Susurros. [Interpretativo] [Solitario] [Cerrado]
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Susurros. [Interpretativo] [Solitario] [Cerrado]
- Me temo que no que responder a eso… - Lyn infló los mofletes y sacudió la cabeza. Aquello estaba siendo imposible, la vampiresa había hecho más de una decena de preguntas diferentes y de, todas ellas, había recibido solo un par de respuestas afirmativas; Y ambas habían sido a: “¿Puedo darte un abrazo?”.
- ¿Hay algo que pueda preguntarte, entonces? – dijo al final Lyn, cansada, dejando caer la barbilla entre sus manos, cerrando los ojos y concentrándose en la cálida fogata que el Mortal había encendido cuando levantó el campamento.
- Todo lo que desee, Lady Lyanna. – Lyn frunció el ceño al oír a Virgo decir aquello.
- ¡Te he dicho que me llames Lyn! – Se cruzó de brazos, mirando fijamente a la mujer que tenía delante. Al principio, el recibir aquella denominación había sido divertido, pero se le había antojado algo rara con el tiempo, casi se sentía incomoda escuchándolo. Aquella propuesta pareció pillar a Virgo desprevenida, no obstante, como todas las veces que la había invocado hasta el momento, esta apenas cambió su expresión.
- Puedo permitirme llamarla… Señorita Lyn. – dijo después de depositar sus ojos en la fogata. A Lyn, por unos instantes, le pareció ver que estos brillaban con luz propia, como dos pequeños zafiros.
- …Me vale. – dijo al final, con el fantasma de una sonrisa en su rostro. Virgo era extraña, y no solo lo era por su curiosa apariencia. El Mortal también lo había afirmado en alguna ocasión que otra, pero este, en realidad, tampoco había conversado tanto con la mujer; Por algún motivo que no parecía querer decir, este parecía estar ausente, distante. Incluso en aquel mismo momento se estaba tomado un tiempo “Para estar a solas”, podía oírlo murmurar al otro lado del claro.
Suspiró y volvió a mirar a Virgo.
Lo cierto es que apenas sabían nada de ella, de dónde venía realmente o que significaba el “contrato” que el Mortal y ella habían, supuestamente, firmado con la sirvienta. Sí que sabía, al menos ella, que usaba su propia fuerza, su magia, para hacerla aparecer. Pero nada más.
Y Virgo no parecía querer responder nada más que: “Vengo de otra dimensión”.
¿Qué era una dimensión para empezar?
- ¡No me voy a rendir! – Dijo al final, señalándola de forma dramática. - ¡Dime si tienes amigos, al menos! ¿¡Tendrás amigos no?! – Virgo abrió los ojos de par en par, aquella fue la primera reacción, la única y genuina que había visto Lyn realizar a la joven de cabellos purpura.
- Yo… - La vampiresa se mordió el labio inferior, pensativa, al ver la expresión de la sirvienta.
- ¿No... tienes amigos? – Preguntó al cabo de unos segundos, al ver que Virgo no era capaz de articular nada parecido a una respuesta lógica. La sirvienta, al oír la voz de Lyn, relajó la expresión y volvió a mostrarse tan monótona como solía serlo ella.
Aunque sonrió, o eso le pareció a Lyn.
- Hace usted unas preguntas… interesantes, Señorita Lyn. – dijo al final, levantando la mirada, dejando entrever, ahora, una sonrisa de verdad. Una que se esfumó apenas segundos de haber aparecido. – Sí le digo la verdad, es usted la primera persona que me convoca con… tanta insistencia. – Alzó ambas manos, mostrando las pesadas cadenas que llevaba en las muñecas, las cuales tintineaban con suavidad con cada movimiento de la mujer. – Yo soy un arma, Señorita. – Lyn no dijo nada, continuó escuchando mientras abrochaba y desabrochaba, de forma intermitente, las correas que mantenían sus botas sujetas a su cuerpo. – Esa es mi función. Por eso me llaman. – Virgo se detuvo unos segundos. – Lucho… por las personas que poseen la llave. – Clavó sus ojos color esmeralda en la mencionada llave que descansaba en el cinturón de la vampiresa. – Y… - Se detuvo, miró hacia el cielo. – Si no lo hago bien… - Volvió a callarse. – Recibo mi castigo. – Un silencio solo roto por el suave crepitar del fuego se apoderó del claro, un silencio que pareció durar varias vidas para la vampiresa.
- ¡Bu…! ¡Bueno! – Dijo al final levantándose, señalando a la muchacha de la misma forma que lo había hecho en un principio. - ¡Pues eso se va a acabar! ¡Si quiero una bestia peligrosa con la que asustar a los demás tengo al…! ¿Dónde está el Mortal? – Miró a ambos lados, lo vio en el mismo sitio en el que estaba, sentado, solo, al otro extremo del lugar - Bueno… da igual. – Se acercó a ella y le dio un pequeño golpe en la cabeza. - ¡A partir de ahora, somos… somos amigas! – Exclamó, cruzándose de brazos, desviando levemente la mirada. - ¿…Vale? – Preguntó, teniéndole sutilmente la mano.
- ¡Oh! – Virgo parpadeó repetidamente y, de nuevo, se mostró sorprendida durante unos instantes. – Entiendo. – dijo relajando la expresión, casi parecía un Bio-Cibernético. – Amigas, señorita Lyn. – dijo haciendo una pequeña reverencia, con una sonrisa.
- No, no, no. – Le dio otro golpe en la cabeza, según Virgo se inclinaba. - ¡Dame la mano! – Exigió la joven de forma señorial, al parecer, aquel tono era el único que Virgo entendía.
- Entiendo. – dijo aceptando la mano que le ofrecía la vampiresa, la cual, en ese momento, se tambaleó un poco, lo suficiente como para que Virgo se viese obligada a sujetarla para que no acabase desplomándose contra el suelo. Era bastante más rápida de lo que parecía a simple vista, incluso con aquel vestido de criada tan voluminoso. – Como… consejo de amiga… Señorita Lyn. – dijo ayudándola a sentarse de nuevo junto a la hoguera. – Le recomendaría que me… llamase solo de ser necesario. En caso contrario, me vería obligada a aceptar un castigo por verla sin energías debido a mis necesidades. – Lyn torció el gesto y se dejó caer, lentamente, sobre el tocón que Eltrant había encontrado por allí y estaba usando de mesita improvisada.
- ¡Pero… así no podemos hablar! ¿Y qué te pasa a ti con el dolor corporal y los castigos? Te vas llevar muy bien con Eltrant… ¿Plantas patatas? – Todo lo que Lyn dijo fue perdiendo energía según hablaba, al final, apenas dejó escapar un susurro, seguidamente trató de aguantarle la mirada durante unos segundos a Virgo, pero no lo consiguió. Suspiró. – Vale. Pero tú sigue llamando al Mort… a Eltrant… Príncipe. O Lord Tale… Señor Elran Tail de Villavinagre también sirve. – dijo dejando escapar una risita, Virgo sonrió.
- Eso puedo hacerlo, Señorita Lyn. Al menos en parte. – dijo antes de desaparecer.
- ¡CALLAOS DE UNA VEZ! – Gritó Eltrant a la nada, al otro lado del claro.
- ¿Hay algo que pueda preguntarte, entonces? – dijo al final Lyn, cansada, dejando caer la barbilla entre sus manos, cerrando los ojos y concentrándose en la cálida fogata que el Mortal había encendido cuando levantó el campamento.
- Todo lo que desee, Lady Lyanna. – Lyn frunció el ceño al oír a Virgo decir aquello.
