Zas [Desafío] [Evento Horrorween]
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Zas [Desafío] [Evento Horrorween]
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En las calles de la ciudad de los brujos, unos niños estaban jugando a héroes y dragones (una variante del famoso juego: indios y vaqueros). Los que le había tocado ser la función de héroe fingían sostener espadas y arcos invisibles mientras que los dragones movían los brazos como si fueran grandes alas y hacían como si escupieran grandes llamaradas elementales. Si los poderes del juego fueran reales, los héroes protestarían: no era justo que los dragones volasen y pudieran utilizar la magia y los héroes no. Siendo justos, los héroes, niños brujos y niñas brujas como eran, también podrían usar la magia como arma. Aquello estaba, simplemente, fuera de las normas. El juego era conocido por toda Aerandir. Cierto, cada región tenía su propio formato (en Dundarak se llamaba dragones y villanos, en Ulmer era lícito que los héroes aullasen de vez en cuando…), pero había una serie de normas que, independientemente del lugar, se tenían que respetar. La más importante, de todas ellas, es que los héroes eran aburridos y carecían de poderes.
Principalmente, por esta norma, en Belltrexus, la idea de ser un héroe no era una nada atractiva. Los niños más grandes, aquellos que por edad tenían derecho a elegir primero, se adelantaron para decir:
-¡Me pido dragón!-
Protestar era inútil, si decían algo que retratasen a los niños grandes, se ganarían un buen coscorrón. ¿Algo más? Nada más. Seguirían siendo los héroes del juego, con la única diferencia que los dragones se burlarían diciendo entre risas que los héroes llevaban cascos con cuernos para intimidar.
Alfred Borodin era un héroe. Apuntaba desde lejos a uno de los dragones con un arco imaginario. Él se llama Craig, era uno de esos niños grandes que tanto le hacían la puñeta. Craig no se daba cuenta que Borodin no estaba siguiendo; el “dragón” estaba persiguiendo a unos niños tan pequeños como Alfred, era posible que incluso más. Batía sus brazos como si fueran las alas, él decía que eran negras, y rugía como imaginaba que debían rugir los dragones (ningún niño estuvo cerca de un dragón).
-¡Os he matado, os he matado!- celebraba Craig dando saltitos delante de los pequeños- Habéis muerto quemados, ¡quemados!-
Llegó el turno del héroe Borodin, salió de la nada, estaba escondido detrás de unas cajas de madera. Disparó con su arco imaginario: Zas, zas y diez veces zas.
-¡Zas, te he matado Craig!- empezó a gritar Borodin- ¡ZAS!-
No fue una flecha, pero se le pareció mucho, tenía la misma forma. Estaba hecha con los poderes telequinéticos de Alfred Borodin, salió de sus manos, de su arco imaginario, sin querer. ¡De verdad! No quería matar a Craig. Era un juego, un juego. No quería… Se arrodilló delante del cuerpo inerte y la sangre de su amigo. “¡Era mi amigo; ¡aunque me fastidiase, era mi amigo!” Lloró a moco tendido hasta que los adultos llegaron y le cogieron en brazos. Alfred Borodin no olvidó la cabeza agujereada de Craig.
_____________________
Pasaron varios años del incidente. Era el día de su aniversario, cumplía once años. La edad que tenía Craig cuando ocurrió…. No pudo terminar la frase en su cabeza, era demasiado doloroso. Sentía el recuerdo de aquel día como si fuera una araña que le mordía la nuca. En los momentos más tranquilos, la araña movía sus patas y clavaba sus colmillos en la nuca de Alfred. A veces, por la noche, se sorprendía al oírse llorar sin motivo. No lo superaba. Se martirizaba así mismo al pensar que nunca lo superaría.
Sus padres, los señores Borodin, creyeron que lo mejor para el pequeño sería celebrar su fiesta de su cumpleaños como si fuera un niño normal. Invitaron todos los niños de la edad de Alfred a casa, el médico que lo atendió después del incidente también estaba cerca por prevención; tenían miedo que el niño sufría una nueva recaída. Compraron un pastel del sabor preferido de Alfred, muchos regalos e incluso contrataron a un bufón para que jugase con los niños. Si con eso, no podían hacer que su hijo volviera a sonreír, no sabían qué más hacer.
Poco a poco, la araña de la nuca fue desaparecieron. Alfred estaba sonriendo, ni él mismo podía creerlo. Todos sus amigos estaban en la fiesta. Una sorpresa especial, mayor que la de todos los regalos, fue ver a Tara, la chica que le gustaba, en la fiesta. Pensó en acercarse a ella, decirle alguna de las siempre buenas frases para iniciar la conversación: “Hola, me gusta tu vestido”. Finalmente, fue ella y los otros niños con los que jugaba los que se acercaron al cumpleañero.
-Hola Al, es una fiesta muy bonita- dijo uno de los niños más grandes que se juntaba con Tara.
-Gracias- contestó tímida mente mirando hacia el suelo.
- ¿Quieres jugar con nosotros? –
-¿A qué jugáis?-
-¿Es que no lo ves? Estamos jugando a héroes y dragones. Yo soy una linda dragona- Tara hizo como si estuviera rugiendo delante de Alfred. – Ven con nosotros, nos falta un héroe-.
-No puedo-.
Alfred, recordando todo lo que pasó con Craig, dio un paso hacia atrás. Las risas se desvanecieron de un plumazo. La araña le estaba mordiendo la nuca más fuerte que nunca.
-Eres un cobarde Al- dijo el primer niño.
-¡Cobarde!-
-¡Gallina!-
-¡Capitán de las sardinas!-
-No soy un cobarde-.
Tara volvió a rugir para animar a Alfred a jugar, aunque parecía que se estuviera riendo de él.
-Vamos Al, no la fastidies. Está siendo una fiesta perfecta-.
-¡Cobarde!-
-¡Cobardeeeeeeeeee! - dijo en un rugido Tara dando un empujoncito en la espada de Alfred.
-¡No soy un cobarde!- Se levantó de golpe, hizo como si tuviera un arco invisible en la mano y disparó. -¡Zas!- Tara cayó al suelo -¡Zas, zas, zas, zas…!- lloraba, pero ni aun así dejaba de disparar esas raras flechas asesinas - ¡ZAS!-
_____________________
Esto llegó demasiado lejos. Alfred Borodin estaba en la fragua de su padre con una hacha en su mano derecha, la izquierda la tenía apoyada a un tocón de madera que utilizaba papá como mesa de trabajo. Había tomado una decisión: Cortar por lo sano. Después del último incidente, aquel por el que mamá y papá dieron su vida, no pudo resistirlo más. Lo peor es que fue por una simple rabieta. Ya tenía quince años, se suponía que podría controlar sus poderes…. Se suponía que la araña desaparecería, pero seguía ahí, tan negra y peluda como lo eran sus pensamientos. Mamá…. Ella sólo intentó hacerle feliz. Le puso la mano en el hombro y le dijo palabras dulces y suaves para consolarle. No hizo falta que dijera “zas” para que cayera al suelo. Papá vio la escena sentado en su sillón de cuero, el mismo que hacía unos años, se había subido Tara en su fiesta de aniversario para intentar volar como una dragona. El señor Borodin gritó y Alfred le contestó con un grito más fuerte: ¡ZAS!
Demasiado lejos, todo llegó demasiado lejos…. Era hora de ponerle fin.
_____________________
* Bienvenido héroe o dragón: Has oído hablas del reciente asesinato de los señores Borodin y decides investigar por tu cuenta. Las pistas (debes de ser suficiente original para explicarlas) te llevan a la fragua propiedad de los Borodin; en ella es que encuentras a Alfred sosteniendo una hacha apunto de revenarse la mano izquierda. Tuya es la decisión de impedir que se corte la mano o dejar que Alfred continué con su mutilación.
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Re: Zas [Desafío] [Evento Horrorween]
El mercado nocturno ofrecía una diversidad de productos que no se veían en el día. Daba un aire de exclusividad que muchos visitantes deseaban adquirir, lo que era aprovechado por los comerciantes para negociar sus productos a precios que se adaptaban a esta fineza: telas finas y preciosas, perfumes aromáticamente deliciosos y hierbas que muchos aristócratas deseaban usar en sus pipas.
La joven dragona se encontraba fascinada caminando por las calles. Le encantaba ver cómo los chicos jugaban Dragones y Villanos, la gente conversando y riendo, pero por sobre todo, le gustaba probar los productos que vendían, sobre todo aquellos que guardaban relación con los aromas. Algunos perfumes no los había sentido nunca, mientras que otros eran comunes de encontrar en el comercio de Dundarak. Su compañera licántropo hace mucho se había retirado al aburrirse de ver a su compañera por horas revisando la mercadería que poco interés tenía para ella, por lo que decidió dormir y volver con ella en la mañana.
Había comprado algunas cosas adicionales, y se fijó en algunas cosas de cristal que estaban a la venta. Quizás le interesaría algo a su amiga licántropo, aunque en la realidad no parecía alguien que le gustara ese tipo de adornos. ¿Algo de cuero y que pudiera usar en su forma de lobo por ejemplo? Sí, quizás eso sería más útil.
- ¿Escuchaste lo último de la familia Borodin? - un par de mujeres hablaban en voz baja, algo usual en las personas chismosas, aunque parecía haber algo más detrás, un miedo inconsciente que les impedía manifestarse más fuerte - Escuché que….
Era poco lo que prestaba atención la joven dragona. La atención que le prestaba a las cosas en venta era la suficiente como para no enterarse de lo que murmuraban las calles, aunque lentamente aquel apellido, de tanto de ser repetido por las dos mujeres, comenzó a apilarse entre los pocos espacios que estaba distraída
- Lo de la familia Borodin…
- … y ese Alfred Borodin…
- … La familia Borodin siempre estuvo maldita…
No pudo escuchar más, debido a que las dos mujeres desaparecieron entre la multitud. No le habría dado mucha importancia sino hubiera sido por un error que se manifestó cuando se dirigió a tomar un perfume que le había interesado gracias a su olor
- ¿Cuánto cuesta este Borodin? - preguntó por error - Perdón, perdón, quise decir… - intentó corregirse automáticamente, pero apenas lo intentó, la cara del vendedor palideció y su trato cambió radicalmente hacia ella
- ¡Yo yo sentir mucho! - repetía las palabras nervioso, mientras se acercaba a la dragona e intentaba alejarla del puesto, empujándola por la espalda - No hablar lengua, favor irse
- P-pero… - su rostro mostraba visible confusión, y un poco de enojo cuando el vendedor la intentó echar con un “chuu chuu”, y se alejó del puesto, mientras algunos pocos que se dieron cuenta de lo que pasaba la esquivaban con la mirada. Ya le bastaba sentirse muy extranjera en tierras desconocidas, pero aquel trato estaba muy fuera de lo que esperaba.
- … ¡auch! - un golpe en su pierna la despertó de su leve trance, dejándola adolorida y colocando su mano en su pantorrilla - Oiga, pero…
Cuando intentó encontrar la causa del golpe, no encontró nada en su campo de visión. Aquello la confundió aún más, ¿acaso el golpe había venido de la nada? ¿Tenía que ver con que la gente la trata de forma extraña?
