El drakkar volador [Desafío]
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El drakkar volador [Desafío]
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Era gracioso escuchar la de tonterías que se llega a inventar la gente con tal de huir de una desgraciada realidad. Meyi no era quine para reírse de los mitos y supersticiones, si lo pensaba bien, vivía de ello. Si una anciana, supuesta alquimista, creía que el colmillo de crasgwar era un ingrediente esencial para fabricar una poción que levantase los ánimos, y lo que no eran los ánimos, a su marido; Meyi no iba a ser quien pusiera en duda la receta de la anciana. Se encargaría de matar al animal y llevarle los dos colmillos relucientes. Los precios eran altos, cuanto más grande, más peligroso y más escondido esté el animal, la bolsa de monedas que le tendrían que dar sería mayor.
La enfermedad, la bendita enfermedad, había disparado el negocio. Todos los alquimistas de cualquier ciudad creían conocer la receta para la cura de la pandemia. ¡Cabeza de mucoton, orejas de ihana mara, pico de tiquirrojo, sangre de ragueto, caparazón de langostruosidad….! Obediente, Meyi cazaba cualquier animal. No podía decir negarse. A la ya de por si gran bolsa de aeros, le sumaba medicinas para no caer enfermo y una pequeña dosis de la supuesta cura contra la pandemia. La cura la probaba con el dimmo que tenía en la mochila, según lo que hiciera el animal, sería la verdadera cura o un completo desastre. Ningún cura fue la buena, el dimmo se teñía de rojo y vomitaba un arcoíris de colores.
¿Maltrato animal? Habría quien le acusase de ello, teniendo en cuenta que se dedicaba a cazar animales exóticos y a experimentar con un dimmo multiformas. Sin embargo, Marvilin Meyi no lo veía así. Se defendía diciendo que estaba trabajando, así son los negocios, no los había inventado él. En cuanto al dimmo, era lo más cercano que tenía como mascota. No le quería como un niño puede querer a un perro, ni siquiera le había puesto nombre. Aun así, le llevaba a todas partes metido en su bolso como si fuera un juguete más.
Volviendo las supersticiones, la nueva que se habían inventado le hacía especial gracia a Meyi. ¡Un drakar volador! Quien fuera que se le había ocurrido la existencia de un drakar volador que llevaría a los nobles más ricos de Verisar al cielo seguros de la pandemia era un maldito genio. Lo admiraba más que a nadie en Aerandir. ¡Un genio!
-Ahora viene lo más difícil: pensar en un plan. ¿A ti que te parece pequeño? ¿Se te ocurre algo?-
En una taberna abandonada, Meyi se había servido una copa de caliente cerveza. Puso al dimmo en la barra, le acariciaba la frente y le hablaba como si fueran un par de conspiradores tramando en secreto.
El dimmo había adoptado una apariencia similar a la jarra de cerveza. Su cuerpo era de color gris (por el cristal sucio de la jarra) y formó una pequeña púas a su espalda que daba la sensación de ser el asa de la jarra a la que imitaba.
-Tengo curiosidad, ¿qué haces si te doy un poco de esto?- dijo a la vez que le daba cerveza al animal. Pronto, el dimmo tiñó su barriga de amarillo. Parecía que el disfraz de jarra se llenaba a medida que el animal bebía. –¡Buen truco, pequeño!- Meyi río como un condenado- Si te traigo una gaviota y un barco, ¿te convertirías en el drakar volador?-
El dimmo contestó moviendo la cabeza de lado a lado, era su forma de decir que no. Meyi siguió riendo y el animal lo imitó.
* Bienhallado/a negociador/a de las supersticiones: Encuentras a Marvilin Meyi en la taberna abandonada. Debo decir que no me importa cómo has llegado hasta aquí, pero si deseas explicarlo, eres libre de hacerlo. Lo importante, en este primer turno, es que te unas al cazador y planes con él como engañar a los nobles para que crean que le podéis hacer vender un drakar volador. En turnos siguiente probaremos la eficacia el plan, en este primer turno, simplemente, tienes que juntarte con Meyi y planear con él.
Para más información acerca de Marvilin Meyi:[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
En este post se hace mención a diversos animales del bestiario de Aerandir, en especial a los dimmos (similar al Ditto de pokemon). Te recomiendo leer la ficha de este último animal:[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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La enfermedad, la bendita enfermedad, había disparado el negocio. Todos los alquimistas de cualquier ciudad creían conocer la receta para la cura de la pandemia. ¡Cabeza de mucoton, orejas de ihana mara, pico de tiquirrojo, sangre de ragueto, caparazón de langostruosidad….! Obediente, Meyi cazaba cualquier animal. No podía decir negarse. A la ya de por si gran bolsa de aeros, le sumaba medicinas para no caer enfermo y una pequeña dosis de la supuesta cura contra la pandemia. La cura la probaba con el dimmo que tenía en la mochila, según lo que hiciera el animal, sería la verdadera cura o un completo desastre. Ningún cura fue la buena, el dimmo se teñía de rojo y vomitaba un arcoíris de colores.
¿Maltrato animal? Habría quien le acusase de ello, teniendo en cuenta que se dedicaba a cazar animales exóticos y a experimentar con un dimmo multiformas. Sin embargo, Marvilin Meyi no lo veía así. Se defendía diciendo que estaba trabajando, así son los negocios, no los había inventado él. En cuanto al dimmo, era lo más cercano que tenía como mascota. No le quería como un niño puede querer a un perro, ni siquiera le había puesto nombre. Aun así, le llevaba a todas partes metido en su bolso como si fuera un juguete más.
Volviendo las supersticiones, la nueva que se habían inventado le hacía especial gracia a Meyi. ¡Un drakar volador! Quien fuera que se le había ocurrido la existencia de un drakar volador que llevaría a los nobles más ricos de Verisar al cielo seguros de la pandemia era un maldito genio. Lo admiraba más que a nadie en Aerandir. ¡Un genio!
-Ahora viene lo más difícil: pensar en un plan. ¿A ti que te parece pequeño? ¿Se te ocurre algo?-
En una taberna abandonada, Meyi se había servido una copa de caliente cerveza. Puso al dimmo en la barra, le acariciaba la frente y le hablaba como si fueran un par de conspiradores tramando en secreto.
El dimmo había adoptado una apariencia similar a la jarra de cerveza. Su cuerpo era de color gris (por el cristal sucio de la jarra) y formó una pequeña púas a su espalda que daba la sensación de ser el asa de la jarra a la que imitaba.
-Tengo curiosidad, ¿qué haces si te doy un poco de esto?- dijo a la vez que le daba cerveza al animal. Pronto, el dimmo tiñó su barriga de amarillo. Parecía que el disfraz de jarra se llenaba a medida que el animal bebía. –¡Buen truco, pequeño!- Meyi río como un condenado- Si te traigo una gaviota y un barco, ¿te convertirías en el drakar volador?-
El dimmo contestó moviendo la cabeza de lado a lado, era su forma de decir que no. Meyi siguió riendo y el animal lo imitó.
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* Bienhallado/a negociador/a de las supersticiones: Encuentras a Marvilin Meyi en la taberna abandonada. Debo decir que no me importa cómo has llegado hasta aquí, pero si deseas explicarlo, eres libre de hacerlo. Lo importante, en este primer turno, es que te unas al cazador y planes con él como engañar a los nobles para que crean que le podéis hacer vender un drakar volador. En turnos siguiente probaremos la eficacia el plan, en este primer turno, simplemente, tienes que juntarte con Meyi y planear con él.
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Última edición por Sigel el Dom Sep 10 2017, 19:16, editado 1 vez
Sigel
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Re: El drakkar volador [Desafío]
Ignoré la voz de Irirgo. No lo soportaba. Podía ver en su mirada como se compadecía de mi. Pero estaba perfectamente. Aquella enfermedad no significaba nada para mi.
La verdad es que tampoco tenia muy claro que había ocurrido. Era imposible que me hubiese contagiado en los dias anteriores... y no me sentía distinto. Lo que en realidad queria decir, que había aguantado las jaquecas, agotamiento y malestar durante casi un mes, lo cual me había vuelto aún más gruñón e irritable. Era algo que solo sabiamos Irirgo y yo. Le había hecho prometer que no se lo diría a nadie más. No podía preocuparles.
Además, ya era suficientemente malo el estar contagiado. Si tuviese que aguantar que todo el mundo me mirase como el veterano lo hacía, casi prefería no sobrevivir. Lo cual no me dejaba de crear incognitas. ¿Por qué seguía vivo? Según había oido, la enfermedad mataba en menos de una semana. Si había estado contagiado todo un mes... no tenía sentido. Lo único que se me ocurría era que me afectase de forma distinta, por ser hombre bestia.
Una buena ventaja, pero también traía un problema consigo. No sabía que esperar de la enfermedad. Tal vez al día siguiente me despertase sudando sangre. O no me despertase. O estuviese curado y simplemente hubiese sido una gripe.
Si, ya. Más quisiera.
