Aerandir :: Reinos del este. :: Ulmer
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Re:
En toda mentira, hay siempre un trago amargo de verdad. Nadie tenía que decirme que parecía un mugroso, si quisiera podría ser más digno que los allí presentes, pero hoy día las galanterías no te salvaban la vida, y aquella desconocida me hablaba de mugroso cuando lo único que hacía ella era cubrirse de gloria con un apellido, la palabrería en boca de los débiles.
Pero todo se volvió más interesante cuando empezó a reptar por mi pierna hasta llegar a mi entrepierna, poniendo encima de mi miembro su mano, ojalá lo hubiera agarrado, si lo hubiera sabido no me hubiera puesto ropa interior. - Tu osadía me resulta de lo más atractiva. Si no estuviéramos delante de esta señorita te dejaría preñarme mientras me apuntas con la espada.. Se relamió para gusto de mis sentidos, aquello me había sentado como un balazo en el pecho, me rondaban las moscas por la mente mientras ella seguía hablando, palabrería y más palabrería. - .... con las manos ..... al final ..... Me gusta ...... hacer puré con su..... tesoro? Me había perdido en la conversación, mi mente había captado la información que le convenía, bueno en aquel momento no creo que fuera mi mente la que captara información, y más hablando de tesoros mientras jugueteaba con mi miembro. Yo estaba a punto de perder la cabeza, esto es así, ya no recordaba ni mi nombre, se me había grabado su esencia como una cicatriz, no me venía a la mente otra idea que empotrarla contra la puerta de la taberna, preñarla decía, de allí salía con un equipo de soccer.
Pero poco tardé de volver en mi, la espada voló de mis manos, ni recuerdo con que mano la sujetaba, la espada digo, una pena porque si aquel suceso hubiera esperado unos instantes más, seguramente hubieramos acabado en el altar. Pasión inmoral. Sacudí la cabeza mientras entraba en situación - Ninguno duraríais un asalto contra mí. - dijo la bruja, una pena, es una pena que me corten aquel momento para demostrar quien es mas temible de las dos, pero también es una pena ver que las razas no cambian, si de algo pecaban estos brujos era de soberbia, les había acompañado toda la vida y muchos de ellos seguían poseyendo ese don tan humano, aunque lo desmintieran. Seguramente con sus malas artes no le faltará razón y no podría con ella, pero como siempre, las guerras no las gana un guerrero, es un dato que la soberbia hace pasar siempre por alto. Después de aquella demostración la observé bien, intuí de quien se trataba, una belleza de mujer no se olvida, aunque no recuerde ni cuando ni donde la había visto, pero aquellos rasgos, aquel carácter y esa destreza, las malas lenguas hablaban de una mujer apodada Huracan, con un buen registro en batalla, no recordaba bien en que expedición me habían informado de su existencia, ni quien me había dado aquella información, pero me habían informado sobre ella y cuadraba en todos los aspectos, hasta en el que siempre pecan los mejores brujos.
Cuando me quise dar cuenta me tenían cogido por la barbilla, - Jamás me pondrás la mano encima o te apuñalaré cien veces mientras duermes, ojalá y me apuñalaras pensé, me aparté de ella mientras hablaba con la otra, pasando la mano por su trasero, sin pasarnos, ya me había marcado, por lo menos, hasta la próxima que viniera. Me aparté y me acerqué hasta mi espada, la recogí del suelo, no se me caían los anillos por recoger la espada, seguramente a estas dos bellas damas se le caían los anillos hasta por hacerse un almuerzo. Lo mejor sería dejar que aquellas dos bellas damas acabaran con su conversación, pero aquello era demasiado tentador como para dejarlo pasar, todo podría complicarse, pero es lo que tenían los malos hábitos, que nos entretienen la vida. Caminando alrededor de aquellas damas... - Muy bien bellas damas, después de sus demostraciones particulares, podríamos divertirnos los tres... o por lo menos dos de nosotros, aunque también podríamos hablar en plata y no andarse con tantos rodeos... Mi nombre es Jarle! no desciendo de ninguna estirpe.. que yo sepa, de altos reyes.- dije mientras pasaba cerca de mi bella dama, que ganas me entraban de quedarnos a solar... - Tampoco soy un temible asesino, ni voy a acabar con vosotras, pero me interesa saber que forasteros habitan nuestras tierras. acabé diciendo para sentarme en la escalerilla de una vieja carreta.
Pero todo se volvió más interesante cuando empezó a reptar por mi pierna hasta llegar a mi entrepierna, poniendo encima de mi miembro su mano, ojalá lo hubiera agarrado, si lo hubiera sabido no me hubiera puesto ropa interior. - Tu osadía me resulta de lo más atractiva. Si no estuviéramos delante de esta señorita te dejaría preñarme mientras me apuntas con la espada.. Se relamió para gusto de mis sentidos, aquello me había sentado como un balazo en el pecho, me rondaban las moscas por la mente mientras ella seguía hablando, palabrería y más palabrería. - .... con las manos ..... al final ..... Me gusta ...... hacer puré con su..... tesoro? Me había perdido en la conversación, mi mente había captado la información que le convenía, bueno en aquel momento no creo que fuera mi mente la que captara información, y más hablando de tesoros mientras jugueteaba con mi miembro. Yo estaba a punto de perder la cabeza, esto es así, ya no recordaba ni mi nombre, se me había grabado su esencia como una cicatriz, no me venía a la mente otra idea que empotrarla contra la puerta de la taberna, preñarla decía, de allí salía con un equipo de soccer.
