Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
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Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
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Fue a la fiesta de Horrorween con el único interés de jugar a todas las atracciones habidas y por haber. El miedo y la diversión nunca estuvieron tan ligados. Hont se lo estaba pasando en grande, disfrutaba como un niño. Para la ocasión, se fabricó un disfraz especial de pirata: la vestimenta era resto de varias piezas de camisetas y pantalones de niños que cogió de un contenedor de basura y, él mismo, arregló a base de hilo y aguja, con hebras de cuero cocido hizo las enormes cejas, cabello, bigote y perilla, se lo pegó todo en la cabeza utilizando una cera especial que vendían los alquimistas. El único detalle que le faltaba sería un parche tapándole un ojo. Todo el mundo sabía que los piratas llevaban un parche en el ojo. Toda la tela que encontró en los contenedores lo utilizó para la vestimenta; no quedó nada más. Ni un mísero trocito con el que poder atarlo a una cuerda. ¡Qué fallo! Hont pasó los dos días previos a la fiesta de Horrorween cabizbajo, buscando algo que le pudiera servir como parche. Le pregunto a cualquiera que pasaba por delante si había visto un parche en el suelo; lo que más recibía fueron risas. Una de esas personas, una chica con una sonrisa fina y encantadora, le dijo que tenía un disfraz muy bonito de capitán pirata. ¿¡Cómo había podido ser tan tonto!? Claro, solo los piratas llevaban parche, eso lo sabía todo el mundo; pero los capitanes no.
-Mi nombre es Hont, capitán de “El Costa Roja”, rey de los mares de Aerandir- decía en voz alta agitando de su espada de madera como si estuviera espantando unas moscas.
La primera atracción que montó era un carrusel de ponys disfrazados como si fueran monstruos de toda clase: había dos ponys esqueletos, tres pintados de verde como si el cuerpo se les hubiera podrido e incluso un ihrassi. El que Hont montó estaba pintado con un maquillaje que le hacía parecer como si estuviera quemando. La primera vuelta la dio sentadito en la montura sin moverse, la segunda se acercó al hocico del animal y le daba los caramelos que Hont guardaba el bolsillo de su disfraz, después de la cuarta vuelta, el hombrecillo zarigüeya estaba de pie, dando saltos en la montura, y agitando su espada para matar a los males invisibles. ¡Qué divertido!
Todas las atracciones eran igual de buenas, quería jugar a todas. También jugaba con los espectáculos de la feria. A cada desfile que pasaba por delante de sus narices, de un salto, se unía a él y bailaba en compañía de los demás payasos disfrazados de muertos.
-Pasen y vean, mis amigos y amigas- la voz de un hombre, uno de esos que anunciaban las mejores atracciones, llamó la atención de Hont- Venid y entrad a la que será la casa de vuestras pesadillas- con un bastón, que utilizaba para bailar y no para caminar como lo hacían los viejos, señalaba la pequeña casa que se encontraba a su espalda – ¿Será usted el más valiente? Pasé, no se asuste; no tan pronto jajajajajaa-.
Rápido como el viento, Hont corrió hacia la nueva atracción. Era una pequeña cabaña de madera mal construía. En letras grandes y que parpadeaban junto al fuego de las antorchas estaba escrita en mayúsculas la palabra: DISCORDIA. Hont sabía que significaba esa palabra, venía a ser algo parecido a pelea. Era una de esas palabras que la gente, de normal, no utilizaba pero todos los que sabían leer conocían su significado.
-¿Qué hay ahí dentro y por qué da tanto miedo? Tienes que saber que yo no me asusto con facilidad. Soy muy valiente- con la espada de madera, se dio golpecitos en el pecho – Mi nombre es Hont, capitán de “El Costa Roja”, rey de todos los mares de Aerandir. ¿No has oído hablar de mí? – el señor negó con la cabeza sin dejar de reírse - ¡Pues deberías haber oído! Hay muchas mares en Aerandir – empezó a contar con los dedos de la mano, pero perdió la cuenta en seguida - ¡Un montón! Y yo soy el rey de todos esos-.
-No lo pongo en duda, mi buen señor- el hombre levantó las manos como si estuviera bajo amenaza- ni tampoco pongo entre dicho su valentía. Estoy convencido que un capitán pirata, el rey de todos los mares, seguro que no le teme a lo que Discordia guardia en su interior-.
-¡Pues claro que no! Soy el capitán Hont, los piratas no le temen a nada. Déjame entrar y te lo demostraré. ¡Ya verás! A todo lo que vea que de susto le pienso dar una zurra en el trasero-.
-Usted ha insistido,- el hombre abrió las puertas de la cabaña- pase y disfrute de Discordia-.
-No me va a dar miedo- Hont pasó refunfuñando por la puerta - claro que no-.
El interior de la cabaña era tan cutre como el exterior; era una pequeña habitación mal decorada con antorchas, cajas y cuerdas blancas que fingían ser telas de araña. Una larga tela azul flotaba en el aire como si fuera un espíritu; se veía que estaba sujeta a un hilo de pesca. Lo mismo sucedía con las cajas y los candelabros. Hont caminó con los brazos cruzados, con la postura de los valientes, delante de todos los objetos de la cabaña; ninguno le dio miedo.
Al final de la habitación había una mesa y una bola de cristal, como la de las pitonisas, encima. Desde lejos, parecía que la cabeza de una bruja flotaba en el interior de la bola. ¡Por fin algo que daba miedo! Se puso de puntillas para ver de cerca la bola de cristal, Hont era tan bajito que apenas se le asomaban sus orejas por encima de la mesa. Fue decepcionante, la cabeza era una bola de trapos mal atados con cuerdas e hilos; el cabello de la bruja, seguramente, fuera de la misma clase de hebras como las que Hont utilizó para su disfraz de pirata.
-El hombre me ha mentido, esto no da miedo- desenvainó la espada de madera - Cuando salga de aquí le voy a dar una zurra en el culo. ¡Así no mentirá más!-
La puerta estaba cerrada. De un gran salto, Hont cogió el picaporte y la abrió. Desde dentro, todo lo que había fuera de la cabaña Discordia estaba teñido de negro, como si hubieran apagado todas las antorchas. Hont creyó, por un segundo, que la fiesta había terminado y todos se habían ido a dormir.
color=#ccccff]-¡Esperadme! Todavía no he montado en el caldero gigante ni estirado de la barba a la mujer barbuda-.[/color]
Salió corriendo de la casa; pero fue como volver a entrar. Estaba en otro sitio, otra habitación. No había puertas ni ventanas. Dio hasta cinco vueltas sobre sí mismo con tal de encontrar la puerta por donde había entrado pero había desaparecido. La única luz que había venía de una antorcha que estaba en el centro de la habitación. Hont caminó vacilante a ella, ahora sí que tenía miedo. Tocó la antorcha con su mano izquierda, con la derecha sujetaba con fuerza la espada de madera. El fuego se apagó de repente, hubo un momento de oscuro silencio. Cuando volvió a encenderse la antorcha, alrededor de la antorcha flotaban las cabezas de sus amigos: Woodpecker, Asher, Eltrant, Ingela, Thiel…. Todas sus cabezas estaban ahí. Las habían cortado. Flotaban, como las cajas y la tela azul de la primera habitación, pero sin hilos de pesca que las sujetase.
En silencio, cosa extraña porque Hont siempre estaba hablando, corrió por la habitación hasta encontrarse con una nueva puerta, surgió de la nada, y uno nueva habitación.
- Disfraz de Hont:
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* Bienvenido y disfruta de Discordia: Esta misión es una parte del Evento: Feria de los Horrores, se recomienda leerlo primero para conocer mejor la ambientación de la misión. Como sea, te encuentras en la Feria de los Horrores, en Sacrestic Ville. No me importa tu cronología pero, si deseas explicar cómo has llegado hasta aquí, debes saber que eres libre de hacerlo.
A estas alturas ya habrás deducido que Discordia no es una casa del terror convencional. Quien entra, aparentemente, se queda atrapado en un enjambre de habitaciones infinitas. Tu personaje desconoce la maldición del lugar; en este primer turno, deberás entrar en la cabaña bautizada como Discordia, ver la primera habitación (la cutre y decepcionante) y pasar a la habitación de verdad, la que desvela el terror de tu personaje. Tienes mucha libertad y puedes ser muy original a la hora de crear, usa esa libertad a tu favor.
En este primer turno, todavía no te cruzas con Hont.
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Aquella noche ya casi había pasado su punto álgido cuando decidí que era el momento de tomarse un descanso. Me había arrastrado junto a Nuria, y a veces persiguiéndola, por la mayoría de los puestos de la Feria. Me derrumbé algo agotado en uno de los bancos. Nuria se excusó para buscar algo de comer, con lo cual retomar fuerzas y seguir deambulando por aquel lugar. Asentí y sólo miré como la muchacha se perdía entre la multitud. En ese periodo de tiempo recordé que Nuria se había entrado en una atracción más que yo, así que quise tomarme la revancha. Oteé el lugar en el que me hallaba y descarté enseguida las atracciones en las que ya había participado o en las que había una larga cola. Debía de entrar en una atracción que no me llevara mucho tiempo, con tal de que me permitiera volver a aquel banco a la vuelta de mi compañera. Y, como si fuera una respuesta divina a mis plegarias, mis ojos captaron una destartalada cabaña de madera que no tenía nada de cola y sólo contaba con el solitario feriante que anunciaba su atracción. Sonreí, mientras me jactaba interiormente de mi buena suerte, y me levanté para acercarme. Me daba igual que fuera buena o mala, sólo quería igualar en números a mi compañera en aquella ficticia competición que me había creado.
- ¡Venga señores! ¡Se buscan valientes a los que convertir en miedicas! ¡Oh! ¿Cree que miento? ¡Atrévase a entrar en Discordia! - gritaba el hombre mientras movía de forma bastante acrobática su bastón en una especie de baile improvisado.
- ¡Vale! - esbocé una amplia sonrisa como asumiendo aquel reto. - ¡Vamos a ver a Discordia! - choqué mi puño con la palma de mi otra mano mientras miraba desafiante el feriante.
- ¡Oh vaya! ¡Otro falso valiente! ¿Está seguro que soportará lo que Discordia le tiene preparado? - el hombre me miró con una sonrisilla que hizo que en una parte de mi saltaran las alarmas.
"Si ya he dicho que si, ¿para qué insiste?" pensé mientras examinaba de arriba a bajo al feriante. A simple vista era alguien totalmente inofensivo, aunque tampoco es que yo fuera muy ofensivo que digamos. "Los feriantes son raros." sentencié para dar por solucionado el momento de duda. No podía amedrentarme y tampoco tenía tiempo para ello. - ¡Si claro! ¿Por qué no? Será fácil, entrar y salir, ya veras. - Sonreí mordiéndome la lengua con un gesto divertido.
El feriante se jactó con una sonora carcajada.
-Usted ha insistido,- el hombre abrió las puertas de la cabaña - pase y disfrute de Discordia-.
No hice ningún comentario más y pasé el umbral de aquel lugar.
El interior era tan espectacular como la fachada de la cabaña, es decir, prácticamente daba risa. Cuerdas blancas colgando del techo fingiendo ser telarañas, ¿en serio?. Una manta azul colgada de unos hilos trasparentes, no pude comprender a qué quería semejarse aquello. También había algunos objetos colgados como cajas, sillas, algo de cubertería... y una iluminación bastante lamentable. No es que fuera el joven más valiente del mundo pero... fingir que todo aquello me daba algo de miedo sería insultarme a mi mismo. Me dediqué pues a pasar examinando los diferentes objetos para ver más los defectos de aquel decorado, ya que estaba me iría de aquel lugar aprendiendo como no hacer una escena para una atracción de miedo, puede que en algún momento de mi vida aquello me fuera útil. En este caminar hallé lo que se suponía que era la guinda del pastel. Una bola de cristal colocada encima de una mesa redonda en la que parecía que había una cabeza flotando en su interior. Debía admitirlo, aquello era lo más elaborado de toda la habitación, pero el ambiente no era para nada propicio para que aquel elemento pudiera provocar algo por si sólo. Me acerqué para examinar aquella bola, y bueno, mis buenas expectativas se fueron por donde habían venido cuando vi que la cabeza flotante no era más que el reflejo de una cabeza artificial mal montada.
- ¡Vaya! ¡Y yo que esperaba algo emocionante!
Sin embargo, mis ojos se fijaron en una especie de frase tallada en la base de la bola de cristal. Algo que no podías ver a simple vista si no te fijabas. Me acerqué para intentar descifrar que decía.
-"Tu alma es de Discordia."- leí en voz alta.
Bueno, debo admitir que la frase en aquel momento si que me asustó, pero todo aquello se parecía demasiado a una mala broma como para poder tomármelo en serio.
-Como usted diga, cabeza flotante. - improvisé una reverencia y me giré en busca de la salida. No podía retrasarme mucho si quería que Nuria no pensara que me había ido sin ella.
Tomé el pomo de la puerta, cerré los ojos mientras pensaba en qué iba a decirle al feriante sobre la decepción de su atracción, y la traspasé.
-¿Tanto bombo para...? - me quedé con la palabra en la boca.
En primer lugar estaba hablando sólo, el feriante no estaba donde debería estar. Y en segundo lugar, nada estaba donde debía estar. Ante mi se abría un páramo totalmente oscuro, salvo por una única antorcha que alumbraba la presencia de un espejo.
-Esto....- me quedé mirando a la antorcha y al espejo sin comprender nada de lo que estaba pasando. -Me he confundido de puerta... -me dí la vuelta para volver sobre mis pasos pero mi mano quedo suspendida sobre un pomo que en verdad no estaba, al igual que la puerta que me había llevado a aquel lugar.
Miré perdidamente al infinito oscuro en el cual antes había estado la puerta y tras ella aquella habitación tan cutre.
"¡Oh vamos!" sonreí sintiendo un pequeño tic en el ojo. "Esto debe de ser una broma..." pensé mientras comencé a entonar una risilla involuntaria.
Volví a girarme para encararme al espejo y la antorcha. Al no tener ningún otro punto de referencia, decidí que lo mejor era acercarse a la luz. Supuestamente la luz siempre representaban los lugares donde uno podía estar a salvo, y aquella oscuridad... me envolvía de una forma extraña... Algo en aquel lugar no era normal... Caminé con el paso más firme que pude, sinceramente estaba luchando por controlar el temblor de mi cuerpo.
-Ircan...- escuché en un susurro del viento.
"Es sólo tu imaginación... Aquí no hay nadie... Es parte de la atracción" me intentaba convencer de cosas que en verdad no podían ser reales, ¡maldita sea! ¡todo aquel espacio era demasiado grande para aquella ruina de cabaña!
-Ircan...- otro susurro acompañado de un extraño escalofrió en la espalda.
Apreté los dientes, cerré los ojos y seguí caminando. ¡No podía caer presa del miedo!
-Ircan...- sentí como si unos dedos hubieran acariciando mi nuca.
Me giré rápidamente mientras llevaba la mano a mi espada. Mi mirada se posó, cargada de miedo, sobre un enemigo invisible que en realidad no existía.
-Ircan... - escuché el susurro a mi espalda mientras una potente ráfaga de viento me golpeaba en la cara, echándome hacía atrás la capucha, obligándome a volverme para poder ver algo. -Ircan...- la voz ahora se escuchaba delante de mi, y me conducía al espejo.
Me acerqué aunque en verdad no quería. Y miré el reflejo que me mostraba el cristal.
Lo primero que me llamó la atención fueron los ojos totalmente negros y cuyas corneas manaban sangre. Tal fue el impacto que el cuerpo reaccionó por si sólo y se alejó de aquel espejo para evitar mirar mi reflejo.
"¡Ircan no seas idiota!" me llevé la mano al corazón. "Nuria ya te ha contado como fue la primera atracción en la que se entró. Sabes que algunas atracciones usan estos espejos trucados para asustar. Pero nada es real." miré de reojo al espejo con cierta desconfianza. "Voy a hacer todo este paripe para salga el feriante diciendo "te lo has tragado" y así poder volver cuanto antes con Nuria. Si, ¡eso es!"
Era obvio que necesitaba tranquilizarme y que me dije las palabras adecuadas, pero vamos... que no se si fue la peor decisión que he tomado en mi vida.
Volví a mirar mi reflejo. Obviando el traumático detalle de los ojos, el resto era totalmente normal. Llevaba mi disfraz de clérigo muerto abultado por mi armadura, las espadas a la espalda y la capucha echada para atrás. Nada cambiaba salvo aquellos ojos. Sabia que no era la primera vez que veía aquella imagen de mi, pero todo aquello había sido un sueño1, aunque la verdad es que en aquel momento no estaba tan seguro.
"¿Cómo puede mostrar este espejo ese sueño...?" me pregunté mientras seguía examinando la imagen del espejo, intentando encontrar algún detalle que me mostrara que no era igual. "¿Cómo lo puede saber un corriente feriante?"
De no haber estado cagado de miedo seguramente hubiera alabado el ingenio del feriante y el contraste realizado entre la sala cutre y aquel pedazo de sala. Sin duda eso me había convencido de que todo aquello era real. Todo parecía demasiado real... La sangre que supuestamente brotaba de mis corneas parecía incluso que se movía y manchaba la tela de mi disfraz. Me llevé la mano para desechar mi loco pensamiento de que en verdad tenía sangre saliendo de mis corneas. Mi reflejo me imitó. Moví lentamente la mano hacía mi mejilla. Y mi reflejo me imitó. Toqué mis mejillas... Y mi reflejo lanzó su mano para agarrar mi cuello atravesando el cristal. Ahogué un grito mientras me echaba instintivamente hacia atrás, mis ojos miraron petrificados como mi reflejo salia del espejo mientras mis manos se movían para evitar que las suyas me atraparan. Me menté se nubló por el miedo y provocó que trastrabillará con mis pies y cayera al suelo rodando por él mientras intentaba alejarme por inercia de lo que fuera que fuese aquello.
-¡Ven aquí! ¡Voy a matarte!- conocía muy bien esa voz, y puede que aquello me hiciera recuperar en parte la razón.
Tomando algo de distancia levantándome apresuradamente, en lo que fue una verdadera lucha para mantenerme de pie, vi como mi otro yo comenzaba a desenvainar sus espadas. Fue entonces cuando me di cuenta que había algo que me faltaba, algo que había estado presente cada noche en mi cabeza, y que lo había estado hasta ese momento. No había ni rastro de aquella familiar jaqueca que cada noche me asediaba2. Eso significaba...
-¡Sí, imbécil¡ ¡Eso significa que estoy aquí! - me respondió con una fría sonrisa como si hubiese podido leer mis pensamientos. Lo miré notando como mi voz había desaparecido y como mi corazón era totalmente invadido por el miedo, haciendo que incluso pareciera que había dejado de latir. -Y esta vez...- se relamió los labios mientras me miraba. -No es un sueño en el que puedas salvarte.
"¡No puede ser!" di un paso hacía atrás mientras miraba como él se acercaba. "¡Es imposible! Él...él..." las lagrimas se acumularon en mis ojos. Quería llorar. Hacerme una bola en el suelo y llorar. "¡Él no puede estar aquí! ¡N-n-no, n-n-no puede!"
Quería rendirme, quería quedarme allí. Pero una parte de mi no estaba de acuerdo. Una parte de mi no quería dejarse dominar por el miedo. En un nuevo acto instintivo, me mordí el labio todo lo fuerte que pude para autoinfligirme el dolor suficiente para despertar. Para poder moverme. Tenía que encontrar una salida. Debía de encontrar una salida.
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Off rol:
1: Hago referencia al tema de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] dónde aparece ese otro yo.
2: Para hacerlo más creíble para Ircan y que vea todo como más real de lo que ya le parece. He pensado que la maldición del lugar o lo que quiera que sea la explicación de todo esto le haga pensar que "ha perdido" su yo lobo, que más o menos el lo piensa así. Aunque obviamente todo esto es fruto de su imaginación y de su estado de pánico.
Y bueno añado aquí el equipo y objetos que llevo en esta misión
- ¡Venga señores! ¡Se buscan valientes a los que convertir en miedicas! ¡Oh! ¿Cree que miento? ¡Atrévase a entrar en Discordia! - gritaba el hombre mientras movía de forma bastante acrobática su bastón en una especie de baile improvisado.
- ¡Vale! - esbocé una amplia sonrisa como asumiendo aquel reto. - ¡Vamos a ver a Discordia! - choqué mi puño con la palma de mi otra mano mientras miraba desafiante el feriante.
- ¡Oh vaya! ¡Otro falso valiente! ¿Está seguro que soportará lo que Discordia le tiene preparado? - el hombre me miró con una sonrisilla que hizo que en una parte de mi saltaran las alarmas.
"Si ya he dicho que si, ¿para qué insiste?" pensé mientras examinaba de arriba a bajo al feriante. A simple vista era alguien totalmente inofensivo, aunque tampoco es que yo fuera muy ofensivo que digamos. "Los feriantes son raros." sentencié para dar por solucionado el momento de duda. No podía amedrentarme y tampoco tenía tiempo para ello. - ¡Si claro! ¿Por qué no? Será fácil, entrar y salir, ya veras. - Sonreí mordiéndome la lengua con un gesto divertido.
El feriante se jactó con una sonora carcajada.
-Usted ha insistido,- el hombre abrió las puertas de la cabaña - pase y disfrute de Discordia-.
No hice ningún comentario más y pasé el umbral de aquel lugar.
El interior era tan espectacular como la fachada de la cabaña, es decir, prácticamente daba risa. Cuerdas blancas colgando del techo fingiendo ser telarañas, ¿en serio?. Una manta azul colgada de unos hilos trasparentes, no pude comprender a qué quería semejarse aquello. También había algunos objetos colgados como cajas, sillas, algo de cubertería... y una iluminación bastante lamentable. No es que fuera el joven más valiente del mundo pero... fingir que todo aquello me daba algo de miedo sería insultarme a mi mismo. Me dediqué pues a pasar examinando los diferentes objetos para ver más los defectos de aquel decorado, ya que estaba me iría de aquel lugar aprendiendo como no hacer una escena para una atracción de miedo, puede que en algún momento de mi vida aquello me fuera útil. En este caminar hallé lo que se suponía que era la guinda del pastel. Una bola de cristal colocada encima de una mesa redonda en la que parecía que había una cabeza flotando en su interior. Debía admitirlo, aquello era lo más elaborado de toda la habitación, pero el ambiente no era para nada propicio para que aquel elemento pudiera provocar algo por si sólo. Me acerqué para examinar aquella bola, y bueno, mis buenas expectativas se fueron por donde habían venido cuando vi que la cabeza flotante no era más que el reflejo de una cabeza artificial mal montada.
- ¡Vaya! ¡Y yo que esperaba algo emocionante!
Sin embargo, mis ojos se fijaron en una especie de frase tallada en la base de la bola de cristal. Algo que no podías ver a simple vista si no te fijabas. Me acerqué para intentar descifrar que decía.
-"Tu alma es de Discordia."- leí en voz alta.
Bueno, debo admitir que la frase en aquel momento si que me asustó, pero todo aquello se parecía demasiado a una mala broma como para poder tomármelo en serio.
-Como usted diga, cabeza flotante. - improvisé una reverencia y me giré en busca de la salida. No podía retrasarme mucho si quería que Nuria no pensara que me había ido sin ella.
Tomé el pomo de la puerta, cerré los ojos mientras pensaba en qué iba a decirle al feriante sobre la decepción de su atracción, y la traspasé.
-¿Tanto bombo para...? - me quedé con la palabra en la boca.
En primer lugar estaba hablando sólo, el feriante no estaba donde debería estar. Y en segundo lugar, nada estaba donde debía estar. Ante mi se abría un páramo totalmente oscuro, salvo por una única antorcha que alumbraba la presencia de un espejo.
-Esto....- me quedé mirando a la antorcha y al espejo sin comprender nada de lo que estaba pasando. -Me he confundido de puerta... -me dí la vuelta para volver sobre mis pasos pero mi mano quedo suspendida sobre un pomo que en verdad no estaba, al igual que la puerta que me había llevado a aquel lugar.
Miré perdidamente al infinito oscuro en el cual antes había estado la puerta y tras ella aquella habitación tan cutre.
"¡Oh vamos!" sonreí sintiendo un pequeño tic en el ojo. "Esto debe de ser una broma..." pensé mientras comencé a entonar una risilla involuntaria.
Volví a girarme para encararme al espejo y la antorcha. Al no tener ningún otro punto de referencia, decidí que lo mejor era acercarse a la luz. Supuestamente la luz siempre representaban los lugares donde uno podía estar a salvo, y aquella oscuridad... me envolvía de una forma extraña... Algo en aquel lugar no era normal... Caminé con el paso más firme que pude, sinceramente estaba luchando por controlar el temblor de mi cuerpo.
-Ircan...- escuché en un susurro del viento.
"Es sólo tu imaginación... Aquí no hay nadie... Es parte de la atracción" me intentaba convencer de cosas que en verdad no podían ser reales, ¡maldita sea! ¡todo aquel espacio era demasiado grande para aquella ruina de cabaña!
-Ircan...- otro susurro acompañado de un extraño escalofrió en la espalda.
Apreté los dientes, cerré los ojos y seguí caminando. ¡No podía caer presa del miedo!
-Ircan...- sentí como si unos dedos hubieran acariciando mi nuca.
Me giré rápidamente mientras llevaba la mano a mi espada. Mi mirada se posó, cargada de miedo, sobre un enemigo invisible que en realidad no existía.
-Ircan... - escuché el susurro a mi espalda mientras una potente ráfaga de viento me golpeaba en la cara, echándome hacía atrás la capucha, obligándome a volverme para poder ver algo. -Ircan...- la voz ahora se escuchaba delante de mi, y me conducía al espejo.
Me acerqué aunque en verdad no quería. Y miré el reflejo que me mostraba el cristal.
Lo primero que me llamó la atención fueron los ojos totalmente negros y cuyas corneas manaban sangre. Tal fue el impacto que el cuerpo reaccionó por si sólo y se alejó de aquel espejo para evitar mirar mi reflejo.
"¡Ircan no seas idiota!" me llevé la mano al corazón. "Nuria ya te ha contado como fue la primera atracción en la que se entró. Sabes que algunas atracciones usan estos espejos trucados para asustar. Pero nada es real." miré de reojo al espejo con cierta desconfianza. "Voy a hacer todo este paripe para salga el feriante diciendo "te lo has tragado" y así poder volver cuanto antes con Nuria. Si, ¡eso es!"
Era obvio que necesitaba tranquilizarme y que me dije las palabras adecuadas, pero vamos... que no se si fue la peor decisión que he tomado en mi vida.
Volví a mirar mi reflejo. Obviando el traumático detalle de los ojos, el resto era totalmente normal. Llevaba mi disfraz de clérigo muerto abultado por mi armadura, las espadas a la espalda y la capucha echada para atrás. Nada cambiaba salvo aquellos ojos. Sabia que no era la primera vez que veía aquella imagen de mi, pero todo aquello había sido un sueño1, aunque la verdad es que en aquel momento no estaba tan seguro.
"¿Cómo puede mostrar este espejo ese sueño...?" me pregunté mientras seguía examinando la imagen del espejo, intentando encontrar algún detalle que me mostrara que no era igual. "¿Cómo lo puede saber un corriente feriante?"
De no haber estado cagado de miedo seguramente hubiera alabado el ingenio del feriante y el contraste realizado entre la sala cutre y aquel pedazo de sala. Sin duda eso me había convencido de que todo aquello era real. Todo parecía demasiado real... La sangre que supuestamente brotaba de mis corneas parecía incluso que se movía y manchaba la tela de mi disfraz. Me llevé la mano para desechar mi loco pensamiento de que en verdad tenía sangre saliendo de mis corneas. Mi reflejo me imitó. Moví lentamente la mano hacía mi mejilla. Y mi reflejo me imitó. Toqué mis mejillas... Y mi reflejo lanzó su mano para agarrar mi cuello atravesando el cristal. Ahogué un grito mientras me echaba instintivamente hacia atrás, mis ojos miraron petrificados como mi reflejo salia del espejo mientras mis manos se movían para evitar que las suyas me atraparan. Me menté se nubló por el miedo y provocó que trastrabillará con mis pies y cayera al suelo rodando por él mientras intentaba alejarme por inercia de lo que fuera que fuese aquello.