- ¡Te he dicho que me llames Lyn! – Se cruzó de brazos, mirando fijamente a la mujer que tenía delante. Al principio, el recibir aquella denominación había sido divertido, pero se le había antojado algo rara con el tiempo, casi se sentía incomoda escuchándolo. Aquella propuesta pareció pillar a Virgo desprevenida, no obstante, como todas las veces que la había invocado hasta el momento, esta apenas cambió su expresión.
- Puedo permitirme llamarla… Señorita Lyn. – dijo después de depositar sus ojos en la fogata. A Lyn, por unos instantes, le pareció ver que estos brillaban con luz propia, como dos pequeños zafiros.
- …Me vale. – dijo al final, con el fantasma de una sonrisa en su rostro. Virgo era extraña, y no solo lo era por su curiosa apariencia. El Mortal también lo había afirmado en alguna ocasión que otra, pero este, en realidad, tampoco había conversado tanto con la mujer; Por algún motivo que no parecía querer decir, este parecía estar ausente, distante. Incluso en aquel mismo momento se estaba tomado un tiempo “Para estar a solas”, podía oírlo murmurar al otro lado del claro.
Suspiró y volvió a mirar a Virgo.
Lo cierto es que apenas sabían nada de ella, de dónde venía realmente o que significaba el “contrato” que el Mortal y ella habían, supuestamente, firmado con la sirvienta. Sí que sabía, al menos ella, que usaba su propia fuerza, su magia, para hacerla aparecer. Pero nada más.
Y Virgo no parecía querer responder nada más que: “Vengo de otra dimensión”.
¿Qué era una dimensión para empezar?
- ¡No me voy a rendir! – Dijo al final, señalándola de forma dramática. - ¡Dime si tienes amigos, al menos! ¿¡Tendrás amigos no?! – Virgo abrió los ojos de par en par, aquella fue la primera reacción, la única y genuina que había visto Lyn realizar a la joven de cabellos purpura.
- Yo… - La vampiresa se mordió el labio inferior, pensativa, al ver la expresión de la sirvienta.
- ¿No... tienes amigos? – Preguntó al cabo de unos segundos, al ver que Virgo no era capaz de articular nada parecido a una respuesta lógica. La sirvienta, al oír la voz de Lyn, relajó la expresión y volvió a mostrarse tan monótona como solía serlo ella.
Aunque sonrió, o eso le pareció a Lyn.
- Hace usted unas preguntas… interesantes, Señorita Lyn. – dijo al final, levantando la mirada, dejando entrever, ahora, una sonrisa de verdad. Una que se esfumó apenas segundos de haber aparecido. – Sí le digo la verdad, es usted la primera persona que me convoca con… tanta insistencia. – Alzó ambas manos, mostrando las pesadas cadenas que llevaba en las muñecas, las cuales tintineaban con suavidad con cada movimiento de la mujer. – Yo soy un arma, Señorita. – Lyn no dijo nada, continuó escuchando mientras abrochaba y desabrochaba, de forma intermitente, las correas que mantenían sus botas sujetas a su cuerpo. – Esa es mi función. Por eso me llaman. – Virgo se detuvo unos segundos. – Lucho… por las personas que poseen la llave. – Clavó sus ojos color esmeralda en la mencionada llave que descansaba en el cinturón de la vampiresa. – Y… - Se detuvo, miró hacia el cielo. – Si no lo hago bien… - Volvió a callarse. – Recibo mi castigo. – Un silencio solo roto por el suave crepitar del fuego se apoderó del claro, un silencio que pareció durar varias vidas para la vampiresa.
- ¡Bu…! ¡Bueno! – Dijo al final levantándose, señalando a la muchacha de la misma forma que lo había hecho en un principio. - ¡Pues eso se va a acabar! ¡Si quiero una bestia peligrosa con la que asustar a los demás tengo al…! ¿Dónde está el Mortal? – Miró a ambos lados, lo vio en el mismo sitio en el que estaba, sentado, solo, al otro extremo del lugar - Bueno… da igual. – Se acercó a ella y le dio un pequeño golpe en la cabeza. - ¡A partir de ahora, somos… somos amigas! – Exclamó, cruzándose de brazos, desviando levemente la mirada. - ¿…Vale? – Preguntó, teniéndole sutilmente la mano.
- ¡Oh! – Virgo parpadeó repetidamente y, de nuevo, se mostró sorprendida durante unos instantes. – Entiendo. – dijo relajando la expresión, casi parecía un Bio-Cibernético. – Amigas, señorita Lyn. – dijo haciendo una pequeña reverencia, con una sonrisa.
- No, no, no. – Le dio otro golpe en la cabeza, según Virgo se inclinaba. - ¡Dame la mano! – Exigió la joven de forma señorial, al parecer, aquel tono era el único que Virgo entendía.
- Entiendo. – dijo aceptando la mano que le ofrecía la vampiresa, la cual, en ese momento, se tambaleó un poco, lo suficiente como para que Virgo se viese obligada a sujetarla para que no acabase desplomándose contra el suelo. Era bastante más rápida de lo que parecía a simple vista, incluso con aquel vestido de criada tan voluminoso. – Como… consejo de amiga… Señorita Lyn. – dijo ayudándola a sentarse de nuevo junto a la hoguera. – Le recomendaría que me… llamase solo de ser necesario. En caso contrario, me vería obligada a aceptar un castigo por verla sin energías debido a mis necesidades. – Lyn torció el gesto y se dejó caer, lentamente, sobre el tocón que Eltrant había encontrado por allí y estaba usando de mesita improvisada.
- ¡Pero… así no podemos hablar! ¿Y qué te pasa a ti con el dolor corporal y los castigos? Te vas llevar muy bien con Eltrant… ¿Plantas patatas? – Todo lo que Lyn dijo fue perdiendo energía según hablaba, al final, apenas dejó escapar un susurro, seguidamente trató de aguantarle la mirada durante unos segundos a Virgo, pero no lo consiguió. Suspiró. – Vale. Pero tú sigue llamando al Mort… a Eltrant… Príncipe. O Lord Tale… Señor Elran Tail de Villavinagre también sirve. – dijo dejando escapar una risita, Virgo sonrió.
- Eso puedo hacerlo, Señorita Lyn. Al menos en parte. – dijo antes de desaparecer.
- ¡CALLAOS DE UNA VEZ! – Gritó Eltrant a la nada, al otro lado del claro.
Última edición por Eltrant Tale el Jue Abr 05 2018, 01:39, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: Susurros. [Interpretativo] [Solitario] [Cerrado]
“…Necesito ayuda…”
“… Al anochecer del primer día de junio, el puñal me de mi esposo…”
“No puedo ver… ¿Dónde estoy? … ¿Tengo ojos?”
“…El hombre muerto es no es…”
“Hace frío… mucho frío”
“… Al anochecer del primer día de junio, el puñal me de mi esposo…”
“No puedo ver… ¿Dónde estoy? … ¿Tengo ojos?”
“…El hombre muerto es no es…”
“Hace frío… mucho frío”
Se apoyó contra el tronco del árbol que tenía justo delante, respirando agitado, con la frente empapada en sudor. ¿Por qué? ¿Qué significaba aquello? ¿Por qué oía aquellas voces? Era algo que llevaba recurriéndose, en su cabeza durante, más de una semana, desde que abandonaron la ciudad maldita.
No se apagaban nunca, no entendía que decían. ¿Se estaba volviendo loco? Debía de ser eso, algo malo había pasado en el Lago Sombrío, la muerte de Melissa no había sido solo eso. El diario de ella, ese libro que se desvaneció justo cuando lo tocó.