Fuera como fuese, había tenido que tomar precauciones. No acercarme demasiado al resto. No usar fuentes comunes de agua o comida. No toser o estornudar en la dirección general de nadie. Pero el dragón era insoportable. Tal vez lo que más me molestase era que no sintiese repugnancia o intentase alejarse para no contagiarse. Se preocupaba demasiado por mi, y siempre estaba atento por si necesitaba algo. Era horriblemente irritante. Apreciaba sus buenas intenciones, pero aquello era una carga.
Suspiré, mirando a la pared de mi habitación. El dragón se había asegurado de que no la compartia con nadie.. Estaba tan horriblemente aburrido. Había dormido demasiado. Y no había tenido ningún altercado desde mi encuentro con Eltrant en Villa Centollo, unos dias atrás. Por supuesto, teniamos que mantener un perfil bajo, pero... no me gustaba.
Irirgo llamó a la puerta una vez más, y esta vez abrió sin esperar respuesta. No le miré. No hacía falta: podía imaginarme perfectamente al viejo, de pie en medio del marco de la puerta, con la cabeza ladeada y de brazos cruzados. Preguntandose cuanto tiempo me quedaba de vida. Me tumbé sobre la cama, aún sin decir nada. Iban a tener que quemar esa cama. Camar esa quema. Si no lo hacian, la enfermedad iba a expandirse de cliente a cliente.
-¿Está todo bien?- preguntó, aún sin entrar en la habitación.
-Muerteeeeee.- dije con la cara enterrada en una almohada.
-...Ya veo.- musitó. El dragón miró alrededor, buscando algo con la mirada. Finalmente, se acercó a la ventana con un par de largas zancadas, y la abrió, dejando entrar una corriente de aire. -Tal vez te convendría salir un rato.-
-¿Crees que voy a morir, Irirgo?- pregunté, lanzandole una larga mirada.
-No lo sé.- admitió tras unos largos segundos. -No sé nada respecto a esto. Tal vez haya una cura. Podemos intentar buscarla.-
-No hay ninguna cura. Sabes lo desesperada que está la gente. Cualquier cosa que vendan como "cura" tiene más posibilidades de matarte en la mitad de tiempo.-
Se hizo un silencio tenso. Sin embargo, el veterano no se iba a rendir tan facilmente.
-Sea como sea, deberiamos salir. A dar un paseo.-
-¿...por qué?-
-Porque estás siendo un capullo, y estirar las piernas te puede mejorar el humor.- dijo. -Así que levantate de una vez y sal. Tienes cinco minutos.- declaró. Estaba usando ese tono autoritario suyo que rara vez ponía. Era algo irritante, pero sabía que no iba a ceder. Me levanté, suspirando, y me estiré. Tal vez podría encontrar algo que me distrajese del malestar continuo.
Minutos después, bajé las escaleras de la posada, encontrandome con Kothán e Irirgo. El coyote parecía estar de buen humor, e incluso intentaba... silbar. Aunque sabía que era imposible, con su boca, nada le impedia intentarlo y emitir un ligero sonido similar a un soplido agudo.
-¡Eh, jefe! ¿Que tal?- preguntó, sonriendo.
-No me llames eso.- musité.
-Pero, es lo que eres, ¿no? El glorioso líder de este magnífico grupo sin nombre.- rió.
Suspiré, y miré a Irirgo. Me había asegurado de no acercarme demasiado a ninguno de los dos, para no contagiarlos, pero empezaba a dudar de si era posible.
-¿...que mosca te ha picado? Estás... alegre.-
-¡Yo siempre estoy alegre! Pero ayer tuve una buena noche. Buenas apuestas y mejor compañia.- respondió, mirándome con esa sonrisa pícara suya. -¿Y tu?
-¿A donde vamos, Irirgo?- inquirí, ignorando la pregunta del zorro.
-Un "amigo" me ha dicho algo sobre cierto almacén en los bajos fondos. Bastante cargado de pociones y demás. Suministros contra la plaga. Quiero echar un vistazo, ver si podemos aprovecharnos.- dijo, encogiendose de hombros. ¿De verdad iba a intentar buscar una cura...? No quería hacerme muchas esperanzas, pero era mejor que quedarse en una habitación sin hacer nada.
-Muy bien... vamos, entonces.-
-Espera, espera.- interrumpió Koth. -¿Acaso no ves que hay algo raro en todo esto? No encaja. Estás ocultando algo, Irirgo... ¿desde cuando tienes amigos?- preguntó. El dragón le atravesó con la mirada, lo cual hizo que el zorro estallase en carcajadas. Puse los ojos en blanco, y caminé hacia la puerta.
Pasaron un par de horas. La visita había resultado algo decepcionante. El lugar estaba cerrado a cal y canto, y protegido por más patrullas de las que pensaba que quedaban en la ciudad. Había hecho cosas arriesgadas, pero aquello sería prácticamente un suicidio. Lejos de mejorar mi humor, aquello solo había conseguido cansarme. Y, en parte, sentía algo de lástima por la ciudad. Estaba en condiciones lamentables. Los sitios que había conocido, recorrido e incluso dominado, ahora estaban sucios, abandonados y destruidos.
Y la voz de Koth no hacía más que molestarme. El zorro lo intentaba, pero no iba a animarme de esa forma. Irirgo parecía notarlo, y, por solaridad, nos condujo a una posada abandonada, para descansar un rato. Pero no estaba tan abandonada.
Un hombre estaba apoyado en la barra, bebiendo cerveza... y hablando solo. Era algo temprano como para que alguien estuviese tan borracho, aunque nunca se sabía. El hombre se dio la vuelta, dió un largo trago a su cerveza, y dejó la jarra a un lado, mirándonos fijamente. Entré en la taberna, aún con cara de pocos amigos.
-Toc, toc.
Miré al desconocido. Parecía estar esperando una respuesta. Nadie dijo nada, hasta que Koth rompió el silencio.
-¿...quien es?
-El que vende pasas.
-¿Pasas?-
-Si me abres, si.- dijo, estallando en una larga y ruidosa carcajada. Compartí una mirada con Irirgo. No hacia falta decir nada. El único que lo encontró gracioso, además de él, fue Kothan.
"Por supuesto."
-Hilarante.- recalqué, con tono serio. Detrás de él, aquel hombre tenía dos jarras de cerveza. ¿Dos? Debía tener algún acompañante. El tipo estaba armado, con una ballesta a su espalda, y a juzgar por lo que sabía, parecía estar loco. Agudicé el oido, esperando notar la presencia de cualquier otra persona, pero no escuché nada, incluso cuando las carcajadas se apagaron. Noté algo más. Ese tipo tenía la mirada clavada en mi. Fruncí el ceño. -¿Que estás mirando?-
-Estaba preguntandome si los híbridos estais por encima de un animal, o por debajo de una puta.- respondió. Enseñé los dientes, y di un paso adelante, dejando caer mi mano sobre la espada. Irirgo puso su mano enguantada sobre mi hombro, intentando retenerme. Sin embargo, el hombre zorro interrumpió antes de que hiciese nada.
-...generalmente, prefiero estar *encima* de una puta. Para eso se paga, al menos.- dijo. El humano le miró, entre sorprendido y divertido, y volvió a reir, relajando su postura.
-No vale la pena.- murmuró el veterano. -No es una amenaza.-
-Eso está por ver.- respondí, sacudiendome de su agarre. Me dirigí a una silla y tomé asiento, aún sin apartar la mirada del hombre. Estaba algo cansado como para pelear, pero si era necesario, haría lo que hiciese falta. Irirgo me siguió, mientras que Koth se acercó más a aquel tipo.
-Soy Kothán. El viejo es Irirgo, y el de las malas pulgas es Asher. ¿Y tu eres...?
-Meyi.- dijo el humano. -Cazador de animales exóticos. ¿Que os trae a mi *muy* humilde posada?- preguntó. Realmente, dudaba de que fuese "suya". El lugar estaba bastante descuidado. Tal vez fuese de alguien que había huido a las islas.
-Estabamos, eh...
-Descansando de tantear el terreno. Ibamos a colarnos en un almacén para "reapropiar" unas medicinas, pero está demasiado protegido.- interrumpió Irirgo. Le miré, incrédulo. Se encogió de hombros. No solía actuar así: tenía que tener algo en mente. ¿Pero por qué se empeñaban todos mis compañeros en hablarle a todo el mundo sobre nuestra profesión?
-Hmm. ¿Ladrones?
-Bandidos, atracadores, ladrones... timadores, a veces.
-¿De verdad?- sonrió. -Debeis haber caido del cielo.-
-¿...de verdad te parecemos ángeles?- preguntó el zorro, alzando una ceja.
-¡Ja! No exactamente. Pero hay algo con lo que me podeis ayudar.-
Koth no respondió. En su lugar, me miró a mi. Irirgo hizo lo mismo.
-Háblalo con Asher. Él decide.- dijo Koth, encogiendose de hombros.
-¿Es vuestro jefe o algo?-
-...Algo así.-
El humano también me miró, esperando una respuesta. Torcí el gesto. Ese tipo no me gustaba. Pero podía equivocarme. El dragón solía ser el más juicioso del grupo, pero no había dicho nada en su contra. De hecho, empezaba a sospechar de que había planeado algo. El almacén, la taberna... ¿Conocía a ese tipo de algo? El tal "Meyi" no parecía reconocer al veterano...
Estaba demasiado cansado para pensar. Así que decidí confiar en el dragón.
-Muy bien. Habla.-
-Primero una cosa: no me das órdenes. Este es mi trabajo. Y no voy a dejar que nadie me ordene nada, salvo que esté por encima de mi.- dijo, adquiriendo una expresión seria.
-¿"Por encima"?-
-Lords. Gente con títulos. Ya sabes.- se defendió, como si lo considerase evidente. Chasqueé la lengua. Irirgo tenía razón. Ese tipo era aún más simple de lo que pensaba.
-Oh. El viejo es un noble.- dijo Koth, apuntando a Irirgo con la mirada.
-¿...qué? ¿Y por qué sigue al perro? ¿No debería ser al revés?- preguntó, frunciendo el ceño. El dragón me miró, reprimiendo una sonrisa. Genial. Confundir a cretinos. Para eso era todo lo que le servía ese maldito título.
-Es una buena pregunta.-
-¿...vas a hablarnos del trabajo, o no?- interrumpí, impaciente.
-Ah. Eso. Basicamente, hay gente que quiere un... Drakar volador. Y están dispuestos a pagar mucho. El problema es que, obviamente, no existen. Estos tipos son idiotas. Pero podemos aprovecharnos de eso. Solo hay que pensar en una forma de hacerles creer que tenemos uno.- explicó. -Asi que estaba pensando planes con mi amiguito de aquí.- dijo, señalando a la barra.
¿Acababa de llamar "amiguito" a su cerveza?
-Vas a... ¿emborracharlos hasta que se lo crean?- preguntó el zorro. Una vez más, la risa de Meyi inundó la taberna.
-¡Ja! Sería una opción, ¿eh? Pero mira de cerca. No es una jarra de verdad.-
Efectivamente, el vaso empezó a moverse. Tenía ojos. Y estaba... riendo. Me levanté para acercarme. Era algún tipo de criatura. Cuanto más tiempo pasaba, menos se parecía a una jarra de cerveza. Tenía su mirada clavada en Kothán, y estaba... adoptando su color. Un bulto empezó a salir debajo de sus ojos, imitando el hozico. Lentamente, empezaba a parecer algún tipo de réplica diminuta del zorro. Una bastante fea, cabía decir.
-¿Que es esa cosa?-
-Un dimmo. Puede cambiar de apariencia. Estaba pensando en que podía servirnos de algo.
-¿...y de tamaño?
-Si pudiese hacer eso, no necesitaría ayuda, ¿no?-
-Hmmm...- el coyote se quedó pensativo durante unos segundos, sin decir nada. Miró al dimmo, a Meyi, al dragón y a mi. -Creo que tengo una idea. Dame dos minutos.-
Y, con eso, Koth salió corriendo y desapareció tras la puerta. Se formó un silencio tenso entre los tres que quedabamos, interrumpido solo por los tragos que el humano daba a su recién rellenada jarra. Fiel a su palabra, el hombre bestia volvió a los dos minutos. Se dirigió a la barra y sacó algo de su bolsillo, presentandoselo al dimmo. Un huevo. Efectivamente, el animal empezó a tomar una forma ovalada.
-...no veo como nos ayuda esto.- admitió Meyi.
-Simple. Vamos a vender un huevo de drakar volador.-
-Eh... sabes que los drakars son barcos, ¿no?- preguntó Irirgo, perplejo.
-Por supuesto. Pero ellos no.
-No, creo que ellos también. Son idiotas, pero no tanto.-
-¡Como te atreves a dudar de mi! ¿Acaso no sabes quien soy?- preguntó Kothán, poniendo un tono ofendido y un acento raro. -¡Soy Dargarós, el maestro de bestias! ¡Conozco todas las bestias que existen en el mundo, y no solo sé que los drakars son animales, sino que he vivido entre ellos!- El zorro virtió una jarra de leche en un pequeño plato y se lo acercó al dimmo, que empezó a beber y adquirir un tono blanco. -Seguro que habeis oido hablar de mi. O, al menos, leido alguno de mis libros. Pero bueno, entiendo vuestra confusión. No todos son bien versados en el arte de la arzoonescencia.-
Reprimí una risa. Sabía bastante bien que Koth era analfabeto. Y que se acababa de inventar una palabra. Pero aquel espectaculo empezaba a ser interesante.
-En fin, os lo explicaré.- dijo Kothán, alejándose de la barra y siguiendo sus palabras con manerismos extraños. -Es una creencia popular que los drakars voladores son barcos. Pero eso se debe a una confusión ognobesmente. Los drakars que conocemos tienen esa forma porque imitan a las criaturas. En otras palabras, los barcos voladores no existen (por supuesto, ¿que necio pensaría eso?). Lo que si existen son los drakonimis levitostos, o comunmente llamados, "drakars voladores". Son reptiles, de aspecto similar a los dragones que conocemos, pero con el cuerpo más alargado y escamas marrones. Antiguamente, como todo el mundo sabe, se usaban para transportarse, pero quedan muy pocos en el mundo debido a su ciclo arralentorio. Sus huevos tardan décadas en eclosionar. Pero, afortunadamente, tengo uno aquí, y está a tan solo dias de nacer.-
Meyi observó al zorro con una sonrisa en la cara. Aquello era casi una broma excesivamente elaborada.
-Pero, señor Dargarós, ¿de que nos sirve una cría? ¡Necesitamos que nos lleve a las Islas, a huir de esta *horrible* plaga!- dijo el humano, poniendo un tono dramático para imitar a los nobles.
-¡Oh, por supuesto! Debido al metabolismo estalondrico del drakonimis levitostos, estos crecen mucho más rápido que la mayoria de criaturas, llegando a su tamaño adulto en tan solo una semana.
-¿Y como sé que ese huevo es de fiar? Si lo estás vendiendo, es por algo.
-¡Por favor, por favor! El huevo de drakkar volador es muy caracteristico. Si habeis leido mis libros, lo sabreis. Lo describí claramente: "El huevo prenatitorio del drakkar posee unos estambrios muy similares al pelaje de un animal, que lo protege del frio de las montañas. Por esto mismo, se puede notar el calor que emite, aunque para esto, la cáscara sacrifica su dureza y rigidez, haciendolo mucho más blando y vulnerable que la mayoria de armenios similares". Solo lo estoy vendiendo porque, lamentablemente, no tengo los medios para mantener a la majestuosa criatura. He tenido que usar mis fondos para mi siguiente expedición en el pantano del este.
-Oh, ya veo. ¿Pero como sé que eres el gran Dargarós y no un estafador cualquiera? ¡Podrías estar aprovechandote de mi!- preguntó el humano.
-¡Que osadia! Si no fuese el GRAN Dargarós, ¿acaso iría acompañado de un séquito de guardaespaldas?- respondió, apuntandonos con las manos. -Estan armados y preparados para acabar con cualquiera que intente algo estrandustico contra mi vida. ¿Ves el colmillo que mi ayudante tiene en su colgante? Viene de un demio de la tundra, que casi se me come un brazo hace unos años. Ah, que joven era. Cometia errores, pero me hizo aprender.-
Honestamente, estaba impresionado. Aquella actuación improvisada era increible. Tantas mentiras juntas. Pero era imposible dudar de una sin arriesgarte a quedar como un idiota. ¿Como podias no haber oido hablar del "famoso" nombre que se acababa de inventar? ¿O no conocer la existencia del demio de la tundra? Los nobles eran demasiado orgullosos como para arriesgarse. E incluso si lo hacian, estariamos ahí para corroborar su historia.
-Bueno, si no hay más preguntas... ¿Que tal si llevamos nuestro "huevo" a sus compradores?- preguntó el zorro.
___________________________________________________________________________________________________La verdad es que tampoco tenia muy claro que había ocurrido. Era imposible que me hubiese contagiado en los dias anteriores... y no me sentía distinto. Lo que en realidad queria decir, que había aguantado las jaquecas, agotamiento y malestar durante casi un mes, lo cual me había vuelto aún más gruñón e irritable. Era algo que solo sabiamos Irirgo y yo. Le había hecho prometer que no se lo diría a nadie más. No podía preocuparles.
Además, ya era suficientemente malo el estar contagiado. Si tuviese que aguantar que todo el mundo me mirase como el veterano lo hacía, casi prefería no sobrevivir. Lo cual no me dejaba de crear incognitas. ¿Por qué seguía vivo? Según había oido, la enfermedad mataba en menos de una semana. Si había estado contagiado todo un mes... no tenía sentido. Lo único que se me ocurría era que me afectase de forma distinta, por ser hombre bestia.
Una buena ventaja, pero también traía un problema consigo. No sabía que esperar de la enfermedad. Tal vez al día siguiente me despertase sudando sangre. O no me despertase. O estuviese curado y simplemente hubiese sido una gripe.