-¡Ven aquí! ¡Voy a matarte!- conocía muy bien esa voz, y puede que aquello me hiciera recuperar en parte la razón.
Tomando algo de distancia levantándome apresuradamente, en lo que fue una verdadera lucha para mantenerme de pie, vi como mi otro yo comenzaba a desenvainar sus espadas. Fue entonces cuando me di cuenta que había algo que me faltaba, algo que había estado presente cada noche en mi cabeza, y que lo había estado hasta ese momento. No había ni rastro de aquella familiar jaqueca que cada noche me asediaba2. Eso significaba...
-¡Sí, imbécil¡ ¡Eso significa que estoy aquí! - me respondió con una fría sonrisa como si hubiese podido leer mis pensamientos. Lo miré notando como mi voz había desaparecido y como mi corazón era totalmente invadido por el miedo, haciendo que incluso pareciera que había dejado de latir. -Y esta vez...- se relamió los labios mientras me miraba. -No es un sueño en el que puedas salvarte.
"¡No puede ser!" di un paso hacía atrás mientras miraba como él se acercaba. "¡Es imposible! Él...él..." las lagrimas se acumularon en mis ojos. Quería llorar. Hacerme una bola en el suelo y llorar. "¡Él no puede estar aquí! ¡N-n-no, n-n-no puede!"
Quería rendirme, quería quedarme allí. Pero una parte de mi no estaba de acuerdo. Una parte de mi no quería dejarse dominar por el miedo. En un nuevo acto instintivo, me mordí el labio todo lo fuerte que pude para autoinfligirme el dolor suficiente para despertar. Para poder moverme. Tenía que encontrar una salida. Debía de encontrar una salida.
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1: Hago referencia al tema de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] dónde aparece ese otro yo.
2: Para hacerlo más creíble para Ircan y que vea todo como más real de lo que ya le parece. He pensado que la maldición del lugar o lo que quiera que sea la explicación de todo esto le haga pensar que "ha perdido" su yo lobo, que más o menos el lo piensa así. Aunque obviamente todo esto es fruto de su imaginación y de su estado de pánico.
Y bueno añado aquí el equipo y objetos que llevo en esta misión
- Spoiler:
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Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Puertas y más puertas. Era tan obvio que el chico, el recién llegado, acababa de pasar por su primera puerta que, al verlo, Niel Creed no pudo evitar soltar una larga risotada mientras que con la mano derecha se peinaba la espesa barba rojiza y la izquierda se sujetaba el barrigón.
-¿Qué has visto joven? Déjame adivinar: ¿una grotesca mujer que tenía dientes en lugar de verrugas o un adorable niño lamiendo una cabeza cortada como si fuera una golosina? – por horribles que parecieran las pesadillas, a Niels le hacían gracia- No, no tienes cara que te den miedo ni los niños ni las mujeres; pareces del tipo de hombre que quiere hacer niños con mujeres-.
Después de una tercera gran risotada, Niel se echó a llorar. Ocurrió en un momento, todo en un mismo segundo. El grandullón se cayó de rodillas, muy cerca de donde estaba el recién llegado.
Un corrillo de personas, todas atrapadas bajo la misma maldición se juntaron alrededor. Niel se tapó los ojos con las dos manos. Se tomó un tiempo para soltar todo su llanto. Luego, otro cambio de personalidad. El hombre se levantó del suelo de un salto, apuntaba sus puños, grandes como martillos, hacia las personas que lo observaban como si les estuviera retando. “¡Adelante, el primero en decir una palabra se lleva el premio gordo!”
-¡Vais a decirme que vosotros nunca habéis llorado! El próximo que se ría le daré un puñetazo en la nariz-.
Puertas de todos los colores se abrieron de la nada. Tan rápido como aparecieron, los malditos de Discordias se fueron por donde habían llegados. Cada quién tenía infinitas habitaciones por ver. Pararse en la pesadilla de un recién llegado era tan imprudente como sentarse encima de una hoguera. Niel fue el único que se quedó. Su nuevo estado de ánimo le otorgaba la osadía necesaria para tumbarse a dormir en el fuego de una hoguera.
No se sentía cómodo en el sueño del chico. En medio de una infantil nada, la propia de cualquier nuevo invitado que no conoce Discordia, clones del mismo chico salían de los expuestos sin ninguna razón más allá que la de crear locura. Niel Creed conocía muy bien cómo debió sentirse el chaval. ¡Qué le partiese un rayo! Los cambios de humor de Niel eran frutos de la locura provocada por Discordia. Y, todavía había más, en su primera habitación, también él se desmayó al igual que el chico.
-¡Levántate gusano! Debería darte vergüenza verte llorar así, ¿qué harás cuando lleves doscientas diecisiete habitaciones como y tengas los cojones maduros como yo?- el siguiente cambio de humor, tan severo como los anteriores, convirtió al vikingo en algo parecido a una cariñosa madre. Se puso de rodillas al lado y revolvió el pelo del chico. –Sé que estás asustado, pero no te preocupes. Nada de lo que te encontrarás en las siguientes habitaciones te hará más loco de lo que yo estoy-.
* Ircan: En la primera habitación, la de tu peor pesadilla, encuentras a Niel Creed. Un hombre con el típico aspecto de los vikingos con cambios de personalidad, a cada cual más severo. No hay nadie más en la sala. Solo tienes a él. En el siguiente turno, deberás apoyarte en Niel. Crea una relación con el hombre, quizás te pueda ayudar. Otro asunto, aprovecha para preguntarle todas las cuestiones que tendrás en tu cabezita sobre Discordia, yo las responderé en el siguiente (que diga la verdad o mienta, es otro asunto).
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-¿Qué has visto joven? Déjame adivinar: ¿una grotesca mujer que tenía dientes en lugar de verrugas o un adorable niño lamiendo una cabeza cortada como si fuera una golosina? – por horribles que parecieran las pesadillas, a Niels le hacían gracia- No, no tienes cara que te den miedo ni los niños ni las mujeres; pareces del tipo de hombre que quiere hacer niños con mujeres-.
Después de una tercera gran risotada, Niel se echó a llorar. Ocurrió en un momento, todo en un mismo segundo. El grandullón se cayó de rodillas, muy cerca de donde estaba el recién llegado.
Un corrillo de personas, todas atrapadas bajo la misma maldición se juntaron alrededor. Niel se tapó los ojos con las dos manos. Se tomó un tiempo para soltar todo su llanto. Luego, otro cambio de personalidad. El hombre se levantó del suelo de un salto, apuntaba sus puños, grandes como martillos, hacia las personas que lo observaban como si les estuviera retando. “¡Adelante, el primero en decir una palabra se lleva el premio gordo!”
-¡Vais a decirme que vosotros nunca habéis llorado! El próximo que se ría le daré un puñetazo en la nariz-.
Puertas de todos los colores se abrieron de la nada. Tan rápido como aparecieron, los malditos de Discordias se fueron por donde habían llegados. Cada quién tenía infinitas habitaciones por ver. Pararse en la pesadilla de un recién llegado era tan imprudente como sentarse encima de una hoguera. Niel fue el único que se quedó. Su nuevo estado de ánimo le otorgaba la osadía necesaria para tumbarse a dormir en el fuego de una hoguera.
No se sentía cómodo en el sueño del chico. En medio de una infantil nada, la propia de cualquier nuevo invitado que no conoce Discordia, clones del mismo chico salían de los expuestos sin ninguna razón más allá que la de crear locura. Niel Creed conocía muy bien cómo debió sentirse el chaval. ¡Qué le partiese un rayo! Los cambios de humor de Niel eran frutos de la locura provocada por Discordia. Y, todavía había más, en su primera habitación, también él se desmayó al igual que el chico.
-¡Levántate gusano! Debería darte vergüenza verte llorar así, ¿qué harás cuando lleves doscientas diecisiete habitaciones como y tengas los cojones maduros como yo?- el siguiente cambio de humor, tan severo como los anteriores, convirtió al vikingo en algo parecido a una cariñosa madre. Se puso de rodillas al lado y revolvió el pelo del chico. –Sé que estás asustado, pero no te preocupes. Nada de lo que te encontrarás en las siguientes habitaciones te hará más loco de lo que yo estoy-.
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* Ircan: En la primera habitación, la de tu peor pesadilla, encuentras a Niel Creed. Un hombre con el típico aspecto de los vikingos con cambios de personalidad, a cada cual más severo. No hay nadie más en la sala. Solo tienes a él. En el siguiente turno, deberás apoyarte en Niel. Crea una relación con el hombre, quizás te pueda ayudar. Otro asunto, aprovecha para preguntarle todas las cuestiones que tendrás en tu cabezita sobre Discordia, yo las responderé en el siguiente (que diga la verdad o mienta, es otro asunto).
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
La cabeza me daba vueltas. Tardé bastante en darme cuenta de que tenía los ojos cerrados y que estaba tumbado en el suelo. ¿Qué había pasado? Tenía miedo de ver de nuevo a mi otro yo frente a mi. Pero no notaba su presencia, había algo diferente...
El sonido de una carcajada desconocida me obligó a abrir los ojos. Cuando lo hice, frente a mi había un corpulento hombre pelirrojo sujetándose la barriga y peinándose el pelo a un lado. Retrocedí instintivamente mientras este comenzaba a hablarme con total confianza. Se interesó por mi pesadilla, o así la había llamado él ya que a mi me había parecido muy real, pero no me dio tiempo a responder, directamente supuso todo lo sucedido. Comenzó a reírse para luego comenzar a llorar, ¿qué le pasaba a este hombre?. Miré a mi alrededor y vi que no estábamos solos, había más personas. El hombre, siguiendo con su llanto, se tiró de rodillas muy cerca de mi. Esto provocó que el resto nos rodearan, sinceramente me asusté, no conocía a esa gente de nada y después de aquella "pesadilla" no es que estuviera muy predispuesto a fiarme de alguien. Pero aquel problema se solucionó prácticamente solo. El hombre pelirrojo enseguida se alzó esgrimiendo los puños, amenazando a todo aquel que intentara reírse de él. Esto espantó al resto de personas, que desaparecieron por puertas que aparecieron de la nada para luego esfumarse como el humo.
-"Interesante..." me rasqué el mentón mientras cavilaba aquel dato. Me acordé del momento en el que mi puerta desapareció. "¿Cómo funcionará? ¿Seguirá alguna lógica?"
Cuando se fueron, la habitación volvió a ser la del principio, con espejos desde los cuales salía aquella terrible imagen de mi, aunque noté que estas no se acercaban. Saber que aquellas apariciones no eran dañinas físicamente me tranquilizó bastante. Aunque ahora el que me asustaba era mi acompañante. Con un brusco cambio de humor, que en ese momento si que noté, me ordenó de malas formas que me levantara dándome junto a ello un interesante dato: aquel tipo llevaba un porron de tiempo en Discordia. Con otro repentino cambio de humor me mostró un lado más amable arrodillándose junto a mi y revolviéndome el pelo como si me conociera de toda la vida, revelando otro dato importante: aquel tipo estaba loco y era consciente de ello.
-Bueno... sin duda eso me tranquiliza... - le miré con cierta desconfianza mientras notaba como me revolvía el pelo. -Pero...
-¡Ni pero! ¡Ni peras! - se levantó violentamente en otro cambio de humor señalándome con el dedo. -¡Que te levantes he dicho, maldita rata de cloaca! - juntó las manos y mostró un rostro amable. -Quiero decir... Que este sitio me es un poco incomodo, me gustaria ir a otro sitio más... - miró a un lado y a otro. - agradable...
- Si bueno... - me levanté antes de que le diera otro repentino ataque de rabia por el mismo asunto. -Reconozco que muy agradable no és, aunque no es que lo haya elegido. Por cierto, ¿cómo te llamas?
-¡Y a ti que te importa!
-Bueno yo....
-Me llamo Niel Creed, encantado. -me cortó dirigiéndome de nuevo una mirada amable.
"Debería comenzar a acostumbrarme a estos cambios de humor" reflexioné examinando el rostro del hombre. -Yo soy Ircan, un placer conocerte.
Me quedé mirándole pensativo. Puede que aquel hombre fuera mi unica oportunidad de salir de aquel lugar, debía de intentar empatízar con él.
- La verdad es que ha sido terrible... - Niel comenzó a mirarme con curiosidad, como incitándome a continuar. -En esta habitación he visto una imagen de mi interior que me aterra. Una parte de mi que quiere matarme y luego matar a todos mis seres queridos... Recordando lo que has dicho... No, no he visto a mis seres queridos muertos, no ha hecho falta. Esa visión ya me ha transmitido perfectamente ese sentimiento, el sentimiento del miedo previo a una tragedia.
El hombre mantuvó un rostro serio hasta que este se transformo mediante una sonora y estrafalaria carcajada.
- ¿Tienes miedo de ti mismo? - continuaba riéndose y yo no pude evitar ponerme algo rojo de vergüenza. - ¡Rectifico! ¡Tú ya estás más loco que yo! - se lanzó al suelo y siguió riendo sin control mientras daba golpes en el suelo con una mano y se sujetaba la barriga con la otra.
Yo bajé la cabeza cohibido y comencé a rascarme el brazo deseando que la tierra me tragara.
-Tranquilo, es broma. - Niel se reincorporó sin mostrar ningún síntoma de haberse estado descojonando antes. - Es imposible que estés más loco que yo. Y no debes de sentir vergüenza por tu pesadilla, todos tenemos nuestros propios demonios.- dijo dedicándome una sonrisa alegre.
- ¿Qué te pasó a ti? - recuperándome del momento bochornoso seguí con aquella fatal idea de intentar empatízar con aquel hombre.
Niel no me respondió, prácticamente me ignoró. Se giró y comenzó a caminar hacía un rumbo que sólo él sabia. Yo aún no sabía si podía fiarme de él, pero, me gustará a o no, era la única fuente de información cercana y una persona experimentada en aquel mundo. Puede que estuviera loco y bastante desequilibrado pero, por fortuna o por desgracia, no había más opciones, así que le seguí.
-¡Espera! ¡Me gustaría saber ciertas cosas de este lugar! - me apresuré para no quedarme atrás. A parte de mi deseo de querer obtener información, debo reconocer que no me agradaba la idea de quedarme solo con aquellos otros yo.
-¡Cállate!
- ¿Que es este lugar? - pregunté ignorando otro de sus ya característicos cambios de humor. -¿Cómo funciona? ¿Las puertas siguen alguna lógica para aparecer y desaparecer? ¿Hay alguien que controle este lugar? ¿Cómo podemos salir de aquí? ¿Por qué no quieres decirme como te quedaste encerrado?
Tras aquella batería de preguntas Niel se paró de golpe y se giró con brusquedad mostrándome una cara roja de ira.
El sonido de una carcajada desconocida me obligó a abrir los ojos. Cuando lo hice, frente a mi había un corpulento hombre pelirrojo sujetándose la barriga y peinándose el pelo a un lado. Retrocedí instintivamente mientras este comenzaba a hablarme con total confianza. Se interesó por mi pesadilla, o así la había llamado él ya que a mi me había parecido muy real, pero no me dio tiempo a responder, directamente supuso todo lo sucedido. Comenzó a reírse para luego comenzar a llorar, ¿qué le pasaba a este hombre?. Miré a mi alrededor y vi que no estábamos solos, había más personas. El hombre, siguiendo con su llanto, se tiró de rodillas muy cerca de mi. Esto provocó que el resto nos rodearan, sinceramente me asusté, no conocía a esa gente de nada y después de aquella "pesadilla" no es que estuviera muy predispuesto a fiarme de alguien. Pero aquel problema se solucionó prácticamente solo. El hombre pelirrojo enseguida se alzó esgrimiendo los puños, amenazando a todo aquel que intentara reírse de él. Esto espantó al resto de personas, que desaparecieron por puertas que aparecieron de la nada para luego esfumarse como el humo.
-"Interesante..." me rasqué el mentón mientras cavilaba aquel dato. Me acordé del momento en el que mi puerta desapareció. "¿Cómo funcionará? ¿Seguirá alguna lógica?"
Cuando se fueron, la habitación volvió a ser la del principio, con espejos desde los cuales salía aquella terrible imagen de mi, aunque noté que estas no se acercaban. Saber que aquellas apariciones no eran dañinas físicamente me tranquilizó bastante. Aunque ahora el que me asustaba era mi acompañante. Con un brusco cambio de humor, que en ese momento si que noté, me ordenó de malas formas que me levantara dándome junto a ello un interesante dato: aquel tipo llevaba un porron de tiempo en Discordia. Con otro repentino cambio de humor me mostró un lado más amable arrodillándose junto a mi y revolviéndome el pelo como si me conociera de toda la vida, revelando otro dato importante: aquel tipo estaba loco y era consciente de ello.
-Bueno... sin duda eso me tranquiliza... - le miré con cierta desconfianza mientras notaba como me revolvía el pelo. -Pero...
-¡Ni pero! ¡Ni peras! - se levantó violentamente en otro cambio de humor señalándome con el dedo. -¡Que te levantes he dicho, maldita rata de cloaca! - juntó las manos y mostró un rostro amable. -Quiero decir... Que este sitio me es un poco incomodo, me gustaria ir a otro sitio más... - miró a un lado y a otro. - agradable...
- Si bueno... - me levanté antes de que le diera otro repentino ataque de rabia por el mismo asunto. -Reconozco que muy agradable no és, aunque no es que lo haya elegido. Por cierto, ¿cómo te llamas?
-¡Y a ti que te importa!
-Bueno yo....
-Me llamo Niel Creed, encantado. -me cortó dirigiéndome de nuevo una mirada amable.
"Debería comenzar a acostumbrarme a estos cambios de humor" reflexioné examinando el rostro del hombre. -Yo soy Ircan, un placer conocerte.
Me quedé mirándole pensativo. Puede que aquel hombre fuera mi unica oportunidad de salir de aquel lugar, debía de intentar empatízar con él.
- La verdad es que ha sido terrible... - Niel comenzó a mirarme con curiosidad, como incitándome a continuar. -En esta habitación he visto una imagen de mi interior que me aterra. Una parte de mi que quiere matarme y luego matar a todos mis seres queridos... Recordando lo que has dicho... No, no he visto a mis seres queridos muertos, no ha hecho falta. Esa visión ya me ha transmitido perfectamente ese sentimiento, el sentimiento del miedo previo a una tragedia.
El hombre mantuvó un rostro serio hasta que este se transformo mediante una sonora y estrafalaria carcajada.
- ¿Tienes miedo de ti mismo? - continuaba riéndose y yo no pude evitar ponerme algo rojo de vergüenza. - ¡Rectifico! ¡Tú ya estás más loco que yo! - se lanzó al suelo y siguió riendo sin control mientras daba golpes en el suelo con una mano y se sujetaba la barriga con la otra.
Yo bajé la cabeza cohibido y comencé a rascarme el brazo deseando que la tierra me tragara.
-Tranquilo, es broma. - Niel se reincorporó sin mostrar ningún síntoma de haberse estado descojonando antes. - Es imposible que estés más loco que yo. Y no debes de sentir vergüenza por tu pesadilla, todos tenemos nuestros propios demonios.- dijo dedicándome una sonrisa alegre.
- ¿Qué te pasó a ti? - recuperándome del momento bochornoso seguí con aquella fatal idea de intentar empatízar con aquel hombre.
Niel no me respondió, prácticamente me ignoró. Se giró y comenzó a caminar hacía un rumbo que sólo él sabia. Yo aún no sabía si podía fiarme de él, pero, me gustará a o no, era la única fuente de información cercana y una persona experimentada en aquel mundo. Puede que estuviera loco y bastante desequilibrado pero, por fortuna o por desgracia, no había más opciones, así que le seguí.
-¡Espera! ¡Me gustaría saber ciertas cosas de este lugar! - me apresuré para no quedarme atrás. A parte de mi deseo de querer obtener información, debo reconocer que no me agradaba la idea de quedarme solo con aquellos otros yo.
-¡Cállate!
- ¿Que es este lugar? - pregunté ignorando otro de sus ya característicos cambios de humor. -¿Cómo funciona? ¿Las puertas siguen alguna lógica para aparecer y desaparecer? ¿Hay alguien que controle este lugar? ¿Cómo podemos salir de aquí? ¿Por qué no quieres decirme como te quedaste encerrado?
Tras aquella batería de preguntas Niel se paró de golpe y se giró con brusquedad mostrándome una cara roja de ira.
Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Las preguntas no eran importantes, Ircan perdía tiempo en formularlas. Aunque, bien pensado, en Discordia no existía el tiempo. Podían perder todos los segundos que quisieran. Sentarse en el suelo y contar historias sobre las puertas, las habitaciones y los espejos como si estuvieran sentados alrededor de una hoguera era apetecible. ¿Cuándo fue la última vez que se atrevió a sentarse y charlar? Neil se giró con brusquedad hacia Ircan. Le miró de arriba abajo como si fuera un cibernético realizando sus funciones de analíticas. La voz de Niel fue grave y contundente:
-¡Porque no quiero!- lo siguiente lo dijo en el hombro de Ircan y susurrando en la oreja- Es mentira, sí que quiero, pero no ellos no me dejan. Se supone que no puedo decirte nada. Lo tienes que ver por tus propios ojos. – dio un salto para alejarse del muchacho- ¡TE HE DICHO QUE NO!- al siguiente salto, volvía a estar encima suya acariciándole la cabeza- ¡Pobre cosita! ¿Me perdonas? Yo no quería gritarte. Ellos me han obligado. ¡Te lo voy a contar! Toma asiento y disfruta de mis historias. Fuera de Discordia creo recordar que tenía fama de buen orador. ¿O era comedor? Estoy seguro que algo así me llamaban. Sería muy triste que fuera comedor, no soy tan gordo. – ya sentado en el suelo, se acarició el vientre- ¿Tú crees que estoy gordo?- sonó como si acabase de recibir la noticia que sus padres habían muerto- No tengo el cuerpo de Thor, pero tampoco soy una masa de grasa. ¿Qué crees? ¿Merezco que me llamasen comedor?-
Niel Creed parecía a punto de echarse a llorar. Por un momento, creyó sentir las manos de Discordia moviendo los hilos por encima de su mente (y sus emociones) como si fueran las manos de un titiritero. Con rápidos movimientos negativos de su cabeza, se deshizo de la ida. Discordia no eran imágenes, emociones o recuerdos, eran peligros reales; él lo sabía muy bien. En el interior de Discordia, y quizás también fuera de ella, no había nada más real que no fuera la misma Discordia. Las manos del titiritero eran un burdo producto de su imaginación, una metáfora para explicar algo que no llegaba a comprender.
Otro cambió de expresión. Su rostro abandonó la tristeza y se sumergió en la más afilada indiferencia. Fingió coger un palo de suelo que utilizó para reanimar las brasas de una hoguera que no existía.
-Este lugar se llama Discordia- empezó a hablar con voz seca – No Funciona. – eran las respuestas a las preguntas de Ircan- No hay lógica. Discordia lo controla Discordia. No podemos salir. Entre por la puerta de la Feria de los Horrores-.
Entonces, surgió la magia de Discordia. La hoguera y el palo de madera se hicieron realidad. Niel Creed jugueteó con el fuego hasta que la punta del madera se hizo de color negra. Levantó el palo y apareció una brocheta de carne churrascada clavada en él.
-¡Justo como me gusta: socarrado, no quemado!- volvía a ser la voz alegre y triunfal de un vikingo.
Dio un muerdo a la brocheta de carne sin prestar atención a lo que pasaba en el fuego. Otra puerta, roja y marrón, brotaba, como si se tratase de un enorme algo, desde el centro de las brasas. La puerta no parecía conducir a ningún lugar; solo era un marco sin entrada ni salida. Niel Creed ya estaba acostumbrado a las tretas de Discordia. Sabía que una puerta nunca era solo una puerta al igual que una brocheta nunca era solo una brocheta.
Unas pequeñas patitas comenzaron a desgarrar la brocheta de carne desde el interior. Niel no le dio importancia y dio un segundo mordisco. Rápidamente, nada más clavar los dientes en la carne, abrió al completo. Desde la carne y desde la boca de Niel salieron asquerosas moscas negras con patas y pinzas de escorpión. Tenían afilados dientes con los que comían tanto la brocheta como la boca de Niel.
Desde el otro lado de la puerta roja y marrón, salió un enjambre de estas moscas; todas directas hacia Niel e Ircan.
-¡A las armas acabaremos con ellas!- cambio de humor- Huye, nos comerán vivos-.
* Ircan: No hay mucho que explicar. Niel está loco y hace sus locuras. En un momento, mientraspor fin te contesta a tus preguntas, Discordia hace su magia. Una de cal, regala a Niel la hoguera de campamento con que soñaba, y una de arena, aparece el enjambre de esas malas criaturas. El objetivo de este turno es fácil: deshazte o huye del enjambre. ¡Cuidado! Pican, muerden y comen carne.
Deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
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-¡Porque no quiero!- lo siguiente lo dijo en el hombro de Ircan y susurrando en la oreja- Es mentira, sí que quiero, pero no ellos no me dejan. Se supone que no puedo decirte nada. Lo tienes que ver por tus propios ojos. – dio un salto para alejarse del muchacho- ¡TE HE DICHO QUE NO!- al siguiente salto, volvía a estar encima suya acariciándole la cabeza- ¡Pobre cosita! ¿Me perdonas? Yo no quería gritarte. Ellos me han obligado. ¡Te lo voy a contar! Toma asiento y disfruta de mis historias. Fuera de Discordia creo recordar que tenía fama de buen orador. ¿O era comedor? Estoy seguro que algo así me llamaban. Sería muy triste que fuera comedor, no soy tan gordo. – ya sentado en el suelo, se acarició el vientre- ¿Tú crees que estoy gordo?- sonó como si acabase de recibir la noticia que sus padres habían muerto- No tengo el cuerpo de Thor, pero tampoco soy una masa de grasa. ¿Qué crees? ¿Merezco que me llamasen comedor?-
Niel Creed parecía a punto de echarse a llorar. Por un momento, creyó sentir las manos de Discordia moviendo los hilos por encima de su mente (y sus emociones) como si fueran las manos de un titiritero. Con rápidos movimientos negativos de su cabeza, se deshizo de la ida. Discordia no eran imágenes, emociones o recuerdos, eran peligros reales; él lo sabía muy bien. En el interior de Discordia, y quizás también fuera de ella, no había nada más real que no fuera la misma Discordia. Las manos del titiritero eran un burdo producto de su imaginación, una metáfora para explicar algo que no llegaba a comprender.
Otro cambió de expresión. Su rostro abandonó la tristeza y se sumergió en la más afilada indiferencia. Fingió coger un palo de suelo que utilizó para reanimar las brasas de una hoguera que no existía.
-Este lugar se llama Discordia- empezó a hablar con voz seca – No Funciona. – eran las respuestas a las preguntas de Ircan- No hay lógica. Discordia lo controla Discordia. No podemos salir. Entre por la puerta de la Feria de los Horrores-.
Entonces, surgió la magia de Discordia. La hoguera y el palo de madera se hicieron realidad. Niel Creed jugueteó con el fuego hasta que la punta del madera se hizo de color negra. Levantó el palo y apareció una brocheta de carne churrascada clavada en él.
-¡Justo como me gusta: socarrado, no quemado!- volvía a ser la voz alegre y triunfal de un vikingo.
Dio un muerdo a la brocheta de carne sin prestar atención a lo que pasaba en el fuego. Otra puerta, roja y marrón, brotaba, como si se tratase de un enorme algo, desde el centro de las brasas. La puerta no parecía conducir a ningún lugar; solo era un marco sin entrada ni salida. Niel Creed ya estaba acostumbrado a las tretas de Discordia. Sabía que una puerta nunca era solo una puerta al igual que una brocheta nunca era solo una brocheta.
