[CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
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[CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
El recorrido por aquellos túneles había sido largo, tanto que al salir ya era de noche, arduo y, sobretodo, tenebroso. Las telarañas cubrían los altos techos y las vigas de madera de ébano que sostenían las rocas que formaban las paredes del lugar estaban ya carcomidas y se veían poco resistentes. A medida que avanzaban en la oscuridad, Erzsébeth se percataba de que no eran unos pasadizos normales y corrientes, de estos que se hacían en caso de evacuación por si algún tipo de guerra estallaba y había que esconder a la población o salvar a algún importante cargo como el rey, qué va. Era mucho, mucho más perturbador. Bajo los escombros y el polvo, parecía haber huesos de personas y otras criaturas, incluso algunas calaveras poseían cuernos y otras eran exageradamente grandes para un humano. Aquí no pasó nada agradable hace algunos años, pensó el vampiro, mientras toqueteaba los huesos que iba encontrando para asegurarse de que no tenían valor alguno. Uno nunca sabía cuándo podía hacerse rico encontrado tesoros. Las antorchas iluminaban los amplios pasillos, y habían muchas bifurcaciones. Pero el anciano había sido claro: seguir lo que se hallase iluminado. Así que tomó la iniciativa y persiguió la luz tenue y melancólica de los candiles, a veces con la sensación de estar recorriendo un laberinto, de tantas vueltas que daba, otras sin saber muy bien a dónde dirigirse.
Después de una hora y media de caminata entre insectos, muertos y luces, encontró una escalera. No era la típica escalerilla que tenías que escalar para salir a la superficie, como si fuera un alcantarillado, sino unas escaleras titánicas y marrones, iluminadas en sus laterales por antorchas mucho más grandes y ornamentadas. Al final de las escaleras se encontraba una puerta con algunas runas talladas, aunque no comprendía el significado de ninguna, de modo que ignoró ese hecho y comenzó su ascenso hacia las puertas. Las abrió de par en par y, con mucho cuidado, metió un pie dentro de la habitación que se encontraba ante él, totalmente a oscuras y en silencio. Ni saltó una trampa ni alguien había gritado, así que todo parecía en orden. Les hizo una señal a Bio y al robot para que le siguiesen, como si realmente supiese a dónde se dirigía.
Unos pasos bastaron para que la madera crujiese y les delatase. De pronto, como de la nada, luces azuladas saturaron la sala, a penas se vio nada por unos segundos del resplandor que estas emitían, pero una vez la intensidad de sus llamas se hubo calmado, Erzsébeth pudo ver con claridad. Se encontraban en las puertas de una iglesia. En medio había un ancho y largo pasillo, a sus lados hileras e hileras de bancos de madera se arremolinaban, antes en perfecto orden para las oraciones del pueblo, ahora abandonado y descuidado, estando los bancos tan malamente colocados que solo estorbaban y afeaban la sala. Había cuadros de batallas religiosas adorando las paredes, y al final de la sala tres enormes vidrieras dejaban entrar la luz lunar. Avanzó, fijándose en los detalles de cada centímetro del lugar, y sobretodo apreciando las vidrieras. Los dibujos de los gigantescos ventanales eran tan sobrecogedores que a penas podía describirlos; a la izquierda, una mujer hermosa ofrecía una manzana podrida entre sus manos, unos colmillos asomaban de su boca y su cabellera rubia estaba teñida de sangre, era una vampiresa; a la derecha, un hombre presentaba un gesto de dolor inconmensurable en su rostro, mientras sus manos rasgaban la carne de su rostro con unas garras peludas y horripilantes, era un licántropo; y en medio se encontraba, un poco rota y desmejorada, una imagen de un hombre que alzaba las manos al cielo, como pidiendo ayuda, mientras que a su espalda las fauces de un dragón se abrían como para devorarle... ¿un hombre-dragón?
—No sé apreciar el valor del arte, pero lo que me produce ver estas imágenes es más de lo que jamás podré deciros —dijo, obnubilado completamente ante la belleza de lo que se mostraba ante él. Sin embargo, un vistazo más a fondo hizo ver que, subiendo unas pequeñas escaleras, había un sitio más elevado que el resto, y un gran sofá, como si fuese un trono improvisado, descansaba allí. Unas siluetas se difuminaban, pero no lograba discernir si era paranoia o realidad. Decidió acercarse más.
—Gracias por traer a mi niña de vuelta —dijo una voz entre las sombras, era una voz grave y profunda, que transmitía algo de respeto y pavor. Erzsébeth se paró en seco. No me temas, muchachita; acércate y dile a tus amigos que te acompañen.
Siguió su camino hasta el altar y la luz lunar iluminó, por fin, los rostros que estaban ocultos. Uno era de la niña, otro del sacerdote, y el otro... el otro no lo reconocía. Era un hombre entrado ya en edad, con unos largos bigotes blancos al igual que su ondulada y marchita barba, con una melena a juego aunque un poco más grisácea. Sus ojos eran amarillos y vestía una túnica larga y raída. Estaba sentado en aquel trono con la joven y bella dama entre sus rodillas, y el sacerdote a un lado, como si de un esclavo se tratase.
—Ha sido un placer ayudar —dijo Erzsébeth, haciendo una pequeña reverencia y callando por un momento—. Tenéis unos murales preciosos en esta iglesia.
—Preciosos y trágicos, todas las obras de arte cuentan una historia. Pero no estamos aquí para hablar de rencillas pasadas, vampiresa. Quiero que me hagáis un favor... yo ya estoy mayor para estos juegos. Esos malandrines volverán a por esta muchacha enseguida, y tenéis que pararlos como sea... soy un viejo agradecido. No os prometo oro, pero sí algo que vale mucho, mucho más.
El silencio colmó la iglesia mientras Erzsébeth meditaba una respuesta apropiada que brindar al anciano. El hincapié en la palabra vampiresa le había hecho sentirse algo inseguro. Y aquel viejo guardaba cierto parecido con el hombre del mural.
Después de una hora y media de caminata entre insectos, muertos y luces, encontró una escalera. No era la típica escalerilla que tenías que escalar para salir a la superficie, como si fuera un alcantarillado, sino unas escaleras titánicas y marrones, iluminadas en sus laterales por antorchas mucho más grandes y ornamentadas. Al final de las escaleras se encontraba una puerta con algunas runas talladas, aunque no comprendía el significado de ninguna, de modo que ignoró ese hecho y comenzó su ascenso hacia las puertas. Las abrió de par en par y, con mucho cuidado, metió un pie dentro de la habitación que se encontraba ante él, totalmente a oscuras y en silencio. Ni saltó una trampa ni alguien había gritado, así que todo parecía en orden. Les hizo una señal a Bio y al robot para que le siguiesen, como si realmente supiese a dónde se dirigía.
Unos pasos bastaron para que la madera crujiese y les delatase. De pronto, como de la nada, luces azuladas saturaron la sala, a penas se vio nada por unos segundos del resplandor que estas emitían, pero una vez la intensidad de sus llamas se hubo calmado, Erzsébeth pudo ver con claridad. Se encontraban en las puertas de una iglesia. En medio había un ancho y largo pasillo, a sus lados hileras e hileras de bancos de madera se arremolinaban, antes en perfecto orden para las oraciones del pueblo, ahora abandonado y descuidado, estando los bancos tan malamente colocados que solo estorbaban y afeaban la sala. Había cuadros de batallas religiosas adorando las paredes, y al final de la sala tres enormes vidrieras dejaban entrar la luz lunar. Avanzó, fijándose en los detalles de cada centímetro del lugar, y sobretodo apreciando las vidrieras. Los dibujos de los gigantescos ventanales eran tan sobrecogedores que a penas podía describirlos; a la izquierda, una mujer hermosa ofrecía una manzana podrida entre sus manos, unos colmillos asomaban de su boca y su cabellera rubia estaba teñida de sangre, era una vampiresa; a la derecha, un hombre presentaba un gesto de dolor inconmensurable en su rostro, mientras sus manos rasgaban la carne de su rostro con unas garras peludas y horripilantes, era un licántropo; y en medio se encontraba, un poco rota y desmejorada, una imagen de un hombre que alzaba las manos al cielo, como pidiendo ayuda, mientras que a su espalda las fauces de un dragón se abrían como para devorarle... ¿un hombre-dragón?
—No sé apreciar el valor del arte, pero lo que me produce ver estas imágenes es más de lo que jamás podré deciros —dijo, obnubilado completamente ante la belleza de lo que se mostraba ante él. Sin embargo, un vistazo más a fondo hizo ver que, subiendo unas pequeñas escaleras, había un sitio más elevado que el resto, y un gran sofá, como si fuese un trono improvisado, descansaba allí. Unas siluetas se difuminaban, pero no lograba discernir si era paranoia o realidad. Decidió acercarse más.
—Gracias por traer a mi niña de vuelta —dijo una voz entre las sombras, era una voz grave y profunda, que transmitía algo de respeto y pavor. Erzsébeth se paró en seco. No me temas, muchachita; acércate y dile a tus amigos que te acompañen.
Siguió su camino hasta el altar y la luz lunar iluminó, por fin, los rostros que estaban ocultos. Uno era de la niña, otro del sacerdote, y el otro... el otro no lo reconocía. Era un hombre entrado ya en edad, con unos largos bigotes blancos al igual que su ondulada y marchita barba, con una melena a juego aunque un poco más grisácea. Sus ojos eran amarillos y vestía una túnica larga y raída. Estaba sentado en aquel trono con la joven y bella dama entre sus rodillas, y el sacerdote a un lado, como si de un esclavo se tratase.
—Ha sido un placer ayudar —dijo Erzsébeth, haciendo una pequeña reverencia y callando por un momento—. Tenéis unos murales preciosos en esta iglesia.
—Preciosos y trágicos, todas las obras de arte cuentan una historia. Pero no estamos aquí para hablar de rencillas pasadas, vampiresa. Quiero que me hagáis un favor... yo ya estoy mayor para estos juegos. Esos malandrines volverán a por esta muchacha enseguida, y tenéis que pararlos como sea... soy un viejo agradecido. No os prometo oro, pero sí algo que vale mucho, mucho más.
El silencio colmó la iglesia mientras Erzsébeth meditaba una respuesta apropiada que brindar al anciano. El hincapié en la palabra vampiresa le había hecho sentirse algo inseguro. Y aquel viejo guardaba cierto parecido con el hombre del mural.
Última edición por Bathory el Jue Ago 13 2015, 14:05, editado 1 vez
Bathory
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
La oscuridad era la única amiga en nuestro recorrido por los salones de aquel túnel de paredes rocosas que daban la impresión de estar en una mazmorra. Solo la luz de las antorchas a lo lejos en el túnel era lo único que daba el porque para poder seguir en pie ante el largo camino que nos acechaba. Telarañas y murciélagos merodeaban alrededor de ese oscuro y poco iluminado túnel el cual poco a poco parecía un profundo abismo sin fin. Había uno que otro hueso de algún cadáver entre los escombros en ese sombrío lugar, pues cada paso era un viaje al pasado, repleto de las reliquias entre los huesos de sus fallecidos portadores en esas ruinas del subsuelo. Había tomado de los escombros un peculiar cráneo que lucía muy extraño como para ser humano, con unos pequeños cuernos sobresaliendo de su frente, que pronto termino en varios pedazos al accidentalmente al presionar mis palmas contra el hueso. Con los años perdemos nuestras fuerzas.. eso fue lo que pensó Sajin en ese momento de colapso de numerosas piezas del cráneo, no era un pensamiento nuevo, si no un refrán tan antiguo de su antiguo señor, un significado grato por parte de este que siempre conmemoro en su base de datos.
Por un momento percibió lo que parecía ser el miserable fin de los seres orgánicos, ahora esqueletos de diversas formas y tamaños del que correteaban las ratas como si se tratasen de laberintos. Pero al menos ellos se habían librado del espiral de muerte y destrucción del que vivían no solo los hombres, si no cada ser vivo. Fue cuando llegué a la conclusión de que todo este arduo camino tuvo su fin; las antorchas por fin iluminaron nuestra llegada, cada vez dando más su brillo con la fuerza de su llama. Sin más era lo más recomendable seguir ese camino a vagabundear por los lares de antaño & soledad a la que habían pasado. Ya no había marcha atrás: seguir el camino o perderte en él. Como si fuese un ave fue como voló el tiempo, mi sistema había informado que en una hora habíamos tenido que transcurrir en el laberinto andrajoso con tal de llegar a nuestro destino, una muy peculiar escalera que había perdurado mucho más que la carne de los desafortunados muertos en el haber del territorio.
Agarré el mango de mi sable cuyo filo dormía bajo mi costado, que si se daba la situación, la haría actuar tal como la vez anterior. Pero esta vez, en un lugar tan pequeño, me dificultaría actuar ante la posibilidad de un ataque mucho mayor al que vivió Jinsa, y hablando de él, sería difícil hacer que él no perdiese el control si llegaba a dominar el cuerpo. La jovencita parecía estar confiada acerca de la seguridad de la puerta, yo también, pero podría haber una que otra trampa dentro o una oscuridad infinita en su interior como la que habíamos experimentado. Nos dio una señal al Señor Bio y a mi, parecía estar asegurada de la falta de peligro en el interior o que fuese una posible salida del lugar, pero de todas maneras, nuestra entrada hacia las puertas fue casi-automática y necesaria para hallar las respuestas a los sucesos anteriores. La madera de ébano crujía y rechinaba dado a su ansiedad, cada vez más fuerte con tal que avanzaba gracias a la dureza de mis pies. Ello era una desventaja, parecía que era mucho más delatable cada paso que daba a los que ellos dos podrían dar a la vez. Las llamas de las antorchas estaban calmadas como si hubiesen sido domadas; mientras que no tardo mucho a que nos diésemos cuenta de que estábamos en una Iglesia, algo inusual en donde nos encontrábamos, un lugar casi en su totalidad abandonado.
Por un momento se acercó hacia la zona de predicación del sacerdote al público en la Iglesia; entre las vidrieras que iluminaban la luz del sol de diferentes tonalidades. Toqué con mi mano la corteza del papel de las escrituras de ese antiguo libro; varias partes de ese libro habían quedado quemadas, era casi imposible leerlo sin que el negro carbonizado de las hojas lo impidiese. Por un momento perdí el interés tras elevar mi vista; habían un montón de imágenes religiosas de un aspecto realista con aspectos romanticistas que cubrían las paredes.
— De hecho lo estás haciendo ahora mismo.-Repliqué de forma sarcástica, pero sin darme cuenta de ello. Lucía indiferente ante toda la belleza artística, solo preocupado en el motivo que habían llegado, tan firme y decidido era lo típico en su especie. Subimos unas pequeñas escaleras tras haber visto a la joven subir a estos, procuraba no perder a esta de vista, ya se tenía suficiente con el Señor Bio herido, así que tampoco terminaríamos con uno más en tal grave estado.
Había estado a la mitad de subida en la escalera cuando el estimado anciano le había sugerido a la joven que nos dijese que la acompañase a estas alturas. Encontramos en la sala diferentes rostros, pero todos ellos parecían tener el mismo motivo. Uno de ellos era el de una inocente niña como parecía pretender, mientras que allí estaba el sacerdote al lado del anciano recostado bajo su peculiar silla. Los ojos del anciano eran amarillentos acompañados del aspecto misterioso y minino en ellos, como si fuese una fiera acechando incluso en el apogeo de su vejez. Sus largos y pálidos dedos con unas uñas largas estaban ahí, colocados en el escritorio en donde estaba con su sacerdote al costado como si fuese su vasallo. Se había percatado de la conversación en proceso entre ese anciano y la joven; no tardo en escuchar esa palabra, la palabra que entro en él un aire de sospechas acerca de la que parecía ser una vampiresa. Disimuladamente dio una mirada en su costado al Señor Bio, el cual parecía tener uno que otro aire de sospechas también en él. ¿El cuerpo humano sería capaz de soportar tal increíble daño? fue lo que pensé, luego de que este combatiese sin mínimo temor a la muerte a ese licántropo y saliese con vida como si hubiese sido una cacería común y corriente a un lobo.
Ese silencio incómodo fue la música para toda la Iglesia y la conversación; mientras que el silencio acechaba entre nosotros como un fantasma en la habitación, me digné a responder. No era más un guardia, tampoco un esclavo, no esperaba que respondiesen por mis propios motivos. —La pregunta aquí es, ¿a qué va todo esto, estimado anciano? ¿y cuál fue la necesidad de tales fieras atacaros? guarda coincidencia que haya un retrato en donde se muestra un ser de la especie de tales vándalos, ¿se dignaría a dar respuestas en vez de terminar dando promesas? -Fue lo que dio como diálogo ante el inquebrantable silencio a los anfitriones; puso sus manos en el escritorio del anciano y lo miro de forma desafiante con su espalda arqueada. No estaba para ser usado y menos por motivos de un desconocido, ello era lo que le preocupaba, pero el anciano se dignó a responder con esos inhumanos ojos ante el brillo de mis azules ojos entre mis cuencas. — Díganle que cuide su lengua, antes de que sea tarde, contra mi amo.
Por un momento percibió lo que parecía ser el miserable fin de los seres orgánicos, ahora esqueletos de diversas formas y tamaños del que correteaban las ratas como si se tratasen de laberintos. Pero al menos ellos se habían librado del espiral de muerte y destrucción del que vivían no solo los hombres, si no cada ser vivo. Fue cuando llegué a la conclusión de que todo este arduo camino tuvo su fin; las antorchas por fin iluminaron nuestra llegada, cada vez dando más su brillo con la fuerza de su llama. Sin más era lo más recomendable seguir ese camino a vagabundear por los lares de antaño & soledad a la que habían pasado. Ya no había marcha atrás: seguir el camino o perderte en él. Como si fuese un ave fue como voló el tiempo, mi sistema había informado que en una hora habíamos tenido que transcurrir en el laberinto andrajoso con tal de llegar a nuestro destino, una muy peculiar escalera que había perdurado mucho más que la carne de los desafortunados muertos en el haber del territorio.
Agarré el mango de mi sable cuyo filo dormía bajo mi costado, que si se daba la situación, la haría actuar tal como la vez anterior. Pero esta vez, en un lugar tan pequeño, me dificultaría actuar ante la posibilidad de un ataque mucho mayor al que vivió Jinsa, y hablando de él, sería difícil hacer que él no perdiese el control si llegaba a dominar el cuerpo. La jovencita parecía estar confiada acerca de la seguridad de la puerta, yo también, pero podría haber una que otra trampa dentro o una oscuridad infinita en su interior como la que habíamos experimentado. Nos dio una señal al Señor Bio y a mi, parecía estar asegurada de la falta de peligro en el interior o que fuese una posible salida del lugar, pero de todas maneras, nuestra entrada hacia las puertas fue casi-automática y necesaria para hallar las respuestas a los sucesos anteriores. La madera de ébano crujía y rechinaba dado a su ansiedad, cada vez más fuerte con tal que avanzaba gracias a la dureza de mis pies. Ello era una desventaja, parecía que era mucho más delatable cada paso que daba a los que ellos dos podrían dar a la vez. Las llamas de las antorchas estaban calmadas como si hubiesen sido domadas; mientras que no tardo mucho a que nos diésemos cuenta de que estábamos en una Iglesia, algo inusual en donde nos encontrábamos, un lugar casi en su totalidad abandonado.
Por un momento se acercó hacia la zona de predicación del sacerdote al público en la Iglesia; entre las vidrieras que iluminaban la luz del sol de diferentes tonalidades. Toqué con mi mano la corteza del papel de las escrituras de ese antiguo libro; varias partes de ese libro habían quedado quemadas, era casi imposible leerlo sin que el negro carbonizado de las hojas lo impidiese. Por un momento perdí el interés tras elevar mi vista; habían un montón de imágenes religiosas de un aspecto realista con aspectos romanticistas que cubrían las paredes.
— De hecho lo estás haciendo ahora mismo.-Repliqué de forma sarcástica, pero sin darme cuenta de ello. Lucía indiferente ante toda la belleza artística, solo preocupado en el motivo que habían llegado, tan firme y decidido era lo típico en su especie. Subimos unas pequeñas escaleras tras haber visto a la joven subir a estos, procuraba no perder a esta de vista, ya se tenía suficiente con el Señor Bio herido, así que tampoco terminaríamos con uno más en tal grave estado.
Había estado a la mitad de subida en la escalera cuando el estimado anciano le había sugerido a la joven que nos dijese que la acompañase a estas alturas. Encontramos en la sala diferentes rostros, pero todos ellos parecían tener el mismo motivo. Uno de ellos era el de una inocente niña como parecía pretender, mientras que allí estaba el sacerdote al lado del anciano recostado bajo su peculiar silla. Los ojos del anciano eran amarillentos acompañados del aspecto misterioso y minino en ellos, como si fuese una fiera acechando incluso en el apogeo de su vejez. Sus largos y pálidos dedos con unas uñas largas estaban ahí, colocados en el escritorio en donde estaba con su sacerdote al costado como si fuese su vasallo. Se había percatado de la conversación en proceso entre ese anciano y la joven; no tardo en escuchar esa palabra, la palabra que entro en él un aire de sospechas acerca de la que parecía ser una vampiresa. Disimuladamente dio una mirada en su costado al Señor Bio, el cual parecía tener uno que otro aire de sospechas también en él. ¿El cuerpo humano sería capaz de soportar tal increíble daño? fue lo que pensé, luego de que este combatiese sin mínimo temor a la muerte a ese licántropo y saliese con vida como si hubiese sido una cacería común y corriente a un lobo.
Ese silencio incómodo fue la música para toda la Iglesia y la conversación; mientras que el silencio acechaba entre nosotros como un fantasma en la habitación, me digné a responder. No era más un guardia, tampoco un esclavo, no esperaba que respondiesen por mis propios motivos. —La pregunta aquí es, ¿a qué va todo esto, estimado anciano? ¿y cuál fue la necesidad de tales fieras atacaros? guarda coincidencia que haya un retrato en donde se muestra un ser de la especie de tales vándalos, ¿se dignaría a dar respuestas en vez de terminar dando promesas? -Fue lo que dio como diálogo ante el inquebrantable silencio a los anfitriones; puso sus manos en el escritorio del anciano y lo miro de forma desafiante con su espalda arqueada. No estaba para ser usado y menos por motivos de un desconocido, ello era lo que le preocupaba, pero el anciano se dignó a responder con esos inhumanos ojos ante el brillo de mis azules ojos entre mis cuencas. — Díganle que cuide su lengua, antes de que sea tarde, contra mi amo.
Sajin
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Habíamos caminado largo rato en ese espantoso túnel que parecía no tener final, habíamos caminado por horas sin llegar a ningún lado, a la derecha, izquierda, arriba, telarañas, solo más y más malditas telarañas - Odio las telarañas - Espeté mientras escupía al piso con desprecio para ver con sorpresa que mi saliva caía sobre un cráneo viejo y frágil, pero, no era solo ese, había varios, muchos, demasiados tirados por el piso, vestigios olvidados de aquella espantosa guerra, en mi caminar, me veía forzado a pisar algunos cráneos que se rompían con gran facilidad - Y yo que me preguntaba dónde estaban los habitantes del pueblo - Dije en tono jocoso aunque sabía que no era el mejor momento para hacer bromas, veía a Bath tocar algunos huesos esperando tal vez encontrar algo, pero sin éxito alguno, mi sentido de la orientación me hacía dudar a ratos que realmente estuviéramos en el camino correcto, sin embargo continuábamos siguiendo el consejo que nos había dado aquel extraño anciano que aún no dejaba de darme un mal presentimiento, sabía demasiado de este lugar para ser un simple viejo.
Finalmente llegamos a una escalera, demasiado grande para ser soportable en las condiciones que me encontraba, no pude evitar notar las extrañas runas que se encontraban al comienzo, tal vez con más luz me habría gustado intentar descifrarlas, pero por ahora estaba demasiado agotado, me resultaría fatal llegar hasta arriba, o tal vez solo estaba siendo un poco exagerado, me armé de las pocas energías que me quedaban y seguí a Bath a lo largo de la travesía por aquellas escaleras; en un momento, uno de los escalones cedió, estiré mis manos buscando sostenerme de lo primero que pudiera encontrar y finalmente logré sujetarme de algo mientras el pedazo de piedra del escalón caía rebotando a lo largo de toda escalera hasta que sus ecos se perdieron aletargados entre el espeso silencio que quedaba tras nosotros - Lo lamento - Dije mientras me levantaba un poco avergonzado por mi descuido.
Finalmente llegamos al final, unas puertas grandes y Bath fue adelante llena de valor y con ganas de suicidarse y abrió las puertas de par en par; levanté mi brazo izquierdo para indicarle al bio que debíamos detenernos y esperar hasta que finalmente Bath nos invitó a seguirla, el lugar parecía seguro. Apenas entrar, noté que la madera del piso parecía gravemente roída por los años, crujía con cada paso como deseando romperse para dejar de sufrir, seguí la mirada de Bath hasta unos enormes vitrales al final de la sala contando seguramente alguna historia emblemática, había quedado embelesado ante los llamativos dibujos hasta que la voz de mi compañera me trajo de nuevo a la realidad, mostrándome a lo lejos una escena de la que antes no me había percatado, finalmente el sujeto nos invitó a acercarnos, acercarnos a un extraño que nos llama con amabilidad después de haber invadido su morada, ya había vivido esa historia antes y no pensaba caer de nuevo.
Sin embargo la historia no alcanzó a repetirse, el anciano nos estaba pidiendo un favor, al parecer, los esclavistas los habían acosado desde hacía tiempo, pero había algo más que llamaba mi atención ¿Qué tendría de especial aquella chica para que intentaran capturarla una y otra vez? - Si me ofreces descanso y algo de atención médica, tendrás mi ayuda - Dije al anciano aprovechando su generosidad aparente - Y nuestro compañero - Dije señalando al bio - Es una máquina asesina - Dije con doble intención, no solo para ofrecerlo como soldado, sino también para intimidar al viejo en caso que quisiera intentar algo contra nosotros - Seguro mataría sin dudar a todos esos rufianes, y a nosotros si estamos cerca - Terminé de decir en un tono perfectamente creíble...
Finalmente llegamos a una escalera, demasiado grande para ser soportable en las condiciones que me encontraba, no pude evitar notar las extrañas runas que se encontraban al comienzo, tal vez con más luz me habría gustado intentar descifrarlas, pero por ahora estaba demasiado agotado, me resultaría fatal llegar hasta arriba, o tal vez solo estaba siendo un poco exagerado, me armé de las pocas energías que me quedaban y seguí a Bath a lo largo de la travesía por aquellas escaleras; en un momento, uno de los escalones cedió, estiré mis manos buscando sostenerme de lo primero que pudiera encontrar y finalmente logré sujetarme de algo mientras el pedazo de piedra del escalón caía rebotando a lo largo de toda escalera hasta que sus ecos se perdieron aletargados entre el espeso silencio que quedaba tras nosotros - Lo lamento - Dije mientras me levantaba un poco avergonzado por mi descuido.
Finalmente llegamos al final, unas puertas grandes y Bath fue adelante llena de valor y con ganas de suicidarse y abrió las puertas de par en par; levanté mi brazo izquierdo para indicarle al bio que debíamos detenernos y esperar hasta que finalmente Bath nos invitó a seguirla, el lugar parecía seguro. Apenas entrar, noté que la madera del piso parecía gravemente roída por los años, crujía con cada paso como deseando romperse para dejar de sufrir, seguí la mirada de Bath hasta unos enormes vitrales al final de la sala contando seguramente alguna historia emblemática, había quedado embelesado ante los llamativos dibujos hasta que la voz de mi compañera me trajo de nuevo a la realidad, mostrándome a lo lejos una escena de la que antes no me había percatado, finalmente el sujeto nos invitó a acercarnos, acercarnos a un extraño que nos llama con amabilidad después de haber invadido su morada, ya había vivido esa historia antes y no pensaba caer de nuevo.
Sin embargo la historia no alcanzó a repetirse, el anciano nos estaba pidiendo un favor, al parecer, los esclavistas los habían acosado desde hacía tiempo, pero había algo más que llamaba mi atención ¿Qué tendría de especial aquella chica para que intentaran capturarla una y otra vez? - Si me ofreces descanso y algo de atención médica, tendrás mi ayuda - Dije al anciano aprovechando su generosidad aparente - Y nuestro compañero - Dije señalando al bio - Es una máquina asesina - Dije con doble intención, no solo para ofrecerlo como soldado, sino también para intimidar al viejo en caso que quisiera intentar algo contra nosotros - Seguro mataría sin dudar a todos esos rufianes, y a nosotros si estamos cerca - Terminé de decir en un tono perfectamente creíble...
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Caminando sobre el frío y desnudo suelo caminaba en silencio una figura cubierta de capas intentando no llamar demasiado la atención. Durenot se había adentrado en aquel lugar en busca de grandes y extraños tesoros, pero a cada paso que daba se arrepentía más y más. El brujo había nacido en su tierra, las islas Illidenses, un lugar cálido y soleado durante todas las estaciones del año. Sin embargo, allí en el norte el frío se le calaba en los huesos y todas aquellas mantas y abrigos no es que le fuesen de gran ayuda. Casi todos los días estaban nublados y las pocas veces que el Sol se dejaba ver no era más que una pequeña mota luminosa en el firmamento que calentaba lo mismo que una hoguera formada por tres ramas a toda Lunargenta. Para empeorar las cosas, era de noche. Y si de día aquel lugar era horrible, de noche se volvía aún más lúgubre, frío y tenebroso. No era un lugar en el que correr aventuras y buscar los conocimientos que tanto ansiaba, aquel lugar era más adecuado para... no estar.
Sin dejar de tiritar de frío, el brujo se paró a mirar un edificio. En la oscuridad era complicado ver los detalles de aquel lugar y durante unos momentos decidió en encender una antorcha pero, a pesar de tener en su mochila los materiales necesarios para fabricar una, la idea de llamar la atención de todas las ratas, murciélagos y cualquier cosa repugnante que pasase por allí no era algo que le atrajese demasiado, por lo que se limitó a forzar la vista y mirar con detenimiento. Era un edificio grande, aunque claramente desgastado por el paso del tiempo. En el suelo se podían reconocer varias formas que cualquiera hubiese catalogado como partes del muro de aquella construcción que se habían caído hace mucho. Durenot pasó la mano por encima, palpando la piedra y notando pequeñas plantas que habían crecido allí, pero retiró rápidamente la mano en cuanto notó que algo le pasaba por encima. Se alejó un par de pasos atrás asustado y colocó las palmas de las manos una enfrente de otra, creando una pequeña corriente eléctrica que iluminó suavemente el lugar y le permitió al brujo ver a una cucaracha a pocos centímetros de distancia de donde había estado su mano hacía apenas un par de segundos. Suspiró aliviado y avanzó hasta su posición anterior, tras lo cuál machacó a la cucaracha con el dedo pulgar de la mano derecha. Aquel movimiento provocó que la corriente eléctrica dejase de fluir, volviendo a sumir al mago en una oscuridad levemente iluminada por la poca luz lunar que conseguía llegar hasta allí.
Durenot se recolocó la mochila en la espalda y volvió a reanudar la marcha. Había tenido esperanzas de encontrar algo que le permitiese comprar un billete de vuelta al sur pero había tardado demasiado en llegar hasta aquel lugar y la noche le había alcanzado. Por más que se esforzase le sería imposible conseguir cualquier cosa sin más luz que una luna distante, lo mejor sería encontrar alguna vivienda en la que poder pasar tranquilamente la noche a pesar de que sabía que no conseguiría dormir en aquel lugar. Se pasaría toda la noche alerta y nervioso, asustándose de cualquier leve movimiento en la oscuridad, aunque fuese su propia mano. Por ello, continuó paseando en la noche hasta que sintió un fuerte ruido a su espalda. Una rata caminando entre las ruinas de lo que fue una antigua carnicería había tirado un par de ladrillos al suelo, pero el joven brujo no se molestó en descubrir que aquel ruido no tenía nada de misterioso y empezó a correr en dirección contraria al ruido con todas sus ganas, desesperado por alejarse de aquello que hubiese provocado aquel estruendo. Pero correr a oscuras sin chocarse es un don que solo poseen aquellas personas con una buena vista nocturna y, obviamente, el mago no se encontraba dentro de aquel selecto grupo y tras recorrer un par de metros y girar hacia la derecha pisó una rata que se encontraba buscando comida en aquel lugar. La rata, dolorida, soltó un agudo chillido y echó a correr mientras Durenot volaba en el aire para acabar finalmente con su cara besando el suelo. Rápidamente se incorporó y se quedó clavado en el sitio, atento a cualquier sonido o movimiento a su alrededor, pero lo único que captó fue silencio y quietud. Cerró los ojos y comenzó a masajearse los parpados intentando tranquilizarse. Recorrer un poblado abandonado a oscuras era demasiado para él.
Cuando finalmente consiguió recobrar la compostura abrió los ojos y se dio media vuelta decidido a entrar en la casa abierta más cercana para poder aunque sea descansar un poco, comer alguna de las provisiones que llevaba y gastar un par de segundos para recordar como se siente teniendo el sentido de la vista funcional. Pero sus planes de descanso se vieron frustrados cuando en la dirección que se giró se podía vislumbrar una tenue luz. Aquella luz no provenía de aquella misma calle, sino que surgía de una desviación a la derecha. El brujo se quedó pensativo mientras estudiaba sus opciones. Podría darse media vuelta y encontrar algún lugar en el que quedarse o avanzar hasta la luz. Si la fuente de aquella luminosidad fuesen un grupo de viajeros como él podría descansar al amparo de una hoguera y charlas amigablemente, pero si por el contrario los que estuviesen iluminando no fuesen amistosos... era mejor no pensar en ello. Estuvo detenido en el lugar unos cuantos segundos hasta que finalmente decidió acercarse con cautela hasta el lugar, dispuesto a decidir sus próximas acciones en consecuencia de lo que encontrase allí.
