Reencuentro con el pasado [Privado]
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Reencuentro con el pasado [Privado]
Una mueca de preocupación se esbozó en el rostro del ojiazul. Finalmente habían conseguido escapar del extraño cazador y de la mujer que lo acompañaba; pero por alguna razón el elfo no se sentía aliviado. Su querida hermana miraba a través de la ventana de aquella taberna con un semblante pensativo. No había sido la misma desde que perdió la memoria y Allen había llegado a la conclusión de que lo mejor era volver a Sandorai con su gemela. Volver al calor de su hogar sería lo más adecuado para la rubia y, ante todo, garantizaría su seguridad. Había muchas cosas que Allen debía explicarle, tantas que no tenía idea de cómo comenzar. El día anterior había pasado horas contándole sobre la magia y sobre los elfos, dejándola con un millón de interrogantes para las cuales no se seguro de poder responder.
Esa noche estaba determinado a contarle lo que era el ‘‘toque suave’’, esa misteriosa magia utilizada por su familia como un peligroso arte mortal y que a él le había costado tanto controlar. Lo sabía. Era consciente que su hermana no era solo una de las escasas sanadoras del Clan Elaynor y eso era lo que más le preocupaba. Tal vez no pudiese esclarecer todas las dudas de la mayor de los gemelos; pero al menos podría evitar que terminase dañando a alguien de manera inconsciente. Lamentablemente su charla tendría que ser pospuesta, pues al regresar a la habitación de la taberna no encontró un solo rastro de su querida Ryn. El espanto no era para menos y con una desesperación intimidante comenzó a buscarla por todos lados, aterrándose al no encontrar ni un solo rastro de ella en la taberna y los alrededores.
Por su parte la pequeña rubia había obviado las advertencias de su hermano, decidiendo salir a dar un paseo para aclarar su mente. Las últimas noches al lado del cazador habían bastado para despertar su curiosidad y no estaba segura de que separarse de él fuese la mejor de las ideas, aún si Allen insistía en lo contrario. Iba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera se percató del momento en que llegó a la salida de aquella pequeña y pintoresca aldea. Parpadeó confundida, buscando recordar el camino que había seguido para poder regresar a la taberna antes de que Allen se percatase de su ausencia. Por desgracia iba tan concentrada en sus propios pensamientos que olvidó prestar atención al sendero, cosa por la que se regañó mentalmente.
Vagó durante un par de horas hasta que se topó de frente con otra taberna muy similar a la que buscaba. Esbozó una sonrisa aliviada, agradeciéndole a los… ¿cómo los había llamado Allen? ¿Dioses? Bueno, a esos seres por haberle permitido volver a salvo. Se adentró en el lugar y su sonrisa desapareció al darse cuenta de que solo había caído en un sitio similar. Claro, no era posible que ella fuese tan afortunada. El colmo de su situación fue que el cielo comenzara a llorar, instándola a permanecer ahí hasta que fuese lo suficientemente claro como para continuar con su camino. En su bolsillo aún reposaban las monedas que su hermano le había dado en cuanto arribaron al poblado, por lo que no dudó en dirigirse a una de las mesas y ordenar una bebida, buscando pasar desapercibida.
—Aquí tiene su cerveza de mantequilla —sonrió una voluptuosa camarera, entregándole una pequeña jarra con un liquido extraño.
—G-Gracias…
Se encogió en su lugar con las mejillas sonrojadas. Le era difícil relacionarse con los demás después de su secuestro, aunque intentaba que no se le notara el terror que le suponía hablar con extraños. Dio un sorbo a su cerveza, llevándose la sorpresa de que sabía mucho mejor de lo que esperó. Ahora comprendía porque su gemelo había insistido en que ella adoraba ese liquido de dudosa procedencia. Por un momento se relajó, observando el ambiente animado con el que contaba aquel sitio. Era mucho más informal que la posada donde se hospedaba. Quizá podría convencer a Allen de cambiar y pasar la noche ahí. Claro que esa idea se fue por una coladera cuando un par de sujetos se acercaron a ella, mirándola con sonrisas ladinas.
—Hola, bonita —Ashy se tensó en su lugar, mordiéndose el labio con algo de pánico—. ¿Por qué tan sola?
— ¿No quieres unírtenos? —Completó el otro.
—N-No…pero gracias por el ofrecimiento —intentó escapar de manera cortés.
—Vamos —insistió el primero, afianzando el agarre—. Te divertirás.
—No, por favor… —cerró los ojos con fuerza—. Por favor…
Era oficial, estaba hiperventilando. Miedo era poco para lo que sentía. Nuevamente se vio encerrada en aquel lugar, corriendo por su vida de un loco que solo buscaba venderla al mejor postor. Ni siquiera se percató del momento en que empezó a temblar. Definitivamente eso le pasaba por desobedecer a su hermano.
Esa noche estaba determinado a contarle lo que era el ‘‘toque suave’’, esa misteriosa magia utilizada por su familia como un peligroso arte mortal y que a él le había costado tanto controlar. Lo sabía. Era consciente que su hermana no era solo una de las escasas sanadoras del Clan Elaynor y eso era lo que más le preocupaba. Tal vez no pudiese esclarecer todas las dudas de la mayor de los gemelos; pero al menos podría evitar que terminase dañando a alguien de manera inconsciente. Lamentablemente su charla tendría que ser pospuesta, pues al regresar a la habitación de la taberna no encontró un solo rastro de su querida Ryn. El espanto no era para menos y con una desesperación intimidante comenzó a buscarla por todos lados, aterrándose al no encontrar ni un solo rastro de ella en la taberna y los alrededores.
Por su parte la pequeña rubia había obviado las advertencias de su hermano, decidiendo salir a dar un paseo para aclarar su mente. Las últimas noches al lado del cazador habían bastado para despertar su curiosidad y no estaba segura de que separarse de él fuese la mejor de las ideas, aún si Allen insistía en lo contrario. Iba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera se percató del momento en que llegó a la salida de aquella pequeña y pintoresca aldea. Parpadeó confundida, buscando recordar el camino que había seguido para poder regresar a la taberna antes de que Allen se percatase de su ausencia. Por desgracia iba tan concentrada en sus propios pensamientos que olvidó prestar atención al sendero, cosa por la que se regañó mentalmente.
Vagó durante un par de horas hasta que se topó de frente con otra taberna muy similar a la que buscaba. Esbozó una sonrisa aliviada, agradeciéndole a los… ¿cómo los había llamado Allen? ¿Dioses? Bueno, a esos seres por haberle permitido volver a salvo. Se adentró en el lugar y su sonrisa desapareció al darse cuenta de que solo había caído en un sitio similar. Claro, no era posible que ella fuese tan afortunada. El colmo de su situación fue que el cielo comenzara a llorar, instándola a permanecer ahí hasta que fuese lo suficientemente claro como para continuar con su camino. En su bolsillo aún reposaban las monedas que su hermano le había dado en cuanto arribaron al poblado, por lo que no dudó en dirigirse a una de las mesas y ordenar una bebida, buscando pasar desapercibida.
—Aquí tiene su cerveza de mantequilla —sonrió una voluptuosa camarera, entregándole una pequeña jarra con un liquido extraño.
—G-Gracias…
Se encogió en su lugar con las mejillas sonrojadas. Le era difícil relacionarse con los demás después de su secuestro, aunque intentaba que no se le notara el terror que le suponía hablar con extraños. Dio un sorbo a su cerveza, llevándose la sorpresa de que sabía mucho mejor de lo que esperó. Ahora comprendía porque su gemelo había insistido en que ella adoraba ese liquido de dudosa procedencia. Por un momento se relajó, observando el ambiente animado con el que contaba aquel sitio. Era mucho más informal que la posada donde se hospedaba. Quizá podría convencer a Allen de cambiar y pasar la noche ahí. Claro que esa idea se fue por una coladera cuando un par de sujetos se acercaron a ella, mirándola con sonrisas ladinas.
—Hola, bonita —Ashy se tensó en su lugar, mordiéndose el labio con algo de pánico—. ¿Por qué tan sola?
— ¿No quieres unírtenos? —Completó el otro.
—N-No…pero gracias por el ofrecimiento —intentó escapar de manera cortés.
—Vamos —insistió el primero, afianzando el agarre—. Te divertirás.
—No, por favor… —cerró los ojos con fuerza—. Por favor…
Era oficial, estaba hiperventilando. Miedo era poco para lo que sentía. Nuevamente se vio encerrada en aquel lugar, corriendo por su vida de un loco que solo buscaba venderla al mejor postor. Ni siquiera se percató del momento en que empezó a temblar. Definitivamente eso le pasaba por desobedecer a su hermano.
- Allen Elaynor:
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Última edición por Ashryn Elaynor el Dom Feb 25 2018, 02:50, editado 1 vez
Ashryn Elaynor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Apoyó los codos en el mostrador y bostezó, agitó la copa de vino que le acababan de servir con suavidad y olisqueó su contenido antes de darle un pequeño sorbo a la bebida.
Volvió a bostezar.
Se aburría horriblemente, no tenía absolutamente nada que hacer, nada salvo esperar al Mortal que, como de costumbre, se había ofrecido para ayudar en aquel minúsculo lugar. ¿Por qué siempre actuaba de aquel modo? Ni siquiera le habían ofrecido paga. Sacudió la cabeza, suspirando levemente.
Era un idiota.
Del pequeño zurrón de cuero con una “L” bordada que pendía de sus hombros sacó un pequeño cumulo de papeles amarillentos. Torció el gesto al ver el estado de su manuscrito, pero enseguida fue reemplazado por una sonrisa de orgullo al leer las distintas palabras que había escritas sobre el papel.
- “Capitulo doce” – leyó en voz baja, hacía apenas un par de semanas que había empezado ese capítulo. ¡El mejor capitulo hasta la fecha! No podía evitar emocionarse al recordar las ideas que tenía, en él se descubría que Lynny era, en realidad, la heredera al trono del reino de Aeranwer. Cosa que se llevaba vaticinando desde el comienzo de la historia.
El Mortal podía decir lo que quisiera acerca de su libro, pero estaba plagado de giros de guion imposibles, a los lectores les gustaban eso. Cuando fuese la escritora más famosa del mundo se disculparía, estaba segura de ello y ella se crearía de brazos y, en voz baja diría: “Ya iba siendo hora de que apreciases la buena literatura, Mortal”.
Sin tiempo que perder, tomó la pluma que guardaba junto a las hojas de papel y, tras mojar la punta de la misma en su bebida, continuó escribiendo. Esto atrajo un par de miradas de los clientes más cercanos, pero los ignoró. La tinta no era barata y hacía días que se había quedado sin el minúsculo trozo de carbón que solía usar a modo de lápiz.
Escuchó un trío de voces a su espalda, unas que se alzaban sobre todas las demás del local, prácticamente gritaban. Las obvió en primer lugar, probablemente eran los mismos tipos que habían estado babeando alrededor suya cuando entró en la taberna, habrían encontrado una nueva víctima.
Respiró con suavidad, cuando terminó de escribir el párrafo en el que estaba trabajando se giró a ver que sucedía, las voces se volvían insistentes ante el rechazo de la fémina a la que estaban tratando de seducir.
Lyn enarcó una ceja cuando contempló como uno de los tipos sujetaba, con fuerza, a una joven de aproximadamente su estatura, de brillantes cabellos dorados. Entrecerró los ojos y, sin levantarse del taburete, se cruzó de brazos
Durante unos segundos fue como todos los clientes del local, miró atenta como evolucionaba la situación. Hasta que al final guardó los papeles y, con una sonrisa, se acercó a dónde estaba la rubia.
- ¡Buenas noches! – Levantó la mano derecha, los hombres se giraron hacía ella, Lyn amplió si sonrisa. La rubia parecía respirar con dificultad, casi como si le faltase aire; era evidente que no lo estaba pasando bien.
- ¿Has cambiado de idea, guapa? – preguntó uno de los hombres que rodeaban a la muchacha esbozando una sonrisa. Lyn negó con la cabeza y jugueteó durante unos instantes con su flequillo.
En cualquier otra situación se habría esfumado de allí fundiéndose con las sombras, dejando a un lado que le había prometido al Mortal no meterse en líos, el no hacer aquel tipo de cosas era lo que la había mantenido con vida durante todo aquel tiempo.
Pero se aburría. Y la rubia tenía aspecto de derrumbarse por la presión, y si había algo a lo que estaba siempre dispuesta era a humillar a tipejos como aquellos.
- ¿Cambiado de opinión? – preguntó sin perder la sonrisa - ¿Yo? – Los ojos de la vampiresa se anclaron en los del sujeto que mantenía el brazo de la rubia firmemente sujeto. La expresión de este cambió casi al instante - ¿Pero no eras tú el que decía que su caballo era terriblemente atractivo? – El hombre soltó a la chica apenas un segundo después de que Lyn pronunciara aquella pregunta. – Solo venía a asegurarme de que seguías opinando eso. – dijo vampiresa dejándose caer en la silla frente a la joven. [1]
- Yo… - El individuo se giró hacía a su compañero durante unos segundos, con aquella expresión ausente en su mirada, y asintió. – Sí – afirmó – Sigo… opinando… eso – A paso lento, bajó la atenta mirada de su amigo, el hombre se encaminó hacía la salida.
- ¡Eh! ¿Pero…? – El segundo de los acosadores fue tras su amigo, tratando de tenerle, pero no consiguió hacerle cambiar de opinión - ¡Svenson, para! – Fue lo último que oyó Lyn antes de que ambos hombres desaparecieran tras la puerta principal del local.
Tras esto la taberna recobró su estado habitual, los clientes retomaron sus asuntos mientras que Lyn se acomodó en la mesa de su “nueva amiga”.
- ¡Ha estado bien! – dijo asintiendo para sí, mirando a la rubia, y dejando escapar una risita a la vez que imaginaba lo que debería estar haciendo el baboso en aquel mismo instante. - ¿¡Eso es cerveza de mantequilla!? – inquirió señalando a la jarra que había frente a la muchacha, alargando la mano para sujetarla. - ¡No la suelo pedir porque es cara, pero…! - Pero como si de una maldición se tratase, el rostro del Mortal apareció en sus pensamientos, recordándole la norma de los espacios personales.
Masculló un par de insultos mentales a su lacayo y dejó la bebida de la muchacha frente a esta. Peor para el Mortal, ahora pediría una de esas bebidas y pagaba él.
Enarcó levemente una ceja al notar una de las orejas de la rubia, la cual no estaba totalmente oculta por sus cabellos. Una elfa con aquel aspecto de chica inocente e indefensa era, básicamente, comida gratis para gente como la que acababa de echar de allí.
- ¡Por cierto! ¡Soy Lyn! – dijo señalándose a sí misma, sonriendo como de costumbre. Al menos ahora tenía alguien con quien charlar mientras esperaba, alguien que, con un poco de suerte, le dejaría probar su cerveza de mantequilla gratis.
También estaba el hecho de que no estaba muy segura de cuál era el trabajo que el castaño estaba realizando en aquel instante, pero había mencionado las palabras “No tardaré en volver”; cosa que, a la vampiresa, le indicaba como mínimo una cosa: le iban a apuñalar.
Quizás tener una elfa cerca no era mala idea.
Avanzó a través de la pequeña aldea, de buen humor.
Había terminado el trabajo en muy poco tiempo, le habían pagado unos pocos Aeros por las molestias y nadie le había apuñalado vilmente en el proceso. Ni siquiera habían rallado su armadura, sí que habían rasgado las costuras que la cubría en un inútil intento por apuñalarle, pero no lo habían conseguido.
Era un buen día. Una parte de él le instaba a que se replantease su sistema de valores: era evidente que algo fallaba en su cabeza cuando un buen día consistía en un intento de apuñalamiento fallido, pero, por el momento, ignoró a aquella mínima cordura que quedaba dentro de él y continuó caminando.
Se encontraba bien, no tenía por qué analizar las cosas más de lo necesario, no en aquel momento al menos.
Finalmente, tras varios minutos atravesando la aldea, llegó hasta la entrada de la posada en la que se hospedaban Lyn y él. Un lugar modesto habituado por mercenarios y aventureros de todas las clases sociales, en definitiva, era el único lugar de aquel poblado en el que podían permitirse pasar la noche.
Enarcó una ceja al oír los murmullos de un hombre provenir de la cuadra que descansaba junto al hostal y negó con la cabeza. Era evidente que alguien se había pasado con la bebida.
- Caballito mío. Nunca te he demostrado todo mi aprecio…
Cerró la puerta tras de sí, apagando la voz del hombre que susurraba a los caballos y, una vez dentro, oteó el lugar en busca de Lyn.
No fue una sorpresa no encontrarla dónde la había dejado, en la barra. Tampoco le extraño ver que estaba sentada en una de las mesas haciendo compañía a una chica rubia a la que solo le podía ver la espalda.
Lo que no esperaba es que estuviese lejos de la jarra amarillenta que descansaba frente a la desconocida. ¿Significaba que le estaba haciendo caso?
Sonrió y, mientras desabrochaba con cuidado las correas más ceñidas de su armadura, se dirigió hacia la mesa desde la cual su amiga le saludaba con la mano.
- Perdón si esta te está molestan… - No llegó a finalizar la frase, aunque Lyn, previendo lo que su acompañante iba a decir ya taladraba al castaño con la mirada, este se quedó contemplando fijamente el rostro de la rubia sin saber exactamente que decir.
La conocía, aunque no esperaba verla por allí.
- ¿Ashryn?
[1] Habilidad Lyn Nivel 3: Control Metal Moderado.
Volvió a bostezar.
Se aburría horriblemente, no tenía absolutamente nada que hacer, nada salvo esperar al Mortal que, como de costumbre, se había ofrecido para ayudar en aquel minúsculo lugar. ¿Por qué siempre actuaba de aquel modo? Ni siquiera le habían ofrecido paga. Sacudió la cabeza, suspirando levemente.
Era un idiota.
Del pequeño zurrón de cuero con una “L” bordada que pendía de sus hombros sacó un pequeño cumulo de papeles amarillentos. Torció el gesto al ver el estado de su manuscrito, pero enseguida fue reemplazado por una sonrisa de orgullo al leer las distintas palabras que había escritas sobre el papel.
- “Capitulo doce” – leyó en voz baja, hacía apenas un par de semanas que había empezado ese capítulo. ¡El mejor capitulo hasta la fecha! No podía evitar emocionarse al recordar las ideas que tenía, en él se descubría que Lynny era, en realidad, la heredera al trono del reino de Aeranwer. Cosa que se llevaba vaticinando desde el comienzo de la historia.
El Mortal podía decir lo que quisiera acerca de su libro, pero estaba plagado de giros de guion imposibles, a los lectores les gustaban eso. Cuando fuese la escritora más famosa del mundo se disculparía, estaba segura de ello y ella se crearía de brazos y, en voz baja diría: “Ya iba siendo hora de que apreciases la buena literatura, Mortal”.
Sin tiempo que perder, tomó la pluma que guardaba junto a las hojas de papel y, tras mojar la punta de la misma en su bebida, continuó escribiendo. Esto atrajo un par de miradas de los clientes más cercanos, pero los ignoró. La tinta no era barata y hacía días que se había quedado sin el minúsculo trozo de carbón que solía usar a modo de lápiz.
Escuchó un trío de voces a su espalda, unas que se alzaban sobre todas las demás del local, prácticamente gritaban. Las obvió en primer lugar, probablemente eran los mismos tipos que habían estado babeando alrededor suya cuando entró en la taberna, habrían encontrado una nueva víctima.
Respiró con suavidad, cuando terminó de escribir el párrafo en el que estaba trabajando se giró a ver que sucedía, las voces se volvían insistentes ante el rechazo de la fémina a la que estaban tratando de seducir.
Lyn enarcó una ceja cuando contempló como uno de los tipos sujetaba, con fuerza, a una joven de aproximadamente su estatura, de brillantes cabellos dorados. Entrecerró los ojos y, sin levantarse del taburete, se cruzó de brazos
Durante unos segundos fue como todos los clientes del local, miró atenta como evolucionaba la situación. Hasta que al final guardó los papeles y, con una sonrisa, se acercó a dónde estaba la rubia.
- ¡Buenas noches! – Levantó la mano derecha, los hombres se giraron hacía ella, Lyn amplió si sonrisa. La rubia parecía respirar con dificultad, casi como si le faltase aire; era evidente que no lo estaba pasando bien.
- ¿Has cambiado de idea, guapa? – preguntó uno de los hombres que rodeaban a la muchacha esbozando una sonrisa. Lyn negó con la cabeza y jugueteó durante unos instantes con su flequillo.
En cualquier otra situación se habría esfumado de allí fundiéndose con las sombras, dejando a un lado que le había prometido al Mortal no meterse en líos, el no hacer aquel tipo de cosas era lo que la había mantenido con vida durante todo aquel tiempo.
Pero se aburría. Y la rubia tenía aspecto de derrumbarse por la presión, y si había algo a lo que estaba siempre dispuesta era a humillar a tipejos como aquellos.
- ¿Cambiado de opinión? – preguntó sin perder la sonrisa - ¿Yo? – Los ojos de la vampiresa se anclaron en los del sujeto que mantenía el brazo de la rubia firmemente sujeto. La expresión de este cambió casi al instante - ¿Pero no eras tú el que decía que su caballo era terriblemente atractivo? – El hombre soltó a la chica apenas un segundo después de que Lyn pronunciara aquella pregunta. – Solo venía a asegurarme de que seguías opinando eso. – dijo vampiresa dejándose caer en la silla frente a la joven. [1]
- Yo… - El individuo se giró hacía a su compañero durante unos segundos, con aquella expresión ausente en su mirada, y asintió. – Sí – afirmó – Sigo… opinando… eso – A paso lento, bajó la atenta mirada de su amigo, el hombre se encaminó hacía la salida.
- ¡Eh! ¿Pero…? – El segundo de los acosadores fue tras su amigo, tratando de tenerle, pero no consiguió hacerle cambiar de opinión - ¡Svenson, para! – Fue lo último que oyó Lyn antes de que ambos hombres desaparecieran tras la puerta principal del local.
Tras esto la taberna recobró su estado habitual, los clientes retomaron sus asuntos mientras que Lyn se acomodó en la mesa de su “nueva amiga”.
- ¡Ha estado bien! – dijo asintiendo para sí, mirando a la rubia, y dejando escapar una risita a la vez que imaginaba lo que debería estar haciendo el baboso en aquel mismo instante. - ¿¡Eso es cerveza de mantequilla!? – inquirió señalando a la jarra que había frente a la muchacha, alargando la mano para sujetarla. - ¡No la suelo pedir porque es cara, pero…! - Pero como si de una maldición se tratase, el rostro del Mortal apareció en sus pensamientos, recordándole la norma de los espacios personales.
Masculló un par de insultos mentales a su lacayo y dejó la bebida de la muchacha frente a esta. Peor para el Mortal, ahora pediría una de esas bebidas y pagaba él.
Enarcó levemente una ceja al notar una de las orejas de la rubia, la cual no estaba totalmente oculta por sus cabellos. Una elfa con aquel aspecto de chica inocente e indefensa era, básicamente, comida gratis para gente como la que acababa de echar de allí.
