¡Cuidado con la mercancía! [Trabajo] [Cerrado]

-¡No pondré un solo pie fuera de esta ciudad, Andrew! ¡Nací aquí, crecí aquí y moriré a-!

-Basta, Elin, sabes que...

-¡No!

-...que es por tu bien.

-¡He dicho que no!

Andrew Lindberg tuvo suerte de no perder la nariz luego de que Elin Larsson (apellido que no tendría por mucho más tiempo) diese por terminada la discusión con un fuerte portazo. Andrew ya no se amedrentaba ante las pataletas de Elin, su prometida. Lo que la joven tenía de hermosa, lo tenía también de caprichosa y tozuda. ¿Por qué no podía ser una dama normal, que supiera cerrar la boca y que fuera tímida y servicial con su futuro marido? Ciertamente el señor Lindberg podría haberse buscado una esposa más recatada... pero es que Elin, con todo y sus berrinches, era sencillamente encantadora. Era aventurera, intrépida y no temía decir lo que pensaba. Andrew solía cumplirle los caprichos, pero esta vez no cedería ante sus gritos de ninguna manera. Querer alistarse a la guardia para proteger Lunargenta, siendo no más que una adolescente, era sin duda una de sus más locas ocurrencias. Aunque Elin no supiera aceptar un “no” por respuesta, en esta ocasión no había posibilidad de negociación.

La pesadez en el clima de Lunargenta resultaba palpable hasta para el más alelado ciudadano. Las cosas estaban poniéndose feas y no era un lugar seguro para nadie. Aunque lo ideal sería irse cuanto antes, Andrew aún tenía negocios que atender dentro de las murallas si quería marcharse con los bolsillos llenos para comenzar una nueva vida en algún sitio menos conflictivo. Sin embargo, no podía dormir tranquilo sabiendo que Elin seguía allí, siendo que en cualquier momento podía desatarse la guerra. No había tiempo que perder.

Primero intentó contratar a una comitiva de guardias para que escoltaran a la joven hasta Vulwulfar -donde se les uniría un día después- mas éstos declinaron inmediatamente pese a la cuantiosa cantidad de dinero que les ofrecía, dado que tenían obligaciones más importantes dentro de la ciudad; tras la caída del trono y la invasión de los vampiros, quedaban pocos efectivos para proteger las murallas ante lo que se avecinaba. No le quedó más opción que recurrir a mercenarios con peor fama, aunque tuvo la sensatez de, entre lo peor de lo peor, elegir a uno que tenía la reputación de llevar a cabo sus encomiendas con esmero. Según decían, el zorro llamado Zatch nunca dejaba un trabajo sin terminar, así fuese “encargarse” de alguien, adquirir algún objeto en especial, o transportar intacta cierta mercancía de un lugar a otro.


Los ojos ambarinos del zorro recorrieron con cierta envidia la fachada de la mansión de Andrew Lindberg. Ahora entendía por qué le había ofrecido una suma de dinero tan descabellada por completar esa “misión”, si así podía llamársele a ser niñero de una mocosa durante un día. Nadie nunca le había ofrecido tanta pasta de una sentada. El hijo de Crasgwar no era un comerciante común y corriente, era uno de los adinerados. A decir verdad, le extrañaba nunca haberlo visto en el mercado negro. ¿Quién demonios amasaba semejante fortuna por vías legales? Bueno, tampoco es que importase mucho. Lo importante era que cumpliera su palabra y desembolsase hasta el último aero que le había prometido tras completar el trabajo.

Suspiró ruidosamente y alzó la vista para constatar la posición del sol. Aún faltaban un par de horas para el mediodía; con suerte, para entonces ya estarían rumbo a Vulwulfar. Oteó a los alrededores, esperando avistar en cualquier momento la silueta de su ayudante dando la vuelta a la esquina. Normalmente Zatch prefería trabajar solo, pero el cliente tenía otros planes en mente.

-Elin es... una chica difícil. Será mejor que vayas con alguien más para asegurarte de que llegue a salvo. Confío en tu criterio, zorro, tienes una reputación que mantener.

Zatch odiaba que le dijeran cómo hacer su trabajo, así que en compensación presionó al hombre para que añadiese al pago un monto adicional por las molestias; no pensaba dividir su parte para pagarle a Matthew Owens. ¿Y por qué lo había elegido a él? Sencillamente, con todo el lío de la guerra y tras pasar tanto tiempo lejos de la ciudad, era el único contacto que tenía disponible. Eso si ya se había recuperado del virote en la nalga, claro. ¡Ja! Se le dibujaba una sonrisa de solo recordarlo.

Por fin, tras unos pocos minutos más, vio al humano acercarse. Lo recibió con el ceño fruncido y un tosco ademán de la mano como todo saludo. Con él no tenía razones para fingir amabilidad.

-Llegas tarde. -Masculló, aunque realmente no tenía forma de saber qué hora era con exactitud. En ese momento, el traqueteo de una carreta avanzando sobre los adoquines lo hizo voltearse. Era la carreta que había alquilado con su correspondiente chofer. Lógicamente, no iban a ir hasta Vulwulfar a pie.

Contrario a lo que la gente pensaba, Matthew era un hombre muy trabajador,  el estafador se consideraba un visionario, un autodidacta, un inversionista y un negociante, por lo que había pocos momentos en el día en que Owens no estuviera trabajando. Cuando recibió el mensaje de Zatch, se encontraba convenciendo a un grupo de gente para que le compraran un “¡Repelente para vampiros! con una sola gota de ese líquido ya ningún chupasangre querría acercarse”

La propuesta le llego como anillo al dedo, irse de la ciudad durante algún tiempo sería lo mejor, sobre todo porque en cuanto las personas se dieran cuenta que la poción contra vampiros no funcionaba estarían algo molestos. Con la pequeña cantidad de monedas que había conseguido se escapó por la ventana de la posada, para no tener que pagar, y fue caminando con tranquilidad hacia la mansión de Andrew Lindberg.

Conocía en rasgos generales al clan Lindberg y también sabía algunas cosas de los Larsson, seguro los cabecillas de ambas familias debían estar relamiéndose al imaginar la gran cantidad de dinero que obtendrían con semejante unión. Aún teniendo en cuenta la fortuna que amasaban a diario la oferta que les habían hecho era muy generosa “Tengo que admitir que el zorro es un buen negociante”

El estafador tenía entendido que su trabajo consistía en escoltar a la prometida hasta Vulwulfar, no tenía por qué ser difícil “A lo mucho algún bandido por el camino y ya está ¿Cierto?” Claramente Owens no estaba al tanto del carácter que tenía la muchacha en cuestión, por lo que en su mente este sería un trabajo sencillo y sin contratiempos.

No tardó en reconocer a Zatch, esperaba de brazos cruzados frente a la mansión y, para variar, tenía cara de enojo. Matthew en cambio llevaba una gran y encantadora sonrisa en el rostro, caminó hacia él con aires de galán e hizo una reverencia.

Ropa del día:

-Yo también estoy feliz de verte, mi Querido Zatch – Al humano le gustaba ese contraste, y mientras mayor fuera el enfado del zorro, más alegre y relajado se mostraba él – Que pensaras en mí para poder hacer este trabajo me llena de alegría -Se quedó a la espera de algún comentario mordaz y desagradable por parte del hombre- bestia, y la respuesta de Matthew solo sería una carcajada.