- Ejem… - una voz femenina, anciana y desgastada la hizo bajar la mirada. Fue entonces cuando Siria encontró a una mujer muy pequeña, quizás de un metro de altura, con un bastón para caminar, causante de aquellos golpes. Sus ojos eran claros, su melena de color blanco y su tez, aun cuando era blanca, se notaban los años de trabajo bajo el sol, con un dorado en su piel y arrugas que la hacían ver más anciana de lo que realmente era - Que joven tan falta de respeto, que falta de educación - murmuró malhumorada
- … pero si fue usted la que me pegó - intentó excusarse, un poco enojada y con la convicción de que estos humanos magos eran raros.
- Calla. Ven - la anciana fue bastante antipática, lo que llevó a Siria a preguntarse si realmente quería seguirla. Cuando la mujer la vio dudosa, se dio media vuelta y le habló en voz baja para evitar ser escuchada por otra gente - Quieres saber lo que pasó con los Borodin, ¿no?
Aquello llamó su curiosidad, olvidando el golpe y los malos hábitos de la anciana. Decidió seguirla por las calles de la ciudad, zigzagueando hasta encontrar un lugar tranquilo en donde no pudieran ser interrumpidos.
- Es un poco irónico como trabaja el destino, sabes - dijo la mujer, mientras se apoyaba con ambas manos en el bastón. La dragona no entendió, pero eso no le preocupó - Hablar de los Borodin es un tabú. Más bien, el hablar específicamente de Alfred Borodin es un tema sensible para la comunidad.
- Alfred… - repitió, recordando que algunos pueblerinos mencionaron ese nombre
- No debió haber sido hace mucho cuando todo se desencadenó en tragedia - la mujer murmuraba mientras bajaba la cabeza - La primera vez fue años atrás, cuando unos niños jugaban a “Dragones y Héroes”…
- ¿No querrá decir “Dragones y Villanos”? - intentó corregir la dragona, solo para que le llegara otro golpe en la pantorrilla - Au, au…
- ¡Presta atención, carajo! - la mujer volvió a su posición neutral de antes - Mientras jugaban, uno de los niños cuyo papel era del dragón cayó abatido por una flecha que nació de las manos del héroe, como si se hubiera materializado de la nada. Atravesó su cabeza sin piedad. El niño que causó eso no tenía idea de sus poderes, pero eso no le importó. Había matado a aquel que consideraba como su amigo, y cargó con un estigma que lentamente comenzó a crecer dentro de su corazón.
Interrumpió su relato un momento para mirar a la joven a los ojos. Se encontraba concentrada escuchando, completamente ensimismada de su relato, sin parecer dudar al principio de sus palabras.
- La tragedia continuó años después, cuando en su fiesta de cumpleaños ocurrió la misma tragedia, bajo aquel maldito juego. A él solo le bastaba decir esas palabras malditas para abatir a la gente al suelo, para nunca más despertar… ¡Zas! - gritó la anciana, provocando que la joven saltara del susto.
- Ya… veo - sabía que aquella historia estaba muy condensada, pero se hacía una idea de lo que había pasado, y justamente por qué aquel apellido era algo que causaba ese tipo de reacciones en la gente - La gente estaba comentando que algo había pasado recientemente. ¿Sabe qué ocurrió?
La anciana asintió, mientras dejaba de mirar a la dragona para bajar la mirada
- El mató a sus padres
Sus ojos se volvieron grandes de la impresión. Se mostraba incrédula, y es que ella veía imposible que un hijo les hiciera eso a sus padres. Nunca había escuchado un relato así de la gente de las estepas, ni tampoco de Dundarak. No cabía en su cabeza que una cría le hiciera eso a sus progenitores.
- No tengo idea de lo que podría pasar con su mente. El no sabe controlar sus poderes. Ninguna de estas muertes fue premeditada. La culpa lo ha carcomido todos estos años, no ha podido reír, no ha podido ser feliz, no ha podido hacer nada de lo que un niño normal a su edad disfruta hacer
La anciana parecía realmente preocupada en su tono de voz, despejando los mantos de dudas de la joven. Aquella historia no parecía antojadiza, y coincidía en la forma que la gente la trataba cuando mencionaba aquel apellido.
- ¿Sabe donde…? - su pregunta fue interrumpida por el pasar de varios niños que corrían por un pasaje pequeño que hacía cruce con el pasaje en el que ellos estaban. Se dio media vuelta, viendo cómo los niños gritaban y hacían sonidos, haciéndola pensar que estaban simplemente jugando - Como decía, ¿sabe donde…? - pero esta vez, no pudo continuar su pregunta, ya que la anciana había desaparecido del lugar.
Se giró buscando a la anciana varias veces, corrió un poco más lejos de donde estaban, pero no había rastro de ella. Era como si se hubiera desvanecido, haciéndola dudar de si realmente existió en algún punto. Lo peor de todo es que no le había dicho dónde podía encontrarlo, y todo el relato la hizo sentir que no podía sentirse ajena a lo que estaba ocurriendo.
Fue mientras pensaba que recordó a los niños jugando en el pasillo. Se acercó lentamente, y puso atención a lo que decían. Su juego era aquel clásico “Dragones y Villanos”, aunque los roles estaban cambiados en la isla. Y bien veía que el papel de héroe, a sus ojos, estaba siendo tomado por los villanos que eran para ella. Además de jugarlo mal, invertían los papeles. Que desastre.
- Disculpen - interrumpió el juego con su voz suave - quería consultarles si… - no demoró en ser interrumpida mientras los niños la rodeaban y la “atacaban” con sus armas invisibles, agregándola en un papel que no había solicitado
- ¡Toma esto dragona mala! - aquel calificativo estaba de más, ella no era mala
- ¡No dejaremos que sigas comiendo niños! - ¡pero ella no comía niños!
- ¡Olorosa criatura! - eso era ya maleducado e innecesario
- Ehm, miren - se notaba incómoda y molesta - Estoy buscando a un chico, se llama Alfred B… -no alcanzó a decir el nombre completo cuando los niños la interrumpieron
- Lo siento, pero no nos autorizan a hablar con extraños - la dragona pensó que era realmente conveniente que se acordaran de esa regla
- Así que chuu chuu, váyase - esas palabras en particular la irritaban
- ¡Déjanos jugar, dragona mala! - ¡que no era mala!
- … - pensó por varios segundos qué podía hacer para que pudieran confesarle la ubicación, y fue entonces cuando se le ocurrió una idea. Sin embargo, al mismo tiempo, se llenó de duda y de culpa por pensar en esa posibilidad. Era algo que no concebía hacer en situaciones normales, pero el escuchar las palabras de la anciana la hacían pensar en cuánto debió haber estado sufriendo el muchacho. Por ello, y solo por esta vez, decidió hacer un canje, pero juró compensarlo apenas pudiera - Pero es que necesito hablar con él, porque conozco a un dragón que quiere pelear contra él, y dice que si no lo hace, ¡se comerá a todos los niños!
Los niños no le creyeron una palabra, y la tildaron de mentirosa y fea, adjetivos innecesarios a su parecer. Entonces, decidió probárselos…
Se marchó hacia la intersección de los pasillos, y se escondió en una calle. No tardaron muchos segundos antes que la enorme cabeza de un enorme dragón, para la percepción de los pequeños al menos, se asomó por el lado del pasillo. Muchos de ellos debieron recoger su mandíbula que cayó al suelo debido a la impresión. El miedo impidió que pudieran moverse, las piernas ni les reaccionaban y habían dejado el papel de los héroes. Pero antes que los chicos murieran del susto o escaparan, el dragón dejó de asomar su cabeza. A los pocos segundos, y con la respiración agitada, la joven fue la que asomó la cabeza, mientras cuidaba que no la vieran desnuda mientras se vestía ocultamente
- ¡Ven! Necesito que me digan dónde está para que remueva la amenaza de una vez por todas, ¡o se los comerá!
Los chicos no dudaron en dale las indicaciones de cómo llegar, con lujo de detalles para evitar que se perdiera. Apenas estuvo lista y vestida, les agradeció y se dirigió hacia donde le daban las indicaciones, no sin antes hacer una muy corta oración a sus Dioses por usar su forma Dragón para algo que podía verse como ínfimo. Prometió compensar aquel pecado más tarde.
La casa se encontraba a oscuras, mientras la puerta semiabierta daba la bienvenida al desocupado inmueble. En su interior, el aire del lugar era denso, y podía olerse la desgracia. No necesitaba ser licántropo para darse cuenta de donde venía todo. La sala de estar todavía mantenía los cadáveres de los progenitores, la sangre todavía manchaba el piso y las paredes, y los cuerpos lentamente perdían el calor humano que tenían en ellos.
Fue increíblemente duro para la joven dragona el ver la escena. Alguien como ella, quién jamás había visto el lugar de asesinato de alguien, sentía una presión enorme en la panza y en su corazón. Se dio cuenta, mirando la escena, que en la forma de morir de la gente tenían razón las personas.
Sacudió su cabeza. No había tiempo para honrar a los muertos, necesitaba saber si Alfred se encontraba vivo. El primer lugar donde se le ocurrió buscar fue en la cocina, en búsqueda del joven o de si los artículos filosos estaban ahí, o si faltaría alguno lo suficiente para lastimar a otros. Corrió por las habitaciones buscando algo que pudiera darle el paradero del joven hasta que se detuvo al ver a una persona en la fragua de la propiedad
Fue cuando sus ojos se cruzaron por primera vez. Ambos ojos demostraron sorpresa aun cuando los motivos eran distintos. Mientras el alivio de ver al joven vivo contrastaba con la de Alfred de encontrarse con alguien a esas alturas de los sucesos, la dragona lentamente comenzaba a entender lo que ocurría: Alfred estaba dispuesto a mutilarse por la muerte de sus padres. Lentamente comenzó a acercarse, pero esto colocó en un modo defensivo al joven.
- Tranquilo, tranquilo - intentó calmarlo, lentamente acercándose
- Tú… ¿tú quién eres? - el joven consultó, sin intenciones de detenerse en su acción, volviendo su mirada hacia su mano
- Mi nombre es Siria - le contestó lo más calmadamente posible que pudo - Vine por qué estaba preocupada por tu salud - y era difícil de creer, debido a que ninguno de los dos se había visto antes, por lo que era sospechoso el que una extraña llegara a la noche diciendo esas palabras
- Vine porque supe lo de sus padres… Y me preocupé de que estuviera a punto de cometer algo que fuera a lastimarlo para siempre - sus pasos lentamente la acercaban hacia Alfred - No conozco todo lo que pasó, solo conozco los relatos que la gente pasa de oído en oído. Así que no puedo siquiera entender lo que pasó, lo que lo llevó a esto o sus motivos. Pero si hay algo que sé, algo que conozco muy bien, es algo que aprendí hace mucho tiempo
Lentamente intentó construir confianza, hablándole serenamente y con compasión. La dragona entendía que, por cómo lo encontró, probablemente sentía que merecía el infierno en la tierra, que era merecedor de cualquier castigo que pudiera recibir, aun cuando fuera el mismo el que lo hiciera. Pero aquello era lo menos que necesitaba. Y probablemente tampoco lo merecía.
