Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
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Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Solicito ayuda para recuperar mis mercancías. Una banda de ladrones contrabandistas me robaron todo lo que tenía hace tres días cuando venía de la ciudad de Vulwufar. Me robaron especias, verduras, carne... ¡Todo lo que tenía para comerciar durante este mes venidero! Ahora solo me queda un carromato vacío y medio destruido, y mi caballo...
Me reuniré con ustedes en la taberna del Filósofo Ebrio cuando hayan completado el encargo. Iré con un jubón y capa verde y un sombrero pomposo del mismo color. Espero buenas noticias, ya que la guardia de la ciudad está "demasiado ocupada" como para resolver mi problema, ¡Son mi única esperanza para sobrevivir a este mes!
Cliente Anónimo
Alward estaba recostado sobre un saco de dormir metido en el interior de una tienda de campaña de color marrón, leyendo la última carta de contratación que su grupo de mercenarios había recibido. "Un contrato rutinario", pensó tras acabar de releerla por enésima vez. Acto seguido, dejó dicha carta encima de una pequeña caja situada a su derecha y se incorporó sentado, mientras miraba por entre la abertura de la entrada de su pequeña tienda de campaña, la cual era tan diminuta que casi ni cabía allí sentado y mucho de menos de pie. La entrada a su tienda estaba semiabierta debido a que la cremallera de esta estaba totalmente echada hacia arriba, por lo tanto, dejaba entrada la luz del sol.
El joven mercenario se echó hacia adelante y gateó hasta poder salir de su tienda. Notó la frescura de la hierba y de la tierra al salir de su saco de dormir antes de poder salir. Cuando al fin lo hizo, la luz del día le dio de lleno y lo cegó un par de segundos. Cuando recuperó por completo su visión, vio enfrente una hoguera la cual habían apagado hacía escasamente una hora, por lo cual notaba que una finísima hilera de humo ascendía de esta. A ambos lados de la tienda de Alward se encontraban dos tiendas más idénticas, las cuales eran de sus otros dos compañeros de misión. Una de las tiendas se encontraba cerrada, la otra, que se situaba a la izquierda de la del propio Alward, se encontraba abierta. Enfrente de las tiendas y más allá de la hoguera se encontraba un carromato con unos pocos suministros, tanto comidas como materiales y armas. El caballo que tiraba del carromato, estaba atado a un árbol justo al lado de este. La criatura pastaba tranquilamente. El campamento se encontraba justo en un minúsculo claro de bosque perfecto para andarse resguardado, ya que estaban rodeado de algunas rocas y accidentes terrenales que hacían que el campamento tuviese solo un par de entradas y salidas viables. Más allá del claro, el bosque se volvía un poco espeso, aunque señalizado con caminos y carteles.
Sentado a los pies de la hoguera y de espalda a las tiendas mirando en dirección al caballo se encontraba uno de los compañeros de Alward, el cual se llamaba Emmanuel Castle, un humano de tez blanca de más o menos 184 cm de alto. Llevaba el pelo con una especie de flequillo-tupé y con los lados recortados. Su cabello era de color negro azabache. Sus ojos, negros como su pelo, tenían la mirada perdida hacia el frente. Llevaba puesto una armadura completa de cuero, dejando su brazo izquierdo desnudo. Tenía una capucha-capa de color rojo, aunque estaba descaperuzado. Durante los cinco años que Alward llevaba trabajando, él y Emmanuel se habían hecho hermanos de armas, tanto dentro como fuera del trabajo. El joven mercenario se acercó a su amigo que seguía sentado, con la mirada perdida y le habló
-Buenos días, Emm
Emmanuel salió de su estado y giró medio tronco hacia un lado, dirigiendo la mirada un poco a su espalda, viendo así a Alward. Este último se puso al lado de su amigo, aún de pie y se colocó los brazos en forma de jarra. Luego hizo un gesto como de estirarse y desperezarse, seguido de un bostezo.
-Buenos días, Al-Respondió Emmanuel
-Me he vuelto a leer el contrato, está claro que será coser y cantar.-Dijo terminando de desperezarse
-Bueno, nunca hay que fiarse-Dijo esbozando media sonrisa
-Oh, Al, tú siempre intentando asegurar hasta lo más mínimo. Deja de leer el contrato, no tiene mucho misterio-Dijo una voz entre risas burlonas proveniente de las tiendas, en concreto de la que estaba cerrada.
Dicha tienda se abrió y otro humano salió de su interior. Este era más bajo que Alward y Emmanuel, pues medía 168 cm. Era de estructura algo ancha. Con un peinado corto igualado, con el cabello de color marrón. Tenía una barba marcada, más frondosa que la de Alward, aunque no llegaba a ser una barba "frondosa" como tal. Sus ojos eran entrecerrados, con una mirada eterna como de desconfianza, aunque parecía ser una persona alegre y jovial. Llevaba puesto unos ropajes de tela sencillos, mezlando los colores rojo y blanco. Era un brujo. Esto solo lo sabía su grupo de mercenarios, ya que no es algo que el resto de habitantes de la ciudad debieran de saber porque los de su clase no eran visto con muy buenos ojos muy a menudo.
-Justamente eso le decía a Emm, parece ser una tarea fácil, ¿No, Ivens?
El tercer miembro del grupo se acercó a Alward y Emmanuel, mientras se desperezaba.
-Sí. Vamos, hablamos, nos los cargamos, cogemos lo que vamos a buscar y se lo entregamos a su dueño. Muy fácil.
-Nada de matar, Ivens-Dijo mirando de reojo con cierta desaprobación por las palabras de su compañero
-Cierto, cierto...-Dijo con un movimiento de manos de arriba a abajo intentando rectificarse con una sonrisa-Pero si la cosa se pone fea, no tendremos otro remedio.
-¿Hablaste con el cliente, no?-Preguntó mirando a Ivens
-Sí. El tío estaba desesperado, parece que lo de "Sobrevivir este mes" va en serio
-Bueno, cuanto antes acabemos el trabajo antes podrá volver a la normalidad
-Creo que debería ir a echar un vistazo a los alrededores para saber a quién nos enfrentamos-Dijo levantándose y sacudiéndose la ropa
-Bien. Trazaremos el plan una vez que sepamos a quién nos enfrentamos.
-Ve con cuidado, Emm. No quiero tener a ningún lisiado en el grupo-Dijo con sarcasmo
-Claro-Dijo esbozando una sonrisa
Dicho esto, Emmanuel se acercó al carromato para coger sus cosas y prepararse para el reconocimiento del lugar de la misión. Era un arquero experimentado en la exploración, por lo que era el más indicado para ello. Una vez con su arco en mano y su carcaj a la espalda lleno de flechas, puso rumbo a la salida noreste del campamento, una de las dos salidas y entradas que este tenía. Mientras, en él se quedaron Alward e Ivens, vigilando todo el lugar. Era mediodía, por lo que Emmanuel aún tenía varias horas de luz por delante para explorar bien y reconocer el terreno.
Última edición por Alward Sevna el Lun Abr 23 2018, 21:14, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Aclaración cronológica: Esto tiene lugar antes del viaje de Elen al norte en busca de Amaterasu, por lo que aún no se ha transformado en vampiro.
Conscientes de que no les convenía acercarse a Lunargenta durante un tiempo, ya que media ciudad seguía buscando a la hechicera para lincharla por su actuación en el puerto, Elen y Alister habían hecho de Vulwufar su nueva aunque temporal base de operaciones, por así decirlo. Después de verse obligados a huir a las islas para salvar el pellejo no solo de la multitud enfurecida sino también de la pandemia y la horda de vampiros que habían conquistado el trono del rey Siegfried, al que habían ayudado a escapar en el último barco libre de enfermos, ambos habían pasado una temporada en Beltrexus. Pero el deber volvía a requerir a la de cabellos cenicientos, que no solo tenía que preocuparse por su hogar sino por toda Verisar.
A veces su cargo de centinela del sur pesaba como una losa sobre sus hombros, pero no podía hacer lo que sus hermanos del oeste y el norte, que habían olvidado sus obligaciones para centrarse únicamente en sus propias ambiciones. Esa era la razón de que a pesar del peligro, la tensai hubiese vuelto a la península, no podía moverse con libertad por Lunargenta pero al menos protegería las ciudades de los alrededores. Tras una breve visita a Baslodia, que de momento parecía segura, y con el mal recuerdo de lo ocurrido en Roilkat tiempo atrás, la benjamina de los Calhoun optó por instalarse en Vulwufar, aprovechando el comercio del lugar para hacerse con algunos elementos directamente traídos de territorio élfico.
El plan de aquella mañana era simple, acudir al mercado para que la joven pudiese visitar a un herborista y comprar las hierbas que necesitaba para sus pociones, pero cuando ella estaba de por medio, todo podía complicarse en un abrir y cerrar de ojos. Alister lo sabía bien, se había acostumbrado a aquel tipo de vida en la que la tranquilidad escaseaba, hecho por el cual intentaba disfrutar tanto como le era posible de los momentos que pasaban juntos sin verse envueltos en alguna pelea contra bandidos, vampiros, bestias o demonios.
- Buenos días. - saludó la de ojos verdes, en cuanto llegaron al modesto puesto del herborista. - Otra vez por aquí, buenos días. - le respondió el hombre, un tipo menudo y ataviado con una larga túnica granate, a todas luces un mago. Mientras la tensai examinaba las hierbas del mercader, su compañero, que no tenía tanto interés en la alquimia como ella, aguardaba con los brazos cruzados un par de metros por detrás de la bruja, paseando la mirada por el resto de tiendas, y fue así como se dio cuenta del interés que Elen había despertado en dos hombres de pintas más que cuestionables.
Ambos cuchicheaban y la señalaban sin disimulo así que la tranquilidad estaba a punto de acabarse. - ¿Qué ocurre? - preguntó la benjamina de los Calhoun, al percatarse de la tensa postura del dragón. Alister no tuvo que decir nada, en cuanto la mirada de la centinela se cruzó con los dos extraños, éstos decidieron que era momento de acercarse. - Volveré en otro momento. - le indicó al herborista antes de apartarse de su puesto, para que no sufriese destrozos si tal como esperaba, se iniciaba una pelea. - Yo te conozco, eres la traidora que protegió el barco del rey, en Lunargenta hay mucha gente que quiere tu cabeza. - soltó uno, mientras desenvainaba una espada corta del cinturón. - Y tú el imbécil que cree que puede conseguirla ¿no? Si de verdad me conocieras no lo intentarías. - contestó la de cabellos cenicientos con seriedad.
Aquellos no eran los primeros que querían atraparla para entregarla en la ciudad, ya habían tenido dos incidentes idénticos desde su llegada a Vulwufar, y ambos habían terminado del mismo modo, con un par de cadáveres en el suelo. Esto hacía que la paciencia de la joven cada vez fuese menos, así que sin decir nada más alzó una mano en dirección a los cazarrecompensas y lanzó contra ellos una potente onda de viento, que los hizo salir despedidos varios metros. - Si apreciáis vuestras vidas no os levantareis. - les instó, pero al igual que los anteriores, aquel par de inútiles no estaban dispuestos a dejarse ganar por una mujer.
Elen se encogió de hombros y dejó escapar un suspiro de resignación, al menos lo había intentado. Para cuando sus enemigos volvieron a arremeter contra ellos, la de ojos verdes ya tenía el brazo completamente envuelto en electricidad y no dudó en usarla contra el que tenía más cerca, mientras Alister, valiéndose de una espada y de su fuerza, reducía al otro. Se podría decir que el oponente del alado encontró una muerte más humana, rápida y sin tanto dolor como la de su compañero, que sintió el elemento de la centinela recorriéndole por completo y quemándole desde dentro.
- Otro día más en Vulwufar. - musitó Elen ante una visión que se le estaba haciendo terriblemente familiar, la de los cuerpos sin vida tirados en el suelo y las horrorizadas miradas de quienes se encontraban en los alrededores. - A este paso no podremos quedarnos mucho más aquí. - comentó el dragón, al tiempo que devolvía su hoja a la vaina. - Lo sé. - respondió la bruja, cansada de aquella situación. Antes de que la guardia apareciese para hacer preguntas, abandonaron el mercado y decidieron dirigirse hacia la entrada de la ciudad, por donde justo en aquel momento llegaba una carreta a toda prisa. - ¡Ayuda por favor! ¡Ayuda! - pedía el hombre, que a duras penas podía controlar las riendas.
Una viva mancha de color carmesí teñía el costado de su camisa, estaba herido y a poco de perder el conocimiento, así que sin dudarlo, la tensai corrió hacia el carro y le quitó las riendas para entregarlas a su compañero. - ¿Qué ha pasado? - preguntó, mientras observaba la parte trasera de la carreta, donde yacía una mujer inconsciente. - Unos ladrones… nos asaltaron en el camino para robarnos… - comenzó a explicar, haciendo un gran esfuerzo. - Les dije que se llevaran lo que quisieran pero que no nos hiciesen daño. - continuó instantes después. - Los muy malditos se rieron en mi cara, querían quedarse a mi mujer… no podía permitirlo. - la historia hizo que la joven torciese el gesto, visiblemente molesta con lo que estaba escuchando.
- La golpearon para que no se resistiese pero conseguí herir al que intentaba llevársela y subirla al carro, aunque otro me alcanzó antes de que pudiese huir de allí. - terminó de decir, haciendo presión en la herida que amenazaba con hacerle perder el sentido. Muchos curiosos se reunieron en la zona al ver lo que ocurría, y de entre la multitud surgió una figura conocida para la de ojos verdes, una que no podía llegar en mejor momento. - Eärwen, ¿puedes llevarlos al hospital? - preguntó al ver a la elfa de cabellos negros. - Por supuesto. - contestó la sanadora, poniéndose manos a la obra.
- A los caballos, tenemos trabajo. - indicó Elen, mirando a su compañero. Ambos volvieron sobre sus pasos hasta la posada en que se estaban hospedando, tomaron sus monturas y de inmediato se pusieron en marcha. Con suerte encontrarían a los bandidos aún en el camino y podrían encargarse de ellos antes de que hubiese más víctimas, aunque debían considerar la posibilidad de que estuviesen escondidos para sorprender a los viajeros más vulnerables. Con el sol en su punto más alto, indicando el mediodía, la pareja llegó a una zona en que la senda mostraba signos del reciente incidente, aún quedaban restos de las pertenencias que habían robado esparcidas por el camino y manchas de sangre en la tierra. ¿Seguirían por allí los ladrones o se habrían marchado ya?
Conscientes de que no les convenía acercarse a Lunargenta durante un tiempo, ya que media ciudad seguía buscando a la hechicera para lincharla por su actuación en el puerto, Elen y Alister habían hecho de Vulwufar su nueva aunque temporal base de operaciones, por así decirlo. Después de verse obligados a huir a las islas para salvar el pellejo no solo de la multitud enfurecida sino también de la pandemia y la horda de vampiros que habían conquistado el trono del rey Siegfried, al que habían ayudado a escapar en el último barco libre de enfermos, ambos habían pasado una temporada en Beltrexus. Pero el deber volvía a requerir a la de cabellos cenicientos, que no solo tenía que preocuparse por su hogar sino por toda Verisar.
A veces su cargo de centinela del sur pesaba como una losa sobre sus hombros, pero no podía hacer lo que sus hermanos del oeste y el norte, que habían olvidado sus obligaciones para centrarse únicamente en sus propias ambiciones. Esa era la razón de que a pesar del peligro, la tensai hubiese vuelto a la península, no podía moverse con libertad por Lunargenta pero al menos protegería las ciudades de los alrededores. Tras una breve visita a Baslodia, que de momento parecía segura, y con el mal recuerdo de lo ocurrido en Roilkat tiempo atrás, la benjamina de los Calhoun optó por instalarse en Vulwufar, aprovechando el comercio del lugar para hacerse con algunos elementos directamente traídos de territorio élfico.
El plan de aquella mañana era simple, acudir al mercado para que la joven pudiese visitar a un herborista y comprar las hierbas que necesitaba para sus pociones, pero cuando ella estaba de por medio, todo podía complicarse en un abrir y cerrar de ojos. Alister lo sabía bien, se había acostumbrado a aquel tipo de vida en la que la tranquilidad escaseaba, hecho por el cual intentaba disfrutar tanto como le era posible de los momentos que pasaban juntos sin verse envueltos en alguna pelea contra bandidos, vampiros, bestias o demonios.
- Buenos días. - saludó la de ojos verdes, en cuanto llegaron al modesto puesto del herborista. - Otra vez por aquí, buenos días. - le respondió el hombre, un tipo menudo y ataviado con una larga túnica granate, a todas luces un mago. Mientras la tensai examinaba las hierbas del mercader, su compañero, que no tenía tanto interés en la alquimia como ella, aguardaba con los brazos cruzados un par de metros por detrás de la bruja, paseando la mirada por el resto de tiendas, y fue así como se dio cuenta del interés que Elen había despertado en dos hombres de pintas más que cuestionables.
Ambos cuchicheaban y la señalaban sin disimulo así que la tranquilidad estaba a punto de acabarse. - ¿Qué ocurre? - preguntó la benjamina de los Calhoun, al percatarse de la tensa postura del dragón. Alister no tuvo que decir nada, en cuanto la mirada de la centinela se cruzó con los dos extraños, éstos decidieron que era momento de acercarse. - Volveré en otro momento. - le indicó al herborista antes de apartarse de su puesto, para que no sufriese destrozos si tal como esperaba, se iniciaba una pelea. - Yo te conozco, eres la traidora que protegió el barco del rey, en Lunargenta hay mucha gente que quiere tu cabeza. - soltó uno, mientras desenvainaba una espada corta del cinturón. - Y tú el imbécil que cree que puede conseguirla ¿no? Si de verdad me conocieras no lo intentarías. - contestó la de cabellos cenicientos con seriedad.
Aquellos no eran los primeros que querían atraparla para entregarla en la ciudad, ya habían tenido dos incidentes idénticos desde su llegada a Vulwufar, y ambos habían terminado del mismo modo, con un par de cadáveres en el suelo. Esto hacía que la paciencia de la joven cada vez fuese menos, así que sin decir nada más alzó una mano en dirección a los cazarrecompensas y lanzó contra ellos una potente onda de viento, que los hizo salir despedidos varios metros. - Si apreciáis vuestras vidas no os levantareis. - les instó, pero al igual que los anteriores, aquel par de inútiles no estaban dispuestos a dejarse ganar por una mujer.
Elen se encogió de hombros y dejó escapar un suspiro de resignación, al menos lo había intentado. Para cuando sus enemigos volvieron a arremeter contra ellos, la de ojos verdes ya tenía el brazo completamente envuelto en electricidad y no dudó en usarla contra el que tenía más cerca, mientras Alister, valiéndose de una espada y de su fuerza, reducía al otro. Se podría decir que el oponente del alado encontró una muerte más humana, rápida y sin tanto dolor como la de su compañero, que sintió el elemento de la centinela recorriéndole por completo y quemándole desde dentro.
- Otro día más en Vulwufar. - musitó Elen ante una visión que se le estaba haciendo terriblemente familiar, la de los cuerpos sin vida tirados en el suelo y las horrorizadas miradas de quienes se encontraban en los alrededores. - A este paso no podremos quedarnos mucho más aquí. - comentó el dragón, al tiempo que devolvía su hoja a la vaina. - Lo sé. - respondió la bruja, cansada de aquella situación. Antes de que la guardia apareciese para hacer preguntas, abandonaron el mercado y decidieron dirigirse hacia la entrada de la ciudad, por donde justo en aquel momento llegaba una carreta a toda prisa. - ¡Ayuda por favor! ¡Ayuda! - pedía el hombre, que a duras penas podía controlar las riendas.
Una viva mancha de color carmesí teñía el costado de su camisa, estaba herido y a poco de perder el conocimiento, así que sin dudarlo, la tensai corrió hacia el carro y le quitó las riendas para entregarlas a su compañero. - ¿Qué ha pasado? - preguntó, mientras observaba la parte trasera de la carreta, donde yacía una mujer inconsciente. - Unos ladrones… nos asaltaron en el camino para robarnos… - comenzó a explicar, haciendo un gran esfuerzo. - Les dije que se llevaran lo que quisieran pero que no nos hiciesen daño. - continuó instantes después. - Los muy malditos se rieron en mi cara, querían quedarse a mi mujer… no podía permitirlo. - la historia hizo que la joven torciese el gesto, visiblemente molesta con lo que estaba escuchando.
- La golpearon para que no se resistiese pero conseguí herir al que intentaba llevársela y subirla al carro, aunque otro me alcanzó antes de que pudiese huir de allí. - terminó de decir, haciendo presión en la herida que amenazaba con hacerle perder el sentido. Muchos curiosos se reunieron en la zona al ver lo que ocurría, y de entre la multitud surgió una figura conocida para la de ojos verdes, una que no podía llegar en mejor momento. - Eärwen, ¿puedes llevarlos al hospital? - preguntó al ver a la elfa de cabellos negros. - Por supuesto. - contestó la sanadora, poniéndose manos a la obra.
- A los caballos, tenemos trabajo. - indicó Elen, mirando a su compañero. Ambos volvieron sobre sus pasos hasta la posada en que se estaban hospedando, tomaron sus monturas y de inmediato se pusieron en marcha. Con suerte encontrarían a los bandidos aún en el camino y podrían encargarse de ellos antes de que hubiese más víctimas, aunque debían considerar la posibilidad de que estuviesen escondidos para sorprender a los viajeros más vulnerables. Con el sol en su punto más alto, indicando el mediodía, la pareja llegó a una zona en que la senda mostraba signos del reciente incidente, aún quedaban restos de las pertenencias que habían robado esparcidas por el camino y manchas de sangre en la tierra. ¿Seguirían por allí los ladrones o se habrían marchado ya?
Última edición por Elen Calhoun el Lun Abr 23 2018, 22:44, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
El camino me estaba dejando algo inquieto. Me había acostumbrado al invierno demasiado deprisa: a permanecer en el bosque, aislado de toda civilización. A evitar las ciudades salvo para reabastecernos. Aquello era bueno para que las cosas se calmasen un poco. Con el creciente número de bandidos, los Nómadas pasaban desapercibidos, al menos durante una temporada.
Pero no eran esos los únicos motivos. Lo sabía perfectamente, y Syl lo sabía más que yo. Estaba nervioso por una razón completamente distinta. Por lo que vendría después. La incursión para la que nos estábamos suministrando. Mi retorno a casa después de media vida. Suspiré pesadamente. Había meditado sobre lo que podría encontrar decenas de veces. Calculado que palabras decir. Como actuar. Pero tras tanto tiempo... era difícil de decir como saldría todo.
Syl me agarró del hombro, y me paré. Sin decir palabra, el gato me rodeó entre sus brazos, dándome un ligero abrazo. Devolví el gesto, algo aliviado. No era la primera vez en el trayecto que necesitaba aquello. Ni siquiera era necesario repetir las palabras. "Todo irá bien. Pase lo que pase, estoy contigo." Era afortunado por tenerle cerca. Le besé en la frente, y continuamos el trayecto.
-Gracias.- murmuré. Aquello me quitaba un peso de encima. El pardo debía estar más tranquilo de lo que estaba yo. Después de todo, solía ser más reticente a compartir muestras de afecto en lugares públicos.
Claro que el camino estaba completamente desierto.
-Honestamente, detesto Vulwulfar. Casi todo apesta a pescado.- comenté, buscando algo de conversación. La ciudad portuaria era uno de los mejores sitios en los que comprar alimento, tanto por cercanía como por la variedad. Debido a que la ruta comercial conectaba con Sandorai, era fácil encontrar cosas de manufactura élfica.
-Sigue siendo mejor que el olor de Baslodia.- apuntó Syl. -Creo que los humanos tienen el olfato atrofiado por cosas como esa.-
-Y los brujos... y elfos... y dragones, vampiros, cibernéticos...- reconté, sonriendo. Miré al gato, pero su rostro había vuelto a su estado natural e inexpresivo. Sus orejas se movieron ligeramente, y me callé al instante. Agudicé el oído, pero no dejé de moverme. Si había algo, era mejor actuar de forma natural. -¿Cuantos?- pregunté, en un tono más bajo.
Syl tocó su cintura tres veces. Eso implicaba seguridad. Me relajé un poco. Podíamos con tres, incluso si las cosas se ponían feas. Si no... siempre podíamos persuadirlos de que atacar a dos hombres armados era una idea estúpida.
Según lo veía, tenia tres maneras de afrontar aquello. Podía fingir no haberlos detectado, esperar a que nos asaltasen, y atacar primero por sorpresa. Entre el gato y yo podíamos matar o incapacitar a dos antes de que el tercero pudiese hacer gran cosa. Aquel era el método de Syl, precavido y práctico. También podía desafiarlos abiertamente, lo cual les negaría el atacar por sorpresa. Si bien aquello podía intimidarlos lo suficiente como para que se lo pensasen dos veces, era muy probable que los bandidos fuesen idiotas y confiasen en su número. La tercera y última forma sería dialogar. Dependiendo de lo desesperados que estuviesen, aquella podría no funcionar.
-Bueno, recuerda... en cuanto lleguemos, déjame a mi lo de regatear antes de hacer nada, ¿eh?- dije, alzando de nuevo la voz. -Que la última vez acabamos perdiendo veinte aeros por tu culpa.- mentí.
-...Si, ya.- Syl chasqueó la lengua. Mensaje recibido. Continuamos una muy tediosa conversación sobre la importancia de cerrar un buen trato. Fingir ser un mercenario no me resultaba muy difícil. Después de todo, fue mi linea de trabajo durante más de una década. Pero al gato no se le daba muy bien actuar. Era reticente, y se notaba. Prefería su método. Pero sería bueno el no mancharnos de sangre por una vez.
Maldije mentalmente a Rakfyr. Estaba influyendo en mi desde dentro.
No tardaron en aparecer del lado del bosque. Les miré de reojo. Armaduras deterioradas y telas roídas. Las armas que llevaban no eran gran cosa. Una espada de soldado de Lunargenta. Un arco. Y... una cimitarra, sorprendentemente. Pero algunas cosas de las que llevaban parecían nuevas. Tal vez hubiesen tenido éxito recientemente.
Bien, así que no estaban desesperados. Pero tal vez les pudiese la avaricia. No tardaron en alcanzarnos, debido a nuestro paso relajado. Cuando Syl se dio la vuelta, lo hizo con la ballesta en sus manos, preparado y dispuesto a meter un virote en el cuello del primero que se moviese.
-¿Necesitáis algo, amigos mios?- pregunté, irguiéndome e inclinándome ligeramente hacia adelante. Disfruté del hecho de que uno se encogió ligeramente antes de disimular. Mi tamaño siempre era una buena (e injusta) ventaja.
-Tu dinero.- dijo firmemente el de la espada. -Vuestro dinero.- se corrigió, alternando su vista hacia el hombre gato.
-Me temo que tenemos intención de usarlo.- dije, ladeando la cabeza.
-No te lo estaba pidiendo, pulgoso.- declaró el que sujetaba el arco.
-Oooooh... ¿me estáis atracando?- Sonreí burlón, fingiendo inocencia. -Perdona, no estoy acostumbrado. Tendríais que haber empezado con algo tipo... "La bolsa o la vida."- expliqué. Me estiré tranquilamente. Era el único de los cinco que no tenía un arma desenfundada. -De todas formas, tenéis que ser un poco idiotas para atacar a dos mercenarios armados, ¿no? Es decir... una cosa es asaltar a un pobre desgraciado que no tiene más que cacerolas de Baslodia para defenderse, pero esto...-
-Cierra la boca, perro. Tu dinero, o mueres. Os superamos en número.- amenazó finalmente el ex-soldado. Esbocé una sonrisa confiada, colocando mi mano en el pomo de mi espada.
-Oh. ¿De veras?- El anillo que rodeaba el mango comenzó a brillar... y se volvió negro. Un negro absoluto. El mismo vacío que apareció entre los bandidos y yo, del que empezó a escapar una criatura de forma extraña. Los hombres retrocedieron. -¿Que tal ahora?- sonreí.
-Egil... es un... es un monstruo.- dijo el de la cimitarra, alternando la mirada entre el resto. -No. No vale la pena... voy a avisar al resto.- El hombre se dio la vuelta, y empezó a correr. No llegó muy lejos antes de que se escuchase un chasquido. Una flecha se clavó en su pierna, derribándole al suelo. Syl debía haberlo considerado un riesgo.
-Grito. Ve.- ordené, mirando al arquero.
-¡GRAAAAAAAAAAAH!-
El chillido del monstruo siempre me ponía los pelos de punta. Pero cumplía su cometido. El ex-soldado intentó lanzarse contra él, ignorando al resto de mortales. Su espada, junto a una flecha, atravesó el cuerpo sombrío de la criatura... de la misma forma que atravesaría el aire. Al ser de vacío no pareció importarle. Se lanzó al cuello del arquero antes de que este pudiese disparar de nuevo. Y lo desgarró, dejando marcas oscuras en la garganta que no tardaron en acabar cubiertas de sangre.
Y con eso, la criatura desapareció, como si no hubiese existido nunca. El ex-soldado se giró, confuso. No tuvo tiempo para preguntar antes de que Syl disparase otro certero virote a su craneo.
-Odio esa cosa.- musitó el gato, molesto.
-Lo sé... lo siento. Esperaba asustarlos.- dije, llevándome la mano a la nuca. Miré los cadáveres. Afortunadamente, nadie los echaría de menos.
-Bueno, uno de tres, no está mal.- dijo, señalando al superviviente. El tipo estaba en el suelo, sangrando y maldiciendo entre dientes mientras se retorcía. -¿Qué hacemos con él? Hay más, por lo que ha dicho.-
Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Súbdito de vacío)
Pero no eran esos los únicos motivos. Lo sabía perfectamente, y Syl lo sabía más que yo. Estaba nervioso por una razón completamente distinta. Por lo que vendría después. La incursión para la que nos estábamos suministrando. Mi retorno a casa después de media vida. Suspiré pesadamente. Había meditado sobre lo que podría encontrar decenas de veces. Calculado que palabras decir. Como actuar. Pero tras tanto tiempo... era difícil de decir como saldría todo.
Syl me agarró del hombro, y me paré. Sin decir palabra, el gato me rodeó entre sus brazos, dándome un ligero abrazo. Devolví el gesto, algo aliviado. No era la primera vez en el trayecto que necesitaba aquello. Ni siquiera era necesario repetir las palabras. "Todo irá bien. Pase lo que pase, estoy contigo." Era afortunado por tenerle cerca. Le besé en la frente, y continuamos el trayecto.
-Gracias.- murmuré. Aquello me quitaba un peso de encima. El pardo debía estar más tranquilo de lo que estaba yo. Después de todo, solía ser más reticente a compartir muestras de afecto en lugares públicos.
Claro que el camino estaba completamente desierto.
-Honestamente, detesto Vulwulfar. Casi todo apesta a pescado.- comenté, buscando algo de conversación. La ciudad portuaria era uno de los mejores sitios en los que comprar alimento, tanto por cercanía como por la variedad. Debido a que la ruta comercial conectaba con Sandorai, era fácil encontrar cosas de manufactura élfica.
-Sigue siendo mejor que el olor de Baslodia.- apuntó Syl. -Creo que los humanos tienen el olfato atrofiado por cosas como esa.-
-Y los brujos... y elfos... y dragones, vampiros, cibernéticos...- reconté, sonriendo. Miré al gato, pero su rostro había vuelto a su estado natural e inexpresivo. Sus orejas se movieron ligeramente, y me callé al instante. Agudicé el oído, pero no dejé de moverme. Si había algo, era mejor actuar de forma natural. -¿Cuantos?- pregunté, en un tono más bajo.
Syl tocó su cintura tres veces. Eso implicaba seguridad. Me relajé un poco. Podíamos con tres, incluso si las cosas se ponían feas. Si no... siempre podíamos persuadirlos de que atacar a dos hombres armados era una idea estúpida.
Según lo veía, tenia tres maneras de afrontar aquello. Podía fingir no haberlos detectado, esperar a que nos asaltasen, y atacar primero por sorpresa. Entre el gato y yo podíamos matar o incapacitar a dos antes de que el tercero pudiese hacer gran cosa. Aquel era el método de Syl, precavido y práctico. También podía desafiarlos abiertamente, lo cual les negaría el atacar por sorpresa. Si bien aquello podía intimidarlos lo suficiente como para que se lo pensasen dos veces, era muy probable que los bandidos fuesen idiotas y confiasen en su número. La tercera y última forma sería dialogar. Dependiendo de lo desesperados que estuviesen, aquella podría no funcionar.
-Bueno, recuerda... en cuanto lleguemos, déjame a mi lo de regatear antes de hacer nada, ¿eh?- dije, alzando de nuevo la voz. -Que la última vez acabamos perdiendo veinte aeros por tu culpa.- mentí.
-...Si, ya.- Syl chasqueó la lengua. Mensaje recibido. Continuamos una muy tediosa conversación sobre la importancia de cerrar un buen trato. Fingir ser un mercenario no me resultaba muy difícil. Después de todo, fue mi linea de trabajo durante más de una década. Pero al gato no se le daba muy bien actuar. Era reticente, y se notaba. Prefería su método. Pero sería bueno el no mancharnos de sangre por una vez.
Maldije mentalmente a Rakfyr. Estaba influyendo en mi desde dentro.
No tardaron en aparecer del lado del bosque. Les miré de reojo. Armaduras deterioradas y telas roídas. Las armas que llevaban no eran gran cosa. Una espada de soldado de Lunargenta. Un arco. Y... una cimitarra, sorprendentemente. Pero algunas cosas de las que llevaban parecían nuevas. Tal vez hubiesen tenido éxito recientemente.
