Primera parte Xcii [Libre] [2/3]

Los rayos de sol se colaban por el bosque frondoso, la luz entraba por las ventanas de aquella cabaña en señal que el dios Balder estaba con nosotros en todo momento. Me desperté apoyando mis manos en la frente con los ojos aun cerrado, la claridad del día golpeaba con fuerza. Me levante como pude de mi cama ruidosa, que gruñía con cada movimiento. Camine hasta las ventanas, mirando como había despertado el día en este lado del reino.

Tome un poco de agua que había en una pequeña mesa junto a la ventana, tirandomela por encima, dejando que recorriera mi cabello y mi rostro. - ¡Por Freya! - Grite un poco terminando por despertar de aquella dulce mañana. El sol entraba pero aun así, podía sentir como el aire frió se colaba por debajo de la puerta. Mi próxima parada " la cocina ", donde tome una taza que contenia hidromiel de la noche anterior. Estaba algo caliente, pero al final bajo por mi garganta para aclararme la voz.

Apoye la taza con mi mano encima, dejando una marca de agua en la mesa mientras miraba por la ventana, en ese momento, apareció una figura humana. Me agache y subí a mi habitación con rapidez en busca de mis atuendos junto a mi espada. Años habían pasado sin que nadie se perdiera por este bosque y terminara aquí. Baje con rapidez hasta la puerta sin abrirla, con la espada en mano con mirada fría hacia esta, esperando que alguien terminara por llamar a la puerta.Con una voz fuerte y elevada, empezó a gritarle a la puerta de madera sosteniendo su espada clavando en el suelo. - ¿Quien te crees para irrumpir en mis tierras.? -

Luego de nuestro viaje hacia el este al fin habíamos llegado al bosque que tenia que estar rodeando la región de los licántropos a donde nos dirigiríamos para ver si encontrábamos un barco que nos llevara a las islas, cada vez me aburría mas el echo de buscar un barco para ir a ver a un hombre que posiblemente ni siquiera se encuentre allí, yo solo quería que esto terminara para irnos de una buena vez al sur antes de que el invierno empezara a caer sobre el continente. Ese día en vez de ser mi hermano el que me despertara a mi fui yo la que lo despertó, estaba entusiasmada de ir al territorio de licántropos ya que solo había escuchado de ellos en las historias que la señorita Rubí me había contado un par de veces, habíamos salido de la posada temprano, mi hermano caminaba medio adormilado mientras yo me sentía llena de energía, dando brinquitos me tope con una vereda la cual empece a seguir mientras empezaba a tararear una canción, luego de unos minutos llegamos a un terreno donde había una cabaña y me detuve en seco cuando mi hermano hablo. - Creo que nos fuimos por donde no era Cryz - dijo mi hermano mientras bostezaba. - Pues asi parece... ¿Quien viviría tan lejos de todo el mundo? - dije mientras me acercaba a la cabaña. - De seguro alguien que le gusta la tranquilidad asi que nos iré... - mi hermano no termino la frase cuando yo empece a tocar la puerta. Espere a que alguien saliera pero en vez de eso solo escuchamos aquel voz mal educado a la cual no me pude contener a responder de igual forma descortés - Buenos día para usted también - dije mientras fruncía el seño. - Esta niña nunca aprende - dijo mi hermano frotándose los ojos mientras se acercaba a mi para alejarme de la puerta aunque yo no me movía y me quedaba alli parada con los brazos cruzados y el seño fruncido.

Mientras se quedaba quieto frente a la puerta de madera, podía escuchar murmuros, parecía que no iba a ser solo una persona, tal vez un grupo de bandidos en busca de tesoros o algo que robar. De un momento a otro, se escucho una voz femenina y joven.
Asomo la cabeza por la ventana de cristal para observar quienes eran los forasteros que se encontraban en mis tierras.

Parecía una niña junto a su protector o eso llegaba a deducir. Dejo el arma a un lado, abriendo la puerta entrecerrando los ojos por la claridad de la luz y coloco su mano en su frente, utilizándola como gorra. - Buenos días, perdonad mi falta de educación. No suelo tener visitas por aquí. - Salí de mi mazmorra de una forma muy campechana, dando a entender que no iba a dañar a nadie o eso era la intención. Observo más de cerca a aquella chica, debía ser muy joven, pero en estos lugares tener una cara tan perfecta solía ser algo muy raro de ver. - Parecéis algo perdidos, sois muy jóvenes para dar vueltas así. - Paso la mano por su cabeza para mirar hacia los lados, podía ser que no estuvieran solos, una niña con esa cara seria un buen cebo para hacer la emboscada de su vida.

Mis tripas gruñían fuertemente del hambre que tenia, era la hora de desayunar y para él eso era algo más que sagrado. - Si queréis descansar y tomar algo, mi puerta esta abierta, y más ahora que tengo hambre. No me importa cocinar para tres. - No quería molestar a la pareja en ningún momento, solo quería algo de charla, no era usual que alguien pasara por aquí extrañaba una buena conversación con una taza de té. Tal vez se precipitaba, pero la cara de esa niña recordaba a la diosa Freya, y podía ser una buena señal de los dioses.

