[MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
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[MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Dicen las voces del Norte que la muerte acecha en cada esquina. Hostil y silenciosa aguarda el momento de llevarse vidas de forma indiscriminada. Nadie está a salvo, ni siquiera a miles de kilómetros. Ni siquiera tras las fronteras de las ciudades, indispensables protectoras en miles de batallas, pero inútiles para aplacar este mal invisible.
Más cruento que una guerra.
Ni siquiera los poderosos dragones del norte habían podido salvarse de esa extraña enfermedad. Ni siquiera los lobos del este lo habían conseguido. Todos habían sucumbido a esa maldición. ¿Era cosa de los Dioses? ¿Cuánto mal habían hecho para que los Dioses se cebaran así con ellos?
La península de Verisar, que al principio se veía como una opción de refugio, había dejado de serlo. Las grandes masas de refugiados de ambos reinos, la escasez de medicamentos y el pánico social estaban complicando mucho cualquier intento de retención de la enfermedad.
Y todo se volvió gris.
¿Dónde quedaba la solidaridad que predicaban las buenas personas? ¿Había cabida para ayudar a los enfermos? ¿Qué vidas había que salvar y cuáles no? El miedo, la desesperación, la escasez y la represión estaban empezando a convertir las ciudades en auténticos campos de batalla. Había saqueos, venganza, golpes entre hermanos, descontrol, protestas, secuestros, chantajes, asesinatos… Todo lo malo de una sociedad que estaba destruyéndose estaba en Verisar.
Pero, ¿quién es el juez de estos actos? ¿Quién es el jurado? Y… ¿Quién tendría el papel de ejecutor?
Más cruento que una guerra.
Ni siquiera los poderosos dragones del norte habían podido salvarse de esa extraña enfermedad. Ni siquiera los lobos del este lo habían conseguido. Todos habían sucumbido a esa maldición. ¿Era cosa de los Dioses? ¿Cuánto mal habían hecho para que los Dioses se cebaran así con ellos?
La península de Verisar, que al principio se veía como una opción de refugio, había dejado de serlo. Las grandes masas de refugiados de ambos reinos, la escasez de medicamentos y el pánico social estaban complicando mucho cualquier intento de retención de la enfermedad.
Y todo se volvió gris.
¿Dónde quedaba la solidaridad que predicaban las buenas personas? ¿Había cabida para ayudar a los enfermos? ¿Qué vidas había que salvar y cuáles no? El miedo, la desesperación, la escasez y la represión estaban empezando a convertir las ciudades en auténticos campos de batalla. Había saqueos, venganza, golpes entre hermanos, descontrol, protestas, secuestros, chantajes, asesinatos… Todo lo malo de una sociedad que estaba destruyéndose estaba en Verisar.
Pero, ¿quién es el juez de estos actos? ¿Quién es el jurado? Y… ¿Quién tendría el papel de ejecutor?
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El mismísimo Lord Tinegar en persona estaba frente al grupo de suicidas valientes que habían acudido a su llamamiento. ¿Y por qué el general dependía de ellos? Porque ya había perdido a varios de sus hombres en la frontera de Verisar y no iba a enviar a ningún soldado más. Era más simple y práctico mandar a las fronteras a “novatos” voluntarios que a sus entrenados guardias.
Todo era un completo caos al norte de la península. Las ciudades más cercanas, como Vulwulfar o Baslodia eran paso de los refugiados que trataban de buscar un lugar seguro y alejado de la pandemia. Pero la salud de esta gente ponía en peligro la de los ciudadanos del sur. Y no iban a pasar por eso. Habían leído los informes de cómo la extraña enfermedad estaba acabando con la vida de muchas personas y expandiéndose muy rápidamente, así que si querían velar por la salud y la seguridad de su reino debían dejar de lado a los que llegaban. Tal vez no era lo más ético pero, a veces, la moral no conseguía el bien mayor. Sería bonito poder salvar a todos los que esperaban para poder entrar, pero era una utopía. La realidad era otra bien distinta: si dejaban entrar a todo el mundo, Verisar caería como lo habían hecho los reinos del norte y del este.
Esas ciudades habían solicitado la ayuda de la Guardia y Lord Tinegar había respondido. Si salvaban el norte de Verisar, salvaban el resto de la península.
¿Y qué sucedía en las fronteras? Muchos guardias que estaban allí estaban cayendo enfermos y muriendo, por eso no quería permitirse perder a más gente entrenada. ¿Qué había que hacer? ¿Vigilar las fronteras e impedir el paso de inmigrantes? Cualquiera podía hacerlo. Para ello había hecho un llamamiento a voluntarios que quisieran servir a su ciudad: hombres y mujeres dotados con gran fuerza física y que supieran manejar un arma, y también personas dichas en medicina. Las peleas que allí se originaban hacían que se necesitase a unos cuantos médicos.
Y allí estaban los novatos frente al general de la Guardia de Lunargenta. ¡Gran honor para ellos! Si conseguían volver con vida y sin enfermarse, el mismo Lord Tinegar les permitiría formar parte de sus filas. Una gran oferta que no querían rechazar.
Era difícil incluso para alguien forjado en mil batallas. No quería mandar a nadie a la muerte, pero tal era la magnitud de la pandemia que debían ser prácticos.
-Ya saben para que están aquí. -Prosiguió después de haberles dado una arenga acerca del gran favor y servicio que iban a hacer a la Guardia de Lunargenta. -Ahora, depende de ustedes. Los que aún quieran ir, partirán hacia Vulwulfar esta noche y deberán prestar su servicio a la Guardia de la ciudad. Aquellos que consigan desempeñar su trabajo a la perfección, serán recompensados con la admisión a nuestras filas. Podrán lucir el escudo de la Guardia de Lunargenta. -Dijo esto último con gran orgullo y después de pasar la vista por todos, se despidió solemnemente y se retiró.
Un sargento empezó a pasar lista de quienes aún así habían decidido asumir la misión. -¿Nombre? ¿Procedencia? ¿Raza? ¿Habilidades? ¿Por qué quieres ir a Vulwulfar? -Preguntaba eso a todos y cada uno de los nuevos cadetes.
Por la noche, tal y como dijo Lord Tinegar, partieron.
Todo era un completo caos al norte de la península. Las ciudades más cercanas, como Vulwulfar o Baslodia eran paso de los refugiados que trataban de buscar un lugar seguro y alejado de la pandemia. Pero la salud de esta gente ponía en peligro la de los ciudadanos del sur. Y no iban a pasar por eso. Habían leído los informes de cómo la extraña enfermedad estaba acabando con la vida de muchas personas y expandiéndose muy rápidamente, así que si querían velar por la salud y la seguridad de su reino debían dejar de lado a los que llegaban. Tal vez no era lo más ético pero, a veces, la moral no conseguía el bien mayor. Sería bonito poder salvar a todos los que esperaban para poder entrar, pero era una utopía. La realidad era otra bien distinta: si dejaban entrar a todo el mundo, Verisar caería como lo habían hecho los reinos del norte y del este.
Esas ciudades habían solicitado la ayuda de la Guardia y Lord Tinegar había respondido. Si salvaban el norte de Verisar, salvaban el resto de la península.
¿Y qué sucedía en las fronteras? Muchos guardias que estaban allí estaban cayendo enfermos y muriendo, por eso no quería permitirse perder a más gente entrenada. ¿Qué había que hacer? ¿Vigilar las fronteras e impedir el paso de inmigrantes? Cualquiera podía hacerlo. Para ello había hecho un llamamiento a voluntarios que quisieran servir a su ciudad: hombres y mujeres dotados con gran fuerza física y que supieran manejar un arma, y también personas dichas en medicina. Las peleas que allí se originaban hacían que se necesitase a unos cuantos médicos.
Y allí estaban los novatos frente al general de la Guardia de Lunargenta. ¡Gran honor para ellos! Si conseguían volver con vida y sin enfermarse, el mismo Lord Tinegar les permitiría formar parte de sus filas. Una gran oferta que no querían rechazar.
Era difícil incluso para alguien forjado en mil batallas. No quería mandar a nadie a la muerte, pero tal era la magnitud de la pandemia que debían ser prácticos.
-Ya saben para que están aquí. -Prosiguió después de haberles dado una arenga acerca del gran favor y servicio que iban a hacer a la Guardia de Lunargenta. -Ahora, depende de ustedes. Los que aún quieran ir, partirán hacia Vulwulfar esta noche y deberán prestar su servicio a la Guardia de la ciudad. Aquellos que consigan desempeñar su trabajo a la perfección, serán recompensados con la admisión a nuestras filas. Podrán lucir el escudo de la Guardia de Lunargenta. -Dijo esto último con gran orgullo y después de pasar la vista por todos, se despidió solemnemente y se retiró.
Un sargento empezó a pasar lista de quienes aún así habían decidido asumir la misión. -¿Nombre? ¿Procedencia? ¿Raza? ¿Habilidades? ¿Por qué quieres ir a Vulwulfar? -Preguntaba eso a todos y cada uno de los nuevos cadetes.
Por la noche, tal y como dijo Lord Tinegar, partieron.
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Vulwulfar solía ser una ciudad animada, donde se juntaban muchas razas. Se valía de la pesca de percebes y del mercado para ganar sus riquezas así que cualquiera que la visitase podía ver a mucha gente de todo tipo.
Hasta ese momento.
Aquella ciudad llena de color estaba sombría. ¿Dónde estaba la gente? Parecía una villa abandonada o asediada por una guerra. No había edificios destruidos ni escombros por la calle, pero sí había cadáveres tirados a los lados del camino, contra la fachada de las casas, o a orillas del mar. El aspecto de esta gente era horrible, llenos de pústulas que supuraban, pálidos, algunos rodeados de vómito que hacían más desagradable el olor que desprendían.
Los que vivían no tenían mejor aspecto. Los enfermos que caminaban por las calles en dirección a una zona aislada eran casi cadáveres andantes. Un pequeño niño apenas podía tenerse en pie y estaba vomitando en medio de la calle. Su padre sujetaba su mano mientras con la otra se intentaba tapar la boca y la nariz con un paño. Tal vez para evitar el contagio, evitar contagiar a alguien o simplemente porque no podía soportar el mal olor.
Los médicos llevaban unos extraños trajes que los cubrían completamente, y aún así se mantenían a distancia. Estos se acercaron a la gran puerta que separaba Vulwulfar del exterior y empezaron a repartir una hoja de pergamino enrollada, unos guantes gruesos y una tela perfumada para que se cubriesen la cara los guardias.
Normas para el control de la pandemia
1 - Sólo cruzar por la calle habilitada para guardias.
2 - No mantener contacto con los enfermos.
3 - Mantener distancia prudencial de las personas.
4 - Obedecer a guardias y médicos.
5 - Sólo beber el agua que ofrezcan guardias y médicos.
6 - Sólo tomar alimentos que ofrezcan guardias y médicos.
7 - No tocar los cadáveres ni sus fluidos.
8 - Someterse a una desinfección al entrar y salir de la ciudad.
9 - Comuicar a las autoridades si se sospecha de alguien enfermo o se presentan síntomas.
10 - Extremar la higiene.
11 - No interrumpir las labores de guardias y médicos.
12 - No ocultar a enfermos.
13 - No salir de la ciudad.
Cualquier incumplimiento de estas normas supondrá un severo castigo.
Sólo había una calle sin ningún tipo de enfermo, y en la plaza no podían estar. Así que ese era el recorrido que tomarían hasta llegar a la única zona segura: El cuartel. Allí empezaría la misión de esos novatos, que habían tenido que ver la desgracia de una guerra contra un mal invisible.
-Bien, cadetes. ¿Sabéis lo que tenéis que hacer? -El aspecto del general era de una persona muy agotada. Posiblemente llevaría días sin dormir. -Iréis a la frontera que se extiende hasta Baslodia. No podéis dejar pasar a nadie. Repito: ¡A NADIE! Sólo yo tengo permiso para permitir el paso. Si viene alguien desde la Base de los Bio, avisadme. Si no, nadie podrá cruzar. Ni volando, ni saltando la barrera que hemos creado, ni nada. ¡¿Entendido?! No matéis a no ser que sea necesario. Ni mantengáis el contacto directo con los enfermos. Os proporcionaremos lanzas de dos metros para mantener la separación. Los médicos: Atenderéis a nuestros soldados. Y sólo a los que no presenten ninguno de estos síntomas. Los enfermos abandonarán la frontera y entrarán en la zona de aislamiento. -No dijo nada más. Sólo miró a otro guardia que estaba repartiendo dos pergaminos más por persona y un pequeño kit a los médicos.
Control fronterizo
1 - No se deja pasar a nadie.
2 - En caso de que esa persona pueda entrar, se debe preguntar primero a superiores.
3 - Mantener distancia prudencial de las personas.
4 - Obedecer a guardias y médicos.
5 - No tocar a nadie sin los guantes, y solo a compañeros.
6 - Si alguien intenta colarse hay permiso para acabar con su vida.
7 - Si tiene síntomas, pónganse en contacto con su superior y aíslese.
8 - Los médicos sólo atenderán heridas, no a compañeros enfermos.
9 - No se permiten tratos con los forasteros.
10 - Mantened siempre la cabeza en vuestro objetivo: Proteger Verisar.
Cualquier incumplimiento de estas normas supondrá un severo castigo.
El último pergamino era un listado donde se apuntaban los decesos.
Era hora de ir a la frontera, un muro improvisado que habían creado los guardias para impedir el paso. Aparte, también se encontraban las murallas cerradas. Pero la importancia del asunto estaba ahí. Arqueros, lanceros, tiradores… Todo tipo de soldados estaban estratégicamente colocados para no dejarse escapar ningún objetivo. Y los médicos corrían para todos lados ayudando a los heridos. Tras el improvisado muro, las voces de desesperación se escuchaban, también insultos, golpes y llantos.
¿Conseguirían cumplir su misión?
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Bienvenidos novatos: ¿Preparados para defender Verisar? Posiblemente pensabais que entrar en la Guardia de Lunargenta era solamente proteger la ciudad de maleantes y villanos, y colgarse medallitas por ello. ¡Ay! ¡Cuánta inocencia en vuestras mortales mentecillas! No defenderéis Lunargenta, sino una frontera creada por los guardias para impedir el paso de gente enferma. Ya sabéis que a las personas les gusta construir muchos muros… Aunque era eso o compartir enfermedad todos en amor y compañía. ¡Qué difícil decisión! Sobre vuestras elecciones pesará la vida de mucha gente. ¿Sabréis tomar la mejor?
Ashryn y Yomo, os encontráis en la frontera. Antes me gustaría saber cómo os decidisteis a responder al llamamiento de Lord Tinegar y vuestra llegada a Vulwulfar. Vuestro viaje, resumiendo. Tranquilos, este turno será más suave, ya tenéis suficiente con ver, de primera mano, la desgracia que lleva esta enfermedad.
A vuestra disposición tenéis los siguientes objetos:
- Mascarilla húmeda aromatizada.
- Tres pergaminos con normas a seguir.
- Una lanza de dos metros de longitud (para Yomo)
- Guantes de protección.
- Kit médico (para Ashryn): 3 vendajes limpios, 1 infusión de alivio, 3 pasta sanadora, 5 leche sueño modificado (se usa con los enfermos, para que no sufran al morir), una túnica que cubre todo el cuerpo, desechable.
Si durante la misión no los usáis o rompéis, podréis quedároslos.
Leed bien los pergaminos, tened mucho cuidado y extremad las precauciones, pues nunca se sabe quién puede acabar contagiándose. Y creo recordar que todavía no existe cura.
Recordad también que este desafío es, para vosotros, un tema de gremio. Podréis formar parte de la Guardia de Lunargenta después de esto.
Fehu
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Con las mejillas sonrosadas y la respiración un poco agitada, la pequeña ojiazul se levantó del sofá, tratando de calmar el ritmo acelerado con que su corazón palpitaba. Ni siquiera se molestó en mascullar una pequeña maldición, pues ya comenzaba a acostumbrarse a las abruptas interrupciones que les hacían constantemente, mientras se encontraba con el joven de ojos avellana. En las últimas semanas los besos eran lo máximo a lo que ambos habían podido aspirar, considerando que cada que abandonaban la timidez, alguna persona llegaba a interrumpirles, acabando con la apasionada atmosfera que con esfuerzos habían conseguido generar. Parecía que el mundo estaba empeñado en no dejarles avanzar, aunque luego de tantos tristes intentos, ambos comenzaban a tomarlo con humor.
La rubia se alisó el cabello y acomodó las mangas de su vestido antes de atender a quién fuese que estuviese llamando a la puerta. Parpadeó un poco confundida al ver frente a ella a un miembro de la guardia de Lunargenta, quien no dudó en entregarle un pequeño sobre en el cual solicitaban su presencia inmediata como recluta de la Guardia. Pese al desconcierto inicial, Ashy ya sabía que en algún momento aquello iba a suceder. Semanas atrás se había encontrado con varios miembros de la Guardia, y después de pensarlo durante varios días, la idea de unirse a ellos terminó por convencerla. Claro que no se imaginó que tan pronto la mandarían llamar, menos de aquella manera tan imprevista. El caballero se retiró, dejando a la elfita con el tiempo suficiente para alistarse y emprender la marcha.
Había extraños rumores en la ciudad, mismos que hablaban acerca de una enfermedad que estaba extendiéndose desde los reinos del norte, pero hasta ahora todo era inconcluso y ella se había limitado a continuar con su trabajo en el hospital. Tampoco es como que ahora pudiese negarse, si solicitaban su presencia ella tendría que ir. Acarició la mejilla del apuesto muchacho y le dio un pequeño beso, explicándole rápidamente la situación, pidiéndole que se cuidara mientras ella se encontraba ausente. Sin muchos ánimos subió a su habitación, tomando su bolso mágico y una capa que la cubriese del frío de la noche, rogándole a los Dioses que no se tratase de algo realmente peligroso. Bajó las escaleras con un extraño presentimiento sobre todo aquello y le regaló una discreta sonrisa al joven, quien —de alguna manera— había decidido acompañarla en su travesía.
Por más que lo intentó no consiguió que Yomo cambiase de opinión y minutos después ya se encontraban en presencia del famoso Lord Tinegar. El hombre era aterrador, no lo iba a negar, y la forma en que se refería a ellos comenzó a ponerla nerviosa. Una vez dadas las instrucciones, los reclutas deberían pasar por un pequeño proceso de registro, y fue entonces que la de orbes azulados notó que el número de aspirantes se redujo considerablemente. La idea de ir a Vulwulfar no convenció a todos los que en un inicio habían deseado servir a la Guardia de Lunargenta y eso quedó demostrado cuando el sargento comenzó a tomarles los datos. Ashy aguardó en su lugar, observando como poco a poco se veían reducidos.
—Ashryn Elaynor —habló, volviendo su mirada al sargento—. Sandorai… —la verdad no sabía muy bien cómo responder esa pregunta—. Soy médico en el hospital de Lunargenta —agregó con seguridad—. Elfa… —otra pregunta que le costó trabajo responder, pues técnicamente ella mestiza—. Puedo sanar a los heridos y potenciar sus habilidades —se mordió el labio con nerviosismo, escondiendo el peligroso lado ofensivo de su magia—. Porque puedo serles de gran ayuda…
Fue lo último que dijo, justo antes de que se les ordenase partir a Vulwulfar. Con un mal presentimiento arremolinándose en su interior, la ojiazul tomó asiento junto a su compañero, acariciándole la mano con discreción. No sabía lo que les aguardaría al llegar a la ciudad, pero sin duda la situación sobrepasó sus expectativas en varios niveles. El rumor resultó ser mucho peor de lo que se hablaba. Los cadáveres de las personas se encontraban esparcidos por todos lados, los enfermos parecían muertos en vida y los guardias no daban abasto con los trabajos, entregando pergaminos a los recién llegados, junto a unas extrañas personas vestidas con peculiares trajes. Ashy no había notado que en algún momento tomó la mano de su compañero, hasta que uno de los guardias les ordenó que se separasen y pasasen a recoger uno de los pergaminos y un pequeño pañuelo aromatizado.
Las instrucciones en aquel pedazo de papel hicieron que el alma se le cayese al suelo. Estaban extremando las medidas, para evitar que la enfermedad se extendiese y eso solo significaba que el número de afectados debía ser incalculable, y que la catástrofe no podía ser subestimada. Avanzaron por una larga calle, misma que parecía un extenso camino hacia la desolación, hasta que finalmente llegaron al cuartel de la Guardia de Vulwulfar. Ahí se encontraron con un nuevo general, quien no dudó en dar instrucciones de formas más asertiva que Lord Tinegar, dejando muy en claro que ni un solo error sería pasado por alto. Miró a Yomo con preocupación, entendiendo que él podría tener posibilidades de contraer la enfermedad si no seguían las instrucciones al pie de la letra. Definitivamente él debió quedarse a salvo en Lunargenta…ahora por su culpa corría demasiado peligro y ya era muy tarde como para pedirle desistir de aquello.