¿Por qué recordaba tantas cosas que no debería hacerlo? No quería aquellos recuerdos. Ni siquiera podía ordenarlos.
“…Escúchame…”
“¿Por qué no me haces caso?”
“Necesito tu ayuda”
“Por favor, solo tienes que escucharme”
“Ayúdame”
“¿Por qué no me haces caso?”
“Necesito tu ayuda”
“Por favor, solo tienes que escucharme”
“Ayúdame”
- ¡CALLAOS DE UNA VEZ! – Cayó de rodillas, frente al árbol, tratando de sujetarse como buenamente podía en este. – Dejadme… tranquilo… - Musitó, prácticamente sin energías. ¿Cuánto tiempo llevaba sin dormir? ¿Días? ¿Una semana?
Tragó saliva y sacudió la cabeza, golpeó varias veces el roble en el que sujetaba, tratando de ordenar lo que había acontecido en los últimos momentos de Melissa. Mataron al espectro y, Melissa, intentando sellar esa cosa que asolaba el pueblo, se sumergió en el lago perdiendo la vida en el proceso.
Lyn tenía una llave, una que hacía aparecer a una mujer: Virgo. Esa mujer decía cosas que no tenían ningún sentido alguno para Eltrant, pero afirmaba que lucharía de su parte de ser necesario. ¿Por qué todo aquello había abierto más preguntad de las que había cerrado? Solía ser sencillo, habían recuperado los fragmentos en la aldea, la habían limpiado.
¿Por qué no se había acabado? ¿Era esa su recompensa por no limitarse a ser un granjero perdido en mitad de la nada? Podía aguantar las heridas, podía aguantar el que la mayor parte de las personas de Aerandir acabasen tratando de matarle.
Pero aquello, aquellas voces, la sensación de angustia que sentía cuando las escuchaba. Casi prefería ser apuñalado.
“Sé que puedes oírme”
“Por favor, no se hacía dónde avanzar, todo está muy oscuro. Dime hacia dónde tengo que ir.”
“Solo te veo a ti. ¿Por qué eres lo único que puedo ver?”
“¡Escúchame!”
“Por favor, no se hacía dónde avanzar, todo está muy oscuro. Dime hacia dónde tengo que ir.”
“Solo te veo a ti. ¿Por qué eres lo único que puedo ver?”
“¡Escúchame!”
- ¡No! – Sacudió la cabeza - ¡No! – Si giró sobre sí mismo, para encontrarse la figura de Lyn tras él, mirándole fijamente, con una evidente expresión de preocupación en su cara.
Tragó saliva y se pasó el puño de la camisa por la frente. Se obligó a sonreír. Probablemente solo se estaba preguntando cuando reemprenderían la marcha, llevaban varias horas en aquel sitio, tenían que darse prisa, de otro modo, no llegarían a ningún tipo de resguardo antes del amanecer.
- …Eltrant. – La vampiresa se acercó un par de pasos. - ¿Estas… bien? ¿Has vuelto a tener esas pesadillas? – Preguntó colocándose junto a su compañero. Acalló las voces de su cabeza, instó a aquella multitud a que se callase. Y le obedecieron, al menos, por el momento.
“…esperaré…”
"Te dejaré un momento"
"Te dejaré un momento"
Podía notar como estaban a punto de saltar sobre él, todas las voces a una, todas aquellas peticiones sin sentido, todo aquel remolino de emociones que se veía incapaz de controlar.
- ¿Es… por lo de Melissa? – Lyn tomó la mano del exmercenario. – …Sabes… sabes que puedes contarme lo que quieras. ¿Verdad? – Dijo la vampiresa a continuación, Eltrant apretó los dientes. Lucho contra la imperiosa necesidad que tenía de derrumbarse, de tumbarse allí y enloquecer.
¿Por qué, de entre todas las personas, le pasaba esto a él?
“¿Ya?”
- ¡No! ¡Dejadm…! – Lyn soltó la mano de su compañero y retrocedió un par de pasos cuando vio como este gritaba a la nada, con los ojos muy abiertos. Eltrant desvió la mirada y dejó de hablar casi de inmediato.
¿Tenía aspecto de loco? Debía de tener aspecto de loco. Estaba empezando a creer que de verdad estaba loco. Frunció el ceño y sacudió la cabeza.
- Lo… siento. No es nada. – dijo echando mano de la bolsa de viaje y marchándose hacía la hoguera, dejando a Lyn sola junto al bosque. – No perdamos más tiempo Lyn. - Esbozó algo parecido a una sonrisa - Va a amanecer pronto. – dijo lanzando un montón de tierra sobre la hoguera y apagándola.
- …vale. – Respondió la vampiresa, en apenas un susurro, mientras veía a su compañero caminar en primer lugar.
“Sólo necesito hablar contigo”
Eltrant Tale
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Re: Susurros. [Interpretativo] [Solitario] [Cerrado]
Se despertó sobresaltado, miró, confuso, a su alrededor, tratando de comprender lo que sucedía. ¿Dónde estaba? ¿Estaba bien? ¿Estaba vivo siquiera?
Se llevó la mano hasta el cuello, hacía el lugar en el que había sentido un puñal hundirse en su carne. No había herida, estaba bien, nadie le había atacado. Pero lo había sentido, conocía aquella sensación muy bien; demasiado bien, muy a su pesar.
Sabía exactamente lo que se sentía al ser apuñalado.
Poco a poco, la sensación de malestar fue remitiendo. ¿Una pesadilla? ¿…otra pesadilla? Por si las voces no eran suficientes, tampoco estaba tranquilo en sus propios sueños.
Suspiró, relajándose un poco, y una vez sus ojos se habituaron a la oscuridad buscó con la mirada a Lyn. La vampiresa dormía no muy lejos de él, acurrucada frente a las ascuas de la hoguera que se habían visto obligados a encender en aquella cueva.
Ignoró aquella voz y se acomodó sobre la capa que estaba usando a modo de colchón como buenamente pudo, gruñendo por lo bajo. Ahora que había escuchado la primera, el resto de voces no tardaría en aparecerse tras ella.
No sabía de dónde venían aquellas palabras, tampoco quería escucharlas, realmente. Todas ellas ansiaban ayuda, la pedían, muchas incluso la exigían. Simplemente aparecían y, junto con ellas, a veces, podía sentir emociones.
Angustia, tristeza, ira…
Cualquier persona le tacharía de loco al verle gritar a la nada, estaba empezando a pensar que Lyn comenzaba a hacerlo. No la culparía si lo hiciese. ¿Cómo sabía, el mismo, que no lo estaba?
“…No puedo dormir sin saber que…”
Cerró los ojos y se giró sobre sí mismo, se cubrió el cuerpo con la capa como buenamente pudo. Podía oír todas aquellas voces, pero seguía sin poder ordenar con exactitud lo que estas decían, comprendía, al menos, que, saliesen de dónde saliesen aquellas personas, estaban desesperadas por algún motivo.
Trató de dormir, al menos durante un par de horas más. Apenas acababa de amanecer.
- Elt… ¡Elt! – Un zarandeó le despertó, abrió los ojos, parpadeó copiosamente en un inútil intento por que sus ojos se aclimatasen a la pobre iluminación de la cueva rápidamente, volvía a estar confuso, a desconocer el lugar en el que se había despertado.
El rostro de Lyn, encogido en una mueca de preocupación, fue lo primero que captó. Estaba justo a su lado, no se separaba de él decía algo, pero no la oía bien. ¿Algo iba mal? ¿Cazadores de vampiros? ¿Bandidos? ¿Sectarios Elfos? ¿Qué era aquella vez? Tragó saliva y, aún sin oír apenas lo que la ojiazul decía mientras le zarandeaba, se incorporó rápidamente, pero sin llegar a levantarse, buscando con la mirada una de sus espadas.