Spoiler:

Pude escuchar como las tripas de mis nuevos amigos de paso sonaban de forma fuerte, me di la vuelta mirandolos de reojo, aun así, invitandolos a comer no podía fiarme de nadie que pasara por aquí. Este bosque esconde muchos misterios, y que una joven junto a su guardaespaldas aparecieran de un momento a otro, hacia sobresaltar todas las alarmas en mi cabeza. Entre en mi casa otra vez dejando la puerta abierta y poniendo un poco de agua para el té a calentar. Saque unos pastelitos que se vendían en unas de las aldeas cercanas colocandolas en la mesa. - Pasad y comer todo lo que queráis, aquí hay de sobra si no vienen esos perros otra vez.- Decía estas ultimas palabras en voz baja refiriendose a los licántropos que solían venir a robar comida a mi cabaña. Ni siquiera daban las gracias y eso es lo que me alteraba de manera descomunal.

Me senté en la mesa mientras vería como se acercaban poco a poco hasta entrar en mi cabaña, esperaba sorprenderles, estaba muy limpia y decorada con cosas de la región. Solté mi capa encima de la mesa mientras de sus lados estaban aquellos pastelitos.- La verdad es que hace mucho que no veo a personas por aquí. Es un alivio ver que estáis perdidos, pero tranquilos, se como salir de aquí. Pero primero comed algo, parece que tenéis hambre.- El agua del té empezó a hervir y las serví junto a sacos de té en tazas de metal individuales. Coloque una para cada uno dando un sorbo a la mía.- Si no molesta la pregunta. ¿ Donde vais. ? - Decía con un tono sereno y tranquilo con un toque de tranquilidad e inquietud. Podrían meterse en la boca del lobo sin darse cuenta, y nunca mejor dicho.

Se despidió de Didacus con un movimiento de cabeza y éste le regaló una sonrisa como respuesta, a la vez que volteaba y contoneaba sus caderas de forma femenina con dirección a la taberna. Escupió al suelo y se volteó frunciendo tanto los labios como la nariz en una mueca de profundo asco, como si tuviese excremento a tan solo unos palmos de su cara; jamás le había agradado el desplante del hombre, pero le era fiel, riguroso y siempre llegaba con especias que hacían funcionar el mercado contrabandista con regularidad. No podía quejarse.

Se situó frente al último caballo que había robado y éste le devolvió una mirada metódica, tratando de descubrir cuál era el último paraje que visitarían esta vez. Le sobó la cabeza y tomó una de sus orejas, para acariciarla, a lo que, como respuesta, bufó y meneó la cabeza, adivinando que esta vez el viaje sería algo más largo.

—Necesitamos ir hacia el Norte, en zonas húmedas podremos encontrar Flores de Baile azules—le dijo al caballo, como si éste entendiera. Le acarició el lomo y luego prosiguió, sincerándose—, no sé qué tan al norte debemos ir.

Preparó al caballo en unos cuantos minutos, y ya alistado con mantas, pedernales, manzanas, sogas, dos cantimploras y un conejo (además de su espada y su bolso), se dirigió a la salida de Lunagerta a un potente galope.

Tardaron días, se detuvo para analizar de cerca las plantas y muchas otras más veces se detuvo con miedo de excederse con el caballo, ya llevaba semanas con él y no le había fallado, era primer caballo que duraba tanto a sus cuidados, por lo que se había vuelto riguroso a sus necesidades de agua o alimento. En su interior agradeció que los bosques fueran tan frondosos porque siempre había dónde pastar y encontraba rápidamente carne; aunque le costaba mayormente encender una fogata, fuera la hora que fuera. Los bosques eran muy húmedos.

Cuando llegaron a los Bosques del Este Desmond se preguntó, no sin algo de molestia, qué tanto más allá debían llegar para encontrar las dichosas flores, no quería pasar de Dundarak (puesto que no conocía de prostíbulos en el lugar), aunque su cuerpo imploraba por un lecho en el cuál dormir, en lugar de piedras y humedad, Desmond lo ignoraba. Quería llegar con las plantas y estrujárselas en la parte más baja de su espalda a Didacus, enseñándole de una vez a caminar como hombre.

—Jodido verriondo, pudiste enviar a quién sea en mi lugar.

Cruzaron un último paraje y una gran posada se situó frente a sus ojos, se sintió contrariado de encontrar una cabaña en un lugar tan apartado, pero decidió no tomarle más importancia. Siguió a un galope suave, pero se detuvo justo antes de pasar por su lado. No podía ignorar su cuerpo por siempre, debía descansar y el animal también, suspiró, sintiéndose indispuesto para cruzar palabras con nadie, aunque decidió que la situación lo ameritaba.

Se bajó del animal de un salto, tomó las riendas, las sujetó a un árbol que se extendía cercano a la cabaña y con el ánimo de quién se rinde a las dependencias de alguien más, tocó el marco con suavidad, se cruzó de brazos y preparó mentalmente el discurso de quién no tiene nada que ofrecer más que unos animales con piel para poder pasar hasta el día siguiente en el lugar.

OFF ROL: