El dragón y el volcán [Desafío]
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El dragón y el volcán [Desafío]
Los testigos de la zona, navíos comerciantes y pescadores en su mayoría, declaraban haber visto un inmenso dragón aterrizar en la boca del volcán. Sus escamas eran negras con destellos rojos. Sus alas parecían que se estaban derritiendo. Un grupo de pescadores aseguraron que cuando el dragón sobrevoló su barco pensaron que llovía cenizas. Es por el fuego, dedujo la capitana Tarama Friddel. Ella no era ninguna palurda, como aquella buena gente del mar. Conocía las leyendas de los dragones Ancestrales; unos pocos meses atrás, tuvo el honor de entablar conversación con tres de ellos. Sabía que los dragones Ancestrales poseen una gran relación con su elemento madre; tanto era así que, en ocasiones, las partes de su cuerpo se tornan del mismo elemento afín. Las alas del Dragón rojo de ojos negros, fue el nombre que acuñaron la buena gente del mar, estaban hechas de lava, no de cartílago y carne.
Los testimonios iban más allá que simples avistamientos. Desde que el Dragón rojo de ojos negros se asentó en el interior del volcán, éste empezó a eructar piedras de magma. Después de la desaparición de varios barcos de la zona, los comerciantes cambiaron su ruta alejándose lo máximo posible de la isla volcánica. Si los rumores eran ciertos, el dragón Ancestral había activado el volcán. Qué pretendía hacer con el fuego del mismo era un misterio que la capitana Friddel se disponía a resolver.
Organizó un grupo de dragones y de voluntarios de todas las razas que estuvieran dispuestas a ayudar. Tres barcos al completo partieron del puerto de Dundarak.
—Los humanos poseen un panteón de Dioses con forma de hombres y mujeres. Los representan con estatuas y tótems. Les rezan a diario y hacen sacrificios en su honor, pero jamás llegaron a verlos. Los elfos lanzan sus plegarias al cielo, sus Dioses residen en las estrellas. Creen comunicarse con ellos comiendo heces de rata y respirando el humo de sus hierbas medicinales. Estaréis de acuerdo conmigo si les llamo locos. Hoy, os presentaré a un verdadero dios. Los pescadores le han bautizado como Dragón rojo de ojos negros. Se trata de un Ancestral, heredero directo del linaje de los primeros dragones; los legítimos Señores de Aerandir. Residen en las montañas más altas del norte y solo descienden de ellas en los eventos importantes de Aerandir. La última que vi a un grupo de ellos, ustedes tal vez estuvieron presentes, fue hace unos meses, cuando El Hombre Muerto envenenó a Dundarak y nos obligó a enfrentarnos los unos con los otros. Los Tres Jueces nos rescataron. Pusieron orden y señalaron a los culpables de las fechorías; unos distintos a los que nosotros creíamos. Desde entonces, los Ancestrales han sido visto con mayor frecuencia. Parece saber qué es lo que va ocurrir. Si la presencia del Dragón rojo de ojos negros en la isla volcánica es una señal, pienso descubrir qué significa.
Era mucha información en muy poco tiempo. Calma, pequeña. Respira por la nariz y habla con razón. Se dijo mentalmente antes de continuar con el discurso.
—Iremos a la isla volcánica. Una vez allí, nos dividiremos en dos grupos. El primero llamará la atención del dragón. Evitad enfrentaros a él en un combate físico, estaréis muertos. Vuestra misión consistirá en entretenerlo. El segundo grupo, utilizará una ruta alternativa para llegar a la cima del volcán sin que el Dragón rojo de ojos negros os localice. Aquí entran en juego las personas afines a la magia. Usaréis vuestros hechizos para hacer dormir al volcán. Una vez esté desactivado, uniremos ambos grupos y haremos hablar al dragón.
No quiso repetir los rumores de los marineros. Pensó que los hombres y mujeres que formaban la partida eran conocedores de las desapariciones que habían tenido lugar en las aproximaciones del volcán. Estas podrían ser debidas a las erupciones del volcán o al hambre insaciable del dragón Ancestral.
Los barcos se pusieron en marcha. Las instrucciones de la capitana eran claras; no había opción a la equivocación. A media distancia, uno de los barcos, el que transportaba a las personas más afines a la magia, se separó de los otros dos. La capitana Tarama Friddel se quedó en los barcos ofensivos. A pocos metros de llegar a la isla volcánica, la mayoría de los dragones de los dos barcos atacantes, pasaron a su forma bestial. La capitana Tarama Friddel mantuvo su forma humana; era más valiosa si podía hablar.
Los dragones Ancestrales superaban por diez veces en tamaño a los dragones convencionales. Un ataque conjunto de toda la campaña no le haría el menor daño, apenas cosquillas. Friddel creyó haber dicho a sus hombres que sus intenciones no eran la de derrotar al dragón, sino la de hablar con él.
—Cuidad de las erupciones del volcán, sobre todo los dragones. Llueven rocas que os superan de buena gana vuestro tamaño. Me niego a escuchar los llantos de vuestras viudas — sonreía con una risa amarga —. No os acerquéis demasiado hasta que el segundo grupo no haya dormido al volcán, lo suficiente para que el Ancestral os vea. ¿Queda claro? Pues adelante.
* Bienvenido/a a la isla volcánica: para este desafío necesitaré dos usuarios: uno físico y otro mágico. El orden de posteo será: primero el usuario físico y luego el mágico.
En primer lugar, el personaje físico deberá llamar la atención del Dragón rojo de ojos negros. Vuestros ataques apenas le harán daño. El plan de Friddel consiste en entretenerlo el tiempo suficiente hasta controlar el volcán y ganar ventaja sobre el terreno.
Luego vendrá el personaje mágico, deberá encontrar una ruta alternativa y subir a la cima del volcán sin ser visto. Allí arriba canalizará un hechizo, en compañía de todo el grupo, que pueda hacer dormir al volcán. Lanzarás la Voluntad de los Dioses, la cual nos dirá cuan efectivo es este hechizo.
Creo que es importante decir que en este tema estamos creando una nueva leyenda. Los dragones Ancestrales serán considerados, por algunos dragones tradicionales como Tarama Friddel, como los legítimos Dioses de Aerandir. El Dragón rojo de ojos negros (nombre provisional) será parte de este panteón de Dioses junto a Los Tres jueces que se presentaron en el evento Captura y Castigo.
Requisitos:
El personaje físico del primer grupo deberá tener, como mínimo, 40 puntos de Constitución.
El personaje mágico (brujo, dragón, elfo o vampiro) del segundo grupo deberá tener, como mínimo, 30 puntos de Inteligencia.
Prioridad, que no necesidad, a los dragones y a los personajes que tengan buena relación con la capitana Tarama Friddel
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Los testimonios iban más allá que simples avistamientos. Desde que el Dragón rojo de ojos negros se asentó en el interior del volcán, éste empezó a eructar piedras de magma. Después de la desaparición de varios barcos de la zona, los comerciantes cambiaron su ruta alejándose lo máximo posible de la isla volcánica. Si los rumores eran ciertos, el dragón Ancestral había activado el volcán. Qué pretendía hacer con el fuego del mismo era un misterio que la capitana Friddel se disponía a resolver.
Organizó un grupo de dragones y de voluntarios de todas las razas que estuvieran dispuestas a ayudar. Tres barcos al completo partieron del puerto de Dundarak.
—Los humanos poseen un panteón de Dioses con forma de hombres y mujeres. Los representan con estatuas y tótems. Les rezan a diario y hacen sacrificios en su honor, pero jamás llegaron a verlos. Los elfos lanzan sus plegarias al cielo, sus Dioses residen en las estrellas. Creen comunicarse con ellos comiendo heces de rata y respirando el humo de sus hierbas medicinales. Estaréis de acuerdo conmigo si les llamo locos. Hoy, os presentaré a un verdadero dios. Los pescadores le han bautizado como Dragón rojo de ojos negros. Se trata de un Ancestral, heredero directo del linaje de los primeros dragones; los legítimos Señores de Aerandir. Residen en las montañas más altas del norte y solo descienden de ellas en los eventos importantes de Aerandir. La última que vi a un grupo de ellos, ustedes tal vez estuvieron presentes, fue hace unos meses, cuando El Hombre Muerto envenenó a Dundarak y nos obligó a enfrentarnos los unos con los otros. Los Tres Jueces nos rescataron. Pusieron orden y señalaron a los culpables de las fechorías; unos distintos a los que nosotros creíamos. Desde entonces, los Ancestrales han sido visto con mayor frecuencia. Parece saber qué es lo que va ocurrir. Si la presencia del Dragón rojo de ojos negros en la isla volcánica es una señal, pienso descubrir qué significa.
Era mucha información en muy poco tiempo. Calma, pequeña. Respira por la nariz y habla con razón. Se dijo mentalmente antes de continuar con el discurso.
—Iremos a la isla volcánica. Una vez allí, nos dividiremos en dos grupos. El primero llamará la atención del dragón. Evitad enfrentaros a él en un combate físico, estaréis muertos. Vuestra misión consistirá en entretenerlo. El segundo grupo, utilizará una ruta alternativa para llegar a la cima del volcán sin que el Dragón rojo de ojos negros os localice. Aquí entran en juego las personas afines a la magia. Usaréis vuestros hechizos para hacer dormir al volcán. Una vez esté desactivado, uniremos ambos grupos y haremos hablar al dragón.
No quiso repetir los rumores de los marineros. Pensó que los hombres y mujeres que formaban la partida eran conocedores de las desapariciones que habían tenido lugar en las aproximaciones del volcán. Estas podrían ser debidas a las erupciones del volcán o al hambre insaciable del dragón Ancestral.
Los barcos se pusieron en marcha. Las instrucciones de la capitana eran claras; no había opción a la equivocación. A media distancia, uno de los barcos, el que transportaba a las personas más afines a la magia, se separó de los otros dos. La capitana Tarama Friddel se quedó en los barcos ofensivos. A pocos metros de llegar a la isla volcánica, la mayoría de los dragones de los dos barcos atacantes, pasaron a su forma bestial. La capitana Tarama Friddel mantuvo su forma humana; era más valiosa si podía hablar.
Los dragones Ancestrales superaban por diez veces en tamaño a los dragones convencionales. Un ataque conjunto de toda la campaña no le haría el menor daño, apenas cosquillas. Friddel creyó haber dicho a sus hombres que sus intenciones no eran la de derrotar al dragón, sino la de hablar con él.
—Cuidad de las erupciones del volcán, sobre todo los dragones. Llueven rocas que os superan de buena gana vuestro tamaño. Me niego a escuchar los llantos de vuestras viudas — sonreía con una risa amarga —. No os acerquéis demasiado hasta que el segundo grupo no haya dormido al volcán, lo suficiente para que el Ancestral os vea. ¿Queda claro? Pues adelante.
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* Bienvenido/a a la isla volcánica: para este desafío necesitaré dos usuarios: uno físico y otro mágico. El orden de posteo será: primero el usuario físico y luego el mágico.