Pero poco tardé de volver en mi, la espada voló de mis manos, ni recuerdo con que mano la sujetaba, la espada digo, una pena porque si aquel suceso hubiera esperado unos instantes más, seguramente hubieramos acabado en el altar. Pasión inmoral. Sacudí la cabeza mientras entraba en situación - Ninguno duraríais un asalto contra mí. - dijo la bruja, una pena, es una pena que me corten aquel momento para demostrar quien es mas temible de las dos, pero también es una pena ver que las razas no cambian, si de algo pecaban estos brujos era de soberbia, les había acompañado toda la vida y muchos de ellos seguían poseyendo ese don tan humano, aunque lo desmintieran. Seguramente con sus malas artes no le faltará razón y no podría con ella, pero como siempre, las guerras no las gana un guerrero, es un dato que la soberbia hace pasar siempre por alto. Después de aquella demostración la observé bien, intuí de quien se trataba, una belleza de mujer no se olvida, aunque no recuerde ni cuando ni donde la había visto, pero aquellos rasgos, aquel carácter y esa destreza, las malas lenguas hablaban de una mujer apodada Huracan, con un buen registro en batalla, no recordaba bien en que expedición me habían informado de su existencia, ni quien me había dado aquella información, pero me habían informado sobre ella y cuadraba en todos los aspectos, hasta en el que siempre pecan los mejores brujos.
Cuando me quise dar cuenta me tenían cogido por la barbilla, - Jamás me pondrás la mano encima o te apuñalaré cien veces mientras duermes, ojalá y me apuñalaras pensé, me aparté de ella mientras hablaba con la otra, pasando la mano por su trasero, sin pasarnos, ya me había marcado, por lo menos, hasta la próxima que viniera. Me aparté y me acerqué hasta mi espada, la recogí del suelo, no se me caían los anillos por recoger la espada, seguramente a estas dos bellas damas se le caían los anillos hasta por hacerse un almuerzo. Lo mejor sería dejar que aquellas dos bellas damas acabaran con su conversación, pero aquello era demasiado tentador como para dejarlo pasar, todo podría complicarse, pero es lo que tenían los malos hábitos, que nos entretienen la vida. Caminando alrededor de aquellas damas... - Muy bien bellas damas, después de sus demostraciones particulares, podríamos divertirnos los tres... o por lo menos dos de nosotros, aunque también podríamos hablar en plata y no andarse con tantos rodeos... Mi nombre es Jarle! no desciendo de ninguna estirpe.. que yo sepa, de altos reyes.- dije mientras pasaba cerca de mi bella dama, que ganas me entraban de quedarnos a solar... - Tampoco soy un temible asesino, ni voy a acabar con vosotras, pero me interesa saber que forasteros habitan nuestras tierras. acabé diciendo para sentarme en la escalerilla de una vieja carreta.
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Re:
Aquella mujer de noble sólo tenía el apellido. Era tan ruda y grosera… ¡Tan basta cual pastor de aldea! A saber si, en realidad, era quien decía ser y no una mercenaria cualquiera provista de matones descerebrados. Anda que no me había cruzado yo en mis viajes con gente así.
De brazos cruzados y seria, y siempre cubierta por mi capucha de espaldas a la mayor parte de la población para evitar ser reconocida, no aparté ojo de aquel ridículo espectáculo que aquellos dos habían montado. Ella, amenazándole con testículos en mano. Él, cuan imbécil parecía, “en su mundo”, feliz por donde había ido a agarrar la rubia. Diálogo de besugos típico de pueblerinos de aldea. Olvidaba que estaba en Ulmer.
Definitivamente, aquella mujer no era noble, y si lo era, no había aprendido modales en su vida. Pero tenía lengua de víbora afilada para todo el mundo, incluso para mí. ¿Mi nombre no sonaba imponente? Eso es lo que pretendo, muchacha. Soy una loba con piel de cordero, ignorando la petición del campesino de querer saber cosas de mí. – No te conviene conocerme. – dije mirándole seria, si a cada campesino que me encontraba por el mundo fuese contándole mi vida ahora mismo no tendría doscientos ojos sobre mí, sino ochocientos.
Señalé entonces a Kwenthrith de Caster. - Habla. – respondí de manera seca a su ofrecimiento a hablar conmigo. Esperaba que tuviese algo interesante que decir.
Escuché su oferta con atención, sin moverme y sin quitarle un ojo de encima. Incluso parecía decir cosas interesantes. Pero entonces, alguien pronunció la palabra mágica.
-¡Huracán! – gritó una voz masculina, justo detrás de mí.
-¡Ash balla ná! – me di la vuelta furiosa, grité y estiré la mano, invocando una fuertísima corriente de aire que empotró al hombre contra una de las paredes de piedra de aquella pequeña choza que parecía actuar de taberna. Ahí quedaba patente que era una bruja de aire.
El tipo gimoteó, casi no podía respirar ni moverse. Aquella corriente que había generado era cuanto menos extraña, parecía estar asfixiando a aquel campesino que había pronunciado mi nombre, empotrándolo fuertemente contra la pared. Y lo peor de todo, era que estaba disfrutando torturándole, dejándole sin respiración. La cordura volvió a mi mente cuando le solté, cayendo el hombre al suelo y abandonando mi posición para ir a ritmo firme hacia el tipo.
-¿Qué es lo que has dicho? – pregunté furiosa caminando hacia él, que había caído al suelo y respiraba asfixiado, encarándome con el pobre hombre del suelo, mientras apretaba los puños, tratando de contener el nombre. Quería saber qué sabía de mí aquel hombre y por qué me conocía.
-Por… Por favor, milady. – suplicó el hombre desde el suelo, anteponiendo las manos sobre su cuerpo y mirando entre las mismas como si eso fuese a salvarle el cuello. - Sólo… Sólo llamaba a mi perro… - gimoteó. – Hu… Huracán.
