[Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
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[Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
El monte de San pedro era esa pequeña aldea que Flint Roiland le había “otorgado” como recompensa por haberle sacado de Dalmasca con vida, por haberle reunido de nuevo con Bashira y haber restaurado la paz en el Arenal.
Era un lugar apacible, un modesto viñedo a varias decenas de kilómetros de la propia Roilkat, un lugar dónde nunca pasaba nada.
Por eso Eltrant, como encargado del mismo, había decidido que el mejor modo de usar la aldea era como refugio para las personas del norte que huían de la plaga, o para los más necesitados de la zona que, después de que los vampiros hubiesen tomado Lunargenta, no eran pocos.
Y hasta el momento había funcionado. Incluso los habitantes parecían estar orgulloso de lo que hacían en aquel lugar.
- ¡Lord Tale! – La voz de Gianluigi Fondante, el hombre regordete que había dejado a cargo del lugar resonó en sus oídos. - ¡Habéis recibido la carta! – Dijo estrechando la mano del exmercenario con efusividad.
Eltrant, sin apartar la mirada de la alta empalizada de madera con la que ahora contaba la aldea que había prometido cuidar, bajó ambas manos hasta el cinturón.
- No me llames así… - Suspiró, sacudió la cabeza. - ¿Qué ha pasado aquí, Gian? – Preguntó el castaño a continuación. Lyn, sin decir nada, se adelantó un par de pasos y, desde el amplio portón de lo que ahora más que una aldea era una fortificación, miró el interior del mismo. - ¿Cuál es la urgencia de la que no me podías hablar por carta? – Agregó.
- Mejor se lo cuento dentro, Lord Tale. - Eltrant se quedó en silencio, mirando fijamente al hombre durante varios largos segundos. - ¿Sabe algo de Lady Delteria? – El exmercenario desvió la mirada.
- No. – Admitió.
Lo cierto es que parte de la responsabilidad de estar allí en aquel momento también recaía sobre Alanna, pero, estuviese dónde estuviese, no podía culparla. Ella también tenía problemas de los que ocuparse.
- Vamos –
- Entonces… - Lyn se acomodó junto a él, en el amplió balcón de la habitación de su habitación en el edificio de mayor tamaño de la aldea. - ¿Tienes una aldea y nunca me lo has dicho? ¡¿Tienes súbditos?! – Comentó la vampiresa, casualmente, cruzándose de brazos. - ¡¿Puedo pedirles que bailen?! – Agarró al castaño del brazo y le zarandeó con suavidad.
- Este sitio no es mío. – Respondió Eltrant riendo con suavidad. – Mi casa es esa cabaña en los bosques del… - Se detuvo, negó con la cabeza al ver la expresión de su amiga. - Básicamente… ¿Cuido de este sitio? O se supone que tengo que hacerlo. – Sentenció suspirando, apoyando ambas manos sobre la baranda de mármol que descansaba frente a él.
Miró el casi centenar de antorchas que había bajo él, en la aldea, moviéndose de un lugar a otro. En un principio la aldea tenía una población de unas veinte personas, pero ahora había más casas, tiendas de campaña, incluso había visto alguna tienda de otra: era una especie de ciudad pequeña.
Sonrió, se alegraba de que al menos la idea inicial de aquel lugar fuese bien todavía. Le preocupaba que el alojar refugiados alinease a los aldeanos originales, parecían estar encajando todos bastante bien.
- Lo que quieres decir, Mortal, es… - La vampiresa amplió la sonrisa - ¿Es que eres una especie de ama de llaves? Eso sí que te pega más. – Eltrant dejó escapar una sonora carcajada, Lyn se unió a las risas. – Pero enserio. – dijo cortando de golpe, de forma casi antinatural. – Quiero una habitación. – Sentenció, Eltrant sonrió. - ¡Mejor aún! – Levantó un dedo más de su mano derecha. - ¡Quiero tres habitaciones! ¡Una de ellas la tuya! – El castaño enarcó una ceja y, sin perder la sonrisa, se cruzó de brazos.
En ese momento Gianluigi entró en el dormitorio, Eltrant se giró hacía el hombre.
- Los preparativos están listos, Lord Tale. – dijo, el castaño puso los ojos en blanco al oír su apellido precedido por ese título y se pasó la mano por la cara; Lyn dejó escapar una risita. – Por favor, sígame – Indicó Gian haciendo una leve reverencia.
- Llámame Eltrant… o Tale si quieres. – Dijo siguiendo al hombre.
- O Mortal. – Cortó la vampiresa, Eltrant obvió a su compañera y continuó caminando tras el hombre. – A mi podéis llamarme “Su Majestad”. Eso también va por ti, Mortal – Continuó diciendo. – O, en su defecto, mi fiel Gianluigi: Señora-de-todas-las-cosas-que-ves. – El hombre se detuvo un instante a mirar a la vampiresa y, después de mirar de forma interrogante a Eltrant, continuó caminando.
- Mejor Señorita, sí, señorita queda mejor. -
– Tú llámala Lyn – Aseguró, Eltrant, sonriendo. La mencionada infló los mofletes. – Pero ya lo sabes, Gian. No soy ningún noble. – Indicó. El “alcalde” del Monte no contestó a esto último, se limitó a asentir con suavidad y condujo a la pareja hasta una habitación de mayores proporciones, en el piso superior.
La habitación estaba completamente vacía salvo por una amplia mesa descansaba en el centro de la misma, cubierta de papeles y mapas. Repasó el lugar con la mirada, solo estaban ellos, no había nadie más.
Por lo que recordaba, la primera vez que visitó el lugar aquella estancia había sido, antes, había una especie de salón de bailes. Y aunque no entendía muy bien porque Roiland padre habría construido algo así en un viñedo, al menos le habían dado mejor uso al espacio con el que contaban.
Le recordaba al lugar en el que se había reunido con Flint no hacia tanto tiempo.
- ¿Y bien? – Preguntó Eltrant, esperaba que hubiese allí alguien más, quizás los preparativos habían sido en algún otro lado.
- Lor… - Se aclaró la garganta y continuó hablando - Tale. – dijo rápidamente, casi parecía encontrar más difícil decirlo de aquella forma. – Desde los rumores de que… la guerra esta avanzando. – El hombre sacó un pañuelo de su bolsillo y, antes de seguir hablando, se lo pasó por la frente. – Bueno… una compañía de Mercenarios se ha asentado en los bosques de la zona. – Eltrant enarcó una ceja y dejó que Gian continuase hablando. – Lo que en un principio solo parecían amenazas se ha vuelto… grave señor. – Se detuvo y señaló al mapa. – Nos negamos a darles lo que pedían, pero eso solo los ha hecho más insistentes; hace dos semanas atacaron con un pequeño grupo de diez hombres y mataron a varios de los más jóvenes. – dijo dejándose caer en una silla – Y la semana pasada trataron de robarnos las provisiones y las medicinas que nos quedaban. Mataron a varios o hirieron a todos los que intentaro detenerlos – Cerró los ojos, Eltrant examinó el mapa.
- ¿Sabes cuantos son? – El hombre tragó saliva y asintió.
- Unos cien… creemos que más. – dijo.
- ¿Creemos? – Eltrant se llevó la barba hasta el mentón, Gianluigi asintió.
- El Monte de San Pedro será pequeño, pero se ha vuelto el hogar de muchas familias. Roilkat y Dalmasca están ahora demasiado ocupada para lidiar con esto, pero nosotros estamos dispuestos a pelear por él. – dijo – Somos unos cincuenta capaces de blandir un arma. – Expuso bajando la mano hasta la hoja que descansaba en su cintura. – También hay varios elfos que nos ayudan con las medicinas y los heridos. Suelen quedarse en el sótano de esta casa con los que no pueden pelear cada vez que los mercenarios vuelven. – Se detuvo unos instantes - … nos están ayudando mucho, al principio nos llegaban algunos contagiados del norte y no sabíamos qué hacer con ellos realmente. – Tomó aire. – Pero ya está todo bien. – Aseveró – Después está este tipo… - Se atusó el mentón – Un hombre-bestia, uno de varios en realidad, tenemos muchos visitantes de Dalmasca últimamente. – Expuso – Pero este es un tipo enorme, siempre contando chistes horriblemente malos. – Sonrió - Es un toro o una vaca. En sí, es el que ha levantado la mayor parte de la empalizada, él solo. – Parecía orgulloso de decir aquellas palabras. – Es un buen amigo. – dijo al final.
Eltrant cerró los ojos y se apoyó en la mesa, aquella era demasiada información para asimilarla de golpe.
- ¿Tienen nombre estos mercenarios? – Preguntó.
- No… no que sepamos. – Se levantó – Hemos oído que son como un cumulo de muchos grupos que se han unido. – dijo – Algunos soldados que aún son leales a Roiland padre, bandidos comunes, incluso algún vampiro que otro… - dijo levantando un dedo con cada. – Oh, y unos tipos que se hacen llamar Los Nómadas. – dijo al final. – Al parecer son los que están uniendo a toda esa chusma bajo una sola bandera. - Eltrant levantó la mirada y frunció el ceño.
¿Había oído bien? ¿Los Nómadas? ¿Esos Nómadas? Encontraba impensable que estuviesen comportándose de esa forma, sobre todo en un lugar como aquel. Sin responder inmediatamente Eltrant rebuscó entre sus bolsillos hasta que sacó una pequeña piedra en la que había tallado un pequeño símbolo.
Asher le había entregado aquello como salvoconducto para no meterse en problemas al acercarse al templo del todo.
- ¿Llevan este símbolo en alguna parte de las armaduras? – Preguntó - ¿En algún collar? ¿O cosido en la ropa? – Añadió enseguida. Gian alzó ambas cejas y tomó la pequeña piedra más de cerca, la examinó con cuidado.
- No. – dijo al final, negando con la cabeza. – Y me resulta raro. – Indicó – Por lo que he oído “Piel de Lobo” …el líder de estos Nómadas, suele despreciar la magia y… ¿No es eso una runa? – Inquirió al final. – Hace mucho que deje de lado mis estudios de arcanos, pero… lo parece al menos. – dijo al final.
- Lo suponía… - Sacudió la cabeza. – Esto va a ser… interesante. – Se rascó la barba y dejó escapar todo el aire que tenía en los pulmones - Manda una carta a Roilkat. A Irirgo Raymond. – Ordenó, esperaba que el dragón siguiese por la zona – Explícale todo esto, detállalo lo máximo posible. – Gianluigi se mostró sorprendido unos instantes, pero, al cabo de un rato, se encaminó hacía la puerta de la habitación.
- Lord Tale. – dijo antes de salir. – Se acerca la hora en la que el… - Se detuvo unos instantes – El emisario de esos deleznables embaucadores se acerca a pedirnos que nos rindamos. – dijo – Le agradecería que fuese a recibirlo usted esta vez. – dijo antes de desaparecer tras la puerta.
Off: Los asedios son largos, así que podeis poner que vuestros PJs entrar en días distintos al que lo hace Eltrant. ^^
Era un lugar apacible, un modesto viñedo a varias decenas de kilómetros de la propia Roilkat, un lugar dónde nunca pasaba nada.
Por eso Eltrant, como encargado del mismo, había decidido que el mejor modo de usar la aldea era como refugio para las personas del norte que huían de la plaga, o para los más necesitados de la zona que, después de que los vampiros hubiesen tomado Lunargenta, no eran pocos.
Y hasta el momento había funcionado. Incluso los habitantes parecían estar orgulloso de lo que hacían en aquel lugar.
- ¡Lord Tale! – La voz de Gianluigi Fondante, el hombre regordete que había dejado a cargo del lugar resonó en sus oídos. - ¡Habéis recibido la carta! – Dijo estrechando la mano del exmercenario con efusividad.
Eltrant, sin apartar la mirada de la alta empalizada de madera con la que ahora contaba la aldea que había prometido cuidar, bajó ambas manos hasta el cinturón.
- No me llames así… - Suspiró, sacudió la cabeza. - ¿Qué ha pasado aquí, Gian? – Preguntó el castaño a continuación. Lyn, sin decir nada, se adelantó un par de pasos y, desde el amplio portón de lo que ahora más que una aldea era una fortificación, miró el interior del mismo. - ¿Cuál es la urgencia de la que no me podías hablar por carta? – Agregó.
- Mejor se lo cuento dentro, Lord Tale. - Eltrant se quedó en silencio, mirando fijamente al hombre durante varios largos segundos. - ¿Sabe algo de Lady Delteria? – El exmercenario desvió la mirada.
- No. – Admitió.
Lo cierto es que parte de la responsabilidad de estar allí en aquel momento también recaía sobre Alanna, pero, estuviese dónde estuviese, no podía culparla. Ella también tenía problemas de los que ocuparse.
- Vamos –
[…]
- Entonces… - Lyn se acomodó junto a él, en el amplió balcón de la habitación de su habitación en el edificio de mayor tamaño de la aldea. - ¿Tienes una aldea y nunca me lo has dicho? ¡¿Tienes súbditos?! – Comentó la vampiresa, casualmente, cruzándose de brazos. - ¡¿Puedo pedirles que bailen?! – Agarró al castaño del brazo y le zarandeó con suavidad.
- Este sitio no es mío. – Respondió Eltrant riendo con suavidad. – Mi casa es esa cabaña en los bosques del… - Se detuvo, negó con la cabeza al ver la expresión de su amiga. - Básicamente… ¿Cuido de este sitio? O se supone que tengo que hacerlo. – Sentenció suspirando, apoyando ambas manos sobre la baranda de mármol que descansaba frente a él.
Miró el casi centenar de antorchas que había bajo él, en la aldea, moviéndose de un lugar a otro. En un principio la aldea tenía una población de unas veinte personas, pero ahora había más casas, tiendas de campaña, incluso había visto alguna tienda de otra: era una especie de ciudad pequeña.
Sonrió, se alegraba de que al menos la idea inicial de aquel lugar fuese bien todavía. Le preocupaba que el alojar refugiados alinease a los aldeanos originales, parecían estar encajando todos bastante bien.
- Lo que quieres decir, Mortal, es… - La vampiresa amplió la sonrisa - ¿Es que eres una especie de ama de llaves? Eso sí que te pega más. – Eltrant dejó escapar una sonora carcajada, Lyn se unió a las risas. – Pero enserio. – dijo cortando de golpe, de forma casi antinatural. – Quiero una habitación. – Sentenció, Eltrant sonrió. - ¡Mejor aún! – Levantó un dedo más de su mano derecha. - ¡Quiero tres habitaciones! ¡Una de ellas la tuya! – El castaño enarcó una ceja y, sin perder la sonrisa, se cruzó de brazos.
En ese momento Gianluigi entró en el dormitorio, Eltrant se giró hacía el hombre.
- Los preparativos están listos, Lord Tale. – dijo, el castaño puso los ojos en blanco al oír su apellido precedido por ese título y se pasó la mano por la cara; Lyn dejó escapar una risita. – Por favor, sígame – Indicó Gian haciendo una leve reverencia.
- Llámame Eltrant… o Tale si quieres. – Dijo siguiendo al hombre.
- O Mortal. – Cortó la vampiresa, Eltrant obvió a su compañera y continuó caminando tras el hombre. – A mi podéis llamarme “Su Majestad”. Eso también va por ti, Mortal – Continuó diciendo. – O, en su defecto, mi fiel Gianluigi: Señora-de-todas-las-cosas-que-ves. – El hombre se detuvo un instante a mirar a la vampiresa y, después de mirar de forma interrogante a Eltrant, continuó caminando.
- Mejor Señorita, sí, señorita queda mejor. -
– Tú llámala Lyn – Aseguró, Eltrant, sonriendo. La mencionada infló los mofletes. – Pero ya lo sabes, Gian. No soy ningún noble. – Indicó. El “alcalde” del Monte no contestó a esto último, se limitó a asentir con suavidad y condujo a la pareja hasta una habitación de mayores proporciones, en el piso superior.
La habitación estaba completamente vacía salvo por una amplia mesa descansaba en el centro de la misma, cubierta de papeles y mapas. Repasó el lugar con la mirada, solo estaban ellos, no había nadie más.
Por lo que recordaba, la primera vez que visitó el lugar aquella estancia había sido, antes, había una especie de salón de bailes. Y aunque no entendía muy bien porque Roiland padre habría construido algo así en un viñedo, al menos le habían dado mejor uso al espacio con el que contaban.
Le recordaba al lugar en el que se había reunido con Flint no hacia tanto tiempo.
- ¿Y bien? – Preguntó Eltrant, esperaba que hubiese allí alguien más, quizás los preparativos habían sido en algún otro lado.
- Lor… - Se aclaró la garganta y continuó hablando - Tale. – dijo rápidamente, casi parecía encontrar más difícil decirlo de aquella forma. – Desde los rumores de que… la guerra esta avanzando. – El hombre sacó un pañuelo de su bolsillo y, antes de seguir hablando, se lo pasó por la frente. – Bueno… una compañía de Mercenarios se ha asentado en los bosques de la zona. – Eltrant enarcó una ceja y dejó que Gian continuase hablando. – Lo que en un principio solo parecían amenazas se ha vuelto… grave señor. – Se detuvo y señaló al mapa. – Nos negamos a darles lo que pedían, pero eso solo los ha hecho más insistentes; hace dos semanas atacaron con un pequeño grupo de diez hombres y mataron a varios de los más jóvenes. – dijo dejándose caer en una silla – Y la semana pasada trataron de robarnos las provisiones y las medicinas que nos quedaban. Mataron a varios o hirieron a todos los que intentaro detenerlos – Cerró los ojos, Eltrant examinó el mapa.
- ¿Sabes cuantos son? – El hombre tragó saliva y asintió.
- Unos cien… creemos que más. – dijo.
- ¿Creemos? – Eltrant se llevó la barba hasta el mentón, Gianluigi asintió.
- El Monte de San Pedro será pequeño, pero se ha vuelto el hogar de muchas familias. Roilkat y Dalmasca están ahora demasiado ocupada para lidiar con esto, pero nosotros estamos dispuestos a pelear por él. – dijo – Somos unos cincuenta capaces de blandir un arma. – Expuso bajando la mano hasta la hoja que descansaba en su cintura. – También hay varios elfos que nos ayudan con las medicinas y los heridos. Suelen quedarse en el sótano de esta casa con los que no pueden pelear cada vez que los mercenarios vuelven. – Se detuvo unos instantes - … nos están ayudando mucho, al principio nos llegaban algunos contagiados del norte y no sabíamos qué hacer con ellos realmente. – Tomó aire. – Pero ya está todo bien. – Aseveró – Después está este tipo… - Se atusó el mentón – Un hombre-bestia, uno de varios en realidad, tenemos muchos visitantes de Dalmasca últimamente. – Expuso – Pero este es un tipo enorme, siempre contando chistes horriblemente malos. – Sonrió - Es un toro o una vaca. En sí, es el que ha levantado la mayor parte de la empalizada, él solo. – Parecía orgulloso de decir aquellas palabras. – Es un buen amigo. – dijo al final.
Eltrant cerró los ojos y se apoyó en la mesa, aquella era demasiada información para asimilarla de golpe.
- ¿Tienen nombre estos mercenarios? – Preguntó.
- No… no que sepamos. – Se levantó – Hemos oído que son como un cumulo de muchos grupos que se han unido. – dijo – Algunos soldados que aún son leales a Roiland padre, bandidos comunes, incluso algún vampiro que otro… - dijo levantando un dedo con cada. – Oh, y unos tipos que se hacen llamar Los Nómadas. – dijo al final. – Al parecer son los que están uniendo a toda esa chusma bajo una sola bandera. - Eltrant levantó la mirada y frunció el ceño.
¿Había oído bien? ¿Los Nómadas? ¿Esos Nómadas? Encontraba impensable que estuviesen comportándose de esa forma, sobre todo en un lugar como aquel. Sin responder inmediatamente Eltrant rebuscó entre sus bolsillos hasta que sacó una pequeña piedra en la que había tallado un pequeño símbolo.
Asher le había entregado aquello como salvoconducto para no meterse en problemas al acercarse al templo del todo.
- ¿Llevan este símbolo en alguna parte de las armaduras? – Preguntó - ¿En algún collar? ¿O cosido en la ropa? – Añadió enseguida. Gian alzó ambas cejas y tomó la pequeña piedra más de cerca, la examinó con cuidado.
- No. – dijo al final, negando con la cabeza. – Y me resulta raro. – Indicó – Por lo que he oído “Piel de Lobo” …el líder de estos Nómadas, suele despreciar la magia y… ¿No es eso una runa? – Inquirió al final. – Hace mucho que deje de lado mis estudios de arcanos, pero… lo parece al menos. – dijo al final.
- Lo suponía… - Sacudió la cabeza. – Esto va a ser… interesante. – Se rascó la barba y dejó escapar todo el aire que tenía en los pulmones - Manda una carta a Roilkat. A Irirgo Raymond. – Ordenó, esperaba que el dragón siguiese por la zona – Explícale todo esto, detállalo lo máximo posible. – Gianluigi se mostró sorprendido unos instantes, pero, al cabo de un rato, se encaminó hacía la puerta de la habitación.
- Lord Tale. – dijo antes de salir. – Se acerca la hora en la que el… - Se detuvo unos instantes – El emisario de esos deleznables embaucadores se acerca a pedirnos que nos rindamos. – dijo – Le agradecería que fuese a recibirlo usted esta vez. – dijo antes de desaparecer tras la puerta.
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Off: Los asedios son largos, así que podeis poner que vuestros PJs entrar en días distintos al que lo hace Eltrant. ^^
Última edición por Eltrant Tale el Mar Jun 26 2018, 20:32, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Miré a Irirgo en silencio. No podía creerme lo que estaba oyendo. Había leído un perfil de cada uno de los miembros que el dragón había reclutado. Las cosas, simplemente, no encajaban. No había pasado el tiempo suficiente como para que se organizasen así, ni se habían movido lo suficientemente lejos.
No, la única opción que quedaba es que fuese alguien aparte. Alguien que se hubiese hecho pasar por nosotros. ¿Con qué intenciones? ¿Arruinar nuestra reputación? ¿Provocarnos? Fuera lo que fuese, no podía dejar que continuase. Tomé la carta por mi mismo, y la leí con cuidado.
-¿Alguna idea? ¿Que hacemos?- preguntó el dragón. Respiré pesadamente. Las cosas habían cambiado mucho. Empezaba a sospechar que quedaban pocos lugares seguros.
-Quiero a todos los Nómadas de vuelta a Roilkat.- dije. -Koth está en Vulwulfar. Rak puede quedarse en el Templo. El resto, que vuelva. Si algunos quieren ayudar, dales tareas, pero no fuera de la ciudad o el arenal. Somos más fuerte en familia. Si nos están atacando...- dije, dejando la frase en el aire. Temía que empezasen a atacarlos individualmente.
-¿Y tú...?-
-Me encargaré de esto personalmente. Me llevo a Syl y a Oshu.- dije. Le miré a los ojos. Sabía lo que iba a decir. Podía verlo. -Me gustaría tenerte a ti también, pero... te necesitan aquí. Te necesito aquí.- declaré. Lentamente, el veterano asintió.
-Sobre Syl...- empezó. Suspiré, algo letárgico.
-Dejarle de lado mientras yo lucho no hará que se sienta mejor.- No había nada que quisiese más que abandonarlo todo y quedarme con el felino. Buscar un sitio alejado de todo el mundo. Tener paz. Solo los dos.
Tal vez con el tiempo, eso se hiciese realidad. Pero por el momento, era imposible. Demasiada gente dependía de mi. Lo sentía tanto. Syl se merecía ser feliz.
Lo conseguiría, tarde o temprano. Por el momento, lo único que el gato había querido era que yo tomase el mando.
-Salimos en tres horas.- declaré.
-¿Por qué...?- La voz de Syl se acalló lentamente a mitad de frase. Le miré, atento. Había estado algo reclusivo últimamente. No me alejaba si hablaba con él, pero era raro que preguntase algo. El felino hizo un gesto para quitarle importancia, pero no desvié la mirada. Finalmente, habló, bajando un poco la mirada. -¿Por qué ha recibido Irirgo la carta? ¿Por qué se la enviarían a él?-
Me quedé pensativo unos instantes. Tenía razón, al menos en parte.
-Podría ser una trampa.- dijo Oshu, a mi derecha. -Tal vez deberíamos evitarlo.-
-No nos han pedido ayuda.- murmuré. -No esperan que respondamos. La carta era... más bien como un informe. Y se la han enviado a un oficial del Ejercito Nórgedo. No saben que es un Nómada.- declaré. -Pero hacéis bien en sospechar. Iremos con cuidado.-
Tenía vidas a mi cargo. Confiaban y creían en mi. Las nuevas runas de Brillo se encargaban de recordarmelo cada vez que miraba la espada. No les iba a fallar.
Cuando llegamos al viñedo, las cosas parecían... tranquilas, incluso. Estaba atardeciendo, y no había un alma a la vista. Intercambié una mirada con mis compañeros, tanteando mi espada con la mano.
-¿Hueles eso?- preguntó mi congénere. -...Yo tampoco. Creía que esto era un viñedo. Pero no hay uvas. Solo murallas.- dijo, frunciendo el ceño. -Y hay algo más. Como metal y...-
-...Sangre.- terminé. Emití un grave gruñido, molesto. ¿Que demonios significaba aquello? Me dirigí hacia el edificio principal con grandes zancadas. Oshu desenvainó sus espadas lentamente, pero le detuve de un gesto justo antes de golpear la puerta repetidas veces.
Pasaron diez segundos. Insistí. Otros diez. Y la puerta se abrió. Un hombre gordo y bajo. No el que buscaba.
-¿En qué puedo...?-
-Donde. Está. Eltrant.- le interrumpí, taladrándole con la mirada. El hombre dio un paso atrás, mirando de un lado para otro nerviosamente.
-Lord Tale está ahora mismo en...-
-¿LORD TALE?- vociferé. ¿Me estaba tomando el pelo? No. Ese hombre no tenía el valor para aquello. La voz le temblaba casi tanto como su cuerpo. Cerré el puño izquierdo y lo relajé, moviendo el metal. Respiré hondo. -Quiero ver a Eltrant. Ahora.-
-Por... por supuesto. Se lo haré saber.- dijo, dando unos pasos hacia atrás. Su mano fue hacia el manillar de la puerta, pero tras otra intensa mirada por mi parte, el hombrecillo se lo pensó dos veces. Después, se fue corriendo por los pasillos, probablemente buscando al "señor". Le seguí unos pasos, con Syl y Oshu entrando detrás, hasta alcanzar un salón.
-¡ELTRANT!- llamé.
Los breves momentos que tuve me sirvieron para respirar y tranquilizarme un poco. Eltrant no era un enemigo. Confiaba en él. Debía haber una explicación muy buena para traernos hasta allí de esa forma. Esperaba que no fuese ninguna broma. Para cuando finalmente le vi, suspiré. Lamentaba no poder recibirle amistosamente. Pero no podía bajar la guardia en esos momentos.
-¿Qué significa esto, Eltrant?- pregunté, llevándome la mano a la nuca. Ugh. ¿Que estaba haciendo? -Disculpa si parezco algo alterado. No han sido unos días muy buenos.-
No, la única opción que quedaba es que fuese alguien aparte. Alguien que se hubiese hecho pasar por nosotros. ¿Con qué intenciones? ¿Arruinar nuestra reputación? ¿Provocarnos? Fuera lo que fuese, no podía dejar que continuase. Tomé la carta por mi mismo, y la leí con cuidado.
-¿Alguna idea? ¿Que hacemos?- preguntó el dragón. Respiré pesadamente. Las cosas habían cambiado mucho. Empezaba a sospechar que quedaban pocos lugares seguros.
-Quiero a todos los Nómadas de vuelta a Roilkat.- dije. -Koth está en Vulwulfar. Rak puede quedarse en el Templo. El resto, que vuelva. Si algunos quieren ayudar, dales tareas, pero no fuera de la ciudad o el arenal. Somos más fuerte en familia. Si nos están atacando...- dije, dejando la frase en el aire. Temía que empezasen a atacarlos individualmente.
-¿Y tú...?-
-Me encargaré de esto personalmente. Me llevo a Syl y a Oshu.- dije. Le miré a los ojos. Sabía lo que iba a decir. Podía verlo. -Me gustaría tenerte a ti también, pero... te necesitan aquí. Te necesito aquí.- declaré. Lentamente, el veterano asintió.
-Sobre Syl...- empezó. Suspiré, algo letárgico.
-Dejarle de lado mientras yo lucho no hará que se sienta mejor.- No había nada que quisiese más que abandonarlo todo y quedarme con el felino. Buscar un sitio alejado de todo el mundo. Tener paz. Solo los dos.
Tal vez con el tiempo, eso se hiciese realidad. Pero por el momento, era imposible. Demasiada gente dependía de mi. Lo sentía tanto. Syl se merecía ser feliz.
Lo conseguiría, tarde o temprano. Por el momento, lo único que el gato había querido era que yo tomase el mando.
-Salimos en tres horas.- declaré.
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-¿Por qué...?- La voz de Syl se acalló lentamente a mitad de frase. Le miré, atento. Había estado algo reclusivo últimamente. No me alejaba si hablaba con él, pero era raro que preguntase algo. El felino hizo un gesto para quitarle importancia, pero no desvié la mirada. Finalmente, habló, bajando un poco la mirada. -¿Por qué ha recibido Irirgo la carta? ¿Por qué se la enviarían a él?-
Me quedé pensativo unos instantes. Tenía razón, al menos en parte.
-Podría ser una trampa.- dijo Oshu, a mi derecha. -Tal vez deberíamos evitarlo.-
-No nos han pedido ayuda.- murmuré. -No esperan que respondamos. La carta era... más bien como un informe. Y se la han enviado a un oficial del Ejercito Nórgedo. No saben que es un Nómada.- declaré. -Pero hacéis bien en sospechar. Iremos con cuidado.-
Tenía vidas a mi cargo. Confiaban y creían en mi. Las nuevas runas de Brillo se encargaban de recordarmelo cada vez que miraba la espada. No les iba a fallar.
[. . .]
Cuando llegamos al viñedo, las cosas parecían... tranquilas, incluso. Estaba atardeciendo, y no había un alma a la vista. Intercambié una mirada con mis compañeros, tanteando mi espada con la mano.
-¿Hueles eso?- preguntó mi congénere. -...Yo tampoco. Creía que esto era un viñedo. Pero no hay uvas. Solo murallas.- dijo, frunciendo el ceño. -Y hay algo más. Como metal y...-
-...Sangre.- terminé. Emití un grave gruñido, molesto. ¿Que demonios significaba aquello? Me dirigí hacia el edificio principal con grandes zancadas. Oshu desenvainó sus espadas lentamente, pero le detuve de un gesto justo antes de golpear la puerta repetidas veces.
Pasaron diez segundos. Insistí. Otros diez. Y la puerta se abrió. Un hombre gordo y bajo. No el que buscaba.
-¿En qué puedo...?-
-Donde. Está. Eltrant.- le interrumpí, taladrándole con la mirada. El hombre dio un paso atrás, mirando de un lado para otro nerviosamente.
-Lord Tale está ahora mismo en...-
-¿LORD TALE?- vociferé. ¿Me estaba tomando el pelo? No. Ese hombre no tenía el valor para aquello. La voz le temblaba casi tanto como su cuerpo. Cerré el puño izquierdo y lo relajé, moviendo el metal. Respiré hondo. -Quiero ver a Eltrant. Ahora.-
-Por... por supuesto. Se lo haré saber.- dijo, dando unos pasos hacia atrás. Su mano fue hacia el manillar de la puerta, pero tras otra intensa mirada por mi parte, el hombrecillo se lo pensó dos veces. Después, se fue corriendo por los pasillos, probablemente buscando al "señor". Le seguí unos pasos, con Syl y Oshu entrando detrás, hasta alcanzar un salón.
-¡ELTRANT!- llamé.
Los breves momentos que tuve me sirvieron para respirar y tranquilizarme un poco. Eltrant no era un enemigo. Confiaba en él. Debía haber una explicación muy buena para traernos hasta allí de esa forma. Esperaba que no fuese ninguna broma. Para cuando finalmente le vi, suspiré. Lamentaba no poder recibirle amistosamente. Pero no podía bajar la guardia en esos momentos.
-¿Qué significa esto, Eltrant?- pregunté, llevándome la mano a la nuca. Ugh. ¿Que estaba haciendo? -Disculpa si parezco algo alterado. No han sido unos días muy buenos.-
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
-Esta gente...apesta a miedo. No me gustan y no me gusta este lugar.- Profirió "Cuerno torcido" mientras observaba con cara de asco y sin pudor alguno a su alrededor, a todas partes de aquella pequeña taberna, moviendo de una de sus grandes manos a otra el pequeño vaso de vino que le habían servido, y que en su opinión era tan pequeño e insuficiente como la comida a la que acompañaba. -Además esta bebida es una mierda. Parece alguna especie de meado sin fuerza. La gente del sur...no tenéis ni idea, con razón os arrebatan las ciudades.- Siguió quejándose sin molestarse siquiera en bajar la voz, casi como si esperase que alguna de las personas cercanas le oyese y se atreviera a intentar hacerle tragar sus palabras, algo que no había sucedido desde que llegaran y que no tenía aspecto de que fuese a cambiar. Y no solo porque el dragón del norte superara con creces los dos metros de altura.
-Si fuese miedo todo lo que puede olerse...Pero sigue siendo mejor que Lunargenta en día de mercado.- Se sumó Catherine a las quejas de su nuevo compañero de viaje, con el que no es que hubiese hecho tampoco muy buenas migas, a pesar de lo que por sus palabras podría llegar a parecer. -Igual tampoco es que vayamos a quedarnos mucho, ¿no?- Preguntó mirando a Níniel, la única de aquel grupo que se comportaba como era debido y se limitaba a esperar, sopesando los fragmentos de conversaciones y los rumores que recorrían aquella aldea, construida por lo que sabía alrededor de un viñedo y el negocio que ello conllevaba.
-Nos iremos tan pronto como tengamos lo que hemos venido a buscar. No podemos tomar parte de los problemas de esta gente con los bandidos, ni esperar a que las cosas se compliquen más...-Respondió la joven de cabello blanco intentando mantener un perfil bajo, algo imposible con aquellos dos a su lado. En otras circunstancias no le hubiese importado tratar de ayudar, consciente como elfa que era de lo importante que era proteger el hogar a cualquier precio, pero tenía una misión que cumplir.
-Elfa.- Interrumpiría en ese momento un humano acercándose hasta la mesa donde el trío estaba sentado y tratando de comer las escasas raciones que habían podido servirles a precio de oro en aquella afinada taberna. Se trataba de un hombre joven equipado con lo que a todas luces era un equipo de combate improvisado. -Tengo la información que me pediste.- Añadió enseguida, tendiendo la mano a la espera de que la sacerdotisa completase el pago prometido. Algo que Níniel cumplió colocando un par de monedas más sobre aquella palma extendida. -El hombre que buscas se hace llamar Randalf Graff. Está en la casa del Lord. Por lo visto ayuda a elfos que hay allí con los heridos.- Completó entonces su informe el orejas redondas, causando que Níniel no pudiera evitar un expresión de sorpresa.
-Gracias, te aseguro que decírnoslo es lo correcto. Ese hombre no es quién dice ser.- Dijo la joven levantándose sin haber tocado apenas nada de su plato y siendo rápidamente secundada por el colosal dragón del norte. Catherine se mostró algo más remolona, poco contenta de tener que dejar toda esa comida allí después de lo cara que les había salido por culpa de ser extraños en el lugar, posiblemente tomados por mercenarios, y por todos los problemas que estaban causando los bandidos, pero acabó por levantarse igualmente. -Considérate invitado, no parece que la situación se preste a dejar comida en la mesa.- Le indicaría la peliblanca a su confidente antes de alejarse de allí, rumbo a la salida, y desde esta hasta la indicada ubicación, la cual no tenía pérdida al ser la mayor edificación del lugar.
-Vaya, bonita casa. El dueño debe de estar forrado. Si no fuese por la cantidad de bandidos que no paran de atacar el lugar, no sería un mal sitio para vivir...-Profirió Catherine tan pronto el grupo se detuvo antes las puertas de la villa. -¿Y ahora qué? ¿Llamamos y les decimos que nos entreguen a ese tipo sin más?.- Dudó la pelirroja, que ya por costumbre estaba estudiando otras vías de acceso menos evidentes que la puerta principal. -Podría colarme por los balcones sin problemas...-
-Venimos en nombre de la Logia y de los reinos del norte, en cuanto seamos anunciados y compartamos lo que sabemos no creo que nos pongan pegas. Incluso se alegrarán de librarse de él. Será el propio "Randalf" el que no se alegre mucho de vernos...- Respondió la joven llamando a la puerta, la cual no tardó en abrirse apareciendo por ella un hombrecillo bajito y regordete que casi se disloca el cuello elevando su vista hasta contemplar a "Cuerno torcido" en toda su gloria. Luego miró a Catherine y dio un respingo.
-Ah. ¿Vienen con el caballero de antes? Adelante, síganme por favor.- Indicó el tipo, algo inquieto y claramente confundiéndolos como parte de un grupo mayor, y peligroso teniendo en cuenta los sudores que resbalaban por su frente. -Les llevaré hasta Lord Tale.- Indicó guiándoles por aquella casa. Parecía algo revuelta, como si hubiese sufrido bastante trasiego últimamente.
-En realidad somos representantes de...- Trató de decirle la peliblanca sin éxito. Aquel hombrecillo se movía con gran rapidez y soltura por aquella casa a pesar de sus características físicas, y no la dejó explicarse. Además, ¿acababa de decir Lord Tale? Níniel pensó en el humano mercenario y ex guardia que podía hablar con los muertos, aunque descartó aquella opción por varias y evidentes razones. Su sorpresa una vez lo tuvo delante, dejando patente lo equivocada que estaba, no pudo ser mayor.
-¿Eltrant?- ¿Desde cuándo era Lord? Y en Roilkat además. -¿Asher?.-Dudó una vez más al ver que en aquella sala estaba también el hombre-bestia, compañero de lucha contra los no muertos y cliente de su pequeño negocio en la tomada Lunargenta. Ninguno de los dos estaba solo. -Oh, lo lamento, la sorpresa me ha dejado sin palabras.-Se disculpó enseguida.
-¿El humano un noble? Ja, si lo llego a saber hubiese pedido el triple de filetes invernales. Y decía no tener dinero. Como nos engañó.- Comentó la mujer felina. -Te hemos pillado, lord Tale...Noble rico de día, justiciero de noche. ¿De qué me suena eso? Bah da igual.- Añadió.
-Si fuese miedo todo lo que puede olerse...Pero sigue siendo mejor que Lunargenta en día de mercado.- Se sumó Catherine a las quejas de su nuevo compañero de viaje, con el que no es que hubiese hecho tampoco muy buenas migas, a pesar de lo que por sus palabras podría llegar a parecer. -Igual tampoco es que vayamos a quedarnos mucho, ¿no?- Preguntó mirando a Níniel, la única de aquel grupo que se comportaba como era debido y se limitaba a esperar, sopesando los fragmentos de conversaciones y los rumores que recorrían aquella aldea, construida por lo que sabía alrededor de un viñedo y el negocio que ello conllevaba.
-Nos iremos tan pronto como tengamos lo que hemos venido a buscar. No podemos tomar parte de los problemas de esta gente con los bandidos, ni esperar a que las cosas se compliquen más...-Respondió la joven de cabello blanco intentando mantener un perfil bajo, algo imposible con aquellos dos a su lado. En otras circunstancias no le hubiese importado tratar de ayudar, consciente como elfa que era de lo importante que era proteger el hogar a cualquier precio, pero tenía una misión que cumplir.
-Elfa.- Interrumpiría en ese momento un humano acercándose hasta la mesa donde el trío estaba sentado y tratando de comer las escasas raciones que habían podido servirles a precio de oro en aquella afinada taberna. Se trataba de un hombre joven equipado con lo que a todas luces era un equipo de combate improvisado. -Tengo la información que me pediste.- Añadió enseguida, tendiendo la mano a la espera de que la sacerdotisa completase el pago prometido. Algo que Níniel cumplió colocando un par de monedas más sobre aquella palma extendida. -El hombre que buscas se hace llamar Randalf Graff. Está en la casa del Lord. Por lo visto ayuda a elfos que hay allí con los heridos.- Completó entonces su informe el orejas redondas, causando que Níniel no pudiera evitar un expresión de sorpresa.
-Gracias, te aseguro que decírnoslo es lo correcto. Ese hombre no es quién dice ser.- Dijo la joven levantándose sin haber tocado apenas nada de su plato y siendo rápidamente secundada por el colosal dragón del norte. Catherine se mostró algo más remolona, poco contenta de tener que dejar toda esa comida allí después de lo cara que les había salido por culpa de ser extraños en el lugar, posiblemente tomados por mercenarios, y por todos los problemas que estaban causando los bandidos, pero acabó por levantarse igualmente. -Considérate invitado, no parece que la situación se preste a dejar comida en la mesa.- Le indicaría la peliblanca a su confidente antes de alejarse de allí, rumbo a la salida, y desde esta hasta la indicada ubicación, la cual no tenía pérdida al ser la mayor edificación del lugar.
-Vaya, bonita casa. El dueño debe de estar forrado. Si no fuese por la cantidad de bandidos que no paran de atacar el lugar, no sería un mal sitio para vivir...-Profirió Catherine tan pronto el grupo se detuvo antes las puertas de la villa. -¿Y ahora qué? ¿Llamamos y les decimos que nos entreguen a ese tipo sin más?.- Dudó la pelirroja, que ya por costumbre estaba estudiando otras vías de acceso menos evidentes que la puerta principal. -Podría colarme por los balcones sin problemas...-
-Venimos en nombre de la Logia y de los reinos del norte, en cuanto seamos anunciados y compartamos lo que sabemos no creo que nos pongan pegas. Incluso se alegrarán de librarse de él. Será el propio "Randalf" el que no se alegre mucho de vernos...- Respondió la joven llamando a la puerta, la cual no tardó en abrirse apareciendo por ella un hombrecillo bajito y regordete que casi se disloca el cuello elevando su vista hasta contemplar a "Cuerno torcido" en toda su gloria. Luego miró a Catherine y dio un respingo.
-Ah. ¿Vienen con el caballero de antes? Adelante, síganme por favor.- Indicó el tipo, algo inquieto y claramente confundiéndolos como parte de un grupo mayor, y peligroso teniendo en cuenta los sudores que resbalaban por su frente. -Les llevaré hasta Lord Tale.- Indicó guiándoles por aquella casa. Parecía algo revuelta, como si hubiese sufrido bastante trasiego últimamente.
-En realidad somos representantes de...- Trató de decirle la peliblanca sin éxito. Aquel hombrecillo se movía con gran rapidez y soltura por aquella casa a pesar de sus características físicas, y no la dejó explicarse. Además, ¿acababa de decir Lord Tale? Níniel pensó en el humano mercenario y ex guardia que podía hablar con los muertos, aunque descartó aquella opción por varias y evidentes razones. Su sorpresa una vez lo tuvo delante, dejando patente lo equivocada que estaba, no pudo ser mayor.
-¿Eltrant?- ¿Desde cuándo era Lord? Y en Roilkat además. -¿Asher?.-Dudó una vez más al ver que en aquella sala estaba también el hombre-bestia, compañero de lucha contra los no muertos y cliente de su pequeño negocio en la tomada Lunargenta. Ninguno de los dos estaba solo. -Oh, lo lamento, la sorpresa me ha dejado sin palabras.-Se disculpó enseguida.
-¿El humano un noble? Ja, si lo llego a saber hubiese pedido el triple de filetes invernales. Y decía no tener dinero. Como nos engañó.- Comentó la mujer felina. -Te hemos pillado, lord Tale...Noble rico de día, justiciero de noche. ¿De qué me suena eso? Bah da igual.- Añadió.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Gritos en el piso inferior.
- Dioses… ¿Y ahora qué? - Se llevó la mano izquierda hasta la sien y suspiró, llevaba varios días sin dormir una noche completa, no había un momento en el que cualquiera que le mirase a la cara no le informase de las profundas ojeras delas que ahora era dueño.
Había hecho todo lo que recordaba que había que hacer en aquellos casos y, aun así, seguía pensando que no estaban preparado para absolutamente nada de lo que se podía avecinar. Había fortificado mejor las murallas, se había asegurado de que el sótano estaba repleto de víveres y de que todos recordaban a dónde dirigirse hacer si los mercenarios atacaban de improviso.
También había doblado las patrullas, estaba usando a las personas con más experiencia para que enseñasen un mínimo de esgrima a los menos capaces. Se frotó los ojos, sus charlas con el emisario no habían sido lo que se decían agradables y los bandidos parecían estar esforzándose más por torturarles.
No atacan directamente, parecían que querían desgastarles, humillarles incluso.
Levantó la vista del amplio mapa de la zona que tenía frente a él y se giró hacía la puerta, las voces se hacían cada vez más y más fuerte.
Por supuesto, conocía el dueño de aquella voz, lo esperaba antes.
Sin soltar el papel en el que estaba anotando las nuevas guardias de la noche sonrió al lobo cuando hizo acto de presencia en la estancia que usaba como “sala de reuniones”. Parecía enfadado, bastante enfadado.
Era lógico que estuviese así.
- No te preocupes. – dijo Eltrant depositando, entonces, el papel amarillento que tenía en la mano frente a él, sobre la mesa. Cerró los ojos momentáneamente. – Perdóname a mí por llamarte así. – dijo llevándose la mano hasta cara, se frotó los ojos y se giró hacía su amigo, iba junto a Syl y a otra persona que no había visto nunca, otro perro. ¿Sería un Nómada? Si estaba con Asher sería por algún motivo de peso, lo dejó estar. – ¿Irirgo recibió la carta? – Le hizo un gesto al perro y a sus acompañantes para que acercasen hasta la mesa – No quería añadir nada más… relevante, en un principio. – Se rascó la barba. – Están haciéndose con la mayoría de las cartas que enviamos. Quería que sonase a petición de ayuda genérica, a la guardia de Roilkat, esas las dejan pasar porque… bueno, ellos tienen ahora problemas más importantes de los que ocuparse. - En ese momento entró Gianluigi en la habitación, tras el lobo y sus acompañantes.
- Lord Tale, no he podido… - Gianluigi entró el último, respirando con dificultad, parecía haber subido la larga escalera que conducía hasta el piso superior de una larga carrera, como solía hacer. El exmercenario estaba bastante seguro que cualquier día acabaría perdiendo la vida si seguia dándose tanta prisa.
- Eltrant, Gian. Ya lo hemos hablado. Llámame Eltrant – Sentenció el castaño severamente, el hombre reaccionó de la misma forma que lo había hecho las demás veces, sin contestar. – Y no te preocupes, son amigos míos. – dijo señalando a Asher con el pulgar – Ve a ver cómo están las puertas, por favor. Asegurate de que se relevan como he dicho, haz que descansen. – dijo – Ya casi es la hora de que llegue, prepáralo todo. – Tras decir eso último, Eltrant dio por finalizada la conversación con Gianluigi, el cual, tras asentir y susurrarle una disculpa al lobo, abandonó la habitación.
Volvió a girarse hacía su amigo, enarcó una ceja cuando, ahora que lo vio más de cerca, comprobó que había cambiado de atuendo. Sonrió. Al menos ahora si le daban con una espada había probabilidades de que aquella armadura detuviese el golpe.
- A ver… - Se llevó la mano hasta la cara - ¿Por dónde empiezo? – Se dijo a sí mismo, sin apartar los ojos del mapa - …El Monte de San Pedro es un Viñedo que Flint dejó a mi cargo cuando impedí que lo matasen en Dalmasca. Como recompensa, supongo. – dijo a los presentes. – …a Lyn le gusta decir que soy algo así como un jardiero glorificado. – Aseguró. – Y no se equivoca… - dijo esbozando una sonrisa. – Bueno, no me entusiasma la idea de tener tierras a mi cargo. – Se rio en voz baja – Así que he aprovechado para usarlo durante todo este tiempo de refugio para los que vienen del norte por la plaga y no tienen a dónde ir, los que escapan del arenal... ese tipo de cosas. – Informó señalando a la ventana desde la que se veía el poblado con la cabeza. - ...aunque ha sido Gianluigi, el hombre que os ha recibido, el que lo ha hecho básicamente todo. – dijo - Lo demás que pasa lo pone en la carta que le mandé a Irirgo. – Se cruzó de brazos y se dejó caer sobre una silla. – Un grupo de mercenarios quiere construir aquí una fortaleza, o el viñedo… no estoy muy seguro de que es exactamente lo que buscan. - Negó con la cabeza. – El caso es que están dispuestos a matarnos a todos para conseguirlo. – dijo al final. – Y uno de esos grupos se hacen llamar los Nómadas… me pareció que querrías saberlo. – Se quedó en silencio unos segundos, volvió a frotarse los ojos, bostezó.
- Aunque, si no hubieses entrado dando gritos habría pensado que eres ese tal “Piel de Lobo” y que el verdadero Asher sigue en alguna otra parte. – dijo al final, sonriendo - ¿Es que empezabas a tener frío? – Preguntó señalando la coraza de cuero de Asher. – No me digas más. – Se cruzó de brazos. – Me estas imitando. – Dejó escapar una carcajada genuina, olvidando momentáneamente el tiempo que llevaba sin dormir. – Me alegro de tenerte por aquí. – dijo se detuvo un instante, miró a Syl, después al otro perro. – De teneros por aquí. – Afirmó, quedándose tras eso en silencio.
En ese momento una pareja más entró en la habitación, justo detrás de Gianluigi. Enarcó una ceja al ver a la elfa y a Catherine en el marco de la puerta; Apenas tuvo tiempo para contestar lo que estas dijeron, balbuceó un par de palabras inconexas y se aclaró la garganta, volviendo a recuperar pobremente la compostura.
