Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
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Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
<< Hace dos noches vi a un cervato enfermo, próximo a un arroyo. Caminaba con debilidad, famélico; cualquiera diría que se trataba de un cadáver andante. Llevo siguiéndolo desde entonces, observando cómo la enfermedad se alimenta de su cuerpo y de su alma. Parecía consciente de su observador, lo cual me hace sospechar que su estado era tan grave que ni tan siquiera se molestaba en huir de mí. Su piel está descolorándose y escamando; sus ojos enrojecidos y cansados denotan cómo se ha hastiado de la vida. Casi no se tiene en pié.
En el último día de su desdichada existencia ya podían observarse cuervos sobrevolando el lugar. Seguían al animal. ¿Cómo es posible que estos animales adivinen la muerte inminente? ¿Acaso la huelen? ¿La pueden ver? Sin duda resulta fascinante.
He visto como el cervato se tropezaba con una rama suelta. Se ha caído de bruces apoyado sobre sus patas delanteras y ya no se ha vuelto a levantar. ¿Le faltarán fuerzas para alzarse del suelo o simplemente se habrá resignado a morir? Es curioso cómo el propio animal es consciente de que su vida va a acabar pronto.
Moscas.
¿Serán estos molestos insectos parte de una línea constante? Los cuervos siguen sobrevolando la zona y, de vez en cuando, algún individuo se atreve a asomarse y a posar su cuerpo sobre una rama o una roca cercana. Las moscas aparecieron más tarde y ahora se apelotonan por su cuerpo. Se pasean alrededor de sus globos oculares y se acumulan en la punta de las orejas. Ya han empezado a alimentarse de ellas y puede observarse cómo la carne asoma a la piel. El animal poco puede hacer por librarse más que algún movimiento inútil. ¿Acaso el animal busca postergar su propio sufrimiento?
Ha cerrado los ojos y ya no ha vuelto a abrirlos. Cada vez hay más moscas y alguno de los cuervos ya se ha acercado a picotear al animal para comprobar que está muerto. Pronto se alimentarán de sus ojos >>.
Dejé de escribir. Coloqué el lápiz en el interior del pequeño diario y lo cerré, anudándolo con un cordel que colgaba del extremo de su lomo y lo guardé cuidadosamente en la faltriquera. Suspiré lenta y apaciblemente, dejando que el aire llenase mis pulmones y me puse en pie, saliendo de mi escondite entre las ramas y asustando a los cuervos que ya se habían empezado a alimentar de los ojos del desdichado cervato.
Alcé la vista al cielo despejado y miré a mi alrededor antes de continuar con mi camino que, suponiendo que no se hubiese visto excesivamente perturbado por la persecución me llevaría a Sacrestic Ville en cuestión de una o dos jornadas.
Era curioso cómo, pese a ser los dragones el principal interés de mi investigación personal, aquellos bosques dominados por seres noctívagos eran capaces de absorber toda mi atención y curiosidad. Aquella zona, gobernada por una perpetua sensación de vigilancia había sido víctima de numerosos rumores en tierras humanas, rumores acerca de nigromantes que, de ser ciertos, me brindarían una importante fuente de conocimiento. ¿Qué había más interesante, al fin y al cabo, que el conocimiento del funcionamiento mismo de la muerte? ¿Dónde hay mayor poder que en su control? En cualquiera de los casos esperaba hallar respuestas a mis incontables preguntas en aquel lugar. Así pues e ignorando la frialdad del ambiente reemprendí la marcha,
cubierto en mi gris atuendo. Las copas de los árboles se acariciaban entre sí movidas por una suave brisa y la niebla matinal cargaba el ambiente de una humedad casi soporífera.
En el último día de su desdichada existencia ya podían observarse cuervos sobrevolando el lugar. Seguían al animal. ¿Cómo es posible que estos animales adivinen la muerte inminente? ¿Acaso la huelen? ¿La pueden ver? Sin duda resulta fascinante.
He visto como el cervato se tropezaba con una rama suelta. Se ha caído de bruces apoyado sobre sus patas delanteras y ya no se ha vuelto a levantar. ¿Le faltarán fuerzas para alzarse del suelo o simplemente se habrá resignado a morir? Es curioso cómo el propio animal es consciente de que su vida va a acabar pronto.
Moscas.
¿Serán estos molestos insectos parte de una línea constante? Los cuervos siguen sobrevolando la zona y, de vez en cuando, algún individuo se atreve a asomarse y a posar su cuerpo sobre una rama o una roca cercana. Las moscas aparecieron más tarde y ahora se apelotonan por su cuerpo. Se pasean alrededor de sus globos oculares y se acumulan en la punta de las orejas. Ya han empezado a alimentarse de ellas y puede observarse cómo la carne asoma a la piel. El animal poco puede hacer por librarse más que algún movimiento inútil. ¿Acaso el animal busca postergar su propio sufrimiento?
Ha cerrado los ojos y ya no ha vuelto a abrirlos. Cada vez hay más moscas y alguno de los cuervos ya se ha acercado a picotear al animal para comprobar que está muerto. Pronto se alimentarán de sus ojos >>.
Dejé de escribir. Coloqué el lápiz en el interior del pequeño diario y lo cerré, anudándolo con un cordel que colgaba del extremo de su lomo y lo guardé cuidadosamente en la faltriquera. Suspiré lenta y apaciblemente, dejando que el aire llenase mis pulmones y me puse en pie, saliendo de mi escondite entre las ramas y asustando a los cuervos que ya se habían empezado a alimentar de los ojos del desdichado cervato.
Alcé la vista al cielo despejado y miré a mi alrededor antes de continuar con mi camino que, suponiendo que no se hubiese visto excesivamente perturbado por la persecución me llevaría a Sacrestic Ville en cuestión de una o dos jornadas.
Era curioso cómo, pese a ser los dragones el principal interés de mi investigación personal, aquellos bosques dominados por seres noctívagos eran capaces de absorber toda mi atención y curiosidad. Aquella zona, gobernada por una perpetua sensación de vigilancia había sido víctima de numerosos rumores en tierras humanas, rumores acerca de nigromantes que, de ser ciertos, me brindarían una importante fuente de conocimiento. ¿Qué había más interesante, al fin y al cabo, que el conocimiento del funcionamiento mismo de la muerte? ¿Dónde hay mayor poder que en su control? En cualquiera de los casos esperaba hallar respuestas a mis incontables preguntas en aquel lugar. Así pues e ignorando la frialdad del ambiente reemprendí la marcha,
cubierto en mi gris atuendo. Las copas de los árboles se acariciaban entre sí movidas por una suave brisa y la niebla matinal cargaba el ambiente de una humedad casi soporífera.