-¡Guau! ¡Guau! – un chucho apareció a mi espalda ladrando y meneando su cola, feliz de estar con su dueño.
Sin quererlo, había revelado mi verdadera identidad a cualquiera que supiese algo mínimamente sobre mí. ¿Pero por qué iba a saber alguno de aquellos dos algo de mí? Confiaba en que nadie conociera la masacre de Sacrestic Ville, o que al menos no tuviera el “valor” de venir a decírmelo. Estaba mostrando actitudes, quizás, excesivamente violentas incluso para ser yo. Y aunque repudiaba completamente aquel tipo de comportamiento cada vez sentía que me parecía más a Belladonna, o incluso a Mortagglia. Y me daba asco a mí misma. Los genes de los Boisson iban en mi sangre, pero tenía que ser capaz de controlarlos. Yo no era como ellas.
-¡Joder! – marché frustrada, abandonando al pueblerino y también ignorando a Jarle, Kwenthrith, y su propuesta. Abrí la puerta de la taberna de un fuerte empujón. Tal vez me seguirían, o tal vez no. No me importaba, en cualquier caso, quería estar sola. Aunque por el nuevo numerito montado aquel dúo seguramente se sentiría ahora más atraído por mí. Pedí un vaso de ron y me dispuse a sentarme en una mesa alejada en aquella mugrienta taberna.
De brazos cruzados y seria, y siempre cubierta por mi capucha de espaldas a la mayor parte de la población para evitar ser reconocida, no aparté ojo de aquel ridículo espectáculo que aquellos dos habían montado. Ella, amenazándole con testículos en mano. Él, cuan imbécil parecía, “en su mundo”, feliz por donde había ido a agarrar la rubia. Diálogo de besugos típico de pueblerinos de aldea. Olvidaba que estaba en Ulmer.
Definitivamente, aquella mujer no era noble, y si lo era, no había aprendido modales en su vida. Pero tenía lengua de víbora afilada para todo el mundo, incluso para mí. ¿Mi nombre no sonaba imponente? Eso es lo que pretendo, muchacha. Soy una loba con piel de cordero, ignorando la petición del campesino de querer saber cosas de mí. – No te conviene conocerme. – dije mirándole seria, si a cada campesino que me encontraba por el mundo fuese contándole mi vida ahora mismo no tendría doscientos ojos sobre mí, sino ochocientos.
Señalé entonces a Kwenthrith de Caster. - Habla. – respondí de manera seca a su ofrecimiento a hablar conmigo. Esperaba que tuviese algo interesante que decir.
Escuché su oferta con atención, sin moverme y sin quitarle un ojo de encima. Incluso parecía decir cosas interesantes. Pero entonces, alguien pronunció la palabra mágica.
-¡Huracán! – gritó una voz masculina, justo detrás de mí.
-¡Ash balla ná! – me di la vuelta furiosa, grité y estiré la mano, invocando una fuertísima corriente de aire que empotró al hombre contra una de las paredes de piedra de aquella pequeña choza que parecía actuar de taberna. Ahí quedaba patente que era una bruja de aire.
El tipo gimoteó, casi no podía respirar ni moverse. Aquella corriente que había generado era cuanto menos extraña, parecía estar asfixiando a aquel campesino que había pronunciado mi nombre, empotrándolo fuertemente contra la pared. Y lo peor de todo, era que estaba disfrutando torturándole, dejándole sin respiración. La cordura volvió a mi mente cuando le solté, cayendo el hombre al suelo y abandonando mi posición para ir a ritmo firme hacia el tipo.
-¿Qué es lo que has dicho? – pregunté furiosa caminando hacia él, que había caído al suelo y respiraba asfixiado, encarándome con el pobre hombre del suelo, mientras apretaba los puños, tratando de contener el nombre. Quería saber qué sabía de mí aquel hombre y por qué me conocía.
-Por… Por favor, milady. – suplicó el hombre desde el suelo, anteponiendo las manos sobre su cuerpo y mirando entre las mismas como si eso fuese a salvarle el cuello. - Sólo… Sólo llamaba a mi perro… - gimoteó. – Hu… Huracán.
-¡Guau! ¡Guau! – un chucho apareció a mi espalda ladrando y meneando su cola, feliz de estar con su dueño.
Sin quererlo, había revelado mi verdadera identidad a cualquiera que supiese algo mínimamente sobre mí. ¿Pero por qué iba a saber alguno de aquellos dos algo de mí? Confiaba en que nadie conociera la masacre de Sacrestic Ville, o que al menos no tuviera el “valor” de venir a decírmelo. Estaba mostrando actitudes, quizás, excesivamente violentas incluso para ser yo. Y aunque repudiaba completamente aquel tipo de comportamiento cada vez sentía que me parecía más a Belladonna, o incluso a Mortagglia. Y me daba asco a mí misma. Los genes de los Boisson iban en mi sangre, pero tenía que ser capaz de controlarlos. Yo no era como ellas.
-¡Joder! – marché frustrada, abandonando al pueblerino y también ignorando a Jarle, Kwenthrith, y su propuesta. Abrí la puerta de la taberna de un fuerte empujón. Tal vez me seguirían, o tal vez no. No me importaba, en cualquier caso, quería estar sola. Aunque por el nuevo numerito montado aquel dúo seguramente se sentiría ahora más atraído por mí. Pedí un vaso de ron y me dispuse a sentarme en una mesa alejada en aquella mugrienta taberna.
Anastasia Boisson
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Re:
—Jarle, ¿eh?—Repitió la noble y después enarcó una ceja—No podrías acabar con nosotras ni aunque te lo propusieras, tesoro.—Replicó Kwenthrith sonriendo aún por el ofrecimiento de pasárselo bien entre ellos.—Ya me he presentado. Kwenthrith de casa Caster. No es tan complicado de recordar, ¿no crees?—Escupió con burla y después atendió a la chica. Por sus expresiones se atrevía a decir que Ana María no estaba tan indiferente como al principio y sus tratos podían llamarle la atención. La noble podía prometer de todo, pero lo cierto es que no sería capaz de dar nada a menos que se hiciera con el trono de Lunargenta. Aún así, era capaz de embaucar a aquella mujer. Por lo general sus camelos iban dirigidos hacia hombres, pero alguna que otra vez había usado su persuasión en féminas. Cuando se estaba acercando hacia ella algo ocurrió.
"Huracán", escuchó, y eso activó a la dama como si Loki le hubiese ordenado matar. En ningún momento pretendió parar lo que ocurría, la vida de aquel hombre para ella tenía el mismo valor que un muslo de pollo. Y el muslo como mínimo alimentaba. Ver como el hombre rogaba le resultaba patético. Si hubiese sido uno de sus guerreros suplicando de esa forma ella misma le habría cortado la lengua. Pero lo que realmente le intrigaba era la reacción de aquella chica. ¿Qué le había hecho saltar de aquella forma? Algo quería hacer conexión en su mente...Lady Mortagglia, Huracán...algo tenían que ver. Pero la noble no era capaz de descifrarlo. Aunque estaba al tanto de lo que le llegaba de tierras lejanas, rara vez las recordaba si no veía su reino peligrar. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que la mujer se alejaba. Cuando lo notó quiso correr detrás de ella, pero antes se paró frente a Jarle.
No pretendía que mis hombres te mantuviesen cautivo, semental...—Le dijo agarrándole de la chaqueta y poco después deslizando la mano a su cuello—Pero estoy segura de que me seguirás sin mostrar resistencia, ¿verdad? Has sido mío desde el momento en el que nuestros ojos se han cruzado. ¿No escuchas el martillo de Thor forjando nuestros destinos?—Sus dedos recorrieron la nuez del chico, bajaron por el pecho y se posaron en su barriga—Incluso siento el calor del Mitgard cuando te toco—Se acercó a su rostro y juntó los labios con los del ajeno. Le sujetó la mano al contrario y la posó sobre sus pechos—Vamos a buscar a la chica.—Dijo, antes de apartarse de él sin soltarle la muñeca para que le siguiera.
Entró en la taberna y la buscó con los ojos. Debía entender toda aquella situación y lo cierto es que se había encaprichado con ella. Su mal humor la convertía en un rompecabezas que la noble quería resolver. Algo le decía que todo aquello era una cortina de humo. Una vez la encontró no dudó en acercarse. Lo cierto es que con el poder que tenía la maga podía matarla en segundos, pero no la asustaba. Se sentó a su lado sin siquiera pedir nada en la taberna.
—¿Algún trauma con los huracanes? ¿Uno destrozó tu hogar y mató a tu familia?—La sombra de una sonrisa le asomó en los labios. A veces pecaba de no ser seria cuando debía—Era una broma, no te enfades. Pero de veras, ¿qué te ha hecho reaccionar así? ¿Es que tiene que ver con Lady Mortagglia?—Inquirió, y observó bien sus gestos. También echaba miradas a Jarle para que de alguna manera le ayudase a entender quién era y qué había ocurrido.
"Huracán", escuchó, y eso activó a la dama como si Loki le hubiese ordenado matar. En ningún momento pretendió parar lo que ocurría, la vida de aquel hombre para ella tenía el mismo valor que un muslo de pollo. Y el muslo como mínimo alimentaba. Ver como el hombre rogaba le resultaba patético. Si hubiese sido uno de sus guerreros suplicando de esa forma ella misma le habría cortado la lengua. Pero lo que realmente le intrigaba era la reacción de aquella chica. ¿Qué le había hecho saltar de aquella forma? Algo quería hacer conexión en su mente...Lady Mortagglia, Huracán...algo tenían que ver. Pero la noble no era capaz de descifrarlo. Aunque estaba al tanto de lo que le llegaba de tierras lejanas, rara vez las recordaba si no veía su reino peligrar. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que la mujer se alejaba. Cuando lo notó quiso correr detrás de ella, pero antes se paró frente a Jarle.
No pretendía que mis hombres te mantuviesen cautivo, semental...—Le dijo agarrándole de la chaqueta y poco después deslizando la mano a su cuello—Pero estoy segura de que me seguirás sin mostrar resistencia, ¿verdad? Has sido mío desde el momento en el que nuestros ojos se han cruzado. ¿No escuchas el martillo de Thor forjando nuestros destinos?—Sus dedos recorrieron la nuez del chico, bajaron por el pecho y se posaron en su barriga—Incluso siento el calor del Mitgard cuando te toco—Se acercó a su rostro y juntó los labios con los del ajeno. Le sujetó la mano al contrario y la posó sobre sus pechos—Vamos a buscar a la chica.—Dijo, antes de apartarse de él sin soltarle la muñeca para que le siguiera.
Entró en la taberna y la buscó con los ojos. Debía entender toda aquella situación y lo cierto es que se había encaprichado con ella. Su mal humor la convertía en un rompecabezas que la noble quería resolver. Algo le decía que todo aquello era una cortina de humo. Una vez la encontró no dudó en acercarse. Lo cierto es que con el poder que tenía la maga podía matarla en segundos, pero no la asustaba. Se sentó a su lado sin siquiera pedir nada en la taberna.
