.
El artesano en ningún momento se giró para mirar a Alice, como si la chica le importara poco y nada en comparación a la mujer que tenía agarrada a su brazo. Fue caminando siguiendo el ritmo de los maleantes, sin quejarse así fueran muy rápido o muy despacio, a veces levantando una rama para que su “compañera” pasara, pero solo unas pocas veces para no levantar sospechas.
Finalmente se detuvieron para acampar, y Matt lo agradecía porque ya había caminado todo el día por su cuenta y cuando se encontró con Alice ya estaba más dispuesto a acostarse a dormir que otra cosa. De todos modos hacia un esfuerzo para que no se note su cansancio, mientras los dos hombres armaban las tiendas, el artesano se dedicó a susurrar al oído de su “compañera”, instándola a que fueran pronto a la carpa.
Cuando terminaron decidieron los turnos en que harían guardia, le dieron una de las tiendas a Alice, y la otra la usarían los hombres. Tal como la dama pidió, la más grande sería para ellos, Matt se acercó a la puerta y abrió, dejando pasar primero a la bandido y entrando luego él, asegurando de que quedara bien cerrada…
Claramente la mujer no iba a comportarse como una muchachita tímida y virgen, lo que paso dentro de esa tienda pareció más una desfloración para Matt que otra cosa. Pero el artesano no se dejó amilanar y correspondió a los envistes de la bandido con todo el ímpetu del que era capaz luego de una larga jornada de caminata por el bosque.
Luego de algún tiempo finalmente se quedó dormida, Matthew no iba a desaprovechar la oportunidad. Moviéndose lentamente, centímetro a centímetro, fue liberándose del abrazo de su “compañera”, salió luego de debajo de las mantas y con aún más cuidado se puso los pantalones, agarro su chaqueta y miró por la rendija de las telas a ver cómo estaba la situación afuera. Uno de los ladrones se había ido a dormir, mientras que el otro estaba sentado haciendo guardia.
Retrocedió un poco, intentando pensar en la mejor solución, pero en seguida escuchó que el hombre se movía, miró de nuevo y una sonrisa de oreja a oreja se pintó en su rostro ¡Al parecer se iba a ir a mear a los arbustos! Aguardo hasta que se hubiese alejado lo suficiente y con mucho cuidado salió de la carpa, se acercó en puntas de pie a la de Alice.
-Señorita Alice, despierte, tenemos que irnos cuanto antes – Dijo en un susurro sin abrir la tienda. Mientras esperaba a que la muchacha saliera se puso la camisa aunque no tuvo la paciencia para ponerse a abotonarla – Rápido, rápido…
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Alice despertó con un sobresalto. Aunque trato de mantenerse en silencio, especialmente al darse cuenta de que se trataba de Matthew. Pero no pudo evitar soltar una leve exclamación, pues lo primero que había visto realmente a través de la tela de la carpa era un individuo semi desnudo llamándola. La primera impresión de la joven era que se trataba de uno de los bandidos, pero al darse cuenta de que era la voz del artesano, se sintió infinitamente mas tranquila. No dijo nada, respetando el silencio que debían mantener para poder escapar, aprovechando aquella oportunidad.
La dragona se puso en pie con cuidado, y salio tras abrir la carpa. Tomó su bufanda y se la coloco alrededor de la cintura, en lugar de tenerla en el cuello ,para evitar el error que ya le había sucedido con anterioridad al encontrarse al joven, de perder la bufanda habiéndose quedado enganchada entre los árboles. No había sido un inconveniente al encontrarse a Matthew, pero sí que podía serlo si decidían escapar en aquel preciso instante, pues podía significar una magnifica pista para que los bandidos supieran en qué dirección se habían marchado.
- ¿Están todos dormidos? -Susurró la joven, tratando de hablar tan bajo como podía. Luego se quedó mirando durante unos segundos a Matthew, que todavía no se había abrochado los botones de la camisa-. ¿Te… te ha hecho hacer eso? -Alice estaba horrorizada solo de imaginar que habría tenido que yacer con la mujer bandido. Y de repente sintió un tormento de culpabilidad por haberse reído anteriormente, creyendo que se trataba de una situación divertida; horas atrás, no habría creído que Matthew hubiera tenido que verse obligado a terminar haciendo aquello.
El bandido se había alejado lo suficiente, hasta encontrar “su rincón perfecto”.
- ¡Poooor favoooooor…! No sabia que había bebido tanto, si sigo así formaré aquí un río enorme.
Alice continuó manteniéndose en silencio. Hasta el momento, no había llegado a vislumbrar al bandido que había estado haciendo guardia, pero tras escuchar su voz pudo saber donde estaba exactamente. De hecho, tuvo que lidiar con la horrible visión de un peludo y magullado trasero, claramente iluminado por la luz de la hoguera, cuyo destello alcanzaba la posición del bandido. La joven echó un vistazo a su alrededor, buscando la zona más segura por la que podrían escapar, más concretamente, la zona contraria a aquella en la que se encontraba el otro individuo calmando sus necesidades fisiológicas. Aunque ella no lo sabia, en esa dirección se encontraba la gran carpa donde habían estado Matthew y la mujer bandido, y donde ahora esta descansaba, dejando escapar unos sonoros ronquidos.