Última edición por Aedan el Lun 23 Oct 2017, 20:16, editado 1 vez
Aedan
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
Las precauciones que había recibido por parte de su empleador parecieron no ser suficientes. Nuria comenzaba a cuestionarse si no debió haber tomado a la izquierda en el entronque del camino varias horas atrás. “No es posible. Estoy segura que Ircan dijo que debía ir hacia la derecha tres veces y luego a la izquierda dos, justo antes de seguir directo…” sus pensamientos comenzaban a tener un tinte angustioso. La criada sabía que había tentado la suerte al acerarse a las tierras de los vampiros, aquellos que se servían de las vidas humanas como uno de sus exóticos platos. Los mismos que le habían dejado huérfana y con media familia antes incluso, de que ella abriera los ojos al mundo por primera vez. Aunque no lo quisiera demostrar, la humana comenzaba a resentir un día de camino; un día de caminata errante en el bosque. Ella no quería aceptarlo aún, pero estaba tan perdida como una brújula en medio de las montañas del Norte.
Para sumarle dificultad al asunto, de alguna forma que nadie sería capaz de comprender, se salió del sendero, siendo incapaz de retornar a él por más que intentase volver sobre sus pasos. El farol que llevaba en alto servía, en sus manos, solamente para delatar su ubicación. Se detuvo un instante, presentía que algo estaba tras de sí. Giró rápidamente para sorprender in fraganti a quién estuviese acechando su vida, sin embargo lo único que vio fue su propia sombra reflejada en el tronco de un árbol gigante. -Um hmm…-. Buscó con la vista un lugar para sentarse, pero todo parecía lo mismo: un bosque sucio, lleno de musgo, niebla y humedad. Los insectos se movían de un lado a otro como plagas, revoloteando alrededor de la luz de la vela al punto que a Nuria comenzaba a agotársele su santa paciencia. Decidió apagar su luz “al menos los insectos me dejarán en paz” concluyó, soplando fuertemente una vez dentro de las paredes de cristal.
Sus débiles ojos tardaron en adaptarse a la más tétrica de las oscuridades. Instintivamente cerró la capa que había recibido de su benefactor antes de separarse; bajo el cobijo del peso y el calor tomó su daga tijera con fuerza por el puño. Sus pasos eran cortos, estaba cansada, no quería quedarse quieta pero tampoco avanzar, ella tenía miedo. La oscuridad de un bosque neblinoso en medio de la noche no era comparable a la de una mansión llena de criados… aunque llevaba varias semanas adaptándose lentamente a la vida nómada, aún estaba lejos de llegar al punto de sentirse segura valiéndose por sí misma. Sacó su brazo de la protección de la capa una vez, tenía que asegurarse de que su naginata estuviese bien acomodada a su espalda. Entornó los ojos cuando creyó ver una luz, se apuró tanto que casi cae enredándose con las raíces de los árboles y sus propios pies. Con cada minuto que pasaba podía distinguirla con más claridad, eran luces ¡luces en medio del bosque!
La decepción fue mayúscula cuando entre las pinochas, ojarascas, raíces y tierra encontró una veintena de velas de colores. Parecían estar a modo de ofrenda en alguna especia de altar de rituales donde también había fruta y miel. Su corazón se aceleraba con cada respiro. No debía estar allí, no quería encontrarse con la persona que armó todo eso. Dio un paso atrás y sintió que le bajaba un sudor frío cuando, descuidadamente, quebró una rama con su peso.
-Es tenebroso ¿verdad? ¿Estás perdida?
Esta vez la criada no pudo contener un grito desgarrador, los cuervos que moraban en la copa de los árboles aledaños volaron en una bandada que pareció levantar consigo parte del bosque. En ese momento Nuria se percató de que comenzaba a amanecer. Se volteó lentamente para estar frente a frente con la persona que le había hablado y la sorpresa se dibujó en su rostro.
- Lo es… Me dirijo a Ulmer- indirectamente no quiso aceptar frente a la niña que se había perdido -¿Y tú?
La pequeña se encogió de hombros y se acercó a Nuria para tomar la mano que ella le ofrecía -Me dejaron aquí. La casualidad con la que habló dejó a la criada perpleja. La abrazó y miró alrededor, sin poder creer en las palabras de la infanta. -¿Sabes dónde queda tu hogar? Puedo acompañarte si quieres…- ofreció, recibiendo el mismo tipo de respuesta: un encogimiento de hombros. -Se cómo volver- señaló una dirección que la criada siguió con su vista. -¿Comenzamos?- preguntó Nuria, sin tener el corazón para dejarla allí a su suerte. Se separó de la pequeña y comenzaron el trayecto por lo que acusaba ser el mejor camino. De vez en cuando la niña corregía la dirección que tomaba la mayor y así, con mucha lentitud llegaron a un punto donde ambas vieron una figura moverse. Claire se escondió tras de Nuria, su rostro un espejo del temor. La criada no preguntó nada, simplemente asumió que conocía a esa persona y que le temía. Se armó de valor y sacó su arma larga para luego llamar al desconocido en voz alta.
-¡A…Alttto ahí! ¡¿Quién va?! ¡Estoy armada!
Para sumarle dificultad al asunto, de alguna forma que nadie sería capaz de comprender, se salió del sendero, siendo incapaz de retornar a él por más que intentase volver sobre sus pasos. El farol que llevaba en alto servía, en sus manos, solamente para delatar su ubicación. Se detuvo un instante, presentía que algo estaba tras de sí. Giró rápidamente para sorprender in fraganti a quién estuviese acechando su vida, sin embargo lo único que vio fue su propia sombra reflejada en el tronco de un árbol gigante. -Um hmm…-. Buscó con la vista un lugar para sentarse, pero todo parecía lo mismo: un bosque sucio, lleno de musgo, niebla y humedad. Los insectos se movían de un lado a otro como plagas, revoloteando alrededor de la luz de la vela al punto que a Nuria comenzaba a agotársele su santa paciencia. Decidió apagar su luz “al menos los insectos me dejarán en paz” concluyó, soplando fuertemente una vez dentro de las paredes de cristal.
