El complot [Trabajo] CERRADO
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El complot [Trabajo] CERRADO
Cuando divisaron el pueblo a los lejos, Iori sintió la necesidad de cerrar más la ropa que llevaba en el cuello. El frío era invernal, y como había descubierto en su última incursión al norte, odiaba las temperaturas bajas con toda su alma. Aún en la distancia, ambos fueron capaces de reconocer los característicos tejados inclinados que eran habituales en zonas con nieve. A juzgar por el aspecto de las construcciones, la madera era la materia predominante. Tenía mucho sentido ya que por lo que ella sabía aislaba muy bien la temperatura del exterior. En su propia aldea únicamente la casa del jefe tenía paredes recubiertas de madera por dentro. Las demás eran todas de grandes sillares de piedra. Claro que el clima al sur de Verisar era muy diferente al de aquella cordillera.
- Hemos llegado - sonrió mirando a su compañero. Se habían conocido en Dundarak. Cada uno estaba allí por sus propios motivos. Ella, intentando regresar a tierras humanas después de los incidentes con Ayl, Nousis y los demás. Grohiik... tenía los suyos y desde luego ella no iba a preguntar directamente. Quizá en otro momento de su vida, la Iori de hacía unos meses atrás... El pasado ya era pasado, con lo cual, hizo uso de su recién estrenada cautela y se mostró amable pero sin pasarse con él. Bien mirado era difícil no pillarle ternura al muchacho. Tenía unos ojos azules muy intensos, similares a los suyos. Joven en su aspecto y en su carácter, se había revelado como un buen compañero de viaje. Y eso que cuando ambos se habían interesado por el mismo trabajo había dudado un instante sobre aceptar aquella colaboración. Al final, ambos necesitaban dinero para poder continuar con sus caminos. Mejor juntos que por separado.
- Nunca había visto una aldea como esta, si no fuese por este condenado frío la verdad que me sentiría muy feliz de vivir en un lugar así. - Mantuvo una mano apretando la ropa contra su cuello para obtener calor, y bajó otra clavando ahora los ojos en el increíble ejemplar de lobo. En su fuero interno jamás reconocería que el sí final lo había dado tras conocer a Vah. Sería complicado ganarse su aceptación, pero la humana no iba a dejar de intentarlo. Movió los dedos levemente, intentando llamar su atención. El primer contacto tendría que ser buscado por el lobo, no impuesto por ella. El animal la miró, pero no hizo amago de aproximarse. Bueno, mejor suerte en la próxima ocasión Iori. - Vamos a tener que mostrar cuidado para obtener información. Si todo apunta a que esa mujer está aquí, tendremos que ser capaces de obtener datos sin resultar demasiado evidentes.
Encontrarla y sacarla sin causar alboroto para conducirla hasta el punto acordado. Una pequeña estación de paso a los pies de las montañas. A priori, resultaría sencillo, y Iori esperaba que lo fuese. Se adentraron por lo que parecía la calle principal mirando con curiosidad las fachadas de las casas que perfilaban el camino. - Esta aldea es más grande que la mía. Nosotros nos solemos reunir en la casa del jefe, delante de la plaza como punto de encuentro. Seguramente en un lugar de este tamaño haya posada - Aventuró atenta a cualquier indicación que pudiera hacerle sospechar de una fonda para dormir o taberna para comer. Habían llegado con el sol brillando en lo alto pero a juzgar por las nubes que avanzaban desde el oeste, la luz solar duraría poco. Total, para no ser capaz de llenar de tibieza el ambiente con sus rayos... Iori no lo echaría de menos.
- Hemos llegado - sonrió mirando a su compañero. Se habían conocido en Dundarak. Cada uno estaba allí por sus propios motivos. Ella, intentando regresar a tierras humanas después de los incidentes con Ayl, Nousis y los demás. Grohiik... tenía los suyos y desde luego ella no iba a preguntar directamente. Quizá en otro momento de su vida, la Iori de hacía unos meses atrás... El pasado ya era pasado, con lo cual, hizo uso de su recién estrenada cautela y se mostró amable pero sin pasarse con él. Bien mirado era difícil no pillarle ternura al muchacho. Tenía unos ojos azules muy intensos, similares a los suyos. Joven en su aspecto y en su carácter, se había revelado como un buen compañero de viaje. Y eso que cuando ambos se habían interesado por el mismo trabajo había dudado un instante sobre aceptar aquella colaboración. Al final, ambos necesitaban dinero para poder continuar con sus caminos. Mejor juntos que por separado.
- Nunca había visto una aldea como esta, si no fuese por este condenado frío la verdad que me sentiría muy feliz de vivir en un lugar así. - Mantuvo una mano apretando la ropa contra su cuello para obtener calor, y bajó otra clavando ahora los ojos en el increíble ejemplar de lobo. En su fuero interno jamás reconocería que el sí final lo había dado tras conocer a Vah. Sería complicado ganarse su aceptación, pero la humana no iba a dejar de intentarlo. Movió los dedos levemente, intentando llamar su atención. El primer contacto tendría que ser buscado por el lobo, no impuesto por ella. El animal la miró, pero no hizo amago de aproximarse. Bueno, mejor suerte en la próxima ocasión Iori. - Vamos a tener que mostrar cuidado para obtener información. Si todo apunta a que esa mujer está aquí, tendremos que ser capaces de obtener datos sin resultar demasiado evidentes.
Encontrarla y sacarla sin causar alboroto para conducirla hasta el punto acordado. Una pequeña estación de paso a los pies de las montañas. A priori, resultaría sencillo, y Iori esperaba que lo fuese. Se adentraron por lo que parecía la calle principal mirando con curiosidad las fachadas de las casas que perfilaban el camino. - Esta aldea es más grande que la mía. Nosotros nos solemos reunir en la casa del jefe, delante de la plaza como punto de encuentro. Seguramente en un lugar de este tamaño haya posada - Aventuró atenta a cualquier indicación que pudiera hacerle sospechar de una fonda para dormir o taberna para comer. Habían llegado con el sol brillando en lo alto pero a juzgar por las nubes que avanzaban desde el oeste, la luz solar duraría poco. Total, para no ser capaz de llenar de tibieza el ambiente con sus rayos... Iori no lo echaría de menos.
- Aldea de Dinat:
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Última edición por Iori Li el Lun Ago 03 2020, 22:27, editado 1 vez
Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Había tardado bastante más de lo esperado en llegar a Dundarak, con la esperanza de por fin ver otro dragón, sin embargo lo que veía era más de lo mismo que en Lunargenta, salvo por el frío. Humanos por doquier y alguna que otra raza, algunas de las que ya no se acordaba. Las explicaciones que le había dado Chimar resultaban bastante difíciles de entender como para recordarlo todo. Solo recordaba que aparte de humanos también habían brujos y hombres-bestias. Estos últimos eran más fácil de recordar debido a su llamativo aspecto y la curiosidad nata del pequeño isleño.
Vahlok seguía siendo Vahlok, cazaba cuando quería, incluso cuando por fin habían encontrado a una compañera para el resto del viaje.
Normalmente al pequeño rubio no le molestaría dormir a la intemperie, pero en el norte hacía mucho más frío que en su tierra natal. Necesitaba el dinero si quería alojarse en alguna posada o albergue. Le costo un tanto recordarlo cuando conoció a Iori, pues al ver que usaban la misma arma se vio más interesado en las habilidades de la mujer y si podía aprender algo de ella. Después de todo, ya hacía bastante que no tenía un adulto con quien entrenar.
La explicación del trabajo le resulto bastante aburrida, a mita de la conversación el pequeño ya había atado un trozo de carne a la punta del palo, simulando una caña de pescar mientras jugaba con Vahlok, imaginando que se trataba de un pez de tierra o algo parecido. Naturalmente terminó perdiendo el juego y se quedo mirando al animal con mueca de reproche.
Cuando por fin los primeros tejados de la aldea se hacían presentes en el horizone, Grohiik curiosamente se mostraba más pensativo de lo normal. Y claro, estaba tratando de recordar algo que le habían recomendando mientras se inclinaba sobre las rodillas y pasaba su mano sobre la fría nieve que tenían a sus píes.
Ella comenzó a hablar entonces y el pequeño hacía como que la escuchaba, asintiendo con la cabeza de vez en cuando, no se daba cuenta, pero claramente se notaba que no estaba prestando la atención debida. Lo usual en un infante como él.
—¡Ah! —Exclamó mientras se golpeaba la palma con el puño y mira al lobo con sonrisa traviesa. El animal luego de rechazar otra vez a la humana simplemente ladeo la cabeza y se quedo a la expectativa.
Tomo un puñado de nieve y lo comenzó a moldear entre sus manos, formando una bola de tamaño medio. Entonces su rostro pareció iluminarse por completo. —Ya recordé. ¡Bolas de nieve! —Dijo alegre. Antes de conocer a Iori se había quedando un buen rato mirando a los niños de la zona jugar a lanzarse los helados proyectiles y claramente se había quedado con las ganas de probar aquel juego.
Estiro su brazo hacía atrás y apoyándose en un movimiento con la cintura hacía el frente, lanzó tratando de medir su fuerza la bola hacía la mujer, esperando darle en alguna parte del cuerpo. Claramente quería ver como esta reaccionaba y sí, se había olvidado completamente del trabajo que le habían encomendando. Después de todo, seguía siendo un niño de quince años que creció sin más amigos que Vahlok. Después de haber compartido con los gorriones en la esfera, el juego naturalmente se le hacía más tentativo.
Vahlok seguía siendo Vahlok, cazaba cuando quería, incluso cuando por fin habían encontrado a una compañera para el resto del viaje.
Normalmente al pequeño rubio no le molestaría dormir a la intemperie, pero en el norte hacía mucho más frío que en su tierra natal. Necesitaba el dinero si quería alojarse en alguna posada o albergue. Le costo un tanto recordarlo cuando conoció a Iori, pues al ver que usaban la misma arma se vio más interesado en las habilidades de la mujer y si podía aprender algo de ella. Después de todo, ya hacía bastante que no tenía un adulto con quien entrenar.
La explicación del trabajo le resulto bastante aburrida, a mita de la conversación el pequeño ya había atado un trozo de carne a la punta del palo, simulando una caña de pescar mientras jugaba con Vahlok, imaginando que se trataba de un pez de tierra o algo parecido. Naturalmente terminó perdiendo el juego y se quedo mirando al animal con mueca de reproche.
(…)
Cuando por fin los primeros tejados de la aldea se hacían presentes en el horizone, Grohiik curiosamente se mostraba más pensativo de lo normal. Y claro, estaba tratando de recordar algo que le habían recomendando mientras se inclinaba sobre las rodillas y pasaba su mano sobre la fría nieve que tenían a sus píes.
Ella comenzó a hablar entonces y el pequeño hacía como que la escuchaba, asintiendo con la cabeza de vez en cuando, no se daba cuenta, pero claramente se notaba que no estaba prestando la atención debida. Lo usual en un infante como él.
—¡Ah! —Exclamó mientras se golpeaba la palma con el puño y mira al lobo con sonrisa traviesa. El animal luego de rechazar otra vez a la humana simplemente ladeo la cabeza y se quedo a la expectativa.
Tomo un puñado de nieve y lo comenzó a moldear entre sus manos, formando una bola de tamaño medio. Entonces su rostro pareció iluminarse por completo. —Ya recordé. ¡Bolas de nieve! —Dijo alegre. Antes de conocer a Iori se había quedando un buen rato mirando a los niños de la zona jugar a lanzarse los helados proyectiles y claramente se había quedado con las ganas de probar aquel juego.
Estiro su brazo hacía atrás y apoyándose en un movimiento con la cintura hacía el frente, lanzó tratando de medir su fuerza la bola hacía la mujer, esperando darle en alguna parte del cuerpo. Claramente quería ver como esta reaccionaba y sí, se había olvidado completamente del trabajo que le habían encomendando. Después de todo, seguía siendo un niño de quince años que creció sin más amigos que Vahlok. Después de haber compartido con los gorriones en la esfera, el juego naturalmente se le hacía más tentativo.
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Avanzar entre aquellas casas, aunque fuese una aldea a leguas de su lugar de origen, resultaba familiar para ella. Aunque aquel pueblo fuese más grande, al fin y al cabo las sociedades rurales eran todas similares. Se sentía cómoda allí. Infinitamente más que en Lunargenta, Baslodia o Dundarak. Avanzaba con el crujir de la nieve bajo sus pies sin sentir molestia por la aparente distracción de Grohiik. Se detuvo al llegar a la tercera casa, observando como el rostro de una mujer mayor la observaba fijamente desde el interior de la ventana. Fue entonces cuando escuchó la voz de su compañero con lo que parecía un punto emocionado. Fue el instante en el que cometió el error de girarse de medio lado hacia él. Fue el momento en el que se le quedó mirando mientras lanzaba aquella masa blanca.
El impacto de la fría nieve en su cara la tomó sorprendida por completo. Notó su tacto gélido en las mejillas y cómo fragmentos de aquella maldita agua congelada se introducían a través de la ropa que con tanto esmero había intentado cerrar en su cuello para protegerla del frío. Abrió mucho los ojos y se sacudió todo lo que pudo, notando como la que se había deslizado por dentro se derretía al calor de su piel. - ¿Quién te dio la idea? - preguntó en voz alta mientras reprimía un escalofrío de disgusto. Sintió ganas de devolvérsela por inercia, y miró un instante la nieve a sus pies. Pensar en el lobo la detuvo en su intento, y en lugar de eso se acercó con una sonrisa al muchacho. Eran prácticamente de la misma altura, pero se veía de lejos que el chico de ojos azules continuaría creciendo. - Vivirás sabiendo que en algún momento te la devolveré, y no te diré cuando. Estate atento, rapaz - Su voz fue amable, pero sus ojos prometían venganza en medio de aquella expresión divertida. Extendió la mano y le dio un toque en la nariz con el dedo antes de girarse de nuevo hacia la calle principal.
Delante de ellos, en el hueco de la puerta principal la humana pudo distinguir a la señora que había visto observando desde la ventana de la casa. - ¡Buenos días! - Saludó con alegría acercándose con paso confiado a ella. Supo que la mujer la estaba analizando, intentando obtener por su ropa y forma de hablar información sobre su origen. En su aldea la gente hacía lo mismo con los forasteros. Supo por la leve inclinación de cabeza que la mujer le había devuelto el saludo y estaba dispuesta a escucharla. - Mi primo y yo estábamos recorriendo estas tierras y buscábamos un lugar en el que comer un poco. Esta aldea es de mayor tamaño que la nuestra, ¿De casualidad habrá taberna? - La mirada incisiva de la señora sobre ellos se relajó un poco ante la actitud natural de Iori. No se trataba de interpretar algo que no era. Una campesina como otra cualquiera, eso y solamente eso era lo que aquella mujer veía en ella.
- ¿Lejos de tus tierras? - preguntó con voz cascada. La cosa iba bien. Iori miró hacia Grohiik y le hizo un gesto para que se acercase algo más a ellas, y volvió a mirar con una enorme sonrisa a la mujer. - Somos de una aldea de Verisar, en las colinas del sur. La verdad es que el clima y el paisaje de este lugar son completamente diferentes - comentó cruzando los brazos sobre el pecho y frotando con sus manos el cuerpo. - Oh, la familia de mi marido era de un pueblo cercano a Baslodia. Estáis bastante lejos de casa entonces. No estaréis acostumbrados a este frío sin duda. - y sonrió haciéndose a un lado de la puerta señalando el interior. No había nada más que preguntar ante el gesto. Ella había abierto el paso a su casa, y ellos únicamente debían de agradecer y entrar. Rechazar la cortesía que aquella mujer mostraba sería una falta de respeto.
- El lobo deberá de esperar fuera - susurró a Grohiik antes de pasar a lo que era directamente la cocina de la casa. - Los días de mercado, cada quince días en la casa principal se habilita una zona para que pernocten los mercaderes, y se les vende comida y bebida. Pero en días normales esta aldea no dispone de ese tipo de servicios. Tendréis que conformaros con mi hospitalidad - indicó con simpatía la señora mientras se acercaba a la alacena. Tomó de allí unos platos de madera, antigua pero bien trabajada y los dispuso en la mesa junto con unos vasos y un par de cuchillos. Tenía pinta de haber criado ya a varios hijos, aunque por las pocas canas que peina en su pelo recogido en moño, Iori adivinaba que todavía no debería de haber acunado en su regazo a ningún nieto. - ¿Qué trae por aquí a unos muchachos tan jóvenes de viaje? - preguntó depositando una fuente con fruta, una hogaza de pan y una bandeja con carne asada fría. Por el olor Iori se inclinó a pensar que sería de oveja o de cabra.
La humana aceptó con normalidad aquella forma de compartir comida con ellos, y por iniciativa propia extrajo una cuña de queso curado que portaba en su alforja, ofreciéndose a la mujer. Respondió con la excusa que ambos habían acordado en la primera jornada de camino desde que salieron de Dundarak. - Recolectamos plantas. Ambos trabajamos con la herborista de nuestra aldea. Es una mujer sabia y siempre se esforzaba para contar con hierbas de montaña en su despensa. Era un camino que ella misma hacía cada primavera pero es mayor... y nosotros jóvenes. Ha llegado el momento de que aprendamos por nosotros mismos - Iori sonrió de forma convincente mientras le ofrecía la bandeja a Grohiik para que tomase un poco de carne y lo miraba con una sonrisa. En sus ojos azules, la promesa de la venganza que le había asegurado en la calle le recordó al muchacho que la humana no lo había olvidado. - La verdad es que debe de ser raro encontrar a viajeros que proceden de lejos como nosotros por aquí ¿No? - Lo preguntó de forma casual, pero con toda la intención de obtener las primeras pistas sobre la ubicación de aquella mujer.
El impacto de la fría nieve en su cara la tomó sorprendida por completo. Notó su tacto gélido en las mejillas y cómo fragmentos de aquella maldita agua congelada se introducían a través de la ropa que con tanto esmero había intentado cerrar en su cuello para protegerla del frío. Abrió mucho los ojos y se sacudió todo lo que pudo, notando como la que se había deslizado por dentro se derretía al calor de su piel. - ¿Quién te dio la idea? - preguntó en voz alta mientras reprimía un escalofrío de disgusto. Sintió ganas de devolvérsela por inercia, y miró un instante la nieve a sus pies. Pensar en el lobo la detuvo en su intento, y en lugar de eso se acercó con una sonrisa al muchacho. Eran prácticamente de la misma altura, pero se veía de lejos que el chico de ojos azules continuaría creciendo. - Vivirás sabiendo que en algún momento te la devolveré, y no te diré cuando. Estate atento, rapaz - Su voz fue amable, pero sus ojos prometían venganza en medio de aquella expresión divertida. Extendió la mano y le dio un toque en la nariz con el dedo antes de girarse de nuevo hacia la calle principal.
Delante de ellos, en el hueco de la puerta principal la humana pudo distinguir a la señora que había visto observando desde la ventana de la casa. - ¡Buenos días! - Saludó con alegría acercándose con paso confiado a ella. Supo que la mujer la estaba analizando, intentando obtener por su ropa y forma de hablar información sobre su origen. En su aldea la gente hacía lo mismo con los forasteros. Supo por la leve inclinación de cabeza que la mujer le había devuelto el saludo y estaba dispuesta a escucharla. - Mi primo y yo estábamos recorriendo estas tierras y buscábamos un lugar en el que comer un poco. Esta aldea es de mayor tamaño que la nuestra, ¿De casualidad habrá taberna? - La mirada incisiva de la señora sobre ellos se relajó un poco ante la actitud natural de Iori. No se trataba de interpretar algo que no era. Una campesina como otra cualquiera, eso y solamente eso era lo que aquella mujer veía en ella.
- ¿Lejos de tus tierras? - preguntó con voz cascada. La cosa iba bien. Iori miró hacia Grohiik y le hizo un gesto para que se acercase algo más a ellas, y volvió a mirar con una enorme sonrisa a la mujer. - Somos de una aldea de Verisar, en las colinas del sur. La verdad es que el clima y el paisaje de este lugar son completamente diferentes - comentó cruzando los brazos sobre el pecho y frotando con sus manos el cuerpo. - Oh, la familia de mi marido era de un pueblo cercano a Baslodia. Estáis bastante lejos de casa entonces. No estaréis acostumbrados a este frío sin duda. - y sonrió haciéndose a un lado de la puerta señalando el interior. No había nada más que preguntar ante el gesto. Ella había abierto el paso a su casa, y ellos únicamente debían de agradecer y entrar. Rechazar la cortesía que aquella mujer mostraba sería una falta de respeto.
