¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
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¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Había pasado algunos días intentando encontrar el camino de vuelta desde Baslodia, teniendo más mala suerte que un 13 en el acto. No pude conseguir comida, y siempre que me encontraba con granjas o tiendas de paso, alguna oportuna desgracia causaba que me descubrieran y me echaran a patadas en el instante.
Pero no me quejo (tanto), esta vez el hambre no fue tan duro enemigo como en mi último viaje a través del bosque, pues precisamente en aquella oportunidad, fui dotada de una importante ración de pan por una mujer a la que denominaré Madame Lovelace.
Sin embargo, el camino de vuelta, esta vez mucho más delimitado y claro, no lo fue así con la dificultad de pasarlo. Cantidades enormes de guardias, carretas y caballos me obligaban a desviarme u ocultarme para evitar mi captura, como creí en un principio que era de lo que se trataba. La paranoia de la promesa del joyero de Baslodia me obligaba a correr, creyendo que tenía la suficiente influencia como para que cantidades parecidas a ejércitos fueran en mi aprehensión.
En la entrada de la ciudad había un puesto enorme con soldados bien proporcionados de escudos y armaduras, sin embargo, lo que hacían no era esperar a ningún enemigo, sino de registrar de pies a cabeza a cada viajero que cruzaba junto con sus pertenencias, caballo y carreta si la llevaba. Los evité por si las dudas para evitarme de problemas, pero la extrañeza de aquello solamente aumentó cuando me encontré con las tan conocidas calles de mi ciudad.
En vez de encontrarme con el ambiente soleado y animado a la que tanto estaba acostumbrada, un aire de pánico me puso todos los vellos de punta; las mujeres iban de un lado a otro, acarreando a sus hijos de la mano mientras estos lloraban, los hombres por lo mientras llevaban cosas en sus brazos hierbas y madera. Los servicios médicos se hallaban a tope y los comercios enteros estaban cerrados. Todo lo hubiera confundido con alguna festividad especial si no fuera por un guardia en un taburete intentando calmar a una densa muchedumbre que le gritaba furiosamente preguntas al azar, sin que el pobre hombre pudiera contestar satisfactoriamente a alguna.
Las madres susurraban llorosamente en las entradas de los curanderos, esperando que sus retoños no estuviesen enfermos...
- ¡Producto de nuestros pecados, los dioses deben estar enfadados con nosotros! - clamaba una mujer al cielo.
- ¡Cálmate, Malena, aún nadie sabe si ha llegado o no aquí! - le gritaba su esposo mientras le sujetaba las muñecas y la arrastraba de vuelta a casa.
Decidida a obtener respuestas, caminé hasta el puerto en busca del taller del maestro carpintero, el hombre más sabio que conozco y que de cuya boca he encontrado más sabiduría y noticias de la ciudad entera que en un maestro de escuela. Pero al llegar, no he encontrado más que otro comercio cerrado.
Decepcionada, he decidido volver sobre mis pasos para intentar dar aleatoriamente con algo, alguien ¡tan siquiera poder obtener comida, que he estado pasando por una mala racha! [1]
Cabizbaja y con las manos en los bolsillos, Iliaki arrastraba los pies hasta llegar a la plaza principal. La calle más grande dirigía hasta el castillo, donde un enorme flujo de gente iba y venía, arremolinándose en torno a varios puntos donde la gente gritaba, giraba y salía despedida de inmediato para reanudar su marcha..
Entre la muchedumbre, reconoció un rostro familiar. Animada por aquello, comenzó a saltar y a gritar, agitando sus brazos intentando captar la atención de su objetivo, logrando hacerlo más con los molestos y tensos ciudadanos que de lo quien ella pretendía.
Pero no me quejo (tanto), esta vez el hambre no fue tan duro enemigo como en mi último viaje a través del bosque, pues precisamente en aquella oportunidad, fui dotada de una importante ración de pan por una mujer a la que denominaré Madame Lovelace.
Sin embargo, el camino de vuelta, esta vez mucho más delimitado y claro, no lo fue así con la dificultad de pasarlo. Cantidades enormes de guardias, carretas y caballos me obligaban a desviarme u ocultarme para evitar mi captura, como creí en un principio que era de lo que se trataba. La paranoia de la promesa del joyero de Baslodia me obligaba a correr, creyendo que tenía la suficiente influencia como para que cantidades parecidas a ejércitos fueran en mi aprehensión.
En la entrada de la ciudad había un puesto enorme con soldados bien proporcionados de escudos y armaduras, sin embargo, lo que hacían no era esperar a ningún enemigo, sino de registrar de pies a cabeza a cada viajero que cruzaba junto con sus pertenencias, caballo y carreta si la llevaba. Los evité por si las dudas para evitarme de problemas, pero la extrañeza de aquello solamente aumentó cuando me encontré con las tan conocidas calles de mi ciudad.
En vez de encontrarme con el ambiente soleado y animado a la que tanto estaba acostumbrada, un aire de pánico me puso todos los vellos de punta; las mujeres iban de un lado a otro, acarreando a sus hijos de la mano mientras estos lloraban, los hombres por lo mientras llevaban cosas en sus brazos hierbas y madera. Los servicios médicos se hallaban a tope y los comercios enteros estaban cerrados. Todo lo hubiera confundido con alguna festividad especial si no fuera por un guardia en un taburete intentando calmar a una densa muchedumbre que le gritaba furiosamente preguntas al azar, sin que el pobre hombre pudiera contestar satisfactoriamente a alguna.
Las madres susurraban llorosamente en las entradas de los curanderos, esperando que sus retoños no estuviesen enfermos...
- ¡Producto de nuestros pecados, los dioses deben estar enfadados con nosotros! - clamaba una mujer al cielo.
- ¡Cálmate, Malena, aún nadie sabe si ha llegado o no aquí! - le gritaba su esposo mientras le sujetaba las muñecas y la arrastraba de vuelta a casa.
Decidida a obtener respuestas, caminé hasta el puerto en busca del taller del maestro carpintero, el hombre más sabio que conozco y que de cuya boca he encontrado más sabiduría y noticias de la ciudad entera que en un maestro de escuela. Pero al llegar, no he encontrado más que otro comercio cerrado.
Decepcionada, he decidido volver sobre mis pasos para intentar dar aleatoriamente con algo, alguien ¡tan siquiera poder obtener comida, que he estado pasando por una mala racha! [1]
Cabizbaja y con las manos en los bolsillos, Iliaki arrastraba los pies hasta llegar a la plaza principal. La calle más grande dirigía hasta el castillo, donde un enorme flujo de gente iba y venía, arremolinándose en torno a varios puntos donde la gente gritaba, giraba y salía despedida de inmediato para reanudar su marcha..
Entre la muchedumbre, reconoció un rostro familiar. Animada por aquello, comenzó a saltar y a gritar, agitando sus brazos intentando captar la atención de su objetivo, logrando hacerlo más con los molestos y tensos ciudadanos que de lo quien ella pretendía.
Última edición por Iliaki el Miér Oct 11 2017, 05:44, editado 1 vez
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
La ciudad se ha tornado un poco gris últimamente, tiene un ambiente sepulcral molesto. Es lo que trae consigo una epidemia generalizada, según dicen ningún lugar es seguro. Toda Aerandir agoniza por la nueva plaga, una equitativa distribución del sufrimiento a nivel cartográfico… bastante aterrador.
Chimar se imaginaba un desenlace semejante desde hace años, la higiene colectiva deja mucho que desear. Por desgracia poco puede hacer, es un inventor que sabe de muchas cosas pero no se especializa en medicina viral. Alguien más tendrá que salvar el día… alguien que sienta atracción por las cosas biológicas.
De momento los Gorriones han suspendido sus robos, todo esto por iniciativa del pequeño genio. No pueden arriesgarse a que uno enferme, los niños no suelen soportar enfermedades. Con los robos pausados ahora dependen de su “tesoro”, ese moderado lugar en la ratonera que abarrotaron con dinero robado para situaciones complicadas.
Las salidas del refugio se han restringido un poco también para evitar contagios, nuevamente el joven inventor está detrás. Sus medidas de seguridad pueden parecer molestas pero son necesarias, afortunadamente es uno de los líderes y ha ganado mucho respeto… ser mayor que casi todos los miembros también ayuda.
Maquiavelo se encuentra comprando algunas cosas, su conocimiento sobre enfermedades le permite eludir situaciones peligrosas y por eso puede salir más. De momento busca suministros poco indispensables… chucherías dulces para sus hermanos. Una forma inteligente de calmar los ánimos en casa, los niños tienden a molestarse cuando alguien coloca reglas nuevas.
Lo que hace semanas era una tara fácil ahora requiere ingenio, la comida puede transmitir enfermedades si no se manipula bien. Es por eso Chimar insiste en tomar los dulces recién salidos del horno el mismo, eso suele despertar miradas curiosas pero nada que una moneda extra en la paga no arregle.
Lo más difícil de todo es resistir los impulsos... cleptómanos por decirlo técnicamente, la gente comete muchos errores cuando está asustada. El enano y sus hermanos ya hubieran desplumado a media ciudad en condiciones normales pero robar bolsillos es peligroso, ahora por una razón bastante “única”.
Mientras camina por la calle y cuida de no pegarse mucho a la multitud Maquiavelo reconoce a alguien, esos aleteos erráticos solo pueden pertenecer a una persona. Iliaki, hace tiempo que no la veía. El niño se aleja a una zona segura y llama a su amiga, puede hablar un poco antes de volver.
Tiempo sin verte Iliaki.
Chimar se imaginaba un desenlace semejante desde hace años, la higiene colectiva deja mucho que desear. Por desgracia poco puede hacer, es un inventor que sabe de muchas cosas pero no se especializa en medicina viral. Alguien más tendrá que salvar el día… alguien que sienta atracción por las cosas biológicas.
De momento los Gorriones han suspendido sus robos, todo esto por iniciativa del pequeño genio. No pueden arriesgarse a que uno enferme, los niños no suelen soportar enfermedades. Con los robos pausados ahora dependen de su “tesoro”, ese moderado lugar en la ratonera que abarrotaron con dinero robado para situaciones complicadas.
Las salidas del refugio se han restringido un poco también para evitar contagios, nuevamente el joven inventor está detrás. Sus medidas de seguridad pueden parecer molestas pero son necesarias, afortunadamente es uno de los líderes y ha ganado mucho respeto… ser mayor que casi todos los miembros también ayuda.
Maquiavelo se encuentra comprando algunas cosas, su conocimiento sobre enfermedades le permite eludir situaciones peligrosas y por eso puede salir más. De momento busca suministros poco indispensables… chucherías dulces para sus hermanos. Una forma inteligente de calmar los ánimos en casa, los niños tienden a molestarse cuando alguien coloca reglas nuevas.
Lo que hace semanas era una tara fácil ahora requiere ingenio, la comida puede transmitir enfermedades si no se manipula bien. Es por eso Chimar insiste en tomar los dulces recién salidos del horno el mismo, eso suele despertar miradas curiosas pero nada que una moneda extra en la paga no arregle.
Lo más difícil de todo es resistir los impulsos... cleptómanos por decirlo técnicamente, la gente comete muchos errores cuando está asustada. El enano y sus hermanos ya hubieran desplumado a media ciudad en condiciones normales pero robar bolsillos es peligroso, ahora por una razón bastante “única”.
Mientras camina por la calle y cuida de no pegarse mucho a la multitud Maquiavelo reconoce a alguien, esos aleteos erráticos solo pueden pertenecer a una persona. Iliaki, hace tiempo que no la veía. El niño se aleja a una zona segura y llama a su amiga, puede hablar un poco antes de volver.
Tiempo sin verte Iliaki.
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
El rostro se le iluminó al ver que en efecto se trataba de su compañero de gremio. Sus pasos se aceleraron, sus codos fueron apartando gente hasta abrirse camino al lugar donde se encontraba Chimar. ¡Una respuesta, al fin, por lo menos alguien con juicio!
- ¡Chimar! -llamaba la elfilla con la respiración agitada - ¿Pero qué haces aquí? Te hacía en otros lares, lejos de... - se detuvo abruptamente para mirar hacia atrás - esto.
Detrás todavía se hinchaba la multitud, algunos acarreando verduras, otros simplemente llevando valijas y demás objetos casi consumiendo sus pies en el suelo. Iliaki agarró de pronto la duda desde el aire que la venía atormentando desde su llegada a Lunargenta, se detuvo unos momentos pensar la medida de sus palabras, divagó otro tanto y por fin, tomó una enorme bocanada de aire y se dispuso a hablar:
- ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué todos están en tanto pánico? ¿De cuándo a acá los hospitales son tan populares? ¿Por qué la guardia se anda tan tranquila y mejor le presta atención a los plebeyos? ¿Acaso el Rey se murió, que andaban escoltando sus cosas por las afueras? ¿Por qué los mocos son tan temidos? ¿Por qué no hay comida? ¿Tienes comida? ¿Por qué...? - en ese momento, su cara se puso morada y dejó de hablar para respirar otro tanto de aire para terminar de enunciar la última pregunta - ¿Por qué tienes un moco en la nariz, qué acaso eso no te hace peligroso?
Con una actitud un tanto desesperada, la ladronzuela tomó el último trozo de pan que le quedaba y lo devoró. Al terminar con las últimas migajas, limpióse la comisura de la boca con la manga y se disculpó.
- Perdona que no te haya ofrecido, tenía qué hacerlo para evitar caer en el suelo... o de que me pidieras.
Un escuadrón de soldados comenzó a dividir a la muchedumbre para darse paso, dirigiendo su camino a los límites de uno de los caminos principales a las afueras de la ciudad, pero en el trayecto, uno de los que en más de una ocasión había intentado arrestar a Iliaki por el robo de una peluca, al observarla no hizo más que seguir su camino. La ladronzuela, más confundida que asustada, giró de nuevo al pequeño inventor.
- En serio ¿No tienes algo para comer?
- ¡Chimar! -llamaba la elfilla con la respiración agitada - ¿Pero qué haces aquí? Te hacía en otros lares, lejos de... - se detuvo abruptamente para mirar hacia atrás - esto.
Detrás todavía se hinchaba la multitud, algunos acarreando verduras, otros simplemente llevando valijas y demás objetos casi consumiendo sus pies en el suelo. Iliaki agarró de pronto la duda desde el aire que la venía atormentando desde su llegada a Lunargenta, se detuvo unos momentos pensar la medida de sus palabras, divagó otro tanto y por fin, tomó una enorme bocanada de aire y se dispuso a hablar:
- ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué todos están en tanto pánico? ¿De cuándo a acá los hospitales son tan populares? ¿Por qué la guardia se anda tan tranquila y mejor le presta atención a los plebeyos? ¿Acaso el Rey se murió, que andaban escoltando sus cosas por las afueras? ¿Por qué los mocos son tan temidos? ¿Por qué no hay comida? ¿Tienes comida? ¿Por qué...? - en ese momento, su cara se puso morada y dejó de hablar para respirar otro tanto de aire para terminar de enunciar la última pregunta - ¿Por qué tienes un moco en la nariz, qué acaso eso no te hace peligroso?
Con una actitud un tanto desesperada, la ladronzuela tomó el último trozo de pan que le quedaba y lo devoró. Al terminar con las últimas migajas, limpióse la comisura de la boca con la manga y se disculpó.
- Perdona que no te haya ofrecido, tenía qué hacerlo para evitar caer en el suelo... o de que me pidieras.
Un escuadrón de soldados comenzó a dividir a la muchedumbre para darse paso, dirigiendo su camino a los límites de uno de los caminos principales a las afueras de la ciudad, pero en el trayecto, uno de los que en más de una ocasión había intentado arrestar a Iliaki por el robo de una peluca, al observarla no hizo más que seguir su camino. La ladronzuela, más confundida que asustada, giró de nuevo al pequeño inventor.
- En serio ¿No tienes algo para comer?
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Algunos cosas nunca cambian en el mundo, un claro ejemplo es Iliaki. Parte ladrona y parte trabajadora circense, resulta ser un personaje más complejo de lo que suelta a primera vista. Da algo de miedo a veces pero es una buena chica… al menos para los estándares de un pequeño niño ladrón.
Lunargenta es mi ciudad, siempre termino en sus calles jeje.
Maquiavelo ha recorrido medio mundo pero su “hogar” continua siendo la capital humana, allí nació y no puede pillar un buen sueño en otro lugar. Eso sin mencionar que tiene a sus hermanos, un trabajo de tiempo completo que realiza con cierto agrado… ¿Que se puede decir?, fue hijo único once años.
Pronto Chimar es inundado por preguntas dispersas, afortunadamente Iliaki no le pilla desprevenido. Sabe cómo es su compañera elfa, tiene la actividad mental de un hámster estimulado con narcóticos. Su último comentario ocasiona una respuesta instintiva en el inventor, tristemente tenia razón.
Mientras el chico genio se limpia la nariz ocurre otra cosa destacable, su compañera devora un pan como si no hubiera mañana. Alguien debe tener hambre, una sensación poco agradable que ambos conocen a profundidad. Parece que los robos no marchan bien para la joven elfa, todo carterista respetable siempre tiene la barriga llena.
Todo está al revés gracias a la nueva peste, una extraña enfermedad que parece propagarse por todos lados… hacen que un “pobre niño” tenga complicado ganarse el pan.
Claramente está bromeando, el tesoro de la base se encuentra a reventar. Según dijo un sabio de nombre extraño, es bueno prepararse para los tiempos difíciles. Por suerte ambos líderes Gorriones compartían esa opinión y atesoraron buenas riquezas, los demás le veían como una pérdida de tiempo pero aceptaron las palabras de sus mayores.
Una cosa esta clara, el estómago de Iliaki es un agujero en el mar. Chimar suspira, no puede dejar que un amigo suyo pase hambre… al menos no tan directamente. Saca dos galletas y un pan dulce de sus bolsillos secretos, eso debería saciar a la bestia por suficiente tiempo como para seguir su camino.
Toma esto pero no te acostumbres jajaja.
Un contingente de guardias pasa por un lado pero tienen suficientes problemas como para ponerse a reconocer ladronzuelos, la ciudad entera se ha vuelto loca. Todos se ven claramente alterados por la situación pero el niño inventor sabe cómo moverse en tales escenarios turbulentos… luego de tantas aventuras aprendió.
Y… ¿tienes algún motivo para visitar nuestra hermosa ciudad en esta bella época del año?
Lunargenta es mi ciudad, siempre termino en sus calles jeje.
Maquiavelo ha recorrido medio mundo pero su “hogar” continua siendo la capital humana, allí nació y no puede pillar un buen sueño en otro lugar. Eso sin mencionar que tiene a sus hermanos, un trabajo de tiempo completo que realiza con cierto agrado… ¿Que se puede decir?, fue hijo único once años.
Pronto Chimar es inundado por preguntas dispersas, afortunadamente Iliaki no le pilla desprevenido. Sabe cómo es su compañera elfa, tiene la actividad mental de un hámster estimulado con narcóticos. Su último comentario ocasiona una respuesta instintiva en el inventor, tristemente tenia razón.
Mientras el chico genio se limpia la nariz ocurre otra cosa destacable, su compañera devora un pan como si no hubiera mañana. Alguien debe tener hambre, una sensación poco agradable que ambos conocen a profundidad. Parece que los robos no marchan bien para la joven elfa, todo carterista respetable siempre tiene la barriga llena.
Todo está al revés gracias a la nueva peste, una extraña enfermedad que parece propagarse por todos lados… hacen que un “pobre niño” tenga complicado ganarse el pan.
Claramente está bromeando, el tesoro de la base se encuentra a reventar. Según dijo un sabio de nombre extraño, es bueno prepararse para los tiempos difíciles. Por suerte ambos líderes Gorriones compartían esa opinión y atesoraron buenas riquezas, los demás le veían como una pérdida de tiempo pero aceptaron las palabras de sus mayores.
Una cosa esta clara, el estómago de Iliaki es un agujero en el mar. Chimar suspira, no puede dejar que un amigo suyo pase hambre… al menos no tan directamente. Saca dos galletas y un pan dulce de sus bolsillos secretos, eso debería saciar a la bestia por suficiente tiempo como para seguir su camino.
Toma esto pero no te acostumbres jajaja.
Un contingente de guardias pasa por un lado pero tienen suficientes problemas como para ponerse a reconocer ladronzuelos, la ciudad entera se ha vuelto loca. Todos se ven claramente alterados por la situación pero el niño inventor sabe cómo moverse en tales escenarios turbulentos… luego de tantas aventuras aprendió.
Y… ¿tienes algún motivo para visitar nuestra hermosa ciudad en esta bella época del año?
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Mientras devoraba la galleta que el niño le había dado, Iliaki escuchaba atentamente lo que éste le decía, satisfaciendo con ello también la curiosidad que la embargaba.
- Eso explica tantas cosas... ¡Yom! - exclamaba con el bocado en diente. Poco después, su oído prestó nuevamente atención a la pregunta que le hacía su compañero.
- Oh ¿Visitar la ciudad? Vamos, Chimar, eres más inteligente que eso, tú sabes que vivo aquí pero bueno ¡Vaya! Es sólo que... - se detuvo de pronto, carraspeó otro tanto y prosiguió - Je, e-es una historia graciosa, me dormí en un pajar sobre una carreta y desperté en Baslodia...
Sus mejillas se ruborizaron de vergüenza, al relatar aquello cayó en la cuenta que la causa de su viaje era, en efecto, totalmente ridícula, además de traerle una baja notable ante su habilidad para ejercer su noble labor. El hambre, su mayor enemigo, había sido mitigado por las pocas reservas que llevaba en su bolsillo.
Divagaba en su fuerte batalla personal contra la inanición cuando su pensamiento volvió al origen de aquel pequeño alimento que se le había proporcionado.
Reconozco el sabor, reconozco el sazón del cocinero que hizo esto ¡Es difícil conseguir una de estas piezas! ¡Wah, necesito más!
Y cayendo en un profundo frenesí e ignorando la graciosa advertencia que le había hecho Chimar, lo agarró de los hombros y lo comenzó a sacudir, manejada por el instinto de cualquier niño hambriento para intentar sacarle alguna migaja más.
- ¡¿Cómo las cosneguiste?! ¡¿Tienes más?! ¡Quiero más, dame, dame, dame! - gritaba de forma desquiciante. El ruido fue tal que incluso una mujer de gran edad se dignó a abrir su ventana para arrojarles un zapato con el motivo de callar los gritos de la ladronzuela.
¡El espectáculo fue magnífico! La parábola del calzado dio tal giro que aceleró hasta dibujar una hermosa curva, quedando el final de la trayectoria de arrojamiento justo en la nuca de la elfilla. No fue sino hasta entonces que ella soltó al probablemente aturdido chiquillo, cayendo de bruces al suelo y extendido su cuerpo cual alfombra.
- Dame... - fue lo último que dijo la ladronzuela antes de dar por perdida su dignidad.
- Eso explica tantas cosas... ¡Yom! - exclamaba con el bocado en diente. Poco después, su oído prestó nuevamente atención a la pregunta que le hacía su compañero.
- Oh ¿Visitar la ciudad? Vamos, Chimar, eres más inteligente que eso, tú sabes que vivo aquí pero bueno ¡Vaya! Es sólo que... - se detuvo de pronto, carraspeó otro tanto y prosiguió - Je, e-es una historia graciosa, me dormí en un pajar sobre una carreta y desperté en Baslodia...
Sus mejillas se ruborizaron de vergüenza, al relatar aquello cayó en la cuenta que la causa de su viaje era, en efecto, totalmente ridícula, además de traerle una baja notable ante su habilidad para ejercer su noble labor. El hambre, su mayor enemigo, había sido mitigado por las pocas reservas que llevaba en su bolsillo.
Divagaba en su fuerte batalla personal contra la inanición cuando su pensamiento volvió al origen de aquel pequeño alimento que se le había proporcionado.
Reconozco el sabor, reconozco el sazón del cocinero que hizo esto ¡Es difícil conseguir una de estas piezas! ¡Wah, necesito más!
Y cayendo en un profundo frenesí e ignorando la graciosa advertencia que le había hecho Chimar, lo agarró de los hombros y lo comenzó a sacudir, manejada por el instinto de cualquier niño hambriento para intentar sacarle alguna migaja más.
- ¡¿Cómo las cosneguiste?! ¡¿Tienes más?! ¡Quiero más, dame, dame, dame! - gritaba de forma desquiciante. El ruido fue tal que incluso una mujer de gran edad se dignó a abrir su ventana para arrojarles un zapato con el motivo de callar los gritos de la ladronzuela.
¡El espectáculo fue magnífico! La parábola del calzado dio tal giro que aceleró hasta dibujar una hermosa curva, quedando el final de la trayectoria de arrojamiento justo en la nuca de la elfilla. No fue sino hasta entonces que ella soltó al probablemente aturdido chiquillo, cayendo de bruces al suelo y extendido su cuerpo cual alfombra.
- Dame... - fue lo último que dijo la ladronzuela antes de dar por perdida su dignidad.
Última edición por Iliaki el Mar Ago 22 2017, 23:02, editado 2 veces
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
¿Quedarse dormido en una carreta y despertar en otra ciudad?, terriblemente ridículo aunque chimar no lo dirá… le ha pasado un par de veces. Es una bonita forma de ahorrar camino pero puede traer eventos extraños, sin duda es mejor estar despierto durante viajes raros y desconocidos.
Claro… claro que lo sabía…
Lo cierto es que no tenía idea de que Iliaki viviera en la ciudad… como la encuentra en lugares extraños juraba que era un alma errante. Lunargenta sigue atrayendo un sinfín de personajes originales, si los niños son curiosos se pueden imaginar a la población adulta, toda una mezcla de frutas.
De repente la elfa sufre una especie de ataque violento y arremete contra Chimar, parece haber sido poseída por una entidad maligna. Todo evento sobrenatural queda descartado con sus peticiones, quiere más comida… por eso no es recomendable dar alimento a un niño hambriento, incluso si lo conoces.
No tengo más…
No suena muy convincente, bastante apropiado porque es una cruel mentira. Lo que resta es para sus hermanos, podría comprar más pero como ahora operan con las reservas del gremio no sería muy honesto… ver a un ladrón con moral es más raro que pillar a un vampiro tomando el sol en la playa pero de cosas extrañas gira el mundo.
Oportunamente un zapato termina por noquear a la chica, eso suele pasar en los callejones si haces mucho escándalo. Ahora completamente libre el pequeño Maquiavelo se arregla un poco, termino con los ropajes arrugados. Siente algo de pena por Iliaki, está claro que tiene una mala semana.
Me temo que si quieres más comida tendrás que volverte un Gorrión.
Aunque por ley las invitaciones al clan deben realizarse con ambos líderes presentes… existen excepciones. Chimar ya tiene suficiente reputación interna como para eludir cosas administrativas, es el segundo líder por una razón. A simple vista parece una medida humanitaria pero tiene cierto valor estratégico, la joven orejas de punta es una buena ladrona y pertenece al gremio también.
Pero claro, es necesaria una prueba.
Son las reglas, debes mostrar tu valía para entrar al grupo de huérfanos. Más que todo una formalidad, nadie nunca la ha fracasado aunque los aspirantes no tienen por qué saber eso. Pese a que Chimar sabe de lo que Iliaki es capaz debe seguir dicho protocolo… ya tendrá mucho que explicar si se aparece con la primera niña del equipo.
Claro… claro que lo sabía…
Lo cierto es que no tenía idea de que Iliaki viviera en la ciudad… como la encuentra en lugares extraños juraba que era un alma errante. Lunargenta sigue atrayendo un sinfín de personajes originales, si los niños son curiosos se pueden imaginar a la población adulta, toda una mezcla de frutas.
De repente la elfa sufre una especie de ataque violento y arremete contra Chimar, parece haber sido poseída por una entidad maligna. Todo evento sobrenatural queda descartado con sus peticiones, quiere más comida… por eso no es recomendable dar alimento a un niño hambriento, incluso si lo conoces.
No tengo más…
No suena muy convincente, bastante apropiado porque es una cruel mentira. Lo que resta es para sus hermanos, podría comprar más pero como ahora operan con las reservas del gremio no sería muy honesto… ver a un ladrón con moral es más raro que pillar a un vampiro tomando el sol en la playa pero de cosas extrañas gira el mundo.
Oportunamente un zapato termina por noquear a la chica, eso suele pasar en los callejones si haces mucho escándalo. Ahora completamente libre el pequeño Maquiavelo se arregla un poco, termino con los ropajes arrugados. Siente algo de pena por Iliaki, está claro que tiene una mala semana.
Me temo que si quieres más comida tendrás que volverte un Gorrión.
Aunque por ley las invitaciones al clan deben realizarse con ambos líderes presentes… existen excepciones. Chimar ya tiene suficiente reputación interna como para eludir cosas administrativas, es el segundo líder por una razón. A simple vista parece una medida humanitaria pero tiene cierto valor estratégico, la joven orejas de punta es una buena ladrona y pertenece al gremio también.
Pero claro, es necesaria una prueba.
Son las reglas, debes mostrar tu valía para entrar al grupo de huérfanos. Más que todo una formalidad, nadie nunca la ha fracasado aunque los aspirantes no tienen por qué saber eso. Pese a que Chimar sabe de lo que Iliaki es capaz debe seguir dicho protocolo… ya tendrá mucho que explicar si se aparece con la primera niña del equipo.