Sus débiles ojos tardaron en adaptarse a la más tétrica de las oscuridades. Instintivamente cerró la capa que había recibido de su benefactor antes de separarse; bajo el cobijo del peso y el calor tomó su daga tijera con fuerza por el puño. Sus pasos eran cortos, estaba cansada, no quería quedarse quieta pero tampoco avanzar, ella tenía miedo. La oscuridad de un bosque neblinoso en medio de la noche no era comparable a la de una mansión llena de criados… aunque llevaba varias semanas adaptándose lentamente a la vida nómada, aún estaba lejos de llegar al punto de sentirse segura valiéndose por sí misma. Sacó su brazo de la protección de la capa una vez, tenía que asegurarse de que su naginata estuviese bien acomodada a su espalda. Entornó los ojos cuando creyó ver una luz, se apuró tanto que casi cae enredándose con las raíces de los árboles y sus propios pies. Con cada minuto que pasaba podía distinguirla con más claridad, eran luces ¡luces en medio del bosque!
La decepción fue mayúscula cuando entre las pinochas, ojarascas, raíces y tierra encontró una veintena de velas de colores. Parecían estar a modo de ofrenda en alguna especia de altar de rituales donde también había fruta y miel. Su corazón se aceleraba con cada respiro. No debía estar allí, no quería encontrarse con la persona que armó todo eso. Dio un paso atrás y sintió que le bajaba un sudor frío cuando, descuidadamente, quebró una rama con su peso.
-Es tenebroso ¿verdad? ¿Estás perdida?
Esta vez la criada no pudo contener un grito desgarrador, los cuervos que moraban en la copa de los árboles aledaños volaron en una bandada que pareció levantar consigo parte del bosque. En ese momento Nuria se percató de que comenzaba a amanecer. Se volteó lentamente para estar frente a frente con la persona que le había hablado y la sorpresa se dibujó en su rostro.
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- Lo es… Me dirijo a Ulmer- indirectamente no quiso aceptar frente a la niña que se había perdido -¿Y tú?
La pequeña se encogió de hombros y se acercó a Nuria para tomar la mano que ella le ofrecía -Me dejaron aquí. La casualidad con la que habló dejó a la criada perpleja. La abrazó y miró alrededor, sin poder creer en las palabras de la infanta. -¿Sabes dónde queda tu hogar? Puedo acompañarte si quieres…- ofreció, recibiendo el mismo tipo de respuesta: un encogimiento de hombros. -Se cómo volver- señaló una dirección que la criada siguió con su vista. -¿Comenzamos?- preguntó Nuria, sin tener el corazón para dejarla allí a su suerte. Se separó de la pequeña y comenzaron el trayecto por lo que acusaba ser el mejor camino. De vez en cuando la niña corregía la dirección que tomaba la mayor y así, con mucha lentitud llegaron a un punto donde ambas vieron una figura moverse. Claire se escondió tras de Nuria, su rostro un espejo del temor. La criada no preguntó nada, simplemente asumió que conocía a esa persona y que le temía. Se armó de valor y sacó su arma larga para luego llamar al desconocido en voz alta.
-¡A…Alttto ahí! ¡¿Quién va?! ¡Estoy armada!
Off:Espero que no te haya aburrido mi intro... Prometo intentar hacer algo mas interesante en el futuro :). Puedes hacer lo que quieras con la niña <3
Nuria
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
Aún recordaba las palabras de uno de mis maestros cuando había decidido abandonar sus estudios en Beltrexus. “Viajando por ahí como un vagabundo un vulgar mercenario no te hará aprender nada, salvo las bajas costumbres de aquellos que no tienen que servirse de su intelecto en sus vidas”. Aquel anciano era sin duda un idiota. ¿Es que nadie más había visto la futilidad de estudiar bajo la tenue luz de las lámparas el manuscrito de otro anciano enclaustrado en la vida del erudito? ¿Qué mejor forma de aprender que la experimentación in situ? ¿Qué mejor forma de comprobar cómo el fuego engullía un tocón que ver cómo cada partícula del tejido del árbol iba quedando calcinada con el paso de los segundos? ¿Qué mejor forma de estudiar el comportamiento del agua que tenerla ante tus ojos en la plenitud de su veleidad?
Sin duda había hecho lo correcto. Rodearme de mentes inferiores y conformistas no formaba parte de mi plan de vida. Por otra parte, a menudo, viajar en solitario despertaba en mi interior el débil sentimiento de añoranza que acompaña a todo “hogar”. Claro que, ¿por qué seguir llamándolo hogar? En las Islas sólo quedaba un puñado de sueños rotos.
Iba caminando entre la niebla, todavía inmerso en mis pensamientos cuando el sonido de las ramas quebrándose bajo unos pies despertaron mi interés. Pese a la posibilidad de un inminente peligro, continué caminando como si no me hubiese percatado de nada. Fue unos segundos después cuando escuché la voz quebrada y temerosa de una mujer a mi izquierda. Me giré lentamente y observé al dúo con una ceja enarcada. De todas las posibilidades que encerraba caminar entre aquellos árboles, encontrarse a dos mujeres asustadas era sin duda una de las más improbables. Curiosamente la niña era la que parecía más tranquila de las dos.
Sin quitarme la caucha sopesé si hablar o no, ¿qué iba a decirle? Tampoco es que me importase mucho su existencia así que, ¿por qué no girarme y seguir caminando como si nada hubiese ocurrido? Se cansarían y seguirían su camino sin molestarme. Sin embargo y por mucho que me pesase, la pequeña parte de humanidad que conservaba mi alma seguía aferrada a la absurda costumbre de ayudar a los demás.
— Baja eso. Soy de quien menos debes tener miedo en estos bosques —. Dije, manteniendo en todo momento un tono de voz tranquilo y casi desinteresado —. Claro que si sigues gritando no tendremos que preocuparnos mucho más tiempo por no llamar la atención, ¿no crees? — concluí.
Observé con detenimiento a la niña que se ocultaba tras la figura de la joven mujer, ladeando ligeramente el rostro. O la humana no lo era y aparentaba menos años de los que tenía o la misma sangre no corría por sus venas. En cualquier caso afilé la mirada entorno a su figura, preguntándome qué hacía aquella mujer con una niña en un lugar como aquel.
Sin duda había hecho lo correcto. Rodearme de mentes inferiores y conformistas no formaba parte de mi plan de vida. Por otra parte, a menudo, viajar en solitario despertaba en mi interior el débil sentimiento de añoranza que acompaña a todo “hogar”. Claro que, ¿por qué seguir llamándolo hogar? En las Islas sólo quedaba un puñado de sueños rotos.
Iba caminando entre la niebla, todavía inmerso en mis pensamientos cuando el sonido de las ramas quebrándose bajo unos pies despertaron mi interés. Pese a la posibilidad de un inminente peligro, continué caminando como si no me hubiese percatado de nada. Fue unos segundos después cuando escuché la voz quebrada y temerosa de una mujer a mi izquierda. Me giré lentamente y observé al dúo con una ceja enarcada. De todas las posibilidades que encerraba caminar entre aquellos árboles, encontrarse a dos mujeres asustadas era sin duda una de las más improbables. Curiosamente la niña era la que parecía más tranquila de las dos.
