Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
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Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Cerca de los hermosos comercios principales de la Ciudad de los Humanos, se enzarzaban un par de féminas entre el calor de la tarde. Las baldosas de piedra de las calles, de tener voz, se habrían quejado en ese momento de los tremendos pisotones que soltaba furiosa una rechoncheta señora, quien a su vez en su mano apretaba con fiereza la oreja de una muchacha de no más de 15 años que gritaba a todo pulmón como un nene de 4.
La multitud pasajera observaba curiosa aquel espectáculo: La mujer caminando a dura marcha mientras una elfilla clamaba aún agachada por piedad, intentando zafarse del destino que le quería hacer llegar la señora.
- ¡No lo vuelvo a hacer, lo juro!
- Más ruido no pudiste hacer, maldita estúpida - decía refunfuñando aún la mujer. La oreja de Iliaki se tornaba cada vez más colorada.
- ¡Por favor! - volvía a clamar, aún dando manotazos al aire para conseguir su libertad
El puesto de guardias se alzó entonces en la esquina. En ese momento, la ladronzuela logró sentir a todo detalle cómo cada vello de su cuerpo se erizaba del pánico. Su cabeza comenzó a retorcerse, e intentó una coartada antes de ser llevada a su perdición.
- ¡Lo siento, lo siento, haré lo que sea, pero por favor, no me lleve ahí! - jadeó llena de miedo una última vez. La mujer se detuvo, tomando cierto interés en lo que la elfilla decía - ¡No me lleve, los guardias me odian! ¡Le vendo mi alma si quiere!
La mujer, conocida en los alrededores como Margarita la Repostera, era una mujer de muy buenos escrúpulos, de alto candil y de dulce tratar. Era difícil hacerla enfadar, sin embargo, había una sola cosa por la cual daría su vida entera para mantener a flote: Su negocio de dulces y postres, al cual había forjado con dedicación y ternura durante largos años hasta aquel día. Había sido suficiente con hacer un estropicio en su repostería para lograr que sus estribos se perdieran en un santiamén.
- Vienes a mi repostería e intentas robar mis pastelillos, eso podría comprenderlo - habló con total despecho -, ¡pero gritar de la nada, tirar todos los estantes de alguna forma y arruinar todo mi trabajo es inaceptable!
- ¡Lo siento, es que tengo una cosa en el cuessssasasa... - respondió la elfilla un tanto avergonzada con el dedo apenas apuntando a su nuca.
La mujer resopló y soltó a la ladronzuela, llevando entonces un par dedos a su frente. Iliaki pensó en escapar, pero era la primera vez que no sintió el impulso de hacerlo, ya fuese por miedo al temperamento de Margarita o por corresponder al favor que parecía estarle haciendo al perdonarla. Margarita quedó meditabunda un par de minutos, y en cuando hubo resuelto sus cuestiones, continuó:
- Escucha, puedes hacer una cosa, que te sirva de castigo y de lección de responsabilidad ¿De acuerdo? - le dijo meneándole el índice cerca de la cara. - Tendrás que ser responsable, y si lo haces bien, te podría pagar por ello.
Los ojos de Iliaki se iluminaron ¡Qué maravillosa situación! Los dioses le habían sonreído con la misericordia en forma de mujer.
- Mañana iré a Baslodia a recoger unos ingredientes, y la señorita que suele encargarse de mis hijos ha decidido desaparecer en cuanto la he buscado para la tarea. Hasta el día de hoy, no encontré a quien lo hiciera, pero ahora tú lo harás por mí - dijo mientras tocaba brevemente la nariz de la elfilla
- ¡No se preocupe! - exclamó Iliaki, poniendo su cuerpo tan rígido y recto como el de un general. - ¡Estaré ahí, gracias por la oportunidad!
- Oh, mis niños son unos amores, no tendrás problemas con ellos. Mañana te quiero en mi repostería antes de las nueve, si no llegas, te buscaré yo misma y te arrancaré los dientes uno por uno ¿Entendido?
Iliaki asintió y salió corriendo a toda la velocidad que le permitieron sus flacuchos pies. Si bien tenía la opción de no hacerlo, la promesa de una recompensa que en su mentecilla traviesa era una montaña de pastelillos la hacía bailar de alegría a través de las esquinas.
Sin embargo, conforme pasó el día, entre más pensaba y repensaba la hazaña que había conseguido, la recompensa era tapada por la carga de tener que cuidar a niños, posiblemente apenas unos cuantos años menores que ella. En su día a día, tener que lidiar con otro niño que no fuera un Gorrión casi siempre terminaba en una riña por comida, por dinero o por territorio.
Ya en su lecho en las catacumbas (pues aún no se le daba por dormir en la Ratonera por incomodidad), seguía dándole vueltas y vueltas; su pereza aumentaba proporcionalmente al tiempo que le dedicaba en sus pensares. Pensó en desistir, pero la enorme montaña de pastelillos apareció de nuevo para recordarle el porqué de su tarea. Quizá sola no podría, pero quizá dos... ¡Eureka!
Con una sonrisa entre labios, durmió plácidamente mientras soñaba que practicaba alpinismo en La Magna Cumbre de Mantequilla.
Al día siguiente, despertando más temprano que de costumbre y luego de estirarse, se dirigió a la Ratonera en busca de alguien que la ayudase en su labor. Quizá en lo que se refiere a "ayuda", se podría decir que era a alguien a quien hiciera el trabajo por ella.
Al llegar, no se encontró con nadie más que con el pequeño vampiro. Ralphy, con todo el pesar que puede tener un queso, se negó a ir, por obvias y no tan obvias razones, sin embargo, le señaló el paradero de otro Gorrión que entonces se hallaba lejos de ahí. Le indicó santa y seña del camino, comentó algunas instrucciones que había recibido para entrar al recinto y luego le hizo entrega de una extraña roca.
La ladronzuela, comiendo más ansias que atenciones, sin apenas escuchar, se dirigió veloz como rayo al lugar donde albergaba al que le habría de ayudar en su empresa. Imponente, La Esfera se alzó ante sus ojos en medio del todo.
- ¡Chimar! ¡CHIMAAAAAAAAAAAAAAAAARRRR! - gritó a todo pulmón, reventando incluso los oídos de los pocos animales que osaban pasar por ahí.
Esperó un minuto, luego dos. El pequeño genio no aparecía. Se acercó a la enorme pared de metal y comenzó a tocar con los nudillos.
*Toc toc toc*
- Chimar
*Toc toc toc*
- Chimar
*Toc toc toc*
- Chimar.
El silencio reinó unos momentos. Nada de eso funcionó. Ya un tanto molesta de ello, comenzaba a considerar que el inventor probablemente no se hallaba ahí, sin embargo, intentaría una vez más.
¿Para qué había dicho Ralphy que era esto? Bah, no lo recuerdo. Pero seguro era para esto.
Se alejó un poco y observó la extraña piedra que le había dado. Arqueó sus cejas y resolvió en lanzarla. Preparó el impulso de manera profesional: Alzo una pierna, y dando tres vueltas con su brazo, con su excelente puntería y tiro logró ejercer una excelente lanzada. La piedra giró haciendo zumbar el aire hasta llegar a la parte más alta del techo de metal.
Iliaki miró por un momento extasiada el suceso, no obstante, al ver que no hubo ningún resultado, tomó un par de piedras que se hallaban en el suelo y repitió el procedimiento. Nada todavía.
Carambas, se me va a hacer tarde ¿En dónde estará ese enano?
De pronto, un extraño ruido comenzó a inundar el ambiente. No fueron pocas las aves que alzaron el vuelo alarmadas por el extraño zumbido. Iliaki, a sabiendas que no estaba en su mejor época de suerte, quedóse ahí, parada. No parecía sorprenderle que una cosa como esa (fuese lo que fuese a ocurrir) ocurriera.
- Ok...
Sin más, se recostó en el suelo y abrazó sus propias rodillas para proceder a hacerse bolita.
Offrol: Se hace referencia a la maldición ¡Al Ladrón!
La multitud pasajera observaba curiosa aquel espectáculo: La mujer caminando a dura marcha mientras una elfilla clamaba aún agachada por piedad, intentando zafarse del destino que le quería hacer llegar la señora.
- ¡No lo vuelvo a hacer, lo juro!
- Más ruido no pudiste hacer, maldita estúpida - decía refunfuñando aún la mujer. La oreja de Iliaki se tornaba cada vez más colorada.
- ¡Por favor! - volvía a clamar, aún dando manotazos al aire para conseguir su libertad
El puesto de guardias se alzó entonces en la esquina. En ese momento, la ladronzuela logró sentir a todo detalle cómo cada vello de su cuerpo se erizaba del pánico. Su cabeza comenzó a retorcerse, e intentó una coartada antes de ser llevada a su perdición.
- ¡Lo siento, lo siento, haré lo que sea, pero por favor, no me lleve ahí! - jadeó llena de miedo una última vez. La mujer se detuvo, tomando cierto interés en lo que la elfilla decía - ¡No me lleve, los guardias me odian! ¡Le vendo mi alma si quiere!
La mujer, conocida en los alrededores como Margarita la Repostera, era una mujer de muy buenos escrúpulos, de alto candil y de dulce tratar. Era difícil hacerla enfadar, sin embargo, había una sola cosa por la cual daría su vida entera para mantener a flote: Su negocio de dulces y postres, al cual había forjado con dedicación y ternura durante largos años hasta aquel día. Había sido suficiente con hacer un estropicio en su repostería para lograr que sus estribos se perdieran en un santiamén.
- Margarita la Repostera:
- Vienes a mi repostería e intentas robar mis pastelillos, eso podría comprenderlo - habló con total despecho -, ¡pero gritar de la nada, tirar todos los estantes de alguna forma y arruinar todo mi trabajo es inaceptable!
- ¡Lo siento, es que tengo una cosa en el cuessssasasa... - respondió la elfilla un tanto avergonzada con el dedo apenas apuntando a su nuca.
La mujer resopló y soltó a la ladronzuela, llevando entonces un par dedos a su frente. Iliaki pensó en escapar, pero era la primera vez que no sintió el impulso de hacerlo, ya fuese por miedo al temperamento de Margarita o por corresponder al favor que parecía estarle haciendo al perdonarla. Margarita quedó meditabunda un par de minutos, y en cuando hubo resuelto sus cuestiones, continuó:
- Escucha, puedes hacer una cosa, que te sirva de castigo y de lección de responsabilidad ¿De acuerdo? - le dijo meneándole el índice cerca de la cara. - Tendrás que ser responsable, y si lo haces bien, te podría pagar por ello.
Los ojos de Iliaki se iluminaron ¡Qué maravillosa situación! Los dioses le habían sonreído con la misericordia en forma de mujer.
- Mañana iré a Baslodia a recoger unos ingredientes, y la señorita que suele encargarse de mis hijos ha decidido desaparecer en cuanto la he buscado para la tarea. Hasta el día de hoy, no encontré a quien lo hiciera, pero ahora tú lo harás por mí - dijo mientras tocaba brevemente la nariz de la elfilla
- ¡No se preocupe! - exclamó Iliaki, poniendo su cuerpo tan rígido y recto como el de un general. - ¡Estaré ahí, gracias por la oportunidad!
- Oh, mis niños son unos amores, no tendrás problemas con ellos. Mañana te quiero en mi repostería antes de las nueve, si no llegas, te buscaré yo misma y te arrancaré los dientes uno por uno ¿Entendido?
Iliaki asintió y salió corriendo a toda la velocidad que le permitieron sus flacuchos pies. Si bien tenía la opción de no hacerlo, la promesa de una recompensa que en su mentecilla traviesa era una montaña de pastelillos la hacía bailar de alegría a través de las esquinas.
Sin embargo, conforme pasó el día, entre más pensaba y repensaba la hazaña que había conseguido, la recompensa era tapada por la carga de tener que cuidar a niños, posiblemente apenas unos cuantos años menores que ella. En su día a día, tener que lidiar con otro niño que no fuera un Gorrión casi siempre terminaba en una riña por comida, por dinero o por territorio.
Ya en su lecho en las catacumbas (pues aún no se le daba por dormir en la Ratonera por incomodidad), seguía dándole vueltas y vueltas; su pereza aumentaba proporcionalmente al tiempo que le dedicaba en sus pensares. Pensó en desistir, pero la enorme montaña de pastelillos apareció de nuevo para recordarle el porqué de su tarea. Quizá sola no podría, pero quizá dos... ¡Eureka!
Con una sonrisa entre labios, durmió plácidamente mientras soñaba que practicaba alpinismo en La Magna Cumbre de Mantequilla.
Al día siguiente, despertando más temprano que de costumbre y luego de estirarse, se dirigió a la Ratonera en busca de alguien que la ayudase en su labor. Quizá en lo que se refiere a "ayuda", se podría decir que era a alguien a quien hiciera el trabajo por ella.
Al llegar, no se encontró con nadie más que con el pequeño vampiro. Ralphy, con todo el pesar que puede tener un queso, se negó a ir, por obvias y no tan obvias razones, sin embargo, le señaló el paradero de otro Gorrión que entonces se hallaba lejos de ahí. Le indicó santa y seña del camino, comentó algunas instrucciones que había recibido para entrar al recinto y luego le hizo entrega de una extraña roca.
La ladronzuela, comiendo más ansias que atenciones, sin apenas escuchar, se dirigió veloz como rayo al lugar donde albergaba al que le habría de ayudar en su empresa. Imponente, La Esfera se alzó ante sus ojos en medio del todo.
- ¡Chimar! ¡CHIMAAAAAAAAAAAAAAAAARRRR! - gritó a todo pulmón, reventando incluso los oídos de los pocos animales que osaban pasar por ahí.
Esperó un minuto, luego dos. El pequeño genio no aparecía. Se acercó a la enorme pared de metal y comenzó a tocar con los nudillos.
*Toc toc toc*
- Chimar
*Toc toc toc*
- Chimar
*Toc toc toc*
- Chimar.
El silencio reinó unos momentos. Nada de eso funcionó. Ya un tanto molesta de ello, comenzaba a considerar que el inventor probablemente no se hallaba ahí, sin embargo, intentaría una vez más.
¿Para qué había dicho Ralphy que era esto? Bah, no lo recuerdo. Pero seguro era para esto.
Se alejó un poco y observó la extraña piedra que le había dado. Arqueó sus cejas y resolvió en lanzarla. Preparó el impulso de manera profesional: Alzo una pierna, y dando tres vueltas con su brazo, con su excelente puntería y tiro logró ejercer una excelente lanzada. La piedra giró haciendo zumbar el aire hasta llegar a la parte más alta del techo de metal.
Iliaki miró por un momento extasiada el suceso, no obstante, al ver que no hubo ningún resultado, tomó un par de piedras que se hallaban en el suelo y repitió el procedimiento. Nada todavía.
Carambas, se me va a hacer tarde ¿En dónde estará ese enano?
De pronto, un extraño ruido comenzó a inundar el ambiente. No fueron pocas las aves que alzaron el vuelo alarmadas por el extraño zumbido. Iliaki, a sabiendas que no estaba en su mejor época de suerte, quedóse ahí, parada. No parecía sorprenderle que una cosa como esa (fuese lo que fuese a ocurrir) ocurriera.
- Ok...
Sin más, se recostó en el suelo y abrazó sus propias rodillas para proceder a hacerse bolita.
Offrol: Se hace referencia a la maldición ¡Al Ladrón!
Última edición por Iliaki el Jue Mar 01 2018, 18:13, editado 1 vez
Iliaki
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Chimar se desveló un poco intentando encontrar el sentido aparente de un aparato que Carol en su infinita sabiduría se había negado a identificar… al final termino siendo un artefacto de limpieza bastante elaborado y terriblemente inútil para otra cosa que no fuera limpiar a profundidad el baño de la esfera.
Por esta razón cuando la alarma de su estudio sonó fue incapaz de controlar el gran salto de sorpresa, afortunadamente la cama es bastante grande. Luego de controlar las palpitaciones aceleradas de su corazón pide un informe a la entidad artificial que controla su peculiar fortaleza esférica.
Informe Carol… como sea otro pájaro.
Sujeto femenino elfo de corta edad arrojando piedras erráticamente en el exterior y pidiendo audiencia con Chimar Maquiavelo.
El niño estrella la mano derecha en su frente ante el reporte, es claro que se trata de Iliaki. No asiste a las reuniones de los Gorriones y siempre se aparece en situaciones extrañas… es momento de una pequeña lección inocente. Maquiavelo sonríe maliciosamente y vuelve a la cama, luego da la peor orden que se le puede dar a Carol.