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Cuando una puerta se cierra, otra se abre, y esas hermosas palabras llegaban a sus oídos como la ambrosía a un hambriento. Y ella estaba hambrienta.
- ¿Un qué? - preguntó mientras alzaba su cara del suelo. El chico genio continuó con los términos e Iliaki se incorporó dificultosamente.
Conforme Chimar iba avanzando con sus palabras, las pupilas y los intestinos de Iliaki se expandían de la emoción, pensando en que la inanición no sería el motivo por el cual ella moriría, sino que su muerte sería más digna y con el estómago lleno, poniendo énfasis en su regocijada mente en que aquel motivo sería por reventar su vientre después de un copioso banquete.
- ¿Una prueba? - dijo después de alzarse y sacudirse las ropas.- ¿Y cómo me convierto en un gorrión? ¿Tendré qué robar migas a las palomas o algo? ¿O me llevarás con un brujo para tomarme una asquerosa poción metamórfica? ¡Ugh! - exclamó al final en medio de un escalofrío, imaginándose el asqueroso sabor de la poción.
Y es que ella, sin saber lo que eran los Gorriones, pensó que aquella manera que le ofrecía su compañero era convertirse, literalmente, en un gorrión. Pero luego de un rato procesando la frase en su mente, cayó en la cuenta de que Chimar tenía otro semántica para lo que era "volverse un gorrión".
- ¡Oh, oh... claro! ¡Gorrión! ¡Eso! - dijo simulando una sonrisa - Te engañado ¿No es así? ¡Gorrión! Oh... ¿Q-qué es un Gorrión?
Vaya, la falta de azúcar me afecta la cabeza, y sumado el enorme dolor de cuello por el estrés de los asaltos fallidos ¡Claro que se me iba a atrofiar el cerebro! Sin embargo, no creo que lo que sea un Gorrión sea realmente algo malo, de cualquier manera, ya estoy con los Ladrones ¿Qué podría ser peor? Si hay comida gratis, significa que es bueno ¡Por supuesto!
Pero conociendo al pirómano de Chimar... oh, que la virgen de la papaya me ampare.
- ¿Y bien? - añadió la elfilla tragando saliva - ¿Qué clase de prueba me pondrías si acepto?
La ansiedad que la causaba la incertidumbre de la decisión de su compañero era a la vez mezclado y aplacado por la satisfacción de poder sobrevivir un día más a su enemigo más perverso. Era la pequeña luz que se afirmaba contra una ciudad que estaba a punto de sucumbir ante el pánico.
- ¿Un qué? - preguntó mientras alzaba su cara del suelo. El chico genio continuó con los términos e Iliaki se incorporó dificultosamente.
Conforme Chimar iba avanzando con sus palabras, las pupilas y los intestinos de Iliaki se expandían de la emoción, pensando en que la inanición no sería el motivo por el cual ella moriría, sino que su muerte sería más digna y con el estómago lleno, poniendo énfasis en su regocijada mente en que aquel motivo sería por reventar su vientre después de un copioso banquete.
- ¿Una prueba? - dijo después de alzarse y sacudirse las ropas.- ¿Y cómo me convierto en un gorrión? ¿Tendré qué robar migas a las palomas o algo? ¿O me llevarás con un brujo para tomarme una asquerosa poción metamórfica? ¡Ugh! - exclamó al final en medio de un escalofrío, imaginándose el asqueroso sabor de la poción.
Y es que ella, sin saber lo que eran los Gorriones, pensó que aquella manera que le ofrecía su compañero era convertirse, literalmente, en un gorrión. Pero luego de un rato procesando la frase en su mente, cayó en la cuenta de que Chimar tenía otro semántica para lo que era "volverse un gorrión".
- ¡Oh, oh... claro! ¡Gorrión! ¡Eso! - dijo simulando una sonrisa - Te engañado ¿No es así? ¡Gorrión! Oh... ¿Q-qué es un Gorrión?
Vaya, la falta de azúcar me afecta la cabeza, y sumado el enorme dolor de cuello por el estrés de los asaltos fallidos ¡Claro que se me iba a atrofiar el cerebro! Sin embargo, no creo que lo que sea un Gorrión sea realmente algo malo, de cualquier manera, ya estoy con los Ladrones ¿Qué podría ser peor? Si hay comida gratis, significa que es bueno ¡Por supuesto!
Pero conociendo al pirómano de Chimar... oh, que la virgen de la papaya me ampare.
- ¿Y bien? - añadió la elfilla tragando saliva - ¿Qué clase de prueba me pondrías si acepto?
La ansiedad que la causaba la incertidumbre de la decisión de su compañero era a la vez mezclado y aplacado por la satisfacción de poder sobrevivir un día más a su enemigo más perverso. Era la pequeña luz que se afirmaba contra una ciudad que estaba a punto de sucumbir ante el pánico.
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Chimar pronto se da cuenta de un error conceptual, hubiera sido mejor esclarecer el término antes de soltarlo. Por suerte solo se limita a sonreír, a veces los desvaríos de Iliaki resultan entretenidos. Luego de que la pobre elfa rompe su cerebro intentando darle un significado a las palabras del chico otra cosa llama su atención, la prueba.
A si, la prueba.
Dice con aire dramático, lo cierto es que debe hacer un gran esfuerzo para no reír. Es un genio pero sigue teniendo doce, jugar resulta importante para él. Todos se asustan con esa palabra, en su momento ocurrió lo mismo con los demás. Maquiavelo expande su sonrisa de forma macabra, luego suelta algunas risas.
Primero lo primero, los Gorriones somos un grupo de niños ladrones, una especie de hermandad que vela por todos los integrantes del equipo… es suficiente con decir que rara vez nos falta algo jeje.
A simple vista parece un gremio de ladrones infantil pero no puede estar más alejado de la realidad, todos los integrantes se cuidan entre si y… “laboran” para el bienestar del grupo. No existen cuotas que pagar, ni reglas molestas, se trabaja por el mero hecho de la supervivencia cómoda y los lujos mundanos.
Aclarado eso, todos los aspirantes deben mostrar su valía con una prueba y si la superan son aceptados… básicamente debes robar algo a alguien eficientemente.
Se lleva la mano derecha hasta su barbilla, intenta idear algo relativamente novedoso para probar a su amiga. Ella es integrante del gremio de ladrones, por lo tanto el reto debe estar a la altura. Arquea una ceja con su idea más irónica, luego de meditarlo varios segundos le escoge como desafío predilecto.
¡Tengo la prueba perfecta!, ¿conoces a Johan y su famoso pan de oro?
Todos en la ciudad conocen a ese personaje, un maestro de las artes culinarias que realiza pedidos para los ricos capitalinos. Su mejor platillo según testigos directos es el reconocido pan de oro, uno que también es bastante caro debido a sus ingredientes. Cada semana se envía uno al castillo para ser degustado por el propio rey, afortunadamente hoy es el día esperado a pesar del panorama inestable.
Ya dije el precio, ahora depende de ti conseguirlo, te seguiré de cerca para evaluarte.
Como en todo robo existen múltiples formas de conseguir el premio, desde infiltrarse en la cocina de Johan hasta robarlo de la mesa real. Es una prueba relativamente difícil pero no es un aspirante cualquiera, la elfa debería poder conseguirlo. Maquiavelo por su parte ahora tomara un papel de seguidor y solo intervendrá de ser extremadamente necesario... aunque también para echarse unas buenas risas.
Hora de jugar.
A si, la prueba.
Dice con aire dramático, lo cierto es que debe hacer un gran esfuerzo para no reír. Es un genio pero sigue teniendo doce, jugar resulta importante para él. Todos se asustan con esa palabra, en su momento ocurrió lo mismo con los demás. Maquiavelo expande su sonrisa de forma macabra, luego suelta algunas risas.
Primero lo primero, los Gorriones somos un grupo de niños ladrones, una especie de hermandad que vela por todos los integrantes del equipo… es suficiente con decir que rara vez nos falta algo jeje.
A simple vista parece un gremio de ladrones infantil pero no puede estar más alejado de la realidad, todos los integrantes se cuidan entre si y… “laboran” para el bienestar del grupo. No existen cuotas que pagar, ni reglas molestas, se trabaja por el mero hecho de la supervivencia cómoda y los lujos mundanos.
Aclarado eso, todos los aspirantes deben mostrar su valía con una prueba y si la superan son aceptados… básicamente debes robar algo a alguien eficientemente.
Se lleva la mano derecha hasta su barbilla, intenta idear algo relativamente novedoso para probar a su amiga. Ella es integrante del gremio de ladrones, por lo tanto el reto debe estar a la altura. Arquea una ceja con su idea más irónica, luego de meditarlo varios segundos le escoge como desafío predilecto.
¡Tengo la prueba perfecta!, ¿conoces a Johan y su famoso pan de oro?
Todos en la ciudad conocen a ese personaje, un maestro de las artes culinarias que realiza pedidos para los ricos capitalinos. Su mejor platillo según testigos directos es el reconocido pan de oro, uno que también es bastante caro debido a sus ingredientes. Cada semana se envía uno al castillo para ser degustado por el propio rey, afortunadamente hoy es el día esperado a pesar del panorama inestable.
Ya dije el precio, ahora depende de ti conseguirlo, te seguiré de cerca para evaluarte.
Como en todo robo existen múltiples formas de conseguir el premio, desde infiltrarse en la cocina de Johan hasta robarlo de la mesa real. Es una prueba relativamente difícil pero no es un aspirante cualquiera, la elfa debería poder conseguirlo. Maquiavelo por su parte ahora tomara un papel de seguidor y solo intervendrá de ser extremadamente necesario... aunque también para echarse unas buenas risas.
Hora de jugar.
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
La ciudad se desenvolvía poco a poco para caer en las garras de la ausencia de alegría. El escuadrón que antes cruzaran los pilluelos ya cruzaba la entrada de la ciudad, y los habitantes se dejaban caer en la desolación de la incertidumbre. Iliaki ya no miraba a su propio frente, sino hacia arriba, hacia la dirección en que los barrios ricos solían tomar vino y leche sin ninguna preocupación, ajenos al dolor del pueblo. En el centro, el castillo sin Rey ya no parecían tan imponente en aquel día gris.
Pero en aquel callejón los atisbos de supervivencia se veían de pronto manchados en varios sentimientos que se describían perfectamente en tres palabras...
- ¿Es en serio? - replicó la elfilla sin expresión alguna
- Tú quieres que muera, seguramente, ¡ya decía yo que reconocía el sabor de esas galletas! -volvió a hablar, esta vez con los ojos muy abiertos -¿Sabes que ese desgraciado ya me cogió manía? Es zona roja para mi pobre cara ¡Zona roja! - remarcó insistentemente mientras sus manos rectas enmarcaban su expresión de desesperación.
Quedó otro momento en silencio, con las manos en los bolsillos del pantalón y la cabeza vacilante. Miraba a la plaza, giraba de vuelta, volvía a dirigir la mirada a las calles y soltaba un resoplido. Luego de un rato, miró a Chimar largamente, sabrían los dioses si su mirada era para tratar de decirle algo, si intentaba adivinar su pensamiento, si planeaba su desastroza muerte o si simplemente estaba contemplando el moco seco que colgaba de su nariz. Su voluntad era un misterio.
Harta de aquella contemplación de como quien observa una costosa escultura, giró sobre sus talones y caminó hacia lo que era la calle más cercana que llevaba a las afueras de Lunargenta.
Si un letrado conservador hubiera visto aquella escena, habría deducido que la chica se había rendido y que por fin se redimía hacia un camino de bien, pero también probablemente su hubiera caído en sus posaderas al ver que Iliaki, luego de unos cuantos metros recorridos, volvió a girar abruptamente para correr a todo lo que le daban sus flacuchas piernas hasta llegar a una pared.
Varios saltos simiescos le permitieron llegar hasta la punta del techo, para echar a correr en los tejados como si estuviese pisando carbones encendidos. En mitad de su carrera, soltó un grito a su compañero.
- ¡Tonto el último! - exclamó mientras le enseñaba burlona la lengua.
Sin fijarse en si había dejado atrás a Chimar o no, pasó un rato en el que las personas, abstraídas en sus propios problemas, no dieron jamás cuenta de aquel juego infantil. Las casas ricas comenzaban a distinguirse en su extraño fundido con las chozas plebeyas, y las calles poco a poco comenzaron a volverse más anchas hasta mostrar los últimos comercios que aún se dignaban a abrir sus puertas.
La mejor panadería de Lunargenta, el tan codiciado objetivo, se encontraba frente a los traviesos ojos de la ladronzuela. Con la ausencia de la corte, sus puertas se habían cerrado, pero el humo de los hornos aún danzaba sobre la chimenea.
- Perfecto. - susurró para sí misma. Luego, miró hacia abajo y agitó el brazo para dar a saber al pequeño inventor que se encontraba ahí.
Pero en aquel callejón los atisbos de supervivencia se veían de pronto manchados en varios sentimientos que se describían perfectamente en tres palabras...
- ¿Es en serio? - replicó la elfilla sin expresión alguna
- La cara de Iliaki v:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Tú quieres que muera, seguramente, ¡ya decía yo que reconocía el sabor de esas galletas! -volvió a hablar, esta vez con los ojos muy abiertos -¿Sabes que ese desgraciado ya me cogió manía? Es zona roja para mi pobre cara ¡Zona roja! - remarcó insistentemente mientras sus manos rectas enmarcaban su expresión de desesperación.
Quedó otro momento en silencio, con las manos en los bolsillos del pantalón y la cabeza vacilante. Miraba a la plaza, giraba de vuelta, volvía a dirigir la mirada a las calles y soltaba un resoplido. Luego de un rato, miró a Chimar largamente, sabrían los dioses si su mirada era para tratar de decirle algo, si intentaba adivinar su pensamiento, si planeaba su desastroza muerte o si simplemente estaba contemplando el moco seco que colgaba de su nariz. Su voluntad era un misterio.
Harta de aquella contemplación de como quien observa una costosa escultura, giró sobre sus talones y caminó hacia lo que era la calle más cercana que llevaba a las afueras de Lunargenta.
Si un letrado conservador hubiera visto aquella escena, habría deducido que la chica se había rendido y que por fin se redimía hacia un camino de bien, pero también probablemente su hubiera caído en sus posaderas al ver que Iliaki, luego de unos cuantos metros recorridos, volvió a girar abruptamente para correr a todo lo que le daban sus flacuchas piernas hasta llegar a una pared.
Varios saltos simiescos le permitieron llegar hasta la punta del techo, para echar a correr en los tejados como si estuviese pisando carbones encendidos. En mitad de su carrera, soltó un grito a su compañero.
- ¡Tonto el último! - exclamó mientras le enseñaba burlona la lengua.