Sin quitarme la caucha sopesé si hablar o no, ¿qué iba a decirle? Tampoco es que me importase mucho su existencia así que, ¿por qué no girarme y seguir caminando como si nada hubiese ocurrido? Se cansarían y seguirían su camino sin molestarme. Sin embargo y por mucho que me pesase, la pequeña parte de humanidad que conservaba mi alma seguía aferrada a la absurda costumbre de ayudar a los demás.
— Baja eso. Soy de quien menos debes tener miedo en estos bosques —. Dije, manteniendo en todo momento un tono de voz tranquilo y casi desinteresado —. Claro que si sigues gritando no tendremos que preocuparnos mucho más tiempo por no llamar la atención, ¿no crees? — concluí.
Observé con detenimiento a la niña que se ocultaba tras la figura de la joven mujer, ladeando ligeramente el rostro. O la humana no lo era y aparentaba menos años de los que tenía o la misma sangre no corría por sus venas. En cualquier caso afilé la mirada entorno a su figura, preguntándome qué hacía aquella mujer con una niña en un lugar como aquel.
Aedan
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
Cada segundo valía como una vida para la joven humana. Por su mente pasaban a la carrera los conocimientos impartidos por su finada madre, lentamente, poco a poco, iba asumiendo el papel y la postura de una aprendiz de asesino. La línea de su mentón estaba elevada pero ligeramente curvada, sus ojos en el blanco y sus sentidos en lo que le rodeaba. La temblorosa naginata que antes parecía navegar en aguas turbulentas ahora se mantenía tan quieta como la calma antes de la tempestad. Nuria no dejaba de pensar que esa persona tenía grandes probabilidades de ser un vampiro, en su cabeza enumeraba una lista de puntos importantes, su palidez, el que cubriera su cuerpo con una capa y la cara con una capucha en la mitad de un bosque (eso era bastante llamativo) y su… excesiva franqueza.
Al escuchar la declaración del desconocido, la humana relajó la estanza y miró a su joven acompañante con curiosidad, entonces le susurró -¿Le conoces?- a lo que ella respondió negando con la cabeza, luego dio un paso hacia la criada y la tomó de su capa. En ese momento Nuria tuvo sentimientos encontrados, afortunadamente ninguno se contradecía directamente en cuanto a su origen. Primero, tranquilidad y satisfacción, ese desconocido no era una amenaza directa. Además, la probabilidad de que fuese un vampiro disminuía cada vez que las manecillas del reloj se movían, porque ya era de mañana. Segundo, sintió que estaba haciendo el ridículo, deteniendo a alguien bajo una falsa presunción. Tercero, difamada y extremadamente reaccionaria. Nuria no solía ser muy sentimental y tomarse las cosas a pecho, pero el tono que usó ese hombre le había gatillado una rebeldía innata a su edad.
-B-bajaré mi naginata p…porque esa es mi decisión- respodió, sintiéndose muy rebelde. De todas formas no se la echó a la espalda, aún no se fiaba de él. Nuria estaba enojada y confundida, no solía tener reacciones tan fuertes con nadie. Posó sus ojos en Claire y asintió una vez. - ¿Cómo podría estar tan segura de que no quieres hacernos daño?- su intento de retórica fue bastante malo, incluso ella lo entendía, pero nadie gana batallas si éstas no se comienzan -De todas formas, ¿por qué no querría llamar la atención? ¿Es que sí hay personas que sí quieren hacer daño aquí?- preguntó de una forma poco menos que acusadora. Sin embargo Claire fue más astuta que Nuria en todo el tiempo que intentó interactuar con el hombre. La niña simplemente dio un paso adelante, sin soltarse de la criada.
-Yo soy Claire y ella es Nuria. Nuria va hacia Ulmer y está perdida
- E-e… eso y también quiero llevar a Claire a su casa…
Nuria quería meterse un tronco por la garganta y desaparecer de la faz de Aerandir. Miró a Claire con ojos duros por unos momentos. Luego recordó que tenía hambre y que tal vez sería hora de un desayuno. Con todo en consideración, no dejó de advertir que Claire no había hablado de ella misma. “¿Tal vez no quiere ir a su casa?”
Al escuchar la declaración del desconocido, la humana relajó la estanza y miró a su joven acompañante con curiosidad, entonces le susurró -¿Le conoces?- a lo que ella respondió negando con la cabeza, luego dio un paso hacia la criada y la tomó de su capa. En ese momento Nuria tuvo sentimientos encontrados, afortunadamente ninguno se contradecía directamente en cuanto a su origen. Primero, tranquilidad y satisfacción, ese desconocido no era una amenaza directa. Además, la probabilidad de que fuese un vampiro disminuía cada vez que las manecillas del reloj se movían, porque ya era de mañana. Segundo, sintió que estaba haciendo el ridículo, deteniendo a alguien bajo una falsa presunción. Tercero, difamada y extremadamente reaccionaria. Nuria no solía ser muy sentimental y tomarse las cosas a pecho, pero el tono que usó ese hombre le había gatillado una rebeldía innata a su edad.
-B-bajaré mi naginata p…porque esa es mi decisión- respodió, sintiéndose muy rebelde. De todas formas no se la echó a la espalda, aún no se fiaba de él. Nuria estaba enojada y confundida, no solía tener reacciones tan fuertes con nadie. Posó sus ojos en Claire y asintió una vez. - ¿Cómo podría estar tan segura de que no quieres hacernos daño?- su intento de retórica fue bastante malo, incluso ella lo entendía, pero nadie gana batallas si éstas no se comienzan -De todas formas, ¿por qué no querría llamar la atención? ¿Es que sí hay personas que sí quieren hacer daño aquí?- preguntó de una forma poco menos que acusadora. Sin embargo Claire fue más astuta que Nuria en todo el tiempo que intentó interactuar con el hombre. La niña simplemente dio un paso adelante, sin soltarse de la criada.
-Yo soy Claire y ella es Nuria. Nuria va hacia Ulmer y está perdida
- E-e… eso y también quiero llevar a Claire a su casa…
Nuria quería meterse un tronco por la garganta y desaparecer de la faz de Aerandir. Miró a Claire con ojos duros por unos momentos. Luego recordó que tenía hambre y que tal vez sería hora de un desayuno. Con todo en consideración, no dejó de advertir que Claire no había hablado de ella misma. “¿Tal vez no quiere ir a su casa?”