Tienes libertad para asustarla por cinco minutos.
Ante esa orden se genera una respuesta afuera sin que nadie del interior pueda percibirlo, un espectáculo de luces, amenazas y ruidos que sin duda es la razón por la cual nadie a rehabitado la cuadra vecina todavía. El niño genio ríe para si mismo mientras vuelve a buscar el sueño aunque por desgracia los cinco minutos pasan rápido.
Ya pasaron los cinco minutos Chimar Maquiavelo.
Típico…
Sin mayor demora salta de su lecho por segunda vez y pasa a lavarse la cara, eventualmente llega a la salida y autoriza una apertura con su piedra de guarda. Afuera se encuentra otro instrumento de entrada tirado junto con varias piedras corrientes, no ve a Iliaki por ninguna parte pero debe estar allí oculta como una comadreja.
Ya puedes Salir… ¿sabes que esto te deja entrar cuando te acercas de forma decente no?
Duda que Iliaki y decente estén en el mismo canal pero no pierde las esperanzas de convertir a su amiga en una elfa como Niniel… puede que las montañas caigan y se alcen antes pero el optimismo nunca se debe perder. Todos los orejas de punta tienen el aburrimiento recatado intrínseco en su sangre esperando salir.
Es tiempo de que comiences a venir puntualmente a las reuniones Iliaki, se dicen cosas importantes como las mudanzas de clan.
Arquea una ceja pues todo sigue solitario, espera de todo corazón que Carol no se haya pasado con su jueguito pues tenia un bonito sueño en el breve segundo intento por dormir. Suspira mientras pasa a sentarse en los escalones, en algún momento saldrá… la inteligencia de su esfera tiene prohibido matar cuando se le ordena meter miedo.
Por esta razón cuando la alarma de su estudio sonó fue incapaz de controlar el gran salto de sorpresa, afortunadamente la cama es bastante grande. Luego de controlar las palpitaciones aceleradas de su corazón pide un informe a la entidad artificial que controla su peculiar fortaleza esférica.
Informe Carol… como sea otro pájaro.
Sujeto femenino elfo de corta edad arrojando piedras erráticamente en el exterior y pidiendo audiencia con Chimar Maquiavelo.
El niño estrella la mano derecha en su frente ante el reporte, es claro que se trata de Iliaki. No asiste a las reuniones de los Gorriones y siempre se aparece en situaciones extrañas… es momento de una pequeña lección inocente. Maquiavelo sonríe maliciosamente y vuelve a la cama, luego da la peor orden que se le puede dar a Carol.
Tienes libertad para asustarla por cinco minutos.
Ante esa orden se genera una respuesta afuera sin que nadie del interior pueda percibirlo, un espectáculo de luces, amenazas y ruidos que sin duda es la razón por la cual nadie a rehabitado la cuadra vecina todavía. El niño genio ríe para si mismo mientras vuelve a buscar el sueño aunque por desgracia los cinco minutos pasan rápido.
Ya pasaron los cinco minutos Chimar Maquiavelo.
Típico…
Sin mayor demora salta de su lecho por segunda vez y pasa a lavarse la cara, eventualmente llega a la salida y autoriza una apertura con su piedra de guarda. Afuera se encuentra otro instrumento de entrada tirado junto con varias piedras corrientes, no ve a Iliaki por ninguna parte pero debe estar allí oculta como una comadreja.
Ya puedes Salir… ¿sabes que esto te deja entrar cuando te acercas de forma decente no?
Duda que Iliaki y decente estén en el mismo canal pero no pierde las esperanzas de convertir a su amiga en una elfa como Niniel… puede que las montañas caigan y se alcen antes pero el optimismo nunca se debe perder. Todos los orejas de punta tienen el aburrimiento recatado intrínseco en su sangre esperando salir.
Es tiempo de que comiences a venir puntualmente a las reuniones Iliaki, se dicen cosas importantes como las mudanzas de clan.
Arquea una ceja pues todo sigue solitario, espera de todo corazón que Carol no se haya pasado con su jueguito pues tenia un bonito sueño en el breve segundo intento por dormir. Suspira mientras pasa a sentarse en los escalones, en algún momento saldrá… la inteligencia de su esfera tiene prohibido matar cuando se le ordena meter miedo.
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
En medio de la nada, se escuchó un grito aterrador. Las luces se vieron hasta la costa, quizá haciendo que los barcos perdidos en el horizonte al otro lado del planeta, dieran media vuelta y regresaran a casa. Únicamente me sentí flotar entre un montón de luces y golpes, quizá hasta pude haber volado a través de los aires hasta caer de nuevo entre las copas de los árboles. Mi cuerpo solamente pudo expresar todo con una sola... ¿expresión?
- ¡¡¡Me lleva la... AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!! - gritó para luego caer sobre un frondoso roble, para luego volver a rebotar sobre una rama hasta un montón de hojarasca en el suelo.
Un estruendoso ruido logró erizar a la elfilla a tal punto que, de alguna forma de buenas a primeras parecería imposible, logró abrir un hoyo en la tierra con sus manos lo suficientemente grande para meter medio cuerpo, y de paso, tener la elasticidad suficiente para alcanzar hojarasca y esconderse bajo esta.
Sin embargo, de un momento a otro, todo paró. El silencio reinó durante unos momentos, hasta que un golpeteo metálico resonó dentro de la Esfera. Llena de pánico, compactó su flacucho cuerpo lo más que pudo dentro de las hojas, las cuales temblaban en conjunto de su cabezota. Un crujido cortó el silencio del aire, y la tranquilizante voz salvadora de Chimar llegó a los oídos de la pobre elfilla, no sin antes soltar una reprimenda.
- ¡Chimichangas! - exclamó asomando repentinamente su cabeza a través de las hojas. - ¡He venido por ti!
Con trabajosos esfuerzos, logró salir de su escondite hasta quedar de pie y completa sobre el suelo. Luego, sin más miramentos,
plantó sus narices frente al inventor, quien, de esperar, se hallaba más fresco que una lechuga.
- ¡Tu cosa intentó asesinarme! - gritó alzando los brazos al cielo - ¡Y tú lo vas a pagar! Venga, que llevamos prisa.
¿Explicarle ahora o arriesgarme a llegar tarde con Margarita? ¡Mejor le explico en el camino! ¿Cómo le haré...? Epa.
Iliaki dio la espalda a Chimar y sin previo aviso, tomó uno de los brazos del genio, luego el otro, y agachándose estrepitosamente,
lo jaló hasta quedar este en su espalda. Sin más qué decir, comenzó a correr de vuelta a la ciudad con el chico a cuestas. Se hacía el día apenas despejado, con enormes cumulus nimbus flotando encima de sus cabezas para dar paso a los radiantes rayos matutinos.
Sus pies esquivaban varias piedras, saltando algunos riachuelos mientras el rocío de la hierba salía despedido hacia los costados,
filtrando con ellos algunos haces solares que se descomponían en bellos destellos. El camino principal apareció ante ellos, y con este, Lunargenta.
- Es una señora... - habló jadeando de pronto - ... que vende postres en los barrios plebeyos... ¡Ufff, uff! - resoplaba - ...tiene hijos... nosotros cuidamos de ellos, ella nos paga ¡Uff! - una bocanada de aire más - ¡Si lo hacemos bien, nos dará cosas deliciosas!
Por supuesto, Iliaki, una vez más, había pensado más con el estómago que con su cerebro. Dobló una esquina, un viejo reloj en lo alto de una torre comenzó a tocar campanadas. Una, dos, tres... La elfilla no llegaría tarde. Quince metros. Diez metros. Diez campanadas.
- ¡Ahí es!
Offrol:
•Espero que no sea molesto el haberte cargado sin previo aviso. Si así lo prefieres, cambio esa parte (o puedes también patearme las costillas para soltarte).
•En el relato, describo a Lunargenta durante el día para así evitar ser chupados en la noche por los vampiros ( ͡° ͜ʖ ͡°) (?)
- ¡¡¡Me lleva la... AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!! - gritó para luego caer sobre un frondoso roble, para luego volver a rebotar sobre una rama hasta un montón de hojarasca en el suelo.
Un estruendoso ruido logró erizar a la elfilla a tal punto que, de alguna forma de buenas a primeras parecería imposible, logró abrir un hoyo en la tierra con sus manos lo suficientemente grande para meter medio cuerpo, y de paso, tener la elasticidad suficiente para alcanzar hojarasca y esconderse bajo esta.
Sin embargo, de un momento a otro, todo paró. El silencio reinó durante unos momentos, hasta que un golpeteo metálico resonó dentro de la Esfera. Llena de pánico, compactó su flacucho cuerpo lo más que pudo dentro de las hojas, las cuales temblaban en conjunto de su cabezota. Un crujido cortó el silencio del aire, y la tranquilizante voz salvadora de Chimar llegó a los oídos de la pobre elfilla, no sin antes soltar una reprimenda.
- ¡Chimichangas! - exclamó asomando repentinamente su cabeza a través de las hojas. - ¡He venido por ti!
Con trabajosos esfuerzos, logró salir de su escondite hasta quedar de pie y completa sobre el suelo. Luego, sin más miramentos,
plantó sus narices frente al inventor, quien, de esperar, se hallaba más fresco que una lechuga.
- ¡Tu cosa intentó asesinarme! - gritó alzando los brazos al cielo - ¡Y tú lo vas a pagar! Venga, que llevamos prisa.
¿Explicarle ahora o arriesgarme a llegar tarde con Margarita? ¡Mejor le explico en el camino! ¿Cómo le haré...? Epa.
Iliaki dio la espalda a Chimar y sin previo aviso, tomó uno de los brazos del genio, luego el otro, y agachándose estrepitosamente,
lo jaló hasta quedar este en su espalda. Sin más qué decir, comenzó a correr de vuelta a la ciudad con el chico a cuestas. Se hacía el día apenas despejado, con enormes cumulus nimbus flotando encima de sus cabezas para dar paso a los radiantes rayos matutinos.
Sus pies esquivaban varias piedras, saltando algunos riachuelos mientras el rocío de la hierba salía despedido hacia los costados,
filtrando con ellos algunos haces solares que se descomponían en bellos destellos. El camino principal apareció ante ellos, y con este, Lunargenta.
- Es una señora... - habló jadeando de pronto - ... que vende postres en los barrios plebeyos... ¡Ufff, uff! - resoplaba - ...tiene hijos... nosotros cuidamos de ellos, ella nos paga ¡Uff! - una bocanada de aire más - ¡Si lo hacemos bien, nos dará cosas deliciosas!
Por supuesto, Iliaki, una vez más, había pensado más con el estómago que con su cerebro. Dobló una esquina, un viejo reloj en lo alto de una torre comenzó a tocar campanadas. Una, dos, tres... La elfilla no llegaría tarde. Quince metros. Diez metros. Diez campanadas.
- ¡Ahí es!
Offrol:
•Espero que no sea molesto el haberte cargado sin previo aviso. Si así lo prefieres, cambio esa parte (o puedes también patearme las costillas para soltarte).
•En el relato, describo a Lunargenta durante el día para así evitar ser chupados en la noche por los vampiros ( ͡° ͜ʖ ͡°) (?)
Iliaki
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Chimar encuentra a su compañera rogando a los dioses en un agujero creado bajo condiciones extrañas, mentalmente agradece no haber contribuido con una repentina muerte. Carol es bastante útil cuando se trata de asustar personas curiosas pero suele pasarse a veces… como Dem con sus bromas ilusorias.
Pues… lo imaginaba.
Menciona por las primeras palabras que expulsa aquella joven elfa y eventualmente todo sube de velocidad como es habitual cuando se trata con Iliaki. Menciona algo sobre sobre intentos de asesinato junto con compensación pero antes de que Maquiavelo pueda reaccionar ya está siendo cargado “literalmente” por su amiga.
Vale… esto es raro, ¿qué ocurre?
No recibe respuesta y es llevado rápidamente, apenas puede creer lo que pasa. Decide dejar que las cosas sigan su curso… mas que todo porque tiene interés en ver cuanto lograra seguir el ritmo la chiquilla orejas de punta antes de caer agotada. Se deben aprovechar los pequeños momentos, especialmente si hacen gracia.
Una cosa queda clara para Chimar de inmediato, la única integrante femenina del clan “Zöe no cuenta por obvias razones” es más rápida que una montura convencional. Quizás ahora pueda encontrar mayor utilidad en el grupito llevando mensajes y de esta forma no causar destrozos en todos sus intentos criminales.
¿Cuidar niños?, ¿en serio?
El niño inventor a trabajado de todo lo que se puede trabajar en Aerandir pero jamás a tenido que cuidar otros enanos para ganar monedas, un concepto irónico en si mismo que se considera bastante normal. Suspira, dinero es dinero y cuando Iliaki se muestra tan dedicada es que tiene problemas con soluciones raras incluidas.
Sorpresivamente llegan en una pieza, para variar esta vez el enano no tuvo que hacer esfuerzo. Pronto su mente brillante y algo comercial comienza a tener ideas, si pusiera a Iliaki con un carromano en la entrada de Lunargenta podría hacer muchas monedas llevando a los nobles pomposos de un lado a otro.
Un servicio de transporte… lo llamaría CarrosChim, excelente mote.
Cuando nota que esta hablando solo traga saliva, suele pasarle mucho al tener ideas fugaces. Como ya están detenidos se baja de su colega… menuda forma de expresar algo. Reconoce el lugar aunque no tiene idea de que están buscando, para bien o para mal la chica es quien realizo todo lo relacionado a contactos.
Mientras esperamos “toz disimulada” ¿cuanto pesas?
Si logra extrapolar un peso sabrá de que tamaño hacer el carromano para mayor eficiencia, luego puede sorprenderla y aplicar sus poderes de convencimiento. ¿Que se le puede hacer?, cuando tiene una idea la desarrolla hasta el final aunque termine descartada en el rincón mas oscuro de su taller.
Pues… lo imaginaba.
Menciona por las primeras palabras que expulsa aquella joven elfa y eventualmente todo sube de velocidad como es habitual cuando se trata con Iliaki. Menciona algo sobre sobre intentos de asesinato junto con compensación pero antes de que Maquiavelo pueda reaccionar ya está siendo cargado “literalmente” por su amiga.
Vale… esto es raro, ¿qué ocurre?
No recibe respuesta y es llevado rápidamente, apenas puede creer lo que pasa. Decide dejar que las cosas sigan su curso… mas que todo porque tiene interés en ver cuanto lograra seguir el ritmo la chiquilla orejas de punta antes de caer agotada. Se deben aprovechar los pequeños momentos, especialmente si hacen gracia.
Una cosa queda clara para Chimar de inmediato, la única integrante femenina del clan “Zöe no cuenta por obvias razones” es más rápida que una montura convencional. Quizás ahora pueda encontrar mayor utilidad en el grupito llevando mensajes y de esta forma no causar destrozos en todos sus intentos criminales.
¿Cuidar niños?, ¿en serio?
El niño inventor a trabajado de todo lo que se puede trabajar en Aerandir pero jamás a tenido que cuidar otros enanos para ganar monedas, un concepto irónico en si mismo que se considera bastante normal. Suspira, dinero es dinero y cuando Iliaki se muestra tan dedicada es que tiene problemas con soluciones raras incluidas.
Sorpresivamente llegan en una pieza, para variar esta vez el enano no tuvo que hacer esfuerzo. Pronto su mente brillante y algo comercial comienza a tener ideas, si pusiera a Iliaki con un carromano en la entrada de Lunargenta podría hacer muchas monedas llevando a los nobles pomposos de un lado a otro.
Un servicio de transporte… lo llamaría CarrosChim, excelente mote.
Cuando nota que esta hablando solo traga saliva, suele pasarle mucho al tener ideas fugaces. Como ya están detenidos se baja de su colega… menuda forma de expresar algo. Reconoce el lugar aunque no tiene idea de que están buscando, para bien o para mal la chica es quien realizo todo lo relacionado a contactos.
Mientras esperamos “toz disimulada” ¿cuanto pesas?
Si logra extrapolar un peso sabrá de que tamaño hacer el carromano para mayor eficiencia, luego puede sorprenderla y aplicar sus poderes de convencimiento. ¿Que se le puede hacer?, cuando tiene una idea la desarrolla hasta el final aunque termine descartada en el rincón mas oscuro de su taller.