El ruido de la carreta acercándose hizo que Owens dejara las discusiones con Zatch para más tarde. El estafador reviso su ropa, aunque sabía que estaba perfectamente bien, y se aseguró que los botones de su camisa estuvieran bien abrochados “Las primeras impresiones son importantes” pensó. El carro se detuvo y Matt estaba a punto de abrir la puerta cuando se escuchó una exclamación de sorpresa seguido de una persona que salía rodando desde la puerta principal de la mansión.

-¡¡Déjame en paz!! – Se escuchó una voz femenina surgir desde el interior. El hombre que se encontraba ahora despatarrado en la calle tenía las ropas típicas de la servidumbre -¡Ni tu ni nadie va a decirme lo que tengo que hacer!

“Ah… por eso pagaban tanto” pensó Matthew a medida que iba entendido la situación, miró a Zatch durante un segundo y se sonrió antes de dar unos pasos hacía la casa.

-Sepa disculpar la intromisión, joven Dama, pero seremos los encargados de transportarla hasta Vulwulfar – La muchacha se quedó en silencio unos segundos, al parecer no se esperaba que los mercenarios tuvieran esa apariencia ni se comportaran con educación – Intentemos hacer de este viaje algo… placentero, para ambas partes – Hizo especial énfasis en la última oración, mirando fijamente a la mujer, su tono y su postura habían cambiado, aunque esto último solo sería evidente para el hombre- bestia.

Zatch había olvidado que aquel hombre podía resultar verdaderamente exasperante. Ante sus risas y sus provocaciones, no hizo más que rodar los ojos y negar con la cabeza, exhalando un largo suspiro que se ahogaría bajo el barullo de la carreta acercándose.

No se le pasó por alto cuán arreglado estaba su compañero y lamentó no haber podido recurrir a alguien menos galante para el trabajo; si la mocosa no era fiel a su prometido, cosa muy probable tratándose de un matrimonio arreglado, la presencia de Owens podía llegar a ser un problema. Probablemente sería sensato que él se encargara de tratar con la chica y el moreno sólo estuviese allí por si intentaba escapar. O mejor, que fuera junto al chofer al frente del carromato, llevándose su seducción lo más lejos posible. ¡Qué hastío! Si no le hubiesen ofrecido tanto dinero...

Justo antes de que las puertas se abrieran, el zorro sacó unos guantes de cuero del bolsillo interior de su capa para enfundar las garras en éstos, y así no poner en peligro a la “mercancía” si por algún motivo debía tocarla.

Tuvo que achaparrar las orejas para que los chillidos de la cría no le perforasen los tímpanos. ¡Por Odín! Ese sí que iba a ser un viaje largo. Le devolvió la mirada a su compañero y estuvo a punto de decirle que cerrase la bocota, que lo dejase hablar a él, pero fue en vano. Tuvo que contener una mueca de enojo al verle tomar la iniciativa. Pasada la presentación, dio un paso al frente y dejó caer pesadamente una de sus patas delanteras sobre el hombro del otro, ejerciendo presión y tironeándolo imperceptiblemente hacia atrás. Su mirada, no obstante, recayó sobre la muchacha.

-¿Estás lista para partir? -Zatch no estaba dispuesto a tratar de “usted” ni a la más alta nobleza; mucho menos a una niña que seguramente no sabía ni atarse los cordones ella sola. Sin embargo, sí que se dignó a controlar el tono y sonreírle con gentileza; era muy probable que Lindberg anduviese cerca, observándolos cuidadosamente desde alguna de las múltiples ventanas de la mansión, y debían hacer buena letra.

-No... -Oh, su tono se había sosegado. ¿Era eso un sonrojo en sus mejillas? ¡Maldito Owens!- Siento mucho que hayan venido en vano, pero yo me quedo aquí.

-Señorita, se lo ruego, simplemente... -Intentó interceder el sirviente.

-¡¡QUE NO!!

Zatch pegó un respingo. Ahí estaba el monstruo otra vez; la niña empujó a su lacayo y se enfrascó en una encarnizada pelea para arrancarle las valijas de las manos. ¡Vaya pesadilla! No quedaban muchas opciones... Realmente no quería recurrir a ello, pero era eso o noquearla y meterla en la carreta como un saco de patatas, cosa que probablemente no le gustaría a quien los había contratado. El zorro no tuvo más opción que soltar el hombro de Matthew y acercarse a su oído para, aprovechando el griterío, susurrarle:

-Convéncela de que suba, a ti te hará caso. -Gruñó- ¡Pero no te pases! Lindberg debe estar mirándonos.

Tras separarse de él, suspiró por enésima vez en la mañana y se unió a la pelea para ser él quien tomase las maletas, yendo a guardarlas en la carreta pese a los chillidos de la caprichosa mujer. Un día estaba robando un banco y al otro día era una puta niñera... Vaya vida de mierda.

El fuerte agarre en el hombro de Owens le dejó bien en claro cuál era la opinión de Zatch con respecto a sus tendencias al galanteo. La sonrisa del estafador no se inmuto en lo más mínimo, termino de hacer una elegante reverencia frente a la muchacha y solo entonces dio un paso atrás para que el zorro tomara las riendas del asunto… O el menos que lo intentara.

Nuevamente la joven se negaba a seguir órdenes, Matthew se mantuvo en silencio mientras intercambiaba palabras con Zatch, no necesitaba decir más por el momento, él también había notado el ligero rubor en las mejillas de la chica.

Una cosa que el humano jamás entendería es porque las familias de las casas nobles creían que por mantener a su hija encerrada en su habitación durante dieciséis años sin que tuviera el menor contacto con la realidad la volvería una buena esposa. Ese tipo de tradiciones solo las volvían presa fácil para las personas como Matt, que sin una gota de remordimiento aprovechaban la situación.
“La situación es muy parecida” una chica de una familia bien, dejada en manos de un mentiroso estafador por mero capricho del destino “Pero esta chica Larsson no le llega ni a los talones” pensó Owens.

El humano sintió como Zatch retiraba la mano, y el gesto fue como quitarle un bozal a un perro de caza, Matthew sonrió satisfecho, en cierto modo el hombre- bestia estaba reconociendo sus capacidades. Inclinó la cabeza para señalar que lo había oído y se acercó a la muchacha.

-Señorita, por favor no pelee con el sirviente – Matthew se puso a pensar rápidamente qué movimientos podría hacer sin llamar la atención de posibles espías – No es digno de una dama el actuar así – Hizo un intento de broma mientras se paraba en medio del lacayo y la muchacha, dándole la espalda al primero para que no pudiera ver sus gestos.

-Yo… Yo no quiero ir… - Seguía repitiendo la joven, aunque al menos había dejado de gritar.

-Entiendo eso, y créame que si de mí dependiera no la llevaría... a Vulwulfar – El modo en que terminó la oración no era casualidad, estaba eligiendo las palabras muy cuidadosamente. Mientras decía esto agarró también la manija del bolso, asegurándose de rozar muy ligeramente los dedos de la mujer – Pero es momento de irnos.

-Siempre estuve en Lunargenta, no quiero ir a una tierra extraña, no conozco a nadie allí – El contacto de las manos había tenido efecto, primero se ruborizo y luego soltó el bolso, acción que Matthew aprovecho para pasárselo al sirviente y que lo subiera de una buena vez al carro.