- El lobo deberá de esperar fuera - susurró a Grohiik antes de pasar a lo que era directamente la cocina de la casa. - Los días de mercado, cada quince días en la casa principal se habilita una zona para que pernocten los mercaderes, y se les vende comida y bebida. Pero en días normales esta aldea no dispone de ese tipo de servicios. Tendréis que conformaros con mi hospitalidad - indicó con simpatía la señora mientras se acercaba a la alacena. Tomó de allí unos platos de madera, antigua pero bien trabajada y los dispuso en la mesa junto con unos vasos y un par de cuchillos. Tenía pinta de haber criado ya a varios hijos, aunque por las pocas canas que peina en su pelo recogido en moño, Iori adivinaba que todavía no debería de haber acunado en su regazo a ningún nieto. - ¿Qué trae por aquí a unos muchachos tan jóvenes de viaje? - preguntó depositando una fuente con fruta, una hogaza de pan y una bandeja con carne asada fría. Por el olor Iori se inclinó a pensar que sería de oveja o de cabra.
La humana aceptó con normalidad aquella forma de compartir comida con ellos, y por iniciativa propia extrajo una cuña de queso curado que portaba en su alforja, ofreciéndose a la mujer. Respondió con la excusa que ambos habían acordado en la primera jornada de camino desde que salieron de Dundarak. - Recolectamos plantas. Ambos trabajamos con la herborista de nuestra aldea. Es una mujer sabia y siempre se esforzaba para contar con hierbas de montaña en su despensa. Era un camino que ella misma hacía cada primavera pero es mayor... y nosotros jóvenes. Ha llegado el momento de que aprendamos por nosotros mismos - Iori sonrió de forma convincente mientras le ofrecía la bandeja a Grohiik para que tomase un poco de carne y lo miraba con una sonrisa. En sus ojos azules, la promesa de la venganza que le había asegurado en la calle le recordó al muchacho que la humana no lo había olvidado. - La verdad es que debe de ser raro encontrar a viajeros que proceden de lejos como nosotros por aquí ¿No? - Lo preguntó de forma casual, pero con toda la intención de obtener las primeras pistas sobre la ubicación de aquella mujer.
Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
La primera pregunta de la mayor en relación a su intento de juego resulto en ruborizar el rostro del pequeño rubio. Parte de él entendía que Iori se había molestado por la broma, pero no se lo tomo muy en serio, cosa que comprobó ante la sutil amenaza. Se mordió los labios y asintió con la cabeza cuando sintió el toque en su nariz. En cierto sentido, le recordaba a su madre adoptiva, pero claramente Iori era unos cuantos años menor y hasta cierto punto más permisiva.
No quiso molestarla más durante el resto del camino, así que decidió tomar su mano y caminar cerca de ella. Habían acordado aparentar ser familia, pero era un juego complicado para el de los ojos azules. ¿Cómo debía ver a Iori y actuar con ella? No tenía ni la menor idea, su circulo familiar anterior era bastante reducido al solo tener una madre y abuela adoptivas.
Sonrió levemente a la anciana que les vigilaba, el lobo por su puesto caminaba detrás de ambos, de vez en cuando alzando la cabeza ante posibles miradas curiosas sobre el.
Hace una mueca de puchero al escuchar lo de Vahlok, pero desiste. Saca un pedazo de carne y se pone de rodillas frente al animal rascando sus orejas. —No tardo muchacho, ¿vale? —Le dijo algo apenado, pero ambos estaban acostumbrado a ese «el lobo debe esperar a fuera».
Por detrás de la mujer de mediana edad, Grohiik entra en la casa de la abuela. Su curiosidad no tardo en mostrarse sobre su rostro, la diferencia de adornado en la casa era bastante diferente a lo que había visto hasta ahora. Podía notar patrones comunes, pero ninguna decoración era siempre idéntica y siempre todo tan distinto a lo de su isla.
Al oler la carne y el pan no pudo disimular el ruido que provocó su estómago. Naturalmente un niño con tanta energía como el pequeño isleño tenía hambre bastante seguido. Tiro un poco del vestido de Iori y le miro algo sonrojado. —¿Puedo guardar algo para Vahlok? —Su tono fue algo tímido esta vez. Aunque normalmente se mostraba alegre y extrovertido, el ambiente le recordaba al hogar y los pocos modales que había aprendido en este.
Continuó esperando respuesta por parte de su nueva amiga, mientras los adultos conversaban. Lo cierto es que el tema no conseguía centrar su atención. Las mentiras de Iori no terminaban de convencerlo y comenzaba a sentirse incomodo. Después de todo la lugareña se estaba mostrando bastante amable con ellos, pero de momento si podía conseguir algo para su amigo, era suficiente para seguir el juego de su nueva «prima».
Tomo la bandeja que le había ofrecido, aunque ya había dejado de entender esa mirada de la mujer joven y en cambio respondió con una suspicaz. La amenaza por la bola de nieve había quedado ya muy atrás en la mente del pequeño, ahora solo trataba de tragarse las mentiras de ella mientras trataba de conseguir algo de comida para su amigo animal.
No quiso molestarla más durante el resto del camino, así que decidió tomar su mano y caminar cerca de ella. Habían acordado aparentar ser familia, pero era un juego complicado para el de los ojos azules. ¿Cómo debía ver a Iori y actuar con ella? No tenía ni la menor idea, su circulo familiar anterior era bastante reducido al solo tener una madre y abuela adoptivas.
Sonrió levemente a la anciana que les vigilaba, el lobo por su puesto caminaba detrás de ambos, de vez en cuando alzando la cabeza ante posibles miradas curiosas sobre el.
Hace una mueca de puchero al escuchar lo de Vahlok, pero desiste. Saca un pedazo de carne y se pone de rodillas frente al animal rascando sus orejas. —No tardo muchacho, ¿vale? —Le dijo algo apenado, pero ambos estaban acostumbrado a ese «el lobo debe esperar a fuera».
Por detrás de la mujer de mediana edad, Grohiik entra en la casa de la abuela. Su curiosidad no tardo en mostrarse sobre su rostro, la diferencia de adornado en la casa era bastante diferente a lo que había visto hasta ahora. Podía notar patrones comunes, pero ninguna decoración era siempre idéntica y siempre todo tan distinto a lo de su isla.
Al oler la carne y el pan no pudo disimular el ruido que provocó su estómago. Naturalmente un niño con tanta energía como el pequeño isleño tenía hambre bastante seguido. Tiro un poco del vestido de Iori y le miro algo sonrojado. —¿Puedo guardar algo para Vahlok? —Su tono fue algo tímido esta vez. Aunque normalmente se mostraba alegre y extrovertido, el ambiente le recordaba al hogar y los pocos modales que había aprendido en este.
Continuó esperando respuesta por parte de su nueva amiga, mientras los adultos conversaban. Lo cierto es que el tema no conseguía centrar su atención. Las mentiras de Iori no terminaban de convencerlo y comenzaba a sentirse incomodo. Después de todo la lugareña se estaba mostrando bastante amable con ellos, pero de momento si podía conseguir algo para su amigo, era suficiente para seguir el juego de su nueva «prima».
Tomo la bandeja que le había ofrecido, aunque ya había dejado de entender esa mirada de la mujer joven y en cambio respondió con una suspicaz. La amenaza por la bola de nieve había quedado ya muy atrás en la mente del pequeño, ahora solo trataba de tragarse las mentiras de ella mientras trataba de conseguir algo de comida para su amigo animal.
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
A juzgar por el sonido de su estómago, Grohiik tenía hambre. Con su aspecto adolescente y la candidez que irradiaba, sabía que de alguna manera haría las delicias de todas las señora mayores, del tipo que tenían experiencia criando a niños. Un buen apetito al final estaba relacionado con la salud y la vigorosidad. La pesadilla de toda madre era tener bajo su techo a una criatura que comiese a nivel parajillo, y por el brillo satisfecho en los ojos de aquella buena mujer, supo que la actitud del muchacho era de su agrado. En ese sentido, no importaban las leguas de distancia. Todas las madres de familia eran iguales. Aprovechó para presentar a ambos antes de lanzar las manos a la comida, y ellos obtuvieron a cambio el nombre de la mujer. Celine.
- No te prives pequeño. Estamos en temporada de caza. Las cabras montesas de la zona bajan hacia los pastos de las laderas buscando las flores más tiernas. La primavera siempre es época de bonanza - sonrió extendiendo hacia él la bandeja de nuevo. - Lo cierto es que en nuestra aldea se asentó hace ya unos años un curandero. Médico le dicen en la capital. Parece ser que su origen era Lunargenta, pero se mudó aquí buscando una zona más tranquila. Es experto en medicina relacionada con... mujeres. - Se detuvo un momento mirando hacia Grohiik.
Iori entendió que todo lo que tenía que ver con información exclusivamente femenina era allí también una especie de tabú, compartido únicamente entre mujeres. Recordó de forma fugaz, el verano en el que supo lo que era la regla. Estaban en el río bañándose todos los muchachos del pueblo, cuando Marceline, una de sus amigas, salió del agua con las piernas manchadas de sangre. Recordaba de forma muy vívida cómo su hermano mayor Mikael había echado a correr, en busca de sus padres gritando que su hermana estaba herida y que se iba a morir. El susto que ella misma había llevado era mayúsculo. Aquella noche, habían juntado a todas las muchachas de edad simular junto al fuego y les habían explicado. Iori había pensado que era una broma horrible. Hasta que le llegó el turno a ella. - ¿Con mujeres? - inquirió esbozando una sonrisa, apartando aquella memoria de ella.
- Sí... no es raro que en ocasiones vengan hasta aquí mujeres muy bien plantadas buscando sus servicios. Él sabe como ayudar a aquellas que tienen problemas para quedar embarazadas... No hace poco llegó la última. Se alojan en su casa el tiempo que dura el tratamiento. Desde que Hohem se estableció aquí, no han parado de venir a lo largo de todo el año mujeres buscando su ayuda. En mi opinión es la debilidad de esos cuerpos acostumbrados a no hacer nada. Mírame a mí, toda la vida trabajando en el campo y he crecido fuerte y capaz de traer al mundo a once hijos - La mujer se rió con fuerza y Iori se sorprendió ligeramente, imaginando que ante aquella cantidad de vástagos debió de haber pasado la mayor parte de su vida embarazada. Una idea que a la humana le atraía más bien cero. Sonrió por corresponderla ante su comentario y aprovechó para terminar el pedazo de carne que se había servido.
- Entonces deberá de tener amplios conocimientos sobre el uso de hierbas. Sería una oportunidad única poder hablar con él. ¿Cree que será posible? Claro que si esa mujer que llegó hace poco sigue aquí... quizá seamos más un estorbo para él... - Tenía que continuar tirando de aquel hilo. Por lo que sabía, quizá aquella persona fuese la misma que estaban buscando. Aunque Iori no le veía a priori sentido a que fuese allí para conseguir quedarse embarazada después de haber asesinado a su esposo y amante. "De lo oído nada creído, y de lo visto solamente la mitad". Recordó uno de los dichos que el viejo Zakath solía repetir mucho en su aldea. Mejor ir con pies de plomo.
- Hace justamente una semana desde que llegó al pueblo. Salió los primeros días pero hace ya varios que no se la ve. Por lo que parece es un tratamiento que las suele dejar agotadas. Cuando comienzan a precisar reposo ya no salen hasta que las vienen a buscar en un carruaje. Si estáis interesados en hablar con él es mejor que os acerquéis vosotros mismos y le comentéis vuestro interés. Yo desconozco por completo los horarios de trabajo que tiene Hohem - se encogió de hombros. - No necesito de sus servicios en absoluto, tengo once hijos después de todo. No hay nada de él que me pueda interesar en este tema - volvió a comentar ufana. Desde luego cierto era que se trataba de un portento de fertilidad. Iori rió entre dientes, divertida por la campechana actitud de Celine y miró a Grohiik con una sonrisa para conectar con él.
Precisaba saber si estaba siguiendo la información que estaba obteniendo allí. - Si no es mucha molestia, ¿Podría indicarnos en dónde queda su casa? - volvió a preguntar con confianza. - Oh pequeña, no te preocupes. Es muy fácil encontrarla. Está a las afueras del pueblo. Deberás de subir la calle principal y atravesar una pequeña extensión de huertos. Es la casa de madera y piedra de dos plantas que se encuentra en lo alto de la colina. No tiene pérdida. Pero primero, terminad la comida - comentó sin dar opción a protestas. Y mientras hablaba sirivió sendas tajadas de carne en los platos de madera que ambos se habían encargado de vaciar unos instantes antes. La humana miró a su compañero enarcando una ceja, y con un suspiro resignado se entregó a la deliciosa tarea de dar cuenta de aquel manjar.
- No te prives pequeño. Estamos en temporada de caza. Las cabras montesas de la zona bajan hacia los pastos de las laderas buscando las flores más tiernas. La primavera siempre es época de bonanza - sonrió extendiendo hacia él la bandeja de nuevo. - Lo cierto es que en nuestra aldea se asentó hace ya unos años un curandero. Médico le dicen en la capital. Parece ser que su origen era Lunargenta, pero se mudó aquí buscando una zona más tranquila. Es experto en medicina relacionada con... mujeres. - Se detuvo un momento mirando hacia Grohiik.
Iori entendió que todo lo que tenía que ver con información exclusivamente femenina era allí también una especie de tabú, compartido únicamente entre mujeres. Recordó de forma fugaz, el verano en el que supo lo que era la regla. Estaban en el río bañándose todos los muchachos del pueblo, cuando Marceline, una de sus amigas, salió del agua con las piernas manchadas de sangre. Recordaba de forma muy vívida cómo su hermano mayor Mikael había echado a correr, en busca de sus padres gritando que su hermana estaba herida y que se iba a morir. El susto que ella misma había llevado era mayúsculo. Aquella noche, habían juntado a todas las muchachas de edad simular junto al fuego y les habían explicado. Iori había pensado que era una broma horrible. Hasta que le llegó el turno a ella. - ¿Con mujeres? - inquirió esbozando una sonrisa, apartando aquella memoria de ella.
- Sí... no es raro que en ocasiones vengan hasta aquí mujeres muy bien plantadas buscando sus servicios. Él sabe como ayudar a aquellas que tienen problemas para quedar embarazadas... No hace poco llegó la última. Se alojan en su casa el tiempo que dura el tratamiento. Desde que Hohem se estableció aquí, no han parado de venir a lo largo de todo el año mujeres buscando su ayuda. En mi opinión es la debilidad de esos cuerpos acostumbrados a no hacer nada. Mírame a mí, toda la vida trabajando en el campo y he crecido fuerte y capaz de traer al mundo a once hijos - La mujer se rió con fuerza y Iori se sorprendió ligeramente, imaginando que ante aquella cantidad de vástagos debió de haber pasado la mayor parte de su vida embarazada. Una idea que a la humana le atraía más bien cero. Sonrió por corresponderla ante su comentario y aprovechó para terminar el pedazo de carne que se había servido.
- Entonces deberá de tener amplios conocimientos sobre el uso de hierbas. Sería una oportunidad única poder hablar con él. ¿Cree que será posible? Claro que si esa mujer que llegó hace poco sigue aquí... quizá seamos más un estorbo para él... - Tenía que continuar tirando de aquel hilo. Por lo que sabía, quizá aquella persona fuese la misma que estaban buscando. Aunque Iori no le veía a priori sentido a que fuese allí para conseguir quedarse embarazada después de haber asesinado a su esposo y amante. "De lo oído nada creído, y de lo visto solamente la mitad". Recordó uno de los dichos que el viejo Zakath solía repetir mucho en su aldea. Mejor ir con pies de plomo.
- Hace justamente una semana desde que llegó al pueblo. Salió los primeros días pero hace ya varios que no se la ve. Por lo que parece es un tratamiento que las suele dejar agotadas. Cuando comienzan a precisar reposo ya no salen hasta que las vienen a buscar en un carruaje. Si estáis interesados en hablar con él es mejor que os acerquéis vosotros mismos y le comentéis vuestro interés. Yo desconozco por completo los horarios de trabajo que tiene Hohem - se encogió de hombros. - No necesito de sus servicios en absoluto, tengo once hijos después de todo. No hay nada de él que me pueda interesar en este tema - volvió a comentar ufana. Desde luego cierto era que se trataba de un portento de fertilidad. Iori rió entre dientes, divertida por la campechana actitud de Celine y miró a Grohiik con una sonrisa para conectar con él.
Precisaba saber si estaba siguiendo la información que estaba obteniendo allí. - Si no es mucha molestia, ¿Podría indicarnos en dónde queda su casa? - volvió a preguntar con confianza. - Oh pequeña, no te preocupes. Es muy fácil encontrarla. Está a las afueras del pueblo. Deberás de subir la calle principal y atravesar una pequeña extensión de huertos. Es la casa de madera y piedra de dos plantas que se encuentra en lo alto de la colina. No tiene pérdida. Pero primero, terminad la comida - comentó sin dar opción a protestas. Y mientras hablaba sirivió sendas tajadas de carne en los platos de madera que ambos se habían encargado de vaciar unos instantes antes. La humana miró a su compañero enarcando una ceja, y con un suspiro resignado se entregó a la deliciosa tarea de dar cuenta de aquel manjar.
Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Gorhiik sonrió de oreja a oreja al escuchar el primer sermón de la señora y aceptó la bandeja de comida cuando terminó de hablar por primera vez. —Muchas gracias —Se limitó a responder, ya de vuelta a su habitual tono de infante enérgico y extrovertido. Aunque un rugido de tripas bastante sonoro se le escapó al sentir el olor de la carne tan cerca. —Lo siento. Buen provecho —Dijo algo apenado.
Guardó un pedazo de carne en sus bolsillos para su amigo y el resto se lo embullo con una prisa típica de la edad. La carne no era la que probaba usualmente, pero ni se molestó en saborearla.
Las mujeres hablaban mientras el pequeño comía, aquello era lo más similar a su hogar que había tenido desde que salió en aquella balsa improvisada de su isla. En ocasiones permitían a Vahlok acompañarlos para cenar, al recordar esto bajo un poco la mirada, pero entendía que pocos animales como él se veían por la zona. Incluso en su isla ya era una especie bastante rara y temida. Sin embargo, el pequeño al haber crecido jugando en zonas inhóspitas de aquel lugar sabía que habían peligros muchos mayores y la compañía de su amigo le parecía de lo más normal.
Terminado su plato, no tuvo vergüenza alguna en quedar mirando el de Iori. La conversación nuevamente se le antojaba aburrida, a diferencia de la carne. «No seré el único que se ande con cuidado» Pensó para si mismo con una sonrisa traviesa al recordar la broma de la bola de nieve.
Creyendo que nadie le tomaba en cuenta, aprovechó la oportunidad para tomar un pedazo de carne de Iori y zampárselo de un bocado. Entonces es cuando se pilla de frente a la sonrisa de la anciana. Creyó entonces que por fin había encontrado problemas.
Medio atragantado por la carne vuelve a golpearse con el puño la palma de la mano. —El que termina primero ayuda al compañero —Dijo alegre, a pesar de haber cumplido ya su cometido. Ya no tenía tanta hambre, pero en cierto sentido había adquirido costumbres de animales salvajes. En especial la de comer siempre que podía como Vahlok.
Volvió a comer el plato que le habían servido y se quedo esperando un nuevo descuido por parte de su compañera. Ya había guardado algo para su amigo, pero molestar más a Iori se le antojaba un juego interesante y más si había comida de por medio.
Guardó un pedazo de carne en sus bolsillos para su amigo y el resto se lo embullo con una prisa típica de la edad. La carne no era la que probaba usualmente, pero ni se molestó en saborearla.
Las mujeres hablaban mientras el pequeño comía, aquello era lo más similar a su hogar que había tenido desde que salió en aquella balsa improvisada de su isla. En ocasiones permitían a Vahlok acompañarlos para cenar, al recordar esto bajo un poco la mirada, pero entendía que pocos animales como él se veían por la zona. Incluso en su isla ya era una especie bastante rara y temida. Sin embargo, el pequeño al haber crecido jugando en zonas inhóspitas de aquel lugar sabía que habían peligros muchos mayores y la compañía de su amigo le parecía de lo más normal.
