Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
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Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
La pasión es la fuente de nuestros mejores momentos, la alegría de vivir, la claridad del odio, y el éxtasis del dolor.
A veces duele más de lo que podemos soportar, si pudiéramos vivir sin pasión, tal vez encontraríamos algo de paz, pero estaríamos vacíos.
Habitaciones vacías, destartaladas y húmedas, sin pasión...
Estaríamos realmente muertos
El mar había golpeado la balsa a tantos kilómetros en la nada, tras días y noches sobreviviendo mientras el arrastre, fuerte e insistente le llevó hacia la otra parte del continente, lejos de su hogar y de todas las personas que le dedicaron una despedida. Ella que había sido un choque, que golpeo y destrozo todos aquellos corazones, que tras dos meses, le habría olvidado.A veces duele más de lo que podemos soportar, si pudiéramos vivir sin pasión, tal vez encontraríamos algo de paz, pero estaríamos vacíos.
Habitaciones vacías, destartaladas y húmedas, sin pasión...
Estaríamos realmente muertos
Era como la ceniza en un acantilado, el desgaste fuerte que desaparecería tras una pequeña brisa en el horizonte. Un buen empuje hacia la nueva vida, una nueva esperanza le había golpeado a continuar una vez con los pies en la tierra, insistente, fuerte ante las circunstancias.
Runa, a pesar de los contratiempos tendía a tener buena suerte, tras varios trechos se encontró con un viejo señor que se ofreció llevarla hasta la capital, en un carromato donde la miel se encontraba en viejas cajas de madera, un apicultor que le ofreció en tan poco tiempo una barra de pan, una cantimplora con agua y ropa nueva. Aquel entrañable anciano, le acercó hasta su origen, hacia las afueras de Lunargenta.
Observó su pie, en la entrada de la cuidad enladrillada, mientras volvía a captar el olor de las especias del mercado, el mejor mercado de armas del reinado, donde la diversidad se amontonaba en la calle. Meditaba, mientras comenzaba a caminar entre el gentío en cada una de las personas que dejaba atrás, en cómo cada uno de ellos se habría olvidado de su sonrisa, de su rostro iluminado en cada una de sus anécdotas explosivas.
Avanzó por las calles principales, recordando el nombre de Alanna Delteira. La mujer que arriesgó su vida, su secuestro casi fue el apagón de su alocada vida y ella arriesgo todo por una civil que había luchado en contra de algunos de sus compañeros. Había dejado sus rodillas caer pidiendo clemencia por una vida, que apenas conocía en manos de alguien que tenía de parentesco “de tía”. Alanna delteira, debía de visitarla para contarle que estaba viva.
En ocasiones, una persona no sabe cómo llevar las cosas, como debía explicarse, o manifestarse. Quizás la mejor opción era presentarse en silencio y ver cómo reacciona ante una persona, que se había apagado , habías tocado su fría mano en mar de lagrimas pensando que no regresaría, ¿cómo se podía explicar el regreso de una vida? .
Se presentó enfrente de la puerta del cuartel de la guardia, tomando todo el aire que sus pulmones le permitían, agarrando toda la fuerza y la única oportunidad de no huir, no tirar hacia atrás. Avanzó unos pasos, casi medio ida, cuando una mano golpeó su hombro de una forma desagradable.- No está permitido el paso a los civiles Exclamó uno de los guardias que se presentaba como un torreón frente a ella.
-¿Qué haces tarado? Tengo que entrar Rechistó Runa ante el golpe seco.
- Márchate, no pueden entrar civiles.
- ¿¡Estás loco!? ¡Tengo que ver a Alanna!
- No se encuentra aquí. La capitana se encuentra hospitalizada, así que márchate o tomaré medidas contra ti Volvió a responder el guardia, que sin importarle el afecto o la relación hacia ella, mientras observaba la cara de asombro de la ladrona mientras sentía que su mochila caía al suelo lentamente, volvía a intentar echarla de ahí como si de una peste se tratase.
No quería problemas nada más llegar, dio media vuelta hacia el hospital, en silencio, casi rezando que la chica no estuviera grave a pesar de aquella gran fortaleza que la caracterizada.
La gata, era una mujer dura de roer, y eso era una lección que tenía más que aprendida.
Runa Thorgil
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
Habían vuelto, Lunargenta, su hogar, esa ciudad perlada que se abría paso a través del horizonte, dando luz incluso a los días más oscuros. El sueño de su infancia, su hogar de adulta, el lugar donde había ganado y perdido tantas cosas que había perdido la cuenta de los dedos de sus manos. El camino había sido largo, costoso y agotador, su piel aun quemada por los días de sol escocía como si el fuego le lamiera la piel, las heridas de su espalda, latigazos marcados ya de por vida, no se borrarían con facilidad, tal vez tuvieran que usar algo para rellenar la piel, regenerarla. Había perdido tanto peso que se mareaba y la vista se le volvía borrosa, y su cara, fatigada y dolorida, reflejaba el paso de las semanas en esa apestosa celda. Tal vez por su aspecto deshecho se dasató el pánico al llegar a la guardia.
Caminaba directa al despacho del general cuando la vieron, mientras su cabeza aun estaba rumiando esa luna llena que había visto la última noche antes de regresar a Lunargenta, en una hacienda que era suya pero que no consideraba como tal, y ese granjero al que ya no sabía como nombrar, ¿amigo? no sabía si eso alcanzaba, pero, al final, solo eran eso, ¿no? Sus manos tocaron el colgante que llevaba al cuello y, al oír voces dentro del despacho, se sentó en un banco a reposar antes de dar el informe, pero hizo mal.
Un par de cadetes que pasaban por allí, la miraron, y, al reconocerla, se adentraron alterados en el despacho del jefe, que salió preocupado. Su padrastro, un hombre de ley que en cualquier otro momento habría reconocido que su tratamiento podía esperar, salió corriendo y ordenó que la llevasen al hospital de Lunargenta. Alanna lo miró exasperada, pero la preocupación del hombre parecía tan genuina que fue incapaz de protestar, y, de todos modos, le dolían mucho las piernas y la piel del cuerpo parecía un suplicio interminable.
Se dejó guiar al hospital en un carro mientras Meredith, por petición de su esposo y por voluntad propia, la acunaba. Alanna sonrió negando con la cabeza, se preocupaban demasiado, hacía mucho que había dejado de ser una niña. Entró al hospital bajo la atenta mirada y cuidados de su madrastra y al ver su placa y su aspecto la hicieron tumbar en una cama que rápidamente llevaron a una sala para que la pudieran examinar. Una mujer enjuta miró con detenimiento sus heridas y la hizo beber varios potingues extraños y de sabor amargo. Unos trapos pronto cubrieron su espalda y hombros, frescos, hicieron que sintiera un alivio inmediato de la enorme quemazón que le producían las heridas y las quemaduras de la piel.
- Gracias.- dijo cerrando los ojos, con alivio, mientras dejaban un vaso de agua a su lado, y se quedaba tumbada, quieta, boca bajo sin más cobertura que esa tela empapada de... algo.
- Estamos para eso, pero has tenido suerte, podría haberse infectado, parece que no te han tratado muy bien estos últimos tiempos.- comentó la mujer.
- Soy guardia, ¿cuando se nos trata bien?- bromeó intentando no recordar las imágenes de latigazos que solo habían sido detenidas por orden del antigua Sheik y la mujer que, con ayuda de Eltrant y la suya propia, se había alzado, después, con el mismo título.
- Eso también es cierto- respondió la mujer divertida.- No te muevas demasiado, en cinco minutos, más o menos, te olvidarás de que tenías nada en la espalda, solo te quedará un bonito moreno, algo de anemia y un poco de deshidratación, bebe mucha agua y come tanto como puedas durante un par de semanas, con eso debería bastar, vuelve en unos días para ver como avanzas.- le recomendó antes de salir de allí con una palangana de agua teñida de rojo. Su sangre, había solido mucho mientras limpiaba sus heridas, pero parecía que ya había terminado.
Miró el cuarto, ya vacío, de un blanco impoluto, mientras el fresco de la tela y el potingue hacía que se le cerrasen los ojos. Había unas cortinas de color azulado agitándose por el viento, un suave olor a lavanda cubría el cuarto y una puerta, la única, entreabierta, le permitió ver la cara de su rubia madrastra, que entró cerrando tras ella haciendo que ese aroma suave que flotaba en el cuarto se volviera más fuerte, su perfume. Sonrió cerrando los ojos, agradecía que la mujer se hubiera mantenido al margen durante la cura, no habría podido mantenerse fuerte si ella hubiera estado a su lado.
- Alanna, cielo...- murmuró la mujer tomando asiento a su lado.- Esta semana te quedarás en casa, hasta que estés mejor, ¿si?
- No puedo... lo sabes, tengo que presentar informes y hay nuevos cadetes a los que he de entrenar.- explicó abriendo los ojos.- Mer... no soy una niña, se cuidarme, y os visitaré todos los días si hace falta, pero no puedo.- le dijo con seriedad y una sonrisa camada.