—¿Algún trauma con los huracanes? ¿Uno destrozó tu hogar y mató a tu familia?—La sombra de una sonrisa le asomó en los labios. A veces pecaba de no ser seria cuando debía—Era una broma, no te enfades. Pero de veras, ¿qué te ha hecho reaccionar así? ¿Es que tiene que ver con Lady Mortagglia?—Inquirió, y observó bien sus gestos. También echaba miradas a Jarle para que de alguna manera le ayudase a entender quién era y qué había ocurrido.
Kwenthrith
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Re:
Ojos negros como piedras de zafiro, respira hondo y acepta el desafío. Aquella reacción despiadada de la bruja me dejó más claro mis intuiciones, no tenía mucha más información que la que circulaba a través de las malas lenguas, pero parecía que había que tener cuidado con la forastera. Por su actitud estaba claro que no le afectaba el frío, era un bloque de hielo y sobretodo esas habilidades que nos había descubierto sin intención, poca broma, en luto como un cuervo.
No era menos la atención que tenía que prestar a Kwen, fuera de toda atracción, ¿que se tramaba aquella mujer entre las manos? Me parece que tardaría un tiempo en volver por Baslodia... No pretendía que mis hombres te mantuviesen cautivo, semental...— me atrajo hasta ella cogiéndome y me intentó coger del cuello, hice un gesto de desaprovación, por ahí no pasaba —Pero estoy segura de que me seguirás sin mostrar resistencia, ¿verdad? Has sido mío desde el momento en el que nuestros ojos se han cruzado. ¿No escuchas el martillo de Thor forjando nuestros destinos?— empezó a recorrerme el cuerpo con la mano, mientras hablaba de dioses, me era imposible resistirme, pero ya llegaría mi momento, todo
a su debido tiempo—Incluso siento el calor del Mitgard cuando te toco— sin más me puso la mano en sus pechos y ahí perdí de nuevo la cabeza —Vamos a buscar a la chica.— y me arrastró dentro de la taberna, ¿pero que demonios le pasa a esta mujer Jarle?
Entramos en la taberna, bueno entró ella y yo entré casi por la fuerza, al fondo de la taberna podíamos ver a la bruja con la capucha puesta, que manía de ocultar esos rasgos tan perfectos. Kwen le vaciló un poco intentando romper el hielo, la verdad es que no habíamos tenido el mejor comienzo en ninguno de los aspectos, y no iba a ser fácil calmar aquello lloviendo estacas afiladas. Me senté en uno de los lados de la mesa, entre Kwen y la forasteras peligrosa, apoyé los brazos sobre la mesa para intentar pensar como aclarar todo aquello - Las malas lenguas cuentan historias, historias que no podría reproducir en esta taberna y que llevan el nombre que hemos escuchado los tres ahí fuera... - miré a Kwen y después a la pseudo Huracan - en algunos de mis viajes he conocido a transeúntes, y en algunas ocasiones me han contado seres de otras razas historias sobre una profesional en su trabajo, de acabar con ciertas razas. Y por lo visto hace un instate, aseguraría que es usted - acabé mirando a la bruja. - ¿Pero en esta história que tiene qe ver Lady Mortagglia? ¿De que estamos hablando? - pregunté mirando a Kwen, no sabía que pasaba allí o que se tramaba, pero algo me decía que me quedara, que aquel era mi lugar.
No era menos la atención que tenía que prestar a Kwen, fuera de toda atracción, ¿que se tramaba aquella mujer entre las manos? Me parece que tardaría un tiempo en volver por Baslodia... No pretendía que mis hombres te mantuviesen cautivo, semental...— me atrajo hasta ella cogiéndome y me intentó coger del cuello, hice un gesto de desaprovación, por ahí no pasaba —Pero estoy segura de que me seguirás sin mostrar resistencia, ¿verdad? Has sido mío desde el momento en el que nuestros ojos se han cruzado. ¿No escuchas el martillo de Thor forjando nuestros destinos?— empezó a recorrerme el cuerpo con la mano, mientras hablaba de dioses, me era imposible resistirme, pero ya llegaría mi momento, todo
a su debido tiempo—Incluso siento el calor del Mitgard cuando te toco— sin más me puso la mano en sus pechos y ahí perdí de nuevo la cabeza —Vamos a buscar a la chica.— y me arrastró dentro de la taberna, ¿pero que demonios le pasa a esta mujer Jarle?
Entramos en la taberna, bueno entró ella y yo entré casi por la fuerza, al fondo de la taberna podíamos ver a la bruja con la capucha puesta, que manía de ocultar esos rasgos tan perfectos. Kwen le vaciló un poco intentando romper el hielo, la verdad es que no habíamos tenido el mejor comienzo en ninguno de los aspectos, y no iba a ser fácil calmar aquello lloviendo estacas afiladas. Me senté en uno de los lados de la mesa, entre Kwen y la forasteras peligrosa, apoyé los brazos sobre la mesa para intentar pensar como aclarar todo aquello - Las malas lenguas cuentan historias, historias que no podría reproducir en esta taberna y que llevan el nombre que hemos escuchado los tres ahí fuera... - miré a Kwen y después a la pseudo Huracan - en algunos de mis viajes he conocido a transeúntes, y en algunas ocasiones me han contado seres de otras razas historias sobre una profesional en su trabajo, de acabar con ciertas razas. Y por lo visto hace un instate, aseguraría que es usted - acabé mirando a la bruja. - ¿Pero en esta história que tiene qe ver Lady Mortagglia? ¿De que estamos hablando? - pregunté mirando a Kwen, no sabía que pasaba allí o que se tramaba, pero algo me decía que me quedara, que aquel era mi lugar.
