[Zona de culto] Altar de Árbol Madre

- Así que este es el árbol madre de Sandorai... Había escuchado hablar de él, pero no lo había llegado a ver en persona nunca.

"En realidad sí estuvimos aquí, pero hace ya mucho tiempo."

- Ya, seguro que sí, pero te empeñas en no contarme todo lo que no recuerdo de nuestro pasado.

"No lo necesitas, en realidad, así es mejor para todos, ya te lo he dicho."

Suspiro profundamente.

- Vale, está bien, pero al menos dime, ¿qué viene a hacer la gente a estos lugares?

"Normalmente rezar, pero tu pregunta no va por ahí, la respuesta que buscas es. Un sacrificio. Eso es lo que vine a hacer aquí hace tiempo"

Así que un sacrificio... Supongo que podríamos hacer un sacrificio ahora también. Aunque creo que no llevo encima nada que sacrificar. Rebusco entre los bolsillitos ocultos de la capa. Galletas. Sangre. Bellotas. Una pluma... ¿por qué tengo una pluma si no sé escribir con ella? Me encojo de hombros. Un segundo...

- ¿Por qué llevo una bolsita de sangre encima?

"Es del último vampiro que nos encontramos, pensé que sería buena idea guardar una poca por si acaso"

Suspiro de nuevo. Supongo que ya que estamos aquí, no estará de más hacer un pequeño sacrificio... No tengo mucha idea de cómo va esto y espero no invocar por error al dios de las ardillas, dicen que tiene muy mal despertar.

- ¡Por el amor de Osín, oh dioses yo os invoco! -Me pongo de rodillas y alzo la galleta y la bolsita de sangre al cielo.

"No es Osín, es Odín."

- ¿Perdona?

"Que no se llama Osín, su nombre es Odín, con de"

- ¿Significa eso que no es un oso gigante que vela por la buena fortuna de los osos y los animales del bosque?

"... Paso. De verdad, continúa, sé tú misma."

Pongo la galleta en el suelo. Saco una de las flechas del carcaj y pincho la base de la bolsita de sangre, derramándola sobre la galleta. Acto seguido apuñalo la galleta en el centro. Me levanto de nuevo y doy dos pasos atrás. Cierro los ojos y junto las manos en el pecho.

- Vos más oscuro que el crepúsculo, vos más rojo que la sangre que fluye, en vuestro gran nombre, en las corrientes del tiempo sepultado, juro aquí servir a la oscuridad, que todos los necios que osen oponérsenos, por el poder que ambos poseemos, sean por completo aniquilados.

"Oye... No creo que eso sea lo más apropiado para recitar en este lugar. Sin embargo me encanta."

Bueno... Creo que ya está. Misión cumplida, podemos volver a casa, me dará pena haber sacrificado la galleta, pero ya que estaba por aquí debía presentar mis respetos. Me doy media vuelta dejando la galleta atravesada en el lugar y me dirijo al camino por el que he venido.

Todo hijo e hija de Sandorai de bien, y que por ende mantuviera un saludable respeto por los dioses, por los antepasados y por las tradiciones, peregrinaba al menos una vez en su vida a Árbol Madre para rezar ante su altar principal; Lugar sagrado entre los lugares sagrados para los elfos, y además la mayor de sus ciudades. Centro cultural, político y económico para los descendientes de los druidas además del religioso, incluso a pesar del carácter tribal de su sociedad. En cierto modo, y comparando su cultura con la humana, Árbol Madre sería su capital, salvando las distancias.

La primera vez que Níniel visitó aquel lugar, quedando anonadada por su inmensidad, por la cantidad y el tamaño de las estructuras a su alrededor y por el gran número de elfos que vio, apenas era una novicia de diez años. Con esa edad cualquier cosa resulta sorprendente cuando te has criado en una aldea en el corazón del bosque...Pero lo cierto es que, años después, seguía siendo una visión estremecedora, al mismo tiempo que reconfortante para el cuerpo y el espíritu. Una realmente se sentía cercana a los dioses con tan solo pisar la misma tierra en la que las raíces del gran árbol se hundían profundas.

Que diferente resultaba aquello con respecto a Lunargenta, por mucho que se hubiese ya acostumbrado a vivir allí...Al menos en gran medida.

-Sacerdotisa.- Saludaron los guardias de las puertas del santuario al verla, dejándola pasar sin ningún tipo de traba o impedimento. La joven llevaba entre sus brazos la ofrenda que ofrecería a los dioses: una gran cesta de frutas y flores. Y parecía que no era la única. Un nada desdeñable número de fieles también habían escogido aquel momento para realizar sus plegarias y tributos a los divinos. El altar estaba colmado de regalos. Tanto que casi costaba encontrar espacio para los suyos.

-Dragones ancestrales, dadme fuerzas para poder seguir superando las pruebas en mi camino. Anar, que tu luz guíe mis pasos y mi juicio en estos tiempos oscuros. Isil, protégenos a a mí a los míos de todo mal. Imbar, déjame aprender las enseñanzas ocultas en cada hoja, en cada roca.- Rogó a los dioses, permaneciendo en silenciosa meditación durante unos minutos más antes de partir.