Sin fijarse en si había dejado atrás a Chimar o no, pasó un rato en el que las personas, abstraídas en sus propios problemas, no dieron jamás cuenta de aquel juego infantil. Las casas ricas comenzaban a distinguirse en su extraño fundido con las chozas plebeyas, y las calles poco a poco comenzaron a volverse más anchas hasta mostrar los últimos comercios que aún se dignaban a abrir sus puertas.
La mejor panadería de Lunargenta, el tan codiciado objetivo, se encontraba frente a los traviesos ojos de la ladronzuela. Con la ausencia de la corte, sus puertas se habían cerrado, pero el humo de los hornos aún danzaba sobre la chimenea.
- Perfecto. - susurró para sí misma. Luego, miró hacia abajo y agitó el brazo para dar a saber al pequeño inventor que se encontraba ahí.
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Haciendo caso omiso al panorama lúgubre de alrededor Chimar pone su entera atención en la ladronzuela. Espera una reacción extraña y sin duda la obtiene, Iliaki hace honor a su reputación siempre. El pequeño inventor no puede evitar reír maliciosamente, todo se pone mucho más divertido.
Lo sabía, la idea es que sea difícil.
Obviamente está mintiendo, no se imaginaba que su compañera tenía una trama aparte con el panadero de renombre pero es un mocoso y a veces le gusta hacerse el interesante. Una cosa esta clara, la elfa tendrá una de las pruebas más difíciles jamás llevada a cabo por un recluta de los Gorriones.
Maquiavelo guarda silencio al ver como su amiga desiste y comienza a retirarse, eso no se lo esperaba. Tal vez se excedió con el reto, resulta difícil saber la resistencia de una persona. Un pequeño sentimiento de culpa crece en su interior, ahora se siente mal por presionar a su aliada de esa forma.
¡¡Que rayos!!
Todo arrepentimiento se disuelve cuando la realidad sale a flote, era un juego de la chica. El niño genio se apresura a incorporarse en la carrera, no puede quedar como tonto. Su rival decide tomar los tejados como atajo, es una estrategia ganadora pero que sin duda puede ser utilizada por ambos elementos.
El chico sube con velocidad, tiene una agilidad bastante destacable gracias a su experiencia. Como puede intenta asaltar la primera posición, algo que resulta ser más difícil de lo esperado. No tomar la iniciativa casi siempre cuesta la victoria en tales competencias, tristemente este resulta ser el caso.
¡¡Mil rayos!!
Iliaki llega primero a la panadería, nada mal. Tiene material de Gorrión, será una buena adquisición si todo sale bien. El joven inventor recupera su aliento con velocidad, luego mira a la aspirante con cara interrogante. Están iniciando y es su juego, Maquiavelo solo esta como observador y posible "salva traseros".
Algo huele bien…
Pocas son las personas que pueden resistirse al rico aroma del pan fresco, los niños en particular son propensos a sucumbir con facilidad. La edificación impregna medio distrito con el delicioso aroma, todo un elemento distractor. Chimar niega con la cabeza para centrarse, luego espera los planes de su colega criminal.
“Quizás pueda llevarme algunos panes para la ratonera...”
Lo sabía, la idea es que sea difícil.
Obviamente está mintiendo, no se imaginaba que su compañera tenía una trama aparte con el panadero de renombre pero es un mocoso y a veces le gusta hacerse el interesante. Una cosa esta clara, la elfa tendrá una de las pruebas más difíciles jamás llevada a cabo por un recluta de los Gorriones.
Maquiavelo guarda silencio al ver como su amiga desiste y comienza a retirarse, eso no se lo esperaba. Tal vez se excedió con el reto, resulta difícil saber la resistencia de una persona. Un pequeño sentimiento de culpa crece en su interior, ahora se siente mal por presionar a su aliada de esa forma.
¡¡Que rayos!!
Todo arrepentimiento se disuelve cuando la realidad sale a flote, era un juego de la chica. El niño genio se apresura a incorporarse en la carrera, no puede quedar como tonto. Su rival decide tomar los tejados como atajo, es una estrategia ganadora pero que sin duda puede ser utilizada por ambos elementos.
El chico sube con velocidad, tiene una agilidad bastante destacable gracias a su experiencia. Como puede intenta asaltar la primera posición, algo que resulta ser más difícil de lo esperado. No tomar la iniciativa casi siempre cuesta la victoria en tales competencias, tristemente este resulta ser el caso.
¡¡Mil rayos!!
Iliaki llega primero a la panadería, nada mal. Tiene material de Gorrión, será una buena adquisición si todo sale bien. El joven inventor recupera su aliento con velocidad, luego mira a la aspirante con cara interrogante. Están iniciando y es su juego, Maquiavelo solo esta como observador y posible "salva traseros".
Algo huele bien…
Pocas son las personas que pueden resistirse al rico aroma del pan fresco, los niños en particular son propensos a sucumbir con facilidad. La edificación impregna medio distrito con el delicioso aroma, todo un elemento distractor. Chimar niega con la cabeza para centrarse, luego espera los planes de su colega criminal.
“Quizás pueda llevarme algunos panes para la ratonera...”
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Con la mirada aún fija en la parte baja, acomodó su gabardina y se sentó en la orilla del tejado.
- Ni que lo digas. - respondió Iliaki con los ojos aún enganchados. Pasados unos momentos, por fin volvió la vista hacia Chimar. - La última vez que intenté sacar algo de ahí fue hace unos tres veranos ¡Pero qué digo! ¡Ya estoy anciana! ¡Ja, ja, ja! - exclamó de pronto en carcajadas, para guardar silencio de nuevo.
Los años vividos de pronto se estamparon todos en su cabeza, reclamando cada uno un poco de su atención para ser recordado regresivamente hasta perderse en los más brumosos de sus primeros años de vida. Sus ojos se humedecieron ligeramente y dejó salir una pequeña sonrisa nostálgica de la comisura de sus labios.
Astaroth. Si existe el alma, ojalá esté descansando la tuya en paz.
- Debía tener tu edad, enano, pero bah, ni luces tan joven - dijo luego de un rato mientras golpeaba el brazo del inventor con sus nudillos - ¡En menos de lo que te sacas un moco, ya estarás pronunciando tus últimas palabras!
El sonido del galope de unos caballos cortó de pronto su emotivo discurso, haciendo que su atención se centrara de nuevo en la entrada de la panadería. La luz de un sol que ya inclinaba, iluminaba en un juego de sombras y contrastes la carreta que llevaba como misión transportar los ingredientes para la próxima jornada. En la memoria de cualquier habitante, un transporte de esa cala se tornaba fácil de recordar, pues no está de más decir que en ese temporada tan difícil casi no pasaba ninguno así.
- Je, je ¡Ahí! - señaló la elfilla con una sonrisa de oreja a oreja. El enorme portón de madera se abría pesadamente, y el arriero bajaba para esperar una orden. - ¡Vamos, o nos quedamos fuera!
De improviso, la ladronzuela se deslizó por las paredes hasta caer en el suelo, escondiéndose luego detrás de un montón de desperdicios y baldes.
En su caída, estuvo tentada de jalar de la manga a Chimar para arrastrarlo con ella, pero sorpresivamente, la prudencia (o el sentido común) había ganado, evitándose así un accidente con un par de cráneos fracturados.
La última vez que vine aquí tendría 11 años e intenté colarme por la chimenea. Creí que había tenido suerte al ver las llamas apagadas, pero el dueño de la panadería, un viejo burgués de barba blanca y barriga pronunciada, estaba visitando el negocio aquél día y mandó a echarme con la cara en el suelo.
La segunda y última vez que lo intenté fue por la ventana trasera. El principal panadero, repostero, cocinero y demás títulos que se encaraba, fue el que me atrapó mientras tomaba una de sus famosas galletas de tres chocolates. Su cara de indignación era un poema, se puso tan rojo y sus orejas se pusieron tan hinchadas que se quitó su guante de cocinar y me propinó tamaño bofetón en la mejilla derecha. Aún me duele al recordarlo.
Un hombre de nariz afilada y rostro alargado salió por detrás de los enormes maderos de la entrada. Su pelo grisáceo y sus manos huesudas remarcaban un gran sentido de experiencia y negociación. La carreta, de cerca, era un coche lujoso que arrastraba un remolque con finos ingredientes en su interior.
Desde dentro del coche bajó un elegante hombre gallo, teniendo cuidado de pisar cada uno de los escalones hasta bajar. Detrás suyo, un mozo llevaba un veliz que tintineaba al moverse. Y, evidentemente, ambos hombres comenzaron a negociar el precio, el cual se notaba ampliamente carísimo por la epidemia y la escacez.
La elfilla, desde la distancia comenzó a acercarse poco a poco hasta colocarse debajo de las ruedas del remolque.
- Pssst, Chimaaaaaar, aquííííííí - susurró la ladronzuela.
- Ni que lo digas. - respondió Iliaki con los ojos aún enganchados. Pasados unos momentos, por fin volvió la vista hacia Chimar. - La última vez que intenté sacar algo de ahí fue hace unos tres veranos ¡Pero qué digo! ¡Ya estoy anciana! ¡Ja, ja, ja! - exclamó de pronto en carcajadas, para guardar silencio de nuevo.
Los años vividos de pronto se estamparon todos en su cabeza, reclamando cada uno un poco de su atención para ser recordado regresivamente hasta perderse en los más brumosos de sus primeros años de vida. Sus ojos se humedecieron ligeramente y dejó salir una pequeña sonrisa nostálgica de la comisura de sus labios.
Astaroth. Si existe el alma, ojalá esté descansando la tuya en paz.
- Debía tener tu edad, enano, pero bah, ni luces tan joven - dijo luego de un rato mientras golpeaba el brazo del inventor con sus nudillos - ¡En menos de lo que te sacas un moco, ya estarás pronunciando tus últimas palabras!
El sonido del galope de unos caballos cortó de pronto su emotivo discurso, haciendo que su atención se centrara de nuevo en la entrada de la panadería. La luz de un sol que ya inclinaba, iluminaba en un juego de sombras y contrastes la carreta que llevaba como misión transportar los ingredientes para la próxima jornada. En la memoria de cualquier habitante, un transporte de esa cala se tornaba fácil de recordar, pues no está de más decir que en ese temporada tan difícil casi no pasaba ninguno así.
- Je, je ¡Ahí! - señaló la elfilla con una sonrisa de oreja a oreja. El enorme portón de madera se abría pesadamente, y el arriero bajaba para esperar una orden. - ¡Vamos, o nos quedamos fuera!
De improviso, la ladronzuela se deslizó por las paredes hasta caer en el suelo, escondiéndose luego detrás de un montón de desperdicios y baldes.
En su caída, estuvo tentada de jalar de la manga a Chimar para arrastrarlo con ella, pero sorpresivamente, la prudencia (o el sentido común) había ganado, evitándose así un accidente con un par de cráneos fracturados.
La última vez que vine aquí tendría 11 años e intenté colarme por la chimenea. Creí que había tenido suerte al ver las llamas apagadas, pero el dueño de la panadería, un viejo burgués de barba blanca y barriga pronunciada, estaba visitando el negocio aquél día y mandó a echarme con la cara en el suelo.
La segunda y última vez que lo intenté fue por la ventana trasera. El principal panadero, repostero, cocinero y demás títulos que se encaraba, fue el que me atrapó mientras tomaba una de sus famosas galletas de tres chocolates. Su cara de indignación era un poema, se puso tan rojo y sus orejas se pusieron tan hinchadas que se quitó su guante de cocinar y me propinó tamaño bofetón en la mejilla derecha. Aún me duele al recordarlo.
Un hombre de nariz afilada y rostro alargado salió por detrás de los enormes maderos de la entrada. Su pelo grisáceo y sus manos huesudas remarcaban un gran sentido de experiencia y negociación. La carreta, de cerca, era un coche lujoso que arrastraba un remolque con finos ingredientes en su interior.
Desde dentro del coche bajó un elegante hombre gallo, teniendo cuidado de pisar cada uno de los escalones hasta bajar. Detrás suyo, un mozo llevaba un veliz que tintineaba al moverse. Y, evidentemente, ambos hombres comenzaron a negociar el precio, el cual se notaba ampliamente carísimo por la epidemia y la escacez.
La elfilla, desde la distancia comenzó a acercarse poco a poco hasta colocarse debajo de las ruedas del remolque.
- Pssst, Chimaaaaaar, aquííííííí - susurró la ladronzuela.
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Parece que no es la primera infiltración de Iliaki en el lugar, solo resta esperar que sus experiencias previas hayan sido “funcionales”. La panadería en si es una estructura destacable, debe ser la más grande asentada en Lunargenta... pronto el pequeño genio comienza a preguntarse si selecciono bien la prueba, suele dejarse llevar a veces.
La chica parece sumergirse en su mente algunos instantes, salta a la vista. Chimar reconoce el estado porque tiene momentos similares cada cierto tiempo, siempre se pierde cuando medita una nueva invención y da cierta sensación de ausencia a los demás, mismo proceso con diferentes características.
De repente la elfa da un vestigio de su pasado, deja entrever alguien importante que ya no está. Maquiavelo le mira con intriga pero evita formar debate, sabe muy bien lo que es perder gente importante. Al final esas cosas se saben por si solas, la misma persona termina por aclararlas en algún momento.
Algo más llama la atención del par, un carro de suministros custodiado. Claramente algunas líneas de recursos se mantienen pese al turbulento clima, el humano se las ingenia. Al final la revelación indica algo positivo, Johan sigue funcionando como los rumores decían y la prueba puede continuar desarrollándose.
Con velocidad Iliaki ejecuta el primer movimiento, algo osado pero posible. Quiere utilizar la entrega como punto de entrada fácil, no es el camino más seguro aunque puede funcionar. Chimar hubiera entrado atajando por el techo, menos movimiento con el mismo resultado.
Usando la agilidad el niño sigue de cerca a su compañera, se mueven de forma muy sincronizada. Terminan debajo del vehículo, por suerte la seguridad sigue el prototipo de gente sin mucho cerebro fácil de eludir. Debajo de las ruedas esperan el momento oportuno para dar otro paso, uno que será definido enteramente por la “orejas de punta”.
“Un aterrador concepto en sí mismo”
Más adelante el panadero y su proveedor discuten precios, las cifras son bastante altas vale destacar. Con la enfermedad aterrorizando Aerandir muchas cosas han subido de costo, sin duda todo un paraíso para los mercaderes más despabilados. El chico inventor pronto se interesa en llevarse algo más que varios panes, la comida sabe mejor mientras cuentas dinero.
La discusión mercantil se vuelve más errática pero termina como siempre, una de las dos partes cede para luego sellar el trato con un apretón de manos. El arte del comercio puede ser una forma fácil de ganarse la vida y aunque a veces resulta tan deshonesto como robar… sigue siendo legal y moralmente apreciado por la sociedad.