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Re:
Resoplé cuando vi de reojo entrar a aquellos dos por la puerta del local. ¿De verdad no podían haberse quedado fuera? Ella quería ser duramente empotrada y él parecía estar encantado con la idea. ¿Qué necesidad había de venir a tocarme las narices a mí? En serio, si llego a saber que iba a tener a aquellos dos pesados detrás de mí todo el rato habría dejado que degollasen a aquella joven del estrado.
Para colmo, el hecho de venir tratando de hacerse la graciosa hizo que sentenciara aquella mujer con la mirada. ¿Pero quién cojones se cree que era para venir a vacilarme a mí? Luego se disculpó cuando vio mi cara. Suerte por ella, estaba al borde de mi paciencia. – Mis asuntos no son de tu incumbencia, humana. Lárgate. – le dije. Aunque el hecho de volver a mencionar a Lady Mortagglia hizo que la volviera a mirar con cara de pocos amigos.
Pero para colmo el tal Jarle me descubrió. Aquello ya fue el colmo. ¿Una gran profesional que acaba con ciertas razas? – Qué observador. – dije aborrecida. – Pues si tan interesantes historias has oído de mí, sabrás lo arriesgado que es compartir mesa conmigo. – apunté con segundas. No porque yo fuese a hacerles nada especial, o sí, si seguían molestándome, sino porque había no pocos chupasangres que me perseguían.
Pero el hecho de que siguieran hablando de Mortagglia una y otra vez me resultaba cansino, molesto. Aunque fuese incluso para realizar una pregunta inocente como la de aquel tipo. Ella había sido mi abuela y no precisamente me encontraba demasiado orgullosa de ello, y menos después de todo lo que pasó la fatídica noche en la que tuve que terminar fingiendo mi muerte. Ahora estaba condenada a llevar una vida de mierda para no perjudicar a aquellos que me querían. La frustración se apoderaba de mí
Di un puñetazo en la mesa, me levanté, cogí el vaso y lo estampé contra la pared más cercana. - ¡No pasa nada con Mortagglia! – grité. Ya me daba igual todo. - ¡Está muerta! ¡Yo la maté! – volví a sentarme frustrada en el taburete. - ¡Joder!
El silencio se hizo en toda la taberna. Pocos iban a atreverse a hacerme enfadarEstaba frustrada y resignada. Lo sucedido aquella noche no dejaba de atormentarme desde hacía ya más de un mes. Había abandonado el gremio, mi familia y mis amigos. Pero todo iba a ser mejor, para ellos al menos. No para mí, que no encontraba forma de curar mi resignación.
Un anciano con capucha que estaba en la barra se entornó tras mi enfado hacia nosotros. Tenía un viejo cayado que utilizaba como apoyo y sobre el que se irguió una vez se puso de pie. Era tuerto y, aunque parecía hastiado de la vida
-El mismo temperamento que Belladonna. – rió. – Está claro que eres su hija y, de seguir por esa línea, terminarás como ella. – luego miró de costado hacia Kwenthrith y a Jarle. – Y dos jóvenes impetuosos que no saben quién es Huracán, la cazadora de vampiros más famosa de Aerandir. – rió. – Os aseguro que fue una gran cazadora, aunque ahora no es más que una caricatura de sí misma. – apreté la botella, que aún no había estampado, con fuerza mordiéndome los labios.
-¿De qué me conoces para juzgarme, anciano? – le pregunté levantando la cabeza de mala manera. Antaño solía tener respeto por los venerables, mas ahora cada vez muestro menos empatía con todo el mundo, ellos incluidos. Y estaba tan molesta por todo, que estaba a punto de explotar.
-¡¿Y quién no te conoce?!. Eres tan famosa como tu abuela, chica. Y crees que intentas ayudar a la gente, pero, ¿a cuántos vampiros has matado ya, cazadora? – preguntó. – Tu madre y abuela mataban humanos. Tú, vampiros. Las tres sois asesinas, racistas, violentas. ¿Acaso no hay vampiros inocentes que han tenido la desgracia de ser malditos sin su consentimiento? ¡Por los dioses! ¡Intercambias sus cabezas por aeros! Todo por lo que dice un puto contrato. – me echó en cara el hombre. ¿Estaba poniendo al límite mi paciencia? Ya que si lo estaba haciendo, lo estaba consiguiendo. Clavé mis ojos en él.
-Estás colmando mi paciencia, viejo. – musité en voz baja. Parte de la gente ya se disponía a evacuar aquella taberna. Otros, aguardaban expectantes cómo se resolvería aquello. – Yo salvé Aerandir de una amenaza real. – reconocí señalándome, totalmente creída de mí.
–¿Ah, si? Hagamos una encuesta. – miró a Kwenthrith y Jarle. - Decidme, jóvenes que la acompañáis, que parece habéis oído sus “proezas”. ¿Consideráis a esta mujer una heroína educada, digna y justa? ¿Alguien por el que valga la pena luchar? – el hombre se levantó. - ¿O no es más que una asesina de prestigio? ¡Mil aeros dan algunos vampiros por su cabeza! ¿Por qué no uniros a nuestra causa? ¿Por qué no acuchillarla aquí mismo como ella ha hecho tantas otras veces? – al decir esto el resto de paletos empezaron a sentirse más interesados por mí. Aquel estúpido anciano me había descubierto.
Tres hombres comenzaron a acercarse a nuestra mesa. No parecían ser muy fuertes y eran paletos desarmados, probablemente licántropos. Pero si los dos humanos y el séquito de la mujer se unían a su causa me sería más difícil salir bien parada de aquello. Aún así no estaba dispuesta a suplicar ayuda a nadie. Miré a Kwenthrith y a Jarle, no sabía qué papel iban a desarrollar ellos en el inminente combate, pero por si acaso, les advertí. - Os mataré si os acercáis. - amenacé, de nuevo, con una frase más propia de Belladonna que mía. Miré a ambos con cara de enfado, aguardando su respuesta… o sus acciones a favor o en mi contra, mientras me alejaba de la mesa caminando de espaldas. Desenfundando mis ballestas.
