La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
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La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
La Persecución de Krampus [Yule]
Los desastres que trajo la pandemia no fueron motivo suficiente para que Dundarak no celebrasen el yule. Ésta era su fiesta predilecta, todos los años, cientos de peregrinos, de todas las razas, viajaban al norte a ver la nieve de las montañas y a disfrutar de las tradiciones de los dragones. Las posadas, las pocas que quedaban en pie, se llenaron de extranjeros. La comida, por fortuna, no escaseaba, aunque tampoco era del gusto de todos; las muertes que causó la pandemia duplicaron la cantidad de ratas y brambos en las ciudades. A falta de reno, buenas son las ratas. La única comida que se respetó fue la tradicional cena del solsticio de invierno; aquella noche, no hubo caldero en Dundarak que no tuviera un par de piezas de vlashog.
Todo fueron risas hasta que llegó Krampus.
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Según la leyenda: Un demonio llamado Krampus aparecía durante la noche de yule para llevarse a los niños malos hacia el lugar que hay más allá de las montañas. Qué hacía con ellos era un misterio. La historia más común, la que se solía contar a los extranjeros, decía los cocinaba en la hoguera para luego comérselos a bocados. Sin embargo, los ancianos dragones aseguraban que las intenciones de Krampus eran más macabras: encerraba a los niños en una cueva de krampusita, el mineral del cual se alimentaba Krampus, y les obligaba a picar durante el resto de su vida.
Krampus llegó a Dundarak durante la mañana previa al solsticio de invierno. Las puertas y ventanas de las casas se cerraron de golpe, los cobardes que quedaban en la calle fueron a esconderse y los valientes aceptaron el juego.
Los demonios, los Krampus, no eran realmente demonios, sino gente que se había disfrazado como tal. Era parte de la tradición de los dragones: unos jóvenes se disfrazaban de demonios con ropas rojas y corrían por las calles de Dundarak con un cubo lleno de betún en una mano y una fusta en la otra. Con aquellas armas, perseguían a cualquiera que estuviera a su alcance: hombre o mujer, niño o anciano. Una vez lo atrapaban, le embardunaban con betún de la cabeza a los pies como castigo. Aquellos que tenían la desfachatez de huir eran castigados con un golpe de fusta.
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Entre los extranjeros que habían querido formar parte de las tradiciones de Dundarak estaban el Padre Callahan y Boomer. El sacerdote estaba ayudando al Pequeño Boomer a ajustarse el disfraz de Krampus mientras le repetía que él era demasiado fuerte como para llevar una fusta, que si quería ser un demonio, se debía contentar con pintar a los demás de negro.
Hont no se iba a perder una aventura como ésta. Había conseguido, a base de amenazas y risas, que tres Krampus le estuvieran persiguiendo. El hombrecillo zarigüeya era y molesto, sobre todo molesto. Se aprovechaba de su pequeño tamaño para ocultarse entre las ruinas de la ciudad y que nadie le viera.
Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, activó sus funciones de castigo y pintura. Pobre de aquel que se pusiera delante del cibernético. Adie había descubierto que sus funciones de pintura era tan buenas como las de mensajería.
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Han venido muchos usuarios nuevos así que, antes de dar las instrucciones del Evento, dejadme dar una breve explicación. De vez en cuando, una vez cada mes o cada dos meses, suelo abrir un evento global celebrando una fiesta característica de Aerandir. Todo el mundo puede participar en el Evento. No importa que tu personaje esté en Sandorai o las Islas Illidenses; para este evento no se tiene en cuenta la cronología de vuestros personajes. Lo divertido, y lo que sí se tiene en cuenta, es jugar con la temática del foro.
Información:
* Libre partición. Todos los usuarios con más de 10 posts on rol pueden participar.
* La Persecución de Krampus empieza el 28 de Diciembre del 2017 y acaba el 11 de Enero de 2018.
* Hay muchas cosas que se pueden hacer en este Evento, como ya habéis visto, la temática puede dar mucho juego. El objetivo principal es disfrutar de las tradiciones de los dragones. Deberás elegir entre ser un Krampus, disfrazarte de demonio y perseguir a los otros usuarios con una fusta y un bote de pintura negra, o huir de los Krampus. Habrá un premio diferente para los Krampus que para la gente que huye de los Krampus.
* Aunque el objetivo se puede completar con un único post, si creéis que el ambiente de festividad y la ocasión puede veniros bien para generar una pequeña trama entre vosotros, está permitido postear más de una vez. Aquellos que generéis una subtrama seréis premiados con un obsequio especial.
* Tenéis total libertad con los turnos. No tendréis que esperar a que otro usuario para postear. Aun así, os pido, que postéis con lógica.
Recompensas:
* +5 ptos de experiencia
* 50 aeros
* Obsequio diferente según sea perseguido o perseguidor (Krampus).
* Aquellos que creen una pequeña trama dentro del tema serán recompensados con una grata sorpresa.
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Se ajustó la gruesa capa de piel que cubría sus hombros y suspiró al ver como la muchacha danzaba a su alrededor tarareando una melodiosa tonadilla popular mientras, gradualmente, aumentaba el tamaño la bola de nieve que tenía entre las manos.
- ¡Mira, Mortal! – dijo Lyn alzando la enorme bola de nieve sobre su cabeza con ambas manos, parecía pensar bastante - ¡La llamo: “El creador de viudas”! – afirmó ampliando la sonrisa, Eltrant se la devolvió al mismo tiempo que se dejaba caer, pesadamente, en uno de los tantos bancos del lugar.
No importaba como había llegado allí, la cuestión era que había sido en mitad de una festividad que no recordaba haber visionado nunca, se atusó la barba y oteó el lugar, analizando a las personas que había presentes.
Niños y adultos jugaban por igual en la nieve, correteando por el lugar entre risas. Era un alivio ver que, aun bajo las circunstancias en las que se encontraba la ciudad, Dundarak no perdía la moral.
Sin perder de vista a Lyn, que continuaba “armándose” con varias pelotas más de nieve, sacó una barra de pan de la bolsa de viaje; Esta estaba totalmente congelada, pero tampoco tenía demasiado entre lo que escoger, en sí, tampoco podía recordar cuando se hizo con aquel trozo de pan.
Torció el gesto al notar la humedad que impregnaba la hogaza y la dejó a un lado, no iba a comerse eso. Quizás podría hacerse con uno de esos pasteles que repartían en los tenderetes del lugar.
Tras levantarse y sacudir la pequeña capa de nieve que se acumulaba sobre sus hombros oteó el lugar en busca de uno de los puestos de comida. Enarcó una ceja cuando, en el proceso, vio como un muchacho no mayor de veinte años se terminaba de ataviar con una indumentaria de colores escarlatas y, tras armarse con una brocha y un cubo, se perdía por las calles adyacentes a la plaza.
- ¡Piensa rápido! – gritó entonces Lyn arrojándole “El creador de viudas” aprovechando su momentáneo despiste.
Aún con el aviso de la ojiazul no pudo hacer nada, sintió como la esfera le impactaba en la cara. Podía afirmar muchas cosas, pero la vampiresa había acertado con el nombre de aquella cosa. Incapaz de mantenerse de pie cayó de espaldas sobre el banco en el que había estado sentado segundos atrás, arrastrando en el proceso a un pobre anciano que había decidido que aquel era un lugar tan bueno como cualquier otro para disfrutar de las fiestas.
- ¡Diez puntos! – exclamó la vampiresa con júbilo, procediendo a realizar un escueto baile sin moverse del lugar en el que estaba.
- ¡¿Es que has metido piedras ahí adentro?! – protestó Eltrant mientras trataba de levantarse del suelo. – No… espera… ¿No habrás metido piedras de verdad? – Lyn se encogió de hombros, a lo que Eltrant respondió frunciendo el ceño. Segundos después dejó caer la cabeza totalmente sobre la nieve y miró el amplio cielo nocturno.
- No pongas esa cara. – Lyn amplió su sonrisa y negó con la cabeza. – No hay ninguna piedra. – aseguró la ojiazul reconciliadora - …Eran trozos de hielo. – Dijo en voz mucho más baja, casi inaudible, bajando levemente la mirada con una risita.
Justo en ese momento un quejido agudo captó la atención de la pareja: El anciano al que Eltrant había derribado mientras recibía el arma secreta de Lyn en la cara reapareció bajo un montículo de nieve.
- ¡Mi cadera! – dijo el hombre sacudiendo los brazos - ¡¡No me siento las piernas!! – gritó a continuación. Eltrant se levantó inmediatamente del suelo preocupado y, con cuidado, sacó al hombre de la nieve bajo la atenta mirada de Lyn, que ahora miraba con cierta preocupación su escena.
- ¿Se encuentra bien? – Preguntó Eltrant al veterano depositándolo con suavidad en el suelo. El hombre respiró profundamente y, después, se atusó su larga y cana barba, momento en el cual se levantó prácticamente de un salto.
– Mire usted, pues estaba exagerando parece, caballero. Mis viejas piernas siguen funcionando como las de un jovenzuelo cualquiera, puedo bailar miles de danzas todavía – Al anciano se le escapó una carcajada, Eltrant se llevó la mano hasta la cara, Lyn enarcó una ceja. – Señorita, dejando a un lado el pequeño incidente que acaba de acontecernos, debo decir que sus ojos son dos zafiros en la noche. – dijo el hombre dirigiéndose ahora a Lyn, extendiéndole la mano.
La tonadilla popular que llevaba sonando en bucle desde que entraron en la plaza, por algún motivo, pareció aumentar su volumen.
- ¿Desea usted bailar con un viejo? – preguntó ahora acercándose un par de pasos a la ojiazul.
Lyn sonrió, Eltrant se volvió a sentar en el banco, suspirando.
- ¡Puedo prometerle que seguiré el ritmo! – el hombre dio un salto hacia atrás como ejemplo de aquella exclamación, uno que había visto realizar casi un centenar de veces a varios elfos a lo largo de sus viajes, no obstante, aquel hombre no controló el aterrizaje.
Un evidente “crack” se alzó sobre la música.
- ¡¡Me he roto el alma!! – gritó moviendo ambas las manos, desde el suelo, como si estuviese tratando de agarrarse a una cuerda invisible. Lo cierto es que realizaba círculos perfectos con estas, si no estuviese gritando como si la vida le fuese en ello Eltrant pensaría que era una actuación - ¡¡Puedo ver el futuro y el pasado!! – algunas cabezas se giraron para mirarle, algunos susurros se sucedieron por el lugar. Eltrant volvió, una vez más, a agacharse junto al anciano - ¡¡Oh el dolor!! ¡¡Inaudito dolor!! – Eltrant le incorporó y, no sin dificultad, trató de colocarlo de vuelta en el banco.
El hombre ahora había decidido luchar con todas sus fuerzas para que no le moviesen, “Duele mucho” repetía una y otra vez, “Jamás podré volver a engendrar hijos con la fuerza de un titán” añadía de vez en cuando justo detrás de aquella primera frase, “He perdido mi característico movimiento pélvico”, decía cada vez que Eltrant tenía que agacharse a sujetarlo, pues el hombre se escurría con cada movimiento que el castaño realizaba.
– Pues parece que no era para tanto. – dijo cuándo se encontró a si mismo sobre el banco, momento en el que se cruzó de piernas y, tras sacar una pipa de su túnica y comenzar a fumar. Lyn estalló en carcajadas, Eltrant sintió un leve tic en su parpado derecho.
- Muchacho. – dio a continuación, dejando escapar el humo que había en sus pulmones a la vez que señalaba a Eltrant con la pipa. - ¿Qué te parecería participar en nuestra festividad? – inquirió volviendo a dar otra calada a su tabaco.
- ¡Si! – respondió Lyn inmediatamente, los ojos de la muchacha parecían brillar por sí solos, era evidente que estaba entusiasmada ante la idea de participar en algo de lo que sucedía a su alrededor.
- Bien – dijo el viejo. Eltrant frunció el ceño y taladró a su compañera con la mirada. – Yo ya estoy muy viejo… y no puedo perseguir a jovenzuelos vestido de Krampus. – aseveró. – Debo quedarme aquí… analizando la situación. – Eltrant pudo ver como los ojos del anciano se desviaban en la norteña que, en mitad de plaza, hacía gala de una resistencia al frío encomiable y se cambiaba de unos ropajes sencillos a la indumentaria tradicional carmesí.
A continuación, aun con las repetidas quejas del exguarda, el veterano se encargó de describirle todo lo que tenían que hacer y les proporcionó las indumentarias necesarias. Iba a tener que hacer, quisiese o no, de Krampus.
Al menos Lyn lo encontraba divertido.
Avanzó a lo largo de la calle, cada movimiento, pesado, metálico y constante anunciaba su llegada. No se había quitado su armadura, se había negado a hacerlo, por lo que había tenido que improvisar para parecer uno de los muchos Krampus que recorrían la ciudad, lo había conseguido al menos.
Todas Las personas que no iban vestidas de rojo le evitaban, huían al verle casi de inmediato. Aunque, por supuesto, esa la cuestión de todo aquel asunto. También había conseguido atrapar a un par de personas y las había pintado de negro.
Tenía que admitir que la tradición era, cuanto menos, curiosa.
- ¡Regocijaos, Mortales! – Lyn, también vestida de rojo, adoptó una pose dramática frente a él. El grupo de aproximadamente diez niños que habían encontrado en las calles miraron fijamente al enorme Krampus rodeado de sombras que bailaban - ¡Pues la fatalidad ha llegado a la ciudad! – La vampiresa alzó ambas manos y, tras colocar una de sus rodillas sobre la nieve, señaló a Eltrant. - ¡Rendíos, mis preciosos vasallos, antes de que todo vaya a más! – Se volvió a levantar y, tras hacer varias piruetas, a cada cual más dramática, volvió a posicionarse junto a Eltrant. - ¡Rendíos ante el GRAN KRAMPUS y aceptad vuestro oscuro destino! – Alzó sobre su cabeza el cubo de betún que tenía entre las manos.
Un incómodo silencio se apoderó de la calle, los críos dudaban entre si empezar a correr o no, pero todos, con los ojos muy abiertos, miraban al tipo que, acompañado por una chica desenmascarada, permanecía quieto, en mitad de la calle, simplemente mirándoles.
- Di tu frase. – susurró Lyn dándole varios codazos a Eltrant, disimulando pobremente su actuación. – Nos están mirando, Mortal. ¡Di tu frase! – continuó dándole codazos de forma insistente.
Eltrant continuó en silencio. ¿Cómo se había metido en aquel lio? El solo quería una de las tartas que había en los tenderetes de la ciudad. Tenía hambre.
- Yo… - suspiró, se llevó la mano hasta la nuca durante unos segundos. – Os llevaré a las sombras y… - volvió a suspirar, algunos muchachos se cruzaron de brazos, impacientes – Os ataré a ellas… hasta el fin de los días… - dijo al final bajando la cabeza.
- ¡HASTA EL FIN DE LOS DÍAS! – gritó Lyn levantando ambas manos cuando su acompañante terminó de hablar, las sombras que rodeaban a Eltrant se alzaron dándole un aspecto aún más amenazador de ser posible, la mayoría de los niños gritaron, pero ninguno se marchó.
- ¡Ho,ho,ho! – Lyn se rio, siempre fiel a su sobreactuado papel, llevándose ambas manos hasta las caderas. - ¡¿Así que os rendís?! – les señaló. - ¡Acercaos, nuevos vasallos del GRAN KRAMPUS! – Arrastró frente a ellas una caja repleta de túnicas ¿Por qué seguia pronunciando Krampus de aquel modo? ¿Y que era eso de "Gran"? - ¡Tomad vuestro uniforme y unios a las filas del GRAN KRAMPUS! – volvió a señalar a Eltrant, las sombras se unificaron sobre la figura de Eltrant.
Otro minuto de silencio, los niños se acercaron tímidamente mientras, uno a uno, iban tomando la indumentaria que Lyn había “tomado prestada” al anciano.
- La pose, Mortal. – Eltrant puso los ojos en blanco bajo la máscara y levantó los brazos.
- A… ahora. – los niños alzaron la mirada, los que no estaban terminados de ataviarse con los ropajes rojos de Krampus tenían aspecto de, al menos, estar divirtiéndose – Ahora sois parte de… de… ¿De verdad tengo que hacer esto? – La vampiresa le dio un fuerte pisotón, Eltrant continuó hablando. - ¡Ahora sois parte de mis huestes! – Lyn señaló frente a ella de la misma forma que haría un general dirigiendo a sus tropas. – ¡No me falléis! – añadió.
- ¡Reíd conmigo, vasallos! – La ojiazul cruzó de brazos. - ¡Ho,ho,ho! – Lyn se colocó frente a Eltrant, los muchachos hicieron lo mismo, todos comenzaron a reírse de aquella forma tan rara que, por lo que le había dicho Lyn, se reían todos los generales. - ¡Pintad a los que no se rindan de negro, mis fieles compañeros! – Uno a uno, todos comenzaron a adoptar la misma pose de Lyn. - ¡Adelante!
"¡Ho, ho, ho!", resonó en el callejón.
- “Yo solo quiero una tarta”
- ¡Mira, Mortal! – dijo Lyn alzando la enorme bola de nieve sobre su cabeza con ambas manos, parecía pensar bastante - ¡La llamo: “El creador de viudas”! – afirmó ampliando la sonrisa, Eltrant se la devolvió al mismo tiempo que se dejaba caer, pesadamente, en uno de los tantos bancos del lugar.
No importaba como había llegado allí, la cuestión era que había sido en mitad de una festividad que no recordaba haber visionado nunca, se atusó la barba y oteó el lugar, analizando a las personas que había presentes.
Niños y adultos jugaban por igual en la nieve, correteando por el lugar entre risas. Era un alivio ver que, aun bajo las circunstancias en las que se encontraba la ciudad, Dundarak no perdía la moral.
Sin perder de vista a Lyn, que continuaba “armándose” con varias pelotas más de nieve, sacó una barra de pan de la bolsa de viaje; Esta estaba totalmente congelada, pero tampoco tenía demasiado entre lo que escoger, en sí, tampoco podía recordar cuando se hizo con aquel trozo de pan.
Torció el gesto al notar la humedad que impregnaba la hogaza y la dejó a un lado, no iba a comerse eso. Quizás podría hacerse con uno de esos pasteles que repartían en los tenderetes del lugar.
Tras levantarse y sacudir la pequeña capa de nieve que se acumulaba sobre sus hombros oteó el lugar en busca de uno de los puestos de comida. Enarcó una ceja cuando, en el proceso, vio como un muchacho no mayor de veinte años se terminaba de ataviar con una indumentaria de colores escarlatas y, tras armarse con una brocha y un cubo, se perdía por las calles adyacentes a la plaza.
- ¡Piensa rápido! – gritó entonces Lyn arrojándole “El creador de viudas” aprovechando su momentáneo despiste.
Aún con el aviso de la ojiazul no pudo hacer nada, sintió como la esfera le impactaba en la cara. Podía afirmar muchas cosas, pero la vampiresa había acertado con el nombre de aquella cosa. Incapaz de mantenerse de pie cayó de espaldas sobre el banco en el que había estado sentado segundos atrás, arrastrando en el proceso a un pobre anciano que había decidido que aquel era un lugar tan bueno como cualquier otro para disfrutar de las fiestas.
- ¡Diez puntos! – exclamó la vampiresa con júbilo, procediendo a realizar un escueto baile sin moverse del lugar en el que estaba.
- ¡¿Es que has metido piedras ahí adentro?! – protestó Eltrant mientras trataba de levantarse del suelo. – No… espera… ¿No habrás metido piedras de verdad? – Lyn se encogió de hombros, a lo que Eltrant respondió frunciendo el ceño. Segundos después dejó caer la cabeza totalmente sobre la nieve y miró el amplio cielo nocturno.
- No pongas esa cara. – Lyn amplió su sonrisa y negó con la cabeza. – No hay ninguna piedra. – aseguró la ojiazul reconciliadora - …Eran trozos de hielo. – Dijo en voz mucho más baja, casi inaudible, bajando levemente la mirada con una risita.
Justo en ese momento un quejido agudo captó la atención de la pareja: El anciano al que Eltrant había derribado mientras recibía el arma secreta de Lyn en la cara reapareció bajo un montículo de nieve.
- ¡Mi cadera! – dijo el hombre sacudiendo los brazos - ¡¡No me siento las piernas!! – gritó a continuación. Eltrant se levantó inmediatamente del suelo preocupado y, con cuidado, sacó al hombre de la nieve bajo la atenta mirada de Lyn, que ahora miraba con cierta preocupación su escena.
- ¿Se encuentra bien? – Preguntó Eltrant al veterano depositándolo con suavidad en el suelo. El hombre respiró profundamente y, después, se atusó su larga y cana barba, momento en el cual se levantó prácticamente de un salto.
– Mire usted, pues estaba exagerando parece, caballero. Mis viejas piernas siguen funcionando como las de un jovenzuelo cualquiera, puedo bailar miles de danzas todavía – Al anciano se le escapó una carcajada, Eltrant se llevó la mano hasta la cara, Lyn enarcó una ceja. – Señorita, dejando a un lado el pequeño incidente que acaba de acontecernos, debo decir que sus ojos son dos zafiros en la noche. – dijo el hombre dirigiéndose ahora a Lyn, extendiéndole la mano.
La tonadilla popular que llevaba sonando en bucle desde que entraron en la plaza, por algún motivo, pareció aumentar su volumen.
- ¿Desea usted bailar con un viejo? – preguntó ahora acercándose un par de pasos a la ojiazul.
Lyn sonrió, Eltrant se volvió a sentar en el banco, suspirando.
- ¡Puedo prometerle que seguiré el ritmo! – el hombre dio un salto hacia atrás como ejemplo de aquella exclamación, uno que había visto realizar casi un centenar de veces a varios elfos a lo largo de sus viajes, no obstante, aquel hombre no controló el aterrizaje.
Un evidente “crack” se alzó sobre la música.
- ¡¡Me he roto el alma!! – gritó moviendo ambas las manos, desde el suelo, como si estuviese tratando de agarrarse a una cuerda invisible. Lo cierto es que realizaba círculos perfectos con estas, si no estuviese gritando como si la vida le fuese en ello Eltrant pensaría que era una actuación - ¡¡Puedo ver el futuro y el pasado!! – algunas cabezas se giraron para mirarle, algunos susurros se sucedieron por el lugar. Eltrant volvió, una vez más, a agacharse junto al anciano - ¡¡Oh el dolor!! ¡¡Inaudito dolor!! – Eltrant le incorporó y, no sin dificultad, trató de colocarlo de vuelta en el banco.
El hombre ahora había decidido luchar con todas sus fuerzas para que no le moviesen, “Duele mucho” repetía una y otra vez, “Jamás podré volver a engendrar hijos con la fuerza de un titán” añadía de vez en cuando justo detrás de aquella primera frase, “He perdido mi característico movimiento pélvico”, decía cada vez que Eltrant tenía que agacharse a sujetarlo, pues el hombre se escurría con cada movimiento que el castaño realizaba.
– Pues parece que no era para tanto. – dijo cuándo se encontró a si mismo sobre el banco, momento en el que se cruzó de piernas y, tras sacar una pipa de su túnica y comenzar a fumar. Lyn estalló en carcajadas, Eltrant sintió un leve tic en su parpado derecho.
- Muchacho. – dio a continuación, dejando escapar el humo que había en sus pulmones a la vez que señalaba a Eltrant con la pipa. - ¿Qué te parecería participar en nuestra festividad? – inquirió volviendo a dar otra calada a su tabaco.
- ¡Si! – respondió Lyn inmediatamente, los ojos de la muchacha parecían brillar por sí solos, era evidente que estaba entusiasmada ante la idea de participar en algo de lo que sucedía a su alrededor.
- Bien – dijo el viejo. Eltrant frunció el ceño y taladró a su compañera con la mirada. – Yo ya estoy muy viejo… y no puedo perseguir a jovenzuelos vestido de Krampus. – aseveró. – Debo quedarme aquí… analizando la situación. – Eltrant pudo ver como los ojos del anciano se desviaban en la norteña que, en mitad de plaza, hacía gala de una resistencia al frío encomiable y se cambiaba de unos ropajes sencillos a la indumentaria tradicional carmesí.
A continuación, aun con las repetidas quejas del exguarda, el veterano se encargó de describirle todo lo que tenían que hacer y les proporcionó las indumentarias necesarias. Iba a tener que hacer, quisiese o no, de Krampus.
Al menos Lyn lo encontraba divertido.
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Avanzó a lo largo de la calle, cada movimiento, pesado, metálico y constante anunciaba su llegada. No se había quitado su armadura, se había negado a hacerlo, por lo que había tenido que improvisar para parecer uno de los muchos Krampus que recorrían la ciudad, lo había conseguido al menos.
Todas Las personas que no iban vestidas de rojo le evitaban, huían al verle casi de inmediato. Aunque, por supuesto, esa la cuestión de todo aquel asunto. También había conseguido atrapar a un par de personas y las había pintado de negro.
Tenía que admitir que la tradición era, cuanto menos, curiosa.
- ¡Regocijaos, Mortales! – Lyn, también vestida de rojo, adoptó una pose dramática frente a él. El grupo de aproximadamente diez niños que habían encontrado en las calles miraron fijamente al enorme Krampus rodeado de sombras que bailaban - ¡Pues la fatalidad ha llegado a la ciudad! – La vampiresa alzó ambas manos y, tras colocar una de sus rodillas sobre la nieve, señaló a Eltrant. - ¡Rendíos, mis preciosos vasallos, antes de que todo vaya a más! – Se volvió a levantar y, tras hacer varias piruetas, a cada cual más dramática, volvió a posicionarse junto a Eltrant. - ¡Rendíos ante el GRAN KRAMPUS y aceptad vuestro oscuro destino! – Alzó sobre su cabeza el cubo de betún que tenía entre las manos.
Un incómodo silencio se apoderó de la calle, los críos dudaban entre si empezar a correr o no, pero todos, con los ojos muy abiertos, miraban al tipo que, acompañado por una chica desenmascarada, permanecía quieto, en mitad de la calle, simplemente mirándoles.
- Di tu frase. – susurró Lyn dándole varios codazos a Eltrant, disimulando pobremente su actuación. – Nos están mirando, Mortal. ¡Di tu frase! – continuó dándole codazos de forma insistente.
Eltrant continuó en silencio. ¿Cómo se había metido en aquel lio? El solo quería una de las tartas que había en los tenderetes de la ciudad. Tenía hambre.
- Yo… - suspiró, se llevó la mano hasta la nuca durante unos segundos. – Os llevaré a las sombras y… - volvió a suspirar, algunos muchachos se cruzaron de brazos, impacientes – Os ataré a ellas… hasta el fin de los días… - dijo al final bajando la cabeza.
- ¡HASTA EL FIN DE LOS DÍAS! – gritó Lyn levantando ambas manos cuando su acompañante terminó de hablar, las sombras que rodeaban a Eltrant se alzaron dándole un aspecto aún más amenazador de ser posible, la mayoría de los niños gritaron, pero ninguno se marchó.
- ¡Ho,ho,ho! – Lyn se rio, siempre fiel a su sobreactuado papel, llevándose ambas manos hasta las caderas. - ¡¿Así que os rendís?! – les señaló. - ¡Acercaos, nuevos vasallos del GRAN KRAMPUS! – Arrastró frente a ellas una caja repleta de túnicas ¿Por qué seguia pronunciando Krampus de aquel modo? ¿Y que era eso de "Gran"? - ¡Tomad vuestro uniforme y unios a las filas del GRAN KRAMPUS! – volvió a señalar a Eltrant, las sombras se unificaron sobre la figura de Eltrant.
Otro minuto de silencio, los niños se acercaron tímidamente mientras, uno a uno, iban tomando la indumentaria que Lyn había “tomado prestada” al anciano.
- La pose, Mortal. – Eltrant puso los ojos en blanco bajo la máscara y levantó los brazos.
- A… ahora. – los niños alzaron la mirada, los que no estaban terminados de ataviarse con los ropajes rojos de Krampus tenían aspecto de, al menos, estar divirtiéndose – Ahora sois parte de… de… ¿De verdad tengo que hacer esto? – La vampiresa le dio un fuerte pisotón, Eltrant continuó hablando. - ¡Ahora sois parte de mis huestes! – Lyn señaló frente a ella de la misma forma que haría un general dirigiendo a sus tropas. – ¡No me falléis! – añadió.
- ¡Reíd conmigo, vasallos! – La ojiazul cruzó de brazos. - ¡Ho,ho,ho! – Lyn se colocó frente a Eltrant, los muchachos hicieron lo mismo, todos comenzaron a reírse de aquella forma tan rara que, por lo que le había dicho Lyn, se reían todos los generales. - ¡Pintad a los que no se rindan de negro, mis fieles compañeros! – Uno a uno, todos comenzaron a adoptar la misma pose de Lyn. - ¡Adelante!
"¡Ho, ho, ho!", resonó en el callejón.
- “Yo solo quiero una tarta”
Última edición por Eltrant Tale el Sáb Dic 30 2017, 13:52, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Los meses que pasaron hasta que volvimos a saber de la maestra Boisson, los pasé junto a Jules en la torre de la Logia. Seguía vinculada al gremio de magos y era nuestro principal sustento alimenticio, al menos fríos en los meses de invierno. Incluso en una devastada Dundarak por todos los acontecimientos de la peste.
A veces, incluso bajaba hasta la ciudad a hacer recados. Y aquel día llegué a una posada repleta de gente. Allí, el posadero contaba historias fascinantes. Entré tímida, como de costumbre, tratando de hacer el menor ruido al abrir la puerta, y escuché lo que estaba contando.
-Cuenta la leyenda, que un demonio llamado Krampus, de pelaje rojo, aparece desde los riscos durante la noche de Yule y se lleva a los niños al lugar que hay más allá de las montañas. – me llevé las manos a la boca, con miedo. ¡Ay! ¡Eso era horrible! – Allí, los cocina en la hoguera para luego comérselos a bocados. – terminó de contar a los presentes, que tenían unos rostros muy sonrientes y joviales. ¿Acaso les gustaba que un demonio se llevase a sus hijos? ¡Menudos desalmados!
El krampus era el principal tema de conversación. Pero la gente parecía más preocupada por la celebración de Yule. Bailaban, cantaban y reían. ¡Qué gente más rara! Los miraba a todos con extrañeza mientras tomaba mi bebida en la primera silla de la barra. Incluso un ancianito de aspecto entrañable se acercó a mí.
-¡Chica! ¿Por qué tienes esa cara avinagrada? – me preguntó con una sonrisa.
-¿Ten… Tengo vinagre en la cara? – pregunté muy tímida. Como siempre con la gente con la que no tenía confianza, llevándome las manos a la cara y frotando. El vinagre tenía muy mal olor. Pero no identificaba ni rastro del mismo.
-Vamos muchacha, ríe un poco. – el hombre se acercó a mí. – ¡No durarás mucho con el krampus acechando en las esquinas! - y puso sus manos a la altura de la cabeza, en forma de garra. Tratando de asustarme.
-¡Ay! ¡No me asuste! – grité con voz chillona, dándome la vuelta y saliendo del local en marcha rápida, encogida de hombros por la puerta.
Tenía miedo. Y quería volver a la torre de la Logia antes de que el krampus me sorprendiera. Estaría más segura bajo la protección de las altas encantadoras que en la calles de Dundarak. Que últimamente no hacía más que recibir desgracias. Me decidí a caminar de nuevo hacia las calles, rumbo a la torre.
Tras una esquina en una de las calles, pude escuchar voces de niños. Reían. Me asomé a la misma para asegurarme de que todo estaba bien y, para sorpresa mía, había no una sino dos criaturas del tamaño de una persona. De pelaje rojo. Amenazando a los pequeños. Anunciando la terrible fatalidad que había llegado a la ciudad.
-¡Oh! ¡El Krampus! ¡La leyenda era cierta! Está reclutando niños. – exclamé desde la esquina, señalando al demonio de rojo. – Los quiere llevar al lugar que hay más allá de las montañas para cocinarlos en la hoguera y luego comérselos a bocados. – deduje repitiendo al pie de la letra la leyenda que nos había contado. Todo parecía encajar. – Tengo que impedírselo. Esta ciudad ya ha sufrido demasiadas desgracias.
Bastante había sufrido la ciudad de Dundarak. Mi pasividad y falta de efectividad llevaron a la muerte a la maestra Boisson. Desde su muerte heroica, había decidido enfrentarme a mis miedos y tratar de hacer el mundo, un lugar mejor. Tenía miedo, mucho miedo, de que el krampus fuese un rival digno. Pero, ¿acaso podía permitirle que se comiera a los niños? Tenía que hacerlos por ellos, por los padres, y por mí misma. Frágil y temerosa, pero tratando de mostrar convencimiento, salí a hacer frente a los dos demonios.