Sin dejar de tiritar de frío, el brujo se paró a mirar un edificio. En la oscuridad era complicado ver los detalles de aquel lugar y durante unos momentos decidió en encender una antorcha pero, a pesar de tener en su mochila los materiales necesarios para fabricar una, la idea de llamar la atención de todas las ratas, murciélagos y cualquier cosa repugnante que pasase por allí no era algo que le atrajese demasiado, por lo que se limitó a forzar la vista y mirar con detenimiento. Era un edificio grande, aunque claramente desgastado por el paso del tiempo. En el suelo se podían reconocer varias formas que cualquiera hubiese catalogado como partes del muro de aquella construcción que se habían caído hace mucho. Durenot pasó la mano por encima, palpando la piedra y notando pequeñas plantas que habían crecido allí, pero retiró rápidamente la mano en cuanto notó que algo le pasaba por encima. Se alejó un par de pasos atrás asustado y colocó las palmas de las manos una enfrente de otra, creando una pequeña corriente eléctrica que iluminó suavemente el lugar y le permitió al brujo ver a una cucaracha a pocos centímetros de distancia de donde había estado su mano hacía apenas un par de segundos. Suspiró aliviado y avanzó hasta su posición anterior, tras lo cuál machacó a la cucaracha con el dedo pulgar de la mano derecha. Aquel movimiento provocó que la corriente eléctrica dejase de fluir, volviendo a sumir al mago en una oscuridad levemente iluminada por la poca luz lunar que conseguía llegar hasta allí.
Durenot se recolocó la mochila en la espalda y volvió a reanudar la marcha. Había tenido esperanzas de encontrar algo que le permitiese comprar un billete de vuelta al sur pero había tardado demasiado en llegar hasta aquel lugar y la noche le había alcanzado. Por más que se esforzase le sería imposible conseguir cualquier cosa sin más luz que una luna distante, lo mejor sería encontrar alguna vivienda en la que poder pasar tranquilamente la noche a pesar de que sabía que no conseguiría dormir en aquel lugar. Se pasaría toda la noche alerta y nervioso, asustándose de cualquier leve movimiento en la oscuridad, aunque fuese su propia mano. Por ello, continuó paseando en la noche hasta que sintió un fuerte ruido a su espalda. Una rata caminando entre las ruinas de lo que fue una antigua carnicería había tirado un par de ladrillos al suelo, pero el joven brujo no se molestó en descubrir que aquel ruido no tenía nada de misterioso y empezó a correr en dirección contraria al ruido con todas sus ganas, desesperado por alejarse de aquello que hubiese provocado aquel estruendo. Pero correr a oscuras sin chocarse es un don que solo poseen aquellas personas con una buena vista nocturna y, obviamente, el mago no se encontraba dentro de aquel selecto grupo y tras recorrer un par de metros y girar hacia la derecha pisó una rata que se encontraba buscando comida en aquel lugar. La rata, dolorida, soltó un agudo chillido y echó a correr mientras Durenot volaba en el aire para acabar finalmente con su cara besando el suelo. Rápidamente se incorporó y se quedó clavado en el sitio, atento a cualquier sonido o movimiento a su alrededor, pero lo único que captó fue silencio y quietud. Cerró los ojos y comenzó a masajearse los parpados intentando tranquilizarse. Recorrer un poblado abandonado a oscuras era demasiado para él.
Cuando finalmente consiguió recobrar la compostura abrió los ojos y se dio media vuelta decidido a entrar en la casa abierta más cercana para poder aunque sea descansar un poco, comer alguna de las provisiones que llevaba y gastar un par de segundos para recordar como se siente teniendo el sentido de la vista funcional. Pero sus planes de descanso se vieron frustrados cuando en la dirección que se giró se podía vislumbrar una tenue luz. Aquella luz no provenía de aquella misma calle, sino que surgía de una desviación a la derecha. El brujo se quedó pensativo mientras estudiaba sus opciones. Podría darse media vuelta y encontrar algún lugar en el que quedarse o avanzar hasta la luz. Si la fuente de aquella luminosidad fuesen un grupo de viajeros como él podría descansar al amparo de una hoguera y charlas amigablemente, pero si por el contrario los que estuviesen iluminando no fuesen amistosos... era mejor no pensar en ello. Estuvo detenido en el lugar unos cuantos segundos hasta que finalmente decidió acercarse con cautela hasta el lugar, dispuesto a decidir sus próximas acciones en consecuencia de lo que encontrase allí.
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Tras unos instantes de profunda meditación interrumpidos por la poca sagacidad del bio-cibernético, Erzsébeth agradeció que Bio intentase disculparle, ya que en otras circunstancias ella misma se habría girado y le habría cortado un brazo para que se estuviese quieto y desarmado. No podía perder la compostura en medio de las negociaciones y mucho menos las discretas como aquella; negociar era un arte que muy pocas personas comprendían, era el arte de mentir de tal forma que, al final de la conversación, cualquier mentira o verdad maquillada se convirtiesen en la realidad más nítida que existiese. Y ellos, entre miradas y gestos, estaban en medio de llegar al punto clave. El anciano tenía un problema que no estaba dispuesto a soltar a la ligera, pero el vampiro era todo un experto en hacer que los demás soltasen la lengua. Su papel había empezado desde que el viejo marchito le ofreció que se acercase.
La tensión tras la amenaza proferida por el bio-cibernético no duró demasiado, el viejo hizo un gesto con la mano para restarle importancia, por lo visto aquel demacrado hombre había vivido lo suficiente como para no coger nervios por las mínimas cosas. Luego le susurró algo a la muchacha que estaba en su regazo, y esta, obediente y sin rechistar, fue a una cómoda que se encontraba al final de la sala, a la derecha. Al par de minutos regresó con un botiquín y se acercó a Bio. Le dirigió una mirada inocente, llena de afecto y agradecimiento, lo llevó hasta una de las butacas de la iglesia y lo sentó. Le preguntó acerca de sus dolencias, y una vez hubo obtenido las respuestas necesarias comenzó a untar un bálsamo muy aromático donde habían herido a su compañero horas atrás.
—Estás en las mejores manos de los Reinos del Norte —afirmó el anciano dirigiéndose a Bio desde el trono, mientras una amplia sonrisa cubría su rostro, dibujándole arrugas que solo el paso del tiempo era capaz de crear—. Entiendo que tu compañero esté ansioso; las criaturas como él no entienden gestos tan mundanos como el agradecimiento, y ni siquiera los humanos tienen tanta paciencia para aguantar las idas y venidas de un viejo como yo —su voz sonó fría, pero le dedicó una mirada de comprensión al bio-cibernético—. Por otro lado, tu compañero nocturno parece decidido a obrar sin saber, y eso demuestra que la inteligencia artificial sigue siendo mucho, mucho más avanzada que la nuestra. Preguntar es de sabios. Lo dijo en tono jocoso, pero llevaba algo de reproche.
—Y responder es de agradecidos —contestó el vampiro, sin dar muchos rodeos, pero ofreciéndole el tono de respeto que se merecía, con un tono de picardía—, mire, usted tiene un problema... y yo tengo un precio. Mi querido anciano, ha sabido pagar la cuota solo con ofrecerme algo mejor que los aeros. ¡Hay muchas cosas mejores, incluso frases ligeras!... Mas mi experiencia y mi condición de dama me obligan a preguntarme también por qué están siendo atacados.
La muchacha giró la cabeza buscando la mirada del anciano, siendo tan torpe de tirarle del pelo a Bio y pidiéndole disculpas mil veces una vez hubo cruzado miradas cómplices. La joven le ofreció un brebaje al vampiro con excusa de que era una bebida que le daría energías para la batalla que se aproximase y otras tantas, aunque por cómo se regañaba la nariz parecía oler espantosamente. El viejo asintió mientras se asía la barba con cierto aire pensativo, se levantó a duras penas del trono, con ayuda del sacerdote, y comenzó su danza por la sala.
—El mundo se hace frío y cruel con el paso de los años —comenzó, acariciando portadas de libros que se iba encontrando—, y uno tiene que adaptarse, pero adaptarse significa convertirse, y convertirse significa perderse. Siento si me demoro, muchacho —dijo, dirigiéndose al bio-cibernético y lanzándole uno de los libros que estaba acariciando a sus pies, enorme y polvoriento, al parecer era un libro histórico— pero tu respuesta tiene sus orígenes arraigados en este poblado hace muchos, muchos años... Nosotros siempre hemos sido fieles a los Dragones, desde que tengo uso de razón dediqué mi vida entera a cuidarlos. Me convertí en un caballero-dragón por proteger estas tierras, ¡mis dioses sabrán dónde yace ahora mi armadura, ahora oxidada e inservible...! Y mi hermano, aquí presente —le agarró fuertemente de los hombros, con un sincero gesto de afecto— se convirtió en un monje. Mientras yo creía que el destino de mi tierra descansaba en mi espada, él creía en la fe y en la palabra. Siempre hemos sido distintos. Bueno, que me desvío, es la edad —continuó entre pequeñas risas—. Cuando esos ambiciosos licántropos y vampiros lucharon contra nuestro pueblo, perdimos. Nos masacraron. Esos pasadizos por los que habéis venido, fue la última esperanza de mi pueblo por subsistir... pero el jefe de los licántropos los encontró, y mató a cada uno de mis hermanos. Yo poco pude hacer. Recé porque mis dioses me asistieran, pero nada fue suficiente. Solo quedamos mi hermano y yo, medio destruidos y deshonrados por no haber salvado a nuestro pueblo.
El silencio volvió a colmar la sala, las antorchas poco a poco iban perdiendo fuerza y los suspiros que producía el anciano eran tan tristes y desalentadores que causó un sentimiento de melancolía en el ya muerto corazón de Erzsébeth.
—Por lo que usted cuenta —dijo él, rompiendo el silencio— eso sucedió hace demasiados años para que usted siga vivo, mi buen señor.
—Es lo que tiene ser un hombre-dragón, querida —dijo, riendo por lo bajo—. Vivimos mucho y no aprendemos nunca suficiente. Esa es mi historia, y ahora viene el por qué nos persiguen esas ratas. Entre los escombros, muchos años después (pues nosotros nos quedamos aquí, es nuestro hogar), un llanto nos llamó la atención. Bajo el techo caído de una de las casas encontramos a una niña tan pequeña y frágil que nos rompió el alma. No sabemos cómo, ni por qué, pero solo verla nos tranquilizó la existencia, y poco después nos percatamos de que llevaba algo consigo, algo pequeño, insignificante —dedicó una sonrisa a la muchacha que aun seguía manoseando a Bio, quizá más de la cuenta, al parecer no había ningún hombre a los alrededores—. El caso es que los humanos y otras razas siguen pensando que aquí se hallan ocultos tesoros y riquezas, y dicen que un dragón blanco custodia el mayor de los tesoros bajo una de las altas cumbres, en este poblado triste y vacío... y es una verdad tan grande como esta iglesia.
La muchacha se removió de su asiento, sonrojada, como si Bio hubiese dicho algo que la hubiese puesto nerviosa, y se colocó en medio del pasillo. El vampiro se giró para observarla, ya que el anciano no paraba de mirar en su dirección. La pulsera que había llamado la atención a Erzsébeth en un principio brillaba, con unas runas doradas y, a plena vista, incomprensibles. ¿Tendrían algo que ver con las inscripciones de la puerta?
—Os presento al guardián al que quieren sonsacar la información del tesoro, muchachos. Os presento a Lyanna.
*Off*: Como dije al principio, que quizá quedó muy disimulado y quiero aclararlo, ya es de noche. Bio me ha dado pleno permiso para la manipulación de su personaje
La tensión tras la amenaza proferida por el bio-cibernético no duró demasiado, el viejo hizo un gesto con la mano para restarle importancia, por lo visto aquel demacrado hombre había vivido lo suficiente como para no coger nervios por las mínimas cosas. Luego le susurró algo a la muchacha que estaba en su regazo, y esta, obediente y sin rechistar, fue a una cómoda que se encontraba al final de la sala, a la derecha. Al par de minutos regresó con un botiquín y se acercó a Bio. Le dirigió una mirada inocente, llena de afecto y agradecimiento, lo llevó hasta una de las butacas de la iglesia y lo sentó. Le preguntó acerca de sus dolencias, y una vez hubo obtenido las respuestas necesarias comenzó a untar un bálsamo muy aromático donde habían herido a su compañero horas atrás.
—Estás en las mejores manos de los Reinos del Norte —afirmó el anciano dirigiéndose a Bio desde el trono, mientras una amplia sonrisa cubría su rostro, dibujándole arrugas que solo el paso del tiempo era capaz de crear—. Entiendo que tu compañero esté ansioso; las criaturas como él no entienden gestos tan mundanos como el agradecimiento, y ni siquiera los humanos tienen tanta paciencia para aguantar las idas y venidas de un viejo como yo —su voz sonó fría, pero le dedicó una mirada de comprensión al bio-cibernético—. Por otro lado, tu compañero nocturno parece decidido a obrar sin saber, y eso demuestra que la inteligencia artificial sigue siendo mucho, mucho más avanzada que la nuestra. Preguntar es de sabios. Lo dijo en tono jocoso, pero llevaba algo de reproche.
—Y responder es de agradecidos —contestó el vampiro, sin dar muchos rodeos, pero ofreciéndole el tono de respeto que se merecía, con un tono de picardía—, mire, usted tiene un problema... y yo tengo un precio. Mi querido anciano, ha sabido pagar la cuota solo con ofrecerme algo mejor que los aeros. ¡Hay muchas cosas mejores, incluso frases ligeras!... Mas mi experiencia y mi condición de dama me obligan a preguntarme también por qué están siendo atacados.
La muchacha giró la cabeza buscando la mirada del anciano, siendo tan torpe de tirarle del pelo a Bio y pidiéndole disculpas mil veces una vez hubo cruzado miradas cómplices. La joven le ofreció un brebaje al vampiro con excusa de que era una bebida que le daría energías para la batalla que se aproximase y otras tantas, aunque por cómo se regañaba la nariz parecía oler espantosamente. El viejo asintió mientras se asía la barba con cierto aire pensativo, se levantó a duras penas del trono, con ayuda del sacerdote, y comenzó su danza por la sala.
—El mundo se hace frío y cruel con el paso de los años —comenzó, acariciando portadas de libros que se iba encontrando—, y uno tiene que adaptarse, pero adaptarse significa convertirse, y convertirse significa perderse. Siento si me demoro, muchacho —dijo, dirigiéndose al bio-cibernético y lanzándole uno de los libros que estaba acariciando a sus pies, enorme y polvoriento, al parecer era un libro histórico— pero tu respuesta tiene sus orígenes arraigados en este poblado hace muchos, muchos años... Nosotros siempre hemos sido fieles a los Dragones, desde que tengo uso de razón dediqué mi vida entera a cuidarlos. Me convertí en un caballero-dragón por proteger estas tierras, ¡mis dioses sabrán dónde yace ahora mi armadura, ahora oxidada e inservible...! Y mi hermano, aquí presente —le agarró fuertemente de los hombros, con un sincero gesto de afecto— se convirtió en un monje. Mientras yo creía que el destino de mi tierra descansaba en mi espada, él creía en la fe y en la palabra. Siempre hemos sido distintos. Bueno, que me desvío, es la edad —continuó entre pequeñas risas—. Cuando esos ambiciosos licántropos y vampiros lucharon contra nuestro pueblo, perdimos. Nos masacraron. Esos pasadizos por los que habéis venido, fue la última esperanza de mi pueblo por subsistir... pero el jefe de los licántropos los encontró, y mató a cada uno de mis hermanos. Yo poco pude hacer. Recé porque mis dioses me asistieran, pero nada fue suficiente. Solo quedamos mi hermano y yo, medio destruidos y deshonrados por no haber salvado a nuestro pueblo.
El silencio volvió a colmar la sala, las antorchas poco a poco iban perdiendo fuerza y los suspiros que producía el anciano eran tan tristes y desalentadores que causó un sentimiento de melancolía en el ya muerto corazón de Erzsébeth.
—Por lo que usted cuenta —dijo él, rompiendo el silencio— eso sucedió hace demasiados años para que usted siga vivo, mi buen señor.
—Es lo que tiene ser un hombre-dragón, querida —dijo, riendo por lo bajo—. Vivimos mucho y no aprendemos nunca suficiente. Esa es mi historia, y ahora viene el por qué nos persiguen esas ratas. Entre los escombros, muchos años después (pues nosotros nos quedamos aquí, es nuestro hogar), un llanto nos llamó la atención. Bajo el techo caído de una de las casas encontramos a una niña tan pequeña y frágil que nos rompió el alma. No sabemos cómo, ni por qué, pero solo verla nos tranquilizó la existencia, y poco después nos percatamos de que llevaba algo consigo, algo pequeño, insignificante —dedicó una sonrisa a la muchacha que aun seguía manoseando a Bio, quizá más de la cuenta, al parecer no había ningún hombre a los alrededores—. El caso es que los humanos y otras razas siguen pensando que aquí se hallan ocultos tesoros y riquezas, y dicen que un dragón blanco custodia el mayor de los tesoros bajo una de las altas cumbres, en este poblado triste y vacío... y es una verdad tan grande como esta iglesia.
La muchacha se removió de su asiento, sonrojada, como si Bio hubiese dicho algo que la hubiese puesto nerviosa, y se colocó en medio del pasillo. El vampiro se giró para observarla, ya que el anciano no paraba de mirar en su dirección. La pulsera que había llamado la atención a Erzsébeth en un principio brillaba, con unas runas doradas y, a plena vista, incomprensibles. ¿Tendrían algo que ver con las inscripciones de la puerta?
—Os presento al guardián al que quieren sonsacar la información del tesoro, muchachos. Os presento a Lyanna.
*Off*: Como dije al principio, que quizá quedó muy disimulado y quiero aclararlo, ya es de noche. Bio me ha dado pleno permiso para la manipulación de su personaje
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
No estaba satisfecho con los halagos del señor Bio, de hecho, creo que me sentía mas cómodo cuando estuve reprimido en el fondo del sistema de Jinsa. Ello me hacía sentir más preocupado de la situación que ahora como estaba; un dúo en el que uno de ellos era un vampiro y un grupo de religiosos de intenciones sospechosas, con la posibilidad de la llegada de los refuerzos de quizá uno que otro licántropo más por venganza. Por un momento de tensión entre el sacerdote y yo, ese anciano de peculiares ojos dio un gesto de desinterés, entrecerrando sus ojos para dar a lugar su fin entre nuestra lucha de miradas. Luego de unos minutos de que el hombre demacrado por el tiempo hubiese susurrado algo a la joven, que no tardaría mucho en traer un botiquín de primeros auxilios al señor Bio. La jovencita interesada en aquel herido Bio de aspecto frágil y vulnerable lo recostó entre las butacas de la iglesia, preparando especialmente para él un bálsamo para sus heridas.
— Mire, usted tiene un problema... y yo tengo un precio. Mi querido anciano, ha sabido pagar la cuota solo con ofrecerme algo mejor que los aeros. ¡Hay muchas cosas mejores, incluso frases ligeras!... Mas mi experiencia y mi condición de dama me obligan a preguntarme también por qué están siendo atacados.-Ello fue lo que escuché decir a la vampiresa, parecía estar lo suficientemente confiada como para usar la elocuencia a su favor, digno de cualquier persona de una lengua de serpiente. — Así que mis intenciones son inesperadas y desafiantes. -Ofrecí en ese diálogo a la vampiresa como refuerzo a alguna palabra del anciano, cuyo sarcasmo endulzo mi tétrica voz sin mero saber de este.
El anciano volvió a dar una mirada misteriosa y desafiante en disimulo hacia mi, sus ojos amarillos ámbar eran como la entrada a los ojos de una pantera en un intento de intimidación tal vez consciente o no, pero su profundidad era un misterio sin resolver.
Fui a parar entre los muchos libros entre la habitación; empolvados, quemados por su cercanía a las antorchas, habían muchas diferencias entre cada uno. Sentí el suave y frágil hombro del anciano chocar a mi lado en busca de libros, orientado por sus flácidos dedos con unas largas uñas, parecía haber encontrado el indicado el cual inesperadamente me lanzó. Pude tomarlo entre mis dedos gracias a mis elevados reflejos y lo abrí; una nube de polvo resopló en mi rostro hasta desaparecer y las escrituras se hicieron visibles tras su ida. Dio la vuelta por un momento al libro y vio su portada, ''Especies Alternas'' era como se titulaba el libro; estaba cubierto de cuero rojizo con las letras del título de color cobrizo y brillante a pesar de los años que parecía explicar el polvo que había caído de sus páginas. Me digné a leerlo tras su apertura, siendo mi sentido del oído mi única alerta para cualquier caso relevante en al conversación de la vampiresa y el anciano.
Cuando había terminado de leer, el resto del libro parecía ser solo más que eso, lo demás había sido arrancado al parecer por razones misteriosas. Arrojé el libro a una pequeña mesa de madera de ébano y escuché la conversación entre la vampiresa junto con el anciano, estaban en su apogeo de su charla hasta que llegué a escuchar la fascinante vida de seguidor de los dragones que habían tenido él y su hermano, pero de diferentes caminos. Ahora parecía ser que no eran del todo sospechosos, solo simples conservadores de la cultura de su pueblo con la intención de preservarla por años. Cada cosa que decía, parecía ser parte de las vivencias en el libro que había leído. Quizás, se trataba el anciano del autor del libro.
Los sueños rotos del anciano quedaron entre sollozos y devastadores gemidos melancólicos que rompieron el silencio en la sala de forma inesperada, que no bastaron lo suficiente para darme ni siquiera una pizca de pena por su pueblo. Hasta que la vampiresa se había dignado a responder, fue lo suficiente lista como para sacarle información al anciano acerca de ese dragón que el mismo libro dijo habitar en lo profundo del pueblo, con reliquias y tesoros sagrados. Fue algo de gran relevancia lo que había dicho el anciano, pero no se dignó a responder del todo, no todavía, debía dejar que le siguiese presentando más de su historia sin rechistar para hallar más en su vasto conocimiento de su pasado.
— Os presento al guardián al que quieren sonsacar la información del tesoro, muchachos. Os presento a Lyanna. -El anciano presentó a la tal Lyanna, no sabía de quien se tratase debido a sus palabras poco específicas, pero a medida que iba pensando acerca de aquello, empecé a formularme la idea de que esta podría estar más allá de la puerta, era improbable que esa joven que cuidaba del herido Bio pudiese ser la guardiana luego de que acabásemos de salvarla de las fieras, pero todo podía ser posible.
— Mire, usted tiene un problema... y yo tengo un precio. Mi querido anciano, ha sabido pagar la cuota solo con ofrecerme algo mejor que los aeros. ¡Hay muchas cosas mejores, incluso frases ligeras!... Mas mi experiencia y mi condición de dama me obligan a preguntarme también por qué están siendo atacados.-Ello fue lo que escuché decir a la vampiresa, parecía estar lo suficientemente confiada como para usar la elocuencia a su favor, digno de cualquier persona de una lengua de serpiente. — Así que mis intenciones son inesperadas y desafiantes. -Ofrecí en ese diálogo a la vampiresa como refuerzo a alguna palabra del anciano, cuyo sarcasmo endulzo mi tétrica voz sin mero saber de este.
El anciano volvió a dar una mirada misteriosa y desafiante en disimulo hacia mi, sus ojos amarillos ámbar eran como la entrada a los ojos de una pantera en un intento de intimidación tal vez consciente o no, pero su profundidad era un misterio sin resolver.
Fui a parar entre los muchos libros entre la habitación; empolvados, quemados por su cercanía a las antorchas, habían muchas diferencias entre cada uno. Sentí el suave y frágil hombro del anciano chocar a mi lado en busca de libros, orientado por sus flácidos dedos con unas largas uñas, parecía haber encontrado el indicado el cual inesperadamente me lanzó. Pude tomarlo entre mis dedos gracias a mis elevados reflejos y lo abrí; una nube de polvo resopló en mi rostro hasta desaparecer y las escrituras se hicieron visibles tras su ida. Dio la vuelta por un momento al libro y vio su portada, ''Especies Alternas'' era como se titulaba el libro; estaba cubierto de cuero rojizo con las letras del título de color cobrizo y brillante a pesar de los años que parecía explicar el polvo que había caído de sus páginas. Me digné a leerlo tras su apertura, siendo mi sentido del oído mi única alerta para cualquier caso relevante en al conversación de la vampiresa y el anciano.
- Página I:
Escribo esto como la guía para el superviviente de mi linaje o los supervivientes, si es que habéis tenido suerte de alcanzar una edad adulta o con la suficiente cordura y madurez. Nuestro linaje se remonta en la época de los dragones en el poblado que ahora solo es más que escombros, huesos y frío a toda costa para cada uno de los aventureros que pisan estas tierras. Nosotros somos los elegidos, mucho más que los mismos brujos, nuestro linaje esta previsto de la sangre del dragón y el honor en transformarse en uno, pero no con tan grandeza como los originales de Aerandir.
Tal vez seas de mi sangre o no y ya te hayas enterado de esto hace mucho tiempo. Pero alguna vez este linaje del que te hablo, lector, no estuvo tan solo y oculto todos estos años, habían otros más en todo este poblado que era una imitación a la próspera ciudad de Dundarak. Pero la pregunta principal ha sido el porque de las consecuencias que acarrearon el fin de la civilización del Poblado, sí, pues eso va a continuación...
Mi gente era orgullosa y conocida entre el resto de las razas como la digna representación de la autoridad de los dragones en Aerandir, eso daba a uno que otro hombre entre nosotros el orgullo de su superioridad racial ante los demás, eso nos costó enemigos, no enemigos dignos, si no criaturas nocturnas que se ganaban la vida por sustento humano, respondiendo por la carne o sangre de los desdichados. Sí, hablo acerca de los licántropos y vampiros, lector. Si es que no te habías dado cuenta de esa referencia, no te quedaría mucho tiempo para sobrevivir por tu falta de conocimiento acerca de esto. Esas fieras iniciaron su guerra aquí, entre los puros, habíamos jurado ponerle fin a estas razas así como estas mismas querían acabarse entre sí, pero ellas decidieron que solo un enemigo cabía en su enemistad y arremetieron contra nosotros.
Mujeres, hombres, niños e incluso infantes que habían llegado hace poco tiempo al mundo cayeron ante las garras de cada uno de los bandos, así como cada dragón, cada lobo y cada chupasangre cayó ante los brazos de la muerte. Nuestra caída nos costó la extinción de la mayor parte de la población aquí; muchos murieron y los pocos que quedaron decidieron marcharse a otras tierras, suicidarse tras la pérdida de seres queridos o seguir subsistiendo. Nuestro poblado nunca se recuperó y cayó ante las manos de esas fieras, que también olvidaron. Pero yo, y los que resten de mi sangre sea donde sea que estén, sepan claro que los que persisten en proteger su hogar siguen aquí. Mi clan persiste aquí, confrontando al grupo de esclavistas que residen en honor a su líder; licántropos sedientos de la sangre de los últimos pobladores nativos del Poblado, listos para acabarnos... listos para terminar con nuestra historia y que una vez más, quiera verse olvidada como los restos de nuestro hogar, del que sólo queda lo único importante entre el resto de los escombros que ahora son como la luz del sol cada día: nuestras reliquias y tesoros del Gran Dragón Blanco que persiste, duerme y sigue en pie con el valor de todos los caídos de su pueblo en ruinas.
Cuando había terminado de leer, el resto del libro parecía ser solo más que eso, lo demás había sido arrancado al parecer por razones misteriosas. Arrojé el libro a una pequeña mesa de madera de ébano y escuché la conversación entre la vampiresa junto con el anciano, estaban en su apogeo de su charla hasta que llegué a escuchar la fascinante vida de seguidor de los dragones que habían tenido él y su hermano, pero de diferentes caminos. Ahora parecía ser que no eran del todo sospechosos, solo simples conservadores de la cultura de su pueblo con la intención de preservarla por años. Cada cosa que decía, parecía ser parte de las vivencias en el libro que había leído. Quizás, se trataba el anciano del autor del libro.
Los sueños rotos del anciano quedaron entre sollozos y devastadores gemidos melancólicos que rompieron el silencio en la sala de forma inesperada, que no bastaron lo suficiente para darme ni siquiera una pizca de pena por su pueblo. Hasta que la vampiresa se había dignado a responder, fue lo suficiente lista como para sacarle información al anciano acerca de ese dragón que el mismo libro dijo habitar en lo profundo del pueblo, con reliquias y tesoros sagrados. Fue algo de gran relevancia lo que había dicho el anciano, pero no se dignó a responder del todo, no todavía, debía dejar que le siguiese presentando más de su historia sin rechistar para hallar más en su vasto conocimiento de su pasado.
— Os presento al guardián al que quieren sonsacar la información del tesoro, muchachos. Os presento a Lyanna. -El anciano presentó a la tal Lyanna, no sabía de quien se tratase debido a sus palabras poco específicas, pero a medida que iba pensando acerca de aquello, empecé a formularme la idea de que esta podría estar más allá de la puerta, era improbable que esa joven que cuidaba del herido Bio pudiese ser la guardiana luego de que acabásemos de salvarla de las fieras, pero todo podía ser posible.
Última edición por Sajin el Miér Jul 22 2015, 21:45, editado 1 vez
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
El tiempo parecía deslizarse lentamente entre los susurrantes movimientos del escaso viento mientras Bath y el anciano mantenían su intrigante conversación, mientras tanto, la joven se dirigió de prisa en busca de algunas cosas para atenderme, parecía tener conocimientos al menos básicos de primeros auxilios, por lo que no le resultó difícil localizar y atender mi herida, al principio me alejé bruscamente al sentir el ardor inicial mientras desinfectaba la herida, pero ya luego lo enfrenté valientemente, fingía estar distraído con los cuidados de la chica, pero me mantenía atento a los movimientos de todos los presentes - (No se puede vivir muchos años si no se es un poco desconfiado) - Pensaba mientras me recostaba y dejaba la cabeza fija para facilitarle el trabajo a la chica de manos suaves aunque en un descuido acabó por moverse sorprendida y halarme el cabello; tomé aire y llevé las manos a la cabeza lanzando un grito de dolor que seguro alertaría a cualquier alma cercana a la iglesia.
Para compensar el maltrato la chica me ofreció una extraña bebida con la excusa de que me ayudaría a recuperar energías para lo que vendría luego, al parecer los ataques eran constantes, pero al parecer, los lobos ya sabían dónde buscar, si habían encontrado a la chica una vez acá, seguramente volverían luego al mismo sitio, ya era demasiado tarde para negarnos a ayudar, estábamos involucrados y atrapados en el problema sin poder hacer nada para escapar sin vernos afectados por aquel enfrentamiento.
Escuché con atención cada palabra de la historia que contaba el anciano, fuera como fuese, la historia era uno de mis grandes intereses, por lo que nunca estaba de más aprender un poco sobre las memorias de cada pueblo, mientras tanto la chica terminaba de colocar una cinta en mi cabeza a modo de venda, pero al final quedaba un poco floja, así que tomé sus manos con las mías para ayudarle a apretar más la cinta en mi cabeza, cosa que al parecer la puso un poco nerviosa y acabó por alejarse un poco sonrojada, cosa que a la vez me avergonzó un poco al darme cuenta de lo sucedido
Aún no había terminado la chica de reponerse de su vergüenza cuando el anciano afirmó que era ella la guardiana del gran tesoro, la chica retrocedió un poco y se fue a fingir estar ocupada, al parecer no le agradaba la idea de ser una guardiana, seguramente preferiría otro tipo de actividades, pero era muy poco lo que podría lograr siendo una prisionera de este pueblo vacío.
La noticia me había dejado completamente asombrado, no conseguía asimilar que una chica tan inofensiva tuviera semejante carga, me acerqué hasta la puerta que daba a la calle, al parecer muy bien cerrada y con suficiente protección para mantener a raya a los lobos; abrí la pequeña ventanilla en la puerta, no medía más de 15 centímetros, dándome espacio apenas para asomar un ojo y la nariz, al hacerlo, pude ver una extraña figura que se acercaba a nosotros de manera decidida, ya sabía que estábamos aquí y no demoraría en llegar - Parece que tenemos compañía - Dije mientras volvía la vista a los presentes en la sala, desconocíamos las intenciones de aquel extraño, aunque no parecía ser un licántropo, su forma de caminar delataba poca resistencia al frío de este lugar y se suponía que los lobos ya debían estar acostumbrados...
Para compensar el maltrato la chica me ofreció una extraña bebida con la excusa de que me ayudaría a recuperar energías para lo que vendría luego, al parecer los ataques eran constantes, pero al parecer, los lobos ya sabían dónde buscar, si habían encontrado a la chica una vez acá, seguramente volverían luego al mismo sitio, ya era demasiado tarde para negarnos a ayudar, estábamos involucrados y atrapados en el problema sin poder hacer nada para escapar sin vernos afectados por aquel enfrentamiento.
Escuché con atención cada palabra de la historia que contaba el anciano, fuera como fuese, la historia era uno de mis grandes intereses, por lo que nunca estaba de más aprender un poco sobre las memorias de cada pueblo, mientras tanto la chica terminaba de colocar una cinta en mi cabeza a modo de venda, pero al final quedaba un poco floja, así que tomé sus manos con las mías para ayudarle a apretar más la cinta en mi cabeza, cosa que al parecer la puso un poco nerviosa y acabó por alejarse un poco sonrojada, cosa que a la vez me avergonzó un poco al darme cuenta de lo sucedido
Aún no había terminado la chica de reponerse de su vergüenza cuando el anciano afirmó que era ella la guardiana del gran tesoro, la chica retrocedió un poco y se fue a fingir estar ocupada, al parecer no le agradaba la idea de ser una guardiana, seguramente preferiría otro tipo de actividades, pero era muy poco lo que podría lograr siendo una prisionera de este pueblo vacío.
La noticia me había dejado completamente asombrado, no conseguía asimilar que una chica tan inofensiva tuviera semejante carga, me acerqué hasta la puerta que daba a la calle, al parecer muy bien cerrada y con suficiente protección para mantener a raya a los lobos; abrí la pequeña ventanilla en la puerta, no medía más de 15 centímetros, dándome espacio apenas para asomar un ojo y la nariz, al hacerlo, pude ver una extraña figura que se acercaba a nosotros de manera decidida, ya sabía que estábamos aquí y no demoraría en llegar - Parece que tenemos compañía - Dije mientras volvía la vista a los presentes en la sala, desconocíamos las intenciones de aquel extraño, aunque no parecía ser un licántropo, su forma de caminar delataba poca resistencia al frío de este lugar y se suponía que los lobos ya debían estar acostumbrados...