Iba a matar a cualquiera que se atreviese a tocar a Lyn.
Se detuvo al oír el grito, justo cuando, aun sentado, desenvainaba a Olvido dispuesto a rebanar a cualquiera que se hubiese atrevido a entrar en la cueva mientras dormía.
Miró a Lyn, casi sin comprender todavía, que estaba pasando. ¿No había entrado nadie a la cueva? ¿Estaban a salvo? La ojiazul se acercó a un más y, con cuidado, abrió la mano del exmercenario, instándole a que soltase la espada. Eltrant cerró los ojos y dejó a Olvido en manos de la vampiresa, Lyn la depositó junto a recuerdo sin decir nada.
- Es… estabas gritando en sueños. – Susurró la vampiresa sentándose junto a él, tras varias decenas de segundos en silencio. – Algo sobre Térpoli... – Eltrant se llevó ambas manos a la cara y dejó que su cabeza descansase en la pared que tenía tras de sí. – Parecías… asustado. – La vampiresa apoyó la cabeza en el hombro de su compañero.
- ¿Me vas a contar que te pasa? – Preguntó Lyn separandose levemente de Eltrant, aunque, por la mirada que la vampiresa le lanzó parecía más bien una orden. – Y no me vengas con… que estás bien. – añadió en seguida. – Se cuándo estás bien. No lo estás. – Tragó saliva y bajo la mirada, no podía mirarla a la cara. No sabía exactamente por qué, solo quería rendirse, huir a su cabaña en el bosque como había hecho meses atrás.
Y sólo llevaba así un par de semanas.
- Creo… que estoy mal de la cabeza, Lyn. – murmuró al final, rindiendose ante la mirada de la vampiresa. – No sé por qué me pasa… sólo… - Agitó la cabeza, acalló un poco las voces, trató de centrarse en la conversación que estaba teniendo con Lyn.
- Pero… eso ya lo sé. – dijo Lyn tomando al exmercenario, con ambas manos, por la barbilla y obligándole a mirarla. - ¿Acaso conoces a alguien que se comporte como tú, Mortal? – Preguntó la ojiazul esbozando una sonrisa. – Estás loco, Eltrant Tale. – Aseguró ampliando dicha sonrisa. – Asúmelo. – dijo la vampiresa según le daba un abrazo.
Notó como se le hacía un nudo en la garganta, no le gustaba sentirse así, no sabía cómo lidiar con aquellas emociones, nunca había sabído. Respondió tímidamente a aquel abrazo.
Se llevó la mano hasta el cuello, hacía el lugar en el que había sentido un puñal hundirse en su carne. No había herida, estaba bien, nadie le había atacado. Pero lo había sentido, conocía aquella sensación muy bien; demasiado bien, muy a su pesar.
Sabía exactamente lo que se sentía al ser apuñalado.
Poco a poco, la sensación de malestar fue remitiendo. ¿Una pesadilla? ¿…otra pesadilla? Por si las voces no eran suficientes, tampoco estaba tranquilo en sus propios sueños.
Suspiró, relajándose un poco, y una vez sus ojos se habituaron a la oscuridad buscó con la mirada a Lyn. La vampiresa dormía no muy lejos de él, acurrucada frente a las ascuas de la hoguera que se habían visto obligados a encender en aquella cueva.
“¿Me escucharás? Por favor...”
Ignoró aquella voz y se acomodó sobre la capa que estaba usando a modo de colchón como buenamente pudo, gruñendo por lo bajo. Ahora que había escuchado la primera, el resto de voces no tardaría en aparecerse tras ella.
No sabía de dónde venían aquellas palabras, tampoco quería escucharlas, realmente. Todas ellas ansiaban ayuda, la pedían, muchas incluso la exigían. Simplemente aparecían y, junto con ellas, a veces, podía sentir emociones.
Angustia, tristeza, ira…
Cualquier persona le tacharía de loco al verle gritar a la nada, estaba empezando a pensar que Lyn comenzaba a hacerlo. No la culparía si lo hiciese. ¿Cómo sabía, el mismo, que no lo estaba?
“…No puedo dormir sin saber que…”
Cerró los ojos y se giró sobre sí mismo, se cubrió el cuerpo con la capa como buenamente pudo. Podía oír todas aquellas voces, pero seguía sin poder ordenar con exactitud lo que estas decían, comprendía, al menos, que, saliesen de dónde saliesen aquellas personas, estaban desesperadas por algún motivo.
“…El cuchillo se hundió en…”
Trató de dormir, al menos durante un par de horas más. Apenas acababa de amanecer.
[…]
- Elt… ¡Elt! – Un zarandeó le despertó, abrió los ojos, parpadeó copiosamente en un inútil intento por que sus ojos se aclimatasen a la pobre iluminación de la cueva rápidamente, volvía a estar confuso, a desconocer el lugar en el que se había despertado.
“… sólo necesito un favor, será rápido…”
El rostro de Lyn, encogido en una mueca de preocupación, fue lo primero que captó. Estaba justo a su lado, no se separaba de él decía algo, pero no la oía bien. ¿Algo iba mal? ¿Cazadores de vampiros? ¿Bandidos? ¿Sectarios Elfos? ¿Qué era aquella vez? Tragó saliva y, aún sin oír apenas lo que la ojiazul decía mientras le zarandeaba, se incorporó rápidamente, pero sin llegar a levantarse, buscando con la mirada una de sus espadas.
“¡Me asesinó! ¡Esa desgraciada Boisson me mató! ¡Yo soy…! ¡Yo soy un señor de la no…”
Iba a matar a cualquiera que se atreviese a tocar a Lyn.
- ¡¡Eltrant!! -
Se detuvo al oír el grito, justo cuando, aun sentado, desenvainaba a Olvido dispuesto a rebanar a cualquiera que se hubiese atrevido a entrar en la cueva mientras dormía.
Miró a Lyn, casi sin comprender todavía, que estaba pasando. ¿No había entrado nadie a la cueva? ¿Estaban a salvo? La ojiazul se acercó a un más y, con cuidado, abrió la mano del exmercenario, instándole a que soltase la espada. Eltrant cerró los ojos y dejó a Olvido en manos de la vampiresa, Lyn la depositó junto a recuerdo sin decir nada.
- Es… estabas gritando en sueños. – Susurró la vampiresa sentándose junto a él, tras varias decenas de segundos en silencio. – Algo sobre Térpoli... – Eltrant se llevó ambas manos a la cara y dejó que su cabeza descansase en la pared que tenía tras de sí. – Parecías… asustado. – La vampiresa apoyó la cabeza en el hombro de su compañero.
“…Solo quiero una segunda oportunidad…”
- ¿Me vas a contar que te pasa? – Preguntó Lyn separandose levemente de Eltrant, aunque, por la mirada que la vampiresa le lanzó parecía más bien una orden. – Y no me vengas con… que estás bien. – añadió en seguida. – Se cuándo estás bien. No lo estás. – Tragó saliva y bajo la mirada, no podía mirarla a la cara. No sabía exactamente por qué, solo quería rendirse, huir a su cabaña en el bosque como había hecho meses atrás.
Y sólo llevaba así un par de semanas.
“¡¿Quién te piensas que eres para ignorarme!?”
- Creo… que estoy mal de la cabeza, Lyn. – murmuró al final, rindiendose ante la mirada de la vampiresa. – No sé por qué me pasa… sólo… - Agitó la cabeza, acalló un poco las voces, trató de centrarse en la conversación que estaba teniendo con Lyn.