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
A pesar de haberme quedado sin aliento, llegamos justo al punto de las diez. Solamente nos hallábamos frente a la entrada de la repostería, pero no ser veía más sino la puerta cerrada. Aproveché la oportunidad para sentarme al pie del quicio de madera para recuperar un poco las energías.
Observé a Chimar en busca de alguna pista que me indicase que él no creía que solamente quería gastarle una broma, y así fue. Él pensaba. Es fácil adivinar cuando piensa; no es como el resto de la gente babosa (¿Toda Lunargenta, tal vez?) que al hacerlo, sus rostros lucen confundidos y con la boca a punto de soltar un hilillo de baba, para luego hacer cortocircuito y evadir el pensamiento con alguna otra tonteria.
Pero cuando Chimar piensa, se desconecta del todo, aunque sea por un pequeñísimo momento, y fija su mirada a algo sin mirarlo, tal y como si estuviese contando estrellas o macarrones. Alguna vez me gustaría saber qué rayos piensa cuando se pone de ese mo...
El propio tren del pensamiento de la elfilla fue frenado en seco por una frase fugaz. Iliaki quedóse perpleja ante tales palabras. No había pasado más de un minuto cuando el inventor lanzó otra pregunta a la chica, quien apenas lograba reponerse del enunciado anterior.
- ¿Eh? - dijo vagamente Iliaki enchinando los ojos. - ¿Mi peso? Pues...
Esta vez, quien había quedado ausente por un profundo pensamiento fue la ladronzuela, quien parecía hacer profundos cálculos matemáticos a la vez que se comía la Verdad Infinita del Universo entero de un bocado. Su cerebro, de no ser porque aún poseía agua y carne, se encontraba al punto de la fundición.
Una mano salvadora se posó de pronto sobre el hombro de la elfilla, quien en ese momento se encontraba al punto del cortocircuito. Sin embargo, tal contacto no hizo más que hacer que la ladronzuela diera tal salto del susto que de un momento a otro, se encontró de pie.
- ¡Niña, no me espantes así! - exclamó Margarita, llevándose una mano al pecho por la impresión de tal maroma. Verán: mientras Iliaki armaba un borlote mental, la repostera había salido de la puerta con el cabello recogido, con botas de cuero, vestido de algodón y una enorme canasta en mano. Estaba, pues, preparada para un largo viaje. Luego de tal sorpresa, desvió la mirada y observó al relamido que la acompañaba - ¿Quién es tu amigo? ¿Viene contigo?
- ¿Él? - respondió todavía un tanto confusa - ¡Oh, sí, sí! Se llama Chimar, me ayudará con el encargo que me hizo - respondió apoyando las manos en la cadera con una amplia sonrisa.
- Oh, muy bien, si necesitas ayuda con esto, por mí no hay problema - dijo la repostera mientras cerraba con una enorme llave la cerradura de su negocio - Pensé que no llegabas, de hecho, como ves, ya estaba a punto de dirigirme a la casa para recoger la carreta. Vengan, vengan conmigo, les explicaré en el camino lo que tienen qué hacer. Mis retoños son unos amores. Verán...
Durante el camino a la casa de Margarita (la cual se hallaba cerca de los límites de la ciudad como la de cualquier plebeyo de clase media que recién amasa su fortuna), nos explicó unas cuantas reglas a seguir para el cuidado de sus adoraciones: El pequeño Tim y la señorita Albertina.
1.- Los chicos no debían salir al arrollo antes de comer, ni una hora después de hacerlo.
2.- Por nada del mundo darle azúcar al pequeño Tim.
3.- Nunca llamar a Tim por su nombre de pila (¿Cuál era? ¡Timothy, eso!)
4.- No permitir que Albertina se acercase a la alacena ni a ningún utensilio de cocina.
5.- Vigilar que Albertina cumpliese con su lección de flauta.
6.- Verificar que ambos niños ordenen sus respectivas habitaciones.
7.- No dejar que Collins, su perro, entrase a la casa.
8.- Hacer que ambos comiesen sus verduras.
9.- A la par, vigilar que ninguno se metiese nada raro en la boca.
10.- Y por último, hacer que ambos estuviesen en la cama antes de las 9 de la noche.
Pero sobre todo, recalcó una cosa de la que definitivamente se hallaba convencida: De lo adorables que eran sus pequeñuelos.
Margarita dijo que después de eso, tendríamos que hacer que sus pequeños se durmiesen de la forma que se nos ocurriera, ya que por lo común no suelen conciliar el sueño cuando hay extraños en casa. Después de aquello, nos advirtió que llegaría a la casa alrededor de media noche, por lo que si así lo necesitábamos, podríamos tomar algunas cosas de la alacena superior. Nunca fui tan feliz de recibir instrucciones.
Al llegar a la casa, nos encontramos con una pintoresca vivienda llena de flores y un jardín enorme ¡Cómo no tener envidia! Oh, haber tenido una casa...
Justo al llegar al portón principal, Margarita sacó de nuevo otra llave para luego ofrecerles entrar a ambos pilluelos. La casita era cálida y con un fuerte olor a pino, repleto de adornos y tejidos llenando cada esquina de las habitaciones. Y por supuesto, un vago olorcillo a recién horneado emanaba de lo que lucía como una cocina.
- ¡Chimar! - susurró la ladronzuela mientras daba ligeros codazos a su compañero - ¿A que nos ha tocado una buena?
La mujer de pronto soltó un estruendoso grito a las escaleras que se hallaban a la derecha de los recién llegados.
- ¡¡¡TIM, ALBERTINA, LES DIJE QUE ESTUVIERAN ABAJO CUANDO YO LLEGARA!!! - exclamó temperamental la mujer. Un par de mocosos bajaron como bala saltando escalones hasta la sala.
Frente a ellos de pronto se encontraron dos niños que parecían casi la caricatura mimada de ellos mismos.
Al lado izquierdo se encontraba una niña muy menuda y en cierta medida, adorable. Ella era Albertina, una niña de unos 8 años quien despedía un fuerte olor a perfume y vestía entera de todas las tonalidades de rosa posibles. En su cabeza portaba orgullosa un enorme moño, mientras que en su mano derecha cargaba mimosa a una muñeca de porcelana. Sin embargo, a pesar de sus hermosos ornamentos y dulce perfil, tanto la mirada de la muñeca como la de Albertina despedían la misma gelidez como la de un filoso témpano de hielo.
A la derecha se encontraba a quien irónicamente llamaban "El Pequeño Tim". Niño más gordo y enorme no era posible, de cuya edad sabían que apenas si aminoraba al de Chim por un año, sin embargo, su altura casi alcanzaba a la de la elfilla, y por deducción obvia, con sus simples ropas alcanzaría a vestir por lo menos a tres de la Ratonera. Orgullosamente, cualquier persona podría decir que el niño se parecía a su madre, sobre todo en la anchura total. En sus mejillas aún se alcanzaba a distinguir los rastros de una masacre a un pueblo entero de bocadillos.
- Niños - habló Margarita mientras tomaba una enorme abrigo de un perchero en la entrada - ellos cuidarán de ustedes esta noche. Pórtense bien y sean buenos.
- ¿Trajiste a un duende y a su novio a cuidar de nosotros? - cuestionó sarcásticamente la niña. Iliaki se encendió de ira. A punto estuvo de sacar su resortera para proceder a la lección de respeto como lo había aprendido en la escuela de la calle, cuando una voz agresiva la interrumpió.
- Pórtense bien, he dicho - sentenció de golpe y con rostro amenazante la repostera, quien así como había cambiado de temperamento, volvió a su tonalidad dulce y amable como lo era habitualmente. - ¡Hasta la noche!
Algo, muy en el fondo, apenas oculto en la cabeza de Iliaki, tal vez lo que los sabios llamarían conciencia, le gritó por piedad. Y de pronto, se arrepintió. No obstante, cuando estuvo a punto de girar para decir palabra, la puerta se cerró con un fuerte golpe.
- Esto... - apenas alcanzó a balbucear la elfina cuando vio por la ventana a unos pobres caballos tirando como podían de la carreta de Margarita la Repostera.
Miró de vuelta a los niños, luego a Chimar. Sus ojos delataban claramente un mensaje hacia el genio. Era la misma mirada que tantas veces se había visto entre los moribundos, los condenados a muerte y los presos de batalla.
- Auxilio... - murmuró.
Observé a Chimar en busca de alguna pista que me indicase que él no creía que solamente quería gastarle una broma, y así fue. Él pensaba. Es fácil adivinar cuando piensa; no es como el resto de la gente babosa (¿Toda Lunargenta, tal vez?) que al hacerlo, sus rostros lucen confundidos y con la boca a punto de soltar un hilillo de baba, para luego hacer cortocircuito y evadir el pensamiento con alguna otra tonteria.
Pero cuando Chimar piensa, se desconecta del todo, aunque sea por un pequeñísimo momento, y fija su mirada a algo sin mirarlo, tal y como si estuviese contando estrellas o macarrones. Alguna vez me gustaría saber qué rayos piensa cuando se pone de ese mo...
El propio tren del pensamiento de la elfilla fue frenado en seco por una frase fugaz. Iliaki quedóse perpleja ante tales palabras. No había pasado más de un minuto cuando el inventor lanzó otra pregunta a la chica, quien apenas lograba reponerse del enunciado anterior.
- ¿Eh? - dijo vagamente Iliaki enchinando los ojos. - ¿Mi peso? Pues...
Esta vez, quien había quedado ausente por un profundo pensamiento fue la ladronzuela, quien parecía hacer profundos cálculos matemáticos a la vez que se comía la Verdad Infinita del Universo entero de un bocado. Su cerebro, de no ser porque aún poseía agua y carne, se encontraba al punto de la fundición.
- Si me tardo para hacer un post, que valga la pena.:
Una mano salvadora se posó de pronto sobre el hombro de la elfilla, quien en ese momento se encontraba al punto del cortocircuito. Sin embargo, tal contacto no hizo más que hacer que la ladronzuela diera tal salto del susto que de un momento a otro, se encontró de pie.
- ¡Niña, no me espantes así! - exclamó Margarita, llevándose una mano al pecho por la impresión de tal maroma. Verán: mientras Iliaki armaba un borlote mental, la repostera había salido de la puerta con el cabello recogido, con botas de cuero, vestido de algodón y una enorme canasta en mano. Estaba, pues, preparada para un largo viaje. Luego de tal sorpresa, desvió la mirada y observó al relamido que la acompañaba - ¿Quién es tu amigo? ¿Viene contigo?
- ¿Él? - respondió todavía un tanto confusa - ¡Oh, sí, sí! Se llama Chimar, me ayudará con el encargo que me hizo - respondió apoyando las manos en la cadera con una amplia sonrisa.
- Oh, muy bien, si necesitas ayuda con esto, por mí no hay problema - dijo la repostera mientras cerraba con una enorme llave la cerradura de su negocio - Pensé que no llegabas, de hecho, como ves, ya estaba a punto de dirigirme a la casa para recoger la carreta. Vengan, vengan conmigo, les explicaré en el camino lo que tienen qué hacer. Mis retoños son unos amores. Verán...
Durante el camino a la casa de Margarita (la cual se hallaba cerca de los límites de la ciudad como la de cualquier plebeyo de clase media que recién amasa su fortuna), nos explicó unas cuantas reglas a seguir para el cuidado de sus adoraciones: El pequeño Tim y la señorita Albertina.
1.- Los chicos no debían salir al arrollo antes de comer, ni una hora después de hacerlo.
2.- Por nada del mundo darle azúcar al pequeño Tim.
3.- Nunca llamar a Tim por su nombre de pila (¿Cuál era? ¡Timothy, eso!)
4.- No permitir que Albertina se acercase a la alacena ni a ningún utensilio de cocina.
5.- Vigilar que Albertina cumpliese con su lección de flauta.
6.- Verificar que ambos niños ordenen sus respectivas habitaciones.
7.- No dejar que Collins, su perro, entrase a la casa.
8.- Hacer que ambos comiesen sus verduras.
9.- A la par, vigilar que ninguno se metiese nada raro en la boca.
10.- Y por último, hacer que ambos estuviesen en la cama antes de las 9 de la noche.
Pero sobre todo, recalcó una cosa de la que definitivamente se hallaba convencida: De lo adorables que eran sus pequeñuelos.
Margarita dijo que después de eso, tendríamos que hacer que sus pequeños se durmiesen de la forma que se nos ocurriera, ya que por lo común no suelen conciliar el sueño cuando hay extraños en casa. Después de aquello, nos advirtió que llegaría a la casa alrededor de media noche, por lo que si así lo necesitábamos, podríamos tomar algunas cosas de la alacena superior. Nunca fui tan feliz de recibir instrucciones.
Al llegar a la casa, nos encontramos con una pintoresca vivienda llena de flores y un jardín enorme ¡Cómo no tener envidia! Oh, haber tenido una casa...
- La casa:
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Justo al llegar al portón principal, Margarita sacó de nuevo otra llave para luego ofrecerles entrar a ambos pilluelos. La casita era cálida y con un fuerte olor a pino, repleto de adornos y tejidos llenando cada esquina de las habitaciones. Y por supuesto, un vago olorcillo a recién horneado emanaba de lo que lucía como una cocina.
- ¡Chimar! - susurró la ladronzuela mientras daba ligeros codazos a su compañero - ¿A que nos ha tocado una buena?
La mujer de pronto soltó un estruendoso grito a las escaleras que se hallaban a la derecha de los recién llegados.
- ¡¡¡TIM, ALBERTINA, LES DIJE QUE ESTUVIERAN ABAJO CUANDO YO LLEGARA!!! - exclamó temperamental la mujer. Un par de mocosos bajaron como bala saltando escalones hasta la sala.
Frente a ellos de pronto se encontraron dos niños que parecían casi la caricatura mimada de ellos mismos.
Al lado izquierdo se encontraba una niña muy menuda y en cierta medida, adorable. Ella era Albertina, una niña de unos 8 años quien despedía un fuerte olor a perfume y vestía entera de todas las tonalidades de rosa posibles. En su cabeza portaba orgullosa un enorme moño, mientras que en su mano derecha cargaba mimosa a una muñeca de porcelana. Sin embargo, a pesar de sus hermosos ornamentos y dulce perfil, tanto la mirada de la muñeca como la de Albertina despedían la misma gelidez como la de un filoso témpano de hielo.
- Albertina:
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Victorian Girl & Her Doll
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A la derecha se encontraba a quien irónicamente llamaban "El Pequeño Tim". Niño más gordo y enorme no era posible, de cuya edad sabían que apenas si aminoraba al de Chim por un año, sin embargo, su altura casi alcanzaba a la de la elfilla, y por deducción obvia, con sus simples ropas alcanzaría a vestir por lo menos a tres de la Ratonera. Orgullosamente, cualquier persona podría decir que el niño se parecía a su madre, sobre todo en la anchura total. En sus mejillas aún se alcanzaba a distinguir los rastros de una masacre a un pueblo entero de bocadillos.
- El Pequeño Tim:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Niños - habló Margarita mientras tomaba una enorme abrigo de un perchero en la entrada - ellos cuidarán de ustedes esta noche. Pórtense bien y sean buenos.
- ¿Trajiste a un duende y a su novio a cuidar de nosotros? - cuestionó sarcásticamente la niña. Iliaki se encendió de ira. A punto estuvo de sacar su resortera para proceder a la lección de respeto como lo había aprendido en la escuela de la calle, cuando una voz agresiva la interrumpió.
- Pórtense bien, he dicho - sentenció de golpe y con rostro amenazante la repostera, quien así como había cambiado de temperamento, volvió a su tonalidad dulce y amable como lo era habitualmente. - ¡Hasta la noche!
Algo, muy en el fondo, apenas oculto en la cabeza de Iliaki, tal vez lo que los sabios llamarían conciencia, le gritó por piedad. Y de pronto, se arrepintió. No obstante, cuando estuvo a punto de girar para decir palabra, la puerta se cerró con un fuerte golpe.
- Esto... - apenas alcanzó a balbucear la elfina cuando vio por la ventana a unos pobres caballos tirando como podían de la carreta de Margarita la Repostera.
Miró de vuelta a los niños, luego a Chimar. Sus ojos delataban claramente un mensaje hacia el genio. Era la misma mirada que tantas veces se había visto entre los moribundos, los condenados a muerte y los presos de batalla.
- Auxilio... - murmuró.
Iliaki
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Chimar agrega una nota mental rápida a su lista personal imaginaria… no preguntarle nada que requiera cálculos matemáticos a Iliaki, parece entrar en un trance seudo religioso cuando eso pasa y pone una cara bastante aterradora. Las niñas son raras, especialmente cuando tienen orejas picudas.