Algunos ayudantes son llamados para descargar, trabajan sorpresivamente rápido bajo el ojo avizor de su jefe. Este último sostiene con firmeza una modesta bolsa de oro, pagara cuando tenga todo adentro. Quedan pocos minutos para que la carreta lujosa y su remolque salgan del lugar, claramente eso supone un problema al par de niños.
¿Y ahora?
La chica parece sumergirse en su mente algunos instantes, salta a la vista. Chimar reconoce el estado porque tiene momentos similares cada cierto tiempo, siempre se pierde cuando medita una nueva invención y da cierta sensación de ausencia a los demás, mismo proceso con diferentes características.
De repente la elfa da un vestigio de su pasado, deja entrever alguien importante que ya no está. Maquiavelo le mira con intriga pero evita formar debate, sabe muy bien lo que es perder gente importante. Al final esas cosas se saben por si solas, la misma persona termina por aclararlas en algún momento.
Algo más llama la atención del par, un carro de suministros custodiado. Claramente algunas líneas de recursos se mantienen pese al turbulento clima, el humano se las ingenia. Al final la revelación indica algo positivo, Johan sigue funcionando como los rumores decían y la prueba puede continuar desarrollándose.
Con velocidad Iliaki ejecuta el primer movimiento, algo osado pero posible. Quiere utilizar la entrega como punto de entrada fácil, no es el camino más seguro aunque puede funcionar. Chimar hubiera entrado atajando por el techo, menos movimiento con el mismo resultado.
Usando la agilidad el niño sigue de cerca a su compañera, se mueven de forma muy sincronizada. Terminan debajo del vehículo, por suerte la seguridad sigue el prototipo de gente sin mucho cerebro fácil de eludir. Debajo de las ruedas esperan el momento oportuno para dar otro paso, uno que será definido enteramente por la “orejas de punta”.
“Un aterrador concepto en sí mismo”
Más adelante el panadero y su proveedor discuten precios, las cifras son bastante altas vale destacar. Con la enfermedad aterrorizando Aerandir muchas cosas han subido de costo, sin duda todo un paraíso para los mercaderes más despabilados. El chico inventor pronto se interesa en llevarse algo más que varios panes, la comida sabe mejor mientras cuentas dinero.
La discusión mercantil se vuelve más errática pero termina como siempre, una de las dos partes cede para luego sellar el trato con un apretón de manos. El arte del comercio puede ser una forma fácil de ganarse la vida y aunque a veces resulta tan deshonesto como robar… sigue siendo legal y moralmente apreciado por la sociedad.
Algunos ayudantes son llamados para descargar, trabajan sorpresivamente rápido bajo el ojo avizor de su jefe. Este último sostiene con firmeza una modesta bolsa de oro, pagara cuando tenga todo adentro. Quedan pocos minutos para que la carreta lujosa y su remolque salgan del lugar, claramente eso supone un problema al par de niños.
¿Y ahora?
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
La elfilla miraba y remiraba. Intentaba en su pequeña cabeza dura formular alguna ruta de infiltración, algo ingenioso que les sacara de ese escondrijo entre las ruedas. Pero su mente se mecía sobre el blanco, por lo que ahora mismo la voz narradora, su servidor, tiene que rellenar las líneas a falta de un pensamiento con peso de la ladronzuela.
Los segundos pasaron largos como fideos, y la chica seguía sin decidirse a ningún movimiento en especial.
- N-no... ¡No lo sé! - terminó por soltar. - ¡Sonaba a una buena idea cuando bajé!
El carro se movió un poco por los movimientos de los caballos. De pronto, unos pasos se fueron acercando al coche, y en vez de pasar de largo, se movieron hacia el remolque. Instintivamente, Iliaki contuvo la respiración para evitar ser oída. La tensión que crecía sobre sus hombros se hacía insoportable, pero más lo era el temor de descubrirse vulnerables.
Las botas estremecían la gravilla del suelo. Crujían las piedras contra las suelas hasta detenerse. Los momentos de quietud se tornaron eternos, volviéndose crispantes cuando aquellos pies comenzaron a inclinarse.El corazoncito de la hija perdida del bosque se aceleró tanto que esta creyó que se le saldría por la nariz. Un pico se asomó.
- Je, je, con razón se me hacía oler algo. Sé que están ahí - les decía una voz pastosa, tranquilizadoramente conocida para la chica.
- ¡Señor Jenkins! - exclamó aún con cautela la ladronzuela.
- ¡Cómo van a ir por ahí sin cuidado! - les dijo el hombre gallo, quien ahora posaba sus plumosos brazos sobre el cuerpo en cuclillas - ¿Qué no saben que no pueden ir así por la vida lanzando flores y rosas? - y dicho esto, se reincorporó trabajosamente sobre sus muslos de polllo, meneando su cabeza y su cresta mientras negaba la poca cautela de la nueva generación
- Estos muchachos, siguiendo con esas maniobras de novatos no van a llegar a ningún lado.
- ¿Dijiste algo, Clemente? - volteó para decirle el viejo nariz de cuchilla a la par que comenzaba a mascar un cigarro puro entre sus colmillos.
- En realidad, sí, hay algo que no me convence en el precio por el...- y así, continuó hablando mientras ponía su brazo sobre la espalda del otro para así llevarlo a un sitio más conveniente.
Hay un ángel que cuidad tu trasero, Iliaki, y muy pronto dejará de asistirte cuando se aburra de ti. Yo creo que si los dioses humanos existen, me tendrán resguardado un lugar muy especial en los abismos del castigo, por supuesto, cuando mi tiempo de gracia se haya terminado.
Aquel hombre bestia, tan gallardo y cuidadosamente pulido era el viejo Clemente Jenkins, una de las leyendas entre los ladrones, y gran preferido entre los cuentos de dormir que contaban de aquel hombre que robaba a los ricos para darle a los pobres. Y la ciudad, tan envuelta en la carestía como estaba, había comenzado a recurrir al mercado negro para conseguir alimentos e ingredientes tan básicos como lo era una simple taza de harina.
Iliaki, tomando el antebrazo de Chimar, salió por la parte contraria a donde estaban ambos hombres de negocios. Con la puerta abierta y el aroma a masa horneada volando por el aire, Iliaki soltó al inventor y corrió por el patio hasta asomarse a una ventana de vidrio transparente y amplio que daba a la cocina.
Aún para ella, la ventana se ubicaba alta, haciendo que esta tuviera que levantarse de puntillas para apenas descubrir la punta de su nariz y los ojos a través de los cristales. El delicioso aroma, tan conocido y punzante para la ladronzuela, emanaba de las rejillas de aquella barrera, una prisión de cristal que apartaba el pecado del mundo de los deliciosos bizcochos que nacían sagradamente en los hornos.
- Lo tenemos, Chimar ¡Lo tenemos! - decía mientras un hilillo de aliva escurría por la comisura de su boca. Luego de limpiarse las babas decadentes, saltó impaciente por la cornisa y comenzó a golpear los hierros de la ventana para forzar el pestillo que la cerraba. No tardó mucho para que este se zafara y dejara sus alas abiertas de par en par para satisfacción de la elfilla.
- Las damas primero - dijo Iliaki mientras se inclinaba cómicamente aún sobre la cornisa.
Los segundos pasaron largos como fideos, y la chica seguía sin decidirse a ningún movimiento en especial.
- N-no... ¡No lo sé! - terminó por soltar. - ¡Sonaba a una buena idea cuando bajé!
El carro se movió un poco por los movimientos de los caballos. De pronto, unos pasos se fueron acercando al coche, y en vez de pasar de largo, se movieron hacia el remolque. Instintivamente, Iliaki contuvo la respiración para evitar ser oída. La tensión que crecía sobre sus hombros se hacía insoportable, pero más lo era el temor de descubrirse vulnerables.
Las botas estremecían la gravilla del suelo. Crujían las piedras contra las suelas hasta detenerse. Los momentos de quietud se tornaron eternos, volviéndose crispantes cuando aquellos pies comenzaron a inclinarse.El corazoncito de la hija perdida del bosque se aceleró tanto que esta creyó que se le saldría por la nariz. Un pico se asomó.
- Je, je, con razón se me hacía oler algo. Sé que están ahí - les decía una voz pastosa, tranquilizadoramente conocida para la chica.
- ¡Señor Jenkins! - exclamó aún con cautela la ladronzuela.
- ¡Cómo van a ir por ahí sin cuidado! - les dijo el hombre gallo, quien ahora posaba sus plumosos brazos sobre el cuerpo en cuclillas - ¿Qué no saben que no pueden ir así por la vida lanzando flores y rosas? - y dicho esto, se reincorporó trabajosamente sobre sus muslos de polllo, meneando su cabeza y su cresta mientras negaba la poca cautela de la nueva generación
- Estos muchachos, siguiendo con esas maniobras de novatos no van a llegar a ningún lado.
- ¿Dijiste algo, Clemente? - volteó para decirle el viejo nariz de cuchilla a la par que comenzaba a mascar un cigarro puro entre sus colmillos.
- En realidad, sí, hay algo que no me convence en el precio por el...- y así, continuó hablando mientras ponía su brazo sobre la espalda del otro para así llevarlo a un sitio más conveniente.
Hay un ángel que cuidad tu trasero, Iliaki, y muy pronto dejará de asistirte cuando se aburra de ti. Yo creo que si los dioses humanos existen, me tendrán resguardado un lugar muy especial en los abismos del castigo, por supuesto, cuando mi tiempo de gracia se haya terminado.
Aquel hombre bestia, tan gallardo y cuidadosamente pulido era el viejo Clemente Jenkins, una de las leyendas entre los ladrones, y gran preferido entre los cuentos de dormir que contaban de aquel hombre que robaba a los ricos para darle a los pobres. Y la ciudad, tan envuelta en la carestía como estaba, había comenzado a recurrir al mercado negro para conseguir alimentos e ingredientes tan básicos como lo era una simple taza de harina.
Iliaki, tomando el antebrazo de Chimar, salió por la parte contraria a donde estaban ambos hombres de negocios. Con la puerta abierta y el aroma a masa horneada volando por el aire, Iliaki soltó al inventor y corrió por el patio hasta asomarse a una ventana de vidrio transparente y amplio que daba a la cocina.
Aún para ella, la ventana se ubicaba alta, haciendo que esta tuviera que levantarse de puntillas para apenas descubrir la punta de su nariz y los ojos a través de los cristales. El delicioso aroma, tan conocido y punzante para la ladronzuela, emanaba de las rejillas de aquella barrera, una prisión de cristal que apartaba el pecado del mundo de los deliciosos bizcochos que nacían sagradamente en los hornos.
- Lo tenemos, Chimar ¡Lo tenemos! - decía mientras un hilillo de aliva escurría por la comisura de su boca. Luego de limpiarse las babas decadentes, saltó impaciente por la cornisa y comenzó a golpear los hierros de la ventana para forzar el pestillo que la cerraba. No tardó mucho para que este se zafara y dejara sus alas abiertas de par en par para satisfacción de la elfilla.
- Las damas primero - dijo Iliaki mientras se inclinaba cómicamente aún sobre la cornisa.
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Sin duda esa no era la respuesta que Chimar esperaba, hubiera hecho caso a su instinto de preservación. Iliaki no sabe qué camino tomar y eso genera una serie de problemas peligrosos en la situación actual, menuda chica. El pequeño genio le mira con ironía pero no tiene tiempo de soltar la lengua, alguien se acerca.
Intenta respirar con tranquilidad para no delatar su posición, tristemente son descubiertos de igual forma. En ese momento pasa algo inesperado, la criatura humanoide con forma de gallo reconoce a la elfa… en el buen sentido. No solo evita montar un alboroto si no que además les cubre el trasero.
Algún día me tienes que contar esa historia…
Murmura a su compañera quien afortunadamente recupera el uso de su cerebro, con la distracción corriendo el par se retira por la retaguardia. Al niño genio le parece conocer de algún lado a su salvador, en la guarida del gremio se sueltan historias sobre un hombre bestia de esa especie pero resulta imposible definir si es el mismo.
Sin mayores contratiempos ambos niños se infiltran, como los empleados se encuentran llevando mercancía el lugar no tiene gente. La aspirante lidera, claramente guiada por su olfato. Eventualmente llegan a la ventana correcta, se pueden ver los numerosos manjares que decoran la cocina listos para ser tomados.
Así que este es el paraíso jeje.
Su colega criminal se adelanta y fuerza la ventana, no le toma mucho tiempo. Ahora con una entrada definida pueden ingresar, el tiempo avanza pero deberían tener suficiente como para tomar el objetivo y varias cosas más antes de salir. La habilidad de Iliaki ha sido probada, tiempo de ver su voluntad.
No lo mencione antes pero el pan de oro no debe ser “profanado”, es un tributo para tus nuevos hermanos y tiene que llegar intacto a la ratonera.
Maquiavelo ensancha su sonrisa, un golpe bajo pero justificado. En cierto modo servirá para aplacar los rumores de favoritismo entre los gorriones, no existe nada mejor que sobornar a un niño con comida. Se puede notar la tensión en el aire, es claro que su amiga ladrona no esperaba esa “puñalada”.
¿Y que esperamos?
Ingresa con cautela, por suerte la zona sigue despejada. Sin perder tiempo toma varias delicias consigo, aperitivos menores para reponer los devorados por Iliaki y rellenar aún más las reservas en casa. El pan de oro debe estar en un lugar destacado pero ese es problema de la chica, su prueba sigue corriendo.
El premio espera, aún no termina la prueba.
Intenta respirar con tranquilidad para no delatar su posición, tristemente son descubiertos de igual forma. En ese momento pasa algo inesperado, la criatura humanoide con forma de gallo reconoce a la elfa… en el buen sentido. No solo evita montar un alboroto si no que además les cubre el trasero.
Algún día me tienes que contar esa historia…
Murmura a su compañera quien afortunadamente recupera el uso de su cerebro, con la distracción corriendo el par se retira por la retaguardia. Al niño genio le parece conocer de algún lado a su salvador, en la guarida del gremio se sueltan historias sobre un hombre bestia de esa especie pero resulta imposible definir si es el mismo.
Sin mayores contratiempos ambos niños se infiltran, como los empleados se encuentran llevando mercancía el lugar no tiene gente. La aspirante lidera, claramente guiada por su olfato. Eventualmente llegan a la ventana correcta, se pueden ver los numerosos manjares que decoran la cocina listos para ser tomados.
Así que este es el paraíso jeje.
Su colega criminal se adelanta y fuerza la ventana, no le toma mucho tiempo. Ahora con una entrada definida pueden ingresar, el tiempo avanza pero deberían tener suficiente como para tomar el objetivo y varias cosas más antes de salir. La habilidad de Iliaki ha sido probada, tiempo de ver su voluntad.