Terminado su plato, no tuvo vergüenza alguna en quedar mirando el de Iori. La conversación nuevamente se le antojaba aburrida, a diferencia de la carne. «No seré el único que se ande con cuidado» Pensó para si mismo con una sonrisa traviesa al recordar la broma de la bola de nieve.
Creyendo que nadie le tomaba en cuenta, aprovechó la oportunidad para tomar un pedazo de carne de Iori y zampárselo de un bocado. Entonces es cuando se pilla de frente a la sonrisa de la anciana. Creyó entonces que por fin había encontrado problemas.
Medio atragantado por la carne vuelve a golpearse con el puño la palma de la mano. —El que termina primero ayuda al compañero —Dijo alegre, a pesar de haber cumplido ya su cometido. Ya no tenía tanta hambre, pero en cierto sentido había adquirido costumbres de animales salvajes. En especial la de comer siempre que podía como Vahlok.
Volvió a comer el plato que le habían servido y se quedo esperando un nuevo descuido por parte de su compañera. Ya había guardado algo para su amigo, pero molestar más a Iori se le antojaba un juego interesante y más si había comida de por medio.
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Miró por el rabillo del ojo la enorme cantidad de carne que Grohiik estaba ingiriendo. Celine parecía encantada con aquella situación, pero la humana esperó en su fuero interno que aquello no le impidiese luego continuar con el trabajo. Ahora que tenían una pista que seguir lo último que deseaba era tener que parar por la indigestión de uno de ellos, sobre todo si estaba causada por unas ansias de comer incontrolables. Con las indicaciones su la buena mujer, y tras guardar un par de piezas de fruta en sus bolsas debido a su insistencia, salieron de allí despidiéndose por la gran amabilidad. Prometieron volver en caso de tener problemas para encontrar alojamiento en la casa principal de la aldea, pero Iori deseaba que antes de que cayese la noche pudieran salir de Dinat con la satisfacción de la tarea bien hecha.
- Ten cuidado con Vahlok. Es tu lobo pero recuerda que esta no es su aldea. No sabemos cómo se lo tomarán los locales cuando lo vean moverse por aquí - murmuró mientras avanzaban colina arriba. Avanzaron por la calle principal, empedrada con losas finas e inclinadas, pensadas para escurrir agua de lluvia y nieve cuando fuese necesario. Llegaron al límite de la aldea perfilado con las últimas casas de un lado, y campos de cultivo del otro. Se encontraron con más aldeanos, pero más allá de mirarlos con curiosidad parecía que no había hostilidad en sus miradas. Una muchacha joven acompañada de un adolescente, ambos tenían el suficiente aire de docilidad como para aparentar inofensivos. Del grupo de tres que eran, efectivamente sería el lobo el que levantaría más suspicacias. - Esa es la casa de la que Celine nos habló - señaló a unos centenares de metros una construción de piedra en la falda de la parte más inclinada de la ladera de la montaña.
Continuaron avanzando hasta llegar al terreno de césped que se extendía a sus pies. Su arquitectura era muy diferente al resto del pueblo de montaña. La construcción en piedra le daba un aspecto más regio, y las dos plantas indicaba que de alguna manera, aquella construcción había sido una casa fuerte de la zona. Celine no les había dado más explicaciones, con lo que Iori imagino que antes de que Hohem se hubiera instalado allí, debido de estar en manos de una familia importante de la zona. - Vale... ya estamos aquí. Se supone que ella está aquí dentro, recibiendo algún tipo de ¿Tratamiento de fertilidad? Podemos intentar entrar, continuando con la pantalla de que estamos aquí para hacer intercambio de conocimientos sobre usos de hierbas medicinales. ¿Cómo lo ves? - preguntó con una sonrisa mirando a su compañero a los ojos.
- Ten cuidado con Vahlok. Es tu lobo pero recuerda que esta no es su aldea. No sabemos cómo se lo tomarán los locales cuando lo vean moverse por aquí - murmuró mientras avanzaban colina arriba. Avanzaron por la calle principal, empedrada con losas finas e inclinadas, pensadas para escurrir agua de lluvia y nieve cuando fuese necesario. Llegaron al límite de la aldea perfilado con las últimas casas de un lado, y campos de cultivo del otro. Se encontraron con más aldeanos, pero más allá de mirarlos con curiosidad parecía que no había hostilidad en sus miradas. Una muchacha joven acompañada de un adolescente, ambos tenían el suficiente aire de docilidad como para aparentar inofensivos. Del grupo de tres que eran, efectivamente sería el lobo el que levantaría más suspicacias. - Esa es la casa de la que Celine nos habló - señaló a unos centenares de metros una construción de piedra en la falda de la parte más inclinada de la ladera de la montaña.
Continuaron avanzando hasta llegar al terreno de césped que se extendía a sus pies. Su arquitectura era muy diferente al resto del pueblo de montaña. La construcción en piedra le daba un aspecto más regio, y las dos plantas indicaba que de alguna manera, aquella construcción había sido una casa fuerte de la zona. Celine no les había dado más explicaciones, con lo que Iori imagino que antes de que Hohem se hubiera instalado allí, debido de estar en manos de una familia importante de la zona. - Vale... ya estamos aquí. Se supone que ella está aquí dentro, recibiendo algún tipo de ¿Tratamiento de fertilidad? Podemos intentar entrar, continuando con la pantalla de que estamos aquí para hacer intercambio de conocimientos sobre usos de hierbas medicinales. ¿Cómo lo ves? - preguntó con una sonrisa mirando a su compañero a los ojos.
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Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Ciertamente despedirse de la señora no le pareció de su agrado. Fuese por el pequeño sin duda se habría quedado más tiempo, debía admitir que la comida estuvo deliciosa, pero su amigo seguro tenía algo de hambre. A pesar de tomarse las noches para cazar, el lobo seguía siendo un cachorro al menos para el pequeño. Quizás lo seguiría siendo siempre, después de todo lo había visto nacer y lo ha cuidado desde entonces.
Fue de esperar. Al salir de la casa Grohiik se quedo mirando a Vahlok quien pareció adivinar lo que el dragón aún sin saberlo guardaba. Así fue como el salvaje peludo comenzó a olfatear el bolsillo de su amigo, ambos se quedaron mirando por unos segundos.
Grohiik quiso jugarle una broma, por lo que se guardo la carne y simplemente acaricio sus oídos. —Vamos muchacho, hay trabajo que hacer —Le dijo sonriendo, pero el animal gruño algo molesto. Sabía que su amigo guardaba carne y no quería compartir.
Continuó el avance por la ciudad junto a Iori, aunque el lobo se quedo atrás. Grohiik no se altero para nada, sabía que el animal haría lo que quisiera pero terminaría su berrinche cuando el humano mostrara lo que este quería.
—Te preocupas demasiado —Respondió por la advertencia de su amigo. No le interesaba en absoluto si eran bienvenidos o no, el pequeño ahora enfocaba su interes en la estructura de los hogares. Había mucha diferencia a todo lo que había visto hasta ahora. El viajar con Vahlok le había alejado de las ciudades fuera de Lunargenta. Después de todo, vivir en la naturaleza y cazar lo que podían le recordaba mucho como había vivido en su isla.
El lobo se acerco a ellos manteniendo cierta distancia cuando estaban a punto de salir de la ciudad. Grohiik apreció la desconfianza de los habitantes, pero no le tomo mucha importancia a pesar de la advertencia de Iori. Antes de salir saco el pedazo de carne que había guardado y espero a que el lobo decidiera pillarlo por sorpresa.
—Parece aburrido, ya ni recuerdo porque sigues mintiendo —Acotó ante la sugerencia. En realidad ya poco le interesaba el dinero y sentía más ganas de entrenar con el bastón. Sin duda era una de las pocas cosas que le interesaba de su compañera. —Ayudaré si prometes entrenar conmigo luego —Agregó con el mismo tono que mencionaba su estado de ánimo.
Fue entonces que el lobo aprovechó de quitar la carne que colgaba sobre la mano del rubio. Este sonríe al verlo comer y se inclina sobre sus rodillas para acariciarle mientras espera la respuesta de su compañera. No le apetecía seguir mintiendo por algo que ya había olvidado, solo recordaba que habían llegado al pueblo con la esperanza de ganar dinero, pero si podía encontrar a alguien con quien entrenar valdría la pena. Después de todo, Grohiik sigue siendo bastante infantil e inocente en comparación a otros infantes de su edad.
Fue de esperar. Al salir de la casa Grohiik se quedo mirando a Vahlok quien pareció adivinar lo que el dragón aún sin saberlo guardaba. Así fue como el salvaje peludo comenzó a olfatear el bolsillo de su amigo, ambos se quedaron mirando por unos segundos.
Grohiik quiso jugarle una broma, por lo que se guardo la carne y simplemente acaricio sus oídos. —Vamos muchacho, hay trabajo que hacer —Le dijo sonriendo, pero el animal gruño algo molesto. Sabía que su amigo guardaba carne y no quería compartir.
Continuó el avance por la ciudad junto a Iori, aunque el lobo se quedo atrás. Grohiik no se altero para nada, sabía que el animal haría lo que quisiera pero terminaría su berrinche cuando el humano mostrara lo que este quería.
—Te preocupas demasiado —Respondió por la advertencia de su amigo. No le interesaba en absoluto si eran bienvenidos o no, el pequeño ahora enfocaba su interes en la estructura de los hogares. Había mucha diferencia a todo lo que había visto hasta ahora. El viajar con Vahlok le había alejado de las ciudades fuera de Lunargenta. Después de todo, vivir en la naturaleza y cazar lo que podían le recordaba mucho como había vivido en su isla.
El lobo se acerco a ellos manteniendo cierta distancia cuando estaban a punto de salir de la ciudad. Grohiik apreció la desconfianza de los habitantes, pero no le tomo mucha importancia a pesar de la advertencia de Iori. Antes de salir saco el pedazo de carne que había guardado y espero a que el lobo decidiera pillarlo por sorpresa.
—Parece aburrido, ya ni recuerdo porque sigues mintiendo —Acotó ante la sugerencia. En realidad ya poco le interesaba el dinero y sentía más ganas de entrenar con el bastón. Sin duda era una de las pocas cosas que le interesaba de su compañera. —Ayudaré si prometes entrenar conmigo luego —Agregó con el mismo tono que mencionaba su estado de ánimo.
Fue entonces que el lobo aprovechó de quitar la carne que colgaba sobre la mano del rubio. Este sonríe al verlo comer y se inclina sobre sus rodillas para acariciarle mientras espera la respuesta de su compañera. No le apetecía seguir mintiendo por algo que ya había olvidado, solo recordaba que habían llegado al pueblo con la esperanza de ganar dinero, pero si podía encontrar a alguien con quien entrenar valdría la pena. Después de todo, Grohiik sigue siendo bastante infantil e inocente en comparación a otros infantes de su edad.
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
En el momento en el que escuchó el comentario de Grohiik, se detuvo mirándolo de soslayo, conteniendo las ganas de sacudirlo de la ropa. ¿A esas alturas surgían las dudas? No sabía si es que ella se estaba tomando el trabajo muy en serio, o es que él demasiado a la ligera. - Escucha, sea lo que sea que nos encontremos, lo importante es que los dos avancemos en la misma dirección. No te voy a dejar en evidencia pero tú a mí tampoco. Recuérdalo ¿vale?- indicó mirándolo con duda en la cara. - Cuando terminemos esto y hayamos cobrado habrá tiempo de practicar todo lo que quieras - sentenció para continuar avanzando hacia la puerta de la casa. La humana hizo de tripas corazón, intentando acallar las voces que intentaban avisarla de que continuar con el adolescente a su lado podía ser un error. Golpeó con los nudillos en la puerta, pensando si estaba todavía a tiempo de acompañarlo hasta la casa de la señora Celine, dejarlo allí aparcado y regresar a por él al terminar el trabajo. Pero que la puerta se abriese zanjó cualquier duda por ella.
Un hombre alto y de aspecto que destacaba por escuálido se asomó parcialmente. - ¿Quienes sois? - preguntó con gesto duro clavando unos ojos pequeños en Iori. - ¡Hola! Estábamos buscando al señor Hohem. Nos indicaron que es un médico experto en el uso de plantas curativas y que podríamos encontrarlo aquí. Me llamo Iori, y este es mi primo Grohiik. Somos aprendices de herboristería. - Se señaló a si misma y al muchacho detrás de ella, y la mirada desconfiaza del hombre sobre ellos mostró sorpresa un instante. Justo al mirar por encima del hombro de Iori. La humana pensó que quizá hubiera visto al lobo pero, tras ella lo único visible era la cara inocente de su compañero, por lo que sintió que se le acababa de escapar algo. La puerta se abrió por completo entonces y la cara de desconfianza mudó a una que la humana definiría como ansiosa. - Por supuesto, pasad pasad. Yo soy Hohem. Felicidades, me habéis encontrado. -
Ambos condujeron los pasos al interior del lugar y el hombre cerró con demasiada fuerza la puerta tras ellos. La primera impresión que tuvo del interior del lugar era que, los suelos de madera cubiertos con alfombras significaban en el lenguaje campesino del que ella disponía mucho dinero. Lo segundo que vio fue que para lo grande y espacioso que era el recibidor con los techos altos cubiertos de vigas de madera, se respiraba cierta suciedad. Imaginó que si él era la única persona que vivía en aquella casa, le resultaría complicado mantener una propiedad tan grande en las mejores circunstancias. Pero el descuido con el que el polvo se acumulaba en las superficies le hizo dudar de que fuese una buena carta de presentación para un médico especializado en fertilidad como decían de él. - No deseamos molestar, seguro que está ocupado con pacientes, pero desearíamos hablar con usted en algún momento sobre las plantas medicinales típicas de esta zona - Hohem asintió, mientras se frotaba las manos de forma compulsiva. La estaba escuchando pero no la miraba. Tenía los ojos fijos en Grohiik.
- Claro claro, claro. Pero antes deberéis de asearos. Es importante la higiene aquí. - La humana enarcó una ceja, sin poder evitar la contracción que suponía aquella afirmación por el aspecto descuidado de lo que se veía en la casa. Quizá otras zonas estarían más cuidadas. - Sí... comprendo... pero, si está ocupado con algún paciente podemos volver en otro momento. - volvió a insistir intentando sacar una confirmación por su parte. - ¿¡Qué?! ¡NO! En otro momento no, quiero decir, no es necesario. No estoy ocupado con nadie... - Su fuerte negativa sorprendió a Iori, impresionada por lo súbitamente nervioso que pareció aquel hombre ante la posibilidad de encontrarse con ellos después. - Por favor, seguidme por aquí - La humana asintió con la cabeza pero miró a su compañero con cara de consternación cuando el hombre los comenzó a guiar hacia el interior de la casa. Según lo que había dicho Celine, una mujer había llegado hacía unos días allí, solicitando sus servicios y alojándose dentro de la propiedad. ¿A caso se había marchado ya del pueblo y nadie la había visto partir?
- Por separado, hombres de mujeres - Hohem miró a Iori por encima del hombro, y le hizo un gesto señalando unas escaleras de piedra que parecían bajar. - Tú conmigo - le indicó a Grohiik mientras seguían camiando con él por el pasillo. Dudó un instante si hacerle algún tipo de gesto a su compañero, si solamente era su imaginación o algo extraño estaba pasando allí, pero decidió aventurarse poco a poco por el camino que le había indicado, observando como la luz se iba reduciendo poco a poco a medida que descendía por los peldaños. El olor a humedad llegó con claridad a ella, algo que la hizo recordar a las cloacas de Lunargenta en ocasiones pasadas. Se detuvo a unos metros del camino y, girando con rapidez sobre sus talones subió de tres en tres y corrió intentando no hacer ruido para detenerse en el interior de una de las habitaciones que acababan de pasar. Consiguió calmar su corazón y hacer superficial su respiración mientras se aseguraba de que agudizaba el oído para escuchar cualquier sonido que llegase hasta ahora.
Un hombre alto y de aspecto que destacaba por escuálido se asomó parcialmente. - ¿Quienes sois? - preguntó con gesto duro clavando unos ojos pequeños en Iori. - ¡Hola! Estábamos buscando al señor Hohem. Nos indicaron que es un médico experto en el uso de plantas curativas y que podríamos encontrarlo aquí. Me llamo Iori, y este es mi primo Grohiik. Somos aprendices de herboristería. - Se señaló a si misma y al muchacho detrás de ella, y la mirada desconfiaza del hombre sobre ellos mostró sorpresa un instante. Justo al mirar por encima del hombro de Iori. La humana pensó que quizá hubiera visto al lobo pero, tras ella lo único visible era la cara inocente de su compañero, por lo que sintió que se le acababa de escapar algo. La puerta se abrió por completo entonces y la cara de desconfianza mudó a una que la humana definiría como ansiosa. - Por supuesto, pasad pasad. Yo soy Hohem. Felicidades, me habéis encontrado. -
Ambos condujeron los pasos al interior del lugar y el hombre cerró con demasiada fuerza la puerta tras ellos. La primera impresión que tuvo del interior del lugar era que, los suelos de madera cubiertos con alfombras significaban en el lenguaje campesino del que ella disponía mucho dinero. Lo segundo que vio fue que para lo grande y espacioso que era el recibidor con los techos altos cubiertos de vigas de madera, se respiraba cierta suciedad. Imaginó que si él era la única persona que vivía en aquella casa, le resultaría complicado mantener una propiedad tan grande en las mejores circunstancias. Pero el descuido con el que el polvo se acumulaba en las superficies le hizo dudar de que fuese una buena carta de presentación para un médico especializado en fertilidad como decían de él. - No deseamos molestar, seguro que está ocupado con pacientes, pero desearíamos hablar con usted en algún momento sobre las plantas medicinales típicas de esta zona - Hohem asintió, mientras se frotaba las manos de forma compulsiva. La estaba escuchando pero no la miraba. Tenía los ojos fijos en Grohiik.
- Claro claro, claro. Pero antes deberéis de asearos. Es importante la higiene aquí. - La humana enarcó una ceja, sin poder evitar la contracción que suponía aquella afirmación por el aspecto descuidado de lo que se veía en la casa. Quizá otras zonas estarían más cuidadas. - Sí... comprendo... pero, si está ocupado con algún paciente podemos volver en otro momento. - volvió a insistir intentando sacar una confirmación por su parte. - ¿¡Qué?! ¡NO! En otro momento no, quiero decir, no es necesario. No estoy ocupado con nadie... - Su fuerte negativa sorprendió a Iori, impresionada por lo súbitamente nervioso que pareció aquel hombre ante la posibilidad de encontrarse con ellos después. - Por favor, seguidme por aquí - La humana asintió con la cabeza pero miró a su compañero con cara de consternación cuando el hombre los comenzó a guiar hacia el interior de la casa. Según lo que había dicho Celine, una mujer había llegado hacía unos días allí, solicitando sus servicios y alojándose dentro de la propiedad. ¿A caso se había marchado ya del pueblo y nadie la había visto partir?
- Por separado, hombres de mujeres - Hohem miró a Iori por encima del hombro, y le hizo un gesto señalando unas escaleras de piedra que parecían bajar. - Tú conmigo - le indicó a Grohiik mientras seguían camiando con él por el pasillo. Dudó un instante si hacerle algún tipo de gesto a su compañero, si solamente era su imaginación o algo extraño estaba pasando allí, pero decidió aventurarse poco a poco por el camino que le había indicado, observando como la luz se iba reduciendo poco a poco a medida que descendía por los peldaños. El olor a humedad llegó con claridad a ella, algo que la hizo recordar a las cloacas de Lunargenta en ocasiones pasadas. Se detuvo a unos metros del camino y, girando con rapidez sobre sus talones subió de tres en tres y corrió intentando no hacer ruido para detenerse en el interior de una de las habitaciones que acababan de pasar. Consiguió calmar su corazón y hacer superficial su respiración mientras se aseguraba de que agudizaba el oído para escuchar cualquier sonido que llegase hasta ahora.
Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
El joven no puede evitar sonreír de oreja a oreja al escuchar la promesa del entrenamiento. Desde que había abandonado la isla que no recibía uno formal, la idea sin duda cambiaba el panorama por completo. Un par de mentiras más, cobrar el dinero y conseguir lo que quería. «La gente de afuera es rara, pero me vale» Pensaba mientras seguía a la muchacha. Suponía que mientras no se le hiciera costumbre estaría bien.
—Dinero y a entrenar. Me gusta el trato —Responde con tono alegre cuando ella llamaba a la puerta de la que parecía ser la mansión más lujosa de la zona.
—Tendrás que esperar un poco más muchacho —Anuncia calmado a su compañero luego de rascar su oreja por la parte posterior. El lobo pareció no molestarse, al contrario, cualquiera creería que ya entendía la palabra «esperar» a la perfección; como respuesta este simplemente se recostó sobre su lomo para comenzar una quizás larga siesta.
Miro al hombre con curiosidad, más que nada por sus palabras. Le costaba imaginar que tipo de dificultades debía pasar la mayoría para encontrarlo. Si había sido una de las cosas más fáciles que ha hecho hasta ahora.
La imaginación del crío comenzó a hacer su trabajo. Seguía de cerca a Iori, pero su mente se imaginaba las grandes hazañas que debieron hacer anteriormente para encontrarlo. Soñaba con un gran tesoro escondido en algún lugar de la mansión mientras veía rincones polvorientos que de cierta manera le hacían volver a la realidad. «Será como el monje de la isla» Comparó en su mente. Ambos gustaban de vivir solos, pero el nuevo personaje parecía tener cierta afición por los lugares espaciosos.
Como sucedió en la casa de la señora amable, dejo que los adultos conversaran mientras su mente hacía lo que debía todo infante de su edad. O eso hizo, hasta que llego el momento en que su anfitrión pedía separarlos con una mueca de lo más curiosa a ojos del rubio.
Tras recibir otro gesto por su prima de turno, el pequeño accedió sin levantar sospecha alguna por la actitud extravagante del hombre mayor.
—Disculpe, señor. ¿Resulta tan difícil encontrarle? —Preguntó en un tono que esbozaba inocencia a la vez que curiosidad mientras le seguía. Aunque no entendía para nada la necesidad de separarse para el aseo. Tampoco le agradaba mucho la idea, pero había prometido terminar el trabajo y supuso que aquello también era parte de este.
—Dinero y a entrenar. Me gusta el trato —Responde con tono alegre cuando ella llamaba a la puerta de la que parecía ser la mansión más lujosa de la zona.
—Tendrás que esperar un poco más muchacho —Anuncia calmado a su compañero luego de rascar su oreja por la parte posterior. El lobo pareció no molestarse, al contrario, cualquiera creería que ya entendía la palabra «esperar» a la perfección; como respuesta este simplemente se recostó sobre su lomo para comenzar una quizás larga siesta.
Miro al hombre con curiosidad, más que nada por sus palabras. Le costaba imaginar que tipo de dificultades debía pasar la mayoría para encontrarlo. Si había sido una de las cosas más fáciles que ha hecho hasta ahora.
La imaginación del crío comenzó a hacer su trabajo. Seguía de cerca a Iori, pero su mente se imaginaba las grandes hazañas que debieron hacer anteriormente para encontrarlo. Soñaba con un gran tesoro escondido en algún lugar de la mansión mientras veía rincones polvorientos que de cierta manera le hacían volver a la realidad. «Será como el monje de la isla» Comparó en su mente. Ambos gustaban de vivir solos, pero el nuevo personaje parecía tener cierta afición por los lugares espaciosos.
Como sucedió en la casa de la señora amable, dejo que los adultos conversaran mientras su mente hacía lo que debía todo infante de su edad. O eso hizo, hasta que llego el momento en que su anfitrión pedía separarlos con una mueca de lo más curiosa a ojos del rubio.
Tras recibir otro gesto por su prima de turno, el pequeño accedió sin levantar sospecha alguna por la actitud extravagante del hombre mayor.
—Disculpe, señor. ¿Resulta tan difícil encontrarle? —Preguntó en un tono que esbozaba inocencia a la vez que curiosidad mientras le seguía. Aunque no entendía para nada la necesidad de separarse para el aseo. Tampoco le agradaba mucho la idea, pero había prometido terminar el trabajo y supuso que aquello también era parte de este.
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
La figura masculina se deslizó hasta conducir a Grohiik a un pequeño cuarto al fondo de un pasillo serpenteante. Aquella habitación tenía un aspecto más sencillo que la sucia opulencia del resto de la casa. - ¿Eh? ¿Qué? No sé a qué te refieres - Se detuvo en el medio de la pequeña estancia, clavando los ojos en el muchacho. Lanzó la mano como haría un águila con un conejo en plena caza, y lo aferró de las mejillas, con fuerza. Observó de hito en hito el rostro del joven, analizando, buscando algo. Cuando una leve sonrisa se esbozó en su boca aflojó los dedos y apartó la mano. - Bien. Muy bien - Hohem sacudió el brazo en un gesto de poca paciencia antes de precipitar al muchacho de malos modos al fondo de la estancia. - Aseate bien. Ahora vuelvo por ti - Salió como un suspiro y Grohiik pudo escuchar como algo se cerraba al otro lado de la puerta de madera.
Iori comenzaba a sentir que su mal cuerpo no tenía fundamento. Que aquel hombre era simplemente un médico curioso, de hábitos extraños, cuando escuchó unos pasos. Se asomó ligeramente por la esquina de la puerta tras la cual estaba escondida, y observó la figura erguida de Hohem parado delante de las escaleras descendentes por las que la había enviado. Se fijó en que sacaba de entre sus ropas una extraña bola, parecía algo vegetal pero en la distancia no podía asegurarlo. Los ojos azules se abrieron mucho cuando observó con consternación cómo usaba una de las lámparas colgantes que había en el pasillo ardiendo para hacer que se prendiese un extremo. La bola de lo que fuese comenzó a arder con rapidez, creando con las escasas llamas una densa cortina de humo. Lo vio precipitar aquel objeto escaleras abajo, y cerrar con rapidez la puerta tras él bloqueándola.
El denso olor llegó hasta ella y la humana frunció el ceño ante el hormigueo agrio que penetró en su nariz. Junto con el aroma de otro tipo de plantas que no conseguía distinguir, Iori fue capaz de identificar un leve toque a lavanda en aquel amasijo de material. Por todos era sabido que la lavanda se usaba como planta relajante, sobre todo en el caso de niños con problemas para conciliar el sueño o pesadillas. Hohem se frotó las manos, y curvando la espalda en una posición que le recordó a un ave carroñera, desapareció de su vista avanzando por el pasillo. Mierda. Estaban jodidos. No sabía qué era lo que estaba pasando por la mente de aquel hombre, pero era capaz de reconocer que tras lo que había hecho, él contaba con dejarla encerrada allí abajo usando aquel material para dejarla dormida, o asfixiada. No sabría decir.
Aguardó unos preciosos segundos antes de salir como un gato, agudizando más que nunca el oído. No conocía la casa, Hohem sí. La desventaja de moverse en terreno desconocido jugaba en su contra. En aquel instante, ya no pensaba en la mujer que estaban allí para buscar o en terminar bien el trabajo. Debía de encontrar a Grohiik y salir de allí a salvo. Las cosas se habían torcido y la humana era consciente de que nada valía tanto como sus propias vidas. A tientas, sin atreverse a abrir la boca para llamarlo, avanzó como un ladrón para ir en busca de su compañero.
Los pasillos y estancias de aquel lugar resultaban laberínticos, para una campesina acostumbrada a casas que tenían como máximo tres estancias. Por lo que veía, aquel lugar había sido una casa fuerte en la zona. Los muebles, la decoración... pero la sensación de abandono era constante por el mal estado en el que se encontraban las salas. Polvo, muebles rotos, suelos gastados abandonados de cualquier cuidado que requiriesen... Girando en un recodo observó de frente una entrada más ancha que las demás, situada a tres grandes escalones del suelo. Se detuvo frente a la pequeña escalinata, y dudó un instante antes de asomarse a la oscuridad allí presente. Aunque mal iluminada, aquel lugar parecía dar a una sala de tamaño enorme más allá de lo que podía ver desde donde estaba. El frío le acarició la cara mientras se esforzaba en escudriñar en la penumbra de lo que parecía la habitación más oscura.
Según daba pasos, percibió con claridad un olor que le resultó bastante desagradable. Por momentos le recordaba a cuando mezclaba los ingredientes para preparar jabones en casa. Y en otras le llegaban aromas que trajeron a su mente imágenes de cuando despiezaban a un cerdo tras sacrificarlo para comer. En concreto, al momento en el que se abría el vientre, y el olor de carne caliente y vísceras se abría paso hacia el exterior. Arrugó la nariz, ligeramente asqueada por aquella combinación cuando se detuvo de golpe ante unas formas delante de ella. Pensó que eran personas, pero pronto comprendió que nadie levita a metros sobre el suelo sin ayuda o explicación racional. Acostumbrándose a mirar en esas condiciones de poca luz, Iori se quedó congelada al reconocer lo que había delante de ella.
En lo que parecía una mezcla entre biblioteca y matadero, no fue capaz de apartar los ojos de los cuerpos semi mutilados de lo que en otro momento habían sido mujeres. Mujeres jóvenes a juzgar por la apariencia que tenían sus cuerpos, que todavía conservaban músculos y piel. Intentando buscar algún tipo de patrón en aquel horror, la humana comprendió que a cada una le faltaban partes diferentes. Una sin brazos, otra con la caja torácica vacía. La de más allá con los pies amputados, una más a unos metros con el cabello arrancado de cuajo. Se llevó la mano a la boca, y aunque el frío de aquel lugar parecía contener el mal olor y la putrefacción, sintió como las nauseas sacudían su cuerpo con fuerza. Se alejó caminando hacia atrás, transtornada por lo que acababa de ver hasta que su cuerpo chocó con algo muy duro en los riñones. Se giró con agilidad felina, y apenas tuvo fuerzas para jadear observando lo que allí había.
Lo que parecía una mesa alta, cubierta con una tela blanca. Sobre ella, diría que una mujer. Pero no era una entera. El cuerpo que yacía delante de ella, cubierto hasta la cintura con una sábana, mostraba las mismas costuras que cualquiera de las faldas viejas que guardaba en el armario de casa. Remendadas, unidas para intentar prolongar su vida útil con parches de otro tipo de telas. Aquellos brazos no pertenecían al torso al que estaban cosidos. Las manos tenían forma y color de piel diferentes. Se fijó que la izquierda parecía estar cosida a medias, dejando ver el hueso del muñón entre los hilos de la costura... pero más allá de los detalles anatómicos... lo que más la espantó fue distinguir el cuadro que era el rostro. Una boca a medio coser, en un rostro diferente, y en el cual las cuencas de los ojos oscuras se mantenían vacías. Ante el horror de lo que tenía delante, la humana únicamente resolvió echar a correr para salir de allí. Lástima que antes de poder hacerlo no fuese consciente de la figura parada tras ella en silencio.
- Estancia del baño.:
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Iori comenzaba a sentir que su mal cuerpo no tenía fundamento. Que aquel hombre era simplemente un médico curioso, de hábitos extraños, cuando escuchó unos pasos. Se asomó ligeramente por la esquina de la puerta tras la cual estaba escondida, y observó la figura erguida de Hohem parado delante de las escaleras descendentes por las que la había enviado. Se fijó en que sacaba de entre sus ropas una extraña bola, parecía algo vegetal pero en la distancia no podía asegurarlo. Los ojos azules se abrieron mucho cuando observó con consternación cómo usaba una de las lámparas colgantes que había en el pasillo ardiendo para hacer que se prendiese un extremo. La bola de lo que fuese comenzó a arder con rapidez, creando con las escasas llamas una densa cortina de humo. Lo vio precipitar aquel objeto escaleras abajo, y cerrar con rapidez la puerta tras él bloqueándola.
El denso olor llegó hasta ella y la humana frunció el ceño ante el hormigueo agrio que penetró en su nariz. Junto con el aroma de otro tipo de plantas que no conseguía distinguir, Iori fue capaz de identificar un leve toque a lavanda en aquel amasijo de material. Por todos era sabido que la lavanda se usaba como planta relajante, sobre todo en el caso de niños con problemas para conciliar el sueño o pesadillas. Hohem se frotó las manos, y curvando la espalda en una posición que le recordó a un ave carroñera, desapareció de su vista avanzando por el pasillo. Mierda. Estaban jodidos. No sabía qué era lo que estaba pasando por la mente de aquel hombre, pero era capaz de reconocer que tras lo que había hecho, él contaba con dejarla encerrada allí abajo usando aquel material para dejarla dormida, o asfixiada. No sabría decir.
Aguardó unos preciosos segundos antes de salir como un gato, agudizando más que nunca el oído. No conocía la casa, Hohem sí. La desventaja de moverse en terreno desconocido jugaba en su contra. En aquel instante, ya no pensaba en la mujer que estaban allí para buscar o en terminar bien el trabajo. Debía de encontrar a Grohiik y salir de allí a salvo. Las cosas se habían torcido y la humana era consciente de que nada valía tanto como sus propias vidas. A tientas, sin atreverse a abrir la boca para llamarlo, avanzó como un ladrón para ir en busca de su compañero.
Los pasillos y estancias de aquel lugar resultaban laberínticos, para una campesina acostumbrada a casas que tenían como máximo tres estancias. Por lo que veía, aquel lugar había sido una casa fuerte en la zona. Los muebles, la decoración... pero la sensación de abandono era constante por el mal estado en el que se encontraban las salas. Polvo, muebles rotos, suelos gastados abandonados de cualquier cuidado que requiriesen... Girando en un recodo observó de frente una entrada más ancha que las demás, situada a tres grandes escalones del suelo. Se detuvo frente a la pequeña escalinata, y dudó un instante antes de asomarse a la oscuridad allí presente. Aunque mal iluminada, aquel lugar parecía dar a una sala de tamaño enorme más allá de lo que podía ver desde donde estaba. El frío le acarició la cara mientras se esforzaba en escudriñar en la penumbra de lo que parecía la habitación más oscura.
Según daba pasos, percibió con claridad un olor que le resultó bastante desagradable. Por momentos le recordaba a cuando mezclaba los ingredientes para preparar jabones en casa. Y en otras le llegaban aromas que trajeron a su mente imágenes de cuando despiezaban a un cerdo tras sacrificarlo para comer. En concreto, al momento en el que se abría el vientre, y el olor de carne caliente y vísceras se abría paso hacia el exterior. Arrugó la nariz, ligeramente asqueada por aquella combinación cuando se detuvo de golpe ante unas formas delante de ella. Pensó que eran personas, pero pronto comprendió que nadie levita a metros sobre el suelo sin ayuda o explicación racional. Acostumbrándose a mirar en esas condiciones de poca luz, Iori se quedó congelada al reconocer lo que había delante de ella.
En lo que parecía una mezcla entre biblioteca y matadero, no fue capaz de apartar los ojos de los cuerpos semi mutilados de lo que en otro momento habían sido mujeres. Mujeres jóvenes a juzgar por la apariencia que tenían sus cuerpos, que todavía conservaban músculos y piel. Intentando buscar algún tipo de patrón en aquel horror, la humana comprendió que a cada una le faltaban partes diferentes. Una sin brazos, otra con la caja torácica vacía. La de más allá con los pies amputados, una más a unos metros con el cabello arrancado de cuajo. Se llevó la mano a la boca, y aunque el frío de aquel lugar parecía contener el mal olor y la putrefacción, sintió como las nauseas sacudían su cuerpo con fuerza. Se alejó caminando hacia atrás, transtornada por lo que acababa de ver hasta que su cuerpo chocó con algo muy duro en los riñones. Se giró con agilidad felina, y apenas tuvo fuerzas para jadear observando lo que allí había.
Lo que parecía una mesa alta, cubierta con una tela blanca. Sobre ella, diría que una mujer. Pero no era una entera. El cuerpo que yacía delante de ella, cubierto hasta la cintura con una sábana, mostraba las mismas costuras que cualquiera de las faldas viejas que guardaba en el armario de casa. Remendadas, unidas para intentar prolongar su vida útil con parches de otro tipo de telas. Aquellos brazos no pertenecían al torso al que estaban cosidos. Las manos tenían forma y color de piel diferentes. Se fijó que la izquierda parecía estar cosida a medias, dejando ver el hueso del muñón entre los hilos de la costura... pero más allá de los detalles anatómicos... lo que más la espantó fue distinguir el cuadro que era el rostro. Una boca a medio coser, en un rostro diferente, y en el cual las cuencas de los ojos oscuras se mantenían vacías. Ante el horror de lo que tenía delante, la humana únicamente resolvió echar a correr para salir de allí. Lástima que antes de poder hacerlo no fuese consciente de la figura parada tras ella en silencio.
Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Algún tiempo atrás en Dundarak:
Hunfredo pudo sentir un nido en el estómago al ver los muchachos retirarse. De nuevo estaba ahí, ese cosquilleo detectivesco cuando se comprende que algo ha sido pasado por alto. Algo que en esta ocasión podría ser crucial.
De vuelta en su despacho, comenzó a revisar los pergaminos que había acumulado los últimos días. Un golpe de adrenalina obsesiva se le subió a la cabeza luego de la paliza recibida por los matones de Adelaída. Pudo descubrir cierto patrón que se repetía en las mujeres desaparecidas, pero el lugar elegido por su traicionera cliente...
—Momento, esa aldea... —Recordó algo que levanto la alarma. El chico tenía un lobo con él y si mal no recordaba, una tragedia había sucedido varios años atrás. —¿Pero cómo...? —Preguntó a medias mientras depositaba los codos en el escritorio y trataba de conectar aquel accidente con Adelaída. Debía de haber algo, solo tenía que concentrarse mejor en los detalles —Aquellos que no aparecían en los expedientes.
El niño que trajo al lobo. Actualidad:
Grohiik no lo pensó dos veces, de hecho ni lo pensó. Su guardia surgió como respuesta natural, así como su mano que se elevo para afirmar la parte alta del bastón a su espalda. ¿Por qué? No lo sabía, simplemente lo hizo al ver venir la mano de Hohem.
Una gota de sudor frío de pronto se dejo caer rebelde de su frente mientras veía al hombre que le sujetaba el rostro. No retrocedió ni un solo paso, solo entendió que algo le había alterado. Frunció el ceño y miro serio como nunca al hombre, solo se relajo y soltó un suspiro de alivio cuando este dejo el baño. Creyó escuchar el sonido del pestillo girándose del otro lado, pero su reacción había tomado el foco de su atención.
El lava manos ya estaba con agua, fue lo primero que observó. Se mojo el rostro un par de veces y la alegría natural en su rostro por minutos desapareció. Su mente ahora viajó a la última noche en la isla donde había crecido.
«El muchacho tiene los instintos de una bestia salvaje, no cabe duda de eso. Además fue educado lo mejor posible. Estará bien, tarde o temprano deberá marcharse.» Había escuchado decir a su maestro en una conversación con su madre adoptiva y la abuela, cuando se suponía que debía estar en la cama. Algunas veces lo hacía, se dejaba llevar por la curiosidad y el instinto.
«Confía en tu instinto, Grohiik. Te mantendrá a salvo» Fue el último consejo de su maestro antes de partir. ¿Por qué lo había recordado ahora? ¿Instinto de una bestia? No entendía el concepto, ni porque de pronto se sentía más inquieto. Quería salir pronto de ahí.
Dicen que las bestias son las mejores para detectar el peligro, Grohiik en su infancia no solo tuvo a Vahlok como amigo. Formó un vinculo fuerte con casi todos los animales salvajes de la isla y de todos ellos, Vahlok como cazador por excelencia, se encargó de enseñarle al rubio. Claro, que esto solo sirve para explicar la actitud del pequeño.
Pudo ver que la ventana se abría hacía los lados y lo hizo, de nuevo sin pensar. Después de lavarse simplemente se sentó en el banquillo y se quedo esperando al hombre.
Cualquiera que lo conociera diría que algo estaba mal con el chico. Su mirada se encontraba ausente, su mente perdida en aquellos sentimientos y en el que debía hacer. Algo le alertaba peligro y no sabía entender aquella señal. Al menos no en el mundo de los humanos. Además, estaba el trabajo que debían terminar. Necesitaba reunirse pronto con Iori, de eso no tenía duda alguna.