En primer lugar, el personaje físico deberá llamar la atención del Dragón rojo de ojos negros. Vuestros ataques apenas le harán daño. El plan de Friddel consiste en entretenerlo el tiempo suficiente hasta controlar el volcán y ganar ventaja sobre el terreno.
Luego vendrá el personaje mágico, deberá encontrar una ruta alternativa y subir a la cima del volcán sin ser visto. Allí arriba canalizará un hechizo, en compañía de todo el grupo, que pueda hacer dormir al volcán. Lanzarás la Voluntad de los Dioses, la cual nos dirá cuan efectivo es este hechizo.
Creo que es importante decir que en este tema estamos creando una nueva leyenda. Los dragones Ancestrales serán considerados, por algunos dragones tradicionales como Tarama Friddel, como los legítimos Dioses de Aerandir. El Dragón rojo de ojos negros (nombre provisional) será parte de este panteón de Dioses junto a Los Tres jueces que se presentaron en el evento Captura y Castigo.
Requisitos:
El personaje físico del primer grupo deberá tener, como mínimo, 40 puntos de Constitución.
El personaje mágico (brujo, dragón, elfo o vampiro) del segundo grupo deberá tener, como mínimo, 30 puntos de Inteligencia.
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
El puerto estaba prácticamente vacío.
Atravesó el muelle, dejando sendas pisadas en la nieve que se acumulaba en la calzada, hasta llegar al lugar en el que Friddel les había convocado.
Expulsó todo el aire que tenía en sus pulmones y, por unos instantes, dejó a sus ojos vagar en el vaho que había salido de entre sus labios, para después bajar ambas manos hasta el cinturón que rodeaba su cintura.
Tratando de no destacar entre la multitud, volvió a respirar profundamente, dejando que el olor a salitre que acompañaba al gélido viento norteño inundase sus pulmones y se colocó detrás de los presentes de forma que podía ver perfectamente a la capitana sin que esta le lanzase sus ya conocidas miradas de desagrado.
A ojo contó aproximadamente a una treintena de personas frente a la mujer, probablemente más. Como mínimo eran más que suficiente para llenar los tres barcos que esta tenía tras ella, algo lógico, pues estaban allí porque al parecer un dragón Ancestral se había aparecido en la isla volcánica, lugar en el que además estaban desapareciendo numerosos pescadores
No había que ser un genio para intuir, al menos, lo que pasaba.
Se rascó la barba mientras escuchaba atentamente el discurso de Friddel, el cual era básicamente lo que esperaba de ella teniendo en cuenta lo que la conocía: menosprecio casual a las razas del sur y un poco de orgullo norteño para aderezarlo.
La típica arenga militar.
Lo importante que Eltrant sacó de esto fue el plan que relató la dragona a los presentes. No iban a tratar de matar al Ancestral ni nada por el estilo, cosa que, después de haber estado cara a cara con tres de estos, el castaño agradecía enormemente. Solo iban a tratar de comunicarse con él, aunque, por supuesto, eso no significaba no fuese ridículamente peligroso; de ahí a que tuviesen un plan ideado para hacerlo.
Después de haber terminado de exponer el plan y de haber despejado alguna de las dudas que pudiesen tener los presentes todos se encaminaron a sus respectivos barcos. Por sus capacidades, no fue una sorpresa para él el que le pusieran en uno de los barcos que tenían como trabajo atraer la atención del Ancestral, de hecho, no tardó en escuchar algunas “bromas” en las que acababa aplastado por el poder del dragón.
Antes de subirse, no obstante, vio una cara conocida que a diferencia del resto no había estado trabajando para acabar con su vida apenas unas semanas atrás.
Sonrió ampliamente al ver a Demian y se acercó al muchacho.
- ¡Demian! – Saludó efusivamente al muchacho y se agachó frente a él. - ¿También te presentas voluntario? – Era evidente que sí, probablemente fuese parte del grupo encargado de “dormir el volcán”. – No tuve la oportunidad de decírtelo en el juicio… - No le había visto desde entonces, le sorprendía que siguiese por la zona. - … pero muchas gracias por lo que hiciste aquella noche. – Le dijo, tomándole por el hombro. – Me salvaste. – Añadió después, ensanchando la sonrisa.
Antes de que pudiesen continuar con la conversación una sonora campana se alzó sobre los muelles, revelando a todo aquel que no se hubiese subido a sus respectivos barcos que lo hiciesen cuanto antes.
- Impacientes... – Se levantó y miró rápidamente hacia los navíos, estaban comenzado a izar las velas. – Ten cuidado, Dem. – Le dijo al joven brujo antes de encaminarse hacia el mismo barco en el que estaba Friddel.
Y, cuando los últimos voluntarios que aún estaban en el puerto se subieron a los barcos, zarparon.
Con el viento a favor el puerto no tardó en ser una pequeña mota en el horizonte que no tardó en desaparecer y, antes de lo que estaba, el barco que transportaba a los magos se separó de los otros dos.
Suspiró profundamente, mirando fijamente la espuma que se formaba cuando el agua impactaba contra el casco del barco. Por mucho que le costase admitirlo seguía sin saber nadar, esperaba, con todas sus fuerzas, que los barcos no sufriesen ningún percance.
Le habría gustado contar con la presencia de la vampiresa allí. Lyn solía meterse con él en cuanto salía el tema del mar, pero aun así le tranquilizaba siempre que se subían en algo más grande que un bote.
Se seguía sintiendo culpable por las quemaduras que se había ganado ayudándole a combatir al Hombre Muerto. Por eso no estaba allí, a pesar de las quejas de la ojiazul la había obligado a que se quedase descansando.
Perdido en sus pensamientos no prestó atención a lo que sucedía a su alrededor, solo se volvió a mover cuando llegaron a la costa, momento para el cual la mayoría de los dragones que acompañaban a Friddel ya estaban en su forma dracónica.
Él por otro lado, junto a la mayoría de voluntarios que iban a pie, desembarcó en la playa y avanzó un par de metros a la espera de que todos se organizasen.
Respiro profundamente.
El aire estaba viciado y hacía calor, casi más que el Beltrexus, era casi asfixiante. Se deshizo de la capa y de las prendas más pesadas que cubría su armadura y siguió al grupo de hombres encargados de distraer al Ancestral cuando todos estuvieron agrupados.
La “batalla” no se hizo esperar, tan pronto los dragones que surcaban los aires alcanzaron a su congénere gigante carmesí, este se movió y prestó atención a estos. Las tropas que avanzaban por tierra, por otro lado, tardaron más en alcanzar la posición que Friddel tenía en mente para atraer al Ancestral.
Sus compañeros apenas le dedicaban la palabra, aunque no era de extrañar, la mayoría de las personas que tenía alrededor seguían pensado que él tenía culpa de que la ciudad hubiese acabado presa de las llamas, de hecho, le habían repetido tantas veces que lo sucedido en Dundarak era culpa suya que una parte de él empezaba a creer también que era cierto.
Trató, sin embargo, de apartar todo pensamiento de su cabeza. Solo tenía que distraer al dragón, como los demás.
Por eso estaba allí.
Alzó la mirada para ver como los dragones evitaban las gigantescas rocas incandescentes que caían desde los cielos y trató de mantener el equilibrio cuando la quinta sacudida estuvo a punto de derribarle.
Era la primera vez que ponía los pies en aquel lugar, no habían pasado ni diez minutos, y ya quería irse para no volver. Se limpió la ligera capa de ceniza que cubría su yelmo de un rápido manotazo y, otra vez más, alzó la mirada; esta vez para encontrarse con el gigantesco Ancestral.
Difícilmente se movía, era casi como si no se estuviese tomando realmente en serio a los presentes.
Aunque no era de extrañar.
- ¿Cómo…? –
Friddel seguía gritando ordenes de fondo, los dragones volaban alrededor del Ancestral tratando de captar su atención y algunos arqueros disparaban en la dirección en la que estaba intentando que este se moviese del lugar en el que estaba.
Un ataque bien posicionado y mataria a todos, sí que parecía tener más problemas con los dragones que revoloteaban a su alrededor.
Aquella cosa era enorme, imponente, no creía poder hacerle daño de ninguna forma posible.
¿Cómo captaba la atención de algo así?
Una piedra de proporciones enormes cayó a pocos metros por delante de él. Se detuvo sobre sus pasos, con los ojos abiertos de par en par. Por una vez agradeció el ser medianamente más lento que los demás, podría haber acabado…
Sacudió la cabeza, tratando de apartar cualquier referencia a las catapultas de Térpoli de sus pensamientos y, tomando el martillo que colgaba de su espalda, acometió contra la gigantesca piedra con todas sus fueras.
Las runas de la cabeza del martillo se encendieron justo antes de impactar contra la roca y, al hacerlo, hizo estallar esta con un sonoro estruendo, lanzando pequeñas esquirlas en todas direcciones y, con suerte, atrayendo la atención del dragón. [1]
[1] Habilidad del Martillo Atronador.
Atravesó el muelle, dejando sendas pisadas en la nieve que se acumulaba en la calzada, hasta llegar al lugar en el que Friddel les había convocado.
Expulsó todo el aire que tenía en sus pulmones y, por unos instantes, dejó a sus ojos vagar en el vaho que había salido de entre sus labios, para después bajar ambas manos hasta el cinturón que rodeaba su cintura.
Tratando de no destacar entre la multitud, volvió a respirar profundamente, dejando que el olor a salitre que acompañaba al gélido viento norteño inundase sus pulmones y se colocó detrás de los presentes de forma que podía ver perfectamente a la capitana sin que esta le lanzase sus ya conocidas miradas de desagrado.
A ojo contó aproximadamente a una treintena de personas frente a la mujer, probablemente más. Como mínimo eran más que suficiente para llenar los tres barcos que esta tenía tras ella, algo lógico, pues estaban allí porque al parecer un dragón Ancestral se había aparecido en la isla volcánica, lugar en el que además estaban desapareciendo numerosos pescadores
No había que ser un genio para intuir, al menos, lo que pasaba.
Se rascó la barba mientras escuchaba atentamente el discurso de Friddel, el cual era básicamente lo que esperaba de ella teniendo en cuenta lo que la conocía: menosprecio casual a las razas del sur y un poco de orgullo norteño para aderezarlo.
La típica arenga militar.
Lo importante que Eltrant sacó de esto fue el plan que relató la dragona a los presentes. No iban a tratar de matar al Ancestral ni nada por el estilo, cosa que, después de haber estado cara a cara con tres de estos, el castaño agradecía enormemente. Solo iban a tratar de comunicarse con él, aunque, por supuesto, eso no significaba no fuese ridículamente peligroso; de ahí a que tuviesen un plan ideado para hacerlo.
Después de haber terminado de exponer el plan y de haber despejado alguna de las dudas que pudiesen tener los presentes todos se encaminaron a sus respectivos barcos. Por sus capacidades, no fue una sorpresa para él el que le pusieran en uno de los barcos que tenían como trabajo atraer la atención del Ancestral, de hecho, no tardó en escuchar algunas “bromas” en las que acababa aplastado por el poder del dragón.
Antes de subirse, no obstante, vio una cara conocida que a diferencia del resto no había estado trabajando para acabar con su vida apenas unas semanas atrás.