Comenzó a andar pausadamente. Imagino que Matthew también la seguiría, o por lo menos irían más o menos en la misma dirección. Lo primordial, era mantenerse en silencio, y ella lo estaba haciendo bastante bien por el momento. Atravesó la zona en la que se encontraba la gran carpa de la mujer bandido, y salió por fin oficialmente del pequeño campamento. En aquel momento, comenzó a acelerar el paso, poco a poco, y a medida que se alejaba, fue yendo mas deprisa, y después corriendo.
-¡Roberto! -Se escuchó un fuerte grito en la distancia, que hizo eco por todo el bosque.
- ¡Se han escapado! -Se escuchaba segundos después, de boca del individuo que había estado orinando entre los arbustos.
Luego corrió todo cuanto pudo, hasta perder de vista hasta el mas mínimo destello proveniente de la hoguera del campamento, y hasta que las voces dejaron de ser audibles. En todo momento, mantuvo la vista en Matthew, para estar segura de que el también podía conseguir escapar. Y corrió hasta llegar a una parte frondosa, una zona en la que una agrupación pequeña de arboles formaba un circulo, como si se tratara de una pequeña muralla natural. Estando ahí dentro, rodeada entre los arboles, nadie la vería. Ni a ella ni al artesano, si es que decidía quedarse. Pero no podrían marchar mucho mas lejos hasta que llegara la luz del día, pues Alice sabia que hacer eso en la noche cerrada, podía llevar a no hacer mas que recorrer el bosque indefinidamente dando vueltas y pasando sobre sus mismos pasos una y otra vez.
La dragona se puso en pie con cuidado, y salio tras abrir la carpa. Tomó su bufanda y se la coloco alrededor de la cintura, en lugar de tenerla en el cuello ,para evitar el error que ya le había sucedido con anterioridad al encontrarse al joven, de perder la bufanda habiéndose quedado enganchada entre los árboles. No había sido un inconveniente al encontrarse a Matthew, pero sí que podía serlo si decidían escapar en aquel preciso instante, pues podía significar una magnifica pista para que los bandidos supieran en qué dirección se habían marchado.
- ¿Están todos dormidos? -Susurró la joven, tratando de hablar tan bajo como podía. Luego se quedó mirando durante unos segundos a Matthew, que todavía no se había abrochado los botones de la camisa-. ¿Te… te ha hecho hacer eso? -Alice estaba horrorizada solo de imaginar que habría tenido que yacer con la mujer bandido. Y de repente sintió un tormento de culpabilidad por haberse reído anteriormente, creyendo que se trataba de una situación divertida; horas atrás, no habría creído que Matthew hubiera tenido que verse obligado a terminar haciendo aquello.
El bandido se había alejado lo suficiente, hasta encontrar “su rincón perfecto”.
- ¡Poooor favoooooor…! No sabia que había bebido tanto, si sigo así formaré aquí un río enorme.
Alice continuó manteniéndose en silencio. Hasta el momento, no había llegado a vislumbrar al bandido que había estado haciendo guardia, pero tras escuchar su voz pudo saber donde estaba exactamente. De hecho, tuvo que lidiar con la horrible visión de un peludo y magullado trasero, claramente iluminado por la luz de la hoguera, cuyo destello alcanzaba la posición del bandido. La joven echó un vistazo a su alrededor, buscando la zona más segura por la que podrían escapar, más concretamente, la zona contraria a aquella en la que se encontraba el otro individuo calmando sus necesidades fisiológicas. Aunque ella no lo sabia, en esa dirección se encontraba la gran carpa donde habían estado Matthew y la mujer bandido, y donde ahora esta descansaba, dejando escapar unos sonoros ronquidos.
Comenzó a andar pausadamente. Imagino que Matthew también la seguiría, o por lo menos irían más o menos en la misma dirección. Lo primordial, era mantenerse en silencio, y ella lo estaba haciendo bastante bien por el momento. Atravesó la zona en la que se encontraba la gran carpa de la mujer bandido, y salió por fin oficialmente del pequeño campamento. En aquel momento, comenzó a acelerar el paso, poco a poco, y a medida que se alejaba, fue yendo mas deprisa, y después corriendo.
-¡Roberto! -Se escuchó un fuerte grito en la distancia, que hizo eco por todo el bosque.
- ¡Se han escapado! -Se escuchaba segundos después, de boca del individuo que había estado orinando entre los arbustos.
Luego corrió todo cuanto pudo, hasta perder de vista hasta el mas mínimo destello proveniente de la hoguera del campamento, y hasta que las voces dejaron de ser audibles. En todo momento, mantuvo la vista en Matthew, para estar segura de que el también podía conseguir escapar. Y corrió hasta llegar a una parte frondosa, una zona en la que una agrupación pequeña de arboles formaba un circulo, como si se tratara de una pequeña muralla natural. Estando ahí dentro, rodeada entre los arboles, nadie la vería. Ni a ella ni al artesano, si es que decidía quedarse. Pero no podrían marchar mucho mas lejos hasta que llegara la luz del día, pues Alice sabia que hacer eso en la noche cerrada, podía llevar a no hacer mas que recorrer el bosque indefinidamente dando vueltas y pasando sobre sus mismos pasos una y otra vez.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Mientras esperaba a que Alice saliera de la carpa, Matt miraba nervioso por arriba de su hombro, si no se apuraban el ladrón regresaría y los encontraría en pleno intento de escape. Quizás el artesano podría inventarse alguna nueva excusa que los salvara, pero sería bastante difícil y de seguro los mantendrían mucho más vigilados de allí en más. Por suerte la muchacha supo responder con prontitud a su llamado.
-No, uno está despierto y regresara pronto, tenemos que salir de aquí – Murmuro bien cerca del oído de Alice para que nadie más lo escuchara. Noto como lo miraba y entonces recordó la camisa, empezó a abotonarla rápidamente, había detectado algo de pena en sus ojos – Es mejor no pensar mucho, créame, no quiere saberlo – Luego la agarro de la mano y comenzó a caminar para salir de allí.
Fueron primero en una dirección, pero allí se encontraron con la desagradable imagen del hombre regando el bosque, “Una poesía para los ojos” pensó Matthew con ironía mientras intentaba salir de allí rápido pero sin escándalo. La muchacha se le adelanto bastante, le hizo pensar al artesano que de seguro no era la primera vez que se veía en apuros, era algo lógico considerando su profesión pero aun así seguía siendo sorprendente.
No tenía mucha idea de a dónde iban, había perdido completamente la orientación en cuanto empezaron a correr, su única prioridad por el momento era el seguir a Alice, no sabía muy bien el porqué, pero la idea de perderla de vista lo ponía inquieto. Lamentablemente los bandidos no tardaron en descubrir que habían escapado, un escalofrío le recorrió la espalda cuando escuchó su supuesto nombre retumbar por la inmensidad del bosque.
-Si nos atrapan las cosas se pondrán en verdad feas… Sobre todo para mí – Mientras decía esto acelero aún más el paso, motivado ahora por la idea de lo que le harían si lo atrapaban. Apartaba las ramas con las manos lo más rápido que podía, pero inevitablemente alguna le terminaba golpeando, por lo que pronto estaba lleno de hojas y ramitas. Que noche tan espantosa había resultado ser, se sentía agotado, adolorido y ahora además estaba desprolijo ¡Que fastidio!
Llegaron a una especie de sitio con árboles agrupados de forma peculiar, como si se mantuvieran apartados de algo, apretándose en forma de muro para lograrlo. Matthew no lo medito mucho, se puso tras la valla de árboles y se sentó apoyando la espalda contra uno de los troncos.
-Preferiría no tener que seguir corriendo a ciegas – Dijo mientras recuperaba el aliento – Aunque los bandidos pueden ser bastante persistentes – Agregó y luego puso su atención en quitarse los restos de hojas y ramitas que se habían enganchado en su pelo. Por el momento no se escuchaba a los ladrones cerca, pero ese no era motivo para relajarse, miró a Alice y le sonrió con algo de resignación, pero también con su habitual talante encantador – Debo decir que esta es una de las noches más raras que he pasado con una Señorita, jajaja, si salimos de esta, la invitaré a cenar como corresponde.
Pasaron un rato en silencio, de a poco el cielo comenzaba a clarear, pero aún faltaba mucho para que llegara el amanecer, y la neblina matutina no permitía que vieran mas allá de algunos metros. Solo entonces Matthew notó que en el centro del claro donde se habían refugiado había una extraña piedra, si lo pensaba un segundo, era evidente que una formación así no se generaría de forma natural, sino por una intervención humana. No tenían nada para hacer, así que luego de escuchar unos segundos para asegurarse que sus perseguidores no estaban por los alrededores, se acerco a la piedra.
Era más alta que Matt, y sin embargo parecía que solo una pequeña parte de ella estaba por arriba de la superficie. La mitad de ella estaba recubierta por el moho, pero en la parte que estaba limpia si se la recorría con los dedos podían sentirse una especie de grabados muy gastados por el tiempo. El artesano dio unos golpesitos con la punta de la bota en el piso y noto que era duro, bajo la tierra había piedra también.
-Qué curioso, quizás era un sitio donde se hacían rituales religiosos o algo similar – Comentó Matthew intrigado.
-No, uno está despierto y regresara pronto, tenemos que salir de aquí – Murmuro bien cerca del oído de Alice para que nadie más lo escuchara. Noto como lo miraba y entonces recordó la camisa, empezó a abotonarla rápidamente, había detectado algo de pena en sus ojos – Es mejor no pensar mucho, créame, no quiere saberlo – Luego la agarro de la mano y comenzó a caminar para salir de allí.
Fueron primero en una dirección, pero allí se encontraron con la desagradable imagen del hombre regando el bosque, “Una poesía para los ojos” pensó Matthew con ironía mientras intentaba salir de allí rápido pero sin escándalo. La muchacha se le adelanto bastante, le hizo pensar al artesano que de seguro no era la primera vez que se veía en apuros, era algo lógico considerando su profesión pero aun así seguía siendo sorprendente.