Miró los dos nuevos pergaminos que les fueron entregados, junto a un pequeño kit con algunos vendajes y medicinas, y aquella misteriosa túnica que los médicos deberían utilizar. Ahora tendrían que partir al muro fronterizo a cumplir con la tarea que se les había encomendado. En el sitio se hallaban un sinfín de guardias, armados con todo tipo de artefactos, mientras que, por su lado los médicos no paraban de ir a un lado a otro, tratando a los heridos y aislando a quienes comenzaban a presentar los síntomas de la enfermedad. En un pequeño cuartel provisional de las líneas fronterizas les permitieron cambiarse de ropas, advirtiéndoles que solo tendrían cinco minutos antes de tener que presentarse en sus respectivos puestos. Guardias los custodiaban a sol y sombra; aun así, la pequeña ojiazul no dudó en aprovechar el momento en que se hallaron solos, para hablarle por fin.
—Prométeme que tendrás mucho cuidado…
Los cinco minutos estarían por acabar y la rubia no iba a desaprovechar esa pequeña oportunidad, por lo que —sin previo aviso— depositó un beso en los labios del muchacho, pues parecía que ese sería el último que le daría en un largo tiempo. Con la túnica ya puesta y sin haber sido descubiertos, la pequeña elfita se puso a las órdenes de quienes estaban a cargo del cuerpo médico. Leyendo con cuidado los tres pergaminos que les habían entregado, poniendo especial atención a la lista de normas para el control de la pandemia…y sin quererlo así, a la penosa lista de los decesos.
La rubia se alisó el cabello y acomodó las mangas de su vestido antes de atender a quién fuese que estuviese llamando a la puerta. Parpadeó un poco confundida al ver frente a ella a un miembro de la guardia de Lunargenta, quien no dudó en entregarle un pequeño sobre en el cual solicitaban su presencia inmediata como recluta de la Guardia. Pese al desconcierto inicial, Ashy ya sabía que en algún momento aquello iba a suceder. Semanas atrás se había encontrado con varios miembros de la Guardia, y después de pensarlo durante varios días, la idea de unirse a ellos terminó por convencerla. Claro que no se imaginó que tan pronto la mandarían llamar, menos de aquella manera tan imprevista. El caballero se retiró, dejando a la elfita con el tiempo suficiente para alistarse y emprender la marcha.
Había extraños rumores en la ciudad, mismos que hablaban acerca de una enfermedad que estaba extendiéndose desde los reinos del norte, pero hasta ahora todo era inconcluso y ella se había limitado a continuar con su trabajo en el hospital. Tampoco es como que ahora pudiese negarse, si solicitaban su presencia ella tendría que ir. Acarició la mejilla del apuesto muchacho y le dio un pequeño beso, explicándole rápidamente la situación, pidiéndole que se cuidara mientras ella se encontraba ausente. Sin muchos ánimos subió a su habitación, tomando su bolso mágico y una capa que la cubriese del frío de la noche, rogándole a los Dioses que no se tratase de algo realmente peligroso. Bajó las escaleras con un extraño presentimiento sobre todo aquello y le regaló una discreta sonrisa al joven, quien —de alguna manera— había decidido acompañarla en su travesía.
Por más que lo intentó no consiguió que Yomo cambiase de opinión y minutos después ya se encontraban en presencia del famoso Lord Tinegar. El hombre era aterrador, no lo iba a negar, y la forma en que se refería a ellos comenzó a ponerla nerviosa. Una vez dadas las instrucciones, los reclutas deberían pasar por un pequeño proceso de registro, y fue entonces que la de orbes azulados notó que el número de aspirantes se redujo considerablemente. La idea de ir a Vulwulfar no convenció a todos los que en un inicio habían deseado servir a la Guardia de Lunargenta y eso quedó demostrado cuando el sargento comenzó a tomarles los datos. Ashy aguardó en su lugar, observando como poco a poco se veían reducidos.
—Ashryn Elaynor —habló, volviendo su mirada al sargento—. Sandorai… —la verdad no sabía muy bien cómo responder esa pregunta—. Soy médico en el hospital de Lunargenta —agregó con seguridad—. Elfa… —otra pregunta que le costó trabajo responder, pues técnicamente ella mestiza—. Puedo sanar a los heridos y potenciar sus habilidades —se mordió el labio con nerviosismo, escondiendo el peligroso lado ofensivo de su magia—. Porque puedo serles de gran ayuda…
Fue lo último que dijo, justo antes de que se les ordenase partir a Vulwulfar. Con un mal presentimiento arremolinándose en su interior, la ojiazul tomó asiento junto a su compañero, acariciándole la mano con discreción. No sabía lo que les aguardaría al llegar a la ciudad, pero sin duda la situación sobrepasó sus expectativas en varios niveles. El rumor resultó ser mucho peor de lo que se hablaba. Los cadáveres de las personas se encontraban esparcidos por todos lados, los enfermos parecían muertos en vida y los guardias no daban abasto con los trabajos, entregando pergaminos a los recién llegados, junto a unas extrañas personas vestidas con peculiares trajes. Ashy no había notado que en algún momento tomó la mano de su compañero, hasta que uno de los guardias les ordenó que se separasen y pasasen a recoger uno de los pergaminos y un pequeño pañuelo aromatizado.
Las instrucciones en aquel pedazo de papel hicieron que el alma se le cayese al suelo. Estaban extremando las medidas, para evitar que la enfermedad se extendiese y eso solo significaba que el número de afectados debía ser incalculable, y que la catástrofe no podía ser subestimada. Avanzaron por una larga calle, misma que parecía un extenso camino hacia la desolación, hasta que finalmente llegaron al cuartel de la Guardia de Vulwulfar. Ahí se encontraron con un nuevo general, quien no dudó en dar instrucciones de formas más asertiva que Lord Tinegar, dejando muy en claro que ni un solo error sería pasado por alto. Miró a Yomo con preocupación, entendiendo que él podría tener posibilidades de contraer la enfermedad si no seguían las instrucciones al pie de la letra. Definitivamente él debió quedarse a salvo en Lunargenta…ahora por su culpa corría demasiado peligro y ya era muy tarde como para pedirle desistir de aquello.
Miró los dos nuevos pergaminos que les fueron entregados, junto a un pequeño kit con algunos vendajes y medicinas, y aquella misteriosa túnica que los médicos deberían utilizar. Ahora tendrían que partir al muro fronterizo a cumplir con la tarea que se les había encomendado. En el sitio se hallaban un sinfín de guardias, armados con todo tipo de artefactos, mientras que, por su lado los médicos no paraban de ir a un lado a otro, tratando a los heridos y aislando a quienes comenzaban a presentar los síntomas de la enfermedad. En un pequeño cuartel provisional de las líneas fronterizas les permitieron cambiarse de ropas, advirtiéndoles que solo tendrían cinco minutos antes de tener que presentarse en sus respectivos puestos. Guardias los custodiaban a sol y sombra; aun así, la pequeña ojiazul no dudó en aprovechar el momento en que se hallaron solos, para hablarle por fin.
—Prométeme que tendrás mucho cuidado…
Los cinco minutos estarían por acabar y la rubia no iba a desaprovechar esa pequeña oportunidad, por lo que —sin previo aviso— depositó un beso en los labios del muchacho, pues parecía que ese sería el último que le daría en un largo tiempo. Con la túnica ya puesta y sin haber sido descubiertos, la pequeña elfita se puso a las órdenes de quienes estaban a cargo del cuerpo médico. Leyendo con cuidado los tres pergaminos que les habían entregado, poniendo especial atención a la lista de normas para el control de la pandemia…y sin quererlo así, a la penosa lista de los decesos.
Ashryn Elaynor
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Rio para mis adentros antes de sonreírle con picardía a la elfa de hermosos ojos en señal de rendición, bufo mientras me resigno a verle retirarse para atender a otro de sus inoportunos pacientes. Claro que lo he intentado, pero ya he comprobado que no hay nada que pueda hacer para evitar que ella abandone el sofá que ha presenciado esta escena varias veces durante este último mes. Nuevamente otro idiota ha venido a interrumpir el apasionado momento de privacidad que, con un poco de esfuerzo de ambas partes, suelo compartir con Ashryn. La inoportunidad de las visitas al consultorio de la rubia han ocurrido tantas veces que ya incluso empiezan a causarnos gracia, solo es otra de las pesadas bromas del destino que han estado persiguiéndome con mayor frecuencia desde que estoy en Lunargenta.
¿Qué? ¿Que cuando empezamos a tener estos encuentros? ¿¡No tienes algo mejor que hacer que interesarte por mi vida amorosa!? Si tanto quieres saber, ¡pues no lo recuerdo...! ¿Qué? ¿¡Que esperabas!? Estaba muy ocupado deleitándome con esos labios sabor a miel como para preocuparme por algo tan insignificante como eso. Tras la inesperada acción de la elfa aquel día que recurrí a su ayuda para tratar mis heridas, confieso que me quede en blanco y no supe ni qué hacer ni cómo reaccionar, incluso creo que llegue a ofenderle, pues después de eso ninguno emitió sonido alguno. Ella simplemente tomo los medicamentos necesarios para mi tratamiento y me los entrego sin mirarme para luego salir pitando de ahí a quien sabe dónde... quizás a esconderse en otro de esos armarios locos. Yo hice lo mismo y me retire con la cara hecha un incendio forestal intentando creer que aquello no había ocurrido.
Que iluso, intentando tomarle el pelo a un oso.
Recuerdo que buscaba la excusa más patética que encontraba para volver al consultorio de la elfa, ella me llevaba al sofá a "inspeccionar" que tanto habían sanado mis heridas, de un momento a otro se cruzaban nuestras miradas, ella enrojecía y luego yo perdía el control. Soy un cambiapieles, es normal, tampoco es una de las grandes maravillas del universo. Cuando reaccionaba, ya había aparecido otro de esos molestos visitantes a interrumpir esos breves momentos en los que estaba de acuerdo con lo que hiciera mi lado bestial.
Ashryn está regresando. No hace nada fuera de lo usual... excepto por esa descabellada idea de que ha sido convocada por esos pijos de la Guardia de Lunargenta para hacer quien sabe qué. Suelo rondar por las catacumbas en mi tiempo libre y en ese lugar para nadie es un secreto lo que se está cocinando fuera de la península de Verisar: una extraña enfermedad se extiende con rapidez desde el norte. ¿Qué me quede sin hacer nada mientras ella sale por ahí a contagiarse? ¿¡Y encima con los lunáticos de la Guardia!? Ja, claro, y mi difunto abuelo es el maestro de los magos. No importo nada de lo que la elfa intento para detenerme, me ancle a ella como un alfiler y me dispuse a acompañarla para asegurarme de que esos inadaptados no la involucren en esa aura de místicos problemas que siempre les rodea. Siento un golpe en las costillas, Ashryn me ha dado un codazo para traerme de regreso a la realidad. Una especie de sargento se aproxima.
—Yomo Taemasu. —afirme sin inmutarme ante su presencia. — Bosque de los Humanos. —agregue antes de recibir una pregunta difícil. ¿Qué debo responder? No lo sé, solo he conocido un par de personas que recuerdan que alguna vez existimos los cambiapieles. Ni siquiera le he explicado a Ashryn lo que es un cambiapieles, no pienso explicárselo a cualquier desconocido solo porque si, prefiero ir por el camino fácil. — Humano. —dije para recibir otra pregunta difícil. — Soy fuerte y se luchar. —comente restándole importancia y ocultando que tengo un poderoso lado bestial que no puedo controlar. — Para asegurarme de que no le asesinen. —añadí señalando a la elfa a mi lado mientras desafiaba al sargento con la mirada. A él no pareció importarle y paso de mí. Ja, sabe que no le conviene... ¿cierto?
En un abrir y cerrar de ojos, literalmente, ya estábamos rumbo a Vugufar... Vultufar... algo así, no estaba prestando atención a nada de lo que decía al rey de los pijos de Lord Tinegar... ¿Qué? Sí, estoy aquí sin saber qué demonios tengo que hacer, ¿algún problema? Créeme, si me preocupara por formular todo un plan para salir de este lío todo terminaría saliendo al revés. Al menos tengo la dulce compañía de la elfa y la certeza de que aún no la han decapitado. Finalmente llegamos a la dichosa Vulwulfar, supongo que de dichosa solo tiene el nombre... ¿Por qué? No lo sé, quizás el mar de cadáveres y vomito junto al ambiente lúgubre y tenebroso de pueblo post-apocalíptico sea una buena pista, ¡incluso tienen sus propios muertos vivientes! Ah, no, solo son habitantes enfermos, no hay mucha diferencia en realidad. La suave caricia de la elfa se había tornado en un sólido agarre que nos brindaba la fuerza suficiente para seguir andando. Recibí el pequeño kit que entregaban los... ¿médicos? a todos los nuevos reclutas. La severidad de las normas era una locura, escuche que la enfermedad había causado estragos por donde quiera que pasase, pero pensaba que solo era una exageración.
Que equivocado estaba.
Llegamos al cuartel donde varonilmente y valientemente se ocultaban todos los guardias veteranos, nos recibió otro general que nos dio instrucciones precisas y certeras, se notaba que no había sido nada fácil combatir con el mal que azotaba la frontera. Me preocupa principalmente Ashryn, es fácil notar que jugamos a ser peones: simples piezas que se sacrifican para salvar a las piezas más importantes. Al contrario de mí, ella es médico y corre más riesgos de contraer la enfermedad, por supuesto, cualquier guardia inteligente no reconocerá que posee algún síntoma de la enfermedad y tratara de ocultarlos. Maldita sea, que idiota fui, debí haber evitado que la elfa se metiera en este rollo en primer lugar.
Recibimos dos pergaminos extra, el primero contenía otra lista de severas reglas a seguir. Trago saliva al terminar de leer, la extremidad de las medidas es abrupta, ¿debo considerar esto como un acto inhumano o debo justificarlo con la importancia de salvar al resto de Verisar? Tampoco tengo derecho a hablar de inhumanidad, pues en el fondo preferiría huir con Ashryn lejos de aquí y que mueran otros miles con tal de salvar su vida, solo me interesa que ella permanezca sana y salva. Al llegar a la frontera fuimos recibidos por una escena que ensucio los calzones de muchos reclutas: Soldados armados custodiaban un espontaneo muro que no lograba ocultar los llantos de desesperación de aquellos que no lograban entrar a aquella utopía que "garantizaba" protección ante la pandemia, los médicos corrían de un lado a otro atendiendo a los soldados que resultaban lastimados. Los reclutas fuimos llevados a un pequeño cuartel donde podríamos prepararnos para salir a mori- digo a proteger Verisar. Cinco minutos, suficientes para tener una conversación con Ashryn, algo me decía que posiblemente seria la última en mucho tiempo.
— Estaré bien. —dije tomando y depositando un suave beso en el reverso de su mano para brindarle seguridad. — Ashryn... —le mire a los ojos con seriedad mientras intentaba decir algo, quería pedirle que evitara acercarse a nadie y que intentara mantenerse al margen, que cuidara su vida y sacrificara las otras... pero desistí, sabía que ella no lo haría sin importar lo que diga. — Se prudente, ¿de acuerdo? —solté finalmente.
Un beso inesperado, fue lo último que recibí de Ashryn antes de verla partir con los cuerpos médicos, llevando consigo algo que me hizo sentir una especie de vació en el pecho. Ya vestido con el uniforme de los guardias que custodiaban el repentino muro y las murallas, me arme con una lanza de dos metros de longitud y repase los pergaminos, haciendo lo posible por memorizar cada una de las normas que en ellos se encontraban plasmadas. Con un suspiro, me prepare para volver a entrar en el eje de la tormenta.
¿Qué? ¿Que cuando empezamos a tener estos encuentros? ¿¡No tienes algo mejor que hacer que interesarte por mi vida amorosa!? Si tanto quieres saber, ¡pues no lo recuerdo...! ¿Qué? ¿¡Que esperabas!? Estaba muy ocupado deleitándome con esos labios sabor a miel como para preocuparme por algo tan insignificante como eso. Tras la inesperada acción de la elfa aquel día que recurrí a su ayuda para tratar mis heridas, confieso que me quede en blanco y no supe ni qué hacer ni cómo reaccionar, incluso creo que llegue a ofenderle, pues después de eso ninguno emitió sonido alguno. Ella simplemente tomo los medicamentos necesarios para mi tratamiento y me los entrego sin mirarme para luego salir pitando de ahí a quien sabe dónde... quizás a esconderse en otro de esos armarios locos. Yo hice lo mismo y me retire con la cara hecha un incendio forestal intentando creer que aquello no había ocurrido.
Que iluso, intentando tomarle el pelo a un oso.
Recuerdo que buscaba la excusa más patética que encontraba para volver al consultorio de la elfa, ella me llevaba al sofá a "inspeccionar" que tanto habían sanado mis heridas, de un momento a otro se cruzaban nuestras miradas, ella enrojecía y luego yo perdía el control. Soy un cambiapieles, es normal, tampoco es una de las grandes maravillas del universo. Cuando reaccionaba, ya había aparecido otro de esos molestos visitantes a interrumpir esos breves momentos en los que estaba de acuerdo con lo que hiciera mi lado bestial.
Ashryn está regresando. No hace nada fuera de lo usual... excepto por esa descabellada idea de que ha sido convocada por esos pijos de la Guardia de Lunargenta para hacer quien sabe qué. Suelo rondar por las catacumbas en mi tiempo libre y en ese lugar para nadie es un secreto lo que se está cocinando fuera de la península de Verisar: una extraña enfermedad se extiende con rapidez desde el norte. ¿Qué me quede sin hacer nada mientras ella sale por ahí a contagiarse? ¿¡Y encima con los lunáticos de la Guardia!? Ja, claro, y mi difunto abuelo es el maestro de los magos. No importo nada de lo que la elfa intento para detenerme, me ancle a ella como un alfiler y me dispuse a acompañarla para asegurarme de que esos inadaptados no la involucren en esa aura de místicos problemas que siempre les rodea. Siento un golpe en las costillas, Ashryn me ha dado un codazo para traerme de regreso a la realidad. Una especie de sargento se aproxima.
—Yomo Taemasu. —afirme sin inmutarme ante su presencia. — Bosque de los Humanos. —agregue antes de recibir una pregunta difícil. ¿Qué debo responder? No lo sé, solo he conocido un par de personas que recuerdan que alguna vez existimos los cambiapieles. Ni siquiera le he explicado a Ashryn lo que es un cambiapieles, no pienso explicárselo a cualquier desconocido solo porque si, prefiero ir por el camino fácil. — Humano. —dije para recibir otra pregunta difícil. — Soy fuerte y se luchar. —comente restándole importancia y ocultando que tengo un poderoso lado bestial que no puedo controlar. — Para asegurarme de que no le asesinen. —añadí señalando a la elfa a mi lado mientras desafiaba al sargento con la mirada. A él no pareció importarle y paso de mí. Ja, sabe que no le conviene... ¿cierto?
En un abrir y cerrar de ojos, literalmente, ya estábamos rumbo a Vugufar... Vultufar... algo así, no estaba prestando atención a nada de lo que decía al rey de los pijos de Lord Tinegar... ¿Qué? Sí, estoy aquí sin saber qué demonios tengo que hacer, ¿algún problema? Créeme, si me preocupara por formular todo un plan para salir de este lío todo terminaría saliendo al revés. Al menos tengo la dulce compañía de la elfa y la certeza de que aún no la han decapitado. Finalmente llegamos a la dichosa Vulwulfar, supongo que de dichosa solo tiene el nombre... ¿Por qué? No lo sé, quizás el mar de cadáveres y vomito junto al ambiente lúgubre y tenebroso de pueblo post-apocalíptico sea una buena pista, ¡incluso tienen sus propios muertos vivientes! Ah, no, solo son habitantes enfermos, no hay mucha diferencia en realidad. La suave caricia de la elfa se había tornado en un sólido agarre que nos brindaba la fuerza suficiente para seguir andando. Recibí el pequeño kit que entregaban los... ¿médicos? a todos los nuevos reclutas. La severidad de las normas era una locura, escuche que la enfermedad había causado estragos por donde quiera que pasase, pero pensaba que solo era una exageración.
Que equivocado estaba.
Llegamos al cuartel donde varonilmente y valientemente se ocultaban todos los guardias veteranos, nos recibió otro general que nos dio instrucciones precisas y certeras, se notaba que no había sido nada fácil combatir con el mal que azotaba la frontera. Me preocupa principalmente Ashryn, es fácil notar que jugamos a ser peones: simples piezas que se sacrifican para salvar a las piezas más importantes. Al contrario de mí, ella es médico y corre más riesgos de contraer la enfermedad, por supuesto, cualquier guardia inteligente no reconocerá que posee algún síntoma de la enfermedad y tratara de ocultarlos. Maldita sea, que idiota fui, debí haber evitado que la elfa se metiera en este rollo en primer lugar.
Recibimos dos pergaminos extra, el primero contenía otra lista de severas reglas a seguir. Trago saliva al terminar de leer, la extremidad de las medidas es abrupta, ¿debo considerar esto como un acto inhumano o debo justificarlo con la importancia de salvar al resto de Verisar? Tampoco tengo derecho a hablar de inhumanidad, pues en el fondo preferiría huir con Ashryn lejos de aquí y que mueran otros miles con tal de salvar su vida, solo me interesa que ella permanezca sana y salva. Al llegar a la frontera fuimos recibidos por una escena que ensucio los calzones de muchos reclutas: Soldados armados custodiaban un espontaneo muro que no lograba ocultar los llantos de desesperación de aquellos que no lograban entrar a aquella utopía que "garantizaba" protección ante la pandemia, los médicos corrían de un lado a otro atendiendo a los soldados que resultaban lastimados. Los reclutas fuimos llevados a un pequeño cuartel donde podríamos prepararnos para salir a mori- digo a proteger Verisar. Cinco minutos, suficientes para tener una conversación con Ashryn, algo me decía que posiblemente seria la última en mucho tiempo.