-No estará sola – Le sonrió con dulzura y un poco de picardía – Eso se lo puedo asegurar.

Algo acalorada, la muchacha comenzó a acercarse al carro, miró varias veces la mansión antes de decidirse a poner un pie dentro del carruaje. El estafador se quedó parado junto a la puerta del mismo y le ofreció una mano para ayudarla a subir, algo perturbada por el coqueteo desvió la mirada y se apuró a sentarse.

Muy satisfecho con sus logros le sonrió a Zatch como diciendo “Misión cumplida”, y como no era la idea el continuar con el asunto hacía rumbos más serios, Matthew fue a sentarse junto al chófer.

Una vez todos listos, el carro se puso en marcha, rumbo a Vulwulfar.

Matthew Owens era un dolor en el trasero, pero sin duda alguna sabía cómo aprovechar las cualidades que los dioses le habían dado. Parecía uno de esos tipos que encantaban víboras tocando la flauta, solo que en vez de usar un instrumento se valía de su labia y, en lugar de víboras, encantaba muchachas pudientes y malcriadas.

Zatch lo observó desde el carro con algo de envidia.  Cuando la gente lo veía a él, ya se ponía a la defensiva con solo ver su cuerpo peludo, su hocico repleto de colmillos y sus garras. Siempre tenía que redoblar los esfuerzos para que se tragasen sus actuaciones de criatura desvalida e inofensiva. En cambio, una cara bonita y un cuerpo lampiño facilitaban mil veces el arte de embaucar. No tenía gracia si se empezaba teniendo ventaja. Negó con la cabeza y refunfuñó algo antes de terminar de entrar al habitáculo, haciendo lugar para la muchacha.

Cuando la niña subió y la puerta se cerró tras ella, su gesto pasó del bochorno a la ira en un instante. Al zorro le bastó una mirada para leer lo que decía su cara: Decepción. Seguramente había esperado que Matthew se sentase junto a ella, y no una bestia peluda con olor a perro. Zatch le sonrió y le guiñó un ojo con cinismo mientras se acomodaba el guante de la mano izquierda.

-¿Preparada para el largo viaje, señorita...?

-Elin. -Aclaró, malhumorada. Inmediatamente, aún con la carreta en marcha, llevó una mano al picaporte para intentar abrir la puerta. Zatch se apresuró a frenarla a último momento, tomándole la muñeca con fuerza.

-¡Ay! ¡Me lastimas! -Gimió, fingiendo debilidad. El zorro dudaba que esa fierecilla que había visto momentos atrás gritara por un algo tan nimio así que, lejos de soltarla, apretó más y acercó el rostro a ella para susurrar:

-Más te lastimarás si saltas del el carro en movimiento. ¿Piensas cooperar, o...?

-¿¡O qué!? -Los tímpanos de la bestia zumbaron. ¿¡Por qué demonios tenía que gritar tan agudo!? Elin lo apartó de un golpe y se cruzó de brazos, refunfuñando insultos ininteligibles mientras clavaba la mirada en la ventanilla. Zatch también la insultó entre dientes e hizo exactamente lo mismo. Ya tenía ganas de renunciar y apenas llevaban tres minutos de viaje.

Tras el pequeño altercado, al menos durante media hora hubo paz en la carreta. El traqueteo era relajante y, al mirarla de reojo, Zatch notó que la cría comenzaba a adormilarse, por lo cual él también relajó los hombros y se acomodó mejor en el asiento. Le faltaba poco para quedarse dormido, y ya estaban saliendo de los muros de Lunargenta cuando Elin Larsson decidió romper la paz, poniendo a prueba la paciencia del zorro una vez más.

-¿No es hora de que cambies lugares con tu compañero?

¡Qué impertinente! Zatch arqueó una ceja y la miró con fingida sorpresa. Aunque su única regla era no meterse con niños, no le hubiese molestado tener que descuartizar a esa mocosa.

-¿Es que no te agrada mi compañía? Si hasta me bañé hacer más ameno el viaje, señorita Elin. -Masculló con tono burlón, llevándose una mano al pecho como si estuviera ofendido. A la niña esto no le hizo ninguna gracia; como buena adinerada acostumbrada a que todos sus caprichos fueran cumplidos al primer berrido, abrió la boca e inhaló profusamente, preparándose para gritar.

-¡Dioses, está bien! ¡Si eso hará que te calles...! -La frenó, obteniendo una sonrisilla triunfal por su parte. Irritado, se irguió y movió hacia un lado la pequeña manija que había sobre sus cabezas, esa que utilizaba el chofer para decir algo a los pasajeros sin necesidad de frenar el carro. Se asomó hasta los hombros y alzó la voz para ser oído por Matthew:

-¡Eh! La mocosa exige tu perfumada compañía. Qué mal gusto tiene, ¿no? -Bromeó, aunque su expresión no denotaba la más mínima gracia- Entra primero, así me haces lugar junto al...

“Chófer”, hubiera dicho si el carro no hubiese dado un ligero vuelco...

...como si alguien acabase de saltar de él.

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Subrayada la 1era complicación: "La muchacha intenta escaparse de ti."

Mientras Zatch y Elin forjaban una hermosa amistad, Matthew se había puesto cómodo junto al chófer del carro, un hombre que ya había pasado hace mucho tiempo su época de juventud y que parecía disfrutar de las cosas sencillas “Como dedicar el resto de tu vida a ver traseros de caballos, por ejemplo”, pensó el estafador, las personas que se conformaban con una vida simple siempre lo irritaban. Hizo a un lado su menosprecio y se aseguró de mantener una bella sonrisa “Ya que vamos a estar aquí tantas horas será mejor llevarnos bien”

-Un gusto conocerlo, Señor. Matthew Owens para lo que guste servir – Dijo inclinando apenas la cabeza. El hombre lo miro de arriba abajo, como evaluando sus intenciones, pero finalmente sonrió también.

-Soy Victor, un placer conocerlo – Su voz era ajada y seca, el estafador pudo detectar muchos años de alcohol pasando por esa garganta “Claramente, no hay otra manera de soportar este tipo de vida”

-Llevas una vida muy tranquila ¿Verdad? Siempre viajando de aquí para allá – Intentó ponerle un tono ligeramente soñador, como si hablara de algo increíble.

-Oh sí, es un buen empleo, se conoce a mucha gente. Precisamente estaba el otro día esperando a… - Y entonces empezó a hablar y hablar, Matthew se recostó y asentía de vez en vez como si estuviera escuchando. En cambio desde adentro del carromato no surgía sonido alguno “Espero que Zatch no la haya matado” suponía que no, porque eso significaba que no cobrarían y entonces sí que Owens se enojaría, trabajar sin cobrar era un sacrilegio.

Se encontraban saliendo de Lunargenta cuando la cabeza del zorro se asomó por la ventana. Matt dejo escapar una carcajada ante el comentario de su compañero, sabía que manejar a la muchacha no sería sencillo, pero no se hubiese imaginado que acabaría con la paciencia de Zatch tan rápidamente.

-No me explico porque, si eres un sujeto “tan agradable” – Respondió con sarcasmo el estafador – De acuerdo, pero no me haré responsable si…

No hizo a tiempo de terminar la oración, el hombre- bestia y el conductor estaban mirando hacia adelante, así que no pudieron ver cuando la chica Larsson abría la puerta y saltaba sin más al camino. Owens en cambio lo vio con lujo de detalle y no podía creer que la muchacha estuviera dispuesta a llegar a tanto.

