La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
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La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
-¿Y dices que Huracán vive? – preguntó, de espaldas al hombre que daba la noticia. Mientras acariciaba su mentón delicadamente. Observaba desde lo alto del enorme edificio en el que se encontraba. De donde tenía una perspectiva completa de la ciudad.
-Así es, señor. – asintió el siervo. – Vicky Crystal lo ha sentido en sus propias carnes. – agachó un poco la cabeza. – Es más fuerte y poderosa. Tiene cazadores a su disposición. Y… no estaba sola… - comentó el tipo, sin saber muy bien qué o cómo decirlo. No debía ocultar información. - Con ella estaba también Elen Cal…
El hombre irguió la mano antes de que pronunciara el nombre. Automáticamente el tipo, sintió como si algo le apretara la garganta y le ahogara. No pudo terminar la palabra. Tras un breve instante, lo liberó. Miró reflexivo por la ventana. Pensativo. Medio astro solar ya estaba oculto tras el horizonte. En el mar, tiñendo de naranja gran parte de éste.
-Disculpe, señor… - se arrepintió el tipo, arrodillándose, causando la risa de una provocativa y atractiva mujer enfundada en un ajustado vestido. Estaba tumbada en el sofá de la estancia. Divertida, observaba la escena.
El hombre volvió al sillón, al lado de la mujer. Cuando tomó sitio, ella se recostó un poco sobre la espalda y comenzó a agasajar sus hombros cariñosamente, sin perder la sonrisa.
-Las nubes están cada vez más cerradas. El tiempo apremia. – dijo, serio. - Reúne lo que quede de… Esa hermandad. Y traédmelas aquí. – ordenó, señalando a sus pies con determinación.
–Y vivas. Por supuesto. - se preocupó de decir la mujer de su lado, con signos de prepotencia, tras la espalda del hombre.
-Os... Os las traeremos.
Lunargenta. La Quinta del Tornero era una de las pocas posadas que aún parecían mantener ese ambiente humano tan característico de la capital del mundo. Se encontraba en el barrio más caro de la ciudad y era considerablemente grande. Por ello había establecido aquel lugar como punto de reunión con Elen Calhoun para ponernos al día. Tenía que saber cómo y por qué se había convertido en vampiro. Y yo tenía que explicar lo relacionado a lo ocurrido con mi familia.
Entré por la puerta. Lo primero que hice fue comprobar si Elen o Jules ya estaban allí. Lo cierto es que el lugar estaba bastante repleto de gente, pero no había ni rastro de la peliblanca ni del brujo.
Aún era pronto. No había pasado mucho tiempo desde que anocheció. Con cara de cansancio por las cacerías y el peso de todo el equipamiento, me senté con dificultad en la única mesa que quedaba libre. Me quité los guantes, dejando mis manos desnudas y colocándolos a un lado en la mesa. Miré mis uñas con seriedad, la pintura negra de éstas, estaba a medio quitarse. De mi ensimismamiento me sacó la tabernera.
-¿Qué tomará, señorita? – preguntó la moza, sujetando una bandeja en la que llevaba vendida, mientras pasaba un paño por encima para limpiar los restos
-Licor de hierbas. – respondí, sin mirarla.
-¿Y algo para cenar? – insistió.
–¿Qué tienes?. – pedí, depositando unos pocos aeros sobre la mesa.
-Pues hoy, como ve, tenemos la posada bastante llena. Así que hemos hecho bastantes cosas... – Información intrascendente. Fruncí el ceño, perdiendo mi mirada en el infinito. ¿Por qué la gente daba tantos rodeos para decir algo? - Tenemos cerdo, pollo, ternera... También algo de verdura... - La mujer me miró algo extrañada, jugando con los dedos sobre su bandeja. Pensaba que no me convencía su menú. Lejos de ello, pensaba en otras cosas.- ¿Queso?
-Res. - concluí bastante seca.
La mujer asintió y se fue. Aguardé la espera jugando con los dedos sobre la mesa. Pensativa. Aún no podía quitarme de la cabeza lo sucedido con toda la gente que quería. Unos morían. Otros terminaban convertidos en vampiro. Y al final, ¿para qué? La ciudad estaba llena de chupasangres. Y cada vez estaba más convencida de que la vida era una carrera por la supervivencia. Por cada uno que mataba, aparecían dos más. Y además, ¿de qué valía luchar si no era capaz de defender aquello que más quería? La ciudad tenía demasiados problemas.
La gente aplaudió a un bardo que cantaba una canción que acompañaba con una muy bien llevada guitarra. Era un joven humano, con una melena corta y lisa, morena, y una barba de unos pocos días.
-Muchas gracias por su atención. – agradeció con una sonrisa. – Lo siguiente que me gustaría tocarles es una balada reivindicativa que está muy de moda en el colegio de bardos. Seguramente la hayáis escuchado más veces. – comentó. – Sólo pretende dar entereza a la gente que debe luchar día a día en una ciudad que no es la que conocía. A toda esa gente, me gustaría pedirle que no pierda la esperanza. – La introducción del joven atrajo mi atención y me recosté un poco en la silla, cruzándome de brazos, para mirarlo. - Por mucho que nos cueste ver la luz. Siempre hay un motivo por el que luchar. Personas, objetivos propios… Quiero animaros a luchar por quienes queréis, pues algún día, el sol volverá a brillar – se mojó los labios y colocó su guitarra en posición. Tocó un par de acordes para comprobar que estaba a punto. – La canción la llamamos, la Redención del Sangre Azul.
Y, tras esta breve introducción. Comenzó a tocar unos acordes de guitarra.
Joder. ¡Parecía la balada de Eltrant Tale! La canción tenía un ritmo muy bonito. Era una clara declaración de amor al rey Siegfried, para que volviera por la puerta grande y salvara a la capital del mal en el que se encontraba. Si bien, yo me sentía también identificada con la misma…
… Aunque por otra parte, había que ser estúpido. Aquella canción era marcarse como “enemigo de los vampiros” fieles al actual régimen. De noche, en una ciudad repleta de ellos… Si yo fuera el bardo, procuraría quedarme en la taberna toda la noche.
La moza de la taberna rápidamente llegó con mi pedido. – Hágame hueco, que ya llego, señorita. – bromeó la chica, colocando el plato y la bebida sobre la mesa.
-Así es, señor. – asintió el siervo. – Vicky Crystal lo ha sentido en sus propias carnes. – agachó un poco la cabeza. – Es más fuerte y poderosa. Tiene cazadores a su disposición. Y… no estaba sola… - comentó el tipo, sin saber muy bien qué o cómo decirlo. No debía ocultar información. - Con ella estaba también Elen Cal…
El hombre irguió la mano antes de que pronunciara el nombre. Automáticamente el tipo, sintió como si algo le apretara la garganta y le ahogara. No pudo terminar la palabra. Tras un breve instante, lo liberó. Miró reflexivo por la ventana. Pensativo. Medio astro solar ya estaba oculto tras el horizonte. En el mar, tiñendo de naranja gran parte de éste.
-Disculpe, señor… - se arrepintió el tipo, arrodillándose, causando la risa de una provocativa y atractiva mujer enfundada en un ajustado vestido. Estaba tumbada en el sofá de la estancia. Divertida, observaba la escena.
El hombre volvió al sillón, al lado de la mujer. Cuando tomó sitio, ella se recostó un poco sobre la espalda y comenzó a agasajar sus hombros cariñosamente, sin perder la sonrisa.
-Las nubes están cada vez más cerradas. El tiempo apremia. – dijo, serio. - Reúne lo que quede de… Esa hermandad. Y traédmelas aquí. – ordenó, señalando a sus pies con determinación.
–Y vivas. Por supuesto. - se preocupó de decir la mujer de su lado, con signos de prepotencia, tras la espalda del hombre.
-Os... Os las traeremos.
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Lunargenta. La Quinta del Tornero era una de las pocas posadas que aún parecían mantener ese ambiente humano tan característico de la capital del mundo. Se encontraba en el barrio más caro de la ciudad y era considerablemente grande. Por ello había establecido aquel lugar como punto de reunión con Elen Calhoun para ponernos al día. Tenía que saber cómo y por qué se había convertido en vampiro. Y yo tenía que explicar lo relacionado a lo ocurrido con mi familia.
Entré por la puerta. Lo primero que hice fue comprobar si Elen o Jules ya estaban allí. Lo cierto es que el lugar estaba bastante repleto de gente, pero no había ni rastro de la peliblanca ni del brujo.
Aún era pronto. No había pasado mucho tiempo desde que anocheció. Con cara de cansancio por las cacerías y el peso de todo el equipamiento, me senté con dificultad en la única mesa que quedaba libre. Me quité los guantes, dejando mis manos desnudas y colocándolos a un lado en la mesa. Miré mis uñas con seriedad, la pintura negra de éstas, estaba a medio quitarse. De mi ensimismamiento me sacó la tabernera.
-¿Qué tomará, señorita? – preguntó la moza, sujetando una bandeja en la que llevaba vendida, mientras pasaba un paño por encima para limpiar los restos
-Licor de hierbas. – respondí, sin mirarla.
-¿Y algo para cenar? – insistió.
–¿Qué tienes?. – pedí, depositando unos pocos aeros sobre la mesa.
-Pues hoy, como ve, tenemos la posada bastante llena. Así que hemos hecho bastantes cosas... – Información intrascendente. Fruncí el ceño, perdiendo mi mirada en el infinito. ¿Por qué la gente daba tantos rodeos para decir algo? - Tenemos cerdo, pollo, ternera... También algo de verdura... - La mujer me miró algo extrañada, jugando con los dedos sobre su bandeja. Pensaba que no me convencía su menú. Lejos de ello, pensaba en otras cosas.- ¿Queso?
-Res. - concluí bastante seca.
La mujer asintió y se fue. Aguardé la espera jugando con los dedos sobre la mesa. Pensativa. Aún no podía quitarme de la cabeza lo sucedido con toda la gente que quería. Unos morían. Otros terminaban convertidos en vampiro. Y al final, ¿para qué? La ciudad estaba llena de chupasangres. Y cada vez estaba más convencida de que la vida era una carrera por la supervivencia. Por cada uno que mataba, aparecían dos más. Y además, ¿de qué valía luchar si no era capaz de defender aquello que más quería? La ciudad tenía demasiados problemas.
La gente aplaudió a un bardo que cantaba una canción que acompañaba con una muy bien llevada guitarra. Era un joven humano, con una melena corta y lisa, morena, y una barba de unos pocos días.
-Muchas gracias por su atención. – agradeció con una sonrisa. – Lo siguiente que me gustaría tocarles es una balada reivindicativa que está muy de moda en el colegio de bardos. Seguramente la hayáis escuchado más veces. – comentó. – Sólo pretende dar entereza a la gente que debe luchar día a día en una ciudad que no es la que conocía. A toda esa gente, me gustaría pedirle que no pierda la esperanza. – La introducción del joven atrajo mi atención y me recosté un poco en la silla, cruzándome de brazos, para mirarlo. - Por mucho que nos cueste ver la luz. Siempre hay un motivo por el que luchar. Personas, objetivos propios… Quiero animaros a luchar por quienes queréis, pues algún día, el sol volverá a brillar – se mojó los labios y colocó su guitarra en posición. Tocó un par de acordes para comprobar que estaba a punto. – La canción la llamamos, la Redención del Sangre Azul.
Y, tras esta breve introducción. Comenzó a tocar unos acordes de guitarra.
“Mi mente y mi espada me dan consuelo
Porque sé que mataré a mis enemigos cuando vengan.
La bondad y la clemencia me seguirán el resto de mis días
Y habitaré esta tierra por el resto de los días
Pero no puedo caminar por el día del bien
Porque estoy mal.
Me encontré a un hombre en lo alto de una colina
Que se hace llamar el Salvador de la raza humana.
Dice que viene a salvar el mundo
de la destrucción y el dolor.
Pero le dije, ¿cómo puedes salvar al mundo de sí mismo?
[…]”
Porque sé que mataré a mis enemigos cuando vengan.
La bondad y la clemencia me seguirán el resto de mis días
Y habitaré esta tierra por el resto de los días
Pero no puedo caminar por el día del bien
Porque estoy mal.
Me encontré a un hombre en lo alto de una colina
Que se hace llamar el Salvador de la raza humana.
Dice que viene a salvar el mundo
de la destrucción y el dolor.
Pero le dije, ¿cómo puedes salvar al mundo de sí mismo?
[…]”
Joder. ¡Parecía la balada de Eltrant Tale! La canción tenía un ritmo muy bonito. Era una clara declaración de amor al rey Siegfried, para que volviera por la puerta grande y salvara a la capital del mal en el que se encontraba. Si bien, yo me sentía también identificada con la misma…
… Aunque por otra parte, había que ser estúpido. Aquella canción era marcarse como “enemigo de los vampiros” fieles al actual régimen. De noche, en una ciudad repleta de ellos… Si yo fuera el bardo, procuraría quedarme en la taberna toda la noche.
La moza de la taberna rápidamente llegó con mi pedido. – Hágame hueco, que ya llego, señorita. – bromeó la chica, colocando el plato y la bebida sobre la mesa.
Última edición por Huracán el Mar Mayo 01 2018, 11:46, editado 1 vez
Anastasia Boisson
Honorable
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Tras abandonar la dañada propiedad del viejo Quatermein, y con la amenaza de los primeros rayos de sol acercándose a cada minuto, la pareja aceleró el paso para regresar a su habitación de la posada, donde les tocaría aguardar a la noche siguiente, momento en que se reencontrarían con la maestra cazadora y podrían ponerse al día. El rostro de Elen solo se relajó cuando finalmente estuvieron dentro del cuarto, el aroma de toda la sangre que se había vertido en la villa del noble había conseguido incomodarla, aunque sabía por experiencia que beber de otro vampiro no resultaba agradable. No, aún recordaba perfectamente el amargo sabor de Dag y prefería no repetirlo, puede que los animales de los que se alimentaba no supiesen tan bien como los humanos pero al menos no sentía arcadas cuando su sangre le pasaba por la garganta.
- ¿Estás bien? - preguntó el dragón, observándola con cierta preocupación. - Sí, creo que sí. - musitó la joven, sin apartarse de la puerta. - ¿Prefieres que te deje sola? - inquirió Alister, al tiempo que encendía una de las lámparas de aceite para iluminar tenuemente la estancia. - No, quédate conmigo. - respondió, a pesar de que solo unas horas la separaban del regreso de la sed. Ya no podía salir de caza así que le tocaría aguantar hasta que el sol volviese a ocultarse, lo que les daba algo de tiempo antes de que el alado tuviese que transformarse por su propia seguridad. Consciente de ello la benjamina de los Calhoun avanzó hacia el escritorio para depositar sobre el mismo sus armas, el cinturón y los brazales de cuero, tras lo cual se dirigió al baño para mirarse al espejo y limpiarse las gotas carmesís que manchaban su cara y parte de su camisa.
No quería nada que le recordase a la sangre, no cuando estaba con el cazador, así que tras unos segundos decidió desprenderse de la manchada prenda y sustituirla por otra limpia, para luego regresar a la habitación, a su lado. - Tienes suerte, tu ropa nunca se mancha. - comentó al encontrarse frente a él. Alister sonrió levemente y la rodeó por la cintura con los brazos, atrayéndola hacia sí mientras ella alzaba una mano para acariciarle la mejilla y deslizar el pulgar por la comisura de sus labios. El beso no se hizo esperar, calmado al principio, pero poco a poco fue volviéndose más ansioso, lo que obligaba a la vampira a tener cuidado de no perder el control, ya que si eso sucedía volvería a morderlo y ésta vez no habría nadie para separarla de él antes de que le causase un daño irreversible.
Sin embargo, aquello era más fácil de decir que de hacer, sobre todo cuando le tenía tan cerca… sentir el cuerpo del cazador pegado al suyo, la cálida caricia de su mano al subir por su espalda para enredarse en su cenicienta melena, el acelerado latido de su corazón… todo aquello la invitaba a dejarse llevar, una idea que era sumamente tentadora y a la vez, peligrosa. Alister se apartó ligeramente de ella, pero solo para tomarse un instante y mirarla a los ojos, comprobando que seguían manteniendo aquel vivo tono verde que los caracterizaba. No se habían oscurecido a causa de la sed así que se inclinó hacia ella de nuevo y la besó fugazmente, para luego recorrer la línea de su mandíbula y acariciar su cuello con los labios, consiguiendo que a la benjamina de los Calhoun le resultase bastante complicado mantenerse concentrada.
- ¡Aliméntate de él! Sabes que lo deseas… y él también. - le instaron las almas de su medallón, provocando que torciese el gesto y que por un instante quisiese quitarse la reliquia y tirarla al otro lado de la habitación. - No, eso no volverá a pasar. - les contestó mentalmente, cerrando los ojos e ignorando sus quejas para centrarse únicamente en lo que Alister le hacía sentir. Varios minutos pasaron antes de que se separasen, y entonces optaron por trasladarse a la cama, no podían estar juntos con libertad pero aquella maldición no iba a crear una brecha entre ellos, cuando la guerra acabase buscarían el modo de eliminarla o mantener a raya la sed que limitaba a la vampira.
Acostado boca arriba, y con la centinela recostada a medias sobre su pecho, Alister la mantuvo a su lado y siguió buscando sus besos sin descanso, pero de forma algo más calmada, ya que sabía que una alteración en su pulso o en su flujo sanguíneo no haría más que empeorar las cosas. Elen se deleitaba con la calidez que desprendía y el aroma de su piel, pero pronto necesitó apartarse un poco de él, aunque solo lo justo para tomar aire. Los verdes ojos de la antigua bruja recorrieron el rostro de su amado y fueron a clavarse sobre las pequeñas marcas que le había dejado en el cuello al morderlo, aún recordaba lo bien que sabía la sangre del alado pero no volvería a probarla. Los dedos de la joven recorrieron las marcas y tras unos instantes de silencio, se inclinó para darle un suave beso sobre las mismas, gesto que lo puso algo tenso, cosa que no pasó inadvertida.
- No voy a alimentarme de ti. - musitó, pero al cazador aquel tema le generaba un debate interno. Era cierto que lo había debilitado considerablemente al beber de él, pero quitando eso la experiencia le había resultado extrañamente placentera, motivo por el cual no le importaría repetirla. - Podrías hacerlo. - comentó, dando la razón a lo que las almas del medallón le habían dicho minutos antes. - No me arriesgaré a hacerte daño. - fue lo último que dijo la de cabellos cenicientos, antes de acomodarse junto a él y apoyar la cabeza sobre su pecho. Elen cerró los ojos y respiró profundamente, siguiendo con atención el rítmico latido del corazón del dragón mientras éste besaba y acariciaba sus cabellos.
Aún les quedaban unas horas antes de que la sed volviese a hacer acto de presencia y Alister tuviese que transformarse, horas que pasarían descansando tranquilamente.
La llegada del nuevo día los mantuvo retenidos en aquella modesta habitación hasta que el hambre obligó al cazador a bajar a la taberna para comer algo, dando algo de tiempo a la joven para planear lo siguiente que harían. La guerra estallaría de un momento a otro así que debían prepararse, en cuanto el sol se pusiese saldrían al mercado para adquirir algunos objetos.
Las horas pasaron lentamente, y cuando el astro rey finalmente comenzó a ocultarse abandonaron el local para visitar los comercios antes de que cerrasen, regresando a la posada para ataviarse con sus nuevas armaduras antes de salir al encuentro de Huracan. - Con esto no deberían reconocerme. - dijo la vampira, pensando en Vladimir y Géminis. Su recién comprado atuendo era bastante diferente al que solía llevar y contaba con una amplia capucha que mantendría su rostro oculto, solo así conseguiría acercarse al inmortal y a su compañera para cobrar venganza por lo que le habían hecho. Alister la recorrió con la mirada mientras ella aprovechaba una de las aberturas de su falda para colocarse la correa de cuchillos arrojadizos en torno al muslo, ciertamente estaba distinta con aquellos ropajes oscuros, pero no podía negar que le sentaban bastante bien.
Él por su parte contaba ahora con una armadura, solía pelear con su forma bestial pero la centinela se había empeñado en que se comprase una para protegerse, por si tal como le había pasado en el barco de la logia, se veía herido y tenía que volver a su forma humana. - Me gusta. - musitó con una leve sonrisa, sin quitarle los ojos de encima mientras salvaba la distancia que los separaba para darle un beso antes de abandonar el cuarto. Por desgracia para ambos en la taberna se había reunido bastante gente aquella noche, lo que les dificultaría la tarea de llegar hasta la puerta.
Un anciano había captado la atención de todos con su discurso, y tras darlo por finalizado se acercó a la vampira para estrecharle la mano y darle un abrazo, gesto que la tomó por sorpresa, aunque no tanto como lo que estaba por decir. De algún modo que no entendía aquel viejo sabía que la habían transformado y que no estaba contenta con su nueva condición, ¿acaso leía las mentes? No tenía idea, pero las palabras de aquel hombre no hicieron más que confundirla. El anciano aseguraba que su maldición había sido un error de humanos corruptos, aquellos que habían bebido la sangre del dragón oscuro, y la instaba a hacer a otros lo mismo que le habían hecho a ella. ¿Hablaba en serio? ¿cómo podía pedirle tal cosa cuando ella misma odiaba en lo que se había convertido?
Ignorando lo que le pedía, se apartó del viejo y siguió a su compañero hasta el exterior, poniéndose la capucha en cuanto cruzaron la puerta. - ¿Has oído eso? Debe estar loco. - comentó, y no dijeron mucho más durante el trayecto hasta la taberna en que Huracán los había citado. En vez de eso prefirieron tomarse el camino como un agradable paseo a la luz de la luna, aunque hicieron una parada en una de las villas de la zona para que la benjamina de los Calhoun pudiese saciar su apetito antes de presentarse ante la cazadora.
Un bardo cantaba cuando entraron en la Quinta del Tornero, pero ninguno de los dos prestó real atención a sus letras, estaban buscando a la hechicera, y no tardaron mucho en dar con ella. - ¿No te habremos hecho esperar mucho verdad? - preguntó Elen, mientras tomaba asiento frente a Anastasia, retirando la capucha que cubría su rostro lo justo para que su amiga pudiese verla. Alister se sentó a su lado y rechazó con un gesto a la camarera en cuanto intentó preguntarles si iban a tomar algo, algo que no agradó a la mujer pero que le importaba bien poco.
Off: Como veis pienso usar este tema para abordar varias cosas, entre ellas lo relacionado con Randal Flagg (Master Sigel ya puede ir preparando una maldición para mí) También está el dilema amor/sed de Elen y su creciente odio hacia Géminis, Vlad y los vampiros de la ciudad ¡si podemos hacer daño a esa facción antes de la guerra mejor!
- ¿Estás bien? - preguntó el dragón, observándola con cierta preocupación. - Sí, creo que sí. - musitó la joven, sin apartarse de la puerta. - ¿Prefieres que te deje sola? - inquirió Alister, al tiempo que encendía una de las lámparas de aceite para iluminar tenuemente la estancia. - No, quédate conmigo. - respondió, a pesar de que solo unas horas la separaban del regreso de la sed. Ya no podía salir de caza así que le tocaría aguantar hasta que el sol volviese a ocultarse, lo que les daba algo de tiempo antes de que el alado tuviese que transformarse por su propia seguridad. Consciente de ello la benjamina de los Calhoun avanzó hacia el escritorio para depositar sobre el mismo sus armas, el cinturón y los brazales de cuero, tras lo cual se dirigió al baño para mirarse al espejo y limpiarse las gotas carmesís que manchaban su cara y parte de su camisa.
No quería nada que le recordase a la sangre, no cuando estaba con el cazador, así que tras unos segundos decidió desprenderse de la manchada prenda y sustituirla por otra limpia, para luego regresar a la habitación, a su lado. - Tienes suerte, tu ropa nunca se mancha. - comentó al encontrarse frente a él. Alister sonrió levemente y la rodeó por la cintura con los brazos, atrayéndola hacia sí mientras ella alzaba una mano para acariciarle la mejilla y deslizar el pulgar por la comisura de sus labios. El beso no se hizo esperar, calmado al principio, pero poco a poco fue volviéndose más ansioso, lo que obligaba a la vampira a tener cuidado de no perder el control, ya que si eso sucedía volvería a morderlo y ésta vez no habría nadie para separarla de él antes de que le causase un daño irreversible.
Sin embargo, aquello era más fácil de decir que de hacer, sobre todo cuando le tenía tan cerca… sentir el cuerpo del cazador pegado al suyo, la cálida caricia de su mano al subir por su espalda para enredarse en su cenicienta melena, el acelerado latido de su corazón… todo aquello la invitaba a dejarse llevar, una idea que era sumamente tentadora y a la vez, peligrosa. Alister se apartó ligeramente de ella, pero solo para tomarse un instante y mirarla a los ojos, comprobando que seguían manteniendo aquel vivo tono verde que los caracterizaba. No se habían oscurecido a causa de la sed así que se inclinó hacia ella de nuevo y la besó fugazmente, para luego recorrer la línea de su mandíbula y acariciar su cuello con los labios, consiguiendo que a la benjamina de los Calhoun le resultase bastante complicado mantenerse concentrada.
- ¡Aliméntate de él! Sabes que lo deseas… y él también. - le instaron las almas de su medallón, provocando que torciese el gesto y que por un instante quisiese quitarse la reliquia y tirarla al otro lado de la habitación. - No, eso no volverá a pasar. - les contestó mentalmente, cerrando los ojos e ignorando sus quejas para centrarse únicamente en lo que Alister le hacía sentir. Varios minutos pasaron antes de que se separasen, y entonces optaron por trasladarse a la cama, no podían estar juntos con libertad pero aquella maldición no iba a crear una brecha entre ellos, cuando la guerra acabase buscarían el modo de eliminarla o mantener a raya la sed que limitaba a la vampira.
Acostado boca arriba, y con la centinela recostada a medias sobre su pecho, Alister la mantuvo a su lado y siguió buscando sus besos sin descanso, pero de forma algo más calmada, ya que sabía que una alteración en su pulso o en su flujo sanguíneo no haría más que empeorar las cosas. Elen se deleitaba con la calidez que desprendía y el aroma de su piel, pero pronto necesitó apartarse un poco de él, aunque solo lo justo para tomar aire. Los verdes ojos de la antigua bruja recorrieron el rostro de su amado y fueron a clavarse sobre las pequeñas marcas que le había dejado en el cuello al morderlo, aún recordaba lo bien que sabía la sangre del alado pero no volvería a probarla. Los dedos de la joven recorrieron las marcas y tras unos instantes de silencio, se inclinó para darle un suave beso sobre las mismas, gesto que lo puso algo tenso, cosa que no pasó inadvertida.
- No voy a alimentarme de ti. - musitó, pero al cazador aquel tema le generaba un debate interno. Era cierto que lo había debilitado considerablemente al beber de él, pero quitando eso la experiencia le había resultado extrañamente placentera, motivo por el cual no le importaría repetirla. - Podrías hacerlo. - comentó, dando la razón a lo que las almas del medallón le habían dicho minutos antes. - No me arriesgaré a hacerte daño. - fue lo último que dijo la de cabellos cenicientos, antes de acomodarse junto a él y apoyar la cabeza sobre su pecho. Elen cerró los ojos y respiró profundamente, siguiendo con atención el rítmico latido del corazón del dragón mientras éste besaba y acariciaba sus cabellos.
Aún les quedaban unas horas antes de que la sed volviese a hacer acto de presencia y Alister tuviese que transformarse, horas que pasarían descansando tranquilamente.
La llegada del nuevo día los mantuvo retenidos en aquella modesta habitación hasta que el hambre obligó al cazador a bajar a la taberna para comer algo, dando algo de tiempo a la joven para planear lo siguiente que harían. La guerra estallaría de un momento a otro así que debían prepararse, en cuanto el sol se pusiese saldrían al mercado para adquirir algunos objetos.
Las horas pasaron lentamente, y cuando el astro rey finalmente comenzó a ocultarse abandonaron el local para visitar los comercios antes de que cerrasen, regresando a la posada para ataviarse con sus nuevas armaduras antes de salir al encuentro de Huracan. - Con esto no deberían reconocerme. - dijo la vampira, pensando en Vladimir y Géminis. Su recién comprado atuendo era bastante diferente al que solía llevar y contaba con una amplia capucha que mantendría su rostro oculto, solo así conseguiría acercarse al inmortal y a su compañera para cobrar venganza por lo que le habían hecho. Alister la recorrió con la mirada mientras ella aprovechaba una de las aberturas de su falda para colocarse la correa de cuchillos arrojadizos en torno al muslo, ciertamente estaba distinta con aquellos ropajes oscuros, pero no podía negar que le sentaban bastante bien.
Él por su parte contaba ahora con una armadura, solía pelear con su forma bestial pero la centinela se había empeñado en que se comprase una para protegerse, por si tal como le había pasado en el barco de la logia, se veía herido y tenía que volver a su forma humana. - Me gusta. - musitó con una leve sonrisa, sin quitarle los ojos de encima mientras salvaba la distancia que los separaba para darle un beso antes de abandonar el cuarto. Por desgracia para ambos en la taberna se había reunido bastante gente aquella noche, lo que les dificultaría la tarea de llegar hasta la puerta.
Un anciano había captado la atención de todos con su discurso, y tras darlo por finalizado se acercó a la vampira para estrecharle la mano y darle un abrazo, gesto que la tomó por sorpresa, aunque no tanto como lo que estaba por decir. De algún modo que no entendía aquel viejo sabía que la habían transformado y que no estaba contenta con su nueva condición, ¿acaso leía las mentes? No tenía idea, pero las palabras de aquel hombre no hicieron más que confundirla. El anciano aseguraba que su maldición había sido un error de humanos corruptos, aquellos que habían bebido la sangre del dragón oscuro, y la instaba a hacer a otros lo mismo que le habían hecho a ella. ¿Hablaba en serio? ¿cómo podía pedirle tal cosa cuando ella misma odiaba en lo que se había convertido?
