Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Página 1 de 1. • Comparte
Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Una carta, entregada por uno de los nuevos cibernéticos mensajeros, hizo saber a Eltrant Tale que quedaría con Christian Bracknell en la taberna “El príncipe de Baslodia”. La invitación tenía un tono seco y contundente, más parecía una orden que la propuesta a una tarde de charla y vino. La carta estaba firmada por las iniciales CB. La primera letra de las iniciales estaba tan mal escrita que, según como se viese podría entenderse como una S, una G o, incluso, una R. La B permanecía inalterable al ojo humano.
Bracknell llegó a la taberna una hora antes de lo acordado en la carta. Tale era mucho más inteligente de lo que se podría esperar de un joven humano. Bracknell prefirió asegurar el escenario y tomar ventaja en el tiempo. No fuera a ser que Tale se adelantase y le preparase una trampa mortal. Demasiado precipitado, no daría tiempo a charlar y ambos tenían asuntos con los que ponerse al día. Bracknell llevaba en el bolsillo la carta en la que Tale advertía al maestro Heck Hartem de su predicha muerte. Nada de mentiras, los cibernéticos de APP-Bel analizaron la tipografía y las huellas dactilares de la nota. No había error: había sido escrita por Eltrant Tale.
Llamó tres veces a la puerta de la taberna con los nudillos. Una joven muchacha de agraciados atributos la abrió. Bracknell hizo una sutil reverencia a la muchacha y le besó la mano; le dijo que todo estaba en orden y que no tenía nada que temer, que era un invitado de su padre. La dejó a Bracknell pasar al interior del local y guió hacia unas escaleras de caracol que conducían al sótano de la casa.
-Disculpe mi brusquedad, son tiempos difíciles para todos -dijo la chica a la vez que se guardaba un punzón en el bolsillo frontal de su bata de camarera. –No se imagina cuántas personas vienen buscando cobijo o pidiendo limosna-.
-Me lo imagino. Me lo imagino. –repitió Bracknell para dar un mayor énfasis.
-El negocio funciona bien, mejor que nunca. Nos escondemos en las sombras como hemos hecho siempre. La Guardia de Lunargenta conoce nuestra ubicación, pero solo los corruptos llaman a nuestras puertas para pedir nuestros servicios. ¿Se puede creer que cada vez son más los guardias que aceptamos como clientes? La guerra aviva la codicia. También tenemos mucha clientela por parte de los enemigos de los humanos. Qué le voy a decir a usted. Ya sabe que aquí todos tienen derecho a una mesa y a una jarra de suma-.
La chica siguió hablando durante el trayecto de las escaleras de caracol hasta la mesa que tenía preparada para Bracknell. Era agradable. Uno podía aprender mucho sobre los temas de la guerra si se sabía leer entre líneas.
-Haga el favor de traerme dos jarras de ese delicioso suma del que me ha hablado. Estoy esperando a un amigo, vendrá de un momento a otro-.
-¿Puede decirme cómo es? Le abriré la puerta con gusto y le traeré hasta su mesa-.
-Por supuesto señorita. Responde al nombre de Eltrant Tale, aunque es probable que se presente con un nombre falso por hacerse pasar por uno de sus clientes habituales. Es un chico alto y apuesto. Si no fuera por su humildad y su fingida pobreza, se parecía al caballero con el que sueña todas las noches. Se presentará con educación y no dudo que le tratará con el respeto que se merece. Es un buen hombre, lo reconocerá-.
Las mejillas de la chica eran dos manzanas ruborizadas. Le gustó la descripción que Bracknell dio de Tale. Después de memorizar cada uno de los detalles, llevó sus manos derecho a unos centímetros más arriba de su pecho izquierda, el lugar donde la chica supondría que debería estar su corazón enamorado.
Primero llegó Eltrant Tale y, pocos minutos después, la chica con una bandeja de metal y, encima de ésta, dos jarras de suma. Un dato que no pasó desapercibido era que la camarera se había desaprovechado el botón superior de su camisa. Por lo visto, Eltrant le resultaba más atractivo en persona que en su imaginación. Bracknell mostró sus dientes amarillos en una sonrisa completa.
-Puede retirarse señorita, le prometo que no le entretendré eternamente. Cuando acabe nuestra charla, podrán hablar tanto como gusten –la chica fue a atender a otras mesas cercanas a la Bracknell y Tale; no perdía ojo del segundo. –Es el suma. ¿Lo has probado alguna vez? No tiene un sabor diferente al whisky viejo. Aquí la endulzan con fragancia de euforia. Los hombres como yo, débiles y maltratados por la edad, tomamos suma por sentir el sabor de una pelea o una cosquilleo de una erección que sabemos que jamás llegará. Las camareras son las que más sufren, o disfrutan, de nuestra bebida. Basta llevar las jarras de un lado a otro para saborear el dulce aroma de la euforia. Demos gracias que la dosis es pequeña. Si fuera más alta, se lanzaría a encima y te arrancaría la cabeza de un mordisco como una mantis religiosa-.
Hasta ese momento, Bracknell estuvo hablando con un tono jovial, casi familiar. Después de que la camarera se alejase lo suficiente para que no pudiera escucharles y que los otros presentes se acostumbrasen a ver a dos ex-guardias, los cuales parecían aprendiz y maestro, en tomando suma juntos, el tono de Bracknell cambió. El principio del fin empezó con dos frases:
-Sé lo que has hecho y a mis amigos y a mí no nos ha gustado nada. -colocó la nota que advertía a Hartem de su futuro asesinato. –Ven, quiero presentarte a unos amigos-.
Terminó de un tragó el resto de suma que quedaba en la jarra, se levantó de la mesa e hizo una señal a Eltrant Tale para que le acompañase.
La parte trasera del salón de “El príncipe de Baslodia” estaba oculta por una serie de telas y cortinas de diferentes colores. Bracknell las apartó de forma que no desvelase lo que fuera que ocultasen a los otros clientes. Invitó con una señal con la cabeza a que Eltrant pasase primero.
-No temas, no pretendo hacerte daño. Adelante, camina-.
Entraron por un pasillo estrecho y angosto. Por las paredes es escuchaban golpes secos, como si varias personas se hubieran puesto en común para golpear a la vez una misma pared. Al otro extremo del pasillo, una mujer vaca y un hombre elefante esperaban delante de la puerta de un calabozo.
-Señor Bracknell, gracias a los Dioses. Pensé que no vendría-.
-Toriel querida- saludó a la mujer vaca con dos besos en la mejilla. -Siento el retraso. Quise invitar a un amigo para nuestra cita de hoy. Eltrant Tale, ella es Toriel y él es Ohm, su prometido-.
-Esperamos casarnos después de que la guerra finalice- el hombre elefante cogió la mano de la mujer vaca.
-Bracknell me aconsejó que rehiciera mi vida. Si no fuera por él, seguiría esperando a que…- por un momento pareció que fuera a echarse a llorar.
-Por ese motivo he traído al señor Tale con nosotros – a Eltrant. –Adelante, echa un vistazo al interior del calabozo y dime qué ves-.
Un hombre toro cuyos brazos y piernas se deshacían como el barro húmedo. De su boca chorreaba densa baba amarilla. El hombre toro se movía mediante convulsiones: tropezaba sobre sí mismo, daba cornadas contra la pared (de ahí los golpes que habían escuchado en el pasillo) y se caía constantemente al suelo. No era una imagen agradable.
-El maestro Heck Hartem, Thundermaul, lo hizo. Nuestro amigo se llamaba Gol’then, un buen tipo. Miembro condecorado en honores de la Guardia de Lunargenta. Fue a investigar unos negocios sospechosos del Hekshold, asuntos turbios. Así es cómo regresó. No es a mí a quien debes pedir disculpas por haber sido un cobarde y por haber avisado a Hartem de nuestras intenciones. Es a Toriel, a Ohm y, en especial, a Gol’then-.
Ohm abrió la puerta del calabozo. Gol’then estaba lejos de la puerta, no resultaba un peligro. Toriel invitó con la mano a que Eltrant entrase.
-Debes estar en paz con tus pecados si deseas avanzar como persona-.
-No saldrás hasta que te disculpes.- sentenció Ohm a la vez que empujaba a Tale al interior del calabozo.
* Eltrant Tale: En este mastereado daremos cierre a la trama creada en el Evento “Uníos a Randall Flagg”. No solo te negaste a obedecer a Flagg, sino que has demás has avisado a Hartem que está en peligro. Tus errores se pagarán caros. Este mastereado será corto, pero está plagado de decisiones y diferentes caminos que tomar. Parafraseando a Doctor Strange: “He visto 14 millones de futuros posibles, en solo uno sale ganando”.
En este primer turno te encuentras con Christian Bracknell en la taberna “El príncipe de Baslodia”. No he entrado en detalle en la conversación por si deseas ampliarla. Lo importante es el final: en la parte de atrás de la sala principal están los calabozos. Bracknell te presenta a Toriel y Ohm, dos personajes de otro mastereado que sé de buena mano que conoces. El marido de Toriel lleva años sufriendo una maldición de Hartem. Te empujan al interior del calabozo donde está Gol’then. El hombre toro es un peligro, se enfrentará a ti. Deberás disculparte con él y decidir si matas o no a Gol’then.
En este tema, las relaciones que tengas con los diferentes npcs que aparezcan son de vital importancia.
Links de interés:
Ficha de Euforia o flor de Nirana [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ficha de Christian Bracknell [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Tema en el que aparecen Toriel y Ohm [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Bracknell llegó a la taberna una hora antes de lo acordado en la carta. Tale era mucho más inteligente de lo que se podría esperar de un joven humano. Bracknell prefirió asegurar el escenario y tomar ventaja en el tiempo. No fuera a ser que Tale se adelantase y le preparase una trampa mortal. Demasiado precipitado, no daría tiempo a charlar y ambos tenían asuntos con los que ponerse al día. Bracknell llevaba en el bolsillo la carta en la que Tale advertía al maestro Heck Hartem de su predicha muerte. Nada de mentiras, los cibernéticos de APP-Bel analizaron la tipografía y las huellas dactilares de la nota. No había error: había sido escrita por Eltrant Tale.
Llamó tres veces a la puerta de la taberna con los nudillos. Una joven muchacha de agraciados atributos la abrió. Bracknell hizo una sutil reverencia a la muchacha y le besó la mano; le dijo que todo estaba en orden y que no tenía nada que temer, que era un invitado de su padre. La dejó a Bracknell pasar al interior del local y guió hacia unas escaleras de caracol que conducían al sótano de la casa.
-Disculpe mi brusquedad, son tiempos difíciles para todos -dijo la chica a la vez que se guardaba un punzón en el bolsillo frontal de su bata de camarera. –No se imagina cuántas personas vienen buscando cobijo o pidiendo limosna-.
-Me lo imagino. Me lo imagino. –repitió Bracknell para dar un mayor énfasis.
-El negocio funciona bien, mejor que nunca. Nos escondemos en las sombras como hemos hecho siempre. La Guardia de Lunargenta conoce nuestra ubicación, pero solo los corruptos llaman a nuestras puertas para pedir nuestros servicios. ¿Se puede creer que cada vez son más los guardias que aceptamos como clientes? La guerra aviva la codicia. También tenemos mucha clientela por parte de los enemigos de los humanos. Qué le voy a decir a usted. Ya sabe que aquí todos tienen derecho a una mesa y a una jarra de suma-.
La chica siguió hablando durante el trayecto de las escaleras de caracol hasta la mesa que tenía preparada para Bracknell. Era agradable. Uno podía aprender mucho sobre los temas de la guerra si se sabía leer entre líneas.
-Haga el favor de traerme dos jarras de ese delicioso suma del que me ha hablado. Estoy esperando a un amigo, vendrá de un momento a otro-.
-¿Puede decirme cómo es? Le abriré la puerta con gusto y le traeré hasta su mesa-.
