En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
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Por fin había llegado el momento. Nahir estaba mirando el barco desde una esquina, con la cara contra la pared, haciendo que su mejilla quedase algo aplastada y ligeramente levantada. Habían puesto una tabla de madera para poder acceder al barco con más facilidad, aunque esta no parecía muy estable. Unos hombres estaban cargando unas cajas, motivo por el que Nahir aún estaba en tierra, no quería meterse en medio, o quizás es que le daba miedo abandonar su tierra.
Un niño pasó corriendo por detrás de ella, dándole un golpe en la mano, sacándola de sus pensamientos.
-Vamos Nahir, no seas una Kanaky…- se dijo a ella misma mientras suspiraba sonoramente. Se armó de valor y empezó a acortar la distancia que se separaba de su nuevo destino.
Puso un pie en la tabla de madera, esta chirrió debajo de ella. No pudo evitar hacer una mueca que denotaba desconfianza.
- ¡Venga, que no tenemos todo el día! - escuchó tras de sí.
Tras dar un respingo por la sorpresa, la joven pudo ver de reojo un hombre de avanzada edad esperado también a subir al barco. Este portaba un saco a la espalda, parecía pesado.
-Sí, perdona…- se disculpó.
Al parecer el hombre seguía refunfuñando algo, pero la bruja no pudo escucharlo, o no quiso. La cosa a bordo estaba movida. Había un par de jovencitos corriendo de aquí allí, al parecer todos les pedían más recados de los que ambos podían solventar. Unos apilaban cajas a los lados del barco, otros bajaban equipaje a las zonas de camarotes. Nahir estaba algo perdida, no sabía que debía hacer o a donde dirigirse, así que se quedó un par de minutos ahí, sin hacer nada, mirando a los demás. Su cabeza se movía de un lado a otro, fijándose en cada detalle.
Cansada de estar ahí plantada siguió a una pareja que bajaba por unas escaleras, esperando enterarse de algo. Y como habían intuido, por ahí se accedía a la zona de camarotes. Tras dejar sus cosas acomodadas, salió a fuera, quería ver como desembarcaban del puerto. Debía reconocerlo, estaba muy nerviosa.
Un niño pasó corriendo por detrás de ella, dándole un golpe en la mano, sacándola de sus pensamientos.
-Vamos Nahir, no seas una Kanaky…- se dijo a ella misma mientras suspiraba sonoramente. Se armó de valor y empezó a acortar la distancia que se separaba de su nuevo destino.
Puso un pie en la tabla de madera, esta chirrió debajo de ella. No pudo evitar hacer una mueca que denotaba desconfianza.
- ¡Venga, que no tenemos todo el día! - escuchó tras de sí.
Tras dar un respingo por la sorpresa, la joven pudo ver de reojo un hombre de avanzada edad esperado también a subir al barco. Este portaba un saco a la espalda, parecía pesado.
-Sí, perdona…- se disculpó.
Al parecer el hombre seguía refunfuñando algo, pero la bruja no pudo escucharlo, o no quiso. La cosa a bordo estaba movida. Había un par de jovencitos corriendo de aquí allí, al parecer todos les pedían más recados de los que ambos podían solventar. Unos apilaban cajas a los lados del barco, otros bajaban equipaje a las zonas de camarotes. Nahir estaba algo perdida, no sabía que debía hacer o a donde dirigirse, así que se quedó un par de minutos ahí, sin hacer nada, mirando a los demás. Su cabeza se movía de un lado a otro, fijándose en cada detalle.
Cansada de estar ahí plantada siguió a una pareja que bajaba por unas escaleras, esperando enterarse de algo. Y como habían intuido, por ahí se accedía a la zona de camarotes. Tras dejar sus cosas acomodadas, salió a fuera, quería ver como desembarcaban del puerto. Debía reconocerlo, estaba muy nerviosa.
Última edición por Nahir el Vie 21 Dic 2018, 12:13, editado 1 vez
Nahir
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Seré honesto –dije, caminando hacia el puerto con Hyro a mi lado–, sobrevivir al incendio que provocaron los conejos de los ancianos dementes… fue menos problemático que lo de hoy, Hyro. –Miré seriamente a mi compañero, pero él, tras mirarme de reojo por un breve instante, sonrió.
–Tranquilo –respondió relajadamente–, puede que no hayamos conseguido lo que queríamos, pero, como recompensa, te compraré muchas biusas cuando regresemos a Verisar. –Sonrió una vez más, mostrando todos los dientes esta vez, creyendo que yo estaría satisfecho con su oferta. Resoplé y me crucé de brazos.
–Bueno, como sea, mientras nadie intente matarme hoy… –Suspiré.
–Para eso intenta no mojar tu cabello o la pintura negra se caerá de él. No queremos que algún brujo que odie a los elfos descubra que eres un peliblanco de orejas puntiagudas –dijo en voz baja, medio en broma, y con su cabeza inclinada hacia mí. Sabía que nadie más que yo debía escuchar su comentario, pero él no creía que realmente me metería en problemas si descubrieran mi raza.
Ojeé mi flequillo. Este ya no era completamente negro, pero nadie lo notaría a menos que me examinaran de cerca, así que debía evitar llamar la atención.
Luego de una larga caminata, en la que Hyro no paró de hacer chistes que solo a él le parecían graciosos, ya estábamos a punto de subir al barco. Solo quedaba esperar que una mujer de piel inusualmente oscura le diera la gana de avanzar, pues ella estaba obstruyendo el paso al resto.
Hyro estuvo a punto de pedirle que se apresurara, pero un sujeto delante de nosotros se quejó primero. La mujer subió por fin, pero, aun así, el sujeto no dejó de quejarse de ella, luego de las mujeres, de los jóvenes, de la educación, de la política, de los aristócratas, del rey de Lunargenta y de otros temas de los que él realmente no sabía lo suficiente como para opinar.
Una vez arriba, a diferencia de Hyro que quería ver las estrellas, me dirigí a uno de los camarotes para descansar como un oso en invierno, pero el calor en esa zona era horripilante.
–Si el sudor son las lágrimas del corazón, entonces ya no tendré ni riñón si permanezco mucho tiempo aquí –dije mientras me abanicaba con la camisa. Subí de nuevo a la cubierta, donde sí había aire fresco.
Miré hacia todos lados y no encontré a Hyro. Seguramente no era necesario preocuparse, pero decidí buscarlo por si acaso había sido secuestrado o algo así. Pregunté sobre él a unos cuantos, sin embargo, no obtuve información sobre su paradero. Al final terminé acercándome a la chica de piel oscura de antes.
–Disculpa, ¿no has…? –fue lo que alcancé a decir justo antes de sentir frío en las piernas. Miré hacia abajo y el color escarlata cubrió mi rostro cuando descubrí que ya no tenía pantalones–. ¡¿Pero qué…?!
Hyro debía ser el responsable de eso; él era un brujo de conjuración, después de todo. Y gracias a los dioses no hizo desaparecer mi ropa interior también.
Afortunadamente mi pantalón regresó antes de que pasara más tiempo hundiéndome en la vergüenza. Pero ahora la chica pensaría que yo era una clase de pervertido o algo por el estilo.
–Este… Bueno, yo… Ehm… –hablé claramente nervioso, sin poder encontrar algo que decir. Todas las justificaciones se quedaban en mi garganta, pues eran muy absurdas para ser mencionadas. No obstante, al final no pude evitar soltar–: ¡Un hechicero lo hizo!
–Tranquilo –respondió relajadamente–, puede que no hayamos conseguido lo que queríamos, pero, como recompensa, te compraré muchas biusas cuando regresemos a Verisar. –Sonrió una vez más, mostrando todos los dientes esta vez, creyendo que yo estaría satisfecho con su oferta. Resoplé y me crucé de brazos.
–Bueno, como sea, mientras nadie intente matarme hoy… –Suspiré.
–Para eso intenta no mojar tu cabello o la pintura negra se caerá de él. No queremos que algún brujo que odie a los elfos descubra que eres un peliblanco de orejas puntiagudas –dijo en voz baja, medio en broma, y con su cabeza inclinada hacia mí. Sabía que nadie más que yo debía escuchar su comentario, pero él no creía que realmente me metería en problemas si descubrieran mi raza.
Ojeé mi flequillo. Este ya no era completamente negro, pero nadie lo notaría a menos que me examinaran de cerca, así que debía evitar llamar la atención.
Luego de una larga caminata, en la que Hyro no paró de hacer chistes que solo a él le parecían graciosos, ya estábamos a punto de subir al barco. Solo quedaba esperar que una mujer de piel inusualmente oscura le diera la gana de avanzar, pues ella estaba obstruyendo el paso al resto.
Hyro estuvo a punto de pedirle que se apresurara, pero un sujeto delante de nosotros se quejó primero. La mujer subió por fin, pero, aun así, el sujeto no dejó de quejarse de ella, luego de las mujeres, de los jóvenes, de la educación, de la política, de los aristócratas, del rey de Lunargenta y de otros temas de los que él realmente no sabía lo suficiente como para opinar.
Una vez arriba, a diferencia de Hyro que quería ver las estrellas, me dirigí a uno de los camarotes para descansar como un oso en invierno, pero el calor en esa zona era horripilante.
–Si el sudor son las lágrimas del corazón, entonces ya no tendré ni riñón si permanezco mucho tiempo aquí –dije mientras me abanicaba con la camisa. Subí de nuevo a la cubierta, donde sí había aire fresco.
Miré hacia todos lados y no encontré a Hyro. Seguramente no era necesario preocuparse, pero decidí buscarlo por si acaso había sido secuestrado o algo así. Pregunté sobre él a unos cuantos, sin embargo, no obtuve información sobre su paradero. Al final terminé acercándome a la chica de piel oscura de antes.
–Disculpa, ¿no has…? –fue lo que alcancé a decir justo antes de sentir frío en las piernas. Miré hacia abajo y el color escarlata cubrió mi rostro cuando descubrí que ya no tenía pantalones–. ¡¿Pero qué…?!
Hyro debía ser el responsable de eso; él era un brujo de conjuración, después de todo. Y gracias a los dioses no hizo desaparecer mi ropa interior también.
Afortunadamente mi pantalón regresó antes de que pasara más tiempo hundiéndome en la vergüenza. Pero ahora la chica pensaría que yo era una clase de pervertido o algo por el estilo.
–Este… Bueno, yo… Ehm… –hablé claramente nervioso, sin poder encontrar algo que decir. Todas las justificaciones se quedaban en mi garganta, pues eran muy absurdas para ser mencionadas. No obstante, al final no pude evitar soltar–: ¡Un hechicero lo hizo!
Rauko
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
La joven bruja estaba en la popa del barco, con los brazos apoyados en la barandilla y el cuerpo ligueramente arqueado. Casi con la boca abierta, miraba el agua, las estrellas y el gran barco en el que estaba subida. Todo le fascinada.
-Disculpa, ¿no has…? – estaba tan distraída que apenas se había dado cuenta de que un joven se había acercado a ella. Alzándose, se volvió hacía él. Abrió mucho los ojos, acompañándolos con una amplia sonrisa.
- ¡¿Pero qué…?!- pestañeó un par de veces, sin saber que estaba pasando. Siguió la mirada del chico, hasta ver sus piernas, sin pantalones. Alzó nuevamente la mirada, el joven, para lo blanco que era, ahora estaba rojo como un tomate. Nahir se llevó una mano a la boca, intentando esconder una sonrisa. Pudo ver como sus pantalones regresaban, así que no se los había olvidado, quizás solo se tratase de un hechizo, pero ¿quién lo habría hecho? Se preguntó mirando hacia los lados, intentando buscar a alguien que naturalmente no podría reconocer.
-Este…Bueno,yo…Ehm…- su atención se volvió a fijar en el de pelo oscuro. No podía aguantar más. -¡Un hechicero lo hizo!- soltó este antes de que Nahir empezase a reírse a carcajadas, doblada sobre si misma, con los ojos entrecerrados.
-Lo…siento…yo…- no podía hablar de la risa que le había producido aquella situación.
Cuando empezó a calmarse se frotó los ojos con ambas manos, estirándose la cara hacía abajo. Quería disculparse con él por haberse reído, por el aun color de sus mejillas aquella situación había sido vergonzosa. En vez de eso alzó la mano hacía el chico.
-Soy Nahir- se presentó con una amplia sonrisa –Espero que ese hechicero no se las gaste siempre así contigo…-
El barco ya se había separado de tierra, ahora solo quedaba poner rumbo a la península de Verisar. Iba a ser una noche larga, por lo que la mayoría de gente se había ido a dormir.
- ¿Te apetece comer algo? - le propuso la chica. Aunque hubiese cenado, le encantaba comer por la noche, sobretodo dulces y fruta.
-Disculpa, ¿no has…? – estaba tan distraída que apenas se había dado cuenta de que un joven se había acercado a ella. Alzándose, se volvió hacía él. Abrió mucho los ojos, acompañándolos con una amplia sonrisa.
- ¡¿Pero qué…?!- pestañeó un par de veces, sin saber que estaba pasando. Siguió la mirada del chico, hasta ver sus piernas, sin pantalones. Alzó nuevamente la mirada, el joven, para lo blanco que era, ahora estaba rojo como un tomate. Nahir se llevó una mano a la boca, intentando esconder una sonrisa. Pudo ver como sus pantalones regresaban, así que no se los había olvidado, quizás solo se tratase de un hechizo, pero ¿quién lo habría hecho? Se preguntó mirando hacia los lados, intentando buscar a alguien que naturalmente no podría reconocer.
-Este…Bueno,yo…Ehm…- su atención se volvió a fijar en el de pelo oscuro. No podía aguantar más. -¡Un hechicero lo hizo!- soltó este antes de que Nahir empezase a reírse a carcajadas, doblada sobre si misma, con los ojos entrecerrados.
-Lo…siento…yo…- no podía hablar de la risa que le había producido aquella situación.
Cuando empezó a calmarse se frotó los ojos con ambas manos, estirándose la cara hacía abajo. Quería disculparse con él por haberse reído, por el aun color de sus mejillas aquella situación había sido vergonzosa. En vez de eso alzó la mano hacía el chico.