- ¡Por cierto! ¡Soy Lyn! – dijo señalándose a sí misma, sonriendo como de costumbre. Al menos ahora tenía alguien con quien charlar mientras esperaba, alguien que, con un poco de suerte, le dejaría probar su cerveza de mantequilla gratis.
También estaba el hecho de que no estaba muy segura de cuál era el trabajo que el castaño estaba realizando en aquel instante, pero había mencionado las palabras “No tardaré en volver”; cosa que, a la vampiresa, le indicaba como mínimo una cosa: le iban a apuñalar.
Quizás tener una elfa cerca no era mala idea.
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Avanzó a través de la pequeña aldea, de buen humor.
Había terminado el trabajo en muy poco tiempo, le habían pagado unos pocos Aeros por las molestias y nadie le había apuñalado vilmente en el proceso. Ni siquiera habían rallado su armadura, sí que habían rasgado las costuras que la cubría en un inútil intento por apuñalarle, pero no lo habían conseguido.
Era un buen día. Una parte de él le instaba a que se replantease su sistema de valores: era evidente que algo fallaba en su cabeza cuando un buen día consistía en un intento de apuñalamiento fallido, pero, por el momento, ignoró a aquella mínima cordura que quedaba dentro de él y continuó caminando.
Se encontraba bien, no tenía por qué analizar las cosas más de lo necesario, no en aquel momento al menos.
Finalmente, tras varios minutos atravesando la aldea, llegó hasta la entrada de la posada en la que se hospedaban Lyn y él. Un lugar modesto habituado por mercenarios y aventureros de todas las clases sociales, en definitiva, era el único lugar de aquel poblado en el que podían permitirse pasar la noche.
Enarcó una ceja al oír los murmullos de un hombre provenir de la cuadra que descansaba junto al hostal y negó con la cabeza. Era evidente que alguien se había pasado con la bebida.
- Caballito mío. Nunca te he demostrado todo mi aprecio…
Cerró la puerta tras de sí, apagando la voz del hombre que susurraba a los caballos y, una vez dentro, oteó el lugar en busca de Lyn.
No fue una sorpresa no encontrarla dónde la había dejado, en la barra. Tampoco le extraño ver que estaba sentada en una de las mesas haciendo compañía a una chica rubia a la que solo le podía ver la espalda.
Lo que no esperaba es que estuviese lejos de la jarra amarillenta que descansaba frente a la desconocida. ¿Significaba que le estaba haciendo caso?
Sonrió y, mientras desabrochaba con cuidado las correas más ceñidas de su armadura, se dirigió hacia la mesa desde la cual su amiga le saludaba con la mano.
- Perdón si esta te está molestan… - No llegó a finalizar la frase, aunque Lyn, previendo lo que su acompañante iba a decir ya taladraba al castaño con la mirada, este se quedó contemplando fijamente el rostro de la rubia sin saber exactamente que decir.
La conocía, aunque no esperaba verla por allí.
- ¿Ashryn?
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Eltrant Tale
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Allen recordaba con claridad la primera vez que su magia se salió de control. Ese día estuvo a punto de matar a uno de los miembros de la rama secundaria del clan y pasaron meses antes de que decidiese volver a entrenar. Conocía el peligro inminente que suponía la amnesia de su hermana, lo cual solo sirvió para aumentar la paranoia provocada por la repentina desaparición de la mayor de los Elaynor. Andar por ahí con semejantes habilidades innatas solo podría presagiar un destino desastroso. No quería imaginar lo que pasaría si eso se salía de control. No, definitivamente tenía que encontrarla a como diese lugar. Desde que era un niño había odiado la facilidad que tenía su hermana para escabullirse; incluso recordaba como conseguía salirse con la suya y evitarse regaños, mientras que él terminaba pagando los platos rotos.
El rubio pasó de largo por la taberna, arqueando una ceja curiosa ante la escena de un hombre mostrándole afecto a su corcel. Si en un inicio creyó que su hermana podía encontrarse ahí, rápidamente esa idea se había ido al traste con dicha imagen. Solo los Dioses sabrían la clase de tonterías que hallaría si se dignaba a investigar ese lugar. Tal vez lo mejor sería dejarlo para el final y continuar su búsqueda en otro sitio más…normal. Después de todo era bien sabido que con semejante amnesia la rubia no se sentía cómoda estando rodeada de personas. Allen continuó su camino, ignorando que, efectivamente, su querida gemela había sido parte de lo ocurrido con el hombre del caballo. Por supuesto, si acaso llegaba a enterarse de la verdad, ese hombre tendría cosas más graves de las cuales preocuparse que solo darle amor a su caballo.
Dentro del dichoso hostal la pequeña ojiazul aún trataba de entender lo que había pasado. Por alguna razón tenía la sensación de que esa chica acababa de salvarle de las garras de aquellos hombres, aunque difícilmente podría asegurarlo. Se encogió su asiento, agradeciéndole con una vocecilla tímida. Seguía sin sentirse cómoda con desconocidos, pero tendría que hacer un gran esfuerzo y entablar una conversación con la susodicha, tampoco es como que estuviese correcto ser descortés con alguien tan gentil. Pegó un pequeño respingo ante los gritos emocionados de su acompañante, atinando a responder con un frenético asentimiento de cabeza. ¿Cómo alguien podía ser tan alegre? Sus mejillas se sonrojaron observando con detenimiento los gestos y muecas del rostro de la chica. Le sorprendía la gesticulación constante en una persona tan…diferente.
— ¿La quieres…? —Le pasó la jarra de cerveza con timidez—. Mucho gusto, Lyn…
Estuvo a punto de presentarse cuando una nueva silueta apareció en su campo de visión. Un enigmático joven la miró con atención durante unos breves segundos, logrando que sus mejillas se encendiesen varios tonos más. ¿En qué momento se volvió tan difícil pasar desapercibida? Porque el hecho de que un extraño la llamase por el supuesto nombre que tenía era algo para lo que aún no estaba preparada. Un minuto… ¡le había dicho Ashryn! ¡Entonces la conocía! Claro que también existía la posibilidad de que la estuviese confundiendo con alguien más. La ojiazul levantó la mirada, buscando en su cerebro algún indicio de esa cara; pero no obtuvo ni un solo resultado favorable. Ese extraño seguía siendo un extraño para ella.
— ¿Lo conozco? —Sí, bueno, tenía que confirmar ese hecho—. Sí, creo que mi nombre es Ashryn; pero… ¿quién es usted?
Por algún motivo esa persona no despertaba su señal de alerta como le pasaba con todos los demás, y ese hecho era todavía más preocupante.
El rubio pasó de largo por la taberna, arqueando una ceja curiosa ante la escena de un hombre mostrándole afecto a su corcel. Si en un inicio creyó que su hermana podía encontrarse ahí, rápidamente esa idea se había ido al traste con dicha imagen. Solo los Dioses sabrían la clase de tonterías que hallaría si se dignaba a investigar ese lugar. Tal vez lo mejor sería dejarlo para el final y continuar su búsqueda en otro sitio más…normal. Después de todo era bien sabido que con semejante amnesia la rubia no se sentía cómoda estando rodeada de personas. Allen continuó su camino, ignorando que, efectivamente, su querida gemela había sido parte de lo ocurrido con el hombre del caballo. Por supuesto, si acaso llegaba a enterarse de la verdad, ese hombre tendría cosas más graves de las cuales preocuparse que solo darle amor a su caballo.
Dentro del dichoso hostal la pequeña ojiazul aún trataba de entender lo que había pasado. Por alguna razón tenía la sensación de que esa chica acababa de salvarle de las garras de aquellos hombres, aunque difícilmente podría asegurarlo. Se encogió su asiento, agradeciéndole con una vocecilla tímida. Seguía sin sentirse cómoda con desconocidos, pero tendría que hacer un gran esfuerzo y entablar una conversación con la susodicha, tampoco es como que estuviese correcto ser descortés con alguien tan gentil. Pegó un pequeño respingo ante los gritos emocionados de su acompañante, atinando a responder con un frenético asentimiento de cabeza. ¿Cómo alguien podía ser tan alegre? Sus mejillas se sonrojaron observando con detenimiento los gestos y muecas del rostro de la chica. Le sorprendía la gesticulación constante en una persona tan…diferente.
— ¿La quieres…? —Le pasó la jarra de cerveza con timidez—. Mucho gusto, Lyn…
Estuvo a punto de presentarse cuando una nueva silueta apareció en su campo de visión. Un enigmático joven la miró con atención durante unos breves segundos, logrando que sus mejillas se encendiesen varios tonos más. ¿En qué momento se volvió tan difícil pasar desapercibida? Porque el hecho de que un extraño la llamase por el supuesto nombre que tenía era algo para lo que aún no estaba preparada. Un minuto… ¡le había dicho Ashryn! ¡Entonces la conocía! Claro que también existía la posibilidad de que la estuviese confundiendo con alguien más. La ojiazul levantó la mirada, buscando en su cerebro algún indicio de esa cara; pero no obtuvo ni un solo resultado favorable. Ese extraño seguía siendo un extraño para ella.
— ¿Lo conozco? —Sí, bueno, tenía que confirmar ese hecho—. Sí, creo que mi nombre es Ashryn; pero… ¿quién es usted?
Por algún motivo esa persona no despertaba su señal de alerta como le pasaba con todos los demás, y ese hecho era todavía más preocupante.
Ashryn Elaynor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Se pasó la mano por la cara y miró inquisitivamente a Lyn cuando la elfa que tenía frente a él, Ashryn, afirmó no conocerle de vuelta. ¿Era algún tipo de broma de mal gusto? ¿Podía haber convencido Lyn a la rubia para que fingiese no recordarle? Aguardó unos instantes en silencio, sonriendo sin saber exactamente qué decir.
Si era una broma, Lyn estaba interpretándola mejor que nunca.
- ¿No… me conoces? – preguntó acercándose una silla lentamente, al notar la expresión confusa de la rubia. – Eltrant Tale – golpeó su pecho suavemente, un leve “clack” metálico se alzó durante un instante sobre el murmullo de los clientes.
La mirada de Ashryn indicaba que no mentía, no reconocía a la persona que tenía frente a ella. Suspiró pesarosamente y se pasó la mano por la cara, Lyn continuó en silencio, alternando entre elfa y humano mientras, muy lentamente, acercaba ambas manos hasta la jarra de Ashryn.
¿Tanto tiempo había pasado? Se había marchado de la guardia poco después de que ella ingresase en la misma, se esfumó a los bosques del este, a su cabaña en mitad de la nada, apenas ella comenzó a vestir de azul.
No pasó por alto que no llevaba nada parecido a un uniforme en aquel momento.
- Bueno… - forzó una sonrisa, Ashryn parecía incomoda, tratando de recordar algo que, evidentemente, no podía. Eltrant se limitó, en silencio, a tratar de comprender como era posible que se hubiese olvidado de él, no había pasado tanto tiempo, y no es como si fuesen solo conocidos. Él y Ashryn habían tenido alguna aventura que otra juntos, de las que eran difíciles de olvidar.
– Mi nombre es Eltrant Tale – repitió pasándose la mano por la cara, tras lo cual apoyó uno de los codos en la mesa. – Éramos… amigos, supongo. – dijo sonriendo, ahora, de forma más genuina. – Sea lo que sea… - le tendió la mano. – Encantado de conocerte de nuevo. Ashryn Elaynor. – Lyn a su lado, que ahora bebía disimuladamente de la jarra de la elfa levantó la mano sin apartar sus labios de la jarra, indicando que ella compartía la opinión del errante en aquello.
Suspiró y dejó caer a un lado el guantelete derecho, apoyándolo en la silla de madera en la que estaba sentado. Cuando la voluptuosa camarera apareció preguntando si todo estaba en orden, Eltrant se encargó de pedir una bebida y, metódicamente, depositó las dos espadas que tenía consigo junto al guantelete de metal.
- Podemos irnos si te sientes más cómoda. – dijo al cabo de unos segundos, aceptando de buena gana la jarra que le trajo la tabernera. Si Ashryn no quería pasar tiempo con él no la culparía, después de todo, ahora era un desconocido para ella, pero el exguarda tenía cierto interés por saber qué tal le había ido a su amiga en esos meses en los que había estado aislado del mundo.
Tras dar un largo sorbo agachó la cabeza y miró, pensativo, el líquido dorado que descansaba en el interior de la jarra como si fuese oro líquido.
- “¿Y sí…?” – Tras darle un manotazo en la frente a Lyn y oír varios insultos que denotaban su mortandad, Eltrant le arrebató el vaso que la vampiresa, disimuladamente, había tomado “prestado” a Ashryn y se lo tendió de nuevo a su legitima dueña. - ¿Has estado en un lugar llamado Isla Tortuga? – preguntó entrecerrando con suavidad los ojos.
Isla Tortuga, la Isla móvil, el lugar dónde él perdió los recuerdos de todas las personas a las que tenía algo de aprecio en vida. Un lugar al que había prometido volver con una cura milagrosa para sus habitantes, todos transformados en estatuas de oro.
Bajó la cabeza sin esperar a escuchar la respuesta de la elfa y se acabó la bebida de un solo trago, volvería, algún día volvería. La brújula mágica que tenía tatuada en la espalda, seguía funcionando, siempre señalando el lugar en el que se encontraba la isla, quemando con fuerza cada vez que esta salía a flote.
Negó con la cabeza y le ofreció una sonrisa tranquilizadora a la elfa.
- Perdón por la pregunta. Ha... sido un poco rara. No pienses demasiado en eso. – dijo pasándose la mano por el pelo, quitándole importancia al asunto con la mano libre, aun enfundada en metal.
Si lo pensaba fríamente era imposible que la muchacha hubiese estado en la isla, también lo era el que hubiese perdido sus recuerdos por ella; lo único que podía arrebatárselos de allí estaba bajo su cuidado. El Libro del Sabio descansaba, en aquel momento, en su bolsa de viaje, oculto a simple vista entre otros libros.
Simplemente le había olvidado, no era nada tan descabellado, a veces pasaba, no tenía por qué ser una maldición. Estaba seguro, por ejemplo, de que Asher apenas conseguía recordar los rostros de la mayor parte de sus compañeros de aventuras, lo mismo con Huracán.
Se preguntó dónde estarían ambos y sintió un leve escalofrió al pensar que podía suceder de juntarlos a los dos en la misma sala.
- ¡Oye Ashy! – Lyn rompió el silencio dándole un manotazo a la mesa para captar la atención de los presentes y, una vez lo hizo, comenzó a rebuscar entre sus bolsillos. - ¿Sabes jugar a las cartas? – preguntó a continuación, Eltrant enarcó una ceja. - ¡Y no te preocupes por haberte olvidado del Mortal! – exclamó según depositaba, frente a ella, una baraja. – Suele pasarle siempre. – dejó escapar una risita y le señaló. – Mira que cara tan común. – Eltrant taladró a su acompañante con la mirada, Lyn amplió la sonrisa. – Si no viajase con él y le cuidase... Probablemente le llamaría “Granjero típico” o algo así. – aseveró al mismo tiempo que asentía conforme.
- ¿Y qué me dices de ti? – dijo Eltrant de vuelta, cruzándose de brazos.
- ¿Yo? Yo soy encantadora, Mortal. – sentenció. – Mi rostro está perfilado en mármol, plebeyo. – levantó la copa de vino y dejó escapar la misma risa exagerada que usaba cuando imitaba a la nobleza.
- Lo que tienes es la cara muy dura. – dijo Eltrant suspirando, rascándose la barba.
- Claro que sí: Mármol. – contestó Lyn divertida a la vez que empezaba a entremezclar las cartas sin apenas prestar atención a la expresión que se apoderó del rostro de Eltrant, que no pudo sino poner los ojos en blanco y negar con la cabeza. – Si no sabes jugar, no pasa nada. – dijo la vampiresa. – Yo te enseño. - añadió.
- La vas a enseñar a hacer trampas. Además, eres una maestra horrible – dijo Eltrant mirando sus cartas. – ...Y una alumna horrible. – agregó después, se giró hacía la elfa. – Digamos que… la enseñanza no es lo suyo. – Eltrant sonrió a Ashryn y se encogió de hombros, señalando con el pulgar a su acompañante.
- ¡Se llaman estrategias, bruto! ¡Vete a comer papatas o algo y haznos un favor a todos! – exclamó la ojiazul tratando de disimular el ligero rubor que se estaba apoderando de sus mejillas. - ¡Discúlpate ahora mismo con tu ama, Mortal! – exigió zarandeándole con fuerza, cosa que no terminó de conseguir.
- Vale, sí me ganas. – respondió Eltrant con una sonrisa, bajando su mirada hasta los cuadrados de papel que Lyn le había entregado. - ¡Vaya, que cartas más buenas! - Al oír esto Lyn volvió a sentarse murmurando cosas en voz baja; A Eltrant le pareció entender algunas de las palabras que esta dejó escapar, entre las cuales se encontraban: “Fetichista del dolor”.
- ¡Tú lo has querido, Mortal! ¡Suplicaras clemencia cuando te venza! – dijo Lyn frunciendo el ceño, relajando la expresión cuando se giró hacía Ashryn. – Empiezas tú. – Indicó – Si tienes parejas, números iguales digo. – señaló a las cartas. – Tienes que ponerlas en el centro.
Si era una broma, Lyn estaba interpretándola mejor que nunca.
- ¿No… me conoces? – preguntó acercándose una silla lentamente, al notar la expresión confusa de la rubia. – Eltrant Tale – golpeó su pecho suavemente, un leve “clack” metálico se alzó durante un instante sobre el murmullo de los clientes.
La mirada de Ashryn indicaba que no mentía, no reconocía a la persona que tenía frente a ella. Suspiró pesarosamente y se pasó la mano por la cara, Lyn continuó en silencio, alternando entre elfa y humano mientras, muy lentamente, acercaba ambas manos hasta la jarra de Ashryn.
¿Tanto tiempo había pasado? Se había marchado de la guardia poco después de que ella ingresase en la misma, se esfumó a los bosques del este, a su cabaña en mitad de la nada, apenas ella comenzó a vestir de azul.
No pasó por alto que no llevaba nada parecido a un uniforme en aquel momento.
- Bueno… - forzó una sonrisa, Ashryn parecía incomoda, tratando de recordar algo que, evidentemente, no podía. Eltrant se limitó, en silencio, a tratar de comprender como era posible que se hubiese olvidado de él, no había pasado tanto tiempo, y no es como si fuesen solo conocidos. Él y Ashryn habían tenido alguna aventura que otra juntos, de las que eran difíciles de olvidar.
– Mi nombre es Eltrant Tale – repitió pasándose la mano por la cara, tras lo cual apoyó uno de los codos en la mesa. – Éramos… amigos, supongo. – dijo sonriendo, ahora, de forma más genuina. – Sea lo que sea… - le tendió la mano. – Encantado de conocerte de nuevo. Ashryn Elaynor. – Lyn a su lado, que ahora bebía disimuladamente de la jarra de la elfa levantó la mano sin apartar sus labios de la jarra, indicando que ella compartía la opinión del errante en aquello.
Suspiró y dejó caer a un lado el guantelete derecho, apoyándolo en la silla de madera en la que estaba sentado. Cuando la voluptuosa camarera apareció preguntando si todo estaba en orden, Eltrant se encargó de pedir una bebida y, metódicamente, depositó las dos espadas que tenía consigo junto al guantelete de metal.
- Podemos irnos si te sientes más cómoda. – dijo al cabo de unos segundos, aceptando de buena gana la jarra que le trajo la tabernera. Si Ashryn no quería pasar tiempo con él no la culparía, después de todo, ahora era un desconocido para ella, pero el exguarda tenía cierto interés por saber qué tal le había ido a su amiga en esos meses en los que había estado aislado del mundo.
Tras dar un largo sorbo agachó la cabeza y miró, pensativo, el líquido dorado que descansaba en el interior de la jarra como si fuese oro líquido.
- “¿Y sí…?” – Tras darle un manotazo en la frente a Lyn y oír varios insultos que denotaban su mortandad, Eltrant le arrebató el vaso que la vampiresa, disimuladamente, había tomado “prestado” a Ashryn y se lo tendió de nuevo a su legitima dueña. - ¿Has estado en un lugar llamado Isla Tortuga? – preguntó entrecerrando con suavidad los ojos.
Isla Tortuga, la Isla móvil, el lugar dónde él perdió los recuerdos de todas las personas a las que tenía algo de aprecio en vida. Un lugar al que había prometido volver con una cura milagrosa para sus habitantes, todos transformados en estatuas de oro.
Bajó la cabeza sin esperar a escuchar la respuesta de la elfa y se acabó la bebida de un solo trago, volvería, algún día volvería. La brújula mágica que tenía tatuada en la espalda, seguía funcionando, siempre señalando el lugar en el que se encontraba la isla, quemando con fuerza cada vez que esta salía a flote.
Negó con la cabeza y le ofreció una sonrisa tranquilizadora a la elfa.
- Perdón por la pregunta. Ha... sido un poco rara. No pienses demasiado en eso. – dijo pasándose la mano por el pelo, quitándole importancia al asunto con la mano libre, aun enfundada en metal.
Si lo pensaba fríamente era imposible que la muchacha hubiese estado en la isla, también lo era el que hubiese perdido sus recuerdos por ella; lo único que podía arrebatárselos de allí estaba bajo su cuidado. El Libro del Sabio descansaba, en aquel momento, en su bolsa de viaje, oculto a simple vista entre otros libros.
Simplemente le había olvidado, no era nada tan descabellado, a veces pasaba, no tenía por qué ser una maldición. Estaba seguro, por ejemplo, de que Asher apenas conseguía recordar los rostros de la mayor parte de sus compañeros de aventuras, lo mismo con Huracán.
Se preguntó dónde estarían ambos y sintió un leve escalofrió al pensar que podía suceder de juntarlos a los dos en la misma sala.
- ¡Oye Ashy! – Lyn rompió el silencio dándole un manotazo a la mesa para captar la atención de los presentes y, una vez lo hizo, comenzó a rebuscar entre sus bolsillos. - ¿Sabes jugar a las cartas? – preguntó a continuación, Eltrant enarcó una ceja. - ¡Y no te preocupes por haberte olvidado del Mortal! – exclamó según depositaba, frente a ella, una baraja. – Suele pasarle siempre. – dejó escapar una risita y le señaló. – Mira que cara tan común. – Eltrant taladró a su acompañante con la mirada, Lyn amplió la sonrisa. – Si no viajase con él y le cuidase... Probablemente le llamaría “Granjero típico” o algo así. – aseveró al mismo tiempo que asentía conforme.
- ¿Y qué me dices de ti? – dijo Eltrant de vuelta, cruzándose de brazos.
- ¿Yo? Yo soy encantadora, Mortal. – sentenció. – Mi rostro está perfilado en mármol, plebeyo. – levantó la copa de vino y dejó escapar la misma risa exagerada que usaba cuando imitaba a la nobleza.
- Lo que tienes es la cara muy dura. – dijo Eltrant suspirando, rascándose la barba.