No lo mencione antes pero el pan de oro no debe ser “profanado”, es un tributo para tus nuevos hermanos y tiene que llegar intacto a la ratonera.
Maquiavelo ensancha su sonrisa, un golpe bajo pero justificado. En cierto modo servirá para aplacar los rumores de favoritismo entre los gorriones, no existe nada mejor que sobornar a un niño con comida. Se puede notar la tensión en el aire, es claro que su amiga ladrona no esperaba esa “puñalada”.
¿Y que esperamos?
Ingresa con cautela, por suerte la zona sigue despejada. Sin perder tiempo toma varias delicias consigo, aperitivos menores para reponer los devorados por Iliaki y rellenar aún más las reservas en casa. El pan de oro debe estar en un lugar destacado pero ese es problema de la chica, su prueba sigue corriendo.
El premio espera, aún no termina la prueba.
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
¡Panes y galletas, bizcochos, empanadas, tartas y pasteles! ¡Debieron haberme atrapado y asesinado al instante de entrar, porque esto es el maldito Valhalla! Si los dioses, dueños de este paraíso se enteran de que estamos aquí, seguro que mandarían la hambruna como castigo a nuestros pecados.
Su alimento: El Pan de Oro. Como le de un mordisco, yo...
Sin embargo, sus pensamientos de gloria fueron interrumpidos por una sentencia final.
- Todavía que mandas mi trasero al infierno, Chimar... - suspiró sin muchos ánimos.
Primero, arrastraba los pies, después, sus penas se desvanecieron al ver las osadas galletas de Tres Chocolates que tanto marcaban la historia de los niños. Sus ojos, brillantes como el oro del pan del que debía profanar su almacén, fungieron como imanes hasta las adoradas galletillas.
El olor la elevaba por el aire, arrastrando su cuerpo sin voluntad hacia la harina recién horneada. Sus pies, ligeros, se situaban bailando encima de las mesas. Sus manos temblaban de excitación, imaginando el sabor dulce de los bizcochos en sus papilas. Pero las propias manos en acción del pequeño genio la despertaron para volver a la acción.
Su cabeza giró como tiovivo sin tuercas, intentando encontrar el recipiente reforzado en donde se resguardaba el manjar celestial.
En las afueras, una orden se daba a los pocos estibadores que descansaban en la esquina de la calle fumando y jugando cartas. La orden les obligó de mala gana a levantarse y a dirigirse para mover los costales de la preciada mercancía hasta la entrada de la cocina.
Los rápidos movimientos azuzaron los movimientos de la elfilla, y sin pensarlo, se dirigió hasta la bodega y comenzó a mover cajas y a tirar cosas de las alacenas y de las mesas sin mayor cuidado. Y por fin, detrás de unas cajas, se encontraba un cajón en forma de pedestal encajado en la pared que era resguardado por una puertecilla de acero y una cerradura de bronce.
Los ojos de la ladronzuela se iluminaron, y su boca no alcanzó a dar más para que exclamar.
- ¡Lo encontré, lo encontré!
No cabía en sí misma de gozo, y se dispuso a buscar un cuchillo para botar la chapa de la lámina de metal. Sin embargo, sus esfuerzos fueron interrumpidos por otra puerta que se abría, la puerta que conectaba al patio, y con ello, a los peones que se disponían a mover los costales y el resto de los ingredientes a sus respectivos sitios.
Cuando, al abrir la puerta, se encontraron con un montón de cosas en el suelo, se enfurecieron y comenzaron a echarse la culpa los unos a los otros, que si uno había abierto sin cuidado, que si los pasos del otro retumbaban como los de un elefante, que si la madre de aquel era una... bueno, lo que es grato decir es que no encontraron a la elfilla, quien momentos antes de ese encuentro,
había salido disparada como un rayo hasta esconderse en un rincón de la cocina, con sus manos y su cara haciendo gestos raros de advertencia a su compañero.
El trabajo de aquellos fue rápido: Solamente habían llevado 20 costales de harina y otros tantos más pequeños rellenos de chocolate en gotas y tabletas. Al estar todo acomodado, entró el hombre que antes habían visto en la entrada, encendiendo tanto el cigarro de su boca como la aguda mirada que poseía. Dejando caer un poco de ceniza de su cigarro, llenó sus pulmones y llamó.
- ¡Johan, ya están aquí tus cosas! - gritaba con una voz grave y rasposa - ¡Llama a tus mozos para que comiencen ese pedido, antes de que venga el dueño a cobrarnos por retraso!
- ¡No molestes, por todos los cielos! - respondía a la lejanía otra voz firme y de acento raro.
- ¡Johan!
- ¡Ya te he oído, con una vez es suficiente! ¡No se te vaya a caer la manicura y el corsé de tanto grito! - replicó de nuevo molesto el cocinero.
Luego de un rato, el hombre nariz de cuchilla salió por la misma puerta, refunfuñando entre dientes. Entonces, pasados los minutos, el silencio volvió a hacerse omnipresente. Durante aquellos instantes de tensión, Iliaki había aprovechado para tomar un atizador que reposaba sobre una de las paredes.
- Creo que se ha ido- susurró.
Y como la pequeña ratilla que era, se deslizó de nuevo hasta la bodega para sacar la chapa guardiana. Dentro, un recipiente de hierro resguardaba media docena de panecillos con textura suave y corteza de oro adornada con motivos delgadísimos de plata
- ¡Chimar! ¿Tú creías que no, eh? ¡Mira el prodigioso momento en el que Iliaki hace historia! - llamaba la elfilla para presumir lo que hacía. No obstante, olvidó.
Olvidó al joyero de Baslodia, al famoso Harambe que tenía la habilidad sobre las runas. Había olvidado el hambre de su trayecto y había olvidado la pena y el dolor al ejercer su labor. Los olores deliciosos habían amortiguado los sufrimientos, el tacto de sus manos con el del precioso pan le grabó en la mente que todo el suplicio al intentar alimentarse no era casualidad, sino fruto de una maldición.
El Pan de Oro permanecía aún en la palma de su mano, pero su otra mano se dirigía a auxiliar los horrores que la runa en su cuello le ocasionaba. El dolor le hizo gritar. El sufrimiento la hizo sucumbir. Pero recia a evitar que su orgullo y su historia fueran rotos, se negó, mas la runa logró tirarla al suelo. [1]
No pudo evitar gritar del dolor por más que lo intentó. Sus estremecedores quejidos habían logrado que el cocinero se alarmara, bajando al instante a bajar lo que ocurría, pero al ver la escena, más que aterrorizarse y compadecerse, su rostro se hinchó de ira al reconocer a la pilla que se hallaba en el piso del almacén.
- ¡Otra vez tú!
Offrol
[1] Maldición: ¡Al ladrón!
Su alimento: El Pan de Oro. Como le de un mordisco, yo...
Sin embargo, sus pensamientos de gloria fueron interrumpidos por una sentencia final.
- Todavía que mandas mi trasero al infierno, Chimar... - suspiró sin muchos ánimos.
Primero, arrastraba los pies, después, sus penas se desvanecieron al ver las osadas galletas de Tres Chocolates que tanto marcaban la historia de los niños. Sus ojos, brillantes como el oro del pan del que debía profanar su almacén, fungieron como imanes hasta las adoradas galletillas.
El olor la elevaba por el aire, arrastrando su cuerpo sin voluntad hacia la harina recién horneada. Sus pies, ligeros, se situaban bailando encima de las mesas. Sus manos temblaban de excitación, imaginando el sabor dulce de los bizcochos en sus papilas. Pero las propias manos en acción del pequeño genio la despertaron para volver a la acción.
Su cabeza giró como tiovivo sin tuercas, intentando encontrar el recipiente reforzado en donde se resguardaba el manjar celestial.
En las afueras, una orden se daba a los pocos estibadores que descansaban en la esquina de la calle fumando y jugando cartas. La orden les obligó de mala gana a levantarse y a dirigirse para mover los costales de la preciada mercancía hasta la entrada de la cocina.
Los rápidos movimientos azuzaron los movimientos de la elfilla, y sin pensarlo, se dirigió hasta la bodega y comenzó a mover cajas y a tirar cosas de las alacenas y de las mesas sin mayor cuidado. Y por fin, detrás de unas cajas, se encontraba un cajón en forma de pedestal encajado en la pared que era resguardado por una puertecilla de acero y una cerradura de bronce.
Los ojos de la ladronzuela se iluminaron, y su boca no alcanzó a dar más para que exclamar.
- ¡Lo encontré, lo encontré!
No cabía en sí misma de gozo, y se dispuso a buscar un cuchillo para botar la chapa de la lámina de metal. Sin embargo, sus esfuerzos fueron interrumpidos por otra puerta que se abría, la puerta que conectaba al patio, y con ello, a los peones que se disponían a mover los costales y el resto de los ingredientes a sus respectivos sitios.
Cuando, al abrir la puerta, se encontraron con un montón de cosas en el suelo, se enfurecieron y comenzaron a echarse la culpa los unos a los otros, que si uno había abierto sin cuidado, que si los pasos del otro retumbaban como los de un elefante, que si la madre de aquel era una... bueno, lo que es grato decir es que no encontraron a la elfilla, quien momentos antes de ese encuentro,
había salido disparada como un rayo hasta esconderse en un rincón de la cocina, con sus manos y su cara haciendo gestos raros de advertencia a su compañero.
El trabajo de aquellos fue rápido: Solamente habían llevado 20 costales de harina y otros tantos más pequeños rellenos de chocolate en gotas y tabletas. Al estar todo acomodado, entró el hombre que antes habían visto en la entrada, encendiendo tanto el cigarro de su boca como la aguda mirada que poseía. Dejando caer un poco de ceniza de su cigarro, llenó sus pulmones y llamó.
- ¡Johan, ya están aquí tus cosas! - gritaba con una voz grave y rasposa - ¡Llama a tus mozos para que comiencen ese pedido, antes de que venga el dueño a cobrarnos por retraso!
- ¡No molestes, por todos los cielos! - respondía a la lejanía otra voz firme y de acento raro.
- ¡Johan!
- ¡Ya te he oído, con una vez es suficiente! ¡No se te vaya a caer la manicura y el corsé de tanto grito! - replicó de nuevo molesto el cocinero.
Luego de un rato, el hombre nariz de cuchilla salió por la misma puerta, refunfuñando entre dientes. Entonces, pasados los minutos, el silencio volvió a hacerse omnipresente. Durante aquellos instantes de tensión, Iliaki había aprovechado para tomar un atizador que reposaba sobre una de las paredes.
- Creo que se ha ido- susurró.
Y como la pequeña ratilla que era, se deslizó de nuevo hasta la bodega para sacar la chapa guardiana. Dentro, un recipiente de hierro resguardaba media docena de panecillos con textura suave y corteza de oro adornada con motivos delgadísimos de plata
- ¡Chimar! ¿Tú creías que no, eh? ¡Mira el prodigioso momento en el que Iliaki hace historia! - llamaba la elfilla para presumir lo que hacía. No obstante, olvidó.
Olvidó al joyero de Baslodia, al famoso Harambe que tenía la habilidad sobre las runas. Había olvidado el hambre de su trayecto y había olvidado la pena y el dolor al ejercer su labor. Los olores deliciosos habían amortiguado los sufrimientos, el tacto de sus manos con el del precioso pan le grabó en la mente que todo el suplicio al intentar alimentarse no era casualidad, sino fruto de una maldición.
El Pan de Oro permanecía aún en la palma de su mano, pero su otra mano se dirigía a auxiliar los horrores que la runa en su cuello le ocasionaba. El dolor le hizo gritar. El sufrimiento la hizo sucumbir. Pero recia a evitar que su orgullo y su historia fueran rotos, se negó, mas la runa logró tirarla al suelo. [1]
No pudo evitar gritar del dolor por más que lo intentó. Sus estremecedores quejidos habían logrado que el cocinero se alarmara, bajando al instante a bajar lo que ocurría, pero al ver la escena, más que aterrorizarse y compadecerse, su rostro se hinchó de ira al reconocer a la pilla que se hallaba en el piso del almacén.
- ¡Otra vez tú!
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[1] Maldición: ¡Al ladrón!
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Iliaki se toma su tiempo, saborea el prácticamente angelical entorno. En condiciones normales Chimar la hubiera sacado de su trance con un pan duro pero está demasiado ocupado llenando sus bolsillos con cosas deliciosas, un error que pronto termina cobrando factura cuando se abre la puerta.
Por suerte ambos niños son agiles y logran ocultarse de los peones, dichos personajes culpan a su torpeza innata del desorden. Arreglan todo y reponen la mercancía lo más rápido que pueden, tal eficiencia se debe a que son supervisados inquisidoramente por su viejo jefe inmediato.
Luego de un intercambio oral severo y a distancia la habitación vuelve a quedar sola, es tiempo de que Iliaki haga su jugada. Como ya no tiene más bolsillos que llenar el joven genio se limita a mordisquear uno de los productos acabados, este tipo de momentos merecen ser acompañados con buena comida.
¡Pero que rayos!
De repente Iliaki sufre un ataque extraño, comienza a gritar desconsoladamente. Maquiavelo revolotea como un insecto intentando inducir el sentido común en su amiga, por desgracia los gritos siguen. Al final la pobre elfa termina en el suelo... esa es una forma muy extraña de dañar una operación perfecta.
Mierda…
El cocinero y dueño aparece, pronto reconoce la escena. Claramente tiene un pasado con Iliaki… eso siempre trae problemas agregados. Chimar dispara un virote de advertencia, el proyectil hace retroceder por temor al adulto. La ballesta se recarga automáticamente y mientras tanto su dueño empuña una espada corta, tiempo de salir corriendo.
Nosotros ya nos vamos.
Dice en tono amenazante a medida que se acerca a su compañera, toma el pan de oro y le hace espacio en un compartimiento abarrotado de su capa. Zarandea un poco a la elfa para que recupere su integridad, tienen poco tiempo antes de que medio local se haga presente con intensiones nada amistosas.
¡¡Arriba!!
El chico listo tiene un vestigio de lucidez y atranca el seguro primitivo de la puerta con una cuchara de madera enorme, su táctica prueba ser oportuna cuando comienzan a empujar. Deben salir ahora mismo o no podrán escapar, la pequeña elfa tiene que hacer un esfuerzo o pasar la prueba será el menor de sus problemas.
¡¡No puedo llevarte, debes ponerte de pie!!
Por suerte ambos niños son agiles y logran ocultarse de los peones, dichos personajes culpan a su torpeza innata del desorden. Arreglan todo y reponen la mercancía lo más rápido que pueden, tal eficiencia se debe a que son supervisados inquisidoramente por su viejo jefe inmediato.
Luego de un intercambio oral severo y a distancia la habitación vuelve a quedar sola, es tiempo de que Iliaki haga su jugada. Como ya no tiene más bolsillos que llenar el joven genio se limita a mordisquear uno de los productos acabados, este tipo de momentos merecen ser acompañados con buena comida.