Ignorando lo que le pedía, se apartó del viejo y siguió a su compañero hasta el exterior, poniéndose la capucha en cuanto cruzaron la puerta. - ¿Has oído eso? Debe estar loco. - comentó, y no dijeron mucho más durante el trayecto hasta la taberna en que Huracán los había citado. En vez de eso prefirieron tomarse el camino como un agradable paseo a la luz de la luna, aunque hicieron una parada en una de las villas de la zona para que la benjamina de los Calhoun pudiese saciar su apetito antes de presentarse ante la cazadora.
Un bardo cantaba cuando entraron en la Quinta del Tornero, pero ninguno de los dos prestó real atención a sus letras, estaban buscando a la hechicera, y no tardaron mucho en dar con ella. - ¿No te habremos hecho esperar mucho verdad? - preguntó Elen, mientras tomaba asiento frente a Anastasia, retirando la capucha que cubría su rostro lo justo para que su amiga pudiese verla. Alister se sentó a su lado y rechazó con un gesto a la camarera en cuanto intentó preguntarles si iban a tomar algo, algo que no agradó a la mujer pero que le importaba bien poco.
Off: Como veis pienso usar este tema para abordar varias cosas, entre ellas lo relacionado con Randal Flagg (Master Sigel ya puede ir preparando una maldición para mí) También está el dilema amor/sed de Elen y su creciente odio hacia Géminis, Vlad y los vampiros de la ciudad ¡si podemos hacer daño a esa facción antes de la guerra mejor!
- Ropajes de Elen:
- Así pero con la capucha puesta
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Elen Calhoun
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
– Pero no me digas que no lo has pensado en alguna ocasión –dijo Lilja a su hermano Frith. Volvía a sacar aquel tema que tanto irritaba al pelirrojo.
– Lo he pensado, y lo he hablado con conocedores del tema, y me han negado que eso pudiera ser lo más mínimamente útil –afirmó él, tratando de concluir el tema, y esperando que su hermana no volviera a sacarlo de forma insistente, como había hecho las últimas semanas.
Él sabía que ella tenía miedo a la muerte, y a la enfermedad que la estaba acercando cada vez más a esta, pero no permitiría que su hermana Lilja pasara los últimos días de su vida convertida en un vampiro, para… para nada, dado que ya le habían afirmado y reafirmado que aquello no la salvaría de su enfermedad.
– No te preocupes, hermana –dijo finalmente, después de dejar escapar un largo suspiro–. Encontraremos la forma de curarte.
Y aquello solo era una mentira a medias. Había podido tener contacto indirecto con su madre algunas semanas atrás, mediante un mensajero. Este le había propuesto un futuro encuentro con su madre, conocedora de la única cura conocida para Lilja, si Frith accedía a terminar su affair con Nana. Lo que le pedían, era traicionar a Nana, a Ulmer y su propia gente, renunciar a todo y seguir el violento camino que su madre y el resto de disidentes clamaban. La compensación estaba clara: Salvar a Lilja. Pero era demasiado, Frith estaba seguro de que antes de dos semanas encontraría alguna otra solución. Aquello lo había mantenido distraído y decaído, y Lilja lo había notado.
Lilja apartó su cabello pelirrojo con una mano, y acercó la jarra de cerveza a sus labios, dando un trago largo y decidido. También Frith continuó bebiendo, y fue entonces cuando un bardo atrajo la atención de los hermanos cuando comenzó a cantar una canción esperanzadora. Si bien Frith atribuyó la letra a la salvación de Lilja, pensando que el destino había colocado aquella música allí en ese preciso instante para hacerle saber que todavía había esperanza, el significado del tema distaba mucho de los pensamientos del pelirrojo. Lilja pudo entenderlo, sin embargo. Había estado atenta a los rumores que se propagaban por Lunargenta, y era conocedora de la situación en la que se encontraba la ciudad.
– Canta bien, ¿no crees? –habló Lilja entonces.
– No está mal, supongo –dijo Frith, y tomó otro trago.
Ambos continuaron comiendo. Sobre la mesa tenían queso, varias rodajas de pan con mantequilla y dos patatas cocidas. El pelirrojo se fijó en que entraron y salieron varias personas; ligeramente aturdido por la bebida, se fijaba en cada uno de esos individuos, aunque no vio nada en especial en ninguno de ellos. Tan solo atrajo su atención de forma repentina, una figura encapuchada. Si bien había varios individuos encapuchados en la taberna, ninguno de ellos parecía haberlo hecho de manera tan deliberada. Rápidamente se dirigió hacia la mesa donde se hallaba una mujer que acababa de recibir la comida. Frith volvió la vista hacia su hermana, quitando importancia a quien fuera que acababa de entrar a la taberna, ligeramente avergonzado al darse cuenta de que había estado de algún modo husmeando en los asuntos de otros.
– Hermana, hay algo que debería contarte –Frith habló pausadamente, mientras dejaba con delicadeza la jarra de su cerveza–. Es sobre nuestra madre.
No tenía mucho tiempo para poder resolver aquella encrucijada en la que lo había introducido su propia madre. No podía continuar tampoco esperando solucionar todo aquello a espaldas de Lilja; y aunque no quería dañarla con la verdad de lo que estaba pasando detrás de su enfermedad, si quería llegar a alguna parte, ella necesitaba saberlo. Tal vez no era el mejor momento, pero sabía que no habría ningún momento lo suficientemente bueno como para hablar de aquello. Lilja se puso seria y frunció ligeramente el ceño.
– ¿Qué sucede? –preguntó, mirándolo fijamente a los ojos. Él en cambio apartó la mirada, observando el fondo de su propia jarra.
– Es posible que… –empezó.
Un enorme trasero cayó sobre la mesa donde se encontraban los hermanos. El individuo se incorporó, y se alejó dando varias zancadas de ellos. Frith quedó con los ojos muy abiertos, y dirigió la mirada hacia aquel hombre. Era grande, tenía hombreras de hierro y una cota de malla que se extendía largamente hasta sus rodillas. Golpeaba con sus guanteletes metálicos el rostro de un joven mucho más delgado y débil que él.
– ¡Escoria! –gritó al muchacho–. ¡Estoy harto de vosotros, conspiradores, degenerados!
– ¡Lo has entendido todo mal! ¡Déjame en paz! –el joven sollozaba, con el rostro ensangrentado.
El hombre enorme se alejó unos pasos del muchacho, caminando de espaldas hasta chocar contra la pared. Se dejó caer, arrastrándose pared abajo hasta caer sentado en el suelo. Por sus ojos caían lagrimones que llevaban demasiado tiempo tratando de mantenerse guardados del público. Frith se puso en pie y se alejó de Lilja, quien había esperado a que su hermana terminara de contarle aquello que había comenzado a decirle. Se acercó hasta el individuo agachándose a su lado. Lilja dejó escapar un largo suspiro y marchó hacia el joven, que parecía comenzar a perder la consciencia.
– ¿Qué es lo que ha pasado? –preguntó Frith con seriedad al hombre. Este lloraba cada vez con más fuerza. Trató de cubrirse el rostro con un brazo.
– Mi pequeña, se la han llevado. Esas cosas repugnantes, por su culpa –se apartó el brazo del rostro, y dirigió una mirada furibunda hacia el joven, que yacía con los ojos cerrados. Tenía a su lado a Lilja tratando de reanimarlo.
– Lo he pensado, y lo he hablado con conocedores del tema, y me han negado que eso pudiera ser lo más mínimamente útil –afirmó él, tratando de concluir el tema, y esperando que su hermana no volviera a sacarlo de forma insistente, como había hecho las últimas semanas.
Él sabía que ella tenía miedo a la muerte, y a la enfermedad que la estaba acercando cada vez más a esta, pero no permitiría que su hermana Lilja pasara los últimos días de su vida convertida en un vampiro, para… para nada, dado que ya le habían afirmado y reafirmado que aquello no la salvaría de su enfermedad.
– No te preocupes, hermana –dijo finalmente, después de dejar escapar un largo suspiro–. Encontraremos la forma de curarte.
Y aquello solo era una mentira a medias. Había podido tener contacto indirecto con su madre algunas semanas atrás, mediante un mensajero. Este le había propuesto un futuro encuentro con su madre, conocedora de la única cura conocida para Lilja, si Frith accedía a terminar su affair con Nana. Lo que le pedían, era traicionar a Nana, a Ulmer y su propia gente, renunciar a todo y seguir el violento camino que su madre y el resto de disidentes clamaban. La compensación estaba clara: Salvar a Lilja. Pero era demasiado, Frith estaba seguro de que antes de dos semanas encontraría alguna otra solución. Aquello lo había mantenido distraído y decaído, y Lilja lo había notado.
Lilja apartó su cabello pelirrojo con una mano, y acercó la jarra de cerveza a sus labios, dando un trago largo y decidido. También Frith continuó bebiendo, y fue entonces cuando un bardo atrajo la atención de los hermanos cuando comenzó a cantar una canción esperanzadora. Si bien Frith atribuyó la letra a la salvación de Lilja, pensando que el destino había colocado aquella música allí en ese preciso instante para hacerle saber que todavía había esperanza, el significado del tema distaba mucho de los pensamientos del pelirrojo. Lilja pudo entenderlo, sin embargo. Había estado atenta a los rumores que se propagaban por Lunargenta, y era conocedora de la situación en la que se encontraba la ciudad.
– Canta bien, ¿no crees? –habló Lilja entonces.
– No está mal, supongo –dijo Frith, y tomó otro trago.
Ambos continuaron comiendo. Sobre la mesa tenían queso, varias rodajas de pan con mantequilla y dos patatas cocidas. El pelirrojo se fijó en que entraron y salieron varias personas; ligeramente aturdido por la bebida, se fijaba en cada uno de esos individuos, aunque no vio nada en especial en ninguno de ellos. Tan solo atrajo su atención de forma repentina, una figura encapuchada. Si bien había varios individuos encapuchados en la taberna, ninguno de ellos parecía haberlo hecho de manera tan deliberada. Rápidamente se dirigió hacia la mesa donde se hallaba una mujer que acababa de recibir la comida. Frith volvió la vista hacia su hermana, quitando importancia a quien fuera que acababa de entrar a la taberna, ligeramente avergonzado al darse cuenta de que había estado de algún modo husmeando en los asuntos de otros.
– Hermana, hay algo que debería contarte –Frith habló pausadamente, mientras dejaba con delicadeza la jarra de su cerveza–. Es sobre nuestra madre.
No tenía mucho tiempo para poder resolver aquella encrucijada en la que lo había introducido su propia madre. No podía continuar tampoco esperando solucionar todo aquello a espaldas de Lilja; y aunque no quería dañarla con la verdad de lo que estaba pasando detrás de su enfermedad, si quería llegar a alguna parte, ella necesitaba saberlo. Tal vez no era el mejor momento, pero sabía que no habría ningún momento lo suficientemente bueno como para hablar de aquello. Lilja se puso seria y frunció ligeramente el ceño.
– ¿Qué sucede? –preguntó, mirándolo fijamente a los ojos. Él en cambio apartó la mirada, observando el fondo de su propia jarra.
– Es posible que… –empezó.
Un enorme trasero cayó sobre la mesa donde se encontraban los hermanos. El individuo se incorporó, y se alejó dando varias zancadas de ellos. Frith quedó con los ojos muy abiertos, y dirigió la mirada hacia aquel hombre. Era grande, tenía hombreras de hierro y una cota de malla que se extendía largamente hasta sus rodillas. Golpeaba con sus guanteletes metálicos el rostro de un joven mucho más delgado y débil que él.
– ¡Escoria! –gritó al muchacho–. ¡Estoy harto de vosotros, conspiradores, degenerados!
– ¡Lo has entendido todo mal! ¡Déjame en paz! –el joven sollozaba, con el rostro ensangrentado.
El hombre enorme se alejó unos pasos del muchacho, caminando de espaldas hasta chocar contra la pared. Se dejó caer, arrastrándose pared abajo hasta caer sentado en el suelo. Por sus ojos caían lagrimones que llevaban demasiado tiempo tratando de mantenerse guardados del público. Frith se puso en pie y se alejó de Lilja, quien había esperado a que su hermana terminara de contarle aquello que había comenzado a decirle. Se acercó hasta el individuo agachándose a su lado. Lilja dejó escapar un largo suspiro y marchó hacia el joven, que parecía comenzar a perder la consciencia.
– ¿Qué es lo que ha pasado? –preguntó Frith con seriedad al hombre. Este lloraba cada vez con más fuerza. Trató de cubrirse el rostro con un brazo.
– Mi pequeña, se la han llevado. Esas cosas repugnantes, por su culpa –se apartó el brazo del rostro, y dirigió una mirada furibunda hacia el joven, que yacía con los ojos cerrados. Tenía a su lado a Lilja tratando de reanimarlo.
Off: Si he traído problemas demasiado pronto (dado que no os he dado tiempo a hablar o reuniros), avisadme por PM y lo arreglaré. Yo voy un poco improvisando, pero no quiero entorpecer tramas, por supuesto. Por otro lado, espero que no os importe que sólo coloque un color para los diálogos. Si os resulta confuso, puedo cambiarlo, no es problema. ¡Saludos!
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Las últimas semanas han sido movidas para Chimar, muchos acontecimientos destacables. No solo transformo a aquella desdichada persona en un bio cibernético “con resultados poco claros vale destacar” si no que además lleva varios encargos realizados para su nuevo compañero sintético de tamaño compacto.
Menudo mes…
Jamás lo admitirá y se quejará hasta que el mundo llegue a su fin pero extrañaba la actividad, tantas situaciones raras. Los aventureros no son individuos demasiado cuerdos, son los únicos que se arrojan a un edificio ardiendo o terminan desafiando toda una compañía de bichos raros, tales situaciones les da felicidad.
Pero hoy no, esta será una noche normal.
Decidió darse una vuelta nocturna para conseguir alguna taberna destacada… y de paso abierta. cumplió su misión luego de media hora. Lunargenta está hecha un asco, con la pandemia pasada y ahora la ocupación vampira tienes suerte de no conseguirte un cadáver con cada caminata aunque incluso el infierno tiene sitios bonitos.
Y allí se encuentra Maquiavelo ahora, en un establecimiento agradable dadas las circunstancias comiendo algo de pan con queso fresco. Necesitaba salir de la esfera, despejar la mente para no pensar en tonterías. Su fortaleza tiene todo lo necesario pero incluso un ambiente cuidadosamente controlado puede llegar a saturar, nada como ver la poca pericia del populacho para alegrar un espíritu cansado.
Los demás gorriones tienen prohibido las excursiones nocturnas “sin contar a Dem y Ralphy por obvias razones” aunque tales reglas no aplican al líder interino, no tiene miedo de los vampis. Esta más armado que una navaja multifunciones y tiene suficiente experiencia para hacer retroceder a cualquier bicho.
Hace cinco noches un ser maldito impertinente trato de convertirlo en su bebida nocturna… digamos que se fue a dormir con varios apéndices nuevos. Con 100 niños entrenados liberaría la ciudad pero desgraciadamente nadie suele poner fe en los mocosos, prefieren apuntar a gente enlatada en armaduras.
Lo cierto es que los rumores de una liberación comienzan a circular en todos los canales, Chimar recibe esos detalles de sus hermanos y el gremio de ladrones por lo que no pueden ser solo tonterías. Cuando pase será rápido… y seguramente terminara en otro capitulo violento de la historia contemporánea.
Al final el enano tiene que negar con su cabeza varias veces para centrarse, sale en un intento por despejarse y piensa en todo mentalmente… típico. Sigue con su plato mientras pega vistazos calculadores alrededor, hay varios individuos peculiares rondando y aunque últimamente todo sujeto misterioso es confundido con un chupasangre quizás dicha aproximación sea acertada esta vez.
Las cosas se mantienen civilizadas por fortuna, lo que más odia el chico es interrumpir una comida buena, casi al mismo nivel que terminar perdiendo material de laboratorio frágil por algún juego tonto de sus hermanos. Quizás buscar una noche tranquila en la enorme ciudad plagada por vampiros no fue la mejor idea del siglo, claro que todo está por verse aún.
Cierta melodía termina por bajar la guardia de Maquiavelo, la interpreta un joven adulto que sabe su oficio. Es un cantar de fortaleza que despotrica en contra de la ocupación vampira, tiene buena recepción por parte del público. Decir tales cosas en un sitio poblado a toda voz puede traer problemas ahora… a menos que seas un niño genio armado claro está.
“Me pregunto si Carol podrá cantar, quizás debería intentar despertar una función de música ambiental para la esfera”
Algo más adelante destroza el monologo interno del pequeño intelectual, le están sacando los dientes a un desafortunado. Con intriga el chico arquea su ceja derecha, ¿será la típica pelea de borrachos?... es un mundo de posibilidades. Para desgracia o bienestar de los involucrados queda pan y queso en el plato así que de momento será espectador.
Entretenimiento de acción gratuito… ¡Esta es mi nueva taberna favorita jaja!
Entre aquella trifulca logra pillar a un personaje conocido, el pelirrojo licántropo. Es la segunda vez que lo ve y las condiciones no han cambiado mucho, en medio de un problema. Los mercenarios tienen la sangre muy caliente, sobre todo si a parte de glóbulos rojos posee otras cosas más “originales” encima.
Menudo mes…
Jamás lo admitirá y se quejará hasta que el mundo llegue a su fin pero extrañaba la actividad, tantas situaciones raras. Los aventureros no son individuos demasiado cuerdos, son los únicos que se arrojan a un edificio ardiendo o terminan desafiando toda una compañía de bichos raros, tales situaciones les da felicidad.
Pero hoy no, esta será una noche normal.
Decidió darse una vuelta nocturna para conseguir alguna taberna destacada… y de paso abierta. cumplió su misión luego de media hora. Lunargenta está hecha un asco, con la pandemia pasada y ahora la ocupación vampira tienes suerte de no conseguirte un cadáver con cada caminata aunque incluso el infierno tiene sitios bonitos.
Y allí se encuentra Maquiavelo ahora, en un establecimiento agradable dadas las circunstancias comiendo algo de pan con queso fresco. Necesitaba salir de la esfera, despejar la mente para no pensar en tonterías. Su fortaleza tiene todo lo necesario pero incluso un ambiente cuidadosamente controlado puede llegar a saturar, nada como ver la poca pericia del populacho para alegrar un espíritu cansado.
Los demás gorriones tienen prohibido las excursiones nocturnas “sin contar a Dem y Ralphy por obvias razones” aunque tales reglas no aplican al líder interino, no tiene miedo de los vampis. Esta más armado que una navaja multifunciones y tiene suficiente experiencia para hacer retroceder a cualquier bicho.
Hace cinco noches un ser maldito impertinente trato de convertirlo en su bebida nocturna… digamos que se fue a dormir con varios apéndices nuevos. Con 100 niños entrenados liberaría la ciudad pero desgraciadamente nadie suele poner fe en los mocosos, prefieren apuntar a gente enlatada en armaduras.
Lo cierto es que los rumores de una liberación comienzan a circular en todos los canales, Chimar recibe esos detalles de sus hermanos y el gremio de ladrones por lo que no pueden ser solo tonterías. Cuando pase será rápido… y seguramente terminara en otro capitulo violento de la historia contemporánea.
Al final el enano tiene que negar con su cabeza varias veces para centrarse, sale en un intento por despejarse y piensa en todo mentalmente… típico. Sigue con su plato mientras pega vistazos calculadores alrededor, hay varios individuos peculiares rondando y aunque últimamente todo sujeto misterioso es confundido con un chupasangre quizás dicha aproximación sea acertada esta vez.
Las cosas se mantienen civilizadas por fortuna, lo que más odia el chico es interrumpir una comida buena, casi al mismo nivel que terminar perdiendo material de laboratorio frágil por algún juego tonto de sus hermanos. Quizás buscar una noche tranquila en la enorme ciudad plagada por vampiros no fue la mejor idea del siglo, claro que todo está por verse aún.
Cierta melodía termina por bajar la guardia de Maquiavelo, la interpreta un joven adulto que sabe su oficio. Es un cantar de fortaleza que despotrica en contra de la ocupación vampira, tiene buena recepción por parte del público. Decir tales cosas en un sitio poblado a toda voz puede traer problemas ahora… a menos que seas un niño genio armado claro está.
“Me pregunto si Carol podrá cantar, quizás debería intentar despertar una función de música ambiental para la esfera”
Algo más adelante destroza el monologo interno del pequeño intelectual, le están sacando los dientes a un desafortunado. Con intriga el chico arquea su ceja derecha, ¿será la típica pelea de borrachos?... es un mundo de posibilidades. Para desgracia o bienestar de los involucrados queda pan y queso en el plato así que de momento será espectador.
Entretenimiento de acción gratuito… ¡Esta es mi nueva taberna favorita jaja!
Entre aquella trifulca logra pillar a un personaje conocido, el pelirrojo licántropo. Es la segunda vez que lo ve y las condiciones no han cambiado mucho, en medio de un problema. Los mercenarios tienen la sangre muy caliente, sobre todo si a parte de glóbulos rojos posee otras cosas más “originales” encima.
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Me encontraba ya en la mitad de la comida cuando apareció Elen, junto a Alister como era habitual. Elen vestía unos ropajes muy bonitos, e iba encapuchada, para pasar desapercibido. Debería tomar yo no ta de ello. Se sentaron en la mesa, aunque no pidieron nada. – No. Tranquila. Tenemos tiempo. – respondí a la otrora bruja a su disculpa por la tardanza. Se me seguía haciendo raro y difícil mirar a sus pupilas y ver esas iris tan cambiadas de su tono habitual. Rápidamente cambié la vista al plato, de nuevo. Aún no lo había superado. Era cuanto menos irónico que mi mejor amiga fuese vampiro.
-Entonces, decidme, ¿qué ha pasado este tiempo? – pregunté. Dado que me encontraba cenando, esperaba que fueran ellos. Acostumbraba a comer despacio, en pequeños bocados y de manera refinada, con cubiertos, aún tardaría un rato en concluir la cena. Ellos no habían pedido nada.
De pronto, un evento inesperado acaparó la atención de todo el local por lo violento del suceso. Un hombre del tamaño de un ogrark comenzó a golpear salvajemente el rostro de uno de los visitantes de la taberna. Joder. Le había dado fuerte. Mientras casi todo el mundo se asustó o se recogía en la taberna, yo seguía comiendo tranquila, como si la cosa no fuera conmigo.
El que le había partido la cara se había quedado sentado en el suelo, apoyado en una pared, mientras lloraba desconsoladamente. El otro, estaba casi inconsciente. Dos jóvenes clientes que estaban sentados en una mesa, uno pelirrojo y otra rubia, se dividieron para atender a ambos bandos del altercado. Él se fue hacia el agresor, y ella, hacia el moribundo. El resto de presentes se dividían en grupos entre ambos.
En cuanto a mí, algo había en la mirada del tipo escuálido que parecía cerca de perder la conciencia que no me terminaba de convencer. Podía distinguir un chupasangres a kilómetros. Y que aquella chica lo estuviera tratando de reanimar… No era bueno. Tan debilitado como estaba, si este resurgía lo primero que haría sería algo a lo que hincar el diente para reponer fuerzas.
-Un segundo, Elen. – Pedí a mi amiga. Así pues, me apoyé sobre mis brazos para incorporarme y llegué hasta donde estaba éste. - Apártate. – ordené a la chica de manera seca. Le di un muy suave empujón para tratar de apartarla, aunque tal vez insistiera en permanecer al lado.
Con mi magia, limpié la sangre del rostro del hombre con una suave brisa de viento. Para poder distinguir mejor sus facciones. Pupilas dilatadas y rojizas, tonalidad de piel blanquecina... Abrí un poco su labio superior y distinguí los colmillos conoidales, en reposo... Era un chupasangres de manual. Puse las manos en su cuello, tenía pulso. Aunque inconsciente, vivía. Curioso que un humano se hubiese enfrentado a él y éste ni se hubiese defendido. Probablemente llevara poco tiempo convertido. A tenor de lo que había dicho, de que estaban cometiendo un error, seguramente lo habrían confundido.
-Es un vampiro. – aclaré para los que no lo tuvieran aún muy claro. Exclamaciones de asombro pudieron escucharse al ver mi veredicto. La gente no estaba acostumbrada a ver a este tipo de alimañas, que sólo salían de noche y no precisamente a algo bueno. Si no habían tenido contacto, era normal que alguien de a pie no fuese capaz de distinguirlos.
Además, que el hombre grandullón y llorón hubiese clamado que éste se había llevado a una niña había enfurecido al populacho, que ahora pedían un linchamiento público para el chupasangres. Estaba claro que los de su condición no eran bienvenidos en aquella taberna. Elen tendría que cuidarse de ello.
-Alejaos todos. Al que se acerque a menos de dos metros le haré estamparse contra la pared. – amenacé sentenciante ante la muchedumbre que intentaba acumularse alrededor del vampiro para tratar de lincharlo. Muerto no me serviría de nada. – Soy cazadora. Yo manejaré la situación. – dije con fastidio. Y es que ya había tenido que revelar mi identidad.
Me di la vuelta hacia el chupasangres. El tipo parecía salir poco a poco del coma. Necesitábamos las dos versiones. Desenfunde una de mis ballestas de mano y le apunté. Me miró compungido. Sorprendido y casi suplicante. Era un chupasangres, pero no era peligroso. Al ver mi arma y mi mirada inexpresiva, ya sabía que le pedía explicaciones implícitamente.
-¡Animal! ¡Ese tipo me ha partido la cara sin motivo! ¡No pienso dar más explicaciones! – clamó en primera lugar. Cambió de actitud al escuchar como apretaba el martillo de mi ballesta de mano - ¡Vale! ¡Vale! ¡A la niña se la llevaron otros vampiros! Les dije dónde se hospedaba la pequeña porque me forzaron a ello. Pero no sé qué querían de ella ni a donde la llevaron. Fueron los lacayos esos que trabajaban para Vladimir y Géminis. Que además me dijeron que me escondiera aquí si quería seguir vivo… ¡Cabrones! ¡Me han llevado a la boca del lobo!
El vampiro sollozaba. Estaba tan acostumbrada a aquellas falsas lágrimas… Tal vez no había ayudado a Vladimir y no merecía una muerte incompasiva. Pero si no lo hacía yo, lo haría la muchedumbre. Y seguro que le resultaría mucho más doloroso. El tipo me miró mientras seguía apuntándole.
-Cazadora. Es todo lo que sé… ¿Me vas a dejar marchar? – preguntó complaciente.
-No. – respondí. Efectivamente, se había metido en la boca del lobo. Y si no sabía evitar a Vladimir, o era tan estúpido como para hacer caso a los raptores, entonces no merecía vivir. Para mí era cómplice de aquel secuestro.
Un virote entrando por su frente acabó con su vida. Para sorpresa de todos los espectadores.
-Entonces, decidme, ¿qué ha pasado este tiempo? – pregunté. Dado que me encontraba cenando, esperaba que fueran ellos. Acostumbraba a comer despacio, en pequeños bocados y de manera refinada, con cubiertos, aún tardaría un rato en concluir la cena. Ellos no habían pedido nada.
De pronto, un evento inesperado acaparó la atención de todo el local por lo violento del suceso. Un hombre del tamaño de un ogrark comenzó a golpear salvajemente el rostro de uno de los visitantes de la taberna. Joder. Le había dado fuerte. Mientras casi todo el mundo se asustó o se recogía en la taberna, yo seguía comiendo tranquila, como si la cosa no fuera conmigo.
El que le había partido la cara se había quedado sentado en el suelo, apoyado en una pared, mientras lloraba desconsoladamente. El otro, estaba casi inconsciente. Dos jóvenes clientes que estaban sentados en una mesa, uno pelirrojo y otra rubia, se dividieron para atender a ambos bandos del altercado. Él se fue hacia el agresor, y ella, hacia el moribundo. El resto de presentes se dividían en grupos entre ambos.
En cuanto a mí, algo había en la mirada del tipo escuálido que parecía cerca de perder la conciencia que no me terminaba de convencer. Podía distinguir un chupasangres a kilómetros. Y que aquella chica lo estuviera tratando de reanimar… No era bueno. Tan debilitado como estaba, si este resurgía lo primero que haría sería algo a lo que hincar el diente para reponer fuerzas.
-Un segundo, Elen. – Pedí a mi amiga. Así pues, me apoyé sobre mis brazos para incorporarme y llegué hasta donde estaba éste. - Apártate. – ordené a la chica de manera seca. Le di un muy suave empujón para tratar de apartarla, aunque tal vez insistiera en permanecer al lado.
Con mi magia, limpié la sangre del rostro del hombre con una suave brisa de viento. Para poder distinguir mejor sus facciones. Pupilas dilatadas y rojizas, tonalidad de piel blanquecina... Abrí un poco su labio superior y distinguí los colmillos conoidales, en reposo... Era un chupasangres de manual. Puse las manos en su cuello, tenía pulso. Aunque inconsciente, vivía. Curioso que un humano se hubiese enfrentado a él y éste ni se hubiese defendido. Probablemente llevara poco tiempo convertido. A tenor de lo que había dicho, de que estaban cometiendo un error, seguramente lo habrían confundido.
-Es un vampiro. – aclaré para los que no lo tuvieran aún muy claro. Exclamaciones de asombro pudieron escucharse al ver mi veredicto. La gente no estaba acostumbrada a ver a este tipo de alimañas, que sólo salían de noche y no precisamente a algo bueno. Si no habían tenido contacto, era normal que alguien de a pie no fuese capaz de distinguirlos.