Alguien interrumpe a la chica ocasionando una reacción esperada, salta como un gato cuando le arrojas algo por sorpresa. Curiosamente aquella mujer de rostro noble es su contacto por lo que pueden comenzar a recibir instrucciones, eso confirma que todo el mundo puede dar con un destino si se lo propone.
Avanzan una buena distancia, su empleadora vive en las afueras. Un bonito lugar pero demasiado abierto para el mocoso, si no está embotellado de edificios no se siente feliz… siempre experimenta bastante nerviosismo la primera hora de una aventura rural por ese mismo motivo aunque es un secreto que guarda celosamente.
Son bombardeados en el trayecto por las normas de la señora, una gran lista vele destacar. Maquiavelo agradece mentalmente haber sido criado por su padre, básicamente la única regla que tenía era no morirse sin permiso. Siempre sintió curiosidad por saber cómo se comportaba una madre y ahora que esa información fue recibida no experimentara nostalgia otra vez.
“Solo falta que nos diga a qué hora deben ir al baño...”
Por suerte ese dato nunca llega y como valor agregado arriban a la casa, un sitio que desprende amor hogareño en todas direcciones. Maquiavelo suspira, Giacomo era un buen padre pero su sentido de la decoración dejaba mucho que desear, claramente una contraparte femenina se encarga de diferenciar un hogar de cualquier taller.
Entran y de inmediato un grito rompe la concentración mantenida por el chico genio, su corazón se acelera bastante por lo que debe tomarse unos instantes para recuperar la compostura. Una madre molesta asusta más que cualquier ejercito muerto viviente, ahora tendrá mucho cuidado de no perturbar a ninguna.
Los niños bajan y son una visión extraña, por suerte Chimar sabe luego de liderar a los Gorriones que sus contemporáneos vienen en muchas formas… algunas más peligrosas que otras. Ambos personajes son los polos más opuestos que la genética puede generar, sin duda da ideas fascinantes sobre la diversidad que trae el código sanguíneo.
Novio… “arquea una ceja”
Queda descartada la idea inicial sobre su conducta, no son disciplinados y mucho menos educados. Claramente el joven genio no tiene relación romántica con Iliaki… un concepto aún desconocido por su persona. Solo los adultos se enamoran, hacen todas esas tonterías de gente grande que aburren tanto… ¿verdad?
La madre se va y los deja a cargo para sufrimiento de Iliaki, no se toma muy bien el concepto de niñera. Aquella reacción nerviosa despierta cierta sonrisa en el intelectual, quizás sea buen momento para jugar alguna que otra broma mientras trabajan. Después de todo también es un enano, uno con la sabiduría de toda Aerandir encima pero enano igual.
¿Quién quiere averiguar si las elfas están rellenas de dulces?
Ríe un poco ante las reacciones mientras trata de recordar las jodidas reglas que escucho cuando caminaba, era una lista larga y como es habitual no presto mucha atención por estar decidiendo que color usar en el carromano… tiene clara sus prioridades. Al ver que su amiga elfa no sabe cómo reaccionar le susurra en el oído.
Cuidado, huelen el miedo.
Acto seguido retrocede dos pasos para dar dramatismo, ¿qué se puede decir?, le gustan los juegos. Lleva más de un año viviendo entre jovencitos, sabe cómo tratarlos. A este paso si alguna vez llega a tener hijos podrá convertirlos en genios de campos diversos con tan solo un año de educación cognitiva.
Alguien interrumpe a la chica ocasionando una reacción esperada, salta como un gato cuando le arrojas algo por sorpresa. Curiosamente aquella mujer de rostro noble es su contacto por lo que pueden comenzar a recibir instrucciones, eso confirma que todo el mundo puede dar con un destino si se lo propone.
Avanzan una buena distancia, su empleadora vive en las afueras. Un bonito lugar pero demasiado abierto para el mocoso, si no está embotellado de edificios no se siente feliz… siempre experimenta bastante nerviosismo la primera hora de una aventura rural por ese mismo motivo aunque es un secreto que guarda celosamente.
Son bombardeados en el trayecto por las normas de la señora, una gran lista vele destacar. Maquiavelo agradece mentalmente haber sido criado por su padre, básicamente la única regla que tenía era no morirse sin permiso. Siempre sintió curiosidad por saber cómo se comportaba una madre y ahora que esa información fue recibida no experimentara nostalgia otra vez.
“Solo falta que nos diga a qué hora deben ir al baño...”
Por suerte ese dato nunca llega y como valor agregado arriban a la casa, un sitio que desprende amor hogareño en todas direcciones. Maquiavelo suspira, Giacomo era un buen padre pero su sentido de la decoración dejaba mucho que desear, claramente una contraparte femenina se encarga de diferenciar un hogar de cualquier taller.
Entran y de inmediato un grito rompe la concentración mantenida por el chico genio, su corazón se acelera bastante por lo que debe tomarse unos instantes para recuperar la compostura. Una madre molesta asusta más que cualquier ejercito muerto viviente, ahora tendrá mucho cuidado de no perturbar a ninguna.
Los niños bajan y son una visión extraña, por suerte Chimar sabe luego de liderar a los Gorriones que sus contemporáneos vienen en muchas formas… algunas más peligrosas que otras. Ambos personajes son los polos más opuestos que la genética puede generar, sin duda da ideas fascinantes sobre la diversidad que trae el código sanguíneo.
Novio… “arquea una ceja”
Queda descartada la idea inicial sobre su conducta, no son disciplinados y mucho menos educados. Claramente el joven genio no tiene relación romántica con Iliaki… un concepto aún desconocido por su persona. Solo los adultos se enamoran, hacen todas esas tonterías de gente grande que aburren tanto… ¿verdad?
La madre se va y los deja a cargo para sufrimiento de Iliaki, no se toma muy bien el concepto de niñera. Aquella reacción nerviosa despierta cierta sonrisa en el intelectual, quizás sea buen momento para jugar alguna que otra broma mientras trabajan. Después de todo también es un enano, uno con la sabiduría de toda Aerandir encima pero enano igual.
¿Quién quiere averiguar si las elfas están rellenas de dulces?
Ríe un poco ante las reacciones mientras trata de recordar las jodidas reglas que escucho cuando caminaba, era una lista larga y como es habitual no presto mucha atención por estar decidiendo que color usar en el carromano… tiene clara sus prioridades. Al ver que su amiga elfa no sabe cómo reaccionar le susurra en el oído.
Cuidado, huelen el miedo.
Acto seguido retrocede dos pasos para dar dramatismo, ¿qué se puede decir?, le gustan los juegos. Lleva más de un año viviendo entre jovencitos, sabe cómo tratarlos. A este paso si alguna vez llega a tener hijos podrá convertirlos en genios de campos diversos con tan solo un año de educación cognitiva.
Invitado
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Algo en la rechoncha cara del mayor de los hermanos se encendió. Su boca emitió una sonrisa descarada mientras ambas manos aplaudían a la par de que daba pequeños saltitos con sus pequeños pies. Iliaki se preguntó cómo era posible que unos tobillos tan delicados soportasen tanto peso, no obstante, todo aquello fue un claro indicativo de que su vida corría riesgo.
- Oh, oh... - dijo sangrientamente Albertina, tanto como si recitando una macabra profecía se tratase - Creo que Tim tiene hambre.
La pequeña niña acarició suavemente el pelo de su muñeca mientras apreciaba divertida cómo los ojos de Tim se encendían como los de un toro. De la nada, y desafiando cualquier ley física, el cerdo de dos patas aceleró de tal manera que Iliaki apenas si tuvo tiempo de percatarse de que iba directo a ella.
- Chimar - contestó girando al inventor con una leve sonrisa. - Eres un idiota.
Y echó a correr con la angustia en su mirada.
Su instinto la instó a moverse hacia la izquierda, esperando que por inercia, el masudo no pudiese frenar a tiempo para así llegar de lleno hacia Chimar, y así obtener huida y venganza en un solo paquete. No obstante, la fuerza del hambre que ella tanto conocía logró que el trayecto del gordo se desviara en una trayectoria casi perpendicular y sin inmutarse.
Iliaki, llena de pánico, intentó dirigirse hacia la ventana por la cual había visto escapar su libertad en forma de repostera en carruaje e intentó abrirla desesperadamente. Miró hacia atrás para intentar calcular su escaso tiempo, y al observar que Tim se encontraba a tan solo unos pasos de atraparla, no pudo más que agitar el mango de la ventana con más intensidad, pero era demasiado tarde: El Pequeño Tim la había alcanzado.
Dio uno, dos, tres tumbos y saltó hacia la elfilla. Su habilidad de carrera era tal que cualquier circo con posibilidad, si lo hubieran observado, posiblemente habría sido reclutado al instante. La elfilla no hizo más que poner los brazos al frente para proteger su bello rostro e intentar encomendar rápidamente su alma a algún dios que se le ocurriese.
- ¡Sálvame, Diosa de Chiconcuá! - y de pronto, una multitud de cristales estalló en todas direcciones. Todo el ruido colapsó.
La elfilla poco a poco abrió sus ojos, viendo no más que oscuridad en todas partes. Oscuridad y destellos, todos por partes iguales.
¿Es acaso este mi fin? ¿Ya estoy en el cielo? ¿Quizá en el infierno? Tuve una buena vida. Tuve dificultades, tuve miedos, tuve odios y rencores. Pero al final de cuentas, fui feliz. ¿Qué son estas estrellas que me rodean, y la oscuridad con ellas? ¿Acaso el cielo del Valhalla no es más que nuestro propio Universo retándonos a seguir sobreviviendo? ¿No debería ser el lugar de descanso de los los guerreros que pasaron a mejor vida? Y sobre todo: ¿Es normal que el Universo huela a salchicha ahumada?
La elfilla comenzó a notar ausencia de aire y comenzó a patalear. No se hallaba en el más allá, sino de algo quizá casi tan grande como la inmensidad. Se hallaba, pues, debajo de las abundantes carnes del hambriento niño que, aún tumbado en el suelo, se encontraba totalmente confundido al notar que el duende piñata había desaparecido de la nada.
Unos ojillos miraban desde el otro lado de la ventana rota. Era Albertina, quien miraba un tanto decepcionada tal denigrante espectáculo.
- Está debajo tuyo, sonso - exclamó duramente a su hermano. Luego de guardar silencio por un rato, se dirigió hacia el pequeño genio e interrogó - ¿Siempre es así de resistente? Más bien... - se detuvo por un momento dedicándole al relamido una inocente y dulce sonrisa - ¿Ambos son igual de resistentes?
Algo debajo de las ropas de su muñeca fue empuñado por su delicada mano. Durante toda la trifulca infantil, la niña, quien había demostrado en un inicio ser una diminuta psicópata desquiciada, se había escabullido hasta la cocina para tomar sabrá Odín qué cosas. Sin embargo, procuró ser lo suficientemente discreta para que la atención se desviase hasta la aplanadora humana.
- Aprovechando que hay una salida al aire libre, creo que deberíamos ir a pescar...
En una cabaña, a las afueras de Lunargenta, existía una armoniosa familia en cuanto apariencia, cuyos hijos tan encantadores como eran se habían vuelto el orgullo de su madre. Pero un día que ella debió partir por un corto tiempo, se auxilió de un par de huérfanos de la vida callejera a quienes la vida los había pulido y moldeado con firmeza y determinación.
Era la vida misma la que les había enseñado que la peor cosa que puede hacer un chicuelo era subestimar a otro chicuelo.
- Oh, oh... - dijo sangrientamente Albertina, tanto como si recitando una macabra profecía se tratase - Creo que Tim tiene hambre.
La pequeña niña acarició suavemente el pelo de su muñeca mientras apreciaba divertida cómo los ojos de Tim se encendían como los de un toro. De la nada, y desafiando cualquier ley física, el cerdo de dos patas aceleró de tal manera que Iliaki apenas si tuvo tiempo de percatarse de que iba directo a ella.
- Chimar - contestó girando al inventor con una leve sonrisa. - Eres un idiota.
Y echó a correr con la angustia en su mirada.
Su instinto la instó a moverse hacia la izquierda, esperando que por inercia, el masudo no pudiese frenar a tiempo para así llegar de lleno hacia Chimar, y así obtener huida y venganza en un solo paquete. No obstante, la fuerza del hambre que ella tanto conocía logró que el trayecto del gordo se desviara en una trayectoria casi perpendicular y sin inmutarse.
Iliaki, llena de pánico, intentó dirigirse hacia la ventana por la cual había visto escapar su libertad en forma de repostera en carruaje e intentó abrirla desesperadamente. Miró hacia atrás para intentar calcular su escaso tiempo, y al observar que Tim se encontraba a tan solo unos pasos de atraparla, no pudo más que agitar el mango de la ventana con más intensidad, pero era demasiado tarde: El Pequeño Tim la había alcanzado.
Dio uno, dos, tres tumbos y saltó hacia la elfilla. Su habilidad de carrera era tal que cualquier circo con posibilidad, si lo hubieran observado, posiblemente habría sido reclutado al instante. La elfilla no hizo más que poner los brazos al frente para proteger su bello rostro e intentar encomendar rápidamente su alma a algún dios que se le ocurriese.
- ¡Sálvame, Diosa de Chiconcuá! - y de pronto, una multitud de cristales estalló en todas direcciones. Todo el ruido colapsó.
La elfilla poco a poco abrió sus ojos, viendo no más que oscuridad en todas partes. Oscuridad y destellos, todos por partes iguales.
¿Es acaso este mi fin? ¿Ya estoy en el cielo? ¿Quizá en el infierno? Tuve una buena vida. Tuve dificultades, tuve miedos, tuve odios y rencores. Pero al final de cuentas, fui feliz. ¿Qué son estas estrellas que me rodean, y la oscuridad con ellas? ¿Acaso el cielo del Valhalla no es más que nuestro propio Universo retándonos a seguir sobreviviendo? ¿No debería ser el lugar de descanso de los los guerreros que pasaron a mejor vida? Y sobre todo: ¿Es normal que el Universo huela a salchicha ahumada?
La elfilla comenzó a notar ausencia de aire y comenzó a patalear. No se hallaba en el más allá, sino de algo quizá casi tan grande como la inmensidad. Se hallaba, pues, debajo de las abundantes carnes del hambriento niño que, aún tumbado en el suelo, se encontraba totalmente confundido al notar que el duende piñata había desaparecido de la nada.
Unos ojillos miraban desde el otro lado de la ventana rota. Era Albertina, quien miraba un tanto decepcionada tal denigrante espectáculo.
- Está debajo tuyo, sonso - exclamó duramente a su hermano. Luego de guardar silencio por un rato, se dirigió hacia el pequeño genio e interrogó - ¿Siempre es así de resistente? Más bien... - se detuvo por un momento dedicándole al relamido una inocente y dulce sonrisa - ¿Ambos son igual de resistentes?
Algo debajo de las ropas de su muñeca fue empuñado por su delicada mano. Durante toda la trifulca infantil, la niña, quien había demostrado en un inicio ser una diminuta psicópata desquiciada, se había escabullido hasta la cocina para tomar sabrá Odín qué cosas. Sin embargo, procuró ser lo suficientemente discreta para que la atención se desviase hasta la aplanadora humana.
- Aprovechando que hay una salida al aire libre, creo que deberíamos ir a pescar...
En una cabaña, a las afueras de Lunargenta, existía una armoniosa familia en cuanto apariencia, cuyos hijos tan encantadores como eran se habían vuelto el orgullo de su madre. Pero un día que ella debió partir por un corto tiempo, se auxilió de un par de huérfanos de la vida callejera a quienes la vida los había pulido y moldeado con firmeza y determinación.
Era la vida misma la que les había enseñado que la peor cosa que puede hacer un chicuelo era subestimar a otro chicuelo.
- Offrol:
Bueno, quiero tocar tres puntos aquí:
1.- No estoy segura de la longitud, he escrito el resto del texto desde el celular.
2.- Sé que Chimar me matará por mi tardanza, tengo una buena excusa para ello (?)
3.- Chim, la dificultad será, obviamente, que los mocosos se nos pongan al tú por tú y que seamos su objetivo para una batalla campal (Parafraseando al anuncio de trabajo: "Los pequeños son imposibles y no dejarán de hacer travesuras, de todo tipo y al final serás su objetivo."). Si así lo requieres, puedes iniciar con la dificultad en tu post. Tengo pensada otra dificultad que te diré por MP.