¡Pero que rayos!
De repente Iliaki sufre un ataque extraño, comienza a gritar desconsoladamente. Maquiavelo revolotea como un insecto intentando inducir el sentido común en su amiga, por desgracia los gritos siguen. Al final la pobre elfa termina en el suelo... esa es una forma muy extraña de dañar una operación perfecta.
Mierda…
El cocinero y dueño aparece, pronto reconoce la escena. Claramente tiene un pasado con Iliaki… eso siempre trae problemas agregados. Chimar dispara un virote de advertencia, el proyectil hace retroceder por temor al adulto. La ballesta se recarga automáticamente y mientras tanto su dueño empuña una espada corta, tiempo de salir corriendo.
Nosotros ya nos vamos.
Dice en tono amenazante a medida que se acerca a su compañera, toma el pan de oro y le hace espacio en un compartimiento abarrotado de su capa. Zarandea un poco a la elfa para que recupere su integridad, tienen poco tiempo antes de que medio local se haga presente con intensiones nada amistosas.
¡¡Arriba!!
El chico listo tiene un vestigio de lucidez y atranca el seguro primitivo de la puerta con una cuchara de madera enorme, su táctica prueba ser oportuna cuando comienzan a empujar. Deben salir ahora mismo o no podrán escapar, la pequeña elfa tiene que hacer un esfuerzo o pasar la prueba será el menor de sus problemas.
¡¡No puedo llevarte, debes ponerte de pie!!
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
El dolor ¡Ah, el dolor! ¡Lo sabía! ¡La mala racha de habilidad y los constantes calambres no eran casualidad ni por estrés! ¡Fue el joyero de Baslodia! Malnacido gorila con puños de plátano, ojalá que se le caiga la cola ¡Rwaaa! ¡No aguanto!
En aquella vez que corrí con las piedras flotantes de la mariposa... recuerdo que ella... ¿qué dijo? Precisamente algo de eso... ¡¿Pero cómo rayos me iba a ver esa cosa?! ¡No tengo ojos en la nuca ni en las nalgas!
El dolor que la oprimía contra el suelo fue desapareciendo gradualmente hasta dejar un halo de malestar que persistía, tal y como el rastro de un calambre solía hacerlo. Su mente, agitada como un barco en plena tormenta, recobraba claridad para ya no continuar de dirigir maldiciones al joyero que la había maldecido, sino para darse cuenta que de no moverse, tendría que dirigir oraciones.
- ¡El pan! ¿Dónde está? - exclamó poniéndose en cuclillas y con las manos aún sobando su adolorida nuca
Sus ojillos albinos buscaron hasta ver que el botín se hallaba en manos del Gorrión junto a un arma que apuntaba hacia el cocinero. Se llenó de agradecimiento y admiración, de gran recogijo, de...
No, no, por estas cosas es que le tienen más fe a él a la hora de pelear en el Gremio ¡Me lleva la que me trajo!
Sus ojos se aclararon al panorama, el tiempo parecía haberse ralentizado. Las voces de todos se hicieron más guturales, y los ruidos que tronaban desde la puerta del patio sonaban con impresionantes bajos. Una mosca pasó apaciblemente por encima del hombro de la elfilla, dando un aleteo por cada par de segundos. Los vellos de sus brazos se le erizaron, sintiendo cómo uno a uno se alzaban en su piel. Una sensación de pánico la hizo voltear para ver cómo un proyectil se dirigía hasta su cara.
- ¿Quiiiieeeeeeereeeeeesss paaaaaaannnn? - Iliaki pudo ver cada movimiento, vocal y consonante pronunciarse por el cocinero real con total detalle - ¡Puuuuueeeeesss toooooomaaaaa maaaaalnaaaaciiiiiidaaaaaa!
Un bizcocho, el famosamente llamado "Pan de Roca" por su consistencia increíblemente dura como ladrillo pero disoluble en bebidas calientes, fue lanzado sin piedad hasta la mejilla de Iliaki, quien miraba con horror el proyectil que se dirigía hasta su ojo.
En un intento desesperado de esquivar la suerte que siempre parecía reírse de su pobre rostro cada vez que pisaba el sitio, se levantó como pudo y tomó una pala para horno que yacía en la pared a sus espaldas. Sus pies se fijaron en el suelo y preparó su cuerpo para rechazar el golpe. Una increíble lanzada por parte del panadero, debo decir.
El pan-roca se aproximaba en una limpia curva de gran velocidad hacia la elfilla. Sus ojos, fijados en el pan. La emoción reflejada en el momento pudo verse como uno de los antecedentes de un futuro deporte sensacional a nivel mundial. ¡Llega, llega! Las muñecas de Iliaki se mantuvieron rigidos, el codo giró, entonces fue que la pala interceptó el golpe ¡Y su rostro permanecía intacto ante el gran bateo...! Error. Guardemos ese término para años posteriores y más pacíficos en los que cosas como estas pasarían a la historia.
Un alarido de dolor, seguidos de varios quejidos y patadas continuas al suelo llevaban las manos de Iliaki de la pala a su ojo.
- ¡Que me has golpeado, estúpido, mi belleza, idiota! - exclamaba furiosa. La ira la hizo sacar la ya conocida puntería que la había hecho respetarse entre los chicos más vagos de la ciudad. Luego de declarar sus maldiciones, procedió a lanzar la pala hasta la parte inferior del pobre hombre, quien entonces, de un momento a otro, yacía en el suelo doblado del dolor, un dolor que ningún hombre debería sufrir ni recordar.
- ¡Ya estoy, ya estoy! ¡Vámonos! - exclamó la elfilla con la mano en un ya evidente ojo morado.
En aquella vez que corrí con las piedras flotantes de la mariposa... recuerdo que ella... ¿qué dijo? Precisamente algo de eso... ¡¿Pero cómo rayos me iba a ver esa cosa?! ¡No tengo ojos en la nuca ni en las nalgas!
El dolor que la oprimía contra el suelo fue desapareciendo gradualmente hasta dejar un halo de malestar que persistía, tal y como el rastro de un calambre solía hacerlo. Su mente, agitada como un barco en plena tormenta, recobraba claridad para ya no continuar de dirigir maldiciones al joyero que la había maldecido, sino para darse cuenta que de no moverse, tendría que dirigir oraciones.
- ¡El pan! ¿Dónde está? - exclamó poniéndose en cuclillas y con las manos aún sobando su adolorida nuca
Sus ojillos albinos buscaron hasta ver que el botín se hallaba en manos del Gorrión junto a un arma que apuntaba hacia el cocinero. Se llenó de agradecimiento y admiración, de gran recogijo, de...
No, no, por estas cosas es que le tienen más fe a él a la hora de pelear en el Gremio ¡Me lleva la que me trajo!
Sus ojos se aclararon al panorama, el tiempo parecía haberse ralentizado. Las voces de todos se hicieron más guturales, y los ruidos que tronaban desde la puerta del patio sonaban con impresionantes bajos. Una mosca pasó apaciblemente por encima del hombro de la elfilla, dando un aleteo por cada par de segundos. Los vellos de sus brazos se le erizaron, sintiendo cómo uno a uno se alzaban en su piel. Una sensación de pánico la hizo voltear para ver cómo un proyectil se dirigía hasta su cara.
- ¿Quiiiieeeeeeereeeeeesss paaaaaaannnn? - Iliaki pudo ver cada movimiento, vocal y consonante pronunciarse por el cocinero real con total detalle - ¡Puuuuueeeeesss toooooomaaaaa maaaaalnaaaaciiiiiidaaaaaa!
Un bizcocho, el famosamente llamado "Pan de Roca" por su consistencia increíblemente dura como ladrillo pero disoluble en bebidas calientes, fue lanzado sin piedad hasta la mejilla de Iliaki, quien miraba con horror el proyectil que se dirigía hasta su ojo.
En un intento desesperado de esquivar la suerte que siempre parecía reírse de su pobre rostro cada vez que pisaba el sitio, se levantó como pudo y tomó una pala para horno que yacía en la pared a sus espaldas. Sus pies se fijaron en el suelo y preparó su cuerpo para rechazar el golpe. Una increíble lanzada por parte del panadero, debo decir.
El pan-roca se aproximaba en una limpia curva de gran velocidad hacia la elfilla. Sus ojos, fijados en el pan. La emoción reflejada en el momento pudo verse como uno de los antecedentes de un futuro deporte sensacional a nivel mundial. ¡Llega, llega! Las muñecas de Iliaki se mantuvieron rigidos, el codo giró, entonces fue que la pala interceptó el golpe ¡Y su rostro permanecía intacto ante el gran bateo...! Error. Guardemos ese término para años posteriores y más pacíficos en los que cosas como estas pasarían a la historia.
Un alarido de dolor, seguidos de varios quejidos y patadas continuas al suelo llevaban las manos de Iliaki de la pala a su ojo.
- ¡Que me has golpeado, estúpido, mi belleza, idiota! - exclamaba furiosa. La ira la hizo sacar la ya conocida puntería que la había hecho respetarse entre los chicos más vagos de la ciudad. Luego de declarar sus maldiciones, procedió a lanzar la pala hasta la parte inferior del pobre hombre, quien entonces, de un momento a otro, yacía en el suelo doblado del dolor, un dolor que ningún hombre debería sufrir ni recordar.
- ¡Ya estoy, ya estoy! ¡Vámonos! - exclamó la elfilla con la mano en un ya evidente ojo morado.
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Iliaki pronto se recupera de su ataque raro, permanece con la mirada perdida un tiempo pero eventualmente vuelve a la realidad. Sin duda fue un evento extraño, algo que debe discutirse en condiciones más agradables y menos hostiles. Tiempo de salir por la puerta grande… en este caso la ventana trasera.
Está a buen recaudo jeje.
Dice para contestar la pregunta de su colega elfa, tienen el pan. Chimar se dispone a salir y descuida su ángulo de ataque, eso le da tiempo al panadero de arremeter con un… “producto de su trabajo”. Maquiavelo arquea una ceja a medida que ve como un pan de extraña consistencia avanza hasta la cabeza del segundo elemento criminal.
Pero que rayos en el nombre de la ciencia…
Ha visto muchos tipos de armas pero jamás un pan, es muy desconcertante. La elfa se prepara a desviar el ataque con una pala. Toda la escena de repente le parece muy divertida al pequeño, si esto no es un juego debería serlo… podría inventarlo pero eso esta fuera de su rango de acción, ¿qué diría la comunidad científica si se pone a crear juegos infantiles?
La cosa no sale bien para Iliaki, al final recibe un golpe feo. El pequeño genio se sorprende por la magnitud del daño, no volverá a subestimar el poder de la comida. Al parecer en condiciones específicas puede ser utilizada como arma rastrera, ya nada es sagrado en el mundo.
¿Qué clase de enfermo puede hacerle algo así a un pan…?
El ataque no queda sin respuesta mucho tiempo, la nueva aspirante logra vengarse. Con el panadero incapacitado tienen vía libre para salir, mejor hacerlo antes de que la puerta colapse y muchos adultos molestos bloqueen su escape. Pese a todo van en racha ganadora, mejor no tentar al destino.
Sígueme el paso.
Salta por la ventana y avanza con una agilidad prácticamente felina, cuida de que su amiga venga cerca con algunos vistazos precisos. A una cuadra escala la fachada más estable y llega a los tejados, a partir de allí salta varios techos hasta que considera que ninguna adulto puede seguirles el rastro.
Uff… eso estuvo cerca, puedo preguntar ¿¿¡¡que rayos paso allí!!??
Claramente se refiere al pequeño y totalmente inoportuno incidente que les delato, les puso en un peligro considerable. Maquiavelo espera la respuesta con los brazos cruzados, es la evaluación final. Iliaki no lo sabe pero están muy cerca de la ratonera, su respuesta definirá si entra a la familia o no.
Está a buen recaudo jeje.
Dice para contestar la pregunta de su colega elfa, tienen el pan. Chimar se dispone a salir y descuida su ángulo de ataque, eso le da tiempo al panadero de arremeter con un… “producto de su trabajo”. Maquiavelo arquea una ceja a medida que ve como un pan de extraña consistencia avanza hasta la cabeza del segundo elemento criminal.
Pero que rayos en el nombre de la ciencia…
Ha visto muchos tipos de armas pero jamás un pan, es muy desconcertante. La elfa se prepara a desviar el ataque con una pala. Toda la escena de repente le parece muy divertida al pequeño, si esto no es un juego debería serlo… podría inventarlo pero eso esta fuera de su rango de acción, ¿qué diría la comunidad científica si se pone a crear juegos infantiles?
La cosa no sale bien para Iliaki, al final recibe un golpe feo. El pequeño genio se sorprende por la magnitud del daño, no volverá a subestimar el poder de la comida. Al parecer en condiciones específicas puede ser utilizada como arma rastrera, ya nada es sagrado en el mundo.
¿Qué clase de enfermo puede hacerle algo así a un pan…?
El ataque no queda sin respuesta mucho tiempo, la nueva aspirante logra vengarse. Con el panadero incapacitado tienen vía libre para salir, mejor hacerlo antes de que la puerta colapse y muchos adultos molestos bloqueen su escape. Pese a todo van en racha ganadora, mejor no tentar al destino.
Sígueme el paso.
Salta por la ventana y avanza con una agilidad prácticamente felina, cuida de que su amiga venga cerca con algunos vistazos precisos. A una cuadra escala la fachada más estable y llega a los tejados, a partir de allí salta varios techos hasta que considera que ninguna adulto puede seguirles el rastro.
Uff… eso estuvo cerca, puedo preguntar ¿¿¡¡que rayos paso allí!!??
Claramente se refiere al pequeño y totalmente inoportuno incidente que les delato, les puso en un peligro considerable. Maquiavelo espera la respuesta con los brazos cruzados, es la evaluación final. Iliaki no lo sabe pero están muy cerca de la ratonera, su respuesta definirá si entra a la familia o no.
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
Habíamos logrado escapar, detrás nuestra, los cargueros se agolparon contra la puerta hasta romper la improvisada tranca de Chimar. Me hubiera gustado darle un golpe en la cabeza a uno de ellos para provocarlo, pero fueron más las prisas por seguir a mi compañero que tiempo para hacerlo.
Detrás nuestra, varios gritos que delataban una acalorada discusión entre el panadero y el narigón adornaban nuestra huida. Mi cuello comenzó a aliviarse, agobiado aún con los fantasmas de la tensión ocasionada por el dolor. Todas esas cosas eran pues, los gajes del oficio, a esos a los que estaba acostumbrada de tanto vivir todos los días.