Bien, así que no estaban desesperados. Pero tal vez les pudiese la avaricia. No tardaron en alcanzarnos, debido a nuestro paso relajado. Cuando Syl se dio la vuelta, lo hizo con la ballesta en sus manos, preparado y dispuesto a meter un virote en el cuello del primero que se moviese.
-¿Necesitáis algo, amigos mios?- pregunté, irguiéndome e inclinándome ligeramente hacia adelante. Disfruté del hecho de que uno se encogió ligeramente antes de disimular. Mi tamaño siempre era una buena (e injusta) ventaja.
-Tu dinero.- dijo firmemente el de la espada. -Vuestro dinero.- se corrigió, alternando su vista hacia el hombre gato.
-Me temo que tenemos intención de usarlo.- dije, ladeando la cabeza.
-No te lo estaba pidiendo, pulgoso.- declaró el que sujetaba el arco.
-Oooooh... ¿me estáis atracando?- Sonreí burlón, fingiendo inocencia. -Perdona, no estoy acostumbrado. Tendríais que haber empezado con algo tipo... "La bolsa o la vida."- expliqué. Me estiré tranquilamente. Era el único de los cinco que no tenía un arma desenfundada. -De todas formas, tenéis que ser un poco idiotas para atacar a dos mercenarios armados, ¿no? Es decir... una cosa es asaltar a un pobre desgraciado que no tiene más que cacerolas de Baslodia para defenderse, pero esto...-
-Cierra la boca, perro. Tu dinero, o mueres. Os superamos en número.- amenazó finalmente el ex-soldado. Esbocé una sonrisa confiada, colocando mi mano en el pomo de mi espada.
-Oh. ¿De veras?- El anillo que rodeaba el mango comenzó a brillar... y se volvió negro. Un negro absoluto. El mismo vacío que apareció entre los bandidos y yo, del que empezó a escapar una criatura de forma extraña. Los hombres retrocedieron. -¿Que tal ahora?- sonreí.
-Egil... es un... es un monstruo.- dijo el de la cimitarra, alternando la mirada entre el resto. -No. No vale la pena... voy a avisar al resto.- El hombre se dio la vuelta, y empezó a correr. No llegó muy lejos antes de que se escuchase un chasquido. Una flecha se clavó en su pierna, derribándole al suelo. Syl debía haberlo considerado un riesgo.
-Grito. Ve.- ordené, mirando al arquero.
-¡GRAAAAAAAAAAAH!-
El chillido del monstruo siempre me ponía los pelos de punta. Pero cumplía su cometido. El ex-soldado intentó lanzarse contra él, ignorando al resto de mortales. Su espada, junto a una flecha, atravesó el cuerpo sombrío de la criatura... de la misma forma que atravesaría el aire. Al ser de vacío no pareció importarle. Se lanzó al cuello del arquero antes de que este pudiese disparar de nuevo. Y lo desgarró, dejando marcas oscuras en la garganta que no tardaron en acabar cubiertas de sangre.
Y con eso, la criatura desapareció, como si no hubiese existido nunca. El ex-soldado se giró, confuso. No tuvo tiempo para preguntar antes de que Syl disparase otro certero virote a su craneo.
-Odio esa cosa.- musitó el gato, molesto.
-Lo sé... lo siento. Esperaba asustarlos.- dije, llevándome la mano a la nuca. Miré los cadáveres. Afortunadamente, nadie los echaría de menos.
-Bueno, uno de tres, no está mal.- dijo, señalando al superviviente. El tipo estaba en el suelo, sangrando y maldiciendo entre dientes mientras se retorcía. -¿Qué hacemos con él? Hay más, por lo que ha dicho.-
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Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Súbdito de vacío)
Asher Daregan
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
El sol estaba en su punto más álgido del día, el campamento estaba en absoluta calma. El sol calentaba la tierra, pero no hacía calor. Una pequeña brisa se había levantado que movía los árboles y la hierba a un son relajante... Esto era lo bueno de ser mercenario, pensaba Alward; la absoluta calma de un campamento antes de ponerse a trabajar era de los más acogedora, y más cuando ya llevaba 5 años en el negocio. La costumbre conduce a la calma y a esperarse un resultado positivo, aunque nunca hay que dar nada por sentado, era obvio. Siempre había que estar alerta de todo y tener una profesionalidad a la altura de lo que conllevaba el ser mercenario.
Alward se encontraba recostado sobre los pies de un árbol el cual le daba sombra, unos metros alejado de la hoguera y del carromato, pero aún dentro del pequeño campamento. Estaba algo somnoliento, a esa hora del día a todo el mundo le entra un pequeño sueño tonto, y el joven mercenario no era la excepción. Ivens, por su parte, se encontraba haciendo un chequeo minucioso al inventario del grupo en el carromato; todas las armas, provisiones y materiales que podrían hacer falta en la misión se encontraban ahí.
De pronto, un grito desgarrador y ensordecedor se escuchó en los alrededores que asustó a Alward, haciendo que se incorporase sentado mirando hacia todos lados, buscando algún indicio de aquel suceso. Ivens también se sobresaltó y, preocupado, empezó a mirar por las entradas al campamento, por si se podía ver algo, pero nada más que habían árboles y el camino solitario que conectaba Lunargenta y Vulwufar. Ambos compañeros cruzaron sus miradas al ver que ese grito seco y desgarrador no se volvió a repetir.
-¿Q-qué ha sido eso...?
-No lo sé, pero no sonaba como algo normal...
Pasaron las horas y la luz del sol iba haciéndose cada vez más y más débil. El cielo se tiñó de naranja y empezaba a refrescarse el ambiente. Alward estaba encendiendo la hoguera del campamento, mientras Ivens leía un libro a los pies de esta. El brujo desvió por un momento la mirada mientras veía como su amigo intentaba con dos piedras hacer que alguna chispa brotará e incendiara los palitos que habían colocado para que se prendiesen
-Siento no poder ayudarte, pero el fuego nunca ha sido lo mío
Alward miró con desdén a Ivens y acto seguido siguió intentando prender la hoguera, hasta que tras varios intentos lo consiguió. Tras eso, suspiró y se puso en pie. El brujo, de nuevo miró al humano.
-¡Bien!
Alward desvió la mirada hacia las salidas y entradas del campamento y luego la devolvió hacia el brujo.
-¿Tarda mucho Emm, no?
-Tiene que estar al llegar-Dijo devolviendo la mirada a su libro
Alward de nuevo desvió su mirada hacia las salidas del campamento y vio una figura encapuchada acercándose poco a poco. Atinó un poco más su vista y se percató de que era Emmanuel, con su arco y carcaj de flechas a la espalda.
-Ahí está
El arquero se acercó a sus compañeros levantando su brazo izquierdo haciendo un saludo, luego se sentó a los pies de la hoguera. El cálido fuego se estaba empezando a avivar y se sentía bastante acogedor. Emm dejó su arco postrado en el suelo, a su derecha e intentó calentarse.
-Y bien, ¿Qué tenemos?-Dijo cruzado de brazos aún en pie
-Tenemos a un hijo de perra bastante duro... Me temo que tendremos que matar a unos cuantos
-¿Nada que nuestra increíble fuerza colosal no pueda arreglar?-Dijo con sarcasmo
-Si planteamos una buena estrategia, no tendrá por qué ser complicado llegar al jefe-Todos quedaron callados, esperando a que Emmanuel empezase a contar cómo le fue, sin más, y tras una breve pausa, comenzó a relatar su reconocimiento-Tenemos a un grupo bastante numeroso. de unos veinte bandidos, he contado. Están apostados en un abrigo natural de tierra, con medio campamento en el exterior y el otro medio en el interior. El campamento está rodeado por vallas con tres salidas y entradas, cada una en un extremo opuesto por la otra, vamos a llamarlas entradas sur, este y oeste, al norte queda lo que es el abrigo.
-Esta gente saben como establecerse
-Hay una torre de vigilancia por cada entrada y salida, es decir, podemos eliminar a tres sin que siquiera se enteren, por lo que nos quedarían 17.
-¿Contando al jefe?
Emmanuel asintió y prosiguió con la explicación. Alward se sentó finalmente alrededor de la hoguera para poder debatir mejor la estrategia.
-Tras eliminar a esos tres, podemos crear una distracción en una de las entradas derribando una de las torres con algún truquito de magia que Ivens se saque de la manga
-Eso es pan comido
-Luego, los que se acerquen a ver qué pasó con la torre derribada serán ejecutados de nuevo por mí. Haré tiros rápidos y certeros y luego me esconderé en la espesura. Si son imbéciles saldrán por esa salida a comprobar qué pasa, en ese caso Alward les esperará escondido entre unos matorrales y saldrá de nuevo como elemento sorpresa. Yo me subiré a algún árbol y le daré apoyo desde ahí. Tú intenta colarte en el campamento y acaba con cuantos puedas, Ivens.
-"¿Matar unos cuantos?" ¡Vamos a hacer una maldita masacre!
-Es o ellos o nosotros, y los bandidos por lo general no suelen ser hombres de buena fe, así que tampoco hay que tener muchos remordimientos por ellos.
Alward suspiró y dejó continuar al arquero
-Si todo hasta ahí nos sale bien, solo quedarán el jefe y un par de enemigos más, por lo que podremos establecer un diálogo y no derramar más sangre-Dijo mirando a Alward
-¿Sabes quién es el jefe?
-Se hace llamar "Piel de Lince", un animal poco común que es ágil y fiero. Aunque no pega para nada con su constitución. Su nombre viene porque lleva como una especie de capucha con la cabeza y el cuerpo de un lince desollado. Está muy buscado por las ciudades de la península, se oyen historias terribles de cómo desolla a sus enemigos por diversión.
-¿Es alguna especie de mole?
-Sí, por lo que el combate cuerpo a cuerpo no es muy recomendable. Si establecemos diálogo y la cosa se pone tensa le dispararé directo al cráneo. Vosotros dos os encargaréis en ese momentos de los secuaces que queden.
-¿Nada más?
En ese momento, Emmanuel se descaperuzó y suspiró
-He visto a cuatro tipos extraños merodeando por la zona; dos hombres-bestia y una mujer con un hombre con cara de pocos amigos, parecía que estaban rastreando al igual que yo, espero que no nos crucemos con ninguno... Los hombres-bestia acabaron con tres bandidos de la banda de Piel de Lince. Por poco no me vieron, por suerte, parece que no estaban interesados en mí.
-Al menos nos han quitado trabajo-Dijo con sarcasmo quitando tensión al asunto, luego, con un tono más serio, se volvió a dirigir a su compañero arquero-¿Cómo encontraremos el campamento bandido?
-Está al norte de aquí, apartado del camino principal y con cabezas de animales muertos clavados en picas señalizando una especie de advertencia de "No pasar", ha sido fácil encontrarlos.
Tras acabar, Emmanuel se levantó de su sitio y fue al carromato a por algo ligero para comer, pues estaba algo hambriento después de pasarse todo el día reconociendo el terreno. Ivens miró a Alward, ambos seguían sentados en la hoguera.
-¿Cuando atacamos?
-Dentro de unas horas, cuando se vayan a dormir-Echó la mirada al cielo, el cual estaba cada vez más oscuro, aunque con cierto brillo anaranjado crepuscular-Será un ataque sorpresa. Nos superan mucho en númeo, será mejor eliminarlos de pocos en pocos y despacio, sin levantar sospechas ni hacer ruido. El plan que ha propuesto Emm me parece perfecto.
Emmanuel cogió una manzana del carromato y se dirigió de nuevo a donde estaban sus dos compañeros, le pegó un mordisco y empezó a masticarla, acto seguido asintió. Ivens asintió también y siguió leyendo su libro, el cual tenía todo este tiempo en sus manos. Alward, por su parte, se levantó y fue hacia el carromato, a coger una manzana al igual que su compañero. Los tres esperarían a la hora perfecta e indicada para atacar el campamento enemigo, acabar con el trabajo y cobrar la recompensa. Una tarea sencilla y rutinaria, ¿No?
Alward se encontraba recostado sobre los pies de un árbol el cual le daba sombra, unos metros alejado de la hoguera y del carromato, pero aún dentro del pequeño campamento. Estaba algo somnoliento, a esa hora del día a todo el mundo le entra un pequeño sueño tonto, y el joven mercenario no era la excepción. Ivens, por su parte, se encontraba haciendo un chequeo minucioso al inventario del grupo en el carromato; todas las armas, provisiones y materiales que podrían hacer falta en la misión se encontraban ahí.
De pronto, un grito desgarrador y ensordecedor se escuchó en los alrededores que asustó a Alward, haciendo que se incorporase sentado mirando hacia todos lados, buscando algún indicio de aquel suceso. Ivens también se sobresaltó y, preocupado, empezó a mirar por las entradas al campamento, por si se podía ver algo, pero nada más que habían árboles y el camino solitario que conectaba Lunargenta y Vulwufar. Ambos compañeros cruzaron sus miradas al ver que ese grito seco y desgarrador no se volvió a repetir.
-¿Q-qué ha sido eso...?
-No lo sé, pero no sonaba como algo normal...
Pasaron las horas y la luz del sol iba haciéndose cada vez más y más débil. El cielo se tiñó de naranja y empezaba a refrescarse el ambiente. Alward estaba encendiendo la hoguera del campamento, mientras Ivens leía un libro a los pies de esta. El brujo desvió por un momento la mirada mientras veía como su amigo intentaba con dos piedras hacer que alguna chispa brotará e incendiara los palitos que habían colocado para que se prendiesen
-Siento no poder ayudarte, pero el fuego nunca ha sido lo mío
Alward miró con desdén a Ivens y acto seguido siguió intentando prender la hoguera, hasta que tras varios intentos lo consiguió. Tras eso, suspiró y se puso en pie. El brujo, de nuevo miró al humano.
-¡Bien!
Alward desvió la mirada hacia las salidas y entradas del campamento y luego la devolvió hacia el brujo.
-¿Tarda mucho Emm, no?
-Tiene que estar al llegar-Dijo devolviendo la mirada a su libro
Alward de nuevo desvió su mirada hacia las salidas del campamento y vio una figura encapuchada acercándose poco a poco. Atinó un poco más su vista y se percató de que era Emmanuel, con su arco y carcaj de flechas a la espalda.
-Ahí está
El arquero se acercó a sus compañeros levantando su brazo izquierdo haciendo un saludo, luego se sentó a los pies de la hoguera. El cálido fuego se estaba empezando a avivar y se sentía bastante acogedor. Emm dejó su arco postrado en el suelo, a su derecha e intentó calentarse.
-Y bien, ¿Qué tenemos?-Dijo cruzado de brazos aún en pie
-Tenemos a un hijo de perra bastante duro... Me temo que tendremos que matar a unos cuantos
-¿Nada que nuestra increíble fuerza colosal no pueda arreglar?-Dijo con sarcasmo
-Si planteamos una buena estrategia, no tendrá por qué ser complicado llegar al jefe-Todos quedaron callados, esperando a que Emmanuel empezase a contar cómo le fue, sin más, y tras una breve pausa, comenzó a relatar su reconocimiento-Tenemos a un grupo bastante numeroso. de unos veinte bandidos, he contado. Están apostados en un abrigo natural de tierra, con medio campamento en el exterior y el otro medio en el interior. El campamento está rodeado por vallas con tres salidas y entradas, cada una en un extremo opuesto por la otra, vamos a llamarlas entradas sur, este y oeste, al norte queda lo que es el abrigo.
-Esta gente saben como establecerse
-Hay una torre de vigilancia por cada entrada y salida, es decir, podemos eliminar a tres sin que siquiera se enteren, por lo que nos quedarían 17.
-¿Contando al jefe?
Emmanuel asintió y prosiguió con la explicación. Alward se sentó finalmente alrededor de la hoguera para poder debatir mejor la estrategia.
-Tras eliminar a esos tres, podemos crear una distracción en una de las entradas derribando una de las torres con algún truquito de magia que Ivens se saque de la manga
-Eso es pan comido
-Luego, los que se acerquen a ver qué pasó con la torre derribada serán ejecutados de nuevo por mí. Haré tiros rápidos y certeros y luego me esconderé en la espesura. Si son imbéciles saldrán por esa salida a comprobar qué pasa, en ese caso Alward les esperará escondido entre unos matorrales y saldrá de nuevo como elemento sorpresa. Yo me subiré a algún árbol y le daré apoyo desde ahí. Tú intenta colarte en el campamento y acaba con cuantos puedas, Ivens.
-"¿Matar unos cuantos?" ¡Vamos a hacer una maldita masacre!
-Es o ellos o nosotros, y los bandidos por lo general no suelen ser hombres de buena fe, así que tampoco hay que tener muchos remordimientos por ellos.
Alward suspiró y dejó continuar al arquero
-Si todo hasta ahí nos sale bien, solo quedarán el jefe y un par de enemigos más, por lo que podremos establecer un diálogo y no derramar más sangre-Dijo mirando a Alward
-¿Sabes quién es el jefe?
-Se hace llamar "Piel de Lince", un animal poco común que es ágil y fiero. Aunque no pega para nada con su constitución. Su nombre viene porque lleva como una especie de capucha con la cabeza y el cuerpo de un lince desollado. Está muy buscado por las ciudades de la península, se oyen historias terribles de cómo desolla a sus enemigos por diversión.
-¿Es alguna especie de mole?
-Sí, por lo que el combate cuerpo a cuerpo no es muy recomendable. Si establecemos diálogo y la cosa se pone tensa le dispararé directo al cráneo. Vosotros dos os encargaréis en ese momentos de los secuaces que queden.
-¿Nada más?
En ese momento, Emmanuel se descaperuzó y suspiró
-He visto a cuatro tipos extraños merodeando por la zona; dos hombres-bestia y una mujer con un hombre con cara de pocos amigos, parecía que estaban rastreando al igual que yo, espero que no nos crucemos con ninguno... Los hombres-bestia acabaron con tres bandidos de la banda de Piel de Lince. Por poco no me vieron, por suerte, parece que no estaban interesados en mí.
-Al menos nos han quitado trabajo-Dijo con sarcasmo quitando tensión al asunto, luego, con un tono más serio, se volvió a dirigir a su compañero arquero-¿Cómo encontraremos el campamento bandido?
-Está al norte de aquí, apartado del camino principal y con cabezas de animales muertos clavados en picas señalizando una especie de advertencia de "No pasar", ha sido fácil encontrarlos.
Tras acabar, Emmanuel se levantó de su sitio y fue al carromato a por algo ligero para comer, pues estaba algo hambriento después de pasarse todo el día reconociendo el terreno. Ivens miró a Alward, ambos seguían sentados en la hoguera.
-¿Cuando atacamos?
-Dentro de unas horas, cuando se vayan a dormir-Echó la mirada al cielo, el cual estaba cada vez más oscuro, aunque con cierto brillo anaranjado crepuscular-Será un ataque sorpresa. Nos superan mucho en númeo, será mejor eliminarlos de pocos en pocos y despacio, sin levantar sospechas ni hacer ruido. El plan que ha propuesto Emm me parece perfecto.
Emmanuel cogió una manzana del carromato y se dirigió de nuevo a donde estaban sus dos compañeros, le pegó un mordisco y empezó a masticarla, acto seguido asintió. Ivens asintió también y siguió leyendo su libro, el cual tenía todo este tiempo en sus manos. Alward, por su parte, se levantó y fue hacia el carromato, a coger una manzana al igual que su compañero. Los tres esperarían a la hora perfecta e indicada para atacar el campamento enemigo, acabar con el trabajo y cobrar la recompensa. Una tarea sencilla y rutinaria, ¿No?
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Una vez en el lugar en que se había producido el asalto, ambos desmontaron para examinar mejor los restos que quedaban en el camino, centrándose sobre todo en los rastros de sangre y las huellas que los bandidos habían dejado. - Parece que se han ido. - señaló Alister, siguiendo con la mirada las rojizas manchas que abandonaban el sendero. - Al menos uno está herido, puede que no hayan llegado muy lejos. - comentó la tensai, que se encontraba junto a las marcas dejadas por la carreta al salir a toda prisa. Todo cuadraba con la historia que les había contado el mercader, así que estaban buscando a un grupo de tres o cuatro sujetos como mucho, nada con lo que no pudiesen lidiar.
- Podría hacer un reconocimiento desde el aire para encontrarlos. - propuso el dragón, una opción rápida para dar con los delincuentes sin duda, pero si estos habían decidido esconderse tras el robo frustrado no les serviría de mucho. - Llamarías demasiado la atención, sigamos las huellas. - dijo Elen, instando al alado a demostrar sus dotes como cazador. - Tú eres el experto en rastreo, te sigo. - añadió, mientras acariciaba el cuello de su montura. Alister no se hizo esperar, guió su caballo hasta el borde del camino y se acuclilló para echar un vistazo a las pistas que tenían. - Son tres individuos, uno es corpulento, los otros dos deben ser de complexión más delgada y uno de ellos es el que está herido. - comenzó a decir, solo con mirar los diferentes rastros de huellas y la profundidad de las marcas que éstas habían dejado en la tierra.
- A juzgar por la cantidad de sangre no parece nada grave pero de todos modos nos dará ventaja. - Dicho esto el cazador volvió a ponerse en pie e inició la marcha, atento a cuanto los rodeaba y sin perder de vista la dirección que los ladrones habían tomado. Caminaron durante más de una hora, mayormente en silencio ante la posibilidad de que pudiesen oírlos, y sus pasos los fueron apartando poco a poco del camino que conectaba Lunargenta con Vulwufar, hecho que les hizo pensar que ciertamente, los delincuentes tenían algún campamento en la zona.
- Espera. - musitó Alister, deteniéndose de forma repentina y tirando de ella para que se agachase. - Mira allí. - le indicó, apuntando con el dedo a unas picas en las que habían clavado cabezas de animales. - No parece una invitación. - apuntó la joven, mientras barría con la mirada los alrededores en busca de algún posible enemigo. Cincuenta metros los separaban de las primeras picas de advertencia, y tras unos instantes la de cabellos cenicientos concluyó que no había ningún bandido vigilando aquel lugar, algo que les venía bastante bien. - Iré a ver lo que hay más allá. - dijo el dragón, cediéndole las riendas de su caballo. - Ten cuidado. - respondió Elen, a lo que el cazador reaccionó asintiendo con la cabeza antes de marcharse.
La benjamina de los Calhoun buscó un buen lugar al que atar sus monturas y esperó el regreso de su compañero, poniéndose ligeramente nerviosa al notar que tardaba más de lo esperado. ¿Habría pasado algo? No, seguramente no, se dijo mentalmente, ya que de haberse encontrado con los criminales Alister habría adoptado su forma bestial y probablemente habría quemado ya una buena parte de la zona. Con eso presente, la hechicera decidió entretenerse revisando sus armas y ajustando la correa del muslo en que llevada sus cuchillos arrojadizos, hasta que finalmente el cazador volvió junto a ella.
- ¿Y bien? - inquirió nada más verlo. - No es lo que esperábamos. - contestó el alado, al tiempo que se sentaba a su lado. - Estamos ante un grupo bien organizado y más numeroso de lo que pensábamos, unos veinte aproximadamente. - explicó, mientras echaba mano a la daga de la bruja para dibujar un improvisado plano en la tierra. - Tienen el campamento dividido en dos, una parte está expuesta pero la otra será más complicada de alcanzar, hay tres salidas pero todas están vigiladas así que nos verán llegar. - indicó, marcando cada una de las posibles entradas con una cruz. - No necesariamente… si esperamos a que anochezca no nos verán. - sugirió Elen, con la vista clavada en el plano. - Si te transformas y consigues llamar su atención desde aquí yo podría colarme por el lado opuesto y ocuparme de los que estén ahí sin despertar sospechas. - continuó, extrayendo uno de sus cuchillos arrojadizos para que el alado entendiese lo que pensaba hacer.
Con aquellas armas y su telequinesis podía matar al vigilante y a los enemigos más cercanos a su entrada sin que éstos tuviesen ocasión de alertar al resto, y con el fuego del dragón desde la otra entrada no les costaría obligar a los bandidos a replegarse a la parte interior, donde podrían arrinconarlos y acabar con ellos. - Suena bien. - asintió el cazador, tras lo cual acordaron los detalles de la incursión y aguardaron a que cayese la noche, momento en que tendrían que volver a ponerse en marcha.
Cuando el oscuro manto se adueñó del cielo, ambos dejaron a buen recaudo sus caballos y se dirigieron hacia la entrada por la que debía aparecer la bruja, que tras despedirse de su compañero se ocultó entre unos matorrales, mientras Alister se alejaba para cambiar de forma y rodear el campamento como tenían planeado, de modo que su llegada llamase la atención de los ladrones del lado contrario. Estaban listos, pero la de ojos verdes debía esperar la señal del alado para iniciar su ataque, así que recorrió con la mirada a los objetivos que tenía más a tiro, acariciando uno de sus cuchillos.
- Podría hacer un reconocimiento desde el aire para encontrarlos. - propuso el dragón, una opción rápida para dar con los delincuentes sin duda, pero si estos habían decidido esconderse tras el robo frustrado no les serviría de mucho. - Llamarías demasiado la atención, sigamos las huellas. - dijo Elen, instando al alado a demostrar sus dotes como cazador. - Tú eres el experto en rastreo, te sigo. - añadió, mientras acariciaba el cuello de su montura. Alister no se hizo esperar, guió su caballo hasta el borde del camino y se acuclilló para echar un vistazo a las pistas que tenían. - Son tres individuos, uno es corpulento, los otros dos deben ser de complexión más delgada y uno de ellos es el que está herido. - comenzó a decir, solo con mirar los diferentes rastros de huellas y la profundidad de las marcas que éstas habían dejado en la tierra.
- A juzgar por la cantidad de sangre no parece nada grave pero de todos modos nos dará ventaja. - Dicho esto el cazador volvió a ponerse en pie e inició la marcha, atento a cuanto los rodeaba y sin perder de vista la dirección que los ladrones habían tomado. Caminaron durante más de una hora, mayormente en silencio ante la posibilidad de que pudiesen oírlos, y sus pasos los fueron apartando poco a poco del camino que conectaba Lunargenta con Vulwufar, hecho que les hizo pensar que ciertamente, los delincuentes tenían algún campamento en la zona.
- Espera. - musitó Alister, deteniéndose de forma repentina y tirando de ella para que se agachase. - Mira allí. - le indicó, apuntando con el dedo a unas picas en las que habían clavado cabezas de animales. - No parece una invitación. - apuntó la joven, mientras barría con la mirada los alrededores en busca de algún posible enemigo. Cincuenta metros los separaban de las primeras picas de advertencia, y tras unos instantes la de cabellos cenicientos concluyó que no había ningún bandido vigilando aquel lugar, algo que les venía bastante bien. - Iré a ver lo que hay más allá. - dijo el dragón, cediéndole las riendas de su caballo. - Ten cuidado. - respondió Elen, a lo que el cazador reaccionó asintiendo con la cabeza antes de marcharse.
La benjamina de los Calhoun buscó un buen lugar al que atar sus monturas y esperó el regreso de su compañero, poniéndose ligeramente nerviosa al notar que tardaba más de lo esperado. ¿Habría pasado algo? No, seguramente no, se dijo mentalmente, ya que de haberse encontrado con los criminales Alister habría adoptado su forma bestial y probablemente habría quemado ya una buena parte de la zona. Con eso presente, la hechicera decidió entretenerse revisando sus armas y ajustando la correa del muslo en que llevada sus cuchillos arrojadizos, hasta que finalmente el cazador volvió junto a ella.
- ¿Y bien? - inquirió nada más verlo. - No es lo que esperábamos. - contestó el alado, al tiempo que se sentaba a su lado. - Estamos ante un grupo bien organizado y más numeroso de lo que pensábamos, unos veinte aproximadamente. - explicó, mientras echaba mano a la daga de la bruja para dibujar un improvisado plano en la tierra. - Tienen el campamento dividido en dos, una parte está expuesta pero la otra será más complicada de alcanzar, hay tres salidas pero todas están vigiladas así que nos verán llegar. - indicó, marcando cada una de las posibles entradas con una cruz. - No necesariamente… si esperamos a que anochezca no nos verán. - sugirió Elen, con la vista clavada en el plano. - Si te transformas y consigues llamar su atención desde aquí yo podría colarme por el lado opuesto y ocuparme de los que estén ahí sin despertar sospechas. - continuó, extrayendo uno de sus cuchillos arrojadizos para que el alado entendiese lo que pensaba hacer.
Con aquellas armas y su telequinesis podía matar al vigilante y a los enemigos más cercanos a su entrada sin que éstos tuviesen ocasión de alertar al resto, y con el fuego del dragón desde la otra entrada no les costaría obligar a los bandidos a replegarse a la parte interior, donde podrían arrinconarlos y acabar con ellos. - Suena bien. - asintió el cazador, tras lo cual acordaron los detalles de la incursión y aguardaron a que cayese la noche, momento en que tendrían que volver a ponerse en marcha.
Cuando el oscuro manto se adueñó del cielo, ambos dejaron a buen recaudo sus caballos y se dirigieron hacia la entrada por la que debía aparecer la bruja, que tras despedirse de su compañero se ocultó entre unos matorrales, mientras Alister se alejaba para cambiar de forma y rodear el campamento como tenían planeado, de modo que su llegada llamase la atención de los ladrones del lado contrario. Estaban listos, pero la de ojos verdes debía esperar la señal del alado para iniciar su ataque, así que recorrió con la mirada a los objetivos que tenía más a tiro, acariciando uno de sus cuchillos.
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Me acerqué lentamente al hombre, aún con mi mano en el pomo de la espada. Dudaba de que fuese a ser un problema, pero valía la pena asegurarse. La flecha debía haber perforado el músculo. No iría a ninguna parte, al menos por su propio pie. Le di un toque con mi pie en el costado, llamando su atención. El hombre alzó la mirada. Su expresión de dolor fue reemplazada por el miedo. Hacía bien en estar asustado: su vida dependía de sus siguientes palabras.
-Bueno, bueno... creo que no nos han presentado adecuadamente.- dije, esbozando una sonrisa confiada. -Mi nombre es Asher Darengan, líder de los Nómadas. ¿Y tú eres...?- inquirí.
-Ghk...- el hombre cerró los ojos y murmuró algo. ¿Una plegaria? Suspiré. Me iba a hacer perder el tiempo. Tendría que probar otra táctica. Coloqué mi pie sobre su cuello, presionando ligeramente.
-Háblame del resto de tu grupo, "Ghk". Y tal vez no te aplaste la garganta.- dije, adoptando un tono más serio. Si quería resultados rápidos... a veces tenía que dejarme de juegos. Los ojos del hombre se abrieron de golpe. Temblaba.
-Piel de... Piel de Lince.- tartamudeó. -Piel de Lince es el que manda. Nos dijo... que asaltásemos a la primera oportunidad. Que la gente estaba asustada y sería fácil.- Tragó saliva. -Que se pudra. No merece la pena...- murmuró.
-¿Cuantos? ¿Y donde?- pregunté. El hombre parecía listo. No parecía haberle jurado lealtad a su estúpido jefe, después de todo. Ni siquiera iba a necesitar a Brillo. Aligeré un poco la presión de su yugular. -Si mientes, será peor.-
-Puedes ir a matarlos a todos. Me da igual. Eramos veintitrés. Ahora veinte.- masculló. Sus puños se cerraron, y la expresión de dolor volvió. -Mierda... Está al norte. A media hora.- Resoplé. Aquello estaba en dirección contraria a la ciudad. Miré a Syl. El gato se encogió de hombros.
-¿Si te dejo ir, que vas a...? Bah, me da igual. No es como si fuera a ir allí de todas formas.- dije, dándome la vuelta. -Buena suerte con tu pierna. Hazte un torniquete con la ropa de tus amigos muertos o algo.-
-Ahora es problema de la guardia. Mientras lo evitemos en el camino de vuelta... me da igual lo que hagan.- dijo Syl. -¿Cual es el plan?
-Compramos lo que necesitemos. Nos quedamos un par de días en la ciudad... y nos reunimos con Eltrant por Sandorai.- Algo aburrido. Me habría gustado tener más días antes de ponerme en marcha, pero ya había acordado la fecha con el humano. No podía echarme atrás.
El resto del camino fue sin incidencias, al igual que la compra de provisiones. Cecina, fruta, y todo lo demás. Syl necesitaba cambiar la cuerda de su ballesta, pero dejé que se encargase solo. Solo quería echarme sobre una cama, después de tanto camino.
Y cuando lo hice, dormí.
Abrí lentamente los ojos. Me sentía pesado. El suave sonido de un cuchillo pelando madera. Miré alrededor, algo desorientado. Ugh. ¿Cuanto tiempo había dormido...? Estaba atardeciendo, a juzgar por el color anaranjado que entraba por la ventana. La zona de la cama junto a mi cara estaba algo húmeda. Me pasé la mano por la boca. Debía haber babeado un poco.
Syl estaba sentado de espaldas a mi, tallando con cuidado un pequeño bloque de madera. Emití un gruñido gutural, sonriendo al ver como su oreja se agitaba ligeramente.
-No me dejes dormir tantas horas...- me quejé, irguiéndome. Estiré los brazos y dejé escapar un largo bostezo.-
-Te he despertado dos veces.- dijo, sin desviar su atención. -La primera vez, me miraste con cara rara y te diste la vuelta. La segunda, dijiste "Mgo también." y te volviste a dormir.-
Pestañeé. No recordaba nada de eso.
-Voy a dar un paseo. Necesito despejarme.- dije, cogiendo distraidamente mi armadura. Escuché el ruido de la silla, y me volví. El gato me estaba mirando directamente.
-Vas a matar bandidos.- declaró. Ni siquiera sonaba como una acusación. Era más bien como algo explicito y evidente.