— Estaré bien. —dije tomando y depositando un suave beso en el reverso de su mano para brindarle seguridad. — Ashryn... —le mire a los ojos con seriedad mientras intentaba decir algo, quería pedirle que evitara acercarse a nadie y que intentara mantenerse al margen, que cuidara su vida y sacrificara las otras... pero desistí, sabía que ella no lo haría sin importar lo que diga. — Se prudente, ¿de acuerdo? —solté finalmente.
Un beso inesperado, fue lo último que recibí de Ashryn antes de verla partir con los cuerpos médicos, llevando consigo algo que me hizo sentir una especie de vació en el pecho. Ya vestido con el uniforme de los guardias que custodiaban el repentino muro y las murallas, me arme con una lanza de dos metros de longitud y repase los pergaminos, haciendo lo posible por memorizar cada una de las normas que en ellos se encontraban plasmadas. Con un suspiro, me prepare para volver a entrar en el eje de la tormenta.
Asger Björn
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Preciosas las demostraciones de amor entre mortales, pero peligrosas cuando se pone en riesgo la vida de los amantes. Mas, imposible es no darles las bendiciones divinas a esa unión, pese a los tiempos difíciles. Es sorprendente lo que el afecto es capaz de hacer en casos de importancia vital. Bien han hecho en aprovechar el poco tiempo que se les brinda, pues el trabajo es prioritario y no se sabe cuándo volverán a verse. Si es que vuelven a reencontrarse.
Sobre el muro, los guerreros tratan de impedir que los refugiados entren al a península. Les aterra la idea de que el mal que ha asolado los reinos más al norte, acabe también con su territorio. Hasta ahí han llegado personas de todas las razas en busca de una oportunidad por ínfima que sea. Cualquier cosa con tal de salvarse. Han visto a sus vecinos, a sus hijos, a sus padres o a sus amigos morir tras haber sucumbido a la extraña enfermedad. Cualquier oportunidad hacía renacer sus esperanzas. ¿Y qué mejor lugar que Verisar? Allí estaban los mejores médicos, les podrían brindar el mejor cuidado. Incluso podrían salvarlos de la muerte. Pero qué equivocados estaban, ya que en ninguna de las ciudades de Verisar había una cura.
Aporreaban la pared del muro, trataban de saltar y, los dragones, volar. Pero eran abatidos por los arqueros y los aventurados que se atrevían a arrojar la lanza contra ellos. Todo lo que hiciera falta para que nadie franquease el muro. Ese era el trabajo de la Guardia. Las órdenes eran claras: no dejar entrar a nadie. ¿A nadie? Bueno… Dependiendo si a ese “nadie” le sonaban los aeros en su bolsita o había nacido con un buen título nobiliario. Como era el caso de Lady Marion Harbert y Arshäll. Ella sí había conseguido pasar al decir su nombre y al comprobar sus datos. Pero no su pareja.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] habían escapado de Dundarak mucho antes de la pandemia, pero iban caminando y, para cuando quisieron llegar a Ulmer, ya estaban siendo asolados por el mal. Ahora buscaban asilo en el sur. Pero, claro, sólo ella había tenido acceso. Kaysa Hegbak, hija de un simple vendedor de hielo, se quedó al otro lado del muro, algo que no llevó muy bien la noble.
La muchacha había probado a ordenárselo a todos los soldados, pero ya la conocían. Aun así no iba a rendirse y fue a por los nuevos. Eran más fáciles de convencer cuando no sabían bien las normas. En concreto eligió al que tenía más cerca, un chico que parecía bastante perdido.
-Hola. -Saludó tratando de parecer seria y altiva, aunque no era su estilo, pero quería mostrar rudeza. -Soy Lady Marion Harbert y Arshäll, tercera en mi nombre, hija de Niels Harbert, de Dundarak. -Dijo casi todos sus títulos, aunque eran más de los que le había dicho al soldado. -Y le ordeno que deje pasar a Kaysa Hegbak, es… -Miró un poco por encima de toda la muchedumbre. -esa chica que va completamente tapada. La de la capucha marrón con rayas negras. -Y volvió a mirar al hombre, señalando hacia abajo. Quería reforzar su orden. Si no la conocía sería más fácil probar a ver si este hacía caso. A pesar de las innumerables negativas de toda la guardia, ahí estaba, dispuesta a traer a su pareja a este lado del muro con ella.
Por otro lado, en las tiendas de campaña de los doctores trabajaban a destajo para proporcionar los mejores cuidados a sus pacientes. Lo irónico era que a los enfermos los aislaban, no los atendían. Sólo curaban heridas que se producían en el muro. Cualquiera con un síntoma extraño era desahuciado. Y es que la falta de información sobre a qué se enfrentaban y las esperanzas de que los que habían ido a la Base de los Bio consiguiesen una cura hacía que no pudieran plantar cara a ese mal invisible. Había varias personas sentadas en el suelo, esperando su turno para ser atendidas. Casi todas ellas eran guardias. Pero también había ciudadanos que llevaban los paños en la cara y que se habían hecho alguna herida.
Una madre con una niña estaban esperando a ser atendidas, ambas acurrucadas. La pequeña se había caído tenía una brecha en la cabeza que no paraba de sangrar. Pero, ¿por qué se había caído? La mujer había dicho que había sido jugando en un árbol, mas la realidad era que había sido por el desvanecimiento causado por una fiebre muy alta.
Había más gente en la tienda: un hombre de aspecto desaliñado en una esquina, una pareja que se abrazaba con fuerza mientras lloraban, otra mujer que tenía un corte en la cara hecho por su propia lanza... Multitud de personas que tenían sus motivos para contar con los doctores.
-Encárgate de la niña. -Le ordenó a la elfa el jefe de los médicos, mientras él se disponía a pasar los informes de quienes habían muerto durante las curas.
Todavía les quedaba la pequeña esperanza de que todos pudieran salvarse, de que los dioses hicieran llover la cura. Y no descartaban el que los médicos se la ofrecieran al pasar por la tienda de campaña.
Si los mortales supieran lo que les deparaba el destino...
Mientras tanto, el muro seguía siendo un lugar de conflicto. Por ahí se oían las voces de quienes buscaban un lugar mejor y escapar de la pandemia. O ruegos, o insultos. No había término medio. Incluso los doctores debían escuchar eso cuando daban un diagnóstico o tomaban una decisión dura.
Dentro de lo malo de la situación, todavía reina la calma. Aunque hayáis oído rumores de cierto vampiro, de la destrucción del puerto, tranquilos. Aún no han llegado hasta vosotros. Tenéis otros objetivos antes de enteraros que la capital ha sucumbido. Ya sabéis, la calma antes de la tormenta. Aprovechadla. Aunque vosotros sois los que estáis viendo la desgracia llegar, sois los que tenéis que convivir con masas de refugiados que buscan desesperadamente la cura. Y… sí. Aún hay ilusos, incluidos vosotros, que piensan que llegará esa cura. Ya os llegarán las tristes noticias.
Ashryn: Ve practicando, pues los médicos tenéis un papel fundamental en esta pandemia: un triaje muy duro. Harás nuestra labor divina de decidir quién vive y quién muere. En este caso, decidirás si ayudas a la pequeña, la mandas a cuarentena (donde sabes que va a morir), junto a su madre o sin ella, tú decides. O piensas que es mejor pasarle el problema a otro compañero de oficio. En tus manos está la decisión y la vida de esa pequeña. Y también la vida de todos aquellos que se contagiarán si tomas la decisión más fácil y “bondadosa”.
En este turno no hará falta contar con la voluntad de los dioses, ya tendrás tiempo de enfrentarte a sus caprichos.
Yomo: Estás en el muro, tu trabajo es defenderlo. Pero aquí no habrá “caminantes blancos”, sino gente que busca desesperadamente entrar. Sobrevolarán la zona, intentarán saltar, trepar y cometer cualquier tipo de locura para desafiaros. Y debes mantenerte frío como los témpanos del norte. ¿Lo conseguirás? ¿Incluso si una persona de la alta alcurnia te lo ordena? Lady Marion te ha pedido que hagas algo, tu objetivo en este tema será hacer caso o no. Ella quiere que metas a Kaysa. Piénsalo. Es sólo una persona… Pero una persona que puede cambiar mucho el curso de la historia de Verisar, y meterte a ti de por medio.
Al igual que tu compañera, en este turno no te hará falta saber cuál es la voluntad que tienen los dioses para contigo.
Las fotos de los NPCs están clickando sobre su nombre (aparecen en gris oscuro).
Sobre el muro, los guerreros tratan de impedir que los refugiados entren al a península. Les aterra la idea de que el mal que ha asolado los reinos más al norte, acabe también con su territorio. Hasta ahí han llegado personas de todas las razas en busca de una oportunidad por ínfima que sea. Cualquier cosa con tal de salvarse. Han visto a sus vecinos, a sus hijos, a sus padres o a sus amigos morir tras haber sucumbido a la extraña enfermedad. Cualquier oportunidad hacía renacer sus esperanzas. ¿Y qué mejor lugar que Verisar? Allí estaban los mejores médicos, les podrían brindar el mejor cuidado. Incluso podrían salvarlos de la muerte. Pero qué equivocados estaban, ya que en ninguna de las ciudades de Verisar había una cura.
Aporreaban la pared del muro, trataban de saltar y, los dragones, volar. Pero eran abatidos por los arqueros y los aventurados que se atrevían a arrojar la lanza contra ellos. Todo lo que hiciera falta para que nadie franquease el muro. Ese era el trabajo de la Guardia. Las órdenes eran claras: no dejar entrar a nadie. ¿A nadie? Bueno… Dependiendo si a ese “nadie” le sonaban los aeros en su bolsita o había nacido con un buen título nobiliario. Como era el caso de Lady Marion Harbert y Arshäll. Ella sí había conseguido pasar al decir su nombre y al comprobar sus datos. Pero no su pareja.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] habían escapado de Dundarak mucho antes de la pandemia, pero iban caminando y, para cuando quisieron llegar a Ulmer, ya estaban siendo asolados por el mal. Ahora buscaban asilo en el sur. Pero, claro, sólo ella había tenido acceso. Kaysa Hegbak, hija de un simple vendedor de hielo, se quedó al otro lado del muro, algo que no llevó muy bien la noble.
La muchacha había probado a ordenárselo a todos los soldados, pero ya la conocían. Aun así no iba a rendirse y fue a por los nuevos. Eran más fáciles de convencer cuando no sabían bien las normas. En concreto eligió al que tenía más cerca, un chico que parecía bastante perdido.
-Hola. -Saludó tratando de parecer seria y altiva, aunque no era su estilo, pero quería mostrar rudeza. -Soy Lady Marion Harbert y Arshäll, tercera en mi nombre, hija de Niels Harbert, de Dundarak. -Dijo casi todos sus títulos, aunque eran más de los que le había dicho al soldado. -Y le ordeno que deje pasar a Kaysa Hegbak, es… -Miró un poco por encima de toda la muchedumbre. -esa chica que va completamente tapada. La de la capucha marrón con rayas negras. -Y volvió a mirar al hombre, señalando hacia abajo. Quería reforzar su orden. Si no la conocía sería más fácil probar a ver si este hacía caso. A pesar de las innumerables negativas de toda la guardia, ahí estaba, dispuesta a traer a su pareja a este lado del muro con ella.
Por otro lado, en las tiendas de campaña de los doctores trabajaban a destajo para proporcionar los mejores cuidados a sus pacientes. Lo irónico era que a los enfermos los aislaban, no los atendían. Sólo curaban heridas que se producían en el muro. Cualquiera con un síntoma extraño era desahuciado. Y es que la falta de información sobre a qué se enfrentaban y las esperanzas de que los que habían ido a la Base de los Bio consiguiesen una cura hacía que no pudieran plantar cara a ese mal invisible. Había varias personas sentadas en el suelo, esperando su turno para ser atendidas. Casi todas ellas eran guardias. Pero también había ciudadanos que llevaban los paños en la cara y que se habían hecho alguna herida.
Una madre con una niña estaban esperando a ser atendidas, ambas acurrucadas. La pequeña se había caído tenía una brecha en la cabeza que no paraba de sangrar. Pero, ¿por qué se había caído? La mujer había dicho que había sido jugando en un árbol, mas la realidad era que había sido por el desvanecimiento causado por una fiebre muy alta.
Había más gente en la tienda: un hombre de aspecto desaliñado en una esquina, una pareja que se abrazaba con fuerza mientras lloraban, otra mujer que tenía un corte en la cara hecho por su propia lanza... Multitud de personas que tenían sus motivos para contar con los doctores.
-Encárgate de la niña. -Le ordenó a la elfa el jefe de los médicos, mientras él se disponía a pasar los informes de quienes habían muerto durante las curas.
Todavía les quedaba la pequeña esperanza de que todos pudieran salvarse, de que los dioses hicieran llover la cura. Y no descartaban el que los médicos se la ofrecieran al pasar por la tienda de campaña.
Si los mortales supieran lo que les deparaba el destino...
Mientras tanto, el muro seguía siendo un lugar de conflicto. Por ahí se oían las voces de quienes buscaban un lugar mejor y escapar de la pandemia. O ruegos, o insultos. No había término medio. Incluso los doctores debían escuchar eso cuando daban un diagnóstico o tomaban una decisión dura.
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Dentro de lo malo de la situación, todavía reina la calma. Aunque hayáis oído rumores de cierto vampiro, de la destrucción del puerto, tranquilos. Aún no han llegado hasta vosotros. Tenéis otros objetivos antes de enteraros que la capital ha sucumbido. Ya sabéis, la calma antes de la tormenta. Aprovechadla. Aunque vosotros sois los que estáis viendo la desgracia llegar, sois los que tenéis que convivir con masas de refugiados que buscan desesperadamente la cura. Y… sí. Aún hay ilusos, incluidos vosotros, que piensan que llegará esa cura. Ya os llegarán las tristes noticias.
Ashryn: Ve practicando, pues los médicos tenéis un papel fundamental en esta pandemia: un triaje muy duro. Harás nuestra labor divina de decidir quién vive y quién muere. En este caso, decidirás si ayudas a la pequeña, la mandas a cuarentena (donde sabes que va a morir), junto a su madre o sin ella, tú decides. O piensas que es mejor pasarle el problema a otro compañero de oficio. En tus manos está la decisión y la vida de esa pequeña. Y también la vida de todos aquellos que se contagiarán si tomas la decisión más fácil y “bondadosa”.
En este turno no hará falta contar con la voluntad de los dioses, ya tendrás tiempo de enfrentarte a sus caprichos.
Yomo: Estás en el muro, tu trabajo es defenderlo. Pero aquí no habrá “caminantes blancos”, sino gente que busca desesperadamente entrar. Sobrevolarán la zona, intentarán saltar, trepar y cometer cualquier tipo de locura para desafiaros. Y debes mantenerte frío como los témpanos del norte. ¿Lo conseguirás? ¿Incluso si una persona de la alta alcurnia te lo ordena? Lady Marion te ha pedido que hagas algo, tu objetivo en este tema será hacer caso o no. Ella quiere que metas a Kaysa. Piénsalo. Es sólo una persona… Pero una persona que puede cambiar mucho el curso de la historia de Verisar, y meterte a ti de por medio.
Al igual que tu compañera, en este turno no te hará falta saber cuál es la voluntad que tienen los dioses para contigo.
Las fotos de los NPCs están clickando sobre su nombre (aparecen en gris oscuro).
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Tragó saliva, esperando tomar valor para seguir con todo aquello. Había visto todo tipo de catástrofes en el hospital, pero ninguna se asemejaba a lo que estaba presenciando en ese mismo momento. Veía a sus compañeros correr de un lado a otro, atendiendo a los heridos y llevando a todo aquel que presentaba alguna afección diferente hacia el lugar apartado, mismo que Ashy denominó como el cuarto de los lamentos. Las manos comenzaron a sudarle, repasando una y otra vez las reglas en su cabeza; recordándose a sí misma que no tenía permitido romper ninguna de ellas. Su moralidad, por otro lado, sería un gran problema; no obstante, le había prometido al joven que sería prudente y esto debería bastar para mantener su inocencia a raya, especialmente cuando se prometió que lo sacaría de ahí con vida, sin importar el costo.
Los orbes azulados se posaron en su superior, observándolo con preocupación, como si le suplicase que le brindara la respuesta de que todos estarían bien, que se repondrían, y que aquellos que habían entrado al cuarto de los lamentos se encontraban en un proceso de recuperación milagroso. Aunque muy en el fondo sabía que se estaba engañando, pues la realidad difería mucho del mundo de sueños que ella se esforzaba por hacer realidad. Asintió con indecisión, acercándose a la pequeña con la herida en la cabeza, mientras intentaba que sus neuronas volviesen a concentrarse en el trabajo. Fingir una sonrisa no serviría de nada, por lo que se limitó a actuar con profesionalismo, rogándole a los Dioses que protegieran al muchacho de ojos avellana en la labor que estuviese realizando en esos momentos.
Según las palabras de la madre la niña se había caído de un árbol, pero cualquiera que tuviese ojos podría percatarse de los espasmos presentados, así como de las gotas de sudor que surcaban la piel de la pequeña. Nuevamente preguntó a la madre qué era lo que había sucedido, a lo que la mujer no dudó en repetir la historia de la caída, haciendo que la elfita se mordiese el labio con cierta inseguridad. Limpió la herida con mucho cuidado, aplicando los procedimientos indicados, mientras trataba de decidir lo que tendría que hacer con esa situación. Una fiebre podría significar un centenar de enfermedades, pero considerando el mal que estaba azotando a la población, era bastante obvio a qué le atribuirían dichos síntomas.
Ashy se sentía entre la espada y la pared. Por un lado, su moralidad le dictaba que no era quién para decidir entre una vida u otra, mientras que, por el otro, su ética profesional y su sentido de la responsabilidad no hacían más que recordarle por qué se encontraba ahí, así como las normas que ella había aceptado seguir. Respiró varias veces, intentando armarse de valor, suplicándole a su madre que le brindara las fuerzas necesarias desde el lugar donde se encontrase. Sabía que interrogar a la madre sería una tarea perdida, seguramente lo negaría todo, reafirmando que se había caído de un árbol, cuando la realidad era completamente distinta. Ella no se sentía preparada para tal tarea, estaba ahí para ayudar, no para lastimar a las pobres personas que aun esperaban un milagro a tan deplorable realidad. Aun así, tragó saliva, mientras le ponía unos cuantos apósitos a la herida ya sanada, tratando de que sus palabras no se le enredasen en la lengua.
—Necesito que me permita examinarla, así que por favor aguarde con los demás en la sala de espera —Ordenó con seriedad, sin dejar su labor de tratar la herida.
Como era de esperarse, la madre de la pequeña se negó rotundamente, a lo que Ashy tuvo que pedir ayuda a varios de sus compañeros varones, para lograr que la dama no cumpliera su amenaza de llevarse a la niña a casa. Si acaso la ojiazul permitía semejante petición se encontrarían con un foco de infección, que bien podría cobrar varias vidas más, por lo que debía actuar con suma cautela. Se le apachurraba al corazón al pensar en tener que llevar a la niña a cuarentena, pero de no seguir las ordenes establecidas estaría jugando un peligroso juego de azar, con las vidas de las personas que aún seguían a salvo de la enfermedad. Su superior no tardaría en regresar de las rondas y ella tenía que tomar una decisión pronto. No sabía a qué se estaban enfrentando y no había manera de prever cuántos más sucumbirían a las inclemencias de la enfermedad. Una decisión que ojalá nunca hubiese tenido que tomar.
Levantó el reporte con los datos de la niña y la entregó a los médicos encargados de ingresar a los pacientes en la zona de cuarentena, abriendo las cortinas del cubículo con un gesto de inconformidad. Afortunada o desafortunadamente, aquella sensación de odio hacia sí misma se vio suplantada por el dolor de una bofetada contra su mejilla. La madre de la pequeña se encontraba hecha un mar de lágrimas, lanzando reproches e incordios hacia la elfa por haberse llevado a su hija sin su consentimiento. No obstante, la rubia no podía escuchar nada, solo veía los labios de la mujer y los gestos que hacía mientras gritaba con los ojos vidriosos. Ashy se llevó una mano a su mejilla enrojecida, intentando captar un poco de los —merecidos — insultos, pero todo parecía en vano; no oía ni un solo ruido. Masculló una pequeña disculpa, buscando la manera de volver en sí, cuando la silueta del jefe de los médicos se plantó frente a ella.
— ¿Así va a ser? —Le preguntó, aún con la mirada perdida—. Jugaremos a ser dioses con el dolor de los demás —aunque estaba hablando con tranquilidad se podía notar que se encontraba completamente descolocada—. ¿Juzgaremos quién vive y quién muere? —No permitió que su jefe hablara—. Estas personas merecen, aunque sea, que nos esforcemos por entender lo que está acabando con sus seres queridos…merecen que nos esforcemos por brindarles un trato digno —hizo una pequeña pausa—. Parece que subestimé el trabajo de los médicos…
Soltó con seriedad, esperando para atender al siguiente herido, pues ya estaba resignada a la elitista labor que tendría que llevar a cabo, donde solo los heridos podrían ser tratados como personas, mientras que los demás deberían catalogarse en la escala de muertos vivientes. Tal vez, la idea de Yomo no fuese tan descabellada después de todo…ser prudente al menos la mantendría cerca de él, y eso era lo único que deseaba.