No tenía mucha idea de a dónde iban, había perdido completamente la orientación en cuanto empezaron a correr, su única prioridad por el momento era el seguir a Alice, no sabía muy bien el porqué, pero la idea de perderla de vista lo ponía inquieto. Lamentablemente los bandidos no tardaron en descubrir que habían escapado, un escalofrío le recorrió la espalda cuando escuchó su supuesto nombre retumbar por la inmensidad del bosque.
-Si nos atrapan las cosas se pondrán en verdad feas… Sobre todo para mí – Mientras decía esto acelero aún más el paso, motivado ahora por la idea de lo que le harían si lo atrapaban. Apartaba las ramas con las manos lo más rápido que podía, pero inevitablemente alguna le terminaba golpeando, por lo que pronto estaba lleno de hojas y ramitas. Que noche tan espantosa había resultado ser, se sentía agotado, adolorido y ahora además estaba desprolijo ¡Que fastidio!
Llegaron a una especie de sitio con árboles agrupados de forma peculiar, como si se mantuvieran apartados de algo, apretándose en forma de muro para lograrlo. Matthew no lo medito mucho, se puso tras la valla de árboles y se sentó apoyando la espalda contra uno de los troncos.
-Preferiría no tener que seguir corriendo a ciegas – Dijo mientras recuperaba el aliento – Aunque los bandidos pueden ser bastante persistentes – Agregó y luego puso su atención en quitarse los restos de hojas y ramitas que se habían enganchado en su pelo. Por el momento no se escuchaba a los ladrones cerca, pero ese no era motivo para relajarse, miró a Alice y le sonrió con algo de resignación, pero también con su habitual talante encantador – Debo decir que esta es una de las noches más raras que he pasado con una Señorita, jajaja, si salimos de esta, la invitaré a cenar como corresponde.
Pasaron un rato en silencio, de a poco el cielo comenzaba a clarear, pero aún faltaba mucho para que llegara el amanecer, y la neblina matutina no permitía que vieran mas allá de algunos metros. Solo entonces Matthew notó que en el centro del claro donde se habían refugiado había una extraña piedra, si lo pensaba un segundo, era evidente que una formación así no se generaría de forma natural, sino por una intervención humana. No tenían nada para hacer, así que luego de escuchar unos segundos para asegurarse que sus perseguidores no estaban por los alrededores, se acerco a la piedra.
Era más alta que Matt, y sin embargo parecía que solo una pequeña parte de ella estaba por arriba de la superficie. La mitad de ella estaba recubierta por el moho, pero en la parte que estaba limpia si se la recorría con los dedos podían sentirse una especie de grabados muy gastados por el tiempo. El artesano dio unos golpesitos con la punta de la bota en el piso y noto que era duro, bajo la tierra había piedra también.
-Qué curioso, quizás era un sitio donde se hacían rituales religiosos o algo similar – Comentó Matthew intrigado.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
- Es cierto -comentó Alice. Luego, permaneció en silencio, mirando entre los árboles que formaban aquella curiosa estructura.
No había jadeado, y ahora se encontraba muy seria, más de lo que el joven había podido verla antes. Tenía la mirada fija en el resto del bosque, y estaba tan silenciosa que casi parecía que había dejado de respirar. De repente se escucharon unos pasos. Si ella no hubiera sabido que los bandidos estaban persiguiéndolos, habría imaginado que aquellos pasos eran el trote de varios caballos, pero no era más que el paso violento de los hombres grandullones. Y sorprendentemente, también de la mujer. Alice se giró hacia Matthew; no quería ni imaginar lo que le habría hecho hacer.
Los pasos estuvieron muy cerca de ellos. De pronto se alejaron. Alice se relajó mucho entonces, pensando que se habrían marchado ya. Pero no fue así; la mujer se había quedado frente a ellos, frente a aquel rincón de curiosa apariencia. También a ella le había parecido una curiosa formación, la de los árboles, y se había quedado contemplándolo, casi olvidándose de Alice. Estuvo andando a su alrededor. A esas alturas, Alice pensó que podría haberlos visto sin problemas; sin embargo, no había mostrado señales de que los hubiera visto. En cambio, la mujer esbozo una sonrisa, luego frunció el ceño y dando media vuelta se marchó a seguir con la búsqueda. Alice abrió los ojos sorprendida, sin comprender lo que estaba pasando. ¿Es que no los podía ver mientras estuvieran en el interior de aquel pequeño altar natural? Aquello era disparatado; o tal vez no tanto.
- Que extraño -dijo Alice únicamente. Luego dirigió la mirada hacia Matthew con una sonrisa-. Tal vez debamos esperar un poco más, solo por si acaso. Pero creo que pronto podremos olvidarnos de esta gente y seguir con nuestros caminos.
Así que dejo que el tiempo pasara un poco, solo hasta que estuvo completamente segura de que el silencio que había, era porque habían dejado de buscarlos, porque posiblemente estarían ya muy lejos de donde ellos se encontraban. Alice suspiro largamente y volvió a mirar a Matthew; estaba decidida a salir a comprobar.