Hunfredo pudo sentir un nido en el estómago al ver los muchachos retirarse. De nuevo estaba ahí, ese cosquilleo detectivesco cuando se comprende que algo ha sido pasado por alto. Algo que en esta ocasión podría ser crucial.
De vuelta en su despacho, comenzó a revisar los pergaminos que había acumulado los últimos días. Un golpe de adrenalina obsesiva se le subió a la cabeza luego de la paliza recibida por los matones de Adelaída. Pudo descubrir cierto patrón que se repetía en las mujeres desaparecidas, pero el lugar elegido por su traicionera cliente...
—Momento, esa aldea... —Recordó algo que levanto la alarma. El chico tenía un lobo con él y si mal no recordaba, una tragedia había sucedido varios años atrás. —¿Pero cómo...? —Preguntó a medias mientras depositaba los codos en el escritorio y trataba de conectar aquel accidente con Adelaída. Debía de haber algo, solo tenía que concentrarse mejor en los detalles —Aquellos que no aparecían en los expedientes.
El niño que trajo al lobo. Actualidad:
Grohiik no lo pensó dos veces, de hecho ni lo pensó. Su guardia surgió como respuesta natural, así como su mano que se elevo para afirmar la parte alta del bastón a su espalda. ¿Por qué? No lo sabía, simplemente lo hizo al ver venir la mano de Hohem.
Una gota de sudor frío de pronto se dejo caer rebelde de su frente mientras veía al hombre que le sujetaba el rostro. No retrocedió ni un solo paso, solo entendió que algo le había alterado. Frunció el ceño y miro serio como nunca al hombre, solo se relajo y soltó un suspiro de alivio cuando este dejo el baño. Creyó escuchar el sonido del pestillo girándose del otro lado, pero su reacción había tomado el foco de su atención.
El lava manos ya estaba con agua, fue lo primero que observó. Se mojo el rostro un par de veces y la alegría natural en su rostro por minutos desapareció. Su mente ahora viajó a la última noche en la isla donde había crecido.
«El muchacho tiene los instintos de una bestia salvaje, no cabe duda de eso. Además fue educado lo mejor posible. Estará bien, tarde o temprano deberá marcharse.» Había escuchado decir a su maestro en una conversación con su madre adoptiva y la abuela, cuando se suponía que debía estar en la cama. Algunas veces lo hacía, se dejaba llevar por la curiosidad y el instinto.
«Confía en tu instinto, Grohiik. Te mantendrá a salvo» Fue el último consejo de su maestro antes de partir. ¿Por qué lo había recordado ahora? ¿Instinto de una bestia? No entendía el concepto, ni porque de pronto se sentía más inquieto. Quería salir pronto de ahí.
Dicen que las bestias son las mejores para detectar el peligro, Grohiik en su infancia no solo tuvo a Vahlok como amigo. Formó un vinculo fuerte con casi todos los animales salvajes de la isla y de todos ellos, Vahlok como cazador por excelencia, se encargó de enseñarle al rubio. Claro, que esto solo sirve para explicar la actitud del pequeño.
Pudo ver que la ventana se abría hacía los lados y lo hizo, de nuevo sin pensar. Después de lavarse simplemente se sentó en el banquillo y se quedo esperando al hombre.
Cualquiera que lo conociera diría que algo estaba mal con el chico. Su mirada se encontraba ausente, su mente perdida en aquellos sentimientos y en el que debía hacer. Algo le alertaba peligro y no sabía entender aquella señal. Al menos no en el mundo de los humanos. Además, estaba el trabajo que debían terminar. Necesitaba reunirse pronto con Iori, de eso no tenía duda alguna.
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Apenas notó un roce en su espalda saltó hacia una esquina agazapándose en el suelo. Ante si vio a Hohem, con los brazos curvados hacia delante, en lo que parecía un abrazo vacío en el aire. Había estado a punto de atraparla. Correr por el bosque y saltar entre las piedras escarpadas como las cabras desde que era pequeña, parecía haber sido una actividad útil. Al menos a juzgar por esa zafada por los pelos. - ¿Qué demonios es esto...? - no supo reconocer de dónde salió el valor de preguntar. O la temeridad. EL hombre recuperó una posición normal y se pasó la mano por la parte superior del cabello. - Soy médico. Estoy curando a mi esposa - su respuesta estaba vacía de emociones, y Iori observó por el rabillo del ojos los cadáveres de aquellas mujeres. - ¿A tu esposa? No se supone que eras una persona experta en ayudar a concebir? ¿Que por eso te buscaban mujeres que venían de lejos? - Comenzó a caminar de espaldas rodeando la mesa en la que estaba el cuerpo parcialmente cosido con cachos de las mujeres colgadas.
- Esta semana, una mujer vino aquí. Adelaida. La han visto en esta casa varios días - a esas alturas, en semejante escenario, Iori no creía percibir ningún tipo de ventaja en guardarse información. Convencida como estaba ya de que aquel hombre no estaba en sus cabales. Le mantuvo la mirada, intentando evitar cualquier tropiezo, aproximándose poco a poco a la puerta. - Sí, Adelaida se llamaba. No costó convencerla. Cayó de la misma forma que las otras. Viniendo aquí por su propio pie con una promesa de amor. Y realmente las amo. A todas y cada una de ellas - alzó la mano elocuente, señalando el grotesco espectáculo que tenía detrás. - Adelaida tenía sus ojos, sí, sus mismos ojos. Por eso me fijé en ella. Por eso la traje hasta aquí. Por eso la convencí. Para poder ponérselos. Estoy tan cerca... es prácticamente la última pieza que me falta...- bajó la vista y con un suspiro tierno, tomó la mano bien cosida de los restos de la mujer que estaba creada como un rompecabezas.
La humana consiguió disimular el asco que sintió, cuando los labios de aquel hombre se encontraron con la piel seca y conservada del dorso de la mano muerta. Comenzaba a entender, pero la sombra de que aquella explicación fuese real, hizo palidecer a la chica de forma visible. - ¿Dónde está ella? - articuló con voz dura. - Oh, ¿No la has visto? eres un poco despistada... huidiza cuando quieres, pero despistada. Tienes que estar más atenta al mundo que te rodea criatura - Se alejó de la mesa en donde estaba el cadáver y dio pasos largos, hacia una zona en penumbra, de espaldas a los ventanales que había en la pared. Solo le faltaba eso, que un maldito loco le recordase que le faltaban dotes de exploración.
Se imaginó por un momento a Nousis asintiendo, al lado de Hohem. Casi pudo ver sus manos duras aplaudiendo de forma parca ante aquel comentario. Pero Nousis no estaría ayudando a Hohem. Sabía que de estar allí, sería a su lado donde se encontraría, hombro con hombro. Imaginó que él estaba a su lado. Prácticamente pudo escuchar el sonido metálico de su espada mientras la desenvainaba hacia aquel bastardo. Pero la realidad es que lo único cercano al elfo que había allí eran sus propios recuerdos de él. Abrió la boca con horror cuando se fijó en una vieja silla de apariencia robusta. Tenía reposa brazos mullidos y recostada en la vieja tapicería, el cuerpo de Adelaida yacía sin vida.
La reconoció al instante, gracias al retrato en carboncillo que les había proporcionado Hunfredo. Su juventud era visible. De la misma edad que la propia Iori. Su cabello rubio era largo, caía sobre su pecho en una cortina espesa, y en su cara... en su cara la cuenca vacía de un ojo que había sido extirpado le decía más que el que aun permanecía en su sitio bajo el párpado cerrado. - ¿Lo ves? Sus ojos... los ojos de mi Gilda... - Hohem acarició la mejilla de Adelaida y tomó una pequeña bandeja que estaba sobre una mesa colocada. Se acercó de nuevo hacia el cadáver creado a cachos y la humana pudo comprobar, que el ojo que faltaba en el rostro estaba justo allí. - Con esto prácticamente tendré todo para recuperarla. Sus manos, sus piernas, sus pechos, su cara...- dejó la pequeña bandeja con el ojo a un lado y miró con algo parecido a la ternura el rostro de aquella monstruosidad que él había creado. - Gilda volverá conmigo... y cuando ella lo haga, me pondré con nuestro hijo - Hablaba con dulzura, con una suavidad que hacía que todo eso chirriase en la mente de Iori.
En ese instante más que nunca, Iori comprendió que debía de salir de allí con Grohiik. Saldrían de la aldea a la carrera e informarían a Hunfredo de lo que había sucedido con la mujer del trabajo. La mención del hijo de aquel desquiciado le hizo sentir más miedo todavía. Hacía ya tiempo desde que ambos se habían separado al entrar en aquella maldita casa, y la urgencia de volver a encontrarlo le hacía arder los pies. Se dejaría tirar todas las bolas de nieve que el muchacho quisiera pero, por los Dioses, que estuviese sano y salvo. Se giró para correr ya hacia la puerta, pero el no conocer bien aquel lugar jugó en su contra. Cuando emprendió la carrera no se dio cuenta de que había un pequeño mueble en su camino. Chochó contra él y se precipitó al suelo irremediablemente. Mierda Iori. Apenas tuvo tiempo de sollozar un jadeo cuando, al girarse para incorporarse vio la figura de Hohem bajando un potente brazo hacia ella.
- Esta semana, una mujer vino aquí. Adelaida. La han visto en esta casa varios días - a esas alturas, en semejante escenario, Iori no creía percibir ningún tipo de ventaja en guardarse información. Convencida como estaba ya de que aquel hombre no estaba en sus cabales. Le mantuvo la mirada, intentando evitar cualquier tropiezo, aproximándose poco a poco a la puerta. - Sí, Adelaida se llamaba. No costó convencerla. Cayó de la misma forma que las otras. Viniendo aquí por su propio pie con una promesa de amor. Y realmente las amo. A todas y cada una de ellas - alzó la mano elocuente, señalando el grotesco espectáculo que tenía detrás. - Adelaida tenía sus ojos, sí, sus mismos ojos. Por eso me fijé en ella. Por eso la traje hasta aquí. Por eso la convencí. Para poder ponérselos. Estoy tan cerca... es prácticamente la última pieza que me falta...- bajó la vista y con un suspiro tierno, tomó la mano bien cosida de los restos de la mujer que estaba creada como un rompecabezas.
La humana consiguió disimular el asco que sintió, cuando los labios de aquel hombre se encontraron con la piel seca y conservada del dorso de la mano muerta. Comenzaba a entender, pero la sombra de que aquella explicación fuese real, hizo palidecer a la chica de forma visible. - ¿Dónde está ella? - articuló con voz dura. - Oh, ¿No la has visto? eres un poco despistada... huidiza cuando quieres, pero despistada. Tienes que estar más atenta al mundo que te rodea criatura - Se alejó de la mesa en donde estaba el cadáver y dio pasos largos, hacia una zona en penumbra, de espaldas a los ventanales que había en la pared. Solo le faltaba eso, que un maldito loco le recordase que le faltaban dotes de exploración.
Se imaginó por un momento a Nousis asintiendo, al lado de Hohem. Casi pudo ver sus manos duras aplaudiendo de forma parca ante aquel comentario. Pero Nousis no estaría ayudando a Hohem. Sabía que de estar allí, sería a su lado donde se encontraría, hombro con hombro. Imaginó que él estaba a su lado. Prácticamente pudo escuchar el sonido metálico de su espada mientras la desenvainaba hacia aquel bastardo. Pero la realidad es que lo único cercano al elfo que había allí eran sus propios recuerdos de él. Abrió la boca con horror cuando se fijó en una vieja silla de apariencia robusta. Tenía reposa brazos mullidos y recostada en la vieja tapicería, el cuerpo de Adelaida yacía sin vida.
La reconoció al instante, gracias al retrato en carboncillo que les había proporcionado Hunfredo. Su juventud era visible. De la misma edad que la propia Iori. Su cabello rubio era largo, caía sobre su pecho en una cortina espesa, y en su cara... en su cara la cuenca vacía de un ojo que había sido extirpado le decía más que el que aun permanecía en su sitio bajo el párpado cerrado. - ¿Lo ves? Sus ojos... los ojos de mi Gilda... - Hohem acarició la mejilla de Adelaida y tomó una pequeña bandeja que estaba sobre una mesa colocada. Se acercó de nuevo hacia el cadáver creado a cachos y la humana pudo comprobar, que el ojo que faltaba en el rostro estaba justo allí. - Con esto prácticamente tendré todo para recuperarla. Sus manos, sus piernas, sus pechos, su cara...- dejó la pequeña bandeja con el ojo a un lado y miró con algo parecido a la ternura el rostro de aquella monstruosidad que él había creado. - Gilda volverá conmigo... y cuando ella lo haga, me pondré con nuestro hijo - Hablaba con dulzura, con una suavidad que hacía que todo eso chirriase en la mente de Iori.
En ese instante más que nunca, Iori comprendió que debía de salir de allí con Grohiik. Saldrían de la aldea a la carrera e informarían a Hunfredo de lo que había sucedido con la mujer del trabajo. La mención del hijo de aquel desquiciado le hizo sentir más miedo todavía. Hacía ya tiempo desde que ambos se habían separado al entrar en aquella maldita casa, y la urgencia de volver a encontrarlo le hacía arder los pies. Se dejaría tirar todas las bolas de nieve que el muchacho quisiera pero, por los Dioses, que estuviese sano y salvo. Se giró para correr ya hacia la puerta, pero el no conocer bien aquel lugar jugó en su contra. Cuando emprendió la carrera no se dio cuenta de que había un pequeño mueble en su camino. Chochó contra él y se precipitó al suelo irremediablemente. Mierda Iori. Apenas tuvo tiempo de sollozar un jadeo cuando, al girarse para incorporarse vio la figura de Hohem bajando un potente brazo hacia ella.
- Retrato Adelaida:
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Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Grohiik se adormecía poco a poco en ese estado inusual de ensimismamiento. La espera se le estaba haciendo demasiado larga, aunque solo habían pasado unos minutos, para un niño en una habitación cerrada podía llegar a parecer horas.
Recordó entonces una noche en la que salió de casa para jugar con Vahlok a escondidas. Había costado una eternidad encontrarlo, y claro el animal estaba cazando. Tenía los ojos en su presa y no quería ser encontrado. Se dice que es una cualidad nata de los cazadores, pero entonces sucedió. Al igual que aquella noche en que pillo al lobo con un ciervo muerto, escuchó el aullido de su amigo, y despertó de golpe.
Sin pensarlo se acercó hacía la ventana del baño. Uso los antebrazos para apoyarse y mirar hacía abajo. Ahí estaba el animal, de alguna forma inexplicable para el muchacho, este se encontraba arañando de manera desesperada una escotilla en la parte trasera de la gran casa.
—¡Muchacho! —Gritó tratando de llamarle la atención—. ¿Qué haces? Basta ya, nos meterás en problemas.
De alguna forma u otra, el pequeño rubio había llegado a la conclusión de que Hohem era malo y no le gustaba, pero Iori quería algo de él y no podía arruinarlo. Había prometido ayudarla a terminar aquel trabajo.
Corrió hacía la puerta del baño y al girar el manojo recordó que le habían dejado encerrado. «Bien Gro, será como trepar árboles en casa...» Pensó soltando un largo suspiro. Había contado al menos dos pisos de altura, podía soportar la caída si terminaba girando en el suelo.
Ya se encontraba de cuclillas sobre el marco de la ventana. El bastón colgaba hacía abajo y el truco para lograr su cometido era de lo más simple.
Se dejo caer y en picada sostiene la punta superior del bastón, con la contraria golpea el muro de la estructura. Aprovecha el impulso hacía adelante, soltando el arma a unos centímetros del suelo para poder caer girando sobre si mismo. Por fortuna, la nieve amortiguó la caída bastante.
Sacudiéndose la nieve se acercó al lobo para tratar de detenerlo, sujetándolo por el lomo, pero este no cesaba en sus intentos de entrar por aquella escotilla. —Bien chico, de todas formas debo volver —Dijo observando la escotilla. No tenía cerrojo por el lado que se encontraban, por lo que solo se le ocurría usar la fuerza para volver a entrar. Si usaba la puerta de entrada pensó que sería descubierto por el hombre malo.
Se puso de frente a la escotilla y levanto su bastón como si fuese una espada, preparando un golpe en vertical. —A un lado chico, voy a romperla —Advirtió dejando caer el arma. El lobo por su puesto esta vez si obedeció, pero su truco no surgió efecto.
«Necesito más fuerza» Pensó algo desesperado al ver los resultados. Ensayó un par de veces, estaba decidido a destrozar la escotilla de madera, pero la fuerza del bastón por si solo no iba a ser suficiente. «Por favor, ¡necesito más!» Se dijo a si mismo y suspiró en un intento mucho más rápido que los anteriores.
Sintió un leve cosquilleo recorrer todo su cuerpo, pero esto no lo detuvo, ni cuando sintió que algo más rodeaba la parte que sostenía del arma.
El rubio no fue capaz de verlo, solo pudo oír un fuerte sonido metálico golpeando contra la madera. La punta del bastón se transformó en un pesado martillo de metal que hizo añicos la madera, para luego desaparecer en el acto. ¹
—Creo que me excedí —Volvió a hablar, esta vez sorprendido al ver los resultados y sentir un frío de ultratumba escapar de la escotilla. Incrédulo pensó que de alguna manera se había vuelto más fuerte en los últimos meses fuera de su isla.
Esta vez el lobo no lo pensó dos veces y de un salto ya se encontraba escaleras abajo. —¡Espera chico, te dije que esperes afuera! —Exclamó resignado, ahora tendría que sacarlo de ahí. Suspira resignado volviendo a poner el arma en su sitio. —Vale, vamos —Concluyo mientras comenzaba a bajar las escaleras hacía el sótano.
¹: -Grohiik emplea su especialización de caballero dragón sin saberlo, apoyándose en su elemento tierra > metal.
Recordó entonces una noche en la que salió de casa para jugar con Vahlok a escondidas. Había costado una eternidad encontrarlo, y claro el animal estaba cazando. Tenía los ojos en su presa y no quería ser encontrado. Se dice que es una cualidad nata de los cazadores, pero entonces sucedió. Al igual que aquella noche en que pillo al lobo con un ciervo muerto, escuchó el aullido de su amigo, y despertó de golpe.
Sin pensarlo se acercó hacía la ventana del baño. Uso los antebrazos para apoyarse y mirar hacía abajo. Ahí estaba el animal, de alguna forma inexplicable para el muchacho, este se encontraba arañando de manera desesperada una escotilla en la parte trasera de la gran casa.
—¡Muchacho! —Gritó tratando de llamarle la atención—. ¿Qué haces? Basta ya, nos meterás en problemas.
De alguna forma u otra, el pequeño rubio había llegado a la conclusión de que Hohem era malo y no le gustaba, pero Iori quería algo de él y no podía arruinarlo. Había prometido ayudarla a terminar aquel trabajo.
Corrió hacía la puerta del baño y al girar el manojo recordó que le habían dejado encerrado. «Bien Gro, será como trepar árboles en casa...» Pensó soltando un largo suspiro. Había contado al menos dos pisos de altura, podía soportar la caída si terminaba girando en el suelo.
Ya se encontraba de cuclillas sobre el marco de la ventana. El bastón colgaba hacía abajo y el truco para lograr su cometido era de lo más simple.
Se dejo caer y en picada sostiene la punta superior del bastón, con la contraria golpea el muro de la estructura. Aprovecha el impulso hacía adelante, soltando el arma a unos centímetros del suelo para poder caer girando sobre si mismo. Por fortuna, la nieve amortiguó la caída bastante.
Sacudiéndose la nieve se acercó al lobo para tratar de detenerlo, sujetándolo por el lomo, pero este no cesaba en sus intentos de entrar por aquella escotilla. —Bien chico, de todas formas debo volver —Dijo observando la escotilla. No tenía cerrojo por el lado que se encontraban, por lo que solo se le ocurría usar la fuerza para volver a entrar. Si usaba la puerta de entrada pensó que sería descubierto por el hombre malo.
Se puso de frente a la escotilla y levanto su bastón como si fuese una espada, preparando un golpe en vertical. —A un lado chico, voy a romperla —Advirtió dejando caer el arma. El lobo por su puesto esta vez si obedeció, pero su truco no surgió efecto.