4.- Dije tres puntos, y no tengo nada más que decir, pero odio los números primos e impares.
Iliaki
Honorable
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Chimar a veces puede ser un poco malicioso con sus bromas… consecuencia de vivir tanto tiempo con Demian y su propia edad. Teniendo esto en cuenta resulta bastante facil entender porque soltó carcajadas como demente cuando Iliaki fue correteada al igual que una gallina asustadiza por el niño obeso.
Dioses, debe existir una forma de inmortalizar instantáneamente momentos como este jajajajajajaja.
Lo cierto es que ambos personajes muestran una resistencia impropia, especialmente el chico pasado de kilos. Queda confirmado que los mocosos tienen mejores capacidades que sus contrapartes igualitarias adultas, cuando cualquier tabernero gordo alcance la misma velocidad Maquiavelo aceptara respetar a los mayores.
La carrera genera varios destrozos, es un efecto colateral predecible. Tendrán que limpiar antes de que la dueña llegue o podrían enfrentar un sermón violento… la diversión no viene gratis en esta vida al parecer aunque la imagen de la niña elfa huyendo a toda velocidad y saltando de lado a lado merece el esfuerzo.
Suerte que no aposte jeje.
Iliaki termina siendo alcanzada por su rival, incluso acaba por alguna cruel jugada del destino… debajo de la mole. El pequeño genio por su parte desvía la atención al otro “retoño”, sus palabras no despiertan nada de confianza. Parece que es un imán de enanos "tocados", si alguna vez engendra hijos seguro salen con ballestas incluidas.
Pues depende las circunstancias claro… ¿porque la pregunta?
Aquella niña muestra lo que empuña debajo de su manga, nada mas y nada menos que un panecillo dulce. El enano intelectual arquea una ceja sin entender bien pero pronto cierto recuerdo le golpea como si fuera un pescado, su protegido enorme debe evitar comer dulce y sin duda no es una regla meramente impuesta por la salud física.
Mil rayos… dame ese panecil…
Ni siquiera termina la frase y el hermano con sobrepeso inicia la carga, puede escucharse a kilómetros de distancia. Su objetivo es el claro poseedor del dulce, por desgracia es una cosita bastante ligera y antes de que Chimar se de cuenta se lo arrojan encima… el muy tonto lo atrapa por alguna razón.
Esta niña debe ser hermana de Dem.
Sale corriendo con un toro versión bolsillo siguiéndole detrás, Iliaki queda libre nuevamente como efecto beneficioso pero poco le importa al genio si su vida corre peligro. Este ultimo posee una agilidad dormida más amplia que su compañera y recorre la casa cinco veces en un intento por cansar a la bestia.
¿¿¡¡Es mitad licántropo o que!!??
No lo alcanza pero tampoco desiste, menuda resistencia tiene la grasa. Aprovechando la confusión el engendro del mal con vestido se pierde de vista, sin duda planeando alguna otra forma de maldad concentrada. Si alguna vez llega a quedar huérfana… más le vale no acercarse a pedir refugio en la esfera.
Dioses, debe existir una forma de inmortalizar instantáneamente momentos como este jajajajajajaja.
Lo cierto es que ambos personajes muestran una resistencia impropia, especialmente el chico pasado de kilos. Queda confirmado que los mocosos tienen mejores capacidades que sus contrapartes igualitarias adultas, cuando cualquier tabernero gordo alcance la misma velocidad Maquiavelo aceptara respetar a los mayores.
La carrera genera varios destrozos, es un efecto colateral predecible. Tendrán que limpiar antes de que la dueña llegue o podrían enfrentar un sermón violento… la diversión no viene gratis en esta vida al parecer aunque la imagen de la niña elfa huyendo a toda velocidad y saltando de lado a lado merece el esfuerzo.
Suerte que no aposte jeje.
Iliaki termina siendo alcanzada por su rival, incluso acaba por alguna cruel jugada del destino… debajo de la mole. El pequeño genio por su parte desvía la atención al otro “retoño”, sus palabras no despiertan nada de confianza. Parece que es un imán de enanos "tocados", si alguna vez engendra hijos seguro salen con ballestas incluidas.
Pues depende las circunstancias claro… ¿porque la pregunta?
Aquella niña muestra lo que empuña debajo de su manga, nada mas y nada menos que un panecillo dulce. El enano intelectual arquea una ceja sin entender bien pero pronto cierto recuerdo le golpea como si fuera un pescado, su protegido enorme debe evitar comer dulce y sin duda no es una regla meramente impuesta por la salud física.
Mil rayos… dame ese panecil…
Ni siquiera termina la frase y el hermano con sobrepeso inicia la carga, puede escucharse a kilómetros de distancia. Su objetivo es el claro poseedor del dulce, por desgracia es una cosita bastante ligera y antes de que Chimar se de cuenta se lo arrojan encima… el muy tonto lo atrapa por alguna razón.
Esta niña debe ser hermana de Dem.
Sale corriendo con un toro versión bolsillo siguiéndole detrás, Iliaki queda libre nuevamente como efecto beneficioso pero poco le importa al genio si su vida corre peligro. Este ultimo posee una agilidad dormida más amplia que su compañera y recorre la casa cinco veces en un intento por cansar a la bestia.
¿¿¡¡Es mitad licántropo o que!!??
No lo alcanza pero tampoco desiste, menuda resistencia tiene la grasa. Aprovechando la confusión el engendro del mal con vestido se pierde de vista, sin duda planeando alguna otra forma de maldad concentrada. Si alguna vez llega a quedar huérfana… más le vale no acercarse a pedir refugio en la esfera.
Subrayado el inicio de la complicación (niños insoportables)
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
¿Qué es eso? ¿Las voces de los ángeles? Muchos hombres han alcanzado la iluminación a través de ayuno, tiempo, estudios y un cepillo. Para haberlo logrado yo, no he necesitado más que la ayuda de un gordo cetáceo de tierra para asfixiarme y escuchar las estrellas. Algo así podría ser descrito de ese modo ¿No son acaso esos pitidos en el oído el análogo a las estrellas que ves cuando un golpe fuerte es interceptado por un pobre ojo? ¿Cómo describirlo sino como el canto de los ángeles?
Al abrir los ojos, las formas se tornaban borrosas, los sonidos mismos eran difuminados por los cantos en mis oídos. Fue seguramente el instinto lo que hizo que me pusiese de alguna forma de pie. Para ello, me recosté de lado, aún sin saber si mis costillas se encontraban intactas. El césped, de consistencia increíblemente suave y rugosa a la vez, fue apoyo para que mis manos lograran impulsarme hacia arriba.
Paso a la derecha, paso a la izquierda. Realmente no tengo la suficiente sensibilidad en mi piel, pero de alguna forma, todo a mi alrededor parece más nítido, lúcido. ¿Así se sienten los muertos al revivir? ¿Así se sentiría la Tía Lencha al despertar luego de una larga noche de borrachera? Sigo tambaleando al ritmo de los cantos, avanzando sabrán los dioses de qué forma hasta apoyarme en el marco de lo que queda de la ventana.
Aún me sigue palpitando el cerebro. No el cerebro, más bien la conciencia, quiero decir...
- ¡¿Me acaba de embestir un puto gordo?! - gritó inesperadamente la elfilla aún con la espalda apoyada en la ventana y con las manos en las orejas.
Su pequeña mentecilla se negaba a aceptar que, habiendo dado su merecido a docenas de chichuelos en lucha de privilegios, vencido a hombres gigantescos, bandidos y seres infrahumanos, un niño gordo la hubiese aplastado en cuestión de segundos, sin dar oportunidad siquiera de encomendarse a por lo menos el más desgraciado de los espíritus.
Era ese el peso de su conciencia: Inexplicablemente, le dolía más el orgullo que el cuerpo entero, que, gracias a la suerte, no había resultado aplanado ni resquebrajado.
El sonido ligero de unos pasos cortó el vórtice de tensión y locura al que se dirigía la elfilla, quien, creyendo que aquellos pasos correspondían a los de su compañero, musitó algunos sonidos con las manos sosteniendo aún su revuelta cabeza.
- ¿Ch- Chim?
No obstante, quien salió por la ventana rota, llena de triunfo y de gloria, fue la "pequeña" Albertina. En su mano derecha llevaba una cubeta, en la izquierda una caña de pescar, y de su cuello colgaba un morral en el cual descansaba la tediosa muñeca, con una sonrisa tan grande e irritante como la que tuviera su dueña. Sin prestarle atención a la ladronzuela, la chiquilla caminó tranquilamente hacia donde parecía que corría un cristalino riachuelo.
- ¿Albertina? - dijo suavemente Iliaki - ¡Hey, detente! ¿A dónde vas? - llamó sacudiendo su cabeza un poco para reavivar sus sentidos. Aún tambaleante, trotó lo más que pudo hasta acercarse a la niña. Luego, plantándose firmemente en el suelo, señaló amenazante con su flacucho índice. - ¡Alto ahí!
La niña se detuvo en seco. Dejó a un lado su cubeta y su caña de pescar y se giró lentamente hasta quedar cara a cara con la elfilla. Su semblante, tan amenazante e iracundo como tranquilo y relajado a la vez, era más propio de un vampiro que el del retoño de una repostera. Sonrió tan gentil e inocentemente como lo podría hacer la cría de una serpiente.
- ¿Qué quieres? - preguntó de forma dulce y con los ojos llenos de luz.
- Tú... te quedas. - sentenció aún tambaleante Iliaki.
- ¿Por qué?
- ¡Porque sí! - gritó exasperadamente y con los brazos al cielo - ¡No te puedes marchar, no han pasado ni veinte minutos desde que tu madre se ha ido y tú ya estás echando por la borda todas las reglas que ella mandó!
- ¿En verdad? - respondió con una amplia sonrisa. Luego, barrió con la mirada, de pies a cabeza, a la ladronzuela de cuyas orejas se revelaba un color rojizo impresionante. Luego, sin perder su compostura, cruzó de brazos y continuó - No luces como el tipo de chica que sigue reglas.
- ¿A ti qué te importa? ¡Vuelve a la casa! - dijo señalando hacia cabaña. Sin embargo, sin inmutarse ni un poco, la pequeña le respondió desafiante:
- Oblígame.
Ahora no solo eran las orejas, sino el rostro entero de la elfilla el que mostraba un rubor notable derivado de la ira que sentía en ese momento. Su intención fue fugaz: No le importaba el trato que había tenido con Margarita, la sangre le hervía clamando por reclamar su dignidad y enseñarle a la mocosa a quién debía respetar de una vez por todas. Apretando los puños, se dispuso a comenzar una violenta trifulca ahí mismo. No obstante, unos intensos ruidos provenientes de la casa pararon de pronto sus intenciones..
- Tim está tirando todo dentro de la casa. Eso enfurecerá a mamá. - habló de pronto Albertina - ¿No será que tu amigo necesita ayuda?- Dijo señalando suavemente hacia la entrada.
- Oh, no, el gordo lo está arruinando todo... - replicó preocupada Iliaki, quien tomó carrera rumbo a la casa.
Al abrir los ojos, las formas se tornaban borrosas, los sonidos mismos eran difuminados por los cantos en mis oídos. Fue seguramente el instinto lo que hizo que me pusiese de alguna forma de pie. Para ello, me recosté de lado, aún sin saber si mis costillas se encontraban intactas. El césped, de consistencia increíblemente suave y rugosa a la vez, fue apoyo para que mis manos lograran impulsarme hacia arriba.
Paso a la derecha, paso a la izquierda. Realmente no tengo la suficiente sensibilidad en mi piel, pero de alguna forma, todo a mi alrededor parece más nítido, lúcido. ¿Así se sienten los muertos al revivir? ¿Así se sentiría la Tía Lencha al despertar luego de una larga noche de borrachera? Sigo tambaleando al ritmo de los cantos, avanzando sabrán los dioses de qué forma hasta apoyarme en el marco de lo que queda de la ventana.
Aún me sigue palpitando el cerebro. No el cerebro, más bien la conciencia, quiero decir...
- ¡¿Me acaba de embestir un puto gordo?! - gritó inesperadamente la elfilla aún con la espalda apoyada en la ventana y con las manos en las orejas.
Su pequeña mentecilla se negaba a aceptar que, habiendo dado su merecido a docenas de chichuelos en lucha de privilegios, vencido a hombres gigantescos, bandidos y seres infrahumanos, un niño gordo la hubiese aplastado en cuestión de segundos, sin dar oportunidad siquiera de encomendarse a por lo menos el más desgraciado de los espíritus.
Era ese el peso de su conciencia: Inexplicablemente, le dolía más el orgullo que el cuerpo entero, que, gracias a la suerte, no había resultado aplanado ni resquebrajado.
El sonido ligero de unos pasos cortó el vórtice de tensión y locura al que se dirigía la elfilla, quien, creyendo que aquellos pasos correspondían a los de su compañero, musitó algunos sonidos con las manos sosteniendo aún su revuelta cabeza.
- ¿Ch- Chim?
No obstante, quien salió por la ventana rota, llena de triunfo y de gloria, fue la "pequeña" Albertina. En su mano derecha llevaba una cubeta, en la izquierda una caña de pescar, y de su cuello colgaba un morral en el cual descansaba la tediosa muñeca, con una sonrisa tan grande e irritante como la que tuviera su dueña. Sin prestarle atención a la ladronzuela, la chiquilla caminó tranquilamente hacia donde parecía que corría un cristalino riachuelo.
- ¿Albertina? - dijo suavemente Iliaki - ¡Hey, detente! ¿A dónde vas? - llamó sacudiendo su cabeza un poco para reavivar sus sentidos. Aún tambaleante, trotó lo más que pudo hasta acercarse a la niña. Luego, plantándose firmemente en el suelo, señaló amenazante con su flacucho índice. - ¡Alto ahí!
La niña se detuvo en seco. Dejó a un lado su cubeta y su caña de pescar y se giró lentamente hasta quedar cara a cara con la elfilla. Su semblante, tan amenazante e iracundo como tranquilo y relajado a la vez, era más propio de un vampiro que el del retoño de una repostera. Sonrió tan gentil e inocentemente como lo podría hacer la cría de una serpiente.
- ¿Qué quieres? - preguntó de forma dulce y con los ojos llenos de luz.
- Tú... te quedas. - sentenció aún tambaleante Iliaki.
- ¿Por qué?
- ¡Porque sí! - gritó exasperadamente y con los brazos al cielo - ¡No te puedes marchar, no han pasado ni veinte minutos desde que tu madre se ha ido y tú ya estás echando por la borda todas las reglas que ella mandó!
- ¿En verdad? - respondió con una amplia sonrisa. Luego, barrió con la mirada, de pies a cabeza, a la ladronzuela de cuyas orejas se revelaba un color rojizo impresionante. Luego, sin perder su compostura, cruzó de brazos y continuó - No luces como el tipo de chica que sigue reglas.
- ¿A ti qué te importa? ¡Vuelve a la casa! - dijo señalando hacia cabaña. Sin embargo, sin inmutarse ni un poco, la pequeña le respondió desafiante:
- Oblígame.
Ahora no solo eran las orejas, sino el rostro entero de la elfilla el que mostraba un rubor notable derivado de la ira que sentía en ese momento. Su intención fue fugaz: No le importaba el trato que había tenido con Margarita, la sangre le hervía clamando por reclamar su dignidad y enseñarle a la mocosa a quién debía respetar de una vez por todas. Apretando los puños, se dispuso a comenzar una violenta trifulca ahí mismo. No obstante, unos intensos ruidos provenientes de la casa pararon de pronto sus intenciones..
- Tim está tirando todo dentro de la casa. Eso enfurecerá a mamá. - habló de pronto Albertina - ¿No será que tu amigo necesita ayuda?- Dijo señalando suavemente hacia la entrada.
- Oh, no, el gordo lo está arruinando todo... - replicó preocupada Iliaki, quien tomó carrera rumbo a la casa.
Iliaki
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Y mientras el enano corre por su vida no puede evitar detallar como Iliaki recupera su compostura… sinceramente se imaginaba un daño severo. Es bueno que la elfa tenga su integridad aun al máximo pues sin duda la necesitaran en lo que resta de labor.
Pronto Chimar se da cuenta que la carrera está causando muchos destrozos, en condiciones normales no sería problema pero como ahora desempeña el papel de cuidador eso puede influir en su paga o incluso la integridad física de su cuerpo considerando a la empleadora.
Aquel chiquillo medita sobre que puede usar para frenar a la mole pero todo lo que lleva encima está diseñado para herir o matar, es un genio guerrero después de todo. Jamás lastimaría a otro niño y… duda que le paguen si daña alguno.