- Claro que sí: Mármol. – contestó Lyn divertida a la vez que empezaba a entremezclar las cartas sin apenas prestar atención a la expresión que se apoderó del rostro de Eltrant, que no pudo sino poner los ojos en blanco y negar con la cabeza. – Si no sabes jugar, no pasa nada. – dijo la vampiresa. – Yo te enseño. - añadió.
- La vas a enseñar a hacer trampas. Además, eres una maestra horrible – dijo Eltrant mirando sus cartas. – ...Y una alumna horrible. – agregó después, se giró hacía la elfa. – Digamos que… la enseñanza no es lo suyo. – Eltrant sonrió a Ashryn y se encogió de hombros, señalando con el pulgar a su acompañante.
- ¡Se llaman estrategias, bruto! ¡Vete a comer papatas o algo y haznos un favor a todos! – exclamó la ojiazul tratando de disimular el ligero rubor que se estaba apoderando de sus mejillas. - ¡Discúlpate ahora mismo con tu ama, Mortal! – exigió zarandeándole con fuerza, cosa que no terminó de conseguir.
- Vale, sí me ganas. – respondió Eltrant con una sonrisa, bajando su mirada hasta los cuadrados de papel que Lyn le había entregado. - ¡Vaya, que cartas más buenas! - Al oír esto Lyn volvió a sentarse murmurando cosas en voz baja; A Eltrant le pareció entender algunas de las palabras que esta dejó escapar, entre las cuales se encontraban: “Fetichista del dolor”.
- ¡Tú lo has querido, Mortal! ¡Suplicaras clemencia cuando te venza! – dijo Lyn frunciendo el ceño, relajando la expresión cuando se giró hacía Ashryn. – Empiezas tú. – Indicó – Si tienes parejas, números iguales digo. – señaló a las cartas. – Tienes que ponerlas en el centro.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Parpadeó una vez…dos veces…tres y no consiguió que su cerebro fuese capaz de evocar la memoria de ese muchacho. No le sorprendió cuando este mostró un semblante desconcertado al percatarse que no se trataba de una broma. Eran amigos, eso había dicho él, entonces ¿por qué? Realmente quería recordarlo no importaba qué. Estrechó la mano del joven con una sonrisa tímida, grabando en su mente cada uno de los detalles que lo caracterizaban. Por ejemplo, que el color azul combinaba con sus ojos, y que la barba le daba un grácil aire de madurez. Se aseguraría de guardar en su memoria esa nueva primera impresión del que en antaño fue uno de sus amigos. ¿Confiaba en él? Sin duda. ¿Por qué? Era una excelente pregunta para la cual no tenía respuesta. Negó frenéticamente cuando el muchacho ofreció dejarla sola, pidiéndoles que se quedaran un rato más junto a ella.
— ¿Isla Tortuga? —Preguntó con inocencia, dando un sorbo a su cerveza—. Perdón…pero ¿qué es eso?
Debía existir una buena razón por la cual decidió preguntarle tal cosa; pero la elfa no era capaz de darle sentido. Nuevamente negó con la cabeza, reiterando que aquello no había sido para nada extraño y disculpándose por no tener una mejor respuesta. Esta vez su atención fue requerida por la hermosa chica, quien no dudó en mostrarle unas extrañas que sacó de su bolsillo. Ashy ladeó la cabeza, observando las ‘‘cartas’’ con interés. Quizá lo único bueno de no recordar nada era el poder aprender todo nuevamente. Estaba a punto de agradecer los esfuerzos de la dama por mejorar el ambiente, cuando la susodicha le aseguró que no debía sentirse mal por no recordar a su acompañante, logrando que la rubia escondiese la mirada tras su flequillo. Estaba mal, claro que estaba mal y ella lo sabía. Se sentía impotente de no poder hacer nada y, sobre todo, estaba harta de la sensación de no ser nadie.
—A mi me parece lindo…no olvidaría a alguien así por cuenta propia —respondió de forma casi inmediata en un tono bajito— N-No…puedo recordar nada —oprimió sus manitas en la tela de su vestido, evitando todo contacto visual con cualquiera de los presentes—. Sé mi nombre, porque mi hermano me lo dijo…de lo contrario lo desconocería…
Mordió su labio inferior con nerviosismo, preguntándose el motivo por el cual revelaba todo aquello. Afortunadamente cuando levantó la vista se encontró con el mismo ambiente que había desde hace rato y le alegró saber que su melancólica declaración no había arruinado nada. Aceptó la propuesta de la chica, soltando pequeñas risitas a la batalla verbal que ambos sostenían de cuando en cuando. Le agradaba ver que se llevaban así de bien. Miró sus cartas con un gesto dubitativo y sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de que no tenía ni jota idea de qué hacer. Tenía dos números iguales, por lo que no dudó en ponerlos sobre la mesa, esperando no haber cometido ningún error. Dejó que Lyn la guiara un par de veces, agradeciéndole por la paciencia que mostraba a su torpeza. No obstante, al dirigir sus orbes azules al muchacho sintió la necesidad de retomar la charla que había dejado pendiente.
—Estaba oscuro… —está vez se aseguró de mirarlo a los ojos—. No había nadie y tampoco podía recordar nada —las palabras salían de sus labios de manera automática—. Con esfuerzos logré escapar de ese hombre…no sé qué quería de mí…al parecer iba a venderme a un buen precio… —sus manos comenzaron a temblar—. Cuando logré salir de ese lugar corrí con todas mis fuerzas…pero mis memorias se habían ido —se mordió el labio—. Por fortuna me encontré con mi hermano…o más bien él me encontró a mí…y he conseguido aprender algo acerca de mi vida; pero casi todo está en blanco… —esbozó una sonrisa triste—. No había hablado de esto con alguien que no fuese Allen… —de pronto recordó que debía volver junto al elfo—. Y-Yo…disculpen. Debo retirarme —dejó las cartas sobre la mesa y se levantó rápidamente—. Eltrant…Lyn —sonrió—. Gracias —su escape hubiese funcionado de maravilla de no ser por el pequeño accidente que provocó al chocar con un enorme caballero, consiguiendo que este tirase su jarra de cerveza al suelo—. L-Lo sie…
— ¡Mocosa impertinente! —La tomo del brazo, levantándola varios centímetros del suelo—. ¡¿Estás buscando pelea?!
—N-No…yo… —los balbuceos solo hicieron enojar más a aquel hombre.
—Ustedes los elfos siempre sintiéndose superiores —gruñó—. Es hora de enseñarles una lección.
Todo pasó demasiado rápido. El hombre levantó su otra mano, dispuesto a mandar a la rubia al hospital…o al panteón, pues casi podía decirse que le triplicaba el tamaño. La elfita se removió con todas sus fuerzas y al usar su brazo libre para empujarlo el hombre comenzó a gritar de dolor, soltándola de forma casi inmediata. Ashy cayó de bruces al suelo, observando a su atacante oprimirse el pecho con fuerza, mientras chorros de sangre le caían de la boca. No transcurrió mucho tiempo antes de que el sujeto se desplomase frente a las miradas atónitas de todos los presentes. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué él no se movía? Se llevó las manos a su boca, sintiéndose asediada por los ojos acusadores que la miraban con sorpresa, ira y terror.
—Y-Yo…
Pronto los amigos de su víctima buscarían echarle mano y ella no era capaz de mover un musculo para escapar.
— ¿Isla Tortuga? —Preguntó con inocencia, dando un sorbo a su cerveza—. Perdón…pero ¿qué es eso?
Debía existir una buena razón por la cual decidió preguntarle tal cosa; pero la elfa no era capaz de darle sentido. Nuevamente negó con la cabeza, reiterando que aquello no había sido para nada extraño y disculpándose por no tener una mejor respuesta. Esta vez su atención fue requerida por la hermosa chica, quien no dudó en mostrarle unas extrañas que sacó de su bolsillo. Ashy ladeó la cabeza, observando las ‘‘cartas’’ con interés. Quizá lo único bueno de no recordar nada era el poder aprender todo nuevamente. Estaba a punto de agradecer los esfuerzos de la dama por mejorar el ambiente, cuando la susodicha le aseguró que no debía sentirse mal por no recordar a su acompañante, logrando que la rubia escondiese la mirada tras su flequillo. Estaba mal, claro que estaba mal y ella lo sabía. Se sentía impotente de no poder hacer nada y, sobre todo, estaba harta de la sensación de no ser nadie.
—A mi me parece lindo…no olvidaría a alguien así por cuenta propia —respondió de forma casi inmediata en un tono bajito— N-No…puedo recordar nada —oprimió sus manitas en la tela de su vestido, evitando todo contacto visual con cualquiera de los presentes—. Sé mi nombre, porque mi hermano me lo dijo…de lo contrario lo desconocería…
Mordió su labio inferior con nerviosismo, preguntándose el motivo por el cual revelaba todo aquello. Afortunadamente cuando levantó la vista se encontró con el mismo ambiente que había desde hace rato y le alegró saber que su melancólica declaración no había arruinado nada. Aceptó la propuesta de la chica, soltando pequeñas risitas a la batalla verbal que ambos sostenían de cuando en cuando. Le agradaba ver que se llevaban así de bien. Miró sus cartas con un gesto dubitativo y sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de que no tenía ni jota idea de qué hacer. Tenía dos números iguales, por lo que no dudó en ponerlos sobre la mesa, esperando no haber cometido ningún error. Dejó que Lyn la guiara un par de veces, agradeciéndole por la paciencia que mostraba a su torpeza. No obstante, al dirigir sus orbes azules al muchacho sintió la necesidad de retomar la charla que había dejado pendiente.
—Estaba oscuro… —está vez se aseguró de mirarlo a los ojos—. No había nadie y tampoco podía recordar nada —las palabras salían de sus labios de manera automática—. Con esfuerzos logré escapar de ese hombre…no sé qué quería de mí…al parecer iba a venderme a un buen precio… —sus manos comenzaron a temblar—. Cuando logré salir de ese lugar corrí con todas mis fuerzas…pero mis memorias se habían ido —se mordió el labio—. Por fortuna me encontré con mi hermano…o más bien él me encontró a mí…y he conseguido aprender algo acerca de mi vida; pero casi todo está en blanco… —esbozó una sonrisa triste—. No había hablado de esto con alguien que no fuese Allen… —de pronto recordó que debía volver junto al elfo—. Y-Yo…disculpen. Debo retirarme —dejó las cartas sobre la mesa y se levantó rápidamente—. Eltrant…Lyn —sonrió—. Gracias —su escape hubiese funcionado de maravilla de no ser por el pequeño accidente que provocó al chocar con un enorme caballero, consiguiendo que este tirase su jarra de cerveza al suelo—. L-Lo sie…
— ¡Mocosa impertinente! —La tomo del brazo, levantándola varios centímetros del suelo—. ¡¿Estás buscando pelea?!
—N-No…yo… —los balbuceos solo hicieron enojar más a aquel hombre.
—Ustedes los elfos siempre sintiéndose superiores —gruñó—. Es hora de enseñarles una lección.
Todo pasó demasiado rápido. El hombre levantó su otra mano, dispuesto a mandar a la rubia al hospital…o al panteón, pues casi podía decirse que le triplicaba el tamaño. La elfita se removió con todas sus fuerzas y al usar su brazo libre para empujarlo el hombre comenzó a gritar de dolor, soltándola de forma casi inmediata. Ashy cayó de bruces al suelo, observando a su atacante oprimirse el pecho con fuerza, mientras chorros de sangre le caían de la boca. No transcurrió mucho tiempo antes de que el sujeto se desplomase frente a las miradas atónitas de todos los presentes. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué él no se movía? Se llevó las manos a su boca, sintiéndose asediada por los ojos acusadores que la miraban con sorpresa, ira y terror.
—Y-Yo…
Pronto los amigos de su víctima buscarían echarle mano y ella no era capaz de mover un musculo para escapar.
Ashryn Elaynor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
¿Ashryn no podía recordar nada? ¿Absolutamente nada? Eltrant bajó levemente las cartas cuando la elfa expuso lo que le había sucedido hasta acabar allí, o al menos lo que decía poder recordar.
El castaño escrutó el rostro de la rubia, tratando de interpretar toda aquella información nueva. Segundos después se giró hacía Lyn, quien le devolvió la mirada depositando las cartas sobre la mesa para justo después sonreír tímidamente a la elfa, sin pronunciar palabra alguna. Eltrant estaba habituado a muchas cosas, pero ver a Lyn sin saber que decir era algo que pasaba muy poco.
- ¿Dices que no… recordabas siquiera tu nombre? – Eltrant imitó a la vampiresa y dejó su mano a un lado, si esa sincero consigo mismo, aquellas cartas tampoco eran tan buenas como había exclamado antes.
Frunció el ceño, suspiró y se llevó ambas manos a la cara mientras escuchaba hablar a Ashryn. ¿Cómo alguien perdía hasta la capacidad de recordar su propio nombre? Parecía imposible, pero también parecía imposible que existiese un libro que absorbiese parte del alma de todo aquel que se atreviese a usarlo, también era imposible la existencia de un guantelete capaz de derribar muros sin ningún esfuerzo.
Apretó los dientes e indagó en su cabeza, desesperadamente, en busca de todos los objetos mágicos que conocía, trató de encontrar una cura en el minuto de tiempo que les proporcionó la joven antes de levantarse y agradecer a los presentes su compañía.
- ¡Espera! – Lyn se levantó de su asiento antes que Eltrant, estaba demasiado ocupado preguntándose dónde estaría Huracán en aquel momento y si esta conocería algún modo de ayudar a Ashryn.
El castaño parpadeó varias veces cuando, al volver al presente, se encontró con la rubia forcejeando con un tipo corpulento al que, sin darse cuenta, había derramado su bebida.
Todo sucedió antes de que el exmercenario pudiese intervenir. Un agónico grito de dolor precedió al particular golpe seco que se producía cuando un cadáver se desplomaba contra el suelo.
Aquella escena enmudeció a toda la taberna, todo ser consciente del local miraba en aquel instante a Ashryn, considerando lo que acababa de suceder, preguntándose como una muchacha de aquel tamaño podía haber matado al hombre solo con tocarle.
Eltrant avanzó un par de pasos y se agachó junto a la elfa, el sonido de sus grebas le hizo el centro de atención durante unos segundos. No sabía que había sucedido, pero no era descabellado pensar que podía ser un síntoma de la perdida de recuerdos.
¿Una maldición?
- ¿Te encuentras bien? – preguntó ayudándole a levantarse. Observó el cadáver, la elfa apenas lo había tocado y este casi parecía haber estallado por dentro, todos los orificios de su cara manaban sangre.
¿Qué clase de magia hacia aquello?
Lo único audible era el sonido del amplio reloj que descansaba en uno de los extremos del bar, cada segundo era eterno, a Eltrant se le antojaban, prácticamente, como horas. Nadie se atrevía a hablar, pero todos sabían lo que había pasado, creían saberlo al menos.
- ¡Asesina! – gritó uno de los hombres que estaban más cerca del cadáver, su rostro estaba contraído en una mueca de ira sin precedentes, tenía algunas lágrimas en los ojos. Probablemente era amigo del muerto. - ¡Lo has matado! ¡Asesina! – repitió levantándose, adoptando, ahora, una pose amenazadora, echando mano de la empuñadura del cuchillo que colgaba de su cinto.
Todos en la taberna estaban de acuerdo en una cosa, la elfa había matado a aquel hombre haciendo uso de artes oscuras. Para los aldeanos era evidente, probablemente había hecho uso de artes prohibidas que ni los brujos se atrevían a usar.
Pero Eltrant conocía a Ashryn, hasta desmemoriada era incapaz de hacer daño a nadie, no a propósito. Había sido una especia de accidente, estaba totalmente seguro de eso. Eltrant tensó la mandíbula y, cuidadosamente, se atavió con el equipo que había dejado a un lado.
- ¡Monstruo! – La voluptuosa camarera se unió al linchamiento general, señaló a la elfa y repitió aquella palabra una y otra vez, sin cesar, como si un mantra se tratase.
- ¡No podemos dejar que se vaya! – Otro de los amigos del muerto se acercó. - ¡Apresadla! – vociferó agitando el puño.
Los demás clientes, en cuanto ganaron algo de confianza en sí mismos, o en el grupo al que pertenecían en aquel instante, no tardaron en unirse al linchamiento verbal. Eltrant tensó la mandibula y levantó ambas manos de forma conciliadora, estaba seguro de que había sido un accidente, sabía que Ashryn podría explicarlo si le daban la oportunidad.
Pero apenas le dejaban pronunciar silaba alguna. No tenía otra opción, tenía que sacarla de allí antes de que fuese a peor.
- Lyn… - dijo entre dientes para captar a la vampiresa, que se había quedado detrás, buscando todas las salidas del lugar, desde que el primero de los hombres comenzó a hablar con tono amenazador. – Llévatela afuera. – Durante una fracción de segundo Eltrant vio algo parecido a duda en los ojos zafiro de la vampiresa, pero esta se esfumó cuando agarró a la elfa por los ropajes y tiró de ella.
- ¡Se escapa! – gritó uno de los hombres abalanzándose hacía la pareja, el exmercenario le cortó el paso y le propinó un directo en mitad de la cara, derribándolo contra una de las tantas mesas del lugar.
El tintineo de la campanita que colgaba sobre la puerta principal indicó a Eltrant que Lyn y Ashryn habían abandonado el edificio. Ahora solo tenía que marcharse él.
Respiró tranquilo, solo había una salida y tenían que pasar por encima de él para alcanzarla. Esperaba que Lyn se la llevase a un lugar seguro antes de que le sobrepasasen, cosa que era evidentemente inevitable teniendo en cuenta de que toda la clientela de aquella taberna estaba, en aquel momento, en su contra.
- ¡Apártate! – Eltrant negó con la cabeza - ¡Ese monstruo tiene que respetar la ley! ¡Ha asesinado a Jâg! – dijo. Eltrant suspiró y se pasó la mano por el pelo, analizó las caras de los sujetos que tenían frente a él, sus ropajes e indumentarias.
La mayoría parecían aventureros, mercenarios quizás, prácticamente todos tenían bordado un blasón blanco sobre sus ropajes: Un caballo Alado. Incluso el que el tabernero lo tenía.
¿Dónde estaban en realidad?
- Los linchamientos no son juicios. – contestó el castaño al cabo de unos segundos, retrocediendo un par de pasos, colocándose frente a la puerta. Un número indefinido de gruñidos se sucedió en la taberna cuando Eltrant contestó, el sonido de algunas espadas abandonando sus vainas lo siguieron.
- ¿Espadas? – Eltrant llevó su mano hasta la empuñadura de olvido. - ¿Seguro que no queréis hacer esto por las buenas? – Más armas abandonaron sus respectivas fundas. – Muy bien – dijo tomando a Olvido con ambas manos. – Venid a por mí.
Tras soltar a Ashryn miró a su alrededor.
Se mordió el labio inferior, los gritos habían atraído a algunos curiosos.
Antes de que nadie pudiese siquiera dirigirles la palabra agarró a Ashryn de la muñeca y, caminando rápido, pero de forma disimulada, la arrastró hasta un callejón oculto entre dos edificios de un tamaño ligeramente mayor que los demás de la aldea.
- Recuérdame que nunca te obligue a hacer algo que no quieres. – dijo Lyn una vez se hubo asegurado de que nadie les seguía, dejando escapar una carcajada nerviosa. – Lo podemos llamar: “El toque de la muerte”. ¿Qué te parece? – añadió, bromeando, dándole un par de codazos a la chica en un intento por que esta se tranquilizase un poco.
Se apoyó contra la pared y, tras cruzarse de brazos, se mordió el labio inferior, pensando cómo proceder a continuación; Por muy tentadora que fuese la idea de esconderse en las sombras hasta que todo acabase no podría mirar al Mortal a la cara de hacerlo. Su estupidez era contagiosa.
Sacudió la cabeza tras preguntarse, momentáneamente, si Ashryn había acabado con la vida de aquel desgraciado a propósito, pero intuía que no había sido así.
La chica era adorablemente rara, no una asesina.
Además, lo que acababa de hacer era peligrosamente similar a algunos tipos de magia vampírica que había presenciado. ¿Cómo una elfa podía usar magia como aquella? Frunció el ceño durante unos instantes, al final, todas aquellas dudas y cuestiones la conducían a un mismo camino.
¿Qué haría su maestra de estar en su lugar?
Suspiró y se sentó en el juego, desabrochó y abrochó las correas de sus botas de forma intermitente, mientras pensaba que hacer. No sabía por qué se seguía haciendo aquellas preguntas cuando conocía perfectamente la respuesta, tomó aire y, tras repetirse varias veces mentalmente que todo iba a salir bien, se volvió a levantar.
- Dime, Memoria – Sonrió al llamar a la elfa con aquel mote – Has dicho que venías con tu hermano. – afirmó - ¿Dónde está? Voy a llevarte con él – preguntó.- Todo va a salir bien. ¡Te lo prometo! - exclamó de buen humor, levantando el pulgar derecho de forma optimista.
Encontraba al hermano de Ashryn, la dejaba a su cuidado y volvía a ver como el Mortal acababa con todos los paletos de aquel pueblo a cabezazos. No era un mal plan.
El castaño escrutó el rostro de la rubia, tratando de interpretar toda aquella información nueva. Segundos después se giró hacía Lyn, quien le devolvió la mirada depositando las cartas sobre la mesa para justo después sonreír tímidamente a la elfa, sin pronunciar palabra alguna. Eltrant estaba habituado a muchas cosas, pero ver a Lyn sin saber que decir era algo que pasaba muy poco.
- ¿Dices que no… recordabas siquiera tu nombre? – Eltrant imitó a la vampiresa y dejó su mano a un lado, si esa sincero consigo mismo, aquellas cartas tampoco eran tan buenas como había exclamado antes.
Frunció el ceño, suspiró y se llevó ambas manos a la cara mientras escuchaba hablar a Ashryn. ¿Cómo alguien perdía hasta la capacidad de recordar su propio nombre? Parecía imposible, pero también parecía imposible que existiese un libro que absorbiese parte del alma de todo aquel que se atreviese a usarlo, también era imposible la existencia de un guantelete capaz de derribar muros sin ningún esfuerzo.
Apretó los dientes e indagó en su cabeza, desesperadamente, en busca de todos los objetos mágicos que conocía, trató de encontrar una cura en el minuto de tiempo que les proporcionó la joven antes de levantarse y agradecer a los presentes su compañía.
- ¡Espera! – Lyn se levantó de su asiento antes que Eltrant, estaba demasiado ocupado preguntándose dónde estaría Huracán en aquel momento y si esta conocería algún modo de ayudar a Ashryn.
El castaño parpadeó varias veces cuando, al volver al presente, se encontró con la rubia forcejeando con un tipo corpulento al que, sin darse cuenta, había derramado su bebida.
Todo sucedió antes de que el exmercenario pudiese intervenir. Un agónico grito de dolor precedió al particular golpe seco que se producía cuando un cadáver se desplomaba contra el suelo.
Aquella escena enmudeció a toda la taberna, todo ser consciente del local miraba en aquel instante a Ashryn, considerando lo que acababa de suceder, preguntándose como una muchacha de aquel tamaño podía haber matado al hombre solo con tocarle.