-¿Eh? No... no lo tenía pensado. Tal vez, si me atacan... No sé. ¿Por qué?
-Había gente hablando en el mercado. Al parecer han asaltado a unos cuantos desgraciados. Uno estaba haciendo mucho ruido esta mañana.- El gato se encogió de hombros. -Deben haber saqueado mucho. Podríamos hacernos con algo.-
Fruncí el ceño. Syl solía ser más conservador y cuidadoso. La voz de la razón. No la voz que decía "Vamos a colarnos en un avispero." Pero finalmente, lo entendí.
-Ah... ¿te preocupa el dinero?- pregunté. Tenía sentido. No habíamos tenido un buen trabajo desde lo de Simas. El gato miró al suelo. -Está bien, tal vez podamos sacar algo sin arriesgarnos.- dije. Me acerqué al gato y deposité un ligero beso en sus labios. Era tan adorable.
Salimos de la ciudad. La hora era ideal. Syl y yo podíamos ver relativamente bien con la luz lunar, pero salvo que tuviesen algún elfo o vampiro, les sería difícil detectarnos. Al menos, mientras no estuviésemos demasiado expuestos. Fue por eso por lo que avanzamos a través del bosque, orejas y olfatos alerta.
Lo que encontramos, sin embargo, no parecían ser bandidos. Las huellas pertenecían a un grupo mucho más pequeño: tal vez un trío, como los que nos habían atacado. Pero también era fácil ver las distintivas marcas de un carromato. No se habían molestado en tapar su rastro, pero tampoco había tantas marcas como para que fuese una base durante muchos días.
Dejé que Syl fuese primero. Él era el que sabía moverse en silencio, después de todo. Permanecí atento a sus señales, parandome y continuando dependiendo del gesto de su zurda. Finalmente, alzó dos dedos y medio pulgar. "Acércate. Lento."
-Dos humanos.- susurró, hablando solo cuando otro ruido podía camuflarlo. Veía tres hombres. Olfateé el aire, pero era difícil de reconocer a esa distancia. Sin embargo, el gato tenía razón. Uno de ellos debía ser algo distinto. De nuevo, tenía que tomar una decisión. Al menos dos de ellos estaban armados. Pero no portaban armaduras ni símbolos de la guardia, ni tampoco se escondían lo suficiente como para ser bandidos.
Finalmente, decidí levantarme y atravesar el arbusto, haciendo un ruido exagerado para no sorprender a nadie.
-Hmm. Bonito campamento.- dije, evitando compararlo con el (claramente superior) Templo del Todo. -Ahorraos la educada hostilidad. Decidme una cosa...- miré lentamente a cada uno de los miembros del grupo. Olisqueé el aire. A esa distancia era más sencillo: el castaño debía ser un brujo. El elemento no estaba claro. No era fuego ni tierra. -¿Sois mercenarios?- pregunté.
Miré atrás. Syl había desaparecido, lo cual significaba que debía estar oculto en la cima de un árbol... apuntando a alguien con su ballesta. A veces me sorprendía cuanto toleraba mi forma de solucionar las cosas. Si por él fuera, habría muchos más cadáveres a nuestro paso.
Aunque también habría recibido menos heridas.
-Tan lejos de la ciudad... y tan cerca de un grupo de bandidos.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. -¿Vais a ir a por ellos? ¿A por los veinte?- No, no podía ser. La idea era un tanto absurda. Pero apenas había nada más en esa zona. Si era así... podían sernos útiles. -Se me ocurre que os iría bien un par de manos.-
Me estiré relajadamente. No iba a mostrar ningún tipo de preocupación. Aquella gente no tenía motivos para ser una amenaza. E incluso si lo fueran... tenía a un angel de la guarda con ballesta.
-Espero que tengáis alguna estrategia en mente. Si fuera yo... iría a por grupos pequeños. Día tras día. Hasta que solo quedase un número manejable.-
-Bueno, bueno... creo que no nos han presentado adecuadamente.- dije, esbozando una sonrisa confiada. -Mi nombre es Asher Darengan, líder de los Nómadas. ¿Y tú eres...?- inquirí.
-Ghk...- el hombre cerró los ojos y murmuró algo. ¿Una plegaria? Suspiré. Me iba a hacer perder el tiempo. Tendría que probar otra táctica. Coloqué mi pie sobre su cuello, presionando ligeramente.
-Háblame del resto de tu grupo, "Ghk". Y tal vez no te aplaste la garganta.- dije, adoptando un tono más serio. Si quería resultados rápidos... a veces tenía que dejarme de juegos. Los ojos del hombre se abrieron de golpe. Temblaba.
-Piel de... Piel de Lince.- tartamudeó. -Piel de Lince es el que manda. Nos dijo... que asaltásemos a la primera oportunidad. Que la gente estaba asustada y sería fácil.- Tragó saliva. -Que se pudra. No merece la pena...- murmuró.
-¿Cuantos? ¿Y donde?- pregunté. El hombre parecía listo. No parecía haberle jurado lealtad a su estúpido jefe, después de todo. Ni siquiera iba a necesitar a Brillo. Aligeré un poco la presión de su yugular. -Si mientes, será peor.-
-Puedes ir a matarlos a todos. Me da igual. Eramos veintitrés. Ahora veinte.- masculló. Sus puños se cerraron, y la expresión de dolor volvió. -Mierda... Está al norte. A media hora.- Resoplé. Aquello estaba en dirección contraria a la ciudad. Miré a Syl. El gato se encogió de hombros.
-¿Si te dejo ir, que vas a...? Bah, me da igual. No es como si fuera a ir allí de todas formas.- dije, dándome la vuelta. -Buena suerte con tu pierna. Hazte un torniquete con la ropa de tus amigos muertos o algo.-
______________________________________________________
-Que mal están los caminos... dejas un hueco libre, y cualquier grupo de idiotas se mete a sacar provecho.- comenté, negando con la cabeza.-Ahora es problema de la guardia. Mientras lo evitemos en el camino de vuelta... me da igual lo que hagan.- dijo Syl. -¿Cual es el plan?
-Compramos lo que necesitemos. Nos quedamos un par de días en la ciudad... y nos reunimos con Eltrant por Sandorai.- Algo aburrido. Me habría gustado tener más días antes de ponerme en marcha, pero ya había acordado la fecha con el humano. No podía echarme atrás.
El resto del camino fue sin incidencias, al igual que la compra de provisiones. Cecina, fruta, y todo lo demás. Syl necesitaba cambiar la cuerda de su ballesta, pero dejé que se encargase solo. Solo quería echarme sobre una cama, después de tanto camino.
Y cuando lo hice, dormí.
[. . .]
Abrí lentamente los ojos. Me sentía pesado. El suave sonido de un cuchillo pelando madera. Miré alrededor, algo desorientado. Ugh. ¿Cuanto tiempo había dormido...? Estaba atardeciendo, a juzgar por el color anaranjado que entraba por la ventana. La zona de la cama junto a mi cara estaba algo húmeda. Me pasé la mano por la boca. Debía haber babeado un poco.
Syl estaba sentado de espaldas a mi, tallando con cuidado un pequeño bloque de madera. Emití un gruñido gutural, sonriendo al ver como su oreja se agitaba ligeramente.
-No me dejes dormir tantas horas...- me quejé, irguiéndome. Estiré los brazos y dejé escapar un largo bostezo.-
-Te he despertado dos veces.- dijo, sin desviar su atención. -La primera vez, me miraste con cara rara y te diste la vuelta. La segunda, dijiste "Mgo también." y te volviste a dormir.-
Pestañeé. No recordaba nada de eso.
-Voy a dar un paseo. Necesito despejarme.- dije, cogiendo distraidamente mi armadura. Escuché el ruido de la silla, y me volví. El gato me estaba mirando directamente.
-Vas a matar bandidos.- declaró. Ni siquiera sonaba como una acusación. Era más bien como algo explicito y evidente.
-¿Eh? No... no lo tenía pensado. Tal vez, si me atacan... No sé. ¿Por qué?
-Había gente hablando en el mercado. Al parecer han asaltado a unos cuantos desgraciados. Uno estaba haciendo mucho ruido esta mañana.- El gato se encogió de hombros. -Deben haber saqueado mucho. Podríamos hacernos con algo.-
Fruncí el ceño. Syl solía ser más conservador y cuidadoso. La voz de la razón. No la voz que decía "Vamos a colarnos en un avispero." Pero finalmente, lo entendí.
-Ah... ¿te preocupa el dinero?- pregunté. Tenía sentido. No habíamos tenido un buen trabajo desde lo de Simas. El gato miró al suelo. -Está bien, tal vez podamos sacar algo sin arriesgarnos.- dije. Me acerqué al gato y deposité un ligero beso en sus labios. Era tan adorable.
Salimos de la ciudad. La hora era ideal. Syl y yo podíamos ver relativamente bien con la luz lunar, pero salvo que tuviesen algún elfo o vampiro, les sería difícil detectarnos. Al menos, mientras no estuviésemos demasiado expuestos. Fue por eso por lo que avanzamos a través del bosque, orejas y olfatos alerta.
Lo que encontramos, sin embargo, no parecían ser bandidos. Las huellas pertenecían a un grupo mucho más pequeño: tal vez un trío, como los que nos habían atacado. Pero también era fácil ver las distintivas marcas de un carromato. No se habían molestado en tapar su rastro, pero tampoco había tantas marcas como para que fuese una base durante muchos días.
Dejé que Syl fuese primero. Él era el que sabía moverse en silencio, después de todo. Permanecí atento a sus señales, parandome y continuando dependiendo del gesto de su zurda. Finalmente, alzó dos dedos y medio pulgar. "Acércate. Lento."
-Dos humanos.- susurró, hablando solo cuando otro ruido podía camuflarlo. Veía tres hombres. Olfateé el aire, pero era difícil de reconocer a esa distancia. Sin embargo, el gato tenía razón. Uno de ellos debía ser algo distinto. De nuevo, tenía que tomar una decisión. Al menos dos de ellos estaban armados. Pero no portaban armaduras ni símbolos de la guardia, ni tampoco se escondían lo suficiente como para ser bandidos.
Finalmente, decidí levantarme y atravesar el arbusto, haciendo un ruido exagerado para no sorprender a nadie.
-Hmm. Bonito campamento.- dije, evitando compararlo con el (claramente superior) Templo del Todo. -Ahorraos la educada hostilidad. Decidme una cosa...- miré lentamente a cada uno de los miembros del grupo. Olisqueé el aire. A esa distancia era más sencillo: el castaño debía ser un brujo. El elemento no estaba claro. No era fuego ni tierra. -¿Sois mercenarios?- pregunté.
Miré atrás. Syl había desaparecido, lo cual significaba que debía estar oculto en la cima de un árbol... apuntando a alguien con su ballesta. A veces me sorprendía cuanto toleraba mi forma de solucionar las cosas. Si por él fuera, habría muchos más cadáveres a nuestro paso.
Aunque también habría recibido menos heridas.
-Tan lejos de la ciudad... y tan cerca de un grupo de bandidos.- dije, esbozando una sonrisa lopuna. -¿Vais a ir a por ellos? ¿A por los veinte?- No, no podía ser. La idea era un tanto absurda. Pero apenas había nada más en esa zona. Si era así... podían sernos útiles. -Se me ocurre que os iría bien un par de manos.-
Me estiré relajadamente. No iba a mostrar ningún tipo de preocupación. Aquella gente no tenía motivos para ser una amenaza. E incluso si lo fueran... tenía a un angel de la guarda con ballesta.
-Espero que tengáis alguna estrategia en mente. Si fuera yo... iría a por grupos pequeños. Día tras día. Hasta que solo quedase un número manejable.-
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Syl usa su habilidad de nivel 4: Acechador
Asher Daregan
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1194
Nivel de PJ : : 10
Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
-Hmm. Bonito campamento.
A Alward no le dio tiempo a pegarle otro bocado a la manzana, cuando de pronto se oyó un ruido intenso por los alrededores y, sin que nadie lo esperase, saliese un hombre-bestia con forma de lobo y casi de dos metros de altura de uno de los arbustos. Ivens, que seguía sentado, se arrastró un poco hacia atrás y dejó caer su libro. Emmanuel y el joven Sevna por su parte se sobresaltaron y, aún ambos con una manzana en mano, se pusieron tensos y en posición de combate, aunque estaban desarmados, ya que las espadas de Alward se encontraban en el carromato, y el arco del arquero en el suelo al otro lado de la hoguera.
-¡¿Pero qué coño?!-Dijo el brujo sobresaltado
-Ahorraos la educada hostilidad. Decidme una cosa...-Dijo mirando lentamente a cada uno de los miembros del grupo para luego hacer algo parecido a olisquear como los propios cánidos-¿Sois mercenarios?
-¡¿Pero quién eres y qué haces aquí?!-Preguntó exaltado
La pregunta no obtuvo respuesta. La entrada algo extravagante y ruda del lobo les pilló completamente por sorpresa y no le encontraban ningún sentido o lógica.
-Tan lejos de la ciudad... y tan cerca de un grupo de bandidos.-Dijo el lobo esbozando una sonrisa lopuna-¿Vais a ir a por ellos? ¿A por los veinte?-Tomó una breve pausa-Se me ocurre que os iría bien un par de manos.
-¿Quieres ayudarnos con los bandidos...?-Dijo algo más relajado
-¡Y una mierda, el trabajo lo cobramos nosotros!
-Espero que tengáis alguna estrategia en mente. Si fuera yo... iría a por grupos pequeños. Día tras día. Hasta que solo quedase un número manejable.
-¡Ya tenemos una estrategia montada!
-¡¡Nadie te ha pedido nada, hombre-bestia!!-Dijo levantándose molesto y sacudiéndose sus ropajes
-Puede sernos de utilidad, después de todo es un hombre-bestia-Dijo dándole otro bocado a su manzana, la cual se estaba ya pudriendo del óxido, con un tono totalmente relajado y pensativo
-¡Tú deliras! ¿Cómo pretendes aceptar la ayuda de alguien que se presenta de repente así? ¡No sabemos ni quién es!-Dijo mirando y agitando los brazos furioso hacia Alward
-Pensadlo; si quisiera hacernos algo, robarnos o matarnos, ya lo habría hecho. Estaba escondido por aquí y ni siquiera nos habíamos dado cuenta hasta ahora, podría haber intentado algo, incluso cuando éramos dos... ¿Por qué presentarse aquí en son de paz y abrirse así a nosotros?-Explicó a sus compañeros, intentando convencerles de su idea y deducción
Costó, pero finalmente convenció a sus dos amigos y compañeros de que tener de su parte a aquel lobo de dos metros de altura les vendría bien y se les haría más ameno y rápido el trabajo. Cuando todo se calmó y el conflicto que podría haberse armado , de uno de los árboles de la zona bajo otro hombre-bestia, este tenía apariencia de gato, y parecía estar con el lobo. El brujo y el arquero miraron al joven Sevna con desdén, y este les devolvió la mirada con una sonrisilla falsa
-Tú eres el jefe Alward, tú mandas... Pero no me fío de estos dos
-Yo tampoco-Dijo cruzándose de brazos y tirándole una mirada furtiva a ambos hombres-bestia
Dicho esto, Alward y sus compañeros empezaron a explicar a los dos nuevos "invitados" la estrategia a seguir. Ahora que eran más, y con habilidades más variadas, podrían hacerlo mucho mejor y sin gastar mucho tiempo y esfuerzo, al menos sobre el papel pintaba así el escenario.
-Bien, pues esta es la estrategia-Volvió a remarcar Emmanuel, que fue quien el artífice de esta-Yo creo que si somos rápidos, no hay fisuras en el plan-Añadió.
Alward echó la mirada al cielo y vio un manto estrellado sobre sus cabezas. Parecía que había llegado la hora, y sin darse cuenta debido a la re-explicación del plan.
-Creo que es hora de ponernos en marcha...
Dicho esto, todos se prepararon para dirigirse al lugar del destino. Alward recogió sus armas y las colocó tras su espalda, en forma de "X" que es como más cómodo se sentía, se ajustó los guanteletes y las botas y confirmó que todo estaba en orden en él. Su zurrón estaba lleno de provisiones por si las necesitaba y su concentración iba aumentando. Emmanuel se armó con su arco y llenó de flechas su carcaj para no quedarse corto. Ivens simplemente agarró un palo de madera bastante robusto del carromato, el cual era su arma cuerpo a cuerpo. Mientras recogían sus cosas y el campamento, un silencio inquietante se apoderó del lugar. Para cuando terminaron con eso, dejaron solo el carromato escondido y bien camuflado entre hierbas y arbustos, y al caballo libre, el cual volvería si le llamasen cuando la misión se completase. Apagaron el fuego y esparcieron las cenizas, desmontando así la fogata. Cuando todo estuvo listo, se dirigieron de forma inmediata al norte, lugar donde estaban establecidos los bandidos.
En mitad de trayecto, los hombres-bestia fueron tragados por las sombras y no se les volvió a ver el pelo, lo que extrañó a los tres mercenarios, aunque confiaron en su buena fe y que al menos les ayudarían, de alguna u otra forma...
Media hora tardaron en llegar a donde se encontraba el asentamiento enemigo, no tardaron en reconocerlo por las picas con cabezas de animales que describió Emmanuel. Este entonces se adelantó para subirse a uno de los árboles colindantes al campamento y al que mejor visión ofreciese de todo este. Alward e Ivens se quedaron atrasados, escondidos entre unos matorrales, a una señal que el arquero daría, como una especie de silbido leve que imitase a un ave nocturna para no levantar sospechas. Por su parte, aún no se sabía nada de los hombre-bestia y ya hacía un buen tiempo que habían desaparecido, por lo que pensaron que tal vez abandonaron el lugar para no querer meterse en ningún lío, aunque no dejaba de ser totalmente rocambolesca la forma en la que se habían presentado.
Tras unos minutos de amarga espera e incertidumbre, finalmente se oyó el sonido que esperaban, el característico silbido de Emmanuel, inconfundible su "imitación" de un ave nocturna para ellos. Con mucho ímpetu, se escabulleron entre las paredes exteriores del campamento, efectivamente, no habían centinelas, o estarían muertos, de todas formas no se veía desde allí abajo lo que habría allá arriba. Era el turno del brujo; echar la torre abajo. Aún no habían levantado sospecha alguna. Los bandidos parecían estar divirtiéndose dentro, hablando en voz alta y festejando con algún tipo de comida y bebida que habrían saqueado, parecía ser importante.
Sin esperar más, el brujo se concentró y empezó a mover sus manos en círculos, como si de un ritual se tratara y creó una bola de agua de estatura media, de la cual salió una gran presión de agua que se estrelló contra una de las patas de la torre oeste, la cual arrancó de cuajo debido a la presión generada y cayó formando un gran estruendo y pilas de maderas, estacas y pilares por doquier, derribando parte de la improvisada muralla exterior oeste. De pronto, los gritos. bramidos y jolgorio interior se apagó y todo quedó en un inquietante y tenso silencio. Se escucharon pasos apresurados y algún que otro bandido desconcertado y agitado que se dirigía a la parte oeste. En ese momento es cuando Emmanuel entraba en acción; el arquero llegó a la entrada este y empezó a disparar flechas por doquier. No veía muy bien ya que estaba oscuro, pero el plan era atraerlos hacia esa entrada y alejar al mayor número posible de enemigos de la torre caída. En esa misma entrada y apostado a un lado de la muralla se encontraba Alward, esperando su momento. Los bandidos no tardaron en percatarse de los disparos del arquero, por lo que un grito de "LA ENTRADA ESTE, ID A LA ENTRADA ESTE" fue todo lo que necesitó el arquero para saber que era el momento de marcharse. Pero, para su sorpresa y para la de el propio Alward, una flecha impacto en el muslo izquierdo del arquero, la cual parecía provenir de la torre que tenían al lado. Ambos miraron hacia arriba y, efectivamente, allí se encontraba un arquero bandido, dispuesto a dispararle otra flecha, con el deseo de que esta vez la herida fuese mortal, pero Emmanuel fue más rápido y sacó de su carcaj una y rápidamente la incrustó con un tiro limpio entre los ojos del arquero enemigo. El arquero mercenario intentó huir tras acabar con el enemigo, pero su herida era bastante seria y le impedía dar muchos pasos seguidos, por lo que optó por sentarse en el suelo y sacarse la flecha.
La situación era crítica; Emmanuel estaba herido sin poder moverse y cinco bandidos se acercaban corriendo a la entrada este. Ivens por su parte tenía que lidiar con siete bandidos que se habían acercado a su zona, por suerte, sus conocimientos mágicos le permitían poder lidiar con más de un enemigo a la vez, aunque para nada iba a ser tan sencillo como parecía sobre el papel. Según lo que contó Emmanuel, faltaban cinco enemigos por llegar para que la estrategia cuadrase, ya que, tras eliminar a los centinelas quedarían diecisiete y ahí solo había doce en total.
Alward tuvo que saltar antes de lo previsto para socorrer a su amigo herido, se posicionó entre él y los bandidos y desenvainó sus dos armas a la vez, adoptando una postura de combate óptima.
-Vamos allá...-Dijo respirando profundamente
A Alward no le dio tiempo a pegarle otro bocado a la manzana, cuando de pronto se oyó un ruido intenso por los alrededores y, sin que nadie lo esperase, saliese un hombre-bestia con forma de lobo y casi de dos metros de altura de uno de los arbustos. Ivens, que seguía sentado, se arrastró un poco hacia atrás y dejó caer su libro. Emmanuel y el joven Sevna por su parte se sobresaltaron y, aún ambos con una manzana en mano, se pusieron tensos y en posición de combate, aunque estaban desarmados, ya que las espadas de Alward se encontraban en el carromato, y el arco del arquero en el suelo al otro lado de la hoguera.
-¡¿Pero qué coño?!-Dijo el brujo sobresaltado
-Ahorraos la educada hostilidad. Decidme una cosa...-Dijo mirando lentamente a cada uno de los miembros del grupo para luego hacer algo parecido a olisquear como los propios cánidos-¿Sois mercenarios?
-¡¿Pero quién eres y qué haces aquí?!-Preguntó exaltado
La pregunta no obtuvo respuesta. La entrada algo extravagante y ruda del lobo les pilló completamente por sorpresa y no le encontraban ningún sentido o lógica.
-Tan lejos de la ciudad... y tan cerca de un grupo de bandidos.-Dijo el lobo esbozando una sonrisa lopuna-¿Vais a ir a por ellos? ¿A por los veinte?-Tomó una breve pausa-Se me ocurre que os iría bien un par de manos.
-¿Quieres ayudarnos con los bandidos...?-Dijo algo más relajado
-¡Y una mierda, el trabajo lo cobramos nosotros!
-Espero que tengáis alguna estrategia en mente. Si fuera yo... iría a por grupos pequeños. Día tras día. Hasta que solo quedase un número manejable.
-¡Ya tenemos una estrategia montada!
-¡¡Nadie te ha pedido nada, hombre-bestia!!-Dijo levantándose molesto y sacudiéndose sus ropajes
-Puede sernos de utilidad, después de todo es un hombre-bestia-Dijo dándole otro bocado a su manzana, la cual se estaba ya pudriendo del óxido, con un tono totalmente relajado y pensativo
-¡Tú deliras! ¿Cómo pretendes aceptar la ayuda de alguien que se presenta de repente así? ¡No sabemos ni quién es!-Dijo mirando y agitando los brazos furioso hacia Alward
-Pensadlo; si quisiera hacernos algo, robarnos o matarnos, ya lo habría hecho. Estaba escondido por aquí y ni siquiera nos habíamos dado cuenta hasta ahora, podría haber intentado algo, incluso cuando éramos dos... ¿Por qué presentarse aquí en son de paz y abrirse así a nosotros?-Explicó a sus compañeros, intentando convencerles de su idea y deducción
Costó, pero finalmente convenció a sus dos amigos y compañeros de que tener de su parte a aquel lobo de dos metros de altura les vendría bien y se les haría más ameno y rápido el trabajo. Cuando todo se calmó y el conflicto que podría haberse armado , de uno de los árboles de la zona bajo otro hombre-bestia, este tenía apariencia de gato, y parecía estar con el lobo. El brujo y el arquero miraron al joven Sevna con desdén, y este les devolvió la mirada con una sonrisilla falsa
-Tú eres el jefe Alward, tú mandas... Pero no me fío de estos dos
-Yo tampoco-Dijo cruzándose de brazos y tirándole una mirada furtiva a ambos hombres-bestia
Dicho esto, Alward y sus compañeros empezaron a explicar a los dos nuevos "invitados" la estrategia a seguir. Ahora que eran más, y con habilidades más variadas, podrían hacerlo mucho mejor y sin gastar mucho tiempo y esfuerzo, al menos sobre el papel pintaba así el escenario.
-Bien, pues esta es la estrategia-Volvió a remarcar Emmanuel, que fue quien el artífice de esta-Yo creo que si somos rápidos, no hay fisuras en el plan-Añadió.
Alward echó la mirada al cielo y vio un manto estrellado sobre sus cabezas. Parecía que había llegado la hora, y sin darse cuenta debido a la re-explicación del plan.
-Creo que es hora de ponernos en marcha...
Dicho esto, todos se prepararon para dirigirse al lugar del destino. Alward recogió sus armas y las colocó tras su espalda, en forma de "X" que es como más cómodo se sentía, se ajustó los guanteletes y las botas y confirmó que todo estaba en orden en él. Su zurrón estaba lleno de provisiones por si las necesitaba y su concentración iba aumentando. Emmanuel se armó con su arco y llenó de flechas su carcaj para no quedarse corto. Ivens simplemente agarró un palo de madera bastante robusto del carromato, el cual era su arma cuerpo a cuerpo. Mientras recogían sus cosas y el campamento, un silencio inquietante se apoderó del lugar. Para cuando terminaron con eso, dejaron solo el carromato escondido y bien camuflado entre hierbas y arbustos, y al caballo libre, el cual volvería si le llamasen cuando la misión se completase. Apagaron el fuego y esparcieron las cenizas, desmontando así la fogata. Cuando todo estuvo listo, se dirigieron de forma inmediata al norte, lugar donde estaban establecidos los bandidos.
En mitad de trayecto, los hombres-bestia fueron tragados por las sombras y no se les volvió a ver el pelo, lo que extrañó a los tres mercenarios, aunque confiaron en su buena fe y que al menos les ayudarían, de alguna u otra forma...
Media hora tardaron en llegar a donde se encontraba el asentamiento enemigo, no tardaron en reconocerlo por las picas con cabezas de animales que describió Emmanuel. Este entonces se adelantó para subirse a uno de los árboles colindantes al campamento y al que mejor visión ofreciese de todo este. Alward e Ivens se quedaron atrasados, escondidos entre unos matorrales, a una señal que el arquero daría, como una especie de silbido leve que imitase a un ave nocturna para no levantar sospechas. Por su parte, aún no se sabía nada de los hombre-bestia y ya hacía un buen tiempo que habían desaparecido, por lo que pensaron que tal vez abandonaron el lugar para no querer meterse en ningún lío, aunque no dejaba de ser totalmente rocambolesca la forma en la que se habían presentado.
Tras unos minutos de amarga espera e incertidumbre, finalmente se oyó el sonido que esperaban, el característico silbido de Emmanuel, inconfundible su "imitación" de un ave nocturna para ellos. Con mucho ímpetu, se escabulleron entre las paredes exteriores del campamento, efectivamente, no habían centinelas, o estarían muertos, de todas formas no se veía desde allí abajo lo que habría allá arriba. Era el turno del brujo; echar la torre abajo. Aún no habían levantado sospecha alguna. Los bandidos parecían estar divirtiéndose dentro, hablando en voz alta y festejando con algún tipo de comida y bebida que habrían saqueado, parecía ser importante.
Sin esperar más, el brujo se concentró y empezó a mover sus manos en círculos, como si de un ritual se tratara y creó una bola de agua de estatura media, de la cual salió una gran presión de agua que se estrelló contra una de las patas de la torre oeste, la cual arrancó de cuajo debido a la presión generada y cayó formando un gran estruendo y pilas de maderas, estacas y pilares por doquier, derribando parte de la improvisada muralla exterior oeste. De pronto, los gritos. bramidos y jolgorio interior se apagó y todo quedó en un inquietante y tenso silencio. Se escucharon pasos apresurados y algún que otro bandido desconcertado y agitado que se dirigía a la parte oeste. En ese momento es cuando Emmanuel entraba en acción; el arquero llegó a la entrada este y empezó a disparar flechas por doquier. No veía muy bien ya que estaba oscuro, pero el plan era atraerlos hacia esa entrada y alejar al mayor número posible de enemigos de la torre caída. En esa misma entrada y apostado a un lado de la muralla se encontraba Alward, esperando su momento. Los bandidos no tardaron en percatarse de los disparos del arquero, por lo que un grito de "LA ENTRADA ESTE, ID A LA ENTRADA ESTE" fue todo lo que necesitó el arquero para saber que era el momento de marcharse. Pero, para su sorpresa y para la de el propio Alward, una flecha impacto en el muslo izquierdo del arquero, la cual parecía provenir de la torre que tenían al lado. Ambos miraron hacia arriba y, efectivamente, allí se encontraba un arquero bandido, dispuesto a dispararle otra flecha, con el deseo de que esta vez la herida fuese mortal, pero Emmanuel fue más rápido y sacó de su carcaj una y rápidamente la incrustó con un tiro limpio entre los ojos del arquero enemigo. El arquero mercenario intentó huir tras acabar con el enemigo, pero su herida era bastante seria y le impedía dar muchos pasos seguidos, por lo que optó por sentarse en el suelo y sacarse la flecha.
La situación era crítica; Emmanuel estaba herido sin poder moverse y cinco bandidos se acercaban corriendo a la entrada este. Ivens por su parte tenía que lidiar con siete bandidos que se habían acercado a su zona, por suerte, sus conocimientos mágicos le permitían poder lidiar con más de un enemigo a la vez, aunque para nada iba a ser tan sencillo como parecía sobre el papel. Según lo que contó Emmanuel, faltaban cinco enemigos por llegar para que la estrategia cuadrase, ya que, tras eliminar a los centinelas quedarían diecisiete y ahí solo había doce en total.
Alward tuvo que saltar antes de lo previsto para socorrer a su amigo herido, se posicionó entre él y los bandidos y desenvainó sus dos armas a la vez, adoptando una postura de combate óptima.
-Vamos allá...-Dijo respirando profundamente
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Cuando el dragón llegó a su posición, su agudo olfato detectó que no estaban solos, aparte de los bandidos de dentro del campamento y de ellos mismos había alguien más, al menos tres individuos a juzgar por los diferentes aromas que le llegaban. ¿Serían rezagados que venían a unirse a la fiesta de los ladrones o tenía aquella banda más enemigos de lo que esperaban? Pronto saldrían de dudas. Agazapado entre la espesura, Alister recorrió con sus alargadas pupilas de reptil los alrededores en busca de los extraños, deteniendo su mirada sobre unos arbustos no muy lejanos, de donde provenían dos de los olores. Aquel comportamiento delataba que fueran quienes fuesen, no estaban allí para unirse a los bandidos sino probablemente para atacarlos, algo con lo que no contaban pero que podrían aprovechar… siempre y cuando no los tomasen a él o a la hechicera como objetivos.
El tercer aroma venía de las alturas, pero no consiguió encontrar a su dueño antes de que una de las torres de vigilancia, justo la más cercana a Elen, se desplomase tras un potente golpe de agua a presión. Aquellos improvisados aliados debían contar con un brujo, algo que nunca venía mal según su experiencia con la tensai. Sorprendidos y confundidos por lo que acababa de ocurrir, los ladrones dejaron de lado su celebración para buscar al culpable, y entonces el alado descubrió dónde se encontraba el tercer extraño, que había comenzado a disparar flechas desde la copa de un árbol.
Sin saberlo habían hecho su trabajo por él, atrayendo la atención hacia la entrada este del campamento, pero no iba a ser tan fácil, los ladrones también tenían arqueros en las alturas. Con un herido, los atacantes se vieron en inferioridad numérica, pero aquella noche tenían la suerte de contar con unos inesperados refuerzos. Alister abandonó la cobertura que le proporcionaban los árboles y batió las alas para tomar algo de altura, lo justo para pasar por encima del par de guerreros y situarse entre estos y los cinco enemigos que corrían en su dirección. En cuestión de segundos su vientre se tornó de un vivo color naranja y los criminales se detuvieron en seco al ver la bestia que acababa de aparecer, pero no retrocedieron, craso error.
La llamarada que escupió el dragón alcanzó a tres de lleno, quemándolos vivos e incendiando parte del campamento, algo que no pasaría desapercibido así que o bien atraería al resto o los empujaría directamente hacia la hechicera, que ya habría visto su señal de fuego. Mientras los terribles gritos de sus víctimas se alzaban por encima del crepitar de las llamas, Alister se permitió echar la vista atrás para mirar por un momento al herido arquero y a quien parecía estar dispuesto a defenderlo, un guerrero que sostenía dos armas, esperando que con su intervención lo tomasen por lo que era, un aliado.
Tras este breve instante el alado volvió a centrarse en el combate y cruzó sus propias llamas para ir a por el resto de bandidos, mostrándoles las afiladas hileras de dientes que poseía.
Desde la entrada opuesta, la de cabellos cenicientos esperó a que su compañero diese la señal de ataque, pero se vio sorprendida por la repentina caída de la torre de vigilancia, algo que el cazador no podía haber hecho. En silencio y con la vista clavada en los alrededores del lugar, Elen utilizó sus poderes para identificar el flujo de maná que rodeaba al causante de aquello, que sin duda debía ser uno de los suyos. ¿Qué hacía allí otro brujo? Esa era la pregunta, pero de todos modos no pensó mucho en ello, daba igual de quién se tratase mientras tuviesen un objetivo común, y a juzgar por sus actos, lo tenían.
Cuando vio las llamas en el otro lado supo que era el momento de actuar, y de inmediato permitió que la electricidad le envolviese de forma visible el brazo izquierdo, lo que la dejaba al descubierto por el intenso brillo celeste de su elemento. Al mismo tiempo concentró su telequinesis para sacar tres cuchillos arrojadizos de sus vainas y hacerlos oscilar junto a su hombro mientras avanzaba con paso decidido hacia el interior del campamento, lista para empezar a reducir drásticamente el número de ladrones.
El primero salió disparado a toda velocidad, gracias no solo a su telequinesis sino también a una corriente de viento, y acertó en la garganta de uno de los siete individuos que se habían quedado a proteger la entrada oeste, provocando que con expresión de espanto, comenzase a ahogarse en su propia sangre. El siguiente cortó el aire con la misma rapidez, pero su objetivo se movió a tiempo de evitar que el puñal se le clavase en el mismo sitio que a su compañero, con lo que la hoja se hundió en su hombro, causándole una herida no mortal, cosa que Elen solucionaría al momento.
La joven alzó la zurda y dejó escapar una descarga en dirección a la metálica empuñadura del cuchillo, aprovechando el material para que ésta se internase en el cuerpo del desgraciado y lo destrozase desde dentro, quemando lo que encontraba su paso. Con dos menos, la de ojos verdes disparó el tercer puñal y lo guió hasta el corazón de otro de los delincuentes, tras lo cual se valió de su telequinesis para recuperar las armas y seguir avanzando. Quedaban cuatro en pie, pero tras ver lo que era capaz de hacer parecían estarse pensando si valía la pena interponerse en su camino, cosa que finalmente decidieron hacer. ¿Vendría el brujo que había tirado la torre para luchar a su lado?
Sin saber qué decidiría hacer el extraño, la joven se encaró con los que quedaban y se preparó para lanzar una nueva descarga al ver que echaban mano a sus armas.
Off: El ataque de Alister es a menor escala de lo que se ve en el gif... sino no quedaría campamento.
El tercer aroma venía de las alturas, pero no consiguió encontrar a su dueño antes de que una de las torres de vigilancia, justo la más cercana a Elen, se desplomase tras un potente golpe de agua a presión. Aquellos improvisados aliados debían contar con un brujo, algo que nunca venía mal según su experiencia con la tensai. Sorprendidos y confundidos por lo que acababa de ocurrir, los ladrones dejaron de lado su celebración para buscar al culpable, y entonces el alado descubrió dónde se encontraba el tercer extraño, que había comenzado a disparar flechas desde la copa de un árbol.
Sin saberlo habían hecho su trabajo por él, atrayendo la atención hacia la entrada este del campamento, pero no iba a ser tan fácil, los ladrones también tenían arqueros en las alturas. Con un herido, los atacantes se vieron en inferioridad numérica, pero aquella noche tenían la suerte de contar con unos inesperados refuerzos. Alister abandonó la cobertura que le proporcionaban los árboles y batió las alas para tomar algo de altura, lo justo para pasar por encima del par de guerreros y situarse entre estos y los cinco enemigos que corrían en su dirección. En cuestión de segundos su vientre se tornó de un vivo color naranja y los criminales se detuvieron en seco al ver la bestia que acababa de aparecer, pero no retrocedieron, craso error.
La llamarada que escupió el dragón alcanzó a tres de lleno, quemándolos vivos e incendiando parte del campamento, algo que no pasaría desapercibido así que o bien atraería al resto o los empujaría directamente hacia la hechicera, que ya habría visto su señal de fuego. Mientras los terribles gritos de sus víctimas se alzaban por encima del crepitar de las llamas, Alister se permitió echar la vista atrás para mirar por un momento al herido arquero y a quien parecía estar dispuesto a defenderlo, un guerrero que sostenía dos armas, esperando que con su intervención lo tomasen por lo que era, un aliado.
Tras este breve instante el alado volvió a centrarse en el combate y cruzó sus propias llamas para ir a por el resto de bandidos, mostrándoles las afiladas hileras de dientes que poseía.
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Desde la entrada opuesta, la de cabellos cenicientos esperó a que su compañero diese la señal de ataque, pero se vio sorprendida por la repentina caída de la torre de vigilancia, algo que el cazador no podía haber hecho. En silencio y con la vista clavada en los alrededores del lugar, Elen utilizó sus poderes para identificar el flujo de maná que rodeaba al causante de aquello, que sin duda debía ser uno de los suyos. ¿Qué hacía allí otro brujo? Esa era la pregunta, pero de todos modos no pensó mucho en ello, daba igual de quién se tratase mientras tuviesen un objetivo común, y a juzgar por sus actos, lo tenían.
Cuando vio las llamas en el otro lado supo que era el momento de actuar, y de inmediato permitió que la electricidad le envolviese de forma visible el brazo izquierdo, lo que la dejaba al descubierto por el intenso brillo celeste de su elemento. Al mismo tiempo concentró su telequinesis para sacar tres cuchillos arrojadizos de sus vainas y hacerlos oscilar junto a su hombro mientras avanzaba con paso decidido hacia el interior del campamento, lista para empezar a reducir drásticamente el número de ladrones.
El primero salió disparado a toda velocidad, gracias no solo a su telequinesis sino también a una corriente de viento, y acertó en la garganta de uno de los siete individuos que se habían quedado a proteger la entrada oeste, provocando que con expresión de espanto, comenzase a ahogarse en su propia sangre. El siguiente cortó el aire con la misma rapidez, pero su objetivo se movió a tiempo de evitar que el puñal se le clavase en el mismo sitio que a su compañero, con lo que la hoja se hundió en su hombro, causándole una herida no mortal, cosa que Elen solucionaría al momento.
La joven alzó la zurda y dejó escapar una descarga en dirección a la metálica empuñadura del cuchillo, aprovechando el material para que ésta se internase en el cuerpo del desgraciado y lo destrozase desde dentro, quemando lo que encontraba su paso. Con dos menos, la de ojos verdes disparó el tercer puñal y lo guió hasta el corazón de otro de los delincuentes, tras lo cual se valió de su telequinesis para recuperar las armas y seguir avanzando. Quedaban cuatro en pie, pero tras ver lo que era capaz de hacer parecían estarse pensando si valía la pena interponerse en su camino, cosa que finalmente decidieron hacer. ¿Vendría el brujo que había tirado la torre para luchar a su lado?
Sin saber qué decidiría hacer el extraño, la joven se encaró con los que quedaban y se preparó para lanzar una nueva descarga al ver que echaban mano a sus armas.
Off: El ataque de Alister es a menor escala de lo que se ve en el gif... sino no quedaría campamento.
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Para sorpresa de nadie, la respuesta general fue de gritos alterados, agresividad innecesaria y desconfianza general. Suspiré, aburrido. Era imposible que fuese el primer intruso que se pasaba por ese sitio. No estaban escondidos en absoluto, ni se molestaban en mantener la calma.
Al menos uno de los tres parecía tener algo de sentido común. Algo. Cuando sus compañeros dejaron de quejarse, dirigí una señal a los árboles cercanos. Syl saltó de su escondite en silencio, mirando fijamente al resto. Me crucé de brazos, esbozando una sonrisa confiada, y escuché el plan que tenian.
No pude evitar cruzar una mirada con Syl. El hombre pálido parecía creer que "no había fisuras en su plan". Aquello me llevó a pensar que había inhalado demasiado humo de pequeño. ¿Iba en serio? Esa estrategia estaba, fácilmente, entre las más absurdas y simples que podía imaginar. Flaqueaba por todas partes y no tenía alternativas por si algo salía mal. No me extrañaba que hubiesen elegido un trabajo como ese. Esos tres estarían muertos en cuestión de minutos.
Afortunadamente, ese no era nuestro problema.
Después de que se preparasen, noté el toque de Syl en mi hombro. No hacía falta decir nada. Le seguí, separándome del resto del grupo, hasta estar a una distancia segura.
-No pensarás ayudarlos de verdad, ¿no?- preguntó, frunciendo el ceño. Esbocé una mueca. -Bien. Al menos pueden ser una distracción.- murmuró, acelerando el paso. Tardamos un rato en llegar hasta la empalizada, y un poco más en rodearla. Si las indicaciones del humano servían para algo, la parte norte estaba protegida por una meseta, lo cual dejaba una vulnerabilidad: la zona entre la tierra y las fortificaciones.
Los bandidos no se caracterizaban por ser especialmente diligentes o minuciosos. Aquellos no eran distintos. Aunque habían hecho algún intento de sellar la zona, no debían haber contado con que nadie intentase meterse en ella de verdad. Una vez llegamos a la zona, oimos el estruendo de una atalaya de madera siendo destruida. Compartimos una breve mirada. Ahí empezaba todo. Syl tomó carrerilla y saltó, superando la altura de la valla sin gran dificultad. Le seguí de cerca, aunque de forma no tan grácil.
-La has tocado con el pie.- observó.
-Calla.- susurré. Teníamos que encontrar algo. Un almacén, o una guarida, algún lugar donde escondiesen todo lo que habían ido saqueando. Algo protegido, pero no demasiado inaccesible... Aparte de la empalizada, no había otras estructuras de madera. Solo un puñado de tiendas esparcidas por todo el lugar, algunas más grandes que otras.
Una llamarada iluminó una de las entradas. ¿Un dragón? Ninguno de los tres mercenarios... Sacudí la cabeza. No importaba. El felino me hizo una señal, y me agazapé. Algunos de los hombres habían desviado su atención. Una figura, más alta que la de un humano normal, estaba ladrando órdenes y señalando una de las tiendas al fondo del campamento. Cuatro hombres corrieron hacia ella.
Tal vez estaban planeando coger todo lo de valor y huir. Tal vez había algo importante que proteger. En cualquier caso, aquel era nuestro objetivo. Avanzamos hasta el lugar, cada vez más presionados por el ruido de combate que venía de las entradas. No estaba acostumbrado a no encontrarme en medio de esas refriegas.
Algo se iluminó dentro de la tienda. acompañado por el ruido de monedas y metal moviéndose. Parecían tener prisa. En cualquier caso, las siluetas quedaban visibles, incluso a través de la tela. Lentamente, desenvainé a Brillo. Mi compañero preparó su ballesta. Alcé la espada... y la dejé caer en un tajo vertical, formando una media luna de energía a su paso que se lanzó hacia uno de los ladrones.
El virote de Syl fue más sutil, pero igual de letal. Exclamaciones de sorpresa, un gorgoteo de sangre y dos cuerpos cayendo al suelo. Los otros dos vociferaron insultos. Estaban por salir. Señalé la tienda. Syl podía encargarse de saquear. Yo haría mi parte.
-Venga, venga. La noche es corta.- sonreí. Ambos humanos se colocaron frente a mi, con armas desenvainadas. Dos hachas de mano, una espada corta. -Y, hablando de cortes...-
No tuve tiempo para decir más. Los hombres atacaron a la vez. Desvié la espada del segundo sin mayor dificultad, pero las hachas tendría que esquivarlas. Lamentablemente mí, parecían trabajar bien en equipo, encadenando ataques sin dejarme apenas tiempo para respirar. Una pena. Tendría que tomármelo en serio.
Me di la vuelta y corrí, fingiendo una huida. En cierta forma, podía considerarse una finta elaborada. No se lo pensaron dos veces: me persiguieron, con armas aún preparadas y sed de venganza por sus compañeros. Las runas de mis piernas empezaron a iluminarse durante apenas un segundo. Y me impulsé. No hacia adelante, sino hacia atrás. En centésimas de segundo, atravesé los seis metros que me separaban de los dos hombres, acabando a sus espaldas. A sus ojos, me había desvanecido. A los míos...
Hundí a Brillo en la espalda del tipo de las hachas, deteniéndolo al instante. El crujido de su columna partiéndose por la fuerza hizo que su compañero se volviese, horrorizado. Retiré mi (ahora ensangrentada) espada de su cuerpo, que cayó al suelo pesadamente.
-Caéis como moscas.- dije, sonriendo triunfal.
Al menos uno de los tres parecía tener algo de sentido común. Algo. Cuando sus compañeros dejaron de quejarse, dirigí una señal a los árboles cercanos. Syl saltó de su escondite en silencio, mirando fijamente al resto. Me crucé de brazos, esbozando una sonrisa confiada, y escuché el plan que tenian.
No pude evitar cruzar una mirada con Syl. El hombre pálido parecía creer que "no había fisuras en su plan". Aquello me llevó a pensar que había inhalado demasiado humo de pequeño. ¿Iba en serio? Esa estrategia estaba, fácilmente, entre las más absurdas y simples que podía imaginar. Flaqueaba por todas partes y no tenía alternativas por si algo salía mal. No me extrañaba que hubiesen elegido un trabajo como ese. Esos tres estarían muertos en cuestión de minutos.
Afortunadamente, ese no era nuestro problema.
Después de que se preparasen, noté el toque de Syl en mi hombro. No hacía falta decir nada. Le seguí, separándome del resto del grupo, hasta estar a una distancia segura.
-No pensarás ayudarlos de verdad, ¿no?- preguntó, frunciendo el ceño. Esbocé una mueca. -Bien. Al menos pueden ser una distracción.- murmuró, acelerando el paso. Tardamos un rato en llegar hasta la empalizada, y un poco más en rodearla. Si las indicaciones del humano servían para algo, la parte norte estaba protegida por una meseta, lo cual dejaba una vulnerabilidad: la zona entre la tierra y las fortificaciones.
Los bandidos no se caracterizaban por ser especialmente diligentes o minuciosos. Aquellos no eran distintos. Aunque habían hecho algún intento de sellar la zona, no debían haber contado con que nadie intentase meterse en ella de verdad. Una vez llegamos a la zona, oimos el estruendo de una atalaya de madera siendo destruida. Compartimos una breve mirada. Ahí empezaba todo. Syl tomó carrerilla y saltó, superando la altura de la valla sin gran dificultad. Le seguí de cerca, aunque de forma no tan grácil.
-La has tocado con el pie.- observó.
-Calla.- susurré. Teníamos que encontrar algo. Un almacén, o una guarida, algún lugar donde escondiesen todo lo que habían ido saqueando. Algo protegido, pero no demasiado inaccesible... Aparte de la empalizada, no había otras estructuras de madera. Solo un puñado de tiendas esparcidas por todo el lugar, algunas más grandes que otras.
Una llamarada iluminó una de las entradas. ¿Un dragón? Ninguno de los tres mercenarios... Sacudí la cabeza. No importaba. El felino me hizo una señal, y me agazapé. Algunos de los hombres habían desviado su atención. Una figura, más alta que la de un humano normal, estaba ladrando órdenes y señalando una de las tiendas al fondo del campamento. Cuatro hombres corrieron hacia ella.
Tal vez estaban planeando coger todo lo de valor y huir. Tal vez había algo importante que proteger. En cualquier caso, aquel era nuestro objetivo. Avanzamos hasta el lugar, cada vez más presionados por el ruido de combate que venía de las entradas. No estaba acostumbrado a no encontrarme en medio de esas refriegas.
Algo se iluminó dentro de la tienda. acompañado por el ruido de monedas y metal moviéndose. Parecían tener prisa. En cualquier caso, las siluetas quedaban visibles, incluso a través de la tela. Lentamente, desenvainé a Brillo. Mi compañero preparó su ballesta. Alcé la espada... y la dejé caer en un tajo vertical, formando una media luna de energía a su paso que se lanzó hacia uno de los ladrones.
El virote de Syl fue más sutil, pero igual de letal. Exclamaciones de sorpresa, un gorgoteo de sangre y dos cuerpos cayendo al suelo. Los otros dos vociferaron insultos. Estaban por salir. Señalé la tienda. Syl podía encargarse de saquear. Yo haría mi parte.
-Venga, venga. La noche es corta.- sonreí. Ambos humanos se colocaron frente a mi, con armas desenvainadas. Dos hachas de mano, una espada corta. -Y, hablando de cortes...-
No tuve tiempo para decir más. Los hombres atacaron a la vez. Desvié la espada del segundo sin mayor dificultad, pero las hachas tendría que esquivarlas. Lamentablemente mí, parecían trabajar bien en equipo, encadenando ataques sin dejarme apenas tiempo para respirar. Una pena. Tendría que tomármelo en serio.
Me di la vuelta y corrí, fingiendo una huida. En cierta forma, podía considerarse una finta elaborada. No se lo pensaron dos veces: me persiguieron, con armas aún preparadas y sed de venganza por sus compañeros. Las runas de mis piernas empezaron a iluminarse durante apenas un segundo. Y me impulsé. No hacia adelante, sino hacia atrás. En centésimas de segundo, atravesé los seis metros que me separaban de los dos hombres, acabando a sus espaldas. A sus ojos, me había desvanecido. A los míos...
Hundí a Brillo en la espalda del tipo de las hachas, deteniéndolo al instante. El crujido de su columna partiéndose por la fuerza hizo que su compañero se volviese, horrorizado. Retiré mi (ahora ensangrentada) espada de su cuerpo, que cayó al suelo pesadamente.
-Caéis como moscas.- dije, sonriendo triunfal.
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Subrayado uso de habilidades: Corte de Energía e ImpulsoÚltima edición por Asher el Lun Mar 26 2018, 16:49, editado 1 vez (Razón : Habilidades)
Asher Daregan
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Para sorpresa, tanto de el joven Sevna como de su compañero herido, ocurrió una especie de milagro; un dragón asaltó el campamento por la entrada en la que ambos se encontraban y, dispuesto a ayudarles, abrasó a tres de los bandidos en una llamarada de fuego gloriosa. Ambos se miraron entre sí fascinados. Alward entonces envainó sus armas y corrió hacia su amigo para ver su estado.
-¿Puedes ponerte en pie?
El arquero se miró la herida, de la cual brotaba sangre a más no poder, no era una herida demasiado profunda, pero sí lo suficientemente seria como para impedirle moverse. Emmanuel devolvió la mirada al joven Sevna negando con la cabeza con signos evidentes de dolor. Este último ayudó a su amigo a ponerse en pie y divisó algún lugar donde dejarlo para que estuviese seguro. Entonces vio un matorral fuera del campamento, a los pies de un árbol donde podría dejar al arquero a buen recaudo y apartado de la vista de nadie, Con rapidez se dirigieron hasta allí, con pequeños gemidos de dolor de Emmanuel y su dificultad para andar, aún siendo ayudado por Alward y estando apoyado sobre él.
Finalmente llegaron al matorral y Alward soltó a su amigo, asegurándose de que desde allí nadie le podía ver. Emmanuel se quedó sentado apoyado en el árbol y el joven Sevna en cuclillas examinando al arquero.
-Aquí estarás bien, ¿Tienes vendas?
Emmanuel asintió seguido de un gesto de dolor, apretando su mandíbula para contenerse de gritar más de lo necesario. Acto seguido miró a los ojos a su amigo.
-¡Ve!-Dijo indicándole con la mirada el campamento-¡Estaré bien!-Dijo de nuevo con signos de dolor y pequeños gemidos.
Alward se puso en pie y asintió, tras eso, echó a correr de nuevo hacia el campamento, no sin antes echar la vista hacia atrás preocupándose por su amigo, quien le dio seguridad levantando un brazo y alzando el pulgar.
El mercenario volvió al campamento. Esta vez veía como, desde la entrada opuesta a la que él y el dragón estaba, había una mujer acabando de forma radical y de una forma espectacular con los bandidos que se habían interesado por la torre caída. Las llamas azotaban violentamente a la entada este, pero eso no impedía que Alward siguiese avanzando hasta ponerse a la altura del dragón. Aún quedaban dos bandidos de los cinco que en un principio iban a ir a por él. El dragón mantenía su distancia con los dos bandidos, como intimidándolos, sacando sus dientes y con una mirada totalmente furtiva. Los mencionados bandidos estaban asustados, aunque intentaban mantener su compostura, apretando sus armas con fuerza y mostrando un rostro de ira y rabia por sus compañeros caídos. El mercenario desvió momentáneamente la mirada hacia su inesperado aliado alado alzando su brazo izquierdo y gritándole para que se enterase de lo que tenía que decirle
-¡Gracias!
De nuevo devolvió la vista hacia los dos bandidos y les miró con profunda seriedad y determinación. Uno de ellos llevaba un largo espadón de acero y el otro un hacha pequeña y un escudo. Iban vestidos con pieles de animales cazados y poca protección en sí, por lo que les sería fácil acabar con ellos.
-Ahora me toca a mí-Dijo pensando en voz alta y desenvainando sus armas al unísono-Si me lo permites...-Dijo devolviendo la mirada de una forma cómplice hacia el dragón
Tomó una profunda respiración y, sin que los enemigos lo esperaran, echó a correr hacia ellos a toda velocidad, inclinando sus brazos hacia atrás y sus espadas hacia los lados. Los bandidos se prepararon para la llegada del Alward con un pose defensiva. Cuando el joven Sevna se encontraba lo suficientemente cerca, el bandido del espadón cargó su arma hacia atrás y, con fuerza, ejecutó un ataque devastador hacia el suelo con el objetivo de que impactase en el mercenario. Este se echó a un lado rápidamente en carrera y lo esquivó, y con semejante golpe, el espadón quedó incrustado en el suelo. Esto lo aprovechó Alward para atacar; disminuyó su carrera y pegó un salto, con su espada derecha dispuesta a ser clavada en el pecho de este enemigo, el cual era bastante más grande que el joven Sevna. El bandido, tirando de astucia, saltó su espadón, que seguía clavado en el suelo y agarró por el cuello en el aire al mercenario, que con el impulso que llevaba, optó por tirarlo hacia un lado, cayendo así un par de metros alejado de los bandidos y revolcándose por el suelo.
En el acto, una de sus espadas se le cayó en medio de la distancia que había entre los bandidos y él. El bandido del espadón corrió hacia ella para cogerla, ya que estaba desarmado y le era difícil sacar su arma del suelo sin que se rompiese. Alward se levantó gateando hacia adelante con su otra arma en su posesión al ver que el bandido tenía intención de arrebatarle su espada. Por suerte, el mercenario fue más rápido y llegó antes que su oponente, agarró su espada aún en el suelo de rodillas y, en el instante que el bandido llegó a dicha posición, el joven Sevna alzó sus armas hacia adelante a la vez, clavando así cada una en un pecho diferente y atravesando al enemigo, el cual quedó con un rostro de dolor, escupiendo sangre y con los ojos bien abiertos mirando al mercenario, el cual sintió lástima por él.
-Lo siento...-Dijo mirando frente a frente a su oponente vencido, el cual no intentó hablar pero no pudo debido al burbujeo de sangre que le emanaba de la boca.
Alward cerró los ojos y, aún con lástima, echó hacia adelante al bandido, haciendo que este cayese de espaldas, ya sin vida y sacando sus armas de él.
En un acto de furia y venganza, el compañero del bandido empezó a correr hacia el mercenario, con intención de darle la más dolorosa de las muertes. El mercenario se puso en pie, preparado para la llegada de su nuevo adversario. Al estar consumido por la ira, le sería fácil acabar con él si era astuto. Alward dio unos pasos hacia adelante, dejando atrás al bandido vencido y poniéndose en una pose defensiva, con ambas armas apuntando hacia su rival. Cuando esté llegó a él, quiso imprimir un ataque directo hacia Alward, pero este para esquivarle simplemente tuvo que echarse hacia un lado y, girando sobre su eje, darle un fortísimo golpe con la empuñadura de su espada en la nuca, cosa que derribó al instante al bandido, dejándolo inconsciente. El mercenario, en un acto frío y vengativo a partes iguales, clavó sin mirar, y con la mirada puesta hacia el frente, su espada derecha en el medio de la espalda de su oponente caído, rompiendo así su columna.
-Por todas aquellas personas a las que habéis hecho sufrir...
En el extremo opuesto a donde Alward se encontraba, Ivens salió de entre los escombros de la torre y muralla destruida a paso lento, con cuatro esferas de agua pequeñas que bailaban en el aire por encima de la cabeza y hombros del brujo. Había visto lo que aquella mujer había hecho en cuestión de segundos, cosa que impresionó y arengó al brujo a partes iguales. Ciñéndose al plan, se encaró con los bandidos restantes, mientras notaba como aquella mujer, que por sus actos dedujo que se trataría de una de los suyos. Una aliada inesperada, sí, pero que le daba la seguridad de no estar solo frente a tantos bandidos y que agradecía enormemente.
Ivens se detuvo y echó un vistazo rápido a su alrededor, tenía localizados a todos sus enemigos, por lo que, antes de que decidiesen hacer algo, lanzó las esferas de agua contra ellos, imprimiéndoles tal fuerza que el impacto con alguna de ellas supondría un severo daño. Las bolas impactaron todas en el estómago de los cuatro bandidos, haciéndoles caer al suelo de la inercia. El brujo miró a su compañera de raza y, con un tono serio alzando la voz le habló
-Si estás de mi lado, dividámonos el trabajo, dos para cada uno si te parece bien
Los bandidos se pusieron en pie tras recuperarse de la acometida de las esferas acuáticas y miraron a ambos brujos con ira. Ivens, que portaba su bastón en la espalda, lo agarró y, sujetándolo con ambas manos, se puso en una pose defensiva pero con intenciones totalmente ofensivas cuando viese alguna oportunidad de lanzarse contra ellos.
En otra parte del campamento donde había movimiento era las tiendas que contenían las mercancías saqueadas, en las cuales en una de ellas se encontraban los dos hombres-bestia. Habían acabado con los bandidos que se disponían a huir con las mercancías más valiosas, De pronto, oyeron una voz que provenía de sus espaldas; una voz ronca e intimidante a partes iguales.
-Me temo que no puedo dejaros hacer eso
Era Piel de Lince, el líder de aquel grupo de bandidos. Estaba de brazos cruzados, portando a sus espaldas un hacha enorme de acero, la cual estaba completamente brillante, tenía pinta de pesar, pero el hombre la llevaba encima como si fuese una simple daga. Piel de Lince era un humano de dos metros de longitud, con una complexión robusta y músculos muy marcados. Llevaba una barba pronunciada y sus ojos negros inspiraban respeto al tener una mirada constantemente seria y amenazante. Hacía honor a su nombre, pues llevaba una capucha con la piel de un lince gris. Llevaba ataviado pieles de animales como el resto de sus hombres, con la diferencia de que en su pectoral llevaba una pechera larga de acero en forma de punta. En la parte inferior de su tronco llevaba refuerzos de cuero. La única parte que no llevaba protegida eran los brazos, de los cuales emanaba una cantidad ingesta de vello. Miraba a ambos hombres-bestia sin temor alguno, de brazos cruzados y amenazante.
-Eso es de mi propiedad-Dijo refiriéndose a lo que había en el interior de las tiendas
-¿Puedes ponerte en pie?
El arquero se miró la herida, de la cual brotaba sangre a más no poder, no era una herida demasiado profunda, pero sí lo suficientemente seria como para impedirle moverse. Emmanuel devolvió la mirada al joven Sevna negando con la cabeza con signos evidentes de dolor. Este último ayudó a su amigo a ponerse en pie y divisó algún lugar donde dejarlo para que estuviese seguro. Entonces vio un matorral fuera del campamento, a los pies de un árbol donde podría dejar al arquero a buen recaudo y apartado de la vista de nadie, Con rapidez se dirigieron hasta allí, con pequeños gemidos de dolor de Emmanuel y su dificultad para andar, aún siendo ayudado por Alward y estando apoyado sobre él.
Finalmente llegaron al matorral y Alward soltó a su amigo, asegurándose de que desde allí nadie le podía ver. Emmanuel se quedó sentado apoyado en el árbol y el joven Sevna en cuclillas examinando al arquero.
-Aquí estarás bien, ¿Tienes vendas?
Emmanuel asintió seguido de un gesto de dolor, apretando su mandíbula para contenerse de gritar más de lo necesario. Acto seguido miró a los ojos a su amigo.
-¡Ve!-Dijo indicándole con la mirada el campamento-¡Estaré bien!-Dijo de nuevo con signos de dolor y pequeños gemidos.
Alward se puso en pie y asintió, tras eso, echó a correr de nuevo hacia el campamento, no sin antes echar la vista hacia atrás preocupándose por su amigo, quien le dio seguridad levantando un brazo y alzando el pulgar.
El mercenario volvió al campamento. Esta vez veía como, desde la entrada opuesta a la que él y el dragón estaba, había una mujer acabando de forma radical y de una forma espectacular con los bandidos que se habían interesado por la torre caída. Las llamas azotaban violentamente a la entada este, pero eso no impedía que Alward siguiese avanzando hasta ponerse a la altura del dragón. Aún quedaban dos bandidos de los cinco que en un principio iban a ir a por él. El dragón mantenía su distancia con los dos bandidos, como intimidándolos, sacando sus dientes y con una mirada totalmente furtiva. Los mencionados bandidos estaban asustados, aunque intentaban mantener su compostura, apretando sus armas con fuerza y mostrando un rostro de ira y rabia por sus compañeros caídos. El mercenario desvió momentáneamente la mirada hacia su inesperado aliado alado alzando su brazo izquierdo y gritándole para que se enterase de lo que tenía que decirle
-¡Gracias!
De nuevo devolvió la vista hacia los dos bandidos y les miró con profunda seriedad y determinación. Uno de ellos llevaba un largo espadón de acero y el otro un hacha pequeña y un escudo. Iban vestidos con pieles de animales cazados y poca protección en sí, por lo que les sería fácil acabar con ellos.
-Ahora me toca a mí-Dijo pensando en voz alta y desenvainando sus armas al unísono-Si me lo permites...-Dijo devolviendo la mirada de una forma cómplice hacia el dragón
Tomó una profunda respiración y, sin que los enemigos lo esperaran, echó a correr hacia ellos a toda velocidad, inclinando sus brazos hacia atrás y sus espadas hacia los lados. Los bandidos se prepararon para la llegada del Alward con un pose defensiva. Cuando el joven Sevna se encontraba lo suficientemente cerca, el bandido del espadón cargó su arma hacia atrás y, con fuerza, ejecutó un ataque devastador hacia el suelo con el objetivo de que impactase en el mercenario. Este se echó a un lado rápidamente en carrera y lo esquivó, y con semejante golpe, el espadón quedó incrustado en el suelo. Esto lo aprovechó Alward para atacar; disminuyó su carrera y pegó un salto, con su espada derecha dispuesta a ser clavada en el pecho de este enemigo, el cual era bastante más grande que el joven Sevna. El bandido, tirando de astucia, saltó su espadón, que seguía clavado en el suelo y agarró por el cuello en el aire al mercenario, que con el impulso que llevaba, optó por tirarlo hacia un lado, cayendo así un par de metros alejado de los bandidos y revolcándose por el suelo.
En el acto, una de sus espadas se le cayó en medio de la distancia que había entre los bandidos y él. El bandido del espadón corrió hacia ella para cogerla, ya que estaba desarmado y le era difícil sacar su arma del suelo sin que se rompiese. Alward se levantó gateando hacia adelante con su otra arma en su posesión al ver que el bandido tenía intención de arrebatarle su espada. Por suerte, el mercenario fue más rápido y llegó antes que su oponente, agarró su espada aún en el suelo de rodillas y, en el instante que el bandido llegó a dicha posición, el joven Sevna alzó sus armas hacia adelante a la vez, clavando así cada una en un pecho diferente y atravesando al enemigo, el cual quedó con un rostro de dolor, escupiendo sangre y con los ojos bien abiertos mirando al mercenario, el cual sintió lástima por él.
-Lo siento...-Dijo mirando frente a frente a su oponente vencido, el cual no intentó hablar pero no pudo debido al burbujeo de sangre que le emanaba de la boca.
Alward cerró los ojos y, aún con lástima, echó hacia adelante al bandido, haciendo que este cayese de espaldas, ya sin vida y sacando sus armas de él.
En un acto de furia y venganza, el compañero del bandido empezó a correr hacia el mercenario, con intención de darle la más dolorosa de las muertes. El mercenario se puso en pie, preparado para la llegada de su nuevo adversario. Al estar consumido por la ira, le sería fácil acabar con él si era astuto. Alward dio unos pasos hacia adelante, dejando atrás al bandido vencido y poniéndose en una pose defensiva, con ambas armas apuntando hacia su rival. Cuando esté llegó a él, quiso imprimir un ataque directo hacia Alward, pero este para esquivarle simplemente tuvo que echarse hacia un lado y, girando sobre su eje, darle un fortísimo golpe con la empuñadura de su espada en la nuca, cosa que derribó al instante al bandido, dejándolo inconsciente. El mercenario, en un acto frío y vengativo a partes iguales, clavó sin mirar, y con la mirada puesta hacia el frente, su espada derecha en el medio de la espalda de su oponente caído, rompiendo así su columna.
-Por todas aquellas personas a las que habéis hecho sufrir...
En el extremo opuesto a donde Alward se encontraba, Ivens salió de entre los escombros de la torre y muralla destruida a paso lento, con cuatro esferas de agua pequeñas que bailaban en el aire por encima de la cabeza y hombros del brujo. Había visto lo que aquella mujer había hecho en cuestión de segundos, cosa que impresionó y arengó al brujo a partes iguales. Ciñéndose al plan, se encaró con los bandidos restantes, mientras notaba como aquella mujer, que por sus actos dedujo que se trataría de una de los suyos. Una aliada inesperada, sí, pero que le daba la seguridad de no estar solo frente a tantos bandidos y que agradecía enormemente.