Los orbes azulados se posaron en su superior, observándolo con preocupación, como si le suplicase que le brindara la respuesta de que todos estarían bien, que se repondrían, y que aquellos que habían entrado al cuarto de los lamentos se encontraban en un proceso de recuperación milagroso. Aunque muy en el fondo sabía que se estaba engañando, pues la realidad difería mucho del mundo de sueños que ella se esforzaba por hacer realidad. Asintió con indecisión, acercándose a la pequeña con la herida en la cabeza, mientras intentaba que sus neuronas volviesen a concentrarse en el trabajo. Fingir una sonrisa no serviría de nada, por lo que se limitó a actuar con profesionalismo, rogándole a los Dioses que protegieran al muchacho de ojos avellana en la labor que estuviese realizando en esos momentos.
Según las palabras de la madre la niña se había caído de un árbol, pero cualquiera que tuviese ojos podría percatarse de los espasmos presentados, así como de las gotas de sudor que surcaban la piel de la pequeña. Nuevamente preguntó a la madre qué era lo que había sucedido, a lo que la mujer no dudó en repetir la historia de la caída, haciendo que la elfita se mordiese el labio con cierta inseguridad. Limpió la herida con mucho cuidado, aplicando los procedimientos indicados, mientras trataba de decidir lo que tendría que hacer con esa situación. Una fiebre podría significar un centenar de enfermedades, pero considerando el mal que estaba azotando a la población, era bastante obvio a qué le atribuirían dichos síntomas.
Ashy se sentía entre la espada y la pared. Por un lado, su moralidad le dictaba que no era quién para decidir entre una vida u otra, mientras que, por el otro, su ética profesional y su sentido de la responsabilidad no hacían más que recordarle por qué se encontraba ahí, así como las normas que ella había aceptado seguir. Respiró varias veces, intentando armarse de valor, suplicándole a su madre que le brindara las fuerzas necesarias desde el lugar donde se encontrase. Sabía que interrogar a la madre sería una tarea perdida, seguramente lo negaría todo, reafirmando que se había caído de un árbol, cuando la realidad era completamente distinta. Ella no se sentía preparada para tal tarea, estaba ahí para ayudar, no para lastimar a las pobres personas que aun esperaban un milagro a tan deplorable realidad. Aun así, tragó saliva, mientras le ponía unos cuantos apósitos a la herida ya sanada, tratando de que sus palabras no se le enredasen en la lengua.
—Necesito que me permita examinarla, así que por favor aguarde con los demás en la sala de espera —Ordenó con seriedad, sin dejar su labor de tratar la herida.
Como era de esperarse, la madre de la pequeña se negó rotundamente, a lo que Ashy tuvo que pedir ayuda a varios de sus compañeros varones, para lograr que la dama no cumpliera su amenaza de llevarse a la niña a casa. Si acaso la ojiazul permitía semejante petición se encontrarían con un foco de infección, que bien podría cobrar varias vidas más, por lo que debía actuar con suma cautela. Se le apachurraba al corazón al pensar en tener que llevar a la niña a cuarentena, pero de no seguir las ordenes establecidas estaría jugando un peligroso juego de azar, con las vidas de las personas que aún seguían a salvo de la enfermedad. Su superior no tardaría en regresar de las rondas y ella tenía que tomar una decisión pronto. No sabía a qué se estaban enfrentando y no había manera de prever cuántos más sucumbirían a las inclemencias de la enfermedad. Una decisión que ojalá nunca hubiese tenido que tomar.
Levantó el reporte con los datos de la niña y la entregó a los médicos encargados de ingresar a los pacientes en la zona de cuarentena, abriendo las cortinas del cubículo con un gesto de inconformidad. Afortunada o desafortunadamente, aquella sensación de odio hacia sí misma se vio suplantada por el dolor de una bofetada contra su mejilla. La madre de la pequeña se encontraba hecha un mar de lágrimas, lanzando reproches e incordios hacia la elfa por haberse llevado a su hija sin su consentimiento. No obstante, la rubia no podía escuchar nada, solo veía los labios de la mujer y los gestos que hacía mientras gritaba con los ojos vidriosos. Ashy se llevó una mano a su mejilla enrojecida, intentando captar un poco de los —merecidos — insultos, pero todo parecía en vano; no oía ni un solo ruido. Masculló una pequeña disculpa, buscando la manera de volver en sí, cuando la silueta del jefe de los médicos se plantó frente a ella.
— ¿Así va a ser? —Le preguntó, aún con la mirada perdida—. Jugaremos a ser dioses con el dolor de los demás —aunque estaba hablando con tranquilidad se podía notar que se encontraba completamente descolocada—. ¿Juzgaremos quién vive y quién muere? —No permitió que su jefe hablara—. Estas personas merecen, aunque sea, que nos esforcemos por entender lo que está acabando con sus seres queridos…merecen que nos esforcemos por brindarles un trato digno —hizo una pequeña pausa—. Parece que subestimé el trabajo de los médicos…
Soltó con seriedad, esperando para atender al siguiente herido, pues ya estaba resignada a la elitista labor que tendría que llevar a cabo, donde solo los heridos podrían ser tratados como personas, mientras que los demás deberían catalogarse en la escala de muertos vivientes. Tal vez, la idea de Yomo no fuese tan descabellada después de todo…ser prudente al menos la mantendría cerca de él, y eso era lo único que deseaba.
Ashryn Elaynor
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Tomo una buena bocanada de aire tras secar el sudor de mi frente y salir de aquella base junto al resto de novatos asignados a la guarnición, aunque ya me siento mentalmente preparado para afrontar la responsabilidad de proteger el muro y las murallas, mi cuerpo repentinamente ha decidido traicionarme y amenaza con hacerme devolver todo lo que he comido en las ultimas horas si le sigo forzando a hacer esto. Una vez en el exterior, me encontré con la frontera siendo azotada por el caos y el descontrol: soldados corren de un lado a otro cargando heridos, buscando ayuda de los superiores, otros con pinta de no tener la más mínima idea de lo que deben hacer... como es mi caso, claro. Me fijo específicamente en aquellos soldados heridos, encuentro un pequeño alivio en el hecho de que solo muestren heridas exteriores y no síntomas de haber sido contagiados. Sé que empiezo a sonar un tanto paranoico, pero por más centrado que aparentemente pueda estar en mi tarea; no puedo dejar de pensar en la seguridad de la elfa, por eso he venido aquí en primer lugar ¿no?
Me fuerzo a mi mismo a espabilar, ya estoy tardando bastante en llegar a mi puesto. No es que me emocione la idea de servir en las primeras lineas de defensa cual escudo humano, pero es la responsabilidad que he asumido y debo cumplirla, los muros no van a defenderse solos después de todo. Avanzo con paso apresurado a la posición que se me ha asignado previamente, creo poder recordar todas las normas y ya me estoy entendiendo un poco con esta lanza, sin embargo soy detenido abruptamente por una extraña jovencita que se ha cruzado en mi camino. Por sus ropas puedo deducir que lamentablemente se trata de algún miembro de la nobleza, ¿que diablos quiere? ¿se ha perdido su mami o algo así? No se si te has fijado, pero no es el momento indicado para solicitar un guardaespaldas que atienda todos tus caprichos, mocosa.
La muchacha inicio dirigiéndose a mi correctamente y sin los clásicos paradigmas de los nobles, aquello me agrado e incluso estuve dispuesto a escucharle por un par de segundos, sin embargo, mi interés murió cuando empezó a nombrar todo un libro de apellidos y títulos que se le adjudicaban a su nombre; de toda la lista solo me he quedado con el primero. Continuo dándome una orden clara e incluso sencilla, pero imposible de realizar por tres simples razones: Primero, no sé ni me interesa quien eres o los motivos que tengas para querer a esa chica encapuchada de este lado del muro. Segundo, tengo estrictas ordenes de no permitir que nadie cruce la frontera, cualquiera de esos refugiados podría tratarse de un contagiado más. Y por ultimo, solo soy un novato, ¿que autoridad tengo yo para romper las normas y cumplir su petición?
—Lamento mucho tener que decirle esto, milady, —inicie intentando mostrarle reverencia para aminorar el impacto que generaría mi siguiente comentario. —pero no tengo ni la más mínima idea de quien es usted ni su padre. —afirme con frialdad antes de darle la espalda, no tengo ni que mirarla para imaginarme la ridícula cara de sorpresa e indignación que debe tener la muchacha en estos momentos, típica expresión de un noble. —-Tengo ordenes precisas: No dejes que nadie entre. —le recordé con severidad. —Ahora, si me disculpa, tengo un muro que vigilar.
Tras aquel comentario volví a ponerme en marcha hacia la posición que se me ha dado, ya he perdido demasiado tiempo con esta niñata. Alcanzo a escuchar con dificultad a la chica murmurar unas palabras, creo haber entendido: "...si tan solo estuviera aquí esa chica de la que hablaba Kaysa" o algo similar. De todas formas, no me importo su lamento; debo mantenerme firme sin importar que en el fondo realmente quiera ayudarle. Cuando creí que por fin me había librado de ella, le escuche ordenarme que me detuviera, con un tono más desesperado y suplicante esta vez. Intente ignorarle, pero cuando me di cuenta ya estaba frente a mi obstruyendo de nuevo el camino hasta mi puesto. ¿Que los nobles no le enseñan a sus hijos a no molestar a los adultos?
—Por favor, se lo suplico, no tiene idea de lo que tuvimos que pasar y enfrentar para llegar hasta aquí juntas. —soltó la muchacha intentando contener las lagrimas mientras procedía a darme uno de esos discursos fresas de cuan importante era esa mujer para ella. Suspire y esquive su mirada para evitar cabrearme, no me interesaba lo que tuviera que decirme, no porque me desagradara la actitud de las personas con su posición económica o porque debía cumplir ordenes, es que simplemente no podía permitir que alguien con posibilidades de ser victima de esa horrible pandemia entrara a Verisar, tengo alguien que me importa y a quien debo proteger. Pero entonces, una corriente de electricidad recorrió todo mi cuerpo cuando la escuche pronunciar aquellas palabras. —No sabes que se siente estar obligado por tu sangre a ser algo que no deseas...
En eso se equivocaba, conozco perfectamente la sensación. Toda mi vida he estado huyendo de la responsabilidad que me han cedido mis antepasados, mi sangre marcaba mi destino, ¿como no sentirme identificado con esta muchacha? Miro hacia el muro y busco con la mirada a la joven tan importante de la que hablaba Lady Marion, por un par de segundos pude verla con la imagen de Ashryn, pidiéndome a gritos que la salve. Fue entonces cuando logre sentir la misma emoción que la muchacha: desesperación. Una extraña determinación infundio mi cuerpo, volví a mirar a la muchacha que lloraba oculta entre las palmas de sus manos y le tome de los hombros para llamar su atención.
—Oye, calmate. Voy a intentarlo, ¿de acuerdo? —le dije mirando la esperanza nacer lentamente en sus ojos. Le pedi que me esperara un par de minutos, aproveche que ya no estaba en su rango de visión para susurrar algo. —Lo siento, Ashryn...
Aunque realmente yo consideraba que no tenía ninguna autoridad para permitir que alguien cruce la frontera, la verdad es que me encontraba en un error. Al encontrarse la primera linea terrenal de defensa compuesta solo por novatos y siendo esta la que principalmente interactua con los individuos del otro lado del muro, eramos completamente capaces de permitirle el paso a cualquiera, solo debía hallar la forma de convencer a los otros novatos. La tarea no parecía nada difícil, pues cuando llegue finalmente a mi destino pude notar el frágil estado mental en la que se encontraban todos, seria fácil manipularlos y ya tenía la idea perfecta.
—¿P-p-por que has tardado tanto, Taemasu? —me pregunto uno de ellos.
—Me ha convocado uno de los superiores, tenemos ordenes de permitirle el paso a... —busque a Kaysa y le señale con el dedo. —esa señorita. Es la nieta del gran [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] —termine de anunciar.
—¿Lord Abrazos? ¿Quien es ese? —empezaron a preguntar.
—¿No lo conocen? ¡Es el magnate más importante de todo Verisar! —les dije haciendo lo posible para que sonara creíble.
Trague saliva al ver a los soldados quedarse callados y mirarse unos a otros dudosos, di mi plan por fallido justo antes de verlos entrar en acción. No sabía como, pero lo había conseguido. En pocos minutos nos encontrábamos en una estratégica formación defensiva, formando un muro de soldados y usando las lanzas para evitar que los refugiados se acercaran o nos atacaran. Le di la señal a Kaysa para que se abriera camino entre las lanzas y esta así lo hizo, justo antes de que la multitud enloqueciera e intentara de todo para atravesar nuestra formación, nos vimos forzados a retroceder. Aparentemente logramos salir ilesos del alboroto y con la muchacha a salvo, no tarde en escoltarla personalmente junto a su amada. Un abrazo sello el reencuentro de ambas muchachas, no podía quedarme a observar la hermosa escena por más tiempo; debía volver a mi puesto. Fui detenido una vez más por la noble al ver esta que me marchaba.
—¡Caballero, espere! —me llamo Marion. —... Gracias. —anuncio tras una pausa.
—Prometo que no olvidaremos lo que has hecho hoy por nosotras. —completo Kaysa. Me limite a sonreirle a la parejita antes de emprender rumbo junto a los otros soldados.
Me fuerzo a mi mismo a espabilar, ya estoy tardando bastante en llegar a mi puesto. No es que me emocione la idea de servir en las primeras lineas de defensa cual escudo humano, pero es la responsabilidad que he asumido y debo cumplirla, los muros no van a defenderse solos después de todo. Avanzo con paso apresurado a la posición que se me ha asignado previamente, creo poder recordar todas las normas y ya me estoy entendiendo un poco con esta lanza, sin embargo soy detenido abruptamente por una extraña jovencita que se ha cruzado en mi camino. Por sus ropas puedo deducir que lamentablemente se trata de algún miembro de la nobleza, ¿que diablos quiere? ¿se ha perdido su mami o algo así? No se si te has fijado, pero no es el momento indicado para solicitar un guardaespaldas que atienda todos tus caprichos, mocosa.
La muchacha inicio dirigiéndose a mi correctamente y sin los clásicos paradigmas de los nobles, aquello me agrado e incluso estuve dispuesto a escucharle por un par de segundos, sin embargo, mi interés murió cuando empezó a nombrar todo un libro de apellidos y títulos que se le adjudicaban a su nombre; de toda la lista solo me he quedado con el primero. Continuo dándome una orden clara e incluso sencilla, pero imposible de realizar por tres simples razones: Primero, no sé ni me interesa quien eres o los motivos que tengas para querer a esa chica encapuchada de este lado del muro. Segundo, tengo estrictas ordenes de no permitir que nadie cruce la frontera, cualquiera de esos refugiados podría tratarse de un contagiado más. Y por ultimo, solo soy un novato, ¿que autoridad tengo yo para romper las normas y cumplir su petición?
—Lamento mucho tener que decirle esto, milady, —inicie intentando mostrarle reverencia para aminorar el impacto que generaría mi siguiente comentario. —pero no tengo ni la más mínima idea de quien es usted ni su padre. —afirme con frialdad antes de darle la espalda, no tengo ni que mirarla para imaginarme la ridícula cara de sorpresa e indignación que debe tener la muchacha en estos momentos, típica expresión de un noble. —-Tengo ordenes precisas: No dejes que nadie entre. —le recordé con severidad. —Ahora, si me disculpa, tengo un muro que vigilar.
Tras aquel comentario volví a ponerme en marcha hacia la posición que se me ha dado, ya he perdido demasiado tiempo con esta niñata. Alcanzo a escuchar con dificultad a la chica murmurar unas palabras, creo haber entendido: "...si tan solo estuviera aquí esa chica de la que hablaba Kaysa" o algo similar. De todas formas, no me importo su lamento; debo mantenerme firme sin importar que en el fondo realmente quiera ayudarle. Cuando creí que por fin me había librado de ella, le escuche ordenarme que me detuviera, con un tono más desesperado y suplicante esta vez. Intente ignorarle, pero cuando me di cuenta ya estaba frente a mi obstruyendo de nuevo el camino hasta mi puesto. ¿Que los nobles no le enseñan a sus hijos a no molestar a los adultos?
—Por favor, se lo suplico, no tiene idea de lo que tuvimos que pasar y enfrentar para llegar hasta aquí juntas. —soltó la muchacha intentando contener las lagrimas mientras procedía a darme uno de esos discursos fresas de cuan importante era esa mujer para ella. Suspire y esquive su mirada para evitar cabrearme, no me interesaba lo que tuviera que decirme, no porque me desagradara la actitud de las personas con su posición económica o porque debía cumplir ordenes, es que simplemente no podía permitir que alguien con posibilidades de ser victima de esa horrible pandemia entrara a Verisar, tengo alguien que me importa y a quien debo proteger. Pero entonces, una corriente de electricidad recorrió todo mi cuerpo cuando la escuche pronunciar aquellas palabras. —No sabes que se siente estar obligado por tu sangre a ser algo que no deseas...
En eso se equivocaba, conozco perfectamente la sensación. Toda mi vida he estado huyendo de la responsabilidad que me han cedido mis antepasados, mi sangre marcaba mi destino, ¿como no sentirme identificado con esta muchacha? Miro hacia el muro y busco con la mirada a la joven tan importante de la que hablaba Lady Marion, por un par de segundos pude verla con la imagen de Ashryn, pidiéndome a gritos que la salve. Fue entonces cuando logre sentir la misma emoción que la muchacha: desesperación. Una extraña determinación infundio mi cuerpo, volví a mirar a la muchacha que lloraba oculta entre las palmas de sus manos y le tome de los hombros para llamar su atención.
—Oye, calmate. Voy a intentarlo, ¿de acuerdo? —le dije mirando la esperanza nacer lentamente en sus ojos. Le pedi que me esperara un par de minutos, aproveche que ya no estaba en su rango de visión para susurrar algo. —Lo siento, Ashryn...
Aunque realmente yo consideraba que no tenía ninguna autoridad para permitir que alguien cruce la frontera, la verdad es que me encontraba en un error. Al encontrarse la primera linea terrenal de defensa compuesta solo por novatos y siendo esta la que principalmente interactua con los individuos del otro lado del muro, eramos completamente capaces de permitirle el paso a cualquiera, solo debía hallar la forma de convencer a los otros novatos. La tarea no parecía nada difícil, pues cuando llegue finalmente a mi destino pude notar el frágil estado mental en la que se encontraban todos, seria fácil manipularlos y ya tenía la idea perfecta.
—¿P-p-por que has tardado tanto, Taemasu? —me pregunto uno de ellos.
—Me ha convocado uno de los superiores, tenemos ordenes de permitirle el paso a... —busque a Kaysa y le señale con el dedo. —esa señorita. Es la nieta del gran [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] —termine de anunciar.
—¿Lord Abrazos? ¿Quien es ese? —empezaron a preguntar.
—¿No lo conocen? ¡Es el magnate más importante de todo Verisar! —les dije haciendo lo posible para que sonara creíble.
Trague saliva al ver a los soldados quedarse callados y mirarse unos a otros dudosos, di mi plan por fallido justo antes de verlos entrar en acción. No sabía como, pero lo había conseguido. En pocos minutos nos encontrábamos en una estratégica formación defensiva, formando un muro de soldados y usando las lanzas para evitar que los refugiados se acercaran o nos atacaran. Le di la señal a Kaysa para que se abriera camino entre las lanzas y esta así lo hizo, justo antes de que la multitud enloqueciera e intentara de todo para atravesar nuestra formación, nos vimos forzados a retroceder. Aparentemente logramos salir ilesos del alboroto y con la muchacha a salvo, no tarde en escoltarla personalmente junto a su amada. Un abrazo sello el reencuentro de ambas muchachas, no podía quedarme a observar la hermosa escena por más tiempo; debía volver a mi puesto. Fui detenido una vez más por la noble al ver esta que me marchaba.
—¡Caballero, espere! —me llamo Marion. —... Gracias. —anuncio tras una pausa.
—Prometo que no olvidaremos lo que has hecho hoy por nosotras. —completo Kaysa. Me limite a sonreirle a la parejita antes de emprender rumbo junto a los otros soldados.
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Si algo caracterizaba a todos los mortales era su egoísmo a la hora de dejar que los dioses se llevaran a sus seres queridos, a pesar de que fueran a vivir en un lugar mejor. La madre de la pequeña no quería separarse de ella, ¿acaso era mejor ver ese cuerpo agonizante en lugar de pensar que su alma sería acompañada por las valquirias hasta su descanso eterno?
Toda la frustración la pagó con la joven elfa que había tenido que atender a la niña, aunque esta no tenía la culpa, simplemente cumplía órdenes. ¿Si no las tuviera que cumplir, sería capaz de dejar a la niña a su suerte? ¿O intentaría curar una enfermedad de la que no se conocía aún la causa?