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
La luz provenía de lo que parecía ser una iglesia. En la oscuridad podría haberse confundido con un simple edificio más, pero la luz que había en el interior iluminaba claramente las vidrieras. El brujo se quedó parado en la lejanía observando el lugar, escuchando atentamente las voces que provenían del interior. Estaba demasiado lejos para entender lo que decían, pero en aquella silenciosa noche se podían escuchar fácilmente los ruidos de la iglesia. Observó las paredes del edificio, estaban en casi tan mal estado como todos las construcciones de alrededor, con la diferencia que esta no tenía ningún muro destruido. No parecía haber ninguna marca que indicase a que Dios idolatraba pero aunque la hubiese habido Durenot habría sido incapaz de saber a cuál pertenecía pues él solo conocía a Thor.
Empezó a caminar lentamente hacia el edificio intentando hacer el menos ruido posible, prefería acercarse y ver qué es lo que decían antes de que se percatasen de su presencia. Posiblemente dependiendo de su conversación podría intuir más o menos cuál sería su recibimiento en el caso que decidiese entrar. Conforme se iba acercando comenzó a escuchar alguna que otra palabra suelta, pero no las suficientes para saber de qué trataba el tema de conversación. Lo que si pudo distinguir fueron varias voces, allí dentro había al menos tres personas, aunque lo más probable es que hubiese al menos uno o dos más que no estuviesen participando en la conversación. Eran muchas personas para enfrentarse a todas ellas y sería bastante complicado huir, por lo que el brujo se planteó largarse de allí sin llamar su atención, pero aquella idea se esfumó junto a una repentina corriente de aire que provocó un largo escalofrío en el cuerpo del mago. Iba a tener que pasar la noche en algún lado y el amparo de un edificio caliente era lo mejor que se le ocurría.
Ya se encontraba frente a la puerta, parado y en silencio. Únicamente tenía que avanzar un par de pasos y tocar en la puerta, después de eso ya sólo le quedaba rezar a la espera de que no fuesen hostiles. Avanzó la pierna derecha dispuesto a llamar a la puerta cuando de repente la mirilla se abrió. No era muy grande, pero debido a la oscuridad que había allí fuera brilló como la Luna llena en mitad del firmamento. Tampoco duró mucho, pues en pocos segundos alguien se colocó para mirar y tapó la luz. "Perfecto, me han visto" Durenot dio un par de pasos y golpeó con los nudillos en el panel de la puerta. Ya le habían visto y no tenía sentido irse de allí si no quería que lo confundiesen con un ladrón -¿Hay amparo para un pobre viajero?
Empezó a caminar lentamente hacia el edificio intentando hacer el menos ruido posible, prefería acercarse y ver qué es lo que decían antes de que se percatasen de su presencia. Posiblemente dependiendo de su conversación podría intuir más o menos cuál sería su recibimiento en el caso que decidiese entrar. Conforme se iba acercando comenzó a escuchar alguna que otra palabra suelta, pero no las suficientes para saber de qué trataba el tema de conversación. Lo que si pudo distinguir fueron varias voces, allí dentro había al menos tres personas, aunque lo más probable es que hubiese al menos uno o dos más que no estuviesen participando en la conversación. Eran muchas personas para enfrentarse a todas ellas y sería bastante complicado huir, por lo que el brujo se planteó largarse de allí sin llamar su atención, pero aquella idea se esfumó junto a una repentina corriente de aire que provocó un largo escalofrío en el cuerpo del mago. Iba a tener que pasar la noche en algún lado y el amparo de un edificio caliente era lo mejor que se le ocurría.
Ya se encontraba frente a la puerta, parado y en silencio. Únicamente tenía que avanzar un par de pasos y tocar en la puerta, después de eso ya sólo le quedaba rezar a la espera de que no fuesen hostiles. Avanzó la pierna derecha dispuesto a llamar a la puerta cuando de repente la mirilla se abrió. No era muy grande, pero debido a la oscuridad que había allí fuera brilló como la Luna llena en mitad del firmamento. Tampoco duró mucho, pues en pocos segundos alguien se colocó para mirar y tapó la luz. "Perfecto, me han visto" Durenot dio un par de pasos y golpeó con los nudillos en el panel de la puerta. Ya le habían visto y no tenía sentido irse de allí si no quería que lo confundiesen con un ladrón -¿Hay amparo para un pobre viajero?
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Inmediatamente después de que el viejo finalizase su historia, el vampiro se giró en busca de la muchacha, que se hallaba en medio del pasillo con cara de asustada, aunque rápidamente pasó a fingir que buscaba algo entre los bancos, como intentando que nadie se fijase en ella. Erzsébeth, incrédulo ante la idea de que aquella muchacha fuese la poderosa dragona que el anciano insinuaba, dejó escapar una risa tan burlona y estúpida que él mismo se arrepintió segundo después, llevándose las manos a la boca y pidiendo disculpas con la mirada al noble anciano. La historia le había, en parte, conmovido, pero era tan difícil de creer que aquella joven indefensa a la que habían raptado como a una muñeca hacía unos instantes fuese un dragón que no pudo evitar sentirse incómodo y desconfiado. Volvió a mirar al anciano y, sin más demora, inquirió en lo que todos en aquella sala se estarían preguntando.
—Es una historia apasionante, anciano —empezó el vampiro, rascándose la cabeza— pero hay algo que no cuadra. Si es un dragón, ¿cómo es que no se transformó para liberarse de las ataduras de sus secuestradores? ¿Cómo, siquiera, hubiesen sido capaces de raptarla?
De pronto un grito salió de la boca de la muchacha, que asustada había corrido hacia donde se encontraba el sacerdote, a refugiarse entre sus brazos. Erzsébeth no comprendió el por qué, hasta que encontró a Bio asomado por una rendija hablando solo. Bueno, más que hablando solo, con una extraña y desconocida voz masculina que venía desde el exterior. El anciano, haciendo un gesto para que Erzsébeth esperase la respuesta un poco más, se acercó a la puerta y, sin miedo, la abrió de golpe. Apareció un hombrecillo entre la nieve que a todos traía intrigado, ya que al parecer nadie de la sala reconocía su rostro.
—Pasa, pasa, muchacho —le dijo con prisa dándole palmaditas al nuevo en los hombros— si en una Iglesia no te dan amparo, ¡es que el mundo ya no tiene perdón! Esperó a que el hombre entrase para poder cerrar la puerta y contestar al vampiro, pero antes pasó hacia el mismo armario de donde habían sacado el botiquín y cogió una bolsa. Parecía comida, y se la tiró al viajero. —Los viajeros suelen tener hambre, ¡yo en mis tiempos mozos viajaba poco, pero el hambre que daba una caminata no era normal! No os he ofrecido a vosotros porque no parece haceros falta, y a ese bio-cibernético menos —dijo en tono jocoso, contento de que el bio-cibernético estuviese leyendo el libro que le había ofrecido.
El sacerdote abrazó a la chiquilla y carraspeó con fuerza. Entonces el anciano recordó que Erzsébeth le había planteado una pregunta importante, se disculpó y se sentó nuevamente en su trono tras acariciar la mejilla para tranquilizar a la joven, diciéndole que nadie había venido a por ella y que se calmase.
—La respuesta es breve y concisa, mi buena mujer —le espetó, recostándose en el trono— no se transforma porque no puede.
La respuesta dejó helado al vampiro. No supo qué contestar al momento. Ahora sí que le cuadraba que la hubiesen secuestrado, pero, ¿que no podía transformarse? Justo cuando estaba a punto de volver a realizar otra pregunta, el anciano continuó con la explicación por primera vez sin ser presionado.
—Cuando se transforma en dragón, tiene una característica muy inusual. Las personas que se han topado con ella afirman que era tal su belleza que quedaron paralizados ante su presencia y no pudieron moverse, y que un sueño se apoderó de ellos y no recuerdan cómo, pero todos y cada uno aparecieron a la mañana siguiente en esta Iglesia, donde yo mismo les atendí y les despedí de este pueblo. Pero la realidad es una muy simple, se llama parálisis. Sus escamas desprenden una toxina muy fuerte que paraliza a todas las personas a su alrededor, tan mal les deja que pierden hasta la conciencia y así es cómo ha sido capaz de proteger el tesoro durante tanto tiempo de cualquier presencia nociva que se acercase al pueblo. Lo malo de ella, es que no es como mi hermano o yo... ella no controla cuándo se transforma. Cada vez que tiene miedo o siente peligrar el tesoro, automáticamente queda desprendida de su forma humana. Y se vuelve tan violenta e irracional que no distingue qué destroza hasta que paraliza a sus víctimas.
—¿Y cómo es que la encontramos tan asustada pero no se transformó?
—Como te estaba diciendo antes de que me interrumpieses —dijo el anciano, molesto por no dejarle acabar su historia—, es porque no puede. No aquí. Decidimos hace muchos años que lo mejor para proteger el tesoro sería privándola de sus capacidades draconianas en donde lo ocultásemos... y se halla aquí, bajo el suelo de esta Iglesia. ¿Sabes lo que pesa un dragón, mujer? El suelo se quebraría y, conociéndola, destrozaría toda la sala que se encuentra bajo nuestros pies. Acabaría con lo que lleva tantos años protegiendo. Así que sus poderes acaban donde empieza esta Iglesia. Espanta a la gentuza antes de que entren aquí, así que nunca habíamos tenido problemas hasta hoy... Te estarás preguntando cómo contenemos su dragón interior.
—Pues, desde que empezamos a dialogar, así es.
—Contratamos a una persona de confianza para que hiciese un conjuro que mantuviese encerrado al dragón siempre y cuando estuviese en el lugar indicado —apretó los puños con fuerza, al parecer recordando algo desagradable—. Ese lugar es todo el área de la Iglesia, incluida la casita con el pasadizo por el que huimos. Las runas que visteis al entrar constituyen ese conjuro... aún así, no era lo suficientemente seguro, así que creó un conjuro ligado a un elemento que poseyera, y es esa pulsera que tiene en el tobillo. Mientras la lleve puesta, incluso si desactivan el conjuro de esas puertas, todo irá bien. Si se rompiese... pobre de nosotros. Para nuestra desgracia, esa persona de confianza es la que nos ha vendido a estos malhechores y les ha confesado nuestro punto débil y el escondite del tesoro. Incluso podría cambiar las inscripciones por algo en nuestra contra... Por eso sé que vienen, y por eso debéis ayudarme.
Una vez hubo acabado Erzsébeth le aseguró que así sería. Su ayuda era cara, pero no iba a dejar a aquella gente en la estacada... con toda la información que había recibido. Cassandra le recompensaría, con suerte, con algo mucho mejor que los aeros. Saludó al viajero con una sonrisa gigantesca en los labios, le dijo a Sajin que le diese conversación al anciano y dejó al viejo solo por un rato, que pareció dirigirse al bio-cibernético justo cuando Erzsébeth se marchaba y fue a la puerta por la que había entrado. Acarició el hombro de Bio y le señaló la puerta.
—Déjame hacer algo chulo, Bio, vete a poner al día al viajero —dijo, y una vez hubo acabado empezó a improvisar una de sus trampas. Cogió de su mochila una cuerda fina de piano, la ató al manillar de la puerta y ató el otro extremo en la pared en un saliente. Si alguien abría la puerta y entraba corriendo, sería el final para su cuello. Para asegurarse de que aquella puerta no era la entrada para nadie, diseñó una trampa por la cual quien pisase en el perímetro de la entrada (unos dos o tres metros hacia adelante y hacia los lados), haría explotar entre los tablones de madera unas bolsitas de veneno. Era un veneno que intoxicaba a través de la piel y vías respiratorias, pero tan bien controlado que solo se verían afectados los que estuviesen en el radio anterior. Una vez hubo preparado la trampa salió disparado a los ventanales, pensando en qué podría preparar para ellos. A través de las ventanas distinguió algunas figuras que rodeaban la Iglesia. No eran demasiadas, pero no tardarían en adentrarse.
Off: Siento tanto diálogo pero si no, no me explico.—Es una historia apasionante, anciano —empezó el vampiro, rascándose la cabeza— pero hay algo que no cuadra. Si es un dragón, ¿cómo es que no se transformó para liberarse de las ataduras de sus secuestradores? ¿Cómo, siquiera, hubiesen sido capaces de raptarla?
De pronto un grito salió de la boca de la muchacha, que asustada había corrido hacia donde se encontraba el sacerdote, a refugiarse entre sus brazos. Erzsébeth no comprendió el por qué, hasta que encontró a Bio asomado por una rendija hablando solo. Bueno, más que hablando solo, con una extraña y desconocida voz masculina que venía desde el exterior. El anciano, haciendo un gesto para que Erzsébeth esperase la respuesta un poco más, se acercó a la puerta y, sin miedo, la abrió de golpe. Apareció un hombrecillo entre la nieve que a todos traía intrigado, ya que al parecer nadie de la sala reconocía su rostro.
—Pasa, pasa, muchacho —le dijo con prisa dándole palmaditas al nuevo en los hombros— si en una Iglesia no te dan amparo, ¡es que el mundo ya no tiene perdón! Esperó a que el hombre entrase para poder cerrar la puerta y contestar al vampiro, pero antes pasó hacia el mismo armario de donde habían sacado el botiquín y cogió una bolsa. Parecía comida, y se la tiró al viajero. —Los viajeros suelen tener hambre, ¡yo en mis tiempos mozos viajaba poco, pero el hambre que daba una caminata no era normal! No os he ofrecido a vosotros porque no parece haceros falta, y a ese bio-cibernético menos —dijo en tono jocoso, contento de que el bio-cibernético estuviese leyendo el libro que le había ofrecido.
El sacerdote abrazó a la chiquilla y carraspeó con fuerza. Entonces el anciano recordó que Erzsébeth le había planteado una pregunta importante, se disculpó y se sentó nuevamente en su trono tras acariciar la mejilla para tranquilizar a la joven, diciéndole que nadie había venido a por ella y que se calmase.
—La respuesta es breve y concisa, mi buena mujer —le espetó, recostándose en el trono— no se transforma porque no puede.
La respuesta dejó helado al vampiro. No supo qué contestar al momento. Ahora sí que le cuadraba que la hubiesen secuestrado, pero, ¿que no podía transformarse? Justo cuando estaba a punto de volver a realizar otra pregunta, el anciano continuó con la explicación por primera vez sin ser presionado.
—Cuando se transforma en dragón, tiene una característica muy inusual. Las personas que se han topado con ella afirman que era tal su belleza que quedaron paralizados ante su presencia y no pudieron moverse, y que un sueño se apoderó de ellos y no recuerdan cómo, pero todos y cada uno aparecieron a la mañana siguiente en esta Iglesia, donde yo mismo les atendí y les despedí de este pueblo. Pero la realidad es una muy simple, se llama parálisis. Sus escamas desprenden una toxina muy fuerte que paraliza a todas las personas a su alrededor, tan mal les deja que pierden hasta la conciencia y así es cómo ha sido capaz de proteger el tesoro durante tanto tiempo de cualquier presencia nociva que se acercase al pueblo. Lo malo de ella, es que no es como mi hermano o yo... ella no controla cuándo se transforma. Cada vez que tiene miedo o siente peligrar el tesoro, automáticamente queda desprendida de su forma humana. Y se vuelve tan violenta e irracional que no distingue qué destroza hasta que paraliza a sus víctimas.
—¿Y cómo es que la encontramos tan asustada pero no se transformó?
—Como te estaba diciendo antes de que me interrumpieses —dijo el anciano, molesto por no dejarle acabar su historia—, es porque no puede. No aquí. Decidimos hace muchos años que lo mejor para proteger el tesoro sería privándola de sus capacidades draconianas en donde lo ocultásemos... y se halla aquí, bajo el suelo de esta Iglesia. ¿Sabes lo que pesa un dragón, mujer? El suelo se quebraría y, conociéndola, destrozaría toda la sala que se encuentra bajo nuestros pies. Acabaría con lo que lleva tantos años protegiendo. Así que sus poderes acaban donde empieza esta Iglesia. Espanta a la gentuza antes de que entren aquí, así que nunca habíamos tenido problemas hasta hoy... Te estarás preguntando cómo contenemos su dragón interior.
—Pues, desde que empezamos a dialogar, así es.
—Contratamos a una persona de confianza para que hiciese un conjuro que mantuviese encerrado al dragón siempre y cuando estuviese en el lugar indicado —apretó los puños con fuerza, al parecer recordando algo desagradable—. Ese lugar es todo el área de la Iglesia, incluida la casita con el pasadizo por el que huimos. Las runas que visteis al entrar constituyen ese conjuro... aún así, no era lo suficientemente seguro, así que creó un conjuro ligado a un elemento que poseyera, y es esa pulsera que tiene en el tobillo. Mientras la lleve puesta, incluso si desactivan el conjuro de esas puertas, todo irá bien. Si se rompiese... pobre de nosotros. Para nuestra desgracia, esa persona de confianza es la que nos ha vendido a estos malhechores y les ha confesado nuestro punto débil y el escondite del tesoro. Incluso podría cambiar las inscripciones por algo en nuestra contra... Por eso sé que vienen, y por eso debéis ayudarme.
Una vez hubo acabado Erzsébeth le aseguró que así sería. Su ayuda era cara, pero no iba a dejar a aquella gente en la estacada... con toda la información que había recibido. Cassandra le recompensaría, con suerte, con algo mucho mejor que los aeros. Saludó al viajero con una sonrisa gigantesca en los labios, le dijo a Sajin que le diese conversación al anciano y dejó al viejo solo por un rato, que pareció dirigirse al bio-cibernético justo cuando Erzsébeth se marchaba y fue a la puerta por la que había entrado. Acarició el hombro de Bio y le señaló la puerta.
—Déjame hacer algo chulo, Bio, vete a poner al día al viajero —dijo, y una vez hubo acabado empezó a improvisar una de sus trampas. Cogió de su mochila una cuerda fina de piano, la ató al manillar de la puerta y ató el otro extremo en la pared en un saliente. Si alguien abría la puerta y entraba corriendo, sería el final para su cuello. Para asegurarse de que aquella puerta no era la entrada para nadie, diseñó una trampa por la cual quien pisase en el perímetro de la entrada (unos dos o tres metros hacia adelante y hacia los lados), haría explotar entre los tablones de madera unas bolsitas de veneno. Era un veneno que intoxicaba a través de la piel y vías respiratorias, pero tan bien controlado que solo se verían afectados los que estuviesen en el radio anterior. Una vez hubo preparado la trampa salió disparado a los ventanales, pensando en qué podría preparar para ellos. A través de las ventanas distinguió algunas figuras que rodeaban la Iglesia. No eran demasiadas, pero no tardarían en adentrarse.
Uso mi pasiva primaria.
Última edición por Bathory el Lun Jul 27 2015, 21:32, editado 1 vez
Bathory
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
¿Porqué fueron cortadas? esa era la pregunta que cuadraba en su mente, que formulaba diez veces más rápido que una persona normal el sinfín de probabilidades que pudiesen haber causado que las páginas de ese libro fueran cortadas. Eran escrituras del anciano que había dejado a los de su linaje, lo que no cuadraba era como Lyanna podía ser la protectora. Tal vez ella mantenía la sangre de los dragones en sus venas como las del anciano y el monje, pero eso no era una excusa convincente. Si un hombre-dragón en edad tan joven podía usar sus poderes a tan corta edad, entonces era increíble el desarrollo de maduración de la transformación draconiana que sin duda, Sajin se lo tomo en cuenta. Tras la repentina risa de la vampiresa, Sajin le respondió con un silencio inquebrantable mientras estaba junto con las escrituras del alguna vez caballero dragón. Le parecía una falta de respeto grave lo que ella había hecho, pero la mirada que delato parecía indicar lástima por lo que había hecho y por lo tanto el bio-cibernético contribuyo dando una palmada al hombro de la vampiresa como signo de lealtad a pesar de todo.
— Estoy de acuerdo con usted. —Dijo bajo su metálica y susurrante voz que aún así se hacía escuchar ante el resto. — Creo que la vampiresa tiene su derecho a que se le responda.
Escuchó los gritos salir de la boca de la joven, alarmada por alguno que otro acontecimiento que podría resultarle escalofriante o extraño. Muchas probabilidades entraban bajo las hipótesis que formulaba mi cerebro, pero sin duda se trato simplemente de la segunda opción y era el señor Bio, un poco mejor, viendo desde la ventanilla. Me acerqué hacia Bio por la espalda y di una palmada a su hombro; acerqué la cabeza y visualicé por fuera de la ventana a un hombre vestido de pieles cubiertas de los copos de nieve, el frío estaba por devorarlo en las afueras de la Iglesia. Solté el hombro de mi compañero y me encaminé hacia la puerta; curiosamente el anciano llego antes y abrió la puerta para refugiar al indigente, el cual fue regocijado con la amabilidad del anciano en permitirle pasar a pesar de el misterio en el aire.
El tiempo había hecho que la joven se calmara entre los brazos del sacerdote y las caricias en su mejilla por parte del anciano, que parecía ser su figura paterna. Bajo su trono, el anciano volvió con el mismo ánimo a responder las dudas & preguntas de la vampiresa, la que parecía llevarse toda la información con tal de saber que era lo que sucedía. Las palabras del anciano no dejaron intrigado al ser de metal y carne, pero si que lo interesaron en unirse a su conversación luego de su tiempo en silencio y lectura.
— ¿Podría explicar específicamente? —El bio-cibernético se sentó en un banco al lado de la mesa en donde en algún momento había dejado los relatos del anciano. — Si no le molesta, estimado anfitrión.
El anciano respondió como mismo lo había pedido. Cada palabra de la que transmitía información era un paso más para conocer más de la raza de la que venía ese anciano, algo admirable, el anciano parecía serle tan culto como su antiguo señor, que descansaba en paz con la incorruptible lealtad de su bio-cibernético. Sajin al final se percató de todo lo que había dicho el anciano tanto en sus escritos como de su lengua. El dragón blanco que custodiaba el tesoro era ella; y más que nada, el tesoro mismo era la Iglesia. Pero la pregunta era: ¿qué trataba de cuidar? ¿oro & reliquias sagradas? ¿o simplemente era la historia de su pueblo? todo podía ser, pero él dudaba de que el oro fuese lo que una iglesia, la avaricia y lo sagrado no eran dos cosas muy parecidas.
La deducción que había dado el bio-cibernético había sido valida, pero no exacta. El anciano aclaró bajo sus propias palabras la ubicación del tesoro ante nuestros pies, pero ello no cuadraba para Sajin. Aunque desconocía el porque no podía transformarse en la iglesia, de todas maneras le parecía mucho más extraña la razón por la que el anciano dijo la ubicación de la iglesia a nosotros, incluso a una vampiresa, perteneciente a una de las razas que acabo con su pueblo. ¿Acaso también ocurriría lo mismo con los otros que intentaron buscar el tesoro? formulaba su pensamiento en su subconsciente. Pero a final de cuentas, había sido magia lo que se trataba todo esto, no lógica. Sajin mantenía cierta intriga como desprecio a la magia, le era indiferente a esta pero a la vez le parecía interesante, aunque para él no le era útil. La vampiresa se había indignado a seguir más la conversación con el erudito anciano con tal de recurrir a otros asuntos; se digno a susurrarle a Sajin que se encargase del anciano, aunque ello significase robar información de este. Obviamente lo último era lo que más se negaría, no era un ladrón, él era un hombre de deber, pero también, quería sacar información así como la vampiresa.
— Oh, parece que tus amigos están ocupados. —El anciano se paró del trono con tal de ver cara a cara al bio-cibernético, que pronto giró su vista entre su biblioteca; pasando la yema de su dedo índice por cada lomo de los libros que tenía en su haber. — ¿No es increíble la cantidad de información que tiene que realizar un hombre para explotar su saber? pero en cambio tu lo haces en tan poco tiempo como hiciste con ese libro.
— ¿Va a paralizarlos a ellos también cuando su chantaje de los bandidos funcione? —Dijo Sajin recostado en la silla con una pacífica calma; acariciaba el cuero del libro sin ver al anciano. — ¿O sería normal que alguien que ha querido custodiar un tesoro por años diga a unos forasteros su ubicación?
El anciano abrió esta vez sus ojos de par en par, ya no estaban entrecerrados como alguna vez habían estado con cada respuesta que daba a la vampiresa. Ahora, se había percatado que ni el libro ni las conversaciones habían hecho al bio-cibernético mas atontado o poco interesado en la conversación, si no, todo lo contrario.
— Ge he he he... —El anciano río de una forma vaga y en un breve momento su tos lo atacó, pero se recuperó poco después. Parecía inseguro esta vez, con el tiempo que habían pasado con el anciano no lo había visto tomar una actitud a tal punto de reírse. — Formulas cosas muy raras, chico. Aunque no te culpo, ese es la paranoia de un genio.
— Tal para cual. —Respondió, haciéndole reconocer también su paranoia con tal de proteger su preciado tesoro. — ¿No?
— Si tu lo dices... —El anciano se quedo viendo por un rato los libros en su haber que estaban tan altos como para poder alcanzarlos; sin duda requería de su hermano para tomarlos de lo alto. — Dime, ¿por qué sirves a un ser inhumano? podrías servirme... podrías servir a mi joven Lyanna.
— La lealtad no se le debe a cualquier hombre. —Dijo Sajin. Recordó con las palabras del anciano su pasado como servidor a un erudito como él y a una pequeña. — Pero si a cada principio. No quiero repetir la historia, estimado erudito.
— Bien... —Dijo el anciano, guardando una mirada entrecerrada con recelo. — Y bueno, ¿qué mas quieres saber acerca de todo lo que quería esa amiga tuya?
Sajin se giró hacia atrás y vio a sus compañeros fuera de la habitación; Bio yacía por la ventana junto con los asientos de la iglesia y la vampiresa, no sabía donde se metió y mucho menos Lyanna con el forastero. Pero el sacerdote y el anciano estaban ahí, definitivamente. Sajin miro hacia abajo ante la fina madera aun persistente a los años, mientras que escucho el cerrar de la puerta por parte del sacerdote. Ahora solo estaba, entre un sacerdote y un erudito con que hablar. Eso solo era el comienzo.
— Estoy de acuerdo con usted. —Dijo bajo su metálica y susurrante voz que aún así se hacía escuchar ante el resto. — Creo que la vampiresa tiene su derecho a que se le responda.
Escuchó los gritos salir de la boca de la joven, alarmada por alguno que otro acontecimiento que podría resultarle escalofriante o extraño. Muchas probabilidades entraban bajo las hipótesis que formulaba mi cerebro, pero sin duda se trato simplemente de la segunda opción y era el señor Bio, un poco mejor, viendo desde la ventanilla. Me acerqué hacia Bio por la espalda y di una palmada a su hombro; acerqué la cabeza y visualicé por fuera de la ventana a un hombre vestido de pieles cubiertas de los copos de nieve, el frío estaba por devorarlo en las afueras de la Iglesia. Solté el hombro de mi compañero y me encaminé hacia la puerta; curiosamente el anciano llego antes y abrió la puerta para refugiar al indigente, el cual fue regocijado con la amabilidad del anciano en permitirle pasar a pesar de el misterio en el aire.
El tiempo había hecho que la joven se calmara entre los brazos del sacerdote y las caricias en su mejilla por parte del anciano, que parecía ser su figura paterna. Bajo su trono, el anciano volvió con el mismo ánimo a responder las dudas & preguntas de la vampiresa, la que parecía llevarse toda la información con tal de saber que era lo que sucedía. Las palabras del anciano no dejaron intrigado al ser de metal y carne, pero si que lo interesaron en unirse a su conversación luego de su tiempo en silencio y lectura.
— ¿Podría explicar específicamente? —El bio-cibernético se sentó en un banco al lado de la mesa en donde en algún momento había dejado los relatos del anciano. — Si no le molesta, estimado anfitrión.
El anciano respondió como mismo lo había pedido. Cada palabra de la que transmitía información era un paso más para conocer más de la raza de la que venía ese anciano, algo admirable, el anciano parecía serle tan culto como su antiguo señor, que descansaba en paz con la incorruptible lealtad de su bio-cibernético. Sajin al final se percató de todo lo que había dicho el anciano tanto en sus escritos como de su lengua. El dragón blanco que custodiaba el tesoro era ella; y más que nada, el tesoro mismo era la Iglesia. Pero la pregunta era: ¿qué trataba de cuidar? ¿oro & reliquias sagradas? ¿o simplemente era la historia de su pueblo? todo podía ser, pero él dudaba de que el oro fuese lo que una iglesia, la avaricia y lo sagrado no eran dos cosas muy parecidas.
La deducción que había dado el bio-cibernético había sido valida, pero no exacta. El anciano aclaró bajo sus propias palabras la ubicación del tesoro ante nuestros pies, pero ello no cuadraba para Sajin. Aunque desconocía el porque no podía transformarse en la iglesia, de todas maneras le parecía mucho más extraña la razón por la que el anciano dijo la ubicación de la iglesia a nosotros, incluso a una vampiresa, perteneciente a una de las razas que acabo con su pueblo. ¿Acaso también ocurriría lo mismo con los otros que intentaron buscar el tesoro? formulaba su pensamiento en su subconsciente. Pero a final de cuentas, había sido magia lo que se trataba todo esto, no lógica. Sajin mantenía cierta intriga como desprecio a la magia, le era indiferente a esta pero a la vez le parecía interesante, aunque para él no le era útil. La vampiresa se había indignado a seguir más la conversación con el erudito anciano con tal de recurrir a otros asuntos; se digno a susurrarle a Sajin que se encargase del anciano, aunque ello significase robar información de este. Obviamente lo último era lo que más se negaría, no era un ladrón, él era un hombre de deber, pero también, quería sacar información así como la vampiresa.
— Oh, parece que tus amigos están ocupados. —El anciano se paró del trono con tal de ver cara a cara al bio-cibernético, que pronto giró su vista entre su biblioteca; pasando la yema de su dedo índice por cada lomo de los libros que tenía en su haber. — ¿No es increíble la cantidad de información que tiene que realizar un hombre para explotar su saber? pero en cambio tu lo haces en tan poco tiempo como hiciste con ese libro.
— ¿Va a paralizarlos a ellos también cuando su chantaje de los bandidos funcione? —Dijo Sajin recostado en la silla con una pacífica calma; acariciaba el cuero del libro sin ver al anciano. — ¿O sería normal que alguien que ha querido custodiar un tesoro por años diga a unos forasteros su ubicación?
El anciano abrió esta vez sus ojos de par en par, ya no estaban entrecerrados como alguna vez habían estado con cada respuesta que daba a la vampiresa. Ahora, se había percatado que ni el libro ni las conversaciones habían hecho al bio-cibernético mas atontado o poco interesado en la conversación, si no, todo lo contrario.
— Ge he he he... —El anciano río de una forma vaga y en un breve momento su tos lo atacó, pero se recuperó poco después. Parecía inseguro esta vez, con el tiempo que habían pasado con el anciano no lo había visto tomar una actitud a tal punto de reírse. — Formulas cosas muy raras, chico. Aunque no te culpo, ese es la paranoia de un genio.
— Tal para cual. —Respondió, haciéndole reconocer también su paranoia con tal de proteger su preciado tesoro. — ¿No?
— Si tu lo dices... —El anciano se quedo viendo por un rato los libros en su haber que estaban tan altos como para poder alcanzarlos; sin duda requería de su hermano para tomarlos de lo alto. — Dime, ¿por qué sirves a un ser inhumano? podrías servirme... podrías servir a mi joven Lyanna.
— La lealtad no se le debe a cualquier hombre. —Dijo Sajin. Recordó con las palabras del anciano su pasado como servidor a un erudito como él y a una pequeña. — Pero si a cada principio. No quiero repetir la historia, estimado erudito.
— Bien... —Dijo el anciano, guardando una mirada entrecerrada con recelo. — Y bueno, ¿qué mas quieres saber acerca de todo lo que quería esa amiga tuya?
Sajin se giró hacia atrás y vio a sus compañeros fuera de la habitación; Bio yacía por la ventana junto con los asientos de la iglesia y la vampiresa, no sabía donde se metió y mucho menos Lyanna con el forastero. Pero el sacerdote y el anciano estaban ahí, definitivamente. Sajin miro hacia abajo ante la fina madera aun persistente a los años, mientras que escucho el cerrar de la puerta por parte del sacerdote. Ahora solo estaba, entre un sacerdote y un erudito con que hablar. Eso solo era el comienzo.
Sajin
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Fuera de la iglesia, el frio envestía con una feroz brutalidad, la noche había sido, aquel sujeto caminando ante tales condiciones me recordaba un poco a mi viaje a la llanura nevada, tras mis palabras el anciano bajó él mismo a abrir la puerta al extraño, quedé bastante intrigado al ver cómo le abría la puerta sin más, con la total certeza de que no era un enemigo, o con la seguridad de que no lograría hacerle daño en caso de atacarle; algo en ese anciano no acababa de convencerme del todo, me resultaba demasiado sospechoso, igual que Bath, igual que el biocibernético, igual que el extraño recién llegado, a fin de cuentas todos me parecían sospechosos, a veces hasta yo mismo.
Volví mi atención al interior de la sala sin apartar la vista del nuevo - (No se transforma porque no puede) - Repetí en mi mente casi a modo de pregunta ante la extraña afirmación del anciano, aunque luego entendería que era tan solo una metáfora, y que en realidad puede, pero no debe - Un conjuro para encerrar al dragón - Susurré para mí mismo mientras recordaba las runas que habíamos visto antes, seguro algo tenían que ver con ese conjuro, finalmente Bathory me sacó de mi momento de meditación y tal como me dijo, me acerqué al viajero para salir de ciertas dudas - ¿Tienes nombre? Viajero - Dije manteniendo cierta distancia, aunque se veía algo golpeado por el clima como para realizar un ataque efectivo, me acerqué un poco más para detallar su rostro - A mí me llaman Bio, aunque el bio es aquel sujeto - Dije mientras señalaba a Sajin - Y en resumen, estamos ante un inminente ataque de licántropos - Levanté los hombros en esa última frase - Quieras o no, ahora eres parte de esto, así que... Espero que sepas pelear - Me recosté a una pared cercana mientras observaba a Sajin conversando con el anciano, aunque demasiado lejos o en tono muy bajo para poder escuchar lo que decían.
Bath por su parte había preparado una buena sorpresa para quienes intentaran entrar, afortunadamente el chico nuevo había llegado antes, pues ya sería difícil que alguien pasara a salvo por esa entrada, seguí la vista de mi compañera hacia uno de los ventanales y pude distinguir algunas siluetas, seguramente licántropos, tras lo cual llevé mis manos al centro de mi espalda para asegurar que mis dagas aún permanecían en su lugar.