-Por supuesto señorita. Responde al nombre de Eltrant Tale, aunque es probable que se presente con un nombre falso por hacerse pasar por uno de sus clientes habituales. Es un chico alto y apuesto. Si no fuera por su humildad y su fingida pobreza, se parecía al caballero con el que sueña todas las noches. Se presentará con educación y no dudo que le tratará con el respeto que se merece. Es un buen hombre, lo reconocerá-.
Las mejillas de la chica eran dos manzanas ruborizadas. Le gustó la descripción que Bracknell dio de Tale. Después de memorizar cada uno de los detalles, llevó sus manos derecho a unos centímetros más arriba de su pecho izquierda, el lugar donde la chica supondría que debería estar su corazón enamorado.
Primero llegó Eltrant Tale y, pocos minutos después, la chica con una bandeja de metal y, encima de ésta, dos jarras de suma. Un dato que no pasó desapercibido era que la camarera se había desaprovechado el botón superior de su camisa. Por lo visto, Eltrant le resultaba más atractivo en persona que en su imaginación. Bracknell mostró sus dientes amarillos en una sonrisa completa.
-Puede retirarse señorita, le prometo que no le entretendré eternamente. Cuando acabe nuestra charla, podrán hablar tanto como gusten –la chica fue a atender a otras mesas cercanas a la Bracknell y Tale; no perdía ojo del segundo. –Es el suma. ¿Lo has probado alguna vez? No tiene un sabor diferente al whisky viejo. Aquí la endulzan con fragancia de euforia. Los hombres como yo, débiles y maltratados por la edad, tomamos suma por sentir el sabor de una pelea o una cosquilleo de una erección que sabemos que jamás llegará. Las camareras son las que más sufren, o disfrutan, de nuestra bebida. Basta llevar las jarras de un lado a otro para saborear el dulce aroma de la euforia. Demos gracias que la dosis es pequeña. Si fuera más alta, se lanzaría a encima y te arrancaría la cabeza de un mordisco como una mantis religiosa-.
Hasta ese momento, Bracknell estuvo hablando con un tono jovial, casi familiar. Después de que la camarera se alejase lo suficiente para que no pudiera escucharles y que los otros presentes se acostumbrasen a ver a dos ex-guardias, los cuales parecían aprendiz y maestro, en tomando suma juntos, el tono de Bracknell cambió. El principio del fin empezó con dos frases:
-Sé lo que has hecho y a mis amigos y a mí no nos ha gustado nada. -colocó la nota que advertía a Hartem de su futuro asesinato. –Ven, quiero presentarte a unos amigos-.
Terminó de un tragó el resto de suma que quedaba en la jarra, se levantó de la mesa e hizo una señal a Eltrant Tale para que le acompañase.
La parte trasera del salón de “El príncipe de Baslodia” estaba oculta por una serie de telas y cortinas de diferentes colores. Bracknell las apartó de forma que no desvelase lo que fuera que ocultasen a los otros clientes. Invitó con una señal con la cabeza a que Eltrant pasase primero.
-No temas, no pretendo hacerte daño. Adelante, camina-.
Entraron por un pasillo estrecho y angosto. Por las paredes es escuchaban golpes secos, como si varias personas se hubieran puesto en común para golpear a la vez una misma pared. Al otro extremo del pasillo, una mujer vaca y un hombre elefante esperaban delante de la puerta de un calabozo.
-Señor Bracknell, gracias a los Dioses. Pensé que no vendría-.
-Toriel querida- saludó a la mujer vaca con dos besos en la mejilla. -Siento el retraso. Quise invitar a un amigo para nuestra cita de hoy. Eltrant Tale, ella es Toriel y él es Ohm, su prometido-.
-Esperamos casarnos después de que la guerra finalice- el hombre elefante cogió la mano de la mujer vaca.
-Bracknell me aconsejó que rehiciera mi vida. Si no fuera por él, seguiría esperando a que…- por un momento pareció que fuera a echarse a llorar.
-Por ese motivo he traído al señor Tale con nosotros – a Eltrant. –Adelante, echa un vistazo al interior del calabozo y dime qué ves-.
Un hombre toro cuyos brazos y piernas se deshacían como el barro húmedo. De su boca chorreaba densa baba amarilla. El hombre toro se movía mediante convulsiones: tropezaba sobre sí mismo, daba cornadas contra la pared (de ahí los golpes que habían escuchado en el pasillo) y se caía constantemente al suelo. No era una imagen agradable.
-El maestro Heck Hartem, Thundermaul, lo hizo. Nuestro amigo se llamaba Gol’then, un buen tipo. Miembro condecorado en honores de la Guardia de Lunargenta. Fue a investigar unos negocios sospechosos del Hekshold, asuntos turbios. Así es cómo regresó. No es a mí a quien debes pedir disculpas por haber sido un cobarde y por haber avisado a Hartem de nuestras intenciones. Es a Toriel, a Ohm y, en especial, a Gol’then-.
Ohm abrió la puerta del calabozo. Gol’then estaba lejos de la puerta, no resultaba un peligro. Toriel invitó con la mano a que Eltrant entrase.
-Debes estar en paz con tus pecados si deseas avanzar como persona-.
-No saldrás hasta que te disculpes.- sentenció Ohm a la vez que empujaba a Tale al interior del calabozo.
- Gol'then:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
_____________________
* Eltrant Tale: En este mastereado daremos cierre a la trama creada en el Evento “Uníos a Randall Flagg”. No solo te negaste a obedecer a Flagg, sino que has demás has avisado a Hartem que está en peligro. Tus errores se pagarán caros. Este mastereado será corto, pero está plagado de decisiones y diferentes caminos que tomar. Parafraseando a Doctor Strange: “He visto 14 millones de futuros posibles, en solo uno sale ganando”.
En este primer turno te encuentras con Christian Bracknell en la taberna “El príncipe de Baslodia”. No he entrado en detalle en la conversación por si deseas ampliarla. Lo importante es el final: en la parte de atrás de la sala principal están los calabozos. Bracknell te presenta a Toriel y Ohm, dos personajes de otro mastereado que sé de buena mano que conoces. El marido de Toriel lleva años sufriendo una maldición de Hartem. Te empujan al interior del calabozo donde está Gol’then. El hombre toro es un peligro, se enfrentará a ti. Deberás disculparte con él y decidir si matas o no a Gol’then.
En este tema, las relaciones que tengas con los diferentes npcs que aparezcan son de vital importancia.
Links de interés:
Ficha de Euforia o flor de Nirana [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ficha de Christian Bracknell [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Tema en el que aparecen Toriel y Ohm [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Última edición por Sigel el Vie Jun 29 2018, 19:44, editado 1 vez
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Y así empezaba todo.
No le sorprendió saber que habían descubierto que había avisado a Hartem, pero sí que lo hizo la supuesta represalia. Lejos de ponerle precio a su cabeza, de tratar de acallar los mensajes, lo que recibió no fue más que una invitación aparentemente inofensiva por parte de Bracknell.
A una taberna de Lunargenta. Una de tantas, aparentemente.
Antes de partir hacía el lugar de la cita reviso por décima vez la nota, tras hacerlo, frunció el ceño y la arrugó en una bola. Se la guardó en uno de los tantos bolsillos que cubría su coraza.
Respiró hondo, no se había equivocado con el Hombre Muerto y su gente, no cabia duda de quién era la nota.
Cuando supuso que todas aquellas ordenes, que la aparición de Bracknell había sido demasiado oportuna, estaba previendo algo como aquello. Dejando a un lado que el hombre parecía conocer todo acerca de su relación con el brujo ¿De qué otra forma si no se habían dado cuenta de que había sido él quien había avisado a Hartem? Aquella gente era preocupantemente poderosa, y su mensaje de paz y amor no parecía muy diferente que el de muchos déspotas a los que había peleado.
El ejemplo perfecto de aquella ideología era el rey falso al que encaró hacía ya varios años atrás.
Suspiró profundamente, se llevó la mano hasta la cara, indeciso.
Todavía estaba a tiempo de ignorar la carta y pelear contra ellos en su propio terreno, con sus propias normas. Era lo que había prometido a Asher, a Lyn: que no arriesgaría su vida de forma innecesaria.
Pero, por otro lado, aquella “charla” podía proporcionarle las respuestas que necesitaba para muchas de las preguntas que había estado haciendo mientras recababa información sobre el anciano de la taberna, Bracknell y el ya comúnmente conocido “Hombre Muerto”.
Tenía que hacerlo, no le quedaba otra.
- Me apetece un buen vino. – dijo a su amiga, con una sonrisa tranquilizadora, antes de levantarse del barril que estaba usando a modo de asiento.
- ¿Estás seguro de esto? – Preguntó vampiresa cruzándose de brazos. – Estoy contigo hasta el final… lo sabes, pero… incluso tú sabes que es una especie de trampa. – Lyn se cruzó de brazos, sentada sobre la solitaria caja de aquel callejón.
- ¿Quién esperaría a alguien tan estúpido como para ir por voluntad propia a una trampa? – La expresión de la vampiresa se contrajo en una mueca de desaprobación.
- Gente como esta, Mortal. – Sentenció, Eltrant volvió a suspirar. Lyn no se equivocaba, alguien con la capacidad para adivinar que había escrito una carta anónima en un tablón aleatorio tenia, probablemente, un plan para todos los posibles desenlaces.
- Por eso te necesito cerca. – Lyn esbozó una sonrisa tímida, pero no parecía del todo conforme.
Para empezar, la carta estaba escrita específicamente para él, Bracknell nunca había visto a la vampiresa y tampoco parecían saber de su existencia. Lyn era totalmente anónima, una sombra en un mar de ellas.
Y, en aquel momento, era la única baza con la que el castaño contaba.
- … Me mantendré cerca. No me verán si no quiero que lo hagan, no te preocupes - Susurró al final – Pero ten cuidado. –
__________________________________________________
Se mantuvo en silencio desde el mismo momento en el que entró en el local. Se centró principalmente en analizar la situación, en escuchar atentamente las palabras que Bracknell tenía que dedicarle.
Evidentemente, el hombre no tardó en hacer mención al hecho de que hubiese avisado al brujo. Por supuesto, en un principio, se mostró jovial; como la misma noche en la que le había propuesto un asesinato que él, para empezar, nunca había aceptado realizar.
Cuando llegó el momento indicado, Bracknell pidió a Eltrant que le acompañase. Enarcó una ceja y lo obedeció, no le pidió que dejase su equipo, tampoco que se desarmase.
¿Qué haría Asher de estar en su lugar? El castaño miró fijamente al hombre durante varios segundos, sin saber exactamente qué hacer, finalmente, una pequeña vocecita le dijo lo que quería saber.
Sin probar un solo trago de la bebida que Bracknell se había encargado de que le sirviesen, Eltrant se levantó y siguió al humano hasta unas habitaciones en la parte trasera del local, el lugar dónde, supuestamente, conocería a estos “amigos” de los que le había hablado.
Como mínimo, Eltrant comprendió que el hombre estaba seguro de sí mismo, de su fuerza. Si trataba de resistirse o incluso de atacarle, estaba seguro de que Bracknell podría defenderse con facilidad.
Tenía que ser cauto, mantener la cabeza fría, pensar con claridad que hacer. Había estado muchas veces en peligro mortal, y pocas veces le había importado, en aquel momento le preocupaba.
Bracknell era más de lo que aparentaba.
Una pareja de hombres-bestia acabó acudiendo al encuentro de los humanos, prometidos, según dijeron. De fondo, entre tanto, se podía oír un martilleo constante, fuertes golpes no muy lejos de dónde estaba.
Algo le decía que tenía que ver con la visita que había hecho hasta allí.
Eltrant asintió con educación a la pareja y, al final, le condujeron hasta el origen de los sonidos, una celda dónde un hombre toro golpeaba con fiereza las paredes, presa de lo que parecía ser una desagradable maldición que había sido, evidentemente, obra de Hartem.
Apretó los puños frunciendo el ceño. Aquel maldito brujo era un psicópata, podía comprender por qué todos querían verle muerto, podía entenderlo. No eran pocas las veces que el mismo habría querido matarlo con sus propias manos.