Unas pequeñas patitas comenzaron a desgarrar la brocheta de carne desde el interior. Niel no le dio importancia y dio un segundo mordisco. Rápidamente, nada más clavar los dientes en la carne, abrió al completo. Desde la carne y desde la boca de Niel salieron asquerosas moscas negras con patas y pinzas de escorpión. Tenían afilados dientes con los que comían tanto la brocheta como la boca de Niel.
Desde el otro lado de la puerta roja y marrón, salió un enjambre de estas moscas; todas directas hacia Niel e Ircan.
-¡A las armas acabaremos con ellas!- cambio de humor- Huye, nos comerán vivos-.
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* Ircan: No hay mucho que explicar. Niel está loco y hace sus locuras. En un momento, mientras
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Recibí la primera negativa violenta del vikingo sin sorprenderme, la esperaba, y me centré en obtener toda la información que aquella pobre mente demente pudiera darme de forma voluntaria o involuntaria. Me quedé petrificado cuando él se acercó a mi para susurrarme algo al oído.
"Ellos no le dejan..." repetí en mi mente las palabras de mi acompañante. "Así que finalmente hay alguien o algo detrás de todo esto, no es un simple error." me rasqué el mentón mientras Niel volvía a tener otro cambio de humor. "¿Por qué querrán tener a gente aquí encerrada? ¿Por qué me susurra ciertas cosas?" miré a mi alrededor. "¿Acaso nos estaba viendo o escuchando alguien más? pero mis pensamientos se fueron a la nada cuando el hombre se acercó de nuevo para acariciarme la cabeza y pedirme perdón, a lo cual sonreí con disimulo.
Me senté siguiendo las indicaciones de mi compañero esperando que me diera alguna otra pista. Sin embargo, él optó por irse por las ramas con un tema bastante banal. Negué pacientemente con la cabeza y le insté con la mirada para que siguiera contándome aquel secreto. El mientras parecía que estaba luchando contra si mismo, ¿que le estaría pasando por aquella cabeza para reaccionar así?
Otro cambio de humor, pero este fue muy diferente. No había furia o amabilidad en su rostro, ahora mostraba indiferencia, algo que no había mostrado hasta ahora.
"¿No funciona? Eso no me ayuda mucho" escuché en silencio mientras intentaba buscar el significado a sus respuestas. "¿Cómo no va a tener lógica? ¡Todo tiene una lógica!" miré al suelo, justo donde Niel había comenzado a jugar con un palo imaginario. "¿Significará otra cosa?" en mi mente comenzó a crearse una ligera idea, una loca solución, tan loca seguramente como Niel o aquel extraño mundo. "No podemos salir..." sonreí para mi mismo mientras aquella idea tomaba forma, ¿puede ser que ya me había contagiado de la locura de Niel?
Sumergido en mis alocadas hipótesis no me di cuenta de que la hoguera y el palo imaginario de Niel se habían materializado. Miré sorprendido como un enjambre de unas extrañas moscas salían escupidas de la boca del vikingo, lo que me hizo llevarme la mano al corazón para asegurarme de que este seguía latiendo, y vaya que si latía. Un numero aún mayor de aquellas extrañas moscas, procedentes de una extraña puerta que había aparecido de la nada, se unieron a las que salieron de Niel, No me di tiempo para impresionarme mucho más ni para hacerme muchas más preguntas, ¡tenía que reaccionar ya!
Alargué mi mano hacía la hoguera y tomé un palo en llamas, que comencé a zarandear rápidamente intentando golpear a alguna mosca y ayudándome del fuego para mantenerlas alejadas. Supuse que los bichos, ya sean raros o normales, de Discoria o reales, todos eran vulnerables al fuego, o por lo menos no eran muy amigos.
Las moscas eran demasiadas. Niel se las estaba quitando de encima a manotazos mientras corría alternando entre gritos de guerra y otros de horror. Pude ver como comenzaba a sangrar por unas pequeñas heridas originadas por las moscas.
"Esto no me gusta nada." me agaché para tomar otro palo ardiendo y así doblar mis esfuerzos para mantener a aquellos bichos que comenzaban a rodearme peligrosamente. "¡No podemos con ellas! ¡Hay que huir! ¡La puerta!" la miré por el rabillo del ojo. "¿¡Estas loco!?" sonó la voz de la prudencia. "¡Han salido de ahí! ¡Seguro que es el nido de esas cosas! ¡Habrá muchas más!"
Apreté los dientes y grité cuando una de aquellas cosas me mordió en el antebrazo, haciendo que soltará uno de los palos. Me agaché rápidamente para volver a tomar el palo ardiendo, no podía permitirme perder cualquier tipo de recurso contra aquellas cosas.
"¡Maldita sea! ¡No hay lógica! ¿Recuerdas?" me giré y salí corriendo hacía la puerta. -¡Niel! ¡Huyamos por aquí! le grité a mi compañero esperando que me siguiera.
En aquel momento no podía hacer nada más, era un salvase quien pueda. Mientras, oraba a todos los dioses para que la puerta pudiera abrirse, y por algo aún más importante, para que no me esperara tras ella el resto de la familia de aquellos insectos.
"Ellos no le dejan..." repetí en mi mente las palabras de mi acompañante. "Así que finalmente hay alguien o algo detrás de todo esto, no es un simple error." me rasqué el mentón mientras Niel volvía a tener otro cambio de humor. "¿Por qué querrán tener a gente aquí encerrada? ¿Por qué me susurra ciertas cosas?" miré a mi alrededor. "¿Acaso nos estaba viendo o escuchando alguien más? pero mis pensamientos se fueron a la nada cuando el hombre se acercó de nuevo para acariciarme la cabeza y pedirme perdón, a lo cual sonreí con disimulo.
Me senté siguiendo las indicaciones de mi compañero esperando que me diera alguna otra pista. Sin embargo, él optó por irse por las ramas con un tema bastante banal. Negué pacientemente con la cabeza y le insté con la mirada para que siguiera contándome aquel secreto. El mientras parecía que estaba luchando contra si mismo, ¿que le estaría pasando por aquella cabeza para reaccionar así?
Otro cambio de humor, pero este fue muy diferente. No había furia o amabilidad en su rostro, ahora mostraba indiferencia, algo que no había mostrado hasta ahora.
"¿No funciona? Eso no me ayuda mucho" escuché en silencio mientras intentaba buscar el significado a sus respuestas. "¿Cómo no va a tener lógica? ¡Todo tiene una lógica!" miré al suelo, justo donde Niel había comenzado a jugar con un palo imaginario. "¿Significará otra cosa?" en mi mente comenzó a crearse una ligera idea, una loca solución, tan loca seguramente como Niel o aquel extraño mundo. "No podemos salir..." sonreí para mi mismo mientras aquella idea tomaba forma, ¿puede ser que ya me había contagiado de la locura de Niel?
Sumergido en mis alocadas hipótesis no me di cuenta de que la hoguera y el palo imaginario de Niel se habían materializado. Miré sorprendido como un enjambre de unas extrañas moscas salían escupidas de la boca del vikingo, lo que me hizo llevarme la mano al corazón para asegurarme de que este seguía latiendo, y vaya que si latía. Un numero aún mayor de aquellas extrañas moscas, procedentes de una extraña puerta que había aparecido de la nada, se unieron a las que salieron de Niel, No me di tiempo para impresionarme mucho más ni para hacerme muchas más preguntas, ¡tenía que reaccionar ya!
Alargué mi mano hacía la hoguera y tomé un palo en llamas, que comencé a zarandear rápidamente intentando golpear a alguna mosca y ayudándome del fuego para mantenerlas alejadas. Supuse que los bichos, ya sean raros o normales, de Discoria o reales, todos eran vulnerables al fuego, o por lo menos no eran muy amigos.
Las moscas eran demasiadas. Niel se las estaba quitando de encima a manotazos mientras corría alternando entre gritos de guerra y otros de horror. Pude ver como comenzaba a sangrar por unas pequeñas heridas originadas por las moscas.
"Esto no me gusta nada." me agaché para tomar otro palo ardiendo y así doblar mis esfuerzos para mantener a aquellos bichos que comenzaban a rodearme peligrosamente. "¡No podemos con ellas! ¡Hay que huir! ¡La puerta!" la miré por el rabillo del ojo. "¿¡Estas loco!?" sonó la voz de la prudencia. "¡Han salido de ahí! ¡Seguro que es el nido de esas cosas! ¡Habrá muchas más!"
Apreté los dientes y grité cuando una de aquellas cosas me mordió en el antebrazo, haciendo que soltará uno de los palos. Me agaché rápidamente para volver a tomar el palo ardiendo, no podía permitirme perder cualquier tipo de recurso contra aquellas cosas.
"¡Maldita sea! ¡No hay lógica! ¿Recuerdas?" me giré y salí corriendo hacía la puerta. -¡Niel! ¡Huyamos por aquí! le grité a mi compañero esperando que me siguiera.
En aquel momento no podía hacer nada más, era un salvase quien pueda. Mientras, oraba a todos los dioses para que la puerta pudiera abrirse, y por algo aún más importante, para que no me esperara tras ella el resto de la familia de aquellos insectos.
Última edición por Ircan el Miér Dic 06 2017, 03:40, editado 1 vez (Razón : corrección de algunas faltas y erratas)
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
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Tyr
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
La idea del fuego sirvió para mantener, al menos durante un corto tiempo, a los insectos a una distancia prudente. Pronto, los bichos concentraron en un enjambre y, entonces, el fuego no sirvió de nada. Mirase por donde mirase, una cortina de alas, patas y aguijones cubrían sus ojos. Niel fue el que más mordiscos recibió. El vikingo se sacrificó por su nuevo amigo; rodeó la espalda de Ircan con sus enormes brazos para proteger el último de los palos de fuego.
-¡Corre, hacia delante!- tenía la boca llena de insectos, apenas se podía entender qué era lo que decía- Te tengo bien cogido. Tú corre. ¡Por todos los Dioses, corre!-
Una puerta se abrió delante de ellos. ¿Bendición o maldición? Lo compraría, dentro de muy poco.
-¡Adelante!-
La puerta desapareció antes de que el enjambre pudiera atravesarla. Justo a tiempo. Justo Discordia. Niel sonrió durante un segundo. Luego, vomitó una mezcla de abdómenes de insectos y sangre. Se limpió la boca con saliva y volvió a vomitar. Ircan había sido mucho más inteligente. Durante la pequeña batalla, no habló más que lo justo. Además, la idea de utilizar los palos de fuego para ahuyentar a las moscas fue brillante. ¡Una genialidad! ¡Oh Discordia!. Niel, en cambio, no quiso renunciar al sabor de la brocheta de carne. Desde que había entrado en Discordia, no había probado bocado. Eso fue hace mucho tiempo. Días, semanas, meses… No estaba del todo seguro. Tragar un par de bichos era un precio que estaba dispuesto a pagar; por lo menos su personalidad más valiente lo estuvo. Ahora, el hombre estaba contemplando la tierra batida mientras se preguntaba por qué había sido tan estúpido.
Quizás porque había perdido toda la curiosidad de saber a qué lugar le llevaría cada puerta o quizás porque estaba muy dolorido por los múltiples mordiscos y picaduras; Niel tardó unos minutos en levantar la vista al frente. Cuando por in lo hizo, soltó una tremenda risotada. El paisaje era perturbador, cualquier otra persona hubiera entrado en pánico. A Niel, que ya había estado ahí antes, le entró la risa.
Estaban en el interior de una nueva grieta; atrapados por dos enormes paredes de roca maciza. Encima de éstas, hombres cuervos desplumados coronaban las alturas.
-¿Ves ese de ahí, el que tiene una mancha blanca en el pico? Es amigo mío. Se llama Berto. Si le das una galleta, te cantará una canción de amor. Y el de allá, el que tiene un ala quemada, se llama Gardo. A él no le tienes que dar nada, no sabe cantar- cambio de personalidad. Cogió la mano de Ircan con la delicadeza de una madre – Tiene muy mal aspecto, pero te pondrás bien. Cura, cura. Cura sana. Si no se cura hoy se curará…- besó la herida- ¡Mañana!- volvió a reír. Hablar sobre el mañana en un lugar donde no existía el tiempo era como un chiste que solamente él entendía.
Los cuervos sin plumas observaban a Ircan y Niel como si estos fueran los participantes de un único desfile. Aunque solo movieran su cabeza, parecían disfrutar de lo que hacían y decían sus invitados; Niel sabían a la perfección que se estaban divirtiendo. Si tuviera una galleta, se la daría a Berto como premio. A Gardo no; sus canciones eran horribles.
El hombre levantó la mano. Como antes pasó con la hoguera y la brocheta de carne, una galleta apareció en su mano. Fue una fortuna que esta estuviera libre de insectos. Sin pensarlo dos veces, lanzó la galleta al cuervo que había bautizado como Berto.
-Ya verár cómo canta, er hermoro- cada vez hablaba peor. La lengua se le había inflado por las picaduras. –Te gurtará-.
Una vez se comió la galleta, Berto abrió el pico y comenzó a graznar. Los otros cuervos, incluidos Gardo, le siguieron al unísono. El resultado final era un sonido cada más estridente; un peligro peor que el enjambre de moscas.
De la oreja izquierda de Ircan salió un pequeño hilo de sangre. Niel, curioso, lo tocó la sangre con el dedo índice.
-¿¡NO TE GURTA COMO CATAN!? ¡RI LER DOY OTRA GALETA BAIAN! ¡¿QUIERER QUE BAIEN?!- tuvo que gritar por encima de los graznidos para hacerse oír.
* Ircan: Has salido de la sartén para entrar en las brasas. En el nuevo escenario estás en el interior de un cañón. Por encima de las paredes están los hombres cuervos sin plumas. El graznido resulta letal. Niel está a punto de lanzar una galleta al cuervo que llamó Berto. Deberás elegir entre tres opciones: dejar que le dé la galleta por ver qué ocurre, huir del lugar por otra puerta o combatir contra todos los cuervos.
Si eliges cualquiera de las dos últimas opciones deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Hont
Lo siento mucho por la larga espera. Ayer me disculpé en público en este tema ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), pero me gustaría hacerlo otra vez, en un tono más personal. He tenido unas semanas horribles a lo que mi vida privada se refiere. ¡Ni te lo imaginas! Poco a poco, quiero ir poniéndome al día con todo. Lo siento mucho.
-¡Corre, hacia delante!- tenía la boca llena de insectos, apenas se podía entender qué era lo que decía- Te tengo bien cogido. Tú corre. ¡Por todos los Dioses, corre!-
Una puerta se abrió delante de ellos. ¿Bendición o maldición? Lo compraría, dentro de muy poco.
-¡Adelante!-
La puerta desapareció antes de que el enjambre pudiera atravesarla. Justo a tiempo. Justo Discordia. Niel sonrió durante un segundo. Luego, vomitó una mezcla de abdómenes de insectos y sangre. Se limpió la boca con saliva y volvió a vomitar. Ircan había sido mucho más inteligente. Durante la pequeña batalla, no habló más que lo justo. Además, la idea de utilizar los palos de fuego para ahuyentar a las moscas fue brillante. ¡Una genialidad! ¡Oh Discordia!. Niel, en cambio, no quiso renunciar al sabor de la brocheta de carne. Desde que había entrado en Discordia, no había probado bocado. Eso fue hace mucho tiempo. Días, semanas, meses… No estaba del todo seguro. Tragar un par de bichos era un precio que estaba dispuesto a pagar; por lo menos su personalidad más valiente lo estuvo. Ahora, el hombre estaba contemplando la tierra batida mientras se preguntaba por qué había sido tan estúpido.
Quizás porque había perdido toda la curiosidad de saber a qué lugar le llevaría cada puerta o quizás porque estaba muy dolorido por los múltiples mordiscos y picaduras; Niel tardó unos minutos en levantar la vista al frente. Cuando por in lo hizo, soltó una tremenda risotada. El paisaje era perturbador, cualquier otra persona hubiera entrado en pánico. A Niel, que ya había estado ahí antes, le entró la risa.
Estaban en el interior de una nueva grieta; atrapados por dos enormes paredes de roca maciza. Encima de éstas, hombres cuervos desplumados coronaban las alturas.
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-¿Ves ese de ahí, el que tiene una mancha blanca en el pico? Es amigo mío. Se llama Berto. Si le das una galleta, te cantará una canción de amor. Y el de allá, el que tiene un ala quemada, se llama Gardo. A él no le tienes que dar nada, no sabe cantar- cambio de personalidad. Cogió la mano de Ircan con la delicadeza de una madre – Tiene muy mal aspecto, pero te pondrás bien. Cura, cura. Cura sana. Si no se cura hoy se curará…- besó la herida- ¡Mañana!- volvió a reír. Hablar sobre el mañana en un lugar donde no existía el tiempo era como un chiste que solamente él entendía.
Los cuervos sin plumas observaban a Ircan y Niel como si estos fueran los participantes de un único desfile. Aunque solo movieran su cabeza, parecían disfrutar de lo que hacían y decían sus invitados; Niel sabían a la perfección que se estaban divirtiendo. Si tuviera una galleta, se la daría a Berto como premio. A Gardo no; sus canciones eran horribles.
El hombre levantó la mano. Como antes pasó con la hoguera y la brocheta de carne, una galleta apareció en su mano. Fue una fortuna que esta estuviera libre de insectos. Sin pensarlo dos veces, lanzó la galleta al cuervo que había bautizado como Berto.
-Ya verár cómo canta, er hermoro- cada vez hablaba peor. La lengua se le había inflado por las picaduras. –Te gurtará-.
Una vez se comió la galleta, Berto abrió el pico y comenzó a graznar. Los otros cuervos, incluidos Gardo, le siguieron al unísono. El resultado final era un sonido cada más estridente; un peligro peor que el enjambre de moscas.
De la oreja izquierda de Ircan salió un pequeño hilo de sangre. Niel, curioso, lo tocó la sangre con el dedo índice.
-¿¡NO TE GURTA COMO CATAN!? ¡RI LER DOY OTRA GALETA BAIAN! ¡¿QUIERER QUE BAIEN?!- tuvo que gritar por encima de los graznidos para hacerse oír.
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* Ircan: Has salido de la sartén para entrar en las brasas. En el nuevo escenario estás en el interior de un cañón. Por encima de las paredes están los hombres cuervos sin plumas. El graznido resulta letal. Niel está a punto de lanzar una galleta al cuervo que llamó Berto. Deberás elegir entre tres opciones: dejar que le dé la galleta por ver qué ocurre, huir del lugar por otra puerta o combatir contra todos los cuervos.
Si eliges cualquiera de las dos últimas opciones deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Hont
Lo siento mucho por la larga espera. Ayer me disculpé en público en este tema ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), pero me gustaría hacerlo otra vez, en un tono más personal. He tenido unas semanas horribles a lo que mi vida privada se refiere. ¡Ni te lo imaginas! Poco a poco, quiero ir poniéndome al día con todo. Lo siento mucho.
Sigel
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Niel se colocó detrás de mi protegiéndome de aquellos bichos mientras yo me centraba en abrir la puerta. Está se abrió sin oponer resistencia, Niel y o la traspasamos sin dudar ni un segundo. Cerré la puerta con una patada para darle con ella en las narices a aquellos insectos.
Me había cabreado y provocó que el lobo de mi interior comenzará a fluir en mi intentando tomar el control.
"¡No! ¡Ahora no!" zarandeé la cabeza y apreté los dientes intentando concentrarme.
Mientras, Niel hablaba en un sonido de fondo que me me era casi imperceptible.
"¡Eres un inútil! ¡Al final harás que nos maten!" las barreras mentales que lo contenían retumbaron en mi interior.
Es amigo mío. Se llama Berto. Si le das una galleta, te cantará ... Y el de allá .... se llama Gardo. - Niel seguía hablando y yo no era capaz de captar muchas de sus palabras.
"¡Dejame en paz! ¡No conseguirás el control de mi cuerpo!"
En aquel momento Niel me cogió de la mano del brazo herido. Tanto el lobo como el humano se quedaron perplejos ante el acto de aquel hombreton, que con la delicadeza de una madre, beso mi herida. Aproveché ese pequeño momento de confusión para volver a retener al lobo, obteniendo una victoria a medias. La bestia había dejado de molestar, pero los efectos que en mi cuerpo producía no. Mi cuerpo recibía un exceso de información, en forma de olores y sonidos, que a mi cerebro le costaba asimilar.
Intenté reprimir aquello mientras comenzaba a tomar consciencia del lugar en el que me encontraba. La forma más rápida de describirlo sería decir que era el escenario propio de un buen cuento de terror. Una grisácea y oscura grieta que sólo era iluminada por el fuego de los palos ardientes que aún duraban en mi mano y la luz del firmamento en las alturas.
Niel se estaba dirigiendo hacía algo situado, precisamente, en lo alto de la grieta. Levanté la improvisada antorcha y pude distinguir una especie de cuervos humanoides sin plumaje. Se me revolvió el estomago y evité llevarme la mano a la boca para no soltar el otro palo.
Niel lanzó una galleta a uno de esos cuervos. No se de dónde pudo sacarla. Yo seguía alumbrando a aquel ser. Cuando este acabo con la galleta comenzó a graznar. En apenas unos segundos toda la bandada se puso a graznar tan fuerte que sentí como mis tímpanos podían romperse. Un calido liquido viscoso comenzó a salir de ellos, no me hizo falta pensar mucho para saber de que se trataba. Solté los palos que se apagaron cuando cayeron al suelo. Siendo lo más rápido posible, saqué el cuchillo que tenía guardado en mi cintura por debajo del disfraz de clérigo. Empuñé el cuchillo y rasgué la estela del disfraz haciendo pequeñas tiras de tela que coloqué en mis oídos intentando protegerme de aquel estridente sonido.
Habiendo minimizado un poco el impacto, por lo menos de momento, miré a mis supuestos agresores. Estaban demasiado altos como para enfrentarme a ellos, sólo un arquero podría hacer algo en aquella situación, y yo no lo era. Niel sacó otra galleta y parecía preguntarme si podía dársela ¿Eso haría que se callaran? Ni idea, solo me fije en los gestos que hizo para intentar comunicarse conmigo. Con las manos señalo hacía abajo. Si el plan era darles esas galleta para que bajaran y se callasen no era una mala idea, siempre y cuando estuvieras tan loco como Niel. Tomé la galleta de la mano de Niel y se la lancé a un cuervo diferente.
-¡Se la has lanzado a Gardo!- rechistó Niel con su personalidad malhumorada, aunque no lo pude escuchar.
Yo, suponiendo que era una replica me encogí de hombros.
-Me ha parecido que tenía hambre.
________________________________________________________________________________________________________
No te preocupes Sigel, es comprensible ^^. Por cierto me ha gustado mucho la foto de los cuervos. A ver que sigue ahora jajaja.
Me había cabreado y provocó que el lobo de mi interior comenzará a fluir en mi intentando tomar el control.
"¡No! ¡Ahora no!" zarandeé la cabeza y apreté los dientes intentando concentrarme.
Mientras, Niel hablaba en un sonido de fondo que me me era casi imperceptible.
"¡Eres un inútil! ¡Al final harás que nos maten!" las barreras mentales que lo contenían retumbaron en mi interior.
Es amigo mío. Se llama Berto. Si le das una galleta, te cantará ... Y el de allá .... se llama Gardo. - Niel seguía hablando y yo no era capaz de captar muchas de sus palabras.
"¡Dejame en paz! ¡No conseguirás el control de mi cuerpo!"
En aquel momento Niel me cogió de la mano del brazo herido. Tanto el lobo como el humano se quedaron perplejos ante el acto de aquel hombreton, que con la delicadeza de una madre, beso mi herida. Aproveché ese pequeño momento de confusión para volver a retener al lobo, obteniendo una victoria a medias. La bestia había dejado de molestar, pero los efectos que en mi cuerpo producía no. Mi cuerpo recibía un exceso de información, en forma de olores y sonidos, que a mi cerebro le costaba asimilar.
Intenté reprimir aquello mientras comenzaba a tomar consciencia del lugar en el que me encontraba. La forma más rápida de describirlo sería decir que era el escenario propio de un buen cuento de terror. Una grisácea y oscura grieta que sólo era iluminada por el fuego de los palos ardientes que aún duraban en mi mano y la luz del firmamento en las alturas.
Niel se estaba dirigiendo hacía algo situado, precisamente, en lo alto de la grieta. Levanté la improvisada antorcha y pude distinguir una especie de cuervos humanoides sin plumaje. Se me revolvió el estomago y evité llevarme la mano a la boca para no soltar el otro palo.
Niel lanzó una galleta a uno de esos cuervos. No se de dónde pudo sacarla. Yo seguía alumbrando a aquel ser. Cuando este acabo con la galleta comenzó a graznar. En apenas unos segundos toda la bandada se puso a graznar tan fuerte que sentí como mis tímpanos podían romperse. Un calido liquido viscoso comenzó a salir de ellos, no me hizo falta pensar mucho para saber de que se trataba. Solté los palos que se apagaron cuando cayeron al suelo. Siendo lo más rápido posible, saqué el cuchillo que tenía guardado en mi cintura por debajo del disfraz de clérigo. Empuñé el cuchillo y rasgué la estela del disfraz haciendo pequeñas tiras de tela que coloqué en mis oídos intentando protegerme de aquel estridente sonido.
Habiendo minimizado un poco el impacto, por lo menos de momento, miré a mis supuestos agresores. Estaban demasiado altos como para enfrentarme a ellos, sólo un arquero podría hacer algo en aquella situación, y yo no lo era. Niel sacó otra galleta y parecía preguntarme si podía dársela ¿Eso haría que se callaran? Ni idea, solo me fije en los gestos que hizo para intentar comunicarse conmigo. Con las manos señalo hacía abajo. Si el plan era darles esas galleta para que bajaran y se callasen no era una mala idea, siempre y cuando estuvieras tan loco como Niel. Tomé la galleta de la mano de Niel y se la lancé a un cuervo diferente.
-¡Se la has lanzado a Gardo!- rechistó Niel con su personalidad malhumorada, aunque no lo pude escuchar.
Yo, suponiendo que era una replica me encogí de hombros.
-Me ha parecido que tenía hambre.
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No te preocupes Sigel, es comprensible ^^. Por cierto me ha gustado mucho la foto de los cuervos. A ver que sigue ahora jajaja.
Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
-Estarás contento- dijo Niel con tono de sarcasmo - Te dije que Gardo no sabía cantar. ¡Mira lo que has conseguido! Ahora todos se han callado por tú culpa-.
Una parte de su subconsciente estaba molesto con Ircan. A Niel le gustaba la canción de los cuervos, siempre que fuera a Berto a quien se le diese la galleta. Ircan, en lugar de hacer callar a los cuervos, podría, más bien debería, haber cogido de la mano de Niel y bailar. Hubiera sido tan hermoso… Niel fingiría sonrojarse, invocaría un abanico con el que se cubriría la mitad inferior de la cara y cortejaría con los ojos de una doncella a Ircan. “Oh Discordia, ¿es a mí? Soy la única doncella de la fiesta, ¡claro que es a mí! No hay otra doncella en la fiesta”. Estarían bailando durante horas; a los cuervos no les importaría cantar durante todo aquel tiempo y a Discordia tampoco le importaría que se quedasen por más tiempo en la grieta.
Niel dedicó una mirada de fría indignación, como la de una mujer despechada, a Ircan. La respuesta del chico (tenía hambre) provocó un cambio, muy oportuno, de personalidad. Niel soltó una gran carcajada que retumbó por todas la grieta. Cuatro hombres cuervos volaron espantados por el estruendo de la risa.
-No muerdas la mano que te da de comer- le dije a Gardo con la voz de un viejo refranero y cascarrabias. Luego, a Ircan: – Ya conoces el refrán: les das la mano y te comerán el brazo-.