- Se que no lo eres cariño, pero eres mi única hija, llevas más de un mes desaparecida, entre tu viaje al este, el barco y la misión en el arenal... no sabíamos nada de ti, pensamos que habías muerto, solo un par de cartas diciendo que te ibas de nuevo no son una prueba de vida...- La voz de la mujer se rompió un momento, y sus ojos se aguaron. Alanna alzó la mirada entristecida, tenía razón.
- Lo siento... yo...- ¿qué? ¿tenía que hacerlo eso era algo que Meredith ya sabía, no se lo estaba echando en cara, solo le estaba pidiendo que, si tenía que ponerse en riesgo de muerte, la dejase despedirse antes.- intentaré visitaros más, han sido meses de locura, perdóname.- dijo con sencillez.
- Gracias cariño.- sonrió la mujer mientras le acariciaba el pelo.- te ha crecido mucho, ya te pasa los hombros.- comentó mientras Alanna comenzaba a sentir los dedos ágiles de la mujer trenzándole los mechones castaños.
Habían, con esa charla, pasado los cinco minutos. La enfermera volvió y retiró la tela sonriendo satisfecha al ver la espalda, ya lisa, de la joven, y su piel, antes quemada, de un color claro. Aplicó la crema en su rostro, en los brazos, las piernas y el estomago, y la hizo reposar tres minutos más que se quedó hablando con ellas compartiendo opiniones y recomendaciones mientras Alanna bebía agua con su mano enguantada.
- Esa mano...- comentó entonces la mujer.
- No, esta... está bien, lo prometo.- sin demasiado convencimiento, la anciana se retiró, dejó a la chica quitarse lo que quedaba de mejunje en un baño impersonal y frío y finalmente, la dejó ir.
Saliendo del cuarto, con su piel ya clara y los latigazos cubiertos, se dirigieron a la guardia, Meredith se separó de ella con la promesa de que acudiría a cenar. Vio en la puerta de entrada un fantasma. Runa, no, no podía estar allí, murió frente a ella. El miedo, la esperanza y el estrés parecieron golpear su pecho con fuerza mientras veía a ese ser que parecía tan físico, tan real, tan tangible, que la hizo retroceder un par de pasos. Tragó saliva con pesadez, con su garganta firmemente cerrada y avanzó dudosa, un par de pasos.
La calle, vacía a su alrededor, era un lugar tan bueno como cualquier otro para comprobar si lo real eran los fantasmas, o los milagros. Se acercó temblorosa y alzó una mano para tocar el brazo de la chica, lo apretó un momento, sin duda, real. La miró a los ojos un solo instante y fue entonces cuando dio un salto. Abrazo a la joven por el cuello y retuvo las lágrimas, no había muerto, estaba allí, estaba viva, a salvo, estaba bien. No dijo una sola palabra, solo la abrazo con fuerza, temblando, con su delgado cuerpo pareciendo una hoja, ya habría tiempo para lloros más tarde, cuando estuviera sola en su casa, en ese momento, el shock solo le permitía abrazar a la joven y temblar, aliviada y feliz de que estuviera allí, de que estuviera de verdad.
Caminaba directa al despacho del general cuando la vieron, mientras su cabeza aun estaba rumiando esa luna llena que había visto la última noche antes de regresar a Lunargenta, en una hacienda que era suya pero que no consideraba como tal, y ese granjero al que ya no sabía como nombrar, ¿amigo? no sabía si eso alcanzaba, pero, al final, solo eran eso, ¿no? Sus manos tocaron el colgante que llevaba al cuello y, al oír voces dentro del despacho, se sentó en un banco a reposar antes de dar el informe, pero hizo mal.
Un par de cadetes que pasaban por allí, la miraron, y, al reconocerla, se adentraron alterados en el despacho del jefe, que salió preocupado. Su padrastro, un hombre de ley que en cualquier otro momento habría reconocido que su tratamiento podía esperar, salió corriendo y ordenó que la llevasen al hospital de Lunargenta. Alanna lo miró exasperada, pero la preocupación del hombre parecía tan genuina que fue incapaz de protestar, y, de todos modos, le dolían mucho las piernas y la piel del cuerpo parecía un suplicio interminable.
Se dejó guiar al hospital en un carro mientras Meredith, por petición de su esposo y por voluntad propia, la acunaba. Alanna sonrió negando con la cabeza, se preocupaban demasiado, hacía mucho que había dejado de ser una niña. Entró al hospital bajo la atenta mirada y cuidados de su madrastra y al ver su placa y su aspecto la hicieron tumbar en una cama que rápidamente llevaron a una sala para que la pudieran examinar. Una mujer enjuta miró con detenimiento sus heridas y la hizo beber varios potingues extraños y de sabor amargo. Unos trapos pronto cubrieron su espalda y hombros, frescos, hicieron que sintiera un alivio inmediato de la enorme quemazón que le producían las heridas y las quemaduras de la piel.
- Gracias.- dijo cerrando los ojos, con alivio, mientras dejaban un vaso de agua a su lado, y se quedaba tumbada, quieta, boca bajo sin más cobertura que esa tela empapada de... algo.
- Estamos para eso, pero has tenido suerte, podría haberse infectado, parece que no te han tratado muy bien estos últimos tiempos.- comentó la mujer.
- Soy guardia, ¿cuando se nos trata bien?- bromeó intentando no recordar las imágenes de latigazos que solo habían sido detenidas por orden del antigua Sheik y la mujer que, con ayuda de Eltrant y la suya propia, se había alzado, después, con el mismo título.
- Eso también es cierto- respondió la mujer divertida.- No te muevas demasiado, en cinco minutos, más o menos, te olvidarás de que tenías nada en la espalda, solo te quedará un bonito moreno, algo de anemia y un poco de deshidratación, bebe mucha agua y come tanto como puedas durante un par de semanas, con eso debería bastar, vuelve en unos días para ver como avanzas.- le recomendó antes de salir de allí con una palangana de agua teñida de rojo. Su sangre, había solido mucho mientras limpiaba sus heridas, pero parecía que ya había terminado.
Miró el cuarto, ya vacío, de un blanco impoluto, mientras el fresco de la tela y el potingue hacía que se le cerrasen los ojos. Había unas cortinas de color azulado agitándose por el viento, un suave olor a lavanda cubría el cuarto y una puerta, la única, entreabierta, le permitió ver la cara de su rubia madrastra, que entró cerrando tras ella haciendo que ese aroma suave que flotaba en el cuarto se volviera más fuerte, su perfume. Sonrió cerrando los ojos, agradecía que la mujer se hubiera mantenido al margen durante la cura, no habría podido mantenerse fuerte si ella hubiera estado a su lado.
- Alanna, cielo...- murmuró la mujer tomando asiento a su lado.- Esta semana te quedarás en casa, hasta que estés mejor, ¿si?
- No puedo... lo sabes, tengo que presentar informes y hay nuevos cadetes a los que he de entrenar.- explicó abriendo los ojos.- Mer... no soy una niña, se cuidarme, y os visitaré todos los días si hace falta, pero no puedo.- le dijo con seriedad y una sonrisa camada.
- Se que no lo eres cariño, pero eres mi única hija, llevas más de un mes desaparecida, entre tu viaje al este, el barco y la misión en el arenal... no sabíamos nada de ti, pensamos que habías muerto, solo un par de cartas diciendo que te ibas de nuevo no son una prueba de vida...- La voz de la mujer se rompió un momento, y sus ojos se aguaron. Alanna alzó la mirada entristecida, tenía razón.
- Lo siento... yo...- ¿qué? ¿tenía que hacerlo eso era algo que Meredith ya sabía, no se lo estaba echando en cara, solo le estaba pidiendo que, si tenía que ponerse en riesgo de muerte, la dejase despedirse antes.- intentaré visitaros más, han sido meses de locura, perdóname.- dijo con sencillez.
- Gracias cariño.- sonrió la mujer mientras le acariciaba el pelo.- te ha crecido mucho, ya te pasa los hombros.- comentó mientras Alanna comenzaba a sentir los dedos ágiles de la mujer trenzándole los mechones castaños.
Habían, con esa charla, pasado los cinco minutos. La enfermera volvió y retiró la tela sonriendo satisfecha al ver la espalda, ya lisa, de la joven, y su piel, antes quemada, de un color claro. Aplicó la crema en su rostro, en los brazos, las piernas y el estomago, y la hizo reposar tres minutos más que se quedó hablando con ellas compartiendo opiniones y recomendaciones mientras Alanna bebía agua con su mano enguantada.
- Esa mano...- comentó entonces la mujer.
- No, esta... está bien, lo prometo.- sin demasiado convencimiento, la anciana se retiró, dejó a la chica quitarse lo que quedaba de mejunje en un baño impersonal y frío y finalmente, la dejó ir.
Saliendo del cuarto, con su piel ya clara y los latigazos cubiertos, se dirigieron a la guardia, Meredith se separó de ella con la promesa de que acudiría a cenar. Vio en la puerta de entrada un fantasma. Runa, no, no podía estar allí, murió frente a ella. El miedo, la esperanza y el estrés parecieron golpear su pecho con fuerza mientras veía a ese ser que parecía tan físico, tan real, tan tangible, que la hizo retroceder un par de pasos. Tragó saliva con pesadez, con su garganta firmemente cerrada y avanzó dudosa, un par de pasos.