-¡Krampus! ¡Demonio salido de los riscos de las montañas nevadas! – grité al pie de la letra. Intentaba poner énfasis y demostrar que estaba verdaderamente cabreada. Pero él y su compinche probablemente pensarían que estaba de broma. Me costaba ponerme seria. Pero lo estaba, verdaderamente. – No permitiré que te lleves a los niños al lugar que hay más allá de las montañas, para cocinarlos en la hoguera, y luego comértelos a bocados. – Volví a repetir al pie de la letra la leyenda, mientras hice una bola de nieve con el suelo, la redondeaba y se la tiraba a la cara al que claramente era más amenazador y expresivo de los dos. – Si no te vas ahora, te tiraré otra. – amenacé.
Yo era una biocibernética puramente defensiva. Era la primera vez que actuaba “al ataque”. Así que tampoco sabía muy bien cómo actuar. Y me esforzaba cuanto podía. Si bien a ojos del enemigo, podía parecer que estaba siguiendo la broma y aparentemente sobreactuando, esto no era cierto. Estaba muy muy muy enfadada. NIA sí que solía actuar al ataque. Quizás reventar el cráneo del krampus a base de puñetazos fuese más efectivo, pero yo prefería tomar vías más pacíficas, al menos de primeras. Si el krampus era reflexivo y aceptaba su error, no era necesario golpearle hasta que su nariz saliera por el cogote.
Los niños que rodeaban al demonio parecían poseídos por la diabólica criatura y mi brutal ataque contra el mismo. Rápidamente abandonaron al krampus y a su siervo y vinieron a por mí en grito de guerra. Comenzaron a tirarme bolas de nieve a mí también. - ¡Eh! ¡No me ataquéis, niños! ¡Estoy de vuestro lado! – clamé tapándome con las manos. No paraban de tirarme bolas de nieve hasta que me tiré al suelo. Luego corrieron hacia mí a pegarme con fustas y a pintarme. – ¡NIA, ayúdame! ¡Activa las funciones de guardia! – ordené. “Petición denegada. No se detecta amenaza. No se han recibido daños necesarios para activar las funciones de guardia del biocibernético”. ¿Cómo podía NIA desobedecerme a mí ante un ataque tan evidente como el que estaba recibiendo? Estaba tan asustada que, por mí misma, no era capaz de hacer nada. – ¡NIA! – Estaba ya muy asustada. Me metieron una bola de nieve en la boca. – ¡Ay, por favor dejadme en paz! – protesté mientras se dedicaban a pintarme por completo. Rodeada por aquellos pequeños diablillos amenazantes. -¡Ay! ¡Socorro! – chillé tapándome como podía sin evitar que aquellos niños endemoniados me pintasen mientras rodaba por el suelo.
A veces, incluso bajaba hasta la ciudad a hacer recados. Y aquel día llegué a una posada repleta de gente. Allí, el posadero contaba historias fascinantes. Entré tímida, como de costumbre, tratando de hacer el menor ruido al abrir la puerta, y escuché lo que estaba contando.
-Cuenta la leyenda, que un demonio llamado Krampus, de pelaje rojo, aparece desde los riscos durante la noche de Yule y se lleva a los niños al lugar que hay más allá de las montañas. – me llevé las manos a la boca, con miedo. ¡Ay! ¡Eso era horrible! – Allí, los cocina en la hoguera para luego comérselos a bocados. – terminó de contar a los presentes, que tenían unos rostros muy sonrientes y joviales. ¿Acaso les gustaba que un demonio se llevase a sus hijos? ¡Menudos desalmados!
El krampus era el principal tema de conversación. Pero la gente parecía más preocupada por la celebración de Yule. Bailaban, cantaban y reían. ¡Qué gente más rara! Los miraba a todos con extrañeza mientras tomaba mi bebida en la primera silla de la barra. Incluso un ancianito de aspecto entrañable se acercó a mí.
-¡Chica! ¿Por qué tienes esa cara avinagrada? – me preguntó con una sonrisa.
-¿Ten… Tengo vinagre en la cara? – pregunté muy tímida. Como siempre con la gente con la que no tenía confianza, llevándome las manos a la cara y frotando. El vinagre tenía muy mal olor. Pero no identificaba ni rastro del mismo.
-Vamos muchacha, ríe un poco. – el hombre se acercó a mí. – ¡No durarás mucho con el krampus acechando en las esquinas! - y puso sus manos a la altura de la cabeza, en forma de garra. Tratando de asustarme.
-¡Ay! ¡No me asuste! – grité con voz chillona, dándome la vuelta y saliendo del local en marcha rápida, encogida de hombros por la puerta.
Tenía miedo. Y quería volver a la torre de la Logia antes de que el krampus me sorprendiera. Estaría más segura bajo la protección de las altas encantadoras que en la calles de Dundarak. Que últimamente no hacía más que recibir desgracias. Me decidí a caminar de nuevo hacia las calles, rumbo a la torre.
Tras una esquina en una de las calles, pude escuchar voces de niños. Reían. Me asomé a la misma para asegurarme de que todo estaba bien y, para sorpresa mía, había no una sino dos criaturas del tamaño de una persona. De pelaje rojo. Amenazando a los pequeños. Anunciando la terrible fatalidad que había llegado a la ciudad.
-¡Oh! ¡El Krampus! ¡La leyenda era cierta! Está reclutando niños. – exclamé desde la esquina, señalando al demonio de rojo. – Los quiere llevar al lugar que hay más allá de las montañas para cocinarlos en la hoguera y luego comérselos a bocados. – deduje repitiendo al pie de la letra la leyenda que nos había contado. Todo parecía encajar. – Tengo que impedírselo. Esta ciudad ya ha sufrido demasiadas desgracias.
Bastante había sufrido la ciudad de Dundarak. Mi pasividad y falta de efectividad llevaron a la muerte a la maestra Boisson. Desde su muerte heroica, había decidido enfrentarme a mis miedos y tratar de hacer el mundo, un lugar mejor. Tenía miedo, mucho miedo, de que el krampus fuese un rival digno. Pero, ¿acaso podía permitirle que se comiera a los niños? Tenía que hacerlos por ellos, por los padres, y por mí misma. Frágil y temerosa, pero tratando de mostrar convencimiento, salí a hacer frente a los dos demonios.
-¡Krampus! ¡Demonio salido de los riscos de las montañas nevadas! – grité al pie de la letra. Intentaba poner énfasis y demostrar que estaba verdaderamente cabreada. Pero él y su compinche probablemente pensarían que estaba de broma. Me costaba ponerme seria. Pero lo estaba, verdaderamente. – No permitiré que te lleves a los niños al lugar que hay más allá de las montañas, para cocinarlos en la hoguera, y luego comértelos a bocados. – Volví a repetir al pie de la letra la leyenda, mientras hice una bola de nieve con el suelo, la redondeaba y se la tiraba a la cara al que claramente era más amenazador y expresivo de los dos. – Si no te vas ahora, te tiraré otra. – amenacé.
Yo era una biocibernética puramente defensiva. Era la primera vez que actuaba “al ataque”. Así que tampoco sabía muy bien cómo actuar. Y me esforzaba cuanto podía. Si bien a ojos del enemigo, podía parecer que estaba siguiendo la broma y aparentemente sobreactuando, esto no era cierto. Estaba muy muy muy enfadada. NIA sí que solía actuar al ataque. Quizás reventar el cráneo del krampus a base de puñetazos fuese más efectivo, pero yo prefería tomar vías más pacíficas, al menos de primeras. Si el krampus era reflexivo y aceptaba su error, no era necesario golpearle hasta que su nariz saliera por el cogote.
Los niños que rodeaban al demonio parecían poseídos por la diabólica criatura y mi brutal ataque contra el mismo. Rápidamente abandonaron al krampus y a su siervo y vinieron a por mí en grito de guerra. Comenzaron a tirarme bolas de nieve a mí también. - ¡Eh! ¡No me ataquéis, niños! ¡Estoy de vuestro lado! – clamé tapándome con las manos. No paraban de tirarme bolas de nieve hasta que me tiré al suelo. Luego corrieron hacia mí a pegarme con fustas y a pintarme. – ¡NIA, ayúdame! ¡Activa las funciones de guardia! – ordené. “Petición denegada. No se detecta amenaza. No se han recibido daños necesarios para activar las funciones de guardia del biocibernético”. ¿Cómo podía NIA desobedecerme a mí ante un ataque tan evidente como el que estaba recibiendo? Estaba tan asustada que, por mí misma, no era capaz de hacer nada. – ¡NIA! – Estaba ya muy asustada. Me metieron una bola de nieve en la boca. – ¡Ay, por favor dejadme en paz! – protesté mientras se dedicaban a pintarme por completo. Rodeada por aquellos pequeños diablillos amenazantes. -¡Ay! ¡Socorro! – chillé tapándome como podía sin evitar que aquellos niños endemoniados me pintasen mientras rodaba por el suelo.
*Off: Interactúo con Eltrant y Lyn
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Durante el Yule era necesario, casi obligatorio, hacer una visita a las tierras del norte. Los muertos de la pandemia fueron enterrados o quemados y hacía meses que ningún hospital registraba los síntomas de la enfermedad. Para alguien experimentado como el Capitán, era seguro viajar a Dundarak. El mayor anidaba en la huella que la pandemia había dejado. Todas aquellas muertes, sean por la enfermedad o la paranoia de los dragones, abrieron el paso a los bandidos. Las casas en ruinas se convirtieron en el refugio de bandas de todo tipo. Durante el viaje, el Capitán contó cinco granjas, sin huertos ni animales, que tenían las puertas y las ventanas tapiadas con tablones de madera. Aquello solo podía significar una cosa: los nuevos inquilinos de las granjas no usaban llaves.
A medida que el convoy se acercaba a las montañas, eran más evidentes las huellas que dejó la pandemia: casas derribadas, campos quemados, menhires señalando fosas comunes…. El escenario era muy desagradable, todos en el carruaje estaban de acuerdo. Un humano anciano decía que, cuando viajó a Dundarak la primera vez, creyó haber sido bendecido por los Dioses. Era la tierra más verde y pura que vio en a lo largo de su vida, realmente pensó que había llegado al Valhalla. Una mujer, quizás la hija del anciano, hizo que el viejo se apoyase en su hombro supuestamente, para que descansase; Werner pensó que la mujer quería que callase. Las anécdotas del anciano estaban entristeciendo, todavía más, a los pasajeros.
“Mejor olvidar las pérdidas que oír hablar de ellas” pensó Werner e, inmediatamente, se acordó de Goldie.
El ambiente que se respiraba en la ciudad de los dragones no era diferente al del convoy. Los extranjeros, entre los cuales se incluía el Capitán, habían llegado por compromiso o tradición; pocos llegaron por gusto. Lo mismo se podía decir de los dragones. Fue triste ver en los ojos de los dragones, la raza más orgullosa de Aerandir, el deseo de marcharse de su ciudad. El Capitán se quitó el sombrero e hizo una reverencia a un dragón rojo que descansaba con un ojo abierto, como lo haría un perro guardián, en lo alto de una torre. El dragón resopló, de su nariz salió dos humillos de color negro. Más que eso, no hizo nada.
La mayoría de dragones eran como el primero de color rojo. En su forma bestial, se sentaban en una zona alta y se dejaban caer. Parecían cansados, agotados. Werner creía conocer lo que sentían los dragones; lo comparaba a lo que él mismo sintió cuando quemó El Sueños Cumplidos para que los acreedores no se lo llevasen. Una minoría se encargaba de los pequeños comercios. Afables y hospitalarios, abrían sus puertas a los extranjeros. Los dragones tristes eran como el anciano que recordaba y los hospitalarios como la mujer que olvidaba.
Werner se avergonzó a reconocer que se encontraba en el segundo grupo: no hablaba ni quería escuchar hablar sobre el desastre de la pandemia. Había llegado a Dundarak con la intención de celebrar una fiesta, el yule, no a llorar a los muertos.
El Capitán ayudó a los locales con los preparativos que daban la bienvenida a los Krampus. Colgó banderas rojas y blancas por encima de las ventanas, puso velas que alumbraban los caminos principales de la ciudad, prestó su tinta para llenar los cubos de los Krampus e incluso tejió algunos disfrazas que se habían desgarrado a última hora. Durante todos aquellos preparativos, nadie habló de la pandemia. Werner lo prefirió así.
-Para darle las gracias, le hemos hecho un traje de Krampus. Esperemos que le guste-.
-Será todo un honor llevar un traje hecho por usted, señora Haena-
-Oh, por favor, lleva seis días trabajando con nosotros. Llámeme Kaelyn-.
-Kaelyn- repitió con una sonrisa.
Kaelyn Haena era una agradable dragona con la que el Capitán había hecho amistad. Viuda, por razones que no quería recordar ni escuchar hablar. Trabajaba en la panadería del barrio donde quedaba la posada del Capitán. En sus ratos libres, organizaba pequeños grupos de dragones que se encargaban de trabajar los huertos cuyos dueños habían muerto durante la pandemia para que no se perdiera el cultivo; las hortalizas que recogían las vendían a buen precio, casi regaladas, a las posadas para que pudieran dar de comer a los extranjeros. A Werner le pareció un acto honorable el de la señora Haena, tras conocerla, insistió en ayudarla en sus tareas. Kaelyn Haena, en un acto de simpatía, le mandó ayudar con los preparativos del yule porque, según ella, le iba a parecer más ameno que meter las manos en la tierra. Werner, aceptó el trabajo con gusto.
-Venga a mi casa y pruébese el traje-.
Primero se probó el traje de Krampus que le había regalado, le venía a la perfección. Luego, hizo el amor con Kaelyn Haena.
La mañana siguiente fue la que aparecieron los Krampus, el Capitán Werner estaba entre ellos. En fila, los Krampus esperaban en la entrada de Dundarak a que el saliese por completo de las montañas. Era de vital importancia que las calles estuvieran bien iluminadas, le había explicado Kaelyn Haena la noche anterior, tanto para los Krampus que tenían que atrapar a sus víctimas como para los niños que tenían que huir de los Krampus.
Werner se acarició la barba de tentáculos, le picaba. Kaelyn la había decorado con pintura naranja y roja de tal forma que parecía llamas de fuego. El Capitán, en lugar de decirle que la pintura le escocía los tentáculos, le agradeció el detalle. Kaelyn también quiso pintar a Allan, pero él, desagradecido, no se dejó.
Un dragón esmeralda rugió una llamarada de fuego desde lo alto de un torreón, era la señal para Krampus. La fila de demonios comenzó a correr.
El Capitán jugaba con ventaja, no necesitaba una brocha para pintar de negro a los niños; su escupitajo de tinta eran más que suficientes. No sería el Krampus más rápido ni el más violento, pero sí el que, al final del día, más niños (y no tan niños) había pintado de negro.
Lo más divertido era ver la cara de emoción, mezclada con miedo, que ponían los niños cada vez que veían a un Krampus. A veces, solo para alimentar esa emoción, el Capitán rugía a la vez que hacía mover los tentáculos de su barba.
-¡Ese Krampus está ardiendo, huid!- gritaban los niños. El Capitán se aguantaba la risa.
En un callejón, cercano donde se encontraba, escuchó la voz de una niña pidiendo socorro. El Capitán fantaseó con la idea de que la chiquilla estuviera rodeada por varios Krampus. Si aparecía delante de ella, removiendo los tentáculos como si fueran llamas, le iba a dar un patatús. No era cruel, solo quería asustarla, ser un buen Krampus. Si la chica estaba muy asustada, en lugar de pintarla de negro, le diría un mejor escondite.
No, no había ninguna niña en apuros al otro lado del callejón. La chica parecía tener unos veinte años, quizás menos. Ningún Krampus la estaba asustando, sino un grupo de pilluelos que le estaban lanzando bolas de nieve.
El Capitán hizo uso de su puesta en escena, tentáculos de llamas y rugido de demonio, con tal de asustar a los niños y salvar a la joven.
-¡Ese krampus está ardiendo!- el tono de los niños fue diferente a los de antes - ¡Atacad!-
Las bolas de nieve fueron dirigidas al Capitán Werner. Aunque no le estuviera haciendo daño, era muy molesto. Se protegió con la pinza de su mano derecha y, detrás de ella, volvió a rugir; esta vez, asegurándose que el cuervo prestaba atención.
Por encima de las cabezas de los niños, Allan Poe dejó caer un cubo de tinta negra.
-¡Qué asco, está pringoso!-
Aprovechó la confusión de los niños para acercarse a ellos y coger al cabecilla. Lo levantó del cuello y le dedicó una función especial: llamas y rugidos. Los otros niños huyeron de inmediato. De cerca, según pudo notar, sus tentáculos dejaban de parecer llamar.
-No sabía que los pequeños dragones tuvierais miedo de los calamares- río el Capitán como un anciano. Soltó al chiquillo y lo dejó escapar. A la chica: - Son solo niños, no creo que te hayan hecho daño-.
Offrol: Interactúo con Rachel Roche
A medida que el convoy se acercaba a las montañas, eran más evidentes las huellas que dejó la pandemia: casas derribadas, campos quemados, menhires señalando fosas comunes…. El escenario era muy desagradable, todos en el carruaje estaban de acuerdo. Un humano anciano decía que, cuando viajó a Dundarak la primera vez, creyó haber sido bendecido por los Dioses. Era la tierra más verde y pura que vio en a lo largo de su vida, realmente pensó que había llegado al Valhalla. Una mujer, quizás la hija del anciano, hizo que el viejo se apoyase en su hombro supuestamente, para que descansase; Werner pensó que la mujer quería que callase. Las anécdotas del anciano estaban entristeciendo, todavía más, a los pasajeros.
“Mejor olvidar las pérdidas que oír hablar de ellas” pensó Werner e, inmediatamente, se acordó de Goldie.
El ambiente que se respiraba en la ciudad de los dragones no era diferente al del convoy. Los extranjeros, entre los cuales se incluía el Capitán, habían llegado por compromiso o tradición; pocos llegaron por gusto. Lo mismo se podía decir de los dragones. Fue triste ver en los ojos de los dragones, la raza más orgullosa de Aerandir, el deseo de marcharse de su ciudad. El Capitán se quitó el sombrero e hizo una reverencia a un dragón rojo que descansaba con un ojo abierto, como lo haría un perro guardián, en lo alto de una torre. El dragón resopló, de su nariz salió dos humillos de color negro. Más que eso, no hizo nada.
La mayoría de dragones eran como el primero de color rojo. En su forma bestial, se sentaban en una zona alta y se dejaban caer. Parecían cansados, agotados. Werner creía conocer lo que sentían los dragones; lo comparaba a lo que él mismo sintió cuando quemó El Sueños Cumplidos para que los acreedores no se lo llevasen. Una minoría se encargaba de los pequeños comercios. Afables y hospitalarios, abrían sus puertas a los extranjeros. Los dragones tristes eran como el anciano que recordaba y los hospitalarios como la mujer que olvidaba.
Werner se avergonzó a reconocer que se encontraba en el segundo grupo: no hablaba ni quería escuchar hablar sobre el desastre de la pandemia. Había llegado a Dundarak con la intención de celebrar una fiesta, el yule, no a llorar a los muertos.
El Capitán ayudó a los locales con los preparativos que daban la bienvenida a los Krampus. Colgó banderas rojas y blancas por encima de las ventanas, puso velas que alumbraban los caminos principales de la ciudad, prestó su tinta para llenar los cubos de los Krampus e incluso tejió algunos disfrazas que se habían desgarrado a última hora. Durante todos aquellos preparativos, nadie habló de la pandemia. Werner lo prefirió así.
-Para darle las gracias, le hemos hecho un traje de Krampus. Esperemos que le guste-.
-Será todo un honor llevar un traje hecho por usted, señora Haena-
-Oh, por favor, lleva seis días trabajando con nosotros. Llámeme Kaelyn-.
-Kaelyn- repitió con una sonrisa.
Kaelyn Haena era una agradable dragona con la que el Capitán había hecho amistad. Viuda, por razones que no quería recordar ni escuchar hablar. Trabajaba en la panadería del barrio donde quedaba la posada del Capitán. En sus ratos libres, organizaba pequeños grupos de dragones que se encargaban de trabajar los huertos cuyos dueños habían muerto durante la pandemia para que no se perdiera el cultivo; las hortalizas que recogían las vendían a buen precio, casi regaladas, a las posadas para que pudieran dar de comer a los extranjeros. A Werner le pareció un acto honorable el de la señora Haena, tras conocerla, insistió en ayudarla en sus tareas. Kaelyn Haena, en un acto de simpatía, le mandó ayudar con los preparativos del yule porque, según ella, le iba a parecer más ameno que meter las manos en la tierra. Werner, aceptó el trabajo con gusto.
-Venga a mi casa y pruébese el traje-.
Primero se probó el traje de Krampus que le había regalado, le venía a la perfección. Luego, hizo el amor con Kaelyn Haena.
La mañana siguiente fue la que aparecieron los Krampus, el Capitán Werner estaba entre ellos. En fila, los Krampus esperaban en la entrada de Dundarak a que el saliese por completo de las montañas. Era de vital importancia que las calles estuvieran bien iluminadas, le había explicado Kaelyn Haena la noche anterior, tanto para los Krampus que tenían que atrapar a sus víctimas como para los niños que tenían que huir de los Krampus.
Werner se acarició la barba de tentáculos, le picaba. Kaelyn la había decorado con pintura naranja y roja de tal forma que parecía llamas de fuego. El Capitán, en lugar de decirle que la pintura le escocía los tentáculos, le agradeció el detalle. Kaelyn también quiso pintar a Allan, pero él, desagradecido, no se dejó.
Un dragón esmeralda rugió una llamarada de fuego desde lo alto de un torreón, era la señal para Krampus. La fila de demonios comenzó a correr.
El Capitán jugaba con ventaja, no necesitaba una brocha para pintar de negro a los niños; su escupitajo de tinta eran más que suficientes. No sería el Krampus más rápido ni el más violento, pero sí el que, al final del día, más niños (y no tan niños) había pintado de negro.
Lo más divertido era ver la cara de emoción, mezclada con miedo, que ponían los niños cada vez que veían a un Krampus. A veces, solo para alimentar esa emoción, el Capitán rugía a la vez que hacía mover los tentáculos de su barba.
-¡Ese Krampus está ardiendo, huid!- gritaban los niños. El Capitán se aguantaba la risa.
En un callejón, cercano donde se encontraba, escuchó la voz de una niña pidiendo socorro. El Capitán fantaseó con la idea de que la chiquilla estuviera rodeada por varios Krampus. Si aparecía delante de ella, removiendo los tentáculos como si fueran llamas, le iba a dar un patatús. No era cruel, solo quería asustarla, ser un buen Krampus. Si la chica estaba muy asustada, en lugar de pintarla de negro, le diría un mejor escondite.
No, no había ninguna niña en apuros al otro lado del callejón. La chica parecía tener unos veinte años, quizás menos. Ningún Krampus la estaba asustando, sino un grupo de pilluelos que le estaban lanzando bolas de nieve.
El Capitán hizo uso de su puesta en escena, tentáculos de llamas y rugido de demonio, con tal de asustar a los niños y salvar a la joven.
-¡Ese krampus está ardiendo!- el tono de los niños fue diferente a los de antes - ¡Atacad!-
Las bolas de nieve fueron dirigidas al Capitán Werner. Aunque no le estuviera haciendo daño, era muy molesto. Se protegió con la pinza de su mano derecha y, detrás de ella, volvió a rugir; esta vez, asegurándose que el cuervo prestaba atención.
Por encima de las cabezas de los niños, Allan Poe dejó caer un cubo de tinta negra.
-¡Qué asco, está pringoso!-
Aprovechó la confusión de los niños para acercarse a ellos y coger al cabecilla. Lo levantó del cuello y le dedicó una función especial: llamas y rugidos. Los otros niños huyeron de inmediato. De cerca, según pudo notar, sus tentáculos dejaban de parecer llamar.
-No sabía que los pequeños dragones tuvierais miedo de los calamares- río el Capitán como un anciano. Soltó al chiquillo y lo dejó escapar. A la chica: - Son solo niños, no creo que te hayan hecho daño-.
- Traje de Werner:
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
En cualquier otra circunstancia de su vida, cuando el elfo sentenciaba un no se tomaba por rotundo e inamovible y en eso quedaba, en un no pesado y desolador. Ahora, el elfo había dicho que no, y sin embargo mientras se preguntaba que parte de esa simple palabra monosilábica no se comprendía se acomodaba y ajustaba la máscara a la cabeza para que no lo reconociera ninguno de los dragones de aquella tonta celebración.
No solía hablar de su clan, de las fiestas que se celebraban cuando era un niño y como eran de abiertos a todo el mundo que quisiera acercarse. Lo único que le traía a la memoria aquel recuerdo era el perfume de la comida que los dragones estaban celebrando. —Esto es una mala idea—. Dijo más para sí mismo que para otras personas que lo estuviesen escuchando. Allí, en Dundarak, corría tanto o más peligro que en Lunargenta, solo esperaba que pudiera terminar el día rápido jugando con la pequeña bruja y no acabase pasando a mayores.
Cuando finalmente su vestimenta estuvo completa y la máscara bien ajustada, el elfo salió de la carpa de aquellos que eran los Krampus y suspiro. Había guardias, no muchos, no pocos, simplemente una cantidad suficiente como para que un criminal pudiera ser apresado y encerrado en los calabozos de algún castillo que se preste. Trago saliva y comenzó a caminar intentando parecer lo menos sospechoso posible en aquel panorama.
La comida le llamaba la atención, pero más todavía le llamaba la atención las diferentes bebidas que eran para los adultos; De lejos vio como otras personas disfrazadas de demonios perseguían a los niños y también a algún que otro adulto que quisiera unirse a la celebración y, cuando finalmente se decidió, dejo de lado el asunto de ponerse a beber y salió corriendo detrás de un niño que se había acercado a mirarlo demasiado. El pobre pequeño dragón huyó despavorido mientras el elfo lo seguía con los brazos en alto y gruñendo como se supone que haría uno de esos bichos con lengua hacia afuera.
Tenía que admitirlo, se estaba divirtiendo en grande, ya que antes de que pudiera creérselo había atrapado a dos niños, una muchacha hermosa y de buenas curvas y una pareja de ancianos que lo habían desafiado a intentar atraparlo. Y la joven lozana, que quizás porque intuía que debajo del krampus que la capturo había un guapo caballero, intento varias veces escaparse de las garras del demonio. Y varias veces, en complicidad, el demonio le había dado golpes con la justa en el trasero.
Todo parecía ir demasiado bien, pero como siempre, todo lo que va bien en algún momento tiene que acabar demasiado mal. Y demasiado mal estaba a punto de aproximarse.
En algún lugar de su mente, Khariz creyó que ir a molestar a un guardia con algo de betún sería divertido y le pinto todo el rostro a aquel dragón que portaba una gran y larga alabarda. Obviamente recibió una mirada furiosa de parte del soldado, pero el elfo no le prestó atención y le dio con la fusta en el culo al igual que a la muchacha; El dragón no se movió, siguió mirándolo con recelo, del espeso bigote mostacho que tenía debajo de la nariz caían gotas oscuras del líquido que el elfo disfrazado le había embarrado y el disgusto se percibía en el aire. —¡Bueno para que te presentas a la fiesta si luego te amarga ser capturado!—. Reclamo el elfo, haciendo que el guardia lo acabe empujando y retrocediendo varios pasos. No le importo demasiado, simplemente volvió a ensuciarle el rostro con la tinta, y antes de que pudiese reaccionar el Krampus ahora era perseguido por un guardia de la celebración con el rostro teñido por el betún.
Y el demasiado mal llego mas pronto de lo que el elfo hubiera deseado que fuese, así que mientras se alejaba rápidamente de los guardias de la ciudad que estaban llamándolo a voz en pecho para atraparlo por molestar a uno de ellos, se fue chocando con las personas y al mismo tiempo manchándoles con el betún el rostro o los brazos para llevárselos a la jaula. En realidad, lo que Khariz hacía con aquello era que se pusieran en el medio y retrasara más aun a los guardias para que no lo pudieran alcanzar.
Mientras andaba por entre las personas, finalmente llego a quien estaba buscando, sería imposible no reconocer la pequeña niña de entre todas las personas que allí se congregaban solo que no llego a frenarse a tiempo y choco contra la pequeña bruja. —Oh, esto va a ponerse muy malo, demasiado malo—. Dijo el elfo, cuando vio cómo su máscara de Krampus caía al suelo liberada de los amarres que había estado un buen rato haciendo para que no se le cayera.
—¡Hey! ¡Yo te conozco! ¡Alguien deténgalo!—. Grito uno de los guardias que lo perseguía, que se había detenido al reconocer el rostro del aquel krampus al que se le había caído la máscara. —¡A mí la guardia! ¡A por ese elfo! ¡Esta en busca y captura!—. Volvió a gritar el guardia de Dundarak, llamando al auxilio para poder atrapar al pobre elfo que se intentaba levantar del suelo y al mismo tiempo pretendía hacer que la niña bruja también se pusiera de pie y así poder huir de la ciudad de los dragones.
————————————
Mini trama: ¡Atrapen a ese elfo!
Para los que quieran unirse, paso a explicarles mas o menos: Hace un tiempo, cuando Khariz trabajaba como asesino a sueldo, tomo el contrato de quitarle la vida a un anciano dragón que vivía en Dundarak. Se supo que el elfo recibio un golpe de la cola del anciano, pero nunca se pudo llegar a ver el cadáver del orejas picudas, por lo que fue puesto en busca y captura. Khariz decidió volver a Dundarak por petición de la pequeña Magazubi, no le gusta mucho la idea claro esta, pero con una mascara encima y un buen disfraz ¿Quien lo reconocería? Pero, la mascara se le ha caído y ha quedado al descubierto.
Que busco:
• Cualquiera puede ayudar a la guardia a capturarme (Si así lo quiere, claro)
• Cualquiera puede ayudarme a escapar de la celebración para no acabar en prisión
• Todo lo demás, si quieren, lo dejo a cargo de los masters. El manejo de npc's incluso serian 3 o 4 guardias persiguiendo al elfo o alguien que intente ayudarlo a escapar.
¡Respondo dudas por mp! ¡Ahí queda esta invitación!
No solía hablar de su clan, de las fiestas que se celebraban cuando era un niño y como eran de abiertos a todo el mundo que quisiera acercarse. Lo único que le traía a la memoria aquel recuerdo era el perfume de la comida que los dragones estaban celebrando. —Esto es una mala idea—. Dijo más para sí mismo que para otras personas que lo estuviesen escuchando. Allí, en Dundarak, corría tanto o más peligro que en Lunargenta, solo esperaba que pudiera terminar el día rápido jugando con la pequeña bruja y no acabase pasando a mayores.
Cuando finalmente su vestimenta estuvo completa y la máscara bien ajustada, el elfo salió de la carpa de aquellos que eran los Krampus y suspiro. Había guardias, no muchos, no pocos, simplemente una cantidad suficiente como para que un criminal pudiera ser apresado y encerrado en los calabozos de algún castillo que se preste. Trago saliva y comenzó a caminar intentando parecer lo menos sospechoso posible en aquel panorama.
La comida le llamaba la atención, pero más todavía le llamaba la atención las diferentes bebidas que eran para los adultos; De lejos vio como otras personas disfrazadas de demonios perseguían a los niños y también a algún que otro adulto que quisiera unirse a la celebración y, cuando finalmente se decidió, dejo de lado el asunto de ponerse a beber y salió corriendo detrás de un niño que se había acercado a mirarlo demasiado. El pobre pequeño dragón huyó despavorido mientras el elfo lo seguía con los brazos en alto y gruñendo como se supone que haría uno de esos bichos con lengua hacia afuera.
Tenía que admitirlo, se estaba divirtiendo en grande, ya que antes de que pudiera creérselo había atrapado a dos niños, una muchacha hermosa y de buenas curvas y una pareja de ancianos que lo habían desafiado a intentar atraparlo. Y la joven lozana, que quizás porque intuía que debajo del krampus que la capturo había un guapo caballero, intento varias veces escaparse de las garras del demonio. Y varias veces, en complicidad, el demonio le había dado golpes con la justa en el trasero.
Todo parecía ir demasiado bien, pero como siempre, todo lo que va bien en algún momento tiene que acabar demasiado mal. Y demasiado mal estaba a punto de aproximarse.
En algún lugar de su mente, Khariz creyó que ir a molestar a un guardia con algo de betún sería divertido y le pinto todo el rostro a aquel dragón que portaba una gran y larga alabarda. Obviamente recibió una mirada furiosa de parte del soldado, pero el elfo no le prestó atención y le dio con la fusta en el culo al igual que a la muchacha; El dragón no se movió, siguió mirándolo con recelo, del espeso bigote mostacho que tenía debajo de la nariz caían gotas oscuras del líquido que el elfo disfrazado le había embarrado y el disgusto se percibía en el aire. —¡Bueno para que te presentas a la fiesta si luego te amarga ser capturado!—. Reclamo el elfo, haciendo que el guardia lo acabe empujando y retrocediendo varios pasos. No le importo demasiado, simplemente volvió a ensuciarle el rostro con la tinta, y antes de que pudiese reaccionar el Krampus ahora era perseguido por un guardia de la celebración con el rostro teñido por el betún.
