[Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Las piernas comenzaron a fallarle. En ese estado de percepción acelerada, fue plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo. Como desplegaban el arma de asedio y apuntaban. El movimiento del arco que dispararía el enorme proyectil.
Uno de sus compañeros iba a morir de nuevo.
Incluso si su cuerpo respondiese, no acertaría a disparar. Con el pulso y la respiración acelerada de esa forma no. Una fuerte opresión en el pecho y sensación de nauseas le hicieron caer de rodillas. Incapaz de moverse. Incapaz de actuar. Solo podía mirar, con horror, como los eventos de la Caza se repetían. Y solo podía pensar en una cosa. En una sencilla plegaria al mundo, al destino, o a los Guías.
"Por favor, que no sea Asher."
Tal y como había visto, la flecha de la balista fue certera. Eltrant la recibió en el vientre. Su compañero no se había dado cuenta. Estaba en medio de un combate cercano. El resto de la defensa estaba aprovechando el momento. Algunos masacraban a los cegados. Otros, como Oshu, combatian con los restantes.
Y él, solo podía mirar.
Aquello debía ser una broma. Ese hombre, el lider de los mercenarios... el idiota que había organizado todo aquello. Su nombre y aspecto eran familiares. No tenía duda de que había matado a alguien similar semanas atrás. ¿De eso se trataba todo? ¿Venganza? ¿Era su hermano o algo así?
La proxima vez, no dejaría supervivientes.
El hombre se dirigió directamente hacia mi, apuntándome con una de sus dos espadas. Activé las runas de mis piernas. Iba a mostrarle lo que pasaba si alguien amenazaba a mi familia. [1] En un pestañeo, estaba a su lado, golpeando su frente con mi rodilla en el aire. El repentino impacto le desequilibró, haciéndole tambalearse pero sin llegar a derribarlo debido a su tamaño.
Retrocedí en cuanto mis pies tocaron la tierra, dándome algo de espacio.
-No sabes a quien has provocado.- gruñí. El humano respondió con un grito iracundo, lanzándose hacia mi con ambas espadas. Bloqueé el primer ataque, poniendo a Brillo entre mi oponente y yo. La hoja resistió el doble impacto, pero el hombre era fuerte. Tomé la ofensiva, lanzando una estocada, que esquivó, para luego mover el brazo en un tajo horizontal.
Su espada se puso entre medias, pero aquello bastó para desestabilizarlo. Lancé un arañazo con mi mano izquierda, clavando las afiladas uñas metálicas en su costado a través de su armadura ligera y desgarrando su piel mientras se apartaba de mi. La sangre comenzó a salpicar el suelo.
Su respiración se volvió pesada. ¿Tan rápido? ¿Había llegado hasta allí sólo para ser incompetente cuando importaba? Esbocé una mueca. Sin embargo, el humano contrajo su rostro en lo que parecía casi una sonrisa enloquecida. Y entonces, pude verlo. Aquella sed de sangre que convertía a los hombres en salvajes. Aquel mecanismo de destrucción. No era una defensa, como el Frenesí de mi raza. Era un ansia por hacer sufrir.
Y entonces, atacó de verdad. Sus espadas se movieron más rápido de lo que habían hecho antes. Apreté la empuñadura de Brillo con fuerza, haciendo que el anillo activase su tercer encantamiento. Un pulso recorrió mi armadura, solidificándola y haciéndola más resistente justo en el momento en el que las hojas de Piel de Lobo impactaban en mi brazal izquierdo. [2] El corte no hizo más que arañarlo.
Pero no pararía ahí. Recuperandose casi al instante, el bandido alzó su otra espada y continuó atacando. Necesitaba terreno. Solo un segundo para cambiar de postura. Pero no iba a obtenerlo fácilmente. Tan pronto vio mi intención, el hombre aprovechó su ventaja. La ráfaga de ataques se volvió incesante. Incluso cuando era capaz de rechazar una de las espadas, la otra se lanzaba por el otro lado, clavándose en mi coraza hasta encontrar carne.
Cortes poco profundos. No era capaz de hacer más. Pero se irían sumando. ¿Aquello era lo que quería?
Retomar la ofensiva no me ayudó. Lancé un tajo diagonal, que detuvo poniendo sus espadas en cruz... y devolvió, moviendo una de ellas hacia delante y clavándola en mi hombro. Saltó hacia adelante, poniendo su peso entre las espadas enlazadas, y lanzó un cabezazo al que traté de responder con uno propio.
El golpe me dejó más mareado que a él.
Suficiente. Aquello era suficiente. No esperé a que volviese a atacar. Mi mano apuntó hacia él, y antes de que su siguiente carga tuviese éxito, una llamarada proveniente de mi mano hizo que el hombre volase varios metros antes de caer por la hierba. [3] Un fuerte dolor agudo recorrió mi brazo, haciéndome lanzar un quejido. Demasiadas veces seguidas. Si lo hacía de nuevo, acabaría mal. Lo sacudí, intentando deshacerme de la sensación de agarrotamiento.
Jadeé mientras el bandido volvía a levantarse. La piel de animal había acabado en el suelo, chamuscada. Su propia cara mostraba ahora heridas nuevas y viejas.
Iba a tener que darme prisa con aquello.
Asher ha usado habilidades: Impulso [1] y Estallido. [3] Interpreto que Potenciar ha reducido el enfriamiento de la segunda a pesar del orden porque... bah, es un interpretativo, me lo permito y quedaba bien.
También ha usado un objeto: Sortija encantada por la luna - Potenciar [2]
Syl está aturdido.
Defensores 1ª Línea: 3/15
Defensores 2ª Línea: 9/20
Emboscada: 6/15
Atacantes: 4/100 // Atacantes Cegados: 6
Hemos Obligado a Piel de Lobo a que participe en la batalla.
Elite de los Mercenarios con vida / Capaces de Combatir:
Uno de sus compañeros iba a morir de nuevo.
Incluso si su cuerpo respondiese, no acertaría a disparar. Con el pulso y la respiración acelerada de esa forma no. Una fuerte opresión en el pecho y sensación de nauseas le hicieron caer de rodillas. Incapaz de moverse. Incapaz de actuar. Solo podía mirar, con horror, como los eventos de la Caza se repetían. Y solo podía pensar en una cosa. En una sencilla plegaria al mundo, al destino, o a los Guías.
"Por favor, que no sea Asher."
Tal y como había visto, la flecha de la balista fue certera. Eltrant la recibió en el vientre. Su compañero no se había dado cuenta. Estaba en medio de un combate cercano. El resto de la defensa estaba aprovechando el momento. Algunos masacraban a los cegados. Otros, como Oshu, combatian con los restantes.
Y él, solo podía mirar.
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Aquello debía ser una broma. Ese hombre, el lider de los mercenarios... el idiota que había organizado todo aquello. Su nombre y aspecto eran familiares. No tenía duda de que había matado a alguien similar semanas atrás. ¿De eso se trataba todo? ¿Venganza? ¿Era su hermano o algo así?
La proxima vez, no dejaría supervivientes.
El hombre se dirigió directamente hacia mi, apuntándome con una de sus dos espadas. Activé las runas de mis piernas. Iba a mostrarle lo que pasaba si alguien amenazaba a mi familia. [1] En un pestañeo, estaba a su lado, golpeando su frente con mi rodilla en el aire. El repentino impacto le desequilibró, haciéndole tambalearse pero sin llegar a derribarlo debido a su tamaño.
Retrocedí en cuanto mis pies tocaron la tierra, dándome algo de espacio.
-No sabes a quien has provocado.- gruñí. El humano respondió con un grito iracundo, lanzándose hacia mi con ambas espadas. Bloqueé el primer ataque, poniendo a Brillo entre mi oponente y yo. La hoja resistió el doble impacto, pero el hombre era fuerte. Tomé la ofensiva, lanzando una estocada, que esquivó, para luego mover el brazo en un tajo horizontal.
Su espada se puso entre medias, pero aquello bastó para desestabilizarlo. Lancé un arañazo con mi mano izquierda, clavando las afiladas uñas metálicas en su costado a través de su armadura ligera y desgarrando su piel mientras se apartaba de mi. La sangre comenzó a salpicar el suelo.
Su respiración se volvió pesada. ¿Tan rápido? ¿Había llegado hasta allí sólo para ser incompetente cuando importaba? Esbocé una mueca. Sin embargo, el humano contrajo su rostro en lo que parecía casi una sonrisa enloquecida. Y entonces, pude verlo. Aquella sed de sangre que convertía a los hombres en salvajes. Aquel mecanismo de destrucción. No era una defensa, como el Frenesí de mi raza. Era un ansia por hacer sufrir.
Y entonces, atacó de verdad. Sus espadas se movieron más rápido de lo que habían hecho antes. Apreté la empuñadura de Brillo con fuerza, haciendo que el anillo activase su tercer encantamiento. Un pulso recorrió mi armadura, solidificándola y haciéndola más resistente justo en el momento en el que las hojas de Piel de Lobo impactaban en mi brazal izquierdo. [2] El corte no hizo más que arañarlo.
Pero no pararía ahí. Recuperandose casi al instante, el bandido alzó su otra espada y continuó atacando. Necesitaba terreno. Solo un segundo para cambiar de postura. Pero no iba a obtenerlo fácilmente. Tan pronto vio mi intención, el hombre aprovechó su ventaja. La ráfaga de ataques se volvió incesante. Incluso cuando era capaz de rechazar una de las espadas, la otra se lanzaba por el otro lado, clavándose en mi coraza hasta encontrar carne.
Cortes poco profundos. No era capaz de hacer más. Pero se irían sumando. ¿Aquello era lo que quería?
Retomar la ofensiva no me ayudó. Lancé un tajo diagonal, que detuvo poniendo sus espadas en cruz... y devolvió, moviendo una de ellas hacia delante y clavándola en mi hombro. Saltó hacia adelante, poniendo su peso entre las espadas enlazadas, y lanzó un cabezazo al que traté de responder con uno propio.
El golpe me dejó más mareado que a él.
Suficiente. Aquello era suficiente. No esperé a que volviese a atacar. Mi mano apuntó hacia él, y antes de que su siguiente carga tuviese éxito, una llamarada proveniente de mi mano hizo que el hombre volase varios metros antes de caer por la hierba. [3] Un fuerte dolor agudo recorrió mi brazo, haciéndome lanzar un quejido. Demasiadas veces seguidas. Si lo hacía de nuevo, acabaría mal. Lo sacudí, intentando deshacerme de la sensación de agarrotamiento.
Jadeé mientras el bandido volvía a levantarse. La piel de animal había acabado en el suelo, chamuscada. Su propia cara mostraba ahora heridas nuevas y viejas.
Iba a tener que darme prisa con aquello.
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Asher ha usado habilidades: Impulso [1] y Estallido. [3] Interpreto que Potenciar ha reducido el enfriamiento de la segunda a pesar del orden porque... bah, es un interpretativo, me lo permito y quedaba bien.
También ha usado un objeto: Sortija encantada por la luna - Potenciar [2]
Syl está aturdido.
Defensores 1ª Línea: 3/15
Defensores 2ª Línea: 9/20
Emboscada: 6/15
Atacantes: 4/100 // Atacantes Cegados: 6
Hemos Obligado a Piel de Lobo a que participe en la batalla.
Elite de los Mercenarios con vida / Capaces de Combatir:
- Balista de Asedio
- Gata Asesina
- Hombre-Bestia Tortuga
- Elfa aparentemente inofensiva
- Piel de Lobo.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Lo poco probable se estaba haciendo realidad y, con aquella última carga, la victoria de los defensores parecía asegurada. Sí, habían tenido muchas bajas, pero por cada aldeano caído los enemigos habían perdido al menos a tres de los suyos, y sus remanentes se batían como buenamente podían en una desorganizada retirada que les llevaba a caer de nuevo en trampas fácilmente evitables en circunstancias normales. La moral de los aldeanos no podía ser más alta mientras les perseguían colina abajo, y de no haber sido por que el sonido de un cuerno de guerra les hizo detenerse y mantenerse a la espectativa, quién sabe hasta dónde habrían estado dispuestos a perseguirles. Tal vez hasta los portones o hasta sus mismos campamentos en el bosque.
-Atentos y juntos.- Rugió el colosal dragón, que parecía haberle cogido el gusto a eso de dirigir a los humanos en la batalla. -Formad de nuevo.- Instruyó mientras observaba, tratando de saber qué implicaba el sonido de aquel cuerno que definitivamente no había sonado a toque de retirada. Los aldeanos restantes reformaron la línea en torno a sus líderes, confiados gracias a los éxitos anteriores y a la cercanía de sus comandantes o veteranos, manteniéndose alerta. Por unos momentos el tiempo pareció detenerse antes de que pasara nada. Entonces llegó el intento de contraofensiva enemiga.
-¿Pero qué? ¿Qué coño ha sido eso?- Pronunció Catherine tras ver como el primer virote de la balista impactaba contra la fachada de la villa. Estaba ya de nuevo junto a Níniel, tras despachar a aquel grupo enemigo que intentó flanquearlos, y unos metros por detrás de la reformada nueva línea defensiva. La felina había visto muchas cosas en su vida a pesar de su corta edad, pero si bien el combate no tenía secretos para ella, la guerra en sí y lo que podía llegar a hacer el equipo de asedio eran algo que nunca había visto. -Nos disparan con flechas gigantes...eso es trampa. ¿No pueden conformarse con las bolas de fuego?.-Se quejó la pelirroja, ayudando a Níniel y al resto de elfos a poner a salvo y a atender a los heridos.
-Es evidente que quieren este lugar a toda costa. Tener una balista para atacar un pueblo con apenas una empalizada...Al menos esto demuestra que les hemos dado bien. Nos subestimaron, por eso no usaron antes algo así, y ahora sienten cerca su derrota.- Convino la peliblanca mientras aplicaba su sanación a tantos hombres como podía, instando a sus hermanos de Sandorai a seguir llevando al resto a los sótanos de la villa.
-Estaría bien que la aceptaran con deportividad y dejaran de arrojarnos cosas...- Comentó la felina haciendo un mohín de dolor. -Mierda, ahora no...- Se quejó llevándose las manos a una de sus piernas.
-¿Te duele? Déjame, usaré mi magia.- Se ofreció la sacerdotisa pidiendo que se acercara.
-Estoy bien, solo es un poco...- Mintió.- Hice lo que querías y tuve que cargarme a unos cuantos para ello. Las primeras muescas para mis guanteletes nuevos.- Trató de desviar la atención. Pero níniel, consciente de su dolencia, no lo dejó pasar y se acercó a su hermana, aplicándole una rápida cura. -Gracias...No quería distraerte, esta gente está mucho más echa polvo que yo.- Agradeció comprobando que había dejado de molestarle.
-Tu vales por más de diez. Te necesitamos en forma.- Le quitó hierro al asunto la elfa, volviendo a atender a uno de los aldeanos de las contusiones sufridas en brazo y lado izquierdo de su cuerpo. Parecía haber tenido que aguantar el impacto de un mangual o arma contundente similar. Fue entonces cuando los defensores sufrieron el segundo de los disparos de la balista.
Para quién iba dirigido aquel proyectil Níniel no pudo saberlo desde su posición. Lo que sí supo es que de algún modo, usando algún tipo de magia sombría, Eltrant acabó interponiéndose en la trayectoria del virote y recibiendo un impacto directo en su cuerpo. Torso o vientre tampoco podía estar segura por la rapidez con la que todo sucedió. Su cuerpo, rodeado de sombras salió disparado varios metros colina arriba, quedando allí tendido. Acostumbrada como estaba a verse cara a cara con la muerte aquello no llegaría a paralizarla, de hecho su curación no se detuvo, pero sí que resultó de lo más impactante, aquel humano había merecido una mejor muerte que aquella. Y es que visto lo visto lo daba por muerto. A su lado Catherine frunció los labios y bajó la cabeza, negando lentamente.
-Ese idiota...Si tanta prisa tenía por que tuviera su espada podía habérmela regalado y ya...- Musitó. Volviendo a alzar la vista una última vez antes de centrar nuevamente toda su atención en la batalla, donde el grupo de líderes enemigos reunía al escaso puñado de hombres que les quedaban y parecían dispuestos a ocuparse ellos mismos de lo que un centenar de hombres no habían podido. -Nín...creo que el idiota se mueve...Sí, se mueve...y Lyn ha aparecido a su lado...Creo que el humo del fuego me está haciendo ver borroso...- Dijo incrédula la felina con los ojos abiertos como platos.
Níniel no pudo evitar girarse y pudo ver como uno de los elfos, regresando tras llevar hasta los sótanos a uno de los heridos, se acercaba hasta el "cuerpo" de Eltrant. Su cara fue todo un poema al darse cuenta de que estaba vivo y su estado, hasta tal punto que en vez de intentar sanarlo el mismo, instintivamente buscó con la mirada a la sacerdotisa. -No puede ser...- Fue cuanto llegó a musitar antes de levantarse y salir corriendo hacia allí. En su carrera se cruzaría con Lyn, que pareció soltar un suspiro de alivio, y por su gesto de enfado, el suspiro que soltarían sus enemigos sería el último.
-Los dioses te aman Eltrant.- Fue lo primero que la joven dijo al llegar hasta el ex guardia. -O te odian mucho.- Añadió tras comprobar su estado y lo increíblemente doloroso que aquello debía de estar resultándole. Realmente costaba mantener la compostura ante algo así y no dejarle entrever hasta qué punto la cosa pintaba mal. -La buena noticia es que tu armadura ha impedido que murieses al instante. La punta del proyectil se rompió antes de atravesarte totalmente. La mala es...todo lo demás.- Dijo mientras exploraba con su magia el alcance de las lesiones. El desgarro y el impacto había afectado a varios órganos, además el golpe al caer le había causado roturas de varios huesos y contusiones severas. Que pudiera seguir hablando era un milagro...y además contraproducente. -Dale a beber una dosis completa de inhibis.- Instruyó al elfo, que no dudó en cumplir aquella orden, sacando un pequeño frasquito de su bolsa. -Creeme, quieres beber hasta la última gota.- Le dijo a Eltrant mientras usaba su magia para limpiar la herida de las astillas allí clavadas. A continuación se centró en adormecer su dolor, ayudando a actuar al inhibis.
-Voy a empezar.- Advirtió mientras aplicaba todo su poder sanador en el humano. Casi podría escucharse el sonido de sus órganos moviéndose, recomponiéndose. Y desde luego que el sonido de sus huesos recolocándose y soldándose podría poner los pelos de punta al más pintado. De hecho podía verse cómo se movían bajo su piel. Aquello no iba a ser tan rápido como la vez anterior. El resto tendrían que apañárselas sin ellos durante un rato.
-Vaya, vaya...Así que estabas vivo...Piel de lobo no se equivocaba al pensar que el fogonazo había sido cosa de elfos. Supongo que mantener a este en el mundo de los vivos a pesar de mi veneno también debe ser cosa tuya...- Dijo una voz cercana con un tono de lo más siniestro. Y antes de que nadie de los allí presentes pudiera reaccionar una flecha atravesó al elfo asistente, matándolo al instante. -Yo siempre cumplo con mis misiones...- Una felina silueta se dejó ver allí mismo, y por sus palabras se trataba de la misteriosa atacante que la noche antes intentase asesinar al ex guardia. -Esta vez me aseguraré de acabar el trabajo.- Amenazó preparando otra flecha y apuntando a Níniel. Pero nunca llegaría a dispararla.
Una segunda silueta felina se lanzó sobre ella y ambas cayeron al suelo, donde comenzarían a forcejear. Catherine trataba de clavarle las garras a la asesina, pero esta interponía su arco con pericia, desviándolas e impidiendo un daño fatal, logrando finalmente separarse, aunque solo para volver a ser atacada, perdiendo esta vez su arco al volver a usarlo como defensa. Solo entonces la pelirroja permitió que ganara distancia con respecto a ella.
-Maldita sea...- Maldijo sacando una daga de su bota y amenazando con ella a la felina, aunque esta no se dejó intimidar por tan poca cosa y respondió volviendo a desplegar sus garras ante ella, cada una del tamaño del arma de su oponente. Casi parecía estar burlándose de ella, pero en su rostro no había espacio para las bromas. Estaba furiosa como pocas veces Níniel la había visto. -Eres como mirarme a un espejo...- Intentó entablar conversación aquella malnacida, y aquello casi le cuesta un ojo cuando Catherine se lanzó a por ella y soltó un rápido zarpazo que dejó la punta de sus garras marcadas en su piel.
Ante aquello y a sabiendas de haber perdido su ventaja, la asesina trató de huir. Era rápida, pero no tanto como Catherine que no tardó en alcanzarla y marcar su espalda con otro zarpazo. La hizo voltearse si quería vivir y entonces comenzó a lanzar un ataque tras otro sin descanso. Era casi imposible seguir tantos golpes tan rápidos y en tan rápida sucesión, y cada uno de ellos que lograba un impacto dejaba en su enemiga una herida que sangraba profusamente. Pronto la asesina comenzaría a sentirse debilitada por la pérdida de sangre y cada vez más de los golpes de Catherine harían blanco y más fácilmente. Solo cuando su enemiga había dejado ya un reguero de sangre en sus intentos por retroceder y estaba al borde del colapso se detuvo. Y lo hizo para ver cómo su rival, incapaz de realizar ya ataque alguno, desarmada y débil, se desangraba hasta morir. No iba a darle el golpe de gracia.
Níniel lo observó todo, sin poder abandonar a Eltrant, y a pesar de la crueldad de la felina no podía sino estar agradecida con ella. De no haber actuado Eltrant y ella también habrían muerto. Gracias a ella la sanación del señor del lugar podía continuar.
Mientras, en el frente principal, mientras Asher se las veía con un hábil oponente, Cuerno Torcido escupía al suelo por su mala suerte. No solo ya apenas quedaban enemigos contra los que luchar, y uno menos después de que un mercenario envalentonado por la cercanía de su líder perdiera la cabeza por escoger mal a su rival. Era además porque, mientras que el hombre perro parecía haber encontrado un digno rival, frente a él se había colocado un tortuga, tras tomarse su tiempo. Aquello parecía una broma.
-Te diría que te fueras a casa pero, supongo que en tu caso eso solo supondría quedarte ahí mismo pero dentro del caparazón...En fin acabemos cuanto antes con esto o no podré soportar la vergüenza.- Se jactó el dragón lanzando un potente tajo de su arma de asta. Cuál sería su sorpresa cuando la tortuga logró detenerlo con su caparazón sin que apenas saltaran unas pocas esquirlas de su formidable defensa, dejando a Cuerno Torcido totalmente sorprendido. Y más aún cuando la tortuga giró sobre sí misma y le propinó en el estómago lo que a todas luces era un golpe de artes marciales que le hizoo escupir un poco de sangre y le obligó a doblarse dolorido.
-Esto tiene que ser una puta broma.- Se quejó al volver a alzar la mirada hacia su oponente y antes de volver a erguirse en toda su estatura. En ese momento, todo su cuerpo se rodeó de llamas azules.
-Atentos y juntos.- Rugió el colosal dragón, que parecía haberle cogido el gusto a eso de dirigir a los humanos en la batalla. -Formad de nuevo.- Instruyó mientras observaba, tratando de saber qué implicaba el sonido de aquel cuerno que definitivamente no había sonado a toque de retirada. Los aldeanos restantes reformaron la línea en torno a sus líderes, confiados gracias a los éxitos anteriores y a la cercanía de sus comandantes o veteranos, manteniéndose alerta. Por unos momentos el tiempo pareció detenerse antes de que pasara nada. Entonces llegó el intento de contraofensiva enemiga.
-¿Pero qué? ¿Qué coño ha sido eso?- Pronunció Catherine tras ver como el primer virote de la balista impactaba contra la fachada de la villa. Estaba ya de nuevo junto a Níniel, tras despachar a aquel grupo enemigo que intentó flanquearlos, y unos metros por detrás de la reformada nueva línea defensiva. La felina había visto muchas cosas en su vida a pesar de su corta edad, pero si bien el combate no tenía secretos para ella, la guerra en sí y lo que podía llegar a hacer el equipo de asedio eran algo que nunca había visto. -Nos disparan con flechas gigantes...eso es trampa. ¿No pueden conformarse con las bolas de fuego?.-Se quejó la pelirroja, ayudando a Níniel y al resto de elfos a poner a salvo y a atender a los heridos.
-Es evidente que quieren este lugar a toda costa. Tener una balista para atacar un pueblo con apenas una empalizada...Al menos esto demuestra que les hemos dado bien. Nos subestimaron, por eso no usaron antes algo así, y ahora sienten cerca su derrota.- Convino la peliblanca mientras aplicaba su sanación a tantos hombres como podía, instando a sus hermanos de Sandorai a seguir llevando al resto a los sótanos de la villa.
-Estaría bien que la aceptaran con deportividad y dejaran de arrojarnos cosas...- Comentó la felina haciendo un mohín de dolor. -Mierda, ahora no...- Se quejó llevándose las manos a una de sus piernas.
-¿Te duele? Déjame, usaré mi magia.- Se ofreció la sacerdotisa pidiendo que se acercara.
-Estoy bien, solo es un poco...- Mintió.- Hice lo que querías y tuve que cargarme a unos cuantos para ello. Las primeras muescas para mis guanteletes nuevos.- Trató de desviar la atención. Pero níniel, consciente de su dolencia, no lo dejó pasar y se acercó a su hermana, aplicándole una rápida cura. -Gracias...No quería distraerte, esta gente está mucho más echa polvo que yo.- Agradeció comprobando que había dejado de molestarle.
-Tu vales por más de diez. Te necesitamos en forma.- Le quitó hierro al asunto la elfa, volviendo a atender a uno de los aldeanos de las contusiones sufridas en brazo y lado izquierdo de su cuerpo. Parecía haber tenido que aguantar el impacto de un mangual o arma contundente similar. Fue entonces cuando los defensores sufrieron el segundo de los disparos de la balista.
Para quién iba dirigido aquel proyectil Níniel no pudo saberlo desde su posición. Lo que sí supo es que de algún modo, usando algún tipo de magia sombría, Eltrant acabó interponiéndose en la trayectoria del virote y recibiendo un impacto directo en su cuerpo. Torso o vientre tampoco podía estar segura por la rapidez con la que todo sucedió. Su cuerpo, rodeado de sombras salió disparado varios metros colina arriba, quedando allí tendido. Acostumbrada como estaba a verse cara a cara con la muerte aquello no llegaría a paralizarla, de hecho su curación no se detuvo, pero sí que resultó de lo más impactante, aquel humano había merecido una mejor muerte que aquella. Y es que visto lo visto lo daba por muerto. A su lado Catherine frunció los labios y bajó la cabeza, negando lentamente.
-Ese idiota...Si tanta prisa tenía por que tuviera su espada podía habérmela regalado y ya...- Musitó. Volviendo a alzar la vista una última vez antes de centrar nuevamente toda su atención en la batalla, donde el grupo de líderes enemigos reunía al escaso puñado de hombres que les quedaban y parecían dispuestos a ocuparse ellos mismos de lo que un centenar de hombres no habían podido. -Nín...creo que el idiota se mueve...Sí, se mueve...y Lyn ha aparecido a su lado...Creo que el humo del fuego me está haciendo ver borroso...- Dijo incrédula la felina con los ojos abiertos como platos.
Níniel no pudo evitar girarse y pudo ver como uno de los elfos, regresando tras llevar hasta los sótanos a uno de los heridos, se acercaba hasta el "cuerpo" de Eltrant. Su cara fue todo un poema al darse cuenta de que estaba vivo y su estado, hasta tal punto que en vez de intentar sanarlo el mismo, instintivamente buscó con la mirada a la sacerdotisa. -No puede ser...- Fue cuanto llegó a musitar antes de levantarse y salir corriendo hacia allí. En su carrera se cruzaría con Lyn, que pareció soltar un suspiro de alivio, y por su gesto de enfado, el suspiro que soltarían sus enemigos sería el último.
-Los dioses te aman Eltrant.- Fue lo primero que la joven dijo al llegar hasta el ex guardia. -O te odian mucho.- Añadió tras comprobar su estado y lo increíblemente doloroso que aquello debía de estar resultándole. Realmente costaba mantener la compostura ante algo así y no dejarle entrever hasta qué punto la cosa pintaba mal. -La buena noticia es que tu armadura ha impedido que murieses al instante. La punta del proyectil se rompió antes de atravesarte totalmente. La mala es...todo lo demás.- Dijo mientras exploraba con su magia el alcance de las lesiones. El desgarro y el impacto había afectado a varios órganos, además el golpe al caer le había causado roturas de varios huesos y contusiones severas. Que pudiera seguir hablando era un milagro...y además contraproducente. -Dale a beber una dosis completa de inhibis.- Instruyó al elfo, que no dudó en cumplir aquella orden, sacando un pequeño frasquito de su bolsa. -Creeme, quieres beber hasta la última gota.- Le dijo a Eltrant mientras usaba su magia para limpiar la herida de las astillas allí clavadas. A continuación se centró en adormecer su dolor, ayudando a actuar al inhibis.
-Voy a empezar.- Advirtió mientras aplicaba todo su poder sanador en el humano. Casi podría escucharse el sonido de sus órganos moviéndose, recomponiéndose. Y desde luego que el sonido de sus huesos recolocándose y soldándose podría poner los pelos de punta al más pintado. De hecho podía verse cómo se movían bajo su piel. Aquello no iba a ser tan rápido como la vez anterior. El resto tendrían que apañárselas sin ellos durante un rato.
-Vaya, vaya...Así que estabas vivo...Piel de lobo no se equivocaba al pensar que el fogonazo había sido cosa de elfos. Supongo que mantener a este en el mundo de los vivos a pesar de mi veneno también debe ser cosa tuya...- Dijo una voz cercana con un tono de lo más siniestro. Y antes de que nadie de los allí presentes pudiera reaccionar una flecha atravesó al elfo asistente, matándolo al instante. -Yo siempre cumplo con mis misiones...- Una felina silueta se dejó ver allí mismo, y por sus palabras se trataba de la misteriosa atacante que la noche antes intentase asesinar al ex guardia. -Esta vez me aseguraré de acabar el trabajo.- Amenazó preparando otra flecha y apuntando a Níniel. Pero nunca llegaría a dispararla.
Una segunda silueta felina se lanzó sobre ella y ambas cayeron al suelo, donde comenzarían a forcejear. Catherine trataba de clavarle las garras a la asesina, pero esta interponía su arco con pericia, desviándolas e impidiendo un daño fatal, logrando finalmente separarse, aunque solo para volver a ser atacada, perdiendo esta vez su arco al volver a usarlo como defensa. Solo entonces la pelirroja permitió que ganara distancia con respecto a ella.
-Maldita sea...- Maldijo sacando una daga de su bota y amenazando con ella a la felina, aunque esta no se dejó intimidar por tan poca cosa y respondió volviendo a desplegar sus garras ante ella, cada una del tamaño del arma de su oponente. Casi parecía estar burlándose de ella, pero en su rostro no había espacio para las bromas. Estaba furiosa como pocas veces Níniel la había visto. -Eres como mirarme a un espejo...- Intentó entablar conversación aquella malnacida, y aquello casi le cuesta un ojo cuando Catherine se lanzó a por ella y soltó un rápido zarpazo que dejó la punta de sus garras marcadas en su piel.
Ante aquello y a sabiendas de haber perdido su ventaja, la asesina trató de huir. Era rápida, pero no tanto como Catherine que no tardó en alcanzarla y marcar su espalda con otro zarpazo. La hizo voltearse si quería vivir y entonces comenzó a lanzar un ataque tras otro sin descanso. Era casi imposible seguir tantos golpes tan rápidos y en tan rápida sucesión, y cada uno de ellos que lograba un impacto dejaba en su enemiga una herida que sangraba profusamente. Pronto la asesina comenzaría a sentirse debilitada por la pérdida de sangre y cada vez más de los golpes de Catherine harían blanco y más fácilmente. Solo cuando su enemiga había dejado ya un reguero de sangre en sus intentos por retroceder y estaba al borde del colapso se detuvo. Y lo hizo para ver cómo su rival, incapaz de realizar ya ataque alguno, desarmada y débil, se desangraba hasta morir. No iba a darle el golpe de gracia.
Níniel lo observó todo, sin poder abandonar a Eltrant, y a pesar de la crueldad de la felina no podía sino estar agradecida con ella. De no haber actuado Eltrant y ella también habrían muerto. Gracias a ella la sanación del señor del lugar podía continuar.
Mientras, en el frente principal, mientras Asher se las veía con un hábil oponente, Cuerno Torcido escupía al suelo por su mala suerte. No solo ya apenas quedaban enemigos contra los que luchar, y uno menos después de que un mercenario envalentonado por la cercanía de su líder perdiera la cabeza por escoger mal a su rival. Era además porque, mientras que el hombre perro parecía haber encontrado un digno rival, frente a él se había colocado un tortuga, tras tomarse su tiempo. Aquello parecía una broma.
-Te diría que te fueras a casa pero, supongo que en tu caso eso solo supondría quedarte ahí mismo pero dentro del caparazón...En fin acabemos cuanto antes con esto o no podré soportar la vergüenza.- Se jactó el dragón lanzando un potente tajo de su arma de asta. Cuál sería su sorpresa cuando la tortuga logró detenerlo con su caparazón sin que apenas saltaran unas pocas esquirlas de su formidable defensa, dejando a Cuerno Torcido totalmente sorprendido. Y más aún cuando la tortuga giró sobre sí misma y le propinó en el estómago lo que a todas luces era un golpe de artes marciales que le hizoo escupir un poco de sangre y le obligó a doblarse dolorido.
-Esto tiene que ser una puta broma.- Se quejó al volver a alzar la mirada hacia su oponente y antes de volver a erguirse en toda su estatura. En ese momento, todo su cuerpo se rodeó de llamas azules.
Níniel usa Imposición de manos y Catherine usa Desangrar en este turno. Cuerno Torcido usa Ignición...pero él no tiene ficha de habilidades así que da igual.
Defensores 1ª Línea: 3/15
Defensores 2ª Línea: 11/20
Emboscada: 7/15
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- Balista de Asedio
- Hombre-Bestia Tortuga
- Elfa aparentemente inofensiva
- Piel de Lobo.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Otra de aquellas gigantescas flechas se incrustó en la fachada del edificio principal, como si nada.
Se mordió el labio inferior al verlo y, frunciendo el ceño, atravesó lo que quedaba del campo de batalla como si no fuese más que un espejismo, una mera sombra. No podían verla, no dejó que nadie lo hiciera, era de las pocas ventajas con las que contaba en aquella situación.
La máquina de asedio estaba justo al otro lado de la pelea, tras todos los mercenarios con los que sus compañeros estaban lidiando. Detrás del tipo que combatía a Asher, tras de la tortuga que, demostrando una velocidad bastante curiosa para su especie, estaba encarando a Cuerno Torcido.
Estuvo tentada de pararse a auxiliar a alguno de sus compañeros, pero otro gigantesco virote atravesó una de las ventanas de la residencia que coronaba el Monte de San Pedro. Calculó, mentalmente, que aquella sería la habitación del Mortal. Continuó avanzando.
No pudo evitar pensar que iba a hacer una vez llegase hasta la balista. ¿Matarlos a todos? ¿Impedirles que continuasen peleando? La misma pregunta de siempre volvía a sus pensamientos ¿Qué haría su maestra de estar en su lugar? Pero su maestra estaba muerta, no podía ayudarle en aquel momento, como no había podido en tantos otros.
Estaba sola.
Sacudió la cabeza, siempre sin detenerse, obviando los chillidos de los pocos mercenarios que aun cegados trataban de defenderse y de las voces de los aldeanos que, ahora, veían con más posibilidades salir vivos de aquello.
Había prometido que aquella cosa no dispararía, y lo iba a cumplir.
Lyn se apareció frente a los tres mercenarios justo cuando habían cargado un proyectil más. Estos abrieron los ojos de par en par y echaron mano, prácticamente enseguida, de las armas que descansaban en sus cinturones.
Lyn sonrió.
- ¡Buh! – El primero de los soldados saltó hacía ella con la espada en alto, Lyn levantó su brazo derecho y levantó una pared de oscuridad que envolvió a aquel tipo, momificándolo, en cuanto este se dio de bruces contra ella. – Aterrador, ¿Verdad? – dijo cuándo los otros dos gritaron al ver a su amigo caer en el suelo, completamente inmóvil.
No necesitó demasiado más para encarar a los dos mercenarios restantes. Mientras que uno huyó colina abajo tan rápido como pudo, ignorando a sus compañeros y su responsabilidad con los fasos Nómadas, el otro acabó de igual forma que el primero de los que se había atrevido a atacar a Lyn, sin aire en los pulmones, la vampiresa rodeó su cuello con sus sombras y lo estranguló.
La balista no dispararía más.
Suspiró profundamente, mirando fijamente a los dos cadáveres frente a ella. Aquello tenía sentido, no había sido por sed de sangre, ni por ansias de poder. Había sido lo mismo que cuando le había dejado al Mortal usar las sombras, no había matado por ser una vampiresa.
Todos los pensamientos que estaban en aquel momento en su cabeza desaparecieron al instante, cuando notó una fuerte punzada en su vientre y contempló, incapaz de hacer nada, como una herida se abría aparentemente por sí sola en su costado.
Gritó dolorida y retrocedió un par de pasos, apretó los dientes mirando a su alrededor, confusa, llevándose ambas manos hasta la herida. Si aquello era lo que solía sentir Eltrant cada dos por tres era bastante más idiota de lo que parecía a simple vista, que no era poco. O más valiente, con Eltrant ambos conceptos solían solaparse bastante.
Tragó saliva y envolvió su vientre con sus sombras, con fuerza, imitando a un vendaje. Según lo hacía una figura se apareció lentamente frente a ella.
Lyn entornó los ojos, era esa elfa que se había quedado mirando como peleaban los demás, sin hacer nada. ¿Cuándo había desaparecido? Era parecido a lo que hacía ella con las sombras, pero, a la vez, completamente diferente.
¿Desaparecía usando la luz?
La mujer de cabellos oscuros, sin apartar un segundo la mirada de los ojos de Lyn, se colocó junto a la balista, sin alzar siquiera las dos dagas que llevaba con ella y que resplandecían de forma fantasmagórica.
- ¿Qué tratabas de hacer, abominación? – Preguntó con calma, Lyn sonrió agotada y llevó, automáticamente, una mano hasta la serie de frasquitos repletos de líquido rojo que descansaban en su cinturón. – …no me sorprende que estos bárbaros cuenten con la ayuda de alguien como tú. – Aseveró entrecerrando los ojos, las dagas que portaba brillaron con fuerza, de un color similar a la magia que era capaz de convocar Níniel. - Voy a purificarte. A ti y a esta aldea, me da igual cuantos de los míos piensen que esta gente merece piedad. – La vampiresa amplió la sonrisa.
- ¡Vaya! – dijo Lyn tras beberse la sangre de uno de los frascos de un único trago. Notó como sus sombras ganaban fuerza. - ¿Eres de esas? – Advirtió la ojiazul tomando otra botellita, ampliando la sonrisa. – Quiero decir... ¿De verdad eres así o simplemente lo haces para aprovechar lo ridículo que son tus tatuajes? - Extendió los brazos - ¡Eh, miradme! ¡Soy misteriosamente malvada! ¡Muerte a todos! – Lyn se bebió la segunda botella después de señalar las distintas marcas que la mujer tenía en los brazos, esta se limitó a fruncir el ceño. – No, no, no digas nada. Déjame que lo adivine. – Envolvió la herida con otra capa de sombras, asegurándose de que no escapase nada de sangre de ella. – Estás soltera. – La oscuridad comenzó a danzar en torno a ella con aparente soltura, como una extensión de su cuerpo.
Lyn no tardó en recordar que tratar de aparentar que una herida no era gran cosa era más dificil de lo que parecía.
- Ríete, cosa. – La piel de la elfa comenzó a brillar, justo alrededor de los tatuajes; con fuerza en un principio y después atenuándose con suavidad. No pasaron demasiados segundos antes de que el cuerpo de la mujer se volviese traslucido. – Es lo que suelen hacer los que están desesperados antes de morir. – dijo antes de esfumarse por completo.
- ¡Me has llamado cosa! ¡Que crueldad! – Exclamó Lyn de forma dramática - ¡Voy a retirarme de la pelea! ¡Me has ganado! ¡Eres implacable! – Contestó después fundiéndose con las sombras, imitando a su oponente y desapareciendo .
- Sí… - Eltrant sonrió a las palabras de Níniel, o lo intentó, al menos. – Tengo una relación rara con ellos. – Aseveró soltando una corta carcajada que acabó en un gruñido de dolor seguido de un insulto bastante original a los dioses.
¿Cómo podía haber saltado frente al proyectil de una balista? ¿Es que era idiota?
Tomó el brebaje que Níniel pidió a uno de los elfos que le diese y se lo bebió, cómo pidió la elfa, no dejó una sola gota; Le alivió un poco.
Segundos después y, al ver la expresión en el rostro de la elfa, apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza. Dejó que la magia de la Sacerdotisa hiciese su trabajo, en silencio, aunque la pelea seguía sonando de fondo, aunque sentía la necesidad de ir a ayudar.
No podía hacerlo, tenía que quedarse allí, dejando a Níniel a que hiciese su trabajo. Le avergonzaba que en apenas dos días le hubiesen tenido que recomponer de aquella forma.
El dolor fue disminuyendo, aun con el espeluznante sonido de sus huesos volviendo a unirse unos con otros. Podía sentirlos y, aunque no dolía, no era una sensación espacialmente placentera.
- ¿Qué tal va? – Preguntó sin abrir los ojos. - ¿Puedo levantarme ya? – Otra voz respondió a su pregunta, la reconocía. Era la asesina, la misma gata que hace apenas una noche casi le había usado como diana para cuatro de sus flechas.
Se revolvió en brazos de Níniel, tratando de levantarse, de volver a ser un escudo de carne, que después de todo, era a lo único que aspiraba en aquel momento. Pudo ver el mismo brillo de satisfacción en los ojos de la mujer según tensaba su arco y les apuntaba.
Pero Catherine irrumpió en la escena.
Contempló, desde el suelo, como Catherine luchaba ferozmente contra la asesina. La pelea apenas duró varios minutos, pero fueron eternos, los movimientos de ambas gatas eran, en cierta forma, similares: rápidos, concisos, buscando acabar con el cuerpo del contrario de forma rápida y certera.
Pero Catherine era superior, lo demostró cuando su asesina se desplomó frente a ellos después de haber intentado huir para salvar su vida, sangrando copiosamente por todas y cada una de las heridas que había recibido en la trifulca.
Podía ser algo cruel el no darle el golpe de gracia, pero era la misma persona que le había dejado morir la noche anterior de una forma escalofriantemente similar. No sintió lastima, no en aquel momento al menos.
Tragando saliva, respiró aliviado. Volvió a cerrar los ojos, se relajó unos instantes, dejó que Níniel le sanase algo más.
Abrió y cerró la mano derecha en cuanto pudo volver a hacerlo.
- Suficiente. – dijo entonces sonriendo a la elfa, tomando su muñeca con suavidad. – Ahora hay gente peor que yo, mejor que los cuides a ellos. – dijo respirando profundamente, quizás para mostrarle a Níniel que ahora no se encogía de dolor cuando lo hacía.
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Se mordió el labio inferior al verlo y, frunciendo el ceño, atravesó lo que quedaba del campo de batalla como si no fuese más que un espejismo, una mera sombra. No podían verla, no dejó que nadie lo hiciera, era de las pocas ventajas con las que contaba en aquella situación.
La máquina de asedio estaba justo al otro lado de la pelea, tras todos los mercenarios con los que sus compañeros estaban lidiando. Detrás del tipo que combatía a Asher, tras de la tortuga que, demostrando una velocidad bastante curiosa para su especie, estaba encarando a Cuerno Torcido.
Estuvo tentada de pararse a auxiliar a alguno de sus compañeros, pero otro gigantesco virote atravesó una de las ventanas de la residencia que coronaba el Monte de San Pedro. Calculó, mentalmente, que aquella sería la habitación del Mortal. Continuó avanzando.
No pudo evitar pensar que iba a hacer una vez llegase hasta la balista. ¿Matarlos a todos? ¿Impedirles que continuasen peleando? La misma pregunta de siempre volvía a sus pensamientos ¿Qué haría su maestra de estar en su lugar? Pero su maestra estaba muerta, no podía ayudarle en aquel momento, como no había podido en tantos otros.
Estaba sola.
Sacudió la cabeza, siempre sin detenerse, obviando los chillidos de los pocos mercenarios que aun cegados trataban de defenderse y de las voces de los aldeanos que, ahora, veían con más posibilidades salir vivos de aquello.
Había prometido que aquella cosa no dispararía, y lo iba a cumplir.
Lyn se apareció frente a los tres mercenarios justo cuando habían cargado un proyectil más. Estos abrieron los ojos de par en par y echaron mano, prácticamente enseguida, de las armas que descansaban en sus cinturones.
Lyn sonrió.
- ¡Buh! – El primero de los soldados saltó hacía ella con la espada en alto, Lyn levantó su brazo derecho y levantó una pared de oscuridad que envolvió a aquel tipo, momificándolo, en cuanto este se dio de bruces contra ella. – Aterrador, ¿Verdad? – dijo cuándo los otros dos gritaron al ver a su amigo caer en el suelo, completamente inmóvil.
No necesitó demasiado más para encarar a los dos mercenarios restantes. Mientras que uno huyó colina abajo tan rápido como pudo, ignorando a sus compañeros y su responsabilidad con los fasos Nómadas, el otro acabó de igual forma que el primero de los que se había atrevido a atacar a Lyn, sin aire en los pulmones, la vampiresa rodeó su cuello con sus sombras y lo estranguló.
La balista no dispararía más.
Suspiró profundamente, mirando fijamente a los dos cadáveres frente a ella. Aquello tenía sentido, no había sido por sed de sangre, ni por ansias de poder. Había sido lo mismo que cuando le había dejado al Mortal usar las sombras, no había matado por ser una vampiresa.
Todos los pensamientos que estaban en aquel momento en su cabeza desaparecieron al instante, cuando notó una fuerte punzada en su vientre y contempló, incapaz de hacer nada, como una herida se abría aparentemente por sí sola en su costado.
Gritó dolorida y retrocedió un par de pasos, apretó los dientes mirando a su alrededor, confusa, llevándose ambas manos hasta la herida. Si aquello era lo que solía sentir Eltrant cada dos por tres era bastante más idiota de lo que parecía a simple vista, que no era poco. O más valiente, con Eltrant ambos conceptos solían solaparse bastante.
Tragó saliva y envolvió su vientre con sus sombras, con fuerza, imitando a un vendaje. Según lo hacía una figura se apareció lentamente frente a ella.
Lyn entornó los ojos, era esa elfa que se había quedado mirando como peleaban los demás, sin hacer nada. ¿Cuándo había desaparecido? Era parecido a lo que hacía ella con las sombras, pero, a la vez, completamente diferente.
¿Desaparecía usando la luz?
La mujer de cabellos oscuros, sin apartar un segundo la mirada de los ojos de Lyn, se colocó junto a la balista, sin alzar siquiera las dos dagas que llevaba con ella y que resplandecían de forma fantasmagórica.
- ¿Qué tratabas de hacer, abominación? – Preguntó con calma, Lyn sonrió agotada y llevó, automáticamente, una mano hasta la serie de frasquitos repletos de líquido rojo que descansaban en su cinturón. – …no me sorprende que estos bárbaros cuenten con la ayuda de alguien como tú. – Aseveró entrecerrando los ojos, las dagas que portaba brillaron con fuerza, de un color similar a la magia que era capaz de convocar Níniel. - Voy a purificarte. A ti y a esta aldea, me da igual cuantos de los míos piensen que esta gente merece piedad. – La vampiresa amplió la sonrisa.
- ¡Vaya! – dijo Lyn tras beberse la sangre de uno de los frascos de un único trago. Notó como sus sombras ganaban fuerza. - ¿Eres de esas? – Advirtió la ojiazul tomando otra botellita, ampliando la sonrisa. – Quiero decir... ¿De verdad eres así o simplemente lo haces para aprovechar lo ridículo que son tus tatuajes? - Extendió los brazos - ¡Eh, miradme! ¡Soy misteriosamente malvada! ¡Muerte a todos! – Lyn se bebió la segunda botella después de señalar las distintas marcas que la mujer tenía en los brazos, esta se limitó a fruncir el ceño. – No, no, no digas nada. Déjame que lo adivine. – Envolvió la herida con otra capa de sombras, asegurándose de que no escapase nada de sangre de ella. – Estás soltera. – La oscuridad comenzó a danzar en torno a ella con aparente soltura, como una extensión de su cuerpo.
Lyn no tardó en recordar que tratar de aparentar que una herida no era gran cosa era más dificil de lo que parecía.
- Ríete, cosa. – La piel de la elfa comenzó a brillar, justo alrededor de los tatuajes; con fuerza en un principio y después atenuándose con suavidad. No pasaron demasiados segundos antes de que el cuerpo de la mujer se volviese traslucido. – Es lo que suelen hacer los que están desesperados antes de morir. – dijo antes de esfumarse por completo.
- ¡Me has llamado cosa! ¡Que crueldad! – Exclamó Lyn de forma dramática - ¡Voy a retirarme de la pelea! ¡Me has ganado! ¡Eres implacable! – Contestó después fundiéndose con las sombras, imitando a su oponente y desapareciendo .
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- Sí… - Eltrant sonrió a las palabras de Níniel, o lo intentó, al menos. – Tengo una relación rara con ellos. – Aseveró soltando una corta carcajada que acabó en un gruñido de dolor seguido de un insulto bastante original a los dioses.
¿Cómo podía haber saltado frente al proyectil de una balista? ¿Es que era idiota?
Tomó el brebaje que Níniel pidió a uno de los elfos que le diese y se lo bebió, cómo pidió la elfa, no dejó una sola gota; Le alivió un poco.
Segundos después y, al ver la expresión en el rostro de la elfa, apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza. Dejó que la magia de la Sacerdotisa hiciese su trabajo, en silencio, aunque la pelea seguía sonando de fondo, aunque sentía la necesidad de ir a ayudar.
No podía hacerlo, tenía que quedarse allí, dejando a Níniel a que hiciese su trabajo. Le avergonzaba que en apenas dos días le hubiesen tenido que recomponer de aquella forma.
El dolor fue disminuyendo, aun con el espeluznante sonido de sus huesos volviendo a unirse unos con otros. Podía sentirlos y, aunque no dolía, no era una sensación espacialmente placentera.
- ¿Qué tal va? – Preguntó sin abrir los ojos. - ¿Puedo levantarme ya? – Otra voz respondió a su pregunta, la reconocía. Era la asesina, la misma gata que hace apenas una noche casi le había usado como diana para cuatro de sus flechas.
Se revolvió en brazos de Níniel, tratando de levantarse, de volver a ser un escudo de carne, que después de todo, era a lo único que aspiraba en aquel momento. Pudo ver el mismo brillo de satisfacción en los ojos de la mujer según tensaba su arco y les apuntaba.
Pero Catherine irrumpió en la escena.
Contempló, desde el suelo, como Catherine luchaba ferozmente contra la asesina. La pelea apenas duró varios minutos, pero fueron eternos, los movimientos de ambas gatas eran, en cierta forma, similares: rápidos, concisos, buscando acabar con el cuerpo del contrario de forma rápida y certera.
Pero Catherine era superior, lo demostró cuando su asesina se desplomó frente a ellos después de haber intentado huir para salvar su vida, sangrando copiosamente por todas y cada una de las heridas que había recibido en la trifulca.
Podía ser algo cruel el no darle el golpe de gracia, pero era la misma persona que le había dejado morir la noche anterior de una forma escalofriantemente similar. No sintió lastima, no en aquel momento al menos.
Tragando saliva, respiró aliviado. Volvió a cerrar los ojos, se relajó unos instantes, dejó que Níniel le sanase algo más.
Abrió y cerró la mano derecha en cuanto pudo volver a hacerlo.
- Suficiente. – dijo entonces sonriendo a la elfa, tomando su muñeca con suavidad. – Ahora hay gente peor que yo, mejor que los cuides a ellos. – dijo respirando profundamente, quizás para mostrarle a Níniel que ahora no se encogía de dolor cuando lo hacía.
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Defensores 1ª Línea: 3/15
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- Hombre-Bestia Tortuga
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Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Para cuando Syl se levantó, apenas quedaban enemigos. Los escasos que quedaron se estaban rindiendo o intentando escapar. El gato recogió la ballesta y apuntó hacia el arma de asedio. El pulso le temblaba aún. Intentó disparar, pero no hubo proyectil. El virote se había salido del arco.
Dejó que su arma cayese de nuevo y caminó pesadamente hasta la parte trasera de uno de los edificios. Solo había cadáveres. Se sentó contra la pared y empezó a llorar.
¿Que le había vuelto tan inútil? ¿Por qué era tan incapaz de actuar? Había ocurrido de nuevo. Se había visto de frente con algo que amenazaba a sus compañeros, y no había disparado. Aquella vez, Eltrant había recibido las consecuencias. ¿Como podía mirar al lobo? El mejor amigo que Asher tenía fuera de los Nómadas había muerto, y era culpa suya.
Estaba roto. Había intentado esconderlo, pero había resultado aún peor. Tenía que alejarse de aquello. Nadie más debía depender de él.
Lancé la piedra al aire con fuerza. Cinco segundos. Noveno de los glifos. Luz. El bandido empezó su carrera. Cuatro segundos. El símbolo se iluminó con intensidad. Había nacido del respeto. De lealtad. Gritó, ebrio de ira. Tres segundos. Ellos eran mi fuerza. La familiar empuñadura empezó a formarse frente a mi mano libre. Dos segundos. La tomé. La hoja apareció después. Un segundo. La espada de Piel de Lobo descendió hacia mi. Puse ambas espadas en cruz.
La piedra cayó al suelo. Un rayo se lanzó hacia el cuerpo de mi rival, haciéndole estremecerse de dolor. Aproveché el momento. Di un paso lateral y alcé la copia de Brillo, impactando en una de las espadas del falso Nómada. El arma se escapó de su mano. No iba a dejar que se recuperase de aquello. Hundí el arma original en su estómago y empujé, haciéndole caer al suelo mientras retiraba la hoja.
Pero ni siquiera aquello era suficiente. Mostrando una resistencia al dolor que podía competir con la de Eltrant, el otro humano seguía moviendose. Su habla se había visto reducida a gruñidos guturales, apagados por la sangre que salía de su boca. Empezó a levantarse.
Tan pronto me acerqué, el hombre lanzó un débil corte hacia mi. Lo rechacé con la espada de luz dorada, y ataqué con la otra, atravesando su muñeca y cercenando la mano.
Sin armas, sin hombres, sin fuerza. Eso era lo que se había ganado. Había intentado aprovecharse de las tres cosas para beneficiarse de los demás, y ahora le habían abandonado. Nadie iba a ir a ayudarlo. Aquello era lo que pasaba si alguien mandaba sin liderar. Si alguien daba órdenes sin que le importase las personas que le obedecían.
Saqué la flecha envenenada de mi bolsillo. Era una de las que Eltrant había recibido. El bandido aún respiraba. Se había ganado una muerte lenta. Pero aun así...
Gruñí y dejé que la flecha cayese al suelo. Después, hundí a Destello en el torso del hombre, clavándolo en la tierra. No merecía la pena.
Había acabado. No quedaban casi enemigos. Emprendí la marcha de vuelta al edificio principal, ahora destrozado. Fue entonces cuando vi a Eltrant. Esbocé una mueca.
-¿Que demonios te ha pasado?- pregunté. ¿Debía estar consciente? Me daba la impresión de que no debía estarlo. Alcé la mirada hasta la casa. Varios enormes proyectiles de balista estaban alojados en ella. -Oh, espíritus... ¿Has...?- Me froté la cara. ¿Cuanto había pasado desde que estaba al borde de la muerte por una cantidad absurda de veneno? Hasta yo empezaba a cansarme de aquello.
Iba a tener que hablar con él. Si se negaba a escuchar a Lyn, quizás fuese necesario que otros interviniesen.
-Ya está.- dijo Oshu, exhalando pesadamente. -Hemos ganado, ¿no?- Asentí lentamente. -Pero... aún queda...- El hombre perro exhaló agitadamente. El cansancio debía estar asentándose, ahora que la adrenalina se estaba perdiendo. Tenía algunos cortes en los brazos, pero no parecía demasiado grave. -..n. Hay... heridos...- exhaló, antes de sufrir un ataque de tos.
Puse una mano sobre su hombro, presionandolo para sentarse una vez se recuperase. Había hecho su trabajo.
-¡Todos los que podáis moveros, dispersaos y buscad heridos!- ordené. -¡Avisad a los civiles, pero no les dejeis solos! ¡Que salgan a ayudar!- Giré la cabeza. Muchos cadáveres. No iba a ser bonito. -Vosotros dos no. Sobre todo tú, Eltrant. Te clavaré otra balista como te levantes.- dije, echando a correr en busca de heridos.
Aquel era uno de los primeros asedios de esa clase que había presenciado tan de cerca. Los resultados habían sido catastróficos. Las muertes, la destrucción... el fuego. Aún podía hacer algo respecto a ese último. Me apresuré de vuelta a donde había usado la segunda explosión. Aunque no se había expandido mucho, iba a ser una amenaza. Desenfundé a Brillo y apunté a las llamas, acercándome tanto como podía. Lentamente, el fuego comenzó a mermar, desprendiéndose de las plantas y siendo absorbido por la espada.
No se apagó del todo, pero aquello serviría para que no se descontrolase. Al menos, por el momento. Liberé las llamas que envolvían la espada en el aire con un fogonazo volví a enfundarla. Después, volví al viñedo, gritando en busca de gente aún viva.
Dejó que su arma cayese de nuevo y caminó pesadamente hasta la parte trasera de uno de los edificios. Solo había cadáveres. Se sentó contra la pared y empezó a llorar.
¿Que le había vuelto tan inútil? ¿Por qué era tan incapaz de actuar? Había ocurrido de nuevo. Se había visto de frente con algo que amenazaba a sus compañeros, y no había disparado. Aquella vez, Eltrant había recibido las consecuencias. ¿Como podía mirar al lobo? El mejor amigo que Asher tenía fuera de los Nómadas había muerto, y era culpa suya.
Estaba roto. Había intentado esconderlo, pero había resultado aún peor. Tenía que alejarse de aquello. Nadie más debía depender de él.
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Lancé la piedra al aire con fuerza. Cinco segundos. Noveno de los glifos. Luz. El bandido empezó su carrera. Cuatro segundos. El símbolo se iluminó con intensidad. Había nacido del respeto. De lealtad. Gritó, ebrio de ira. Tres segundos. Ellos eran mi fuerza. La familiar empuñadura empezó a formarse frente a mi mano libre. Dos segundos. La tomé. La hoja apareció después. Un segundo. La espada de Piel de Lobo descendió hacia mi. Puse ambas espadas en cruz.
La piedra cayó al suelo. Un rayo se lanzó hacia el cuerpo de mi rival, haciéndole estremecerse de dolor. Aproveché el momento. Di un paso lateral y alcé la copia de Brillo, impactando en una de las espadas del falso Nómada. El arma se escapó de su mano. No iba a dejar que se recuperase de aquello. Hundí el arma original en su estómago y empujé, haciéndole caer al suelo mientras retiraba la hoja.
Pero ni siquiera aquello era suficiente. Mostrando una resistencia al dolor que podía competir con la de Eltrant, el otro humano seguía moviendose. Su habla se había visto reducida a gruñidos guturales, apagados por la sangre que salía de su boca. Empezó a levantarse.
Tan pronto me acerqué, el hombre lanzó un débil corte hacia mi. Lo rechacé con la espada de luz dorada, y ataqué con la otra, atravesando su muñeca y cercenando la mano.
Sin armas, sin hombres, sin fuerza. Eso era lo que se había ganado. Había intentado aprovecharse de las tres cosas para beneficiarse de los demás, y ahora le habían abandonado. Nadie iba a ir a ayudarlo. Aquello era lo que pasaba si alguien mandaba sin liderar. Si alguien daba órdenes sin que le importase las personas que le obedecían.
Saqué la flecha envenenada de mi bolsillo. Era una de las que Eltrant había recibido. El bandido aún respiraba. Se había ganado una muerte lenta. Pero aun así...
Gruñí y dejé que la flecha cayese al suelo. Después, hundí a Destello en el torso del hombre, clavándolo en la tierra. No merecía la pena.
[. . .]
Había acabado. No quedaban casi enemigos. Emprendí la marcha de vuelta al edificio principal, ahora destrozado. Fue entonces cuando vi a Eltrant. Esbocé una mueca.
-¿Que demonios te ha pasado?- pregunté. ¿Debía estar consciente? Me daba la impresión de que no debía estarlo. Alcé la mirada hasta la casa. Varios enormes proyectiles de balista estaban alojados en ella. -Oh, espíritus... ¿Has...?- Me froté la cara. ¿Cuanto había pasado desde que estaba al borde de la muerte por una cantidad absurda de veneno? Hasta yo empezaba a cansarme de aquello.
Iba a tener que hablar con él. Si se negaba a escuchar a Lyn, quizás fuese necesario que otros interviniesen.
-Ya está.- dijo Oshu, exhalando pesadamente. -Hemos ganado, ¿no?- Asentí lentamente. -Pero... aún queda...- El hombre perro exhaló agitadamente. El cansancio debía estar asentándose, ahora que la adrenalina se estaba perdiendo. Tenía algunos cortes en los brazos, pero no parecía demasiado grave. -..n. Hay... heridos...- exhaló, antes de sufrir un ataque de tos.
Puse una mano sobre su hombro, presionandolo para sentarse una vez se recuperase. Había hecho su trabajo.
-¡Todos los que podáis moveros, dispersaos y buscad heridos!- ordené. -¡Avisad a los civiles, pero no les dejeis solos! ¡Que salgan a ayudar!- Giré la cabeza. Muchos cadáveres. No iba a ser bonito. -Vosotros dos no. Sobre todo tú, Eltrant. Te clavaré otra balista como te levantes.- dije, echando a correr en busca de heridos.
Aquel era uno de los primeros asedios de esa clase que había presenciado tan de cerca. Los resultados habían sido catastróficos. Las muertes, la destrucción... el fuego. Aún podía hacer algo respecto a ese último. Me apresuré de vuelta a donde había usado la segunda explosión. Aunque no se había expandido mucho, iba a ser una amenaza. Desenfundé a Brillo y apunté a las llamas, acercándome tanto como podía. Lentamente, el fuego comenzó a mermar, desprendiéndose de las plantas y siendo absorbido por la espada.
No se apagó del todo, pero aquello serviría para que no se descontrolase. Al menos, por el momento. Liberé las llamas que envolvían la espada en el aire con un fogonazo volví a enfundarla. Después, volví al viñedo, gritando en busca de gente aún viva.
_________________________________________
Usado objeto: Runas de los Hombres Bestia - Oshu
Usada habilidad: Absorber
Asumo que el combate acaba en esta ronda. No quedan atacantes normales.
Asher Daregan
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Nivel de PJ : : 10
Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Aquel grupo de líderes enemigos no había tomado la mejor decisión de sus vidas precisamente al aparecer allí con la batalla ya perdida. ¿Qué esperaban que iba a pasar cuando su ejército había sido ya aplastado? ¿Creían que se iban a plantar allí ellos solos y revertir la situación a su favor? Era obvio que seguían subestimando a los defensores, y sobrevalorando mucho sus capacidades reales. Tras solo un primer lance la mayoría de ellos teñía de rojo aquellas tierras con su sangre, o habían optado por huír gracias a la escasa sensatez que habían podido reunir.
-Ni lo pienses...- Increpó Cuerno Torcido a su rival tras ver como este parecía reconsiderar sus opciones tras ver a su líder caer ante Asher. Apenas había empezado a luchar y ya se había quedado solo y rodeado de aldeanos furiosos, dispuestos a ayudar al dragón a terminar con aquello de una vez por todas. -Tus hombres pueden correr, pero tu cabeza es mía.- Rugió mientras las llamas azuladas que rodeaban su cuerpo aumentaban, haciéndolo parecer más grande lo que ya era por sí. Ni siquiera los aldeanos se atrevían a acercarse mucho, y desde luego que ninguno de ellos dudó cuando el coloso les hizo un gesto para que se apartaran y le dejaran aquello a él. -¿Por qué no intentas golpearme ahora? No muerdo.- Invitó jactancioso. Parecía que había dado en el clavo envolviéndose en llamas, su enemigo parecía mucho más capaz de lo que parecía en combate, pero no tenía más que sus puños para atacar. -Entonces atacaré yo.-
El dragón atacó con su lanza en rápida sucesión, buscando un hueco por el que clavarla en algo que no fuera el duro caparazón de la tortuga, aunque sin lograrlo. Cada vez más escamas saltaban de la espalda de su enemigo pero ni con todo su esfuerzo parecía ser suficiente. Si ninguno de los dos podía dañar a su adversario aquello amenazaba con acabar en un empate, algo a lo que al menos uno de ellos no estaba dispuesto. -Eres el tipo de escoria que más odio; la que se empaña en no morir.- Exclamó al final, lanzando su arma contra la tortuga y aprovechando la distracción para abalanzarse sobre ella y levantarla del suelo en un fuerte abrazo, apretando más y más a la vez que aumentaba el calor que emanaba.
Aquella desventurada criatura se limitó a protegerse dentro de su caparazón, confiando en su resistencia, pero pronto comprendería su error cuando comenzó a asarse viva allí dentro. Fue entonces cuando comenzaron los gritos de agonía y las súplicas pidiendo piedad. Los pataleos que solo lograban que sus extremidades quedaran carbonizadas. No fue una mente rápida y placentera, tampoco el dragón estaba muy conforme con ella, pero era cuanto aquel enemigo había podido ofrecerle, tampoco iba a darle muchas más vueltas.
Apagó sus ardientes llamas y dejó caer aquel caparazón al suelo. Estaba ennegrecido pero seguía entero. Metió una de sus manos en él y sacó lo que quedaba de la cabeza de la tortuga fuera, cortándola y clavándola en el extremo de su lanza. La contempló durante unos instantes y finalmente la extrajo y la dejó caer al suelo. Era un trofeo lamentable. Volvió a observar el caparazón pensativo y finalmente asintió. Sí, aquello no era una cabeza pero resultaba mucho mejor como prueba de su fuerza.
-Puajjj. Que asco. ¿Qué haces arrastrando "eso" por toda la colina?.- Se quejó Catherine al ver llegar a Cuerno Torcido con su trofeo hasta las puertas de la villa, donde ella y Níniel atendían a algunos los heridos tras la lucha. -Ni se te ocurra acercar eso ni un paso más...Juraría que aún queda algo de su antiguo dueño ahí dentro...- Añadió levantándose del suelo como un resorte y buscando distanciarse de Cuerno Torcido todo lo posible. Buscando la protección de la elfa e instándola a que le dijera algo.
-Es ciertamente...No puedes ir por ahí arrastrando eso en nuestro camino de vuelta. Es demasiado grande y la distancia larga, nos haría avanzar demasiado despacio.- Trató de convencerle la peliblanca, buscando el modo de que el dragón no sintiera que estaban ofendiendo su cultura y su fijación con los trofeos. El gigantón se limitó a volver a mirar el caparazón chamuscado y al final se encogió de hombros y lo apartó de una patada.
-Como quieras, igual fue un enemigo lamentable. Los antiguos no me han sonreído en esta lucha. Espero que en Lunargenta tenga más suerte.- Dijo tomando asiento y dejando salir un largo suspiro.
-Tienes un concepto muy extraño de la suerte, grandullón. Para mi suerte sería que cuando nos reunamos con el ejército, ellos ya hayan limpiado de vampiros la ciudad. Y que tengan una bolsa de monedas bien grande para nosotros por recuperar la bola esa...Más un plus por el hecho de que para ponerla a salvo tuvimos que luchar contra tooodo un ejército.- Guiñó un ojo a Níniel con complicidad. Era evidente que de poder sacar algún beneficio de aquello la felina querría hacerlo.
-Diremos la verdad, Catherine. Y volveremos en cuanto esté segura de que el resto de mis hermanos puedan ocuparse de los heridos por su cuenta...La muerte de Maedhros ha afectado tanto a Miriel que...No se puede decir que esté en condiciones de tratar a nadie, y ella es la más talentosa de ellos.- Convino la sacerdotisa mientras terminaba de tratar las quemaduras de uno de los aldeanos. Aunque la batalla hubiese acabado aún quedaban cosas por hacer, heridos que hasta ese momento no habían podido atender, fuegos que apagar, muertos que enterrar o incinerar para evitar que alguna enfermedad se extendiera... Necesitaban todas las manos disponibles. Incluso había dado instrucciones para que aquel grupo de aldeanos refugiado en los sótanos arrimara el hombro. Puede que no hubiesen podido pedirles que se sumaran a la lucha, pero bién que podrían hacer una cadena humana y ayudar a apagar los fuegos que aún quedaban.
-Bien, decidido pues. Ya que aún no nos vamos, echaré una mano. No han luchado mal estos canijos para no ser guerreros. Si ellos han podido luchar, yo puedo ayudarles a cargar cubos...- Profirió el dragón dando por terminado su descanso. Pronto ocuparía su lugar entre el resto de los aldeanos.
-Ni lo pienses...- Increpó Cuerno Torcido a su rival tras ver como este parecía reconsiderar sus opciones tras ver a su líder caer ante Asher. Apenas había empezado a luchar y ya se había quedado solo y rodeado de aldeanos furiosos, dispuestos a ayudar al dragón a terminar con aquello de una vez por todas. -Tus hombres pueden correr, pero tu cabeza es mía.- Rugió mientras las llamas azuladas que rodeaban su cuerpo aumentaban, haciéndolo parecer más grande lo que ya era por sí. Ni siquiera los aldeanos se atrevían a acercarse mucho, y desde luego que ninguno de ellos dudó cuando el coloso les hizo un gesto para que se apartaran y le dejaran aquello a él. -¿Por qué no intentas golpearme ahora? No muerdo.- Invitó jactancioso. Parecía que había dado en el clavo envolviéndose en llamas, su enemigo parecía mucho más capaz de lo que parecía en combate, pero no tenía más que sus puños para atacar. -Entonces atacaré yo.-
El dragón atacó con su lanza en rápida sucesión, buscando un hueco por el que clavarla en algo que no fuera el duro caparazón de la tortuga, aunque sin lograrlo. Cada vez más escamas saltaban de la espalda de su enemigo pero ni con todo su esfuerzo parecía ser suficiente. Si ninguno de los dos podía dañar a su adversario aquello amenazaba con acabar en un empate, algo a lo que al menos uno de ellos no estaba dispuesto. -Eres el tipo de escoria que más odio; la que se empaña en no morir.- Exclamó al final, lanzando su arma contra la tortuga y aprovechando la distracción para abalanzarse sobre ella y levantarla del suelo en un fuerte abrazo, apretando más y más a la vez que aumentaba el calor que emanaba.
Aquella desventurada criatura se limitó a protegerse dentro de su caparazón, confiando en su resistencia, pero pronto comprendería su error cuando comenzó a asarse viva allí dentro. Fue entonces cuando comenzaron los gritos de agonía y las súplicas pidiendo piedad. Los pataleos que solo lograban que sus extremidades quedaran carbonizadas. No fue una mente rápida y placentera, tampoco el dragón estaba muy conforme con ella, pero era cuanto aquel enemigo había podido ofrecerle, tampoco iba a darle muchas más vueltas.
Apagó sus ardientes llamas y dejó caer aquel caparazón al suelo. Estaba ennegrecido pero seguía entero. Metió una de sus manos en él y sacó lo que quedaba de la cabeza de la tortuga fuera, cortándola y clavándola en el extremo de su lanza. La contempló durante unos instantes y finalmente la extrajo y la dejó caer al suelo. Era un trofeo lamentable. Volvió a observar el caparazón pensativo y finalmente asintió. Sí, aquello no era una cabeza pero resultaba mucho mejor como prueba de su fuerza.
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-Puajjj. Que asco. ¿Qué haces arrastrando "eso" por toda la colina?.- Se quejó Catherine al ver llegar a Cuerno Torcido con su trofeo hasta las puertas de la villa, donde ella y Níniel atendían a algunos los heridos tras la lucha. -Ni se te ocurra acercar eso ni un paso más...Juraría que aún queda algo de su antiguo dueño ahí dentro...- Añadió levantándose del suelo como un resorte y buscando distanciarse de Cuerno Torcido todo lo posible. Buscando la protección de la elfa e instándola a que le dijera algo.
-Es ciertamente...No puedes ir por ahí arrastrando eso en nuestro camino de vuelta. Es demasiado grande y la distancia larga, nos haría avanzar demasiado despacio.- Trató de convencerle la peliblanca, buscando el modo de que el dragón no sintiera que estaban ofendiendo su cultura y su fijación con los trofeos. El gigantón se limitó a volver a mirar el caparazón chamuscado y al final se encogió de hombros y lo apartó de una patada.
-Como quieras, igual fue un enemigo lamentable. Los antiguos no me han sonreído en esta lucha. Espero que en Lunargenta tenga más suerte.- Dijo tomando asiento y dejando salir un largo suspiro.
-Tienes un concepto muy extraño de la suerte, grandullón. Para mi suerte sería que cuando nos reunamos con el ejército, ellos ya hayan limpiado de vampiros la ciudad. Y que tengan una bolsa de monedas bien grande para nosotros por recuperar la bola esa...Más un plus por el hecho de que para ponerla a salvo tuvimos que luchar contra tooodo un ejército.- Guiñó un ojo a Níniel con complicidad. Era evidente que de poder sacar algún beneficio de aquello la felina querría hacerlo.
-Diremos la verdad, Catherine. Y volveremos en cuanto esté segura de que el resto de mis hermanos puedan ocuparse de los heridos por su cuenta...La muerte de Maedhros ha afectado tanto a Miriel que...No se puede decir que esté en condiciones de tratar a nadie, y ella es la más talentosa de ellos.- Convino la sacerdotisa mientras terminaba de tratar las quemaduras de uno de los aldeanos. Aunque la batalla hubiese acabado aún quedaban cosas por hacer, heridos que hasta ese momento no habían podido atender, fuegos que apagar, muertos que enterrar o incinerar para evitar que alguna enfermedad se extendiera... Necesitaban todas las manos disponibles. Incluso había dado instrucciones para que aquel grupo de aldeanos refugiado en los sótanos arrimara el hombro. Puede que no hubiesen podido pedirles que se sumaran a la lucha, pero bién que podrían hacer una cadena humana y ayudar a apagar los fuegos que aún quedaban.
-Bien, decidido pues. Ya que aún no nos vamos, echaré una mano. No han luchado mal estos canijos para no ser guerreros. Si ellos han podido luchar, yo puedo ayudarles a cargar cubos...- Profirió el dragón dando por terminado su descanso. Pronto ocuparía su lugar entre el resto de los aldeanos.
Con la batalla terminada un total de siete heridos más se salvarán, incluidos los que ya estaban siendo atendidos en los sótanos.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Jadeando, Lyn contempló cómo la mujer se desplomaba frente a ella, sin vida.
Había sido peor de lo que había esperado, pero si había algo que se le daba bien a la vampiresa era pelear ocultándose, quizás las habilidades de la elfa fuesen distintas a las suyas, pero, al mismo tiempo eran, básicamente, similares.
- Lo siento. – dijo tragando saliva y, cerrando los ojos, se llevó ambas manos hasta el vientre.
La herida había dejado de sangrar, sus sombras habían hecho un buen trabajo, pero necesitaba atención medica de verdad.
Echó mano de su cinturón, buscando otra de las botellas de sangre que Eltrant le proporcionaba para situaciones como aquella. Susurró en voz baja al darse cuenta de que se las había bebido todas, las cinco, durante la pelea.
Estaba sedienta.
Caminó colina arriba, lentamente, sin apartar las manos de su vientre. La pelea parecía haber terminado. El Mortal estaba al cuidado de Níniel, las llamas comenzaban a apagarse y algunos lugareños, los pocos que no cargaban con cubos de agua de aquí para allá, coreaban victoriosos. No había ido tan mal, después de todo el miedo, de toda la angustia que había sentido, incluso ella, durante toda la semana que habían pasado allí.
El Monte de San Pedro había sobrevivido; A costa de las vidas de muchos, pero lo había hecho.
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Se irguió por completo y, tambaleándose, avanzó un par de pasos y se sentó en lo que quedaba de una de las tantas barricadas.
Mientras que Asher parecía estar coordinando a los lugareños que quedaban con vida, Níniel había pasado a curar a gente que estaba en peor estado que él mismo. Bajó la mirada hasta su torso, tragó saliva, era extraño, le costaba respirar, sentía como si el proyectil continuase clavado en su pecho.
Pero no lo estaba, Níniel se había asegurado de que fuese capaz de, al menos, moverse de aquí para allá. Era una sacerdotisa como pocas había conocido, tenía que admitirlo, prácticamente nadie era capaz de sanar con tanta facilidad a alguien cómo… él.
- Catherine… - La felina pasó junto a él, conversaba con Cuerno Torcido, el cual se había unido a los aldeanos y trataba de apagar el incendio. – Gracias por lo de antes. – dijo sonriendo, o intentándolo lo mejor que pudo en aquel momento. – Yo… os debo mucho a Níniel y a ti. – Sentenció después, dejando que la gata y el dragón continuasen su camino. – …gracias. – dijo al final, perdiendo su vista en lo que quedaba de la empalizada.
Tenía muchas cosas en las que pensar.
Sin moverse de dónde estaba se deshizo de las piezas que quedaban de su armadura pegadas a su cuerpo. Las dejó caer a su lado, hizo lo mismo con sus armas. Suspiró.
- No te veo nada mal, Mortal. Para ser tú, digo. – Lyn se apareció a su lado, Eltrant se bajó inmediatamente de su sitio cuando contempló como la muchacha mantenía firmemente presionada lo que, en su vientre, parecía ser una herida. - ¡No me toques con tus manazas de bestia! – Exclamó Lyn apartándose un par de pasos, entrecerrando los ojos. - ¿Has visto a Níniel? …Y antes de que lo preguntes: Sí, estoy bien – La vampiresa se dejó caer a su lado, Eltrant mantuvo su mirada unos instantes y volvió a mirar los distintos cadáveres que poblaban ahora la aldea.
Tantas muertes. ¿Qué había podido hacer para evitarlo? Nada, casi había conseguido morir él.
- Es aterrador. ¿Verdad? – Eltrant desvió la mirada hasta la vampiresa – Ver a alguien a quien aprecias… - Lyn dejó escapar un pequeño gemido de dolor al mostrarle la herida que la elfa le había ocasionado - …así. – dijo volviendo a tapar el corte con ambas manos, el exmercenario desvió la mirada.
- Lyn… - La ojiazul negó con la cabeza, impidiendo que su compañero continuase hablando.
- Nadie te reprocha lo que haces, Elt. – Aseveró. – Pero para poder comportarte así… tienes que estar vivo, para empezar. – Sentenció la vampiresa levantándose. – Ten eso en cuenta si quieres que siga acompañandote. – dijo - Ahora… - Esbozó una sonrisa. – Voy a buscar a Níniel. – dijo segundos antes de encaminarse hacia el lugar en el que estaban todos los heridos.
Agachó la mirada, evitando mirar a su compañera alejarse.
Había estado a peligrosamente cerca de morir en apenas cuarenta y ocho horas. Eso era mucho, incluso para él. ¿Qué habría conseguido dejándose matar de aquel modo? ¿Cuál era la diferencia entre interponerse entre alguien y una espada y comportarse como un suicida? La línea, a veces, se difuminaba demasiado.
Al menos estaba bastante seguro de que el proyectil de la balista iba encaminado hacía alguno de los elfos de la última línea. Si había alguien que podía soportar aquel impacto era él.
Pero, aun así, no era lo que el líder de aquellas personas debería haber hecho.
Hundió ambas manos en su cara, se quedó así durante un tiempo. Lo suficiente como para escuchar a Asher volviendo de apagar la aldea, enormes columnas de humo negro se alzaban altas, sobre el Monte.
Sonrió cansado. ¿Cómo iba a explicarle aquello a Alanna?
- El verdadero Líder Nómada hace acto de presencia. – dijo levantando una mano como todo saludo, indicando a su amigo a que se acercase. – De verdad… - Tomó aire, tosió levemente, al notar como el humo que flotaba por el lugar entraba en sus pulmones – …menos mal que estabais aquí. – Se llevó la mano hasta el lugar en la camisa en el que tenía el agujero del proyectil, después le ofreció al lobo el asiento que Lyn había estado ocupando. – Yo solo no lo habría conseguido. – Los gruesos pilares de humo contrastaban vivamente contra el oscuro firmamento, uno en el que ya se empezaban a apreciar los primeros tonos anaranjados del día. – Eres un buen líder, Asher. – dijo – Esta gente tiene suerte de haberte tenido por aquí. – Esbozó una mueca parecía a una sonrisa.
Se volvió a quedar en silencio, aunque lo intentase, no podía quitarse lo que acababa de suceder de la cabeza.
– …voy a acabar muriendo, de algún modo u otro… - dijo de improviso, llevándose la mano hasta la sien. Cerró los ojos - ¿Sabes que no he visto bien hacia dónde se dirigía el disparo? – Preguntó. – Solo tenía que… pararlo. Por si le daba a alguien. – Negó con la cabeza, volvió a pararse la mano por el pecho, no quedaba ni marca de lo que acababa de suceder, otro síntoma de las increíbles capacidades curativas de Níniel. – ¿Qué clase de idiota hace eso? – Sacudió la cabeza. – No puedo dejar que me maten así cómo… - Bajó la mirada – Lo siento, Asher. – dijo al final, deteniéndose a mitad de frase. – Esa vez que… en el desierto, cuando vi cómo te herían y… - Se detuvo un instante, todavía podía recordarlo con bastante claridad. – Si así es como os sentís cada vez que me pasa algo… – Tenía que decírselo a Lyn, también. – Os merecéis mucho más que una disculpa. - No eran pocas veces las que había tenido aquella discusión con ella, y siempre solían acabar de la misma forma.
Tampoco era la primera vez que le hacían ver lo idiota que era, que le mostraban que había muchas formas de solucionar las cosas, de ayudar a los demás. No todos los ataques tenían que detenerse en su cuerpo.
- Sé que no te lo digo demasiado… - Afirmó, volviendo a tomar aire. – …pero… no soy alguien que suela hacer muchos amigos. La mitad de las personas que conozco quiere matarme y la otra mitad… bueno, el caso es que alegra poder decir que lo somos. – Le dijo dándole una palmada al lobo en el brazo. Eltrant volvió a mirar hacia el frente. – Puedes contar conmigo para lo que quieras, Asher. Siempre. – dijo al final. – Voy a empezar a… - ¿Cómo podía describirlo bien? - ¿Controlarme? – Aseveró después. – Aunque no lo parezca… quiero seguir vivo. - Que tuviese que decir aquello en voz alta le ayudó un poco a ver lo absurdo de la situación.
Estaba bastante seguro que no existía nadie en todo el continente que tuviese problemas con las heridas que recibía. Níniel también se merecía algo parecido a aquello, era ella quien le había salvado la vida seguidamente durante la noche, después de todo.
Se acercó hasta Níniel.
- Hola. – dijo Lyn tratando de llamar la atención de la Sacerdotisa. – No es mucho, pero… - Esbozó una sonrisa. - ¿Puedes ayudarme? – Preguntó sentándose junto a la elfa. – Es un poco incómodo. – Añadió a continuación, destapando la herida que seguía manteniendo firmemente sujeta con una mezcla de sombras y sus propias manos.
Había sido peor de lo que había esperado, pero si había algo que se le daba bien a la vampiresa era pelear ocultándose, quizás las habilidades de la elfa fuesen distintas a las suyas, pero, al mismo tiempo eran, básicamente, similares.
- Lo siento. – dijo tragando saliva y, cerrando los ojos, se llevó ambas manos hasta el vientre.
La herida había dejado de sangrar, sus sombras habían hecho un buen trabajo, pero necesitaba atención medica de verdad.
Echó mano de su cinturón, buscando otra de las botellas de sangre que Eltrant le proporcionaba para situaciones como aquella. Susurró en voz baja al darse cuenta de que se las había bebido todas, las cinco, durante la pelea.
Estaba sedienta.
Caminó colina arriba, lentamente, sin apartar las manos de su vientre. La pelea parecía haber terminado. El Mortal estaba al cuidado de Níniel, las llamas comenzaban a apagarse y algunos lugareños, los pocos que no cargaban con cubos de agua de aquí para allá, coreaban victoriosos. No había ido tan mal, después de todo el miedo, de toda la angustia que había sentido, incluso ella, durante toda la semana que habían pasado allí.
El Monte de San Pedro había sobrevivido; A costa de las vidas de muchos, pero lo había hecho.
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Se irguió por completo y, tambaleándose, avanzó un par de pasos y se sentó en lo que quedaba de una de las tantas barricadas.
Mientras que Asher parecía estar coordinando a los lugareños que quedaban con vida, Níniel había pasado a curar a gente que estaba en peor estado que él mismo. Bajó la mirada hasta su torso, tragó saliva, era extraño, le costaba respirar, sentía como si el proyectil continuase clavado en su pecho.
Pero no lo estaba, Níniel se había asegurado de que fuese capaz de, al menos, moverse de aquí para allá. Era una sacerdotisa como pocas había conocido, tenía que admitirlo, prácticamente nadie era capaz de sanar con tanta facilidad a alguien cómo… él.
- Catherine… - La felina pasó junto a él, conversaba con Cuerno Torcido, el cual se había unido a los aldeanos y trataba de apagar el incendio. – Gracias por lo de antes. – dijo sonriendo, o intentándolo lo mejor que pudo en aquel momento. – Yo… os debo mucho a Níniel y a ti. – Sentenció después, dejando que la gata y el dragón continuasen su camino. – …gracias. – dijo al final, perdiendo su vista en lo que quedaba de la empalizada.
Tenía muchas cosas en las que pensar.
Sin moverse de dónde estaba se deshizo de las piezas que quedaban de su armadura pegadas a su cuerpo. Las dejó caer a su lado, hizo lo mismo con sus armas. Suspiró.
- No te veo nada mal, Mortal. Para ser tú, digo. – Lyn se apareció a su lado, Eltrant se bajó inmediatamente de su sitio cuando contempló como la muchacha mantenía firmemente presionada lo que, en su vientre, parecía ser una herida. - ¡No me toques con tus manazas de bestia! – Exclamó Lyn apartándose un par de pasos, entrecerrando los ojos. - ¿Has visto a Níniel? …Y antes de que lo preguntes: Sí, estoy bien – La vampiresa se dejó caer a su lado, Eltrant mantuvo su mirada unos instantes y volvió a mirar los distintos cadáveres que poblaban ahora la aldea.
Tantas muertes. ¿Qué había podido hacer para evitarlo? Nada, casi había conseguido morir él.
- Es aterrador. ¿Verdad? – Eltrant desvió la mirada hasta la vampiresa – Ver a alguien a quien aprecias… - Lyn dejó escapar un pequeño gemido de dolor al mostrarle la herida que la elfa le había ocasionado - …así. – dijo volviendo a tapar el corte con ambas manos, el exmercenario desvió la mirada.
- Lyn… - La ojiazul negó con la cabeza, impidiendo que su compañero continuase hablando.
- Nadie te reprocha lo que haces, Elt. – Aseveró. – Pero para poder comportarte así… tienes que estar vivo, para empezar. – Sentenció la vampiresa levantándose. – Ten eso en cuenta si quieres que siga acompañandote. – dijo - Ahora… - Esbozó una sonrisa. – Voy a buscar a Níniel. – dijo segundos antes de encaminarse hacia el lugar en el que estaban todos los heridos.
Agachó la mirada, evitando mirar a su compañera alejarse.
Había estado a peligrosamente cerca de morir en apenas cuarenta y ocho horas. Eso era mucho, incluso para él. ¿Qué habría conseguido dejándose matar de aquel modo? ¿Cuál era la diferencia entre interponerse entre alguien y una espada y comportarse como un suicida? La línea, a veces, se difuminaba demasiado.
Al menos estaba bastante seguro de que el proyectil de la balista iba encaminado hacía alguno de los elfos de la última línea. Si había alguien que podía soportar aquel impacto era él.
Pero, aun así, no era lo que el líder de aquellas personas debería haber hecho.
Hundió ambas manos en su cara, se quedó así durante un tiempo. Lo suficiente como para escuchar a Asher volviendo de apagar la aldea, enormes columnas de humo negro se alzaban altas, sobre el Monte.
Sonrió cansado. ¿Cómo iba a explicarle aquello a Alanna?
- El verdadero Líder Nómada hace acto de presencia. – dijo levantando una mano como todo saludo, indicando a su amigo a que se acercase. – De verdad… - Tomó aire, tosió levemente, al notar como el humo que flotaba por el lugar entraba en sus pulmones – …menos mal que estabais aquí. – Se llevó la mano hasta el lugar en la camisa en el que tenía el agujero del proyectil, después le ofreció al lobo el asiento que Lyn había estado ocupando. – Yo solo no lo habría conseguido. – Los gruesos pilares de humo contrastaban vivamente contra el oscuro firmamento, uno en el que ya se empezaban a apreciar los primeros tonos anaranjados del día. – Eres un buen líder, Asher. – dijo – Esta gente tiene suerte de haberte tenido por aquí. – Esbozó una mueca parecía a una sonrisa.
Se volvió a quedar en silencio, aunque lo intentase, no podía quitarse lo que acababa de suceder de la cabeza.
– …voy a acabar muriendo, de algún modo u otro… - dijo de improviso, llevándose la mano hasta la sien. Cerró los ojos - ¿Sabes que no he visto bien hacia dónde se dirigía el disparo? – Preguntó. – Solo tenía que… pararlo. Por si le daba a alguien. – Negó con la cabeza, volvió a pararse la mano por el pecho, no quedaba ni marca de lo que acababa de suceder, otro síntoma de las increíbles capacidades curativas de Níniel. – ¿Qué clase de idiota hace eso? – Sacudió la cabeza. – No puedo dejar que me maten así cómo… - Bajó la mirada – Lo siento, Asher. – dijo al final, deteniéndose a mitad de frase. – Esa vez que… en el desierto, cuando vi cómo te herían y… - Se detuvo un instante, todavía podía recordarlo con bastante claridad. – Si así es como os sentís cada vez que me pasa algo… – Tenía que decírselo a Lyn, también. – Os merecéis mucho más que una disculpa. - No eran pocas veces las que había tenido aquella discusión con ella, y siempre solían acabar de la misma forma.
Tampoco era la primera vez que le hacían ver lo idiota que era, que le mostraban que había muchas formas de solucionar las cosas, de ayudar a los demás. No todos los ataques tenían que detenerse en su cuerpo.
- Sé que no te lo digo demasiado… - Afirmó, volviendo a tomar aire. – …pero… no soy alguien que suela hacer muchos amigos. La mitad de las personas que conozco quiere matarme y la otra mitad… bueno, el caso es que alegra poder decir que lo somos. – Le dijo dándole una palmada al lobo en el brazo. Eltrant volvió a mirar hacia el frente. – Puedes contar conmigo para lo que quieras, Asher. Siempre. – dijo al final. – Voy a empezar a… - ¿Cómo podía describirlo bien? - ¿Controlarme? – Aseveró después. – Aunque no lo parezca… quiero seguir vivo. - Que tuviese que decir aquello en voz alta le ayudó un poco a ver lo absurdo de la situación.
Estaba bastante seguro que no existía nadie en todo el continente que tuviese problemas con las heridas que recibía. Níniel también se merecía algo parecido a aquello, era ella quien le había salvado la vida seguidamente durante la noche, después de todo.
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Se acercó hasta Níniel.
- Hola. – dijo Lyn tratando de llamar la atención de la Sacerdotisa. – No es mucho, pero… - Esbozó una sonrisa. - ¿Puedes ayudarme? – Preguntó sentándose junto a la elfa. – Es un poco incómodo. – Añadió a continuación, destapando la herida que seguía manteniendo firmemente sujeta con una mezcla de sombras y sus propias manos.
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
No tardé en notar un olor familiar. Syl... ¿Donde estaba? No le había visto en un buen rato. La ansiedad me hizo centrarme en solo una cosa. Encontrar al pardo era mi única prioridad.
Por fortuna, no fue difícil, conociendo su olor como lo conocía. Pero aquello no lo hizo mucho mejor. Aunque no parecía herido... estaba llorando. Lentamente, me acerqué. Recordé la balista. El mismo arma que mató a varios de sus compañeros en la Caza. Me senté junto al gato, suspirando pesadamente. Tenía que haberme ocupado de él primero. Pasé mi brazo por detrás de sus hombros, presionándolo contra mi. El gato continuó sollozando, pero no se resistió.
-Lo siento...- dije, melancólico. Me sentía culpable. No debería haberlo llevado. No tan pronto después de todo aquello. Le había puesto en peligro. -Debería haberte escuchado mejor, Syl. Nada de esto es culpa tuya.-
Las lágrimas continuaron resbalando contra mi pelaje. Froté su nuca lentamente.
-Eltrant ha...- empezó con un hilo de voz. Sus palabras quedaron ahogadas entre quejidos lastimosos.
-Está bien. Ha acabado herido... como siempre. Pero está vivo.- dije. Aquello interrumpió su llanto, pero no levantó la cabeza. -Oshu también está bien. Y yo, claro. Ha habido menos bajas de lo que imaginaba. No estaba seguro de que lo fuésemos a conseguir.- admití.
Desde el principio había imaginado que aquello acabaría con los pocos supervivientes de la aldea huyendo y Eltrant inconsciente. Si me había quedado, era para evitar que el humano muriese, y para acabar con el líder de los falsos Nómadas. Habíamos conseguido más de lo que esperaba.
-Entiendo por lo que estás pasando, Syl.- dije, cerrando los ojos. -Es solo... una herida. No le he dado tiempo a que se cure, y te han dado donde duele.- continué lentamente. -Pero sanará. Solo necesita tiempo.-
-No quiero seguir con esto...- gimió. -No quiero... seguir arriesgandome. Cada vez que hacemos algo así...-
Cogí su mano, encerrándola entre las mías. Lo entendía.
-Entonces no sigas.- dije. -Algún día, nos iremos. Solo tu y yo. Sin guerras, sin peleas a muerte. Sin sangre ni heridas. Podemos hacerlo, lejos de todo.- Lentamente, el gato alzó la mirada. Le abracé, sujetándolo con fuerza. -Pero aún no puedo. Tengo cosas que hacer... para que ese futuro sea posible.- expliqué.
Entre todo el silencio, podía escuchar y sentir los latidos de su corazón. Por algún motivo, aquello me daba paz.
-Pero... pasará. Lo prometo.- añadí. -Hasta entonces... puedes apoyarme con ballesta o sin ella. No moriré. No contigo esperando.- declaré. El gato suspiró, aliviado. Su cuerpo perdió la carga que estaba llevando, al menos en parte.
-Gracias...- murmuró. Esbocé una sonrisa triste, aún sin romper el abrazo.
-Solo... tómate tu tiempo. Te curarás, tarde o temprano. Lo que no cura el tiempo lo curan los elfos.- bromeé. -Pero al final, lo tendremos. Nuestro final feliz.-
Lentamente, el gato asintió. Le besé en los labios. Llevaría mucho trabajo, pero había hecho una promesa. No la rompería.
Tras un rato, volví con Eltrant, dejando que Syl descansase a solas. Aún tenía que hablar con el humano. Me senté junto a él, aún con los brazos cruzados.
-No tanto.- respondí. -No son los míos, Tale. Si hubiese sido necesario, les habría dejado morir.- confesé. Parecía frío, pero era la verdad. No tenía sentido engañarme, ni engañarle a él. -He venido para cuidar de los míos... tu entre ellos.-
Tenía que decirle lo estúpido que estaba siendo. Lo egoísta que era al no cambiar, al lanzarse frente a todo peligro sin pensarlo dos veces. Lyn se lo había intentado explicar igual que Syl me lo había metido en la cabeza. No podía morir. Pero en cierto modo, parecía haberse dado cuenta antes de que dijese nada.
Gruñí ligeramente. No quería mostrarme demasiado amigable. Fingir que no había pasado nada.
-Una disculpa sin cambio no es más que una mentira, Eltrant.- declaré. -No quiero palabras. Quiero verlo.- dije. Miré al cielo, pero me relajé un poco. Podía confiar en Eltrant. Lo había hecho antes, y lo volvería a hacer. Pero si el mostrarme así le empujaba en la dirección adecuada, lo haría sin dudarlo. -Así que... recuerdalo. Vive. No solo por ti. Vive por los que te rodean, y por los que te quedan por salvar.-
Golpeé el agujero de su camisa con el dorso de mi puño. No tanto como para romper algo, pero si como para que lo notase.
-El que no haya cicatriz no es excusa para no aprender, ¿eh?- dije. Aquella vez, si sonreí. -Lo diré de otra forma. Como te mueras, te mato.-
Me estiré. Estaba agotado. ¿Cuanto faltaría para el amanecer? Nos habíamos ganado un descanso. Por desgracia, se habían perdido muchas habitaciones durante el combate. Aunque también quedaba menos gente a la que alojar.
-¿Que era eso que has hecho antes, de todas formas?- pregunté. -Lo de las sombras. Olías... raro. No me estarás ocultando más cosas encantadas, ¿verdad?-
Aquello me recordaba algo. La espada de luz que había convocado. Miré atrás, al cadaver que había dejado. Seguía ahí, pero en apenas unos momentos, comenzó a desvanecerse. Tenía sentido, supuse. No podía ser permanente.
-Creo que voy a necesitar una espada corta.- pensé en voz alta. -Para practicar el llevar dos. Oshu lo hace parecer fácil, pero...-
Por fortuna, no fue difícil, conociendo su olor como lo conocía. Pero aquello no lo hizo mucho mejor. Aunque no parecía herido... estaba llorando. Lentamente, me acerqué. Recordé la balista. El mismo arma que mató a varios de sus compañeros en la Caza. Me senté junto al gato, suspirando pesadamente. Tenía que haberme ocupado de él primero. Pasé mi brazo por detrás de sus hombros, presionándolo contra mi. El gato continuó sollozando, pero no se resistió.
-Lo siento...- dije, melancólico. Me sentía culpable. No debería haberlo llevado. No tan pronto después de todo aquello. Le había puesto en peligro. -Debería haberte escuchado mejor, Syl. Nada de esto es culpa tuya.-
Las lágrimas continuaron resbalando contra mi pelaje. Froté su nuca lentamente.
-Eltrant ha...- empezó con un hilo de voz. Sus palabras quedaron ahogadas entre quejidos lastimosos.
-Está bien. Ha acabado herido... como siempre. Pero está vivo.- dije. Aquello interrumpió su llanto, pero no levantó la cabeza. -Oshu también está bien. Y yo, claro. Ha habido menos bajas de lo que imaginaba. No estaba seguro de que lo fuésemos a conseguir.- admití.
Desde el principio había imaginado que aquello acabaría con los pocos supervivientes de la aldea huyendo y Eltrant inconsciente. Si me había quedado, era para evitar que el humano muriese, y para acabar con el líder de los falsos Nómadas. Habíamos conseguido más de lo que esperaba.
-Entiendo por lo que estás pasando, Syl.- dije, cerrando los ojos. -Es solo... una herida. No le he dado tiempo a que se cure, y te han dado donde duele.- continué lentamente. -Pero sanará. Solo necesita tiempo.-
-No quiero seguir con esto...- gimió. -No quiero... seguir arriesgandome. Cada vez que hacemos algo así...-
Cogí su mano, encerrándola entre las mías. Lo entendía.
-Entonces no sigas.- dije. -Algún día, nos iremos. Solo tu y yo. Sin guerras, sin peleas a muerte. Sin sangre ni heridas. Podemos hacerlo, lejos de todo.- Lentamente, el gato alzó la mirada. Le abracé, sujetándolo con fuerza. -Pero aún no puedo. Tengo cosas que hacer... para que ese futuro sea posible.- expliqué.
Entre todo el silencio, podía escuchar y sentir los latidos de su corazón. Por algún motivo, aquello me daba paz.
-Pero... pasará. Lo prometo.- añadí. -Hasta entonces... puedes apoyarme con ballesta o sin ella. No moriré. No contigo esperando.- declaré. El gato suspiró, aliviado. Su cuerpo perdió la carga que estaba llevando, al menos en parte.
-Gracias...- murmuró. Esbocé una sonrisa triste, aún sin romper el abrazo.
-Solo... tómate tu tiempo. Te curarás, tarde o temprano. Lo que no cura el tiempo lo curan los elfos.- bromeé. -Pero al final, lo tendremos. Nuestro final feliz.-
Lentamente, el gato asintió. Le besé en los labios. Llevaría mucho trabajo, pero había hecho una promesa. No la rompería.
_________________________________________
Tras un rato, volví con Eltrant, dejando que Syl descansase a solas. Aún tenía que hablar con el humano. Me senté junto a él, aún con los brazos cruzados.
-No tanto.- respondí. -No son los míos, Tale. Si hubiese sido necesario, les habría dejado morir.- confesé. Parecía frío, pero era la verdad. No tenía sentido engañarme, ni engañarle a él. -He venido para cuidar de los míos... tu entre ellos.-
Tenía que decirle lo estúpido que estaba siendo. Lo egoísta que era al no cambiar, al lanzarse frente a todo peligro sin pensarlo dos veces. Lyn se lo había intentado explicar igual que Syl me lo había metido en la cabeza. No podía morir. Pero en cierto modo, parecía haberse dado cuenta antes de que dijese nada.
Gruñí ligeramente. No quería mostrarme demasiado amigable. Fingir que no había pasado nada.
-Una disculpa sin cambio no es más que una mentira, Eltrant.- declaré. -No quiero palabras. Quiero verlo.- dije. Miré al cielo, pero me relajé un poco. Podía confiar en Eltrant. Lo había hecho antes, y lo volvería a hacer. Pero si el mostrarme así le empujaba en la dirección adecuada, lo haría sin dudarlo. -Así que... recuerdalo. Vive. No solo por ti. Vive por los que te rodean, y por los que te quedan por salvar.-
Golpeé el agujero de su camisa con el dorso de mi puño. No tanto como para romper algo, pero si como para que lo notase.
-El que no haya cicatriz no es excusa para no aprender, ¿eh?- dije. Aquella vez, si sonreí. -Lo diré de otra forma. Como te mueras, te mato.-
Me estiré. Estaba agotado. ¿Cuanto faltaría para el amanecer? Nos habíamos ganado un descanso. Por desgracia, se habían perdido muchas habitaciones durante el combate. Aunque también quedaba menos gente a la que alojar.
-¿Que era eso que has hecho antes, de todas formas?- pregunté. -Lo de las sombras. Olías... raro. No me estarás ocultando más cosas encantadas, ¿verdad?-
Aquello me recordaba algo. La espada de luz que había convocado. Miré atrás, al cadaver que había dejado. Seguía ahí, pero en apenas unos momentos, comenzó a desvanecerse. Tenía sentido, supuse. No podía ser permanente.
-Creo que voy a necesitar una espada corta.- pensé en voz alta. -Para practicar el llevar dos. Oshu lo hace parecer fácil, pero...-
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
-Y ese era el último...Solo falta comprobar que los que estén dentro sigan bien.- Comentó en voz baja Níniel antes de soltar un suspiro y sentarse sobre uno de los cajones de madera lleno de provisiones que algunos de los aldeanos habían comenzado a sacar del sótano. Pronto amanecería, y con el pueblo en aquel estado muchos de los supervivientes no dispondrían de su propio hogar para preparar un desayuno que les ayudara a sobrellevar el dia. Sería trabajo de algunos voluntarios tomar parte de las reservas y prepararlas para los demás. Aquello iba a parecerse mucho al campamento militar del ejército del norte en breves.
-No has parado en toda la noche. Creo que en alguna parte del contrato dice que las sacerdotisas elfas también tienen derecho a tomarse un descanso.- Bromeó Catherine tras colocar una caja más cerca de dónde la peliblanca se había permitido sentarse por un instante. -Si dentro te necesitasen alguno de los otros te llamaría, y yo lo escucharía a pesar de esas voces tan finas que os gastais. Es difícil percibir la urgencia si parece que estáis todo el día cantando, ¿sabes?- Le sacó la lengua de manera juguetona, pues evidentemente estaba exagerando.
-Estoy bien pero, la verdad es que tienes razón...Pueden ocuparse del resto sin problemas. Son elfos, no humanos. Creo que me he acostumbrado tanto a trabajar con sanadores orejas redondas que tiendo a sobrepasarme...- La elfa cerró los ojos y se echó hacia atrás, desconectando por unos momentos. Respirando lenta y profundamente, relajándose por primera vez en muchas horas.
-Y yo también me he ganado una pausa. Espero que la comida que haya dentro de estas cajas sea buena, esta gente no quiere verme enfadada. Bueno al menos no enfada a la vez que hambrienta.- Comentó la pelirroja trepando hasta lo más alto de la más alta caja y sentarse allí, observando todo a su alrededor. -Anda mira, ahora que no hay pared puedo llegar saltando desde aquí hasta nuestra habitación...Y esos hijos de puta se han cargado la estatua de la mujer tetona sin brazos...Ahora tampoco tiene cabeza.- Añadió observando desde su posición parte de los desperfectos causados por la balista a la villa.
-Podía haber sido mucho peor. Aún no me creo que esa gente tuviera un arma así. Al menos ahora no podrán hacer más daño con ella.- Respondió la elfa sin abrir los ojos. - Al menos si en el futuro alguien intenta atacar de nuevo este sitio, podrán usarla para defenderse. No creo que ningún atacante se espere algo así. Con las empalizadas y la balista este sitio casi parece más una pequeña fortaleza que un viñedo.- Sentenció. -Y te he dicho que no digas palabrotas.-
-Debe de ser divertido dispararla en vez de ser disparada. Me preguntó si Eltrant me dejaría probarla más tarde...Por cierto, antes me crucé con él y me dió las gracias. Bueno nos las dio a ambas supongo, pero se le veía un poco en plan...meh.-No parecía encontrar una mejor palabra para definir su estado. -Cualquiera debería estar más contento tras haber sobrevivido a esta noche...Especialmente cuando has sobrevivido a una superflecha que por poco no le convierte en un pincho de carne.- Se relamió al pensar en una brocheta tamaño extra grande de carne asada.
-Seguramente lo esté, pero, ha habido muchos muertos que confiaban en él. El mismo por poco no sobrevive. Cualquiera necesitaría un poco de tiempo para digerir algo así. Puedo entenderlo, a pesar de no ser una soldado.- Soltó otro suspiro. Aquello la había llevado a recordar sus momentos bajos. Como sanadora, ella tampoco podía salvarlos siempre a todos.
-Lo que no nos mata nos hace más fuertes...Yo soy el mejor ejemplo de ello. Y desde que te conozco creo que me vuelto muuuuucho más fuerte. Deberías de dejar de meterte en tantos problemas o al final me volveré tan fuerte que...moriré al ver mi propio e imponente reflejo en el espejo.- Comentó, aunque por un momento quedó pensativa, atrapada en una paradoja sobre sí aquello podía ser posible, o si por el contrario siempre sería tan fuerte como para no sucumbir a su imponente imagen reflejada.
-Cada persona es un mundo. No todos hemos pasado por lo mismo ni somos iguales.- Se limitó a decir la peliblanca. Aquellas cajas no eran tan incómodas como parecían. Si no se andaba con cuidado acabaría durmiéndose allí mismo. De hecho quizás no fuera tan mala idea echar una cabezadita hasta que fuera la hora del desayuno. -Eltrant es demasiado bueno...Demasiado para su cuerpo, y para su cartera.- Añadió. De no haber sido por la aparición de Lyn no hubiese tardado más de unos minutos en dormirse.
-Ummm. Ah, Lyn. ¿No es un poco temprano para que estés aquí? El sótano está libre de luz solar si alguno de los virotes de la balista dañó tu habitación.- Se interesó la peliblanca consciente de que amanecería de un momento a otro y la pizpireta vampiresa se convertiría dolorosamente en un montón de cenizas humeantes. Normalmente a la elfa la mayoría de los vampiros le caían horriblemente mal, seguramente por el hecho de haber intentado comérsela incontables veces, pero aquella era una de las excepciones. Era muy escandalosa pero...adorable. Era como una versión chupasangres de Catherine en muchos aspectos. -Déjame ver...Vaya, con que una molestia ¿eh?. Sí, desangrarse hasta morir por una puñalada en el vientre es molesto...Será mejor que entremos, mantén la presión. Catherine, ayúdala.- Pidió a ambas. Y aunque Catherine no era muy amiga de que aquella "loca" se deleitase con su "suavidad", solo se quejó un par de veces antes de ayudarla a llegar hasta los sótanos donde estaría a salvo del destino que Anar tenía para los malditos.
-Cath, trae un poco de inhibis. Evitará que te duela. Por mi experiencia puedo curar a los vampiros pero, parece que os causa una sensación de ardor que voy a evitarte.- Explicó instándola a beber de un frasco pequeño. -Ya puedes deshacer las sombras.- Instó, comenzando a aplicar su magia sobre la herida, sanando cualquier posible daño interno y cerrándola al poco de que sus manos entraran en contacto con su piel. -Como nueva...aunque creo que por tu...naturaleza, vas a necesitar un poco de...ya sabes. Ayuda externa. ¿Cómo...lo haces normalmente? Eltrant no puede permitirse ahora mismo hacer ninguna...contribución. Mi magia puede recuperar la sangre perdida pero con dos sanaciones de gran magnitud en tan poco tiempo...preferiría una fuente distinta.- Convino con la vampiresa.
-¿Qué me decís de los prisioneros? Los aldeanos cogieron a un par de bandidos que quedaron atrás porque no veían para escapar...Puedo acercarme a donde los tienen vigilados y traer a uno, seguro que nadie hace preguntas si...no vuelve.- Propuso la felina. -Además uno era bastante mono para ser un mercenario mugroso. Ya puestas por qué escatimar...-
-No has parado en toda la noche. Creo que en alguna parte del contrato dice que las sacerdotisas elfas también tienen derecho a tomarse un descanso.- Bromeó Catherine tras colocar una caja más cerca de dónde la peliblanca se había permitido sentarse por un instante. -Si dentro te necesitasen alguno de los otros te llamaría, y yo lo escucharía a pesar de esas voces tan finas que os gastais. Es difícil percibir la urgencia si parece que estáis todo el día cantando, ¿sabes?- Le sacó la lengua de manera juguetona, pues evidentemente estaba exagerando.
-Estoy bien pero, la verdad es que tienes razón...Pueden ocuparse del resto sin problemas. Son elfos, no humanos. Creo que me he acostumbrado tanto a trabajar con sanadores orejas redondas que tiendo a sobrepasarme...- La elfa cerró los ojos y se echó hacia atrás, desconectando por unos momentos. Respirando lenta y profundamente, relajándose por primera vez en muchas horas.
-Y yo también me he ganado una pausa. Espero que la comida que haya dentro de estas cajas sea buena, esta gente no quiere verme enfadada. Bueno al menos no enfada a la vez que hambrienta.- Comentó la pelirroja trepando hasta lo más alto de la más alta caja y sentarse allí, observando todo a su alrededor. -Anda mira, ahora que no hay pared puedo llegar saltando desde aquí hasta nuestra habitación...Y esos hijos de puta se han cargado la estatua de la mujer tetona sin brazos...Ahora tampoco tiene cabeza.- Añadió observando desde su posición parte de los desperfectos causados por la balista a la villa.
-Podía haber sido mucho peor. Aún no me creo que esa gente tuviera un arma así. Al menos ahora no podrán hacer más daño con ella.- Respondió la elfa sin abrir los ojos. - Al menos si en el futuro alguien intenta atacar de nuevo este sitio, podrán usarla para defenderse. No creo que ningún atacante se espere algo así. Con las empalizadas y la balista este sitio casi parece más una pequeña fortaleza que un viñedo.- Sentenció. -Y te he dicho que no digas palabrotas.-
-Debe de ser divertido dispararla en vez de ser disparada. Me preguntó si Eltrant me dejaría probarla más tarde...Por cierto, antes me crucé con él y me dió las gracias. Bueno nos las dio a ambas supongo, pero se le veía un poco en plan...meh.-No parecía encontrar una mejor palabra para definir su estado. -Cualquiera debería estar más contento tras haber sobrevivido a esta noche...Especialmente cuando has sobrevivido a una superflecha que por poco no le convierte en un pincho de carne.- Se relamió al pensar en una brocheta tamaño extra grande de carne asada.
-Seguramente lo esté, pero, ha habido muchos muertos que confiaban en él. El mismo por poco no sobrevive. Cualquiera necesitaría un poco de tiempo para digerir algo así. Puedo entenderlo, a pesar de no ser una soldado.- Soltó otro suspiro. Aquello la había llevado a recordar sus momentos bajos. Como sanadora, ella tampoco podía salvarlos siempre a todos.
-Lo que no nos mata nos hace más fuertes...Yo soy el mejor ejemplo de ello. Y desde que te conozco creo que me vuelto muuuuucho más fuerte. Deberías de dejar de meterte en tantos problemas o al final me volveré tan fuerte que...moriré al ver mi propio e imponente reflejo en el espejo.- Comentó, aunque por un momento quedó pensativa, atrapada en una paradoja sobre sí aquello podía ser posible, o si por el contrario siempre sería tan fuerte como para no sucumbir a su imponente imagen reflejada.
-Cada persona es un mundo. No todos hemos pasado por lo mismo ni somos iguales.- Se limitó a decir la peliblanca. Aquellas cajas no eran tan incómodas como parecían. Si no se andaba con cuidado acabaría durmiéndose allí mismo. De hecho quizás no fuera tan mala idea echar una cabezadita hasta que fuera la hora del desayuno. -Eltrant es demasiado bueno...Demasiado para su cuerpo, y para su cartera.- Añadió. De no haber sido por la aparición de Lyn no hubiese tardado más de unos minutos en dormirse.
-Ummm. Ah, Lyn. ¿No es un poco temprano para que estés aquí? El sótano está libre de luz solar si alguno de los virotes de la balista dañó tu habitación.- Se interesó la peliblanca consciente de que amanecería de un momento a otro y la pizpireta vampiresa se convertiría dolorosamente en un montón de cenizas humeantes. Normalmente a la elfa la mayoría de los vampiros le caían horriblemente mal, seguramente por el hecho de haber intentado comérsela incontables veces, pero aquella era una de las excepciones. Era muy escandalosa pero...adorable. Era como una versión chupasangres de Catherine en muchos aspectos. -Déjame ver...Vaya, con que una molestia ¿eh?. Sí, desangrarse hasta morir por una puñalada en el vientre es molesto...Será mejor que entremos, mantén la presión. Catherine, ayúdala.- Pidió a ambas. Y aunque Catherine no era muy amiga de que aquella "loca" se deleitase con su "suavidad", solo se quejó un par de veces antes de ayudarla a llegar hasta los sótanos donde estaría a salvo del destino que Anar tenía para los malditos.
-Cath, trae un poco de inhibis. Evitará que te duela. Por mi experiencia puedo curar a los vampiros pero, parece que os causa una sensación de ardor que voy a evitarte.- Explicó instándola a beber de un frasco pequeño. -Ya puedes deshacer las sombras.- Instó, comenzando a aplicar su magia sobre la herida, sanando cualquier posible daño interno y cerrándola al poco de que sus manos entraran en contacto con su piel. -Como nueva...aunque creo que por tu...naturaleza, vas a necesitar un poco de...ya sabes. Ayuda externa. ¿Cómo...lo haces normalmente? Eltrant no puede permitirse ahora mismo hacer ninguna...contribución. Mi magia puede recuperar la sangre perdida pero con dos sanaciones de gran magnitud en tan poco tiempo...preferiría una fuente distinta.- Convino con la vampiresa.
-¿Qué me decís de los prisioneros? Los aldeanos cogieron a un par de bandidos que quedaron atrás porque no veían para escapar...Puedo acercarme a donde los tienen vigilados y traer a uno, seguro que nadie hace preguntas si...no vuelve.- Propuso la felina. -Además uno era bastante mono para ser un mercenario mugroso. Ya puestas por qué escatimar...-
Hace eones pregunté si podía curar vampiros y me dijeron que sí. En su momento el único vampiro al que he curado, Bio, sufrió dichos efectos al recibir una curación. No obstante hasta donde sé podría ser una cura normal sin diferencia alguna por ser Lyn una vampiresa, solo que Bio lo interpretó así. Yo lo pongo, pero si quieres puedes narrar que la cura es normal, Eltrant.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Notó claramente la seriedad que había en las palabras de Asher, más allá del chiste final, más allá del hecho de que este hubiese dicho que podría haber dejado morir a aquellas personas de haberlo visto necesario.
Se llevó la mano hasta la cara y sonrió cansado.
Podía parecer duro, frío incluso, pero aquella era la forma que Asher tenía de preocuparse por él, y en cierto modo, era más efectiva que darle un directo en plena cara; Sabía muy bien que aquel tipo de cosas no hacía sino darle más convicción para hacer algo.
El lobo, en sí, se preocupaba por los demás más de lo que dejaba entrever con su actitud, o eso creía Eltrant. Incluso con aquellos aldeanos con los que no tenía nada que ver, por mucho que lo negase. Al fin y al cabo, la mayoría de aquellas personas que vivían allí, que habían huido del norte y de las injusticias de la región, no eran Nómadas por que no se habían cruzado con ellos antes.
- Es una promesa. – dijo en voz baja, asegurándose de no interrumpir, dejó que el lobo continuase hablando, solo asintiendo levemente a lo que este iba diciendo hasta que mencionó el momento en el cual, a mitad de la batalla, se había visto rodeado de las sombras de Lyn.
- Oh, eso… - Se cruzó de brazos, amplió la sonrisa y negó con la cabeza. – No es un encantamiento, que yo sepa. – Se atusó la barba. – Era… bueno, era Lyn. – Explicó encogiéndose de hombros, llevó después su mano derecha hasta el cuello, justo al lugar dónde la vampiresa le había mordido pero que, por algún motivo, no quedaba rastro alguno de aquella mordedura. – Hizo… algo. – Afirmó – No sé el qué. Pero me dejó sus sombras, algo así dijo. Estaba… ¿Dentro de mí? Dolió bastante. – Negó con la cabeza – Más que una puñalada. – dijo ampliando la sonrisa, rememorando las palabras de Lyn.
Se detuvo, buscó la mejor forma de explicar a Asher lo que había sucedido.
- Era… una sensación rara. – dijo después de meditar unos segundos en silencio lo que había vivido. – Podía ver claramente sin luz, la armadura apenas pesaba… podía controlar las sombras solo con pensarlo… - Se detuvo de nuevo. – …el olor de la sangre era bastante más intenso. – Añadió al final estirando los brazos por encima de su cabeza. – Raro. - Ya no quedaba apenas nadie en el exterior, algunos aldeanos que estaban asegurándose de que las ascuas no prendían de nuevo, con más fuerza. – Pero me ayudó a llegar hasta dónde estabais. – Atestó. – Así que me vale. – dijo, finalmente, cómo conclusión.
Tenía que pedirle a Lyn que le explicase había sucedido con exactitud. Por mucho que intentase apartarlo de su cabeza, Eltrant no podía evitar pensar que iba a estallar en llamas al salir el sol, aun cuando la vampiresa le había prometido en varias ocasiones durante la pelea que seguía siendo el mismo.
No obstante, el hecho de que Asher no hubiese dicho nada respecto a su olor actual le tranquilizaba algo. Confiaba en Lyn, si ella le había asegurado que seguía siendo él mismo, era así.
- ¿Y tú? – Preguntó entonces, cambiando de tema durante unos instantes, justo cuando Asher dijo en voz baja que necesitaba una segunda espada. - ¿Crees que no he visto esa espada que brillaba? ¿Era Brillo? – añadió, girándose a mirar en la misma dirección en la que lo había hecho el perro - ¿Has escrito más cosas en ella? Te vas a quedar sin espacio. – Se rio en voz baja y, después, procedió a acomodarse algo mejor sobre las cajas. – Puedo hacerte esa hoja corta que quieres. – dijo sin perder la sonrisa. – Hace tiempo que no forjo nada, pero creo que podré hacer algo que te sirva. Gratis, calidad digna de un Tale. Indestructible. – dijo ahora ajustándose la camisa, la cual estaba empapada de sangre y se le seguía penando al cuerpo cómo si fuese, prácticamente, una segunda piel.
Necesitaba ropa limpia y la necesitaba ya.
- Podéis quedaros aquí el tiempo que lo necesitéis, como si fuese esto vuestro. – dijo levantándose de la caja. Desvió la mirada hasta la fachada de la residencia, suspiró al ver los proyectiles y las partes de la vivienda derruidas. – Voy a cambiarme de ropa y… a ver cómo está todo el mundo. – Aseveró. – Descansa un poco. – Le dijo antes de girarse hacía la casa principal del monte.
Parpadeó repetidamente al ver el gigantesco virote clavado en el cabezal de su cama.
- Eso es… apropiado. – dijo suspirando, pasándose la mano por la barba.
Faltaba parte del techo del dormitorio y, también, parte de la pared: lugar por el cual, evidentemente, habían entrado varios de los proyectiles que ahora estaban diseminados por la habitación.
La figura regordeta de Gianluigi se apareció tras él. Eltrant no se dio cuenta de su presencia en un principio, solo lo hizo cuando escuchó el bastón del hombre tras él. Estaba herido, como la mayoría de las personas que habían combatido, varios vendajes cruzaban su frente, así como su brazo y su pierna.
Parecía, no obstante, contento. Aunque su sonrisa fuese algo agridulce era perfectamente visible que, aun con todas las pérdidas que habían tenido, el hombre era optimista acerca del futuro de todos los presentes.
- Me alegra de verte bien, Gian. – dijo Eltrant recogiendo la maceta de la flor amarilla del suelo y depositándola en lo que quedaba de su ventana. – Manda una carta a Dalmasca. – indicó. – A la Sheik Bashira. – Especificó instantes después.
- No quiero correr más riesgos, vamos a necesitar su ayuda para mantener este lugar seguro más adelante.-
Una vez en el sótano obedeció todo lo que la elfa le dijo y, cerrando los ojos, dejó que la magia curativa se encargase de sanar la herida que la otra elfa le había causado.
Apretó los dientes, había olvidado la última vez que recibió aquel tipo de sanación, también el ardor que producía sobre su piel, la forma más cercana a describirlo era, quizás, a la sensación que produciría una fina capa de fuego sobre su cuerpo; Una que se encargaba de cerrarle las heridas.
Afortunadamente para Lyn, el brebaje que Catherine se encargó de darle por orden de Níniel alivió esto y, en no más de cinco minutos, la sacerdotisa afirmó haber terminado su trabajo.
- ¿Normalmente? – Desvió levemente la mirada, cuando la Sacerdotisa se interesó por saber de dónde podía recuperar Lyn en aquel momento la sangre que necesitaba. – Es Eltrant quien… - La interrumpieron antes de que pudiese terminar de hablar, Catherine mencionó a un par de mercenarios que habían capturado. – Servirán… - dijo en voz baja, sin decir nada más al respecto, llevando ambas manos hasta las correas de sus botas.
Respiró hondo y, a continuación, deslizó su mirada sobre todas las personas que descansaban allí. Los heridos, los civiles, algunos prisioneros; Era una victoria, pero una amarga. ¿Cuántas de esas había visto ya? Se volvió a acordar de su maestra, bajar a aquel lugar no le había venido tan bien como esperaba.
- Níniel. – Se giró hacia la elfa y se acomodó algo mejor en su asiento, entrelazó las piernas.
Estaba cansada, pero prefería tomar la sangre cuando no la estuviesen mirando. Lo último que necesitaba aquella gente era verla beber directamente de uno de los prisioneros. No necesitaban más miedo del que ya habían pasado.
Quizás algunos de los aldeanos supiesen que era realmente y la dejaban campar por el lugar a sus anchas, pero eso no significaba que confiasen plenamente en ella. Estaba bastante segura de que esto era, principalmente, por que iba con Eltrant.
- ¿Cuántos…? ¿Cuántos años tienes? – Extendió la mano y, casualmente, hizo que una de las tantas sombras del lugar tomase la forma de una bailarina, la cual comenzó a deslizarse sobre la palma de su mano, haciendo piruetas. Se centró en la pequeña figura que tenía en la mano, sin mirar ni a la gata ni a la elfa. - ¿Os pasa a los elfos que…? – Volvió a levantar la mirada, miró a la sacerdotisa, esbozó una sonrisa algo tímida. – Yo tengo casi cien años. – dijo con sencillez.
No era algo que contase a cualquiera, pero quizás el hecho de que la mujer hubiese salvado la vida al Mortal varias veces tuviese algo que ver, o quizás que era una persona que, con suerte, comprendería lo que le pasaba.
– He olvidado… el color de un prado bajo la luz del sol. – Afirmó cerrando la mano, la figura de sombras desapareció. – O como es un amanecer, tambien las caras de algunos de mis amigos de… – Se detuvo, suspirando, y volvió a mirar a las personas que tenía a su alrededor.
- ¿Va a seguir pasandome? -
Se llevó la mano hasta la cara y sonrió cansado.
Podía parecer duro, frío incluso, pero aquella era la forma que Asher tenía de preocuparse por él, y en cierto modo, era más efectiva que darle un directo en plena cara; Sabía muy bien que aquel tipo de cosas no hacía sino darle más convicción para hacer algo.
El lobo, en sí, se preocupaba por los demás más de lo que dejaba entrever con su actitud, o eso creía Eltrant. Incluso con aquellos aldeanos con los que no tenía nada que ver, por mucho que lo negase. Al fin y al cabo, la mayoría de aquellas personas que vivían allí, que habían huido del norte y de las injusticias de la región, no eran Nómadas por que no se habían cruzado con ellos antes.
- Es una promesa. – dijo en voz baja, asegurándose de no interrumpir, dejó que el lobo continuase hablando, solo asintiendo levemente a lo que este iba diciendo hasta que mencionó el momento en el cual, a mitad de la batalla, se había visto rodeado de las sombras de Lyn.
- Oh, eso… - Se cruzó de brazos, amplió la sonrisa y negó con la cabeza. – No es un encantamiento, que yo sepa. – Se atusó la barba. – Era… bueno, era Lyn. – Explicó encogiéndose de hombros, llevó después su mano derecha hasta el cuello, justo al lugar dónde la vampiresa le había mordido pero que, por algún motivo, no quedaba rastro alguno de aquella mordedura. – Hizo… algo. – Afirmó – No sé el qué. Pero me dejó sus sombras, algo así dijo. Estaba… ¿Dentro de mí? Dolió bastante. – Negó con la cabeza – Más que una puñalada. – dijo ampliando la sonrisa, rememorando las palabras de Lyn.
Se detuvo, buscó la mejor forma de explicar a Asher lo que había sucedido.
- Era… una sensación rara. – dijo después de meditar unos segundos en silencio lo que había vivido. – Podía ver claramente sin luz, la armadura apenas pesaba… podía controlar las sombras solo con pensarlo… - Se detuvo de nuevo. – …el olor de la sangre era bastante más intenso. – Añadió al final estirando los brazos por encima de su cabeza. – Raro. - Ya no quedaba apenas nadie en el exterior, algunos aldeanos que estaban asegurándose de que las ascuas no prendían de nuevo, con más fuerza. – Pero me ayudó a llegar hasta dónde estabais. – Atestó. – Así que me vale. – dijo, finalmente, cómo conclusión.
Tenía que pedirle a Lyn que le explicase había sucedido con exactitud. Por mucho que intentase apartarlo de su cabeza, Eltrant no podía evitar pensar que iba a estallar en llamas al salir el sol, aun cuando la vampiresa le había prometido en varias ocasiones durante la pelea que seguía siendo el mismo.
No obstante, el hecho de que Asher no hubiese dicho nada respecto a su olor actual le tranquilizaba algo. Confiaba en Lyn, si ella le había asegurado que seguía siendo él mismo, era así.
- ¿Y tú? – Preguntó entonces, cambiando de tema durante unos instantes, justo cuando Asher dijo en voz baja que necesitaba una segunda espada. - ¿Crees que no he visto esa espada que brillaba? ¿Era Brillo? – añadió, girándose a mirar en la misma dirección en la que lo había hecho el perro - ¿Has escrito más cosas en ella? Te vas a quedar sin espacio. – Se rio en voz baja y, después, procedió a acomodarse algo mejor sobre las cajas. – Puedo hacerte esa hoja corta que quieres. – dijo sin perder la sonrisa. – Hace tiempo que no forjo nada, pero creo que podré hacer algo que te sirva. Gratis, calidad digna de un Tale. Indestructible. – dijo ahora ajustándose la camisa, la cual estaba empapada de sangre y se le seguía penando al cuerpo cómo si fuese, prácticamente, una segunda piel.
Necesitaba ropa limpia y la necesitaba ya.
- Podéis quedaros aquí el tiempo que lo necesitéis, como si fuese esto vuestro. – dijo levantándose de la caja. Desvió la mirada hasta la fachada de la residencia, suspiró al ver los proyectiles y las partes de la vivienda derruidas. – Voy a cambiarme de ropa y… a ver cómo está todo el mundo. – Aseveró. – Descansa un poco. – Le dijo antes de girarse hacía la casa principal del monte.
[…]
Parpadeó repetidamente al ver el gigantesco virote clavado en el cabezal de su cama.
- Eso es… apropiado. – dijo suspirando, pasándose la mano por la barba.
Faltaba parte del techo del dormitorio y, también, parte de la pared: lugar por el cual, evidentemente, habían entrado varios de los proyectiles que ahora estaban diseminados por la habitación.
La figura regordeta de Gianluigi se apareció tras él. Eltrant no se dio cuenta de su presencia en un principio, solo lo hizo cuando escuchó el bastón del hombre tras él. Estaba herido, como la mayoría de las personas que habían combatido, varios vendajes cruzaban su frente, así como su brazo y su pierna.
Parecía, no obstante, contento. Aunque su sonrisa fuese algo agridulce era perfectamente visible que, aun con todas las pérdidas que habían tenido, el hombre era optimista acerca del futuro de todos los presentes.
- Me alegra de verte bien, Gian. – dijo Eltrant recogiendo la maceta de la flor amarilla del suelo y depositándola en lo que quedaba de su ventana. – Manda una carta a Dalmasca. – indicó. – A la Sheik Bashira. – Especificó instantes después.
- No quiero correr más riesgos, vamos a necesitar su ayuda para mantener este lugar seguro más adelante.-
___________________________________________________________
Una vez en el sótano obedeció todo lo que la elfa le dijo y, cerrando los ojos, dejó que la magia curativa se encargase de sanar la herida que la otra elfa le había causado.
Apretó los dientes, había olvidado la última vez que recibió aquel tipo de sanación, también el ardor que producía sobre su piel, la forma más cercana a describirlo era, quizás, a la sensación que produciría una fina capa de fuego sobre su cuerpo; Una que se encargaba de cerrarle las heridas.
Afortunadamente para Lyn, el brebaje que Catherine se encargó de darle por orden de Níniel alivió esto y, en no más de cinco minutos, la sacerdotisa afirmó haber terminado su trabajo.
- ¿Normalmente? – Desvió levemente la mirada, cuando la Sacerdotisa se interesó por saber de dónde podía recuperar Lyn en aquel momento la sangre que necesitaba. – Es Eltrant quien… - La interrumpieron antes de que pudiese terminar de hablar, Catherine mencionó a un par de mercenarios que habían capturado. – Servirán… - dijo en voz baja, sin decir nada más al respecto, llevando ambas manos hasta las correas de sus botas.
Respiró hondo y, a continuación, deslizó su mirada sobre todas las personas que descansaban allí. Los heridos, los civiles, algunos prisioneros; Era una victoria, pero una amarga. ¿Cuántas de esas había visto ya? Se volvió a acordar de su maestra, bajar a aquel lugar no le había venido tan bien como esperaba.
- Níniel. – Se giró hacia la elfa y se acomodó algo mejor en su asiento, entrelazó las piernas.
Estaba cansada, pero prefería tomar la sangre cuando no la estuviesen mirando. Lo último que necesitaba aquella gente era verla beber directamente de uno de los prisioneros. No necesitaban más miedo del que ya habían pasado.
Quizás algunos de los aldeanos supiesen que era realmente y la dejaban campar por el lugar a sus anchas, pero eso no significaba que confiasen plenamente en ella. Estaba bastante segura de que esto era, principalmente, por que iba con Eltrant.
- ¿Cuántos…? ¿Cuántos años tienes? – Extendió la mano y, casualmente, hizo que una de las tantas sombras del lugar tomase la forma de una bailarina, la cual comenzó a deslizarse sobre la palma de su mano, haciendo piruetas. Se centró en la pequeña figura que tenía en la mano, sin mirar ni a la gata ni a la elfa. - ¿Os pasa a los elfos que…? – Volvió a levantar la mirada, miró a la sacerdotisa, esbozó una sonrisa algo tímida. – Yo tengo casi cien años. – dijo con sencillez.
No era algo que contase a cualquiera, pero quizás el hecho de que la mujer hubiese salvado la vida al Mortal varias veces tuviese algo que ver, o quizás que era una persona que, con suerte, comprendería lo que le pasaba.
– He olvidado… el color de un prado bajo la luz del sol. – Afirmó cerrando la mano, la figura de sombras desapareció. – O como es un amanecer, tambien las caras de algunos de mis amigos de… – Se detuvo, suspirando, y volvió a mirar a las personas que tenía a su alrededor.
- ¿Va a seguir pasandome? -
Eltrant Tale
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
-Era... una copia, digamos.- dije, respondiendo a la pregunta del humano. -De luz, al parecer. Pero tiene las mismas runas. Creo que "Destello" le quedaría mejor... Brillo y Destello.- El número de sorpresas que tenía bajo la manga no hacía más que aumentar. Nadie se esperaría tal cantidad de magia al enfrentarse a un hombre bestia, y menos aún en medio de un combate.
-Y, en realidad...- me quedé callado unos instantes. Aquello era algo ligeramente preocupante. No se lo había comentado a nadie más que a Syl. -No la he escrito yo... no la escribió nadie. Más bien, lo hizo sola. No sé si tiene voluntad propia de alguna forma, o... tal vez sea algo más complejo.- musité. Tal vez estuviese recuperando poder que ya tenía. O tal vez respondiese ante la capacidad de su usuario. Hibou consiguió invocar una cruz de luz que yo jamás había visto... desenfundé la espada y examiné la hoja. Tal y como Eltrant había sugerido, quedaba poco espacio para más símbolos.
-Ahora mismo, tiene nueve runas. Energía y Absorber son las dos primeras.- expliqué, señalándolas. La tercera era la única que parecía estar "apagada", siendo más dificil de ver que el resto. Ni siquiera entendía por completo su significado. -El resto... son nombres, pero también palabras. Y aparecieron cuando...- Cuando acabó la Caza. Cuando me gané la confianza y el respeto de hombres bestia que iban a morir. Cuando actué verdaderamente como un líder. Cuando salvé vidas. -Cuando hice lo correcto...- terminé con un hilo de voz.
Era un arma digna de un héroe. No le había hecho justicia. Pero en ese momento, cuando empecé a comportarme como quien quería ser... ¿Habría sido por eso?
En cualquier caso, el humano no dudó en ofrecer el forjar la segunda espada. "Indestructible", había dicho.
-Querras decir que tendré que repararla tras cada combate porque le gusta lanzarse contra flechas.- repliqué, sonriendo. -Si necesitas algo encantado... estoy por Roilkat. Se ha convertido en mi ciudad favorita desde que está ocupada por Nórgedos y Roiland está muerto.-
Pese al ofrecimiento del humano, no esperaba quedarme. Ya llevabamos días allí, y no nos necesitaban más. Además de que reparar mansiones no era algo que me resultase especialmente atractivo.
-Hmph. Descansa tú. Deberías haber muerto tres veces.- respondí mientras se alejaba. Aunque, a decir verdad... me sentía bastante cansado. ¿Donde demonios estaba Oshu?
Finalmente, encontré al hombre perro en la improvisada clínica que los sanadores habían montado en el sótano. En el mismo lugar donde Niniel curó a Syl, la elfa estaba ayudando a Lyn. No había podido tener una buena conversación con la vampiresa en un tiempo, pero aquel era mal momento para interrumpir.
-¿Aún no te han atendido?- murmuré, sentándome junto al hombre perro. Incluso tras varias horas, un rastro de heridas frescas cubrían sus brazos.
-Acabo de bajar. Y quería esperar a que el resto...- respondió en el mismo tono bajo. -No son graves.- aseguró.
-No seas tan... mersa- le reproché. Miré alrededor. El sótano estaba mayormente vacío, salvo por algunos pacientes tumbados. Sin embargo, reconocí a uno de los que dormían. Un elfo. Debía estar descansando tras el intenso trabajo, pero no había acabado. Le agité ligeramente, pese a las acalladas protestas de Oshu, y señalé al herido.
Después de que el curandero tratase las heridas de ambos, salí del sótano con mi acompañante.
-Has luchado bien.- dije. Probablemente era el que más enemigos había herido o matado, salvo por Eltrant, quizás.
-Y tu has dirigido bien.- respondió. -Se nota que sabías lo que estabas haciendo. He trabajado con gente así... cuando era mercenario, quiero decir. Solía salir bien.- El perro blanco era curioso. Había tenido muchas cosas similares a mi, pero era... distinto. Su forma de moverse, de actuar y de hablar. Le faltaba confianza. Pero tenía su bondad.
-En cualquier caso... prepárate. Volvemos a Roilkat al atardecer.- dije. Tendríamos suficiente tiempo para dormir y comer. Tras separarme de él, volví al sótano. Tenía que hablar con Niniel. O al menos, despedirme.
-Buenos días.- saludé, haciendo referencia al inminente amanecer. -Ha ido... mejor de lo que esperaba, la verdad.- confesé. Si no hubiésemos tenido a la sacerdotisa de nuestra parte, muy pocos habrían sobrevivido.
Me quedé en silencio unos instantes, pensando en que decir e intentando no prestarle mucha atención a la gata. El comportamiento de la felina no me había resultado precisamente placentero.
-¿Como son los clanes élficos? Recuerdo que el otro día mencionaste el tuyo...- dije, tratando de hacer algo de conversación. Sospechaba que la estructura élfica no era demasiado distinta a la de mi raza. O al menos, a la de mi aldea en concreto. -La verdad es que nunca me he acercado mucho a uno en buenos términos. Algunos parecen un poco...- ¿Como podía ponerlo? Seguían siendo más agradables que muchos humanos, pero...
Tras escuchar la respuesta de Niniel, asentí.
-En cualquier caso... me alegro de que vinieses.- dije. Luego, miré a la vampiresa. -Siento no haberme pasado mucho por aquí, Lyn. Saldremos al atardecer... Pero intenta traer a Eltrant a Roilkat. Tengo algo que te gustará. Un regalo.- aseguré. -Vosotras también sois bienvenidas. No he olvidado lo que dije antes.- añadí.
Después, volví a la superficie. Me había ganado un descanso.
-Y, en realidad...- me quedé callado unos instantes. Aquello era algo ligeramente preocupante. No se lo había comentado a nadie más que a Syl. -No la he escrito yo... no la escribió nadie. Más bien, lo hizo sola. No sé si tiene voluntad propia de alguna forma, o... tal vez sea algo más complejo.- musité. Tal vez estuviese recuperando poder que ya tenía. O tal vez respondiese ante la capacidad de su usuario. Hibou consiguió invocar una cruz de luz que yo jamás había visto... desenfundé la espada y examiné la hoja. Tal y como Eltrant había sugerido, quedaba poco espacio para más símbolos.
-Ahora mismo, tiene nueve runas. Energía y Absorber son las dos primeras.- expliqué, señalándolas. La tercera era la única que parecía estar "apagada", siendo más dificil de ver que el resto. Ni siquiera entendía por completo su significado. -El resto... son nombres, pero también palabras. Y aparecieron cuando...- Cuando acabó la Caza. Cuando me gané la confianza y el respeto de hombres bestia que iban a morir. Cuando actué verdaderamente como un líder. Cuando salvé vidas. -Cuando hice lo correcto...- terminé con un hilo de voz.
Era un arma digna de un héroe. No le había hecho justicia. Pero en ese momento, cuando empecé a comportarme como quien quería ser... ¿Habría sido por eso?