La calle, vacía a su alrededor, era un lugar tan bueno como cualquier otro para comprobar si lo real eran los fantasmas, o los milagros. Se acercó temblorosa y alzó una mano para tocar el brazo de la chica, lo apretó un momento, sin duda, real. La miró a los ojos un solo instante y fue entonces cuando dio un salto. Abrazo a la joven por el cuello y retuvo las lágrimas, no había muerto, estaba allí, estaba viva, a salvo, estaba bien. No dijo una sola palabra, solo la abrazo con fuerza, temblando, con su delgado cuerpo pareciendo una hoja, ya habría tiempo para lloros más tarde, cuando estuviera sola en su casa, en ese momento, el shock solo le permitía abrazar a la joven y temblar, aliviada y feliz de que estuviera allí, de que estuviera de verdad.
Alanna Delteria
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
Volvió de su propio shock, mientras los ojos de aquel descerebrado la observaba como si ella hubiera perdido el norte, solo se agacho a por sus cosas con dignidad y tan rápido a la vez de instintivo, echó el galope hacia las puertas del hospital, como siempre se decía con prisa pero ninguna pausa.
El día permanecía tranquilo, el sol estaba golpeando con bastante calor, la gente aprovechaba a salir el doble de lo que estaban acostumbrados por aquel repentino mal tiempo que estaba azotando días atrás. Debía tomar el atajo más sencillo para llegar cuanto antes allí, un atajo donde los empujones o la gente que se paraba en medio a hablar no era la mejor opción, por ello, como siempre los canalones eran la mejor opción.
Agarró de un saltó el canalón de la tienda de hechizos de la bruja Unknow y se impulsó sobre él para subir en aquellos reconocidos tejados, donde la mayoría de su vida recorrió para salvar su desastrosa pero divertida vida, una vez arriba se dispuso a caminar por el centro y comenzó a tomar impulso para saltar sobre el siguiente tejado, así repetidamente, mientras se acercaba poco a poco a la zona del hospital. Como siempre, uno se encuentra con viejos conocidos, y eso le ocurrió a Runa, tras saltar el sexto tejado observó al borracho herrero de la taberna que no paraba de fijarse sin ni siquiera pestañear un segundo su rostro.
--Tú estabas muerta...
La chica se paralizó sin saber que soltar de su boca, aquel hombre estaba temblando y no paraba de mirarla asombrado.
-¡Milagro! ¡Ya te lo contaré en otro momento Casi se burlo sin querer y sin dejar que nombrara más palabras , volvió a saltar al siguiente, hasta dar de una vez por todas con las puertas del hospital.
Una vez en el extremo del tejado, se agarró al borde del tejado y con sus propios pies se impulso para dar un salto más ligero al suelo, se sacudió su nueva ropa y caminó saliendo de aquella callejuela hacia las puertas en silencio, como una niña pequeña a la que acaban de regañar, con su cabeza baja y sus pies casi arrastrados por la obligación. Eran situaciones que ella odiaba, no era una mujer que le gustara demostrar tanto afecto ni tanto respeto hacia a nadie, pero a la mujer ante la que se presentaba a pesar de ser su enemigo natural, lo logró.
Iba a traspasar la puerta cuando una figura conocida le interrumpió, los ojos de la gata se agrandaron al ver su rostro, menos pálido que la última vez que la tocó. Alanna retrocedió unos pasos, y Runa comenzaba a pensar que quizás aquella mujer la estaba temiendo en ese mismo instante, o peor, quizás querría golpearla por pensar que había engañado a todo el mundo.
-Parece que hayas visto un muerto... Trato de sonreír dulcemente hacia la guarda que no hizo caso omiso ante su comentario y avanzó unos pasos hacia ella tocando su brazo. Ella notó que estaba asimilando que se encontraba viva, ciertamente era un verdadero shock aparecerse de golpe como si de un fantasma se tratase. Ni ella misma en ocasiones se creía todavía que había regresado tras la muerte.
Ay la muerte, que le iban a decir a ella sobre las historias de fantasmas y sobre la muerte, si tuvo el peor castigo de todos.
Ver a todos aquellos que la querían sufrir.
Alanna asintió con su cabeza como diciendo que era cierto lo que estaba viendo frente a ella, y se abalanzó sobre su cuello así dando un fuerte abrazo que en ese instante estaba rompiendo todos sus esquemas. El cuerpo de la guarda temblaba, quizás fuera la emoción, quizás por otra parte el dolor, por ello la ladrona subió sus brazos y la abrazó como pocas veces había hecho en la vida, regalándole lo más sincero que salía en ese momento de ella, tomándola entre sus brazos fuertemente mientras sonreía.
- Vine hasta aquí para agradecerte todo... Le susurro intentando mantener la calma.-Fui hasta al cuartel y no estabas, entonces yo... Su garganta quiso romperse en ese momento pero aguantó la compostura ante la gata que todavía permanecía callada.
-Alanna La nombró llamando su atención, agarrando sus finos hombros mientras su mirada grande se clavaba en ella.-Esto es tuyo... Le entregó la insignia de la guardia que dejó en sus manos hace dos meses atrás.
Una vez más, a pesar de su valentía frente a los problemas, Runa con el apodo de Thorgil, quería huir de lo sentimental.
El día permanecía tranquilo, el sol estaba golpeando con bastante calor, la gente aprovechaba a salir el doble de lo que estaban acostumbrados por aquel repentino mal tiempo que estaba azotando días atrás. Debía tomar el atajo más sencillo para llegar cuanto antes allí, un atajo donde los empujones o la gente que se paraba en medio a hablar no era la mejor opción, por ello, como siempre los canalones eran la mejor opción.
Agarró de un saltó el canalón de la tienda de hechizos de la bruja Unknow y se impulsó sobre él para subir en aquellos reconocidos tejados, donde la mayoría de su vida recorrió para salvar su desastrosa pero divertida vida, una vez arriba se dispuso a caminar por el centro y comenzó a tomar impulso para saltar sobre el siguiente tejado, así repetidamente, mientras se acercaba poco a poco a la zona del hospital. Como siempre, uno se encuentra con viejos conocidos, y eso le ocurrió a Runa, tras saltar el sexto tejado observó al borracho herrero de la taberna que no paraba de fijarse sin ni siquiera pestañear un segundo su rostro.
--Tú estabas muerta...
La chica se paralizó sin saber que soltar de su boca, aquel hombre estaba temblando y no paraba de mirarla asombrado.
-¡Milagro! ¡Ya te lo contaré en otro momento Casi se burlo sin querer y sin dejar que nombrara más palabras , volvió a saltar al siguiente, hasta dar de una vez por todas con las puertas del hospital.
Una vez en el extremo del tejado, se agarró al borde del tejado y con sus propios pies se impulso para dar un salto más ligero al suelo, se sacudió su nueva ropa y caminó saliendo de aquella callejuela hacia las puertas en silencio, como una niña pequeña a la que acaban de regañar, con su cabeza baja y sus pies casi arrastrados por la obligación. Eran situaciones que ella odiaba, no era una mujer que le gustara demostrar tanto afecto ni tanto respeto hacia a nadie, pero a la mujer ante la que se presentaba a pesar de ser su enemigo natural, lo logró.
Iba a traspasar la puerta cuando una figura conocida le interrumpió, los ojos de la gata se agrandaron al ver su rostro, menos pálido que la última vez que la tocó. Alanna retrocedió unos pasos, y Runa comenzaba a pensar que quizás aquella mujer la estaba temiendo en ese mismo instante, o peor, quizás querría golpearla por pensar que había engañado a todo el mundo.
-Parece que hayas visto un muerto... Trato de sonreír dulcemente hacia la guarda que no hizo caso omiso ante su comentario y avanzó unos pasos hacia ella tocando su brazo. Ella notó que estaba asimilando que se encontraba viva, ciertamente era un verdadero shock aparecerse de golpe como si de un fantasma se tratase. Ni ella misma en ocasiones se creía todavía que había regresado tras la muerte.
Ay la muerte, que le iban a decir a ella sobre las historias de fantasmas y sobre la muerte, si tuvo el peor castigo de todos.
Ver a todos aquellos que la querían sufrir.
Alanna asintió con su cabeza como diciendo que era cierto lo que estaba viendo frente a ella, y se abalanzó sobre su cuello así dando un fuerte abrazo que en ese instante estaba rompiendo todos sus esquemas. El cuerpo de la guarda temblaba, quizás fuera la emoción, quizás por otra parte el dolor, por ello la ladrona subió sus brazos y la abrazó como pocas veces había hecho en la vida, regalándole lo más sincero que salía en ese momento de ella, tomándola entre sus brazos fuertemente mientras sonreía.
- Vine hasta aquí para agradecerte todo... Le susurro intentando mantener la calma.-Fui hasta al cuartel y no estabas, entonces yo... Su garganta quiso romperse en ese momento pero aguantó la compostura ante la gata que todavía permanecía callada.