Pero no iba a disculparse con ninguno de los presentes, no era el asesino a sueldo de nadie, mucho menos del Hombre Muerto. Y tampoco pensaba facilitarle las cosas si seguía decidiendo matar a gente.
Tragó saliva. él no era el que había causado aquella maldición, había sido Hartem y, aunque también planeaba entregar al brujo a la justicia de alguna forma u otra, empezaba a creer que la insistencia por enviar a Thundermaul con sus dioses iba bastante más allá de “hacer lo correcto” para aquellas personas.
Respiró profundamente cuando notó como el elefante le empujaba con suavidad dentro de la celda, el toro aún no se había percatado de su presencia y seguía golpeando las paredes, vomitando aquella especie de espuma amarilla, que, más bien, parecía arena.
- Lamento lo de Gol’then. Tarde o temprano… la justicia encontrará a Hartem. – Fue lo primero que dijo, concretamente a la pareja de hombres-bestia, girándose un mínimo para mirarles las caras. – Pero no voy a disculparme por las acciones de un loco, ni por no seguir a ciegas las ordenes de nadie. – Tomó con suavidad la puerta de la celda que estaba tras él y a cerró tras de sí. – Cierra con fuerza. – Indicó girándose hacía el maldito. – Que no se abra – Avanzó un par de pasos.
El toro parecía estar en frenesí, Olvido y Recuerdo estaban descartadas, no quería matarle.
Se movió lateralmente por la celda, entrecerrando los ojos, no quería ni imaginar lo que debía estar pasando por la mente del toro en aquel momento: miedo, ira, angustia… probablemente fuese un sinfín de emociones sin parangón, un estado permanente de “lucha o huir” causado por aquella extraña maldición.
¿Y decían que llevaba años así?
La maldición era mucho peor que la que Hartem le había lanzado a él, casi había convertido su cuerpo en barro. Tensó los músculos, ya había lidiado con las maldiciones de Thundermaul con anterioridad, con sus propias maldiciones, exactamente.
Podía hacer algo, no podía dejarle en aquel estado. Por cosas como aquellas era por las que viajaba siguiendo rumores.
- Gol’then – dijo firmemente, atrayendo su atención casi al instante, a la vez que se colocaba el yelmo que pendía de su cintura en torno a su cabeza. No estaba seguro de por qué, pero no quería que nada del líquido amarillento que brotaba de sus labios le rozase la piel. Las maldiciones funcionaban de muchas formas distintas, lo había aprendido por las malas.
El toro, presa de una ira que se veía incapaz de controlar cargó contra él, gritando. Eltrant apretó los dientes y resistió la envestida, su espalda acabó golpeando la verja de metal en el proceso. Afortunadamente, Eir se encargó de que ninguno de los cuernos llegase a desgarrar su carne.
La armadura aguantaba.
- ¡Alejaos de la puerta! – Exclamó cuando el toro continuó golpeando su armadura de forma intermitente, cuando escuchó como los goznes de la puerta crujían con fuerza.
Quizás estuviese en frenesí, pero a diferencia de Sylas, Gol’then no se iba a tranquilizar solo con esperar, el pobre no podía permitirse hacerlo. Eltrant solo sabía una única cosa, tenía que librarse de su agarre.
Golpeó al toro en el torso, reiteradamente, con el pesado guantelete de metal que cubría su brazo derecho. Cuando consiguió aturdirlo, hizo acopio de sus fuerzas y tomó al toro por los cuernos.
Era fuerte, incluso estando maldito, pero eso no impido a Eltrant que consiguiese tumbarlo en el suelo, boca abajo. Apenas duró unos segundos en aquella posición, Gol’then seguía buscando pelea e intentó levantarse, pero Eltrant, rapidamente colocó una de sus rodillas sobre su espalda, usando todo el peso de su cuerpo y su armadura para impedirle hacerlo.
- No te muevas… - Masculló mientras curioseaba, a toda prisa, los bolsillos de su armadura. Siempre asegurándose de que el toro no se levantaba – Tengo una cosa para ti - Puñales, notas viejas, algunos Aeros; Tardó diez segundos en encontrar el pequeño frasco que buscaba.
Lo descorchó como pudo y, sin detenerse, vertió parte de su contenido en uno de los brazos del toro.
“Bálsamo de Helvetia”; aquel era el nombre del mejunje que, al parecer, estaba valorado en una gran suma de Aeros debido a sus desproporcionadas dotes curativas y el cargaba de aquí a allá sin darle ningún uso.
Solo recordaba haberle dado solo un uso, concretamente, un par de gotas. Lo hizo para deshacerse de las ultimas escamas de metal que la maldición de Hartem le había dejado sobre su mano izquierda. Entonces había funcionado, esperaba que aquí tuviese el mismo efecto.
Por supuesto, aquella maldición parecía ser mucho más grave que la suya propia. No podía escatimar en Bálsamo, seguiría cubriendo el cuerpo del toro con todo lo que fuese necesario.
Daba igual si lo gastaba por completo. [1]
Mientras mantenía firmemente sujeto al hombre-bestia contra el suelo, no pudo evitar pensar, durante el forcejeo, en la extraña nota que le dejaron cuando junto al frasco, en la habitación de la posada en la que se hospedaba durante Yüle.
[1] Todos los Usos (3) de Objeto Master: Bálsamo de Helvetia: Cuenta la leyenda de los elfos que esta sustancia es capaz de absorber el veneno y las maldiciones. Este bálsamo curará tus heridas en un 100% al final de cada batalla, y restaurará tus atributos, aunque su limitación será de 3 temas. Calidad superior.
No le sorprendió saber que habían descubierto que había avisado a Hartem, pero sí que lo hizo la supuesta represalia. Lejos de ponerle precio a su cabeza, de tratar de acallar los mensajes, lo que recibió no fue más que una invitación aparentemente inofensiva por parte de Bracknell.
A una taberna de Lunargenta. Una de tantas, aparentemente.
Antes de partir hacía el lugar de la cita reviso por décima vez la nota, tras hacerlo, frunció el ceño y la arrugó en una bola. Se la guardó en uno de los tantos bolsillos que cubría su coraza.
Respiró hondo, no se había equivocado con el Hombre Muerto y su gente, no cabia duda de quién era la nota.
Cuando supuso que todas aquellas ordenes, que la aparición de Bracknell había sido demasiado oportuna, estaba previendo algo como aquello. Dejando a un lado que el hombre parecía conocer todo acerca de su relación con el brujo ¿De qué otra forma si no se habían dado cuenta de que había sido él quien había avisado a Hartem? Aquella gente era preocupantemente poderosa, y su mensaje de paz y amor no parecía muy diferente que el de muchos déspotas a los que había peleado.
El ejemplo perfecto de aquella ideología era el rey falso al que encaró hacía ya varios años atrás.
Suspiró profundamente, se llevó la mano hasta la cara, indeciso.
Todavía estaba a tiempo de ignorar la carta y pelear contra ellos en su propio terreno, con sus propias normas. Era lo que había prometido a Asher, a Lyn: que no arriesgaría su vida de forma innecesaria.
Pero, por otro lado, aquella “charla” podía proporcionarle las respuestas que necesitaba para muchas de las preguntas que había estado haciendo mientras recababa información sobre el anciano de la taberna, Bracknell y el ya comúnmente conocido “Hombre Muerto”.
Tenía que hacerlo, no le quedaba otra.
- Me apetece un buen vino. – dijo a su amiga, con una sonrisa tranquilizadora, antes de levantarse del barril que estaba usando a modo de asiento.
- ¿Estás seguro de esto? – Preguntó vampiresa cruzándose de brazos. – Estoy contigo hasta el final… lo sabes, pero… incluso tú sabes que es una especie de trampa. – Lyn se cruzó de brazos, sentada sobre la solitaria caja de aquel callejón.
- ¿Quién esperaría a alguien tan estúpido como para ir por voluntad propia a una trampa? – La expresión de la vampiresa se contrajo en una mueca de desaprobación.
- Gente como esta, Mortal. – Sentenció, Eltrant volvió a suspirar. Lyn no se equivocaba, alguien con la capacidad para adivinar que había escrito una carta anónima en un tablón aleatorio tenia, probablemente, un plan para todos los posibles desenlaces.
- Por eso te necesito cerca. – Lyn esbozó una sonrisa tímida, pero no parecía del todo conforme.
Para empezar, la carta estaba escrita específicamente para él, Bracknell nunca había visto a la vampiresa y tampoco parecían saber de su existencia. Lyn era totalmente anónima, una sombra en un mar de ellas.
Y, en aquel momento, era la única baza con la que el castaño contaba.
- … Me mantendré cerca. No me verán si no quiero que lo hagan, no te preocupes - Susurró al final – Pero ten cuidado. –
__________________________________________________
Se mantuvo en silencio desde el mismo momento en el que entró en el local. Se centró principalmente en analizar la situación, en escuchar atentamente las palabras que Bracknell tenía que dedicarle.
Evidentemente, el hombre no tardó en hacer mención al hecho de que hubiese avisado al brujo. Por supuesto, en un principio, se mostró jovial; como la misma noche en la que le había propuesto un asesinato que él, para empezar, nunca había aceptado realizar.
Cuando llegó el momento indicado, Bracknell pidió a Eltrant que le acompañase. Enarcó una ceja y lo obedeció, no le pidió que dejase su equipo, tampoco que se desarmase.
¿Qué haría Asher de estar en su lugar? El castaño miró fijamente al hombre durante varios segundos, sin saber exactamente qué hacer, finalmente, una pequeña vocecita le dijo lo que quería saber.
“Seguirle el juego”
Sin probar un solo trago de la bebida que Bracknell se había encargado de que le sirviesen, Eltrant se levantó y siguió al humano hasta unas habitaciones en la parte trasera del local, el lugar dónde, supuestamente, conocería a estos “amigos” de los que le había hablado.
Como mínimo, Eltrant comprendió que el hombre estaba seguro de sí mismo, de su fuerza. Si trataba de resistirse o incluso de atacarle, estaba seguro de que Bracknell podría defenderse con facilidad.
Tenía que ser cauto, mantener la cabeza fría, pensar con claridad que hacer. Había estado muchas veces en peligro mortal, y pocas veces le había importado, en aquel momento le preocupaba.
Bracknell era más de lo que aparentaba.
Una pareja de hombres-bestia acabó acudiendo al encuentro de los humanos, prometidos, según dijeron. De fondo, entre tanto, se podía oír un martilleo constante, fuertes golpes no muy lejos de dónde estaba.
Algo le decía que tenía que ver con la visita que había hecho hasta allí.
Eltrant asintió con educación a la pareja y, al final, le condujeron hasta el origen de los sonidos, una celda dónde un hombre toro golpeaba con fiereza las paredes, presa de lo que parecía ser una desagradable maldición que había sido, evidentemente, obra de Hartem.
Apretó los puños frunciendo el ceño. Aquel maldito brujo era un psicópata, podía comprender por qué todos querían verle muerto, podía entenderlo. No eran pocas las veces que el mismo habría querido matarlo con sus propias manos.
Pero no iba a disculparse con ninguno de los presentes, no era el asesino a sueldo de nadie, mucho menos del Hombre Muerto. Y tampoco pensaba facilitarle las cosas si seguía decidiendo matar a gente.
Tragó saliva. él no era el que había causado aquella maldición, había sido Hartem y, aunque también planeaba entregar al brujo a la justicia de alguna forma u otra, empezaba a creer que la insistencia por enviar a Thundermaul con sus dioses iba bastante más allá de “hacer lo correcto” para aquellas personas.
Respiró profundamente cuando notó como el elefante le empujaba con suavidad dentro de la celda, el toro aún no se había percatado de su presencia y seguía golpeando las paredes, vomitando aquella especie de espuma amarilla, que, más bien, parecía arena.