Sacó un pañuelo del bolsillo del pantalón. Lo utilizó para limpiarse su oreja izquierda de sangre y el peto de Ircan de migas. Cuando terminó, le estiró de la oreja y le dijo con voz suave y amenazadora:
-Me debes un baile y una canción- le soltó de un empujón - ¡Oh Discordia llévanos a vuestro salón! Ircan y Niel Creed bailarán a vuestra salud-.
La puerta se abrió en frente de los dos. Para mayor comodidad, era la puerta quien se movía hacia Ircan y Niel, ellos no tenían que hacer nada. Eran invitados a los salones de Discordia, y Discordia sabía tratar muy bien a sus invitados. No tenía vergüenza en reconocerlo: a veces, pecaba de ser tan buen anfitrión. Concedían a sus gentes aquello que quisieran: una hoguera, una brocheta de carne, una canción para enamorar…, con lo que fuera que soñasen, Discordia lo invocaba. Casi se le olvidaba que sus invitados entraron para pasar miedo. Los insectos daban mucho miedo, sobre todo si tiene las peores partes de cada bicho. Y quien dijera que los cuervos, mensajeros del mal augurio, no daban miedo se equivocaba. ¡Así de bueno era con sus invitados! Les concedía deseos y terror.
Ircan y Niel aparecieron el salón de Discordia, el cual parecía taberna sin paredes y mesas infinitas, vestidos de caballero y doncella respectivamente. Sentados, en las mesas estaban absolutamente todos los invitados de Discordia: elfos, humanos, vampiros e incluso un hombre-zarigüeya; llegaron para ver el espectáculo prometido por Niel.
Sentado en una silla dos veces más grande y que no escatimaba en adornos, Discordia presidía el lugar. Mientras los recién llegados se acomodaban con sus nuevos trajes y al escenario preparado, Discordia jugaba con un ojo que él mismo había convocado. Lo hacía rodar entre sus dedos como si fuera una moneda. Le fascinaba el tacto blanducho y delicado del ojo. ¿Todos eran iguales? ¿Podía existir un ojo tan resistente que no se rompiese al caer al suelo? ¿A qué sabría?
-Aguanta- le paso el ojo a Ircan - Si consigues que no se te rompa bailando te daré un premio. Una pista: no será una galleta-.
Niel ya estaba preparado para el baile. Era un bruto humano del norte de Verisar, entre sus costumbres estaba la de utilizar grandes hachas para bailar con sus enemigos. Discordia, gran anfitrión, le concedió su deseo: dos grandes hachas para que cortar y recortar la cabeza de Ircan. ¡Esto iba a ser divertido!
* Ircan: El objetivo en el siguiete turno es doble:
Describir el salón infinito de Dioscordia. Invitados y su anfitrión incluido. Aunque tú puedes reconocer a los invitados, ellos no lo te reconocerán. Ni Hont ni nadie sabrá quién eres.
Enfrentarte contra Niel en un baile al estilo vikingo. No olvides lanzar la voluntad de los Dioses.
Una parte de su subconsciente estaba molesto con Ircan. A Niel le gustaba la canción de los cuervos, siempre que fuera a Berto a quien se le diese la galleta. Ircan, en lugar de hacer callar a los cuervos, podría, más bien debería, haber cogido de la mano de Niel y bailar. Hubiera sido tan hermoso… Niel fingiría sonrojarse, invocaría un abanico con el que se cubriría la mitad inferior de la cara y cortejaría con los ojos de una doncella a Ircan. “Oh Discordia, ¿es a mí? Soy la única doncella de la fiesta, ¡claro que es a mí! No hay otra doncella en la fiesta”. Estarían bailando durante horas; a los cuervos no les importaría cantar durante todo aquel tiempo y a Discordia tampoco le importaría que se quedasen por más tiempo en la grieta.
Niel dedicó una mirada de fría indignación, como la de una mujer despechada, a Ircan. La respuesta del chico (tenía hambre) provocó un cambio, muy oportuno, de personalidad. Niel soltó una gran carcajada que retumbó por todas la grieta. Cuatro hombres cuervos volaron espantados por el estruendo de la risa.
-No muerdas la mano que te da de comer- le dije a Gardo con la voz de un viejo refranero y cascarrabias. Luego, a Ircan: – Ya conoces el refrán: les das la mano y te comerán el brazo-.
Sacó un pañuelo del bolsillo del pantalón. Lo utilizó para limpiarse su oreja izquierda de sangre y el peto de Ircan de migas. Cuando terminó, le estiró de la oreja y le dijo con voz suave y amenazadora:
-Me debes un baile y una canción- le soltó de un empujón - ¡Oh Discordia llévanos a vuestro salón! Ircan y Niel Creed bailarán a vuestra salud-.
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La puerta se abrió en frente de los dos. Para mayor comodidad, era la puerta quien se movía hacia Ircan y Niel, ellos no tenían que hacer nada. Eran invitados a los salones de Discordia, y Discordia sabía tratar muy bien a sus invitados. No tenía vergüenza en reconocerlo: a veces, pecaba de ser tan buen anfitrión. Concedían a sus gentes aquello que quisieran: una hoguera, una brocheta de carne, una canción para enamorar…, con lo que fuera que soñasen, Discordia lo invocaba. Casi se le olvidaba que sus invitados entraron para pasar miedo. Los insectos daban mucho miedo, sobre todo si tiene las peores partes de cada bicho. Y quien dijera que los cuervos, mensajeros del mal augurio, no daban miedo se equivocaba. ¡Así de bueno era con sus invitados! Les concedía deseos y terror.
Ircan y Niel aparecieron el salón de Discordia, el cual parecía taberna sin paredes y mesas infinitas, vestidos de caballero y doncella respectivamente. Sentados, en las mesas estaban absolutamente todos los invitados de Discordia: elfos, humanos, vampiros e incluso un hombre-zarigüeya; llegaron para ver el espectáculo prometido por Niel.
Sentado en una silla dos veces más grande y que no escatimaba en adornos, Discordia presidía el lugar. Mientras los recién llegados se acomodaban con sus nuevos trajes y al escenario preparado, Discordia jugaba con un ojo que él mismo había convocado. Lo hacía rodar entre sus dedos como si fuera una moneda. Le fascinaba el tacto blanducho y delicado del ojo. ¿Todos eran iguales? ¿Podía existir un ojo tan resistente que no se rompiese al caer al suelo? ¿A qué sabría?
-Aguanta- le paso el ojo a Ircan - Si consigues que no se te rompa bailando te daré un premio. Una pista: no será una galleta-.
Niel ya estaba preparado para el baile. Era un bruto humano del norte de Verisar, entre sus costumbres estaba la de utilizar grandes hachas para bailar con sus enemigos. Discordia, gran anfitrión, le concedió su deseo: dos grandes hachas para que cortar y recortar la cabeza de Ircan. ¡Esto iba a ser divertido!
- Discordia:
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* Ircan: El objetivo en el siguiete turno es doble:
Describir el salón infinito de Dioscordia. Invitados y su anfitrión incluido. Aunque tú puedes reconocer a los invitados, ellos no lo te reconocerán. Ni Hont ni nadie sabrá quién eres.
Enfrentarte contra Niel en un baile al estilo vikingo. No olvides lanzar la voluntad de los Dioses.
Sigel
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Si tuviera que escoger una imagen fielmente descriptiva de la frase "una de cal y una de arena" tomaría un retrato mio sin dudarlo. Me había librado de unas asquerosas moscas come carne, una de cal, para caer en el nido de unos ruidosos y peligrosos cuervos humanoides desplumados, una de arena. Había conseguido que los pajarracos se callaran para que no me estallaran los oídos, otra de cal, para ahora estar en medio de un infinito salón-taberna, vestido de caballerito, y enfrentado a una gigantesca mole vestida de damisela que sostenía dos hachas y esperaba el primer paso de un mortal baile, otra de arena. Sin duda era la imagen perfecta. Pero no adelantemos acontecimientos, ya llegaremos a la mortal damisela de dos por dos después.
Por la más insólita de las suertes mi improvisada locura había funcionado, algo que seguro que aumento mi larga lista de deudas con los dioses. Había conseguido que aquellos cuervos se callarán. Por el contrario, Niel se había enfadado, ¿A qué loco se le ocurría enfadarse por ello? Correcto, al bueno de Niel, o no tan bueno. Tras aquello su comportamiento hacía mi cambio radicalmente. Intuí que el refrán no había sido únicamente dirigido a los cuervos. Me cogió por el cuello de la camisa y me alzó en vilo.
-Me debes un baile y una canción- me lanzó al suelo y caí de golpe sobre mi espalda, quedando durante un breve momento sin respiración.
Por primera vez en toda aquella extraña aventura vi en él los ojos de un enemigo. Me levanté mientras él invocaba a Discordia. No deje de observarlo, ¿Acaso había sido él el artífice de todo? ¿Niel era en realidad Discordia? Sin duda, él era otro perfecto retrato de aquella palabra.
La puerta invocada nos engulló llevándonos a un lugar que por lo menos en apariencia era agradable, el primero en todo aquel viaje. Mis ropas había sido cambiadas, ya no llevaba puesto el disfraz, ni siquiera llevaba la armadura, tan sólo mi colgante, mis espadas y mi daga. El lugar era inmenso, aunque la palabra inmenso era quedarse corto. Las mesas y sillas, típicas de cualquier y normal cantina, se sucedían una tras otra hasta el infinito. Estas estaban colocadas en forma de semicírculo, rodeando el pequeño espacio abierto en el que me encontraba junto a Niel, y partiendo desde el eje de un gran estrado coronado con una gran silla. Las únicas filas ocupadas eran la tercera y la cuarta, en ellas parecía que habían sido convocados todos los habitantes de Discordia, muchos de ellos estaban demacrados por la locura, y todos compartían una característica común, sus ojos carecían de brillo.
"¿Qué les han hecho a esta gente?" miré a los presentes.
Todos habían sido engalanados con las mejores galas. Muchas de aquellas prendas las había visto durante la II Gala de los Oscars. Parecía que cada raza lucía el mejor de los trajes en consonancia. Un hombre-bestia iba vestido con unas ropas triviales hechas de huesos, hojas amplias, marfil y pinturas corporales, un traje muy parecido al que empleo aquel hombre-bestia que tantos problemas dio. Algunos llevaban armaduras de gala, otros ropas más bastas pero elegantes a su modo. Incluso pude ver un traje que parecía que estaba envuelto en llamas, ¿sufriría el mismo destino?
-¿H...Hont?- fijé mi mirada en un pequeño punto de una de las mesas de la tercera fila. Un pequeño hombrecillo vestido con un chaqué y una camisa a escala me miraba con unos ojos sin luz. Sin duda era él. -¡Hont!.- No reaccionaba. No me reconocía. "¿Qué te han hecho?" reprimí la tristeza.
Busqué por la sala para encontrar al culpable de todo aquello. No fue difícil de encontrar. Presidiendo la estancia una figura gigante descansaba sobre aquel trono de oro y joyas. Una extraña luz parecía salir de aquel lugar, iluminando al dueño de todo aquello, Discordia. Sentado como estaba, sólo su tronco sería el doble que yo. Vestía una larga capa, con tonos dorados y oscuros, a juego con unas elegantes calzas aterciopeladas, y una amplia pechera blanca. Su cabeza estaba cubierta por un yelmo, también de toques dorados y oscuros, que me impedía ver su rostro. En su mano derecha jugueteaba con una pequeña esfera, ¿una esfera? No, era un ojo, un ojo que si no era de verdad era demasiado realista, y de ser así fue demasiado realista para mi gusto.
Sin previo aviso me lanzó aquel ojo, que cogí al vuelo más por instinto y suerte que por habilidad. Al momento de sentir su viscoso tacto me arrepentí. Justo cuando mi estomago me ordenaba que soltará aquella cosa, llegó la advertencia. Me quedé parado y lo miré. La pupila se movió para devolverme la mirada. Algo se removió en mi interior, no podría asegurar si fueron mis tripas o algo más profundo, la cuestión es que me vi obligado a apartar la mirada.
"Esto parece importante." pensé mordiéndome el labio para reprimir mi agitación interna. "¿Si es así por qué me lo ha dado? ¿Si lo destruyo todo se acabará? ¿Todos seremos libres?" comencé a apretar aquella viscosidad entre mis dedos. Volví mi vista a los espectadores, me detuve. "Si todo fuera así de fácil alguno de ellos lo hubiera hecho, algo falla." volví a mirar el ojo. "Eso en el supuesto de que hayan estado en la misma situación que yo." apreté los dientes. "¿Qué debo hacer?"
-¡Vamos, chico! ¡No tengo todo el día! - me gritó Niel haciendo chocar sus hachas. -Bueno... en realidad tengo todo el tiempo del mundo, ¡Pero no me da la gana! - estalló de rabia y se abalanzó sobre mi.
-¡Espera! - grité alzando la mano que tenía libre. Por algún extraño motivo se detuvo. "Tengo que pensar en algo..." miré a Discordia, en lo alto de su palco. -Tu querías un baile y una canción. Y esto es un gran salón. Tenemos la pista. - pateé el suelo.- Tenemos los trajes. - señalé mi traje de príncipe con un gesto elegante. -Tenemos un gran publico. - puse los brazos en cruz y rodé sobre mi mismo. -Pero falta algo. ¿No lo notas? ¡Vamos! ¡Se que lo sabes! - le reté. Si quería tener alguna posibilidad debía de entrar en el juego.
-¡Música! ¡En un momento lo arreglo! - gritó alzando una de sus hachas preparado para invocar su deseo.
-¡No! - volví a detenerlo. -Yo soy el que te debe el baile, es mi deber como caballero el escoger una música adecuada para mi dama. - hice una pequeña reverencia. Niel sonrió complacido con la idea mientras comenzaba a afilar sus hachas una con la otra. "Es momento de tirar los dados."
Alcé la mirada hacía Discordía pensando en la canción adecuada para la ocasión. Volví ahora la mirada hacia Niel, un humano con un cuerpo fuerte y un rostro duro, no era la primera vez que veía aquel tipo de caracteres. Aquello me hizo recordar una enérgica canción que escuché durante mis viajes.
"Creo que se ajusta a él y..." pude notar la rebosante energía que despedía el emocionado cuerpo de mi contrincante. "Servirá para enloquecerlo, un poco más... Eso puede darme algún tipo de ventaja." levanté la mano apuntando al techo. -Espero que te guste la canción que voy a escoger querida. - formulé mentalmente mi deseo recordando con detalle la melodía. -Pero recuerda, es solo una canción y un baile. Cuando este termine estaremos en paz. - desenfundé mi espada al tiempo que la kraviklyras comenzaba a sonar.
Niel amplió su sonrisa y comenzó a avanzar hacía mi al por ahora pausado ritmo de la música. Sonaron los cuernos de cabrá y la voz de unos cantantes invisibles comenzó a llenar la estancia. Di un paso hacía atrás, la música había comenzado. El ritmo sonido de la muerte avanzaba hacía mi vestido de damisela. Los tambores se unieron a la melodía, al igual que las hachas lo hicieron al acción. Esquivé por los pelos, Niel comenzó a reírse a carcajadas totalmente enloquecido por la melodía. ¿Había sido aquella una buena idea? Volvió a dar otro golpe. Lo desvié con mi espada, pero fue demasiado violento, el impulso me hizo girar sobre mi mismo y choqué con una mesa, quedando sentado sobre el banco de madera. Niel no me dio pausa ninguna, alzó sus armas y las descargó sobre mi. Rodé por el banco, el cual se partió cuando el golpe impactó en él. Niel no tardó en dar una replica. Clavé mi espada en el trozo de banco que nos separaba. Sus hachas se estamparon contra la espada, esto evitó el golpe pero por el contrario hizo que la espada saliera volando.
-¡También falta cerveza!- en la mano que se me había quedado libre apareció un cuerno de cerveza. Aprovechando el pequeño momento que había conseguido estampé el cuerno de cerveza en la cabeza de aquella mole.
Por un momento quedó noqueado por el golpe. Luego comenzó a sorber la cerveza que se le había quedado en la barba. Y por ultimo rió con más fuerza que nunca. Apreté los dientes asustado y corrí para subirme a la mesa, puede que si contaba con la ventaja de la altura pudiera ganar aquel baile. Niel no tardó en barrer la mesa con sus hachas. Yo salté para evitarlo. Dio otro tremendo golpe en vertical, lo esquive y aproveché para sacar mi daga, la mesa resistió el golpe. Niel repitió la acción, yo me hice a un lado, y justo antes de que la mesa cediera ante la nueva acometida, salté y apoyándome en la cabeza del hombre di una pirueta en el aire que al caer me dejó a su espalda. Me giré y le di un pequeño tajo en la parte posterior del muslo que hizo que se rasgará su vestido. Previendo lo que podía suceder, no tardé en dar un salto hacia atrás, ante el siguiente golpe de Niel.
-¡Mi vestido!
-Así estás más sexy cariño. - le sonreí, creo que me metí demasiado en aquel papel. Mientras Niel examinaba los daños sufridos yo me aseguré de que el ojo seguía en perfectas condiciones, y así era, dí un pequeño suspiro y mi mirada fue de nuevo hacia los espectadores. Aquel ojo era la clave para no acabar como ellos. "Debo de protegerlo a cualquier precio. Pase lo que pase no puedo soltarlo. Sólo unos pocos acordes más."
Aquel pequeño momento de distracción fue suficiente para que Niel se acercará demasiado a mi. Sus hachas cortaron el horizontal el viento, yo intenté reaccionar a tiempo, pero no fui lo suficientemente rápido. El acero traspaso mis ropas y mi piel pronto dio cuenta de su profundo sabor. Caí al suelo, deslizándome un poco por él. El pecho me ardía. Niel se acercaba al ritmo de la música. No me daría tiempo levantarme. El baile de la muerte llegaba a su fin. La voz de los cantantes se alzaba de una forma dramática. Llevé la mano en la que aún conservaba el ojo contra mi pecho. Todo previsto para el golpe final, que fue acompañado por el sonido estridente de un trueno.
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Suscribo totalmente lo de una de cal y una de arena. De una runa inmejorable a una runa impeorable. Me van a tener que recoger con una pajita u.u
Por la más insólita de las suertes mi improvisada locura había funcionado, algo que seguro que aumento mi larga lista de deudas con los dioses. Había conseguido que aquellos cuervos se callarán. Por el contrario, Niel se había enfadado, ¿A qué loco se le ocurría enfadarse por ello? Correcto, al bueno de Niel, o no tan bueno. Tras aquello su comportamiento hacía mi cambio radicalmente. Intuí que el refrán no había sido únicamente dirigido a los cuervos. Me cogió por el cuello de la camisa y me alzó en vilo.
-Me debes un baile y una canción- me lanzó al suelo y caí de golpe sobre mi espalda, quedando durante un breve momento sin respiración.
Por primera vez en toda aquella extraña aventura vi en él los ojos de un enemigo. Me levanté mientras él invocaba a Discordia. No deje de observarlo, ¿Acaso había sido él el artífice de todo? ¿Niel era en realidad Discordia? Sin duda, él era otro perfecto retrato de aquella palabra.
La puerta invocada nos engulló llevándonos a un lugar que por lo menos en apariencia era agradable, el primero en todo aquel viaje. Mis ropas había sido cambiadas, ya no llevaba puesto el disfraz, ni siquiera llevaba la armadura, tan sólo mi colgante, mis espadas y mi daga. El lugar era inmenso, aunque la palabra inmenso era quedarse corto. Las mesas y sillas, típicas de cualquier y normal cantina, se sucedían una tras otra hasta el infinito. Estas estaban colocadas en forma de semicírculo, rodeando el pequeño espacio abierto en el que me encontraba junto a Niel, y partiendo desde el eje de un gran estrado coronado con una gran silla. Las únicas filas ocupadas eran la tercera y la cuarta, en ellas parecía que habían sido convocados todos los habitantes de Discordia, muchos de ellos estaban demacrados por la locura, y todos compartían una característica común, sus ojos carecían de brillo.
"¿Qué les han hecho a esta gente?" miré a los presentes.
Todos habían sido engalanados con las mejores galas. Muchas de aquellas prendas las había visto durante la II Gala de los Oscars. Parecía que cada raza lucía el mejor de los trajes en consonancia. Un hombre-bestia iba vestido con unas ropas triviales hechas de huesos, hojas amplias, marfil y pinturas corporales, un traje muy parecido al que empleo aquel hombre-bestia que tantos problemas dio. Algunos llevaban armaduras de gala, otros ropas más bastas pero elegantes a su modo. Incluso pude ver un traje que parecía que estaba envuelto en llamas, ¿sufriría el mismo destino?
-¿H...Hont?- fijé mi mirada en un pequeño punto de una de las mesas de la tercera fila. Un pequeño hombrecillo vestido con un chaqué y una camisa a escala me miraba con unos ojos sin luz. Sin duda era él. -¡Hont!.- No reaccionaba. No me reconocía. "¿Qué te han hecho?" reprimí la tristeza.
Busqué por la sala para encontrar al culpable de todo aquello. No fue difícil de encontrar. Presidiendo la estancia una figura gigante descansaba sobre aquel trono de oro y joyas. Una extraña luz parecía salir de aquel lugar, iluminando al dueño de todo aquello, Discordia. Sentado como estaba, sólo su tronco sería el doble que yo. Vestía una larga capa, con tonos dorados y oscuros, a juego con unas elegantes calzas aterciopeladas, y una amplia pechera blanca. Su cabeza estaba cubierta por un yelmo, también de toques dorados y oscuros, que me impedía ver su rostro. En su mano derecha jugueteaba con una pequeña esfera, ¿una esfera? No, era un ojo, un ojo que si no era de verdad era demasiado realista, y de ser así fue demasiado realista para mi gusto.
Sin previo aviso me lanzó aquel ojo, que cogí al vuelo más por instinto y suerte que por habilidad. Al momento de sentir su viscoso tacto me arrepentí. Justo cuando mi estomago me ordenaba que soltará aquella cosa, llegó la advertencia. Me quedé parado y lo miré. La pupila se movió para devolverme la mirada. Algo se removió en mi interior, no podría asegurar si fueron mis tripas o algo más profundo, la cuestión es que me vi obligado a apartar la mirada.
"Esto parece importante." pensé mordiéndome el labio para reprimir mi agitación interna. "¿Si es así por qué me lo ha dado? ¿Si lo destruyo todo se acabará? ¿Todos seremos libres?" comencé a apretar aquella viscosidad entre mis dedos. Volví mi vista a los espectadores, me detuve. "Si todo fuera así de fácil alguno de ellos lo hubiera hecho, algo falla." volví a mirar el ojo. "Eso en el supuesto de que hayan estado en la misma situación que yo." apreté los dientes. "¿Qué debo hacer?"
-¡Vamos, chico! ¡No tengo todo el día! - me gritó Niel haciendo chocar sus hachas. -Bueno... en realidad tengo todo el tiempo del mundo, ¡Pero no me da la gana! - estalló de rabia y se abalanzó sobre mi.
-¡Espera! - grité alzando la mano que tenía libre. Por algún extraño motivo se detuvo. "Tengo que pensar en algo..." miré a Discordia, en lo alto de su palco. -Tu querías un baile y una canción. Y esto es un gran salón. Tenemos la pista. - pateé el suelo.- Tenemos los trajes. - señalé mi traje de príncipe con un gesto elegante. -Tenemos un gran publico. - puse los brazos en cruz y rodé sobre mi mismo. -Pero falta algo. ¿No lo notas? ¡Vamos! ¡Se que lo sabes! - le reté. Si quería tener alguna posibilidad debía de entrar en el juego.
-¡Música! ¡En un momento lo arreglo! - gritó alzando una de sus hachas preparado para invocar su deseo.
-¡No! - volví a detenerlo. -Yo soy el que te debe el baile, es mi deber como caballero el escoger una música adecuada para mi dama. - hice una pequeña reverencia. Niel sonrió complacido con la idea mientras comenzaba a afilar sus hachas una con la otra. "Es momento de tirar los dados."
Alcé la mirada hacía Discordía pensando en la canción adecuada para la ocasión. Volví ahora la mirada hacia Niel, un humano con un cuerpo fuerte y un rostro duro, no era la primera vez que veía aquel tipo de caracteres. Aquello me hizo recordar una enérgica canción que escuché durante mis viajes.
"Creo que se ajusta a él y..." pude notar la rebosante energía que despedía el emocionado cuerpo de mi contrincante. "Servirá para enloquecerlo, un poco más... Eso puede darme algún tipo de ventaja." levanté la mano apuntando al techo. -Espero que te guste la canción que voy a escoger querida. - formulé mentalmente mi deseo recordando con detalle la melodía. -Pero recuerda, es solo una canción y un baile. Cuando este termine estaremos en paz. - desenfundé mi espada al tiempo que la kraviklyras comenzaba a sonar.
- Canción:
Niel amplió su sonrisa y comenzó a avanzar hacía mi al por ahora pausado ritmo de la música. Sonaron los cuernos de cabrá y la voz de unos cantantes invisibles comenzó a llenar la estancia. Di un paso hacía atrás, la música había comenzado. El ritmo sonido de la muerte avanzaba hacía mi vestido de damisela. Los tambores se unieron a la melodía, al igual que las hachas lo hicieron al acción. Esquivé por los pelos, Niel comenzó a reírse a carcajadas totalmente enloquecido por la melodía. ¿Había sido aquella una buena idea? Volvió a dar otro golpe. Lo desvié con mi espada, pero fue demasiado violento, el impulso me hizo girar sobre mi mismo y choqué con una mesa, quedando sentado sobre el banco de madera. Niel no me dio pausa ninguna, alzó sus armas y las descargó sobre mi. Rodé por el banco, el cual se partió cuando el golpe impactó en él. Niel no tardó en dar una replica. Clavé mi espada en el trozo de banco que nos separaba. Sus hachas se estamparon contra la espada, esto evitó el golpe pero por el contrario hizo que la espada saliera volando.
-¡También falta cerveza!- en la mano que se me había quedado libre apareció un cuerno de cerveza. Aprovechando el pequeño momento que había conseguido estampé el cuerno de cerveza en la cabeza de aquella mole.
Por un momento quedó noqueado por el golpe. Luego comenzó a sorber la cerveza que se le había quedado en la barba. Y por ultimo rió con más fuerza que nunca. Apreté los dientes asustado y corrí para subirme a la mesa, puede que si contaba con la ventaja de la altura pudiera ganar aquel baile. Niel no tardó en barrer la mesa con sus hachas. Yo salté para evitarlo. Dio otro tremendo golpe en vertical, lo esquive y aproveché para sacar mi daga, la mesa resistió el golpe. Niel repitió la acción, yo me hice a un lado, y justo antes de que la mesa cediera ante la nueva acometida, salté y apoyándome en la cabeza del hombre di una pirueta en el aire que al caer me dejó a su espalda. Me giré y le di un pequeño tajo en la parte posterior del muslo que hizo que se rasgará su vestido. Previendo lo que podía suceder, no tardé en dar un salto hacia atrás, ante el siguiente golpe de Niel.
-¡Mi vestido!
-Así estás más sexy cariño. - le sonreí, creo que me metí demasiado en aquel papel. Mientras Niel examinaba los daños sufridos yo me aseguré de que el ojo seguía en perfectas condiciones, y así era, dí un pequeño suspiro y mi mirada fue de nuevo hacia los espectadores. Aquel ojo era la clave para no acabar como ellos. "Debo de protegerlo a cualquier precio. Pase lo que pase no puedo soltarlo. Sólo unos pocos acordes más."