Sonrió ampliamente al ver a Demian y se acercó al muchacho.
- ¡Demian! – Saludó efusivamente al muchacho y se agachó frente a él. - ¿También te presentas voluntario? – Era evidente que sí, probablemente fuese parte del grupo encargado de “dormir el volcán”. – No tuve la oportunidad de decírtelo en el juicio… - No le había visto desde entonces, le sorprendía que siguiese por la zona. - … pero muchas gracias por lo que hiciste aquella noche. – Le dijo, tomándole por el hombro. – Me salvaste. – Añadió después, ensanchando la sonrisa.
Antes de que pudiesen continuar con la conversación una sonora campana se alzó sobre los muelles, revelando a todo aquel que no se hubiese subido a sus respectivos barcos que lo hiciesen cuanto antes.
- Impacientes... – Se levantó y miró rápidamente hacia los navíos, estaban comenzado a izar las velas. – Ten cuidado, Dem. – Le dijo al joven brujo antes de encaminarse hacia el mismo barco en el que estaba Friddel.
Y, cuando los últimos voluntarios que aún estaban en el puerto se subieron a los barcos, zarparon.
Con el viento a favor el puerto no tardó en ser una pequeña mota en el horizonte que no tardó en desaparecer y, antes de lo que estaba, el barco que transportaba a los magos se separó de los otros dos.
Suspiró profundamente, mirando fijamente la espuma que se formaba cuando el agua impactaba contra el casco del barco. Por mucho que le costase admitirlo seguía sin saber nadar, esperaba, con todas sus fuerzas, que los barcos no sufriesen ningún percance.
Le habría gustado contar con la presencia de la vampiresa allí. Lyn solía meterse con él en cuanto salía el tema del mar, pero aun así le tranquilizaba siempre que se subían en algo más grande que un bote.
Se seguía sintiendo culpable por las quemaduras que se había ganado ayudándole a combatir al Hombre Muerto. Por eso no estaba allí, a pesar de las quejas de la ojiazul la había obligado a que se quedase descansando.
Perdido en sus pensamientos no prestó atención a lo que sucedía a su alrededor, solo se volvió a mover cuando llegaron a la costa, momento para el cual la mayoría de los dragones que acompañaban a Friddel ya estaban en su forma dracónica.
Él por otro lado, junto a la mayoría de voluntarios que iban a pie, desembarcó en la playa y avanzó un par de metros a la espera de que todos se organizasen.
Respiro profundamente.
El aire estaba viciado y hacía calor, casi más que el Beltrexus, era casi asfixiante. Se deshizo de la capa y de las prendas más pesadas que cubría su armadura y siguió al grupo de hombres encargados de distraer al Ancestral cuando todos estuvieron agrupados.
La “batalla” no se hizo esperar, tan pronto los dragones que surcaban los aires alcanzaron a su congénere gigante carmesí, este se movió y prestó atención a estos. Las tropas que avanzaban por tierra, por otro lado, tardaron más en alcanzar la posición que Friddel tenía en mente para atraer al Ancestral.
Sus compañeros apenas le dedicaban la palabra, aunque no era de extrañar, la mayoría de las personas que tenía alrededor seguían pensado que él tenía culpa de que la ciudad hubiese acabado presa de las llamas, de hecho, le habían repetido tantas veces que lo sucedido en Dundarak era culpa suya que una parte de él empezaba a creer también que era cierto.
Trató, sin embargo, de apartar todo pensamiento de su cabeza. Solo tenía que distraer al dragón, como los demás.
Por eso estaba allí.
Alzó la mirada para ver como los dragones evitaban las gigantescas rocas incandescentes que caían desde los cielos y trató de mantener el equilibrio cuando la quinta sacudida estuvo a punto de derribarle.
Era la primera vez que ponía los pies en aquel lugar, no habían pasado ni diez minutos, y ya quería irse para no volver. Se limpió la ligera capa de ceniza que cubría su yelmo de un rápido manotazo y, otra vez más, alzó la mirada; esta vez para encontrarse con el gigantesco Ancestral.
Difícilmente se movía, era casi como si no se estuviese tomando realmente en serio a los presentes.
Aunque no era de extrañar.
- ¿Cómo…? –
Friddel seguía gritando ordenes de fondo, los dragones volaban alrededor del Ancestral tratando de captar su atención y algunos arqueros disparaban en la dirección en la que estaba intentando que este se moviese del lugar en el que estaba.
Un ataque bien posicionado y mataria a todos, sí que parecía tener más problemas con los dragones que revoloteaban a su alrededor.
Aquella cosa era enorme, imponente, no creía poder hacerle daño de ninguna forma posible.
¿Cómo captaba la atención de algo así?
Una piedra de proporciones enormes cayó a pocos metros por delante de él. Se detuvo sobre sus pasos, con los ojos abiertos de par en par. Por una vez agradeció el ser medianamente más lento que los demás, podría haber acabado…
Sacudió la cabeza, tratando de apartar cualquier referencia a las catapultas de Térpoli de sus pensamientos y, tomando el martillo que colgaba de su espalda, acometió contra la gigantesca piedra con todas sus fueras.
Las runas de la cabeza del martillo se encendieron justo antes de impactar contra la roca y, al hacerlo, hizo estallar esta con un sonoro estruendo, lanzando pequeñas esquirlas en todas direcciones y, con suerte, atrayendo la atención del dragón. [1]
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[1] Habilidad del Martillo Atronador.
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
Pájaros saliendo de cada vaso en la posada. Gorriones, para ser más exactos.
Esa había sido la razón por la que había terminado en aquella expedición. Por ello es que aquella mujer, Cassandra, le había reclutado. No era cosa de todos los días ver a alguien generar una ilusión capaz de afectar a toda una posada con tanto detalle, y es que incluso el roce con las alas se había sentido completamente real.
Por supuesto, el posadero no había tenido idea de qué había pasado, sólo se había llevado las manos a la cabeza, estupefacto, mientras el caos empezaba a reinar.
Primero había sido un sujeto de barba más grande que todo el torso del chico el que había derramado su vaso sobre otro sujeto de espalda tan ancha como su orgullo. También había sido cosa de ese tipo delgado, pero de un humor peor que la cara de Chimar por las mañanas cuando se refugiaban en la Ratonera. Ese tipo parecía haber estado esperando una excusa para causar una pelea.
Con todo, la única que había reparado en el muchacho que hacía uso del Éter de manera tan intensa como descuidada había sido Cassandra.
Y allí había terminado, a punto de abordar una nave en dirección a uno de los lugares más peligrosos del mundo, junto a otros tantos brujos de diversos niveles de habilidad. La mayoría no era demasiado competente, pero no se podía pedir más, estaban en el lugar más lejano a Beltrexus del continente y encima Cassandra no había tenido demasiado tiempo para buscar gente. Por suerte aún quedaban algunos representantes del Hekshold en la zona, de los mismos que habían ayudado con el asunto de la gente volviéndose loca. Lástima que los profesores de mayor rango ya habían dejado la zona.
Pero volvamos al presente.
–Hola Elt –había contestado el chico con una sonrisa, si podía llamarse sonrisa a esa mueca que hacía Demian cuando intentaba socializar–, bueno, como que voluntario, voluntario...
Demian se llevó las manos a unas pocas monedas en el bolsillo. Lo cierto es que no había pedido mucho, el prospecto de una aventura solía ser más que suficiente para convencerle, en especial si era en un lugar luego al que jamás había ido.
–No t-te preocupes, fue divertido –contesta al agradecimiento de aquel imán de golpes y castigos–... no todos los días se ven dragones tan grandes.
Curiosamente, éste iba a ser uno de esos días.
Y así como había comenzado la conversación, había acabado. Una campanada, gente arengando a otras y unos barcos dispuestos a salir marcaron el comienzo oficial de la campaña.
–No soy yo el que suele terminar golpeado –dice antes de partir.
El chico lamentó quedar en otro barco distinto al de Eltrant, si hubieran ido juntos quizás habrían tenido oportunidad de ponerse al día, pero el trabajo era trabajo y tenían tareas distintas por realizar.
Vamos a saltarnos la parte del viaje y sólo decir que Cassandra tuvo a todos los brujos ocupados en aprender cierto ritual. No era magia común, era de ese tipo de cosas que requiere de más de un mago y de aprenderse mantras y otras cosas, que por supuesto tuvieron a Demian bostezando más de las veces razonables, y eso que le habían asignado un lugar especial dentro del asunto. Por joven que fuera, su dominio del Éter era destacable.
Ya en la isla, comenzaría un rol especial para él.
Con un dragon enorme destrozando todo no es que fuera lo ideal para llevar a cabo un ritual, motivo por el que la magia ilusoria resultaba muy útil. Demian no tenía hechizos para volver a todos invisibles, mas sí podía generar suficiente cobertura para crear distracciones si el grupo se movía de forma ordenada.
Por suerte Cassandra parecía buena dirigiendo. A veces podía ser un poco estricta, lo que había molestado al chico más de una vez en el barco, aunque esa misma era la razón por la que tenían más opciones de éxito. Demian o algún otro brujo creaban alguna ilusión y se movían de manera rápida y, en lo posible, sigilosa, hasta llegar a algún punto ciego. Por supuesto, todo esto era enormemente facilitado por esos guerreros, entre ellos Eltrant, que peleaban con esa cosa, incluso si no parecían tener opciones de derrotarle.
Finalmente llegaron a un lugar que parecía adecuado. Tenía unas rocas lo suficientemente grandes como para darles cobertura y estaba muy cerca de la cima.
A pesar de que a Cassandra no le gustó mucho el hecho, tuvieron que descansar un tanto. Los brujos no suelen tener el mejor de los estados físicos y subir a un volcán no era una tarea simple. De hecho, habían pasado buenas horas de escalada. El camino era bastante llano, dentro de lo que se podía, y más de alguna magia había ayudado... y aún así algunos simplemente se tendieron de espaldas a recuperar el aliento.
Demian se puso un buen trozo de nieve sobre la cabeza y se sentó en una piedra que estaba misteriosamente tibia (bueno, tanto misterio no, que caían piedras candentes cada tanto).
Cassandra les dio unos minutos, lo suficiente para que nadie se desmayara en el ritual, y nada más. La tarea era urgente y cada minuto podía significar la muerte de alguno de los que distraían a la bestia arriesgando sus vidas. Desde allí costaba ver el enorme sacrificio que esas personas estaban haciendo. Esas personas que incluían a Eltrant.
El ritual comenzó según lo planeado.
Al principio Demian no formó parte, pues su tarea era más específica. Generó una ilusión muy simple, una nube blanca similar a las otras que recorrían la zona, algo así como niebla emanando desde la nieve. Aún así, esta tarea consumía bastante energía. Era una ilusión grande y la tuvo que extender el tiempo suficiente.
Finalmente llegó su turno.
Se unió al círculo y debió dejar que su ilusión se desvaneciera. En esos momentos la tarea de los guerreros iba a tener que ser más intensa si no querían que todo se fuera por la borda en un simple aletazo del dragón.