- Pero… eso ya lo sé. – dijo Lyn tomando al exmercenario, con ambas manos, por la barbilla y obligándole a mirarla. - ¿Acaso conoces a alguien que se comporte como tú, Mortal? – Preguntó la ojiazul esbozando una sonrisa. – Estás loco, Eltrant Tale. – Aseguró ampliando dicha sonrisa. – Asúmelo. – dijo la vampiresa según le daba un abrazo.
Notó como se le hacía un nudo en la garganta, no le gustaba sentirse así, no sabía cómo lidiar con aquellas emociones, nunca había sabído. Respondió tímidamente a aquel abrazo.
– Es tu mejor cualidad. –
Eltrant Tale
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Re: Susurros. [Interpretativo] [Solitario] [Cerrado]
- ¿Escuchas voces? – Preguntó Lyn después de escuchar a su compañero explicar que le sucedía. - ¿En qué sentido? – Agregó a los pocos segundos, enarcando una ceja, sin apartar su mirada del exmercenario. - ¿Alguien te habla? ¿Le conoces o algo? – Eltrant sonrió, estaba agotado, no le apetecía decir nada más, solo dormir un poco. ¿De qué iba a servir explicarle aquello si él mismo no terminaba de comprender, siquiera, que estaba pasando? – No te quedes callado. – Lyn le miró seriamente, frunciendo el ceño. – Contéstame – Ordenó.
Volvió a abrir los ojos, repasó la cueva, contempló las llamas de la hoguera que tenía delante reflejada en los brillantes ojos de la vampiresa.
- No es una voz… es… - se detuvo, concentrándose, por primera vez en mucho tiempo, en las distintas voces que podía oír - Son muchas voces distintas. – Se llevó la mano derecha hasta la sien, podía notar como esta le palpitaba, le comenzó a doler la cabeza. ¿Es que no iba a tener ningún momento de tranquilidad? – Quieren… algo… y… - Suspiró - Y nunca se callan. – Volvió a dejarse caer sobre la pared, cerró de nuevo sus párpados.
Lyn no dijo nada, no de inmediato, cosa que agradeció, al menos durante una fracción de segundo disfrutó de algo parecido a tranquilidad pues las voces también cesaron.
Pero, como siempre, cuando todo parecía que había acabado, estas volvían a la carga, reclamando su atención, instándole a que les hiciese caso. Buscaban ayuda, había comprendido eso. ¿Pero quienes eran? ¿Por qué necesitaban su ayuda?
¿Por qué él?
- Desde... lo de Melissa... -
El sonido de un chasquido le obligó a abrir los ojos de nuevo, a la luz de la hoguera se le unió una fantasmagórica luz blanquecina, cegadora, lo suficiente intensa como para que Eltrant tuviese que entornar los ojos y cubrirse, levemente, la cara con las manos.
- Me ha convocado antes de lo esperado, Señorita Lyn – Cuando la luz se deshizo, Virgo, la doncella de la llave dorada de Lyn, descansaba frente a la pareja. - ¿Desea seguir conversando acerca de pelajes suaves? ¿O prefiere algún consejo literario más? – Preguntó haciendo una reverencia a la vampiresa.
Lyn no dijo nada, tras apoyarse en la pared, señaló a Eltrant. Parecía cansada. ¿Invocar a Virgo la agotaba tanto? ¿Desde cuándo no bebía sangre? Se llevó la mano hasta los vendajes que cubrían su brazo izquierdo, no recordaba que hubiese bebido nada en al menos un par de días
– Veo que en esta ocasión Lord Tale se une a nosotras. – El mencionado enarcó una ceja.
- Te he dicho que… no me llames así. – dijo negando con la cabeza. Cada vez que se aparecía entendía menos a aquella mujer. ¿Qué se supone que era? ¿Humana? ¿Bruja? Desde luego no era una elfa... pero fuese cual fuese la respuesta, no iba a recibirla aquel día.
- Lo lamento, Príncipe. ¿Prefiere Amo Tale? – dijo a continuación haciendo una reverencia. Eltrant notó como un leve tick se apoderaba de su ojo derecho.
- ¿Prí... príncipe? – Sacudió la cabeza al oír la propuesta de Virgo – No, no. Eso es aún peor. – Susurró, llevándose ambas manos hasta la cara.
- Ya veo. En ese caso aceptaré mi castigo por no estar a la altura de sus deseos. – Aseguró avanzado un par de pasos, colocándose frente a Eltrant. El castaño miró a Lyn buscando alguna explicación, pero, lo único que se encontró fue una sonrisa, Lyn estaba disfrutando bastante con todo aquello, aparentemente. - ¿Desea usar el látigo del castigo, Amo Tale? ¿O prefiere el de la vergüenza? – La mujer se arrodilló frente a Eltrant, el cual no pudo hacer nada sino mirar boquiabierto lo que sucedía.
Era una sensación curiosa, la mejor forma que Eltrant tenía para describir el cumulo de emociones que se apoderó de él era comparar aquello con observar atentamente a una diligencia rodar por un acantilado: sabes que es algo malo, pero no puedes apartar a mirada por mucho que quieras.
- ¡¿Qué?! – Se levantó, ruborizado, y sacudió la cabeza según se apartaba de la sirvienta. - ¡No! ¡¿Y por qué tienes más de un látigo!? ¿¡Es que se diferencian en algo!? – Aquellas no eran las preguntas que buscaba formular, lo cierto es que la presencia de Virgo le había hecho olvidarse, por unos instantes, de las voces.
Lyn estalló en carcajadas.
- ¡¿Y tú de que te ríes?! – Preguntó Eltrant zarandeando a la muchacha, que, entre risas, se dejó llevar como si no fuese más que un pelele. - ¡Haz algo! – Exclamó señalando a Virgo, que seguía arrodillada, con lo que parecía ser una fusta entre las manos.
- Creo que esto es más apropiado para el Amo Tale. – Aseguró depositando el objeto en el suelo. ¿De dónde había sacado aquello? ¿Por qué se estaba preguntando eso para empezar? – Le he preparado, por recomendación de la Señorita, un puñal por si desea usarlo en su propio cuerpo. La Señorita Lyn parece necesitar sangre, por lo que recomiendo su uso. – Si abría un poco más la boca esta acabaría desencajándose, aquello no podía ser cierto.
No en un momento como el que se encontraba.
- ¡Estáis hechos el uno para el otro! – Dijo Lyn extendiendo los brazos, sin parar de reírse. - ¡Solo faltan patatas! - Suspirando profundamente, no tuvo más remedio que dejar escapar una carcajada corta, se volvió a sentar.
Lyn le dio un par de codazos a su compañero, siempre con una sonrisa complice dibujada en su cara. Parecía contenta, más que antes. Si era sincero consigo mismo, él también se sentía algo mejor… y a la vez peor, pero de otra forma muy diferente.
- Virgo… guarda eso… ¿De dónde lo has sacado si se puede saber? - Se cruzó de brazos y negó con la cabeza – No… voy a castigarte. – La mujer de cabellos púrpuras asintió.
- Entendido, Lord Tale – dijo con simpleza, Eltrant suspiró y obvió el título con el que Virgo se refería a él.
Chasqueando la lengua, volvió a llevarse una de sus manos hasta la sien, instando, en voz baja, a esas personas a que se callasen. La preocupación se volvió a apoderar de rostro de Lyn.