Al final decide pararse de golpe y poner su cara más seria, estrategia que sorprendentemente funciona. Una vez allí plantado como maseta enseña el pastelillo y lo mueve de lado a lado como si se tratara de una carnada, algo especialmente diseñado para atraer depredadores grandes.
Acto seguido engulle el postre en dos mordiscos dejando con su mejor rostro de sorpresa al mocoso obeso, no lo vio venir. Una sonrisa maliciosa se forma en la cara de Maquiavelo, nadie puede ganarle a un genio… especialmente si te lleva varios años.
La estrategia parece funcionar en un principio aunque luego todo se descontrola otra vez, aquel mocoso con sobrepeso pone una mueca triste. El inventor ha visto ese síntoma antes pues vive con muchos hermanos pequeños, es el preludio de un llanto.
No no, esper…
Desgraciadamente la aproximación es correcta, aquel jovencito empieza a llorar y de que forma… es como si estuvieran matando un dragón. Su contemporáneo de menor peso le mira primero con cierta vergüenza personal por desencadenar aquella situación, luego pone caras raras pare resistir el embate sonoro.
Amaga varios movimientos en un intento por encontrar una posible solución, cuidar mocosos es más demandante de lo que parece. En la esfera cuando algún gorrión se pone llorón solo hay que distraerlo con otra cosa y se le pasa, algo bastante sencillo pues la instalación está llena de artículos vistosos.
Cuando un florero estalla por el ruido Chimar se da cuenta que debe actuar ahora o nunca, busca en su porta objetos algún articulo raro “y no letal” que pueda servir también para entretener. Luego de descartar quince cosas por tener filo o efectos extraños consigue algo con posibilidades de éxito.
¡Mira, toma!
Le entrega una esfera decorativa con aspecto bonito, no tiene mas razón de ser. Es un articulo resistente que resulta agradable a la vista… una de esas cosas extrañas que terminan en el bolsillo de cualquier aventurero. Por suerte la idea del intelectual surte efecto y el llanto se detiene para bienestar de la humanidad.
Pronto Chimar se da cuenta que la carrera está causando muchos destrozos, en condiciones normales no sería problema pero como ahora desempeña el papel de cuidador eso puede influir en su paga o incluso la integridad física de su cuerpo considerando a la empleadora.
Aquel chiquillo medita sobre que puede usar para frenar a la mole pero todo lo que lleva encima está diseñado para herir o matar, es un genio guerrero después de todo. Jamás lastimaría a otro niño y… duda que le paguen si daña alguno.
Al final decide pararse de golpe y poner su cara más seria, estrategia que sorprendentemente funciona. Una vez allí plantado como maseta enseña el pastelillo y lo mueve de lado a lado como si se tratara de una carnada, algo especialmente diseñado para atraer depredadores grandes.
Acto seguido engulle el postre en dos mordiscos dejando con su mejor rostro de sorpresa al mocoso obeso, no lo vio venir. Una sonrisa maliciosa se forma en la cara de Maquiavelo, nadie puede ganarle a un genio… especialmente si te lleva varios años.
La estrategia parece funcionar en un principio aunque luego todo se descontrola otra vez, aquel mocoso con sobrepeso pone una mueca triste. El inventor ha visto ese síntoma antes pues vive con muchos hermanos pequeños, es el preludio de un llanto.
No no, esper…
Desgraciadamente la aproximación es correcta, aquel jovencito empieza a llorar y de que forma… es como si estuvieran matando un dragón. Su contemporáneo de menor peso le mira primero con cierta vergüenza personal por desencadenar aquella situación, luego pone caras raras pare resistir el embate sonoro.
Amaga varios movimientos en un intento por encontrar una posible solución, cuidar mocosos es más demandante de lo que parece. En la esfera cuando algún gorrión se pone llorón solo hay que distraerlo con otra cosa y se le pasa, algo bastante sencillo pues la instalación está llena de artículos vistosos.
Cuando un florero estalla por el ruido Chimar se da cuenta que debe actuar ahora o nunca, busca en su porta objetos algún articulo raro “y no letal” que pueda servir también para entretener. Luego de descartar quince cosas por tener filo o efectos extraños consigue algo con posibilidades de éxito.
¡Mira, toma!
Le entrega una esfera decorativa con aspecto bonito, no tiene mas razón de ser. Es un articulo resistente que resulta agradable a la vista… una de esas cosas extrañas que terminan en el bolsillo de cualquier aventurero. Por suerte la idea del intelectual surte efecto y el llanto se detiene para bienestar de la humanidad.
Chimar presta su artículo (Bola de Ahielog)
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Hasta sin haber sido llamado uno de los más veloces mensajeros de la corte del Rey para comparar su velocidad con la de la elfilla, se podía deducir fácilmente que en una carrera de tal calibre, quien entraba derrapando por la entrada de la habitación podría ser fácilmente la vencedora.
Después del dificultoso frenado, la ladronzuela dio unos cuantos pasos hacia una mesilla que se encontraba y apoyó su brazo en él para recuperar un poco de su perdido aliento.
- ¡Chi...! - jadeó - ¡Chimar! ¡El ni... el... ni... niño! ¡Uffffff! - Su cara, aún roja, pero no por la ira sino por el esfuerzo físico, se inflaba y se desinflaba al compás de un silbido que emergía de su nariz - ¡Dame... dame un momento!
Pedido aquel permiso de cortesía, Iliaki recargó la mitad de su cuerpo en la mesilla, medio brazo izquierdo en la madera, mano derecha en su cadera. De no ser porque se notaba que esos extraños ruidos hiperventilatorios provenían de la elfilla, el pequeño Tim, quien entonces se hallaba maravillado con un hermoso objeto, se hubiera puesto a llorar de nuevo pensando posiblemente que un perro viejo, rabioso y desnutrido se encontraría muriendo en la cocina de la casa.
- ¿Estaba... estaba llorando? - alcanzó a decir finalmente la elfilla. Observando que parecía que nada extraordinario hubiese sucedido, se fijó en la extraña esfera que el Pequeño Tim tenía entre sus manos - ¿Qué es eso? ¿No es venenoso, verdad?
Se movió hasta estar junto al inventor y al tragón. Dicha escena le causaba cierta extrañeza. Junto a ellos se hallaba un pequeño librero que albergaba unas cuantas hojas de pergamino y un poco de tinta. La ladronzuela se dirigió hacia el mueble y tomó un folio y la tinta, sacando de sus propios bolsillos una pequeña pluma de gallina que albergaba desde hace tanto tiempo que sería vano cualquier intento de recordar, y arrastrando los pies de vuelta, acomodó su cuerpo y se sentó frente al enorme chico.
Iliaki intentó recordar las reglas que Margarita les había dicho, y frase a frase, las fue escribiendo todas en forma de lista, no sin incluir algunas faltas de ortografía y algunas ideas y reglas equivocadas. Terminado su manuscrito, se lo enseñó orgullosamente al inventor.
- ¡Ajá! ¡Así sabremos qué nos falta por hacer! - exclamó entregándole el manuscrito casi restregando en su cara el pergamino. Tim aún seguía jugueteando con la esferilla, mientras Iliaki lo miraba fijamente con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en una mano. - ¿Qué le pasó al pastelillo?
Quedóse un rato en silencio. Luego, escondió el rostro entre las manos. Finalmente, dijo con aire desanimado.
- No sé qué hacer. La niñita cara de fantasma es un diablo con patas y este... - dijo señalando al enorme niño - dudo que comprenda algo de lo que decimos. ¿Crees que deberíamos comenzar a alimentarlos de una vez?
Repentinamente, antes de que Iliaki terminase su oración, unos ladridos lastimeros comenzaron a rebotar en las paredes de la habitación. El Pequeño Tim entonces comenzó a intranquilizarse. Sus redondos ojos miraban a un lado, miraban al otro, intentando buscar el origen de aquellos ladridos. Ni tardo ni perezoso, así como los había perseguido, en un santiamén había desaparecido de la habitación, buscando encontrarse con su querido amigo. Y por primera vez desde que habían llegado, el gigantón por fin pronunció una palabra mientras sus pasos retumbaban por toda la casa:
- ¡Coooooooolliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinsssssss!
- ¡Oh, maldita sea, me olvidé del perro desgraciado! - gritó la elfilla casi arrancándose los pelos de la cabeza.
Color de diálogo del pequeño Tim: color=#00ff66
Color de diálogo de Albertina: color=#ff99ff
Después del dificultoso frenado, la ladronzuela dio unos cuantos pasos hacia una mesilla que se encontraba y apoyó su brazo en él para recuperar un poco de su perdido aliento.
- ¡Chi...! - jadeó - ¡Chimar! ¡El ni... el... ni... niño! ¡Uffffff! - Su cara, aún roja, pero no por la ira sino por el esfuerzo físico, se inflaba y se desinflaba al compás de un silbido que emergía de su nariz - ¡Dame... dame un momento!
Pedido aquel permiso de cortesía, Iliaki recargó la mitad de su cuerpo en la mesilla, medio brazo izquierdo en la madera, mano derecha en su cadera. De no ser porque se notaba que esos extraños ruidos hiperventilatorios provenían de la elfilla, el pequeño Tim, quien entonces se hallaba maravillado con un hermoso objeto, se hubiera puesto a llorar de nuevo pensando posiblemente que un perro viejo, rabioso y desnutrido se encontraría muriendo en la cocina de la casa.
- ¿Estaba... estaba llorando? - alcanzó a decir finalmente la elfilla. Observando que parecía que nada extraordinario hubiese sucedido, se fijó en la extraña esfera que el Pequeño Tim tenía entre sus manos - ¿Qué es eso? ¿No es venenoso, verdad?
Se movió hasta estar junto al inventor y al tragón. Dicha escena le causaba cierta extrañeza. Junto a ellos se hallaba un pequeño librero que albergaba unas cuantas hojas de pergamino y un poco de tinta. La ladronzuela se dirigió hacia el mueble y tomó un folio y la tinta, sacando de sus propios bolsillos una pequeña pluma de gallina que albergaba desde hace tanto tiempo que sería vano cualquier intento de recordar, y arrastrando los pies de vuelta, acomodó su cuerpo y se sentó frente al enorme chico.
Iliaki intentó recordar las reglas que Margarita les había dicho, y frase a frase, las fue escribiendo todas en forma de lista, no sin incluir algunas faltas de ortografía y algunas ideas y reglas equivocadas. Terminado su manuscrito, se lo enseñó orgullosamente al inventor.
- ¡Ajá! ¡Así sabremos qué nos falta por hacer! - exclamó entregándole el manuscrito casi restregando en su cara el pergamino. Tim aún seguía jugueteando con la esferilla, mientras Iliaki lo miraba fijamente con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en una mano. - ¿Qué le pasó al pastelillo?
Quedóse un rato en silencio. Luego, escondió el rostro entre las manos. Finalmente, dijo con aire desanimado.
- No sé qué hacer. La niñita cara de fantasma es un diablo con patas y este... - dijo señalando al enorme niño - dudo que comprenda algo de lo que decimos. ¿Crees que deberíamos comenzar a alimentarlos de una vez?
Repentinamente, antes de que Iliaki terminase su oración, unos ladridos lastimeros comenzaron a rebotar en las paredes de la habitación. El Pequeño Tim entonces comenzó a intranquilizarse. Sus redondos ojos miraban a un lado, miraban al otro, intentando buscar el origen de aquellos ladridos. Ni tardo ni perezoso, así como los había perseguido, en un santiamén había desaparecido de la habitación, buscando encontrarse con su querido amigo. Y por primera vez desde que habían llegado, el gigantón por fin pronunció una palabra mientras sus pasos retumbaban por toda la casa:
- ¡Coooooooolliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinsssssss!
- ¡Oh, maldita sea, me olvidé del perro desgraciado! - gritó la elfilla casi arrancándose los pelos de la cabeza.
Color de diálogo del pequeño Tim: color=#00ff66
Color de diálogo de Albertina: color=#ff99ff
Iliaki
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Chimar sabe cómo tratar con otros mocosos… algo imposible de eludir si se tiene en cuenta su realidad. Afortunadamente esta vez su instinto resulta acertado y el pequeño Tim juega con un nuevo artículo de entretenimiento.
Poco después llega Iliaki a la escena, a punto de morir por cansancio vale destacar. Debió atraerla el llanto de niño obeso y eso significa que arriba tarde, su colega ha logrado solventar cualquier inconveniente de momento.
La chica recupera la compostura poco a poco aunque sale en otra carrera rumbo a solo los dioses saben dónde, al menos no le toma mucho volver con un pergamino. Maquiavelo lo revisa… luego de evitar tragárselo por el apuro de la elfa, es suficiente con decir que no entiende una palabra del poco trabajado escrito.
Creo que debes volver a primaria Iliaki.
En ese instante unos ladridos despiertan a Tim de su trance, avanza como un soldado embutido en la armadura más pesada. Por desgracia el peso poseído no merma su determinación, está claro que desea jugar con el perro.
Maquiavelo mira con una expresión cómica a su colega, tienen problemas gordos. Según recuerda no está permitido dejar que el perro ingrese a la casa, una regla bastante difícil de llevar a cabo cuando se toman en cuenta las circunstancias.
El perro no puede entrar.
Los destrozos menores al lugar pueden “maquillarse”, el olor a perro no. Si entra tendrán problemas agregados… uno más a la lista. El genio pone su mente calculadora a trabajar y termina por encontrar una solución, segundos después sale corriendo a la despensa sin mediar palabra.
Ya en su objetivo revisa los distintos suministros, en breve localiza cierto pedazo de carne en conserva. Toma lo necesario y lo vuelve a dejar en su lugar... quizás se lleva algunos pedazos adicionales pero nunca se sabe cuánto requiere una tarea de vida o muerte.
Salta por una ventana lateral y agita la carne frenéticamente, pronto el olor hace su trabajo atrayendo a Collins. A continuación extiende su brazo para luego arrojar esa carnada con la destreza de un granadero experto.
Cuando el perro sale disparado queda confirmado que la estrategia funciona, a este paso Chim se ganara el premio a la mejor niñera... o el termino con genero apropiado. Sabe que Tim a pesar de ser rápido nunca podría alcanzar a un perro buscando su comida, eso sin mencionar que se perdió el momento explicativo.
¿Y la niña?
Pregunta una vez cerca de su amiga y se puede notar cierto temor en las palabras. Es claro que la pequeña Albertina es el cerebro del hogar… un muy malicioso e infantil cerebro. Deben encontrarla antes de que libere los animales del zoológico o algo por el estilo.
Poco después llega Iliaki a la escena, a punto de morir por cansancio vale destacar. Debió atraerla el llanto de niño obeso y eso significa que arriba tarde, su colega ha logrado solventar cualquier inconveniente de momento.
La chica recupera la compostura poco a poco aunque sale en otra carrera rumbo a solo los dioses saben dónde, al menos no le toma mucho volver con un pergamino. Maquiavelo lo revisa… luego de evitar tragárselo por el apuro de la elfa, es suficiente con decir que no entiende una palabra del poco trabajado escrito.
Creo que debes volver a primaria Iliaki.
En ese instante unos ladridos despiertan a Tim de su trance, avanza como un soldado embutido en la armadura más pesada. Por desgracia el peso poseído no merma su determinación, está claro que desea jugar con el perro.
Maquiavelo mira con una expresión cómica a su colega, tienen problemas gordos. Según recuerda no está permitido dejar que el perro ingrese a la casa, una regla bastante difícil de llevar a cabo cuando se toman en cuenta las circunstancias.
El perro no puede entrar.
Los destrozos menores al lugar pueden “maquillarse”, el olor a perro no. Si entra tendrán problemas agregados… uno más a la lista. El genio pone su mente calculadora a trabajar y termina por encontrar una solución, segundos después sale corriendo a la despensa sin mediar palabra.
Ya en su objetivo revisa los distintos suministros, en breve localiza cierto pedazo de carne en conserva. Toma lo necesario y lo vuelve a dejar en su lugar... quizás se lleva algunos pedazos adicionales pero nunca se sabe cuánto requiere una tarea de vida o muerte.
Salta por una ventana lateral y agita la carne frenéticamente, pronto el olor hace su trabajo atrayendo a Collins. A continuación extiende su brazo para luego arrojar esa carnada con la destreza de un granadero experto.