-Soy Nahir- se presentó con una amplia sonrisa –Espero que ese hechicero no se las gaste siempre así contigo…-
El barco ya se había separado de tierra, ahora solo quedaba poner rumbo a la península de Verisar. Iba a ser una noche larga, por lo que la mayoría de gente se había ido a dormir.
- ¿Te apetece comer algo? - le propuso la chica. Aunque hubiese cenado, le encantaba comer por la noche, sobretodo dulces y fruta.
Nahir
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Para empeorar la embarazosa situación, la chica explotó a carcajadas. Maldición, mi corazón latía a toda potencia. Bajé los hombros, encorvándome lentamente. De verdad quería desaparecer.
Fue entonces cuando ella extendió una mano hacia mí y se presentó amablemente. Eso me tomó desprevenido.
–Oh, pues… –empecé, hablando con timidez– yo soy Rauko. Encantado de conocerte. –Le di un apretón de manos y sonreí, aunque todavía con la vergüenza encima–. Descuida, ese hechicero no suele hacer ese tipo de bromas –agregué, para luego mirar hacia los lados y decir en voz alta–: ¡y espero que eso siga siendo así! –Esperé que Hyro hubiera escuchado desde donde sea que estuviera escondido.
Y luego Nahir dijo lo único que hacía falta para que me agradara. Sonreí entusiasmado por la idea y asentí.
–¡Por supuesto! Siempre es un buen momento para comer, incluso los momentos en los que no.
A veces no podía creer que, a pesar de todas las cosas por las que he tenido que pasar en mi vida, todavía podía comportarme como un niño y decir estupideces sin darme cuenta.
–Bien, no lo pensemos más. Vamos al comedor. –Me lamí los labios, visualizando la comida en mi mente. Luego me dirigí a la zona en cuestión–. Oye…, ¿y cuál es el motivo de tu viaje? ¿Turismo? ¿Trabajo? –pregunté con curiosidad, aunque, tras echarle una ojeada a su vestimenta, pensé en otra opción–. ¿O... aventuras? –Mostré una media sonrisa.
Llegamos al comedor, que ciertamente parecía una pequeña pero elegante taberna. No esperaba que el barco tuviera algo así.
Instintivamente conté cuántas personas había y barrí sus rostros con mi mirada. Eran pocos. La mayoría volteó a mirarnos cuando entramos, haciendo que me tensara y temiera que descubrieran mi raza, pero después siguieron con lo suyo. Además, uno de ellos era el gruñón de antes, quien estaba molestando a todos con sus quejas interminables.
Solo había dos chicos atendiendo a los pasajeros: uno lo hacía con una negligencia criticable, mientras que el otro, quien tenía unas notables ojeras que destacaban en su tez pálida, estaba tan alerta que parecía que muy pronto tendría un ataque de pánico.
–Creo que ese chico necesita un descanso, ¿no crees? –solté, medio en broma, con suficiente volumen para que solo Nahir escuchara.
–¿Se les ofrece algo? –Inquirió el chico de las ojeras, quien se colocó delante de mí antes de que me diera cuenta. Di un respingo y mis ojos se abrieron ampliamente.
–O-oye, no asustes a la gente así –sugerí.
–¿Se les ofrece algo? –repitió. Esta vez noté que desde que lo vi él no había parpadeado ni una sola vez. Abrí la boca para contestar, pero me interrumpió–. ¿Se les ofrece algo? –Lo miré un par de segundos antes de intentar hablar de nuevo.
–Sí, verás, quiero unas…
–¿Se les ofrece algo? –me interrumpió una vez más.
–¡Sí, quiero biusas! –Me sentí aliviado al haber logrado contestar.
–No tenemos biusas. ¿Se les ofrece algo?
–Entonces quiero chocolate.
–No tenemos chocolate. ¿Se les ofrece algo?
–Dulces.
–No tenemos dulces. ¿Se les ofrece algo?
–Dennos cualquier cosa que se pueda comer, entonces.
–No tenemos comida preparada por ahora. ¿Se les ofrece algo?
–¿Ni siquiera tienen frutas?
–No tenemos frutas. ¿Se les ofrece algo?
–Vaya… –Suspiré en resignación–. Entonces solo déjanos sentarnos y estaremos bien…, gracias. –El chico asintió y se marchó rápidamente, muy rápidamente–. Como sea, no nos quedará de otra que comer lo que he traído yo –le dije a Nahir y me encogí de hombros, mientras me sentaba en una de las mesas disponibles. Luego saqué unas biusas de mi pequeña bolsa de aeros (que lo que menos tenía era aeros) y las puse en la mesa–. ¿Has probado alguna biusa antes? No tienen olor, pero cada una tendrá cualquier suculento sabor que desees.
Fue entonces cuando ella extendió una mano hacia mí y se presentó amablemente. Eso me tomó desprevenido.
–Oh, pues… –empecé, hablando con timidez– yo soy Rauko. Encantado de conocerte. –Le di un apretón de manos y sonreí, aunque todavía con la vergüenza encima–. Descuida, ese hechicero no suele hacer ese tipo de bromas –agregué, para luego mirar hacia los lados y decir en voz alta–: ¡y espero que eso siga siendo así! –Esperé que Hyro hubiera escuchado desde donde sea que estuviera escondido.
Y luego Nahir dijo lo único que hacía falta para que me agradara. Sonreí entusiasmado por la idea y asentí.
–¡Por supuesto! Siempre es un buen momento para comer, incluso los momentos en los que no.
A veces no podía creer que, a pesar de todas las cosas por las que he tenido que pasar en mi vida, todavía podía comportarme como un niño y decir estupideces sin darme cuenta.
–Bien, no lo pensemos más. Vamos al comedor. –Me lamí los labios, visualizando la comida en mi mente. Luego me dirigí a la zona en cuestión–. Oye…, ¿y cuál es el motivo de tu viaje? ¿Turismo? ¿Trabajo? –pregunté con curiosidad, aunque, tras echarle una ojeada a su vestimenta, pensé en otra opción–. ¿O... aventuras? –Mostré una media sonrisa.
Llegamos al comedor, que ciertamente parecía una pequeña pero elegante taberna. No esperaba que el barco tuviera algo así.
Instintivamente conté cuántas personas había y barrí sus rostros con mi mirada. Eran pocos. La mayoría volteó a mirarnos cuando entramos, haciendo que me tensara y temiera que descubrieran mi raza, pero después siguieron con lo suyo. Además, uno de ellos era el gruñón de antes, quien estaba molestando a todos con sus quejas interminables.
Solo había dos chicos atendiendo a los pasajeros: uno lo hacía con una negligencia criticable, mientras que el otro, quien tenía unas notables ojeras que destacaban en su tez pálida, estaba tan alerta que parecía que muy pronto tendría un ataque de pánico.
–Creo que ese chico necesita un descanso, ¿no crees? –solté, medio en broma, con suficiente volumen para que solo Nahir escuchara.
–¿Se les ofrece algo? –Inquirió el chico de las ojeras, quien se colocó delante de mí antes de que me diera cuenta. Di un respingo y mis ojos se abrieron ampliamente.
–O-oye, no asustes a la gente así –sugerí.
–¿Se les ofrece algo? –repitió. Esta vez noté que desde que lo vi él no había parpadeado ni una sola vez. Abrí la boca para contestar, pero me interrumpió–. ¿Se les ofrece algo? –Lo miré un par de segundos antes de intentar hablar de nuevo.
–Sí, verás, quiero unas…
–¿Se les ofrece algo? –me interrumpió una vez más.
–¡Sí, quiero biusas! –Me sentí aliviado al haber logrado contestar.
–No tenemos biusas. ¿Se les ofrece algo?
–Entonces quiero chocolate.
–No tenemos chocolate. ¿Se les ofrece algo?
–Dulces.
–No tenemos dulces. ¿Se les ofrece algo?
–Dennos cualquier cosa que se pueda comer, entonces.
–No tenemos comida preparada por ahora. ¿Se les ofrece algo?
–¿Ni siquiera tienen frutas?
–No tenemos frutas. ¿Se les ofrece algo?
–Vaya… –Suspiré en resignación–. Entonces solo déjanos sentarnos y estaremos bien…, gracias. –El chico asintió y se marchó rápidamente, muy rápidamente–. Como sea, no nos quedará de otra que comer lo que he traído yo –le dije a Nahir y me encogí de hombros, mientras me sentaba en una de las mesas disponibles. Luego saqué unas biusas de mi pequeña bolsa de aeros (que lo que menos tenía era aeros) y las puse en la mesa–. ¿Has probado alguna biusa antes? No tienen olor, pero cada una tendrá cualquier suculento sabor que desees.
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Iba de camino al comedor con el de pelo oscuro, pensando en qué clase de fruta habría allí para comer, no era un viaje muy largo, quizás no debía hacerse muchas ilusiones, pero ella ya estaba imaginándose una mesa de madera oscura y muy larga, con unas fuentes blancas de cerámica en todo lo largo, en ellas abrían diferentes frutas y golosinas, algunas incluso rebosarían del plato, esperando a que ellos llegasen para atiborrarse. Podía notar como la boca se le hacía agua.
-Oh bueno… si, supongo que sí. Me gustaría conocer diferentes personas y sus culturas. La verdad es que nunca había salido de las islas, y en ellas apenas…bueno ya sabes, estaba con mis padres, les ayudaba con sus trabajos y practicaba magia…- hizo una leve pausa, haciendo una mueca con los labios, como pensativa- Sí, espero encontrar aventuras. Y sobre todo me desearía mejorar. - concluyó mirando al chico a los ojos con una sonrisa. A veces no hablaba mucho, pero cuando le daban cuerda y se arrancaba no había quien la parase, incluso a mitad de las frases, sin darse cuenta, solía hablar más y más rápido.
Al llegar al comedor, este, más que la gran sala que la chica se había imaginado, era como una posada, parecida a la de las islas. Aquello le pareció acogedor. La gente de volvió a mirarle cuando ambos entraron.
-Buenas noches- dijo la chica con una sonrisa, sin mirar ni fijarse en nadie en concreto.
-Creo que ese chico necesita un descanso, ¿no crees? - dijo Rauko. Fue entonces cuando se fijó más en los trabajadores, si, realmente parecía abatido.
Entonces empezó lo que parecía que iba a terminar con la paciencia de su compañero: el chico de las ojeras apenas le dejaba hablar. Nahir miraba a uno y a otro, moviendo la cabeza. Nunca había visto uno, pero la chica hubiese puesto la mano en el fuego por que aquel trabajador en realidad se trataba de una especie de biocibernético, como un Ongilith, pero con apariencia humana.
No había nada para comer, nada. El estómago le rugió al escuchar aquello. Al parecer sí que se había hecho demasiadas expectativas con todos aquellos manjares.
Siguió al chico hasta una de las mesas, una que estaba vacía. Rauko sacó biusas, era la primera vez que la joven las veía.
-¿Has probado alguna biusa antes? No tienen olor, pero cada una tendrá cualquier suculento sabor que desees.
-No…- respondió con los ojos muy abiertos. –¿Cu-cualquiera? –preguntó muy sorprendida, aceptando una de las peculiares frutas.
En sus manos tenía una manzana roja, casi transparente. Era muy suave y blandita. Sin dejar de mirar la fruta, con los ojos entrecerrados, se puso a pensar a que quería que supiese esta. Y sin más, le dio un mordico pequeñito.
-Está muy bueno- dijo con entusiasmo- Aunque claro, si nunca he comido una lastia tampoco sé realmente si es igual…- volvió a quedarse pensativa- ¡Oh, ya sé! Mi madre a veces preparaba naranjas de Dundarak con zumo de limón y azúcar- ahora le dio un gran mordisco a la manzana roja. Cerró los ojos, masticado muy lentamente. Cuando hubo terminado de tragar miró al chico.
–Esto es alucinante- perecía que le brillaban los ojos. - ¿A que sabe la tuya? - le preguntó a Rauko antes de continuar con su delicioso manjar.
Uno de los hombres que había en una de las mesas se levantó de golpe, riéndose. Este empezó a cantar una canción sobre sirenas. Cantaba bastante mal en realidad, pero a los dos hombres que estaban con él les gustaba, ya que le animaban a seguir. A quien no le gustaba ni un pelo era a un anciano que estaba en la mesa de al lado, este empezó a murmurar algo, moviendo mucho la boca. El cantante movía las manos de un lado a otro, sin darse cuenta de que estaba tirando la mitad de su bebida al suelo, pero en una de las ocasiones, cuando estaba explicando detalladamente lo bellas que eran las sirenas y sus atributos, mojó al anciano. Este último se levantó de un salto, haciendo que la silla cayese a su espalda.
- ¡¿Pero que no ves lo que estás haciendo, cantamañanas?!- gritó el anciano.
-Shhh… calle viejo, que no ve que está en la parte más interesante. – le contentó uno de los de la mesa llevándose, un dedo a los labios.
El hombre se puso rojo, parecía que iba a estallar. Entonces Nahir lo reconoció, era el anciano de la entrada. Parecía que estaba temblando, quizás por los nervios de la situación.
-Sí, viejo ¿o no quiere saber cómo…?- Le iba a poner un brazo por encina de los hombros cuando el otro dio un respingo, interrumpiéndole.
- ¡No me toques, asquerosa mierda de Areside! - estalló en cólera el anciano.
En aquel momento apareció el robot que les había atendido hacía un momento. Separando al anciano que movía los brazos como si quisiera arañarle los ojos al cantante.
-Creo que ya está por hoy. – sentenció, llevándose al anciano de allí.
El que iba con aires de trovador se volvió a sentar en la mesa, contándoles entre risas a sus amigos alguna tontería.
Nahir había visto toda la escena sin moverse, apenas había pasado todo en un segundo y no había podido reaccionar, aunque tampoco hubiese sabido cómo hacerlo.
-Oh bueno… si, supongo que sí. Me gustaría conocer diferentes personas y sus culturas. La verdad es que nunca había salido de las islas, y en ellas apenas…bueno ya sabes, estaba con mis padres, les ayudaba con sus trabajos y practicaba magia…- hizo una leve pausa, haciendo una mueca con los labios, como pensativa- Sí, espero encontrar aventuras. Y sobre todo me desearía mejorar. - concluyó mirando al chico a los ojos con una sonrisa. A veces no hablaba mucho, pero cuando le daban cuerda y se arrancaba no había quien la parase, incluso a mitad de las frases, sin darse cuenta, solía hablar más y más rápido.