Además, que el hombre grandullón y llorón hubiese clamado que éste se había llevado a una niña había enfurecido al populacho, que ahora pedían un linchamiento público para el chupasangres. Estaba claro que los de su condición no eran bienvenidos en aquella taberna. Elen tendría que cuidarse de ello.
-Alejaos todos. Al que se acerque a menos de dos metros le haré estamparse contra la pared. – amenacé sentenciante ante la muchedumbre que intentaba acumularse alrededor del vampiro para tratar de lincharlo. Muerto no me serviría de nada. – Soy cazadora. Yo manejaré la situación. – dije con fastidio. Y es que ya había tenido que revelar mi identidad.
Me di la vuelta hacia el chupasangres. El tipo parecía salir poco a poco del coma. Necesitábamos las dos versiones. Desenfunde una de mis ballestas de mano y le apunté. Me miró compungido. Sorprendido y casi suplicante. Era un chupasangres, pero no era peligroso. Al ver mi arma y mi mirada inexpresiva, ya sabía que le pedía explicaciones implícitamente.
-¡Animal! ¡Ese tipo me ha partido la cara sin motivo! ¡No pienso dar más explicaciones! – clamó en primera lugar. Cambió de actitud al escuchar como apretaba el martillo de mi ballesta de mano - ¡Vale! ¡Vale! ¡A la niña se la llevaron otros vampiros! Les dije dónde se hospedaba la pequeña porque me forzaron a ello. Pero no sé qué querían de ella ni a donde la llevaron. Fueron los lacayos esos que trabajaban para Vladimir y Géminis. Que además me dijeron que me escondiera aquí si quería seguir vivo… ¡Cabrones! ¡Me han llevado a la boca del lobo!
El vampiro sollozaba. Estaba tan acostumbrada a aquellas falsas lágrimas… Tal vez no había ayudado a Vladimir y no merecía una muerte incompasiva. Pero si no lo hacía yo, lo haría la muchedumbre. Y seguro que le resultaría mucho más doloroso. El tipo me miró mientras seguía apuntándole.
-Cazadora. Es todo lo que sé… ¿Me vas a dejar marchar? – preguntó complaciente.
-No. – respondí. Efectivamente, se había metido en la boca del lobo. Y si no sabía evitar a Vladimir, o era tan estúpido como para hacer caso a los raptores, entonces no merecía vivir. Para mí era cómplice de aquel secuestro.
Un virote entrando por su frente acabó con su vida. Para sorpresa de todos los espectadores.
Anastasia Boisson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Elen se tranquilizó al escuchar la respuesta de su amiga, esperaba tener ocasión de contarle muchas cosas pero se había entretenido en el mercado comprando los nuevos atuendos para ella y su compañero, tiempo que no podría recuperar. Aun así quedaban muchas horas antes de que amaneciese, aunque quizá no tuviesen la velada tranquila que planeaban. Jules no la acompañaba, ¿estaría cumpliendo algún encargo del gremio o simplemente se había retrasado? No lo sabían, y tampoco iban a preguntar al respecto. - Por dónde empezar, han pasado tantas cosas… - comenzó a decir la de cabellos cenicientos, mientras Huracán degustaba la comida que la camarera le había traído.
- Después de tu supuesta muerte se organizó un funeral en las islas, todos te lloramos, no teníamos idea de que habías conseguido salir con vida de las llamas. - dijo, decidiendo empezar justo desde aquel funeral. ¿Cómo había logrado escapar? Eso era algo que la cazadora tenía que explicarles con lujo de detalles, y también dónde había estado desde entonces, ¿por qué no se había dejado ver antes? De momento no iba a conocer la respuesta a sus preguntas, ya que de forma repentina un sonoro golpe atrajo la atención de todos los presentes. Un enorme individuo golpeaba a otro de los clientes del local, mucho más menudo y débil que él. - Ni siquiera en un barrio como este te libras de las peleas de taberna. - pensó la vampira, poniendo los ojos en blanco con expresión de hastío.
Para su sorpresa la violencia duró poco, después de propinar unos cuantos golpes al muchacho que era objetivo de su ira el atacante se apartó hasta una pared y se dejó caer hasta quedar sentado, sollozando sin poder evitarlo. Aquello resultó extraño e intrigante, no solo para ella sino para otros clientes, que casi al momento acudieron hacia ambos hombres. Una mujer trataba de reanimar a la víctima pero tras escuchar las palabras de su atacante quizá no fuese la mejor idea, todo apuntaba a que se trataba de un vampiro, y si se sentía amenazado después de lo ocurrido podría tomar represalias contra la persona más cercana, que era aquella muchacha.
Huracán debió intuir el peligro, de inmediato se levantó de la mesa y avanzó hacia el lugar en que se encontraba el menudo, instando a la rubia que trataba de hacerlo reaccionar a que se apartase. La maestra cazadora había tomado el control de la situación, y tras un breve reconocimiento reveló a todos lo que Elen ya sospechaba, aquel hombre era un vampiro, como ella. En una ciudad tomada por los seres de la noche y que padecía bajo el yugo de éstos lo normal era que la noticia no gustase a la gente, sobre todo cuando se le acusaba de haber raptado a una niña. El ambiente ya era suficientemente tenso de por sí como para añadirle aquello, aquel individuo acababa de firmar su sentencia de muerte solo por el mero hecho de entrar en el local, la pregunta era ¿quién se encargaría de ejecutarla?
- ¡Colguémoslo! ¡Atémoslo a un poste y que el sol haga el resto! - gritó un hombre, mientras otros abandonaban sus mesas para rodear al vampiro. - ¡No! Cortadle la cabeza y clavadla en una pica, que sirva de mensaje para el resto de chupasangres. - propuso otro, mientras los ánimos se iban calentando por momentos. Con Huracán en medio la de cabellos cenicientos no pudo quedarse sentada observando, se levantó y avanzó hacia su amiga seguida de cerca por Alister. Ambos se situaron entre ella y la enardecida multitud, a la cual no tardó en lanzar una amenaza, cualquiera que intentase acercarse a menos de dos metros saldría volando contra las duras paredes de la taberna. Tras esto, y quizá para conseguir que la dejasen trabajar, la hechicera reveló que pertenecía al gremio de cazadores y añadió que se encargaría del asunto, algo que calmó ligeramente a la gente, por el momento.
De espaldas a su congénere, Elen escuchó lo que éste tenía que decir, y apretó los puños en cuanto los nombres de Vladimir y Géminis llegaron a sus oídos, gesto que no pasó desapercibido ante los ojos del dragón. La benjamina de los Calhoun quería vengarse de aquella fulana que la había dejado al borde de la muerte, pero antes de que pudiese girarse para interrogar al vampiro sobre el paradero de ambos un virote atravesó la frente del desdichado, sorprendiendo a los presentes y consiguiendo que se relajasen, puede que no hubiese sufrido todo lo que querían pero estaba muerto y eso era lo que contaba.
La centinela cruzó con su amiga una mirada cargada de interrogantes, ¿por qué no había aprovechado la ocasión para sacarle toda la información posible? Quizá no supiese dónde estaban el inmortal y su perra faldera pero sin duda conocería nombres de otros de sus seguidores, quizá incluso supiese dónde estaban instalados. La muerte prematura de aquel individuo los había dejado sin esa posibilidad, ahora tendrían que encontrar otro modo de dar con los vampiros fieles a Vladimir para debilitarlo antes de que la guerra estallase en la ciudad.
Algunos se adelantaron para intentar hacerse con el cuerpo sin vida, seguramente para colgarlo en algún sitio visible o hacer caso al aldeano que había propuesto clavar su cabeza en una pica a modo de advertencia. Sin motivos para seguir en medio, Elen se apartó y los dejó pasar, a aquel inútil lo habían enviado a una muerte segura así que no tendría nada que pudiese ayudarlos. - Volvamos a la mesa. - le susurró Alister, que no quería que la atención de aquella gente se centrase en su compañera… ya que de hacerlo el local entero corría el riesgo de acabar calcinado o destruido, y las víctimas serían demasiadas. La joven asintió con la cabeza y comenzó a andar de regreso a su asiento, ignorando completamente a los clientes que arrastraban el cadáver del vampiro.
- Después de tu supuesta muerte se organizó un funeral en las islas, todos te lloramos, no teníamos idea de que habías conseguido salir con vida de las llamas. - dijo, decidiendo empezar justo desde aquel funeral. ¿Cómo había logrado escapar? Eso era algo que la cazadora tenía que explicarles con lujo de detalles, y también dónde había estado desde entonces, ¿por qué no se había dejado ver antes? De momento no iba a conocer la respuesta a sus preguntas, ya que de forma repentina un sonoro golpe atrajo la atención de todos los presentes. Un enorme individuo golpeaba a otro de los clientes del local, mucho más menudo y débil que él. - Ni siquiera en un barrio como este te libras de las peleas de taberna. - pensó la vampira, poniendo los ojos en blanco con expresión de hastío.
Para su sorpresa la violencia duró poco, después de propinar unos cuantos golpes al muchacho que era objetivo de su ira el atacante se apartó hasta una pared y se dejó caer hasta quedar sentado, sollozando sin poder evitarlo. Aquello resultó extraño e intrigante, no solo para ella sino para otros clientes, que casi al momento acudieron hacia ambos hombres. Una mujer trataba de reanimar a la víctima pero tras escuchar las palabras de su atacante quizá no fuese la mejor idea, todo apuntaba a que se trataba de un vampiro, y si se sentía amenazado después de lo ocurrido podría tomar represalias contra la persona más cercana, que era aquella muchacha.
Huracán debió intuir el peligro, de inmediato se levantó de la mesa y avanzó hacia el lugar en que se encontraba el menudo, instando a la rubia que trataba de hacerlo reaccionar a que se apartase. La maestra cazadora había tomado el control de la situación, y tras un breve reconocimiento reveló a todos lo que Elen ya sospechaba, aquel hombre era un vampiro, como ella. En una ciudad tomada por los seres de la noche y que padecía bajo el yugo de éstos lo normal era que la noticia no gustase a la gente, sobre todo cuando se le acusaba de haber raptado a una niña. El ambiente ya era suficientemente tenso de por sí como para añadirle aquello, aquel individuo acababa de firmar su sentencia de muerte solo por el mero hecho de entrar en el local, la pregunta era ¿quién se encargaría de ejecutarla?
- ¡Colguémoslo! ¡Atémoslo a un poste y que el sol haga el resto! - gritó un hombre, mientras otros abandonaban sus mesas para rodear al vampiro. - ¡No! Cortadle la cabeza y clavadla en una pica, que sirva de mensaje para el resto de chupasangres. - propuso otro, mientras los ánimos se iban calentando por momentos. Con Huracán en medio la de cabellos cenicientos no pudo quedarse sentada observando, se levantó y avanzó hacia su amiga seguida de cerca por Alister. Ambos se situaron entre ella y la enardecida multitud, a la cual no tardó en lanzar una amenaza, cualquiera que intentase acercarse a menos de dos metros saldría volando contra las duras paredes de la taberna. Tras esto, y quizá para conseguir que la dejasen trabajar, la hechicera reveló que pertenecía al gremio de cazadores y añadió que se encargaría del asunto, algo que calmó ligeramente a la gente, por el momento.
De espaldas a su congénere, Elen escuchó lo que éste tenía que decir, y apretó los puños en cuanto los nombres de Vladimir y Géminis llegaron a sus oídos, gesto que no pasó desapercibido ante los ojos del dragón. La benjamina de los Calhoun quería vengarse de aquella fulana que la había dejado al borde de la muerte, pero antes de que pudiese girarse para interrogar al vampiro sobre el paradero de ambos un virote atravesó la frente del desdichado, sorprendiendo a los presentes y consiguiendo que se relajasen, puede que no hubiese sufrido todo lo que querían pero estaba muerto y eso era lo que contaba.
La centinela cruzó con su amiga una mirada cargada de interrogantes, ¿por qué no había aprovechado la ocasión para sacarle toda la información posible? Quizá no supiese dónde estaban el inmortal y su perra faldera pero sin duda conocería nombres de otros de sus seguidores, quizá incluso supiese dónde estaban instalados. La muerte prematura de aquel individuo los había dejado sin esa posibilidad, ahora tendrían que encontrar otro modo de dar con los vampiros fieles a Vladimir para debilitarlo antes de que la guerra estallase en la ciudad.
Algunos se adelantaron para intentar hacerse con el cuerpo sin vida, seguramente para colgarlo en algún sitio visible o hacer caso al aldeano que había propuesto clavar su cabeza en una pica a modo de advertencia. Sin motivos para seguir en medio, Elen se apartó y los dejó pasar, a aquel inútil lo habían enviado a una muerte segura así que no tendría nada que pudiese ayudarlos. - Volvamos a la mesa. - le susurró Alister, que no quería que la atención de aquella gente se centrase en su compañera… ya que de hacerlo el local entero corría el riesgo de acabar calcinado o destruido, y las víctimas serían demasiadas. La joven asintió con la cabeza y comenzó a andar de regreso a su asiento, ignorando completamente a los clientes que arrastraban el cadáver del vampiro.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Lilja se sintió repentinamente sobresaltada, en cuanto huracán se acercó a ella y la aparto, si bien no con extremada rudeza, si con la suficiente como para que la pelirroja se quedara perpleja. Poco después, entendió a que se había debido: aquel individuo era un vampiro. La hermana de Frith entonces se puso en pie y se apartó, alejándose unos metros de él. Era alta y fuerte, pero la poca experiencia que había tenido con vampiros, ella nunca había salido bien parada. Por muy delgado, débil y desgraciado que pareciera aquel vampiro, Lilja sabía que podía ser tan imprevisible como cualquier otro vampiro.
– Ven –la llamo Frith entonces. Lilja fue corriendo hacia él, y se quedó a su lado, junto a él y al hombre que todavía reposaba con la espalda pegada a la pared. Este continuaba sollozando, tapándose el rostro avergonzado y lleno de dolor.
La mujer que se había acercado al joven delgado, al que ahora todos sabían que se trataba de un vampiro, le hizo un breve interrogatorio. Nadie en la taberna había deseado un final distinto al que el vampiro tuvo. El virote atravesó su cabeza, y quedo tendido sobre el suelo, habiendo salpicado la pared tras de el de una enorme mancha de sangre.
– ¡Por mis dioses! –exclamo la dama que atendía en la taberna.
Algunas personas quedaron conmocionadas, aunque no eran muchas. La situación de Lunargenta era responsabilidad y los vampiros, ellos habían traído la desgracia de aquella dominación, y por lo tanto no merecían ninguna compasión. Frith se quedó al lado de Lilja, acariciando su hombro. Agradecía que la cazadora hubiera aparecido a tiempo, apartando a su hermana de aquella criatura.
El hombre que todavía se encontraba reposando la espalda sobre la pared, sollozando y tapando su rostro avergonzado y frustrado, tan solo abrió los ojos durante un momento para ver el cuerpo muerto de aquel vampiro. Lo hizo sentir bien, pero tan solo fue un breve instante. La satisfacción de ver a aquel vampiro delgado, tan responsable como los demás de lo que había sucedido con su pequeña, no valía nada en comparación a lo que había perdido el hombre. Dos personas se acercaron a el y lo ayudaron a ponerse en pie. Comenzaron a transmitirle algunas palabras tranquilizadoras, aun sabiendo que no conseguirían mejorar el animo del hombre. Intentaron sonsacarle algo más de información, para conocer todo lo que el hombre armado conocía, pero esta se negaba a responder. Estaba agotado; los vampiros le habían acabado consumiendo la poca energía que le quedaba, arrebatándole lo que más amaba. Al cabo de unos minutos consiguieron hacer que el hombre los acompañara fuera de la taberna. Frith ya estaba en pie. Dirigió la mirada hacia su hermana.
– No creo que te hubiera pasado nada –le dijo a su hermana–. Pero debo agradecerle a la cazadora su intromisión.
Lilja no puso ninguna objeción. El pelirrojo se acerco a la mesa donde se encontraban; así como se había levantado, había regresado al mismo lugar donde había estado comiendo con anterioridad, tal y como si no hubiera sucedido absolutamente nada. Frith pensó que, debido a la naturaleza de su trabajo, aquella reacción seria completamente normal. Una vez estuvo delante de la mesa donde se hallaban, habló a Huracán.
– Espero no molestaros, puesto que ya ha habido suficientes interrupciones por hoy. Tan solo quería agradecer la rápida y efectiva reacción que has tenido. Si algo le hubiera pasado a mi hermana, no sé qué habría hecho. No es la primera vez que habríamos tenido inconvenientes con vampiros, en realidad. ¿Por qué será que no me sorprende?
Alguien se acerco hasta Frith. Una mujer con una expresión preocupada. Se tocaba las manos nerviosamente mientras miraba a un lado y a otro. Parecía que quería comenzar a hablar con el pelirrojo, pero no sabia como empezar.
– Temo que no es la primera vez que pasa un vampiro por esta taberna. La mayoría de las veces pasan desapercibidos, pero… últimamente son más, y más. Creo que nos tienen vigilados, creo que saben quienes somos los que frecuentamos la taberna, conocen nuestros movimientos y nuestros hábitos –hablaba apresuradamente. Frith notaba el temor en sus palabras–. Ese hombre armado, siempre solía pasar el final del día en la taberna, en ocasiones traía a su hija. No se por que lo hacen, pero estoy casi completamente segura de que nos observan cuando tienen ocasión…
Frith se quedo sin palara. Dirigió una mirada hacia Huracán, con la esperanza de que fuera ella quien respondiera, al fin y al cabo, ella se había presentado a si misma como la cazadora, y estaba claro que era la persona más indicada para manejar aquel asunto en aquellos momentos. El pelirrojo observo por encima de Huracán por un instante, y fue suficiente para poder observar una cara conocida.
– ¡Eh! ¡Chico! –llamó a chimar.
Parecía imposible encontrar a aquel muchacho en circunstancias normales.
– Ven –la llamo Frith entonces. Lilja fue corriendo hacia él, y se quedó a su lado, junto a él y al hombre que todavía reposaba con la espalda pegada a la pared. Este continuaba sollozando, tapándose el rostro avergonzado y lleno de dolor.
La mujer que se había acercado al joven delgado, al que ahora todos sabían que se trataba de un vampiro, le hizo un breve interrogatorio. Nadie en la taberna había deseado un final distinto al que el vampiro tuvo. El virote atravesó su cabeza, y quedo tendido sobre el suelo, habiendo salpicado la pared tras de el de una enorme mancha de sangre.
– ¡Por mis dioses! –exclamo la dama que atendía en la taberna.
Algunas personas quedaron conmocionadas, aunque no eran muchas. La situación de Lunargenta era responsabilidad y los vampiros, ellos habían traído la desgracia de aquella dominación, y por lo tanto no merecían ninguna compasión. Frith se quedó al lado de Lilja, acariciando su hombro. Agradecía que la cazadora hubiera aparecido a tiempo, apartando a su hermana de aquella criatura.
El hombre que todavía se encontraba reposando la espalda sobre la pared, sollozando y tapando su rostro avergonzado y frustrado, tan solo abrió los ojos durante un momento para ver el cuerpo muerto de aquel vampiro. Lo hizo sentir bien, pero tan solo fue un breve instante. La satisfacción de ver a aquel vampiro delgado, tan responsable como los demás de lo que había sucedido con su pequeña, no valía nada en comparación a lo que había perdido el hombre. Dos personas se acercaron a el y lo ayudaron a ponerse en pie. Comenzaron a transmitirle algunas palabras tranquilizadoras, aun sabiendo que no conseguirían mejorar el animo del hombre. Intentaron sonsacarle algo más de información, para conocer todo lo que el hombre armado conocía, pero esta se negaba a responder. Estaba agotado; los vampiros le habían acabado consumiendo la poca energía que le quedaba, arrebatándole lo que más amaba. Al cabo de unos minutos consiguieron hacer que el hombre los acompañara fuera de la taberna. Frith ya estaba en pie. Dirigió la mirada hacia su hermana.
– No creo que te hubiera pasado nada –le dijo a su hermana–. Pero debo agradecerle a la cazadora su intromisión.
Lilja no puso ninguna objeción. El pelirrojo se acerco a la mesa donde se encontraban; así como se había levantado, había regresado al mismo lugar donde había estado comiendo con anterioridad, tal y como si no hubiera sucedido absolutamente nada. Frith pensó que, debido a la naturaleza de su trabajo, aquella reacción seria completamente normal. Una vez estuvo delante de la mesa donde se hallaban, habló a Huracán.
– Espero no molestaros, puesto que ya ha habido suficientes interrupciones por hoy. Tan solo quería agradecer la rápida y efectiva reacción que has tenido. Si algo le hubiera pasado a mi hermana, no sé qué habría hecho. No es la primera vez que habríamos tenido inconvenientes con vampiros, en realidad. ¿Por qué será que no me sorprende?
Alguien se acerco hasta Frith. Una mujer con una expresión preocupada. Se tocaba las manos nerviosamente mientras miraba a un lado y a otro. Parecía que quería comenzar a hablar con el pelirrojo, pero no sabia como empezar.
– Temo que no es la primera vez que pasa un vampiro por esta taberna. La mayoría de las veces pasan desapercibidos, pero… últimamente son más, y más. Creo que nos tienen vigilados, creo que saben quienes somos los que frecuentamos la taberna, conocen nuestros movimientos y nuestros hábitos –hablaba apresuradamente. Frith notaba el temor en sus palabras–. Ese hombre armado, siempre solía pasar el final del día en la taberna, en ocasiones traía a su hija. No se por que lo hacen, pero estoy casi completamente segura de que nos observan cuando tienen ocasión…
Frith se quedo sin palara. Dirigió una mirada hacia Huracán, con la esperanza de que fuera ella quien respondiera, al fin y al cabo, ella se había presentado a si misma como la cazadora, y estaba claro que era la persona más indicada para manejar aquel asunto en aquellos momentos. El pelirrojo observo por encima de Huracán por un instante, y fue suficiente para poder observar una cara conocida.
– ¡Eh! ¡Chico! –llamó a chimar.
Parecía imposible encontrar a aquel muchacho en circunstancias normales.
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OffRoL: Lamento que este post sea un poco rancio.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Chimar sigue comiendo durante toda la situación que se desarrolla adelante, nada mejor que un aperitivo cuando observas algo entramado. Su padre lo llevo varias veces al teatro, un sitio interesante con comida genial aunque todas las obras siempre soltaban referencias extrañas que nunca acababa entendiendo… incluso ahora continua en las mismas.
La pelea “si es que se le puede llamar a así” llega a su fin rápido, luego una mujer se levanta y desata aun mas histeria colectiva al confirmar que el peor parado de la golpiza resulta ser un vampiro. Maquiavelo suspira con cierta lastima ajena, alguien se ha levando de un lado bastante malo de la cama hoy.
Mientras aquella muchedumbre debate sobre qué hacerle al vampiro un interrogatorio mas discreto tiene lugar, el niño no logra escuchar ningún detalle relevante desde su mesa pero sí reconoce algo inconfundible, el disparador de una ballesta estilizada en acción. Ahora con su curiosidad a flor de piel acaba su pedido rápido y se dedica los siguientes minutos a espiar como un acosador.
Vale destacar que el chupasangre pasa a mejor vida, con un cadáver el tumulto se disipa y solo quedan los ociosos que desean hacerle barbaridades al muerto. El chiquillo niega con la cabeza ante tal salvajismo, de nada sirve desquitarse con un despojo… sin duda los adultos parecen de otro planeta.
Frith avanza hasta la autodenominada cazadora y ofrece sus respetos, cuando reconoce a Chimar lo invita al grupito. Dicho enano avanza bastante animado, nunca rechaza la oportunidad de conocer a otro amante de las armas a distancia. ¿Qué se puede decir?, son un gremio demasiado cerrado.
A pocos pasos del licántropo no puede evitar poner especial atención en los olores, olfatea el ambiente discretamente tratando de captar algo. Cabecea desilusionado poco después al comprobar la poca veracidad de un mito popular, los Lycans no huelen a perro mojado en todos sus estados.
¿Porque será que los problemas me persiguen?, se supone que es mi día libre…
Ya entre los curiosos personajes se dedica a detallar cada rostro, los conoce y a la vez no tanto. Son aventureros pero se mueven en círculos diferentes, han coincidido en algunos eventos sin dedicarse mayores palabras. Maquiavelo pasa a observar su equipo y luego retira la mirada avergonzado cuando se encuentra a si mismo espiando el escote de la peliblanca… sigue teniéndole bastante miedo a las mujeres hermosas.
“Toz nerviosa” si bueno… ¿de que se trato la pelea?, ¿encontraron un vampi en la nueva Lunargenta?
Mientras espera una respuesta busca discretamente el arma de la cazadora homicida, quiere comprobar diseños. Su ballesta automática es bastante eficiente pero parte del proceso inventivo es estudiar otras líneas evolutivas, quizás tomar algunas partes para futuras actualizaciones… sin pagar por el sano proceso claro está.
Que día, primero no logro encontrar mis virotes retractiles de 7.5 y ahora esto “mira para todos lados fingiendo ignorancia en un intento por picar la curiosidad de la ballestera”
La pelea “si es que se le puede llamar a así” llega a su fin rápido, luego una mujer se levanta y desata aun mas histeria colectiva al confirmar que el peor parado de la golpiza resulta ser un vampiro. Maquiavelo suspira con cierta lastima ajena, alguien se ha levando de un lado bastante malo de la cama hoy.
Mientras aquella muchedumbre debate sobre qué hacerle al vampiro un interrogatorio mas discreto tiene lugar, el niño no logra escuchar ningún detalle relevante desde su mesa pero sí reconoce algo inconfundible, el disparador de una ballesta estilizada en acción. Ahora con su curiosidad a flor de piel acaba su pedido rápido y se dedica los siguientes minutos a espiar como un acosador.
Vale destacar que el chupasangre pasa a mejor vida, con un cadáver el tumulto se disipa y solo quedan los ociosos que desean hacerle barbaridades al muerto. El chiquillo niega con la cabeza ante tal salvajismo, de nada sirve desquitarse con un despojo… sin duda los adultos parecen de otro planeta.
Frith avanza hasta la autodenominada cazadora y ofrece sus respetos, cuando reconoce a Chimar lo invita al grupito. Dicho enano avanza bastante animado, nunca rechaza la oportunidad de conocer a otro amante de las armas a distancia. ¿Qué se puede decir?, son un gremio demasiado cerrado.
A pocos pasos del licántropo no puede evitar poner especial atención en los olores, olfatea el ambiente discretamente tratando de captar algo. Cabecea desilusionado poco después al comprobar la poca veracidad de un mito popular, los Lycans no huelen a perro mojado en todos sus estados.
¿Porque será que los problemas me persiguen?, se supone que es mi día libre…
Ya entre los curiosos personajes se dedica a detallar cada rostro, los conoce y a la vez no tanto. Son aventureros pero se mueven en círculos diferentes, han coincidido en algunos eventos sin dedicarse mayores palabras. Maquiavelo pasa a observar su equipo y luego retira la mirada avergonzado cuando se encuentra a si mismo espiando el escote de la peliblanca… sigue teniéndole bastante miedo a las mujeres hermosas.
“Toz nerviosa” si bueno… ¿de que se trato la pelea?, ¿encontraron un vampi en la nueva Lunargenta?
Mientras espera una respuesta busca discretamente el arma de la cazadora homicida, quiere comprobar diseños. Su ballesta automática es bastante eficiente pero parte del proceso inventivo es estudiar otras líneas evolutivas, quizás tomar algunas partes para futuras actualizaciones… sin pagar por el sano proceso claro está.
Que día, primero no logro encontrar mis virotes retractiles de 7.5 y ahora esto “mira para todos lados fingiendo ignorancia en un intento por picar la curiosidad de la ballestera”
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Parecía que casi nadie en la taberna esperaba mi reacción. Se veían caras de asombro en el rostro de cualquier hombre o mujer que se encontraba allí. Mojé ligeramente los labios que se me estaban secando y envié una mirada de advertencia a todos los ciudadanos antes de plegar mi ballesta y enfundarla. Luego volví mi vista hacia Elen. Me miraba sorprendida. Como si no hubiese entendido por qué había acabado con su vida. La miré seria y me encogí de hombros. Aquel desdichado había dicho todo lo que sabía y le había librado de un linchamiento mucho peor a cargo de aquellos pueblerinos.
Alister decidió romper el momento de tensión instándonos a volver a la mesa. Algo que ambas hicimos. Preferí cambiar de tema. Para mí el asunto del chupasangres estaba concluido.
-En respuesta a tu pregunta de antes. – comenté a la bruja, recostándome un poco hacia delante y sujetando la jarra de licor que sostenía. – Es difícil explicar como sobreviví. Creo que lo último que viste fue verme ir tras Mortagglia desde lo alto de la catedral y caer bajo un mar de llamas. – empecé diciendo. – Logré amortiguar la caída con el viento. Y también pude alejar algo las llamas. Le hacían más daño a ella que a mí. – describí. – Trató de huir. Pero no podía hacerlo. Utilicé la granada para hacerla volar. Iba a morir allí también… Pero Belladonna apareció y me sacó de allí. – Relaté con cierta tristeza. Luego miré la jarra fijamente y comencé a hacerla rodar en círculos. Reflexiva. – El resto del tiempo… Lo pasé tratando de buscarme a mí misma. – Había sido un buen resumen. Apoyé el brazo diestro en la mesa. Di un trago y la miré. Cediéndole la palabra.
Poco después, alguien interrumpiría nuestra conversación. De primeras lo miré con fastidio. ¿Otra vez? Por fortuna, esta vez no era una petición. ¡Era hora! Alguien que por fin reconocía mi trabajo y no me trataba como si fuera una asesina sin escrúpulos. Era de agradecer que alguien, desinteresadamente, se acercara a agradecer un servicio altruista. Aún así, mantuve mi rostro seria. Mirando fijamente las pupilas del chico.