Ivens se detuvo y echó un vistazo rápido a su alrededor, tenía localizados a todos sus enemigos, por lo que, antes de que decidiesen hacer algo, lanzó las esferas de agua contra ellos, imprimiéndoles tal fuerza que el impacto con alguna de ellas supondría un severo daño. Las bolas impactaron todas en el estómago de los cuatro bandidos, haciéndoles caer al suelo de la inercia. El brujo miró a su compañera de raza y, con un tono serio alzando la voz le habló
-Si estás de mi lado, dividámonos el trabajo, dos para cada uno si te parece bien
Los bandidos se pusieron en pie tras recuperarse de la acometida de las esferas acuáticas y miraron a ambos brujos con ira. Ivens, que portaba su bastón en la espalda, lo agarró y, sujetándolo con ambas manos, se puso en una pose defensiva pero con intenciones totalmente ofensivas cuando viese alguna oportunidad de lanzarse contra ellos.
En otra parte del campamento donde había movimiento era las tiendas que contenían las mercancías saqueadas, en las cuales en una de ellas se encontraban los dos hombres-bestia. Habían acabado con los bandidos que se disponían a huir con las mercancías más valiosas, De pronto, oyeron una voz que provenía de sus espaldas; una voz ronca e intimidante a partes iguales.
-Me temo que no puedo dejaros hacer eso
Era Piel de Lince, el líder de aquel grupo de bandidos. Estaba de brazos cruzados, portando a sus espaldas un hacha enorme de acero, la cual estaba completamente brillante, tenía pinta de pesar, pero el hombre la llevaba encima como si fuese una simple daga. Piel de Lince era un humano de dos metros de longitud, con una complexión robusta y músculos muy marcados. Llevaba una barba pronunciada y sus ojos negros inspiraban respeto al tener una mirada constantemente seria y amenazante. Hacía honor a su nombre, pues llevaba una capucha con la piel de un lince gris. Llevaba ataviado pieles de animales como el resto de sus hombres, con la diferencia de que en su pectoral llevaba una pechera larga de acero en forma de punta. En la parte inferior de su tronco llevaba refuerzos de cuero. La única parte que no llevaba protegida eran los brazos, de los cuales emanaba una cantidad ingesta de vello. Miraba a ambos hombres-bestia sin temor alguno, de brazos cruzados y amenazante.
-Eso es de mi propiedad-Dijo refiriéndose a lo que había en el interior de las tiendas
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
La oportuna aparición del dragón permitió al guerrero sacar de allí a su compañero y apartarlo del campamento lo suficiente como para que estuviese a salvo de momento, mientras el alado se encargaba de mantener a raya a los bandidos que quedaban en pie, algo que no le costó demasiado después de mostrarles cómo se las gastaba. Ninguno quería correr la misma suerte y acabar como un negruzco cadáver decorando la tierra pero retirarse no era una opción para ellos, Piel de Lince los mataría por traidores en cuanto los encontrase así que estaban entre la espada y la pared. Como medida disuasoria, Alister alzó su cola cubierta de espinas y golpeó con fuerza una carreta cercana, destrozándola parcialmente y desperdigando los trozos de modo que sus atacantes tuviesen que retroceder para evitar ser alcanzados.
Así mantuvo las distancias hasta que el espadachín volvió a aparecer, situándose a su lado y dispuesto a ocuparse del par de ladrones que quedaba en aquella zona del lugar. - Son todo tuyos. - respondió el alado tras escuchar como aquel hombre le daba las gracias y se preparaba para tomar la iniciativa, permitiéndose relajar su postura y elevar la vista en busca de la hechicera, que ya causaba estragos desde el otro lado. La joven se encontraba a escasos metros de donde había caído la primera torre, y sin dar tiempo a sus oponentes comenzó a hacer uso de sus habilidades para abatirlos uno a uno, combinando el viento y la telequinesis con sus cuchillos arrojadizos, que se convertían en mortales proyectiles.
Las alargadas pupilas del reptil captaron como tres de los delincuentes se desplomaban sin vida a causa de los rápidos ataques de la de cabellos cenicientos, y como casi al momento, su compañera recuperaba sus armas para volver a utilizarlas contra los que restaban, pero antes de que pudiese hacerlo otra silueta emergió para colocarse a escasos metros de la bruja. Entrecerró los ojos para ver mejor al recién llegado, pero relajó el rostro al darse cuenta de que no se trataba de una amenaza sino de otro aliado, el que había iniciado el conflicto echando abajo la torre con agua a presión.
Con cada instante que pasaba parecía que aquel asalto resultaría más sencillo, pues ya no eran solo dos sino cuatro, y la ventaja numérica de los ladrones, que probablemente era lo único que tenían a su favor, se estaba reduciendo drásticamente. Aquello se hizo más patente cuando el espadachín se impuso a sus contrincantes y acabó con ellos, dejando a ambos bandos más igualados en cantidad, aunque eso iba a durar poco. - Dos para cada uno, me parece bien. - respondió Elen, dirigiendo una fugaz mirada a su nuevo apoyo. Dicho esto volvió a centrarse en los individuos que tenía delante, pero en vez de disparar otra ráfaga de cuchillos arrojadizos decidió guiarlos de regreso a sus vainas, guardándolos al tiempo que alzaba la zurda apuntando a los dos objetivos que estaban por su lado.
Una onda de viento barrió al par de delincuentes, haciéndolos chocar violentamente contra unos barriles cercanos, que se rompieron bajo el peso de los hombres, derramando su contenido. Alcohol robado sin duda, probablemente a algún mercader del camino, pero eso ya no tenía importancia, poco se podría devolver a las víctimas después de la forma en que habían irrumpido en el campamento. Haciendo lo posible por ignorar el dolor que los recorría casi por entero, los bandidos trataron de levantarse, pero la benjamina de los Calhoun no tenía en mente dejarlos ir.
Echando mano de su eléctrico elemento, la de cabellos cenicientos creó un muro de energía alrededor de ambos y lo cerró en forma de cúpula, manipulándolo para que fuese encogiendo lentamente. Atrapados y desesperados, los criminales trataron de atravesar la barrera con sus armas pero no pudieron hacer cosa peor… el metal condujo la electricidad y los obligó a soltar las armas, dejándolos a merced de la hechicera, que los observaba con una fría mirada. Confiando en que su aliado no tuviese problemas para hacerse cargo de los enemigos restantes, Elen giró la muñeca e hizo que la brillante prisión se redujese considerablemente, comenzando a atacar al par de hombres con descargas que llegaban de todas direcciones, lo que les impedía protegerse.
Los gritos y maldiciones no se hicieron esperar, sobre todo cuando uno de ellos quedó arrodillado, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban para no perder el conocimiento. No aguantaría mucho más, la tensai lo sabía, pero no quería darle una muerte rápida como a los anteriores, ninguno de ellos lo merecía así que ¿por qué concedérsela? Inmóvil, la benjamina de los Calhoun aguardó a que sucumbiesen, y pronto el que se encontraba en peores condiciones se desplomó pesadamente sobre la tierra, tras sufrir un infarto a causa de las constantes descargas. El otro en cambio no se rindió tan fácilmente, y para sorpresa de la bruja, consiguió escapar de la cúpula gracias a su fuerte constitución, aunque no lo hizo ileso.
Sus músculos no respondían como debían, pero a pesar de ello logró blandir su espada corta y levantarla, aunque sus movimientos eran más torpes que de costumbre. La de ojos verdes actuó antes de que pudiese recuperarse, echando la diestra hacia atrás por encima de su hombro y tirando de la correa que le cruzaba el pecho con la zurda, de modo que la empuñadura de su espada se deslizase hacia delante, facilitándole la tarea de desenvainar el arma. Una vez la tuvo en la mano avanzó con determinación hacia su oponente y descargó contra éste un tajo vertical, que fue detenido por los pelos, pero los reflejos del bandido no le salvaron del siguiente ataque de la joven, que con un ágil movimiento consiguió rajarle horizontalmente el vientre.
Cuando finalmente el herido cayó sobre su costado, moribundo, los ojos de la centinela se cruzaron con los del dragón, que al ver la situación había cruzado el campamento a toda prisa para alcanzarla. - Y tú decías que sería complicado… ¿cuántos quedan? - preguntó, echando un vistazo al último lugar en que había visto a su congénere brujo. No muy lejos de allí, en la zona de las tiendas, estaba teniendo lugar otra pelea, y el mismísimo Piel de Lince había abandonado su escondrijo para tener unas palabras con los intrusos.
Off: Uso de habilidad: Muro de energía
Alister tiene la capacidad de hablar en su forma bestial gracias a un colgante encantado.
Así mantuvo las distancias hasta que el espadachín volvió a aparecer, situándose a su lado y dispuesto a ocuparse del par de ladrones que quedaba en aquella zona del lugar. - Son todo tuyos. - respondió el alado tras escuchar como aquel hombre le daba las gracias y se preparaba para tomar la iniciativa, permitiéndose relajar su postura y elevar la vista en busca de la hechicera, que ya causaba estragos desde el otro lado. La joven se encontraba a escasos metros de donde había caído la primera torre, y sin dar tiempo a sus oponentes comenzó a hacer uso de sus habilidades para abatirlos uno a uno, combinando el viento y la telequinesis con sus cuchillos arrojadizos, que se convertían en mortales proyectiles.
Las alargadas pupilas del reptil captaron como tres de los delincuentes se desplomaban sin vida a causa de los rápidos ataques de la de cabellos cenicientos, y como casi al momento, su compañera recuperaba sus armas para volver a utilizarlas contra los que restaban, pero antes de que pudiese hacerlo otra silueta emergió para colocarse a escasos metros de la bruja. Entrecerró los ojos para ver mejor al recién llegado, pero relajó el rostro al darse cuenta de que no se trataba de una amenaza sino de otro aliado, el que había iniciado el conflicto echando abajo la torre con agua a presión.
Con cada instante que pasaba parecía que aquel asalto resultaría más sencillo, pues ya no eran solo dos sino cuatro, y la ventaja numérica de los ladrones, que probablemente era lo único que tenían a su favor, se estaba reduciendo drásticamente. Aquello se hizo más patente cuando el espadachín se impuso a sus contrincantes y acabó con ellos, dejando a ambos bandos más igualados en cantidad, aunque eso iba a durar poco. - Dos para cada uno, me parece bien. - respondió Elen, dirigiendo una fugaz mirada a su nuevo apoyo. Dicho esto volvió a centrarse en los individuos que tenía delante, pero en vez de disparar otra ráfaga de cuchillos arrojadizos decidió guiarlos de regreso a sus vainas, guardándolos al tiempo que alzaba la zurda apuntando a los dos objetivos que estaban por su lado.
Una onda de viento barrió al par de delincuentes, haciéndolos chocar violentamente contra unos barriles cercanos, que se rompieron bajo el peso de los hombres, derramando su contenido. Alcohol robado sin duda, probablemente a algún mercader del camino, pero eso ya no tenía importancia, poco se podría devolver a las víctimas después de la forma en que habían irrumpido en el campamento. Haciendo lo posible por ignorar el dolor que los recorría casi por entero, los bandidos trataron de levantarse, pero la benjamina de los Calhoun no tenía en mente dejarlos ir.
Echando mano de su eléctrico elemento, la de cabellos cenicientos creó un muro de energía alrededor de ambos y lo cerró en forma de cúpula, manipulándolo para que fuese encogiendo lentamente. Atrapados y desesperados, los criminales trataron de atravesar la barrera con sus armas pero no pudieron hacer cosa peor… el metal condujo la electricidad y los obligó a soltar las armas, dejándolos a merced de la hechicera, que los observaba con una fría mirada. Confiando en que su aliado no tuviese problemas para hacerse cargo de los enemigos restantes, Elen giró la muñeca e hizo que la brillante prisión se redujese considerablemente, comenzando a atacar al par de hombres con descargas que llegaban de todas direcciones, lo que les impedía protegerse.
Los gritos y maldiciones no se hicieron esperar, sobre todo cuando uno de ellos quedó arrodillado, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban para no perder el conocimiento. No aguantaría mucho más, la tensai lo sabía, pero no quería darle una muerte rápida como a los anteriores, ninguno de ellos lo merecía así que ¿por qué concedérsela? Inmóvil, la benjamina de los Calhoun aguardó a que sucumbiesen, y pronto el que se encontraba en peores condiciones se desplomó pesadamente sobre la tierra, tras sufrir un infarto a causa de las constantes descargas. El otro en cambio no se rindió tan fácilmente, y para sorpresa de la bruja, consiguió escapar de la cúpula gracias a su fuerte constitución, aunque no lo hizo ileso.
Sus músculos no respondían como debían, pero a pesar de ello logró blandir su espada corta y levantarla, aunque sus movimientos eran más torpes que de costumbre. La de ojos verdes actuó antes de que pudiese recuperarse, echando la diestra hacia atrás por encima de su hombro y tirando de la correa que le cruzaba el pecho con la zurda, de modo que la empuñadura de su espada se deslizase hacia delante, facilitándole la tarea de desenvainar el arma. Una vez la tuvo en la mano avanzó con determinación hacia su oponente y descargó contra éste un tajo vertical, que fue detenido por los pelos, pero los reflejos del bandido no le salvaron del siguiente ataque de la joven, que con un ágil movimiento consiguió rajarle horizontalmente el vientre.
Cuando finalmente el herido cayó sobre su costado, moribundo, los ojos de la centinela se cruzaron con los del dragón, que al ver la situación había cruzado el campamento a toda prisa para alcanzarla. - Y tú decías que sería complicado… ¿cuántos quedan? - preguntó, echando un vistazo al último lugar en que había visto a su congénere brujo. No muy lejos de allí, en la zona de las tiendas, estaba teniendo lugar otra pelea, y el mismísimo Piel de Lince había abandonado su escondrijo para tener unas palabras con los intrusos.
Off: Uso de habilidad: Muro de energía
Alister tiene la capacidad de hablar en su forma bestial gracias a un colgante encantado.
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Me acerqué al hombre del suelo, que retrocedía asustado. Buscaba desesperadamente algo con lo que defenderse. Su espada había acabado a varios metros, perdida en la oscuridad. Tal vez si tuviese un arma cerca, podría defenderse. Pero no la había. Pisé su pecho, impidiéndole arrastrarse. Negó con la cabeza, asustado y balbuceando algo. Demasiado tarde para pedir clemencia. Enterré mi espada en su cabeza, atravesando su cráneo y matándolo al instante.
Arranqué la espada de su cuerpo y me dispuse a limpiarla en su ropa, sin mucho éxito. Tendría que ocuparme de eso más tarde. La sacudí, deshaciéndome de los restos sólidos que habían quedado pegados, y me dirigí hacia la tienda.
-¿Algo decente?- pregunté.
-Joyería. Un abrigo bueno. Un estoque adornado. Hay más cosas, pero necesitaríamos un carro o algo así para llevarlas.- comentó, asomándose fuera y lanzándome una pequeña bolsa cerrada. La cogí al vuelo. Debían ser las joyas, a juzgar por el ruido.
-Bien. Coge el estoque y vámonos.- dije. Los sonidos de la batalla aún no habían cesado. Miré al exterior. Aquel tipo nos estaba mirando directamente. Y estaba cruzado de brazos. Ladeé la cabeza. ¿No tenía otras prioridades? ¿Como el repeler a la gente que estaba masacrando a su grupo? -Eso era tu propiedad.- le corregí, esbozando una sonrisa sarcástica. Si se creía que iba a intimidar a alguien solo por medir unos centímetros más, estaba equivocado.
-Creo que no sabes muy bien donde te estás metiendo, chucho.- siguió con su voz ronca. Su mano fue al hacha de su espalda, pero no se acercó. Aún no, al menos.
-Oh. Debo haberme equivocado. ¿No es esta la guarida del humano con nombre estúpido? ¿Como era...? ¿Siete Esguinces?- pregunté alegremente, observándolo. Fiel al Quince no sonrió. Aparte de las placas de acero de su torso, no estaba muy protegido. Llevaba pieles de animales, después de todo, y la mayoría parecía estar sin curtir. Por fortuna, solo parecía llevar un hacha de guerra. Un arma de brutos. Mientras la evitase, estaría bajo control.
-Voy a disfrutar desollándote. Los listillos son los que más gritan.-
-Aaah.- dije, aburrido y sin emoción. Miel que Finge se lanzó hacia mi, esgrimiendo su hacha con una sola mano y agitándola violentamente de forma bastante predecible. No encontró nada más que viento. Me escabullí, moviéndome a paso ligero y estableciendo cierta distancia con él. -Tengo tantas formas de acabar con esto que casi no tiene gracia.- exclamé. Casi.
No tenía intención alguna de tomarme a alguien con ese nombre en serio. El resto de bandidos parecía tener serios problemas con el grupo que les atacaba. Era dificil de creer, pero aquel absurdo plan parecía estar funcionando. Aunque seguro que el dragón había equilibrado las cosas.
-¡Quédate quieto!- gritó, persiguiéndome. Un virote de madera se clavó en su hombro, haciéndole tambalearse. El hombre miró al tirador, iracundo. Sonreí. El gato iba a hacer las cosas aún más divertidas. -¡Maldito bastardo!- masculló. Pero no era suficiente como para desviar su atención por completo. El bandido continuó corriendo hacia mi, poniendo tanto esfuerzo como podía en acabar con aquello más rápido.
Tal vez esperase que el gato fallase al disparar de lejos y a oscuras. O que pudiese alcanzarme. Se equivocaba en ambas cosas. Syl tenía tiempo para apuntar bien, y la visión de un gato. Y yo... simplemente, era un hombre bestia, y él no. Por mucho que lo intentase con esas ridículas pieles.
Cuando la segunda flecha se hundió en su codo, si que lanzó un alarido. Y decidió cambiar de objetivo, volviéndose y cargando hacia mi compañero.
Sobraba decir que esa idea también resultaba estúpida. El gato era más rápido y ágil que yo. Por no hablar de la distancia que les separaba. Antes incluso de que acortase la mitad, un tercer proyectil encontró la carne del hombre, atravesando sus pieles de animales. Fue entonces cuando el gato empezó a correr. Durante los segundos siguientes, Hiel de Laringe empezó a sentirse pesado. Muy pesado. Era sorprendente que pudiese seguir levantado después de recibir una dosis del veneno paralizante de Syl.. Siguió avanzando, aunque a duras penas. Sus músculos debían estar completamente agarrotados, como mínimo.
Me habría gustado decir que aquel fue un enfrentamiento duro y destacable, digno de mención. La clase de desafío que acababa en un combate casi perdido y resuelto con el poder de la amistad y el compañerismo, o algo por el estilo. Pero simplemente, no era nada así. Y acabó mucho más rápido de lo que empezó, con una piedra siendo arrojada a la espalda del humano. Una piedra que, al impactar, envió una potente descarga eléctrica por todo su cuerpo.
Y, simplemente, ese fue su final. La electricidad hizo que su corazón latiese a velocidades que su cuerpo no podía mantener, y el veneno en su sangre se dispersó con aún más velocidad, paralizando sus órganos e impidiéndole respirar. No estaba seguro de que le habría matado primero, pero no importaba. No volvería a levantarse.
Chasqueé la lengua, mirando alrededor. Aquel sitio iba a estar infestado de cuervos durante un par de días.
Arranqué la espada de su cuerpo y me dispuse a limpiarla en su ropa, sin mucho éxito. Tendría que ocuparme de eso más tarde. La sacudí, deshaciéndome de los restos sólidos que habían quedado pegados, y me dirigí hacia la tienda.
-¿Algo decente?- pregunté.
-Joyería. Un abrigo bueno. Un estoque adornado. Hay más cosas, pero necesitaríamos un carro o algo así para llevarlas.- comentó, asomándose fuera y lanzándome una pequeña bolsa cerrada. La cogí al vuelo. Debían ser las joyas, a juzgar por el ruido.
-Bien. Coge el estoque y vámonos.- dije. Los sonidos de la batalla aún no habían cesado. Miré al exterior. Aquel tipo nos estaba mirando directamente. Y estaba cruzado de brazos. Ladeé la cabeza. ¿No tenía otras prioridades? ¿Como el repeler a la gente que estaba masacrando a su grupo? -Eso era tu propiedad.- le corregí, esbozando una sonrisa sarcástica. Si se creía que iba a intimidar a alguien solo por medir unos centímetros más, estaba equivocado.
-Creo que no sabes muy bien donde te estás metiendo, chucho.- siguió con su voz ronca. Su mano fue al hacha de su espalda, pero no se acercó. Aún no, al menos.
-Oh. Debo haberme equivocado. ¿No es esta la guarida del humano con nombre estúpido? ¿Como era...? ¿Siete Esguinces?- pregunté alegremente, observándolo. Fiel al Quince no sonrió. Aparte de las placas de acero de su torso, no estaba muy protegido. Llevaba pieles de animales, después de todo, y la mayoría parecía estar sin curtir. Por fortuna, solo parecía llevar un hacha de guerra. Un arma de brutos. Mientras la evitase, estaría bajo control.
-Voy a disfrutar desollándote. Los listillos son los que más gritan.-
-Aaah.- dije, aburrido y sin emoción. Miel que Finge se lanzó hacia mi, esgrimiendo su hacha con una sola mano y agitándola violentamente de forma bastante predecible. No encontró nada más que viento. Me escabullí, moviéndome a paso ligero y estableciendo cierta distancia con él. -Tengo tantas formas de acabar con esto que casi no tiene gracia.- exclamé. Casi.
No tenía intención alguna de tomarme a alguien con ese nombre en serio. El resto de bandidos parecía tener serios problemas con el grupo que les atacaba. Era dificil de creer, pero aquel absurdo plan parecía estar funcionando. Aunque seguro que el dragón había equilibrado las cosas.
-¡Quédate quieto!- gritó, persiguiéndome. Un virote de madera se clavó en su hombro, haciéndole tambalearse. El hombre miró al tirador, iracundo. Sonreí. El gato iba a hacer las cosas aún más divertidas. -¡Maldito bastardo!- masculló. Pero no era suficiente como para desviar su atención por completo. El bandido continuó corriendo hacia mi, poniendo tanto esfuerzo como podía en acabar con aquello más rápido.
Tal vez esperase que el gato fallase al disparar de lejos y a oscuras. O que pudiese alcanzarme. Se equivocaba en ambas cosas. Syl tenía tiempo para apuntar bien, y la visión de un gato. Y yo... simplemente, era un hombre bestia, y él no. Por mucho que lo intentase con esas ridículas pieles.
Cuando la segunda flecha se hundió en su codo, si que lanzó un alarido. Y decidió cambiar de objetivo, volviéndose y cargando hacia mi compañero.
Sobraba decir que esa idea también resultaba estúpida. El gato era más rápido y ágil que yo. Por no hablar de la distancia que les separaba. Antes incluso de que acortase la mitad, un tercer proyectil encontró la carne del hombre, atravesando sus pieles de animales. Fue entonces cuando el gato empezó a correr. Durante los segundos siguientes, Hiel de Laringe empezó a sentirse pesado. Muy pesado. Era sorprendente que pudiese seguir levantado después de recibir una dosis del veneno paralizante de Syl.. Siguió avanzando, aunque a duras penas. Sus músculos debían estar completamente agarrotados, como mínimo.
Me habría gustado decir que aquel fue un enfrentamiento duro y destacable, digno de mención. La clase de desafío que acababa en un combate casi perdido y resuelto con el poder de la amistad y el compañerismo, o algo por el estilo. Pero simplemente, no era nada así. Y acabó mucho más rápido de lo que empezó, con una piedra siendo arrojada a la espalda del humano. Una piedra que, al impactar, envió una potente descarga eléctrica por todo su cuerpo.
Y, simplemente, ese fue su final. La electricidad hizo que su corazón latiese a velocidades que su cuerpo no podía mantener, y el veneno en su sangre se dispersó con aún más velocidad, paralizando sus órganos e impidiéndole respirar. No estaba seguro de que le habría matado primero, pero no importaba. No volvería a levantarse.
Chasqueé la lengua, mirando alrededor. Aquel sitio iba a estar infestado de cuervos durante un par de días.
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Off: Subrayadas habilidades: Virote envenenado (Syl) y Runa Elemental - Descarga (Asher)
Nos queda... medio tema y un número muy bajo de bandidos. ¿Rol social en lo que queda, o más sorpresas?
Asher Daregan
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Al brujo no le dieron muchos segundos para pensar cuando, de pronto, los dos bandidos se echaron encima suya dispuestos a acabar con él. Uno llevaba un simple hacha de acero corta y otro una espada a una mano. Ivens, sin distraerse, esquivó el ataque del oponente que portaba el hacha y, cuando se encaró con el segundo, interpuso su bastón a modo de pistón a presión hacia adelante, haciendo que con mucha fuerza, el bandido se llevase un golpe en su estómago, derribandolo un par de metros . El enemigo con el hacha quiso sorprender al brujo por la espalda, pero este con una mano levantó al instante una pequeña barrera de agua a presión que hizo que, el bandido, al impactar su arma contra esta, se le escurriese de entre las manos unos metros hacia atrás debido a la fuerza de aquella presión.
En ese momento, Ivens aprovechó para dar un golpe de barrido a ras de suelo con su bastón y hacer caer así a dicho oponente. El brujo se volvió a poner en pie y adoptó una pose defensiva, mirando hacia ambos lados, pues sus oponentes habían quedado derribados en direcciones opuestas a izquierda y derecha. Los dos bandidos no tardaron en volver a ponerse en pie, con sus rostros iracundos y a la vez molestos y avergonzados por la tremenda paliza que estaban sufriendo siendo ellos superiores numéricamente.
Ivens dejó caer su bastón de madera tallado y juntó sus manos, estrechándoselas con fuerza, a la vez que cerraba sus ojos, concentrado. Un aura azul acuosa e ilusoria empezó a brotar desde las palmas de estas hacia ambos hombros, y regresando de nuevo a las palmas, como si de un flujo se tratase. Mientras el brujo estaba paralizado y, a ojos de los bandidos, confiado y distraído, dichos sujetos recogieron de nuevo sus armas y empezaron a correr hacia Ivens para, esta vez sí, acabar con él.
Cuando ambos se colocaron en la posición justa, el brujo abrió los ojos y, mirando a ambos lados a la velocidad de la luz, esbozó una sonrisa confiada. Acto seguido, liberó sus brazos en cruz y, de cada palma salió una poderosísima y feroz columna de agua a mucha presión, incluso más que cuando derribó la torre. Ambas columnas de agua impactaron de lleno en el torso de los bandidos, atravesándoles por completo y desgarrando todos los tejidos y órganos internos que aquellas columnas encontraron a su paso.
Todo quedó en silencio. Este nada más se rompió cuando el sonido de las armas de ambos bandidos cayeron al suelo de forma estrepitosa, además de sus cuerpos ya sin vida. El brujo miró hacia ambos y lados, pensando que quizás se había pasado un poco, aunque eran bandidos y tampoco es que se mereciesen una muerte digna y ni siquiera el derecho a elegir si viven o mueren. Sin más, se agachó para agarrar su bastón.
Alward llegó hasta donde estaba su compañero y se quedó bastante sorprendido por la actuación de este. A su lado se encontraban sus inesperados aliados, aquel dragón y la bruja, aunque el joven Sevna miraba a Ivens, este último se encogió de hombros.
-Quizás me he pasado un poco-Dijo el brujo excusándose
Alward resopló sin contestar. En su interior, aunque no le gustaba matar así de primeras, sabía que eran o ellos o los bandidos, y claro está siempre prevalece la supervivencia de uno mismo. Aunque siempre habían excepciones, este no era el caso. El mercenario dejándolo pasar echó su mirada hacia la bruja y el dragón. Aunque no hubiesen signos de batallas y todo pareciese haber terminado, tenía ambas espadas desenvainadas por si acaso.
-¡Gracias por haber aparecido, os debemos una!-Dijo asintiendo con una pequeña sonrisa sincera
-La verdad es que ha sido espectacular, y para nada lo habría adivinado, ¡Aunque me hubiese bebido los barriles de cerveza de una taberna entera!-Dijo riéndose mientras se acercaba al grupo de tres
En ese momento, ruidos estruendosos y llamativos parecían provenir del interior del campamento, en la zona donde se encontraban las tiendas y, seguramente, las mercancías robadas. Ambos mercenarios dirigieron su vista hacia allí y, parecía que todavía quedaba gente. Se miraron entre sí, ¡Quedaba Piel de Lince! ¿Cómo se les había podido olvidar? Quizás por todo el silencio pacífico que inundaba el campamento, que ostentaba una escena parecida a la de un campo de guerra, con cadáveres por doquier, e incluso llamas aún vivas, pero por suerte aún estaban lejos de llegar a la mercancía.
-Acabemos con esto-Dijo dirgiendo su mirada a los presentes, y acto seguido iniciando una carrera hasta la zona de las tiendas.
Alward llegó primero, y vio allí al líder de los bandidos tendido en el suelo, sin vida y con pinta de haber tenido una muerte dolorosa y para nada deseable. Un gran charco de sangre rodeaba al cadáver que provenía del hombro derecho y codo izquierdo del respectivo cadáver. A su lado se encontraba Asher y, unos metros más alejado Syl; los dos hombres bestias que irrumpieron en su campamento horas antes y desaparecieron entre la oscuridad de la noche cuando procedían a asaltar el sitio en el que se encontraban para cumplir su misión. El joven Sevna, lejos de alertarse o desconfiar de las intenciones de ambos, les habló con un tono relajado e incluso amistoso de primeras
-Al final os habéis dignado a aparecer, ¿Eh? Y veo que para comeros el plato principal-Dijo mirando de reojo al cadáver del líder bandido
En ese momento llegó Ivens y, este si que en un tono desconfiado y poco amistoso tras ver aquella escena, le habló a Alward en un tono bajo, aunque no disimulado para evitar que le escuchen, por lo que se podía escuchar lo que decía.
-Al, se quieren llevar la mercancía-Dijo mirando a una de las tiendas, la cual estaba abierta y se podía ver desde fuera que estaba desmantelada y con todo desordenado y tirado por el suelo
Alward se fijó a dónde miraba su compañero y vio que sí, que aquella tienda estaba abierta. Se mordió el labio y calló unos segundos, aunque de nuevo intervino
-Bien, ahora debemos de llevarnos todo lo que nos piden-Dijo dando unos pasos hacia adelante, sobrepasando a Asher. En ese instante se paró y desvió su mirada hacia un lado, comunicándose con el brujo-Ivens, ¿Qué es lo que tenemos que llevarnos?-Se volteó por completo para mirar a su compañero-Tú te reuniste con nuestro cliente, ¿No?-Alward hablaba con un tono tranquilo y normal, aunque ese tono escondía una calma tensa que no quería perturbar el mercenario
-Cinco cajas de carne, dos de especias variadas, tres cajas de verduras, tres de frutas...-Relató mientras miraba de reojo a los hombres-bestia con desconfianza y a la vez nerviosismo, aunque este último muy poco notable-Una de pescado y harina... Tres sacos de harina, creo que eso era todo...-Dijo dubitativo
Sin saber muy bien por qué, el ambiente se había tornado algo tenso. ¿Aquellos hombres-bestia dejarían a Alward llevarse la mercancía robada que le correspondía en su contrato, o pondrían alguna pega? No lo sabía. Lo que sí sabía y en lo que confiaba era en que no había ningún motivo lógico para que aquellos sujetos les impidiesen realizar su trabajo con normalidad
En ese momento, Ivens aprovechó para dar un golpe de barrido a ras de suelo con su bastón y hacer caer así a dicho oponente. El brujo se volvió a poner en pie y adoptó una pose defensiva, mirando hacia ambos lados, pues sus oponentes habían quedado derribados en direcciones opuestas a izquierda y derecha. Los dos bandidos no tardaron en volver a ponerse en pie, con sus rostros iracundos y a la vez molestos y avergonzados por la tremenda paliza que estaban sufriendo siendo ellos superiores numéricamente.
Ivens dejó caer su bastón de madera tallado y juntó sus manos, estrechándoselas con fuerza, a la vez que cerraba sus ojos, concentrado. Un aura azul acuosa e ilusoria empezó a brotar desde las palmas de estas hacia ambos hombros, y regresando de nuevo a las palmas, como si de un flujo se tratase. Mientras el brujo estaba paralizado y, a ojos de los bandidos, confiado y distraído, dichos sujetos recogieron de nuevo sus armas y empezaron a correr hacia Ivens para, esta vez sí, acabar con él.
Cuando ambos se colocaron en la posición justa, el brujo abrió los ojos y, mirando a ambos lados a la velocidad de la luz, esbozó una sonrisa confiada. Acto seguido, liberó sus brazos en cruz y, de cada palma salió una poderosísima y feroz columna de agua a mucha presión, incluso más que cuando derribó la torre. Ambas columnas de agua impactaron de lleno en el torso de los bandidos, atravesándoles por completo y desgarrando todos los tejidos y órganos internos que aquellas columnas encontraron a su paso.
Todo quedó en silencio. Este nada más se rompió cuando el sonido de las armas de ambos bandidos cayeron al suelo de forma estrepitosa, además de sus cuerpos ya sin vida. El brujo miró hacia ambos y lados, pensando que quizás se había pasado un poco, aunque eran bandidos y tampoco es que se mereciesen una muerte digna y ni siquiera el derecho a elegir si viven o mueren. Sin más, se agachó para agarrar su bastón.
Alward llegó hasta donde estaba su compañero y se quedó bastante sorprendido por la actuación de este. A su lado se encontraban sus inesperados aliados, aquel dragón y la bruja, aunque el joven Sevna miraba a Ivens, este último se encogió de hombros.
-Quizás me he pasado un poco-Dijo el brujo excusándose
Alward resopló sin contestar. En su interior, aunque no le gustaba matar así de primeras, sabía que eran o ellos o los bandidos, y claro está siempre prevalece la supervivencia de uno mismo. Aunque siempre habían excepciones, este no era el caso. El mercenario dejándolo pasar echó su mirada hacia la bruja y el dragón. Aunque no hubiesen signos de batallas y todo pareciese haber terminado, tenía ambas espadas desenvainadas por si acaso.