- Lamento lo de Gol’then. Tarde o temprano… la justicia encontrará a Hartem. – Fue lo primero que dijo, concretamente a la pareja de hombres-bestia, girándose un mínimo para mirarles las caras. – Pero no voy a disculparme por las acciones de un loco, ni por no seguir a ciegas las ordenes de nadie. – Tomó con suavidad la puerta de la celda que estaba tras él y a cerró tras de sí. – Cierra con fuerza. – Indicó girándose hacía el maldito. – Que no se abra – Avanzó un par de pasos.
El toro parecía estar en frenesí, Olvido y Recuerdo estaban descartadas, no quería matarle.
Se movió lateralmente por la celda, entrecerrando los ojos, no quería ni imaginar lo que debía estar pasando por la mente del toro en aquel momento: miedo, ira, angustia… probablemente fuese un sinfín de emociones sin parangón, un estado permanente de “lucha o huir” causado por aquella extraña maldición.
¿Y decían que llevaba años así?
La maldición era mucho peor que la que Hartem le había lanzado a él, casi había convertido su cuerpo en barro. Tensó los músculos, ya había lidiado con las maldiciones de Thundermaul con anterioridad, con sus propias maldiciones, exactamente.
Podía hacer algo, no podía dejarle en aquel estado. Por cosas como aquellas era por las que viajaba siguiendo rumores.
- Gol’then – dijo firmemente, atrayendo su atención casi al instante, a la vez que se colocaba el yelmo que pendía de su cintura en torno a su cabeza. No estaba seguro de por qué, pero no quería que nada del líquido amarillento que brotaba de sus labios le rozase la piel. Las maldiciones funcionaban de muchas formas distintas, lo había aprendido por las malas.
El toro, presa de una ira que se veía incapaz de controlar cargó contra él, gritando. Eltrant apretó los dientes y resistió la envestida, su espalda acabó golpeando la verja de metal en el proceso. Afortunadamente, Eir se encargó de que ninguno de los cuernos llegase a desgarrar su carne.
La armadura aguantaba.
- ¡Alejaos de la puerta! – Exclamó cuando el toro continuó golpeando su armadura de forma intermitente, cuando escuchó como los goznes de la puerta crujían con fuerza.
Quizás estuviese en frenesí, pero a diferencia de Sylas, Gol’then no se iba a tranquilizar solo con esperar, el pobre no podía permitirse hacerlo. Eltrant solo sabía una única cosa, tenía que librarse de su agarre.
Golpeó al toro en el torso, reiteradamente, con el pesado guantelete de metal que cubría su brazo derecho. Cuando consiguió aturdirlo, hizo acopio de sus fuerzas y tomó al toro por los cuernos.
Era fuerte, incluso estando maldito, pero eso no impido a Eltrant que consiguiese tumbarlo en el suelo, boca abajo. Apenas duró unos segundos en aquella posición, Gol’then seguía buscando pelea e intentó levantarse, pero Eltrant, rapidamente colocó una de sus rodillas sobre su espalda, usando todo el peso de su cuerpo y su armadura para impedirle hacerlo.
- No te muevas… - Masculló mientras curioseaba, a toda prisa, los bolsillos de su armadura. Siempre asegurándose de que el toro no se levantaba – Tengo una cosa para ti - Puñales, notas viejas, algunos Aeros; Tardó diez segundos en encontrar el pequeño frasco que buscaba.
Lo descorchó como pudo y, sin detenerse, vertió parte de su contenido en uno de los brazos del toro.
“Bálsamo de Helvetia”; aquel era el nombre del mejunje que, al parecer, estaba valorado en una gran suma de Aeros debido a sus desproporcionadas dotes curativas y el cargaba de aquí a allá sin darle ningún uso.
Solo recordaba haberle dado solo un uso, concretamente, un par de gotas. Lo hizo para deshacerse de las ultimas escamas de metal que la maldición de Hartem le había dejado sobre su mano izquierda. Entonces había funcionado, esperaba que aquí tuviese el mismo efecto.
Por supuesto, aquella maldición parecía ser mucho más grave que la suya propia. No podía escatimar en Bálsamo, seguiría cubriendo el cuerpo del toro con todo lo que fuese necesario.
Daba igual si lo gastaba por completo. [1]
Mientras mantenía firmemente sujeto al hombre-bestia contra el suelo, no pudo evitar pensar, durante el forcejeo, en la extraña nota que le dejaron cuando junto al frasco, en la habitación de la posada en la que se hospedaba durante Yüle.
“Te preocupas mucho por los demás y por eso siempre acabas herido, es hora de que alguien se preocupe por ti”
_______________________________________________________________
[1] Todos los Usos (3) de Objeto Master: Bálsamo de Helvetia: Cuenta la leyenda de los elfos que esta sustancia es capaz de absorber el veneno y las maldiciones. Este bálsamo curará tus heridas en un 100% al final de cada batalla, y restaurará tus atributos, aunque su limitación será de 3 temas. Calidad superior.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Toriel estaba preocupada, por quien fue su marido (todavía lo era) y por el humano que se estaba disculpando con él. Tenía las dos manos apretadas en los barrotes y la mirada fija en las acciones de Gol’then. Fue la persona que más atención prestó a las palabras de Tale buscando cualquier signo de debilidad que desmintiera sus disculpas. No lo encontró. En el momento en el que Gol’then se abalanzó contra el humano, Toriel cerró los ojos por un segundo. Para ella, resultaba sumamente complicado observar un enfrentamiento entre el hombre que amó y un muchacho cuyo único error fue negarse a matar un brujo maestro.
Ohm, en un intento por tranquilizar a la mujer vaca, puso el brazo por encima del hombro de la mujer vaca. Se acercó a su oído y le susurró suavemente:
-No te preocupes, todo irá bien-.
Ohm utilizó un tono de voz que era imposible desmentirlo, por muchas evidencias que tuviera en la mano. Toriel se obligó a creerle. Soltó los barrotes y colocó una mano por encima de la mano del hombre elefante. Mientras resonaban los ruidos de pelea en el calabozo, Toriel se quedó mirando los ojos de Ohm. Terminó besándole la comisura de los labios. “Gracias”. No quiso saber el resultado final de la batalla.
-Venga conmigo, no tiene por qué martirizarse de esta forma- dijo Bracknell.
-Es usted muy amable-.
Bracknell cogió la mano derecha de Toriel y la llevó de vuelta al salón principal de la taberna.
-Hubiera sido más fácil matarlo. ¿Sabe? Lo he pensado mucho. –decía Toriel a Bracknell por el pasillo. –Lo he pensado mucho y he llegado a la conclusión de que es una tortura. Para él, para mí y para Ohm. Todos sufrimos mirando como… -iba a decir el nombre de su marido, pero un llanto ahogado impidió que lo pronunciase. –Usted sabe a lo que me refiero-.
El primer pensamiento, en su renovada consciencia, no lo utilizó para preguntarse por qué estaba encerrado con un humano ni tampoco lo dirigió hacia Toriel quien, hacía unos minutos, había estado llorándole pero que se había marchado de la mano de otro humano. El primer pensamiento estaba reservado para la maldición de su cuerpo. Sentía los brazos flojos y vibrantes; viscosos era la palabra que buscaba. Todo su cuerpo, principalmente los brazos, estaba formado por una tierra húmeda que no terminaba de fijar una forma definida.
Intentó levantarse del suelo, pero sus piernas, dos piezas de barro construidas por pésimos alfareros, le fallaron. Resopló con la voz del animal que le definía.
Desde el suelo se quedó mirando a su alrededor. ¿Qué otra cosa podía hacer? Tenía que esperar a que sus extremidades se amoldasen de nuevo. Miró al chico que le acompañaba, al recipiente de metal con agua sucia que estaba a un lado del calabozo, a la pila de huesos y, en última instancia, al solitario hombre elefante que había estado besando a Toriel.
Gol’then puso una mano en la pared para apoyarse. Se fue levantando muy lentamente, con la misma velocidad con la que se sanaba la maldición de Thundermaul.
-Ayuda –bramó el toro bravo.
El hombre elefante se alejó un paso de los barrotes. Quizás, porque era la primera vez que le escuchaba hablar. Gol’then tenía pequeños pedazos memoria, recortados y desorganizados, de sus días malditos. No conocía el nombre del hombre elefante, pero sabía que Toriel le conoció mientras Gol’then estaba indispuesto y que se había enamorado de él. ¿Podía culpar al elefante? No. ¿A Toriel? Tampoco, era una mujer hermosa. Desperdiciaría sus buenos años esperando a un toro maltrecho. Culpó al maestro Heck Hartem. Acompañó el nombre del maestro con un puñetazo a la pared.
-Chico, ven aquí. Puede ser peligroso. -decía el hombre elefante al humano. –Bracknell se ha llevado las llaves, pero todo estará bien si te mantienes alejado de Gol’then. No te hará daño. –Mentira. No pensaba en hacerle daño. Quiso contestar al hombre elefante, pero tenía la boca llena de fango; no se le entendía al hablar. –Espérate, iré a buscarle-.
El humano, el viejo que el hombre elefante llamaba Braknell, regresó pronto. Sin Toriel, para la desgracia de Gol’then. Le hubiera gustado verla, ahora que podía pensar en ella.
El elefante y Braknell charlaron en voz baja a varios metros de la puerta del calabozo, estaban lo suficientemente lejos para que no se les pudiera escuchar. Gol’then se sentía fuera de lugar. No hice acopie de ir hacia ellos, pensó que sería tan humillante como mendigar limosna.
Llegaron tres encargados de “El príncipe de Baslodia”. Traían un cordero vivo con unas cuerdas. Bracknell los recibió y les estrechó las manos. Si les dijo algo, Gol’then (y Eltrant) no escuchó el qué. Bracknell abrió la puerta y dejó pasar al cordero. Aunque el toro se estaba recuperando y el humano había pedido disculpas, no les dejó salir.
-Tendréis hambre, comed. Debéis tomar fuerzas. –aunque Bracknell utilizaba el plural, solo se dirigía al humano. –¿Sabes por qué “El príncipe de Baslodia” accedió a cobijar a Gol’then? Yo te lo diré. -el toro señaló la pila de los huesos- ayudaba a espantar a la clientela indeseable –Bracknell señaló la trampilla del techo del calabozo. –Mis amigos han accedido a liberar a Gol’then cuando termine por recuperarse, a cambio, y como muestra de tu buena voluntad, te quedarás aquí cumpliendo la labor del toro-.
* Eltrant Tale: Una buena técnica la de utilizar la poción para sanar al toro, pero no te lo pondré tan fácil. El efecto no será inmediato. ¿No pretenderás sana la maldición de uno de los catedráticos del Hekshold, de los brujos más poderosos que se conocen, tan fácilmente? Hagamos el mastereado más interesante. Para sumarle emoción, Bracknell se llevó a Toriel antes de que sanases a Gol’then.
Cuando regresa Bracknell lo hace sin la mujer vaca, pero con un cordero vivo. La explicación ya te la ha dado él en el post. No voy a repetirla. En este turno tendrás que ayudar a Gol’then que termine por recuperarse y conversar con Bracknell y Ohm. Puedes negarte a quedarte encerrado en el calabozo de por vida, pero dudo que te hagan caso.
Relaciones
Christian Bracknell Desconfianza
Toriel Desconfianza
Ohm Desconfianza
Gol’then Indiferente
Ohm, en un intento por tranquilizar a la mujer vaca, puso el brazo por encima del hombro de la mujer vaca. Se acercó a su oído y le susurró suavemente:
-No te preocupes, todo irá bien-.
Ohm utilizó un tono de voz que era imposible desmentirlo, por muchas evidencias que tuviera en la mano. Toriel se obligó a creerle. Soltó los barrotes y colocó una mano por encima de la mano del hombre elefante. Mientras resonaban los ruidos de pelea en el calabozo, Toriel se quedó mirando los ojos de Ohm. Terminó besándole la comisura de los labios. “Gracias”. No quiso saber el resultado final de la batalla.