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
Cada reacción del curioso par era, si cabe, más interesante que la anterior. La joven que en primera instancia había mostrado una inseguridad propia de una zagala inexperta y ante la boca del lobo se tranquilizó con una aparente rapidez que me llamó la atención. Tal vez fuese capaz de doblegar sus instintos sorprendentemente rápido o tal vez, simplemente, estuviese tan asustada e insegura como al principio y lo que estaba viendo ante mis ojos no era más que una máscara construida en un intento de parecer tenaz e implacable. En cualquier caso me limité a permanecer en silencio durante varios segundos después de que formulase sus preguntas. Cuando finalmente la niña decidió intervenir, una casi imperceptible sonrisa de medio lado asomó en mi rostro.
— Creo que sería prudente que dejases que tu pequeña acompañante hablase por ti — dije finalmente, sin perturbar mi pausado tono de voz. Sin duda, de las dos, la tal Claire parecía ser la más decidida, muy a pesar de que se tratase de una niña perdida en aquellos bosques. Aquello, cuanto menos, izó un sentimiento de desconfianza en mi interior.
—¿No crees que si quisiese haceros daño ya os lo habría hecho en lugar de esperar a que encontraseis y me apuntases con esa ridícula arma? — respondí finalmente —. Y a juzgar por tu reacción al toparos conmigo diría que conoces perfectamente la respuesta a esa pregunta. O tal vez eres desconfiada sin más. En cualquier caso te encuentras muy lejos de Ulmer, si ese es tu destino.
Se planteaba ante mí una interesante cuestión: abandonar a su suerte a la pareja aparentemente perdida o por primera vez en años mostrar un mínimo de humanidad y malgastar mi tiempo en ayudarlas. Si bien para un vulgar viajero la respuesta parecía bastante simple, en mi caso se trataba de un problema. El camino hacia Ulmer daba un importante rodeo por el norte, pero en cualquier caso tendríamos que pasar por Sacrestic Ville. Suponía que, al menos de momento, no tenía ningún motivo para ignorar la velada petición de auxilio de aquel curioso par. Quizá después de todo resultase incluso interesante.
— Yo voy hacia Sacrestic Ville. Dado que parecéis un tanto extraviadas podéis acompañarme siempre y cuando no resultéis una molestia — advertí. Lo último que necesitaba era llevar conmigo un lastre que no sólo me ralentizaría sino que supondría también un peligro —. Si no siempre podéis quedaros aquí y buscar por vuestra cuenta el camino — añadí. No les deseaba ningún mal, pero tampoco era que sintiese un especial interés en lo que les pudiese ocurrir.
Sin mediar más conversación y sin esperar a su respuesta decidí reemprender mi camino, dando por supuesto que me seguirían si tenían algún interés en llegar vivas a un lugar poblado. El camino hacia Sacrestic Ville llevaría como mucho una jornada y media si no nos retrasábamos; era cuestión de seguir un par de millar hacia el oeste en línea recta y luego virar directamente al norte. El sol empezaba a salir a nuestras espaldas, lo cual me llevó a la conclusión de que no me había desviado demasiado de mi camino durante la noche.
A lo lejos, a unos cien metros entre los árboles y colina abajo podía distinguirse la tenue silueta de lo que parecía un abrupto y descuidado camino natural.
— Creo que sería prudente que dejases que tu pequeña acompañante hablase por ti — dije finalmente, sin perturbar mi pausado tono de voz. Sin duda, de las dos, la tal Claire parecía ser la más decidida, muy a pesar de que se tratase de una niña perdida en aquellos bosques. Aquello, cuanto menos, izó un sentimiento de desconfianza en mi interior.
—¿No crees que si quisiese haceros daño ya os lo habría hecho en lugar de esperar a que encontraseis y me apuntases con esa ridícula arma? — respondí finalmente —. Y a juzgar por tu reacción al toparos conmigo diría que conoces perfectamente la respuesta a esa pregunta. O tal vez eres desconfiada sin más. En cualquier caso te encuentras muy lejos de Ulmer, si ese es tu destino.
Se planteaba ante mí una interesante cuestión: abandonar a su suerte a la pareja aparentemente perdida o por primera vez en años mostrar un mínimo de humanidad y malgastar mi tiempo en ayudarlas. Si bien para un vulgar viajero la respuesta parecía bastante simple, en mi caso se trataba de un problema. El camino hacia Ulmer daba un importante rodeo por el norte, pero en cualquier caso tendríamos que pasar por Sacrestic Ville. Suponía que, al menos de momento, no tenía ningún motivo para ignorar la velada petición de auxilio de aquel curioso par. Quizá después de todo resultase incluso interesante.
— Yo voy hacia Sacrestic Ville. Dado que parecéis un tanto extraviadas podéis acompañarme siempre y cuando no resultéis una molestia — advertí. Lo último que necesitaba era llevar conmigo un lastre que no sólo me ralentizaría sino que supondría también un peligro —. Si no siempre podéis quedaros aquí y buscar por vuestra cuenta el camino — añadí. No les deseaba ningún mal, pero tampoco era que sintiese un especial interés en lo que les pudiese ocurrir.
Sin mediar más conversación y sin esperar a su respuesta decidí reemprender mi camino, dando por supuesto que me seguirían si tenían algún interés en llegar vivas a un lugar poblado. El camino hacia Sacrestic Ville llevaría como mucho una jornada y media si no nos retrasábamos; era cuestión de seguir un par de millar hacia el oeste en línea recta y luego virar directamente al norte. El sol empezaba a salir a nuestras espaldas, lo cual me llevó a la conclusión de que no me había desviado demasiado de mi camino durante la noche.
A lo lejos, a unos cien metros entre los árboles y colina abajo podía distinguirse la tenue silueta de lo que parecía un abrupto y descuidado camino natural.
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
-Um hmm…- respondió algo ida y, afortunadamente para su dignidad, lo suficientemente bajo como para que nadie más escuchara que estaba de acuerdo con la afirmación del hombre. Su intento deliberado por pensar en un tema menos irritante resultó fútil. “Vamos Nuria Nesrin y Bittori… respira y tranquilízate… tu puedes…”. Aunque la criada buscaba por todos los medios remitir ese momento de flaqueza en su carácter, las audaces palabras de su interlocutor se lo hacían mentalmente difícil “ponte en su lugar Nu, tú misma le detuviste, apecha”. La humana miró a la pequeña a su lado, pensando en que debía dar un buen ejemplo, él tenía razón; ella había sido una grosera y debía pedir disculpas.