Cuando el perro sale disparado queda confirmado que la estrategia funciona, a este paso Chim se ganara el premio a la mejor niñera... o el termino con genero apropiado. Sabe que Tim a pesar de ser rápido nunca podría alcanzar a un perro buscando su comida, eso sin mencionar que se perdió el momento explicativo.
¿Y la niña?
Pregunta una vez cerca de su amiga y se puede notar cierto temor en las palabras. Es claro que la pequeña Albertina es el cerebro del hogar… un muy malicioso e infantil cerebro. Deben encontrarla antes de que libere los animales del zoológico o algo por el estilo.
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Maquiavelo había salvado una vez más la situación mientras a Iliaki se le devanaban los sesos llenándose de preocupaciones de lo que la dulce y explosiva Margarita les podría hacer si veía dentro de su casa algo fuera de lo normal, no las represiones ni las amenazas, sino de que pudiera desproveerlos de la deliciosa recompensa que les había prometido e incluso tomarse el descaro de lanzarlos con su propias manos a los calabozos del Castillo.
La elfilla se paró del suelo con rostro de shock y los ojos sin expresión, caminando lentamente hasta llegar a donde Chimar, mirando fijamente cómo el perro devoraba un delicioso filete que, sin la mayor duda, a ella no le habría venido mal saborear. Era un dolor fuerte en su pecho, era la traición del destino que desfavorecía a quienes más le necesitaban. Dolida como estaba, comenzó a tirar de la manga de su compañero, dedo se alzó ligeramente y señaló hacia el hocico del voraz Collins.
El pequeño Tim llegó momentos después con su querido amigo, revolcándose en el fango junto a él como si de un congénere suyo se tratase, no obstante, el can siguió disfrutando del manjar sin prestarle una poca de atención al gordo retoño que tanto lo adoraba.
- El perro... el perro se está comiendo el filete... - se quejó tal y como el enfermo que reclama a los dioses en su lecho de muerte.
Pero Chimar notó algo más importante.
- ¿Y la niña?
La forma de sus ojos y los colores de su rostro cambiaron repentinamente. Era de sorprender que un camaleón o algún otro animal cambiaformas no la hubiese confundido ya con un miembro de su familia.
- ¡La niña! - chilló Iliaki. Era la cumbre del colmo. Ansiosa, llevó sus dedos a sus labios y sus piernas ejercieron una suerte de bailecito que remarcaba notablemente el producto de sus preocupaciones.
Pero pasados unos momentos, la mente de Iliaki se iluminó, pero no con el calor de lo que son las ideas o el pensamiento, no: era el brillo de una mente que recuerda algo largamente olvidado. Solamente que no había pasado tanto tiempo, pero sí el suficiente como para que la niña desapareciese por completo. Pero la ladronzuela hizo un recuento, reconoció los movimientos y trayectorias, y vislumbró en sus memorias las intenciones que tenía Albertina antes de marcharse de aquel sitio.
- Quería pescar... - dijo de pronto la elfilla - ¡Quería pescar! ¡Tenía una caña y un balde en sus manos! - exclamó radiante de felicidad agitando de los hombros a Chimar, tanto que si fuera posible, posiblemente la cabeza del niño habría rebotado de su sitio - ¿Dónde dijo Margarita que estaba el arroyo? ¿Dónde está? ¡Ajá! ¡Allá, entre el bosque!
No lo dudó más: La endemoniada niña tendría que estar ahí en ese mismo momento. No debían perder más tiempo, así que tomó la mano de su compañero y se dispuso a correr a todo lo que daban sus flacuchas patas, arrastrando a Chimar casi como fuera posible, así como a tanto insecto y animal que se cruzase en sus caminos. El orgullo le dictaba que no perdería la batalla más importante de su corta vida: La batalla entre dos mocosas por el respeto de sus iguales.
Corrieron durante varios minutos, llegando así hasta un hermoso arroyo cuya agua parecía provenir de un manantial de cristal. Los árboles cubrían todo armoniosamente. Iliaki, embobada por la belleza, aún permanecía con la mano asida a la de Chimar, y al darse cuenta de ello, se erizó cual gato y retrocedió tanto asqueada como avergonzada.
- ¡Yeeeeeek! - exclamó agudamente.
Una serie de tablones se acomodaban para darle forma lo más parecido a un muelle. Pero en esos tablones, ni cerca de las aguas se encontraba la niña. [/i]
- ¿A dónde se habrá ido? - cuestionó Iliaki, tan confusa de que sus deducciones no hubiesen sido las correctas - ¿Alguna idea, Chimichangas?
La elfilla se paró del suelo con rostro de shock y los ojos sin expresión, caminando lentamente hasta llegar a donde Chimar, mirando fijamente cómo el perro devoraba un delicioso filete que, sin la mayor duda, a ella no le habría venido mal saborear. Era un dolor fuerte en su pecho, era la traición del destino que desfavorecía a quienes más le necesitaban. Dolida como estaba, comenzó a tirar de la manga de su compañero, dedo se alzó ligeramente y señaló hacia el hocico del voraz Collins.
El pequeño Tim llegó momentos después con su querido amigo, revolcándose en el fango junto a él como si de un congénere suyo se tratase, no obstante, el can siguió disfrutando del manjar sin prestarle una poca de atención al gordo retoño que tanto lo adoraba.
- El perro... el perro se está comiendo el filete... - se quejó tal y como el enfermo que reclama a los dioses en su lecho de muerte.
Pero Chimar notó algo más importante.
- ¿Y la niña?
La forma de sus ojos y los colores de su rostro cambiaron repentinamente. Era de sorprender que un camaleón o algún otro animal cambiaformas no la hubiese confundido ya con un miembro de su familia.
- ¡La niña! - chilló Iliaki. Era la cumbre del colmo. Ansiosa, llevó sus dedos a sus labios y sus piernas ejercieron una suerte de bailecito que remarcaba notablemente el producto de sus preocupaciones.
- Tomen por referencia en su bailecito al angustiado de Homer(o):
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Pero pasados unos momentos, la mente de Iliaki se iluminó, pero no con el calor de lo que son las ideas o el pensamiento, no: era el brillo de una mente que recuerda algo largamente olvidado. Solamente que no había pasado tanto tiempo, pero sí el suficiente como para que la niña desapareciese por completo. Pero la ladronzuela hizo un recuento, reconoció los movimientos y trayectorias, y vislumbró en sus memorias las intenciones que tenía Albertina antes de marcharse de aquel sitio.
- Quería pescar... - dijo de pronto la elfilla - ¡Quería pescar! ¡Tenía una caña y un balde en sus manos! - exclamó radiante de felicidad agitando de los hombros a Chimar, tanto que si fuera posible, posiblemente la cabeza del niño habría rebotado de su sitio - ¿Dónde dijo Margarita que estaba el arroyo? ¿Dónde está? ¡Ajá! ¡Allá, entre el bosque!
No lo dudó más: La endemoniada niña tendría que estar ahí en ese mismo momento. No debían perder más tiempo, así que tomó la mano de su compañero y se dispuso a correr a todo lo que daban sus flacuchas patas, arrastrando a Chimar casi como fuera posible, así como a tanto insecto y animal que se cruzase en sus caminos. El orgullo le dictaba que no perdería la batalla más importante de su corta vida: La batalla entre dos mocosas por el respeto de sus iguales.
Corrieron durante varios minutos, llegando así hasta un hermoso arroyo cuya agua parecía provenir de un manantial de cristal. Los árboles cubrían todo armoniosamente. Iliaki, embobada por la belleza, aún permanecía con la mano asida a la de Chimar, y al darse cuenta de ello, se erizó cual gato y retrocedió tanto asqueada como avergonzada.
- ¡Yeeeeeek! - exclamó agudamente.
Una serie de tablones se acomodaban para darle forma lo más parecido a un muelle. Pero en esos tablones, ni cerca de las aguas se encontraba la niña. [/i]
- ¿A dónde se habrá ido? - cuestionó Iliaki, tan confusa de que sus deducciones no hubiesen sido las correctas - ¿Alguna idea, Chimichangas?
Iliaki
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Aunque Tim consigue llegar hasta el perro solo se limita a jugar con él, deja atrás su idea de meterlo a la casa. Necesitará un baño después pero ese es problema para más adelante, una situación a la vez.
Iliaki no parece tomarse muy bien que el perro terminara con un trozo de filete… es claro que no se pasa mucho por la esfera. Se puede decir que ahora los chicos comen carne decente regularmente gracias al ingenio de comercial de Chimar.
El chiquillo genio no puede evitar sonreír por las expresiones de su compañera aunque pronto recuerda que tienen otras situaciones que solucionar, la chica ha desaparecido y deben encontrarla antes de que envenene el pozo de la ciudad.
La reacción de Iliaki al tocar dicho punto es de desesperación, por un momento Maquiavelo se imagina que tendrá un ataque. Dicha chica libera tensión de una manera bastante conocida… emprendiendo carrera mientras arrastra al genio consigo.
Parece que tiene una idea de donde puede estar Albertina, sus palabras dejan entrever una visita inocente al lago para pescar. Chimar no puede pensar mucho más pues esta todo el rato intentando no caerse, su colega tiene más energía que un rayo.
Llegan a un sitio bastante agradable, el destino correcto si se quiere pillar un aperitivo escurridizo. Por desgracia la niña sigue sin aparecer y solo tienen aquel paisaje deshabitado cual postal de almanaque.
¡Puaj!
Espeta al darse cuenta de lo mismo que Iliaki, no puede evitar sacudir la mano para darle potestad a la expresión… ¿qué se puede decir? , es un genio de doce años y tales cursilerías aún no se pasan por su intelectual y poca madura mente.
¿Quizás… fue arrastrada y termino en el fondo de algún lago?
Corresponde su idea con un rostro de sorpresa desagradable, claramente si ese es el caso no les van a pagar. Se acerca al borde del arroyo y busca señales sin mucho éxito, predecible pues en un ambiente móvil tales cosas suelen dificultarse.
Nota algo en el muelle y avanza como pájaro, cuando llega encuentra la caña de pescar puesta junto con un balde lleno de presas recién capturadas. Sin vacilar mira los alrededores aunque nuevamente sus intentos terminan en nada.
Una cosa esta clara, tiene talento para la pesca.
Iliaki no parece tomarse muy bien que el perro terminara con un trozo de filete… es claro que no se pasa mucho por la esfera. Se puede decir que ahora los chicos comen carne decente regularmente gracias al ingenio de comercial de Chimar.
El chiquillo genio no puede evitar sonreír por las expresiones de su compañera aunque pronto recuerda que tienen otras situaciones que solucionar, la chica ha desaparecido y deben encontrarla antes de que envenene el pozo de la ciudad.
La reacción de Iliaki al tocar dicho punto es de desesperación, por un momento Maquiavelo se imagina que tendrá un ataque. Dicha chica libera tensión de una manera bastante conocida… emprendiendo carrera mientras arrastra al genio consigo.
Parece que tiene una idea de donde puede estar Albertina, sus palabras dejan entrever una visita inocente al lago para pescar. Chimar no puede pensar mucho más pues esta todo el rato intentando no caerse, su colega tiene más energía que un rayo.
Llegan a un sitio bastante agradable, el destino correcto si se quiere pillar un aperitivo escurridizo. Por desgracia la niña sigue sin aparecer y solo tienen aquel paisaje deshabitado cual postal de almanaque.
¡Puaj!
Espeta al darse cuenta de lo mismo que Iliaki, no puede evitar sacudir la mano para darle potestad a la expresión… ¿qué se puede decir? , es un genio de doce años y tales cursilerías aún no se pasan por su intelectual y poca madura mente.
¿Quizás… fue arrastrada y termino en el fondo de algún lago?
Corresponde su idea con un rostro de sorpresa desagradable, claramente si ese es el caso no les van a pagar. Se acerca al borde del arroyo y busca señales sin mucho éxito, predecible pues en un ambiente móvil tales cosas suelen dificultarse.
Nota algo en el muelle y avanza como pájaro, cuando llega encuentra la caña de pescar puesta junto con un balde lleno de presas recién capturadas. Sin vacilar mira los alrededores aunque nuevamente sus intentos terminan en nada.
Una cosa esta clara, tiene talento para la pesca.
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
- Me sorprende que no haya pescado a uno con la misma cara de anchoa que tú - contestó divertida la elfilla mientras caminaba hacia los baldes de latón.
Iliaki observó entonces detenidamente a los baldes que albergaban grandes peces azules en su interior, aún abriendo sus bocas y luchando por respirar. La pesca era reciente y abundante, lo que indicaba que Albertina había hecho un trabajo eficiente en tan poco tiempo. Sin embargo, ¿por qué dejaría tan buena pesca abandonada? ¿Significaría acaso que Albertina seguiría rondando por ahí?
Sin acercarse demasiado, rodeó un poco hasta dar con las huellas de unas pequeñas botas desgastadas por el continuo caminar, huellas planas y cercanas que se escondían entre los matorrales más espesos de los alrededores.
Iliaki las siguió con la mirada la línea que dibujaban hasta que estas se hubiesen perdido entre los límites que separaban al claro del muelle con el bosque.
- Creo que sabe que estamos aquí. - advirtió en voz baja.
La elfilla entonces comenzó a caminar lentamente hasta el arbusto más espeso que encontraba más cerca. Sus pasos se aligeraron, entonces lo que no parecía más que un duende de ciudad ahora bien se le podía encontrar cierto parecido a sus ancestros los ávidos y elegantes guardianes del bosque a ese mocoso gato callejero.
Un paso, dos más y se detuvo. El único ruido que se escuchaba era una intermitente brisilla que suspiraba el arrollo. Sin pensárselo dos veces, saltó encima del arbusto mientras profería lo que pretendía ser un agudo grito de guerra. Sin embargo, lo único que la recibió no fue el suave cuerpo de una niñita, sino las ásperas espinas y hojas que se quebraron en astillas hasta encajarse en la piel de la elfilla. Iliaki ahora no gritaba de forma bélica, sino de dolor.
- ¡Aaaaaaaarremángatehijadelapitayaaaaaaaaaaaaaa! - gritaba desgarradoramente mientras intentaba pararse sin mucho éxito. No obstante, aquel desafortunado suceso hizo que la elfilla se fijara en otra cosa: Un montón de huellas y hierbas regadas por todos lados.
Sus gritos cesaron para dar pie a la atención. Como pudo, y aún sobándose lastimeramente las posaderas, se incorporó para acercarse a aquellos objetos. Luego, dándose cuenta de sus peripecias, se giró repentinamente y clavó la mirada sobre la de Chimar.
- Ni una palabra a los chicos de esto - amenazó, para luego agregar - Creo que se fue justo antes de que llegáramos, dudo siquiera que sepa que estamos aquí ¡Debe estar dentro del bosque! - dijo mientras señalaba con su dedo la trayectoria hacia el interior de los árboles.
En ese instante, los ojos de la ladronzuela brillaron, y su rostro se iluminó con una sonrisa pícara que rápidamente podía revelar una idea malvada e igual de pícara. O quizá, simple o sencillamente, como bien podía caber la posibilidad, se encontraba recordando un chiste muy malo acerca de papayas o de mangos.
Repentinamente, y sin mayor razón aparente, comenzó a trotar sobre su mismo sitio, para luego comenzar a pegar tal carrera que los más míticos guerreros se asustarían de ver de pronto a una vara parada corriendo.
- ¡El último que la encuentre comerá papaya toda la semana! - exclamó socarronamente la elfilla mientras avanzaba ya tramposamente con cierta ventaja.
No obstante, no muy lejos de ahí, y totalmente al lado contrario de la línea de carrera, se encontraba la niña Albertina recogiendo gentilmente varios tipos de plantas y hongos tan azules como las escamas de su pesca, para algo que ella en su cabeza llamaba el platillo del siglo.
- ¡Es perfecta! - dijo suavemente mientras recogía un extraño champiñón azul del suelo. Y dentro de sus propios pasos, se adentró más en el bosque por senderos que difícilmente su madre reconociera.
Iliaki observó entonces detenidamente a los baldes que albergaban grandes peces azules en su interior, aún abriendo sus bocas y luchando por respirar. La pesca era reciente y abundante, lo que indicaba que Albertina había hecho un trabajo eficiente en tan poco tiempo. Sin embargo, ¿por qué dejaría tan buena pesca abandonada? ¿Significaría acaso que Albertina seguiría rondando por ahí?
Sin acercarse demasiado, rodeó un poco hasta dar con las huellas de unas pequeñas botas desgastadas por el continuo caminar, huellas planas y cercanas que se escondían entre los matorrales más espesos de los alrededores.