Eltrant avanzó un par de pasos y se agachó junto a la elfa, el sonido de sus grebas le hizo el centro de atención durante unos segundos. No sabía que había sucedido, pero no era descabellado pensar que podía ser un síntoma de la perdida de recuerdos.
¿Una maldición?
- ¿Te encuentras bien? – preguntó ayudándole a levantarse. Observó el cadáver, la elfa apenas lo había tocado y este casi parecía haber estallado por dentro, todos los orificios de su cara manaban sangre.
¿Qué clase de magia hacia aquello?
Lo único audible era el sonido del amplio reloj que descansaba en uno de los extremos del bar, cada segundo era eterno, a Eltrant se le antojaban, prácticamente, como horas. Nadie se atrevía a hablar, pero todos sabían lo que había pasado, creían saberlo al menos.
- ¡Asesina! – gritó uno de los hombres que estaban más cerca del cadáver, su rostro estaba contraído en una mueca de ira sin precedentes, tenía algunas lágrimas en los ojos. Probablemente era amigo del muerto. - ¡Lo has matado! ¡Asesina! – repitió levantándose, adoptando, ahora, una pose amenazadora, echando mano de la empuñadura del cuchillo que colgaba de su cinto.
Todos en la taberna estaban de acuerdo en una cosa, la elfa había matado a aquel hombre haciendo uso de artes oscuras. Para los aldeanos era evidente, probablemente había hecho uso de artes prohibidas que ni los brujos se atrevían a usar.
Pero Eltrant conocía a Ashryn, hasta desmemoriada era incapaz de hacer daño a nadie, no a propósito. Había sido una especia de accidente, estaba totalmente seguro de eso. Eltrant tensó la mandíbula y, cuidadosamente, se atavió con el equipo que había dejado a un lado.
- ¡Monstruo! – La voluptuosa camarera se unió al linchamiento general, señaló a la elfa y repitió aquella palabra una y otra vez, sin cesar, como si un mantra se tratase.
- ¡No podemos dejar que se vaya! – Otro de los amigos del muerto se acercó. - ¡Apresadla! – vociferó agitando el puño.
Los demás clientes, en cuanto ganaron algo de confianza en sí mismos, o en el grupo al que pertenecían en aquel instante, no tardaron en unirse al linchamiento verbal. Eltrant tensó la mandibula y levantó ambas manos de forma conciliadora, estaba seguro de que había sido un accidente, sabía que Ashryn podría explicarlo si le daban la oportunidad.
Pero apenas le dejaban pronunciar silaba alguna. No tenía otra opción, tenía que sacarla de allí antes de que fuese a peor.
- Lyn… - dijo entre dientes para captar a la vampiresa, que se había quedado detrás, buscando todas las salidas del lugar, desde que el primero de los hombres comenzó a hablar con tono amenazador. – Llévatela afuera. – Durante una fracción de segundo Eltrant vio algo parecido a duda en los ojos zafiro de la vampiresa, pero esta se esfumó cuando agarró a la elfa por los ropajes y tiró de ella.
- ¡Se escapa! – gritó uno de los hombres abalanzándose hacía la pareja, el exmercenario le cortó el paso y le propinó un directo en mitad de la cara, derribándolo contra una de las tantas mesas del lugar.
El tintineo de la campanita que colgaba sobre la puerta principal indicó a Eltrant que Lyn y Ashryn habían abandonado el edificio. Ahora solo tenía que marcharse él.
Respiró tranquilo, solo había una salida y tenían que pasar por encima de él para alcanzarla. Esperaba que Lyn se la llevase a un lugar seguro antes de que le sobrepasasen, cosa que era evidentemente inevitable teniendo en cuenta de que toda la clientela de aquella taberna estaba, en aquel momento, en su contra.
- ¡Apártate! – Eltrant negó con la cabeza - ¡Ese monstruo tiene que respetar la ley! ¡Ha asesinado a Jâg! – dijo. Eltrant suspiró y se pasó la mano por el pelo, analizó las caras de los sujetos que tenían frente a él, sus ropajes e indumentarias.
La mayoría parecían aventureros, mercenarios quizás, prácticamente todos tenían bordado un blasón blanco sobre sus ropajes: Un caballo Alado. Incluso el que el tabernero lo tenía.
¿Dónde estaban en realidad?
- Los linchamientos no son juicios. – contestó el castaño al cabo de unos segundos, retrocediendo un par de pasos, colocándose frente a la puerta. Un número indefinido de gruñidos se sucedió en la taberna cuando Eltrant contestó, el sonido de algunas espadas abandonando sus vainas lo siguieron.
- ¿Espadas? – Eltrant llevó su mano hasta la empuñadura de olvido. - ¿Seguro que no queréis hacer esto por las buenas? – Más armas abandonaron sus respectivas fundas. – Muy bien – dijo tomando a Olvido con ambas manos. – Venid a por mí.
______________________________________________________
Tras soltar a Ashryn miró a su alrededor.
Se mordió el labio inferior, los gritos habían atraído a algunos curiosos.
Antes de que nadie pudiese siquiera dirigirles la palabra agarró a Ashryn de la muñeca y, caminando rápido, pero de forma disimulada, la arrastró hasta un callejón oculto entre dos edificios de un tamaño ligeramente mayor que los demás de la aldea.
- Recuérdame que nunca te obligue a hacer algo que no quieres. – dijo Lyn una vez se hubo asegurado de que nadie les seguía, dejando escapar una carcajada nerviosa. – Lo podemos llamar: “El toque de la muerte”. ¿Qué te parece? – añadió, bromeando, dándole un par de codazos a la chica en un intento por que esta se tranquilizase un poco.
Se apoyó contra la pared y, tras cruzarse de brazos, se mordió el labio inferior, pensando cómo proceder a continuación; Por muy tentadora que fuese la idea de esconderse en las sombras hasta que todo acabase no podría mirar al Mortal a la cara de hacerlo. Su estupidez era contagiosa.
Sacudió la cabeza tras preguntarse, momentáneamente, si Ashryn había acabado con la vida de aquel desgraciado a propósito, pero intuía que no había sido así.
La chica era adorablemente rara, no una asesina.
Además, lo que acababa de hacer era peligrosamente similar a algunos tipos de magia vampírica que había presenciado. ¿Cómo una elfa podía usar magia como aquella? Frunció el ceño durante unos instantes, al final, todas aquellas dudas y cuestiones la conducían a un mismo camino.
¿Qué haría su maestra de estar en su lugar?
Suspiró y se sentó en el juego, desabrochó y abrochó las correas de sus botas de forma intermitente, mientras pensaba que hacer. No sabía por qué se seguía haciendo aquellas preguntas cuando conocía perfectamente la respuesta, tomó aire y, tras repetirse varias veces mentalmente que todo iba a salir bien, se volvió a levantar.
- Dime, Memoria – Sonrió al llamar a la elfa con aquel mote – Has dicho que venías con tu hermano. – afirmó - ¿Dónde está? Voy a llevarte con él – preguntó.- Todo va a salir bien. ¡Te lo prometo! - exclamó de buen humor, levantando el pulgar derecho de forma optimista.
Encontraba al hermano de Ashryn, la dejaba a su cuidado y volvía a ver como el Mortal acababa con todos los paletos de aquel pueblo a cabezazos. No era un mal plan.
Eltrant Tale
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Las cosas se dieron de una manera apresurada y antes de que la elfita se diese cuenta se hallaba asediada por todas esas miradas acusadoras. Apenas si había alcanzado a asimilar lo sucedido cuando los gritos de los presentes taladraron sus oídos, exigiendo que se hiciese justicia por el acto tan atroz que había cometido. Cerró los ojos, aguardando a que acabasen con su vida, pero esto no sucedió. El muchacho le solicitó a su compañera que la llevase fuera, mientras él se quedaba a contener a toda la turba que solicitaba su cabeza de manera hostil. La bonita joven no dudó ni un segundo y arrastró a la elfita hacia un callejón donde, seguramente, estarían a salvo durante unos instantes. Ashy escuchó la broma de la joven, más no fue capaz de responder. Observaba sus pequeñas manitas como si se tratasen de dos aterradoras armas, concordando mentalmente con el nombre que Lyn le daba a lo que había hecho.
El silencio reinó entre ambas durante algunos instantes. La rubia no podía culpar a su acompañante, pues ella tampoco podía poner palabras a lo que había hecho. Nada estaba bien y dudaba que eso pudiese mejorar, considerando su estado mental actual y la completa ausencia de recuerdos que sólo servía para desestabilizarla aún más. La voz de la muchacha la trajo de regreso de sus tortuosos pensamientos, invitándola a hallar a su hermano, asegurándole que todo iría bien. Fue en esos momentos que Ashy comprendió los problemas en los que se había metido por no obedecer a su hermano. Ya le habían contado que tenía ciertos problemas para acatar ordenes, aunque ahora comprendía que las consecuencias podían ser desastrosas si seguía el mismo camino. Incluso comenzaba a plantearse la idea de permanecer sin sus recuerdos y empezar de nuevo.
—No lo sé —susurró con desesperación—. No sé dónde está…pero…lo mejor es que no te acerques —sentía como poco a poco le faltaba el aire—. No quiero hacerte da…
El estruendo de la batalla que se sostenía dentro de la taberna le recordó el trauma vivido en cautiverio, ocasionando que sus músculos se moviesen por inercia, apagándole todo pensamiento coherente. El instinto de supervivencia fue mucho más fuerte y de un momento a otro se vio corriendo sin rumbo hacia los bosques, como lo hizo al escapar de las manos de ese hombre. Su cabeza daba vueltas y el pánico se había apoderado de ella; algo que, afortunadamente, sucedía con menos frecuencia, pero que finalmente la llevaría a alejarse aún más del poblado y de su hermano. ‘‘Memoria’’…esa palabra resonaba en sus oídos con insistente vehemencia. Si tan sólo pudiese recordar. Si sólo hubiese en su cabeza un indicio del por qué hizo lo que hizo, nada de eso habría pasado y, sobre todo, podría descubrir quién y qué era ella en realidad.
Las primeras horas habían sido duras, pero ahora el elfo comenzaba a temer que algo le hubiese ocurrido a su querida hermana. Allen había recorrido casi todo el poblado y nadie parecía haber visto a una joven con la descripción de la rubia. ¿Cómo es que conseguía escabullirse de esa manera? Desde niños el menor de los Elaynor envidió la facilidad de su gemela para escaparse de problemas y salirse con la suya, aunque en estos momentos esa cualidad podía ponerla en un enorme peligro. Ya no sabía a quién más acudir, ni por dónde continuar su búsqueda; estuvo a punto de comenzar a gritar de desesperación cuando, afortunadamente, un estruendo cercano captó su atención. El barullo de un altercado proveniente de la taberna que había ignorado en un inicio le hizo cuestionarse sobre su decisión anterior.
El candor del altercado fue suficiente para que se adentrase en el lugar, llevándose una extraña sorpresa al ver a un extraño joven defenderse de un numeroso grupo de atacantes. Allen admiró la destreza con la que el muchacho ejecutaba sus movimientos, pero la deplorable desventaja entre un bando y otro le hizo fruncir el sueño. Definitivamente eso no era una pelea justa. Pese a las constantes reprimendas de su subconsciente, Allen era una persona demasiado solmene, por lo que no dudó ni un segundo en desenvainar su espada y unirse a la batalla, haciendo retroceder a dos de los más corpulentos. Le asombraba que el joven siguiese entero para cuando él llegó, aunque lo peor estaba por comenzar. De la nada el grupo de atacantes había vuelto a crecer y ellos —otra vez— se encontraban en una enorme desventaja. No tendría otra opción que hacer uso de ‘‘eso’’, así que rápidamente guardo su espada y buscó al joven con la mirada.
— ¡Cierra los ojos! —Le ordenó mientras concentraba su magia en la palma de su mano, lanzando una esfera de luz que no dudaría en hacer estallar, cegando momentáneamente a todos en la taberna—. Ahora —Allen aprovechó la conmoción para sacar a su inesperado compañero de la taberna—. No había… —tomó una bocanada de aire— conocido a otra persona que pudiese meterse en problemas con tanta facilidad —sonrió, apoyando las manos en sus rodillas, tratando de reponerse—. Fue divertido —le extendió la mano—. Me llamo Allen, por cierto. Mucho gusto.
El elfo sabía que su magia no tardaría en disiparse y su escasa ventaja terminaría, por lo que no dudó en instar al muchacho a seguirlo hasta el hostal donde se hospedaba, asegurándose de que nadie los siguiera en el camino. No era el sitio más seguro del mundo, pero al menos podrían charlar tranquilamente. Le intrigaba saber por qué un hombre joven había conseguido armar tanto alboroto, considerando que él estaba acostumbrado a que ese don fuese algo inherente en la personalidad de su hermana. Allen pidió una mesa alejada de la puerta, ordenando un par de cervezas de mantequilla. Era lo bastante prudente como para saber que deberían aguardar un rato antes de arriesgarse a salir a las calles de nuevo y de nada servía apresurar ese momento.
— ¿Te encuentras bien? —Preguntó con una sonrisa—. Puedo preguntar… ¿cómo terminaste en todo eso?
Los inocentes ojos de Allen Elaynor obtuvieron ese brillo de curiosidad idéntico al de su hermana gemela. A veces la curiosidad de Ashryn le dominaba a él también, aunque no fuese el momento ni el lugar adecuado para ello.
El silencio reinó entre ambas durante algunos instantes. La rubia no podía culpar a su acompañante, pues ella tampoco podía poner palabras a lo que había hecho. Nada estaba bien y dudaba que eso pudiese mejorar, considerando su estado mental actual y la completa ausencia de recuerdos que sólo servía para desestabilizarla aún más. La voz de la muchacha la trajo de regreso de sus tortuosos pensamientos, invitándola a hallar a su hermano, asegurándole que todo iría bien. Fue en esos momentos que Ashy comprendió los problemas en los que se había metido por no obedecer a su hermano. Ya le habían contado que tenía ciertos problemas para acatar ordenes, aunque ahora comprendía que las consecuencias podían ser desastrosas si seguía el mismo camino. Incluso comenzaba a plantearse la idea de permanecer sin sus recuerdos y empezar de nuevo.
—No lo sé —susurró con desesperación—. No sé dónde está…pero…lo mejor es que no te acerques —sentía como poco a poco le faltaba el aire—. No quiero hacerte da…
El estruendo de la batalla que se sostenía dentro de la taberna le recordó el trauma vivido en cautiverio, ocasionando que sus músculos se moviesen por inercia, apagándole todo pensamiento coherente. El instinto de supervivencia fue mucho más fuerte y de un momento a otro se vio corriendo sin rumbo hacia los bosques, como lo hizo al escapar de las manos de ese hombre. Su cabeza daba vueltas y el pánico se había apoderado de ella; algo que, afortunadamente, sucedía con menos frecuencia, pero que finalmente la llevaría a alejarse aún más del poblado y de su hermano. ‘‘Memoria’’…esa palabra resonaba en sus oídos con insistente vehemencia. Si tan sólo pudiese recordar. Si sólo hubiese en su cabeza un indicio del por qué hizo lo que hizo, nada de eso habría pasado y, sobre todo, podría descubrir quién y qué era ella en realidad.
Las primeras horas habían sido duras, pero ahora el elfo comenzaba a temer que algo le hubiese ocurrido a su querida hermana. Allen había recorrido casi todo el poblado y nadie parecía haber visto a una joven con la descripción de la rubia. ¿Cómo es que conseguía escabullirse de esa manera? Desde niños el menor de los Elaynor envidió la facilidad de su gemela para escaparse de problemas y salirse con la suya, aunque en estos momentos esa cualidad podía ponerla en un enorme peligro. Ya no sabía a quién más acudir, ni por dónde continuar su búsqueda; estuvo a punto de comenzar a gritar de desesperación cuando, afortunadamente, un estruendo cercano captó su atención. El barullo de un altercado proveniente de la taberna que había ignorado en un inicio le hizo cuestionarse sobre su decisión anterior.
El candor del altercado fue suficiente para que se adentrase en el lugar, llevándose una extraña sorpresa al ver a un extraño joven defenderse de un numeroso grupo de atacantes. Allen admiró la destreza con la que el muchacho ejecutaba sus movimientos, pero la deplorable desventaja entre un bando y otro le hizo fruncir el sueño. Definitivamente eso no era una pelea justa. Pese a las constantes reprimendas de su subconsciente, Allen era una persona demasiado solmene, por lo que no dudó ni un segundo en desenvainar su espada y unirse a la batalla, haciendo retroceder a dos de los más corpulentos. Le asombraba que el joven siguiese entero para cuando él llegó, aunque lo peor estaba por comenzar. De la nada el grupo de atacantes había vuelto a crecer y ellos —otra vez— se encontraban en una enorme desventaja. No tendría otra opción que hacer uso de ‘‘eso’’, así que rápidamente guardo su espada y buscó al joven con la mirada.
— ¡Cierra los ojos! —Le ordenó mientras concentraba su magia en la palma de su mano, lanzando una esfera de luz que no dudaría en hacer estallar, cegando momentáneamente a todos en la taberna—. Ahora —Allen aprovechó la conmoción para sacar a su inesperado compañero de la taberna—. No había… —tomó una bocanada de aire— conocido a otra persona que pudiese meterse en problemas con tanta facilidad —sonrió, apoyando las manos en sus rodillas, tratando de reponerse—. Fue divertido —le extendió la mano—. Me llamo Allen, por cierto. Mucho gusto.
El elfo sabía que su magia no tardaría en disiparse y su escasa ventaja terminaría, por lo que no dudó en instar al muchacho a seguirlo hasta el hostal donde se hospedaba, asegurándose de que nadie los siguiera en el camino. No era el sitio más seguro del mundo, pero al menos podrían charlar tranquilamente. Le intrigaba saber por qué un hombre joven había conseguido armar tanto alboroto, considerando que él estaba acostumbrado a que ese don fuese algo inherente en la personalidad de su hermana. Allen pidió una mesa alejada de la puerta, ordenando un par de cervezas de mantequilla. Era lo bastante prudente como para saber que deberían aguardar un rato antes de arriesgarse a salir a las calles de nuevo y de nada servía apresurar ese momento.
— ¿Te encuentras bien? —Preguntó con una sonrisa—. Puedo preguntar… ¿cómo terminaste en todo eso?
Los inocentes ojos de Allen Elaynor obtuvieron ese brillo de curiosidad idéntico al de su hermana gemela. A veces la curiosidad de Ashryn le dominaba a él también, aunque no fuese el momento ni el lugar adecuado para ello.
Ashryn Elaynor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Jadeando, volvió a asir a Olvido frente a su rostro.
La mayoría de las armas de aquellos tipos no conseguían siquiera atravesar su armadura, pero eran muchos más que él. Retrocedió un par de pasos, los hombres que vestían el blasón alado comenzaron a rodearle.
- “Te has vuelto a meter en un lio del que no sabes cómo salir, Tale” – Miró lentamente a su alrededor, tratando de intuir cual de aquellos tipos atacaría primero. – “No es verdad” – Sorpresivamente, aquellos mercenarios se movían con una diligencia prácticamente militar. Coordinados como si fuesen un único ser, los movimientos que estos realizaban estaban minuciosamente calculados. – “Siempre hay una salida” - Era una sorpresa encontrarse a gente de aquel tipo en una taberna de mala muerte como la que se encontraban.
Aquel breve descanso finalizó en cuanto uno de los tantos hombres que había a su alrededor se lanzó contra él con su espada en alto. Eltrant colocó el mandoble entre él y su primer rival, las espadas entrechocaron y ambos forcejearon durante varios segundos, pero aquello no duró demasiado, un segundo soldado le atacó por la espalda aprovechando la situación y, aunque la armadura evitó que el golpe le hiriese, desequilibró a Eltrant el tiempo suficiente como para que el primero de los soldados estuviese a punto de acertarle en la cara, cosa que solo pudo esquivar lanzándose al suelo de espaldas.
Maldiciendo en voz baja volvió a levantarse a toda prisa, ignorando la sangre que resbalaba por su mejilla. Volviendo a retroceder consiguió evitar, a duras penas, que una pesada maza de guerra le acertase en mitad de la cara y se la aplastase en el proceso, la cual acabó destrozando la mesa que tenía justo a su lado, volcando todo lo que había sobre ella en el suelo.
Volvieron a detenerse, todos se quedaron en silencio, observándole.
- Para querer linchar con tanta pasión a una persona. – Levantó a Olvido de nuevo – Sois bastante cautos. – Ya habían repetido aquella táctica tres veces, no sabía que estaban tratando de conseguir, pero estaba en mitad de una pelea que no podía ganar. Tampoco podía dejar que siguiesen a Ashryn y a Lyn.
Les daría algo más de tiempo a las dos y después huiría, aunque con la armadura dudaba que llegase demasiado lento.
- ¡Cierra los ojos! – Con toda la trifulca apenas se había percatado de la pequeña figura que se había deslizado a través de toda la multitud y, tras exclamar eso en voz alta, comenzó a acumular lo que parecía ser luz entre sus manos.
- ¡Espera! ¿¡Qué?! – Fue lo único que el castaño pudo articular antes de que la esfera se deslizase a través de la amplia habitación y denotase en el centro de la misma, provocando una luz tan cegadora que prácticamente lo engulló todo a su paso.
Sintió como tiraban de su brazo, en un principio, estuvo a punto de forcejear con quien fuese que le hubiese agarrado, pero la voz indicó que era el muchacho rubio que, en un principio, había conseguido cegar a todo el que estuviese mirando la pelea.
Parpadeó de forma repetida una vez se encontró en el exterior de la taberna, tratando de que sus ojos se volviesen a habituar a la oscuridad de la que se habían visto envueltos de pronto.
No contestó inmediatamente a las palabras que dijo el chico, Eltrant agarró al muchacho del brazo en cuanto recuperó la capacidad de distinguir formas y, a toda prisa, lo arrastró hasta lo que creyó que era un callejón cercano. Apenas segundos después de haberlo hecho una multitud de mercenarios salió a toda prisa de la tasca, buscando al exguarda y a su inesperada ayuda, por suerte pasaron de largo.
- Sí… - dijo Eltrant respirando aliviado, una vez se hubo limpiando la sangre que resbalaba por su frente, con una sonrisa. – Es una cualidad que no me puedo quitarme de encima – Afirmó guardando a Olvido en su espalda. – Gracias por la ayuda. – Dijo ampliando la sonrisa. – Aunque… - Torció levemente el gesto, estuvo tentando de preguntarle al muchacho como había juzgado la situación, el por qué se había atrevido a ayudarle.
Por lo que el muchacho sabía, él mismo podía ser un asesino violento y todos los que estaban en el local habían intentado detenerle por ello. Pero descartó el hacerlo, de haber estado en la situación del rubio, él habría hecho lo mismo.
- ¿Cómo terminé en…? – Volvió a recordarlo, Ashryn debía de estar en algún lugar de la ciudad con Lyn. – Tengo que irme - Tensó la mandíbula y se encaminó hacía la salida del callejón, según pasaba junto al joven que le había ayudado, notó que tenía las orejas puntiagudas.