- Virgo… ¿Sabes tú qué…? – La criada tomó a Eltrant de la cabeza y le miró fijamente a los ojos. El exguarda no pudo hacer gran cosa para impedirlo, aquella mujer tenía una fuerza abrumadora. ¿Cómo era posible? Si apenas le superaba en estatura.
- Sí. – dijo Virgo antes de que Lyn terminase de preguntar nada. – He pasado muchos años junto a la Señora Melissa, a ella le sucedía algo similar. Parece que le ha dejado un último encargo antes de… irse, Lord Tale – dijo liberando a Eltrant de su agarre, sonriendo, muy sutilmente, a la vampiresa cuando mencionó que su antigua “Señora” se había marchado. – A diferencia de la Señora usted es humano, Lord Tale. – Afirmó, Eltrant enarcó una ceja al oír aquella obviedad. – Es normal que se encuentre confuso al hablar con los que han fallecido. – Frunció el ceño, no habían necesitado siquiera explicarle a la sirvienta que le sucedía.
¿Hablar con los muertos? ¿Eso eran aquellas voces? Era difícil de creer, cómo la mayor parte de situaciones en las que se veía envuelto a lo largo de su vida.
- Pero no se preocupes, Amo Tale – Eltrant puso los ojos en blanco al oírla decir aquello y se reclinó como buenamente pudo en su rincón de la cueva. – Solo debe concentrarse en una voz… y escucharla. - Afirmó – Acabará pasando. – dijo, se desvió hacía Lyn. – Esta usted al límite de sus fuerzas, Señorita Lyn. – dijo sin cambiar apenas su tono de voz. – Me tomo la libertad de macharme, si le parece bien. – Lyn asintió escuetamente y, en cuanto lo hizo, la figura de Virgo desapareció tras atravesar, en apenas una fracción de segundo, un rectángulo de luz similar a una puerta.
¿Tenía Virgo razón?
¿Podía hablar con los muertos?
Volvió a abrir los ojos, repasó la cueva, contempló las llamas de la hoguera que tenía delante reflejada en los brillantes ojos de la vampiresa.
“¿Hay alguien ahí?”
- No es una voz… es… - se detuvo, concentrándose, por primera vez en mucho tiempo, en las distintas voces que podía oír - Son muchas voces distintas. – Se llevó la mano derecha hasta la sien, podía notar como esta le palpitaba, le comenzó a doler la cabeza. ¿Es que no iba a tener ningún momento de tranquilidad? – Quieren… algo… y… - Suspiró - Y nunca se callan. – Volvió a dejarse caer sobre la pared, cerró de nuevo sus párpados.
“¡Puedo verte señor! ¿Puedes verme tú a mí?”
Lyn no dijo nada, no de inmediato, cosa que agradeció, al menos durante una fracción de segundo disfrutó de algo parecido a tranquilidad pues las voces también cesaron.
“…Algo no va bien… ¿Dónde estoy?”
Pero, como siempre, cuando todo parecía que había acabado, estas volvían a la carga, reclamando su atención, instándole a que les hiciese caso. Buscaban ayuda, había comprendido eso. ¿Pero quienes eran? ¿Por qué necesitaban su ayuda?
¿Por qué él?
- Desde... lo de Melissa... -
El sonido de un chasquido le obligó a abrir los ojos de nuevo, a la luz de la hoguera se le unió una fantasmagórica luz blanquecina, cegadora, lo suficiente intensa como para que Eltrant tuviese que entornar los ojos y cubrirse, levemente, la cara con las manos.
- Me ha convocado antes de lo esperado, Señorita Lyn – Cuando la luz se deshizo, Virgo, la doncella de la llave dorada de Lyn, descansaba frente a la pareja. - ¿Desea seguir conversando acerca de pelajes suaves? ¿O prefiere algún consejo literario más? – Preguntó haciendo una reverencia a la vampiresa.
Lyn no dijo nada, tras apoyarse en la pared, señaló a Eltrant. Parecía cansada. ¿Invocar a Virgo la agotaba tanto? ¿Desde cuándo no bebía sangre? Se llevó la mano hasta los vendajes que cubrían su brazo izquierdo, no recordaba que hubiese bebido nada en al menos un par de días
– Veo que en esta ocasión Lord Tale se une a nosotras. – El mencionado enarcó una ceja.
- Te he dicho que… no me llames así. – dijo negando con la cabeza. Cada vez que se aparecía entendía menos a aquella mujer. ¿Qué se supone que era? ¿Humana? ¿Bruja? Desde luego no era una elfa... pero fuese cual fuese la respuesta, no iba a recibirla aquel día.
- Lo lamento, Príncipe. ¿Prefiere Amo Tale? – dijo a continuación haciendo una reverencia. Eltrant notó como un leve tick se apoderaba de su ojo derecho.
- ¿Prí... príncipe? – Sacudió la cabeza al oír la propuesta de Virgo – No, no. Eso es aún peor. – Susurró, llevándose ambas manos hasta la cara.
- Ya veo. En ese caso aceptaré mi castigo por no estar a la altura de sus deseos. – Aseguró avanzado un par de pasos, colocándose frente a Eltrant. El castaño miró a Lyn buscando alguna explicación, pero, lo único que se encontró fue una sonrisa, Lyn estaba disfrutando bastante con todo aquello, aparentemente. - ¿Desea usar el látigo del castigo, Amo Tale? ¿O prefiere el de la vergüenza? – La mujer se arrodilló frente a Eltrant, el cual no pudo hacer nada sino mirar boquiabierto lo que sucedía.
“¡Que se quite la ropa!”
“¿Estoy muerto? Tiene pinta de que sí… bueno... ¿Puedes usar el de la vergüenza?”
Era una sensación curiosa, la mejor forma que Eltrant tenía para describir el cumulo de emociones que se apoderó de él era comparar aquello con observar atentamente a una diligencia rodar por un acantilado: sabes que es algo malo, pero no puedes apartar a mirada por mucho que quieras.
- ¡¿Qué?! – Se levantó, ruborizado, y sacudió la cabeza según se apartaba de la sirvienta. - ¡No! ¡¿Y por qué tienes más de un látigo!? ¿¡Es que se diferencian en algo!? – Aquellas no eran las preguntas que buscaba formular, lo cierto es que la presencia de Virgo le había hecho olvidarse, por unos instantes, de las voces.
Lyn estalló en carcajadas.
- ¡¿Y tú de que te ríes?! – Preguntó Eltrant zarandeando a la muchacha, que, entre risas, se dejó llevar como si no fuese más que un pelele. - ¡Haz algo! – Exclamó señalando a Virgo, que seguía arrodillada, con lo que parecía ser una fusta entre las manos.
- Creo que esto es más apropiado para el Amo Tale. – Aseguró depositando el objeto en el suelo. ¿De dónde había sacado aquello? ¿Por qué se estaba preguntando eso para empezar? – Le he preparado, por recomendación de la Señorita, un puñal por si desea usarlo en su propio cuerpo. La Señorita Lyn parece necesitar sangre, por lo que recomiendo su uso. – Si abría un poco más la boca esta acabaría desencajándose, aquello no podía ser cierto.
No en un momento como el que se encontraba.
- ¡Estáis hechos el uno para el otro! – Dijo Lyn extendiendo los brazos, sin parar de reírse. - ¡Solo faltan patatas! - Suspirando profundamente, no tuvo más remedio que dejar escapar una carcajada corta, se volvió a sentar.
Lyn le dio un par de codazos a su compañero, siempre con una sonrisa complice dibujada en su cara. Parecía contenta, más que antes. Si era sincero consigo mismo, él también se sentía algo mejor… y a la vez peor, pero de otra forma muy diferente.