-¡Gracias por haber aparecido, os debemos una!-Dijo asintiendo con una pequeña sonrisa sincera
-La verdad es que ha sido espectacular, y para nada lo habría adivinado, ¡Aunque me hubiese bebido los barriles de cerveza de una taberna entera!-Dijo riéndose mientras se acercaba al grupo de tres
En ese momento, ruidos estruendosos y llamativos parecían provenir del interior del campamento, en la zona donde se encontraban las tiendas y, seguramente, las mercancías robadas. Ambos mercenarios dirigieron su vista hacia allí y, parecía que todavía quedaba gente. Se miraron entre sí, ¡Quedaba Piel de Lince! ¿Cómo se les había podido olvidar? Quizás por todo el silencio pacífico que inundaba el campamento, que ostentaba una escena parecida a la de un campo de guerra, con cadáveres por doquier, e incluso llamas aún vivas, pero por suerte aún estaban lejos de llegar a la mercancía.
-Acabemos con esto-Dijo dirgiendo su mirada a los presentes, y acto seguido iniciando una carrera hasta la zona de las tiendas.
Alward llegó primero, y vio allí al líder de los bandidos tendido en el suelo, sin vida y con pinta de haber tenido una muerte dolorosa y para nada deseable. Un gran charco de sangre rodeaba al cadáver que provenía del hombro derecho y codo izquierdo del respectivo cadáver. A su lado se encontraba Asher y, unos metros más alejado Syl; los dos hombres bestias que irrumpieron en su campamento horas antes y desaparecieron entre la oscuridad de la noche cuando procedían a asaltar el sitio en el que se encontraban para cumplir su misión. El joven Sevna, lejos de alertarse o desconfiar de las intenciones de ambos, les habló con un tono relajado e incluso amistoso de primeras
-Al final os habéis dignado a aparecer, ¿Eh? Y veo que para comeros el plato principal-Dijo mirando de reojo al cadáver del líder bandido
En ese momento llegó Ivens y, este si que en un tono desconfiado y poco amistoso tras ver aquella escena, le habló a Alward en un tono bajo, aunque no disimulado para evitar que le escuchen, por lo que se podía escuchar lo que decía.
-Al, se quieren llevar la mercancía-Dijo mirando a una de las tiendas, la cual estaba abierta y se podía ver desde fuera que estaba desmantelada y con todo desordenado y tirado por el suelo
Alward se fijó a dónde miraba su compañero y vio que sí, que aquella tienda estaba abierta. Se mordió el labio y calló unos segundos, aunque de nuevo intervino
-Bien, ahora debemos de llevarnos todo lo que nos piden-Dijo dando unos pasos hacia adelante, sobrepasando a Asher. En ese instante se paró y desvió su mirada hacia un lado, comunicándose con el brujo-Ivens, ¿Qué es lo que tenemos que llevarnos?-Se volteó por completo para mirar a su compañero-Tú te reuniste con nuestro cliente, ¿No?-Alward hablaba con un tono tranquilo y normal, aunque ese tono escondía una calma tensa que no quería perturbar el mercenario
-Cinco cajas de carne, dos de especias variadas, tres cajas de verduras, tres de frutas...-Relató mientras miraba de reojo a los hombres-bestia con desconfianza y a la vez nerviosismo, aunque este último muy poco notable-Una de pescado y harina... Tres sacos de harina, creo que eso era todo...-Dijo dubitativo
Sin saber muy bien por qué, el ambiente se había tornado algo tenso. ¿Aquellos hombres-bestia dejarían a Alward llevarse la mercancía robada que le correspondía en su contrato, o pondrían alguna pega? No lo sabía. Lo que sí sabía y en lo que confiaba era en que no había ningún motivo lógico para que aquellos sujetos les impidiesen realizar su trabajo con normalidad
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
La hechicera se giró justo a tiempo de ver cómo el brujo terminaba con sus oponentes haciendo uso de su elemento, y un rápido vistazo al campamento le dio la respuesta que buscaba, habían limpiado a conciencia el lugar y no quedaba ningún ladrón en pie, al menos no en la parte exterior del improvisado asentamiento. Con la situación bajo control, Elen devolvió su espada a la vaina e hizo un gesto al dragón para que se relajase y volviese a su forma humana, con el fin de que los otros hombres que habían participado en el asalto se sintiesen más cómodos ante su presencia. - Al menos podrás apagar el fuego antes de que arrase los alrededores. - comentó, dirigiéndose al mago que sin dudarlo había acudido a luchar a su lado.
Otro individuo se acercó mientras el alado cambiaba de forma, con sus armas aún en ristre a pesar de que ya no quedaba nadie que pudiese plantarles cara, o eso era lo que parecía. - No ha sido nada… por lo que veo estos bandidos se buscaron demasiados enemigos con los que lidiar. - comentó la tensai, tras escuchar que el recién llegado les daba las gracias por su aparición. La casualidad los había reunido allí aquella noche, para suerte de todos, ya que el aumento de efectivos había facilitado considerablemente su misión.
Elen esbozó una leve sonrisa al escuchar a su congénere lamentando la pérdida del alcohol que ella había derramado al estampar a sus oponentes contra los barriles, pero aún era pronto para quejas, en cuanto la noticia de su hazaña llegase a Vulwufar todos serían recompensados de una u otra forma. La de cabellos cenicientos no tenía duda de ello, menos aún después del espectáculo que el mercader había montado en la entrada de la ciudad, así que solo era cuestión de tiempo, y de informar a las autoridades por supuesto. El camino hasta Lunargenta volvía a ser seguro para cuantos quisiesen recorrerlo, y gracias a su participación quizá los guardias hiciesen la vista gorda ante los incidentes que habían tenido en la última semana, olvidar seis cadáveres a cambio de una banda de ladrones muerta no parecía mal trato, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias en que se habían producido las peleas.
Antes de que pudiese dar su tarea por finalizada, unos ruidos provenientes de la zona interior del campamento llamaron la atención del guerrero que seguía blandiendo sus armas, algo estaba pasando en las tiendas. Con la firme idea de no dejar supervivientes, ya que no estaría allí para proteger la zona siempre, Elen volvió a echar mano de su electricidad y permitió que le envolviese todo el brazo de forma visible, si aún quedaba algún delincuente con vida conseguiría que lamentase no haber huido. Con Alister caminando a su lado, ya en su forma humana, la benjamina de los Calhoun avanzó hasta el origen de los ruidos a paso ligero, para encontrar que alguien más a parte de ellos había pasado por allí y de paso, se había encargado del que a todas luces debía ser el líder de aquel grupo de asaltantes.
El individuo yacía sobre un charco de sangre y sus heridas dejaban entrever que no había sido tan rápido como le hubiese gustado, tenía varias flechas clavadas en el cuerpo, aunque claramente la causa de la muerte había sido otra. ¿Tendría algo que ver con la piedra que había en su espalda? Probablemente, pero no era momento de ponerse a investigar, lo importante era que ya no volvería a molestar a nadie.
Aparte de los cadáveres solo quedaban allí dos hombres bestia, un felino y otro individuo de rasgos lobunos, pero tras ver la despreocupada reacción del espadachín al verlos, y cómo se dirigía hacia ellos, la bruja concluyó que se conocían de algo, quizá trabajasen juntos. Más relajada, la joven hizo desaparecer el flujo eléctrico que le recorría el brazo izquierdo y echó un vistazo a los extraños, frunciendo ligeramente el ceño al centrarse en el lobo. Su rostro le resultaba familiar pero no estaba segura de dónde lo había visto antes, y no era de extrañar que no lo recordase, ya que para ello su memoria tendría que retroceder varios años, a la noche en que tras caer en una trampa se vio obligada a pelear por su vida en los bajos fondos de Lunargenta.
Instantes después, y sin conseguir aún que aquel recuerdo volviese a su mente, Elen observó como la tensión se apoderaba del lugar, los ladrones estaban muertos sí, pero aún podía surgir un conflicto con respecto al botín que tenían allí almacenado. A juzgar por lo que hablaban el brujo y su compañero entre ellos tenían que recuperar ciertos objetos, las mercancías de alguna víctima lo más seguro, pero los hombres bestia también habían rebuscado ya en las tiendas, con lo que sus intereses podían chocar si llegado el caso, querían lo mismo. - Así que… ¿estáis aquí por un contrato? - preguntó, tratando de indagar un poco más acerca de las personas con las que se encontraban. ¿Eran mercenarios? ¿Cazadores de recompensas? ¿o simplemente se dedicaban a limpiar Verisar de aquella escoria?
A la espera de una respuesta, la de ojos verdes centró su atención en el cuerpo sin vida del líder bandido, a fin de cuentas necesitaba demostrar que el trabajo estaba hecho. Obviando la posibilidad de llevar su cadáver hasta Vulwufar, ya que obligarían a sus monturas a cargar un peso extra, y teniendo en cuenta que presentarse en la ciudad con una cabeza cercenada resultaría demasiado llamativo y para algunos siniestro, optó por despojarlo de la piel de lince que llevaba sobre los hombros y de un tosco colgante de hueso que tenía al cuello. - Esto debería ser suficiente… si es que alguien lo conocía. - masculló, al tiempo que hacía un ovillo con la piel manchada de sangre.
La centinela y su compañero apenas llevaban una semana en la zona y no tenían idea de si aquel hombre sería un famoso asaltante o un ladrón de tres al cuarto, pero fuera lo que fuese las autoridades ya no tendrían que preocuparse por él.
Otro individuo se acercó mientras el alado cambiaba de forma, con sus armas aún en ristre a pesar de que ya no quedaba nadie que pudiese plantarles cara, o eso era lo que parecía. - No ha sido nada… por lo que veo estos bandidos se buscaron demasiados enemigos con los que lidiar. - comentó la tensai, tras escuchar que el recién llegado les daba las gracias por su aparición. La casualidad los había reunido allí aquella noche, para suerte de todos, ya que el aumento de efectivos había facilitado considerablemente su misión.
Elen esbozó una leve sonrisa al escuchar a su congénere lamentando la pérdida del alcohol que ella había derramado al estampar a sus oponentes contra los barriles, pero aún era pronto para quejas, en cuanto la noticia de su hazaña llegase a Vulwufar todos serían recompensados de una u otra forma. La de cabellos cenicientos no tenía duda de ello, menos aún después del espectáculo que el mercader había montado en la entrada de la ciudad, así que solo era cuestión de tiempo, y de informar a las autoridades por supuesto. El camino hasta Lunargenta volvía a ser seguro para cuantos quisiesen recorrerlo, y gracias a su participación quizá los guardias hiciesen la vista gorda ante los incidentes que habían tenido en la última semana, olvidar seis cadáveres a cambio de una banda de ladrones muerta no parecía mal trato, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias en que se habían producido las peleas.
Antes de que pudiese dar su tarea por finalizada, unos ruidos provenientes de la zona interior del campamento llamaron la atención del guerrero que seguía blandiendo sus armas, algo estaba pasando en las tiendas. Con la firme idea de no dejar supervivientes, ya que no estaría allí para proteger la zona siempre, Elen volvió a echar mano de su electricidad y permitió que le envolviese todo el brazo de forma visible, si aún quedaba algún delincuente con vida conseguiría que lamentase no haber huido. Con Alister caminando a su lado, ya en su forma humana, la benjamina de los Calhoun avanzó hasta el origen de los ruidos a paso ligero, para encontrar que alguien más a parte de ellos había pasado por allí y de paso, se había encargado del que a todas luces debía ser el líder de aquel grupo de asaltantes.
El individuo yacía sobre un charco de sangre y sus heridas dejaban entrever que no había sido tan rápido como le hubiese gustado, tenía varias flechas clavadas en el cuerpo, aunque claramente la causa de la muerte había sido otra. ¿Tendría algo que ver con la piedra que había en su espalda? Probablemente, pero no era momento de ponerse a investigar, lo importante era que ya no volvería a molestar a nadie.
Aparte de los cadáveres solo quedaban allí dos hombres bestia, un felino y otro individuo de rasgos lobunos, pero tras ver la despreocupada reacción del espadachín al verlos, y cómo se dirigía hacia ellos, la bruja concluyó que se conocían de algo, quizá trabajasen juntos. Más relajada, la joven hizo desaparecer el flujo eléctrico que le recorría el brazo izquierdo y echó un vistazo a los extraños, frunciendo ligeramente el ceño al centrarse en el lobo. Su rostro le resultaba familiar pero no estaba segura de dónde lo había visto antes, y no era de extrañar que no lo recordase, ya que para ello su memoria tendría que retroceder varios años, a la noche en que tras caer en una trampa se vio obligada a pelear por su vida en los bajos fondos de Lunargenta.
Instantes después, y sin conseguir aún que aquel recuerdo volviese a su mente, Elen observó como la tensión se apoderaba del lugar, los ladrones estaban muertos sí, pero aún podía surgir un conflicto con respecto al botín que tenían allí almacenado. A juzgar por lo que hablaban el brujo y su compañero entre ellos tenían que recuperar ciertos objetos, las mercancías de alguna víctima lo más seguro, pero los hombres bestia también habían rebuscado ya en las tiendas, con lo que sus intereses podían chocar si llegado el caso, querían lo mismo. - Así que… ¿estáis aquí por un contrato? - preguntó, tratando de indagar un poco más acerca de las personas con las que se encontraban. ¿Eran mercenarios? ¿Cazadores de recompensas? ¿o simplemente se dedicaban a limpiar Verisar de aquella escoria?
A la espera de una respuesta, la de ojos verdes centró su atención en el cuerpo sin vida del líder bandido, a fin de cuentas necesitaba demostrar que el trabajo estaba hecho. Obviando la posibilidad de llevar su cadáver hasta Vulwufar, ya que obligarían a sus monturas a cargar un peso extra, y teniendo en cuenta que presentarse en la ciudad con una cabeza cercenada resultaría demasiado llamativo y para algunos siniestro, optó por despojarlo de la piel de lince que llevaba sobre los hombros y de un tosco colgante de hueso que tenía al cuello. - Esto debería ser suficiente… si es que alguien lo conocía. - masculló, al tiempo que hacía un ovillo con la piel manchada de sangre.
La centinela y su compañero apenas llevaban una semana en la zona y no tenían idea de si aquel hombre sería un famoso asaltante o un ladrón de tres al cuarto, pero fuera lo que fuese las autoridades ya no tendrían que preocuparse por él.
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Seguían vivos, después de todo. Intercambié una mirada con Syl. No importaba. Habían hecho su trabajo. Mientras no intentase interponerse, no tendría motivos para hacer nada drástico.
Lamentablemente, existia la posibilidad de un conflicto de intereses. El gato recargó su ballesta, aun sin apuntar a nadie. El lenguaje corporal de cada uno indicaba lo mismo. Aparente tranquilidad, y precaución. Miré fijamente al brujo mientras enumeraba lo que tenian que devolver. Arqueé una ceja.
-¿Os han pagado para devolver comida?- pregunté, incrédulo. ¿Cuanto valor podía tener todo eso? ¿Cien? ¿Doscientos aeros? Y se habían lanzado... tres contra veinte. Por comida. Suspiré, negando con la cabeza. Tampoco podía juzgarlos demasiado, supuse. Yo mismo había arriesgado mi vida por menos. Al menos, cuando era joven.
Aun así, diez aeros por muerte era una suma insultante. Y a repartir entre tres. No, tenian que haberles pagado más. Probablemente debido al ego de una victima. Era algo que veía mucho con nobles: pierdes algo, envias gente, y con ello pierdes más dinero del que ganas. Pero al menos le das una paliza al que te ha robado. Miré a los cadáveres por encima del hombro. Aquello no valía la pena.
-Llevaos lo que querais. Ya tenemos nuestra parte.- dije distraidamente. Había algo más importante. La luz eléctrica que venía de esa mujer... el olor de la bruja se hacía más fuerte. Me dedicó una larga mirada. Si había algún rastro de sonrisa o broma en mi cara, desapareció por completo. -Nosotros dos no. No somos mercenarios.- dije, observando como saqueaba el cadáver de un muerto que no era el suyo.
-Asher...- murmuró mi compañero. -Es...- Sabía lo que iba a decir. Yo también lo había visto. Asentí ligeramente, y estiré los dedos de mi mano libre. Noté como el pecho me vibraba ligeramente de la anticipación. ¿Que clase de coincidencia era aquella?
Ninguna. Las coincidencias no ocurrían de esa forma. Esbocé una sonrisa sarcástica.
-Pelo gris, ojos verdes... y electricidad. Debe ser dificil pasar desapercibido con todos esos rasgos, ¿verdad, Elen Calhoun?- Una heroina en Beltrexus... y una traidora en Lunargenta. La salvadora de Siegfried. Avistada en Vulwulfar esa misma mañana, dejando dos cadáveres tras de sí. O al menos, eso decían los comerciantes. Debía haber más versiones de esa historia. Pero aquello no importaba tanto. -Parece que tu cabeza vale más que la mía. La de cosas que hay que hacer para ganarse una buena cifra, ¿eh?-
Tenía que ser muy odiada por mucha gente. Después de todo, había afectado más al pueblo llano que a la nobleza.
-Honestamente, no se me ocurre que motivos debes haber tenido para salvar a un rey tan cobarde e incompetente como Siegfried.- sonreí. -Alguien capaz de dejar que su ciudad caiga... ante vampiros, sobre todo, solo para evitar un poco de tos.- ladeé la cabeza, mirando de reojo tanto a ella como a su compañero. -Debe haber sido duro llevarlo a cabo. ¿Eh, Calhoun? No, espera...- me corregí. -Lady Calhoun. Debe haberte dado un título después de eso. Una buena insignia para demostrar lo obediente que eres. Claro que...-
Saqué esa vieja medalla de uno de los bolsillos. No me había molestado lo más mínimo en cuidar de ella: había quedado algo oxidada, pero tenía sus usos.
-...yo también tengo una. ¿Ves?- pregunté, esbozando una sonrisa falsa. -Todos aquí somos gente buena y definitivamente leal al rey. Sin duda.- mentí. -Bueno, de todas formas... evitaste que los brujos se infectasen. Beltrexus no arde. Supongo que eso sirve de consuelo.- dije, encogiéndome de hombros. Era consciente de lo vulnerables que podían ser ante enfermedades. Su complexión era aún más débil que la de los humanos, después de todo. -Aunque, tampoco te equivoques, Lady Calhoun. El rey ya no existe. Daba igual el que hubiese muerto en el puerto o no. No volverá a tocar Lunargenta.- declaré. No había guardado mi espada en ningún momento. Aunque no estaba en guardia, no tenía intención de hacerlo.
-La gente lo detesta. Mucho más que antes. Si intenta volver a colocarse como rey...- intervino Syl. Le guiñé un ojo. Lo había entendido perfectamente.
-Se levantarán. Honestamente, me gustaría verlo. Alguien que le da la espalda a su gente no merece estar por encima de ellos.- declaré. Examiné a Brillo, aparentando no prestar demasiada atención. Sujeté el anillo de la empuñadura. La hoja de la espada empezó a emitir un brillo ligero, teñido de rojo por la sangre que la empapaba. -¿No crees, Lady?-
Me mentiría a mi mismo si dijese que no tenía ganas de pelear. Pelo Esfinge me había dejado con ganas de un oponente de mayor calibre. Pero no iba a ser el primero en atacar. Sentía mucha curiosidad por aquella persona, después de todo.
Lamentablemente, existia la posibilidad de un conflicto de intereses. El gato recargó su ballesta, aun sin apuntar a nadie. El lenguaje corporal de cada uno indicaba lo mismo. Aparente tranquilidad, y precaución. Miré fijamente al brujo mientras enumeraba lo que tenian que devolver. Arqueé una ceja.
-¿Os han pagado para devolver comida?- pregunté, incrédulo. ¿Cuanto valor podía tener todo eso? ¿Cien? ¿Doscientos aeros? Y se habían lanzado... tres contra veinte. Por comida. Suspiré, negando con la cabeza. Tampoco podía juzgarlos demasiado, supuse. Yo mismo había arriesgado mi vida por menos. Al menos, cuando era joven.
Aun así, diez aeros por muerte era una suma insultante. Y a repartir entre tres. No, tenian que haberles pagado más. Probablemente debido al ego de una victima. Era algo que veía mucho con nobles: pierdes algo, envias gente, y con ello pierdes más dinero del que ganas. Pero al menos le das una paliza al que te ha robado. Miré a los cadáveres por encima del hombro. Aquello no valía la pena.
-Llevaos lo que querais. Ya tenemos nuestra parte.- dije distraidamente. Había algo más importante. La luz eléctrica que venía de esa mujer... el olor de la bruja se hacía más fuerte. Me dedicó una larga mirada. Si había algún rastro de sonrisa o broma en mi cara, desapareció por completo. -Nosotros dos no. No somos mercenarios.- dije, observando como saqueaba el cadáver de un muerto que no era el suyo.
-Asher...- murmuró mi compañero. -Es...- Sabía lo que iba a decir. Yo también lo había visto. Asentí ligeramente, y estiré los dedos de mi mano libre. Noté como el pecho me vibraba ligeramente de la anticipación. ¿Que clase de coincidencia era aquella?
Ninguna. Las coincidencias no ocurrían de esa forma. Esbocé una sonrisa sarcástica.
-Pelo gris, ojos verdes... y electricidad. Debe ser dificil pasar desapercibido con todos esos rasgos, ¿verdad, Elen Calhoun?- Una heroina en Beltrexus... y una traidora en Lunargenta. La salvadora de Siegfried. Avistada en Vulwulfar esa misma mañana, dejando dos cadáveres tras de sí. O al menos, eso decían los comerciantes. Debía haber más versiones de esa historia. Pero aquello no importaba tanto. -Parece que tu cabeza vale más que la mía. La de cosas que hay que hacer para ganarse una buena cifra, ¿eh?-
Tenía que ser muy odiada por mucha gente. Después de todo, había afectado más al pueblo llano que a la nobleza.
-Honestamente, no se me ocurre que motivos debes haber tenido para salvar a un rey tan cobarde e incompetente como Siegfried.- sonreí. -Alguien capaz de dejar que su ciudad caiga... ante vampiros, sobre todo, solo para evitar un poco de tos.- ladeé la cabeza, mirando de reojo tanto a ella como a su compañero. -Debe haber sido duro llevarlo a cabo. ¿Eh, Calhoun? No, espera...- me corregí. -Lady Calhoun. Debe haberte dado un título después de eso. Una buena insignia para demostrar lo obediente que eres. Claro que...-
Saqué esa vieja medalla de uno de los bolsillos. No me había molestado lo más mínimo en cuidar de ella: había quedado algo oxidada, pero tenía sus usos.
-...yo también tengo una. ¿Ves?- pregunté, esbozando una sonrisa falsa. -Todos aquí somos gente buena y definitivamente leal al rey. Sin duda.- mentí. -Bueno, de todas formas... evitaste que los brujos se infectasen. Beltrexus no arde. Supongo que eso sirve de consuelo.- dije, encogiéndome de hombros. Era consciente de lo vulnerables que podían ser ante enfermedades. Su complexión era aún más débil que la de los humanos, después de todo. -Aunque, tampoco te equivoques, Lady Calhoun. El rey ya no existe. Daba igual el que hubiese muerto en el puerto o no. No volverá a tocar Lunargenta.- declaré. No había guardado mi espada en ningún momento. Aunque no estaba en guardia, no tenía intención de hacerlo.
-La gente lo detesta. Mucho más que antes. Si intenta volver a colocarse como rey...- intervino Syl. Le guiñé un ojo. Lo había entendido perfectamente.
-Se levantarán. Honestamente, me gustaría verlo. Alguien que le da la espalda a su gente no merece estar por encima de ellos.- declaré. Examiné a Brillo, aparentando no prestar demasiada atención. Sujeté el anillo de la empuñadura. La hoja de la espada empezó a emitir un brillo ligero, teñido de rojo por la sangre que la empapaba. -¿No crees, Lady?-
Me mentiría a mi mismo si dijese que no tenía ganas de pelear. Pelo Esfinge me había dejado con ganas de un oponente de mayor calibre. Pero no iba a ser el primero en atacar. Sentía mucha curiosidad por aquella persona, después de todo.
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Usado objeto: Medalla al heroísmo (tenia que aprovecharlo alguna vez...)
Usado objeto: Sortija encantada por la luna (Potenciar)
Me disculparía por lo capullo que es Asher. Pero estaría mintiendo, es demasiado divertido.
Asher Daregan
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Alister se arrepintió de su cambio de forma en cuanto el interés del par de hombres bestia se centró en su compañera, y casi por instinto retrocedió un par de pasos para volver a transformarse de forma preventiva, aunque quizá no hubiesen visto de lo que era capaz. La hechicera cruzó una mirada con el alado mientras el lobo hablaba, instándolo a mantener la calma ya que no le interesaba tener más peleas aquel día. - En mi caso solo una, parece que los habitantes de Lunargenta han olvidado muy rápido todo lo que he hecho por ellos en los últimos años. - respondió la joven, trayendo a su mente la noche en que había combatido a Mortagglia y su hermandad de vampiros, protegiendo a las víctimas que habían reunido para sacrificar en una de las plazas.
A aquello podía sumar su participación en la retoma de Terpoli y la vez que acudió a Roilkat para combatir a los Nórgedos, junto con un montón de hazañas más pequeñas, pero lo único que pensaban ahora de ella era que los había traicionado, y todo por evitar que la enferma multitud subiese a bordo del único barco que quedaba en el puerto. Mientras el hombre bestia seguía hablando y criticando su actuación al proteger a un rey cobarde que abandonó su ciudad para ponerse a salvo, Elen no le quitó ojo de encima ni a él ni a su compañero felino, expectante ante lo que pudiesen hacer a continuación. ¿Serían otros cazarrecompensas oportunistas que buscaban dinero y habían visto la luz al encontrarse con ella o simplemente seguían con ganas de luchar?
Por cómo sujetaba su espada el lobo parecía dispuesto a entrar en combate nuevamente y eso hizo gruñir a Alister, que ya en su forma bestial se situó al lado de la tensai, colocando su cola cubierta de espinas en el suelo alrededor de los pies de la bruja y abriendo ligeramente las alas para parecer algo más grande de lo que era. Su vientre se había tornado de un brillante color anaranjado, hecho que daba a entender que estaba preparado para escupir otra de sus llamaradas, pero Elen lo tranquilizó con un gesto de la mano, aunque las alargadas pupilas del reptil no se apartarían ni por un instante del par de bestias.
- ¿Te gustaría ver cómo la guardia del rey y los ciudadanos se matan unos a otros por ver quién ocupará el trono? - preguntó, pero no daría tiempo a su interlocutor para intervenir, ahora le tocaba a ella. - Yo sé lo que pasaría, la sangre teñiría las calles, sería una masacre y al final se impondría la guardia gracias a su preparación, pero con un alto costo de vidas. - continuó, cruzándose de brazos mientras lo miraba fijamente. - Ahora te recuerdo… si, esa voz y ese carácter, no hay duda, tú estuviste en las catacumbas aquella noche. - dijo tras unos instantes, finalmente se había acordado del motivo por el cual su rostro le sonaba familiar. - Ha pasado mucho tiempo desde entonces, quizá no lo recuerdes pero una vez estuvimos del mismo bando. - prosiguió la de cabellos cenicientos, aunque no le importaba si el lobo la reconocía o no.
- ¿Sois otro par de cazarrecompensas como los que he tenido que matar esta semana? Si venís a por mi cabeza decidlo, porque la verdad es que comienza a ser pesado. - soltó, admitiendo que en algo tenía razón aquel hombre, en que no le resultaba fácil pasar desapercibida. - Es irónico que después de tanto tiempo protegiendo la ciudad me haya ganado el título de traidora por una simple decisión, quizá tendría que haberme quedado a un lado cuando la Hermandad desató el pánico en las calles, quemando edificios y reuniendo humanos para sacrificarlos, o quizá cuando los nigromantes tomaron Terpoli, podría haberme quedado en casa tranquilamente y pensar que no iba conmigo la cosa… pero no fue así, y como esas tengo muchas más, pero ahora no valen nada. - la expresión de Elen demostraba hastío y desaprobación al tener que enumerar aquellos acontecimientos.
- Desagradecidos. - espetó, al tiempo que cambiaba de postura para llevar una mano a su bolsa de cuero. - Sí, el rey me entregó una bonita medalla por lo que hice pero no te equivoques, ¿crees que me interpuse entre la multitud y el barco solo por él? Lo hice por mi pueblo, para que la pandemia no llegase a las islas y acabase con mi hogar igual que había hecho con otros lugares. - se explicó, mientras sostenía el presente que Siegfried le había entregado por protegerlo, una medalla diferente a la que había mostrado el lobo. - Pudiendo evitarlo ¿habrías permitido que la muerte llegase a los tuyos en mi situación? - preguntó, aunque no estaba segura de que los hombres bestia tuviesen un territorio propio en Aerandir, un sitio al que poder llamar hogar.
Elen quedó a la espera de la respuesta del hombre bestia, no quería luchar pero lo haría si resultaba necesario, y para obtener ventaja mantenía en su mano la medalla que el rey le había entregado, una capaz de transportar a quien la sostenía. Alister estaba listo para entrar en acción pero ella no quería derramar más sangre aquel día, si los hombres bestia intentaban atacarlos actuaría rápido para acabar con la pelea y hacerles entrar en razón.
Off: Elen sostiene su medalla real del evento del rey, pero no la utilizará a menos que la obliguen a pelear. El cambio de orden de posteo lo ha propuesto Alward para escuchar a ambas partes antes de posicionarse, ahora le toca a él.
A aquello podía sumar su participación en la retoma de Terpoli y la vez que acudió a Roilkat para combatir a los Nórgedos, junto con un montón de hazañas más pequeñas, pero lo único que pensaban ahora de ella era que los había traicionado, y todo por evitar que la enferma multitud subiese a bordo del único barco que quedaba en el puerto. Mientras el hombre bestia seguía hablando y criticando su actuación al proteger a un rey cobarde que abandonó su ciudad para ponerse a salvo, Elen no le quitó ojo de encima ni a él ni a su compañero felino, expectante ante lo que pudiesen hacer a continuación. ¿Serían otros cazarrecompensas oportunistas que buscaban dinero y habían visto la luz al encontrarse con ella o simplemente seguían con ganas de luchar?
Por cómo sujetaba su espada el lobo parecía dispuesto a entrar en combate nuevamente y eso hizo gruñir a Alister, que ya en su forma bestial se situó al lado de la tensai, colocando su cola cubierta de espinas en el suelo alrededor de los pies de la bruja y abriendo ligeramente las alas para parecer algo más grande de lo que era. Su vientre se había tornado de un brillante color anaranjado, hecho que daba a entender que estaba preparado para escupir otra de sus llamaradas, pero Elen lo tranquilizó con un gesto de la mano, aunque las alargadas pupilas del reptil no se apartarían ni por un instante del par de bestias.
- ¿Te gustaría ver cómo la guardia del rey y los ciudadanos se matan unos a otros por ver quién ocupará el trono? - preguntó, pero no daría tiempo a su interlocutor para intervenir, ahora le tocaba a ella. - Yo sé lo que pasaría, la sangre teñiría las calles, sería una masacre y al final se impondría la guardia gracias a su preparación, pero con un alto costo de vidas. - continuó, cruzándose de brazos mientras lo miraba fijamente. - Ahora te recuerdo… si, esa voz y ese carácter, no hay duda, tú estuviste en las catacumbas aquella noche. - dijo tras unos instantes, finalmente se había acordado del motivo por el cual su rostro le sonaba familiar. - Ha pasado mucho tiempo desde entonces, quizá no lo recuerdes pero una vez estuvimos del mismo bando. - prosiguió la de cabellos cenicientos, aunque no le importaba si el lobo la reconocía o no.
- ¿Sois otro par de cazarrecompensas como los que he tenido que matar esta semana? Si venís a por mi cabeza decidlo, porque la verdad es que comienza a ser pesado. - soltó, admitiendo que en algo tenía razón aquel hombre, en que no le resultaba fácil pasar desapercibida. - Es irónico que después de tanto tiempo protegiendo la ciudad me haya ganado el título de traidora por una simple decisión, quizá tendría que haberme quedado a un lado cuando la Hermandad desató el pánico en las calles, quemando edificios y reuniendo humanos para sacrificarlos, o quizá cuando los nigromantes tomaron Terpoli, podría haberme quedado en casa tranquilamente y pensar que no iba conmigo la cosa… pero no fue así, y como esas tengo muchas más, pero ahora no valen nada. - la expresión de Elen demostraba hastío y desaprobación al tener que enumerar aquellos acontecimientos.
- Desagradecidos. - espetó, al tiempo que cambiaba de postura para llevar una mano a su bolsa de cuero. - Sí, el rey me entregó una bonita medalla por lo que hice pero no te equivoques, ¿crees que me interpuse entre la multitud y el barco solo por él? Lo hice por mi pueblo, para que la pandemia no llegase a las islas y acabase con mi hogar igual que había hecho con otros lugares. - se explicó, mientras sostenía el presente que Siegfried le había entregado por protegerlo, una medalla diferente a la que había mostrado el lobo. - Pudiendo evitarlo ¿habrías permitido que la muerte llegase a los tuyos en mi situación? - preguntó, aunque no estaba segura de que los hombres bestia tuviesen un territorio propio en Aerandir, un sitio al que poder llamar hogar.