Era un elfo. Se detuvo y se volvió a girar hacía el desconocido.
- Una amiga mía… - dijo – Un elfa… - Suspiró, quizás estaba hablando de más, Ashryn había olvidado quien era y ahora mataba a gente con solo tocarla, lo último que necesitaba es que él fuese hablando de sus problemas. Pero quizás aquel muchacho supiese algo de la extraña enfermedad de Ashryn. - ¿Pueden los elfos matar tocando a alguien? – Preguntó severamente.
En aquel momento, una vez se hubo relajado un poco, no pudo evitar pensar lo mucho que se parecían Ashryn y aquel chico.
Lyn se mordió el labio inferior y, de brazos cruzados, observó cauta a la elfa durante unos segundos extrañamente largos.
- ¿Qué no me acerque? – Preguntó Lyn agarrando a la muchacha por ambos hombros. - ¡Tarde! – Dijo ahora dándole un abrazo a la joven, estrechándola con fuerza en torno a sus brazos. Tras hacer esto se separó un poco de ella y le volvió a ofrecer una sonrisa tranquilizadora. – ...No te tengo miedo. – Fue lo único que dijo antes de separarse de la muchacha. En parte no era cierto, después de todo, la elfa era dueña de un poder que no era capaz de controlar, una parte de ella había temido el caer muerta al suelo.
Pero sabía cómo se sentía Ashryn, al menos en parte. Lo menos que podía hacer por ella, era eso, decirle que no era un monstruo. Era lo que ella habría querido que hiciera.
- Vamos a salir de aquí. No te preocupes, Memoria. – dijo acercándose a la salida del callejón. – ¿Cómo es tu hermano? – Preguntó. - Hablame de él. - Agregó despues.
La mayoría de las armas de aquellos tipos no conseguían siquiera atravesar su armadura, pero eran muchos más que él. Retrocedió un par de pasos, los hombres que vestían el blasón alado comenzaron a rodearle.
- “Te has vuelto a meter en un lio del que no sabes cómo salir, Tale” – Miró lentamente a su alrededor, tratando de intuir cual de aquellos tipos atacaría primero. – “No es verdad” – Sorpresivamente, aquellos mercenarios se movían con una diligencia prácticamente militar. Coordinados como si fuesen un único ser, los movimientos que estos realizaban estaban minuciosamente calculados. – “Siempre hay una salida” - Era una sorpresa encontrarse a gente de aquel tipo en una taberna de mala muerte como la que se encontraban.
Aquel breve descanso finalizó en cuanto uno de los tantos hombres que había a su alrededor se lanzó contra él con su espada en alto. Eltrant colocó el mandoble entre él y su primer rival, las espadas entrechocaron y ambos forcejearon durante varios segundos, pero aquello no duró demasiado, un segundo soldado le atacó por la espalda aprovechando la situación y, aunque la armadura evitó que el golpe le hiriese, desequilibró a Eltrant el tiempo suficiente como para que el primero de los soldados estuviese a punto de acertarle en la cara, cosa que solo pudo esquivar lanzándose al suelo de espaldas.
Maldiciendo en voz baja volvió a levantarse a toda prisa, ignorando la sangre que resbalaba por su mejilla. Volviendo a retroceder consiguió evitar, a duras penas, que una pesada maza de guerra le acertase en mitad de la cara y se la aplastase en el proceso, la cual acabó destrozando la mesa que tenía justo a su lado, volcando todo lo que había sobre ella en el suelo.
Volvieron a detenerse, todos se quedaron en silencio, observándole.
- Para querer linchar con tanta pasión a una persona. – Levantó a Olvido de nuevo – Sois bastante cautos. – Ya habían repetido aquella táctica tres veces, no sabía que estaban tratando de conseguir, pero estaba en mitad de una pelea que no podía ganar. Tampoco podía dejar que siguiesen a Ashryn y a Lyn.
Les daría algo más de tiempo a las dos y después huiría, aunque con la armadura dudaba que llegase demasiado lento.
- ¡Cierra los ojos! – Con toda la trifulca apenas se había percatado de la pequeña figura que se había deslizado a través de toda la multitud y, tras exclamar eso en voz alta, comenzó a acumular lo que parecía ser luz entre sus manos.
- ¡Espera! ¿¡Qué?! – Fue lo único que el castaño pudo articular antes de que la esfera se deslizase a través de la amplia habitación y denotase en el centro de la misma, provocando una luz tan cegadora que prácticamente lo engulló todo a su paso.
Sintió como tiraban de su brazo, en un principio, estuvo a punto de forcejear con quien fuese que le hubiese agarrado, pero la voz indicó que era el muchacho rubio que, en un principio, había conseguido cegar a todo el que estuviese mirando la pelea.
Parpadeó de forma repetida una vez se encontró en el exterior de la taberna, tratando de que sus ojos se volviesen a habituar a la oscuridad de la que se habían visto envueltos de pronto.
No contestó inmediatamente a las palabras que dijo el chico, Eltrant agarró al muchacho del brazo en cuanto recuperó la capacidad de distinguir formas y, a toda prisa, lo arrastró hasta lo que creyó que era un callejón cercano. Apenas segundos después de haberlo hecho una multitud de mercenarios salió a toda prisa de la tasca, buscando al exguarda y a su inesperada ayuda, por suerte pasaron de largo.
- Sí… - dijo Eltrant respirando aliviado, una vez se hubo limpiando la sangre que resbalaba por su frente, con una sonrisa. – Es una cualidad que no me puedo quitarme de encima – Afirmó guardando a Olvido en su espalda. – Gracias por la ayuda. – Dijo ampliando la sonrisa. – Aunque… - Torció levemente el gesto, estuvo tentando de preguntarle al muchacho como había juzgado la situación, el por qué se había atrevido a ayudarle.
Por lo que el muchacho sabía, él mismo podía ser un asesino violento y todos los que estaban en el local habían intentado detenerle por ello. Pero descartó el hacerlo, de haber estado en la situación del rubio, él habría hecho lo mismo.
- ¿Cómo terminé en…? – Volvió a recordarlo, Ashryn debía de estar en algún lugar de la ciudad con Lyn. – Tengo que irme - Tensó la mandíbula y se encaminó hacía la salida del callejón, según pasaba junto al joven que le había ayudado, notó que tenía las orejas puntiagudas.
Era un elfo. Se detuvo y se volvió a girar hacía el desconocido.
- Una amiga mía… - dijo – Un elfa… - Suspiró, quizás estaba hablando de más, Ashryn había olvidado quien era y ahora mataba a gente con solo tocarla, lo último que necesitaba es que él fuese hablando de sus problemas. Pero quizás aquel muchacho supiese algo de la extraña enfermedad de Ashryn. - ¿Pueden los elfos matar tocando a alguien? – Preguntó severamente.
En aquel momento, una vez se hubo relajado un poco, no pudo evitar pensar lo mucho que se parecían Ashryn y aquel chico.
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Lyn se mordió el labio inferior y, de brazos cruzados, observó cauta a la elfa durante unos segundos extrañamente largos.
- ¿Qué no me acerque? – Preguntó Lyn agarrando a la muchacha por ambos hombros. - ¡Tarde! – Dijo ahora dándole un abrazo a la joven, estrechándola con fuerza en torno a sus brazos. Tras hacer esto se separó un poco de ella y le volvió a ofrecer una sonrisa tranquilizadora. – ...No te tengo miedo. – Fue lo único que dijo antes de separarse de la muchacha. En parte no era cierto, después de todo, la elfa era dueña de un poder que no era capaz de controlar, una parte de ella había temido el caer muerta al suelo.
Pero sabía cómo se sentía Ashryn, al menos en parte. Lo menos que podía hacer por ella, era eso, decirle que no era un monstruo. Era lo que ella habría querido que hiciera.
- Vamos a salir de aquí. No te preocupes, Memoria. – dijo acercándose a la salida del callejón. – ¿Cómo es tu hermano? – Preguntó. - Hablame de él. - Agregó despues.
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Un extraño nudo se formó en su estomago y por primera vez en años, Allen Elaynor se atragantó con su propia saliva. Dando unos leves golpecitos en su pecho intentó que el amargo trago pasase y así volver a retomar la compostura, aunque al final el espanto no había mermó lo suficiente, cambiando por completo el semblante amable que hasta entonces le caracterizó. La mirada ojiazul obtuvo una gélida seriedad y la agradable sonrisa infantil desapareció, otorgándole al elfo un aire de peligrosidad difícil de describir. Muchas cosas atravesaban la mente del menor de los Elaynor y todas ellas se vinculaban con la extraña pregunta que aquel joven le había soltado. Existían un millón de posibilidades del por qué de dicha interrogante; sin embargo —y dada la situación que estaba viviendo— no era capaz de callar las alertas que se habían encendido en su cerebro.
— ¿Por qué? —Preguntó con seriedad—. Antes mencionaste a una amiga tuya, una elfa —frunció el ceño—, ¿tiene algo que ver con ella?
Era consciente de que el hilo de su interrogatorio podría generar un conflicto con el extraño, aunque esa era la menor de sus preocupaciones, necesitaba respuestas y no dejaría ir al muchacho hasta que hubiese aclarado todas y cada una de ellas. Unos segundos de breve tensión le permitieron analizar detenidamente la situación: Ryn estaba perdida y su magia bien podría matar a alguien con suma facilidad. Claro que las posibilidades de que el chico estuviese hablando de querida hermana eran indiscutiblemente bajas y eso le hacía dudar de tal hipótesis. Debía pensar muy bien cómo manejar aquella situación sin poner en peligro los secretos celosamente guardados por su raza, especialmente por los que yacían dentro del Clan Elaynor.
—Es posible —respondió directamente—. Aunque no puedo dar detalles sin más información —hizo una breve pausa, retomando su semblante amable. Quizá estaba poniendo en peligro a su gente; quizá cometería el peor de los pecados al hablar de más, pero tenía que admitir que ese muchacho emanaba un aura de confianza que no había conocido antes—. No es un ‘‘don’’ muy común entre los elfos —se removió el cabello con nerviosismo, volviendo a centrar sus ideas en torno a su desaparecida hermana—. Debo continuar mi búsqueda —acomodó las correas que sostenían la espada en su cintura y comenzó a caminar—. Hasta luego.
La noche se acercaba y con ella el temor de Allen aumentaba. Había escuchado todo tipo de historias sobre ese poblado y la desesperación por encontrar a su gemela volvió a hacerse presente. Algunos aldeanos comentaban que durante las noches un pequeño grupo de vampiros atacaba la ciudad, arrasando con todo lo que veían a su paso. De cierta manera eso explicaría el aspecto tan deplorable de la aldea, pues —por más que intentase negarlo— ese lugar se veía tan deteriorado como las ruinas de los baldíos. No importaba la forma que fuese, él no deseaba que Ashryn merodease por ahí sin supervisión y con un peligro inminente como el que asechaba a esa población, por lo que comenzó a recorrer la aldea una vez más.
La heredera de los Elaynor se estremeció al sentir los brazos de la muchacha rodearla con cariño, asegurándole que no le infundía ningún tipo de temor. Aquel cálido contacto le hizo olvidar por un segundo el terror que le suponía la cercanía de los extraños y se permitió disfrutar de la tranquilidad que esa persona le transmitía. Secó las lágrimas de su rostro —omitiendo el hecho de que Lyn seguía viva, sana y salva— y trato de concentrarse en brindarle a la joven una descripción clara de Allen. Por un momento se preguntó si ambos serían tan idénticos como el elfo decía, pues eso haría las cosas mucho más fáciles para su situación actual. Se puso de pie, sacudiéndose la ropa y se llevó un dedo al mentón, pensando en su hermano.
—Len… —chasqueó los dedos con una sonrisa y apartó el flequillo de su rostro, sujetando su largo cabello en lo alto a fin de darle la apariencia del elfo— se ve algo así —se señaló a sí misma y sonrió—. Somos gemelos —hizo una pequeña pausa—, aunque él viste ropas blancas con detalles negros y una capa que tiene un prendedor de oro blanco.
Iba a continuar detallando a su hermano, cuando una ola de personas comenzó a correr espavorida por todos lados, gritando que ‘‘ellos’’ se acercaban. Instintivamente la rubia abrazó uno de los brazos de su compañera, escondiendo su rostro en el hombro de esta. No sabía explicarlo, pero tenía un mal presentimiento y sus sospechas fueron confirmadas cuando una risa resonó no muy lejos de ahí, seguida de un grito que por un instante le heló la sangre.
— ¡La diversión está a punto de comenzar!
— ¿Por qué? —Preguntó con seriedad—. Antes mencionaste a una amiga tuya, una elfa —frunció el ceño—, ¿tiene algo que ver con ella?
Era consciente de que el hilo de su interrogatorio podría generar un conflicto con el extraño, aunque esa era la menor de sus preocupaciones, necesitaba respuestas y no dejaría ir al muchacho hasta que hubiese aclarado todas y cada una de ellas. Unos segundos de breve tensión le permitieron analizar detenidamente la situación: Ryn estaba perdida y su magia bien podría matar a alguien con suma facilidad. Claro que las posibilidades de que el chico estuviese hablando de querida hermana eran indiscutiblemente bajas y eso le hacía dudar de tal hipótesis. Debía pensar muy bien cómo manejar aquella situación sin poner en peligro los secretos celosamente guardados por su raza, especialmente por los que yacían dentro del Clan Elaynor.
—Es posible —respondió directamente—. Aunque no puedo dar detalles sin más información —hizo una breve pausa, retomando su semblante amable. Quizá estaba poniendo en peligro a su gente; quizá cometería el peor de los pecados al hablar de más, pero tenía que admitir que ese muchacho emanaba un aura de confianza que no había conocido antes—. No es un ‘‘don’’ muy común entre los elfos —se removió el cabello con nerviosismo, volviendo a centrar sus ideas en torno a su desaparecida hermana—. Debo continuar mi búsqueda —acomodó las correas que sostenían la espada en su cintura y comenzó a caminar—. Hasta luego.
La noche se acercaba y con ella el temor de Allen aumentaba. Había escuchado todo tipo de historias sobre ese poblado y la desesperación por encontrar a su gemela volvió a hacerse presente. Algunos aldeanos comentaban que durante las noches un pequeño grupo de vampiros atacaba la ciudad, arrasando con todo lo que veían a su paso. De cierta manera eso explicaría el aspecto tan deplorable de la aldea, pues —por más que intentase negarlo— ese lugar se veía tan deteriorado como las ruinas de los baldíos. No importaba la forma que fuese, él no deseaba que Ashryn merodease por ahí sin supervisión y con un peligro inminente como el que asechaba a esa población, por lo que comenzó a recorrer la aldea una vez más.
La heredera de los Elaynor se estremeció al sentir los brazos de la muchacha rodearla con cariño, asegurándole que no le infundía ningún tipo de temor. Aquel cálido contacto le hizo olvidar por un segundo el terror que le suponía la cercanía de los extraños y se permitió disfrutar de la tranquilidad que esa persona le transmitía. Secó las lágrimas de su rostro —omitiendo el hecho de que Lyn seguía viva, sana y salva— y trato de concentrarse en brindarle a la joven una descripción clara de Allen. Por un momento se preguntó si ambos serían tan idénticos como el elfo decía, pues eso haría las cosas mucho más fáciles para su situación actual. Se puso de pie, sacudiéndose la ropa y se llevó un dedo al mentón, pensando en su hermano.
—Len… —chasqueó los dedos con una sonrisa y apartó el flequillo de su rostro, sujetando su largo cabello en lo alto a fin de darle la apariencia del elfo— se ve algo así —se señaló a sí misma y sonrió—. Somos gemelos —hizo una pequeña pausa—, aunque él viste ropas blancas con detalles negros y una capa que tiene un prendedor de oro blanco.
Iba a continuar detallando a su hermano, cuando una ola de personas comenzó a correr espavorida por todos lados, gritando que ‘‘ellos’’ se acercaban. Instintivamente la rubia abrazó uno de los brazos de su compañera, escondiendo su rostro en el hombro de esta. No sabía explicarlo, pero tenía un mal presentimiento y sus sospechas fueron confirmadas cuando una risa resonó no muy lejos de ahí, seguida de un grito que por un instante le heló la sangre.
— ¡La diversión está a punto de comenzar!
- Semblante serio de Allen y vestimenta:
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Ashryn Elaynor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Aquel muchacho sabía bastante más de lo que parecía.
Frunció el ceño y, en silencio, meditó seriamente si responder o no a las preguntas que el rubio le planteó. ¿Le desvelaba lo que había hecho Ashryn? No obstante, Antes de que pudiese decir nada acabó observando como el joven elfo se marchaba asegurando que “tenía una búsqueda que seguir” dejando allí solo al exmercenario.
Suspiró profundamente cuando la figura desapareció al otro lado del callejón en el que se habían ocultado de los mercenarios.
Sacudió la cabeza y ajustó las correas que mantenían sujeta su armadura en torno a su cuerpo, no tenía tiempo para preocuparse por el elfo, quizás había sido toda una suerte que le ayudase a salir del aprieto en el que se había metido, pero Lyn y Ashryn seguían perdidas en la ciudad, en alguna parte, perseguidas de cerca por toda una compañía de soldados.
Salió del callejón disimuladamente, algunos transeúntes que se alejaban a toda prisa de algún lugar se giraron a mirarle, pero estos acababan pasaron de largo, sin excepción. Parecían realmente querer alejarse del lugar del que venían y, para ellos, Eltrant no era más que otro buscafortunas en la ciudad, nadie importante a quien tomar en cuenta en aquel momento.
Algo le decía que los mercenarios que les seguían tenían algo que ver con todo aquello.
Caminó rápidamente, sorteando viandantes, acercándose hacía el lugar del que parecían huir todos, de dónde salían los gritos que se alzaban sobre la calma de la noche. Al final, la amplia calzada empedrada le condujo hasta una plazoleta en un lugar céntrico del poblado.
Incluso cuando la mayoría de los lugareños se marchaban de ahí, tuvo que abrirse paso entre un grupo de encantadores espectadores que coreaban consignas de muerte para los que estaban en el centro del círculo.
- ¡Sí! – Gritaba la multitud a coro. - ¡Acabad con los monstruos! – Añadían enseguida.
Notó como el color de su cara se esfumaba cuando contempló cual era el espectáculo que todas aquellas personas parecían seguir con tanto entusiasmo.
Debería haberlo imaginado.
Desenvainó a Olvido y apartó al tipo que tenía más cerca de un fuerte empujón, sin pensarlo un instante se internó en el interior del círculo. Se dirigió hacia los hombres que, de algún modo, habían conseguido acorralar a Lyn y a Ashryn a paso ligero.
Tragó saliva, mientras que Ashryn estaba arrodillada, la vampiresa estaba boca arriba, en el suelo, con su cabeza sobre las piernas de la elfa. ¿Estaría herida? ¿Cómo había pasado? ¿Cómo era posible que la hubiesen atrapado? Muchas preguntas surcaban sus pensamientos, sin parar, sin detenerse.
Estaba muy enfadado, eso era lo único que tenía claro.
Podía comprender que aquellos hombres buscasen algo remotamente parecido a justicia después del accidente de Ashryn, pero lo que tenía ante él no era eso, era un linchamiento, era satisfacer sus necesidades de violencia con el sufrimiento de otra persona, de dos amigas suyas.
Lamentablemente para ellos: A él se le daba muy bien la violencia.
- ¡Es el de la tabern…! – No dejó que el primer mercenario que le vio terminase la frase. Olvido se hundió firmemente en el hombro del sujeto, Eltrant lanzó un tajo en horizontal directamente a la base de su cuello, con todas sus fuerzas.
No era ningún misterio para ninguno de los presentes que se había desquitado con aquel golpe, había depositado toda la frustración que sentía en aquel primer tipo y, cuando estuvo seguro de que estaba completamente muerto, desencajó la espada de lo que quedaba de su clavícula.
Volvió a mirar a Lyn, a Ashryn. Intentó adivinar si estaban completamente bien, la elfa al menos parecía consciente, tambien le parecío ver que Lyn se movía.
Sin decir nada a los presentes limpió la sangre que resbalaba por el filo de Olvido con la mano izquierda y se colocó en guardia, colocó a Olvido frente a su cara y analizó el comportamiento de todos los soldados del blasón alado que había allí, frente a él.
Eran más de lo que le gustaba admitir, le tenía que haber pedido al elfo que se quedase con él.
Frunció el ceño y, en silencio, meditó seriamente si responder o no a las preguntas que el rubio le planteó. ¿Le desvelaba lo que había hecho Ashryn? No obstante, Antes de que pudiese decir nada acabó observando como el joven elfo se marchaba asegurando que “tenía una búsqueda que seguir” dejando allí solo al exmercenario.
Suspiró profundamente cuando la figura desapareció al otro lado del callejón en el que se habían ocultado de los mercenarios.
Sacudió la cabeza y ajustó las correas que mantenían sujeta su armadura en torno a su cuerpo, no tenía tiempo para preocuparse por el elfo, quizás había sido toda una suerte que le ayudase a salir del aprieto en el que se había metido, pero Lyn y Ashryn seguían perdidas en la ciudad, en alguna parte, perseguidas de cerca por toda una compañía de soldados.
Salió del callejón disimuladamente, algunos transeúntes que se alejaban a toda prisa de algún lugar se giraron a mirarle, pero estos acababan pasaron de largo, sin excepción. Parecían realmente querer alejarse del lugar del que venían y, para ellos, Eltrant no era más que otro buscafortunas en la ciudad, nadie importante a quien tomar en cuenta en aquel momento.
Algo le decía que los mercenarios que les seguían tenían algo que ver con todo aquello.
Caminó rápidamente, sorteando viandantes, acercándose hacía el lugar del que parecían huir todos, de dónde salían los gritos que se alzaban sobre la calma de la noche. Al final, la amplia calzada empedrada le condujo hasta una plazoleta en un lugar céntrico del poblado.
Incluso cuando la mayoría de los lugareños se marchaban de ahí, tuvo que abrirse paso entre un grupo de encantadores espectadores que coreaban consignas de muerte para los que estaban en el centro del círculo.
- ¡Sí! – Gritaba la multitud a coro. - ¡Acabad con los monstruos! – Añadían enseguida.
Notó como el color de su cara se esfumaba cuando contempló cual era el espectáculo que todas aquellas personas parecían seguir con tanto entusiasmo.
Debería haberlo imaginado.
Desenvainó a Olvido y apartó al tipo que tenía más cerca de un fuerte empujón, sin pensarlo un instante se internó en el interior del círculo. Se dirigió hacia los hombres que, de algún modo, habían conseguido acorralar a Lyn y a Ashryn a paso ligero.
Tragó saliva, mientras que Ashryn estaba arrodillada, la vampiresa estaba boca arriba, en el suelo, con su cabeza sobre las piernas de la elfa. ¿Estaría herida? ¿Cómo había pasado? ¿Cómo era posible que la hubiesen atrapado? Muchas preguntas surcaban sus pensamientos, sin parar, sin detenerse.