Claire levantó su vista para observar a Nuria, ese pequeño gesto invitó a la humana a que su rostro se tiñera de colores: comenzaba a avergonzarse de su poca madurez e inexistente sentido de la orientación. Nuria se echó su naginata a la espalda, su arrepentimiento probó ser verdadero, pero la excesiva franqueza de su nuevo guía era poco menos que vulgar. Le tomó a Nuria todo su poder interno de autoconvencimiento no hacerle una seña que dejara poco que desear a la imaginación, demostrando así lo que opinaba de “resultar una molestia”. - Muy bien Claire, imaginemos que este señor será nuestro nuevo jefe hasta llegar a nuestro destino ¿qué te parece?- sugirió, siguiendo al hombre que al parecer no tenía intenciones de perder el tiempo.
-Muy bien- respondió la pequeña, juntando las manos a la altura del pecho y apresurando el paso para ir a la par de los adultos. Puesto que el camino prometía ser largo y tedioso, la criada tomó la resolución de intentar ponerse en buenos términos con el desconocido. -Um…h mm… - intentó llamar su atención, poniéndose al lado de él -Tiene usted razón. Quiero disculparme por mi comportamiento anterior… me sentí en peligro y siento que salió lo peor de mí. Por favor, comencemos de nuevo- su palidez natural se aclaró un par de grados, estiró su mano para dársela de buena fe al hombre -Quedamos a su cuidado-.
-Si, quedamos a su cuidado. ¿Cómo te llamas?- intervino Claire, acercándose a él con familiaridad -¿A qué te dedicas? ¿de qué raza eres? Nunca te he visto por aquí ¿eres de Sacrestic Ville? Si vienes por los eventos del Samhain y la feria de los horrores ya acabó- Nuria bajó la cabeza y escondió su sonrisa. Claire era como una de esas comadres viejísimas de las casas de Lunargenta, donde en un par de minutos averiguan hasta lo que los demás comieron el día anterior. A ella también le había tocado su ronda de preguntas y respuestas, pero con él había sonado un poco más acosadora. El encapuchado había despertado un profundo interés en la pequeña.
Claire levantó su vista para observar a Nuria, ese pequeño gesto invitó a la humana a que su rostro se tiñera de colores: comenzaba a avergonzarse de su poca madurez e inexistente sentido de la orientación. Nuria se echó su naginata a la espalda, su arrepentimiento probó ser verdadero, pero la excesiva franqueza de su nuevo guía era poco menos que vulgar. Le tomó a Nuria todo su poder interno de autoconvencimiento no hacerle una seña que dejara poco que desear a la imaginación, demostrando así lo que opinaba de “resultar una molestia”. - Muy bien Claire, imaginemos que este señor será nuestro nuevo jefe hasta llegar a nuestro destino ¿qué te parece?- sugirió, siguiendo al hombre que al parecer no tenía intenciones de perder el tiempo.
-Muy bien- respondió la pequeña, juntando las manos a la altura del pecho y apresurando el paso para ir a la par de los adultos. Puesto que el camino prometía ser largo y tedioso, la criada tomó la resolución de intentar ponerse en buenos términos con el desconocido. -Um…h mm… - intentó llamar su atención, poniéndose al lado de él -Tiene usted razón. Quiero disculparme por mi comportamiento anterior… me sentí en peligro y siento que salió lo peor de mí. Por favor, comencemos de nuevo- su palidez natural se aclaró un par de grados, estiró su mano para dársela de buena fe al hombre -Quedamos a su cuidado-.
-Si, quedamos a su cuidado. ¿Cómo te llamas?- intervino Claire, acercándose a él con familiaridad -¿A qué te dedicas? ¿de qué raza eres? Nunca te he visto por aquí ¿eres de Sacrestic Ville? Si vienes por los eventos del Samhain y la feria de los horrores ya acabó- Nuria bajó la cabeza y escondió su sonrisa. Claire era como una de esas comadres viejísimas de las casas de Lunargenta, donde en un par de minutos averiguan hasta lo que los demás comieron el día anterior. A ella también le había tocado su ronda de preguntas y respuestas, pero con él había sonado un poco más acosadora. El encapuchado había despertado un profundo interés en la pequeña.
Nuria
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
Ya había empezado a andar cuando, como presupuse, la pareja decidió acompañarme. Ambas se pusieron a mi altura cuando comencé a descender por una pequeña pendiente, que llevaba colina abajo hacia una pequeña hondonada encharcada que esperaba poder sortear sin tener que dar un rodeo.
La disculpa de la joven me resultó cuanto menos curiosa y tan sólo pude ladear ligeramente la cabeza para observala a los ojos, perplejo. Enarqué ligeramente la ceja mientras suspiraba lenta y apaciblemente.
— ¿Pides disculpas por amenazar con un arma a un encapuchado con el que te encuentras sin más en medio de un bosque? — pregunté, confuso —. ¿No crees que es una respuesta lógica? — añadí. Pese a que su reacción había sido ridícula, ello no le restaba racionalidad, especialmente si tenían tan poca experiencia como aparentaba.
Miré entonces a la pequeña y traté de permanecer impasible ante su acosador modo de presentarse a un desconocido. De todo lo que había en aquel lugar entre la niebla, los árboles decrépitos, la joven inexperta y la amenaza de toparnos con algún peligro, aquella niña era lo que más me incomodaba de la situación. Era como la pieza del puzle que no encuentra lugar donde encajar; un enigma que tenía intranquila mi mente. No se conocían, por lo que daba por hecho que, dado que parecían acabar de conocerse, se la había encontrado en medio del bosque. Una niña en medio del bosque.
— ¿Y qué haces tú aquí, Claire? — pregunté a modo de respuesta, haciendo hincapié en su nombre y afilando la mirada entorno a la criatura. No tenía ningún interés en responder a cualquiera de sus preguntas, al menos de momento.
Mientras hablábamos ya habíamos descendido al fondo de la hondonada y, por suerte, un grueso tronco caído y a medio pudrir servía de puente improvisado para zafarse de la zona empantanada. Más adelante y subiendo colina arriba, saliendo de la hondonada, había un descenso prácticamente libre y sin escollos que llevaba al camino que había observado varios metros atrás, dibujado de forma tenue entre los helechos y los árboles por el repetido tránsito de animales o de personas. Viajaba de suroeste a noreste.
— ¿Se supone que te has perdido viajando hacia Ulmer o hay algo que te trae por aquí? Si te has perdido deberías cuestionarte tus dotes de orientación y lectura de mapas — pregunté. Quería saber con qué clase de individuos tendría que, como mínimo, continuar mi viaje a Sacrestic Ville.
La disculpa de la joven me resultó cuanto menos curiosa y tan sólo pude ladear ligeramente la cabeza para observala a los ojos, perplejo. Enarqué ligeramente la ceja mientras suspiraba lenta y apaciblemente.
— ¿Pides disculpas por amenazar con un arma a un encapuchado con el que te encuentras sin más en medio de un bosque? — pregunté, confuso —. ¿No crees que es una respuesta lógica? — añadí. Pese a que su reacción había sido ridícula, ello no le restaba racionalidad, especialmente si tenían tan poca experiencia como aparentaba.
Miré entonces a la pequeña y traté de permanecer impasible ante su acosador modo de presentarse a un desconocido. De todo lo que había en aquel lugar entre la niebla, los árboles decrépitos, la joven inexperta y la amenaza de toparnos con algún peligro, aquella niña era lo que más me incomodaba de la situación. Era como la pieza del puzle que no encuentra lugar donde encajar; un enigma que tenía intranquila mi mente. No se conocían, por lo que daba por hecho que, dado que parecían acabar de conocerse, se la había encontrado en medio del bosque. Una niña en medio del bosque.
— ¿Y qué haces tú aquí, Claire? — pregunté a modo de respuesta, haciendo hincapié en su nombre y afilando la mirada entorno a la criatura. No tenía ningún interés en responder a cualquiera de sus preguntas, al menos de momento.
Mientras hablábamos ya habíamos descendido al fondo de la hondonada y, por suerte, un grueso tronco caído y a medio pudrir servía de puente improvisado para zafarse de la zona empantanada. Más adelante y subiendo colina arriba, saliendo de la hondonada, había un descenso prácticamente libre y sin escollos que llevaba al camino que había observado varios metros atrás, dibujado de forma tenue entre los helechos y los árboles por el repetido tránsito de animales o de personas. Viajaba de suroeste a noreste.
— ¿Se supone que te has perdido viajando hacia Ulmer o hay algo que te trae por aquí? Si te has perdido deberías cuestionarte tus dotes de orientación y lectura de mapas — pregunté. Quería saber con qué clase de individuos tendría que, como mínimo, continuar mi viaje a Sacrestic Ville.
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
Los colores se le subieron al rostro a la humana, ese encapuchado no dejaba de sacarla de sus cuadrados esquemas. Toda la experiencia que tenía manejando a amos exigentes parecía no valer nada al momento de interactuar con ese enigmático ser de los bosques. Por unos momentos, la humana se cuestionó la solidez del hombre que se movía como si estuviese en su propio ambiente por ese bosque. Nuria mantenía el paso como podía, un tropiezo por aquí, un golpe por allá y siempre observando a la pequeña Claire que parecía poco menos que flotar por encima del piso. Los pelos de los antebrazos de la criada se levantaron como si antecedieran un mal presagio. -Yo sólo quiero que nos entendamos- respondió al hombre, mordiéndose el labio inferior y arrugando las cejas. “¿Qué más gruñón puede llegar a ser?” se cuestionó, intentando clasificar a su nuevo guía en alguna de las etiquetas que solía usar en su vida diaria para convivir dentro de la sociedad Verisarina.
Claire por su parte, no pareció tener una respuesta tan fuerte como la criada. Actuaba la cuidadora, más como una niña que la propia jovencita. Una sonrisa extendida iluminó su rostro tras la suspicacia de su interlocutor. La pequeña irradiaba tanta luz que Nuria se hubiese cubierto el rostro de no ser por el entorno que las rodeaba. - ¿Yo? Dijeron que esperase en el altar del bosque. Nuria llegó cuando me aburrí- Se encogió de hombros desestimando cualquier posible interpretación de sus palabras. Tomó la mano de Nuria y le ayudó a moverse con mayor facilidad por entre las dificultades del terreno. La criada no pudo más que agradecer a su dios que la pequeña estaba con ella. Era como un pequeño angelito enviado para ayudarla en un momento tan difícil como ese. Sin ser capaz de ver más allá de lo evidente, la humana apenas era capaz de mantener el paso al hombre. La altura del puente improvisado le tomó por sorpresa, pero la sorpresa aún mayor de que la pequeña Claire no demostrara ninguna reacción especial, le hizo continuar avanzando en silencio.
- Vine a celebrar el Samhain con un amigo. Pensaba devolverme a Ulmer pero este es el resultado- respondió con honestidad, no se había preparado mentalmente para seguir interactuando con el hombre que en su cabeza había bautizado como “el ermitaño”. -Mis dotes de orientación están fuera de discusión.- Hizo una pausa, no quería sonar agresiva y por tanto añadió -Soy muy mala intentando llegar a un lugar. Y no pensé que esta vez necesitaría un mapa…- miró al suelo sin ver. Claire le dio un apretoncito en sus manos y le echó la lengua al hombre de la capa. -Usted por el contrario, parece versado en esto de caminar por estos lares- comentó a secas. La frente de la niña se arrugó, hecho que no pasó desapercibido por la criada. -¿Pasa algo Claire?-.
-Puede que más adelante tengamos compañía poco deseable- informó, como quien habla del clima. - ¿Claire? ¿Sabes algo importante? ¿a qué te refieres?- preguntó Nuria sin lograr mucho. La niña miró deliberadamente hacia la lejanía. - Él tiene que responder primero- sus palabras sonaron altaneras, como si el hombre no hubiese dado la suficiente importancia a la infante. - Pequeña... ¿esto es un berrinche? No puedes ir por ahí...- la niña interrumpió a la humana con un gesto de la mano y expresión seria que rápidamente relajó en la conocida sonrisa - Quién sabe-.
- Me rindo- admitió Nuria, encogiéndose de hombros. Posó su vista en el hombre, quería ver su reacción ante la situación. Esperaba que se desentendiera de la cuestión, pero también esperaba que la sorprendiera.
Claire por su parte, no pareció tener una respuesta tan fuerte como la criada. Actuaba la cuidadora, más como una niña que la propia jovencita. Una sonrisa extendida iluminó su rostro tras la suspicacia de su interlocutor. La pequeña irradiaba tanta luz que Nuria se hubiese cubierto el rostro de no ser por el entorno que las rodeaba. - ¿Yo? Dijeron que esperase en el altar del bosque. Nuria llegó cuando me aburrí- Se encogió de hombros desestimando cualquier posible interpretación de sus palabras. Tomó la mano de Nuria y le ayudó a moverse con mayor facilidad por entre las dificultades del terreno. La criada no pudo más que agradecer a su dios que la pequeña estaba con ella. Era como un pequeño angelito enviado para ayudarla en un momento tan difícil como ese. Sin ser capaz de ver más allá de lo evidente, la humana apenas era capaz de mantener el paso al hombre. La altura del puente improvisado le tomó por sorpresa, pero la sorpresa aún mayor de que la pequeña Claire no demostrara ninguna reacción especial, le hizo continuar avanzando en silencio.
- Vine a celebrar el Samhain con un amigo. Pensaba devolverme a Ulmer pero este es el resultado- respondió con honestidad, no se había preparado mentalmente para seguir interactuando con el hombre que en su cabeza había bautizado como “el ermitaño”. -Mis dotes de orientación están fuera de discusión.- Hizo una pausa, no quería sonar agresiva y por tanto añadió -Soy muy mala intentando llegar a un lugar. Y no pensé que esta vez necesitaría un mapa…- miró al suelo sin ver. Claire le dio un apretoncito en sus manos y le echó la lengua al hombre de la capa. -Usted por el contrario, parece versado en esto de caminar por estos lares- comentó a secas. La frente de la niña se arrugó, hecho que no pasó desapercibido por la criada. -¿Pasa algo Claire?-.
-Puede que más adelante tengamos compañía poco deseable- informó, como quien habla del clima. - ¿Claire? ¿Sabes algo importante? ¿a qué te refieres?- preguntó Nuria sin lograr mucho. La niña miró deliberadamente hacia la lejanía. - Él tiene que responder primero- sus palabras sonaron altaneras, como si el hombre no hubiese dado la suficiente importancia a la infante. - Pequeña... ¿esto es un berrinche? No puedes ir por ahí...- la niña interrumpió a la humana con un gesto de la mano y expresión seria que rápidamente relajó en la conocida sonrisa - Quién sabe-.
- Me rindo- admitió Nuria, encogiéndose de hombros. Posó su vista en el hombre, quería ver su reacción ante la situación. Esperaba que se desentendiera de la cuestión, pero también esperaba que la sorprendiera.
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Re: Diario de un nigromante [Interpretativo] [Libre] [2/3]
Con la llegada del amanecer se planteaba en mi mente una cuestión en la que no había caído hasta entonces, dado el nuevo paradigma de la situación. Habría que pasar, antes de llegar a Sacrestic Ville, una noche a la intemperie en aquel bosque. En soledad no tendría ningún problema, pero acompañado por aquella pareja parecía evidente la necesidad de encontrar un refugio donde garantizar cierta seguridad. Sin duda alguna, de momento aquellas dos sólo me estaban planteando problemas.
La breve historia de Nuria incitaba más preguntas, más que resolverlas. O su amigo no era tan amigo o la historia era más compleja de lo que me quisiera indagar, por lo que de cualquiera de las maneras decidí no indagar más en el asunto, por el momento. No había pasada desapercibida, sin embargo, la mención de la niña de un altar.
— Crecí en una zona boscosa — respondí sin demasiados miramientos. Desde niño había caminado y corrido por los bosques alrededor de Beltrexus, por lo que orientarme y moverme entre las forestas no resultaba demasiado complicado.
Fruncí ligeramente el ceño y me detuve, dándome la vuelta para observar a Claire en cuanto ésta hizo su afirmación. Ladeé ligeramente el rostro y afilé la mirada, llena de desconfianza. Desde el momento en que partí de la idea de que aquella niña había aparecido sin más en escena no dejaba de preguntarme en qué clase de marco lógico podía ocurrir algo así de forma natural. El tono de la pequeña no hacía más que confirmarme que callaba más de lo que hablaba.
— ¿Responderte a qué? — pregunté entonces, casi en un tono increpante. Por lo general no soportaba la compañía ni las relaciones humanas, mucho menos si se trataba una niña que me inspiraba tan poca confianza —. Cualquiera diría que conoces mejor estos bosques que cualquiera de nosotros dos —. Me agaché y palpé la tierra; cogí un puñado y la desmenucé entre mis dedos, volviendo a alzar la mirada y clavándosela a la niña — y dado el lugar en el que nos encontramos, eso no dice nada bueno — añadí. Volví a ponerme en pie y a continuar mi camino, esta vez a paso más lento, prestando mayor atención en el ambiente tétrico en el que se estaba sumiendo aquel lugar con la llegada del amanecer. La niebla se levantaba espesa en la distancia.
— Demasiado silencio — mascullé. El camino, que estaba a pocos metros, se introducía en un estrecho desfiladero en una colina partida por la mitad y con paredes altas y rocosas. Los altos pinos se cernían sobre la abertura, asomando sus raíces por el borde de la caída y tapizando el techo abierto de la garganta.
Suspiré lenta y apaciblemente.
La breve historia de Nuria incitaba más preguntas, más que resolverlas. O su amigo no era tan amigo o la historia era más compleja de lo que me quisiera indagar, por lo que de cualquiera de las maneras decidí no indagar más en el asunto, por el momento. No había pasada desapercibida, sin embargo, la mención de la niña de un altar.
— Crecí en una zona boscosa — respondí sin demasiados miramientos. Desde niño había caminado y corrido por los bosques alrededor de Beltrexus, por lo que orientarme y moverme entre las forestas no resultaba demasiado complicado.
Fruncí ligeramente el ceño y me detuve, dándome la vuelta para observar a Claire en cuanto ésta hizo su afirmación. Ladeé ligeramente el rostro y afilé la mirada, llena de desconfianza. Desde el momento en que partí de la idea de que aquella niña había aparecido sin más en escena no dejaba de preguntarme en qué clase de marco lógico podía ocurrir algo así de forma natural. El tono de la pequeña no hacía más que confirmarme que callaba más de lo que hablaba.
— ¿Responderte a qué? — pregunté entonces, casi en un tono increpante. Por lo general no soportaba la compañía ni las relaciones humanas, mucho menos si se trataba una niña que me inspiraba tan poca confianza —. Cualquiera diría que conoces mejor estos bosques que cualquiera de nosotros dos —. Me agaché y palpé la tierra; cogí un puñado y la desmenucé entre mis dedos, volviendo a alzar la mirada y clavándosela a la niña — y dado el lugar en el que nos encontramos, eso no dice nada bueno — añadí. Volví a ponerme en pie y a continuar mi camino, esta vez a paso más lento, prestando mayor atención en el ambiente tétrico en el que se estaba sumiendo aquel lugar con la llegada del amanecer. La niebla se levantaba espesa en la distancia.
— Demasiado silencio — mascullé. El camino, que estaba a pocos metros, se introducía en un estrecho desfiladero en una colina partida por la mitad y con paredes altas y rocosas. Los altos pinos se cernían sobre la abertura, asomando sus raíces por el borde de la caída y tapizando el techo abierto de la garganta.
Suspiré lenta y apaciblemente.
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