En la mente idílica de esa muchacha todo parecía ser más bonito a como eran las cosas en el frente. Ahí no se andaban con chiquitas: si podías vivir, bien, si no, fuera. El siguiente paciente de la elfa era un hombre que tenía una herida en el brazo, producto de un lanzazo con un compañero, totalmente accidental, pero esas cosas pasaban. Muchos no estaban acostumbrados al manejo de esas armas tan largas y acababan teniendo accidentes. El sonido de los gritos y las flechas volando advirtieron del intento de un dragón de sobrevolar el muro, aunque fue abatido, provocando un tremendo estruendo al chocar su escamoso cuerpo contra el suelo. Había muerto. Otro más. La lista de decesos tenía en total doce pergaminos y subiendo. Pobres de aquellos inocentes que pensaran en sólo vigilar una calle tranquila. Insensatos los que creían que entrar en la Guardia era un juego de niños.
El guerrero, en un acto de buena feo de insensatez dejó pasar a Kaysa Hegbak, quien le dio también un efusivo abrazo al soldado como muestra de su gratitud. Sí, para muchos era injusto que sólo los ricos pudiesen comprar su pase a una sanidad de calidad, pero los pobres habían pasado tanto tiempo aporreando el muro juntos que la enfermedad se estaba extendiendo como la pólvora. Para ese momento, la rubia del norte ya estaba empezando a tener fiebre, aunque no dijo nada. Sólo Marion lo sabía y también se calló. Ya sabía lo que pasaba si alguien se enteraba de algún tipo de síntoma de la enfermedad.
Como ya dije en el turno anterior: Preciosas las demostraciones de amor entre mortales, pero peligrosas cuando se pone en riesgo la vida de los amantes. Ambas pasearon por el lugar, seguras de que nadie les podría decir nada, agarradas de la mano en plena burbuja de felicidad. Comieron, bebieron, se divirtieron… Hasta que Kaysa empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza y náuseas que le impedían comer más y amenazaban con hacer que vomitase todo lo que había comido hasta ahora. Pero aun así no quiso avisar a nadie y su pareja trató de ocultarla, aunque no tardaron en ser descubiertas y llevadas ambas a la zona de los médicos.
Por suerte o por desgracia, estaban siendo tan precavidos que habían creado unas listas de censo y los médicos las tenían. Y Lady Marion sí figuraba en la lista, pero Kaysa no. Se había colado… O alguien la había dejado entrar. A quien fuera le caería severo castigo por haberse saltado las normas que bien estaban reflejadas en los pergaminos.
-Elfa. -Llamó el jefe de servicio. -Atiende a estas dos. La rubia se ha colado, está enferma, así que deshazte de ella. Informaré al general que alguien la dejó entrar. -Dijo en tono muy serio y se marchó. Quedaba claro que quien hubiese sido iba a ser castigado.
Mientras tanto, en el muro, la cosa no mejoraba, todos intentaban cruzar como fuera. El general, empeñado en encontrar al traidor o traidores que habían dejado pasar a Kaysa, se dejó caer un pergamino del cinturón que Yomo pudo agarrar.
Estimado Lord Tinegar,
Lamento comunicarle que no podemos generar la cura, ni mucho menos distribuirla. Hemos tenido problemas con los grupos de partida que enviaron al lugar, y con diversos asaltantes.
Actualmente estamos intentando reparar los daños que están en nuestra mano pero, desgraciadamente, no podremos hacer más con respecto a la medicina.
Lo siento, lo hemos intentado. Los dioses son testigos de los esfuerzos que hemos hecho por intentar reparar todo. Pero nada más se puede hacer.
Suba el nivel de alerta y tome precauciones.
Evacuen inmediatamene a su Majestad, el Rey. Y traten de ponerse a salvo.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ashryn: Sobre ti recaerá una gran decisión. Todavía no se sabe si Lady Marion está enferma, pero Kaysa sí muestra sintomatología. De ti depende qué hacer con ellas. ¿Dejarás que triunfe el amor en el campamento? ¿Las separarás? ¿O las dos a cuarentena? Te dije que lo anterior era un ensayo. Aquí empiezan tus decisiones de verdad, puesto que tu elección conducirá el evento hacia un punto u otro. Sé que son muy tiernas, pero debes pensar qué es mejor, si ocultar su enfermedad al resto, o impedir que puedan contagiar.
Ten en cuenta que han estado durante un rato por la ciudad paseando…
Y segundo objetivo: Te ha dicho el jefe de servicio que alguien ha dejado entrar a Kaysa… Creo que te quedarás más a gusto (o no) si intentas averiguar quién fue, ya que sufrirá un severo castigo. Y no queremos que a Yomo le pase nada, ¿no? Tal vez si lo averiguaras podrías intentar ayudar u ocultar quién pudo ser. Por ahora puedes limitarte a preguntar a ambas, te dirán la verdad. Ya veremos qué pasa con tu amado Yomo en el siguiente turno.
Ah, antes de que se me olvide: Tengo mucho aprecio a mis queridas Kaysa y Marion.
¿Qué decisión tomarás?
Yomo: ¡Enhorabuena! Oficialmente has dejado entrar a enfermos a Verisar. ¿Acaso te gustan los cuentos de hadas donde las parejitas vivieron felices y comieron perdices? Lamento decirte que esto no es una de esas historias que las madres cuentan a los niños antes de dormir. No hay final feliz. Gracias a tu “heroica proeza” Kaysa y Marion han podido pasar un rato juntas paseando por la ciudad y contagiando a más personas. Vas a entrar en la historia negra de Aerandir por la puerta grande. Será mejor que no descubran lo que has hecho, porque además de permitir el paso de una enferma, has engañado a tus compañeros y mentido sobre el permiso.
En gran parte, que no te pillen dependerá de Ashryn y su forma de mentir y ocultar datos. Desea suerte a tu elfa, porque en el siguiente turno veremos si te descubren o queda en una anécdota sin importancia.
Por ahora, decirte que has descubierto este pergamino. Tú decides si contárselo a tus compañeros o no.
- Si lo haces, muchos abandonarán el muro, ya que no tienen nada por lo que luchar si no hay cura.
- Si no lo haces, sólo tú sabrás a qué te enfrentas. Tus compañeros pueden ser más arriesgados al pensar que serán curados y será más fácil que puedas contagiarte. Ten en cuenta que Ashryn y el resto de doctores tampoco sabe que no hay cura. Se están arriesgando al tratar de enfrentar una enfermedad incurable.
Tú decides si te quedas con el secreto o decides difundirlo.
Por último, Yomo, Kaysa te ha abrazado como agradecimiento por haberla dejado entrar: estás contagiado. En el siguiente hilo que abras presentarás fiebre alta, náuseas y malestar general. Puedes contagiar a quienes estén cerca de ti en dicho hilo.
Toda la frustración la pagó con la joven elfa que había tenido que atender a la niña, aunque esta no tenía la culpa, simplemente cumplía órdenes. ¿Si no las tuviera que cumplir, sería capaz de dejar a la niña a su suerte? ¿O intentaría curar una enfermedad de la que no se conocía aún la causa?
En la mente idílica de esa muchacha todo parecía ser más bonito a como eran las cosas en el frente. Ahí no se andaban con chiquitas: si podías vivir, bien, si no, fuera. El siguiente paciente de la elfa era un hombre que tenía una herida en el brazo, producto de un lanzazo con un compañero, totalmente accidental, pero esas cosas pasaban. Muchos no estaban acostumbrados al manejo de esas armas tan largas y acababan teniendo accidentes. El sonido de los gritos y las flechas volando advirtieron del intento de un dragón de sobrevolar el muro, aunque fue abatido, provocando un tremendo estruendo al chocar su escamoso cuerpo contra el suelo. Había muerto. Otro más. La lista de decesos tenía en total doce pergaminos y subiendo. Pobres de aquellos inocentes que pensaran en sólo vigilar una calle tranquila. Insensatos los que creían que entrar en la Guardia era un juego de niños.
El guerrero, en un acto de buena fe
Como ya dije en el turno anterior: Preciosas las demostraciones de amor entre mortales, pero peligrosas cuando se pone en riesgo la vida de los amantes. Ambas pasearon por el lugar, seguras de que nadie les podría decir nada, agarradas de la mano en plena burbuja de felicidad. Comieron, bebieron, se divirtieron… Hasta que Kaysa empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza y náuseas que le impedían comer más y amenazaban con hacer que vomitase todo lo que había comido hasta ahora. Pero aun así no quiso avisar a nadie y su pareja trató de ocultarla, aunque no tardaron en ser descubiertas y llevadas ambas a la zona de los médicos.
Por suerte o por desgracia, estaban siendo tan precavidos que habían creado unas listas de censo y los médicos las tenían. Y Lady Marion sí figuraba en la lista, pero Kaysa no. Se había colado… O alguien la había dejado entrar. A quien fuera le caería severo castigo por haberse saltado las normas que bien estaban reflejadas en los pergaminos.
-Elfa. -Llamó el jefe de servicio. -Atiende a estas dos. La rubia se ha colado, está enferma, así que deshazte de ella. Informaré al general que alguien la dejó entrar. -Dijo en tono muy serio y se marchó. Quedaba claro que quien hubiese sido iba a ser castigado.
Mientras tanto, en el muro, la cosa no mejoraba, todos intentaban cruzar como fuera. El general, empeñado en encontrar al traidor o traidores que habían dejado pasar a Kaysa, se dejó caer un pergamino del cinturón que Yomo pudo agarrar.
Mensaje interno para Guardia de Lunargenta
Preferencia: URGENTE
Preferencia: URGENTE
Estimado Lord Tinegar,
Lamento comunicarle que no podemos generar la cura, ni mucho menos distribuirla. Hemos tenido problemas con los grupos de partida que enviaron al lugar, y con diversos asaltantes.
Actualmente estamos intentando reparar los daños que están en nuestra mano pero, desgraciadamente, no podremos hacer más con respecto a la medicina.
Lo siento, lo hemos intentado. Los dioses son testigos de los esfuerzos que hemos hecho por intentar reparar todo. Pero nada más se puede hacer.
Suba el nivel de alerta y tome precauciones.
Evacuen inmediatamene a su Majestad, el Rey. Y traten de ponerse a salvo.
Desde Base de Bios
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Ashryn: Sobre ti recaerá una gran decisión. Todavía no se sabe si Lady Marion está enferma, pero Kaysa sí muestra sintomatología. De ti depende qué hacer con ellas. ¿Dejarás que triunfe el amor en el campamento? ¿Las separarás? ¿O las dos a cuarentena? Te dije que lo anterior era un ensayo. Aquí empiezan tus decisiones de verdad, puesto que tu elección conducirá el evento hacia un punto u otro. Sé que son muy tiernas, pero debes pensar qué es mejor, si ocultar su enfermedad al resto, o impedir que puedan contagiar.
Ten en cuenta que han estado durante un rato por la ciudad paseando…
Y segundo objetivo: Te ha dicho el jefe de servicio que alguien ha dejado entrar a Kaysa… Creo que te quedarás más a gusto (o no) si intentas averiguar quién fue, ya que sufrirá un severo castigo. Y no queremos que a Yomo le pase nada, ¿no? Tal vez si lo averiguaras podrías intentar ayudar u ocultar quién pudo ser. Por ahora puedes limitarte a preguntar a ambas, te dirán la verdad. Ya veremos qué pasa con tu amado Yomo en el siguiente turno.
Ah, antes de que se me olvide: Tengo mucho aprecio a mis queridas Kaysa y Marion.
¿Qué decisión tomarás?
Yomo: ¡Enhorabuena! Oficialmente has dejado entrar a enfermos a Verisar. ¿Acaso te gustan los cuentos de hadas donde las parejitas vivieron felices y comieron perdices? Lamento decirte que esto no es una de esas historias que las madres cuentan a los niños antes de dormir. No hay final feliz. Gracias a tu “heroica proeza” Kaysa y Marion han podido pasar un rato juntas paseando por la ciudad y contagiando a más personas. Vas a entrar en la historia negra de Aerandir por la puerta grande. Será mejor que no descubran lo que has hecho, porque además de permitir el paso de una enferma, has engañado a tus compañeros y mentido sobre el permiso.
En gran parte, que no te pillen dependerá de Ashryn y su forma de mentir y ocultar datos. Desea suerte a tu elfa, porque en el siguiente turno veremos si te descubren o queda en una anécdota sin importancia.
Por ahora, decirte que has descubierto este pergamino. Tú decides si contárselo a tus compañeros o no.
- Si lo haces, muchos abandonarán el muro, ya que no tienen nada por lo que luchar si no hay cura.
- Si no lo haces, sólo tú sabrás a qué te enfrentas. Tus compañeros pueden ser más arriesgados al pensar que serán curados y será más fácil que puedas contagiarte. Ten en cuenta que Ashryn y el resto de doctores tampoco sabe que no hay cura. Se están arriesgando al tratar de enfrentar una enfermedad incurable.
Tú decides si te quedas con el secreto o decides difundirlo.
Por último, Yomo, Kaysa te ha abrazado como agradecimiento por haberla dejado entrar: estás contagiado. En el siguiente hilo que abras presentarás fiebre alta, náuseas y malestar general. Puedes contagiar a quienes estén cerca de ti en dicho hilo.
Fehu
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Le había costado demasiado asimilar lo que le sucedió con la niña, que se había mantenido callada y taciturna durante las horas posteriores, evitando hacer mucho contacto con los pobres pacientes que llegaban solicitando atención, mientras acataba las ordenes de atender únicamente a los soldados heridos. En esta ocasión trató las heridas de un hombre, provocadas por una lanza, algo que parecía ser muy común por esos lares, intentando ignorar el barullo ocasionado por un estruendo de una enorme criatura azotando contra el suelo. Al parecer alguien más había perecido en su intento por cruzar la frontera, sumando su nombre a la lista de los incontables decesos. Pobre gente, su desesperación los había llevado a cometer toda clase de actos descabellados, y todo por salvarse de aquella espantosa enfermedad.
Ella no quería…no quería más sufrimiento, no quería más tristeza; estaba cansada de tanta oscuridad, era demasiada desolación la que se respiraba en el ambiente de aquel lugar, y su corazón no podía evitar apretujarse en su pecho. Desafortunadamente no estaba preparada para lo que tendría que enfrentar a continuación, aunque esto lo descubriría demasiado tarde. Asintió a la ordenes de su superior, acercándose a examinar a la joven rubia, mientras intentaba recuperar los fragmentos de cordura que habían sido destrozados en su interior después de presenciar tantas perdidas. Se sentó frente a la mujer, revisándola con mucho cuidado, solo para confirmar las sospechas de que esa mujer se sumaría a la larga lista de aquellos que debían aislar en el cuarto de los lamentos. Su superior no se había equivocado, desgraciadamente…
Con un suspiro resignado se dispuso a llenar el informe con los datos de la chica, siendo constantemente interrumpida por la dichosa Lady Marion, quien le suplicaba que hiciera la vista gorda con su pareja y las dejase marchar, a lo que la rubia solo se limitó a negar con la cabeza. A ella no le interesaba saber cómo habían logrado traspasar la frontera del muro; no obstante, muchos de sus compañeros comenzaron a murmurar por la poca información que la ojiazul había recabado, presionándola para averiguar quién había sido el insensato que tendría el infortunio de ser ejecutado por el líder de la guardia de Vulwulfar. Ashy volvió a sentarse frente a la pareja, corriendo las cortinas de su cubículo para mantener la privacidad lo más que pudiese. No tenía un buen presentimiento de todo aquello, pero con su voluntad destrozada, lo único que le daba movilidad a su cuerpo era el sentido de responsabilidad que seguía latente en su mente.
—Bien —sentenció con seriedad—. Las escucho, ¿cómo burlaron la seguridad del muro?
En un inicio Lady Marion y su pareja no emitieron sonido alguno, como si dudasen de las intenciones de la ojiazul, algo que solo sirvió para aumentar la atmosfera de tensión que se había formado entre las tres. Ashy no podía prometer ayudarlas, mucho menos liberarlas; sin embargo, no quería tener problemas de ningún tipo, y sabía que, si no conseguía sacarles todo lo que sabían, sus superiores se molestarían bastante. Advirtió que no abandonarían el cubículo hasta que no hablasen con la verdad, dirigiéndoles una mirada severa que no tardó en surtir efecto. Con cierto temor comenzaron a relatarle la historia de cómo un amable novato había permitido el paso de Kaysa en una enorme muestra de gentileza, aunque jamás se esperaron ser atrapadas y llevadas hasta el hospital provisional. Lo peor vino cuando le brindaron la descripción del guardia, haciendo que la elfa palideciera varios tonos, mientras trataba de convencerse que aquello no podía estar sucediendo.
—Yomo… —susurró con la respiración agitada, sintiendo como todo comenzaba a darle vueltas.
Se puso de pie con dificultad, pidiendo a sus compañeros que escoltaran a Kaysa hasta la zona de cuarentena, mientras aislaban a Lady Marion en un cubículo donde podrían vigilarla hasta asegurarse de que no se encontraba infectada por la enfermedad. En más de una ocasión tuvo que apoyarse en algo o alguien, llevándose su mano a la frente en un intento por aclarar sus ideas. Ahora se encontraba en un terrible conflicto, entre el deber de reportar la gravedad del asunto y el proteger a la persona que quería. Definitivamente no estaba preparada para esto, ella no podía decidir entre las vidas de los demás y la de Yomo, eso era impensable. ¿Qué se suponía que debía hacer? Sus colegas le preguntaron varias veces si se encontraba bien, haciendo alusión el tono pálido de su piel y el semblante perdido. Pero lo peor de su situación vino después, cuando su superior le pidió saber todo lo que las mujeres habían dicho, haciendo que los labios de la ojiazul emitieran una respuesta por inercia.
—Aprovecharon para colar a la chica cuando los guardias estaban concentrados en contener al dragón que intentó pasar —hizo una pausa, mirándolo con determinación—. Eso fue todo lo que me dijeron —le entregó el informe por escrito—. Kaysa Hegbak, la mujer rubia, ha sido llevada a la zona de cuarentena —pasó a señalar el cubículo donde se encontraba Lady Marion—. La noble ha sido aislada y puesto bajo vigilancia, a fin de cerciorarnos que se encuentra sana. No podemos hacer nada más por ella, en estas circunstancias su título es el menor de nuestros problemas.
Hizo una pequeña reverencia, pues necesitaba mantener vigilada a Lady Marion y a Kaysa, si no deseaba que Yomo sufriese el castigo que ameritaban sus actos. Esperaba que pronto le brindasen un pequeño descanso y entonces podría reunirse con el muchacho, para buscar sacarlo de ese lugar. Cuando más se quedase, más peligro correría y eso era algo que ella jamás pudiese permitir. ¿Cómo es que el joven no había pensado las consecuencias de su decisión? No importaba el costo…ella lo pagaría por él.
Ella no quería…no quería más sufrimiento, no quería más tristeza; estaba cansada de tanta oscuridad, era demasiada desolación la que se respiraba en el ambiente de aquel lugar, y su corazón no podía evitar apretujarse en su pecho. Desafortunadamente no estaba preparada para lo que tendría que enfrentar a continuación, aunque esto lo descubriría demasiado tarde. Asintió a la ordenes de su superior, acercándose a examinar a la joven rubia, mientras intentaba recuperar los fragmentos de cordura que habían sido destrozados en su interior después de presenciar tantas perdidas. Se sentó frente a la mujer, revisándola con mucho cuidado, solo para confirmar las sospechas de que esa mujer se sumaría a la larga lista de aquellos que debían aislar en el cuarto de los lamentos. Su superior no se había equivocado, desgraciadamente…
Con un suspiro resignado se dispuso a llenar el informe con los datos de la chica, siendo constantemente interrumpida por la dichosa Lady Marion, quien le suplicaba que hiciera la vista gorda con su pareja y las dejase marchar, a lo que la rubia solo se limitó a negar con la cabeza. A ella no le interesaba saber cómo habían logrado traspasar la frontera del muro; no obstante, muchos de sus compañeros comenzaron a murmurar por la poca información que la ojiazul había recabado, presionándola para averiguar quién había sido el insensato que tendría el infortunio de ser ejecutado por el líder de la guardia de Vulwulfar. Ashy volvió a sentarse frente a la pareja, corriendo las cortinas de su cubículo para mantener la privacidad lo más que pudiese. No tenía un buen presentimiento de todo aquello, pero con su voluntad destrozada, lo único que le daba movilidad a su cuerpo era el sentido de responsabilidad que seguía latente en su mente.
—Bien —sentenció con seriedad—. Las escucho, ¿cómo burlaron la seguridad del muro?
En un inicio Lady Marion y su pareja no emitieron sonido alguno, como si dudasen de las intenciones de la ojiazul, algo que solo sirvió para aumentar la atmosfera de tensión que se había formado entre las tres. Ashy no podía prometer ayudarlas, mucho menos liberarlas; sin embargo, no quería tener problemas de ningún tipo, y sabía que, si no conseguía sacarles todo lo que sabían, sus superiores se molestarían bastante. Advirtió que no abandonarían el cubículo hasta que no hablasen con la verdad, dirigiéndoles una mirada severa que no tardó en surtir efecto. Con cierto temor comenzaron a relatarle la historia de cómo un amable novato había permitido el paso de Kaysa en una enorme muestra de gentileza, aunque jamás se esperaron ser atrapadas y llevadas hasta el hospital provisional. Lo peor vino cuando le brindaron la descripción del guardia, haciendo que la elfa palideciera varios tonos, mientras trataba de convencerse que aquello no podía estar sucediendo.