- Tale – Enarcó una ceja, no le terminaba de gustar que le llamasen por su apellido, pero estaba algo mejor. – Más personas reclaman su atención - Aquello sí que no lo esperaba, pero podía ser bueno.
- Níniel, Catherine. - Se pasó la mano por la barba, miró unos instantes a su amigo y volvió a frotarse los ojos. – Menuda sorpresa – Esbozó una sonrisa, la felina, como de costumbre, no tardó en hacer ver lo absurdo de la situación en la que se encontraba Eltrant. – No voy a negar que no está mal ver más caras conocidas por aquí. – Mencionó.
¿Qué podía haber traído a la sacerdotisa hasta aquel lugar? Era posible que hubiese oído rumores como los demás elfos y quería ayudar. De ser así era una suerte contar con ella. Conocía a pocas personas capaz de sanar heridas como lo hacía Níniel.
Cerró los ojos unos instantes, cuando notó como se le iba la cabeza, y volvió a mirar a Asher.
Quizás habían sido imaginaciones suyas, después de todo, estaba agotado. Pero encontraba a Asher extraño, casi como si no fuese él mismo; Incluso Syl se mostraba más distante, casi parecía que volvía a estar en la guardia y no terminaban de confiar en él.
– Prácticamente todas las habitaciones están ocupadas, pero no creo que sea muy difícil encontrar un sitio para vosotros. – Volvió a sonreírles - Escoged la que queráis y si necesitáis algo mientras estáis aquí, avisadme. – Les dijo instantes antes de volverse definitivamente hacía Níniel, asegurándose de dejar a los hombres-bestia la suficiente intimidad para que hablasen lo que quisiesen entre ellos.
No pretendía obligarles a hacer nada que no quisiesen, incluso podían marcharse de allí de quererlo, aquella no era la gente del lobo. Esperaba que Asher fuese capaz de entenderlo, quizás después pudiese hablar a solas con él.
– “Todo esto empieza a abrumarme.” – Pensó mientras se acercaba a la elfa.
- ¿Qué te trae por aquí, Níniel? – Preguntó cuándo estuvo lo suficientemente cerca, bajando la mano hasta su cinturón.
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Lyn tomó entre sus manos el sacó de arena y lo arrastró hasta la minúscula plazoleta en la que estaban levantando una atalaya.
- ¿¡Has visto que fuerza!? Y decías que no iba a poder. – Exclamó cuando estuvo lo suficiente cerca del hombre toro, dejando el fardo que este había pedido frente a él. – Que sepas que no hago esto por todo el mundo. – Aseveró. – Normalmente son los demás lo que trabajan para mí, sobre todo Eltrant. – Expuso asintiendo para sí misma, conforme.
El enorme toro dejó escapar una sonora carcajada, tan fuerte que probablemente lo oyeron los mercenarios que acampaban en los bosques de alrededor y tomó el saco entre sus brazos como si no pesase más que una almohada.
- Yo no decia que Pequeña Noche no pudiese hacer eso. – dijo. Su común era limitado, muy marcado, a veces se le escapaban palabras de su lengua natal, pero era capaz de entenderse con los demás por norma general. – Yo decía que no debería hacerlo. Cuerpo pequeño no es útil para cargar cosas. – dijo, sin perder la sonrisa, llevándolo hasta la base de la atalaya, dónde estaban plantando la base de la misma.
Lyn, con las manos entrelazadas a su espalda, se quedó mirando como el toro alisaba la tierra bajo él y, con un palo, dibujaba pobremente dónde iba a comenzar a colocar las bases de la torre de madera.
Torció el gesto, perdida en sus pensamientos, le habría gustado pasar más tiempo con el Mortal, o que este saliese más a tomar el aire. Pero últimamente apenas salía de la habitación de los mapas. Empezaba a tener mal cara, le preocupaba.
Lo peor es, cuando se lo había mencionado, lo único que el muy imbécil había dicho es: “¿No iras a decir que es la de siempre?”
- ¿Has visto a Señora de los Árboles? – Preguntó el toro, dándole tema de conversación a la joven mientras trabajaba. – No lleva mucho aquí, pero sus ojos son lunas en un cielo sin tormenta. – Volvió a reír, se llevó una mano hasta el pecho – Mi corazón es como el rostro de Regordete cuando sube escaleras. – Explicó, Lyn dejó escapar una risita al recordar la cara de Gianluigi - ¿Creer que el bueno de Torb tiene alguna oportunidad con ella? – Lyn sonrió.
- ¡Claro! – Aseguró Lyn, entendiendo que probablemente se refería a alguna de las elfas que estaban en aquel momento en el sótano de la casa principal, atendiendo a los heridos. - ¿Con esos músculos? Seguro que cae rendida a tus pies. – Argumento agachándose junto a la base de la atalaya.
- Tenemos mucho en común. – dijo – No nos conocemos, pero lo ´sé. – Aseguró – Seguro que gusta reir– dijo al final alzando un pesado tronco de madera.
Dejó caer, lentamente, toda su armadura en el suelo de la habitación.
Tanto Asher como Níniel tenían libertad total para moverse por dónde quisieran, se había asegurado de dejárselo saber a Gianluigi. Podían ir a dónde quisieran y hacer lo que deseasen, la voz de ellos, a efectos prácticos, era tan importante como la suya propia.
Después de escuchar a la elfa y explicarle lo que sucedía en el lugar había vuelto a su habitación, a por sus tres horas de sueño diarias. El emisario de los mercenarios no tardaría mucho en llegar y no podía mostrarse débil o cansado.
Tenía dos mensajes que enviar con su comportamiento.
El primero era a las personas que estaban a su alrededor, no podía permitir que le viesen rendirse, si todos estaban trabajando como lo hacían era por que confiaban en salir de allí de con vida, algo complicada si la única persona con experiencia real en combate estaba a punto de desfallecer de cansancio.
El segundo mensaje era más bien para los mercenarios, quería decirles que, aun con todos sus esfuerzos, no estaban consiguiendo gran cosa, no iban a conseguir el monte. Eltrant sabía que eso no era cierto, de hecho, los Nómadas falsos estaban ganando.
Volvió a bostezar y, una vez se hubo deshecho de todo el peso que sentía sobre los hombros, llevó la maceta que adornaba la mesa del escritorio de la habitación hasta la amplia ventana del mismo. Quizás no había luz en aquel momento, pero le gustaba como quedaba la solitaria flor amarilla en aquel lugar, meciéndose con suavidad con el viento.
Respiró profundamente y, tras ajustar la flor amarilla con cuidado, desvió su atención hasta el centenar de cartas sin enviar que descansaban sobre el escritorio.
- Tengo que hacer algo con vosotras… - Cuando terminó la frase, un repentino dolor en el omoplato le hizo caer de rodillas.
Gritó de dolor, sacudió la cabeza, conocía aquella sensación. Alargó la mano hasta el largo candelabro que descansaba cerca de dónde estaba y, tras levantarse prácticamente de un salto, se giró sobre sí mismo enarbolando el arma improvisada.
Todo estaba siendo muy repentino, golpeó al sujeto que había estado oculto en una de las superiores de la habitación y lo apartó de su lado, el sujeto enmascarado, tras recibir el impacto del metal en el pecho cayó de espaldas contra el suelo, pero esto no evitó que colocase otra flecha en su carcaj y disparase contra Eltrant.
Apretando los dientes, se protegió la cara con el brazo derecho, la flecha atravesó su antebrazo limpiamente, pero se quedó anclada en el mismo, no llegó a darle en la cara.
Ignorando el dolor pisó con fuerza la pierna del sujeto, le pareció escuchar algo parecido a un crujido, el asesino gritó, por la voz parecía ser una mujer. Eltrant no tenía tiempo para pensar, alzó el candelabro, incluso herida, la mujer se encargó de que otra de sus flechas acabase en su cuerpo, en el muslo derecho concretamente.
Consiguió placarla contra la pared, con la pierna supuestamente rota la mujer era más lenta, y la habitación era pequeña, le estaba costando maniobrar. Golpeó repetidamente su vientre con todas sus fuerzas durante varios segundos, después, notó como la mujer clavaba una de sus flechas en la base de su cuello, sin arco, como si de un puñal se tratase.
Retrocedió, llevándose la mano hasta la clavícula, dónde ahora tenía otra flecha.
La mujer le dio una patada en el pecho y, a toda prisa, se dirigió a la ventana. Eltrant la agarró, sin soltar la flecha que estaba hundida en el cuello, de lo que parecía ser su rabo, pero la asesina se zafó fácilmente con otro puntapié.
Chasqueó la lengua cuando contempló como su oponente escapaba por la ventana, haciendo gala de una agilidad encomiable para tener la pierna rota.
- Serás cobarde… - Masculló cuando perdió de vista a la mercenaria, mirando los tejados de la aldea. Se le fue la cabeza unos instantes, parpadeó para tratar de que su visión volviese a enfocarse, pero no lo consiguió.
Se arrancó de un fuerte tirón la flecha que tenía clavada en la base del cuello, lo primero que notó cuando vio la cabeza de la flecha es que su sangre, toda la que manaba de las distintas heridas de flecha, había adquirido un color verdoso.
- Tiene que ser una maldita broma… - Farfulló, se sentía pesado, débil, se tambaleó hasta la puerta, sujetándose al pomo de la misma para evitar caerse al suelo según la abría.
Salió al pasillo, trató de ir de nuevo hasta la sala de reuniones. Pero se vio incapaz, le costaba respirar, el mundo a su alrededor seguía difuminándose, de forma lenta, pero constante.
- Gian… - Se agarró a las largas cortinas que adornaban el pasillo, la tela no aguantó su peso y Eltrant cayó de rodillas, al suelo. – Lyn… - Llamó otro nombre, esperando que alguien le escuchase - ¡Níniel! – Dijo en voz algo más alta, sacando fuerzas de dónde buenamente podía - ¡Asher! – grito al final, con todas sus fuerzas, la boca le sabía a sangre.
No, no podía acabar todo así, de aquella forma. Después de todo lo que había vivido.
Una figura borrosa se colocó frente a él, le irguió un poco, no entendía lo que decía, casi parecía que estaban hablándole desde el otro lado de una cascada. Era consciente de lo que estaba a punto de pasar.
- Lo siento. – dijo sonriendo como buenamente podía, notando como el mundo se apagaba a su alrededor. – Dile a Lyn que no se… - Y, entonces, todo se volvió negro.
- Sí. – Contestó la felina, descubriendo su rostro. – Normalmente una basta para matar a un hombre en apenas unos minutos, el tipo que dirige a los de la aldea tiene cuatro dentro. – Aseguró la mujer al gigantesco hombre que estaba sentado frente a ella. – Debe de estar ya muerto. – Afirmó.
Piel de Lobo sonrió complacido, se acomodó en su asiento y le indicó a la mujer que se acercase.
- Parece que te ha dado unos pocos problemas. – dijo mirándola cojear. - ¿No eras la mejor en esto? – Preguntó divertido.
- Soy la mejor. – Afirmó, cruzándose de brazos molesta. – Ahora dime… ¿Voy a poder verle? – Inquirió la mujer de vuelta, obviando el agudo dolor que sentía en la pierna izquierda.
- No tengas tantas prisas, gata. – Respondió Piel de Lobo. - Tu amiguito pertenece a un exclusivo club dentro de los Nómadas, lo verás cuando te hagas ganado el derecho a estar en ese grupo. - Se rio con suavidad e instó a la mujer a que se marchase con un gesto.
Después de dar por terminada la conversación y ver como la gata se alejaba mumurando cosas en voz baja, se giró hacia otro hombre bestia, uno que estaba justo sentado a su lado. Robusto era su mano derecha, un hombre-tortuga de aspecto tranquilo que se encargaba de las estrategias y las distintas tácticas con las que lidiaban con todo aquello.
La idea de despachar a la única persona útil de la aldea había sido suya.
- Manda al emisario ahora, pídeles lo de siempre. – Ordenó. – Hoy es la última noche que tienen. – Le dijo
– Si se niegan a darnos el Monte atacamos mañana al anochecer, como habíamos planeado. -
Off: Nin, Elt te da permiso para hacer lo que has ido hacer al viñedo :'D
- Dioses… ¿Y ahora qué? - Se llevó la mano izquierda hasta la sien y suspiró, llevaba varios días sin dormir una noche completa, no había un momento en el que cualquiera que le mirase a la cara no le informase de las profundas ojeras delas que ahora era dueño.
Había hecho todo lo que recordaba que había que hacer en aquellos casos y, aun así, seguía pensando que no estaban preparado para absolutamente nada de lo que se podía avecinar. Había fortificado mejor las murallas, se había asegurado de que el sótano estaba repleto de víveres y de que todos recordaban a dónde dirigirse hacer si los mercenarios atacaban de improviso.
También había doblado las patrullas, estaba usando a las personas con más experiencia para que enseñasen un mínimo de esgrima a los menos capaces. Se frotó los ojos, sus charlas con el emisario no habían sido lo que se decían agradables y los bandidos parecían estar esforzándose más por torturarles.
No atacan directamente, parecían que querían desgastarles, humillarles incluso.
Levantó la vista del amplio mapa de la zona que tenía frente a él y se giró hacía la puerta, las voces se hacían cada vez más y más fuerte.
Por supuesto, conocía el dueño de aquella voz, lo esperaba antes.
Sin soltar el papel en el que estaba anotando las nuevas guardias de la noche sonrió al lobo cuando hizo acto de presencia en la estancia que usaba como “sala de reuniones”. Parecía enfadado, bastante enfadado.
Era lógico que estuviese así.
- No te preocupes. – dijo Eltrant depositando, entonces, el papel amarillento que tenía en la mano frente a él, sobre la mesa. Cerró los ojos momentáneamente. – Perdóname a mí por llamarte así. – dijo llevándose la mano hasta cara, se frotó los ojos y se giró hacía su amigo, iba junto a Syl y a otra persona que no había visto nunca, otro perro. ¿Sería un Nómada? Si estaba con Asher sería por algún motivo de peso, lo dejó estar. – ¿Irirgo recibió la carta? – Le hizo un gesto al perro y a sus acompañantes para que acercasen hasta la mesa – No quería añadir nada más… relevante, en un principio. – Se rascó la barba. – Están haciéndose con la mayoría de las cartas que enviamos. Quería que sonase a petición de ayuda genérica, a la guardia de Roilkat, esas las dejan pasar porque… bueno, ellos tienen ahora problemas más importantes de los que ocuparse. - En ese momento entró Gianluigi en la habitación, tras el lobo y sus acompañantes.
- Lord Tale, no he podido… - Gianluigi entró el último, respirando con dificultad, parecía haber subido la larga escalera que conducía hasta el piso superior de una larga carrera, como solía hacer. El exmercenario estaba bastante seguro que cualquier día acabaría perdiendo la vida si seguia dándose tanta prisa.
- Eltrant, Gian. Ya lo hemos hablado. Llámame Eltrant – Sentenció el castaño severamente, el hombre reaccionó de la misma forma que lo había hecho las demás veces, sin contestar. – Y no te preocupes, son amigos míos. – dijo señalando a Asher con el pulgar – Ve a ver cómo están las puertas, por favor. Asegurate de que se relevan como he dicho, haz que descansen. – dijo – Ya casi es la hora de que llegue, prepáralo todo. – Tras decir eso último, Eltrant dio por finalizada la conversación con Gianluigi, el cual, tras asentir y susurrarle una disculpa al lobo, abandonó la habitación.
Volvió a girarse hacía su amigo, enarcó una ceja cuando, ahora que lo vio más de cerca, comprobó que había cambiado de atuendo. Sonrió. Al menos ahora si le daban con una espada había probabilidades de que aquella armadura detuviese el golpe.
- A ver… - Se llevó la mano hasta la cara - ¿Por dónde empiezo? – Se dijo a sí mismo, sin apartar los ojos del mapa - …El Monte de San Pedro es un Viñedo que Flint dejó a mi cargo cuando impedí que lo matasen en Dalmasca. Como recompensa, supongo. – dijo a los presentes. – …a Lyn le gusta decir que soy algo así como un jardiero glorificado. – Aseguró. – Y no se equivoca… - dijo esbozando una sonrisa. – Bueno, no me entusiasma la idea de tener tierras a mi cargo. – Se rio en voz baja – Así que he aprovechado para usarlo durante todo este tiempo de refugio para los que vienen del norte por la plaga y no tienen a dónde ir, los que escapan del arenal... ese tipo de cosas. – Informó señalando a la ventana desde la que se veía el poblado con la cabeza. - ...aunque ha sido Gianluigi, el hombre que os ha recibido, el que lo ha hecho básicamente todo. – dijo - Lo demás que pasa lo pone en la carta que le mandé a Irirgo. – Se cruzó de brazos y se dejó caer sobre una silla. – Un grupo de mercenarios quiere construir aquí una fortaleza, o el viñedo… no estoy muy seguro de que es exactamente lo que buscan. - Negó con la cabeza. – El caso es que están dispuestos a matarnos a todos para conseguirlo. – dijo al final. – Y uno de esos grupos se hacen llamar los Nómadas… me pareció que querrías saberlo. – Se quedó en silencio unos segundos, volvió a frotarse los ojos, bostezó.
- Aunque, si no hubieses entrado dando gritos habría pensado que eres ese tal “Piel de Lobo” y que el verdadero Asher sigue en alguna otra parte. – dijo al final, sonriendo - ¿Es que empezabas a tener frío? – Preguntó señalando la coraza de cuero de Asher. – No me digas más. – Se cruzó de brazos. – Me estas imitando. – Dejó escapar una carcajada genuina, olvidando momentáneamente el tiempo que llevaba sin dormir. – Me alegro de tenerte por aquí. – dijo se detuvo un instante, miró a Syl, después al otro perro. – De teneros por aquí. – Afirmó, quedándose tras eso en silencio.
En ese momento una pareja más entró en la habitación, justo detrás de Gianluigi. Enarcó una ceja al ver a la elfa y a Catherine en el marco de la puerta; Apenas tuvo tiempo para contestar lo que estas dijeron, balbuceó un par de palabras inconexas y se aclaró la garganta, volviendo a recuperar pobremente la compostura.
- Tale – Enarcó una ceja, no le terminaba de gustar que le llamasen por su apellido, pero estaba algo mejor. – Más personas reclaman su atención - Aquello sí que no lo esperaba, pero podía ser bueno.
- Níniel, Catherine. - Se pasó la mano por la barba, miró unos instantes a su amigo y volvió a frotarse los ojos. – Menuda sorpresa – Esbozó una sonrisa, la felina, como de costumbre, no tardó en hacer ver lo absurdo de la situación en la que se encontraba Eltrant. – No voy a negar que no está mal ver más caras conocidas por aquí. – Mencionó.
¿Qué podía haber traído a la sacerdotisa hasta aquel lugar? Era posible que hubiese oído rumores como los demás elfos y quería ayudar. De ser así era una suerte contar con ella. Conocía a pocas personas capaz de sanar heridas como lo hacía Níniel.
Cerró los ojos unos instantes, cuando notó como se le iba la cabeza, y volvió a mirar a Asher.
Quizás habían sido imaginaciones suyas, después de todo, estaba agotado. Pero encontraba a Asher extraño, casi como si no fuese él mismo; Incluso Syl se mostraba más distante, casi parecía que volvía a estar en la guardia y no terminaban de confiar en él.
– Prácticamente todas las habitaciones están ocupadas, pero no creo que sea muy difícil encontrar un sitio para vosotros. – Volvió a sonreírles - Escoged la que queráis y si necesitáis algo mientras estáis aquí, avisadme. – Les dijo instantes antes de volverse definitivamente hacía Níniel, asegurándose de dejar a los hombres-bestia la suficiente intimidad para que hablasen lo que quisiesen entre ellos.
No pretendía obligarles a hacer nada que no quisiesen, incluso podían marcharse de allí de quererlo, aquella no era la gente del lobo. Esperaba que Asher fuese capaz de entenderlo, quizás después pudiese hablar a solas con él.
– “Todo esto empieza a abrumarme.” – Pensó mientras se acercaba a la elfa.
- ¿Qué te trae por aquí, Níniel? – Preguntó cuándo estuvo lo suficientemente cerca, bajando la mano hasta su cinturón.
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- ¿¡Has visto que fuerza!? Y decías que no iba a poder. – Exclamó cuando estuvo lo suficiente cerca del hombre toro, dejando el fardo que este había pedido frente a él. – Que sepas que no hago esto por todo el mundo. – Aseveró. – Normalmente son los demás lo que trabajan para mí, sobre todo Eltrant. – Expuso asintiendo para sí misma, conforme.
El enorme toro dejó escapar una sonora carcajada, tan fuerte que probablemente lo oyeron los mercenarios que acampaban en los bosques de alrededor y tomó el saco entre sus brazos como si no pesase más que una almohada.
- Yo no decia que Pequeña Noche no pudiese hacer eso. – dijo. Su común era limitado, muy marcado, a veces se le escapaban palabras de su lengua natal, pero era capaz de entenderse con los demás por norma general. – Yo decía que no debería hacerlo. Cuerpo pequeño no es útil para cargar cosas. – dijo, sin perder la sonrisa, llevándolo hasta la base de la atalaya, dónde estaban plantando la base de la misma.
Lyn, con las manos entrelazadas a su espalda, se quedó mirando como el toro alisaba la tierra bajo él y, con un palo, dibujaba pobremente dónde iba a comenzar a colocar las bases de la torre de madera.
Torció el gesto, perdida en sus pensamientos, le habría gustado pasar más tiempo con el Mortal, o que este saliese más a tomar el aire. Pero últimamente apenas salía de la habitación de los mapas. Empezaba a tener mal cara, le preocupaba.
Lo peor es, cuando se lo había mencionado, lo único que el muy imbécil había dicho es: “¿No iras a decir que es la de siempre?”
- ¿Has visto a Señora de los Árboles? – Preguntó el toro, dándole tema de conversación a la joven mientras trabajaba. – No lleva mucho aquí, pero sus ojos son lunas en un cielo sin tormenta. – Volvió a reír, se llevó una mano hasta el pecho – Mi corazón es como el rostro de Regordete cuando sube escaleras. – Explicó, Lyn dejó escapar una risita al recordar la cara de Gianluigi - ¿Creer que el bueno de Torb tiene alguna oportunidad con ella? – Lyn sonrió.
- ¡Claro! – Aseguró Lyn, entendiendo que probablemente se refería a alguna de las elfas que estaban en aquel momento en el sótano de la casa principal, atendiendo a los heridos. - ¿Con esos músculos? Seguro que cae rendida a tus pies. – Argumento agachándose junto a la base de la atalaya.
- Tenemos mucho en común. – dijo – No nos conocemos, pero lo ´sé. – Aseguró – Seguro que gusta reir– dijo al final alzando un pesado tronco de madera.
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Dejó caer, lentamente, toda su armadura en el suelo de la habitación.
Tanto Asher como Níniel tenían libertad total para moverse por dónde quisieran, se había asegurado de dejárselo saber a Gianluigi. Podían ir a dónde quisieran y hacer lo que deseasen, la voz de ellos, a efectos prácticos, era tan importante como la suya propia.
Después de escuchar a la elfa y explicarle lo que sucedía en el lugar había vuelto a su habitación, a por sus tres horas de sueño diarias. El emisario de los mercenarios no tardaría mucho en llegar y no podía mostrarse débil o cansado.
Tenía dos mensajes que enviar con su comportamiento.
El primero era a las personas que estaban a su alrededor, no podía permitir que le viesen rendirse, si todos estaban trabajando como lo hacían era por que confiaban en salir de allí de con vida, algo complicada si la única persona con experiencia real en combate estaba a punto de desfallecer de cansancio.
El segundo mensaje era más bien para los mercenarios, quería decirles que, aun con todos sus esfuerzos, no estaban consiguiendo gran cosa, no iban a conseguir el monte. Eltrant sabía que eso no era cierto, de hecho, los Nómadas falsos estaban ganando.
Volvió a bostezar y, una vez se hubo deshecho de todo el peso que sentía sobre los hombros, llevó la maceta que adornaba la mesa del escritorio de la habitación hasta la amplia ventana del mismo. Quizás no había luz en aquel momento, pero le gustaba como quedaba la solitaria flor amarilla en aquel lugar, meciéndose con suavidad con el viento.
Respiró profundamente y, tras ajustar la flor amarilla con cuidado, desvió su atención hasta el centenar de cartas sin enviar que descansaban sobre el escritorio.
- Tengo que hacer algo con vosotras… - Cuando terminó la frase, un repentino dolor en el omoplato le hizo caer de rodillas.
Gritó de dolor, sacudió la cabeza, conocía aquella sensación. Alargó la mano hasta el largo candelabro que descansaba cerca de dónde estaba y, tras levantarse prácticamente de un salto, se giró sobre sí mismo enarbolando el arma improvisada.
Todo estaba siendo muy repentino, golpeó al sujeto que había estado oculto en una de las superiores de la habitación y lo apartó de su lado, el sujeto enmascarado, tras recibir el impacto del metal en el pecho cayó de espaldas contra el suelo, pero esto no evitó que colocase otra flecha en su carcaj y disparase contra Eltrant.
Apretando los dientes, se protegió la cara con el brazo derecho, la flecha atravesó su antebrazo limpiamente, pero se quedó anclada en el mismo, no llegó a darle en la cara.
Ignorando el dolor pisó con fuerza la pierna del sujeto, le pareció escuchar algo parecido a un crujido, el asesino gritó, por la voz parecía ser una mujer. Eltrant no tenía tiempo para pensar, alzó el candelabro, incluso herida, la mujer se encargó de que otra de sus flechas acabase en su cuerpo, en el muslo derecho concretamente.
Consiguió placarla contra la pared, con la pierna supuestamente rota la mujer era más lenta, y la habitación era pequeña, le estaba costando maniobrar. Golpeó repetidamente su vientre con todas sus fuerzas durante varios segundos, después, notó como la mujer clavaba una de sus flechas en la base de su cuello, sin arco, como si de un puñal se tratase.
Retrocedió, llevándose la mano hasta la clavícula, dónde ahora tenía otra flecha.
La mujer le dio una patada en el pecho y, a toda prisa, se dirigió a la ventana. Eltrant la agarró, sin soltar la flecha que estaba hundida en el cuello, de lo que parecía ser su rabo, pero la asesina se zafó fácilmente con otro puntapié.
Chasqueó la lengua cuando contempló como su oponente escapaba por la ventana, haciendo gala de una agilidad encomiable para tener la pierna rota.
- Serás cobarde… - Masculló cuando perdió de vista a la mercenaria, mirando los tejados de la aldea. Se le fue la cabeza unos instantes, parpadeó para tratar de que su visión volviese a enfocarse, pero no lo consiguió.
Se arrancó de un fuerte tirón la flecha que tenía clavada en la base del cuello, lo primero que notó cuando vio la cabeza de la flecha es que su sangre, toda la que manaba de las distintas heridas de flecha, había adquirido un color verdoso.
- Tiene que ser una maldita broma… - Farfulló, se sentía pesado, débil, se tambaleó hasta la puerta, sujetándose al pomo de la misma para evitar caerse al suelo según la abría.
Salió al pasillo, trató de ir de nuevo hasta la sala de reuniones. Pero se vio incapaz, le costaba respirar, el mundo a su alrededor seguía difuminándose, de forma lenta, pero constante.
- Gian… - Se agarró a las largas cortinas que adornaban el pasillo, la tela no aguantó su peso y Eltrant cayó de rodillas, al suelo. – Lyn… - Llamó otro nombre, esperando que alguien le escuchase - ¡Níniel! – Dijo en voz algo más alta, sacando fuerzas de dónde buenamente podía - ¡Asher! – grito al final, con todas sus fuerzas, la boca le sabía a sangre.
No, no podía acabar todo así, de aquella forma. Después de todo lo que había vivido.
Una figura borrosa se colocó frente a él, le irguió un poco, no entendía lo que decía, casi parecía que estaban hablándole desde el otro lado de una cascada. Era consciente de lo que estaba a punto de pasar.
- Lo siento. – dijo sonriendo como buenamente podía, notando como el mundo se apagaba a su alrededor. – Dile a Lyn que no se… - Y, entonces, todo se volvió negro.
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- Sí. – Contestó la felina, descubriendo su rostro. – Normalmente una basta para matar a un hombre en apenas unos minutos, el tipo que dirige a los de la aldea tiene cuatro dentro. – Aseguró la mujer al gigantesco hombre que estaba sentado frente a ella. – Debe de estar ya muerto. – Afirmó.
Piel de Lobo sonrió complacido, se acomodó en su asiento y le indicó a la mujer que se acercase.
- Parece que te ha dado unos pocos problemas. – dijo mirándola cojear. - ¿No eras la mejor en esto? – Preguntó divertido.
- Soy la mejor. – Afirmó, cruzándose de brazos molesta. – Ahora dime… ¿Voy a poder verle? – Inquirió la mujer de vuelta, obviando el agudo dolor que sentía en la pierna izquierda.
- No tengas tantas prisas, gata. – Respondió Piel de Lobo. - Tu amiguito pertenece a un exclusivo club dentro de los Nómadas, lo verás cuando te hagas ganado el derecho a estar en ese grupo. - Se rio con suavidad e instó a la mujer a que se marchase con un gesto.
Después de dar por terminada la conversación y ver como la gata se alejaba mumurando cosas en voz baja, se giró hacia otro hombre bestia, uno que estaba justo sentado a su lado. Robusto era su mano derecha, un hombre-tortuga de aspecto tranquilo que se encargaba de las estrategias y las distintas tácticas con las que lidiaban con todo aquello.
La idea de despachar a la única persona útil de la aldea había sido suya.
- Manda al emisario ahora, pídeles lo de siempre. – Ordenó. – Hoy es la última noche que tienen. – Le dijo
– Si se niegan a darnos el Monte atacamos mañana al anochecer, como habíamos planeado. -
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Off: Nin, Elt te da permiso para hacer lo que has ido hacer al viñedo :'D
Última edición por Eltrant Tale el Lun Jun 04 2018, 19:04, editado 1 vez
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Las cartas. Eso tenía sentido, supuse. El asedio debía de ser verdaderamente serio si ni siquiera podían usar correo sin que fuese interceptado. Me tranquilicé un poco, pero seguía algo tenso. Miré brevemente a mis compañeros. Ambos parecían pendientes de mi reacción.
Al ver mi mirada, Syl colocó una mano sobre mi hombro. Casi al instante, los bajé con una oleada de alivio. Ese gesto significaba mucho para mi. A pesar de todo lo que había pasado, el gato seguía a mi lado, y me apoyaría. Incluso si su situación no era mejor. Me relajé, esta vez de verdad. No iba a olvidar quien era.
Mientras, escuché las explicaciones de Eltrant. Estaba al cargo de todo aquello. No le pegaba en absoluto, y hasta él parecía saberlo bien. Pero había hecho lo mejor que había podido. La clase de comportamiento que, si la mayoría de la nobleza hubiese tomado, no habría provocado que iniciase una revolución.
-La cosa no pinta muy bien, por lo que veo...- musité. -Dudo que un puñado de refugiados pueda hacer mucho.- La verdad, me sorprendía que no les hubiesen masacrado en ese tiempo. Eltrant debía haberlos mantenido a raya de alguna forma. En cualquier caso, si un grupo estaba usando nuestro nombre... teníamos que hacer algo. Podíamos sobrevivir con mala reputación, pero era mejor detenerlo antes de que se convirtiese en un ataque directo.
Además, Eltrant nos necesitaba.
-Estamos en guerra. Supuse que tenía que tomarme las cosas en serio.- dije, encogiéndome de hombros. -He aprendido unos cuantos trucos desde la última vez.- declaré, mostrando el guantelete de mi mano izquierda. Después, miré a mis compañeros. Sin embargo, antes de que dijese nada, una voz a mi espalda me interrumpió. Una elfa... acompañada de una mujer bestia y un hombre, más alto que yo. Reconocí a la elfa. El olor a vainilla y medicina era difícil de imitar. -Niniel.- dije con un gesto de cabeza. -¿Os conocéis?-
Aquello simplificaba las cosas. La elfa era una excelente alquimista y, por lo que había oído, una brillante sanadora. Si estaba de nuestra parte, podía marcar una gran diferencia. Pero no parecía que Eltrant la hubiese convocado. O, si lo había hecho, había sido de igual manera que a mi.
Dejé unos momentos para las presentaciones. Esa sala se estaba haciendo algo pequeña para la creciente cantidad de gente. Por el momento, tenía que decidir que hacer.
-Vamos a quedarnos. Tenemos más posibilidades de resolverlo si trabajamos con la gente de aquí y establecemos una defensa.- dije. Eltrant ofreció unas habitaciones para que usasemos, asegurando que no sería dificil asentarnos. Sin embargo, aún quedaba hablar con Niniel y sus acompañantes. -¿Presentaciones?-
-Mi nombre es Oshu.- dijo el can, aún mirando al resto de reojo. Parecía algo... inseguro. Hice una nota mental para hablar con él a solas, más tarde.
-...y él es Syl.- añadí, señalando al pardo. El gato desvió la mirada, incómodo. Era extraño que yo resultase ser el más social de los tres, pero supuse que era de esperar. -Id a elegir una habitación y descansad. Me uniré pronto.- les dije a mis compañeros. Era lo mejor. Ninguno de los dos parecía estar muy entusiasmado ante la idea de charlar con desconocidos. Me giré hacia Niniel.
-Esto puede acabar mal. Nos vendría bien toda la ayuda que podamos reunir.- admití. No esperaba verla acompañada por una mujer bestia, pero ni siquiera Syl le había dedicado una segunda mirada pese a la similaritud. -Soy Asher Daregan. Líder de los verdaderos Nómadas.- Le ofrecí la mano a cada uno de sus acompañantes, mirándolos con firmeza pero sin agresividad. -Los de fuera han usurpado el nombre. Estoy aquí para solucionar eso... y ayudar a un amigo.-
Tras la breve conversación, recorrí los pasillos hasta encontrar a Oshu y a Syl. Ninguno de los dos parecía estar particularmente animado.
La habitación no era particularmente lujosa, pero superaba a algunas posadas en las que había descansado. Tal vez en algún otro momento hubiese estado diseñada para ser un estudio o algo similar, pero apenas había rastro de aquello. Tres camas individuales yacían a apenas un metro de separación entre sí, frente a la misma pared. Aparte de eso, la sala estaba prácticamente vacía. La sombra de polvo de otras camas habían dejado su marca allí, pero probablemente habían acabado siendo trasladadas a otras zonas.
Me puse junto a la cama de en medio y empecé a empujarla, dejándola pegada a la de Syl. Oshu chasqueó la lengua ante el gesto, algo divertido.
-Adorables.- comentó. Esbozó media sonrisa durante unos segundos. Luego, sin embargo, suspiró, adoptando una postura más melancólica y sentandose sobre su cama.
-¿Ocurre algo?- pregunté. Syl permaneció callado, acostado en la suya y mirando al techo.
-No quiero provocar otra masacre.- El hombre perro se frotó el antebrazo. -En la Caza... maté gente. Sólo por culpa de una voz. Y también perdimos a dos de los nuestros. Nar era mi compañera. No la conocía de antes, pero... no se merecía morir.-
Se hizo silencio. Había aprendido algunas de esas cosas a través de Syl, pero temía indagar en ello. No quería causarle más dolor.
-Mis decisiones nos llevaron a aquello.- intervino el pardo. -Pensé que estaba haciendo lo mejor. Pero me equivoqué. Tendríamos que haber ido a por la balista mucho antes. Abena y Nar murieron por mi culpa. Agatha también.-
Apreté los dientes. ¿Qué podía decir en aquella situación? No estaba con ellos. No conocí a ninguna de esas personas. Pero había estado en la Caza. Había matado en defensa propia.
-Si no hubieses matado, quizás habrías muerto. Hicisteis lo que en ese momento teníais que hacer. Os atacaron primero. Ellos fueron los que obedecieron a Nate y fueron a por vosotros. La culpa es suya.- declaré. Me había negado a participar en la Caza desde el principio, y la sobreviví con un ejercito acompañándome. Los que se centraron en matar recibieron lo que se habían merecido. Los que murieron... -No podemos volver atrás. No se puede... salvar a todo el mundo siempre. De nada sirve castigarse a uno mismo. Solo somos personas. Tenemos límites. Lo... lo que debemos hacer es lo que esté dentro de ellos. No podemos volver atrás. Pero podemos cambiar lo que hagamos a partir de ahora.
Respiré hondo. Tenía muchas cosas con las que vivir. Muchas muertes. Si me ponía a mirar atrás... no tenía sentido. Ya lo había aceptado, tiempo atrás. Era culpable de muchas atrocidades. Pero si me detenía, habrían sido en vano.
-Por eso... no quiero matar más, Asher. Como has dicho... es lo único que puedo hacer.- dijo, bajando la mirada. Podía entender lo que quería decir. Pero no podía estar de acuerdo.
-La diferencia entre esto y la Caza, es que aquí tú eres libre.- repliqué. -Hagas lo que hagas, es porque tú quieres hacerlo. Nadie va a obligarte a hacer nada. El único motivo por el que me llaman "líder"... es porque tengo que serlo.- expliqué. Tragué saliva. -No tengo más autoridad que nadie. Cuando los Nómadas hacen lo que digo... es porque confían en mis decisiones. Confían en mi. Y no les voy a decepcionar.- añadí. Me levanté y me dirigí a la ventana. El cielo no tardaría en oscurecerse por completo. -No mates si no quieres. Pero, o los matamos nosotros... o ellos masacran el viñedo, y quien sabe a cuantos más.-
Si lo que quería era evitar mancharse de sangre, podía hacerlo. Si lo que quería era hacer lo mejor... lo que verdaderamente podía hacer por el bien de los Nómadas y del resto...
Cerré los ojos. No era nadie para juzgar. Le había dado un lugar entre los míos, y no me arrepentía de ello.
-Es la única manera, ¿verdad...?- murmuró el hombre perro, mirando su muñeca. Un brazalete colgaba de esta. En él, el símbolo de nuestro Guía. -No, pero es la correcta.- se respondió.
Algo me despertó en mitad de la noche.
No estaba seguro de qué. ¿Había sido real, o solo un sueño? Esperé unos segundos, agudizando el oído. Un amargo grito de dolor recorrió la casa. Me separé de Syl y me levanté de la cama, prácticamente de un salto. Miré alrededor. Afortunadamente, mis ojos se habían acostumbrado ya a la falta de luz. Lo suficiente como para darme cuenta de una cosa, al menos.
Oshu no estaba.
Empecé a dirigirme hacia el mueble sobre el que había dejado mis armas. No. No había tiempo. La voz de Eltrant gritó mi nombre, abrí la puerta y la atravesé sin pensarmelo un segundo.
Si había problemas, tenía formas de encargarme sin armas. ¿De donde había venido la voz? Recorrí los pasillos a toda prisa hasta, finalmente, ver la figura de alguien arrastrando un cuerpo. El olor a sangre era abrumador. Flexioné los dedos de mi mano, acercándome hacia la figura.
Era Oshu.
-Lo he encontrado así.- se explicó el hombre perro. Por algún motivo, eso no me sorprendía. -¿¡Que hacemos!?-
Maldije entre dientes. ¿Había perdido el conocimiento? Puse el brazo del humano sobre mi hombro. No. Demasiado lento. Me colgué a Eltrant por encima del hombro. No había tiempo para ser sutiles.
-¡NINIEL!- vociferé, buscando a la elfa. Ella era la curandera. En ese momento, era la única que podía hacer algo.
Al ver mi mirada, Syl colocó una mano sobre mi hombro. Casi al instante, los bajé con una oleada de alivio. Ese gesto significaba mucho para mi. A pesar de todo lo que había pasado, el gato seguía a mi lado, y me apoyaría. Incluso si su situación no era mejor. Me relajé, esta vez de verdad. No iba a olvidar quien era.
Mientras, escuché las explicaciones de Eltrant. Estaba al cargo de todo aquello. No le pegaba en absoluto, y hasta él parecía saberlo bien. Pero había hecho lo mejor que había podido. La clase de comportamiento que, si la mayoría de la nobleza hubiese tomado, no habría provocado que iniciase una revolución.
-La cosa no pinta muy bien, por lo que veo...- musité. -Dudo que un puñado de refugiados pueda hacer mucho.- La verdad, me sorprendía que no les hubiesen masacrado en ese tiempo. Eltrant debía haberlos mantenido a raya de alguna forma. En cualquier caso, si un grupo estaba usando nuestro nombre... teníamos que hacer algo. Podíamos sobrevivir con mala reputación, pero era mejor detenerlo antes de que se convirtiese en un ataque directo.
Además, Eltrant nos necesitaba.
-Estamos en guerra. Supuse que tenía que tomarme las cosas en serio.- dije, encogiéndome de hombros. -He aprendido unos cuantos trucos desde la última vez.- declaré, mostrando el guantelete de mi mano izquierda. Después, miré a mis compañeros. Sin embargo, antes de que dijese nada, una voz a mi espalda me interrumpió. Una elfa... acompañada de una mujer bestia y un hombre, más alto que yo. Reconocí a la elfa. El olor a vainilla y medicina era difícil de imitar. -Niniel.- dije con un gesto de cabeza. -¿Os conocéis?-
Aquello simplificaba las cosas. La elfa era una excelente alquimista y, por lo que había oído, una brillante sanadora. Si estaba de nuestra parte, podía marcar una gran diferencia. Pero no parecía que Eltrant la hubiese convocado. O, si lo había hecho, había sido de igual manera que a mi.
Dejé unos momentos para las presentaciones. Esa sala se estaba haciendo algo pequeña para la creciente cantidad de gente. Por el momento, tenía que decidir que hacer.
-Vamos a quedarnos. Tenemos más posibilidades de resolverlo si trabajamos con la gente de aquí y establecemos una defensa.- dije. Eltrant ofreció unas habitaciones para que usasemos, asegurando que no sería dificil asentarnos. Sin embargo, aún quedaba hablar con Niniel y sus acompañantes. -¿Presentaciones?-
-Mi nombre es Oshu.- dijo el can, aún mirando al resto de reojo. Parecía algo... inseguro. Hice una nota mental para hablar con él a solas, más tarde.
-...y él es Syl.- añadí, señalando al pardo. El gato desvió la mirada, incómodo. Era extraño que yo resultase ser el más social de los tres, pero supuse que era de esperar. -Id a elegir una habitación y descansad. Me uniré pronto.- les dije a mis compañeros. Era lo mejor. Ninguno de los dos parecía estar muy entusiasmado ante la idea de charlar con desconocidos. Me giré hacia Niniel.
-Esto puede acabar mal. Nos vendría bien toda la ayuda que podamos reunir.- admití. No esperaba verla acompañada por una mujer bestia, pero ni siquiera Syl le había dedicado una segunda mirada pese a la similaritud. -Soy Asher Daregan. Líder de los verdaderos Nómadas.- Le ofrecí la mano a cada uno de sus acompañantes, mirándolos con firmeza pero sin agresividad. -Los de fuera han usurpado el nombre. Estoy aquí para solucionar eso... y ayudar a un amigo.-
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Tras la breve conversación, recorrí los pasillos hasta encontrar a Oshu y a Syl. Ninguno de los dos parecía estar particularmente animado.
La habitación no era particularmente lujosa, pero superaba a algunas posadas en las que había descansado. Tal vez en algún otro momento hubiese estado diseñada para ser un estudio o algo similar, pero apenas había rastro de aquello. Tres camas individuales yacían a apenas un metro de separación entre sí, frente a la misma pared. Aparte de eso, la sala estaba prácticamente vacía. La sombra de polvo de otras camas habían dejado su marca allí, pero probablemente habían acabado siendo trasladadas a otras zonas.
Me puse junto a la cama de en medio y empecé a empujarla, dejándola pegada a la de Syl. Oshu chasqueó la lengua ante el gesto, algo divertido.
-Adorables.- comentó. Esbozó media sonrisa durante unos segundos. Luego, sin embargo, suspiró, adoptando una postura más melancólica y sentandose sobre su cama.
-¿Ocurre algo?- pregunté. Syl permaneció callado, acostado en la suya y mirando al techo.
-No quiero provocar otra masacre.- El hombre perro se frotó el antebrazo. -En la Caza... maté gente. Sólo por culpa de una voz. Y también perdimos a dos de los nuestros. Nar era mi compañera. No la conocía de antes, pero... no se merecía morir.-
Se hizo silencio. Había aprendido algunas de esas cosas a través de Syl, pero temía indagar en ello. No quería causarle más dolor.
-Mis decisiones nos llevaron a aquello.- intervino el pardo. -Pensé que estaba haciendo lo mejor. Pero me equivoqué. Tendríamos que haber ido a por la balista mucho antes. Abena y Nar murieron por mi culpa. Agatha también.-
Apreté los dientes. ¿Qué podía decir en aquella situación? No estaba con ellos. No conocí a ninguna de esas personas. Pero había estado en la Caza. Había matado en defensa propia.
-Si no hubieses matado, quizás habrías muerto. Hicisteis lo que en ese momento teníais que hacer. Os atacaron primero. Ellos fueron los que obedecieron a Nate y fueron a por vosotros. La culpa es suya.- declaré. Me había negado a participar en la Caza desde el principio, y la sobreviví con un ejercito acompañándome. Los que se centraron en matar recibieron lo que se habían merecido. Los que murieron... -No podemos volver atrás. No se puede... salvar a todo el mundo siempre. De nada sirve castigarse a uno mismo. Solo somos personas. Tenemos límites. Lo... lo que debemos hacer es lo que esté dentro de ellos. No podemos volver atrás. Pero podemos cambiar lo que hagamos a partir de ahora.
Respiré hondo. Tenía muchas cosas con las que vivir. Muchas muertes. Si me ponía a mirar atrás... no tenía sentido. Ya lo había aceptado, tiempo atrás. Era culpable de muchas atrocidades. Pero si me detenía, habrían sido en vano.
-Por eso... no quiero matar más, Asher. Como has dicho... es lo único que puedo hacer.- dijo, bajando la mirada. Podía entender lo que quería decir. Pero no podía estar de acuerdo.
-La diferencia entre esto y la Caza, es que aquí tú eres libre.- repliqué. -Hagas lo que hagas, es porque tú quieres hacerlo. Nadie va a obligarte a hacer nada. El único motivo por el que me llaman "líder"... es porque tengo que serlo.- expliqué. Tragué saliva. -No tengo más autoridad que nadie. Cuando los Nómadas hacen lo que digo... es porque confían en mis decisiones. Confían en mi. Y no les voy a decepcionar.- añadí. Me levanté y me dirigí a la ventana. El cielo no tardaría en oscurecerse por completo. -No mates si no quieres. Pero, o los matamos nosotros... o ellos masacran el viñedo, y quien sabe a cuantos más.-
Si lo que quería era evitar mancharse de sangre, podía hacerlo. Si lo que quería era hacer lo mejor... lo que verdaderamente podía hacer por el bien de los Nómadas y del resto...
Cerré los ojos. No era nadie para juzgar. Le había dado un lugar entre los míos, y no me arrepentía de ello.
-Es la única manera, ¿verdad...?- murmuró el hombre perro, mirando su muñeca. Un brazalete colgaba de esta. En él, el símbolo de nuestro Guía. -No, pero es la correcta.- se respondió.
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Algo me despertó en mitad de la noche.
No estaba seguro de qué. ¿Había sido real, o solo un sueño? Esperé unos segundos, agudizando el oído. Un amargo grito de dolor recorrió la casa. Me separé de Syl y me levanté de la cama, prácticamente de un salto. Miré alrededor. Afortunadamente, mis ojos se habían acostumbrado ya a la falta de luz. Lo suficiente como para darme cuenta de una cosa, al menos.
Oshu no estaba.
Empecé a dirigirme hacia el mueble sobre el que había dejado mis armas. No. No había tiempo. La voz de Eltrant gritó mi nombre, abrí la puerta y la atravesé sin pensarmelo un segundo.
Si había problemas, tenía formas de encargarme sin armas. ¿De donde había venido la voz? Recorrí los pasillos a toda prisa hasta, finalmente, ver la figura de alguien arrastrando un cuerpo. El olor a sangre era abrumador. Flexioné los dedos de mi mano, acercándome hacia la figura.
Era Oshu.
-Lo he encontrado así.- se explicó el hombre perro. Por algún motivo, eso no me sorprendía. -¿¡Que hacemos!?-
Maldije entre dientes. ¿Había perdido el conocimiento? Puse el brazo del humano sobre mi hombro. No. Demasiado lento. Me colgué a Eltrant por encima del hombro. No había tiempo para ser sutiles.
-¡NINIEL!- vociferé, buscando a la elfa. Ella era la curandera. En ese momento, era la única que podía hacer algo.
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Off: Nin, Asher te hará caso respecto a donde llevar a Eltrant o que hacer para ayudar, suponiendo que vayas a ayudar Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Sorpresas inesperadas a parte, parecía que la llegada del trío había interrumpido algo importante, generando la constante sensación en Níniel de "sobrar" allí, así como el pensamiento de que quizá deberían salir fuera y esperar a que Eltrant, el noble, pudiera atenderles, algo que al final terminó por no ser necesario. Quizá ya se habían dicho todo lo que tenían que decirse y habían llegado en buen momento a pesar de las apariencias. O quizá era que al evidenciar ser conocida de ambos a ninguno le molestaba realmente su presencia allí, aunque ni eso parecía bastar para tranquilizar a aquel criado regordete, claramente avergonzado por haber metido la pata llevando a aquel segundo grupo hasta su señor sin confirmar sus identidades e intenciones.
-Sí claro, somos viejos conocidos. Aunque no esperaba encontrarnos aquí. Primero en Dundarak y ahora en Roilkat, Parece que hemos hecho el mismo viaje cruzando Aerandir con escaso margen.- Respondió la joven a Asher, pensando en lo extraña que era aquella coincidencia. -Lo cierto es que eso facilita las cosas.- Añadió de forma críptica, sin llegar a decir en ese momento a qué se refería exactamente.