Si, ya. Más quisiera.
Fuera como fuese, había tenido que tomar precauciones. No acercarme demasiado al resto. No usar fuentes comunes de agua o comida. No toser o estornudar en la dirección general de nadie. Pero el dragón era insoportable. Tal vez lo que más me molestase era que no sintiese repugnancia o intentase alejarse para no contagiarse. Se preocupaba demasiado por mi, y siempre estaba atento por si necesitaba algo. Era horriblemente irritante. Apreciaba sus buenas intenciones, pero aquello era una carga.
Suspiré, mirando a la pared de mi habitación. El dragón se había asegurado de que no la compartia con nadie.. Estaba tan horriblemente aburrido. Había dormido demasiado. Y no había tenido ningún altercado desde mi encuentro con Eltrant en Villa Centollo, unos dias atrás. Por supuesto, teniamos que mantener un perfil bajo, pero... no me gustaba.
Irirgo llamó a la puerta una vez más, y esta vez abrió sin esperar respuesta. No le miré. No hacía falta: podía imaginarme perfectamente al viejo, de pie en medio del marco de la puerta, con la cabeza ladeada y de brazos cruzados. Preguntandose cuanto tiempo me quedaba de vida. Me tumbé sobre la cama, aún sin decir nada. Iban a tener que quemar esa cama. Camar esa quema. Si no lo hacian, la enfermedad iba a expandirse de cliente a cliente.
-¿Está todo bien?- preguntó, aún sin entrar en la habitación.
-Muerteeeeee.- dije con la cara enterrada en una almohada.
-...Ya veo.- musitó. El dragón miró alrededor, buscando algo con la mirada. Finalmente, se acercó a la ventana con un par de largas zancadas, y la abrió, dejando entrar una corriente de aire. -Tal vez te convendría salir un rato.-
-¿Crees que voy a morir, Irirgo?- pregunté, lanzandole una larga mirada.
-No lo sé.- admitió tras unos largos segundos. -No sé nada respecto a esto. Tal vez haya una cura. Podemos intentar buscarla.-
-No hay ninguna cura. Sabes lo desesperada que está la gente. Cualquier cosa que vendan como "cura" tiene más posibilidades de matarte en la mitad de tiempo.-
Se hizo un silencio tenso. Sin embargo, el veterano no se iba a rendir tan facilmente.
-Sea como sea, deberiamos salir. A dar un paseo.-
-¿...por qué?-
-Porque estás siendo un capullo, y estirar las piernas te puede mejorar el humor.- dijo. -Así que levantate de una vez y sal. Tienes cinco minutos.- declaró. Estaba usando ese tono autoritario suyo que rara vez ponía. Era algo irritante, pero sabía que no iba a ceder. Me levanté, suspirando, y me estiré. Tal vez podría encontrar algo que me distrajese del malestar continuo.
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Minutos después, bajé las escaleras de la posada, encontrandome con Kothán e Irirgo. El coyote parecía estar de buen humor, e incluso intentaba... silbar. Aunque sabía que era imposible, con su boca, nada le impedia intentarlo y emitir un ligero sonido similar a un soplido agudo.
-¡Eh, jefe! ¿Que tal?- preguntó, sonriendo.
-No me llames eso.- musité.
-Pero, es lo que eres, ¿no? El glorioso líder de este magnífico grupo sin nombre.- rió.
Suspiré, y miré a Irirgo. Me había asegurado de no acercarme demasiado a ninguno de los dos, para no contagiarlos, pero empezaba a dudar de si era posible.
-¿...que mosca te ha picado? Estás... alegre.-
-¡Yo siempre estoy alegre! Pero ayer tuve una buena noche. Buenas apuestas y mejor compañia.- respondió, mirándome con esa sonrisa pícara suya. -¿Y tu?
-¿A donde vamos, Irirgo?- inquirí, ignorando la pregunta del zorro.
-Un "amigo" me ha dicho algo sobre cierto almacén en los bajos fondos. Bastante cargado de pociones y demás. Suministros contra la plaga. Quiero echar un vistazo, ver si podemos aprovecharnos.- dijo, encogiendose de hombros. ¿De verdad iba a intentar buscar una cura...? No quería hacerme muchas esperanzas, pero era mejor que quedarse en una habitación sin hacer nada.
-Muy bien... vamos, entonces.-
-Espera, espera.- interrumpió Koth. -¿Acaso no ves que hay algo raro en todo esto? No encaja. Estás ocultando algo, Irirgo... ¿desde cuando tienes amigos?- preguntó. El dragón le atravesó con la mirada, lo cual hizo que el zorro estallase en carcajadas. Puse los ojos en blanco, y caminé hacia la puerta.
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Pasaron un par de horas. La visita había resultado algo decepcionante. El lugar estaba cerrado a cal y canto, y protegido por más patrullas de las que pensaba que quedaban en la ciudad. Había hecho cosas arriesgadas, pero aquello sería prácticamente un suicidio. Lejos de mejorar mi humor, aquello solo había conseguido cansarme. Y, en parte, sentía algo de lástima por la ciudad. Estaba en condiciones lamentables. Los sitios que había conocido, recorrido e incluso dominado, ahora estaban sucios, abandonados y destruidos.
Y la voz de Koth no hacía más que molestarme. El zorro lo intentaba, pero no iba a animarme de esa forma. Irirgo parecía notarlo, y, por solaridad, nos condujo a una posada abandonada, para descansar un rato. Pero no estaba tan abandonada.
Un hombre estaba apoyado en la barra, bebiendo cerveza... y hablando solo. Era algo temprano como para que alguien estuviese tan borracho, aunque nunca se sabía. El hombre se dio la vuelta, dió un largo trago a su cerveza, y dejó la jarra a un lado, mirándonos fijamente. Entré en la taberna, aún con cara de pocos amigos.
-Toc, toc.
Miré al desconocido. Parecía estar esperando una respuesta. Nadie dijo nada, hasta que Koth rompió el silencio.
-¿...quien es?
-El que vende pasas.
-¿Pasas?-
-Si me abres, si.- dijo, estallando en una larga y ruidosa carcajada. Compartí una mirada con Irirgo. No hacia falta decir nada. El único que lo encontró gracioso, además de él, fue Kothan.
"Por supuesto."
-Hilarante.- recalqué, con tono serio. Detrás de él, aquel hombre tenía dos jarras de cerveza. ¿Dos? Debía tener algún acompañante. El tipo estaba armado, con una ballesta a su espalda, y a juzgar por lo que sabía, parecía estar loco. Agudicé el oido, esperando notar la presencia de cualquier otra persona, pero no escuché nada, incluso cuando las carcajadas se apagaron. Noté algo más. Ese tipo tenía la mirada clavada en mi. Fruncí el ceño. -¿Que estás mirando?-
-Estaba preguntandome si los híbridos estais por encima de un animal, o por debajo de una puta.- respondió. Enseñé los dientes, y di un paso adelante, dejando caer mi mano sobre la espada. Irirgo puso su mano enguantada sobre mi hombro, intentando retenerme. Sin embargo, el hombre zorro interrumpió antes de que hiciese nada.
-...generalmente, prefiero estar *encima* de una puta. Para eso se paga, al menos.- dijo. El humano le miró, entre sorprendido y divertido, y volvió a reir, relajando su postura.
-No vale la pena.- murmuró el veterano. -No es una amenaza.-
-Eso está por ver.- respondí, sacudiendome de su agarre. Me dirigí a una silla y tomé asiento, aún sin apartar la mirada del hombre. Estaba algo cansado como para pelear, pero si era necesario, haría lo que hiciese falta. Irirgo me siguió, mientras que Koth se acercó más a aquel tipo.
-Soy Kothán. El viejo es Irirgo, y el de las malas pulgas es Asher. ¿Y tu eres...?
-Meyi.- dijo el humano. -Cazador de animales exóticos. ¿Que os trae a mi *muy* humilde posada?- preguntó. Realmente, dudaba de que fuese "suya". El lugar estaba bastante descuidado. Tal vez fuese de alguien que había huido a las islas.
-Estabamos, eh...
-Descansando de tantear el terreno. Ibamos a colarnos en un almacén para "reapropiar" unas medicinas, pero está demasiado protegido.- interrumpió Irirgo. Le miré, incrédulo. Se encogió de hombros. No solía actuar así: tenía que tener algo en mente. ¿Pero por qué se empeñaban todos mis compañeros en hablarle a todo el mundo sobre nuestra profesión?
-Hmm. ¿Ladrones?
-Bandidos, atracadores, ladrones... timadores, a veces.
-¿De verdad?- sonrió. -Debeis haber caido del cielo.-
-¿...de verdad te parecemos ángeles?- preguntó el zorro, alzando una ceja.
-¡Ja! No exactamente. Pero hay algo con lo que me podeis ayudar.-
Koth no respondió. En su lugar, me miró a mi. Irirgo hizo lo mismo.
-Háblalo con Asher. Él decide.- dijo Koth, encogiendose de hombros.