-Venga conmigo, no tiene por qué martirizarse de esta forma- dijo Bracknell.
-Es usted muy amable-.
Bracknell cogió la mano derecha de Toriel y la llevó de vuelta al salón principal de la taberna.
-Hubiera sido más fácil matarlo. ¿Sabe? Lo he pensado mucho. –decía Toriel a Bracknell por el pasillo. –Lo he pensado mucho y he llegado a la conclusión de que es una tortura. Para él, para mí y para Ohm. Todos sufrimos mirando como… -iba a decir el nombre de su marido, pero un llanto ahogado impidió que lo pronunciase. –Usted sabe a lo que me refiero-.
_____________________
El primer pensamiento, en su renovada consciencia, no lo utilizó para preguntarse por qué estaba encerrado con un humano ni tampoco lo dirigió hacia Toriel quien, hacía unos minutos, había estado llorándole pero que se había marchado de la mano de otro humano. El primer pensamiento estaba reservado para la maldición de su cuerpo. Sentía los brazos flojos y vibrantes; viscosos era la palabra que buscaba. Todo su cuerpo, principalmente los brazos, estaba formado por una tierra húmeda que no terminaba de fijar una forma definida.
Intentó levantarse del suelo, pero sus piernas, dos piezas de barro construidas por pésimos alfareros, le fallaron. Resopló con la voz del animal que le definía.
Desde el suelo se quedó mirando a su alrededor. ¿Qué otra cosa podía hacer? Tenía que esperar a que sus extremidades se amoldasen de nuevo. Miró al chico que le acompañaba, al recipiente de metal con agua sucia que estaba a un lado del calabozo, a la pila de huesos y, en última instancia, al solitario hombre elefante que había estado besando a Toriel.
Gol’then puso una mano en la pared para apoyarse. Se fue levantando muy lentamente, con la misma velocidad con la que se sanaba la maldición de Thundermaul.
-Ayuda –bramó el toro bravo.
El hombre elefante se alejó un paso de los barrotes. Quizás, porque era la primera vez que le escuchaba hablar. Gol’then tenía pequeños pedazos memoria, recortados y desorganizados, de sus días malditos. No conocía el nombre del hombre elefante, pero sabía que Toriel le conoció mientras Gol’then estaba indispuesto y que se había enamorado de él. ¿Podía culpar al elefante? No. ¿A Toriel? Tampoco, era una mujer hermosa. Desperdiciaría sus buenos años esperando a un toro maltrecho. Culpó al maestro Heck Hartem. Acompañó el nombre del maestro con un puñetazo a la pared.
-Chico, ven aquí. Puede ser peligroso. -decía el hombre elefante al humano. –Bracknell se ha llevado las llaves, pero todo estará bien si te mantienes alejado de Gol’then. No te hará daño. –Mentira. No pensaba en hacerle daño. Quiso contestar al hombre elefante, pero tenía la boca llena de fango; no se le entendía al hablar. –Espérate, iré a buscarle-.
El humano, el viejo que el hombre elefante llamaba Braknell, regresó pronto. Sin Toriel, para la desgracia de Gol’then. Le hubiera gustado verla, ahora que podía pensar en ella.
El elefante y Braknell charlaron en voz baja a varios metros de la puerta del calabozo, estaban lo suficientemente lejos para que no se les pudiera escuchar. Gol’then se sentía fuera de lugar. No hice acopie de ir hacia ellos, pensó que sería tan humillante como mendigar limosna.
Llegaron tres encargados de “El príncipe de Baslodia”. Traían un cordero vivo con unas cuerdas. Bracknell los recibió y les estrechó las manos. Si les dijo algo, Gol’then (y Eltrant) no escuchó el qué. Bracknell abrió la puerta y dejó pasar al cordero. Aunque el toro se estaba recuperando y el humano había pedido disculpas, no les dejó salir.
-Tendréis hambre, comed. Debéis tomar fuerzas. –aunque Bracknell utilizaba el plural, solo se dirigía al humano. –¿Sabes por qué “El príncipe de Baslodia” accedió a cobijar a Gol’then? Yo te lo diré. -el toro señaló la pila de los huesos- ayudaba a espantar a la clientela indeseable –Bracknell señaló la trampilla del techo del calabozo. –Mis amigos han accedido a liberar a Gol’then cuando termine por recuperarse, a cambio, y como muestra de tu buena voluntad, te quedarás aquí cumpliendo la labor del toro-.
_____________________
* Eltrant Tale: Una buena técnica la de utilizar la poción para sanar al toro, pero no te lo pondré tan fácil. El efecto no será inmediato. ¿No pretenderás sana la maldición de uno de los catedráticos del Hekshold, de los brujos más poderosos que se conocen, tan fácilmente? Hagamos el mastereado más interesante. Para sumarle emoción, Bracknell se llevó a Toriel antes de que sanases a Gol’then.
Cuando regresa Bracknell lo hace sin la mujer vaca, pero con un cordero vivo. La explicación ya te la ha dado él en el post. No voy a repetirla. En este turno tendrás que ayudar a Gol’then que termine por recuperarse y conversar con Bracknell y Ohm. Puedes negarte a quedarte encerrado en el calabozo de por vida, pero dudo que te hagan caso.
Relaciones
Christian Bracknell Desconfianza
Toriel Desconfianza
Ohm Desconfianza
Gol’then Indiferente
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Se apartó del toro cuando este comenzó a mostrar los primeros indicios de cordura. Sonrió, todavía sin quitarse el yelmo, al comprobar que el bálsamo funcionaba; Lentamente, pero lo hacía.
Si se cruzaba alguna vez con la persona que le había regalado la medicina tenía que agradecérselo, Gol’then también debería hacerlo.
Cuando el toro mostró que ya era capaz de, aproximadamente, articular palabras coherentes, Eltrant se agachó junto a él y le tendió la cantimplora de metal que colgaba de la parte trasera de su cinturón.
- Bebe – le dijo en el trono más tranquilizador que pudo, aun cuando sus brazos comenzaban a recuperar su consistencia natural, el toro seguía escupiendo arena. Era evidente que le hacía falta un poco de agua, y la que Gol’then tenía en la celda no parecía precisamente salubre, lo último que necesitaba es que enfermase de golpe al bebérsela.
Dejando al toro con la cantimplora entre las manos, Eltrant volvió a dejarle el espacio suficiente como para consiguiese habituase a su nueva realidad, a la celda que, por lo que decía Brackwell, había sido su hogar durante años.
Suspiró, no debía de ser fácil, recobrar la conciencia y encontrarte encerrado en una jaula, siendo poco más que una bestia.
Tras quitarse el yelmo y volvérselo a atar al cinturón, justo al lado de Recuerdo, el castaño examinó el pasillo en el que esperaba Ohm. Buscó a Brackwell con la mirada, pero se había esfumado, Toriel también se había ido.
¿Qué estaba tramando aquel tipo ahora?
Se cruzó de brazos y asintió al elefante cuando este afirmó ir a buscar al humano que le había encerrado en aquel lugar. Volvió a girarse hacía el toro.
- ¿Cómo te encuentras? – Preguntó, parecía estar algo mejor, confuso, pero algo mejor. – No te bebas el agua de golpe, no tengo más. – Advirtió esbozando una sonrisa.
Volvió a girarse hacía la salida de la celda, sin añadir nada más, mientras esperaba rodeó uno de los barrotes que le separaban del exterior con su mano izquierda. No parecía ser una prisión muy resistente a simple vista, aunque, a pesar de ello, había conseguido mantener dentro a un hombre-bestia de más de cien kilos.
La diminuta habitación también contaba con una especie de trampilla en el techo, Eltrant sabía sus limitaciones, por mucho que quisiera, no iba a ser capaz de alcanzarla, pero en realidad tampoco necesitaba hacerlo para salir de allí.
Si necesitaba escapar tenía el guantelete, sabía que solo tenía que dar un tirón relativamente fuerte de la puerta y arrancaría de cuajo las bisagras. Solo Asher y Lyn sabían exactamente sus propiedades. Quizás también Syl.
Normalmente esto bastaba para confundir a cualquier persona que intentase enfrentarse a él. Pero, aunque, dudaba mucho que Bracknell fuese consciente de la existencia del artefacto, empezaba a creer que aquel hombre estaba preparado para cualquier cosa.
Ohm volvió con el humano, aunque no se acercaron a la puerta, no inmediatamente, conversaron junto a ellos durante unos segundos y después se acercaron hasta la entrada de la celda.
La cual abrieron solo para dejar entrar un cordero vivo.
Eltrant enarcó una ceja mirando al animal y, después, depositó sus ojos en los de Brackwell, escuchó las palabras que el hombre dedicó a los presentes.
¿Para reponer fuerzas? ¿La comida? Aquello era ridículo. No contestó en seguida, esperó a que Brackwell terminase de hablar.
Eltrant dejó escapar una carcajada corta y se llevó la mano hasta la cara negando con la cabeza. Tenía truco, todo lo que estaba pasando allí lo tenía. ¿Podía confiar en el elefante? ¿En Toriel? ¿Podía confiar en alguien en aquel lugar?
Probablemente en Gol’then.
- Deja que me sitúe un poco en todo esto… - dijo mirando durante apenas un instante como la “cena” de los prisioneros se adentraba un poco más en la celda, sin rumbo aparente. La ignoró. – ¿Has estado usando todo este tiempo a Gol’then como a un monstruo? – Preguntó agachándose a recuperar el frasquito vacío de Helvetia del suelo, cuando lo tuvo en su poder se lo lanzó a Ohm.
Dejó de hablar durante unos segundos y, una vez más, comprobó el estado del toro. Mejoraba progresivamente, con cada segundo que pasaba.
Aunque seguía sin hablar.
– Esa chica… ¿Toriel? Tu prometida. – Se cruzó de brazos – ¿Sabe esto? – Inquirió en seguida, no dejó que el elefante respondiese, se giró hacía el humano una vez más. – Vamos Brackwell… - dijo ladeando levemente la cabeza – Para alguien como tú, con tus contactos y todos esos amigos poderosos enfadados conmigo, encontrar un frasco de Helvetia debe de ser fácil. - Sonrió mordazmente. – Más fácil que adivinar el nombre de esa persona que escribe cartas que no te gustan, al menos. – Agregó a continuación, momento en el que se quedó en silencio durante unos largos segundos, manteniéndole la mirada a Brackwell. - ¿Estás seguro que soy yo el que tiene que disculparse con Toriel? – Preguntó al final. – Yo no estoy dándole un animal vivo a su marido para que coma. – Afirmó, bajó ambas manos hasta su cinturón. - ¿Esto es lo que le lleváis dando de comer todo este tiempo? - Allí estaba, encerrado en la celda de un local prácticamente invisible de los barrios bajos de Lunargenta.
Aparentemente indefenso, incapaz de salir de allí.
Tan seguro estaban de esto que le habían dejado entrar en la celda con todo su armamento y equipo. Cada segundo que pasaba encerrado en aquel lugar no hacía más que reafirmar la idea de que Brackwell y el Hombre Muerto no eran más que una fachada inusualmente ostentosa.
- ¡Y dices que tus amigos han “accedido” a dejarle irse! – Volvió a reírse. - ¿Pero no estaba encerrado aquí para protegerse a sí mismo y a los demás? – Preguntó, controlando su tono de voz para no alzarlo. – ¿Ahora es un prisionero por el que tengo que negociar? – Frunció el ceño, cambiando su expresión. – Aclárate, Brackwell. – Sentenció severamente. - ¿Quieres que te vean como una buena persona? ¿O piensas dejar de manipular a todo el mundo? – Cerró los puños con fuerza, sintió la imperiosa necesidad de darle un puñetazo a la verja de metal, de usar el guantelete y aplastar a aquel tipo antes de que pudiese hacer nada para defenderse.
Pero le creían incapaz de hacer nada, tenía que seguir así por ahora. Además, si lo hacía, Ohm acabaría de la misma forma que Bracknell. Suponía que el elefante, como Toriel, había sido, simplemente, seducido por las palabras del Hombre Muerto; No quería pelear contra él, no parecía mal hombre.