Aquel pequeño momento de distracción fue suficiente para que Niel se acercará demasiado a mi. Sus hachas cortaron el horizontal el viento, yo intenté reaccionar a tiempo, pero no fui lo suficientemente rápido. El acero traspaso mis ropas y mi piel pronto dio cuenta de su profundo sabor. Caí al suelo, deslizándome un poco por él. El pecho me ardía. Niel se acercaba al ritmo de la música. No me daría tiempo levantarme. El baile de la muerte llegaba a su fin. La voz de los cantantes se alzaba de una forma dramática. Llevé la mano en la que aún conservaba el ojo contra mi pecho. Todo previsto para el golpe final, que fue acompañado por el sonido estridente de un trueno.
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Última edición por Ircan el Dom Ene 07 2018, 13:47, editado 1 vez (Razón : Las runas T.T)
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
El miembro 'Ircan' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Con el primer hachazo, el vikingo rompió la armadura de Ircan y el ojo que Discordia dio y con el segundo le cercenó el brazo izquierdo. Discordia y el público se levantaron al unísono de sus asientos; aplaudieron con intensidad. Ambos lo habían hecho francamente bien. Por supuesto, uno mejor que el otro. Fuera de las no-paredes de Discordia, Niel Creed era considerado un peligroso bárbaro. Pertenecía a una vulgar tribu de hombres salvajes aledaña a la ciudad de Baslodia. Su religión tenía tres máximas: hachas, canciones de guerra y cerveza. Discordia, como buen anfitrión, le ofreció aquello que más le gustaba: hachas, canciones y cerveza. Ircan, la joven promesa del día, parecía ser tan generoso como el propio Discordia. Sus deseos, al contrario de lo que cabría esperar, no fueron para sacar ventaja en el baile de hachas, sino para que su rival estuviera lo más cómodo posible. Había que reconocerlo, el gesto le honraba. Una lástima que los bailes no se ganen en función de la generosidad.
Niel Creed levantó a Ircan por el brazo derecho, el que le quedaba pegado al cuerpo. Celebró su victoria como si fuera un gladiador en la arena.
-¡Aprende a bailar!- gritaba y reía.
Discordia hizo aparecer una copa dorada repleta de dulce vino de uva dorada, se la ofreció a Niel como premio. El Vikingo la tomó con ambas manos y se bebió el vino de un solo trago. Demostró lo agradecido que estaba con un eructo. Ircan, como perdedor, no merecía ninguna ofrenda. Es más, ni siquiera merecía seguir en Discordia. El paraíso adimensional y atemporal se le fue arrebatado. Canceló todo lo que había conjurado para su entretenimiento. Chao, chao. Vuelve cuando quieras. Discordia se despidió haciendo un gesto afeminado con la mano derecha, parecía una princesa despidiéndose de su amado caballero.
Ircan despertaba en la cutre casa del terror que entró al principio de la noche. El tiempo parecía no haber pasado. Desde la entrada de la puerta, el presentador de la atracción espiaba curioso las reacciones de Ircan. Le había escuchado gritar, era el primer hombre en toda la noche que conseguía asustar. ¿Creyó ver algún fantasma en los trapos blancos colgados del techo o fue por las redes de pesca haciendo de gigantes telarañas?
-Tranquilo chico, es de mentira- le dijo desde la entrada.
El presentador de las atracciones, un viejo e ignorante gitano, no se dio cuenta que su atracción sufrió dos cambios desde que Ircan entró. El primero residía en el disfraz de Ircan, el vestido de sacerdote había desaparecido y ahora vestía como un caballero con la armadura rota. Si no se dio cuenta del cambio era porque, durante toda la noche, había visto un centenar de disfraces diferentes. Imposible recordarlos todos. Para el segundo cambio había que tener un ojo más agudo, desde el umbral de la puerta era imposible notarlo. La cabeza de bruja en la bola de cristal tenía una brecha en el cráneo y, desde ahí, se podía ver una taberna sin puertas ni paredes.
* Ircan: Creo que me encuentro un poco mejor anímicamente. Ya te conté mis problemas por mp. Casi todo diciembre y lo que llevamos de enero lo he pasado en la cama. He estado muy enferma. Por fin me he visto con fuerzas de seguir con esta misión.
Aquí, en este punto de la misión, pensé que sería interesante dar a elegir si continuar la misión o abandonarla. Me explico. Has perdido el combate. El ojo no significaba nada. El truco, la solución del acertijo, estaba en la esencia del vikingo: canciones, guerra y cerveza. Pensé que lo habías acertado, pero el final lo centraste en el ojo y… Fallo. El golpe de gracia era con la música, cerveza y la guerra. No has fracasado por la mala runa influye (decía si el ojo sobrevivía o no. Si llega a sobrevivir tenías premio extra), pero no es la solución. Esta misión era muy complicada, yo lo entiendo. Se me ocurrió hacer una locura en el que cada post fuera un mundo diferente y en cada uno poner un “acertijo”. Ya lo viste: para los bichos la solución era invocar más brochetas de carne (al ser el primer acertijo, lo pasé por alto), para los cuervos era la galleta, ¡acertaste!, y para el último “la religión del vikingo”. Como era una idea mía muy tonta que no estaba nada segura que fuera a funcionar se me ocurrió que, al tercer acertijo, hubiera la opción de cerrar la misión si es que el usuario no la estaba disfrutando. Ahora bien, ya sabes el secreto. Tienes la opción de abandonar Discordia o continuar con el juego.
Si eliges lo primero:
Tu brazo sigue en su lugar, pero lo notas extraño. Deberás salir de la cutre casa del terror y olvidarte de La Feria de los Horrores. En ese momento, se acabará la misión. Tendrás las recompensas y maldiciones como una misión normal, por eso no te preocupes.
Si eliges lo segundo:
Tu brazo sigue en su lugar, pero lo notas extraño. Deberás investigar, fuera de Discordia, la manera de volver a entrar. Prueba a interrogar al gitano.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Hont, Niel Creed y Discordia.
Niel Creed levantó a Ircan por el brazo derecho, el que le quedaba pegado al cuerpo. Celebró su victoria como si fuera un gladiador en la arena.
-¡Aprende a bailar!- gritaba y reía.
Discordia hizo aparecer una copa dorada repleta de dulce vino de uva dorada, se la ofreció a Niel como premio. El Vikingo la tomó con ambas manos y se bebió el vino de un solo trago. Demostró lo agradecido que estaba con un eructo. Ircan, como perdedor, no merecía ninguna ofrenda. Es más, ni siquiera merecía seguir en Discordia. El paraíso adimensional y atemporal se le fue arrebatado. Canceló todo lo que había conjurado para su entretenimiento. Chao, chao. Vuelve cuando quieras. Discordia se despidió haciendo un gesto afeminado con la mano derecha, parecía una princesa despidiéndose de su amado caballero.
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Ircan despertaba en la cutre casa del terror que entró al principio de la noche. El tiempo parecía no haber pasado. Desde la entrada de la puerta, el presentador de la atracción espiaba curioso las reacciones de Ircan. Le había escuchado gritar, era el primer hombre en toda la noche que conseguía asustar. ¿Creyó ver algún fantasma en los trapos blancos colgados del techo o fue por las redes de pesca haciendo de gigantes telarañas?
-Tranquilo chico, es de mentira- le dijo desde la entrada.
El presentador de las atracciones, un viejo e ignorante gitano, no se dio cuenta que su atracción sufrió dos cambios desde que Ircan entró. El primero residía en el disfraz de Ircan, el vestido de sacerdote había desaparecido y ahora vestía como un caballero con la armadura rota. Si no se dio cuenta del cambio era porque, durante toda la noche, había visto un centenar de disfraces diferentes. Imposible recordarlos todos. Para el segundo cambio había que tener un ojo más agudo, desde el umbral de la puerta era imposible notarlo. La cabeza de bruja en la bola de cristal tenía una brecha en el cráneo y, desde ahí, se podía ver una taberna sin puertas ni paredes.
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* Ircan: Creo que me encuentro un poco mejor anímicamente. Ya te conté mis problemas por mp. Casi todo diciembre y lo que llevamos de enero lo he pasado en la cama. He estado muy enferma. Por fin me he visto con fuerzas de seguir con esta misión.
Aquí, en este punto de la misión, pensé que sería interesante dar a elegir si continuar la misión o abandonarla. Me explico. Has perdido el combate. El ojo no significaba nada. El truco, la solución del acertijo, estaba en la esencia del vikingo: canciones, guerra y cerveza. Pensé que lo habías acertado, pero el final lo centraste en el ojo y… Fallo. El golpe de gracia era con la música, cerveza y la guerra. No has fracasado por la mala runa influye (decía si el ojo sobrevivía o no. Si llega a sobrevivir tenías premio extra), pero no es la solución. Esta misión era muy complicada, yo lo entiendo. Se me ocurrió hacer una locura en el que cada post fuera un mundo diferente y en cada uno poner un “acertijo”. Ya lo viste: para los bichos la solución era invocar más brochetas de carne (al ser el primer acertijo, lo pasé por alto), para los cuervos era la galleta, ¡acertaste!, y para el último “la religión del vikingo”. Como era una idea mía muy tonta que no estaba nada segura que fuera a funcionar se me ocurrió que, al tercer acertijo, hubiera la opción de cerrar la misión si es que el usuario no la estaba disfrutando. Ahora bien, ya sabes el secreto. Tienes la opción de abandonar Discordia o continuar con el juego.
Si eliges lo primero:
Tu brazo sigue en su lugar, pero lo notas extraño. Deberás salir de la cutre casa del terror y olvidarte de La Feria de los Horrores. En ese momento, se acabará la misión. Tendrás las recompensas y maldiciones como una misión normal, por eso no te preocupes.
Si eliges lo segundo:
Tu brazo sigue en su lugar, pero lo notas extraño. Deberás investigar, fuera de Discordia, la manera de volver a entrar. Prueba a interrogar al gitano.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Hont, Niel Creed y Discordia.
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
El hacha bajó y sentí como una parte de mi se desprendía de mi cuerpo. Quise gritar pero... ¿Por qué iba a hacerlo? No me dolía. Es más, me aterraba el simple hecho de que no me doliera, casi era más terrorífico que el hecho de haber perdido el brazo. Niel me levanto con una sonrisa, como si todo aquello sólo hubiese sido un juego. Yo me quedé expectante mirando en el suelo lo que había sido mi brazo. Era ajeno a todo lo que estaba sucediendo hasta que una fuerza invisible golpeo en mi pecho empujándome hacia atrás, hacía la infinidad del salón, mientras veía a Discordia despidiéndose burlescámente con seguramente una amplía sonrisa tapada por su casco.
"Se han burlado de ti. Eres penoso" las palabras del lobo fueron las ultimas que escuché antes de que la oscuridad total me envolviera. Fue entonces cuando grité, no se si fue más por el miedo a lo desconocido o por la rabia provocada por la derrota
Cuando me desperté lo primero que vi fue un techo de madera. Miré a todos lados desorientado. Había unas telas colgadas, redes de pesca... Por un momento pensé que estaba en la cabaña de algún pescador. Y entonces vi una mesa en la que reposaba una bola de cristal. Al momento recordé lo que por un momento había olvidado, Discordia.
De forma inconsciente me llevé la mano al brazo derecho, para mi sorpresa y tranquilidad seguí ahí, podía tocarlo pero no podía sentirlo. Podía también móverlo pero seguía sin sentirlo. Era una sensación rara, como si estuviera y como si no estuviera al mismo tiempo. La verdad es que era algo bastante incomodo.
El lobo se reía en mi interior.
"Has vuelto a fracasar. Como la otra vez en aquella aldea." las risas del lobo eran cada vez mayores. Al salir de Discordia, de la verdadera Discordia y no de aquella burla de atracción, los efectos de la noche le daban fuerza y eso comenzaba a cambiar mi actitud. "Tranquilos niños yo os protegeré" se burlo imitando mi voz. "¡JA! ¡Díselo a las cabezas que rodaron como calabazas!"
Miré furioso a la bola de cristal. Me di cuenta de que había algo diferente. En el cráneo de la bruja había una brecha. Achiné los ojos y pude distinguir lo que parecía una gran sala, una muy similar a la que recordaba en mi lucha contra Niel.
"Tengo que volver a entrar. No puedo dejar a esa gente ahí, a Hont... No puedo permitir que se repita lo de la otra vez." apreté los dientes y alargué los brazos para coger la bola de cristal. Pero no ocurría nada.
"Has fracasado. Cómo siempre. ¡Así que deja de hacer el ridículo! ¡Me vas a matar de la risa!" el lobo seguía riéndose, sin duda estaba disfrutando como si fuera un niño.
"Algo falla... La otra vez..." fue entonces consciente de que alguien me observaba desde la puerta. Me giré y allí estaba el feriante, en el umbral de la puerta que estaba abierta. "¡El tiene que saber algo!" deje la bola de cristal de nuevo dónde estaba y me dirigí al feriante. -¿De mentira?- moví el brazo que no sentía como si aquello fuera un mal presagio. -Hay gente ahí dentro, hay que salvarla.- señalé la hacía donde estaba la bola de cristal.
-¿Gente? - el feriante me miró como si estuviera loco. -Aquí sólo estamos tu y yo.
-¿Acaso he sido el único en entrar a esta atracción?- "No podemos salir." recordé las palabras de Niel. -¿O en salir de ella?
El feriante se quedó un momento dudando.
"No podemos salir..." repetí las palabras en mi mente. "Pero yo he vuelto. Estoy en el mundo real, o eso creo." comencé a dudar sobre si en verdad aquello era el mundo real. Miré a la puerta. "Me pasará algo si salgo por esa puerta..."
Zarandeé la cabeza, todo eso en verdad daba igual, había algo más importante.
"Debo de salvar a la gente que esta atrapada. Debo de volver a entrar."
Volví mi mirada a la bola de cristal con aquella cabeza dentro, aún se distinguía aquel salón en la brecha de su cabeza.
"Debe de ser un objeto mágico, pero... ¿Quien lo controla?" miré al feriante que aún estaba dubitativo con mi anterior pregunta. "¿Será él, el responsable? No tiene mucha pinta de mago, ni mucho menos de que sea el propio Discordia. Pero tampoco puede ignorar el hecho de que tanta gente haya desaparecido en su atracción." volví a mirar a la bola de cristal. "¿Puede que no se de cuenta por un efecto de la bola de cristal? Claro si eres una trampa mágica con cierta consciencia lo normal es que no quieras que te pillen."
Me rasqué el mentón quedando tan dubitativo como la persona que me acompañaba.
-Quisiera volver a entrar. ¿Cómo puedo hacerlo? hice la pregunta en voz alta, aunque casi me lo estaba preguntando a mi mismo, mientras me acercaba de nuevo a la mesa con la bola. "Puede que si repito los mismos pasos que la primera vez que entré..." pero aquello me originaba más dudas. Sabía que la brecha del cráneo significaba algo, y temía que si salia de aquel lugar perdería la oportunidad de volver a entrar.
Aún así mis únicas pistas eran el feriante, el hecho de repetir los mismos pasos que la primera vez y que la bola de cristal era lo que lo había originado todo. Por ahora sólo me quedaba esperar las respuestas de mi acompañante, y a partir de ahí podría decidir que hacer para intentar volver a entrar.
-"Tu alma es de Discordia"- leí en voz alta de forma inconsciente.
"Se han burlado de ti. Eres penoso" las palabras del lobo fueron las ultimas que escuché antes de que la oscuridad total me envolviera. Fue entonces cuando grité, no se si fue más por el miedo a lo desconocido o por la rabia provocada por la derrota
* * *
Cuando me desperté lo primero que vi fue un techo de madera. Miré a todos lados desorientado. Había unas telas colgadas, redes de pesca... Por un momento pensé que estaba en la cabaña de algún pescador. Y entonces vi una mesa en la que reposaba una bola de cristal. Al momento recordé lo que por un momento había olvidado, Discordia.
De forma inconsciente me llevé la mano al brazo derecho, para mi sorpresa y tranquilidad seguí ahí, podía tocarlo pero no podía sentirlo. Podía también móverlo pero seguía sin sentirlo. Era una sensación rara, como si estuviera y como si no estuviera al mismo tiempo. La verdad es que era algo bastante incomodo.
El lobo se reía en mi interior.
"Has vuelto a fracasar. Como la otra vez en aquella aldea." las risas del lobo eran cada vez mayores. Al salir de Discordia, de la verdadera Discordia y no de aquella burla de atracción, los efectos de la noche le daban fuerza y eso comenzaba a cambiar mi actitud. "Tranquilos niños yo os protegeré" se burlo imitando mi voz. "¡JA! ¡Díselo a las cabezas que rodaron como calabazas!"
Miré furioso a la bola de cristal. Me di cuenta de que había algo diferente. En el cráneo de la bruja había una brecha. Achiné los ojos y pude distinguir lo que parecía una gran sala, una muy similar a la que recordaba en mi lucha contra Niel.
"Tengo que volver a entrar. No puedo dejar a esa gente ahí, a Hont... No puedo permitir que se repita lo de la otra vez." apreté los dientes y alargué los brazos para coger la bola de cristal. Pero no ocurría nada.
"Has fracasado. Cómo siempre. ¡Así que deja de hacer el ridículo! ¡Me vas a matar de la risa!" el lobo seguía riéndose, sin duda estaba disfrutando como si fuera un niño.
"Algo falla... La otra vez..." fue entonces consciente de que alguien me observaba desde la puerta. Me giré y allí estaba el feriante, en el umbral de la puerta que estaba abierta. "¡El tiene que saber algo!" deje la bola de cristal de nuevo dónde estaba y me dirigí al feriante. -¿De mentira?- moví el brazo que no sentía como si aquello fuera un mal presagio. -Hay gente ahí dentro, hay que salvarla.- señalé la hacía donde estaba la bola de cristal.
-¿Gente? - el feriante me miró como si estuviera loco. -Aquí sólo estamos tu y yo.
-¿Acaso he sido el único en entrar a esta atracción?- "No podemos salir." recordé las palabras de Niel. -¿O en salir de ella?
El feriante se quedó un momento dudando.
"No podemos salir..." repetí las palabras en mi mente. "Pero yo he vuelto. Estoy en el mundo real, o eso creo." comencé a dudar sobre si en verdad aquello era el mundo real. Miré a la puerta. "Me pasará algo si salgo por esa puerta..."
Zarandeé la cabeza, todo eso en verdad daba igual, había algo más importante.
"Debo de salvar a la gente que esta atrapada. Debo de volver a entrar."
Volví mi mirada a la bola de cristal con aquella cabeza dentro, aún se distinguía aquel salón en la brecha de su cabeza.
"Debe de ser un objeto mágico, pero... ¿Quien lo controla?" miré al feriante que aún estaba dubitativo con mi anterior pregunta. "¿Será él, el responsable? No tiene mucha pinta de mago, ni mucho menos de que sea el propio Discordia. Pero tampoco puede ignorar el hecho de que tanta gente haya desaparecido en su atracción." volví a mirar a la bola de cristal. "¿Puede que no se de cuenta por un efecto de la bola de cristal? Claro si eres una trampa mágica con cierta consciencia lo normal es que no quieras que te pillen."
Me rasqué el mentón quedando tan dubitativo como la persona que me acompañaba.
-Quisiera volver a entrar. ¿Cómo puedo hacerlo? hice la pregunta en voz alta, aunque casi me lo estaba preguntando a mi mismo, mientras me acercaba de nuevo a la mesa con la bola. "Puede que si repito los mismos pasos que la primera vez que entré..." pero aquello me originaba más dudas. Sabía que la brecha del cráneo significaba algo, y temía que si salia de aquel lugar perdería la oportunidad de volver a entrar.
Aún así mis únicas pistas eran el feriante, el hecho de repetir los mismos pasos que la primera vez y que la bola de cristal era lo que lo había originado todo. Por ahora sólo me quedaba esperar las respuestas de mi acompañante, y a partir de ahí podría decidir que hacer para intentar volver a entrar.
-"Tu alma es de Discordia"- leí en voz alta de forma inconsciente.
Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Durante toda la noche, había estado escuchando historias (Horrores) imposibles de creer. Desde una payasa que invocaba a los muertos con un libro mágico para hacerlos bailar hasta una calavera gigante envuelta en llamas que reinaba las casetas de Discordia. Había que reconocerlo, el horror del chico se llevaba la palma. La cabeza de Discordia eran un montón de trapos de colores envueltos alrededor de una masa de cartón para mantener la forma erguida.
Las preguntas que hacía eran todavía peores que su historia. ¿Volver a entrar? ¿Salir? ¿Gente dentro de la cabeza de Discordia? El gitano estaba confuso. Mentalmente, repitió las preguntas del chico por tal de encontrar una explicación lógica a ellas. Quizás, él se lo había inventado todo porque no había visto salir a nadie de la caseta. Los jóvenes eran propicios a inventarse historias fantásticas para explicar lo que no entienden. El gitano estaba convencido de que la payasa nigromante y la calavera de llamas nacieron bajo el mismo motivo por el cual el chico aseguraba que seguía dentro de Discordia.
-Calma, chico- apaciguó la situación con las palmas de las manos- ¿quieres ver lo que hay detrás de Discordia? Sígueme. Verás que no hay nada-.
A pesar de estar cansado de las fantasías juveniles, el gitano trató al chico con una sonrisa agradable. Después que viese la mentira que era Discordia, se iría de la Feria con los brazos cruzados y el rostro enfurruñado, como un niño disgustado.
Llevó al chico hacia el interior de la sala. Telas rasgadas, redes de pesca hacían de falsas telarañas, muñecos de trapos con formas amorfas… Nada que le pudiera asustar tanto como estaba. En el centro de la habitación, el pedestal con la bola de cristal que contenía la cabeza de Discordia en remojo.
-Es zumo de arándanos, mi preferido- cogió un cucharon de debajo del pedestal y se bebió, del mismo cucharon, un sorbo del líquido que hacia flotar la cabeza. -¿Quieres un probar?-
Más adelante, detrás de unas redes de pesca, se encontraba el gran secreto por el cual el chico se inventó toda la historia acerca de la gente viviendo en la cabeza de Discordia: una puerta trasera de salida.
-Los visitantes entran por la puerta principal y salen por aquí para no romper la armonía del juego. Como comprenderás, mi trabajo es estar en la puerta principal. Los veo entrar, pero no salir-.
Abrió la puerta trasera demostrando que, detrás de ella, no había ningún monstruo; solo el trasero de las atracciones de la feria.
-Si es verdad lo que dices, si tanta gente ha desaparecido ¿no crees que las autoridades ya se habrían hecho cargo? Mira, chico, comprendo que te guste inventarte historias. Yo también fui joven, aunque ahora no lo parezca. Pero, no puedo perder más tiempo contigo. Tengo trabajo que hacer. Mi sueldo depende del número de personas que entren a la atracción- unos segundos de silencio, luego añadió- Te dejo unos minutos más aquí dentro. Convéncete que nada es real. Puedes tocar las redes de pesca, probar el zumo de arándanos, mete la mano dentro de la bola de cristal y comprueba que no es una cabeza de verdad. Los Horrores de la Feria no son reales-.
El viejo no era una víctima directa de Discordia, solo un hombre que hacía su trabajo.
* Ircan: Tienes que volver al interior de Discordia. El gitano ya te ha dicho todo lo que sabe. Debe de haber alguna manera de volver a entrar y la cabeza es la respuesta. Piensa en lo que hiciste la vez anterior y repítelo.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Hont, Niel Creed y Discordia.
Las preguntas que hacía eran todavía peores que su historia. ¿Volver a entrar? ¿Salir? ¿Gente dentro de la cabeza de Discordia? El gitano estaba confuso. Mentalmente, repitió las preguntas del chico por tal de encontrar una explicación lógica a ellas. Quizás, él se lo había inventado todo porque no había visto salir a nadie de la caseta. Los jóvenes eran propicios a inventarse historias fantásticas para explicar lo que no entienden. El gitano estaba convencido de que la payasa nigromante y la calavera de llamas nacieron bajo el mismo motivo por el cual el chico aseguraba que seguía dentro de Discordia.
-Calma, chico- apaciguó la situación con las palmas de las manos- ¿quieres ver lo que hay detrás de Discordia? Sígueme. Verás que no hay nada-.
A pesar de estar cansado de las fantasías juveniles, el gitano trató al chico con una sonrisa agradable. Después que viese la mentira que era Discordia, se iría de la Feria con los brazos cruzados y el rostro enfurruñado, como un niño disgustado.
Llevó al chico hacia el interior de la sala. Telas rasgadas, redes de pesca hacían de falsas telarañas, muñecos de trapos con formas amorfas… Nada que le pudiera asustar tanto como estaba. En el centro de la habitación, el pedestal con la bola de cristal que contenía la cabeza de Discordia en remojo.
-Es zumo de arándanos, mi preferido- cogió un cucharon de debajo del pedestal y se bebió, del mismo cucharon, un sorbo del líquido que hacia flotar la cabeza. -¿Quieres un probar?-
Más adelante, detrás de unas redes de pesca, se encontraba el gran secreto por el cual el chico se inventó toda la historia acerca de la gente viviendo en la cabeza de Discordia: una puerta trasera de salida.
-Los visitantes entran por la puerta principal y salen por aquí para no romper la armonía del juego. Como comprenderás, mi trabajo es estar en la puerta principal. Los veo entrar, pero no salir-.
Abrió la puerta trasera demostrando que, detrás de ella, no había ningún monstruo; solo el trasero de las atracciones de la feria.
-Si es verdad lo que dices, si tanta gente ha desaparecido ¿no crees que las autoridades ya se habrían hecho cargo? Mira, chico, comprendo que te guste inventarte historias. Yo también fui joven, aunque ahora no lo parezca. Pero, no puedo perder más tiempo contigo. Tengo trabajo que hacer. Mi sueldo depende del número de personas que entren a la atracción- unos segundos de silencio, luego añadió- Te dejo unos minutos más aquí dentro. Convéncete que nada es real. Puedes tocar las redes de pesca, probar el zumo de arándanos, mete la mano dentro de la bola de cristal y comprueba que no es una cabeza de verdad. Los Horrores de la Feria no son reales-.
El viejo no era una víctima directa de Discordia, solo un hombre que hacía su trabajo.
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* Ircan: Tienes que volver al interior de Discordia. El gitano ya te ha dicho todo lo que sabe. Debe de haber alguna manera de volver a entrar y la cabeza es la respuesta. Piensa en lo que hiciste la vez anterior y repítelo.
Personajes prohibidos para el siguiente turno: Hont, Niel Creed y Discordia.
Sigel
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
El gitano no entendía nada. Ya sabía perfectamente de sobra que su Discordia era un fraude, algo que incluso podía insultar al concepto que uno pudiera tener de una casa del terror, me refería a la otra Discordia. Así que no sabía si en verdad el gitano me estaba tomando el pelo, o era rematadamente tonto y no sabía nada de lo que le hablaba. Me mostró todas los falsos decorados, hice una mueca de asco cuando bebió del cuenco de la cabeza. Justo cuando estaba a punto de estallar y decirle que dejara de hacerse el tonto me mostró una segunda puerta en la atracción, una que daba al exterior fuera de la vista del feriante.
-Esta puerta... No sabía que había una segunda puerta... - susurré para mi. Era muy difícil percatarse que la puerta del entrada no era al mismo tiempo la puerta de salida, aquella que cumplía esa función estaba demasiado escondida.
Después de que el gitano me echara el sermón de mi vida, respondido con una cara de pánfilo ante la sorpresa, me permitió estar unos minutos más, para que me terminará por desencantar. El gitano cerró la puerta tras de si, y yo me quedé sólo. Moví el brazos que aún sentía extraño, como si en verdad no estuviera ahí. Recorrí la sala hasta la calavera. La brecha aún seguía ahí, pero ya era casi imperceptible, puede que por eso el feriante no la hubiese visto. Le tenía miedo, pero al mismo tiempo surgió en mi cabeza la fuerte posibilidad de que todo hubiese sido una ilusión mía. Me coloqué detrás de la cabeza e intenté imaginarme hacía dónde miraba. Su mirada estaba fija en la puerta de entrada.
"Si el gitano no ha funcionado..." miré a la calavera y luego a la puerta. "Sólo me queda otra opción." di un resoplido y me dirigí a la puerta.