-¿Es vuestro jefe o algo?-
-...Algo así.-
El humano también me miró, esperando una respuesta. Torcí el gesto. Ese tipo no me gustaba. Pero podía equivocarme. El dragón solía ser el más juicioso del grupo, pero no había dicho nada en su contra. De hecho, empezaba a sospechar de que había planeado algo. El almacén, la taberna... ¿Conocía a ese tipo de algo? El tal "Meyi" no parecía reconocer al veterano...
Estaba demasiado cansado para pensar. Así que decidí confiar en el dragón.
-Muy bien. Habla.-
-Primero una cosa: no me das órdenes. Este es mi trabajo. Y no voy a dejar que nadie me ordene nada, salvo que esté por encima de mi.- dijo, adquiriendo una expresión seria.
-¿"Por encima"?-
-Lords. Gente con títulos. Ya sabes.- se defendió, como si lo considerase evidente. Chasqueé la lengua. Irirgo tenía razón. Ese tipo era aún más simple de lo que pensaba.
-Oh. El viejo es un noble.- dijo Koth, apuntando a Irirgo con la mirada.
-¿...qué? ¿Y por qué sigue al perro? ¿No debería ser al revés?- preguntó, frunciendo el ceño. El dragón me miró, reprimiendo una sonrisa. Genial. Confundir a cretinos. Para eso era todo lo que le servía ese maldito título.
-Es una buena pregunta.-
-¿...vas a hablarnos del trabajo, o no?- interrumpí, impaciente.
-Ah. Eso. Basicamente, hay gente que quiere un... Drakar volador. Y están dispuestos a pagar mucho. El problema es que, obviamente, no existen. Estos tipos son idiotas. Pero podemos aprovecharnos de eso. Solo hay que pensar en una forma de hacerles creer que tenemos uno.- explicó. -Asi que estaba pensando planes con mi amiguito de aquí.- dijo, señalando a la barra.
¿Acababa de llamar "amiguito" a su cerveza?
-Vas a... ¿emborracharlos hasta que se lo crean?- preguntó el zorro. Una vez más, la risa de Meyi inundó la taberna.
-¡Ja! Sería una opción, ¿eh? Pero mira de cerca. No es una jarra de verdad.-
Efectivamente, el vaso empezó a moverse. Tenía ojos. Y estaba... riendo. Me levanté para acercarme. Era algún tipo de criatura. Cuanto más tiempo pasaba, menos se parecía a una jarra de cerveza. Tenía su mirada clavada en Kothán, y estaba... adoptando su color. Un bulto empezó a salir debajo de sus ojos, imitando el hozico. Lentamente, empezaba a parecer algún tipo de réplica diminuta del zorro. Una bastante fea, cabía decir.
-¿Que es esa cosa?-
-Un dimmo. Puede cambiar de apariencia. Estaba pensando en que podía servirnos de algo.
-¿...y de tamaño?
-Si pudiese hacer eso, no necesitaría ayuda, ¿no?-
-Hmmm...- el coyote se quedó pensativo durante unos segundos, sin decir nada. Miró al dimmo, a Meyi, al dragón y a mi. -Creo que tengo una idea. Dame dos minutos.-
Y, con eso, Koth salió corriendo y desapareció tras la puerta. Se formó un silencio tenso entre los tres que quedabamos, interrumpido solo por los tragos que el humano daba a su recién rellenada jarra. Fiel a su palabra, el hombre bestia volvió a los dos minutos. Se dirigió a la barra y sacó algo de su bolsillo, presentandoselo al dimmo. Un huevo. Efectivamente, el animal empezó a tomar una forma ovalada.
-...no veo como nos ayuda esto.- admitió Meyi.
-Simple. Vamos a vender un huevo de drakar volador.-
-Eh... sabes que los drakars son barcos, ¿no?- preguntó Irirgo, perplejo.
-Por supuesto. Pero ellos no.
-No, creo que ellos también. Son idiotas, pero no tanto.-
-¡Como te atreves a dudar de mi! ¿Acaso no sabes quien soy?- preguntó Kothán, poniendo un tono ofendido y un acento raro. -¡Soy Dargarós, el maestro de bestias! ¡Conozco todas las bestias que existen en el mundo, y no solo sé que los drakars son animales, sino que he vivido entre ellos!- El zorro virtió una jarra de leche en un pequeño plato y se lo acercó al dimmo, que empezó a beber y adquirir un tono blanco. -Seguro que habeis oido hablar de mi. O, al menos, leido alguno de mis libros. Pero bueno, entiendo vuestra confusión. No todos son bien versados en el arte de la arzoonescencia.-
Reprimí una risa. Sabía bastante bien que Koth era analfabeto. Y que se acababa de inventar una palabra. Pero aquel espectaculo empezaba a ser interesante.
-En fin, os lo explicaré.- dijo Kothán, alejándose de la barra y siguiendo sus palabras con manerismos extraños. -Es una creencia popular que los drakars voladores son barcos. Pero eso se debe a una confusión ognobesmente. Los drakars que conocemos tienen esa forma porque imitan a las criaturas. En otras palabras, los barcos voladores no existen (por supuesto, ¿que necio pensaría eso?). Lo que si existen son los drakonimis levitostos, o comunmente llamados, "drakars voladores". Son reptiles, de aspecto similar a los dragones que conocemos, pero con el cuerpo más alargado y escamas marrones. Antiguamente, como todo el mundo sabe, se usaban para transportarse, pero quedan muy pocos en el mundo debido a su ciclo arralentorio. Sus huevos tardan décadas en eclosionar. Pero, afortunadamente, tengo uno aquí, y está a tan solo dias de nacer.-
Meyi observó al zorro con una sonrisa en la cara. Aquello era casi una broma excesivamente elaborada.
-Pero, señor Dargarós, ¿de que nos sirve una cría? ¡Necesitamos que nos lleve a las Islas, a huir de esta *horrible* plaga!- dijo el humano, poniendo un tono dramático para imitar a los nobles.
-¡Oh, por supuesto! Debido al metabolismo estalondrico del drakonimis levitostos, estos crecen mucho más rápido que la mayoria de criaturas, llegando a su tamaño adulto en tan solo una semana.
-¿Y como sé que ese huevo es de fiar? Si lo estás vendiendo, es por algo.
-¡Por favor, por favor! El huevo de drakkar volador es muy caracteristico. Si habeis leido mis libros, lo sabreis. Lo describí claramente: "El huevo prenatitorio del drakkar posee unos estambrios muy similares al pelaje de un animal, que lo protege del frio de las montañas. Por esto mismo, se puede notar el calor que emite, aunque para esto, la cáscara sacrifica su dureza y rigidez, haciendolo mucho más blando y vulnerable que la mayoria de armenios similares". Solo lo estoy vendiendo porque, lamentablemente, no tengo los medios para mantener a la majestuosa criatura. He tenido que usar mis fondos para mi siguiente expedición en el pantano del este.
-Oh, ya veo. ¿Pero como sé que eres el gran Dargarós y no un estafador cualquiera? ¡Podrías estar aprovechandote de mi!- preguntó el humano.
-¡Que osadia! Si no fuese el GRAN Dargarós, ¿acaso iría acompañado de un séquito de guardaespaldas?- respondió, apuntandonos con las manos. -Estan armados y preparados para acabar con cualquiera que intente algo estrandustico contra mi vida. ¿Ves el colmillo que mi ayudante tiene en su colgante? Viene de un demio de la tundra, que casi se me come un brazo hace unos años. Ah, que joven era. Cometia errores, pero me hizo aprender.-
Honestamente, estaba impresionado. Aquella actuación improvisada era increible. Tantas mentiras juntas. Pero era imposible dudar de una sin arriesgarte a quedar como un idiota. ¿Como podias no haber oido hablar del "famoso" nombre que se acababa de inventar? ¿O no conocer la existencia del demio de la tundra? Los nobles eran demasiado orgullosos como para arriesgarse. E incluso si lo hacian, estariamos ahí para corroborar su historia.
-Bueno, si no hay más preguntas... ¿Que tal si llevamos nuestro "huevo" a sus compradores?- preguntó el zorro.
Por favor, dejad el diccionario y disculpad la cantidad de palabras que se ha inventado Kothán. No sabe lo que hace.
Asher Daregan
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Re: El drakkar volador [Desafío]
A medida que el animal más delgaducho, animalucho para abreviar, del equipo iba hablando, el cazador hacía las preguntarías que pensaba que haría el público noble. El chico tenía potencial, hablaba igual que aquellos estafadores que fingían ser mercaderes ambulantes. “¡Miradme todos, tengo la solución a vuestros problemas! Si os pasáis la saliva de mi mula mágica por la cara rejuveneceréis cinco años. ¡Por el módico precio de cien aeros! ¿Y bien, quién va a ser el primero?” Meyi aplaudía y vitoreaba al chico. Daba patadas a la silla simulando ser las pisadas de la gran multitud de nobles que se acercarían a curiosear. Sin embargo, había algo que le daba mala espina; algo que de salir mal el plan, se lavaría las manos y dejaría que el grupito del hombre perro se quedase solo con la multitud enrabiada. El miedo de Meyi estaba relacionado con el tiempo de espera. A las personas de carteras abultadas les gustaban los artefactos mágicos de efecto inmediato, como la leche de mula que te rejuvenecía cinco años cuando te la ponías en la cara. Esa última pregunta se la cayó; el animalucho estaba tan emocionado que en lugar de recriminarle nada, pensó que sería más divertido emocionarse con él. Aplausos, sonoros pisotones y algún que otro silbido; todo aquello lo hacía mientras se imaginaba a los animales encerrados en la cárcel y al grandote, del cual se dijo que pertenecía a la nobleza, al otro lado de los barrotes observándolos fijamente de la misma manera que observaba al animalucho hablar sobre los drakonimis levitostos.