Estaba muy enfadado, eso era lo único que tenía claro.
Podía comprender que aquellos hombres buscasen algo remotamente parecido a justicia después del accidente de Ashryn, pero lo que tenía ante él no era eso, era un linchamiento, era satisfacer sus necesidades de violencia con el sufrimiento de otra persona, de dos amigas suyas.
Lamentablemente para ellos: A él se le daba muy bien la violencia.
- ¡Es el de la tabern…! – No dejó que el primer mercenario que le vio terminase la frase. Olvido se hundió firmemente en el hombro del sujeto, Eltrant lanzó un tajo en horizontal directamente a la base de su cuello, con todas sus fuerzas.
No era ningún misterio para ninguno de los presentes que se había desquitado con aquel golpe, había depositado toda la frustración que sentía en aquel primer tipo y, cuando estuvo seguro de que estaba completamente muerto, desencajó la espada de lo que quedaba de su clavícula.
Volvió a mirar a Lyn, a Ashryn. Intentó adivinar si estaban completamente bien, la elfa al menos parecía consciente, tambien le parecío ver que Lyn se movía.
Sin decir nada a los presentes limpió la sangre que resbalaba por el filo de Olvido con la mano izquierda y se colocó en guardia, colocó a Olvido frente a su cara y analizó el comportamiento de todos los soldados del blasón alado que había allí, frente a él.
Eran más de lo que le gustaba admitir, le tenía que haber pedido al elfo que se quedase con él.
Eltrant Tale
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
La pequeña elfita tragó saliva, sintiendo como el miedo comenzaba a recorrerle la espina dorsal. No sabía por qué, pero aquella voz no le transmitía nada bueno. Con seguridad tomó la mano de la muchacha, olvidando por completo el temor que le daba poder lastimarla y corrió en la dirección contraria. Si los aldeanos no dudaban en huir espavoridos, ellas tampoco debían hacerlo. Tras un buen rato de escapar de lo que sea que los perseguía, ambas llegaron a la plaza principal. Ashy puso sus manos en las rodillas, tratando de recobrar el aliento y esbozó una sonrisa de alivio, creyendo que ahora estarían a salvo. Demasiadas emociones en tan poco tiempo terminarían por destrozarle los nervios, ya de por sí era sumamente duro no recordar nada, no podía imaginarse la carga que sería para Allen cuidarla sin memoria y loca.
Instintivamente miró a su acompañante, preguntándole si se encontraba bien. La pobre chica debía estar bastante harta de correr de un lado para otro con ella y ese pensamiento le hizo morderse el labio inferior con cierta vergüenza. Tras unos segundos de reponer energías, la elfita finalmente levantó la mirada hacia el frente, llevándose un susto de muerte al contemplar aquella horrible escena. Los cuerpos de algunos aldeanos se encontraban esparcidos alrededor de la plaza principal, evidentemente sin vida. Su compañera la instó a buscar al joven Tale y ella no dudó en darle la razón; pero al volverse para emprender su búsqueda se vieron asediadas por las miradas atónitas de aquellos que estuvieron presentes en su ‘‘incidente’’ de la taberna. La rubia se aferró al brazo de su acompañante, retrocediendo un par de pasos, temiendo que ocurriría lo peor. Y lamentablemente así fue.
— ¡Esa es la chica! —Señaló uno de los mercenarios—. ¡La de la taberna! —La rubia sintió que el corazón se le saldría del pecho—. ¡Ella hizo todo esto!
—N-No es así…
Hizo todo lo que estuvo en sus manos por espetar, pero el grupo de personas ya la habían señalado como culpable y, obviamente, querían venganza. De un momento a otro vio como Lyn intentaba razonar con ellos; sin embargo, no tuvo mucha oportunidad de hacer algo, cuando los aldeanos se lanzaron a por ellas, dejándoles en una clara desventaja. Lyn hizo un gran trabajo protegiéndola, pero, eran demasiados y tarde o temprano eso se hizo evidente cuando la joven cayó al suelo sin energías. Ambas fueron arrastradas hasta el centro de la plaza principal, donde sus verdugos anunciaron que se les dictaría sentencia. Ashy hizo todo lo que estuvo en sus manos por defenderse, por devolverle un poquito del esfuerzo que Lyn había hecho protegiéndola; peleó, pataleó, incluso grito, pero todo fue en vano. Como pudo acomodó la cabeza de Lyn sobre su regazo, pidiéndole perdón por no haber hecho nada por ella, mientras se preguntaba qué les harían ahora.
Nada bueno resultaría de aquello, eso quedaba claro. Forzó a su memoria a recordar todo lo que Allen le había contado, sus habilidades como médico y su misteriosa destreza con las espadas. ¡En buen momento se le ocurría estar desmemoriada! Sintió como las lagrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, maldiciéndose por ser tan débil y por haber perdido todos sus recuerdos; pero, ante todo, maldiciéndose por haber arrastrado a esa bonita joven a sus desgracias. En medio de su ritual de desprecio y auto-lamentación una figura se abrió paso por entre la multitud, haciendo que la elfita soltara un suspiro de alivio al verle llegar justo en el momento preciso. Se había quedado petrificada en su sitio, siendo incapaz de moverse de su lugar o de emitir sonido alguno.
Sus ojos se abrieron llenos de admiración al ver al que una vez fue su preciado amigo moverse de aquella forma tan magnifica, acabando con uno de esos hombres en un solo parpadeo. La multitud no daba crédito a lo que acababa de pasar y sin duda la sed de venganza se dispararía y frenarlos sería prácticamente imposible. Ashy abrazó a Lyn, notando que poco a poco recobraba el aliento y volvió a mirar a la multitud, como si buscase evitar que se acercaran a su compañera de nuevo. Claro que en esta ocasión ellas ya no eran el objetivo directo y eso era lo que más le aterraba. No quería perderlo de nuevo, pues, aunque no lo recordase él era su amigo y ese hecho era mucho más importante para ella que cualquier otra cosa.
— ¡Elt! —Lo llamó—. ¡Toma a Lyn y huye! —Intentó sonar lo más razonable que pudiese—. Ellos me quieren a mí, por favor no hagas esto…
Quiso decirle que ella no era la responsable de lo sucedido, que la escena estaba tal cual la encontraron, pero se vio interrumpida por la sonora carcajada de una mujer, quien no dudó en aplaudir como si aquello le divirtiese. Al levantar la mirada se percató que la difusa silueta de la dueña de esa voz se encontraba sobre los tejados, jugando con lo que parecía ser una navaja entre sus dedos. El terror colectivo se plasmó en los rostros de sus antiguos verdugos, quienes no osaron pronunciar palabra alguna. La sola presencia de esa mujer había bastado para petrificarlos de miedo y rápidamente la preocupación volvió a invadirle el cuerpo. Ella debía ser alguien muy importante…o muy peligrosa para causar una reacción como esa.
—Ustedes los humanos son tan predecibles —paseó su mirada por la multitud, quienes se aferraron a sus armas sin dudarlo—. ¿Qué tenemos aquí? —Finalmente reparó en el joven Tale, escudriñándole con una sonrisa ladina—. Eres bastante lindo —puntualizó, antes de bajar del tejado de un solo salto, haciendo estremecer a la multitud—. ¿Qué te parece si jugamos un juego? —Señaló a los aldeanos—. Todos ellos son alimento. El ganado que he seleccionado para mí y mi gente —se llevó una mano a la cintura, mirando a Eltrant con seguridad—. Si tú ganas los dejaremos vivir y nunca más volveremos a la aldea —sonrió de forma socarrona—, pero si yo gano…tú serás únicamente mío —el tono sensual que utilizó le heló la sangre la elfita y sospechaba que no era la única—. Si te niegas…de igual manera tapizaremos el pueblo con los cuerpos como lo hicimos con esta plaza y tu bonito cuerpo será parte del mural —señaló a todos los que yacían en el suelo—. Te permitiré elegir el juego, aunque te aviso que adoro las escondidillas.
La situación se había torcido de una forma que jamás se imaginó. Elt no podría decidir formar parte de eso, ¿o sí? Y si lo hacía… ¿realmente los matarían a todos? ¿Acaso de ninguna forma estarían a salvo? ¿Qué pasaría entonces con Allen? ¡¿Qué pasaría con Elt si fallaba?! Todas esas preguntas le asaltaron la cabeza, mientras lo segundos parecían transcurrir con una lentitud inusual.
Instintivamente miró a su acompañante, preguntándole si se encontraba bien. La pobre chica debía estar bastante harta de correr de un lado para otro con ella y ese pensamiento le hizo morderse el labio inferior con cierta vergüenza. Tras unos segundos de reponer energías, la elfita finalmente levantó la mirada hacia el frente, llevándose un susto de muerte al contemplar aquella horrible escena. Los cuerpos de algunos aldeanos se encontraban esparcidos alrededor de la plaza principal, evidentemente sin vida. Su compañera la instó a buscar al joven Tale y ella no dudó en darle la razón; pero al volverse para emprender su búsqueda se vieron asediadas por las miradas atónitas de aquellos que estuvieron presentes en su ‘‘incidente’’ de la taberna. La rubia se aferró al brazo de su acompañante, retrocediendo un par de pasos, temiendo que ocurriría lo peor. Y lamentablemente así fue.
— ¡Esa es la chica! —Señaló uno de los mercenarios—. ¡La de la taberna! —La rubia sintió que el corazón se le saldría del pecho—. ¡Ella hizo todo esto!
—N-No es así…
Hizo todo lo que estuvo en sus manos por espetar, pero el grupo de personas ya la habían señalado como culpable y, obviamente, querían venganza. De un momento a otro vio como Lyn intentaba razonar con ellos; sin embargo, no tuvo mucha oportunidad de hacer algo, cuando los aldeanos se lanzaron a por ellas, dejándoles en una clara desventaja. Lyn hizo un gran trabajo protegiéndola, pero, eran demasiados y tarde o temprano eso se hizo evidente cuando la joven cayó al suelo sin energías. Ambas fueron arrastradas hasta el centro de la plaza principal, donde sus verdugos anunciaron que se les dictaría sentencia. Ashy hizo todo lo que estuvo en sus manos por defenderse, por devolverle un poquito del esfuerzo que Lyn había hecho protegiéndola; peleó, pataleó, incluso grito, pero todo fue en vano. Como pudo acomodó la cabeza de Lyn sobre su regazo, pidiéndole perdón por no haber hecho nada por ella, mientras se preguntaba qué les harían ahora.
Nada bueno resultaría de aquello, eso quedaba claro. Forzó a su memoria a recordar todo lo que Allen le había contado, sus habilidades como médico y su misteriosa destreza con las espadas. ¡En buen momento se le ocurría estar desmemoriada! Sintió como las lagrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, maldiciéndose por ser tan débil y por haber perdido todos sus recuerdos; pero, ante todo, maldiciéndose por haber arrastrado a esa bonita joven a sus desgracias. En medio de su ritual de desprecio y auto-lamentación una figura se abrió paso por entre la multitud, haciendo que la elfita soltara un suspiro de alivio al verle llegar justo en el momento preciso. Se había quedado petrificada en su sitio, siendo incapaz de moverse de su lugar o de emitir sonido alguno.
Sus ojos se abrieron llenos de admiración al ver al que una vez fue su preciado amigo moverse de aquella forma tan magnifica, acabando con uno de esos hombres en un solo parpadeo. La multitud no daba crédito a lo que acababa de pasar y sin duda la sed de venganza se dispararía y frenarlos sería prácticamente imposible. Ashy abrazó a Lyn, notando que poco a poco recobraba el aliento y volvió a mirar a la multitud, como si buscase evitar que se acercaran a su compañera de nuevo. Claro que en esta ocasión ellas ya no eran el objetivo directo y eso era lo que más le aterraba. No quería perderlo de nuevo, pues, aunque no lo recordase él era su amigo y ese hecho era mucho más importante para ella que cualquier otra cosa.
— ¡Elt! —Lo llamó—. ¡Toma a Lyn y huye! —Intentó sonar lo más razonable que pudiese—. Ellos me quieren a mí, por favor no hagas esto…
Quiso decirle que ella no era la responsable de lo sucedido, que la escena estaba tal cual la encontraron, pero se vio interrumpida por la sonora carcajada de una mujer, quien no dudó en aplaudir como si aquello le divirtiese. Al levantar la mirada se percató que la difusa silueta de la dueña de esa voz se encontraba sobre los tejados, jugando con lo que parecía ser una navaja entre sus dedos. El terror colectivo se plasmó en los rostros de sus antiguos verdugos, quienes no osaron pronunciar palabra alguna. La sola presencia de esa mujer había bastado para petrificarlos de miedo y rápidamente la preocupación volvió a invadirle el cuerpo. Ella debía ser alguien muy importante…o muy peligrosa para causar una reacción como esa.
—Ustedes los humanos son tan predecibles —paseó su mirada por la multitud, quienes se aferraron a sus armas sin dudarlo—. ¿Qué tenemos aquí? —Finalmente reparó en el joven Tale, escudriñándole con una sonrisa ladina—. Eres bastante lindo —puntualizó, antes de bajar del tejado de un solo salto, haciendo estremecer a la multitud—. ¿Qué te parece si jugamos un juego? —Señaló a los aldeanos—. Todos ellos son alimento. El ganado que he seleccionado para mí y mi gente —se llevó una mano a la cintura, mirando a Eltrant con seguridad—. Si tú ganas los dejaremos vivir y nunca más volveremos a la aldea —sonrió de forma socarrona—, pero si yo gano…tú serás únicamente mío —el tono sensual que utilizó le heló la sangre la elfita y sospechaba que no era la única—. Si te niegas…de igual manera tapizaremos el pueblo con los cuerpos como lo hicimos con esta plaza y tu bonito cuerpo será parte del mural —señaló a todos los que yacían en el suelo—. Te permitiré elegir el juego, aunque te aviso que adoro las escondidillas.
La situación se había torcido de una forma que jamás se imaginó. Elt no podría decidir formar parte de eso, ¿o sí? Y si lo hacía… ¿realmente los matarían a todos? ¿Acaso de ninguna forma estarían a salvo? ¿Qué pasaría entonces con Allen? ¡¿Qué pasaría con Elt si fallaba?! Todas esas preguntas le asaltaron la cabeza, mientras lo segundos parecían transcurrir con una lentitud inusual.
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Ashryn Elaynor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
La multitud miraba petrificada a la recién llegada.
Eltrant entornó los ojos, no contestó inmediatamente a la petición de la peliblanca, se limitó a analizarla desde dónde estaba, a estudiar sus movimientos, la indumentaria que llevaba, a buscar el motivo por el que todos parecían tenerle tanto miedo.
Sin embargo, a ojos del exmercenario, la mujer parecía ser… bastante normal.
Retrocedió un par de pasos. ¿Quién era aquella muchacha que, frente a él, tenía la seguridad para firmar que todos los presentes acabarían muertos si se oponían a ella? Sin bajar la guardia, se colocó frente a la elfa y a Lyn haciendo oídos sordos a la petición de la primera.
- ¿Sin más muertes? – Bajó la espada, se giró de nuevo a mirar a Ashryn y a Lyn. – Muy bien - No iba a marcharse de allí, no dejándolas atrás. – Te seguiré el juego. - “Ganado”, “Alimentos”, Eltrant no había pasado la forma que tenía la mujer de referirse a todos los humanos que se encontraban en la plaza: era una vampiresa, tenía que serlo por sus palabras, y, a diferencia de Lyn, esta era de las que dejaban claro que los humanos no eran más que bolsas de sangre con piernas.
Clavó a Olvido junto a él, en el suelo, levantando dos de los adoquines que formaban la plaza en el proceso. La vampiresa le había otorgado el honor de seleccionar el “juego” al que se fuesen a enfrentar.
Frunció el ceño, cruzado de brazos, la plazoleta se había sumido en el más profundo de los silencios. Ni los mercenarios del caballo alado hablaban, todos parecían estar aguardando las palabras que fuese a decir el castaño.
Suspiró, incapaz de decidirse, volvió a girarse hacía Lyn quien, aun inconsciente, murmuraba cosas en sueños. Ella habría sabido cómo encarar a otra señora de las sombras.
Cerró los ojos y apartó la mirada, sintió como volvía a hervirle la sangre, como la imperiosa necesidad de arrancar a Olvido del suelo y usarla con toda su fuerza contra todos y cada uno de los soldados que habían hecho aquello se apoderaba de él.
Pero tenía que controlarse.
Tenía un juego que ganar.
- Entonces… ¿Se te da bien esconderte? – Se cruzó de bazos, miró directamente a los ojos a la mujer. – Me parece que no voy a escoger ese juego. – Dijo a continuación, estirando los brazos por encima de su cabeza, forzándose a esbozar una sonrisa.
Eltrant iba a honrar aquel juego, no sabía si su oponente iba a hacerlo, pero de perder… no le quedaría más remedio que irse con ella.
Intentó vislumbrar algo de humanidad en los ojos de la mujer, algo a lo que aferrarse.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó bajando ambas manos hasta su cinturón. – Eltrant Tale – Se señaló a si mismo con el pulgar.
¿Cómo pelearía aquella vampiresa? ¿Qué se le daría bien? ¿Qué se le daría mal? Había visto a vampiros usar las sombras, como Lyn, también estaban los que usaban su propia voz como arma, por no hablar de la infinita cantidad de vampiros que usaban poderes aún más extraños.
¿Cómo podía salir de aquello?
Ese fue el momento en el que Eltrant vislumbró, a un lado de la plaza, semioculto entre la multitud, una pequeña mesa.
Una en la que había un juego de ajedrez.
Sonrió, ahora de forma genuina.
- ¿Qué te parece esto? -
Eltrant entornó los ojos, no contestó inmediatamente a la petición de la peliblanca, se limitó a analizarla desde dónde estaba, a estudiar sus movimientos, la indumentaria que llevaba, a buscar el motivo por el que todos parecían tenerle tanto miedo.
Sin embargo, a ojos del exmercenario, la mujer parecía ser… bastante normal.
Retrocedió un par de pasos. ¿Quién era aquella muchacha que, frente a él, tenía la seguridad para firmar que todos los presentes acabarían muertos si se oponían a ella? Sin bajar la guardia, se colocó frente a la elfa y a Lyn haciendo oídos sordos a la petición de la primera.
- ¿Sin más muertes? – Bajó la espada, se giró de nuevo a mirar a Ashryn y a Lyn. – Muy bien - No iba a marcharse de allí, no dejándolas atrás. – Te seguiré el juego. - “Ganado”, “Alimentos”, Eltrant no había pasado la forma que tenía la mujer de referirse a todos los humanos que se encontraban en la plaza: era una vampiresa, tenía que serlo por sus palabras, y, a diferencia de Lyn, esta era de las que dejaban claro que los humanos no eran más que bolsas de sangre con piernas.
Clavó a Olvido junto a él, en el suelo, levantando dos de los adoquines que formaban la plaza en el proceso. La vampiresa le había otorgado el honor de seleccionar el “juego” al que se fuesen a enfrentar.
Frunció el ceño, cruzado de brazos, la plazoleta se había sumido en el más profundo de los silencios. Ni los mercenarios del caballo alado hablaban, todos parecían estar aguardando las palabras que fuese a decir el castaño.
Suspiró, incapaz de decidirse, volvió a girarse hacía Lyn quien, aun inconsciente, murmuraba cosas en sueños. Ella habría sabido cómo encarar a otra señora de las sombras.
Cerró los ojos y apartó la mirada, sintió como volvía a hervirle la sangre, como la imperiosa necesidad de arrancar a Olvido del suelo y usarla con toda su fuerza contra todos y cada uno de los soldados que habían hecho aquello se apoderaba de él.
Pero tenía que controlarse.
Tenía un juego que ganar.
- Entonces… ¿Se te da bien esconderte? – Se cruzó de bazos, miró directamente a los ojos a la mujer. – Me parece que no voy a escoger ese juego. – Dijo a continuación, estirando los brazos por encima de su cabeza, forzándose a esbozar una sonrisa.
Eltrant iba a honrar aquel juego, no sabía si su oponente iba a hacerlo, pero de perder… no le quedaría más remedio que irse con ella.
Intentó vislumbrar algo de humanidad en los ojos de la mujer, algo a lo que aferrarse.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó bajando ambas manos hasta su cinturón. – Eltrant Tale – Se señaló a si mismo con el pulgar.
¿Cómo pelearía aquella vampiresa? ¿Qué se le daría bien? ¿Qué se le daría mal? Había visto a vampiros usar las sombras, como Lyn, también estaban los que usaban su propia voz como arma, por no hablar de la infinita cantidad de vampiros que usaban poderes aún más extraños.
¿Cómo podía salir de aquello?
Ese fue el momento en el que Eltrant vislumbró, a un lado de la plaza, semioculto entre la multitud, una pequeña mesa.
Una en la que había un juego de ajedrez.
Sonrió, ahora de forma genuina.
- ¿Qué te parece esto? -
Eltrant Tale
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
La pequeña rubia abrazó el cuerpo de su compañera, intentando asimilar todo lo que estaba sucediendo. Esa extraña mujer le infundía un miedo inimaginable y parecía que todos los aldeanos compartían ese sentimiento. El joven había decidido ignorar su petición y permanecer firme frente a ella, sin importarle el riesgo que corría con aquella señorita de aura tenebrosa. El silencio reinó durante unos largos instantes, mientras la pelirroja aguardaba a la respuesta de su oponente, sonriendo como si todo eso le divirtiese infinitamente. Nadie se movía, ni se atrevían a mencionar palabra alguna. Debía admitir que la forma en que dominaba a todo un poblado era digna de elogiarse, pues casi podía jurar que la tensión se cortaría fácilmente con una daga. Lo peor era que su preciado amigo se encontraba a merced de esa extraña y, por alguna razón, no tenía un buen presentimiento.
Por su parte la vampira enarcó una ceja con curiosidad, cuando el muchacho decidió declinar su oferta de jugar a las escondidillas. Claro, él había interpretado que tendría que buscarla, siendo que ella nunca dejaría de ser la cazadora. Le encantaba esa reticencia, misma que sólo conseguía aumentar su expectación y sus ansias de tenerlo para ella sola. Sin embargo, no pudo evitar mostrar un gesto de sorpresa al ver el juego propuesto por el caballero. ¿Ajedrez? ¿Acaso estaba bromeando? Parecía estar muy seguro de su decisión, algo que le pareció sumamente aburrido, pero que finalmente tendría que acceder, ya que le había permitido elegir libremente. No era tan diestra como su hermana Dominika, aunque bien podría hacerle frente a humano, sin problema alguno. Chasqueó la lengua y se acercó a una de las sillas que se hallaban frente al tablero y tomó asiento despreocupadamente.
—Eltrant Tale —saboreó su nombre con una voz seductora, escudriñándolo con atención—. Espero que tus habilidades en el ajedrez sean mejores que tu gusto en juego —esperó a que él tomase asiento frente a ella—. Lexie. Ese es mi nombre —apoyo su mentón sobre la palma de su mano—. ¿Estás buscado humanizarme de alguna manera, pastelillo? —Sonrió de forma jocosa—. ¿O es que te has enamorado tanto que no puedes dejar de mirarme? —fijó su mirada en el tablero, esperando el primer movimiento por parte de él—. Mi paciencia se agota.