- Voy a echar un vistazo. No creo que sigan por aquí -dijo, algo seria.
Y se abrió paso entre los árboles que formaban aquel altar natural. Pero antes de echar una ojeada para ver si se habían marchado, la curiosidad pudo con ella, y volvió la mirada hacia Matthew para ver si realmente no podía verlo, mientras él estuviera dentro del altar. No fue tan sorprendente como había imaginado; todo lo contrario. Podía verlo perfectamente, entre los árboles, si se fijaba lo suficiente. No había ninguna magia allí. Termino de darse cuenta del engaño en cuanto una mano gruesa la tomo por el hombro izquierdo.
- ¡Pero que tonta que eres! -dijo una voz femenina, gruesa e iracunda, pero además burlona-. No estaba segura de sí caerías.
Aun así, no había avistado a Matthew; la mujer solo creía que Alice se había refugiado allí. Por lo que dio media vuelta, y tomando a Alice por un brazo con tal fuerza que Alice sintió como le comenzaba a cortar la circulación, se marchó de allí, alejándose cada vez más del rincón donde Matthew todavía se encontraba.
Y caminaron largos metros, mientras la mujer despotricaba y utilizaba varias palabras, cada una más vulgar que la anterior, para referirse a Alice. Y también a su familia, y al joven que la había abandonado, tal y como ya le habían hecho en el pasado. Parecía que la ira iba construyéndose sobre mas ira en la mente de aquella mujer, y Alice comenzaba a sentir temor por lo que pudiera hacer en consecuencia. No esperaba que Matthew fuera tras ella, porque ya había hecho demasiado, y que la atraparan había sido únicamente su propio error.
En cuanto se encontró con su secuaz, la mujer dicto algo sencillo, con sequedad.
- Despellejadla. Venderemos su piel en el mercado negro. Los hechizos de magia oscura requieren de esas cosas, y se vende bien -suspiro con desgana-. No he encontrado al otro.
Uno de los hombres extrajo su daga, con una amplísima sonrisa. De repente, Alice sintió miedo, y también una furia inmensa. Sintió que algo en su interior comenzaba a gritar. Una parte de ella pedía socorro, y algo en su interior le afirmaba que una criatura marcharía a socorrerla. Algo que siempre estaba guardado y escondido religiosamente, pues Alice había hecho una promesa en el pasado, de que no lo dejaría escapar a menos que fuera realmente necesario. Se sintió inmensamente culpable por ello, pero dejo que el dragón se apoderara de ella. El hombre que había estado extrayendo su daga, se acercó a ella. Alice estaba seria, con la mirada perdida en alguna parte. El hombre la agarró del brazo; aparto la mano rápidamente.
- ¡Está ardiendo! -grito el-. Como una olla de agua hirviendo.
La mujer, que había estado con la mirada perdida en el bosque, preguntándose donde estaría el joven, desvió la vista hacia ella con curiosidad. Poco a poco, el cuerpo de Alice fue cambiando. Lo primero fueron sus ojos, que pasaron a tener una tonalidad lila brillante. Después, sus extremidades y su cuerpo en general parecieron cambiar antes de que ellos pudieran comprender siquiera que estaba sucediendo, en menos de dos parpadeos. La joven, era ahora un espléndido dragón de tonalidades azuladas y violáceas. No quería herirlos, tan solo hacerlos huir, por lo que se dedicó a propinarles un coletazo, que barrio a los bandidos y a la mujer, haciendo que cayeran unos metros más lejos. Se levantaron con dificultad, y entre gritos de horror y espanto, comenzaron a correr.
No había jadeado, y ahora se encontraba muy seria, más de lo que el joven había podido verla antes. Tenía la mirada fija en el resto del bosque, y estaba tan silenciosa que casi parecía que había dejado de respirar. De repente se escucharon unos pasos. Si ella no hubiera sabido que los bandidos estaban persiguiéndolos, habría imaginado que aquellos pasos eran el trote de varios caballos, pero no era más que el paso violento de los hombres grandullones. Y sorprendentemente, también de la mujer. Alice se giró hacia Matthew; no quería ni imaginar lo que le habría hecho hacer.
Los pasos estuvieron muy cerca de ellos. De pronto se alejaron. Alice se relajó mucho entonces, pensando que se habrían marchado ya. Pero no fue así; la mujer se había quedado frente a ellos, frente a aquel rincón de curiosa apariencia. También a ella le había parecido una curiosa formación, la de los árboles, y se había quedado contemplándolo, casi olvidándose de Alice. Estuvo andando a su alrededor. A esas alturas, Alice pensó que podría haberlos visto sin problemas; sin embargo, no había mostrado señales de que los hubiera visto. En cambio, la mujer esbozo una sonrisa, luego frunció el ceño y dando media vuelta se marchó a seguir con la búsqueda. Alice abrió los ojos sorprendida, sin comprender lo que estaba pasando. ¿Es que no los podía ver mientras estuvieran en el interior de aquel pequeño altar natural? Aquello era disparatado; o tal vez no tanto.