- ¿Dónde está Toriel? – Preguntó finalmente a la pareja, ayudando al toro a levantarse.
El cuerpo del hombre-bestia ya tenía la consistencia de uno normal y, sin estar derritiéndose constantemente, Eltrant pudo advertir como el toro tenía constitución encomiable, era tan alto como Asher, si no más.
No le gustaría estar al otro lado de uno de sus puños.
– No soy yo el que decide si se queda o se va. – dijo a Ohm – Pero me gustaría que lo primero que viese antes de salir de esta jaula fuese a alguien conocido. -
Si se cruzaba alguna vez con la persona que le había regalado la medicina tenía que agradecérselo, Gol’then también debería hacerlo.
Cuando el toro mostró que ya era capaz de, aproximadamente, articular palabras coherentes, Eltrant se agachó junto a él y le tendió la cantimplora de metal que colgaba de la parte trasera de su cinturón.
- Bebe – le dijo en el trono más tranquilizador que pudo, aun cuando sus brazos comenzaban a recuperar su consistencia natural, el toro seguía escupiendo arena. Era evidente que le hacía falta un poco de agua, y la que Gol’then tenía en la celda no parecía precisamente salubre, lo último que necesitaba es que enfermase de golpe al bebérsela.
Dejando al toro con la cantimplora entre las manos, Eltrant volvió a dejarle el espacio suficiente como para consiguiese habituase a su nueva realidad, a la celda que, por lo que decía Brackwell, había sido su hogar durante años.
Suspiró, no debía de ser fácil, recobrar la conciencia y encontrarte encerrado en una jaula, siendo poco más que una bestia.
Tras quitarse el yelmo y volvérselo a atar al cinturón, justo al lado de Recuerdo, el castaño examinó el pasillo en el que esperaba Ohm. Buscó a Brackwell con la mirada, pero se había esfumado, Toriel también se había ido.
¿Qué estaba tramando aquel tipo ahora?
Se cruzó de brazos y asintió al elefante cuando este afirmó ir a buscar al humano que le había encerrado en aquel lugar. Volvió a girarse hacía el toro.
- ¿Cómo te encuentras? – Preguntó, parecía estar algo mejor, confuso, pero algo mejor. – No te bebas el agua de golpe, no tengo más. – Advirtió esbozando una sonrisa.
Volvió a girarse hacía la salida de la celda, sin añadir nada más, mientras esperaba rodeó uno de los barrotes que le separaban del exterior con su mano izquierda. No parecía ser una prisión muy resistente a simple vista, aunque, a pesar de ello, había conseguido mantener dentro a un hombre-bestia de más de cien kilos.
La diminuta habitación también contaba con una especie de trampilla en el techo, Eltrant sabía sus limitaciones, por mucho que quisiera, no iba a ser capaz de alcanzarla, pero en realidad tampoco necesitaba hacerlo para salir de allí.
Si necesitaba escapar tenía el guantelete, sabía que solo tenía que dar un tirón relativamente fuerte de la puerta y arrancaría de cuajo las bisagras. Solo Asher y Lyn sabían exactamente sus propiedades. Quizás también Syl.
Normalmente esto bastaba para confundir a cualquier persona que intentase enfrentarse a él. Pero, aunque, dudaba mucho que Bracknell fuese consciente de la existencia del artefacto, empezaba a creer que aquel hombre estaba preparado para cualquier cosa.
Ohm volvió con el humano, aunque no se acercaron a la puerta, no inmediatamente, conversaron junto a ellos durante unos segundos y después se acercaron hasta la entrada de la celda.
La cual abrieron solo para dejar entrar un cordero vivo.
Eltrant enarcó una ceja mirando al animal y, después, depositó sus ojos en los de Brackwell, escuchó las palabras que el hombre dedicó a los presentes.
¿Para reponer fuerzas? ¿La comida? Aquello era ridículo. No contestó en seguida, esperó a que Brackwell terminase de hablar.
Eltrant dejó escapar una carcajada corta y se llevó la mano hasta la cara negando con la cabeza. Tenía truco, todo lo que estaba pasando allí lo tenía. ¿Podía confiar en el elefante? ¿En Toriel? ¿Podía confiar en alguien en aquel lugar?
Probablemente en Gol’then.
- Deja que me sitúe un poco en todo esto… - dijo mirando durante apenas un instante como la “cena” de los prisioneros se adentraba un poco más en la celda, sin rumbo aparente. La ignoró. – ¿Has estado usando todo este tiempo a Gol’then como a un monstruo? – Preguntó agachándose a recuperar el frasquito vacío de Helvetia del suelo, cuando lo tuvo en su poder se lo lanzó a Ohm.
Dejó de hablar durante unos segundos y, una vez más, comprobó el estado del toro. Mejoraba progresivamente, con cada segundo que pasaba.
Aunque seguía sin hablar.
– Esa chica… ¿Toriel? Tu prometida. – Se cruzó de brazos – ¿Sabe esto? – Inquirió en seguida, no dejó que el elefante respondiese, se giró hacía el humano una vez más. – Vamos Brackwell… - dijo ladeando levemente la cabeza – Para alguien como tú, con tus contactos y todos esos amigos poderosos enfadados conmigo, encontrar un frasco de Helvetia debe de ser fácil. - Sonrió mordazmente. – Más fácil que adivinar el nombre de esa persona que escribe cartas que no te gustan, al menos. – Agregó a continuación, momento en el que se quedó en silencio durante unos largos segundos, manteniéndole la mirada a Brackwell. - ¿Estás seguro que soy yo el que tiene que disculparse con Toriel? – Preguntó al final. – Yo no estoy dándole un animal vivo a su marido para que coma. – Afirmó, bajó ambas manos hasta su cinturón. - ¿Esto es lo que le lleváis dando de comer todo este tiempo? - Allí estaba, encerrado en la celda de un local prácticamente invisible de los barrios bajos de Lunargenta.
Aparentemente indefenso, incapaz de salir de allí.
Tan seguro estaban de esto que le habían dejado entrar en la celda con todo su armamento y equipo. Cada segundo que pasaba encerrado en aquel lugar no hacía más que reafirmar la idea de que Brackwell y el Hombre Muerto no eran más que una fachada inusualmente ostentosa.
- ¡Y dices que tus amigos han “accedido” a dejarle irse! – Volvió a reírse. - ¿Pero no estaba encerrado aquí para protegerse a sí mismo y a los demás? – Preguntó, controlando su tono de voz para no alzarlo. – ¿Ahora es un prisionero por el que tengo que negociar? – Frunció el ceño, cambiando su expresión. – Aclárate, Brackwell. – Sentenció severamente. - ¿Quieres que te vean como una buena persona? ¿O piensas dejar de manipular a todo el mundo? – Cerró los puños con fuerza, sintió la imperiosa necesidad de darle un puñetazo a la verja de metal, de usar el guantelete y aplastar a aquel tipo antes de que pudiese hacer nada para defenderse.
Pero le creían incapaz de hacer nada, tenía que seguir así por ahora. Además, si lo hacía, Ohm acabaría de la misma forma que Bracknell. Suponía que el elefante, como Toriel, había sido, simplemente, seducido por las palabras del Hombre Muerto; No quería pelear contra él, no parecía mal hombre.
- ¿Dónde está Toriel? – Preguntó finalmente a la pareja, ayudando al toro a levantarse.
El cuerpo del hombre-bestia ya tenía la consistencia de uno normal y, sin estar derritiéndose constantemente, Eltrant pudo advertir como el toro tenía constitución encomiable, era tan alto como Asher, si no más.
No le gustaría estar al otro lado de uno de sus puños.
– No soy yo el que decide si se queda o se va. – dijo a Ohm – Pero me gustaría que lo primero que viese antes de salir de esta jaula fuese a alguien conocido. -
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Sus labios le delataron cuando Tale pronunció la palabra monstruo: mostraron una ligera sonrisa, un signo de debilidad que, si fuera fingida, debía recibir un premio por la actuación. La sonrisa se incrementó después de la conversación se truncase hablando de prisioneros y negocios.
Eltrant Tale se disculpó con Gol’then y, hasta ahí, cumplió con la parte del trato que tenía con Bracknell. Lo que el joven ignoraba era que éste no era el único trato que giraba en torno al hombre toro. Si habían conseguido mantenerlo con vida, sano y salvo en la medida de lo posible, fue gracias a la gente de “El príncipe de Baslodia”. La libertad de Gol’then estaba en manos de los dueños de la taberna, no en las de Bracknell.
-Deja que te haga una pregunta. –Bracknell había avanzado un paso hacia delante quedando por encima de Ohm. -¿Conoce los peligros que atañe manipular la flor de Nirana? Hablo de Euforia, sí, del ingrediente estrella del suma. En “El príncipe” se atreven a aceptar todos estos peligros. Los abrazan a diario. Día tras día, tanto a viejos entrados en edad que desean saborear el dulzor del sexo y la amargura del combate en una batalla como a jóvenes ebrios que buscan una dosis de nefasta de diversión. Son a estos últimos a los que el suma les afecta de una manera…. ¿Cómo decirlo sin parecer ingrato? Digamos, de forma sencilla, que les enloquece. Esta es una palabra. La bebida alimenta su lívido, les convierte en una especie de vampiros que no se alimentan de sangre ni fallecen con la luz del sol. En “El príncipe” toman los aeros de esta gente y, cuando se tornan un problema, se los entregan al hombre toro. Comprenderás porque me he tomado la molestia de traerte alimento fresco. En “El príncipe de Baslodia” no quieren deshacerse de quien les ha dado protección-.
-Sin la ayuda de “El príncipe de Baslodia”, –continuó Ohm. –Gol’then habría muerto hace años. Era un hombre de la guardia que perseguía gambusinos que solo él creía ver. Toriel estaba sola en aquellos días, no podía mantenerlo. El señor Bracknell la ayudó, él se puso en contacto con los hombres de “El príncipe de Baslodia”. Toriel le debe la vida de su marido. Yo también se la debo. ¿Lo comprendes? Si ahora nos dan a elegir entre Gol’then y usted, señor Tale, nosotros sabremos qué responder. Tomamos la decisión mucho antes de saber que vendría-.
Los gestos que desvelaban las verdaderas intenciones de cada quien eran más visibles y abundantes en Ohm. Si en Bracknell cabía la posibilidad de poner en duda la veracidad de la sonrisa, en Ohm no había duda que se le veía nervioso. Sus piernas estaban temblando, tenía los muslos pegados como quien sabe que ha cometido un error y no se quiere disculpar por ello. Las manos las había encerrado en un solo puño. La trompa, que hasta ahora se la había visto balancear de un lado a otro, se mantenía firme y rígida.
-Toriel vendrá cuando sea el momento. No quiere ver al hombre que todavía es su esposo en este pésimo estado-.
Gol’then tenía los ojos abiertos como un hombre asustado o un infeliz extasiado por la droga. Las piezas de su memoria truncada iban encajando poco a poco. Hartem le maldijo ofreciéndole la compostura de un muñeco de barro en verano. “El príncipe de Baslodia” lo maldijo una segunda vez convirtiéndole en una persona violenta; eufórica era la palabra. El agua y la comida que le servían estaba impregnada de esencia de euforia. Seguramente, el cordero que Bracknell entró en el calabozo lo habían bañado con esencia de euforia antes de entregarlo.
El hombre toro dio un puñetazo al suelo. Notó como, a causa del golpe, ondulaba la tierra húmeda que era su brazo. Se preguntó cuál de las dos maldiciones había sanado la poción del humano al que todos llamaban Tale y si es que alguna de las dos había sido sanada por completó.