Volví mi atención al interior de la sala sin apartar la vista del nuevo - (No se transforma porque no puede) - Repetí en mi mente casi a modo de pregunta ante la extraña afirmación del anciano, aunque luego entendería que era tan solo una metáfora, y que en realidad puede, pero no debe - Un conjuro para encerrar al dragón - Susurré para mí mismo mientras recordaba las runas que habíamos visto antes, seguro algo tenían que ver con ese conjuro, finalmente Bathory me sacó de mi momento de meditación y tal como me dijo, me acerqué al viajero para salir de ciertas dudas - ¿Tienes nombre? Viajero - Dije manteniendo cierta distancia, aunque se veía algo golpeado por el clima como para realizar un ataque efectivo, me acerqué un poco más para detallar su rostro - A mí me llaman Bio, aunque el bio es aquel sujeto - Dije mientras señalaba a Sajin - Y en resumen, estamos ante un inminente ataque de licántropos - Levanté los hombros en esa última frase - Quieras o no, ahora eres parte de esto, así que... Espero que sepas pelear - Me recosté a una pared cercana mientras observaba a Sajin conversando con el anciano, aunque demasiado lejos o en tono muy bajo para poder escuchar lo que decían.
Bath por su parte había preparado una buena sorpresa para quienes intentaran entrar, afortunadamente el chico nuevo había llegado antes, pues ya sería difícil que alguien pasara a salvo por esa entrada, seguí la vista de mi compañera hacia uno de los ventanales y pude distinguir algunas siluetas, seguramente licántropos, tras lo cual llevé mis manos al centro de mi espalda para asegurar que mis dagas aún permanecían en su lugar.
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Aerandiano de honor
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Tras golpear sobre la dura puerta, hubo un pequeño silencio, parecía que el frío había conseguido ganar la batalla y hasta el mismo tiempo se había detenido. Pero rápidamente la gente que había en el interior comenzó a moverse de nuevo y un hombre bastante anciano apareció tras la puerta invitando al brujo a entrar para luego ofrecerle comida- Muchas gracias...- dio un rápido vistazo a la ropa del anciano. No sabía como eran las ropas eclesiásticas de aquella iglesia, pero de los presentes eran las que tenían un aspecto más religioso- sacerdote. No me esperaba tanta amabilidad en un poblado tan tétrico- Cogió la comida y se sentó en uno de los bancos de la iglesia. Agarró un par de tortas de maíz y comenzó a comerlas mientras miraba el lugar. Las vidrieras tenían esos dibujos espeluznantes, algunos bancos de madera estaban rotos y los que no, parecían que se iban a romper en cualquier momento. En la sala había seis personas, dos mujeres, tres hombres, y uno de aquellos extraños robots. Estaban manteniendo una conversación bastante interesante por lo que Durenot se dispuso a cotillear las palabras del anciano mientras hacía como que comía y se distraía con los dibujos de las vidrieras.
En cuanto el anciano terminó de contar aquella historia,que llamó enormemente la atención del brujo, el hombre que parecía ser más joven se acercó hasta y comenzó a preguntarle sobre su identidad. La verdad es que había sido bastante extraño que no lo hiciesen nada más entrar por la puerta, la gente no suele dar cobijo y comida a aquellos de quienes no saben ni el nombre- ¡¿Qué?!-gritó el brujo nada más escuchar sus palabras a la vez que dejaba caer sobre la madera del banco una tortita a medio comer- Solo soy un viajero, me dedico a escribir e investigar, yo no sé pelear. Maldita sea, sabía que no debería haber entrado aquí- Se levantó del asiento bruscamente y comenzó a alejarse de Bio y de la puerta sin dar siquiera su nombre. No quería tener nada que ver con aquella pelea, pero estaba encerrado dentro de la iglesia y si unos licántropos decidían atacarla se vería envuelto en mitad de todo aquel meollo. Dio un rápido vistazo para ver si había algún lugar en el que poder esconderse, pero sus ojos se detuvieron en una de las mujeres, la cuál se encontraba en aquellos mismo instantes cruzando una puerta. Durenot decidió seguirla, lo más probable es que estuviese yendo a algún lugar seguro.
El brujo cruzó la puerta y entró en aquel extraño pasillo que descendía por unas escaleras en cuyo final se encontraba la joven dragona que no se podía transformar. Estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y abrazando sus rodillas mientras enterraba su cabeza entre las piernas- Ey niña- La joven alzó la cabeza para mirarlo. Aparentaba ser un poco más joven que el brujo, aunque siendo un dragón debería haber nacido mucho antes que este.
-¿Qué haces aquí? Los licántropos vienen, ¿no vas a luchar?- la dragona se incorporó mientras de su cara no se le borraba la expresión de terror. Sin duda que un grupo de licántropos intentase constantemente secuestrarte haría perder a cualquiera la compostura.
-¿Yo? Yo no tengo nada que ver en esa lucha, a mi nadie me ha hecho nada- El brujo llegó al final de las escaleras y se colocó frente a la muchacha- He oído tu historia allí arriba. Bastante interesante a la vez que frustrante. Debe ser horrible ser un dragón y no poder transformarse, ¿no?- La chica permaneció callada mientras el mago se acercaba un poco más a ella. Entonces se le ocurrió una idea. Tal vez si ayudase a la dragona a defenderse de los licántropos luego le permitirían inspeccionar el hechizo que habían puesto en su pulsera y en la puerta. Un hechizo capaz de anular los poderes de un dragón debía de ser muy poderoso y el brujo se moría por poder estudiarlo- Con lo joven que eres y una manada de lobos andan detrás tuya, que pena... Oye, ¿has pensado que pasaría si matasen a todos los que hay arriba y llegan a bajar hasta aquí abajo?- La expresión de la dragona pasó del miedo al terror absoluto. El mago sonrió por dentro y se acercó aún más- Necesitarán toda la ayuda que puedan obtener, yo podría ir a ayudarles... Si me permitieras inspeccionarte cuando todo esto acabe.
-¿Qué quieres decir?
- Oh... Solo quiero aprender de ti... No será algo que te cueste mucho trabajo, solo tendrás que quedarte quieta unos veinte minutos. Delante de aquella puerta podría ser un buen lugar- Durenot giró la cabeza para mirar la puerta que contenía las runas, pero al momento resonó por todo el pasillo un fuerte bofetón que provocó que el brujo se tambalear hacia atrás. Se llevó la mano a la mejilla que había recibido el golpe mientras miraba a la dragona sin entender qué es lo que había pasado. No comprendía como pedirle que le dejase ver la pulsera del tobillo había podido acabado de esa manera. Aquello lo puso furioso- Estúpido reptil alado- De la mano derecha del brujo surgió un rayo que surcó el aire rozando la cabeza de la dragona y desapareciendo contra la pared que había a su espalda. La chica retrocedió asustadas hasta golpear su espalda contra la pared- Tal vez si te electrocuto hasta el borde de la muerte te transformes en dragón, ¿quieres comprobarlo?- De las manos del brujo no dejaban de surgir chispas inofensivas pero bastante intimidatorias. Avanzó con un par de zancadas y agarró por la ropa a la joven, estrellándola contra la pared-¿Sabes lo sencillo que sería para mi matarte ahora mismo? Luego subiría, atacaría a todos por la espalda cuando estén ocupados luchando contra los licántropos y seguro que acabarían todos muertos, ¿es eso lo que quieres?- Aquellas últimas palabras las pronunció gritando bastante cerca de su cara, ante lo cual la joven cerró los ojos y desvió su rostro hacia el suelo. Durenot agarró con fuerza la ropa y la empujó hacia la derecha, tirando a la chica al suelo- Voy a mirar la pulsera, como hagas cualquier tontería te electrocutaré hasta dejarte inconsciente y cuando te despiertes te encontrarás a los cadáveres de tus amigos delante tuya.
Tras aquellas palabras el brujo se quedó de pie observando a la chica tirada en el suelo. Esta miraba al suelo, evitando a toda costa ver al sujeto que parecía a punto de pegarle una paliza, seguramente pensando que las cosas hubiesen sido diferentes si pudiese transformarse. Durenot echó un vistazo a la puerta por la que había entrado mientras se agachaba junto a la chica, esperaba que todos aquellos gritos no traspasasen hasta la estancia superior, no le vendría nada bien que todos los que había arriba se pusiesen en su contra. Agarró la pierna que tenía la pulsera y comenzó a mirarla con detenimiento para estudiarla, pero un sollozo le interrumpió."Puede que me haya pasado un poco, solo me ha soltado un guantazo y yo la he amenazado con matar a seis personas...". Continuó mirando la pulsera. No reconocía todas las runas, pero las pocas que reconocía solo las había visto echando una ojeada a los capítulos finales del libro que tenía. Podría intentar sacar su libro e inspeccionarlo, pero se sentía bastante incómodo en aquella posición. Tenía a una chica tirada en el suelo obligándola a hacer lo que él quisiese mientras arriba se preparaban para luchar contra una invasión de lobos. El joven brujo suspiró, soltó el tobillo y se levantó alejándose un poco de la dragona para darle más espacio.
- Lo que tienes ahí es... complicado- comenzó a rebuscar en su mochila hasta dar con el libro de runas- Si el tipo que hizo eso se ha unido a los enemigos lo más probable es que al final tengáis que matarlo para poder sobrevivir- Lanzó el libro al lado de la chica, quien por fin se giró para mirar al brujo, mostrando una cara completamente roja y con claras muestras de haber soltado un par de lágrimas- Me parece horrible que estés obligada a mantener tu forma de dragón sellada. Si algún día quieres liberarte te recomiendo que te mires ese libro. No puedo asegurarte que lo consigas, pero...-estuvo a punto de disculparse por lo que acababa de hacerle, pero sus palabras se quedaron en la garganta- Mejor subo arriba, si los licántropos ganan no quiero tener que enfrentarme yo solo a todos ellos aquí abajo.
En cuanto el anciano terminó de contar aquella historia,que llamó enormemente la atención del brujo, el hombre que parecía ser más joven se acercó hasta y comenzó a preguntarle sobre su identidad. La verdad es que había sido bastante extraño que no lo hiciesen nada más entrar por la puerta, la gente no suele dar cobijo y comida a aquellos de quienes no saben ni el nombre- ¡¿Qué?!-gritó el brujo nada más escuchar sus palabras a la vez que dejaba caer sobre la madera del banco una tortita a medio comer- Solo soy un viajero, me dedico a escribir e investigar, yo no sé pelear. Maldita sea, sabía que no debería haber entrado aquí- Se levantó del asiento bruscamente y comenzó a alejarse de Bio y de la puerta sin dar siquiera su nombre. No quería tener nada que ver con aquella pelea, pero estaba encerrado dentro de la iglesia y si unos licántropos decidían atacarla se vería envuelto en mitad de todo aquel meollo. Dio un rápido vistazo para ver si había algún lugar en el que poder esconderse, pero sus ojos se detuvieron en una de las mujeres, la cuál se encontraba en aquellos mismo instantes cruzando una puerta. Durenot decidió seguirla, lo más probable es que estuviese yendo a algún lugar seguro.
El brujo cruzó la puerta y entró en aquel extraño pasillo que descendía por unas escaleras en cuyo final se encontraba la joven dragona que no se podía transformar. Estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y abrazando sus rodillas mientras enterraba su cabeza entre las piernas- Ey niña- La joven alzó la cabeza para mirarlo. Aparentaba ser un poco más joven que el brujo, aunque siendo un dragón debería haber nacido mucho antes que este.
-¿Qué haces aquí? Los licántropos vienen, ¿no vas a luchar?- la dragona se incorporó mientras de su cara no se le borraba la expresión de terror. Sin duda que un grupo de licántropos intentase constantemente secuestrarte haría perder a cualquiera la compostura.
-¿Yo? Yo no tengo nada que ver en esa lucha, a mi nadie me ha hecho nada- El brujo llegó al final de las escaleras y se colocó frente a la muchacha- He oído tu historia allí arriba. Bastante interesante a la vez que frustrante. Debe ser horrible ser un dragón y no poder transformarse, ¿no?- La chica permaneció callada mientras el mago se acercaba un poco más a ella. Entonces se le ocurrió una idea. Tal vez si ayudase a la dragona a defenderse de los licántropos luego le permitirían inspeccionar el hechizo que habían puesto en su pulsera y en la puerta. Un hechizo capaz de anular los poderes de un dragón debía de ser muy poderoso y el brujo se moría por poder estudiarlo- Con lo joven que eres y una manada de lobos andan detrás tuya, que pena... Oye, ¿has pensado que pasaría si matasen a todos los que hay arriba y llegan a bajar hasta aquí abajo?- La expresión de la dragona pasó del miedo al terror absoluto. El mago sonrió por dentro y se acercó aún más- Necesitarán toda la ayuda que puedan obtener, yo podría ir a ayudarles... Si me permitieras inspeccionarte cuando todo esto acabe.
-¿Qué quieres decir?
- Oh... Solo quiero aprender de ti... No será algo que te cueste mucho trabajo, solo tendrás que quedarte quieta unos veinte minutos. Delante de aquella puerta podría ser un buen lugar- Durenot giró la cabeza para mirar la puerta que contenía las runas, pero al momento resonó por todo el pasillo un fuerte bofetón que provocó que el brujo se tambalear hacia atrás. Se llevó la mano a la mejilla que había recibido el golpe mientras miraba a la dragona sin entender qué es lo que había pasado. No comprendía como pedirle que le dejase ver la pulsera del tobillo había podido acabado de esa manera. Aquello lo puso furioso- Estúpido reptil alado- De la mano derecha del brujo surgió un rayo que surcó el aire rozando la cabeza de la dragona y desapareciendo contra la pared que había a su espalda. La chica retrocedió asustadas hasta golpear su espalda contra la pared- Tal vez si te electrocuto hasta el borde de la muerte te transformes en dragón, ¿quieres comprobarlo?- De las manos del brujo no dejaban de surgir chispas inofensivas pero bastante intimidatorias. Avanzó con un par de zancadas y agarró por la ropa a la joven, estrellándola contra la pared-¿Sabes lo sencillo que sería para mi matarte ahora mismo? Luego subiría, atacaría a todos por la espalda cuando estén ocupados luchando contra los licántropos y seguro que acabarían todos muertos, ¿es eso lo que quieres?- Aquellas últimas palabras las pronunció gritando bastante cerca de su cara, ante lo cual la joven cerró los ojos y desvió su rostro hacia el suelo. Durenot agarró con fuerza la ropa y la empujó hacia la derecha, tirando a la chica al suelo- Voy a mirar la pulsera, como hagas cualquier tontería te electrocutaré hasta dejarte inconsciente y cuando te despiertes te encontrarás a los cadáveres de tus amigos delante tuya.
Tras aquellas palabras el brujo se quedó de pie observando a la chica tirada en el suelo. Esta miraba al suelo, evitando a toda costa ver al sujeto que parecía a punto de pegarle una paliza, seguramente pensando que las cosas hubiesen sido diferentes si pudiese transformarse. Durenot echó un vistazo a la puerta por la que había entrado mientras se agachaba junto a la chica, esperaba que todos aquellos gritos no traspasasen hasta la estancia superior, no le vendría nada bien que todos los que había arriba se pusiesen en su contra. Agarró la pierna que tenía la pulsera y comenzó a mirarla con detenimiento para estudiarla, pero un sollozo le interrumpió."Puede que me haya pasado un poco, solo me ha soltado un guantazo y yo la he amenazado con matar a seis personas...". Continuó mirando la pulsera. No reconocía todas las runas, pero las pocas que reconocía solo las había visto echando una ojeada a los capítulos finales del libro que tenía. Podría intentar sacar su libro e inspeccionarlo, pero se sentía bastante incómodo en aquella posición. Tenía a una chica tirada en el suelo obligándola a hacer lo que él quisiese mientras arriba se preparaban para luchar contra una invasión de lobos. El joven brujo suspiró, soltó el tobillo y se levantó alejándose un poco de la dragona para darle más espacio.
- Lo que tienes ahí es... complicado- comenzó a rebuscar en su mochila hasta dar con el libro de runas- Si el tipo que hizo eso se ha unido a los enemigos lo más probable es que al final tengáis que matarlo para poder sobrevivir- Lanzó el libro al lado de la chica, quien por fin se giró para mirar al brujo, mostrando una cara completamente roja y con claras muestras de haber soltado un par de lágrimas- Me parece horrible que estés obligada a mantener tu forma de dragón sellada. Si algún día quieres liberarte te recomiendo que te mires ese libro. No puedo asegurarte que lo consigas, pero...-estuvo a punto de disculparse por lo que acababa de hacerle, pero sus palabras se quedaron en la garganta- Mejor subo arriba, si los licántropos ganan no quiero tener que enfrentarme yo solo a todos ellos aquí abajo.
Durenot
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Un. Dos. Tres. Los aullidos, como gritos de guerra, iban aumentando en número a medida que Erzsébeth se acercaba a los ventanales. A través de las tintadas ventanas podía discernir las figuras de varios licántropos acercándose con sumo cuidado, en cuadrupedia, asegurando el terreno para confirmar que no hubiese más aliados a los alrededores. Se paraban casa por casa, destruyendo cada puerta sin remordimientos, lanzando dentelladas de advertencia al aire pero sin obtener víctimas. No todavía. Siendo series irracionales cuando se convertían, el vampiro no se explicaba cómo podían estar llevando a cabo una inspección tan poco agresiva y precisa, para lo que había comprobado que podían hacer aquellas criaturas. Debían estar siendo controlados por algo mucho mayor, una especie de lobo alfa, pero que ni siquiera fuese un lobo.
Cuatro. Cinco. Seis. Cada vez se escuchaban más y más cerca. Tras observarlos durante unos instantes, descifró su modus operandi. No entraban sino por las puertas, no buscaban otro tipo de hueco por el que colarse, así que irremediablemente entrarían corriendo por la trampa que él había dispuesto y al menos se desharía de unos cuantos de golpe. La ventaja era que todas las casas de aquel pueblucho abandonado lucían iguales, y de noche era bastante difícil distinguir unas de otras; seguramente estarían buscando la casa que tuviese las runas y el pasadizo para darles una emboscada, y no eran capaces de encontrarla. Por muy domesticado que esté, un perro sigue siendo un perro, y no podemos pedirle un trabajo tan sofisticado sin prever algunos errores. Erzsébeth le pidió al sacerdote que fuese a buscar más antorchas, en el peor de los casos el fuego no sería mala ayuda para ahuyentar a un par de bestias inútiles.
Se colocó al lado del bio-cibernético y el anciano. Buscó al viajero y no lo encontró, tampoco a la chica. No era de su incumbencia, así que lo dejó pasar. Estaba impacientándose y hablo alto y claro para que Bio también le oyese.
—Al menos siete u ocho licántropos se están acercando. He dispuesto una trampa en las puertas, y por seguridad os pediría que os ocultaseis tras los bancos de este lado —señaló justo la mitad contraria de la Iglesia—, así podemos adoptar el factor sorpresa si queda alguno vivo, que pasará.
El sacerdote se acercó y le susurró algo al anciano. Este abrió los ojos de par en par y negó con la cabeza.
—Alguien se acerca por los pasadizos. Alguien está siendo más listo que nosotros, chiquilla. Mi hermano ha visto a un grupo de encapuchados a través de los ventanales... ¡se dirigen hacia mi niña, que se ha ido a esconder allí abajo!
Mientras tanto, en las sombras y sigilosamente, cinco personas avanzaban lenta pero inexorablemente entre los pasadizos de aquellas improvisadas mazmorras; se les había olvidado apagar los candiles que indicaban el camino exacto para llegar hasta las escaleras que llevaban a la Iglesia. El debate en la Iglesia estaba siendo largo y tendido, tiempo de sobra para que los sicarios llegasen y se encontrasen la escena que estaba teniendo lugar entre Lyanna y el misterioso viajero. Uno de ellos hizo un gesto de desaprobación dirigido especialmente al hombrecillo que había sido el último en llegar, lanzó una daga que se clavó justo en las puertas con las runas inscritas. Las puertas se cerraron como si alguien del otro lado las hubiese empujado, pero realmente era uno de los cinco hombres quien habría usado su magia para cerrarla.
—No te asustes, era un tiro de advertencia. Tratar así a una señorita no es propio de un verdadero hombre —espetó una voz grave, con mucho rencor, como si realmente le importase aquella mujer.
Si el viajero se giraba encontraría a un hombre de metro noventa, vestido de negro cuero de pies a cabeza, con una venda que le cubría la cabeza. A ambos lados, cuatro personas, dos de ellos vampiros de ojos rojos con grandes sables a sus espaldas y los otros dos magos de una vía desconocida aun para el muchacho. El que parecía el líder soltó un aullido en tono jocoso y escupió en el suelo.
Lyanna soltó un grito y entró en pánico. Sus facciones comenzaban a removerse, presa del miedo, pero seguía sin poder transformarse en dragón. Sus ojos se volvieron reptilianos por un instante, mas pronto volvieron a ser humanos. Las risas del hombre llenaron el pasadizo. Se acercó, agarró a la joven por las muñecas y la levantó. Una vez Lyanna lo tuvo más cerca le escudriñó con la mirada. Abrió los ojos con gran sorpresa. Estuvo a punto de decir algo, mas el hombre de negro posó dos dedos en sus labios para que guardase silencio.
—Hablaremos después. Primero nos encargaremos de este imbécil —dijo, señalando al viajero— que se ha atrevido a poner las manos encima a una criatura indefensa y luego iremos a apoyar a Mikael.
La mujer negó con la cabeza y le agarró la mano.
—No es de los licántropos —comenzó ella, mirándolo de reojo— no es de fiar. Pero no es de los malos y puede ayudar. Necesitamos cualquier mano útil ahora mismo. Yo no soy más que una carga...
El silencio que siguió fue incómodo. Un mago recitó palabras por lo bajo, y la daga que se había clavado en la puerta volvió hacia la mano del líder. Este sacudió la cabeza y agarró a la muchacha por los hombros.
—Vamos a por esa gentuza, Lyanna. Hemos sellado los pasadizos, al menos por una media hora. Nadie entrará aquí si yo no se lo permito. Y tú... ándate con ojo, muchacho. Siempre hay daños colaterales en las batallas. Y no siempre es fuego enemigo.
Y el grupo avanzó, Lyanna al lado del líder, dedicándole una mirada de desprecio al viajero, mientras las puertas se abrían de golpe. Una vez se hubieron abierto, la escena empeoró; una manada de lobos intentaba entrar por la puerta de la Iglesia, siendo la primera fila bombardeada por las mini-bombas que Erzsébeth había predispuesto, mas se agolpaban en la puerta, y al ver caer a sus compañeros aullaban y aullaban, como llamando a más de los suyos. Cuando el anciano vio que su niña y los otros se habían adentrado, hizo amago de correr hacia ellos, mas se quedó entre los bancos y les hizo un gesto para que hicieran lo que tuvieran que hacer. Les explicó al resto de la sala que eran apoyo.
—¿Quién es esta gente, Bio? —le preguntó Erzsébeth a su compañero, intrigado al ver las nuevas figuras tan amenazantes que se avecinaban.
Los vampiros desenfundaron los sables, los magos comenzaron a musitar palabras incomprensibles y el líder volvió a aullar riéndose de los licántropos. Esto se pone cada vez más interesante, pensó Erzsébeth, mientras agarraba sus dagas y se levantaba. Figuras se arremolinaban alrededor de los ventanales, y aunque fuera en un segundo plano, sabía que eran más enemigos
Cuatro. Cinco. Seis. Cada vez se escuchaban más y más cerca. Tras observarlos durante unos instantes, descifró su modus operandi. No entraban sino por las puertas, no buscaban otro tipo de hueco por el que colarse, así que irremediablemente entrarían corriendo por la trampa que él había dispuesto y al menos se desharía de unos cuantos de golpe. La ventaja era que todas las casas de aquel pueblucho abandonado lucían iguales, y de noche era bastante difícil distinguir unas de otras; seguramente estarían buscando la casa que tuviese las runas y el pasadizo para darles una emboscada, y no eran capaces de encontrarla. Por muy domesticado que esté, un perro sigue siendo un perro, y no podemos pedirle un trabajo tan sofisticado sin prever algunos errores. Erzsébeth le pidió al sacerdote que fuese a buscar más antorchas, en el peor de los casos el fuego no sería mala ayuda para ahuyentar a un par de bestias inútiles.
Se colocó al lado del bio-cibernético y el anciano. Buscó al viajero y no lo encontró, tampoco a la chica. No era de su incumbencia, así que lo dejó pasar. Estaba impacientándose y hablo alto y claro para que Bio también le oyese.
—Al menos siete u ocho licántropos se están acercando. He dispuesto una trampa en las puertas, y por seguridad os pediría que os ocultaseis tras los bancos de este lado —señaló justo la mitad contraria de la Iglesia—, así podemos adoptar el factor sorpresa si queda alguno vivo, que pasará.
El sacerdote se acercó y le susurró algo al anciano. Este abrió los ojos de par en par y negó con la cabeza.
—Alguien se acerca por los pasadizos. Alguien está siendo más listo que nosotros, chiquilla. Mi hermano ha visto a un grupo de encapuchados a través de los ventanales... ¡se dirigen hacia mi niña, que se ha ido a esconder allí abajo!
Mientras tanto, en las sombras y sigilosamente, cinco personas avanzaban lenta pero inexorablemente entre los pasadizos de aquellas improvisadas mazmorras; se les había olvidado apagar los candiles que indicaban el camino exacto para llegar hasta las escaleras que llevaban a la Iglesia. El debate en la Iglesia estaba siendo largo y tendido, tiempo de sobra para que los sicarios llegasen y se encontrasen la escena que estaba teniendo lugar entre Lyanna y el misterioso viajero. Uno de ellos hizo un gesto de desaprobación dirigido especialmente al hombrecillo que había sido el último en llegar, lanzó una daga que se clavó justo en las puertas con las runas inscritas. Las puertas se cerraron como si alguien del otro lado las hubiese empujado, pero realmente era uno de los cinco hombres quien habría usado su magia para cerrarla.
—No te asustes, era un tiro de advertencia. Tratar así a una señorita no es propio de un verdadero hombre —espetó una voz grave, con mucho rencor, como si realmente le importase aquella mujer.
Si el viajero se giraba encontraría a un hombre de metro noventa, vestido de negro cuero de pies a cabeza, con una venda que le cubría la cabeza. A ambos lados, cuatro personas, dos de ellos vampiros de ojos rojos con grandes sables a sus espaldas y los otros dos magos de una vía desconocida aun para el muchacho. El que parecía el líder soltó un aullido en tono jocoso y escupió en el suelo.
Lyanna soltó un grito y entró en pánico. Sus facciones comenzaban a removerse, presa del miedo, pero seguía sin poder transformarse en dragón. Sus ojos se volvieron reptilianos por un instante, mas pronto volvieron a ser humanos. Las risas del hombre llenaron el pasadizo. Se acercó, agarró a la joven por las muñecas y la levantó. Una vez Lyanna lo tuvo más cerca le escudriñó con la mirada. Abrió los ojos con gran sorpresa. Estuvo a punto de decir algo, mas el hombre de negro posó dos dedos en sus labios para que guardase silencio.
—Hablaremos después. Primero nos encargaremos de este imbécil —dijo, señalando al viajero— que se ha atrevido a poner las manos encima a una criatura indefensa y luego iremos a apoyar a Mikael.
La mujer negó con la cabeza y le agarró la mano.
—No es de los licántropos —comenzó ella, mirándolo de reojo— no es de fiar. Pero no es de los malos y puede ayudar. Necesitamos cualquier mano útil ahora mismo. Yo no soy más que una carga...
El silencio que siguió fue incómodo. Un mago recitó palabras por lo bajo, y la daga que se había clavado en la puerta volvió hacia la mano del líder. Este sacudió la cabeza y agarró a la muchacha por los hombros.
—Vamos a por esa gentuza, Lyanna. Hemos sellado los pasadizos, al menos por una media hora. Nadie entrará aquí si yo no se lo permito. Y tú... ándate con ojo, muchacho. Siempre hay daños colaterales en las batallas. Y no siempre es fuego enemigo.
Y el grupo avanzó, Lyanna al lado del líder, dedicándole una mirada de desprecio al viajero, mientras las puertas se abrían de golpe. Una vez se hubieron abierto, la escena empeoró; una manada de lobos intentaba entrar por la puerta de la Iglesia, siendo la primera fila bombardeada por las mini-bombas que Erzsébeth había predispuesto, mas se agolpaban en la puerta, y al ver caer a sus compañeros aullaban y aullaban, como llamando a más de los suyos. Cuando el anciano vio que su niña y los otros se habían adentrado, hizo amago de correr hacia ellos, mas se quedó entre los bancos y les hizo un gesto para que hicieran lo que tuvieran que hacer. Les explicó al resto de la sala que eran apoyo.
—¿Quién es esta gente, Bio? —le preguntó Erzsébeth a su compañero, intrigado al ver las nuevas figuras tan amenazantes que se avecinaban.
Los vampiros desenfundaron los sables, los magos comenzaron a musitar palabras incomprensibles y el líder volvió a aullar riéndose de los licántropos. Esto se pone cada vez más interesante, pensó Erzsébeth, mientras agarraba sus dagas y se levantaba. Figuras se arremolinaban alrededor de los ventanales, y aunque fuera en un segundo plano, sabía que eran más enemigos
Bathory
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
No se escuchaba nada de las conversaciones que tenían fuera de la sala, en la que solo estaban a dentro esos viejos hermanos y el bio-cibernético, en un misterio incómodo de quien confiar entre ambos. La mirada del sacerdote era dura como la de un caballero, pero nada comparada a la de su hermano, la cual, debido a su iris amarillo, lucían como los de una fiera dudosa de lo que tenía enfrente y ese era Sajin. El espadachín respondía ante esto con sus ojos recubiertos en esas oscuras cuencas, la entrada al alma que eran los ojos no era del todo libre de ver para la gente de parte del bio-cibernético. En el momento de un aparente silencio inquebrantable, el anciano se atrevió a dar la primera palabra acerca del tema.
— Tu ganas —Fueron las palabras del anciano, Sajin no parecía entender del todo las razones del sujeto, pero el insistió en seguir con sus palabras al bio-cibernético. — Tengo miedo, eso es. Miedo de confiar la vida de mi hija y las reliquias de mi pueblo a una vampiresa y a un hombre que apenas puede pararse...
— ¿Entonces por qué debe contarlo a un hombre que anda con tales personas? —Respondió Sajin, había formulado su respuesta más rápido de lo que era normal para un bio-cibernético. No entendía lo que pasaba en él, pero Sajin sentía cada vez un sentimiento extraño, un sentimiento de lástima. — ¿Por qué debe hacerlo a alguien como yo?... ¿por qué estoy sintiendo esto?
— Se llama piedad. —Dijo el sacerdote, ello fueron sus primeras palabras dentro de la conversación. — Todos la tenemos, incluso con nuestros enemigos. Pero dudo que así como masacraste a ese licántropo la tengas...
— Yo no puedo sentir pena por un enemigo, por un amigo, por un compañero, por nada. —Dijo el bio-cibernético, se apretó el pecho con su mano como si el ardor se tratase de algo material en sí. — Se supone que debo seguir la disciplina programada del espada...
— Matar por matar —El anciano tosía un poco, pero aún así no se detuvo. — Defender por defender... todo tiene un motivo, un sentimiento que te impulsa. Solo lo estás negando, eres el más débil aquí.
La garganta del bio-cibernético se atoro un poco, casi no podía hablar del todo. No sabía nada, esto era un descubrimiento para él, todo lo que le transmitió el anciano con tan solo una palabra... todo eso lo dejo en ese estado. Pero era porque en el fondo de su acorazado ser, nunca había sentido ese sentimiento, siempre había estado apático con las palabras de los que enfrentaba, cosas como monstruo que no le hacían mínimo efecto. Nunca le importo el hecho de herirlos, estaba en su programación estar en un camino digno de un hombre de la espada, ¿pero acaso toda esa programación que simulo ir en lo correcto solo se trataba de mentiras, engaños o acaso simplemente todo ello había sido una ilusión?
— ¿No puedes hablar? —El anciano rascó su prominente barba blanca, mientras lo seguía viendo fijamente a las cuencas que aparentemente estaban vacías. — Ah, por el dragón de la luz. Tu inteligencia es fuerte, pero no tu sabiduría...
— ¿Entonces qué destino tengo el que ceder para honrar como un hombre a los que murieron en mi deber? —Dijo Sajin, cada vez más su mano apretaba con más fuerza su acorazada piel. — ¿Cuál de todos es? de su respuesta... por favor.
— Destino es una mera palabra. —El anciano lo dijo así sin más, la crudeza de ello parecía darle un aire de desinterés, aunque ello no era lo que transmitía en su persistencia en la conversación. — Tu cuerpo, tu mente... lo haz forjado, pero no haz forjado tu alma... eso no es honrar, es venganza.
— ¿Y entonces cómo lo haría, estima..? —La mano del anciano se recostó en su hombro, calmando las ansias inconscientes de arrancarse el corazón de tanto apretar su pecho.
— Si sólo ves la hoja, no verás el árbol. —Sus palabras eran suaves, pero su significado era misterioso, incluso para el bio-cibernético. En un mundo lleno de lógica dentro de su mente, las palabras que se encarnaban hacía lo espiritual para él eran desconocidas, siendo siempre descalificadas por su sistema por carencia de lógica, pero esta vez, lo artificial cedió a lo espiritual con el final de esa frase. — Pero si sólo ves el árbol, no verás el bosque.
Cada vez más, su ardor empezaba a transformarse en un aire de calidez. Extraño, no lo entendía mucho menos que el ardor que alguna vez había sentido dentro de su interior, pero poco a poco, iba reprimiéndolo por sí mismo. Ello lo hacía sentir extraño, lo desconocido podría significar debilidad en él, no tenía tiempo para formular de dudas a paradojas debido a las palabras del anciano. Pero el bio-cibernético tenía claro que, sea o no magia, era algo nuevo para él lo que había sentido en su pecho. Dio una mirada a partir de su tercer ojo carmesí en busca del sacerdote, pero ya no estaba, era como si se hubiese ido corriendo fuera de la vista del bio-cibernético. Se empezaban a escuchar aullidos, cada vez más fuertes, se intensificaban mucho más que las voces que dialogaban fuera de la puerta: se trataba de una jauría en medio del frío invernal.