En ese momento Eltrant ofreció a Asher y los suyos habitaciones en aquel lugar donde podrían quedarse, las cuales el hombre-bestia aceptó, denotando que debían de estar hablando de participar en la lucha contra los bandidos que se estaba gestando. Aquello tenía sentido. Asher era un guerrero talentoso, y seguro que sus compañeros no le iban a la zaga. Si él y Eltrant, el señor de aquellas tierras, eran amigos, no era mala idea unir fuerzas. Por el poco tiempo que llevaba Níniel en aquel pueblo si algo necesitaban aquellas gentes eran guerreros experimentados, y desde luego la ayuda de los dioses.
-Un placer. Yo soy Níniel, del clan Thenidiel de Sandorai.- Se presentó la elfa cuando fue su turno. -Me acompañan mi hermana Catherine y Cuerno torcido, del clan del Filo invernal del norte.- Dijo la peliblanca, viendo a continuación como el dragón ignoraba la mano tendida de Asher cuando este se presentó y como Catherine la estrechaba de un modo que denotaba que no se lo estaba tomando nada en serio. Claro que de hecho Catherine y Asher ya se conocían. Igualmente no es que los acompañantes del hombre-bestia lo hubieran hecho mejor.
-Parece que tus amigos y Cuerno torcido van a llevarse muy bien...Si se animasen un poco más esto parecería un velatorio.- Bromeó una vez que Syl y Oshu se adelantaron en busca de las prometidas habitaciones. Su comentario no pareció ofender en lo más mínimo al gigantón que estaba a su lado. El dragón estaba por encima de esas cosas.
-Así que así se llaman...Supongo que debe de haber relación entonces entre tu grupo y el de esos bandidos, es difícil de creer que sea una simple coincidencia.- Convino la joven al enterarse de que ambos grupos compartían título. -Pues lo que me trae a mi es un asunto oficial de la Logia bajo petición del rey Rigobert, el nuevo gobernante de las tierras del norte.- Proclamó, sin mucho énfasis en aquello último. -Por lo visto, aprovechando el éxodo de gente y el caos por culpa de la plaga, cierto criminal se las apañó para escapar del norte tras hacerse con un objeto mágico de gran valor. Las investigaciones nos han llevado hasta este lugar, y tras ciertas averiguaciones hemos sabido que dicha persona está aquí. Se hace llamar Randalf Graff, y trabaja ayudando al grupo de elfos que colabora con vosotros.- Informó, dejándoles unos instantes para que lo asimilaran y ubicaran al sujeto del que estaba hablando. -Lo detendremos y obtendremos el objeto para acto seguido ponerlos bajo custodia de la Logia.-Terminó de explicar. Dejando implícito en sus palabras que no estaba allí por azar o para ayudarles en aquella ocasión. De hecho a tenor de la situación, cuanto más tiempo pasaba más aumentaba el riesgo de que dicho objeto acabara en malas manos. -Tan pronto lo obtengamos lo pondremos a salvo. No puede caer en manos de esos... falsos Nómadas-
Tal vez saber aquello decepcionara en cierta medida a los allí presentes, que quizá habían contado con la ayuda de la peliblanca y sus acompañantes, pero debían de entender y saber que todo apuntaba a que no tardando, entrar y salir de aquel pueblo no iba a ser tan sencillo como hasta ese momento, ni siquiera para un grupo tan reducido. Quizá lograran resistir, con ayuda de los dioses, pero apostar a ello sería correr un gran riesgo.
-Sacudimos al tipo ese, cogemos la cosa esa y nos piramos. Y de hecho si yo fuera vosotros también me piraría. La gente dice que hay cientos de bandidos cerca. A no ser que tengáis un ejército de verdad escondido en alguna parte.- Recalcó la pelirroja, y aunque Níniel no quería decirlo, y menos de esa forma, no se le podía quitar la razón. Claro que la felina era demasiado optimista sobre la opción de evacuar el pueblo. Un grupo pequeño aún podría salir, decenas de familias seguramente fuese ya imposible.
En cualquier caso, Eltrant les dio permiso para actuar del modo que creyeran conveniente, y por ende permiso para detener a Randalf y llevárselo. Por lo que el grupo no tardaría en ser dirigido por aquel sirviente regordete hasta los sótanos de la villa, convertida para la ocasión en un improvisado, pero nada mal montado, hospital.
-Ya tenéis el orbe...¿Qué más queréis de mí?- Se lamentaba Randalf, atado como estaba a una sencilla silla de madera. Se le veía totalmente derrotado ya a esas alturas, pero lo cierto es que hasta decidirse a confesar habían hecho falta varias horas y mucha persuasión. Ya debía de haber anochecido fuera, aunque en aquella parte de los sótanos era difícil saberlo a ciencia cierta.
-Lo de antes era para que hablaras, lo de ahora es por diversión.- Contestó Catherine con una amplia sonrisa y acercando una de sus afiladas garras hasta su cuello, logrando que el humano comenzara a sollozar de miedo y hasta se orinara encima, lo cual hizo que la felina se apartara repugnada. -Puajjj, controlate, no pensaba hacerte nada, solo era una broma.- Dijo acercándose hasta Níniel, que estudiaba aquel artefacto recién recuperado con sumo interés y cuidado. -¿Qué hace esa cosa?- Preguntó interesada, mirando la esfera del amaño de un balón pequeño y de color celeste.
-Es un orbe de canalización. Genera una barrera mágica protectora mientras se le pueda suministrar éter.- Respondió la joven deslizando sus dedos por la pulida y fría superficie.- En mi hogar usamos una parecida, aunque más grande, que requiere varios magos para ser activada. Podría valer una pequeña fortuna.- Añadió, observando como a la felina se le iluminaban los ojos. -No te hagas ideas raras. La Logia se hará cargo de ella.-
-¿Estáis seguras de que no podemos ser socios y venderla? Mi comprador estaba dispuesto a pagar doce mil aeros. ¿Qué me dices mujer gato? Tu y yo, que le follen a la elfa.- Espetó el prisionero, repitiendo la oferta y enumerando una larga lista de cosas que Cath podría hacer con todo aquel dinero, y solo tenía que desatarle, según él.
-Ummm, que tentador...Nín si no aceptas, creo que tendré que matarte...- Dijo la pelirroja acercándose hasta Randalf y acercando una de sus uñas a las cuerdas que lo mantenían ligado. Entonces le dio un capón y le sacó la lengua de manera burlona. -No hay trato. Y si sigues molestando te daré más fuerte. No puede ser que antes no hablaras y ahora no calles...- Amenazó antes de volver junto a la peliblanca. -¿Entonces nos vamos? Puedo guiaros en la oscuridad. Estaremos disfrutando de la ingratitud de Abbey antes de darnos cuenta.-
-Sí. Avisa a Cuerno torcido. El pobre debe de estar cansado de hacer guardia en la puerta.- Asintió Níniel, guardando el orbe con cuidado en su bolsa de viaje. Pocos minutos después, el grupo se preparaba para partir, con el prisionero siendo cargado sin esfuerzo alguno por el dragón. Randalf parecía un mero saco de patatas bajo el brazo del coloso.
-Un momento...Algo no va bien arriba, escucho mucho jaleo.- Advirtió Catherine deteniéndose y comenzando a mover sus orejas en todas direcciones. Para el resto de los allí presentes, incluidos los elfos sanadores de guardia, el silencio era todo cuanto podían oír. -Es el humano. Hay más gente cerca, gritan tu nombre...-Dijo entonces. Y a Níniel solo se le ocurrió una razón para aquello, dado que no había hecho nada malo o sin permiso.
-Quedaros aquí. Cath, cuida del orbe.- Pidió entregándole el valioso objeto y dejando a sus compañeros a cargo de cuidar del prisionero y el artefacto. -Estad atentos.- Les pidió entonces tanto a ellos como a los elfos despiertos, dirigiéndose a las escaleras y ascendiendo, abriendo la puerta con cuidado y avanzando con precaución por la primera planta, desde donde sí fue capaz de escuchar los gritos de Asher llamándola. Estaban arriba, y hacia allí corrió la elfa, iluminando su camino con un orbe de luz que avanzaba estratégicamente a unos metros por delante de ella. Unas escaleras más y pronto la joven había llegado a la zona donde unas horas antes se había reunido con el humano y el hombre-bestia. No se encontró con nadie más por el camino, aunque a unos pocos metros de la sala de reuniones se topó con Asher y Oshu, el primero cargaba con un Eltrant gravemente herido.
-¿Qué ha pasado? ¿Nos atacan?- Preguntó la peliblanca a Asher, era prioritario saber si estaban solos allí o los enemigos estaban cerca. No parecía ser el caso. ¿Un ataque dirigido a Eltrant? Era difícil saberlo. -Déjalo...sobre la mesa de la sala de reuniones.- Pidió a continuación. No conocía la casa y aquella era la primera superficie lisa que no fuera el suelo que podría usar, siguiendo de cerca a Asher y estudiando sus heridas aún a pesar de estar en movimiento, generando un segundo orbe aún mayor para poder ver con claridad.
-Sí, con cuidado...Por todos los dioses...Cuatro heridas de flecha...Tres por un arco, una usando la flecha como un arma improvisada cuerpo a cuerpo, y él mismo se la arrancó.- Comentó estudiando mejor las heridas y su profundidad. La de la clavícula era claramente distinta. Cerca de las heridas la piel presentaba una coloración característica. -Veneno...Esto es el trabajo de un asesino.- Siguió hablando, buscando en su bolsa uno de sus viales de antídoto y entregándoselo a Asher.- Haz que se lo beba, las heridas no son mortales de por sí, el veneno sí.- Indicó mientras revisaba por última vez todas aquellas heridas y concentraba éter en sí misma, bendiciéndose con un gran incremento de sus capacidades mágicas y cognitivas, causando que sus ojos fulguraran con el color aguamarina de sus iris.
Primero concentró sus habilidades sanadoras en torno a las heridas, limitando la expansión del veneno para que el antídoto fuese aún más eficaz. Pronto la sustancia venenosa aún no absorbida comenzaría a ser expulsada de su cuerpo a través de las heridas abiertas. Entonces la elfa colocaría ambas manos sobre el pecho del humano, y comenzaría a aplicarle las más fuerte y concentrada de sus curas, potenciada gracias a la bendición. Sin necesidad de extraerle las flechas, estas comenzaron a ser "expulsadas" por el propio cuerpo de Eltrant, tal y como había pasado con el veneno, poco a poco hasta una a una caer sobre la mesa. Tras ellas solo quedaron unos agujeros como testimonio del daño que habían causado, aunque en cuestión de pocos segundos estos se cerraron por completo. Enseguida fue como si nunca hubiesen existido tales heridas, aunque por culpa del veneno Eltrant aún se encontraría un poco mareado al abrir los ojos. Algo que debería ocurrir de inmediato.
-Vale, ya está...Eltrant ¿Cómo te encuentras? Intenta no hacer movimientos bruscos hasta que se te pase el mareo.-Preguntaría tan pronto despertó.
-Sí claro, somos viejos conocidos. Aunque no esperaba encontrarnos aquí. Primero en Dundarak y ahora en Roilkat, Parece que hemos hecho el mismo viaje cruzando Aerandir con escaso margen.- Respondió la joven a Asher, pensando en lo extraña que era aquella coincidencia. -Lo cierto es que eso facilita las cosas.- Añadió de forma críptica, sin llegar a decir en ese momento a qué se refería exactamente.
En ese momento Eltrant ofreció a Asher y los suyos habitaciones en aquel lugar donde podrían quedarse, las cuales el hombre-bestia aceptó, denotando que debían de estar hablando de participar en la lucha contra los bandidos que se estaba gestando. Aquello tenía sentido. Asher era un guerrero talentoso, y seguro que sus compañeros no le iban a la zaga. Si él y Eltrant, el señor de aquellas tierras, eran amigos, no era mala idea unir fuerzas. Por el poco tiempo que llevaba Níniel en aquel pueblo si algo necesitaban aquellas gentes eran guerreros experimentados, y desde luego la ayuda de los dioses.
-Un placer. Yo soy Níniel, del clan Thenidiel de Sandorai.- Se presentó la elfa cuando fue su turno. -Me acompañan mi hermana Catherine y Cuerno torcido, del clan del Filo invernal del norte.- Dijo la peliblanca, viendo a continuación como el dragón ignoraba la mano tendida de Asher cuando este se presentó y como Catherine la estrechaba de un modo que denotaba que no se lo estaba tomando nada en serio. Claro que de hecho Catherine y Asher ya se conocían. Igualmente no es que los acompañantes del hombre-bestia lo hubieran hecho mejor.
-Parece que tus amigos y Cuerno torcido van a llevarse muy bien...Si se animasen un poco más esto parecería un velatorio.- Bromeó una vez que Syl y Oshu se adelantaron en busca de las prometidas habitaciones. Su comentario no pareció ofender en lo más mínimo al gigantón que estaba a su lado. El dragón estaba por encima de esas cosas.
-Así que así se llaman...Supongo que debe de haber relación entonces entre tu grupo y el de esos bandidos, es difícil de creer que sea una simple coincidencia.- Convino la joven al enterarse de que ambos grupos compartían título. -Pues lo que me trae a mi es un asunto oficial de la Logia bajo petición del rey Rigobert, el nuevo gobernante de las tierras del norte.- Proclamó, sin mucho énfasis en aquello último. -Por lo visto, aprovechando el éxodo de gente y el caos por culpa de la plaga, cierto criminal se las apañó para escapar del norte tras hacerse con un objeto mágico de gran valor. Las investigaciones nos han llevado hasta este lugar, y tras ciertas averiguaciones hemos sabido que dicha persona está aquí. Se hace llamar Randalf Graff, y trabaja ayudando al grupo de elfos que colabora con vosotros.- Informó, dejándoles unos instantes para que lo asimilaran y ubicaran al sujeto del que estaba hablando. -Lo detendremos y obtendremos el objeto para acto seguido ponerlos bajo custodia de la Logia.-Terminó de explicar. Dejando implícito en sus palabras que no estaba allí por azar o para ayudarles en aquella ocasión. De hecho a tenor de la situación, cuanto más tiempo pasaba más aumentaba el riesgo de que dicho objeto acabara en malas manos. -Tan pronto lo obtengamos lo pondremos a salvo. No puede caer en manos de esos... falsos Nómadas-
Tal vez saber aquello decepcionara en cierta medida a los allí presentes, que quizá habían contado con la ayuda de la peliblanca y sus acompañantes, pero debían de entender y saber que todo apuntaba a que no tardando, entrar y salir de aquel pueblo no iba a ser tan sencillo como hasta ese momento, ni siquiera para un grupo tan reducido. Quizá lograran resistir, con ayuda de los dioses, pero apostar a ello sería correr un gran riesgo.
-Sacudimos al tipo ese, cogemos la cosa esa y nos piramos. Y de hecho si yo fuera vosotros también me piraría. La gente dice que hay cientos de bandidos cerca. A no ser que tengáis un ejército de verdad escondido en alguna parte.- Recalcó la pelirroja, y aunque Níniel no quería decirlo, y menos de esa forma, no se le podía quitar la razón. Claro que la felina era demasiado optimista sobre la opción de evacuar el pueblo. Un grupo pequeño aún podría salir, decenas de familias seguramente fuese ya imposible.
En cualquier caso, Eltrant les dio permiso para actuar del modo que creyeran conveniente, y por ende permiso para detener a Randalf y llevárselo. Por lo que el grupo no tardaría en ser dirigido por aquel sirviente regordete hasta los sótanos de la villa, convertida para la ocasión en un improvisado, pero nada mal montado, hospital.
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-Ya tenéis el orbe...¿Qué más queréis de mí?- Se lamentaba Randalf, atado como estaba a una sencilla silla de madera. Se le veía totalmente derrotado ya a esas alturas, pero lo cierto es que hasta decidirse a confesar habían hecho falta varias horas y mucha persuasión. Ya debía de haber anochecido fuera, aunque en aquella parte de los sótanos era difícil saberlo a ciencia cierta.
-Lo de antes era para que hablaras, lo de ahora es por diversión.- Contestó Catherine con una amplia sonrisa y acercando una de sus afiladas garras hasta su cuello, logrando que el humano comenzara a sollozar de miedo y hasta se orinara encima, lo cual hizo que la felina se apartara repugnada. -Puajjj, controlate, no pensaba hacerte nada, solo era una broma.- Dijo acercándose hasta Níniel, que estudiaba aquel artefacto recién recuperado con sumo interés y cuidado. -¿Qué hace esa cosa?- Preguntó interesada, mirando la esfera del amaño de un balón pequeño y de color celeste.
-Es un orbe de canalización. Genera una barrera mágica protectora mientras se le pueda suministrar éter.- Respondió la joven deslizando sus dedos por la pulida y fría superficie.- En mi hogar usamos una parecida, aunque más grande, que requiere varios magos para ser activada. Podría valer una pequeña fortuna.- Añadió, observando como a la felina se le iluminaban los ojos. -No te hagas ideas raras. La Logia se hará cargo de ella.-
-¿Estáis seguras de que no podemos ser socios y venderla? Mi comprador estaba dispuesto a pagar doce mil aeros. ¿Qué me dices mujer gato? Tu y yo, que le follen a la elfa.- Espetó el prisionero, repitiendo la oferta y enumerando una larga lista de cosas que Cath podría hacer con todo aquel dinero, y solo tenía que desatarle, según él.
-Ummm, que tentador...Nín si no aceptas, creo que tendré que matarte...- Dijo la pelirroja acercándose hasta Randalf y acercando una de sus uñas a las cuerdas que lo mantenían ligado. Entonces le dio un capón y le sacó la lengua de manera burlona. -No hay trato. Y si sigues molestando te daré más fuerte. No puede ser que antes no hablaras y ahora no calles...- Amenazó antes de volver junto a la peliblanca. -¿Entonces nos vamos? Puedo guiaros en la oscuridad. Estaremos disfrutando de la ingratitud de Abbey antes de darnos cuenta.-
-Sí. Avisa a Cuerno torcido. El pobre debe de estar cansado de hacer guardia en la puerta.- Asintió Níniel, guardando el orbe con cuidado en su bolsa de viaje. Pocos minutos después, el grupo se preparaba para partir, con el prisionero siendo cargado sin esfuerzo alguno por el dragón. Randalf parecía un mero saco de patatas bajo el brazo del coloso.
-Un momento...Algo no va bien arriba, escucho mucho jaleo.- Advirtió Catherine deteniéndose y comenzando a mover sus orejas en todas direcciones. Para el resto de los allí presentes, incluidos los elfos sanadores de guardia, el silencio era todo cuanto podían oír. -Es el humano. Hay más gente cerca, gritan tu nombre...-Dijo entonces. Y a Níniel solo se le ocurrió una razón para aquello, dado que no había hecho nada malo o sin permiso.
-Quedaros aquí. Cath, cuida del orbe.- Pidió entregándole el valioso objeto y dejando a sus compañeros a cargo de cuidar del prisionero y el artefacto. -Estad atentos.- Les pidió entonces tanto a ellos como a los elfos despiertos, dirigiéndose a las escaleras y ascendiendo, abriendo la puerta con cuidado y avanzando con precaución por la primera planta, desde donde sí fue capaz de escuchar los gritos de Asher llamándola. Estaban arriba, y hacia allí corrió la elfa, iluminando su camino con un orbe de luz que avanzaba estratégicamente a unos metros por delante de ella. Unas escaleras más y pronto la joven había llegado a la zona donde unas horas antes se había reunido con el humano y el hombre-bestia. No se encontró con nadie más por el camino, aunque a unos pocos metros de la sala de reuniones se topó con Asher y Oshu, el primero cargaba con un Eltrant gravemente herido.
-¿Qué ha pasado? ¿Nos atacan?- Preguntó la peliblanca a Asher, era prioritario saber si estaban solos allí o los enemigos estaban cerca. No parecía ser el caso. ¿Un ataque dirigido a Eltrant? Era difícil saberlo. -Déjalo...sobre la mesa de la sala de reuniones.- Pidió a continuación. No conocía la casa y aquella era la primera superficie lisa que no fuera el suelo que podría usar, siguiendo de cerca a Asher y estudiando sus heridas aún a pesar de estar en movimiento, generando un segundo orbe aún mayor para poder ver con claridad.
-Sí, con cuidado...Por todos los dioses...Cuatro heridas de flecha...Tres por un arco, una usando la flecha como un arma improvisada cuerpo a cuerpo, y él mismo se la arrancó.- Comentó estudiando mejor las heridas y su profundidad. La de la clavícula era claramente distinta. Cerca de las heridas la piel presentaba una coloración característica. -Veneno...Esto es el trabajo de un asesino.- Siguió hablando, buscando en su bolsa uno de sus viales de antídoto y entregándoselo a Asher.- Haz que se lo beba, las heridas no son mortales de por sí, el veneno sí.- Indicó mientras revisaba por última vez todas aquellas heridas y concentraba éter en sí misma, bendiciéndose con un gran incremento de sus capacidades mágicas y cognitivas, causando que sus ojos fulguraran con el color aguamarina de sus iris.
Primero concentró sus habilidades sanadoras en torno a las heridas, limitando la expansión del veneno para que el antídoto fuese aún más eficaz. Pronto la sustancia venenosa aún no absorbida comenzaría a ser expulsada de su cuerpo a través de las heridas abiertas. Entonces la elfa colocaría ambas manos sobre el pecho del humano, y comenzaría a aplicarle las más fuerte y concentrada de sus curas, potenciada gracias a la bendición. Sin necesidad de extraerle las flechas, estas comenzaron a ser "expulsadas" por el propio cuerpo de Eltrant, tal y como había pasado con el veneno, poco a poco hasta una a una caer sobre la mesa. Tras ellas solo quedaron unos agujeros como testimonio del daño que habían causado, aunque en cuestión de pocos segundos estos se cerraron por completo. Enseguida fue como si nunca hubiesen existido tales heridas, aunque por culpa del veneno Eltrant aún se encontraría un poco mareado al abrir los ojos. Algo que debería ocurrir de inmediato.
-Vale, ya está...Eltrant ¿Cómo te encuentras? Intenta no hacer movimientos bruscos hasta que se te pase el mareo.-Preguntaría tan pronto despertó.
Níniel usa este turno Intelecto arcano y su maestría manos sanadoras.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Abrió los ojos, los colores comenzaron a volver a su mundo. Difuminados en primer lugar, como las voces que oía de fondo.
¿Más discusiones? ¿Iba a tener que volver a asignar las raciones porque no estaban conformes? No, le hablaban a él, no discutían entre ellos. O eso creía, pero por supuesto, también creía estar muerto, cosa que por el dolor generalizado que sentía en todo su ser no era verdad.
Poco a poco, comenzó a distinguir caras, rostros conocidos.
Lo primero que vio fueron los ojos de Níniel: le miraba fijamente, con preocupación. Oyó su voz, se interesó por saber si estaba bien. Trató de alzar un poco la cabeza para ver mejor el lugar, pero sentía como todo su cuerpo tiraba de él hacía abajo, se negaba a responderle.
- Flint Roiland se va a quedar de vuelta su viñedo cuando todo esto acabe. – Fue lo primero que dijo, en apenas un gruñido, cuándo rememoró la trifulca que acababa de tener en su propia habitación. Se encontró con la cara de Asher, también con el nuevo Nómada: Oshu. – O quizás Bashira, seguro que le gusta un sitio sin arena para variar. – Añadió justo después - No soy un buen jardinero. – Masculló, ignoró las palabras de la elfa y trató de levantarse aun cuando esta le había pedido que no hiciese movimientos bruscos.
Pero le volvió a fallar el cuerpo, se completamente tumbado boca arriba, mirando al techo.
- Pues que bien. – dijo.
Estaba agotado, solo quería cerrar los ojos y dormir dos o tres semanas seguidas. Intentó ubicarse, aún estaba mareado, no sabía con exactitud quién estaba a su alrededor y quien no, tampoco como había acabado allí.
¿Dónde estaba para empezar? Sentía como si estuviese sobre un lecho de papeles mojados, bajó la mirada, antes de decir nada más, pudo reconocer el mapa de la sala de reuniones manchado de sangre, así como el sinfín de listas, de planes y todo el trabajo había realizado en aquel lugar durante los dos últimos días.
¿Pero de dónde había salido toda esa sangre? De sus heridas, estaba seguro de ello, sabía que estaba herido, todavía podía sentir, en su cabeza, el intenso dolor que el veneno del que estaba cubierto las flechas le había causado.
Y ahora no estaban por ninguna parte, por no tener, no tenía ni las cicatrices. Cómo si nunca le hubiesen atacado para empezar.
A veces se le olvidaba de lo que era capaz la sacerdotisa, no era la primera vez que le sanaba las heridas y, después de ver aquello, esperaba sinceramente que no fuese la última.
Por qué el no volver a recibir una herida estaba, por supuesto, descartado.
Tragó saliva y agarró el brazo de la elfa con cuidado.
- Gracias Níniel. – dijo con sencillez. – De verdad - No sabía que más decir, esperaba que al menos reconociese que había gratitud real en sus palabras, sabía de elfos que estaban ya tan habituados a sanarle en Lunargenta que lo veían como algo cotidiano. Después se giró hacía Asher y Oshu – Supongo que tenéis algo que ver con que siga vivo. – Esbozó una sonrisa. - ¿Cuántas van ya, Asher? – Suspiró. – Gracias. – dijo, dejando caer la cabeza sobre la amplia mesa de conferencias, cerrando los ojos.
Escuchó como la puerta de la habitación se abría unos instantes.
- ¡Asher! – Era Lyn, le extrañaba que hubiese tardado tanto en llegar, por lo que sabía se había hecho buena amiga del toro, Torb - ¡Níniel! – Escuchó la voz algo más cerca de la mesa - ¿¡Estáis aquí?! – Eltrant sonrió aun tumbado, no levantó la cabeza, se quedó como estaba, escuchando los pasos de la vampiresa. Parecía realmente emocionada de verles a ambos.
Este buen humor, por supuesto, cambió radicalmente cuando vio a su compañero tumbado sobre la mesa rodeado de sangre.
- ¡Eltrant! – El mencionado abrió los ojos, contempló como la vampiresa se acercaba a toda prisa hasta dónde estaba él y comenzaba a examinarle más de cerca. - ¿¡Qué… qué te ha pasado?! – Preguntó, prácticamente exigió saberlo. - ¿¡Estás bien!? – Agregó enseguida, alternando entre su cuerpo y las caras de los presentes.
- Sí… - Respondió Eltrant, bostezando. – A alguien no le ha gustado el color de las sabanas que tengo en mi habitación. – dijo – Así que ha intentado matarme. Lo típico. – Completó bromeando, tratando de quitarle importancia al asunto. Lyn no lo encontró divertido, el castaño desvió la mirada unos instantes y recobró la seriedad. – Me han traído aquí y… - La vampiresa le propinó una bofetada a Eltrant en plena cara, con bastante fuerza.
A veces, también, se le olvidaba que los vampiros tenían bastante más fuerza que el humano medio.
- ¡Idiota! – Gritó, volviendo a mirar fugazmente la absurda cantidad de sangre que impregnaba todos los papeles que estaban bajo Eltrant quien se limitó a, con los ojos muy abiertos, llevarse una de las manos hasta la mejilla en la que había recibido el golpe. - ¿¡Es que no te puedo dejar ni un segundo solo?! – Notó claramente como se le quebraba la voz a la vampiresa, no obstante, esta pareció controlarlo, apenas duró un instante. - ¡Aunque…! ¡Aunque no me guste! …Te dejo que hagas lo que quieras, siempre… – dijo, bajando la mirada, en voz algo más baja. – ¿¡Y sabes qué?! ¡Sí! ¡Haz lo que quieras! – Aseveró recuperando el tono de voz con el que había comenzado, se detuvo un instante, tragó saliva. - …pero no te rías de mí. – dijo al final, sorbiendo con fuerza por la nariz, frunciendo el ceño a la vez que apartaba la mirada.
Se quedó en silencio durante unos segundos, sin saber exactamente cómo reaccionar. ¿Lo había vuelto a hacer? ¿Es que era incapaz de ver que tenía amigos a los que no le gustaba verle recibir cortes?
- Lo… - Se dejó caer de nuevo sobre la mesa, completamente. – Lo siento. – Se tapó la cara con ambas manos y respiró hondo.
- Más te vale. – La vampiresa se llevó el puño del oscuro jersey que vestía hasta los ojos y los frotó con fuerza. – O… o la próxima vez te doy con más fuerza, Mortal. – Sentenció bajando ambas manos hasta la cintura, sorbiendo de nuevo de con la nariz al mismo tiempo que se sentaba sobre la mesa en la que estaba tumbado el castaño.
La puerta principal volvió a abrirse. Gruñó en voz baja, ¿Por qué no venían todos a una? Así acabarían antes con todo aquello. Esta vez el recién llegado era Gianluigi, Eltrant frunció el ceño y se obligó a incorporarse hasta quedar sentado.
La presencia del alcalde allí solo podía significar una cosa.
- Tale. – dijo, miró a todos por encima, abrió los ojos de par en par cuando vio la sangre sobre la mesa. - ¿Qué ha…? – Eltrant negó con la cabeza, instó al hombre a que se diese prisa. Al menos se había habituado, en parte, a llamarle “Tale” a secas. – El Emisario está aquí. – dijo, cuando lo hizo, pudo ver como las sombras del lugar parecían titilar con suavidad. - ¿Crees que puedes…? - Lyn estaba mirando fijamente al alcalde con el ceño fruncido, muy fijamente.
Eltrant suspiró pesadamente y negó con la cabeza, Lyn tenía razón. Por mucho que se negase a aceptarlo, normalmente la tenía. Se giró hacia Asher y sonrió.
- ¿Qué te parece volver a hacer de diplomático, Asher? Seguro que les alegra ver tu cara en vez de la mía. Además, con ese traje nuevo estás arrebatador – dijo ampliando la sonrisa, rememorando por un momento las pocas veces que el lobo había hecho aquel trabajo. – Oh, lo siento - Tendió la mano a Oshu. – No nos habíamos presentado en condiciones antes, soy Eltrant. – le dijo ofreciéndole la mano.
Después de aquello, le hizo una seña a Lyn para que le ayudase a bajar de la mesa, y se giró hacía Níniel.
- Gracias por volver a ponerme de una pieza. – dijo, aunque básicamente se estaba repitiendo, era lo mínimo que podía hacer. Se palpó el cuello, dónde antes había tenido alojada la flecha. Necesitaban aquello, si estaba seguro de algo es que de que iba a haber heridos. – Sé que quizás es… mucho pedir. Ya habéis terminado lo que teníais que hacer aquí. – Miró a la sacerdotisa a los ojos - ¿Puedes ayudarnos? – Preguntó. - A defender a los que están aquí. – Afirmó. – Puede que no sea más que un mayordomo con armadura para este sitio y todo eso. – Se abotonó la camisa tras volver a repasar, rápidamente, los lugares en donde antes había habido flechas. Realmente estaba agotado, apenas acertó con tres botones; Tenía un aspecto algo ridículo, pero eso no evitó que continuase hablando. – Pero esta gente son mi responsabilidad. – dijo – Estoy obligado a preguntarte. – Sonrió – Por ellos. – dijo al final.
Le resultaba raro que, lo menos egoísta en aquel momento, fuese pedirle ayuda a los demás y tener una noche de sueño completa. Pero era lo correcto, por todos los del Monte y además no perdía nada intentándolo.
- Sí aceptas… - Miró a Gianluigi y asintió. – Trasládate con Catherine y… ¿Cuerno Torcido? aquí – No estaba seguro de haber cruzado palabra alguna con el tercer miembro del grupo de Níniel – No son las mejores habitaciones, pero aun no nos han robado todas las medicinas ni los ingredientes – dijo. – Seguro que encuentras algo de utilidad. - Se quedó en silencio, esperando a ver que respondían, Lyn a su lado, volvió a sorber con fuerza por la nariz.
Volvió a tambalearse levemente, se sujetó en la mesa. Lo cierto es que no le dolía nada, estaba perfecto en cuanto heridas, gracias a la increiblemente poderosa magia curativa de Níniel se encontraba incluso mejor que antes de haber recibido los flechazos.
Pero necesitaba un descanso. Afortunadamente, como mínimo, tenía a Asher consigo.
¿Más discusiones? ¿Iba a tener que volver a asignar las raciones porque no estaban conformes? No, le hablaban a él, no discutían entre ellos. O eso creía, pero por supuesto, también creía estar muerto, cosa que por el dolor generalizado que sentía en todo su ser no era verdad.
Poco a poco, comenzó a distinguir caras, rostros conocidos.
Lo primero que vio fueron los ojos de Níniel: le miraba fijamente, con preocupación. Oyó su voz, se interesó por saber si estaba bien. Trató de alzar un poco la cabeza para ver mejor el lugar, pero sentía como todo su cuerpo tiraba de él hacía abajo, se negaba a responderle.
- Flint Roiland se va a quedar de vuelta su viñedo cuando todo esto acabe. – Fue lo primero que dijo, en apenas un gruñido, cuándo rememoró la trifulca que acababa de tener en su propia habitación. Se encontró con la cara de Asher, también con el nuevo Nómada: Oshu. – O quizás Bashira, seguro que le gusta un sitio sin arena para variar. – Añadió justo después - No soy un buen jardinero. – Masculló, ignoró las palabras de la elfa y trató de levantarse aun cuando esta le había pedido que no hiciese movimientos bruscos.
Pero le volvió a fallar el cuerpo, se completamente tumbado boca arriba, mirando al techo.
- Pues que bien. – dijo.
Estaba agotado, solo quería cerrar los ojos y dormir dos o tres semanas seguidas. Intentó ubicarse, aún estaba mareado, no sabía con exactitud quién estaba a su alrededor y quien no, tampoco como había acabado allí.
¿Dónde estaba para empezar? Sentía como si estuviese sobre un lecho de papeles mojados, bajó la mirada, antes de decir nada más, pudo reconocer el mapa de la sala de reuniones manchado de sangre, así como el sinfín de listas, de planes y todo el trabajo había realizado en aquel lugar durante los dos últimos días.
¿Pero de dónde había salido toda esa sangre? De sus heridas, estaba seguro de ello, sabía que estaba herido, todavía podía sentir, en su cabeza, el intenso dolor que el veneno del que estaba cubierto las flechas le había causado.
Y ahora no estaban por ninguna parte, por no tener, no tenía ni las cicatrices. Cómo si nunca le hubiesen atacado para empezar.
A veces se le olvidaba de lo que era capaz la sacerdotisa, no era la primera vez que le sanaba las heridas y, después de ver aquello, esperaba sinceramente que no fuese la última.
Por qué el no volver a recibir una herida estaba, por supuesto, descartado.
Tragó saliva y agarró el brazo de la elfa con cuidado.
- Gracias Níniel. – dijo con sencillez. – De verdad - No sabía que más decir, esperaba que al menos reconociese que había gratitud real en sus palabras, sabía de elfos que estaban ya tan habituados a sanarle en Lunargenta que lo veían como algo cotidiano. Después se giró hacía Asher y Oshu – Supongo que tenéis algo que ver con que siga vivo. – Esbozó una sonrisa. - ¿Cuántas van ya, Asher? – Suspiró. – Gracias. – dijo, dejando caer la cabeza sobre la amplia mesa de conferencias, cerrando los ojos.
Escuchó como la puerta de la habitación se abría unos instantes.
- ¡Asher! – Era Lyn, le extrañaba que hubiese tardado tanto en llegar, por lo que sabía se había hecho buena amiga del toro, Torb - ¡Níniel! – Escuchó la voz algo más cerca de la mesa - ¿¡Estáis aquí?! – Eltrant sonrió aun tumbado, no levantó la cabeza, se quedó como estaba, escuchando los pasos de la vampiresa. Parecía realmente emocionada de verles a ambos.
Este buen humor, por supuesto, cambió radicalmente cuando vio a su compañero tumbado sobre la mesa rodeado de sangre.
- ¡Eltrant! – El mencionado abrió los ojos, contempló como la vampiresa se acercaba a toda prisa hasta dónde estaba él y comenzaba a examinarle más de cerca. - ¿¡Qué… qué te ha pasado?! – Preguntó, prácticamente exigió saberlo. - ¿¡Estás bien!? – Agregó enseguida, alternando entre su cuerpo y las caras de los presentes.
- Sí… - Respondió Eltrant, bostezando. – A alguien no le ha gustado el color de las sabanas que tengo en mi habitación. – dijo – Así que ha intentado matarme. Lo típico. – Completó bromeando, tratando de quitarle importancia al asunto. Lyn no lo encontró divertido, el castaño desvió la mirada unos instantes y recobró la seriedad. – Me han traído aquí y… - La vampiresa le propinó una bofetada a Eltrant en plena cara, con bastante fuerza.
A veces, también, se le olvidaba que los vampiros tenían bastante más fuerza que el humano medio.
- ¡Idiota! – Gritó, volviendo a mirar fugazmente la absurda cantidad de sangre que impregnaba todos los papeles que estaban bajo Eltrant quien se limitó a, con los ojos muy abiertos, llevarse una de las manos hasta la mejilla en la que había recibido el golpe. - ¿¡Es que no te puedo dejar ni un segundo solo?! – Notó claramente como se le quebraba la voz a la vampiresa, no obstante, esta pareció controlarlo, apenas duró un instante. - ¡Aunque…! ¡Aunque no me guste! …Te dejo que hagas lo que quieras, siempre… – dijo, bajando la mirada, en voz algo más baja. – ¿¡Y sabes qué?! ¡Sí! ¡Haz lo que quieras! – Aseveró recuperando el tono de voz con el que había comenzado, se detuvo un instante, tragó saliva. - …pero no te rías de mí. – dijo al final, sorbiendo con fuerza por la nariz, frunciendo el ceño a la vez que apartaba la mirada.
Se quedó en silencio durante unos segundos, sin saber exactamente cómo reaccionar. ¿Lo había vuelto a hacer? ¿Es que era incapaz de ver que tenía amigos a los que no le gustaba verle recibir cortes?
- Lo… - Se dejó caer de nuevo sobre la mesa, completamente. – Lo siento. – Se tapó la cara con ambas manos y respiró hondo.
- Más te vale. – La vampiresa se llevó el puño del oscuro jersey que vestía hasta los ojos y los frotó con fuerza. – O… o la próxima vez te doy con más fuerza, Mortal. – Sentenció bajando ambas manos hasta la cintura, sorbiendo de nuevo de con la nariz al mismo tiempo que se sentaba sobre la mesa en la que estaba tumbado el castaño.
La puerta principal volvió a abrirse. Gruñó en voz baja, ¿Por qué no venían todos a una? Así acabarían antes con todo aquello. Esta vez el recién llegado era Gianluigi, Eltrant frunció el ceño y se obligó a incorporarse hasta quedar sentado.
La presencia del alcalde allí solo podía significar una cosa.
- Tale. – dijo, miró a todos por encima, abrió los ojos de par en par cuando vio la sangre sobre la mesa. - ¿Qué ha…? – Eltrant negó con la cabeza, instó al hombre a que se diese prisa. Al menos se había habituado, en parte, a llamarle “Tale” a secas. – El Emisario está aquí. – dijo, cuando lo hizo, pudo ver como las sombras del lugar parecían titilar con suavidad. - ¿Crees que puedes…? - Lyn estaba mirando fijamente al alcalde con el ceño fruncido, muy fijamente.
Eltrant suspiró pesadamente y negó con la cabeza, Lyn tenía razón. Por mucho que se negase a aceptarlo, normalmente la tenía. Se giró hacia Asher y sonrió.
- ¿Qué te parece volver a hacer de diplomático, Asher? Seguro que les alegra ver tu cara en vez de la mía. Además, con ese traje nuevo estás arrebatador – dijo ampliando la sonrisa, rememorando por un momento las pocas veces que el lobo había hecho aquel trabajo. – Oh, lo siento - Tendió la mano a Oshu. – No nos habíamos presentado en condiciones antes, soy Eltrant. – le dijo ofreciéndole la mano.
Después de aquello, le hizo una seña a Lyn para que le ayudase a bajar de la mesa, y se giró hacía Níniel.
- Gracias por volver a ponerme de una pieza. – dijo, aunque básicamente se estaba repitiendo, era lo mínimo que podía hacer. Se palpó el cuello, dónde antes había tenido alojada la flecha. Necesitaban aquello, si estaba seguro de algo es que de que iba a haber heridos. – Sé que quizás es… mucho pedir. Ya habéis terminado lo que teníais que hacer aquí. – Miró a la sacerdotisa a los ojos - ¿Puedes ayudarnos? – Preguntó. - A defender a los que están aquí. – Afirmó. – Puede que no sea más que un mayordomo con armadura para este sitio y todo eso. – Se abotonó la camisa tras volver a repasar, rápidamente, los lugares en donde antes había habido flechas. Realmente estaba agotado, apenas acertó con tres botones; Tenía un aspecto algo ridículo, pero eso no evitó que continuase hablando. – Pero esta gente son mi responsabilidad. – dijo – Estoy obligado a preguntarte. – Sonrió – Por ellos. – dijo al final.
Le resultaba raro que, lo menos egoísta en aquel momento, fuese pedirle ayuda a los demás y tener una noche de sueño completa. Pero era lo correcto, por todos los del Monte y además no perdía nada intentándolo.
- Sí aceptas… - Miró a Gianluigi y asintió. – Trasládate con Catherine y… ¿Cuerno Torcido? aquí – No estaba seguro de haber cruzado palabra alguna con el tercer miembro del grupo de Níniel – No son las mejores habitaciones, pero aun no nos han robado todas las medicinas ni los ingredientes – dijo. – Seguro que encuentras algo de utilidad. - Se quedó en silencio, esperando a ver que respondían, Lyn a su lado, volvió a sorber con fuerza por la nariz.
Volvió a tambalearse levemente, se sujetó en la mesa. Lo cierto es que no le dolía nada, estaba perfecto en cuanto heridas, gracias a la increiblemente poderosa magia curativa de Níniel se encontraba incluso mejor que antes de haber recibido los flechazos.
Pero necesitaba un descanso. Afortunadamente, como mínimo, tenía a Asher consigo.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Seguí las instrucciones de Niniel, desde llevarlo a la sala de reuniones hasta vaciarle la botella en el gaznate al bruto-barra-idiota que me había traído hasta allí. Aquello no tenía buen aspecto. No era un veneno que reconociese. Si realmente venía de un asesino profesional, las cosas podían salir muy mal.
Afortunadamente, las capacidades de Niniel eran aún mayores a lo que podría haber imaginado. La energía que salía de sus manos era absolutamente inigualable. Estaba seguro de que si cualquier persona entraba en esa habitación, vería cualquier herida que tuviese cerrada al instante. Era increíble. La marca rúnica de Eltrant no era nada en comparación.
¿De verdad era la misma elfa a la que le había comprado una poción incendiaria? Había visto sanación élfica muchas veces, y experimentado otras tantas. Pero aquello... combinado con la testarudez de Eltrant, era imposible preocuparme. No me extrañaría si le veía levantarse y dar saltos apenas minutos después de estar a instantes de morir.
-Eso... ha sido espectacular.- declaré, boquiabierto. -Nunca he visto magia así, Niniel. No de tal calibre.- Me preguntaba que ocurriría si Brillo absorbía tal energía. ¿Tendría sus límites...?
Eltrant no tardó en despertarse. Ni en desobedecer a la elfa que le había salvado la vida e intentar levantarse.
-Da la orden y le dejo inconsciente.- le dije a Niniel. Miré alrededor. Oshu estaba ahí. Supuse que había entrado detrás de mi. Examiné las flechas de la mesa con cuidado mientras Eltrant volvía en sí. ¿Quedaría veneno en ellas? Tenía ganas de devolvérselas a quien quiera que se hubiese atrevido a hacer aquello. Cogí la que parecía menos dañada. Tal vez podría averiguar que veneno era, incluso si no servía de mucho. -Sólo te he traído hasta aquí, Eltrant. Niniel ha hecho todo el trabajo.- admití, volviéndome hacia mi amigo.
Fue entonces cuando llegó Lyn. Me preguntaba cuando la veríamos aparecer. Esbocé media sonrisa, pero luego apunté a Eltrant con un gesto de la cabeza.
La bofetada que sonó unos segundos después fue increíblemente satisfactoria. Me di la vuelta mientras la vampiresa le daba una merecida reprimenda al humano que le superaba con creces en tamaño, resistencia y fuerza física. Para cuando terminó, otra persona más entró en la sala. El hombre gordo.
-Es una buena idea.- dije. Salí de la habitación, haciéndole un gesto a Oshu para que me siguiese. El hombre perro le dedicó una última mirada a Eltrant antes de ir conmigo. Corrí hacia mi habitación, tomé la garra de metal, y me dirigí a la puerta, aún colocándomela en mi mano.
Un hombre menudo y pelirrojo estaba al otro lado, cruzado de brazos y con sonrisa arrogante. Debían haber creído que, con Eltrant muerto, el resto sería fácil.
Su expresión cambió por completo cuando me vio recibirle en lugar de el mayordomo. Apenas un instante de confusión antes de recuperar su postura.
-¿Que eres, la mascota de la casa?- sonrió. -He venido a discutir vuestra rendición.-
Le miré a los ojos, aún sin moverme. Querían una respuesta. Aún debían temer consecuencias si atacaban de primeras. O tal vez fuesen particularmente pacientes. Daba igual. Les daría la respuesta que querían. Di un paso hacia adelante y moví mi garra izquierda hacia la cara del hombre, haciendole soltar un grito ahogado.
Apreté las uñas y ajusté mi postura, anclándome como podía al suelo. Y entonces, un estallido. El destello naranja quedó cubierto casi por completo. El cuerpo del hombre salió volando unos metros por el aire, aterrizando torpemente en el suelo. Su cara había quedado casi irreconocible. Solo quemaduras y carne roja.
El desgraciado ni siquiera había tenido tiempo para sufrir. No importaba. Me acerqué al cadaver y lo arrastré, apartándolo del camino. No había terminado.
-Tienes un adorno nuevo, fuera de la empalizada.- le dije al mayordomo. El hombre me miró apenas un instante, y dirigió su mirada hacia la puerta que llevaba al exterior. Dejé que se llevase la sorpresa él mismo. Tenía otros asuntos con los que lidiar.
El primero era Eltrant. No estaba en condiciones de liderar una milicia, pero eso no significaba que fuese a ser inútil. En las horas en las que insistía en estar despierto, visité su habitación. Teníamos que discutir lo detalles de lo que podíamos usar. Puntos estratégicos, combatientes, estado de las barricadas y tácticas. Era poco probable que fuésemos a recibir refuerzos de algún aliado repentino.
Lo segundo... era algo más personal. Busqué a la elfa por todas partes, hasta que di con ella.
-Oye, Niniel...- dije, pasándome la mano por la nuca. -Hay... algo que...- suspiré. Tenía que recapacitar. -Syl tiene una herida extraña. Dice que le ha entumecido el brazo, y la cicatriz... es como un rayo. Negra.- Me froté la frente, algo frustrado. Tras ver tal potencial, el pedirle algo así parecía insultante. Pero estaba seguro de que ella sería capaz de hacerlo. -Si alguien puede curarlo, definitivamente eres tú. Pero... no es grave, si prefieres no hacerlo, o descansar antes, no pasa nada...-
Podía encontrar otras maneras. Pero dolía. Si no podía curar su dolor emocional, como mínimo tenía que aliviar el físico. Era mi responsabilidad. Si era necesario rogar, rogaría.
-Has salvado a mi mejor amigo. Solo por eso, ya estoy muy agradecido. Si haces esto... no lo olvidaré.- aseguré, solemnemente.
Afortunadamente, las capacidades de Niniel eran aún mayores a lo que podría haber imaginado. La energía que salía de sus manos era absolutamente inigualable. Estaba seguro de que si cualquier persona entraba en esa habitación, vería cualquier herida que tuviese cerrada al instante. Era increíble. La marca rúnica de Eltrant no era nada en comparación.
¿De verdad era la misma elfa a la que le había comprado una poción incendiaria? Había visto sanación élfica muchas veces, y experimentado otras tantas. Pero aquello... combinado con la testarudez de Eltrant, era imposible preocuparme. No me extrañaría si le veía levantarse y dar saltos apenas minutos después de estar a instantes de morir.
-Eso... ha sido espectacular.- declaré, boquiabierto. -Nunca he visto magia así, Niniel. No de tal calibre.- Me preguntaba que ocurriría si Brillo absorbía tal energía. ¿Tendría sus límites...?
Eltrant no tardó en despertarse. Ni en desobedecer a la elfa que le había salvado la vida e intentar levantarse.
-Da la orden y le dejo inconsciente.- le dije a Niniel. Miré alrededor. Oshu estaba ahí. Supuse que había entrado detrás de mi. Examiné las flechas de la mesa con cuidado mientras Eltrant volvía en sí. ¿Quedaría veneno en ellas? Tenía ganas de devolvérselas a quien quiera que se hubiese atrevido a hacer aquello. Cogí la que parecía menos dañada. Tal vez podría averiguar que veneno era, incluso si no servía de mucho. -Sólo te he traído hasta aquí, Eltrant. Niniel ha hecho todo el trabajo.- admití, volviéndome hacia mi amigo.
Fue entonces cuando llegó Lyn. Me preguntaba cuando la veríamos aparecer. Esbocé media sonrisa, pero luego apunté a Eltrant con un gesto de la cabeza.
La bofetada que sonó unos segundos después fue increíblemente satisfactoria. Me di la vuelta mientras la vampiresa le daba una merecida reprimenda al humano que le superaba con creces en tamaño, resistencia y fuerza física. Para cuando terminó, otra persona más entró en la sala. El hombre gordo.