-¡Muy bien!- dio una palmada a la espalda del animalucho para hacerlo caminar- Me sorprende que se te haya ocurrido todo ese plan a ti solo teniendo una cabeza tan pequeña. No importa, - si se equivocase sería él, junto a todo su grupo, quién iría a la cárcel- si allí fuera resultas tan convincente como lo has sido aquí, nadaremos en aeros-.
Terminó de hablar dando un par de golpecitos a la imitación del cascarón que se había convertido el dimmo. Era blando, como tocar un pan mojado. Si alguien lograba tocarlo, el animalucho tendría que responder a otras tantas preguntas que Meyi quiso callarse. Pero, para eso estaban los guardaespaldas del Gran Dargarós. ¿Verdad? Para que nadie pudiera acercarse al huevo de drakonimis levitostos ni al mismo maestro de bestias. ¿Podrían los guardaespaldas estar atentos durante la función a que el dimmo no cambiase de forma? Meyi se encogió de hombros con una sonrisa de oreja a oreja, por supuesto que no podrían. Los dimmos eran criaturas impredecibles, parte de su atractivo para los niños consistía en eso.
-Voy a buscar a los compradores, sé dónde encontrarlos. Vosotros garantizad una excelente función para ellos; no me defraudas chico.- se digirió hacia el perro gigante y el otro humano, especialmente hacia el perro gigante el cual decía que era el líder de los tres- Y vosotros cuidad de él, ahora es el jefe. Si os pide un plato de aceitunas, se lo dais. Si os pide que le deis un masaje en los pies, hacedlo. Y si os pide que os pongáis a cuatro patas, a ti te resultará fácil, y le sirváis como reposa pies, no protestéis. ¿Entendido?-
Tras veinte minutos, Meyi entró a la posada con un séquito de curiosos, nobles idiotas y carteras abultadas. Les contó una trola: durante uno de los viajes del cazador, conoció al famoso Dargarós, el maestro de la bestia; erudito en el arte de la arzoonescencia. ¿Azrooqué? Les contestó que aquello no importaba, solo era un nombre más que utilizaban los sabios para abultar los libros, en lo que debían fijarse era en el huevo gigante que traía con él. ¡El huevo de un drakkar volador! ¡Imposible! ¿Por qué no me venían conmigo y lo comprueban con sus propios ojos? Aceptaron sin vacilar. Era fabuloso ver como la promesa de un vida nueva, aunque fuse peor de la que tuvieran (a Meyi le parecía que vivir en un barco volador era una mala vida), podía hacer creer a los nobles que existía drakkars voladores y que éstos ponían huevos.
Entre los asistentes a la función del gran Dargarós, el maestro de bestia, había gente tan importante como cuatro jarls de aldeas menores cercanas y sus mayordomos, el carcelero de Lunargenta (Meyi tenía un ojo clavado en él), dos generales de la guardia casados con hijas de nobles, unos cuantos mercaderes de telas, joyas o lo que coño fuera que les hubiera hecho ricos y un despistado juglar que no sabía dónde se había clavado.
Meyi hizo una reverencia, no sin antes apretar los dientes de congoja, hacia el animalucho y lo presentó al público.
-Ante ustedes, el Gran Dargarós, maestro de bestias, tiene algo que contaros. ¿Maestro? Lo dejo todo en sus manos-.
* Asher Ahora que tienes el plan estructurado, es hora de ponerlo en marcha. Todo tiene que salir bien o muy mal; conoces los peligros que puede haber, tu misión es que ninguno se efectúe.
Al final del post, a deberás lanzar la Voluntad de los Dioses. Todo o nada puede salir mal.
-¡Muy bien!- dio una palmada a la espalda del animalucho para hacerlo caminar- Me sorprende que se te haya ocurrido todo ese plan a ti solo teniendo una cabeza tan pequeña. No importa, - si se equivocase sería él, junto a todo su grupo, quién iría a la cárcel- si allí fuera resultas tan convincente como lo has sido aquí, nadaremos en aeros-.
Terminó de hablar dando un par de golpecitos a la imitación del cascarón que se había convertido el dimmo. Era blando, como tocar un pan mojado. Si alguien lograba tocarlo, el animalucho tendría que responder a otras tantas preguntas que Meyi quiso callarse. Pero, para eso estaban los guardaespaldas del Gran Dargarós. ¿Verdad? Para que nadie pudiera acercarse al huevo de drakonimis levitostos ni al mismo maestro de bestias. ¿Podrían los guardaespaldas estar atentos durante la función a que el dimmo no cambiase de forma? Meyi se encogió de hombros con una sonrisa de oreja a oreja, por supuesto que no podrían. Los dimmos eran criaturas impredecibles, parte de su atractivo para los niños consistía en eso.
-Voy a buscar a los compradores, sé dónde encontrarlos. Vosotros garantizad una excelente función para ellos; no me defraudas chico.- se digirió hacia el perro gigante y el otro humano, especialmente hacia el perro gigante el cual decía que era el líder de los tres- Y vosotros cuidad de él, ahora es el jefe. Si os pide un plato de aceitunas, se lo dais. Si os pide que le deis un masaje en los pies, hacedlo. Y si os pide que os pongáis a cuatro patas, a ti te resultará fácil, y le sirváis como reposa pies, no protestéis. ¿Entendido?-
Tras veinte minutos, Meyi entró a la posada con un séquito de curiosos, nobles idiotas y carteras abultadas. Les contó una trola: durante uno de los viajes del cazador, conoció al famoso Dargarós, el maestro de la bestia; erudito en el arte de la arzoonescencia. ¿Azrooqué? Les contestó que aquello no importaba, solo era un nombre más que utilizaban los sabios para abultar los libros, en lo que debían fijarse era en el huevo gigante que traía con él. ¡El huevo de un drakkar volador! ¡Imposible! ¿Por qué no me venían conmigo y lo comprueban con sus propios ojos? Aceptaron sin vacilar. Era fabuloso ver como la promesa de un vida nueva, aunque fuse peor de la que tuvieran (a Meyi le parecía que vivir en un barco volador era una mala vida), podía hacer creer a los nobles que existía drakkars voladores y que éstos ponían huevos.
Entre los asistentes a la función del gran Dargarós, el maestro de bestia, había gente tan importante como cuatro jarls de aldeas menores cercanas y sus mayordomos, el carcelero de Lunargenta (Meyi tenía un ojo clavado en él), dos generales de la guardia casados con hijas de nobles, unos cuantos mercaderes de telas, joyas o lo que coño fuera que les hubiera hecho ricos y un despistado juglar que no sabía dónde se había clavado.
Meyi hizo una reverencia, no sin antes apretar los dientes de congoja, hacia el animalucho y lo presentó al público.
-Ante ustedes, el Gran Dargarós, maestro de bestias, tiene algo que contaros. ¿Maestro? Lo dejo todo en sus manos-.
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* Asher Ahora que tienes el plan estructurado, es hora de ponerlo en marcha. Todo tiene que salir bien o muy mal; conoces los peligros que puede haber, tu misión es que ninguno se efectúe.
Al final del post, a deberás lanzar la Voluntad de los Dioses. Todo o nada puede salir mal.
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Re: El drakkar volador [Desafío]
Esperé a que el tipo saliese de la habitación. Y luego, dos minutos más. Koth salió y se aseguró de que no había nadie alrededor antes de entrar de nuevo y sentarse en la misma mesa que yo.
-...ese tipo es imbécil.- suspiró el zorro. Sonreí.
-Gracias al cielo. Creia que era el único que lo veía.-
-"Cabeza pequeña" dice. ¿Se ha visto en un espejo? ¿Y esa barba? Por el amor de dios. Parece un chivo malparido.-
-Con lo bien que parecias llevarte con él...-
-Tch. "Parecía".- sonrió. -Esa es la clave. ¿Te crees que su maldito chiste me ha hecho gracia? He muerto un poco por dentro mientras reía.-
Asentí, sintiendome algo mejor. Irirgo no había dicho nada, pero podía ver que estaba ocultando una sonrisa. Era dificil saber en qué estaba pensando.
-Buena actuación, por cierto. ¿Crees que va a funcionar?- pregunté, arqueando una ceja.