Sajin estaba por abrir de pronto la puerta, pero el anciano paró con su mano al bio-cibernético tranquilamente, sabiendo que este respetaría el paso del pobre anciano. El anciano lo abrió y tanto él como Sajin, escucharon la advertencia a gritos por parte de la vampiresa.
— Al menos siete u ocho licántropos se están acercando. He dispuesto una trampa en las puertas, y por seguridad os pediría que os ocultaseis tras los bancos de este lado. —Ella había señalado a la parte contraria de la iglesia, la más oscura y la menos cuidada durante todos estos años. — así podemos optar por el factor sorpresa si queda alguno vivo, que pasará.
Logró ver al sacerdote con su enrojecido ojo en su frente, no sabía percatado en lo más mínimo la salida del sujeto por la puerta, cuando anteriormente había estado con ellos hace unos minutos.
— Alguien se acerca por los pasadizos. —Dijo el anciano. — Alguien esta siendo más listo que nosotros, chiquilla. Mi hermano ha visto a un grupo de encapuchados a través de los ventanales... ¡se dirigen hacia mi niña, que se ha ido a esconder allí abajo!
El sacerdote había estado viendo los ventanales fuera de la habitación, Sajin no llegó a notarlo por si fuera poco por la mirilla de su ojo. Si miras la hoja, no verás el árbol y si miras el árbol, no verás el bosque esas palabras parecían haber funcionado al respecto con la desaparición espontánea del sacerdote en su conversación, pero Sajin aún la consideraba para él una hipótesis a considerar. Sajin se levanto en el momento que el anciano expresó su preocupación de su hija, algo parecía haberlo chocado por dentro, su cuerpo retrocedió hacia atrás... estaba por caer. Sajin lo agarro justo antes de caer, a tiempo, en donde el anciano reposo sobre sus brazos. Su respiración era corta y lenta desde su boca, su vista estaba entrecerrada por sus pestañas que parecía que estaba casi desmayado.
— Ella es todo lo que tengo. —El anciano agarro al bio-cibernético desde su antebrazo, su fuerza no era muy comparable con la de un joven, era tembloroso y tieso. — Por favor, no dejes que me la arrebaten, no quiero.. agh... caer de esta forma mientras dejó a ella todo ese peso.
Sajin recostó al anciano sobre su trono, a pesar de que ello carecería de comodidad para el sabio viejo caballero. Antes de dejarlo para partir en busca de los que osaban irrumpir en su morada, el anciano lo agarró del brazo a pobres fuerzas.
— Espera un momento. —Dijo, su mirada parecía denotar dolor, dolor en lo profundo de él, pero también algo, algo que la lógica de Sajin no podría entender; emociones. — Ve a ese... a ese baúl... tráelo.
El bio-cibernético acató sus órdenes como cumplimiento a la caridad del anciano; trajó el baúl agarrado en ambas manos a la altura de su pecho y lo puso frente a frente del anciano que yacía en su trono. De su manga había sacado misteriosamente una llave cobriza por el óxido, la cual abrió de manera débil, pero revelando aún así el secreto dentro del baúl.
— Tómalo. —Dijo una vez más el anciano, parecían ser sus últimas palabras. — Es la espada... la espada ancestral de mi familia, mientras este en manos de un espadachín, nunca se perderá el espíritu guerrero de mis hermanos caídos. Ge he he, mira, este dolor en mi corazón... los vivos no son los que tratan de matarme, esta vez son los propios muertos con ganas de arrancar mi alma desde el corazón...
— Tu ganas —Fueron las palabras del anciano, Sajin no parecía entender del todo las razones del sujeto, pero el insistió en seguir con sus palabras al bio-cibernético. — Tengo miedo, eso es. Miedo de confiar la vida de mi hija y las reliquias de mi pueblo a una vampiresa y a un hombre que apenas puede pararse...
— ¿Entonces por qué debe contarlo a un hombre que anda con tales personas? —Respondió Sajin, había formulado su respuesta más rápido de lo que era normal para un bio-cibernético. No entendía lo que pasaba en él, pero Sajin sentía cada vez un sentimiento extraño, un sentimiento de lástima. — ¿Por qué debe hacerlo a alguien como yo?... ¿por qué estoy sintiendo esto?
— Se llama piedad. —Dijo el sacerdote, ello fueron sus primeras palabras dentro de la conversación. — Todos la tenemos, incluso con nuestros enemigos. Pero dudo que así como masacraste a ese licántropo la tengas...
— Yo no puedo sentir pena por un enemigo, por un amigo, por un compañero, por nada. —Dijo el bio-cibernético, se apretó el pecho con su mano como si el ardor se tratase de algo material en sí. — Se supone que debo seguir la disciplina programada del espada...
— Matar por matar —El anciano tosía un poco, pero aún así no se detuvo. — Defender por defender... todo tiene un motivo, un sentimiento que te impulsa. Solo lo estás negando, eres el más débil aquí.
La garganta del bio-cibernético se atoro un poco, casi no podía hablar del todo. No sabía nada, esto era un descubrimiento para él, todo lo que le transmitió el anciano con tan solo una palabra... todo eso lo dejo en ese estado. Pero era porque en el fondo de su acorazado ser, nunca había sentido ese sentimiento, siempre había estado apático con las palabras de los que enfrentaba, cosas como monstruo que no le hacían mínimo efecto. Nunca le importo el hecho de herirlos, estaba en su programación estar en un camino digno de un hombre de la espada, ¿pero acaso toda esa programación que simulo ir en lo correcto solo se trataba de mentiras, engaños o acaso simplemente todo ello había sido una ilusión?
— ¿No puedes hablar? —El anciano rascó su prominente barba blanca, mientras lo seguía viendo fijamente a las cuencas que aparentemente estaban vacías. — Ah, por el dragón de la luz. Tu inteligencia es fuerte, pero no tu sabiduría...
— ¿Entonces qué destino tengo el que ceder para honrar como un hombre a los que murieron en mi deber? —Dijo Sajin, cada vez más su mano apretaba con más fuerza su acorazada piel. — ¿Cuál de todos es? de su respuesta... por favor.
— Destino es una mera palabra. —El anciano lo dijo así sin más, la crudeza de ello parecía darle un aire de desinterés, aunque ello no era lo que transmitía en su persistencia en la conversación. — Tu cuerpo, tu mente... lo haz forjado, pero no haz forjado tu alma... eso no es honrar, es venganza.
— ¿Y entonces cómo lo haría, estima..? —La mano del anciano se recostó en su hombro, calmando las ansias inconscientes de arrancarse el corazón de tanto apretar su pecho.
— Si sólo ves la hoja, no verás el árbol. —Sus palabras eran suaves, pero su significado era misterioso, incluso para el bio-cibernético. En un mundo lleno de lógica dentro de su mente, las palabras que se encarnaban hacía lo espiritual para él eran desconocidas, siendo siempre descalificadas por su sistema por carencia de lógica, pero esta vez, lo artificial cedió a lo espiritual con el final de esa frase. — Pero si sólo ves el árbol, no verás el bosque.
Cada vez más, su ardor empezaba a transformarse en un aire de calidez. Extraño, no lo entendía mucho menos que el ardor que alguna vez había sentido dentro de su interior, pero poco a poco, iba reprimiéndolo por sí mismo. Ello lo hacía sentir extraño, lo desconocido podría significar debilidad en él, no tenía tiempo para formular de dudas a paradojas debido a las palabras del anciano. Pero el bio-cibernético tenía claro que, sea o no magia, era algo nuevo para él lo que había sentido en su pecho. Dio una mirada a partir de su tercer ojo carmesí en busca del sacerdote, pero ya no estaba, era como si se hubiese ido corriendo fuera de la vista del bio-cibernético. Se empezaban a escuchar aullidos, cada vez más fuertes, se intensificaban mucho más que las voces que dialogaban fuera de la puerta: se trataba de una jauría en medio del frío invernal.
Sajin estaba por abrir de pronto la puerta, pero el anciano paró con su mano al bio-cibernético tranquilamente, sabiendo que este respetaría el paso del pobre anciano. El anciano lo abrió y tanto él como Sajin, escucharon la advertencia a gritos por parte de la vampiresa.
— Al menos siete u ocho licántropos se están acercando. He dispuesto una trampa en las puertas, y por seguridad os pediría que os ocultaseis tras los bancos de este lado. —Ella había señalado a la parte contraria de la iglesia, la más oscura y la menos cuidada durante todos estos años. — así podemos optar por el factor sorpresa si queda alguno vivo, que pasará.
Logró ver al sacerdote con su enrojecido ojo en su frente, no sabía percatado en lo más mínimo la salida del sujeto por la puerta, cuando anteriormente había estado con ellos hace unos minutos.
— Alguien se acerca por los pasadizos. —Dijo el anciano. — Alguien esta siendo más listo que nosotros, chiquilla. Mi hermano ha visto a un grupo de encapuchados a través de los ventanales... ¡se dirigen hacia mi niña, que se ha ido a esconder allí abajo!
El sacerdote había estado viendo los ventanales fuera de la habitación, Sajin no llegó a notarlo por si fuera poco por la mirilla de su ojo. Si miras la hoja, no verás el árbol y si miras el árbol, no verás el bosque esas palabras parecían haber funcionado al respecto con la desaparición espontánea del sacerdote en su conversación, pero Sajin aún la consideraba para él una hipótesis a considerar. Sajin se levanto en el momento que el anciano expresó su preocupación de su hija, algo parecía haberlo chocado por dentro, su cuerpo retrocedió hacia atrás... estaba por caer. Sajin lo agarro justo antes de caer, a tiempo, en donde el anciano reposo sobre sus brazos. Su respiración era corta y lenta desde su boca, su vista estaba entrecerrada por sus pestañas que parecía que estaba casi desmayado.
— Ella es todo lo que tengo. —El anciano agarro al bio-cibernético desde su antebrazo, su fuerza no era muy comparable con la de un joven, era tembloroso y tieso. — Por favor, no dejes que me la arrebaten, no quiero.. agh... caer de esta forma mientras dejó a ella todo ese peso.
Sajin recostó al anciano sobre su trono, a pesar de que ello carecería de comodidad para el sabio viejo caballero. Antes de dejarlo para partir en busca de los que osaban irrumpir en su morada, el anciano lo agarró del brazo a pobres fuerzas.
— Espera un momento. —Dijo, su mirada parecía denotar dolor, dolor en lo profundo de él, pero también algo, algo que la lógica de Sajin no podría entender; emociones. — Ve a ese... a ese baúl... tráelo.
El bio-cibernético acató sus órdenes como cumplimiento a la caridad del anciano; trajó el baúl agarrado en ambas manos a la altura de su pecho y lo puso frente a frente del anciano que yacía en su trono. De su manga había sacado misteriosamente una llave cobriza por el óxido, la cual abrió de manera débil, pero revelando aún así el secreto dentro del baúl.
— Tómalo. —Dijo una vez más el anciano, parecían ser sus últimas palabras. — Es la espada... la espada ancestral de mi familia, mientras este en manos de un espadachín, nunca se perderá el espíritu guerrero de mis hermanos caídos. Ge he he, mira, este dolor en mi corazón... los vivos no son los que tratan de matarme, esta vez son los propios muertos con ganas de arrancar mi alma desde el corazón...
- Espada:
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El sacerdote se puso lado a lado de su hermano en su lecho; sus ojos estaban lagrimosos como los de su hermano estaban cansados, poco a poco cayendo hasta que, finalmente, se cerraron. Quedo tendido en su trono, a lo que muchos caballeros llaman morir como un rey salvo que literalmente pareció ser así. O no. El sacerdote tenía su oído centrado contra el pecho de su hermano, asustado, mientras tenía la mano vieja y tiesa de este en sus manos, pudo llegar a escuchar un latido como señal de que aún había vida dentro de su noble hermano.
— ¡Sigue vivo! —Gritó el sacerdote, alegrado tanto como preocupado de ello. No era un buen momento para caer inconsciente en medio de una invasión. — Pero esta desmayado.. ¡ve, rápido! ¡llévate la espada si lo deseas, solo ve!
El sacerdote estaba asustado y en ese momento, a él solo le quedo más que otra que orar con sus codos sobre el pecho de su hermano. Necesitaba la salvación de un dios en un momento como este, pero él no la tendría salvo que los demás pudiesen persistir a la invasión, la vampiresa y el forastero no tendrían mucho que hacer teniendo que cuidar a Lyanna y a Bio, si es que aún seguía herido, contando con los viejos hermanos. El bio-cibernético tomo la espada del baúl; su vaina negra resplandecía mientras el iba a por su espada que yacía acostada en la mesa; guardo ambas en sus costados, pero que pronto hizo salir de sus vainas tales filos; la pálida hoja por el frío y el grisáceo filo de la espada ancestral del anciano; se sentía mas cómoda, como si estuviese viva, casi perfecto.
Y fue así como el bio-cibernético se encamino, en busca de una solución a la llegada de los invasores con ganas de saquear el pasado del antiguo pueblo aún persistente en la iglesia. La vejez fue un arma lenta, pero efectiva para poder dejar vulnerables a esos dos hombres tanto como el conjuro en la joven Lyanna. Pero aún así, no estarían solos, sin que su cadáver acorazado permitiese que les diesen un rasguño a estos, ya sea pelear entre sus compañeros o contra los brazos de la muerte.
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Off: perdón si no estoy muy inspirado, es que acabo de llegar bastante cansado a mi casa.
Sajin
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
El inquietante silencio que se había adueñado de la noche no era más que un remanso de calma antes de la tormenta, los aullidos de los lobos comenzaban a notarse cada vez más cerca, las puertas de las casas cercanas, o al menos lo que quedaba de ellas, crujían dolorosamente al ser destruidas violentamente por los licántropos que se acercaban como perros sabuesos en busca de su presa, apagar las luces podría darnos ventaja a los vampiros, pero dejaría vulnerables a los otros, por lo que de momento no era una buena idea.
Bath advirtió acerca de sus trampas mientras nos indicaba escondernos tras unos bancos, aunque no alcancé a complacerla, pues la imagen de aquellos sujetos aparecidos de la nada me dejaron completamente desconcertado, no pude responder a mi compañera su pregunta pues no tenía idea de dónde habían salido aquellos sujetos o las intenciones que pudieran tener, sin embargo, su actitud protectora hacia la chica daba a entender que al menos de momento, eran aliados - Espero que sean refuerzos inesperados - Dije a la vampiresa mientras preparaba mis dagas ante el presentimiento de que algo estaba a punto de suceder, y así fue, aunque no era necesario ser un genio para predecirlo, el ataque era inminente y tal como la rubia esperaba, el ataque inició por la puerta de la iglesia, un fuerte golpe hizo grujir la madera que casi se rompe al primer intento, sin embargo, había conseguido resistir, un segundo impacto hizo que la puerta se agrietara verticalmente por la mitad, el polvo caía de los rincones tras cada golpe y finalmente la puerta explotó en una lluvia de astillas y pedazos de madera volando en todas direcciones mientras un par de lobos saltaban para atravesarlas, sin embargo, su camino se vería cortado al caer en las trampas dispuestas por la chica, un doloroso gemido fue todo lo que pudo salir de los lobos antes que sus cuellos fueran rebanados a causa, en gran parte, a la velocidad con que habían entrado, la propia fuerza de su salto los había llevado a su irremediable final, y no solo ese par, sino los tres que les siguieron al atravesar la puerta habían corrido una suerte parecida, aunque entraron con menos fuerza y sus cuellos se salvaron de la primera trampa, al caer activaron la trampa venenosa dispuesta en ese lugar y se ahogaron como si no pudieran respirar, cayeron al piso pataleando y llevando sus patas a la garganta hasta morir de forma espeluznante.
Fuera de la iglesia los otros parecían ser más listos, evitaban entrar ahora por la entrada principal, todo un grupo de lobos se mantuvo en la puerta como tratando de atraparnos dentro, sin embargo, diversas sombras se dibujaron en los grandes ventanales de los lados haciéndose cada vez más grandes hasta entrar disparados por los ventanales - ¡¡Protejan a la chica!! - Dije a los extraños mientras iniciaba el contra ataque para repeler a los invasores, entraban por todos lados de forma casi ininterrumpida cayendo incluso a veces unos sobre otros - Después de las arañas, esto será sencillo - Le dije a Bath al pasar junto a ella preparando mis dagas para dirigirme a una de las ventanas y tratar de evitar la entrada de las apestosas criaturas.
Lancé una patada al lobo que tenía más cerca con lo que conseguí levantarlo en el aire para luego de girar mi cuerpo clavarle una daga en el lado izquierdo de la cabeza hasta que la punta salió por el lado contrario - Uno menos - Murmuré mientras buscaba al siguiente pero entonces me atacaron en grupo, tres lobos saltaron directo hacia mí, y aunque conseguí patear a uno de ellos y enviarlo hacia atrás, los otros dos cayeron sobre mí, sentía el hedor de sus bocas muy cerca de mi rostro mientras luchaban por acercar sus mandíbulas a mi rostro, solté mis dagas al piso para sostener sus cuellos con mis manos y luego apretarlos hasta que sus ojos se voltearon y sus cabezas giraron drásticamente, había conseguido romper sus cuellos - Tres menos - dije mientras intentaba levantarme apoyando las manos en el piso pero fui nuevamente derribado por otros dos lobos que corrieron hacia mí, nuevamente llevé mis manos a sus cuellos pero por la velocidad que traían me arrastraron hasta estrellarme contra unos bancos, lancé varias patadas a sus patas y aunque lograba derribarlos se levantaban más rápido y la situación empeoraba, más lobos venían en mi dirección, otros tres me habían apuntado como su objetivo y había conseguido hacerme añicos de no ser por la intervención de uno de los recién llegados que con su espada partió a la mitad a uno de los lobos llamando la atención de los otros, aproveché el momento de distracción para juntar mis manos estrellando las cabezas de los lobos que tenía sujetados para luego apoyarme sobre mis rodillas y llevar sus cabezas directamente contra el piso con toda mi fuerza hasta romper sus cráneos y repitiendo el mismo golpe contra el suelo un par de veces más, solo para estar seguro.
Di una mirada de agradecimiento al sujeto que sin más, se lanzó al ataque, no si antes tomar del piso mis dagas y arrojármelas a las manos - No me tomarán por sorpresa de nuevo - Dije mientras daba un vistazo a mi alrededor, toda la iglesia se había convertido en un campo de batalla y los lobos no paraban de llegar, aunque varios de ellos reposaban en el piso ya sin vida, los recién llegados se habían lanzado al ataque mientras uno, al parecer brujo, se había quedado junto a ella para protegerla, no permitía que nada se le acercara, observando eso podía pelear más tranquilo, di un vistazo buscando a bath y al biocibernético, éste último portaba una espada nueva, ignoraba de dónde la había sacado pero si era de ayuda, no iba a presentar ninguna queja.
Los lobos eran muchos, pero no parecían ser muy fuertes; de seguir así, la batalla sería solo un trámite, sin embargo, algo inesperado sucedió, un lobo nuevo apareció por uno de los ventanales, uno diferente a los anteriores, más grande y aparentemente más fuerte, era un lobo aproximadamente de la misma altura que yo, con un pelaje gris claro que casi resaltaba con la luz de la luna, nos miraba a todos buscando a su próxima presa hasta que finalmente se lanzó tras la chica dragona - ¡¡NOOOO!! - Grité mientras corría para cortar su camino pero aunque estaba al frente no pude reaccionar ante su velocidad y con un golpe de su cabeza me apartó hacia un lado haciéndome caer entre bancos que se rompieron bajo mi espalda - Ese debe ser el alfa, hay que detenerlo - Dije a quien pudiera oírme mientras intentaba salir de los escombros resultantes de mi caída sobre los frágiles bancos de madera...
Bath advirtió acerca de sus trampas mientras nos indicaba escondernos tras unos bancos, aunque no alcancé a complacerla, pues la imagen de aquellos sujetos aparecidos de la nada me dejaron completamente desconcertado, no pude responder a mi compañera su pregunta pues no tenía idea de dónde habían salido aquellos sujetos o las intenciones que pudieran tener, sin embargo, su actitud protectora hacia la chica daba a entender que al menos de momento, eran aliados - Espero que sean refuerzos inesperados - Dije a la vampiresa mientras preparaba mis dagas ante el presentimiento de que algo estaba a punto de suceder, y así fue, aunque no era necesario ser un genio para predecirlo, el ataque era inminente y tal como la rubia esperaba, el ataque inició por la puerta de la iglesia, un fuerte golpe hizo grujir la madera que casi se rompe al primer intento, sin embargo, había conseguido resistir, un segundo impacto hizo que la puerta se agrietara verticalmente por la mitad, el polvo caía de los rincones tras cada golpe y finalmente la puerta explotó en una lluvia de astillas y pedazos de madera volando en todas direcciones mientras un par de lobos saltaban para atravesarlas, sin embargo, su camino se vería cortado al caer en las trampas dispuestas por la chica, un doloroso gemido fue todo lo que pudo salir de los lobos antes que sus cuellos fueran rebanados a causa, en gran parte, a la velocidad con que habían entrado, la propia fuerza de su salto los había llevado a su irremediable final, y no solo ese par, sino los tres que les siguieron al atravesar la puerta habían corrido una suerte parecida, aunque entraron con menos fuerza y sus cuellos se salvaron de la primera trampa, al caer activaron la trampa venenosa dispuesta en ese lugar y se ahogaron como si no pudieran respirar, cayeron al piso pataleando y llevando sus patas a la garganta hasta morir de forma espeluznante.
Fuera de la iglesia los otros parecían ser más listos, evitaban entrar ahora por la entrada principal, todo un grupo de lobos se mantuvo en la puerta como tratando de atraparnos dentro, sin embargo, diversas sombras se dibujaron en los grandes ventanales de los lados haciéndose cada vez más grandes hasta entrar disparados por los ventanales - ¡¡Protejan a la chica!! - Dije a los extraños mientras iniciaba el contra ataque para repeler a los invasores, entraban por todos lados de forma casi ininterrumpida cayendo incluso a veces unos sobre otros - Después de las arañas, esto será sencillo - Le dije a Bath al pasar junto a ella preparando mis dagas para dirigirme a una de las ventanas y tratar de evitar la entrada de las apestosas criaturas.
Lancé una patada al lobo que tenía más cerca con lo que conseguí levantarlo en el aire para luego de girar mi cuerpo clavarle una daga en el lado izquierdo de la cabeza hasta que la punta salió por el lado contrario - Uno menos - Murmuré mientras buscaba al siguiente pero entonces me atacaron en grupo, tres lobos saltaron directo hacia mí, y aunque conseguí patear a uno de ellos y enviarlo hacia atrás, los otros dos cayeron sobre mí, sentía el hedor de sus bocas muy cerca de mi rostro mientras luchaban por acercar sus mandíbulas a mi rostro, solté mis dagas al piso para sostener sus cuellos con mis manos y luego apretarlos hasta que sus ojos se voltearon y sus cabezas giraron drásticamente, había conseguido romper sus cuellos - Tres menos - dije mientras intentaba levantarme apoyando las manos en el piso pero fui nuevamente derribado por otros dos lobos que corrieron hacia mí, nuevamente llevé mis manos a sus cuellos pero por la velocidad que traían me arrastraron hasta estrellarme contra unos bancos, lancé varias patadas a sus patas y aunque lograba derribarlos se levantaban más rápido y la situación empeoraba, más lobos venían en mi dirección, otros tres me habían apuntado como su objetivo y había conseguido hacerme añicos de no ser por la intervención de uno de los recién llegados que con su espada partió a la mitad a uno de los lobos llamando la atención de los otros, aproveché el momento de distracción para juntar mis manos estrellando las cabezas de los lobos que tenía sujetados para luego apoyarme sobre mis rodillas y llevar sus cabezas directamente contra el piso con toda mi fuerza hasta romper sus cráneos y repitiendo el mismo golpe contra el suelo un par de veces más, solo para estar seguro.
Di una mirada de agradecimiento al sujeto que sin más, se lanzó al ataque, no si antes tomar del piso mis dagas y arrojármelas a las manos - No me tomarán por sorpresa de nuevo - Dije mientras daba un vistazo a mi alrededor, toda la iglesia se había convertido en un campo de batalla y los lobos no paraban de llegar, aunque varios de ellos reposaban en el piso ya sin vida, los recién llegados se habían lanzado al ataque mientras uno, al parecer brujo, se había quedado junto a ella para protegerla, no permitía que nada se le acercara, observando eso podía pelear más tranquilo, di un vistazo buscando a bath y al biocibernético, éste último portaba una espada nueva, ignoraba de dónde la había sacado pero si era de ayuda, no iba a presentar ninguna queja.
Los lobos eran muchos, pero no parecían ser muy fuertes; de seguir así, la batalla sería solo un trámite, sin embargo, algo inesperado sucedió, un lobo nuevo apareció por uno de los ventanales, uno diferente a los anteriores, más grande y aparentemente más fuerte, era un lobo aproximadamente de la misma altura que yo, con un pelaje gris claro que casi resaltaba con la luz de la luna, nos miraba a todos buscando a su próxima presa hasta que finalmente se lanzó tras la chica dragona - ¡¡NOOOO!! - Grité mientras corría para cortar su camino pero aunque estaba al frente no pude reaccionar ante su velocidad y con un golpe de su cabeza me apartó hacia un lado haciéndome caer entre bancos que se rompieron bajo mi espalda - Ese debe ser el alfa, hay que detenerlo - Dije a quien pudiera oírme mientras intentaba salir de los escombros resultantes de mi caída sobre los frágiles bancos de madera...
Bio
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
De repente llegaron cinco personas por el pasadizo. Al principio pensó que se trataban de los licántropos que habían conseguido llegar hasta allí, pero resultaron ser aliados de la chica dragón. Aquello tampoco era bueno para él, pues aquel grupo había visto su pequeño e inocente acto de maltrato hacia la chica y tenían tantas ganas de acabar con él como los propios licántropos. No podría vencer ni escapar pues estaba rodeado a ambos lado, si no llega a ser por la intervención de la Lyanna el brujo habría acabado convertido en puré. Aún así, estaba claro que no confiaban en él y que aprovecharían la mínima para ponerse en su contra, debía escabullirse en cuanto los licántropos se dispersasen.Cuando el grupo pasó todos le dedicaron una bonita cara del más profundo odio, a lo que el joven brujo respondió lanzándole un guiño a la chica dragona cuando pasaba por su lado.
El grupo pasó por la puerta, dejándolo allí solo. Se quedó allí quieto por unos momentos sin saber muy bien que hacer. No podía escapar por el túnel, en teoría lo habían sellado. Tampoco le apetecía mucho subir arriba, ya había tenido bastante con las miradas de desprecio de aquellas seis personas como para tener que aguantar encima a los otros que estaban allí. Decidió mejor sería quedarse allí inspeccionando la puerta y las runas inscritas, pero sus planes se vieron frustrados al escuchar los gritos provenientes de la iglesia. Rápidamente subió las escaleras, presenciando el peor espectáculo que podría haberse imaginado. Habría soportado encontrarse a cien lobos frente a ellos o que un grupo de goblins estuvieran destripando a todos los presentes. Pero aquello era peor, los licántropos estaban destruyendo las vidrieras una tras otra para poder entrar. Esas vidrieras eran preciosas, desde el primer momento en el que había pisado aquel lugar santo había soñado con poder tener un rato libre para copiar aquellos dibujos en su libros, pero ya no quedaba nada que dibujar. El brujo notó como la rabia le iba creciendo por dentro, por fin tenía una razón para luchar.
Copiando la estrategia del otro mago, se colocó junto a la dragona para protegerla. Ambos brujos iban derribando a los licántropos uno tras otro con su magia, siendo el recién llegado el que más bajas estaba realizando frente a Durenot, quién no estaba muy instruido en el uso de hechizos ofensivos. Hacía lo que podía, intentando derribar a los licántropos que se le acercaban, pero necesitaba golpearlos un par de veces con sus ataques para poder derribar a uno. Por suerte, entre todos los presentes podían mantener controlada la situación, iban eliminando a las bestias conforme iban entrando, sin dejarle tiempo a que se agrupasen o reaccionasen. Todo parecía estar saliendo a la perfección, pero en aquel momento un lobo gigantesco apareció por los ventanales, golpeando de lleno a Bio, el chico que se había presentado antes. Tirado en mitad de todos aquellos restos de asientos rotos no tendría mucho tiempo para reaccionar frente a otro ataque de aquel ser enorme. El brujo alzó la mano derecha y golpeó de lleno la cara del lobo alfa. Lejos de dañarle gravemente, lo único que hizo fue enfurecerlo aún más y hacer que se centrase en él. Se dio cuenta de la tremenda estupidez que había hecho, pues el lobo empezó a correr hacia donde estaba él. Y él estaba junto a Lyanna. Acababa de mandar al enemigo más fuerte justo ante la persona que había que proteger y sus rayos no lo detendrían. Al menos había conseguido evitar que volviese a atacar a Bio.
El grupo pasó por la puerta, dejándolo allí solo. Se quedó allí quieto por unos momentos sin saber muy bien que hacer. No podía escapar por el túnel, en teoría lo habían sellado. Tampoco le apetecía mucho subir arriba, ya había tenido bastante con las miradas de desprecio de aquellas seis personas como para tener que aguantar encima a los otros que estaban allí. Decidió mejor sería quedarse allí inspeccionando la puerta y las runas inscritas, pero sus planes se vieron frustrados al escuchar los gritos provenientes de la iglesia. Rápidamente subió las escaleras, presenciando el peor espectáculo que podría haberse imaginado. Habría soportado encontrarse a cien lobos frente a ellos o que un grupo de goblins estuvieran destripando a todos los presentes. Pero aquello era peor, los licántropos estaban destruyendo las vidrieras una tras otra para poder entrar. Esas vidrieras eran preciosas, desde el primer momento en el que había pisado aquel lugar santo había soñado con poder tener un rato libre para copiar aquellos dibujos en su libros, pero ya no quedaba nada que dibujar. El brujo notó como la rabia le iba creciendo por dentro, por fin tenía una razón para luchar.
Copiando la estrategia del otro mago, se colocó junto a la dragona para protegerla. Ambos brujos iban derribando a los licántropos uno tras otro con su magia, siendo el recién llegado el que más bajas estaba realizando frente a Durenot, quién no estaba muy instruido en el uso de hechizos ofensivos. Hacía lo que podía, intentando derribar a los licántropos que se le acercaban, pero necesitaba golpearlos un par de veces con sus ataques para poder derribar a uno. Por suerte, entre todos los presentes podían mantener controlada la situación, iban eliminando a las bestias conforme iban entrando, sin dejarle tiempo a que se agrupasen o reaccionasen. Todo parecía estar saliendo a la perfección, pero en aquel momento un lobo gigantesco apareció por los ventanales, golpeando de lleno a Bio, el chico que se había presentado antes. Tirado en mitad de todos aquellos restos de asientos rotos no tendría mucho tiempo para reaccionar frente a otro ataque de aquel ser enorme. El brujo alzó la mano derecha y golpeó de lleno la cara del lobo alfa. Lejos de dañarle gravemente, lo único que hizo fue enfurecerlo aún más y hacer que se centrase en él. Se dio cuenta de la tremenda estupidez que había hecho, pues el lobo empezó a correr hacia donde estaba él. Y él estaba junto a Lyanna. Acababa de mandar al enemigo más fuerte justo ante la persona que había que proteger y sus rayos no lo detendrían. Al menos había conseguido evitar que volviese a atacar a Bio.
Durenot
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
No hay ningún tipo de ritual para comenzar una guerra; simplemente sucede. Puedes idear cualquier plan en tu cabeza, puedes intentar prevenir cuándo empezará, puedes distinguir cuándo el enemigo está preparado para arrancarte la cabeza o cuándo ya no aguantas las ganas de arrancársela tú a él. Pero todo el que ha luchado sabe que las guerras nunca empiezan cuando uno se espera o tiene previsto... uno no está nunca preparado del todo cuando suena el primer choque de espadas. Así que como en todas las demás, esta guerra ilógica entre licántropos, vampiros, hombres-dragón, bio-cibernéticos y brujos se había iniciado.
Los aullidos de dolor en la puerta indicaban que los lobos ya habían caído en las trampas del vampiro, el cual quedó profundamente aliviado cuando observó que los licántropos habían cedido y no querían entrar más por la entrada fácil. Eso solucionaba el problemilla de la puerta, mas no impidió que se adentrasen por los ventanales. Uno a uno fueron derruyéndose, cayendo ante las garras de aquellos ignorantes animales, los cuales destrozaban las vidrieras sin importarles qué representaban. Tanto los recién llegados como el bio-cibernético y Bio se alistaron rápidamente a la batalla, sin perder un instante comenzó a correr sangre enemiga y Erzsébeth debía moverse para unirse.
Saltó de banco en banco para posicionarse en frente de Lyanna, la cual había quedado protegida por dos brujos, uno nuevo y el transeúnte que se había escondido momentos antes. ¿Realmente estaba preparado para luchar? Sí, lo estaba. Los lobos caían a sus pies de tres en tres, gracias a una pequeña ayuda del encapuchado, así que Erzsébeth no se preocupó más y fue junto a su compañero Bio.
—¡El Sol no me ha matado! —canturreó con su femenina voz, clavando una de sus dagas en la cabeza de un lobo negro enorme que había intentado darle un mordisco en la pierna—. ¡Las arañas no pudieron conmigo! —siguió con la cancioncita improvisada, a la vez que le daba una patada en el costado a un lobo de menor tamaño que el anterior y lo aniquilaba con un corte limpio en el cuello—. ¿Cómo van a poder estos perros inofensivos? —la canción se vio interrumpida por dos lobos titánicos que aparecieron en su espalda. Se agachó para quedar bajo el pecho de uno. Le arrancó un pedazo enorme de piel con su daga, luego con la otra le asestó el golpe de gracia en el corazón y pasó con su compañero lupino, el cual observaba ladrándole. Hizo un gesto de negación con la cabeza y le propinó una patada en todo el hocico, dejándolo en el suelo y rematándolo clavándole ambas dagas en los costados.
Mientras la batalla tenía lugar, el líder de los que acababan de incorporarse se había acercado con disimulo al trono donde descansaba el anciano Mikael. Iba dejando cadáveres de licántropos a sus pies a medida que avanzaba, y una vez hubo llegado se percató de que el sacerdote estaba escondido bajo el trono, a los pies de su hermano, temblando como una gelatina. El viejo estaba usando el mismo truco de siempre para no verse involucrado en la fiesta si había otros que luchasen por él. Por lo visto a esas bestias no se les había ocurrido inspeccionar un trono de grandes dimensiones que se situaba justo en frente de los ventanales. Preferirían los objetivos móviles.