- Nadie que consideraría cortar su mano pensando en un “bien mayor” puede considerarse como un monstruo. Sé que dentro de su corazón todavía hay algo de ser humano que le hace sentir miedo y culpa, y bajo todo lo que pasó, entiendo completamente los motivos de por qué está haciendo esto.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, su mano abrazó la mano del joven que intentaba cortarla. La mano de la dragona podía sentirse cálida, un poco áspera debido al tiempo que vivió del campo y de enhebrar agujas, pero en comparación a otras campesinas, se sentía como si fuera envuelta en una calidez suave y frágil. Su voz ayudaba a que esa sensación envolvente inundara sus sentidos.
- Por favor, no lo haga. No se lastime de esta forma. Sé que puede haber otra alternativa, otra forma de enmendar el camino recorrido. Pero no haga algo que le traerá dolor durante el resto de su vida.
Sus ojos se quedaron mirando a los del joven. Lo que hacía era una apuesta enorme, debido a que si el joven continuaba, había un riesgo enorme de que también perdería su mano. Pero era lo suficientemente resuelta como para poner su integridad física por alguien que lo necesitaba, aun cuando ese alguien no la conociera.
La joven dragona se encontraba fascinada caminando por las calles. Le encantaba ver cómo los chicos jugaban Dragones y Villanos, la gente conversando y riendo, pero por sobre todo, le gustaba probar los productos que vendían, sobre todo aquellos que guardaban relación con los aromas. Algunos perfumes no los había sentido nunca, mientras que otros eran comunes de encontrar en el comercio de Dundarak. Su compañera licántropo hace mucho se había retirado al aburrirse de ver a su compañera por horas revisando la mercadería que poco interés tenía para ella, por lo que decidió dormir y volver con ella en la mañana.
Había comprado algunas cosas adicionales, y se fijó en algunas cosas de cristal que estaban a la venta. Quizás le interesaría algo a su amiga licántropo, aunque en la realidad no parecía alguien que le gustara ese tipo de adornos. ¿Algo de cuero y que pudiera usar en su forma de lobo por ejemplo? Sí, quizás eso sería más útil.
- ¿Escuchaste lo último de la familia Borodin? - un par de mujeres hablaban en voz baja, algo usual en las personas chismosas, aunque parecía haber algo más detrás, un miedo inconsciente que les impedía manifestarse más fuerte - Escuché que….
Era poco lo que prestaba atención la joven dragona. La atención que le prestaba a las cosas en venta era la suficiente como para no enterarse de lo que murmuraban las calles, aunque lentamente aquel apellido, de tanto de ser repetido por las dos mujeres, comenzó a apilarse entre los pocos espacios que estaba distraída
- Lo de la familia Borodin…
- … y ese Alfred Borodin…
- … La familia Borodin siempre estuvo maldita…
No pudo escuchar más, debido a que las dos mujeres desaparecieron entre la multitud. No le habría dado mucha importancia sino hubiera sido por un error que se manifestó cuando se dirigió a tomar un perfume que le había interesado gracias a su olor
- ¿Cuánto cuesta este Borodin? - preguntó por error - Perdón, perdón, quise decir… - intentó corregirse automáticamente, pero apenas lo intentó, la cara del vendedor palideció y su trato cambió radicalmente hacia ella
- ¡Yo yo sentir mucho! - repetía las palabras nervioso, mientras se acercaba a la dragona e intentaba alejarla del puesto, empujándola por la espalda - No hablar lengua, favor irse
- P-pero… - su rostro mostraba visible confusión, y un poco de enojo cuando el vendedor la intentó echar con un “chuu chuu”, y se alejó del puesto, mientras algunos pocos que se dieron cuenta de lo que pasaba la esquivaban con la mirada. Ya le bastaba sentirse muy extranjera en tierras desconocidas, pero aquel trato estaba muy fuera de lo que esperaba.
- … ¡auch! - un golpe en su pierna la despertó de su leve trance, dejándola adolorida y colocando su mano en su pantorrilla - Oiga, pero…
Cuando intentó encontrar la causa del golpe, no encontró nada en su campo de visión. Aquello la confundió aún más, ¿acaso el golpe había venido de la nada? ¿Tenía que ver con que la gente la trata de forma extraña?
- Ejem… - una voz femenina, anciana y desgastada la hizo bajar la mirada. Fue entonces cuando Siria encontró a una mujer muy pequeña, quizás de un metro de altura, con un bastón para caminar, causante de aquellos golpes. Sus ojos eran claros, su melena de color blanco y su tez, aun cuando era blanca, se notaban los años de trabajo bajo el sol, con un dorado en su piel y arrugas que la hacían ver más anciana de lo que realmente era - Que joven tan falta de respeto, que falta de educación - murmuró malhumorada
- … pero si fue usted la que me pegó - intentó excusarse, un poco enojada y con la convicción de que estos humanos magos eran raros.
- Calla. Ven - la anciana fue bastante antipática, lo que llevó a Siria a preguntarse si realmente quería seguirla. Cuando la mujer la vio dudosa, se dio media vuelta y le habló en voz baja para evitar ser escuchada por otra gente - Quieres saber lo que pasó con los Borodin, ¿no?
Aquello llamó su curiosidad, olvidando el golpe y los malos hábitos de la anciana. Decidió seguirla por las calles de la ciudad, zigzagueando hasta encontrar un lugar tranquilo en donde no pudieran ser interrumpidos.
- Es un poco irónico como trabaja el destino, sabes - dijo la mujer, mientras se apoyaba con ambas manos en el bastón. La dragona no entendió, pero eso no le preocupó - Hablar de los Borodin es un tabú. Más bien, el hablar específicamente de Alfred Borodin es un tema sensible para la comunidad.
- Alfred… - repitió, recordando que algunos pueblerinos mencionaron ese nombre
- No debió haber sido hace mucho cuando todo se desencadenó en tragedia - la mujer murmuraba mientras bajaba la cabeza - La primera vez fue años atrás, cuando unos niños jugaban a “Dragones y Héroes”…
- ¿No querrá decir “Dragones y Villanos”? - intentó corregir la dragona, solo para que le llegara otro golpe en la pantorrilla - Au, au…
- ¡Presta atención, carajo! - la mujer volvió a su posición neutral de antes - Mientras jugaban, uno de los niños cuyo papel era del dragón cayó abatido por una flecha que nació de las manos del héroe, como si se hubiera materializado de la nada. Atravesó su cabeza sin piedad. El niño que causó eso no tenía idea de sus poderes, pero eso no le importó. Había matado a aquel que consideraba como su amigo, y cargó con un estigma que lentamente comenzó a crecer dentro de su corazón.
Interrumpió su relato un momento para mirar a la joven a los ojos. Se encontraba concentrada escuchando, completamente ensimismada de su relato, sin parecer dudar al principio de sus palabras.
- La tragedia continuó años después, cuando en su fiesta de cumpleaños ocurrió la misma tragedia, bajo aquel maldito juego. A él solo le bastaba decir esas palabras malditas para abatir a la gente al suelo, para nunca más despertar… ¡Zas! - gritó la anciana, provocando que la joven saltara del susto.
- Ya… veo - sabía que aquella historia estaba muy condensada, pero se hacía una idea de lo que había pasado, y justamente por qué aquel apellido era algo que causaba ese tipo de reacciones en la gente - La gente estaba comentando que algo había pasado recientemente. ¿Sabe qué ocurrió?
La anciana asintió, mientras dejaba de mirar a la dragona para bajar la mirada
- El mató a sus padres
Sus ojos se volvieron grandes de la impresión. Se mostraba incrédula, y es que ella veía imposible que un hijo les hiciera eso a sus padres. Nunca había escuchado un relato así de la gente de las estepas, ni tampoco de Dundarak. No cabía en su cabeza que una cría le hiciera eso a sus progenitores.
- No tengo idea de lo que podría pasar con su mente. El no sabe controlar sus poderes. Ninguna de estas muertes fue premeditada. La culpa lo ha carcomido todos estos años, no ha podido reír, no ha podido ser feliz, no ha podido hacer nada de lo que un niño normal a su edad disfruta hacer
La anciana parecía realmente preocupada en su tono de voz, despejando los mantos de dudas de la joven. Aquella historia no parecía antojadiza, y coincidía en la forma que la gente la trataba cuando mencionaba aquel apellido.
- ¿Sabe donde…? - su pregunta fue interrumpida por el pasar de varios niños que corrían por un pasaje pequeño que hacía cruce con el pasaje en el que ellos estaban. Se dio media vuelta, viendo cómo los niños gritaban y hacían sonidos, haciéndola pensar que estaban simplemente jugando - Como decía, ¿sabe donde…? - pero esta vez, no pudo continuar su pregunta, ya que la anciana había desaparecido del lugar.
Se giró buscando a la anciana varias veces, corrió un poco más lejos de donde estaban, pero no había rastro de ella. Era como si se hubiera desvanecido, haciéndola dudar de si realmente existió en algún punto. Lo peor de todo es que no le había dicho dónde podía encontrarlo, y todo el relato la hizo sentir que no podía sentirse ajena a lo que estaba ocurriendo.
Fue mientras pensaba que recordó a los niños jugando en el pasillo. Se acercó lentamente, y puso atención a lo que decían. Su juego era aquel clásico “Dragones y Villanos”, aunque los roles estaban cambiados en la isla. Y bien veía que el papel de héroe, a sus ojos, estaba siendo tomado por los villanos que eran para ella. Además de jugarlo mal, invertían los papeles. Que desastre.
- Disculpen - interrumpió el juego con su voz suave - quería consultarles si… - no demoró en ser interrumpida mientras los niños la rodeaban y la “atacaban” con sus armas invisibles, agregándola en un papel que no había solicitado
- ¡Toma esto dragona mala! - aquel calificativo estaba de más, ella no era mala
- ¡No dejaremos que sigas comiendo niños! - ¡pero ella no comía niños!
- ¡Olorosa criatura! - eso era ya maleducado e innecesario
- Ehm, miren - se notaba incómoda y molesta - Estoy buscando a un chico, se llama Alfred B… -no alcanzó a decir el nombre completo cuando los niños la interrumpieron
- Lo siento, pero no nos autorizan a hablar con extraños - la dragona pensó que era realmente conveniente que se acordaran de esa regla
- Así que chuu chuu, váyase - esas palabras en particular la irritaban
- ¡Déjanos jugar, dragona mala! - ¡que no era mala!
- … - pensó por varios segundos qué podía hacer para que pudieran confesarle la ubicación, y fue entonces cuando se le ocurrió una idea. Sin embargo, al mismo tiempo, se llenó de duda y de culpa por pensar en esa posibilidad. Era algo que no concebía hacer en situaciones normales, pero el escuchar las palabras de la anciana la hacían pensar en cuánto debió haber estado sufriendo el muchacho. Por ello, y solo por esta vez, decidió hacer un canje, pero juró compensarlo apenas pudiera - Pero es que necesito hablar con él, porque conozco a un dragón que quiere pelear contra él, y dice que si no lo hace, ¡se comerá a todos los niños!