En cualquier caso, el humano no dudó en ofrecer el forjar la segunda espada. "Indestructible", había dicho.
-Querras decir que tendré que repararla tras cada combate porque le gusta lanzarse contra flechas.- repliqué, sonriendo. -Si necesitas algo encantado... estoy por Roilkat. Se ha convertido en mi ciudad favorita desde que está ocupada por Nórgedos y Roiland está muerto.-
Pese al ofrecimiento del humano, no esperaba quedarme. Ya llevabamos días allí, y no nos necesitaban más. Además de que reparar mansiones no era algo que me resultase especialmente atractivo.
-Hmph. Descansa tú. Deberías haber muerto tres veces.- respondí mientras se alejaba. Aunque, a decir verdad... me sentía bastante cansado. ¿Donde demonios estaba Oshu?
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Finalmente, encontré al hombre perro en la improvisada clínica que los sanadores habían montado en el sótano. En el mismo lugar donde Niniel curó a Syl, la elfa estaba ayudando a Lyn. No había podido tener una buena conversación con la vampiresa en un tiempo, pero aquel era mal momento para interrumpir.
-¿Aún no te han atendido?- murmuré, sentándome junto al hombre perro. Incluso tras varias horas, un rastro de heridas frescas cubrían sus brazos.
-Acabo de bajar. Y quería esperar a que el resto...- respondió en el mismo tono bajo. -No son graves.- aseguró.
-No seas tan... mersa- le reproché. Miré alrededor. El sótano estaba mayormente vacío, salvo por algunos pacientes tumbados. Sin embargo, reconocí a uno de los que dormían. Un elfo. Debía estar descansando tras el intenso trabajo, pero no había acabado. Le agité ligeramente, pese a las acalladas protestas de Oshu, y señalé al herido.
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Después de que el curandero tratase las heridas de ambos, salí del sótano con mi acompañante.
-Has luchado bien.- dije. Probablemente era el que más enemigos había herido o matado, salvo por Eltrant, quizás.
-Y tu has dirigido bien.- respondió. -Se nota que sabías lo que estabas haciendo. He trabajado con gente así... cuando era mercenario, quiero decir. Solía salir bien.- El perro blanco era curioso. Había tenido muchas cosas similares a mi, pero era... distinto. Su forma de moverse, de actuar y de hablar. Le faltaba confianza. Pero tenía su bondad.
-En cualquier caso... prepárate. Volvemos a Roilkat al atardecer.- dije. Tendríamos suficiente tiempo para dormir y comer. Tras separarme de él, volví al sótano. Tenía que hablar con Niniel. O al menos, despedirme.
-Buenos días.- saludé, haciendo referencia al inminente amanecer. -Ha ido... mejor de lo que esperaba, la verdad.- confesé. Si no hubiésemos tenido a la sacerdotisa de nuestra parte, muy pocos habrían sobrevivido.
Me quedé en silencio unos instantes, pensando en que decir e intentando no prestarle mucha atención a la gata. El comportamiento de la felina no me había resultado precisamente placentero.
-¿Como son los clanes élficos? Recuerdo que el otro día mencionaste el tuyo...- dije, tratando de hacer algo de conversación. Sospechaba que la estructura élfica no era demasiado distinta a la de mi raza. O al menos, a la de mi aldea en concreto. -La verdad es que nunca me he acercado mucho a uno en buenos términos. Algunos parecen un poco...- ¿Como podía ponerlo? Seguían siendo más agradables que muchos humanos, pero...
Tras escuchar la respuesta de Niniel, asentí.
-En cualquier caso... me alegro de que vinieses.- dije. Luego, miré a la vampiresa. -Siento no haberme pasado mucho por aquí, Lyn. Saldremos al atardecer... Pero intenta traer a Eltrant a Roilkat. Tengo algo que te gustará. Un regalo.- aseguré. -Vosotras también sois bienvenidas. No he olvidado lo que dije antes.- añadí.
Después, volví a la superficie. Me había ganado un descanso.
Asher Daregan
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Lyn se mostró conforme con la sugerencia de Catherine de alimentarse de alguno de los prisioneros hechos tras la lucha, aunque era evidente que no iba a hacerlo allí mismo, delante de todos. A más de uno se le reabrirían las heridas no tratadas con magia al intentar salir corriendo de allí si la vampiresa montaba semejante espectáculo sangriento. Lo mejor sería que Lyn se acomodara en una de las salas más pequeñas de aquel sótano, aquella en la que se hallaba a buen recaudo el orbe por ejemplo, y al rato Catherine llevara hasta allí al prisionero elegido para ser...interrogado. De todos modos la morena no tenía prisa alguna, al fin y al cabo con la casa en aquel estado tendría que pasar allí abajo el día entero. Para no aburrirse Níniel podía ir a su habitación en el desván y bajarle lo que quisiera, pero salir podría ser complicado.
-¿Mi edad? Tengo veintiuna primaveras. De hecho soy la elfa más joven de aquí.- Respondió con sinceridad la peliblanca, aunque intuyendo enseguida que la vampiresa no se lo había preguntado por mera curiosidad o por conocerse mejor. El hecho de utilizar algún tipo de magia de sombras a pesar de que podría despertar sospechas era prueba del cierto nerviosismo o inquietud que sentía. -Entiendo...- Respondería pensativa a las confesiones de la morena. Era un pensamiento profundo, no algo que pudiese ser respondido con la primera frase hecha que le viniese a la cabeza, y desde luego el primero de esa índole que escuchaba de uno de los malditos por el dragón ancestral de tierra.
-Vaya, eres super vieja. Osea, alucinante, eres casi tan vieja como toda mi raza. Incluso es posible que conocieras a los primeros de los nuestros...Y no aparentas más que yo...- Comentó sorprendida la felina aunque en voz baja para no meterse ni meter a nadie en un lío. Se acercó más a ella, casi como si quisiera encontrar alguna arruga, aunque fuese minúscula, en la perfecta piel de la vampiresa.
-Los elfos podemos vivir muchos años, aunque no es igual. Nos mantenemos en familia, tenemos hijos, nietos incluso y ellos vivirán tanto o más si los dioses así lo quieren...Ellos perpetuaran nuestro legado. Aún así tarde o temprano debemos rendir cuentas por nuestros largos años de vida, no somos inmortales.- Aquello era un punto importante. Aunque más lejana que en otras razas, la muerte seguía presente para los elfos, una parte más del ciclo de la vida y protagonista de algunos de sus ritos como la vida misma.
-Creo que habrá elfos que olviden cosas con los años, otros que no y otros que querrán hacerlo y no podrán. En eso creo que somos iguales a los demás. Aunque la magia puede ayudar.- Asintió mientras recordaba mentalmente algunas de las técnicas que su clan usaba para preservar ciertas memorias, o borrar otras. -En cualquier caso creo que los recuerdos realmente importantes, así como los sentimientos, aquellos que más atesoramos, nunca podremos olvidarlos, no del todo. Hay energías poderosas y misteriosas vinculadas a algo así. Energías que no se doblegan ante nada, y no han sido pocos los que lo han intentado.-Expresó la peliblanca, lamentando tener solo una opinión y no una respuesta absoluta a su pregunta.
-Eso creo yo. Al fin y al cabo has olvidado las caras de tus amigos, pero no te has olvidado de ellos. Tal vez sus caras no fuesen lo más importante de ellos para ti.- Sonrió de manera amable, acariciando su mejilla amistosamente. Aquello hizo que Catherine arrugara la nariz, al menos hasta que recibió sus propias carantoñas, las cuales, por supuesto, fingió no querer.
No pasaría mucho tiempo, o al menos a la peliblanca se le pasó rápido mientras conversaba con Catherine y Lyn, hasta que Asher se acercara hasta ellas. Parecía querer despedirse, y al considerar seguramente que decir solo adios resultaría insuficiente para con un persona en la que estaba en deuda, buscó adornarlo con cierto interés sobre los clanes elfos de Sandorai. Interés impostado casi al completo, si Níniel lo conocía tan bien como creía conocerlo, incluso desde antes de ser Asher el Nómada.
-Ciertamente. Al final pudimos resistir. Debo decir que conforme transcurría la batalla mis dudas sobre nuestra victoria fueron disipándose. Cuando aparecieron aquellos matones, estaba segura de que no nos la arrebatarían.- Respondió la peliblanca. -Le diste una buena lección a ese líder suyo según me han contado.- Añadió. Por lo visto había usado algún tipo de magia de luz, o eso había comentado uno de los otros sanadores bastante impresionado.
-Esa una pregunta que requeriría una respuesta muy larga para una despedida, Asher. -Le sonrió a pesar de ello. -Aún con igualdades y similitudes evidentes, como nuestro panteón principal, nuestras habilidades mágicas y nuestro amor por la naturaleza y el bosque, cada clan podría considerarse único. Incluso la jerarquía puede variar sustancialmente dependiendo de su historia o incluso su cercanía o lejanía con las fronteras de Sandorai.- Comentó por encima la peliblanca. -El mio concretamente es matriarcal , ejerce de líder y de representante ante el Tekhnä, el consejo de la raza, la gran sacerdotisa. Tras ella estaría el consejo interno, formado por los más sabios y preparados en cada uno de los campos; desde los aedos agrícolas y constructores, hasta los forestales y centinelas que son los guerreros. -Aquel era un escueto resumen, pero seguramente fuese más que suficiente para que pudiera hacerse una idea básica.
-Agradecemos el ofrecimiento. Que los dioses te sean favorables en tus viajes. Y despídenos de tus compañeros.- Se despediría de él la peliblanca, previendo que no volverían a verse, al menos no allí. Tanto ella como Catherine harían compañía a Lyn un poco más, desayunarían y luego dormirían un poco por allí, a tenor de que su habitación en la villa había quedado un tanto oblicua. Cuerno Torcido, infatigable, echaría una mano en la aldea hasta la hora de partir, momento en el que se despedirían de Eltrant y los demás aldeanos antes de poner rumbo al gran campamento el ejército del norte.
-¿Mi edad? Tengo veintiuna primaveras. De hecho soy la elfa más joven de aquí.- Respondió con sinceridad la peliblanca, aunque intuyendo enseguida que la vampiresa no se lo había preguntado por mera curiosidad o por conocerse mejor. El hecho de utilizar algún tipo de magia de sombras a pesar de que podría despertar sospechas era prueba del cierto nerviosismo o inquietud que sentía. -Entiendo...- Respondería pensativa a las confesiones de la morena. Era un pensamiento profundo, no algo que pudiese ser respondido con la primera frase hecha que le viniese a la cabeza, y desde luego el primero de esa índole que escuchaba de uno de los malditos por el dragón ancestral de tierra.
-Vaya, eres super vieja. Osea, alucinante, eres casi tan vieja como toda mi raza. Incluso es posible que conocieras a los primeros de los nuestros...Y no aparentas más que yo...- Comentó sorprendida la felina aunque en voz baja para no meterse ni meter a nadie en un lío. Se acercó más a ella, casi como si quisiera encontrar alguna arruga, aunque fuese minúscula, en la perfecta piel de la vampiresa.
-Los elfos podemos vivir muchos años, aunque no es igual. Nos mantenemos en familia, tenemos hijos, nietos incluso y ellos vivirán tanto o más si los dioses así lo quieren...Ellos perpetuaran nuestro legado. Aún así tarde o temprano debemos rendir cuentas por nuestros largos años de vida, no somos inmortales.- Aquello era un punto importante. Aunque más lejana que en otras razas, la muerte seguía presente para los elfos, una parte más del ciclo de la vida y protagonista de algunos de sus ritos como la vida misma.
-Creo que habrá elfos que olviden cosas con los años, otros que no y otros que querrán hacerlo y no podrán. En eso creo que somos iguales a los demás. Aunque la magia puede ayudar.- Asintió mientras recordaba mentalmente algunas de las técnicas que su clan usaba para preservar ciertas memorias, o borrar otras. -En cualquier caso creo que los recuerdos realmente importantes, así como los sentimientos, aquellos que más atesoramos, nunca podremos olvidarlos, no del todo. Hay energías poderosas y misteriosas vinculadas a algo así. Energías que no se doblegan ante nada, y no han sido pocos los que lo han intentado.-Expresó la peliblanca, lamentando tener solo una opinión y no una respuesta absoluta a su pregunta.
-Eso creo yo. Al fin y al cabo has olvidado las caras de tus amigos, pero no te has olvidado de ellos. Tal vez sus caras no fuesen lo más importante de ellos para ti.- Sonrió de manera amable, acariciando su mejilla amistosamente. Aquello hizo que Catherine arrugara la nariz, al menos hasta que recibió sus propias carantoñas, las cuales, por supuesto, fingió no querer.
No pasaría mucho tiempo, o al menos a la peliblanca se le pasó rápido mientras conversaba con Catherine y Lyn, hasta que Asher se acercara hasta ellas. Parecía querer despedirse, y al considerar seguramente que decir solo adios resultaría insuficiente para con un persona en la que estaba en deuda, buscó adornarlo con cierto interés sobre los clanes elfos de Sandorai. Interés impostado casi al completo, si Níniel lo conocía tan bien como creía conocerlo, incluso desde antes de ser Asher el Nómada.
-Ciertamente. Al final pudimos resistir. Debo decir que conforme transcurría la batalla mis dudas sobre nuestra victoria fueron disipándose. Cuando aparecieron aquellos matones, estaba segura de que no nos la arrebatarían.- Respondió la peliblanca. -Le diste una buena lección a ese líder suyo según me han contado.- Añadió. Por lo visto había usado algún tipo de magia de luz, o eso había comentado uno de los otros sanadores bastante impresionado.
-Esa una pregunta que requeriría una respuesta muy larga para una despedida, Asher. -Le sonrió a pesar de ello. -Aún con igualdades y similitudes evidentes, como nuestro panteón principal, nuestras habilidades mágicas y nuestro amor por la naturaleza y el bosque, cada clan podría considerarse único. Incluso la jerarquía puede variar sustancialmente dependiendo de su historia o incluso su cercanía o lejanía con las fronteras de Sandorai.- Comentó por encima la peliblanca. -El mio concretamente es matriarcal , ejerce de líder y de representante ante el Tekhnä, el consejo de la raza, la gran sacerdotisa. Tras ella estaría el consejo interno, formado por los más sabios y preparados en cada uno de los campos; desde los aedos agrícolas y constructores, hasta los forestales y centinelas que son los guerreros. -Aquel era un escueto resumen, pero seguramente fuese más que suficiente para que pudiera hacerse una idea básica.
-Agradecemos el ofrecimiento. Que los dioses te sean favorables en tus viajes. Y despídenos de tus compañeros.- Se despediría de él la peliblanca, previendo que no volverían a verse, al menos no allí. Tanto ella como Catherine harían compañía a Lyn un poco más, desayunarían y luego dormirían un poco por allí, a tenor de que su habitación en la villa había quedado un tanto oblicua. Cuerno Torcido, infatigable, echaría una mano en la aldea hasta la hora de partir, momento en el que se despedirían de Eltrant y los demás aldeanos antes de poner rumbo al gran campamento el ejército del norte.
Níniel Thenidiel
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Re: [Guerra de Lunargenta] La Defensa del Monte de San Pedro. [Libre][Cerrado]
Escuchó atentamente las palabras de Níniel, sonrió al escuchar a Catherine intervenir momentáneamente.
Lo que decía la sacerdotisa tenía sentido, no habían sido pocas las veces en las que había pensado de forma similar. No podía negar lo tranquilizador que le resultaba el escuchar aquello de labios de otra persona.
Respiró hondo y cerró los ojos, sonrió al notar como la elfa le pasaba la mano por la mejilla. Quizás hubiese olvidado cosas, pero no lo había olvidado todo; todavía había recuerdos que atesoraba con fuerza, memorias que estaba bastante segura que no iban a desaparecer de su cabeza por mucho miedo que tuviese a que esto pasase.
Y, además, seguía teniendo al Mortal para que le describiese de vez en cuando esa gigantesca, letal e inútil bola de fuego que flotaba en el cielo como si nada.
De toda aquella conversación, quizás, lo que más le había sorprendido, era lo joven que había resultado ser Níniel. La sacerdotisa, aunque tenía un aspecto acorde a su edad, se comportaba como alguien con mucho bagaje a sus espaldas.
- Sí… tienes… tienes razón. - dijo en voz baja, recuperando algo de su buen humor. – Gracias. – dijo expulsado el aire de sus pulmones, sonriendo, volviéndose hacía Catherine.
Extendió los brazos.
- ¿Abrazo? –
_____________________________________________________________
La residencia estaba vacía.
Asher y los Nómadas se habían ido, Níniel, Catherine y Cuerno Torcido, también.
Ahora solo quedaban los aldeanos y los muertos. Se acomodó en la amplia balaustrada, observando a los supervivientes mover los cuerpos, llevar madera de un lugar a otro, reconstruir.
La carta que tenía entre las manos venía de Dalmasca. Las tropas de Bashira no tardarían mucho en llegar, había accedido a hacer de aquel lugar un puesto de avanzada improvisado para los soldados de Roilkat y del Arenal.
Sonrió, aquello protegería a los supervivientes. Aunque dudaba mucho que alguien intentase acometer de nuevo contra el monte, nunca estaba de más.
Había pensado seriamente que hacer en las siguientes semanas, en un principio irían a Roilkat ya que Lyn parecía bastante empeñada en ir, principalmente por qué Asher afirmaba tener un regalo para ella allí. Aunque le parecía bien, él también le tenía que pedir al lobo algunos de sus encantamientos.
Respiró profundamente.
Después de Roilkat… probablemente irían a Lunargenta. Quería ver como estaba la ciudad con sus propios ojos.
___________________________________
Y se acabó. ¡Hemos salvado el Monte! òwó
¡Espero que os lo hayais pasado bien! ¡Cierro, ya podeis ir a pedir punticos! :DD
Lo que decía la sacerdotisa tenía sentido, no habían sido pocas las veces en las que había pensado de forma similar. No podía negar lo tranquilizador que le resultaba el escuchar aquello de labios de otra persona.
Respiró hondo y cerró los ojos, sonrió al notar como la elfa le pasaba la mano por la mejilla. Quizás hubiese olvidado cosas, pero no lo había olvidado todo; todavía había recuerdos que atesoraba con fuerza, memorias que estaba bastante segura que no iban a desaparecer de su cabeza por mucho miedo que tuviese a que esto pasase.
Y, además, seguía teniendo al Mortal para que le describiese de vez en cuando esa gigantesca, letal e inútil bola de fuego que flotaba en el cielo como si nada.
De toda aquella conversación, quizás, lo que más le había sorprendido, era lo joven que había resultado ser Níniel. La sacerdotisa, aunque tenía un aspecto acorde a su edad, se comportaba como alguien con mucho bagaje a sus espaldas.
- Sí… tienes… tienes razón. - dijo en voz baja, recuperando algo de su buen humor. – Gracias. – dijo expulsado el aire de sus pulmones, sonriendo, volviéndose hacía Catherine.
Extendió los brazos.
- ¿Abrazo? –
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La residencia estaba vacía.
Asher y los Nómadas se habían ido, Níniel, Catherine y Cuerno Torcido, también.
Ahora solo quedaban los aldeanos y los muertos. Se acomodó en la amplia balaustrada, observando a los supervivientes mover los cuerpos, llevar madera de un lugar a otro, reconstruir.
La carta que tenía entre las manos venía de Dalmasca. Las tropas de Bashira no tardarían mucho en llegar, había accedido a hacer de aquel lugar un puesto de avanzada improvisado para los soldados de Roilkat y del Arenal.
Sonrió, aquello protegería a los supervivientes. Aunque dudaba mucho que alguien intentase acometer de nuevo contra el monte, nunca estaba de más.
Había pensado seriamente que hacer en las siguientes semanas, en un principio irían a Roilkat ya que Lyn parecía bastante empeñada en ir, principalmente por qué Asher afirmaba tener un regalo para ella allí. Aunque le parecía bien, él también le tenía que pedir al lobo algunos de sus encantamientos.
Respiró profundamente.
Después de Roilkat… probablemente irían a Lunargenta. Quería ver como estaba la ciudad con sus propios ojos.
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Y se acabó. ¡Hemos salvado el Monte! òwó
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Eltrant Tale
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