Y el demasiado mal llego mas pronto de lo que el elfo hubiera deseado que fuese, así que mientras se alejaba rápidamente de los guardias de la ciudad que estaban llamándolo a voz en pecho para atraparlo por molestar a uno de ellos, se fue chocando con las personas y al mismo tiempo manchándoles con el betún el rostro o los brazos para llevárselos a la jaula. En realidad, lo que Khariz hacía con aquello era que se pusieran en el medio y retrasara más aun a los guardias para que no lo pudieran alcanzar.
Mientras andaba por entre las personas, finalmente llego a quien estaba buscando, sería imposible no reconocer la pequeña niña de entre todas las personas que allí se congregaban solo que no llego a frenarse a tiempo y choco contra la pequeña bruja. —Oh, esto va a ponerse muy malo, demasiado malo—. Dijo el elfo, cuando vio cómo su máscara de Krampus caía al suelo liberada de los amarres que había estado un buen rato haciendo para que no se le cayera.
—¡Hey! ¡Yo te conozco! ¡Alguien deténgalo!—. Grito uno de los guardias que lo perseguía, que se había detenido al reconocer el rostro del aquel krampus al que se le había caído la máscara. —¡A mí la guardia! ¡A por ese elfo! ¡Esta en busca y captura!—. Volvió a gritar el guardia de Dundarak, llamando al auxilio para poder atrapar al pobre elfo que se intentaba levantar del suelo y al mismo tiempo pretendía hacer que la niña bruja también se pusiera de pie y así poder huir de la ciudad de los dragones.
————————————
Mini trama: ¡Atrapen a ese elfo!
Para los que quieran unirse, paso a explicarles mas o menos: Hace un tiempo, cuando Khariz trabajaba como asesino a sueldo, tomo el contrato de quitarle la vida a un anciano dragón que vivía en Dundarak. Se supo que el elfo recibio un golpe de la cola del anciano, pero nunca se pudo llegar a ver el cadáver del orejas picudas, por lo que fue puesto en busca y captura. Khariz decidió volver a Dundarak por petición de la pequeña Magazubi, no le gusta mucho la idea claro esta, pero con una mascara encima y un buen disfraz ¿Quien lo reconocería? Pero, la mascara se le ha caído y ha quedado al descubierto.
Que busco:
• Cualquiera puede ayudar a la guardia a capturarme (Si así lo quiere, claro)
• Cualquiera puede ayudarme a escapar de la celebración para no acabar en prisión
• Todo lo demás, si quieren, lo dejo a cargo de los masters. El manejo de npc's incluso serian 3 o 4 guardias persiguiendo al elfo o alguien que intente ayudarlo a escapar.
¡Respondo dudas por mp! ¡Ahí queda esta invitación!
Asbjörn Moonstar
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Por quinta vez me froté las manos. No es que no me adaptará muy bien al frió, es más, lo prefería al calor del verano, pero el frió de las tierras de los dragones superó mis expectativas.
-¡Por lo dioses! ¿Cómo puede hacer tanto frió? - le pregunté a mi compañera, la dragona con la que me había tropezado hacía unos meses.
Volví a centrarme en el camino, aquel que parecía no acabarse. Era la segunda vez que lo recorría, y aunque la primera vez lo hice en peores condiciones, en aquella ocasión se me hizo más corto, puede que el monótono tono blanco del paisaje tuviera algo de culpa.
Coloqué las manos delante de mi boca y les insuflé aire en un intento desesperado por calentarlas. Recordé como había sido movido a aquel helado viaje. Todo había comenzado con un consejo honrado y sincero en la cima de un peñasco, y había sido continuado por mi mal sana curiosidad y el deseo de ayudar a una nueva amiga.
Después de varios meses volvía a Dundarak, aquella ciudad de muerte y miseria en la que me había adentrado por un inesperado contrato. No podía decir que aquella ciudad me había traído mala suerte, de hecho, fue donde conseguí la ansiada cura, pero... ¿de verdad podían permitirse sus habitantes una fiesta como la que me había contado Astrid? Es más, ¿De verdad quedaban habitantes?
Por fin el camino se abrió para darnos una amplia vista de la ciudad de los dragones, al igual que la otra vez. Sin embargo, algo era diferente. El aroma a muerte ya no estaba tan presente, puede que este se hubiera ocultado sobre la nieve. Lo mismo había pasado con la necrótica visión de la ciudad. La asfixiante neblina ya no estaba y los cadáveres habían sido substituidos por adornos. Las antes solitarias calles se llenaban ahora de sus tímidos ciudadanos que seguramente querían olvidar el pasado, con aquella ilusión de felicidad y alegría.
- Bueno, ya hemos llegado. - me giré para mirar a mi compañera. - Tu dirás. ¿Cómo celebráis vosotros Yule?
_________________________________________________________________________________________________________
Interacción con el post proximo de Astrid Leggiens para crear una pequeña trama. Los posibles interesados están a un mp de distancia.
-¡Por lo dioses! ¿Cómo puede hacer tanto frió? - le pregunté a mi compañera, la dragona con la que me había tropezado hacía unos meses.
Volví a centrarme en el camino, aquel que parecía no acabarse. Era la segunda vez que lo recorría, y aunque la primera vez lo hice en peores condiciones, en aquella ocasión se me hizo más corto, puede que el monótono tono blanco del paisaje tuviera algo de culpa.
Coloqué las manos delante de mi boca y les insuflé aire en un intento desesperado por calentarlas. Recordé como había sido movido a aquel helado viaje. Todo había comenzado con un consejo honrado y sincero en la cima de un peñasco, y había sido continuado por mi mal sana curiosidad y el deseo de ayudar a una nueva amiga.
Después de varios meses volvía a Dundarak, aquella ciudad de muerte y miseria en la que me había adentrado por un inesperado contrato. No podía decir que aquella ciudad me había traído mala suerte, de hecho, fue donde conseguí la ansiada cura, pero... ¿de verdad podían permitirse sus habitantes una fiesta como la que me había contado Astrid? Es más, ¿De verdad quedaban habitantes?
Por fin el camino se abrió para darnos una amplia vista de la ciudad de los dragones, al igual que la otra vez. Sin embargo, algo era diferente. El aroma a muerte ya no estaba tan presente, puede que este se hubiera ocultado sobre la nieve. Lo mismo había pasado con la necrótica visión de la ciudad. La asfixiante neblina ya no estaba y los cadáveres habían sido substituidos por adornos. Las antes solitarias calles se llenaban ahora de sus tímidos ciudadanos que seguramente querían olvidar el pasado, con aquella ilusión de felicidad y alegría.
- Bueno, ya hemos llegado. - me giré para mirar a mi compañera. - Tu dirás. ¿Cómo celebráis vosotros Yule?
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Ircan
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
-Y yo que creía que las tradiciones humanas eran absurdas...- musité, recordando aquello sobre Freysblót. Irirgo frunció el ceño. Parecía realmente interesado en esa cosa. Era extraño. Pensar en Dundarak me daba escalofríos. Si fuese él, no querría volver allí. Claro que era posible que fuese porque la recordaba como "ese sitio lleno de cadáveres donde me infecté y casi muero". No sonaba muy festivo en mi cabeza.
Tras taladrar un agujero en mi cráneo, el dragón continuó su explicación sobre la festividad. La mayoría de la explicación se basaba en anedoctas familiares. Que si su hermano tallaba figuras de madera, su hija adoraba encender el fuego, bla, bla, bla... ¿Era cosa mía, o el viejo desvariaba más a menudo? Sin embargo, mis orejas se alzaron cuando mencionó a un demonio conocido como "Krampus".
-Es... solo una leyenda. Se dice que, en la noche de Yule, aparece un demonio y se lleva a los niños que se han portado mal... como incentivo para que no lo hagan, supongo.- dijo, algo incómodo. Arqueé una ceja.
-¿Amenazáis a vuestros críos para que se porten bien? ¿Y os hace falta recurrir a demonios y secuestros para ello?- sonreí. -En mi aldea solo te ataban a un grillete durante una hora o así si hacías algo mal.- Koth soltó una carcajada, mientras que Irirgo me miró, sorprendido.
-¿Grilletes? ¿A niños? Eso es un poco bestia...- dijo.
-¿...acaso no es lo mismo que se les hace a los criminales? Los dejas atrapados un tiempo y ya.-
-¡Les atan a postes! ¡Son como perros de verdad!- intervino el zorro, aún riéndose. Había bebido demasiado. El aliento le apestaba a alcohol, y había entrado en su modo de "risa fácil." Más fácil que de costumbre, claro. Le mostré los dientes, disimulando una sonrisa.
-Bueno, no está muy alejado... los cachorros de mi especie son bastante sociales, por lo general. Y activos. Dejarlos media hora solos suele ser suficiente.- dije, encogiéndome de hombros. -Conmigo no servía de mucho. Siempre me quedaba leyendo. Y luego aprendí a forzar la cerradura con una uña... deja de mirarme así, no era para tanto.- le dije a Irirgo.
-No, no... es que nunca hablas de tu familia. Se me hace raro.-
-Si, ¿que es lo próximo que hará? ¿Mostrar sentimientos?- rió el zorro.
-Sigue hablando, Koth, y te ataré a un árbol como a un cachorro...- advertí, resoplando. -Volviendo al tema... vale. Krampus se lleva a los niños. ¿Y luego? ¿Se los come?-
-Eso... mas o menos. Esa es la versión que se suele contar, para no asustar a la gente. -asintió el dragón. -Pero las historias cuentan que... se los lleva a una cueva y les obliga a picar krampusita, el mineral de que se alimenta.-
Intercambié una mirada con el zorro. Nadie dijo nada. Ambos miramos al veterano, expectantes. ¿Acababa de contar un chiste? No. Estaba completamente serio. Aquella vez fue mi turno para lanzar una carcajada, que Koth siguió alegremente. ¡Krampusita! Espíritus, eso era increíble. ¿A quien se le ocurrían esas cosas? ¿Y como era eso peor que comerse a los críos? Irirgo no parecía estar riéndose, pero finalmente, su rostro cambió a algo que podía considerarse una sonrisa.
-La verdad es que si es algo absurdo... al menos esa parte. Pero también es una gran parte del Yule. La gente se disfraza de Krampus y persigue a todos los que pueda, pintándoles con betún o pegándoles con una fusta.- explicó. Me sequé los ojos de la risa y alcé la mano, deteniendole.
-Espera, espera. ¿Me estás diciendo que puedo ir ahí, disfrazado de demonio y comportandome como un bastardo... y ni siquiera estará fuera de lugar?-
Me estiré. El frío de Dundarak era mucho peor que la última vez. Pero pronto tendría una oportunidad para entrar en calor. A decir verdad, las vestiduras carmesí no me sentaban nada mal. La cara de demonio también era bastante convincente, según Irirgo, gracias a mi hocico. Sabía que sacarse ese tinte del morro iba a ser una pesadilla, pero valía la pena.
-Así que... caza libre. ¿Quieres apostar? ¿Cuantos crees que voy a conseguir alcanzar?- sonreí, apoyando mi peso sobre mi muslo y alternando tras unos segundos.
-No les des con la fusta salvo que intenten escapar... y tampoco te pases. No son tan lentos como te crees. 15 aeros a que no consigues quince personas.- dijo Irirgo. El dragón no se había disfrazado de demonio, lo cual no era muy sorprendente. Al parecer, estaba contento visitando la ciudad. Se habían recuperado bastante de la plaga. Era curioso. Fuera como fuese, el viejo se había subido a uno de los edificios con mi ayuda. Ahí tenía una buena vista de la ciudad, y estaba a salvo de otros Krampus. Cualquier cosa con tal de no correr.
-Vale. Chupado.- sonreí, preparado. -Tres, dos, uno...- salté del tejado, dejándome caer sobre el balcón de un piso inferior, y descendiendo de salto en salto. Inhalé, buscando un aroma lo suficientemente claro. El betún interfería bastante, pero conseguí diferenciar algo más. ¿Perfume? Oh, eso iba a ser bueno. Aquello no era una carrera. No hasta que lo decidiese yo.
Caminé entre los callejones, intentando hacer poco ruido, hasta que encontré la fuente. Una risilla femenina. Siseos. Una pareja escondida... los veía. Escuchaba sus voces. Se reian discretamente. Intercambiaban besos discretos. Murmuraban sobre la festividad, y los Krampus, y como nadie los iba a encontrar...
Prácticamente me estaban provocando. Sonreí. Y lancé un aullido al cielo. Ambos se sobresaltaron, y la chica rió... hasta que me vieron. La joven parecía más espabilada que su "amigo", y salió corriendo, arrastrándolo con ella.
-¡Corre, corre!-
-¡Eso te pasa por gritar! ¡Culpa tuya!-
-¡Calla!-
Era casi adorable. Ni siquiera se habían separado, a pesar de que era obviamente la mejor opción. Entre el perfume de la chica, los pequeños tropiezos y su falta de velocidad, acorrararlos fue increiblemente fácil. Y, finalmente, los atrapé, agarrando al chico por la camisa. La chica me miró, aún divertida, mientras el muchacho refunfuñaba. Saqué uno de los tarros de betún que llevaba y miré a la pareja.
-Va... vale, vale, has ganado.- se resignó. -Mejor que la fusta, de todos modos.- dijo, cruzándose de brazos y mirándome expectante. Sonreí, aún sin decir nada, y le tendí el tarro a la joven, apuntando su novio con un gesto de la cabeza. El rostro de la chica se iluminó. Cogió el tarro, se untó un dedo, y le tocó la nariz. Y luego, le tiró sus contenidos a la ropa. El chaval inhaló, sorprendido, mientras ella se reía. Saqué otro tarro, y se lo di a él.
Aquello contaba como dos. Dejé a la pareja mientras se peleaban con betún, y me puse a buscar más víctimas. Pero encontré algo aún mejor. Ese olor... Me acerqué a uno de los Krampus. A cada paso que daba, se hacía más claro. Coloqué mi garra en su hombro.
-Sudor y metal. Eh, Eltrant. ¿Que "pintas" aquí?- pregunté.
Tras taladrar un agujero en mi cráneo, el dragón continuó su explicación sobre la festividad. La mayoría de la explicación se basaba en anedoctas familiares. Que si su hermano tallaba figuras de madera, su hija adoraba encender el fuego, bla, bla, bla... ¿Era cosa mía, o el viejo desvariaba más a menudo? Sin embargo, mis orejas se alzaron cuando mencionó a un demonio conocido como "Krampus".
-Es... solo una leyenda. Se dice que, en la noche de Yule, aparece un demonio y se lleva a los niños que se han portado mal... como incentivo para que no lo hagan, supongo.- dijo, algo incómodo. Arqueé una ceja.
-¿Amenazáis a vuestros críos para que se porten bien? ¿Y os hace falta recurrir a demonios y secuestros para ello?- sonreí. -En mi aldea solo te ataban a un grillete durante una hora o así si hacías algo mal.- Koth soltó una carcajada, mientras que Irirgo me miró, sorprendido.
-¿Grilletes? ¿A niños? Eso es un poco bestia...- dijo.
-¿...acaso no es lo mismo que se les hace a los criminales? Los dejas atrapados un tiempo y ya.-
-¡Les atan a postes! ¡Son como perros de verdad!- intervino el zorro, aún riéndose. Había bebido demasiado. El aliento le apestaba a alcohol, y había entrado en su modo de "risa fácil." Más fácil que de costumbre, claro. Le mostré los dientes, disimulando una sonrisa.
-Bueno, no está muy alejado... los cachorros de mi especie son bastante sociales, por lo general. Y activos. Dejarlos media hora solos suele ser suficiente.- dije, encogiéndome de hombros. -Conmigo no servía de mucho. Siempre me quedaba leyendo. Y luego aprendí a forzar la cerradura con una uña... deja de mirarme así, no era para tanto.- le dije a Irirgo.
-No, no... es que nunca hablas de tu familia. Se me hace raro.-
-Si, ¿que es lo próximo que hará? ¿Mostrar sentimientos?- rió el zorro.
-Sigue hablando, Koth, y te ataré a un árbol como a un cachorro...- advertí, resoplando. -Volviendo al tema... vale. Krampus se lleva a los niños. ¿Y luego? ¿Se los come?-
-Eso... mas o menos. Esa es la versión que se suele contar, para no asustar a la gente. -asintió el dragón. -Pero las historias cuentan que... se los lleva a una cueva y les obliga a picar krampusita, el mineral de que se alimenta.-
Intercambié una mirada con el zorro. Nadie dijo nada. Ambos miramos al veterano, expectantes. ¿Acababa de contar un chiste? No. Estaba completamente serio. Aquella vez fue mi turno para lanzar una carcajada, que Koth siguió alegremente. ¡Krampusita! Espíritus, eso era increíble. ¿A quien se le ocurrían esas cosas? ¿Y como era eso peor que comerse a los críos? Irirgo no parecía estar riéndose, pero finalmente, su rostro cambió a algo que podía considerarse una sonrisa.
-La verdad es que si es algo absurdo... al menos esa parte. Pero también es una gran parte del Yule. La gente se disfraza de Krampus y persigue a todos los que pueda, pintándoles con betún o pegándoles con una fusta.- explicó. Me sequé los ojos de la risa y alcé la mano, deteniendole.
-Espera, espera. ¿Me estás diciendo que puedo ir ahí, disfrazado de demonio y comportandome como un bastardo... y ni siquiera estará fuera de lugar?-
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Me estiré. El frío de Dundarak era mucho peor que la última vez. Pero pronto tendría una oportunidad para entrar en calor. A decir verdad, las vestiduras carmesí no me sentaban nada mal. La cara de demonio también era bastante convincente, según Irirgo, gracias a mi hocico. Sabía que sacarse ese tinte del morro iba a ser una pesadilla, pero valía la pena.
-Así que... caza libre. ¿Quieres apostar? ¿Cuantos crees que voy a conseguir alcanzar?- sonreí, apoyando mi peso sobre mi muslo y alternando tras unos segundos.
-No les des con la fusta salvo que intenten escapar... y tampoco te pases. No son tan lentos como te crees. 15 aeros a que no consigues quince personas.- dijo Irirgo. El dragón no se había disfrazado de demonio, lo cual no era muy sorprendente. Al parecer, estaba contento visitando la ciudad. Se habían recuperado bastante de la plaga. Era curioso. Fuera como fuese, el viejo se había subido a uno de los edificios con mi ayuda. Ahí tenía una buena vista de la ciudad, y estaba a salvo de otros Krampus. Cualquier cosa con tal de no correr.
-Vale. Chupado.- sonreí, preparado. -Tres, dos, uno...- salté del tejado, dejándome caer sobre el balcón de un piso inferior, y descendiendo de salto en salto. Inhalé, buscando un aroma lo suficientemente claro. El betún interfería bastante, pero conseguí diferenciar algo más. ¿Perfume? Oh, eso iba a ser bueno. Aquello no era una carrera. No hasta que lo decidiese yo.
Caminé entre los callejones, intentando hacer poco ruido, hasta que encontré la fuente. Una risilla femenina. Siseos. Una pareja escondida... los veía. Escuchaba sus voces. Se reian discretamente. Intercambiaban besos discretos. Murmuraban sobre la festividad, y los Krampus, y como nadie los iba a encontrar...
Prácticamente me estaban provocando. Sonreí. Y lancé un aullido al cielo. Ambos se sobresaltaron, y la chica rió... hasta que me vieron. La joven parecía más espabilada que su "amigo", y salió corriendo, arrastrándolo con ella.
-¡Corre, corre!-
-¡Eso te pasa por gritar! ¡Culpa tuya!-
-¡Calla!-
Era casi adorable. Ni siquiera se habían separado, a pesar de que era obviamente la mejor opción. Entre el perfume de la chica, los pequeños tropiezos y su falta de velocidad, acorrararlos fue increiblemente fácil. Y, finalmente, los atrapé, agarrando al chico por la camisa. La chica me miró, aún divertida, mientras el muchacho refunfuñaba. Saqué uno de los tarros de betún que llevaba y miré a la pareja.
-Va... vale, vale, has ganado.- se resignó. -Mejor que la fusta, de todos modos.- dijo, cruzándose de brazos y mirándome expectante. Sonreí, aún sin decir nada, y le tendí el tarro a la joven, apuntando su novio con un gesto de la cabeza. El rostro de la chica se iluminó. Cogió el tarro, se untó un dedo, y le tocó la nariz. Y luego, le tiró sus contenidos a la ropa. El chaval inhaló, sorprendido, mientras ella se reía. Saqué otro tarro, y se lo di a él.
Aquello contaba como dos. Dejé a la pareja mientras se peleaban con betún, y me puse a buscar más víctimas. Pero encontré algo aún mejor. Ese olor... Me acerqué a uno de los Krampus. A cada paso que daba, se hacía más claro. Coloqué mi garra en su hombro.
-Sudor y metal. Eh, Eltrant. ¿Que "pintas" aquí?- pregunté.
Asher Daregan
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
-No te quejes tanto, no hace frío como para que te congeles. Solo que no estás acostumbrado- Respondió a la pregunta del contrario mientras se acomodaba la capa sobre sus hombros. Astrid estaba acostumbrada a ese clima aunque después de tanto tiempo fuera notaba el cambio de temperatura entre los bosques del este a las montañas nevadas del norte. -Además, pronto entrarás en calor en alguna taberna- Estaba más contenta que de costumbre. Gracias a que Ircan le había dicho de volver a ver a sus seres queridos antes de que pudiera pasar algo, estaba de vuelta en casa. Observó la espalda del joven que andaba delante de ella y paró en seco cuando se giró hacia ella. -Bueno, cada año mi familia bajaba hasta Dundarak solo para este día. Los pequeños siempre fueron buenos en esto. Pero es algo que vas a descubrir por ti mismo. Lo gracioso es no saberlo- Esbozó una sonrisa amplia y luego lo agarró del brazo. -Sigamos andando-.
Aunque no se acordaba bien de los callejones de la ciudad aún tenía una vaga idea del sitio a donde quería llegar con el lobo. Caminó tranquilamente contando un poco de la festividad de su tierra. -La noche de Yule no es regalar caramelos para que todos sean felices. Un demonio llega a la ciudad y se lleva a los niños. Krampus, así lo llaman. No te recomiendo encontrarte con ninguno de sus secuaces ni que los ataques. Son aquellos niños que el demonio se lleva- Intentaba meterle miedo al contrario modificando un poco la tradición de Yule. Quería asustarlo pero sin que llegase a golpear a algún ciudadano que estuviera disfrazado de demonio. No quería ocasionar ningún desastre. Cuando acabó de explicar vio a lo lejos un par de “demonios” que iban corriendo por la misma calle. -¡Escóndete!- Empujó a Ircan hasta un callejón y lo pegó a la pared. Por suerte no les vieron y pasaron por alto a ambos. -Debemos huir y que no nos cojan. Conozco a una persona que puede ayudarnos- Susurró para que no la “oyeran”.
Y tras andar entre un par de calles más, llegaron a una pequeña tienda donde había una mujer sentada junto a una chimenea. Todo estaba lleno de telas y varios trajes confeccionados. -Hola señora Greyerd- Saludó Astrid adelantándose para abrazar a la mujer que esbozó una sonrisa. Ambas siempre habían sido cómplices en enseñar “su manera” de celebrar Yule con los extranjeros que llegaban a la ciudad. -Ircan, esta es la señora Greyerd, una amiga de mi madre en la ciudad. Nos dará cobijo sin tener que pagar la posada- La señora se levantó de la mecedora y se acercó al joven agarrando su mano. -Oh que joven tan apuesto... Encantada encantada ¿vienes a ver nevar? La nieve es muy bonita. Astrid cariño tienes las mantas en la puerta de atrás.- La joven dragona asintió y, tras mostrarle una mirada de que tuviera paciencia con la dragona anciana, entró en una de las puertas que había en aquella pequeña sala.
-Yule es una noche peligrosa, ese demonio... Ese demonio secuestra a nuestros preciosos niños para picar ese mineral que lo alimenta... Toda su vida picando por ser descuidado una noche... Pobrecitos... Pero cuando llega de nuevo los usa para atrapar a más niños, por eso nadie usa sus armas con ellos... Ay... El año pasado se llevó a mi nieto... Viyn, mi niño...- Mientras la anciana le contaba aquella historia para entretener a Ircan. Astrid se estaba cambiando para colocarse una capa enteriza roja y la máscara que llevaba cada Yule que podía celebrar. Miró a su alrededor y agarró el cubo lleno de betún. Ircan la iba a matar. Dejó escapar una risa bajo la máscara y fue al fondo de la habitación para salir por otra puerta hacia fuera ¿Habría dejado la mujer la puerta sin cerrar? Caminó de vuelta por una calle paralela a la casa para llegar hasta la puerta principal. La abrió de golpe pero no hizo ningún sonido para que no se la reconociera. -¡Oh no! ¡Los demonios!- Gritó la mujer fingiendo miedo y fue rápidamente hasta la puerta por donde había entrado Astrid poco antes, cerrándola con llave.
Solo quedaba la puerta de entrada como posible salida. Astrid entró con lentitud a la casa y extendió una mano hacia Ircan, escondiendo siempre el cubo detrás de ella. -Vas a ser parte de los esclavos de Krampus- Forzó la voz para que sonase bastante grave. Entró en la casa andando por un lateral de la sala dejando “libre” la salida hacia la calle. Sería gracioso ir detrás de Ircan y luego llenarle la cara de betún pero... ¿actuaría como había pensado el joven?
Off: interacción con IrcanAunque no se acordaba bien de los callejones de la ciudad aún tenía una vaga idea del sitio a donde quería llegar con el lobo. Caminó tranquilamente contando un poco de la festividad de su tierra. -La noche de Yule no es regalar caramelos para que todos sean felices. Un demonio llega a la ciudad y se lleva a los niños. Krampus, así lo llaman. No te recomiendo encontrarte con ninguno de sus secuaces ni que los ataques. Son aquellos niños que el demonio se lleva- Intentaba meterle miedo al contrario modificando un poco la tradición de Yule. Quería asustarlo pero sin que llegase a golpear a algún ciudadano que estuviera disfrazado de demonio. No quería ocasionar ningún desastre. Cuando acabó de explicar vio a lo lejos un par de “demonios” que iban corriendo por la misma calle. -¡Escóndete!- Empujó a Ircan hasta un callejón y lo pegó a la pared. Por suerte no les vieron y pasaron por alto a ambos. -Debemos huir y que no nos cojan. Conozco a una persona que puede ayudarnos- Susurró para que no la “oyeran”.
Y tras andar entre un par de calles más, llegaron a una pequeña tienda donde había una mujer sentada junto a una chimenea. Todo estaba lleno de telas y varios trajes confeccionados. -Hola señora Greyerd- Saludó Astrid adelantándose para abrazar a la mujer que esbozó una sonrisa. Ambas siempre habían sido cómplices en enseñar “su manera” de celebrar Yule con los extranjeros que llegaban a la ciudad. -Ircan, esta es la señora Greyerd, una amiga de mi madre en la ciudad. Nos dará cobijo sin tener que pagar la posada- La señora se levantó de la mecedora y se acercó al joven agarrando su mano. -Oh que joven tan apuesto... Encantada encantada ¿vienes a ver nevar? La nieve es muy bonita. Astrid cariño tienes las mantas en la puerta de atrás.- La joven dragona asintió y, tras mostrarle una mirada de que tuviera paciencia con la dragona anciana, entró en una de las puertas que había en aquella pequeña sala.
-Yule es una noche peligrosa, ese demonio... Ese demonio secuestra a nuestros preciosos niños para picar ese mineral que lo alimenta... Toda su vida picando por ser descuidado una noche... Pobrecitos... Pero cuando llega de nuevo los usa para atrapar a más niños, por eso nadie usa sus armas con ellos... Ay... El año pasado se llevó a mi nieto... Viyn, mi niño...- Mientras la anciana le contaba aquella historia para entretener a Ircan. Astrid se estaba cambiando para colocarse una capa enteriza roja y la máscara que llevaba cada Yule que podía celebrar. Miró a su alrededor y agarró el cubo lleno de betún. Ircan la iba a matar. Dejó escapar una risa bajo la máscara y fue al fondo de la habitación para salir por otra puerta hacia fuera ¿Habría dejado la mujer la puerta sin cerrar? Caminó de vuelta por una calle paralela a la casa para llegar hasta la puerta principal. La abrió de golpe pero no hizo ningún sonido para que no se la reconociera. -¡Oh no! ¡Los demonios!- Gritó la mujer fingiendo miedo y fue rápidamente hasta la puerta por donde había entrado Astrid poco antes, cerrándola con llave.
Solo quedaba la puerta de entrada como posible salida. Astrid entró con lentitud a la casa y extendió una mano hacia Ircan, escondiendo siempre el cubo detrás de ella. -Vas a ser parte de los esclavos de Krampus- Forzó la voz para que sonase bastante grave. Entró en la casa andando por un lateral de la sala dejando “libre” la salida hacia la calle. Sería gracioso ir detrás de Ircan y luego llenarle la cara de betún pero... ¿actuaría como había pensado el joven?
Astrid Leggiend
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
-Entonces, tienes que vestir este traje y perseguir a quienes no lo lleven puesto - Me explicaba la joven orgánica llamada Leverunia mientras me mostraba una prenda de color rojo intenso.
-Está bien - Es todo lo que contesté.
-Cuando los alcanzas, los tienes que pintar con esto - Me mostró un balde con betún - Y sí se escapan, debes golpearlos con esto - Y sacó una fusta.
-Mi sistema no me permite golpear orgánicos a menos que corra riesgo mi integridad física o la de terceros - La muchacha me miró desanimada, yo solo le devolví una mirada sin vida - No puedo ir en contra de las leyes que se me impusieron.
-De acuerdo, de acuerdo, entonces solo pintalos -
Pude escuchar detrás de mí la risa de Samantha, quien fue rápidamente silenciada por una mirada de reproche de su amiga. Iba a decirle que no era necesario, que sus gestos no me ofendian, pero quizás estaba interpretando mal la situación, así que preferí callar. Estábamos en casa de Siria y no estaba segura de cual era mi papel en todo esto.
-¿A todos? -
-A todos-
-Bien- Me puse el disfraz y agarre el balde, mis ordenes eran precisas, debía pintar a todo aquel que estuviera por la calle y no llevara las mismas vestimentas que yo. No veía mucho sentido en está tarea, pero lo cierto es que ninguna de las tradiciones de los orgánicos tenía mucho sentido para mi. “Costumbres: Conjunto de inclinaciones y de usos que forman el carácter distintivo de una nación o de una persona:” No tenían porque tener significado, simplemente eran actividades que todos estaban acostumbrados a realizar.
-¡Entonces vámonos de una vez!- Dijo Samantha entusiasmada, hacía ya un buen rato que estaba preparada para salir y era incapaz de disimular su emoción.
Las calles de la ciudad de Dundarak estaban completamente cubiertas de nieve, como era lo esperable para esa época del año, y era bueno ver que a pesar de los hechos ocurridos los orgánicos no perdían el entusiasmo por festejar. Cruzamos juntos el umbral de la puerta, y en cuanto dimos un paso afuera me gire y pinte a Leverunia entera.
-¿Pero... Que....?- La orgánica parecía desconcertada.
-Dijiste que pintara a quienes no llevaban el traje puesto.... - Mientras le explicaba esto Samantha corría a toda velocidad para alejarse de mi - Esconderse en es vano.
Por otro lado, Siria había sido mas inteligente y había escapado por la puerta de atrás, pero de poco importaba, estaba segura que podría detectarlos a todos esten donde esten. Me aparté del camino ya que no lo necesitaba y comencé a andar a campo traviesa, con la nieve a la altura de mis rodillas. Detecté un leve movimiento en una canasta grande que usaban para el pan, la abrí y dentro había un niño.
-A todos los que no estén vestidos como yo - Me dije y pase a pintar al pequeño antes de que pudiera siquiera gritar o quejarse, luego volví a cerrar el canasto y continué caminando.
Un rastro de huellas seguían hasta un cobertizo, levanté una ceja, un gesto de orgánico que había aprendido a hacer hace poco, y me dirigí hacia allí. Estando ya cerca podía escuchar que había alguien dentro, intenté abrir la puerta pero estaba trabada ¿El cobertizo contaría como estar adentro o afuera? Suponía que sí se estaba ocultando es porque aún podía atraparlo,
Levanté la mano y de un solo golpe certero hice un agujero en la madera y agarre del hombro a la persona que estaba del otro lado. Curiosamente se trataba de Samantha, le sonreí de modo mecánico pero no pareció causar un buen efecto en ella, intentó escapar.
-Debo pintar a todos aquellos que no lleven el mismo atuendo que yo - La atraje hacia el agujero y pinte su cara, luego la solté y agarré al pasar a una pequeña que pasaba corriendo por detrás de mi para dejarla en el mismo estado que los demás.
Con cuidado la apoyé en el piso nuevamente y mire alrededor, ya solo me quedaba encontrar a Siria.
-Está bien - Es todo lo que contesté.
-Cuando los alcanzas, los tienes que pintar con esto - Me mostró un balde con betún - Y sí se escapan, debes golpearlos con esto - Y sacó una fusta.