Elen quedó a la espera de la respuesta del hombre bestia, no quería luchar pero lo haría si resultaba necesario, y para obtener ventaja mantenía en su mano la medalla que el rey le había entregado, una capaz de transportar a quien la sostenía. Alister estaba listo para entrar en acción pero ella no quería derramar más sangre aquel día, si los hombres bestia intentaban atacarlos actuaría rápido para acabar con la pelea y hacerles entrar en razón.
Off: Elen sostiene su medalla real del evento del rey, pero no la utilizará a menos que la obliguen a pelear. El cambio de orden de posteo lo ha propuesto Alward para escuchar a ambas partes antes de posicionarse, ahora le toca a él.
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Cuando Ivens terminó de dictar el listado de cosas que debían recuperar según lo acordado en su contrato, la bruja preguntó acerca de su contrato, a lo que sin ningún problema, Alward respondió asintiendo con la cabeza.
-Somos mercenarios-Dijo con un tono seco pero aclarativo
Aún flotaba la tensión en el ambiente cuando el hombre-bestia con forma de lobo volvió a intervenir, cuestionando el objetivo de Alward y sus compañeros, aunque sin darle mucha importancia.
-Así es-Respondió tajante ante la pregunta del lobo y moviendo su mirada hacia este
El joven Sevna desvió la mirada de nuevo hacia su compañero, el cual se encontraba unos metros enfrente suya, entre la bruja y su compañero, los hombres bestias y el propio Alward. El brujo tenía una mirada y rostro que indicaban cierta incomodidad ante la situación. Solo querían cumplir con su cometido, pero parecía que no iba a ser tan fácil, al menos sin que saliesen cuestionados.
El hombre-bestia con forma de lobo lo dejó estar y les dio "permiso" para poder irse sin que ninguno de sus intereses entrasen en conflicto, al fin y al cabo parecía que no tenían el menor interés en lo que atañía a los mercenarios allí. El brujo entonces caminó hacia adelante con cautela pero firme hasta llegar a la altura de Alward.
Parecía que por casualidades del destino, tanto la bruja como los hombres-bestia se conocían, ya que ellos mismos lo dijeron. Y no tenía pinta de ser por una causa amistosa. Alward e Ivens se miraron sorprendidos por la aclaración de quién era aquella mujer; "Elen Calhoun", o al menos eso dijo el hombre-bestia, que debía de llamarse Asher, tal y como lo nombró su compañero felino. La heroína de Beltrexus que ayudó a escapar al rey de Lunargenta, el cual dejó a la ciudad a merced de cualquiera que quisiera apoderarse de ella, cosa que era del desagrado de Alward, aunque fuese leal a su tierra y al propio sistema.
Asher seguía burlándose tanto del rey como de la actuación de Elen, cosa que enfureció a Ivens, pues Beltrexus era su tierra natal.
-¡Los infectados de Lunargenta estaban condenados! ¡Hizo lo correcto para que no se extendiese aquella enfermedad! ¿Cómo siquiera te atreves a cuestionarle...--En ese momento, Alward paró de inmediato a su compañero interponiendo su mano izquierda delante suya. El rostro del mercenario de las dos espadas a su espalda reflejaba una profunda seriedad y tensión, características de aquel momento. Pocas veces el joven Sevna mostraba esa faceta. Miraba fijamente a los presentes sin apartar la vista ni un instante.
-Emm está herido, recógelo en unos arbustos, está escondido en el bosque nada más salir por la salida del este, no tiene pérdida-Desvió la mirada hacia el brujo-Id al campamento y volved con el carromato
-P-pero...-
De nuevo, Alward le cortó
-Yo os esperaré aquí y vigilaré la mercancía-Dijo bajando su brazo y volviendo a dirigir la mirada a Elen Calhoun y Asher
Ivens asintió con la cabeza y emprendió la marcha corriendo, pasando por al lado de todos los presentes. No sabía si le harían algo, pero parecían estar ensimismados en sus asuntos como para percatarse o importarle que este se fuera. En ese instante el compañero de la joven bruja se transformó de nuevo en dragón, con intención de atacar e incluso volver a disparar fuego, pero por suerte su compañera le detuvo, quién sabe la que podría haber armado al escupir su ataque allí. El hombre-bestia lopuno, el cual se seguía encontrando a la derecha del joven Sevna, agarró el arma con intención de atacar también, aunque se mantenía distante y desafiante.
Elen Calhoun entonces empezó a hablar y dar su versión y punto de vista, no parecía que tuviese muchas ganas de volver a iniciar una pelea y derramar sangre innecesariamente de nadie más, decisión que apoyaba Alward. El primer argumento que dio la bruja fue del agrado del mercenario, y pensó que era cierto. Aunque de alguna forma tendría que mediar. Por lo que había experimentado antes, aquellos presentes no eran luchadores, buscavidas o cazarrecompensas comunes, por lo que otra batalla podría dañar sus mercancías e incluso su propia integridad física.
Sin pensarlo más envainó sus armas, y al ver que habría un enfrentamiento inminente, el joven Sevna tiró de agallas y se puso entre medio de ambas partes, alzando sus brazos con las palmas extendidas, pidiendo calma. Primero desvió la mirada hacia el hombre-bestia de nombre Asher.
-¿A qué viene esta agresividad tan repentina?-Bajó los brazos-Podéis llevaros lo que queráis, en eso hemos estado de acuerdo, ¿Qué sentido tiene iniciar ahora otra pelea?-Dijo variando la mirada entre unos y otros-Es cierto que Siegfried huyó, y eso está mal, pero ella hizo algo que cualquiera hubiese hecho si su hogar estuviese en peligro. ¡Odio la reacción del rey, pero también odiaría ver una masacre sin sentido y revueltas en las calles por ningún motivo!-Calló unos segundos, de nuevo para ver como reaccionaban los presentes-Una pelea aquí no solucionaría ni el tema del rey ni Lunargenta ni muchísimo menos le daría la razón a nadie.
Alward se centró en la bruja, expresándose con total sinceridad
-Nunca te arrepientas de lo que hiciste, porque aunque muchos te crean una traidora; escuchando tu versión se puede ver que lo hiciste por el bien común de todos
El mercenario, tras acabar esa frase se volteó mirando seria y fijamente al hombre-bestia, esperando a ver cómo reaccionaba. Esperaba que al menos entrara en razón y que no tenía sentido ni convenía a nadie el tener una pelea más ahí.
Off: Bien, ahora los turnos quedarían así: Elen-Yo-Asher ^^
-Somos mercenarios-Dijo con un tono seco pero aclarativo
Aún flotaba la tensión en el ambiente cuando el hombre-bestia con forma de lobo volvió a intervenir, cuestionando el objetivo de Alward y sus compañeros, aunque sin darle mucha importancia.
-Así es-Respondió tajante ante la pregunta del lobo y moviendo su mirada hacia este
El joven Sevna desvió la mirada de nuevo hacia su compañero, el cual se encontraba unos metros enfrente suya, entre la bruja y su compañero, los hombres bestias y el propio Alward. El brujo tenía una mirada y rostro que indicaban cierta incomodidad ante la situación. Solo querían cumplir con su cometido, pero parecía que no iba a ser tan fácil, al menos sin que saliesen cuestionados.
El hombre-bestia con forma de lobo lo dejó estar y les dio "permiso" para poder irse sin que ninguno de sus intereses entrasen en conflicto, al fin y al cabo parecía que no tenían el menor interés en lo que atañía a los mercenarios allí. El brujo entonces caminó hacia adelante con cautela pero firme hasta llegar a la altura de Alward.
Parecía que por casualidades del destino, tanto la bruja como los hombres-bestia se conocían, ya que ellos mismos lo dijeron. Y no tenía pinta de ser por una causa amistosa. Alward e Ivens se miraron sorprendidos por la aclaración de quién era aquella mujer; "Elen Calhoun", o al menos eso dijo el hombre-bestia, que debía de llamarse Asher, tal y como lo nombró su compañero felino. La heroína de Beltrexus que ayudó a escapar al rey de Lunargenta, el cual dejó a la ciudad a merced de cualquiera que quisiera apoderarse de ella, cosa que era del desagrado de Alward, aunque fuese leal a su tierra y al propio sistema.
Asher seguía burlándose tanto del rey como de la actuación de Elen, cosa que enfureció a Ivens, pues Beltrexus era su tierra natal.
-¡Los infectados de Lunargenta estaban condenados! ¡Hizo lo correcto para que no se extendiese aquella enfermedad! ¿Cómo siquiera te atreves a cuestionarle...--En ese momento, Alward paró de inmediato a su compañero interponiendo su mano izquierda delante suya. El rostro del mercenario de las dos espadas a su espalda reflejaba una profunda seriedad y tensión, características de aquel momento. Pocas veces el joven Sevna mostraba esa faceta. Miraba fijamente a los presentes sin apartar la vista ni un instante.
-Emm está herido, recógelo en unos arbustos, está escondido en el bosque nada más salir por la salida del este, no tiene pérdida-Desvió la mirada hacia el brujo-Id al campamento y volved con el carromato
-P-pero...-
De nuevo, Alward le cortó
-Yo os esperaré aquí y vigilaré la mercancía-Dijo bajando su brazo y volviendo a dirigir la mirada a Elen Calhoun y Asher
Ivens asintió con la cabeza y emprendió la marcha corriendo, pasando por al lado de todos los presentes. No sabía si le harían algo, pero parecían estar ensimismados en sus asuntos como para percatarse o importarle que este se fuera. En ese instante el compañero de la joven bruja se transformó de nuevo en dragón, con intención de atacar e incluso volver a disparar fuego, pero por suerte su compañera le detuvo, quién sabe la que podría haber armado al escupir su ataque allí. El hombre-bestia lopuno, el cual se seguía encontrando a la derecha del joven Sevna, agarró el arma con intención de atacar también, aunque se mantenía distante y desafiante.
Elen Calhoun entonces empezó a hablar y dar su versión y punto de vista, no parecía que tuviese muchas ganas de volver a iniciar una pelea y derramar sangre innecesariamente de nadie más, decisión que apoyaba Alward. El primer argumento que dio la bruja fue del agrado del mercenario, y pensó que era cierto. Aunque de alguna forma tendría que mediar. Por lo que había experimentado antes, aquellos presentes no eran luchadores, buscavidas o cazarrecompensas comunes, por lo que otra batalla podría dañar sus mercancías e incluso su propia integridad física.
Sin pensarlo más envainó sus armas, y al ver que habría un enfrentamiento inminente, el joven Sevna tiró de agallas y se puso entre medio de ambas partes, alzando sus brazos con las palmas extendidas, pidiendo calma. Primero desvió la mirada hacia el hombre-bestia de nombre Asher.
-¿A qué viene esta agresividad tan repentina?-Bajó los brazos-Podéis llevaros lo que queráis, en eso hemos estado de acuerdo, ¿Qué sentido tiene iniciar ahora otra pelea?-Dijo variando la mirada entre unos y otros-Es cierto que Siegfried huyó, y eso está mal, pero ella hizo algo que cualquiera hubiese hecho si su hogar estuviese en peligro. ¡Odio la reacción del rey, pero también odiaría ver una masacre sin sentido y revueltas en las calles por ningún motivo!-Calló unos segundos, de nuevo para ver como reaccionaban los presentes-Una pelea aquí no solucionaría ni el tema del rey ni Lunargenta ni muchísimo menos le daría la razón a nadie.
Alward se centró en la bruja, expresándose con total sinceridad
-Nunca te arrepientas de lo que hiciste, porque aunque muchos te crean una traidora; escuchando tu versión se puede ver que lo hiciste por el bien común de todos
El mercenario, tras acabar esa frase se volteó mirando seria y fijamente al hombre-bestia, esperando a ver cómo reaccionaba. Esperaba que al menos entrara en razón y que no tenía sentido ni convenía a nadie el tener una pelea más ahí.
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Off: Bien, ahora los turnos quedarían así: Elen-Yo-Asher ^^
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Uno de los mercenarios decidió que sería buena idea interrumpir. Típico. Le dediqué una breve mirada antes de desviar mi atención. No era el que debía hablar, ni el que importaba en ese momento. Me moví ligeramente, colocándome delante de Syl. Si el dragón decidía escupir fuego... estaría preparado para aquello.
Sin embargo, escuché lo que Elen tenía que decir. Aquello era lo que quería, después de todo. De alguna forma, parecía conocerme. No le di mayor importancia. Para mi habría sido uno de tantos trabajos. Era difícil seguir la cuenta de todos los brujos con los que había actuado. Entorné los ojos al oír su primera defensa. Lealtad al pueblo y lealtad a la corona. Eran cosas distintas. Participar en una guerra difícilmente demostraba nada.
-Nuestra gente- intervino Syl- encontró una cura para la plaga. Y se la ofreció a los humanos... los mismos que nos exiliaron al arenal. No se acobardaron en su isla a pesar de tener los medios para ayudar.- Su tono era neutral, pero sabía lo que sentía por dentro. Y tenía que darle la razón. Bashira se había portado de una manera que nadie se esperaría en una situación como aquella. Demasiado compasiva, quizás. Pero era difícil no sentir cierta lealtad hacia ella, incluso si me había dejado de considerar a mi mismo uno de ellos.
Fui a decir algo, pero el mercenario se interpuso. Gruñí, mostrando los dientes.
-Esto no es asunto tuyo, humano.- declaré, frunciendo el ceño. -No tienes ni idea de que va esto. Ninguno de los dos la tenéis.- Aquel hombre me estaba poniendo de los nervios. El solo hecho de que intentase ser algún tipo de mediador hacía que quisiese derramar sangre en ese momento. Pero me contuve. -No estoy aquí por una recompensa, Calhoun. Esto es mucho mayor que el dinero. La guardia real... no tiene nada que hacer. No, no ganarán. Si las cosas salen bien... no durará más de tres días.- sonreí, satisfecho. Aún quedaban muchas preparaciones, pero era posible.
-No me vengas con que son unos desagradecidos, bruja. ¿Quieres ser una heroina trágica, o algo? Sabías perfectamente lo que estabas haciendo. Y aún ahora lo defiendes. No fue por el rey, fue por los brujos... o eso dices, de todas formas.- Me encogí de hombros. No tenía forma de saber si era o no verdad. Pero no había parecido molesta cuando insulté a Siegfried. Supuse que era motivo suficiente para creerla. -Da igual. Tanto si te arrepientes como si no... asume las consecuencias de tus actos. Ellos ya están muertos. Tienen motivos para guardar rencor.
Suspiré, y me relajé un poco.
-Yo no lo tengo.- dije, enfundando a Brillo. -Entiendo por qué lo hiciste. Yo también cuidaría de los míos.- Miré a Syl, algo cansado y decaído. Me sentía un poco... melancólico, incluso. Fuera como fuese, había perdido las ganas de pelear. El pardo bajó su ballesta, pero se mantuvo alerta. Asentí en silencio, agradecido, y me volvía hacia Elen.
-No te conozco muy bien, Calhoun. Pero no pareces avariciosa, débil, o cobarde. Tal vez seas digna de respeto. No te atacaré.- dije, aún pensando en su título nobiliario. ¿Era distinto en su caso? Después de todo, se lo había ganado por mérito. No por herencia ni dinero. Tal vez pudiese hacer una excepción, como la había hecho antes con cierto guardia. Restregué mis manos contra mis pantalones, y estiré mi mano derecha, dejando ver que no tenía nada que esconder. Después, la extendí, ofreciendosela a la mujer. No me arrepentía de haberme mostrado hostil o de haber cuestionado sus acciones. Al fin y al cabo, había aprendido algo. -Mi nombre es Asher.- dije seriamente.
-Deberíamos volver a la ciudad.- advirtió Syl. Lo entendía. Era posible que el ruido hubiese atraido cierta atención, después de todo. -Cuanto antes, mejor.-
-Cierto. Pero antes...- miré a la pareja. -Prefiero demostrar mi buena fe. He hecho preguntas. Sería justo responder a unas cuantas, si las tenéis. Nosotros vamos de vuelta a Vulwulfar. Podéis acompañarnos.- Luego, miré al humano. No recordaba su nombre. Se había metido donde no debía, pero sus intenciones no eran malas. -Tu también.- dije, encogiéndome de hombros.
Sin embargo, escuché lo que Elen tenía que decir. Aquello era lo que quería, después de todo. De alguna forma, parecía conocerme. No le di mayor importancia. Para mi habría sido uno de tantos trabajos. Era difícil seguir la cuenta de todos los brujos con los que había actuado. Entorné los ojos al oír su primera defensa. Lealtad al pueblo y lealtad a la corona. Eran cosas distintas. Participar en una guerra difícilmente demostraba nada.
-Nuestra gente- intervino Syl- encontró una cura para la plaga. Y se la ofreció a los humanos... los mismos que nos exiliaron al arenal. No se acobardaron en su isla a pesar de tener los medios para ayudar.- Su tono era neutral, pero sabía lo que sentía por dentro. Y tenía que darle la razón. Bashira se había portado de una manera que nadie se esperaría en una situación como aquella. Demasiado compasiva, quizás. Pero era difícil no sentir cierta lealtad hacia ella, incluso si me había dejado de considerar a mi mismo uno de ellos.
Fui a decir algo, pero el mercenario se interpuso. Gruñí, mostrando los dientes.
-Esto no es asunto tuyo, humano.- declaré, frunciendo el ceño. -No tienes ni idea de que va esto. Ninguno de los dos la tenéis.- Aquel hombre me estaba poniendo de los nervios. El solo hecho de que intentase ser algún tipo de mediador hacía que quisiese derramar sangre en ese momento. Pero me contuve. -No estoy aquí por una recompensa, Calhoun. Esto es mucho mayor que el dinero. La guardia real... no tiene nada que hacer. No, no ganarán. Si las cosas salen bien... no durará más de tres días.- sonreí, satisfecho. Aún quedaban muchas preparaciones, pero era posible.
-No me vengas con que son unos desagradecidos, bruja. ¿Quieres ser una heroina trágica, o algo? Sabías perfectamente lo que estabas haciendo. Y aún ahora lo defiendes. No fue por el rey, fue por los brujos... o eso dices, de todas formas.- Me encogí de hombros. No tenía forma de saber si era o no verdad. Pero no había parecido molesta cuando insulté a Siegfried. Supuse que era motivo suficiente para creerla. -Da igual. Tanto si te arrepientes como si no... asume las consecuencias de tus actos. Ellos ya están muertos. Tienen motivos para guardar rencor.
Suspiré, y me relajé un poco.
-Yo no lo tengo.- dije, enfundando a Brillo. -Entiendo por qué lo hiciste. Yo también cuidaría de los míos.- Miré a Syl, algo cansado y decaído. Me sentía un poco... melancólico, incluso. Fuera como fuese, había perdido las ganas de pelear. El pardo bajó su ballesta, pero se mantuvo alerta. Asentí en silencio, agradecido, y me volvía hacia Elen.
-No te conozco muy bien, Calhoun. Pero no pareces avariciosa, débil, o cobarde. Tal vez seas digna de respeto. No te atacaré.- dije, aún pensando en su título nobiliario. ¿Era distinto en su caso? Después de todo, se lo había ganado por mérito. No por herencia ni dinero. Tal vez pudiese hacer una excepción, como la había hecho antes con cierto guardia. Restregué mis manos contra mis pantalones, y estiré mi mano derecha, dejando ver que no tenía nada que esconder. Después, la extendí, ofreciendosela a la mujer. No me arrepentía de haberme mostrado hostil o de haber cuestionado sus acciones. Al fin y al cabo, había aprendido algo. -Mi nombre es Asher.- dije seriamente.
-Deberíamos volver a la ciudad.- advirtió Syl. Lo entendía. Era posible que el ruido hubiese atraido cierta atención, después de todo. -Cuanto antes, mejor.-
-Cierto. Pero antes...- miré a la pareja. -Prefiero demostrar mi buena fe. He hecho preguntas. Sería justo responder a unas cuantas, si las tenéis. Nosotros vamos de vuelta a Vulwulfar. Podéis acompañarnos.- Luego, miré al humano. No recordaba su nombre. Se había metido donde no debía, pero sus intenciones no eran malas. -Tu también.- dije, encogiéndome de hombros.
Asher Daregan
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Ivens no tardó en intervenir para posicionarse de su lado, demostrando que apoyaba su decisión de haber mantenido a los enfermos fuera del barco, algo que no sorprendió a la joven ya que compartían hogar y cualquier miembro de su raza habría hecho lo posible por mantener las islas fuera de peligro. Su compañero actuó rápidamente para detener al brujo antes de que se metiese en un problema, y tras instarlo a salir del campamento en busca de un tercero que según sus palabras estaba herido, intentó mediar entre el hombre bestia y la de cabellos cenicientos, cosa que no agradó al lobo.
Asher parecía muy seguro de lo que ocurriría si el rey regresaba a Lunargenta con intención de retomar su trono, pero en eso no estaban de acuerdo, aunque por suerte, a la centinela no le interesaba discutir sobre ello. Ya tenía bastantes problemas en mente como para preocuparse por algo que de momento no iba a pasar, así que guardó silencio y se quedó mirando a su interlocutor hasta que éste se calmó y devolvió su espada a la vaina. El número de muertos que cargaba sobre su espalda era mucho mayor de lo que aquel individuo podía imaginar y si de algo estaba segura era de que esa cantidad no haría más que aumentar con el tiempo.
Ese era un peso con el que había aprendido a vivir a lo largo de los años hasta el punto de volverse algo insensible a la hora de dar muerte a alguien, le resultaba demasiado fácil… ver como se extinguía la vida de los ojos de una persona ya no despertaba en ella sentimiento alguno. Cuando el felino bajó su ballesta los ánimos se calmaron considerablemente, pero Alister decidió no abandonar de momento su forma bestial y mantenerse alerta, no terminaba de fiarse de aquel par y después de lo que habían tenido que aguantar la última semana su comportamiento estaba totalmente justificado.
La benjamina de los Calhoun cruzó una mirada pacificadora con el dragón antes de centrar nuevamente su atención sobre el lobo, que le tendía su mano para dejar a un lado los tensos instantes en que podía haberse iniciado una nueva pelea. - Me alegro de que veamos las cosas del mismo modo, aunque solo sea en parte. - comentó mientras aceptaba su gesto, estrechándole la mano. Ambos estaban dispuestos a defender a los suyos ante el peligro y eso bastaba para evitar el conflicto así que no necesitaba más. Mientras Alister intentaba relajarse y dejaba que su vientre adoptase el tono grisáceo natural de sus escamas, el segundo hombre bestia instó a su compañero a volver a la ciudad, algo recomendable ya que el jaleo y el hedor a muerte que no tardaría en propagarse podrían atraer a visitantes indeseados.
Sin embargo, en un gesto de buena fe, Asher se ofreció a responder las posibles preguntas que tuviesen para hacerle antes de iniciar el trayecto de regreso a Vulwufar, al que no dudó en invitarlos. - Si no sois mercenarios ¿qué os trae por aquí? - preguntó la joven, mientras sujetaba la piel que había arrebatado al líder bandido. - ¿Venís de Lunargenta? Como podrás imaginar no puedo dejarme ver por allí pero me interesaría saber cómo está la situación ahora mismo. - continuó, bajo la atenta mirada del alado. - Nuestros caballos no están lejos, tenemos que informar a las autoridades de la erradicación de esta problemática banda de ladrones así que compartiremos el camino con vosotros hasta Vulwufar. - anunció, al tiempo que extraía un trozo de cordel de su bolsa para atar la piel y que ocupase lo menos posible.
- Has mencionado que uno de los tuyos está herido, soy alquimista, podría echarle un vistazo antes de partir. - dijo, ésta vez girándose hacia el espadachín. Era lo menos que podía hacer después de que Ivens intentase defenderla y de que él mismo decidiese mediar para evitar un nuevo derramamiento de sangre. Elen devolvió la medalla del rey Siegfried al interior de su bolsa y esperó las respuestas de ambos, dispuesta a atender al compañero del guerrero si éste se lo permitía. No llevaba mucho consigo pero siempre cargaba con los productos básicos para tratar heridas en combate, y teniendo en cuenta que contaban con varias monturas no sería complicado trasladar al arquero hasta la ciudad, donde sin duda podría ofrecerle una atención mucho mejor.
Asher parecía muy seguro de lo que ocurriría si el rey regresaba a Lunargenta con intención de retomar su trono, pero en eso no estaban de acuerdo, aunque por suerte, a la centinela no le interesaba discutir sobre ello. Ya tenía bastantes problemas en mente como para preocuparse por algo que de momento no iba a pasar, así que guardó silencio y se quedó mirando a su interlocutor hasta que éste se calmó y devolvió su espada a la vaina. El número de muertos que cargaba sobre su espalda era mucho mayor de lo que aquel individuo podía imaginar y si de algo estaba segura era de que esa cantidad no haría más que aumentar con el tiempo.
Ese era un peso con el que había aprendido a vivir a lo largo de los años hasta el punto de volverse algo insensible a la hora de dar muerte a alguien, le resultaba demasiado fácil… ver como se extinguía la vida de los ojos de una persona ya no despertaba en ella sentimiento alguno. Cuando el felino bajó su ballesta los ánimos se calmaron considerablemente, pero Alister decidió no abandonar de momento su forma bestial y mantenerse alerta, no terminaba de fiarse de aquel par y después de lo que habían tenido que aguantar la última semana su comportamiento estaba totalmente justificado.
La benjamina de los Calhoun cruzó una mirada pacificadora con el dragón antes de centrar nuevamente su atención sobre el lobo, que le tendía su mano para dejar a un lado los tensos instantes en que podía haberse iniciado una nueva pelea. - Me alegro de que veamos las cosas del mismo modo, aunque solo sea en parte. - comentó mientras aceptaba su gesto, estrechándole la mano. Ambos estaban dispuestos a defender a los suyos ante el peligro y eso bastaba para evitar el conflicto así que no necesitaba más. Mientras Alister intentaba relajarse y dejaba que su vientre adoptase el tono grisáceo natural de sus escamas, el segundo hombre bestia instó a su compañero a volver a la ciudad, algo recomendable ya que el jaleo y el hedor a muerte que no tardaría en propagarse podrían atraer a visitantes indeseados.
Sin embargo, en un gesto de buena fe, Asher se ofreció a responder las posibles preguntas que tuviesen para hacerle antes de iniciar el trayecto de regreso a Vulwufar, al que no dudó en invitarlos. - Si no sois mercenarios ¿qué os trae por aquí? - preguntó la joven, mientras sujetaba la piel que había arrebatado al líder bandido. - ¿Venís de Lunargenta? Como podrás imaginar no puedo dejarme ver por allí pero me interesaría saber cómo está la situación ahora mismo. - continuó, bajo la atenta mirada del alado. - Nuestros caballos no están lejos, tenemos que informar a las autoridades de la erradicación de esta problemática banda de ladrones así que compartiremos el camino con vosotros hasta Vulwufar. - anunció, al tiempo que extraía un trozo de cordel de su bolsa para atar la piel y que ocupase lo menos posible.
- Has mencionado que uno de los tuyos está herido, soy alquimista, podría echarle un vistazo antes de partir. - dijo, ésta vez girándose hacia el espadachín. Era lo menos que podía hacer después de que Ivens intentase defenderla y de que él mismo decidiese mediar para evitar un nuevo derramamiento de sangre. Elen devolvió la medalla del rey Siegfried al interior de su bolsa y esperó las respuestas de ambos, dispuesta a atender al compañero del guerrero si éste se lo permitía. No llevaba mucho consigo pero siempre cargaba con los productos básicos para tratar heridas en combate, y teniendo en cuenta que contaban con varias monturas no sería complicado trasladar al arquero hasta la ciudad, donde sin duda podría ofrecerle una atención mucho mejor.
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Aquel intento de actuación contra el derramamiento de sangre no pareció agradar mucho al lobo, pero ciertamente no podía dejar que hubiese allí un enfrentamiento de nuevo y, como se había demostrado anteriormente, más o igual de destructivo del ya sucedido. Bajo la mirada de desdén del lobo, Alward no hizo otra cosa que mantenerle la suya con un porte serio, hasta que finalmente optó por dialogar con la bruja. En ese momento el joven Sevna se apartó un poco y se relajó.
Por suerte, la situación se calmó del todo, fundiéndose ambos protagonistas de la "disputa" en un respetuoso apretón de manos bajo la mirada del gato, el dragón y el propio Alward. Cosa que este último agradeció al saber que la mercancía que debía recuperar se mantendría a salvo. Sin entrar en la esta, el mercenario se cruzó de brazos y observó con atención la distendida charla con un rostro relajado, aunque no dejaba de preguntarse el por qué de aquella repentina disputa.
Asher, el hombre-bestia, o al menos así confirmó que se hacía llamar, invitó al joven Sevna a que les acompañara a la ciudad de Vulwufar
-No vendría mal un descanso en la ciudad antes de partir a Lunargenta, ya que está más cerca y tengo a un compañero herido-Dijo llevándose ambas manos arqueadas hacia la cintura
Tras escuchar eso, la mujer de cabellos blanquecinos se ofreció para ayudar a su amigo herido
-Se lo agradecería, Lady Calhoun, pero no quisiera causar molestias...-Calló un segundo y desvió la mirada hacia la entrada sur del campamento, la cual estaba totalmente destruida acompañada de unos pocos cadáveres que se extendían hacia la entrada oeste. Luego desvió su mirada hacia la entrada este, la cual estaba carbonizada pero ya con el fuego apagado. Ivens antes de irse se había encargado de apagarlo después de todo. De nuevo, desvió su mirada hacia la entrada sur-Mi compañero Ivens habrá ya recogido a mi otro compañero; Emmanuel, y ambos estarán de camino hacia nuestro campamento... Podríamos cogerlos, pues de aquí a nuestro campamento hay una media hora, y Emm está herido...-Dijo en voz alta haciendo sus propias cábalas. Acto seguido desvió su mirada hacia las tiendas que contenían el botín robado por los bandidos-También está el encargo...-Dijo indeciso-Deberíamos de haber traído con nosotros el carromato, no lo habíamos pensado-Dijo llevándose una mano tras la cabeza en señal de vergüenza mirando a todos los presentes con una sonrisilla nerviosa y falsa
Off: Mi personaje ahora se dirigirá a buscar a sus compañeros, doy permiso para moverlo y que os acompañe en el caso de que queráis ayudarle
Por suerte, la situación se calmó del todo, fundiéndose ambos protagonistas de la "disputa" en un respetuoso apretón de manos bajo la mirada del gato, el dragón y el propio Alward. Cosa que este último agradeció al saber que la mercancía que debía recuperar se mantendría a salvo. Sin entrar en la esta, el mercenario se cruzó de brazos y observó con atención la distendida charla con un rostro relajado, aunque no dejaba de preguntarse el por qué de aquella repentina disputa.
Asher, el hombre-bestia, o al menos así confirmó que se hacía llamar, invitó al joven Sevna a que les acompañara a la ciudad de Vulwufar
-No vendría mal un descanso en la ciudad antes de partir a Lunargenta, ya que está más cerca y tengo a un compañero herido-Dijo llevándose ambas manos arqueadas hacia la cintura
Tras escuchar eso, la mujer de cabellos blanquecinos se ofreció para ayudar a su amigo herido
-Se lo agradecería, Lady Calhoun, pero no quisiera causar molestias...-Calló un segundo y desvió la mirada hacia la entrada sur del campamento, la cual estaba totalmente destruida acompañada de unos pocos cadáveres que se extendían hacia la entrada oeste. Luego desvió su mirada hacia la entrada este, la cual estaba carbonizada pero ya con el fuego apagado. Ivens antes de irse se había encargado de apagarlo después de todo. De nuevo, desvió su mirada hacia la entrada sur-Mi compañero Ivens habrá ya recogido a mi otro compañero; Emmanuel, y ambos estarán de camino hacia nuestro campamento... Podríamos cogerlos, pues de aquí a nuestro campamento hay una media hora, y Emm está herido...-Dijo en voz alta haciendo sus propias cábalas. Acto seguido desvió su mirada hacia las tiendas que contenían el botín robado por los bandidos-También está el encargo...-Dijo indeciso-Deberíamos de haber traído con nosotros el carromato, no lo habíamos pensado-Dijo llevándose una mano tras la cabeza en señal de vergüenza mirando a todos los presentes con una sonrisilla nerviosa y falsa
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Off: Mi personaje ahora se dirigirá a buscar a sus compañeros, doy permiso para moverlo y que os acompañe en el caso de que queráis ayudarle
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
-¿Tan dificil es creer que hemos venido a hacer una buena obra?- sonreí. -Veníamos a... rescatar algunas cosas. Sabes eso que dicen: "Quien roba a un ladrón..."- dije, estirándome. ¿Que hora era? ¿Se me había olvidado cenar? Sacudí la cabeza. -No he pisado Lunargenta en un tiempo. Lo último que he oido... fue que los "Cazadores de Vampiros" no estaban haciendo su trabajo.- declaré amargamente.
Apenas habían pasado unos dias antes de que me hubiese encontrado con la que se hacía llamar Huracán. No fue hasta unos días después que descubrí quien era realmente. En su momento, había pensado que era simplemente algún tipo de cazadora de animales exóticos o bestias problematicas. "Maestra Cazadora", o algo así. Pero después de encontrarme con Bracknell... no fue dificil sumar dos y dos. Alguien con ese título, aquella actitud y aquellos artilugios... debía venir de la nobleza.
Si hubiese sabido eso en su momento, las cosas habrían sido muy diferentes. Pero daba igual. Encontraría el momento.
-De todas formas, no creo que nadie contase con ellos. Alguien que se esconde en un palacio dificlmente va a salir a arreglar nada.- resoplé.
Antes de partir, Elen decidió ofrecerse a curar al compañero del mercenario. Ladeé la cabeza, sorprendido. ¿Le importaba de verdad? Curioso. Definitivamente, conmigo no era el caso. Sin embargo, el lugar nos pillaba de camino, por lo que no había motivo real para negarnos. Nuevamente, me encogí de hombros y comencé la marcha.