Al llegar al comedor, este, más que la gran sala que la chica se había imaginado, era como una posada, parecida a la de las islas. Aquello le pareció acogedor. La gente de volvió a mirarle cuando ambos entraron.
-Buenas noches- dijo la chica con una sonrisa, sin mirar ni fijarse en nadie en concreto.
-Creo que ese chico necesita un descanso, ¿no crees? - dijo Rauko. Fue entonces cuando se fijó más en los trabajadores, si, realmente parecía abatido.
Entonces empezó lo que parecía que iba a terminar con la paciencia de su compañero: el chico de las ojeras apenas le dejaba hablar. Nahir miraba a uno y a otro, moviendo la cabeza. Nunca había visto uno, pero la chica hubiese puesto la mano en el fuego por que aquel trabajador en realidad se trataba de una especie de biocibernético, como un Ongilith, pero con apariencia humana.
No había nada para comer, nada. El estómago le rugió al escuchar aquello. Al parecer sí que se había hecho demasiadas expectativas con todos aquellos manjares.
Siguió al chico hasta una de las mesas, una que estaba vacía. Rauko sacó biusas, era la primera vez que la joven las veía.
-¿Has probado alguna biusa antes? No tienen olor, pero cada una tendrá cualquier suculento sabor que desees.
-No…- respondió con los ojos muy abiertos. –¿Cu-cualquiera? –preguntó muy sorprendida, aceptando una de las peculiares frutas.
En sus manos tenía una manzana roja, casi transparente. Era muy suave y blandita. Sin dejar de mirar la fruta, con los ojos entrecerrados, se puso a pensar a que quería que supiese esta. Y sin más, le dio un mordico pequeñito.
-Está muy bueno- dijo con entusiasmo- Aunque claro, si nunca he comido una lastia tampoco sé realmente si es igual…- volvió a quedarse pensativa- ¡Oh, ya sé! Mi madre a veces preparaba naranjas de Dundarak con zumo de limón y azúcar- ahora le dio un gran mordisco a la manzana roja. Cerró los ojos, masticado muy lentamente. Cuando hubo terminado de tragar miró al chico.
–Esto es alucinante- perecía que le brillaban los ojos. - ¿A que sabe la tuya? - le preguntó a Rauko antes de continuar con su delicioso manjar.
Uno de los hombres que había en una de las mesas se levantó de golpe, riéndose. Este empezó a cantar una canción sobre sirenas. Cantaba bastante mal en realidad, pero a los dos hombres que estaban con él les gustaba, ya que le animaban a seguir. A quien no le gustaba ni un pelo era a un anciano que estaba en la mesa de al lado, este empezó a murmurar algo, moviendo mucho la boca. El cantante movía las manos de un lado a otro, sin darse cuenta de que estaba tirando la mitad de su bebida al suelo, pero en una de las ocasiones, cuando estaba explicando detalladamente lo bellas que eran las sirenas y sus atributos, mojó al anciano. Este último se levantó de un salto, haciendo que la silla cayese a su espalda.
- ¡¿Pero que no ves lo que estás haciendo, cantamañanas?!- gritó el anciano.
-Shhh… calle viejo, que no ve que está en la parte más interesante. – le contentó uno de los de la mesa llevándose, un dedo a los labios.
El hombre se puso rojo, parecía que iba a estallar. Entonces Nahir lo reconoció, era el anciano de la entrada. Parecía que estaba temblando, quizás por los nervios de la situación.
-Sí, viejo ¿o no quiere saber cómo…?- Le iba a poner un brazo por encina de los hombros cuando el otro dio un respingo, interrumpiéndole.
- ¡No me toques, asquerosa mierda de Areside! - estalló en cólera el anciano.
En aquel momento apareció el robot que les había atendido hacía un momento. Separando al anciano que movía los brazos como si quisiera arañarle los ojos al cantante.
-Creo que ya está por hoy. – sentenció, llevándose al anciano de allí.
El que iba con aires de trovador se volvió a sentar en la mesa, contándoles entre risas a sus amigos alguna tontería.
Nahir había visto toda la escena sin moverse, apenas había pasado todo en un segundo y no había podido reaccionar, aunque tampoco hubiese sabido cómo hacerlo.
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
–Interesante –respondí cuando me dijo por qué partía de Beltrexus–. Una vez decidí viajar por todo el mundo como un alma vagante. También quería conocer varias culturas, personas y demás, pero… al final me dio flojera… je je –Me encojí de hombros–. Ya después me vi obligado a viajar por cuestiones de trabajo… –Recordé algo–. Por cierto, seguro ya lo sabrás, pero no es buena idea ir a Lunargenta por ahora, pues… no está en su mejor momento.
Más adelante, cuando exhibí las biusas, la reacción de Nahir me hizo sonreír. Me sentí como si le hubiera dado un dulce a un niño.
–Por supuesto, absolutamente cualquier sabor –aseguré con toda confianza.
Agarré una manzana verde semitransparente. Luego la lancé hacia arriba, la atrapé con una mano al caer y, finalmente, le di un mordisco. Por desgracia, me concentré tanto en la atrapada que olvidé pensar en un sabor, así que la biusa fue insípida y me sentí como un estúpido por ello. Si mi estómago pudiera llorar, en ese momento su llanto se habría oído en todo el barco.
Pensé en un dulce y acerqué nuevamente la fruta a mi boca. Justo en ese instante Nahir me realizó una pregunta, lo que hizo olvidarme del sabor para concentrarme en sus palabras, y di el mordisco. Otra vez fue insípido, pero obviamente no iba a confesar eso. Fingí que estaba deleitándome con algo muy delicioso.
–Sabe a caramelo de frutas. –Me lamí los labios y esbocé una sonrisa fina.
De pronto un hombre empezó a cantar, y, por cierto, su voz era horrorosamente desafinada. Cerré los ojos, fruncí el ceño y aspiré aire entre los dientes.
–Oh, dioses, no creí que habría algo más desgarrador que el llanto de una Banshee –lloriqueé en voz baja; no quería que aquel cantante del averno me escuchara o quién sabe qué ruido saldría de su boca para hacerme sangrar por los oídos.
Gracias a los dioses no tardó demasiado en dejar de “cantar”. Volteé a su dirección disimuladamente. Lo miré por el rabillo del ojo. Sin dejar de comer estuve al tanto de su discusión con el gruñón hasta que el chico de las ojeras intervino antes de que llegaran los puños.
Luego de eso apareció el chico negligente. Me sorprendió que llevara consigo un vaso de cerveza y un plato con comida, los cuales colocó en una de las mesas, con tan poco cuidado que mitad de cerveza terminó en el suelo. Me pareció extraño que nadie se quejara de eso último, pero ignoré ese detalle.
–Hey. –Alcé una mano mientras llamaba al chico–. ¿De dónde sacaste eso? –Señalé el plato.
–De por ahí –respondió con un tono relajado.
–Creí que no había comi… –Me detuve al ver que repentinamente su semblante despreocupado cambió a una de confusión. Además, sus ojos ya no estaban en mí. Seguí la dirección de su mirada, hacia el pasillo por donde habíamos entrado, mismo lugar que ahora estaba llenándose de una niebla que pronto inundaría también la mini posada.
–Parece que hoy no hará un buen tiempo, ¿eh? –comentó el chico, colocando sus manos en la nuca, volviendo a su actitud despreocupada.
Tuve un mal presentimiento.
–¡Son las sirenas! –exclamó el “cantante”, aunque ni él mismo se creía sus palabras–. Desviarán el barco hacia su hogar, nos atraerán con sus voces melódicas –agregó, gesticulando de forma exagerada–. Después nos violarán hasta matarnos del cansancio.
Sus compañeros explotaron a carcajadas y después él. Yo, por mi parte, me sentía incómodo. Ya había visto una sirena antes y no fue una experiencia agradable, en ningún sentido.
–Si de verdad fueran sirenas –habló uno de los sujetos, entre risas– y si de verdad son tan bellas como dices, entonces ¡que me violen todo lo que quieran! –Volvió a reír con sus compañeros.
–Bueno, solo es niebla, ¿no? No hay de qué preocuparse –le dije a Nahir relajadamente, aunque esas palabras iban más dirigidas a mí que a ella. Luego le di un mordisco a una biusa–. “¡Maldición! –pensé–. ¡Otra vez olvidé pensar en el sabor!“
Sin previo aviso resonó un estrepitoso trueno que me hizo dar un respingo, dando inicio a lo que sería una tormenta.
–Vaya… –Solté un suspiro profundo–. Bueno, como sea. –Volví a mirar a Nahir y sonreí con jovialidad–. Dijiste que nunca habías salido de las islas, ¿no? Entonces estás de suerte; tienes ante ti a un viajero experimentado. –Me señalé con el pulgar–. Por tanto, si tienes alguna pregunta, la responderé con mi gran sabiduría.
Sonó otro trueno y casi me caí de la silla por el susto.
Más adelante, cuando exhibí las biusas, la reacción de Nahir me hizo sonreír. Me sentí como si le hubiera dado un dulce a un niño.
–Por supuesto, absolutamente cualquier sabor –aseguré con toda confianza.
Agarré una manzana verde semitransparente. Luego la lancé hacia arriba, la atrapé con una mano al caer y, finalmente, le di un mordisco. Por desgracia, me concentré tanto en la atrapada que olvidé pensar en un sabor, así que la biusa fue insípida y me sentí como un estúpido por ello. Si mi estómago pudiera llorar, en ese momento su llanto se habría oído en todo el barco.
Pensé en un dulce y acerqué nuevamente la fruta a mi boca. Justo en ese instante Nahir me realizó una pregunta, lo que hizo olvidarme del sabor para concentrarme en sus palabras, y di el mordisco. Otra vez fue insípido, pero obviamente no iba a confesar eso. Fingí que estaba deleitándome con algo muy delicioso.
–Sabe a caramelo de frutas. –Me lamí los labios y esbocé una sonrisa fina.
De pronto un hombre empezó a cantar, y, por cierto, su voz era horrorosamente desafinada. Cerré los ojos, fruncí el ceño y aspiré aire entre los dientes.
–Oh, dioses, no creí que habría algo más desgarrador que el llanto de una Banshee –lloriqueé en voz baja; no quería que aquel cantante del averno me escuchara o quién sabe qué ruido saldría de su boca para hacerme sangrar por los oídos.
Gracias a los dioses no tardó demasiado en dejar de “cantar”. Volteé a su dirección disimuladamente. Lo miré por el rabillo del ojo. Sin dejar de comer estuve al tanto de su discusión con el gruñón hasta que el chico de las ojeras intervino antes de que llegaran los puños.
Luego de eso apareció el chico negligente. Me sorprendió que llevara consigo un vaso de cerveza y un plato con comida, los cuales colocó en una de las mesas, con tan poco cuidado que mitad de cerveza terminó en el suelo. Me pareció extraño que nadie se quejara de eso último, pero ignoré ese detalle.
–Hey. –Alcé una mano mientras llamaba al chico–. ¿De dónde sacaste eso? –Señalé el plato.
–De por ahí –respondió con un tono relajado.
–Creí que no había comi… –Me detuve al ver que repentinamente su semblante despreocupado cambió a una de confusión. Además, sus ojos ya no estaban en mí. Seguí la dirección de su mirada, hacia el pasillo por donde habíamos entrado, mismo lugar que ahora estaba llenándose de una niebla que pronto inundaría también la mini posada.
–Parece que hoy no hará un buen tiempo, ¿eh? –comentó el chico, colocando sus manos en la nuca, volviendo a su actitud despreocupada.
Tuve un mal presentimiento.
–¡Son las sirenas! –exclamó el “cantante”, aunque ni él mismo se creía sus palabras–. Desviarán el barco hacia su hogar, nos atraerán con sus voces melódicas –agregó, gesticulando de forma exagerada–. Después nos violarán hasta matarnos del cansancio.
Sus compañeros explotaron a carcajadas y después él. Yo, por mi parte, me sentía incómodo. Ya había visto una sirena antes y no fue una experiencia agradable, en ningún sentido.
–Si de verdad fueran sirenas –habló uno de los sujetos, entre risas– y si de verdad son tan bellas como dices, entonces ¡que me violen todo lo que quieran! –Volvió a reír con sus compañeros.
–Bueno, solo es niebla, ¿no? No hay de qué preocuparse –le dije a Nahir relajadamente, aunque esas palabras iban más dirigidas a mí que a ella. Luego le di un mordisco a una biusa–. “¡Maldición! –pensé–. ¡Otra vez olvidé pensar en el sabor!“
Sin previo aviso resonó un estrepitoso trueno que me hizo dar un respingo, dando inicio a lo que sería una tormenta.
–Vaya… –Solté un suspiro profundo–. Bueno, como sea. –Volví a mirar a Nahir y sonreí con jovialidad–. Dijiste que nunca habías salido de las islas, ¿no? Entonces estás de suerte; tienes ante ti a un viajero experimentado. –Me señalé con el pulgar–. Por tanto, si tienes alguna pregunta, la responderé con mi gran sabiduría.
Sonó otro trueno y casi me caí de la silla por el susto.
Rauko
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Nahir miraba a su compañero y después al otro joven mientras terminaba de comer la deliciosa manzana traslucida. No se dio cuenta de que la sala se estaba llenando de una especie de niebla hasta que el cantante intervino.
Sirenas ¿realmente existían? No debería ser tan raro encontrar aun un hombre bestia que fuese mitad humano mitad pez, lo que le parecía extraño era lo del cante, lo de las vi…
La bruja se puso roja, cuando Rauko le habló.
-C-claro…- susurró dándole vueltas a los anillos de sus dedos.
Un fuerte trueno le hizo levantar la cabeza, mirando al techo. No pudo evitar sonreír, le gustaba la lluvia. Con el siguiente, la joven no pudo evitar sonreír, al parecer a él no le gustaban tanto.
- ¡Oh, eso es maravilloso! - dijo entusiasmada- La verdad es que tengo muchas preguntas, como… antes dijiste que no es un buen momento para ir a Lunargenta, ¿Por qué? -
En las islas la joven, con los últimos acontecimientos, no había estado muy puesta en las noticias de los demás lugares, por lo que no estaba muy informada de la actualidad del resto del mundo.
-¿Es cierto que la encarnada cambia de color al pasar a la adultez? Eso es un problema, ya que siempre dicen que es letal, por qué debe ser fácil confundirla con cualquier otra ¿no? ¿Realmente existen los gigantes? Debe de ser aterrador. Y si un día me da por comerme una planta y me muero…- frunció el ceño. Notó que estaba hablando mucho, incluso cada vez más rápido. - ¿has visto alguna sirena alguna vez? - concluyo sonrojada.
Miró a su compañero, el de las orejas había tirado un poco de cerveza con la mala suerte de que una de las gotas cayó sobre el pelo de Rauko.
-¿Por qué llevas el pelo teñido?- preguntó viendo una pequeña parte descolorida en su cabello negro.
Sirenas ¿realmente existían? No debería ser tan raro encontrar aun un hombre bestia que fuese mitad humano mitad pez, lo que le parecía extraño era lo del cante, lo de las vi…
La bruja se puso roja, cuando Rauko le habló.
-C-claro…- susurró dándole vueltas a los anillos de sus dedos.
Un fuerte trueno le hizo levantar la cabeza, mirando al techo. No pudo evitar sonreír, le gustaba la lluvia. Con el siguiente, la joven no pudo evitar sonreír, al parecer a él no le gustaban tanto.
- ¡Oh, eso es maravilloso! - dijo entusiasmada- La verdad es que tengo muchas preguntas, como… antes dijiste que no es un buen momento para ir a Lunargenta, ¿Por qué? -
En las islas la joven, con los últimos acontecimientos, no había estado muy puesta en las noticias de los demás lugares, por lo que no estaba muy informada de la actualidad del resto del mundo.
-¿Es cierto que la encarnada cambia de color al pasar a la adultez? Eso es un problema, ya que siempre dicen que es letal, por qué debe ser fácil confundirla con cualquier otra ¿no? ¿Realmente existen los gigantes? Debe de ser aterrador. Y si un día me da por comerme una planta y me muero…- frunció el ceño. Notó que estaba hablando mucho, incluso cada vez más rápido. - ¿has visto alguna sirena alguna vez? - concluyo sonrojada.
Miró a su compañero, el de las orejas había tirado un poco de cerveza con la mala suerte de que una de las gotas cayó sobre el pelo de Rauko.
-¿Por qué llevas el pelo teñido?- preguntó viendo una pequeña parte descolorida en su cabello negro.
Nahir
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
–Bien, verás… –empecé. Entrecrucé los dedos, los cuales tronaron cuando estiré los brazos hacia adelante. Luego apoyé los codos en la mesa–, hace más de un año, cuando el rey de Lunargenta huyó a Beltrexus y la pandemia hizo que todos entraran en desesperación... –Solté un suspiro largo–. Bueno, fue el momento en el que nadie esperaba que los vampiros decidieran invadir Lunargenta. Por eso fue fácil que los chupasangres tomaran el control de la ciudad.
Poco a poco mi tono se había tornado serio, y, cuando me di cuenta de eso, retomé una actitud jovial.
–Pero hace poco varios ejércitos, de distintos lugares del mundo, se unieron y lucharon para recuperar Lunargenta. Los vampiros fueron obligados a huir y la paz volvió. Sin embargo… muchas partes de la ciudad quedaron en ruinas, así que ya no es un lugar para tomar unas bonitas vacaciones. Pero dentro de muy pronto estará como nueva. Solo hay que esperar un poco y verás. –Le mostré un pulgar arriba con entusiasmo.
Intenté contestar las siguientes preguntas de Nahir, pero era imposible porque ella no paraba de hablar. Cuando se percató de su comportamiento mostró una reacción que me pareció adorable.
–Bueno, solo sé que cambia de color justo antes de inyectar veneno. Pero una buena manera de identificarlas es por su tamaño parecido al de un gato, más o menos. –Por un instante pensé sobre si estaba en lo correcto o no, y después procedí–. Aun así, para evitar cualquier desgracia, evito a todas las arañas, sin importar la apariencia. Puedes llamarme cobarde, si quieres, pero mejor cobarde que muerto, ¿no crees? –Nuevamente me encogí de hombros–. Y sí, los gigantes existen y son bien feos, además de tontos, pero sobre todo feos. Es fácil despistarlos y huir de ellos, pero es mala idea enfrentarlos a menos que seas una diosa guerrera o quieras un final aplastante.
Tomé otra biusa, una con forma de uva y de color verde lima, y la hice desaparecer en mi boca. Esta vez sí pensé en un sabor, algo dulce. Mis labios se curvaron en una delgada sonrisa y tragué.
–Un consejo: solo come lo que sepas que es comestible –seguí–, y lleva siempre una bolsa de biusas contigo. Estas frutas nunca se pudren y son lo más saludable que hay. Son un poco caras, sí, pero es mucho mejor que comer algo que podría ser venenoso.
La siguiente pregunta era difícil. Me traía malos recuerdos. Fruncí los labios antes de responder seriamente con un “y sí, he visto una sirena”, y luego relajé los músculos del rostro.
–Pero descuida. No violan, si es lo que te preocupa –dije para tranquilizarla–. En vez de eso te matan cruelmente o te cantan para que pierdas tus sentidos y te sumerjas en el agua para ahogarte –añadí con malicia–. Pero solo te toparás con una si tienes una muy, muy, muy mala suerte.
La última pregunta me tomó desprevenido. Miré mi cabello de inmediato. Ciertamente se notaba el color natural y hasta tenía algo de cerveza. ¿Cómo es que no lo había notado? Volví a mirar a Nahir, nervioso.
Sopesé mis opciones. ¿Debía mentir y seguir ocultando mis orejas? ¿O sería viable confiar en ella?
–Te diste cuenta, ¿eh? –dije con un tono bajo y esbocé una sonrisa débil. Luego me incliné hacia adelante, dubitativo, y le susurré–: En realidad, por algún motivo mi cabello es blanco. Eso siempre me trae problemas con los brujos porque piensan que soy un elfo. Así que me veo obligado a pintarlo de negro. –Eché un vistazo a los alrededores antes de continuar–. No le digas a nadie sobre lo de mi cabello, ¿está bien?
La niebla debería evitar que los demás, a menos que estuvieran muy cerca, notaran mi "elfosidad". Aun así, algunas miradas estaban sobre mí gracias a la pregunta de Nahir.
Tal vez debí actuar de otra manera. Ahora era sospechoso ante las personas.
Justo entonces el chico de las ojeras iba caminando a mi lado, cargando un plato vacío pero sucio. De pronto se detuvo, flexionó las piernas levemente y extendió los brazos al cielo.
–¡Aaahhhhhhh! –gritó, con cada ojo moviéndose a lugares distintos y con unas extrañas chispas saliendo de sus oídos. ¿Era un bio-cibernético? ¡¿Acaso iba a explotar o qué demonios le sucedía?!
Finalmente volvió a la normalidad y siguió trabajando como si nada.
Poco a poco mi tono se había tornado serio, y, cuando me di cuenta de eso, retomé una actitud jovial.
–Pero hace poco varios ejércitos, de distintos lugares del mundo, se unieron y lucharon para recuperar Lunargenta. Los vampiros fueron obligados a huir y la paz volvió. Sin embargo… muchas partes de la ciudad quedaron en ruinas, así que ya no es un lugar para tomar unas bonitas vacaciones. Pero dentro de muy pronto estará como nueva. Solo hay que esperar un poco y verás. –Le mostré un pulgar arriba con entusiasmo.
Intenté contestar las siguientes preguntas de Nahir, pero era imposible porque ella no paraba de hablar. Cuando se percató de su comportamiento mostró una reacción que me pareció adorable.
–Bueno, solo sé que cambia de color justo antes de inyectar veneno. Pero una buena manera de identificarlas es por su tamaño parecido al de un gato, más o menos. –Por un instante pensé sobre si estaba en lo correcto o no, y después procedí–. Aun así, para evitar cualquier desgracia, evito a todas las arañas, sin importar la apariencia. Puedes llamarme cobarde, si quieres, pero mejor cobarde que muerto, ¿no crees? –Nuevamente me encogí de hombros–. Y sí, los gigantes existen y son bien feos, además de tontos, pero sobre todo feos. Es fácil despistarlos y huir de ellos, pero es mala idea enfrentarlos a menos que seas una diosa guerrera o quieras un final aplastante.
Tomé otra biusa, una con forma de uva y de color verde lima, y la hice desaparecer en mi boca. Esta vez sí pensé en un sabor, algo dulce. Mis labios se curvaron en una delgada sonrisa y tragué.
–Un consejo: solo come lo que sepas que es comestible –seguí–, y lleva siempre una bolsa de biusas contigo. Estas frutas nunca se pudren y son lo más saludable que hay. Son un poco caras, sí, pero es mucho mejor que comer algo que podría ser venenoso.
La siguiente pregunta era difícil. Me traía malos recuerdos. Fruncí los labios antes de responder seriamente con un “y sí, he visto una sirena”, y luego relajé los músculos del rostro.
–Pero descuida. No violan, si es lo que te preocupa –dije para tranquilizarla–. En vez de eso te matan cruelmente o te cantan para que pierdas tus sentidos y te sumerjas en el agua para ahogarte –añadí con malicia–. Pero solo te toparás con una si tienes una muy, muy, muy mala suerte.
La última pregunta me tomó desprevenido. Miré mi cabello de inmediato. Ciertamente se notaba el color natural y hasta tenía algo de cerveza. ¿Cómo es que no lo había notado? Volví a mirar a Nahir, nervioso.
Sopesé mis opciones. ¿Debía mentir y seguir ocultando mis orejas? ¿O sería viable confiar en ella?
–Te diste cuenta, ¿eh? –dije con un tono bajo y esbocé una sonrisa débil. Luego me incliné hacia adelante, dubitativo, y le susurré–: En realidad, por algún motivo mi cabello es blanco. Eso siempre me trae problemas con los brujos porque piensan que soy un elfo. Así que me veo obligado a pintarlo de negro. –Eché un vistazo a los alrededores antes de continuar–. No le digas a nadie sobre lo de mi cabello, ¿está bien?
La niebla debería evitar que los demás, a menos que estuvieran muy cerca, notaran mi "elfosidad". Aun así, algunas miradas estaban sobre mí gracias a la pregunta de Nahir.
Tal vez debí actuar de otra manera. Ahora era sospechoso ante las personas.
Justo entonces el chico de las ojeras iba caminando a mi lado, cargando un plato vacío pero sucio. De pronto se detuvo, flexionó las piernas levemente y extendió los brazos al cielo.
–¡Aaahhhhhhh! –gritó, con cada ojo moviéndose a lugares distintos y con unas extrañas chispas saliendo de sus oídos. ¿Era un bio-cibernético? ¡¿Acaso iba a explotar o qué demonios le sucedía?!
Finalmente volvió a la normalidad y siguió trabajando como si nada.
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Nahir, con la cabeza apoyada en ambas manos, miraba a su compañero mientras le deba cada una de las respuestas y explicaciones a las mil preguntas que ella le había formulado. Iba asintiendo de tanto en tanto, abriendo mucho los ojos.
Lo de Lunargenta le producía pena, sabía lo de la pandemia puesto que ella también sufrió sus estragos en las islas, pero pensaba que se había quedado en eso, que la gente tras curarse volvería a sus “vidas” y con el paso del tiempo todo volvería a la normalidad. Vampiros. Eso sí que no se lo esperaba. Ella jamás había visto uno, o eso creía, pero las cosas que había leído en los libros no eran especialmente alagos. Y ahora eso. Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo. Quizás no lo admitiría hasta tener contacto con uno, pero los vampiros empezaban a darle un poco de miedo, mejor no cruzarse con uno. Seguramente cuando llegase a la península, después de buscar un lugar donde alojarse, buscaría algo para hacer en pos a la ayuda de la reconstrucción de la cuidad, ya fuese cultivando verduras como hizo en las islas o moviendo piedras para reconstruir una casa. Algo haría.
Asentía, sonreía, hacía gentos con la cara. Realmente aquel chico había visto mucho, sabía casi de todo. Aquello le hizo pensar que había pasado toda su vida encerrada en las islas, ajena a todo el mundo que la rodea. Deberían tener la misma edad, a ojo, pero claramente él había vivido más.
- ¿Diosa guerrera? - dijo casi entre risas –No, seguro que lo de la muerte aplastante va más conmigo.
La parte de las sirenas le causaba cierta curiosidad, quizás por el hecho de estar en un barco, pero al ver el gesto del chico la bruja no añadió nada más a la ronda de preguntas y respuestas en referencia a esas criaturas, terminó de escucharle con un poco de rubor en las mejillas.
Con lo del cabello el chico se puso un poco nervioso, quizás más de lo normal para no ser nada, aunque Nahir de primeras no le dio mucha importancia. Cuando este se inclinó hacia delante para susurrarle algo, la joven hizo lo mimo, ayudándole a que solo ella lo escuchase. Miro su cabello, para después mirarle a los ojos hasta que este terminó, y les echó un vistazo a los alrededores. Ella negó con la cabeza, también mirando a la demás gente que había en la taberna.
El grito del joven de los platos le hizo dar un respingo hacía atrás, mirando con más confusión que curiosidad. Aun se quedó mirándole cuando este al parecer volvió a la normalidad y continuó limpiando mesas. La chica lo seguía con la mirada.
- ¿Te apetece salir? – le preguntó a Rauko ya empezando a ir hacía la puerta.
Había notado que su última pregunta lo había dejado algo tenso, y que algunos de los hombres que estaban también en la taberna les miraban de reojo, aquello fue un intento de solucionarlo.
- No entiendo porque los brujo y los elfos no se llevan bien. Bueno he leído algunos libros sobre el tema, pero todos siempre hablan de sucesos que ocurrieron hace mucho tiempo. ¿No te parece que es un odio tonto e innecesario? – preguntó dando una pequeña vuelta para poder mirarle con una sonrisa y asegurarse de si este le estaba siguiendo y no estaba hablando sola.
Cuando estaba segura de que nadie más que el de pelo blanco podía escucharla, la bruja añadió.
- Entonces, tienes el pelo blanco como los elfos, pero no eres uno ¿entonces que eres? Pondría la mano en el fuego de que no eres un licántropo, un bio-cibernético está más que claro que no. He leído que hay personas que se pueden transformar en dragones, aunque no sé si es realmente cierto. ¿Tú has visto alguno alguna vez? –preguntó perdiéndose en su hipótesis, pero se dio cuenta y continuo. – Pero también he leído que tienen un olor característico algo fuerte. Si bien he de decir que no tengo un muy buen olfato, excepto para las plantas, no creo que lo seas…- cada vez hablaba más rápido, como si las palabras fuesen solo pasa ella y estuviese pensando en voz alta – Que queda que queda…- susurró torciendo los labios a un lado, gesto que repetía mucho cuando pensaba –Brujo no, sino no creo que te importase lo del pelo…Humano o…-se paró. Había hablado de los vampiros como alguien que lo ve desde fuera, pero y si…- No eres un vampiro, ¿verdad? –
Por lo que había leído no lo había pensado, ya que le estaba hincando el diente a una fruta, y no a su cuello, pero su piel tan blanca le hizo dudar de nuevo. La idea de que fuese un vampiro le empezaba a dar algo de miedo, aunque hasta ahora se hubiese portado tan bien con ella, en las historias aquel era el momento ideal como para dejarla seca.
Se había metido en el pasillo que llevaba a la cubierta del barco. Ya estaba a los pies de la escalera, se volvió de nuevo de espaldas a esta, para quedar de frente al chico.
Lo de Lunargenta le producía pena, sabía lo de la pandemia puesto que ella también sufrió sus estragos en las islas, pero pensaba que se había quedado en eso, que la gente tras curarse volvería a sus “vidas” y con el paso del tiempo todo volvería a la normalidad. Vampiros. Eso sí que no se lo esperaba. Ella jamás había visto uno, o eso creía, pero las cosas que había leído en los libros no eran especialmente alagos. Y ahora eso. Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo. Quizás no lo admitiría hasta tener contacto con uno, pero los vampiros empezaban a darle un poco de miedo, mejor no cruzarse con uno. Seguramente cuando llegase a la península, después de buscar un lugar donde alojarse, buscaría algo para hacer en pos a la ayuda de la reconstrucción de la cuidad, ya fuese cultivando verduras como hizo en las islas o moviendo piedras para reconstruir una casa. Algo haría.
Asentía, sonreía, hacía gentos con la cara. Realmente aquel chico había visto mucho, sabía casi de todo. Aquello le hizo pensar que había pasado toda su vida encerrada en las islas, ajena a todo el mundo que la rodea. Deberían tener la misma edad, a ojo, pero claramente él había vivido más.
- ¿Diosa guerrera? - dijo casi entre risas –No, seguro que lo de la muerte aplastante va más conmigo.
La parte de las sirenas le causaba cierta curiosidad, quizás por el hecho de estar en un barco, pero al ver el gesto del chico la bruja no añadió nada más a la ronda de preguntas y respuestas en referencia a esas criaturas, terminó de escucharle con un poco de rubor en las mejillas.
Con lo del cabello el chico se puso un poco nervioso, quizás más de lo normal para no ser nada, aunque Nahir de primeras no le dio mucha importancia. Cuando este se inclinó hacia delante para susurrarle algo, la joven hizo lo mimo, ayudándole a que solo ella lo escuchase. Miro su cabello, para después mirarle a los ojos hasta que este terminó, y les echó un vistazo a los alrededores. Ella negó con la cabeza, también mirando a la demás gente que había en la taberna.
El grito del joven de los platos le hizo dar un respingo hacía atrás, mirando con más confusión que curiosidad. Aun se quedó mirándole cuando este al parecer volvió a la normalidad y continuó limpiando mesas. La chica lo seguía con la mirada.
- ¿Te apetece salir? – le preguntó a Rauko ya empezando a ir hacía la puerta.
Había notado que su última pregunta lo había dejado algo tenso, y que algunos de los hombres que estaban también en la taberna les miraban de reojo, aquello fue un intento de solucionarlo.
- No entiendo porque los brujo y los elfos no se llevan bien. Bueno he leído algunos libros sobre el tema, pero todos siempre hablan de sucesos que ocurrieron hace mucho tiempo. ¿No te parece que es un odio tonto e innecesario? – preguntó dando una pequeña vuelta para poder mirarle con una sonrisa y asegurarse de si este le estaba siguiendo y no estaba hablando sola.
Cuando estaba segura de que nadie más que el de pelo blanco podía escucharla, la bruja añadió.
- Entonces, tienes el pelo blanco como los elfos, pero no eres uno ¿entonces que eres? Pondría la mano en el fuego de que no eres un licántropo, un bio-cibernético está más que claro que no. He leído que hay personas que se pueden transformar en dragones, aunque no sé si es realmente cierto. ¿Tú has visto alguno alguna vez? –preguntó perdiéndose en su hipótesis, pero se dio cuenta y continuo. – Pero también he leído que tienen un olor característico algo fuerte. Si bien he de decir que no tengo un muy buen olfato, excepto para las plantas, no creo que lo seas…- cada vez hablaba más rápido, como si las palabras fuesen solo pasa ella y estuviese pensando en voz alta – Que queda que queda…- susurró torciendo los labios a un lado, gesto que repetía mucho cuando pensaba –Brujo no, sino no creo que te importase lo del pelo…Humano o…-se paró. Había hablado de los vampiros como alguien que lo ve desde fuera, pero y si…- No eres un vampiro, ¿verdad? –
Por lo que había leído no lo había pensado, ya que le estaba hincando el diente a una fruta, y no a su cuello, pero su piel tan blanca le hizo dudar de nuevo. La idea de que fuese un vampiro le empezaba a dar algo de miedo, aunque hasta ahora se hubiese portado tan bien con ella, en las historias aquel era el momento ideal como para dejarla seca.
Se había metido en el pasillo que llevaba a la cubierta del barco. Ya estaba a los pies de la escalera, se volvió de nuevo de espaldas a esta, para quedar de frente al chico.
Nahir
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Observé al chico de las ojeras, con una ceja arqueada. Por unos segundos me pregunté si yo era un imán de raros. Había conocido a Jeannie Fawkes, una elfa con más de un tornillo suelto; luego a un tal Zoituano, cuyo nombre absurdo era lo menos destacable de su naturaleza impredecible e ilógica; ahora conocía a un bio-cibernético, posiblemente, que, tal vez de forma literal, sí tendría algún tornillo suelto.
Estuve hundido en mis pensamientos hasta que Nahir me trajo de vuelta al mundo al hablarme. En seguida la miré, notando que ya partía del lugar donde las miradas estaban sobre mí.
–Oh, s-sí, claro. –Logré mostrar una sonrisa débil en mi pobre intento de parecer calmado ante todos. Luego me levanté y, sin cruzar mirada con nadie, la seguí.
Con cada paso me sentía un poco más aliviado, pero siempre me mantuve alerta. Sabía que no era muy probable que un brujo llegara realmente a atacarme, sin embargo, la posibilidad estaba ahí. Tal vez por eso reaccionaba ante cada trueno: creía que sería atacado. Lo peor era que una pelea no sería un problema si al menos tuviera mi espada y, desafortunadamente, estaba desarmado.
Justo entonces Nahir dijo algo que me hizo sentir más seguro. A pesar de eso, me contuve de mostrar mis emociones. Respondí de forma serena:
–Sí, realmente tonto. Pero el odio entre elfos y brujos está tan arraigado en sus culturas que será imposible que todos olviden el pasado…, a menos por ahora. –Y tenía la esperanza de que ese “por ahora” no durase demasiado, no más de lo que durase mi vida.
Por desgracia, Nahir tuvo que intentar averiguar cuál era mi raza. Mis alarmas se activaron. Consideré la posibilidad de que ella quería saber si yo era un elfo y justo entonces asesinarme; nunca se sabe quién podría ser un sociópata. Así que escuché con atención sus palabras, sin pasar por alto cualquiera de sus movimientos. Fue fácil notar que sus músculos estaban relajados, así que no parecía que quisiera atacarme. Eso me tranquilizó.
–Sí –respondí a su pregunta–, los he visto y son majestuosos como dragones, pero como humanos me parecen como cualquier otra persona, aunque un poquito más debiluchitos –añadí, formando luego una pequeña sonrisa al reconocer lo ridículo que era usar “ito”.
Y Nahir siguió con lo suyo. Al igual que antes, hablaba cada vez más rápido. Sus palabras no cargaban ninguna malicia ni sed de sangre. Todo bien hasta que su lengua se detuvo. Mis alarmas se reactivaron. Mi entrecejo se frunció un poco. Y oí su última pregunta.
Lo siguiente que se escuchó fue una risa. Pero no cualquier risa. Aquella era mi imitación mediocre de la risa de un villano. Después hice silencio. Alcé las manos hasta el nivel de los hombros e hice garras con ellas. Clavé mi mirada perversa en los ojos de la mujer frente a mí y, para finalizar, gruñí como un gato, mostrando todos mis dientes.
Eso último debía ser suficiente para que viera que no era un vampiro; los colmillos chupasangres estaban claramente ausentes en mi dentadura… y supongo que mi dignidad también.
Finalmente abandoné esa ridícula actuación y dije, intentando no explotar a carcajadas:
–Oye, oye. No soy un vampiro, ¿sí? –Alcé las manos en gesto conciliador–. Además, en ningún momento he dicho que yo no fuera un elfo –solté tan fácilmente que hasta me sorprendió.
Esa torpeza trajo consecuencias inmediatas.
–¡Ah…, ¿qué dijiste?!
Mis ojos se abrieron de par en par y me giré lentamente.
Al final del pasillo, en dirección a la mini taberna, estaba una persona que acababa de escuchar mi declaración: el anciano gruñón.
Estuve hundido en mis pensamientos hasta que Nahir me trajo de vuelta al mundo al hablarme. En seguida la miré, notando que ya partía del lugar donde las miradas estaban sobre mí.
–Oh, s-sí, claro. –Logré mostrar una sonrisa débil en mi pobre intento de parecer calmado ante todos. Luego me levanté y, sin cruzar mirada con nadie, la seguí.
Con cada paso me sentía un poco más aliviado, pero siempre me mantuve alerta. Sabía que no era muy probable que un brujo llegara realmente a atacarme, sin embargo, la posibilidad estaba ahí. Tal vez por eso reaccionaba ante cada trueno: creía que sería atacado. Lo peor era que una pelea no sería un problema si al menos tuviera mi espada y, desafortunadamente, estaba desarmado.
Justo entonces Nahir dijo algo que me hizo sentir más seguro. A pesar de eso, me contuve de mostrar mis emociones. Respondí de forma serena:
–Sí, realmente tonto. Pero el odio entre elfos y brujos está tan arraigado en sus culturas que será imposible que todos olviden el pasado…, a menos por ahora. –Y tenía la esperanza de que ese “por ahora” no durase demasiado, no más de lo que durase mi vida.
Por desgracia, Nahir tuvo que intentar averiguar cuál era mi raza. Mis alarmas se activaron. Consideré la posibilidad de que ella quería saber si yo era un elfo y justo entonces asesinarme; nunca se sabe quién podría ser un sociópata. Así que escuché con atención sus palabras, sin pasar por alto cualquiera de sus movimientos. Fue fácil notar que sus músculos estaban relajados, así que no parecía que quisiera atacarme. Eso me tranquilizó.
–Sí –respondí a su pregunta–, los he visto y son majestuosos como dragones, pero como humanos me parecen como cualquier otra persona, aunque un poquito más debiluchitos –añadí, formando luego una pequeña sonrisa al reconocer lo ridículo que era usar “ito”.
Y Nahir siguió con lo suyo. Al igual que antes, hablaba cada vez más rápido. Sus palabras no cargaban ninguna malicia ni sed de sangre. Todo bien hasta que su lengua se detuvo. Mis alarmas se reactivaron. Mi entrecejo se frunció un poco. Y oí su última pregunta.
Lo siguiente que se escuchó fue una risa. Pero no cualquier risa. Aquella era mi imitación mediocre de la risa de un villano. Después hice silencio. Alcé las manos hasta el nivel de los hombros e hice garras con ellas. Clavé mi mirada perversa en los ojos de la mujer frente a mí y, para finalizar, gruñí como un gato, mostrando todos mis dientes.
Eso último debía ser suficiente para que viera que no era un vampiro; los colmillos chupasangres estaban claramente ausentes en mi dentadura… y supongo que mi dignidad también.
Finalmente abandoné esa ridícula actuación y dije, intentando no explotar a carcajadas:
–Oye, oye. No soy un vampiro, ¿sí? –Alcé las manos en gesto conciliador–. Además, en ningún momento he dicho que yo no fuera un elfo –solté tan fácilmente que hasta me sorprendió.
Esa torpeza trajo consecuencias inmediatas.
–¡Ah…, ¿qué dijiste?!
Mis ojos se abrieron de par en par y me giré lentamente.
Al final del pasillo, en dirección a la mini taberna, estaba una persona que acababa de escuchar mi declaración: el anciano gruñón.
Rauko
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Cuando Rauko empezó a reírse de aquella manera, Nahir no terminaba de estar segura de sí aquello era una afirmación o una negativa a su última pregunta, por lo que cuando este levantó las manos la chica dio un bote, tropezando con el primer escalón y cayendo de culo en las escaleras. Podía sentir el latido de su corazón, bombeando de manera violenta en su pecho. Aquellos iban a ser sus últimos instantes de vida ¿Por qué me habré ido de las islas? Con lo tranquila que estaba… entrecerró los ojos, esperando la muerte, ahí sentada, sin pelear ni luchar por su vida.
Abrió los ojos al escuchar al joven, sorprendida de seguir con vida. Pudo sentir como el calor se acumulaba en sus mejillas. Eres idiota… pensó avergonzada, aunque la última frase del chico le robó una sonrisa. Aquello era muy emocionante, nunca había conocido a un elfo y…
- ¡AAh… ¿Qué dijiste?!-
Nahir levantó la cabeza para poder ver al hombre mayor, este parecía furioso, para variar.
- Na-nada, ya nos íbamos… - dijo la chica apoyando la mano en el escalón para ayudarse a levantar.
- De eso nada, niña. He preguntado qué ¡¿Que dijiste?!- parecía que iba a sacar espuma por la boca en cualquier momento.
La joven bruja podía notar como le temblaban las manos, podría decir que nunca se había visto envuelta en una pelea, sin contar la vez que se peleó con Mirna, aquella niña que siempre tiraba de sus trenzas de pequeña, y como aquella vez, Nahir apretó los puños, tensando todo su cuerpo. El anciano empezó a andar de manera rápida y amenazadora hacía ellos cuando las manos de la bruja se levantaron, haciendo con ello que una gran cantidad de agua saliese disparada hacía el hombre. Parecía una serpiente a punto de tacar a su presa e inyectarse su veneno. El agua impactó al anciano, haciéndole caer hacía atrás, desplazándole algunos metros. Tan pronto la chica se cercioró de que el hombre ya no podía hacerles nada, esta se llevó las manos a la boca, abriendo mucho los ojos.
- ¿Qué he hecho?... –susurró mirando la escena.
Había sido un acto reflejo para defenderse, pero no pretendía hacerle daño a nadie, aunque no podía decir que el anciano no pensase lo mismo. Sin saber porque, cogió la mano del elfo y salió corriendo escaleras arriba. Puesto que su propia mano estaba bastante fría, sentía un fuerte contraste con la mano cálida del chico.
Una vez en la cubierta del barco, cerró la puerta tras de sí.
- ¿E-estas bien? – le preguntó a Rauko sin mirarle a los ojos ya que se sentía mal por lo que acababa de hacer.
Abrió los ojos al escuchar al joven, sorprendida de seguir con vida. Pudo sentir como el calor se acumulaba en sus mejillas. Eres idiota… pensó avergonzada, aunque la última frase del chico le robó una sonrisa. Aquello era muy emocionante, nunca había conocido a un elfo y…
- ¡AAh… ¿Qué dijiste?!-
Nahir levantó la cabeza para poder ver al hombre mayor, este parecía furioso, para variar.
- Na-nada, ya nos íbamos… - dijo la chica apoyando la mano en el escalón para ayudarse a levantar.
- De eso nada, niña. He preguntado qué ¡¿Que dijiste?!- parecía que iba a sacar espuma por la boca en cualquier momento.
La joven bruja podía notar como le temblaban las manos, podría decir que nunca se había visto envuelta en una pelea, sin contar la vez que se peleó con Mirna, aquella niña que siempre tiraba de sus trenzas de pequeña, y como aquella vez, Nahir apretó los puños, tensando todo su cuerpo. El anciano empezó a andar de manera rápida y amenazadora hacía ellos cuando las manos de la bruja se levantaron, haciendo con ello que una gran cantidad de agua saliese disparada hacía el hombre. Parecía una serpiente a punto de tacar a su presa e inyectarse su veneno. El agua impactó al anciano, haciéndole caer hacía atrás, desplazándole algunos metros. Tan pronto la chica se cercioró de que el hombre ya no podía hacerles nada, esta se llevó las manos a la boca, abriendo mucho los ojos.
- ¿Qué he hecho?... –susurró mirando la escena.
Había sido un acto reflejo para defenderse, pero no pretendía hacerle daño a nadie, aunque no podía decir que el anciano no pensase lo mismo. Sin saber porque, cogió la mano del elfo y salió corriendo escaleras arriba. Puesto que su propia mano estaba bastante fría, sentía un fuerte contraste con la mano cálida del chico.
Una vez en la cubierta del barco, cerró la puerta tras de sí.
- ¿E-estas bien? – le preguntó a Rauko sin mirarle a los ojos ya que se sentía mal por lo que acababa de hacer.
Nahir
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Tragué saliva y tensé los músculos, preparándome para cualquier ataque.
Podía combatir contra el anciano, sin embargo, no creía que eso fuera una buena idea. Tal vez debía hablar para tranquilizarlo… No, no funcionaría. Al ver a una indefensa mujer tirada en las escaleras y a un elfo frente a ella, seguramente creyó que yo la había atacado.
Apenas un pequeño diálogo entre Nahir y él fue suficiente para ver que este estaba consumido por una furia que yo no podía comprender. Las palabras simplemente no llegarían a él. Estaba incluso disgustado con Nahir.
Repentinamente un violento torrente de agua apareció de la nada y golpeó al anciano, derribándolo y dejándolo inconsciente. La perplejidad pintó mi rostro. Me giré y entonces descubrí que Nahir era una excelente bruja que no tenía por qué temerles a los vampiros.
Reaccionando más rápido que yo, Nahir agarró mi mano y me llevó con ella hacia un lugar seguro. Una vez en la cubierta del barco, respiré hondo. Ahora debía intentar predecir cuáles serían las consecuencias de lo sucedido y cómo prepararme. No obstante, la voz entrecortada de Nahir me hizo olvidarme de todo y centrarme solo en ella.
Sin duda alguna se sentía culpable por sus acciones, pero, desde mi perspectiva, no debería.
–Sí, estoy bien –respondí para tranquilizarla–. Y por favor, no te sientas mal. Solo actuaste en defensa propia porque él iba a atacarnos. A veces no queda de otra. Además… simplemente lo dejaste inconsciente, así que no te preocupes mucho por ese viejo. –O eso esperaba. Si estaba muerto sería problemático–. Sea como sea… –continué, bajando la mirada–, esto es mi culpa: si no hubiera revelado mi raza, no te habría causado este problema.
La puerta se abrió totalmente sin previo aviso, dejando a la vista al chico de las ojeras. Instintivamente llevé una mano a mi espalda, recordando luego que mi arma no estaba ahí. Entonces vi que al final del pasillo estaba el gruñón en el suelo, moviéndose lo poco que le permitía el aturdimiento, mientras que un joven más lampiño que mis nalgas de bebé lo examinaba, acompañado por unas cuantas personas que se habían acercado para saber qué había pasado.
–¿Ustedes dos son responsables de esto? –inquirió el chico, hablando con rapidez, pero sin expresar ninguna emoción. Sus ojos oscilaban entre Nahir y yo, y sus iris adquirían un brillo color zafiro.
–Ah, pues…, verás… –intenté explicarle, pero me sentía incómodo. Tenía la sensación de que él podía ver mis pensamientos–, lo que sucedió fue…
–Entiendo –interrumpió. Arqueé una ceja.
–… ¿Cómo que entie…?
–El anciano –empezó a hablar antes de que yo terminara, otra vez. Agité los brazos al aire en señal de frustración– descubrió que eres un elfo, te atacó y la bruja te defendió. –Sus ojos recuperaron su color original–. ¿Eso es correcto? –Me pareció sorprendente su nivel de deducción.
–Vaya, eso es exac…
–Me haré cargo del anciano y mantendré en secreto tu raza. –Y otra vez no me dejó hablar, pero sus palabras me aliviaron–. Ustedes permanezcan aquí mientras tanto y no llamen la atención. Dentro de un momento volveré para pedirles que se dirijan a sus respectivos camarotes, donde les aconsejo que permanezcan el resto del viaje para evitar más conflictos. –Me miró–. En especial tú. –Se dio la vuelta–. Esperen hasta…
Di un paso hacia atrás al ver al chico temblar y que sus oídos emitían chispas de nuevo. Se recuperó en pocos segundos. Quise preguntarle si se encontraba bien, pero habló primero.
–Esta niebla es un problema –susurró justo antes de volver al pasillo y cerrar la puerta, dejándonos solos en la cubierta del barco.
Podía combatir contra el anciano, sin embargo, no creía que eso fuera una buena idea. Tal vez debía hablar para tranquilizarlo… No, no funcionaría. Al ver a una indefensa mujer tirada en las escaleras y a un elfo frente a ella, seguramente creyó que yo la había atacado.
Apenas un pequeño diálogo entre Nahir y él fue suficiente para ver que este estaba consumido por una furia que yo no podía comprender. Las palabras simplemente no llegarían a él. Estaba incluso disgustado con Nahir.
Repentinamente un violento torrente de agua apareció de la nada y golpeó al anciano, derribándolo y dejándolo inconsciente. La perplejidad pintó mi rostro. Me giré y entonces descubrí que Nahir era una excelente bruja que no tenía por qué temerles a los vampiros.
Reaccionando más rápido que yo, Nahir agarró mi mano y me llevó con ella hacia un lugar seguro. Una vez en la cubierta del barco, respiré hondo. Ahora debía intentar predecir cuáles serían las consecuencias de lo sucedido y cómo prepararme. No obstante, la voz entrecortada de Nahir me hizo olvidarme de todo y centrarme solo en ella.
Sin duda alguna se sentía culpable por sus acciones, pero, desde mi perspectiva, no debería.
–Sí, estoy bien –respondí para tranquilizarla–. Y por favor, no te sientas mal. Solo actuaste en defensa propia porque él iba a atacarnos. A veces no queda de otra. Además… simplemente lo dejaste inconsciente, así que no te preocupes mucho por ese viejo. –O eso esperaba. Si estaba muerto sería problemático–. Sea como sea… –continué, bajando la mirada–, esto es mi culpa: si no hubiera revelado mi raza, no te habría causado este problema.
La puerta se abrió totalmente sin previo aviso, dejando a la vista al chico de las ojeras. Instintivamente llevé una mano a mi espalda, recordando luego que mi arma no estaba ahí. Entonces vi que al final del pasillo estaba el gruñón en el suelo, moviéndose lo poco que le permitía el aturdimiento, mientras que un joven más lampiño que mis nalgas de bebé lo examinaba, acompañado por unas cuantas personas que se habían acercado para saber qué había pasado.
–¿Ustedes dos son responsables de esto? –inquirió el chico, hablando con rapidez, pero sin expresar ninguna emoción. Sus ojos oscilaban entre Nahir y yo, y sus iris adquirían un brillo color zafiro.
–Ah, pues…, verás… –intenté explicarle, pero me sentía incómodo. Tenía la sensación de que él podía ver mis pensamientos–, lo que sucedió fue…
–Entiendo –interrumpió. Arqueé una ceja.
–… ¿Cómo que entie…?
–El anciano –empezó a hablar antes de que yo terminara, otra vez. Agité los brazos al aire en señal de frustración– descubrió que eres un elfo, te atacó y la bruja te defendió. –Sus ojos recuperaron su color original–. ¿Eso es correcto? –Me pareció sorprendente su nivel de deducción.
–Vaya, eso es exac…
–Me haré cargo del anciano y mantendré en secreto tu raza. –Y otra vez no me dejó hablar, pero sus palabras me aliviaron–. Ustedes permanezcan aquí mientras tanto y no llamen la atención. Dentro de un momento volveré para pedirles que se dirijan a sus respectivos camarotes, donde les aconsejo que permanezcan el resto del viaje para evitar más conflictos. –Me miró–. En especial tú. –Se dio la vuelta–. Esperen hasta…
Di un paso hacia atrás al ver al chico temblar y que sus oídos emitían chispas de nuevo. Se recuperó en pocos segundos. Quise preguntarle si se encontraba bien, pero habló primero.
–Esta niebla es un problema –susurró justo antes de volver al pasillo y cerrar la puerta, dejándonos solos en la cubierta del barco.
Rauko
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Nahir escuchaba al elfo un poco nerviosa, normalmente no actuaba así, y menos contra una persona, pero era lo primero que se le había ocurrido antes de verse con el hombre encima. Por la mente de la chica no pasó la idea de que el hombre se hubiese muerto, pero aun así se sentía algo culpable.
- Pero eso no debería ser un detonante para tanta… ¿ira? -
La chica abrió la boca para seguir hablando, pero entonces se quedó muda. De la puerta por la que acababan de subir apareció el de las orejas raras. Nahir pudo notar como un temblor empezaba a subirle por las piernas, apoderándose también de sus manos. La chica intentaba explicar lo que había pasado. La imagen del hombre en el suelo moviéndose como un pez fuera de agua le hizo quedarse sin respiración: quizás le había hecho más daño de lo que se había imaginado en un primer momento.
Cuando volvió a mirar al joven bio apenas podía escucharles, el sonido de su corazón retumbaba en su cabeza tan fuerte que todos los ruidos a su alrededor no existían. Este se fue por donde había venido. La bruja no notaba los brazos, la cabeza empezaba a darle vueltas ¿Los llevarían al calabozo? ¿Cómo había pasado todo aquello? La primera vez que salía de casa y ya iba a ser encarcelada en el barco, no le había dado tiempo ni de pisar tierra. Seguro que cuando llegasen a la península ellos se encargarían de aquella pareja tan conflictiva, quizás les encadenaban a unas paredes para que la gente les tirase comida, o al menos eso había leído en algunos libros. Maldito el momento en que hizo caso a sus ganas de venturas y salió de entre las faldas de su madre, ahora era una delincuente…
¿Entonces porque no se los habían llevado?
La bruja arqueó ambas cejas, moviéndose después de todo aquel tiempo para mirar al elfo. ¿Qué había pasado?
- Y-yo… - las palabras aún se atascaban en sus labios, impidiendo formar una frase.
Todo aquello le había puesto muy nerviosa, lo más “malo” que había hecho en toda su vida quizás se barajase entre quedarse en la biblioteca más tiempo del que su madre le había dicho, excusándose de haberse perdido por el camino –aunque no habían terminado el primer plato de la cena que la morena ya estaba confesando su mentira-, la vez que, tras la muerte de su padre, se negó a asistir a las tareas obligatorias en los campos de cultivo y usar la antigua daga de su abuela para coger plantas para su madre, que posteriormente terminaron regalándosela para el mismo uso. Aquello era con diferencia lo primero del top diez de maldades de Nahir.
- Lo siento tanto… - consiguió decir aun con algo de temblores.
- Pero eso no debería ser un detonante para tanta… ¿ira? -
La chica abrió la boca para seguir hablando, pero entonces se quedó muda. De la puerta por la que acababan de subir apareció el de las orejas raras. Nahir pudo notar como un temblor empezaba a subirle por las piernas, apoderándose también de sus manos. La chica intentaba explicar lo que había pasado. La imagen del hombre en el suelo moviéndose como un pez fuera de agua le hizo quedarse sin respiración: quizás le había hecho más daño de lo que se había imaginado en un primer momento.
Cuando volvió a mirar al joven bio apenas podía escucharles, el sonido de su corazón retumbaba en su cabeza tan fuerte que todos los ruidos a su alrededor no existían. Este se fue por donde había venido. La bruja no notaba los brazos, la cabeza empezaba a darle vueltas ¿Los llevarían al calabozo? ¿Cómo había pasado todo aquello? La primera vez que salía de casa y ya iba a ser encarcelada en el barco, no le había dado tiempo ni de pisar tierra. Seguro que cuando llegasen a la península ellos se encargarían de aquella pareja tan conflictiva, quizás les encadenaban a unas paredes para que la gente les tirase comida, o al menos eso había leído en algunos libros. Maldito el momento en que hizo caso a sus ganas de venturas y salió de entre las faldas de su madre, ahora era una delincuente…
¿Entonces porque no se los habían llevado?
La bruja arqueó ambas cejas, moviéndose después de todo aquel tiempo para mirar al elfo. ¿Qué había pasado?
- Y-yo… - las palabras aún se atascaban en sus labios, impidiendo formar una frase.
Todo aquello le había puesto muy nerviosa, lo más “malo” que había hecho en toda su vida quizás se barajase entre quedarse en la biblioteca más tiempo del que su madre le había dicho, excusándose de haberse perdido por el camino –aunque no habían terminado el primer plato de la cena que la morena ya estaba confesando su mentira-, la vez que, tras la muerte de su padre, se negó a asistir a las tareas obligatorias en los campos de cultivo y usar la antigua daga de su abuela para coger plantas para su madre, que posteriormente terminaron regalándosela para el mismo uso. Aquello era con diferencia lo primero del top diez de maldades de Nahir.
- Lo siento tanto… - consiguió decir aun con algo de temblores.
Nahir
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Una vez el chico se fuera solté un suspiro de alivio. Luego volteé hacia Nahir. Mirarla me quitó la tranquilidad recién adquirida y obtuve una mezcla de preocupación y confusión.
Las reacciones de la mujer frente a mí me parecían un poco exageradas, y me resultaba frustrante que me fuera difícil comprender lo que pasaba por su cabeza. Tal vez yo había viajado por el mundo y había tenido mis aventuras, sin embargo, nunca se me había hecho sencillo tratar con ciertos sentimientos complicados de las personas.
–O-oye… –hablé con un tono bajo, notándose que estaba preocupado. Estuve a punto de tender una mano para consolarla, pero al final permanecí inmóvil ya que ese contacto físico no me parecía adecuado–, no tienes que disculparte… y si tuvieras que hacerlo, sería con el anciano…, pero no creo que la persona que claramente iba a atacarnos merezca una disculpa de nosotros porque nos hayamos defendido.
Entonces comprendí algo: si lo sucedido le había afectado de tal manera, ¿sería capaz de sobrellevar cada problema que encontraría en su travesía por Aerandir? Esa cuestión me hizo cambiar de perspectiva.
–Y, Nahir –continué, usando igualmente un tono bajo, pero firme–, no sé si fue ira lo que detonó en ti, pero imagina que no hubieras detonado, que te hubieses quedado paralizada, y que el anciano hubiera sacado un cuchillo y me hubiera asesinado... ¿Crees que eso hubiera sido mejor?... Por lo menos a mí no me parece un mejor desenlace, porque…, bueno, no me gusta estar muerto, aunque nunca he estado muerto para estar seguro de eso, pero de todas formas no parece algo bonito como para querer probarlo y ver qué tal se siente.
Cuando me di cuenta de mi divagación, me di un par de palmadas en las mejillas para concentrarme.
–En fin, lo que quiero decir es que, si alguien te ataca, no debes cohibirte. Si no actúas antes de que sea demasiado tarde, tú o algún ser querido terminará lastimado. Por eso es necesario que no rechaces o le temas a esa “ira” de la que hablas, a esa faceta tuya que no te agrada. Debes aceptarla como parte de ti, y así te será más fácil dominarla y hasta usarla a tu favor cuando vuelva a ser necesario, porque es muy probable que vuelva a ser necesario si vas a explorar Aerandir… No. –Negué con la cabeza, corrigiéndome–. Sea donde sea que estés o sea lo que sea que hagas, los problemas aparecerán, así como sucedió con los ciudadanos de Lunargenta –agregué, con un leve pesar en mi voz.
Luego coloqué mis manos en sus hombros y la miré directamente a los ojos, mostrándole una sonrisa amable, y le dije:
–Así que, por favor, no pienses que hiciste un mal imperdonable hoy. En vez de eso, tómalo como una experiencia de la cual debes aprender. Ya viste una parte de ti en la que debes trabajar, y trabajar en ello será un paso importante para lograr una de tus metas: mejorar. –Aparté las manos de ella, sin borrar mi sonrisa–. Pero por ahora, solo relájate, que te estás perdiendo este maravilloso paisaje. –Extendí los brazos hacia los lados para señalar a mi alrededor: un paisaje donde solo se veía una densa niebla–. Bueno…, no hay nada que apreciar aquí… Pero, si te gustan los elfos, puedes mirarme a mí, que soy hermosísimo –bromeé, para luego mostrar una sonrisa de oreja a oreja y reír entre dientes.
Otra vez se abrió la puerta. El chico de las ojeras regresó, y, detrás de él, se apreciaba que el pasillo estaba vacío y sin ningún rastro de que hubo un incidente.
–Obedecieron mi orden –notó el chico–, entonces mi análisis sobre ustedes fue correcto y el problemático fue el anciano. –Asintió con la cabeza–. Ahora, por fav…
–¿Cómo está el anciano? –pregunté, no porque realmente me importara demasiado la respuesta, sino por un simple capricho mío.
–Lo más grave son algunas fracturas parciales que sufrió en la parte delantera del tórax, pero eso y el resto de las heridas ya están siendo tratadas por nuestro médico, que lo curará por completo en solo unos minutos.
¿Por completo en solo unos minutos? Solamente un elfo sería capaz de…
–Espera, ¿su médico es un…?
–Por favor, en nombre de la tripulación –empezó a hablar, interrumpiéndome como de costumbre–, les pido disculpas por los inconvenientes. No es la primera vez que el anciano causa problemas a los pasajeros, pero les aseguro que tomaremos medidas para evitar que se repita.
–Oye, oye… –Alcé las manos en gesto conciliador–. No es necesaria tanta formalid…
–Ahora síganme. Los guiaré hasta sus camarotes. –Y entonces descubrí que ya me había acostumbrado a que me interrumpiera, pues ya no me molestaba en absoluto.
Las reacciones de la mujer frente a mí me parecían un poco exageradas, y me resultaba frustrante que me fuera difícil comprender lo que pasaba por su cabeza. Tal vez yo había viajado por el mundo y había tenido mis aventuras, sin embargo, nunca se me había hecho sencillo tratar con ciertos sentimientos complicados de las personas.
–O-oye… –hablé con un tono bajo, notándose que estaba preocupado. Estuve a punto de tender una mano para consolarla, pero al final permanecí inmóvil ya que ese contacto físico no me parecía adecuado–, no tienes que disculparte… y si tuvieras que hacerlo, sería con el anciano…, pero no creo que la persona que claramente iba a atacarnos merezca una disculpa de nosotros porque nos hayamos defendido.
Entonces comprendí algo: si lo sucedido le había afectado de tal manera, ¿sería capaz de sobrellevar cada problema que encontraría en su travesía por Aerandir? Esa cuestión me hizo cambiar de perspectiva.
–Y, Nahir –continué, usando igualmente un tono bajo, pero firme–, no sé si fue ira lo que detonó en ti, pero imagina que no hubieras detonado, que te hubieses quedado paralizada, y que el anciano hubiera sacado un cuchillo y me hubiera asesinado... ¿Crees que eso hubiera sido mejor?... Por lo menos a mí no me parece un mejor desenlace, porque…, bueno, no me gusta estar muerto, aunque nunca he estado muerto para estar seguro de eso, pero de todas formas no parece algo bonito como para querer probarlo y ver qué tal se siente.
Cuando me di cuenta de mi divagación, me di un par de palmadas en las mejillas para concentrarme.
–En fin, lo que quiero decir es que, si alguien te ataca, no debes cohibirte. Si no actúas antes de que sea demasiado tarde, tú o algún ser querido terminará lastimado. Por eso es necesario que no rechaces o le temas a esa “ira” de la que hablas, a esa faceta tuya que no te agrada. Debes aceptarla como parte de ti, y así te será más fácil dominarla y hasta usarla a tu favor cuando vuelva a ser necesario, porque es muy probable que vuelva a ser necesario si vas a explorar Aerandir… No. –Negué con la cabeza, corrigiéndome–. Sea donde sea que estés o sea lo que sea que hagas, los problemas aparecerán, así como sucedió con los ciudadanos de Lunargenta –agregué, con un leve pesar en mi voz.
Luego coloqué mis manos en sus hombros y la miré directamente a los ojos, mostrándole una sonrisa amable, y le dije:
–Así que, por favor, no pienses que hiciste un mal imperdonable hoy. En vez de eso, tómalo como una experiencia de la cual debes aprender. Ya viste una parte de ti en la que debes trabajar, y trabajar en ello será un paso importante para lograr una de tus metas: mejorar. –Aparté las manos de ella, sin borrar mi sonrisa–. Pero por ahora, solo relájate, que te estás perdiendo este maravilloso paisaje. –Extendí los brazos hacia los lados para señalar a mi alrededor: un paisaje donde solo se veía una densa niebla–. Bueno…, no hay nada que apreciar aquí… Pero, si te gustan los elfos, puedes mirarme a mí, que soy hermosísimo –bromeé, para luego mostrar una sonrisa de oreja a oreja y reír entre dientes.
Otra vez se abrió la puerta. El chico de las ojeras regresó, y, detrás de él, se apreciaba que el pasillo estaba vacío y sin ningún rastro de que hubo un incidente.
–Obedecieron mi orden –notó el chico–, entonces mi análisis sobre ustedes fue correcto y el problemático fue el anciano. –Asintió con la cabeza–. Ahora, por fav…
–¿Cómo está el anciano? –pregunté, no porque realmente me importara demasiado la respuesta, sino por un simple capricho mío.
–Lo más grave son algunas fracturas parciales que sufrió en la parte delantera del tórax, pero eso y el resto de las heridas ya están siendo tratadas por nuestro médico, que lo curará por completo en solo unos minutos.
¿Por completo en solo unos minutos? Solamente un elfo sería capaz de…
–Espera, ¿su médico es un…?
–Por favor, en nombre de la tripulación –empezó a hablar, interrumpiéndome como de costumbre–, les pido disculpas por los inconvenientes. No es la primera vez que el anciano causa problemas a los pasajeros, pero les aseguro que tomaremos medidas para evitar que se repita.
–Oye, oye… –Alcé las manos en gesto conciliador–. No es necesaria tanta formalid…
–Ahora síganme. Los guiaré hasta sus camarotes. –Y entonces descubrí que ya me había acostumbrado a que me interrumpiera, pues ya no me molestaba en absoluto.
Rauko
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Nahir escuchaba al elfo asintiendo con la cabeza, sin decir nada. Todo lo que decía tenía sentido, quizás estaba dramatizando un poco todo lo sucedido. Como él había dicho, debería trabajar en ello, pero no había hecho nada malo… bueno nada muy malo.
Cuando el chico le puso las manos encima no pudo evitar sonrojarse un poco, ya que no se lo esperaba, pero agradeció todo el afecto que le estaba mostrando.
Antes de que apareciese el bio-cibernético por la puerta, la bruja había empezado a reírse por el comentario del elfo. Le gustaba a sonrisa que ponía cuando hacía bromas.
Fue a preguntar por el estado del anciano, pero su compañero se le adelantó. Se alivió al escuchar que estaría sano en pocos minutos, aunque ella no fue y tan avispada para darse cuenta de que significaba aquello, así que escuchaba a los dos hombres hablar mirándoles intermitentemente sin decir nada, y casi también sin comprender.
Nahir andaba detrás de los dos, obediente. Quería preguntarle a su compañero en cuanto llegasen a la zona de camarotes.
- Espero que el resto del viaje les resulte tranquilo. -
Sentenció el de las orejas antes de irse. Al parecer sus respectivos camarotes no estaba muy lejos: estaba el de la chica, uno en medio que no sabían de quien era, y el de Rauko.
- Incluso un médico brujo no puede curar tan rápido, ¿verdad? - le preguntó en un susurro al elfo.
Recordaba a su padre hablar del trabajo, y había pacientes que incluso pasaban meses en el hospital, así que debía ser un médico realmente bueno.
Entonces la bruja frunció el ceño, recordando lo que había pasado casi al principio de zarpar, enlazándolo con lo que ella misma había vivido un día antes.
-El hechicero de antes ¿es amigo tuyo? -
Estaba apoyada en la puerta de su camarote, aun cerrada, alargando un poco más todo aquello. Seguramente aquel era el momento en que cada uno se iba a su lecho a descansar y al día siguiente ni siquiera se verían al desembarcar. Aquello la apenaba un poco, ya que el elfo le había caído muy bien.
Cuando el chico le puso las manos encima no pudo evitar sonrojarse un poco, ya que no se lo esperaba, pero agradeció todo el afecto que le estaba mostrando.
Antes de que apareciese el bio-cibernético por la puerta, la bruja había empezado a reírse por el comentario del elfo. Le gustaba a sonrisa que ponía cuando hacía bromas.
Fue a preguntar por el estado del anciano, pero su compañero se le adelantó. Se alivió al escuchar que estaría sano en pocos minutos, aunque ella no fue y tan avispada para darse cuenta de que significaba aquello, así que escuchaba a los dos hombres hablar mirándoles intermitentemente sin decir nada, y casi también sin comprender.
Nahir andaba detrás de los dos, obediente. Quería preguntarle a su compañero en cuanto llegasen a la zona de camarotes.