Para colmo, el hecho de venir tratando de hacerse la graciosa hizo que sentenciara aquella mujer con la mirada. ¿Pero quién cojones se cree que era para venir a vacilarme a mí? Luego se disculpó cuando vio mi cara. Suerte por ella, estaba al borde de mi paciencia. – Mis asuntos no son de tu incumbencia, humana. Lárgate. – le dije. Aunque el hecho de volver a mencionar a Lady Mortagglia hizo que la volviera a mirar con cara de pocos amigos.
Pero para colmo el tal Jarle me descubrió. Aquello ya fue el colmo. ¿Una gran profesional que acaba con ciertas razas? – Qué observador. – dije aborrecida. – Pues si tan interesantes historias has oído de mí, sabrás lo arriesgado que es compartir mesa conmigo. – apunté con segundas. No porque yo fuese a hacerles nada especial, o sí, si seguían molestándome, sino porque había no pocos chupasangres que me perseguían.
Pero el hecho de que siguieran hablando de Mortagglia una y otra vez me resultaba cansino, molesto. Aunque fuese incluso para realizar una pregunta inocente como la de aquel tipo. Ella había sido mi abuela y no precisamente me encontraba demasiado orgullosa de ello, y menos después de todo lo que pasó la fatídica noche en la que tuve que terminar fingiendo mi muerte. Ahora estaba condenada a llevar una vida de mierda para no perjudicar a aquellos que me querían. La frustración se apoderaba de mí
Di un puñetazo en la mesa, me levanté, cogí el vaso y lo estampé contra la pared más cercana. - ¡No pasa nada con Mortagglia! – grité. Ya me daba igual todo. - ¡Está muerta! ¡Yo la maté! – volví a sentarme frustrada en el taburete. - ¡Joder!
El silencio se hizo en toda la taberna. Pocos iban a atreverse a hacerme enfadarEstaba frustrada y resignada. Lo sucedido aquella noche no dejaba de atormentarme desde hacía ya más de un mes. Había abandonado el gremio, mi familia y mis amigos. Pero todo iba a ser mejor, para ellos al menos. No para mí, que no encontraba forma de curar mi resignación.
Un anciano con capucha que estaba en la barra se entornó tras mi enfado hacia nosotros. Tenía un viejo cayado que utilizaba como apoyo y sobre el que se irguió una vez se puso de pie. Era tuerto y, aunque parecía hastiado de la vida
-El mismo temperamento que Belladonna. – rió. – Está claro que eres su hija y, de seguir por esa línea, terminarás como ella. – luego miró de costado hacia Kwenthrith y a Jarle. – Y dos jóvenes impetuosos que no saben quién es Huracán, la cazadora de vampiros más famosa de Aerandir. – rió. – Os aseguro que fue una gran cazadora, aunque ahora no es más que una caricatura de sí misma. – apreté la botella, que aún no había estampado, con fuerza mordiéndome los labios.
-¿De qué me conoces para juzgarme, anciano? – le pregunté levantando la cabeza de mala manera. Antaño solía tener respeto por los venerables, mas ahora cada vez muestro menos empatía con todo el mundo, ellos incluidos. Y estaba tan molesta por todo, que estaba a punto de explotar.
-¡¿Y quién no te conoce?!. Eres tan famosa como tu abuela, chica. Y crees que intentas ayudar a la gente, pero, ¿a cuántos vampiros has matado ya, cazadora? – preguntó. – Tu madre y abuela mataban humanos. Tú, vampiros. Las tres sois asesinas, racistas, violentas. ¿Acaso no hay vampiros inocentes que han tenido la desgracia de ser malditos sin su consentimiento? ¡Por los dioses! ¡Intercambias sus cabezas por aeros! Todo por lo que dice un puto contrato. – me echó en cara el hombre. ¿Estaba poniendo al límite mi paciencia? Ya que si lo estaba haciendo, lo estaba consiguiendo. Clavé mis ojos en él.
-Estás colmando mi paciencia, viejo. – musité en voz baja. Parte de la gente ya se disponía a evacuar aquella taberna. Otros, aguardaban expectantes cómo se resolvería aquello. – Yo salvé Aerandir de una amenaza real. – reconocí señalándome, totalmente creída de mí.
–¿Ah, si? Hagamos una encuesta. – miró a Kwenthrith y Jarle. - Decidme, jóvenes que la acompañáis, que parece habéis oído sus “proezas”. ¿Consideráis a esta mujer una heroína educada, digna y justa? ¿Alguien por el que valga la pena luchar? – el hombre se levantó. - ¿O no es más que una asesina de prestigio? ¡Mil aeros dan algunos vampiros por su cabeza! ¿Por qué no uniros a nuestra causa? ¿Por qué no acuchillarla aquí mismo como ella ha hecho tantas otras veces? – al decir esto el resto de paletos empezaron a sentirse más interesados por mí. Aquel estúpido anciano me había descubierto.
Tres hombres comenzaron a acercarse a nuestra mesa. No parecían ser muy fuertes y eran paletos desarmados, probablemente licántropos. Pero si los dos humanos y el séquito de la mujer se unían a su causa me sería más difícil salir bien parada de aquello. Aún así no estaba dispuesta a suplicar ayuda a nadie. Miré a Kwenthrith y a Jarle, no sabía qué papel iban a desarrollar ellos en el inminente combate, pero por si acaso, les advertí. - Os mataré si os acercáis. - amenacé, de nuevo, con una frase más propia de Belladonna que mía. Miré a ambos con cara de enfado, aguardando su respuesta… o sus acciones a favor o en mi contra, mientras me alejaba de la mesa caminando de espaldas. Desenfundando mis ballestas.