Iliaki las siguió con la mirada la línea que dibujaban hasta que estas se hubiesen perdido entre los límites que separaban al claro del muelle con el bosque.
- Creo que sabe que estamos aquí. - advirtió en voz baja.
La elfilla entonces comenzó a caminar lentamente hasta el arbusto más espeso que encontraba más cerca. Sus pasos se aligeraron, entonces lo que no parecía más que un duende de ciudad ahora bien se le podía encontrar cierto parecido a sus ancestros los ávidos y elegantes guardianes del bosque a ese mocoso gato callejero.
Un paso, dos más y se detuvo. El único ruido que se escuchaba era una intermitente brisilla que suspiraba el arrollo. Sin pensárselo dos veces, saltó encima del arbusto mientras profería lo que pretendía ser un agudo grito de guerra. Sin embargo, lo único que la recibió no fue el suave cuerpo de una niñita, sino las ásperas espinas y hojas que se quebraron en astillas hasta encajarse en la piel de la elfilla. Iliaki ahora no gritaba de forma bélica, sino de dolor.
- ¡Aaaaaaaarremángatehijadelapitayaaaaaaaaaaaaaa! - gritaba desgarradoramente mientras intentaba pararse sin mucho éxito. No obstante, aquel desafortunado suceso hizo que la elfilla se fijara en otra cosa: Un montón de huellas y hierbas regadas por todos lados.
Sus gritos cesaron para dar pie a la atención. Como pudo, y aún sobándose lastimeramente las posaderas, se incorporó para acercarse a aquellos objetos. Luego, dándose cuenta de sus peripecias, se giró repentinamente y clavó la mirada sobre la de Chimar.
- Ni una palabra a los chicos de esto - amenazó, para luego agregar - Creo que se fue justo antes de que llegáramos, dudo siquiera que sepa que estamos aquí ¡Debe estar dentro del bosque! - dijo mientras señalaba con su dedo la trayectoria hacia el interior de los árboles.
En ese instante, los ojos de la ladronzuela brillaron, y su rostro se iluminó con una sonrisa pícara que rápidamente podía revelar una idea malvada e igual de pícara. O quizá, simple o sencillamente, como bien podía caber la posibilidad, se encontraba recordando un chiste muy malo acerca de papayas o de mangos.
Repentinamente, y sin mayor razón aparente, comenzó a trotar sobre su mismo sitio, para luego comenzar a pegar tal carrera que los más míticos guerreros se asustarían de ver de pronto a una vara parada corriendo.
- ¡El último que la encuentre comerá papaya toda la semana! - exclamó socarronamente la elfilla mientras avanzaba ya tramposamente con cierta ventaja.
No obstante, no muy lejos de ahí, y totalmente al lado contrario de la línea de carrera, se encontraba la niña Albertina recogiendo gentilmente varios tipos de plantas y hongos tan azules como las escamas de su pesca, para algo que ella en su cabeza llamaba el platillo del siglo.
- ¡Es perfecta! - dijo suavemente mientras recogía un extraño champiñón azul del suelo. Y dentro de sus propios pasos, se adentró más en el bosque por senderos que difícilmente su madre reconociera.
Iliaki
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
El enano genio arquea su ceja derecha como respuesta al insulto traicionero, los mocosos corrientes nunca pueden ser educados… claramente guardara la falta y se vengara más adelante pero ese es un comportamiento perfectamente lógico.
Iliaki se pone a buscar pistas cual perro cazador y al final encuentra un rastro de huellas, sin duda cosa de elfos. Su colega gorrión se limita a seguirle con cierta precaución, no quiere terminar arrastrado por aquella chica otra vez.
La zona más rural de Lunargenta es genial pero tiene tanta... naturaleza, demasiados seres vivos alrededor. Maquiavelo creció adentro de las murallas, si bien sus aventuras le han llevado lejos no deja de preferir un camino propiamente establecido.
Suspira resignado, otra vez a recorrer lo salvaje. Más le vale a la niña estar cerca o se ira a la cama sin cenar. Se supone que las chicas jóvenes pasan el tiempo jugando con muñecas y eso… Iliaki no entra en esa clasificación porque esta como una cabra.
Indiferentemente de lo que es mejor para su integridad, Chimar sigue de cerca a la elfa. Por un momento parece tener una pista solida aunque toda confianza se desintegra cuando termina abrazando vegetación con espinas.
El genio no puede evitar reírse con bastante ánimo, sus pobres intentos por mantener el control solo generan otras carcajadas. Al final luego de casi derramar una lágrima se detiene, la vida es bella por momentos así.
Mis labios están sellados jeje.
Eventualmente se adentran más y más en el bosque por iniciativa de la misma señorita, dicho personaje tiene la brillante idea de convertir la búsqueda en una competición. Su amigo asiente justo antes de quedar solo por la carrera rival, es claro que los elfos no se pueden mantener quietos.
Sin vacilar el niño intelectual sube al árbol más grande, aunque odia la naturaleza es hábil escalando todo lo que tenga punto de apoyo. Una vez a buena altura logra distinguir su objetivo que pasa el tiempo recogiendo hongos por el lateral izquierdo.
“Hubiera apostado dinero”
Baja con agilidad y avanza hasta la chiquilla, le sale por sorpresa y se planta como una maseta para que no pueda desaparecer otra vez. Su protegida temporal claramente tiene dotes para la herbolaria aunque lleva una recolecta algo… hostil.
Entre más destacable sea el color, más venenoso es el elemento natural.
Iliaki se pone a buscar pistas cual perro cazador y al final encuentra un rastro de huellas, sin duda cosa de elfos. Su colega gorrión se limita a seguirle con cierta precaución, no quiere terminar arrastrado por aquella chica otra vez.
La zona más rural de Lunargenta es genial pero tiene tanta... naturaleza, demasiados seres vivos alrededor. Maquiavelo creció adentro de las murallas, si bien sus aventuras le han llevado lejos no deja de preferir un camino propiamente establecido.
Suspira resignado, otra vez a recorrer lo salvaje. Más le vale a la niña estar cerca o se ira a la cama sin cenar. Se supone que las chicas jóvenes pasan el tiempo jugando con muñecas y eso… Iliaki no entra en esa clasificación porque esta como una cabra.
Indiferentemente de lo que es mejor para su integridad, Chimar sigue de cerca a la elfa. Por un momento parece tener una pista solida aunque toda confianza se desintegra cuando termina abrazando vegetación con espinas.
El genio no puede evitar reírse con bastante ánimo, sus pobres intentos por mantener el control solo generan otras carcajadas. Al final luego de casi derramar una lágrima se detiene, la vida es bella por momentos así.
Mis labios están sellados jeje.
Eventualmente se adentran más y más en el bosque por iniciativa de la misma señorita, dicho personaje tiene la brillante idea de convertir la búsqueda en una competición. Su amigo asiente justo antes de quedar solo por la carrera rival, es claro que los elfos no se pueden mantener quietos.
Sin vacilar el niño intelectual sube al árbol más grande, aunque odia la naturaleza es hábil escalando todo lo que tenga punto de apoyo. Una vez a buena altura logra distinguir su objetivo que pasa el tiempo recogiendo hongos por el lateral izquierdo.
“Hubiera apostado dinero”
Baja con agilidad y avanza hasta la chiquilla, le sale por sorpresa y se planta como una maseta para que no pueda desaparecer otra vez. Su protegida temporal claramente tiene dotes para la herbolaria aunque lleva una recolecta algo… hostil.
Entre más destacable sea el color, más venenoso es el elemento natural.
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Viéndose descubierta la chica intenta guardar aquellos hongos venenosos, Chimar decide utilizar sus capacidades superiores para despojarla de las peligrosas setas… tener más años obra de maravilla en tales situaciones.
¡Oye, devuélvemelos!
Eso no pasara.
La niña intenta recuperar su bolsa de recolección por al menos quince minutos, al final termina por cansarse de tanto salto. Maquiavelo suspira aliviado ante su inocente victoria, tiene experiencia lidiando mocosos rebeldes con los gorriones en su vida.
Iliaki, tiempo de volver.
Dice con tono alto sin obtener respuesta, repite la acción varias veces llegando a la conclusión de que su colega ha desaparecido. Arquea la ceja derecha algo molesto pues al final de todo la actividad laboral fue su idea… menuda pifia.
Niega con la cabeza y guía a la siniestra niña de vuelta a casa, luego de entrar en la edificación llama a la elfa un par de veces pero no recibe respuesta. Tenía la esperanza de encontrársela adentro pero es claro que ya no se halla en la zona.
Típico…
El pequeño Tim parece haberse aseado por voluntad propia y ahora duerme plácidamente en la sala, una de las pocas sorpresas agradables para chimar en lo que va de día. Ciertamente se está volviendo tarde por lo que el cansancio también comienza a pasarle factura, menos trabajo es algo bien recibido.
Luego de haber correteado a sus semejantes los hermanos ya no tienen energía para seguir haciendo travesuras, incluso Albertina muestra las claras señales de sueño… mejor aprovechar el momento.
Sin vacilar el enano genio destina sus últimas fuerzas a preparar la cena, afortunadamente para ese entonces los insoportables mocosos ya obedecen de forma automática. Comen, se ponen la pijama y entran en sus respectivas camas.
Lo mejor será recuperar energías para volver a la esfera “bostezo”
Pasa a recostarse en un mueble de buen aspecto sin perder de vista la escalera, cinco minutos después concluye que sus protegidos temporales ahora rondan el quinto sueño. Solo resta esperar a la señora de la casa y su paga.
¡Oye, devuélvemelos!
Eso no pasara.
La niña intenta recuperar su bolsa de recolección por al menos quince minutos, al final termina por cansarse de tanto salto. Maquiavelo suspira aliviado ante su inocente victoria, tiene experiencia lidiando mocosos rebeldes con los gorriones en su vida.
Iliaki, tiempo de volver.
Dice con tono alto sin obtener respuesta, repite la acción varias veces llegando a la conclusión de que su colega ha desaparecido. Arquea la ceja derecha algo molesto pues al final de todo la actividad laboral fue su idea… menuda pifia.
Niega con la cabeza y guía a la siniestra niña de vuelta a casa, luego de entrar en la edificación llama a la elfa un par de veces pero no recibe respuesta. Tenía la esperanza de encontrársela adentro pero es claro que ya no se halla en la zona.
Típico…
El pequeño Tim parece haberse aseado por voluntad propia y ahora duerme plácidamente en la sala, una de las pocas sorpresas agradables para chimar en lo que va de día. Ciertamente se está volviendo tarde por lo que el cansancio también comienza a pasarle factura, menos trabajo es algo bien recibido.
Luego de haber correteado a sus semejantes los hermanos ya no tienen energía para seguir haciendo travesuras, incluso Albertina muestra las claras señales de sueño… mejor aprovechar el momento.
Sin vacilar el enano genio destina sus últimas fuerzas a preparar la cena, afortunadamente para ese entonces los insoportables mocosos ya obedecen de forma automática. Comen, se ponen la pijama y entran en sus respectivas camas.
Lo mejor será recuperar energías para volver a la esfera “bostezo”
Pasa a recostarse en un mueble de buen aspecto sin perder de vista la escalera, cinco minutos después concluye que sus protegidos temporales ahora rondan el quinto sueño. Solo resta esperar a la señora de la casa y su paga.
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
Sorpresivamente la última ronda del complicado trabajo transcurre sin contratiempos, Chimar logra recuperar su energía y los pequeños engendros del mal no incendian la casa ni generan una pandemia continental… claramente por el efecto cliché.
Maquiavelo se levanta al escuchar como la puerta sede ante su llave, vale destacar que para cuando la señora del lugar avanza hasta el espacio comprometedor ya se encuentra de pie y sin ningún rastro de haber estado durmiendo.
Tiene experiencia en fingir consciencia, tuvo que emplear teles habilidades en algunas clase tediosas durante su instrucción en la universidad de los susurros… leyes físicas por alguna razón siempre lo sedaba de una forma casi narcótica.
Durante su intermitente siesta “más que todo por el miedo a terminar ahorcado de un árbol” reparo cualquier destrozo causado, si bien algunas cosas faltan ya la casa no se encuentra llena de cristales rotos.
Una cosa se puede sacar en claro ahora mismo, la cara de la repostera muestra tranquilidad… sin duda conoce que clase de “angelitos” tiene y su increíble capacidad para desatar los mismos fuegos del averno.
¿Qué tal se portaron?
Como dos cadetes, apenas tuvimos problemas.
La acción de encubrir a los mocosos no tiene nada de altruista, quejarse de los niños que cuidas puede resultar en una perdida sustancial del pago monetario. Los padres son muy proteccionistas… y tan listos como cualquier erudito anciano.
Aquella madre sube a revisar que efectivamente los chicos están bien, Chimar traga saliva porque no se le ocurrió chequear la habitación pero todo parece estar en orden. Siguen vivos y en buenas condiciones, como acabados de fabricar.
A partir de allí Maquiavelo no se separa de la repostera, una forma discreta de decir “me debes dinero”. Pilla la indirecta rápido por lo que arma un pago acorde, dos bolsitas llenas con monedas y mucha gratitud.
También le prometí a la chica algunos postres, sírvete y házselos llegar.
De repente abre un estante dejando salir el olor más glorioso que puede existir, ese que tienen los postres apilados. El niño debe hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejar caer las monedas y con la saliva a punto de salirse toma cierto minuto de meditación antes de comenzar a llenar sus numerosos bolsillos… acaba de cubrir la cena de varios días.
Me tomara solo unos instantes “dice con una sonrisa de oreja a oreja”
Maquiavelo se levanta al escuchar como la puerta sede ante su llave, vale destacar que para cuando la señora del lugar avanza hasta el espacio comprometedor ya se encuentra de pie y sin ningún rastro de haber estado durmiendo.
Tiene experiencia en fingir consciencia, tuvo que emplear teles habilidades en algunas clase tediosas durante su instrucción en la universidad de los susurros… leyes físicas por alguna razón siempre lo sedaba de una forma casi narcótica.
Durante su intermitente siesta “más que todo por el miedo a terminar ahorcado de un árbol” reparo cualquier destrozo causado, si bien algunas cosas faltan ya la casa no se encuentra llena de cristales rotos.
Una cosa se puede sacar en claro ahora mismo, la cara de la repostera muestra tranquilidad… sin duda conoce que clase de “angelitos” tiene y su increíble capacidad para desatar los mismos fuegos del averno.
¿Qué tal se portaron?
Como dos cadetes, apenas tuvimos problemas.
La acción de encubrir a los mocosos no tiene nada de altruista, quejarse de los niños que cuidas puede resultar en una perdida sustancial del pago monetario. Los padres son muy proteccionistas… y tan listos como cualquier erudito anciano.
Aquella madre sube a revisar que efectivamente los chicos están bien, Chimar traga saliva porque no se le ocurrió chequear la habitación pero todo parece estar en orden. Siguen vivos y en buenas condiciones, como acabados de fabricar.
A partir de allí Maquiavelo no se separa de la repostera, una forma discreta de decir “me debes dinero”. Pilla la indirecta rápido por lo que arma un pago acorde, dos bolsitas llenas con monedas y mucha gratitud.
También le prometí a la chica algunos postres, sírvete y házselos llegar.
De repente abre un estante dejando salir el olor más glorioso que puede existir, ese que tienen los postres apilados. El niño debe hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejar caer las monedas y con la saliva a punto de salirse toma cierto minuto de meditación antes de comenzar a llenar sus numerosos bolsillos… acaba de cubrir la cena de varios días.
Me tomara solo unos instantes “dice con una sonrisa de oreja a oreja”
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Re: Guerra de Pollos [Trabajo] [Iliaki + Chimar <2]
RECOMPENSAS
Ha sido una pena que Iliaki no haya podido terminar su historia, sin embargo el final creo que ha hecho justicia a lo que ella había planeado, ha sido divertido y ligero de leer aunque me has quedado en deuda con la segunda complicación, aunque al haberlo terminado solo, no seré muy severo con eso.
Por el trabajo y el esfuerzo Chimar recibe 18 puntos de experiencia y 400 aeros que ya han sido sumados a su perfil.
Iliaki tendrá que enviar un mp para reabrir el trabajo si desea terminarlo y reclamar sus puntos.
Por el trabajo y el esfuerzo Chimar recibe 18 puntos de experiencia y 400 aeros que ya han sido sumados a su perfil.
Iliaki tendrá que enviar un mp para reabrir el trabajo si desea terminarlo y reclamar sus puntos.
Ansur
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