-No era necesario el agradecimiento. – Comenté seria. Aunque fuera dura, en realidad sí que lo agradecía. – Es mi trabajo. – comenté como breve respuesta.
Y no sólo vino él. Sino que detrás apareció otra admiradora. Tímida. Explicó al joven que se sentían observados por los chupasangres. ¡Qué novedad! Como si me estuviera contando algo realmente nuevo… Aquel pelirrojo me pasó el testigo a mí. La pregunta, en realidad, era para mí.
-Pues claro que os observan. – contesté de mala gana. ¿Es que nadie iba a dejarme beber mi bebida con tranquilidad? – Igual que el cazador observa al jabalí. Sois su comida.
-Y… ¿No podéis hacer algo, cazadora? Los cazadores de vampiros, en general, estáis vistos como leyendas. – Hizo una pausa. – Podríais… Echarlos a todos de la ciudad.
Casi escupo por la boca el trago que estaba dando a la bebida.
-¿Y tú qué crees que puedo hacer yo? – pregunté golpeando ligeramente con el puño en la mesa. Con fastidio. - ¿Pretendes que desenfunde mi ballesta, entre al castillo y lo limpie de vampiros? Las leyendas y heroicidades están muy bien cuando se escuchan en una taberna, con el laúd de un buen bardo y un plato de comida caliente a la lumbre de una hoguera. – dije en un tono claramente molesto. - La realidad, es bastante diferente. Sólo soy una mujer habilidosa sin material ni efectivos para hacer frente a un ejército de chupasangres.
Y con aquello esperaba concluir el diálogo con la mujer. Los cazadores estábamos en plena reconstrucción después de nuestra última guerra. Apenas superábamos la decena. ¿Qué podíamos hacer contra la mayor fuerza de chupasangres jamás vista? ¡Diantres! Menos mal que habíamos acabado con Mortagglia. Ella se pondría las botas en la actual Lunargenta. Si del mal, hubiese un solo ejército capaz de ayudar… Le serviría encantada.
Cuando miré a un lado, había un mocoso al lado. Curioseando mi armamento. - ¡Eh! No es un juguete. – y traté de darle un muy suave manotazo en el hombro para tratar de apartarlo. ¿Qué pasa? ¿Le gustaba mi arma? Luego alcé una ceja sorprendida cuando el dichoso niño hablaba del calibre de las armas. Los niños de hoy en día ya sabían de todo. – Vaya, ¿has visto, Elen? Un mocoso al que le gustan las armas… - comenté a la bruja con una media sonrisa, como sorprendida por el hallazgo, y desenfundé una de mis armas. La cual puse sobre la mesa para que la observara bien.
La ballesta estaba plegada. Si quería desplegar el cordaje tendría que presionar un botón lateral. Madera de roble de Beltrexus. Una madera carísima. Si bien ésta nunca entraba en contacto con la mano pues se encontraba revestida con un elegante grabado en plata de ligero espesor que sobresalía sobre ésta y rodeaba la parte delantera de ésta. El grabado, en circuito cerrado, dibujaba en plateado una B, de Boisson. A la vista evidenciaba su elevado coste y tecnología.
Se la quite de delante de la cara de un momento a otro y volví mi mirada a la jarra sin mirar al chico. – Cinco y medio. El óptimo para atravesar cerebros y conseguir una buena aceleración. – contesté con soberbia.
A ver si después de aquello nos dejaban tranquilos. Pero no... Parecía que la del niño no iba a ser la última de las molestas interrupciones. No sabía quién era el enésimo tipo o tipos que me interrumpían aquella noche, pues estaba de espaldas. Ya agaché la cabeza por desesperación. Sería mejor que fueran atendidos por Elen.
Alister decidió romper el momento de tensión instándonos a volver a la mesa. Algo que ambas hicimos. Preferí cambiar de tema. Para mí el asunto del chupasangres estaba concluido.
-En respuesta a tu pregunta de antes. – comenté a la bruja, recostándome un poco hacia delante y sujetando la jarra de licor que sostenía. – Es difícil explicar como sobreviví. Creo que lo último que viste fue verme ir tras Mortagglia desde lo alto de la catedral y caer bajo un mar de llamas. – empecé diciendo. – Logré amortiguar la caída con el viento. Y también pude alejar algo las llamas. Le hacían más daño a ella que a mí. – describí. – Trató de huir. Pero no podía hacerlo. Utilicé la granada para hacerla volar. Iba a morir allí también… Pero Belladonna apareció y me sacó de allí. – Relaté con cierta tristeza. Luego miré la jarra fijamente y comencé a hacerla rodar en círculos. Reflexiva. – El resto del tiempo… Lo pasé tratando de buscarme a mí misma. – Había sido un buen resumen. Apoyé el brazo diestro en la mesa. Di un trago y la miré. Cediéndole la palabra.
Poco después, alguien interrumpiría nuestra conversación. De primeras lo miré con fastidio. ¿Otra vez? Por fortuna, esta vez no era una petición. ¡Era hora! Alguien que por fin reconocía mi trabajo y no me trataba como si fuera una asesina sin escrúpulos. Era de agradecer que alguien, desinteresadamente, se acercara a agradecer un servicio altruista. Aún así, mantuve mi rostro seria. Mirando fijamente las pupilas del chico.
-No era necesario el agradecimiento. – Comenté seria. Aunque fuera dura, en realidad sí que lo agradecía. – Es mi trabajo. – comenté como breve respuesta.
Y no sólo vino él. Sino que detrás apareció otra admiradora. Tímida. Explicó al joven que se sentían observados por los chupasangres. ¡Qué novedad! Como si me estuviera contando algo realmente nuevo… Aquel pelirrojo me pasó el testigo a mí. La pregunta, en realidad, era para mí.
-Pues claro que os observan. – contesté de mala gana. ¿Es que nadie iba a dejarme beber mi bebida con tranquilidad? – Igual que el cazador observa al jabalí. Sois su comida.
-Y… ¿No podéis hacer algo, cazadora? Los cazadores de vampiros, en general, estáis vistos como leyendas. – Hizo una pausa. – Podríais… Echarlos a todos de la ciudad.
Casi escupo por la boca el trago que estaba dando a la bebida.
-¿Y tú qué crees que puedo hacer yo? – pregunté golpeando ligeramente con el puño en la mesa. Con fastidio. - ¿Pretendes que desenfunde mi ballesta, entre al castillo y lo limpie de vampiros? Las leyendas y heroicidades están muy bien cuando se escuchan en una taberna, con el laúd de un buen bardo y un plato de comida caliente a la lumbre de una hoguera. – dije en un tono claramente molesto. - La realidad, es bastante diferente. Sólo soy una mujer habilidosa sin material ni efectivos para hacer frente a un ejército de chupasangres.
Y con aquello esperaba concluir el diálogo con la mujer. Los cazadores estábamos en plena reconstrucción después de nuestra última guerra. Apenas superábamos la decena. ¿Qué podíamos hacer contra la mayor fuerza de chupasangres jamás vista? ¡Diantres! Menos mal que habíamos acabado con Mortagglia. Ella se pondría las botas en la actual Lunargenta. Si del mal, hubiese un solo ejército capaz de ayudar… Le serviría encantada.
Cuando miré a un lado, había un mocoso al lado. Curioseando mi armamento. - ¡Eh! No es un juguete. – y traté de darle un muy suave manotazo en el hombro para tratar de apartarlo. ¿Qué pasa? ¿Le gustaba mi arma? Luego alcé una ceja sorprendida cuando el dichoso niño hablaba del calibre de las armas. Los niños de hoy en día ya sabían de todo. – Vaya, ¿has visto, Elen? Un mocoso al que le gustan las armas… - comenté a la bruja con una media sonrisa, como sorprendida por el hallazgo, y desenfundé una de mis armas. La cual puse sobre la mesa para que la observara bien.
La ballesta estaba plegada. Si quería desplegar el cordaje tendría que presionar un botón lateral. Madera de roble de Beltrexus. Una madera carísima. Si bien ésta nunca entraba en contacto con la mano pues se encontraba revestida con un elegante grabado en plata de ligero espesor que sobresalía sobre ésta y rodeaba la parte delantera de ésta. El grabado, en circuito cerrado, dibujaba en plateado una B, de Boisson. A la vista evidenciaba su elevado coste y tecnología.
Se la quite de delante de la cara de un momento a otro y volví mi mirada a la jarra sin mirar al chico. – Cinco y medio. El óptimo para atravesar cerebros y conseguir una buena aceleración. – contesté con soberbia.
A ver si después de aquello nos dejaban tranquilos. Pero no... Parecía que la del niño no iba a ser la última de las molestas interrupciones. No sabía quién era el enésimo tipo o tipos que me interrumpían aquella noche, pues estaba de espaldas. Ya agaché la cabeza por desesperación. Sería mejor que fueran atendidos por Elen.
Anastasia Boisson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Tras todo el revuelo que su intervención había causado, Huracán también los acompañó de regreso a la mesa e intentó retomar la conversación que estaban teniendo antes de que el vampiro recibiese la golpiza de aquel enorme individuo. En silencio, la de cabellos cenicientos y su compañero escucharon cómo había conseguido escapar de las llamas y de Mortagglia, y por primera vez tuvo algo que agradecer a Belladonna, aunque una parte de ella no podía perdonarla del todo después de lo que había hecho. Aun así no dijo nada contra la hechicera, por respeto a su amiga.
Pronto uno de los clientes que había intervenido en el conflicto se acercó a la mesa e interrumpió la conversación sin darle opción de preguntar nada más a la cazadora, aquella noche parecía que les iba resultar difícil ponerse al día. El hombre se había acercado para dar las gracias a Huracán por su rápida actuación, con la cual había apartado a la joven que lo acompañaba del vampiro. Solo unos instantes después otra silueta se aproximó a su mesa, que de seguir así en breve se convertiría en la más concurrida de todo el local. Ésta vez se trataba de una mujer, que nerviosa, expuso su creciente preocupación a los presentes, asegurando que se sentía observada y que creía que las criaturas de la noche controlaban sus movimientos y los de todos aquellos que frecuentaban el local.
Elen aguardó en silencio a que Anastasia contestase, no podía permitirse llamar la atención tal como estaban los ánimos así que lo mejor para ella era mantenerse en un segundo plano, al menos hasta que dejase de haber tantos ojos puestos sobre su grupo. La respuesta de la tensai no se hizo esperar, pero la insistencia con que la extraña intentaba convencerla de que luchase terminó por molestarla, consiguiendo que cambiase el tono a uno algo más brusco de lo normal. Sorprendida y algo decepcionada, la mujer se marchó por donde había venido, justo cuando otro de los clientes de la taberna, haciendo caso a la llamada del pelirrojo, decidió avanzar hacia ellos.
Su llegada no pasó inadvertida para la de ojos verdes, sobre todo cuando de forma involuntaria, el niño se quedó mirando su escote de forma inapropiada para un chico de su edad. Avergonzado, el pequeño apartó la vista y optó por cambiar de tema para abordar lo ocurrido minutos antes, momento en que la benjamina de los Calhoun, que lo miraba con la cabeza ligeramente ladeada, se dio cuenta del motivo por el cual le resultaba familiar. Ya se había cruzado con él en el pasado, aunque en una situación muy diferente, durante una fiesta de fin de año en la que ambos, convertidos en hombres bestia a causa de los aperitivos del evento, tuvieron que enfrentarse en una carrera de obstáculos.
Aquello parecía ya tan lejano… todo había cambiado mucho desde entonces, y por desgracia a peor, aunque con ciertas excepciones como la que tenía sentada a su lado. Elen dirigió una mirada al dragón y se alegró de tenerlo con ella, haciendo poco caso a los comentarios que hacían el pequeño y su amiga acerca de las armas, objetos por los que parecían compartir afición. Para ella no eran más que herramientas y a decir verdad no se preocupaba demasiado porque su equipo fuese elegante como el de la cazadora, con que cumpliese su cometido le bastaba. A pesar de ello no pudo evitar que sus ojos se posasen fugazmente sobre la ballesta que había colocado en la mesa, pensando si no le resultaría útil buscarse una parecida para ajustar cuentas con Vladimir y Géminis sin tener que acercarse tanto a ellos.
Su parte práctica le decía que sí, pero no quería un final así para la fulana que la había puesto entre la espada y la pared, no, la vampira tenía que sufrir y mucho. Quizá sus sombríos pensamientos atrajesen lo que estaba por venir, un par de individuos que se acercaron para intentar que Huracán reconsiderase su posición. - Los cazadores tienen que protegernos, su trabajo es limpiar las calles de esos monstruos que raptan a nuestros hijos y hermanos. - soltó uno, con tono serio. - ¿Es cuestión de dinero? ¿cuánto queréis por ocuparos de esa escoria, ese Vladimir o como se llame y su perra faldera? - preguntó el otro, consiguiendo con su ignorancia que la de cabellos cenicientos dejase escapar una risita.
- No tenéis la más mínima idea de a lo que os enfrentáis, teniendo en cuenta la situación en que se encuentra Lunargenta ahora mismo ir contra él sería ir hacia una muerte segura, ¿podéis pagar eso? - inquirió, y ninguno de los dos se atrevió a decir nada. - Ya me parecía. - añadió la joven, volviendo a clavar su mirada en la mesa de madera. - Pero… tenemos que hacer algo, esa niña no es la primera que se llevan, ni será la última si nos quedamos de brazos cruzados. - volvió a hablar el primero, intentando apelar a la compasión de las presentes. - Si alguien ha visto a dónde se la han llevado soy todo oídos, vamos, dadme un sitio por el que empezar a buscar, sino será mejor que dejéis de lamentaros y empecéis a cuidaros las espaldas vosotros mismos, no siempre habrá alguien para salvaros. - espetó, de forma algo cortante.
No estaba allí para perder el tiempo, si alguno de los clientes tenía una pista medianamente sólida la seguiría, pero si no era el caso abandonaría la taberna solo para buscar un lugar mejor en el que hablar con la maestra cazadora, ya tendría las noches siguientes para registrar a fondo la ciudad y buscar a los culpables de aquellas desapariciones. Alister la miró algo extrañado, no solía escucharla dirigirse así a la gente que necesitaba ayuda pero también era cierta una cosa, gran parte de la población había dado la espalda a su compañera después de lo sucedido en el puerto, olvidando todo lo que ella había hecho para mantenerlos a salvo durante los últimos años. Eran unos desagradecidos, así los veía la vampira, y por eso su actitud no era la misma de siempre, prefería centrarse en sus propios objetivos, que éstos coincidiesen con los del pueblo solo sería casualidad.
Pronto uno de los clientes que había intervenido en el conflicto se acercó a la mesa e interrumpió la conversación sin darle opción de preguntar nada más a la cazadora, aquella noche parecía que les iba resultar difícil ponerse al día. El hombre se había acercado para dar las gracias a Huracán por su rápida actuación, con la cual había apartado a la joven que lo acompañaba del vampiro. Solo unos instantes después otra silueta se aproximó a su mesa, que de seguir así en breve se convertiría en la más concurrida de todo el local. Ésta vez se trataba de una mujer, que nerviosa, expuso su creciente preocupación a los presentes, asegurando que se sentía observada y que creía que las criaturas de la noche controlaban sus movimientos y los de todos aquellos que frecuentaban el local.
Elen aguardó en silencio a que Anastasia contestase, no podía permitirse llamar la atención tal como estaban los ánimos así que lo mejor para ella era mantenerse en un segundo plano, al menos hasta que dejase de haber tantos ojos puestos sobre su grupo. La respuesta de la tensai no se hizo esperar, pero la insistencia con que la extraña intentaba convencerla de que luchase terminó por molestarla, consiguiendo que cambiase el tono a uno algo más brusco de lo normal. Sorprendida y algo decepcionada, la mujer se marchó por donde había venido, justo cuando otro de los clientes de la taberna, haciendo caso a la llamada del pelirrojo, decidió avanzar hacia ellos.
Su llegada no pasó inadvertida para la de ojos verdes, sobre todo cuando de forma involuntaria, el niño se quedó mirando su escote de forma inapropiada para un chico de su edad. Avergonzado, el pequeño apartó la vista y optó por cambiar de tema para abordar lo ocurrido minutos antes, momento en que la benjamina de los Calhoun, que lo miraba con la cabeza ligeramente ladeada, se dio cuenta del motivo por el cual le resultaba familiar. Ya se había cruzado con él en el pasado, aunque en una situación muy diferente, durante una fiesta de fin de año en la que ambos, convertidos en hombres bestia a causa de los aperitivos del evento, tuvieron que enfrentarse en una carrera de obstáculos.
Aquello parecía ya tan lejano… todo había cambiado mucho desde entonces, y por desgracia a peor, aunque con ciertas excepciones como la que tenía sentada a su lado. Elen dirigió una mirada al dragón y se alegró de tenerlo con ella, haciendo poco caso a los comentarios que hacían el pequeño y su amiga acerca de las armas, objetos por los que parecían compartir afición. Para ella no eran más que herramientas y a decir verdad no se preocupaba demasiado porque su equipo fuese elegante como el de la cazadora, con que cumpliese su cometido le bastaba. A pesar de ello no pudo evitar que sus ojos se posasen fugazmente sobre la ballesta que había colocado en la mesa, pensando si no le resultaría útil buscarse una parecida para ajustar cuentas con Vladimir y Géminis sin tener que acercarse tanto a ellos.
Su parte práctica le decía que sí, pero no quería un final así para la fulana que la había puesto entre la espada y la pared, no, la vampira tenía que sufrir y mucho. Quizá sus sombríos pensamientos atrajesen lo que estaba por venir, un par de individuos que se acercaron para intentar que Huracán reconsiderase su posición. - Los cazadores tienen que protegernos, su trabajo es limpiar las calles de esos monstruos que raptan a nuestros hijos y hermanos. - soltó uno, con tono serio. - ¿Es cuestión de dinero? ¿cuánto queréis por ocuparos de esa escoria, ese Vladimir o como se llame y su perra faldera? - preguntó el otro, consiguiendo con su ignorancia que la de cabellos cenicientos dejase escapar una risita.
- No tenéis la más mínima idea de a lo que os enfrentáis, teniendo en cuenta la situación en que se encuentra Lunargenta ahora mismo ir contra él sería ir hacia una muerte segura, ¿podéis pagar eso? - inquirió, y ninguno de los dos se atrevió a decir nada. - Ya me parecía. - añadió la joven, volviendo a clavar su mirada en la mesa de madera. - Pero… tenemos que hacer algo, esa niña no es la primera que se llevan, ni será la última si nos quedamos de brazos cruzados. - volvió a hablar el primero, intentando apelar a la compasión de las presentes. - Si alguien ha visto a dónde se la han llevado soy todo oídos, vamos, dadme un sitio por el que empezar a buscar, sino será mejor que dejéis de lamentaros y empecéis a cuidaros las espaldas vosotros mismos, no siempre habrá alguien para salvaros. - espetó, de forma algo cortante.
No estaba allí para perder el tiempo, si alguno de los clientes tenía una pista medianamente sólida la seguiría, pero si no era el caso abandonaría la taberna solo para buscar un lugar mejor en el que hablar con la maestra cazadora, ya tendría las noches siguientes para registrar a fondo la ciudad y buscar a los culpables de aquellas desapariciones. Alister la miró algo extrañado, no solía escucharla dirigirse así a la gente que necesitaba ayuda pero también era cierta una cosa, gran parte de la población había dado la espalda a su compañera después de lo sucedido en el puerto, olvidando todo lo que ella había hecho para mantenerlos a salvo durante los últimos años. Eran unos desagradecidos, así los veía la vampira, y por eso su actitud no era la misma de siempre, prefería centrarse en sus propios objetivos, que éstos coincidiesen con los del pueblo solo sería casualidad.
Elen Calhoun
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
– Pero… es que… –la mujer no sabía que decir, pero quería convencer a la mujer cazadora de que debía ayudarlos. No quería permitir que terminara de comer su plato caliente de comida y luego se marchara por la puerta, dejándolos a todos ellos a solas, inseguros, un día más.
Nadie allí pensaba que la ayuda fuera a llegar pronto, nadie sabía si Lunargenta algún día sería liberada del yugo de los vampiros, ni tampoco sabían si en el caso de que un día como aquel, este llegaría pronto. La mujer acabo asintiendo ante las palabras de la cazadora; tenía razón, sin efectivos suficientes o un apoyo importante no podría enfrentarse a todos los vampiros que dominaban la ciudad. Aquello habría sido una misión suicida. Yo me había mantenido atento a la conversación durante aquellos segundos, esperando saber un poco más sobre esa cazadora. Lo cierto es en que en un principio había esperado que ella aceptara de buen grado ante las palabras de la mujer que se le había aproximado; lo pensé por el hecho de que se había denominado a si misma cazadora. Sin saber muy bien a que se refería con lo de cazadora, había imaginado que se trataría de una especializa en la caza de aquellas criaturas. Además, la había visto muy segura de si misma durante la breve intervención que había dado.
La mujer que había tratado de convencer sin éxito a la cazadora, se acabo marchando hasta su mesa, donde la aguardaban algunos amigos que todavía habían continuado bebiendo. Chimar finalmente me responde, a lo que respondo con una leve risotada.
– ¿No tienes muchos días libres? –mencione en tono jocoso. Después de lo visto en el primer encuentro que había tenido con él, donde se había desenvuelto con soltura, disparando y matando cuando hizo falta con tal de defender a toda aquella gente, tendría que habérseme borrado la imagen del muchacho como si fuera un simple niño. Aun así, todavía no se me iba de la mente que, tal vez siendo muy inteligente y quizás torturado por la vida, no dejaba de ser un niño. Y los niños no debían necesitar días libres, por lo general cada uno de sus días debía ser libre–. ¿La nueva Lunargenta, dices?
Había oído sobre aquellos rumores, pero llevaba demasiado tiempo viviendo en Ulmer y moviéndome en la lejanía del Lunargenta como para haber llegado a vivir el yugo de los vampiros en carne propia. Únicamente aquellos días, en los cuales había marchado junto con Lilja para terminar de recoger lo poco que quedaba en nuestro viejo hogar de la ciudad, habíamos llegado a tener algún que otro encontronazo violento, aunque nunca había llegado a ser una pelea seria. Pero se notaba que algo estaba mal en la ciudad. Las calles ya no estaban tan abarrotadas de gente como solía ser frecuente en el pasado, ni tampoco existía esa vida tan propia de la ciudad.
El muchacho mostro su interés por el arma de la cazadora, y comenzaron a comentar respecto a ello. Jamás había utilizado un arma semejante. Los mercenarios para los que trabajaba se empeñaban en que eran las armas de los cobardes, junto con las picas. Y aunque poco me importaba lo que pensaran y por supuesto no me pareciera la afirmación más inteligente que había escuchado respecto a esas armas, si que era cierto que de algún modo escucharlo tan frecuentemente me había hecho sentir un relativo desprecio inconsciente por esas armas. Varios individuos dentro de la taberna opinaban igual que la mujer que se había acercado previamente a la cazadora. Casi hacia falta que se pusieran de rodillas para poder pedirle de un modo mucho mas convincente que les ayudara con todo aquello. Pero continuaba claramente siendo una misión suicida, en el caso de que la cazadora aceptara. Podría recibir todo el oro del mundo, pero lo importante era sobrevivir para poder disfrutar ese oro. Fue entonces cuando escuche por primera vez a la acompañante, una mujer de cabello ceniciento. Me pregunte si se trataría también de una cazadora.
Las palabras de la mujer de cabello níveo dijeron lo que imaginaba que acabaría diciendo. Aquello era buscar la muerte, sin sentido. Después de sus palabras, nadie pareció dispuesto a volver a insistir en la petición de ayuda, salvo un hombre que hablo irrumpiendo en el silencio que se había formado de un momento a otro en la taberna. Este mencionó a la muchacha que había sido atrapada, a lo que la mujer respondió con sus exigencias. Eran básicas, solo necesitaba una pista, un lugar por donde empezar.
– Yo creo saber donde –menciono entonces uno de los presentes. Era un joven de barba espesa y negra. No tenia cejas, y pude ver como uno de sus ojos era completamente blanco, por lo que imagine que habría sufrido la desgracia de perder la visión en este–. He visto cierta actividad en una vieja armería. Lleva muchos años inactiva y abandonada. Pero se que desde hace muchos años ha sido utilizada como un lugar de encuentro y refugio para los pobres y la gente sin techo. Últimamente he visto actividad sospechosa en esa misma edificación. No son las mismas personas vestidas con harapos que siempre entraban y salían de ahí. He visto gente bien vestida, gente que en condiciones normales no tendría por que entrar allí. Y los he visto en muchas ocasiones acompañados de infantes. No tengo la certeza de que sean participes de esto, pero tal vez si que sea así. Esta en los suburbios en la parte norte de Lunargenta.
Nadie allí pensaba que la ayuda fuera a llegar pronto, nadie sabía si Lunargenta algún día sería liberada del yugo de los vampiros, ni tampoco sabían si en el caso de que un día como aquel, este llegaría pronto. La mujer acabo asintiendo ante las palabras de la cazadora; tenía razón, sin efectivos suficientes o un apoyo importante no podría enfrentarse a todos los vampiros que dominaban la ciudad. Aquello habría sido una misión suicida. Yo me había mantenido atento a la conversación durante aquellos segundos, esperando saber un poco más sobre esa cazadora. Lo cierto es en que en un principio había esperado que ella aceptara de buen grado ante las palabras de la mujer que se le había aproximado; lo pensé por el hecho de que se había denominado a si misma cazadora. Sin saber muy bien a que se refería con lo de cazadora, había imaginado que se trataría de una especializa en la caza de aquellas criaturas. Además, la había visto muy segura de si misma durante la breve intervención que había dado.
La mujer que había tratado de convencer sin éxito a la cazadora, se acabo marchando hasta su mesa, donde la aguardaban algunos amigos que todavía habían continuado bebiendo. Chimar finalmente me responde, a lo que respondo con una leve risotada.
– ¿No tienes muchos días libres? –mencione en tono jocoso. Después de lo visto en el primer encuentro que había tenido con él, donde se había desenvuelto con soltura, disparando y matando cuando hizo falta con tal de defender a toda aquella gente, tendría que habérseme borrado la imagen del muchacho como si fuera un simple niño. Aun así, todavía no se me iba de la mente que, tal vez siendo muy inteligente y quizás torturado por la vida, no dejaba de ser un niño. Y los niños no debían necesitar días libres, por lo general cada uno de sus días debía ser libre–. ¿La nueva Lunargenta, dices?
Había oído sobre aquellos rumores, pero llevaba demasiado tiempo viviendo en Ulmer y moviéndome en la lejanía del Lunargenta como para haber llegado a vivir el yugo de los vampiros en carne propia. Únicamente aquellos días, en los cuales había marchado junto con Lilja para terminar de recoger lo poco que quedaba en nuestro viejo hogar de la ciudad, habíamos llegado a tener algún que otro encontronazo violento, aunque nunca había llegado a ser una pelea seria. Pero se notaba que algo estaba mal en la ciudad. Las calles ya no estaban tan abarrotadas de gente como solía ser frecuente en el pasado, ni tampoco existía esa vida tan propia de la ciudad.
El muchacho mostro su interés por el arma de la cazadora, y comenzaron a comentar respecto a ello. Jamás había utilizado un arma semejante. Los mercenarios para los que trabajaba se empeñaban en que eran las armas de los cobardes, junto con las picas. Y aunque poco me importaba lo que pensaran y por supuesto no me pareciera la afirmación más inteligente que había escuchado respecto a esas armas, si que era cierto que de algún modo escucharlo tan frecuentemente me había hecho sentir un relativo desprecio inconsciente por esas armas. Varios individuos dentro de la taberna opinaban igual que la mujer que se había acercado previamente a la cazadora. Casi hacia falta que se pusieran de rodillas para poder pedirle de un modo mucho mas convincente que les ayudara con todo aquello. Pero continuaba claramente siendo una misión suicida, en el caso de que la cazadora aceptara. Podría recibir todo el oro del mundo, pero lo importante era sobrevivir para poder disfrutar ese oro. Fue entonces cuando escuche por primera vez a la acompañante, una mujer de cabello ceniciento. Me pregunte si se trataría también de una cazadora.
Las palabras de la mujer de cabello níveo dijeron lo que imaginaba que acabaría diciendo. Aquello era buscar la muerte, sin sentido. Después de sus palabras, nadie pareció dispuesto a volver a insistir en la petición de ayuda, salvo un hombre que hablo irrumpiendo en el silencio que se había formado de un momento a otro en la taberna. Este mencionó a la muchacha que había sido atrapada, a lo que la mujer respondió con sus exigencias. Eran básicas, solo necesitaba una pista, un lugar por donde empezar.
– Yo creo saber donde –menciono entonces uno de los presentes. Era un joven de barba espesa y negra. No tenia cejas, y pude ver como uno de sus ojos era completamente blanco, por lo que imagine que habría sufrido la desgracia de perder la visión en este–. He visto cierta actividad en una vieja armería. Lleva muchos años inactiva y abandonada. Pero se que desde hace muchos años ha sido utilizada como un lugar de encuentro y refugio para los pobres y la gente sin techo. Últimamente he visto actividad sospechosa en esa misma edificación. No son las mismas personas vestidas con harapos que siempre entraban y salían de ahí. He visto gente bien vestida, gente que en condiciones normales no tendría por que entrar allí. Y los he visto en muchas ocasiones acompañados de infantes. No tengo la certeza de que sean participes de esto, pero tal vez si que sea así. Esta en los suburbios en la parte norte de Lunargenta.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Frio ignora bastante la situación de la ciudad al parecer, se nota que anda de turista. Chimar lleva en medio de vampiros durante meses aunque es privilegiado, tiene una ballesta automática y la mejor fortaleza del reino… algo que no pueden decir los ciudadanos corrientes no gorriones.