—Yomo… —susurró con la respiración agitada, sintiendo como todo comenzaba a darle vueltas.
Se puso de pie con dificultad, pidiendo a sus compañeros que escoltaran a Kaysa hasta la zona de cuarentena, mientras aislaban a Lady Marion en un cubículo donde podrían vigilarla hasta asegurarse de que no se encontraba infectada por la enfermedad. En más de una ocasión tuvo que apoyarse en algo o alguien, llevándose su mano a la frente en un intento por aclarar sus ideas. Ahora se encontraba en un terrible conflicto, entre el deber de reportar la gravedad del asunto y el proteger a la persona que quería. Definitivamente no estaba preparada para esto, ella no podía decidir entre las vidas de los demás y la de Yomo, eso era impensable. ¿Qué se suponía que debía hacer? Sus colegas le preguntaron varias veces si se encontraba bien, haciendo alusión el tono pálido de su piel y el semblante perdido. Pero lo peor de su situación vino después, cuando su superior le pidió saber todo lo que las mujeres habían dicho, haciendo que los labios de la ojiazul emitieran una respuesta por inercia.
—Aprovecharon para colar a la chica cuando los guardias estaban concentrados en contener al dragón que intentó pasar —hizo una pausa, mirándolo con determinación—. Eso fue todo lo que me dijeron —le entregó el informe por escrito—. Kaysa Hegbak, la mujer rubia, ha sido llevada a la zona de cuarentena —pasó a señalar el cubículo donde se encontraba Lady Marion—. La noble ha sido aislada y puesto bajo vigilancia, a fin de cerciorarnos que se encuentra sana. No podemos hacer nada más por ella, en estas circunstancias su título es el menor de nuestros problemas.
Hizo una pequeña reverencia, pues necesitaba mantener vigilada a Lady Marion y a Kaysa, si no deseaba que Yomo sufriese el castigo que ameritaban sus actos. Esperaba que pronto le brindasen un pequeño descanso y entonces podría reunirse con el muchacho, para buscar sacarlo de ese lugar. Cuando más se quedase, más peligro correría y eso era algo que ella jamás pudiese permitir. ¿Cómo es que el joven no había pensado las consecuencias de su decisión? No importaba el costo…ella lo pagaría por él.
Ashryn Elaynor
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Con paso lento y poco emocionado, intentaba avanzar para regresar a mi posición junto al resto de novatos. Si me demoraba más tiempo, mi superior terminaría fijándose de mi ausencia y nada saldría bien después de eso. ¿Pero cómo culparme por tardar? Mi mente se ha divido en dos lados, uno humano y uno bestia, ambos me atormentan y debaten por mis previas acciones: ¿¡Acaso no te has dado cuenta de lo que hemos hecho!? ¡Hemos permitido que acceda una mujer con altas probabilidades de estar contagiada! ¡Se supone que como guardias debemos salvar vidas, no dejarlos morir del otro lado del muro! ¿¡Pero eres consciente de cuántas vidas hemos puesto en riesgo!? ¡Hemos hecho lo correcto! Salgo de mi duelo mental, no puedo seguir oyéndoles; sin importar cuanto discutan, lo que he hecho no se puede cambiar.
Me detengo abruptamente al observar una escalofriante escena: La inmensa silueta de un dragón se alza rauda sobre los muros superiores y cruza violentamente a través de un torrente de flechas y lanzas. Por un par de segundos parece que la majestuosa criatura lo ha conseguido, ha logrado cruzar... pero al cabo se puede observar como pierde fuerza y altura, desplomándose tristemente en cuestión de segundos. Las personas a mi alrededor miran atemorizadas el inmenso cadáver, pero me sorprende que su miedo aumente cuando su mirada se dirige hacia... mi. Sus ojos, unos llenos de desesperanza; otros ardiendo en desprecio, se clavan en mi como un centenar de cuchillos, desgarrando mi piel con mayor fiereza que los violentos picotazos de la bandada de cuervos que alguna vez llego a azotarme, la pregunta en su mirada es clara: ¿Por qué...?
¿Qué es lo que estamos haciendo?
¿Es realmente necesaria tanta muerte y sufrimiento?
¿Somos los verdaderos héroes o solo somos un montón de verdugos?
No hay nadie que pueda darme una respuesta... ¿o tal vez si? No importa ahora, debo volver. Retomo mi camino con prisa, pero solo logro recorrer un corto trayecto antes de volver a sentir una sensación familiar: náuseas. Ya había tenido un malentendido con mi estómago hace un rato, pero pensé que lo habíamos superado cuando me arme de valor para cumplir el mandato de Lady Marion. Un instinto de supervivencia me hace fingir que todo está en orden y me hace desplazarme hasta un lugar libre de las miradas, un pequeño y solitario callejón. Hago lo posible para mantener la calma y esperar a que todo vuelva a estar en orden, pero antes logro distinguir un grupo de soldados ir con paso apresurado a quien sabe dónde; creo que iban en dirección hacia los muros, su uniforme demuestra que son de elevado rango, es decir, del grupo que se encarga de dar todas las ordenes y se mantienen valientemente escondidos en la base. ¿A qué se debe tanta prisa? ¿Han conseguido una maldita cura de una vez por todas?
Una vez recuperado, salgo del callejón para volver hacia los muros, en serio estoy tardando demasiado en llegar; a este paso terminare ganando un premio al soldado más negligente e insensato de toda la historia de Aerandir. Avanzo un par de pasos antes de frenarme involuntariamente... ¿q-que... que es esta sensación? Puedo percibir una extraña aura a mis pies. ¿Es esto un pergamino? Le recojo del suelo, mas no puedo abrirlo; hay algo que me impide hacerlo, como un presentimiento de que algo increíblemente malo pasara cuando lea lo que se encuentra plasmado en su interior... ¡Grrr...! ¡Al diablo! ¡Ábrelo de una maldita vez! Logro ignorar toda el aura misteriosa de libro de terror y leo el interior del pergamino.
... Oh... ya lo entiendo. Realmente no debí leerlo.
Retrocedo violentamente antes de lograr leer todo el contenido, consigo apoyarme y estabilizarme en la pared más cercana, las náuseas han vuelto y todo mi mundo empieza a dar vueltas. ¿C-como que no hay cura? ¿E-es imposible generarla? P-pero se suponía que... ¿¡q-que sucederá con las personas que están contagiadas!? ¿S-solo morirán y ya? Trago saliva antes de aparentar que todo está bien y tomo de nuevo el pergamino, el trozo de papel volvía a reposar en el suelo tras mi perdida del equilibrio, vuelvo a abrirlo para terminar de leer el último fragmento del mensaje. ¿Evacuar? ¿Al rey? ¿¡Y qué hay de nosotros los guardias!? ¿¡Seguiremos protegiendo los muros en nombre de Siegfried mientras él nos deja aquí a nuestra suerte!? Esto no es... justo.
Es difícil distinguir cual emoción me domina en estos momentos, pues me encuentro encerrado en el medio de un torbellino de sensaciones. ¿Decepción tal vez? ¿O quizás indignación? No, ya lo sé: Ira. La ira me consume, sé lo que se viene, soy consciente de mi frágil estado espiritual. Está pasando, mi bestia interior ruge consumida por la ira y comienza a hacerse con el control que tanto me había tomado recuperar. Mi piel se eriza, mis emociones me controlan, mi conciencia empieza a nublarse, empiezo a sumergirme en un plano astral... pero entonces, algo lo frena. Una dulce figura angelical aparece y logra amansar los fieros rugidos de mi animal, sé quién es, ya la he visto aparecer antes. Acaricia con ternura los rizos de mi cabello, sus destellantes ojos azules se encuentran con los míos y deposita un dulce beso en mi frente, conozco esos labios. ¿Es acaso ella una representación espiritual de...?
La figura femenina me sonríe, entiendo su mensaje: no puedo quebrarme, no todavía, no es el momento. Ella se desvanece y lentamente vuelvo a recuperar el control de mi ser. Respiro con dificultad, mas sé que no es momento de descansar. No me interesa, ya no, pensaba que podría integrarme en Lunargenta y vivir como un simple humano más... pero estaba equivocado. ¿Quieres abandonarnos y comportarte como una bestia? Dos pueden jugar a ese juego, si vine aquí es por eso principalmente, ¿no? Solo para proteger a Ashryn, al diablo el resto de la península. Por mi mente pasan imágenes de los enfermos, el resto de habitantes de Verisar, mis compañeros, ninguno conoce la información que acabo de encontrar, si la difundo ellos... no, no me importa, solo quiero que ella salga de esta con vida y nada más, soy una bestia.
Tengo que buscarle, debemos salir de aquí, a cualquier lugar y de cualquier forma, no podemos esperar aquí a que nos contagien. Enrollo el pergamino y lo guardo en mi cinturón, podría serme útil. Se me ocurre la idea de hacerme yo mismo una herida con la lanza, sería llevado con los médicos y sería más fácil encontrar a Ashryn, pero sé que necesito estar en plena forma para cumplir con mi objetivo, conozco este tipo de situaciones en las que los dioses hacen de todo menos tener piedad con nosotros, herirme yo solo es hacerles un favor. Una segunda solución aparece ante mí, un par de guardias llevan a rastras a un hombre con una mirada... vacía, sus ojos no muestran ningún tipo de emoción, ¿es que acaso ha aceptado ya su muerte? No importa, le llevan en la misma dirección a la que llevan a todos los heridos.
Vuelve a pasar por mi mente la idea de difundir la información, la ignoro. Mi lado humano lucha por persistir sobre mi lado animal, pero no puedo permitírselo, no ahora. En estos tiempos se necesitan muchas cosas, pero no humanidad. Sé que luego tendré que lidiar con un enorme peso sobre mi conciencia, sé que luego recordare cada una de las caras de las personas que pude salvar, pero no me importa, no importa el costo... yo lo pagare por ella.
Me detengo abruptamente al observar una escalofriante escena: La inmensa silueta de un dragón se alza rauda sobre los muros superiores y cruza violentamente a través de un torrente de flechas y lanzas. Por un par de segundos parece que la majestuosa criatura lo ha conseguido, ha logrado cruzar... pero al cabo se puede observar como pierde fuerza y altura, desplomándose tristemente en cuestión de segundos. Las personas a mi alrededor miran atemorizadas el inmenso cadáver, pero me sorprende que su miedo aumente cuando su mirada se dirige hacia... mi. Sus ojos, unos llenos de desesperanza; otros ardiendo en desprecio, se clavan en mi como un centenar de cuchillos, desgarrando mi piel con mayor fiereza que los violentos picotazos de la bandada de cuervos que alguna vez llego a azotarme, la pregunta en su mirada es clara: ¿Por qué...?
¿Qué es lo que estamos haciendo?
¿Es realmente necesaria tanta muerte y sufrimiento?
¿Somos los verdaderos héroes o solo somos un montón de verdugos?
No hay nadie que pueda darme una respuesta... ¿o tal vez si? No importa ahora, debo volver. Retomo mi camino con prisa, pero solo logro recorrer un corto trayecto antes de volver a sentir una sensación familiar: náuseas. Ya había tenido un malentendido con mi estómago hace un rato, pero pensé que lo habíamos superado cuando me arme de valor para cumplir el mandato de Lady Marion. Un instinto de supervivencia me hace fingir que todo está en orden y me hace desplazarme hasta un lugar libre de las miradas, un pequeño y solitario callejón. Hago lo posible para mantener la calma y esperar a que todo vuelva a estar en orden, pero antes logro distinguir un grupo de soldados ir con paso apresurado a quien sabe dónde; creo que iban en dirección hacia los muros, su uniforme demuestra que son de elevado rango, es decir, del grupo que se encarga de dar todas las ordenes y se mantienen valientemente escondidos en la base. ¿A qué se debe tanta prisa? ¿Han conseguido una maldita cura de una vez por todas?
Una vez recuperado, salgo del callejón para volver hacia los muros, en serio estoy tardando demasiado en llegar; a este paso terminare ganando un premio al soldado más negligente e insensato de toda la historia de Aerandir. Avanzo un par de pasos antes de frenarme involuntariamente... ¿q-que... que es esta sensación? Puedo percibir una extraña aura a mis pies. ¿Es esto un pergamino? Le recojo del suelo, mas no puedo abrirlo; hay algo que me impide hacerlo, como un presentimiento de que algo increíblemente malo pasara cuando lea lo que se encuentra plasmado en su interior... ¡Grrr...! ¡Al diablo! ¡Ábrelo de una maldita vez! Logro ignorar toda el aura misteriosa de libro de terror y leo el interior del pergamino.
... Oh... ya lo entiendo. Realmente no debí leerlo.
Retrocedo violentamente antes de lograr leer todo el contenido, consigo apoyarme y estabilizarme en la pared más cercana, las náuseas han vuelto y todo mi mundo empieza a dar vueltas. ¿C-como que no hay cura? ¿E-es imposible generarla? P-pero se suponía que... ¿¡q-que sucederá con las personas que están contagiadas!? ¿S-solo morirán y ya? Trago saliva antes de aparentar que todo está bien y tomo de nuevo el pergamino, el trozo de papel volvía a reposar en el suelo tras mi perdida del equilibrio, vuelvo a abrirlo para terminar de leer el último fragmento del mensaje. ¿Evacuar? ¿Al rey? ¿¡Y qué hay de nosotros los guardias!? ¿¡Seguiremos protegiendo los muros en nombre de Siegfried mientras él nos deja aquí a nuestra suerte!? Esto no es... justo.
Es difícil distinguir cual emoción me domina en estos momentos, pues me encuentro encerrado en el medio de un torbellino de sensaciones. ¿Decepción tal vez? ¿O quizás indignación? No, ya lo sé: Ira. La ira me consume, sé lo que se viene, soy consciente de mi frágil estado espiritual. Está pasando, mi bestia interior ruge consumida por la ira y comienza a hacerse con el control que tanto me había tomado recuperar. Mi piel se eriza, mis emociones me controlan, mi conciencia empieza a nublarse, empiezo a sumergirme en un plano astral... pero entonces, algo lo frena. Una dulce figura angelical aparece y logra amansar los fieros rugidos de mi animal, sé quién es, ya la he visto aparecer antes. Acaricia con ternura los rizos de mi cabello, sus destellantes ojos azules se encuentran con los míos y deposita un dulce beso en mi frente, conozco esos labios. ¿Es acaso ella una representación espiritual de...?
La figura femenina me sonríe, entiendo su mensaje: no puedo quebrarme, no todavía, no es el momento. Ella se desvanece y lentamente vuelvo a recuperar el control de mi ser. Respiro con dificultad, mas sé que no es momento de descansar. No me interesa, ya no, pensaba que podría integrarme en Lunargenta y vivir como un simple humano más... pero estaba equivocado. ¿Quieres abandonarnos y comportarte como una bestia? Dos pueden jugar a ese juego, si vine aquí es por eso principalmente, ¿no? Solo para proteger a Ashryn, al diablo el resto de la península. Por mi mente pasan imágenes de los enfermos, el resto de habitantes de Verisar, mis compañeros, ninguno conoce la información que acabo de encontrar, si la difundo ellos... no, no me importa, solo quiero que ella salga de esta con vida y nada más, soy una bestia.
Tengo que buscarle, debemos salir de aquí, a cualquier lugar y de cualquier forma, no podemos esperar aquí a que nos contagien. Enrollo el pergamino y lo guardo en mi cinturón, podría serme útil. Se me ocurre la idea de hacerme yo mismo una herida con la lanza, sería llevado con los médicos y sería más fácil encontrar a Ashryn, pero sé que necesito estar en plena forma para cumplir con mi objetivo, conozco este tipo de situaciones en las que los dioses hacen de todo menos tener piedad con nosotros, herirme yo solo es hacerles un favor. Una segunda solución aparece ante mí, un par de guardias llevan a rastras a un hombre con una mirada... vacía, sus ojos no muestran ningún tipo de emoción, ¿es que acaso ha aceptado ya su muerte? No importa, le llevan en la misma dirección a la que llevan a todos los heridos.
Vuelve a pasar por mi mente la idea de difundir la información, la ignoro. Mi lado humano lucha por persistir sobre mi lado animal, pero no puedo permitírselo, no ahora. En estos tiempos se necesitan muchas cosas, pero no humanidad. Sé que luego tendré que lidiar con un enorme peso sobre mi conciencia, sé que luego recordare cada una de las caras de las personas que pude salvar, pero no me importa, no importa el costo... yo lo pagare por ella.
Asger Björn
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Cuentan los juglares miles de historias sobre enamorados. Casi todas trágicas, pues se suicidan en pos de salvar del otro a costa de la suya. Una total idiotez propia de los mortales, pues si quieren pasar su vida junto a alguien y se suicidan, los dioses los recibirán entre risas y jolgorio por tan estúpida hazaña de perder lo más preciado que tienen.
Eso parecían querer hacer Yomo y Ashryn. ¿Tanto les gustaba tentar a los dioses que jugaban con el fino hilo de sus vidas?
El soldado se había enterado por casualidad de que no había cura, eligiendo guardar el secreto que podría poner en peligro la península no por buena fe, sino por salvar a su amada elfa, quien estaba en la zona sanitaria eligiendo sobre las vidas de los enfermos y heridos. Esa sería una buena pregunta, ¿la vida de una persona amada o la de miles desconocidas?
La joven Ashryn intentó contarle la versión que creía más conveniente a su superior, quien no tardó en dar el informe al jefe del comando que estaba en el muro. La situación era grave: se había colado una enferma. Bueno, habían dejado que se colase. Tenían traidores en sus filas y estaban permitiendo que el mal invisible atravesara las barreras que habían creado. Si sólo fuera una y estuviese aislada… Pero esa pareja había compartido momentos románticos por todo el lugar, así que multitud de ciudadanos eran potenciales víctimas.
En la zona sanitaria la situación era caótica. El jefe del lugar reunió a todos sus doctores. -Tenemos un problema. Han dejado entrar a una enferma y ha estado paseando a su libre albedrío por la ciudad. No sabemos cuántos vecinos se habrán contagiado, pero las reglas son las mismas, no debemos atenderlos. -Carraspeó, haciendo algo de tiempo. –No hay cura. Si nos infectamos, moriremos. -No pudo evitar mirar hacia la zona de aislamiento.
Tras la tela de la tienda se encontraba Marion, quien había conseguido escaparse de la zona de cuarentena. Ya es sabido que quien tiene dinero consigue lo que quiere, y la joven dragona lo tenía. Al enterarse de eso último salió corriendo en busca de su amada Kaysa. ¡Tenía que sacarla de allí cuanto antes! Se había convertido en una carrera a contrarreloj. ¡Iban a ir al bosque de los elfos a por la cura si era necesario!
Mientras tanto, el jefe de la guardia iba interrogando a sus subordinados. Se habían dejado colar a una enferma. El porqué debía averiguarlo cuanto antes y ajusticiar al traidor. Un grupo de soldados sí sabían quién había sido, el mismo que les había mentido para conseguir que esa joven pasase. Y ellos no iban a recibir el castigo por un novato, ya que el general les había dicho que si no aparecían el o los culpables, pagarían todos. Justos por pecadores, era un buen método de educar a los soldados.
El tipo a quien Yomo se había dirigido y los que lo habían ayudado a que entrase la joven del norte se plantaron delante de su superior. -Tenemos que hablar con usted, señor. -Comenzaron, algo dudosos, antes de soltar la lengua para salvar sus puestos. Dieron una total descripción, el puesto donde se encontraba… Todo. Era sorprendente lo que podían fijarse los mortales en otro cuando buscaban pisotearlo. ¡Ay, la maldad!
-Encontradlo. -No hizo falta decir más, al momento un grupo de guardias bajaron del muro y comenzaron la búsqueda de Yomo por todos lados. Incluso se picaban entre ellos, pues quien encontrase al muchacho se ganaría el favor de su superior, al menos eso pensaban. Y se creían en sus inocentes mentes que lamerle las botas al general haría tener unas mejores condiciones. No. Ellos eran simples guardias y no iban a mejorar sus condiciones, quienes lo hacían eran los que se encontraban en la punta de la pirámide. Los de la base debían sostenerla y aguantar todos los golpes. ¿Le daría tiempo al humano a encontrarse con Ashryn antes de que lo encontrasen sus compañeros? Ya se sabe, a los juglares les gusta contar historias románticas, pero trágicas. Y los dioses las prefieren también así.
Estáis en un punto de no retorno, todo, todo lo que hagáis influirá, no solo en el evento, sino en vuestra futura trama, al igual que las decisiones de vuestros compañeros, Dag, Elen e Iredia. Uno llegó a al trono, otra salvó al rey y la última dejó a miles de personas abandonadas a su suerte por salvar su pellejo. Parecen decisiones banales, pero la trama de los tres se ha visto modificada notoriamente. Elen, por ejemplo, no puede pisar Lunargenta. Pero ni ella ni su familia. Así que elegid bien… O lo menos malo, a poder ser. No os convirtáis en los bufones de los dioses.