-Alanna La nombró llamando su atención, agarrando sus finos hombros mientras su mirada grande se clavaba en ella.-Esto es tuyo... Le entregó la insignia de la guardia que dejó en sus manos hace dos meses atrás.
Una vez más, a pesar de su valentía frente a los problemas, Runa con el apodo de Thorgil, quería huir de lo sentimental.
¿Cuántas veces nos preguntamos si somos dignos de quienes nos acompañan?
Sin embargo, con todos nuestros defectos son personas que jamás se separan de nuestro lado,
Como pequeñas lámparas que dan combustión a la nuestra
Sin embargo, con todos nuestros defectos son personas que jamás se separan de nuestro lado,
Como pequeñas lámparas que dan combustión a la nuestra
Runa Thorgil
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
La sintió cálida, como la brisa que envolvía la ciudad de los sueños, la sintió respirar como el mar cuando rompe las olas, la sintió moverse para devolverle el abrazo, como las ramas de los árboles cuando se mecen, en definitiva, la sintió viva. Tan viva que parecía irreal. ¿Cuántas veces tendría la suerte de recuperar a personas de la muerte? Porque para ella, esa era la segunda vez que alguien resucitaba, fuera o no cierto que habían muerto, para ella, era la segunda vez que ocurría semejante milagro. Primero su hermana, y ahora Runa.
Alanna temblaba casi imperceptiblemente aguantando las lágrimas, no, ella no lloraba, ya había llorado bastante en poco tiempo, se suponía que era una mujer fuerte, dura, era, al final, una guardia de Lunargenta, y no cualquier guardia, era La Gata, la primera de su promoción, la que había sido entrenada por uno de los maestros retirados más famosos, era mitd guardia mitad ladrona, el guante blanco de la ley que se ocultaba en las sombras, la hijastra de un general y una confidente, la confidente con más prestigio en el gremio, con contactos, incluso, en las zonas más bajas y sucias de Aerandir, definitivamente, ella no era una mujer de lágrimas, no lo había sido desde hacía mucho tiempo. Parecía haberse vuelto más débil de unos meses atrás, pero no, ya no lloraba, no de nuevo.
Respiró hondo intentando controlar esos temblores, que fueron reduciendose cuando escuchó la voz de su prima en su oído, casi rota, y sonrió, otra chica dura, no tendrían relación de sangre, pero se parecían más de lo que creían, a pesar de que la altura de Runa fuera mayor, a pesar de que sus ojos fueran más oscuros y su piel estuviera menos surcada por heridas, eran iguales, no solían expresarse con sencillez, aunque sus estilos fueran distintos, ambas guardaban más secretos de los que contaban, confiaban poco en la gente y necesitaban saber que, en quien lo hacían, podía ser ciegamente, y, sobretodo, no les gustaba llorar.
Se separó con suavidad de la antigua ladrona y le sonrió con calma mientras ella le cogía los hombros con seriedad y le devolvía la insignia que le había dado a ella antes de que la dejasen flotar hacia el Valhalla. Alanna miró el trozo de metal que debería estar frío y, en cambio, se notaba cálido al tacto, debía haber estado apretándolo con fuerza. Con una breve negación, la guardia abrió el enganche que hacía que la insignia de escudo corona y alas pudiera prenderse de la ropa, y la enganchó al pecho de la ladrona reformada con una breve negación.
- No te confundas, es tuya.- dijo cerrando el clip.- Yo te la entregué, pero no te la concedí, te la ganaste, por tus servicios al pueblo siendo una simple ciudadana, por tu interés por tu preocupación, por tu implicación, Runa, ya no eres una ladrona, eres guardia, ahora, eres una guardia de Lunargenta.- Le sonrió mirándola seriamente a los ojos.- La guardia que resucitó, supongo que eres nuestro fénix.- dijo dejándo que una pequeña luz de burla dulcificara su gesto.- Bienvenida a la guardia Runa Thorgil. Preparate para que te tome mucho el pelo.- bromeó.- aunque antes debo contarte algunas cosas...- suspiró cansada.- ¿Vienes? iba a ir a tomar un baño a las termas- la invitó con un gesto.- podemos hablar allí, con la insignia tenemos pase VIP.- bromeó nuevamente con un guiño, mostrando las alas plateadas que llevaba enganchada a la tela de su uniforme.
Alanna temblaba casi imperceptiblemente aguantando las lágrimas, no, ella no lloraba, ya había llorado bastante en poco tiempo, se suponía que era una mujer fuerte, dura, era, al final, una guardia de Lunargenta, y no cualquier guardia, era La Gata, la primera de su promoción, la que había sido entrenada por uno de los maestros retirados más famosos, era mitd guardia mitad ladrona, el guante blanco de la ley que se ocultaba en las sombras, la hijastra de un general y una confidente, la confidente con más prestigio en el gremio, con contactos, incluso, en las zonas más bajas y sucias de Aerandir, definitivamente, ella no era una mujer de lágrimas, no lo había sido desde hacía mucho tiempo. Parecía haberse vuelto más débil de unos meses atrás, pero no, ya no lloraba, no de nuevo.
Respiró hondo intentando controlar esos temblores, que fueron reduciendose cuando escuchó la voz de su prima en su oído, casi rota, y sonrió, otra chica dura, no tendrían relación de sangre, pero se parecían más de lo que creían, a pesar de que la altura de Runa fuera mayor, a pesar de que sus ojos fueran más oscuros y su piel estuviera menos surcada por heridas, eran iguales, no solían expresarse con sencillez, aunque sus estilos fueran distintos, ambas guardaban más secretos de los que contaban, confiaban poco en la gente y necesitaban saber que, en quien lo hacían, podía ser ciegamente, y, sobretodo, no les gustaba llorar.
Se separó con suavidad de la antigua ladrona y le sonrió con calma mientras ella le cogía los hombros con seriedad y le devolvía la insignia que le había dado a ella antes de que la dejasen flotar hacia el Valhalla. Alanna miró el trozo de metal que debería estar frío y, en cambio, se notaba cálido al tacto, debía haber estado apretándolo con fuerza. Con una breve negación, la guardia abrió el enganche que hacía que la insignia de escudo corona y alas pudiera prenderse de la ropa, y la enganchó al pecho de la ladrona reformada con una breve negación.
- No te confundas, es tuya.- dijo cerrando el clip.- Yo te la entregué, pero no te la concedí, te la ganaste, por tus servicios al pueblo siendo una simple ciudadana, por tu interés por tu preocupación, por tu implicación, Runa, ya no eres una ladrona, eres guardia, ahora, eres una guardia de Lunargenta.- Le sonrió mirándola seriamente a los ojos.- La guardia que resucitó, supongo que eres nuestro fénix.- dijo dejándo que una pequeña luz de burla dulcificara su gesto.- Bienvenida a la guardia Runa Thorgil. Preparate para que te tome mucho el pelo.- bromeó.- aunque antes debo contarte algunas cosas...- suspiró cansada.- ¿Vienes? iba a ir a tomar un baño a las termas- la invitó con un gesto.- podemos hablar allí, con la insignia tenemos pase VIP.- bromeó nuevamente con un guiño, mostrando las alas plateadas que llevaba enganchada a la tela de su uniforme.
Alanna Delteria
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
Nunca un abrazo había demostrado tanto, como agarrar con firmeza ante una persona que casi se desvanecía por la eternidad debía de ser tan reconfortante, como el olor de un libro nuevo a punto de estrenarse, el olor de tierra mojada cuando llovía en el campo, o el olor a hierba recién cortada por las hoces de los granjeros. Era tal lento el momento en el que la muchacha le entrego la insignia que pudo contemplar con claridad y atención cada uno de los gestos faciales que le dedicaba.
Aparte de negarle le contesto que esa insignia se la había ganado, por ser una gran ciudadana y cumplir con la orden. Runa, se extraño ante su comentario, una persona que robaba aunque fuera para sobrevivir o para vengar a personas como ella tampoco se le consideraba heroína.Podía llamarla heroína por alistarse de apoyo en Roilkat, por salvar la vida de una niña suicida que no conocía el acto de toda consecuencia.
Runa Thorgil, no se consideraba buena, aunque tampoco creía que realmente fuera una villana.
La gata con cariño, clavó la insignia en su traje, mencionando que ella ya no pertenecía a su antigua vida, ya no era una forajida para las personas con las que trabajaría a partir de ahora, no sería la noche, ya no se rodearía de su mugriento grupo de borrachos un poco descarados, pero al fin de cuentas , siempre fieles entre si mismos. Runa, se uniría a sus enemigos naturales, no muy convencida, para actuar en el bien, para demostrar y ayudar a niños como ella que se puede cambiar de vida.
-Te noto más habladora y bromista conmigo que de costumbre Respondió al comentario de las aguas termales.