¿Bromeas?, nunca tengo descanso, si no es salvado algo es quemando otra cosa… frustrante.
Como aventurero independiente y líder de un grupito de mocosos puede decir con propiedad que las 24 horas del día no alcanzan mucho. Suspira, al final ama la vida de aventurero pese a sus quejas. Eso no le impide buscar algún día aburrido una vez al mes claro esta y es perfectamente legal, las semana de baños caen bien.
Eventualmente la cazadora reacciona ante el comentario discreto de su enano próximo, incluso saca su arma. Es… hermosa en todos los sentidos, estilizada y perfecta. Chimar sacrifica estética por funcionalidad en sus inventos lo que les hace tener apariencia de equipo minero, la maquina que tiene enfrente por otro lado posee verdadera belleza.
Wow… es grande y muy atractiva… excelentes curvas con una personalidad fuerte “sonríe emocionado” ¿puedo tocarla?
Extiende la mano pero otras interrupciones destrozan el momento de “Intimidad”, la gente puede llegar a ser bastante impertinente si se lo propone. Ya tendrá que interrogar más adelante a la mujer acerca de sus estilos de combate, manufactura y mantenimiento. Ciertamente su tamaño de virote dice mucho a manera pasiva…
Lo siguiente son intentos del populacho para despertar un sentido del deber en la mujer armada, cada ruego más desesperado que otro. Ambas señoritas defienden su neutralidad con uñas y dientes, utilizan conceptos muy lógicos vale destacar. Para purgar la ciudad de vampiros se necesita un ejército o al menos un millar de especialistas, nadie sin importar su habilidad podría llevar la tarea a cabo en solitario.
¿Siempre tienen el mismo efecto en la gente?
Maquiavelo no conoce mucho de las cazadoras, solo sabe que combaten vampiros y nada más. Sinceramente tenía la equivocada idea de que habían desaparecido… algo que se reservara en esta oportunidad. Una cosa esta clara, tienen buena popularidad. Debe ser bonito despertar empatía solo por mencionar una facción, los gorriones no son tan apreciados ni conocidos aunque su encanto paria les viene bien.
Al final un sujeto viene con información pertinente, da una pista real. El único mocoso del recinto suspira, otro intento de evitar problemas a la letrina. Le gusta creer que es tan egoísta como cualquiera pero siempre termina ayudando, especialmente si sus contemporáneos sufren penurias y requieren apoyo.
Es mi día libre… pero nadie molesta mocosos en mi guardia, ¿qué dicen los demás?
Un poco de calentamiento nocturno nunca viene mal, eso sin mencionar que tener la oportunidad de combatir junto a otra ballestera es como mínimo memorable. Los personajes que tiene delante son profesionales, cada uno de ellos. Luchar con iguales viene bien luego de dar tantos tumbos por los reinos.
Me llamo Chimar por cierto, Chimar Maquiavelo.
¿Bromeas?, nunca tengo descanso, si no es salvado algo es quemando otra cosa… frustrante.
Como aventurero independiente y líder de un grupito de mocosos puede decir con propiedad que las 24 horas del día no alcanzan mucho. Suspira, al final ama la vida de aventurero pese a sus quejas. Eso no le impide buscar algún día aburrido una vez al mes claro esta y es perfectamente legal, las semana de baños caen bien.
Eventualmente la cazadora reacciona ante el comentario discreto de su enano próximo, incluso saca su arma. Es… hermosa en todos los sentidos, estilizada y perfecta. Chimar sacrifica estética por funcionalidad en sus inventos lo que les hace tener apariencia de equipo minero, la maquina que tiene enfrente por otro lado posee verdadera belleza.
Wow… es grande y muy atractiva… excelentes curvas con una personalidad fuerte “sonríe emocionado” ¿puedo tocarla?
Extiende la mano pero otras interrupciones destrozan el momento de “Intimidad”, la gente puede llegar a ser bastante impertinente si se lo propone. Ya tendrá que interrogar más adelante a la mujer acerca de sus estilos de combate, manufactura y mantenimiento. Ciertamente su tamaño de virote dice mucho a manera pasiva…
Lo siguiente son intentos del populacho para despertar un sentido del deber en la mujer armada, cada ruego más desesperado que otro. Ambas señoritas defienden su neutralidad con uñas y dientes, utilizan conceptos muy lógicos vale destacar. Para purgar la ciudad de vampiros se necesita un ejército o al menos un millar de especialistas, nadie sin importar su habilidad podría llevar la tarea a cabo en solitario.
¿Siempre tienen el mismo efecto en la gente?
Maquiavelo no conoce mucho de las cazadoras, solo sabe que combaten vampiros y nada más. Sinceramente tenía la equivocada idea de que habían desaparecido… algo que se reservara en esta oportunidad. Una cosa esta clara, tienen buena popularidad. Debe ser bonito despertar empatía solo por mencionar una facción, los gorriones no son tan apreciados ni conocidos aunque su encanto paria les viene bien.
Al final un sujeto viene con información pertinente, da una pista real. El único mocoso del recinto suspira, otro intento de evitar problemas a la letrina. Le gusta creer que es tan egoísta como cualquiera pero siempre termina ayudando, especialmente si sus contemporáneos sufren penurias y requieren apoyo.
Es mi día libre… pero nadie molesta mocosos en mi guardia, ¿qué dicen los demás?
Un poco de calentamiento nocturno nunca viene mal, eso sin mencionar que tener la oportunidad de combatir junto a otra ballestera es como mínimo memorable. Los personajes que tiene delante son profesionales, cada uno de ellos. Luchar con iguales viene bien luego de dar tantos tumbos por los reinos.
Me llamo Chimar por cierto, Chimar Maquiavelo.
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Mientras Elen contestaba a nuestros aficionados, moví un par de veces la cabeza, en señal de negación al niño a su intención de tocar mi arma. No me gustaba que nadie se acercara a menos de un metro a mi preciado instrumento de trabajo. Arriesgando a descalibrar ésta.
Mientras tanto, Elen se encargó de bajar los ánimos motivados de los campesinos. ¿Por qué eran tan insistentes? Ni por todo el oro del mundo pondría la vida de nadie en una empresa suicida como era invadir el castillo. Por otra parte, si los rumores eran ciertos y finalmente el rey o sus vasallos terminaban desembarcando. Yo sería la primera en ir a dar batalla a los chupasangres en el castillo. No es que los ricos de Beltrexus simpatizáramos mucho con la nobleza de Lunargenta, y en particular los Boisson, que no congeniábamos con nadie. Pero teníamos enemigos en común. Aquello sería una alianza conveniente.
Un último hombre se acercó a hacer una última insistencia. Aseguró saber dónde se encontraba el cuartel de operaciones de los secuestradores de la niña. Parece que algún grupo de chupasangres se dedicaba a secuestrar niños y llevarlos ahí con fines desconocidos, algo que pareció alterar al mocoso admirador de mis armas. El niño debía de ser el cabecilla de algún grupo de huérfanos, por lo que deduje por sus palabras. Por lo que parecía dispuesto a ir allí a comprobarlo.
-Está bien. Iremos a ver. – afirmé seca, enviando una mirada cómplice a Elen y Alister, a ver qué opinaban ellos. Aquellos campesinos nos veían como héroes. Como su última esperanza. Verlos tan abatidos no es que fuera algo que me iba a conmover, pero desde luego no podía permitir que los chupasangres siguieran campando a sus anchas. A las pequeñas batidas sí que podíamos hacerles frente.
-Huracán, para ti. – me presenté mientras me levantaba de la mesa, después de que el niño se presentara como Chimar. El mocoso afirmó que vendría con nosotros. Parecía querer comprobar cómo trabajábamos los profesionales. – Mantente en la retaguardia.
Me dirigí a la puerta y miré muy de reojo al pelirrojo y su hermana. De manera muy seria y entrecerrando los ojos de manera felina. En lo que para mí era una agradecimiento por sus palabras. Luego con una mano abrí de un empujón la puerta y salí a la fría y oscura noche de Lunargenta.
Al salir por la puerta. Pude identificar ante nosotros a los chicos con los mismos ropajes de cuero tan característicos de nuestro gremio. Aquellas inconfundibles ballestas... No me equivoqué. Ante nosotros aparecieron Jules Roche y Nick Kärtenssen. Mi infatigable compañero de aventuras y el joven e inexperto sobrino del Lord de Roilkat. El brujo, mucho más paciente que yo, actuaba de tutor del joven dragón de 20 años. Jules me sonrió con la cabeza y después presentó sus respetos a Alister y Elen llevándose dos dedos a la frente. Tras ellos, estaban también Hannah y Overholser, otros conocidos de Elen, que también tenía cuentas pendientes con Vladimir.
-Qué pasa, ¿por qué venís tantos juntos? – pregunté, cruzándome de brazos. No acostumbraba a ver a los chicos en grupos tan grandes. Se supone que nos dividíamos en parejas para obtener más dinero en contratos.
-Explícale tú el por qué, chico. – comentó Jules, con una sonrisa, dando una palmada a Nick. Portaba una serie de carteles.
-Maestra Boisson, tranquilícese cuando lo lea. – comentó, entregándome dichos carteles. – También los hemos visto en paredes y puertas.
Los carteles propagaban una serie de mensajes contra nuestro gremio. Uno tras otro. No los oculté en ningún momento, de manera que los presentes también podrían leerlos. “Palacio de los Vientos, reducidlos a cenizas”. “El que nunca ha hecho nada no merece un palacio” o “¿Dónde están esos Cazadores de vampiros?”. Me estaba comenzando a hervir la sangre por aquellos falsos rumores. Aguanté durante unos segundos. Luego, destruí los carteles en pedazos, furiosa, y los tiré al suelo.
-¿Quién ha escrito esto? – pregunté con un rostro serio. Nick, viéndome a mí, miró a Jules, cediéndole el turno. ¡Quemar mi palacio! ¡Malditos perros desgraciados!
-Supongo que nuestros amigos, los vampiros del castillo. – dedujo Jules, llevándose la mano al mentón, pensativo. – Lanzan un órdago en forma de discurso de odio contra nosotros, en particular contra ti y Cass. – señaló a Elen. – ¡Oh! Y también te buscan a ti, por lo que hemos escuchado. – luego me devolvió la mirada a mí. – Tendremos que extremar las precauciones. Las maestras cazadoras sois las más expuestas. De modo que Annelise y yo hemos decidido olvidarnos de las pequeñas batidas y contratos. Ella y su grupo irán a buscar a Cassandra. Nosotros, contigo. Y formaremos dos grupos grandes, al menos hasta que la ciudad sea segura. – comentó el brujo.
-¿Acaso te he autorizado yo para tomar decisiones por mí, Roche? ¿Y Cassandra a Annelise? – pregunté de mal humor. Cuando le llamaba por el apellido, es que estaba enfadada. -
-¡Ja! No. Seguís mandando. Sólo hemos dicho que vamos con vosotras. – afirmó el brujo, guiñándome un ojo. Miré al resto de cazadores. - Limpiaremos esta falsa imagen en base a buenas acciones. Parece que vais a algún sitio. - bromeó el brujo.
-Detrás de ti, Boisson. – comentó Overholser, asintiendo con la cabeza. Y Hannah y Nick hicieron lo propio.
Suspiré resignada. En el fondo, viendo aquellas palabras, era cierto que me sentía mucho más segura con la presencia de Jules y el resto. El grupo era ahora mucho más grande con la incorporación de los cuatro cazadores. Éramos menos compactos, pero también más letales. Ahora podíamos hacer batidas mayores.
Insté con la cabeza al resto del grupo, a que alguno liderara el camino.
Mientras tanto, Elen se encargó de bajar los ánimos motivados de los campesinos. ¿Por qué eran tan insistentes? Ni por todo el oro del mundo pondría la vida de nadie en una empresa suicida como era invadir el castillo. Por otra parte, si los rumores eran ciertos y finalmente el rey o sus vasallos terminaban desembarcando. Yo sería la primera en ir a dar batalla a los chupasangres en el castillo. No es que los ricos de Beltrexus simpatizáramos mucho con la nobleza de Lunargenta, y en particular los Boisson, que no congeniábamos con nadie. Pero teníamos enemigos en común. Aquello sería una alianza conveniente.
Un último hombre se acercó a hacer una última insistencia. Aseguró saber dónde se encontraba el cuartel de operaciones de los secuestradores de la niña. Parece que algún grupo de chupasangres se dedicaba a secuestrar niños y llevarlos ahí con fines desconocidos, algo que pareció alterar al mocoso admirador de mis armas. El niño debía de ser el cabecilla de algún grupo de huérfanos, por lo que deduje por sus palabras. Por lo que parecía dispuesto a ir allí a comprobarlo.
-Está bien. Iremos a ver. – afirmé seca, enviando una mirada cómplice a Elen y Alister, a ver qué opinaban ellos. Aquellos campesinos nos veían como héroes. Como su última esperanza. Verlos tan abatidos no es que fuera algo que me iba a conmover, pero desde luego no podía permitir que los chupasangres siguieran campando a sus anchas. A las pequeñas batidas sí que podíamos hacerles frente.
-Huracán, para ti. – me presenté mientras me levantaba de la mesa, después de que el niño se presentara como Chimar. El mocoso afirmó que vendría con nosotros. Parecía querer comprobar cómo trabajábamos los profesionales. – Mantente en la retaguardia.
Me dirigí a la puerta y miré muy de reojo al pelirrojo y su hermana. De manera muy seria y entrecerrando los ojos de manera felina. En lo que para mí era una agradecimiento por sus palabras. Luego con una mano abrí de un empujón la puerta y salí a la fría y oscura noche de Lunargenta.
Al salir por la puerta. Pude identificar ante nosotros a los chicos con los mismos ropajes de cuero tan característicos de nuestro gremio. Aquellas inconfundibles ballestas... No me equivoqué. Ante nosotros aparecieron Jules Roche y Nick Kärtenssen. Mi infatigable compañero de aventuras y el joven e inexperto sobrino del Lord de Roilkat. El brujo, mucho más paciente que yo, actuaba de tutor del joven dragón de 20 años. Jules me sonrió con la cabeza y después presentó sus respetos a Alister y Elen llevándose dos dedos a la frente. Tras ellos, estaban también Hannah y Overholser, otros conocidos de Elen, que también tenía cuentas pendientes con Vladimir.
-Qué pasa, ¿por qué venís tantos juntos? – pregunté, cruzándome de brazos. No acostumbraba a ver a los chicos en grupos tan grandes. Se supone que nos dividíamos en parejas para obtener más dinero en contratos.
-Explícale tú el por qué, chico. – comentó Jules, con una sonrisa, dando una palmada a Nick. Portaba una serie de carteles.
-Maestra Boisson, tranquilícese cuando lo lea. – comentó, entregándome dichos carteles. – También los hemos visto en paredes y puertas.
Los carteles propagaban una serie de mensajes contra nuestro gremio. Uno tras otro. No los oculté en ningún momento, de manera que los presentes también podrían leerlos. “Palacio de los Vientos, reducidlos a cenizas”. “El que nunca ha hecho nada no merece un palacio” o “¿Dónde están esos Cazadores de vampiros?”. Me estaba comenzando a hervir la sangre por aquellos falsos rumores. Aguanté durante unos segundos. Luego, destruí los carteles en pedazos, furiosa, y los tiré al suelo.
-¿Quién ha escrito esto? – pregunté con un rostro serio. Nick, viéndome a mí, miró a Jules, cediéndole el turno. ¡Quemar mi palacio! ¡Malditos perros desgraciados!
-Supongo que nuestros amigos, los vampiros del castillo. – dedujo Jules, llevándose la mano al mentón, pensativo. – Lanzan un órdago en forma de discurso de odio contra nosotros, en particular contra ti y Cass. – señaló a Elen. – ¡Oh! Y también te buscan a ti, por lo que hemos escuchado. – luego me devolvió la mirada a mí. – Tendremos que extremar las precauciones. Las maestras cazadoras sois las más expuestas. De modo que Annelise y yo hemos decidido olvidarnos de las pequeñas batidas y contratos. Ella y su grupo irán a buscar a Cassandra. Nosotros, contigo. Y formaremos dos grupos grandes, al menos hasta que la ciudad sea segura. – comentó el brujo.
-¿Acaso te he autorizado yo para tomar decisiones por mí, Roche? ¿Y Cassandra a Annelise? – pregunté de mal humor. Cuando le llamaba por el apellido, es que estaba enfadada. -
-¡Ja! No. Seguís mandando. Sólo hemos dicho que vamos con vosotras. – afirmó el brujo, guiñándome un ojo. Miré al resto de cazadores. - Limpiaremos esta falsa imagen en base a buenas acciones. Parece que vais a algún sitio. - bromeó el brujo.
-Detrás de ti, Boisson. – comentó Overholser, asintiendo con la cabeza. Y Hannah y Nick hicieron lo propio.
Suspiré resignada. En el fondo, viendo aquellas palabras, era cierto que me sentía mucho más segura con la presencia de Jules y el resto. El grupo era ahora mucho más grande con la incorporación de los cuatro cazadores. Éramos menos compactos, pero también más letales. Ahora podíamos hacer batidas mayores.
Insté con la cabeza al resto del grupo, a que alguno liderara el camino.
*Off: Los carteles a los que hago referencia [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Anastasia Boisson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Ante las más que lógicas exigencias de la de ojos verdes, que no tenía tiempo para registrar toda Lunargenta casa por casa, uno de los clientes de la taberna le dio lo que pedía, una pista, un lugar por el que empezar a buscar. El joven aseguraba haber visto, con su único ojo sano, como una vieja armería pasaba de convertirse en refugio para pobres y sin techo a ser el punto de reunión de otro tipo de personas mucho menos necesitadas, y que en ocasiones iban acompañadas por niños, algo que sin duda debería haber hecho saltar las alarmas antes. - Suficiente. - pensó la vampira, al tiempo que se levantaba de su asiento. Si no acababan con aquel asunto pronto no tendría ocasión de hablar con su amiga y explicarle lo sucedido en el norte así que debían darse prisa, sobretodo porque el sol no retrasaría su salida, tenían que aprovechar bien las horas que quedaban antes de que amaneciese.
Para su sorpresa el muchacho decidió unirse a la misión, era pequeño pero no le faltaban agallas, si sabía defenderse igual de bien no tendría problemas para ir con ellos. Chimar, así dijo que se llamaba, y entonces empezó una breve ronda de presentaciones, que continuó la maestra cazadora. - Elen, y éste es mi compañero, Alister. - dijo la de cabellos cenicientos, desviando momentáneamente su vista hacia el dragón, que también se había levantado. Solo unos instantes después, y siguiendo a la hechicera, abandonaron el local, encontrando fuera al resto de cazadores con los que había visto a Anastasia en casa de Quatermein, junto con un viejo conocido, Overholser.
- Vaya, con unos cuantos más podríamos hacernos con el castillo. - soltó la benjamina de los Calhoun en voz baja, su grupo acababa de duplicar efectivos y eso les vendría muy bien. Jules los saludó con un gesto antes de que Huracán les preguntase qué hacían allí reunidos. El brujo instó a su acompañante a contestar con una palmada en el hombro, y éste de inmediato tendió a la tensai una serie de carteles con mensajes nada halagadores para su gremio. Alguien se había dedicado a empapelar buena parte de Lunargenta con aquellos anuncios, pidiendo al pueblo que tomasen represalias por la falta de actuación de los cazadores, algo que según el autor de los carteles se debía pagar con la destrucción del Palacio de los Vientos.
Como era de esperar la joven hizo pedazos los carteles nada más leerlos, tirando sus restos al suelo y centrándose en averiguar quién los había colgado, algo que no era difícil de imaginar. Sus enemigos naturales habían tomado la ciudad y si conseguían volver al pueblo contra el gremio se ahorrarían el trabajo de acabar con ellos, no tendrían que mancharse las manos sino limitarse a observar, algo que pegaba bastante con los chupasangres. Jules les informó de que aquellos mensajes iban especialmente contra las dos maestras cazadoras pero que no solo las buscaban a ellas, Elen también estaba entre los objetivos. - Si me buscan me encontrarán… y será lo último que hagan. - espetó, manipulando las sombras para que su oscura aura se volviese mucho más intensa y visible. Ya no le importaba que descubriesen lo que era, la mayoría de los compañeros de su amiga lo sabían y no iban a hacerle nada, los únicos que podrían sorprenderse eran Chimar y Overholser.
Vladimir ya debía estar al tanto de su llegada, eso complicaría las cosas, pero tarde o temprano cometería un error y dejaría a Géminis sola… entonces la de cabellos cenicientos cobraría su venganza contra la vampira y llevaría a cabo el plan que llevaba días formándose en su cabeza. Los miembros del gremio habían optado por dividirse en dos grupos grandes para que ninguna de las maestras estuviese desprotegida, y mientras unos cuantos iban en busca de Cassandra, los presentes se quedarían con Anastasia, aunque de primeras no pareció gustarle que otros tomasen decisiones por ella.
Tras unos momentos de tensión, Jules propuso lavar la imagen de los suyos a base de buenas acciones, y con un suspiro de resignación la bruja aceptó la compañía de los cuatro cazadores, era hora de ponerse en marcha. - A los suburbios de la parte norte, tenemos que investigar una vieja armería. - informó Elen, tomando la iniciativa y empezando a caminar hacia el lugar que les habían indicado. - Si Vlad sabe que estás aquí… ¿qué pasa con nuestro plan? - le preguntó en un susurro el dragón, que iba a su lado. - No ha cambiado nada, buscaremos el modo de hacer salir a Géminis, solo debemos tener más cuidado. - respondió con aparente tranquilidad la centinela. - Quizá ésta sea nuestra mejor ocasión, si causamos el revuelo suficiente y eliminamos a un número considerable de vampiros puede que decidan enviarla a ocuparse del asunto. - añadió, esperanzada. De no ser así les tocaría seguir dando caza a los seguidores del inmortal noche tras noche, hasta que éste optase por descubrir su posición.
A paso ligero, ya que probablemente era la que más prisa tenía por acabar con aquel trabajo, la señora de las sombras continuó enfilando las calles en dirección a los suburbios, volviendo la vista hacia su amiga de vez en cuando, consciente de que no podía pedirle que luchase contra los jinetes pero que contra Vladimir y lo que quedaba de la Hermandad la situación era diferente. El apoyo de su gremio podría marcar la diferencia, sobre todo si se reunían con el grupo que acompañaba a Cass, pero todo aquello tendría que esperar a que pudiesen hablar en privado.
Para su sorpresa el muchacho decidió unirse a la misión, era pequeño pero no le faltaban agallas, si sabía defenderse igual de bien no tendría problemas para ir con ellos. Chimar, así dijo que se llamaba, y entonces empezó una breve ronda de presentaciones, que continuó la maestra cazadora. - Elen, y éste es mi compañero, Alister. - dijo la de cabellos cenicientos, desviando momentáneamente su vista hacia el dragón, que también se había levantado. Solo unos instantes después, y siguiendo a la hechicera, abandonaron el local, encontrando fuera al resto de cazadores con los que había visto a Anastasia en casa de Quatermein, junto con un viejo conocido, Overholser.
- Vaya, con unos cuantos más podríamos hacernos con el castillo. - soltó la benjamina de los Calhoun en voz baja, su grupo acababa de duplicar efectivos y eso les vendría muy bien. Jules los saludó con un gesto antes de que Huracán les preguntase qué hacían allí reunidos. El brujo instó a su acompañante a contestar con una palmada en el hombro, y éste de inmediato tendió a la tensai una serie de carteles con mensajes nada halagadores para su gremio. Alguien se había dedicado a empapelar buena parte de Lunargenta con aquellos anuncios, pidiendo al pueblo que tomasen represalias por la falta de actuación de los cazadores, algo que según el autor de los carteles se debía pagar con la destrucción del Palacio de los Vientos.
Como era de esperar la joven hizo pedazos los carteles nada más leerlos, tirando sus restos al suelo y centrándose en averiguar quién los había colgado, algo que no era difícil de imaginar. Sus enemigos naturales habían tomado la ciudad y si conseguían volver al pueblo contra el gremio se ahorrarían el trabajo de acabar con ellos, no tendrían que mancharse las manos sino limitarse a observar, algo que pegaba bastante con los chupasangres. Jules les informó de que aquellos mensajes iban especialmente contra las dos maestras cazadoras pero que no solo las buscaban a ellas, Elen también estaba entre los objetivos. - Si me buscan me encontrarán… y será lo último que hagan. - espetó, manipulando las sombras para que su oscura aura se volviese mucho más intensa y visible. Ya no le importaba que descubriesen lo que era, la mayoría de los compañeros de su amiga lo sabían y no iban a hacerle nada, los únicos que podrían sorprenderse eran Chimar y Overholser.
Vladimir ya debía estar al tanto de su llegada, eso complicaría las cosas, pero tarde o temprano cometería un error y dejaría a Géminis sola… entonces la de cabellos cenicientos cobraría su venganza contra la vampira y llevaría a cabo el plan que llevaba días formándose en su cabeza. Los miembros del gremio habían optado por dividirse en dos grupos grandes para que ninguna de las maestras estuviese desprotegida, y mientras unos cuantos iban en busca de Cassandra, los presentes se quedarían con Anastasia, aunque de primeras no pareció gustarle que otros tomasen decisiones por ella.
Tras unos momentos de tensión, Jules propuso lavar la imagen de los suyos a base de buenas acciones, y con un suspiro de resignación la bruja aceptó la compañía de los cuatro cazadores, era hora de ponerse en marcha. - A los suburbios de la parte norte, tenemos que investigar una vieja armería. - informó Elen, tomando la iniciativa y empezando a caminar hacia el lugar que les habían indicado. - Si Vlad sabe que estás aquí… ¿qué pasa con nuestro plan? - le preguntó en un susurro el dragón, que iba a su lado. - No ha cambiado nada, buscaremos el modo de hacer salir a Géminis, solo debemos tener más cuidado. - respondió con aparente tranquilidad la centinela. - Quizá ésta sea nuestra mejor ocasión, si causamos el revuelo suficiente y eliminamos a un número considerable de vampiros puede que decidan enviarla a ocuparse del asunto. - añadió, esperanzada. De no ser así les tocaría seguir dando caza a los seguidores del inmortal noche tras noche, hasta que éste optase por descubrir su posición.
A paso ligero, ya que probablemente era la que más prisa tenía por acabar con aquel trabajo, la señora de las sombras continuó enfilando las calles en dirección a los suburbios, volviendo la vista hacia su amiga de vez en cuando, consciente de que no podía pedirle que luchase contra los jinetes pero que contra Vladimir y lo que quedaba de la Hermandad la situación era diferente. El apoyo de su gremio podría marcar la diferencia, sobre todo si se reunían con el grupo que acompañaba a Cass, pero todo aquello tendría que esperar a que pudiesen hablar en privado.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Frith estuvo atento a las presentaciones. Mientras que una mujer, la cazadora, se había presentado a sí misma como huracán, la otra mujer de cabello níveo se había presentado como Elen. Frith trato de grabar en su mente aquellos nombres, los de aquellas a quienes acompañaría en aquella investigación. Dado que, si bien todavía no había llegado a decidir en ser partícipe de aquella investigación, sabía que de algún modo acabaría siéndolo. Si hasta un joven muchacho como chimar estaba decidido a ser participe, él no podía quedarse atrás. Además, Frith no simpatizaba especialmente con los vampiros, ni mucho menos Lilja que ya había tenido cuantiosos inconvenientes por culpa de estas criaturas, por lo que irrumpir en sus planes de algún modo, sería la forma que tendrían los pelirrojos de vengarse.
– Me llamo Frith –se presentó el pelirrojo–. Ella es mi hermana Lilja –dijo mientras la señalaba–. Estaremos encantados de ayudar en la medida de lo posible con esto. No te importa, ¿verdad? –pregunto entonces, esta vez dirigiéndose hacia su hermana.
– Para nada –Lilja sonrió, mientras fijaba la mirada en Huracán. Le había llamado la atención la soltura que había tenido desde un primer momento. Aun sin conocerla demasiado, Lilja llegó a pensar que querría verse como aquella mujer en el futuro; fuerte, decidida y capaz de reaccionar sin dudar un instante–. Cualquier cosa que podamos hacer, la haremos.
Frith asintió complacido porque su hermana decidiera ser participe en la investigación. Huracán les hizo un gesto en agradecimiento y salió bruscamente de la taberna. Los pelirrojos la acompañaron fuera, y una vez allí fuera vieron como otros individuos con vestiduras mu y semejantes a las que estaba utilizando la cazadora, se dirigían hacia ella directamente. Por el rumbo que iba tomando la conversación, Frith imagino que serían conocidos, cosa que pudo verificar poco después.
Emprendieron la marcha hacia la parte norte del a ciudad, los suburbios donde se encontraba aquella vieja armería. Frith no estaba del todo seguro de saber dónde se encontraba, pero sí que tenía alguna ligera idea de donde podría encontrarse. Recordaba su localización aproximada debido a algo que pudo recordar encontrándose ya en la misma callejuela en la que se hallaba la edificación. Resultaba una estructura de lo más característica. Rodeada por edificios nuevos, o reformados, era el único edificio en aquella callejuela que se veía abandonado y con verdadera antigüedad. Mientras que todo a su alrededor parecía haber evolucionado con el paso del tiempo, la armería se alzaba en tres plantas, antigua, con un aspecto descuidado y dando la ligera impresión de que en el momento más inesperado podría venirse abajo. Parecía completamente fuera de contexto en relación a lo que la rodeaba. Frith se había fijado en aquel edificio en contadas ocasiones, cuando había pasado por las proximidades. La fachada tenía varias placas de metal enormes, cubriendo allá donde había grietas. También las ventas estaban tapiadas, con el mismo hierro y doblemente tapiadas con madera en la parte exterior. No había indicios de actividad en aquellos momentos, aunque sí que se podían vislumbrar, prestando suficiente atención, ligeros destellos entre las pequeñas oberturas que no llegaban a estar tapadas en algunas de las ventanas de la tercera planta. Era un edifico grande, que se encontraba en el final de la calle, justo acaparando toda una esquina.