-¿Ya te has convencido de que todo es mentira? - el gitano esperaba en su silla del puesto y me miraba con ciertas esperanzas.
-Aún no, quiero verlo todo desde la misma perspectiva de la otra vez. Considérame un nuevo cliente.- soplé fuerte y sonreí intentando recordar como había sido la primera vez -Así que no te preocupes. Será fácil, entrar y salir, ya veras. - sonreí mordiéndome la lengua, recordando tal cual lo había hecho la primera vez.
-¿¡Pero que demonios!?
No le di mucho tiempo para reaccionar, me lancé hacía la puerta, la abrí y volví a entrar. Miré el interior del edificio, identificando con rapidez aquellas cuerdas blancas que simulaban ser telarañas. La manta azul colgada con hilos transparentes que aún no sabía que quería simbolizar. Intenté sentir la misma decepción cuando entre la primera vez, cosa que en verdad sentía, todo era demasiado diferente. Me fije en los objetos colgados de unos hilos que se veían a contraluz, las cajas, las sillas, etc... así como la iluminación bastante burda para una atracción de terror, un sentimiento que aquel lugar nunca podría infundir en su inquilino. Me puse a examinar todos los objetos, tal y como hice la primera vez, a parte de con la intención de encontrar cualquier otra cosa oculta que pudiera darme alguna pista. Y por fin, me pude centrar en la joya de la corona, la cabeza flotando en aquel zumo de arándanos, tal cual me la había encontrado la primera vez, sin ningún rastro de la anterior brecha. Me dirigí hacía ella sin miedo, no podía permitirme tener miedo. Recordando el cómo lo hice la primera vez, comencé a examinarla, por si había alguna pista.
-¡Vaya! ¿Esto es todo? Esperaba algo más emocionante. - no se si esto lo hacía por repetirme o por intentar retar a la verdadera Discordia en el caso de que me estuviera viendo.
Mis ojos se fijaron en aquella inscripción al pie de la bola de cristal, lo que me había provocado miedo una vez me lo provoco una segunda, cuando recordé a todos los que habían acabado atrapados.
-"Tu alma es de Discordia"- leí en voz alta.
Respiré hondo y me tomé unos segundos.
-¡Como usted diga cabeza flotante! - hice una burlesca reverencia. Me giré para tomar la salida. -Aquí va a haber un alma que se va. - susurré. Mis pasos eran firmes. "¿Puedes escucharlo Niel?"
Tomé el mango de la puerta. Cerré los ojos sin saber que me iba a encontrar detrás. Si al comerciante con cara de power sin entender por que había hecho aquella estupidez si me había mostrado la puerta de salida, o las entrañas de Discordia.
Abrí la puerta.
_________________________________________________________________________________________________________
Off: Perdón por tardar tanto.
-Esta puerta... No sabía que había una segunda puerta... - susurré para mi. Era muy difícil percatarse que la puerta del entrada no era al mismo tiempo la puerta de salida, aquella que cumplía esa función estaba demasiado escondida.
Después de que el gitano me echara el sermón de mi vida, respondido con una cara de pánfilo ante la sorpresa, me permitió estar unos minutos más, para que me terminará por desencantar. El gitano cerró la puerta tras de si, y yo me quedé sólo. Moví el brazos que aún sentía extraño, como si en verdad no estuviera ahí. Recorrí la sala hasta la calavera. La brecha aún seguía ahí, pero ya era casi imperceptible, puede que por eso el feriante no la hubiese visto. Le tenía miedo, pero al mismo tiempo surgió en mi cabeza la fuerte posibilidad de que todo hubiese sido una ilusión mía. Me coloqué detrás de la cabeza e intenté imaginarme hacía dónde miraba. Su mirada estaba fija en la puerta de entrada.
"Si el gitano no ha funcionado..." miré a la calavera y luego a la puerta. "Sólo me queda otra opción." di un resoplido y me dirigí a la puerta.
-¿Ya te has convencido de que todo es mentira? - el gitano esperaba en su silla del puesto y me miraba con ciertas esperanzas.
-Aún no, quiero verlo todo desde la misma perspectiva de la otra vez. Considérame un nuevo cliente.- soplé fuerte y sonreí intentando recordar como había sido la primera vez -Así que no te preocupes. Será fácil, entrar y salir, ya veras. - sonreí mordiéndome la lengua, recordando tal cual lo había hecho la primera vez.
-¿¡Pero que demonios!?
No le di mucho tiempo para reaccionar, me lancé hacía la puerta, la abrí y volví a entrar. Miré el interior del edificio, identificando con rapidez aquellas cuerdas blancas que simulaban ser telarañas. La manta azul colgada con hilos transparentes que aún no sabía que quería simbolizar. Intenté sentir la misma decepción cuando entre la primera vez, cosa que en verdad sentía, todo era demasiado diferente. Me fije en los objetos colgados de unos hilos que se veían a contraluz, las cajas, las sillas, etc... así como la iluminación bastante burda para una atracción de terror, un sentimiento que aquel lugar nunca podría infundir en su inquilino. Me puse a examinar todos los objetos, tal y como hice la primera vez, a parte de con la intención de encontrar cualquier otra cosa oculta que pudiera darme alguna pista. Y por fin, me pude centrar en la joya de la corona, la cabeza flotando en aquel zumo de arándanos, tal cual me la había encontrado la primera vez, sin ningún rastro de la anterior brecha. Me dirigí hacía ella sin miedo, no podía permitirme tener miedo. Recordando el cómo lo hice la primera vez, comencé a examinarla, por si había alguna pista.
-¡Vaya! ¿Esto es todo? Esperaba algo más emocionante. - no se si esto lo hacía por repetirme o por intentar retar a la verdadera Discordia en el caso de que me estuviera viendo.
Mis ojos se fijaron en aquella inscripción al pie de la bola de cristal, lo que me había provocado miedo una vez me lo provoco una segunda, cuando recordé a todos los que habían acabado atrapados.
-"Tu alma es de Discordia"- leí en voz alta.
Respiré hondo y me tomé unos segundos.
-¡Como usted diga cabeza flotante! - hice una burlesca reverencia. Me giré para tomar la salida. -Aquí va a haber un alma que se va. - susurré. Mis pasos eran firmes. "¿Puedes escucharlo Niel?"
Tomé el mango de la puerta. Cerré los ojos sin saber que me iba a encontrar detrás. Si al comerciante con cara de power sin entender por que había hecho aquella estupidez si me había mostrado la puerta de salida, o las entrañas de Discordia.
Abrí la puerta.
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Off: Perdón por tardar tanto.
Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Ircan cayó al Sumidero de Discordia, hogar de ratas y alimañas. Allí caían todos los residuos del castillo, lo que ya nadie quería: heces, aguas putrefactas, los miedos que dejaban de aterrar y los caballeros que no sabían bailar con las doncellas. Ircan pertenecía al último grupo. Niel, la que fue su hermosa dama, era demasiado fogosa para él. El chico no pudo aguantar su entusiasmo. En un mal intento por conquistar al vikingo disfrazado de mujer, Ircan perdió el brazo izquierda. A pocos metros donde el chico hubo caído, un puñado de ratas negras se peleaba por comer del brazo cercenado. Hacía tiempo que la corriente de agua verde no traía un festín de carne tan jugoso y delicioso. Las ratas estaban encantadas. Si los animales tuvieran Dioses, les estarían dando las gracias por tal regalo.
Las paredes eran pringosas, emanaban sangre densa de color verde oscuro. Un río de porquería, deshechos y suicidad del castillo, corría por el centro de la cloaca. Las aguas eran de un color desagradable, similar a las de un pantano.
-¿Qué hacemos con el miedo de Ircan? ¿Crees que habrá alguien tan idiota que tenga miedo de sí mismo?-
Era una voz masculina. Sonaba a través de una pequeña tubería anclada a la pared de la cloaca.
-Seguro que sí. Idiotas hay en todas partes- dijo una segunda voz.
Los hombres estaban hablando cerca de un grifo; tal vez de la cocina o del baño. El desagüe se llevaba el agua sucia y las conversaciones del Castillo.
En otra tubería cercana a la posición de Ircan, se escuchó a una voz de mujer entrada en edad.
-¿Otro banquete más? ¡Estoy cansada de cocinar! Discordia puede convocar toda la comida que quiere. ¿Por qué me tiene que hacer cocinar?-
-Porque la comida casera sabe mucho mejor- contestó otra voz.
-No será muy casera si la hacemos con productos conjurados-.
El siguiente rumor no vino de las tuberías, sino del río de mugre que corría por el centro de la cloaca. El agua, que a veces era verde y otras marrón, trajo un murciélago muerto. El cadáver chocó contra la pierna de Ircan. ¡Oh Discordia! Bendito sea el Maestro de Conjuración; incluso a los habitantes más débiles, aquellos que merecían la muerte, les daba una segunda oportunidad. Ircan debía tener hambre. Discordia pensaba en todo. Mientras las ratas se divertían con el brazo, Ircan tendría su propia recompensa. Lo podía considerar como un premio de consolación.
De una tercera tubería se escuchó una risa nerviosa seguida de unas terribles arcadas. Aquella persona, fuera quien fuera, terminó vomitando. La tubería escupió el vómito a la cara de Ircan. Discordia tenía en cuenta las costumbres aerandianas: después de la comida, llega el postre.
Más ratas entraron en escena. Fueron llamadas por el aroma de la carne, y no del brazo cortado, precisamente. Hacía rato que el brazo había pasado a ser un montón amorfo de huesos mordisqueados. Las ratas tenían un nuevo objetivo, uno más fresca, vivo.
Entre la manada de roedores había algunos especiales, mandados por el mismo Discordia: Rata blanca con ojos azules, blanca rata con ojos rojos, rata negra con ojos grises y una negra de ojos marchitados.
* Ircan: Has vuelto a Discordia; estás en el Sumidero del Castillo. Deberás buscar la forma de volver al banquete. ¿Cómo? Resolviendo los enigmas de cada “mundo”, ya lo hemos comentado antes.
En este acertijo tenemos un montón de ratas, cuatro de ellas especiales (solo podrás elegir una). ¿Qué haces? Pista: tiene que ver con comer.
Las paredes eran pringosas, emanaban sangre densa de color verde oscuro. Un río de porquería, deshechos y suicidad del castillo, corría por el centro de la cloaca. Las aguas eran de un color desagradable, similar a las de un pantano.
-¿Qué hacemos con el miedo de Ircan? ¿Crees que habrá alguien tan idiota que tenga miedo de sí mismo?-
Era una voz masculina. Sonaba a través de una pequeña tubería anclada a la pared de la cloaca.
-Seguro que sí. Idiotas hay en todas partes- dijo una segunda voz.
Los hombres estaban hablando cerca de un grifo; tal vez de la cocina o del baño. El desagüe se llevaba el agua sucia y las conversaciones del Castillo.
En otra tubería cercana a la posición de Ircan, se escuchó a una voz de mujer entrada en edad.
-¿Otro banquete más? ¡Estoy cansada de cocinar! Discordia puede convocar toda la comida que quiere. ¿Por qué me tiene que hacer cocinar?-
-Porque la comida casera sabe mucho mejor- contestó otra voz.
-No será muy casera si la hacemos con productos conjurados-.
El siguiente rumor no vino de las tuberías, sino del río de mugre que corría por el centro de la cloaca. El agua, que a veces era verde y otras marrón, trajo un murciélago muerto. El cadáver chocó contra la pierna de Ircan. ¡Oh Discordia! Bendito sea el Maestro de Conjuración; incluso a los habitantes más débiles, aquellos que merecían la muerte, les daba una segunda oportunidad. Ircan debía tener hambre. Discordia pensaba en todo. Mientras las ratas se divertían con el brazo, Ircan tendría su propia recompensa. Lo podía considerar como un premio de consolación.
De una tercera tubería se escuchó una risa nerviosa seguida de unas terribles arcadas. Aquella persona, fuera quien fuera, terminó vomitando. La tubería escupió el vómito a la cara de Ircan. Discordia tenía en cuenta las costumbres aerandianas: después de la comida, llega el postre.
Más ratas entraron en escena. Fueron llamadas por el aroma de la carne, y no del brazo cortado, precisamente. Hacía rato que el brazo había pasado a ser un montón amorfo de huesos mordisqueados. Las ratas tenían un nuevo objetivo, uno más fresca, vivo.
Entre la manada de roedores había algunos especiales, mandados por el mismo Discordia: Rata blanca con ojos azules, blanca rata con ojos rojos, rata negra con ojos grises y una negra de ojos marchitados.
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* Ircan: Has vuelto a Discordia; estás en el Sumidero del Castillo. Deberás buscar la forma de volver al banquete. ¿Cómo? Resolviendo los enigmas de cada “mundo”, ya lo hemos comentado antes.
En este acertijo tenemos un montón de ratas, cuatro de ellas especiales (solo podrás elegir una). ¿Qué haces? Pista: tiene que ver con comer.
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
La puerta se abrió y prácticamente me absorbió, ya que no era literalmente una puerta sino más bien un sumidero. Mi trasero hizo un enorme chapuzón en unas aguas de dudosa procedencia y de muy mal olor. Reprimí una arcada e intenté llevarme mi brazo izquierdo a la boca, pero... no tenía brazo. Por alguna extraña circunstancia, no me sorprendí, más bien comencé a entender porque lo había sentido tan raro hasta ese momento, nunca había estado ahí, por lo que... en verdad nunca había salido de Discordia.
"¿Qué hubiese pasado de haberme ido?"
Sólo los dioses lo sabían, pero seguramente hubiese sido algo peor que zambullirse en una cloaca.
El silenció sólo era interrumpido por algunos murmullos que salían de las diferentes tuberías a lo largo de las gelatinosas paredes. Me acerqué a una de ellas para intentar escuchar la conversación.
"¿Miedo a mi mismo?" no consideraba al lobo como una parte de mi mismo, sino como una presencia totalmente extraña. "Aunque puede que tenga razón..."
"¡No la tiene! ¡Me niego a ser algo tan débil como tu! ¡Mira como hemos acabado!" el lobo gruño "¡Que asco!"
"Sabes que nos enfrentamos a enemigos muy poderosos..." caminé un poco por la cloaca. "Nunca salimos, mi brazo nunca volvió a mi, lo perdí en aquel momento. Todo esto es una gran ilusión..." inspiré sin estar muy seguro de lo que iba a decir. "Debemos de firmar una tregua, aunque sea sólo para salir de aquí. Bastantes enemigos tenemos para tener que también pelearnos entre nosotros..."
Hubo un momento de silencio. Sólo se escuchaba el cuchicheo de las ratas royendo algo.
"Sólo por esta vez... ¡Y por que ese tal Discordía me ha cabreado mucho!" el lobo parecía masticar sus palabras, no se si era por el haberse visto forzado a aceptar o por la ira que comenzaba a crecer en él.
"Bien. Tenemos un trato" sonreí aunque en verdad estuviera completamente solo.
En mi lento caminar escuché otro rumor proveniente de una de las tuberías, me acerqué con la esperanza de escuchar algo que me permitiera salir de allí. No era una conversación muy interesante ni muy lógica.
"Vaya... ¿Discordia disfruta con el hecho de tener gente sirviéndole aunque no sea necesario?"
"Seguro que es un dos patas consentido que disfruta en mostrar sus plumas de pato"
"Todo lo que comen es conjurado... ¿Podrá hacerlo cualquiera?" recordé el momento en el que Niel invocó una brocheta de carne o cuando yo invoqué una cerveza.
"Pues invoca algo de comer."
En ese momento chocó algo contra mi pierna, un murciélago muerto había sido traído por la corriente, alargué mi único brazo y lo recogí.
"¿Pero que cosas comes tú? ¡Que asco! ¡Invoca algo mejor!"
"No he sido yo, lo ha traído la corriente..."
"Y que hace un ..."
No terminó la frase, pues una oleada de vomito salió disparada de una de las tuberías directa a mi cara.
Reprimí con todas mis fuerzas las ganas de vomitar que eso me provocó y apreté el puño furioso, y con él al murciélago muerto. El lobo de mi interior bramaba colérico.
"¡Ya me he cansado! ¡Voy a matarlo!"
Pero la cosa no acababa allí, las ratas que desde hacía un tiempo escuchaba roer, parece que terminaron con la fuente de su alimento, un brazo esquelético que me resultaba muy familiar, demasiado... lo que me hizo que las tripas se me revolvieran un poco más. Pero eso no era lo peor, pues las ratas seguían teniendo hambre, y la única fuente de alimento cercana era yo y el murciélago muerto, que obviamente les sabría a poco debido a su numero, por lo que sólo dejaba una opción, fresquita y joven, y que en verdad ya habían empezado a comerse.
Seguía teniendo mis armas, ¿pero sería muy útil mi espada y mi daga con un solo brazo contra sus centenas de dientes podridos? Tenía un murciélago muerto, pero eso no sería ni un tentempié para aquella horda.
Las ratas se acercaban...
"¿Podré invocar comida para dársela a las ratas?"
"¡No podemos arriesgarnos! ¡Déjamelas a mi!"
Las ratas se acercaban...
"!Podría funcionar!"
Las ratas estaban a pocos metros...
"¡IRCAN!"
"¡Vale!" lancé el murciélago a la horda de ratas esperando que aquello las retrasará un poco mientras notaba como mi cuerpo comenzaba a cambiar.
Noté el dolor en todos los huesos de mi cuerpo, pues bien se hacían más grandes o más pequeños en su función de adaptarse a la forma del lobo. Grité de dolor, y fue entonces cuando me fije en que había cuatro ratas que resaltaban sobre el resto, dos por su color blanco y otras dos por el color anormal de sus ojos.
"Cazaremos a alguna de esas." el lobo pareció comprender la situación al instante.
Aún sin estar completamente transformado las ratas comenzaron a subirse encima nuestra. Pero pronto pagarían cara su osadía. El lobo mordía y lanzaba por los aires a toda rata que se acercaba. El repentino cambio y las filas de dientes hicieron que estas retrocedieran un poco, en ese momento el lobo lanzó sus fauces hacía una de las ratas, la blanca de ojos azules, pero no la pudo alcanzar pues le falló el brazo que no tenía. Pero se revolvió más rápido de lo que yo hubiese podido y enganchó entre sus dientes a la negra de ojos grises, comiéndosela en el acto con cierta furia. Tras ello lanzó un poderoso aullido, con la esperanza de alejar al resto definitivamente.
"¿Qué hubiese pasado de haberme ido?"
Sólo los dioses lo sabían, pero seguramente hubiese sido algo peor que zambullirse en una cloaca.
El silenció sólo era interrumpido por algunos murmullos que salían de las diferentes tuberías a lo largo de las gelatinosas paredes. Me acerqué a una de ellas para intentar escuchar la conversación.
"¿Miedo a mi mismo?" no consideraba al lobo como una parte de mi mismo, sino como una presencia totalmente extraña. "Aunque puede que tenga razón..."
"¡No la tiene! ¡Me niego a ser algo tan débil como tu! ¡Mira como hemos acabado!" el lobo gruño "¡Que asco!"
"Sabes que nos enfrentamos a enemigos muy poderosos..." caminé un poco por la cloaca. "Nunca salimos, mi brazo nunca volvió a mi, lo perdí en aquel momento. Todo esto es una gran ilusión..." inspiré sin estar muy seguro de lo que iba a decir. "Debemos de firmar una tregua, aunque sea sólo para salir de aquí. Bastantes enemigos tenemos para tener que también pelearnos entre nosotros..."
Hubo un momento de silencio. Sólo se escuchaba el cuchicheo de las ratas royendo algo.
"Sólo por esta vez... ¡Y por que ese tal Discordía me ha cabreado mucho!" el lobo parecía masticar sus palabras, no se si era por el haberse visto forzado a aceptar o por la ira que comenzaba a crecer en él.
"Bien. Tenemos un trato" sonreí aunque en verdad estuviera completamente solo.
En mi lento caminar escuché otro rumor proveniente de una de las tuberías, me acerqué con la esperanza de escuchar algo que me permitiera salir de allí. No era una conversación muy interesante ni muy lógica.
"Vaya... ¿Discordia disfruta con el hecho de tener gente sirviéndole aunque no sea necesario?"
"Seguro que es un dos patas consentido que disfruta en mostrar sus plumas de pato"
"Todo lo que comen es conjurado... ¿Podrá hacerlo cualquiera?" recordé el momento en el que Niel invocó una brocheta de carne o cuando yo invoqué una cerveza.
"Pues invoca algo de comer."
En ese momento chocó algo contra mi pierna, un murciélago muerto había sido traído por la corriente, alargué mi único brazo y lo recogí.
"¿Pero que cosas comes tú? ¡Que asco! ¡Invoca algo mejor!"
"No he sido yo, lo ha traído la corriente..."
"Y que hace un ..."
No terminó la frase, pues una oleada de vomito salió disparada de una de las tuberías directa a mi cara.
Reprimí con todas mis fuerzas las ganas de vomitar que eso me provocó y apreté el puño furioso, y con él al murciélago muerto. El lobo de mi interior bramaba colérico.
"¡Ya me he cansado! ¡Voy a matarlo!"
Pero la cosa no acababa allí, las ratas que desde hacía un tiempo escuchaba roer, parece que terminaron con la fuente de su alimento, un brazo esquelético que me resultaba muy familiar, demasiado... lo que me hizo que las tripas se me revolvieran un poco más. Pero eso no era lo peor, pues las ratas seguían teniendo hambre, y la única fuente de alimento cercana era yo y el murciélago muerto, que obviamente les sabría a poco debido a su numero, por lo que sólo dejaba una opción, fresquita y joven, y que en verdad ya habían empezado a comerse.
Seguía teniendo mis armas, ¿pero sería muy útil mi espada y mi daga con un solo brazo contra sus centenas de dientes podridos? Tenía un murciélago muerto, pero eso no sería ni un tentempié para aquella horda.
Las ratas se acercaban...
"¿Podré invocar comida para dársela a las ratas?"
"¡No podemos arriesgarnos! ¡Déjamelas a mi!"
Las ratas se acercaban...
"!Podría funcionar!"
Las ratas estaban a pocos metros...
"¡IRCAN!"
"¡Vale!" lancé el murciélago a la horda de ratas esperando que aquello las retrasará un poco mientras notaba como mi cuerpo comenzaba a cambiar.
Noté el dolor en todos los huesos de mi cuerpo, pues bien se hacían más grandes o más pequeños en su función de adaptarse a la forma del lobo. Grité de dolor, y fue entonces cuando me fije en que había cuatro ratas que resaltaban sobre el resto, dos por su color blanco y otras dos por el color anormal de sus ojos.
"Cazaremos a alguna de esas." el lobo pareció comprender la situación al instante.
Aún sin estar completamente transformado las ratas comenzaron a subirse encima nuestra. Pero pronto pagarían cara su osadía. El lobo mordía y lanzaba por los aires a toda rata que se acercaba. El repentino cambio y las filas de dientes hicieron que estas retrocedieran un poco, en ese momento el lobo lanzó sus fauces hacía una de las ratas, la blanca de ojos azules, pero no la pudo alcanzar pues le falló el brazo que no tenía. Pero se revolvió más rápido de lo que yo hubiese podido y enganchó entre sus dientes a la negra de ojos grises, comiéndosela en el acto con cierta furia. Tras ello lanzó un poderoso aullido, con la esperanza de alejar al resto definitivamente.
Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
La rata ignoró al murciélago, un objetivo más grande y jugoso se plantó delante de su camino. Este era el muchacho manco que le lanzó el cadáver. La rata negra abrió su boca hasta límites anormales, pareciese las fauces de un cocodrilo. Sus ojos grises centelleaban como dos candelas de luces sin vida. La rata corría a toda prisa, más rápido que sus compañeras quienes se habían entretenido con los restos del brazo cercenado, el murciélago y otras basuras del sumidero. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la rata negra saltó hacia Ircan. La boca terminó por abrirse e Ircan fue engullido de un solo bocado.
El portal de la rata negra de ojos grises llevó a Ircan a la pesadilla de un humilde granjero. Discordia, en su tremenda sabiduría, había desechado la pesadilla porque era demasiado simple, aburrido. Y es que los granjeros tenían miedos simples: temían que sus granjas y cultivos fueran corrompidos por las maldiciones de los Dioses. En lugar de temer por el bienestar de sus familias, temían por el de sus animales y vegetales. Algo que, indirectamente, estaba relacionado con sus familias. Si no conseguían acumular una tasa adecuado de bienes en la granja, no ganarían suficiente dinero y no podrían alimentar a sus familiares. Estaba relacionado; pero, a la hora de la verdad. Si el granjero tenía que elegir entre cuidar de su esposa enferma o cultivar sus verduras, elegiría lo segundo, lo aburrido según opinaba Discordia.
Ircan estaba en la proyección maldita de la granja. La tierra había sido corrompida por raíces grandes como árboles y duras como rocas, los animales nacieron mutados, con miembros de más o de menos, nunca los exactos, los vegetales que crecían milagrosamente entre las grandes raíces eran venenosos y un gas amarillento, el mismo que expulsaban los volcanes y los dragones, brotaba de los recovecos de la tierra.
Las raíces se expandían por todos los rincones y por todos los árboles. La pequeña granja estaba sepultada por estas raíces. Estaban vivas y se movían. A veces tanteaban el terreno como si fueran las patas de una araña y otras se movían a gran velocidad como si fueran serpientes dando caza a sus presas.
Un caballo de tres piernas, dos colas y cinco ojos intentaba escapar inútilmente de las raíces. Éstas le habían agarrado por las piernas y le estaba rodeando el cuello. Pronto moriría ahogado.
Un conejo sin orejas y dos bocas cayó en un orificio en la tierra. Se escuchó el chispeo de una hoguera. Una nube de humo amarillo con forma de hongo brotó por el agujero. No hubo más señales del conejo.
Escondidas detrás de unos árboles, un grupo de personas se alimentaba en secreto de las raíces. Era la familia del granjero: sus tres hijas y su mujer. Tenían un aspecto horripilante. Se les había caído el pelo, su piel era de un color gris enfermizo (el mismo que el de las raíces), estaban flacas como esqueletos, se les marcaban las costillas y el cráneo y se habían dejado crecer las uñas haciendo que sus manos parezcan las garras de un animal. De estar el granjero presente, las mujeres le habrían capturado y obligado a comer de las raíces. Un regalo de Discordia: no había nada peor que obligar a alguien a rendir tributo de aquello que le había privado de sus mayores triunfos. Una lástima que el granjero jamás lo hubiera disfrutado.
Por fortuna para Ircan, las mujeres no se percataron de su presencia. Siguieron comiendo de las duras raíces, destrozándose las tripas y los dientes.
* Ircan: Supongo que ya habrás descifrado el secreto anterior, pero deja que lo descubra: cara rata era un portal diferente, una pesadilla de Discordia tirada a la basura (al sumidero).
La pesadilla que has elegido es la de un humilde granjero. Piensa bien qué debes hacer para tomar un nuevo portal. Un acertijo encerrado en una pesadilla.
Acabas de entrar en un laberinto de portales. Hay muchos caminos que elegir, algunos de ellos pueden llevarte directamente al Castillo de Discordia y otros al punto de origen: el Sumidero.
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El portal de la rata negra de ojos grises llevó a Ircan a la pesadilla de un humilde granjero. Discordia, en su tremenda sabiduría, había desechado la pesadilla porque era demasiado simple, aburrido. Y es que los granjeros tenían miedos simples: temían que sus granjas y cultivos fueran corrompidos por las maldiciones de los Dioses. En lugar de temer por el bienestar de sus familias, temían por el de sus animales y vegetales. Algo que, indirectamente, estaba relacionado con sus familias. Si no conseguían acumular una tasa adecuado de bienes en la granja, no ganarían suficiente dinero y no podrían alimentar a sus familiares. Estaba relacionado; pero, a la hora de la verdad. Si el granjero tenía que elegir entre cuidar de su esposa enferma o cultivar sus verduras, elegiría lo segundo, lo aburrido según opinaba Discordia.