- Virgo… guarda eso… ¿De dónde lo has sacado si se puede saber? - Se cruzó de brazos y negó con la cabeza – No… voy a castigarte. – La mujer de cabellos púrpuras asintió.
- Entendido, Lord Tale – dijo con simpleza, Eltrant suspiró y obvió el título con el que Virgo se refería a él.
“¿Ya se ha acabado?”
“¡Bueno, menos es nada!”
“¿Ahora vas a escucharme?”
Chasqueando la lengua, volvió a llevarse una de sus manos hasta la sien, instando, en voz baja, a esas personas a que se callasen. La preocupación se volvió a apoderar de rostro de Lyn.
- Virgo… ¿Sabes tú qué…? – La criada tomó a Eltrant de la cabeza y le miró fijamente a los ojos. El exguarda no pudo hacer gran cosa para impedirlo, aquella mujer tenía una fuerza abrumadora. ¿Cómo era posible? Si apenas le superaba en estatura.
- Sí. – dijo Virgo antes de que Lyn terminase de preguntar nada. – He pasado muchos años junto a la Señora Melissa, a ella le sucedía algo similar. Parece que le ha dejado un último encargo antes de… irse, Lord Tale – dijo liberando a Eltrant de su agarre, sonriendo, muy sutilmente, a la vampiresa cuando mencionó que su antigua “Señora” se había marchado. – A diferencia de la Señora usted es humano, Lord Tale. – Afirmó, Eltrant enarcó una ceja al oír aquella obviedad. – Es normal que se encuentre confuso al hablar con los que han fallecido. – Frunció el ceño, no habían necesitado siquiera explicarle a la sirvienta que le sucedía.
¿Hablar con los muertos? ¿Eso eran aquellas voces? Era difícil de creer, cómo la mayor parte de situaciones en las que se veía envuelto a lo largo de su vida.
“¡Sí que sé que me oyes! ¡No eran imaginaciones mías!”
- Pero no se preocupes, Amo Tale – Eltrant puso los ojos en blanco al oírla decir aquello y se reclinó como buenamente pudo en su rincón de la cueva. – Solo debe concentrarse en una voz… y escucharla. - Afirmó – Acabará pasando. – dijo, se desvió hacía Lyn. – Esta usted al límite de sus fuerzas, Señorita Lyn. – dijo sin cambiar apenas su tono de voz. – Me tomo la libertad de macharme, si le parece bien. – Lyn asintió escuetamente y, en cuanto lo hizo, la figura de Virgo desapareció tras atravesar, en apenas una fracción de segundo, un rectángulo de luz similar a una puerta.
¿Tenía Virgo razón?
¿Podía hablar con los muertos?
Eltrant Tale
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Re: Susurros. [Interpretativo] [Solitario] [Cerrado]
Miró a su compañero murmurar, a solas, al otro lado del lugar.
¿Cuántas horas llevaba así? ¿Dos?
Se mordió el labio inferior. ¿De verdad estaba hablando con los muertos? ¿Tenía Virgo razón? Suspiró y, acercándose un poco a la hoguera, jugueteó con las correas de sus botas. Parecía algo mejor, más… tranquilo, de algún modo.
No obstante, seguía teniendo la mirada algo perdida, y unas ojeras horribles, estaba tentada de hurgar en su cabeza, o de intentarlo, aún no había conseguido meterse en ella. Pero si lo hacía, si conseguía leer lo que pensaba Eltrant aprovechando que estaba cansado estaría dudando de su palabra, y él nunca había dudado de ella.
Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellas ideas de sus pensamientos, si él decía que oía voces, tenía que ser cierto; le conocía lo suficiente como para saber que no se inventaba cosas de ese estilo.
Porque era un soso, principalmente.
Pero seguía siendo raro, muy raro. El hecho de que oyese voces no significaban que fuesen reales, podían ser imaginaciones del castaño, podía ser un efecto raro de haber peleado con aquella cosa en el Lago Sombrío. Quizás Virgo estaba equivocada y Melissa no había traspasado nada al Mortal cuando murió.
Tomó aire, aun si estaba algo mejor el Mortal tenía que dormir algo, más adelante le obligaría, al menos, a cerrar los ojos un rato, aunque tuviesen que pasar la noche allí encerrados. Cabía la posibilidad de que, ahora que supuestamente sabía lo que le pasaba, el Mortal pudiese conciliar el sueño de alguna forma.
Esperaba que lo hiciese.
- No, no. Escúchame tú a mí. No pienso hacer eso. –
Llevaba ya varias horas así. Sí que parecía estar manteniendo una conversación seria con alguien, no tenía tanta imaginación como para mantener un diálogo tan largo por sí solo, le conocía lo suficiente como para saber eso. Enterró su cabeza entre sus propias piernas.
¿Significaba aquello que Eltrant podría hablar con… ella? ¿Sería muy egoísta por su parte si le pidiese hacerlo?
Sonrió para sí y cerró los ojos. Sí que era una egoísta, Eltrant estaba pasándolo mal y en lugar de hacer algo para apoyarle, lo primero que había pensado oír las palabras de Virgo había sido en volver a oír su voz de alguna forma.
¿Tan desesperada estaba?
Volvió a alzar la cabeza y estudió la figura del castaño, que como hacía unos minutos, seguía conversando en voz baja con alguno de los tantos sujetos invisible que decía oír. Lo peor de todo, lo que más le dolía es que, si le preguntase hacerlo, probablemente el muy idiota lo intentaría sin dudarlo.
Por eso no iba a hacerlo.
Además, había mencionado que los muertos se acercaban a él pidiéndole ayuda. Dudaba mucho que su Maestra necesitase algo de ella, y si lo había hecho en algún momento, estaba seguro de que había pasado hacía mucho, mucho tiempo.
Apenas se enteró de que el castaño estaba de vuelta, sonriendo como de costumbre, o eso parecía. Seguía pareciendo un mapache por no poder dormir lo suficiente.
- Se acabó – dijo Eltrant dejándose caer junto a Lyn, esta enarcó una ceja.
¿Se había curado? ¿Tan fácil?
- ¿¡Ya no les oyes!? – Preguntó sonriendo, acercándose al exmercenario casi de un salto. Se le detuvo el corazón un instante ¿Eso que acababa de sentir era una ligera decepción? ¿Cómo podía estar todavía dándole vueltas a lo mismo?
- No exactamente. – dijo Eltrant pasándose por la barba. – Cuando he accedido a ayudar a uno de ellos… cuando... he ordenado un poco... lo que decían... se han callado, de golpe. – dijo cruzándose de brazos, la sonrisa de Lyn se esfumó por unos instantes, pero la vampiresa se obligó a que esta no desapareciera del todo. No estaba curado, debía de haberlo previsto. – Todos menos ese, claro… Aunque me está dejando tranquilo… más o menos. – aseguró . – Le he dicho que le ayudaría si no era un pesado y... parece que me ha escuchado… por ahora. - Se llevó una mano hasta la sien - Lo peor es el dolor de cabeza... – Lyn asintió con suavidad, sin decir nada, se acomodó aún más, frente a la hoguera.
Estaba anocheciendo en el exterior, la temperatura del viento que entraba a la cueva desde afuera lo indicaba. Eltrant la zarandeó un poco al ver como se comportaba la muchacha. ¿Había notado que estaba preocupada? ¿Desde cuándo era tan inteligente aquel bruto sin cerebro? Suspiró con suavidad y se acercó un poco al castaño.