Ashryn: ¿Qué se siente al saber que todos a quienes envías a la zona de cuarentena van a morir? El mal que asola Aerandir ha llegado a Verisar, está entre vosotros. Y, sobre todo, entre los doctores. Sois la primera línea, los que tratan directamente con enfermos.
No hay cura. Dale las gracias a Lexie. Sé que no te gusta jugar a ser una diosa, mas de ti depende participar en ese juego o no. Tu objetivo en este turno será elegir un camino que seguir. Lady Marion ha escuchado todo, tú sí la has visto correr a rescatar a su amada Kaysa. Puedes elegir entre ayudarla, rescatar a Kaysa y huir, no rescatarlas y seguir cumpliendo tu misión de médica, o ir en busca de Yomo, dejando a Marion y Kaysa a su suerte e incumpliendo tu deber.
Si decides ayudar a las chicas y escapar con ellas, deberás lanzar runa para determinar tu éxito, elfa:
• Runa muy buena/buena: Consigues rescatarlas y huir junto a ellas.
• Runa media: Las rescatas, pero tomaréis caminos diferentes, ya que tendrás que evitar que te persigan. Y te perseguirán por traición.
• Runa mala/muy mala: No consigues rescatarlas y te atraparán por traidora.
Si decides cumplir con tu misión, callarte y aguantar, no tendrás que lanzar runa. Sólo curar heridos. ¿Les dirás que no existe cura alguna para su mal?
En cambio, si decides ir a buscar a Yomo, también deberás dejar tu suerte en mano de los dioses.
• Runa muy buena/buena: Lo encontrarás sin problema, aunque tendréis que huir lo más rápido posible. ¿O es mejor buscar una artimaña para engañarlos a todos?
• Runa media: No te encontrarás con Yomo en este turno.
• Runa mala/muy mala: Te encontrarás con él, pero os atraparán a ambos y acabaréis en un calabozo hasta que decidan qué hacer con vosotros.
Déjame recordarte que tu amado humano está enfermo y puede contagiarte.
Yomo: Ahora mismo eres la persona más buscada del lugar. Te acusan de traición a la Guardia y ni siquiera eres un soldado nombrado todavía. ¡Sin duda vas a entrar en los anales de la historia! Sé que tienes ganas de encontrarte con tu amada elfa, pero las cosas no son fáciles en el foco de la epidemia. Ten cuidado con tus pasos, estás enfermo y a cuanta más gente te arrimes, a más gente contagiarás.
Te persiguen, verás que te buscan deseosos de entregarte. Si te atrapan se acabó el ver a Ashryn durante un tiempo. Deberás confiar en la ayuda de los dioses para intentar escapar. Lanza runas:
• Runa muy buena/buena: Ya sabes, los dioses están de tu parte y conseguirás huir. Que te encuentres con Ashryn o no dependerá de sus runas.
• Runa media: Te atraparán y te llevarán ante el general. Veremos si los dioses también te apoyan al encontrarte con él cara a cara y tener que darle explicaciones.
• Runa mala: Los soldados deciden tomarse la justicia por su cuenta: te tirarán al otro lado del muro, con los enfermos. Ellos te atacarán por no haberles dejado entrar y la enfermedad será más grave.
Eso parecían querer hacer Yomo y Ashryn. ¿Tanto les gustaba tentar a los dioses que jugaban con el fino hilo de sus vidas?
El soldado se había enterado por casualidad de que no había cura, eligiendo guardar el secreto que podría poner en peligro la península no por buena fe, sino por salvar a su amada elfa, quien estaba en la zona sanitaria eligiendo sobre las vidas de los enfermos y heridos. Esa sería una buena pregunta, ¿la vida de una persona amada o la de miles desconocidas?
La joven Ashryn intentó contarle la versión que creía más conveniente a su superior, quien no tardó en dar el informe al jefe del comando que estaba en el muro. La situación era grave: se había colado una enferma. Bueno, habían dejado que se colase. Tenían traidores en sus filas y estaban permitiendo que el mal invisible atravesara las barreras que habían creado. Si sólo fuera una y estuviese aislada… Pero esa pareja había compartido momentos románticos por todo el lugar, así que multitud de ciudadanos eran potenciales víctimas.
En la zona sanitaria la situación era caótica. El jefe del lugar reunió a todos sus doctores. -Tenemos un problema. Han dejado entrar a una enferma y ha estado paseando a su libre albedrío por la ciudad. No sabemos cuántos vecinos se habrán contagiado, pero las reglas son las mismas, no debemos atenderlos. -Carraspeó, haciendo algo de tiempo. –No hay cura. Si nos infectamos, moriremos. -No pudo evitar mirar hacia la zona de aislamiento.
Tras la tela de la tienda se encontraba Marion, quien había conseguido escaparse de la zona de cuarentena. Ya es sabido que quien tiene dinero consigue lo que quiere, y la joven dragona lo tenía. Al enterarse de eso último salió corriendo en busca de su amada Kaysa. ¡Tenía que sacarla de allí cuanto antes! Se había convertido en una carrera a contrarreloj. ¡Iban a ir al bosque de los elfos a por la cura si era necesario!
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Mientras tanto, el jefe de la guardia iba interrogando a sus subordinados. Se habían dejado colar a una enferma. El porqué debía averiguarlo cuanto antes y ajusticiar al traidor. Un grupo de soldados sí sabían quién había sido, el mismo que les había mentido para conseguir que esa joven pasase. Y ellos no iban a recibir el castigo por un novato, ya que el general les había dicho que si no aparecían el o los culpables, pagarían todos. Justos por pecadores, era un buen método de educar a los soldados.
El tipo a quien Yomo se había dirigido y los que lo habían ayudado a que entrase la joven del norte se plantaron delante de su superior. -Tenemos que hablar con usted, señor. -Comenzaron, algo dudosos, antes de soltar la lengua para salvar sus puestos. Dieron una total descripción, el puesto donde se encontraba… Todo. Era sorprendente lo que podían fijarse los mortales en otro cuando buscaban pisotearlo. ¡Ay, la maldad!
-Encontradlo. -No hizo falta decir más, al momento un grupo de guardias bajaron del muro y comenzaron la búsqueda de Yomo por todos lados. Incluso se picaban entre ellos, pues quien encontrase al muchacho se ganaría el favor de su superior, al menos eso pensaban. Y se creían en sus inocentes mentes que lamerle las botas al general haría tener unas mejores condiciones. No. Ellos eran simples guardias y no iban a mejorar sus condiciones, quienes lo hacían eran los que se encontraban en la punta de la pirámide. Los de la base debían sostenerla y aguantar todos los golpes. ¿Le daría tiempo al humano a encontrarse con Ashryn antes de que lo encontrasen sus compañeros? Ya se sabe, a los juglares les gusta contar historias románticas, pero trágicas. Y los dioses las prefieren también así.
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Estáis en un punto de no retorno, todo, todo lo que hagáis influirá, no solo en el evento, sino en vuestra futura trama, al igual que las decisiones de vuestros compañeros, Dag, Elen e Iredia. Uno llegó a al trono, otra salvó al rey y la última dejó a miles de personas abandonadas a su suerte por salvar su pellejo. Parecen decisiones banales, pero la trama de los tres se ha visto modificada notoriamente. Elen, por ejemplo, no puede pisar Lunargenta. Pero ni ella ni su familia. Así que elegid bien… O lo menos malo, a poder ser. No os convirtáis en los bufones de los dioses.
Ashryn: ¿Qué se siente al saber que todos a quienes envías a la zona de cuarentena van a morir? El mal que asola Aerandir ha llegado a Verisar, está entre vosotros. Y, sobre todo, entre los doctores. Sois la primera línea, los que tratan directamente con enfermos.
No hay cura. Dale las gracias a Lexie. Sé que no te gusta jugar a ser una diosa, mas de ti depende participar en ese juego o no. Tu objetivo en este turno será elegir un camino que seguir. Lady Marion ha escuchado todo, tú sí la has visto correr a rescatar a su amada Kaysa. Puedes elegir entre ayudarla, rescatar a Kaysa y huir, no rescatarlas y seguir cumpliendo tu misión de médica, o ir en busca de Yomo, dejando a Marion y Kaysa a su suerte e incumpliendo tu deber.
Si decides ayudar a las chicas y escapar con ellas, deberás lanzar runa para determinar tu éxito, elfa:
• Runa muy buena/buena: Consigues rescatarlas y huir junto a ellas.
• Runa media: Las rescatas, pero tomaréis caminos diferentes, ya que tendrás que evitar que te persigan. Y te perseguirán por traición.
• Runa mala/muy mala: No consigues rescatarlas y te atraparán por traidora.
Si decides cumplir con tu misión, callarte y aguantar, no tendrás que lanzar runa. Sólo curar heridos. ¿Les dirás que no existe cura alguna para su mal?
En cambio, si decides ir a buscar a Yomo, también deberás dejar tu suerte en mano de los dioses.
• Runa muy buena/buena: Lo encontrarás sin problema, aunque tendréis que huir lo más rápido posible. ¿O es mejor buscar una artimaña para engañarlos a todos?
• Runa media: No te encontrarás con Yomo en este turno.
• Runa mala/muy mala: Te encontrarás con él, pero os atraparán a ambos y acabaréis en un calabozo hasta que decidan qué hacer con vosotros.
Déjame recordarte que tu amado humano está enfermo y puede contagiarte.
Yomo: Ahora mismo eres la persona más buscada del lugar. Te acusan de traición a la Guardia y ni siquiera eres un soldado nombrado todavía. ¡Sin duda vas a entrar en los anales de la historia! Sé que tienes ganas de encontrarte con tu amada elfa, pero las cosas no son fáciles en el foco de la epidemia. Ten cuidado con tus pasos, estás enfermo y a cuanta más gente te arrimes, a más gente contagiarás.
Te persiguen, verás que te buscan deseosos de entregarte. Si te atrapan se acabó el ver a Ashryn durante un tiempo. Deberás confiar en la ayuda de los dioses para intentar escapar. Lanza runas:
• Runa muy buena/buena: Ya sabes, los dioses están de tu parte y conseguirás huir. Que te encuentres con Ashryn o no dependerá de sus runas.
• Runa media: Te atraparán y te llevarán ante el general. Veremos si los dioses también te apoyan al encontrarte con él cara a cara y tener que darle explicaciones.
• Runa mala: Los soldados deciden tomarse la justicia por su cuenta: te tirarán al otro lado del muro, con los enfermos. Ellos te atacarán por no haberles dejado entrar y la enfermedad será más grave.
Fehu
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Miraba constantemente hacia el cubículo donde Lady Marion se encontraba, vigilando que no fuese a hablar, pues eso solo supondría una condenación para el joven Yomo. Discretamente —y solo cuando su superior no se hallaba cerca— la ojiazul había hecho un pequeño bolso con provisiones, la mayoría provenientes de su alforja de Castinur, aunque no iba a darse golpes de moral ahora, también se encontraban unas cuantas medicinas del hospital. No tardarían en darle un breve tiempo para descansar, y cuando eso sucediera correría a encontrarse con el muchacho, sacándolo de una vez de ese endemoniado lugar. Un poco más, solo un poco más y Yomo podría estar a salvo. Lamentablemente sus ilusiones se vinieron abajo, cuando el jefe de los médicos los citó a todos, brindándoles la terrible noticia de que no existía una cura a tan terrible mal.
En ese momento el mundo de la rubia se derrumbó al igual que sus esperanzas. Lo había intuido, pero su mente había rechazado tal desenlace en más de una ocasión. Todas esas personas se encontraban condenadas a una muerte segura, no había salvación…y ellos lo sabían. ¿Cuánto tiempo estuvieron jugando con las esperanzas de la pobre gente? Ashy quería culparlos, aunque en el fondo sabía que solo hacían lo necesario a fin de evitar que el número de decesos en la población. En medio de tanta hegemonía, la ojiazul pudo vislumbrar a Lady Marion, quien corría con todas sus fuerzas hacia el cuarto de los lamentos, seguramente en busca de su pareja. No le sorprendería que hubiese escuchado todo, y tampoco la culpaba de las medidas que había tomado, pues ella también haría lo mismo.
Una vez que les permitieron volver a sus labores, la ojiazul se apresuró a tomar el pequeño bolso de provisiones, ofreciéndose como voluntaria para supervisar a los soldados que se encontraban en el muro fronterizo. Derramó su alma a los Dioses, suplicándoles que le permitieran encontrar a Yomo sin ningún contratiempo, ya que —desgraciadamente— el tiempo no estaba a su favor, y sería cuestión de tiempo antes que los guardias diesen con el responsable de las imprudencias de Kaysa Hegbak. Se apresuró tanto como sus piernas lo permitieron, mirando en todas direcciones, buscando dar con la silueta del apuesto muchacho…y afortunadamente logró encontrarlo. Parecía que los Dioses comenzaban a sonreírle por primera vez en su vida, aunque hubiese preferido que no le hubiesen provocado un mini-infarto en el proceso.
—Yomo… —se llevó una mano al corazón, reponiéndose de haberlo encontrado de frente—. ¿Te encuentras bien? —Preguntó al verlo con un semblante extraño—. No, no tenemos tiempo —le entregó el bolso con los víveres y medicinas—. Tienes que marcharte…pronto —volvió a mirar a su alrededor, esperando que nadie los estuviese viendo—. Escúchame…lo que hiciste es muy grave y te están buscando… —le tomó la mano—. Te ejecutarán —necesitaba convencerlo de huir de ese lugar—. Lady Marion y su pareja han estado paseando por la ciudad, a sabiendas que la joven se hallaba infectada por la pandemia. No sabemos la cantidad de personas a las que ha contagiado y se están extremando las medidas para encontrar al que las dejó pasar —hizo una pausa, mordiendo su labio con nerviosismo—. No hay cura…todos están condenados…así que tienes que irte antes de que te hagan daño —levantó la vista—. En Beltrexus hay una taberna llamada el Estrella Azul. Si te vas ahora estarás a salvo…yo me encontraré contigo en Beltrexus y decidiremos a dónde ir…por favor…tienes que marcharte. Te daré el tiempo suficiente.
Le soltó la mano y se apresuró a regresar al hospital provisional. En una de las salidas con menos vigilancia pudo vislumbrar las siluetas de Lady Marion y Kaysa, quienes —aparentemente— se las habían ingeniado para burlar la seguridad de los médicos y guardias. Internamente se alegró por ellas, aunque esto le causase un conflicto entre la moral y la responsabilidad, pues no hizo nada para detenerlas. ¿Qué más daba? Les habían mentido. No había cura y solo les estaban condenando a prolongar lo inevitable; separando familias, brindándoles falsos augurios de que todo estaría bien. En ese punto no sabía quiénes eran peores, si las pobres almas que intentaban traspasar las fronteras del muro, o los ‘‘amables’’ médicos que solo atendían a los soldados. Nadie debería culpar a Yomo por lo que hizo, ni mucho menos culparla a ella por lo que acababa de hacer…
En ese momento el mundo de la rubia se derrumbó al igual que sus esperanzas. Lo había intuido, pero su mente había rechazado tal desenlace en más de una ocasión. Todas esas personas se encontraban condenadas a una muerte segura, no había salvación…y ellos lo sabían. ¿Cuánto tiempo estuvieron jugando con las esperanzas de la pobre gente? Ashy quería culparlos, aunque en el fondo sabía que solo hacían lo necesario a fin de evitar que el número de decesos en la población. En medio de tanta hegemonía, la ojiazul pudo vislumbrar a Lady Marion, quien corría con todas sus fuerzas hacia el cuarto de los lamentos, seguramente en busca de su pareja. No le sorprendería que hubiese escuchado todo, y tampoco la culpaba de las medidas que había tomado, pues ella también haría lo mismo.
Una vez que les permitieron volver a sus labores, la ojiazul se apresuró a tomar el pequeño bolso de provisiones, ofreciéndose como voluntaria para supervisar a los soldados que se encontraban en el muro fronterizo. Derramó su alma a los Dioses, suplicándoles que le permitieran encontrar a Yomo sin ningún contratiempo, ya que —desgraciadamente— el tiempo no estaba a su favor, y sería cuestión de tiempo antes que los guardias diesen con el responsable de las imprudencias de Kaysa Hegbak. Se apresuró tanto como sus piernas lo permitieron, mirando en todas direcciones, buscando dar con la silueta del apuesto muchacho…y afortunadamente logró encontrarlo. Parecía que los Dioses comenzaban a sonreírle por primera vez en su vida, aunque hubiese preferido que no le hubiesen provocado un mini-infarto en el proceso.
—Yomo… —se llevó una mano al corazón, reponiéndose de haberlo encontrado de frente—. ¿Te encuentras bien? —Preguntó al verlo con un semblante extraño—. No, no tenemos tiempo —le entregó el bolso con los víveres y medicinas—. Tienes que marcharte…pronto —volvió a mirar a su alrededor, esperando que nadie los estuviese viendo—. Escúchame…lo que hiciste es muy grave y te están buscando… —le tomó la mano—. Te ejecutarán —necesitaba convencerlo de huir de ese lugar—. Lady Marion y su pareja han estado paseando por la ciudad, a sabiendas que la joven se hallaba infectada por la pandemia. No sabemos la cantidad de personas a las que ha contagiado y se están extremando las medidas para encontrar al que las dejó pasar —hizo una pausa, mordiendo su labio con nerviosismo—. No hay cura…todos están condenados…así que tienes que irte antes de que te hagan daño —levantó la vista—. En Beltrexus hay una taberna llamada el Estrella Azul. Si te vas ahora estarás a salvo…yo me encontraré contigo en Beltrexus y decidiremos a dónde ir…por favor…tienes que marcharte. Te daré el tiempo suficiente.
Le soltó la mano y se apresuró a regresar al hospital provisional. En una de las salidas con menos vigilancia pudo vislumbrar las siluetas de Lady Marion y Kaysa, quienes —aparentemente— se las habían ingeniado para burlar la seguridad de los médicos y guardias. Internamente se alegró por ellas, aunque esto le causase un conflicto entre la moral y la responsabilidad, pues no hizo nada para detenerlas. ¿Qué más daba? Les habían mentido. No había cura y solo les estaban condenando a prolongar lo inevitable; separando familias, brindándoles falsos augurios de que todo estaría bien. En ese punto no sabía quiénes eran peores, si las pobres almas que intentaban traspasar las fronteras del muro, o los ‘‘amables’’ médicos que solo atendían a los soldados. Nadie debería culpar a Yomo por lo que hizo, ni mucho menos culparla a ella por lo que acababa de hacer…
Ashryn Elaynor
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
El miembro 'Ashryn Elaynor' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
Me desplazo raudo y veloz persiguiendo al par de guardias que llevan a rastras a ese pobre y triste hombre. Ellos no parecen tener mucha prisa en librarse de ese sujeto, me hacen muy fácil la tarea de perseguirles sin ser descubierto. Lo único que podría considerar un impedimento, es el creciente calor que empieza a rodear mi cuello y frente, junto a un leve dolor corporal que no logra frenarme. No me detengo un segundo a imaginar la posible causa de mi malestar, la rabia me ciega y me pone en un trance que me impide pensar con claridad. No estamos tan lejos de la frontera, no hay demasiada multitud que me impidan moverme con rapidez por las calles. Aunque debo admitir que estaría mintiendo si os dijera que no he chocado con una que otra persona sin intención.
Me detengo. Tercera vez en el día que las náuseas se atraviesan en mi camino. ¿¡Qué diablos he comido hoy!? Doy vuelta en otro callejón, mi instinto de supervivencia me recomienda esconderme y le obedezco. Me apoyo de una pared, el dolor de estómago ha empeorado, mientras intento disimular la repentina tos que se ha apoderado de mí. ¿Q-que es esto...? No... No, pero si no he tenido ninguna clase de contacto con... El sonido de una conversación me interrumpe. Me quedo tieso y hago lo posible por retener la tos. Una vieja pared bloquea el acceso al callejón desde el extremo opuesto, más no es suficiente para impedir que el sonido cruce. Me acerco al muro y observo por una pequeña grieta. Son dos individuos, por sus ropas se ve que son guardias.
—Así es, un idiota de los nuestros dejo pasar a uno de los contagiados. —fue lo primero que logre escuchar. —¡El jefe estaba furioso! ¡Juraría que le vi echar humo por las orejas! —hablan de alguien que la ha pifiado a lo grande, imagino que le ira caer una buena a ese zopenco.
—¿Saben quién es? ¿Alguien le vio huir? —no me interesa más la conversación, tengo que partir cuanto antes. Ya he perdido el rastro de los guardias, pero pienso que no debo estar tan lejos del campamento de los médicos. Incluso creo haberles vistos girar a la izquierda en la siguiente calle, si me apresuro quizás...
—Era uno de los novatos. —¿¡...!? La charla vuelve a captar mi atención. —Se fue con la contagiada, un sujeto robusto y con un montón de pintura extraña en la cara. —¿Q-q-que? Toco mi mejilla recordando la pintura tribal que rehusé a borrar de mi rostro. Ya veo... el zopenco soy yo.
En el momento en que comprendo todo lo que envuelve la información que acabo de conocer, mis rodillas se debilitan y caigo al suelo, me veo forzado a apoyarme en la palma de mis manos para no darme de bruces con el suelo. He dejado entrar a una refugiada, violando así la única misión que se me había encargado. Le he mentido a mis compañeros y ahora me tachan de traidor, toda la Guardia de Vulwulfar debe estar buscándome. No es todo, Kaysa Hegbak estaba contagiada y ahora camina libre por toda la península, contagiando a todo aquel que se le acerque. Por mi culpa la pandemia ha llegado hasta Verisar. No... ¡No! ¿¡Que es lo que hecho!? ¡Cometí un terrible error!