– Me llamo Frith –se presentó el pelirrojo–. Ella es mi hermana Lilja –dijo mientras la señalaba–. Estaremos encantados de ayudar en la medida de lo posible con esto. No te importa, ¿verdad? –pregunto entonces, esta vez dirigiéndose hacia su hermana.
– Para nada –Lilja sonrió, mientras fijaba la mirada en Huracán. Le había llamado la atención la soltura que había tenido desde un primer momento. Aun sin conocerla demasiado, Lilja llegó a pensar que querría verse como aquella mujer en el futuro; fuerte, decidida y capaz de reaccionar sin dudar un instante–. Cualquier cosa que podamos hacer, la haremos.
Frith asintió complacido porque su hermana decidiera ser participe en la investigación. Huracán les hizo un gesto en agradecimiento y salió bruscamente de la taberna. Los pelirrojos la acompañaron fuera, y una vez allí fuera vieron como otros individuos con vestiduras mu y semejantes a las que estaba utilizando la cazadora, se dirigían hacia ella directamente. Por el rumbo que iba tomando la conversación, Frith imagino que serían conocidos, cosa que pudo verificar poco después.
Emprendieron la marcha hacia la parte norte del a ciudad, los suburbios donde se encontraba aquella vieja armería. Frith no estaba del todo seguro de saber dónde se encontraba, pero sí que tenía alguna ligera idea de donde podría encontrarse. Recordaba su localización aproximada debido a algo que pudo recordar encontrándose ya en la misma callejuela en la que se hallaba la edificación. Resultaba una estructura de lo más característica. Rodeada por edificios nuevos, o reformados, era el único edificio en aquella callejuela que se veía abandonado y con verdadera antigüedad. Mientras que todo a su alrededor parecía haber evolucionado con el paso del tiempo, la armería se alzaba en tres plantas, antigua, con un aspecto descuidado y dando la ligera impresión de que en el momento más inesperado podría venirse abajo. Parecía completamente fuera de contexto en relación a lo que la rodeaba. Frith se había fijado en aquel edificio en contadas ocasiones, cuando había pasado por las proximidades. La fachada tenía varias placas de metal enormes, cubriendo allá donde había grietas. También las ventas estaban tapiadas, con el mismo hierro y doblemente tapiadas con madera en la parte exterior. No había indicios de actividad en aquellos momentos, aunque sí que se podían vislumbrar, prestando suficiente atención, ligeros destellos entre las pequeñas oberturas que no llegaban a estar tapadas en algunas de las ventanas de la tercera planta. Era un edifico grande, que se encontraba en el final de la calle, justo acaparando toda una esquina.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Primero fueron las presentaciones, nombres y esas cosas. Luego uno a uno los presentes se apuntaron a la cacería, todos con razones variadas. Si bien la emoción no se saborea en el ambiente… decidieron comprometerse, punto para los adultos.
Salen del pintoresco sitio y pronto son abordados por una partida de sujetos extraños, curioso grupito sin duda. Al enano genio le toma dos segundos darse cuenta que pertenecen a la facción de Huracán por lo que no se sorprende cuando revelan su identidad, es difícil confundir alineamiento de sujetos forrados en cuero y con ballestas en la espalda.
Lo siguiente si sorprende bastante al mocoso, Elen resulta ser una vampira. Se le queda mirando por incomodos instantes mientras aquella mujer hace gala de habilidades extrañas. Como no es magia corriente y carece de orejas picudas el descarte indica una facción menos moralista.
Eso explica el exceso de color negro…
Nunca aparecerá un vampiro en Aerandir con gusto por el naranja o el amarillo… siempre buscan cosas negras y si quieren variar apuntan al rojo. No es que todas las personas con prendas negras encima sean chupasangres pero es un color que debería despertar sospechas en cualquier persona con dos dedos de frente.
La cazadora experta recibe varios carteles que desatan su cólera, incluso se le marca una vena bastante prominente en su frente. Maquiavelo pilla un par en un intento por comprender la situación, pronto descubre que los vampiros también saben utilizar la propaganda de desprestigio.
Sencillo y conciso, diseñado para llegar a mucha gente.
Una vez lo mandaron a participar en el diario de la universidad de los susurros, cierto castigo por quemar el almacén de reactivos cinco veces. Aprendió un par de cosillas allí y… luego lo enviaron a cuidar jardines cuando trato de convertir la imprenta en una máquina de asedio.
Con su orgullo herido la líder especialista en ballestas destroza todo papel difamador a su alcance, claramente es una crítica difícil. Cuando está listo ese atentado al papel la enorme partida emprende una marcha táctica, ahora son una fuerza a tener en cuenta gracias a las circunstancias.
Con guías turnándose cada cierto tiempo logran llegar al edificio correcto, vale destacar que Frith colabora bastante en el hallazgo. Maquiavelo es nativo de la ciudad pero decidió quedarse al margen en la búsqueda, una táctica para evaluar el potencial lógico de tantos adultos y poder responder la pregunta más compleja de la realidad, ¿Cuántos frijoles se necesitan para colocar una antorcha?
Más de una docena “tos nerviosa” digo… ¿quién va primero?
En ataques a estructuras los efectivos iniciales siempre salen mal parados o muertos, sin duda una estadística poco alentadora. El chiquillo tiene demasiado aprecio personal como para lanzarse de primero, especialmente con tantos sujetos de nombres raros cerca. ¿Qué se puede decir?, los niños son el futuro.
Puedo abrir la puerta pero no voy a liderar la entrada… déjenlo a la suerte “saca de su bolsillo varios palitos pequeños que siempre lleva por si sus hermanos no se ponen de acuerdo”
Salen del pintoresco sitio y pronto son abordados por una partida de sujetos extraños, curioso grupito sin duda. Al enano genio le toma dos segundos darse cuenta que pertenecen a la facción de Huracán por lo que no se sorprende cuando revelan su identidad, es difícil confundir alineamiento de sujetos forrados en cuero y con ballestas en la espalda.
Lo siguiente si sorprende bastante al mocoso, Elen resulta ser una vampira. Se le queda mirando por incomodos instantes mientras aquella mujer hace gala de habilidades extrañas. Como no es magia corriente y carece de orejas picudas el descarte indica una facción menos moralista.
Eso explica el exceso de color negro…
Nunca aparecerá un vampiro en Aerandir con gusto por el naranja o el amarillo… siempre buscan cosas negras y si quieren variar apuntan al rojo. No es que todas las personas con prendas negras encima sean chupasangres pero es un color que debería despertar sospechas en cualquier persona con dos dedos de frente.
La cazadora experta recibe varios carteles que desatan su cólera, incluso se le marca una vena bastante prominente en su frente. Maquiavelo pilla un par en un intento por comprender la situación, pronto descubre que los vampiros también saben utilizar la propaganda de desprestigio.
Sencillo y conciso, diseñado para llegar a mucha gente.
Una vez lo mandaron a participar en el diario de la universidad de los susurros, cierto castigo por quemar el almacén de reactivos cinco veces. Aprendió un par de cosillas allí y… luego lo enviaron a cuidar jardines cuando trato de convertir la imprenta en una máquina de asedio.
Con su orgullo herido la líder especialista en ballestas destroza todo papel difamador a su alcance, claramente es una crítica difícil. Cuando está listo ese atentado al papel la enorme partida emprende una marcha táctica, ahora son una fuerza a tener en cuenta gracias a las circunstancias.
Con guías turnándose cada cierto tiempo logran llegar al edificio correcto, vale destacar que Frith colabora bastante en el hallazgo. Maquiavelo es nativo de la ciudad pero decidió quedarse al margen en la búsqueda, una táctica para evaluar el potencial lógico de tantos adultos y poder responder la pregunta más compleja de la realidad, ¿Cuántos frijoles se necesitan para colocar una antorcha?
Más de una docena “tos nerviosa” digo… ¿quién va primero?
En ataques a estructuras los efectivos iniciales siempre salen mal parados o muertos, sin duda una estadística poco alentadora. El chiquillo tiene demasiado aprecio personal como para lanzarse de primero, especialmente con tantos sujetos de nombres raros cerca. ¿Qué se puede decir?, los niños son el futuro.
Puedo abrir la puerta pero no voy a liderar la entrada… déjenlo a la suerte “saca de su bolsillo varios palitos pequeños que siempre lleva por si sus hermanos no se ponen de acuerdo”
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
A Elen no pareció gustarle el comentario de Jules, acerca de que ella también estaba siendo perseguida por los vampiros. La de cabellos níveos quería vengarse a toda costa de la tal Géminis. Y qué mejor manera que hacerla salir de su escondrijo reduciendo el número de aliados. Aún así, desconocía el grado de poder de aquella chupasangres. – Esa Géminis que tanto mencionas… ¿Es muy poderosa? Ya he oído bastante de ella. Y no para bien. – pregunté, alzando una ceja. No sabía nada de la susodicha y Elen ya la había nombrado varias veces. También en la ciudad. Pocos serían capaces de vencer a la benjamina de los Calhoun cuerpo a cuerpo en un combate, y si ella lo había hecho, no era una rival a menospreciar.
El grupo era especialmente amplio y no se podía decir que fuese especialmente discreto. Demasiadas personas, contando al niño. Aquello era más que una patrulla, y sin duda no pasaríamos desapercibidos. De hecho, mientras caminábamos hacia el barrio Norte, percibía desde los tejados como éramos observados por criaturas de la noche, que trataban de desaparecer en cuanto entraban en nuestra línea de visión. No dudé en golpear a Jules en los hombros para hacerle ver si ellos también eran conscientes de aquel hecho. Los vampiros de la ciudad, nos tenían muy controlados.
Frith y Lilja liderando el grupo hacia una localización un tanto extraña. En un callejón bastante estrecho, entre edificios relativamente modernos. Había uno más bajo, cuyas ventanas, grietas y accesos estaban tapados con placas de metal.
-Un callejón oriental al Norte, al que poca luz llegará al día. Ventanas y puertas tapiadas… - dijo Jules acariciándose el mentón y contemplando la deteriorada estructura. - Sí. Tiene todas las papeletas para ser el edificio que buscamos.
-¿Creéis que nos han visto? – preguntó Nick. Yo observaba silenciosa los accesos y las posibles vías. Entre las grietas podían percibirse ojos rojos.
-Sí. – respondí al chico. - Overholser, sube al tejado opuesto. Iré contigo y entraré por arriba. – El silencioso y obediente francotirador asintió. Desde allí tenía una buena oposición para apuntar con su arma, la de más larga distancia, de todas las que tenía el gremio. Había un salto considerable de un edificio a otro, pero cualquier distancia o precipicio no era algo insalvable cuando eras una maga que dominaba los vientos. Los sorprendería por la retaguardia. – Hannah y Nick, id con Jules, empezando por la planta baja. – todos asintieron. - Considerad que se trata de una armería, estarán surtidos de armas de filo. Tampoco sabemos dónde tienen los rehenes atrapados. Así que no disparéis indiscriminadamente. - informé al equipo en general. Elaborar un plan de ataque era algo habitual en el mundo de la caza de vampiros. Luchábamos contra gente más fuerte, y más rápida. Pero seguramente no más inteligente.
Luego miré al chico, Chimar, de reojo. Había afirmado que podría abrir la puerta.
–Nadie te ha pedido que lideres nada. – le dije fría al niño. Quizás subestimaba el potencial del pequeño Chimar, pero es que no acostumbraba a hacer cacerías acompañada de un crío. Aún así, el hecho de que llevara ballestas me llamaba la atención. – Puedes venir conmigo y Overholser y abrirme las ventanas de los pisos superiores. No te quedes solo y si necesitas algo, pide ayuda. – Le propuse aún sin saber si lo haría. Tenía granadas crépitus, así que yo también podría abrir las ventanas. A continuación me dirigí a Frith y a Lilja. Les señalé. – Vosotros dos. Si sabéis luchar, que Elen os indique. Os digo lo mismo que al pequeño. Si necesitáis ayuda, pedidla. – concluí. No acostumbraba a trabajar con ayudantes. Los cazadores solíamos actuar con discreción y siempre nosotros solos.
Luego miré con confianza a Elen. Mi nivel de armonía con ella era tal que ambas sabíamos que no necesitábamos decirnos nada. Simplemente le hice un gesto asintiendo con la cabeza para preguntarle si estaba preparada. La vampiresa era de sobra capaz de liderar la batida. Si ella, Alister y el resto de cazadores entraban por el piso de abajo, los vampiros de las dos plantas superiores correrían hacia éste. Era el momento entonces de que yo los sorprendiera por la espalda y los acribillara sin piedad.
Finalmente, partí hacia el edificio opuesto, que parecía abandonado y con la puerta abierta, en busca del acceso a la segunda planta del mismo. Overholser partió detrás de mí con su ballesta, la de mayor alcance del gremio, detrás. Por su parte, Nick quedó asombrado con admiración. Incrédulo de mi manera de solucionar las cosas. A mi partida, picó a Jules en el hombro, con disimulo.
-Mi tío siempre me decía que la maestra Boisson era una mujer comedida que resolvía los conflictos a base de diálogo y espionaje. – explicó.
-La anterior maestra, chico. La anterior. Las Boisson son toda una caja de sorpresas. - Nick envió una mirada perdida a Jules. Sorprendido. El brujo se la devolvió. – Y eso que no has conocido a Belladonna...– dijo casi en un susurro irónico, deslomando la ballesta pesada a su espalda, y enviando una mirada a Elen con confianza. Indicándole que estaba listo. Sólo tenía que derribar la puerta y entrar.
El grupo era especialmente amplio y no se podía decir que fuese especialmente discreto. Demasiadas personas, contando al niño. Aquello era más que una patrulla, y sin duda no pasaríamos desapercibidos. De hecho, mientras caminábamos hacia el barrio Norte, percibía desde los tejados como éramos observados por criaturas de la noche, que trataban de desaparecer en cuanto entraban en nuestra línea de visión. No dudé en golpear a Jules en los hombros para hacerle ver si ellos también eran conscientes de aquel hecho. Los vampiros de la ciudad, nos tenían muy controlados.
Frith y Lilja liderando el grupo hacia una localización un tanto extraña. En un callejón bastante estrecho, entre edificios relativamente modernos. Había uno más bajo, cuyas ventanas, grietas y accesos estaban tapados con placas de metal.
-Un callejón oriental al Norte, al que poca luz llegará al día. Ventanas y puertas tapiadas… - dijo Jules acariciándose el mentón y contemplando la deteriorada estructura. - Sí. Tiene todas las papeletas para ser el edificio que buscamos.
-¿Creéis que nos han visto? – preguntó Nick. Yo observaba silenciosa los accesos y las posibles vías. Entre las grietas podían percibirse ojos rojos.
-Sí. – respondí al chico. - Overholser, sube al tejado opuesto. Iré contigo y entraré por arriba. – El silencioso y obediente francotirador asintió. Desde allí tenía una buena oposición para apuntar con su arma, la de más larga distancia, de todas las que tenía el gremio. Había un salto considerable de un edificio a otro, pero cualquier distancia o precipicio no era algo insalvable cuando eras una maga que dominaba los vientos. Los sorprendería por la retaguardia. – Hannah y Nick, id con Jules, empezando por la planta baja. – todos asintieron. - Considerad que se trata de una armería, estarán surtidos de armas de filo. Tampoco sabemos dónde tienen los rehenes atrapados. Así que no disparéis indiscriminadamente. - informé al equipo en general. Elaborar un plan de ataque era algo habitual en el mundo de la caza de vampiros. Luchábamos contra gente más fuerte, y más rápida. Pero seguramente no más inteligente.
Luego miré al chico, Chimar, de reojo. Había afirmado que podría abrir la puerta.
–Nadie te ha pedido que lideres nada. – le dije fría al niño. Quizás subestimaba el potencial del pequeño Chimar, pero es que no acostumbraba a hacer cacerías acompañada de un crío. Aún así, el hecho de que llevara ballestas me llamaba la atención. – Puedes venir conmigo y Overholser y abrirme las ventanas de los pisos superiores. No te quedes solo y si necesitas algo, pide ayuda. – Le propuse aún sin saber si lo haría. Tenía granadas crépitus, así que yo también podría abrir las ventanas. A continuación me dirigí a Frith y a Lilja. Les señalé. – Vosotros dos. Si sabéis luchar, que Elen os indique. Os digo lo mismo que al pequeño. Si necesitáis ayuda, pedidla. – concluí. No acostumbraba a trabajar con ayudantes. Los cazadores solíamos actuar con discreción y siempre nosotros solos.
Luego miré con confianza a Elen. Mi nivel de armonía con ella era tal que ambas sabíamos que no necesitábamos decirnos nada. Simplemente le hice un gesto asintiendo con la cabeza para preguntarle si estaba preparada. La vampiresa era de sobra capaz de liderar la batida. Si ella, Alister y el resto de cazadores entraban por el piso de abajo, los vampiros de las dos plantas superiores correrían hacia éste. Era el momento entonces de que yo los sorprendiera por la espalda y los acribillara sin piedad.
Finalmente, partí hacia el edificio opuesto, que parecía abandonado y con la puerta abierta, en busca del acceso a la segunda planta del mismo. Overholser partió detrás de mí con su ballesta, la de mayor alcance del gremio, detrás. Por su parte, Nick quedó asombrado con admiración. Incrédulo de mi manera de solucionar las cosas. A mi partida, picó a Jules en el hombro, con disimulo.
-Mi tío siempre me decía que la maestra Boisson era una mujer comedida que resolvía los conflictos a base de diálogo y espionaje. – explicó.
-La anterior maestra, chico. La anterior. Las Boisson son toda una caja de sorpresas. - Nick envió una mirada perdida a Jules. Sorprendido. El brujo se la devolvió. – Y eso que no has conocido a Belladonna...– dijo casi en un susurro irónico, deslomando la ballesta pesada a su espalda, y enviando una mirada a Elen con confianza. Indicándole que estaba listo. Sólo tenía que derribar la puerta y entrar.
Anastasia Boisson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Con el par de hermanos pelirrojos el grupo se volvió aún más grande y llamativo, tanto como para atraer la indeseada atención de los vampiros que se encontraban por la zona norte de la ciudad, pero eso era algo con lo que ya contaba la de cabellos cenicientos, que prefirió centrarse en la pregunta de su amiga. - Esa malnacida me atacó a traición por orden de Vladimir… me dejó al borde de la muerte para luego entregarme su sangre, también por capricho del Inmortal… cuando le ponga las manos encima la destrozaré. - aseguró con tono serio, trayendo a su memoria la imagen de Géminis. Lo que no compartió la joven era el arriesgado plan que tenía en mente, y que dependía completamente de que lograse sacar a la vampira de su escondite y tuviesen un encuentro privado, del que claramente solo saldría una de las dos con vida.
Gracias a la orientación de Frith y Lilja, que conocían mejor aquella parte de los suburbios, pronto encontraron un edificio que desentonaba bastante con lo que lo rodeaba, mientras el resto de la calle se había reformado con los años aquel lugar en particular parecía llevar abandonado bastante tiempo. Quizá hubiese sido una famosa armería décadas atrás, pero ahora solo era un inestable refugio para cuantos se atrevían a entrar allí, y a juzgar por la forma en que habían tapiado las ventanas era fácil pensar que tal como aseguraban en la taberna, los vampiros hubiesen hecho de aquel sitio su guarida.
Fuera del alcance del sol durante la mayor parte del día tendrían libertad para moverse y organizarse en su guerra por el control de la ciudad, que si los rumores eran ciertos, pronto se vería amenazado por la llegada del rey Siegfried y sus apoyos. Cuando uno de los miembros del gremio de cazadores preguntó al resto si creían que los habrían visto llegar la centinela no pudo evitar poner los ojos en blanco, ¿de verdad era uno de ellos? ¿cómo se le podían haber pasado por alto las siluetas que llevaban observándolos desde los tejados casi desde que salieron de la posada? Esas que se escondían justo antes de quedar expuestas, pero que no habían sido lo suficientemente rápidas como para escapar a la aguda vista de la de ojos verdes.
Por suerte la maestra cazadora sí se había dado cuenta de ello, y no dudó en ponerse manos a la obra, dividiendo el grupo entre los que subirían con ella al edificio opuesto para tomar una posición ventajosa desde las alturas y los que entrarían por la puerta principal, atrayendo hacia sí toda la atención posible. Elen y Alister se encontraban claramente en éste último, aunque con sus nuevas habilidades la ex bruja podría haber trepado sin problemas la fachada, pero no quería dejar a su compañero, y sin duda sus poderes resultarían más útiles en las distancias cortas.
A la oferta de Chimar de abrir la puerta Huracán contestó de forma algo cortante, olvidando quizá que estaba hablando con un niño, armado y seguramente peligroso sí, pero no dejaba de ser más que un chiquillo. Tan solo unos instantes después la tensai dio al pequeño la opción de acompañarla, acompañando la invitación con un par de recomendaciones que extendería al par de hermanos pelirrojos. Antes de que la Boisson se pusiese en marcha ambas cruzaron una mirada cargada de confianza, habían peleado juntas en muchas ocasiones y no necesitaban palabras para coordinarse, así que se limitaron a dedicarse un gesto con el que quedaba claro que estaban listas para actuar.
Tras perderla de vista la de cabellos cenicientos se giró ligeramente para ver al equipo con el que contaba, conocía bien las capacidades de Jules pero no las de los otros cazadores, ni tampoco las posibles habilidades de combate de Frith y Lilja. - Os habéis apuntado a esta misión así que doy por hecho que sabéis defenderos. - comentó, mirando a los pelirrojos durante unos instantes. ¿Estaría en lo cierto o los hermanos solo querían ayudar guiándolos hasta la armería? Pronto saldría de dudas.
Tras ver la señal de Jules, que estaba preparado para entrar en acción, la benjamina de los Calhoun buscó el rostro del dragón, que ya había desenvainado su espada y aguardaba el momento de irrumpir en el desvencijado edificio. - Hagamos algo de ruido. - indicó, avanzando con paso firme hacia la puerta y manipulando su elemento para crear un muro de sombras y lanzarlo contra la entrada. El estruendo del impacto llamaría la atención de cualquiera que estuviese en el interior, y con la desgastada puerta arrancada del quicio y tirada en el suelo nada les impedía adentrarse en la planta baja y proceder a su limpieza. - Recordad que puede haber rehenes, tenemos que registrar hasta el último rincón de este sitio. - añadió una vez dentro, justo antes de que los primeros vampiros saliesen al pasillo para recibirlos.
Para cuando éstos enfilaron el corredor en su dirección Jules tenía ya su ballesta preparada, y con un certero disparo atravesó la cabeza del chupasangres más cercano, mientras la centinela echaba mano de sus sombras para atrapar a otro de ellos y estamparlo bruscamente contra una de las paredes, que no resistió el golpe y acabó con un considerable agujero en la madera. Antes de subir a la segunda planta debían asegurar aquella y eliminar a los enemigos que les saliesen al paso, algo que les llevaría unos minutos ya que su ruidosa entrada no pasaría desapercibida para nadie.
Gracias a la orientación de Frith y Lilja, que conocían mejor aquella parte de los suburbios, pronto encontraron un edificio que desentonaba bastante con lo que lo rodeaba, mientras el resto de la calle se había reformado con los años aquel lugar en particular parecía llevar abandonado bastante tiempo. Quizá hubiese sido una famosa armería décadas atrás, pero ahora solo era un inestable refugio para cuantos se atrevían a entrar allí, y a juzgar por la forma en que habían tapiado las ventanas era fácil pensar que tal como aseguraban en la taberna, los vampiros hubiesen hecho de aquel sitio su guarida.
Fuera del alcance del sol durante la mayor parte del día tendrían libertad para moverse y organizarse en su guerra por el control de la ciudad, que si los rumores eran ciertos, pronto se vería amenazado por la llegada del rey Siegfried y sus apoyos. Cuando uno de los miembros del gremio de cazadores preguntó al resto si creían que los habrían visto llegar la centinela no pudo evitar poner los ojos en blanco, ¿de verdad era uno de ellos? ¿cómo se le podían haber pasado por alto las siluetas que llevaban observándolos desde los tejados casi desde que salieron de la posada? Esas que se escondían justo antes de quedar expuestas, pero que no habían sido lo suficientemente rápidas como para escapar a la aguda vista de la de ojos verdes.
Por suerte la maestra cazadora sí se había dado cuenta de ello, y no dudó en ponerse manos a la obra, dividiendo el grupo entre los que subirían con ella al edificio opuesto para tomar una posición ventajosa desde las alturas y los que entrarían por la puerta principal, atrayendo hacia sí toda la atención posible. Elen y Alister se encontraban claramente en éste último, aunque con sus nuevas habilidades la ex bruja podría haber trepado sin problemas la fachada, pero no quería dejar a su compañero, y sin duda sus poderes resultarían más útiles en las distancias cortas.
A la oferta de Chimar de abrir la puerta Huracán contestó de forma algo cortante, olvidando quizá que estaba hablando con un niño, armado y seguramente peligroso sí, pero no dejaba de ser más que un chiquillo. Tan solo unos instantes después la tensai dio al pequeño la opción de acompañarla, acompañando la invitación con un par de recomendaciones que extendería al par de hermanos pelirrojos. Antes de que la Boisson se pusiese en marcha ambas cruzaron una mirada cargada de confianza, habían peleado juntas en muchas ocasiones y no necesitaban palabras para coordinarse, así que se limitaron a dedicarse un gesto con el que quedaba claro que estaban listas para actuar.
Tras perderla de vista la de cabellos cenicientos se giró ligeramente para ver al equipo con el que contaba, conocía bien las capacidades de Jules pero no las de los otros cazadores, ni tampoco las posibles habilidades de combate de Frith y Lilja. - Os habéis apuntado a esta misión así que doy por hecho que sabéis defenderos. - comentó, mirando a los pelirrojos durante unos instantes. ¿Estaría en lo cierto o los hermanos solo querían ayudar guiándolos hasta la armería? Pronto saldría de dudas.
Tras ver la señal de Jules, que estaba preparado para entrar en acción, la benjamina de los Calhoun buscó el rostro del dragón, que ya había desenvainado su espada y aguardaba el momento de irrumpir en el desvencijado edificio. - Hagamos algo de ruido. - indicó, avanzando con paso firme hacia la puerta y manipulando su elemento para crear un muro de sombras y lanzarlo contra la entrada. El estruendo del impacto llamaría la atención de cualquiera que estuviese en el interior, y con la desgastada puerta arrancada del quicio y tirada en el suelo nada les impedía adentrarse en la planta baja y proceder a su limpieza. - Recordad que puede haber rehenes, tenemos que registrar hasta el último rincón de este sitio. - añadió una vez dentro, justo antes de que los primeros vampiros saliesen al pasillo para recibirlos.
Para cuando éstos enfilaron el corredor en su dirección Jules tenía ya su ballesta preparada, y con un certero disparo atravesó la cabeza del chupasangres más cercano, mientras la centinela echaba mano de sus sombras para atrapar a otro de ellos y estamparlo bruscamente contra una de las paredes, que no resistió el golpe y acabó con un considerable agujero en la madera. Antes de subir a la segunda planta debían asegurar aquella y eliminar a los enemigos que les saliesen al paso, algo que les llevaría unos minutos ya que su ruidosa entrada no pasaría desapercibida para nadie.
Elen Calhoun
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
La mujer de cabello níveo fue la que pareció tomar el liderazgo. Desde que habían salido de la taberna, el grupo se había ampliado bastante, en especial desde que se habían unido varios individuos vestidos con oscuras indumentarias, armados con ballestas muy semejantes a la que la cazadora había utilizado. Lilja y yo asentimos a la de cabello blanquecino, cuando esta imaginó que nosotros sabíamos pelear. Llevaba algunos años trabajando como mercenario, con la experiencia que eso proporcionaba, y Lilja… no era la primera vez en la que se veía enfrentando a vampiros.
– ¿Ruid…? –se preguntó Lilja, al escuchar las palabras de Elen. Mi hermana abrió los ojos casi tanto como yo en cuanto contempló la magia de sombras. Parecía que las cosas irían más rápido de lo que tanto ella como yo habíamos imaginado.
La puerta cayó, abriéndonos paso al interior de la vieja armería. Sentí la furia del lobo en mi interior: la bestia sabía qué había más allá de aquella puerta derruida, en el interior de la armería abandonada, y se retorcía furibunda en mi interior. Lilja no iba especialmente armada, pero tenía a mano las cuchillas que llevaba siempre consigo. Un virote pasó volando a nuestro lado, clavándose en la cabeza de uno de los primeros vampiros que había salido a nuestro encuentro. Había varios más allá, escondidos en la penumbra. Mientras que momentos atrás la armería había sido un lugar silencioso, aparentemente inhabitado, una vez nos encontramos dentro pudimos escuchar cómo se acrecentaba el ruido de multitud de pasos, madera desquebrajándose, muebles siendo empujados o las visagras de diversas pueras abriéndose violentamente; también diversos sonidos metálicos, probablemente de viejas herramientas de la armería que se precipitaban al suelo cada vez que los vampiros pasaban al lado del mobiliario, empujándolo de camino a nuestro encuentro.