-¡Detén el carro, Victor! – El hombre tiró de las riendas con fuerza y Matt tuvo que agarrarse para no caer entre las patas de los caballos – Voy por ella – En verdad Matthew no quería presumir, o tal vez si un poco, pero el papel de héroe que rescata a damiselas en apuros se le daba muy bien.

Salto del carro y comenzó a correr hacia la muchacha.

-¡Señorita! ¡No corra! – Una joven corriendo con vestido y zapatos no podría ganarle en velocidad a Matthew, pero la dejo correr algunos metros para darle dramatismo. Cuando ya había recorrido varios metros la chica se detuvo y miro hacia atrás – Regresemos  al carro, Señorita

-¡No! ¡No quiero ir a esa horrible ciudad! Y mucho menos acompañada de ese zorro tan… tan… ¡Insolente! – Por cada paso que Owens se acercaba, la muchacha retrocedía.

-Bien, bien, lo entiendo, pero señorita no debería salir del carro una vez que estemos lejos de la ciudad, estos sitios no son… Seguros – Miro a los lados como si pudiera haber algún posible maniático escondido entre los arbustos.

-¿No es seguro? – Ahora la muchacha comenzaba a preocuparse por algo más importante, “No es exactamente una mentira, diría más bien una exageración, pero servirá para convencerla de que no escape” pensó Owens mientras lograba acercarse un poco más, aprovechando la distracción de la joven - ¿P-porque no es seguro?

Ahora la joven estaba casi al alcance de la mano, pero Matthew no quería arrastrarla, si no la convencía de que aceptara venir por su propia voluntad, intentaría escapar de nuevo cada vez que le quitaran un ojo de encima.

Los caballos clavaron sus cascos en la tierra y el carro se precipitó hacia adelante, gracias a los dioses sin llegar a volcar. Zatch se agarró firmemente a los bordes del techo y viró su torso para observar hacia atrás. ¿Cómo demonios, después de saltar de un vehículo en movimiento, enfundada en un vestido de abultadas faldas y con tacones, esa criatura podía estar en pie? Comenzaba a dudar de que fuera humana; tenía más sentido que estuviera poseída por un espíritu del mal o algo así.

Presenció los intentos del moreno por persuadir a la muchacha, quien aparentemente había picado el anzuelo. Tras chasquear la lengua, el zorro regresó al interior del carro para salir por la puerta que había sido abierta por Elin y así dirigirse hacia ellos a regañadientes, mientras pensaba con qué podía atarla y amordazarla para lo que quedaba del viaje.

-Porque estos caminos están repletos de bandidos, mocosa. ¿Sabes lo que le hacen a “niñas bien” como tú? ¿Ah? ¿Lo sabes?

Elin dio un respingo y volvió a ponerse a la defensiva, alejándose de Matthew. Zatch le dedicó una sonrisa sardónica, disfrutando su mirada de miedo. Sus métodos eran menos amigables; según su lógica, si lograba asustar a la niña, ésta no querría salir del carro hasta llegar a un sitio seguro.

Lástima que, lo que para ellos eran simples amenazas, para los dioses debía de haber sido una llamada al mal agüero. Esos hijos de puta adoraban tomarse todo literalmente. Zatch lo supo de inmediato cuando oyó, a sus espaldas, varios pares de botas haciendo crujir la tierra bajo sus pies. No le hizo falta voltearse, los ojos aterrorizados de Elin lo decían todo.

-...Hay bandidos detrás de mí, ¿verdad?

-¡Sorpresa!

Un fuerte golpe en la nuca bastó para que todo se tornase negro.

Matthew podía hacer un listado, no demasiado extenso, de las cualidades que Zatch naturalmente poseía, al fin y al cabo por algo lo había elegido como compañero de trabajo en un par de ocasiones. El atributo del cual parecía carecer casi por completo era la delicadeza al momento de interactuar con otros, o al menos no había demostrado tener esa habilidad hasta el momento.

No es como si el estafador no apreciara que cumpliera con su papel de “el malo”, eso solo favorecía el que la muchacha lo viera con buenos ojos, pero estaba a un pequeño paso de ser percibido como una amenaza directa. Owens se giro con la intención de apaciguar los ánimos y fue entonces cuando vio al grupo de bandidos que salían del medio de los escombros y la espesura.

El estafador intentó pensar algún plan “¿Correr? No, si la chica no llega a salvo no hay recompensa ¿Escapar con ella? Tampoco cobraré si no está Zatch.” No había posibilidades de evitar a los bandidos, por lo que era momento de que aflorara el encanto.

-Señores… Seamos razonables – Matt se posiciono entre los ladrones y Elin, en primera porque era el paquete a entregar, en segunda porque quedaba muy bien hacer ese tipo de acciones. Frente a ellos tenían a cuatro hombres, el mayor de ellos, tanto en edad como en tamaño era el que había golpeado a Zatch. Los demás parecían ser bastante más jóvenes que el primero “¿Serán los hijos?” – Señorita, vaya al carro ¡Ya!

-Como si fuéramos a permitírselo – Dijo el más experimentado, e hizo un gesto para indicarle al más joven que fuera tras ella, Owens supuso que le asignaban la tarea que parecía más sencilla. Otro se agacho junto a Zatch, quizás para ver si seguía dormido, o para rematarlo, y el cuarto se quedó vigilando. Matthew estiró su brazo con gran velocidad apuntando hacia el más joven que, al ir tras la chica, le daba la espalda, una daga salió disparada y se clavó en él con facilidad - ¡¡NO!!

“Ah, al parecer si era el hijo después de todo” ahora el estafador tenía toda la atención de los ladrones, para su desgracia el plan había funcionado muy bien. El padre se acercó a Matthew y le dio un golpe a la altura de las costillas que dejó sin aire, seguido de otro que iba dirigido al rostro, pero Matt logró cubrirse a tiempo “No, no, en la cara no”

De pronto Owens sintió que no tocaba el piso, el bandido debía estar en verdad furioso, porque levanto al estafador como si fuera una hoja de papel y lo lanzó contra el árbol más cercano, dejando un horrible golpe en su espalda. Luego volvió a tomarlo de la camisa y lo levantó lentamente, el hombretón tenía los ojos llenos de lágrimas, en verdad le había dolido la muerte del pequeño.

Matt sacó una segunda daga y la clavo en el hombro del bandido, quien lo arrojo nuevamente para alejarlo de si y evitar que continuara dañándolo.
Uso de Habilidad: Armas Arrojadizas

Cuando Zatch abrió los ojos, una potente jaqueca le palpitaba en las sienes. Tuvo que tomarse unos cuantos segundos para estudiar la situación desde el suelo, fingiendo que seguía inconsciente para oír con detalle cada uno de los sonidos que lo rodeaban. Escuchó un ronco quejido masculino seguido de un golpe, la afrenta ocurría a varios metros de distancia. Por otro lado, el suelo crujió a sus espaldas delatando pasos que se acercaban a él. Y, bastante más lejos, Elin le gritaba al chófer que pusiese el carro en marcha.