El dolor corporal empeora, del mismo modo que todos los síntomas que me habían frenado con anterioridad. Mi mente trae a memoria las palabras de una persona que me comentaba sobre los síntomas que presentaban aquellos que poseían la terrible enfermedad que apodaban: La peste negra. El recuerdo me atormenta y me echa en cara lo que he estado ignorando todo este tiempo. Fiebre alta. Tengo... frió... Mis manos están congeladas cual témpanos de hielo, mientras que mi cuello y frente están ardiendo cual incendio forestal. Repentinas nauseas. No, es imposible, me niego a aceptarlo. Inexplicable malestar general. ¡No! Yo no... Un recuerdo más, aquel breve contacto que sello mi destino: El abrazo de agradecimiento que me brindo Kaysa.
Yo... estoy contagiado.
... Lo merezco. He sido un idiota. Pensaba que yo era el héroe en esta ocasión, pero estaba equivocado, al final he resultado ser yo el verdadero verdugo. Lo he vuelto a hacer, he vuelto a permitir que él me controle. Le he vuelto a permitir que haga lo que quiera y me he dejado llevar por mis instintos. Me he llenado de ira y he tachado a Siegfried de ser un monstruo, cuando el verdadero monstruo siempre ha estado dentro de mí. No importa cuánto intente escapar de él, jamás podré hacer que desaparezca. Una lágrima cae sobre el reverso de mi mano, es fría... tan fría como todo el cargamento de culpa que ahora llevo sobre mis hombros. Que hombre tan idiota, no deberías llorar, has sido tú te el que se lo ha buscado. Lo merezco, merezco esto y mucho más.
Me levanto y salgo del callejón cabizbajo, me dirijo hacia el campamento de los médicos con la excusa de continuar con la misión inicial de encontrar a Ashryn cuanto antes. ¿Pero... acaso estoy seguro de querer hacerlo? ¿Realmente me siento capaz de mirarle a los ojos después de esto? Que irónico. Le he pedido que sea prudente y he terminado siendo yo el que ha cometido la mayor imprudencia de todas. ¿Cómo voy a verle a los ojos ahora? Quien sabe, quizás me terminen atrapando los guardias primero. No voy a mostrar oposición en dado caso, merezco ser juzgado como el monstruo que soy. Aun así, incluso considerando que una bestia como yo no merece el perdón de alguien como ella, Ashryn merece una explicación y, quiera o no, debo dársela.
Me detengo. Tercera vez en el día que las náuseas se atraviesan en mi camino. ¿¡Qué diablos he comido hoy!? Doy vuelta en otro callejón, mi instinto de supervivencia me recomienda esconderme y le obedezco. Me apoyo de una pared, el dolor de estómago ha empeorado, mientras intento disimular la repentina tos que se ha apoderado de mí. ¿Q-que es esto...? No... No, pero si no he tenido ninguna clase de contacto con... El sonido de una conversación me interrumpe. Me quedo tieso y hago lo posible por retener la tos. Una vieja pared bloquea el acceso al callejón desde el extremo opuesto, más no es suficiente para impedir que el sonido cruce. Me acerco al muro y observo por una pequeña grieta. Son dos individuos, por sus ropas se ve que son guardias.
—Así es, un idiota de los nuestros dejo pasar a uno de los contagiados. —fue lo primero que logre escuchar. —¡El jefe estaba furioso! ¡Juraría que le vi echar humo por las orejas! —hablan de alguien que la ha pifiado a lo grande, imagino que le ira caer una buena a ese zopenco.
—¿Saben quién es? ¿Alguien le vio huir? —no me interesa más la conversación, tengo que partir cuanto antes. Ya he perdido el rastro de los guardias, pero pienso que no debo estar tan lejos del campamento de los médicos. Incluso creo haberles vistos girar a la izquierda en la siguiente calle, si me apresuro quizás...
—Era uno de los novatos. —¿¡...!? La charla vuelve a captar mi atención. —Se fue con la contagiada, un sujeto robusto y con un montón de pintura extraña en la cara. —¿Q-q-que? Toco mi mejilla recordando la pintura tribal que rehusé a borrar de mi rostro. Ya veo... el zopenco soy yo.
En el momento en que comprendo todo lo que envuelve la información que acabo de conocer, mis rodillas se debilitan y caigo al suelo, me veo forzado a apoyarme en la palma de mis manos para no darme de bruces con el suelo. He dejado entrar a una refugiada, violando así la única misión que se me había encargado. Le he mentido a mis compañeros y ahora me tachan de traidor, toda la Guardia de Vulwulfar debe estar buscándome. No es todo, Kaysa Hegbak estaba contagiada y ahora camina libre por toda la península, contagiando a todo aquel que se le acerque. Por mi culpa la pandemia ha llegado hasta Verisar. No... ¡No! ¿¡Que es lo que hecho!? ¡Cometí un terrible error!
El dolor corporal empeora, del mismo modo que todos los síntomas que me habían frenado con anterioridad. Mi mente trae a memoria las palabras de una persona que me comentaba sobre los síntomas que presentaban aquellos que poseían la terrible enfermedad que apodaban: La peste negra. El recuerdo me atormenta y me echa en cara lo que he estado ignorando todo este tiempo. Fiebre alta. Tengo... frió... Mis manos están congeladas cual témpanos de hielo, mientras que mi cuello y frente están ardiendo cual incendio forestal. Repentinas nauseas. No, es imposible, me niego a aceptarlo. Inexplicable malestar general. ¡No! Yo no... Un recuerdo más, aquel breve contacto que sello mi destino: El abrazo de agradecimiento que me brindo Kaysa.
Yo... estoy contagiado.
... Lo merezco. He sido un idiota. Pensaba que yo era el héroe en esta ocasión, pero estaba equivocado, al final he resultado ser yo el verdadero verdugo. Lo he vuelto a hacer, he vuelto a permitir que él me controle. Le he vuelto a permitir que haga lo que quiera y me he dejado llevar por mis instintos. Me he llenado de ira y he tachado a Siegfried de ser un monstruo, cuando el verdadero monstruo siempre ha estado dentro de mí. No importa cuánto intente escapar de él, jamás podré hacer que desaparezca. Una lágrima cae sobre el reverso de mi mano, es fría... tan fría como todo el cargamento de culpa que ahora llevo sobre mis hombros. Que hombre tan idiota, no deberías llorar, has sido tú te el que se lo ha buscado. Lo merezco, merezco esto y mucho más.
Me levanto y salgo del callejón cabizbajo, me dirijo hacia el campamento de los médicos con la excusa de continuar con la misión inicial de encontrar a Ashryn cuanto antes. ¿Pero... acaso estoy seguro de querer hacerlo? ¿Realmente me siento capaz de mirarle a los ojos después de esto? Que irónico. Le he pedido que sea prudente y he terminado siendo yo el que ha cometido la mayor imprudencia de todas. ¿Cómo voy a verle a los ojos ahora? Quien sabe, quizás me terminen atrapando los guardias primero. No voy a mostrar oposición en dado caso, merezco ser juzgado como el monstruo que soy. Aun así, incluso considerando que una bestia como yo no merece el perdón de alguien como ella, Ashryn merece una explicación y, quiera o no, debo dársela.
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
El miembro 'Yomo Taemasu' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [MEGAEVENTO] La guardia del muro [Juez, jurado, verdugo] [Ashryn-Yomo]
¡Qué frágil es la vida de un mortal! Su vida siempre pende de un hilo. Pero más frágil es cuando se encuentra enamorado, pues su corazón lo lleva a cometer tremendos errores y nubla su juicio. ¿Se podría considerar el amor como una enfermedad? Multitud de cuentos populares hablan de cómo doncellas y caballeros dejaban escapar sus vidas esperando a su media naranja.
Yomo había sido de los que se dejan llevar por su corazón. Tal vez la gran hazaña de dejar pasar a Kaysa para que se reuniera con Lady Marion pudiera ser recordada; tal vez, si alguien la hubiera visto y hubiese admirado su determinación por saltarse las leyes para dejar triunfar al amor. Algún juglar de la ciudad, tal vez, contaría que un joven valiente se arriesgó porque esas dos chicas estuvieran juntas. Y su historia sería recordada de generación en generación, siendo admirado por su arrojo.
Pero esto no es un cuento, aquí no hay juglares, nadie contará ese relato.
Lo que sí perduraría es que un soldado novato había desobedecido a su superior y había puesto en peligro la ciudad de Vulwulfar. Y no solo la villa, sino todo Verisar. El muro era una medida de contención que impedía que entrase la enfermedad (o eso creían, pues había enfermos en el pueblo), y Yomo había desafiado la seguridad por una pareja.
Al menos, el hombre pudo ver a su amada por última vez antes de separarse de ella por tiempo indefinido. ¿Se volverían a encontrar? ¿O acabarían siendo como todos esos amantes que penan en silencio por la partida de su amado/a? Parecía sencillo llegar a reunirse en la taberna, pero antes había que llegar, y no estaban las cosas fáciles para él. La elfa podía disimular, después de todo, estaba haciendo su trabajo y mantenía un perfil bajo. Aunque era otra que se había dejado llevar por el corazón, ignorando a la razón y le había entregado a él el botiquín. ¿Para qué? Si ya estaba enfermo… ¡Ay, bendito amor! Que regala a los dioses momentos de diversión.
Se separaron, fue breve pero intenso. Y menos mal que no estaban juntos cuando los soldados a los que Yomo había estado espiando se dieron cuenta de su presencia y dejaron en el suelo a la persona a quien arrastraban. -¡Ahí está! –Raudos se apresuraron a capturar al joven guerrero, impidiendo que regresara al campamento. Al instante no eran dos, ya habían ido más. Y no le trataban con amabilidad, sino a base de empujones, gritos y vejaciones. Había traicionado a los suyos y les había puesto en peligro. -¡El jefe te va a cortar la cabeza! –Decían, aunque no tenían intención de entregarlo. A uno de ellos se le ocurrió otro plan mejor.
–¡Tiradle al otro lado! ¡Si está enfermo nos contagiará!
Después de un sinfín de insultos, debates acalorados y empujones para el cambiapieles, se optó por la decisión que había tomado el soldado: echarlo al otro lado.
En volandas y sin ningún tipo de cuidado acercaron al novato al borde y… Simplemente lo dejaron caer. Allí le esperaban los otros a quienes se les impedía el paso. ¿Le ayudarían? Tal vez si se quitase los colores que lo identificaban como guardia…
Ashryn, por su parte volvía a su puesto en el campamento, ella era la única que parecía buena en ese lugar, quien cumplía su objetivo sin rechistar o hacer otras cosas diferentes. Pero todo pasó demasiado rápido… Y ella no llegó a pisar el campamento. Un enorme dragón se elevó por los aires, lanzando fuertes corrientes de aire con las que evitaba las flechas que lanzaban los soldados. Sobre el animal, había una mujer rubia. La gente empezó a alterarse, enfermos, heridos, guerreros y ciudadanos de a pie. Todo era un caos, caos que aprovechó un pequeño grupo de hombres para escapar de allí. ¿De qué huían? De la guardia, por supuesto, que ahora estaban muy ocupados tratando de derribar a la imponente dragona.
Por desgracia, la elfa se encontraba en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Un grupo de hombres la rodeó y sólo pudo notar cómo le ponían un paño en la boca y nariz, parecidos a los que entregaban los guardias, salvo porque estos no estaban refrescados con lavanda, sino con otro tipo de plantas.
Así, de esa forma tan sencilla, Ashryn desapareció de Vulwulfar, sin dejar rastro. Y su amado Yomo era incapaz de entrar mientras su cuerpo se consumía por dentro.
¿Son así los finales de los cuentos de caballeros y amantes que tanto gustan a los mortales? ¿O acaso esperaban un final feliz en el que ambos compartieran lecho y vivieran por siempre? Eso no es posible, no son dioses, simplemente dos enamorados cuyos actos han marcado la historia de Aerandir.
Ashryn: Te has portado bien durante todo el evento, has cumplido tus deberes como médica y has tenido la fuerza suficiente como para decidir entre la vida y la muerte de otros mortales. Espero que puedas cargar en tu conciencia con las vidas de quienes has mandado a cuarentena. Bueno, debo decirte que no cargarás nada en tu conciencia.
A pesar de tu buen desempeño en el evento has perdido tus recuerdos. La sustancia que empapa el paño que esos hombres te han puesto es una mezcla bastante desigual de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], unas plantas que te hacen perder el conocimiento, induciéndote un coma y, sobre todo, olvidar. Esto será la entrada al futuro mastereado que me pediste. ¿Acaso creías que te dejaría ilesa? Tu futura misión ya la conocerás. Por ahora estás sin recuerdos.
Pero no soy tan malo, has ganado:
-Kit médico (calidad superior) con 3 vendajes limpios, 1 infusión de alivio, 3 pasta sanadora, 5 leche sueño modificado (se usa con los enfermos, para que no sufran al morir), una túnica que cubre todo el cuerpo, desechable.
Tampoco tienes salud, has enfermado al tocar a Yomo sin extremar las precauciones. El siguiente turno estarás enferma, pudiendo contagiar al resto.
Y también:
• +15 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
• +5 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario, a criterio del máster
En total 20 ptos de experiencia que han sido sumados a tu perfil.
Yomo: En algún cuento popular alguien te retratará como un héroe, pero no aquí. Debo agradecerte el cuidado que les has dado a mis queridas Kaysa y Lady Marion, pero los guardias dudo que quieran darte las gracias por saltarte las normas. Al caer, te atacan los enfermos, complicando tu estado de salud y haciéndote heridas de media gravedad. ¡Lástima! Esta vez Ashryn no estará para curarte. Aunque, ¿dejarías que tu amada te sanase las heridas estando tú así de enfermo?
Como he dicho antes, soy un Dios benevolente y otros tantos enfermos te ayudarán, te darán alimento y vendas para curar tus heridas. Pero no podrás pasar a Verisar. Al menos, hasta que acabe la pandemia. Si entras serás considerado un criminal.
Tu enfermedad ha empeorado, estarás enfermo durante tres turnos (pudiendo contagiar a quienes estén a tu alrededor...)
Y como soy tan bueno, te quedas con la lanza de dos metros de longitud (calidad superior) y los guantes de cuero que te sirven de protección.
Recompensas:
• +15 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
• +5 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario, a criterio del máster
En total 20 ptos de experiencia que han sido sumados a tu perfil.
Ninguno de los dos entra todavía en la Guardia de Lunargenta.
Yomo había sido de los que se dejan llevar por su corazón. Tal vez la gran hazaña de dejar pasar a Kaysa para que se reuniera con Lady Marion pudiera ser recordada; tal vez, si alguien la hubiera visto y hubiese admirado su determinación por saltarse las leyes para dejar triunfar al amor. Algún juglar de la ciudad, tal vez, contaría que un joven valiente se arriesgó porque esas dos chicas estuvieran juntas. Y su historia sería recordada de generación en generación, siendo admirado por su arrojo.
Pero esto no es un cuento, aquí no hay juglares, nadie contará ese relato.
Lo que sí perduraría es que un soldado novato había desobedecido a su superior y había puesto en peligro la ciudad de Vulwulfar. Y no solo la villa, sino todo Verisar. El muro era una medida de contención que impedía que entrase la enfermedad (o eso creían, pues había enfermos en el pueblo), y Yomo había desafiado la seguridad por una pareja.
Al menos, el hombre pudo ver a su amada por última vez antes de separarse de ella por tiempo indefinido. ¿Se volverían a encontrar? ¿O acabarían siendo como todos esos amantes que penan en silencio por la partida de su amado/a? Parecía sencillo llegar a reunirse en la taberna, pero antes había que llegar, y no estaban las cosas fáciles para él. La elfa podía disimular, después de todo, estaba haciendo su trabajo y mantenía un perfil bajo. Aunque era otra que se había dejado llevar por el corazón, ignorando a la razón y le había entregado a él el botiquín. ¿Para qué? Si ya estaba enfermo… ¡Ay, bendito amor! Que regala a los dioses momentos de diversión.
Se separaron, fue breve pero intenso. Y menos mal que no estaban juntos cuando los soldados a los que Yomo había estado espiando se dieron cuenta de su presencia y dejaron en el suelo a la persona a quien arrastraban. -¡Ahí está! –Raudos se apresuraron a capturar al joven guerrero, impidiendo que regresara al campamento. Al instante no eran dos, ya habían ido más. Y no le trataban con amabilidad, sino a base de empujones, gritos y vejaciones. Había traicionado a los suyos y les había puesto en peligro. -¡El jefe te va a cortar la cabeza! –Decían, aunque no tenían intención de entregarlo. A uno de ellos se le ocurrió otro plan mejor.
–¡Tiradle al otro lado! ¡Si está enfermo nos contagiará!
Después de un sinfín de insultos, debates acalorados y empujones para el cambiapieles, se optó por la decisión que había tomado el soldado: echarlo al otro lado.
En volandas y sin ningún tipo de cuidado acercaron al novato al borde y… Simplemente lo dejaron caer. Allí le esperaban los otros a quienes se les impedía el paso. ¿Le ayudarían? Tal vez si se quitase los colores que lo identificaban como guardia…
_______________________________________________
Ashryn, por su parte volvía a su puesto en el campamento, ella era la única que parecía buena en ese lugar, quien cumplía su objetivo sin rechistar o hacer otras cosas diferentes. Pero todo pasó demasiado rápido… Y ella no llegó a pisar el campamento. Un enorme dragón se elevó por los aires, lanzando fuertes corrientes de aire con las que evitaba las flechas que lanzaban los soldados. Sobre el animal, había una mujer rubia. La gente empezó a alterarse, enfermos, heridos, guerreros y ciudadanos de a pie. Todo era un caos, caos que aprovechó un pequeño grupo de hombres para escapar de allí. ¿De qué huían? De la guardia, por supuesto, que ahora estaban muy ocupados tratando de derribar a la imponente dragona.
Por desgracia, la elfa se encontraba en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Un grupo de hombres la rodeó y sólo pudo notar cómo le ponían un paño en la boca y nariz, parecidos a los que entregaban los guardias, salvo porque estos no estaban refrescados con lavanda, sino con otro tipo de plantas.
Así, de esa forma tan sencilla, Ashryn desapareció de Vulwulfar, sin dejar rastro. Y su amado Yomo era incapaz de entrar mientras su cuerpo se consumía por dentro.
¿Son así los finales de los cuentos de caballeros y amantes que tanto gustan a los mortales? ¿O acaso esperaban un final feliz en el que ambos compartieran lecho y vivieran por siempre? Eso no es posible, no son dioses, simplemente dos enamorados cuyos actos han marcado la historia de Aerandir.
_______________________________________________
Ashryn: Te has portado bien durante todo el evento, has cumplido tus deberes como médica y has tenido la fuerza suficiente como para decidir entre la vida y la muerte de otros mortales. Espero que puedas cargar en tu conciencia con las vidas de quienes has mandado a cuarentena. Bueno, debo decirte que no cargarás nada en tu conciencia.
A pesar de tu buen desempeño en el evento has perdido tus recuerdos. La sustancia que empapa el paño que esos hombres te han puesto es una mezcla bastante desigual de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], unas plantas que te hacen perder el conocimiento, induciéndote un coma y, sobre todo, olvidar. Esto será la entrada al futuro mastereado que me pediste. ¿Acaso creías que te dejaría ilesa? Tu futura misión ya la conocerás. Por ahora estás sin recuerdos.
Pero no soy tan malo, has ganado:
-Kit médico (calidad superior) con 3 vendajes limpios, 1 infusión de alivio, 3 pasta sanadora, 5 leche sueño modificado (se usa con los enfermos, para que no sufran al morir), una túnica que cubre todo el cuerpo, desechable.
Tampoco tienes salud, has enfermado al tocar a Yomo sin extremar las precauciones. El siguiente turno estarás enferma, pudiendo contagiar al resto.
Y también:
• +15 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
• +5 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario, a criterio del máster
En total 20 ptos de experiencia que han sido sumados a tu perfil.
Yomo: En algún cuento popular alguien te retratará como un héroe, pero no aquí. Debo agradecerte el cuidado que les has dado a mis queridas Kaysa y Lady Marion, pero los guardias dudo que quieran darte las gracias por saltarte las normas. Al caer, te atacan los enfermos, complicando tu estado de salud y haciéndote heridas de media gravedad. ¡Lástima! Esta vez Ashryn no estará para curarte. Aunque, ¿dejarías que tu amada te sanase las heridas estando tú así de enfermo?
Como he dicho antes, soy un Dios benevolente y otros tantos enfermos te ayudarán, te darán alimento y vendas para curar tus heridas. Pero no podrás pasar a Verisar. Al menos, hasta que acabe la pandemia. Si entras serás considerado un criminal.
Tu enfermedad ha empeorado, estarás enfermo durante tres turnos (pudiendo contagiar a quienes estén a tu alrededor...)
Y como soy tan bueno, te quedas con la lanza de dos metros de longitud (calidad superior) y los guantes de cuero que te sirven de protección.
Recompensas:
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Fehu
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