- Que extraño -dijo Alice únicamente. Luego dirigió la mirada hacia Matthew con una sonrisa-. Tal vez debamos esperar un poco más, solo por si acaso. Pero creo que pronto podremos olvidarnos de esta gente y seguir con nuestros caminos.
Así que dejo que el tiempo pasara un poco, solo hasta que estuvo completamente segura de que el silencio que había, era porque habían dejado de buscarlos, porque posiblemente estarían ya muy lejos de donde ellos se encontraban. Alice suspiro largamente y volvió a mirar a Matthew; estaba decidida a salir a comprobar.
- Voy a echar un vistazo. No creo que sigan por aquí -dijo, algo seria.
Y se abrió paso entre los árboles que formaban aquel altar natural. Pero antes de echar una ojeada para ver si se habían marchado, la curiosidad pudo con ella, y volvió la mirada hacia Matthew para ver si realmente no podía verlo, mientras él estuviera dentro del altar. No fue tan sorprendente como había imaginado; todo lo contrario. Podía verlo perfectamente, entre los árboles, si se fijaba lo suficiente. No había ninguna magia allí. Termino de darse cuenta del engaño en cuanto una mano gruesa la tomo por el hombro izquierdo.
- ¡Pero que tonta que eres! -dijo una voz femenina, gruesa e iracunda, pero además burlona-. No estaba segura de sí caerías.
Aun así, no había avistado a Matthew; la mujer solo creía que Alice se había refugiado allí. Por lo que dio media vuelta, y tomando a Alice por un brazo con tal fuerza que Alice sintió como le comenzaba a cortar la circulación, se marchó de allí, alejándose cada vez más del rincón donde Matthew todavía se encontraba.
Y caminaron largos metros, mientras la mujer despotricaba y utilizaba varias palabras, cada una más vulgar que la anterior, para referirse a Alice. Y también a su familia, y al joven que la había abandonado, tal y como ya le habían hecho en el pasado. Parecía que la ira iba construyéndose sobre mas ira en la mente de aquella mujer, y Alice comenzaba a sentir temor por lo que pudiera hacer en consecuencia. No esperaba que Matthew fuera tras ella, porque ya había hecho demasiado, y que la atraparan había sido únicamente su propio error.
En cuanto se encontró con su secuaz, la mujer dicto algo sencillo, con sequedad.
- Despellejadla. Venderemos su piel en el mercado negro. Los hechizos de magia oscura requieren de esas cosas, y se vende bien -suspiro con desgana-. No he encontrado al otro.
Uno de los hombres extrajo su daga, con una amplísima sonrisa. De repente, Alice sintió miedo, y también una furia inmensa. Sintió que algo en su interior comenzaba a gritar. Una parte de ella pedía socorro, y algo en su interior le afirmaba que una criatura marcharía a socorrerla. Algo que siempre estaba guardado y escondido religiosamente, pues Alice había hecho una promesa en el pasado, de que no lo dejaría escapar a menos que fuera realmente necesario. Se sintió inmensamente culpable por ello, pero dejo que el dragón se apoderara de ella. El hombre que había estado extrayendo su daga, se acercó a ella. Alice estaba seria, con la mirada perdida en alguna parte. El hombre la agarró del brazo; aparto la mano rápidamente.
- ¡Está ardiendo! -grito el-. Como una olla de agua hirviendo.
La mujer, que había estado con la mirada perdida en el bosque, preguntándose donde estaría el joven, desvió la vista hacia ella con curiosidad. Poco a poco, el cuerpo de Alice fue cambiando. Lo primero fueron sus ojos, que pasaron a tener una tonalidad lila brillante. Después, sus extremidades y su cuerpo en general parecieron cambiar antes de que ellos pudieran comprender siquiera que estaba sucediendo, en menos de dos parpadeos. La joven, era ahora un espléndido dragón de tonalidades azuladas y violáceas. No quería herirlos, tan solo hacerlos huir, por lo que se dedicó a propinarles un coletazo, que barrio a los bandidos y a la mujer, haciendo que cayeran unos metros más lejos. Se levantaron con dificultad, y entre gritos de horror y espanto, comenzaron a correr.
Alice
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
Matthew era una persona de pensamiento práctico, con una idea bastante arraigada de cómo era el mundo y cómo funcionaba, si bien sus reiterados viajes le habían mostrado cosas increíbles, nada estaba siquiera cerca de lo que iba a vivir esa noche. Claramente el ser asaltados por un grupo de bandidos era algo que no pasaba a diario pero que podía pasar, mismo el ser secuestrados, escalaba un poco en la escala de rareza. Pero el encontrar un antiguo monumento que parecía hacerlos “invisibles”….
-No creo que sea seguro – Dijo Matt aún parado junto a las extrañas piedras, en un vano intento de esconderse – Deberíamos quedarnos aquí hasta que sea pleno día y marcharnos por el lado opuesto – No confiaba en las cosas mágicas, no confiaba en los bandidos, y por sobretodo no confiaba en guiarse por puro instinto, que era a su entender lo que Alice estaba haciendo.