Los niños no le creyeron una palabra, y la tildaron de mentirosa y fea, adjetivos innecesarios a su parecer. Entonces, decidió probárselos…
Se marchó hacia la intersección de los pasillos, y se escondió en una calle. No tardaron muchos segundos antes que la enorme cabeza de un enorme dragón, para la percepción de los pequeños al menos, se asomó por el lado del pasillo. Muchos de ellos debieron recoger su mandíbula que cayó al suelo debido a la impresión. El miedo impidió que pudieran moverse, las piernas ni les reaccionaban y habían dejado el papel de los héroes. Pero antes que los chicos murieran del susto o escaparan, el dragón dejó de asomar su cabeza. A los pocos segundos, y con la respiración agitada, la joven fue la que asomó la cabeza, mientras cuidaba que no la vieran desnuda mientras se vestía ocultamente
- ¡Ven! Necesito que me digan dónde está para que remueva la amenaza de una vez por todas, ¡o se los comerá!
Los chicos no dudaron en dale las indicaciones de cómo llegar, con lujo de detalles para evitar que se perdiera. Apenas estuvo lista y vestida, les agradeció y se dirigió hacia donde le daban las indicaciones, no sin antes hacer una muy corta oración a sus Dioses por usar su forma Dragón para algo que podía verse como ínfimo. Prometió compensar aquel pecado más tarde.
________
La casa se encontraba a oscuras, mientras la puerta semiabierta daba la bienvenida al desocupado inmueble. En su interior, el aire del lugar era denso, y podía olerse la desgracia. No necesitaba ser licántropo para darse cuenta de donde venía todo. La sala de estar todavía mantenía los cadáveres de los progenitores, la sangre todavía manchaba el piso y las paredes, y los cuerpos lentamente perdían el calor humano que tenían en ellos.
Fue increíblemente duro para la joven dragona el ver la escena. Alguien como ella, quién jamás había visto el lugar de asesinato de alguien, sentía una presión enorme en la panza y en su corazón. Se dio cuenta, mirando la escena, que en la forma de morir de la gente tenían razón las personas.
Sacudió su cabeza. No había tiempo para honrar a los muertos, necesitaba saber si Alfred se encontraba vivo. El primer lugar donde se le ocurrió buscar fue en la cocina, en búsqueda del joven o de si los artículos filosos estaban ahí, o si faltaría alguno lo suficiente para lastimar a otros. Corrió por las habitaciones buscando algo que pudiera darle el paradero del joven hasta que se detuvo al ver a una persona en la fragua de la propiedad
Fue cuando sus ojos se cruzaron por primera vez. Ambos ojos demostraron sorpresa aun cuando los motivos eran distintos. Mientras el alivio de ver al joven vivo contrastaba con la de Alfred de encontrarse con alguien a esas alturas de los sucesos, la dragona lentamente comenzaba a entender lo que ocurría: Alfred estaba dispuesto a mutilarse por la muerte de sus padres. Lentamente comenzó a acercarse, pero esto colocó en un modo defensivo al joven.
- Tranquilo, tranquilo - intentó calmarlo, lentamente acercándose
- Tú… ¿tú quién eres? - el joven consultó, sin intenciones de detenerse en su acción, volviendo su mirada hacia su mano
- Mi nombre es Siria - le contestó lo más calmadamente posible que pudo - Vine por qué estaba preocupada por tu salud - y era difícil de creer, debido a que ninguno de los dos se había visto antes, por lo que era sospechoso el que una extraña llegara a la noche diciendo esas palabras
- Vine porque supe lo de sus padres… Y me preocupé de que estuviera a punto de cometer algo que fuera a lastimarlo para siempre - sus pasos lentamente la acercaban hacia Alfred - No conozco todo lo que pasó, solo conozco los relatos que la gente pasa de oído en oído. Así que no puedo siquiera entender lo que pasó, lo que lo llevó a esto o sus motivos. Pero si hay algo que sé, algo que conozco muy bien, es algo que aprendí hace mucho tiempo
Lentamente intentó construir confianza, hablándole serenamente y con compasión. La dragona entendía que, por cómo lo encontró, probablemente sentía que merecía el infierno en la tierra, que era merecedor de cualquier castigo que pudiera recibir, aun cuando fuera el mismo el que lo hiciera. Pero aquello era lo menos que necesitaba. Y probablemente tampoco lo merecía.
- Nadie que consideraría cortar su mano pensando en un “bien mayor” puede considerarse como un monstruo. Sé que dentro de su corazón todavía hay algo de ser humano que le hace sentir miedo y culpa, y bajo todo lo que pasó, entiendo completamente los motivos de por qué está haciendo esto.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, su mano abrazó la mano del joven que intentaba cortarla. La mano de la dragona podía sentirse cálida, un poco áspera debido al tiempo que vivió del campo y de enhebrar agujas, pero en comparación a otras campesinas, se sentía como si fuera envuelta en una calidez suave y frágil. Su voz ayudaba a que esa sensación envolvente inundara sus sentidos.
- Por favor, no lo haga. No se lastime de esta forma. Sé que puede haber otra alternativa, otra forma de enmendar el camino recorrido. Pero no haga algo que le traerá dolor durante el resto de su vida.
Sus ojos se quedaron mirando a los del joven. Lo que hacía era una apuesta enorme, debido a que si el joven continuaba, había un riesgo enorme de que también perdería su mano. Pero era lo suficientemente resuelta como para poner su integridad física por alguien que lo necesitaba, aun cuando ese alguien no la conociera.
Siria
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Re: Zas [Desafío] [Evento Horrorween]
A chica estaba muy cerca, no sabía de dónde había salido, quién era o qué tipo fuerza divina le había traído hasta él. ¿A caso era obra de los Dioses, habían mandado a la chica para perdonar sus pecados? En la cabeza de Alfred resonaban esas y otras más preguntas. Para ninguna tenía respuesta y, lo cierto, era que no le importaba. Necesitaba pensar en algo, evadirse, de alguna forma, de los pensamientos más oscuros, aquellos que tenían que ver con sus manos, sus poderes y el grito “Zas”.
Mientras la chica hablaba, Alfred movía la cabeza de lado a lado como si estuviera negando. Estaba muy nervioso, agitado. Su cuerpecito flacucho parecía una gelatina. Apretó el mango del hacha que sostenía; por un momento tuvo la sensación que podría resbalarse de las manos y hacer daño a la misteriosa chica. Fue un acto instintivo, antes de eso, había olvidado que seguía sujetando el arma. Cuando se dio cuenta que tenía miedo por herir a la chica con el hacha, se vio el reflejo de una tímida y macabra sonrisa en sus labios. ¡Qué tonto era! Le podría hacer mucho más daño, por error, con la magia que con el hacha mellada de su padre. Ni siquiera era necesario que gritase Zas, a su madre le había matado sin pronunciar palabra alguna. El recuerdo le destrozó, era muy reciente. Alfred cayó de rodillas a los pies de la chica y lloró igual que lo había hecho cuando tenía seis años y Craig…
En su mente, no pudo terminar la frase. Ese era el tipo de pensamientos que quería evitar a toda costa. Con Siria a su lado era imposible, su sonrisa y sus amables palabras le recordaban quién era realmente: ¡Un monstruo! Arrastrándose por el suelo, se alejó de ella hasta que su espalda tocó con la pared de la forja. Con un brazo, la que sostenía el hacha que apretaba como si fuera un talismán, se tapaba los ojos para no verla, mientras que, con la otra, daba golpes a la nada dándole indicaciones a la chica que se fuera.
-No hay otra manera, las he probado todas. Soy un monstruo. ¡Vete! Tú no sabes por lo que he pasado. Tienes que irte. ¿Es que no lo ves? ¡Soy un monstruo! Todavía puedes salvarte. ¡LARGO!-
Notó una sensación de calor conocida en la mano izquierda, la que no dejaba de agitar. Rápidamente, apartó el brazo con el que se tapaba los ojos y vio lo que estaba haciendo: Unas ondas telequinéticas, empujaban a la chica y a todos los objetos punzantes que habían en la forja, contra la pared inversa a donde él estaba. Se detuvo al instante, antes de hacer daño a Siria. Abrazó el hacha con las dos manos como si fuera un oso de peluche sin dejar de repetir las mismas palabras.
-Soy un monstruo. Vete. No quiero herirte. ¡Vete!-
* Siria: Ha sido un buen intento, evitaste que se cortara la mano. Sin embargo, Alfred se ha aterrado a sentir a alguien tan cerca de él; en cierto sentido, intenta protegerte. Está muy asustado. En este turno, el último del desafío, deberás tranquilizar al chico. Ayudarle a hacerse con el control de sus poderes y a superar las muertes que pesan sobre su espalda. Me pregunto si sería un buen momento para hacer uso de tus habilidades….
Mientras la chica hablaba, Alfred movía la cabeza de lado a lado como si estuviera negando. Estaba muy nervioso, agitado. Su cuerpecito flacucho parecía una gelatina. Apretó el mango del hacha que sostenía; por un momento tuvo la sensación que podría resbalarse de las manos y hacer daño a la misteriosa chica. Fue un acto instintivo, antes de eso, había olvidado que seguía sujetando el arma. Cuando se dio cuenta que tenía miedo por herir a la chica con el hacha, se vio el reflejo de una tímida y macabra sonrisa en sus labios. ¡Qué tonto era! Le podría hacer mucho más daño, por error, con la magia que con el hacha mellada de su padre. Ni siquiera era necesario que gritase Zas, a su madre le había matado sin pronunciar palabra alguna. El recuerdo le destrozó, era muy reciente. Alfred cayó de rodillas a los pies de la chica y lloró igual que lo había hecho cuando tenía seis años y Craig…
En su mente, no pudo terminar la frase. Ese era el tipo de pensamientos que quería evitar a toda costa. Con Siria a su lado era imposible, su sonrisa y sus amables palabras le recordaban quién era realmente: ¡Un monstruo! Arrastrándose por el suelo, se alejó de ella hasta que su espalda tocó con la pared de la forja. Con un brazo, la que sostenía el hacha que apretaba como si fuera un talismán, se tapaba los ojos para no verla, mientras que, con la otra, daba golpes a la nada dándole indicaciones a la chica que se fuera.
-No hay otra manera, las he probado todas. Soy un monstruo. ¡Vete! Tú no sabes por lo que he pasado. Tienes que irte. ¿Es que no lo ves? ¡Soy un monstruo! Todavía puedes salvarte. ¡LARGO!-
Notó una sensación de calor conocida en la mano izquierda, la que no dejaba de agitar. Rápidamente, apartó el brazo con el que se tapaba los ojos y vio lo que estaba haciendo: Unas ondas telequinéticas, empujaban a la chica y a todos los objetos punzantes que habían en la forja, contra la pared inversa a donde él estaba. Se detuvo al instante, antes de hacer daño a Siria. Abrazó el hacha con las dos manos como si fuera un oso de peluche sin dejar de repetir las mismas palabras.