Sin perder el tiempo, abrió los ojos y se incorporó con rapidez, pese a que todo le daba vueltas y sentía que estaba a punto de vomitar. El maldito golpe había sido realmente fuerte. Se encontró entonces con el más joven de los bandidos observándolo con sorpresa a escasa distancia; a juzgar por el sable que empuñaba, estaba a punto de rematarlo y no esperaba que despertara tan pronto. Bastó desviar la mirada para ver detrás de éste cómo Elin se subía a toda prisa en el carro, seguida de cerca por otro de los hombres. Y a un costado yacía uno; bien, el humano no era tan inútil después de todo.

-¡Mira lo que le hicieron al pequeño Alan! -Gimoteó el que tenía enfrente, señalando a su difunto hermano con la cabeza. Su tono estaba cargado de pena y de su mentón chorreaban gruesas lágrimas. No parecía ser un tipo muy espabilado.

-Gajes del oficio, amigo. -Respondió Zatch con simpleza, escogiéndose de hombros y alzando una pata delantera para señalar, con la palma hacia arriba, hacia un costado- Puedes retirarte antes de que te pase lo mismo. -Volvió a mirar con disimulo en dirección al carruaje, ¡bien! Los caballos comenzaban a andar; el bandido que seguía a Elin se vio obligado a trotar tras éste.

Su contrincante aprovechó la breve distracción para echársele encima con el sable en alto. No sabía blandirlo, todo apuntaba a que aquella familia llevaba poco tiempo en el arte del saqueo, pero seguía siendo un tipo mucho más grande que Zatch y si no se veía capaz de aguantar un segundo golpazo de semejante mastodonte, menos aún una tajada. El filo del arma lo obligó a recular, mas el tipo había ido con demasiado impulso y le dio la oportunidad de, sorteando la punta, ponerse a un costado e impactarle la frente con la empuñadura de su daga con todas sus fuerzas. Aturdido, cayó al suelo y Zatch puso una pata sobre su espalda para impedir que se levantase. Tenía ya la daga puesta en su garganta cuando, desparramado, el hombre bramó mientras intentaba incorporarse:

-¡Apá, APÁ! ¡Ayuda, apá!

Zatch arqueó una ceja. “Apá”, el tipo que estaba a punto de descuartizar a Owens (apenas en ese momento se tomó la molestia de buscar a su compañero con la mirada) se volteó y clavó sobre la bestia una mirada envenenada de odio. ¡Qué bandidos tan sentimentales! Perdiendo el interés en el moreno, el padre de familia se arrancó la daga que tenía clavada en el hombro y lo señaló con ésta.

-¡DÉJALO!

-¿Te refieres a...? -Un rápido movimiento bastó para deslizar gentilmente el filo de su arma sobre el pescuezo del muchacho. Zatch no desvió los ojos del mayor, dedicándole una sonrisa casi inocente mientras oía los gorgoteos y sentía la calidez de la sangre mojando sus patas. -...¡Ups!

-¡NO! ¡HIJO DE PUTA! ¡NO, NO, NO!

Tuvo que saltar hacia un costado para esquivar la daga lanzada por el sujeto. Estaba fuera de sí, corriendo hacia él enceguecido como un toro bravo. A decir verdad, con la carreta alejándose cada vez más, no valía la pena detenerse a luchar con un hombre que no sabía ni lo que hacía. El zorro se hizo a un lado y giró sobre sí mismo para empujarlo con una patada en la espalda baja, haciéndolo trastabillar y caer de rodillas. No se molestó en hacerle más daño; sin esperar a que se levantase se dio la vuelta y comenzó a correr en dirección al moreno.

El camino mercantil que recorrían las carretas era sinuoso y empinado, en la zona en que había transcurrido la afrenta hacía un giro y comenzaba a descender; la calle corría paralelamente en la parte alta, donde estaban ahora, y la parte baja, sólo separada por un montón de maleza y un pequeño despeñadero. El zorro podía oír las ruedas del carro traqueteando y los agudos chillidos de Elin pasando por allí abajo.

-¿¡Vienes o qué!?

Exclamó al pasar junto a Owens y, sin tiempo que perder, atravesó los matorrales y saltó por el despeñadero. A sus espaldas, el bandido patriarca se ponía de pie con los ojos empañados en lágrimas.

Desde su privilegiado ángulo de visión, es decir, sostenido a casi un metro de altura por un gigantón enojado, Matthew pudo ver que Zatch se recuperaba “¡Qué bien! No murió” pensó el estafador con sarcasmo. No solo eso, sino que el hombre – bestia se encargo también de quitarle la atención del bandido, de haber tenido más dagas ese hubiese sido el momento ideal para actuar, pero lamentablemente Owens solo llevaba dos.

Matt fue tirado a un lado, otro de los queridos hijos del ladrón estaba en peligro, no había tiempo que perder. Al humano le dolía demasiado la espalda como para intentar fingir que se ofendía por el desplante, se quedó en el piso observando la escena con un ligero interés por ver cómo se las arreglaba el hombre- zorro para salir de ese atolladero.

-Oh… - Fue lo único que dijo Matthew cuando vio como resbalaba el filo del arma por el cuello del joven bandido, no era una expresión de descontento, ni de desagrado, simplemente Matt estaba disfrutando de ver a un profesional trabajando – Se ve tan sensual en este mismo momento – Susurro el estafador.

Al ver que Zatch iba hacía él se puso en pie, aguantando el punzante dolor en su espalda, y comenzó a correr en la misma dirección que su compañero “Saltar desde un barranco y aterrizar sobre un carro es justo lo que mi cuerpo necesita”. Aún así no era como si hubiese mucha opción, dio un salto y replegó las piernas con la esperanza de que no se le rompieran al pisar el techo del vehículo.

Pararse sobre un objeto que estaba en movimiento no era tan sencillo, en un primer momento Matthew pudo hacer pie, pero en el mismo instante en que lo hizo cayó y tuvo que sujetarse de las barandas que adornaban el carro para no caerse al camino.

El humano se sorprendió bastante al ver que junto a él estaba el último de los bandidos, también había logrado colgarse del carro antes de que este tomara demasiada velocidad. Ambos se miraron sorprendidos, pero Matthew fue el primero en reaccionar, le dio una patada al ladrón, pero no se soltó, tuvo que darle con el codo un par de veces hasta que finalmente cayó al suelo.

-¡Ya puedes bajar un poco la velocidad, Victor! – Grito Owens para que el cochero lo escuchara desde atrás. Aún así no era buena idea detenerse por completo, el Bandido Mayor seguramente seguiría furioso “Y hay pocas cosas más peligrosas que un padre enojado”.

Se acercó de a poco la puerta del carruaje y miro adentro para asegurarse que el paquete estuviera bien. La muchacha estaba hecha un ovillo sobre el asiento, escondía el rostro entre los pliegues de su costoso vestido y la sacudida en sus hombros denotaba que estaba llorando.

“Esto parece demasiado fácil” Matt le dirigió una última mirada a Zatch como para pedirle permiso para hacer de las suyas, tampoco tenía interés en ganarse el odio de un hombre- bestia que sabía usar objetos filosos con tanta eficacia. Luego entró al carro, haciendo un gesto de “persona profundamente preocupada”

-Señorita… ¿Se encuentra bien? ¿La lastimaron? – No la toco porque supuso que estaría demasiado asustada, era mejor esperar a que la muchacha diera el primer paso.

A diferencia de su compañero, Zatch cayó grácilmente sobre sus cuatro patas y se aferró con las garras al techo del carro, permaneciendo ahí hasta que el vehículo se estabilizara luego de tan abrupta sumatoria de peso. Víctor, el chofer, se ladeó para comprobar con sorpresa que volvía a tener a todos sus tripulantes y observó boquiabierto al sonriente asesino que lo miraba desde sus espaldas.

-¿Qué? ¿No sabes que los zorros vuelan? -Bromeó, de buen humor tras haber salido ileso, salvo el chichón en la cabeza, de un ataque de bandidos. Allá en lo alto del camino se asomaba el patriarca y Zatch lo despidió con un alegre ademán de la pata izquierda. Probablemente acababa de ganarse un nuevo enemigo mortal, pero... bah, ya tenía muchos de esos como para preocuparse por uno más en la lista.

A su costado, colgando como un verdadero simio, Owens se encargaba del último bandido. Desde su posición privilegiada podría haberlo ayudado, pero prefirió observar cómo el moreno perdía todo su glamour debatiéndose a codazos con el otro. Finalmente logró que se desprendiera del carro y, tras dar unas cuantas vueltas sobre el pedregal, el sujeto terminó tendido en medio del camino, inmóvil. Tras esto, los caballos apreciaron la pérdida de peso y retomaron su marcha normal.

Todo parecía haber vuelto a la calma, tanto que Zatch accedió con desinterés a cederle el lugar dentro del carro a su compañero. Allí arriba se sentía muy bien el viento acariciándole el pelaje y las vistas eran reconfortantes. A esas alturas le importaba un comino que el humano hiciera de las suyas; Andrew Lindberg debería estar profundamente agradecido de que hubieran salvado la vida de su prometida, luego de eso que llegase a Vulwulfar sin una mano cariñosa encima era esperar demasiado.

Completamente opuesta a la tranquilidad del zorro, dentro del carro Elin era incapaz de controlar el llanto. Sentía que ese día había vuelto a nacer, que la vida fuera de Lunargenta era aún más horrible de lo que imaginaba, que al final no era tan valiente como creía y que la idea de escapar había sido sumamente estúpida. Cuando el más apuesto de sus protectores entró a hacerle compañía, fue incapaz de mantener el decoro y se lanzó directamente hacia sus brazos para hundir el rostro en aquel fuerte y amplio pecho... mucho más fuerte y amplio que el de Andrew, cabía destacar.

-¡No, no estoy bien! -Gimoteó- ¡Tuve tanto miedo! Pensé... pensé que no volverían, ¡estaban en desventaja! ¿Cómo... cómo lo hiciste? -Se separó ligeramente del otro, sólo lo suficiente como para buscar su mirada. No era un accidente que acabase de dejar completamente de lado al zorro, ella no había estado para ver la parte en que se levantaba y, evidentemente, un chucho así de feo no podía ser su salvador. El moreno, por otra parte, sí que tenía pinta de ser capaz de hacerle frente a un montón de bandidos y salir victorioso- Si no fuera por ti... -masculló, limpiándose los húmedos mofletes con las mangas de su vestido en un ademán que dejaba muy a la vista su escote- ¿Cómo podría agradecértelo? -insinuó, acariciándole el pecho en un gesto de fingida inocencia.

Con la completa aprobación de Zatch, o más bien su hartazgo, el estafador pudo relajarse por fin y dar rienda suelta a lo que sea que se le antojara hacer con la preciara mercancía. Se acomodó en el asiento junto a la muchacha, dejando una cierta distancia para mantener los buenos modos, confiaba en que pronto la chica se encargaría de que el trecho entre ambos se volviera mucho más corto.

Aunque no se había imaginado que sería tan poco tiempo, Owens apenas hizo a tiempo de extender los brazos antes de que Elin cayera en ellos.

-Lo sé, lo sé, fue espantoso, pero está a salvo ahora – Le acariciaba el pelo para calmarla – Pues no fue nada sencillo, mi compañero no se levantaba y estaba solo contra los cuatro bandidos – La joven lo escuchaba con profunda admiración, imaginando la escena de forma mucho más heroica de lo que en verdad había sucedido – Pero escapar no era una opción, cuando me asegure que estaba usted a salvo fui directamente a por el más grande de ellos.

Matt no pasó por alto la insinuación de la muchacha, eran un bonito par de pechos, el estafador no sería tan necio como para negar lo evidente, pero tampoco diría que eran los más bellos. De todos modos tuvo el buen tino de mostrarse impresionado y ligeramente interesado, si ignoraba por completo su acción era probable que lo tomara como un insulto.

-Estoy seguro que encontraremos la manera… - Respondió mientras retiraba uno de los brazos, no sin antes deslizar un dedo por la nuca y hasta el cuello de la muchacha. Por el momento con insinuaciones estaba bien, en realidad Owens no tenía intenciones de ir en serio a por la chica, su mente estaba algo dispersa y no se sentía de humor para ese tipo de cosas – Fue un momento muy difícil, y ahora lo más importante es que se relaje e intente disfrutar de lo que queda del viaje.

-Sin duda disfrutare del resto del viaje – Dijo Elin mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Matthew, y dejaba una mano sobre la pierna del estafador - ¿Tú conoces muy bien Vulwulfar? Cuéntame como viven allí.

No era una petición, era una orden, y más le valía a Matt que cumpliera con las expectativas de la dama o un nuevo berrinche inundaría la carroza. El estafador tenía bien en claro cuál era su papel, debía entretener a Elin hasta que llegaran a destino, si lograba que se mantuviera calmada podrían entregarla en los brazos de su pobre esposo y recibir el dinero en la mañana temprano.

Pasaron varias horas en las que no hubo mayores contratiempos, Owens esperaba que la muchacha pronto se cansara y se durmiera pero parecía estar fascinada con las cosas que el estafador le contaba y no dejaba de pedirle más y más historias. Pronto el humano comenzó a inventarse datos y lugares ¿Qué importancia tenía? Si de todos modos seguramente esa chica no saldría jamás de la mansión que le regalara su marido.

A medida que Elin se sentía más en confianza también iba perdiendo la vergüenza, y no parecía tener problema alguno en dejar que sus manos resbalaran de vez en vez por sitios que una dama honorable no andaría tocando. Cada vez que eso pasaba ella solo se reía y hacía como si fuera un error, a lo que Matt respondía con alguna broma y dejaba pasar el asunto.

Para afuera solo se escuchaban cuchicheos y risitas traviesas, el chofer no se sorprendía ya por nada, había manejado durante demasiados años como para que algo así le llamara la atención. Simplemente hacía como si nada pasara, no era asunto suyo, a él solo le correspondía llevar el carro.

Acostumbrado a realizar tareas imposibles y a meterse en situaciones donde su vida peligraba cada no menos de tres días, al zorro se le hizo sumamente extraño pasar tantas horas en paz, tendido lánguidamente sobre el techo del carro mientras veía cómo el paso del día se reflejaba en las distintas tonalidades que pintaban el cielo. El repiqueteo de las herraduras y el viento silbándole en los oídos era tan relajante que había estado a punto de dormirse en varias ocasiones, sin embargo siempre primaba el instinto de estar alerta y, cuando cabeceaba, se acomodaba en otra posición para despabilarse un poco.