-Somos Nómadas.- dije, recordando la pregunta anterior de Elen. -Simplemente, gente que va a cambiar las cosas a mejor. Gente que les da un hogar a quienes no encajan. Una familia.- expliqué. -No creo que sea un problema para vosotros, pero hay muchos que necesitan algo así. Un sitio sin corrupción.-
El bosque estaba callado. Tranquilo, incluso, con tan solo el sonido de nuestros pasos y los grillos. Incluso con tanta muerte detrás, había calma.
-También fuimos parte del pueblo de las arenas. Vosotros los llamaríais Nórgedos.- dijo Syl. -Aún seguimos las mismas ideas.-
Tenía razón. Después de todo, la única diferencia era que nosotros habíamos salido del arenal. Pero seguíamos siendo gente de todo tipo. Todos aquellos repudiados. Todos los que querían un hogar hecho de gente, no de piedra o madera.
No tardamos en llegar al campamento mercenario de nuevo. Bostecé tranquilamente, sin prestar mucha atención a aquellos mercenarios. Era plenamente consciente de la pasta sanadora de mi bolsillo. Probablemente más que suficiente para curar algo serio. Pero era mejor usarla cuando valiese la pena.
-Un plan sin fisuras, ¿eh, verduleros?- sonreí, burlón. Aquel término era deliciosamente apropiado. Tenía que usarlo más a menudo.
Apenas habían pasado unos dias antes de que me hubiese encontrado con la que se hacía llamar Huracán. No fue hasta unos días después que descubrí quien era realmente. En su momento, había pensado que era simplemente algún tipo de cazadora de animales exóticos o bestias problematicas. "Maestra Cazadora", o algo así. Pero después de encontrarme con Bracknell... no fue dificil sumar dos y dos. Alguien con ese título, aquella actitud y aquellos artilugios... debía venir de la nobleza.
Si hubiese sabido eso en su momento, las cosas habrían sido muy diferentes. Pero daba igual. Encontraría el momento.
-De todas formas, no creo que nadie contase con ellos. Alguien que se esconde en un palacio dificlmente va a salir a arreglar nada.- resoplé.
Antes de partir, Elen decidió ofrecerse a curar al compañero del mercenario. Ladeé la cabeza, sorprendido. ¿Le importaba de verdad? Curioso. Definitivamente, conmigo no era el caso. Sin embargo, el lugar nos pillaba de camino, por lo que no había motivo real para negarnos. Nuevamente, me encogí de hombros y comencé la marcha.
-Somos Nómadas.- dije, recordando la pregunta anterior de Elen. -Simplemente, gente que va a cambiar las cosas a mejor. Gente que les da un hogar a quienes no encajan. Una familia.- expliqué. -No creo que sea un problema para vosotros, pero hay muchos que necesitan algo así. Un sitio sin corrupción.-
El bosque estaba callado. Tranquilo, incluso, con tan solo el sonido de nuestros pasos y los grillos. Incluso con tanta muerte detrás, había calma.
-También fuimos parte del pueblo de las arenas. Vosotros los llamaríais Nórgedos.- dijo Syl. -Aún seguimos las mismas ideas.-
Tenía razón. Después de todo, la única diferencia era que nosotros habíamos salido del arenal. Pero seguíamos siendo gente de todo tipo. Todos aquellos repudiados. Todos los que querían un hogar hecho de gente, no de piedra o madera.
No tardamos en llegar al campamento mercenario de nuevo. Bostecé tranquilamente, sin prestar mucha atención a aquellos mercenarios. Era plenamente consciente de la pasta sanadora de mi bolsillo. Probablemente más que suficiente para curar algo serio. Pero era mejor usarla cuando valiese la pena.
-Un plan sin fisuras, ¿eh, verduleros?- sonreí, burlón. Aquel término era deliciosamente apropiado. Tenía que usarlo más a menudo.
Asher Daregan
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
La respuesta de Asher no fue la que esperaba, sabía que la ciudad estaba bajo el dominio de los vampiros pero le resultaba complicado creer que el gremio de cazadores había optado por quedarse de brazos cruzados ante tal situación. Quizá los trágicos acontecimientos y la pérdida de dos de las suyas les hubiesen causado mucho más daño del que esperaba, ya que se suponía que tras la batalla contra Mortagglia y su desenlace le tocaba a los Harrowmont liderar la organización y plantar cara al enemigo que ocupaba Lunargenta, pero al parecer no estaban cumpliendo con su deber. Haciendo lo posible por apartar de su mente los recuerdos que tenía de aquella noche, Elen siguió escuchando sin interrumpir al lobo, al menos hasta que éste decidió iniciar la marcha hacia el campamento de los mercenarios, que les quedaba de camino a Vulwufar.
El espadachín había aceptado su ofrecimiento así que no había tiempo que perder, debían alcanzar al mago y al herido para tratarlo antes de proseguir su camino, aunque eso no resolvía todo, aún quedaba pendiente el tema del contrato que había llevado allí al grupo de mercenarios. Sin una carreta para transportar las mercancías tendrían que improvisar algo antes de abandonar el campamento, ya que no pasaría mucho antes de que otros se interesasen por la zona y lo que había pasado allí. - ¿Puedes traer los caballos? - preguntó la joven, girándose levemente hacia el dragón, que asintió con la cabeza y alzó el vuelo. Por suerte sus monturas no estaban lejos así que no le llevó mucho llegar a ellas y dirigirlas hacia las tiendas, aunque eso lo obligó a adoptar su forma humana para no poner nerviosos al par de animales.
Limitados, ya que no podían ni querían sobrecargar a sus monturas, la hechicera y el cazador hicieron lo posible por reunir lo que el mercader había pedido a aquellos hombres en unas cuantas alforjas, que ataron concienzudamente a las sillas de montar. Ambos intentaron calcular aproximadamente la cantidad de peso que sus caballos estaban acostumbrados a llevar, lo demás tendrían que llevarlo a mano si querían devolverlo a su legítimo dueño. Hecho esto ambos se pusieron en marcha, mientras la de ojos verdes escucha con atención lo que Asher tenía que decir acerca de los suyos.
El lobo se definió a sí mismo como nómada y su felino acompañante completó aquellas palabras añadiendo que una vez habían pertenecido al pueblo de los Nórgedos, gente contra la cual había luchado la tensai en el pasado, pero que no tenían por qué saberlo. - Ofrecer una familia a quien no tiene nada, noble objetivo. - se permitió decir, poco antes de llegar al lugar en que aguardaban Ivens y el que por descarte debía ser Emmanuel. Elen tendió las riendas de Sombra a su compañero y se acercó al hombre nada más verlo, algo que podía resultarle extraño ya que no la conocía pero ya que llegaban junto al espadachín esperaba que no hubiese problemas.
- Deja que examine tu herida. - pidió, agachándose a su lado y buscando con la mirada la zona afectada. La tela que cubría uno de sus muslos estaba empapada en sangre así que no le costó encontrar el origen, ahora le tocaba detener la hemorragia antes de que perdiese demasiada. Un simple vistazo le bastó para saber que no era fruto de un corte sino de una flecha, proyectil que ya se había extraído él mismo antes de que llegasen. - Parece que has tenido suerte, no es grave. - indicó, para acto seguido rebuscar en su bolsa de cuero hasta dar con un par de frascos, uno de ellos considerablemente más pequeño que el otro.
Dejando momentáneamente de lado los frascos, Elen vertió algo de agua sobre el muslo del arquero para limpiar la herida antes de tratarla, luego destapó uno de los recipientes y dejó que parte de su contenido se derramase sobre el orificio, entrando también en el mismo. - Esto te aliviará el dolor, ahora aguanta… - dijo tras verter el remedio de Inhibis y Barrimorth, devolviendo el resto del mismo a su bolsa para dar unos instantes a la pócima y que empezase a hacer efecto. Una vez hecho esto destapó el otro, el más pequeño y preciado, que contenía las valiosas gotas de sustancia de rosa sangrante, un remedio realmente eficaz a la hora de cicatrizar.
El único problema que tenía, más allá de lo complicado que podía resultar a veces obtener aquel ingrediente, era que provocaba un molesto e intenso escozor, algo que Emmanuel tendría que soportar durante unos minutos si quería sanar rápido. Tras aplicarle el cicatrizante la de cabellos cenicientos esperaría a su lado hasta que pasase lo peor para vendarle y dar por terminada su labor, momento en que podrían organizarse para trasladar las mercancías del contratante a la carreta de los mercenarios y seguir todos juntos hacia Vulwufar.
El espadachín había aceptado su ofrecimiento así que no había tiempo que perder, debían alcanzar al mago y al herido para tratarlo antes de proseguir su camino, aunque eso no resolvía todo, aún quedaba pendiente el tema del contrato que había llevado allí al grupo de mercenarios. Sin una carreta para transportar las mercancías tendrían que improvisar algo antes de abandonar el campamento, ya que no pasaría mucho antes de que otros se interesasen por la zona y lo que había pasado allí. - ¿Puedes traer los caballos? - preguntó la joven, girándose levemente hacia el dragón, que asintió con la cabeza y alzó el vuelo. Por suerte sus monturas no estaban lejos así que no le llevó mucho llegar a ellas y dirigirlas hacia las tiendas, aunque eso lo obligó a adoptar su forma humana para no poner nerviosos al par de animales.
Limitados, ya que no podían ni querían sobrecargar a sus monturas, la hechicera y el cazador hicieron lo posible por reunir lo que el mercader había pedido a aquellos hombres en unas cuantas alforjas, que ataron concienzudamente a las sillas de montar. Ambos intentaron calcular aproximadamente la cantidad de peso que sus caballos estaban acostumbrados a llevar, lo demás tendrían que llevarlo a mano si querían devolverlo a su legítimo dueño. Hecho esto ambos se pusieron en marcha, mientras la de ojos verdes escucha con atención lo que Asher tenía que decir acerca de los suyos.
El lobo se definió a sí mismo como nómada y su felino acompañante completó aquellas palabras añadiendo que una vez habían pertenecido al pueblo de los Nórgedos, gente contra la cual había luchado la tensai en el pasado, pero que no tenían por qué saberlo. - Ofrecer una familia a quien no tiene nada, noble objetivo. - se permitió decir, poco antes de llegar al lugar en que aguardaban Ivens y el que por descarte debía ser Emmanuel. Elen tendió las riendas de Sombra a su compañero y se acercó al hombre nada más verlo, algo que podía resultarle extraño ya que no la conocía pero ya que llegaban junto al espadachín esperaba que no hubiese problemas.
- Deja que examine tu herida. - pidió, agachándose a su lado y buscando con la mirada la zona afectada. La tela que cubría uno de sus muslos estaba empapada en sangre así que no le costó encontrar el origen, ahora le tocaba detener la hemorragia antes de que perdiese demasiada. Un simple vistazo le bastó para saber que no era fruto de un corte sino de una flecha, proyectil que ya se había extraído él mismo antes de que llegasen. - Parece que has tenido suerte, no es grave. - indicó, para acto seguido rebuscar en su bolsa de cuero hasta dar con un par de frascos, uno de ellos considerablemente más pequeño que el otro.
Dejando momentáneamente de lado los frascos, Elen vertió algo de agua sobre el muslo del arquero para limpiar la herida antes de tratarla, luego destapó uno de los recipientes y dejó que parte de su contenido se derramase sobre el orificio, entrando también en el mismo. - Esto te aliviará el dolor, ahora aguanta… - dijo tras verter el remedio de Inhibis y Barrimorth, devolviendo el resto del mismo a su bolsa para dar unos instantes a la pócima y que empezase a hacer efecto. Una vez hecho esto destapó el otro, el más pequeño y preciado, que contenía las valiosas gotas de sustancia de rosa sangrante, un remedio realmente eficaz a la hora de cicatrizar.
El único problema que tenía, más allá de lo complicado que podía resultar a veces obtener aquel ingrediente, era que provocaba un molesto e intenso escozor, algo que Emmanuel tendría que soportar durante unos minutos si quería sanar rápido. Tras aplicarle el cicatrizante la de cabellos cenicientos esperaría a su lado hasta que pasase lo peor para vendarle y dar por terminada su labor, momento en que podrían organizarse para trasladar las mercancías del contratante a la carreta de los mercenarios y seguir todos juntos hacia Vulwufar.
Elen Calhoun
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Pusieron rumbo al campamento. Por suerte, tanto Elen y su compañero como los dos hombres-bestia aceptaron el acompañar a Alward de vuelta y, además, de llevar la mercancías en los caballos de estos primeros. Por suerte, el mercenario tan solo tendría que transportar una de las cajas que contenía verduras. El camino de vuelta sería aparentemente tranquilo, silencioso y, por las altas horas de la noche, oscuro.
En silencio observó como los demás hablaban entre sí de cosas que no llegaba a entender del todo, aunque parecía que la bruja tenía especial interés en Lunargenta.
-Yo...-Dijo intentando captar el interés de los presentes-Sobre Lunargenta, sé cómo está la cosa, ya que vivo allí-Tras aupar un poco la caja para dejar descansar unos milisegundos sus brazos y aliviarse mínimamente, siguió hablando-La cosa está mal; muchos vampiros por las calles, la guardia desbocada intentando poner orden y ley con métodos poco éticos... No hay nadie que dé verdadera seguridad y gobierne como debería... Y, por supuesto, desde el castillo nadie da señales de vida ya que está sellado a cal y canto-Bajó la mirada y entristeció el rostro-Está todo mal...
Finalmente, Ivens y Emmanuel habían llegado al campamento. Había sido un cammino muy sufrido para el arquero, que apenas podía andar. El arquero se sentó en medio del lugar y tendió su pierna herida hacia adelante, mientras el brujo iba al carromato para prepararlo y salir cuanto antes.
-¡Joder, me duele mucho!-Gritó con desesperación
-Tranquilo, recogemos a Alward y nos vamos para Lunargenta
-El camino se me va a hacer eterno...-Dijo soltando un suspiro
Mientras Ivens preparaba al caballo y se aseguraba de que todo estaba recogido, Alward, Elen, Asher y compañía aparecían por uno de los caminos que daban entrada y salida a ese claro en el bosque. Ante el comentario de Asher, el arquero esbozó una sonrisa.
-Se me pasó por alto un arquero-Dijo con un rostro encogido por el dolor
Alward soltó la caja en el suelo con algo de brusquedad, agitó sus brazos lentamente y estiró su espalda hacia atrás mientras reposaba ahora sus manos sobre la zona lumbar
-Al fin llegamos... Me iba a partir en dos-Dijo con notables signos de cansancio
-Oh, vamos, si hasta una hormiga podría llevar eso-Dijo con tono bromista. Acto seguido, miró a los demás presentes que habían llegado y frunció levemente el ceño, para luego fijar de nuevo su mirada en Alward-¿Por qué han venido?
-Ah, sí...-Dijo tomando aire-Lady Calhoun se ha ofrecido a ayudar a Emm, y dice que en Vulwufar podrán tratarlo mejor
-Hmm, tiene sentido, está más cerca
-Y ellos...-Dijo refiriéndose a Asher y su compañero-Se aburrían-Dijo en tono sarcástico entre risas
-Muchas gracias, señorita-Dijo aceptando la ayuda de la bruja
El arquero observaba con atención cómo la bruja le trataba la herida. Cuando vertió agua en su herida, apretó los dientes mientras cerraba los ojos intentando contener el escozor que eso le producía. Luego dos frascos en su herida, cosa que aumentó aún más el escozor hasta el punto de tener que desatar su contención del dolor de algún modo, así que golpeó el suelo con dureza un par de veces y agarró por acto reflejo el brazo de la bruja y lo soltó al instante.
-¡L-lo siento!
Su rostro seguía lleno de dolor, parecía que en este caso era peor el remedio que la enfermedad, pero sabía que si quería una rápida curación, lo mejor era hacerle caso a la bruja, después de todo sabría más que él de medicina, era una bruja, ¿No? Al menos eso pensaba el arquero. Elen aguantó a su lado todo el proceso del dolor. Mientras, Alward se acercó a Asher. su compañero felino y al compañero de la bruja.
-Creo que os debo una a todos, sin vuestras repentinas apariciones quién sabe lo que hubiera pasado-Dijo con un tono amistoso
-¡Yo sé lo que hubiese pasado!-Intervino-¡Este brujo habría tenido que lidiar con todos los bandidos!-Dijo señalándose a sí mismo con un tono bromista
Alward lo miró con desdén y negó con la cabeza, mientras dibujaba una repentina sonrisa en su rostro. Tras eso, volvió a dirigir su atención hacia los otros tres
-Creo que no me he presentado, soy Alward-Señaló al brujo-Él es Ivens-Y terminó por señalar al arquero-Y él es Emmanuel. Pertenecemos al grupo de mercenarios de los Stelliazos, de Lunargenta. Somos un grupo pequeño, pero nos las apañamos bien-Dijo sonriente llevándose ambas manos a la cintura
Tras acabar las presentaciones y de charlar un poco, Alward e Ivens se dispusieron a descargar y cargar la mercancía mientras Elen trataba a Emmanuel. Parecía que el encargo se retrasaría un poco más de lo previsto, lo que preocupaba a los mercenarios, pues lo que tenían que entregar eran productos perecederos que quién sabe cuántos días llevaban ya allí.
En silencio observó como los demás hablaban entre sí de cosas que no llegaba a entender del todo, aunque parecía que la bruja tenía especial interés en Lunargenta.
-Yo...-Dijo intentando captar el interés de los presentes-Sobre Lunargenta, sé cómo está la cosa, ya que vivo allí-Tras aupar un poco la caja para dejar descansar unos milisegundos sus brazos y aliviarse mínimamente, siguió hablando-La cosa está mal; muchos vampiros por las calles, la guardia desbocada intentando poner orden y ley con métodos poco éticos... No hay nadie que dé verdadera seguridad y gobierne como debería... Y, por supuesto, desde el castillo nadie da señales de vida ya que está sellado a cal y canto-Bajó la mirada y entristeció el rostro-Está todo mal...
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Finalmente, Ivens y Emmanuel habían llegado al campamento. Había sido un cammino muy sufrido para el arquero, que apenas podía andar. El arquero se sentó en medio del lugar y tendió su pierna herida hacia adelante, mientras el brujo iba al carromato para prepararlo y salir cuanto antes.
-¡Joder, me duele mucho!-Gritó con desesperación
-Tranquilo, recogemos a Alward y nos vamos para Lunargenta
-El camino se me va a hacer eterno...-Dijo soltando un suspiro
Mientras Ivens preparaba al caballo y se aseguraba de que todo estaba recogido, Alward, Elen, Asher y compañía aparecían por uno de los caminos que daban entrada y salida a ese claro en el bosque. Ante el comentario de Asher, el arquero esbozó una sonrisa.
-Se me pasó por alto un arquero-Dijo con un rostro encogido por el dolor
Alward soltó la caja en el suelo con algo de brusquedad, agitó sus brazos lentamente y estiró su espalda hacia atrás mientras reposaba ahora sus manos sobre la zona lumbar
-Al fin llegamos... Me iba a partir en dos-Dijo con notables signos de cansancio
-Oh, vamos, si hasta una hormiga podría llevar eso-Dijo con tono bromista. Acto seguido, miró a los demás presentes que habían llegado y frunció levemente el ceño, para luego fijar de nuevo su mirada en Alward-¿Por qué han venido?
-Ah, sí...-Dijo tomando aire-Lady Calhoun se ha ofrecido a ayudar a Emm, y dice que en Vulwufar podrán tratarlo mejor
-Hmm, tiene sentido, está más cerca
-Y ellos...-Dijo refiriéndose a Asher y su compañero-Se aburrían-Dijo en tono sarcástico entre risas
-Muchas gracias, señorita-Dijo aceptando la ayuda de la bruja
El arquero observaba con atención cómo la bruja le trataba la herida. Cuando vertió agua en su herida, apretó los dientes mientras cerraba los ojos intentando contener el escozor que eso le producía. Luego dos frascos en su herida, cosa que aumentó aún más el escozor hasta el punto de tener que desatar su contención del dolor de algún modo, así que golpeó el suelo con dureza un par de veces y agarró por acto reflejo el brazo de la bruja y lo soltó al instante.
-¡L-lo siento!
Su rostro seguía lleno de dolor, parecía que en este caso era peor el remedio que la enfermedad, pero sabía que si quería una rápida curación, lo mejor era hacerle caso a la bruja, después de todo sabría más que él de medicina, era una bruja, ¿No? Al menos eso pensaba el arquero. Elen aguantó a su lado todo el proceso del dolor. Mientras, Alward se acercó a Asher. su compañero felino y al compañero de la bruja.
-Creo que os debo una a todos, sin vuestras repentinas apariciones quién sabe lo que hubiera pasado-Dijo con un tono amistoso
-¡Yo sé lo que hubiese pasado!-Intervino-¡Este brujo habría tenido que lidiar con todos los bandidos!-Dijo señalándose a sí mismo con un tono bromista
Alward lo miró con desdén y negó con la cabeza, mientras dibujaba una repentina sonrisa en su rostro. Tras eso, volvió a dirigir su atención hacia los otros tres
-Creo que no me he presentado, soy Alward-Señaló al brujo-Él es Ivens-Y terminó por señalar al arquero-Y él es Emmanuel. Pertenecemos al grupo de mercenarios de los Stelliazos, de Lunargenta. Somos un grupo pequeño, pero nos las apañamos bien-Dijo sonriente llevándose ambas manos a la cintura
Tras acabar las presentaciones y de charlar un poco, Alward e Ivens se dispusieron a descargar y cargar la mercancía mientras Elen trataba a Emmanuel. Parecía que el encargo se retrasaría un poco más de lo previsto, lo que preocupaba a los mercenarios, pues lo que tenían que entregar eran productos perecederos que quién sabe cuántos días llevaban ya allí.
Alward Sevna
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
-Honestamente, no esperaba que sobrevivieseis.- confesé, encogiendome de hombros. Miré al brujo de agua. -En concreto, no esperaba que él sobreviviese. Pero bueno. Bien esta lo que bien acaba, supongo.- dije. Olvidé los nombres del brujo y el herido segundos después de que Alward los presentase. Era el único que había parecido mostrar algo de sentido común. Para ser un humano.
Me estiré de nuevo. Igual era buen momento para irse a dormir. Miré a Syl. El gato parecía algo incómodo con el dragón cerca. No era de extrañar. No había dicho ni una sola palabra, incluso en forma humana, y parecía tan dispuesto como él a tomar acciones directas en situaciones tensas. Esbocé una larga sonrisa. No eran tan distintos, al parecer.
-Bueno, Calhoun. Creo que me voy. No tengo muchas ganas de quedarme aquí más tiempo del necesario.- comenté. -La próxima vez que nos veamos, tal vez peleemos de verdad. O tal vez estemos del mismo bando... a saber.- Guiñé un ojo, divertido. Fuera como fuese, estaba seguro de que llevaría a algo interesante. -Intenta no morir. Sería muy decepcionante que te pillase un cazarrecompensas cualquiera.- dije, dándoles la espalda y echando a caminar. -Muy poco heroico.-
No usamos el camino para volver. Habría sido incómodo que nos cruzasemos de nuevo: ellos tenian caballos, después de todo. En su lugar, avanzamos tranquilamente por el bosque. La calma era de agradecer. Syl inspiró hondo, pero continuó agarrando el estoque robado con cuidado. Era una buena pieza. Algo ostentosa para mi gusto, pero eso lo hacía mejor aún.
-¿Que habrías hecho si hubiese habido que pelear?- preguntó el pardo. Medité un segundo.
-Habría absorbido el aliento del dragón, darte tiempo para posicionarte... y después, habría ido contra Elen. Tendría que presionar para que no tuviese tiempo de usar magia.- cavilé. Había muchas opciones, y muchas circunstancias. -Imagino que tu habrías ido a por el ojo del lagarto.-
Mi compañero asintió. Le cogí de la mano, satisfecho. Me encantaba aquella sensación. Estar en sintonía con alguien de esa forma. No era solo algo sobre combatir, ni mucho menos. Aquello solo era una muestra. Algo que confirmaba que era la persona correcta.
El viaje fue tranquilo. Solo era el comienzo, por supuesto. El desafío de verdad llegaría pronto. Pero por aquel momento, tenía tranquilidad.
La clase de tranquilidad que me hacía feliz.
Me estiré de nuevo. Igual era buen momento para irse a dormir. Miré a Syl. El gato parecía algo incómodo con el dragón cerca. No era de extrañar. No había dicho ni una sola palabra, incluso en forma humana, y parecía tan dispuesto como él a tomar acciones directas en situaciones tensas. Esbocé una larga sonrisa. No eran tan distintos, al parecer.
-Bueno, Calhoun. Creo que me voy. No tengo muchas ganas de quedarme aquí más tiempo del necesario.- comenté. -La próxima vez que nos veamos, tal vez peleemos de verdad. O tal vez estemos del mismo bando... a saber.- Guiñé un ojo, divertido. Fuera como fuese, estaba seguro de que llevaría a algo interesante. -Intenta no morir. Sería muy decepcionante que te pillase un cazarrecompensas cualquiera.- dije, dándoles la espalda y echando a caminar. -Muy poco heroico.-
No usamos el camino para volver. Habría sido incómodo que nos cruzasemos de nuevo: ellos tenian caballos, después de todo. En su lugar, avanzamos tranquilamente por el bosque. La calma era de agradecer. Syl inspiró hondo, pero continuó agarrando el estoque robado con cuidado. Era una buena pieza. Algo ostentosa para mi gusto, pero eso lo hacía mejor aún.
-¿Que habrías hecho si hubiese habido que pelear?- preguntó el pardo. Medité un segundo.
-Habría absorbido el aliento del dragón, darte tiempo para posicionarte... y después, habría ido contra Elen. Tendría que presionar para que no tuviese tiempo de usar magia.- cavilé. Había muchas opciones, y muchas circunstancias. -Imagino que tu habrías ido a por el ojo del lagarto.-
Mi compañero asintió. Le cogí de la mano, satisfecho. Me encantaba aquella sensación. Estar en sintonía con alguien de esa forma. No era solo algo sobre combatir, ni mucho menos. Aquello solo era una muestra. Algo que confirmaba que era la persona correcta.
El viaje fue tranquilo. Solo era el comienzo, por supuesto. El desafío de verdad llegaría pronto. Pero por aquel momento, tenía tranquilidad.
La clase de tranquilidad que me hacía feliz.
_________________________________________________
Lamento la demora y la brevedad. Pero no quería hacer de esperar más, teniendo en cuenta que es justo el final del tema.
(Al menos para mi. Vosotros seguid si quereis.)
Asher Daregan
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Re: Un contrato rutinario [Interpretativo] [Cerrado]
Mientras terminaba de tratar la herida del arquero, Elen escuchó como el otro mercenario se presentaba y hacía lo propio con sus compañeros, tras lo cual tanto él como el brujo de nombre Ivens se pusieron manos a la obra para descargar las mercancías que colgaban de las sillas de montar. A su cliente le alegraría saber que no había gastado su dinero en vano, puede que no todas las provisiones le llegasen en buen estado pero al menos recuperaría parte de sus pertenencias, y la noticia de la muerte de los bandidos le proporcionaría cierta tranquilidad.
Aquella tarea les llevaría unos minutos, más lo que Emmanuel necesitase para reponerse y volver a ponerse en pie, tiempo que al parecer, los hombres bestia no querían perder. Asher le anunció que se marchaban por su cuenta, algo que le extrañó un tanto pero que podía resultar positivo para ambas partes, ya que después de la tensión vivida en el campamento de piel de lince ninguno de ellos podría confiar en el otro. - Hasta entonces. - comentó la joven, segura de que tarde o temprano volverían a verse y que entonces las cosas podrían ser muy distintas. Alister los siguió con la mirada mientras se marchaban, no se fiaba de ellos y tampoco descartaba que aquella marcha fuese un truco para atacar más tarde, tendrían que estar alerta mientras recorriesen el camino que les separaba de Vulwufar.
- ¿Puedes levantarte? - preguntó la tensai, en cuanto terminó de vendar al herido. Emmanuel asintió con la cabeza pero necesitó algo de apoyo para incorporarse, así que sin dudarlo la de ojos verdes se ofreció para ayudarlo y lo guió hasta la carreta de sus compañeros, donde ya cargaban las mercancías recuperadas. - No debería realizar esfuerzos, será mejor que lo subáis. - indicó a Alward, mientras el arquero alargaba un brazo para sujetarse al carro. Una vez perdidos de vista los hombres bestia, el dragón ayudó al par de mercenarios a cargar los sacos de harina y las cajas más pesadas, esperando acabar lo antes posible para regresar a la ciudad y dar por terminado aquel día.
- ¿Qué te preocupa? - preguntó Elen en cuanto pudo acercarse al cazador. - Conozco esa cara, algo te ronda la cabeza. - añadió, buscando su mirada. - Solo quiero que nos marchemos a Vulwufar cuanto antes. - contestó, al tiempo que descargaba el último fardo de la silla de su caballo. Sin decir nada más, aunque sabía perfectamente que aquella respuesta no sería suficiente para la tensai, llevó lo que quedaba al carro y luego regreso junto a ella, dispuesto a ponerse en marcha en cuanto los mercenarios estuviesen listos para partir. Compartir el trayecto con ellos no era una idea que le resultase tentadora, prefería viajar solo en compañía de la hechicera, pero tendría que aguantarse y esperar a estar en la villa para volver a la normalidad.
- Nosotros ya estamos listos, cuando digáis. - indicó la de cabellos cenicientos, tomando las riendas de Sombra y subiéndose a la silla mientras su compañero hacía lo propio con su montura. Ya solo quedaba esperar a la señal de Alward para iniciar la marcha, y una vez en la ciudad cada cual tomaría su camino, el de ellos los llevaría directamente al cuartel de la guardia, donde entregarían las pertenencias de piel de lince e informarían del lugar en que se encontraba el campamento para que los soldados comprobasen que la banda había sido eliminada. Después de eso regresarían a la posada para cenar y descansar hasta el día siguiente, sin planes ni idea de cuánto tiempo más pasarían en el pueblo antes de irse.
Lo único que podían pedir era que no apareciesen más cazarrecompensas para incordiarlos, pero una cosa estaba clara, si alguno se atrevía a cruzarse en su camino se arrepentiría de ello.
Off: Por mi también podemos acabar el tema con esta ronda, se ha cumplido el objetivo y ya no queda nada por hacer.
Aquella tarea les llevaría unos minutos, más lo que Emmanuel necesitase para reponerse y volver a ponerse en pie, tiempo que al parecer, los hombres bestia no querían perder. Asher le anunció que se marchaban por su cuenta, algo que le extrañó un tanto pero que podía resultar positivo para ambas partes, ya que después de la tensión vivida en el campamento de piel de lince ninguno de ellos podría confiar en el otro. - Hasta entonces. - comentó la joven, segura de que tarde o temprano volverían a verse y que entonces las cosas podrían ser muy distintas. Alister los siguió con la mirada mientras se marchaban, no se fiaba de ellos y tampoco descartaba que aquella marcha fuese un truco para atacar más tarde, tendrían que estar alerta mientras recorriesen el camino que les separaba de Vulwufar.
- ¿Puedes levantarte? - preguntó la tensai, en cuanto terminó de vendar al herido. Emmanuel asintió con la cabeza pero necesitó algo de apoyo para incorporarse, así que sin dudarlo la de ojos verdes se ofreció para ayudarlo y lo guió hasta la carreta de sus compañeros, donde ya cargaban las mercancías recuperadas. - No debería realizar esfuerzos, será mejor que lo subáis. - indicó a Alward, mientras el arquero alargaba un brazo para sujetarse al carro. Una vez perdidos de vista los hombres bestia, el dragón ayudó al par de mercenarios a cargar los sacos de harina y las cajas más pesadas, esperando acabar lo antes posible para regresar a la ciudad y dar por terminado aquel día.
- ¿Qué te preocupa? - preguntó Elen en cuanto pudo acercarse al cazador. - Conozco esa cara, algo te ronda la cabeza. - añadió, buscando su mirada. - Solo quiero que nos marchemos a Vulwufar cuanto antes. - contestó, al tiempo que descargaba el último fardo de la silla de su caballo. Sin decir nada más, aunque sabía perfectamente que aquella respuesta no sería suficiente para la tensai, llevó lo que quedaba al carro y luego regreso junto a ella, dispuesto a ponerse en marcha en cuanto los mercenarios estuviesen listos para partir. Compartir el trayecto con ellos no era una idea que le resultase tentadora, prefería viajar solo en compañía de la hechicera, pero tendría que aguantarse y esperar a estar en la villa para volver a la normalidad.
- Nosotros ya estamos listos, cuando digáis. - indicó la de cabellos cenicientos, tomando las riendas de Sombra y subiéndose a la silla mientras su compañero hacía lo propio con su montura. Ya solo quedaba esperar a la señal de Alward para iniciar la marcha, y una vez en la ciudad cada cual tomaría su camino, el de ellos los llevaría directamente al cuartel de la guardia, donde entregarían las pertenencias de piel de lince e informarían del lugar en que se encontraba el campamento para que los soldados comprobasen que la banda había sido eliminada. Después de eso regresarían a la posada para cenar y descansar hasta el día siguiente, sin planes ni idea de cuánto tiempo más pasarían en el pueblo antes de irse.
Lo único que podían pedir era que no apareciesen más cazarrecompensas para incordiarlos, pero una cosa estaba clara, si alguno se atrevía a cruzarse en su camino se arrepentiría de ello.
Off: Por mi también podemos acabar el tema con esta ronda, se ha cumplido el objetivo y ya no queda nada por hacer.
Elen Calhoun
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