-Mi sistema no me permite golpear orgánicos a menos que corra riesgo mi integridad física o la de terceros - La muchacha me miró desanimada, yo solo le devolví una mirada sin vida - No puedo ir en contra de las leyes que se me impusieron.
-De acuerdo, de acuerdo, entonces solo pintalos -
Pude escuchar detrás de mí la risa de Samantha, quien fue rápidamente silenciada por una mirada de reproche de su amiga. Iba a decirle que no era necesario, que sus gestos no me ofendian, pero quizás estaba interpretando mal la situación, así que preferí callar. Estábamos en casa de Siria y no estaba segura de cual era mi papel en todo esto.
-¿A todos? -
-A todos-
-Bien- Me puse el disfraz y agarre el balde, mis ordenes eran precisas, debía pintar a todo aquel que estuviera por la calle y no llevara las mismas vestimentas que yo. No veía mucho sentido en está tarea, pero lo cierto es que ninguna de las tradiciones de los orgánicos tenía mucho sentido para mi. “Costumbres: Conjunto de inclinaciones y de usos que forman el carácter distintivo de una nación o de una persona:” No tenían porque tener significado, simplemente eran actividades que todos estaban acostumbrados a realizar.
-¡Entonces vámonos de una vez!- Dijo Samantha entusiasmada, hacía ya un buen rato que estaba preparada para salir y era incapaz de disimular su emoción.
Las calles de la ciudad de Dundarak estaban completamente cubiertas de nieve, como era lo esperable para esa época del año, y era bueno ver que a pesar de los hechos ocurridos los orgánicos no perdían el entusiasmo por festejar. Cruzamos juntos el umbral de la puerta, y en cuanto dimos un paso afuera me gire y pinte a Leverunia entera.
-¿Pero... Que....?- La orgánica parecía desconcertada.
-Dijiste que pintara a quienes no llevaban el traje puesto.... - Mientras le explicaba esto Samantha corría a toda velocidad para alejarse de mi - Esconderse en es vano.
Por otro lado, Siria había sido mas inteligente y había escapado por la puerta de atrás, pero de poco importaba, estaba segura que podría detectarlos a todos esten donde esten. Me aparté del camino ya que no lo necesitaba y comencé a andar a campo traviesa, con la nieve a la altura de mis rodillas. Detecté un leve movimiento en una canasta grande que usaban para el pan, la abrí y dentro había un niño.
-A todos los que no estén vestidos como yo - Me dije y pase a pintar al pequeño antes de que pudiera siquiera gritar o quejarse, luego volví a cerrar el canasto y continué caminando.
Un rastro de huellas seguían hasta un cobertizo, levanté una ceja, un gesto de orgánico que había aprendido a hacer hace poco, y me dirigí hacia allí. Estando ya cerca podía escuchar que había alguien dentro, intenté abrir la puerta pero estaba trabada ¿El cobertizo contaría como estar adentro o afuera? Suponía que sí se estaba ocultando es porque aún podía atraparlo,
Levanté la mano y de un solo golpe certero hice un agujero en la madera y agarre del hombro a la persona que estaba del otro lado. Curiosamente se trataba de Samantha, le sonreí de modo mecánico pero no pareció causar un buen efecto en ella, intentó escapar.
-Debo pintar a todos aquellos que no lleven el mismo atuendo que yo - La atraje hacia el agujero y pinte su cara, luego la solté y agarré al pasar a una pequeña que pasaba corriendo por detrás de mi para dejarla en el mismo estado que los demás.
Con cuidado la apoyé en el piso nuevamente y mire alrededor, ya solo me quedaba encontrar a Siria.
- FDI:
- Trama pensada para Siria, pero cualquier que quiera sumarse puede hacerlo ^^
Zöe
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
La joven elfa procedía del sur, estaba acostumbrada al calor, al invierno suave y a la humedad, pero no al frío. No a tanto frío. Sólo llevaba varios días en Dundarak pero todavía no se había hecho al clima norteño, y menos en esa época en la que llegaba el invierno. ¿¡No había llegado ya!? Le parecía que hacía demasiado frío para que pudiese haber más todavía.
El paisaje blanco le había encantado… durante las primeras horas, o tal vez sólo durante el primer o segundo día. Ahora era un estorbo tener tanta nieve. Era incómodo para caminar, hacía más frío, había que limpiarla de las puertas y zonas cercanas a la casa, no se podía conseguir alimento más que el que tuvieran en las reservas de las cocinas… Vamos, era un completo estorbo. Y, para colmo, Helyare estaba acostumbrada a telas muy finas y frescas, pero en esos momentos no podía contar las capas que llevaba encima. ¡Horrible! Pero prefería la incomodidad de las medias invernales a quitárselas y sentir el frío clavarse en su piel.
Había que decir que la familia de Ingela estaba tratándola bastante bien, aunque no entendía por qué; la hospitalidad norteña era un completo misterio para ella. Y lo que era más extraño, trataban bien a Zatch, el zorro que la acompañaba. Si era una aberración no-natural… Definitivamente, sí, era un misterio para ella.
Estaba frente a la chimenea, echando algunos palos de madera que pudieran quemar y calentar la sala donde estaba ella sola. No tenía ni idea de dónde estaba el resto de la familia de Ingela, ni siquiera sabía dónde estaba la dragona. Sólo escuchaba el griterío que tenía la gente fuera, algo que interrumpía la habitual calma que había podido ver que había en Dundarak. De primeras le pareció una ciudad algo fea, muy… extraña para ella, con pocos árboles, con suelos fríos, todo embarrado y nevado. Pero era muy silenciosa.
Ahora, ese silencio había quedado relegado al último puesto con tantas voces y gritos. ¿Qué pasaba? Frotándose las manos se acercó a la ventana y se asomó para tratar de ver de dónde venía el griterío. Apenas se podía ver, pues era de noche, pero había gente corriendo por la calle, algunos llenos de una especie de pintura negra, otros se perseguían con una brocha y una fusta, otros se escondían…
La elfa miró un par de minutos en dirección a la calle para intentar comprender qué sucedía pero en tan solo un instante, la puerta de la sala se abrió y apareció la figura de una muchacha: Christin. Era la hermana mayor de Ingela, futura sacerdotisa de su familia, como Luinil.
–Helyare, ¿qué tal? ¿Ya con menos frío? –Sonrió un poco en tono amable, aún asomada desde la puerta –mi hermana me ha pedido que te diga que vayas a “la persecución”.
–¿A qué? –preguntó con curiosidad, aunque en un tono bastante seco.
–¡La persecución de Krampus! –exclamó ante la atenta mirada de su invitada, quien parecía no enterarse mucho de qué iba el asunto –cuando llega el solsticio de invierno viene Krampus. Es un demonio que se lleva a los niños –se acercó a la ventana donde estaba Helyare y señaló hacia la calle –, para guardar la tradición, hay gente que se disfraza de Krampus y persigue a los demás. Vamos, ven, te gustará –comentó sin perder la sonrisa. Helyare estaba pensando dos cosas: ¿cómo se diferenciaba el solsticio de invierno del resto de “estaciones” del norte? Ella siempre pensaba que en ese lugar había un invierno eterno, con nieve durante todos los meses. Y la segunda cosa que pensaba era lo mucho que se parecía Ingela a su hermana.
Sin decir mucho más y sin poder negarse, siguió a la muchacha con intención de salir a la calle. No tenía muchas ganas de salir a congelarse, pero estaba tratando de integrarse por todos los medios que podía, aunque no le hiciera ninguna gracia convivir en otro lugar con tradiciones tan extrañas. Y segura estaba que no iba a llenarse de pintura negra ni le iban a dar con una fusta. Tomó su daga y la gruesa capa de piel que Ingela le había dado al llegar. La verdad es que cubría bastante y protegía del frío, pero aun así ella seguía sintiendo el ambiente helado. También tenía guantes, algo a lo que no se acababa de acostumbrar, sentía el tacto de su piel muy cambiado, como si directamente no sintiera nada. Lo que sí le gustaban eran las botas, tan calentitas y altas… El resto de ropa le molestaba y pesaba, pero era eso o acabar congelada al salir de la casa de su amiga.
Cuando se prepararon, ambas chicas fueron a la calle y el griterío fue mayor. Los niños corrían y chillaban, otros se perseguían, y así cada vez más y más. Cuanto más se acercaban al centro del pueblo, más gente había y más costaba abrirse paso entre ellos, sobre todo si corrían y huían del supuesto Krampus. ¿Qué clase de tradición era esa? La elfa no la entendía bien y le parecía una tontería bastante grande. ¿Mancharse de pintura y golpearse con una fusta? ¡Ridículo! Pero aun así trató de seguir a Christin, quien no tardó en perderse entre la multitud.
Helyare intentó estar cerca, pero los empujones de la gente eran cada vez mayores, pues se apelotonaban en torno a la plaza donde estaba la mayor parte de la gente disfrutando de esa patochada de festividad. Entre los callejones salía más gente, ¿en serio había tantas personas en Dundarak? Se mordió el labio mientras se tapaba la cara para tratar de repeler el frío. Ahora tendría que buscar a Christin entre toda esa gente y, aunque no tenía ganas, trató de buscar un pequeño hueco para encontrar a la hermana de Ingela.
Algunos llevaban antorchas para alumbrar la fiesta, también estaba todo lleno de velas. Por mucho que odiase el norte, la elfa tenía que reconocer que las velas le daban a la nieve un toque más especial, aunque no pudieran combatir el tremendo frío nocturno. Siguió caminando sin dejar de acariciarse la cara para tratar de conservar el calor, mientras trataba de esquivar a los idiotas de la pintura.
El paisaje blanco le había encantado… durante las primeras horas, o tal vez sólo durante el primer o segundo día. Ahora era un estorbo tener tanta nieve. Era incómodo para caminar, hacía más frío, había que limpiarla de las puertas y zonas cercanas a la casa, no se podía conseguir alimento más que el que tuvieran en las reservas de las cocinas… Vamos, era un completo estorbo. Y, para colmo, Helyare estaba acostumbrada a telas muy finas y frescas, pero en esos momentos no podía contar las capas que llevaba encima. ¡Horrible! Pero prefería la incomodidad de las medias invernales a quitárselas y sentir el frío clavarse en su piel.
Había que decir que la familia de Ingela estaba tratándola bastante bien, aunque no entendía por qué; la hospitalidad norteña era un completo misterio para ella. Y lo que era más extraño, trataban bien a Zatch, el zorro que la acompañaba. Si era una aberración no-natural… Definitivamente, sí, era un misterio para ella.
Estaba frente a la chimenea, echando algunos palos de madera que pudieran quemar y calentar la sala donde estaba ella sola. No tenía ni idea de dónde estaba el resto de la familia de Ingela, ni siquiera sabía dónde estaba la dragona. Sólo escuchaba el griterío que tenía la gente fuera, algo que interrumpía la habitual calma que había podido ver que había en Dundarak. De primeras le pareció una ciudad algo fea, muy… extraña para ella, con pocos árboles, con suelos fríos, todo embarrado y nevado. Pero era muy silenciosa.
Ahora, ese silencio había quedado relegado al último puesto con tantas voces y gritos. ¿Qué pasaba? Frotándose las manos se acercó a la ventana y se asomó para tratar de ver de dónde venía el griterío. Apenas se podía ver, pues era de noche, pero había gente corriendo por la calle, algunos llenos de una especie de pintura negra, otros se perseguían con una brocha y una fusta, otros se escondían…
La elfa miró un par de minutos en dirección a la calle para intentar comprender qué sucedía pero en tan solo un instante, la puerta de la sala se abrió y apareció la figura de una muchacha: Christin. Era la hermana mayor de Ingela, futura sacerdotisa de su familia, como Luinil.
–Helyare, ¿qué tal? ¿Ya con menos frío? –Sonrió un poco en tono amable, aún asomada desde la puerta –mi hermana me ha pedido que te diga que vayas a “la persecución”.
–¿A qué? –preguntó con curiosidad, aunque en un tono bastante seco.
–¡La persecución de Krampus! –exclamó ante la atenta mirada de su invitada, quien parecía no enterarse mucho de qué iba el asunto –cuando llega el solsticio de invierno viene Krampus. Es un demonio que se lleva a los niños –se acercó a la ventana donde estaba Helyare y señaló hacia la calle –, para guardar la tradición, hay gente que se disfraza de Krampus y persigue a los demás. Vamos, ven, te gustará –comentó sin perder la sonrisa. Helyare estaba pensando dos cosas: ¿cómo se diferenciaba el solsticio de invierno del resto de “estaciones” del norte? Ella siempre pensaba que en ese lugar había un invierno eterno, con nieve durante todos los meses. Y la segunda cosa que pensaba era lo mucho que se parecía Ingela a su hermana.
Sin decir mucho más y sin poder negarse, siguió a la muchacha con intención de salir a la calle. No tenía muchas ganas de salir a congelarse, pero estaba tratando de integrarse por todos los medios que podía, aunque no le hiciera ninguna gracia convivir en otro lugar con tradiciones tan extrañas. Y segura estaba que no iba a llenarse de pintura negra ni le iban a dar con una fusta. Tomó su daga y la gruesa capa de piel que Ingela le había dado al llegar. La verdad es que cubría bastante y protegía del frío, pero aun así ella seguía sintiendo el ambiente helado. También tenía guantes, algo a lo que no se acababa de acostumbrar, sentía el tacto de su piel muy cambiado, como si directamente no sintiera nada. Lo que sí le gustaban eran las botas, tan calentitas y altas… El resto de ropa le molestaba y pesaba, pero era eso o acabar congelada al salir de la casa de su amiga.
Cuando se prepararon, ambas chicas fueron a la calle y el griterío fue mayor. Los niños corrían y chillaban, otros se perseguían, y así cada vez más y más. Cuanto más se acercaban al centro del pueblo, más gente había y más costaba abrirse paso entre ellos, sobre todo si corrían y huían del supuesto Krampus. ¿Qué clase de tradición era esa? La elfa no la entendía bien y le parecía una tontería bastante grande. ¿Mancharse de pintura y golpearse con una fusta? ¡Ridículo! Pero aun así trató de seguir a Christin, quien no tardó en perderse entre la multitud.
Helyare intentó estar cerca, pero los empujones de la gente eran cada vez mayores, pues se apelotonaban en torno a la plaza donde estaba la mayor parte de la gente disfrutando de esa patochada de festividad. Entre los callejones salía más gente, ¿en serio había tantas personas en Dundarak? Se mordió el labio mientras se tapaba la cara para tratar de repeler el frío. Ahora tendría que buscar a Christin entre toda esa gente y, aunque no tenía ganas, trató de buscar un pequeño hueco para encontrar a la hermana de Ingela.
Algunos llevaban antorchas para alumbrar la fiesta, también estaba todo lleno de velas. Por mucho que odiase el norte, la elfa tenía que reconocer que las velas le daban a la nieve un toque más especial, aunque no pudieran combatir el tremendo frío nocturno. Siguió caminando sin dejar de acariciarse la cara para tratar de conservar el calor, mientras trataba de esquivar a los idiotas de la pintura.
Helyare
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Parecía que Astrid había pensado en todo. Ya se había encargado de tener un lugar para pernoctar en la ciudad, ¡Y menos mal! Mis financias no estaban para darme muchos lujos.
Las calles estaban cubiertas por la nieve, en un paisaje totalmente contrario al que había visto la vez anterior. No pude evitar sonreír, puede que nunca se pudiera olvidar la pandemia, aquel peso siempre acompañaría a las personas que la vivieron, pero sin duda aquella fiesta había demostrado una cosa, se podía seguir adelante.
Una clara muestra de ello fue la amabilidad con la que me recibió aquella anciana dragona amiga de Astrid. Muchos de los dragones habían sido tratados como apestados o incluso culpables por el resto del mundo durante y después de aquel mal. Sin embargo, aquella mujer estaba abriendo las puertas de su casa a un extranjero.
-Espero no ser una molestia.
-Por supuesto que no hijo, es bueno dejar entrar a la juventud en esta casa de vez en cuando. - la anciana me sonrió y se llevó mi abrigo y mis armas a una habitación interior, siguiendo a Astrid y volviendo rápidamente. -¿Puedo ofrecerte algo caliente para beber?
-Algo de té para el frió no estaría mal. - me acomodé en una de las sillas del salón mientras la anciana desaparecía metiéndose en la cocina.
La anciana no tardó en volver con una taza que humeaba, me la sirvió y se colocó enfrente mía. Mientras yo degustaba el té, comenzó a contarme lo que supuse que era una especie de cuento de miedo para los niños. Yo era aun bastante joven, y mentiría si no me afectó de cierta manera, la verdad es que la historia era un poco espeluznante. Nunca había oído hablar de ese tal Krampus. Lentamente di un pequeño sorbo del humeante té.
-¡Oh no! ¡Los demonios!- gritó la anciana de repente, haciendo que escupiera el té por el sobresalto.
Mientra yo tosía para recuperar la respiración, está no dudo en huir y encerrarse en la habitación donde aún estaba Astrid.
-Vas a ser parte de los esclavos de Krampus- sonó una áspera voz, aunque algo familiar.
Deje la taza de té en la mesa, aún no se como la deje también como para que no se rompiera, y me alejé torpemente de aquel extraño ser, llevándome alguna que otra silla por delante. La bestia intentó rodearme, yo le seguí el juego para intentar seguir a la anciana, pero está había cerrado la puerta con llave.
-¡Sácalo de la casa joven! ¡Y no le hagas daño! ¡Recuerda que es un pobre niño maldito!
¿Y como poder hacerle daño? Mientras la anciana me hablaba había llevado inconscientemente la mano a mi espalda en busca de una de mis espadas, para darme cuenta que estas no estaban. Sólo me quedaba una opción, huir. El bicho se acercó más lancé una silla al suelo para hacerle tropezar y salí corriendo por la única puerta que quedaba. Menos mal que está estaba abierta.
-¿¡Por qué siempre me toca enfrentarme a cosas tan raras!?- maldijé corriendo por las calles de Dundarak.
Las calles estaban cubiertas por la nieve, en un paisaje totalmente contrario al que había visto la vez anterior. No pude evitar sonreír, puede que nunca se pudiera olvidar la pandemia, aquel peso siempre acompañaría a las personas que la vivieron, pero sin duda aquella fiesta había demostrado una cosa, se podía seguir adelante.
Una clara muestra de ello fue la amabilidad con la que me recibió aquella anciana dragona amiga de Astrid. Muchos de los dragones habían sido tratados como apestados o incluso culpables por el resto del mundo durante y después de aquel mal. Sin embargo, aquella mujer estaba abriendo las puertas de su casa a un extranjero.
-Espero no ser una molestia.
-Por supuesto que no hijo, es bueno dejar entrar a la juventud en esta casa de vez en cuando. - la anciana me sonrió y se llevó mi abrigo y mis armas a una habitación interior, siguiendo a Astrid y volviendo rápidamente. -¿Puedo ofrecerte algo caliente para beber?
-Algo de té para el frió no estaría mal. - me acomodé en una de las sillas del salón mientras la anciana desaparecía metiéndose en la cocina.
La anciana no tardó en volver con una taza que humeaba, me la sirvió y se colocó enfrente mía. Mientras yo degustaba el té, comenzó a contarme lo que supuse que era una especie de cuento de miedo para los niños. Yo era aun bastante joven, y mentiría si no me afectó de cierta manera, la verdad es que la historia era un poco espeluznante. Nunca había oído hablar de ese tal Krampus. Lentamente di un pequeño sorbo del humeante té.
-¡Oh no! ¡Los demonios!- gritó la anciana de repente, haciendo que escupiera el té por el sobresalto.
Mientra yo tosía para recuperar la respiración, está no dudo en huir y encerrarse en la habitación donde aún estaba Astrid.
-Vas a ser parte de los esclavos de Krampus- sonó una áspera voz, aunque algo familiar.
Deje la taza de té en la mesa, aún no se como la deje también como para que no se rompiera, y me alejé torpemente de aquel extraño ser, llevándome alguna que otra silla por delante. La bestia intentó rodearme, yo le seguí el juego para intentar seguir a la anciana, pero está había cerrado la puerta con llave.
-¡Sácalo de la casa joven! ¡Y no le hagas daño! ¡Recuerda que es un pobre niño maldito!
¿Y como poder hacerle daño? Mientras la anciana me hablaba había llevado inconscientemente la mano a mi espalda en busca de una de mis espadas, para darme cuenta que estas no estaban. Sólo me quedaba una opción, huir. El bicho se acercó más lancé una silla al suelo para hacerle tropezar y salí corriendo por la única puerta que quedaba. Menos mal que está estaba abierta.
-¿¡Por qué siempre me toca enfrentarme a cosas tan raras!?- maldijé corriendo por las calles de Dundarak.
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
-¿Fuiste un buen chico este año, Linus?- preguntó Ingela a su hermano, mirándolo con picardía. El joven volteó los ojos y abrió un baúl que estaba ligeramente cubierto de polvo -Seguramente me he portado mejor que tú, bicho- le respondió con cara de malicia. La chica soltó una risita nerviosa y sus mejillas se pusieron rojas. -Aquí está, hace dos años fue el más espantoso de todos los disfraces de Krampus, creo que ya te quedará...- comentó el joven levantando la enorme manta roja.
Ingela de un salto se metió en el baúl y sacó la máscara, era aterradora -Sí... perfecto...- musitó sonriendo y mordiéndose el labio inferior. Le encantaba Yule, le encantaba el día de la Persecución del Krampus. Se moría de ganas de corretear a Zatch por toda la plaza de Dundarak, se lo imaginaba corriendo con la cola entre las patas, espantado con aquella máscara del terror. ¡Y Hely! Oh... la incauta Helyare. También disfrutaría de perseguirla. Aunque posiblemente ambos en lugar de correr se plantarían a darle pelea, esperaba poder darles un buen susto.
El plan había sido que Christin los convenciera de ir a ver la celebración, contarles un poco de qué se trataba. Claro está, no tenían que participar. La cosa era llevarlos, desorientarlos y asustarlos para luego dejarlos cubiertos de betún de pies a cabeza. Vamos, una buena bienvenida a las tierras del norte.
Ingela se disfrazó y salió feliz. En el camino, persiguió a unos niños y a una vecina que no se dejaron pintar. No alcanzó a darles con la fusta y no los asustó ni un poquito, de hecho, corrían muertos de la risa -¡Ingelita, es que tu disfraz no asusta nada!- le dijo uno de los chicos -¡Hay uno más asustador que el tuyo por ahí!- aseguró abriendo bien grande los ojos. -¿Uno más asustador que el mío? ¡Imposible!- exclamó, metiendo la mano en su cubeta, agarrando un buen puñado de betún y untando por completo la cara de aquel pequeño demonio.
Dejó atrás a sus vecinos y se dedicó a buscar a Zatch. Pero ella no era la única que lo estaba buscando.
Ingela de un salto se metió en el baúl y sacó la máscara, era aterradora -Sí... perfecto...- musitó sonriendo y mordiéndose el labio inferior. Le encantaba Yule, le encantaba el día de la Persecución del Krampus. Se moría de ganas de corretear a Zatch por toda la plaza de Dundarak, se lo imaginaba corriendo con la cola entre las patas, espantado con aquella máscara del terror. ¡Y Hely! Oh... la incauta Helyare. También disfrutaría de perseguirla. Aunque posiblemente ambos en lugar de correr se plantarían a darle pelea, esperaba poder darles un buen susto.
El plan había sido que Christin los convenciera de ir a ver la celebración, contarles un poco de qué se trataba. Claro está, no tenían que participar. La cosa era llevarlos, desorientarlos y asustarlos para luego dejarlos cubiertos de betún de pies a cabeza. Vamos, una buena bienvenida a las tierras del norte.
- ¡Hey! ¡Zorrito!:
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Ingela se disfrazó y salió feliz. En el camino, persiguió a unos niños y a una vecina que no se dejaron pintar. No alcanzó a darles con la fusta y no los asustó ni un poquito, de hecho, corrían muertos de la risa -¡Ingelita, es que tu disfraz no asusta nada!- le dijo uno de los chicos -¡Hay uno más asustador que el tuyo por ahí!- aseguró abriendo bien grande los ojos. -¿Uno más asustador que el mío? ¡Imposible!- exclamó, metiendo la mano en su cubeta, agarrando un buen puñado de betún y untando por completo la cara de aquel pequeño demonio.
Dejó atrás a sus vecinos y se dedicó a buscar a Zatch. Pero ella no era la única que lo estaba buscando.
- Aquel que vigila de cerca:
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Ingela
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
-¡Auch! ¡Pero si nisquiera intenté escapar!
-Oh, ¿es que no se juega así?
La gente rehuía de cierto Krampus abusador que parecía disfrutar más repartir fuertes fustazos que pintar a sus víctimas. Ataviado con una gruesa capa color carmín bajo la cual sobresalía la cola y cuya capucha apenas dejaba entrever el hocico, caminaba con parsimonia a lo largo de las heladas calles buscando transeúntes distraídos para golpear.
Bajo la sombra de su manto, el peludo Krampus esbozaba una leve sonrisa. Por fin el día comenzaba a mejorar.
Unas horas antes, Zatch fue el primero en dejar la casa de Ingela para salir a recorrer el pueblo con la excusa de “empaparse con las tradiciones dracónicas”, única manera de librarse de la pesada Christin. Últimamente andaba de muy mal humor; el intenso frío, la desagradable elfa que los acompañaba y el aburrimiento que imperaba en Dundarak comenzaban a crisparle los nervios. Sin embargo, tenía otra razón para estar de malas:
Sentía que Ingela ya no le prestaba atención.
En Lunargenta, se había acostumbrado a tenerla para él solo. No obstante, desde que llegaran a Dundarak, la dragona no hacía más que saltar de un familiar a otro, presentándolo a la familia y luego despachándolo para zambullirse en interminables conversaciones que ella llamaba “ponerse al día”. Lógicamente, cualquier persona hubiese comprendido que la jovencita había extrañado a los suyos y deseaba confraternizar con ellos. Para Zatch, sin embargo, quien aborrecía -o más bien envidiaba- a todas las familias felices, ésto resultaba intolerable.
Decidió entonces aprovechar que Christin estaba empecinada en arrastrarlo hacia “la persecución de Krampus” para adelantarse con la promesa de que luego se encontrarían en algún punto del concurrido pueblo. La muchacha, a espaldas de Ingela, le había dado la capa roja e incluso una máscara, aunque fue incapaz de ponerse ésta última debido a que su prominente hocico lo hacía imposible. Así pues, armado con la fusta y la cubeta, se aventuró hacia la fiesta.
Salvo cuando se divertía golpeando incautos, no hacía más que deambular por los caminos. Lo bueno de estar vestido de Krampus era que nadie intentaba pintarlo y, por otro lado, tampoco debía preocuparse por ser incordiado ya que en ese pueblo perdido entre las montañas no había ningún cartel de “Se Busca” con su bello rostro pintado en él. Gracias a esto, podía andar a sus anchas sin preocuparse demasiado.
A la media hora de recorrer ya conocía las calles de memoria, sabía dónde estaban las pandillas de mocosos que destrozaban los oídos con sus gritos y dónde se encontraban los feriantes. Allí había tenido la osadía de “tomar prestados” un par de pastelillos de un puesto al que no estaban cuidando lo suficientemente bien. Tras guardárselos en el bolsillo, se dispuso a continuar la caminata y no pasó mucho tiempo hasta que se encontró con un par de rostros conocidos.
-¡Eh! ¿Se han quedado sin líos para meterse en el Sur?
Alzó el brazo para saludarlos. Se trataban de Asher, Lyn, y... juraba que ese gigante rojo era Eltrant. Además, una legión de insoportables críos los secundaban. Con un movimiento de cabeza se echó la capucha hacia atrás aunque, si bien aminoró la marcha, no dejó de caminar. Se limitó a simplemente saludar; temía que si se quedaba mucho tiempo con ellos terminara por desatarse algún desastre. Una avalancha, quizás. O la llegada del verdadero Krampus. O una nueva oleada de la plaga. Con ellos, nunca se sabía.
Decidido a alejarse de los “imanes de mala suerte” continuó su camino y tan solo un par de manzanas más adelante se topó con la espalda de la amiga de Ingela, “Helga”, “Elyodora”... como fuera que se llamase. Era imposible no reconocerla: su olor, su porte al caminar, la manera en que observaba todo a su alrededor con el mentón en alto... ¡Ugh! El desagrado que se profesaban era mutuo.
Súbitamente tuvo una idea. Sonriente, se puso la fusta entre los dientes y, tras tomar la cubeta con ambas manos, se aproximó hacia la retaguardia de la elfa con el mayor de los sigilos.
No pudo contener las carcajadas cuando le vació toda la tinta sobre la cabeza.
-Oh, ¿es que no se juega así?
La gente rehuía de cierto Krampus abusador que parecía disfrutar más repartir fuertes fustazos que pintar a sus víctimas. Ataviado con una gruesa capa color carmín bajo la cual sobresalía la cola y cuya capucha apenas dejaba entrever el hocico, caminaba con parsimonia a lo largo de las heladas calles buscando transeúntes distraídos para golpear.
Bajo la sombra de su manto, el peludo Krampus esbozaba una leve sonrisa. Por fin el día comenzaba a mejorar.
Unas horas antes, Zatch fue el primero en dejar la casa de Ingela para salir a recorrer el pueblo con la excusa de “empaparse con las tradiciones dracónicas”, única manera de librarse de la pesada Christin. Últimamente andaba de muy mal humor; el intenso frío, la desagradable elfa que los acompañaba y el aburrimiento que imperaba en Dundarak comenzaban a crisparle los nervios. Sin embargo, tenía otra razón para estar de malas:
Sentía que Ingela ya no le prestaba atención.
En Lunargenta, se había acostumbrado a tenerla para él solo. No obstante, desde que llegaran a Dundarak, la dragona no hacía más que saltar de un familiar a otro, presentándolo a la familia y luego despachándolo para zambullirse en interminables conversaciones que ella llamaba “ponerse al día”. Lógicamente, cualquier persona hubiese comprendido que la jovencita había extrañado a los suyos y deseaba confraternizar con ellos. Para Zatch, sin embargo, quien aborrecía -o más bien envidiaba- a todas las familias felices, ésto resultaba intolerable.
Decidió entonces aprovechar que Christin estaba empecinada en arrastrarlo hacia “la persecución de Krampus” para adelantarse con la promesa de que luego se encontrarían en algún punto del concurrido pueblo. La muchacha, a espaldas de Ingela, le había dado la capa roja e incluso una máscara, aunque fue incapaz de ponerse ésta última debido a que su prominente hocico lo hacía imposible. Así pues, armado con la fusta y la cubeta, se aventuró hacia la fiesta.
Salvo cuando se divertía golpeando incautos, no hacía más que deambular por los caminos. Lo bueno de estar vestido de Krampus era que nadie intentaba pintarlo y, por otro lado, tampoco debía preocuparse por ser incordiado ya que en ese pueblo perdido entre las montañas no había ningún cartel de “Se Busca” con su bello rostro pintado en él. Gracias a esto, podía andar a sus anchas sin preocuparse demasiado.
A la media hora de recorrer ya conocía las calles de memoria, sabía dónde estaban las pandillas de mocosos que destrozaban los oídos con sus gritos y dónde se encontraban los feriantes. Allí había tenido la osadía de “tomar prestados” un par de pastelillos de un puesto al que no estaban cuidando lo suficientemente bien. Tras guardárselos en el bolsillo, se dispuso a continuar la caminata y no pasó mucho tiempo hasta que se encontró con un par de rostros conocidos.
-¡Eh! ¿Se han quedado sin líos para meterse en el Sur?
Alzó el brazo para saludarlos. Se trataban de Asher, Lyn, y... juraba que ese gigante rojo era Eltrant. Además, una legión de insoportables críos los secundaban. Con un movimiento de cabeza se echó la capucha hacia atrás aunque, si bien aminoró la marcha, no dejó de caminar. Se limitó a simplemente saludar; temía que si se quedaba mucho tiempo con ellos terminara por desatarse algún desastre. Una avalancha, quizás. O la llegada del verdadero Krampus. O una nueva oleada de la plaga. Con ellos, nunca se sabía.
Decidido a alejarse de los “imanes de mala suerte” continuó su camino y tan solo un par de manzanas más adelante se topó con la espalda de la amiga de Ingela, “Helga”, “Elyodora”... como fuera que se llamase. Era imposible no reconocerla: su olor, su porte al caminar, la manera en que observaba todo a su alrededor con el mentón en alto... ¡Ugh! El desagrado que se profesaban era mutuo.
Súbitamente tuvo una idea. Sonriente, se puso la fusta entre los dientes y, tras tomar la cubeta con ambas manos, se aproximó hacia la retaguardia de la elfa con el mayor de los sigilos.
No pudo contener las carcajadas cuando le vació toda la tinta sobre la cabeza.