-Es una buena idea.- dije. Salí de la habitación, haciéndole un gesto a Oshu para que me siguiese. El hombre perro le dedicó una última mirada a Eltrant antes de ir conmigo. Corrí hacia mi habitación, tomé la garra de metal, y me dirigí a la puerta, aún colocándomela en mi mano.
Un hombre menudo y pelirrojo estaba al otro lado, cruzado de brazos y con sonrisa arrogante. Debían haber creído que, con Eltrant muerto, el resto sería fácil.
Su expresión cambió por completo cuando me vio recibirle en lugar de el mayordomo. Apenas un instante de confusión antes de recuperar su postura.
-¿Que eres, la mascota de la casa?- sonrió. -He venido a discutir vuestra rendición.-
Le miré a los ojos, aún sin moverme. Querían una respuesta. Aún debían temer consecuencias si atacaban de primeras. O tal vez fuesen particularmente pacientes. Daba igual. Les daría la respuesta que querían. Di un paso hacia adelante y moví mi garra izquierda hacia la cara del hombre, haciendole soltar un grito ahogado.
Apreté las uñas y ajusté mi postura, anclándome como podía al suelo. Y entonces, un estallido. El destello naranja quedó cubierto casi por completo. El cuerpo del hombre salió volando unos metros por el aire, aterrizando torpemente en el suelo. Su cara había quedado casi irreconocible. Solo quemaduras y carne roja.
El desgraciado ni siquiera había tenido tiempo para sufrir. No importaba. Me acerqué al cadaver y lo arrastré, apartándolo del camino. No había terminado.
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-Tienes un adorno nuevo, fuera de la empalizada.- le dije al mayordomo. El hombre me miró apenas un instante, y dirigió su mirada hacia la puerta que llevaba al exterior. Dejé que se llevase la sorpresa él mismo. Tenía otros asuntos con los que lidiar.
El primero era Eltrant. No estaba en condiciones de liderar una milicia, pero eso no significaba que fuese a ser inútil. En las horas en las que insistía en estar despierto, visité su habitación. Teníamos que discutir lo detalles de lo que podíamos usar. Puntos estratégicos, combatientes, estado de las barricadas y tácticas. Era poco probable que fuésemos a recibir refuerzos de algún aliado repentino.
Lo segundo... era algo más personal. Busqué a la elfa por todas partes, hasta que di con ella.
-Oye, Niniel...- dije, pasándome la mano por la nuca. -Hay... algo que...- suspiré. Tenía que recapacitar. -Syl tiene una herida extraña. Dice que le ha entumecido el brazo, y la cicatriz... es como un rayo. Negra.- Me froté la frente, algo frustrado. Tras ver tal potencial, el pedirle algo así parecía insultante. Pero estaba seguro de que ella sería capaz de hacerlo. -Si alguien puede curarlo, definitivamente eres tú. Pero... no es grave, si prefieres no hacerlo, o descansar antes, no pasa nada...-
Podía encontrar otras maneras. Pero dolía. Si no podía curar su dolor emocional, como mínimo tenía que aliviar el físico. Era mi responsabilidad. Si era necesario rogar, rogaría.
-Has salvado a mi mejor amigo. Solo por eso, ya estoy muy agradecido. Si haces esto... no lo olvidaré.- aseguré, solemnemente.
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Usada habilidad: EstallidoAsher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
-Agradezco el cumplido, Asher, aunque aún no estoy a la altura de mi madre, y puede que no lo esté en al menos cien años.- Agradeció la joven las palabras del hombre-bestia sin poder evitar compararse mentalmente con su progenitora, maestra y a la vez superiora como sacerdotisa. Era difícil no mostrarse humilde ante semejante referencia. Incluso durante el tiempo que estuvo poseída por el poder de la oscuridad, Ashara siempre había sido su meta a alcanzar, y batir. -Los ancianos dicen que no ha habido una gran sacerdotisa con tanto poder desde los tiempos de Avaciin, la fundadora de nuestro clan.- Pronunció, aunque enseguida le miró con claro de gesto de disculpa, pues poco debía interesarle al Nómada su familia o la historia de su clan. La joven se había dejado llevar por el orgullo.
-Eltrant, si no vas a hacerme caso como amiga, al menos házmelo como sanadora.- Le reprochó al humano cuando este, tras apenas haber abierto los ojos, intentó levantarse a pesar de haberla oído perfectamente y saber que no debía hacerlo. -Ya has oído a Asher, no nos obligues a dormirte como a un mal paciente. Tenías cuatro heridas de flecha, y estaban envenenadas, no tengas tanta prisa.- Recordó. A veces ante heridas tan graves podían producirse lagunas de memoria, lo que causaba que los pacientes no fueran conscientes de la situación. -Sí así, tú tranquilo, todo está bien.-Fue animándolo conforme parecía ubicarse poco a poco.
-No ha sido nada, aunque has tenido suerte. Ya estábamos a punto de salir cuando Cath escuchó los ruidos y las voces.- Respondió a su agradecimiento, decidiendo ignorar por el momento su curiosidad por saber quién le había atacado y el resto de circunstancias relacionadas. Por el momento estaban a salvo y necesitaba no darle muchas vueltas en esos momentos.
En ese momento Lyn llegó como una exhalación, causando en la elfa una serie de sentimientos encontrados. Por una parte ella y Eltrant eran íntimos, su presencia allí, a pesar de que no contribuiría a su descanso, sin duda sería de ayuda. Por otro lado era una vampiresa, y la mesa y el propio Eltrant estaban manchados con no poca sangre. ¿No activaría eso la archi documentada sed de los malditos? El ex guarda podría estar ya totalmente sanado, pero eso no significaba que no fuera a sentarle mal el convertirse en la cena de nadie. -Lyn, no pasa nada, está bién, ya me he ocupado de sus heridas.- Buscó calmarla, atenta de que no hiciese algo fuera de lugar, al menos en ese momento y en público. Pero a pesar de sus esfuerzos no pudo evitar el enfado por pura frustración de la vampiresa, y el bofetón que siguió al intento de broma del humano sobre el ataque. La verdad es que un poco sí se lo había ganado, y desde luego era mejor que un mordisco.
-Tranquila, enseguida estará perfectamente. Como si no lo conocieras, siempre hace lo mismo...-Animó a la morena, sacando un pañuelo de tela entre los pliegues de su ropa y ayudándola a secarse las lágrimas. De tanto frotarse con el jersey iba a dejarse los ojos rojos. -Pero le va a venir bien dormir, y no por las heridas.- La hizo cómplice de aquello, a las personas cercanas a los pacientes solía ayudarles sentirse de ayuda, colaborar de algún modo en la recuperación de sus seres queridos.
Apenas se habían calmado las cosas cuando el rechoncho sirviente de Eltrant apareció, y no portaba buenas noticias precisamente sino lo que parecía ser más trabajo de vital importancia que requería toda la atención del lord, quién no estaba en la mejor de las disposiciones para hacer frente a algo así, delegando en Asher aquel encuentro. -Buena decisión, parece saber en qué terreno se está moviendo.- Convino la peliblanca, que dificilmente podría haberse ocupado de algo así dado lo poco que sabía de los entresijos de la situación. -Te vendrá bien tumbarte. En una cama.- Añadió viendo como Lyn lo ayudaba a moverse. Aunque antes de ir a descansar tenía una petición para la sacerdotisa, y esta vez sí, directa.
-Suponía que me lo pedirías antes de marcharme. Y me colocas en una mala posición. Tú tienes tus deberes y yo los mios. Los tuyos son para con esta gente, no puedes más que hacer todo cuanto esté en tu mano por ellos tras tomar la responsabilidad. Los mios son para con la Logia y un bien mayor. Si fracasamos y el artefacto cae en malas manos...¿Eres consciente de los riesgos que he tomado sólo para llegar hasta aquí y hacerme con él?- Quedó en silencio, pensativa. Claro que le gustaría ayudar, ¿no lo hacía siempre que podía? Ya había perdido la cuenta de en cuántos problemas se había metido por la guardia, por Lunargenta, por un pueblo, por un amigo o por meros desconocidos. ¿Pero podía permitirse aquel riesgo en aquella situación? -Abbey se va a cabrear mucho. Claro que ella no sabe lo que está pasando aquí...Por otra parte intentar salir del pueblo a escondidas ahora también supone cierto riesgo para el orbe...- Suspiró. -Está bien, te ayudaré. Puedo ponerme a trabajar con el resto de los míos. Al fin y al cabo ahora uno de tus ayudantes de alquimia es mi prisionero. Sales ganando con el cambio te lo aseguro.- Aceptó al final. -Ahora vete a dormir, antes de que te desplomes. Lyn, lo dejo a tu cuidado- Sentenció.
A la Níniel no le había costado mucho convencer a Catherine para quedarse allí y ayudar a aquella gente. De hecho a la felina le había bastado saber que ella pensaba quedarse para quedarse ella también, aunque pidió la habitación más cómoda de la casa y la cama más grande a cambio de lo que ella consideraba "sus servicios". Y no dudó en hacer que Cuerno Torcido llevara dicho mobiliario de una habitación a otra hasta quedar satisfecha. Un caso similar había pasado con el susodicho dragón. Por lo visto, tras haber cazado juntos a aquel tigre Laza Alfa, Níniel era una especie de hermana de sangre, por lo que no la dejaría enfrentarse a aquella lucha sola. O eso había dicho. La elfa sospechaba que la posibilidad de enfrentarse a decenas de enemigos era su verdadera motivación, o al menos la principal. Haberle visto afilando sus armas con esmero durante largo rato con una sonrisa en los labios era prueba de ello.
La elfa se hallaba mirando a través de una de las ventanas del primer piso cuando Asher apareció para pedir su ayuda.
-Asher.¿Va todo bien?- Saludó y preguntó la peliblanca de manera general. Mientras que el Nómada se ocupaba de los planes de batalla ella se había centrado en preparar la mayor cantidad de medicinas y pociones de ayuda posibles, así como de adecentar los sótanos para que estuviesen lo mejor preparados que pudieran cuando comenzara todo, algo inevitable teniendo en cuenta el resultado de las negociaciones de Asher.
-Ummm, parece una herida causada por un rayo por lo que dices, o por magia de viento. No es buena idea dejarla sin tratamiento. Podría haber afectado a los nervios o haber causado quemaduras no visibles bajo la piel. Las quemaduras son más graves de lo que aparentan ¿Cuánto lleva así? Deberías habérmelo dicho tan pronto me viste.- Le medio regañó poniendo fin a su momento de descanso y comenzando a moverse. -Mis hermanos y hermanas de Sandorai estaban haciendo un buen trabajo en los sótanos a mi llegada, yo les he ayudado un poco. Ve a por él y llévalo allí enseguida. Te estaré esperando.- Instó.
-Eltrant, si no vas a hacerme caso como amiga, al menos házmelo como sanadora.- Le reprochó al humano cuando este, tras apenas haber abierto los ojos, intentó levantarse a pesar de haberla oído perfectamente y saber que no debía hacerlo. -Ya has oído a Asher, no nos obligues a dormirte como a un mal paciente. Tenías cuatro heridas de flecha, y estaban envenenadas, no tengas tanta prisa.- Recordó. A veces ante heridas tan graves podían producirse lagunas de memoria, lo que causaba que los pacientes no fueran conscientes de la situación. -Sí así, tú tranquilo, todo está bien.-Fue animándolo conforme parecía ubicarse poco a poco.
-No ha sido nada, aunque has tenido suerte. Ya estábamos a punto de salir cuando Cath escuchó los ruidos y las voces.- Respondió a su agradecimiento, decidiendo ignorar por el momento su curiosidad por saber quién le había atacado y el resto de circunstancias relacionadas. Por el momento estaban a salvo y necesitaba no darle muchas vueltas en esos momentos.
En ese momento Lyn llegó como una exhalación, causando en la elfa una serie de sentimientos encontrados. Por una parte ella y Eltrant eran íntimos, su presencia allí, a pesar de que no contribuiría a su descanso, sin duda sería de ayuda. Por otro lado era una vampiresa, y la mesa y el propio Eltrant estaban manchados con no poca sangre. ¿No activaría eso la archi documentada sed de los malditos? El ex guarda podría estar ya totalmente sanado, pero eso no significaba que no fuera a sentarle mal el convertirse en la cena de nadie. -Lyn, no pasa nada, está bién, ya me he ocupado de sus heridas.- Buscó calmarla, atenta de que no hiciese algo fuera de lugar, al menos en ese momento y en público. Pero a pesar de sus esfuerzos no pudo evitar el enfado por pura frustración de la vampiresa, y el bofetón que siguió al intento de broma del humano sobre el ataque. La verdad es que un poco sí se lo había ganado, y desde luego era mejor que un mordisco.
-Tranquila, enseguida estará perfectamente. Como si no lo conocieras, siempre hace lo mismo...-Animó a la morena, sacando un pañuelo de tela entre los pliegues de su ropa y ayudándola a secarse las lágrimas. De tanto frotarse con el jersey iba a dejarse los ojos rojos. -Pero le va a venir bien dormir, y no por las heridas.- La hizo cómplice de aquello, a las personas cercanas a los pacientes solía ayudarles sentirse de ayuda, colaborar de algún modo en la recuperación de sus seres queridos.
Apenas se habían calmado las cosas cuando el rechoncho sirviente de Eltrant apareció, y no portaba buenas noticias precisamente sino lo que parecía ser más trabajo de vital importancia que requería toda la atención del lord, quién no estaba en la mejor de las disposiciones para hacer frente a algo así, delegando en Asher aquel encuentro. -Buena decisión, parece saber en qué terreno se está moviendo.- Convino la peliblanca, que dificilmente podría haberse ocupado de algo así dado lo poco que sabía de los entresijos de la situación. -Te vendrá bien tumbarte. En una cama.- Añadió viendo como Lyn lo ayudaba a moverse. Aunque antes de ir a descansar tenía una petición para la sacerdotisa, y esta vez sí, directa.
-Suponía que me lo pedirías antes de marcharme. Y me colocas en una mala posición. Tú tienes tus deberes y yo los mios. Los tuyos son para con esta gente, no puedes más que hacer todo cuanto esté en tu mano por ellos tras tomar la responsabilidad. Los mios son para con la Logia y un bien mayor. Si fracasamos y el artefacto cae en malas manos...¿Eres consciente de los riesgos que he tomado sólo para llegar hasta aquí y hacerme con él?- Quedó en silencio, pensativa. Claro que le gustaría ayudar, ¿no lo hacía siempre que podía? Ya había perdido la cuenta de en cuántos problemas se había metido por la guardia, por Lunargenta, por un pueblo, por un amigo o por meros desconocidos. ¿Pero podía permitirse aquel riesgo en aquella situación? -Abbey se va a cabrear mucho. Claro que ella no sabe lo que está pasando aquí...Por otra parte intentar salir del pueblo a escondidas ahora también supone cierto riesgo para el orbe...- Suspiró. -Está bien, te ayudaré. Puedo ponerme a trabajar con el resto de los míos. Al fin y al cabo ahora uno de tus ayudantes de alquimia es mi prisionero. Sales ganando con el cambio te lo aseguro.- Aceptó al final. -Ahora vete a dormir, antes de que te desplomes. Lyn, lo dejo a tu cuidado- Sentenció.
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A la Níniel no le había costado mucho convencer a Catherine para quedarse allí y ayudar a aquella gente. De hecho a la felina le había bastado saber que ella pensaba quedarse para quedarse ella también, aunque pidió la habitación más cómoda de la casa y la cama más grande a cambio de lo que ella consideraba "sus servicios". Y no dudó en hacer que Cuerno Torcido llevara dicho mobiliario de una habitación a otra hasta quedar satisfecha. Un caso similar había pasado con el susodicho dragón. Por lo visto, tras haber cazado juntos a aquel tigre Laza Alfa, Níniel era una especie de hermana de sangre, por lo que no la dejaría enfrentarse a aquella lucha sola. O eso había dicho. La elfa sospechaba que la posibilidad de enfrentarse a decenas de enemigos era su verdadera motivación, o al menos la principal. Haberle visto afilando sus armas con esmero durante largo rato con una sonrisa en los labios era prueba de ello.
La elfa se hallaba mirando a través de una de las ventanas del primer piso cuando Asher apareció para pedir su ayuda.
-Asher.¿Va todo bien?- Saludó y preguntó la peliblanca de manera general. Mientras que el Nómada se ocupaba de los planes de batalla ella se había centrado en preparar la mayor cantidad de medicinas y pociones de ayuda posibles, así como de adecentar los sótanos para que estuviesen lo mejor preparados que pudieran cuando comenzara todo, algo inevitable teniendo en cuenta el resultado de las negociaciones de Asher.
-Ummm, parece una herida causada por un rayo por lo que dices, o por magia de viento. No es buena idea dejarla sin tratamiento. Podría haber afectado a los nervios o haber causado quemaduras no visibles bajo la piel. Las quemaduras son más graves de lo que aparentan ¿Cuánto lleva así? Deberías habérmelo dicho tan pronto me viste.- Le medio regañó poniendo fin a su momento de descanso y comenzando a moverse. -Mis hermanos y hermanas de Sandorai estaban haciendo un buen trabajo en los sótanos a mi llegada, yo les he ayudado un poco. Ve a por él y llévalo allí enseguida. Te estaré esperando.- Instó.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
- Hazle caso a Níniel y duérmete. – Exigió la vampiresa, entrando tras él en la habitación. Eltrant no contestó, se conformó con bostezar avanzando hacía su cama, por una vez, estaba de acuerdo con aquella idea. – … antes estaba un poco sería. ¿No crees? – Comentó Lyn mientras Eltrant se agachaba y ordenaba, muy pobremente, parte del estropicio que había causado. – A ver, tengo cien años, se cuando alguien no está cómoda con… - La vampiresa, antes de seguir hablando, le quitó una pieza de armadura al castaño de entre las manos y señaló a la cama. – Muévete – Ordenó entrecerrando los ojos.
Esbozando media sonrisa, se pasó la mano por la barba y tras recibir un pequeño empujón por parte de la vampiresa se sentó en la cama.
Procedió a quitarse las botas.
- Bueno. – dijo Eltrant rompiendo de nuevo el silencio. – Níniel es una sacerdotisa importante de la Logia… - explicó - tiene muchos problemas de los que ocuparse, quizás he sido un poco egoísta pidiéndole todo esto. – dijo suspirando, procediendo ahora a quitarse la camisa. – …además de que soy un paciente horrible. – Completó sonriendo.
- Yo te habría dejado desangrarte más tiempo. – dijo volviendo a empujar a su compañero. – Así tendría mucha más sangre y tú aprenderías… - Se cruzó de brazos y desvió la mirada. - ¿A quién pretendo engañar? No aprenderías nada. – Aseguró, Eltrant sonrió cansado. – Porque eres un bestia, uno con la misma capacidad de aprender de sus errores que una patata cocida. – dijo al final, dejando escapar el suspiró más largo que había oído salir de entre los labios de la muchacha.
No podía evitar sentirse culpable, por muchas cosas, por Lyn, por Níniel, por Asher. Aunque no sabía exactamente que hacía el orbe que había ido la sacerdotisa a buscar hasta allí parecía importante para la Logia, y, además, por las palabras de Níniel era un artefacto bastante peligroso.
¿Se había equivocado haciendo aquello? Más dudas surcaron sus pensamientos, la imperiosa necesidad de salir a la aldea y coordinar la construcción de las últimas defensas se apoderó de él.
Lyn chasqueó los dedos frente a su cara y señaló tras él, volvió a la realidad, daba igual si se había equivocado al forzar a Níniel al quedarse allí, poco podía hacer ya para remediarlo.
Una distante explosión le hizo girar la cabeza hacía la ventana.
- …las negociaciones han terminado. – dijo Eltrant dejándose caer, finalmente, sobre la cama.
Sólo los dioses podían saber lo que había hecho Asher, pero independientemente de lo que fuese, Eltrant estaba seguro que el emisario de los mercenarios no había salido bien parado.
La vampiresa, mientras tanto, al ver que el castaño cerraba los ojos, se dirigió a la salida de la habitación.
- Gracias, Lyn. – Le dijo a la ojiazul momentos antes de que saliese de que esta saliese definitivamente del dormitorio.
Hacía semanas que no dormía así de bien.
Incluso antes de estar a cargo de la defensa del Monte tenía dificultades por culpa de las numerosas pesadillas que solía tener. Pero aquella vez no había pasado, había dormido largo y tendido durante lo que quedaba de noche.
Solo se despertó cuando varios rayos de sol se filtraron por la ventana e iluminaron el dormitorio.
Bostezó, estiró los brazos y, en menos de una decena de minutos, bajó de la cama y se colocó todo su atuendo sobre los hombros.
La primera visita del día no tardó en llegar, Asher quería ayudarle a coordinar las defensas, lo agradeció. mientras le comentaba por encima los distintos planes con los que contaba si los falsos Nómadas decidían atacar, Eltrant también se terminó de asegurar que había sido el lobo el que había causado la explosión que había oído antes de quedarse dormido.
Gianluigi se había encargado de colocar el cuerpo en un lugar visible y, por lo que sabía, no se había quejado. Era sorprende que hubiese accedido a hacerlo para empezar, por muy decidido que estuviese a defender su hogar el hombre no era lo que se decía un guerrero, pero tiempos difíciles exigían medidas como aquella.
Cuando Asher abandonó la habitación con todo lo que creyó necesario saber Eltrant volvió a quedarse solo con sus pensamientos. Colocó la flor amarilla de nuevo en la ventana, al sol y la regó con el solitario vaso de agua con el que contaba en la habitación.
Aquello era lo más parecido que tenía a un jardín propio en aquel lugar y, si tenía que tener una habitación allí, estaba obligado a tener uno. Sonrió al oír en su cabeza, las ahora distantes palabras de su padre.
“Todo hogar Tale debe de tener un huerto propio”
Era una especie de mantra familiar, le gustaba, todas las familias tenían sus costumbres, las había mejores o peores, la de la suya era básicamente esa. Se preguntó cómo estarían en aquel momento; Hacía meses que no pasaba por casa.
“Somos granjeros Eltrant, que no se te olvide. Da igual dónde estés”
Miró abajo, a la aldea. Las gentes iban de aquí para allá, con aparente prisa, trasladando desde madera hasta espadas. Ajustó a Recuerdo a su cinto. Había descansado bien, aunque los demás pensasen que no estaba en condiciones de seguir podía seguir trabajando.
Era un Tale, después de todo.
No encontró a Syl por ninguna parte, tampoco a Asher, ni a Níniel. Lyn también estaba desaparecida, aunque conociéndola estaría en el ático, le había gustado tanto aquel lugar que había acabado convirtiéndola en su habitación.
Se detuvo en uno de los tantos pasillos del lugar unos instantes y abrió una de las ventanas, dejó que la brisa mañanera inundase el lugar.
Descartado el felino en aquel momento, tenía que encontrar otra persona capaz de ayudarle con lo que tenía entre manos. Se cruzó de brazos y miró por la misma ventana que acababa de abrir.
Todos los residentes del Monte de San Pedro podían ver claramente que la mayoría de los refugiados que estaban dispuestos a pelear no habían sujetado una espada en su vida, tampoco un arco.
Estaba tratando de corregir eso.
Les había estado haciendo practicar desde que llegó, y, a decir verdad, no iba mal del todo. Aun si él realmente nunca había tenido nada parecido a una formación propiamente dicha, no era muy difícil dar un par de consejos acerca de cómo blandir una espada, de cómo asegurarse de que esta no se escapaba de entre tus manos al dar una estocada.
Pero en cuanto a los arcos, aquello era diferente.
No sabía nada acerca de arquería, sí que había usado algunos a lo largo de su vida, pero nunca se había acercado a la pericia del gato. Esperaba que hubiese sido él el que le ayudase, pero como el resto de sus amigos, había desaparecido.
Sacudió la cabeza, la casa ni siquiera era tan grande.
Cuando volvió a reemprender la marcha, después de varios largos minutos mirando a un punto indeterminado del horizonte, acabó encontrándose a la otra felina que residía en aquel momento en la residencia principal del Monte de San Pedro.
Se acercó a Catherine y, dedicándole una sonrisa, movió su mano derecha como saludo. Sabía que la gata no era lo que se decía muy amigable con él, a veces dudaba siquiera de que la chica tolerara su presencia.
Pero después recordaba que la gran mayoría de las personas con las que habla lo hacían de forma similar a hablaba de la misma forma que hacía
- ¿Todo bien? – Preguntó - ¿Quieres que lleve más muebles a tu habitación? – Añadió esbozando una sonrisa. Miró tras ella momentáneamente, al final del pasillo, dónde estaba la puerta que conducía hasta el exterior. – ...Voy a ir a enseñarle a los aldeanos un poco como defenderse. – explicó. - ¿Te apetece acompañarme? – Preguntó a continuación.
Estaba seguro que la respuesta a esa pregunta tenía muchas posibilidades de ser un “No” bastante rotundo, pero Catherine no le caía mal y, además, agradecería la compañía. Por no hablar que sabía que era una luchadora bastante capaz, sabía que podría aportar algo de quererlo.
Pudo ver entonces, en la linde de su visión, como Oshu, el hombre-perro que acompañaba a Asher y a Syl, salía de una de las habitaciones contiguas al pasillo en el que se encontraban.
Esbozando media sonrisa, se pasó la mano por la barba y tras recibir un pequeño empujón por parte de la vampiresa se sentó en la cama.
Procedió a quitarse las botas.
- Bueno. – dijo Eltrant rompiendo de nuevo el silencio. – Níniel es una sacerdotisa importante de la Logia… - explicó - tiene muchos problemas de los que ocuparse, quizás he sido un poco egoísta pidiéndole todo esto. – dijo suspirando, procediendo ahora a quitarse la camisa. – …además de que soy un paciente horrible. – Completó sonriendo.
- Yo te habría dejado desangrarte más tiempo. – dijo volviendo a empujar a su compañero. – Así tendría mucha más sangre y tú aprenderías… - Se cruzó de brazos y desvió la mirada. - ¿A quién pretendo engañar? No aprenderías nada. – Aseguró, Eltrant sonrió cansado. – Porque eres un bestia, uno con la misma capacidad de aprender de sus errores que una patata cocida. – dijo al final, dejando escapar el suspiró más largo que había oído salir de entre los labios de la muchacha.
No podía evitar sentirse culpable, por muchas cosas, por Lyn, por Níniel, por Asher. Aunque no sabía exactamente que hacía el orbe que había ido la sacerdotisa a buscar hasta allí parecía importante para la Logia, y, además, por las palabras de Níniel era un artefacto bastante peligroso.
¿Se había equivocado haciendo aquello? Más dudas surcaron sus pensamientos, la imperiosa necesidad de salir a la aldea y coordinar la construcción de las últimas defensas se apoderó de él.
Lyn chasqueó los dedos frente a su cara y señaló tras él, volvió a la realidad, daba igual si se había equivocado al forzar a Níniel al quedarse allí, poco podía hacer ya para remediarlo.
Una distante explosión le hizo girar la cabeza hacía la ventana.
- …las negociaciones han terminado. – dijo Eltrant dejándose caer, finalmente, sobre la cama.
Sólo los dioses podían saber lo que había hecho Asher, pero independientemente de lo que fuese, Eltrant estaba seguro que el emisario de los mercenarios no había salido bien parado.
La vampiresa, mientras tanto, al ver que el castaño cerraba los ojos, se dirigió a la salida de la habitación.
- Gracias, Lyn. – Le dijo a la ojiazul momentos antes de que saliese de que esta saliese definitivamente del dormitorio.
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Hacía semanas que no dormía así de bien.
Incluso antes de estar a cargo de la defensa del Monte tenía dificultades por culpa de las numerosas pesadillas que solía tener. Pero aquella vez no había pasado, había dormido largo y tendido durante lo que quedaba de noche.
Solo se despertó cuando varios rayos de sol se filtraron por la ventana e iluminaron el dormitorio.
Bostezó, estiró los brazos y, en menos de una decena de minutos, bajó de la cama y se colocó todo su atuendo sobre los hombros.
La primera visita del día no tardó en llegar, Asher quería ayudarle a coordinar las defensas, lo agradeció. mientras le comentaba por encima los distintos planes con los que contaba si los falsos Nómadas decidían atacar, Eltrant también se terminó de asegurar que había sido el lobo el que había causado la explosión que había oído antes de quedarse dormido.
Gianluigi se había encargado de colocar el cuerpo en un lugar visible y, por lo que sabía, no se había quejado. Era sorprende que hubiese accedido a hacerlo para empezar, por muy decidido que estuviese a defender su hogar el hombre no era lo que se decía un guerrero, pero tiempos difíciles exigían medidas como aquella.
Cuando Asher abandonó la habitación con todo lo que creyó necesario saber Eltrant volvió a quedarse solo con sus pensamientos. Colocó la flor amarilla de nuevo en la ventana, al sol y la regó con el solitario vaso de agua con el que contaba en la habitación.
Aquello era lo más parecido que tenía a un jardín propio en aquel lugar y, si tenía que tener una habitación allí, estaba obligado a tener uno. Sonrió al oír en su cabeza, las ahora distantes palabras de su padre.
“Todo hogar Tale debe de tener un huerto propio”
Era una especie de mantra familiar, le gustaba, todas las familias tenían sus costumbres, las había mejores o peores, la de la suya era básicamente esa. Se preguntó cómo estarían en aquel momento; Hacía meses que no pasaba por casa.
“Somos granjeros Eltrant, que no se te olvide. Da igual dónde estés”
Miró abajo, a la aldea. Las gentes iban de aquí para allá, con aparente prisa, trasladando desde madera hasta espadas. Ajustó a Recuerdo a su cinto. Había descansado bien, aunque los demás pensasen que no estaba en condiciones de seguir podía seguir trabajando.
Era un Tale, después de todo.
[…]
No encontró a Syl por ninguna parte, tampoco a Asher, ni a Níniel. Lyn también estaba desaparecida, aunque conociéndola estaría en el ático, le había gustado tanto aquel lugar que había acabado convirtiéndola en su habitación.
Se detuvo en uno de los tantos pasillos del lugar unos instantes y abrió una de las ventanas, dejó que la brisa mañanera inundase el lugar.
Descartado el felino en aquel momento, tenía que encontrar otra persona capaz de ayudarle con lo que tenía entre manos. Se cruzó de brazos y miró por la misma ventana que acababa de abrir.
Todos los residentes del Monte de San Pedro podían ver claramente que la mayoría de los refugiados que estaban dispuestos a pelear no habían sujetado una espada en su vida, tampoco un arco.
Estaba tratando de corregir eso.
Les había estado haciendo practicar desde que llegó, y, a decir verdad, no iba mal del todo. Aun si él realmente nunca había tenido nada parecido a una formación propiamente dicha, no era muy difícil dar un par de consejos acerca de cómo blandir una espada, de cómo asegurarse de que esta no se escapaba de entre tus manos al dar una estocada.
Pero en cuanto a los arcos, aquello era diferente.
No sabía nada acerca de arquería, sí que había usado algunos a lo largo de su vida, pero nunca se había acercado a la pericia del gato. Esperaba que hubiese sido él el que le ayudase, pero como el resto de sus amigos, había desaparecido.
Sacudió la cabeza, la casa ni siquiera era tan grande.
Cuando volvió a reemprender la marcha, después de varios largos minutos mirando a un punto indeterminado del horizonte, acabó encontrándose a la otra felina que residía en aquel momento en la residencia principal del Monte de San Pedro.
Se acercó a Catherine y, dedicándole una sonrisa, movió su mano derecha como saludo. Sabía que la gata no era lo que se decía muy amigable con él, a veces dudaba siquiera de que la chica tolerara su presencia.
Pero después recordaba que la gran mayoría de las personas con las que habla lo hacían de forma similar a hablaba de la misma forma que hacía
- ¿Todo bien? – Preguntó - ¿Quieres que lleve más muebles a tu habitación? – Añadió esbozando una sonrisa. Miró tras ella momentáneamente, al final del pasillo, dónde estaba la puerta que conducía hasta el exterior. – ...Voy a ir a enseñarle a los aldeanos un poco como defenderse. – explicó. - ¿Te apetece acompañarme? – Preguntó a continuación.
Estaba seguro que la respuesta a esa pregunta tenía muchas posibilidades de ser un “No” bastante rotundo, pero Catherine no le caía mal y, además, agradecería la compañía. Por no hablar que sabía que era una luchadora bastante capaz, sabía que podría aportar algo de quererlo.
Pudo ver entonces, en la linde de su visión, como Oshu, el hombre-perro que acompañaba a Asher y a Syl, salía de una de las habitaciones contiguas al pasillo en el que se encontraban.
Última edición por Eltrant Tale el Mar Jun 05 2018, 23:54, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
-Lleva... un par de semanas. No ha empeorado de momento, pero...- me crucé de brazos, sintiéndome algo culpable. Sin embargo, Niniel accedió, dejándome mucho más tranquilo. -Gracias, Niniel. Te debo un gran favor. Si alguna vez necesitas algo de mi... sólo tienes que decirlo.- declaré, mirándola seriamente. Aquello no era algo que dijese por decir. Era una promesa que estaba determinado a cumplir.
Me retiré, yendo a buscar a mi compañero. El felino apenas había salido de nuestra habitación desde que llegamos. Le había explicado la situación con Eltrant, pero parecía algo... ausente. Cuando entré, lo vi sentado al borde de la cama. Me senté junto a él.
-Hola...- susurré, acercándome. -¿Como te sientes?-
-...No lo sé.- admitió. -He dormido mucho. Pero sigo cansado.-
El gato apretó los puños. Ofrecí mi mano, y él la tomó.
-¿Duele?- pregunté, señalando a la cicatriz con la cabeza. Syl miró la marca directamente, tocando su antebrazo.
-A veces. Cuando hago demasiada fuerza con la mano, o...-
-Niniel es una gran sanadora. Le he pedido que intente curartela.- admití. Me miró, sorprendido. Sin embargo, frunció el ceño. Casi parecía que le hubiese insultado.
-No. No quiero que nadie la toque.- dijo, apartándo el brazo y escondiendo la mancha. Le miré, confuso. No lo entendía. Su cola se agitó violentamente tras él. Pero luego, se entornó a su lado. -No quiero olvidarlo.- musitó. -Es... demasiado pronto. Cometí errores, Asher. Y tres personas murieron por ello. Me merezco esta herida.-
Acerqué mi mano a la suya lentamente, dejándole margen para reaccionar. No lo hizo. Sostuve su brazo en silencio, observando la cicatriz negra. No era repulsiva ni grotesca. En cierta forma, tenía su belleza. Acaricié su pelaje suavemente, apenas tocando la zona herida.
-No soy un líder. Intenté serlo, y salió mal. Esto es... la prueba de ello.- El gato tragó saliva. -No pude salvar a la gente que luchaba a mi lado. ¿Como voy a cometer los mismos errores? ¿Y si alguien más... si tú...?-
Bajé las orejas, apenado. Sabía lo que quería decir. Era algo que yo mismo me había planteado, muchas veces. Lo que hacía era arriesgado. Las probabilidades de que alguien muriese... de perder a un amigo, o a alguien de mi familia... eran muy reales.
Abracé a mi girok-ifil con fuerza, apretándole contra mi pecho. Syl comenzó a sollozar sobre mi hombro. Lo sentía tanto. Nada de lo que dijese podría arreglarlo. Estaba ahí, pero me sentía impotente.
-Todo irá bien, Syl.- dije. -Lo prometo.-
No importaban los errores que mi compañero hubiese creído cometer. Incluso si había significado que tres personas muriesen, me aliviaba el tenerlo allí. Él había sobrevivido. Era lo único que importaba. Rompí el abrazo y miré al felino, secandole las lágrimas con mi mano.
-Conseguimos salvar a mucha gente... no todo ha salido mal.- dije. El gato bajó ligeramente la cabeza. Le besé la frente. -Pero... por favor. Deja que vea la herida. No tiene sentido el hacerte sufrir ahora... y, si va a peor...- añadí, con un hilo de voz. Moví los labios, enunciando un mudo "Por favor."
Syl respiró hondo y cerró los ojos, pensativo. Finalmente, asintió.
-Si fueses tú el de la herida... sé como me sentiría.- dijo. Apretó mis manos cariñosamente. Exhalé, aliviado, y le besé ligeramente en los labios. -Te quiero.-
Minutos después, ambos entramos en el sótano. El lugar era particularmente lúgubre. Al menos dos decenas de personas estaban siendo atendidas por un puñado de elfos. El olor a sangre y compuestos medicinales era casi mareante. Uno de los curanderos se giró hacia nosotros, pero lo tranquilicé con un gesto.
Solo necesitabamos un par de sillas y una mesa donde apoyar el brazo.
-Siento haber tardado.- le dije a la alquimista. Había mencionado que su madre era mucho mejor que ella. ¿Como de poderosa podría ser? Por la breve introducción que había hecho, más de lo que podía imaginar. No importaba. A partir de ese momento, haría lo que dijese que hiciese. Cualquier cosa con tal de facilitar la curación.
-Eres... ¿Niniel, verdad?- preguntó Syl. -¿Sería posible... no perder la marca? No... quiero olvidar el por qué la tengo.- confesó, entrecerrando los ojos. Apreté la mandíbula. No aprobaba aquello, pero era su decisión. Si estaba decidido, lo respetaría.
Oshu miró a Eltrant extrañado, como si el humano tuviese prohibido el estar allí.
-¿No deberías estar en cama?- preguntó, frunciendo el ceño. -Estaba seguro de que no ibas a sobrevivir. Incluso con sanación élfica...- El hombre perro se cruzó de brazos. No se lo había dicho, pero había sido él quien lo encontró desangrándose en el suelo.
Le estaba costando dormir. Se sentía como un intruso en ese lugar. Igual que, en un momento, le había pasado con el Templo. Pero curiosamente, durante el día le resultaba más fácil. Al menos aquella noche le sirvió para encontrar a Eltrant rápidamente.
-Pero... si vais a entrenar, me vendría bien moverme un poco.- dijo, sujetándose el hombro y moviendo el brazo en círculos. Demasiada poca actividad. No había tenido ocasión para luchar desde la Caza, y ninguno de los Nómadas parecía haber estado de humor para entrenar.
Salió de la casa, dirigiendose directamente al patio central. Incluso si no quería herir a nadie, necesitaba moverse de vez en cuando. Había dejado de ser un mercenario... pero luchar era lo que mejor podía hacer. Desenvainó sus cimitarras y buscó la pose adecuada, equilibrando su cuerpo.
-¿Crees que una demostración les haría bien, Eltrant Tale?- preguntó después de calentar. Repasó mentalmente. ¿Tenía que ir con cuidado de no abrirle ninguna herida...? No, habían desaparecido por completo. Podía darlo todo.
Me retiré, yendo a buscar a mi compañero. El felino apenas había salido de nuestra habitación desde que llegamos. Le había explicado la situación con Eltrant, pero parecía algo... ausente. Cuando entré, lo vi sentado al borde de la cama. Me senté junto a él.
-Hola...- susurré, acercándome. -¿Como te sientes?-
-...No lo sé.- admitió. -He dormido mucho. Pero sigo cansado.-
El gato apretó los puños. Ofrecí mi mano, y él la tomó.
-¿Duele?- pregunté, señalando a la cicatriz con la cabeza. Syl miró la marca directamente, tocando su antebrazo.
-A veces. Cuando hago demasiada fuerza con la mano, o...-
-Niniel es una gran sanadora. Le he pedido que intente curartela.- admití. Me miró, sorprendido. Sin embargo, frunció el ceño. Casi parecía que le hubiese insultado.
-No. No quiero que nadie la toque.- dijo, apartándo el brazo y escondiendo la mancha. Le miré, confuso. No lo entendía. Su cola se agitó violentamente tras él. Pero luego, se entornó a su lado. -No quiero olvidarlo.- musitó. -Es... demasiado pronto. Cometí errores, Asher. Y tres personas murieron por ello. Me merezco esta herida.-
Acerqué mi mano a la suya lentamente, dejándole margen para reaccionar. No lo hizo. Sostuve su brazo en silencio, observando la cicatriz negra. No era repulsiva ni grotesca. En cierta forma, tenía su belleza. Acaricié su pelaje suavemente, apenas tocando la zona herida.
-No soy un líder. Intenté serlo, y salió mal. Esto es... la prueba de ello.- El gato tragó saliva. -No pude salvar a la gente que luchaba a mi lado. ¿Como voy a cometer los mismos errores? ¿Y si alguien más... si tú...?-
Bajé las orejas, apenado. Sabía lo que quería decir. Era algo que yo mismo me había planteado, muchas veces. Lo que hacía era arriesgado. Las probabilidades de que alguien muriese... de perder a un amigo, o a alguien de mi familia... eran muy reales.
Abracé a mi girok-ifil con fuerza, apretándole contra mi pecho. Syl comenzó a sollozar sobre mi hombro. Lo sentía tanto. Nada de lo que dijese podría arreglarlo. Estaba ahí, pero me sentía impotente.
-Todo irá bien, Syl.- dije. -Lo prometo.-
No importaban los errores que mi compañero hubiese creído cometer. Incluso si había significado que tres personas muriesen, me aliviaba el tenerlo allí. Él había sobrevivido. Era lo único que importaba. Rompí el abrazo y miré al felino, secandole las lágrimas con mi mano.
-Conseguimos salvar a mucha gente... no todo ha salido mal.- dije. El gato bajó ligeramente la cabeza. Le besé la frente. -Pero... por favor. Deja que vea la herida. No tiene sentido el hacerte sufrir ahora... y, si va a peor...- añadí, con un hilo de voz. Moví los labios, enunciando un mudo "Por favor."
Syl respiró hondo y cerró los ojos, pensativo. Finalmente, asintió.
-Si fueses tú el de la herida... sé como me sentiría.- dijo. Apretó mis manos cariñosamente. Exhalé, aliviado, y le besé ligeramente en los labios. -Te quiero.-
[. . .]
Minutos después, ambos entramos en el sótano. El lugar era particularmente lúgubre. Al menos dos decenas de personas estaban siendo atendidas por un puñado de elfos. El olor a sangre y compuestos medicinales era casi mareante. Uno de los curanderos se giró hacia nosotros, pero lo tranquilicé con un gesto.
Solo necesitabamos un par de sillas y una mesa donde apoyar el brazo.
-Siento haber tardado.- le dije a la alquimista. Había mencionado que su madre era mucho mejor que ella. ¿Como de poderosa podría ser? Por la breve introducción que había hecho, más de lo que podía imaginar. No importaba. A partir de ese momento, haría lo que dijese que hiciese. Cualquier cosa con tal de facilitar la curación.
-Eres... ¿Niniel, verdad?- preguntó Syl. -¿Sería posible... no perder la marca? No... quiero olvidar el por qué la tengo.- confesó, entrecerrando los ojos. Apreté la mandíbula. No aprobaba aquello, pero era su decisión. Si estaba decidido, lo respetaría.
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Oshu miró a Eltrant extrañado, como si el humano tuviese prohibido el estar allí.
-¿No deberías estar en cama?- preguntó, frunciendo el ceño. -Estaba seguro de que no ibas a sobrevivir. Incluso con sanación élfica...- El hombre perro se cruzó de brazos. No se lo había dicho, pero había sido él quien lo encontró desangrándose en el suelo.
Le estaba costando dormir. Se sentía como un intruso en ese lugar. Igual que, en un momento, le había pasado con el Templo. Pero curiosamente, durante el día le resultaba más fácil. Al menos aquella noche le sirvió para encontrar a Eltrant rápidamente.
-Pero... si vais a entrenar, me vendría bien moverme un poco.- dijo, sujetándose el hombro y moviendo el brazo en círculos. Demasiada poca actividad. No había tenido ocasión para luchar desde la Caza, y ninguno de los Nómadas parecía haber estado de humor para entrenar.
Salió de la casa, dirigiendose directamente al patio central. Incluso si no quería herir a nadie, necesitaba moverse de vez en cuando. Había dejado de ser un mercenario... pero luchar era lo que mejor podía hacer. Desenvainó sus cimitarras y buscó la pose adecuada, equilibrando su cuerpo.
-¿Crees que una demostración les haría bien, Eltrant Tale?- preguntó después de calentar. Repasó mentalmente. ¿Tenía que ir con cuidado de no abrirle ninguna herida...? No, habían desaparecido por completo. Podía darlo todo.
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
De haber podido Níniel hubiese cambiado la ubicación de aquella clínica a un mejor lugar. Un sitio mejor iluminado y mejor ventilado que animara a los pacientes y no les obligara a mirar constantemente a un techo de piedra, ni a respirar aquella atmósfera cargada con los olores de los alambiques y calcinadores, un lugar donde poder estar más en contacto con la naturaleza. Pero aquel sótano era seguro. Posiblemente el lugar más seguro de todo el pueblo, y sin duda la posición donde se libraría al última defensa si los enemigos lograban atravesar el resto. Estratégicamente era el mejor lugar donde atender a los heridos e incluso resguardar a los aldeanos que no pudiesen luchar. Era además el almacén principal de suministros. Montar todo aquello en otro sitio al final acabaría siendo peor que lidiar con las pegas de hallarse bajo tierra.
Incluso a pesar de que la lucha no había comenzado, buena parte del espacio estaba ya ocupado. De entre la cerca de una veintena de pacientes la mayoría presentaban heridas por cortes o por flechas. Eran las víctimas de los ataques preliminares de los bandidos, o aldeanos que habían intentado escapar del conflicto sin éxito. Todos ellos estaban ya estables, algunos incluso podrían marcharse ya al no necesitar ningún tipo de atención adicional, pero allí estaban. Llegado el momento habría que moverlos a otra parte y dejar las camas y demás superficies similares para pacientes más graves, pero hasta entonces los elfos no parecían querer ser muy duros con ellos.
Aparte de los heridos por diversas armas, la paciente estrella del lugar era una aldeana joven de nombre Amelia. Los nervios y el miedo por toda la situación la habían llevado a dar a luz con varias semanas de antelación a lo normal en una mujer humana haciendo que el niño naciera prematuro. Teniendo en cuenta que para los humanos no era atípico que los partos se complicasen causando la muerte de los niños, de la madre o incluso de ambos, las posibilidades del neonato hubiesen sido escasas de no haber contado con la magia de los hijos del bosque. Gracias a su presencia tanto la madre como el niño estaban bien, y no les faltaban los cuidados. Con la baja tasa de natalidad de las mujeres elfas, era bastante común que fuesen bastante dadas a cuidar de los niños, incluidos los de otras razas.
-Níniel, has regresado pronto.- La saludó una de las elfas tan pronto la peliblanca hubo descendido las escaleras. La mujer de cabello rubio parecía estar controlando que las destilaciones que Níniel había dejado preparándose antes de salir estuvieran en orden y según las instrucciones de la sacerdotisa.
-Sí, va a venir un paciente con una herida que es mejor mirar. Por lo visto hace tiempo que la tiene pero aún nadie la había mirado.- Respondió la peliblanca preparando algunos objetos por si eran necesarios y llevándolos a la caja de madera que hacía las veces de mesilla junto a una de las camas.
-Dos semanas...Como se haya infectado se va a arrepentir de no haber hecho nada antes.- Convino la sanadora antes de seguir a lo suyo y comenzar a embotellar el resultado de unos alambiques que ya había terminado. -La esencia concentrada de flor azul ya está lista. ¿Preparo más?-
-Sí, nunca se tiene mucha flor azul cuando se avecina la lucha.-Respondió la joven acercándose y ayudándola con aquello. No es que no se fiara de ella o sus aptitudes, además aquel proceso podría hacerlo hasta un niño una vez que supiera qué hacer, pero ya que estaba allí no había razón para no hacerlo ella misma. Asher aún tardaría unos minutos en bajar hasta allí con Syl.
-Sí que os lo habéis tomado con calma. ¿No serás de esos que le tienen miedo a las sanadoras? Bueno, algunos humanos que dicen ser médicos son un peligro real, pero te aseguro que las sanadoras elfas sí sabemos lo que nos hacemos.- Bromeó la peliblanca indicando a la pareja que fuera hasta la cama que había estado preparando, señalándole a Syl que se sentara sobre ella y a Asher en una caja cercana que tendría que hacer las veces de silla. -Sí, soy Níniel, déjame ver esa marca.- Respondió y pidió ya allí. Echándole un vistazo a la herida mientras escuchaba la extraña petición del hombre-bestia. La cual causó que la elfa se girara para mirar a Asher, esperando algún tipo de gesto por su parte. Debía de haber toda una historia trás aquella herida.
-Pues sí, claro. De hecho lo "difícil" es eliminarlas. Verás, si la herida está abierta puedo cerrarla sin que quede marca alguna, pero una vez cerrada y cicatrizada el trabajo es doble.- Explicó la joven tomando el brazo del felino y aplicando su magia para evaluar los daños no visibles. -Así que notas como un entumecimiento, un hormigueo...¿Algo más? ¿Dolor, dolor de cabeza, problemas para tragar, ver o oír? ¿Para respirar o pérdidas parciales de conciencia?. Déjame que revise tu corazón.- Preguntaría profesionalmente y llevando luego una mano al pecho del paciente y aplicando también allí su magia, proyectando su energía hacia el interior de su cuerpo, comprobando que estuviera bien y los latidos de su corazón. -Vale, bien, muy bien. No es nada grave, Syl.- Comunicó a ambos, girándose también para asentir al lobo. -Hay daños musculares y nerviosos en el brazo pero, nada. Enseguida estarás perfectamente y podrás hacer lo de siempre sin miedo. En cuanto a la marca, la dejaré, pero si en cualquier momento quieres que desaparezca...Iba a decir que Asher sabe dónde encontrarme, pero lo cierto es que quizá a estas alturas los vampiros hayan convertido mi casa en un burdel...- Se permitió decir con cierto tono de broma, instando al hombre bestia a tumbarse y ponerse cómodo mientras que ella se ponía a su lado y colocaba ambas manos sobre su brazo herido con cuidado, aplicando su potente sanación durante unos minutos.
-Pues ya está.- Dijo anunciando que el proceso había acabado e instando al felino a comprobar que efectivamente podía retomar el uso normal de su extremidad. De hecho de querer podría empuñar inmediatamente su arma predilecta y usarla para acabar con algunos bandidos de los que rodeaban el pueblo si se terciaba.
Como felina que era, Catherine se hallaba tumbada boca arriba y con la cabeza colgando subida en lo alto de una de las estanterías que adornaban la zona cercana a la entrada de la villa de Eltrant. Sí, así era ella, había hecho llevar a su habitación la mejor cama del lugar, así como otros caprichos varios, pero ahí estaba, usando una estantería como lugar de descanso. Por supuesto había oído al humano acercarse hasta allí, incluso sabía que era él sin necesidad de abrir los ojos y antes de que se dirigiera a ella pero, nisiquiera cuando este estuvo ya justo bajo ella, hizo ademán de mover ni un dedo.
-No me quejo. Te has montado una buena casa, humano. Se está bién aquí.- Respondió no obstante y con una tranquilidad tal que casi podría parecer que se había olvidado de los bandidos y el grave peligro en el que todos estaban. -Ummm, quizá luego le pida al grandullón que me lleve esta estantería. Es madera de la buena, lo noto en la espalda.- Añadiría aceptando el ofrecimiento de Eltrant, estirándose felinamente en ese momento y bostezando sin ningún tipo de pudor, mirando entonces, y por primera vez esa mañana, al ex guardia.
-¿Quiéres jugar a los soldaditos con ellos? Pierdes el tiempo. Antes estuve mirando un rato por la ventana y les ví ahí...Aún no sé si estaban practicando para luchar o para espantar moscas.- Respondió contorsionando su cuerpo y bajando del mueble de manera acrobática con pasmosa facilidad. Realmente pareciera que su columna fuera de goma. -De todos modos Níniel está abajo trabajando así que...supongo que puedo ir contigo.- Aceptó contra todo pronóstico y comenzando a seguirle.
-¿Cómo acaba alguien como tú siendo el lord de un sitio como este?- Se interesó mientras avanzaban, no tardando en toparse con uno de los acompañantes de Asher, el cual también acabó por ir con ellos, e incluso lideró la marcha hacia el exterior y hasta la plazoleta frente a la villa, que hacía las veces de patio de armas para aquellos de entre los campesinos que habían optado por luchar por lo que era suyo. Aquellos con algo más de idea dirigían al resto como buenamente podían pero, lo cierto era que les vendrían bien algunos consejos adicionales. Los aldeanos detuvieron sus prácticas y se reunieron en torno a su señor y sus "ayudantes" tan pronto como les vieron llegar, sin duda esperando a que Tale les dijera qué hacer.
-Esto...chico perro, ¿Sabías que tus espadas están torcidas y les falta uno de sus filos?- Se burló la felina al ver como antes de que Eltrant dijera nada el hombre-bestia había desenvainado sus extrañas armas y retaba al humano a un combate de práctica. -Vaya eso sí que es motivación. Yo mejor me pongo aquí, junto a estos espanta moscas a ver el espectáculo. Procurad no darle más trabajo a Nín si eso.- Dijo al final, colocándose junto al resto de espectadores.
Incluso a pesar de que la lucha no había comenzado, buena parte del espacio estaba ya ocupado. De entre la cerca de una veintena de pacientes la mayoría presentaban heridas por cortes o por flechas. Eran las víctimas de los ataques preliminares de los bandidos, o aldeanos que habían intentado escapar del conflicto sin éxito. Todos ellos estaban ya estables, algunos incluso podrían marcharse ya al no necesitar ningún tipo de atención adicional, pero allí estaban. Llegado el momento habría que moverlos a otra parte y dejar las camas y demás superficies similares para pacientes más graves, pero hasta entonces los elfos no parecían querer ser muy duros con ellos.
Aparte de los heridos por diversas armas, la paciente estrella del lugar era una aldeana joven de nombre Amelia. Los nervios y el miedo por toda la situación la habían llevado a dar a luz con varias semanas de antelación a lo normal en una mujer humana haciendo que el niño naciera prematuro. Teniendo en cuenta que para los humanos no era atípico que los partos se complicasen causando la muerte de los niños, de la madre o incluso de ambos, las posibilidades del neonato hubiesen sido escasas de no haber contado con la magia de los hijos del bosque. Gracias a su presencia tanto la madre como el niño estaban bien, y no les faltaban los cuidados. Con la baja tasa de natalidad de las mujeres elfas, era bastante común que fuesen bastante dadas a cuidar de los niños, incluidos los de otras razas.
-Níniel, has regresado pronto.- La saludó una de las elfas tan pronto la peliblanca hubo descendido las escaleras. La mujer de cabello rubio parecía estar controlando que las destilaciones que Níniel había dejado preparándose antes de salir estuvieran en orden y según las instrucciones de la sacerdotisa.
-Sí, va a venir un paciente con una herida que es mejor mirar. Por lo visto hace tiempo que la tiene pero aún nadie la había mirado.- Respondió la peliblanca preparando algunos objetos por si eran necesarios y llevándolos a la caja de madera que hacía las veces de mesilla junto a una de las camas.
-Dos semanas...Como se haya infectado se va a arrepentir de no haber hecho nada antes.- Convino la sanadora antes de seguir a lo suyo y comenzar a embotellar el resultado de unos alambiques que ya había terminado. -La esencia concentrada de flor azul ya está lista. ¿Preparo más?-
-Sí, nunca se tiene mucha flor azul cuando se avecina la lucha.-Respondió la joven acercándose y ayudándola con aquello. No es que no se fiara de ella o sus aptitudes, además aquel proceso podría hacerlo hasta un niño una vez que supiera qué hacer, pero ya que estaba allí no había razón para no hacerlo ella misma. Asher aún tardaría unos minutos en bajar hasta allí con Syl.
-Sí que os lo habéis tomado con calma. ¿No serás de esos que le tienen miedo a las sanadoras? Bueno, algunos humanos que dicen ser médicos son un peligro real, pero te aseguro que las sanadoras elfas sí sabemos lo que nos hacemos.- Bromeó la peliblanca indicando a la pareja que fuera hasta la cama que había estado preparando, señalándole a Syl que se sentara sobre ella y a Asher en una caja cercana que tendría que hacer las veces de silla. -Sí, soy Níniel, déjame ver esa marca.- Respondió y pidió ya allí. Echándole un vistazo a la herida mientras escuchaba la extraña petición del hombre-bestia. La cual causó que la elfa se girara para mirar a Asher, esperando algún tipo de gesto por su parte. Debía de haber toda una historia trás aquella herida.
-Pues sí, claro. De hecho lo "difícil" es eliminarlas. Verás, si la herida está abierta puedo cerrarla sin que quede marca alguna, pero una vez cerrada y cicatrizada el trabajo es doble.- Explicó la joven tomando el brazo del felino y aplicando su magia para evaluar los daños no visibles. -Así que notas como un entumecimiento, un hormigueo...¿Algo más? ¿Dolor, dolor de cabeza, problemas para tragar, ver o oír? ¿Para respirar o pérdidas parciales de conciencia?. Déjame que revise tu corazón.- Preguntaría profesionalmente y llevando luego una mano al pecho del paciente y aplicando también allí su magia, proyectando su energía hacia el interior de su cuerpo, comprobando que estuviera bien y los latidos de su corazón. -Vale, bien, muy bien. No es nada grave, Syl.- Comunicó a ambos, girándose también para asentir al lobo. -Hay daños musculares y nerviosos en el brazo pero, nada. Enseguida estarás perfectamente y podrás hacer lo de siempre sin miedo. En cuanto a la marca, la dejaré, pero si en cualquier momento quieres que desaparezca...Iba a decir que Asher sabe dónde encontrarme, pero lo cierto es que quizá a estas alturas los vampiros hayan convertido mi casa en un burdel...- Se permitió decir con cierto tono de broma, instando al hombre bestia a tumbarse y ponerse cómodo mientras que ella se ponía a su lado y colocaba ambas manos sobre su brazo herido con cuidado, aplicando su potente sanación durante unos minutos.
-Pues ya está.- Dijo anunciando que el proceso había acabado e instando al felino a comprobar que efectivamente podía retomar el uso normal de su extremidad. De hecho de querer podría empuñar inmediatamente su arma predilecta y usarla para acabar con algunos bandidos de los que rodeaban el pueblo si se terciaba.
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Como felina que era, Catherine se hallaba tumbada boca arriba y con la cabeza colgando subida en lo alto de una de las estanterías que adornaban la zona cercana a la entrada de la villa de Eltrant. Sí, así era ella, había hecho llevar a su habitación la mejor cama del lugar, así como otros caprichos varios, pero ahí estaba, usando una estantería como lugar de descanso. Por supuesto había oído al humano acercarse hasta allí, incluso sabía que era él sin necesidad de abrir los ojos y antes de que se dirigiera a ella pero, nisiquiera cuando este estuvo ya justo bajo ella, hizo ademán de mover ni un dedo.
-No me quejo. Te has montado una buena casa, humano. Se está bién aquí.- Respondió no obstante y con una tranquilidad tal que casi podría parecer que se había olvidado de los bandidos y el grave peligro en el que todos estaban. -Ummm, quizá luego le pida al grandullón que me lleve esta estantería. Es madera de la buena, lo noto en la espalda.- Añadiría aceptando el ofrecimiento de Eltrant, estirándose felinamente en ese momento y bostezando sin ningún tipo de pudor, mirando entonces, y por primera vez esa mañana, al ex guardia.
-¿Quiéres jugar a los soldaditos con ellos? Pierdes el tiempo. Antes estuve mirando un rato por la ventana y les ví ahí...Aún no sé si estaban practicando para luchar o para espantar moscas.- Respondió contorsionando su cuerpo y bajando del mueble de manera acrobática con pasmosa facilidad. Realmente pareciera que su columna fuera de goma. -De todos modos Níniel está abajo trabajando así que...supongo que puedo ir contigo.- Aceptó contra todo pronóstico y comenzando a seguirle.
-¿Cómo acaba alguien como tú siendo el lord de un sitio como este?- Se interesó mientras avanzaban, no tardando en toparse con uno de los acompañantes de Asher, el cual también acabó por ir con ellos, e incluso lideró la marcha hacia el exterior y hasta la plazoleta frente a la villa, que hacía las veces de patio de armas para aquellos de entre los campesinos que habían optado por luchar por lo que era suyo. Aquellos con algo más de idea dirigían al resto como buenamente podían pero, lo cierto era que les vendrían bien algunos consejos adicionales. Los aldeanos detuvieron sus prácticas y se reunieron en torno a su señor y sus "ayudantes" tan pronto como les vieron llegar, sin duda esperando a que Tale les dijera qué hacer.
-Esto...chico perro, ¿Sabías que tus espadas están torcidas y les falta uno de sus filos?- Se burló la felina al ver como antes de que Eltrant dijera nada el hombre-bestia había desenvainado sus extrañas armas y retaba al humano a un combate de práctica. -Vaya eso sí que es motivación. Yo mejor me pongo aquí, junto a estos espanta moscas a ver el espectáculo. Procurad no darle más trabajo a Nín si eso.- Dijo al final, colocándose junto al resto de espectadores.
Níniel usa este turno su imposición de manos.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Sorpresivamente la gata había aceptado acompañarle, aun cuando creía que enseñar algo a los aldeanos era una pérdida de tiempo. Por duras que resultasen ser las palabras de Catherine, esta no se equivocaba, al menos en parte.
Sonrió cuando la pelirroja preguntó el motivo por el cual Eltrant había acabado al mando de aquella hacienda. Sabía que era difícil ocultar a los demás que no estaba hecho para tener el título de “Lord”, aunque tampoco estaba esforzándose por hacerlo para empezar.
No eran pocos los que le habían preguntado algo similar desde que se puso al mando de aquella suerte de milicia.
- En realidad no soy el Lord ni nada de eso, mis padres son granjeros. - Aseguró sin detenerse, girándose hacia Catherine a la vez que reía en voz baja. - ¿Conoces a Flint Roiland? – Preguntó. – El nuevo Lord de Roilkat – Añadió tratando de facilitarle las cosas la felina. – Bueno, el caso es que hace un tiempo le salve la vida en Dalmasca. – explicó brevemente – …y él decidió que debía ocuparme de mantener este sitio como regalo. – dijo encogiéndose de hombros – Es un buen tipo. – Suspiró, se rascó la barba - …pero se nota que es un noble, aunque no lo hace a propósito se le escapa que a algunos no nos gust... – Oshu, que acababa de salir de una de las habitaciones contiguas al pasillo por el que se movían, se cruzó en el camino de la pareja.
Eltrant dejó escapar una risotada cuando Oshu dijo a Eltrant que no esperaba que este sobreviviese a las heridas que había recibido la noche anterior.
- Me lo suelen decir cómo dos veces por semana. – dijo al perro como toda respuesta.
Momentos después a aquello, Oshu decidió acompañarles a él y a la gata de camino al lugar en el que todos los aldeanos estaban practicando: él también quería prepararse un poco.
Minutos después se encontró en el lugar que habían acondicionado para aquellos menesteres, en cuanto se percataron de que acababan de llegar, todos los presentes se giraron hacía ellos, esperando algún consejo formidable por parte del exmercenario.
Pasándose la mano por el pelo, tomó aire durante unos instantes, si era sincero consigo mismo no tenía ni la más remota idea de que decirles para que mejorasen, su estilo a la hora de pelear era más bien tosco.
Afortunadamente Oshu propuso el mostrarle a toda una demostración, era mejor que no hacer absolutamente nada en un principio, podrían ver, al menos, como se comportaban dos combatientes con un mínimo de experiencia.
El perro parecía totalmente decidido a hacerlo, incluso desenvainó las dos espadas que portaba consigo antes de que el castaño pudiese responder.
Eltrant enarcó una ceja, eran de confección Nórgeda.
- Muy bien. – dijo finalmente, sonriendo al lobo. Desabrochó a Olvido de su espalda. - ¿Puedes cuidármela mientras, Catherine? – Pidió mientras dejaba el espadón apoyado junto a la gata, usar la claymore encantada en un entrenamiento era casi como hacer trampas.
– Muy bien, atended todos. – Bajó ambas manos hasta la cintura y dio un giro completo sobre sí mismo para asegurarse de que todos estaban mirando. - ¿Alguien propone algunas normas? – Nadie respondió, suspirando se giró hacía Oshu.
- ¿Desarme? – Preguntó tomando el pomo de Recuerdo con su mano derecha. – Quien se quede sin armas, pierde. – Era cierto que el lobo tenía dos de ellas, pero tampoco le importaba demasiado.
Desenvainó completamente a Recuerdo, la asió con fuerza entre sus manos, sonrió al lobo, quien seguía frente a él.
- Sí alguien es tan amable de decirnos cuando empezar… - Torb, el enorme toro salió de entre la multitud, sonriente como siempre.
- ¡Empezad! – Bramó prácticamente de inmediato.
Aquello fue repentino, esperaba al menos una cuenta atrás o algo por el estilo.
Oshu se lanzó hacía él, tan pronto el toro pronunció aquella única palabra. El hombre-bestia atravesó la distancia que les separaba prácticamente de un único salto, colocando ambas espadas delante de él.
Estaba yendo a por todas, pero él no pretendía quedarse atrás.
Preparó a Recuerdo y se centró en bloquear la embestida de Oshu, algo que consiguió, o creyó conseguir más bien. A pesar de que la gélida hoja de su espada detuvo firmemente uno de los aceros del lobo, el otro seguía libre y, sin que él se hubiese percatado de ello, se dirigía en aquel momento hacía su cara.
Chasqueó la lengua y retrocedió al mismo tiempo que evitaba, por muy poco, que el envés de la segunda espada del lobo encontrase su rostro. Sus aceros volvieron a encontrarse apenas instantes después y de igual forma, continuaron intercambiando golpes durante un número indeterminado de segundos. Hasta que Oshu decidió retroceder momentáneamente.
No tardó en comprender que Oshu tenía una forma de pelear muy particular, sus espadas eran básicamente trampas, el lobo las utilizaba como si fuesen entes independientes de su cuerpo; Las usaba para confundir a su oponente con cada estocada que realizaba, con cada bloqueo.
Pero eso no era todo, la forma que el can tenía de moverse le recordaba en parte a Asher y, aunque eso en un principio le ayudó a amoldarse a la forma de combatir de Oshu, acabó entendiendo, por las malas, que la forma que tenían de pelear difería mucho.
- ¡Buen golpe! – Soportó, sin apenas moverse, la acometida con ambas espadas que el lobo había realizado después de hacer una finta que le había obligado a descuidar su costado. Intentó que el Oshu no notase que le había sacado todo el aire de los pulmones con aquel impacto.
Tenía bastante fuerza. ¿Se habría ganado un moratón bajo la armadura?
Contratacó, llevaba demasiado tiempo a la defensiva. Ayudándose con uno de los guanteletes de metal con los contaba su armadura agarró firmemente una de las espadas del lobo, después alzó a Recuerdo, la dirigió a la muñeca opuesta de Oshu.
La otra espada del lobo se encontró con la suya propia y se quedaron de esa forma, forcejeando, durante varios segundos inusualmente largos. Esto fue así hasta que Eltrant desequilibró al perro dando varios fuertes tirones de la espada que seguía manteniendo sujeta por la hoja, lo justo como para obligar a Oshu a que la soltase.
Una vez con el acero en su poder lo dejó caer a un lado y, lo más rápido que pudo, se defendió del arma que el lobo tenía aún entre sus manos.
Se aburría mucho.
Estaba sola, en la oscuridad, en el ático.
Jugueteó con los distintos papeles que tenía frente ella. No era el momento más indicado para escribir. ¿Pero que más podía hacer? Si bajaba antes de que le dijesen que era completamente seguro hacerlo el sol la iba a abrasar. Lo único que podía hacer era esperar.
Se tumbó sombre la cama que le habían preparado ahí arriba, entrelazando ambas manos tras su cabeza.
Quería ayudar.
Se mordió el labio inferior y se volvió a incorporar, rebuscó entre todos los papeles que había desperdigados frente a ella hasta que encontró una pequeña libreta de hojas atadas entre sí con un grueso cordel de color oscuro.
Aquel papel tenía tiempo, mucho tiempo. No solo estaba amarillento, la tinta que había usado para escribir estaba ahora difuminada y borrosa, había algunas partes eran prácticamente ilegibles incluso para ella y faltaban páginas.
No era la primera parte de su increíblemente entretenida novela, la cual había acabado hacía años, eso lo estaba disfrutando aún el Mortal. Aquellos apuntes eran más antiguos, tenían años, quizás décadas.
Suspiró y repasó la primera página con la mirada, palpó con la yema de sus dedos aquella primera hilera de palabras, recordando el momento en el que las escribió.
Eran los resultados de todas aquellas veces en las que había intentado hacer cosas estúpidas con sus sombras.
Sonrió cuando la pelirroja preguntó el motivo por el cual Eltrant había acabado al mando de aquella hacienda. Sabía que era difícil ocultar a los demás que no estaba hecho para tener el título de “Lord”, aunque tampoco estaba esforzándose por hacerlo para empezar.
No eran pocos los que le habían preguntado algo similar desde que se puso al mando de aquella suerte de milicia.
- En realidad no soy el Lord ni nada de eso, mis padres son granjeros. - Aseguró sin detenerse, girándose hacia Catherine a la vez que reía en voz baja. - ¿Conoces a Flint Roiland? – Preguntó. – El nuevo Lord de Roilkat – Añadió tratando de facilitarle las cosas la felina. – Bueno, el caso es que hace un tiempo le salve la vida en Dalmasca. – explicó brevemente – …y él decidió que debía ocuparme de mantener este sitio como regalo. – dijo encogiéndose de hombros – Es un buen tipo. – Suspiró, se rascó la barba - …pero se nota que es un noble, aunque no lo hace a propósito se le escapa que a algunos no nos gust... – Oshu, que acababa de salir de una de las habitaciones contiguas al pasillo por el que se movían, se cruzó en el camino de la pareja.
Eltrant dejó escapar una risotada cuando Oshu dijo a Eltrant que no esperaba que este sobreviviese a las heridas que había recibido la noche anterior.
- Me lo suelen decir cómo dos veces por semana. – dijo al perro como toda respuesta.
Momentos después a aquello, Oshu decidió acompañarles a él y a la gata de camino al lugar en el que todos los aldeanos estaban practicando: él también quería prepararse un poco.
Minutos después se encontró en el lugar que habían acondicionado para aquellos menesteres, en cuanto se percataron de que acababan de llegar, todos los presentes se giraron hacía ellos, esperando algún consejo formidable por parte del exmercenario.
Pasándose la mano por el pelo, tomó aire durante unos instantes, si era sincero consigo mismo no tenía ni la más remota idea de que decirles para que mejorasen, su estilo a la hora de pelear era más bien tosco.
Afortunadamente Oshu propuso el mostrarle a toda una demostración, era mejor que no hacer absolutamente nada en un principio, podrían ver, al menos, como se comportaban dos combatientes con un mínimo de experiencia.
El perro parecía totalmente decidido a hacerlo, incluso desenvainó las dos espadas que portaba consigo antes de que el castaño pudiese responder.
Eltrant enarcó una ceja, eran de confección Nórgeda.
- Muy bien. – dijo finalmente, sonriendo al lobo. Desabrochó a Olvido de su espalda. - ¿Puedes cuidármela mientras, Catherine? – Pidió mientras dejaba el espadón apoyado junto a la gata, usar la claymore encantada en un entrenamiento era casi como hacer trampas.
– Muy bien, atended todos. – Bajó ambas manos hasta la cintura y dio un giro completo sobre sí mismo para asegurarse de que todos estaban mirando. - ¿Alguien propone algunas normas? – Nadie respondió, suspirando se giró hacía Oshu.
- ¿Desarme? – Preguntó tomando el pomo de Recuerdo con su mano derecha. – Quien se quede sin armas, pierde. – Era cierto que el lobo tenía dos de ellas, pero tampoco le importaba demasiado.
Desenvainó completamente a Recuerdo, la asió con fuerza entre sus manos, sonrió al lobo, quien seguía frente a él.
- Sí alguien es tan amable de decirnos cuando empezar… - Torb, el enorme toro salió de entre la multitud, sonriente como siempre.
- ¡Empezad! – Bramó prácticamente de inmediato.
Aquello fue repentino, esperaba al menos una cuenta atrás o algo por el estilo.
Oshu se lanzó hacía él, tan pronto el toro pronunció aquella única palabra. El hombre-bestia atravesó la distancia que les separaba prácticamente de un único salto, colocando ambas espadas delante de él.
Estaba yendo a por todas, pero él no pretendía quedarse atrás.
Preparó a Recuerdo y se centró en bloquear la embestida de Oshu, algo que consiguió, o creyó conseguir más bien. A pesar de que la gélida hoja de su espada detuvo firmemente uno de los aceros del lobo, el otro seguía libre y, sin que él se hubiese percatado de ello, se dirigía en aquel momento hacía su cara.
Chasqueó la lengua y retrocedió al mismo tiempo que evitaba, por muy poco, que el envés de la segunda espada del lobo encontrase su rostro. Sus aceros volvieron a encontrarse apenas instantes después y de igual forma, continuaron intercambiando golpes durante un número indeterminado de segundos. Hasta que Oshu decidió retroceder momentáneamente.
No tardó en comprender que Oshu tenía una forma de pelear muy particular, sus espadas eran básicamente trampas, el lobo las utilizaba como si fuesen entes independientes de su cuerpo; Las usaba para confundir a su oponente con cada estocada que realizaba, con cada bloqueo.
Pero eso no era todo, la forma que el can tenía de moverse le recordaba en parte a Asher y, aunque eso en un principio le ayudó a amoldarse a la forma de combatir de Oshu, acabó entendiendo, por las malas, que la forma que tenían de pelear difería mucho.
- ¡Buen golpe! – Soportó, sin apenas moverse, la acometida con ambas espadas que el lobo había realizado después de hacer una finta que le había obligado a descuidar su costado. Intentó que el Oshu no notase que le había sacado todo el aire de los pulmones con aquel impacto.
Tenía bastante fuerza. ¿Se habría ganado un moratón bajo la armadura?
Contratacó, llevaba demasiado tiempo a la defensiva. Ayudándose con uno de los guanteletes de metal con los contaba su armadura agarró firmemente una de las espadas del lobo, después alzó a Recuerdo, la dirigió a la muñeca opuesta de Oshu.
La otra espada del lobo se encontró con la suya propia y se quedaron de esa forma, forcejeando, durante varios segundos inusualmente largos. Esto fue así hasta que Eltrant desequilibró al perro dando varios fuertes tirones de la espada que seguía manteniendo sujeta por la hoja, lo justo como para obligar a Oshu a que la soltase.
Una vez con el acero en su poder lo dejó caer a un lado y, lo más rápido que pudo, se defendió del arma que el lobo tenía aún entre sus manos.
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Se aburría mucho.
Estaba sola, en la oscuridad, en el ático.
Jugueteó con los distintos papeles que tenía frente ella. No era el momento más indicado para escribir. ¿Pero que más podía hacer? Si bajaba antes de que le dijesen que era completamente seguro hacerlo el sol la iba a abrasar. Lo único que podía hacer era esperar.
Se tumbó sombre la cama que le habían preparado ahí arriba, entrelazando ambas manos tras su cabeza.
Quería ayudar.
Se mordió el labio inferior y se volvió a incorporar, rebuscó entre todos los papeles que había desperdigados frente a ella hasta que encontró una pequeña libreta de hojas atadas entre sí con un grueso cordel de color oscuro.
Aquel papel tenía tiempo, mucho tiempo. No solo estaba amarillento, la tinta que había usado para escribir estaba ahora difuminada y borrosa, había algunas partes eran prácticamente ilegibles incluso para ella y faltaban páginas.
No era la primera parte de su increíblemente entretenida novela, la cual había acabado hacía años, eso lo estaba disfrutando aún el Mortal. Aquellos apuntes eran más antiguos, tenían años, quizás décadas.
Suspiró y repasó la primera página con la mirada, palpó con la yema de sus dedos aquella primera hilera de palabras, recordando el momento en el que las escribió.
Eran los resultados de todas aquellas veces en las que había intentado hacer cosas estúpidas con sus sombras.
Última edición por Eltrant Tale el Jue Jun 07 2018, 18:51, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Los ataques de Oshu no decayeron. Incluso al haber perdido una de sus cimitarras, el can continuó su asalto, centrándose en atacar más rápido de lo que el humano pudiese defenderse.
Ya había perdido al entrechocar las armas una vez. No cometería el mismo error otra vez.
Su espada impactó contra la del humano repetidas veces. El hombre perro alternaba entre cortes y estocadas rápidamente y sin pensarselo un segundo, obligando a Eltrant a continuar defendiendose mientras ganaba algo de terreno. Pero no tardó en empezar a verse jadear. Debía cambiar de táctica, y rápido.
No tardó en encontrar su oportunidad. Rompiendo su patrón, el can se deslizó hacia la derecha y lanzó un ataque dirigido al costado de Eltant. Aunque el dueño de las tierras reaccionó deprisa, no fue suficiente. Tan pronto como su espada fue desviada por el mandoble, Oshu se impulsó y saltó hacia el costado del humano, girando rápidamente y usando su cuerpo para impulsarse de nuevo.
Para una persona normal, el peso de un hombre perro adulto usándolos como soporte sobre el que saltar bastaría para hacerles caer. Pero Eltrant se mantenía extraordinariamente firme. No le costó más de un segundo recuperar el equilibrio. Lamentablemente para él, Oshu ya estaba a unos metros... y había recuperado la cimitarra del suelo.
-No te has pensado las normas demasiado bien.- dijo el can.
El felino respondió a las preguntas de Niniel con calma. Había tenido suerte de que el daño se centrase solo en el brazo, o eso parecía. Se sobresaltó un poco ante el toque de la elfa, pero una mirada fue suficiente como para que se obligase a tranquilizarse. El tono con el que hablaba facilitaba las cosas.
Suspiré aliviado ante el análisis de la sanadora. Mientras esta le atendía el brazo herido, envolví su mano sana en las mias y observé atentamente el proceso. Nada que se saliese de lo normal, al parecer. Casi se me hacía dificil de creer. Unos minutos de contacto, y... nada más de lo que preocuparse. Una vez terminó, el gato se irguió y probó a mover el brazo, abriendo y cerrando el puño repetidas veces. Parecía satisfecho.
-Muchas gracias.- dijo. Se quedó pensativo, inseguro de como continuar. Tras unos segundos, se frotó el brazo y miró a la sacerdotisa. -Ha sido... un gran gesto. Estoy en deuda contigo.-
-Definitivamente.- añadí. -Tienes mi más profundo agradecimiento, Niniel. Si alguna vez necesitas algo... haré todo lo posible por ayudar. Me aseguraré de que todos los Nómadas hagan lo mismo.- dije, de mejor humor. Aquello era increible. Toqué la marca del brazo de Syl. El felino no rehuyó el contacto.
Comprobé el peso de mi monedero. Demasiado poco. Ofrecerme a pagar esa miseria por tal milagro sería insultante. Me quedé pensativo unos instantes.
-Si acabamos en Lunargenta... si ganamos y la retomamos... me pasaré por tu clínica. Podemos reamueblarla y reparar lo que sea necesario.- prometí. Si lo único que podía ofrecer era servicio físico, que así fuera. -Si lo necesitas, puedo asegurarme de que tengas protección. Un escolta, como mínimo.- Aunque había venido acompañada por un hombre de aspecto peligroso, más ayuda siempre venía bien. Había aprendido por experiencia que el "parecer" fuerte y el "ser" fuerte eran cosas completamente distintas.
Tras hablar tranquilamente con Syl y sentirnos mejor, el pardo y yo nos dirigimos al exterior. Un grupo de tamaño considerable se había formado en el patio. Un combate de práctica, al parecer.
Syl examinó los alrededores, clavando la mirada en las posiciones más altas en las que colocarse. Tras unos segundos, se acercó a una de las pocas atalayas que habían construido. No era ningún trabajo profesional, pero parecían... aceptables. Tras tantear un poco su peso y asegurarse de que no se derrumbaría, empezó a subir por la escalera, poniendo más peso sobre su brazo izquierdo.
Le seguí de cerca. Aquello nos daría una visión más clara de las cosas. Lo primero que pude notar fue que, los que se encontraban entrenando no eran nada más y nada menos que Eltrant y Oshu.
-No le había visto pelear antes.- admití. -No está mal.-
-Fue uno de los pocos que no acabó malherido.- dijo Syl, apoyándose en la madera. -Y no lo tuvo fácil.-
A pesar de aquello, el combate no parecía estar a su favor. Debían de haber estado enfrentados unos cuantos asaltos. Eltrant no solía pelear de forma agresiva sin haber perdido la paciencia primero. Oshu era bueno, pero su oponente era Tale. Suspiré y me puse al otro lado de la "barandilla", dejándome caer al suelo. Después, me abrí camino entre la multitud.
Si hubiese sido en un lugar más privado, habría considerado el lanzarme sobre Eltrant por su espalda para interrumpir el duelo. Pero con tanta gente mirando y un asedio inminente, me decidí por algo más serio. Me interné en medio de la arena, poniendome entre ambos con ambos brazos extendidos.
-Suficiente.- dije, haciéndome oír por encima de las conversaciones que nos rodeaban. -Esto no ayuda. Sobre todo a ti, Tale. Que te hayan curado no es excusa para buscarte más heridas.- dije, reprimiendole con la mirada. No quería ponerme en su contra, pero sabía lo testarudo que podía ser.
Además, seguro que Lyn me lo agradecería.
-Aún... estamos empatados...- jadeó Oshu, apoyándose sobre sus piernas. -Dos a dos.-
-¿Si? Bien. Pues he ganado yo. Ahora sentaos y tomad un respiro. Yo me encargo de esto.- dije, chasqueando los dedos repetidas veces. Iba a tener que dar algunos consejos rápidos. Esa gente no parecía ser especialmente hábil para luchar, pero entre no saber nada y saber poco, podía haber mucha diferencia.
-A todos os gusta vivir, ¿verdad? Pues estad atentos.- comencé. -Esta gente nos supera en número, pero nosotros tenemos algo mejor. El hecho de que no somos idiotas. Es una enorme ventaja.- aseguré. -Cuando empeceis a ver cosas en llamas y tengais a un centenar de bandidos delante, ¿que vais a hacer? Simple. Lo que yo os diga.
Empecé con unas breves tácticas. Incluso si no podía convertirlos en buenos combatientes, el estar coordinados era lo que más podía ayudar. Estabamos defendiendo, por lo que podíamos usar el entorno de manera más eficaz.
Syl continuó observando desde su "nido", tallando tranquilamente una figura de madera mientras pensaba en una vieja canción.
Ya había perdido al entrechocar las armas una vez. No cometería el mismo error otra vez.
Su espada impactó contra la del humano repetidas veces. El hombre perro alternaba entre cortes y estocadas rápidamente y sin pensarselo un segundo, obligando a Eltrant a continuar defendiendose mientras ganaba algo de terreno. Pero no tardó en empezar a verse jadear. Debía cambiar de táctica, y rápido.
No tardó en encontrar su oportunidad. Rompiendo su patrón, el can se deslizó hacia la derecha y lanzó un ataque dirigido al costado de Eltant. Aunque el dueño de las tierras reaccionó deprisa, no fue suficiente. Tan pronto como su espada fue desviada por el mandoble, Oshu se impulsó y saltó hacia el costado del humano, girando rápidamente y usando su cuerpo para impulsarse de nuevo.
Para una persona normal, el peso de un hombre perro adulto usándolos como soporte sobre el que saltar bastaría para hacerles caer. Pero Eltrant se mantenía extraordinariamente firme. No le costó más de un segundo recuperar el equilibrio. Lamentablemente para él, Oshu ya estaba a unos metros... y había recuperado la cimitarra del suelo.
-No te has pensado las normas demasiado bien.- dijo el can.
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El felino respondió a las preguntas de Niniel con calma. Había tenido suerte de que el daño se centrase solo en el brazo, o eso parecía. Se sobresaltó un poco ante el toque de la elfa, pero una mirada fue suficiente como para que se obligase a tranquilizarse. El tono con el que hablaba facilitaba las cosas.
Suspiré aliviado ante el análisis de la sanadora. Mientras esta le atendía el brazo herido, envolví su mano sana en las mias y observé atentamente el proceso. Nada que se saliese de lo normal, al parecer. Casi se me hacía dificil de creer. Unos minutos de contacto, y... nada más de lo que preocuparse. Una vez terminó, el gato se irguió y probó a mover el brazo, abriendo y cerrando el puño repetidas veces. Parecía satisfecho.
-Muchas gracias.- dijo. Se quedó pensativo, inseguro de como continuar. Tras unos segundos, se frotó el brazo y miró a la sacerdotisa. -Ha sido... un gran gesto. Estoy en deuda contigo.-
-Definitivamente.- añadí. -Tienes mi más profundo agradecimiento, Niniel. Si alguna vez necesitas algo... haré todo lo posible por ayudar. Me aseguraré de que todos los Nómadas hagan lo mismo.- dije, de mejor humor. Aquello era increible. Toqué la marca del brazo de Syl. El felino no rehuyó el contacto.
Comprobé el peso de mi monedero. Demasiado poco. Ofrecerme a pagar esa miseria por tal milagro sería insultante. Me quedé pensativo unos instantes.
-Si acabamos en Lunargenta... si ganamos y la retomamos... me pasaré por tu clínica. Podemos reamueblarla y reparar lo que sea necesario.- prometí. Si lo único que podía ofrecer era servicio físico, que así fuera. -Si lo necesitas, puedo asegurarme de que tengas protección. Un escolta, como mínimo.- Aunque había venido acompañada por un hombre de aspecto peligroso, más ayuda siempre venía bien. Había aprendido por experiencia que el "parecer" fuerte y el "ser" fuerte eran cosas completamente distintas.
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Tras hablar tranquilamente con Syl y sentirnos mejor, el pardo y yo nos dirigimos al exterior. Un grupo de tamaño considerable se había formado en el patio. Un combate de práctica, al parecer.
Syl examinó los alrededores, clavando la mirada en las posiciones más altas en las que colocarse. Tras unos segundos, se acercó a una de las pocas atalayas que habían construido. No era ningún trabajo profesional, pero parecían... aceptables. Tras tantear un poco su peso y asegurarse de que no se derrumbaría, empezó a subir por la escalera, poniendo más peso sobre su brazo izquierdo.
Le seguí de cerca. Aquello nos daría una visión más clara de las cosas. Lo primero que pude notar fue que, los que se encontraban entrenando no eran nada más y nada menos que Eltrant y Oshu.
-No le había visto pelear antes.- admití. -No está mal.-
-Fue uno de los pocos que no acabó malherido.- dijo Syl, apoyándose en la madera. -Y no lo tuvo fácil.-
A pesar de aquello, el combate no parecía estar a su favor. Debían de haber estado enfrentados unos cuantos asaltos. Eltrant no solía pelear de forma agresiva sin haber perdido la paciencia primero. Oshu era bueno, pero su oponente era Tale. Suspiré y me puse al otro lado de la "barandilla", dejándome caer al suelo. Después, me abrí camino entre la multitud.
Si hubiese sido en un lugar más privado, habría considerado el lanzarme sobre Eltrant por su espalda para interrumpir el duelo. Pero con tanta gente mirando y un asedio inminente, me decidí por algo más serio. Me interné en medio de la arena, poniendome entre ambos con ambos brazos extendidos.
-Suficiente.- dije, haciéndome oír por encima de las conversaciones que nos rodeaban. -Esto no ayuda. Sobre todo a ti, Tale. Que te hayan curado no es excusa para buscarte más heridas.- dije, reprimiendole con la mirada. No quería ponerme en su contra, pero sabía lo testarudo que podía ser.
Además, seguro que Lyn me lo agradecería.
-Aún... estamos empatados...- jadeó Oshu, apoyándose sobre sus piernas. -Dos a dos.-
-¿Si? Bien. Pues he ganado yo. Ahora sentaos y tomad un respiro. Yo me encargo de esto.- dije, chasqueando los dedos repetidas veces. Iba a tener que dar algunos consejos rápidos. Esa gente no parecía ser especialmente hábil para luchar, pero entre no saber nada y saber poco, podía haber mucha diferencia.
-A todos os gusta vivir, ¿verdad? Pues estad atentos.- comencé. -Esta gente nos supera en número, pero nosotros tenemos algo mejor. El hecho de que no somos idiotas. Es una enorme ventaja.- aseguré. -Cuando empeceis a ver cosas en llamas y tengais a un centenar de bandidos delante, ¿que vais a hacer? Simple. Lo que yo os diga.
Empecé con unas breves tácticas. Incluso si no podía convertirlos en buenos combatientes, el estar coordinados era lo que más podía ayudar. Estabamos defendiendo, por lo que podíamos usar el entorno de manera más eficaz.
Syl continuó observando desde su "nido", tallando tranquilamente una figura de madera mientras pensaba en una vieja canción.
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Catherine tomó aquella enorme espada y sonrió con inocente aceptación, sopesándola en sus manos, comprobando juguetonamente si podría empuñarla, haciendo un par de movimientos simples con ella. Sí, definitivamente esa era la espada de un noble; su acero era de la más alta calidad, y el armero que la había forjado sin duda era un maestro. Además parecía estar encantada, lo cual siempre era algo bueno. ¿Cuánto valdría una espada así si la vendiera alguién que sabía exáctamente a quién hacerlo? Bueno, sin saber exactamente la naturaleza de su encantamiento era difícil de decir. Podría ser algo sencillo que solo sumase un par de cientos de monedas a su valor, o podría aumentar su valor al del rescate de un rey. Sería una pena que algo así acabara en malos manos...Si todo salía mal Níniel podría poner a salvo el orbe y ella...Ella pondría "a salvo" aquella espada cuando su dueño no la necesitara.
Tan embelesada estaba ante aquella brillante pieza de artesanía magistral que apenas prestó atención al combate de práctica. No le interesaba demasiado, aunque puesta a escoger le llamaba más la atención el estilo de combate del perro que el del humano. Era más ágil y cercano al suyo propio, aunque fuese solo por el uso de técnicas de doble empuñadura y despiste, pero lo estaba haciendo rematadamente mal ante un tipo como Eltrant, de estilo defensivo, el cual solo debía esperar a que su oponente se cansara. Además, ¿de qué servía todo aquello? Solo eran dos machitos tratando de lucirse. Los campesinos estaban viendo un buen combate, pero no iban a sacar nada positivo de ello para su supervivencia. Cada uno de ellos tardaría al menos una década de prácticas diarias en poder aplicar aquellos movimientos.
La pelirroja estaba a punto de volver a la villa, aburrida y sintiendo que solo estaba allí para sujetarle la espada a Eltrant, cuando Asher interrumpió el enfrentamiento, dispuesto a enseñarles algunas cosas más útiles a los espanta moscas. Aquel hombre-bestia era más pragmático, aunque su enfoque también era incorrecto. Básicamente se basaba en dar por hecho que aquella gente no era idiota, o al menos no tanto como los bandidos atacantes. Bueno, eran unos aldeanos sin equipo ni entrenamiento, superados en número por su enemigo y allí estaban, defendiendo un viñedo sin viñas. Lo cierto es que tenían idiotez para exportar.
-Aquí tienes, humano. Es una buena espada, aunque yo prefiero otro tipo de armas.- Le dijo a Tale cuando este hubo terminado y se disponía a tomar su turno como espectador. -Quizá luego quiera que la lleves a mi habitación, podría colocarla encima de la estantería, le daría un toque elegante.- Medio bromeó, desviando la mirada al grupo de prácticantes y guardando silencio unos instantes.
-Esto no va a funcionar. Los trata como si fuesen soldados, parece demasiado acostumbrado a tratar con grupos más pequeños de gente mucho más capaz.- Criticó entonces, tras ver alguna de las lecciones del hombre-bestia. -En cuanto tengan delante a un enemigo con ansia de sangre en su mirada, la mayoría se cagarán en los pantalones y dejarán de cumplir ninguna estrategia de estas...Solo correrán como ovejas ante los lobos.-Añadió con desdén. Entonces abandonó su puesto entre el "público" y se dispuso a demostrar su teoría.
-Tú, espanta moscas. Solo eres un estorbo para los demás.- Profirió interrumpiendo a Asher y dirigiéndose ante uno de los aldeanos al azar. Un chico joven, delgaducho y que sudaba ya como un pollo. -No quiero que me maten por tu culpa así que... ¿por qué no nos haces un favor y dejas que te mate ahora.- Amenazó la pelirroja desplegando sus largas y afiladas garras en una posición amenazante. En su mirada solo había una palabra escrita; "muerte".
Tal y como era de esperar, el chico se acobardó, trató de retroceder algunos pasos, pero no tardó en tropezar y caer de espaldas al suelo mientras sus compañeros se retiraban también unos metros, algunos asustados, otros sin saber qué hacer. Catherine se colocó a horcajadas sobre su víctima elegida y le puso una de sus garras sobre el cuello. Solo entonces su rostro volvió a la normalidad.
-Ahí lo tienes humano.- Se dirigió hacia Eltrant tras levantarse. -No es que Asher no les enseñe algo útil, pero, así no van a ganar. Hace falta más. Y no hablo solo de él. Señaló al chico en el suelo. -¿Por qué nadie ha intentado ayudarle? ¿Tanto miedo os doy? ¿De qué van a servir tus instrucciones Asher si cuando todo empiece nadie tendrá los huevos de obedecerte?- Hizo una breve pausa. -No, no sabéis usar las armas y no váis a aprender en un par de días más de lo que saben los enemigos que están ahí fuera. Pero aún así vamos a ganar. Aquí dentro está la única persona que me importa en este mundo y no voy a dejar que muera. Aquí dentro están vuestras familias...Así que esto no va de vivir todos y que nadie muera. Va de luchar a muerte para que ninguno de esos hijos de puta de un solo paso dentro de estos muros sin pagarlo caro. ¿Estamos? Vamos a luchar a muerte aunque tengamos que hacerlo a mordiscos y vamos a hacerlo del único modo en el que podemos ganar. Vamos a luchar sucio- Profirió la felina esbozando una sonrisa pícara.
-Catherine tiene razón.- Confirmó Níniel Interviniendo en aquel preciso momento, mirando con orgullo a su hermana pequeña tras haber presenciado todo su alegato. A veces resultaba abrumador lo mucho que se preocupaba por ella. La felina bajó la cabeza avergonzada, no esperaba que la peliblanca estuviese allí para escuchar aquellas palabras. -Toda coordinación es poca en combate. Trabajar en equipo y tener un plan claro en la cabeza será vital. Incluso si el enemigo avanza y nos hace huír, saber a dónde y qué hacer a continuación nos dará la victoria. Pero para eso hace falta confiar en la persona que lucha a tu lado y estar dispuestos a dar la vida por ellos y por aquello que nuestros muros protegen. No importa de qué sean esos muros, piedra, madera, acero o corazones valientes.-Arengó. Había estado en suficientes batallas como para saber que fortalecer los corazones era tanto o más importante que practicar tácticas y manejo de armas.
-La lucha no es vuestro fuerte, entonces venceremos de otro modo. Vais a convertir cada paso que den en vuestro hogar en un infierno. Vamos a cavar zanjas, a colocar estacas en ellas y a cubrirlas. Vamos a preparar otras colocadas estratégicamente para llenarlas con aceites, vamos a colocar obstáculos para que el enemigo vaya por donde queremos, a cuellos de botella. Empaparemos de aceite algunas de las tiendas de los refugiados y además vamos a preparar lanzas largas y trampas móviles. Entonces, cuando todo empiece, haréis lo que los oficiales os digan.-Instruyó la elfa con algunas ideas y localizaciones ya pensadas. No había pasado tanto tiempo observando el lugar desde las ventanas de la villa solo para disfrutar el paisaje. -Eltrant, Asher, ocuparos de los más aptos para luchar y establecer una cadena de mando, yo preparé el escenario con los demás. Haré que esos bandidos maldigan el día que decidieron poner un pié aquí.- Aseguró. Si alguién de los allí presentes era experta en vencer a los enemigos a pesar de carecer de aptitudes de lucha, esa era ella. -Por cierto Cath, ya te dije que no me gusta que digas tacos. Riñó a la pelirroja.
Tan embelesada estaba ante aquella brillante pieza de artesanía magistral que apenas prestó atención al combate de práctica. No le interesaba demasiado, aunque puesta a escoger le llamaba más la atención el estilo de combate del perro que el del humano. Era más ágil y cercano al suyo propio, aunque fuese solo por el uso de técnicas de doble empuñadura y despiste, pero lo estaba haciendo rematadamente mal ante un tipo como Eltrant, de estilo defensivo, el cual solo debía esperar a que su oponente se cansara. Además, ¿de qué servía todo aquello? Solo eran dos machitos tratando de lucirse. Los campesinos estaban viendo un buen combate, pero no iban a sacar nada positivo de ello para su supervivencia. Cada uno de ellos tardaría al menos una década de prácticas diarias en poder aplicar aquellos movimientos.
La pelirroja estaba a punto de volver a la villa, aburrida y sintiendo que solo estaba allí para sujetarle la espada a Eltrant, cuando Asher interrumpió el enfrentamiento, dispuesto a enseñarles algunas cosas más útiles a los espanta moscas. Aquel hombre-bestia era más pragmático, aunque su enfoque también era incorrecto. Básicamente se basaba en dar por hecho que aquella gente no era idiota, o al menos no tanto como los bandidos atacantes. Bueno, eran unos aldeanos sin equipo ni entrenamiento, superados en número por su enemigo y allí estaban, defendiendo un viñedo sin viñas. Lo cierto es que tenían idiotez para exportar.
-Aquí tienes, humano. Es una buena espada, aunque yo prefiero otro tipo de armas.- Le dijo a Tale cuando este hubo terminado y se disponía a tomar su turno como espectador. -Quizá luego quiera que la lleves a mi habitación, podría colocarla encima de la estantería, le daría un toque elegante.- Medio bromeó, desviando la mirada al grupo de prácticantes y guardando silencio unos instantes.
-Esto no va a funcionar. Los trata como si fuesen soldados, parece demasiado acostumbrado a tratar con grupos más pequeños de gente mucho más capaz.- Criticó entonces, tras ver alguna de las lecciones del hombre-bestia. -En cuanto tengan delante a un enemigo con ansia de sangre en su mirada, la mayoría se cagarán en los pantalones y dejarán de cumplir ninguna estrategia de estas...Solo correrán como ovejas ante los lobos.-Añadió con desdén. Entonces abandonó su puesto entre el "público" y se dispuso a demostrar su teoría.
-Tú, espanta moscas. Solo eres un estorbo para los demás.- Profirió interrumpiendo a Asher y dirigiéndose ante uno de los aldeanos al azar. Un chico joven, delgaducho y que sudaba ya como un pollo. -No quiero que me maten por tu culpa así que... ¿por qué no nos haces un favor y dejas que te mate ahora.- Amenazó la pelirroja desplegando sus largas y afiladas garras en una posición amenazante. En su mirada solo había una palabra escrita; "muerte".
Tal y como era de esperar, el chico se acobardó, trató de retroceder algunos pasos, pero no tardó en tropezar y caer de espaldas al suelo mientras sus compañeros se retiraban también unos metros, algunos asustados, otros sin saber qué hacer. Catherine se colocó a horcajadas sobre su víctima elegida y le puso una de sus garras sobre el cuello. Solo entonces su rostro volvió a la normalidad.
-Ahí lo tienes humano.- Se dirigió hacia Eltrant tras levantarse. -No es que Asher no les enseñe algo útil, pero, así no van a ganar. Hace falta más. Y no hablo solo de él. Señaló al chico en el suelo. -¿Por qué nadie ha intentado ayudarle? ¿Tanto miedo os doy? ¿De qué van a servir tus instrucciones Asher si cuando todo empiece nadie tendrá los huevos de obedecerte?- Hizo una breve pausa. -No, no sabéis usar las armas y no váis a aprender en un par de días más de lo que saben los enemigos que están ahí fuera. Pero aún así vamos a ganar. Aquí dentro está la única persona que me importa en este mundo y no voy a dejar que muera. Aquí dentro están vuestras familias...Así que esto no va de vivir todos y que nadie muera. Va de luchar a muerte para que ninguno de esos hijos de puta de un solo paso dentro de estos muros sin pagarlo caro. ¿Estamos? Vamos a luchar a muerte aunque tengamos que hacerlo a mordiscos y vamos a hacerlo del único modo en el que podemos ganar. Vamos a luchar sucio- Profirió la felina esbozando una sonrisa pícara.
-Catherine tiene razón.- Confirmó Níniel Interviniendo en aquel preciso momento, mirando con orgullo a su hermana pequeña tras haber presenciado todo su alegato. A veces resultaba abrumador lo mucho que se preocupaba por ella. La felina bajó la cabeza avergonzada, no esperaba que la peliblanca estuviese allí para escuchar aquellas palabras. -Toda coordinación es poca en combate. Trabajar en equipo y tener un plan claro en la cabeza será vital. Incluso si el enemigo avanza y nos hace huír, saber a dónde y qué hacer a continuación nos dará la victoria. Pero para eso hace falta confiar en la persona que lucha a tu lado y estar dispuestos a dar la vida por ellos y por aquello que nuestros muros protegen. No importa de qué sean esos muros, piedra, madera, acero o corazones valientes.-Arengó. Había estado en suficientes batallas como para saber que fortalecer los corazones era tanto o más importante que practicar tácticas y manejo de armas.
-La lucha no es vuestro fuerte, entonces venceremos de otro modo. Vais a convertir cada paso que den en vuestro hogar en un infierno. Vamos a cavar zanjas, a colocar estacas en ellas y a cubrirlas. Vamos a preparar otras colocadas estratégicamente para llenarlas con aceites, vamos a colocar obstáculos para que el enemigo vaya por donde queremos, a cuellos de botella. Empaparemos de aceite algunas de las tiendas de los refugiados y además vamos a preparar lanzas largas y trampas móviles. Entonces, cuando todo empiece, haréis lo que los oficiales os digan.-Instruyó la elfa con algunas ideas y localizaciones ya pensadas. No había pasado tanto tiempo observando el lugar desde las ventanas de la villa solo para disfrutar el paisaje. -Eltrant, Asher, ocuparos de los más aptos para luchar y establecer una cadena de mando, yo preparé el escenario con los demás. Haré que esos bandidos maldigan el día que decidieron poner un pié aquí.- Aseguró. Si alguién de los allí presentes era experta en vencer a los enemigos a pesar de carecer de aptitudes de lucha, esa era ella. -Por cierto Cath, ya te dije que no me gusta que digas tacos. Riñó a la pelirroja.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Bajó la espada cuando el lobo se interpuso entre él y Oshu.
Sin decir nada al respecto, se limitó a sonreír cuando Asher le recordó que aquello no le hacía especialmente bien en aquel momento. Lo cierto es que había dejado que la parte más competitiva de su personalidad se apoderase de él.
Pero incluso si el lobo tenía razón al afirmar que aquello no servía de gran cosa, no había salido del todo mal. La gente parecía de mejor humor, la moral estaba algo más alta. Incluso había oído hablar de apuestas momentos atrás.
Se encogió de hombros cuando Asher se nombró vencedor del entrenamiento y, a continuación, se pasó la mano derecha por la nuca, limpiando pobremente el sudor que resbalaba por ella. Tras envainar completamente su arma, según se alejaba del centro de la plazoleta, se giró hacía Oshu.
- Apenas estaba empezando. – Le dijo dándole un leve empujón, a modo de broma.
Tras eso recuperó a Olvido de manos de Catherine y, después de sonreír a lo que la chica tenía que decir de su espada, se paró a escuchar lo que Asher tenía que decirles a los aldeanos. Fue un discurso sencillo, sin demasiadas palabras: “Haced caso a lo que os digamos y todo irá bien”, digno del líder Nómada al que conocía.
No obstante, Catherine no parecía conforme con aquellas palabras.
Frunció el ceño cuando contempló como la gata amenazaba a un muchacho para, simplemente, probar que tenía razón. Cuando Níniel interrumpió a su compañera Eltrant se llevó la mano hasta la sien, suspirando profundamente; la elfa argumentó además que tenían que preparar trampas, defensas, cosas con las que ganar sin entrar en combate directo.
¿Qué se creían que llevaba haciendo todo el tiempo que llevaba allí? ¿Qué estaba exhausto por haber estado encerrado en una oficina dando órdenes? ¿Qué no sabía que había muchísimas posibilidades de que todos murieran allí?
Aquella gente no necesitaba recordar lo cerca que estaban de la muerte, por muy cierto que fuese.
- ¿En cuántas guerras has participado, Caterine? – Preguntó seriamente, ayudando al joven que la gata se había encargado de aterrorizar a levantarse del suelo. – Yo he luchado en Térpoli. – Aseguró, la medalla que le habían otorgado entonces debía de estar en algún lugar de sus aposentos, abandonada. – Primera línea de vanguardia. – Respiró hondo y se giró sobre sí mismo, se aseguró todos a su alrededor le estuviesen mirando. – He visto a amigos convertirse en poco más que un charco de sangre delante de mí, he visto columnas de fuego verde alzarse sobre murallas de madera y a esqueletos pelear contra soldados como si aún tuviesen carne en los huesos. – Se cruzó de brazos, quizás estaba alargando aquello demasiado, pero daba igual. - Y también he estado en la guerra Nórgeda. – Añadió, no se enorgullecía precisamente de aquello, pero lo había hecho, era experiencia con la que contaba. – Así que sé lo que estoy haciendo. – dijo al final molesto.
Estaba acostumbrado a verla criticar todo lo que no le gustase, pero acababa de poner en duda todo por lo que había trabajado hasta el momento, el motivo por el cual casi le mataban la noche anterior.
Se quedó en silencio un rato, buscó a algunos de los presentes con la mirada, tratando de intuir lo que pasaba por sus cabezas. Las palabras de la gata parecían haber calado hondo, había sido un mensaje de victoria sí, pero uno... demasiado aciago.
Y aunque lo que había dicho Níniel sí que había sido algo más alentador seguía antojándosele raro, casi como si reafirmara el discurso derrotista de su compañera, en el dejaban claro que los dos que parecían estar al mando no sabían exactamente qué hacer con un montón de pueblerinos con armas.
Tomó aire, necesitaba que aquella gente fuese capaz de encarar lo que tenía delante, sin medias tintas.
– La verdad es que tienen razón, no sois soldados. Todos sabemos lo que puede pasar, por eso estamos asustados. ¿No es verdad? – dijo – Pero el miedo es algo bueno. – Indicó – Es el miedo lo que nos mantiene con vida, es lo que nos da fuerza para no quedarnos parados bajo una lluvia de flechas, es lo que necesitamos para proteger a la persona que tenemos justo al lado. – Aseguró – Miedo de morir, miedo de perder lo que más queremos, miedo de ver a esos malnacidos hacerse con nuestros hogares. – Bajó ambas manos hasta el cinturón. – No os va a hacer mejores soldados, pero os va a hacer prudentes. Más que ellos, que se piensan que tienen esto ganado y les vamos a mostrar que no es así. – Aseveró. – Permaneced juntos y cuidaos entre vosotros. – Suspiró profundamente. – Mientras sigáis el plan… todo va a salir bien. – dijo al final, alejándose del centro.
Murmullos, cuchicheos, más de una veintena de voces se solaparon entre ellas, esperaba haberles ayudado en algo. Nadie sonreía, todos volvían lentamente al trabajo que tenían entre manos. Necesitaba la moral alta, necesitaba que, aunque estuviesen frente a un ejercito objetivamente superior, no se acobardasen.
Níniel tenía razón, no eran soldados, pero era lo más parecido que tenían y hacía mucho tiempo que habían llegado a un punto sin retorno, si querían salir de allí con vida tenían que pelear. Les gustase o no, tuviesen miedo o no. Si no querían, lo haría él solo si hacía falta.
- Níniel - Se acercó a la sacerdotisa según se marchaba de nuevo hacía la residencia. – Esta gente no necesita saber lo cerca que están de morir. – dijo. – Principalmente porque... ya lo saben. – Añadió, se llevó la mano derecha hasta la cara y cerró los ojos, negó con la cabeza. Quizás se había tomado de forma algo más personal las palabras de Catherine de lo que debería, se disculparía con ella más tarde si era necesario. - …eres lo más parecido a un pequeño resquicio de esperanza que esta gente ha visto en muchos días… – Mencionó después, volviéndose hacía el cumulo de personas, que seguían conversando entre ellos en voz baja – No pierdas eso. – Sentenció.
Dicho esto, volvió a caminar hacia la casa.
Antes de llegar al centro de la aldea, se percató del solitario Syl que descansaba en lo alto de una de las atalayas, parecía pensativo. Enarcó una ceja.
- ¡Syl! – Le llamó, agitó la mano para hacerse ver desde las alturas.
No había tenido la oportunidad de hablar con él en todo el tiempo, parecía estar algo ausente.
- Acompáñame un momento, tengo algo que enseñarte. – Pidió con una sonrisa, quizás aquello le animase algo.
[…]
Estaba de nuevo en la sala de reuniones, repasando el mapa en el que había dejado firmemente escrito el plan a seguir.
Apenas había tenido tiempo de entregar a Syl la plancha de madera exótica con la que se había hecho años atrás. [1] Gianluigi había entrado en su habitación a toda prisa, informando a Eltrant de que los mercenarios habían hecho su primer movimiento.
Al parecer estaban comenzado a colocarse a una distancia prudente de la aldea, en formación. Todo parecía indicar que iban a atacar al anochecer, aún tenían un par de horas al menos.
- Llama a los demás. – dijo a Gian – Va a empezar. – Aseguró pasándose la mano por la cara, suspirando.
[1]: Eltrant entrega a Syl el material: Plancha de Madera de Vaathera.
Ya empiezan las toñas gordas en este turno :'DD. Gracias por toda la paciencia en estos turnos que aparentemente no ha pasado nada.
Sin decir nada al respecto, se limitó a sonreír cuando Asher le recordó que aquello no le hacía especialmente bien en aquel momento. Lo cierto es que había dejado que la parte más competitiva de su personalidad se apoderase de él.
Pero incluso si el lobo tenía razón al afirmar que aquello no servía de gran cosa, no había salido del todo mal. La gente parecía de mejor humor, la moral estaba algo más alta. Incluso había oído hablar de apuestas momentos atrás.
Se encogió de hombros cuando Asher se nombró vencedor del entrenamiento y, a continuación, se pasó la mano derecha por la nuca, limpiando pobremente el sudor que resbalaba por ella. Tras envainar completamente su arma, según se alejaba del centro de la plazoleta, se giró hacía Oshu.
- Apenas estaba empezando. – Le dijo dándole un leve empujón, a modo de broma.
Tras eso recuperó a Olvido de manos de Catherine y, después de sonreír a lo que la chica tenía que decir de su espada, se paró a escuchar lo que Asher tenía que decirles a los aldeanos. Fue un discurso sencillo, sin demasiadas palabras: “Haced caso a lo que os digamos y todo irá bien”, digno del líder Nómada al que conocía.
No obstante, Catherine no parecía conforme con aquellas palabras.
Frunció el ceño cuando contempló como la gata amenazaba a un muchacho para, simplemente, probar que tenía razón. Cuando Níniel interrumpió a su compañera Eltrant se llevó la mano hasta la sien, suspirando profundamente; la elfa argumentó además que tenían que preparar trampas, defensas, cosas con las que ganar sin entrar en combate directo.
¿Qué se creían que llevaba haciendo todo el tiempo que llevaba allí? ¿Qué estaba exhausto por haber estado encerrado en una oficina dando órdenes? ¿Qué no sabía que había muchísimas posibilidades de que todos murieran allí?
Aquella gente no necesitaba recordar lo cerca que estaban de la muerte, por muy cierto que fuese.
- ¿En cuántas guerras has participado, Caterine? – Preguntó seriamente, ayudando al joven que la gata se había encargado de aterrorizar a levantarse del suelo. – Yo he luchado en Térpoli. – Aseguró, la medalla que le habían otorgado entonces debía de estar en algún lugar de sus aposentos, abandonada. – Primera línea de vanguardia. – Respiró hondo y se giró sobre sí mismo, se aseguró todos a su alrededor le estuviesen mirando. – He visto a amigos convertirse en poco más que un charco de sangre delante de mí, he visto columnas de fuego verde alzarse sobre murallas de madera y a esqueletos pelear contra soldados como si aún tuviesen carne en los huesos. – Se cruzó de brazos, quizás estaba alargando aquello demasiado, pero daba igual. - Y también he estado en la guerra Nórgeda. – Añadió, no se enorgullecía precisamente de aquello, pero lo había hecho, era experiencia con la que contaba. – Así que sé lo que estoy haciendo. – dijo al final molesto.
Estaba acostumbrado a verla criticar todo lo que no le gustase, pero acababa de poner en duda todo por lo que había trabajado hasta el momento, el motivo por el cual casi le mataban la noche anterior.
Se quedó en silencio un rato, buscó a algunos de los presentes con la mirada, tratando de intuir lo que pasaba por sus cabezas. Las palabras de la gata parecían haber calado hondo, había sido un mensaje de victoria sí, pero uno... demasiado aciago.
Y aunque lo que había dicho Níniel sí que había sido algo más alentador seguía antojándosele raro, casi como si reafirmara el discurso derrotista de su compañera, en el dejaban claro que los dos que parecían estar al mando no sabían exactamente qué hacer con un montón de pueblerinos con armas.
Tomó aire, necesitaba que aquella gente fuese capaz de encarar lo que tenía delante, sin medias tintas.
– La verdad es que tienen razón, no sois soldados. Todos sabemos lo que puede pasar, por eso estamos asustados. ¿No es verdad? – dijo – Pero el miedo es algo bueno. – Indicó – Es el miedo lo que nos mantiene con vida, es lo que nos da fuerza para no quedarnos parados bajo una lluvia de flechas, es lo que necesitamos para proteger a la persona que tenemos justo al lado. – Aseguró – Miedo de morir, miedo de perder lo que más queremos, miedo de ver a esos malnacidos hacerse con nuestros hogares. – Bajó ambas manos hasta el cinturón. – No os va a hacer mejores soldados, pero os va a hacer prudentes. Más que ellos, que se piensan que tienen esto ganado y les vamos a mostrar que no es así. – Aseveró. – Permaneced juntos y cuidaos entre vosotros. – Suspiró profundamente. – Mientras sigáis el plan… todo va a salir bien. – dijo al final, alejándose del centro.
Murmullos, cuchicheos, más de una veintena de voces se solaparon entre ellas, esperaba haberles ayudado en algo. Nadie sonreía, todos volvían lentamente al trabajo que tenían entre manos. Necesitaba la moral alta, necesitaba que, aunque estuviesen frente a un ejercito objetivamente superior, no se acobardasen.
Níniel tenía razón, no eran soldados, pero era lo más parecido que tenían y hacía mucho tiempo que habían llegado a un punto sin retorno, si querían salir de allí con vida tenían que pelear. Les gustase o no, tuviesen miedo o no. Si no querían, lo haría él solo si hacía falta.
- Níniel - Se acercó a la sacerdotisa según se marchaba de nuevo hacía la residencia. – Esta gente no necesita saber lo cerca que están de morir. – dijo. – Principalmente porque... ya lo saben. – Añadió, se llevó la mano derecha hasta la cara y cerró los ojos, negó con la cabeza. Quizás se había tomado de forma algo más personal las palabras de Catherine de lo que debería, se disculparía con ella más tarde si era necesario. - …eres lo más parecido a un pequeño resquicio de esperanza que esta gente ha visto en muchos días… – Mencionó después, volviéndose hacía el cumulo de personas, que seguían conversando entre ellos en voz baja – No pierdas eso. – Sentenció.
Dicho esto, volvió a caminar hacia la casa.
Antes de llegar al centro de la aldea, se percató del solitario Syl que descansaba en lo alto de una de las atalayas, parecía pensativo. Enarcó una ceja.
- ¡Syl! – Le llamó, agitó la mano para hacerse ver desde las alturas.
No había tenido la oportunidad de hablar con él en todo el tiempo, parecía estar algo ausente.
- Acompáñame un momento, tengo algo que enseñarte. – Pidió con una sonrisa, quizás aquello le animase algo.
[…]
Estaba de nuevo en la sala de reuniones, repasando el mapa en el que había dejado firmemente escrito el plan a seguir.
Apenas había tenido tiempo de entregar a Syl la plancha de madera exótica con la que se había hecho años atrás. [1] Gianluigi había entrado en su habitación a toda prisa, informando a Eltrant de que los mercenarios habían hecho su primer movimiento.
Al parecer estaban comenzado a colocarse a una distancia prudente de la aldea, en formación. Todo parecía indicar que iban a atacar al anochecer, aún tenían un par de horas al menos.
- Llama a los demás. – dijo a Gian – Va a empezar. – Aseguró pasándose la mano por la cara, suspirando.
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[1]: Eltrant entrega a Syl el material: Plancha de Madera de Vaathera.
Ya empiezan las toñas gordas en este turno :'DD. Gracias por toda la paciencia en estos turnos que aparentemente no ha pasado nada.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Intenté ignorar la intervención de la gata, pero no parecía que fuese a dejármelo fácil. Suspiré, exasperado. En cierta forma, me recordaba a mi mismo cuando tenía su edad. No se equivocaba en algunas cosas, pero su idea final se me antojaba un tanto inocente. "Vamos a ganar porque estamos desesperados" no era el mejor de los discursos.
Me habría gustado que Eltrant hubiese mantenido el control. Pero el humano se lo había tomado a pecho. No era de extrañar: después de todo, era el responsable del lugar. Después de soltar, enfurecido, como sabía lo que estaba haciendo, procedió con su propio discurso. Podía comprender el por qué. La chica acababa de mermar su autoridad y reducido la moral que a Tale le había estado costando mantener.
Prácticamente todos sabíamos la verdad. Iba a haber bajas, incluso si ganábamos. Serían numerosas, pero necesarias. Ni siquiera el idealismo de Eltrant lo taparía. Como bien había dicho, había combatido en dos guerras distintas. Sabía que no podía salvarlos a todos, incluso si debía intentarlo.
Ambos habían cometido errores, sin duda. En ese momento, ninguno se mostraba como una figura estable. Parecía que no iba a poder relajarme ni unos minutos.
-El escenario ya está preparado, Niniel.- aclaré. -Eltrant ha estado ocupandose de ello desde que comenzó todo esto. Tenemos atalayas, fosas, estacas, empalizadas y puntos desde los que defender.- dije con el tono más neutral que podía. No podía ser arrogante ni cruel. Estaba en deuda con la sanadora, y delante de casi todas nuestras fuerzas. Si necesitaban una figura de autoridad... igual que Syl, e igual que los Nómadas...
-No os subestimeis. La capacidad de cada uno no define un combate. En un duelo, quizás. Pero aquí, nosotros ponemos las normas.- Alcé la voz, recobrando la atención de los "soldados". Estaba acostumbrado a las escaramuzas. La táctica que había discutido con Eltrant era prometedora. -En cuanto anochezca, tomaré a un grupo de emboscada conmigo y nos ocultaremos en el exterior. Los arqueros y el resto de defensores se quedarán aquí, bajo las órdenes de Eltrant. En cuanto comience el asalto, atacamos por la retaguardia.- expliqué, caminando lentamente por delante del grupo. -Los arqueros disparareis en oleadas. Y nosotros aprovecharemos esos momentos para golpear.-
-Esto obligará a desviar su atención, y, más importante, sembrará el pánico. Estos no son soldados en un ejercito. Son criminales. Bandidos. La mayoría no son mucho mejores que vosotros. El haber amenazado a alguien con una espada no les da tanta experiencia como pretenden tener.- continué. Había hecho mis deberes. Toda la información que Eltrant y Gianluigi habían conseguido sumaba a aquello. El único problema serían los mercenarios. Era probable que aquellos si tuviesen experiencia. Y, más importante, los líderes de los grupos. Nadie reunía un pequeño ejercito sin cierta capacidad y objetivos. -Si creen que están siendo atacados por un ejercito desde el flanco, romperán formación. Si les separamos, caerán fácilmente. Repetiremos esto las veces que podamos. Pero es probable que se retiren para formarse de nuevo. Cuando lo hagan, nos reagruparemos.-
Aquella estrategia solo funcionaría una vez, pero podía servir para reducir sus números. Por el momento, era lo que hacía falta. Una vez me aseguré de que eran conscientes del plan, sólo quedaba elegir los que fuesen a seguirme.
-Oshu. Lanel. Deugan. Staffan. Henry. Rikard. Torb. Dúrnir.- continué nombrando a los que había elegido. Algunos dudaron. Otros parecían hasta alegres. Todos aquellos que destacaban en ofensa y podían moverse más o menos rápido. Tendrían que recibir instrucciones especiales, pero aún quedaban unas horas.
Cuando la noche cayó, la tensión no hizo más que aumentar. Me mantuve en silencio, con el grupo agazapado entre los árboles. Eltrant se encargaría de dar la primera señal. Mi espada vibró en su funda. Sujeté el anillo que rodeaba la empuñadura. Si iba a darme su fuerza, aquel era un buen momento.
El regalo de Eltrant había sido... inesperado. Una plancha de madera de calidad increible. Pese a la antigüedad que tenía, no se había deteriorado en lo más mínimo. Aquella era la clase de madera que se usaba para hacer los mejores escudos, arcos, y... ballestas.
Había sido un gran detalle, pero lamentablemente, no tuvo tiempo para agradecerselo antes de que el hombre gordo apareciese para advertirles de que el asalto estaba por comenzar. El pardo dejó la madera en su habitación: podría ocuparse de aquello al volver.
Syl corrió al exterior y saltó hacia la atalaya, escalándola con unos rápidos brincos y tomando una posición idonea. Clavó una rodilla en el suelo y sacó su ballesta, preparándose para lo que estaba por venir.
Asher ha usado un objeto: Sortija encantada por la luna - Potenciar.
Syl ha usado habilidades: Preparación y Acechador
Me habría gustado que Eltrant hubiese mantenido el control. Pero el humano se lo había tomado a pecho. No era de extrañar: después de todo, era el responsable del lugar. Después de soltar, enfurecido, como sabía lo que estaba haciendo, procedió con su propio discurso. Podía comprender el por qué. La chica acababa de mermar su autoridad y reducido la moral que a Tale le había estado costando mantener.
Prácticamente todos sabíamos la verdad. Iba a haber bajas, incluso si ganábamos. Serían numerosas, pero necesarias. Ni siquiera el idealismo de Eltrant lo taparía. Como bien había dicho, había combatido en dos guerras distintas. Sabía que no podía salvarlos a todos, incluso si debía intentarlo.
Ambos habían cometido errores, sin duda. En ese momento, ninguno se mostraba como una figura estable. Parecía que no iba a poder relajarme ni unos minutos.
-El escenario ya está preparado, Niniel.- aclaré. -Eltrant ha estado ocupandose de ello desde que comenzó todo esto. Tenemos atalayas, fosas, estacas, empalizadas y puntos desde los que defender.- dije con el tono más neutral que podía. No podía ser arrogante ni cruel. Estaba en deuda con la sanadora, y delante de casi todas nuestras fuerzas. Si necesitaban una figura de autoridad... igual que Syl, e igual que los Nómadas...
-No os subestimeis. La capacidad de cada uno no define un combate. En un duelo, quizás. Pero aquí, nosotros ponemos las normas.- Alcé la voz, recobrando la atención de los "soldados". Estaba acostumbrado a las escaramuzas. La táctica que había discutido con Eltrant era prometedora. -En cuanto anochezca, tomaré a un grupo de emboscada conmigo y nos ocultaremos en el exterior. Los arqueros y el resto de defensores se quedarán aquí, bajo las órdenes de Eltrant. En cuanto comience el asalto, atacamos por la retaguardia.- expliqué, caminando lentamente por delante del grupo. -Los arqueros disparareis en oleadas. Y nosotros aprovecharemos esos momentos para golpear.-
-Esto obligará a desviar su atención, y, más importante, sembrará el pánico. Estos no son soldados en un ejercito. Son criminales. Bandidos. La mayoría no son mucho mejores que vosotros. El haber amenazado a alguien con una espada no les da tanta experiencia como pretenden tener.- continué. Había hecho mis deberes. Toda la información que Eltrant y Gianluigi habían conseguido sumaba a aquello. El único problema serían los mercenarios. Era probable que aquellos si tuviesen experiencia. Y, más importante, los líderes de los grupos. Nadie reunía un pequeño ejercito sin cierta capacidad y objetivos. -Si creen que están siendo atacados por un ejercito desde el flanco, romperán formación. Si les separamos, caerán fácilmente. Repetiremos esto las veces que podamos. Pero es probable que se retiren para formarse de nuevo. Cuando lo hagan, nos reagruparemos.-
Aquella estrategia solo funcionaría una vez, pero podía servir para reducir sus números. Por el momento, era lo que hacía falta. Una vez me aseguré de que eran conscientes del plan, sólo quedaba elegir los que fuesen a seguirme.
-Oshu. Lanel. Deugan. Staffan. Henry. Rikard. Torb. Dúrnir.- continué nombrando a los que había elegido. Algunos dudaron. Otros parecían hasta alegres. Todos aquellos que destacaban en ofensa y podían moverse más o menos rápido. Tendrían que recibir instrucciones especiales, pero aún quedaban unas horas.
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Cuando la noche cayó, la tensión no hizo más que aumentar. Me mantuve en silencio, con el grupo agazapado entre los árboles. Eltrant se encargaría de dar la primera señal. Mi espada vibró en su funda. Sujeté el anillo que rodeaba la empuñadura. Si iba a darme su fuerza, aquel era un buen momento.
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El regalo de Eltrant había sido... inesperado. Una plancha de madera de calidad increible. Pese a la antigüedad que tenía, no se había deteriorado en lo más mínimo. Aquella era la clase de madera que se usaba para hacer los mejores escudos, arcos, y... ballestas.
Había sido un gran detalle, pero lamentablemente, no tuvo tiempo para agradecerselo antes de que el hombre gordo apareciese para advertirles de que el asalto estaba por comenzar. El pardo dejó la madera en su habitación: podría ocuparse de aquello al volver.
Syl corrió al exterior y saltó hacia la atalaya, escalándola con unos rápidos brincos y tomando una posición idonea. Clavó una rodilla en el suelo y sacó su ballesta, preparándose para lo que estaba por venir.
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Asher ha usado un objeto: Sortija encantada por la luna - Potenciar.
Syl ha usado habilidades: Preparación y Acechador
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
-¿Guerras? Toda mi vida ha sido una batalla por sobrevivir, humano. Que esté aquí escuchándote es la prueba de mi éxito en ella.- Respondió enfadada la pelirroja sin ceder ante Eltrant, clavando sus ojos rojos en los de él sin dudar ni por un instante. -Sobrevivir es lo mio, pero si crees que estáis mejor sin mi ayuda...Yo estaba muy agusto tumbada dentro. Nín, avísame si me necesitas.- Terminó de decir tras apartar la mirada y echar un vistazo alrededor con desdén, comenzando entonces a caminar de vuelta hacia la casa, solo escuchando en la distancia el nuevo discurso de Eltrant sobre el miedo.
-El miedo algo bueno...El miedo es lo que les va a paralizar cuando más los necesites...Al final Cuerno Torcido va a tener razón, los humanos no saben luchar...-Casi escupió molesta, pateando una piedra cercana a la villa antes de entrar. Buscando a continuación un buen sitio para descansar cerca de allí por si acaso Níniel la llamaba. Encontró el lugar ideal sobre un mueble diferente al que ocupara antes, tumbándose boca arriba y murmurando toda una serie de maldiciones mientras se afilaba las uñas con esmero. Se había dado cuenta, mientras amenazaba a aquel espanta moscas, que necesitaban un poco de atención.
Níniel sí permaneció en la plaza de instrucción para escuchar lo que Eltrant tenía que decir. No estaba de acuerdo con él y sus palabras, incluso dudaba de que el mismo se las creyera, y menos tras enumerar algunas de las batallas en las que había luchado, pero entendía por qué las decía. Podía verse a sí misma sonriendo a una paciente, intentando tranquilizarlo y paliar su sufrimiento. Esforzándose por muy difícil que fuera por salvar su vida.
Para nada esperaba que tras terminar de hablar se dirigiría a ella, como queriendo corregirla de alguna manera.
-Yo nunca pierdo la esperanza antes de haberlo dado todo, y no he empezado ni a calentar.-Le tranquilizó, aunque no sonrió. -Sí, les hemos recordado que no será sencillo, y espero que como dices lo tengan muy en cuenta, pero además les hemos dicho que pueden lograrlo, aunque no como soldados. En ajedrez no puedes pedirle a los peones que se muevan como alfiles, torres o caballos. Pero con un buen plan, los peones pueden ganar guerras.- Respondió para aclararle las cosas.- Parece que perderme las reuniones de estrategia por estar trabajando en los sótanos ha hecho que cometiera una equivocación sobre los preparativos. Me alegra saber que todo está mejor de lo que creía. Volveré entonces al sótano para asegurarme de que todo esté listo.- Terminó de decir, aunque aún permanecería en la zona de instrucción un poco más antes de hacerlo.
Una pena que Eltrant hubiese discutido con Catherine. Sus aptitudes hubiesen ido muy bien al grupo que Asher preparaba para hostigar a los bandidos aquella noche, aunque Níniel casi se alegraba, aquel grupo iba a tomar muchos riesgos. Prefería tenerla cerca para cuidar de ella.
-Parece que los rumores sobre el número de bandidos no eran exagerados. Son prácticamente un pequeño ejército y parecen comportarse como uno.- Comentó Níniel mientras observaba por una de las ventanas del primer piso la llegada de los enemigos. No parecía que su asalto fuese a ser inminente, pero no tardaría mucho en producirse. -Será mejor que nos preparemos para recibirlos como merecen.- Instó la joven, y Cuerno Torcido sonrió a su derecha. Él ya estaba preparado con su armadura y su gran lanza desde hacía tiempo, y estaba ansioso por luchar.
-Si esta gente hubiese exagerado su número me habría tenido que enfadar mucho con ellos. No puedo regresar a mi aldea sin un gran número de cabezas para demostrar mi fuerza. Espero encontrar buenos luchadores entre ellos, si veis a uno que parezca fuerte, sabéis que es para mí.- Bramó encendido el dragón, que parecía estar delante de un buffet en vez de ante un ejército.
-Oh, sí, todos para tí tranquilo. Te vas a hartar.- Profirió la pelirroja girándose para seguir a Nín hasta su habitación, donde ambas comenzarían a ponerse su equipo de batalla y a preparar sus armas y otros útiles con Cuerno Torcido vigilando en la puerta.
-El miedo algo bueno...El miedo es lo que les va a paralizar cuando más los necesites...Al final Cuerno Torcido va a tener razón, los humanos no saben luchar...-Casi escupió molesta, pateando una piedra cercana a la villa antes de entrar. Buscando a continuación un buen sitio para descansar cerca de allí por si acaso Níniel la llamaba. Encontró el lugar ideal sobre un mueble diferente al que ocupara antes, tumbándose boca arriba y murmurando toda una serie de maldiciones mientras se afilaba las uñas con esmero. Se había dado cuenta, mientras amenazaba a aquel espanta moscas, que necesitaban un poco de atención.
Níniel sí permaneció en la plaza de instrucción para escuchar lo que Eltrant tenía que decir. No estaba de acuerdo con él y sus palabras, incluso dudaba de que el mismo se las creyera, y menos tras enumerar algunas de las batallas en las que había luchado, pero entendía por qué las decía. Podía verse a sí misma sonriendo a una paciente, intentando tranquilizarlo y paliar su sufrimiento. Esforzándose por muy difícil que fuera por salvar su vida.
Para nada esperaba que tras terminar de hablar se dirigiría a ella, como queriendo corregirla de alguna manera.
-Yo nunca pierdo la esperanza antes de haberlo dado todo, y no he empezado ni a calentar.-Le tranquilizó, aunque no sonrió. -Sí, les hemos recordado que no será sencillo, y espero que como dices lo tengan muy en cuenta, pero además les hemos dicho que pueden lograrlo, aunque no como soldados. En ajedrez no puedes pedirle a los peones que se muevan como alfiles, torres o caballos. Pero con un buen plan, los peones pueden ganar guerras.- Respondió para aclararle las cosas.- Parece que perderme las reuniones de estrategia por estar trabajando en los sótanos ha hecho que cometiera una equivocación sobre los preparativos. Me alegra saber que todo está mejor de lo que creía. Volveré entonces al sótano para asegurarme de que todo esté listo.- Terminó de decir, aunque aún permanecería en la zona de instrucción un poco más antes de hacerlo.
Una pena que Eltrant hubiese discutido con Catherine. Sus aptitudes hubiesen ido muy bien al grupo que Asher preparaba para hostigar a los bandidos aquella noche, aunque Níniel casi se alegraba, aquel grupo iba a tomar muchos riesgos. Prefería tenerla cerca para cuidar de ella.
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-Parece que los rumores sobre el número de bandidos no eran exagerados. Son prácticamente un pequeño ejército y parecen comportarse como uno.- Comentó Níniel mientras observaba por una de las ventanas del primer piso la llegada de los enemigos. No parecía que su asalto fuese a ser inminente, pero no tardaría mucho en producirse. -Será mejor que nos preparemos para recibirlos como merecen.- Instó la joven, y Cuerno Torcido sonrió a su derecha. Él ya estaba preparado con su armadura y su gran lanza desde hacía tiempo, y estaba ansioso por luchar.
-Si esta gente hubiese exagerado su número me habría tenido que enfadar mucho con ellos. No puedo regresar a mi aldea sin un gran número de cabezas para demostrar mi fuerza. Espero encontrar buenos luchadores entre ellos, si veis a uno que parezca fuerte, sabéis que es para mí.- Bramó encendido el dragón, que parecía estar delante de un buffet en vez de ante un ejército.
-Oh, sí, todos para tí tranquilo. Te vas a hartar.- Profirió la pelirroja girándose para seguir a Nín hasta su habitación, donde ambas comenzarían a ponerse su equipo de batalla y a preparar sus armas y otros útiles con Cuerno Torcido vigilando en la puerta.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Abrió la pequeña trampilla que conducía al ático y se cruzó de brazos, miró hacia arriba. Apenas minutos después, la cabeza de Lyn se apareció por el agujero.
- ¿¡Ya es de noche?! – Preguntó, sonriente como siempre.
- Sí. – Contestó haciéndole señas para que bajase, Lyn torció el gesto al oír esto y saltó de la buhardilla, cayendo frente a él.
- ¿Qué te pasa, Mortal? – Se cruzó de brazos frente a él, frunciendo el ceño. - ¿Te han apuñalado? – Se detuvo unos instantes, analizó la expresión de su acompañante. – ¿No te han apuñalado? – Preguntó al momento, corrigiéndose, ampliando la sonrisa.
Eltrant puso los ojos en blanco y bajó sus manos hasta su cintura.
- Nos están atacando… - Explicó comenzando a caminar, señalando a la ventana que tenían justo a su derecha, desde dónde se podían ver un centenar de pequeñas lucecitas: las antorchas de los mercenarios.
Lyn asintió con suavidad, pero aquella respuesta no pareció contentarla, pues no tardó en darle un par de codazos en el costado cuando le alcanzó.
- Nos llevan atacando muchos días. – dijo – Venga, dímelo. ¿Qué te pasa, gruñón? – Para ser la misma persona que la noche anterior le había cruzado la cara con una fuerza abrumadora estaba bastante habladora. - ¿Quieres un abrazo o algo? – Añadió – Puedo hacer una excepción, Mortal. Pero solo por esta vez. – Agregó adquiriendo un tono bastante más señorial.
No pudo evitar esbozar una sonrisa, la verdad es que, en momentos como aquel, agradecía la presencia de la vampiresa. Aunque le empezaba a preocupar un poco la facilidad que esta tenía para leerle, a él en cambio le seguía costando bastante descifrar lo que podía estar pasando por la cabeza de Lyn.
Se sentía incluso culpable.
- Después te lo digo. – dijo deteniéndose en el pasillo, la vampiresa se cruzó de brazos y enarcó una ceja. – Adelántate, tengo que ir a hacer una cosa antes de salir. – dijo Eltrant girándose sobre sí mismo, Lyn, sin apartar la mirada de la espalda del exmercenario dejó escapar un pequeño suspiro.
- Vale –
Se pasó la mano por la cara, suspirando profundamente.
Por supuesto que tenía que hacerlo él. Él había sido el que había pedido aquel favor para empezar, además, él era el adulto. ¿Qué clase de imagen había dado? Si lo pensaba fríamente, lo único cierto era que se había desquitado con una chica cuyo mayor error había sido exponer lo que pensaba.
No le había gustado la forma en la que lo había hecho, pero… él también había tenido su edad y, por mucho que se negase a pensarlo, había sido tan impulsivo como lo parecía ser Catherine. Lo seguía siendo, la gran mayoría de las veces que se ponía a pelear.
Sonrió para sí, por un momento se sintió un vejestorio, pero se consoló pensando que, aun así, Asher le sacaba tres años. No pudo evitar que sentiría Lyn, con sus prácticamente cien años de edad, cuando veía cosas como aquellas.
Negando con la cabeza, evitando pensar demasiado, golpeó repetidamente la gruesa puerta de madera que separaba el pasillo de la serie de habitaciones que había cedido para Níniel y sus acompañantes.
Se adentró tan pronto le dieron el visto bueno desde el interior.
Primero vio al hombre que acompañaba a la pareja, sentado, con cara de pocos amigos. Parecía listo para entrar en combate y, por cómo se ajustaba su equipo, incapaz de esperar demasiado más.
No tardó en ver a Níniel y a Catherine.
- ¿…estáis preparadas? – Preguntó llevándose la mano hasta la nuca. Suspiró, lo mejor que podía hacer era no irse por las ramas, se lo habían comentado en más de una ocasión. Tenía que dejar de ser tan indeciso en situaciones como aquella. – Quería disculparme por lo de antes, ha estado fuera de lugar. – dijo algo más serio. – Es… - Negó con la cabeza, suspirando. Níniel y Catherine eran parte de la defensa del Monte, parte de las gentes que confiaban en su plan para sobrevivir, les debía aquella disculpa. – Lo siento. – dijo – Gracias por... – Miró a Catherine – ... la ayuda. – Se llevó la mano hasta la barba y se la rascó algo nervioso.
¿Qué clase de líder hablaba así a una de las personas que se habían presentado como voluntarias para defender un lugar en el que no tenían nada que ver? No uno bueno, era capaz de comprender eso.
Estaba seguro de que Asher habría afrontado mejor ese contratiempo de estar en su lugar.
- Bueno… - Alargar las cosas más de lo necesario era complicarlo todo demasiado, ahora tenía que bajar al portón, no podía estar allí más tiempo. – Agachad la cabeza ahí afuera y… dejad que yo me lleve los golpes. – dijo en voz algo más baja, girándose sobre sí mismo. – Tened cuidado. – dijo volviéndose por última vez, antes de salir completamente del lugar.
Níniel, Catherine y Cuerno Torcido eran tan parte del Monte como lo eran los demás, como lo eran Asher, Syl y Oshu. Una vez fuerza de la habitación, tomó el yelmo que descansaba en aquel momento en su cintura y bajó la mirada hasta las hendiduras tras las cuales estarían sus ojos.
Los protegería a todos, no importaba el precio.
Llegó hasta la puerta principal, la primera línea de defensa.
Volvió a repasar el plan mentalmente, dejando a un lado el ataque por sorpresa de Asher, tenían tres posiciones que debían mantener a toda cosa: La entrada principal, en la que se encontraba Eltrant en aquel momento, era la primera. Solo los voluntarios más valientes estaban allí, todos sabían que no había muchas probabilidades de que consiguiesen mantener la posición en aquel lugar.
El segundo lugar que debían defender estaba colina arriba, situado justo bajo la segunda atalaya, un cuello de botella que habían “construido” poco después del laberinto de trampas que habían levantado durante todos los días que habían estado hostigándoles, no era muy difícil de sortear si sabías por dónde moverte, pero caer a un agujero repleto de estacas en mitad de una pelea no debía de ser agradable. Si todo iba bien, la batalla acabaría en aquel lugar.
El último bastión, por supuesto, era la residencia principal del viñedo.
- Te noto mejor, Mortal, aunque no te veo la cara. Pero lo intuyo, se me da bien intuir cosas. – Lyn se colocó a su lado. - ¿Ha sido algo que has comido? – Preguntó a continuación, Eltrant sonrió a su compañera, se quitó el yelmo para poder verla mejor.
- Algo así. – le dijo, la vampiresa sonrió. - ¿Tú no deberías estar más arriba? – Comentó sujetando el casco bajo su brazo. Lyn se mordió el labio inferior y miró el centenar de pequeñas antorchas que, muy lentamente, avanzaban hacía allí.
Si eran capaces de mantener una formación era que, como mínimo, tenían un líder que sabía de estrategias militares. Eso podía ser un problema.
- Sí, eso… Elt… - Eltrant, sorprendido por la forma con la que la vampiresa se había dirigido hacía él se giró hacía ella. – Tengo una idea. – dijo mostrándose algo más decidida por unos instantes – Pero… - La decisión desapareció casi de inmediato, la vampiresa jugueteó por unos instantes con su flequillo. – Necesito que me ayudes con ella. – dijo al final, el castaño volvió a desviar su mirada hasta los mercenarios.
- Claro. – dijo Eltrant, sin apenas pensarselo. La afirmación no pareció contentar a la muchacha
- Es… doloroso y… - Aquello volvió a atraer la atención de Eltrant, que, sin decir nada, se volvió a colocar el yelmo, no faltaría demasiado para que estuviesen a la distancia idónea para empezar a lanzarles flechas.
- ¿Mucho? – Preguntó Eltrant echando mano de la empuñadura de Olvido.
- Más que una puñalada. – Respondió Lyn.
Eltrant no contestó inmediatamente.
- Bien, hazlo. – dijo al final, Lyn arqueó ambas cejas.
- ¿Estás… seguro? – Volvió a preguntar, mirando a su alrededor, los hombres comenzaban a agruparse en torno a Eltrant, colocando los escudos que portaban consigo frente a ellos. ¿Estaría Cuerno Torcido entre ellos? El compañero de Níniel parecía entusiasmado por entrar en combate.
- Lyanna… - dijo girándose hacia ella. – Confió en ti. – Afirmó, desenvainó a Olvido, el viento de la espada envolvió su cuerpo durante unos segundos. – Si crees que va a sernos de utilidad, hazlo. – dijo – Ahora cúbrete bajo algo. ¡Vamos! - dijo señalando tras él.
Volvió a centrarse en lo que tenía frente a él.
- ¡Preparaos! – Gritó, todos los presentes levantaron sus escudos.
La primera andanada de flechas se precipitó sobre los defensores.
- ¡No retrocedáis! ¡Mantened la posición! ¡Que no pasen! – Bramó con todas sus fuerzas, acometiendo contra otro de los atacantes que de alguna forma había superado los escudos, matándolo al instante.
Masculló un par de insultos a los dioses en voz baja, los bandidos se estaban lanzando contra el muro de escudos de forma casi enfermiza. Parecían fanáticos, uno tras otro, ignorando si morían o no, golpeaban el metal que protegía a los aldeanos tratando de abrirse paso a través de sus arcaicas lanzas y atravesar la primera línea de defensa.
Tomó a uno de los hombres que tenía delante de él por la armadura que vestía, prácticamente en el mismo instante en el que este cayó al suelo. El chico no habría llegado a la veintena de edad y gritaba con fuerza, sujetándose un hombro sangrante en el que tenía clavado una flecha.
- ¡No te quedes quieto! – Gritó arrastrándolo varios metros, dejando tiempo a los demás milicianos para que cerrasen el hueco que él herido había dejado en el muro - ¡Muévete! – Lo obligó a levantarse dando varios tirones de su armadura - ¡Corre a la segunda línea de defensa! – El muchacho tras asentir, con lágrimas en los ojos, se tambaleó colina arriba.
Habían perdido a más personas de los que le gustaría admitir en aquella primera acometida, a muchos los que conocía. Se esperaba lo que estaba pasando, lo llevaba haciendo todo aquel tiempo, lo único que no esperaba es que estuviese sucediendo tan rápido.
Pero todavía no podían tocar el cuerno, todavía no estaban todos los en el cuello de botella. Tampoco había visto ningún oficial entre las tropas enemigas.
- ¡Tale! – La voz de uno de los guardianes resonó en su lado, captando su atención. - ¡No podremos aguantar mucho más! - La línea seguía resistiendo envestidas, una tras otra, con firmeza - ¡Tenemos que tocar el cuerno! - Tan pronto como terminó aquella frase una flecha perdida acabó anclada en su cuello.
El hombre se revolvió en el suelo, con ambas manos en garganta, antes de morir. Y Eltrant no pudo hacer nada. Volvió a insultar a los dioses y avanzó hasta estar justo tras las personas que dirigía.
- ¡Abrid la línea! – Ordenó alzando a Olvido, nadie pareció oírle - ¡Que abráis la línea! – Repitió tomando a uno aldeano del hombro y empujándolo a un lado para que le escuchasen. - ¡Yorick! ¡Toca el cuerno! – El grueso de las tropas mercenarias comenzaron a correr hacia el hueco que estaba abierto y que ocupaba solo Eltrant.
El cuerno que avisaba al grupo de Asher que debía atacar se alzó sobre el suave susurro que el centenar de virotes que surcaban los aires en aquel momento dejaba escapar, sobre el crepitar de las llamas que se habían extendido por las casas más cercanas, sobre las voces de los hombres que clamaban atención medica sobre el barro.
Todo aquello le era desagradablemente familiar.
Agarró a Olvido con ambas manos, con firmeza, asentó sus pies en la tierra bajo él y se concentró en cortar todo lo que tenía frente a él, sin excepción. Una flecha se incrustó en su yelmo, lo ignoró, tenía que acabar con todos los que cargaban ahora hacía él, hacía el lugar dónde no había ningún escudo.
Dio un tajo en horizontal frente a él, en cuanto lo hizo una gigantesca media luna de viento emergió de su espada y golpeó la primera fila de atacantes, los cuales se desplomaron frente a sus aliados casi al momento. [1]
Todos los mercenarios se detuvieron durante apenas un segundo, preguntándose que acababa de suceder. Otro cuerno resonó en el lugar, este venía justo de detrás de los mercenarios, muchos se giraron a ver que sucedía, otros se quedaron mirando a los aldeanos.
- ¡Ahora! – Eltrant apuntó con Olvido hacía los bandidos. - ¡Atacad! – Los que quedaban cargaron contra el enemigo, gritando con todas fuerzas, ignorando las heridas y el desconcierto que sentían.
Por primera vez desde que comenzaron las peleas por el Monte, atacaban en lugar de defender.
[1] Segunda Habilidad Olvido: Cortaviento. La segunda habilidad permite cortar el aire y dañar a cualquier criatura mortal o no con una fuerte ventisca de largo alcance (Máximo 20 metros) siendo un ataque inesquivable e inbloqueable.
Defensores 1ª Línea: 6/15
Defensores 2ª Línea: 20/20
Emboscada: 15/15
Atacantes: 89/100
????: ?/?
Los PJ y Acompañantes no estan representados en estos números.
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Extra:
- ¡No podremos aguantar mucho más! - La línea seguía resistiendo envestidas, una tras otra, con firmeza - ¡Tenemos que tocar el cuerno! - Y entonces todos se acercaron a Cuerno Torcido.
Y le dieron un abrazo.:D
- ¿¡Ya es de noche?! – Preguntó, sonriente como siempre.
- Sí. – Contestó haciéndole señas para que bajase, Lyn torció el gesto al oír esto y saltó de la buhardilla, cayendo frente a él.
- ¿Qué te pasa, Mortal? – Se cruzó de brazos frente a él, frunciendo el ceño. - ¿Te han apuñalado? – Se detuvo unos instantes, analizó la expresión de su acompañante. – ¿No te han apuñalado? – Preguntó al momento, corrigiéndose, ampliando la sonrisa.
Eltrant puso los ojos en blanco y bajó sus manos hasta su cintura.
- Nos están atacando… - Explicó comenzando a caminar, señalando a la ventana que tenían justo a su derecha, desde dónde se podían ver un centenar de pequeñas lucecitas: las antorchas de los mercenarios.
Lyn asintió con suavidad, pero aquella respuesta no pareció contentarla, pues no tardó en darle un par de codazos en el costado cuando le alcanzó.
- Nos llevan atacando muchos días. – dijo – Venga, dímelo. ¿Qué te pasa, gruñón? – Para ser la misma persona que la noche anterior le había cruzado la cara con una fuerza abrumadora estaba bastante habladora. - ¿Quieres un abrazo o algo? – Añadió – Puedo hacer una excepción, Mortal. Pero solo por esta vez. – Agregó adquiriendo un tono bastante más señorial.
No pudo evitar esbozar una sonrisa, la verdad es que, en momentos como aquel, agradecía la presencia de la vampiresa. Aunque le empezaba a preocupar un poco la facilidad que esta tenía para leerle, a él en cambio le seguía costando bastante descifrar lo que podía estar pasando por la cabeza de Lyn.
Se sentía incluso culpable.
- Después te lo digo. – dijo deteniéndose en el pasillo, la vampiresa se cruzó de brazos y enarcó una ceja. – Adelántate, tengo que ir a hacer una cosa antes de salir. – dijo Eltrant girándose sobre sí mismo, Lyn, sin apartar la mirada de la espalda del exmercenario dejó escapar un pequeño suspiro.
- Vale –
[…]
Se pasó la mano por la cara, suspirando profundamente.
Por supuesto que tenía que hacerlo él. Él había sido el que había pedido aquel favor para empezar, además, él era el adulto. ¿Qué clase de imagen había dado? Si lo pensaba fríamente, lo único cierto era que se había desquitado con una chica cuyo mayor error había sido exponer lo que pensaba.
No le había gustado la forma en la que lo había hecho, pero… él también había tenido su edad y, por mucho que se negase a pensarlo, había sido tan impulsivo como lo parecía ser Catherine. Lo seguía siendo, la gran mayoría de las veces que se ponía a pelear.
Sonrió para sí, por un momento se sintió un vejestorio, pero se consoló pensando que, aun así, Asher le sacaba tres años. No pudo evitar que sentiría Lyn, con sus prácticamente cien años de edad, cuando veía cosas como aquellas.
Negando con la cabeza, evitando pensar demasiado, golpeó repetidamente la gruesa puerta de madera que separaba el pasillo de la serie de habitaciones que había cedido para Níniel y sus acompañantes.
Se adentró tan pronto le dieron el visto bueno desde el interior.
Primero vio al hombre que acompañaba a la pareja, sentado, con cara de pocos amigos. Parecía listo para entrar en combate y, por cómo se ajustaba su equipo, incapaz de esperar demasiado más.
No tardó en ver a Níniel y a Catherine.
- ¿…estáis preparadas? – Preguntó llevándose la mano hasta la nuca. Suspiró, lo mejor que podía hacer era no irse por las ramas, se lo habían comentado en más de una ocasión. Tenía que dejar de ser tan indeciso en situaciones como aquella. – Quería disculparme por lo de antes, ha estado fuera de lugar. – dijo algo más serio. – Es… - Negó con la cabeza, suspirando. Níniel y Catherine eran parte de la defensa del Monte, parte de las gentes que confiaban en su plan para sobrevivir, les debía aquella disculpa. – Lo siento. – dijo – Gracias por... – Miró a Catherine – ... la ayuda. – Se llevó la mano hasta la barba y se la rascó algo nervioso.
¿Qué clase de líder hablaba así a una de las personas que se habían presentado como voluntarias para defender un lugar en el que no tenían nada que ver? No uno bueno, era capaz de comprender eso.
Estaba seguro de que Asher habría afrontado mejor ese contratiempo de estar en su lugar.
- Bueno… - Alargar las cosas más de lo necesario era complicarlo todo demasiado, ahora tenía que bajar al portón, no podía estar allí más tiempo. – Agachad la cabeza ahí afuera y… dejad que yo me lleve los golpes. – dijo en voz algo más baja, girándose sobre sí mismo. – Tened cuidado. – dijo volviéndose por última vez, antes de salir completamente del lugar.
Níniel, Catherine y Cuerno Torcido eran tan parte del Monte como lo eran los demás, como lo eran Asher, Syl y Oshu. Una vez fuerza de la habitación, tomó el yelmo que descansaba en aquel momento en su cintura y bajó la mirada hasta las hendiduras tras las cuales estarían sus ojos.
Los protegería a todos, no importaba el precio.
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Llegó hasta la puerta principal, la primera línea de defensa.
Volvió a repasar el plan mentalmente, dejando a un lado el ataque por sorpresa de Asher, tenían tres posiciones que debían mantener a toda cosa: La entrada principal, en la que se encontraba Eltrant en aquel momento, era la primera. Solo los voluntarios más valientes estaban allí, todos sabían que no había muchas probabilidades de que consiguiesen mantener la posición en aquel lugar.
El segundo lugar que debían defender estaba colina arriba, situado justo bajo la segunda atalaya, un cuello de botella que habían “construido” poco después del laberinto de trampas que habían levantado durante todos los días que habían estado hostigándoles, no era muy difícil de sortear si sabías por dónde moverte, pero caer a un agujero repleto de estacas en mitad de una pelea no debía de ser agradable. Si todo iba bien, la batalla acabaría en aquel lugar.
El último bastión, por supuesto, era la residencia principal del viñedo.
- Te noto mejor, Mortal, aunque no te veo la cara. Pero lo intuyo, se me da bien intuir cosas. – Lyn se colocó a su lado. - ¿Ha sido algo que has comido? – Preguntó a continuación, Eltrant sonrió a su compañera, se quitó el yelmo para poder verla mejor.
- Algo así. – le dijo, la vampiresa sonrió. - ¿Tú no deberías estar más arriba? – Comentó sujetando el casco bajo su brazo. Lyn se mordió el labio inferior y miró el centenar de pequeñas antorchas que, muy lentamente, avanzaban hacía allí.
Si eran capaces de mantener una formación era que, como mínimo, tenían un líder que sabía de estrategias militares. Eso podía ser un problema.
- Sí, eso… Elt… - Eltrant, sorprendido por la forma con la que la vampiresa se había dirigido hacía él se giró hacía ella. – Tengo una idea. – dijo mostrándose algo más decidida por unos instantes – Pero… - La decisión desapareció casi de inmediato, la vampiresa jugueteó por unos instantes con su flequillo. – Necesito que me ayudes con ella. – dijo al final, el castaño volvió a desviar su mirada hasta los mercenarios.
- Claro. – dijo Eltrant, sin apenas pensarselo. La afirmación no pareció contentar a la muchacha
- Es… doloroso y… - Aquello volvió a atraer la atención de Eltrant, que, sin decir nada, se volvió a colocar el yelmo, no faltaría demasiado para que estuviesen a la distancia idónea para empezar a lanzarles flechas.
- ¿Mucho? – Preguntó Eltrant echando mano de la empuñadura de Olvido.
- Más que una puñalada. – Respondió Lyn.
Eltrant no contestó inmediatamente.
- Bien, hazlo. – dijo al final, Lyn arqueó ambas cejas.
- ¿Estás… seguro? – Volvió a preguntar, mirando a su alrededor, los hombres comenzaban a agruparse en torno a Eltrant, colocando los escudos que portaban consigo frente a ellos. ¿Estaría Cuerno Torcido entre ellos? El compañero de Níniel parecía entusiasmado por entrar en combate.
- Lyanna… - dijo girándose hacia ella. – Confió en ti. – Afirmó, desenvainó a Olvido, el viento de la espada envolvió su cuerpo durante unos segundos. – Si crees que va a sernos de utilidad, hazlo. – dijo – Ahora cúbrete bajo algo. ¡Vamos! - dijo señalando tras él.
Volvió a centrarse en lo que tenía frente a él.
- ¡Preparaos! – Gritó, todos los presentes levantaron sus escudos.
La primera andanada de flechas se precipitó sobre los defensores.
[…]
- ¡No retrocedáis! ¡Mantened la posición! ¡Que no pasen! – Bramó con todas sus fuerzas, acometiendo contra otro de los atacantes que de alguna forma había superado los escudos, matándolo al instante.
Masculló un par de insultos a los dioses en voz baja, los bandidos se estaban lanzando contra el muro de escudos de forma casi enfermiza. Parecían fanáticos, uno tras otro, ignorando si morían o no, golpeaban el metal que protegía a los aldeanos tratando de abrirse paso a través de sus arcaicas lanzas y atravesar la primera línea de defensa.
Tomó a uno de los hombres que tenía delante de él por la armadura que vestía, prácticamente en el mismo instante en el que este cayó al suelo. El chico no habría llegado a la veintena de edad y gritaba con fuerza, sujetándose un hombro sangrante en el que tenía clavado una flecha.
- ¡No te quedes quieto! – Gritó arrastrándolo varios metros, dejando tiempo a los demás milicianos para que cerrasen el hueco que él herido había dejado en el muro - ¡Muévete! – Lo obligó a levantarse dando varios tirones de su armadura - ¡Corre a la segunda línea de defensa! – El muchacho tras asentir, con lágrimas en los ojos, se tambaleó colina arriba.
Habían perdido a más personas de los que le gustaría admitir en aquella primera acometida, a muchos los que conocía. Se esperaba lo que estaba pasando, lo llevaba haciendo todo aquel tiempo, lo único que no esperaba es que estuviese sucediendo tan rápido.
Pero todavía no podían tocar el cuerno, todavía no estaban todos los en el cuello de botella. Tampoco había visto ningún oficial entre las tropas enemigas.
- ¡Tale! – La voz de uno de los guardianes resonó en su lado, captando su atención. - ¡No podremos aguantar mucho más! - La línea seguía resistiendo envestidas, una tras otra, con firmeza - ¡Tenemos que tocar el cuerno! - Tan pronto como terminó aquella frase una flecha perdida acabó anclada en su cuello.
El hombre se revolvió en el suelo, con ambas manos en garganta, antes de morir. Y Eltrant no pudo hacer nada. Volvió a insultar a los dioses y avanzó hasta estar justo tras las personas que dirigía.
- ¡Abrid la línea! – Ordenó alzando a Olvido, nadie pareció oírle - ¡Que abráis la línea! – Repitió tomando a uno aldeano del hombro y empujándolo a un lado para que le escuchasen. - ¡Yorick! ¡Toca el cuerno! – El grueso de las tropas mercenarias comenzaron a correr hacia el hueco que estaba abierto y que ocupaba solo Eltrant.
El cuerno que avisaba al grupo de Asher que debía atacar se alzó sobre el suave susurro que el centenar de virotes que surcaban los aires en aquel momento dejaba escapar, sobre el crepitar de las llamas que se habían extendido por las casas más cercanas, sobre las voces de los hombres que clamaban atención medica sobre el barro.
Todo aquello le era desagradablemente familiar.
Agarró a Olvido con ambas manos, con firmeza, asentó sus pies en la tierra bajo él y se concentró en cortar todo lo que tenía frente a él, sin excepción. Una flecha se incrustó en su yelmo, lo ignoró, tenía que acabar con todos los que cargaban ahora hacía él, hacía el lugar dónde no había ningún escudo.
Dio un tajo en horizontal frente a él, en cuanto lo hizo una gigantesca media luna de viento emergió de su espada y golpeó la primera fila de atacantes, los cuales se desplomaron frente a sus aliados casi al momento. [1]
Todos los mercenarios se detuvieron durante apenas un segundo, preguntándose que acababa de suceder. Otro cuerno resonó en el lugar, este venía justo de detrás de los mercenarios, muchos se giraron a ver que sucedía, otros se quedaron mirando a los aldeanos.
- ¡Ahora! – Eltrant apuntó con Olvido hacía los bandidos. - ¡Atacad! – Los que quedaban cargaron contra el enemigo, gritando con todas fuerzas, ignorando las heridas y el desconcierto que sentían.
Por primera vez desde que comenzaron las peleas por el Monte, atacaban en lugar de defender.
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[1] Segunda Habilidad Olvido: Cortaviento. La segunda habilidad permite cortar el aire y dañar a cualquier criatura mortal o no con una fuerte ventisca de largo alcance (Máximo 20 metros) siendo un ataque inesquivable e inbloqueable.
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- ¡No podremos aguantar mucho más! - La línea seguía resistiendo envestidas, una tras otra, con firmeza - ¡Tenemos que tocar el cuerno! - Y entonces todos se acercaron a Cuerno Torcido.
Y le dieron un abrazo.:D
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Me mantuve quieto. Todo el mundo estaba tenso. Podíamos oir los sonidos de la batalla. Las oleadas de flechas. Como los bandidos atacaban sin piedad. Los defensores no podían hacerles frente mucho tiempo. Pero el cuerno no había sonado.
Uno de los hombres hizo amago de levantarse. Le agarré del hombro, presionando con fuerza y manteniendolo agachado. Se giró hacia mi, probablemente para protestar, pero mi mirada le acalló antes de que dijese nada.
No era el momento, aún no. Aquello era una guerra. El actuar impulsivamente no nos llevaría a ninguna parte. Pasaron los segundos. Un breve vistazo delataba que todos sentían lo mismo. El corazón en la garganta, temblor en las rodillas, ansia por combatir y miedo. Los instantes se hicieron eternos. Hasta que, finalmente, el sonido de un cuerno resonó bajo el cielo nocturnos.
Eché a correr entre la maleza. Los mercenarios estaban delante de mi. No les daría tiempo a reaccionar. Me concentré y abrí mi mano izquierda, tensando el brazo entero. El brillo carmesí llegó apenas un instante de la explosión. Una gran llamarada envolvió a todos los desgraciados que se encontraban a varios metros por delante, derribándolos y calcinando sus cuerpos. Las llamas se propagaron a los árboles y plantas cercanos.
Y entonces, llegó el segundo cuerno, de parte de uno de los soldados que lideraba.
-¡VAMOS!- ordené, sacudiendo mi brazo izquierdo. Notaba cierto ardor, pero podía continuar. Las fuerzas de emboscada cargaron hacia adelante con un grito de guerra. Desenvainé a Brillo y los seguí de cerca.
Llegamos demasiado rápido como para que los primeros se diesen cuenta de lo que estaba pasando. Oshu fue el primero, lanzándose contra uno de los mercenarios y atravesandole el pecho con una de sus espadas. Su compañero lo miró, horrorizado, antes de reaccionar.
Desafortunadamente para él, estaba en desventaja. El hombre perro bloqueó con su segunda cimitarra, dándome el tiempo suficiente para avanzar y hundir mi hoja en la cabeza del invasor.
Alguien gritaba órdenes. Cambio de formación. Iban a defenderse. Miré alrededor, alarmado. Los milicianos habían acabado con algunos enemigos, pero solo por la sorpresa. El toro había aplastado a uno con su enorme martillo, mientras que el resto había atacado en parejas. Hice una señal, apuntando a parte de la empalizada. Tenían que atacar desde allí, volver a hacerles romper formación.
Se avisaron entre sí, apresurándose a seguir las órdenes. Todos, salvo dos. Uno de los hombres arrastraba a su malherido compañero. No podía quedarme a ayudarlos.
-Escondeos.- ordené. No era probable que sobreviviesen. Empecé a correr en dirección perpendicular a la que había señalado. Esperaban un ataque por la espalda. Pues atacaría por los costados.
Syl fue el primero en disparar.
El virote fue certero, impactando directamente en el casco de uno de la vanguardia. Inmediatamente, el felino recargó y buscó a su siguiente objetivo. Las cosas pintaban mal para la primera linea. El resto de arqueros disparó en la primera oleada. La lluvia de flechas fue detenida por escudos en alto.
Y entonces, accionó la ballesta de nuevo. Impacto en el pecho. Continuó el patrón varias veces. De uno en uno. Tal y como había sugerido su compañero. Si no podía acertar en la cabeza, cuello, o corazón, que fuese en la pierna.
Algunas flechas enemigas impactaron en la atalaya, clavándose en la madera... y uno de los arqueros. No importaba. Había... un brillo extraño. Fuego. No en el bosque, sino en la puerta. Una esfera empezaba a formarse en el aire. Sin pensarselo un segundo, el pardo disparó hacia el brujo.
La saeta hizo que se tambalease. Pero era demasiado tarde. El felino saltó de la atalaya y dio una voltereta sobre la hierba. Apenas un momento después, la bola de fuego estalló contra esta, derribando planchas de madera y prendiéndole fuego.
Syl corrió lo deprisa que pudo. Necesitaba otro punto de ventaja.
Asher ha usado una habilidad: Estallido
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Uno de los hombres hizo amago de levantarse. Le agarré del hombro, presionando con fuerza y manteniendolo agachado. Se giró hacia mi, probablemente para protestar, pero mi mirada le acalló antes de que dijese nada.
No era el momento, aún no. Aquello era una guerra. El actuar impulsivamente no nos llevaría a ninguna parte. Pasaron los segundos. Un breve vistazo delataba que todos sentían lo mismo. El corazón en la garganta, temblor en las rodillas, ansia por combatir y miedo. Los instantes se hicieron eternos. Hasta que, finalmente, el sonido de un cuerno resonó bajo el cielo nocturnos.
Eché a correr entre la maleza. Los mercenarios estaban delante de mi. No les daría tiempo a reaccionar. Me concentré y abrí mi mano izquierda, tensando el brazo entero. El brillo carmesí llegó apenas un instante de la explosión. Una gran llamarada envolvió a todos los desgraciados que se encontraban a varios metros por delante, derribándolos y calcinando sus cuerpos. Las llamas se propagaron a los árboles y plantas cercanos.
Y entonces, llegó el segundo cuerno, de parte de uno de los soldados que lideraba.
-¡VAMOS!- ordené, sacudiendo mi brazo izquierdo. Notaba cierto ardor, pero podía continuar. Las fuerzas de emboscada cargaron hacia adelante con un grito de guerra. Desenvainé a Brillo y los seguí de cerca.
Llegamos demasiado rápido como para que los primeros se diesen cuenta de lo que estaba pasando. Oshu fue el primero, lanzándose contra uno de los mercenarios y atravesandole el pecho con una de sus espadas. Su compañero lo miró, horrorizado, antes de reaccionar.
Desafortunadamente para él, estaba en desventaja. El hombre perro bloqueó con su segunda cimitarra, dándome el tiempo suficiente para avanzar y hundir mi hoja en la cabeza del invasor.
Alguien gritaba órdenes. Cambio de formación. Iban a defenderse. Miré alrededor, alarmado. Los milicianos habían acabado con algunos enemigos, pero solo por la sorpresa. El toro había aplastado a uno con su enorme martillo, mientras que el resto había atacado en parejas. Hice una señal, apuntando a parte de la empalizada. Tenían que atacar desde allí, volver a hacerles romper formación.
Se avisaron entre sí, apresurándose a seguir las órdenes. Todos, salvo dos. Uno de los hombres arrastraba a su malherido compañero. No podía quedarme a ayudarlos.
-Escondeos.- ordené. No era probable que sobreviviesen. Empecé a correr en dirección perpendicular a la que había señalado. Esperaban un ataque por la espalda. Pues atacaría por los costados.
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Syl fue el primero en disparar.
El virote fue certero, impactando directamente en el casco de uno de la vanguardia. Inmediatamente, el felino recargó y buscó a su siguiente objetivo. Las cosas pintaban mal para la primera linea. El resto de arqueros disparó en la primera oleada. La lluvia de flechas fue detenida por escudos en alto.
Y entonces, accionó la ballesta de nuevo. Impacto en el pecho. Continuó el patrón varias veces. De uno en uno. Tal y como había sugerido su compañero. Si no podía acertar en la cabeza, cuello, o corazón, que fuese en la pierna.
Algunas flechas enemigas impactaron en la atalaya, clavándose en la madera... y uno de los arqueros. No importaba. Había... un brillo extraño. Fuego. No en el bosque, sino en la puerta. Una esfera empezaba a formarse en el aire. Sin pensarselo un segundo, el pardo disparó hacia el brujo.
La saeta hizo que se tambalease. Pero era demasiado tarde. El felino saltó de la atalaya y dio una voltereta sobre la hierba. Apenas un momento después, la bola de fuego estalló contra esta, derribando planchas de madera y prendiéndole fuego.
Syl corrió lo deprisa que pudo. Necesitaba otro punto de ventaja.
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Asher ha usado una habilidad: Estallido
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Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Catherine se desprendió de su ropa negra y, tras quedarse solo con su ropa interior, comenzó a equiparse con su armadura sin ayuda. Perneras, pechera, guantes, botas... Para Níniel, que la conocía, resultaba evidente que estaba molesta. Literalmente había saltado de alegría cuando Níniel le compró aquel equipo y desde entonces estaba deseando poder usarlo. Incluso había llegado a ponérselo sin ser necesario solo para practicar. Pero aunque el momento había llegado no había ni rastro de aquel entusiasmo, solo silencio y metódica preparación. Colocándose a continuación los guantes de batalla y comprobando que las correas estuvieran bien ajustadas.
-¿Te ayudo con lo tuyo, Nín?.- Preguntaría acercándose hasta la elfa y ayudándola a colocar en su sitio su malla ligera y a continuación su túnica. Níniel le agradeció el gesto y lo correspondió dándole un fraternal y cariñoso abrazo. No necesitaban decirse nada, cada una de ellas sabía que la otra estaba allí, apoyándola. -Ya estamos listas para la acción. Como siempre las chicas más bellas de la fiesta.- Intentó bromear, aunque sin que ella misma tuviera ganas de reírse.
-No van a poder con nosotras nos echen lo que nos echen.- Confirmó la sacerdotisa esbozando una leve sonrisa y tomando su bastón, golpeando el suelo con él una sola vez y recorriendolo con la mirada desde su base hasta su extremo superior. Solo quedaba reunirse con los demás en la posición asignada y...esperar.
-Níniel, Eltrant Tale quiere veros.- Anunció Cuerno Torcido elevando su atronadora voz, haciendo que Catherine cruzara miradas con su hermana y negara con la cabeza.
-Pues claro que quiere, y seguro que se alegraría de saber que aún no estamos vestidas, pero no puede pasar.- Respondió de vuelta la felina a sabiendas de que el humano podía escucharla. Níniel la reprendió con la mirada, pero solo levemente, de manera cómplice.
-Estamos presentables, puede pasar.- Dijo la peliblanca, permitiendo que el dragón se apartara de la puerta y dejara pasar al ex-guardia hasta su habitación compartida, llena a esas alturas de muebles y objetos de diferentes partes de la casa. Hasta había una estatua de una mujer sin brazos que no mucho tiempo antes había estado en el pasillo que llevaba a la habitación del propio Tale. El humano llevaba puesta ya su armadura completa, y parecía que solo se había desviado un poco de su camino hasta la primera línea de defensa que se establecería en el portón. Había ido hasta allí para disculparse antes de la batalla.
-Gracias por tus palabras, Eltrant, aunque no hacía falta. Entendemos la situación y, nosotras nos excedimos.- Convino la peliblanca de manera cordial buscando limar cualquier posible aspereza que pudiese quedar. Pero Catherine no estaba tan dispuesta a ello. Se limitó a clavar su mirada en él sin decir nada.
-Debería ser él que tuviera cuidado, es un imán para las heridas.- Pronunció una vez ambas estuvieron de nuevo solas. Y en su tono de voz no todo era ironía. Parecía que aunque no lo hubiese demostrado, el gesto del humano de algo había servido.
Como era de esperar para una sacerdotisa, su posición era de las más retrasadas de entre sus aliados, justo ante las puertas de la villa. Por delante de ella y algo más abajo formaba la infantería de la segunda línea de defensa, cerca de la atalaya ocupada por los arqueros y en la que se encontraba Syl. Delante de la segunda Línea estaba el cuello de botella ideado por Eltrant, y en la vanguardia, el ex-guardia formaba con los más valientes de entre los voluntarios con la misión de contener todo lo posible a los enemigos. Él junto a Syl cargarían con la mayor parte de las obligaciones de la lucha. Ella se ocuparía de priorizar a los heridos de mayor gravedad que llegasen hasta allí, enviando dentro a los más graves y atendiendo personalmente a los más leves, enviándolos a reforzar la segunda línea tan pronto pudieran luchar.
A su derecha Catherine se aseguraría de protegerla. A su izquierda Cuerno Torcido observaría el combate hasta que considerara que había llegado el momento de actuar. Hasta ese momento protegería a su camarada elfa. Con su formidable altura y su equipo pesado, pronto la mayoría de aldeanos cercanos comenzaron a considerarlo un referente, aunque el no verle en primera fila no parecía tenerles muy tranquilos. La mayoría habían visto la discusión entre Eltrant y las dos mujeres tras ellos, muchos podrían pensar que ninguno de los tres estaría precisamente ansioso por actuar. Aunque no tendrían mucho tiempo para pensar en esas cosas, pues pronto el combate daría comienzo.
-Ese tal Eltrant lucha bien, pero los suyos no van a durar mucho si siguen así.- Comentó Cuerno Torcido mientras evaluaba el devenir de la lucha. Se notaba que su paciencia estaba agotándose por cómo movía su larga lanza de un lado a otro y la hacía girar, pero Níniel supo que se estaba conteniendo porque aún no había aparecido ningún oficial o líder visible. Igual que como cazador no se contentaba con las presas pequeñas, en el campo de batalla no lo hacía con la carne de cañón.
-Ya se lo dije...jugar sucio...Al final hará que lo maten.- Pronunció la felina, arrugando la nariz. De entre los tres Níniel era la que mejor vista tenía, pero ella podía ver en la oscuridad con la misma claridad que a plena luz del sol. No se le escapaba ningún detalle.
-No es momento para eso, Cath.- Advirtió la peliblanca, sanando a uno de los arqueros que había sido alcanzado por una flecha en el hombro. Extrayendo la flecha y cerrando su herida rápidamente para asombro del aldeano, que ya debía de haberse puesto en paz con los dioses incluso. -Tú lucha aún no ha acabado. Reúnete con tus compañeros y que esos bandidos aprendan que han cometido un grave error viniendo hasta aquí.- Arengo la joven al muchacho, que aún movía el hombro incredulo, aunque rápidamente asintió.
-Este esta jodido Nín.- Llamó su atención la pelirroja, que estaba ayudando a un herido de infantería a recorrer aquellos últimos metros. A pesar de que el hombre le sacaba más de una cabeza lo cargaba sin problema alguno, tendiéndoselo a uno de los elfos sanadores.
-Se salvará, llevadlo dentro. Dosis completa de flor azul e inhibis para el dolor.- Instruyó a su compatriota, que obedeció sin rechistar. En ese momento, la atalaya de Syl estalló en llamas. Aquellos bandidos no solo eran muchos y estaban organizados, también tenían brujos. Aquello complica más aún las cosas. -Vamos, venid conmigo.- Instó la joven a los suyos, acercandose hasta los restos de la atalaya y comprobando el estado de los aldeanos.
Dos habían muerto por el impacto y un tercero a causa de graves quemaduras. Pero tres de ellos seguían con vida. Aquello requería que Níniel empezara a ponerse sería y se bendijo a sí misma con un notable incremento de sus capacidades mágicas. Ordenó que se llevaran a uno de los heridos dentro, pero a los otros dos los atendería ella misma. Colocando una de sus manos en cada uno de ellos y aplicando su sanación en ambos a a la vez. Cerrando sus heridas, regenerando la piel quemada y expulsando de sus cuerpos las astillas en ellos incrustadas por la explosión. En apenas unos minutos, ambos estaban agradecidos, y dispuestos para formar de nuevo junto al resto de la segunda línea.
-¿Estás bién Syl?- Se interesó por el felino, y líder de aquellos hombres. - Menos mal. Os apoyaré desde atrás.- Le dijo. Y en ese momento bendijo al felino, y a la felina, así como a un par de los arqueros restantes con una gran agilidad y destreza, aumentando sus capacidades de lucha en tan necesaria situación. -¿Cuerno Torcido?-
-Bien, se acabó el esperar.- Bramó. Y Níniel le bendijo a él y a otros tres aldeanos de infantería con una armadura de pura luz sobre la que ya portaban. -Sí, esto me gusta.- Asintió antes de soltar un feroz rugido y colocarse ante la segunda línea, haciendo que su lanza ardiera con intensas llamas azules. -!!!VENID. CAED ANTE MÍ!!!- Gritó rugiente.
-¿Te ayudo con lo tuyo, Nín?.- Preguntaría acercándose hasta la elfa y ayudándola a colocar en su sitio su malla ligera y a continuación su túnica. Níniel le agradeció el gesto y lo correspondió dándole un fraternal y cariñoso abrazo. No necesitaban decirse nada, cada una de ellas sabía que la otra estaba allí, apoyándola. -Ya estamos listas para la acción. Como siempre las chicas más bellas de la fiesta.- Intentó bromear, aunque sin que ella misma tuviera ganas de reírse.
-No van a poder con nosotras nos echen lo que nos echen.- Confirmó la sacerdotisa esbozando una leve sonrisa y tomando su bastón, golpeando el suelo con él una sola vez y recorriendolo con la mirada desde su base hasta su extremo superior. Solo quedaba reunirse con los demás en la posición asignada y...esperar.
-Níniel, Eltrant Tale quiere veros.- Anunció Cuerno Torcido elevando su atronadora voz, haciendo que Catherine cruzara miradas con su hermana y negara con la cabeza.
-Pues claro que quiere, y seguro que se alegraría de saber que aún no estamos vestidas, pero no puede pasar.- Respondió de vuelta la felina a sabiendas de que el humano podía escucharla. Níniel la reprendió con la mirada, pero solo levemente, de manera cómplice.
-Estamos presentables, puede pasar.- Dijo la peliblanca, permitiendo que el dragón se apartara de la puerta y dejara pasar al ex-guardia hasta su habitación compartida, llena a esas alturas de muebles y objetos de diferentes partes de la casa. Hasta había una estatua de una mujer sin brazos que no mucho tiempo antes había estado en el pasillo que llevaba a la habitación del propio Tale. El humano llevaba puesta ya su armadura completa, y parecía que solo se había desviado un poco de su camino hasta la primera línea de defensa que se establecería en el portón. Había ido hasta allí para disculparse antes de la batalla.
-Gracias por tus palabras, Eltrant, aunque no hacía falta. Entendemos la situación y, nosotras nos excedimos.- Convino la peliblanca de manera cordial buscando limar cualquier posible aspereza que pudiese quedar. Pero Catherine no estaba tan dispuesta a ello. Se limitó a clavar su mirada en él sin decir nada.
-Debería ser él que tuviera cuidado, es un imán para las heridas.- Pronunció una vez ambas estuvieron de nuevo solas. Y en su tono de voz no todo era ironía. Parecía que aunque no lo hubiese demostrado, el gesto del humano de algo había servido.
Como era de esperar para una sacerdotisa, su posición era de las más retrasadas de entre sus aliados, justo ante las puertas de la villa. Por delante de ella y algo más abajo formaba la infantería de la segunda línea de defensa, cerca de la atalaya ocupada por los arqueros y en la que se encontraba Syl. Delante de la segunda Línea estaba el cuello de botella ideado por Eltrant, y en la vanguardia, el ex-guardia formaba con los más valientes de entre los voluntarios con la misión de contener todo lo posible a los enemigos. Él junto a Syl cargarían con la mayor parte de las obligaciones de la lucha. Ella se ocuparía de priorizar a los heridos de mayor gravedad que llegasen hasta allí, enviando dentro a los más graves y atendiendo personalmente a los más leves, enviándolos a reforzar la segunda línea tan pronto pudieran luchar.
A su derecha Catherine se aseguraría de protegerla. A su izquierda Cuerno Torcido observaría el combate hasta que considerara que había llegado el momento de actuar. Hasta ese momento protegería a su camarada elfa. Con su formidable altura y su equipo pesado, pronto la mayoría de aldeanos cercanos comenzaron a considerarlo un referente, aunque el no verle en primera fila no parecía tenerles muy tranquilos. La mayoría habían visto la discusión entre Eltrant y las dos mujeres tras ellos, muchos podrían pensar que ninguno de los tres estaría precisamente ansioso por actuar. Aunque no tendrían mucho tiempo para pensar en esas cosas, pues pronto el combate daría comienzo.
*******************************
-Ese tal Eltrant lucha bien, pero los suyos no van a durar mucho si siguen así.- Comentó Cuerno Torcido mientras evaluaba el devenir de la lucha. Se notaba que su paciencia estaba agotándose por cómo movía su larga lanza de un lado a otro y la hacía girar, pero Níniel supo que se estaba conteniendo porque aún no había aparecido ningún oficial o líder visible. Igual que como cazador no se contentaba con las presas pequeñas, en el campo de batalla no lo hacía con la carne de cañón.
-Ya se lo dije...jugar sucio...Al final hará que lo maten.- Pronunció la felina, arrugando la nariz. De entre los tres Níniel era la que mejor vista tenía, pero ella podía ver en la oscuridad con la misma claridad que a plena luz del sol. No se le escapaba ningún detalle.
-No es momento para eso, Cath.- Advirtió la peliblanca, sanando a uno de los arqueros que había sido alcanzado por una flecha en el hombro. Extrayendo la flecha y cerrando su herida rápidamente para asombro del aldeano, que ya debía de haberse puesto en paz con los dioses incluso. -Tú lucha aún no ha acabado. Reúnete con tus compañeros y que esos bandidos aprendan que han cometido un grave error viniendo hasta aquí.- Arengo la joven al muchacho, que aún movía el hombro incredulo, aunque rápidamente asintió.
-Este esta jodido Nín.- Llamó su atención la pelirroja, que estaba ayudando a un herido de infantería a recorrer aquellos últimos metros. A pesar de que el hombre le sacaba más de una cabeza lo cargaba sin problema alguno, tendiéndoselo a uno de los elfos sanadores.
-Se salvará, llevadlo dentro. Dosis completa de flor azul e inhibis para el dolor.- Instruyó a su compatriota, que obedeció sin rechistar. En ese momento, la atalaya de Syl estalló en llamas. Aquellos bandidos no solo eran muchos y estaban organizados, también tenían brujos. Aquello complica más aún las cosas. -Vamos, venid conmigo.- Instó la joven a los suyos, acercandose hasta los restos de la atalaya y comprobando el estado de los aldeanos.
Dos habían muerto por el impacto y un tercero a causa de graves quemaduras. Pero tres de ellos seguían con vida. Aquello requería que Níniel empezara a ponerse sería y se bendijo a sí misma con un notable incremento de sus capacidades mágicas. Ordenó que se llevaran a uno de los heridos dentro, pero a los otros dos los atendería ella misma. Colocando una de sus manos en cada uno de ellos y aplicando su sanación en ambos a a la vez. Cerrando sus heridas, regenerando la piel quemada y expulsando de sus cuerpos las astillas en ellos incrustadas por la explosión. En apenas unos minutos, ambos estaban agradecidos, y dispuestos para formar de nuevo junto al resto de la segunda línea.
-¿Estás bién Syl?- Se interesó por el felino, y líder de aquellos hombres. - Menos mal. Os apoyaré desde atrás.- Le dijo. Y en ese momento bendijo al felino, y a la felina, así como a un par de los arqueros restantes con una gran agilidad y destreza, aumentando sus capacidades de lucha en tan necesaria situación. -¿Cuerno Torcido?-
-Bien, se acabó el esperar.- Bramó. Y Níniel le bendijo a él y a otros tres aldeanos de infantería con una armadura de pura luz sobre la que ya portaban. -Sí, esto me gusta.- Asintió antes de soltar un feroz rugido y colocarse ante la segunda línea, haciendo que su lanza ardiera con intensas llamas azules. -!!!VENID. CAED ANTE MÍ!!!- Gritó rugiente.
Níniel ha usado su maestría imposición de manos. Y sus bendiciones Intelecto arcano, Estrella fugaz y abrazo de isil.
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Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Eltrant se abrió paso a través de los bandidos ayudándose con Olvido, cortando todo lo que tenía delante, dejando que de la protección de su cuerpo se encargase su propia armadura.
El plan había funcionado, aquella suerte de saqueadores estaba tan confusos por el ataque en pinza que la mayoría no fue capaz de organizarse ante la repentina ofensiva de los pueblerinos.
Se permitió, incluso, ser un poco optimista.
Y entonces, justo cuando desencaba su espada del pecho otro de los mercenarios, un repentino fogonazo de luz iluminó el firmamento: la atalaya que coronaba la segunda línea de defensa estalló en llamas.
- Por todos los dioses… - Se giró sobre sí mismo, tratando de vislumbrar si el fuego se extendía al resto de la aldea, si alguien quedaba con vida sobre la torre. Pero apenas tuvo tiempo de comprender que había pasado, su hombrera derecha se desprendió de su coraza con un fuerte chasquido metálico cuando algo parecido a una jabalina le impactó en el pecho.
Girando sobre sí mismo cayó al suelo, contra el barro.
De forma instintiva se llevó la mano izquierda hasta el lugar en el que debía de estar anclada el arma que le habían lanzado, pero no encontró nada, lo que le había arrancado de cuajo parte de su armadura no había sido una jabalina, había sido una estaca de hielo, una que había estallado en un centenar de pedazos al impactar contra su pecho.
- Brujos… - Masculló Eltrant levantándose lo más rápido que le permitieron las piernas. Lo hizo justo a tiempo para poder arrojar sobre su espalda a un atacante que se acercó a él con la espada en alto esperando que fuese una presa fácil y desorientada.
El asalto estaba perdiendo contundencia, no sabía exactamente cuántos lugareños habían muerto al atacar, pero habían sido bastante más de los necesarios para acabar con aquella primera oleada mercenaria.
Apenas habían podido avanzar, no se iban a reencontrar con el grupo de Asher.
Antes de que pudiese dar la orden de retirada otro aldeano cayó bajo la espada de un soldado enemigo, justo a su lado. Eltrant acabó con la vida de aquel hombre sin miramientos, con un fuerte tajo en horizontal; Hecho esto se agachó a toda prisa a comprobar el estado de su compañero descubriendo lo que era evidente, había muerto.
Volvió a dejar escapar un par de insultos y tiró de la espalda de otro aldeano que estaba a su izquierda, y, gritando insultos, se estaba adelantando más de lo que era seguro. El plan que habían ideado había funcionado sí, eso era un hecho, pero una vez eliminado el factor sorpresa comenzaban a encontrarse de nuevo en inferioridad.
Los bandidos, simplemente, eran demasiados.
- ¡Retroceded! ¡Dejad de pelear! – Ordenó a los pocos miembros de la primera línea que quedaban con vida, instándoles a que se alejasen de los enemigos. - ¡Dejadles la puerta! ¡Reagrupaos! ¡Los detendremos más arriba! – Aquello había estado también planeado desde un principio. No obstante, habían contado con que los dos grupos se hubiesen reencontrado para cuando tuviesen que retirarse.
Aun si ellos dejaban la puerta, Asher y los demás estaban al otro lado del grueso de mercenarios.
- ¡No os paréis! – gritó - ¡Corred! – Instó a todos a los que tenía a su alrededor a que se moviesen, a que corriesen con todas sus fuerzas hacía Níniel.
Pero él se quedó allí, no podía dejar al lobo atrás, tenía que abrir una línea en la formación de los bandidos, por mínima que fuese. Él habría hecho lo mismo de estar en su lugar.
Una flecha más se hundió en su peto, otra en su greba derecha y, además, notó como la espada de un mercenario bastante valiente le golpeaba en el brazo. Apartó a este hombre de un fuerte tajo a la altura del pecho y retrocedió lo suficiente como para poder respirar con tranquilidad durante unos instantes.
Ahora él era el último integrante de la primera línea. Si era totalmente honesto consigo mismo, le pegaba aquel trabajo.
Agitó el brazo izquierdo, con fuerza. Solo conocía una única forma de hacer aquello él solo y normalmente acababa con algunos huesos de su brazo rotos. El guantelete mágico comenzó a vibrar con suavidad en cuanto Eltrant deseó que lo hiciera.
Con un directo bastaría.
- ¡Elt! – La voz de Lyn se alzó sobre los gritos de auxilio y el crepitar de un fuego que se extendía por la aldea a una velocidad alarmante.
Incapaz de responder nada a las palabras de la vampiresa, contempló como esta levantaba un muro de sombras frente al exmercenario, justo a tiempo para detener un par de flechas que se dirigían a él.
La vampiresa había estado en la primera línea todo el tiempo al parecer, aunque no la había visto demasiado. Quizás eso significaba que había estado haciendo bien su trabajo.
- ¿¡Qué haces aquí todavía?! – Eltrant interpuso a Olvido entre él y otro atacante, sin primera línea de defensa, propiamente dicha, todos se estaban lanzando contra él, sorteándole incluso para seguir avanzando. - ¡Vuelve arriba! – Exclamó señalando con la espada el lugar en el que debían estar Níniel y los demás. - ¡Nos están sobrepasando! – Aquello era una obviedad, se podía ver claramente que los primeros mercenarios comenzaban a caer en las distintas trampas que habían preparado expresamente para aquel momento.
Los primeros soldados entraron en combate contra la segunda línea, afortunadamente estos no parecían durar demasiado, estaban subiendo de forma demasiado escalonada, por ahora no estaban complicándole las cosas demasiados a Níniel y los demás.
- ¡Pero Asher! – Replicó Lyn. Eltrant se giró hacía el lugar en el que estaba el grupo que se encargaba de la emboscada, dónde todavía se podían oír el característico sonido del metal chocando entre sí. - ¡Tenemos que…! –El castaño acabó con la vida de otro mercenario que trataba de subir la colina antes de que terminase la frase.
- ¡Ya lo sé! – Gritó Eltrant de vuelta quitándose el yelmo y dejándolo caer a un lado. – ¡A eso voy! -Teniendo en cuenta que había parado una flecha con él, una parte de Eltrant era reacia a deshacerse del casco, pero empezaba a resultarle asfixiante.
- ¡Por eso voy a hacer esto! – Exclamó Lyn - ¡Duele más que una puñalada! – Lyn se convirtió en una nube de humo y se apareció en la espalda de su compañero - ¡Pero tú me has dejado hacerlo! ¡Perdóname! – Sintió los colmillos de la vampiresa hundirse firmemente en su cuello, sangre comenzó a caer sobre su coraza. [1]
Gritó.
Apenas fueron un par de segundos, pero fueron suficientes para que Eltrant descubriese que aquel mordisco era muy distinto a todos los demás que le había dado la vampiresa. El dolor no quedaba anulado después de este, no se le entumeció el cuerpo ni tampoco las diferentes heridas que se había ganado en lo que iba de noche.
Simplemente dolía.
Tanto que perdió el sentido, tanto que el mundo se volvió negro de igual forma que lo había hecho cuando el veneno de la asesina recorría sus venas.
Pero todo terminó tan rápido como empezó.
Abrió los ojos, casi como si la voz de la vampiresa le hubiese devuelto al mundo de los vivos.
Seguía de pie, en el mismo lugar, en la puerta al Monte de San Pedro. La batalla continuaba a su alrededor como si no hubiese pasado nada, algunos bandidos miraban con recelo su figura, retrocediendo lentamente.
¿Lyn seguía a su espalda? No sentía su peso, pero tampoco sentía el de su armadura, Olvido también se había vuelto increíblemente ligera.
- Lyn… ¿Qué es…? - Eltrant parpadeó repetidamente, todo era muy raro, podía verlo todo a su alrededor con más nitidez.
La voz de Lyn sonó en su cabeza de nuevo, Eltrant bajó la mirada como toda respuesta, sombras bailaban a su alrededor de igual forma que lo hacían con la vampiresa.
¿Era un vampiro? ¿Era eso? ¿Eso era lo que había hecho Lyn con su mordisco? ¿Le había convertido en un señor de la noche? Se le detuvo un instante el corazón, tragó saliva. Los bandidos que le miraban seguían sin avanzar. ¿Le tenían miedo?
Aquellas palabras tranquilizaron algo a Eltrant, pero no demasiado, seguía sintiéndose raro. ¿Su pelo era de color más oscuro?
Momentos después lo arrastró hasta Olvido.
Sonrió para sí, aquello no estaba mal.
- …no me leas la cabeza. – Susurró comenzando a correr hacía la línea enemiga, abatiendo a todos los que se cruzaban en su camino. Era rápido, más de lo que recordaba haber sido nunca, podía permitirse incluso blandir a Olvido con una mano mientras se defendía con la otra.
“Oh, no puedo hacer eso. Aunque me gustaría.”
La voz de Lyn seguía resonando en sus pensamientos, era similar a volver a escuchar a los muertos. Al menos con ella si parecía poder hablar sin alzar la voz, pues no habían sido pocas las veces en las que había respondido a algunos diálogos internos propios.
Sin detenerse formó un escudo de sombras en su brazo izquierdo y golpeó con él a otro hombre que había decidido que podía abatirle. El escudo estallo en mil pedazos cuando impactó contra la cara del bandido, como si estuviese hecho a partir de cristal.
Se abrió paso hasta dónde estaban Asher y los demás.
Se había ganado unas cuantas heridas en el proceso, pero lo había conseguido.
- ¡Re… retirada! – Gritó deteniéndose, tratando de recuperar el aliento, ignorando a los mercenarios que había dejado tras de sí y dedicándole una sonrisa a Asher. El hueco que había abierto era lo suficientemente grande como para que pasasen todos. - ¡A la segunda línea! – Añadió.
Imitando el movimiento que había visto hacer a Lyn más de un centenar de veces, pisó con fuerza en el suelo. Una cantidad desproporcionada de sombras emergieron de su greba, una cúpula de sombras se formó en el lugar por el que se acercaban los refuerzos. [2]
Aquello les daría unos segundos de margen.
- Vamos -
[1] Habilidad Lyn Nivel 7: Simbiosis.
[2] Debido a Simbiosis Eltrant puede usar la habilidad de Lyn de Nivel 6: Campo de Sombras.
Asher tiene permiso para controlar a Elt de vuelta.
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La Aldea está en llamas.
Se ha perdido el Portón Principal.
El plan había funcionado, aquella suerte de saqueadores estaba tan confusos por el ataque en pinza que la mayoría no fue capaz de organizarse ante la repentina ofensiva de los pueblerinos.
Se permitió, incluso, ser un poco optimista.
Y entonces, justo cuando desencaba su espada del pecho otro de los mercenarios, un repentino fogonazo de luz iluminó el firmamento: la atalaya que coronaba la segunda línea de defensa estalló en llamas.
- Por todos los dioses… - Se giró sobre sí mismo, tratando de vislumbrar si el fuego se extendía al resto de la aldea, si alguien quedaba con vida sobre la torre. Pero apenas tuvo tiempo de comprender que había pasado, su hombrera derecha se desprendió de su coraza con un fuerte chasquido metálico cuando algo parecido a una jabalina le impactó en el pecho.
Girando sobre sí mismo cayó al suelo, contra el barro.
De forma instintiva se llevó la mano izquierda hasta el lugar en el que debía de estar anclada el arma que le habían lanzado, pero no encontró nada, lo que le había arrancado de cuajo parte de su armadura no había sido una jabalina, había sido una estaca de hielo, una que había estallado en un centenar de pedazos al impactar contra su pecho.
- Brujos… - Masculló Eltrant levantándose lo más rápido que le permitieron las piernas. Lo hizo justo a tiempo para poder arrojar sobre su espalda a un atacante que se acercó a él con la espada en alto esperando que fuese una presa fácil y desorientada.
El asalto estaba perdiendo contundencia, no sabía exactamente cuántos lugareños habían muerto al atacar, pero habían sido bastante más de los necesarios para acabar con aquella primera oleada mercenaria.
Apenas habían podido avanzar, no se iban a reencontrar con el grupo de Asher.
Antes de que pudiese dar la orden de retirada otro aldeano cayó bajo la espada de un soldado enemigo, justo a su lado. Eltrant acabó con la vida de aquel hombre sin miramientos, con un fuerte tajo en horizontal; Hecho esto se agachó a toda prisa a comprobar el estado de su compañero descubriendo lo que era evidente, había muerto.
Volvió a dejar escapar un par de insultos y tiró de la espalda de otro aldeano que estaba a su izquierda, y, gritando insultos, se estaba adelantando más de lo que era seguro. El plan que habían ideado había funcionado sí, eso era un hecho, pero una vez eliminado el factor sorpresa comenzaban a encontrarse de nuevo en inferioridad.
Los bandidos, simplemente, eran demasiados.
- ¡Retroceded! ¡Dejad de pelear! – Ordenó a los pocos miembros de la primera línea que quedaban con vida, instándoles a que se alejasen de los enemigos. - ¡Dejadles la puerta! ¡Reagrupaos! ¡Los detendremos más arriba! – Aquello había estado también planeado desde un principio. No obstante, habían contado con que los dos grupos se hubiesen reencontrado para cuando tuviesen que retirarse.
Aun si ellos dejaban la puerta, Asher y los demás estaban al otro lado del grueso de mercenarios.
- ¡No os paréis! – gritó - ¡Corred! – Instó a todos a los que tenía a su alrededor a que se moviesen, a que corriesen con todas sus fuerzas hacía Níniel.
Pero él se quedó allí, no podía dejar al lobo atrás, tenía que abrir una línea en la formación de los bandidos, por mínima que fuese. Él habría hecho lo mismo de estar en su lugar.
Una flecha más se hundió en su peto, otra en su greba derecha y, además, notó como la espada de un mercenario bastante valiente le golpeaba en el brazo. Apartó a este hombre de un fuerte tajo a la altura del pecho y retrocedió lo suficiente como para poder respirar con tranquilidad durante unos instantes.
Ahora él era el último integrante de la primera línea. Si era totalmente honesto consigo mismo, le pegaba aquel trabajo.
Agitó el brazo izquierdo, con fuerza. Solo conocía una única forma de hacer aquello él solo y normalmente acababa con algunos huesos de su brazo rotos. El guantelete mágico comenzó a vibrar con suavidad en cuanto Eltrant deseó que lo hiciera.
Con un directo bastaría.
- ¡Elt! – La voz de Lyn se alzó sobre los gritos de auxilio y el crepitar de un fuego que se extendía por la aldea a una velocidad alarmante.
Incapaz de responder nada a las palabras de la vampiresa, contempló como esta levantaba un muro de sombras frente al exmercenario, justo a tiempo para detener un par de flechas que se dirigían a él.
La vampiresa había estado en la primera línea todo el tiempo al parecer, aunque no la había visto demasiado. Quizás eso significaba que había estado haciendo bien su trabajo.
- ¿¡Qué haces aquí todavía?! – Eltrant interpuso a Olvido entre él y otro atacante, sin primera línea de defensa, propiamente dicha, todos se estaban lanzando contra él, sorteándole incluso para seguir avanzando. - ¡Vuelve arriba! – Exclamó señalando con la espada el lugar en el que debían estar Níniel y los demás. - ¡Nos están sobrepasando! – Aquello era una obviedad, se podía ver claramente que los primeros mercenarios comenzaban a caer en las distintas trampas que habían preparado expresamente para aquel momento.