-Soy un monstruo. Vete. No quiero herirte. ¡Vete!-
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* Siria: Ha sido un buen intento, evitaste que se cortara la mano. Sin embargo, Alfred se ha aterrado a sentir a alguien tan cerca de él; en cierto sentido, intenta protegerte. Está muy asustado. En este turno, el último del desafío, deberás tranquilizar al chico. Ayudarle a hacerse con el control de sus poderes y a superar las muertes que pesan sobre su espalda. Me pregunto si sería un buen momento para hacer uso de tus habilidades….
Sigel
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Re: Zas [Desafío] [Evento Horrorween]
Podría haber sido un error desde el principio el haberle tomado la mano, ya que no lo conocía lo suficiente como para determinar si era capaz realmente de hacer daño a otros con tal de terminar con su pesadilla. Solo conocía lo poco de él a través del relato de la anciana, y de cómo había vivido con aquel sentimiento de culpa por muchos años. Y si hubiera tenido el tiempo para reflexionar, probablemente no lo hubiera hecho debido a cómo se alejó de ella.
Algo que no alcanzaba a comprender la empujaba hacia la pared contraria donde se encontraba el joven, impidiendo que pudiera moverse. Sus ojos se posaron hacia los objetos que venían hacia ella, y solo su instinto accionó mientras sus brazos intentaban protegerla inútilmente frente a la muerte. Ni por un momento pensó en transformarse en dragón. Solo cuando se detuvieron las herramientas, se dio cuenta de todo lo que había significado su acción.
Fue una equivocación el haberse acercado de esa forma. Creyó inocentemente que no habría consecuencias al tocarlo, o que la anciana no podría haber mentido al inicio, o que no estuviera en riesgo su vida. En aquel momento, se dio cuenta que realmente estuvo muy cerca de dejar de existir en este mundo, de dejar de sentir las cosas, de que su peregrinaje acabara en ese momento.
Pero su mano tenía una sensación ajena a todos esos turbulentos sentimientos. Pudo sentir la fragilidad de su ser, el miedo que poseía en su alma. Y por sobre todo, pudo sentir el dolor que sentía en su corazón.
¿Cómo se sentía una carga que nadie más que el destino, de forma cruel, te impone a la fuerza? Aquel chico se sentía un monstruo por algo que no pidió nacer. Si aquello fuera mínimamente cierto, ¿no sería acaso ella también un monstruo que desgarraba los corazones de los demás, obligándolos a sufrir innecesariamente y haciéndoles recordar sus fracasos, sus penas, sus angustias y los dolores que más enterrados tenían en sus corazones?
¿Cómo se sentiría creer en todo momento de la vida que uno es un monstruo? ¿Cómo se sentiría vivir cada segundo de tu vida que eras el responsable de cosas que no podías controlar? Aquel muchacho había matado a sus padres, era cierto. Un verdadero monstruo se habría deleitado con aquel acto, no se habría visto afectado al verla, ni hubiera sufrido por detener las herramientas. Se habría degustado con el sabor de la sangre de cada una de sus víctimas, quizás incluso buscaría más de aquella sensación, de encerrarse en un placer instintivo, perverso.
Pero no lo hacía.
¿Qué podía decirle a ese corazón? ¿Cómo podría llegar a él de forma sincera y sin que pudiera lastimarlo aún más de lo que había hecho? No sabía exactamente qué quería tampoco. Solo quería tomar su corazón entre sus manos de una forma metafórica, abrazarlo y escuchar lo que quería decir. Cuidarlo de no lastimarlo, aún más de lo que estaba, y hacer suyos sus sentimientos.
Una pequeña briza se podía sentir en el ambiente, habiendo encontrado su lugar en las ventanas que cedieron suavemente ante el viento, y por las puertas en donde la joven había llegado. No se sentía helado, a diferencia de la impresión que podía dar por la temporada. Pero se sentía distinto cuando se respiraba. Había algo que embriagaba el ambiente, como si el mismo elemento rozara suavemente las mejillas de los presentes, como una madre que buscaba el consuelo de un pequeño herido y dolido.
Su voz entonces se transformó en una amalgama de sentimientos que inundaban el alma de quién escuchaba. Era como si los sentimientos navegaran de forma natural por el viento que gentilmente abrazaba a ambos jóvenes, lentamente despejando las dudas, los temores, los demonios y, brevemente, las culpas que tenían. Pero a diferencia de ser una melodía triste y melancólica como cuando cantó frente a su abuelo y frente a Wood, no invitaba a la culpa ni al llanto.
Era como un abrazo. Uno gentil y cálido. Como si una madre estuviera viendo a los ojos a quien nació de su vientre, tranquilizadora y conciliadora. A la vez, también se sentía como si no fuera el de una madre, sino el de una observante, un alma cuyo camino entrelazó brevemente en la línea del destino. Se sentía como si, viendo un largo camino eternamente nublado por la inseguridad y las dudas, alguien a quién no conoces decide de súbito estar a tu lado en silencio. No se dedica a enjuiciar ni a impartir alguna condena.
Solo quiere acercarse a ti.
iuple shignia
mtephasi halowa
meshmoshana tohushmenia
akafe fuch
mgias fofaritah
nofaishondu sharaimenia
meiuch salve la rosa
tachi kage uch flogna
kuai keifu labaich
pochishu fa rauruch ah
iuple shignia
mtephasi halowa
meshmoshana tohushmenia
meiuch salve la rosa
tachi kage uch flogna
kuai keifu labaich
pochishu fa rauruch ah
El canto terminó en una tranquilidad que inundaba el ambiente, mientras el viento que corría volvía lentamente a ser el mismo inanimado e indiferente de antes. El silencio se hizo dueño del lugar, mientras que todo, aunque fuera por un breve periodo de tiempo, se sumía en una tranquilidad que parecía la antesala de una tormenta, aunque no podría llamarse como tal en un cierto sentido.
Sus ojos permanecieron cerrados en todo momento en que la canción emanó de su alma. Sus ojos mostraban una unión singular entre tranquilidad y determinación, pero a su vez también la culpa presionaba su pecho. Se sentía como una niña inmadura que no era capaz de apreciar la raíz de las culpas de otros, dejando que su empatía hiciera tan suya el dolor de otros que a veces se sintiera, egoístamente, como el de ella.
Probablemente aquella era la razón de por qué también se encontraba esa pizca de determinación en sus ojos.
- Disculpa - su tono de voz era distinto al que se escuchaba cuando cantó. Se sentía humilde, como si tuviera un origen que acompañara aquello, pero también algo tímida - No quería hacer que te sobresaltaras con mi presencia
Probablemente Alfred se sentía confundido por todo lo que había pasado y el actuar de la joven que tenía delante de él. Estuvo probablemente muy cerca de morir, ¿cómo era posible que estuviera mirándolo tranquilamente como si nada hubiera pasado?
- Pues… aun así… - aun así, se veía dificultosa en su forma de hablar, como si existiera una barrera invisible entre los dos que intentaba eliminar - Bueno, mi abuelo siempre decía “Si deseas saber sobre otros, lo más sabio es dejar que otros sepan sobre ti. Abrirse a los demás para que ellos se abran a ti” - se lo había dicho una vez a Wood, pero seguía sintiendo que la forma en que lo decía era bobo - Lo dicen mucho los sabios, pero siento que caería mucho en clichés de libros y cosas así
Su forma de expresarse, así como el contenido de sus palabras, eran confusas y no parecían sacadas de alguien que había cantado aquella melodía tan tranquilizadora, con esas palabras que tanto llegaban al alma.
- Lo que quería decir… antes que nada, mi nombre es Siria. Siria Reinhardt. Y soy una dragona que está en un viaje de peregrinaje
- ¿Una… dragona? - murmuró el joven, mientras la veía. Quizás, ahora que estaba más tranquilo gracias a la canción de la dragona de viento, podía notar que sus ropas eran muy extravagantes. Ya acusaban que no era de la isla, pero probablemente no pensaba que fuera tan extranjera como afirmaba ser
- No soy exactamente como la gente se imagina un dragón debido a los relatos o a los juegos como… “Héroes y Dragones”, ¿verdad? - su rostro parecía algo cansado mientras decía esto, como si una mala experiencia con el juego en su versión que jugaban los humanos diera caza a su mente - También, siendo justos, no pertenezco a otras ramas más conocidas, como los Caballeros Dragones o los Monjes, que son más… “llamativas” - probablemente algo más había detrás de esas palabras, pero su rostro parecía igual de cansado que cuando mencionó el juego anteriormente
A diferencia del primer encuentro físico que tuvieron, la joven se encontraba a distancia del joven, sentada encima de sus piernas mientras sus manos descansaban en su regazo. No se acercaba por miedo, aquello se hubiera notado en su voz, sino más bien, se notaba respetuosa con la distancia que quizás el joven deseaba o necesitaba. Si en un punto el joven deseaba acercarse, la dragona dejaría que fuera una voluntad que naciera de su corazón y no como un arrebato de su egoísmo, como había sido anteriormente con su mano
- Olvida eso - el joven intentaba ordenar sus ideas en la cabeza, y varias en particular fueron las primeras en salir de su boca - ¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Por qué viniste?
Habían pasado muchas cosas, y aunque se encontraba mucho más tranquilo gracias a la canción de la dragona de viento, su mente estaba muy clara en sus pensamientos.
- Me enteré de lo que había pasado por las conversaciones de la gente lo que había ocurrido - comentó, mientras sus ojos lo miraban fijamente - Y una anciana me contó todo lo que había pasado hace años. De cómo esos incidentes llevaron a la muerte de las personas que conocía
Era una chica extraña. Había estado muy cerca de la muerte, en el mejor de los caso el sufrir de una herida que la hubiera invalidado de por vida. Y se había mostrado temerosa en un principio, pero lentamente parecía haber sobrepasado esos miedos. Por lo menos, lo suficiente como para no haber salido despavorida y abandonarlo a sus pensamientos y a sus deseos de castigarse.
- Yo… los maté… - murmuró, mientras bajó la mirada
Sus palabras aclararon las últimas dudas que tenía la joven dragona. La pintura se encontraba incompleta desde que la anciana se había contactado con ella, y el poder verla en su plenitud la hacía entender mucho más lo que había pasado. Ello no significaba que se sentía tranquila o alegre por comprender lo que había sucedido, todo lo contrario. El muchacho hablaba con una tristeza que podía presionar el corazón.
Personas que consideraba cercanas, familiares, amigos… el no buscaba lo que sucedió, nunca lo quiso, y sin embargo, yacían delante de él, desprovistos de vida, con sus vidas truncadas para siempre. Y él había sido el causante de todo. Al corazón no le importaba si había sido voluntario o no. Nada podía quitar el hecho de que era alguien cuyas manos se encontraban empapadas en violencia y muerte.
Era por eso que se sentía como un monstruo. Era por ello que se trataba como tal.
¿Qué podía decir frente a eso?