«Necesito más fuerza» Pensó algo desesperado al ver los resultados. Ensayó un par de veces, estaba decidido a destrozar la escotilla de madera, pero la fuerza del bastón por si solo no iba a ser suficiente. «Por favor, ¡necesito más!» Se dijo a si mismo y suspiró en un intento mucho más rápido que los anteriores.
Sintió un leve cosquilleo recorrer todo su cuerpo, pero esto no lo detuvo, ni cuando sintió que algo más rodeaba la parte que sostenía del arma.
El rubio no fue capaz de verlo, solo pudo oír un fuerte sonido metálico golpeando contra la madera. La punta del bastón se transformó en un pesado martillo de metal que hizo añicos la madera, para luego desaparecer en el acto. ¹
—Creo que me excedí —Volvió a hablar, esta vez sorprendido al ver los resultados y sentir un frío de ultratumba escapar de la escotilla. Incrédulo pensó que de alguna manera se había vuelto más fuerte en los últimos meses fuera de su isla.
Esta vez el lobo no lo pensó dos veces y de un salto ya se encontraba escaleras abajo. —¡Espera chico, te dije que esperes afuera! —Exclamó resignado, ahora tendría que sacarlo de ahí. Suspira resignado volviendo a poner el arma en su sitio. —Vale, vamos —Concluyo mientras comenzaba a bajar las escaleras hacía el sótano.
Off:
¹: -Grohiik emplea su especialización de caballero dragón sin saberlo, apoyándose en su elemento tierra > metal.
Última edición por Grohiik el Lun Ago 03 2020, 05:34, editado 1 vez (Razón : Se me escapó un signo que estaba demás, solo eso xD)
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
No era el tormento más grande que había sentido en su vida, pero por un momento el golpe la cegó de dolor. Por el daño que le causó, y porque la sangre que salió profusamente de la herida en su cabeza bajó cubriendo su vista. Tenía a Hohem prácticamente encima a punto de descargar otro puñetazo sobre ella. ¿Qué demonios llevaba en la mano? Ah, sí, parecía un pequeño cuchillo, supuso que parte de las herramientas médicas que precisaba para poder crear aquella carnicería. El hombre se precipitó desde su altura hacia ella de nuevo y Iori actuó por inercia. Puso el pie derecho delante y Hohem chocó contra ella.
Aprovechó aquel contacto para, con el izquierdo, darle una buena patada apuntando en la cabeza. No se preocupó de comprobar cómo de efectivo había sido. Rodó sobre su espalda cuando tuvo más espacio y se puso de pie a un par de metros de él, chocando con una estantería llena de libros polvorientos. Mierda, joder, Iori. La morena miró a su alrededor buscando una salida. El doctor del infierno se recompuso y la miró con los ojos encendidos, desde el precioso y lejano hueco de la única puerta que parecía haber en aquella habitación. Segunda vez que pensaba mierda.
Fue entonces cuando unos gruñidos intensos llamaron su atención. Giró el rostro sobre el hombro y detrás del enorme ventanal que tenía a la derecha, Vahlok estaba enseñando todos los dientes a través de su hocico arrugado. Si no podía salir por la puerta, lo haría por la ventana. Parecía que al otro lado se extendía un pequeño corredor a más o menos dos metros de altura. El plan era muy claro a ojos de Iori. Se giró y tomando uno de los libros de la estantería contra la que estaba apoyada, lo lanzó con fuerza hacia el cristal. - ¡NO! ¡MI COLECCIÓN PERSONAL! - Joder con el fulano. La humana lo miró un instante atónita, viendo como parecía perder todavía más los papeles con aquello. Palpó y sin mirar, tomó otro volumen que siguió el camino del anterior con rapidez. Ambos fueron suficientes para romper parcialmente el cristal, abriendo una vía de escape.
Hohem echó a correr hacia ella con las manos por delante, de una forma que le recordó a las garras de un pájaro. Ante la tercera vez que pensaba mierda, Iori se dio cuenta de que necesitaba aumentar su vocabulario, aunque solo fuese para maldecir. Se precipitó a la carrera y sin conocer bien el terreno que se encontraría fuera, desde donde el lobo se mostraba tan amenazante, salió como una flecha para poner distancia entre aquel hombre y su cuerpo. Corriendo se sentía extrañamente en su elemento. Sus sentidos parecían agudizarse. Veía con más claridad, analizaba con mayor exactitud, calculaba las distancias con precisión... todo ello de forma que podía marcar las instrucciones precisas a su cuerpo para intentar salir ilesa en la huida. Voló directamente atravesando el menudo espacio abierto en la ventana, y aterrizó en el suelo de aquella galería. Escuchó al hombre aullar tras ella mientras miraba a su alrededor para hacerse una idea de dónde estaba.
Vahlok continuaba allí cerca, mirando hacia el interior del salón sin relajar aquellos sonidos amenazantes. Hohem solamente debía de sacar una mano por la ventana y podía despedirse de ella. Jodido loco. Se llevó la mano a la frente para intentar arrastrar parte de la sangre que estaba bajando por su piel. No tenía forma de saber cómo de profunda era la herida, pero tampoco sentía dolor en aquel instante. Se puso de pie con rapidez y apenas pudo contener su alivio cuando pudo ver a Grohiik avanzando en su dirección. - Dioses, al fin - se movió con la ligereza de un suspiro y antes de que el menudo joven pudiera decir nada, lo encerró en un fuerte abrazo mientras lo retenía contra ella.
- Me asusté tanto... pensé que te había hecho daño...- Pensó que lo había cortado, en pedazos, seleccionando los trozos de carne que más le llamaban la atención para crear con él al hijo que había mencionado. Como hizo con todas esas mujeres, para fabricar a "su Hilda", o como fuese que la había llamado. Lo apartó y lo miró con gravedad a los ojos. - Encontré a Adelaida, pero antes debemos de marcharnos de aquí. Hohem no está bien de la cabeza - resumió como pudo lo que acababa de ocurrir, y cuando volteó para observar el ventanal roto, se alarmó. Aquel maníaco ya no estaba allí. Vahlok continuaba gruñendo, y ellos seguían siendo un blanco fácil. Continuar allí no iba a traer nada bueno para ellos. - Debemos de huir, ahora - su tono imperante no dejaba lugar a dudas. Tiró de la mano del chico y con pasos vivos corrieron por aquel pasillo con ventanales buscando la salida.
Aprovechó aquel contacto para, con el izquierdo, darle una buena patada apuntando en la cabeza. No se preocupó de comprobar cómo de efectivo había sido. Rodó sobre su espalda cuando tuvo más espacio y se puso de pie a un par de metros de él, chocando con una estantería llena de libros polvorientos. Mierda, joder, Iori. La morena miró a su alrededor buscando una salida. El doctor del infierno se recompuso y la miró con los ojos encendidos, desde el precioso y lejano hueco de la única puerta que parecía haber en aquella habitación. Segunda vez que pensaba mierda.
Fue entonces cuando unos gruñidos intensos llamaron su atención. Giró el rostro sobre el hombro y detrás del enorme ventanal que tenía a la derecha, Vahlok estaba enseñando todos los dientes a través de su hocico arrugado. Si no podía salir por la puerta, lo haría por la ventana. Parecía que al otro lado se extendía un pequeño corredor a más o menos dos metros de altura. El plan era muy claro a ojos de Iori. Se giró y tomando uno de los libros de la estantería contra la que estaba apoyada, lo lanzó con fuerza hacia el cristal. - ¡NO! ¡MI COLECCIÓN PERSONAL! - Joder con el fulano. La humana lo miró un instante atónita, viendo como parecía perder todavía más los papeles con aquello. Palpó y sin mirar, tomó otro volumen que siguió el camino del anterior con rapidez. Ambos fueron suficientes para romper parcialmente el cristal, abriendo una vía de escape.
Hohem echó a correr hacia ella con las manos por delante, de una forma que le recordó a las garras de un pájaro. Ante la tercera vez que pensaba mierda, Iori se dio cuenta de que necesitaba aumentar su vocabulario, aunque solo fuese para maldecir. Se precipitó a la carrera y sin conocer bien el terreno que se encontraría fuera, desde donde el lobo se mostraba tan amenazante, salió como una flecha para poner distancia entre aquel hombre y su cuerpo. Corriendo se sentía extrañamente en su elemento. Sus sentidos parecían agudizarse. Veía con más claridad, analizaba con mayor exactitud, calculaba las distancias con precisión... todo ello de forma que podía marcar las instrucciones precisas a su cuerpo para intentar salir ilesa en la huida. Voló directamente atravesando el menudo espacio abierto en la ventana, y aterrizó en el suelo de aquella galería. Escuchó al hombre aullar tras ella mientras miraba a su alrededor para hacerse una idea de dónde estaba.
Vahlok continuaba allí cerca, mirando hacia el interior del salón sin relajar aquellos sonidos amenazantes. Hohem solamente debía de sacar una mano por la ventana y podía despedirse de ella. Jodido loco. Se llevó la mano a la frente para intentar arrastrar parte de la sangre que estaba bajando por su piel. No tenía forma de saber cómo de profunda era la herida, pero tampoco sentía dolor en aquel instante. Se puso de pie con rapidez y apenas pudo contener su alivio cuando pudo ver a Grohiik avanzando en su dirección. - Dioses, al fin - se movió con la ligereza de un suspiro y antes de que el menudo joven pudiera decir nada, lo encerró en un fuerte abrazo mientras lo retenía contra ella.
- Me asusté tanto... pensé que te había hecho daño...- Pensó que lo había cortado, en pedazos, seleccionando los trozos de carne que más le llamaban la atención para crear con él al hijo que había mencionado. Como hizo con todas esas mujeres, para fabricar a "su Hilda", o como fuese que la había llamado. Lo apartó y lo miró con gravedad a los ojos. - Encontré a Adelaida, pero antes debemos de marcharnos de aquí. Hohem no está bien de la cabeza - resumió como pudo lo que acababa de ocurrir, y cuando volteó para observar el ventanal roto, se alarmó. Aquel maníaco ya no estaba allí. Vahlok continuaba gruñendo, y ellos seguían siendo un blanco fácil. Continuar allí no iba a traer nada bueno para ellos. - Debemos de huir, ahora - su tono imperante no dejaba lugar a dudas. Tiró de la mano del chico y con pasos vivos corrieron por aquel pasillo con ventanales buscando la salida.
- Salto de Iori usando su especialización.:
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Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
—Entonces, ¿me dice qué Hohem fue el único sobreviviente aquella noche? —Preguntó Hunfredo con poca paciencia. Recién había llegado a la aldea, y pudo ver como los habitantes comenzaban a reunirse en la plaza central.
La señora que ese mismo día atendió a los jóvenes negó con la cabeza y su rostro dibujo una sonrisa melancólica. —No, estimado señor. Su mujer y su hijo murieron, solo que unas noches después —Respondió con pesar. Recordaba al joven y a la señora, pero más aún recordaba como solía ser Hohem antes de aquel incidente. —Vinieron con la siguiente luna llena, pero esa mañana no encontraron a Hohem en casa... —No pudo terminar. El repentino movimiento de Hunfredo la detuvo. Entendió que el hombre había comprendido lo que necesitaba, aunque la señora se encontraba algo confundida. No era normal que dos veces al día le preguntaran por el mismo hombre, y claro, esta vez la conversación había tomado un matiz mucho más sombrío.
Sin embargo, lo único que no cuadraba en la cabeza de Hunfredo, era la relación que tenía Hohem con las mujeres desaparecidas, pero más importante, con Adelaida. Solo esperaba que los chicos no hicieran nada estúpido, al menos no hasta que él llegase.
Le tomo unos minutos adaptarse a la oscuridad del sótano. La penumbra era superior a la acostumbrada por las noches en el bosque, pero pudo seguir gracias a su oído, con algo de torpeza, los pasos del lobo.
Sentía un olor fétido que claramente dificultaba su andar. Algo le decía que no quería averiguar de donde provenía, solo debía enfocarse en seguir a Vahlok para poder encontrar a Iori o volver al baño antes de ser descubierto por el hombre malo.
Ahora estaban subiendo. Casi cae dos veces al no poder calcular con exactitud la distancia entre un peldaño y otro. Aún le sorprendía la facilidad que tenía su compañero animal para guiarse en la oscuridad. Para su buena suerte, comenzó a ver una tenue luz al final de las escaleras. No sabía a que parte de la casa llegarían, pero se apresuro para averiguarlo y guiarse por fin con los ojos.
El primero en llegar fue Vahlok, naturalmente. La segunda... Si, segunda. Fue Iori, para su sorpresa.
No supo como responder al abrazo de la mujer, que poco a poco fue aumentado en intensidad. La muestra de afecto por segundos le recordó a su madre adoptiva, pero no comprendía la agitación de ella, hasta que sintió un líquido espeso correr por su frente. Se había hecho heridas similares jugando y entrenando, pero ahora entendía la actitud de su amigo; había sido el hombre malo.
La fémina comenzó a correr, tirando de su mano. Pero antes de llegar a las escaleras, el pequeño rubio pudo zafarse y dar la media vuelta. —No voy a dejar a mi amigo solo —Dijo en un tono que no se le había escuchado antes. Su semblante se mostraba bastante más serio, casi podía decirse que había crecido un par de años con una simple acción. —Tampoco le perdonaré lo que te hizo, ni a ellas —Añadió tras avanzar unos cuantos pasos.
Pudo comprender de donde venía el olor que había sentido abajo. Titubeo unos segundos al ver tanta muerte al rededor, pero el gruñir de su amigo le trajo de vuelta. Era como en el bosque, la ley del más fuerte que le había explicado su maestro. Solo que en esta ocasión, Grohiik podía entender que no era motivo de supervivencia.
Tomo la punta de su bastón y lo desenfundo mientras veía a Hohem retorcerse mientras se abrazaba el estómago con ambos brazos.
Vahlok de nuevo fue el primero, pero esta vez en abrir el ventanal de golpe. No podía diferenciarlo, simplemente lo atravesó de un salto con toda la intención de agarrar el brazo del hombre con los dientes.
Este sin embargo fue más rápido, se hizo hacía un lado y mostrando una fuerza sobre humana, golpeó el vientre del lobo haciendo que volara unos cuantos metros antes de estrellarse contra el suelo. Grohiik vio esto con rabia creciente, pero algo le detenía.
El hombre malo en vez de continuar peleando, continuo retorciéndose, y para sorpresa de todos, soltó un aullido similar a los de Vahlok. Poco a poco su musculatura comenzó a crecer mientras se le rasgaba la ropa. Su cuerpo se cubrió de un pelaje negro, similar al de Vahlok. La única diferencia entre estos dos, era que Hohem se había vuelto mucho más grande y se paraba en dos patas. Ahora volvía a lanzar otro aullido.
El pequeño sin duda se sintió intimidado ante semejante bestia, jamás en su vida había visto una así y podía sentir que estaba molesta. Prácticamente era rabia y salvajismo puro. «Sabía que era malo, pero esto...» Pensó antes de sacudirse la cabeza. No era tiempo de dudar.
—Muchacho, de píe. Los dos juntos, ¡como en el entrenamiento! —Ordenó a Vahlok y tomo postura de combate con el bastón. Solo esperaba que eso, lo que sea que haya sido, que hizo con la escotilla de madera, pudiera hacerlo de nuevo ahora con Hohem.
-Primera dificultad, sobrevivir a un Hohem que ha perdido la cabeza y resulta ser un hombre lobo, bípedo.
La señora que ese mismo día atendió a los jóvenes negó con la cabeza y su rostro dibujo una sonrisa melancólica. —No, estimado señor. Su mujer y su hijo murieron, solo que unas noches después —Respondió con pesar. Recordaba al joven y a la señora, pero más aún recordaba como solía ser Hohem antes de aquel incidente. —Vinieron con la siguiente luna llena, pero esa mañana no encontraron a Hohem en casa... —No pudo terminar. El repentino movimiento de Hunfredo la detuvo. Entendió que el hombre había comprendido lo que necesitaba, aunque la señora se encontraba algo confundida. No era normal que dos veces al día le preguntaran por el mismo hombre, y claro, esta vez la conversación había tomado un matiz mucho más sombrío.
Sin embargo, lo único que no cuadraba en la cabeza de Hunfredo, era la relación que tenía Hohem con las mujeres desaparecidas, pero más importante, con Adelaida. Solo esperaba que los chicos no hicieran nada estúpido, al menos no hasta que él llegase.
(…)
Le tomo unos minutos adaptarse a la oscuridad del sótano. La penumbra era superior a la acostumbrada por las noches en el bosque, pero pudo seguir gracias a su oído, con algo de torpeza, los pasos del lobo.
Sentía un olor fétido que claramente dificultaba su andar. Algo le decía que no quería averiguar de donde provenía, solo debía enfocarse en seguir a Vahlok para poder encontrar a Iori o volver al baño antes de ser descubierto por el hombre malo.
Ahora estaban subiendo. Casi cae dos veces al no poder calcular con exactitud la distancia entre un peldaño y otro. Aún le sorprendía la facilidad que tenía su compañero animal para guiarse en la oscuridad. Para su buena suerte, comenzó a ver una tenue luz al final de las escaleras. No sabía a que parte de la casa llegarían, pero se apresuro para averiguarlo y guiarse por fin con los ojos.
El primero en llegar fue Vahlok, naturalmente. La segunda... Si, segunda. Fue Iori, para su sorpresa.
No supo como responder al abrazo de la mujer, que poco a poco fue aumentado en intensidad. La muestra de afecto por segundos le recordó a su madre adoptiva, pero no comprendía la agitación de ella, hasta que sintió un líquido espeso correr por su frente. Se había hecho heridas similares jugando y entrenando, pero ahora entendía la actitud de su amigo; había sido el hombre malo.
La fémina comenzó a correr, tirando de su mano. Pero antes de llegar a las escaleras, el pequeño rubio pudo zafarse y dar la media vuelta. —No voy a dejar a mi amigo solo —Dijo en un tono que no se le había escuchado antes. Su semblante se mostraba bastante más serio, casi podía decirse que había crecido un par de años con una simple acción. —Tampoco le perdonaré lo que te hizo, ni a ellas —Añadió tras avanzar unos cuantos pasos.
Pudo comprender de donde venía el olor que había sentido abajo. Titubeo unos segundos al ver tanta muerte al rededor, pero el gruñir de su amigo le trajo de vuelta. Era como en el bosque, la ley del más fuerte que le había explicado su maestro. Solo que en esta ocasión, Grohiik podía entender que no era motivo de supervivencia.
Tomo la punta de su bastón y lo desenfundo mientras veía a Hohem retorcerse mientras se abrazaba el estómago con ambos brazos.
Vahlok de nuevo fue el primero, pero esta vez en abrir el ventanal de golpe. No podía diferenciarlo, simplemente lo atravesó de un salto con toda la intención de agarrar el brazo del hombre con los dientes.
Este sin embargo fue más rápido, se hizo hacía un lado y mostrando una fuerza sobre humana, golpeó el vientre del lobo haciendo que volara unos cuantos metros antes de estrellarse contra el suelo. Grohiik vio esto con rabia creciente, pero algo le detenía.
El hombre malo en vez de continuar peleando, continuo retorciéndose, y para sorpresa de todos, soltó un aullido similar a los de Vahlok. Poco a poco su musculatura comenzó a crecer mientras se le rasgaba la ropa. Su cuerpo se cubrió de un pelaje negro, similar al de Vahlok. La única diferencia entre estos dos, era que Hohem se había vuelto mucho más grande y se paraba en dos patas. Ahora volvía a lanzar otro aullido.
El pequeño sin duda se sintió intimidado ante semejante bestia, jamás en su vida había visto una así y podía sentir que estaba molesta. Prácticamente era rabia y salvajismo puro. «Sabía que era malo, pero esto...» Pensó antes de sacudirse la cabeza. No era tiempo de dudar.
—Muchacho, de píe. Los dos juntos, ¡como en el entrenamiento! —Ordenó a Vahlok y tomo postura de combate con el bastón. Solo esperaba que eso, lo que sea que haya sido, que hizo con la escotilla de madera, pudiera hacerlo de nuevo ahora con Hohem.
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-Primera dificultad, sobrevivir a un Hohem que ha perdido la cabeza y resulta ser un hombre lobo, bípedo.