-Tal vez. Pero si lo hace, no tengo intención de que ese cretino se lleve un aero. En cuanto tengamos el dinero...-
-Desaparecemos- sonreí. -Hay un acceso a las catacumbas no muy lejos de aquí... o, si no, podemos huir por los tejados. Hay una casa abandonada a un par de manzanas. La chimenea da acceso al interior, pero todas las ventanas y puertas están bloqueadas. Solía usarlo como escondite.-
-Oh, buen truco... Será mejor separarnos. ¿Nos encontramos en la posada, entonces?-
Asentí. Era hora de poner las cosas en marcha. Pero antes... no podíamos confiar en que el bicho ese se estuviese quieto. O que no se fuese a transformar en algo en cualquier momento.
-Necesitamos un pañuelo... y un tarro. Limpio.- el zorro asintió y salió por la puerta. De nuevo, solo un par de minutos antes de volver con lo que había pedido. -¿...de donde estás sacando todo esto?-
-Hay un puesto de mercado cerca. El dueño no es muy espabilado.- sonrió. -¿Para que es esto?-
-Fácil. Las cosas con mucho valor se mantienen bien resguardadas, ¿no?- dije, colocando al dimmo dentro del tarro. Dejé la tapa abierta, y perforé el pañuelo con mis uñas varias veces. Después, cubrí la parte superior con el pañuelo, tapando la jarra por completo -No puede copiar algo si no ve nada en absoluto, y tarda lo suficiente en transformarse como para que los pocos segundos en los que esté visible no importen. Con suerte, tal vez se quede dormido y todo...-
Mis compañeros sonrieron. Aquello parecía ir bien. Solo había que ejecutar el plan.
Momentos después, Meyi hizo su aparición con un grupo de personas. Nobles, en su mayoria. Y algunos guardias. ¡Maldito imbecil! ¿Por qué había traido guardias? Respiré hondo, y me coloqué delante de la jarra con el "huevo". Le hice una discreta señal a Irirgo. Él se mantendría cerca del público.
-Debo decir que estoy muy decepcionado.- empezó Koth, con un tono serio y acento exótico. -Me han dicho que hay gente buscando algo llamado "drakkar volador". No me lo podía creer. La gente no puede ser tan ignorante. Es evidente que los barcos voladores no existen. Creia que eso era conocimiento popular.- suspiró. -Pero veo que no es así para todos.
Las primeras palabras provocaron ciertos gestos de enfado. "¿Nos está insultando?" "¡Que osadia!" "Yo ya lo sabía. ¡Claro que no existen!". Todo parte de la actuación, por supuesto. El zorro continuó.
-Lo que se conoce como "drakkar volador" no es más que el drakonimis levitostos, una especie muy poco común de reptil. Habitan en las montañas, al norte, cerca del nacimiento del rio Tymer. El motivo por el que se confunden con barcos es su cuerpo alargado y escamas marrones. Como todo el mundo sabe, se usaban para transportarse...
El coyote continuó su discurso, asegurandose de mencionar lo raro y exclusivo que era encontrar un huevo que estuviese cerca de eclosionar, lo rápido que crecen, y un montón de detalles más sobre su alimentación, ciclo reproductivo y demás.
-Entonces, ¿podría llevar a toda una familia de personas a su lomo? ¿En tan solo una semana tras nacer?
-Por supuesto. Son seres magnificos, ¿no cree? Y además, uno adulto vale una fortuna. Sus escamas son un ingrediente muy preciado en la alquimia, puesto que tienen componentes que ralentizan el envejecimiento y conservan alimentos.
-¿Podemos verlo?
-¡Por supuesto! Pero no durante mucho tiempo. No es bueno dejarlo expuesto a la luz durante más de unas horas al día, y este huevo ya ha tenido suficientes.- Koth carraspeó, y levanté el pañuelo obedientemente, no sin asegurarme antes de que seguía siendo un huevo.
-¡Oh!
-Es magnifico...
-No me lo puedo creer... ¡existe de verdad!-
-¿Por cuanto lo vende?-
-¿¡VENDERLO!?- exclamó el zorro. Tapé de nuevo el tarro. Koth había llamado la atención a si mismo, una vez más. -¡Que osadía! ¡Venderlo! ¡Como si fuese un objeto cualquiera! ¡Esto es una criatura, señor mio! ¡Una única y preciada criatura, casi imposible de obtener en este mundo!-
La mayoria de los nobles se quedaron callados. ¿Se había pasado? No. Uno de ellos no se encogió.
-Todo el mundo tiene un precio. Estoy seguro de que puedo encontrar algo de igual valor.-
Escondí una sonrisa. Había picado. Siempre había uno que, cuanto más raro era, más lo quería. Y, afortunadamente, solían ser los que tenían dinero.
-Dudo que tengas lo suficiente. No todo se puede comprar en aeros, ¿sabes?-
-Tengo lo necesario. Créeme.-
-...si tan seguro estás, discutamoslo en privado. Usted, quédese. El resto, fuera. Esto era una función informativa, no una puja. Siéntanse agradecidos de haber visto el magnífico espécimen, junto al Gran Dargarós.
Se acercaba el momento. Hice ademán de empujar al público a la salida.
-Venga, fuera. El gran Dargarós tiene asuntos que atender.- dije. Tosí con fuerza, volviendo la cabeza hacia ese tipo, Meyi. -Oh, disculpa, compañero.- sonreí.
Casi estaba hecho. Solo faltaba cerrar el trato.
-...ese tipo es imbécil.- suspiró el zorro. Sonreí.
-Gracias al cielo. Creia que era el único que lo veía.-
-"Cabeza pequeña" dice. ¿Se ha visto en un espejo? ¿Y esa barba? Por el amor de dios. Parece un chivo malparido.-
-Con lo bien que parecias llevarte con él...-
-Tch. "Parecía".- sonrió. -Esa es la clave. ¿Te crees que su maldito chiste me ha hecho gracia? He muerto un poco por dentro mientras reía.-
Asentí, sintiendome algo mejor. Irirgo no había dicho nada, pero podía ver que estaba ocultando una sonrisa. Era dificil saber en qué estaba pensando.
-Buena actuación, por cierto. ¿Crees que va a funcionar?- pregunté, arqueando una ceja.
-Tal vez. Pero si lo hace, no tengo intención de que ese cretino se lleve un aero. En cuanto tengamos el dinero...-
-Desaparecemos- sonreí. -Hay un acceso a las catacumbas no muy lejos de aquí... o, si no, podemos huir por los tejados. Hay una casa abandonada a un par de manzanas. La chimenea da acceso al interior, pero todas las ventanas y puertas están bloqueadas. Solía usarlo como escondite.-
-Oh, buen truco... Será mejor separarnos. ¿Nos encontramos en la posada, entonces?-
Asentí. Era hora de poner las cosas en marcha. Pero antes... no podíamos confiar en que el bicho ese se estuviese quieto. O que no se fuese a transformar en algo en cualquier momento.
-Necesitamos un pañuelo... y un tarro. Limpio.- el zorro asintió y salió por la puerta. De nuevo, solo un par de minutos antes de volver con lo que había pedido. -¿...de donde estás sacando todo esto?-
-Hay un puesto de mercado cerca. El dueño no es muy espabilado.- sonrió. -¿Para que es esto?-
-Fácil. Las cosas con mucho valor se mantienen bien resguardadas, ¿no?- dije, colocando al dimmo dentro del tarro. Dejé la tapa abierta, y perforé el pañuelo con mis uñas varias veces. Después, cubrí la parte superior con el pañuelo, tapando la jarra por completo -No puede copiar algo si no ve nada en absoluto, y tarda lo suficiente en transformarse como para que los pocos segundos en los que esté visible no importen. Con suerte, tal vez se quede dormido y todo...-
Mis compañeros sonrieron. Aquello parecía ir bien. Solo había que ejecutar el plan.
Momentos después, Meyi hizo su aparición con un grupo de personas. Nobles, en su mayoria. Y algunos guardias. ¡Maldito imbecil! ¿Por qué había traido guardias? Respiré hondo, y me coloqué delante de la jarra con el "huevo". Le hice una discreta señal a Irirgo. Él se mantendría cerca del público.
-Debo decir que estoy muy decepcionado.- empezó Koth, con un tono serio y acento exótico. -Me han dicho que hay gente buscando algo llamado "drakkar volador". No me lo podía creer. La gente no puede ser tan ignorante. Es evidente que los barcos voladores no existen. Creia que eso era conocimiento popular.- suspiró. -Pero veo que no es así para todos.
Las primeras palabras provocaron ciertos gestos de enfado. "¿Nos está insultando?" "¡Que osadia!" "Yo ya lo sabía. ¡Claro que no existen!". Todo parte de la actuación, por supuesto. El zorro continuó.
-Lo que se conoce como "drakkar volador" no es más que el drakonimis levitostos, una especie muy poco común de reptil. Habitan en las montañas, al norte, cerca del nacimiento del rio Tymer. El motivo por el que se confunden con barcos es su cuerpo alargado y escamas marrones. Como todo el mundo sabe, se usaban para transportarse...