- Quizás no pueda… decir mucho para hacerlo cambiar, pero… - cerró sus ojos por unos momentos, mientras su respiración disminuía - Mi abuelo una vez me contó algo que ocurrió muchos años, antes que los pueblos se unieran para repeler a los invasores que intentaron tomar nuestro mundo
¿Por qué aún seguía ahí? ¿No le tenía miedo? Era alguien que fue capaz de matar a sus propios padres, a su mismísima sangre. Cualquier persona con dos dedos de frente sabría que era peligroso, un “monstruo así” era impredecible, arriesgaba la vida de todo el que estaba cerca. Y sin embargo, ahí se encontraba sentada, contando una historia del pasado.
- Hubo un tiempo en que mi abuelo debió luchar contra… cosas que parecían humanos, pero no lo eran en realidad. Eran seres cubiertos de una piel que imitaba a la nuestra, podían erguirse en dos piernas como nosotros y podían hablar, respirar y tocar como nosotros. Pero la mayor diferencia estaba en lo que estaba en su interior
Abrió nuevamente sus ojos para mirarlo a los ojos. Se sentía una tristeza en su mirada como si hubiera sido testigo de los ecos del pasado, de las cicatrices que dejó el paso del tiempo. Sus ojos parecían cansados de llorar, como si ya no quedaran lágrimas que derramar.
- Estos seres poseían un interior frío y hecho de metal. Resistían golpes como si carecieran del sentido del dolor, como si no les importara lo que tuvieran al frente, y solo se movieran por un instintivo deseo de destruir todo. No importaba si les rompías un brazo o les cortabas una pierna… podían seguir moviéndose, sin quejarse, sin detenerse. Como si toda la vida que existiera en este mundo fuera desechable, efímera…
La era de las máquinas. A veces podían sentirse como relatos sacados de mentes imaginativas que usaban aquellos relatos para hacer dormir a los niños, pero los más viejos y los más sabios recordaban esa era. Y también estaba la prueba viviente de aquellos relatos: los bio-cibernéticos.
- Para prevenir una masacre a nuestro pueblo, mi abuelo fue uno de los primeros Caballeros Dragones que los enfrentó. Y siempre me cuenta de cómo eran… en sus ojos, carecía la vida. Te inundaba un miedo que apretaba el corazón, porque eran seres que carecían de remordimiento y empatía… no les importaba. Podrían destrozarle el cráneo a alguien y no se detenían por la culpa. Simplemente… seguían asesinando a la gente sin importar si eran bebés, mujeres, ancianos, niños, adultos…
¿Era por ello que no había retrocedido, a pesar de lo que había visto? Su voz parecía serena, pero también podía sentirse un hilo de dolor, como si, de alguna forma, esos relatos se hubieran transformado en su corazón para nunca olvidarse. Es claro que nunca un relato será lo mismo que vivirlo bajo tus propios ojos, y las sensaciones que quedan bajo la piel jamás podrán heredarse de generación en generación. Pero había algo más. Era como si su corazón pudiera entender el sufrimiento de otros, aún sin haberlo vivido. Era como si una sincera empatía la ayudara a conectarse con otros, como si buscara por qué aquellas lágrimas decidían salir de los ojos de los demás, como si quisiera escuchar lo que la realidad escondía detrás de cada palabra mentirosa que existía.
- Sé que es muy distinto en otros lugares, y nuestras experiencias hacen que entendamos de forma distinta las cosas que pensamos que tienen el mismo significado para todos. Incluso algo como “Paz” es tan distinto para los magos, los dragones, los elfos, los humanos… Y es por eso que, quizás, no crea mis palabras cuando las diga… pero para mí, no es un monstruo. Porque la diferencia está en sus acciones
Lentamente se levantó de donde estaba, caminando tranquilamente hacia el joven hasta cierto punto en donde todavía se mantenía alejada de su cuerpo, pero lo suficientemente cerca como para ser mejor entendida.
- Un verdadero monstruo no sentiría la culpa y el peso de las almas que se fueron. Un verdadero monstruo no se habría detenido años atrás, no se hubiera conformado con solo una muerte o dos, sino con todo lo que se cruzara en su camino. No sentiría esta enorme culpa que se muestran en sus ojos por lo que hizo. Alguien así jamás se hubiera intentado lastimar como usted lo intentó, cortándose una mano como si aquello hubiera solucionado algo. No se hubiera puesto en el peligro vital que significa cercenarse una mano
- No es algo comparable - el joven negó con su cabeza, mientras se la tomaba y cerraba sus ojos - Esos seres eran como demonios, querían el fin del mundo y de todos nosotros. Pero no se necesita ser así para ser un monstruo. ¡Yo maté a mis padres! A mi propia madre la… la maté sin siquiera tocarla… a mi padre… - se interrumpió mientras abría sus ojos y la miró fijamente - Es como dices, nuestras acciones son las que importan, y nada puede borrar el hecho de que maté a la gente que más amaba…
- Lo sé… - le contestó, devolviendo la mirada con el mismo trato que venía haciéndolo desde antes - Sé que un monstruo no necesita ser un demonio que solo desea consumir todo. Existe gente que solo le basta robarle la inocencia a un menor de edad, el estafar a ancianos, golpear a sus parejas, o… hacerles cosas contra su voluntad. La cantidad de monstruos que existen en este mundo son infinitos y dan la sensación de que nunca desaparecerán. Pero hay algo que tienen en común todos… y eso es nuestra capacidad de sentir culpa y arrepentimiento
Cerró sus ojos por un momento, como si los ecos del pasado hicieran un llamado a su memoria.
- Y hay algo que quizás nunca notó… y es que su madre nunca dejó de amarlo
Fue casi automáticamente que un par de lágrimas salieran de sus ojos. El joven no tenía la fortaleza para quitarlas de su mejilla. En una pequeña parte, se encontraba enojado con la joven por haber sacado a su madre en la discusión, pero aquello era ahogado por los recuerdos llenos de cariño, comprensión y amor por parte de su progenitora.
- Si de verdad fuera un monstruo, sus padres hubieran hecho lo correcto y habría dejado de existir hace mucho. Porque nuestros padres nos aman lo suficiente como para no vernos como seres llenos de rabia, maldad y destrucción. Y sin embargo, hicieron todo lo posible, todo lo que estaba a su alcance, para querer lo mejor para usted, para que pudiera sonreír, para que pudiera ser alguien que, a pesar de todo lo que había pasado, pudiera salir adelante como alguien que pudiera ser feliz, aun cuando fuera imposible el perdonarse en algún punto de su vida
Los sentimientos lo embargaban lo suficiente como para tomarse de la cabeza y dejar que las lágrimas volvieran a brotar de sus ojos. Casi se sentía como antes que la joven llegara. Pero esta vez, había algo distinto. No sabía que era, pero en el olvido se encontraba ese deseo de mutilarse, de pagar con sangre, y quizás con su vida, por lo que había hecho.
- No creo que esta culpa que tiene se desvanezca alguna vez. Quizás… sea algo que nunca dejará de cargar mientras viva en este mundo. Y no le pediré que lo haga, porque sería egoísta y estaría pasando a llevar sus creencias y su voluntad. Pero… - y por primera vez desde que la joven llegó al lugar, sonrió. Aquella era una sonrisa cálida, comprensiva, y no demostraba ápice alguno de rencor. Se parecía mucho a la de una comprensiva madre, y a la vez, a la de una compañera de viaje cuyo destino se había topado de manera breve pero importante - … estoy segura que sus padres alguna vez quisieron que creciera como una gran persona. Honre esa memoria a ellos. Esto que está dentro suyo, lo que ocasionó todo este dolor y tristeza, deberá cargarlo consigo por mucho tiempo más, quizás incluso por el resto de su vida, como nuestros pecados, pero honre la memoria de quienes lo amaron alguna vez. Transforme este dolor en una oportunidad para que nadie más deba sufrir. Que esas vidas que ya no están puedan converger en su corazón y que puedan darle una oportunidad de descubrir cómo hacer de su vida y la de los demás, de quienes puede amar, algo que nunca se pueda arrepentir
Levemente desvió su mirada cuando terminó aquellas palabras, por lo que no podía saber exactamente cómo se sentía Alfred.
- También es cierto que es fácil para mí hablar de ello. Lo que hago, este… canto, es algo que a la gente le gusta. Pero también es algo que ha arrastrado y desgarrado las memorias de la gente. Les ha hecho recordar cosas que han estado enterradas por siglos, dolores que solo les dicen que no vale la pena vivir, que abandonaron a todos quienes querían, que traicionaron sus propios principios. Muchas veces, les arrebato esa segunda oportunidad que tanto buscan, ese deseo de que puedan ser felices. Y también es cierto que nunca por mi culpa han muerto personas, no tengo las manos manchadas… y probablemente nunca pueda entenderlo del todo por esa misma razón. Pero… - volvió a mirarlo, solo para esta vez demostrar un par de lágrimas que corrían por sus mejillas - … tengo esa convicción de que una persona merece ser feliz si realmente está arrepentida. Y yo sé que usted, aunque no lo crea, merece esa segunda oportunidad, aunque sea algo que nunca podrá creer…
Probablemente ahora era más claro el por qué nunca se alejó de aquel lugar, aun cuando su vida estuvo en peligro, aun cuando lo fácil era salir de ahí y nunca más volver.
O quizás, muy dentro de ella, sabía que su vida nunca estuvo realmente en peligro. No lo sabía conscientemente, y probablemente nunca se daría cuenta, pero a veces, el instinto de una persona podía juzgar mucho mejor a una persona que una mente sabia y experimentada. A veces, un corazón así, aun siendo inocente e inexperimentado, podía hacer mucho más de lo que el mismo creía.
Algo que no alcanzaba a comprender la empujaba hacia la pared contraria donde se encontraba el joven, impidiendo que pudiera moverse. Sus ojos se posaron hacia los objetos que venían hacia ella, y solo su instinto accionó mientras sus brazos intentaban protegerla inútilmente frente a la muerte. Ni por un momento pensó en transformarse en dragón. Solo cuando se detuvieron las herramientas, se dio cuenta de todo lo que había significado su acción.
Fue una equivocación el haberse acercado de esa forma. Creyó inocentemente que no habría consecuencias al tocarlo, o que la anciana no podría haber mentido al inicio, o que no estuviera en riesgo su vida. En aquel momento, se dio cuenta que realmente estuvo muy cerca de dejar de existir en este mundo, de dejar de sentir las cosas, de que su peregrinaje acabara en ese momento.
Pero su mano tenía una sensación ajena a todos esos turbulentos sentimientos. Pudo sentir la fragilidad de su ser, el miedo que poseía en su alma. Y por sobre todo, pudo sentir el dolor que sentía en su corazón.
¿Cómo se sentía una carga que nadie más que el destino, de forma cruel, te impone a la fuerza? Aquel chico se sentía un monstruo por algo que no pidió nacer. Si aquello fuera mínimamente cierto, ¿no sería acaso ella también un monstruo que desgarraba los corazones de los demás, obligándolos a sufrir innecesariamente y haciéndoles recordar sus fracasos, sus penas, sus angustias y los dolores que más enterrados tenían en sus corazones?