Última edición por Grohiik el Dom Jul 12 2020, 23:56, editado 1 vez (Razón : Olvide subrayar la dificultad xD)
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
La alegría de encontrar a Grohiik duró poco. Evidentemente aquello no había terminado, no podía ser tan sencillo. ¿Sencillo había sido hasta ahora Iori? Alzó los ojos al techo de la galería mientras se giraba de nuevo, tras notar como el muchacho se había soltado con genio de su agarre. - ¿No nos puede seguir? - preguntó casi lastimosamente. Lo miró y por un instante, parpadeó deteniendo su avance. La actitud y voz del muchacho la sorprendieron. Había algo diferente, algo que hacía casi palpable un ligero.. ¿enfado? Avanzó de nuevo hacia él poniéndole una mano en el hombro. - Ey, recuerda, tenemos que salir de aquí, no vamos a impartir justicia por nuestra mano...-
Pensó que al verlo titubear sería más sencillo para ella arrastrarlo de nuevo hacia la salida, pero cuando él desenfundó su bastón supo que había perdido toda esperanza. ¿Así se sentían los adultos cuando eran testigos de la fogosidad irracional de los jóvenes? La humana se sintió agotada cuando lo vio lanzarse al peligro. Vahlok tomó la delantera con un ataque que los tomó a todos por sorpresa. A todos menos a Hohem. La brutalidad de su ataque al lobo le quitó la respiración a la chica, que se aferró al borde del ventanal desde el que observaba en la galería. - ¿¡Qué?! ¡¿Está bien!? - Grohiik veía lo mismo que ella, pero la humana deseaba que algún tipo de conexión secreta entre ambos le permitiese al muchacho saber cómo se sentía su compañero peludo.
En los siguientes segundos observó anonadada, deseando con fuerza que aquello de lo que era testigo fuese algún tipo de obra de teatro improvisada. Un cuento de terror, de los que compartían en invierno al lado del fuego antes de ir a dormir. El cuerpo de Hohem había mutado, y sus extremidades lucían ahora con el horrible aspecto de una mezcla entre un humano y un lobo. - Dioses... por favor...- jadeó casi sin voz. Miró con pánico hacia su compañero. Debían de huir. YA. Vahlok debería de seguirlos. Caminó unos pasos hacia atrás, mirando al muchacho casi de forma suplicante. Joder, el muy bestia había saltado para unirse a aquel engendro en la habitación de los horrores. Maldita suerte Iori. Cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula, mientras extendía la mano para tomar su propio bastón a la espalda.
Saltó de nuevo al lugar del cual había huido como si le quemase el suelo unos minutos antes, pensando que, cuando aquella criatura acabase con ella, nadie sabría que había muerto allí. - Grohiik... ¿Alguna vez te enfrentaste a algo así? ¿Tiene conciencia humana...? - Nota mental, debía de pararse a estudiar más y aprender cosas del mundo antes de volver a salir de aventura. La bestia lanzó un brazo absolutamente pavoroso hacia el muchacho y fue Iori la que se interpuso entre ambos. Fuerza bruta contra aquel ser evidentemente no serviría de nada, de manera que tenía que probar algo diferente. Se lanzó usando su destreza al suelo y desde allí buscó golpear con el extremo del bastón en el cuello de aquel ser. Escuchó un gimoteo al instante pero el impacto apenas había servido para frenar su avance y desequilibrarlo momentáneamente. Rodó rápido sobre su espalda y se puso de pie ágilmente - ¿¡Alguna idea!? - preguntó hacia atrás sin perder su posición defensiva delante de su compañero.
Pensó que al verlo titubear sería más sencillo para ella arrastrarlo de nuevo hacia la salida, pero cuando él desenfundó su bastón supo que había perdido toda esperanza. ¿Así se sentían los adultos cuando eran testigos de la fogosidad irracional de los jóvenes? La humana se sintió agotada cuando lo vio lanzarse al peligro. Vahlok tomó la delantera con un ataque que los tomó a todos por sorpresa. A todos menos a Hohem. La brutalidad de su ataque al lobo le quitó la respiración a la chica, que se aferró al borde del ventanal desde el que observaba en la galería. - ¿¡Qué?! ¡¿Está bien!? - Grohiik veía lo mismo que ella, pero la humana deseaba que algún tipo de conexión secreta entre ambos le permitiese al muchacho saber cómo se sentía su compañero peludo.
En los siguientes segundos observó anonadada, deseando con fuerza que aquello de lo que era testigo fuese algún tipo de obra de teatro improvisada. Un cuento de terror, de los que compartían en invierno al lado del fuego antes de ir a dormir. El cuerpo de Hohem había mutado, y sus extremidades lucían ahora con el horrible aspecto de una mezcla entre un humano y un lobo. - Dioses... por favor...- jadeó casi sin voz. Miró con pánico hacia su compañero. Debían de huir. YA. Vahlok debería de seguirlos. Caminó unos pasos hacia atrás, mirando al muchacho casi de forma suplicante. Joder, el muy bestia había saltado para unirse a aquel engendro en la habitación de los horrores. Maldita suerte Iori. Cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula, mientras extendía la mano para tomar su propio bastón a la espalda.
Saltó de nuevo al lugar del cual había huido como si le quemase el suelo unos minutos antes, pensando que, cuando aquella criatura acabase con ella, nadie sabría que había muerto allí. - Grohiik... ¿Alguna vez te enfrentaste a algo así? ¿Tiene conciencia humana...? - Nota mental, debía de pararse a estudiar más y aprender cosas del mundo antes de volver a salir de aventura. La bestia lanzó un brazo absolutamente pavoroso hacia el muchacho y fue Iori la que se interpuso entre ambos. Fuerza bruta contra aquel ser evidentemente no serviría de nada, de manera que tenía que probar algo diferente. Se lanzó usando su destreza al suelo y desde allí buscó golpear con el extremo del bastón en el cuello de aquel ser. Escuchó un gimoteo al instante pero el impacto apenas había servido para frenar su avance y desequilibrarlo momentáneamente. Rodó rápido sobre su espalda y se puso de pie ágilmente - ¿¡Alguna idea!? - preguntó hacia atrás sin perder su posición defensiva delante de su compañero.
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Una cortina entre abierta les permitía observar la imagen desde la casa sin dejarse ver. La escena que se estaba formando era desfavorable para los chicos, pero estos aún no lo sabían. El rostro de Celine se ensombreció por los resultados que veía llegar, lo había visto ya tantas veces.
—Pobre chico, aún es muy pronto para saber lo que es una perdida —Dijo con tono melancólico.
Hunfredo solo pudo asentir. Debió haberle advertido al chico del lobo antes. Encajo las piezas del rompecabezas y solo esperaba que aún no fuese demasiado tarde. Tendría que comenzar a moverse después de la turba y de alguna forma llegar antes a ellos. Si era rápido, tenía la ventaja de que la gran masa tenía la vista ocupada.
—Si lo llevamos al bosque tendremos la ventaja —Dijo el rubio de forma secante. Solo era una suposición, el instinto se lo decía. Después de todo tanto el entrenamiento con su maestro como los que hacía con su compañero habían sido en el bosque. Se movían mejor en el entorno salvaje, podrían pelear más cómodos ahí. —Probare un ataque frontal —Añadió, aunque con cierto deje de inseguridad, pensaba que si podía sorprenderlo, tal vez tendría alguna oportunidad.
Hohem por su parte volvió a aullar con fuerza. El miedo hizo reaccionar al chico que veía como la gran bestia se preparaba para atacar a su amigo.
—¡Por aquí maldito animal! —Grita por detrás de Iori. Inicia la carrera, sujetando su bastón como si fuera una lanza dispuesta a ser disparada. Sobrepasa con facilidad a la chica justo al tiempo que la bestia se frenaba para darse la vuelta hacía el dragón.
Aprovecha el impulso de la carrera y golpea el suelo con la parte superior del bastón. Salta sujetándose con este para que su cuerpo quedase a la altura de la cabeza del animal grande y en ese momento lanza una patada con fuerza, pero esta no llega a impactar.
Hohem no se sorprendió en ese estado, simplemente agarro la pierna del joven y lo arrojó con fuerza a un extremo de la habitación. Vahlok ya se había recuperado y ahora mordía con fuerza un muslo del licántropo. Ambos lobos rugían con furia, pero el más grande toma al pequeño del cuello, cuan madre gato agarra a sus cachorros y lo arroja en la misma dirección que a Grohiik.
Para fortuna del lobo, este aterrizo sobre su amigo. Empero para desgracia del pequeño, este se dio de lleno en la espalda contra una estantería llena de libros. El golpe claramente provoca que algunos caigan sobre ambos.
Le costó tiempo crucial volver a recomponerse. Hohem ahora tenía la vista en Iori, pero Vahlok al haber recibido menos daño salta de nuevo sobre el enemigo.
—¡Corre, hay que llevarlo al bosque! —Le grita a la morena que al parecer aún seguía en estado de shock por la escena.
-Grohiik usa su maestría de mascotas, mamíferos medianos para pelear con su lobo y maestría en armas largas para realizar sus movimientos con el bastón.
—Pobre chico, aún es muy pronto para saber lo que es una perdida —Dijo con tono melancólico.
Hunfredo solo pudo asentir. Debió haberle advertido al chico del lobo antes. Encajo las piezas del rompecabezas y solo esperaba que aún no fuese demasiado tarde. Tendría que comenzar a moverse después de la turba y de alguna forma llegar antes a ellos. Si era rápido, tenía la ventaja de que la gran masa tenía la vista ocupada.
(…)
—Si lo llevamos al bosque tendremos la ventaja —Dijo el rubio de forma secante. Solo era una suposición, el instinto se lo decía. Después de todo tanto el entrenamiento con su maestro como los que hacía con su compañero habían sido en el bosque. Se movían mejor en el entorno salvaje, podrían pelear más cómodos ahí. —Probare un ataque frontal —Añadió, aunque con cierto deje de inseguridad, pensaba que si podía sorprenderlo, tal vez tendría alguna oportunidad.
Hohem por su parte volvió a aullar con fuerza. El miedo hizo reaccionar al chico que veía como la gran bestia se preparaba para atacar a su amigo.
—¡Por aquí maldito animal! —Grita por detrás de Iori. Inicia la carrera, sujetando su bastón como si fuera una lanza dispuesta a ser disparada. Sobrepasa con facilidad a la chica justo al tiempo que la bestia se frenaba para darse la vuelta hacía el dragón.
Aprovecha el impulso de la carrera y golpea el suelo con la parte superior del bastón. Salta sujetándose con este para que su cuerpo quedase a la altura de la cabeza del animal grande y en ese momento lanza una patada con fuerza, pero esta no llega a impactar.
Hohem no se sorprendió en ese estado, simplemente agarro la pierna del joven y lo arrojó con fuerza a un extremo de la habitación. Vahlok ya se había recuperado y ahora mordía con fuerza un muslo del licántropo. Ambos lobos rugían con furia, pero el más grande toma al pequeño del cuello, cuan madre gato agarra a sus cachorros y lo arroja en la misma dirección que a Grohiik.
Para fortuna del lobo, este aterrizo sobre su amigo. Empero para desgracia del pequeño, este se dio de lleno en la espalda contra una estantería llena de libros. El golpe claramente provoca que algunos caigan sobre ambos.
Le costó tiempo crucial volver a recomponerse. Hohem ahora tenía la vista en Iori, pero Vahlok al haber recibido menos daño salta de nuevo sobre el enemigo.
—¡Corre, hay que llevarlo al bosque! —Le grita a la morena que al parecer aún seguía en estado de shock por la escena.
Off:
-Grohiik usa su maestría de mascotas, mamíferos medianos para pelear con su lobo y maestría en armas largas para realizar sus movimientos con el bastón.
Última edición por Grohiik el Lun Ago 03 2020, 22:25, editado 1 vez (Razón : Se me escapo que Iori no es rubia, solo eso xD)
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Ya claro. Buena idea. En el bosque. Evidentemente aquella propuesta le pareció la peor idea que Grohiik podía darle. Guiar a una criatura como aquella a un entorno natural le parecía una trampa en la que ellos mismos caerían. Por algún motivo, verlo en medio de un entorno artificial como era aquella especie de laboratorio-biblioteca-sala de los horrores, a ojos de la humana le parecía más adecuado. Gracias a los dioses, la cantidad de pánico que sentía era tanta, que estaba filtrándose a trompicones en su torrente sanguíneo, impidiendo que quedase subyugada por él. Mantuvo la posición, dispuesta a usar sus conocimientos de lucha con el bastón como acababa de hacer. El golpe que le había dado apenas había sido una molestia para él, una sorpresa más que otra cosa.
Entre aquel ser en el que se había convertido Hohem y el lobo, parecía surgir una confrontación real, dejando a los dos humanos en un segundo plano por un instante. Y ver a Val en peligro fue lo que hizo reaccionar a Gro. El muchacho parecía tener un vínculo con el peludo, que a decir verdad, ella no tenía ni con una criatura que caminase a dos piernas. La forma descuidada, completamente entregada con la que saltó hacia delante para enfrentarse al peligro, la admiró profundamente. Ella no recordaba haber realizado un gesto tan desprendido nunca en la vida por nadie. Claro que tendía de forma natural a echar una mano si podía ayudar, pero... correr en la dirección del horror que tenían delante... eso era otra cosa. O Grohiik no calculaba bien el peligro, o de hacerlo, decidía que le daba igual. Que merecía la pena por salvar a su compañero.
La brutalidad, la facilidad con la que hizo volar sus cuerpos le quitó el aliento. Aferró con más fuerza las manos sobre su bastón, con el eco del golpe que se dio Grohiik aun resonando en sus oídos. Dioses, aquello pintaba MUY feo. Reculó un par de pasos, buscando crear distancia con aquel ser que tenía la vista animal clavada en ella. Necesitaban un señuelo, una distracción, pero dudaba que bajo aquella forma restase algo de inteligencia bajo la cabeza peluda. Tropezó con el borde de la camilla en la que estaba aquel despojo de cadáver mezclado, y trató de aferrarse a la posibilidad de que, aun en aquel estado, quedase un leve rastro de raciocinio en él. Tomó con rapidez uno de los candiles que iluminaba el interior de aquella estancia sobre la mesa de operaciones. Notó como el aceite se movía en el interior del depósito lleno que alimentaba la llama, y lo sujetó extendiendo la mano sobre el cuerpo de lo que él había fabricado.
- ¿Eres capaz de entender esto? - preguntó alzando la voz, intentando evitar que temblase su tono. Y no lo consiguió. Aferró con fuerza el metal entre los dedos. - ¿¡Sabes lo que pasará si dejo caer el aceite con el fuego sobre ella!? - La bestia, o lo que quiera que fuese ahora Hohem rugió de una forma que la hizo estremecerse desde los pies. Estaba fuera de control, pero dado que se detuvo a unos metros, temblando de lo que supuso que era ira, hizo asumir a la humana que todavía era capaz de procesar cierta información. Amenazar con destruir su diabólica creación era lo único que podía usar en aquel momento. - Gro, fuera. Los dos. YA. - ordenó mirando al muchacho. - Nos encontraremos fuera - O eso esperaba. Lo primero, sacar a ambos temerarios de allí, y después... después improvisar. La criatura extendió sus garras hacia delante, y la humana giró el candil para dejar que parte del aceite cayese sobre el cuerpo como aviso. - Lo haré, Hohem - aseguró con la voz dura como el metal. Convenciéndose más así misma que haciendo una advertencia real.
Entre aquel ser en el que se había convertido Hohem y el lobo, parecía surgir una confrontación real, dejando a los dos humanos en un segundo plano por un instante. Y ver a Val en peligro fue lo que hizo reaccionar a Gro. El muchacho parecía tener un vínculo con el peludo, que a decir verdad, ella no tenía ni con una criatura que caminase a dos piernas. La forma descuidada, completamente entregada con la que saltó hacia delante para enfrentarse al peligro, la admiró profundamente. Ella no recordaba haber realizado un gesto tan desprendido nunca en la vida por nadie. Claro que tendía de forma natural a echar una mano si podía ayudar, pero... correr en la dirección del horror que tenían delante... eso era otra cosa. O Grohiik no calculaba bien el peligro, o de hacerlo, decidía que le daba igual. Que merecía la pena por salvar a su compañero.
La brutalidad, la facilidad con la que hizo volar sus cuerpos le quitó el aliento. Aferró con más fuerza las manos sobre su bastón, con el eco del golpe que se dio Grohiik aun resonando en sus oídos. Dioses, aquello pintaba MUY feo. Reculó un par de pasos, buscando crear distancia con aquel ser que tenía la vista animal clavada en ella. Necesitaban un señuelo, una distracción, pero dudaba que bajo aquella forma restase algo de inteligencia bajo la cabeza peluda. Tropezó con el borde de la camilla en la que estaba aquel despojo de cadáver mezclado, y trató de aferrarse a la posibilidad de que, aun en aquel estado, quedase un leve rastro de raciocinio en él. Tomó con rapidez uno de los candiles que iluminaba el interior de aquella estancia sobre la mesa de operaciones. Notó como el aceite se movía en el interior del depósito lleno que alimentaba la llama, y lo sujetó extendiendo la mano sobre el cuerpo de lo que él había fabricado.
- ¿Eres capaz de entender esto? - preguntó alzando la voz, intentando evitar que temblase su tono. Y no lo consiguió. Aferró con fuerza el metal entre los dedos. - ¿¡Sabes lo que pasará si dejo caer el aceite con el fuego sobre ella!? - La bestia, o lo que quiera que fuese ahora Hohem rugió de una forma que la hizo estremecerse desde los pies. Estaba fuera de control, pero dado que se detuvo a unos metros, temblando de lo que supuso que era ira, hizo asumir a la humana que todavía era capaz de procesar cierta información. Amenazar con destruir su diabólica creación era lo único que podía usar en aquel momento. - Gro, fuera. Los dos. YA. - ordenó mirando al muchacho. - Nos encontraremos fuera - O eso esperaba. Lo primero, sacar a ambos temerarios de allí, y después... después improvisar. La criatura extendió sus garras hacia delante, y la humana giró el candil para dejar que parte del aceite cayese sobre el cuerpo como aviso. - Lo haré, Hohem - aseguró con la voz dura como el metal. Convenciéndose más así misma que haciendo una advertencia real.
Iori Li
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
Hohem, sí... Hohem, por primera vez observaba con esos ojos. Por primera vez sentía aquel calor fundir todo su cuerpo, aquel poder tan primitivo y salvaje que lo llenaba de una ira casi irracional. «¿Qué esta ocurriendo? ¡¿Qué le vas a hacer a mi esposa?!» Se preguntó el mismo al ver a Iori con un candelabro en mano. «¡Basta!» Quiso rugir, pero en vez de eso soltó otro aullido.
Era la primera vez que sus investigaciones no terminaban con una mujer muerta. «¿Por qué ahora? Estaba tan cerca, incluso de mi querido hijo» Quiso voltearse hacía Grohiik, pero sabía que el rubio andaría con el lobo. Aquel aullido, sí. Sin duda aquel aullido había alterado su “maldición” y perdió el control. «No queda de otra, tendré que llevarme a los dos».
Al gran lobo ya no le importaba aquella aldea ni su mansión. Miro el candil con rabia y de un manotazo lo arrojó hacía una de las estanterías, donde pronto las llamas agarrarían las hojas de los libros y la madera como combustible.
«El chico trajo un guardián, pero me llevare a mi esposa» Sujetó el cuerpo inerte de Adelaida cuan saco de papas sobre su hombro y volvió a aullar en un intento por espantar a la mujer aún viva.
Con su cadáver favorito al hombro, se dio la media vuelta y salió corriendo hacía la puerta principal, no sin antes tirar hacía los estantes cada candil encendido que pillaba a su paso. Aquellos entrometidos no podrían salir para delatar su trabajo. Culparían al chico por haber traído al lobo del desastre y su muerte, ese era el plan. Sin embargo, no contó con que fuera de su casa una turba furiosa y dispuesta a acabar con los forasteros se encontraba ahí.
La bestia aulló una vez más, espantando a la masa. Esta retrocedió, salvo uno que miraba a lo lejos. El hombre logró reconocer el cuerpo que traía en sus hombros. Era la misma mujer que había llegado a su despacho meses atrás, ahora aparentemente muerta. «¡Dios! ¿Y los chicos? ¡Qué no sea muy tarde, por favor!» Pensó Hunfredo mientras esperaba su oportunidad para colarse dentro primero que nadie.