Pero todo aquello, con el riesgo de que inoportunamente te atrapen y te dejen pudrir en un calabozo no fue nada comparado al pavor que me generó la pregunta de Chimar. Cada uno de mis poros se crispó hasta dejarme la piel de gallina ¡Gallina, gallina! ¡Era soy gallina!
Sus puños se cerraron y sus brazos se encogieron sobre su cuerpo y sus dientes se apretaron unos contra otros en cuanto el pequeño inventor lanzó tan inesperada pregunta. La elfilla, mientras tanto, intentó controlar su respiración. Los tejados se alineaban en un conjunto ocre y caqui, adornados en aquellos cálidos colores por el sol del ocaso. En la lejanía aún se alcanzaban a escuchar los reclamos de los hombres que manejaban la panadería.
La boca de la ladronzuela se torció, miró a un lado y se sentó en el tejado, recogiendo la cola de su gabardina tras ella. Luego de acomodarse, ofreció asiento a su lado al joven genio.
- ¿Gustas sentarte? - dijo con un tono apagado. Su mirada, mientras tanto, continuaba sin ver directamente al muchacho. - Esto va para largo.
Aunque en el momento del origen de aquello, Iliaki no le había dado importancia, en ese mismo instante sentía como si fuese a confesar un pecado.
» ¿Recuerdas que te dije que había terminado en Baslodia? Bueno... Pues... Eso mismo fue el menor de los problemas. Al llegar, esos no hicieron más que comenzar: No conocía las calles, no me gustaba el clima, y cuando apenas estaba hallando una forma de regresar a Lunargenta, me encontré con una mariposoide que semanas antes había encontrado en una de mis noches de insomnio.
»Ella parecía ser novata en el oficio, y sus métodos poco versátiles, por lo que tuve la mala suerte de encontrármela cuando ella estaba llevándose la mercancía de un viejo gorila que parecía ser habilidoso en el arte de las runas. No sé, siempre había escuchado el rumor de que los hombres bestia podían hacer eso ¡pero no me imaginé que de verdad podían!
»En fin, no sé qué me dio de hacer de buen samaritano, supongo que no podía ver a una colega hundirse en el abismo de su inexperiencia. En la puerta había unos símbolos extraños escritos con tiza, pero no les di mucha importancia. Me las arreglé para que ella no fuera atrapada, pero en el proceso supongo que fui maldecida ahí. Es mi hipótesis, pero no he podido ver mi nuca por obvias razones.
Iliaki se giró, desabrochó un par de botones de su camisa y bajó el cuello de la prenda para dejar que el genio pudiera observar.
- ¿Puedes echar un vistazo? - preguntó la ladronzuela - si no es eso, supongo que me ha dado lepra, o peor ¡La enfermedad! Al principio fue una molestia suave, pero después, ohhhh, ¡Se volvió mucho peor!
Luego, se levantó de su improvisado asiento y se volvió de nuevo hacia Chimar con una cara de vergüenza, la cual intentó ocultar inútilmente girándola hacia los lados.
- Comprendo si he fallado - dijo suavemente con los puños aún cerrados - ¡Si el hambre no me ha vencido otras veces, esta tampoco será! - concluyó de pronto con una sonrisa.
Detrás nuestra, varios gritos que delataban una acalorada discusión entre el panadero y el narigón adornaban nuestra huida. Mi cuello comenzó a aliviarse, agobiado aún con los fantasmas de la tensión ocasionada por el dolor. Todas esas cosas eran pues, los gajes del oficio, a esos a los que estaba acostumbrada de tanto vivir todos los días.
Pero todo aquello, con el riesgo de que inoportunamente te atrapen y te dejen pudrir en un calabozo no fue nada comparado al pavor que me generó la pregunta de Chimar. Cada uno de mis poros se crispó hasta dejarme la piel de gallina ¡Gallina, gallina! ¡Era soy gallina!
Sus puños se cerraron y sus brazos se encogieron sobre su cuerpo y sus dientes se apretaron unos contra otros en cuanto el pequeño inventor lanzó tan inesperada pregunta. La elfilla, mientras tanto, intentó controlar su respiración. Los tejados se alineaban en un conjunto ocre y caqui, adornados en aquellos cálidos colores por el sol del ocaso. En la lejanía aún se alcanzaban a escuchar los reclamos de los hombres que manejaban la panadería.
La boca de la ladronzuela se torció, miró a un lado y se sentó en el tejado, recogiendo la cola de su gabardina tras ella. Luego de acomodarse, ofreció asiento a su lado al joven genio.
- ¿Gustas sentarte? - dijo con un tono apagado. Su mirada, mientras tanto, continuaba sin ver directamente al muchacho. - Esto va para largo.
Aunque en el momento del origen de aquello, Iliaki no le había dado importancia, en ese mismo instante sentía como si fuese a confesar un pecado.
» ¿Recuerdas que te dije que había terminado en Baslodia? Bueno... Pues... Eso mismo fue el menor de los problemas. Al llegar, esos no hicieron más que comenzar: No conocía las calles, no me gustaba el clima, y cuando apenas estaba hallando una forma de regresar a Lunargenta, me encontré con una mariposoide que semanas antes había encontrado en una de mis noches de insomnio.
»Ella parecía ser novata en el oficio, y sus métodos poco versátiles, por lo que tuve la mala suerte de encontrármela cuando ella estaba llevándose la mercancía de un viejo gorila que parecía ser habilidoso en el arte de las runas. No sé, siempre había escuchado el rumor de que los hombres bestia podían hacer eso ¡pero no me imaginé que de verdad podían!
»En fin, no sé qué me dio de hacer de buen samaritano, supongo que no podía ver a una colega hundirse en el abismo de su inexperiencia. En la puerta había unos símbolos extraños escritos con tiza, pero no les di mucha importancia. Me las arreglé para que ella no fuera atrapada, pero en el proceso supongo que fui maldecida ahí. Es mi hipótesis, pero no he podido ver mi nuca por obvias razones.
Iliaki se giró, desabrochó un par de botones de su camisa y bajó el cuello de la prenda para dejar que el genio pudiera observar.
- ¿Puedes echar un vistazo? - preguntó la ladronzuela - si no es eso, supongo que me ha dado lepra, o peor ¡La enfermedad! Al principio fue una molestia suave, pero después, ohhhh, ¡Se volvió mucho peor!
Luego, se levantó de su improvisado asiento y se volvió de nuevo hacia Chimar con una cara de vergüenza, la cual intentó ocultar inútilmente girándola hacia los lados.
- Comprendo si he fallado - dijo suavemente con los puños aún cerrados - ¡Si el hambre no me ha vencido otras veces, esta tampoco será! - concluyó de pronto con una sonrisa.
Iliaki
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
La pregunta sorprende en cierta medida a Iliaki, se nota a simple vista. Chimar toma asiento, algo le dice que es buena idea. Su compañera se muestra extrañamente seria, no es habitual verla tomar esa conducta… casi asusta. Luego de un par de minutos la historia comienza a ser contada sin filtro.
Maquiavelo escucha atentamente, esas cosas suelen pasar en el extraño mundo de Aerandir. Por esos motivos el niño genio trata de no verse involucrado en situaciones desventajosas o confusas, nunca sabes quién puede joderte y como. Parece que la elfa logro ganarse una maldición divina, debe estar orgullosa pues son difíciles de pillar.
Interesante…
Dice al ver algo anormal en el cuello de la chica, debe acotar que combina un poco. El joven inventor suma la información nueva con lo observado en el robo, sin duda el extraño símbolo impide de alguna forma realizar actividades criminales eficientemente… el peor castigo para un niño ladrón.
A ver si entendí, ¿quieres entrar a un grupito de niños ladrones y no puedes robar?
Todo se resume a eso, una ironía divertida en sí misma. Los Gorriones realizan activadas criminales variadas para sustentarse, si bien ya no están en una posición necesitada siempre viene bien rellenar el tesoro. Aceptar a un miembro que no puede colaborar es totalmente ineficiente por no decir algo peor.
El joven genio suspira y observa la noche oscura para despejar su mente, debe meditar bien la situación. No se abandona a un amigo en necesidad… por muy complicado que sea el problema. Los Gorriones se fundaron para dar una oportunidad a los niños huérfanos de Lunargenta, ese es el concepto base.
Bueno… bienvenida a bordo jeje, aunque más nos vale hallar una solución a tu problemita.
Algunos integrantes se mostraran renuentes pero por algo es uno de los lideres, eso sin mencionar su edad. Son buenos chicos, en una semana aceptaran a la nueva… quizás un poco antes con todos los regalos que traen encima. Será raro tener una figura femenina en la ratonera pero no es un cambio necesariamente malo.
Tiempo de que conozcas tu nuevo hogar y a tus nuevos hermanos.
Dice esto mientras emprende la carrera, el refugio está a la vuelta. Esa “torre embrujada” que la gente elude oculta algo más que fantasmas, tiene como habitantes a un montón de niños que tratan de vivir como reyes a pesar de no tener parientes mayores. Si la vida te da limones has limonada… y luego véndela.
Maquiavelo escucha atentamente, esas cosas suelen pasar en el extraño mundo de Aerandir. Por esos motivos el niño genio trata de no verse involucrado en situaciones desventajosas o confusas, nunca sabes quién puede joderte y como. Parece que la elfa logro ganarse una maldición divina, debe estar orgullosa pues son difíciles de pillar.
Interesante…
Dice al ver algo anormal en el cuello de la chica, debe acotar que combina un poco. El joven inventor suma la información nueva con lo observado en el robo, sin duda el extraño símbolo impide de alguna forma realizar actividades criminales eficientemente… el peor castigo para un niño ladrón.
A ver si entendí, ¿quieres entrar a un grupito de niños ladrones y no puedes robar?
Todo se resume a eso, una ironía divertida en sí misma. Los Gorriones realizan activadas criminales variadas para sustentarse, si bien ya no están en una posición necesitada siempre viene bien rellenar el tesoro. Aceptar a un miembro que no puede colaborar es totalmente ineficiente por no decir algo peor.
El joven genio suspira y observa la noche oscura para despejar su mente, debe meditar bien la situación. No se abandona a un amigo en necesidad… por muy complicado que sea el problema. Los Gorriones se fundaron para dar una oportunidad a los niños huérfanos de Lunargenta, ese es el concepto base.
Bueno… bienvenida a bordo jeje, aunque más nos vale hallar una solución a tu problemita.
Algunos integrantes se mostraran renuentes pero por algo es uno de los lideres, eso sin mencionar su edad. Son buenos chicos, en una semana aceptaran a la nueva… quizás un poco antes con todos los regalos que traen encima. Será raro tener una figura femenina en la ratonera pero no es un cambio necesariamente malo.
Tiempo de que conozcas tu nuevo hogar y a tus nuevos hermanos.
Dice esto mientras emprende la carrera, el refugio está a la vuelta. Esa “torre embrujada” que la gente elude oculta algo más que fantasmas, tiene como habitantes a un montón de niños que tratan de vivir como reyes a pesar de no tener parientes mayores. Si la vida te da limones has limonada… y luego véndela.
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Re: ¡Vuela, palomita! O gorrión [Interpretativo Libre] [Chimar] [2/3] [Cerrado]
- A ver si entendí, ¿quieres entrar a un grupito de niños ladrones y no puedes robar?
La pregunta le caló como agua fría por la espalda. Por un momento, su cara quedó congelada, para luego encontrarse hundida entre sus manos. Mas la resolución final del chico genio dejó afuera todo mal furor que comenzaba a apesadumbrar a la elfilla.
De pronto los tejados se llenaron de jolgorio, y los gritos de alegría que lanzaba la ladronzuela retumbaron por las callejuelas hasta tal punto, que hasta aquel par de hombres recién asaltados pararon su discusión para escuchar atentamente el origen de aquellos sonidos de gozo.
Iliaki, sin mayor escrúpulo, se decide a cargar a Chimar en señal de celebración, sin embargo, se detuvo cuando este comenzó a hablar de nueva cuenta.
- ¡Hermanos...! - exclamó con notable sorpresa.
La estupefacción de la buena nueva había sido suficiente: El genio salió disparado con la gracia de un ciervo, en tanto que la elfilla era quien ahora se encontraba en desventaja de la nueva carrera. La risotada que pegó la muchacha al ver que le pagaban con la misma moneda no se hizo esperar, y sus pies se pusieron en el acto.
Iliaki gritaba alegre, aunque en el fondo bien sabedora de que aquella carrera no la ganaría. El aliento por el esfuerzo se le iba cortando, pero al llegar, su respiración casi se detuvo cuando una sorpresa mayor se le presentó: La guarida de los Gorriones.
Aquella noche, por más oscura que se comenzara a ver, esa pequeña estrella relumbraba en medio de las nubes que se arremolinaban para la tormenta. Gente de todas partes comenzaba a abandonar sus hogares para recurrir a las grandes urbes en busca de una cura. El mal se propagaba entre sus padres y entre sus hijos.
Pero por un momento hubo una sensación de alivio, pues en alguna parte de Aerandir, en la ciudad de Luanrgenta, había un par que no hacían más que ser felices.
La pregunta le caló como agua fría por la espalda. Por un momento, su cara quedó congelada, para luego encontrarse hundida entre sus manos. Mas la resolución final del chico genio dejó afuera todo mal furor que comenzaba a apesadumbrar a la elfilla.
De pronto los tejados se llenaron de jolgorio, y los gritos de alegría que lanzaba la ladronzuela retumbaron por las callejuelas hasta tal punto, que hasta aquel par de hombres recién asaltados pararon su discusión para escuchar atentamente el origen de aquellos sonidos de gozo.
Iliaki, sin mayor escrúpulo, se decide a cargar a Chimar en señal de celebración, sin embargo, se detuvo cuando este comenzó a hablar de nueva cuenta.
- ¡Hermanos...! - exclamó con notable sorpresa.
La estupefacción de la buena nueva había sido suficiente: El genio salió disparado con la gracia de un ciervo, en tanto que la elfilla era quien ahora se encontraba en desventaja de la nueva carrera. La risotada que pegó la muchacha al ver que le pagaban con la misma moneda no se hizo esperar, y sus pies se pusieron en el acto.
Iliaki gritaba alegre, aunque en el fondo bien sabedora de que aquella carrera no la ganaría. El aliento por el esfuerzo se le iba cortando, pero al llegar, su respiración casi se detuvo cuando una sorpresa mayor se le presentó: La guarida de los Gorriones.
Aquella noche, por más oscura que se comenzara a ver, esa pequeña estrella relumbraba en medio de las nubes que se arremolinaban para la tormenta. Gente de todas partes comenzaba a abandonar sus hogares para recurrir a las grandes urbes en busca de una cura. El mal se propagaba entre sus padres y entre sus hijos.
Pero por un momento hubo una sensación de alivio, pues en alguna parte de Aerandir, en la ciudad de Luanrgenta, había un par que no hacían más que ser felices.
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