—¡Mikael, si vengo a apoyarte, es a apoyarte, no a hacer de niñera de estos patanes! —le espetó, arrancándole la cabeza a un lobo que intentaba acercársele por la espalda.
—Shh...—el anciano abrió un ojo, cerciorándose de que el bio-cibernético ya se hubiese marchado y de que todos estuviesen a una distancia prudencial— no le hago mal a nadie dándoles la imagen que quieren de mí. ¿Has dejado sola a mi niña, Francis?
—Con mi mejor brujo, no te preocupes por ella. ¿No debería ir tu hermano a la cámara a vigilar el tesoro, por si alguien llegase?
—Sí, eso es... —después de un susurro propinado a su hermano, este salió corriendo entre la jauría de lobos sin llamar demasiado la atención para bajar por las escaleras. Debía de haber alguna entrada secreta que los viajeros no supieron encontrar.
Un grito de Lyanna había silenciado todo el jaleo de la Iglesia. Francis se giró para ver que, tras haber atacado a uno de los vampiros, un gran lobo plateado se dirigía justo hasta donde estaba la muchacha. Y el brujo que le había puesto las manos encima estaba justo a su lado, con cara de culpable. ¿Le habría provocado a propósito? No, no podía ser tan estúpido. Antes de que Mikael pudiese pronunciar palabra, Francis ya estaba acercándose al que todo el mundo creía lobo alfa.
—¡Bio, tienes la mala costumbre de meter en líos a la gente que intenta salvarte! —espetó Erzsébeth iracunda a su compañero. Giró sobre sus talones para ir a atacar a su vez también al lobo de tan exageradas dimensiones, mas cuando se dio cuenta el hombre alto y todo vestido de negro ya había llegado y se había interpuesto entre Lyanna, los brujos y el lobo. Aun así Erzsébeth le tiró una daga al lomo a la bestia, la cual se quedó clavada y debería tratar de recuperar más tarde. El licántropo no se inmutó. Los dos vampiros con sus sables seguían combatiendo lobos y uno de los brujos estaba creando una especie de barrera en los ventanales para que no pudieran penetrar más indeseables.
—Eres un lobo precioso —dijo Francis, riéndose por lo bajo— seguro que de humano eres más feo que pegarle a un padre. El animal comenzó a gruñir y a enfurecerse, sacando los colmillos blancos de sus fauces. Volvió a reír una vez más, hizo un gesto rápido con las manos y de pronto las cuatro patas del animal habían desaparecido. Un aullido de agonía corrompió la sala. Todos los lobos dejaron de atacar, moviendo las orejas en dirección al sonido que había proferido su jefe. Una espada larga y fina, brillando en luces plateadas, había aparecido debajo de la manga de Francis. Propinó un último ataque al lobo, atravesándolo horizontalmente con la espada y dejando al resto de la jauría dando vueltas por la Iglesia. Sacudió la espada de la sangre del animal y comenzó a aullar de nuevo, imitando al resto.
El brujo deshizo la barrera y los lobos salieron huyendo. Erzsébeth comenzó a respirar en paz al ver cómo huían. Lyanna abrazó a Francis entre lágrimas. Mikael no cabía en sí de gozo. Pero algo iba mal. Estas cosas nunca acababan bien para los buenos.
Desde las nevadas calles, una luz blanquecina colmó la Iglesia, y una vez el destello se hubo disipado el brujo que estaba cerca de los ventanales estaba atravesado por una lanza. Se aferró a ella e intentó zafarse, pero el hombre que tenía detrás le tiró al suelo y le volvió a clavar el arma en el corazón. Era una persona tan alta y fuerte como Francis, un brujo de mediana edad le seguía con un libro de runas entre las manos y otra jauría de licántropos se paraba tras ellos. Un par de brujos más estaban entre los lobos. La cosa pintaba mal, pero mal de fatal. Francis soltó una palabrota al ver que su brujo había sido asesinado de forma tan rastrera.
—¡Qué asco! —dijo, sacando la lanza del cadáver— Aquí huele a perro mojado. Eh, ¿no es esa Lyanna? ¡Inútiles! —dijo, pegándoles con el palo de la lanza a los lobos que tenía a su alrededor— ¡no servís más que para cazar conejos! Pero esto lo arreglo yo, ¡esto es cosa mía! Entró a través del ventanal seguido del brujo y de todos los licántropos. Se veían dóciles, y los magos que estaban esparcidos entre ellos también. Mikael se levantó de su trono y, manteniendo cierta distancia, dirigiéndose al bio-cibernético y apoyándose en él, miró de frente al nuevo enemigo. ¿Ese es el viejo, no? Vale, sí, sí... ¿dónde está mi tesoro? Espero que no me hayas engañado —hablaba con el brujo que guardaba silencio y, al parecer, era el que había traicionado a Mikael. Llevaba unas gafas enormes y una bata blanca, y las manos temblaban sujetando el libro.
Erzsébeth intentó acercarse para plantarle cara, pero se vio retenida por una fuerza que no llegó a comprender.
Bum. Acababan de estrellarle contra los bancos de la Iglesia. Cuando levantó la cabeza, vio que uno de los magos tenía las manos en su dirección. ¿Le había movido a propia voluntad? No. Debía haber usado algún objeto para noquearle. Intentó levantarse, pero al conseguirlo se mareó. Ya no distinguía entre amigos y enemigos y creía tener uno de los brazos lesionados, pero pudo ver cómo muchas figuras se removían en la oscuridad bajo la luz de la luna, penetrando en aquella capilla, a la vez que los gritos se volvían más y más ensordecedores... O me levanto o alguien más muere, pensó, agarrándose de los bancos para poder avanzar sin caerse.
Los aullidos de dolor en la puerta indicaban que los lobos ya habían caído en las trampas del vampiro, el cual quedó profundamente aliviado cuando observó que los licántropos habían cedido y no querían entrar más por la entrada fácil. Eso solucionaba el problemilla de la puerta, mas no impidió que se adentrasen por los ventanales. Uno a uno fueron derruyéndose, cayendo ante las garras de aquellos ignorantes animales, los cuales destrozaban las vidrieras sin importarles qué representaban. Tanto los recién llegados como el bio-cibernético y Bio se alistaron rápidamente a la batalla, sin perder un instante comenzó a correr sangre enemiga y Erzsébeth debía moverse para unirse.
Saltó de banco en banco para posicionarse en frente de Lyanna, la cual había quedado protegida por dos brujos, uno nuevo y el transeúnte que se había escondido momentos antes. ¿Realmente estaba preparado para luchar? Sí, lo estaba. Los lobos caían a sus pies de tres en tres, gracias a una pequeña ayuda del encapuchado, así que Erzsébeth no se preocupó más y fue junto a su compañero Bio.
—¡El Sol no me ha matado! —canturreó con su femenina voz, clavando una de sus dagas en la cabeza de un lobo negro enorme que había intentado darle un mordisco en la pierna—. ¡Las arañas no pudieron conmigo! —siguió con la cancioncita improvisada, a la vez que le daba una patada en el costado a un lobo de menor tamaño que el anterior y lo aniquilaba con un corte limpio en el cuello—. ¿Cómo van a poder estos perros inofensivos? —la canción se vio interrumpida por dos lobos titánicos que aparecieron en su espalda. Se agachó para quedar bajo el pecho de uno. Le arrancó un pedazo enorme de piel con su daga, luego con la otra le asestó el golpe de gracia en el corazón y pasó con su compañero lupino, el cual observaba ladrándole. Hizo un gesto de negación con la cabeza y le propinó una patada en todo el hocico, dejándolo en el suelo y rematándolo clavándole ambas dagas en los costados.
Mientras la batalla tenía lugar, el líder de los que acababan de incorporarse se había acercado con disimulo al trono donde descansaba el anciano Mikael. Iba dejando cadáveres de licántropos a sus pies a medida que avanzaba, y una vez hubo llegado se percató de que el sacerdote estaba escondido bajo el trono, a los pies de su hermano, temblando como una gelatina. El viejo estaba usando el mismo truco de siempre para no verse involucrado en la fiesta si había otros que luchasen por él. Por lo visto a esas bestias no se les había ocurrido inspeccionar un trono de grandes dimensiones que se situaba justo en frente de los ventanales. Preferirían los objetivos móviles.
—¡Mikael, si vengo a apoyarte, es a apoyarte, no a hacer de niñera de estos patanes! —le espetó, arrancándole la cabeza a un lobo que intentaba acercársele por la espalda.
—Shh...—el anciano abrió un ojo, cerciorándose de que el bio-cibernético ya se hubiese marchado y de que todos estuviesen a una distancia prudencial— no le hago mal a nadie dándoles la imagen que quieren de mí. ¿Has dejado sola a mi niña, Francis?
—Con mi mejor brujo, no te preocupes por ella. ¿No debería ir tu hermano a la cámara a vigilar el tesoro, por si alguien llegase?
—Sí, eso es... —después de un susurro propinado a su hermano, este salió corriendo entre la jauría de lobos sin llamar demasiado la atención para bajar por las escaleras. Debía de haber alguna entrada secreta que los viajeros no supieron encontrar.
Un grito de Lyanna había silenciado todo el jaleo de la Iglesia. Francis se giró para ver que, tras haber atacado a uno de los vampiros, un gran lobo plateado se dirigía justo hasta donde estaba la muchacha. Y el brujo que le había puesto las manos encima estaba justo a su lado, con cara de culpable. ¿Le habría provocado a propósito? No, no podía ser tan estúpido. Antes de que Mikael pudiese pronunciar palabra, Francis ya estaba acercándose al que todo el mundo creía lobo alfa.
—¡Bio, tienes la mala costumbre de meter en líos a la gente que intenta salvarte! —espetó Erzsébeth iracunda a su compañero. Giró sobre sus talones para ir a atacar a su vez también al lobo de tan exageradas dimensiones, mas cuando se dio cuenta el hombre alto y todo vestido de negro ya había llegado y se había interpuesto entre Lyanna, los brujos y el lobo. Aun así Erzsébeth le tiró una daga al lomo a la bestia, la cual se quedó clavada y debería tratar de recuperar más tarde. El licántropo no se inmutó. Los dos vampiros con sus sables seguían combatiendo lobos y uno de los brujos estaba creando una especie de barrera en los ventanales para que no pudieran penetrar más indeseables.
—Eres un lobo precioso —dijo Francis, riéndose por lo bajo— seguro que de humano eres más feo que pegarle a un padre. El animal comenzó a gruñir y a enfurecerse, sacando los colmillos blancos de sus fauces. Volvió a reír una vez más, hizo un gesto rápido con las manos y de pronto las cuatro patas del animal habían desaparecido. Un aullido de agonía corrompió la sala. Todos los lobos dejaron de atacar, moviendo las orejas en dirección al sonido que había proferido su jefe. Una espada larga y fina, brillando en luces plateadas, había aparecido debajo de la manga de Francis. Propinó un último ataque al lobo, atravesándolo horizontalmente con la espada y dejando al resto de la jauría dando vueltas por la Iglesia. Sacudió la espada de la sangre del animal y comenzó a aullar de nuevo, imitando al resto.
El brujo deshizo la barrera y los lobos salieron huyendo. Erzsébeth comenzó a respirar en paz al ver cómo huían. Lyanna abrazó a Francis entre lágrimas. Mikael no cabía en sí de gozo. Pero algo iba mal. Estas cosas nunca acababan bien para los buenos.
Desde las nevadas calles, una luz blanquecina colmó la Iglesia, y una vez el destello se hubo disipado el brujo que estaba cerca de los ventanales estaba atravesado por una lanza. Se aferró a ella e intentó zafarse, pero el hombre que tenía detrás le tiró al suelo y le volvió a clavar el arma en el corazón. Era una persona tan alta y fuerte como Francis, un brujo de mediana edad le seguía con un libro de runas entre las manos y otra jauría de licántropos se paraba tras ellos. Un par de brujos más estaban entre los lobos. La cosa pintaba mal, pero mal de fatal. Francis soltó una palabrota al ver que su brujo había sido asesinado de forma tan rastrera.
—¡Qué asco! —dijo, sacando la lanza del cadáver— Aquí huele a perro mojado. Eh, ¿no es esa Lyanna? ¡Inútiles! —dijo, pegándoles con el palo de la lanza a los lobos que tenía a su alrededor— ¡no servís más que para cazar conejos! Pero esto lo arreglo yo, ¡esto es cosa mía! Entró a través del ventanal seguido del brujo y de todos los licántropos. Se veían dóciles, y los magos que estaban esparcidos entre ellos también. Mikael se levantó de su trono y, manteniendo cierta distancia, dirigiéndose al bio-cibernético y apoyándose en él, miró de frente al nuevo enemigo. ¿Ese es el viejo, no? Vale, sí, sí... ¿dónde está mi tesoro? Espero que no me hayas engañado —hablaba con el brujo que guardaba silencio y, al parecer, era el que había traicionado a Mikael. Llevaba unas gafas enormes y una bata blanca, y las manos temblaban sujetando el libro.
Erzsébeth intentó acercarse para plantarle cara, pero se vio retenida por una fuerza que no llegó a comprender.
Bum. Acababan de estrellarle contra los bancos de la Iglesia. Cuando levantó la cabeza, vio que uno de los magos tenía las manos en su dirección. ¿Le había movido a propia voluntad? No. Debía haber usado algún objeto para noquearle. Intentó levantarse, pero al conseguirlo se mareó. Ya no distinguía entre amigos y enemigos y creía tener uno de los brazos lesionados, pero pudo ver cómo muchas figuras se removían en la oscuridad bajo la luz de la luna, penetrando en aquella capilla, a la vez que los gritos se volvían más y más ensordecedores... O me levanto o alguien más muere, pensó, agarrándose de los bancos para poder avanzar sin caerse.
Bathory
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
El bio-cibernético había comenzado su cruzada bajando por los escalones de la Iglesia, escuchando los gemidos y aullidos de dolor era la música que reinaba en el salón de los dioses; la sangre emanaba de los cuerpos inertes para pintar el suelo sagrado y la espada contraatacaba a la garra del lobo en medio de la batalla. Lobos de diferente pelo relucían masacrados por las pocas fuerzas de la Iglesia a su haber. Sajin lo vio todo atentamente, eso era lo que nunca había visto a lo largo de su vida con la espada, lo que algún día tendría que presenciar: la guerra. El odio a muerte de cada uno por sobrevivir contra el otro, la muerte abrazando a cada caído por el filo del colmillo o la espada, era el paraíso de los guerreros. Eso era para lo que un hombre vivía, morir con honor y terminar entre los brazos de las valquirias en vano.
Lo que alguna vez se había convertido en desinterés por la guerra se había convertido en él un sentimiento de lástima que su sistema solo pudo reprimir parcialmente. Los cuerpos cortados, despedazados por dentelladas y atravesados por espadas, no había nada de honor en lo que el hombre afirmaba como digno de vivir. No era una búsqueda de vencer o morir honorablemente, era el simple hecho de ver quien valía la pena vivo: el o tú. La muerte le llegaría al bio-cibernético algún día, pero su parálisis debido al asombro por la sangre solo le obligo a que si muriese, lo hiciese de una forma extravagante. Un cadáver en guerra ya no significaba nada, no tenía nombre después de que termina ahí.
— ¡Oye! —Francis atestiguó una mirada de confusión por las acciones del bio-cibernético, estaba inerte sin parar de ver los cadáveres mientras sus hermanos caían por las bestias. — ¡No te quedes ahí parado, haz algo!
No podía moverse, pero él sentía que lo que lo apoderaba no era miedo, era la humanidad que un guerrero no podría tener. Masacrar todo un centenar de vidas en vano, era como organizar un genocidio por el simple hecho de sobrevivir. Acabar con tantas vidas solo para defender a una minoría, ¿qué consistía? por un momento su programación se había deprimido, su impulso sobreprotector parecía esfumarse en el medio de la sangre de fieras y hombres.
— Esto es lo que Jinsa quiere. —Contestó a Francis, rompió con un rodillazo el filo templado del sable de metal frívolo hallado en el norte. Tras su hoja partirse en dos, arrojo el mango de ella como si nada. Ahora solo conservaba el sable ancestral del anciano. — No yo.
— ¡No pierdas tiempo con él, Fran! —Uno de los secuaces de Francis contestó mientras relucía con su lanza intentando parar las dentelladas de más de dos lobos. — ¡Malditos no podrán conmigo de esa forma!
Sus últimas palabras no fueron más que arrogancia expresada a gritos, no una arrogancia cualquiera, si no una arrogancia por temor a la muerte. Así fue, el asta de su lanza no resistió mas; se rompió en dos y las dentelladas de las fieras despedazaron al subordinado de Francis. Las vísceras del hombre pintaron las bocas de los lobos blancos de rojo. Los lobos se sintieron confiados en ese momento de tensión entre las fuerzas del brujo, con lo que uno desafió a el mismo con fiereza en sus blancos colmillos al aire libre, cara a cara con Francis.
El humor resaltó en Francis como una cortina de humo, se fue tan pronto como sometió al lobo al dolor impulsado de su espada. Las extremidades divididas en el suelo rojo de sangre de hombre y lobo; los aullidos de dolor y las estocadas al lomo del animal corrompían la sala de guerra a un salón de tortura. La muerte del lobo fue tan rápida como la venida de estos hacia la tierra santa de la iglesia, pero el bio-cibernético aún así fue hacia el animal tendido en el suelo. Golpeo con su sable el contrafilo de la hoja de Francis, arrojándola al suelo con cierta experiencia en ello, los aliados de este se giraron atentamente hacia el cyborg, perplejos y mostrando sus armas contra él.
— ¡¿Te estás volviendo loco?! —Francis mostró sorpresa a pesar de la felicidad causada en el sadismo que reflejo en la fiera, pero se fue tan rápido como el bio-cibernético inicio la acción hostil. — ¡Era el enemigo, no es humano, tu mismo lo sabes bien claro!
— Es muy joven. —Sajin se arrodillo al cadáver del lobo; acarició su pelaje plateado hasta llegar hacia sus ojos azules abiertos de par en par, los cuales cerró suavemente. La muerte prematura era algo delicado para el bio-cibernético, las patas cortadas del animal fueron una cruda realidad dedicada a cierta persona en el pasado de la máquina. — Ahora esta en medio de la nada.
— Así que tenemos a un héroe trágico. —Francis dijo con mayor seguridad y esta vez con cierta burla como inició con el lobo, pero reflejo seriedad en lo próximo que dijo. — ¿Por que no lo detuviste cuando todos estábamos combatiendo? ¿cuál fue el motivo por el que la vida de ese lobo fuese más importante para ti que la de mi subordinado asesinado? el tenía su esposa, ¿sabes? pero eso no te importo, solo vives pensando en la seguridad de otro como las demás piezas de metal como tu, y por esta razón todo lo que viste fue para ti una paradoja, ¿ajá? si te metes en el espiral de muerte y destrucción, es un privilegio escapar por fin de él.
— Creo que estás siendo muy duro con él. —Contesto el sacerdote al haber salido de su escondite, se había simpatizado con el bio-cibernético por haber cuidado de su hermano. — El no entiende las emociones humanas...
— Las va a entender quiera o no. —Respondió Francis. — Con mayor razón no le seré suave cuando casi me corta la cabeza.
La mayoría había quedado poco interesada al respecto de los lobos, pero el punto era que ya se habían ido tras solo dar vueltas en el charco de sangre de su líder asesinado, parecían rendirse justo en ese entonces. Hasta que una luz colmó toda la iglesia en su llegada, como un ángel caído del cielo entró con calma al charco de sangre que llenaba la iglesia. Pero sus palabrotas no fueron nada calmadas como su imagen lucía, los lobos habían vuelto con el como si se tratase de un refuerzo importante o su señor, a tal punto de dar una baja más al grupo de Francis, asesinando a su mago predilecto.
Golpeaba con su bastón a los lobos a su alrededor y los insultaba como perros callejeros. Sajin fue de camino hacia los aposentos del anciano, estaba seguro de sí mismo que tendría que ir a protegerlo antes de que el sujeto llegase junto sus fieras, que serían suplantadas por su grupo de magos en su haber. Habían llegado de dos caminos diferentes el líder y el bio-cibernético, en donde ese justo momento Mikael se levantó plantando su mano sobre el hombro de Sajin. Los diálogos del líder que acababa de llegar eran mas ácidos y maleducados de lo que esperaba de alguien de sus ropajes.
— ¿Ese es el viejo, no? Vale, sí, sí... ¿dónde esta mi tesoro? Espero que no me hayas engañado —avanzó por detrás de este el brujo que parecía haber sido el causante de la traición contra Mikael, el cual fue empujado por uno de los secuaces del atrevido líder. — ¡Vamos, anciano de mierda, no tengo todo el día!
La vampiresa había plantado cara en vano, pero fue arrastrada tras una potente corriente telequinética contra los bancos de la iglesia. Sajin formulo una táctica desde ese momento, sabía que si se atrevía a moverse contra el de una forma tan simple como hizo la vampiresa acabaría de la misma forma y el empujón telequinético podría afectar tanto como él como a el anciano. Clavó en el clímax de la conversación entre el anciano y el líder su sable al suelo, para testiguar poco después su respuesta a las palabras del avaricioso hombre.
— Si tengo que vivir de una manera altruista y nihilista, lo haré. —Contestó Sajin al líder de los lobos que vestía de forma tan pura y angelical, viéndolo con recelo con sus ojos azules ocultos en sus cuencas. — Solo con tal de que la vida que valga la pena no se pierda.
— Maldito idiota... —El líder demostró su ira reprimida en tales palabras, y sus magos no dudaron en descargar sus fuerzas telequinéticas en el férreo espadachín. Lo hicieron retroceder hasta chocar con el trono del anciano, pero espada había llegado a resistir junto con su peso. — Genial, el estúpido acero de este idiota es bastante pesado para ustedes, ¡¿eh, incompetentes?!
El líder estuvo por chocar su bastón contra la cabeza de sus lobos de lado a lado, pero la máquina corrió surcando la espada en el suelo. La arranco del suelo en el último momento, llegando a frenar el duro bastón que lucía el mandatario y avaricioso hombre, en ese momento fue cuando llegaron a verse cara a cara, ambas miradas, reluciendo su falta de afecto por el otro. Sajin sabía que ahora sin estar agarrado de ninguna parte como anteriormente había estado no podría enfrentar toda la fuerza mágica de los telequinéticos con su simple peso, pero el bien de los demás era más de lo que podía ofrecer por los caídos de Francis.
Lo que alguna vez se había convertido en desinterés por la guerra se había convertido en él un sentimiento de lástima que su sistema solo pudo reprimir parcialmente. Los cuerpos cortados, despedazados por dentelladas y atravesados por espadas, no había nada de honor en lo que el hombre afirmaba como digno de vivir. No era una búsqueda de vencer o morir honorablemente, era el simple hecho de ver quien valía la pena vivo: el o tú. La muerte le llegaría al bio-cibernético algún día, pero su parálisis debido al asombro por la sangre solo le obligo a que si muriese, lo hiciese de una forma extravagante. Un cadáver en guerra ya no significaba nada, no tenía nombre después de que termina ahí.
— ¡Oye! —Francis atestiguó una mirada de confusión por las acciones del bio-cibernético, estaba inerte sin parar de ver los cadáveres mientras sus hermanos caían por las bestias. — ¡No te quedes ahí parado, haz algo!
No podía moverse, pero él sentía que lo que lo apoderaba no era miedo, era la humanidad que un guerrero no podría tener. Masacrar todo un centenar de vidas en vano, era como organizar un genocidio por el simple hecho de sobrevivir. Acabar con tantas vidas solo para defender a una minoría, ¿qué consistía? por un momento su programación se había deprimido, su impulso sobreprotector parecía esfumarse en el medio de la sangre de fieras y hombres.
— Esto es lo que Jinsa quiere. —Contestó a Francis, rompió con un rodillazo el filo templado del sable de metal frívolo hallado en el norte. Tras su hoja partirse en dos, arrojo el mango de ella como si nada. Ahora solo conservaba el sable ancestral del anciano. — No yo.
— ¡No pierdas tiempo con él, Fran! —Uno de los secuaces de Francis contestó mientras relucía con su lanza intentando parar las dentelladas de más de dos lobos. — ¡Malditos no podrán conmigo de esa forma!
Sus últimas palabras no fueron más que arrogancia expresada a gritos, no una arrogancia cualquiera, si no una arrogancia por temor a la muerte. Así fue, el asta de su lanza no resistió mas; se rompió en dos y las dentelladas de las fieras despedazaron al subordinado de Francis. Las vísceras del hombre pintaron las bocas de los lobos blancos de rojo. Los lobos se sintieron confiados en ese momento de tensión entre las fuerzas del brujo, con lo que uno desafió a el mismo con fiereza en sus blancos colmillos al aire libre, cara a cara con Francis.
El humor resaltó en Francis como una cortina de humo, se fue tan pronto como sometió al lobo al dolor impulsado de su espada. Las extremidades divididas en el suelo rojo de sangre de hombre y lobo; los aullidos de dolor y las estocadas al lomo del animal corrompían la sala de guerra a un salón de tortura. La muerte del lobo fue tan rápida como la venida de estos hacia la tierra santa de la iglesia, pero el bio-cibernético aún así fue hacia el animal tendido en el suelo. Golpeo con su sable el contrafilo de la hoja de Francis, arrojándola al suelo con cierta experiencia en ello, los aliados de este se giraron atentamente hacia el cyborg, perplejos y mostrando sus armas contra él.
— ¡¿Te estás volviendo loco?! —Francis mostró sorpresa a pesar de la felicidad causada en el sadismo que reflejo en la fiera, pero se fue tan rápido como el bio-cibernético inicio la acción hostil. — ¡Era el enemigo, no es humano, tu mismo lo sabes bien claro!
— Es muy joven. —Sajin se arrodillo al cadáver del lobo; acarició su pelaje plateado hasta llegar hacia sus ojos azules abiertos de par en par, los cuales cerró suavemente. La muerte prematura era algo delicado para el bio-cibernético, las patas cortadas del animal fueron una cruda realidad dedicada a cierta persona en el pasado de la máquina. — Ahora esta en medio de la nada.
— Así que tenemos a un héroe trágico. —Francis dijo con mayor seguridad y esta vez con cierta burla como inició con el lobo, pero reflejo seriedad en lo próximo que dijo. — ¿Por que no lo detuviste cuando todos estábamos combatiendo? ¿cuál fue el motivo por el que la vida de ese lobo fuese más importante para ti que la de mi subordinado asesinado? el tenía su esposa, ¿sabes? pero eso no te importo, solo vives pensando en la seguridad de otro como las demás piezas de metal como tu, y por esta razón todo lo que viste fue para ti una paradoja, ¿ajá? si te metes en el espiral de muerte y destrucción, es un privilegio escapar por fin de él.
— Creo que estás siendo muy duro con él. —Contesto el sacerdote al haber salido de su escondite, se había simpatizado con el bio-cibernético por haber cuidado de su hermano. — El no entiende las emociones humanas...
— Las va a entender quiera o no. —Respondió Francis. — Con mayor razón no le seré suave cuando casi me corta la cabeza.
La mayoría había quedado poco interesada al respecto de los lobos, pero el punto era que ya se habían ido tras solo dar vueltas en el charco de sangre de su líder asesinado, parecían rendirse justo en ese entonces. Hasta que una luz colmó toda la iglesia en su llegada, como un ángel caído del cielo entró con calma al charco de sangre que llenaba la iglesia. Pero sus palabrotas no fueron nada calmadas como su imagen lucía, los lobos habían vuelto con el como si se tratase de un refuerzo importante o su señor, a tal punto de dar una baja más al grupo de Francis, asesinando a su mago predilecto.
Golpeaba con su bastón a los lobos a su alrededor y los insultaba como perros callejeros. Sajin fue de camino hacia los aposentos del anciano, estaba seguro de sí mismo que tendría que ir a protegerlo antes de que el sujeto llegase junto sus fieras, que serían suplantadas por su grupo de magos en su haber. Habían llegado de dos caminos diferentes el líder y el bio-cibernético, en donde ese justo momento Mikael se levantó plantando su mano sobre el hombro de Sajin. Los diálogos del líder que acababa de llegar eran mas ácidos y maleducados de lo que esperaba de alguien de sus ropajes.
— ¿Ese es el viejo, no? Vale, sí, sí... ¿dónde esta mi tesoro? Espero que no me hayas engañado —avanzó por detrás de este el brujo que parecía haber sido el causante de la traición contra Mikael, el cual fue empujado por uno de los secuaces del atrevido líder. — ¡Vamos, anciano de mierda, no tengo todo el día!
La vampiresa había plantado cara en vano, pero fue arrastrada tras una potente corriente telequinética contra los bancos de la iglesia. Sajin formulo una táctica desde ese momento, sabía que si se atrevía a moverse contra el de una forma tan simple como hizo la vampiresa acabaría de la misma forma y el empujón telequinético podría afectar tanto como él como a el anciano. Clavó en el clímax de la conversación entre el anciano y el líder su sable al suelo, para testiguar poco después su respuesta a las palabras del avaricioso hombre.
— Si tengo que vivir de una manera altruista y nihilista, lo haré. —Contestó Sajin al líder de los lobos que vestía de forma tan pura y angelical, viéndolo con recelo con sus ojos azules ocultos en sus cuencas. — Solo con tal de que la vida que valga la pena no se pierda.
— Maldito idiota... —El líder demostró su ira reprimida en tales palabras, y sus magos no dudaron en descargar sus fuerzas telequinéticas en el férreo espadachín. Lo hicieron retroceder hasta chocar con el trono del anciano, pero espada había llegado a resistir junto con su peso. — Genial, el estúpido acero de este idiota es bastante pesado para ustedes, ¡¿eh, incompetentes?!
El líder estuvo por chocar su bastón contra la cabeza de sus lobos de lado a lado, pero la máquina corrió surcando la espada en el suelo. La arranco del suelo en el último momento, llegando a frenar el duro bastón que lucía el mandatario y avaricioso hombre, en ese momento fue cuando llegaron a verse cara a cara, ambas miradas, reluciendo su falta de afecto por el otro. Sajin sabía que ahora sin estar agarrado de ninguna parte como anteriormente había estado no podría enfrentar toda la fuerza mágica de los telequinéticos con su simple peso, pero el bien de los demás era más de lo que podía ofrecer por los caídos de Francis.
Última edición por Sajin el Dom Ago 02 2015, 00:42, editado 1 vez
Sajin
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Una estridente sinfonía de gritos ornamentada con una lluvia de sangre construía lentamente un nuevo ambiente en aquel sagrado lugar, me encontraba intentando levantarme de las bancas donde había caído cuando noté que el forastero que dejamos entrar, había decidido finalmente ayudarnos, y es que era lógico, si nos ayudaba podría sobrevivir, mientras que si no, le tocaría luchar solo y tendría menos posibilidades. Luchaba bastante bien, lograba contener a los lobos mientras protegía a la chica dragón, sin embargo su última acción no había salido demasiado bien, en su intento por ayudarme había atraído la atención del enorme animal justo hacia la chica que protegían.
Intenté levantarme pero la madera semipodrida de los bancos estaba demasiado frágil y no me servían para sostenerme o apoyarme, tras varias caídas por fin logré ponerme de pie y salí de entre los escombros casi patinando entre pedazos de madera podrida, ante mis ojos, el gran lobo iba directo hacia la chica hasta que fue interrumpido por el sujeto vestido de negro que se interpuso en su camino impidiéndole continuar, intenté correo pero una daga voladora casi me arranca la cabeza en su camino directo hacia la espalda del furioso animal, y antes que pudiera avanzar para ayudar el poderoso animal había pasado a ser una víctima de aquel sujeto cuya velocidad y destreza eran realmente impresionantes al momento de poner fin a la vida del pobre, o al menos eso parecía ser su fin.
Al caer ese animal, los otros comenzaron a acobardarse y trataron de huir estrellándose contra la barrera arcana que cerraba las ventanas, estaban atemorizados y corrían de un ventanal a otro intentando salir por alguno hasta que finalmente la barrera fue deshecha y los animales lograron huir, toda la escena empezaba a quedar limpia de enemigos, aunque eso no sería el final, de ninguna manera - No puede haber sido tan fácil - Musité mientras limpiaba en mis pantalones la sangre que empapaba mis dagas y llevaba las mismas a mi espalda para guardarlas, aunque igual me mantenía atento ante cualquier posible nuevo peligro.
Reaccioné por instinto al ver una especie de chispazo surgir frente a uno de los ventanales, entonces, una lanza impregnada de un brillo eléctrico iluminó la sala completamente para luego atravesar el cuerpo del brujo dejando la sala impregnada de un olor a carne quemada, sin darle la posibilidad de reaccionar, un nuevo sujeto había llegado tras él para rematarlo violentamente.
El nuevo sujeto parecía realmente imponente, hablaba con desprecio a los lobos que bajaban la cabeza ante él, más por miedo que por respeto, Bath fue la primera en intentar atacarle pero fue en vano, resultó empujada violentamente hacia atrás - Telequinesis - Murmuré pensando en la mejor manera de acercarme, necesitaba una distracción y la encontré en la intervención del ser metálico quien había conseguido atraer la atención de los oponentes, fue entonces cuando avancé tan de prisa como pude hasta el brujo que llevaba el libro de runas y lo arranqué de sus manos temblorosas, aunque no si antes recibir una descarga que me sacó disparado hasta estrellarme con una pared y abriendo de nuevo la herida en mi cabeza que comenzó a dibujar una mancha roja en la venda que me había colocado la chica dragón, era un alto precio pero había conseguido lograr mi objetivo, hacerme con el libro de runas, aunque a mí de nada me serviría, reuní las pocas fuerzas que me quedaban tras ese fuerte golpe y arrojé el libro hacia el brujo forastero que aún se encontraba cerca de Lyanna, no se me ocurría nadie mejor y solo esperaba que él supiera qué hacer con eso.
Tras lanzarlo en su dirección caí al piso sentado y me refugié tras un pequeño mesón al menos para recuperarme del golpe que acababa de recibir, toqué la herida en mi cabeza y sentí mojado - Malditos - Dije mientras apretaba más la venda y recuperaba energías...