Se echó a un lado y vomitó una mezcla de bilis, agua y barro. La boca le sabía a mierda y aquello pensó que era una buena señal. El recubrimiento de tierra de la lengua y el paladar se iba desvaneciendo y poco a poco retomaba el control habitual de su cuerpo. Por no hablar de que ya no sentía la imperativa necesidad de usar su cornamenta para protestar contra el dolor y los malos sabores; para este motivo se inventaron las palabrotas: mierda, coño y, su preferida:
-¡Joder!- la palabrota sonó como un estallido en su garganta. La buena noticia, es que la dijo manteniéndose inmóvil en la misma posición.
Los hombres de “El príncipe”, Bracknell y el hombre elefante traían un nuevo invitado al calabozo. Ya eran demasiado.
-Dejadme. Dejadme. ¡Os mataré a todos! Sí, lo haré. Tengo mis manos, uñas y dientes. Puedo mataros y, cuando lo haga, os follaré por el culo y me mearé en vuestras bocas-.
-Euforia- dijo Gol’then en voz baja.
-Señor Tale, aquí tiene su primer encargo. Deshazte de él. Si necesita ayuda, puedo traerle una copa de suma. No vaya a rechazármela esta vez-.
El tipo que empujaron al calabozo era un hombre extremadamente delgado, cadavérico. Tenía la piel grisáceo y grandes ojeras bajo los parpados. Manchas amarillas se repartían por su torso, brazos y piernas. Estaba desnudo, los hombres de “El príncipe de Baslodia” se habían encargado de recoger cualquier cosa que tuviera y que pudiera ser vendible. La erección de su miembro era más que notable.
Dejaron al hombre ebrio de euforia en el calabozo y se marcharon del pasillo. Ohm fue el último en irse, se quedó mirando unos segundos la escena antes de seguir a Bracknell. Gol’then, de estar en su posición, también se habría quedado a mirar; tres hombres y cordero en un angosto calabozo era una situación de chiste.
-¿Vais a matarme? Adelante. ¡Aquí estoy! Os espero. Matadme. Sí. ¡Matadme! Tengo mis manos, mis uñas y mis dientes. Sé defenderme. ¿No venís? Iré a por vosotros. Os mataré antes de que vosotros me matéis a mí. ¿Sabéis por qué? Porque es así como se demuestra lo que es verdad y lo que es mentira-.
Gol’then se arrastró hacia delante, todavía no podía andar, cogió al cordero del cuello y lo alejó cuanto pudo del borracho de suma. No quería ver morir al animal.
-¿Qué es verdad? –con la mano derecha se sujetaba el miembro erecto como si fuera la empuñadura de una espada. -Que he bebido suma. Eso es verdad. Cuatro jarras de suma en media hora. También es verdad que tú mujer está muerta, que una bruja farsante ha ocupado su lugar y que el viejo tiene un objeto con el que controlar a los hombres. ¿Y qué es mentira? ¡Qué estamos vivos! Esa es la mentira que nos han hecho creer. Porque, si estuviéramos vivos, la gente no bebería suma para saber qué se siente al estar vivo. Pero yo sé la verdad, por eso me quieren matar. Y esta es la segunda mentira: yo no pedí las cuatro jarras de suma, me obligaron a beberlas para que enloqueciera. ¡Ah pero yo soy más listo! Ellos no saben que puedo candados usando mis largas uñas-.
El hombre toro soltó el cordero. Notó una fragancia conocida: flor de Nirana. Como había supuesto, y se le había olvidado al ver al loco, el cordero había sido bañado con euforia. Era una trampa y él había caído en ella.
Intentó gritar las palabrotas que conocía, pero no supo pronunciarlas. En su lugar, arremetió una cornada contra el borracho de euforia. Este tuvo suerte, pudo esquivarla antes de que le alcanzase. La visión de Gol’then se envolvía de una capa de gris con pinceladas rojas; tres, al ser exactos, uno por cada compañero de celda. El color rojo marcaba los objetivos contra los que tenía que enfrentarse.
* Eltrant Tale: Ya conoces la historia de Gol’then, bastante triste y lógica. ¿Tú no habrías hecho lo mismo de estar en el lugar de Toriel? Confieso que yo, personalmente, me aferraría a un clavo por tal de cuidar a la persona que quiero.
En este turno has de tomar una decisión de las que a ambos nos gustan: matar o no matar, confiar o no confiar. Si hubieras inmovilizado a Gol’then, ahora no tendrías que enfrentarte a él otra vez. El hombre enfermo dice que sabe como abrir el cerrojo del calabozo y lo hará, siempre que le rescates de Gol’then y que puedas controlar la euforia.
Tú, al no acercarte al cordero ni al haber bebido de la primera copa que te prestó Bracknell, estás libre de los síntomas de euforia.
Relaciones
Christian Bracknell Desconfianza
Toriel Desconfianza
Ohm Indiferente
Gol’then Confianza
Eltrant Tale se disculpó con Gol’then y, hasta ahí, cumplió con la parte del trato que tenía con Bracknell. Lo que el joven ignoraba era que éste no era el único trato que giraba en torno al hombre toro. Si habían conseguido mantenerlo con vida, sano y salvo en la medida de lo posible, fue gracias a la gente de “El príncipe de Baslodia”. La libertad de Gol’then estaba en manos de los dueños de la taberna, no en las de Bracknell.
-Deja que te haga una pregunta. –Bracknell había avanzado un paso hacia delante quedando por encima de Ohm. -¿Conoce los peligros que atañe manipular la flor de Nirana? Hablo de Euforia, sí, del ingrediente estrella del suma. En “El príncipe” se atreven a aceptar todos estos peligros. Los abrazan a diario. Día tras día, tanto a viejos entrados en edad que desean saborear el dulzor del sexo y la amargura del combate en una batalla como a jóvenes ebrios que buscan una dosis de nefasta de diversión. Son a estos últimos a los que el suma les afecta de una manera…. ¿Cómo decirlo sin parecer ingrato? Digamos, de forma sencilla, que les enloquece. Esta es una palabra. La bebida alimenta su lívido, les convierte en una especie de vampiros que no se alimentan de sangre ni fallecen con la luz del sol. En “El príncipe” toman los aeros de esta gente y, cuando se tornan un problema, se los entregan al hombre toro. Comprenderás porque me he tomado la molestia de traerte alimento fresco. En “El príncipe de Baslodia” no quieren deshacerse de quien les ha dado protección-.
-Sin la ayuda de “El príncipe de Baslodia”, –continuó Ohm. –Gol’then habría muerto hace años. Era un hombre de la guardia que perseguía gambusinos que solo él creía ver. Toriel estaba sola en aquellos días, no podía mantenerlo. El señor Bracknell la ayudó, él se puso en contacto con los hombres de “El príncipe de Baslodia”. Toriel le debe la vida de su marido. Yo también se la debo. ¿Lo comprendes? Si ahora nos dan a elegir entre Gol’then y usted, señor Tale, nosotros sabremos qué responder. Tomamos la decisión mucho antes de saber que vendría-.
Los gestos que desvelaban las verdaderas intenciones de cada quien eran más visibles y abundantes en Ohm. Si en Bracknell cabía la posibilidad de poner en duda la veracidad de la sonrisa, en Ohm no había duda que se le veía nervioso. Sus piernas estaban temblando, tenía los muslos pegados como quien sabe que ha cometido un error y no se quiere disculpar por ello. Las manos las había encerrado en un solo puño. La trompa, que hasta ahora se la había visto balancear de un lado a otro, se mantenía firme y rígida.
-Toriel vendrá cuando sea el momento. No quiere ver al hombre que todavía es su esposo en este pésimo estado-.
_____________________
Gol’then tenía los ojos abiertos como un hombre asustado o un infeliz extasiado por la droga. Las piezas de su memoria truncada iban encajando poco a poco. Hartem le maldijo ofreciéndole la compostura de un muñeco de barro en verano. “El príncipe de Baslodia” lo maldijo una segunda vez convirtiéndole en una persona violenta; eufórica era la palabra. El agua y la comida que le servían estaba impregnada de esencia de euforia. Seguramente, el cordero que Bracknell entró en el calabozo lo habían bañado con esencia de euforia antes de entregarlo.
El hombre toro dio un puñetazo al suelo. Notó como, a causa del golpe, ondulaba la tierra húmeda que era su brazo. Se preguntó cuál de las dos maldiciones había sanado la poción del humano al que todos llamaban Tale y si es que alguna de las dos había sido sanada por completó.
Se echó a un lado y vomitó una mezcla de bilis, agua y barro. La boca le sabía a mierda y aquello pensó que era una buena señal. El recubrimiento de tierra de la lengua y el paladar se iba desvaneciendo y poco a poco retomaba el control habitual de su cuerpo. Por no hablar de que ya no sentía la imperativa necesidad de usar su cornamenta para protestar contra el dolor y los malos sabores; para este motivo se inventaron las palabrotas: mierda, coño y, su preferida:
-¡Joder!- la palabrota sonó como un estallido en su garganta. La buena noticia, es que la dijo manteniéndose inmóvil en la misma posición.
Los hombres de “El príncipe”, Bracknell y el hombre elefante traían un nuevo invitado al calabozo. Ya eran demasiado.
-Dejadme. Dejadme. ¡Os mataré a todos! Sí, lo haré. Tengo mis manos, uñas y dientes. Puedo mataros y, cuando lo haga, os follaré por el culo y me mearé en vuestras bocas-.
-Euforia- dijo Gol’then en voz baja.
-Señor Tale, aquí tiene su primer encargo. Deshazte de él. Si necesita ayuda, puedo traerle una copa de suma. No vaya a rechazármela esta vez-.
El tipo que empujaron al calabozo era un hombre extremadamente delgado, cadavérico. Tenía la piel grisáceo y grandes ojeras bajo los parpados. Manchas amarillas se repartían por su torso, brazos y piernas. Estaba desnudo, los hombres de “El príncipe de Baslodia” se habían encargado de recoger cualquier cosa que tuviera y que pudiera ser vendible. La erección de su miembro era más que notable.
Dejaron al hombre ebrio de euforia en el calabozo y se marcharon del pasillo. Ohm fue el último en irse, se quedó mirando unos segundos la escena antes de seguir a Bracknell. Gol’then, de estar en su posición, también se habría quedado a mirar; tres hombres y cordero en un angosto calabozo era una situación de chiste.
-¿Vais a matarme? Adelante. ¡Aquí estoy! Os espero. Matadme. Sí. ¡Matadme! Tengo mis manos, mis uñas y mis dientes. Sé defenderme. ¿No venís? Iré a por vosotros. Os mataré antes de que vosotros me matéis a mí. ¿Sabéis por qué? Porque es así como se demuestra lo que es verdad y lo que es mentira-.
Gol’then se arrastró hacia delante, todavía no podía andar, cogió al cordero del cuello y lo alejó cuanto pudo del borracho de suma. No quería ver morir al animal.
-¿Qué es verdad? –con la mano derecha se sujetaba el miembro erecto como si fuera la empuñadura de una espada. -Que he bebido suma. Eso es verdad. Cuatro jarras de suma en media hora. También es verdad que tú mujer está muerta, que una bruja farsante ha ocupado su lugar y que el viejo tiene un objeto con el que controlar a los hombres. ¿Y qué es mentira? ¡Qué estamos vivos! Esa es la mentira que nos han hecho creer. Porque, si estuviéramos vivos, la gente no bebería suma para saber qué se siente al estar vivo. Pero yo sé la verdad, por eso me quieren matar. Y esta es la segunda mentira: yo no pedí las cuatro jarras de suma, me obligaron a beberlas para que enloqueciera. ¡Ah pero yo soy más listo! Ellos no saben que puedo candados usando mis largas uñas-.
El hombre toro soltó el cordero. Notó una fragancia conocida: flor de Nirana. Como había supuesto, y se le había olvidado al ver al loco, el cordero había sido bañado con euforia. Era una trampa y él había caído en ella.
Intentó gritar las palabrotas que conocía, pero no supo pronunciarlas. En su lugar, arremetió una cornada contra el borracho de euforia. Este tuvo suerte, pudo esquivarla antes de que le alcanzase. La visión de Gol’then se envolvía de una capa de gris con pinceladas rojas; tres, al ser exactos, uno por cada compañero de celda. El color rojo marcaba los objetivos contra los que tenía que enfrentarse.