Anastasia Boisson
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—¿Así que la conoces?—Preguntó a Jarle, observándole fijamente. Después adoptó de nuevo aquella actitud chulesca que mostraba minutos antes. Alzó la ceja para mirarla con incredulidad—¿Que no es mi asunto, dices? Tú lo has hecho mi asunto al sobresalir defendiendo a aquella fulana. Si no querías llamar la atención deberías haber mantenido esos labios pegados. ¿O es que te crees la defensora del pueblo?—Soltó un breve bufido a modo de desprecio. Si la maga solo tenía malas palabras para ella la noble no iba a ser mejor.
Pocas réplicas se le ocurrieron a sus palabras dedicadas a Björn. No le importaba demasiado la fama que tuviera, si quisiera deshacerse de ellos ya lo habría hecho momentos antes. Se podía ver en su gesto como Jarle y ella estaban tirando demasiado de la palanca. Era como una maquina que iba a saltar por los aires de un momento a otro. Y en cierta forma eso divertía a Kwenthrith. Y tal y como imaginaba la chica acabó reaccionando.
Se sobresaltó cuando gritó mencionando a Lady Mortagglia, y después empezó a reírse casi a voz de grito.—¿Y qué pasa con ese nombre que te enfurece tanto, Huracán? Espera...—Abrió mucho los ojos—vas a matar a todo bicho viviente en esta taberna si te llamo Huracán?—Dijo antes de escuchar que ella era la asesina de la portadora de aquel nombre que la hacía invadir de furia. Ver a aquella maga tan vulnerable le parecía patético. Intentaba aparentar peligrosidad y fuerza pero se había rendido al impulso. Un movimiento imperdonable al parecer. La noble la miró con cinismo mientras esperaba a que Jarle contestase. Pero no fue eso lo que pasó.
El discurso del anciano le pareció un amasijo de estupideces, así que se levantó para ponerse frente a él y enfrentarle. Era considerablemente más alta.—Tonterías, anciano, tonterías. No es cosa de los hombres juzgar lo que pasa aquí si no de nuestros dioses. Además...¿vampiros? Una plaga a exterminar. Por muchos vampiros buenos que hayan...no te vas a parar a considerar qué pulga te pica con buena intención. Simplemente las aplastas. ¿Así que por qué no se inmiscuye en sus propios asuntos?—Silbó para hacer intervenir a sus hombres, que se aproximaban. El ambiente se estaba caldeando. La noble alzó la voz—Solo quiero dejar claro que pertenezco a una familia muy importante. Herirme a mi o a mi compañero, Jarle, le traerá consecuencias a quien lo haga de lo más graves.—Aquello último que dijo el anciano le llamó la atención de sobremanera. ¿Mil aeros por la cabeza de un vampiro? Si aquella chica era capaz de generar esa cantidad de forma rápida era la gallina de los huevos de oro. Necesitaba los aeros para financiar su ejército. Cogió un cuchillo demasiado grande de una de las mesas y apuntó hacia los hombres que se estaban acercando—A ver si os atrevéis a dar un paso más...
Pocas réplicas se le ocurrieron a sus palabras dedicadas a Björn. No le importaba demasiado la fama que tuviera, si quisiera deshacerse de ellos ya lo habría hecho momentos antes. Se podía ver en su gesto como Jarle y ella estaban tirando demasiado de la palanca. Era como una maquina que iba a saltar por los aires de un momento a otro. Y en cierta forma eso divertía a Kwenthrith. Y tal y como imaginaba la chica acabó reaccionando.
Se sobresaltó cuando gritó mencionando a Lady Mortagglia, y después empezó a reírse casi a voz de grito.—¿Y qué pasa con ese nombre que te enfurece tanto, Huracán? Espera...—Abrió mucho los ojos—vas a matar a todo bicho viviente en esta taberna si te llamo Huracán?—Dijo antes de escuchar que ella era la asesina de la portadora de aquel nombre que la hacía invadir de furia. Ver a aquella maga tan vulnerable le parecía patético. Intentaba aparentar peligrosidad y fuerza pero se había rendido al impulso. Un movimiento imperdonable al parecer. La noble la miró con cinismo mientras esperaba a que Jarle contestase. Pero no fue eso lo que pasó.
El discurso del anciano le pareció un amasijo de estupideces, así que se levantó para ponerse frente a él y enfrentarle. Era considerablemente más alta.—Tonterías, anciano, tonterías. No es cosa de los hombres juzgar lo que pasa aquí si no de nuestros dioses. Además...¿vampiros? Una plaga a exterminar. Por muchos vampiros buenos que hayan...no te vas a parar a considerar qué pulga te pica con buena intención. Simplemente las aplastas. ¿Así que por qué no se inmiscuye en sus propios asuntos?—Silbó para hacer intervenir a sus hombres, que se aproximaban. El ambiente se estaba caldeando. La noble alzó la voz—Solo quiero dejar claro que pertenezco a una familia muy importante. Herirme a mi o a mi compañero, Jarle, le traerá consecuencias a quien lo haga de lo más graves.—Aquello último que dijo el anciano le llamó la atención de sobremanera. ¿Mil aeros por la cabeza de un vampiro? Si aquella chica era capaz de generar esa cantidad de forma rápida era la gallina de los huevos de oro. Necesitaba los aeros para financiar su ejército. Cogió un cuchillo demasiado grande de una de las mesas y apuntó hacia los hombres que se estaban acercando—A ver si os atrevéis a dar un paso más...
Kwenthrith
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