- ¿A qué viene esa cara? – Preguntó Eltrant tumbándose, de nuevo, sobre su capa, clavando sus ojos en el techo de la cueva. – Es básicamente lo que hacemos siempre si lo pensamos un poco, Lyn. No te preocupes. – Dijo extendiendo los brazos. – Ayudar y seguir rumores… - Se giró levemente y sonrió a la vampiresa. - Gracias por... bueno, por todo esto - La ojiazul desvió levemente la mirada al sentir los ojos del castaño clavados en los sujos.
¿A que había venido eso? ¿Y ahora le daba las gracias? Sacudió la cabeza.
- ¿A… a dónde vamos entonces, Mortal? – Preguntó Lyn al final, dejando escapar todo el aire de los pulmones y dedicándole a Eltrant una sonrisa genuina, una de verdad.
- A Dundarak. – Afirmó Eltrant colocándose ambas manos en la nuca, volviendo a mirar hacia arriba.
- ¿Con el frío que hace? ¿No podemos ayudar a los muertos de un lugar con aguas termales o algo asi? – Protestó Lyn, cruzándose de brazos.
- No seas quejica, va a ser rápido además, no parece muy difícil. – Respondió Eltrant dejando escapar una carcajada.
- ¡¿Quejica yo!? Discúlpate ahora mismo con tu Ama, Mortal. Tantas ofensas en tan poco tiempo tiene su precio. ¡Y pienso cobrármelo! – Contestó Lyn señalandole de forma acusadora. - ¡Además! - Dejó las manos hasta la cintura - ¡Me debes sangre! - Exclamó.
¿Cuántas horas llevaba así? ¿Dos?
Se mordió el labio inferior. ¿De verdad estaba hablando con los muertos? ¿Tenía Virgo razón? Suspiró y, acercándose un poco a la hoguera, jugueteó con las correas de sus botas. Parecía algo mejor, más… tranquilo, de algún modo.
No obstante, seguía teniendo la mirada algo perdida, y unas ojeras horribles, estaba tentada de hurgar en su cabeza, o de intentarlo, aún no había conseguido meterse en ella. Pero si lo hacía, si conseguía leer lo que pensaba Eltrant aprovechando que estaba cansado estaría dudando de su palabra, y él nunca había dudado de ella.
Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellas ideas de sus pensamientos, si él decía que oía voces, tenía que ser cierto; le conocía lo suficiente como para saber que no se inventaba cosas de ese estilo.
Porque era un soso, principalmente.
Pero seguía siendo raro, muy raro. El hecho de que oyese voces no significaban que fuesen reales, podían ser imaginaciones del castaño, podía ser un efecto raro de haber peleado con aquella cosa en el Lago Sombrío. Quizás Virgo estaba equivocada y Melissa no había traspasado nada al Mortal cuando murió.
Tomó aire, aun si estaba algo mejor el Mortal tenía que dormir algo, más adelante le obligaría, al menos, a cerrar los ojos un rato, aunque tuviesen que pasar la noche allí encerrados. Cabía la posibilidad de que, ahora que supuestamente sabía lo que le pasaba, el Mortal pudiese conciliar el sueño de alguna forma.
Esperaba que lo hiciese.
- No, no. Escúchame tú a mí. No pienso hacer eso. –
Llevaba ya varias horas así. Sí que parecía estar manteniendo una conversación seria con alguien, no tenía tanta imaginación como para mantener un diálogo tan largo por sí solo, le conocía lo suficiente como para saber eso. Enterró su cabeza entre sus propias piernas.
¿Significaba aquello que Eltrant podría hablar con… ella? ¿Sería muy egoísta por su parte si le pidiese hacerlo?
Sonrió para sí y cerró los ojos. Sí que era una egoísta, Eltrant estaba pasándolo mal y en lugar de hacer algo para apoyarle, lo primero que había pensado oír las palabras de Virgo había sido en volver a oír su voz de alguna forma.
¿Tan desesperada estaba?
Volvió a alzar la cabeza y estudió la figura del castaño, que como hacía unos minutos, seguía conversando en voz baja con alguno de los tantos sujetos invisible que decía oír. Lo peor de todo, lo que más le dolía es que, si le preguntase hacerlo, probablemente el muy idiota lo intentaría sin dudarlo.
Por eso no iba a hacerlo.
Además, había mencionado que los muertos se acercaban a él pidiéndole ayuda. Dudaba mucho que su Maestra necesitase algo de ella, y si lo había hecho en algún momento, estaba seguro de que había pasado hacía mucho, mucho tiempo.
Apenas se enteró de que el castaño estaba de vuelta, sonriendo como de costumbre, o eso parecía. Seguía pareciendo un mapache por no poder dormir lo suficiente.
- Se acabó – dijo Eltrant dejándose caer junto a Lyn, esta enarcó una ceja.
¿Se había curado? ¿Tan fácil?
- ¿¡Ya no les oyes!? – Preguntó sonriendo, acercándose al exmercenario casi de un salto. Se le detuvo el corazón un instante ¿Eso que acababa de sentir era una ligera decepción? ¿Cómo podía estar todavía dándole vueltas a lo mismo?
- No exactamente. – dijo Eltrant pasándose por la barba. – Cuando he accedido a ayudar a uno de ellos… cuando... he ordenado un poco... lo que decían... se han callado, de golpe. – dijo cruzándose de brazos, la sonrisa de Lyn se esfumó por unos instantes, pero la vampiresa se obligó a que esta no desapareciera del todo. No estaba curado, debía de haberlo previsto. – Todos menos ese, claro… Aunque me está dejando tranquilo… más o menos. – aseguró . – Le he dicho que le ayudaría si no era un pesado y... parece que me ha escuchado… por ahora. - Se llevó una mano hasta la sien - Lo peor es el dolor de cabeza... – Lyn asintió con suavidad, sin decir nada, se acomodó aún más, frente a la hoguera.
Estaba anocheciendo en el exterior, la temperatura del viento que entraba a la cueva desde afuera lo indicaba. Eltrant la zarandeó un poco al ver como se comportaba la muchacha. ¿Había notado que estaba preocupada? ¿Desde cuándo era tan inteligente aquel bruto sin cerebro? Suspiró con suavidad y se acercó un poco al castaño.
- ¿A qué viene esa cara? – Preguntó Eltrant tumbándose, de nuevo, sobre su capa, clavando sus ojos en el techo de la cueva. – Es básicamente lo que hacemos siempre si lo pensamos un poco, Lyn. No te preocupes. – Dijo extendiendo los brazos. – Ayudar y seguir rumores… - Se giró levemente y sonrió a la vampiresa. - Gracias por... bueno, por todo esto - La ojiazul desvió levemente la mirada al sentir los ojos del castaño clavados en los sujos.
¿A que había venido eso? ¿Y ahora le daba las gracias? Sacudió la cabeza.
- ¿A… a dónde vamos entonces, Mortal? – Preguntó Lyn al final, dejando escapar todo el aire de los pulmones y dedicándole a Eltrant una sonrisa genuina, una de verdad.
- A Dundarak. – Afirmó Eltrant colocándose ambas manos en la nuca, volviendo a mirar hacia arriba.
- ¿Con el frío que hace? ¿No podemos ayudar a los muertos de un lugar con aguas termales o algo asi? – Protestó Lyn, cruzándose de brazos.
- No seas quejica, va a ser rápido además, no parece muy difícil. – Respondió Eltrant dejando escapar una carcajada.
- ¡¿Quejica yo!? Discúlpate ahora mismo con tu Ama, Mortal. Tantas ofensas en tan poco tiempo tiene su precio. ¡Y pienso cobrármelo! – Contestó Lyn señalandole de forma acusadora. - ¡Además! - Dejó las manos hasta la cintura - ¡Me debes sangre! - Exclamó.
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