Le asintió con una sonrisa y comenzó la andanza hacia la zona centro de la ciudad, todavía a muchas calles de distancia quedaban, mientras tenían la oportunidad de pasar cerca de las tiendas de modistas de tanto privilegio, los cuales solo atendían a duques y simplemente la realeza. Así mientras continuaban, veían expuestos aquellos hermosos vestidos dorados tan altos de presupuesto.-Decías que tenias que contarme... Interrumpió el silencio mientras su mirada estaba dirigida al suelo.-Supongo que este tiempo han pasado tantas cosas.. Terminó la frase casi suspirando.
-¿Sabes Alanna? Últimamente la vida me trae muchas sorpresas. ¿Como están todos? y subió la mirada hacia los ojos de la gata, quien aun trataba de contener sus nervios.
Aparte de negarle le contesto que esa insignia se la había ganado, por ser una gran ciudadana y cumplir con la orden. Runa, se extraño ante su comentario, una persona que robaba aunque fuera para sobrevivir o para vengar a personas como ella tampoco se le consideraba heroína.Podía llamarla heroína por alistarse de apoyo en Roilkat, por salvar la vida de una niña suicida que no conocía el acto de toda consecuencia.
Runa Thorgil, no se consideraba buena, aunque tampoco creía que realmente fuera una villana.
La gata con cariño, clavó la insignia en su traje, mencionando que ella ya no pertenecía a su antigua vida, ya no era una forajida para las personas con las que trabajaría a partir de ahora, no sería la noche, ya no se rodearía de su mugriento grupo de borrachos un poco descarados, pero al fin de cuentas , siempre fieles entre si mismos. Runa, se uniría a sus enemigos naturales, no muy convencida, para actuar en el bien, para demostrar y ayudar a niños como ella que se puede cambiar de vida.
-Te noto más habladora y bromista conmigo que de costumbre Respondió al comentario de las aguas termales.
Le asintió con una sonrisa y comenzó la andanza hacia la zona centro de la ciudad, todavía a muchas calles de distancia quedaban, mientras tenían la oportunidad de pasar cerca de las tiendas de modistas de tanto privilegio, los cuales solo atendían a duques y simplemente la realeza. Así mientras continuaban, veían expuestos aquellos hermosos vestidos dorados tan altos de presupuesto.-Decías que tenias que contarme... Interrumpió el silencio mientras su mirada estaba dirigida al suelo.-Supongo que este tiempo han pasado tantas cosas.. Terminó la frase casi suspirando.
-¿Sabes Alanna? Últimamente la vida me trae muchas sorpresas. ¿Como están todos? y subió la mirada hacia los ojos de la gata, quien aun trataba de contener sus nervios.
Runa Thorgil
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
Sonrió con timidez, mientras seguía andando. Ciertamente, estaba más habladora, pero era lógico, se sentía nerviosa. Podía tratar con cualquier cargo de la nobleza, podía enfrentar a mil bandidos, podía insultar a quien se le pusiera delante si esta persona se lo merecía, podía, era capaz de hablar de mil formas en dos millones de situaciones diferentes. Pero cuando los sentimientos estaban en juego, había demostrado más de una vez que las palabras no eran el mejor modo que tenía de expresarse. Se volvía torpe, tímida, dudosa. Parecía ser otra persona. No podía decirle "gracias a su padrastro y a su madrastra" no había podido decirle a Elise que la necesitaba a su lado, no podía decirle a Eltrant... no podía, ni a Runa que eran familia, y que para ella desde hacía tiempo, era como una hermana de la que se sentía responsable y a quien quería ayudar y ofrecer lo que tanto necesitaba cualquier persona, una familia, una familia que, al final, era más de runa que suya.
- Lo siento.- Se disculpó con timidez.- es algo complicado de explicar, por eso quiero que estemos sentadas y con tiempo, es algo largo.- le dijo.
Siguió andando y se paró frente a la puerta de madera maciza con tres escalones y los subió llaves en mano abriendo la puerta de su pequeña casita, tenía que coger ropa. Hizo un gesto a Runa para que pasara y se sentase en una de las cuatro sillas que tenía la pequeña mesa de la cocina donde lo hacía todo, desde escribir los informes desayunar. El sitio, limpio y ordenado, pero pequeño, no era nada del otro mundo, y ciertamente, tenía muchas cosas para cambiar, o, al menos, para hacer una limpieza a fondo. Sonrió pidiéndole unos momentos de espera y entró a su cuarto.
- Están... bien, creo.- dijo.- Llevo fuera cerca de un mes.- confesó.- no he podido ver a casi nadie. Schott... le vi en un barco, estaba... bien, creo, más apagado que de costumbre.- confesó.- Ashryn... me separé de ella por trabajo, espero que esté bien.- dijo en un murmullo.- al único que he visto más es a Eltrant.- sonrió un poco.- me salvó, así que... creo que la que no estaba bien era yo.- rió un poco tocándose el pecho, recordando cada punzada que le daba cuando se sentía tensa o en peligro.
Abrió el armario y sacó dos mudas, dos pantalones y dos camisas, un par más grande que el otro, después de todo, Runa era bastante más alta que ella, y no sabía si su ropa era lo bastante grande, suponía que si, probablemente la chica prefiriese su propia ropa, pero era lo más que podía hacer de momento si no quería retrasarse. Metió en dos bolsas de tela las prendas antes de salir y tenderle una a Runa.
- Vamos, te lo explicaré todo al llegar.- prometió saliendo de la casa y dejando que Runa la siguiera antes de cerrar la puerta y continuar el camino.- dime... ¿qué...? ¿Qué ha pasado? Te vi... estabas fría, no... ¿cómo?- preguntó sonriendo, incrédula pero feliz de tener allí a su amiga.
El camino se hizo corto mientras escuchaba la historia de la joven y, finalmente, llegaron a la entrada de los baños. Un cartel rezaba “Casa de baños Lago de la Luna” Una pequeña publicidad, probablemente engañosa, y más procedente del boca a boca que de algo dicho realmente por los dueños de la casa, decía que el agua que llenaba las inmensas tinas procedía directamente del lago que daba nombre al lugar.
Sonrió e hizo un gesto para que Runa entrase con ella y la imitara. Desenganché su insignia del pecho y la mostró a los dueños, que, sin más que un asentimiento, sonrieron dándole la bienvenida y le tendieron una llave par guardar sus cosas, hicieron lo mismo con Runa y les permitieron pasar a una sala llena de taquillas.
Alanna, sabiendo que luego tendría frío, cogió la más cercana a las tinas que había, y guardó allí sus cosas cogiendo la toalla que había metido en su bolsa. Se quitó la ropa dejándola dentro de la taquilla de madera y se envolvió con la toalla antes de abrir la puerta y dejar que el vapor cálido la golpease.
Caminó con cuidado para no resbalarse y, cuando llegó a la inmensa tina que se llenaba con el agua que caía desde unas gárgolas con forma de luna, la dejó sobre un banco y se sumergió poco a poco dejando que el calor le enrojeciera la piel, dolorida como había estado por su larga estancia en el desierto. Respiró hondo. ¿Cómo iba a empezar?
- Lo siento.- Se disculpó con timidez.- es algo complicado de explicar, por eso quiero que estemos sentadas y con tiempo, es algo largo.- le dijo.
Siguió andando y se paró frente a la puerta de madera maciza con tres escalones y los subió llaves en mano abriendo la puerta de su pequeña casita, tenía que coger ropa. Hizo un gesto a Runa para que pasara y se sentase en una de las cuatro sillas que tenía la pequeña mesa de la cocina donde lo hacía todo, desde escribir los informes desayunar. El sitio, limpio y ordenado, pero pequeño, no era nada del otro mundo, y ciertamente, tenía muchas cosas para cambiar, o, al menos, para hacer una limpieza a fondo. Sonrió pidiéndole unos momentos de espera y entró a su cuarto.
- Están... bien, creo.- dijo.- Llevo fuera cerca de un mes.- confesó.- no he podido ver a casi nadie. Schott... le vi en un barco, estaba... bien, creo, más apagado que de costumbre.- confesó.- Ashryn... me separé de ella por trabajo, espero que esté bien.- dijo en un murmullo.- al único que he visto más es a Eltrant.- sonrió un poco.- me salvó, así que... creo que la que no estaba bien era yo.- rió un poco tocándose el pecho, recordando cada punzada que le daba cuando se sentía tensa o en peligro.
Abrió el armario y sacó dos mudas, dos pantalones y dos camisas, un par más grande que el otro, después de todo, Runa era bastante más alta que ella, y no sabía si su ropa era lo bastante grande, suponía que si, probablemente la chica prefiriese su propia ropa, pero era lo más que podía hacer de momento si no quería retrasarse. Metió en dos bolsas de tela las prendas antes de salir y tenderle una a Runa.
- Vamos, te lo explicaré todo al llegar.- prometió saliendo de la casa y dejando que Runa la siguiera antes de cerrar la puerta y continuar el camino.- dime... ¿qué...? ¿Qué ha pasado? Te vi... estabas fría, no... ¿cómo?- preguntó sonriendo, incrédula pero feliz de tener allí a su amiga.
El camino se hizo corto mientras escuchaba la historia de la joven y, finalmente, llegaron a la entrada de los baños. Un cartel rezaba “Casa de baños Lago de la Luna” Una pequeña publicidad, probablemente engañosa, y más procedente del boca a boca que de algo dicho realmente por los dueños de la casa, decía que el agua que llenaba las inmensas tinas procedía directamente del lago que daba nombre al lugar.
Sonrió e hizo un gesto para que Runa entrase con ella y la imitara. Desenganché su insignia del pecho y la mostró a los dueños, que, sin más que un asentimiento, sonrieron dándole la bienvenida y le tendieron una llave par guardar sus cosas, hicieron lo mismo con Runa y les permitieron pasar a una sala llena de taquillas.
Alanna, sabiendo que luego tendría frío, cogió la más cercana a las tinas que había, y guardó allí sus cosas cogiendo la toalla que había metido en su bolsa. Se quitó la ropa dejándola dentro de la taquilla de madera y se envolvió con la toalla antes de abrir la puerta y dejar que el vapor cálido la golpease.
Caminó con cuidado para no resbalarse y, cuando llegó a la inmensa tina que se llenaba con el agua que caía desde unas gárgolas con forma de luna, la dejó sobre un banco y se sumergió poco a poco dejando que el calor le enrojeciera la piel, dolorida como había estado por su larga estancia en el desierto. Respiró hondo. ¿Cómo iba a empezar?
Alanna Delteria
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
Llegaban los momentos de las explicaciones, tras haberse pasado por la casa de Alanna e intercambiar pequeñas historias, datos sobre que había sido de ambas, de los demás, de como se calmó aquella guerra que los estaba torturando mientras ella desapareció.
El camino dio hacia la Casa delos baños Luna,un lugar que al parecer las aguas termales decían las malas lenguas que no provenían del mismo lago que el nombre del local indicaba, un sitio donde ella no tuvo el placer de introducir el pie para relajarse, ni siquiera para cometer uno de sus actos de fechoría, Runa no conocía ni lujos, ni aguas que no fueran frías.
Siguió a Alanna mostrando la insignia a los dueños y estos le dieron el permiso hacia los vestuarios donde tenían taquillas de madera, unas taquillas un poco viejas y desgastadas por la cantidad de gente que debía pasar por el mismo lugar, rayadas con nombres de amantes escondidos por la penumbra de sus familias o soldados conocidos hasta en las más mugrientas callejuelas de Lunargenta.
Runa dejó su ropa en la taquilla y procedió a entrar a la sala, una sala donde el vaho te golpeaba el rostro al cambio fuerte de temperatura. Primero metió su pie derecho con cuidado, comprobaba que realmente estaba caliente y se atrevió a meter más de su pierna, después fue valiente y metió todo su cuerpo de golpe, así quedando sumergida en el agua.
Sumergió su cabeza, dejando que el poco aire creara burbujas hacia la superficie, pensando en que tipo de cosas se había perdido por no ser una guardia como los demás, por haber nacido con una desdichada madre que trataba de asesinarla y tener que haber sobrevivido por tanto tiempo bajo el manto de las estrellas, y sin casi sin aire salió de nuevo para ver el rostro serio de Alanna frente a ella, una mujer que aparentaba templanza pero parecía inquietarle un asunto.
-Alanna... La nombró con seriedad -El hombre que estaba a tu lado cuando estaba en la barca... Quiso tratar de formular una pregunta curiosa pero ella misma se freno.
Tan solo chapoteo resoplando como una niña pequeña y relajo su cuerpo en el borde mirando hacia el techo.-¿Qué es aquello que tenías que decirme? Contaba cada gota que se formaba arriba y no caía por su propio peso.-Aunque sea malo , dímelo al momento. Puedo soportar cualquier cosa Añadía incrédula ante la situación.
El camino dio hacia la Casa delos baños Luna,un lugar que al parecer las aguas termales decían las malas lenguas que no provenían del mismo lago que el nombre del local indicaba, un sitio donde ella no tuvo el placer de introducir el pie para relajarse, ni siquiera para cometer uno de sus actos de fechoría, Runa no conocía ni lujos, ni aguas que no fueran frías.
Siguió a Alanna mostrando la insignia a los dueños y estos le dieron el permiso hacia los vestuarios donde tenían taquillas de madera, unas taquillas un poco viejas y desgastadas por la cantidad de gente que debía pasar por el mismo lugar, rayadas con nombres de amantes escondidos por la penumbra de sus familias o soldados conocidos hasta en las más mugrientas callejuelas de Lunargenta.
Runa dejó su ropa en la taquilla y procedió a entrar a la sala, una sala donde el vaho te golpeaba el rostro al cambio fuerte de temperatura. Primero metió su pie derecho con cuidado, comprobaba que realmente estaba caliente y se atrevió a meter más de su pierna, después fue valiente y metió todo su cuerpo de golpe, así quedando sumergida en el agua.
Sumergió su cabeza, dejando que el poco aire creara burbujas hacia la superficie, pensando en que tipo de cosas se había perdido por no ser una guardia como los demás, por haber nacido con una desdichada madre que trataba de asesinarla y tener que haber sobrevivido por tanto tiempo bajo el manto de las estrellas, y sin casi sin aire salió de nuevo para ver el rostro serio de Alanna frente a ella, una mujer que aparentaba templanza pero parecía inquietarle un asunto.
-Alanna... La nombró con seriedad -El hombre que estaba a tu lado cuando estaba en la barca... Quiso tratar de formular una pregunta curiosa pero ella misma se freno.
Tan solo chapoteo resoplando como una niña pequeña y relajo su cuerpo en el borde mirando hacia el techo.-¿Qué es aquello que tenías que decirme? Contaba cada gota que se formaba arriba y no caía por su propio peso.-Aunque sea malo , dímelo al momento. Puedo soportar cualquier cosa Añadía incrédula ante la situación.
Runa Thorgil
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
El vapor llenaba la estancia, el agua cubría los hombros quemados de la chica haciendo que una mueca, entre dolorida y reconfortada, se hubiera quedado pegada al rostro de la guardia de hondas castañas, que, aun con la cabeza dándole vueltas, girando alrededor del cómo iba a conseguir contarle a su compañera que tenían parentesco, se sumergió por completo, atreviéndose a abrir los ojos bajo el agua, mirando una de las lunas que dejaban caer el agua caliente en la inmensa tina.
Se dejó flotar soltando el aire que había retenido y se volvió a sentar, respirando hondo recuperando el oxígeno de sus pulmones, en busca de Runa, seguía sin tener claro como empezar a hablar, las cosas eran complicadas, y el calor no parecía ser de ayuda, aunque su piel ciertamente agradecía la humedad en contraste al calor seco del desierto en el que se había visto cautiva. Fue entonces cuando localizó, no muy lejos, unas burbujas, probablemente era allí donde estaba la otra chica.
Alanna soltó sus mechones húmedos y alzó los brazos hacia el techo intentando relajar la tensión de sus hombros, lo mejor sería soltarlo, y quitarse de encima ese peso que aun llevaba, había sido tal la sorpresa y la alegría al ver a la chica que aun dudaba de como actuar, de si realmente estaba ahí o de si la mandaría a pastar barro por la sola insinuación de quién o qué era el hombre que, en lugar de acoger a su propia sobrina, había criado a una desconocida.
Empezaba a subirle dolor de cabeza, ella sabía de las implicaciones que había tenido el hombre para no poder acoger a Runa en su momento, pero eso no hacía que todo fuera menos inverosímil y ridículo, ¿cómo no encontrar a alguien que ha vivido en la misma ciudad durante toda la vida? Fácil, o no había buscado bien, o no se había interesado en buscar, al final, había sido la menos implicada, una invitada en la familia, como quien decía, la que finalmente había dado con la hija pródiga, y estaba dispuesta a llevarla a casa.
Giró al oí la voz de Runa mientras dejaba los brazos apoyados en el mármol que rodeaba la enorme bañera y dejando caer hacia atrás la cabeza, lanzó un suspiro escuchando atenta las preguntas de la chica, dispuesta a hablar, sobretodo porque, sin saberlo, le había dado el modo perfecto de empezar la conversación más desagradable que debía haber tenido hasta el momento, superando, incluso, al horrible momento de "antes de llover gotea" que habían compartido en una charla Meredith y ella tiempo atrás, cuando la chica había decidido irse a vivir sola. Sonrió y se giró nuevamente mirando hacia la puerta.
- Ese hombre es de quien quiero hablar.- murmuró pataleando en el agua, intentando que el ejercicio calmase sus nervios.- más o menos.- suspiró y miró a la chica.- Runa, tu sabes que soy adoptada, ¿verdad? Una pareja que no podía tener hijos me acogió cuando estuve en el orfanato.- Esperó una reacción de la chica, y siguió hablando sentándose nuevamente dejando que el agua se calmase a su alrededor y notando el agua cubrir sus hombros.- Bien, ese hombre estuvo a punto de acoger a su sobrina, pero la chica desapareció antes de que pudiera encontrarla.- Tomo aire llenando sus pulmones.- Su sobrina es hija de una bruja y un guardia, su padre murió, su madre la odia, y me acompañó a su funeral antes de encontrarla hoy, nuevamente, y traerla aquí.- Esperaba que eso hubiera sido lo bastante claro, no obstante, prefiero asegurarse, y, con un suspiro profundo, intentó sonreír sin tener claro como se tomaría la noticia la chica.- Runa, La persona que estuvo a mi lado en tu funeral, era mi padrastro, el hermano de tu padre, él es tu tío.- Se mordió el labio y apartó la mirada esperando que la joven pudiera absorber la información.- Eso era lo que... quería decir.