¿Cómo se sentiría creer en todo momento de la vida que uno es un monstruo? ¿Cómo se sentiría vivir cada segundo de tu vida que eras el responsable de cosas que no podías controlar? Aquel muchacho había matado a sus padres, era cierto. Un verdadero monstruo se habría deleitado con aquel acto, no se habría visto afectado al verla, ni hubiera sufrido por detener las herramientas. Se habría degustado con el sabor de la sangre de cada una de sus víctimas, quizás incluso buscaría más de aquella sensación, de encerrarse en un placer instintivo, perverso.
Pero no lo hacía.
¿Qué podía decirle a ese corazón? ¿Cómo podría llegar a él de forma sincera y sin que pudiera lastimarlo aún más de lo que había hecho? No sabía exactamente qué quería tampoco. Solo quería tomar su corazón entre sus manos de una forma metafórica, abrazarlo y escuchar lo que quería decir. Cuidarlo de no lastimarlo, aún más de lo que estaba, y hacer suyos sus sentimientos.
Una pequeña briza se podía sentir en el ambiente, habiendo encontrado su lugar en las ventanas que cedieron suavemente ante el viento, y por las puertas en donde la joven había llegado. No se sentía helado, a diferencia de la impresión que podía dar por la temporada. Pero se sentía distinto cuando se respiraba. Había algo que embriagaba el ambiente, como si el mismo elemento rozara suavemente las mejillas de los presentes, como una madre que buscaba el consuelo de un pequeño herido y dolido.
Su voz entonces se transformó en una amalgama de sentimientos que inundaban el alma de quién escuchaba. Era como si los sentimientos navegaran de forma natural por el viento que gentilmente abrazaba a ambos jóvenes, lentamente despejando las dudas, los temores, los demonios y, brevemente, las culpas que tenían. Pero a diferencia de ser una melodía triste y melancólica como cuando cantó frente a su abuelo y frente a Wood, no invitaba a la culpa ni al llanto.
Era como un abrazo. Uno gentil y cálido. Como si una madre estuviera viendo a los ojos a quien nació de su vientre, tranquilizadora y conciliadora. A la vez, también se sentía como si no fuera el de una madre, sino el de una observante, un alma cuyo camino entrelazó brevemente en la línea del destino. Se sentía como si, viendo un largo camino eternamente nublado por la inseguridad y las dudas, alguien a quién no conoces decide de súbito estar a tu lado en silencio. No se dedica a enjuiciar ni a impartir alguna condena.
Solo quiere acercarse a ti.
- Spoiler:
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iuple shignia
mtephasi halowa
meshmoshana tohushmenia
akafe fuch
mgias fofaritah
nofaishondu sharaimenia
meiuch salve la rosa
tachi kage uch flogna
kuai keifu labaich
pochishu fa rauruch ah
iuple shignia
mtephasi halowa
meshmoshana tohushmenia
meiuch salve la rosa
tachi kage uch flogna
kuai keifu labaich
pochishu fa rauruch ah
El canto terminó en una tranquilidad que inundaba el ambiente, mientras el viento que corría volvía lentamente a ser el mismo inanimado e indiferente de antes. El silencio se hizo dueño del lugar, mientras que todo, aunque fuera por un breve periodo de tiempo, se sumía en una tranquilidad que parecía la antesala de una tormenta, aunque no podría llamarse como tal en un cierto sentido.
Sus ojos permanecieron cerrados en todo momento en que la canción emanó de su alma. Sus ojos mostraban una unión singular entre tranquilidad y determinación, pero a su vez también la culpa presionaba su pecho. Se sentía como una niña inmadura que no era capaz de apreciar la raíz de las culpas de otros, dejando que su empatía hiciera tan suya el dolor de otros que a veces se sintiera, egoístamente, como el de ella.
Probablemente aquella era la razón de por qué también se encontraba esa pizca de determinación en sus ojos.
- Disculpa - su tono de voz era distinto al que se escuchaba cuando cantó. Se sentía humilde, como si tuviera un origen que acompañara aquello, pero también algo tímida - No quería hacer que te sobresaltaras con mi presencia
Probablemente Alfred se sentía confundido por todo lo que había pasado y el actuar de la joven que tenía delante de él. Estuvo probablemente muy cerca de morir, ¿cómo era posible que estuviera mirándolo tranquilamente como si nada hubiera pasado?
- Pues… aun así… - aun así, se veía dificultosa en su forma de hablar, como si existiera una barrera invisible entre los dos que intentaba eliminar - Bueno, mi abuelo siempre decía “Si deseas saber sobre otros, lo más sabio es dejar que otros sepan sobre ti. Abrirse a los demás para que ellos se abran a ti” - se lo había dicho una vez a Wood, pero seguía sintiendo que la forma en que lo decía era bobo - Lo dicen mucho los sabios, pero siento que caería mucho en clichés de libros y cosas así
Su forma de expresarse, así como el contenido de sus palabras, eran confusas y no parecían sacadas de alguien que había cantado aquella melodía tan tranquilizadora, con esas palabras que tanto llegaban al alma.
- Lo que quería decir… antes que nada, mi nombre es Siria. Siria Reinhardt. Y soy una dragona que está en un viaje de peregrinaje
- ¿Una… dragona? - murmuró el joven, mientras la veía. Quizás, ahora que estaba más tranquilo gracias a la canción de la dragona de viento, podía notar que sus ropas eran muy extravagantes. Ya acusaban que no era de la isla, pero probablemente no pensaba que fuera tan extranjera como afirmaba ser
- No soy exactamente como la gente se imagina un dragón debido a los relatos o a los juegos como… “Héroes y Dragones”, ¿verdad? - su rostro parecía algo cansado mientras decía esto, como si una mala experiencia con el juego en su versión que jugaban los humanos diera caza a su mente - También, siendo justos, no pertenezco a otras ramas más conocidas, como los Caballeros Dragones o los Monjes, que son más… “llamativas” - probablemente algo más había detrás de esas palabras, pero su rostro parecía igual de cansado que cuando mencionó el juego anteriormente
A diferencia del primer encuentro físico que tuvieron, la joven se encontraba a distancia del joven, sentada encima de sus piernas mientras sus manos descansaban en su regazo. No se acercaba por miedo, aquello se hubiera notado en su voz, sino más bien, se notaba respetuosa con la distancia que quizás el joven deseaba o necesitaba. Si en un punto el joven deseaba acercarse, la dragona dejaría que fuera una voluntad que naciera de su corazón y no como un arrebato de su egoísmo, como había sido anteriormente con su mano
- Olvida eso - el joven intentaba ordenar sus ideas en la cabeza, y varias en particular fueron las primeras en salir de su boca - ¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Por qué viniste?
Habían pasado muchas cosas, y aunque se encontraba mucho más tranquilo gracias a la canción de la dragona de viento, su mente estaba muy clara en sus pensamientos.
- Me enteré de lo que había pasado por las conversaciones de la gente lo que había ocurrido - comentó, mientras sus ojos lo miraban fijamente - Y una anciana me contó todo lo que había pasado hace años. De cómo esos incidentes llevaron a la muerte de las personas que conocía
Era una chica extraña. Había estado muy cerca de la muerte, en el mejor de los caso el sufrir de una herida que la hubiera invalidado de por vida. Y se había mostrado temerosa en un principio, pero lentamente parecía haber sobrepasado esos miedos. Por lo menos, lo suficiente como para no haber salido despavorida y abandonarlo a sus pensamientos y a sus deseos de castigarse.
- Yo… los maté… - murmuró, mientras bajó la mirada
Sus palabras aclararon las últimas dudas que tenía la joven dragona. La pintura se encontraba incompleta desde que la anciana se había contactado con ella, y el poder verla en su plenitud la hacía entender mucho más lo que había pasado. Ello no significaba que se sentía tranquila o alegre por comprender lo que había sucedido, todo lo contrario. El muchacho hablaba con una tristeza que podía presionar el corazón.
Personas que consideraba cercanas, familiares, amigos… el no buscaba lo que sucedió, nunca lo quiso, y sin embargo, yacían delante de él, desprovistos de vida, con sus vidas truncadas para siempre. Y él había sido el causante de todo. Al corazón no le importaba si había sido voluntario o no. Nada podía quitar el hecho de que era alguien cuyas manos se encontraban empapadas en violencia y muerte.
Era por eso que se sentía como un monstruo. Era por ello que se trataba como tal.
¿Qué podía decir frente a eso?
- Quizás no pueda… decir mucho para hacerlo cambiar, pero… - cerró sus ojos por unos momentos, mientras su respiración disminuía - Mi abuelo una vez me contó algo que ocurrió muchos años, antes que los pueblos se unieran para repeler a los invasores que intentaron tomar nuestro mundo
¿Por qué aún seguía ahí? ¿No le tenía miedo? Era alguien que fue capaz de matar a sus propios padres, a su mismísima sangre. Cualquier persona con dos dedos de frente sabría que era peligroso, un “monstruo así” era impredecible, arriesgaba la vida de todo el que estaba cerca. Y sin embargo, ahí se encontraba sentada, contando una historia del pasado.
- Hubo un tiempo en que mi abuelo debió luchar contra… cosas que parecían humanos, pero no lo eran en realidad. Eran seres cubiertos de una piel que imitaba a la nuestra, podían erguirse en dos piernas como nosotros y podían hablar, respirar y tocar como nosotros. Pero la mayor diferencia estaba en lo que estaba en su interior
Abrió nuevamente sus ojos para mirarlo a los ojos. Se sentía una tristeza en su mirada como si hubiera sido testigo de los ecos del pasado, de las cicatrices que dejó el paso del tiempo. Sus ojos parecían cansados de llorar, como si ya no quedaran lágrimas que derramar.
- Estos seres poseían un interior frío y hecho de metal. Resistían golpes como si carecieran del sentido del dolor, como si no les importara lo que tuvieran al frente, y solo se movieran por un instintivo deseo de destruir todo. No importaba si les rompías un brazo o les cortabas una pierna… podían seguir moviéndose, sin quejarse, sin detenerse. Como si toda la vida que existiera en este mundo fuera desechable, efímera…
La era de las máquinas. A veces podían sentirse como relatos sacados de mentes imaginativas que usaban aquellos relatos para hacer dormir a los niños, pero los más viejos y los más sabios recordaban esa era. Y también estaba la prueba viviente de aquellos relatos: los bio-cibernéticos.
- Para prevenir una masacre a nuestro pueblo, mi abuelo fue uno de los primeros Caballeros Dragones que los enfrentó. Y siempre me cuenta de cómo eran… en sus ojos, carecía la vida. Te inundaba un miedo que apretaba el corazón, porque eran seres que carecían de remordimiento y empatía… no les importaba. Podrían destrozarle el cráneo a alguien y no se detenían por la culpa. Simplemente… seguían asesinando a la gente sin importar si eran bebés, mujeres, ancianos, niños, adultos…
¿Era por ello que no había retrocedido, a pesar de lo que había visto? Su voz parecía serena, pero también podía sentirse un hilo de dolor, como si, de alguna forma, esos relatos se hubieran transformado en su corazón para nunca olvidarse. Es claro que nunca un relato será lo mismo que vivirlo bajo tus propios ojos, y las sensaciones que quedan bajo la piel jamás podrán heredarse de generación en generación. Pero había algo más. Era como si su corazón pudiera entender el sufrimiento de otros, aún sin haberlo vivido. Era como si una sincera empatía la ayudara a conectarse con otros, como si buscara por qué aquellas lágrimas decidían salir de los ojos de los demás, como si quisiera escuchar lo que la realidad escondía detrás de cada palabra mentirosa que existía.