El tiempo corrió veloz y la mañana se convirtió en tarde. La silueta de Vulwulfar se perfilaba en el horizonte a no más de media hora de distancia y allí, junto al camino, serpenteaba un arroyo que probablemente nacía de una vertiente para desembocar en el mar. Los caballos bufaron y Zatch se incorporó cuando sintió que el chofer aminoraba la marcha.

-¿Pasa algo? -Inquirió mientras se rascaba tras la oreja.

-Los caballos están agotados. -Explicó el hombre. Zatch se encogió de hombros y señaló con un cabeceo hacia la izquierda, en dirección a la vertiente de agua. Podía ser una aberración de persona, pero si por alguien sentía compasión, era por los animales.

-Deja que beban. Vamos bien con el tiempo.

Victor le devolvió una escueta sonrisa antes de apearse para desatar a los equinos, que relincharon con cansancio mientras eran guiados al riachuelo. Zatch volvió a echarse de espaldas sobre el techo del carro y cerró los ojos, escuchando el correr del agua y el cantar de los pájaros. Hacía mucho que no viajaba con tanta paz...

...Y bastó pensar en eso para que el sonido de otra carreta aproximándose a toda prisa quebrantara toda relajación posible. El zorro se incorporó y observó por sobre su hombro aquel carro lustroso con corceles de lujo que comenzaba a bajar la velocidad a medida que se acercaba. Rodó los ojos y suspiró, desmontándose de un salto para esperar a un lado del camino, siempre alerta y preparado para lo peor. Cuando el vehículo se detuvo, el chófer de ese carro fue a toda prisa a abrir la portezuela para dejar salir, nada más ni nada menos, al mismísimo Andrew Lindberg... y a una extraña cosa gelatinosa que descansaba sobre un cojín entre sus manos.

-...¿A qué se debe el placer? -Cuestionó con notable desdén. Se suponía que Lindberg llegaría a Vulwulfar varios días después, ¿no era ese el punto de todo aquello?

-Mi prometida ha olvidado esto. -Andrew alzó el cojín para señalar a la bola con ojos que dormía a pata tendida sobre éste. Zatch frunció el ceño. Era un Dimmo, la mascota favorita de los cabezas huecas con mucho dinero- No puede vivir sin su pequeño Ulriksten, ¡debe haberse puesto a llorar al momento de darse cuenta que no venía junto al equipaje! -Zatch respondió con un “méh” por lo bajo; la cría había destrozado su paciencia por muchos motivos, pero llorar por su deforme mascota no era uno de ellos.

-¿Has venido hasta aquí... solo para eso? -La estupidez de los ricos podía llegar a ser desconcertante.

-Sí, y por suerte hemos podido alcanzarlos. Pensaba que ya estarían en Vulwulfar, pero van demorados, ¿ha ocurrido algo? -Inquirió mientras caminaba hacia el carro donde estaba Elin. Zatch no tuvo tiempo de responder, dado que Andrew abrió la puerta y su lividez denotó que algo andaba mal; muy mal, a juzgar por la manera en que dejó caer al Dimmo al suelo, completamente estupefacto. Mientras la criaturita se alejaba chillando, el zorro se acercó con curiosidad a averiguar el motivo de semejante espanto. Y, de no haber estado cubierto de pelo, él también se hubiese puesto pálido al ver la escenita que los aguardaba.

[1]Allí, sentada sobre el regazo de Matthew, Elin decía noséqué cosa sobre la estúpida idiosincrasia de Lunargenta mientras acariciaba el pecho ajeno, cuya camisa estaba desabotonada, con el dedo índice. Tenía el pelo revuelto y su falda estaba arrugada hasta tan arriba que se le veían los muslos. Tan compenetrada estaba en la conversación que no había notado que, a sus espaldas, su prometido la observaba con la boca completamente abierta, los mofletes rojos como dos tomates y los ojos cubiertos de lágrimas.

-Owens, juro por tu puta madre que te voy a...

-¿¡QUÉ SE SUPONE QUE ESTÁ PASANDO AQUÍ!?


[1]Segunda complicación: La joven querrá seducirte, en eso aparece su prometido quien mal interpreta (o bien interpreta) la situación y te reta a un duelo.

El ambiente dentro del carro se estaba caldeando, las risitas nerviosas y las miradas provocativas se habían vuelto paulatinamente en caricias y roces que no daban lugar a malas interpretaciones. Owens mantenía la cordialidad e intentaba seguirle el juego hasta cierto punto, pero sabía que llegaría un momento en el cual tendría que definir la situación, y si no aceptaba las insinuaciones de la muchacha era muy probable que se ofendiera “O peor, que se enoje tanto que le vaya con cuentos a su marido y luego no nos paguen ¡Demonios! Zatch va a arrancarme la piel en tiras”

-Había leído en una ocasión que “La pasión a menudo convierte en loco al más sensato de los hombres”, nunca había entendido a qué se refería, pero ahora… - Se mordió el labio de forma sensual mientras fijaba su mirada en la boca de Matthew – Creo que sé exactamente a qué se refería.

El estafador tenía el brazo derecho rodeando la cintura de Elin, casi no había espacio libre entre ambos cuerpos, sin embargo, Owens continuaba asegurándose de que sus manos no tocaran más de lo debido.

-No puedo imaginarme qué tipo de libro podría estar leyendo, Señorita – Dijo en un tono que decía a todas luces “ambos sabemos de qué tipo de libro estamos hablando”, el estafador se acercó al oído de la dama y le susurro algunos títulos indecorosos, finalizando la acción con un pequeño mordisco en el lóbulo - ¿Me equivoco?

La cara de la muchacha estaba completamente roja, aunque no parecía ser producto de la vergüenza, sino más bien del placer que le producía toda la situación. Aprovechando que Matthew estaba cerca se abalanzo sobre él, buscando con torpeza su boca mientras las manos desabrochaban la camisa del estafador con anhelo. Y mientras todo esto ocurría Owens pensaba “Que aburrido” no tenía valor alguno, la posibilidad siempre había estado allí y él solo había tenido que estirar la mano y agarrarla.

El carro se había detenido.

-Mmm… Señ…. Señorita… - Intentaba detenerla Matthew, pero no había forma, la muchacha se sentó en las piernas del estafador y continuó besándolo, apenas dejándole algunos segundos para poder respirar – Tal vez… mmmm…. Deberi….

La puerta se abre y por la posición en la que estaban fue Owens el primero en ver quien era la visita no deseada. Que el prometido los hubiese visto no era tanto, lo que en verdad le preocupaba era el gesto de enfado que tenía el hombro-zorro que estaba justo detrás de él “En verdad va a arrancarme la piel y hacerse un abrigo con ella. Piensa, piensa, piensa”

-Zatch, Cariño… Esto no es lo que parece – La cara de Matt mientras miraba a su compañero era de sincera angustia, aunque era en realidad preocupación de que lo masacrara con sus garras, pero lo mismo servía para que se lo creyeran – Puedo… Puedo explicarlo…

-¿¿Qué??- Andrew parecía desconcertado, pero la que no salía de su asombro era la muchacha que rápidamente se bajó de las piernas de Matthew, como si tuviera algún tipo de enfermedad contagiosa

- ¿¿¿¡¡¡Que!!!???- Fue más un grito que una pregunta,  hasta los tímpanos de Matt dolieron.