Se dejó flotar soltando el aire que había retenido y se volvió a sentar, respirando hondo recuperando el oxígeno de sus pulmones, en busca de Runa, seguía sin tener claro como empezar a hablar, las cosas eran complicadas, y el calor no parecía ser de ayuda, aunque su piel ciertamente agradecía la humedad en contraste al calor seco del desierto en el que se había visto cautiva. Fue entonces cuando localizó, no muy lejos, unas burbujas, probablemente era allí donde estaba la otra chica.
Alanna soltó sus mechones húmedos y alzó los brazos hacia el techo intentando relajar la tensión de sus hombros, lo mejor sería soltarlo, y quitarse de encima ese peso que aun llevaba, había sido tal la sorpresa y la alegría al ver a la chica que aun dudaba de como actuar, de si realmente estaba ahí o de si la mandaría a pastar barro por la sola insinuación de quién o qué era el hombre que, en lugar de acoger a su propia sobrina, había criado a una desconocida.
Empezaba a subirle dolor de cabeza, ella sabía de las implicaciones que había tenido el hombre para no poder acoger a Runa en su momento, pero eso no hacía que todo fuera menos inverosímil y ridículo, ¿cómo no encontrar a alguien que ha vivido en la misma ciudad durante toda la vida? Fácil, o no había buscado bien, o no se había interesado en buscar, al final, había sido la menos implicada, una invitada en la familia, como quien decía, la que finalmente había dado con la hija pródiga, y estaba dispuesta a llevarla a casa.
Giró al oí la voz de Runa mientras dejaba los brazos apoyados en el mármol que rodeaba la enorme bañera y dejando caer hacia atrás la cabeza, lanzó un suspiro escuchando atenta las preguntas de la chica, dispuesta a hablar, sobretodo porque, sin saberlo, le había dado el modo perfecto de empezar la conversación más desagradable que debía haber tenido hasta el momento, superando, incluso, al horrible momento de "antes de llover gotea" que habían compartido en una charla Meredith y ella tiempo atrás, cuando la chica había decidido irse a vivir sola. Sonrió y se giró nuevamente mirando hacia la puerta.
- Ese hombre es de quien quiero hablar.- murmuró pataleando en el agua, intentando que el ejercicio calmase sus nervios.- más o menos.- suspiró y miró a la chica.- Runa, tu sabes que soy adoptada, ¿verdad? Una pareja que no podía tener hijos me acogió cuando estuve en el orfanato.- Esperó una reacción de la chica, y siguió hablando sentándose nuevamente dejando que el agua se calmase a su alrededor y notando el agua cubrir sus hombros.- Bien, ese hombre estuvo a punto de acoger a su sobrina, pero la chica desapareció antes de que pudiera encontrarla.- Tomo aire llenando sus pulmones.- Su sobrina es hija de una bruja y un guardia, su padre murió, su madre la odia, y me acompañó a su funeral antes de encontrarla hoy, nuevamente, y traerla aquí.- Esperaba que eso hubiera sido lo bastante claro, no obstante, prefiero asegurarse, y, con un suspiro profundo, intentó sonreír sin tener claro como se tomaría la noticia la chica.- Runa, La persona que estuvo a mi lado en tu funeral, era mi padrastro, el hermano de tu padre, él es tu tío.- Se mordió el labio y apartó la mirada esperando que la joven pudiera absorber la información.- Eso era lo que... quería decir.
Alanna Delteria
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
Los labios de Alanna al fin parecieron moverse para aprovechar que ella, pocos escasos minutos antes había nombrado aquel hombre que por sangre, aun le pesara formaba parte de su familia.
Tragó saliva , trago saliva tratando de controlar las lagrimas cuando su nueva amiga le menciono que aquel hombre le había adoptado a ella, que todo este tiempo la estuvo buscando entre tantas callejuelas pero con tanta pasividad que nunca había dado con su verdadero escondite.
-Sabía quién era él... Trató de controlar su tono de voz antes de romperse a llorar , era consciente que no debía romperse en mil pedazos delante de ella, no delante de la mujer que habían criado y que por suerte, o por azares del mismo destino había dado con su paradero después de estar tanto tiempo en las sombras.Pero no comprendo porque lloraba... Añadió mirando casi sonámbula el agua, dejando que su mente le llevará a momentos del pasado.
Ella siempre se dedico a ser una niña buena, siempre obediente con su vestido blanco a lomos de su papá. Runa adoraba las pequeñas tardes de paseo, siempre cuidaba de los más indefensos animales y cuando podía se acercaba a dar un beso a su madre mientras se embobaba con los rizos de su cabello.
Un día hubo una discusión. Tan solo se mostró el zapato de su mamá marchar por la puerta y todo quedó en llamas. Tras ese día, Runa conoció a su tío , quien renegó de ella . Ese mismo día su familia desapareció, junto la inocencia de una niña que no comprendía a que suponía tanto dolor.
Volvió en sí, dándose cuenta que desconectó un instante, chapoteó y miro de reojo a Alanna con los labios temblando.-No te culpo Alanna, no tienes culpa que es hombre te adoptara Trató de decirlo con suavidad haciéndole entender que no iba a ser su enemiga ni la odiaba por ello.-Pero me renegó. Digas lo que digas ese hombre renegó de mi y no es justo que ahora me haga esto tras lo de mi madre. Llevo durante muchísimo tiempo sobreviviendo sola, y aunque a veces no hice buenas obras puedo estar totalmente segura que no soy tan mala persona para que renegaran de mi, y de una sangre que ni yo misma escogí. No puede volver con el rabo entre las patas y volver a llamarme sobrina cuando nunca ejerció de tal, es cierto que soy de su misma sangre pero no me siento unida a él Añadió con la ultima templanza que le quedaba y se rompió. Ahí en la nada, delante de aquella desconocida. Se hizo añicos después de tantos años evitando hablar de sus sentimientos, sabiendo que extrañaba a su padre, que durante muchísimo tiempo estuvo muy sola sobreviviendo, con la lección de no es de quien naces sino en quien te conviertes.
Ese momento, dejó de lado su falso apellido Thorgil, y volvió a ser una Cárter .
Temblaba en el agua, como una chiquilla, por el dolor, los recuerdos, la rabia de no saber cómo actuar ante una situación tan embarazosa. Hace varios días tuvo que reencontrarse con su madre quien estuvo a punto de decapitarla, por venganza, por locuras, por la simple tradición de un clan de brujas, y aquí la más humana de la familia, estaba frágil, estaba sola frente una habitación húmeda. Necesitaba que alguien le pronunciara “Yo estaré aquí”.
Tragó saliva , trago saliva tratando de controlar las lagrimas cuando su nueva amiga le menciono que aquel hombre le había adoptado a ella, que todo este tiempo la estuvo buscando entre tantas callejuelas pero con tanta pasividad que nunca había dado con su verdadero escondite.
-Sabía quién era él... Trató de controlar su tono de voz antes de romperse a llorar , era consciente que no debía romperse en mil pedazos delante de ella, no delante de la mujer que habían criado y que por suerte, o por azares del mismo destino había dado con su paradero después de estar tanto tiempo en las sombras.Pero no comprendo porque lloraba... Añadió mirando casi sonámbula el agua, dejando que su mente le llevará a momentos del pasado.
Ella siempre se dedico a ser una niña buena, siempre obediente con su vestido blanco a lomos de su papá. Runa adoraba las pequeñas tardes de paseo, siempre cuidaba de los más indefensos animales y cuando podía se acercaba a dar un beso a su madre mientras se embobaba con los rizos de su cabello.
Un día hubo una discusión. Tan solo se mostró el zapato de su mamá marchar por la puerta y todo quedó en llamas. Tras ese día, Runa conoció a su tío , quien renegó de ella . Ese mismo día su familia desapareció, junto la inocencia de una niña que no comprendía a que suponía tanto dolor.
Volvió en sí, dándose cuenta que desconectó un instante, chapoteó y miro de reojo a Alanna con los labios temblando.-No te culpo Alanna, no tienes culpa que es hombre te adoptara Trató de decirlo con suavidad haciéndole entender que no iba a ser su enemiga ni la odiaba por ello.-Pero me renegó. Digas lo que digas ese hombre renegó de mi y no es justo que ahora me haga esto tras lo de mi madre. Llevo durante muchísimo tiempo sobreviviendo sola, y aunque a veces no hice buenas obras puedo estar totalmente segura que no soy tan mala persona para que renegaran de mi, y de una sangre que ni yo misma escogí. No puede volver con el rabo entre las patas y volver a llamarme sobrina cuando nunca ejerció de tal, es cierto que soy de su misma sangre pero no me siento unida a él Añadió con la ultima templanza que le quedaba y se rompió. Ahí en la nada, delante de aquella desconocida. Se hizo añicos después de tantos años evitando hablar de sus sentimientos, sabiendo que extrañaba a su padre, que durante muchísimo tiempo estuvo muy sola sobreviviendo, con la lección de no es de quien naces sino en quien te conviertes.
Ese momento, dejó de lado su falso apellido Thorgil, y volvió a ser una Cárter .
Temblaba en el agua, como una chiquilla, por el dolor, los recuerdos, la rabia de no saber cómo actuar ante una situación tan embarazosa. Hace varios días tuvo que reencontrarse con su madre quien estuvo a punto de decapitarla, por venganza, por locuras, por la simple tradición de un clan de brujas, y aquí la más humana de la familia, estaba frágil, estaba sola frente una habitación húmeda. Necesitaba que alguien le pronunciara “Yo estaré aquí”.
Runa Thorgil
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Re: Una nueva esperanza [Privado] [Alanna Delteira]
La pregunta de Runa se mantuvo flotando en el vapor de la terma durante más de un minuto, como si el eco de sus palabras fueran el susurro de una duda real que aprisionaba la conciencia de la muchacha. Abrazándose las rodillas la miró de reojo. No era nadie para explicar ese tipo de cosas, no poseía una respuesta que le diera una verdad absoluta o que pudiera asegurar satisfacería a la mente confusa de la chica, solo sabía lo que había visto con sus ojos durante el tiempo que había estado con su padrastro; los ojos cansados, los gestos desesperados cuando una chica de su edad pasaba por su costado, las noches en las que los murmullos de la sala se volvían tan pesados como el fango.
Respiró hondo, si a ella le dijeran que su familia la había estado buscando, tal vez habría reaccionado como ella, incrédula, fatigada, dolida, era tan visible que la ofendería que insinuaran, siquiera, que la habían buscado, tal vez a ella le pasara lo mismo. La diferencia era que Runa si había tenido a alguien preocupándose por ella durante todos esos años en soledad, ella difícilmente podía imaginarse al hombre que la abandonó cuidando de una mujer enferma y una niña pequeña preocupándose por alguien más que por si mismo.
Alzó agua con las manos y la miró entre el vaho antes de lanzársela a la cara para recuperar el habla. En realidad, decir que no había temido que encontrasen a Runa sería falso. Ella, que no había tenido quien la cuidara en sus primeros años, temblaba solo de pensar que alguien ocupase su lugar en el corazón de Meredith y Byron, o, al menos, así había sido en los primeros años,
donde había rezado para que nadie la echase, para que no llegase nadie que le robara ese retazo de suerte. Después de conocer a Runa, de tratarla, de, incluso, salvarla, sentía la culpabilidad del egoísmo carcomiéndole las venas, pero aun así, era incapaz de disculparse, comprendía que era algo de niños, el miedo a la soledad es de los temores más fuertes, y ella se había dejado llevar por él en más de una ocasión.
Sonrió con lástima, conociendo bien la sensación que debía recorrer a Runa de arriba a bajo. Sus palabras, que intentaban sonar frías, no hacían más que confirmar que, como ella en su momento, no sabía como lidiar con el cúmulo emocional que se repartía por un cuerpo demasiado pequeño, demasiado frágil. Lo que no entendía era como podía retener los temblores, esos que aun a ella la recorrían de vez en cuando a pesar de su resolución de mantenerse fuerte. Sonrió con pesar y, en cuanto distinguió los espasmos del llanto en la chica, le paso una mano por la espalda para darle consuelo, sin querer acercarse más, por la incomodidad que podía ser dado su estado en esa enorme tina.
— Lo siento. — musitó sin tener claro a qué de todo se debía la disculpa. — No se lo que es que alguien de tu familia te busque, siempre he sido yo la que intentaba encontrar a los demás, aunque sin resultados, ojala alguien intentase buscarme en algún momento. — confesó con una sonrisa triste — pero de todos modos, aunque no sea muy útil, aunque no sepa que opinar, y no sea más que... bueno, yo, la normal y simple yo, si necesitas ayuda, o alguien con quien hablar, dímelo, ¿si? aunque no sea de mucha ayuda, puedo escuchar. — miró a la chica apartándose un mechón de la frente mientras comenzaba a sentir el frío en los hombros.
El goteo del agua resonó por la amplia sala y la puerta se abrió despacio dejando que el vapor escapase y permitiendo a la guardia ver el rostro de su amiga, surcado por las lágrimas. No obstante, nadie llegó a entrar, una voz llamó a quien estaba por dar un paso dentro de la marmolada sala y la puerta se cerró con la misma velocidad que había sido abierta, reteniendo, nuevamente, el aire caliente en esa sala cargada.
Suspiró aliviada sintiendo las heridas que le recorrían la piel tensándose, dolorosas, con el contraste de temperaturas. Agradecía que no fueran tan visibles entre esa humareda blanca y cálida, no le gustaba que nadie viera sus marcas, para ella eran un orgullo, pero mostrarlas no era agradable, para ella porque indicaban debilidad, para los demás porque podían resultar desagradables puestas sobre el resto de piel, lisa y suave. Al final, solo podía rezar para que la chica se calmase y no notase que se había encogido, temerosa de que la viera, sin apartar la mano de su espalda para seguir aportando ese ligero consuelo.
Respiró hondo, si a ella le dijeran que su familia la había estado buscando, tal vez habría reaccionado como ella, incrédula, fatigada, dolida, era tan visible que la ofendería que insinuaran, siquiera, que la habían buscado, tal vez a ella le pasara lo mismo. La diferencia era que Runa si había tenido a alguien preocupándose por ella durante todos esos años en soledad, ella difícilmente podía imaginarse al hombre que la abandonó cuidando de una mujer enferma y una niña pequeña preocupándose por alguien más que por si mismo.
Alzó agua con las manos y la miró entre el vaho antes de lanzársela a la cara para recuperar el habla. En realidad, decir que no había temido que encontrasen a Runa sería falso. Ella, que no había tenido quien la cuidara en sus primeros años, temblaba solo de pensar que alguien ocupase su lugar en el corazón de Meredith y Byron, o, al menos, así había sido en los primeros años,
donde había rezado para que nadie la echase, para que no llegase nadie que le robara ese retazo de suerte. Después de conocer a Runa, de tratarla, de, incluso, salvarla, sentía la culpabilidad del egoísmo carcomiéndole las venas, pero aun así, era incapaz de disculparse, comprendía que era algo de niños, el miedo a la soledad es de los temores más fuertes, y ella se había dejado llevar por él en más de una ocasión.
Sonrió con lástima, conociendo bien la sensación que debía recorrer a Runa de arriba a bajo. Sus palabras, que intentaban sonar frías, no hacían más que confirmar que, como ella en su momento, no sabía como lidiar con el cúmulo emocional que se repartía por un cuerpo demasiado pequeño, demasiado frágil. Lo que no entendía era como podía retener los temblores, esos que aun a ella la recorrían de vez en cuando a pesar de su resolución de mantenerse fuerte. Sonrió con pesar y, en cuanto distinguió los espasmos del llanto en la chica, le paso una mano por la espalda para darle consuelo, sin querer acercarse más, por la incomodidad que podía ser dado su estado en esa enorme tina.
— Lo siento. — musitó sin tener claro a qué de todo se debía la disculpa. — No se lo que es que alguien de tu familia te busque, siempre he sido yo la que intentaba encontrar a los demás, aunque sin resultados, ojala alguien intentase buscarme en algún momento. — confesó con una sonrisa triste — pero de todos modos, aunque no sea muy útil, aunque no sepa que opinar, y no sea más que... bueno, yo, la normal y simple yo, si necesitas ayuda, o alguien con quien hablar, dímelo, ¿si? aunque no sea de mucha ayuda, puedo escuchar. — miró a la chica apartándose un mechón de la frente mientras comenzaba a sentir el frío en los hombros.
El goteo del agua resonó por la amplia sala y la puerta se abrió despacio dejando que el vapor escapase y permitiendo a la guardia ver el rostro de su amiga, surcado por las lágrimas. No obstante, nadie llegó a entrar, una voz llamó a quien estaba por dar un paso dentro de la marmolada sala y la puerta se cerró con la misma velocidad que había sido abierta, reteniendo, nuevamente, el aire caliente en esa sala cargada.
Suspiró aliviada sintiendo las heridas que le recorrían la piel tensándose, dolorosas, con el contraste de temperaturas. Agradecía que no fueran tan visibles entre esa humareda blanca y cálida, no le gustaba que nadie viera sus marcas, para ella eran un orgullo, pero mostrarlas no era agradable, para ella porque indicaban debilidad, para los demás porque podían resultar desagradables puestas sobre el resto de piel, lisa y suave. Al final, solo podía rezar para que la chica se calmase y no notase que se había encogido, temerosa de que la viera, sin apartar la mano de su espalda para seguir aportando ese ligero consuelo.
Alanna Delteria
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