Ircan estaba en la proyección maldita de la granja. La tierra había sido corrompida por raíces grandes como árboles y duras como rocas, los animales nacieron mutados, con miembros de más o de menos, nunca los exactos, los vegetales que crecían milagrosamente entre las grandes raíces eran venenosos y un gas amarillento, el mismo que expulsaban los volcanes y los dragones, brotaba de los recovecos de la tierra.
Las raíces se expandían por todos los rincones y por todos los árboles. La pequeña granja estaba sepultada por estas raíces. Estaban vivas y se movían. A veces tanteaban el terreno como si fueran las patas de una araña y otras se movían a gran velocidad como si fueran serpientes dando caza a sus presas.
Un caballo de tres piernas, dos colas y cinco ojos intentaba escapar inútilmente de las raíces. Éstas le habían agarrado por las piernas y le estaba rodeando el cuello. Pronto moriría ahogado.
Un conejo sin orejas y dos bocas cayó en un orificio en la tierra. Se escuchó el chispeo de una hoguera. Una nube de humo amarillo con forma de hongo brotó por el agujero. No hubo más señales del conejo.
Escondidas detrás de unos árboles, un grupo de personas se alimentaba en secreto de las raíces. Era la familia del granjero: sus tres hijas y su mujer. Tenían un aspecto horripilante. Se les había caído el pelo, su piel era de un color gris enfermizo (el mismo que el de las raíces), estaban flacas como esqueletos, se les marcaban las costillas y el cráneo y se habían dejado crecer las uñas haciendo que sus manos parezcan las garras de un animal. De estar el granjero presente, las mujeres le habrían capturado y obligado a comer de las raíces. Un regalo de Discordia: no había nada peor que obligar a alguien a rendir tributo de aquello que le había privado de sus mayores triunfos. Una lástima que el granjero jamás lo hubiera disfrutado.
Por fortuna para Ircan, las mujeres no se percataron de su presencia. Siguieron comiendo de las duras raíces, destrozándose las tripas y los dientes.
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* Ircan: Supongo que ya habrás descifrado el secreto anterior, pero deja que lo descubra: cara rata era un portal diferente, una pesadilla de Discordia tirada a la basura (al sumidero).
La pesadilla que has elegido es la de un humilde granjero. Piensa bien qué debes hacer para tomar un nuevo portal. Un acertijo encerrado en una pesadilla.
Acabas de entrar en un laberinto de portales. Hay muchos caminos que elegir, algunos de ellos pueden llevarte directamente al Castillo de Discordia y otros al punto de origen: el Sumidero.
Sigel
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
"Esto..." le dije mentalmente al lobo eufórico. "Te has comido la rata equivocada..."
"¿¡Qué!?"
Demasiado tarde, la rata "correcta" abrió sus fauces como si fuera una gran puerta y nos engulló, haciendo que nos perdiéramos en el espacio-tiempo.
Cuando volví a tomar una consciencia física volvía a estar en forma humana, al parecer el lobo había hecho honor a su palabra dada en el pacto de tregua, lo cual agradecía. Sin perder mucho tiempo, eché un vistazo alrededor para ver dónde me encontraba.
A simple vista todo aquello parecía un enorme y antiguo bosque, salvo por algunos detalles: lo que se suponía que debían de ser arboles eran unas raíces enormes y secas que se movían, y en aquellos claros que las raíces desaparecían había hoyos que desprendían una extraña sustancia y el sonido de explosiones. A parte, el lugar era bastante extenso y llano, como si en otro tiempo hubiese pasado la mano del hombre, a parte de que crecían algunos vegetales, propios de las granjas, pero con ciertas modificaciones y nada apetecibles debido al color que tenían.
"¿Esto habrá sido una granja en el pasado?" la respuesta la obtuve al ver los restos de una casa engullida por las raíces grisáceas. "Las raíces han corrompido la tierra..."
En ese momento escuché un murmullo en mis espaldas, el sonido de unas bocas masticar. Siendo cuidadoso, pues ya había comprendido que Discordia era un cumulo de peligros, me asomé un poco para observar de dónde provenía el ruido. Vi a cuatro figuras humanoides de color gris comiéndose las raíces con unos dientes sangrantes. Reprimí una arcada para evitar que me descubrieran, y seguí estudiando a aquellos seres. Estaban calvas y esqueléticas, demasiado afanadas en comer aquellas raíces que tanto daño dental les estaba provocando, aunque en sus rostros había una expresión de felicidad.
"También han corrompido a las personas..." me retiré con sumo cuidado alejándome poco a poco procurando no hacer ningún ruido.
La cosa estaba complicada, no sabía muy bien que hacer. Mientras pensaba y caminaba algo distraído, fue cuando descubrí que en aquel lugar también había animales, aunque estos eran amorfos. Me fijé en como un conejo sin orejas y dos bocas saltaba alegremente, hasta que cayó en uno de esos extraños agujeros. Se escuchó una pequeña explosión y luego... no había más que un extraño olor a carne asada mezclada con aquel tóxico aire. Aquel "boom" fue como una señal del cielo. Miré a las verduras que crecían en medio de un ambiente amarillento, que me recordaba en cierto modo al olor que había percibo cuando Astrid exhaló su fuego de dragón. En mi cabeza comenzaron a unirse las piezas de un gran puzzle, una loca idea que sólo podía funcionar en Discordia.
Me dirigí a los restos de aquella casa y tomé los trozos de madera que habían quedado esparcidos por el lugar. Con la única mano que tenía, me arranqué la manga del brazo inexistente, corte una ancha tira y lo enrollé en el trozo de madera. Repetí aquel proceso con dos trozos más. Tras ello, me los llevé cerca de uno de esos agujeros explosivos. Metí el palo dentro y ¡auala! antorcha improvisada. Pero no podía perder mucho tiempo en admirar mi obra; tomé el palo y me dirigí a uno de los cúmulos de flores con aquella extraña atmósfera. Lancé la antorcha y al entrar en contacto con aquel gas se produjo una intensa explosión que envolvió aquella zona en llamas. Repetí el proceso con las otros dos palos que me quedaban, encendiendo dos cúmulos más. Las raíces estaban demasiado secas, por lo que eran un alimento perfecto para el fuego que comenzó a expandirse por toda la granja.
Una vez finalizados mis instintos de pirómano me centré en encontrar un lugar seguro entre las claras de las raices y lejos de los cúmulos de aquel gas inflamable.
"Estoy sorprendido... Has condenado a cuatro seres y varios animales..." por primera vez el lobo me halagó, aunque fuera un halagó cargado de ironía.
"Estaban demasiado corrompidos..." le respondí con bastante pena, era muy consciente de las repercusiones de mis actos. "Si se salvan podrán liberarse de la adicción que las raíces les han creado."
"Si prefieres verlo así..." y desapareció de mi mente, dejándome asolas contra el fuego que comenzaba a amenazarme a mi también.
"¿¡Qué!?"
Demasiado tarde, la rata "correcta" abrió sus fauces como si fuera una gran puerta y nos engulló, haciendo que nos perdiéramos en el espacio-tiempo.
Cuando volví a tomar una consciencia física volvía a estar en forma humana, al parecer el lobo había hecho honor a su palabra dada en el pacto de tregua, lo cual agradecía. Sin perder mucho tiempo, eché un vistazo alrededor para ver dónde me encontraba.
A simple vista todo aquello parecía un enorme y antiguo bosque, salvo por algunos detalles: lo que se suponía que debían de ser arboles eran unas raíces enormes y secas que se movían, y en aquellos claros que las raíces desaparecían había hoyos que desprendían una extraña sustancia y el sonido de explosiones. A parte, el lugar era bastante extenso y llano, como si en otro tiempo hubiese pasado la mano del hombre, a parte de que crecían algunos vegetales, propios de las granjas, pero con ciertas modificaciones y nada apetecibles debido al color que tenían.
"¿Esto habrá sido una granja en el pasado?" la respuesta la obtuve al ver los restos de una casa engullida por las raíces grisáceas. "Las raíces han corrompido la tierra..."
En ese momento escuché un murmullo en mis espaldas, el sonido de unas bocas masticar. Siendo cuidadoso, pues ya había comprendido que Discordia era un cumulo de peligros, me asomé un poco para observar de dónde provenía el ruido. Vi a cuatro figuras humanoides de color gris comiéndose las raíces con unos dientes sangrantes. Reprimí una arcada para evitar que me descubrieran, y seguí estudiando a aquellos seres. Estaban calvas y esqueléticas, demasiado afanadas en comer aquellas raíces que tanto daño dental les estaba provocando, aunque en sus rostros había una expresión de felicidad.
"También han corrompido a las personas..." me retiré con sumo cuidado alejándome poco a poco procurando no hacer ningún ruido.
La cosa estaba complicada, no sabía muy bien que hacer. Mientras pensaba y caminaba algo distraído, fue cuando descubrí que en aquel lugar también había animales, aunque estos eran amorfos. Me fijé en como un conejo sin orejas y dos bocas saltaba alegremente, hasta que cayó en uno de esos extraños agujeros. Se escuchó una pequeña explosión y luego... no había más que un extraño olor a carne asada mezclada con aquel tóxico aire. Aquel "boom" fue como una señal del cielo. Miré a las verduras que crecían en medio de un ambiente amarillento, que me recordaba en cierto modo al olor que había percibo cuando Astrid exhaló su fuego de dragón. En mi cabeza comenzaron a unirse las piezas de un gran puzzle, una loca idea que sólo podía funcionar en Discordia.
Me dirigí a los restos de aquella casa y tomé los trozos de madera que habían quedado esparcidos por el lugar. Con la única mano que tenía, me arranqué la manga del brazo inexistente, corte una ancha tira y lo enrollé en el trozo de madera. Repetí aquel proceso con dos trozos más. Tras ello, me los llevé cerca de uno de esos agujeros explosivos. Metí el palo dentro y ¡auala! antorcha improvisada. Pero no podía perder mucho tiempo en admirar mi obra; tomé el palo y me dirigí a uno de los cúmulos de flores con aquella extraña atmósfera. Lancé la antorcha y al entrar en contacto con aquel gas se produjo una intensa explosión que envolvió aquella zona en llamas. Repetí el proceso con las otros dos palos que me quedaban, encendiendo dos cúmulos más. Las raíces estaban demasiado secas, por lo que eran un alimento perfecto para el fuego que comenzó a expandirse por toda la granja.
Una vez finalizados mis instintos de pirómano me centré en encontrar un lugar seguro entre las claras de las raices y lejos de los cúmulos de aquel gas inflamable.
"Estoy sorprendido... Has condenado a cuatro seres y varios animales..." por primera vez el lobo me halagó, aunque fuera un halagó cargado de ironía.
"Estaban demasiado corrompidos..." le respondí con bastante pena, era muy consciente de las repercusiones de mis actos. "Si se salvan podrán liberarse de la adicción que las raíces les han creado."
"Si prefieres verlo así..." y desapareció de mi mente, dejándome asolas contra el fuego que comenzaba a amenazarme a mi también.
Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Esta era una pesadilla descartada, Discordia no le prestaba interés. Bien podía arder en un infierno de llamas amarillas que Él no haría nada por impedirlo. Si se preocupase por los desechos del castillo, el sumidero no estaría infectado de ratas.
Una situación diferente hubiera sido que la pesadilla hubiera demostrado ser funcional, que hubiera asustado a un desprevenido habitante del castillo que, por vicisitudes del destino, hubiera ido a parar al sumidero. En tal caso, Discordia se hubiera interesado por la pesadilla, habría roto el conjuro que la enlazaba con la rata negra de ojos grises y devuelto al castillo. Al perdido habitante de Discordia, le hubiera regalado una pesadilla diferente; una especial cerca del salón del trono, cerca del moldeador de pesadillas.
Pero eso no ocurrió. La pesadilla murió. Confirmaba, una vez más, que el buen ojo evaluador de Discordia. Las buenas pesadillas no eran aquellas en las que se veía un mundo sin esperanzas; todo lo contrario: eran aquellas en las que se mostraba una esperanza que no se podía alcanzar.
Quien fuera el hombre o mujer que hizo quemar el lugar de raíces, volvería al sumidero, en compañía de las aguas residuales y las ratas. ¿Quién sabe? Quizás, dicha persona, había adoptado la figura de exterminador, alguien que negociaba con la muerte de los desechos del castillo.
Discordia, en su inmensa sabiduría, tomó una decisión: no hacer nada por la pesadilla caída ni por el habitante perdido. Se quitó el casco exaltado con gemas de colores y se rascó la cabeza como un chimpancé buscando piojos. Encontró un trocito de las raíces de la tierra corrompida, era lo último que quedaba de la pesadilla muerta. Dejó caer el trocito al suelo y lo chafó. Discordia sonrió. Era un buen rey, sabía tomar decisiones, y mejor moldeador de sueños, pues no le importaba destruir sus creaciones.
Existía una diferencia, casi imperceptible, entre el Ircan que fue devorado por la rata negra de ojos grises al Ircan que regresó al sumidero desde la pesadilla de la tierra corrompida. Las ratas estaban tan hambrientas que no notaron la diferencia; ellas apenas eran capaces de comprender que Ircan eran el dueño del brazo que acababan de devorar. Fueron los murciélagos, ciegos pero con buen oído, quienes notaron que los gritos del lobo se escuchaban truncados, como si estuviera mascando algo, un trozo de madera reseca o unas hojas de laurel. En el reflejo del agua residual se veía qué tenía el lobo en la boca: desde sus encías nacían pequeñas raíces verdes y marrones, se enredaban entre sus dientes y no le dejaban cerrar completamente la boca.
* Ircan: Respuesta equivocada, maldición para el lobo. Ahora ya sabes la respuesta correcta para la próxima pesadilla: debes cumplirla, fingir que te asusta.
Quisiera recordarte que las maldiciones que obtengas en Discordia no estarán en el mundo real (al menos, no de la manera tan gráfica ni violenta). La nueva maldición que has obtenido hace nacer raíces en tu boca, te impedirá hablar correctamente; será como hablar con la boca llena.
En este turno siguiente tenía pensado que eligieses una nueva rata y, al otro, que cumplieses su objetivo. He cambiado de idea. Para agilizar un poco más el proceso, y aprovechando que sabes la solución al enigma del sumidero: en este turno deberás elegir una rata, describir la pesadilla que te lleve y cumplirla.
Una situación diferente hubiera sido que la pesadilla hubiera demostrado ser funcional, que hubiera asustado a un desprevenido habitante del castillo que, por vicisitudes del destino, hubiera ido a parar al sumidero. En tal caso, Discordia se hubiera interesado por la pesadilla, habría roto el conjuro que la enlazaba con la rata negra de ojos grises y devuelto al castillo. Al perdido habitante de Discordia, le hubiera regalado una pesadilla diferente; una especial cerca del salón del trono, cerca del moldeador de pesadillas.
Pero eso no ocurrió. La pesadilla murió. Confirmaba, una vez más, que el buen ojo evaluador de Discordia. Las buenas pesadillas no eran aquellas en las que se veía un mundo sin esperanzas; todo lo contrario: eran aquellas en las que se mostraba una esperanza que no se podía alcanzar.
Quien fuera el hombre o mujer que hizo quemar el lugar de raíces, volvería al sumidero, en compañía de las aguas residuales y las ratas. ¿Quién sabe? Quizás, dicha persona, había adoptado la figura de exterminador, alguien que negociaba con la muerte de los desechos del castillo.
Discordia, en su inmensa sabiduría, tomó una decisión: no hacer nada por la pesadilla caída ni por el habitante perdido. Se quitó el casco exaltado con gemas de colores y se rascó la cabeza como un chimpancé buscando piojos. Encontró un trocito de las raíces de la tierra corrompida, era lo último que quedaba de la pesadilla muerta. Dejó caer el trocito al suelo y lo chafó. Discordia sonrió. Era un buen rey, sabía tomar decisiones, y mejor moldeador de sueños, pues no le importaba destruir sus creaciones.
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Existía una diferencia, casi imperceptible, entre el Ircan que fue devorado por la rata negra de ojos grises al Ircan que regresó al sumidero desde la pesadilla de la tierra corrompida. Las ratas estaban tan hambrientas que no notaron la diferencia; ellas apenas eran capaces de comprender que Ircan eran el dueño del brazo que acababan de devorar. Fueron los murciélagos, ciegos pero con buen oído, quienes notaron que los gritos del lobo se escuchaban truncados, como si estuviera mascando algo, un trozo de madera reseca o unas hojas de laurel. En el reflejo del agua residual se veía qué tenía el lobo en la boca: desde sus encías nacían pequeñas raíces verdes y marrones, se enredaban entre sus dientes y no le dejaban cerrar completamente la boca.
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* Ircan: Respuesta equivocada, maldición para el lobo. Ahora ya sabes la respuesta correcta para la próxima pesadilla: debes cumplirla, fingir que te asusta.
Quisiera recordarte que las maldiciones que obtengas en Discordia no estarán en el mundo real (al menos, no de la manera tan gráfica ni violenta). La nueva maldición que has obtenido hace nacer raíces en tu boca, te impedirá hablar correctamente; será como hablar con la boca llena.
En este turno siguiente tenía pensado que eligieses una nueva rata y, al otro, que cumplieses su objetivo. He cambiado de idea. Para agilizar un poco más el proceso, y aprovechando que sabes la solución al enigma del sumidero: en este turno deberás elegir una rata, describir la pesadilla que te lleve y cumplirla.
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Las llamas se desvanecieron antes de que pudieran tocarme, prenderle el fuego a todo no había sido de mis mejores ideas. Sin embargo la fortuna no llega sola, todo tiene un precio. En cuanto volví a tocar las asquerosas aguas del sumidero noté como un agudo nacía en mis encías, algo estaba saliendo. Automáticamente me llevé la mano a la boca, lo que no impidió que mis gritos de dolor que resonaron por toda la cloaca. Algo duró estaba envolviendo mis dientes y haciéndolos sangrar.
-¡magdithaseag! - no podía hablar con normalidad - ¡Uhmmmm! - cerré los ojos y me encogí resignándome al dolor.
"Pues parece que tu idea tampoco ha salido bien..." remarcó el lobo con cierto toque de satisfacción en su voz, de tener forma corpórea me lo imaginaba sonriendo.
-Nho thiege sentigo...
"Si, estoy de acuerdo. No se te entiende nada." una carcajada del lobo retumbó en mi mente."
Me reincorporé, ya más acostumbrado al dolor que había amainado. Las ratas seguían ocupadas rebuscando entre los desperdicios, no tardaría en fijarse en mi de nuevo.
"Estoy seguro de haber derrotado aquella pesadilla... La madera seguro que desapareció..." me toqué la rugosa superficie que ahora poblaba mis dientes. "¿Por eso una parte se ha resguardado en mi? ¿Hay que solucionarlas?"
"No hay lógica." las palabras de Niel resonaron en mi mente.
Las ratas se percataron que su plato principal había vuelto mientras yo me quedaba petrificado por lo que significo aquel recuerdo.
"No hay que solucionarlas..." una de las ratas, fue más rápida que el resto, una de ojos marchitos. Yo la miré impasible, reconocí a aquella rata. Era una de las especiales que habían aparecido la primera vez.
La rata abrió la boca, de la misma forma que su anterior compañera, y me tragó entero, haciendo que volviera a transportarme a otro lugar.
Mi cuerpo cayó de bruces al suelo, una llegada mucho menos delicada que la otra vez. Con la única mano que tenía, conseguí levantarme con grandes dificultades, huelga a decir que no estaba acostumbrado a aquellas situaciones. El nuevo escenario que se abría ante mi era menos basto que el anterior, en este existía un pequeño pantano que daba a una ancha torre que presidia el lugar. Aquello se parecía mucho a una de las escenas de los cuentos de hadas que tanto me gustaban, pero conociendo ya el humor de Discordia aquello no tardó en darme mala espina. Buscando entender que ocurría en aquel lugar, y con la esperanza de encontrar una solución a la situación, me acerque a la única opción que tenía, aquella torre.
Atravesar el pantano tuvo su dificultad. Conforme andaba, la superficie era irregular, dejándome la punta de los pies o la espinilla contra alguna que otra roca e intentando no zambullirme cuando pisaba algún hoyo que hacía que mi pierna se hundiese hasta la rodilla. Esto provocaba que aquella viscosa agua saltara, en muchas ocasiones a mi cara; lo que me dio a probar su dulce néctar, ya que las raíces no me dejaban cerrar la boca. Sólo podía mirar al cielo, de una oscuridad sin estrellas, y maldecir mi suerte. Al salir del pantano, podía decir que mis ropas principescas me hubiesen dado una buena portada para una novela de caballería, el problema es que el traje estaba ya lleno de agujeros, lleno de lodo y me faltaba un brazo; sin necesidad de entrar en los pequeños detalles que habían crecido en mi boca.
La puerta de la torre no ofreció ninguna resistencia a abrirse. Al entrar vi una sala enorme con un único espejo en el centro, lo que me recordó al inicio de toda aquella aventura. Ande hacía el presuponiendo quién me iba a aparecer.
"Si no tengo que superar las pesadillas, debo de vivírlas. Si es lo que pienso no me va a costar mucho... espero..."
Sin embargo, la sorpresa me asustó más de lo que me hubiese asustado lo que tenía pensado. Al principio, mi reflejo era normal, sin nada enigmático más allá de las raíces plateadas de mis dientes, pero... en lo que fue apenas un pestañeo, el espejo se volvió verde, como el agua del pantano, y mi rostro se volvió putrefacto, de un tono también verdoso y lleno de postulas que comenzaban a explotar, soltando un pus amarillento. Pegué un gritó y trastabillé hacía atrás cayendo de culo al suelo. La sala, no tardó en llenarse de aquellos espejos verdes, todas mostrándome mi feo retrato. Mi pulso se había acelerado con la impresión, pero una vez acostumbrado volví a conseguir calmarme.
"¿Ya está?"
Pero no, no estaba, el rostro putrefacto no era el plato fuerte de aquel banquete. Me giré para buscar la puerta de salida, pero esta había sido cubierto por los espejos. Intenté encontrar un camino entre ellos, evitando mi reflejo. Justo cuando creí dar con la solución choqué contra una superficie dura que me hizo volver a caer de culo. No había sido consciente de que aquel camino había sido creado por una ilusión de otro espejo, que no tardó en transformar su cristal transparente, en uno con todos verdosos. Todo mi mundo se tiñó de aquel enfermizo verde. Mirara donde mirará, estaba presente aquel tono, como si hubiese invadido la atmósfera.
Sin poder fiarme de mis ojos, que se habían recargado de aquella imagen de decrepitud, me guié por el tacto de mi mano. Gracias a eso pude encontrar una especie de salida y sin más opciones la seguí. Fue difícil caminar aquel angosto sendero, pues el camino era sinuoso y en ninguno de los casos claros. De no haber usado el tacto, me hubiese chocado con muchos más espejos.
Caminé durante horas con aquella imagen putrefacta de mi mismo acosándome en todos lados, incluso en ciertos momentos llegué a pensar que era mi verdadero rostro. Subí y baje escaleras, doble y redoble esquinas, retrocedí ante caminos que no daban a ninguna parte. Había entrado en un inmenso laberinto en el que no podía tener ninguna capacidad de orientación. Al final me rendí y me senté apoyando mi cuerpo en uno de aquellos espejos.
-¡Quihego sagir dhe aguí! - grité desesperado. Miré al espejo más cercano y me tapé el rostro con la mano. -¡Noh guiero germe mhás!
"¡Maldita sea! ¡Rompamos esos malditos espejos!" el lobo hizo el esfuerzo de salir, pero se lo impedí, ese no era el plan.
Comencé a pensar en el momento más triste de mi vida, cuando perdí a mi madre en aquella fatídica noche. Las lagrimas no tardaron a asomarse a mis ojos, incluso me sorprendí al notar que en verdad aún no lo había superado. Comencé a llorar.
-¡Focogo! ¡Por favor! - grité con las lágrimas rodando mis mejillas. -¡JACAGME DHE AGUÍ! ¡NHO GUIERO GERME MHÁS!- y seguí llorando recordando aquel momento, la verdad es que necesitaba soltar aquellas lágrimas, aunque aquello no era el objetivo del plan.
-¡magdithaseag! - no podía hablar con normalidad - ¡Uhmmmm! - cerré los ojos y me encogí resignándome al dolor.
"Pues parece que tu idea tampoco ha salido bien..." remarcó el lobo con cierto toque de satisfacción en su voz, de tener forma corpórea me lo imaginaba sonriendo.
-Nho thiege sentigo...
"Si, estoy de acuerdo. No se te entiende nada." una carcajada del lobo retumbó en mi mente."
Me reincorporé, ya más acostumbrado al dolor que había amainado. Las ratas seguían ocupadas rebuscando entre los desperdicios, no tardaría en fijarse en mi de nuevo.
"Estoy seguro de haber derrotado aquella pesadilla... La madera seguro que desapareció..." me toqué la rugosa superficie que ahora poblaba mis dientes. "¿Por eso una parte se ha resguardado en mi? ¿Hay que solucionarlas?"
"No hay lógica." las palabras de Niel resonaron en mi mente.
Las ratas se percataron que su plato principal había vuelto mientras yo me quedaba petrificado por lo que significo aquel recuerdo.
"No hay que solucionarlas..." una de las ratas, fue más rápida que el resto, una de ojos marchitos. Yo la miré impasible, reconocí a aquella rata. Era una de las especiales que habían aparecido la primera vez.
La rata abrió la boca, de la misma forma que su anterior compañera, y me tragó entero, haciendo que volviera a transportarme a otro lugar.
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Mi cuerpo cayó de bruces al suelo, una llegada mucho menos delicada que la otra vez. Con la única mano que tenía, conseguí levantarme con grandes dificultades, huelga a decir que no estaba acostumbrado a aquellas situaciones. El nuevo escenario que se abría ante mi era menos basto que el anterior, en este existía un pequeño pantano que daba a una ancha torre que presidia el lugar. Aquello se parecía mucho a una de las escenas de los cuentos de hadas que tanto me gustaban, pero conociendo ya el humor de Discordia aquello no tardó en darme mala espina. Buscando entender que ocurría en aquel lugar, y con la esperanza de encontrar una solución a la situación, me acerque a la única opción que tenía, aquella torre.
Atravesar el pantano tuvo su dificultad. Conforme andaba, la superficie era irregular, dejándome la punta de los pies o la espinilla contra alguna que otra roca e intentando no zambullirme cuando pisaba algún hoyo que hacía que mi pierna se hundiese hasta la rodilla. Esto provocaba que aquella viscosa agua saltara, en muchas ocasiones a mi cara; lo que me dio a probar su dulce néctar, ya que las raíces no me dejaban cerrar la boca. Sólo podía mirar al cielo, de una oscuridad sin estrellas, y maldecir mi suerte. Al salir del pantano, podía decir que mis ropas principescas me hubiesen dado una buena portada para una novela de caballería, el problema es que el traje estaba ya lleno de agujeros, lleno de lodo y me faltaba un brazo; sin necesidad de entrar en los pequeños detalles que habían crecido en mi boca.
La puerta de la torre no ofreció ninguna resistencia a abrirse. Al entrar vi una sala enorme con un único espejo en el centro, lo que me recordó al inicio de toda aquella aventura. Ande hacía el presuponiendo quién me iba a aparecer.
"Si no tengo que superar las pesadillas, debo de vivírlas. Si es lo que pienso no me va a costar mucho... espero..."
Sin embargo, la sorpresa me asustó más de lo que me hubiese asustado lo que tenía pensado. Al principio, mi reflejo era normal, sin nada enigmático más allá de las raíces plateadas de mis dientes, pero... en lo que fue apenas un pestañeo, el espejo se volvió verde, como el agua del pantano, y mi rostro se volvió putrefacto, de un tono también verdoso y lleno de postulas que comenzaban a explotar, soltando un pus amarillento. Pegué un gritó y trastabillé hacía atrás cayendo de culo al suelo. La sala, no tardó en llenarse de aquellos espejos verdes, todas mostrándome mi feo retrato. Mi pulso se había acelerado con la impresión, pero una vez acostumbrado volví a conseguir calmarme.