Una mirada de la susodicha bastó para que los presentes comenzaran a temblar, mientras se mantenían petrificados en su lugar. En ese punto la rubia no tenía idea de qué hacer para ayudar y tenía la sospecha de que los buenos modos de la mujer no eran más que una fachada que pronto terminaría por derrumbarse. La situación era injusta por donde quiera que lo mirase. Sobre Elt recaía la responsabilidad de si esa gente vivía o moría y no podía confiar en que la pelirroja mantuviese su palabra. No en vano todos parecían temerle. De pronto, sus ojos azules se posaron en la silueta que buscaba abrirse paso entre la multitud, desestabilizando a los pobres aldeanos que hacían lo posible por mantener la cordura, y de forma instantánea esbozó una pequeña sonrisa de alivio al ver de nuevo ese rostro idéntico al suyo.
— ¡Ryn! —Allen se acercó hacia ellas, capturando la atención de la muchedumbre—. ¿Estás bien? ¿Te encuentras herida? —La rubia negó en silencio. Fue entonces que el elfito se dio cuenta de que todas las miradas se hallaban puestas en su persona, por lo que no dudó en desenvainar su espada—. ¿Qué sucedió?
— ¡¿Qué es lo que tenemos aquí?! —Exclamó la mujer, poniéndose de pie con una mirada inquisitiva—. ¿Los refuerzos? —Expresó de forma acusadora—. ¿Ustedes que opinan? —Posó sus ojos en dos hombres que custodiaban a los aldeanos—. ¿Ferid? ¿Crowley?
—Tal parece que su buena fe se ha visto traicionada, Mi Lady —habló el que se hallaba más cerca de Lyn y los gemelos, ocasionando que la elfita tragase saliva ante la mirada que este les enviaba—. Claramente ha sido una traición al acuerdo previo.
—Una muy penosa traición —aseguró el otro con un tono lleno de simpleza—. No creo que debas continuar jugando con ese niño, Alexandra.
—Sí —respondió tajante—. Esta vez lo haremos a mi modo —se dirigió a los extranjeros—. Ustedes serán el postre, así que tendrán que esconderse bien.
Una sonrisa perversa fue lo último que la elfita conseguiría vislumbrar antes de que el caos se desatase. Los aldeanos comenzaron a correr espavoridos en todas direcciones, siendo perseguidos por una minoría que, al parecer, estaban del lado de la aterradora mujer. Allen instó a su hermana y a su nueva amiga a marcharse de ahí, antes de que esos monstruos decidiesen regresar a por ellos. No sabía lo que estaba ocurriendo, pero tenían que poner distancia de por medio y hallar la forma de librarse de ello. El elfo guardó su espada y colocó su capa alrededor de la joven que acompañaba a su gemela, pues tenía la sensación de que ella había evitado que la rubia terminase dañada. Fue entonces que cayó en cuenta que el muchacho que estaba con la vampira era nada más y nada menos que el de la taberna.
—Parece que nos encontramos de nuevo —trató de no sonar tan preocupado, notando que su hermana no dejaba de ver al joven—. ¿Ryn?
—Elt…eso fue peligroso… —bajó la mirada—. Ella pudo…pudo haberte matado —dirigió su vista a Lyn—. Y yo no pude hacer nada para proteger a Lynnie…lo siento tanto…
—Un momento… —interrumpió el momento—. ¿Ustedes se conocen?
Y las cosas no podían complicarse más…al menos eso esperaba el menor de los hermanos Elaynor.
Por su parte la vampira enarcó una ceja con curiosidad, cuando el muchacho decidió declinar su oferta de jugar a las escondidillas. Claro, él había interpretado que tendría que buscarla, siendo que ella nunca dejaría de ser la cazadora. Le encantaba esa reticencia, misma que sólo conseguía aumentar su expectación y sus ansias de tenerlo para ella sola. Sin embargo, no pudo evitar mostrar un gesto de sorpresa al ver el juego propuesto por el caballero. ¿Ajedrez? ¿Acaso estaba bromeando? Parecía estar muy seguro de su decisión, algo que le pareció sumamente aburrido, pero que finalmente tendría que acceder, ya que le había permitido elegir libremente. No era tan diestra como su hermana Dominika, aunque bien podría hacerle frente a humano, sin problema alguno. Chasqueó la lengua y se acercó a una de las sillas que se hallaban frente al tablero y tomó asiento despreocupadamente.
—Eltrant Tale —saboreó su nombre con una voz seductora, escudriñándolo con atención—. Espero que tus habilidades en el ajedrez sean mejores que tu gusto en juego —esperó a que él tomase asiento frente a ella—. Lexie. Ese es mi nombre —apoyo su mentón sobre la palma de su mano—. ¿Estás buscado humanizarme de alguna manera, pastelillo? —Sonrió de forma jocosa—. ¿O es que te has enamorado tanto que no puedes dejar de mirarme? —fijó su mirada en el tablero, esperando el primer movimiento por parte de él—. Mi paciencia se agota.
Una mirada de la susodicha bastó para que los presentes comenzaran a temblar, mientras se mantenían petrificados en su lugar. En ese punto la rubia no tenía idea de qué hacer para ayudar y tenía la sospecha de que los buenos modos de la mujer no eran más que una fachada que pronto terminaría por derrumbarse. La situación era injusta por donde quiera que lo mirase. Sobre Elt recaía la responsabilidad de si esa gente vivía o moría y no podía confiar en que la pelirroja mantuviese su palabra. No en vano todos parecían temerle. De pronto, sus ojos azules se posaron en la silueta que buscaba abrirse paso entre la multitud, desestabilizando a los pobres aldeanos que hacían lo posible por mantener la cordura, y de forma instantánea esbozó una pequeña sonrisa de alivio al ver de nuevo ese rostro idéntico al suyo.
— ¡Ryn! —Allen se acercó hacia ellas, capturando la atención de la muchedumbre—. ¿Estás bien? ¿Te encuentras herida? —La rubia negó en silencio. Fue entonces que el elfito se dio cuenta de que todas las miradas se hallaban puestas en su persona, por lo que no dudó en desenvainar su espada—. ¿Qué sucedió?
— ¡¿Qué es lo que tenemos aquí?! —Exclamó la mujer, poniéndose de pie con una mirada inquisitiva—. ¿Los refuerzos? —Expresó de forma acusadora—. ¿Ustedes que opinan? —Posó sus ojos en dos hombres que custodiaban a los aldeanos—. ¿Ferid? ¿Crowley?
—Tal parece que su buena fe se ha visto traicionada, Mi Lady —habló el que se hallaba más cerca de Lyn y los gemelos, ocasionando que la elfita tragase saliva ante la mirada que este les enviaba—. Claramente ha sido una traición al acuerdo previo.
—Una muy penosa traición —aseguró el otro con un tono lleno de simpleza—. No creo que debas continuar jugando con ese niño, Alexandra.
—Sí —respondió tajante—. Esta vez lo haremos a mi modo —se dirigió a los extranjeros—. Ustedes serán el postre, así que tendrán que esconderse bien.
Una sonrisa perversa fue lo último que la elfita conseguiría vislumbrar antes de que el caos se desatase. Los aldeanos comenzaron a correr espavoridos en todas direcciones, siendo perseguidos por una minoría que, al parecer, estaban del lado de la aterradora mujer. Allen instó a su hermana y a su nueva amiga a marcharse de ahí, antes de que esos monstruos decidiesen regresar a por ellos. No sabía lo que estaba ocurriendo, pero tenían que poner distancia de por medio y hallar la forma de librarse de ello. El elfo guardó su espada y colocó su capa alrededor de la joven que acompañaba a su gemela, pues tenía la sensación de que ella había evitado que la rubia terminase dañada. Fue entonces que cayó en cuenta que el muchacho que estaba con la vampira era nada más y nada menos que el de la taberna.
—Parece que nos encontramos de nuevo —trató de no sonar tan preocupado, notando que su hermana no dejaba de ver al joven—. ¿Ryn?
—Elt…eso fue peligroso… —bajó la mirada—. Ella pudo…pudo haberte matado —dirigió su vista a Lyn—. Y yo no pude hacer nada para proteger a Lynnie…lo siento tanto…
—Un momento… —interrumpió el momento—. ¿Ustedes se conocen?
Y las cosas no podían complicarse más…al menos eso esperaba el menor de los hermanos Elaynor.
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Ashryn Elaynor
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Justo cuando iba a realizar el primer movimiento Allen entró en escena.
Eltrant se quedó paralizado durante unos segundos, con el peón blanco aun en su mano derecha, sin apartar la mirada del elfo que le había ayudado en la taberna momentos atrás y que ahora se acercaba a Ashryn evidentemente preocupado.
Sabía que esos dos se le antojaban muy parecidos.
¿Eran familia? Parecían familia.
La vampiresa, Lexie, pareció interpretar esto como un acto de traición a sus buenos modales, sobre todo cuando el recién llegado desenvainó su espada ante las miradas de todos los presentes. Eltrant, sin decir nada, vio la pelirroja cómo se levantaba y, con aquella arrogancia que parecía caracterizarla, se alejaba de la mesa en la que se habían estado jugando las vidas de todos los aldeanos.
Frunció el ceño y la imitó, recupero a Olvido, que yacía apoyada con cuidado contra la mesa.
Los dos vampiros que la acompañaban no tardaron en reafirmar las palabras de su líder, en decir, básicamente, lo que esta quería oír. Entrecerró los ojos y bajó ambas manos hasta su pantalón.
Tenía que haberlo adivinado antes, aquella vampiresa quería acabar así desde un principio.
No iba a permitírselo.
Los aldeanos empezaron a correr despavoridos en todas direcciones, escondiéndose en callejuelas y en los portales de las distintas casas que había en el lugar seguidos de cerca por esa minoría que seguía a las órdenes de Lexie.
Le extrañaba que no se hubiesen marchado antes, mientras la susodicha Lexie estaba demasiado ocupada con el ajedrez.
- Sí… nos conocemos, somos viejos amigos. - dijo a Allen aun mirando a la vampiresa. – ¿Puedes encargarte de ellos? – Señaló tras de sí con su pulgar, al pequeño grupúsculo de seguidores de la pelirroja que seguía a los aldeanos. – Yo me ocupo de todo por aquí. – dijo a la pareja, iba a acabar con aquello e iba a hacerlo rápido.
- Lynnie… - Eltrant se giró rápidamente, Lyn había recuperado el conocimiento. – …me gusta cómo suena, Memoria. – Se tambaleó un poco y se levantó, tras sonreír a la muchacha dejó atrás a la pareja de elfos sin decir nada más.
- ¿Estás…? – Lyn asintió con el ceño fruncido, mirando a través del exmercenario, oteando la plaza.
- Sí, en sí, llevo despierta un rato. – Suspiró, se llevó la mano hasta la frente, dónde tenía el golpe, y sacudió la cabeza – Me despisto un momento y un tipo con un garrote se me acerca… – dijo – Estoy perdiendo facultades por tu culpa – Le dijo a Eltrant, cruzándose de brazos y colocándose junto a él.
Los tres vampiros no se habían molestado siquiera por seguir a los aldeanos, seguían dónde se habían quedado apenas segundos atrás. Los dos hombres habían desenvainado cada uno sus respectivas espadas mientras que, Lexie, miraba satisfecha como todo evolucionaba ¿Tan seguros estaban de que solo tenían que acabar con ellos para después hacer una matanza en la población?
- ¿No sois un poco mayorcitos para comportaros como críos? – dijo Lyn entrecerrando los ojos. – Bueno, os voy a tener que dar una lección sobre como ser un vampiro. Esto es algo nostalgico... – Dio una palmada frente a su cara, gruesas sombras se acumularon en sus manos.
- ¡Vamos a hacerlo a tu manera! – Exclamó Eltrant cargando contra la vampiresa y sus lacayos.
Se zafó de la primera espada que encontró su armadura fácilmente, la hoja se deslizó por el metal de su brazo sin llegar siquiera a rallar el metal. Después recibió otro impacto en pleno pecho, tampoco le detuvo. [1]
Tenía que alcanzar a Lexie.
- ¡Vosotros dos conmigo! – Las sombras de Lyn rodearon los pies del peliblanco, derribándolo durante unos instantes. – ¡No seáis tímidos! - El segundo vampiro, el pelirrojo, se giró justo a tiempo para ver como un grueso pilar de sombras le cincelaba el tabique nasal.
Eltrant, mientras tanto, la alcanzó.
Aunque no fue como él habría esperado, más bien fue al contrario. Lexie le encontró a él.
Bajó la mirada, gruñendo, justo al lugar en el que se había hundido la daga de la vampiresa, justo de dónde manaba ahora sangre.
Tensó la mandíbula, contempló la satisfacción personificada en el rostro de Lexie, como la pelirroja estaba disfrutando cada segundo que pasaba así, como esta doblaba su muñeca con delicadeza, lo justo para que su puñalada hiciese aún más daño.
Pero eso no sería suficiente.
Soltó a Olvido, ignoró el dolor y forzó a su mano derecha a que se cerrase rápidamente en torno al cuello de la vampiresa. La pilló desprevenida, saboreando su victoria, apenas tuvo tiempo de moverse antes de que sus pulmones comenzasen a clamar por algo de aire.
La levantó, la obligó a soltar el puñal que seguía moviendo.
- Deberías pensártelo dos veces antes de hacer enfadar a alguien. – dijo mirándola directamente a los ojos.
En cuanto lo hizo el mundo a su alrededor se sumió en la más profunda de las oscuridades. ¿Algún truco? ¿Magia? No importaba, la tenía firmemente sujeta, no iba a escapar.
Lexie, por supuesto, también se había dado cuenta de esto y no estaba dispuesta a rendirse. Todavía con cara de estar quedándose rápidamente sin aire, esta se hizo con un puñal que llevaba oculto en una de las mangas de su cazadora y lo clavó repetidamente en el cuerpo del castaño, en cualquier parte.
Ladeó la cabeza, esquivó por poco un tajo que iba directamente hacía su entrecejo.
- ¿Cuántos cortes crees que me vas a hacer antes de que tu cuello haga “crack”? – dijo Eltrant seriamente, cerrando su mano con aún más fuerza, lo suficiente como para que el metal de su guantelete hiciese cortes diminutos en la piel de la muchacha. – Ya te lo digo yo: no los suficientes. – Aseveró, Lexie se llevó ambas manos hasta su cuello, dejó caer ese segundo cuchillo que llevaba al suelo. – Ordénales que paren. – Mandó, el mundo volvió a recuperar el color a su alrededor.
Lyn seguía encarando, por su parte, a los otros dos vampiros. Le era difícil ver desde allí quien estaba jugando con quien, la ojiazul estaba mostrándole que la superioridad numérica que tenían no era suficiente y estaba forzándole a usar sus poderes vampiricos.
Los cuales también parecía estar solventando con cierta soltura.
- ¿Y bien? ¿Te has decidido? – Oprimió con más fuerza. – Hazme un gesto o algo. – Había tenido una noche horrible: había descubierto que una de sus amigas se había quedado sin memoria, una turba enfurecida había estado a punto de acabar con ella por algo que no controlaba.
Por no hablar que no se podía quitar de la cabeza la imagen de Lyn, inconsciente en el suelo. Un sentimiento que solo podía describir como "ira" se volvió a apoderar de su pecho.
– He matado a gente por mucho menos de lo que has hecho tú esta noche – Le dijo entre dientes.
[1]Habilidad Eltrant nivel 5: Embestir.
Eltrant se quedó paralizado durante unos segundos, con el peón blanco aun en su mano derecha, sin apartar la mirada del elfo que le había ayudado en la taberna momentos atrás y que ahora se acercaba a Ashryn evidentemente preocupado.
Sabía que esos dos se le antojaban muy parecidos.
¿Eran familia? Parecían familia.
La vampiresa, Lexie, pareció interpretar esto como un acto de traición a sus buenos modales, sobre todo cuando el recién llegado desenvainó su espada ante las miradas de todos los presentes. Eltrant, sin decir nada, vio la pelirroja cómo se levantaba y, con aquella arrogancia que parecía caracterizarla, se alejaba de la mesa en la que se habían estado jugando las vidas de todos los aldeanos.
Frunció el ceño y la imitó, recupero a Olvido, que yacía apoyada con cuidado contra la mesa.
Los dos vampiros que la acompañaban no tardaron en reafirmar las palabras de su líder, en decir, básicamente, lo que esta quería oír. Entrecerró los ojos y bajó ambas manos hasta su pantalón.
Tenía que haberlo adivinado antes, aquella vampiresa quería acabar así desde un principio.
No iba a permitírselo.
Los aldeanos empezaron a correr despavoridos en todas direcciones, escondiéndose en callejuelas y en los portales de las distintas casas que había en el lugar seguidos de cerca por esa minoría que seguía a las órdenes de Lexie.
Le extrañaba que no se hubiesen marchado antes, mientras la susodicha Lexie estaba demasiado ocupada con el ajedrez.
- Sí… nos conocemos, somos viejos amigos. - dijo a Allen aun mirando a la vampiresa. – ¿Puedes encargarte de ellos? – Señaló tras de sí con su pulgar, al pequeño grupúsculo de seguidores de la pelirroja que seguía a los aldeanos. – Yo me ocupo de todo por aquí. – dijo a la pareja, iba a acabar con aquello e iba a hacerlo rápido.
- Lynnie… - Eltrant se giró rápidamente, Lyn había recuperado el conocimiento. – …me gusta cómo suena, Memoria. – Se tambaleó un poco y se levantó, tras sonreír a la muchacha dejó atrás a la pareja de elfos sin decir nada más.
- ¿Estás…? – Lyn asintió con el ceño fruncido, mirando a través del exmercenario, oteando la plaza.
- Sí, en sí, llevo despierta un rato. – Suspiró, se llevó la mano hasta la frente, dónde tenía el golpe, y sacudió la cabeza – Me despisto un momento y un tipo con un garrote se me acerca… – dijo – Estoy perdiendo facultades por tu culpa – Le dijo a Eltrant, cruzándose de brazos y colocándose junto a él.
Los tres vampiros no se habían molestado siquiera por seguir a los aldeanos, seguían dónde se habían quedado apenas segundos atrás. Los dos hombres habían desenvainado cada uno sus respectivas espadas mientras que, Lexie, miraba satisfecha como todo evolucionaba ¿Tan seguros estaban de que solo tenían que acabar con ellos para después hacer una matanza en la población?
- ¿No sois un poco mayorcitos para comportaros como críos? – dijo Lyn entrecerrando los ojos. – Bueno, os voy a tener que dar una lección sobre como ser un vampiro. Esto es algo nostalgico... – Dio una palmada frente a su cara, gruesas sombras se acumularon en sus manos.
- ¡Vamos a hacerlo a tu manera! – Exclamó Eltrant cargando contra la vampiresa y sus lacayos.
Se zafó de la primera espada que encontró su armadura fácilmente, la hoja se deslizó por el metal de su brazo sin llegar siquiera a rallar el metal. Después recibió otro impacto en pleno pecho, tampoco le detuvo. [1]
Tenía que alcanzar a Lexie.
- ¡Vosotros dos conmigo! – Las sombras de Lyn rodearon los pies del peliblanco, derribándolo durante unos instantes. – ¡No seáis tímidos! - El segundo vampiro, el pelirrojo, se giró justo a tiempo para ver como un grueso pilar de sombras le cincelaba el tabique nasal.
Eltrant, mientras tanto, la alcanzó.
Aunque no fue como él habría esperado, más bien fue al contrario. Lexie le encontró a él.
Bajó la mirada, gruñendo, justo al lugar en el que se había hundido la daga de la vampiresa, justo de dónde manaba ahora sangre.
Tensó la mandíbula, contempló la satisfacción personificada en el rostro de Lexie, como la pelirroja estaba disfrutando cada segundo que pasaba así, como esta doblaba su muñeca con delicadeza, lo justo para que su puñalada hiciese aún más daño.
Pero eso no sería suficiente.
Soltó a Olvido, ignoró el dolor y forzó a su mano derecha a que se cerrase rápidamente en torno al cuello de la vampiresa. La pilló desprevenida, saboreando su victoria, apenas tuvo tiempo de moverse antes de que sus pulmones comenzasen a clamar por algo de aire.
La levantó, la obligó a soltar el puñal que seguía moviendo.
- Deberías pensártelo dos veces antes de hacer enfadar a alguien. – dijo mirándola directamente a los ojos.
En cuanto lo hizo el mundo a su alrededor se sumió en la más profunda de las oscuridades. ¿Algún truco? ¿Magia? No importaba, la tenía firmemente sujeta, no iba a escapar.
Lexie, por supuesto, también se había dado cuenta de esto y no estaba dispuesta a rendirse. Todavía con cara de estar quedándose rápidamente sin aire, esta se hizo con un puñal que llevaba oculto en una de las mangas de su cazadora y lo clavó repetidamente en el cuerpo del castaño, en cualquier parte.
Ladeó la cabeza, esquivó por poco un tajo que iba directamente hacía su entrecejo.
- ¿Cuántos cortes crees que me vas a hacer antes de que tu cuello haga “crack”? – dijo Eltrant seriamente, cerrando su mano con aún más fuerza, lo suficiente como para que el metal de su guantelete hiciese cortes diminutos en la piel de la muchacha. – Ya te lo digo yo: no los suficientes. – Aseveró, Lexie se llevó ambas manos hasta su cuello, dejó caer ese segundo cuchillo que llevaba al suelo. – Ordénales que paren. – Mandó, el mundo volvió a recuperar el color a su alrededor.
Lyn seguía encarando, por su parte, a los otros dos vampiros. Le era difícil ver desde allí quien estaba jugando con quien, la ojiazul estaba mostrándole que la superioridad numérica que tenían no era suficiente y estaba forzándole a usar sus poderes vampiricos.
Los cuales también parecía estar solventando con cierta soltura.
- ¿Y bien? ¿Te has decidido? – Oprimió con más fuerza. – Hazme un gesto o algo. – Había tenido una noche horrible: había descubierto que una de sus amigas se había quedado sin memoria, una turba enfurecida había estado a punto de acabar con ella por algo que no controlaba.
Por no hablar que no se podía quitar de la cabeza la imagen de Lyn, inconsciente en el suelo. Un sentimiento que solo podía describir como "ira" se volvió a apoderar de su pecho.
– He matado a gente por mucho menos de lo que has hecho tú esta noche – Le dijo entre dientes.
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[1]Habilidad Eltrant nivel 5: Embestir.
Eltrant Tale
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Los gemelos mantenían la misma expresión estupefacta en sus rostros, como si se tratase del reflejo del otro en algún mágico espejo. El menor de los hermanos asintió con seguridad, acariciando la empuñadura de su espada, mientras observaba con detenimiento a los tres vampiros que habían ocasionado tanto alboroto. Antes de que pudiese trazar un plan para sacar a su hermana y a la otra chica de ahí, esta última se levantó y, con una valentía envidiable, se colocó al lado del muchacho de la taberna, retando abiertamente al trío de carniceros. Allen les daba un crédito envidiable, considerando que la mujer de cabellos rojizos era capaz de petrificar a todo un poblado con unas cuantas palabras, aunque, debía admitir que ambos jóvenes debían tener más habilidades de las que mostraban a plena vista.