—¡Iori! —Grita el pequeño rubio tras recomponerse y ver la escena que provoca la bestia. —¿Que haces? Salgamos hay que seguirlo.
Le tomó una mano para tirar de ella. La mente del pequeño ya no pensaba en el trabajo, solo sabía que habían dejado ir a una bestia peligrosa y había que detenerla. Vahlok se quedo esperando a ambos humanos. El animal no había terminado su pelea, pero era cierto que ambos compartían un vinculo. Así como Grohiik no podía dejar a Vahlok solo ante el peligro, este en ciertas ocasiones tampoco podía.
El fuego ya se había expandido lo suficiente, algunas vigas comenzaban a derrumbarse a su alrededor. Vahlok tuvo que saltar alejándose de la salida para quedarse con los dos compañeros.
No paso mucho tiempo —usado por Grohiik para buscar una salida—, cuando una figura conocida salta entre las llamas. El joven se sorprendió al reconocerlo, era Hunfredo. El mismo señor que les había pedido hacer aquel trabajo.
Este no pudo evitar sonreír al ver a los chicos y al lobo en una pieza, pero no había tiempo. Debían salir o la casa se les caería encima, y mejor que nadie sabía que la entrada principal ya no era una salida viable.
—Si, si, Hohem es un jodido licántropo y ha escapado con Adelaida. Lo descubrí tarde —Interrumpió cualquier formalidad con celeridad—. Lo importante es salir, ya nos pondremos al detalle. No podemos salir por el frente. ¿Han descubierto otra salida?
—Yo entre por el sótano —Contesta Grohiik apuntando al ventanal por el que había entrado a esa habitación. Sin embargo, un rápido detective detiene el avance del muchacho antes de que una viga en llamas impactase contra su cabeza.
—Cuidado muchacho. Vamos, ¡Rápido! —Ordena al grupo.
Por fortuna para los muchachos y el lobo, gran parte de la turba corrió hacía el bosque en pos de la horrible bestia que habían visto. Otra parte se mantuvo pensando que debían hacer mientras veían la casa arder, fue entonces que el detective aprovechó de entrar. Ahora solo quedaba escapar del incendio y evitar la justicia que impartiría una turba supersticiosa, furiosa y que sobre todo no atendería a razones.
-2 y última dificultad: escapar del incendio provocado por Hohem, sin ser vistos por la turba de aldeanos.
Era la primera vez que sus investigaciones no terminaban con una mujer muerta. «¿Por qué ahora? Estaba tan cerca, incluso de mi querido hijo» Quiso voltearse hacía Grohiik, pero sabía que el rubio andaría con el lobo. Aquel aullido, sí. Sin duda aquel aullido había alterado su “maldición” y perdió el control. «No queda de otra, tendré que llevarme a los dos».
Al gran lobo ya no le importaba aquella aldea ni su mansión. Miro el candil con rabia y de un manotazo lo arrojó hacía una de las estanterías, donde pronto las llamas agarrarían las hojas de los libros y la madera como combustible.
«El chico trajo un guardián, pero me llevare a mi esposa» Sujetó el cuerpo inerte de Adelaida cuan saco de papas sobre su hombro y volvió a aullar en un intento por espantar a la mujer aún viva.
Con su cadáver favorito al hombro, se dio la media vuelta y salió corriendo hacía la puerta principal, no sin antes tirar hacía los estantes cada candil encendido que pillaba a su paso. Aquellos entrometidos no podrían salir para delatar su trabajo. Culparían al chico por haber traído al lobo del desastre y su muerte, ese era el plan. Sin embargo, no contó con que fuera de su casa una turba furiosa y dispuesta a acabar con los forasteros se encontraba ahí.
La bestia aulló una vez más, espantando a la masa. Esta retrocedió, salvo uno que miraba a lo lejos. El hombre logró reconocer el cuerpo que traía en sus hombros. Era la misma mujer que había llegado a su despacho meses atrás, ahora aparentemente muerta. «¡Dios! ¿Y los chicos? ¡Qué no sea muy tarde, por favor!» Pensó Hunfredo mientras esperaba su oportunidad para colarse dentro primero que nadie.
(…)
—¡Iori! —Grita el pequeño rubio tras recomponerse y ver la escena que provoca la bestia. —¿Que haces? Salgamos hay que seguirlo.
Le tomó una mano para tirar de ella. La mente del pequeño ya no pensaba en el trabajo, solo sabía que habían dejado ir a una bestia peligrosa y había que detenerla. Vahlok se quedo esperando a ambos humanos. El animal no había terminado su pelea, pero era cierto que ambos compartían un vinculo. Así como Grohiik no podía dejar a Vahlok solo ante el peligro, este en ciertas ocasiones tampoco podía.
El fuego ya se había expandido lo suficiente, algunas vigas comenzaban a derrumbarse a su alrededor. Vahlok tuvo que saltar alejándose de la salida para quedarse con los dos compañeros.
No paso mucho tiempo —usado por Grohiik para buscar una salida—, cuando una figura conocida salta entre las llamas. El joven se sorprendió al reconocerlo, era Hunfredo. El mismo señor que les había pedido hacer aquel trabajo.
Este no pudo evitar sonreír al ver a los chicos y al lobo en una pieza, pero no había tiempo. Debían salir o la casa se les caería encima, y mejor que nadie sabía que la entrada principal ya no era una salida viable.
—Si, si, Hohem es un jodido licántropo y ha escapado con Adelaida. Lo descubrí tarde —Interrumpió cualquier formalidad con celeridad—. Lo importante es salir, ya nos pondremos al detalle. No podemos salir por el frente. ¿Han descubierto otra salida?
—Yo entre por el sótano —Contesta Grohiik apuntando al ventanal por el que había entrado a esa habitación. Sin embargo, un rápido detective detiene el avance del muchacho antes de que una viga en llamas impactase contra su cabeza.
—Cuidado muchacho. Vamos, ¡Rápido! —Ordena al grupo.
Por fortuna para los muchachos y el lobo, gran parte de la turba corrió hacía el bosque en pos de la horrible bestia que habían visto. Otra parte se mantuvo pensando que debían hacer mientras veían la casa arder, fue entonces que el detective aprovechó de entrar. Ahora solo quedaba escapar del incendio y evitar la justicia que impartiría una turba supersticiosa, furiosa y que sobre todo no atendería a razones.
Off:
-2 y última dificultad: escapar del incendio provocado por Hohem, sin ser vistos por la turba de aldeanos.
Grohiik
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Re: El complot [Trabajo] CERRADO
La mano de la humana vaciló, en cuanto el rugido de aquel ser resonó por todo el lugar. Sería una necia si ignorase el terror que aquello le infundió, aunque la morena sentía inclinación natural a adorar todo lo que tuviese que ver con lobos. Por haberla encontrado dentro de una lobera vacía suponía. En cambio, aquello en lo que se había convertido Hohem no tenía nada que ver con los lobos que causaban en ella admiración. Engarfió con saña las manos sobre el candil, poniéndose más rígida e intentando controlar el temblor de su cuerpo. No fue capaz de evitar el manotazo. - ¡Joder! -
Reprimió el grito que estuvo a punto de salir y de alguna forma fue capaz de saltar hacia atrás marcando más distancia con Hohem. El aceite empapó los muchos libros que había en las estanterías, y el fuego encontró en ellos su combustible para comenzar a arder. Mierda. Las cosas se habían complicado. Lo que Iori había usado como una treta originalmente se había vuelto en contra de ellos. Se apartó a tiempo cuando se lanzó de cabeza al sillón en el que descansaba el cuerpo parcialmente mutilado de Adelaida. Aun restaba un ojo en su rostro, y fue a ella a quien tomó, cargándola como un muñeco para salir de aquel lugar.
Buscó con los ojos a Grohiik y al lobo, para asegurarse de que estaban a salvo, mientras Hohem en su huida originaba con los candiles que se encontraba múltiples puntos de fuego. No era posible sofocarlos a tiempo, ni por su cantidad ni por la facilidad con la que el fuego prendió en las maderas nobles. Aquella casa era impresionante, pero sería alimento para las llamas en cuestión de minutos. Cruzó la distancia que la separaba del muchacho, siendo ahora este su única prioridad. No pudo evitar esbozar una leve sonrisa cuando el chaval mentó la posibilidad de ir tras aquel bicho. ¿¡En serio!? Era refrescante encontrar a alguien más temerario que ella. Pero en aquel momento sintió ganas de agarrarlo sin miramientos de una oreja.
- ¡Pero vamos a ver! ¿Cuál es el plan? Sí vamos corre, corre hacia tu muerte - Aferró con fuerza el brazo de su compañero y lo acercó a ella para que se centrase en mirarla a los ojos. - ¿Has estado aquí los últimos cinco minutos? Lo primero ahora son nuestras vidas Grohiik - zanjó con voz tensa. No pudo añadir muchas más palabras. El aire comenzaba a ser complicado de respirar. Demasiado humo, demasiado calor. El crujir de la estructura los avisó de que comenzaba a estar seriamente afectada por el fuego. - Maldita sea...- siseó la humana arrastrando al muchacho, lejos de los primeros desprendimientos que bloquearon su salida principal. ¿Volver a subir a la galería superior? No parecía buena idea, las llamas habían alcanzado aquel nivel con rapidez.
Girando sobre sus talones, buscando una salida, estuvo a tiempo de ver como aparecía entre el fuego la figura que reconoció como Hunfredo, el hombre que los había contratado para aquel trabajo suicida. Unas leves frases explicadas con rapidez fueron suficiente para saciar la curiosidad de Iori por el momento. Como bien decía, lo primero era salir de allí. Usar el ventanal que mencionaba Grohiik y deshacer el camino para salir por el sótano parecía su única opción. Con el lobo delante, los tres siguieron la forma peluda de Vahlok casi a ciegas. El humo llenaba todo el aire.
En la aldea de Iori, las cenizas y el crepitar del fuego eran algo bueno. Significaban una buena hornada de pan, de las que tardan en calentar el horno unas tres horas para alcanzar la temperatura adecuada. Significaba unas brasas sobre las que se cocinaba el cordero el día de la fiesta. Significaba unas ascuas tibias cerca de las que dormir en los crudos días de invierno. En aquella ocasión era un camino pegado al abismo. Un paso en falso, y la vida de cualquier a de ellos terminaría para siempre allí mismo. De alguna manera consiguieron avanzar, y la humana cayó de rodillas notando la densa hierba bajo su cuerpo. Bajó el rostro hasta la tierra, en un lugar en el que el aire todavía era limpio, intentando llenar los pulmones para limpiarlos del humo.
Había estado cerca... el mareo aun era constante en ella y comprobó que sus compañeros parecían sufrir del mismo mal, tras la exposición a la nube de hollín que salía de la casa. - No hay tiempo que perder. Por aquí - murmuró Hunfredo en cuanto las toses de los tres se consiguieron suavizar. - Vamos - susurró Iori al oído de Grohiik, tirando de él con más suavidad ahora, ayudándolo a incorporarse. Caminaron tras los pasos del hombre que les había dado el trabajo internándose en la frondosidad del bosque. Tardaron en dejar atrás del sonido del incendio, y en otra dirección, de forma lejana la humana creyó escuchar sonido de algarabía, como de un grupo grande de personas. Se dio cuenta de que estaban bordeando la aldea para bajar hasta su entrada, pero sin salir de la zona boscosa que la rodeaba, escondidos a ojos de cualquier persona. Se alejaban de allí, y eso junto con el alivio de respirar aire fresco, hacían que la morena avanzase con paso vivo sin importar qué.
- Vine en un pequeño carruaje hasta aquí. Una vez lleguemos a él podréis explicarme lo que ha sucedido - se aventuró a comentar entonces Hunfredo, cuando ya fue visible la estructura de madera en la que estaban atados dos caballos. - Encontramos a Adelaida - respondió de forma lacónica Iori, mirando de refilón a Grohiik y al lobo. - Pero no de la manera que creo que esperabas. Ese hombre, Hohem, vivía aquí como médico especialista en problemas de fertilidad. Muchas mujeres fueron atraídas hasta aquí bajo ese pretexto... pero no fue su ayuda lo que encontraron... Lo que vi allí abajo... había varios cadáveres, mujeres jóvenes a las que le faltaban partes seleccionadas del cuerpo. Estaba creando una especie de mujer con los elementos que le recordaban a su ¿Hilda? así la llamó. Su mujer. La cual imagino que estaba muerta... Ese hombre perdió la cabeza. su voz sonaba casual pero la gravedad de su mirada anticipaba el horror de lo que habían descubierto en aquel lugar.
Hunfredo asintió con gesto taciturno mientras los guiaba para subirse al carromato que él mismo se encargó de conducir cuando estuvieron listos los tres. El lobo por su parte pareció desdeñar subirse a él, y se limitó a caminar al trote a la par con los caballos. - Me di cuenta de todo demasiado tarde. Había rumores sobre ese hombre, un medico de reputada fama del cual se perdió la pista hace unos años en la zona de Ulmer. Nadie lo había vuelto a ver realmente, se decía que una tragedia familiar lo había empujado de dejar lo que había sido toda su vida atrás. Él fue quien estuvo atrayendo a esas mujeres. Con falsas promesas de amor y usando su profesión de médico como tapadera, en este lugar alejado consiguió desarrollar su plan... de recuperar de alguna forma a su esposa... - menó la cabeza y por un rato, solamente se escuchó el sonido de los cascos de los caballos al paso, con el aroma del incendio aun impregnando sus cuerpos. Iori guardó silencio, asimilando aquella información, y, tratando de mastigar de alguna forma el sabor de la derrota en sus labios.
Reprimió el grito que estuvo a punto de salir y de alguna forma fue capaz de saltar hacia atrás marcando más distancia con Hohem. El aceite empapó los muchos libros que había en las estanterías, y el fuego encontró en ellos su combustible para comenzar a arder. Mierda. Las cosas se habían complicado. Lo que Iori había usado como una treta originalmente se había vuelto en contra de ellos. Se apartó a tiempo cuando se lanzó de cabeza al sillón en el que descansaba el cuerpo parcialmente mutilado de Adelaida. Aun restaba un ojo en su rostro, y fue a ella a quien tomó, cargándola como un muñeco para salir de aquel lugar.
Buscó con los ojos a Grohiik y al lobo, para asegurarse de que estaban a salvo, mientras Hohem en su huida originaba con los candiles que se encontraba múltiples puntos de fuego. No era posible sofocarlos a tiempo, ni por su cantidad ni por la facilidad con la que el fuego prendió en las maderas nobles. Aquella casa era impresionante, pero sería alimento para las llamas en cuestión de minutos. Cruzó la distancia que la separaba del muchacho, siendo ahora este su única prioridad. No pudo evitar esbozar una leve sonrisa cuando el chaval mentó la posibilidad de ir tras aquel bicho. ¿¡En serio!? Era refrescante encontrar a alguien más temerario que ella. Pero en aquel momento sintió ganas de agarrarlo sin miramientos de una oreja.
- ¡Pero vamos a ver! ¿Cuál es el plan? Sí vamos corre, corre hacia tu muerte - Aferró con fuerza el brazo de su compañero y lo acercó a ella para que se centrase en mirarla a los ojos. - ¿Has estado aquí los últimos cinco minutos? Lo primero ahora son nuestras vidas Grohiik - zanjó con voz tensa. No pudo añadir muchas más palabras. El aire comenzaba a ser complicado de respirar. Demasiado humo, demasiado calor. El crujir de la estructura los avisó de que comenzaba a estar seriamente afectada por el fuego. - Maldita sea...- siseó la humana arrastrando al muchacho, lejos de los primeros desprendimientos que bloquearon su salida principal. ¿Volver a subir a la galería superior? No parecía buena idea, las llamas habían alcanzado aquel nivel con rapidez.
Girando sobre sus talones, buscando una salida, estuvo a tiempo de ver como aparecía entre el fuego la figura que reconoció como Hunfredo, el hombre que los había contratado para aquel trabajo suicida. Unas leves frases explicadas con rapidez fueron suficiente para saciar la curiosidad de Iori por el momento. Como bien decía, lo primero era salir de allí. Usar el ventanal que mencionaba Grohiik y deshacer el camino para salir por el sótano parecía su única opción. Con el lobo delante, los tres siguieron la forma peluda de Vahlok casi a ciegas. El humo llenaba todo el aire.
En la aldea de Iori, las cenizas y el crepitar del fuego eran algo bueno. Significaban una buena hornada de pan, de las que tardan en calentar el horno unas tres horas para alcanzar la temperatura adecuada. Significaba unas brasas sobre las que se cocinaba el cordero el día de la fiesta. Significaba unas ascuas tibias cerca de las que dormir en los crudos días de invierno. En aquella ocasión era un camino pegado al abismo. Un paso en falso, y la vida de cualquier a de ellos terminaría para siempre allí mismo. De alguna manera consiguieron avanzar, y la humana cayó de rodillas notando la densa hierba bajo su cuerpo. Bajó el rostro hasta la tierra, en un lugar en el que el aire todavía era limpio, intentando llenar los pulmones para limpiarlos del humo.
Había estado cerca... el mareo aun era constante en ella y comprobó que sus compañeros parecían sufrir del mismo mal, tras la exposición a la nube de hollín que salía de la casa. - No hay tiempo que perder. Por aquí - murmuró Hunfredo en cuanto las toses de los tres se consiguieron suavizar. - Vamos - susurró Iori al oído de Grohiik, tirando de él con más suavidad ahora, ayudándolo a incorporarse. Caminaron tras los pasos del hombre que les había dado el trabajo internándose en la frondosidad del bosque. Tardaron en dejar atrás del sonido del incendio, y en otra dirección, de forma lejana la humana creyó escuchar sonido de algarabía, como de un grupo grande de personas. Se dio cuenta de que estaban bordeando la aldea para bajar hasta su entrada, pero sin salir de la zona boscosa que la rodeaba, escondidos a ojos de cualquier persona. Se alejaban de allí, y eso junto con el alivio de respirar aire fresco, hacían que la morena avanzase con paso vivo sin importar qué.
- Vine en un pequeño carruaje hasta aquí. Una vez lleguemos a él podréis explicarme lo que ha sucedido - se aventuró a comentar entonces Hunfredo, cuando ya fue visible la estructura de madera en la que estaban atados dos caballos. - Encontramos a Adelaida - respondió de forma lacónica Iori, mirando de refilón a Grohiik y al lobo. - Pero no de la manera que creo que esperabas. Ese hombre, Hohem, vivía aquí como médico especialista en problemas de fertilidad. Muchas mujeres fueron atraídas hasta aquí bajo ese pretexto... pero no fue su ayuda lo que encontraron... Lo que vi allí abajo... había varios cadáveres, mujeres jóvenes a las que le faltaban partes seleccionadas del cuerpo. Estaba creando una especie de mujer con los elementos que le recordaban a su ¿Hilda? así la llamó. Su mujer. La cual imagino que estaba muerta... Ese hombre perdió la cabeza. su voz sonaba casual pero la gravedad de su mirada anticipaba el horror de lo que habían descubierto en aquel lugar.
Hunfredo asintió con gesto taciturno mientras los guiaba para subirse al carromato que él mismo se encargó de conducir cuando estuvieron listos los tres. El lobo por su parte pareció desdeñar subirse a él, y se limitó a caminar al trote a la par con los caballos. - Me di cuenta de todo demasiado tarde. Había rumores sobre ese hombre, un medico de reputada fama del cual se perdió la pista hace unos años en la zona de Ulmer. Nadie lo había vuelto a ver realmente, se decía que una tragedia familiar lo había empujado de dejar lo que había sido toda su vida atrás. Él fue quien estuvo atrayendo a esas mujeres. Con falsas promesas de amor y usando su profesión de médico como tapadera, en este lugar alejado consiguió desarrollar su plan... de recuperar de alguna forma a su esposa... - menó la cabeza y por un rato, solamente se escuchó el sonido de los cascos de los caballos al paso, con el aroma del incendio aun impregnando sus cuerpos. Iori guardó silencio, asimilando aquella información, y, tratando de mastigar de alguna forma el sabor de la derrota en sus labios.
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