Pero sus palabras parecían revotar contra la muchacha, estaba totalmente convencida de que todo estaría bien y saldrían pronto de allí. Matthew era más pesimista en relación a eso, mientras esperaban se quedó mirando hacia el horizonte, como si con tan solo el poder de su voluntad pudiera hacer que el sol se moviera más rápido. Cuando Alice anunció que iba a ir a echar un vistazo el humano solo asintió, nada de lo que le dijera iba a hacer que cambie de opinión.
Dejar ir a la dama por delante no sonaba muy caballeroso, pero Matthew consideraba que había hecho todo lo posible por evitar que lo haga, si a pesar de eso la muchacha había decidido salir, no veía motivos para arriesgar dos vidas en vano. Así que el estafador se quedó en la zona que aparentemente era segura, sin darse cuenta que su compañera estaba en peligro, y aunque lo hubiese sabido quizás no habría cambiado mucho su actitud.
Los minutos pasaban lentamente, y no había señal alguna de la chica, Matt estaba sentado, con la espalda apoyada contra una de las rocas, golpeteando con los dedos sobre su rodilla con algo de nerviosismo ¿Y si la habían encontrado? Quizás les dijera dónde estaba, quizás estarían llegando en ese preciso momento al claro. Se quedó escuchando en busca del más mínimo indicio de que alguien lo acechaba… Nada ¿Y si se había ido por su cuenta sin avisar? Eso era más probable, al fin y al cabo, no le debía nada.
El estafador se puso en pie y salió con mucho cuidado del claro donde se había refugiado, no sabía bien por donde se podría haber ido, ni tampoco donde podrían estar los bandidos, así que se movía haciendo el menor ruido posible, con la esperanza de pasar desapercibido y escapar así de ese maldito bosque.
“¡Esta ardiendo!” Escuchó que decía una voz de hombre, no era necesario tener demasiado oído para darse cuenta que era uno de los ladrones. Lo que Matthew no lograba entender era la expresión ¿Acaso habían prendido fuego a la muchacha? Eso era una bestialidad, y no veía el motivo de semejante canallada, no sacaban ningún beneficio de hacer algo así. Se acercó para ver qué había pasado y lo que encontró lo dejo sin palabras…
Frente a los bandidos se alzaba uno de los seres más majestuosos de la naturaleza, tanto era así que muchas personas creían que eran una leyenda, y es que a menos que los vieras con tus propios ojos nadie podría creer que semejante animal existía. Matthew sentía el cuerpo totalmente paralizado, luego de unos segundos sus piernas comenzaron a temblar y cayó sentado en el piso, sin poder terminar de entender lo que veían sus ojos. Con mucho tino los bandidos salieron corriendo de allí, y seguramente Matt hubiese hecho lo mismo pero su cuerpo no quería responder, solo podía quedarse a la espera de que el aterrador ser no lo viera o si lo hacía que le perdonara la vida.
-No creo que sea seguro – Dijo Matt aún parado junto a las extrañas piedras, en un vano intento de esconderse – Deberíamos quedarnos aquí hasta que sea pleno día y marcharnos por el lado opuesto – No confiaba en las cosas mágicas, no confiaba en los bandidos, y por sobretodo no confiaba en guiarse por puro instinto, que era a su entender lo que Alice estaba haciendo.
Pero sus palabras parecían revotar contra la muchacha, estaba totalmente convencida de que todo estaría bien y saldrían pronto de allí. Matthew era más pesimista en relación a eso, mientras esperaban se quedó mirando hacia el horizonte, como si con tan solo el poder de su voluntad pudiera hacer que el sol se moviera más rápido. Cuando Alice anunció que iba a ir a echar un vistazo el humano solo asintió, nada de lo que le dijera iba a hacer que cambie de opinión.
Dejar ir a la dama por delante no sonaba muy caballeroso, pero Matthew consideraba que había hecho todo lo posible por evitar que lo haga, si a pesar de eso la muchacha había decidido salir, no veía motivos para arriesgar dos vidas en vano. Así que el estafador se quedó en la zona que aparentemente era segura, sin darse cuenta que su compañera estaba en peligro, y aunque lo hubiese sabido quizás no habría cambiado mucho su actitud.
Los minutos pasaban lentamente, y no había señal alguna de la chica, Matt estaba sentado, con la espalda apoyada contra una de las rocas, golpeteando con los dedos sobre su rodilla con algo de nerviosismo ¿Y si la habían encontrado? Quizás les dijera dónde estaba, quizás estarían llegando en ese preciso momento al claro. Se quedó escuchando en busca del más mínimo indicio de que alguien lo acechaba… Nada ¿Y si se había ido por su cuenta sin avisar? Eso era más probable, al fin y al cabo, no le debía nada.
El estafador se puso en pie y salió con mucho cuidado del claro donde se había refugiado, no sabía bien por donde se podría haber ido, ni tampoco donde podrían estar los bandidos, así que se movía haciendo el menor ruido posible, con la esperanza de pasar desapercibido y escapar así de ese maldito bosque.