Tomé mi espada y aguardé unos segundos; Lilja ya se estaba enfrentando a uno de los vampiros, utilizando sus dagas ágilmente; aunque el vampiro era mucho más rápido que ella, haciendo que poco a poco fuera dando un paso, y otro, y otro más hacia atrás. Lilja aguantaba como podía. Fui corriendo hasta ella con la intención de ayudarla, pero se interpuso en mi camino una de aquellas repugnantes criaturas. Tenía los ojos de un verde extremadamente claro, y las pupilas muy dilatadas. Manejaba un cuchillo con destreza, y se movía ágilmente, como si no pesara nada en absoluto. Se abalanzó contra mí rápidamente, casi sin darme tiempo a reaccionar. Interpuse mi espada entre ambos, haciendo que se retirara por un momento, pero luego volvió a lanzarse contra mí.
– ¡Frith! –me llamó mi hermana, que todavía continuaba enfrentándose al mismo vampiro. Dirigí un momento la mirada hacia ella.
El vampiro la había obligado a retirarse hacia atrás, pero ahora se encontraba en una situación mucho más complicada. Otro de los vampiros se había acercado, obligándola a enfrentarse contra ambos en una clara desventaja. Un fuerte puñetazo en el estómago me devolvió a la pelea que estaba manteniendo yo con el otro vampiro. Volvió a golpearme, repetidas veces. Me consiguió clavar las uñas en la fina pechera de cuero, atravesándola, y me empujó, haciéndome retirar hacia atrás. Golpeé su cabeza con la empuñadura de mi espada y traté de avanzar, haciéndolo retirarse. Pero reaccionó rápido, consiguiendo causarme un corte en el costado con su cuchillo. Alcé el mandoble y lo dirigí horizontalmente contra él. Se retiró unos pasos hacia atrás, y aproveché para avanzar nuevamente, con el mandoble esta vez en un corte vertical. Conseguí asestarle el golpe, haciéndolo caer al suelo. En seguida me dirigí corriendo hacia mi hermana. Embestí a uno de los vampiros; Lilja aprovechó a que el otro se encontraba sobresaltado para poder atacarlo, apuñalándolo tantas veces como pudo. El vampiro se retiró bruscamente, y Lilja se dirigió hacia aquel al que yo había empujado. Acabamos con él rápidamente, atravesándolo con nuestros aceros. La furia del lobo en mi interior se hacía cada vez más notable; tal vez de forma conveniente. Sabía que no sería de tanta utilidad en mi condición humana, como podría serlo en caso de dejarme llevar por la bestia.
– ¿Ruid…? –se preguntó Lilja, al escuchar las palabras de Elen. Mi hermana abrió los ojos casi tanto como yo en cuanto contempló la magia de sombras. Parecía que las cosas irían más rápido de lo que tanto ella como yo habíamos imaginado.
La puerta cayó, abriéndonos paso al interior de la vieja armería. Sentí la furia del lobo en mi interior: la bestia sabía qué había más allá de aquella puerta derruida, en el interior de la armería abandonada, y se retorcía furibunda en mi interior. Lilja no iba especialmente armada, pero tenía a mano las cuchillas que llevaba siempre consigo. Un virote pasó volando a nuestro lado, clavándose en la cabeza de uno de los primeros vampiros que había salido a nuestro encuentro. Había varios más allá, escondidos en la penumbra. Mientras que momentos atrás la armería había sido un lugar silencioso, aparentemente inhabitado, una vez nos encontramos dentro pudimos escuchar cómo se acrecentaba el ruido de multitud de pasos, madera desquebrajándose, muebles siendo empujados o las visagras de diversas pueras abriéndose violentamente; también diversos sonidos metálicos, probablemente de viejas herramientas de la armería que se precipitaban al suelo cada vez que los vampiros pasaban al lado del mobiliario, empujándolo de camino a nuestro encuentro.
Tomé mi espada y aguardé unos segundos; Lilja ya se estaba enfrentando a uno de los vampiros, utilizando sus dagas ágilmente; aunque el vampiro era mucho más rápido que ella, haciendo que poco a poco fuera dando un paso, y otro, y otro más hacia atrás. Lilja aguantaba como podía. Fui corriendo hasta ella con la intención de ayudarla, pero se interpuso en mi camino una de aquellas repugnantes criaturas. Tenía los ojos de un verde extremadamente claro, y las pupilas muy dilatadas. Manejaba un cuchillo con destreza, y se movía ágilmente, como si no pesara nada en absoluto. Se abalanzó contra mí rápidamente, casi sin darme tiempo a reaccionar. Interpuse mi espada entre ambos, haciendo que se retirara por un momento, pero luego volvió a lanzarse contra mí.
– ¡Frith! –me llamó mi hermana, que todavía continuaba enfrentándose al mismo vampiro. Dirigí un momento la mirada hacia ella.
El vampiro la había obligado a retirarse hacia atrás, pero ahora se encontraba en una situación mucho más complicada. Otro de los vampiros se había acercado, obligándola a enfrentarse contra ambos en una clara desventaja. Un fuerte puñetazo en el estómago me devolvió a la pelea que estaba manteniendo yo con el otro vampiro. Volvió a golpearme, repetidas veces. Me consiguió clavar las uñas en la fina pechera de cuero, atravesándola, y me empujó, haciéndome retirar hacia atrás. Golpeé su cabeza con la empuñadura de mi espada y traté de avanzar, haciéndolo retirarse. Pero reaccionó rápido, consiguiendo causarme un corte en el costado con su cuchillo. Alcé el mandoble y lo dirigí horizontalmente contra él. Se retiró unos pasos hacia atrás, y aproveché para avanzar nuevamente, con el mandoble esta vez en un corte vertical. Conseguí asestarle el golpe, haciéndolo caer al suelo. En seguida me dirigí corriendo hacia mi hermana. Embestí a uno de los vampiros; Lilja aprovechó a que el otro se encontraba sobresaltado para poder atacarlo, apuñalándolo tantas veces como pudo. El vampiro se retiró bruscamente, y Lilja se dirigió hacia aquel al que yo había empujado. Acabamos con él rápidamente, atravesándolo con nuestros aceros. La furia del lobo en mi interior se hacía cada vez más notable; tal vez de forma conveniente. Sabía que no sería de tanta utilidad en mi condición humana, como podría serlo en caso de dejarme llevar por la bestia.
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OffRol: Lamento muchísimo la tardanza. He tenido mucho papeléo y cosas que hacer u_u.Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Chimar arquea una ceja ante los comentarios severos de su aliada, está acostumbrado a recibir tal trato de los adultos. Siempre termina demostrando su valía aunque por desgracia nunca es posible saltarse la desconfianza intrínseca que genera su edad.
Aquella mujer elabora la estrategia con velocidad y distribuye los efectivos, básicamente atacaran en dos frentes para maximizar efectos. Maquiavelo es invitado a participar en la ofensiva del tejado a lo que asiente gustoso, es claro que la batalla más fuerte se llevara a cabo en los niveles inferiores.
Bajo el liderato de la maestra cazadora todos sus elementos predilectos avanzan al unísono, usan un edificio contiguo para alcanzar la altura requerida. Una vez a dos plantas de elevación parecen estar listos y bastante ansiosos.
Mientras los cazadores charlan sobre quien es la líder más temible del curioso grupo tiene lugar el allanamiento inicial, las piezas del suelo se mueven causando ruido y caos a su paso. Valientes personajes cumplen su parte dándole oportunidad al otro equipo de infiltrarse.
El niño estudia la distancia que separa los edificios y llega a la conclusión de que es un tanto larga para ser superada por cualquier salto, debe usar un poco de lógica. Pasa a Seleccionar cierto virote multifunción de su ballesta, luego de atarle una cuerda lo dispara a la posición elevada más maciza.
Los veo del otro lado.
Guiña un ojo mientras salta al vacío, vale destacar que la cuerda le permite llegar al otro extremo sin problemas. No causa demasiado ruido y es que su agilidad lleva puliéndose mucho tiempo… eso sin mencionar que con todo el jaleo de la planta inferior nadie notara algunos golpecitos arriba.
Sin prestarle atención al grupo Maquiavelo avanza hasta la ventana más grande, una vez allí saca sus ganzúas personalizadas. Busca el primitivo mecanismo que mantiene la placa unida y de dos movimientos rompe su integridad.
“Los vampiros pelean bien pero sus cosas apestan”
Con algo de esfuerzo pone la placa a un lado para luego llamar con cierto gesto a toda la partida. No parece haber nadie en esa sección, Seguramente toda la guarida está combatiendo a los intrusos más sonoros.
Deben darse prisa o las fuerzas iniciales podrían ser superadas sin importar su habilidad, pocos personajes logran mantenerse vivos en inferioridad numérica. Una guarida de vampiros colectiva suele tener muchos individuos menores apilados, algo que contrasta totalmente con el reducto de cualquier señor chupasangre.
Aquella mujer elabora la estrategia con velocidad y distribuye los efectivos, básicamente atacaran en dos frentes para maximizar efectos. Maquiavelo es invitado a participar en la ofensiva del tejado a lo que asiente gustoso, es claro que la batalla más fuerte se llevara a cabo en los niveles inferiores.
Bajo el liderato de la maestra cazadora todos sus elementos predilectos avanzan al unísono, usan un edificio contiguo para alcanzar la altura requerida. Una vez a dos plantas de elevación parecen estar listos y bastante ansiosos.
Mientras los cazadores charlan sobre quien es la líder más temible del curioso grupo tiene lugar el allanamiento inicial, las piezas del suelo se mueven causando ruido y caos a su paso. Valientes personajes cumplen su parte dándole oportunidad al otro equipo de infiltrarse.
El niño estudia la distancia que separa los edificios y llega a la conclusión de que es un tanto larga para ser superada por cualquier salto, debe usar un poco de lógica. Pasa a Seleccionar cierto virote multifunción de su ballesta, luego de atarle una cuerda lo dispara a la posición elevada más maciza.
Los veo del otro lado.
Guiña un ojo mientras salta al vacío, vale destacar que la cuerda le permite llegar al otro extremo sin problemas. No causa demasiado ruido y es que su agilidad lleva puliéndose mucho tiempo… eso sin mencionar que con todo el jaleo de la planta inferior nadie notara algunos golpecitos arriba.
Sin prestarle atención al grupo Maquiavelo avanza hasta la ventana más grande, una vez allí saca sus ganzúas personalizadas. Busca el primitivo mecanismo que mantiene la placa unida y de dos movimientos rompe su integridad.
“Los vampiros pelean bien pero sus cosas apestan”
Con algo de esfuerzo pone la placa a un lado para luego llamar con cierto gesto a toda la partida. No parece haber nadie en esa sección, Seguramente toda la guarida está combatiendo a los intrusos más sonoros.
Deben darse prisa o las fuerzas iniciales podrían ser superadas sin importar su habilidad, pocos personajes logran mantenerse vivos en inferioridad numérica. Una guarida de vampiros colectiva suele tener muchos individuos menores apilados, algo que contrasta totalmente con el reducto de cualquier señor chupasangre.
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Todos parecían estar de acuerdo con el plan. La idea de que Elen y Alister abrieron camino por la parte baja con ayuda de Jules, Nick y Hannah pareció convencer. Por su parte, yo asentí con la cabeza con confianza a Overholser para adentrarme en el edificio contiguo, cuya puerta parecía abierta, y subir por las escaleras hasta aproximadamente la tercer planta, donde parecía haber una ventana también abierta en el edificio opuesto. Inaccesible para cualquiera que no tuviera poderes que lo llevaran hasta a ella, y desde la que previsiblemente entrarían los vampiros procedentes del exterior.
-Te cubro, Anastasia. – dijo el poco expresivo francotirador con confianza. Mirándome a los ojos. Asentí.
Cuando me di la vuelta, el pequeño Chimar ya había pasado al otro lado. ¡Condenado bribón! Había hecho uso de una cuerda atada un virote que disparó con su ballesta. Vaya, parecía que el mocoso tenía buenas ideas. Sonreí al ver su ímpetu. No podía culparle por ello. En cierto modo se parecía a mí.
Tomé carrerilla y de un impulso, hice la magia de viento flotar sobre mis pies y elevarme. En un salto largo con voltereta incluida, llegué hacia donde estaba el pequeño. Perfectamente medido. Le miré con cierta soberbia y esperé a que abriese el acceso con las ganzúas. Mientras estaba en ello, miré hacia atrás para ver a Overholser preparado y también advertí que en la parte de abajo el combate ya había empezado.
-Quédate siempre detrás de mí. – advertí al pequeño mientras cargaba con agilidad las ballestas de mano, ideales para distancias cortas. No le miraba. Tan sólo comprobaba que todas las flechas estaban en la recámara, momento antes del clic que indicaba que estaban perfectamente cerradas.
Con la cerradura abierta y todo el jolgorio inferior. Apunté al suelo, abrí la puerta de una patada y entré dentro. Estábamos en la tercera planta. Busqué con la mirada los posibles vampiros. Pero muchos de ellos se encontraban escandalizados aún sorprendidos por todos los gritos que sentían abajo, momento que aproveché para disparar sin ningún tipo de piedad contra dos que estaban justo en frente.
Esta acción atrajo la atención de una mujer chupasangres. Rápidamente se abalanzó daga en mano contra mí. Pero yo ya había agotado mis virotes liquidando a los dos anteriores. Con tranquilidad, me quedé quieta, esperando a que se acercara. Quería realizarme un tajo. Pero a aquellas alturas de mi vida, había decidido que ya tenía demasiadas marcas en el cuerpo. Esperé a que estuviera a un segundo de acertarme, momento en el que me desmaterialicé y su cuchillo únicamente atravesó la estela de humo que me había sustituido. Reaparecí justo a su espalda y con mi daga atravesé su garganta, probablemente empañando al pequeño Chimar si me había hecho caso y si había quedado detrás de mí. – Cierra los ojos. – Ordené. El espectáculo no había acabado.
Aún de espaldas a la batalla, sin perder un segundo vi que aún había más en la parte final de la sala. Descolgué exactamente la cuarta granada de mi cinturón: La Lux Scintillia. La bomba cegadora. A continuación la lancé cerca de su ubicación. Los chupasangres quedaron mirando pasmados cómo aquella esfera rodaba hasta su ubicación…
… Hasta que explotó y quedaron cegados por el intenso foco de luz. Pero yo había cerrado los ojos y ya me encontraba recargando mis ballestas de mano. Por lo que únicamente tuve que girarme y disparar a unos blancos preocupados por rascar el picor de sus ojos. Sencillo y rápido.
Planta tres despejada. Cinco bajas en total. No estaba mal para una entrada triunfal. Pero aún quedaba todo un segundo piso donde probablemente nos encontraríamos con Elen y compañía. Overholser me miró incrédulo. -Ni siquiera me ha hecho falta apuntar… Bajaré al segundo piso. - protestó.
Era hora de bajar al piso inferior y continuar disparando. Con el fin del factor sorpresa, las fuerzas se igualarían. Era hora de ver al niño en combate.
-Te cubro, Anastasia. – dijo el poco expresivo francotirador con confianza. Mirándome a los ojos. Asentí.
Cuando me di la vuelta, el pequeño Chimar ya había pasado al otro lado. ¡Condenado bribón! Había hecho uso de una cuerda atada un virote que disparó con su ballesta. Vaya, parecía que el mocoso tenía buenas ideas. Sonreí al ver su ímpetu. No podía culparle por ello. En cierto modo se parecía a mí.
Tomé carrerilla y de un impulso, hice la magia de viento flotar sobre mis pies y elevarme. En un salto largo con voltereta incluida, llegué hacia donde estaba el pequeño. Perfectamente medido. Le miré con cierta soberbia y esperé a que abriese el acceso con las ganzúas. Mientras estaba en ello, miré hacia atrás para ver a Overholser preparado y también advertí que en la parte de abajo el combate ya había empezado.
-Quédate siempre detrás de mí. – advertí al pequeño mientras cargaba con agilidad las ballestas de mano, ideales para distancias cortas. No le miraba. Tan sólo comprobaba que todas las flechas estaban en la recámara, momento antes del clic que indicaba que estaban perfectamente cerradas.
Con la cerradura abierta y todo el jolgorio inferior. Apunté al suelo, abrí la puerta de una patada y entré dentro. Estábamos en la tercera planta. Busqué con la mirada los posibles vampiros. Pero muchos de ellos se encontraban escandalizados aún sorprendidos por todos los gritos que sentían abajo, momento que aproveché para disparar sin ningún tipo de piedad contra dos que estaban justo en frente.
Esta acción atrajo la atención de una mujer chupasangres. Rápidamente se abalanzó daga en mano contra mí. Pero yo ya había agotado mis virotes liquidando a los dos anteriores. Con tranquilidad, me quedé quieta, esperando a que se acercara. Quería realizarme un tajo. Pero a aquellas alturas de mi vida, había decidido que ya tenía demasiadas marcas en el cuerpo. Esperé a que estuviera a un segundo de acertarme, momento en el que me desmaterialicé y su cuchillo únicamente atravesó la estela de humo que me había sustituido. Reaparecí justo a su espalda y con mi daga atravesé su garganta, probablemente empañando al pequeño Chimar si me había hecho caso y si había quedado detrás de mí. – Cierra los ojos. – Ordené. El espectáculo no había acabado.
Aún de espaldas a la batalla, sin perder un segundo vi que aún había más en la parte final de la sala. Descolgué exactamente la cuarta granada de mi cinturón: La Lux Scintillia. La bomba cegadora. A continuación la lancé cerca de su ubicación. Los chupasangres quedaron mirando pasmados cómo aquella esfera rodaba hasta su ubicación…
… Hasta que explotó y quedaron cegados por el intenso foco de luz. Pero yo había cerrado los ojos y ya me encontraba recargando mis ballestas de mano. Por lo que únicamente tuve que girarme y disparar a unos blancos preocupados por rascar el picor de sus ojos. Sencillo y rápido.
Planta tres despejada. Cinco bajas en total. No estaba mal para una entrada triunfal. Pero aún quedaba todo un segundo piso donde probablemente nos encontraríamos con Elen y compañía. Overholser me miró incrédulo. -Ni siquiera me ha hecho falta apuntar… Bajaré al segundo piso. - protestó.
Era hora de bajar al piso inferior y continuar disparando. Con el fin del factor sorpresa, las fuerzas se igualarían. Era hora de ver al niño en combate.
*Off: utilizo habilidad de nivel 4: Tinte sombrío de los Boisson y habilidad de nivel 3: Bombardera – Lux scintillia.
Anastasia Boisson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
Off: Aviso de que algunas partes del combate pueden ser algo desagradables.
- ¡Dividíos! - exclamó la vampira desde la entrada, con la intención de que su equipo cubriese todo el espacio posible sin dar al enemigo ocasión de escapar. Mientras los hermanos se metían de lleno en una pelea cuerpo a cuerpo contra varios chupasangres, Nick y Hannah aprovecharon para entrar en una de las primeras puertas del pasillo, tomando por sorpresa a cuantos se encontraban dentro de la habitación y procediendo a eliminarlos. Jules por su parte seguía disparando mientras avanzaba, demostrando una puntería digna de admiración, aunque siendo un cazador seguramente se convertía en requisito indispensable para su profesión.
Intentando acostumbrarse a aquel nuevo estilo de lucha en su forma humana, Alister corrió hacia la puerta contigua a la que habían utilizado el par de jóvenes miembros del gremio y llegó justo a tiempo para recibir con su espada a dos criaturas de la noche, que ante tanto jaleo salían a ver qué estaba pasando. Un profundo tajo horizontal a la altura del vientre obligó a la primera a doblarse de dolor, llevándose las manos al abdomen para que sus órganos no escapasen a través de la herida. Visiblemente sorprendido, el segundo reaccionó haciéndose a un lado y desenvainando una daga, mientras su compañera caía sobre sus rodillas, no había salvación para ella pero al menos la vengaría.
Con la agilidad propia de su raza, el vampiro se movió alrededor de su objetivo, tratando de atacar su costado y hundir la afilada hoja en él, pero cada vez que tomaba impulso e intentaba alcanzar al dragón éste interponía entre ambos su espada. Frustrado no solo por su enfrentamiento sino por todo lo que estaba ocurriendo en la entrada, el individuo, un hombre de rubios cabellos y rasgos toscos, volvió a probar suerte, consiguiendo acercarse a Alister, aunque no por mérito propio sino porque éste le estaba dejando. Con un inesperado giro, aprendido en sus entrenamientos con Trevor en Lunargenta, el cazador se posicionó casi a espaldas de su contrincante, clavando de inmediato su arma en él. La hoja pasó por debajo de las costillas y atravesó el torso hasta salir por la parte delantera, pero solo unos segundos después abandonó el cuerpo del chupasangre, aún quedaban muchos enemigos en el edificio y no debía perder tiempo.
Así pues los dejó allí, heridos de muerte y desangrándose sobre el suelo, sin otorgarles el rápido final que seguramente deseaban. Para cuando el alado pudo elevar la vista Nick y Hannah habían terminado de despejar la primera estancia y enfilaban el pasillo de nuevo, así que los siguió para que pudiesen distribuirse las siguientes. Jules se mantenía en el centro de la sala junto a la de cabellos cenicientos, recargando su ballesta mientras Elen se encargaba de cuantos osaban acercarse a ellos. La negra aura que envolvía a la joven se había vuelto muy intensa, pero en aquella ocasión no buscaba intimidar a sus oponentes, las almas del medallón le pedían que los destrozase y eso era justamente lo que pensaba hacer.
Centrada en controlar el centro de la estancia y las escaleras que iban al piso superior, por las cuales no dejaban de aparecer más y más atacantes, la benjamina de los Calhoun concentró parte de sus sombras en un orbe y avanzó hacia el punto desde el cual podría hacerse con la situación, haciendo estallar la esfera y creando con ello una espesa niebla de varios metros de diámetro. Acto seguido permitió que su elemento le cubriese ambas manos formando aquellas garras que tan bien le habían servido en combate, y sin dudarlo aprovechó su ventaja para abalanzarse sobre sus congéneres, valiéndose de su agilidad y fuerza.
- ¡Acaba con ellos! ¡Mátalos a todos! - escuchaba dentro de su cabeza, mientras atacaba ferozmente a los individuos que entraban en su rango de alcance. Con un rápido movimiento rajó la garganta de una mujer que intentaba atacarla con un puñal, y sin apenas tiempo para disfrutar de aquel momento, hundió sus garras en el pecho de otro desdichado, que gritó al sentir como las sombras se internaban en su cuerpo y se cernían en torno a su corazón para aplastarlo. Uno tras otro los adversarios de la joven fueron cayendo, y los pocos que viendo la situación optaron por evitar a la centinela se toparon con la puntería del brujo, que los abatió nada más verlos fuera de la niebla.
Para entonces el segundo grupo ya tendría que haber alcanzado la parte alta del edificio así que debían darse prisa y asegurar aquella planta, motivo por el cual Elen absorbió para sí la niebla que había creado, haciendo que la envolviese y se mezclase con su elemento. - Uníos a la fiesta. - pensó, con una maligna sonrisa en los labios. Tres columnas de humo brotaron de su aura y tocaron suelo delante de su posición, convirtiéndose en las criaturas con las que se había acostumbrado a cooperar en las últimas noches. - Encargaos del resto de vampiros de este piso… si hay rehenes no los toquéis. - ordenó con seriedad, obteniendo como respuesta un asentimiento de cabeza por parte de sus aliadas.
Las criaturas bordearon las escaleras y ansiosas se lanzaron sobre los chupasangres que quedaban en pie o seguían saliendo del resto de puertas, sin mostrar piedad alguna. Los desgarradores gritos no se hicieron esperar, habían empezado a divertirse a costa de aquellas personas, y eso incluía las muertes más horribles y dolorosas que cabía imaginar, desmembramientos incluidos. Ignorando el sufrimiento ajeno, la de ojos verdes hizo un gesto al resto para que la siguiesen, consciente de que sus creaciones no dejarían escapar de allí a nadie con vida. Nick y Hannah dudaron, tenían la preocupación grabada en sus rostros, pero Huracán estaba al mando y la vampira era amiga suya… tendrían que aceptar sus métodos, por desagradables que fuesen.
Elen comenzó a subir los escalones, deslizando una de sus manos cubierta de sombras por la barandilla de madera, manchándola con la sangre de sus víctimas. En un momento dado pudo ver como una mujer, visiblemente herida, trataba de llegar hasta la puerta, pero como era de esperar, una de las sombras la alcanzó antes de que pudiese lograrlo. La escena que tuvo lugar a continuación habría provocado arcadas a muchos, pero no a ella, que sin dudarlo se detuvo para observar como su aliada cumplía con las órdenes que le había dado. Atravesada a la altura del vientre por las largas garras de la criatura, la extraña veía cerca su final, pero éste no llegó hasta que haciendo acopio de gran parte de sus fuerzas, y alimentándose de su sed de muerte, el monstruo prácticamente la abrió en canal, sujetándola por el cuello mientras extraía ligeramente sus garras para realizarle una profunda herida vertical desde el ombligo hasta la clavícula.
La sangre de la desdichada manchó todo el suelo sobre el que se encontraba, en el cual se podrían apreciar trozos de algunos órganos, aunque solo por unos instantes. Una vez muerta su cadáver fue bruscamente tirado sobre el charco del rojizo líquido, y su verdugo alzó la cabeza para cruzar una mirada con su señora, que lo observaba atentamente con una macabra sonrisa en los labios. Aquella estrecha conexión entre la benjamina de los Calhoun y las almas del medallón no gustaba nada al dragón, que torció el gesto y se obligó a subir, por mucho que pudiese estar en contra de aquellas personas no quería ser testigo del horrible final que les esperaba.
Su acción consiguió captar la atención de la centinela, que volvió a concentrarse en lo que tenían por delante y siguió avanzando, mientras la criatura regresaba junto a las otras para acabar la limpieza de aquella planta. En el segundo piso aguardaban más enemigos y no solo eso, también se encontraban algunos rehenes de los mencionados en la taberna, que sin duda serían utilizados como escudos humanos o algo peor. ¿Para qué los llevaban hasta allí? ¿Acaso se estaban creando una despensa de sangre? Pronto lo sabrían, aunque para eso tendrían que dejar al menos a un vampiro con vida para interrogarlo.
Elen pronto se adelantó y volvió a manipular su elemento para que brotase de su espalda y se dividiese en varios lazos de sombras, todos ellos terminados en unas afiladas puntas, que casi al momento salieron disparadas contra los objetivos más cercanos. Tres consiguieron escapar a tiempo gracias a sus reflejos, pero los otros cuatro se vieron atravesados por el oscuro elemento, quedando fuera de combate. Los cazadores y el dragón comenzaron a avanzar a toda prisa por la estancia para imponerse a sus oponentes, esperando que pronto les llegasen refuerzos.
Off: Habilidad de nivel 2: Mundo de las sombras
Habilidad de nivel 6: Llamada a las armas
- Garras de sombra e imagen orientativa del ataque del último párrafo:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Más o menos se vería a Elen hacer esto, pero sin ojos brillantes
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Elen Calhoun
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
La cazadora logra cubrir su distancia haciendo gala de habilidades arcanas… trampa en cualquier juego. Chimar debió verlo venir de antemano, no puedes separar a un brujo de la magia en ningún aspecto de su vida.
Con el camino despejado la aliada decide adentrarse aunque no sin antes soltar un comentario proteccionista a su acompañante infantil. Algo severo pero de todas formas apreciable, parece que no es un completo cubo de hielo.
Pero eso arruinaría la diversión.
Sonríe con cierta ironía, todo enano se siente menospreciado cuando se le niega el “sano entretenimiento”. En este punto Maquiavelo ya ha vivido muchas aventuras, todas con peligro agregado de mutilación o muerte.
Para bien o para mal el chiquillo no tiene tiempo de reaccionar, aquella especialista acaba con numerosos vampiros de inmediato. Cada ataque demuestra mucha destreza y se puede decir que maneja la batalla en todo momento…
¡Mil rayos!
Dice al recibir un nutrido chorro de sangre, eso le pasa por descuidarse viendo a una cazadora en acción. Se limpia el rostro con su pañuelo mientras mira con cierto rostro malhumorado a la hechicera, de haber seguido por su lado no estaría lleno de jugo vampiro.
Indiferentemente de todo la tercera planta esta despejada y pueden seguir avanzando. Uno de los subordinados de la mujer toma la delantera y el mocoso se le pega como una sombra, ahora es su turno de divertirse.
A medida que bajan no puede evitar hacerse ideas extrañas por los grotescos sonidos que vienen desde la planta baja, esos ruidos le erizan el pelo a cualquiera. Una cosa es matar por defensa y otra muy diferente… hacer un desastre.
Traga saliva, puede ser un niño muy experimentado pero sigue siendo niño, las cosas bizarras se quedan en su mente mucho tiempo. Los vampiros merecen lo peor aunque eso no tiene por qué extenderse demasiado.
La segunda planta se encuentra en cierta conmoción por el mismo detalle que perturba al genio. Vale destacar que apenas reparan en lo que viene de arriba pues todos clavan sus miradas en un sitio muy específico, la escalera pertinente.
El único intelectual de la partida acaricia su esfera metálica pero descarta la idea rápido al ver muchos rehenes, una explosión causaría heridas en los prisioneros. Tendrá que hacerlo a la vieja escuela, de uno a la vez.
Hay algo extraño en las personas capturadas, no están retenidas de ninguna forma. Solo se encuentran parados mirando el vacío, como ajenos a todo lo que acontece a su alrededor. Debe tratarse de algún tipo de trance o habilidad intrínseca en los chupasangres.
Toda esa multitud de personas atolondradas le da una idea al pequeño, tal vez un ataque de área no sea tan descabellado. Busca su última invención, ciertas granadas de papel que no tarda mucho en encender.
Con su mejor lanzamiento arroja los curiosos proyectiles a espaldas de la congregación vampira y… es suficiente con decir que la fiesta llega al segundo piso. Aquellas granadas estallan liberando todo un espectáculo de ruidos y efectos que termina por quebrar los nervios del enemigo, ahora completamente aturdidos serán presa fácil e incluso nadie debe preocuparse del elemento inocente pues los prisioneros siguen catatónicos.