Al integrarse, Demian sintió de inmediato un influjo de poder. Al medio del grupo había una serie de runas y círculos concéntricos de diseños arcanos, pero más allá de eso, para quienes eran sensibles al Éter, podía verse una especie de bola de energía que cambiaba constantemente de color.
Demian cerró sus ojos. Por un instante creyó ver nuevamente ese caballo marino que se le aparecía en sueños tantas veces de pequeño. Se sacudió para sacarse ese pensamiento, debía concentrarse.
Y aquí es cuando las cosas se ponen interesantes. Para entenderlo necesitamos volver a la conversación que habían tenido con Cassandra en la posada.
"Aunque no lo sepas, eres capaz de canalizar mucho Éter, una cantidad impresionante para tu edad, debo reconocer" le había dicho ella entonces. "Y puedes hacerte invisible, son las dos cosas que necesito para esta misión. Tu edad puede jugar a nuestro favor, inclusive, pues eres adaptable y podrás soportar mejor una magia inusual."
Demian estiró sus brazos, según lo planeado, y la esfera luminosa se desplazó en su dirección hasta tocarle.
La sensación fue una mezcla extraña de un dolor que parecía provenir no de su cuerpo, sino de algo más interno, más allá de lo físico, y algo parecido al placer. Más tarde Demian diría que es como si te doliera todo y nada al mismo tiempo. La parte placentera tampoco era física, sino que era una especie de embriaguez de poder, la percepción de que puedes superar todos tus límites.
Rápidos pensamiento cruzaron su mente, como si alguien le ofreciera cosas que hacer. Podía huir con una teletransportación, almacenar todo ese Éter y convertirse en el mago más poderoso de todos. Podía intentar hechizos que nunca antes había logrado... tenía una misión.
Se volvió invisible sin apenas hacer esfuerzo. No sólo era invisible, era como si realmente hubiera desaparecido de allí. No dejaba huellas, no emitía sonido ni olor, era la Presencia Fantasmal(1) más poderosa que había usado en su vida.
Caminó. Y lo recalco porque no era fácil moverse con todo ese poder en su interior. El dolor no era físico (o tal vez sí lo era), pero era real, además de que la vista se le nublaba, contaminada por una percepción demasiado exagerada del Éter a su alrededor.
Se paró junto al borde del cráter. Era inmenso y por un instante dudó de que fuera realmente posible dormirlo, jamás había intentado usar una magia tan poderosa.
–Había una vez un volcán... era un volcán que estaba muy enojado porque un dragón le había hecho daño –relató estirando sus manos–. El volcán no paraba de lanzar piedras y lava, porque eso es lo que hacen los volcanes cuando se enojan. Pero entonces un niño se le acercó y le contó un secreto. Le dijo que él y sus amigos podían hacer que el dragón lo dejara en paz, si a cambio el volcán dejaba de lanzar piedras. El volcán pensó por unos instantes y finalmente asintió sonriendo... –Demian sintió el piso moverse, como si la montaña de verdad asintiera. Cayó de rodillas y estuvo a punto de rodar al cráter–... y tras asentir se calmó y se durmió...(2)
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(1) Presencia Fantasmal es la habilidad de Demian que le permite volverse invisible.
(2) Demian usa su habilidad Historias de Fantasmas, potenciada por la magia del ritual. Este hechizo hace realidad una historia contada por Demian mediante ilusiones. En este caso intento que la magia sea tan poderosa que cambie la realidad misma de manera permanente.
Demian
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
Había olvidado la runa, lo siento.
Demian
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
El miembro 'Demian' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
No fue la única persona en escuchar el ruido de una campana a ser destruida. Todos los dragones, inclusive el Ancestral, desviaron sus cabezas hacia el hombre del martillo. Humano, se dijo la capitana Friddel escupiendo la palabra, es el humano por el que Dundarak enloqueció de Nirana; no el culpable, tal como Los tres jueces dictaminaron, pero sí la causa. Eltrant Tale.
La capitana sabía que el humano Tale prestó sus servicios a la compañía. Había leído su nombre en la lista de voluntarios antes de partir de Dundarak. Lo sorprendente fue que no hubiera muerto durante el camino de ida. Los humanos se caracterizan por ser torpes y estúpidos; características que, unidas al mal tiempo, podrían hacerle resbalar de los barcos y caer al mar o, tal vez, hacerle sepultar por unas de esas enormes rocas que bramaba el volcán. No cayó esa breba. La capitana Friddel vigiló a Eltrant Tale desde la distancia hasta el momento de llegar a la isla. Pensaba que, en el momento que le perdiera el ojo de encima, causaría indirectamente otro de sus desgraciados problemas. Una vez a la falda del volcán, dejó de prestarle interés. Sino era la naturaleza, sería la magia de El dragón rojo de ojos negros quienes propiciarían su muerte.
—Ruido — dijo en voz baja sin apartar la vista de Eltrant Tale —, eso es. ¡Ruido! — se giró al resto de hombres y dragones — ¡Haced tanto ruido como podáis! Romped las rocas con vuestras propias cabezas si es necesario.
La capitana Friddel golpeaba el cuerpo de su lanza con su escudo de metal. Pese a mantener su forma humana, gritaba más alto que alguno de los dragones del campo.
El dragón rojo de ojos negros debió entender la estrategia. Engañar a un Ancestral no sería tarea fácil. El Ancestral se dio la vuelta, quedando de espaldas al primer grupo de la partida. Los dragones, cumpliendo las órdenes de la capitana, se pusieron delante del Ancestral para impedirle la vista.
—Se ha dado cuenta. ¡Se ha dado cuenta!
Friddel corrió a la falda del volcán sin dejar de golpear el arma y el escudo.
—Romperá el sello que los mágicos han creado. Más vale que tengáis alas pues, si lo logra, una masa viscosa de lava y piedra brotará el volcán y cubrirá esta zona.
El dragón rojo de ojos negros… ¿por qué seguía llamándolo así? Aquel era el nombre por el cual los marineros le habían bautizado. La capitana Friddel, como buena sabedora de las antiguas leyendas, conocía el verdadero nombre del dragón, aunque no se hubiera acordado hasta aquel momento: Thariza, conocido por la ceniza que desprende al batir sus alas y su torso de magma cadente.
—¡Thariza!
Los libros aseguraban que, si alguien descubría el auténtico nombre de un dragón, éste estaba obligado a obedecerle. No era verdad. Thariza ignoró a la capitana Friddel.
—¡Vosotros, subid arriba y sacad a los mágicos! — a los dragones del cielo — Dejemos la diplomacia a un lado — a los guerreros físicos —, derribad al dragón antes que mate a los mágicos —negó con la cabeza como si estuviera deshaciéndose de las imágenes que se imaginaba —. Hay niños. Niño — mirando al humano Tale — El niño que te salvó. Lo habrás visto. No le dejé en el puerto por su relación con el éter.
Ese era el punto: la relación de Demian con el éter. Los tres jueces prestaron suma atención al testimonio del brujo; le escuchó como había escuchado a los centinelas. La capitana Friddel sospechaba que no se debía a su capacidad oratoria, el niño se tartamudeaba como cualquier persona de su edad, fuera brujo, humano o dragón; sino por afinidad a la magia. Podría suceder por segunda vez. Thariza podría escuchar a Demian e incluso hablar con él. Era una hipótesis que Friddel estaba dispuesta a demostrar.
* Eltrant Tale: busca la forma de subir a la cima del volcán y rescatar a los brujos. Rescata a los mágicos que van a ser atacados por Thariza. Demian no será fácil de encontrar. Aunque no ha caído al cráter, el efecto de la habilidad “Presencia Fantasmal” se ha intensificado por el éter de la zona. Sus ilusiones lo tornan invisible para toda la compañía. Podría ser peor, Thariza podría haber activado el volcán. Da gracias que las runas sean propicias, por esta vez.
* Demian: tu situación no es menos complicada que la de Eltrant. El hechizo por el cual has creado el sello en el volcán te ha dejado exhausto, no podrás realizar habilidades en el próximo turno A NO SER que poseas una poción de efecto vigorizante de calidad común o superior (la debes tener en el inventario en el momento de este tema). Tu objetivo en el siguiente turno es descender del volcán, con la previa de ayuda de Eltrant, y llamar la atención de Thariza. Friddel cree que la afinidad con el éter es importante para que los dragones escuchen.
La capitana sabía que el humano Tale prestó sus servicios a la compañía. Había leído su nombre en la lista de voluntarios antes de partir de Dundarak. Lo sorprendente fue que no hubiera muerto durante el camino de ida. Los humanos se caracterizan por ser torpes y estúpidos; características que, unidas al mal tiempo, podrían hacerle resbalar de los barcos y caer al mar o, tal vez, hacerle sepultar por unas de esas enormes rocas que bramaba el volcán. No cayó esa breba. La capitana Friddel vigiló a Eltrant Tale desde la distancia hasta el momento de llegar a la isla. Pensaba que, en el momento que le perdiera el ojo de encima, causaría indirectamente otro de sus desgraciados problemas. Una vez a la falda del volcán, dejó de prestarle interés. Sino era la naturaleza, sería la magia de El dragón rojo de ojos negros quienes propiciarían su muerte.
—Ruido — dijo en voz baja sin apartar la vista de Eltrant Tale —, eso es. ¡Ruido! — se giró al resto de hombres y dragones — ¡Haced tanto ruido como podáis! Romped las rocas con vuestras propias cabezas si es necesario.
La capitana Friddel golpeaba el cuerpo de su lanza con su escudo de metal. Pese a mantener su forma humana, gritaba más alto que alguno de los dragones del campo.
El dragón rojo de ojos negros debió entender la estrategia. Engañar a un Ancestral no sería tarea fácil. El Ancestral se dio la vuelta, quedando de espaldas al primer grupo de la partida. Los dragones, cumpliendo las órdenes de la capitana, se pusieron delante del Ancestral para impedirle la vista.
—Se ha dado cuenta. ¡Se ha dado cuenta!
Friddel corrió a la falda del volcán sin dejar de golpear el arma y el escudo.
—Romperá el sello que los mágicos han creado. Más vale que tengáis alas pues, si lo logra, una masa viscosa de lava y piedra brotará el volcán y cubrirá esta zona.
El dragón rojo de ojos negros… ¿por qué seguía llamándolo así? Aquel era el nombre por el cual los marineros le habían bautizado. La capitana Friddel, como buena sabedora de las antiguas leyendas, conocía el verdadero nombre del dragón, aunque no se hubiera acordado hasta aquel momento: Thariza, conocido por la ceniza que desprende al batir sus alas y su torso de magma cadente.
—¡Thariza!
Los libros aseguraban que, si alguien descubría el auténtico nombre de un dragón, éste estaba obligado a obedecerle. No era verdad. Thariza ignoró a la capitana Friddel.
—¡Vosotros, subid arriba y sacad a los mágicos! — a los dragones del cielo — Dejemos la diplomacia a un lado — a los guerreros físicos —, derribad al dragón antes que mate a los mágicos —negó con la cabeza como si estuviera deshaciéndose de las imágenes que se imaginaba —. Hay niños. Niño — mirando al humano Tale — El niño que te salvó. Lo habrás visto. No le dejé en el puerto por su relación con el éter.
Ese era el punto: la relación de Demian con el éter. Los tres jueces prestaron suma atención al testimonio del brujo; le escuchó como había escuchado a los centinelas. La capitana Friddel sospechaba que no se debía a su capacidad oratoria, el niño se tartamudeaba como cualquier persona de su edad, fuera brujo, humano o dragón; sino por afinidad a la magia. Podría suceder por segunda vez. Thariza podría escuchar a Demian e incluso hablar con él. Era una hipótesis que Friddel estaba dispuesta a demostrar.
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* Eltrant Tale: busca la forma de subir a la cima del volcán y rescatar a los brujos. Rescata a los mágicos que van a ser atacados por Thariza. Demian no será fácil de encontrar. Aunque no ha caído al cráter, el efecto de la habilidad “Presencia Fantasmal” se ha intensificado por el éter de la zona. Sus ilusiones lo tornan invisible para toda la compañía. Podría ser peor, Thariza podría haber activado el volcán. Da gracias que las runas sean propicias, por esta vez.
* Demian: tu situación no es menos complicada que la de Eltrant. El hechizo por el cual has creado el sello en el volcán te ha dejado exhausto, no podrás realizar habilidades en el próximo turno A NO SER que poseas una poción de efecto vigorizante de calidad común o superior (la debes tener en el inventario en el momento de este tema). Tu objetivo en el siguiente turno es descender del volcán, con la previa de ayuda de Eltrant, y llamar la atención de Thariza. Friddel cree que la afinidad con el éter es importante para que los dragones escuchen.
Sigel
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
¿Subir a lo alto de la montaña?
¿Friddel se estaba escuchando hablar?
Aunque en un principio el sonoro martillazo parecía haber funcionado y había atraído la atención del dragón, este había desviado su interés hacía los magos que estaban en la cima del volcán. Evidentemente, no estaban preparados para enfrentarse a algo así, nadie de allí lo estaba, para empezar.
Masculló un par de insultos en voz baja según colgaba el martillo de su espalda y comenzaba a correr montaña arriba. Quizás para los dragones que surcaban los aires aquello fuese tarea fácil, pero él, ataviado en una armadura completa de placas y cargando además varias armas no estaba especialmente preparado para hacer montañismo.
- ¡Demian! –
Pero la norteña tenía razón, no se podía quedar allí, mirando hacía las alturas, contemplando como aquel lagarto sobredimensionado acababa con todos los que intentaban “conversar” con él. ¿Por qué estaba tan enfadado para empezar? Los demás ancestrales no se habían comportado como bestias presas de sus instintos más básico.
No habían atacado a todo aquel que se acercaba a ellos.
Jadeando, se apoyó en una roca gigantesca, similar a la que había caído de las alturas y se había encargado de hacer estallar. Recobró el aliento unos instantes y continuó corriendo, no iba a poder subir allí en el tiempo necesario.
Todos los que iban a pie iban a necesitar como mínimo horas.
Pero, por supuesto, no pensaba rendirse. Y esto se vio recompensado de algún cuando se cruzó con uno de los dragones de Friddel al que, de alguna forma una gigantesca roca había aplastado la cola.
- ¿¡Estás bien!? – Se detuvo a su lado, el dragón gruñó algo que Eltrant no comprendió en su dialecto natal, parecía evidentemente dolorido pero intacto, el peñasco no le había alcanzado en ninguna zona vital. – Quédate quieto. – A toda prisa, intentó empujar la roca que mantenía sujeto la que, ahora por su voz, comprendió que era una mujer.
Está volvió a decir varias cosas en su idioma, seguido por un “Eltrant Tale”.
- ¡No te entiendo! – Estaba perdiendo muchísimo tiempo allí. ¿Pero que podía hacer? Cada movimiento del Ancestral era inmediatamente seguido por algún desprendimiento, por más lluvia incandescente.
- ¡Digo que sigas corriendo! – Bramó la dragona en común.
Eltrant frunció el ceño y desenvainó a Olvido, si no podía mover la roca…
- Esto te va a doler. – Un tajo limpio, la mujer no tuvo tiempo de protestar, cortó su cola justo por el lugar por el cual había quedado atrapada.
Un alarido de dolor se alzó sobre la montaña, tras lo cual Eltrant se acercó a la dragona, espada en mano, e instó a que el viento inextinguible que la rodease ayudase a la norteña. [1]
- Vuelve a la playa. – Ordenó el castaño, notando como el viento de su espada hacia que las heridas de la mujer, poco a poco, comenzasen a dejar de sangrar.
- No. – Respondió esta, bruscamente, mirando con curiosidad la espada del exmercenario; la cual parecía haber mitigado considerablemente el dolor de su cola y las distintas heridas de la caída. – Friddel nos ha dado órdenes y pienso cumplirlas, humano. – Afirmó alzando la mirada, incorporándose levemente al ver como algunos dragones se desplomaban desde las alturas.
Nadie del equipo de tierra había tenido tiempo de ascender aún, dudaba mucho que llegasen antes de que todos los brujos. Y él seguía atrapado allí, no había llegado ni a la mitad de la mitad del camino.
- Súbete, Tale. – Comentó a la dragona, indicándole con la cabeza que saltase sobre su lomo. – También vas hacía la cima. ¿Verdad? – Asintiendo inmediatamente, el castaño no se lo pensó dos veces. Tras envainar a Olvido saltó sobre la espalda de su inesperada compañera y esta, haciendo alarde de una resistencia considerable, emprendió el vuelo ignorando las heridas que cubrían su forma dracónica.
De aquel modo apenas tardó varios minutos en alcanzar la cima, lugar en el que el calor y el humo se hacían insoportables. Se quitó el yelmo, pues no podía respirar con facilidad con él, y lo colgó de su cinturón.
- ¡Svala! – dijo la dragona, alzando su voz sobre la del Ancestral, al que como todos sus compatriotas estaban rodeando para alcanzar una zona en la que aterrizar medianamente segura.
- ¡¿Cómo!? – Respondió Eltrant, tratando de vislumbrar la figura de los brujos entre el humo.
- ¡Ese es mi nombre, humano! – Afirmó, después bajó la cabeza. - ¡Agárrate! – Gritó un segundo antes de hacer un rápido picado hacia el lugar en el que, por contexto, Svala se disponía a aterrizar.
Incapaz de hacer otra cosa salvo gritar sorprendido, Eltrant se sujetó como buenamente pudo a las escamas de Svala mientras esta descendía a toda velocidad y, al final, ambos acabaron justo al lado de dos brujos que, agotados, estaban escondidos tras una gigantesca piedra que parecía estar fuera de la atención del Ancestral.
- ¡Subíos! – Eltrant, algo aturdido por el viaje, se bajó de Svala y, tomó a los dos brujos de los hombros. - ¡Rápido! – Gritó a continuación, instándoles a ambos a que se subiesen al lomo de la dragona. - ¡Voy a buscar a más gente! – Le gritó a la dragona. - ¡Voy a traer aquí a los que vaya encontrando! – Le dijo, la dragona asintió y, con una potente sacudida de alas, emprendió el vuelo.
Había visto a muchos dragones hacer eso, pero nunca se iba a acostumbrar a aquella visión. Tampoco pensaba que fuese a olvidar, alguna vez, como aquel Ancestral que tenía a varias decenas de metros de él era capaz de mover colinas con sus garras como si estas no fuesen más que pequeños montones de Arenas.
Después de que las sombras de Svala y los brujos desaparecieran entre el humo, Eltrant asintió para sí y salió de su escondite, dispuesto a buscar a más personas, pero con una en mente como objetivo principal.
- ¡Demian! –
El suelo se tambaleaba con cada movimiento del dragón, era difícil siquiera permanecer de pie y el pequeño brujo no estaba por ninguna parte.
- ¡Demian! –
Sus gritos atrajeron algunos de los brujos extraviados, a quienes Eltrant dirigió con un par de señas hacía la piedra oculta, dónde por lo que veía algunos dragones estaban empezando a aterrizar a recoger a gente.
- ¡Demian! –
Continuó avanzando; era imposible encontrarlo, era como si no hubiese estado allí para empezar. ¿Había desaparecido? ¿Lo había devorado el dragón? Masculló un par de insultos y se hizo con Olvido, intentó que su viento dispersara un poco el humo y la ceniza que dificultaba el ver más allá de sus propios brazos.
Pero se encontró con otra cosa.
Sabía que Olvido había estado actuando de forma distinta desde que tuvo el encontronazo con Bracknell, que esta brillaba con fuerza cada vez que la acercaba a un objeto mágico. Pero allí era diferente, el brillo de la hoja era inestable, pero al mismo tiempo estaba siempre encendido.
Y no se debía al guantelete que portaba en su brazo izquierdo; estaba sujetando su arma con su mano útil en aquel momento.
Levantó la espada en alto y apuntó hacia el Ancestral, la espada brilló con aun más fuerza, con la misma intensidad que un candil recién encendido. Frunciendo el ceño, Eltrant la bajó para ver como la espada palidecía levemente. ¿Había algo raro en aquel lugar con la magia? ¿Flotaba, literalmente, en el aire? Justo cuando empezaba a sacar conclusiones otra sacudida le hizo perder el equilibrio.
Dejando escapar varios insultos dirigidos a los dioses humanos, Eltrant usó a Olvido a modo de bastón y volvió a levantarse, después, instando a que su cerebro atase cabos a toda prisa trato de intuir si, además del dragón, la espada reaccionaria con otros elementos mágicos en el ambiente.
Se giró sobre sí mismo y, cuando apuntó a alguna dirección en la que su espada brillaba con algo más de fuerza, se encaminó inmediatamente hacía ahí.
- ¡Dem! –
Al otro lado del resplandor de su hoja encontró a un brujo, tumbado en el suelo, consciente y aterrorizado. Pero no era Demian. Apretando los dientes, ligeramente frustrado ante esto, tomó al tipo de un brazo y le obligó a levantarte.
- ¡Corre hacía allí! – Gritó, señalando el lugar en el que estaba el punto de aterrizaje. - ¡Mantente agachado, no nos presta demasiada…!– No llegó a decir “Atención” otro temblor sacudió los cimientos del volcán, por unos segundos el exmercenario temió el que se activase, pero a pesar de esto, el brujo comenzó a correr en la dirección en la que le había dicho Eltrant.
Arreglado aquello, volvió a usar su espada como si fuese una brújula y continuó avanzando, rezando a sus dioses por que evitaran que aquel dios le lanzase una roca sobre su cabeza.
Esta vez no encontró nada al final del resplandor. Nada visible.
Una especie de figura, un contorno formado por ceniza frente a él. Parecía un niño, uno que conocía.
- ¡Demian! – Exclamó Eltrant inmediatamente, justo cuando comprendió, o creyó comprender, que tenía frente a sus ojos. - ¿Eres… eres tú? – Envainó a Olvido, no iba a necesitar pelear allí, ahora tocaba huir.
Sujetó la silueta con ambas manos, no sabía exactamente que estaba agarrando ni a quién. Pero el tamaño y el peso eran los de un niño y había visto infinidad de veces como Demian se volvía invisible.
¿Estaba inconsciente?
Como si llevase un fardo de heno invisible se llevó a Demian bajo el brazo y comenzó a correr en la dirección opuesta al ancestral. Mientras lo hacía, con su mano libre, rebuscó entre los bolsillos de su cinturón hasta encontrar una de las afamadas “pociones de energía” que le había hecho Níniel. [2]
- ¿Estas despierto? – Preguntó - ¿Puedes beberte esto? – Añadió, momentos antes de escuchar un rugido que estuvo a punto de lanzarle por los aires. – ¡Dioses! – Bramó, tratando de mantenerse erguido, asegurándose de que no soltaba al brujo.
[1] Uso Habilidad Olvido: Regeneración.
[2] Cedo "Elixir de Restauración" a Demian. Descripción: Permite restablecer e incrementar la energía de un personaje, en personajes mágicos aumenta la potencia de sus hechizos.
Off: Demian me ha permitido "usar" un poco a su PJ.
¿Friddel se estaba escuchando hablar?
Aunque en un principio el sonoro martillazo parecía haber funcionado y había atraído la atención del dragón, este había desviado su interés hacía los magos que estaban en la cima del volcán. Evidentemente, no estaban preparados para enfrentarse a algo así, nadie de allí lo estaba, para empezar.
Masculló un par de insultos en voz baja según colgaba el martillo de su espalda y comenzaba a correr montaña arriba. Quizás para los dragones que surcaban los aires aquello fuese tarea fácil, pero él, ataviado en una armadura completa de placas y cargando además varias armas no estaba especialmente preparado para hacer montañismo.
- ¡Demian! –
Pero la norteña tenía razón, no se podía quedar allí, mirando hacía las alturas, contemplando como aquel lagarto sobredimensionado acababa con todos los que intentaban “conversar” con él. ¿Por qué estaba tan enfadado para empezar? Los demás ancestrales no se habían comportado como bestias presas de sus instintos más básico.
No habían atacado a todo aquel que se acercaba a ellos.
Jadeando, se apoyó en una roca gigantesca, similar a la que había caído de las alturas y se había encargado de hacer estallar. Recobró el aliento unos instantes y continuó corriendo, no iba a poder subir allí en el tiempo necesario.
Todos los que iban a pie iban a necesitar como mínimo horas.
Pero, por supuesto, no pensaba rendirse. Y esto se vio recompensado de algún cuando se cruzó con uno de los dragones de Friddel al que, de alguna forma una gigantesca roca había aplastado la cola.
- ¿¡Estás bien!? – Se detuvo a su lado, el dragón gruñó algo que Eltrant no comprendió en su dialecto natal, parecía evidentemente dolorido pero intacto, el peñasco no le había alcanzado en ninguna zona vital. – Quédate quieto. – A toda prisa, intentó empujar la roca que mantenía sujeto la que, ahora por su voz, comprendió que era una mujer.
Está volvió a decir varias cosas en su idioma, seguido por un “Eltrant Tale”.
- ¡No te entiendo! – Estaba perdiendo muchísimo tiempo allí. ¿Pero que podía hacer? Cada movimiento del Ancestral era inmediatamente seguido por algún desprendimiento, por más lluvia incandescente.
- ¡Digo que sigas corriendo! – Bramó la dragona en común.
Eltrant frunció el ceño y desenvainó a Olvido, si no podía mover la roca…
- Esto te va a doler. – Un tajo limpio, la mujer no tuvo tiempo de protestar, cortó su cola justo por el lugar por el cual había quedado atrapada.
Un alarido de dolor se alzó sobre la montaña, tras lo cual Eltrant se acercó a la dragona, espada en mano, e instó a que el viento inextinguible que la rodease ayudase a la norteña. [1]
- Vuelve a la playa. – Ordenó el castaño, notando como el viento de su espada hacia que las heridas de la mujer, poco a poco, comenzasen a dejar de sangrar.
- No. – Respondió esta, bruscamente, mirando con curiosidad la espada del exmercenario; la cual parecía haber mitigado considerablemente el dolor de su cola y las distintas heridas de la caída. – Friddel nos ha dado órdenes y pienso cumplirlas, humano. – Afirmó alzando la mirada, incorporándose levemente al ver como algunos dragones se desplomaban desde las alturas.
Nadie del equipo de tierra había tenido tiempo de ascender aún, dudaba mucho que llegasen antes de que todos los brujos. Y él seguía atrapado allí, no había llegado ni a la mitad de la mitad del camino.
- Súbete, Tale. – Comentó a la dragona, indicándole con la cabeza que saltase sobre su lomo. – También vas hacía la cima. ¿Verdad? – Asintiendo inmediatamente, el castaño no se lo pensó dos veces. Tras envainar a Olvido saltó sobre la espalda de su inesperada compañera y esta, haciendo alarde de una resistencia considerable, emprendió el vuelo ignorando las heridas que cubrían su forma dracónica.
De aquel modo apenas tardó varios minutos en alcanzar la cima, lugar en el que el calor y el humo se hacían insoportables. Se quitó el yelmo, pues no podía respirar con facilidad con él, y lo colgó de su cinturón.
- ¡Svala! – dijo la dragona, alzando su voz sobre la del Ancestral, al que como todos sus compatriotas estaban rodeando para alcanzar una zona en la que aterrizar medianamente segura.
- ¡¿Cómo!? – Respondió Eltrant, tratando de vislumbrar la figura de los brujos entre el humo.
- ¡Ese es mi nombre, humano! – Afirmó, después bajó la cabeza. - ¡Agárrate! – Gritó un segundo antes de hacer un rápido picado hacia el lugar en el que, por contexto, Svala se disponía a aterrizar.
Incapaz de hacer otra cosa salvo gritar sorprendido, Eltrant se sujetó como buenamente pudo a las escamas de Svala mientras esta descendía a toda velocidad y, al final, ambos acabaron justo al lado de dos brujos que, agotados, estaban escondidos tras una gigantesca piedra que parecía estar fuera de la atención del Ancestral.
- ¡Subíos! – Eltrant, algo aturdido por el viaje, se bajó de Svala y, tomó a los dos brujos de los hombros. - ¡Rápido! – Gritó a continuación, instándoles a ambos a que se subiesen al lomo de la dragona. - ¡Voy a buscar a más gente! – Le gritó a la dragona. - ¡Voy a traer aquí a los que vaya encontrando! – Le dijo, la dragona asintió y, con una potente sacudida de alas, emprendió el vuelo.
Había visto a muchos dragones hacer eso, pero nunca se iba a acostumbrar a aquella visión. Tampoco pensaba que fuese a olvidar, alguna vez, como aquel Ancestral que tenía a varias decenas de metros de él era capaz de mover colinas con sus garras como si estas no fuesen más que pequeños montones de Arenas.
Después de que las sombras de Svala y los brujos desaparecieran entre el humo, Eltrant asintió para sí y salió de su escondite, dispuesto a buscar a más personas, pero con una en mente como objetivo principal.
- ¡Demian! –
El suelo se tambaleaba con cada movimiento del dragón, era difícil siquiera permanecer de pie y el pequeño brujo no estaba por ninguna parte.
- ¡Demian! –
Sus gritos atrajeron algunos de los brujos extraviados, a quienes Eltrant dirigió con un par de señas hacía la piedra oculta, dónde por lo que veía algunos dragones estaban empezando a aterrizar a recoger a gente.
- ¡Demian! –
Continuó avanzando; era imposible encontrarlo, era como si no hubiese estado allí para empezar. ¿Había desaparecido? ¿Lo había devorado el dragón? Masculló un par de insultos y se hizo con Olvido, intentó que su viento dispersara un poco el humo y la ceniza que dificultaba el ver más allá de sus propios brazos.
Pero se encontró con otra cosa.
Sabía que Olvido había estado actuando de forma distinta desde que tuvo el encontronazo con Bracknell, que esta brillaba con fuerza cada vez que la acercaba a un objeto mágico. Pero allí era diferente, el brillo de la hoja era inestable, pero al mismo tiempo estaba siempre encendido.
Y no se debía al guantelete que portaba en su brazo izquierdo; estaba sujetando su arma con su mano útil en aquel momento.
Levantó la espada en alto y apuntó hacia el Ancestral, la espada brilló con aun más fuerza, con la misma intensidad que un candil recién encendido. Frunciendo el ceño, Eltrant la bajó para ver como la espada palidecía levemente. ¿Había algo raro en aquel lugar con la magia? ¿Flotaba, literalmente, en el aire? Justo cuando empezaba a sacar conclusiones otra sacudida le hizo perder el equilibrio.
Dejando escapar varios insultos dirigidos a los dioses humanos, Eltrant usó a Olvido a modo de bastón y volvió a levantarse, después, instando a que su cerebro atase cabos a toda prisa trato de intuir si, además del dragón, la espada reaccionaria con otros elementos mágicos en el ambiente.
Se giró sobre sí mismo y, cuando apuntó a alguna dirección en la que su espada brillaba con algo más de fuerza, se encaminó inmediatamente hacía ahí.
- ¡Dem! –
Al otro lado del resplandor de su hoja encontró a un brujo, tumbado en el suelo, consciente y aterrorizado. Pero no era Demian. Apretando los dientes, ligeramente frustrado ante esto, tomó al tipo de un brazo y le obligó a levantarte.
- ¡Corre hacía allí! – Gritó, señalando el lugar en el que estaba el punto de aterrizaje. - ¡Mantente agachado, no nos presta demasiada…!– No llegó a decir “Atención” otro temblor sacudió los cimientos del volcán, por unos segundos el exmercenario temió el que se activase, pero a pesar de esto, el brujo comenzó a correr en la dirección en la que le había dicho Eltrant.
Arreglado aquello, volvió a usar su espada como si fuese una brújula y continuó avanzando, rezando a sus dioses por que evitaran que aquel dios le lanzase una roca sobre su cabeza.
Esta vez no encontró nada al final del resplandor. Nada visible.
Una especie de figura, un contorno formado por ceniza frente a él. Parecía un niño, uno que conocía.
- ¡Demian! – Exclamó Eltrant inmediatamente, justo cuando comprendió, o creyó comprender, que tenía frente a sus ojos. - ¿Eres… eres tú? – Envainó a Olvido, no iba a necesitar pelear allí, ahora tocaba huir.
Sujetó la silueta con ambas manos, no sabía exactamente que estaba agarrando ni a quién. Pero el tamaño y el peso eran los de un niño y había visto infinidad de veces como Demian se volvía invisible.
¿Estaba inconsciente?
Como si llevase un fardo de heno invisible se llevó a Demian bajo el brazo y comenzó a correr en la dirección opuesta al ancestral. Mientras lo hacía, con su mano libre, rebuscó entre los bolsillos de su cinturón hasta encontrar una de las afamadas “pociones de energía” que le había hecho Níniel. [2]
- ¿Estas despierto? – Preguntó - ¿Puedes beberte esto? – Añadió, momentos antes de escuchar un rugido que estuvo a punto de lanzarle por los aires. – ¡Dioses! – Bramó, tratando de mantenerse erguido, asegurándose de que no soltaba al brujo.
___________________________________________________________
[1] Uso Habilidad Olvido: Regeneración.
[2] Cedo "Elixir de Restauración" a Demian. Descripción: Permite restablecer e incrementar la energía de un personaje, en personajes mágicos aumenta la potencia de sus hechizos.
Off: Demian me ha permitido "usar" un poco a su PJ.
Eltrant Tale
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
Mentiríamos si dijésemos que Demian nunca había probado el alcohol, lo cierto es que cualquier chico ya conocía el gusto picante de la fermentación desde mucho más joven. Aún así, el joven brujo jamás había tenido una borrachera de verdad. Pasarían aún varios meses antes de que eso ocurriera.
Y sin embargo, sin saberlo, acababa de experimentar la sensación de estarlo.
Años más tarde probaría todo tipo de licores, como su padre, para intentar experimentar lo mismo que había vivido al llenarse de Éter. Habría veces en que se acercaría, pero nada realmente lo alcanzaría.
Pero así como intensa había sido la subida, así mismo había sido el descenso.
Se sentía vacío, cansado. Era como si nada importara, como si no juntara una tristeza intensa y se mezclara con el peor cansancio que hubiera vivido. Simplemente no tenía ganas de nada, ni energía para nada. Ni siquiera podía realmente sentir el flujo del Éter.
No estuvo seguro de realmente cuánto tiempo pasó, ni si se había movido. No recordaba el momento en que había caído de rodillas ni cuándo le había caído tanta ceniza encima.
¿Había soñado todo lo que había pasado? ¿Había imaginado nada más un volcán sonriendo y asintiendo?
Su respuesta fue un frasco alquímico.
Sólo entonces espabiló de dónde se encontraba. Para empezar, ya no estaba de rodillas, sino que era cargado por Eltrant, literalmente como un bulto bajo el brazo.
Exhaló para dejar ir los efectos de la magia que le cubría. Había algo raro, era como si no pudiera siquiera sentir el Éter que estaba usando, pero aún así al menos el hechizo cesó su efecto. Volvía a ser visible.
Hizo un rápido experimento. Intentó crear una ilusión pequeña, apenas una esfera luminosa, pero no funcionó. Se asustó unos momentos, confundido por la ausencia de un sentido que le era tan familiar.
–¡¿Qué rayos pasa?! -exclamó.
No alcanzaría a racionalizar los hechos ocurridos cuando el escenario nuevamente cambió. Un enorme rugido le impulsó con tal fuerza que estaba seguro que en otras circunstancias, si no estuviera en los brazos de Eltrant, habría volado por los aires.
Bebió el elixir, sin saber realmente para qué era. Confiaba en el humano lo suficiente para suponer que no era nada malo.
La lluvia de sensaciones no había acabado por ese día.
Tomar aquella preparación le hizo sentir bien. No era sólo que sus energías volvían, sino que pronto el Éter volvía a aparecer para él. Se acababa su ceguera mágica. Para su suerte, aquella horrible experiencia quedaba atrás.
Un nuevo rugido le trajo de vuelta al presente. El dragón se paraba amenazante ante ellos. Demian cerró los ojos esperando ser desintegrado, pero esto no ocurrió. Se formó una pausa.
–Gracias Elt -le dijo al humano haciendo ademán de volver a sus propios pies.
Ya en tierra, repitió la simple técnica que por vueltas del destino se le hacía más y más familiar. Sacó sus brazos por la apertura del cuello de la camisa y amarró a las ahora sueltas mangas sus cuchillos arrojadizos. Creaba así un arnés improvisado con ganchos.
–¡He peleado con dragones más feos que tú! –dijo el chico parándosele a aquella imponente criatura. No estaba realmente bluffeando.
Si era honesto consigo mismo, en aquella ocasión con Querostraza las cosas tampoco habían terminado con una victoria, mas no por ello iba a perder la confianza.
–¡Cada vez que cobras una vida, un fantasma te perseguirá hasta el fin de los tiempos! –gritó.
Aquello le ayudaba. Por algún momento no tartamudeaba si gritaba. Algo similar pasaba con el canto, pero ni lo uno ni lo otro eran acciones que repetía con frecuencia.
–Ni siquiera un dragón se salva de eso –insistió, levantando una de sus manos, como si apretara algo invisible en ella.
Una serie de imágenes fantasmales emergieron del suelo, primero como si se tratara de muertos vivientes, sacando sus manos podridas de la tierra, para luego levantarse. En sus rostros había sufrimiento y dolor, algunos fantasmas parecían quemados.
–Los tuyos hacen juicios... ¿no?... ¡Enfrenta ahora el juicio de los muertos! –dijo finalmente con todo el aire de sus pulmones.
Los muertos entonces flotaron hasta la criatura, ingresando a su cuerpo como si intentaran poseerle, como si invadieran su esencia.
Todo era una ilusión, claro, pero una de las más crueles y poderosas que el chico sabía hacer. La llamaba "Valle de los Espíritus".(1)
No estaba muy seguro de si funcionaría o de si iba a poder realizar todo su efecto, pero confiaba en que al menos le daría un momento de distracción, un instante para hacer algo todavía más loco.
–M-m-me has mal enseñado –le dice a Eltrant en el momento en que le toma una de sus manos.
Sin duda aquel joven de barba rebelde había sido uno de sus modelos en la vida para intentar cosas a todas luces idiotas, tanto como llenas de heroísmo.
Se hizo uno con el vacío.
Y el vacío respondió.(2)
Demian apareció sobre la espalda del dragón, cerca de su cuello, realizando de inmediato la maniobra que ya, curiosamente, se le volvía familiar. Los cuchillos atados a las mangas sueltas de su camisa los pondría firmes entre las escamas, en sentido contrario a su movimiento, de manera que a más presión más intentaran clavarse para mantenerle firme.
Volvía a ser Demian, el jinete de dragones. Alguien, algún día, iba a tener que escribir una canción sobre ello.
–Ahora vamos a hablar –le gritó mientras se sujetaba–. Los tuyos saben hablar, he hablado con ellos... ¿por qué haces todo este alboroto? no te vas a librar de mí hasta que me respondas, que como no lo hagas ¡te rompo el cuello a puñetazos!
Si somos francos, ahora sí bluffeaba.
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(1) Demian ha usado su habilidad Valle de los Espíritus, para intentar aturdir al dragón mediante una ilusión en que los muertos le torturan.
(2) Adicionalmente, usa la habilidad Paso del Espectro para teletransportarse al lomo de la bestia. En ese momento toma de la mano a Eltrant para intentar llevarle con él.
Demian
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Re: El dragón y el volcán [Desafío]
El dragón Ancestral, cuyo nombre real era Thariza y el nombre coloquial por el que los marineros le conocía era Dragón rojo de ojos negros, no atacaba directamente a los dragones; el daño que les ofrecía era indirecto ya fuera porque se acercaban demasiado a su cuerpo llameante o por los enormes pedruscos que el volcán había estado eructando. La capitana Tarama Friddel estudiaba los movimientos del Ancestral desde la falda de la montaña. Con la mano derecha, con la que sostenía la lanza, dirigía a los hombres como su fuera el director de una orquesta. Desplegaos, evitad el contacto físico. Mágicos, el volcán, el dragón lo está reactivando. Contrarrestad el hechizo. Dragones, al vuelo. Impedid que el dragón vea a nuestros aliados. Lo heridos, a un lado, manteneos a cubierto. Friddel estaba atenta a todo lo que ocurría en el volcán.
Prestaba especial atención a Thariza, por motivos obvio, era un Ancestral, y al humano Eltrant Tale para prevenir que su mal augurio no afectase a la misión. Conocía a la posición de cada uno de los dragones y con la lanza, señalaba la futura ubicación donde estarían. Los heridos a un lado, los mágicos en la cima del volcán y los alados en el cielo, distrayendo al dragón. En tierra, repartió los caballeros en dos grupos: los que hacían ruido por toda la isla y los que daban resguardo a los heridos. Eltrant Tale pertenecía a este segundo grupo. Creó la avanzadilla y abrió el paso hasta la cima del volcán que los demás caballeros usarían después de él.
Friddel se encontraba en mitad de la nada, completamente expuesta a la magia de Thariza. Para su desgracia, el dragón la ignoraba. ¡Maldita sea! Descendía en picado a la boca del volcán bañándola con las cenizas que desprendían sus alas. El volcán rugía perdigones de roca candente, volvía activarse. Maldita sea, siseó Tarama Friddel entre dientes, maldito sean todos los volcanes de Aerandir.
El volcán escupió una sombra, desde la posición donde Friddel se encontraba parecía una pequeña piedra negra, que golpeó al dragón Thariza en el cuello. Un golpe de buena fortuna producido por el caos del volcán. La sombra quedó adherida al cuello del Ancestral. La capitana Friddel agudizó la vista. Sus ojos humanos desaparecieron por un segundo dando paso a los finos ojos de un reptil, de una dragona. La piedra negra que creyó haber visto tenía piernas y unos cortos bracitos terminados en cuchillas. Era el niño brujo, Demian.
—¡Idiota! — gritó la capitana — ¡Eres el mayor idiota de Aerandir!
Dejó de prestar atención a Eltrant, a Thariza y al resto de los dragones. Soltó la lanza y ascendió a la cima del volcán; primero usando sus propios pies y luego impulsándose con las alas de la dragona. No llegó a transformarse del todo, solo las alas. Llegó a una posición considerablemente alta, donde se encontraba Eltrant Tale. Thariza hacia piruetas para desquitarse del pequeño incordio que suponía el brujo. Eso, teniendo en cuenta que no lo hubiera matado ya con el fuego que emanaba su cuerpo.
—¿De qué agujero ha salido? — aunque se dirigiese al humano, Friddel miraba a Thariza —. ¿Todos los brujos son igual de osados o es cosa de la edad? — sentía una mezcla de enfado y preocupación —. Saltaré al igual donde caiga. Sus manitas no aguantarán mucho más. Cogeré su cuerpo y lo pondré en un lugar seguro. Es tu amigo, tú te encargarás del entierro — la última frase mirando a los ojos de Eltrant.
—No sabéis lo que estáis haciendo— La voz de Thariza resonaba en la cabeza de todos los presentes. —. Cometéis un error al impedir que mi cuerpo se alimente de lava y ceniza. Me necesitáis. Nos necesitáis. Nos necesitabais. Nos necesitabais a todos para las guerras que os aguardan. Vuestras guerras. No nuestras. Nuestras guerras terminaron antes que nacieran vuestros abuelos. No pidáis clemencia. Nunca más. Qué os aproveche la isla y su éter abandonado.
—¡Eh, espera! ¡¿A qué guerras te refieres?! — gritó Friddel.
Thariza se deshizo de Demian dando varios giros sobre sí mismo en el cielo. La capitana cumplió su promesa: se impulsó con las alas y recogió al niño en el aire con los brazos humanos. Los brazos del brujo estaban cubiertos de llamas inocuas.
—¡¿Te alimentabas del éter de la isla?! —
El dragón no respondió a ninguna de las preguntas de Friddel. Se alejaba hacia las montañas del norte.
Miró al niño que tenía en brazos. Estaba inconsciente. En lugar de quemarse al entrar en contacto con el cuerpo del Ancestral, el cuerpo del brujo había absorbido su éter. Friddel dedujo que las palabras del dragón eran para Demian.
—¿Qué le has dicho? Le has ofendido. ¡Brujo tenías que ser! Has ofendido a un Ancestral. — dejó a Demian junto a Eltrant Tale —. Has ofendido a un Ancestral y él no te ha matado, sino que te ha regalado su voz — estaba al borde de las lágrimas —. Necesito saber qué le has dicho para que te haya contestado.
Tarama Friddel se hacía otras preguntas que no pronunciaba en voz alta, la que más resonaba: ¿Cuánto éter contenía el volcán? Por lo menos el suficiente para alimentar a un Ancestral. Thariza ha abandonado el volcán, pero los dragones podrían hacerse cargo de él. Recoger, de alguna manera que Friddel no sabía, todo el éter y utilizar para preparar las defensas que el Ancestral vaticinó.
* Eltrant Tale: aunque Friddel todavía te reconoce como un humano que atrae el peligro, has demostrado que sabes obedecer las órdenes de la capitana por lo que te reconocerá como una persona de confianza y tomará tu palabra antes de la de un desconocido.
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia en función de la calidad del texto.
* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Obsequio:
Armadura del Perjurado (calidad superior): no es una armadura nueva, es una modificación de tu vieja armadura como miembro de La Guardia de Lunargenta. La capitana Friddel la ha cogido prestado y la llevado a los herreros de Dundarak para que reparen las mellas y, además, mejoren las placas con el metal de los dragones. Lar armadura no posee ningún color más allá del gris y el marrón, no eres lo suficiente digno de llevar los colores de los dragones, pero sí sus metales. Siéntete halagado. Proporciona una resistencia adicional contra los hechizos que tengan que ver con el fuego en las estaciones cálidas (primavera y verano) y resistencia a hechizos que tengan que ver con el frío en las estaciones frías (otoño e invierno). Además, te permitirá abrir temas interpretativos en la isla volcánica.
Consecuencia:
La capitana Friddel te nombra capataz. Serás quien dirija las construcciones que utilizaran los dragones para recoger el éter de la isla. Esto lo veremos en tu próximo tema interpretativo el cual tendrá lugar en la isla. Lo abrirás con uno (o varios) usuarios dragones. Este tema lo usaremos como fuente para realizar un post en “Tramas Master Sigel” en el que hablaremos de dicha construcción. Mientras Friddel estará en Dundarak, estudiando a los Ancestrales y dando parte de lo ocurrido a sus superiores.
* Demian: has absorbida una buena cantidad del éter del dragón, lo cual le ha hecho más daño que cualquier amenazada relacionada con su cuello. Los dragones se maravillan de tu relación con el éter. Se preguntan si es cosa de todos los brujos o únicamente tuya. Si han de apostar, jugarían todas sus fichas a la segunda opción.
Recompensas:
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* +3 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 5 ptos totales de experiencia
Obsequio:
Vestigio de Thariza: Tras cicatrizar las heridas causadas por el dragón Ancestral, descubre que su brazo derecho quedó marcado por una serie de runas arcanas. En los 2 temas siguientes del Demian, las runas potencian dos de sus habilidades. Una vez finalizados estos dos temas, las runas de la piel se desvanecerán y con ellas, los potenciadores de las habilidades.
Puñalada fantasma:
(Activable) Entras en un estado de claridad mental en que ves relucientes los puntos vitales del objetivo y aperturas de su defensa. Atacas, dichas zonas, utilizando las propias manos envueltas en llamas, causando serias quemaduras y/o profundas hemorragias. Este ataque es el doble de eficaz si estás invisible o si el objetivo está bajo una ilusión.
Enfriamiento: 3 turnos.
Paso de los espectros:
(Activable). Tu cuerpo se fusiona con tus ilusiones. En el lugar donde estabas queda una imagen espectro con tu misma apariencia, pero tu forma física desaparece y reaparece a una distancia máxima que depende de tu intelecto. Una vez descubierto el engaño, la imagen espectral se recubre de fuego. Grita como un niño asusta y termina estallando. Al usar esta habilidad, el enfriamiento de Presencia Fantasmal se reduce en 1 turno.
Enfriamiento: 3 turnos.
Maldición:
si se usa la recompensa Vestigio de Thariza, Demian sentirá el recuerdo del dolor sufrido en la isla del Volcán. El fuego y él éter estará muy presente en su cabeza. Dejo a la interpretación del usuario el nivel de intensidad de este dolor, así como el malestar (tal vez picores o entumecimiento) que puedan causar las runas cuando se encuentran desactivadas.
Prestaba especial atención a Thariza, por motivos obvio, era un Ancestral, y al humano Eltrant Tale para prevenir que su mal augurio no afectase a la misión. Conocía a la posición de cada uno de los dragones y con la lanza, señalaba la futura ubicación donde estarían. Los heridos a un lado, los mágicos en la cima del volcán y los alados en el cielo, distrayendo al dragón. En tierra, repartió los caballeros en dos grupos: los que hacían ruido por toda la isla y los que daban resguardo a los heridos. Eltrant Tale pertenecía a este segundo grupo. Creó la avanzadilla y abrió el paso hasta la cima del volcán que los demás caballeros usarían después de él.
Friddel se encontraba en mitad de la nada, completamente expuesta a la magia de Thariza. Para su desgracia, el dragón la ignoraba. ¡Maldita sea! Descendía en picado a la boca del volcán bañándola con las cenizas que desprendían sus alas. El volcán rugía perdigones de roca candente, volvía activarse. Maldita sea, siseó Tarama Friddel entre dientes, maldito sean todos los volcanes de Aerandir.
El volcán escupió una sombra, desde la posición donde Friddel se encontraba parecía una pequeña piedra negra, que golpeó al dragón Thariza en el cuello. Un golpe de buena fortuna producido por el caos del volcán. La sombra quedó adherida al cuello del Ancestral. La capitana Friddel agudizó la vista. Sus ojos humanos desaparecieron por un segundo dando paso a los finos ojos de un reptil, de una dragona. La piedra negra que creyó haber visto tenía piernas y unos cortos bracitos terminados en cuchillas. Era el niño brujo, Demian.
—¡Idiota! — gritó la capitana — ¡Eres el mayor idiota de Aerandir!
Dejó de prestar atención a Eltrant, a Thariza y al resto de los dragones. Soltó la lanza y ascendió a la cima del volcán; primero usando sus propios pies y luego impulsándose con las alas de la dragona. No llegó a transformarse del todo, solo las alas. Llegó a una posición considerablemente alta, donde se encontraba Eltrant Tale. Thariza hacia piruetas para desquitarse del pequeño incordio que suponía el brujo. Eso, teniendo en cuenta que no lo hubiera matado ya con el fuego que emanaba su cuerpo.
—¿De qué agujero ha salido? — aunque se dirigiese al humano, Friddel miraba a Thariza —. ¿Todos los brujos son igual de osados o es cosa de la edad? — sentía una mezcla de enfado y preocupación —. Saltaré al igual donde caiga. Sus manitas no aguantarán mucho más. Cogeré su cuerpo y lo pondré en un lugar seguro. Es tu amigo, tú te encargarás del entierro — la última frase mirando a los ojos de Eltrant.
—No sabéis lo que estáis haciendo— La voz de Thariza resonaba en la cabeza de todos los presentes. —. Cometéis un error al impedir que mi cuerpo se alimente de lava y ceniza. Me necesitáis. Nos necesitáis. Nos necesitabais. Nos necesitabais a todos para las guerras que os aguardan. Vuestras guerras. No nuestras. Nuestras guerras terminaron antes que nacieran vuestros abuelos. No pidáis clemencia. Nunca más. Qué os aproveche la isla y su éter abandonado.
—¡Eh, espera! ¡¿A qué guerras te refieres?! — gritó Friddel.
Thariza se deshizo de Demian dando varios giros sobre sí mismo en el cielo. La capitana cumplió su promesa: se impulsó con las alas y recogió al niño en el aire con los brazos humanos. Los brazos del brujo estaban cubiertos de llamas inocuas.
—¡¿Te alimentabas del éter de la isla?! —
El dragón no respondió a ninguna de las preguntas de Friddel. Se alejaba hacia las montañas del norte.
Miró al niño que tenía en brazos. Estaba inconsciente. En lugar de quemarse al entrar en contacto con el cuerpo del Ancestral, el cuerpo del brujo había absorbido su éter. Friddel dedujo que las palabras del dragón eran para Demian.
—¿Qué le has dicho? Le has ofendido. ¡Brujo tenías que ser! Has ofendido a un Ancestral. — dejó a Demian junto a Eltrant Tale —. Has ofendido a un Ancestral y él no te ha matado, sino que te ha regalado su voz — estaba al borde de las lágrimas —. Necesito saber qué le has dicho para que te haya contestado.
Tarama Friddel se hacía otras preguntas que no pronunciaba en voz alta, la que más resonaba: ¿Cuánto éter contenía el volcán? Por lo menos el suficiente para alimentar a un Ancestral. Thariza ha abandonado el volcán, pero los dragones podrían hacerse cargo de él. Recoger, de alguna manera que Friddel no sabía, todo el éter y utilizar para preparar las defensas que el Ancestral vaticinó.
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* Eltrant Tale: aunque Friddel todavía te reconoce como un humano que atrae el peligro, has demostrado que sabes obedecer las órdenes de la capitana por lo que te reconocerá como una persona de confianza y tomará tu palabra antes de la de un desconocido.
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Armadura del Perjurado (calidad superior): no es una armadura nueva, es una modificación de tu vieja armadura como miembro de La Guardia de Lunargenta. La capitana Friddel la ha cogido prestado y la llevado a los herreros de Dundarak para que reparen las mellas y, además, mejoren las placas con el metal de los dragones. Lar armadura no posee ningún color más allá del gris y el marrón, no eres lo suficiente digno de llevar los colores de los dragones, pero sí sus metales. Siéntete halagado. Proporciona una resistencia adicional contra los hechizos que tengan que ver con el fuego en las estaciones cálidas (primavera y verano) y resistencia a hechizos que tengan que ver con el frío en las estaciones frías (otoño e invierno). Además, te permitirá abrir temas interpretativos en la isla volcánica.
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* Demian: has absorbida una buena cantidad del éter del dragón, lo cual le ha hecho más daño que cualquier amenazada relacionada con su cuello. Los dragones se maravillan de tu relación con el éter. Se preguntan si es cosa de todos los brujos o únicamente tuya. Si han de apostar, jugarían todas sus fichas a la segunda opción.
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Vestigio de Thariza: Tras cicatrizar las heridas causadas por el dragón Ancestral, descubre que su brazo derecho quedó marcado por una serie de runas arcanas. En los 2 temas siguientes del Demian, las runas potencian dos de sus habilidades. Una vez finalizados estos dos temas, las runas de la piel se desvanecerán y con ellas, los potenciadores de las habilidades.
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