El coyote continuó su discurso, asegurandose de mencionar lo raro y exclusivo que era encontrar un huevo que estuviese cerca de eclosionar, lo rápido que crecen, y un montón de detalles más sobre su alimentación, ciclo reproductivo y demás.
-Entonces, ¿podría llevar a toda una familia de personas a su lomo? ¿En tan solo una semana tras nacer?
-Por supuesto. Son seres magnificos, ¿no cree? Y además, uno adulto vale una fortuna. Sus escamas son un ingrediente muy preciado en la alquimia, puesto que tienen componentes que ralentizan el envejecimiento y conservan alimentos.
-¿Podemos verlo?
-¡Por supuesto! Pero no durante mucho tiempo. No es bueno dejarlo expuesto a la luz durante más de unas horas al día, y este huevo ya ha tenido suficientes.- Koth carraspeó, y levanté el pañuelo obedientemente, no sin asegurarme antes de que seguía siendo un huevo.
-¡Oh!
-Es magnifico...
-No me lo puedo creer... ¡existe de verdad!-
-¿Por cuanto lo vende?-
-¿¡VENDERLO!?- exclamó el zorro. Tapé de nuevo el tarro. Koth había llamado la atención a si mismo, una vez más. -¡Que osadía! ¡Venderlo! ¡Como si fuese un objeto cualquiera! ¡Esto es una criatura, señor mio! ¡Una única y preciada criatura, casi imposible de obtener en este mundo!-
La mayoria de los nobles se quedaron callados. ¿Se había pasado? No. Uno de ellos no se encogió.
-Todo el mundo tiene un precio. Estoy seguro de que puedo encontrar algo de igual valor.-
Escondí una sonrisa. Había picado. Siempre había uno que, cuanto más raro era, más lo quería. Y, afortunadamente, solían ser los que tenían dinero.
-Dudo que tengas lo suficiente. No todo se puede comprar en aeros, ¿sabes?-
-Tengo lo necesario. Créeme.-
-...si tan seguro estás, discutamoslo en privado. Usted, quédese. El resto, fuera. Esto era una función informativa, no una puja. Siéntanse agradecidos de haber visto el magnífico espécimen, junto al Gran Dargarós.
Se acercaba el momento. Hice ademán de empujar al público a la salida.
-Venga, fuera. El gran Dargarós tiene asuntos que atender.- dije. Tosí con fuerza, volviendo la cabeza hacia ese tipo, Meyi. -Oh, disculpa, compañero.- sonreí.
Casi estaba hecho. Solo faltaba cerrar el trato.
Última edición por Asher el Sáb Sep 09 2017, 16:53, editado 2 veces
Asher Daregan
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Re: El drakkar volador [Desafío]
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Re: El drakkar volador [Desafío]
No le gustó la idea de quedarse fuera. Se sentía apartado, expulsado de su propio plan. El animalucho no podía quedarse solo con el comprador, aquello no lo habrían hablado. Apretó los puños al otro lado de la puerta. Los hombres que salieron con él le miraron con gesto vacilante. Meyi supo que se estaban preguntando qué cojones estaba pasando dentro de la taberna, lo supo porque él se preguntaba lo mismo. No confiaba en el animalucho. Sus ojos verdes eran tan afilados como cuchillos. Parte del trabajo del cazador era reconocer los ojos de sus presas y Meyi era el mejor en su oficio. Mientras estuviera de su parte, el animalucho no era peligroso. ¿Durante cuánto tiempo más le iba a ayudar? El suficiente hasta que se acabasen las negociaciones, ese era el trato, aquello era lo que pensaría un cazador confiado, el que nunca hubiera sentido los ojos como cuchillos clavados en su espalda.
Como se solía decir: Más vale prevenir que curar. Meyi apoyó su oreja, sin preocuparse por disimular, a la puerta cerrada de la taberna. Cualquier cosa que escuchase podía darle una idea de lo que allí estaba sucediendo: una palabra más alta que otra, el azote de la cola del animalucho contra el suelo o un plato roto; todo lo que escuchase podía serle útil. Sin embargo, al otro lado de la puerta, no se oía nada. O una de dos, o la puerta de la taberna era de una madera de muy buena calidad, cosa que dudaba, o el animalucho se la había clavado por la espalda. Apretó los dientes y resopló enfurecido. Estaba en un brete, si entraba se arriesga a arruinar todo el trabajo que había hecho hasta ahora. No obstante, si no hacía nada y la puerta de madera seguía cerrada, el animalucho tendría vía libre para tangarle.
-¿Hay algún problema, amigo?- preguntó el más anciano de los dos generales.
-¡Está espiando a Dargarós, todo el mundo lo ve!- dijo el juglar que se coló entre los nobles.
-Es honor del bufón decir la verdad que el resto consideramos silenciar- río un mercader.
Esto ya había pasado de castaño a oscuro, no solo tenía que soportar la presión de pensar que el animalucho le estuviera timando, sino que además tenía que escuchar las risas de unos idiotas que creían que existían barcos voladores.
Furioso y cansado, Meyi llamó a la puerta de madera. Dentro no hubo respuesta.
-Estarán demasiado ocupados escapando por la puerta trasera como para responder- Más risas por parte de los idiotas.
El cazador cogió del cuello al juglar y estampó su cara contra la madera de la puerta. “Toc, toc”. El golpe no lo hizo con los nudillos, como la anterior vez, sino con la cabeza del bufón. Nadie contestó. Nadie río. Meyi se tomó la libertad, mejor dicho, el derecho de abrir la puerta.
Soltó el cuello del bufón en el mismo momento en el que se dio cuenta que tanto el jarl como el grupo del animalucho habían desaparecido. El único rastro que quedaba de ellos era el dimmo, en forma de huevo, en el suelo. Meyi sonrió mostrando todos sus dientes, era la risa enloquecida de un cazador que ha perdido a su presa. Los malditos habían sido tan espabilados que habían tangado al noble y sin haberle vendido nada.
* Asher: Mejor dicho Kothan: tus trucos y artimañas han sido muy útiles. El plan a funcionado y los aeros del noble son todos para ti. El odio de Meyi también es todo tuyo.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
+400 aeros Los recibes de manos del jarl al que le has vendido un huevo de drakonimis levitostos. Huevo que, por cierto, ha conseguido escapar y volver con Meyi.
Los puntos y aeros han sido sumados directamente a tu perfil.
Marvilin Meyi: El cazador tiene una nueva presa en mente: Koth y todos los hombres que estaban con él. Si te vuelves a cruzar con Meyi, intentará matarte.
Como se solía decir: Más vale prevenir que curar. Meyi apoyó su oreja, sin preocuparse por disimular, a la puerta cerrada de la taberna. Cualquier cosa que escuchase podía darle una idea de lo que allí estaba sucediendo: una palabra más alta que otra, el azote de la cola del animalucho contra el suelo o un plato roto; todo lo que escuchase podía serle útil. Sin embargo, al otro lado de la puerta, no se oía nada. O una de dos, o la puerta de la taberna era de una madera de muy buena calidad, cosa que dudaba, o el animalucho se la había clavado por la espalda. Apretó los dientes y resopló enfurecido. Estaba en un brete, si entraba se arriesga a arruinar todo el trabajo que había hecho hasta ahora. No obstante, si no hacía nada y la puerta de madera seguía cerrada, el animalucho tendría vía libre para tangarle.
-¿Hay algún problema, amigo?- preguntó el más anciano de los dos generales.
-¡Está espiando a Dargarós, todo el mundo lo ve!- dijo el juglar que se coló entre los nobles.
-Es honor del bufón decir la verdad que el resto consideramos silenciar- río un mercader.
Esto ya había pasado de castaño a oscuro, no solo tenía que soportar la presión de pensar que el animalucho le estuviera timando, sino que además tenía que escuchar las risas de unos idiotas que creían que existían barcos voladores.
Furioso y cansado, Meyi llamó a la puerta de madera. Dentro no hubo respuesta.
-Estarán demasiado ocupados escapando por la puerta trasera como para responder- Más risas por parte de los idiotas.
El cazador cogió del cuello al juglar y estampó su cara contra la madera de la puerta. “Toc, toc”. El golpe no lo hizo con los nudillos, como la anterior vez, sino con la cabeza del bufón. Nadie contestó. Nadie río. Meyi se tomó la libertad, mejor dicho, el derecho de abrir la puerta.
Soltó el cuello del bufón en el mismo momento en el que se dio cuenta que tanto el jarl como el grupo del animalucho habían desaparecido. El único rastro que quedaba de ellos era el dimmo, en forma de huevo, en el suelo. Meyi sonrió mostrando todos sus dientes, era la risa enloquecida de un cazador que ha perdido a su presa. Los malditos habían sido tan espabilados que habían tangado al noble y sin haberle vendido nada.
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* Asher: Mejor dicho Kothan: tus trucos y artimañas han sido muy útiles. El plan a funcionado y los aeros del noble son todos para ti. El odio de Meyi también es todo tuyo.
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Marvilin Meyi: El cazador tiene una nueva presa en mente: Koth y todos los hombres que estaban con él. Si te vuelves a cruzar con Meyi, intentará matarte.
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