"¿Ya está?"
Pero no, no estaba, el rostro putrefacto no era el plato fuerte de aquel banquete. Me giré para buscar la puerta de salida, pero esta había sido cubierto por los espejos. Intenté encontrar un camino entre ellos, evitando mi reflejo. Justo cuando creí dar con la solución choqué contra una superficie dura que me hizo volver a caer de culo. No había sido consciente de que aquel camino había sido creado por una ilusión de otro espejo, que no tardó en transformar su cristal transparente, en uno con todos verdosos. Todo mi mundo se tiñó de aquel enfermizo verde. Mirara donde mirará, estaba presente aquel tono, como si hubiese invadido la atmósfera.
Sin poder fiarme de mis ojos, que se habían recargado de aquella imagen de decrepitud, me guié por el tacto de mi mano. Gracias a eso pude encontrar una especie de salida y sin más opciones la seguí. Fue difícil caminar aquel angosto sendero, pues el camino era sinuoso y en ninguno de los casos claros. De no haber usado el tacto, me hubiese chocado con muchos más espejos.
Caminé durante horas con aquella imagen putrefacta de mi mismo acosándome en todos lados, incluso en ciertos momentos llegué a pensar que era mi verdadero rostro. Subí y baje escaleras, doble y redoble esquinas, retrocedí ante caminos que no daban a ninguna parte. Había entrado en un inmenso laberinto en el que no podía tener ninguna capacidad de orientación. Al final me rendí y me senté apoyando mi cuerpo en uno de aquellos espejos.
-¡Quihego sagir dhe aguí! - grité desesperado. Miré al espejo más cercano y me tapé el rostro con la mano. -¡Noh guiero germe mhás!
"¡Maldita sea! ¡Rompamos esos malditos espejos!" el lobo hizo el esfuerzo de salir, pero se lo impedí, ese no era el plan.
Comencé a pensar en el momento más triste de mi vida, cuando perdí a mi madre en aquella fatídica noche. Las lagrimas no tardaron a asomarse a mis ojos, incluso me sorprendí al notar que en verdad aún no lo había superado. Comencé a llorar.
-¡Focogo! ¡Por favor! - grité con las lágrimas rodando mis mejillas. -¡JACAGME DHE AGUÍ! ¡NHO GUIERO GERME MHÁS!- y seguí llorando recordando aquel momento, la verdad es que necesitaba soltar aquellas lágrimas, aunque aquello no era el objetivo del plan.
Ircan
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] | Por encima del sumidero se encontraban las mazmorras, el lugar donde se castigaba a las pesadillas salvajes tras haber osado revelarse en contra de su rey y creador. En el Castillo de Discordia, era usual que los sueños cobrasen forman según la función que realizasen. En el sumidero tenían forma de grandes ratas de alcantarilla, en los baños eran fuentes de aguas termales que ofrecían jabones y fragancias aquellos que les visitase, en la cocina eran chimeneas y estanterías, en los jardines tomaban espantapájaros y, en las mazmorras, las pesadillas serviciales eran las celdas, los aparatos de tortura y los carceleros. Los torturados eran pesadillas amorfas y en constante movimiento. Parecía que un niño torpe e indeciso les estuviera moldeando como si fueran puñados de pringoso barro. |
A Discordia le divertía pensar que esta posibilidad pudiera cumplirse. Siendo justos, se podía decir que era un rey demasiado considerado, incluso con sus prisioneros. Cuatro minutos de cada hora, las puertas de las celdas se abrían y los experimentos de tortura dejaban de funcionar. Los sueños serviciales, cumpliendo la función de guardias, soltaban los grilletes y las esposas de las pesadillas salvajes.
-En cuatro minutos estarás de vuelta- recordaba el guardia a la masa sin forma – Caza-.
El primer objetivo al que atacaban era a los guardias. Perdían dos de estos hermosos cuatro minutos enfrentándose a sueños compactos y armados. Luego, hacían formar dientes y piernas por todo su cuerpo y corrían buscando comida.
Unas pocas ratas, pesadillas desechadas que tendrían que estar en el sumidero, habían conseguido ascender a las mazmorras y residían escondidos en agujeros de la pared. Las ratas eran las presas predilectas de las pesadillas salvajes. Sueños que comían de otros sueños; temores que se multiplicaban. Los mundos interiores de las pesadillas salvajes eran tan caóticos e indecisos como sus cuerpos.
Una masa de color rosada de cuerpo indefinido, cinco piernas (una de ellas menguaba a la vez que otra crecía) y tres bocas a alimentar de diferentes animales que cambiaban constantemente, un segundo eran una cebra un perro y un águila y, al otro, una pantera, un ratón y un cervatillo; era un poco más inteligente que sus compañeros. En lugar de correr hacia las ratas, corría hacia la puerta. Al otro lado le esperaba las escaleras de cristal que le llevarían al piso superior. Nada más tocar el primer peldaño, habría escapado, su función en el castillo cambiaría y la maldición del cuerpo amorfo desaparecía. Los tres animales gruñeron al unísono. Durante el triple gruñido, volvieron a transformarse. Ahora eran un gorrión, un rinoceronte y un oso.
Los cuatro minutos acabaron cuando la pesadilla saltó hacia la puerta. De pronto, volvió a encontrarse en su correspondiente celda. Las cinco piernas y las tres cabezas se derritieron en la masa rosa. Un grillete le comprimía la cintura. La próxima vez, haría más piernas y menos cabezas para ir más rápido.
Una diferencia, entre esta hora y la anterior, es que ya no estaba solo en la celda; tenía un compañero. Por su aspecto, parecía haberse alimentado de un par de pesadillas: un brazo cercenado y raíces en las bocas. Si la masa rosada tuviera una de las tres bocas, las usaría para reírse de la nueva pesadilla.
-Tienes buen aspecto- la voz sonaba del interior de la masa- Apetitoso- emitió un sonido como si se estuviera relamiendo.
El compañero tenía las piernas y el brazo atado en grilletes de hierro. La pared de la celda, que era una cruel pesadilla al servicio de Discordia, acortaba las cadenas para hacer estirar el cuerpo del apetitoso hombre y así torturarle. ¡Obedece a Discordia!
Cambió de idea: en lugar de ir a la puerta, en los siguientes cuatro minutos, comería.
_____________________
* Ircan: Conocemos más acerca de los niveles del Castillo del sueño. Te encuentras en las mazmorras. Por tu mal aspecto te confunden con una “pesadilla salvaje”. En el siguiente turno, deberás demostrar que no eres una pesadilla salvaje y, cuando comiencen los cuatro minutos de caza, impedir que te coman. Deberás aprovechar esta oportunidad para ir directamente hacia la puerta y ascender por las escaleras de cristal.
Sigel
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Otra vez de vuelta a la oscuridad. Por unos momentos pensé que volvería de nuevo a aquella infecta cloaca, y momentos después prácticamente lo desee.
Esta vez, fu transportado a lo que parecía ser una celda, pero no tuve mucho tiempo de investigar. En unos instantes, unos tentáculos de metal atraparon mis piernas y mi mano y me fijaron contra la pared a mi espalda tirando de mí. Mi cuerpo se tensó, y comencé a notar como mis músculos comenzaban a resentirse. No pude evitar apretar los dientes para ahogar los primeros gritos de dolor.
A mi lado, un ser en una continua deformidad, me dedicaba unas cuantas miradas apetitosas, ya que tenía un número de cabezas que aumentaba y se reducía sin una aparente lógica, y unas palabras no muy halagüeñas. No pude evitar hacer una mueca de asco, por el hecho de que aquello pudiera comerme y por lo fea que era aquella criatura.
"¡No hemos avanzado nada!"
"Bueno... ahora huele un poco mejor..."
"Imbécil"
De haber podido me hubiese encogido de hombros, pero estaba demasiado ocupado con los intentos de las cadenas de hacerme más alto. Intenté resistirme, pero no valía de nada. Las cadenas seguían recortándose gradualmente. Noté como el hierro comenzaba a hundirse en mi piel...
-¡Ahh!-miré furioso las cadenas que parecían reírse de mi. -Tengo que salir de aquí...
- Apetitoso
-Gracias por el cumplido... -lo miré bien. -.... cosa... ¡Ah! - mis dientes chirriaron, aquello estaba estirando demasiado.
De repente una especie de alarma sonó y tanto las puertas de las celdas como los grilletes se abrieron, liberándome tanto a mi como al resto de pesadillas que poblaban aquel lugar. Mi compañero, o compañera no podía estar seguro, no tardó en abalanzarse sobre mí con una boca de león, una de una cabra y otra de un mono. Pero aprovechando la caída pude rodar a tiempo y evitar un desagradable final. No dude en salir de allí y comencé a correr perdidamente por aquella prisión.
Al parecer se había cometido como una especie de motín, muchas cosas amorfas se peleaban tanto entre ellas como contra otras cosas un poco más agraciadas que iban armadas, aunque estas no ofrecían mucha resistencia.
"¿Por qué no hacen nada?" aquel momento de despiste casi me lleva a llenar el estómago de una de aquellas cosas, pero en el último momento pude deslizarme entre sus seis piernas de diverso origen.
"¡Tenemos que encontrar la salida!" el lobo estaba comenzando a enfadarse, al parecer no le era atractiva la idea de morir devorado.
El problema era que aquel lugar parecía un laberinto, y el hecho de tener que esquivar criaturas deformes con mucha hambre no ayudaba.
- ¡Ven aquí bocadillo! - mi compañero de celda apareció atrás mía con cinco bocas hambrientas que hablaban al unísono.
Por suerte logré interponer a uno de esos guardias entre mi compañero y yo. Hui sin mirar atrás mientras escuchaba un terrorífico sonido a mi espalda.
Al final, sólo me centré en correr y en esquivar seres, sin ser consciente de que seguramente estaba corriendo en círculos. Cuando parecía que iba a llegar a algún sitio especial, una puerta que daba a una escalera de cristal, algo tiró de mí y en un pestañeo estaba de nuevo en la celda, con los grilletes tensando mi cuerpo y con mi compañero de celda llamándome cosas tan bonitas que hacían que se me revolviese el estómago.
Unos veinte minutos después, llegó a la celda uno de aquellos feos guardias.
-¡Maldita cosa! ¡Te has pasado! - desenfundó su arma, una especie de espada negra, y le cortó uno de los brazos que le acaban de crecer.
La criatura aulló de dolor con diversas bocas en los largos minutos en que aquel guardia se entretuvo en cortarle miembros que desaparecían al caer al suelo y volvían a crecer. Incluso me dio un poco de pena. Cuando el guardia se fue la criatura se volvió hacía mi y con siete bocas me dijo.
- Voy a comerte lentamente bocadillo...- y en aquel momento desapareció la poca pena que hubiese podido sentir.
"Debo de hacerme con una de esas armas..." En los instantes siguientes intenté de organizar un mapa mental del lugar, intentando ubicar dónde estaría la puerta que daba a la escalera de cristal. Aunque el hecho de estar siendo estirado inexorablemente no ayudaba a desarrollar la imaginación.
Cuando volvió a sonar aquella extraña alarma, está vez pude reaccionar con mayor rapidez a la embestida de mi furioso compañero, salí de la celda y intenté tomar el camino que me llevara antes a aquella escalera. Pero eso no iba a ser fácil, el continuó y repetitivo motín impedía un avance fácil. Eso y que tenía a mi propia criatura personal persiguiéndome incansable.
- ¡No corras! -
-¡Si hombre! - intenté ir más rápido, pero era imposible, la tortura que habían sufrido mis extremidades comenzaba a pasarme factura. No iba a poder dejar atrás a aquella cosa.
El resto del mundo de la celda seguía su propio ritmo, eramos ajenos prácticamente a todo lo que pasaba.Yo corría y aquella cosa corría detrás de mi, no había nada más. Pero... en uno de los acontecimientos de ese mundo ajeno, uno de los guardias que era atacado por aquella criaturas, soltó su arma. Como si me fuera la vida en ello, me lancé a por el arma, rodando por el suelo. La tomé con mi única mano, permitiéndome esgrimir una sonrisa que rápidamente se apagó al verme a mi perseguidor encima. Por instinto, balanceé el arma y cercene una de sus piernas. El acechador no pudo evitar caer dando volteretas y alejándose de mi.
Por el rabillo del ojo, percibí un tenue resplendor blanco. Giré la mirada y allí estaba, la puerta que daba a las escaleras de cristal. Me levanté sufriendo todas las quejas de mis músculos ayudándome del arma y corrí tambaleándome hacía aquella puerta.
- ¡No escaparas!- escuché el chirriar de unas garras que arañaban la piedra.
No podía permitirme el lujo de mirar atrás, aquello me quitaría tiempo. El corazón me decía que si llegaba a aquella escalera se solucionarían todos mis problemas. Hice acopio de todas mis fuerzas e intenté aumentar la velocidad. Los múltiples pasos a mi espalda cada vez se escuchaban más cercanos. La puerta estaba tan cerca que alargué la mano con la falsa ilusión de que podía tocarla. Noté la agitada respiración de mi perseguidor. Cerré los ojos y con mi ultimó impulso salté en dirección a la puerta, quedando en manos de los dioses.
Esta vez, fu transportado a lo que parecía ser una celda, pero no tuve mucho tiempo de investigar. En unos instantes, unos tentáculos de metal atraparon mis piernas y mi mano y me fijaron contra la pared a mi espalda tirando de mí. Mi cuerpo se tensó, y comencé a notar como mis músculos comenzaban a resentirse. No pude evitar apretar los dientes para ahogar los primeros gritos de dolor.
A mi lado, un ser en una continua deformidad, me dedicaba unas cuantas miradas apetitosas, ya que tenía un número de cabezas que aumentaba y se reducía sin una aparente lógica, y unas palabras no muy halagüeñas. No pude evitar hacer una mueca de asco, por el hecho de que aquello pudiera comerme y por lo fea que era aquella criatura.
"¡No hemos avanzado nada!"
"Bueno... ahora huele un poco mejor..."
"Imbécil"
De haber podido me hubiese encogido de hombros, pero estaba demasiado ocupado con los intentos de las cadenas de hacerme más alto. Intenté resistirme, pero no valía de nada. Las cadenas seguían recortándose gradualmente. Noté como el hierro comenzaba a hundirse en mi piel...
-¡Ahh!-miré furioso las cadenas que parecían reírse de mi. -Tengo que salir de aquí...
- Apetitoso
-Gracias por el cumplido... -lo miré bien. -.... cosa... ¡Ah! - mis dientes chirriaron, aquello estaba estirando demasiado.
De repente una especie de alarma sonó y tanto las puertas de las celdas como los grilletes se abrieron, liberándome tanto a mi como al resto de pesadillas que poblaban aquel lugar. Mi compañero, o compañera no podía estar seguro, no tardó en abalanzarse sobre mí con una boca de león, una de una cabra y otra de un mono. Pero aprovechando la caída pude rodar a tiempo y evitar un desagradable final. No dude en salir de allí y comencé a correr perdidamente por aquella prisión.
Al parecer se había cometido como una especie de motín, muchas cosas amorfas se peleaban tanto entre ellas como contra otras cosas un poco más agraciadas que iban armadas, aunque estas no ofrecían mucha resistencia.
"¿Por qué no hacen nada?" aquel momento de despiste casi me lleva a llenar el estómago de una de aquellas cosas, pero en el último momento pude deslizarme entre sus seis piernas de diverso origen.
"¡Tenemos que encontrar la salida!" el lobo estaba comenzando a enfadarse, al parecer no le era atractiva la idea de morir devorado.
El problema era que aquel lugar parecía un laberinto, y el hecho de tener que esquivar criaturas deformes con mucha hambre no ayudaba.
- ¡Ven aquí bocadillo! - mi compañero de celda apareció atrás mía con cinco bocas hambrientas que hablaban al unísono.
Por suerte logré interponer a uno de esos guardias entre mi compañero y yo. Hui sin mirar atrás mientras escuchaba un terrorífico sonido a mi espalda.
Al final, sólo me centré en correr y en esquivar seres, sin ser consciente de que seguramente estaba corriendo en círculos. Cuando parecía que iba a llegar a algún sitio especial, una puerta que daba a una escalera de cristal, algo tiró de mí y en un pestañeo estaba de nuevo en la celda, con los grilletes tensando mi cuerpo y con mi compañero de celda llamándome cosas tan bonitas que hacían que se me revolviese el estómago.
Unos veinte minutos después, llegó a la celda uno de aquellos feos guardias.
-¡Maldita cosa! ¡Te has pasado! - desenfundó su arma, una especie de espada negra, y le cortó uno de los brazos que le acaban de crecer.
La criatura aulló de dolor con diversas bocas en los largos minutos en que aquel guardia se entretuvo en cortarle miembros que desaparecían al caer al suelo y volvían a crecer. Incluso me dio un poco de pena. Cuando el guardia se fue la criatura se volvió hacía mi y con siete bocas me dijo.
- Voy a comerte lentamente bocadillo...- y en aquel momento desapareció la poca pena que hubiese podido sentir.
"Debo de hacerme con una de esas armas..." En los instantes siguientes intenté de organizar un mapa mental del lugar, intentando ubicar dónde estaría la puerta que daba a la escalera de cristal. Aunque el hecho de estar siendo estirado inexorablemente no ayudaba a desarrollar la imaginación.
Cuando volvió a sonar aquella extraña alarma, está vez pude reaccionar con mayor rapidez a la embestida de mi furioso compañero, salí de la celda y intenté tomar el camino que me llevara antes a aquella escalera. Pero eso no iba a ser fácil, el continuó y repetitivo motín impedía un avance fácil. Eso y que tenía a mi propia criatura personal persiguiéndome incansable.
- ¡No corras! -
-¡Si hombre! - intenté ir más rápido, pero era imposible, la tortura que habían sufrido mis extremidades comenzaba a pasarme factura. No iba a poder dejar atrás a aquella cosa.
El resto del mundo de la celda seguía su propio ritmo, eramos ajenos prácticamente a todo lo que pasaba.Yo corría y aquella cosa corría detrás de mi, no había nada más. Pero... en uno de los acontecimientos de ese mundo ajeno, uno de los guardias que era atacado por aquella criaturas, soltó su arma. Como si me fuera la vida en ello, me lancé a por el arma, rodando por el suelo. La tomé con mi única mano, permitiéndome esgrimir una sonrisa que rápidamente se apagó al verme a mi perseguidor encima. Por instinto, balanceé el arma y cercene una de sus piernas. El acechador no pudo evitar caer dando volteretas y alejándose de mi.
Por el rabillo del ojo, percibí un tenue resplendor blanco. Giré la mirada y allí estaba, la puerta que daba a las escaleras de cristal. Me levanté sufriendo todas las quejas de mis músculos ayudándome del arma y corrí tambaleándome hacía aquella puerta.
- ¡No escaparas!- escuché el chirriar de unas garras que arañaban la piedra.
No podía permitirme el lujo de mirar atrás, aquello me quitaría tiempo. El corazón me decía que si llegaba a aquella escalera se solucionarían todos mis problemas. Hice acopio de todas mis fuerzas e intenté aumentar la velocidad. Los múltiples pasos a mi espalda cada vez se escuchaban más cercanos. La puerta estaba tan cerca que alargué la mano con la falsa ilusión de que podía tocarla. Noté la agitada respiración de mi perseguidor. Cerré los ojos y con mi ultimó impulso salté en dirección a la puerta, quedando en manos de los dioses.
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Re: Discordia [Misión] [Evento Horrorween]
Dos pesadillas corpóreas se acercaron a la puerta. Al otro lado quedaba el preso que había logrado escapar de los calabozos. ¡Oh Discordia, cuánto disfrutarían sus invitados con una pesadilla salvaje rondando los pasillos del castillo! Ambos guardias reían a carcajadas imaginando los muchos placeres que podían surgir de ésta aventura. El primero señalaba la carencia del brazo de derecho de la pesadilla y el segundo las raíces que se formaban entre sus encías. ¡Era repugnante! Ninguno de los dos se preguntó por qué la pesadilla salvaje no era capaz de cambiar de forma; no le dieron importancia. Fantasear era mejor que preguntar.
-Para la próxima, no permitas que vuelvan a capturarte con vida.- los guardias se despidieron moviendo la mano derecha- El segundo encarcelamiento es más doloroso- uno se relamió y el otro se sujetó las costillas para no caer de la risa.
La escalera de cristal era una prisión dentro de la prisión. Por mucho que los presos subieran, no llegarían a su límite. En cambio, bastaba bajar dos escalones para volver a dónde había empezado.
Las pesadillas salvajes que pudieron escapar en los anteriores juegos habían enloquecido. No aceptaban la palabra de Discordia, pero le suplicaban piedad cada vez que se encontraban en el punto de partida. Cuando agachaban la cabeza cansados de subir escalones, veían los temores de los habitantes de Discordia. La pesadilla “Mujer con dientes de caimán” vio un joven chico, inexperto en las artes del sexo, acercarse a la espalda de su reflejo atraído por la larga melena castaña, la estética figura y el dulce aroma que desprendía la mujer. Cuando ella se giraba, pasaba su lengua de reptil por la cara y le mordía el cuello. ¡Qué gustazo! “Hombre con cabeza de calabaza” vio seca por el calor del verano. La familia encargada del huerto estaba demacrada, el relieve de los huesos se les marcaba a través de la piel. El inútil del padre lloraba de impotencia por no poder alimentar a sus hijos, la madre lloraba porque perdería al nuevo bebé que estaba esperando y los niños se preguntaban cuál de ellos iba a perecer primero. “Hombre con cabeza de calabaza” estaba ansioso por llegar al piso superior y hacer ver a todos los habitantes del castillo la imagen de la verdadera desnutrición. “Mujer con pupilas de sangre” veía fluir ríos rojos por las calles de Lunargenta. A falta de agua, los animales bebían de la sangre. Los humanos, al principio, se rehusaban a beber, por rebeldía o quizás por asco. Quienes no bebían de los ríos de sangre acaban muertos y quienes lo hacían no podían dejar de beber.
Entre todas las pesadillas atrapadas en la escalera de cristal había un soñador: Ircan. Si las pesadillas supieran de su existencia entre ellas, le harían ver todos los miedos que representaban. Eso les daría fuerza, les alimentaría. Al soñador, sin embargo, le traumatizarían de por vida. Si no se habían dado cuenta de la presencia de éste era porque no parecía un soñador; su aspecto maldito le hacían ver como una pesadilla más.
Entre los divertimientos de Discordia estaba observar, en su flamante trono, todas las trampas de su castillo: el sumidero, los calabozos y, ahora, la escalera de cristal. Él, en su bendita sabiduría, reconoció al soñador. Sería entretenido dejarle atrapado en medio de tantas pesadillas hambrientas. Sin embargo, era mucho más divertido deshacer el hechizo y dejar que el joven licántropo y las pesadillas subieran al vestíbulo del castillo, lugar donde se encontraban la mayoría de soñadores sirviendo como criados.
-Me lo voy a pasar en grande- un gesto con la palma de la mano bastó para deshacer el hechizo: la escalera de cristal marcó su cima y la puerta se abrió.
* Ircan: Discordia está jugando contigo. Es irónico decir que está haciendo, de tu estancia en el castillo, una pesadilla.
Ha deshecho el hechizo que encadena a las pesadillas (y a ti) en la escalera de cristal. Ellas están completamente desquiciadas, atraparán a todo soñador que se acerquen y le enloquecerán con los peores miedos.
Por ahora, pasas inadvertido entre ellos. Todo cambiará si te enfrentas cara a cara a una pesadilla o te pones tan cerca que dejas que te huela. Entonces te reconocerán como un soñador.
Tuya es la decisión si salvar la vida de los soñadores que trabajan como criados en el castillo o huir de los problemas y buscar la habitación del trono donde se encuentre el Rey Discordia.
Si decides enfrentarte con las pesadillas y salvar a los soñadores deberás lanzar La Voluntad de los Dioses.
-Para la próxima, no permitas que vuelvan a capturarte con vida.- los guardias se despidieron moviendo la mano derecha- El segundo encarcelamiento es más doloroso- uno se relamió y el otro se sujetó las costillas para no caer de la risa.
La escalera de cristal era una prisión dentro de la prisión. Por mucho que los presos subieran, no llegarían a su límite. En cambio, bastaba bajar dos escalones para volver a dónde había empezado.
Las pesadillas salvajes que pudieron escapar en los anteriores juegos habían enloquecido. No aceptaban la palabra de Discordia, pero le suplicaban piedad cada vez que se encontraban en el punto de partida. Cuando agachaban la cabeza cansados de subir escalones, veían los temores de los habitantes de Discordia. La pesadilla “Mujer con dientes de caimán” vio un joven chico, inexperto en las artes del sexo, acercarse a la espalda de su reflejo atraído por la larga melena castaña, la estética figura y el dulce aroma que desprendía la mujer. Cuando ella se giraba, pasaba su lengua de reptil por la cara y le mordía el cuello. ¡Qué gustazo! “Hombre con cabeza de calabaza” vio seca por el calor del verano. La familia encargada del huerto estaba demacrada, el relieve de los huesos se les marcaba a través de la piel. El inútil del padre lloraba de impotencia por no poder alimentar a sus hijos, la madre lloraba porque perdería al nuevo bebé que estaba esperando y los niños se preguntaban cuál de ellos iba a perecer primero. “Hombre con cabeza de calabaza” estaba ansioso por llegar al piso superior y hacer ver a todos los habitantes del castillo la imagen de la verdadera desnutrición. “Mujer con pupilas de sangre” veía fluir ríos rojos por las calles de Lunargenta. A falta de agua, los animales bebían de la sangre. Los humanos, al principio, se rehusaban a beber, por rebeldía o quizás por asco. Quienes no bebían de los ríos de sangre acaban muertos y quienes lo hacían no podían dejar de beber.
Entre todas las pesadillas atrapadas en la escalera de cristal había un soñador: Ircan. Si las pesadillas supieran de su existencia entre ellas, le harían ver todos los miedos que representaban. Eso les daría fuerza, les alimentaría. Al soñador, sin embargo, le traumatizarían de por vida. Si no se habían dado cuenta de la presencia de éste era porque no parecía un soñador; su aspecto maldito le hacían ver como una pesadilla más.
Entre los divertimientos de Discordia estaba observar, en su flamante trono, todas las trampas de su castillo: el sumidero, los calabozos y, ahora, la escalera de cristal. Él, en su bendita sabiduría, reconoció al soñador. Sería entretenido dejarle atrapado en medio de tantas pesadillas hambrientas. Sin embargo, era mucho más divertido deshacer el hechizo y dejar que el joven licántropo y las pesadillas subieran al vestíbulo del castillo, lugar donde se encontraban la mayoría de soñadores sirviendo como criados.
-Me lo voy a pasar en grande- un gesto con la palma de la mano bastó para deshacer el hechizo: la escalera de cristal marcó su cima y la puerta se abrió.
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* Ircan: Discordia está jugando contigo. Es irónico decir que está haciendo, de tu estancia en el castillo, una pesadilla.
Ha deshecho el hechizo que encadena a las pesadillas (y a ti) en la escalera de cristal. Ellas están completamente desquiciadas, atraparán a todo soñador que se acerquen y le enloquecerán con los peores miedos.
Por ahora, pasas inadvertido entre ellos. Todo cambiará si te enfrentas cara a cara a una pesadilla o te pones tan cerca que dejas que te huela. Entonces te reconocerán como un soñador.
Tuya es la decisión si salvar la vida de los soñadores que trabajan como criados en el castillo o huir de los problemas y buscar la habitación del trono donde se encuentre el Rey Discordia.
Si decides enfrentarte con las pesadillas y salvar a los soñadores deberás lanzar La Voluntad de los Dioses.
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