“¡Esta ardiendo!” Escuchó que decía una voz de hombre, no era necesario tener demasiado oído para darse cuenta que era uno de los ladrones. Lo que Matthew no lograba entender era la expresión ¿Acaso habían prendido fuego a la muchacha? Eso era una bestialidad, y no veía el motivo de semejante canallada, no sacaban ningún beneficio de hacer algo así. Se acercó para ver qué había pasado y lo que encontró lo dejo sin palabras…
Frente a los bandidos se alzaba uno de los seres más majestuosos de la naturaleza, tanto era así que muchas personas creían que eran una leyenda, y es que a menos que los vieras con tus propios ojos nadie podría creer que semejante animal existía. Matthew sentía el cuerpo totalmente paralizado, luego de unos segundos sus piernas comenzaron a temblar y cayó sentado en el piso, sin poder terminar de entender lo que veían sus ojos. Con mucho tino los bandidos salieron corriendo de allí, y seguramente Matt hubiese hecho lo mismo pero su cuerpo no quería responder, solo podía quedarse a la espera de que el aterrador ser no lo viera o si lo hacía que le perdonara la vida.
Matthew Owens
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Re: Una noche tranquila... Tal vez [Libre]
La enorme criatura vio complacida como los bandidos huían despavoridos. Ya estaban muy lejos de su visión. No pensaba perseguirlos, con que se hubieran marchado era suficiente. Pero no podía revertir la transformación. No por el momento, al menos. Alice se paseó cautelosamente entre los árboles, abriéndose paso como podía. Cuando giro la vista hacia aquel lugar donde había estado escondida, se encontró con Matthew. Quiso preguntarle que hacia allí en aquellos momentos. Quiso decirle que se marchara, que no debía estar allí. pero no lo hizo. Tan solo se quedó observando al humano, como el pequeño ser que ahora era para ella. Había pasado algún tiempo desde la última vez que Alice se había convertido en dragón y ahora se sentía extraña de aquel modo. Todo parecía mucho más pequeño.
- No tienes por qué tener miedo -quiso decir. Aunque la tranquila actitud y los ahora lentos movimientos del dragón, podían habérselo dado a entender al joven.
Con cuidado, poco a poco se recostó sobre el suelo, clavando sus ojos ahora directamente en Matthew, que estaba a tan solo algunos metros de distancia. No había podido revertir la transformación todavía, pero, aunque pudiera tapo lo habría hecho frente a Matthew. Al fin y al cabo, no quería que el joven la viera desnuda, y era lo que siempre sucedía cuando recuperaba su forma humana. Agotada por la falta de costumbre y lo repentino de la trasformación, trato de alzarse nuevamente, y dando la espalda a Matthew comenzó a moverse, perdiéndose entre los árboles. A medida que andaba y se alejaba del humano, comenzaba s sentir como su cuerpo poco a poco se volvía más pequeño. Lo llegó a notar especialmente en sus extremidades. Y en que, dado que no apartaba la mirada del suelo, este parecía que iba acercándose cada vez más a su rostro. Sintió el frio de la noche sobre su piel desnuda en cuanto terminó su conversión. No sabía cuánto había caminado, pero estaba bastante lejos ya.
- No está bien que me haya marchado de este modo -pensó para si-. Pero por lo menos sé que estas a salvo y tendrás tiempo para seguir tu camino sin que te molesten.
Al menos era lo que ella quería pensar al respecto. Matthew la había ayudado, había hecho mucho por ella en aquella noche. Ella continuo su camino, sintiendo que le debía mucho a aquel joven. Y esperó volver a encontrarse con el nuevamente en el futuro, presentándose la oportunidad para que ella pudiera devolverle todo lo que había hecho por ella.
- No tienes por qué tener miedo -quiso decir. Aunque la tranquila actitud y los ahora lentos movimientos del dragón, podían habérselo dado a entender al joven.
Con cuidado, poco a poco se recostó sobre el suelo, clavando sus ojos ahora directamente en Matthew, que estaba a tan solo algunos metros de distancia. No había podido revertir la transformación todavía, pero, aunque pudiera tapo lo habría hecho frente a Matthew. Al fin y al cabo, no quería que el joven la viera desnuda, y era lo que siempre sucedía cuando recuperaba su forma humana. Agotada por la falta de costumbre y lo repentino de la trasformación, trato de alzarse nuevamente, y dando la espalda a Matthew comenzó a moverse, perdiéndose entre los árboles. A medida que andaba y se alejaba del humano, comenzaba s sentir como su cuerpo poco a poco se volvía más pequeño. Lo llegó a notar especialmente en sus extremidades. Y en que, dado que no apartaba la mirada del suelo, este parecía que iba acercándose cada vez más a su rostro. Sintió el frio de la noche sobre su piel desnuda en cuanto terminó su conversión. No sabía cuánto había caminado, pero estaba bastante lejos ya.
- No está bien que me haya marchado de este modo -pensó para si-. Pero por lo menos sé que estas a salvo y tendrás tiempo para seguir tu camino sin que te molesten.
Al menos era lo que ella quería pensar al respecto. Matthew la había ayudado, había hecho mucho por ella en aquella noche. Ella continuo su camino, sintiendo que le debía mucho a aquel joven. Y esperó volver a encontrarse con el nuevamente en el futuro, presentándose la oportunidad para que ella pudiera devolverle todo lo que había hecho por ella.
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