A trabajar.
Con el camino despejado la aliada decide adentrarse aunque no sin antes soltar un comentario proteccionista a su acompañante infantil. Algo severo pero de todas formas apreciable, parece que no es un completo cubo de hielo.
Pero eso arruinaría la diversión.
Sonríe con cierta ironía, todo enano se siente menospreciado cuando se le niega el “sano entretenimiento”. En este punto Maquiavelo ya ha vivido muchas aventuras, todas con peligro agregado de mutilación o muerte.
Para bien o para mal el chiquillo no tiene tiempo de reaccionar, aquella especialista acaba con numerosos vampiros de inmediato. Cada ataque demuestra mucha destreza y se puede decir que maneja la batalla en todo momento…
¡Mil rayos!
Dice al recibir un nutrido chorro de sangre, eso le pasa por descuidarse viendo a una cazadora en acción. Se limpia el rostro con su pañuelo mientras mira con cierto rostro malhumorado a la hechicera, de haber seguido por su lado no estaría lleno de jugo vampiro.
Indiferentemente de todo la tercera planta esta despejada y pueden seguir avanzando. Uno de los subordinados de la mujer toma la delantera y el mocoso se le pega como una sombra, ahora es su turno de divertirse.
A medida que bajan no puede evitar hacerse ideas extrañas por los grotescos sonidos que vienen desde la planta baja, esos ruidos le erizan el pelo a cualquiera. Una cosa es matar por defensa y otra muy diferente… hacer un desastre.
Traga saliva, puede ser un niño muy experimentado pero sigue siendo niño, las cosas bizarras se quedan en su mente mucho tiempo. Los vampiros merecen lo peor aunque eso no tiene por qué extenderse demasiado.
La segunda planta se encuentra en cierta conmoción por el mismo detalle que perturba al genio. Vale destacar que apenas reparan en lo que viene de arriba pues todos clavan sus miradas en un sitio muy específico, la escalera pertinente.
El único intelectual de la partida acaricia su esfera metálica pero descarta la idea rápido al ver muchos rehenes, una explosión causaría heridas en los prisioneros. Tendrá que hacerlo a la vieja escuela, de uno a la vez.
Hay algo extraño en las personas capturadas, no están retenidas de ninguna forma. Solo se encuentran parados mirando el vacío, como ajenos a todo lo que acontece a su alrededor. Debe tratarse de algún tipo de trance o habilidad intrínseca en los chupasangres.
Toda esa multitud de personas atolondradas le da una idea al pequeño, tal vez un ataque de área no sea tan descabellado. Busca su última invención, ciertas granadas de papel que no tarda mucho en encender.
Con su mejor lanzamiento arroja los curiosos proyectiles a espaldas de la congregación vampira y… es suficiente con decir que la fiesta llega al segundo piso. Aquellas granadas estallan liberando todo un espectáculo de ruidos y efectos que termina por quebrar los nervios del enemigo, ahora completamente aturdidos serán presa fácil e incluso nadie debe preocuparse del elemento inocente pues los prisioneros siguen catatónicos.
A trabajar.
Chimar usa su habilidad de Lvl 8 (Polvos explosivos avanzados)
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
La pinta tenía mala cosa abajo. Ladeé un poco la cabeza para ver qué se cocía abajo. Gritos desgarradores. Elen no es que estuviera venciendo, es que parecía estar casi torturando, masacrando a los vampiros. ¿Se había dejado llevar la vampiresa por las almas de su medallón? No era la primera vez que lo hacía. Y cada vez con mayor frecuencia. Lo había visto en la casa de Quatermain. Miré al pequeño, que mantenía casi la misma cara de repugnancia que tenía yo, probablemente imaginándose lo que estaba ocurriendo abajo.
En el piso inferior aguardaban más vampiros. Muchos de ellos escapaban casi de Elen, desde el piso inferior. Venían a por nosotros. Me interpuse delante del joven apuntando con las ballestas de mano a los que venían a por nosotros, aunque aún sin disparar. Chimar salió de mi espalda para soltar… ¡¿Una granada?! Diablos. ¿De dónde había sacado aquello? Cerré los ojos. El objeto explotó aturdiendo de nuevo a los chupasangres. Rápidamente los terminé de abatir con certeros flechazos en la cabeza alternando las manos con las que disparaba. Tiros directos y sin posturas extrañas. Elevaba el brazo y lo estiraba al máximo. En una décima de segundo, establecía una línea recta entre mi ojo, la mira y la cabeza del enemigo. Apretaba el gatillo. Uno menos. Bajaba el brazo, alzaba el otro y repetía el proceso. Así hasta cuatro. Si se acercaban demasiado, salto con voltereta lateral y repetir el proceso.
-¿De dónde has sacado eso? – pregunté con curiosidad acerca de las bombas. Alzando una ceja al chico. Creía que era la única que tenía las granadas explosivas. O incluso las ballestas. Que aquel pequeño tuviese un arsenal similar al mío me resultaba, cuanto menos curioso. En cualquier caso, había que bajar. Era hora de reencontrarnos con Elen, que se encontraba masacrando a los que quedaban en la planta en la que ahora nos encontrábamos nosotros, aunque en otra estancia.
Llegamos a la sala. Había rehenes, aunque ahora ya estaban libres. ¡Por todos los dioses! ¿Qué había hecho? Todo estaba lleno de cadáveres. Órganos. Vampiros seccionados. Ojos… ¡Todo! El espectáculo era repugnante. Grotesco. Y excesivamente violento. No pude sino poner cara de repugnancia. Al menos había un chupasangres vivo, pero no pude sino dirigirme a la benjamina de los Calhoun. A su espalda, Jules hacía irónicos gestos de asco, como apartando el fétido olor que provenía de los cuerpos rebanados de sus adversarios. Nick y Hannah, los jovencitos, que no conocían a la bruja más que por la batalla de noches atrás, se encontraban más bien asustados.
Yo simplemente me dirigí a Elen. No me gustaba un pelo que se desempeñara así con sus enemigos. Eso era exactamente lo que psicópatas como Vladimir o los jinetes hacían. Ella no podía hacer ese tipo de masacres. Me postré ante ella y la miré seria. - ¡Elen! ¿Qué has hecho? Esto no está bien. Son enemigos, pero no deberías desempeñarte con tanta brutalidad. Ten cuidado. – dije a mi amiga, mostrándole mi grado de disconformidad con su desempeño. Si algo había aprendido en los últimos años era a no ser tan visceral como de joven. Quizás sería la madurez. A continuación miré a Alister, claramente aireada. - ¿Cómo permites que haga este tipo de cosas? Debes ayudarla a controlarse. – le reproché a él también.
-Déjalo, Huri. Cuando desaparezcan los jinetes oscuros, será hora de que charléis un rato sobre el tema. – el brujo, como siempre, acudió a reducir la tensión tomándome de la muñeca. Jules conocía mi fuerte carácter y el de Elen, y lo que menos quería era un hipotético conflicto. Ambas éramos altamente irascibles, y más en combate.
Esperé la réplica de la benjamina de los Calhoun mirándola seria, y sin responder me giré hacia los rehenes. Luego hacia el único chupasangres que había vivido. Jules se acercó a él. La cosa no estaba para hablar.
-¡Enhorabuena, afortunado! ¡Has sobrevivido! – le felicitó el brujo, arrodillándose a su lado. Arrinconado contra una pared, parecía que iba a cagarse en los pantalones. – Queremos saber la ubicación de un chupasangres llamado Vladimir y… de su... - miró a Chimar y alzó una ceja. - Digamos "amiga", que hay niños delante. – comentó el brujo arrodillándose. Directo y al grano. Me crucé de brazos y aguardé su respuesta.
-Yo… Yo… Puedo deciros donde están, pero por favor, no me hagáis nada. – Jules torció varias veces la cabeza. No estaba por la labor. – Géminis está en el castillo. Y Vladimir ha escapado.
-Rata cobarde… - dije de mala gana.
-Va a una colina. Lejos de la ciudad. Cerca de… Esas nubes que cubren los cielos. ¡Yo que sé! A mí no me dicen nada. Sólo lo que se rumorea por aquí. – culminó el vampiro. Luego miró a Elen. – Os buscan a las dos.
Divide y venderás, decían en los libros de artes bélicas. Eso pensarían los vampiros viéndose superados ante la inminente llegada de los ejércitos desde Beltrexus y también del Norte. ¿O tenía una doble intención por parte de Vladimir? Dejar a Géminis a cargo del castillo era, cuanto menos, una temeridad para él. Pero quizás utilizar a la vampiresa de cebo era una intención para conseguir un plan mayor. Y si quería dirigirse a la colina, probablemente fuera con otras intenciones. Algo quería hacer con las nubes que se arremolinaban sobre los cielos.
-Géminis es un farol. Vladimir tiene planes mayores, ¿no crees, Elen? – pregunté, mirándola. – Yo iré a por Vladimir. Los jinetes tienen mucha influencia sobre ti. – apreté el puño, con fuerza. – Y esta vez será diferente. - aseveré con confianza y rotundidad. Dejaría vivo el chupasangres por si alguno de mis acompañantes quería preguntarle algo más, aunque poco me importaba lo que hicieran con él después.
En el piso inferior aguardaban más vampiros. Muchos de ellos escapaban casi de Elen, desde el piso inferior. Venían a por nosotros. Me interpuse delante del joven apuntando con las ballestas de mano a los que venían a por nosotros, aunque aún sin disparar. Chimar salió de mi espalda para soltar… ¡¿Una granada?! Diablos. ¿De dónde había sacado aquello? Cerré los ojos. El objeto explotó aturdiendo de nuevo a los chupasangres. Rápidamente los terminé de abatir con certeros flechazos en la cabeza alternando las manos con las que disparaba. Tiros directos y sin posturas extrañas. Elevaba el brazo y lo estiraba al máximo. En una décima de segundo, establecía una línea recta entre mi ojo, la mira y la cabeza del enemigo. Apretaba el gatillo. Uno menos. Bajaba el brazo, alzaba el otro y repetía el proceso. Así hasta cuatro. Si se acercaban demasiado, salto con voltereta lateral y repetir el proceso.
-¿De dónde has sacado eso? – pregunté con curiosidad acerca de las bombas. Alzando una ceja al chico. Creía que era la única que tenía las granadas explosivas. O incluso las ballestas. Que aquel pequeño tuviese un arsenal similar al mío me resultaba, cuanto menos curioso. En cualquier caso, había que bajar. Era hora de reencontrarnos con Elen, que se encontraba masacrando a los que quedaban en la planta en la que ahora nos encontrábamos nosotros, aunque en otra estancia.
Llegamos a la sala. Había rehenes, aunque ahora ya estaban libres. ¡Por todos los dioses! ¿Qué había hecho? Todo estaba lleno de cadáveres. Órganos. Vampiros seccionados. Ojos… ¡Todo! El espectáculo era repugnante. Grotesco. Y excesivamente violento. No pude sino poner cara de repugnancia. Al menos había un chupasangres vivo, pero no pude sino dirigirme a la benjamina de los Calhoun. A su espalda, Jules hacía irónicos gestos de asco, como apartando el fétido olor que provenía de los cuerpos rebanados de sus adversarios. Nick y Hannah, los jovencitos, que no conocían a la bruja más que por la batalla de noches atrás, se encontraban más bien asustados.
Yo simplemente me dirigí a Elen. No me gustaba un pelo que se desempeñara así con sus enemigos. Eso era exactamente lo que psicópatas como Vladimir o los jinetes hacían. Ella no podía hacer ese tipo de masacres. Me postré ante ella y la miré seria. - ¡Elen! ¿Qué has hecho? Esto no está bien. Son enemigos, pero no deberías desempeñarte con tanta brutalidad. Ten cuidado. – dije a mi amiga, mostrándole mi grado de disconformidad con su desempeño. Si algo había aprendido en los últimos años era a no ser tan visceral como de joven. Quizás sería la madurez. A continuación miré a Alister, claramente aireada. - ¿Cómo permites que haga este tipo de cosas? Debes ayudarla a controlarse. – le reproché a él también.
-Déjalo, Huri. Cuando desaparezcan los jinetes oscuros, será hora de que charléis un rato sobre el tema. – el brujo, como siempre, acudió a reducir la tensión tomándome de la muñeca. Jules conocía mi fuerte carácter y el de Elen, y lo que menos quería era un hipotético conflicto. Ambas éramos altamente irascibles, y más en combate.
Esperé la réplica de la benjamina de los Calhoun mirándola seria, y sin responder me giré hacia los rehenes. Luego hacia el único chupasangres que había vivido. Jules se acercó a él. La cosa no estaba para hablar.
-¡Enhorabuena, afortunado! ¡Has sobrevivido! – le felicitó el brujo, arrodillándose a su lado. Arrinconado contra una pared, parecía que iba a cagarse en los pantalones. – Queremos saber la ubicación de un chupasangres llamado Vladimir y… de su... - miró a Chimar y alzó una ceja. - Digamos "amiga", que hay niños delante. – comentó el brujo arrodillándose. Directo y al grano. Me crucé de brazos y aguardé su respuesta.
-Yo… Yo… Puedo deciros donde están, pero por favor, no me hagáis nada. – Jules torció varias veces la cabeza. No estaba por la labor. – Géminis está en el castillo. Y Vladimir ha escapado.
-Rata cobarde… - dije de mala gana.
-Va a una colina. Lejos de la ciudad. Cerca de… Esas nubes que cubren los cielos. ¡Yo que sé! A mí no me dicen nada. Sólo lo que se rumorea por aquí. – culminó el vampiro. Luego miró a Elen. – Os buscan a las dos.
Divide y venderás, decían en los libros de artes bélicas. Eso pensarían los vampiros viéndose superados ante la inminente llegada de los ejércitos desde Beltrexus y también del Norte. ¿O tenía una doble intención por parte de Vladimir? Dejar a Géminis a cargo del castillo era, cuanto menos, una temeridad para él. Pero quizás utilizar a la vampiresa de cebo era una intención para conseguir un plan mayor. Y si quería dirigirse a la colina, probablemente fuera con otras intenciones. Algo quería hacer con las nubes que se arremolinaban sobre los cielos.
-Géminis es un farol. Vladimir tiene planes mayores, ¿no crees, Elen? – pregunté, mirándola. – Yo iré a por Vladimir. Los jinetes tienen mucha influencia sobre ti. – apreté el puño, con fuerza. – Y esta vez será diferente. - aseveré con confianza y rotundidad. Dejaría vivo el chupasangres por si alguno de mis acompañantes quería preguntarle algo más, aunque poco me importaba lo que hicieran con él después.
Anastasia Boisson
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Re: La balada del Ragnarök [Libre] [4/4] [Guerra de Lunargenta] [Cerrado]
El sonido de una cercana explosión hizo que la benjamina de los Calhoun apartase momentáneamente su vista en dirección al origen del estruendo, Huracán, Overholser y Chimar debían estar ya en la misma planta, hecho que decantaría la balanza en su favor. Aguzando un poco más el oído pudo escuchar incluso el inconfundible sonido de los proyectiles al salir disparados de la ballesta de su amiga, uno tras otro sin descanso, hasta que se produjo una breve pausa, seguramente por un cambio de posición o que necesitase recargar las armas. - Parece que acabaremos antes de lo previsto… ¡dejad a uno con vida! - exclamó, mientras avanzaba por la sala con total determinación.
Valiéndose de sus garras, Elen no dudó en meterse en combates cuerpo a cuerpo, consideraba que así era más justo para sus enemigos, aunque conllevase un final más doloroso. El primer vampiro que se cruzó en su camino sujetaba una espada, pero las manos le temblaban ligeramente, todos podían oír los gritos que se alzaban desde el piso inferior y hacerse una idea de lo que estaba ocurriendo allí abajo, así que no era de extrañar que muchos empezasen a dudar. ¿De verdad valía la pena seguir allí? A veces el instinto de supervivencia se imponía para salvarle a uno el pellejo en un mal momento, pero aquel individuo no fue lo suficientemente rápido como para decidirse antes de que la oscuridad le alcanzase.
La de cabellos cenicientos lo engañó con una de sus habilidades, haciéndole creer que intentaría atacarlo por el flanco izquierdo cuando en realidad pensaba hacerlo por el opuesto. Su adversario no vio la trampa, cuando se dio cuenta de su error ya fue demasiado tarde, las afiladas garras de la mujer le alcanzaron el rostro, realizando un movimiento descendente desde la sien hasta la mandíbula. Con la cara destrozada y sangrando profusamente a través de las heridas, el chupasangres cayó sobre sus rodillas, tapándose el semblante con ambas manos mientras un agudo grito de dolor escapaba de su garganta. Molesta por el ruido que hacía la señora de sombras decidió rematarlo, sujetándolo por el pelo para obligarlo a mirar hacia arriba durante unos segundos, lo justo para rajarle el cuello de lado a lado y acelerar el proceso.
El vampiro no tardó en desplomarse y algo abandonó su cabeza, ¿un ojo? Puede, pero no era importante. La centinela siguió adelante sin mostrar piedad con ninguno de sus oponentes, y poco después sus criaturas subieron por la escalera para unirse a ellos tras terminar su trabajo en la planta baja. Los cazadores y Alister abatían a sus enemigos con mucha más limpieza, todo parecía anunciar que alcanzarían la victoria sin grandes problemas, así que, viendo que la situación estaba más o menos controlada, la joven se permitió unos instantes para mirar a sus aliadas y dedicarles unas palabras. - Habéis hecho un buen trabajo, volved al medallón. - ordenó, para sorpresa de las sombras. - Todavía podemos luchar. - respondió una de ellas, alzando unas manos acabadas en garras. - No será necesario. - insistió Elen, mirándola con severidad.
De mala gana, las almas desdibujaron sus siluetas hasta convertirse en estelas de humo negro, y obedeciendo a su señora, regresaron a la reliquia. El combate continuó durante un par de minutos más, las saetas volaron, la espada del dragón realizó varios tajos y la de ojos verdes se encargó de acabar con la penosa vida de otros dos de sus congéneres. Desde un rincón, los rehenes observaban la escena completamente en shock, sin saber si aquellos que habían irrumpido en el edificio venían a liberarlos o simplemente se encontraban en medio de un conflicto que no tenía nada que ver con ellos.
Haciendo caso a las palabras de la antigua hechicera, sus compañeros dejaron a uno de los enemigos con vida, permitiéndole arrinconarse en una de las esquinas de la estancia, de la cual no sería capaz de moverse a causa del miedo que paralizaba su cuerpo. Huracán no tardó en aparecer, y en su semblante quedó patente que no le gustaba la escena que tenía ante sí, algo que sin dudar echó en cara a su amiga nada más situarse frente a ella. - ¿Consideras que me he excedido? ¿no crees que ellos le han hecho lo mismo a la gente de esta ciudad desde que la conquistaron? - respondió la benjamina de los Calhoun, sin apenas inmutarse. - Piénsalo durante un momento, ¿qué nos habrían hecho a nosotras de haber sido al revés? - preguntó, señalando al que quedaba con vida. - Yo te lo diré, nos habrían torturado hasta la muerte en nombre de Mortagglia o Vladimir, y habrían disfrutado con ello. - prosiguió, sin dar apenas tiempo a que la cazadora le replicase nada.
- Esta noche, antes de ir a tu encuentro, un anciano se acercó a mí para convencerme de que me vengase de lo que me habían hecho, quería que transformase a otros ¿te lo puedes creer? ¿yo creando más vampiros? Absurdo, pero hasta ese punto han corrompido a las personas con su reino del terror. - soltó, sin dejar de clavar su fría mirada en el chupasangres del rincón. - No, obtendré mi venganza de otro modo… limpiando estas calles de la plaga que se ha extendido por toda Lunargenta. - agregó, apoyando una de sus manos cubierta de sombras en un mueble cercano. - Vladimir debió matarme cuando tuvo ocasión pero en vez de eso quiso convertirme en un monstruo, pues bien, ahora el monstruo será quien de caza a cada uno de sus seguidores hasta llegar a él. - dijo para terminar.
Alister no respondió al reproche de la tensai de aire, se mostraba serio y no era difícil imaginar que no estaba de acuerdo con ciertos comportamientos de su compañera, pero tampoco podía controlarla, cuando se trataba de eliminar a un enemigo Elen no atendía a razones, simplemente se dejaba llevar por sus oscuros instintos. Jules intervino para calmar los ánimos antes de que la cosa fuese a más, como de costumbre, y centró su atención sobre el superviviente del ataque, consiguiendo que la de ojos verdes cruzase los brazos sobre el pecho y ladease la cabeza, atenta a las posibles respuestas del atemorizado vampiro.
La información que dio resultó más valiosa de lo que podría haber imaginado, no solo les reveló el paradero de Géminis sino que también confesó que el Inmortal había abandonado la ciudad al ver sus fuerzas claramente menguadas. ¿Qué buscaba al acercarse a las extrañas nubes que cubrían el cielo? ¿Acaso pretendía buscar una alianza con los jinetes cuando éstos finalmente llegasen? Eso podía resultar peligroso. - Eso ya lo sabemos. - intervino, en cuanto el individuo añadió que las buscaban a ambas. Anastasia pronto volvió a dirigirse hacia ella con las mismas sospechas que pasaban por su cabeza, y acto seguido compartió con ella sus intenciones, iba a ir al encuentro del Inmortal, con la seguridad de que ésta vez no tendría que luchar contra su amiga en el camino.
- Has dicho que Géminis está en el castillo, ¿no habrás visto por casualidad si lleva consigo una corona? Es fina, semejante a las joyas de los elfos, y tiene unas pequeñas piedras celestes en su centro. - inquirió, acercándose al hombre y descruzando los brazos para que las garras lo instasen a hablar. - Yo… - balbuceó, a causa del miedo. -¡Responde antes de que pierda la paciencia! - ordenó la señora de sombras, consiguiendo sobresaltarlo. -¡Sí, sí! La tiene ella, no deja que nadie la toque, es lo único que sé. Por lo que más quieran no me hagan nada… ¡me marcharé de la ciudad! Les prometo que no volveré a poner un pie aquí. - imploró, de forma patética.
- Ten cuidado con Vladimir, el control mental es una de sus habilidades, le he visto utilizarla… - advirtió, desviando su vista hacia la maestra cazadora. - Yo iré a por Géminis. - sentenció, consciente de que si se hacía con la poderosa reliquia tendría una gran ventaja de cara al combate con los jinetes y con el propio centinela del oeste si volvían a encontrarse.
Off: Subrayada la negativa a seguir la orden de Randall Flagg, maste Sigel, ya puedes maldecirme.
Valiéndose de sus garras, Elen no dudó en meterse en combates cuerpo a cuerpo, consideraba que así era más justo para sus enemigos, aunque conllevase un final más doloroso. El primer vampiro que se cruzó en su camino sujetaba una espada, pero las manos le temblaban ligeramente, todos podían oír los gritos que se alzaban desde el piso inferior y hacerse una idea de lo que estaba ocurriendo allí abajo, así que no era de extrañar que muchos empezasen a dudar. ¿De verdad valía la pena seguir allí? A veces el instinto de supervivencia se imponía para salvarle a uno el pellejo en un mal momento, pero aquel individuo no fue lo suficientemente rápido como para decidirse antes de que la oscuridad le alcanzase.
La de cabellos cenicientos lo engañó con una de sus habilidades, haciéndole creer que intentaría atacarlo por el flanco izquierdo cuando en realidad pensaba hacerlo por el opuesto. Su adversario no vio la trampa, cuando se dio cuenta de su error ya fue demasiado tarde, las afiladas garras de la mujer le alcanzaron el rostro, realizando un movimiento descendente desde la sien hasta la mandíbula. Con la cara destrozada y sangrando profusamente a través de las heridas, el chupasangres cayó sobre sus rodillas, tapándose el semblante con ambas manos mientras un agudo grito de dolor escapaba de su garganta. Molesta por el ruido que hacía la señora de sombras decidió rematarlo, sujetándolo por el pelo para obligarlo a mirar hacia arriba durante unos segundos, lo justo para rajarle el cuello de lado a lado y acelerar el proceso.
El vampiro no tardó en desplomarse y algo abandonó su cabeza, ¿un ojo? Puede, pero no era importante. La centinela siguió adelante sin mostrar piedad con ninguno de sus oponentes, y poco después sus criaturas subieron por la escalera para unirse a ellos tras terminar su trabajo en la planta baja. Los cazadores y Alister abatían a sus enemigos con mucha más limpieza, todo parecía anunciar que alcanzarían la victoria sin grandes problemas, así que, viendo que la situación estaba más o menos controlada, la joven se permitió unos instantes para mirar a sus aliadas y dedicarles unas palabras. - Habéis hecho un buen trabajo, volved al medallón. - ordenó, para sorpresa de las sombras. - Todavía podemos luchar. - respondió una de ellas, alzando unas manos acabadas en garras. - No será necesario. - insistió Elen, mirándola con severidad.
De mala gana, las almas desdibujaron sus siluetas hasta convertirse en estelas de humo negro, y obedeciendo a su señora, regresaron a la reliquia. El combate continuó durante un par de minutos más, las saetas volaron, la espada del dragón realizó varios tajos y la de ojos verdes se encargó de acabar con la penosa vida de otros dos de sus congéneres. Desde un rincón, los rehenes observaban la escena completamente en shock, sin saber si aquellos que habían irrumpido en el edificio venían a liberarlos o simplemente se encontraban en medio de un conflicto que no tenía nada que ver con ellos.
Haciendo caso a las palabras de la antigua hechicera, sus compañeros dejaron a uno de los enemigos con vida, permitiéndole arrinconarse en una de las esquinas de la estancia, de la cual no sería capaz de moverse a causa del miedo que paralizaba su cuerpo. Huracán no tardó en aparecer, y en su semblante quedó patente que no le gustaba la escena que tenía ante sí, algo que sin dudar echó en cara a su amiga nada más situarse frente a ella. - ¿Consideras que me he excedido? ¿no crees que ellos le han hecho lo mismo a la gente de esta ciudad desde que la conquistaron? - respondió la benjamina de los Calhoun, sin apenas inmutarse. - Piénsalo durante un momento, ¿qué nos habrían hecho a nosotras de haber sido al revés? - preguntó, señalando al que quedaba con vida. - Yo te lo diré, nos habrían torturado hasta la muerte en nombre de Mortagglia o Vladimir, y habrían disfrutado con ello. - prosiguió, sin dar apenas tiempo a que la cazadora le replicase nada.
- Esta noche, antes de ir a tu encuentro, un anciano se acercó a mí para convencerme de que me vengase de lo que me habían hecho, quería que transformase a otros ¿te lo puedes creer? ¿yo creando más vampiros? Absurdo, pero hasta ese punto han corrompido a las personas con su reino del terror. - soltó, sin dejar de clavar su fría mirada en el chupasangres del rincón. - No, obtendré mi venganza de otro modo… limpiando estas calles de la plaga que se ha extendido por toda Lunargenta. - agregó, apoyando una de sus manos cubierta de sombras en un mueble cercano. - Vladimir debió matarme cuando tuvo ocasión pero en vez de eso quiso convertirme en un monstruo, pues bien, ahora el monstruo será quien de caza a cada uno de sus seguidores hasta llegar a él. - dijo para terminar.
Alister no respondió al reproche de la tensai de aire, se mostraba serio y no era difícil imaginar que no estaba de acuerdo con ciertos comportamientos de su compañera, pero tampoco podía controlarla, cuando se trataba de eliminar a un enemigo Elen no atendía a razones, simplemente se dejaba llevar por sus oscuros instintos. Jules intervino para calmar los ánimos antes de que la cosa fuese a más, como de costumbre, y centró su atención sobre el superviviente del ataque, consiguiendo que la de ojos verdes cruzase los brazos sobre el pecho y ladease la cabeza, atenta a las posibles respuestas del atemorizado vampiro.
La información que dio resultó más valiosa de lo que podría haber imaginado, no solo les reveló el paradero de Géminis sino que también confesó que el Inmortal había abandonado la ciudad al ver sus fuerzas claramente menguadas. ¿Qué buscaba al acercarse a las extrañas nubes que cubrían el cielo? ¿Acaso pretendía buscar una alianza con los jinetes cuando éstos finalmente llegasen? Eso podía resultar peligroso. - Eso ya lo sabemos. - intervino, en cuanto el individuo añadió que las buscaban a ambas. Anastasia pronto volvió a dirigirse hacia ella con las mismas sospechas que pasaban por su cabeza, y acto seguido compartió con ella sus intenciones, iba a ir al encuentro del Inmortal, con la seguridad de que ésta vez no tendría que luchar contra su amiga en el camino.
- Has dicho que Géminis está en el castillo, ¿no habrás visto por casualidad si lleva consigo una corona? Es fina, semejante a las joyas de los elfos, y tiene unas pequeñas piedras celestes en su centro. - inquirió, acercándose al hombre y descruzando los brazos para que las garras lo instasen a hablar. - Yo… - balbuceó, a causa del miedo. -¡Responde antes de que pierda la paciencia! - ordenó la señora de sombras, consiguiendo sobresaltarlo. -¡Sí, sí! La tiene ella, no deja que nadie la toque, es lo único que sé. Por lo que más quieran no me hagan nada… ¡me marcharé de la ciudad! Les prometo que no volveré a poner un pie aquí. - imploró, de forma patética.
- Ten cuidado con Vladimir, el control mental es una de sus habilidades, le he visto utilizarla… - advirtió, desviando su vista hacia la maestra cazadora. - Yo iré a por Géminis. - sentenció, consciente de que si se hacía con la poderosa reliquia tendría una gran ventaja de cara al combate con los jinetes y con el propio centinela del oeste si volvían a encontrarse.
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Elen Calhoun
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