Ciudades asaltadas, asedio de fuerzas oscuras al hogar ancestral de los elfos, informaciones que iban y venían por toda Aerandir sobre negras alas y que auguraban que lo peor podía estar aún por llegar...Incluso las mismas estrellas caían del cielo y se precipitaban sobre la tierra. Augurio para unos, evento cósmico estudiable para otros, inquietante para casi todos. Difícilmente podrían encontrarse en una encrucijada peor como para necesitar más la ayuda y guía de los dioses, o al menos así lo entendía Níniel. Y en ningún lugar sus ruegos y plegarías les llegarían tan altos y claros como desde Árbol madre, así como cualquier posible respuesta por parte de los divinos a sus súplicas y dudas.

-¿Estoy siguiendo el camino correcto?- Dudaba la peliblanca mientras oraba y meditaba frente al altar principal, donde había depositado ofrendas de fruta, semillas y hermosas y coloridas flores. -¿Podría haber tomado otro camino, haber hecho las cosas de manera diferente?- Seguía preguntándose pasados unos minutos, recordando sus acciones pasadas y los resultados de las mismas. Tanto aquellas que habían parecido ser buenas, como aquellas malas, como las que habían tenido los resultados previstos a pesar de sus esfuerzos. -¿Realmente necesito más poder o...algo diferente?-

Aquel lugar la hacía sentir alivio, calma, paz. Se sentía en comunión con la luz como nunca...pero aún así no parecía que está fuese a darle las respuestas que buscaba. O tal vez sí. Tal vez simplemente debía de apartar las dudas de su mente y seguir esforzándose al máximo. Tal vez las respuestas que buscaba las había sabido siempre y solo necesitaba un momento como aquel para poner en orden sus ideas.

-Aún necesito vuestra ayuda y protección, dioses del bosque. Aún quedan muchas pruebas que superar, peligros que sortear, amenazas que combatir...No podré hacerlo sola.- Rogó. Y en ese momento a su mente llegaron imágenes de Catherine, Vincent, Chimar, Canel, Al´theas, Bio...los dioses habían respondido. No estaba sola.

Allí se encontraba, mirando de lejos hacia el gran árbol madre de Sandorai. Era casi como un sueño, el mas fantástico y deslumbrante de todos los que había tenido hasta ahora. Hacía mucho que no lo visitaba, y sus recuerdos de él eran prácticamente escasos, pues en aquel momento era tan solo una niña pegada a las faldas de su abuela. Su querida abuela, no podía no recordar su rostro lleno de orgullo y aún así preocupación por la inminente partida de su querida nieta. Con un leve movimiento de cabeza alejó el recuerdo de su mente y volvió a centrarse en lo que allí presenciaba. Sin lugar a dudas lo recordaba tan maravilloso como cuando era solo una niña, esa grandeza que emanaba aún estaba ahí. Pero desde luego en aquel entonces, mas alto, pues obviamente su estatura había cambiado considerablente al crecer.

Esta era su primera parada tras abandonar su poblado en busca de una nueva vida, su propia vida. Queria vivir aventuras y descubrir cosas nuevas, y estaba preparada para ello. Quería descubrir quien era y sobretodo su propósito en este mundo. Y para ello necesitaba también la aceptación de los dioses y su guía para saber que estaba haciendo lo correcto. Debía seguir bien el camino para lograr buenos resultados. Lo tenía todo calculado, ¡ claro que sí !, era lo correcto y lo mas sensato. Cuan orgullosa estaría su familia de ella. Se llevó la mano al pecho y aguantó una lágrima, no podía permitirse llorar, no quería volverse atrás.
Alzó el rostro al cielo y continuó su paso hacia el altar con decisión.Una vez frente a él, se arrodilló, y echando mano de su zurrón fue sacando varias flores y ramas de diferentes colores, y dibujando un círculo con ellas en el suelo frente al altar.

- De mas claro a mas oscuro. Tiene que quedar perfecto - el murmullo casi inaudible le hacía mantener la concentración.
Sacó a continuación una vasija y una bota de piel a rebosar de vino. La alzó, y mirando hacia la copa del árbol llenó la vasija del mejor vino del lugar. Cerró los ojos, concentrando toda su energia en la intención de su ofrenda. Una vez preparada, colocó el recipiente en el centro del arreglo floral, y alzando sus manos comenzó su cántico.
- Oh, querida Isil. Oh, gran Anar. Excelentísima Imbar, escuchar mi cantar, mi súplica, y escucharme rezar. Querida isil vela por mi en mi viaje. Anar darme fuerzas para nunca rendirme y perseverar. Imbar acompañame en el camino y honrame con tu compañía en la soledad. Darme suerte, pues no quiero fallar
Para acabar este rito solemne volvio a alzar la vasija y con los ojos aún cerrados dió un trago al vino. Para así finalmente, abrir bien sus ojos y alzar la vista al cielo. Su mirada se dibujaba decidida en su rostro, pues la suerte estaba echada.