- Spoiler:
- Menciono a Ingela. Interactúo con Asher, Lyn, Eltrant y
HelgaHelyare
Última edición por Zatch el Vie Ene 05 2018, 01:02, editado 1 vez
Zatch
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Como era de esperarse, ser una figura importante en Lunargenta, aunque yo misma me haya proclamado como tal, me permitía conocer uno que otro rumor, y los eventos más grandes no pasaban por alto. En este caso era una celebración cultural en los reinos del norte. Máscaras, trajes, niños, betún, nieve, y toda la emoción y adrenalina de escapar de feroces monstruos en un solo lugar. Al principio no quería ir, estaba haciéndome de rogar, pero cuando ya se acercaban las fecha no pude evitar emocionarme por correr como loca y fastidiar a los demás, está en mi naturaleza, así como tener ganas de comer dulces de forma recurrente, pero eso era otro tema.
Casualmente por esas fechas me había cruzado un par de veces con un elfo apuesto, pero que parecía siempre estar escondiéndose. No tenía ni idea porque pero era realmente gracioso. Pensé que sería interesante ir con Diana, Khariz y Pelusa a las zonas del norte y jugar un rato allá. Así como al elfo, a esta niña la había conocido hace poco, y se estaba quedando en lugares poco apropiados solita y verla ahí tan… me sentí identificada.
Emprendimos el viaje y cuando llegó el momento del evento ayudamos juntas al elfo a ponerse la máscara y en eso nos alejamos, ya que tanto Diana como yo estaríamos corriendo por ahí.
Agarré con cuidado la manito de mi amiguita y nos alejamos de la zona de los Krampus.
-Oye… Maggi, ¿qué le pasó a tus ojos?- me preguntó ella.
-¿Mis ojos, qué tienen mis ojos?- pregunté preocupada, y en eso Diana empezó a olfatearme de forma extraña.
-Pensé que eras bruja y no un dragón-
-¿De qué hablas Diny?- pregunté, y bastó eso para que ella buscara la forma mostrarme reflejada en algún sitio, y efectivamente mis ojos ya no eran como siempre.
Suspiré y le dije a la pequeña que luego lo resolveríamos, pero que no se preocupara y que hoy era un día para divertirnos.
Empezamos corriendo por la espesa nieve e incluso nos lanzamos varias bolitas blancas entre nosotras. De momento nadie me había atrapado, y es que no me podía dar el lujo de llenarme la cara de negro así que usaba un poco de magia para hacer que accidentalmente algunos se tropezaran o casualmente les cayeran cosas en la cabeza, y así como me protegí estaba muy pendiente de proteger a la lobita, hasta que PUM, choqué.
Enseguida Diny y Pelusa fueron a mi rescate y adivinen con quién choqué… Con el elfo, y ahí fue que empecé a entender qué sucedía y porqué se escondía tanto. Me levanté con la ayuda del joven y me restregué la cara pensando en cómo salir de eso… Instintivamente salí corriendo con el chico y le entregué de vuelta su máscara. -Póntela, yo te cubro-. Dejé de correr y me puse en modo defensivo, hice una postura extraña con intención intimidante y -GRRRRRRR- gruñí cual dragón, o eso pensaba, y fingí que estaba a punto de transformarme en un gigantesco dragón. Obviamente mi técnica de distracción no duró mucho pero yo lo veía como un juego, así que era problema del elfo salirse con la suya.
-¡Mezclate!- le dije antes de tirarme en la nieve y reírme por mi súper imitación de dragón.
Los guardias claramente no se detuvieron por mi distracción y siguieron al joven y ahora a Diana que corría al lado del elfo.
-Aww. Ellos se saben cuidar solos- suspiré y miré el cielo, hasta que me acordé -Diny se sabe cuidar… pero el elfo no- me paré apresurada y busqué con la mirada a un krampus miedoso.
Casualmente por esas fechas me había cruzado un par de veces con un elfo apuesto, pero que parecía siempre estar escondiéndose. No tenía ni idea porque pero era realmente gracioso. Pensé que sería interesante ir con Diana, Khariz y Pelusa a las zonas del norte y jugar un rato allá. Así como al elfo, a esta niña la había conocido hace poco, y se estaba quedando en lugares poco apropiados solita y verla ahí tan… me sentí identificada.
Emprendimos el viaje y cuando llegó el momento del evento ayudamos juntas al elfo a ponerse la máscara y en eso nos alejamos, ya que tanto Diana como yo estaríamos corriendo por ahí.
Agarré con cuidado la manito de mi amiguita y nos alejamos de la zona de los Krampus.
-Oye… Maggi, ¿qué le pasó a tus ojos?- me preguntó ella.
-¿Mis ojos, qué tienen mis ojos?- pregunté preocupada, y en eso Diana empezó a olfatearme de forma extraña.
-Pensé que eras bruja y no un dragón-
-¿De qué hablas Diny?- pregunté, y bastó eso para que ella buscara la forma mostrarme reflejada en algún sitio, y efectivamente mis ojos ya no eran como siempre.
Suspiré y le dije a la pequeña que luego lo resolveríamos, pero que no se preocupara y que hoy era un día para divertirnos.
Empezamos corriendo por la espesa nieve e incluso nos lanzamos varias bolitas blancas entre nosotras. De momento nadie me había atrapado, y es que no me podía dar el lujo de llenarme la cara de negro así que usaba un poco de magia para hacer que accidentalmente algunos se tropezaran o casualmente les cayeran cosas en la cabeza, y así como me protegí estaba muy pendiente de proteger a la lobita, hasta que PUM, choqué.
Enseguida Diny y Pelusa fueron a mi rescate y adivinen con quién choqué… Con el elfo, y ahí fue que empecé a entender qué sucedía y porqué se escondía tanto. Me levanté con la ayuda del joven y me restregué la cara pensando en cómo salir de eso… Instintivamente salí corriendo con el chico y le entregué de vuelta su máscara. -Póntela, yo te cubro-. Dejé de correr y me puse en modo defensivo, hice una postura extraña con intención intimidante y -GRRRRRRR- gruñí cual dragón, o eso pensaba, y fingí que estaba a punto de transformarme en un gigantesco dragón. Obviamente mi técnica de distracción no duró mucho pero yo lo veía como un juego, así que era problema del elfo salirse con la suya.
-¡Mezclate!- le dije antes de tirarme en la nieve y reírme por mi súper imitación de dragón.
Los guardias claramente no se detuvieron por mi distracción y siguieron al joven y ahora a Diana que corría al lado del elfo.
-Aww. Ellos se saben cuidar solos- suspiré y miré el cielo, hasta que me acordé -Diny se sabe cuidar… pero el elfo no- me paré apresurada y busqué con la mirada a un krampus miedoso.
- Música de ambientación:
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Interactúo solo con Khariz, Diana y Pelusa.
Pd: Maga tiene ojos de dragón.
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
A diferencia del resto de las chicas, la joven dragona de viento se encontraba molesta e irritada por esta celebración. Más bien, porque aun cuando tenía más de 30 años, nunca antes le había tocado ser parte de la gente que embetunaba al resto. Era algo que siempre buscaba cada año, y por motivos que cambiaban una y otra vez, nunca podía ser parte de ese selecto grupo que podía conquistar a los endebles, a quienes cuya vestimenta no los protegía.
Salió por la puerta de atrás, pero a diferencia del resto de la pandilla, no fue porque quería escapar por si de la bio-mecánica, sino cabizbaja y obstinada como una niña pequeña. Accedió porque pensó que no sería buena experiencia para la recién llegada a las tierras de dragones el ser quien recibiera la pintura, además que no lo entendería y no se llevaría buena impresión de aquel evento.
- ¡Pero el próximo año sin dud--! … - se interrumpió, y aunque levantó su cabeza momentáneamente, la volvió a bajar - A quién quiero engañar, el próximo año será lo mismo.
Mientras caminaba desanimada, la ciudad cobraba vida en aquel evento que tenía como víctimas y victimarios a cientos de dragones y extranjeros.
Los segundos en su mayoría participaban como observadores o como aquellos que debían escapar de las fauces de los que tomaban el papel antagónico de la historia. Normalmente estaban en su mundo y no estaban al tanto de los secretos más celosamente guardados por los dragones.
Uno de ellos era el mito de que existía alguien que nunca era embetunado en el evento.
No importaba si se enfrentaba con un tumulto de gente. Tampoco si era inminente su derrota. De alguna forma, los dioses parecían sonreírle para lograr que no fuera afectada en este evento. Algunos creían que había logrado un pacto con los dragones, para así estar protegida frente a las hordas de gente que intentaba derrotarla. Algunas historias incluso contaban de cómo se escondía en las paneras grandes de mimbre, solo para que, cuando la abrieran, ya no se encontraba ahí. O que se mimetizaba con las telas de las grandes cortinas del mercado para nunca más ser encontrada.
Y si, era cierto que existía alguien en Dundarak cuya racha de victorias llevaba más de 20 años sin ser pintada.
Y también era cierto que aquella persona era Siria.
Lo que no era cierto eran los incontables mitos que rodeaban a la leyenda. Por ejemplo, aquella vez en que se ocultó en la panera, no se dio cuenta que se trataba de un almacenaje provisorio de ropas que un mercader decidió vaciar en una gran carreta para llevarlas a otra ciudad. Lo siguiente que se supo de ella es que tuvo un fuerte altercado con los guardias de Lunargenta cuando la descubrieron entre los montones de ropa. Aquella vez en donde se camufló con las telas de cortina, en realidad se envolvió accidentalmente con ellas, impidiendo poder escapar, lo que consiguió que terminara en una bodega por todo el día. Lo último que se supo fue que tuvo que transformarse en dragón para escapar de las telas… y de lo que querían forzar a pagar por romperlas.
Así que más bien, era una racha de mala suerte lo que impedía a la gente el que la pintara.
Lentamente suspiró al acomodarse debajo de unas telas, observando a que nadie más la hubiera visto. Fue entonces cuando notó a Zöe, caminando hacia lo que parecía ser un cobertizo.
- Al menos, parece estar pasándola bien - murmuró, mientras la miraba curiosa. En realidad, desconocía si podía sentirse “bien”, nunca demostraba algo que pudiera calificarse como “emociones remotamente humanas”, pero si las hacía, era porque, muy en el interior, intentaba pasarla bien, ¿no?
- ¿De nuevo envuelta en telas? Usted no aprende, ¿verdad?
Una voz familiar se escuchó cerca, y cuando se giró a verla, encontró a Leveru tal y como pensó que se la imaginaría: completamente envuelta en betún.
- … Este año demoraste menos en embetunarte, es toda una hazaña - aquel comentario le ganó una mirada asesina de su amiga - ¿Viniste a ver a Zöe?
- En realidad, vine a ver si te iban a embetunar este año por fin. Aposté mis ahorros por Zöe
- … - no sabía como sentirse al descubrir que era objeto de apuestas. Probablemente a la bio no le molestaría, pero no le quedaba buen sabor de boca de manera personal - Pues, Zöe parece pasarla bien… creo. Esta pers--
Fue entonces cuando se sintió el ruido de la madera destrozarse, llevando a ambas chicas a mirar la terrorífica escena. Sus ojos se llenaron de nervios y de miedo al ver cómo la arrastraba fuera del cobertizo para cumplir con su objetivo. Aunque la dejara con cuidado, Leveru solo podía pensar en que eso debió ser bastante traumante para la pobre Samantha.
- Creo que tendremos que fumar de la fuerte para hacerla olvidar todo esto…
Cuando la bio se giró en búsqueda de su siguiente objetivo, de inmediato la dragona embetunada saltó desde donde se escondía, y apuntó con sus dos manos el lugar donde se encontraba la dragona de viento. Esto solo empeoró el rostro impactado y con miedo de la joven que faltaba por embetunar
- ¡PERO LEVERU!
- ¡Zöe, Zöe! Aprovecha, oportunidad única e irresistible, solo por hoy, una oferta que nunca más se repetirá - se escuchaba como toda una mercader intentando vender una tela exquisita y extravagante. Excepto porque era una de sus mejores amigas e invicta en este evento
La joven no tardó en levantarse y mirar a su alrededor, mientras caminaba nerviosa hacia atrás, imitando cada paso que daba la bio hacia ella, aunque la distancia no podía ser acortada de la misma forma.
- Ehhhh…. Ehhhh… - intentaba pensar en alguna forma para no caer en un inevitable destino lleno de betún, hasta que una idea se le ocurrió - ¡Zöe! ¿Acaso sabes si el betún tiene un elemento que pueda ocasionar una reacción negativa en el organismo de alguien si se administra de manera equivocada en su cuerpo?
No espero siquiera si le respondía o no, dio media vuelta y se dedicó a correr como si no hubiera mañana. Solo pudo esperar que, con su pregunta específica, pudiera hacer pensar lo suficiente a la joven embetunadora como para perderla de vista. Aunque, recordando cómo terminó Samantha, solo podía imaginarse algo peor si intentaba alargar demasiado su embetunamiento inevitable.
En el mercado central, mientras corría al lado de cientos de embetunados dragones y extranjeros, solo podía pensar en cuál podía ser el mejor escondite posible. Estaba claro que no estaba segura en los interiores, y solo podía imaginarse en la sonrisa que pondría si es que la pillaba. Se dio vuelta para mirar a su alrededor, buscando algo, la mínima pista. No quería probar con las telas ni con las paneras, ya sabía en qué había acabado eso en el pasado.
Entonces, vio dos estatuas de dragones en una enorme pileta que había en el lugar. Originalmente eran tres, pero, debido a las mantenciones, habían sacado una de las estatuas para renovarla.
Era eso, o seguir aplazando lo inevitable.
Solo podía esperar a que Zöe sufriera de acromatopsia
Salió por la puerta de atrás, pero a diferencia del resto de la pandilla, no fue porque quería escapar por si de la bio-mecánica, sino cabizbaja y obstinada como una niña pequeña. Accedió porque pensó que no sería buena experiencia para la recién llegada a las tierras de dragones el ser quien recibiera la pintura, además que no lo entendería y no se llevaría buena impresión de aquel evento.
- ¡Pero el próximo año sin dud--! … - se interrumpió, y aunque levantó su cabeza momentáneamente, la volvió a bajar - A quién quiero engañar, el próximo año será lo mismo.
Mientras caminaba desanimada, la ciudad cobraba vida en aquel evento que tenía como víctimas y victimarios a cientos de dragones y extranjeros.
Los segundos en su mayoría participaban como observadores o como aquellos que debían escapar de las fauces de los que tomaban el papel antagónico de la historia. Normalmente estaban en su mundo y no estaban al tanto de los secretos más celosamente guardados por los dragones.
Uno de ellos era el mito de que existía alguien que nunca era embetunado en el evento.
No importaba si se enfrentaba con un tumulto de gente. Tampoco si era inminente su derrota. De alguna forma, los dioses parecían sonreírle para lograr que no fuera afectada en este evento. Algunos creían que había logrado un pacto con los dragones, para así estar protegida frente a las hordas de gente que intentaba derrotarla. Algunas historias incluso contaban de cómo se escondía en las paneras grandes de mimbre, solo para que, cuando la abrieran, ya no se encontraba ahí. O que se mimetizaba con las telas de las grandes cortinas del mercado para nunca más ser encontrada.
Y si, era cierto que existía alguien en Dundarak cuya racha de victorias llevaba más de 20 años sin ser pintada.
Y también era cierto que aquella persona era Siria.
Lo que no era cierto eran los incontables mitos que rodeaban a la leyenda. Por ejemplo, aquella vez en que se ocultó en la panera, no se dio cuenta que se trataba de un almacenaje provisorio de ropas que un mercader decidió vaciar en una gran carreta para llevarlas a otra ciudad. Lo siguiente que se supo de ella es que tuvo un fuerte altercado con los guardias de Lunargenta cuando la descubrieron entre los montones de ropa. Aquella vez en donde se camufló con las telas de cortina, en realidad se envolvió accidentalmente con ellas, impidiendo poder escapar, lo que consiguió que terminara en una bodega por todo el día. Lo último que se supo fue que tuvo que transformarse en dragón para escapar de las telas… y de lo que querían forzar a pagar por romperlas.
Así que más bien, era una racha de mala suerte lo que impedía a la gente el que la pintara.
Lentamente suspiró al acomodarse debajo de unas telas, observando a que nadie más la hubiera visto. Fue entonces cuando notó a Zöe, caminando hacia lo que parecía ser un cobertizo.
- Al menos, parece estar pasándola bien - murmuró, mientras la miraba curiosa. En realidad, desconocía si podía sentirse “bien”, nunca demostraba algo que pudiera calificarse como “emociones remotamente humanas”, pero si las hacía, era porque, muy en el interior, intentaba pasarla bien, ¿no?
- ¿De nuevo envuelta en telas? Usted no aprende, ¿verdad?
Una voz familiar se escuchó cerca, y cuando se giró a verla, encontró a Leveru tal y como pensó que se la imaginaría: completamente envuelta en betún.
- … Este año demoraste menos en embetunarte, es toda una hazaña - aquel comentario le ganó una mirada asesina de su amiga - ¿Viniste a ver a Zöe?
- En realidad, vine a ver si te iban a embetunar este año por fin. Aposté mis ahorros por Zöe
- … - no sabía como sentirse al descubrir que era objeto de apuestas. Probablemente a la bio no le molestaría, pero no le quedaba buen sabor de boca de manera personal - Pues, Zöe parece pasarla bien… creo. Esta pers--
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Fue entonces cuando se sintió el ruido de la madera destrozarse, llevando a ambas chicas a mirar la terrorífica escena. Sus ojos se llenaron de nervios y de miedo al ver cómo la arrastraba fuera del cobertizo para cumplir con su objetivo. Aunque la dejara con cuidado, Leveru solo podía pensar en que eso debió ser bastante traumante para la pobre Samantha.
- Creo que tendremos que fumar de la fuerte para hacerla olvidar todo esto…
Cuando la bio se giró en búsqueda de su siguiente objetivo, de inmediato la dragona embetunada saltó desde donde se escondía, y apuntó con sus dos manos el lugar donde se encontraba la dragona de viento. Esto solo empeoró el rostro impactado y con miedo de la joven que faltaba por embetunar
- ¡PERO LEVERU!
- ¡Zöe, Zöe! Aprovecha, oportunidad única e irresistible, solo por hoy, una oferta que nunca más se repetirá - se escuchaba como toda una mercader intentando vender una tela exquisita y extravagante. Excepto porque era una de sus mejores amigas e invicta en este evento
La joven no tardó en levantarse y mirar a su alrededor, mientras caminaba nerviosa hacia atrás, imitando cada paso que daba la bio hacia ella, aunque la distancia no podía ser acortada de la misma forma.
- Ehhhh…. Ehhhh… - intentaba pensar en alguna forma para no caer en un inevitable destino lleno de betún, hasta que una idea se le ocurrió - ¡Zöe! ¿Acaso sabes si el betún tiene un elemento que pueda ocasionar una reacción negativa en el organismo de alguien si se administra de manera equivocada en su cuerpo?
No espero siquiera si le respondía o no, dio media vuelta y se dedicó a correr como si no hubiera mañana. Solo pudo esperar que, con su pregunta específica, pudiera hacer pensar lo suficiente a la joven embetunadora como para perderla de vista. Aunque, recordando cómo terminó Samantha, solo podía imaginarse algo peor si intentaba alargar demasiado su embetunamiento inevitable.
En el mercado central, mientras corría al lado de cientos de embetunados dragones y extranjeros, solo podía pensar en cuál podía ser el mejor escondite posible. Estaba claro que no estaba segura en los interiores, y solo podía imaginarse en la sonrisa que pondría si es que la pillaba. Se dio vuelta para mirar a su alrededor, buscando algo, la mínima pista. No quería probar con las telas ni con las paneras, ya sabía en qué había acabado eso en el pasado.
Entonces, vio dos estatuas de dragones en una enorme pileta que había en el lugar. Originalmente eran tres, pero, debido a las mantenciones, habían sacado una de las estatuas para renovarla.
Era eso, o seguir aplazando lo inevitable.
Solo podía esperar a que Zöe sufriera de acromatopsia
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
-Así que...a ver si lo he entendido bien. Algunas personas pueden disfrazarse de demonio y perseguir y golpear o humillar a todo aquel que se encuentre en su camino, sin importar estatus o clase social. ¿Es eso? ¿Y todo viene por una leyenda antigua que cuenta que hace mucho tiempo realmente existía una criatura peligrosa en estas tierras a la que se culpaba de la desaparición de niños? -Níniel enarcó nuevamente una ceja, denotando que no entendía nada de aquella extraña tradición supuestamente festiva, y mucho menos cómo un origen tan siniestro podía haber acabado convirtiéndose en una celebración, en algo que recordar año tras año y vinculado al jolgorio y la diversión.
-Eres de muy al sur elfa. Hay cosas como esta que no pueden entenderse si no se viven. Aún así solo te lo he contado para que vayas con cuidado. Algunos de los Krampus aprovechan para dar rienda suelta a toda su mala baba cuando el disfraz oculta su identidad...No es una buena noche para "dar un paseo tranquilo por la ciudad" precisamente.-Respondió Jawzahr sonriendo de medio lado, seguramente porque no era él quien tenía que aventurarse a, según como la había descrito, una ciudad cuyas calles iban a verse convertidas en prácticamente un campo de batalla.
-Por si el frío helador de la noche no fuese suficiente...Espero que esas lágrimas cristalizadas sean tan importantes como la gran encantadora asegura.- Musitó la joven peliblanca antes de soltar un largo suspiro. Seguro que Abbey solo la había escogido a ella para acompañarla en aquella ocasión para fastidiar. Desde que se decantara por Lucy como compañera a la hora de salvar al gran inquisidor, privándola de la gloria de tal hazaña, la joven tensai de hielo parecía disfrutar otorgándole las misiones más peligrosas o las menos satisfactorias.
-Sin duda. Un lugar en la propia ciudad donde recolectar un material alquímico que solo aparece una noche al año...Eres la maestra alquimista de la Logia, deberías estar emocionada. Un poco de betún no es nada en comparación- Fueron las palabras del semi dragón, que nunca llevaba la contraria a las grandes encantadoras. Algo por otro lado bastante sensato.
-¿Betún? Al primer atontado que se atreva a acercarse con tales intenciones le convertiré en una estatua de hielo hasta la primavera.-Interrumpió la conversación la conocida voz de lady Frost, tan altiva y cortante como siempre, mientras terminaba de descender las escaleras que comunicaban aquel nivel con el superior. -Recoger esas lágrimas es un asunto oficial de la Logia. Conocer el lugar donde podremos recolectarlas y que esté al alcance de nuestras manos es extremadamente raro, obtener esa información no fue sencillo ni barato. Espero resultados...- Siguió diciendo. Pronunciando aquello último como una clara advertencia de que si las cosas salían bien ella se llevaría el mérito, pero si salían mal el marrón se lo comería Níniel. -¿Estás lista, Níniel? No tenemos toda la noche.- Terminó de decir dirigiendo la marcha tan pronto como Níniel asintió, sin querer señalar lo obvio a su superiora: Que llevaba un rato ya preparada y esperándola, y la que se había retrasado era ella.
-Una noche maravillosa. ¿No crees?.- Comentó Abbey transcurridos unos minutos desde que abandonaran la torre y mientras caminaban en silencio rumbo a la cercana ciudad, con el camino iluminado gracias a un par de orbes de luz conjurados por la elfa y que flotaban sobre las cabezas de ambas magas. Por supuesto un comentario envenenado el de la gran encantadora. Níniel estaba helada incluso a pesar de sus ropas del norte y su gruesa capa, saltaba a la vista. Un problema que la tensai de hielo no tenía, ni siquiera vestida con ropas más propias del verano de Lunargenta que de aquellas latitudes. Y que aún no supiese por qué la elfa había preferido de compañera a Lucy, tensai de fuego, que a ella para moverse por allí...
El camino no fue muy largo y ya al abrigo de la ciudad Níniel sintió un rápido alivio del frio, al estar allí protegida de las más frías corrientes de aire que aullaban al raso. El calor de los fuegos y faroles de la ciudad ayudaban a soportar la noche de mejor manera también, y cuanto más hacia el centro mucho mejor, pues era en aquella dirección donde parecía concentrarse buena parte de los actos festivos y de la gente. Lo cual, tal y como ya le advirtiera Jawzahr, también significaba mayores posibilidades de acabar de betún hasta las puntiagudas orejas, o algo peor. Tal vez avanzar en aquella dirección no fuera muy buena idea.
-Extraña o no esta fiesta...parece que la gente se divierte a pesar del "riesgo".- Comentó la joven peliblanca tras escuchar risas y canciones burlescas que parecían tener como objetivo cabrear a los Krampus, a tenor de sus ingeniosas y soeces letras. También parecía por el olor que estaban sirviendo algún tipo de degustación culinaria no demasiado lejos de donde la pareja de magas se encontraba.
-Menuda celebración...Si no has visto las fiestas en los grandes palacios de las islas no has visto lo que es una fiesta de verdad. Veamos, debería estar por aquí...Deberíamos estar cerca de una formación transparente. Y una vez que...- La pelirroja no pudo terminar la frase pues en esos momentos un grupo formado por tres personas, adultos por su altura, disfrazados con ropajes rojos y horribles máscaras, doblaron una esquina cercana mientras gritaban y se reían, yendo a parar justo delante de ambas mujeres. Quedando ambos grupos mirándose los unos a los otros durante unos instantes sin decir ni hacer nada en absoluto.
-Vaya vaya. Mirad que chicas tan guapas tenemos aquí...-Finalmente dijo uno de ellos comenzando a hacer girar la fusta que llevaba en la mano derecha.
-Y muy limpitas, ni una sola mancha de betún...No seríamos buenos demonios si no...las manchásemos un poco.- Secundó otro de ellos que portaba un cubo lleno hasta la mitad de un pringue oscuro que tenía toda la pinta de no salir de la ropa ni del pelo con nada. Y dicho aquello el trío de rojos enmascarados comenzaría a acercarse entonando una sonata sobre dejar las caras manchadas y las nalgas bien sonrojadas.
-Lo lleváis claro si pensáis que vais a ensuciarme con esa guarrada. Tenéis cinco segundos para dar media vuelta y salir corriendo o...- Amenazó la gran encantadora sin retroceder ni un paso.
-¿O qué? Ya hemos cubierto a una docena de personas con betún, no vas a librarte por unas vanas amenazas...Eso no ayudó al corregidor...- Se burló el que portaba la fusta haciendo que los demás rieran, sin duda recordando una hazaña reciente bastante cómica desde su punto de vista.
-Como queráis. Los cinco segundos ya han pasado.- Respondió Abbey comenzando a materializar en su mano derecha un orbe de hielo puro. En ese preciso momento la osadía de aquel trío de hombres disfrazados desapareció por completo.
-Eh, Abbey...-Musitó la peliblanca tratando de llamar su atención sin lograrlo hasta el tercer intento. La gran encantadora parecía demasiado ocupada jactándose de su poder y de cómo este había hecho que uno de aquellos hombres se meara encima. -Abbey...- Insistió la elfa.
-¿Qué? ¿No ves que estoy ocupada?.- Espetó la encantadora sin dejar de mirar hacia aquellos juerguistas.
-Supongo que las lágrimas cristalizadas se llaman así por tener forma de lágrima y un aspecto semejante al cristal, ¿me equivoco?- Sugirió mientras miraba en dirección contraria a la de la bruja usando su vista de elfa.
-Pues sí. Veo que eres muy inteligente, ahora sé porque el Gran inquisidor se fijó en tí.- Dijo con claro tono irónico la pelirroja.
-Entonces más nos vale dejar de jugar y empezar correr.- Advirtió seriamente la peliblanca, comenzando a correr en la dirección en la que había estado mirando, instando a la encantadora a deshacer su magia y mirar hacia allí. - Esos demonios tienen las lágrimas.- Añadió ya en plena carrera, haciendo que Abbey mirara a los tres Krampus que veía sin entender a qué se refería, pues no parecían ser portadores de tan codiciadas lágrimas. -No, esos no. ¡ESOS!- Señaló hacia delante de su posición; Al final de la calle una pareja de Krampus de algún modo habían logrado hacerse con las lágrimas y las observaban embelesados por su gran belleza, allí parados, observando como reflejaban las llamas de un brasero cercano.
-¿QUEEÉ? No ni hablar. Todo el dinero y esfuerzo...- Gritó la encantadora comenzando a correr y alcanzando e incluso superando a Níniel cuando estaban llegando ya hasta el final de la calle. -Dadme eso ahora mismo.- Les espetó de tal modo que la pareja de demonios se asustó y salió corriendo hacia la derecha por otra calle. -Vamos elfa, que no se escapen. Les convertiré en granizados por hacerme correr y quitarme mis lágrimas.- Giró a la derecha para seguirles y Níniel la siguió ella, solo un par de pasos por detrás.
-Odio a todos estos idiotas disfrazados. Les voy a hacer tragarse su propio mejunje apesto...so.- Estaba ya pronunciando la gran encantadora antes de darse cuenta del lugar al que tanto ella como la elfa habían ido a parar. Toda la calle a la que habían dado estaba repleta de demonios de rojo con sus máscaras. Incluso había uno enorme que destacaba por encima de los demás. Buena parte de ellos, los más cercanos a la calle de la que ambas venían, se quedaron mirándolas, comenzando a acercarse poco a poco, levantando sus cubos de betún casi al unísono y comenzando a reírse con evidente sorna.
-Ahh, me parece que nos hemos equivocado de dirección...- Trató de disculparse la joven de blanco cabello retrocediendo poco a poco. Pero por cada paso atrás que daba el gentio daba uno adelante, salvo un par de entre los Krampus que no dudaban en empujar a otros para abrirse paso, huyendo de allí. Los dos que tenían las lágrimas a todas luces. -Van hacia aquella calle, al otro lado de la plaza...- Comentó la joven a su superiora que asintió pues también los veía.
-Yo me ocupare de ellos. Tú apáñatelas con estos...estos.- Fueron sus palabras empezando a correr para dar un rodeo y alcanzar a aquellos tipos, dejando a Níniel sola ante el peligro como muro de contención ante toda aquella gente.
-Espera qué quieres que...Será posible...- Murmuró al quedarse sola y esbozando una gentil sonrisa ante aquella gente que tenía muy malas intenciones. - Estooo, yo ni siquiera soy de aquí, sabéis...Soy una elfa del bosque de Sandorai...Una sacerdotisa...- A aquella gente aquello le importaba un pimiento y siguieron acortando distancias de manera voluntariamente pausada con una Níniel que trataba de dar con algún modo de salir de aquella situación. No quería acabar cubierta de los pies a la cabeza de betún, ni quería sufrir los azotes que podían llegar a propinar aquellas fustas...Pero tampoco iba a hacerles daño a aquellas personas.
-¡Mirad! ¡Un mono de tres cabezas!- Trató de distraerlos y salir corriendo ella también. Pero eran unos demonios de lo más profesionales. No picaron -Vale. Como queráis. No me dejáis otra opción.- Dijo elevando la mano al cielo atrayendo la atención de la gente hacia la misma con aquel teatral gesto.-¡Sol celestial!- Profirió enseguida, y un fuerte fogonazo de luz pura inundó la plaza, cegando a todo aquel que lo hubiese visto por unos instantes. Momento el cual aprovechó para poner pies en polvorosa tan rápidamente como pudo.
Esperaba que al menos, despues de aquella jugarreta, la gran encantadora alcanzara a los Krampus a la fuga y obtuviera las lágrimas. Una idea no exenta de cierta gracia a pesar de todo. Se suponía que el juego era al revés y era los demonios los que perseguían, no los perseguidos. Por lo que se veía no contaron con Abbey Frost y su mala leche cuando inventaron aquella norma.
-Eres de muy al sur elfa. Hay cosas como esta que no pueden entenderse si no se viven. Aún así solo te lo he contado para que vayas con cuidado. Algunos de los Krampus aprovechan para dar rienda suelta a toda su mala baba cuando el disfraz oculta su identidad...No es una buena noche para "dar un paseo tranquilo por la ciudad" precisamente.-Respondió Jawzahr sonriendo de medio lado, seguramente porque no era él quien tenía que aventurarse a, según como la había descrito, una ciudad cuyas calles iban a verse convertidas en prácticamente un campo de batalla.
-Por si el frío helador de la noche no fuese suficiente...Espero que esas lágrimas cristalizadas sean tan importantes como la gran encantadora asegura.- Musitó la joven peliblanca antes de soltar un largo suspiro. Seguro que Abbey solo la había escogido a ella para acompañarla en aquella ocasión para fastidiar. Desde que se decantara por Lucy como compañera a la hora de salvar al gran inquisidor, privándola de la gloria de tal hazaña, la joven tensai de hielo parecía disfrutar otorgándole las misiones más peligrosas o las menos satisfactorias.
-Sin duda. Un lugar en la propia ciudad donde recolectar un material alquímico que solo aparece una noche al año...Eres la maestra alquimista de la Logia, deberías estar emocionada. Un poco de betún no es nada en comparación- Fueron las palabras del semi dragón, que nunca llevaba la contraria a las grandes encantadoras. Algo por otro lado bastante sensato.
-¿Betún? Al primer atontado que se atreva a acercarse con tales intenciones le convertiré en una estatua de hielo hasta la primavera.-Interrumpió la conversación la conocida voz de lady Frost, tan altiva y cortante como siempre, mientras terminaba de descender las escaleras que comunicaban aquel nivel con el superior. -Recoger esas lágrimas es un asunto oficial de la Logia. Conocer el lugar donde podremos recolectarlas y que esté al alcance de nuestras manos es extremadamente raro, obtener esa información no fue sencillo ni barato. Espero resultados...- Siguió diciendo. Pronunciando aquello último como una clara advertencia de que si las cosas salían bien ella se llevaría el mérito, pero si salían mal el marrón se lo comería Níniel. -¿Estás lista, Níniel? No tenemos toda la noche.- Terminó de decir dirigiendo la marcha tan pronto como Níniel asintió, sin querer señalar lo obvio a su superiora: Que llevaba un rato ya preparada y esperándola, y la que se había retrasado era ella.
-Una noche maravillosa. ¿No crees?.- Comentó Abbey transcurridos unos minutos desde que abandonaran la torre y mientras caminaban en silencio rumbo a la cercana ciudad, con el camino iluminado gracias a un par de orbes de luz conjurados por la elfa y que flotaban sobre las cabezas de ambas magas. Por supuesto un comentario envenenado el de la gran encantadora. Níniel estaba helada incluso a pesar de sus ropas del norte y su gruesa capa, saltaba a la vista. Un problema que la tensai de hielo no tenía, ni siquiera vestida con ropas más propias del verano de Lunargenta que de aquellas latitudes. Y que aún no supiese por qué la elfa había preferido de compañera a Lucy, tensai de fuego, que a ella para moverse por allí...
El camino no fue muy largo y ya al abrigo de la ciudad Níniel sintió un rápido alivio del frio, al estar allí protegida de las más frías corrientes de aire que aullaban al raso. El calor de los fuegos y faroles de la ciudad ayudaban a soportar la noche de mejor manera también, y cuanto más hacia el centro mucho mejor, pues era en aquella dirección donde parecía concentrarse buena parte de los actos festivos y de la gente. Lo cual, tal y como ya le advirtiera Jawzahr, también significaba mayores posibilidades de acabar de betún hasta las puntiagudas orejas, o algo peor. Tal vez avanzar en aquella dirección no fuera muy buena idea.
-Extraña o no esta fiesta...parece que la gente se divierte a pesar del "riesgo".- Comentó la joven peliblanca tras escuchar risas y canciones burlescas que parecían tener como objetivo cabrear a los Krampus, a tenor de sus ingeniosas y soeces letras. También parecía por el olor que estaban sirviendo algún tipo de degustación culinaria no demasiado lejos de donde la pareja de magas se encontraba.
-Menuda celebración...Si no has visto las fiestas en los grandes palacios de las islas no has visto lo que es una fiesta de verdad. Veamos, debería estar por aquí...Deberíamos estar cerca de una formación transparente. Y una vez que...- La pelirroja no pudo terminar la frase pues en esos momentos un grupo formado por tres personas, adultos por su altura, disfrazados con ropajes rojos y horribles máscaras, doblaron una esquina cercana mientras gritaban y se reían, yendo a parar justo delante de ambas mujeres. Quedando ambos grupos mirándose los unos a los otros durante unos instantes sin decir ni hacer nada en absoluto.
-Vaya vaya. Mirad que chicas tan guapas tenemos aquí...-Finalmente dijo uno de ellos comenzando a hacer girar la fusta que llevaba en la mano derecha.
-Y muy limpitas, ni una sola mancha de betún...No seríamos buenos demonios si no...las manchásemos un poco.- Secundó otro de ellos que portaba un cubo lleno hasta la mitad de un pringue oscuro que tenía toda la pinta de no salir de la ropa ni del pelo con nada. Y dicho aquello el trío de rojos enmascarados comenzaría a acercarse entonando una sonata sobre dejar las caras manchadas y las nalgas bien sonrojadas.
-Lo lleváis claro si pensáis que vais a ensuciarme con esa guarrada. Tenéis cinco segundos para dar media vuelta y salir corriendo o...- Amenazó la gran encantadora sin retroceder ni un paso.
-¿O qué? Ya hemos cubierto a una docena de personas con betún, no vas a librarte por unas vanas amenazas...Eso no ayudó al corregidor...- Se burló el que portaba la fusta haciendo que los demás rieran, sin duda recordando una hazaña reciente bastante cómica desde su punto de vista.
-Como queráis. Los cinco segundos ya han pasado.- Respondió Abbey comenzando a materializar en su mano derecha un orbe de hielo puro. En ese preciso momento la osadía de aquel trío de hombres disfrazados desapareció por completo.
-Eh, Abbey...-Musitó la peliblanca tratando de llamar su atención sin lograrlo hasta el tercer intento. La gran encantadora parecía demasiado ocupada jactándose de su poder y de cómo este había hecho que uno de aquellos hombres se meara encima. -Abbey...- Insistió la elfa.
-¿Qué? ¿No ves que estoy ocupada?.- Espetó la encantadora sin dejar de mirar hacia aquellos juerguistas.
-Supongo que las lágrimas cristalizadas se llaman así por tener forma de lágrima y un aspecto semejante al cristal, ¿me equivoco?- Sugirió mientras miraba en dirección contraria a la de la bruja usando su vista de elfa.
-Pues sí. Veo que eres muy inteligente, ahora sé porque el Gran inquisidor se fijó en tí.- Dijo con claro tono irónico la pelirroja.
-Entonces más nos vale dejar de jugar y empezar correr.- Advirtió seriamente la peliblanca, comenzando a correr en la dirección en la que había estado mirando, instando a la encantadora a deshacer su magia y mirar hacia allí. - Esos demonios tienen las lágrimas.- Añadió ya en plena carrera, haciendo que Abbey mirara a los tres Krampus que veía sin entender a qué se refería, pues no parecían ser portadores de tan codiciadas lágrimas. -No, esos no. ¡ESOS!- Señaló hacia delante de su posición; Al final de la calle una pareja de Krampus de algún modo habían logrado hacerse con las lágrimas y las observaban embelesados por su gran belleza, allí parados, observando como reflejaban las llamas de un brasero cercano.
-¿QUEEÉ? No ni hablar. Todo el dinero y esfuerzo...- Gritó la encantadora comenzando a correr y alcanzando e incluso superando a Níniel cuando estaban llegando ya hasta el final de la calle. -Dadme eso ahora mismo.- Les espetó de tal modo que la pareja de demonios se asustó y salió corriendo hacia la derecha por otra calle. -Vamos elfa, que no se escapen. Les convertiré en granizados por hacerme correr y quitarme mis lágrimas.- Giró a la derecha para seguirles y Níniel la siguió ella, solo un par de pasos por detrás.
-Odio a todos estos idiotas disfrazados. Les voy a hacer tragarse su propio mejunje apesto...so.- Estaba ya pronunciando la gran encantadora antes de darse cuenta del lugar al que tanto ella como la elfa habían ido a parar. Toda la calle a la que habían dado estaba repleta de demonios de rojo con sus máscaras. Incluso había uno enorme que destacaba por encima de los demás. Buena parte de ellos, los más cercanos a la calle de la que ambas venían, se quedaron mirándolas, comenzando a acercarse poco a poco, levantando sus cubos de betún casi al unísono y comenzando a reírse con evidente sorna.
-Ahh, me parece que nos hemos equivocado de dirección...- Trató de disculparse la joven de blanco cabello retrocediendo poco a poco. Pero por cada paso atrás que daba el gentio daba uno adelante, salvo un par de entre los Krampus que no dudaban en empujar a otros para abrirse paso, huyendo de allí. Los dos que tenían las lágrimas a todas luces. -Van hacia aquella calle, al otro lado de la plaza...- Comentó la joven a su superiora que asintió pues también los veía.
-Yo me ocupare de ellos. Tú apáñatelas con estos...estos.- Fueron sus palabras empezando a correr para dar un rodeo y alcanzar a aquellos tipos, dejando a Níniel sola ante el peligro como muro de contención ante toda aquella gente.
-Espera qué quieres que...Será posible...- Murmuró al quedarse sola y esbozando una gentil sonrisa ante aquella gente que tenía muy malas intenciones. - Estooo, yo ni siquiera soy de aquí, sabéis...Soy una elfa del bosque de Sandorai...Una sacerdotisa...- A aquella gente aquello le importaba un pimiento y siguieron acortando distancias de manera voluntariamente pausada con una Níniel que trataba de dar con algún modo de salir de aquella situación. No quería acabar cubierta de los pies a la cabeza de betún, ni quería sufrir los azotes que podían llegar a propinar aquellas fustas...Pero tampoco iba a hacerles daño a aquellas personas.
-¡Mirad! ¡Un mono de tres cabezas!- Trató de distraerlos y salir corriendo ella también. Pero eran unos demonios de lo más profesionales. No picaron -Vale. Como queráis. No me dejáis otra opción.- Dijo elevando la mano al cielo atrayendo la atención de la gente hacia la misma con aquel teatral gesto.-¡Sol celestial!- Profirió enseguida, y un fuerte fogonazo de luz pura inundó la plaza, cegando a todo aquel que lo hubiese visto por unos instantes. Momento el cual aprovechó para poner pies en polvorosa tan rápidamente como pudo.
Esperaba que al menos, despues de aquella jugarreta, la gran encantadora alcanzara a los Krampus a la fuga y obtuviera las lágrimas. Una idea no exenta de cierta gracia a pesar de todo. Se suponía que el juego era al revés y era los demonios los que perseguían, no los perseguidos. Por lo que se veía no contaron con Abbey Frost y su mala leche cuando inventaron aquella norma.
- Spoiler:
- Espero que a Master Wyn no le importe que saque a pasear a la gran encantadora Frost.^^ Es uno de mis personajes preferidos.
Níniel Thenidiel
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Astrid miró como Ircan había salido corriendo y sus ojos bajo la máscara miraron hacia la puerta por la cual había entrado la anciana. Ella salió riéndose y le hizo un gesto a la joven para que fuera detrás de él a la par que le mostraba que ella tenía el arma del contrario. Gracias al cielo de que había permitido que la dragona guardase sus pertenencias antes de que Astrid entrase a la casa disfrazada como demonio. -Va a pasarlo de miedo- Le dijo a su cómplice y tras agarrar el cubo de betún salió de la casa iniciando así la persecución. Al estar en los callejones de Dundarak miró a su alrededor para ver las huellas que había dejado Ircan sobre la nieve que cubría las calles de la ciudad de los dragones. La joven dragona encontró las pisadas del lobo y sin pensarlo más veces comenzó a correr en dirección las huellas ¿A dónde huiría? ¿Qué estaría pensando en esos momentos? ¿Tendría miedo?
Los pies de la castaña corrían sobre la nieve a gran velocidad para alcanzar a Ircan después el intervalo de tiempo que le había dejado para hacer el juego un poco más divertido. La incertidumbre de si te sigue o no podría darle más realismo. Además, Astrid no era la única que estaba disfrazada de demonio. Muchos más se habían unido a ser parte de esa gran festividad por Yule. Al girar en una esquina logró ver a su objetivo seguir corriendo. -Te encontré- Susurró bajo la máscara y casi derrapando en la nieve comenzó a correr en dirección a él. En un cruce antes de llegar a alcanzarlo otro visitante se cruzó con ella y dio un grito de alarma volviendo por donde salió. “Mierda” Alzó la mirada hacia donde estaría Ircan y no lo vio. Se mordió el labio al pensar que lo había perdido de vista y ahora sí que debería de confiar en sus recuerdos de las callejuelas de la ciudad para atajar y atraparlo.
Llegó hasta donde se encontraba antes de tropezar con aquella persona y se levantó la máscara. Jadeaba por la carrera. El humo que salía de su boca al respirar hacía notorio el contraste de temperatura. ¿Dónde se habría metido el lobo? Se colocó la máscara y siguió su camino en busca de su presa navideña. Tras unos minutos recorriendo los callejones logró verlo parado. Supuso que estaría tomando aire tras la persecución. Metió la mano en el betún e hizo que goteara de sus dedos hasta la nieve mientras andaba muy lento hacia él. -No te escaparás pequeño escurridizo- Puso grave de nuevo la voz esperando que no se notara el jadear por esa falta de aire. Giró un poco la cabeza y alzó el brazo hasta la máscara. Dibujó una “sonrisa” en ella, un tanto siniestra y siguió su camino. No tardó en acelerar cuando notó que Ircan la había visto por completo. Con el único propósito de lograr mancharle de una vez con el betún saltó sobre él extendiendo la mano manchada delante de su compañero.
Los pies de la castaña corrían sobre la nieve a gran velocidad para alcanzar a Ircan después el intervalo de tiempo que le había dejado para hacer el juego un poco más divertido. La incertidumbre de si te sigue o no podría darle más realismo. Además, Astrid no era la única que estaba disfrazada de demonio. Muchos más se habían unido a ser parte de esa gran festividad por Yule. Al girar en una esquina logró ver a su objetivo seguir corriendo. -Te encontré- Susurró bajo la máscara y casi derrapando en la nieve comenzó a correr en dirección a él. En un cruce antes de llegar a alcanzarlo otro visitante se cruzó con ella y dio un grito de alarma volviendo por donde salió. “Mierda” Alzó la mirada hacia donde estaría Ircan y no lo vio. Se mordió el labio al pensar que lo había perdido de vista y ahora sí que debería de confiar en sus recuerdos de las callejuelas de la ciudad para atajar y atraparlo.
Llegó hasta donde se encontraba antes de tropezar con aquella persona y se levantó la máscara. Jadeaba por la carrera. El humo que salía de su boca al respirar hacía notorio el contraste de temperatura. ¿Dónde se habría metido el lobo? Se colocó la máscara y siguió su camino en busca de su presa navideña. Tras unos minutos recorriendo los callejones logró verlo parado. Supuso que estaría tomando aire tras la persecución. Metió la mano en el betún e hizo que goteara de sus dedos hasta la nieve mientras andaba muy lento hacia él. -No te escaparás pequeño escurridizo- Puso grave de nuevo la voz esperando que no se notara el jadear por esa falta de aire. Giró un poco la cabeza y alzó el brazo hasta la máscara. Dibujó una “sonrisa” en ella, un tanto siniestra y siguió su camino. No tardó en acelerar cuando notó que Ircan la había visto por completo. Con el único propósito de lograr mancharle de una vez con el betún saltó sobre él extendiendo la mano manchada delante de su compañero.
Astrid Leggiend
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Estaba con mis manos sumergidas en un montículo de nieve, intentando sacar a un niño orgánico que se había escondido cuando escuché el llamado de Leverunia. Termine de sacar y embadurnar al muchacho y luego me dirigí hacia donde estaba, no entendía a que se refería con eso de “única oportunidad” y “oferta”, aunque me pasaba bastante seguido que no lograba entender de qué hablaban las tres amigas.
Allí estaba también Siria, quien se me había escapado al comienzo de la persecución, si la pintaba el juego para ellas estaría terminado y yo podría continuar con todo el resto del pueblo. Di un paso hacía la dragona y ella retrocedió, mi vista estaba fija en los músculos de su cuerpo, atenta a que se tensaran, señal inequívoca de que comenzaría a correr.
-¿Reacción negativa? - Me detuve pero no porque estuviera considerando seriamente el que eso fuera posible, sino por lo extraño del comentario ¿Por qué el betún iría a causar algo semejante? Consideraba a Siria como una dragona más culta que el promedio, por lo que me tomo de sorpresa que dijera algo así.
Al parecer era todo una especie de estratagema para lograr escapar de mi, eso sí podía entenderlo, era parte de las reglas del juego el que hiciera todo lo posible por escabullirse, y también el que yo hiciera lo posible por atraparla. Fui caminando en la dirección por la que se había ido, los orgánicos se apartaban al verme y los que no lo hacían automáticamente eran pintados por mi brocha.
Me detuve frente a las dos estatuas de dragones y Siria, sus motivos para estar allí parada sin moverse era un misterio para mi, supuse que sería alguna otra costumbre de los locales. La observe fijamente e incliné la cabeza hacía un lado mientras pensaba cual sería la mejor opción a seguir. Cuando me decidí retrocedí unos pasos, tome impulso y salté para caer sobre la dragona.
-Es el fin, Siria Reinhardt – Le dije para señalarle el final del juego, mientras levantaba la brocha llena de betún.
Allí estaba también Siria, quien se me había escapado al comienzo de la persecución, si la pintaba el juego para ellas estaría terminado y yo podría continuar con todo el resto del pueblo. Di un paso hacía la dragona y ella retrocedió, mi vista estaba fija en los músculos de su cuerpo, atenta a que se tensaran, señal inequívoca de que comenzaría a correr.
-¿Reacción negativa? - Me detuve pero no porque estuviera considerando seriamente el que eso fuera posible, sino por lo extraño del comentario ¿Por qué el betún iría a causar algo semejante? Consideraba a Siria como una dragona más culta que el promedio, por lo que me tomo de sorpresa que dijera algo así.
Al parecer era todo una especie de estratagema para lograr escapar de mi, eso sí podía entenderlo, era parte de las reglas del juego el que hiciera todo lo posible por escabullirse, y también el que yo hiciera lo posible por atraparla. Fui caminando en la dirección por la que se había ido, los orgánicos se apartaban al verme y los que no lo hacían automáticamente eran pintados por mi brocha.
Me detuve frente a las dos estatuas de dragones y Siria, sus motivos para estar allí parada sin moverse era un misterio para mi, supuse que sería alguna otra costumbre de los locales. La observe fijamente e incliné la cabeza hacía un lado mientras pensaba cual sería la mejor opción a seguir. Cuando me decidí retrocedí unos pasos, tome impulso y salté para caer sobre la dragona.
-Es el fin, Siria Reinhardt – Le dije para señalarle el final del juego, mientras levantaba la brocha llena de betún.
Zöe
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
La elfa trataba de buscar a Christin, aunque cada vez se daba más por vencida. El lugar no era de su agrado y con gente, menos, así que estaba replanteándose el regresar a casa de la dragona y esperarla allí. Era sabido que Helyare no disfrutaba de las festividades de otras razas.
Pero el maldito zorro que las acompañó durante todo el viaje no tuvo idea mejor que tirarle encima el cubo con betún, algo que no se esperaba entre el ajetreo de estar buscando a la hermana de Ingela. El enfado de la elfa fue instantáneo, se giró bruscamente hacia el susodicho sacando su daga y empuñándola con fuerza.
–Tú… maldito engendro antinatural –empezó a mascullar con toda su rabia mientras se acercaba a él –, dame una razón para no despellejarte y usar tu infecta piel como abrigo –le propinó un empujón contra la pared, levantando la daga, dispuesta a rajarle el cuello por lo que había hecho. ¿¡Cómo se atrevía a embadurnarla con esa pintura negra tan asquerosa!? Sin duda, la fiesta era horrible y con bichos así, más. Apretaba aún más la empuñadura de la daga, mientras el betún estaba cayendo lentamente por su cara, cambiando su tono blanquecino a uno negro mate.
Algunos se rieron por lo que había hecho ese Krampus, otros salieron corriendo por si acaso eran perseguidos con la fusta, siguiendo las tradiciones norteñas. Pero Helyare no iba a celebrar nada, el filo de su daga ahora estaba bajo, estaba rozando el abdomen del hombre bestia y estaba a nada de dar el último empujón y dejarle un precioso agujero. Pero de golpe se apartó de él, resoplando con asco. El mismo asco con el que le sus ojos verdes se clavaron en el muchacho peludo.
Era amigo de Ingela. Incomprensible, sí, pero era amigo de Ingela. Y no iba a ser ella quien lo matase, y menos en un territorio que no era el suyo, invitada como estaba en la casa de su amiga. Si hubiese sido en Sandorai, podría haber tomado justicia con ese hombre-animal, pero en un sitio donde te ofrecían el pan y la sal no se podían alzar las armas contra el resto. Y, por mucho que le pesase, era una tradición. Horrorosa, qué duda cabe. Pero tradición a fin de cuentas.
Sin mediar palabra guardó su daga y, tras una última mirada al zorro, se fue en dirección contraria a la que había ido. Seguramente, si ese engendro se lo decía a Ingela, le tocaría escuchar los regaños de la rubia, pero no se arrepentía de nada. Bueno, sí, de no haber podido vengarse como ella consideraba que debía hacerlo.
Sus pasos dejaban rastros negros por la calle nevada pero ella no se fijaba ya en eso, no quería mirar a donde estaba el tumulto de gente y había perdido el interés en encontrar a Christin.
Su primera intención era la de quitarse la capa de piel que le había dado su amiga, pero viendo el frío que hacía descartó rápidamente esa idea. Tampoco quería volver a casa de la dragona si no estaba ella, no dejaba de ser una invitada más.
Sus pasos no ayudaron a relajarla, al contrario, se frustraba más por no haber conseguido llevar a cabo su venganza. Si hubiera tenido el arco… bueno, ni con su arco habría podido consumar la venganza. Por más ganas que tuviera de acabar con él y convertirlo en un abrigo de pelos, no podía hacerle nada mientras Ingela fuera su amiga. ¡Esta dragona! Se hacía amiga de gente muy extraña. Esa fantasía que tenía ella en su cabeza de pensar que podía ser amiga de todo el mundo… y no se enteraba de nada. Helyare siempre se lo achacaba a la edad, la dragona era tan joven que todavía no tenía conciencia de lo que era el verdadero orgullo por tu pueblo, aunque también esa educación abierta e inmoral de los dragones, que abrían sus puertas a todo el mundo.
Recordó, mientras caminaba, que Ingela le había comentado una vez que en el norte había elfos, incluso. Que iban a esconderse. Y sí, a pesar de las capas que llevaban encima, había podido reconocer a unos cuantos. Incluso algún que otro niño elfo que se movía por las calles huyendo de los demonios de la pintura. Suspiró, aún sin quitarse las ganas de matar a Zatch, tal vez se vengaría más adelante, eso sí que no iba a quedar así. Siguió andando sin rumbo fijo, solo quería apartarse un poco del batiburrillo de gente para no aguantar gritos, carreras, empujones o que la gente la mirase porque iba de betún hasta las cejas.
Sin duda iba a vengarse… tarde o temprano, pero ese zorro no iba a irse de rositas.
Off: Interactúo con Zatch y menciono a Ingelita <3 Quiéreme aunque quiera cargarme a Zatchie :3
Pero el maldito zorro que las acompañó durante todo el viaje no tuvo idea mejor que tirarle encima el cubo con betún, algo que no se esperaba entre el ajetreo de estar buscando a la hermana de Ingela. El enfado de la elfa fue instantáneo, se giró bruscamente hacia el susodicho sacando su daga y empuñándola con fuerza.
–Tú… maldito engendro antinatural –empezó a mascullar con toda su rabia mientras se acercaba a él –, dame una razón para no despellejarte y usar tu infecta piel como abrigo –le propinó un empujón contra la pared, levantando la daga, dispuesta a rajarle el cuello por lo que había hecho. ¿¡Cómo se atrevía a embadurnarla con esa pintura negra tan asquerosa!? Sin duda, la fiesta era horrible y con bichos así, más. Apretaba aún más la empuñadura de la daga, mientras el betún estaba cayendo lentamente por su cara, cambiando su tono blanquecino a uno negro mate.
Algunos se rieron por lo que había hecho ese Krampus, otros salieron corriendo por si acaso eran perseguidos con la fusta, siguiendo las tradiciones norteñas. Pero Helyare no iba a celebrar nada, el filo de su daga ahora estaba bajo, estaba rozando el abdomen del hombre bestia y estaba a nada de dar el último empujón y dejarle un precioso agujero. Pero de golpe se apartó de él, resoplando con asco. El mismo asco con el que le sus ojos verdes se clavaron en el muchacho peludo.
Era amigo de Ingela. Incomprensible, sí, pero era amigo de Ingela. Y no iba a ser ella quien lo matase, y menos en un territorio que no era el suyo, invitada como estaba en la casa de su amiga. Si hubiese sido en Sandorai, podría haber tomado justicia con ese hombre-animal, pero en un sitio donde te ofrecían el pan y la sal no se podían alzar las armas contra el resto. Y, por mucho que le pesase, era una tradición. Horrorosa, qué duda cabe. Pero tradición a fin de cuentas.
Sin mediar palabra guardó su daga y, tras una última mirada al zorro, se fue en dirección contraria a la que había ido. Seguramente, si ese engendro se lo decía a Ingela, le tocaría escuchar los regaños de la rubia, pero no se arrepentía de nada. Bueno, sí, de no haber podido vengarse como ella consideraba que debía hacerlo.
Sus pasos dejaban rastros negros por la calle nevada pero ella no se fijaba ya en eso, no quería mirar a donde estaba el tumulto de gente y había perdido el interés en encontrar a Christin.
Su primera intención era la de quitarse la capa de piel que le había dado su amiga, pero viendo el frío que hacía descartó rápidamente esa idea. Tampoco quería volver a casa de la dragona si no estaba ella, no dejaba de ser una invitada más.
Sus pasos no ayudaron a relajarla, al contrario, se frustraba más por no haber conseguido llevar a cabo su venganza. Si hubiera tenido el arco… bueno, ni con su arco habría podido consumar la venganza. Por más ganas que tuviera de acabar con él y convertirlo en un abrigo de pelos, no podía hacerle nada mientras Ingela fuera su amiga. ¡Esta dragona! Se hacía amiga de gente muy extraña. Esa fantasía que tenía ella en su cabeza de pensar que podía ser amiga de todo el mundo… y no se enteraba de nada. Helyare siempre se lo achacaba a la edad, la dragona era tan joven que todavía no tenía conciencia de lo que era el verdadero orgullo por tu pueblo, aunque también esa educación abierta e inmoral de los dragones, que abrían sus puertas a todo el mundo.
Recordó, mientras caminaba, que Ingela le había comentado una vez que en el norte había elfos, incluso. Que iban a esconderse. Y sí, a pesar de las capas que llevaban encima, había podido reconocer a unos cuantos. Incluso algún que otro niño elfo que se movía por las calles huyendo de los demonios de la pintura. Suspiró, aún sin quitarse las ganas de matar a Zatch, tal vez se vengaría más adelante, eso sí que no iba a quedar así. Siguió andando sin rumbo fijo, solo quería apartarse un poco del batiburrillo de gente para no aguantar gritos, carreras, empujones o que la gente la mirase porque iba de betún hasta las cejas.
Sin duda iba a vengarse… tarde o temprano, pero ese zorro no iba a irse de rositas.
Off: Interactúo con Zatch y menciono a Ingelita <3 Quiéreme aunque quiera cargarme a Zatchie :3
Helyare
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Aquella cola era inconfundible. Ingela se abrió paso entre tanto krampus y enbetunado, dando fustazos y gastando betún a dos manos. Estaba sucia y agitada, pero se divertía como hacía mucho no lo hacía. Corrió hacia Zatch y llegó hasta él justo cuando Helyare se daba media vuelta y se marchaba. -¡Zatchie!- exclamó contenta, saltando frente a él, tratando de asustarlo. Pero tenía una expresión extraña -¿Qué ocurre?- dijo en tono preocupado, quitándose la máscara. -¿Todo en orden?- insistió acercándose para quitarle la de él y darle un suave beso en ese hociquito peludo que tanto le gustaba besar.
De repente, la expresión de la rubia cambió a una más pícara -Oye, ¿quieres conocer el bosque al pie de la montaña?- preguntó, estirando la mano, invitándolo a seguirla. -Ven, aprovechemos que nadie nos está buscando y no tenemos que volver a casa en un buen rato, echo de menos estar a solas contigo- dijo en voz bajita, manteniendo su rostro cerquita al de él, mirándolo con sus grandes ojos celestes.
Mientras Ingela incitaba a Zatch al pecado, Detrás de Helyare iba un Krampus con el disfraz más realista de todos. Llegaba a ser aterrador. -Oh... elfa... ¿te has portado bien este año?- bramó una vez estuvo tan cerca de la elfa, que su aliento caliente y húmedo le mojaba la nuca -...yo creo que no...- se contestó. Estiró el brazo y agarró con fuerza a Helyare y, antes de que se diera cuenta. la había echado en un hediondo saco de yute.
De repente, la expresión de la rubia cambió a una más pícara -Oye, ¿quieres conocer el bosque al pie de la montaña?- preguntó, estirando la mano, invitándolo a seguirla. -Ven, aprovechemos que nadie nos está buscando y no tenemos que volver a casa en un buen rato, echo de menos estar a solas contigo- dijo en voz bajita, manteniendo su rostro cerquita al de él, mirándolo con sus grandes ojos celestes.
Mientras Ingela incitaba a Zatch al pecado, Detrás de Helyare iba un Krampus con el disfraz más realista de todos. Llegaba a ser aterrador. -Oh... elfa... ¿te has portado bien este año?- bramó una vez estuvo tan cerca de la elfa, que su aliento caliente y húmedo le mojaba la nuca -...yo creo que no...- se contestó. Estiró el brazo y agarró con fuerza a Helyare y, antes de que se diera cuenta. la había echado en un hediondo saco de yute.
Ingela
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Si bien se había dado cuenta de que la elfa tenía un humor salido del mismísimo infierno, momentos antes de embadurnarla en betún no se había planteado que reaccionara con semejante ira. Sus carcajadas cesaron apenas vio el brillo de la daga ajena refulgir demasiado cerca de su piel y retrocedió de inmediato, echando las orejas hacia atrás con un gesto de sorpresa que duró poco en sus facciones. Cuando notó que el corazón se le había acelerado más de la cuenta y que la elfa lo tenía contra la daga y la pared, respiró profundo y relajó el semblante, atreviéndose incluso a volver a sonreír con pedantería.
-¡Por Odín, Helga, relájate! Creo que no has entendido el juego. Los “embetunados” han de aceptar su destino con más calma. Podrías reírte, incluso. ¿Sabes hacerlo? -Rió sardónico mientras, disimuladamente, metía el abdomen intentando poner distancia entre sus preciadas tripas y el filo de la daga- Veamos, una razón para no despellejarme... Se me ocurren varias. Uno: Ingela, la única criatura que te soporta en este mundo, te odiaría. Dos: Se te echarían encima por asesina; créeme, a la gente le molestan los asesinos, quién sabe por qué. -Se encogió de hombros y suspiró- Y tres, siento decírtelo, pero temo que ni siquiera mi precioso pelaje podría hacer que te veas mejor. No querría que se malgastara en alguien como tú.
Todos sus dientes se exhibieron en un gesto triunfal cuando la elfa se apartó y, obviando toda respuesta, decidió darse la vuelta y dejarlo en paz. El zorro la vio irse mientras, todavía recargado contra la pared, se acariciaba con una mano la zona del abdomen donde estuvo a punto de ganarse un agujero.
-Eso estuvo... demasiado cerca. -Pensó, borrando todo semblante burlón para adquirir una expresión seria, con el ceño fruncido y los dientes apretados. Por mucho palabrerío que acabara de soltar, al final debía resignarse a que lo que había dicho aplicaba tanto para la elfa como para sí mismo. En una situación normal, no hubiese tolerado que alguien intentara intimidarlo de aquella manera, mucho menos esa mujer a quien cada vez tenía más ganas de estrangular. Pero, con Ingela como intermediaria entre ambos, no podría tomar venganza.
Exhaló vaho y se dispuso a seguir andando justo cuando la dragona apareció a su lado, intentando asustarlo con aquella máscara que no hizo más que sacarle una risa forzada y cierto gesto de indiferencia, que pronto se apresuró a corregir con una ancha sonrisa.
-Vaya, qué máscara tan... terrorífica. -Comentó, sacudiendo una mano en el aire- ¡Todo está bien! Sólo estaba descansando. He gastado todo el betún, mira. -Luego de responder al beso enseñó con hipocresía el cubo vacío; en realidad había gastado todo solamente en Helyare.
Pocos segundos junto a la rubia bastaron para que dejase pasar el mal trago anterior. Se acomodó la capa, intentando relajarse, y tomó la mano ajena para acompañarla. Ingela era como un bálsamo para Zatch; siempre que estaban juntos se convertía en un hombre más sosegado e, incluso, amable. Una faceta que prácticamente nadie más conocía de él.
-Vamos. Yo también te he extrañado.
Enfilaron entonces hacia el bosque, esquivando perseguidores y perseguidos. Por el camino, el zorro le ofreció a la jovencita uno de los pastelillos que había tomado de las tiendas, comentándole que “lo había conseguido a muy buen precio”.
-¡Por Odín, Helga, relájate! Creo que no has entendido el juego. Los “embetunados” han de aceptar su destino con más calma. Podrías reírte, incluso. ¿Sabes hacerlo? -Rió sardónico mientras, disimuladamente, metía el abdomen intentando poner distancia entre sus preciadas tripas y el filo de la daga- Veamos, una razón para no despellejarme... Se me ocurren varias. Uno: Ingela, la única criatura que te soporta en este mundo, te odiaría. Dos: Se te echarían encima por asesina; créeme, a la gente le molestan los asesinos, quién sabe por qué. -Se encogió de hombros y suspiró- Y tres, siento decírtelo, pero temo que ni siquiera mi precioso pelaje podría hacer que te veas mejor. No querría que se malgastara en alguien como tú.
Todos sus dientes se exhibieron en un gesto triunfal cuando la elfa se apartó y, obviando toda respuesta, decidió darse la vuelta y dejarlo en paz. El zorro la vio irse mientras, todavía recargado contra la pared, se acariciaba con una mano la zona del abdomen donde estuvo a punto de ganarse un agujero.
-Eso estuvo... demasiado cerca. -Pensó, borrando todo semblante burlón para adquirir una expresión seria, con el ceño fruncido y los dientes apretados. Por mucho palabrerío que acabara de soltar, al final debía resignarse a que lo que había dicho aplicaba tanto para la elfa como para sí mismo. En una situación normal, no hubiese tolerado que alguien intentara intimidarlo de aquella manera, mucho menos esa mujer a quien cada vez tenía más ganas de estrangular. Pero, con Ingela como intermediaria entre ambos, no podría tomar venganza.
Exhaló vaho y se dispuso a seguir andando justo cuando la dragona apareció a su lado, intentando asustarlo con aquella máscara que no hizo más que sacarle una risa forzada y cierto gesto de indiferencia, que pronto se apresuró a corregir con una ancha sonrisa.
-Vaya, qué máscara tan... terrorífica. -Comentó, sacudiendo una mano en el aire- ¡Todo está bien! Sólo estaba descansando. He gastado todo el betún, mira. -Luego de responder al beso enseñó con hipocresía el cubo vacío; en realidad había gastado todo solamente en Helyare.
Pocos segundos junto a la rubia bastaron para que dejase pasar el mal trago anterior. Se acomodó la capa, intentando relajarse, y tomó la mano ajena para acompañarla. Ingela era como un bálsamo para Zatch; siempre que estaban juntos se convertía en un hombre más sosegado e, incluso, amable. Una faceta que prácticamente nadie más conocía de él.
-Vamos. Yo también te he extrañado.
Enfilaron entonces hacia el bosque, esquivando perseguidores y perseguidos. Por el camino, el zorro le ofreció a la jovencita uno de los pastelillos que había tomado de las tiendas, comentándole que “lo había conseguido a muy buen precio”.
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
¿El mundo se había vuelto loco? ¿Acaso era el Fin del Mundo? Las calles de Dundarak se habían llenado de bichos similares al que me había atacado. La gente corría por las nevadas calles perseguidas por aquellas criaturas que las amenazaban con sus manos negras. Yo, no paré de correr. De vez en cuando echaba la vista atrás para ver si me perseguían, pero no era así. Necesitaba encontrar un lugar seguro desde el cual poder pararme y pensar en algo. ¡Si aquellas criaturas eran una especie de niños poseídos por un monstruo era mi deber actuar! ¿Pero cómo?
Tropecé con algo oculto por la nieve y rodé por los suelos llenándome de aquella blanca sustancia hasta que mis huesos se detuvieron en la encrucijada de dos calles. Me levanté y empecé a expoliarme la nieve. Fue entonces cuando noté como algo me miraba fijamente. Me giré hacía dónde sentía aquella sensación. No había nadie, y la sensación había desaparecido.
"Que raro..." pero no tenía mucho tiempo que perder. Y allí estaba demasiado expuesto.
Me fui tomando la calle de mi izquierda y cuando me sentí más seguro me detuve un momento para recuperar el aliento y poner en orden mis pensamientos.
"Si es un ataque a tan gran escala, ¿por qué aún no ha intervenido la guardia de Dundarak?" me mordí el labio. "Tampoco escucho las campanas de alarma. Algo se me escapa..."
Pero no tuve mucho tiempo para pensar. De nuevo aquella sensación. Esta vez al voltear la mirada si que vi al causante, era aquel bicho que me había atacado.
"¡Bah! ¡Me da igual crió o demonio! ¡Voy a zampármelo!" bramó el lobo de mi interior forcejeando contra las cadenas de mi mente.
"¡No!" me concentré todo lo que pude mientras aquella criatura avanzaba hacía mi. "¡No podemos dañar a esos niños! ¡Hay que liberarlos!"
Aquel tiempo desaprovechado fue el suficiente como para que mi enemigo se plantará prácticamente a mi lado. Se había dibujado una tétrica sonrisa negra en aquella mascara. Del brazo que alzaba contra mi goteaba un viscoso liquido negro. ¡No podía permitir que me tocará! Me hice a un lado y lo cogí de aquel brazo. Estiré de él y justo en el momento en el que preví que su cuerpo chocaría contra el mio, metí mi cadera para levantar su cuerpo aprovechando la inercia. Volví a tirar del brazo que del que lo tenía agarrado y lo lancé por los aires haciéndolo deslizarse por la nieve. Aprovechando aquel momento volví a salir corriendo para poder perder de vista a mi perseguidor.
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Lo siento Astrid xD
Tropecé con algo oculto por la nieve y rodé por los suelos llenándome de aquella blanca sustancia hasta que mis huesos se detuvieron en la encrucijada de dos calles. Me levanté y empecé a expoliarme la nieve. Fue entonces cuando noté como algo me miraba fijamente. Me giré hacía dónde sentía aquella sensación. No había nadie, y la sensación había desaparecido.
"Que raro..." pero no tenía mucho tiempo que perder. Y allí estaba demasiado expuesto.
Me fui tomando la calle de mi izquierda y cuando me sentí más seguro me detuve un momento para recuperar el aliento y poner en orden mis pensamientos.
"Si es un ataque a tan gran escala, ¿por qué aún no ha intervenido la guardia de Dundarak?" me mordí el labio. "Tampoco escucho las campanas de alarma. Algo se me escapa..."
Pero no tuve mucho tiempo para pensar. De nuevo aquella sensación. Esta vez al voltear la mirada si que vi al causante, era aquel bicho que me había atacado.
"¡Bah! ¡Me da igual crió o demonio! ¡Voy a zampármelo!" bramó el lobo de mi interior forcejeando contra las cadenas de mi mente.
"¡No!" me concentré todo lo que pude mientras aquella criatura avanzaba hacía mi. "¡No podemos dañar a esos niños! ¡Hay que liberarlos!"
Aquel tiempo desaprovechado fue el suficiente como para que mi enemigo se plantará prácticamente a mi lado. Se había dibujado una tétrica sonrisa negra en aquella mascara. Del brazo que alzaba contra mi goteaba un viscoso liquido negro. ¡No podía permitir que me tocará! Me hice a un lado y lo cogí de aquel brazo. Estiré de él y justo en el momento en el que preví que su cuerpo chocaría contra el mio, metí mi cadera para levantar su cuerpo aprovechando la inercia. Volví a tirar del brazo que del que lo tenía agarrado y lo lancé por los aires haciéndolo deslizarse por la nieve. Aprovechando aquel momento volví a salir corriendo para poder perder de vista a mi perseguidor.
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Lo siento Astrid xD
Ircan
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
El sol se alzaba en el pueblo, la mañana no tardo en avanzar hasta que sus gentes comenzaron sus actividades, pero este nuevo día no era como cualquier otro, extraños ruidos comenzaron a adueñarse de las calles.
Poco a poco el ruido comenzó a despertar a Al'theas, el cual se encontraba en la cama de la habitación que había alquilado en aquella modesta taberna del pueblo, sus ojos se abrieron lentamente hasta que su mente comenzara a asimilar los ruidos de las calles. Primero escucho gritos, suplicas... gruñidos y rugidos.
El elfo se apresuro en levantarse de la cama para lograr ver a través de la ventana lo que estaba pasando ¿acaso estaban atacando el pueblo? y entonces aquellos gritos se tiño con las risas de niños.
Por la ventana podía verse a unos extraños sujetos disfrazados de rojo ocultando sus rostros con unas extrañas mascaras, fustigando a todo aquel a su paso a la vez que les ensuciaban con el contenido de algún tipo de sustancia.
-¿Que esta pasando?...- Se pregunto Al'theas ante tal espectáculo.
Tras vestirse, bajo al piso inferior con intención de preguntarle al tabernero que estaba sucediendo, ademas de tomar algo. En aquel lugar las cosas parecían muy calmadas y había bastante gente desayunando y hablando.
-Disculpe... ¿que es todo ese jaleo de afuera?- Pregunto el elfo mientras tomaba asiento en la barra.
-¿Que que sucede?... oooh claro, usted no es de por aquí verdad? je... pues vera... resulta que hoy es el día de la persecución de Krampus- Dijo el tabernero, sonriendo mientras limpiaba un vaso.
-¿La persecución de quien?...- Expreso confundido.
-En pocas palabras... es una tradición donde la gente aprovecha para cometer gamberradas disfrazados, te persiguen y te embadurnan en betún, y si te resistes... te muelen a fustazos, divertido ¿eh? jajaja- Decía alegremente mientras reía.
-Curioso... cuanto menos... Sírvame un vaso de caldo de verduras por favor... y... creo que me quedare una noche mas en la taberna...- Dijo mientras le dejaba en la barra una pequeña cantidad de Aeros para pagarse el desayuno ademas de una noche mas.
-¿Oh?... ¿no participara? menudas risas me echaba cuando era joven... jeje- Dijo mientras le servia el caldo a Al'theas.
-No es por faltar al respeto a una tradición, pero... se me antojan un tanto infantiles estos eventos ...supongo... que me estoy haciendo viejo para estas cosas... ademas, he dejado al herrero mi armadura para que le de un repaso... y no tengo ninguna intención de salir a la calle para que me llenen de betún... que conveniente para usted... ¿verdad?...- Dijo para luego dar un sorbo a su vaso.
-¡jajaja! ya lo ve... incluso a día de hoy este evento sigue divirtiéndome ¡jajajaja!- Dijo mientras reía a carcajadas ante el apuro del elfo del que acababa de sacar beneficio.
-A todo esto... ¿que es Krampus? nunca había oído hablar de un ser así en mis libros sobre monstruos... ¿es un brujo o algo así?- Pregunto con curiosidad.
-Oh no señor... es un demonio...- Respondió con un tono de voz mas sombrío -Se lleva a los niños que han sido malos... los obligan a trabajar como esclavos... hasta que sus fuerzas ya no dan para mas...y luego se los comen...- Dijo mirando fijamente al elfo.
-Ya veo... un cuento para asegurarse de que los mas jóvenes se conviertan en buenas personas... a pesar de que luego los no tan jóvenes... sean aquellos que se disfrazan en demonios... curiosa paradoja...- Volvía a darle otro sorbo a su vaso.
El día iba a ser largo en aquella taberna, Al'theas se paso la mayor parte del tiempo mirando por la ventana, observando a la gente gritar y corretear de la gente disfrazada de Krampus, hubo una ocasión en la que uno de estos individuos se estampo intencionadamente contra la ventana para asustar al elfo, causándole un pequeño sobresalto que expreso alzando ambas cejas, mientras aquel individuo se alejaba riendo.
La noche comenzó a caer, el frió se levanto con nubes que anunciaban una tormenta de nieve y aquellos que iban disfrazados o no, abandonaron las calles en cuanto se hizo de noche.
Justo en ese momento, la puerta de la taberna se abrió casi de golpe, llamando la atención de los allí presentes. Se trataba de una mujer joven, un hombre que podría ser su marido y uno de los guardias del pueblo, aquella mujer se dirigió al tabernero con angustia.
-Rosalin... ¿e-esta aquí?... dime que mi hija esta aquí...- Dijo la mujer a punto de echarse a llorar.
-Pues... no Marta, Rosalin no ha estado por aquí hoy... ¿que ha pasado?-
-Mi pequeña... llevo todo el día buscándola por todo el pueblo... e-este... era el ultimo lugar que quedaba por mirar...- Decía mientras caía de rodillas -¿Que voy a hacer sin mi niña?...¡Rosalin!...- Dijo echándose las manos a la cara, llorando desconsoladamente.
-Vamos cariño... ten fe... mañana cuando haya pasado la tormenta la encontraremos...- Expreso su marido mientras la abrazaba para tratar de consolarla.
-Mis compañeros y yo hemos tratado de buscarla en el bosque y el pueblo... pero no han tenido suerte, y con la tormenta que se avecina... esperamos tener mas suerte cuando pase...- Dijo el guardia con un tono de frustración.
Al'theas escuchaba atentamente la conversación, sabia perfectamente que aquella niña no sobreviviría a la tormenta, por lo que se levanto del asiento y se dirigió a aquella mujer -Intentare encontrarla, creo que aun estoy a tiempo para intentarlo, lo peor de la tormenta aun no ha llegado- Le dijo a aquella mujer, cuya mirada expresaba una frágil esperanza.
El elfo sabia que contaba con el tiempo justo, no podría contar con su armadura, por lo que tendría que ir con lo puesto junto a su capa para resguardarse y de la espada de su hermana, de la cual nunca se separaba.
El frió del bosque comenzaba a aumentar progresivamente, con una antorcha en mano se interno en lo mas profundo. Tenia mucha experiencia recorriendo bosques desde que era muy joven, pero ahora tenia un tiempo limite y no una idea muy clara de hacia donde ir a buscar, recordó entonces una conversación que tuvo con su hermana hace ya tantos años... que comenzó con una inocente pregunta "¿Por qué los humanos tenían las orejas redondas y los elfos las tenían largas?" a lo que su hermana contesto... "Porque hubo una época ancestral, en la que los elfos podían escuchar a las hadas y a los espíritus tan claramente como tu puedes oírme ahora... pero con el tiempo... nuestra raza perdió esa facultad... aunque dicen... que en ciertos días... cuando la magia es mas poderosa y la linea entre el mundo espiritual y el mortal es delgada... puedes escuchar algo si te concentras..."
-Actualmente estamos en Yule... si hay algo de cierto en ello...- Susurraba Al'theas mientras cerraba los ojos -Por favor... ayudadme a encontrar a la niña...- Dijo finalmente mientras permanecía en silencio escuchando atentamente.
Paso cerca de un minuto escuchando, y justo cuando pensaba desistir debido al poco tiempo que sabia que tenia... sintió un extraño sonido que acaricio sus oídos, un susurro imposible de comprender que atravesó su mente como un rayo y le insto a mirar hacia una dirección... al Norte... Al'theas no estaba seguro si había funcionado, si aquello era la respuesta que esperaba... pero era todo lo que tenia, y decidió caminar hacia esa dirección a paso ligero con determinación, tenia el tiempo contado para caminar hasta donde pudiera y volver.
Tras unos largos minutos caminando entre la oscuridad de los arboles... llego un momento en el que Al'theas se encontró en un pequeño claro, en el cual destacaba un viejo tronco de un árbol muerto de inquietante aspecto. no estaba seguro de durante cuanto tiempo había caminado, pero sin dudas estaba muy lejos del pueblo. El elfo se acerco a aquel extraño tronco podrido, y lo primero que diviso, fue una cabeza de cabra cortada, que decoraba la parte alta del tronco, amarrada con una cuerda, cuya sangre derramada decoraba la corteza del mismo, Al'theas supo entonces que este lugar había servido para algún tipo de rudimentario ritual demoníaco, y cuando bajo la vista... se percato de unas pequeñas bisagras que sostenían lo que parecía ser una compuerta hecha con la misma corteza del árbol, cerrada con una cadena. Cuando Al'theas se acerco para inspeccionarlo mejor, a través de las grietas se dio cuenta de que había un pequeño cuerpo adentro -La niña...- susurro para si Al'theas.
La luz de su antorcha le bastaba para confirmar que se trataba de una niña, pero no para saber si aun seguía con vida... y el frió en aumento le recordaba que no tenia tiempo para andarse con delicadezas, por lo que decidió desenvainar su espada e intentar echar abajo aquella corteza que actuaba como prisión.
Cuando finalmente lo logro, la niña se había despertado con el ruido y se había resguardado contra el fondo, era un alivio saber que seguía con vida a pesar de que ahora estaba claramente aterrada.
-¡No!... por favor no... no me hagas daño...- Suplico la niña que aparentaba entre cinco o seis años.
-Tranquila... he venido para llevarte con tu madre... se llama... Marta... ¿verdad? Yo me llamo Al'theas... y tu... eres Rosalin ¿cierto?-
La niña miro a los ojos del elfo con alivio al escuchar el nombre de su madre, pero rápidamente su rostro se lleno de amargura -Quiero volver con mi mama... pero...- Su voz se entrecorto y sus ojos se volvieron vidriosos, a punto de llorar.
-¿Pero que?... ¿que ocurre?- Justo entonces extraños ruidos de ramas rompiéndose se escucharon tras Al'theas, interrumpiéndole cualquier respuesta de la niña y obligándole a levantarse y darse la vuelta, pues ahora ya no estaban solos...
De entre los arboles, unos ojos rojos salían de la oscuridad, unas criaturas de piel rojiza de medio metro cuyas cabezas estaban adornadas con cuernos retorcidos cada una de ellas de diferentes formas, aplastando la nieve con sus pezuñas según avanzaban, eran demonios.
Una de las criaturas avanzo, aspirando el aire -Arrrgh... Elfo... ¿que pintas tu aquí? este sacrificio... pertenece a nuestro amo Krampus... o...¿acaso estas aquí para ofrecerte? jejeje...-
-Así que... las leyendas son reales... pensaba que Krampus y sus lacayos eran meros cuentos de viejas... pero ahora veo que son un chiste...- Dijo Al'theas con fingida bravuconería a modo de desafió.
El demonio comenzaba a estar notablemente irritado ante las provocaciones del Elfo, golpeando contra el suelo el extremo inferior de lo que parecía ser una especie de báculo cuya parte superior estaba decorado con la calavera de un bebe humano -Mira este lugar... te habrás dado cuenta de que alguien ha querido deshacerse de esa niña voluntariamente... ¿no?... así es... nadie prepararía este... reclamo... que cualquier demonio podría interpretar perfectamente... sea quien sea el que haya preparado todo esto... quiere que esa niña desaparezca... ¿quien? ¿por qué? ni idea... y francamente tampoco me importa... pero aceptaremos este regalo con gusto...- Sonrió con malicia enseñando sus pequeños y puntiagudos dientes.
-Ya veo... lamento arruinar vuestras... costumbres religiosas o lo que sean pero...- Hizo una pausa mientras alzaba su espada apuntando a aquel demonio -... la niña se viene conmigo...-
-Tu lo has querido... ¡Matad a ese elfucho insolente!- Grito a la vez que alzaba una de sus garras apuntando a Al'theas.
Por sorpresa y respondiendo a la orden de aquel demonio, salieron disparados otros dos demonios como como si fueran perros de caza, atacando desde los flancos derecho e izquierdo de Al'theas.
El primero que se abalanzo sobre Al'theas fue hábilmente esquivado y el segundo sufrió un golpe directo de la espada del elfo cercenándole la cabeza, su sangre negra decoro la nieve y los restos de su cuerpo se descompusieron como si se derritieran.
Aquel demonio encorvado que sujetaba a aquel macabro báculo gruño, y los otros dos demonios que le escoltaban se unieron al otro para atacar a Al'theas.
El elfo no espero a que vinieran, se lanzo al combate y de un intimidante salto cayo sobre uno de los demonios que no esperaba aquella espada elfica atravesándole la boca segundos después.
Otro de los demonios se lanzo sobre Al'theas aprovechando que su espada estaba aun empalada en su compañero cornudo y el elfo no tuvo mas remedio que parar su ataque con su brazo libre, sintiendo sus afilados dientes clavándose en su carne, provocándole un grito furioso de dolor. En ese mismo instante mientras aquella asquerosa criatura roía su brazo, aquel demonio del báculo estaba conjurando algo y lanzo una bola de fuego.
Al'theas rápidamente uso al demonio que le mordía como escudo, y su cuerpo exploto en mil pedazos manchando el cuerpo y el rostro de Al'theas con su sangre y vísceras negras, quedando la cabeza de aquel demonio colgando del brazo de Al'theas para soltarse de su brazo segundos después.
-No... no...- Mascullo el demonio del báculo mientras intentaba conjurar otra bola de fuego a toda prisa, al mismo tiempo que Al'theas cargaba a toda velocidad, hasta que su espada logra atravesar su cuello, haciendo que se ahogara con su propia sangre impidiéndole pronunciar palabra alguna y cortando la siguiente bola de fuego que se apago de forma abrupta entre sus garras, para luego perder la cabeza con un solo giro de la espada del elfo.
En ese momento Al'theas recordó que aun faltaba un ultimo demonio... -¡Ayuda!- Grito Rosalin, que había trepado como pudo el interior del tronco hueco cuando aquel demonio se metió ahí para buscarla, trepando con ayuda de sus garras a punto de alcanzar a la niña, hasta que la espada de Al'theas atravesó corteza y tórax de aquella criatura unas cinco veces seguidas hasta que sus fuerzas le fallaron y cayo muerto, tiñendo de negro la nieve con sus restos.
Mientras la niña salia de aquel tronco podrido, Al'theas se encontraba esperando, asegurándose de que ya no había mas de esas criaturas cerca.
-Tienes sangre...- Dijo Rosalin señalando el brazo herido de Al'theas.
-¿Esto?... no te preocupes, no es nada... ellos han quedado mucho peor...- Respondió con una sonrisa para despreocuparla al mismo tiempo que envainaba su espada -¿Nos vamos?...- En cuanto Al'theas dijo esas palabras, Rosalin busco su mano para agarrarse de él, y caminaron juntos de vuelta al pueblo.
El camino de vuelta seria igual de largo, y eso preocupaba a Al'theas, aquella batalla le hizo perder un tiempo precioso, el frió cada vez era mayor, caía la nieve acompañado de un viento inmisericorde, y todavia no había llegado lo peor... Pronto Rosalin estaba demasiado cansada como para seguir caminando por no haber comido nada en todo ese tiempo que estuvo atrapada ademas de que el frió y el camino mermaban sus fuerzas, por lo que Al'theas la cogió en brazos y la aferro a su pecho, envolviéndose ambos con su capa el resto del camino, tambaleándose con cada paso debido al viento que no tardo en tornarse violento.
-Dime... Rosalin... ¿como acabaste atrapada en aquel tronco?.. Al'theas no solo comenzó aquella conversación con esa pregunta solo por querer descubrir que había sucedido, si no también para asegurarse de que la niña mantenía la mente despierta ante aquel frió infernal que parecía una maldición del mismísimo Krampus detrás de ellos en venganza.
-Mi... papa... me dejo ahí...- Contesto la pequeña temblando de frió.
-¿Que?...- Expreso Al'theas consternado.
-Yo... le grite... le pedí que me dejara salir de ahí...le dije que seria buena... pero no sé que fue lo que hice mal... y me dejo ahí sin contestarme... llore... pero nunca regreso...- Dijo la niña entre llantos.
Al'theas se había quedado mudo ante aquellas palabras, y recordó aquellas que aquel demonio dijo ...
-¿He sido mala?... Pregunto Rosalin con inocencia, sacando a Al'theas de sus pensamientos.
-Claro que no... de hecho has sido muy valiente... tu madre estará muy contenta cuando estés de nuevo en casa- Le dijo para animarla mientras sentía a la pequeña aferrarse a él.
A pesar de la tormenta, Al'theas tenia muy buena orientación incluso en el peor de los climas, sobre todo ahora que perdió su antorcha durante el combate, ahora su mayor preocupación era el tiempo, cuanto mas tiempo pasaran en esa tormenta, mayor era el riesgo de morir congelados, debían llegar al pueblo de inmediato
-¿Rosalin?... ¿estas despierta?...- Preguntaba a la niña mientras la mecía, sin lograr respuesta alguna mas allá de sentir su cuerpo helado probablemente al borde de la hipotermia -No...- expreso Al'theas mientras un hálito de frió escapaba de sus labios.
El elfo siguió caminando tan rápido como sus fuerzas le permitían, lamentando saber que buscar refugio no era opción viable con ese frió y no tenia intención de convertir ninguna cueva, si la hubiera, en una tumba para ambos.
Y entonces... allí estaba la entrada del pueblo a pocos metros, a penas visualizándola por culpa de la tormenta de nieve. Ahora solo le quedaba llegar al calor de la chimenea de aquella taberna y rezar para que no fuera demasiado tarde.
Al'theas cerro la puerta tras de si en cuanto entro, sintiendo con agradecimiento el calor de la taberna, allí todavia se encontraban las mismas personas de antes aguardando su regreso. La madre se levanto la primera, acercándose a Al'theas con los ojos llenos de lagrimas y los brazos extendidos impaciente por abrazar a su pequeña. El elfo abrió su capa sacudiéndose la nieve de encima a la vez que entregaba a la niña.
-Mi pequeña...- Expreso al borde del llanto mientras se arrodillaba frente a la chimenea con su hija en brazos, frotando sus brazos -Despierta... por favor...- Suplicaba, hasta que Rosalin finalmente abrió los ojos encontrándose con la mirada de alegría de su madre.
-Mama...- Expreso la niña mientras se abrazaba a su madre.
Al'theas suspiro aliviado, lo había logrado, pero aun faltaba un ultimo asunto que tratar... Con una mirada inquisitiva, busco el rostro del marido de Marta, el cual se encontraba en ese momento mirando al suelo estupefacto.
-¿Por qué trataste de asesinar a tu hija?...- Dijo Al'theas, cuyas palabras provoco el silencio absoluto en la taberna, provocando las miradas incrédulas de los presentes, siendo la de Marta teñida por el dolor.
-Y-yo... n-no sé de que hablas elfo...- Tartamudeo mientras su rostro se sumía en sudores.
-Claro que lo sabes... encontré a tu hija... encerrada en un tronco podrido...-
-Cállate...-
-Abandonaste a tu propia hija... como reclamo de cualquier cosa que pudiera encontrarla... hasta dejaste el lugar preparado como invitación para demonios... lo he visto todo... la guardia del pueblo puede ir mañana allí para verlo por ellos mismos...- Explico Al'theas mientras aquel guardia que acompañaba a Marta escuchaba atentamente la conversación.
-Cállate... ¡cállate!...- Decía mientras se llevaba las manos a la cabeza ante la mirada acusadora de los demás.
-Y si eso no funcionaba... sabias que tu propia hija no sobreviviría a esta noche...-
-¡CÁLLATE ELFO DE MIERDA! ¡ella ni siquiera es mi hija!...- Grito sollozando, para luego dirigir su mirada a una horrorizada Marta -¿Sabes... lo duro que es vivir siempre a la sombra de tu ex-marido... desde que murió en el bosque Marta?... y-yo... quería empezar desde cero... contigo... tener un hijo... contigo... uno que llevara mi sangre... y-y no... la hija de otro hombre... ¿sabes como me llaman las viejas del mercado? ¡¿lo sabes?! me llaman... "el otro"... ¡el otro!... ¡como si yo solo fuera un puto parche... y mientras tenia que soportar la mirada de tu ex-marido... ¡a través de tu puta cría!- En ese mismo instante, Marta le cruzo la cara de una bofetada, dejándole mudo del mismo modo que se habían quedado los presentes.
-Y ahora... te llamaran monstruo... y te repudiaran... ¡como yo te repudio ahora!...- Dijo entre lagrimas a la vez que apartaba su mirada del hombre que una vez quiso.
-Vas a tener que venir conmigo...- Dijo el guardia mientras colocaba una mano poco amistosa sobre el hombro de aquel hombre con intención de llevárselo al calabozo, el cual no se resistió y permaneció sin decir ni una palabra mientras se lo llevaban.
Al'theas había dado por concluida su misión en ese momento, estaba agotado y ya solo tenia fuerzas para subir las escaleras hacia su habitación, que de buen grado el tabernero le devolvió el dinero que le costo como forma de compensación por su hazaña. No sin antes ser interrumpido por Marta, la cual le agradeció en persona el haber salvado a su hija, invitándole a comer a su casa cuando quisiera. Propuesta que Al'theas agradeció, pero que rechazo gentilmente, pues al día siguiente tenia pensado marcharse temprano de aquel pueblo en cuanto recogiera su armadura de la herrería.
Esa misma noche, mientras Al'theas se encontraba en la cama ahora con un brazo vendado, reflexiono sobre los festejos mientras se dormía. Llego a la conclusión, de que las fiestas en las que la gente se disfrazaba de monstruos eran importantes... porque nos advertían... de que incluso fuera de estas fiestas... seguíamos viviendo con monstruos entre nosotros...
Poco a poco el ruido comenzó a despertar a Al'theas, el cual se encontraba en la cama de la habitación que había alquilado en aquella modesta taberna del pueblo, sus ojos se abrieron lentamente hasta que su mente comenzara a asimilar los ruidos de las calles. Primero escucho gritos, suplicas... gruñidos y rugidos.
El elfo se apresuro en levantarse de la cama para lograr ver a través de la ventana lo que estaba pasando ¿acaso estaban atacando el pueblo? y entonces aquellos gritos se tiño con las risas de niños.
Por la ventana podía verse a unos extraños sujetos disfrazados de rojo ocultando sus rostros con unas extrañas mascaras, fustigando a todo aquel a su paso a la vez que les ensuciaban con el contenido de algún tipo de sustancia.
-¿Que esta pasando?...- Se pregunto Al'theas ante tal espectáculo.
Tras vestirse, bajo al piso inferior con intención de preguntarle al tabernero que estaba sucediendo, ademas de tomar algo. En aquel lugar las cosas parecían muy calmadas y había bastante gente desayunando y hablando.
-Disculpe... ¿que es todo ese jaleo de afuera?- Pregunto el elfo mientras tomaba asiento en la barra.
-¿Que que sucede?... oooh claro, usted no es de por aquí verdad? je... pues vera... resulta que hoy es el día de la persecución de Krampus- Dijo el tabernero, sonriendo mientras limpiaba un vaso.
-¿La persecución de quien?...- Expreso confundido.
-En pocas palabras... es una tradición donde la gente aprovecha para cometer gamberradas disfrazados, te persiguen y te embadurnan en betún, y si te resistes... te muelen a fustazos, divertido ¿eh? jajaja- Decía alegremente mientras reía.
-Curioso... cuanto menos... Sírvame un vaso de caldo de verduras por favor... y... creo que me quedare una noche mas en la taberna...- Dijo mientras le dejaba en la barra una pequeña cantidad de Aeros para pagarse el desayuno ademas de una noche mas.
-¿Oh?... ¿no participara? menudas risas me echaba cuando era joven... jeje- Dijo mientras le servia el caldo a Al'theas.
-No es por faltar al respeto a una tradición, pero... se me antojan un tanto infantiles estos eventos ...supongo... que me estoy haciendo viejo para estas cosas... ademas, he dejado al herrero mi armadura para que le de un repaso... y no tengo ninguna intención de salir a la calle para que me llenen de betún... que conveniente para usted... ¿verdad?...- Dijo para luego dar un sorbo a su vaso.
-¡jajaja! ya lo ve... incluso a día de hoy este evento sigue divirtiéndome ¡jajajaja!- Dijo mientras reía a carcajadas ante el apuro del elfo del que acababa de sacar beneficio.
-A todo esto... ¿que es Krampus? nunca había oído hablar de un ser así en mis libros sobre monstruos... ¿es un brujo o algo así?- Pregunto con curiosidad.
-Oh no señor... es un demonio...- Respondió con un tono de voz mas sombrío -Se lleva a los niños que han sido malos... los obligan a trabajar como esclavos... hasta que sus fuerzas ya no dan para mas...y luego se los comen...- Dijo mirando fijamente al elfo.
-Ya veo... un cuento para asegurarse de que los mas jóvenes se conviertan en buenas personas... a pesar de que luego los no tan jóvenes... sean aquellos que se disfrazan en demonios... curiosa paradoja...- Volvía a darle otro sorbo a su vaso.
El día iba a ser largo en aquella taberna, Al'theas se paso la mayor parte del tiempo mirando por la ventana, observando a la gente gritar y corretear de la gente disfrazada de Krampus, hubo una ocasión en la que uno de estos individuos se estampo intencionadamente contra la ventana para asustar al elfo, causándole un pequeño sobresalto que expreso alzando ambas cejas, mientras aquel individuo se alejaba riendo.
La noche comenzó a caer, el frió se levanto con nubes que anunciaban una tormenta de nieve y aquellos que iban disfrazados o no, abandonaron las calles en cuanto se hizo de noche.
Justo en ese momento, la puerta de la taberna se abrió casi de golpe, llamando la atención de los allí presentes. Se trataba de una mujer joven, un hombre que podría ser su marido y uno de los guardias del pueblo, aquella mujer se dirigió al tabernero con angustia.
-Rosalin... ¿e-esta aquí?... dime que mi hija esta aquí...- Dijo la mujer a punto de echarse a llorar.
-Pues... no Marta, Rosalin no ha estado por aquí hoy... ¿que ha pasado?-
-Mi pequeña... llevo todo el día buscándola por todo el pueblo... e-este... era el ultimo lugar que quedaba por mirar...- Decía mientras caía de rodillas -¿Que voy a hacer sin mi niña?...¡Rosalin!...- Dijo echándose las manos a la cara, llorando desconsoladamente.