-Ella empezó a…-

-¡No es cierto! ¡Él comenzó!-

-Y luego ya no pude detenerla… -

-¿Estas con ese chucho horrible?-

-¡No lo llames de esa manera!-

-¡¡Alto!! No me importa el tipo de… de… asquerosas perversiones que haces con ese zorro – Dijo Andrew, estaba tan indignado que su tono de voz estaba varias notas más arriba de lo habitual – Mancillaste el honor de mi futura esposa ¡Exijo una satisfacción! - Viendo que la única solución parecía ser la violencia, Matthew se bajó del carro… - No de ti, asqueroso pervertido, no manchare mi espada con tu repugnante sangre - Se giro para mirar a Zatch y lo golpeo con un guante en la cara - Saca tu arma, Zorro.

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Matthew usa Habilidad de lvl 0 "Charlatán"

Las fauces del zorro permanecieron abiertas de par en par durante toda la conversación... o como pudiera llamarse esa retahíla de gritos y frases sin ningún sentido entre múltiples cabezas huecas. ¡Ese maldito humano degenerado! ¡Estúpido! ¡Insensato! Matthew Owens acababa de arruinar todo el maldito trabajo y él no iba a dejárselo pasar, menos aún tras una jugarreta tan... tan... vergonzosa como aquella.

Mientras Lindberg reprendía al moreno, Zatch asintió y dio un paso al frente, con la daga desenvainada, para demostrar que en esa ocasión estaba del lado del noble y no del de su carente-de-autocontrol compañero. Sin embargo, las tornas cambiaron de un segundo a otro cuando un guantazo impactó contra su hocico.

-¿¡QUÉ!? -Anonadado, observó largamente a Andrew y señaló reiteradas veces al interior del carro- ¿¡Por qué yo!? ¡Si es él quien...! ¡Y ella! ¡Agh, maldita sea!

En vista de que el noblucho no parecía dispuesto a entrar en razón, Zatch dirigió una incisiva mirada al moreno, que claramente oficiaba como advertencia de cómo se vengaría más tarde, antes de volver su atención al furibundo prometido para hacerle frente y terminar con eso de una vez por todas.

-Vamos, ¡cumplimos nuestra parte del trato! Estamos en Vulwulfar y la chica está a salvo. Páganos y no volveremos a vernos nunca más.

-¡Pagarles! ¡JÁ! -Lindberg escupió al suelo antes de desenvainar su florete, un arma de nobles que a Zatch siempre le había causado más risa que miedo- ¡No verán ni un mísero aero, sátrapas deleznables! ¡De haber sabido que eran unos degenerados...!

-¡Sí! ¡Son unas lacras! ¡Oh, Andrew, tuve tanto miedo!

El zorro se erizó de solo oír los chillidos de la mocosa. Era una maldita hipócrita, como todos los de su clase. Tras hacer vanidosas florituras con su arma en el aire, Andrew Lindberg dio un paso adelante y procuró rasgar el torso de la bestia, pero su técnica era tan deplorable que apenas llegó a cortarle un par de pelillos del pecho. Irritado, el asesino tuvo que limitarse a esquivar unos cuantos estoques hasta que vio un punto ciego que aprovechó haciéndose a un lado y propinando una patada en la espinilla del humano, quien se desestabilizó y cayó de bruces al suelo.

-¡¡Eso es trampa!! ¿¡Qué hay de los códigos de honor!? -Chilló Lindberg mientras Zatch pisaba la mano que sostenía el florete para quitárselo y lanzarlo lejos. Acto seguido, se sentó sobre su espalda y comenzó a hurgar entre las pertenencias que colgaban de su ostentoso cinturón- Procura pagar el trabajo que has contratado antes de hablar de códigos de honor. -Gruñó, mas su humor cambió para bien al localizar la tintineante bolsita. Tras guardársela en el morral, palmeó un par de veces las nalgas del noble y se puso de pie- ¡Listo, la deuda está saldada! Puedes irte. Y llévate a la pesada esa, por el amor de los dioses.


Con las piernas metidas en el riachuelo que serpenteaba en las afueras de Vulwulfar, el zorro contaba alegremente las monedas recién adquiridas. Cada cierto tiempo debía meter también las patas delanteras en el agua fría para bajar la hinchazón de sus nudillos, que dolían horrores. Aún así, pese a las heridas, la tunda que le había propinado a Matthew Owens por pasarse de listo había valido completamente la pena.

Todo había salido…. Casi a la perfección. Matthew no estaba especialmente orgulloso de su táctica, pero al menos había evitado que lo golpearan, o apuñalaran, o lo que sea que pensara hacer Andrew para limpiar el honor de su prometida. En todo caso, ya no era problema del estafador.

Vio como Zatch le clavaba una mirada de odio “Ay, no te enojes, lo derrotaras sin tener que hacer el menor esfuerzo” pensó Owens sentándose en el borde del asiento del carro. Mientras los dos adversarios se preparaban para el enfrentamiento, Elin seguía allí parada, dando grititos y poniendo gestos de preocupación. No hería el orgullo de Matthew el que ahora lo tratara de acosador, ambos se habían utilizado en ese sentido, pero le parecía mal que no recibiera ningún tipo de castigo.

Aprovecho el momento en que Zatch le daba un empujón a Andrew y tomo a la chica por la espalda.

-Pero… ¿Qué? ¡Sueltame! – Grito la joven mientras se sacudía para todos lados.

-Lo siento, cariño, no soy bueno para terminar relaciones – De un empujón muy poco amable la metió dentro del carro y cerró la puerta, trabándola luego para que la muchacha no pudiera salir.

Luego se acercó a donde estaban los caballos, Victor seguía allí, esperando sin saber muy bien qué hacer ante semejante situación. Las riendas descansaban a un lado, Matt sonrió ante la perspectiva de realizar una pequeña maldad, palmeo con fuerza los cuartos traseros del animal que tenía más cerca, quien asustado comenzó a relinchar, sobresaltando a su compañero también. Comenzaron a correr tan rápido como pudieron, mientras el chófer intentaba desesperado agarrar las riendas.

Con ese pequeño detalle resuelto, Matthew se dio vuelta para recibir a su compañero zorruno con los brazos abiertos.
Un Owens muy golpeado comenzó a despertarse lentamente, aunque solo podía abrir uno de sus ojos, el otro estaba tan hinchado que era imposible abrirlo. Sus labios estaban rotos también “Y eso que dije que en la cara no”, miro alrededor y no había ni rastros de Zatch, de hecho, siquiera estaba seguro de donde estaba.

A un lado había un barranco, y podía escuchar el sonido de unos caballos pasando, así que el estafador llego a la conclusión de que cuando se desmayó producto de los golpes el zorro había dejado que su cuerpo rodara por el despeñadero. “¡Que encanto de compañero!”

Palpó en los bolsillos de su pantalón: Vacíos. Luego en los que tenía en la parte interna de la camisa: Vacíos. Finalmente, el que estaba en sitios más privados… Ahí estaban. Saco una bolsita con monedas, las que le había sacado a Elin mientras “coqueteaban”.

-Esto te pasa por ser tan recatado, Zatch. Jajaja….Auch-El labio de Matthew comenzó a sangrar nuevamente.

Con mucha lentitud empezó a caminar en dirección a Roilkat, le esperaban días muy dolorosos, pero por el momento podía agradecer el estar vivo, y con lo ganado en ese trabajo ya tendría suficiente para comprarse las cosas que necesitaba para la próxima Misión.