- Sé que es muy distinto en otros lugares, y nuestras experiencias hacen que entendamos de forma distinta las cosas que pensamos que tienen el mismo significado para todos. Incluso algo como “Paz” es tan distinto para los magos, los dragones, los elfos, los humanos… Y es por eso que, quizás, no crea mis palabras cuando las diga… pero para mí, no es un monstruo. Porque la diferencia está en sus acciones
Lentamente se levantó de donde estaba, caminando tranquilamente hacia el joven hasta cierto punto en donde todavía se mantenía alejada de su cuerpo, pero lo suficientemente cerca como para ser mejor entendida.
- Un verdadero monstruo no sentiría la culpa y el peso de las almas que se fueron. Un verdadero monstruo no se habría detenido años atrás, no se hubiera conformado con solo una muerte o dos, sino con todo lo que se cruzara en su camino. No sentiría esta enorme culpa que se muestran en sus ojos por lo que hizo. Alguien así jamás se hubiera intentado lastimar como usted lo intentó, cortándose una mano como si aquello hubiera solucionado algo. No se hubiera puesto en el peligro vital que significa cercenarse una mano
- No es algo comparable - el joven negó con su cabeza, mientras se la tomaba y cerraba sus ojos - Esos seres eran como demonios, querían el fin del mundo y de todos nosotros. Pero no se necesita ser así para ser un monstruo. ¡Yo maté a mis padres! A mi propia madre la… la maté sin siquiera tocarla… a mi padre… - se interrumpió mientras abría sus ojos y la miró fijamente - Es como dices, nuestras acciones son las que importan, y nada puede borrar el hecho de que maté a la gente que más amaba…
- Lo sé… - le contestó, devolviendo la mirada con el mismo trato que venía haciéndolo desde antes - Sé que un monstruo no necesita ser un demonio que solo desea consumir todo. Existe gente que solo le basta robarle la inocencia a un menor de edad, el estafar a ancianos, golpear a sus parejas, o… hacerles cosas contra su voluntad. La cantidad de monstruos que existen en este mundo son infinitos y dan la sensación de que nunca desaparecerán. Pero hay algo que tienen en común todos… y eso es nuestra capacidad de sentir culpa y arrepentimiento
Cerró sus ojos por un momento, como si los ecos del pasado hicieran un llamado a su memoria.
- Y hay algo que quizás nunca notó… y es que su madre nunca dejó de amarlo
Fue casi automáticamente que un par de lágrimas salieran de sus ojos. El joven no tenía la fortaleza para quitarlas de su mejilla. En una pequeña parte, se encontraba enojado con la joven por haber sacado a su madre en la discusión, pero aquello era ahogado por los recuerdos llenos de cariño, comprensión y amor por parte de su progenitora.
- Si de verdad fuera un monstruo, sus padres hubieran hecho lo correcto y habría dejado de existir hace mucho. Porque nuestros padres nos aman lo suficiente como para no vernos como seres llenos de rabia, maldad y destrucción. Y sin embargo, hicieron todo lo posible, todo lo que estaba a su alcance, para querer lo mejor para usted, para que pudiera sonreír, para que pudiera ser alguien que, a pesar de todo lo que había pasado, pudiera salir adelante como alguien que pudiera ser feliz, aun cuando fuera imposible el perdonarse en algún punto de su vida
Los sentimientos lo embargaban lo suficiente como para tomarse de la cabeza y dejar que las lágrimas volvieran a brotar de sus ojos. Casi se sentía como antes que la joven llegara. Pero esta vez, había algo distinto. No sabía que era, pero en el olvido se encontraba ese deseo de mutilarse, de pagar con sangre, y quizás con su vida, por lo que había hecho.
- No creo que esta culpa que tiene se desvanezca alguna vez. Quizás… sea algo que nunca dejará de cargar mientras viva en este mundo. Y no le pediré que lo haga, porque sería egoísta y estaría pasando a llevar sus creencias y su voluntad. Pero… - y por primera vez desde que la joven llegó al lugar, sonrió. Aquella era una sonrisa cálida, comprensiva, y no demostraba ápice alguno de rencor. Se parecía mucho a la de una comprensiva madre, y a la vez, a la de una compañera de viaje cuyo destino se había topado de manera breve pero importante - … estoy segura que sus padres alguna vez quisieron que creciera como una gran persona. Honre esa memoria a ellos. Esto que está dentro suyo, lo que ocasionó todo este dolor y tristeza, deberá cargarlo consigo por mucho tiempo más, quizás incluso por el resto de su vida, como nuestros pecados, pero honre la memoria de quienes lo amaron alguna vez. Transforme este dolor en una oportunidad para que nadie más deba sufrir. Que esas vidas que ya no están puedan converger en su corazón y que puedan darle una oportunidad de descubrir cómo hacer de su vida y la de los demás, de quienes puede amar, algo que nunca se pueda arrepentir
Levemente desvió su mirada cuando terminó aquellas palabras, por lo que no podía saber exactamente cómo se sentía Alfred.
- También es cierto que es fácil para mí hablar de ello. Lo que hago, este… canto, es algo que a la gente le gusta. Pero también es algo que ha arrastrado y desgarrado las memorias de la gente. Les ha hecho recordar cosas que han estado enterradas por siglos, dolores que solo les dicen que no vale la pena vivir, que abandonaron a todos quienes querían, que traicionaron sus propios principios. Muchas veces, les arrebato esa segunda oportunidad que tanto buscan, ese deseo de que puedan ser felices. Y también es cierto que nunca por mi culpa han muerto personas, no tengo las manos manchadas… y probablemente nunca pueda entenderlo del todo por esa misma razón. Pero… - volvió a mirarlo, solo para esta vez demostrar un par de lágrimas que corrían por sus mejillas - … tengo esa convicción de que una persona merece ser feliz si realmente está arrepentida. Y yo sé que usted, aunque no lo crea, merece esa segunda oportunidad, aunque sea algo que nunca podrá creer…
Probablemente ahora era más claro el por qué nunca se alejó de aquel lugar, aun cuando su vida estuvo en peligro, aun cuando lo fácil era salir de ahí y nunca más volver.
O quizás, muy dentro de ella, sabía que su vida nunca estuvo realmente en peligro. No lo sabía conscientemente, y probablemente nunca se daría cuenta, pero a veces, el instinto de una persona podía juzgar mucho mejor a una persona que una mente sabia y experimentada. A veces, un corazón así, aun siendo inocente e inexperimentado, podía hacer mucho más de lo que el mismo creía.
Siria
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- ¿Y qué hago con esto? - dijo mirándose las manos- No puedo ser feliz si esto sigue haciendo daño a las personas que quiero. Antes de que vinieras, he estuve a punto de cortarme las manos con esa hacha. Primero me cortaría la mano izquierda y luego, tomaría el mango del hacha con la boca y me cortaría la otra mano - señaló una de las herramientas que lanzó contra Siria minutos antes- pensaba que así se acabaría todo. Era una prueba de que estaba realmente arrepentido-.
Deseó tener las fuerzas suficientes para echarse a los brazos de Siria y llorar las lágrimas reprimidas: las de Craig, las de Tara y las de él mismo. Necesitaba llorar, pero no podía hacerlo.
-He hecho daño a muchas personas. Tu abuelo salvó Aerandir, controlaba su cuerpo y lo utilizó para matar a quienes hacían daño. ¿Me quieres decir qué daño hace un niño de siete años jugando a Héroes y Dragones o una niña que acaba de cumplir sus once años? -
Había otra magia en la habitación que Alfred había ignorado; la recordó cuando habló del abuelo de Siria. Ella, la dragona, tenía un poder que no había visto antes. Con su canción había curado el daño que se había hecho. En su mente se cruzó un pensamiento tan fugaz como la luz de una luciérnaga en una noche de verano: mientras que había personas que mataban a quienes hacían daño, otras se encargaban de sanarlo.
-No sé por qué te estoy contando mi vida. Soy un héroe matadragones y tú una…- iba a decir “linda dragona”, pero se calló al recordar que eran las mismas palabras que dijo Tara tiempo atrás. - una muy buena persona-.
“Ahora, es el momento. Abrázale, llora y pide que cante otra vez”.
-Has hecho mucho por mí- evitó mirar directamente a los ojos de Siria. –Me has…- “curado y enseñado que existe una magia más pura que la conocía” - Yo…- “soy un idiota por querer matar dragones y querer morir” - Yo…- “voy a vivir, venga tienes que decirlo”. -¡ZAS!-
Las piernas dejaron de responder, se cayó de rodillas frente a los pies de Siria. Pensó que, tras decir la palabra maldita, el cuerpo de la dragona caería al suelo detrás del suyo; igual que le pasó a Tara. Sin embargo, la onda psíquica no hizo más que azotarle la melena como si estuviera en un día de viento. Siria estaba bien, ¡viva! No se podía decir lo mismo de la mesa que estaba detrás de ella, ésta había sido cortada por la mitad.
Alfred Borodin, después de tantos años, había conseguido controlar su magia.
-Gracias- dijo llorando- muchas gracias-.
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-He hecho daño a muchas personas. Tu abuelo salvó Aerandir, controlaba su cuerpo y lo utilizó para matar a quienes hacían daño. ¿Me quieres decir qué daño hace un niño de siete años jugando a Héroes y Dragones o una niña que acaba de cumplir sus once años? -
Había otra magia en la habitación que Alfred había ignorado; la recordó cuando habló del abuelo de Siria. Ella, la dragona, tenía un poder que no había visto antes. Con su canción había curado el daño que se había hecho. En su mente se cruzó un pensamiento tan fugaz como la luz de una luciérnaga en una noche de verano: mientras que había personas que mataban a quienes hacían daño, otras se encargaban de sanarlo.
-No sé por qué te estoy contando mi vida. Soy un héroe matadragones y tú una…- iba a decir “linda dragona”, pero se calló al recordar que eran las mismas palabras que dijo Tara tiempo atrás. - una muy buena persona-.
“Ahora, es el momento. Abrázale, llora y pide que cante otra vez”.
-Has hecho mucho por mí- evitó mirar directamente a los ojos de Siria. –Me has…- “curado y enseñado que existe una magia más pura que la conocía” - Yo…- “soy un idiota por querer matar dragones y querer morir” - Yo…- “voy a vivir, venga tienes que decirlo”. -¡ZAS!-
Las piernas dejaron de responder, se cayó de rodillas frente a los pies de Siria. Pensó que, tras decir la palabra maldita, el cuerpo de la dragona caería al suelo detrás del suyo; igual que le pasó a Tara. Sin embargo, la onda psíquica no hizo más que azotarle la melena como si estuviera en un día de viento. Siria estaba bien, ¡viva! No se podía decir lo mismo de la mesa que estaba detrás de ella, ésta había sido cortada por la mitad.
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