Los primeros soldados entraron en combate contra la segunda línea, afortunadamente estos no parecían durar demasiado, estaban subiendo de forma demasiado escalonada, por ahora no estaban complicándole las cosas demasiados a Níniel y los demás.
- ¡Pero Asher! – Replicó Lyn. Eltrant se giró hacía el lugar en el que estaba el grupo que se encargaba de la emboscada, dónde todavía se podían oír el característico sonido del metal chocando entre sí. - ¡Tenemos que…! –El castaño acabó con la vida de otro mercenario que trataba de subir la colina antes de que terminase la frase.
- ¡Ya lo sé! – Gritó Eltrant de vuelta quitándose el yelmo y dejándolo caer a un lado. – ¡A eso voy! -Teniendo en cuenta que había parado una flecha con él, una parte de Eltrant era reacia a deshacerse del casco, pero empezaba a resultarle asfixiante.
- ¡Por eso voy a hacer esto! – Exclamó Lyn - ¡Duele más que una puñalada! – Lyn se convirtió en una nube de humo y se apareció en la espalda de su compañero - ¡Pero tú me has dejado hacerlo! ¡Perdóname! – Sintió los colmillos de la vampiresa hundirse firmemente en su cuello, sangre comenzó a caer sobre su coraza. [1]
Gritó.
Apenas fueron un par de segundos, pero fueron suficientes para que Eltrant descubriese que aquel mordisco era muy distinto a todos los demás que le había dado la vampiresa. El dolor no quedaba anulado después de este, no se le entumeció el cuerpo ni tampoco las diferentes heridas que se había ganado en lo que iba de noche.
Simplemente dolía.
Tanto que perdió el sentido, tanto que el mundo se volvió negro de igual forma que lo había hecho cuando el veneno de la asesina recorría sus venas.
Pero todo terminó tan rápido como empezó.
“¡Despierta, Mortal!”
Abrió los ojos, casi como si la voz de la vampiresa le hubiese devuelto al mundo de los vivos.
Seguía de pie, en el mismo lugar, en la puerta al Monte de San Pedro. La batalla continuaba a su alrededor como si no hubiese pasado nada, algunos bandidos miraban con recelo su figura, retrocediendo lentamente.
¿Lyn seguía a su espalda? No sentía su peso, pero tampoco sentía el de su armadura, Olvido también se había vuelto increíblemente ligera.
“¡No ha sido para tanto! ¡Vamos!”
- Lyn… ¿Qué es…? - Eltrant parpadeó repetidamente, todo era muy raro, podía verlo todo a su alrededor con más nitidez.
“Bienvenido a la Inmortalidad, Mortal. No es para siempre, pero es un poco”
La voz de Lyn sonó en su cabeza de nuevo, Eltrant bajó la mirada como toda respuesta, sombras bailaban a su alrededor de igual forma que lo hacían con la vampiresa.
¿Era un vampiro? ¿Era eso? ¿Eso era lo que había hecho Lyn con su mordisco? ¿Le había convertido en un señor de la noche? Se le detuvo un instante el corazón, tragó saliva. Los bandidos que le miraban seguían sin avanzar. ¿Le tenían miedo?
“No, no es eso. Sigues siendo tú, Mortal. No te preocupes, eres tan normal como siempre… lo cual no es mucho, pero tú me entiendes”
Aquellas palabras tranquilizaron algo a Eltrant, pero no demasiado, seguía sintiéndose raro. ¿Su pelo era de color más oscuro?
“Tú agacha la cabeza que ahora somos dos aquí dentro y ve a por ellos.”
Los nuevos y brillantes ojos azules de Eltrant se clavaron en los del hombre que estaba más lejos de él, este preparó su espada esperando algo, el exguarda se limitó a exteder el brazo izquierdo, tras lo cual una sombra brotó de este y envolvió la pierna de aquel tipo. Momentos después lo arrastró hasta Olvido.
Sonrió para sí, aquello no estaba mal.
“¿Ves que fácil? Solo piensa dónde quieres que vayan, ellas te obedecen, siempre.”
- …no me leas la cabeza. – Susurró comenzando a correr hacía la línea enemiga, abatiendo a todos los que se cruzaban en su camino. Era rápido, más de lo que recordaba haber sido nunca, podía permitirse incluso blandir a Olvido con una mano mientras se defendía con la otra.
“Oh, no puedo hacer eso. Aunque me gustaría.”
“Pero si le miras la delantera a una chica, ahora mismo lo sé. Veo todo lo que tú ves.”
Sin detenerse formó un escudo de sombras en su brazo izquierdo y golpeó con él a otro hombre que había decidido que podía abatirle. El escudo estallo en mil pedazos cuando impactó contra la cara del bandido, como si estuviese hecho a partir de cristal.
Se abrió paso hasta dónde estaban Asher y los demás.
Se había ganado unas cuantas heridas en el proceso, pero lo había conseguido.
- ¡Re… retirada! – Gritó deteniéndose, tratando de recuperar el aliento, ignorando a los mercenarios que había dejado tras de sí y dedicándole una sonrisa a Asher. El hueco que había abierto era lo suficientemente grande como para que pasasen todos. - ¡A la segunda línea! – Añadió.
Imitando el movimiento que había visto hacer a Lyn más de un centenar de veces, pisó con fuerza en el suelo. Una cantidad desproporcionada de sombras emergieron de su greba, una cúpula de sombras se formó en el lugar por el que se acercaban los refuerzos. [2]
Aquello les daría unos segundos de margen.
- Vamos -
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[1] Habilidad Lyn Nivel 7: Simbiosis.
[2] Debido a Simbiosis Eltrant puede usar la habilidad de Lyn de Nivel 6: Campo de Sombras.
Asher tiene permiso para controlar a Elt de vuelta.
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Defensores 1ª Línea: 2/15
Defensores 2ª Línea: 17/20
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La Aldea está en llamas.
Se ha perdido el Portón Principal.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
El felino alzó la mirada, encontrandose con la de Niniel. Asintió firmemente ante la pregunta. Y, aunque sintió la necesidad de preguntar por la luz que acababa de rodear su pecho, su cuerpo hizo algo distinto. De repente, todo estaba claro.
Tenía que empezar a priorizar objetivos.
Aquello se había vuelto evidente. No importaba a cuantos guerreros derribase, otros iban a ocupar su lugar. Y mientras tanto, la artillería mágica que estaban recibiendo causaba estragos a su alrededor.
Respiró hondo. Aquello sería peligroso. Pero en ese momento, no le importaba. El felino echó a correr hacia las lineas enemigas, apuntando y disparando sin siquiera detenerse. Eltrant había captado la atención de la mayoría, pero aún había algunos que le ignoraban. Uno de los mercenarios le recibió con la espada en alto, corriendo hacia él. Syl saltó, alzándose hasta que pies aterrizaron en el hombro y pecho del soldado, haciéndole perder el equilibrio y caer.
Antes incluso de que tocase el suelo, el ballestero ya había colocado una flecha en su cabeza. Continuó avanzando, esquivando flechas a su paso. Aún estaba lejos. El gato se colocó su ballesta a la espalda y se encorvó, agazapandose y avanzando a cuatro patas. El sprint apenas duró unos pocos segundos. En cuanto se vio a distancia suficiente, saltó hacia uno de los brujos, desplegando las cuchillas de su brazal en el aire.
El metal encontró carne. En cuanto las afiladas hojas entraron en el pecho del hechicero, Syl las giró, desgarrando órganos y acabando con su vida casi al instante. A continuación, se levantó y trepó hasta la cima de la atalaya que se encontraba junto al portón principal. Habían perdido esa zona, pero algo raro ocurría. Una zona estaba completamente cubierta de sombras... y solo una figura corría hacia ella.
Por supuesto que sería Eltrant.
El gato desabrochó uno de los cilindros oscuros de su cinturón y se colgó de la atalaya, rodeando uno de los soportes con el hilo que salía de la "bolsa" que tenía en la mano. Después, saltó de la estructura, aterrizando de nuevo sobre uno de los bandidos. No se detuvo. Saltó a la espalda de otro, clavando sus cuchillas en su cuello, y continuó corriendo hasta encontrarse a una distancia segura.
Se dio la vuelta y disparó. El virote atravesó en el objeto que colgaba de la atalaya, haciéndolo reventar y dispersando un pesado polvo por toda la entrada. Los que en ese momento atravesaban el portón se llevaron las manos a la cara, tambaleandose. Syl tomó posición, colocando una rodilla en el suelo y recargó casi al instante. Uno, dos, tres. Los virotes volaron, hundiendose en la carne de sus ahora vulnerables objetivos. Aquellos niveles de precisión y velocidad eran ajenos hasta para él. Cada vez que un proyectil se acercaba, él lo sabía. Con solo deslizarse unos centimetros lo esquivaría por completo. Cuando uno de los bandidos perdía el equilibrio, podía intuir donde caería. No le hacía falta mirar para saber que había acertado.
¿Que le había hecho la elfa? Aquello era mucho más que una simple curación.
Salí de entre los arbustos, desafiando a la formación de bandidos y apuntándolos con la espada. Se colocaron en guardia. No iban a cargar hacia mí tan fácilmente. Que así fuese, entonces. Sujeté la sortija de Brillo, girándola ligeramente y volviéndola negra.
-Ataca.- ordené. Un portal negro apareció entre los bandidos. La demoníaca figura de Grito se arrastró al exterior, lanzando un chillido ensordecedor y arañando el aire. Aquello fue suficiente para hacerles perder la compostura. Uno de los bandidos alzó su escudo, intentando golpear a la criatura de vacío con él.
Tuvo el mismo resultado que golpear una sombra.
El monstruo le miró... y clavó su larga garra en el pecho del humano, dejando una herida oscura y siniestra. Para cuando la espada de uno de sus compañeros voló hacia la abominación, la criatura había desaparecido por completo. El resto avanzó hacia mí.
El grupo de emboscada atacó por su espalda. Los guerreros se abalanzaron contra los bandidos, entrechocando espadas pese a la inferioridad numérica. Algunos cometieron el error de darme la espalda. No les di tiempo a arrepentirse. Con un salto hacia adelante, atravesé su armadura. Desencajé mi espada de su torso y me volví.
Algo se acercaba.
Las sombras se movían de forma antinatural. La oscuridad empezó a cobrar forma física, y lanzarse como estacas hacia el torso de algunos bandidos. ¿Lyn?
No, la figura que se acercaba era distinta. El hombre de la coraza nos hizo una señal para que le siguiesemos. Grité la orden y empezamos a correr tras él. Era... no. Parecía Eltrant, pero el olor era completamente distinto. Mi cuerpo me alertaba, como si no debiese confiar en él. ¿Que había hecho? ¿Era cosa de la vampiresa?
Fuera como fuese, había abierto una linea entre nosotros y el portón. Nos apresuramos, ignorando la ofensiva. Si había venido a ordenar que nos retirasemos, el asalto de la primera linea había fallado. Sin embargo, al acercarnos al portón, vi algo que me alarmó.
-¡Miradas al suelo! ¡Cubrios los ojos! ¡Cuidado con ese polvo!- ordené, aún sin dejar de correr. Pese a los ataques enemigos, conseguimos cruzar... gracias, sobre todo, a las sombras que nos cubrían como un enorme caparazón.
El grupo de emboscada subió la colina, buscando guarecerse por el momento. Habiamos perdido unos cuantos, pero la aparición de Eltrant había ayudado.
-Gracias.- jadeé, mirando atrás. No había salido todo según el plan, pero nos habíamos llevado a muchos por delante. Pero no podía evitar sentir que lo peor estaba por llegar.
Asher ha usado un objeto: Sortija encantada por la luna - Súbdito de Vacío
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Defensores 2ª Línea: 15/20
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La intervención de Eltrant salva a cinco soldados de Emboscada.
Tenía que empezar a priorizar objetivos.
Aquello se había vuelto evidente. No importaba a cuantos guerreros derribase, otros iban a ocupar su lugar. Y mientras tanto, la artillería mágica que estaban recibiendo causaba estragos a su alrededor.
Respiró hondo. Aquello sería peligroso. Pero en ese momento, no le importaba. El felino echó a correr hacia las lineas enemigas, apuntando y disparando sin siquiera detenerse. Eltrant había captado la atención de la mayoría, pero aún había algunos que le ignoraban. Uno de los mercenarios le recibió con la espada en alto, corriendo hacia él. Syl saltó, alzándose hasta que pies aterrizaron en el hombro y pecho del soldado, haciéndole perder el equilibrio y caer.
Antes incluso de que tocase el suelo, el ballestero ya había colocado una flecha en su cabeza. Continuó avanzando, esquivando flechas a su paso. Aún estaba lejos. El gato se colocó su ballesta a la espalda y se encorvó, agazapandose y avanzando a cuatro patas. El sprint apenas duró unos pocos segundos. En cuanto se vio a distancia suficiente, saltó hacia uno de los brujos, desplegando las cuchillas de su brazal en el aire.
El metal encontró carne. En cuanto las afiladas hojas entraron en el pecho del hechicero, Syl las giró, desgarrando órganos y acabando con su vida casi al instante. A continuación, se levantó y trepó hasta la cima de la atalaya que se encontraba junto al portón principal. Habían perdido esa zona, pero algo raro ocurría. Una zona estaba completamente cubierta de sombras... y solo una figura corría hacia ella.
Por supuesto que sería Eltrant.
El gato desabrochó uno de los cilindros oscuros de su cinturón y se colgó de la atalaya, rodeando uno de los soportes con el hilo que salía de la "bolsa" que tenía en la mano. Después, saltó de la estructura, aterrizando de nuevo sobre uno de los bandidos. No se detuvo. Saltó a la espalda de otro, clavando sus cuchillas en su cuello, y continuó corriendo hasta encontrarse a una distancia segura.
Se dio la vuelta y disparó. El virote atravesó en el objeto que colgaba de la atalaya, haciéndolo reventar y dispersando un pesado polvo por toda la entrada. Los que en ese momento atravesaban el portón se llevaron las manos a la cara, tambaleandose. Syl tomó posición, colocando una rodilla en el suelo y recargó casi al instante. Uno, dos, tres. Los virotes volaron, hundiendose en la carne de sus ahora vulnerables objetivos. Aquellos niveles de precisión y velocidad eran ajenos hasta para él. Cada vez que un proyectil se acercaba, él lo sabía. Con solo deslizarse unos centimetros lo esquivaría por completo. Cuando uno de los bandidos perdía el equilibrio, podía intuir donde caería. No le hacía falta mirar para saber que había acertado.
¿Que le había hecho la elfa? Aquello era mucho más que una simple curación.
__________________________________________________
Salí de entre los arbustos, desafiando a la formación de bandidos y apuntándolos con la espada. Se colocaron en guardia. No iban a cargar hacia mí tan fácilmente. Que así fuese, entonces. Sujeté la sortija de Brillo, girándola ligeramente y volviéndola negra.
-Ataca.- ordené. Un portal negro apareció entre los bandidos. La demoníaca figura de Grito se arrastró al exterior, lanzando un chillido ensordecedor y arañando el aire. Aquello fue suficiente para hacerles perder la compostura. Uno de los bandidos alzó su escudo, intentando golpear a la criatura de vacío con él.
Tuvo el mismo resultado que golpear una sombra.
El monstruo le miró... y clavó su larga garra en el pecho del humano, dejando una herida oscura y siniestra. Para cuando la espada de uno de sus compañeros voló hacia la abominación, la criatura había desaparecido por completo. El resto avanzó hacia mí.
El grupo de emboscada atacó por su espalda. Los guerreros se abalanzaron contra los bandidos, entrechocando espadas pese a la inferioridad numérica. Algunos cometieron el error de darme la espalda. No les di tiempo a arrepentirse. Con un salto hacia adelante, atravesé su armadura. Desencajé mi espada de su torso y me volví.
Algo se acercaba.
Las sombras se movían de forma antinatural. La oscuridad empezó a cobrar forma física, y lanzarse como estacas hacia el torso de algunos bandidos. ¿Lyn?
No, la figura que se acercaba era distinta. El hombre de la coraza nos hizo una señal para que le siguiesemos. Grité la orden y empezamos a correr tras él. Era... no. Parecía Eltrant, pero el olor era completamente distinto. Mi cuerpo me alertaba, como si no debiese confiar en él. ¿Que había hecho? ¿Era cosa de la vampiresa?
Fuera como fuese, había abierto una linea entre nosotros y el portón. Nos apresuramos, ignorando la ofensiva. Si había venido a ordenar que nos retirasemos, el asalto de la primera linea había fallado. Sin embargo, al acercarnos al portón, vi algo que me alarmó.
-¡Miradas al suelo! ¡Cubrios los ojos! ¡Cuidado con ese polvo!- ordené, aún sin dejar de correr. Pese a los ataques enemigos, conseguimos cruzar... gracias, sobre todo, a las sombras que nos cubrían como un enorme caparazón.
El grupo de emboscada subió la colina, buscando guarecerse por el momento. Habiamos perdido unos cuantos, pero la aparición de Eltrant había ayudado.
-Gracias.- jadeé, mirando atrás. No había salido todo según el plan, pero nos habíamos llevado a muchos por delante. Pero no podía evitar sentir que lo peor estaba por llegar.
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Syl ha usado una habilidad: Polvo CegadorAsher ha usado un objeto: Sortija encantada por la luna - Súbdito de Vacío
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La intervención de Eltrant salva a cinco soldados de Emboscada.
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Colina abajo, un par de docenas de metros más allá de la posición de la segunda y en esos momentos única línea de defensa, todo el lugar estaba lleno de trampas pensadas para detener el avance del enemigo lo máximo posible. A veces con una notable aunque justificada crueldad, como pronto los primeros bandidos en llegar hasta allí pudieron sentir en sus propias carnes para retorcido regocijo de los defensores, cuya moral estaba extrañamente alta a pesar de que a esas alturas la primera línea había sido aniquilada casi por completo. Solo dos guerreros habían logrado llegar hasta allí de una pieza desde el portón, arreglándoselas para arrastrar consigo a un joven herido al que llevaron hasta Níniel antes de posicionarse en la retaguardia de aquel grupo para recuperar el aliento.
-Diles a mi mujer y a mi hija que...luché bien. Papá no es un cobarde...- Pronunciaba el joven entre espasmos de dolor, delirando por el dolor intentando tocar el rostro de la peliblanca, sin duda pensando que tenía delante a algún miembro de su familia. Su herida era la peor que la elfa había visto entre los heridos, era un milagro que hubiese podido llegar vivo hasta allí. Era demasiado grave incluso como para que pudieran atenderlo dentro sus camaradas elfos, debía tratarlo ella misma y debía hacerlo allí mismo.
-Cath, no dejes que rompan la línea. Haz lo que sea necesario.- Instó la elfa a su amiga. Catherine miró a Níniel, luego a aquel herido y a continuación al grupo de defensa que quedaba. Era evidente que estaba debatiendo internamente si debía de hacerle caso o seguir a su lado protegiéndola. A sus ojos aquella gente seguía sin merecer su ayuda. ¿No se suponía que aquello era trabajo para Eltrant? ¿Que todo iba a salir bien? Níniel se concentró en sanar al chico. Confiaba en que a pesar de su carácter, la pelirroja tenía buen corazón y no seguiría usando la protección de Níniel como excusa para proferir después un "te lo dije".
-Solo porque tú me lo pides.- Concedió comenzando a mover los brazos en círculos hacer unos pequeños estiramientos.
-Esas trampas me están quitando toda la diversión.- Se quejó Cuerno Torcido tras ver cómo los bandidos caían en algunos agujeros excavados en la tierra o acababan con sus pies en un hoyo con estacas. -Oh, por fín.- Bramó cuando el primero de ellos llegó por fín hasta él, ensartándolo en su lanza con un poderoso movimientos de sus gigantescos brazos. Gracias a las llamas de su arma, la armadura de aquel atacante no le sirvió de nada, y cuando el dragón se deshizo del cuerpo sus compañeros pudieron ver la mitad de su torso fundido y oler el olor a carne quemada.
Aquello no obstante no les desalentó y dos de ellos cargaron directamente hasta él con sus espadas en alto. Girando su lanza sobre su cabeza el coloso lanzó un tajo descendente que partió literalmente por la mitad a uno de ellos, entonces giró de nuevo su lanza y bloqueó el ataque del segundo, apartándolo de una patada tan fuerte que el bandido acabó rodando varios metros colina abajo. -Sois escoria. Enclenques y esmirriados.- Gritó a pleno pulmón, confiándose y permitiendo que un nuevo rival pudiera descargar un tajo sobre su costado. El tipo sonrió creyéndose victorioso, pero la alegría le duró poco. Solo el tiempo en el que se percató de que una película de luz había detenido su espada y que aquel gigantón le miraba desde toda su altura con una sonrisa feroz. Trató de apartarse entonces, pero antes de poder hacerlo Cuerno Torcido lo agarró por la cabeza con su mano libre y comenzó a apretar. Unas llamas azuladas desde su mano comenzaron a fundir el casco y lo que había dentro para horror de los falsos Nómadas que ascendían hasta allí. Primero fueron los ojos los que se deshicieron, luego la piel y la carne, y por último los huesos mismos hasta que la mano del dragón lo aplastó todo sin perder la sonrisa.
Su mera presencia y sus gestas de fuerza animaban al resto, que no tardaron en formar alrededor de él envalentonados por sus actos, y tras ver como varios de sus compañeros con armaduras de luz aguantaban la posición y los arqueros, al menos dos de ellos, disparaban con una precisión inaudita.
No obstante no todo iban a ser buenas noticias. Un grupo de bandidos con algo más de cabeza que el resto parecían haber encontrado un camino secundario que les permitiría evadir los obstáculos y llegar directamente hacia el flanco de los enardecidos defensores. Sus gritos cargando ante tal punto débil hicieron dudar a los más cercanos a ellos. Y tal y como pasara durante las prácticas, comenzaron a retroceder poniendo en riesgo toda la formación.
-Masacremos a estos paletos.- Gritaba el que parecía el líder de aquel grupo. -Pensad en cómo vamos a divertirnos con sus mujeres cuando...- No terminó la frase y un potente chorro de sangre comenzó a brotar de su cuello, o al menos de lo que quedaba de él. Allí a su lado, con las garras de su mano izquierda goteando lágrimas carmesies, estaba Catherine, mirando al resto con la misma expresión que horas antes hiciera cagarse de miedo a cierto aldeano.
-¿Por qué esperar? Podéis divertiros ahora con una de ellas.- Se burló la pelirroja lanzándose como un rayo hacia el segundo y en esos momentos anonadado enemigo. Las garras de la felina encontraron un resquicio en su armadura y le atravesaron igualmente el cuello. Uno de los bandidos reaccionó y trató de golpearla con la guardia de su mandoble, pero solo alcanzó al aire antes de la pelirroja se colocara a su lado y atravesara la juntura de su armadura bajo el brazo. Luego giró en torno a él y le rebanó el cuello sin detenerse, casi bailando con sus rivales que eran incapaces de golpearla. Era como si tuviera ojos en la espalda, o por todo su cuerpo directamente, ni siquiera atacándola por detrás lograban alcanzarla, pero ella les golpeaba con una precisión letal. Un golpe, una muerte. -Supongo que no era esto lo que esperabais al pensar en un grupo de vosotros rodeando a una mujer.- Volvió a burlarse, realizando un doble salto mortal hacia atrás para volver a su posición inicial y esquivar los últimos golpes lanzados hacia ella. -Pero es justo lo que yo pienso al imaginarme rodeada de hombres.- Añadió corriendo de nuevo hacia ellos, saltando contra el lateral de un carro y usándolo como punto de apoyo para lanzarse contra un bandido más cercano y atravesar con ambas garras su pecho, quedando a horcajadas sobre él con el rostro salpicado de sangre. -Miau.-
Níniel terminó en esos momentos de sanar al joven. Le había llevado un tiempo valioso pero a pesar de ello la línea seguía aguantando para cuando Eltrant y Asher regresaron con lo que quedaba de la unidad de emboscada. Habían logrado volver al menos la mitad, gracias a los dioses, y subían la colina hacia ellos, eran más de los que la peliblanca esperaba teniendo en cuenta lo temerario de su operación. Tras ellos, persiguiéndolos de cerca, iba un numeroso contingente de bandidos, que sin más trampas en la que caer cargaban sin restricciones contra los defensores. Estaban ya a solo una decenas de metros y eran suficientes, a pesar de sus bajas, como para barrerlos de un plumazo.
-Ve con los demás.- Instó a su último paciente. Alzándose y avanzando entre sus aliados para colocarse en la vanguardia, junto a Cuerno Torcido. El dragón supo de inmediato lo que pensaba hacer.
-¡TODOS ATENCIÓN! A mi señal vista al suelo si queréis vivir.- Ordenó con su retumbante voz, la cual se alzaba por encima de cualquier otro sonido de batalla. Níniel alzó su bastón y espero a que el último de sus aliados del grupo de emboscada hubiesen pasado. -¡AHORA!- Rugió el coloso. Y en ese mismo momento Níniel desató un potente chorro de intensa luz cegando a todo aquel que mirara hacia ella. Para unos atacantes desprevenidos y que ascendían una colina, sencillamente era casi imposible evitarlo. -¡VAMOS! Vista al frente y a la carga.- Ordenó entonces, liderando aquel asalto ante un enemigo que no solo no podía ver nada, sino que era afectado por un dolor tan atroz en sus ojos que no podría hacer otra cosa más que llevarse las manos a la cara y retorcerse de dolor. Llegando a tirarse incluso al suelo y tratar de echarse tierra. Algo que no les iba a ayudar en nada.
-Diles a mi mujer y a mi hija que...luché bien. Papá no es un cobarde...- Pronunciaba el joven entre espasmos de dolor, delirando por el dolor intentando tocar el rostro de la peliblanca, sin duda pensando que tenía delante a algún miembro de su familia. Su herida era la peor que la elfa había visto entre los heridos, era un milagro que hubiese podido llegar vivo hasta allí. Era demasiado grave incluso como para que pudieran atenderlo dentro sus camaradas elfos, debía tratarlo ella misma y debía hacerlo allí mismo.
-Cath, no dejes que rompan la línea. Haz lo que sea necesario.- Instó la elfa a su amiga. Catherine miró a Níniel, luego a aquel herido y a continuación al grupo de defensa que quedaba. Era evidente que estaba debatiendo internamente si debía de hacerle caso o seguir a su lado protegiéndola. A sus ojos aquella gente seguía sin merecer su ayuda. ¿No se suponía que aquello era trabajo para Eltrant? ¿Que todo iba a salir bien? Níniel se concentró en sanar al chico. Confiaba en que a pesar de su carácter, la pelirroja tenía buen corazón y no seguiría usando la protección de Níniel como excusa para proferir después un "te lo dije".
-Solo porque tú me lo pides.- Concedió comenzando a mover los brazos en círculos hacer unos pequeños estiramientos.
-Esas trampas me están quitando toda la diversión.- Se quejó Cuerno Torcido tras ver cómo los bandidos caían en algunos agujeros excavados en la tierra o acababan con sus pies en un hoyo con estacas. -Oh, por fín.- Bramó cuando el primero de ellos llegó por fín hasta él, ensartándolo en su lanza con un poderoso movimientos de sus gigantescos brazos. Gracias a las llamas de su arma, la armadura de aquel atacante no le sirvió de nada, y cuando el dragón se deshizo del cuerpo sus compañeros pudieron ver la mitad de su torso fundido y oler el olor a carne quemada.
Aquello no obstante no les desalentó y dos de ellos cargaron directamente hasta él con sus espadas en alto. Girando su lanza sobre su cabeza el coloso lanzó un tajo descendente que partió literalmente por la mitad a uno de ellos, entonces giró de nuevo su lanza y bloqueó el ataque del segundo, apartándolo de una patada tan fuerte que el bandido acabó rodando varios metros colina abajo. -Sois escoria. Enclenques y esmirriados.- Gritó a pleno pulmón, confiándose y permitiendo que un nuevo rival pudiera descargar un tajo sobre su costado. El tipo sonrió creyéndose victorioso, pero la alegría le duró poco. Solo el tiempo en el que se percató de que una película de luz había detenido su espada y que aquel gigantón le miraba desde toda su altura con una sonrisa feroz. Trató de apartarse entonces, pero antes de poder hacerlo Cuerno Torcido lo agarró por la cabeza con su mano libre y comenzó a apretar. Unas llamas azuladas desde su mano comenzaron a fundir el casco y lo que había dentro para horror de los falsos Nómadas que ascendían hasta allí. Primero fueron los ojos los que se deshicieron, luego la piel y la carne, y por último los huesos mismos hasta que la mano del dragón lo aplastó todo sin perder la sonrisa.
Su mera presencia y sus gestas de fuerza animaban al resto, que no tardaron en formar alrededor de él envalentonados por sus actos, y tras ver como varios de sus compañeros con armaduras de luz aguantaban la posición y los arqueros, al menos dos de ellos, disparaban con una precisión inaudita.
No obstante no todo iban a ser buenas noticias. Un grupo de bandidos con algo más de cabeza que el resto parecían haber encontrado un camino secundario que les permitiría evadir los obstáculos y llegar directamente hacia el flanco de los enardecidos defensores. Sus gritos cargando ante tal punto débil hicieron dudar a los más cercanos a ellos. Y tal y como pasara durante las prácticas, comenzaron a retroceder poniendo en riesgo toda la formación.
-Masacremos a estos paletos.- Gritaba el que parecía el líder de aquel grupo. -Pensad en cómo vamos a divertirnos con sus mujeres cuando...- No terminó la frase y un potente chorro de sangre comenzó a brotar de su cuello, o al menos de lo que quedaba de él. Allí a su lado, con las garras de su mano izquierda goteando lágrimas carmesies, estaba Catherine, mirando al resto con la misma expresión que horas antes hiciera cagarse de miedo a cierto aldeano.
-¿Por qué esperar? Podéis divertiros ahora con una de ellas.- Se burló la pelirroja lanzándose como un rayo hacia el segundo y en esos momentos anonadado enemigo. Las garras de la felina encontraron un resquicio en su armadura y le atravesaron igualmente el cuello. Uno de los bandidos reaccionó y trató de golpearla con la guardia de su mandoble, pero solo alcanzó al aire antes de la pelirroja se colocara a su lado y atravesara la juntura de su armadura bajo el brazo. Luego giró en torno a él y le rebanó el cuello sin detenerse, casi bailando con sus rivales que eran incapaces de golpearla. Era como si tuviera ojos en la espalda, o por todo su cuerpo directamente, ni siquiera atacándola por detrás lograban alcanzarla, pero ella les golpeaba con una precisión letal. Un golpe, una muerte. -Supongo que no era esto lo que esperabais al pensar en un grupo de vosotros rodeando a una mujer.- Volvió a burlarse, realizando un doble salto mortal hacia atrás para volver a su posición inicial y esquivar los últimos golpes lanzados hacia ella. -Pero es justo lo que yo pienso al imaginarme rodeada de hombres.- Añadió corriendo de nuevo hacia ellos, saltando contra el lateral de un carro y usándolo como punto de apoyo para lanzarse contra un bandido más cercano y atravesar con ambas garras su pecho, quedando a horcajadas sobre él con el rostro salpicado de sangre. -Miau.-
Níniel terminó en esos momentos de sanar al joven. Le había llevado un tiempo valioso pero a pesar de ello la línea seguía aguantando para cuando Eltrant y Asher regresaron con lo que quedaba de la unidad de emboscada. Habían logrado volver al menos la mitad, gracias a los dioses, y subían la colina hacia ellos, eran más de los que la peliblanca esperaba teniendo en cuenta lo temerario de su operación. Tras ellos, persiguiéndolos de cerca, iba un numeroso contingente de bandidos, que sin más trampas en la que caer cargaban sin restricciones contra los defensores. Estaban ya a solo una decenas de metros y eran suficientes, a pesar de sus bajas, como para barrerlos de un plumazo.
-Ve con los demás.- Instó a su último paciente. Alzándose y avanzando entre sus aliados para colocarse en la vanguardia, junto a Cuerno Torcido. El dragón supo de inmediato lo que pensaba hacer.
-¡TODOS ATENCIÓN! A mi señal vista al suelo si queréis vivir.- Ordenó con su retumbante voz, la cual se alzaba por encima de cualquier otro sonido de batalla. Níniel alzó su bastón y espero a que el último de sus aliados del grupo de emboscada hubiesen pasado. -¡AHORA!- Rugió el coloso. Y en ese mismo momento Níniel desató un potente chorro de intensa luz cegando a todo aquel que mirara hacia ella. Para unos atacantes desprevenidos y que ascendían una colina, sencillamente era casi imposible evitarlo. -¡VAMOS! Vista al frente y a la carga.- Ordenó entonces, liderando aquel asalto ante un enemigo que no solo no podía ver nada, sino que era afectado por un dolor tan atroz en sus ojos que no podría hacer otra cosa más que llevarse las manos a la cara y retorcerse de dolor. Llegando a tirarse incluso al suelo y tratar de echarse tierra. Algo que no les iba a ayudar en nada.
Níniel usa este turno Manos sanadoras y radiancia. Esta última ha dejado a la mayoría de los enemigos incapaces de luchar durante dos turnos y seguirán cegados un tercero.
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Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Se cubrió a si mismo con un manto de sombras.
Pero incluso así, la luz que había invocado la elfa fue tan intensa que Eltrant se vio obligado a agachar la mirada y a cerrar los ojos para no quedar totalmente cegado como la mayor parte de los atacantes.
La batalla cesó cuando el fulgor se desvaneció, lo hizo durante unos segundos al menos. Los enemigos, incapaces de ver nada, daban espadazos al aire o se llevaban las manos a la cara presa del dolor que parecía haber causado el resplandor.
Cuerno Torcido no tardó en gritar lo que Eltrant tenía en la cabeza.
Había que atacar.
Rodeándose de sombras embistió al mercenario que tenía más cerca, y después, con Olvido, se encargó de arrebatarle la vida a un segundo, continuando de esta forma hacía un tercero, sin apenas detenerse a ver que acababa de hacer.
Níniel acababa de otorgarles una oportunidad única para cambiar las tornas.
La luz le obligó a apartar la mirada, incluso a aquella distancia.
Gritó un par de un insulto y le dio de mala gana el catalejo con el que había estado observando la batalla a su mano derecha, la tortuga.
- ¡Son sólo un montón de paletos sin líder! – Bramó agitando los brazos, furioso.
¿Cómo era aquello posible? ¡Debía de haber sido fácil! Era un plan redondo, lo habían repasado un centenar de veces, estaban a un solo paso de hacerse ricos. Solo tenían que hacerse con aquel pedrusco y vendérselo a cualquiera con el dinero suficiente para aprovecharlo.
Quizás al rey de Lunargenta, quizás a los Nórgedos, o a los vampiros. Daba igual.
Con la guerra en marcha, aquel poblacho serviría como una buena fortaleza, dividiría la península en dos. Cualquier comandante competente sería capaz de ver el valor estratégico de aquel sitio.
- ¿¡Es que tengo que hacer siempre las cosas yo mismo?! – Gritó cuando aún más se alzaron sobre las murallas de madera del Monte. - ¡Preparaos! - Gritó - ¡Estoy harto de juegos! - Las pocas personas que estaban junto a él, la “Elite” de entre los que estaba a sus órdenes, no dijo nada.
La asesina directamente se encogió de hombros y dibujó aquella expresión en su rostro que Piel de Lobo odiaba tanto. ¿Se estaba riendo de él? ¿Era eso? Parecía estar divirtiéndose al ver a su líder de tan mal humor.
Apretó los dientes, miró la aldea en llamas, las espesas columnas de humo de aquel minúsculo punto que no aparecía siquiera en los mapas. Debían de haberles aniquilado con bastante facilidad, pero estaban oponiendo demasiada resistencia, aquello no podía ser posible.
¿Qué clase de personas había allí en realidad? ¿Y esa luz?
Seguro que habían sido los elfos, esos malditos idiotas idealistas que sanaban a los heridos siempre daban problemas con sus mensajes de niño de diez años y dioses absurdos.
Desenvainó sus dos espadas, indicó a su guardia personal que hiciese lo mismo.
- Matadlos a todos, por los Nómadas. – dijo comenzando a caminar hacía la batalla.
- Por los Nómadas. – Respondieron los demás.
Aquello iba bien, algunos de los bandidos, incapaces de poder hacer nada ante unos defensores a los que no podían ver, se estaban dando a la retirada, corrían colina abajo.
No eran pocos los que caían en las trampas que antes habían evitado.
Continuó abriéndose paso entre los enemigos, asiendo firmemente a Olvido entre sus manos, tratando de ignorar el fuego que consumía parte de la aldea o los llantos de los heridos, era la única oportunidad que tenían.
Lo cierto era que, incluso así, algunos bandidos trataban de seguir en la lucha, pero incluso el más novato de los guerreros era capaz de abatir a un enemigo incapaz de ver a su oponente, uno que no podía hacer mucho más que golpear el aire.
Sonrió, no estaban perdiendo a nadie en la acometida que Cuerno Torcido estaba liderando, aquello iba bien.
Pero, como había sucedido al poco de comenzar la batalla, un cuerno de guerra se alzó sobre los demás sonidos del campo de batalla, acallándolo todo. La única diferencia es que, en aquella ocasión, no pertenecía a los defensores.
Un grupo de aproximadamente cuatro personas caminaban colina arriba, por si solos, con aparente seguridad. Algunos de los mercenarios supervivientes, los que podían ver mínimamente bien, se congregaron en torno a este grupo.
Eltrant tensó la mandíbula, aquello no era todo, una enorme estaca de metal surcó los aires y se clavó firmemente en la pared de la residencia, derruyendo parte de la misma en el proceso.
Una balista de asedio.
- ¡Que no quede nada en pie! – Bramó el tipo que llevaba una piel de lobo sobre los hombros, uno que blandía dos espadas. - ¡Yo me encargo del lobo! – Añadió - ¡Vas a saber el porqué de mi nombre, chucho! - Los mercenarios supervivientes alzaron las armas, algunos de los cegados gritaron, como buenamente pudieron, al oír la voz de su líder.
La balista se preparó de nuevo para disparar.
Miró tras él, lo más rápido que pudo, a la dirección hacía la cual apuntaba la balista. Oyó como Lyn en su cabeza le instaba a que levantase un muro de sombras, asintió para sí sin dejar de alternar entre todos los posibles objetivos.
¿A quién apuntaba? ¿A Níniel? ¿Los aldeanos en la línea trasera? ¿La casa?
La balista liberó otro proyectil, daba igual de a quien buscase, forzó a su cuerpo a actuar.
Tenía que interceptar a aquella cosa.
Se desvaneció entre las sombras, no estaba seguro de como lo había hecho, solo había seguido los consejos de Lyn, solo había deseado, con todas sus fuerzas, estar en el lugar al que estaba mirando. [1]
Se apareció frente al proyectil poco antes de que este llegase hasta su objetivo.[2] Apenas tuvo tiempo siquiera de comprender que ahora estaba en otro lugar, la flecha de enormes proporciones le impactó en vientre, atravesó su armadura con una facilidad ridícula y le hizo surcar los aires y acabar boca arriba, en algún punto tras la segunda línea.
“¡Eltrant!”
Las sombras comenzaron a desvanecerse, se diluyeron con la noche, era curioso, de pronto comenzó a antojársele como más oscura, aun cuando tenía justo frente a sus ojos el tejado en llamas de una pequeña casa.
Quizás volvía a estar perdiendo en sentido.
- ¿¡Es que no tienes sentido común!? - Notó como Lyn estaba ahora a su lado, zarandeándole, ya no oía su voz en su cabeza.
- Sigo vivo… - Eltrant se incorporó levemente, masculló un par de insultos. – Ayúdame a levantarme – dijo llevándose ambas manos hasta su vientre, Lyn negó con la cabeza.
- ¡No! – dijo - ¿¡Es que no te has visto!? – Añadió. Eltrant hizo lo mismo que la vampiresa.
- La balista. – dijo severamente, el proyectil, afortunadamente, se había quebrado junto a su armadura, la parte que había desgarrado su carne había sido el mástil del mismo. – Tengo que… está apuntando a Níniel y a los que estan más atrás. - Y de nuevo, su acompañante volvió a cortarle.
- ¡Yo me encargo de eso! – dijo levantándose, el sonido de las espadas entrechocando entre si volvió a resonar sobre el lugar, los cinco que acaban de llegar habían reorganizado pobremente sus fuerzas – Tú espérate aquí. – Ordenó – Níniel no tiene… no tiene que estar muy lejos… - Miró mirando a su alrededor, buscando a la elfa.
Se mordió el labio inferior, pensativa, jugueteó con su flequillo durante unos segundos y después miró hacia dónde estaba la máquina, la cual estaban volviendo a recargar los tres sujetos que se encargaban de operarla.
- ¡No van a saber lo que les ha pasado! – dijo antes de desaparecer entre las sombras.
- ¡Y no te muevas, que te conozco! ¡Llama a Níniel! -
[1] Mediante Simbiosis Eltrant usa la Habilidad de Lyn de Nivel 2: Entre Tinieblas.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 1: Salvaguarda.
Defensores 1ª Línea: 3/15
Defensores 2ª Línea: 12/20
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Atacantes: 10/100 // Atacantes Cegados: 15
Hemos Obligado a Piel de Lobo a que participe en la batalla.
Elite de los Mercenarios con vida / Capaces de Combatir:
La elfa y la tortuga todavia no tienen personalidad, así que podeis decidir lo que querais. La Balista son tres lacayos genericos (?)
Pero incluso así, la luz que había invocado la elfa fue tan intensa que Eltrant se vio obligado a agachar la mirada y a cerrar los ojos para no quedar totalmente cegado como la mayor parte de los atacantes.
La batalla cesó cuando el fulgor se desvaneció, lo hizo durante unos segundos al menos. Los enemigos, incapaces de ver nada, daban espadazos al aire o se llevaban las manos a la cara presa del dolor que parecía haber causado el resplandor.
Cuerno Torcido no tardó en gritar lo que Eltrant tenía en la cabeza.
Había que atacar.
Rodeándose de sombras embistió al mercenario que tenía más cerca, y después, con Olvido, se encargó de arrebatarle la vida a un segundo, continuando de esta forma hacía un tercero, sin apenas detenerse a ver que acababa de hacer.
Níniel acababa de otorgarles una oportunidad única para cambiar las tornas.
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La luz le obligó a apartar la mirada, incluso a aquella distancia.
Gritó un par de un insulto y le dio de mala gana el catalejo con el que había estado observando la batalla a su mano derecha, la tortuga.
- ¡Son sólo un montón de paletos sin líder! – Bramó agitando los brazos, furioso.
¿Cómo era aquello posible? ¡Debía de haber sido fácil! Era un plan redondo, lo habían repasado un centenar de veces, estaban a un solo paso de hacerse ricos. Solo tenían que hacerse con aquel pedrusco y vendérselo a cualquiera con el dinero suficiente para aprovecharlo.
Quizás al rey de Lunargenta, quizás a los Nórgedos, o a los vampiros. Daba igual.
Con la guerra en marcha, aquel poblacho serviría como una buena fortaleza, dividiría la península en dos. Cualquier comandante competente sería capaz de ver el valor estratégico de aquel sitio.
- ¿¡Es que tengo que hacer siempre las cosas yo mismo?! – Gritó cuando aún más se alzaron sobre las murallas de madera del Monte. - ¡Preparaos! - Gritó - ¡Estoy harto de juegos! - Las pocas personas que estaban junto a él, la “Elite” de entre los que estaba a sus órdenes, no dijo nada.
La asesina directamente se encogió de hombros y dibujó aquella expresión en su rostro que Piel de Lobo odiaba tanto. ¿Se estaba riendo de él? ¿Era eso? Parecía estar divirtiéndose al ver a su líder de tan mal humor.
Apretó los dientes, miró la aldea en llamas, las espesas columnas de humo de aquel minúsculo punto que no aparecía siquiera en los mapas. Debían de haberles aniquilado con bastante facilidad, pero estaban oponiendo demasiada resistencia, aquello no podía ser posible.
¿Qué clase de personas había allí en realidad? ¿Y esa luz?
Seguro que habían sido los elfos, esos malditos idiotas idealistas que sanaban a los heridos siempre daban problemas con sus mensajes de niño de diez años y dioses absurdos.
Desenvainó sus dos espadas, indicó a su guardia personal que hiciese lo mismo.
- Matadlos a todos, por los Nómadas. – dijo comenzando a caminar hacía la batalla.
- Por los Nómadas. – Respondieron los demás.
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Aquello iba bien, algunos de los bandidos, incapaces de poder hacer nada ante unos defensores a los que no podían ver, se estaban dando a la retirada, corrían colina abajo.
No eran pocos los que caían en las trampas que antes habían evitado.
Continuó abriéndose paso entre los enemigos, asiendo firmemente a Olvido entre sus manos, tratando de ignorar el fuego que consumía parte de la aldea o los llantos de los heridos, era la única oportunidad que tenían.
Lo cierto era que, incluso así, algunos bandidos trataban de seguir en la lucha, pero incluso el más novato de los guerreros era capaz de abatir a un enemigo incapaz de ver a su oponente, uno que no podía hacer mucho más que golpear el aire.
Sonrió, no estaban perdiendo a nadie en la acometida que Cuerno Torcido estaba liderando, aquello iba bien.
Pero, como había sucedido al poco de comenzar la batalla, un cuerno de guerra se alzó sobre los demás sonidos del campo de batalla, acallándolo todo. La única diferencia es que, en aquella ocasión, no pertenecía a los defensores.
Un grupo de aproximadamente cuatro personas caminaban colina arriba, por si solos, con aparente seguridad. Algunos de los mercenarios supervivientes, los que podían ver mínimamente bien, se congregaron en torno a este grupo.
Eltrant tensó la mandíbula, aquello no era todo, una enorme estaca de metal surcó los aires y se clavó firmemente en la pared de la residencia, derruyendo parte de la misma en el proceso.
Una balista de asedio.
- ¡Que no quede nada en pie! – Bramó el tipo que llevaba una piel de lobo sobre los hombros, uno que blandía dos espadas. - ¡Yo me encargo del lobo! – Añadió - ¡Vas a saber el porqué de mi nombre, chucho! - Los mercenarios supervivientes alzaron las armas, algunos de los cegados gritaron, como buenamente pudieron, al oír la voz de su líder.
La balista se preparó de nuevo para disparar.
Miró tras él, lo más rápido que pudo, a la dirección hacía la cual apuntaba la balista. Oyó como Lyn en su cabeza le instaba a que levantase un muro de sombras, asintió para sí sin dejar de alternar entre todos los posibles objetivos.
¿A quién apuntaba? ¿A Níniel? ¿Los aldeanos en la línea trasera? ¿La casa?
La balista liberó otro proyectil, daba igual de a quien buscase, forzó a su cuerpo a actuar.
Tenía que interceptar a aquella cosa.
Se desvaneció entre las sombras, no estaba seguro de como lo había hecho, solo había seguido los consejos de Lyn, solo había deseado, con todas sus fuerzas, estar en el lugar al que estaba mirando. [1]
Se apareció frente al proyectil poco antes de que este llegase hasta su objetivo.[2] Apenas tuvo tiempo siquiera de comprender que ahora estaba en otro lugar, la flecha de enormes proporciones le impactó en vientre, atravesó su armadura con una facilidad ridícula y le hizo surcar los aires y acabar boca arriba, en algún punto tras la segunda línea.
“¡Eltrant!”
Las sombras comenzaron a desvanecerse, se diluyeron con la noche, era curioso, de pronto comenzó a antojársele como más oscura, aun cuando tenía justo frente a sus ojos el tejado en llamas de una pequeña casa.
Quizás volvía a estar perdiendo en sentido.
- ¿¡Es que no tienes sentido común!? - Notó como Lyn estaba ahora a su lado, zarandeándole, ya no oía su voz en su cabeza.
- Sigo vivo… - Eltrant se incorporó levemente, masculló un par de insultos. – Ayúdame a levantarme – dijo llevándose ambas manos hasta su vientre, Lyn negó con la cabeza.
- ¡No! – dijo - ¿¡Es que no te has visto!? – Añadió. Eltrant hizo lo mismo que la vampiresa.
- La balista. – dijo severamente, el proyectil, afortunadamente, se había quebrado junto a su armadura, la parte que había desgarrado su carne había sido el mástil del mismo. – Tengo que… está apuntando a Níniel y a los que estan más atrás. - Y de nuevo, su acompañante volvió a cortarle.
- ¡Yo me encargo de eso! – dijo levantándose, el sonido de las espadas entrechocando entre si volvió a resonar sobre el lugar, los cinco que acaban de llegar habían reorganizado pobremente sus fuerzas – Tú espérate aquí. – Ordenó – Níniel no tiene… no tiene que estar muy lejos… - Miró mirando a su alrededor, buscando a la elfa.
Se mordió el labio inferior, pensativa, jugueteó con su flequillo durante unos segundos y después miró hacia dónde estaba la máquina, la cual estaban volviendo a recargar los tres sujetos que se encargaban de operarla.
- ¡No van a saber lo que les ha pasado! – dijo antes de desaparecer entre las sombras.
- ¡Y no te muevas, que te conozco! ¡Llama a Níniel! -
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[1] Mediante Simbiosis Eltrant usa la Habilidad de Lyn de Nivel 2: Entre Tinieblas.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 1: Salvaguarda.
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Defensores 1ª Línea: 3/15
Defensores 2ª Línea: 12/20
Emboscada: 8/15
Atacantes: 10/100 // Atacantes Cegados: 15
Hemos Obligado a Piel de Lobo a que participe en la batalla.
Elite de los Mercenarios con vida / Capaces de Combatir:
- Balista de Asedio
- Gata Asesina
- Hombre-Bestia Tortuga
- Elfa aparentemente inofensiva
- Piel de Lobo.
La elfa y la tortuga todavia no tienen personalidad, así que podeis decidir lo que querais. La Balista son tres lacayos genericos (?)
Eltrant Tale
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