Intenté levantarme pero la madera semipodrida de los bancos estaba demasiado frágil y no me servían para sostenerme o apoyarme, tras varias caídas por fin logré ponerme de pie y salí de entre los escombros casi patinando entre pedazos de madera podrida, ante mis ojos, el gran lobo iba directo hacia la chica hasta que fue interrumpido por el sujeto vestido de negro que se interpuso en su camino impidiéndole continuar, intenté correo pero una daga voladora casi me arranca la cabeza en su camino directo hacia la espalda del furioso animal, y antes que pudiera avanzar para ayudar el poderoso animal había pasado a ser una víctima de aquel sujeto cuya velocidad y destreza eran realmente impresionantes al momento de poner fin a la vida del pobre, o al menos eso parecía ser su fin.
Al caer ese animal, los otros comenzaron a acobardarse y trataron de huir estrellándose contra la barrera arcana que cerraba las ventanas, estaban atemorizados y corrían de un ventanal a otro intentando salir por alguno hasta que finalmente la barrera fue deshecha y los animales lograron huir, toda la escena empezaba a quedar limpia de enemigos, aunque eso no sería el final, de ninguna manera - No puede haber sido tan fácil - Musité mientras limpiaba en mis pantalones la sangre que empapaba mis dagas y llevaba las mismas a mi espalda para guardarlas, aunque igual me mantenía atento ante cualquier posible nuevo peligro.
Reaccioné por instinto al ver una especie de chispazo surgir frente a uno de los ventanales, entonces, una lanza impregnada de un brillo eléctrico iluminó la sala completamente para luego atravesar el cuerpo del brujo dejando la sala impregnada de un olor a carne quemada, sin darle la posibilidad de reaccionar, un nuevo sujeto había llegado tras él para rematarlo violentamente.
El nuevo sujeto parecía realmente imponente, hablaba con desprecio a los lobos que bajaban la cabeza ante él, más por miedo que por respeto, Bath fue la primera en intentar atacarle pero fue en vano, resultó empujada violentamente hacia atrás - Telequinesis - Murmuré pensando en la mejor manera de acercarme, necesitaba una distracción y la encontré en la intervención del ser metálico quien había conseguido atraer la atención de los oponentes, fue entonces cuando avancé tan de prisa como pude hasta el brujo que llevaba el libro de runas y lo arranqué de sus manos temblorosas, aunque no si antes recibir una descarga que me sacó disparado hasta estrellarme con una pared y abriendo de nuevo la herida en mi cabeza que comenzó a dibujar una mancha roja en la venda que me había colocado la chica dragón, era un alto precio pero había conseguido lograr mi objetivo, hacerme con el libro de runas, aunque a mí de nada me serviría, reuní las pocas fuerzas que me quedaban tras ese fuerte golpe y arrojé el libro hacia el brujo forastero que aún se encontraba cerca de Lyanna, no se me ocurría nadie mejor y solo esperaba que él supiera qué hacer con eso.
Tras lanzarlo en su dirección caí al piso sentado y me refugié tras un pequeño mesón al menos para recuperarme del golpe que acababa de recibir, toqué la herida en mi cabeza y sentí mojado - Malditos - Dije mientras apretaba más la venda y recuperaba energías...
Bio
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Off: Antes de nada: Lo siento. Mi internet ha decidido ir fatal y no me deja enviar post ni mensajes privados. Avisé a Bio de lo que me pasaba, pero enviar aquel mensaje privado me costó un día de intentos enviando el mp una y otra vez, así que solo le he podido avisar a él. Hoy he tenido que ir a casa de un amigo para usar su internet y postear. No se cuando me volverá a ir bien el internet pues en teoría hoy venía el técnico y nada así que seguiré el consejo de Bio y os recomiendo que me saltéis en el siguiente turno. Espero poder solucionar pronto los problemas y pido disculpas una vez más, no quería retrasar el rol de esta manera u.u
Un lobo gigante se encontraba parado frente a él, mostrando sus dientes, a punto de arrancarle la cabeza con sus afilados colmillos. Sorprendemente, en aquellos momentos el brujo no sentía miedo, simplemente decepción. No decepción por no haber cumplido sus sueños, ni por no haber fallado en proteger a la chica. Decepción porque tenía en su mochila un vale de una cena gratis en una de las mejores tabernas de Lunargenta y ya no podía usarlo. No es que realmente tuviese ganas de ir, simplemente es que ante aquella situación de impotencia su cerebro había preferido centrarse en cosas banales en lugar de su muerte inminente. Visto por el lado positivo, al menos así no encontrarían su cadáver con los pantalones cagados del miedo.
Por suerte, o por desgracia de aquel licántropo, el brujo fue rescatado por uno de los integrantes del grupo que hacía escasos momentos le había amenazado por haber maltratado a Lyanna. Su salvador apareció de repente, eliminando al gran lobo en apenas un parpadeo. Su destreza era increíble, no cabía duda de que era un luchador excelente. El brujo tendría que disculparse luego por sus acciones contra la dragona, no le convenía que después de aquel enfrentamiento decidiesen ir a por él.
En cuanto el lobo alfa fue derrotado el resto comenzaron a huir rápidamente. La pelea había finalizado con solo una baja, una baja sin importancia para el brujo. Seguramente el grupo de recién llegados estarían apenados por aquella pérdida, pero desde el punto de vista de Durenot era mejor que cayesen cien de ellos antes que él. Puede que parezca un pensamiento un tanto egoista, pero no conocía de nada a toda aquella gente que le había metido en mitad de una batalla solo por pedir refugio. En lugar de avisarle de que se largase del lugar y se pusiese a salvo le habían dejado entrar a sabiendas de lo que estaba a punto de ocurrir. Ellos eran peor que él, pero por suerte todo había terminado. O eso creía.
-¿Estás bien?- El brujo se acercó a Lyanna. En su rostro solo se podía distinguir miedo y asco, ambas emociones igual de repartidas por toda la cara. La verdad es que el escenario era bastante macabro, una iglesia llena de sangre y cadáveres de lobos tirados por el suelo. En lugar de responder con palabras la dragona soltó un grito. El brujo se giró para mirar qué es lo que le había asustado tanto justo para ver como el otro mago del grupo era asesina por un grupo de recién llegados- Mierda, ¿es que las cosas no pueden acabar nunca comiendo galletas y contando historias?- El grupo dispuso a atacar al intruso pero derribaron a Bio y a la otra chica mediante magia, siendo el biocibernético el único que había conseguido llegar hasta los oponentes. Pelear contra los licántropos había sido bastante complicado de por sí, que se le uniesen unos magos no iba a facilitar las cosas.
Justo en ese momento un objeto golpeó la pierna de Durenot. Se trataba del mismo libro que le había dado a Lyanna en forma de disculpa, ¿cómo había llegado eso hasta allí? Se agachó a cogerlo sin saber muy bien qué hacer, debía encontrar una forma de ayudar. Su magia no era lo suficientemente poderosa como para derrotar a otro brujo normal, mucho menos para derrotar a un grupo. Tampoco sabía realizar runas, o más bien nunca lo había intentado. Había estado dibujando una y otra vez los dibujo del libro, repitiéndolos constantemente. Había gastado montones de hojas y había vaciado muchos tinteros practicando los dibujos de las runas. Se sabía casi de memoria las palabras, los trazos y la teoría, pero no se había atrevido nunca a usarlas de verdad. Seguramente no funcionaría, pero en aquel momento aquello era lo mejor que tenía. Puestos a morir, mejor morir haciendo algo.
Durenot comenzó a pasar las páginas una tras otra hasta llegar hasta la runa que había estado buscando. No era la que más había practicado, pero la había dibujado unas cuantas veces. No sabía realizarla de memoria, pero tal vez con el libro delante, esperanza y una suerte increíble aquello funcionaría. No se había traído su juego de escritura a aquel poblado abandonado, así que tendría que recurrir a lo que recurren todos los runistas en los momentos desesperados, su propia sangre. Agarró la hoja de su puñal con la mano izquierda y tiró del mango. El brujo reprimió un grito mientras empezaba a gotear sangre de su puño cerrado. No tenía tiempo para preocuparse del dolor en aquel momento, si no se daba prisa el dolor que sentiría a continuación sería mucho mayor. Mojó su mano derecha con la sangre que brotaba de la izquierda y comenzó a dibuja la runa Anulación en el suelo. Había muchas variantes de aquella runa. Se podía poner sobre un escudo para que rechazara la magia, se podía usar solo para que no se usase magia elemental e incluso había una leyenda de un mago al que le habían herido de forma que la cicatriz tuviese la forma de aquella runa para evitar así que pudiese volver a lanzar magia. Pero todas aquellas variaciones requerían de mucha más preparación, conocimientos y poder, por lo que tuvo que conformarse con dibujar la runa básica en el suelo de la iglesia. Sin embargo sí que tuvo que realizar una pequeña modificación a su sangriento dibujo. Cogió más sangre de su mano izquierda y dibujó alrededor la runa de Área. Por suerte las runas suplementarias como aquella eran muy fáciles de dibujar y no tuvo que buscar en el libro como se dibujaba. La runa estaba lista, el biocibernético había distraído a los intrusos lo suficiente como para que no percatasen en él. Colocó la manos alrededor de la runa, si todo salía bien nadie en aquel lugar sería capaz de realizar magia, amigo o enemigo-ακύρωση- gritó con la esperanza de que decirlo en voz alta le diese más poder a la runa. La marca de sangre comenzó a brillar en el suelo. Los intrusos se giraron. El brujo se desplomó.
Un lobo gigante se encontraba parado frente a él, mostrando sus dientes, a punto de arrancarle la cabeza con sus afilados colmillos. Sorprendemente, en aquellos momentos el brujo no sentía miedo, simplemente decepción. No decepción por no haber cumplido sus sueños, ni por no haber fallado en proteger a la chica. Decepción porque tenía en su mochila un vale de una cena gratis en una de las mejores tabernas de Lunargenta y ya no podía usarlo. No es que realmente tuviese ganas de ir, simplemente es que ante aquella situación de impotencia su cerebro había preferido centrarse en cosas banales en lugar de su muerte inminente. Visto por el lado positivo, al menos así no encontrarían su cadáver con los pantalones cagados del miedo.
Por suerte, o por desgracia de aquel licántropo, el brujo fue rescatado por uno de los integrantes del grupo que hacía escasos momentos le había amenazado por haber maltratado a Lyanna. Su salvador apareció de repente, eliminando al gran lobo en apenas un parpadeo. Su destreza era increíble, no cabía duda de que era un luchador excelente. El brujo tendría que disculparse luego por sus acciones contra la dragona, no le convenía que después de aquel enfrentamiento decidiesen ir a por él.
En cuanto el lobo alfa fue derrotado el resto comenzaron a huir rápidamente. La pelea había finalizado con solo una baja, una baja sin importancia para el brujo. Seguramente el grupo de recién llegados estarían apenados por aquella pérdida, pero desde el punto de vista de Durenot era mejor que cayesen cien de ellos antes que él. Puede que parezca un pensamiento un tanto egoista, pero no conocía de nada a toda aquella gente que le había metido en mitad de una batalla solo por pedir refugio. En lugar de avisarle de que se largase del lugar y se pusiese a salvo le habían dejado entrar a sabiendas de lo que estaba a punto de ocurrir. Ellos eran peor que él, pero por suerte todo había terminado. O eso creía.
-¿Estás bien?- El brujo se acercó a Lyanna. En su rostro solo se podía distinguir miedo y asco, ambas emociones igual de repartidas por toda la cara. La verdad es que el escenario era bastante macabro, una iglesia llena de sangre y cadáveres de lobos tirados por el suelo. En lugar de responder con palabras la dragona soltó un grito. El brujo se giró para mirar qué es lo que le había asustado tanto justo para ver como el otro mago del grupo era asesina por un grupo de recién llegados- Mierda, ¿es que las cosas no pueden acabar nunca comiendo galletas y contando historias?- El grupo dispuso a atacar al intruso pero derribaron a Bio y a la otra chica mediante magia, siendo el biocibernético el único que había conseguido llegar hasta los oponentes. Pelear contra los licántropos había sido bastante complicado de por sí, que se le uniesen unos magos no iba a facilitar las cosas.
Justo en ese momento un objeto golpeó la pierna de Durenot. Se trataba del mismo libro que le había dado a Lyanna en forma de disculpa, ¿cómo había llegado eso hasta allí? Se agachó a cogerlo sin saber muy bien qué hacer, debía encontrar una forma de ayudar. Su magia no era lo suficientemente poderosa como para derrotar a otro brujo normal, mucho menos para derrotar a un grupo. Tampoco sabía realizar runas, o más bien nunca lo había intentado. Había estado dibujando una y otra vez los dibujo del libro, repitiéndolos constantemente. Había gastado montones de hojas y había vaciado muchos tinteros practicando los dibujos de las runas. Se sabía casi de memoria las palabras, los trazos y la teoría, pero no se había atrevido nunca a usarlas de verdad. Seguramente no funcionaría, pero en aquel momento aquello era lo mejor que tenía. Puestos a morir, mejor morir haciendo algo.
Durenot comenzó a pasar las páginas una tras otra hasta llegar hasta la runa que había estado buscando. No era la que más había practicado, pero la había dibujado unas cuantas veces. No sabía realizarla de memoria, pero tal vez con el libro delante, esperanza y una suerte increíble aquello funcionaría. No se había traído su juego de escritura a aquel poblado abandonado, así que tendría que recurrir a lo que recurren todos los runistas en los momentos desesperados, su propia sangre. Agarró la hoja de su puñal con la mano izquierda y tiró del mango. El brujo reprimió un grito mientras empezaba a gotear sangre de su puño cerrado. No tenía tiempo para preocuparse del dolor en aquel momento, si no se daba prisa el dolor que sentiría a continuación sería mucho mayor. Mojó su mano derecha con la sangre que brotaba de la izquierda y comenzó a dibuja la runa Anulación en el suelo. Había muchas variantes de aquella runa. Se podía poner sobre un escudo para que rechazara la magia, se podía usar solo para que no se usase magia elemental e incluso había una leyenda de un mago al que le habían herido de forma que la cicatriz tuviese la forma de aquella runa para evitar así que pudiese volver a lanzar magia. Pero todas aquellas variaciones requerían de mucha más preparación, conocimientos y poder, por lo que tuvo que conformarse con dibujar la runa básica en el suelo de la iglesia. Sin embargo sí que tuvo que realizar una pequeña modificación a su sangriento dibujo. Cogió más sangre de su mano izquierda y dibujó alrededor la runa de Área. Por suerte las runas suplementarias como aquella eran muy fáciles de dibujar y no tuvo que buscar en el libro como se dibujaba. La runa estaba lista, el biocibernético había distraído a los intrusos lo suficiente como para que no percatasen en él. Colocó la manos alrededor de la runa, si todo salía bien nadie en aquel lugar sería capaz de realizar magia, amigo o enemigo-ακύρωση- gritó con la esperanza de que decirlo en voz alta le diese más poder a la runa. La marca de sangre comenzó a brillar en el suelo. Los intrusos se giraron. El brujo se desplomó.
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
—Parece que no lo vas a tener tan fácil, ladronzuelo —gritó Mikael una vez el bio-cibernético consiguió encararse con el que pretendía arrebatarles el tesoro. Hasta el vampiro le había escuchado desde la lejanía, esa voz llena de alegría no podía ocultarse.
Aunque el mareo no era la mejor compañía para empezar una carrera a máxima velocidad, y menos esquivando obstáculos tan evidentes como los que aquellos bancos representaban, Erzsébeth se lanzó en dirección hacia los enemigos saturado de ira, sediento de sangre, con hambre de venganza. Nadie le tocaba y salía ileso. Una vez se halló lo suficientemente cerca, aprovechando el desconcierto creado por Sajin, le lanzó la daga que le quedaba al mago que creía responsable de su caída, justo al lado del que parecía el jefe de todo, clavándosela entre ceja y ceja.
No paró la carrera. Continuó hasta llegar al cadáver del lobo y recuperar la daga que había olvidado antes. Se agachó, tiró con fuerza ya que la carne estaba rígida y ofrecía resistencia hasta sacar su arma. Le dio un tirón que llegó desde la muñeca hasta el hombro. El brazo le estaba doliendo horrores y ahora la única mano útil que tenía, era la mano mala. La izquierda. Agradeció profundamente que le hubiesen enseñado a dominar ambas manos, pero aun así seguía siendo un poco torpe con la no dominante.
Cuando iba a comenzar la carrera otra vez para apoyar al bio-cibernético, se percató de que todo el mundo miraba en su dirección. Él no comprendió por qué. Francis le apoyó una mano en el hombro y apretó para que mirase a su espalda. El cuerpo del forastero estaba en el suelo, su mano ensangrentada dejaba un hilero rojo hasta una runa que brillaba intensamente. Erzsébeth no sabía nada acerca de runas, pero sí que sabía que nunca traían nada bueno. Lyanna se había agachado para colocar la cabeza del viajero en su regazo y tratar de parar la hemorragia de su antebrazo.
A su espalda los gritos de los brujos que acompañaban al intruso eran de frustración. Hacían gestos en el aire y no lograban absolutamente nada. Era como si algo les hubiese drenado la magia. Al parecer el nuevo había hecho algo provechoso. Pero el aire de pronto se tornó denso. Pesado, como si algo no fuese del todo bien.
—¡Dios nos proteja! —gritó el sacerdote, que acababa de llegar, habiendo notado él también algo fuera de lugar. Estaba retirando el cuerpo del viajero y llevándolo escaleras abajo, lejos de la sala de la Iglesia. Erzsébeth arqueó una ceja, sin comprender lo que estaba pasando. Vio que Bio estaba refugiado tras unos bancos y el bio-cibernético seguía enfrentado al ladrón. El anciano se acercó corriendo hasta él y le dio tal empujón que salió volando otra vez hacia los bancos, cayendo entre dos filas. Levantó la cabeza y cuando estuvo a punto de insultarle, el anciano habló.
—¡No solo la magia ha sido bloqueada! —empezó, señalando a Lyanna y refugiándose detrás de los bancos junto con Bio—, ¡las runas que mantenían cautiva a Lyanna también se han desactivado! ¡Bio-cibernético, sal de ahí, o te hará pedazos!
En un instante la sala quedó en silencio. Un dragón blanco de unos cuatro metros había aparecido en el lugar donde antes estaba una bella y delicada muchacha, cuyos ojos azules parecían las puertas del averno. El rugido que propinó al abrir la boca fue tan impactante que le puso el vello de punta al vampiro, el cual ya no podía moverse ni emitir sonido alguno. Ahora recordaba las palabras del anciano, eso de que el dragón emitía toxinas que paralizaban a cualquiera que estuviese a los alrededores. Estamos jodidos, pensó, tratando de librarse del castigo.
Por suerte el bio-cibernético podría huir sin riesgos ya que él no se vería afectado por las esporas. Los lobos ya habían comenzado la retirada al ver semejante bestia, y los intrusos yacían ahora bajo los ventanales indefensos ante el ataque que se avecinaba. La dragona dio un salto de varios metros, agrietando la madera bajo sus zarpas, tapando por un momento la luna que se alzaba en el cielo, hasta llegar de un solo movimiento ante los que ponían en peligro el tesoro que tantos años había guardado.
Sus ojos se inyectaron en sangre. Abrió las fauces y arrastró fuera de la Iglesia a través de los ventanales a los magos, al traidor y al jefe, todos de una vez, de manera que Lyanna pasó a un segundo plano. Había desaparecido y el peligro con ella. Poco a poco el efecto de la parálisis fue diluyéndose, hasta convertirse en un cosquilleo que acariciaba la piel del vampiro. Se levantó nuevamente mareado. El anciano estaba en el ventanal central, bajo la atenta mirada de la luna y gritando cosas incomprensibles.
Erzsébeth se aproximó a Bio y se sentó a su lado. El anciano salió de la Iglesia y cambió de forma, transformándose junto con Lyanna en un dragón y les dedicó una mirada de agradecimiento, dirigiéndose seguramente en busca de la guardiana y asegurándose de que nadie encontrase nunca los cadáveres de los intrusos. El vampiro suspiró con vehemencia y el sacerdote apareció de nuevo en la sala, con el cuerpo del viajero.
—El suelo no es seguro —musitó, mirando las grietas de la madera con gran esperanza— pero al menos no lo ha roto del todo. ¡El tesoro sigue seguro, de momento!
Aunque el mareo no era la mejor compañía para empezar una carrera a máxima velocidad, y menos esquivando obstáculos tan evidentes como los que aquellos bancos representaban, Erzsébeth se lanzó en dirección hacia los enemigos saturado de ira, sediento de sangre, con hambre de venganza. Nadie le tocaba y salía ileso. Una vez se halló lo suficientemente cerca, aprovechando el desconcierto creado por Sajin, le lanzó la daga que le quedaba al mago que creía responsable de su caída, justo al lado del que parecía el jefe de todo, clavándosela entre ceja y ceja.
No paró la carrera. Continuó hasta llegar al cadáver del lobo y recuperar la daga que había olvidado antes. Se agachó, tiró con fuerza ya que la carne estaba rígida y ofrecía resistencia hasta sacar su arma. Le dio un tirón que llegó desde la muñeca hasta el hombro. El brazo le estaba doliendo horrores y ahora la única mano útil que tenía, era la mano mala. La izquierda. Agradeció profundamente que le hubiesen enseñado a dominar ambas manos, pero aun así seguía siendo un poco torpe con la no dominante.
Cuando iba a comenzar la carrera otra vez para apoyar al bio-cibernético, se percató de que todo el mundo miraba en su dirección. Él no comprendió por qué. Francis le apoyó una mano en el hombro y apretó para que mirase a su espalda. El cuerpo del forastero estaba en el suelo, su mano ensangrentada dejaba un hilero rojo hasta una runa que brillaba intensamente. Erzsébeth no sabía nada acerca de runas, pero sí que sabía que nunca traían nada bueno. Lyanna se había agachado para colocar la cabeza del viajero en su regazo y tratar de parar la hemorragia de su antebrazo.
A su espalda los gritos de los brujos que acompañaban al intruso eran de frustración. Hacían gestos en el aire y no lograban absolutamente nada. Era como si algo les hubiese drenado la magia. Al parecer el nuevo había hecho algo provechoso. Pero el aire de pronto se tornó denso. Pesado, como si algo no fuese del todo bien.
—¡Dios nos proteja! —gritó el sacerdote, que acababa de llegar, habiendo notado él también algo fuera de lugar. Estaba retirando el cuerpo del viajero y llevándolo escaleras abajo, lejos de la sala de la Iglesia. Erzsébeth arqueó una ceja, sin comprender lo que estaba pasando. Vio que Bio estaba refugiado tras unos bancos y el bio-cibernético seguía enfrentado al ladrón. El anciano se acercó corriendo hasta él y le dio tal empujón que salió volando otra vez hacia los bancos, cayendo entre dos filas. Levantó la cabeza y cuando estuvo a punto de insultarle, el anciano habló.
—¡No solo la magia ha sido bloqueada! —empezó, señalando a Lyanna y refugiándose detrás de los bancos junto con Bio—, ¡las runas que mantenían cautiva a Lyanna también se han desactivado! ¡Bio-cibernético, sal de ahí, o te hará pedazos!
En un instante la sala quedó en silencio. Un dragón blanco de unos cuatro metros había aparecido en el lugar donde antes estaba una bella y delicada muchacha, cuyos ojos azules parecían las puertas del averno. El rugido que propinó al abrir la boca fue tan impactante que le puso el vello de punta al vampiro, el cual ya no podía moverse ni emitir sonido alguno. Ahora recordaba las palabras del anciano, eso de que el dragón emitía toxinas que paralizaban a cualquiera que estuviese a los alrededores. Estamos jodidos, pensó, tratando de librarse del castigo.
Por suerte el bio-cibernético podría huir sin riesgos ya que él no se vería afectado por las esporas. Los lobos ya habían comenzado la retirada al ver semejante bestia, y los intrusos yacían ahora bajo los ventanales indefensos ante el ataque que se avecinaba. La dragona dio un salto de varios metros, agrietando la madera bajo sus zarpas, tapando por un momento la luna que se alzaba en el cielo, hasta llegar de un solo movimiento ante los que ponían en peligro el tesoro que tantos años había guardado.
Sus ojos se inyectaron en sangre. Abrió las fauces y arrastró fuera de la Iglesia a través de los ventanales a los magos, al traidor y al jefe, todos de una vez, de manera que Lyanna pasó a un segundo plano. Había desaparecido y el peligro con ella. Poco a poco el efecto de la parálisis fue diluyéndose, hasta convertirse en un cosquilleo que acariciaba la piel del vampiro. Se levantó nuevamente mareado. El anciano estaba en el ventanal central, bajo la atenta mirada de la luna y gritando cosas incomprensibles.
Erzsébeth se aproximó a Bio y se sentó a su lado. El anciano salió de la Iglesia y cambió de forma, transformándose junto con Lyanna en un dragón y les dedicó una mirada de agradecimiento, dirigiéndose seguramente en busca de la guardiana y asegurándose de que nadie encontrase nunca los cadáveres de los intrusos. El vampiro suspiró con vehemencia y el sacerdote apareció de nuevo en la sala, con el cuerpo del viajero.
—El suelo no es seguro —musitó, mirando las grietas de la madera con gran esperanza— pero al menos no lo ha roto del todo. ¡El tesoro sigue seguro, de momento!
Bathory
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Bastón contra espada, cada uno con la misma dureza como para hacerle cara al otro. Miradas desafiantes se prestaban mutuamente con el mismo sentimiento de desprecio, o eso era lo que parecían indicar los azules ojos del bio-cibernético que habían sido abiertos en la oscuridad de sus cuencas. Los magos hubiesen hecho de él un balón que solo lanzaban contra la pared una y otra vez con su telequinesis si no hubiese sido por la distracción que causo que no lo hubiesen mandado a volar. Astucia en su estado más puro, Bio había logrado tomar el libro del líder para dárselo al brujo, que supo perfectamente lo que hacía, o eso parecía ser. Había sido una buena decisión dar amparo al brujo en la iglesia, la magia de los brujos había sido sellada a partir de los encantamientos que había causado el hechicero aliado. Sajin no comprendía el porque de ello, era más un ser de lógica pura a un ser de magia y fantasía, no podía entender el misticismo tan fácilmente.
Los ánimos del anciano servían para hacer que el bio-cibernético siguiese en pie, pero no le ayudarían del todo para frenar a la ola de enemigos que tenía en su haber con dominios mágicos. Pero por las palabras mágicas del brujo que tenía como aliado, fueron lo suficiente como para dejarlos sin el poderío de sus artes mágicas. Una daga voló por encima de ellos hasta alcanzar la cara de uno de los brujos enemigos, con lo que el líder se distrajo en el apogeo de su choque entre espada y cetro. Sajin amortiguó un rodillazo a las zonas nobles del brujo, cuyo dolor bonificado por el acero de su rodilla dieron consigo la caída del brujo de espaldas y adolorido gravemente en su intimidad. Los magos estaban tan vulnerables, la ola de enemigos había terminado en uno; el que yacía llorando de dolor en el suelo, arrodillado ante una aberración no-natural.
— Esto duele, duele un demonio. —El ladrón había soltado su cetro y colocado sus manos en sus partes íntimas. Lo enrojecido que estaba su rostro parecía indicar el dolor que reprimía del rodillazo. — ¡Oh gran guerrero, ten piedad con un humilde hechicero como yo!
Sajin lo levantó del suelo; lo agarro con una sola mano de la cabellera e hizo que viese el charco de sangre y cadáveres que había provocado la invasión de sus vasallos licántropos y brujos a la iglesia. — Mire lo que ha hecho. —Dijo Sajin.— Tendrá que pagar por esto.
Pronto, el bio-cibernético había alcanzado a escuchar los gritos del anciano Mikael por detrás del ladrón y él. Asintió su cabeza en forma de duda por lo que decía, hasta que la tierra inicio su danza; las construcciones caían como lluvia de manera tan simple así como el suelo temblaba a tal punto de desorientar los pasos del bio-cibernético en el suelo. Grietas empezaban a fluir entre el charco de sangre directo hacia ellos; se había alejado de estas con un movimiento ágil, pero erróneamente había soltado al ladrón de sus manos y el techo que poco a poco se desmoronaba aplastó como una hormiga el cuerpo del ladrón. El impacto que provoco la fuerza de las piedras al caer contra su cuerpo manchó de sangre el rostro de Sajin, el cual sin mínimo afecto miro el cuerpo del ladrón oculto en los escombros que poco a poco iban pintando el suelo con mucho más sangre que antes.
Lo presenció; no pudo creer lo que veía con sus propios ojos. Era un dragón, tan grande y majestuoso como un mismísimo ángel caído del cielo azul, solo que no era uno que pareciera entregar esperanza en una situación como esta. Su gran tamaño empezaba a comprimirse en la iglesia y la única forma para liberarse era destruirla poco a poco crecía más y más hasta haber roto ya no gracias a sus alas, si no por su propia cabeza el techo del que esta ya había empezado a tocar. Su rugido tan fuerte y abrupto, fue la canción de la muerte en esa situación tan alarmante. Vio a el hechicero con el libro en mano desplomada a la vampiresa en el suelo y se digno a envainar su espada, aún tenía la esperanza de llegar a salvar a alguien. Agarro justo al llegar al cuerpo de la vampiresa desde sus brazos a su cuerpo en el charco de sangre y escombros que se había convertido el piso, trato de acelerar para tener al hechicero junto con la vampiresa. No le daría tiempo para salvar a Bio, así como menos salvarse así mismo de lo que estaba sucediendo.
El gran dragón blanco había tragado el cuerpo entre los escombros del ladrón; moliendo las rocas que se habían hecho suaves frente a sus dientes como si nada y tragando a uno por uno de los invasores. Se había girado mientras masticaba esos escombros repletos de cadáveres en su boca para ver con sus fieros ojos azules al bio-cibernético. Su rostro yacía cubierto en sangre, mientras mantenía en el suelo los cuerpos del hechicero y la vampiresa a su lado. Se aseguró de tomar una vez más su espada del mango y clavarla en el suelo como amenaza, mientras que con un gesto en su mano apuntando hacia Bio trataba de llevarlo hacia él. Pero el cansancio había sido mucho más rápido que la muerte en el Bio, ya no le quedaban fuerzas como para poder salvar a todos teniendo que evadir cada uno de los escombros. El dragón solo desapareció, a pesar de su gran tamaño, lo único que hizo fue blandir esas grandes alas para marcharse en el filo de la noche. No los hirió, no los maltrato, pero los había dejado paralizados por sus esporas a todos sus acompañantes exceptuando a él; su coraza había sido un milagro para una situación como aquella, un dragón de tal tamaño hubiese aplastado su cuerpo como una hormiga.
La vampiresa había sido la primera en salir del efecto de las esporas y se había parado para ir junto con su fiel acompañante Bio. El anciano los vio desde las afueras de la iglesia con un rostro de felicidad y agradecimiento. Cambio su forma a la de un dragón plateado y desapareció con el blandir de sus alas entre la noche con su hija.
— Gracias, anciano. —Dijo Sajin, arrancó su sable del suelo y se paró para presenciar el vuelo de los dragones, que a pesar de su gran tamaño, cada vez se hacían mas pequeños con tal se alejaban. — Gracias por todo.
Dio un giro hacia atrás, notando como el sacerdote arrastraba al viajero con sus manos viejas y frágiles hasta dejarlo acostado en una de los pocos asientos que no había sido alcanzado por la destrucción casi masiva de la iglesia. Sajin respiró hondo, el cansancio provocó en él junto con la cantidad de muertes, todas, todas por el tesoro que custodiaba la iglesia del sacerdote. Agarró del cuello al sacerdote, no se había percatado de la fuerza que estaba poniendo en ello. Pero lo estaba asfixiando eso era seguro, algo había hecho un poco más extraño de lo que ya se había convertido el bio-cibernético por las palabras del anciano, algo no cuadraba en su calma: era por primera vez un arrebato de ira, pero moderado y poco expresivo, reflejada en el brazo que ahorcaba al sacerdote.
— ¿El tesoro sigue seguro? —Contestó Sajin a sus palabras, el anciano solo sabía gemir de la asfixia que le provocaba inconscientemente la mano de la máquina sobre su garganta. — Murieron licántropos, brujos, hombres... ¿y usted se siente bien por el tesoro? ¿cómo es que algo dedicado a un dios es capaz de cambiar de motivo por la avaricia?
— Para, enserio. —Dijo el sacerdote, había colocado sus manos sobre el brazo metálico del bio-cibernético. — No puedo respirar, por favor. No sabes lo que haces.
Los ánimos del anciano servían para hacer que el bio-cibernético siguiese en pie, pero no le ayudarían del todo para frenar a la ola de enemigos que tenía en su haber con dominios mágicos. Pero por las palabras mágicas del brujo que tenía como aliado, fueron lo suficiente como para dejarlos sin el poderío de sus artes mágicas. Una daga voló por encima de ellos hasta alcanzar la cara de uno de los brujos enemigos, con lo que el líder se distrajo en el apogeo de su choque entre espada y cetro. Sajin amortiguó un rodillazo a las zonas nobles del brujo, cuyo dolor bonificado por el acero de su rodilla dieron consigo la caída del brujo de espaldas y adolorido gravemente en su intimidad. Los magos estaban tan vulnerables, la ola de enemigos había terminado en uno; el que yacía llorando de dolor en el suelo, arrodillado ante una aberración no-natural.
— Esto duele, duele un demonio. —El ladrón había soltado su cetro y colocado sus manos en sus partes íntimas. Lo enrojecido que estaba su rostro parecía indicar el dolor que reprimía del rodillazo. — ¡Oh gran guerrero, ten piedad con un humilde hechicero como yo!
Sajin lo levantó del suelo; lo agarro con una sola mano de la cabellera e hizo que viese el charco de sangre y cadáveres que había provocado la invasión de sus vasallos licántropos y brujos a la iglesia. — Mire lo que ha hecho. —Dijo Sajin.— Tendrá que pagar por esto.
Pronto, el bio-cibernético había alcanzado a escuchar los gritos del anciano Mikael por detrás del ladrón y él. Asintió su cabeza en forma de duda por lo que decía, hasta que la tierra inicio su danza; las construcciones caían como lluvia de manera tan simple así como el suelo temblaba a tal punto de desorientar los pasos del bio-cibernético en el suelo. Grietas empezaban a fluir entre el charco de sangre directo hacia ellos; se había alejado de estas con un movimiento ágil, pero erróneamente había soltado al ladrón de sus manos y el techo que poco a poco se desmoronaba aplastó como una hormiga el cuerpo del ladrón. El impacto que provoco la fuerza de las piedras al caer contra su cuerpo manchó de sangre el rostro de Sajin, el cual sin mínimo afecto miro el cuerpo del ladrón oculto en los escombros que poco a poco iban pintando el suelo con mucho más sangre que antes.