- Espero que el resto del viaje les resulte tranquilo. -
Sentenció el de las orejas antes de irse. Al parecer sus respectivos camarotes no estaba muy lejos: estaba el de la chica, uno en medio que no sabían de quien era, y el de Rauko.
- Incluso un médico brujo no puede curar tan rápido, ¿verdad? - le preguntó en un susurro al elfo.
Recordaba a su padre hablar del trabajo, y había pacientes que incluso pasaban meses en el hospital, así que debía ser un médico realmente bueno.
Entonces la bruja frunció el ceño, recordando lo que había pasado casi al principio de zarpar, enlazándolo con lo que ella misma había vivido un día antes.
-El hechicero de antes ¿es amigo tuyo? -
Estaba apoyada en la puerta de su camarote, aun cerrada, alargando un poco más todo aquello. Seguramente aquel era el momento en que cada uno se iba a su lecho a descansar y al día siguiente ni siquiera se verían al desembarcar. Aquello la apenaba un poco, ya que el elfo le había caído muy bien.
Nahir
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Afortunadamente mis palabras tuvieron un efecto positivo. Me sentí bastante satisfecho por mí mismo y aliviado al ver el bienestar en Nahir. Tal vez por eso tuve una sonrisa jovial en mi rostro mientras caminaba tras el chico de las ojeras.
Una vez terminada la caminata, el chico nos deseó un viaje tranquilo, examinó con la mirada los alrededores y, al notar que no había nadie cerca, procedió a marcharse con pasos apresurados. Justo entonces Nahir se me acercó y me soltó una pregunta en un susurro; al parecer también se había percatado de lo mismo que yo.
–Exacto, así que… creo que será mejor no hablar de ello, ya sabes, para evitar que otros sepan que ese médico también necesita teñirse el cabello como yo –respondí en un susurro para luego sonreírle con complicidad.
Y después me hizo otra pregunta, esta vez relacionada a Hyro. Presioné mi pulgar derecho contra mis labios, pensativo, buscando las palabras adecuadas. Podía decirle que yo consideraba a Hyro como un padre aunque no tuviéramos relación sanguínea, pero me daba vergüenza decirlo en voz alta, y más teniendo en cuenta que la persona en cuestión podría estar del otro lado de la puerta del camarote, escuchando como si no tuviera nada mejor que hacer.
–Hmm… Bueno, síp. En realidad es un muy buen amigo mío y ambos daríamos la vida del uno por el otro, aunque a veces puede comportarse como un completo idiota.
De pronto la puerta se abrió. Hyro salió dando un salto, chasqueó los dedos y señaló mis pantalones, los cuales desaparecieron otra vez. Luego Hyro regresó de un salto al camarote y cerró la puerta tras él.
Por unos segundos, que desde mi perspectiva pareció una eternidad, quedé congelado. Mi cuerpo no reaccionaba. No sabía si sentirme avergonzado o enojado… Bueno, el color rojo en todo mi rostro dejaba en claro que estaba hundiéndome en la vergüenza.
–… Ahm… Este… Ehm… –Ni siquiera podía articular palabras. Entonces cerré los ojos y me di un par de palmaditas en las mejillas, intentando sacarme de mi patético estado mental, y volví a abrir los ojos–. B-bueno, yo v-voy a… –hablé, por fin, aunque no se me estaba dando bien disimular mi vergüenza– voy a… a recuperar mis pantalones.
Con una enorme sonrisa forzada, empecé a moverme hacia el camarote, dando pasos muy lentos. Cuando abrí la puerta, entré de inmediato. Entonces, olvidándome de mis pantalones y de Hyro por un momento, asomé mi cabeza fuera del camarote.
–Oye…, Nahir… –¿Cómo decirlo? Quería por lo menos despedirme de ella adecuadamente, pero era complicado en mi situación tan embarazosa–, posiblemente no nos veamos al desembarcar –dije, notando entonces que eso me entristecía un poco. Algo extraño para mí–, así que, si resulta ser así, espero tener la suerte de volvernos a encontrar algún día, en algún lado. Y cuando eso pase, quiero que me cuentes todas las aventuras que has tenido, ¿sí? –confesé con ilusión–. Así que… te deseo buenas noches, futura diosa guerrera. –Esbocé una enorme sonrisa y volví al camarote, donde estaba Hyro, de brazos cruzados, mirándome con picardía.
–Entonces ¿qué tal te fue, casanova? –preguntó.
–¿A qué te refieres? Pero más importante: devuélveme mis pantalones –exigí.
–No te hagas el tonto, Rauko. Eres un chico saludable y atlético y ella es una mujer bastante atractiva. ¿Quieres que crea que solo estuvieron conversando sin ninguna intención… “indecente”?
–¿Eh? Deberías saber que no.
–Ay, pero qué fracaso –murmuró. Resopló y negó con la cabeza, decepcionado. Luego se fue a dormir como si nada.
–Hey, ¿y mis pantalones?
Repentinamente un sonido familiar pero bastante horripilante se escuchó desde el camarote de al lado. Era, sin duda alguna, la terrible voz desafinada del “cantante” que momentos atrás habló de las sirenas. Parecía que ahora estaba bastante ebrio y que tenía bastantes ganas de cantar a todo pulmón.
–Parece que esta será una larga noche. –Suspiré, preparándome mentalmente para el tormento que sufriría gracias al canto de aquella bestia del averno.
Una vez terminada la caminata, el chico nos deseó un viaje tranquilo, examinó con la mirada los alrededores y, al notar que no había nadie cerca, procedió a marcharse con pasos apresurados. Justo entonces Nahir se me acercó y me soltó una pregunta en un susurro; al parecer también se había percatado de lo mismo que yo.
–Exacto, así que… creo que será mejor no hablar de ello, ya sabes, para evitar que otros sepan que ese médico también necesita teñirse el cabello como yo –respondí en un susurro para luego sonreírle con complicidad.
Y después me hizo otra pregunta, esta vez relacionada a Hyro. Presioné mi pulgar derecho contra mis labios, pensativo, buscando las palabras adecuadas. Podía decirle que yo consideraba a Hyro como un padre aunque no tuviéramos relación sanguínea, pero me daba vergüenza decirlo en voz alta, y más teniendo en cuenta que la persona en cuestión podría estar del otro lado de la puerta del camarote, escuchando como si no tuviera nada mejor que hacer.
–Hmm… Bueno, síp. En realidad es un muy buen amigo mío y ambos daríamos la vida del uno por el otro, aunque a veces puede comportarse como un completo idiota.
De pronto la puerta se abrió. Hyro salió dando un salto, chasqueó los dedos y señaló mis pantalones, los cuales desaparecieron otra vez. Luego Hyro regresó de un salto al camarote y cerró la puerta tras él.
Por unos segundos, que desde mi perspectiva pareció una eternidad, quedé congelado. Mi cuerpo no reaccionaba. No sabía si sentirme avergonzado o enojado… Bueno, el color rojo en todo mi rostro dejaba en claro que estaba hundiéndome en la vergüenza.
–… Ahm… Este… Ehm… –Ni siquiera podía articular palabras. Entonces cerré los ojos y me di un par de palmaditas en las mejillas, intentando sacarme de mi patético estado mental, y volví a abrir los ojos–. B-bueno, yo v-voy a… –hablé, por fin, aunque no se me estaba dando bien disimular mi vergüenza– voy a… a recuperar mis pantalones.
Con una enorme sonrisa forzada, empecé a moverme hacia el camarote, dando pasos muy lentos. Cuando abrí la puerta, entré de inmediato. Entonces, olvidándome de mis pantalones y de Hyro por un momento, asomé mi cabeza fuera del camarote.
–Oye…, Nahir… –¿Cómo decirlo? Quería por lo menos despedirme de ella adecuadamente, pero era complicado en mi situación tan embarazosa–, posiblemente no nos veamos al desembarcar –dije, notando entonces que eso me entristecía un poco. Algo extraño para mí–, así que, si resulta ser así, espero tener la suerte de volvernos a encontrar algún día, en algún lado. Y cuando eso pase, quiero que me cuentes todas las aventuras que has tenido, ¿sí? –confesé con ilusión–. Así que… te deseo buenas noches, futura diosa guerrera. –Esbocé una enorme sonrisa y volví al camarote, donde estaba Hyro, de brazos cruzados, mirándome con picardía.
–Entonces ¿qué tal te fue, casanova? –preguntó.
–¿A qué te refieres? Pero más importante: devuélveme mis pantalones –exigí.
–No te hagas el tonto, Rauko. Eres un chico saludable y atlético y ella es una mujer bastante atractiva. ¿Quieres que crea que solo estuvieron conversando sin ninguna intención… “indecente”?
–¿Eh? Deberías saber que no.
–Ay, pero qué fracaso –murmuró. Resopló y negó con la cabeza, decepcionado. Luego se fue a dormir como si nada.
–Hey, ¿y mis pantalones?
Repentinamente un sonido familiar pero bastante horripilante se escuchó desde el camarote de al lado. Era, sin duda alguna, la terrible voz desafinada del “cantante” que momentos atrás habló de las sirenas. Parecía que ahora estaba bastante ebrio y que tenía bastantes ganas de cantar a todo pulmón.
–Parece que esta será una larga noche. –Suspiré, preparándome mentalmente para el tormento que sufriría gracias al canto de aquella bestia del averno.
Rauko
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Re: En alta mar [Libre] [Interpretativo] [Tema cerrado]
Escuchaba con atención al elfo cuando el hechicero apareció de golpe, haciendo que la bruja diese un pequeño respingo. Le había asustado, un poco. Y tal como llegó, desapareció de nuevo. Miró nuevamente a Rauko, y al ver lo rojo que estaba, la bruja ya estaba empezando a reírse, sin necesidad de bajar la mirada para saber lo que había pasado.
Nahir asintió a los tartamudeos del elfo que terminaron por ir a por sus pantalones desaparecidos. Lo vio irse con una gran sonrisa, aquello era muy divertido, pero seguro que para él era una situación muy embarazosa. ¿Cómo reaccionaría ella algo así? Seguro que también se pondría como un pimiento.
Ya había abierto la puerta y entrado en su camarote cuando escuchó su nombre, haciendo que diese un paso atrás y asomase la cabeza, igual que había hecho el elfo sin pantalones.
Mientras escuchaba la despedida del chico la joven no pudo evitar esbozar una sonrisa amplia y cariñosa, entrecerrando un poco lo ojos.
- Claro, me encantaría… - susurró. – Buenas noches a ti también…- respondió riendo levemente mientras veía como el elfo se perdía en el interior de su camarote.
Cerró la puerta y se quedó unos instantes de pie con la espalda contra la pared, estaba un poco cansada, pero seguramente no podría dormir de los nervios de saber que en breves estaría en la península. Se tumbó en su lecho y sacó un pequeño libro de la bolsa, era sobre diferentes plantas venenosas que crecían en los alrededores de Verisar, su madre había insistido en que lo ojeara.
Apenas había leído dos páginas cuando los ojos se le empezaron a cerrar. Soñó con un hombre, se parecía mucho al que habían visto en el comedor, soñó que cantaba toda la noche.
Escuchó un ruido desde la puerta, quizás alguien le había dado un golpe al pasar. Se despertó, el libro estaba en el suelo. Seguramente ya era de día, así que se levantó y tras guardar las cosas salió del camarote. El pasillo estaba a rebosar, la gente iba y venía, con maletas y sacos. Había mucho ruido. Todo aquello le hacía pensar que se había dormido. Tuvo que ir haciendo sitio para ir pasando entre la gente hasta poder salir a la cubierta del barco. Y efectivamente, ya habían llegado.
El puerto era una locura, entre la gente que embarcaba o desembarcaba, los pecadores, los comercios que se veían desde ahí y toda la gente que lo frecuentaba. Una locura. Se aferró a su saco y continuó arrestándose a duras penas para poder salir de ahí. Con todo aquello se le habían pasado los nervios, ahora tocaba inspeccionar los alrededores y no perderse. Cosa difícil.
Nahir asintió a los tartamudeos del elfo que terminaron por ir a por sus pantalones desaparecidos. Lo vio irse con una gran sonrisa, aquello era muy divertido, pero seguro que para él era una situación muy embarazosa. ¿Cómo reaccionaría ella algo así? Seguro que también se pondría como un pimiento.
Ya había abierto la puerta y entrado en su camarote cuando escuchó su nombre, haciendo que diese un paso atrás y asomase la cabeza, igual que había hecho el elfo sin pantalones.
Mientras escuchaba la despedida del chico la joven no pudo evitar esbozar una sonrisa amplia y cariñosa, entrecerrando un poco lo ojos.
- Claro, me encantaría… - susurró. – Buenas noches a ti también…- respondió riendo levemente mientras veía como el elfo se perdía en el interior de su camarote.
Cerró la puerta y se quedó unos instantes de pie con la espalda contra la pared, estaba un poco cansada, pero seguramente no podría dormir de los nervios de saber que en breves estaría en la península. Se tumbó en su lecho y sacó un pequeño libro de la bolsa, era sobre diferentes plantas venenosas que crecían en los alrededores de Verisar, su madre había insistido en que lo ojeara.
Apenas había leído dos páginas cuando los ojos se le empezaron a cerrar. Soñó con un hombre, se parecía mucho al que habían visto en el comedor, soñó que cantaba toda la noche.
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Escuchó un ruido desde la puerta, quizás alguien le había dado un golpe al pasar. Se despertó, el libro estaba en el suelo. Seguramente ya era de día, así que se levantó y tras guardar las cosas salió del camarote. El pasillo estaba a rebosar, la gente iba y venía, con maletas y sacos. Había mucho ruido. Todo aquello le hacía pensar que se había dormido. Tuvo que ir haciendo sitio para ir pasando entre la gente hasta poder salir a la cubierta del barco. Y efectivamente, ya habían llegado.
El puerto era una locura, entre la gente que embarcaba o desembarcaba, los pecadores, los comercios que se veían desde ahí y toda la gente que lo frecuentaba. Una locura. Se aferró a su saco y continuó arrestándose a duras penas para poder salir de ahí. Con todo aquello se le habían pasado los nervios, ahora tocaba inspeccionar los alrededores y no perderse. Cosa difícil.
Nahir
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