Con una rapidez inimaginable, Eltrant se lanzó a por la líder del grupo, importándole poco que los dos vampiros se interpusieran en su camino con unas habilidades envidiables. Lyn, por su parte seria la encargada de lidiar con aquellos seres, demostrando que, efectivamente, ella podía ser incluso más temible que sus contrincantes. Los segundos de ventaja que la chica había conseguido al mandar al peliblanco al suelo, se redujeron considerablemente cuando se levantó con una sonrisa sádica, misma que parecía denotar la cantidad de energía que todavía poseía. Allen se apresuró al ver el ataque doble que preparaban los sujetos y con un movimiento de su espada desvió la atención del peliblanco, quien volvió a sonreír con malicia. No era justo que pelearan dos contra uno, aún si la joven era extremadamente poderosa, eso seguía siendo un contador dispar.
— ¿Ah? ¿Así que tú también quieres jugar? —Lo retó el peliblanco, dirigiéndole una pequeña mirada a su compañero, quien mantenía su atención en la muchachita que había conseguido sorprenderle con aquel ataque—. Parece que no tengo más opción.
Allen empuñó su espada, conteniendo todos y cada uno de los ataques del vampiro. Esto no era nada parecido a sus entrenamientos con los miembros del Clan Elaynor y eso le quedó claro desde el primer instante. En medio de la batalla había perdido de vista a la joven y a su hermana, concentrándose por completo en el monstruo que parecía determinado a mandarlo al otro mundo. Pese a su magnifica técnica, no consiguió salir bien librado de aquel combate, recibiendo un par de heridas en el hombro, el brazo y las costillas que no tardaron en comenzar a sangrar. La espada comenzó a pesarle más de lo debido y el cansancio no ayudaba en esa situación. Rápidamente sus esperanzas de vida comenzaron a mermar, cuando cayó de rodillas al suelo, producto de la sangre que estaba perdiendo con rapidez.
Maldijo para sus adentros, concentrando la magia restante en sus heridas, tratando de sanarlas con la mayor rapidez posible. El vampiro sonrió de lado, acercándose a él con una mirada determinada, mientras se relamía los labios con impaciencia, diciendo lo mucho que disfrutaría beber la sangre del elfito. Allen respiraba con rapidez, incapaz de moverse con la agilidad necesaria para evitar ser despachado al otro mundo y con la certeza de que todo acabaría ahí para él. Ferid soltó su espada, proclamando que no necesitaría nada más que sus colmillos para acabar con él y tomó a Allen por el brazo, haciéndole soltar un grito de dolor. Estaba lo suficientemente cerca como para hacer uso del arte secreto de su familia, pero, desafortunadamente, no contaba con la magia suficiente para utilizar sus habilidades. El vampiro abrió la boca, sometiendo al elfito con una fuerza impresionante; sin embargo, Allen jamás sentiría los colmillos sobre su piel, pues unas cálidas gotas rojizas mancharían su rostro, mostrándole que, efectivamente, ese día no vería a sus ancestros.
— ¿R-Ryn…?
El cuerpo del vampiro caería al suelo, mientras su cabeza rodaba a un par de metros a la izquierda. Fue entonces que Allen abrió los ojos, viendo que su hermana se encontraba frente a él. La elfita sostenía la espada del vampiro con un semblante determinado y el ceño fruncido en una mueca de fiereza muy poco propia de ella. De alguna manera había conseguido colocarse detrás del vampiro, degollándolo con su propia arma, evitando así que el menor de los Elaynor se convirtiera en la cena de aquel monstruo. Pese a su amnesia, la rubia mantenía esas habilidades inherentes en su persona, algo que el ojiazul había envidiado toda su vida. Las lagrimas rodaron por las mejillas de la elfita, quien soltó la espada y se lanzó a los brazos de su gemelo, agradeciéndole a los dioses que se encontrase bien. Allen reprimió el gesto de dolor que le supuso aquel abrazo, acariciándole el cabello a su hermana de forma tranquilizadora, instándola a volver a ayudar a sus amigos. Fue en ese momento que todo se volvió negro.
La pelirroja amaba jugar con su comida antes de cenar, pero en esta ocasión se sintió un tanto irritada de desperdiciar ese delicioso elixir rojizo. ¿¡Es que ese humano no se rendía!? ¿Cuánto más tendría que acuchillarlo? Por un momento saboreó su victoria, bajando la guardia de forma estúpida, lo que ocasionó que ese pastelillo la tomase del cuello con una fuerza sorprendente. Trató de zafarse en reiteradas ocasiones, pero debía admitir que se encontraba en desventaja. Para cuando soltó una de sus preciadas dagas, el aire ya había comenzado a faltarle. Pudo observar como una mocosa con cabellos de oro cortaba la cabeza de Ferid, mientras que la otra vampira mantenía el duelo con Crowley. Admitía que era temeraria, pues nadie había durado más de dos minutos en el campo contra un oponente como él; no obstante, ella tenía sus propios problemas con los cuales lidiar.
La muerte le parecía asegurada, ya fuese porque le rompieran el cuello o por la falta de aire, aun así, hizo un último esfuerzo y acudió a su magia, creando una ilusión que los sumiría en una extensa oscuridad. Aquello no pareció suficiente para el humano, quien seguía insistiendo en que la mataría y, en ese punto, Lexie ya no lo dudaba. Fue así como optó por asentir, contra todo su orgullo, a la petición de terminar con aquello. Depositó un pequeño, pero travieso beso en los labios del muchacho, prometiéndole que se volverían a encontrar y a la primera oportunidad escapó, ocultándose entre las oscuras fauces de su ilusión. Si Crowley moría a manos de aquella mocosa era algo que no le importaba y tampoco le importaba impedirlo, tenía que salir de ahí y pronto. Aunque pasaría mucho tiempo antes de olvidarse de aquella noche tan irrepetible.
Con una rapidez inimaginable, Eltrant se lanzó a por la líder del grupo, importándole poco que los dos vampiros se interpusieran en su camino con unas habilidades envidiables. Lyn, por su parte seria la encargada de lidiar con aquellos seres, demostrando que, efectivamente, ella podía ser incluso más temible que sus contrincantes. Los segundos de ventaja que la chica había conseguido al mandar al peliblanco al suelo, se redujeron considerablemente cuando se levantó con una sonrisa sádica, misma que parecía denotar la cantidad de energía que todavía poseía. Allen se apresuró al ver el ataque doble que preparaban los sujetos y con un movimiento de su espada desvió la atención del peliblanco, quien volvió a sonreír con malicia. No era justo que pelearan dos contra uno, aún si la joven era extremadamente poderosa, eso seguía siendo un contador dispar.
— ¿Ah? ¿Así que tú también quieres jugar? —Lo retó el peliblanco, dirigiéndole una pequeña mirada a su compañero, quien mantenía su atención en la muchachita que había conseguido sorprenderle con aquel ataque—. Parece que no tengo más opción.
Allen empuñó su espada, conteniendo todos y cada uno de los ataques del vampiro. Esto no era nada parecido a sus entrenamientos con los miembros del Clan Elaynor y eso le quedó claro desde el primer instante. En medio de la batalla había perdido de vista a la joven y a su hermana, concentrándose por completo en el monstruo que parecía determinado a mandarlo al otro mundo. Pese a su magnifica técnica, no consiguió salir bien librado de aquel combate, recibiendo un par de heridas en el hombro, el brazo y las costillas que no tardaron en comenzar a sangrar. La espada comenzó a pesarle más de lo debido y el cansancio no ayudaba en esa situación. Rápidamente sus esperanzas de vida comenzaron a mermar, cuando cayó de rodillas al suelo, producto de la sangre que estaba perdiendo con rapidez.
Maldijo para sus adentros, concentrando la magia restante en sus heridas, tratando de sanarlas con la mayor rapidez posible. El vampiro sonrió de lado, acercándose a él con una mirada determinada, mientras se relamía los labios con impaciencia, diciendo lo mucho que disfrutaría beber la sangre del elfito. Allen respiraba con rapidez, incapaz de moverse con la agilidad necesaria para evitar ser despachado al otro mundo y con la certeza de que todo acabaría ahí para él. Ferid soltó su espada, proclamando que no necesitaría nada más que sus colmillos para acabar con él y tomó a Allen por el brazo, haciéndole soltar un grito de dolor. Estaba lo suficientemente cerca como para hacer uso del arte secreto de su familia, pero, desafortunadamente, no contaba con la magia suficiente para utilizar sus habilidades. El vampiro abrió la boca, sometiendo al elfito con una fuerza impresionante; sin embargo, Allen jamás sentiría los colmillos sobre su piel, pues unas cálidas gotas rojizas mancharían su rostro, mostrándole que, efectivamente, ese día no vería a sus ancestros.
— ¿R-Ryn…?
El cuerpo del vampiro caería al suelo, mientras su cabeza rodaba a un par de metros a la izquierda. Fue entonces que Allen abrió los ojos, viendo que su hermana se encontraba frente a él. La elfita sostenía la espada del vampiro con un semblante determinado y el ceño fruncido en una mueca de fiereza muy poco propia de ella. De alguna manera había conseguido colocarse detrás del vampiro, degollándolo con su propia arma, evitando así que el menor de los Elaynor se convirtiera en la cena de aquel monstruo. Pese a su amnesia, la rubia mantenía esas habilidades inherentes en su persona, algo que el ojiazul había envidiado toda su vida. Las lagrimas rodaron por las mejillas de la elfita, quien soltó la espada y se lanzó a los brazos de su gemelo, agradeciéndole a los dioses que se encontrase bien. Allen reprimió el gesto de dolor que le supuso aquel abrazo, acariciándole el cabello a su hermana de forma tranquilizadora, instándola a volver a ayudar a sus amigos. Fue en ese momento que todo se volvió negro.
La pelirroja amaba jugar con su comida antes de cenar, pero en esta ocasión se sintió un tanto irritada de desperdiciar ese delicioso elixir rojizo. ¿¡Es que ese humano no se rendía!? ¿Cuánto más tendría que acuchillarlo? Por un momento saboreó su victoria, bajando la guardia de forma estúpida, lo que ocasionó que ese pastelillo la tomase del cuello con una fuerza sorprendente. Trató de zafarse en reiteradas ocasiones, pero debía admitir que se encontraba en desventaja. Para cuando soltó una de sus preciadas dagas, el aire ya había comenzado a faltarle. Pudo observar como una mocosa con cabellos de oro cortaba la cabeza de Ferid, mientras que la otra vampira mantenía el duelo con Crowley. Admitía que era temeraria, pues nadie había durado más de dos minutos en el campo contra un oponente como él; no obstante, ella tenía sus propios problemas con los cuales lidiar.
La muerte le parecía asegurada, ya fuese porque le rompieran el cuello o por la falta de aire, aun así, hizo un último esfuerzo y acudió a su magia, creando una ilusión que los sumiría en una extensa oscuridad. Aquello no pareció suficiente para el humano, quien seguía insistiendo en que la mataría y, en ese punto, Lexie ya no lo dudaba. Fue así como optó por asentir, contra todo su orgullo, a la petición de terminar con aquello. Depositó un pequeño, pero travieso beso en los labios del muchacho, prometiéndole que se volverían a encontrar y a la primera oportunidad escapó, ocultándose entre las oscuras fauces de su ilusión. Si Crowley moría a manos de aquella mocosa era algo que no le importaba y tampoco le importaba impedirlo, tenía que salir de ahí y pronto. Aunque pasaría mucho tiempo antes de olvidarse de aquella noche tan irrepetible.
Habilidad nivel 0: Animus domini
- Off:
- Puedes matar a Crowley si lo deseas :DD lo he dejado por completo a tu merced ♥ Lof llu
Ashryn Elaynor
Honorable
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Re: Reencuentro con el pasado [Privado]
Dejó de apretar cuando los ojos de la vampiresa comenzaron a inyectarse en sangre, cuando esta dejó de forcejear entre sus brazos y, por su forma de moverse, pareció rendirse.
El castaño apretó los dientes y pronunciando algo remotamente a un gruñido la soltó. Nadie podía decir que Eltrant Tale era alguien que incumplía con lo que decía, por mucho que en aquel momento desease ver muerta a la mujer que acababa de desvanecerse entre las sombras, le había prometido que la dejaría ir si ponía de su parte.
No le gustaba.
No le gustaba haberla dejado ir, tampoco le gustaba la ira que se había apoderado de él, la necesidad visceral que se había apoderado de él. Podía negarlo todo lo que quisiese, pero la realidad era que querría haber escuchado su cuello crujir entre sus manos.
No le gustaba.
Frunciendo el ceño dejó escapar el suspiró más largo que recordaba hasta la fecha y, tras otear el lugar por el que se había marchado la mujer que decía responder al nombre de Lex, Eltrant se giró hacia Lyn, quien seguía batallando con el ultimo secuaz de Lex.
Cuando comprobó que no solo no estaba en peligro inmediato, sino que era otro vampiro el que estaba en problemas se relajó mínimamente.
Frunció el ceño y recuperó a Olvido, buscó a continuación a la pareja de elfos, que no estaban muy lejos de dónde se había producido toda la batalla. Incluso había visto a Ashryn acometer contra uno de los contrincantes de Lyn y cercenarle la cabeza cuando este había estado a punto de acabar con la vida de su hermano.
Sacudió la cabeza, debía de haber estado más atento, se había centrado demasiado en la vampiresa y casi mataban a una de las personas a las que debería haber estado protegiendo.
- ¿Estáis bien? – Se agachó junto a la pareja, que estaba abrazada en el suelo.
La pregunta era un tanto absurda, era evidente que, como mínimo, aquello no era algo que estuviesen disfrutando. Allen tenía el brazo herido, toda la manga de su indumentaria se había tornado carmesí.
- Sobrevivirás… - Le dijo en un tono tranquilizador, probablemente ellos supiesen más de heridas que él mismo, pero era lo mínimo que podía hacer. - ¿Podéis levantaros? – Preguntó a continuación. – No sé si nos vamos a poder quedar mucho más en este pueblo. – Aseveró, volviendo a depositar sus ojos sobre Lyn. – A mi espalda. – Sin pensarlo demasiado tomó a Allen por el cuello de su camisa y se lo cargó al hombro como si fuese un saco de heno, con Ashryn hizo algo similar. – Nos vamos. – Aseguró haciendo caso omiso a cualquier queja que los hermanos pudiesen tener.
La pequeña población estaba a rebosar todavía de mercenarios que, por lo sucedido en la taberna, querían acabar con la vida de la elfa. Lo mejor que podían hacer era usar todo aquello para huir sin ser vistos.
- ¡Lyn! – Gritó comenzando a avanzar hacia la salida más cercana de la plaza. - ¡Nos vamos! -
- Vamos, vamos. – Lyn se cruzó de brazos delante del vampiro pelirrojo, después le hizo una seña para que continuase con lo que estaba haciendo. - ¿Eso es todo lo que puedes hacer? – Dio varios saltitos dónde estaba y estiro los brazos por encima de su cabeza de forma casual. - ¿Dónde está toda esa arrogancia de antes? ¿No ibas a matarme y a hacer todo tipo de cosas con mi cuerpo? – La ojiazul sonrió mostrando todos sus dientes. – Puedes irte si quieres, yo te dejo. – Señaló al callejón que el vampiro tenías tras él y, después de encogerse de hombros se vio obligada a dar varios saltos hacía atrás para evitar los ataques de su compañero de raza.
Sí que estaba enfadado.
Suspiró profundamente; Lyn no era ninguna guerrera, nunca se había considerado una, no le gustaba pelear. ¿A quién le gustaba pelear? A nadie, salvando a Eltrant y a Asher, por supuesto, pero ellos eran raritos.
- ¡Oh! ¡Ya sé! – Se agachó para evitar la hoja de su oponente e hizo que las sombras que estaban a los pies de su rival tratasen de inmovilizarle. Este, no obstante, parecía ver la intención de la ojiazul y se alejó de ella a toda prisa. - ¿Tienes miedo? ¿Es eso? – Lyn dio una palmada frente a su cara, las sombras del lugar comenzaron a arremolinarse alrededor de ella. – ¿No? – preguntó extendiendo las manos hacía el pelirrojo. – Pues deberías. –
- ¡Lyn! – La vampiresa se detuvo y se giró hacía el origen de la voz, sus sombras se detuvieron. - ¡Nos vamos! – La ojiazul asintió y, levantando un campo de oscuridad tras ella, corrió tras el exmercenario dejando a un vampiro que, tan pronto tuvo la oportunidad, comenzó a correr en la dirección opuesta.
- ¡Esperadme! –
Dejó caer a los hermanos a los pies de un árbol a las afueras del pueblo, después se sentó junto a ellos.
Cerró los ojos. No sabía dónde se habría metido Lex, tampoco sabía gran cosa de sus lacayos. Pero la aldea se había quedado tranquila, dejando a un lado a los mercenarios y a los lugareños que seguían buscando a Ashryn, no tendrían demasiados problemas por el momento.
- Antes de que os vayáis... vais a explicarme muchas de todo... lo que ha pasado esta noche. – Sin abrir los ojos, notó como Lyn se sentaba junto a él – Muchísimas cosas. – Volvió a abrir los ojos y sonrió a los mellizos - ¿A que sí? – Tendría que ser rápido de todas formas, tenían que encontrar un sitio resguardado para Lyn antes de que amaneciese y no parecía faltar demasiado para esto.
Quizás una de las granjas de la zona.
El castaño apretó los dientes y pronunciando algo remotamente a un gruñido la soltó. Nadie podía decir que Eltrant Tale era alguien que incumplía con lo que decía, por mucho que en aquel momento desease ver muerta a la mujer que acababa de desvanecerse entre las sombras, le había prometido que la dejaría ir si ponía de su parte.
No le gustaba.
No le gustaba haberla dejado ir, tampoco le gustaba la ira que se había apoderado de él, la necesidad visceral que se había apoderado de él. Podía negarlo todo lo que quisiese, pero la realidad era que querría haber escuchado su cuello crujir entre sus manos.
No le gustaba.
Frunciendo el ceño dejó escapar el suspiró más largo que recordaba hasta la fecha y, tras otear el lugar por el que se había marchado la mujer que decía responder al nombre de Lex, Eltrant se giró hacia Lyn, quien seguía batallando con el ultimo secuaz de Lex.
Cuando comprobó que no solo no estaba en peligro inmediato, sino que era otro vampiro el que estaba en problemas se relajó mínimamente.
Frunció el ceño y recuperó a Olvido, buscó a continuación a la pareja de elfos, que no estaban muy lejos de dónde se había producido toda la batalla. Incluso había visto a Ashryn acometer contra uno de los contrincantes de Lyn y cercenarle la cabeza cuando este había estado a punto de acabar con la vida de su hermano.
Sacudió la cabeza, debía de haber estado más atento, se había centrado demasiado en la vampiresa y casi mataban a una de las personas a las que debería haber estado protegiendo.
- ¿Estáis bien? – Se agachó junto a la pareja, que estaba abrazada en el suelo.
La pregunta era un tanto absurda, era evidente que, como mínimo, aquello no era algo que estuviesen disfrutando. Allen tenía el brazo herido, toda la manga de su indumentaria se había tornado carmesí.
- Sobrevivirás… - Le dijo en un tono tranquilizador, probablemente ellos supiesen más de heridas que él mismo, pero era lo mínimo que podía hacer. - ¿Podéis levantaros? – Preguntó a continuación. – No sé si nos vamos a poder quedar mucho más en este pueblo. – Aseveró, volviendo a depositar sus ojos sobre Lyn. – A mi espalda. – Sin pensarlo demasiado tomó a Allen por el cuello de su camisa y se lo cargó al hombro como si fuese un saco de heno, con Ashryn hizo algo similar. – Nos vamos. – Aseguró haciendo caso omiso a cualquier queja que los hermanos pudiesen tener.
La pequeña población estaba a rebosar todavía de mercenarios que, por lo sucedido en la taberna, querían acabar con la vida de la elfa. Lo mejor que podían hacer era usar todo aquello para huir sin ser vistos.
- ¡Lyn! – Gritó comenzando a avanzar hacia la salida más cercana de la plaza. - ¡Nos vamos! -
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- Vamos, vamos. – Lyn se cruzó de brazos delante del vampiro pelirrojo, después le hizo una seña para que continuase con lo que estaba haciendo. - ¿Eso es todo lo que puedes hacer? – Dio varios saltitos dónde estaba y estiro los brazos por encima de su cabeza de forma casual. - ¿Dónde está toda esa arrogancia de antes? ¿No ibas a matarme y a hacer todo tipo de cosas con mi cuerpo? – La ojiazul sonrió mostrando todos sus dientes. – Puedes irte si quieres, yo te dejo. – Señaló al callejón que el vampiro tenías tras él y, después de encogerse de hombros se vio obligada a dar varios saltos hacía atrás para evitar los ataques de su compañero de raza.
Sí que estaba enfadado.
Suspiró profundamente; Lyn no era ninguna guerrera, nunca se había considerado una, no le gustaba pelear. ¿A quién le gustaba pelear? A nadie, salvando a Eltrant y a Asher, por supuesto, pero ellos eran raritos.
- ¡Oh! ¡Ya sé! – Se agachó para evitar la hoja de su oponente e hizo que las sombras que estaban a los pies de su rival tratasen de inmovilizarle. Este, no obstante, parecía ver la intención de la ojiazul y se alejó de ella a toda prisa. - ¿Tienes miedo? ¿Es eso? – Lyn dio una palmada frente a su cara, las sombras del lugar comenzaron a arremolinarse alrededor de ella. – ¿No? – preguntó extendiendo las manos hacía el pelirrojo. – Pues deberías. –
- ¡Lyn! – La vampiresa se detuvo y se giró hacía el origen de la voz, sus sombras se detuvieron. - ¡Nos vamos! – La ojiazul asintió y, levantando un campo de oscuridad tras ella, corrió tras el exmercenario dejando a un vampiro que, tan pronto tuvo la oportunidad, comenzó a correr en la dirección opuesta.
- ¡Esperadme! –
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Dejó caer a los hermanos a los pies de un árbol a las afueras del pueblo, después se sentó junto a ellos.
Cerró los ojos. No sabía dónde se habría metido Lex, tampoco sabía gran cosa de sus lacayos. Pero la aldea se había quedado tranquila, dejando a un lado a los mercenarios y a los lugareños que seguían buscando a Ashryn, no tendrían demasiados problemas por el momento.
- Antes de que os vayáis... vais a explicarme muchas de todo... lo que ha pasado esta noche. – Sin abrir los ojos, notó como Lyn se sentaba junto a él – Muchísimas cosas. – Volvió a abrir los ojos y sonrió a los mellizos - ¿A que sí? – Tendría que ser rápido de todas formas, tenían que encontrar un sitio resguardado para Lyn antes de que amaneciese y no parecía faltar demasiado para esto.
Quizás una de las granjas de la zona.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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