Lo presenció; no pudo creer lo que veía con sus propios ojos. Era un dragón, tan grande y majestuoso como un mismísimo ángel caído del cielo azul, solo que no era uno que pareciera entregar esperanza en una situación como esta. Su gran tamaño empezaba a comprimirse en la iglesia y la única forma para liberarse era destruirla poco a poco crecía más y más hasta haber roto ya no gracias a sus alas, si no por su propia cabeza el techo del que esta ya había empezado a tocar. Su rugido tan fuerte y abrupto, fue la canción de la muerte en esa situación tan alarmante. Vio a el hechicero con el libro en mano desplomada a la vampiresa en el suelo y se digno a envainar su espada, aún tenía la esperanza de llegar a salvar a alguien. Agarro justo al llegar al cuerpo de la vampiresa desde sus brazos a su cuerpo en el charco de sangre y escombros que se había convertido el piso, trato de acelerar para tener al hechicero junto con la vampiresa. No le daría tiempo para salvar a Bio, así como menos salvarse así mismo de lo que estaba sucediendo.
El gran dragón blanco había tragado el cuerpo entre los escombros del ladrón; moliendo las rocas que se habían hecho suaves frente a sus dientes como si nada y tragando a uno por uno de los invasores. Se había girado mientras masticaba esos escombros repletos de cadáveres en su boca para ver con sus fieros ojos azules al bio-cibernético. Su rostro yacía cubierto en sangre, mientras mantenía en el suelo los cuerpos del hechicero y la vampiresa a su lado. Se aseguró de tomar una vez más su espada del mango y clavarla en el suelo como amenaza, mientras que con un gesto en su mano apuntando hacia Bio trataba de llevarlo hacia él. Pero el cansancio había sido mucho más rápido que la muerte en el Bio, ya no le quedaban fuerzas como para poder salvar a todos teniendo que evadir cada uno de los escombros. El dragón solo desapareció, a pesar de su gran tamaño, lo único que hizo fue blandir esas grandes alas para marcharse en el filo de la noche. No los hirió, no los maltrato, pero los había dejado paralizados por sus esporas a todos sus acompañantes exceptuando a él; su coraza había sido un milagro para una situación como aquella, un dragón de tal tamaño hubiese aplastado su cuerpo como una hormiga.
La vampiresa había sido la primera en salir del efecto de las esporas y se había parado para ir junto con su fiel acompañante Bio. El anciano los vio desde las afueras de la iglesia con un rostro de felicidad y agradecimiento. Cambio su forma a la de un dragón plateado y desapareció con el blandir de sus alas entre la noche con su hija.
— Gracias, anciano. —Dijo Sajin, arrancó su sable del suelo y se paró para presenciar el vuelo de los dragones, que a pesar de su gran tamaño, cada vez se hacían mas pequeños con tal se alejaban. — Gracias por todo.
Dio un giro hacia atrás, notando como el sacerdote arrastraba al viajero con sus manos viejas y frágiles hasta dejarlo acostado en una de los pocos asientos que no había sido alcanzado por la destrucción casi masiva de la iglesia. Sajin respiró hondo, el cansancio provocó en él junto con la cantidad de muertes, todas, todas por el tesoro que custodiaba la iglesia del sacerdote. Agarró del cuello al sacerdote, no se había percatado de la fuerza que estaba poniendo en ello. Pero lo estaba asfixiando eso era seguro, algo había hecho un poco más extraño de lo que ya se había convertido el bio-cibernético por las palabras del anciano, algo no cuadraba en su calma: era por primera vez un arrebato de ira, pero moderado y poco expresivo, reflejada en el brazo que ahorcaba al sacerdote.
— ¿El tesoro sigue seguro? —Contestó Sajin a sus palabras, el anciano solo sabía gemir de la asfixia que le provocaba inconscientemente la mano de la máquina sobre su garganta. — Murieron licántropos, brujos, hombres... ¿y usted se siente bien por el tesoro? ¿cómo es que algo dedicado a un dios es capaz de cambiar de motivo por la avaricia?
— Para, enserio. —Dijo el sacerdote, había colocado sus manos sobre el brazo metálico del bio-cibernético. — No puedo respirar, por favor. No sabes lo que haces.
Sajin
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
El estridente sonido del metal en las armas de los peleadores llenaba la sala con un aire épico, tras apretarme la venda de la cabeza me levanté para ver lo que sucedía, no pasó mucho rato antes que la voz del forastero al que habíamos acogido estremeciera la sala en un grito que fue seguido de una fuerte y escalofriante sensación como si el aire fuera vaciado completamente de la energía que le daba movimiento, incluso mis poderes mentales, parecían abandonarme, pues eran al fin y al cabo, algún extraño tipo de magia, fue entonces cuando comprendí lo que el chico había logrado - Impresionante - Murmuré para mí mismo mientras volvía la vista hacia el frente donde el biocibernético estaba teniendo una asombrosa batalla contra ese extraño y misterioso sujeto, pero Bath no se quedaba atrás y con una certera y envidiable puntería consiguió atravesar la frente de uno de los brujos, fácil, demasiado fácil ahora que se habían quedado sin el apoyo de su molesta magia, al notarlo se sintieron frustrados ante su inminente derrota, pero entonces, algo cambió, algo que nadie habría querido planear; mi corazón comenzó a acelerarse como presintiendo un inminente peligro, no sabía exactamente de qué se trataba hasta que el anciano me sacó de mi letargo mental, el sello que mantenía a la chica sin poder transformarse, había sido anulado, por lo que la chica no tardó en convertirse en una bestia enorme de más de un metro... No... Dos metros... Tres... Cuatro... Su tamaño era cada vez más colosal, no podía ser posible.
El silencio que se había adueñado de la sala fue bruscamente roto por el feroz rugido de aquella imponente bestia, tan espantosa que Bath se había quedado inmóvil ante tal aberración - ¿Qué haces? ¡Muévete! - Murmuré mientras intentaba alcanzarla pero mi cuerpo no respondió a mis deseos y tal como ella quedé inmovilizado, pude ver apenas como Sajin, que aún se movía, intentaba apartarla del lugar, lo que me causó cierto alivio, aunque yo seguía aún en problemas, mis brazos se movían cada vez más lento, y no solo eso, sino que mis funciones básicas también se estaban haciendo lentas hasta llegar a cero, me costaba respirar, mi pecho parecía cada vez más endurecido, de seguir así moriría asfixiado en pocos instantes, pero antes la dragona se lanzó sobre los invasores llevándoselos con ella y perdiéndose hacia algún lugar donde los muros de la iglesia no nos permitían ver nada más allá de la efímera silueta pasando a través de los ventanales.
Al recuperar la movilidad sentí el cuerpo sumamente débil, por lo que acabé por desplomarme al piso, una vez recuperado conseguí sentarme, fue entonces cuando noté que Bath se acercaba a mí, me alegró ver que estaba bien - Vaya que hemos tenido un viaje extraño - Le dije mientras recuperaba el ritmo de mi respiración y veíamos al anciano alejarse en forma de dragón para perseguir a Lyanna hasta donde se hubiera metido.
Finalmente apareció el sacerdote junto al cuerpo del brujo desmayado, intenté levantarme para ver su estado pero mi debilidad me venció, por lo que fue necesario apoyarme en la pared para levantarme lentamente y caminar hasta donde se encontraba - Está bien, solo está cansado - Dije al ver que respiraba con normalidad, como si solo durmiera después de una gran labor; por su parte, el sacerdote parecía estar más interesado en su tesoro, lo que despertó el enojo del biocibernético, yo lo entendía, incluso siendo vampiro, me oponía a las masacres sin sentido, pero algunas luchas eran simplemente inevitables - ¡¡Basta Sajin!! - Dije con autoridad - Hay hombres para quienes, aquello en lo que creen vale más que sus vidas - Estiré mi mano buscando colocarla sobre su brazo - Si crees que las vidas valen más que las creencias, es que aún tienes corazón y sentimientos, vaya que eres un ser extraño - Dije intentando parecer amigable - Pero para estos hombres, su misión vale más que sus vidas, y mientras vivan, no dudarán en morir por defender su causa, una y otra vez - Alejé mi mano del biocibernético esperando haberle hecho entender más las extrañas creencias de los hombres - Aunque parte de mí, desea saber cuál es ese fulano tesoro, creo que algunas cosas deben mantenerse en secreto - Dije en tono pausado mientras me recostaba a una pared para terminar de recuperar mis fuerzas...
El silencio que se había adueñado de la sala fue bruscamente roto por el feroz rugido de aquella imponente bestia, tan espantosa que Bath se había quedado inmóvil ante tal aberración - ¿Qué haces? ¡Muévete! - Murmuré mientras intentaba alcanzarla pero mi cuerpo no respondió a mis deseos y tal como ella quedé inmovilizado, pude ver apenas como Sajin, que aún se movía, intentaba apartarla del lugar, lo que me causó cierto alivio, aunque yo seguía aún en problemas, mis brazos se movían cada vez más lento, y no solo eso, sino que mis funciones básicas también se estaban haciendo lentas hasta llegar a cero, me costaba respirar, mi pecho parecía cada vez más endurecido, de seguir así moriría asfixiado en pocos instantes, pero antes la dragona se lanzó sobre los invasores llevándoselos con ella y perdiéndose hacia algún lugar donde los muros de la iglesia no nos permitían ver nada más allá de la efímera silueta pasando a través de los ventanales.
Al recuperar la movilidad sentí el cuerpo sumamente débil, por lo que acabé por desplomarme al piso, una vez recuperado conseguí sentarme, fue entonces cuando noté que Bath se acercaba a mí, me alegró ver que estaba bien - Vaya que hemos tenido un viaje extraño - Le dije mientras recuperaba el ritmo de mi respiración y veíamos al anciano alejarse en forma de dragón para perseguir a Lyanna hasta donde se hubiera metido.
Finalmente apareció el sacerdote junto al cuerpo del brujo desmayado, intenté levantarme para ver su estado pero mi debilidad me venció, por lo que fue necesario apoyarme en la pared para levantarme lentamente y caminar hasta donde se encontraba - Está bien, solo está cansado - Dije al ver que respiraba con normalidad, como si solo durmiera después de una gran labor; por su parte, el sacerdote parecía estar más interesado en su tesoro, lo que despertó el enojo del biocibernético, yo lo entendía, incluso siendo vampiro, me oponía a las masacres sin sentido, pero algunas luchas eran simplemente inevitables - ¡¡Basta Sajin!! - Dije con autoridad - Hay hombres para quienes, aquello en lo que creen vale más que sus vidas - Estiré mi mano buscando colocarla sobre su brazo - Si crees que las vidas valen más que las creencias, es que aún tienes corazón y sentimientos, vaya que eres un ser extraño - Dije intentando parecer amigable - Pero para estos hombres, su misión vale más que sus vidas, y mientras vivan, no dudarán en morir por defender su causa, una y otra vez - Alejé mi mano del biocibernético esperando haberle hecho entender más las extrañas creencias de los hombres - Aunque parte de mí, desea saber cuál es ese fulano tesoro, creo que algunas cosas deben mantenerse en secreto - Dije en tono pausado mientras me recostaba a una pared para terminar de recuperar mis fuerzas...
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Las batallas no estaban hechas para almas débiles, y al parecer el bio-cibernético estaba tan perdido y desorientado en aquel mundo de sombras que solo comprendía una cosa: violencia hacia quienes menos la merecían. La muerte se mete por los poros de cualquiera, incluso de una máquina diseñada para la destrucción como podía ser aquel ser. Aquellas personas habían dado su vida por guardar un tesoro que no les proporcionaba riqueza, ya que vivían en un pueblucho alejado de la mano de cualquier Dios; que no les proporcionaba paz, ya que vivían en velo constante de que alguien se lo arrebatase; que no les proporcionaba nada más que la sonrisa efímera y elocuente de una muchachita llamada Lyanna que custodiaba aquel diamante en bruto como si fuese la salvación de todo Aerandir.
Cuando agarró al sacerdote, enseguida Bio fue a darle una charla y a detenerle, en lo que él se encargaba Erzsébeth buscó su daga por el suelo, y la encontró llena de sangre y babas de dragón. Porque dudaba que un enemigo se hubiese dedicado a chuparla en sus últimos momentos de vida. Al volver a la escena, el sacerdote ya se había liberado y se estaba ajustado el cuello eclesiástico, como para poder coger todavía más aire. Erzsébeth le propinó un golpe en el hombro al bio-cibernético y le miró con desgana.
—Juzgar sin conocer es propio de humanos, Sajin —le espetó, pidiendo disculpas con la mirada al sacerdote— no te parezcas a nosotros en lo peor de nosotros. —En ese momento, Francis apareció, y el vampiro y el hechicero que quedaban con vida se arremolinaron tras él, con largas caras fustigados por la pérdida de sus compañeros.
—Mis hombres no han muerto en vano —dijo, agarrando del hombro a sus dos compañeros—, nosotros, como dice Bio, somos personas que harían cualquier cosa por sus creencias... sacrificamos a pocos para salvar a muchos. Ese es nuestro deber.
En los ventanales se dibujó la sombra de un dragón. Erzsébeth se relajó al ver que era el que había tomado forma el anciano, y en su lomo llevaba a Lyanna, con el precioso vestido blanco lleno de sangre y su pulsera de tobillo brillando con luz tenue. Su cara era de extremo cansancio, el sacerdote la agarró y se la llevó lejos de nosotros, a una sala apartada a la que no se les iba a permitir el acceso. Francis apoyó la mano en la cabeza de Mikael, y este dejó su forma draconiana para volver a su estado natural.
—Gracias a vosotros el tesoro sigue a salvo, muchachos, os estaré eternamente agradecido —musitó, a la vez que le daba la mano a Francis— sacrificamos a pocos para salvar a muchos —dijo, como autoconvenciéndose, a la vez que les regalaba una amplia sonrisa a todos los de la sala.
Los tres combatientes abandonaron la Iglesia a través de los ventanales. No tenían más que hacer allí. Mikael se apresuró a sentarse en el banco más cercano, con las manos cubiertas de sangre y olor a vísceras. Hizo un gesto para que se sentasen a su lado, y Erzsébeth obedeció sin demora. El sacerdote les acompañó sentándose al lado de su hermano, ahora también manchado en sus mangas de sangre.
—Por desgracia jamás podréis ver el tesoro —comenzó, cabizbajo, realmente afligido— dado que cualquiera se sentiría tentado de poseerlo y usarlo para sus propios fines. Es un objeto que llama a la maldad, a la avaricia, a lo más nefasto del ser humano... que reclama nuestra verdadera naturaleza.
—Aunque no podamos verlo, ¿nos dirá lo que es, Mikael? —preguntó el vampiro, con más curiosidad que intereses lucrativos. Sabía que no podía obtener aquel botín y ya se había rendido.
Hubo un pequeño silencio y los hermanos intercambiaron miradas. Lyanna salió del cuarto, vestida con un atuendo mucho más alegre. Unas botas negras altas atadas con cordeles y una falda amplia negra, una camiseta blanca con un poco de escote y sin mangas. En su cuello descansaba un collar y se había recogido los cabellos en una coleta alta, dejando sus orejas picudas al descubierto con unos pendientes de oro. Era sobrecogedoramente atractiva.
—Es un pergamino —empezó ella, abrazando con cariño a Bio—, un pergamino mágico. —Continuó, propinándole un tierno abrazo al bio-cibernético Sajin—. Cuando escribes en él... se hace realidad cualquier cosa. Puedes desear la guerra entre todos los reinos —dijo, besando a Erzsébeth en la frente— y se cumplirá. Puedes querer ser el nuevo Rey, y lo serás. Puedes anhelar el amor de cualquiera... y lo tendrás. Y para obtenerlo solo necesitas escribirlo con tu propia sangre. "Sacrificamos a pocos para salvar a muchos" fue lo que le dije a Mikael cuando nos conocimos, y las personas que nos ayudan a mantener esto en secreto lo han convertido en un lema. Porque es la realidad. ¿Sabes lo que haría una mala persona... cualquier persona... con eso entre sus manos?
Ahora Erzsébeth empezaba a comprender a qué venía tanto escándalo por aquel tesoro. Era como el fin del mundo en físico.
—¿Y tú no te ves tentada, que eres la única que lo ha tenido entre las manos?
—Soy la única que lo ha usado, y por mis dioses que he pecado y estoy pagando por ello —la tristeza que se plantó en su rostro hizo que al vampiro se le encogiese el alma— nunca podré irme de esta Iglesia, ahora me redimo cuidando de él. Es lo que hago para expiar mis pecados. No puedo contaros la atrocidad que deseé y lo que se me concedió, ¡pero puedo juraros que mientras viva nadie usará este artefacto! Y no tengo más que palabras de agradecimiento. Quiero que paséis por aquí de vez en cuando, que os quedéis con nosotros. No os olvidéis de mí, por favor... pero ahora debéis marcharos de aquí. Dadnos tiempo a llorar nuestros muertos. Y llevaos a ese hombre —señaló al viajero sin nombre— porque lo mataré como siga aquí al despertar.
Erzsébeth agradeció la explicación y le hizo un gesto a Bio. Se despidió de Mikael, su hermano y Lyanna y se acercó hasta el cuerpo del extraño, agarrándolo por la cintura y echándoselo a la espalda. No aguantaría mucho tiempo cargándolo, pero el bio-cibernético seguramente serviría como mula. Observó por última vez aquella arruinada Iglesia en aquel helado y perdido paraje, toda la sangre y todo el miedo. Todo lo que quedaba cuando ya no quedaba nada en realidad. Y atravesó los ventanales con lentitud, esperando que la acompañase su fiel amigo de aventuras y su nuevo y estrafalario cibernético.
Cuando agarró al sacerdote, enseguida Bio fue a darle una charla y a detenerle, en lo que él se encargaba Erzsébeth buscó su daga por el suelo, y la encontró llena de sangre y babas de dragón. Porque dudaba que un enemigo se hubiese dedicado a chuparla en sus últimos momentos de vida. Al volver a la escena, el sacerdote ya se había liberado y se estaba ajustado el cuello eclesiástico, como para poder coger todavía más aire. Erzsébeth le propinó un golpe en el hombro al bio-cibernético y le miró con desgana.
—Juzgar sin conocer es propio de humanos, Sajin —le espetó, pidiendo disculpas con la mirada al sacerdote— no te parezcas a nosotros en lo peor de nosotros. —En ese momento, Francis apareció, y el vampiro y el hechicero que quedaban con vida se arremolinaron tras él, con largas caras fustigados por la pérdida de sus compañeros.
—Mis hombres no han muerto en vano —dijo, agarrando del hombro a sus dos compañeros—, nosotros, como dice Bio, somos personas que harían cualquier cosa por sus creencias... sacrificamos a pocos para salvar a muchos. Ese es nuestro deber.
En los ventanales se dibujó la sombra de un dragón. Erzsébeth se relajó al ver que era el que había tomado forma el anciano, y en su lomo llevaba a Lyanna, con el precioso vestido blanco lleno de sangre y su pulsera de tobillo brillando con luz tenue. Su cara era de extremo cansancio, el sacerdote la agarró y se la llevó lejos de nosotros, a una sala apartada a la que no se les iba a permitir el acceso. Francis apoyó la mano en la cabeza de Mikael, y este dejó su forma draconiana para volver a su estado natural.
—Gracias a vosotros el tesoro sigue a salvo, muchachos, os estaré eternamente agradecido —musitó, a la vez que le daba la mano a Francis— sacrificamos a pocos para salvar a muchos —dijo, como autoconvenciéndose, a la vez que les regalaba una amplia sonrisa a todos los de la sala.
Los tres combatientes abandonaron la Iglesia a través de los ventanales. No tenían más que hacer allí. Mikael se apresuró a sentarse en el banco más cercano, con las manos cubiertas de sangre y olor a vísceras. Hizo un gesto para que se sentasen a su lado, y Erzsébeth obedeció sin demora. El sacerdote les acompañó sentándose al lado de su hermano, ahora también manchado en sus mangas de sangre.
—Por desgracia jamás podréis ver el tesoro —comenzó, cabizbajo, realmente afligido— dado que cualquiera se sentiría tentado de poseerlo y usarlo para sus propios fines. Es un objeto que llama a la maldad, a la avaricia, a lo más nefasto del ser humano... que reclama nuestra verdadera naturaleza.
—Aunque no podamos verlo, ¿nos dirá lo que es, Mikael? —preguntó el vampiro, con más curiosidad que intereses lucrativos. Sabía que no podía obtener aquel botín y ya se había rendido.
Hubo un pequeño silencio y los hermanos intercambiaron miradas. Lyanna salió del cuarto, vestida con un atuendo mucho más alegre. Unas botas negras altas atadas con cordeles y una falda amplia negra, una camiseta blanca con un poco de escote y sin mangas. En su cuello descansaba un collar y se había recogido los cabellos en una coleta alta, dejando sus orejas picudas al descubierto con unos pendientes de oro. Era sobrecogedoramente atractiva.
—Es un pergamino —empezó ella, abrazando con cariño a Bio—, un pergamino mágico. —Continuó, propinándole un tierno abrazo al bio-cibernético Sajin—. Cuando escribes en él... se hace realidad cualquier cosa. Puedes desear la guerra entre todos los reinos —dijo, besando a Erzsébeth en la frente— y se cumplirá. Puedes querer ser el nuevo Rey, y lo serás. Puedes anhelar el amor de cualquiera... y lo tendrás. Y para obtenerlo solo necesitas escribirlo con tu propia sangre. "Sacrificamos a pocos para salvar a muchos" fue lo que le dije a Mikael cuando nos conocimos, y las personas que nos ayudan a mantener esto en secreto lo han convertido en un lema. Porque es la realidad. ¿Sabes lo que haría una mala persona... cualquier persona... con eso entre sus manos?
Ahora Erzsébeth empezaba a comprender a qué venía tanto escándalo por aquel tesoro. Era como el fin del mundo en físico.
—¿Y tú no te ves tentada, que eres la única que lo ha tenido entre las manos?
—Soy la única que lo ha usado, y por mis dioses que he pecado y estoy pagando por ello —la tristeza que se plantó en su rostro hizo que al vampiro se le encogiese el alma— nunca podré irme de esta Iglesia, ahora me redimo cuidando de él. Es lo que hago para expiar mis pecados. No puedo contaros la atrocidad que deseé y lo que se me concedió, ¡pero puedo juraros que mientras viva nadie usará este artefacto! Y no tengo más que palabras de agradecimiento. Quiero que paséis por aquí de vez en cuando, que os quedéis con nosotros. No os olvidéis de mí, por favor... pero ahora debéis marcharos de aquí. Dadnos tiempo a llorar nuestros muertos. Y llevaos a ese hombre —señaló al viajero sin nombre— porque lo mataré como siga aquí al despertar.
Erzsébeth agradeció la explicación y le hizo un gesto a Bio. Se despidió de Mikael, su hermano y Lyanna y se acercó hasta el cuerpo del extraño, agarrándolo por la cintura y echándoselo a la espalda. No aguantaría mucho tiempo cargándolo, pero el bio-cibernético seguramente serviría como mula. Observó por última vez aquella arruinada Iglesia en aquel helado y perdido paraje, toda la sangre y todo el miedo. Todo lo que quedaba cuando ya no quedaba nada en realidad. Y atravesó los ventanales con lentitud, esperando que la acompañase su fiel amigo de aventuras y su nuevo y estrafalario cibernético.
Bathory
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Re: [CERRADO] Los deseos de un dragón [Interpretativo] [Libre]
Sin el más mínimo entendimiento del porque el sacrificio de tantas vidas, el bio-cibernético solo sabía expresarlo en el ahorcamiento del sacerdote con su férrea y fría mano metálica. Cada vida que había acabado en nombre de su espada, todo para satisfacer el deseo del sacerdote en poseer aún su preciado tesoro bajo su iglesia, algo que hacía verlo como alguien más que, según el bio-cibernético, debía ser castigado. Pensar que algo creado para proteger a una simple niña hubiese llegado al extremo de llevar a cabo masacres, era lo que lo hacía sentir incómodo en su interior. Esos recuerdos hicieron al bio-cibernético levantar del suelo al sacerdote con su brazo sobre su garganta, su papada caía entre sus dedos repleta de una blanca y espesa barba. Por cada gemido en el intento por respirar del sacerdote, sus compañeros le recriminaban acerca del lado humano al que se estaba encaminando; arrojo al sacerdote al suelo, se había recobrado del suelo muy lentamente y entonces fue cuando él decidió exponer su respuesta ante los comentarios de Bio y la vampiresa.
— No me interesa la vida de los desdichados. —Dijo; mi típico tono susurrante y frívolo acompañado de esa esencia metálica lo hacía ver inhumano. — Pero no sé que camino moral tiene el hecho de acabar con cientos de vidas miserables o no. ¿Acaso me lleva al camino correcto? ¿me retrocede? no lo sé. No entiendo la ética humana totalmente, lo intento, pero cada ética es distinta a las personas de las que he aprendido.
Dio una breve pausa tras lo que dijo Francis, se había percatado de las cosas. Todo era un cambio equivalente, el hecho de preservar lo que era correcto lo hizo pensar con claridad lo que en realidad hacía. Según sus formulaciones, lo que hizo solo fue deshacerse de vida innecesaria que por sí misma había optado a la muerte desde el principio, su propia arrogancia los llevo a ella.
— Mi programación y yo no puedo tolerarlo. —Comentó al respecto, recordó las palabras del anciano acerca de los deseos incitados a la venganza por mi parte. ¿Haber matado a tales mercenarios que acabaron con la vida de su señor acaso lo era? no, era cumplir su tarea como protector; su última tarea. Trato de negar la realidad, él no era un asesino. — Esto solo es un espiral de muerte y destrucción, como usted menciono anteriormente, pero aún así, parece ser que el nihilismo y altruismo debe perecer todavía conmigo.
Miro desde los ventanales sombras draconianas aterrizar sobre los suelos; iniciando una metamorfosis de dragón a hombre, pudo percatarse que se trataba del sabio anciano y pronto le seguiría Lyanna. Habían entrado a la iglesia una vez más, en la que Lyanna había estado reposando en el pecho del anciano con su vestido ensangrentado de las criaturas asesinadas en su haber. Fue llevada a una sala probablemente reconfortante para su estado, de la que probablemente no dejarían pasar al trío de aventureros. Sajin calló en un silencio inquebrantable aparentemente para escuchar las palabras del anciano, el sacerdote mostraba una cara de rencor hacia los actos del bio-cibernético y este bajaba la cabeza como señal de disculpa. Su programación le había dado esa disciplina y educación tan peculiar incluso como muestra de perdón, a pesar de que en su interior, no hubiese uno que otro sentimiento de culpa tras hacer ello.
Había denotado como el anciano se había sentado de vuelta en su trono manchado de la sangre y vísceras caídos en batalla gracias a su fiera transformación. La vampiresa se había sentado a su lado, pero el bio-cibernético aún así proseguía de pie viendo la situación en silencio. Mantuvo su sable de manera inversa con la punta acostada en el suelo, mientras que era sostenido sobre su pomo. El anciano se lamentó un poco por lo que habían hecho por salvar el tesoro, pero aún necio y aún con su postura, nadie podría ver el tesoro sobre su cadáver. Pero la vampiresa se mostró dudosa, preguntando acerca de lo que en realidad consistía y era el tesoro que tanto se ocultaba en la iglesia. Inesperadamente, Lyanna había salido vestida de manera atractiva para lo que la situación meritaba; pero sin embargo, aclaro las dudas de la vampiresa con total sabiduría al respecto.
Con cadas palabras que remarcaba sobre el tesoro, proseguía a dar un cálido abrazo a el señor Bio, que parecía haberse recuperado a pesar de la masacre encabezada en la iglesia hacia los invasores. Recuperando su postura en la conversación; Lyanna prosiguió mientras propino un abrazo a la tonificada coraza del bio-cibernético, el cual solo sintió la calidez del abrazo emitido por la joven con cierto afecto. No había sentido afecto durante mucho, pero eso no hizo que el bio-cibernético se sintiese afable o simpático por tal razón, seguía aún permaneciendo estoico y callado a la situación. Pero justo en el clímax de lo que decía, se había dignado a propinar esta vez a la vampiresa un beso en la frente. Así, poco después termino de dar a entender la breve, pero curiosa historia de lo que en verdad estaban protegiendo.
La vampiresa todavía persistió en preguntas al respecto del tema, pero Lyanna se había dignado a responder con su moral religiosa que indicaba cierto fanatismo. Sajin se percató poco después de los gestos de despedida de la vampiresa hacia Mikael, su hermano y Lyanna. Al parecer de tantas preguntas y sus misteriosos motivos, ella se había mostrado como una persona simpática para tales individuos. Cuando salió, Sajin vio por última vez la mirada de la vampiresa, la cual miraba a la ahora arruinada iglesia ensangrentada, que serviría como un relato más para la gran historia de aquel frívolo y desértico lugar. Sajin salió por la puerta trasera de la iglesia; no quería ser descubierto por Bio y la vampiresa, su silencio había sido solo por una razón en particular que tenía en mente.
— Voy a conseguir respuestas. —Comentó en su soledad, poco a poco iba marchándose del poblado sin dar un vistazo más hacia atrás. — Lo haré con tal de entenderme a mi mismo.
— No me interesa la vida de los desdichados. —Dijo; mi típico tono susurrante y frívolo acompañado de esa esencia metálica lo hacía ver inhumano. — Pero no sé que camino moral tiene el hecho de acabar con cientos de vidas miserables o no. ¿Acaso me lleva al camino correcto? ¿me retrocede? no lo sé. No entiendo la ética humana totalmente, lo intento, pero cada ética es distinta a las personas de las que he aprendido.
Dio una breve pausa tras lo que dijo Francis, se había percatado de las cosas. Todo era un cambio equivalente, el hecho de preservar lo que era correcto lo hizo pensar con claridad lo que en realidad hacía. Según sus formulaciones, lo que hizo solo fue deshacerse de vida innecesaria que por sí misma había optado a la muerte desde el principio, su propia arrogancia los llevo a ella.
— Mi programación y yo no puedo tolerarlo. —Comentó al respecto, recordó las palabras del anciano acerca de los deseos incitados a la venganza por mi parte. ¿Haber matado a tales mercenarios que acabaron con la vida de su señor acaso lo era? no, era cumplir su tarea como protector; su última tarea. Trato de negar la realidad, él no era un asesino. — Esto solo es un espiral de muerte y destrucción, como usted menciono anteriormente, pero aún así, parece ser que el nihilismo y altruismo debe perecer todavía conmigo.
Miro desde los ventanales sombras draconianas aterrizar sobre los suelos; iniciando una metamorfosis de dragón a hombre, pudo percatarse que se trataba del sabio anciano y pronto le seguiría Lyanna. Habían entrado a la iglesia una vez más, en la que Lyanna había estado reposando en el pecho del anciano con su vestido ensangrentado de las criaturas asesinadas en su haber. Fue llevada a una sala probablemente reconfortante para su estado, de la que probablemente no dejarían pasar al trío de aventureros. Sajin calló en un silencio inquebrantable aparentemente para escuchar las palabras del anciano, el sacerdote mostraba una cara de rencor hacia los actos del bio-cibernético y este bajaba la cabeza como señal de disculpa. Su programación le había dado esa disciplina y educación tan peculiar incluso como muestra de perdón, a pesar de que en su interior, no hubiese uno que otro sentimiento de culpa tras hacer ello.
Había denotado como el anciano se había sentado de vuelta en su trono manchado de la sangre y vísceras caídos en batalla gracias a su fiera transformación. La vampiresa se había sentado a su lado, pero el bio-cibernético aún así proseguía de pie viendo la situación en silencio. Mantuvo su sable de manera inversa con la punta acostada en el suelo, mientras que era sostenido sobre su pomo. El anciano se lamentó un poco por lo que habían hecho por salvar el tesoro, pero aún necio y aún con su postura, nadie podría ver el tesoro sobre su cadáver. Pero la vampiresa se mostró dudosa, preguntando acerca de lo que en realidad consistía y era el tesoro que tanto se ocultaba en la iglesia. Inesperadamente, Lyanna había salido vestida de manera atractiva para lo que la situación meritaba; pero sin embargo, aclaro las dudas de la vampiresa con total sabiduría al respecto.
Con cadas palabras que remarcaba sobre el tesoro, proseguía a dar un cálido abrazo a el señor Bio, que parecía haberse recuperado a pesar de la masacre encabezada en la iglesia hacia los invasores. Recuperando su postura en la conversación; Lyanna prosiguió mientras propino un abrazo a la tonificada coraza del bio-cibernético, el cual solo sintió la calidez del abrazo emitido por la joven con cierto afecto. No había sentido afecto durante mucho, pero eso no hizo que el bio-cibernético se sintiese afable o simpático por tal razón, seguía aún permaneciendo estoico y callado a la situación. Pero justo en el clímax de lo que decía, se había dignado a propinar esta vez a la vampiresa un beso en la frente. Así, poco después termino de dar a entender la breve, pero curiosa historia de lo que en verdad estaban protegiendo.
La vampiresa todavía persistió en preguntas al respecto del tema, pero Lyanna se había dignado a responder con su moral religiosa que indicaba cierto fanatismo. Sajin se percató poco después de los gestos de despedida de la vampiresa hacia Mikael, su hermano y Lyanna. Al parecer de tantas preguntas y sus misteriosos motivos, ella se había mostrado como una persona simpática para tales individuos. Cuando salió, Sajin vio por última vez la mirada de la vampiresa, la cual miraba a la ahora arruinada iglesia ensangrentada, que serviría como un relato más para la gran historia de aquel frívolo y desértico lugar. Sajin salió por la puerta trasera de la iglesia; no quería ser descubierto por Bio y la vampiresa, su silencio había sido solo por una razón en particular que tenía en mente.
— Voy a conseguir respuestas. —Comentó en su soledad, poco a poco iba marchándose del poblado sin dar un vistazo más hacia atrás. — Lo haré con tal de entenderme a mi mismo.
Sajin
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