-Vamos cariño... ten fe... mañana cuando haya pasado la tormenta la encontraremos...- Expreso su marido mientras la abrazaba para tratar de consolarla.
-Mis compañeros y yo hemos tratado de buscarla en el bosque y el pueblo... pero no han tenido suerte, y con la tormenta que se avecina... esperamos tener mas suerte cuando pase...- Dijo el guardia con un tono de frustración.
Al'theas escuchaba atentamente la conversación, sabia perfectamente que aquella niña no sobreviviría a la tormenta, por lo que se levanto del asiento y se dirigió a aquella mujer -Intentare encontrarla, creo que aun estoy a tiempo para intentarlo, lo peor de la tormenta aun no ha llegado- Le dijo a aquella mujer, cuya mirada expresaba una frágil esperanza.
El elfo sabia que contaba con el tiempo justo, no podría contar con su armadura, por lo que tendría que ir con lo puesto junto a su capa para resguardarse y de la espada de su hermana, de la cual nunca se separaba.
El frió del bosque comenzaba a aumentar progresivamente, con una antorcha en mano se interno en lo mas profundo. Tenia mucha experiencia recorriendo bosques desde que era muy joven, pero ahora tenia un tiempo limite y no una idea muy clara de hacia donde ir a buscar, recordó entonces una conversación que tuvo con su hermana hace ya tantos años... que comenzó con una inocente pregunta "¿Por qué los humanos tenían las orejas redondas y los elfos las tenían largas?" a lo que su hermana contesto... "Porque hubo una época ancestral, en la que los elfos podían escuchar a las hadas y a los espíritus tan claramente como tu puedes oírme ahora... pero con el tiempo... nuestra raza perdió esa facultad... aunque dicen... que en ciertos días... cuando la magia es mas poderosa y la linea entre el mundo espiritual y el mortal es delgada... puedes escuchar algo si te concentras..."
-Actualmente estamos en Yule... si hay algo de cierto en ello...- Susurraba Al'theas mientras cerraba los ojos -Por favor... ayudadme a encontrar a la niña...- Dijo finalmente mientras permanecía en silencio escuchando atentamente.
Paso cerca de un minuto escuchando, y justo cuando pensaba desistir debido al poco tiempo que sabia que tenia... sintió un extraño sonido que acaricio sus oídos, un susurro imposible de comprender que atravesó su mente como un rayo y le insto a mirar hacia una dirección... al Norte... Al'theas no estaba seguro si había funcionado, si aquello era la respuesta que esperaba... pero era todo lo que tenia, y decidió caminar hacia esa dirección a paso ligero con determinación, tenia el tiempo contado para caminar hasta donde pudiera y volver.
Tras unos largos minutos caminando entre la oscuridad de los arboles... llego un momento en el que Al'theas se encontró en un pequeño claro, en el cual destacaba un viejo tronco de un árbol muerto de inquietante aspecto. no estaba seguro de durante cuanto tiempo había caminado, pero sin dudas estaba muy lejos del pueblo. El elfo se acerco a aquel extraño tronco podrido, y lo primero que diviso, fue una cabeza de cabra cortada, que decoraba la parte alta del tronco, amarrada con una cuerda, cuya sangre derramada decoraba la corteza del mismo, Al'theas supo entonces que este lugar había servido para algún tipo de rudimentario ritual demoníaco, y cuando bajo la vista... se percato de unas pequeñas bisagras que sostenían lo que parecía ser una compuerta hecha con la misma corteza del árbol, cerrada con una cadena. Cuando Al'theas se acerco para inspeccionarlo mejor, a través de las grietas se dio cuenta de que había un pequeño cuerpo adentro -La niña...- susurro para si Al'theas.
La luz de su antorcha le bastaba para confirmar que se trataba de una niña, pero no para saber si aun seguía con vida... y el frió en aumento le recordaba que no tenia tiempo para andarse con delicadezas, por lo que decidió desenvainar su espada e intentar echar abajo aquella corteza que actuaba como prisión.
Cuando finalmente lo logro, la niña se había despertado con el ruido y se había resguardado contra el fondo, era un alivio saber que seguía con vida a pesar de que ahora estaba claramente aterrada.
-¡No!... por favor no... no me hagas daño...- Suplico la niña que aparentaba entre cinco o seis años.
-Tranquila... he venido para llevarte con tu madre... se llama... Marta... ¿verdad? Yo me llamo Al'theas... y tu... eres Rosalin ¿cierto?-
La niña miro a los ojos del elfo con alivio al escuchar el nombre de su madre, pero rápidamente su rostro se lleno de amargura -Quiero volver con mi mama... pero...- Su voz se entrecorto y sus ojos se volvieron vidriosos, a punto de llorar.
-¿Pero que?... ¿que ocurre?- Justo entonces extraños ruidos de ramas rompiéndose se escucharon tras Al'theas, interrumpiéndole cualquier respuesta de la niña y obligándole a levantarse y darse la vuelta, pues ahora ya no estaban solos...
De entre los arboles, unos ojos rojos salían de la oscuridad, unas criaturas de piel rojiza de medio metro cuyas cabezas estaban adornadas con cuernos retorcidos cada una de ellas de diferentes formas, aplastando la nieve con sus pezuñas según avanzaban, eran demonios.
Una de las criaturas avanzo, aspirando el aire -Arrrgh... Elfo... ¿que pintas tu aquí? este sacrificio... pertenece a nuestro amo Krampus... o...¿acaso estas aquí para ofrecerte? jejeje...-
-Así que... las leyendas son reales... pensaba que Krampus y sus lacayos eran meros cuentos de viejas... pero ahora veo que son un chiste...- Dijo Al'theas con fingida bravuconería a modo de desafió.
El demonio comenzaba a estar notablemente irritado ante las provocaciones del Elfo, golpeando contra el suelo el extremo inferior de lo que parecía ser una especie de báculo cuya parte superior estaba decorado con la calavera de un bebe humano -Mira este lugar... te habrás dado cuenta de que alguien ha querido deshacerse de esa niña voluntariamente... ¿no?... así es... nadie prepararía este... reclamo... que cualquier demonio podría interpretar perfectamente... sea quien sea el que haya preparado todo esto... quiere que esa niña desaparezca... ¿quien? ¿por qué? ni idea... y francamente tampoco me importa... pero aceptaremos este regalo con gusto...- Sonrió con malicia enseñando sus pequeños y puntiagudos dientes.
-Ya veo... lamento arruinar vuestras... costumbres religiosas o lo que sean pero...- Hizo una pausa mientras alzaba su espada apuntando a aquel demonio -... la niña se viene conmigo...-
-Tu lo has querido... ¡Matad a ese elfucho insolente!- Grito a la vez que alzaba una de sus garras apuntando a Al'theas.
Por sorpresa y respondiendo a la orden de aquel demonio, salieron disparados otros dos demonios como como si fueran perros de caza, atacando desde los flancos derecho e izquierdo de Al'theas.
El primero que se abalanzo sobre Al'theas fue hábilmente esquivado y el segundo sufrió un golpe directo de la espada del elfo cercenándole la cabeza, su sangre negra decoro la nieve y los restos de su cuerpo se descompusieron como si se derritieran.
Aquel demonio encorvado que sujetaba a aquel macabro báculo gruño, y los otros dos demonios que le escoltaban se unieron al otro para atacar a Al'theas.
El elfo no espero a que vinieran, se lanzo al combate y de un intimidante salto cayo sobre uno de los demonios que no esperaba aquella espada elfica atravesándole la boca segundos después.
Otro de los demonios se lanzo sobre Al'theas aprovechando que su espada estaba aun empalada en su compañero cornudo y el elfo no tuvo mas remedio que parar su ataque con su brazo libre, sintiendo sus afilados dientes clavándose en su carne, provocándole un grito furioso de dolor. En ese mismo instante mientras aquella asquerosa criatura roía su brazo, aquel demonio del báculo estaba conjurando algo y lanzo una bola de fuego.
Al'theas rápidamente uso al demonio que le mordía como escudo, y su cuerpo exploto en mil pedazos manchando el cuerpo y el rostro de Al'theas con su sangre y vísceras negras, quedando la cabeza de aquel demonio colgando del brazo de Al'theas para soltarse de su brazo segundos después.
-No... no...- Mascullo el demonio del báculo mientras intentaba conjurar otra bola de fuego a toda prisa, al mismo tiempo que Al'theas cargaba a toda velocidad, hasta que su espada logra atravesar su cuello, haciendo que se ahogara con su propia sangre impidiéndole pronunciar palabra alguna y cortando la siguiente bola de fuego que se apago de forma abrupta entre sus garras, para luego perder la cabeza con un solo giro de la espada del elfo.
En ese momento Al'theas recordó que aun faltaba un ultimo demonio... -¡Ayuda!- Grito Rosalin, que había trepado como pudo el interior del tronco hueco cuando aquel demonio se metió ahí para buscarla, trepando con ayuda de sus garras a punto de alcanzar a la niña, hasta que la espada de Al'theas atravesó corteza y tórax de aquella criatura unas cinco veces seguidas hasta que sus fuerzas le fallaron y cayo muerto, tiñendo de negro la nieve con sus restos.
Mientras la niña salia de aquel tronco podrido, Al'theas se encontraba esperando, asegurándose de que ya no había mas de esas criaturas cerca.
-Tienes sangre...- Dijo Rosalin señalando el brazo herido de Al'theas.
-¿Esto?... no te preocupes, no es nada... ellos han quedado mucho peor...- Respondió con una sonrisa para despreocuparla al mismo tiempo que envainaba su espada -¿Nos vamos?...- En cuanto Al'theas dijo esas palabras, Rosalin busco su mano para agarrarse de él, y caminaron juntos de vuelta al pueblo.
El camino de vuelta seria igual de largo, y eso preocupaba a Al'theas, aquella batalla le hizo perder un tiempo precioso, el frió cada vez era mayor, caía la nieve acompañado de un viento inmisericorde, y todavia no había llegado lo peor... Pronto Rosalin estaba demasiado cansada como para seguir caminando por no haber comido nada en todo ese tiempo que estuvo atrapada ademas de que el frió y el camino mermaban sus fuerzas, por lo que Al'theas la cogió en brazos y la aferro a su pecho, envolviéndose ambos con su capa el resto del camino, tambaleándose con cada paso debido al viento que no tardo en tornarse violento.
-Dime... Rosalin... ¿como acabaste atrapada en aquel tronco?.. Al'theas no solo comenzó aquella conversación con esa pregunta solo por querer descubrir que había sucedido, si no también para asegurarse de que la niña mantenía la mente despierta ante aquel frió infernal que parecía una maldición del mismísimo Krampus detrás de ellos en venganza.
-Mi... papa... me dejo ahí...- Contesto la pequeña temblando de frió.
-¿Que?...- Expreso Al'theas consternado.
-Yo... le grite... le pedí que me dejara salir de ahí...le dije que seria buena... pero no sé que fue lo que hice mal... y me dejo ahí sin contestarme... llore... pero nunca regreso...- Dijo la niña entre llantos.
Al'theas se había quedado mudo ante aquellas palabras, y recordó aquellas que aquel demonio dijo ...
-¿He sido mala?... Pregunto Rosalin con inocencia, sacando a Al'theas de sus pensamientos.
-Claro que no... de hecho has sido muy valiente... tu madre estará muy contenta cuando estés de nuevo en casa- Le dijo para animarla mientras sentía a la pequeña aferrarse a él.
A pesar de la tormenta, Al'theas tenia muy buena orientación incluso en el peor de los climas, sobre todo ahora que perdió su antorcha durante el combate, ahora su mayor preocupación era el tiempo, cuanto mas tiempo pasaran en esa tormenta, mayor era el riesgo de morir congelados, debían llegar al pueblo de inmediato
-¿Rosalin?... ¿estas despierta?...- Preguntaba a la niña mientras la mecía, sin lograr respuesta alguna mas allá de sentir su cuerpo helado probablemente al borde de la hipotermia -No...- expreso Al'theas mientras un hálito de frió escapaba de sus labios.
El elfo siguió caminando tan rápido como sus fuerzas le permitían, lamentando saber que buscar refugio no era opción viable con ese frió y no tenia intención de convertir ninguna cueva, si la hubiera, en una tumba para ambos.
Y entonces... allí estaba la entrada del pueblo a pocos metros, a penas visualizándola por culpa de la tormenta de nieve. Ahora solo le quedaba llegar al calor de la chimenea de aquella taberna y rezar para que no fuera demasiado tarde.
Al'theas cerro la puerta tras de si en cuanto entro, sintiendo con agradecimiento el calor de la taberna, allí todavia se encontraban las mismas personas de antes aguardando su regreso. La madre se levanto la primera, acercándose a Al'theas con los ojos llenos de lagrimas y los brazos extendidos impaciente por abrazar a su pequeña. El elfo abrió su capa sacudiéndose la nieve de encima a la vez que entregaba a la niña.
-Mi pequeña...- Expreso al borde del llanto mientras se arrodillaba frente a la chimenea con su hija en brazos, frotando sus brazos -Despierta... por favor...- Suplicaba, hasta que Rosalin finalmente abrió los ojos encontrándose con la mirada de alegría de su madre.
-Mama...- Expreso la niña mientras se abrazaba a su madre.
Al'theas suspiro aliviado, lo había logrado, pero aun faltaba un ultimo asunto que tratar... Con una mirada inquisitiva, busco el rostro del marido de Marta, el cual se encontraba en ese momento mirando al suelo estupefacto.
-¿Por qué trataste de asesinar a tu hija?...- Dijo Al'theas, cuyas palabras provoco el silencio absoluto en la taberna, provocando las miradas incrédulas de los presentes, siendo la de Marta teñida por el dolor.
-Y-yo... n-no sé de que hablas elfo...- Tartamudeo mientras su rostro se sumía en sudores.
-Claro que lo sabes... encontré a tu hija... encerrada en un tronco podrido...-
-Cállate...-
-Abandonaste a tu propia hija... como reclamo de cualquier cosa que pudiera encontrarla... hasta dejaste el lugar preparado como invitación para demonios... lo he visto todo... la guardia del pueblo puede ir mañana allí para verlo por ellos mismos...- Explico Al'theas mientras aquel guardia que acompañaba a Marta escuchaba atentamente la conversación.
-Cállate... ¡cállate!...- Decía mientras se llevaba las manos a la cabeza ante la mirada acusadora de los demás.
-Y si eso no funcionaba... sabias que tu propia hija no sobreviviría a esta noche...-
-¡CÁLLATE ELFO DE MIERDA! ¡ella ni siquiera es mi hija!...- Grito sollozando, para luego dirigir su mirada a una horrorizada Marta -¿Sabes... lo duro que es vivir siempre a la sombra de tu ex-marido... desde que murió en el bosque Marta?... y-yo... quería empezar desde cero... contigo... tener un hijo... contigo... uno que llevara mi sangre... y-y no... la hija de otro hombre... ¿sabes como me llaman las viejas del mercado? ¡¿lo sabes?! me llaman... "el otro"... ¡el otro!... ¡como si yo solo fuera un puto parche... y mientras tenia que soportar la mirada de tu ex-marido... ¡a través de tu puta cría!- En ese mismo instante, Marta le cruzo la cara de una bofetada, dejándole mudo del mismo modo que se habían quedado los presentes.
-Y ahora... te llamaran monstruo... y te repudiaran... ¡como yo te repudio ahora!...- Dijo entre lagrimas a la vez que apartaba su mirada del hombre que una vez quiso.
-Vas a tener que venir conmigo...- Dijo el guardia mientras colocaba una mano poco amistosa sobre el hombro de aquel hombre con intención de llevárselo al calabozo, el cual no se resistió y permaneció sin decir ni una palabra mientras se lo llevaban.
Al'theas había dado por concluida su misión en ese momento, estaba agotado y ya solo tenia fuerzas para subir las escaleras hacia su habitación, que de buen grado el tabernero le devolvió el dinero que le costo como forma de compensación por su hazaña. No sin antes ser interrumpido por Marta, la cual le agradeció en persona el haber salvado a su hija, invitándole a comer a su casa cuando quisiera. Propuesta que Al'theas agradeció, pero que rechazo gentilmente, pues al día siguiente tenia pensado marcharse temprano de aquel pueblo en cuanto recogiera su armadura de la herrería.
Esa misma noche, mientras Al'theas se encontraba en la cama ahora con un brazo vendado, reflexiono sobre los festejos mientras se dormía. Llego a la conclusión, de que las fiestas en las que la gente se disfrazaba de monstruos eran importantes... porque nos advertían... de que incluso fuera de estas fiestas... seguíamos viviendo con monstruos entre nosotros...
Al'theas Tinarandel
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
Las miradas en ella no eran exclusivas a la biomecánica. Algunos regulares en el sector la miraban con una confusión quizás mucho mayor que la de su ejecutora, considerando que su forma dragona no poseía exactamente los colores necesarios como para hacerse pasar por una estatua, mientras que los pocos embetunados dragones la miraban desde lejos, con atención exclusiva a lo que haría. Sus ojos inquisidores intentaban no perderse un solo detalle de la situación, como si estuvieran ansiosos a presenciar algo maravilloso y que quedara grabado en sus memorias por el resto de sus vidas
- ¿Qué crees que hará para escapar de esta? - murmuró uno, llevándose su mano derecha al mentón
- Shh - acallaba otro - La leyenda está trabajando
- Apuesto a que nos sorprenderá con algo que sacará de la manga, y nos volará la cabeza para siempre - respondió intentando ocultar su entusiasmo sin mucho éxito
Y la dragona podía sentir esa presión encima de ella, aquella que perforaba la carne para ver más allá de lo vidente y de lo evidente. Aun cuando la mayoría era de gente que se preguntaba qué tontería estaba haciendo. Y unas pocas de algunas palomas que veían un nuevo hogar temporal donde pasar la tarde.
Pero los que realmente le importaban eran los de Zöe. Apenas podía mover sus ojos para intentar observarla desde su posición, pero considerando que no había sido un ataque inmediato, se aferraba a su tesis/creencia a que su persecutora no podía ver en colores. En esos breves segundos que se sintieron como minutos, consideraba sus opciones y cómo las cartas que le había dado el destino se habían jugado en la mesa. Se sentía como ese momento en donde una carta puede decidir el destino de una jugada. Casi podía contar las moléculas de aire que entraban a su torrente sanguíneo mediante la nariz. No la atacaba. ¿Significaba esto que--?
Entonces, sus ojos se abrieron. Había olvidado aquel ínfimo detalle antes de pensar en el plan.
Aquel armadillo carmesí. El muñeco de metal que Zöe había fabricado para su padre como orden de trabajo. Y que fue a dejar cuando contaba ese cuento de terror en el Samhain.
- … mierda - solo alcanzó a murmurar cuando comprobó que su teoría se caía a pedazos. La joven se había echado unos pasos para atrás y se lanzó con un ímpetu y poder de decisión que la dejó sin tiempo de pensar o accionar
Probablemente hubiera salido mucho menos caótico si la dragona hubiera volado, cosa que no se le ocurrió por un segundo hacer, o hubiera hecho frente a su osada contrincante, ídem en el departamento de ocurrencias, pero todo se había cocinado para que los designios del destino fueran completados.
En un cierto sentido, si lo pensábamos, parecía que esto se hubiera tramado hace 20 años, en una cruel jugarreta de algún ente de mente retorcida y demencial. La sorpresa del salto de Zöe hizo que la joven se hiciera hacia atrás, de manera instintiva, lo cual, si considerábamos que se encontraba imitando a una estatua en un soporte cuyo espacio era extremadamente reducido, por lo que perdió el equilibrio apenas dio un paso hacia atrás al no encontrar donde sostenerse. La tacleada las hizo caer en un local donde el betún usado en el evento era distribuido.
Y, coincidentemente, en las afueras de ese espacio, 20 latas de betún se encontraban apiladas.
Quizás, en otro mundo y en otra era, a esto le hubieran llamado “final de fotografía”
Su rostro irritado era fácilmente deducible aun en su forma dragón. El evento había culminado, dejando esquilas de guerra por todos lados, aunque muchos parecían gustosos de poder haber participado un año más. Lógicamente, excepto Siria. Claro estaba, tanto Leveru como Samantha tuvieron que pedir permiso para ausentarse de sus labores rutinarias, para caer en una nueva rutina que involucraba amargamente a la dragona de viento
- Oh, vamos, ya casi se te quitó todo el betún del cuerpo - intentaba animar una de sus amigas, usando cuidadosamente un trapo con agua y líquidos aromáticos para remover las sucias esencias de su cuerpo - ya estás casi lista y limpia como siempre has estado
Aquello podía ser verdad, pero no podía olvidar cómo la gente a los alrededores al accidente con las latas de betún se reía de ella al parecer un pudín viviente, directamente sacado de algún libro de terror
Excepto que en ella era ridículo
- Siendo justos, no sé cómo se te ocurrió pensar en que transformarte en tu forma dragón y hacerte pasar por una estatua iba a funcionar - por otro lado, su otra acompañante era un poco más severa, aunque limpiaba tan diligentemente como la dragona de tierra - Además que sabes perfectamente lo que opinamos de usar nuestra forma de dragón en cosas tan imprácticas y poco importantes como un evento como este.
Los regaños no ayudaban a mejorar su ánimo. Aunque la actitud un poco “paternalista” de Leveru tampoco mejoraba su humor, más bien tenían el efecto de dañar un poco su orgullo. Pero prefirió mantenerse callada y obedecer las órdenes que le daban cuando le mencionaban que levantara sus alas, moviera sus patas o estirara su cola. En parte, porque además de saber que la ayudaban desinteresadamente, fue porque era verdad que ella se lo buscó. La forma de dragón era un tema muy tabú y bipolar en la sociedad: mientras que algunos eran partidarios de adoptarla el mayor tiempo posible, otro grupo importante, incluida ella, la consideraba parte de un regalo que no permitía invocarlo así como así, como si fuera algo desechable temporal. Por lo que se mantenía como un cachorro limpiándose las heridas.
Aunque también la razón más importante de por qué se mantenía en silencio era porque no había adquirido habilidad alguna como para hablar mientras estaba en su forma dragón.
Miró a un costado, y pudo notar como Zöe también ayudaba con la limpieza, probablemente sin entender mucho el por qué de su irritación. Probablemente era mejor así, para la próxima vez ya le darían instrucciones mucho más detalladas e increíblemente claras, para evitar este tipo de situaciones.
Probablemente la única feliz en todo ese embrollo fue Leveru, por razones completamente ajenas y que involucraban mucho dinero.
- ¿Qué crees que hará para escapar de esta? - murmuró uno, llevándose su mano derecha al mentón
- Shh - acallaba otro - La leyenda está trabajando
- Apuesto a que nos sorprenderá con algo que sacará de la manga, y nos volará la cabeza para siempre - respondió intentando ocultar su entusiasmo sin mucho éxito
Y la dragona podía sentir esa presión encima de ella, aquella que perforaba la carne para ver más allá de lo vidente y de lo evidente. Aun cuando la mayoría era de gente que se preguntaba qué tontería estaba haciendo. Y unas pocas de algunas palomas que veían un nuevo hogar temporal donde pasar la tarde.
Pero los que realmente le importaban eran los de Zöe. Apenas podía mover sus ojos para intentar observarla desde su posición, pero considerando que no había sido un ataque inmediato, se aferraba a su tesis/creencia a que su persecutora no podía ver en colores. En esos breves segundos que se sintieron como minutos, consideraba sus opciones y cómo las cartas que le había dado el destino se habían jugado en la mesa. Se sentía como ese momento en donde una carta puede decidir el destino de una jugada. Casi podía contar las moléculas de aire que entraban a su torrente sanguíneo mediante la nariz. No la atacaba. ¿Significaba esto que--?
Entonces, sus ojos se abrieron. Había olvidado aquel ínfimo detalle antes de pensar en el plan.
Aquel armadillo carmesí. El muñeco de metal que Zöe había fabricado para su padre como orden de trabajo. Y que fue a dejar cuando contaba ese cuento de terror en el Samhain.
- … mierda - solo alcanzó a murmurar cuando comprobó que su teoría se caía a pedazos. La joven se había echado unos pasos para atrás y se lanzó con un ímpetu y poder de decisión que la dejó sin tiempo de pensar o accionar
Probablemente hubiera salido mucho menos caótico si la dragona hubiera volado, cosa que no se le ocurrió por un segundo hacer, o hubiera hecho frente a su osada contrincante, ídem en el departamento de ocurrencias, pero todo se había cocinado para que los designios del destino fueran completados.
En un cierto sentido, si lo pensábamos, parecía que esto se hubiera tramado hace 20 años, en una cruel jugarreta de algún ente de mente retorcida y demencial. La sorpresa del salto de Zöe hizo que la joven se hiciera hacia atrás, de manera instintiva, lo cual, si considerábamos que se encontraba imitando a una estatua en un soporte cuyo espacio era extremadamente reducido, por lo que perdió el equilibrio apenas dio un paso hacia atrás al no encontrar donde sostenerse. La tacleada las hizo caer en un local donde el betún usado en el evento era distribuido.
Y, coincidentemente, en las afueras de ese espacio, 20 latas de betún se encontraban apiladas.
Quizás, en otro mundo y en otra era, a esto le hubieran llamado “final de fotografía”
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Su rostro irritado era fácilmente deducible aun en su forma dragón. El evento había culminado, dejando esquilas de guerra por todos lados, aunque muchos parecían gustosos de poder haber participado un año más. Lógicamente, excepto Siria. Claro estaba, tanto Leveru como Samantha tuvieron que pedir permiso para ausentarse de sus labores rutinarias, para caer en una nueva rutina que involucraba amargamente a la dragona de viento
- Oh, vamos, ya casi se te quitó todo el betún del cuerpo - intentaba animar una de sus amigas, usando cuidadosamente un trapo con agua y líquidos aromáticos para remover las sucias esencias de su cuerpo - ya estás casi lista y limpia como siempre has estado
Aquello podía ser verdad, pero no podía olvidar cómo la gente a los alrededores al accidente con las latas de betún se reía de ella al parecer un pudín viviente, directamente sacado de algún libro de terror
Excepto que en ella era ridículo
- Siendo justos, no sé cómo se te ocurrió pensar en que transformarte en tu forma dragón y hacerte pasar por una estatua iba a funcionar - por otro lado, su otra acompañante era un poco más severa, aunque limpiaba tan diligentemente como la dragona de tierra - Además que sabes perfectamente lo que opinamos de usar nuestra forma de dragón en cosas tan imprácticas y poco importantes como un evento como este.
Los regaños no ayudaban a mejorar su ánimo. Aunque la actitud un poco “paternalista” de Leveru tampoco mejoraba su humor, más bien tenían el efecto de dañar un poco su orgullo. Pero prefirió mantenerse callada y obedecer las órdenes que le daban cuando le mencionaban que levantara sus alas, moviera sus patas o estirara su cola. En parte, porque además de saber que la ayudaban desinteresadamente, fue porque era verdad que ella se lo buscó. La forma de dragón era un tema muy tabú y bipolar en la sociedad: mientras que algunos eran partidarios de adoptarla el mayor tiempo posible, otro grupo importante, incluida ella, la consideraba parte de un regalo que no permitía invocarlo así como así, como si fuera algo desechable temporal. Por lo que se mantenía como un cachorro limpiándose las heridas.
Aunque también la razón más importante de por qué se mantenía en silencio era porque no había adquirido habilidad alguna como para hablar mientras estaba en su forma dragón.
Miró a un costado, y pudo notar como Zöe también ayudaba con la limpieza, probablemente sin entender mucho el por qué de su irritación. Probablemente era mejor así, para la próxima vez ya le darían instrucciones mucho más detalladas e increíblemente claras, para evitar este tipo de situaciones.
Probablemente la única feliz en todo ese embrollo fue Leveru, por razones completamente ajenas y que involucraban mucho dinero.
Siria
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Re: La Persecución de Krampus [Evento: Yule]
No supo cuándo ocurrió todo aquello pero notó la fría nieve en su espalda ¿¡La había lanzado por los aires!? Se levantó de golpe viéndolo correr de nuevo. Se quitó la máscara con una ceja alzada. -¿¡Cómo se le ocurre hacer eso!? ¿¡No le había dicho que no golpease a los demonios!?- Gritó dando una patada a la nieve. Al percatarse de que gritó se llevó la mano limpia a la boca y se giró. Esperaba que no la hubiera oído. Suspiró negando y se limpió la nieve que llevaba encima. Gracias al cielo que se había controlado y solo la había apartado de él y no había caído de mala manera. -Te vas a enterar lobo...- Sentenció mientras se colocaba la máscara nuevamente y comenzó a seguir el rastro por donde se había ido siguiendo, o intentándolo, las huellas que había dejado al emprender la carrera. Esa vez iba a ser la definitiva y no dejaría que se escapase tan limpio como lo había hecho en ese momento.
-¿Por dónde te has ido Ircan?... No te di tanta ventaja esta vez...- Susurró casi como si hablaba con ella misma. Tenía que sembrar el caos, a cada "corredor" que veía, mancha que se llevaba si le daba tiempo a levantar el brazo a su lado y manchaba parte de su rostro. Aquello la hizo sonreír bajo la máscara recordando las festividades pasadas con sus hermanos. Su ritmo fue disminuyendo hasta casi pararse y suspiró. Se había quedado al límite de un cruce entre callejones. Pensó en que si se fuera de nuevo con Ircan a otro lugar a lo mejor no volvía para celebrar Yule en mucho tiempo ¿Estaría bien? ¿Sería más emocionante ver cómo celebraban Yule las otras razas? Aquella charla de si quedarse en su hogar o seguir viviendo aventuras no la había tenido con Ircan. No quería meterle sus problemas a su compañero. Cogió aire y miró hacia delante a través de los agujeros de la máscara. Estaba en la primera navidad que pasaba el lobo en Dundarak, tenía que centrarse en lo que debía. Luego había tiempo para pensar en dramas.
Cuando giró para meterse por uno de los callejones observó a su víctima justo delante de ella "¡Ircan!" Abrió los ojos sorprendida pero logró agarrar por la muñeca al lobo y tirarlo al suelo aprovechando que estaba desprevenido. Se puso encima y ser un peso molesto si intentaba levantarse. -Por fin te encuentro lobo- Dijo con aquella "voz grave" y alzó la mano manchada de betún. -¡Te atrapé!- Soltó con su voz normal mientras embadurnaba su rostro por completo entre risas manchándose también ella parte de los brazos por los movimientos brutos. -¡JUAJAJAJAJAJAJA!- Comenzó a reír quitándose la máscara con la mano libre. La dejó a un lado en la nieve sin parar de soltar aquellas carcajadas de venganza por lo que le había hecho minutos antes. De ser una broma navideña pasó a ser una pequeña venganza contra Ircan. Finalmente, cada centímetro de su cara estaba manchado de betún, había logrado su venganza. Astrid esbozó una sonrisa mirándole y, sin borrar esa mueca de felicidad junto a un toque de venganza cumplida, dijo...
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-¿Por dónde te has ido Ircan?... No te di tanta ventaja esta vez...- Susurró casi como si hablaba con ella misma. Tenía que sembrar el caos, a cada "corredor" que veía, mancha que se llevaba si le daba tiempo a levantar el brazo a su lado y manchaba parte de su rostro. Aquello la hizo sonreír bajo la máscara recordando las festividades pasadas con sus hermanos. Su ritmo fue disminuyendo hasta casi pararse y suspiró. Se había quedado al límite de un cruce entre callejones. Pensó en que si se fuera de nuevo con Ircan a otro lugar a lo mejor no volvía para celebrar Yule en mucho tiempo ¿Estaría bien? ¿Sería más emocionante ver cómo celebraban Yule las otras razas? Aquella charla de si quedarse en su hogar o seguir viviendo aventuras no la había tenido con Ircan. No quería meterle sus problemas a su compañero. Cogió aire y miró hacia delante a través de los agujeros de la máscara. Estaba en la primera navidad que pasaba el lobo en Dundarak, tenía que centrarse en lo que debía. Luego había tiempo para pensar en dramas.
Cuando giró para meterse por uno de los callejones observó a su víctima justo delante de ella "¡Ircan!" Abrió los ojos sorprendida pero logró agarrar por la muñeca al lobo y tirarlo al suelo aprovechando que estaba desprevenido. Se puso encima y ser un peso molesto si intentaba levantarse. -Por fin te encuentro lobo- Dijo con aquella "voz grave" y alzó la mano manchada de betún. -¡Te atrapé!- Soltó con su voz normal mientras embadurnaba su rostro por completo entre risas manchándose también ella parte de los brazos por los movimientos brutos. -¡JUAJAJAJAJAJAJA!- Comenzó a reír quitándose la máscara con la mano libre. La dejó a un lado en la nieve sin parar de soltar aquellas carcajadas de venganza por lo que le había hecho minutos antes. De ser una broma navideña pasó a ser una pequeña venganza contra Ircan. Finalmente, cada centímetro de su cara estaba manchado de betún, había logrado su venganza. Astrid esbozó una sonrisa mirándole y, sin borrar esa mueca de felicidad junto a un toque de venganza cumplida, dijo...
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Astrid Leggiend
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