_____________________
* Eltrant Tale: Ya conoces la historia de Gol’then, bastante triste y lógica. ¿Tú no habrías hecho lo mismo de estar en el lugar de Toriel? Confieso que yo, personalmente, me aferraría a un clavo por tal de cuidar a la persona que quiero.
En este turno has de tomar una decisión de las que a ambos nos gustan: matar o no matar, confiar o no confiar. Si hubieras inmovilizado a Gol’then, ahora no tendrías que enfrentarte a él otra vez. El hombre enfermo dice que sabe como abrir el cerrojo del calabozo y lo hará, siempre que le rescates de Gol’then y que puedas controlar la euforia.
Tú, al no acercarte al cordero ni al haber bebido de la primera copa que te prestó Bracknell, estás libre de los síntomas de euforia.
Relaciones
Christian Bracknell Desconfianza
Toriel Desconfianza
Ohm Indiferente
Gol’then Confianza
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Entrecerró los ojos.
Una respuesta muy apropiada, por parte de ambos; Casi parecía ensayada. Se consoló al ver que Ohm parecía no estar totalmente seguro con lo que salía de sus labios.
La pareja no contestó a todo lo que había dicho Eltrant.
Ninguno de los dos había hecho mención alguna a la facilidad con la que Bracknell podría haber encontrado algo de Helvetia, o lo fácil que habría sido para él intentar otro tratamiento medicinal, en realidad. ¿No era un seguidor del Hombre Muerto? ¿De ese misterioso sujeto todopoderoso? Incluso podría haber encerrado al toro en un sitio en el que no se le obligase, además, a convertirse en un asesino de adictos problemáticos.
Se cruzó de brazos.
En sí, lo que más le sorprendía de toda aquella situación es que fuese el único capaz de ver que la solución maestra de Bracknell al problema de Gol’then había sido, básicamente, una vida de esclavismo.
¿Cómo era posible que de entre todas las opciones que podría haber proporcionado Brackell, a Toriel le había parecido aquella la más apropiada? Parecía una mujer atenta, alguien que por cómo había hablado de él hacía apenas unos minutos quería a su marido con locura.
Alguien que no optaría por aquella opción.
Fue por esto por lo que no le fue muy difícil a Eltrant interpretar que Bracknell había hecho creer a la mujer-bestia, de alguna forma, que aquella celda era la única posibilidad de supervivencia para Gol’then.
Y es que era bastante evidente que Bracknell era un canalla sin escrúpulos, Eltrant lo veía perfectamente capaz de llegar a aquel nivel, de camuflar todo bajo una fina capa de “piedad”.
Era algo repugnante, y Eltrant había combatido en Térpoli, había visto a muertos putrefactos blandir espadas con apenas un poco carne cubriendo sus huesos; jugar con las esperanzas de las personas y ganarte une esclavo en el proceso no estaba muy lejos de eso.
Todo aquel extraño espectáculo en el que de pronto estaba inmerso era justo lo que le había preocupado del Hombre Muerto para empezar. Aunque decía repartir amor, los hechos mostraban que tanto él como sus seguidores tenían una definición muy extraña de esta palabra.
¿Pero acaso podía culpar a la vaca por agarrarse al más mínimo resquicio de esperanza posible?
Se quedó en silencio, limitándose a observar cómo se sucedían los acontecimientos.
Después del breve intercambio que los captores tuvieron con los prisioneros, estos no tardaron en volver a abrir la única salida de la minúscula jaula, dejando entrar en ella, entonces, a uno de los adictos problemáticos que, según Bracknell, Eltrant debía matar si quería salir de allí.
Entornó los ojos al ver al nuevo compañero de celda que le habían proporcionado: desnudo y evidentemente enfermo, no tardó en comenzar a decir incoherencias.
Se volvió a calzar el yelmo.
Brackwell no tardó en retirarse después de dar las ordenes, así como los hombres que habían llevado allí al enfermo; El elefante fue el último que abandonó el lugar, parecía preocupado, no obstante, esto no le impidió dejar atrás la celda y a todos sus ocupantes para que se matasen entre ellos.
Cuando se quedaron a solas Eltrant se giró hacía el recién llegado, tensó los músculos, trató de ver si era o no alguien peligroso, no parecía serlo a simple vista, a pesar de ello el hombre seguía diciendo incoherencias, muchas, prácticamente todo lo que decía era fruto del estado de locura en el que se encontraba.
La conclusión a la que Eltrant llegó era que el hombre era demasiado impredecible como para permitirse bajar la guardia, algo que cualquier persona mínimamente consciente era capaz de ver. Estuvo tentado de cortar por lo sano y dejar fuera de combate a aquel tipo con un directo en mitad de su cara, pero eso era lo que quería Brackwell en parte.
- Tranquilízate. – dijo finalmente, levantando ambas manos, intentando mostrarse conciliador. – No voy a matar a nadie. – Agregó después.
No había pasado por alto que Brackwell parecía extrañamente interesado por ver a Eltrant acabar con la vida de una persona. Pero él no funcionaba así, no le conocían, Eltrant no mataba porque se lo ordenasen.
Tenía un criterio a la hora de desenvainar sus espadas.
- ¿Te han obligado a beber? ¿A enloquecer? ¿…una mujer está muerta? – Aquello fue de lo poco que pudo captar, el enfermo hablaba muy rápido y de forma extraña, apenas vocalizaba, parecía más concentrado en darse placer a si mismo que en hablar.
Pero esto terminó inesperadamente pronto, pues antes de que este pudiese contestar a Eltrant algún sinsentido, Gol’then cargó contra el enfermo henchido de una ira similar a la que le había estado consumiendo cuando estaba maldito.
Afortunadamente, el adicto era más rápido de lo que sus palabras parecían mostrar y esquivó aquella envestida pobremente, de forma que Gol’then acabó dándose de bruces contra una de las paredes de la celda.
Por supuesto, esto no impidió al toro que continuase buscando pelea. Se levantó y miró al resto de personas de la habitación.
Volvían a estar enfrentados.
Frunció el ceño, Gol’then respiraba lentamente, como un animal salvaje que clamaba por ver la sangre de su presa. ¿Qué significaba aquello? Evitó el siguiente placaje del toro moviéndose rápidamente a un lado y contempló como este volvía a empotrarse contra la pared.
Alternó su mirada entre la del toro y la del enfermo, que seguía amenazando a todos los presentes con matarlos de formas bastante variopintas.
Enarcó una ceja, Gol’then había vuelto a comunicarse con poco más que sonidos guturales. ¿La maldición no se había curado por completo? Pero si parecía haber estado mejorando hasta hacía apenas unos instantes, incluso le había oído, claramente, maldecir en voz alta. ¿Qué era lo que había ido mal? Solo había tenido contacto con una sola cosa.
Eltrant miró al cordero, el animal estaba aterrado en una esquina de la habitación. Gol’then volvió a levantarse, volvió a gritar enfurecido.
Ese fue el momento en que comprendió que no iba a salir de allí por las buenas, Brackwell no pretendía liberar a nadie de aquella prisión. Solo quería castigarle por un error que no había cometido.
- Suficiente. – Su guantelete izquierdo comenzó a chasquear con suavidad, a emitir ese vapor blanquecido al que estaba acostumbrado. [1]
Detuvo a Gol’then sobre sus pasos, sin apenas hacer fuerza, Eltrant tomó a la bestia por uno de los brazos y lo lanzó al suelo, boca abajo. Después le puso una bota encima.
- Re... relájate. ¿Quieres? – Farfulló tratando de controlarlo de igual forma que había hecho antes, con todo el peso de su cuerpo, manteniendo su rodilla derecha firmemente plantada entre los omoplatos del toro. – Por... Toriel. ¿Me oyes? Seguro que no... le gusta verte así. – Añadió en seguida, cerrando el puño izquierdo y alzándolo ligeramente, girándose hacía la verja de la prisión en la que estaba encerrado. – ¡Piensa en ella, inténtalo! – Agregó. – Porque voy a sacarte de aquí. – Prometió al final.
Ya había esperado demasiado, ya había jugado a lo que quería Brackwell.
Ahora no solo era el seguidor del Hombre Muerto quien le preocupaba, “El Príncipe de Baslodia” iba a cerrar, por las buenas o por las malas, y también se iba a encargar de sacar de allí a Toriel y a Ohm. Solo los dioses sabían que tenían planeado hacer con ellos una vez dejasen de ser de utilidad. ¿Volverlos adictos? ¿Convertirles en esclavos?
Tensó los músculos, el guantelete aún estaba activo, aún dejaba escapar humo blanco, aún siseaba en torno a su brazo derecho. Golpeó la puerta de metal que les separaba del exterior, un directo en el centro de la misma, con toda la fuerza que pudo conseguir en aquel momento.
Como si el castaño hubiese usado un ariete ridículamente poderoso, las bisagras reventaron casi al instante dejando escapar un estruendo metálico, la puerta salió disparada por los aires a una velocidad vertiginosa y acabó firmemente anclada a la pared que tenía enfrente.
Sin mediar palabra alguna con los presentes, arrastró al toro hasta el exterior de la celda sujetándolo de un brazo y lo sentó a un lado de la puerta.
- Gol’then, estoy de tu lado. ¿Entiendes? – dijo chasqueando los dedos repetidamente frente a los ojos del toro. Ahora parecía estar ido de nuevo, aunque quizás fuese por el golpe que le había dado con el guantelete. – ¿Estás bien? – Preguntó a continuación - Voy a necesitar que te controles. – Añadió después, no estaba seguro de si el toro iba a atacarle de nuevo o si estaba recuperando un poco del sentido, parecía lo segundo. Parecía. – No dejes que se te metan en la cabeza. – Dijo volviendo a chasquear los dedos frente a su cara – Eres mejor que esto. – Le dijo después, antes de girarse hacía el sujeto flacucho que se había quedado dentro de la celda.
¿Qué hacía con él? Era un lunático peligroso, el principal motivo por el que había decidido salir de allí definitivamente. Tras mirarle durante unos segundos, pensativo, se ajustó el casco y, después, se desató la capa que colgaba en torno a su cuello.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó en primer lugar, necesitaba que aquel hombre se tranquilizase, seguía bajo los efectos de las drogas. En realidad, necesitaba que todo el mundo se tranquilizase. – Yo soy Eltrant. ¿Vienes con nosotros? – dijo lanzándole la capa al loco. No podía, simplemente, dejarle allí sin más; sobre todo si había un mínimo de verdad en sus palabras. – Tapate algo, al menos. – Le indicó señalando la gruesa capa que el flacucho tenía ahora entre sus manos.
No estaba seguro de que había pasado, pero el toro había perdido la cordura al tocar al animal, al tocarlo, nada más. Se ajustó a Eir, asegurándose de que no había nada de piel expuesta. Toda precaución era poca, si quería salir de allí tenía que mantener la cabeza fría.
Inmediatamente después de aquello desenvainó a Olvido, la fresca brisa que rodeaba la hoja de forma permanente rodeó su cuerpo, formando una especie de barrera de aire, un escudo semi invisible a su alrededor.
Dudaba mucho que los trabajadores del Príncipe de Baslodia se prestasen a dejarles marchar así como así. Pero tampoco tenía prisa, primero tenía que encontrar a Toriel y a Ohm.
Se lo había prometido a Gol’then.
________________________________________________________________________
[1] Uso Objeto Master: Guantelete de Cuero.
Una respuesta muy apropiada, por parte de ambos; Casi parecía ensayada. Se consoló al ver que Ohm parecía no estar totalmente seguro con lo que salía de sus labios.
La pareja no contestó a todo lo que había dicho Eltrant.
Ninguno de los dos había hecho mención alguna a la facilidad con la que Bracknell podría haber encontrado algo de Helvetia, o lo fácil que habría sido para él intentar otro tratamiento medicinal, en realidad. ¿No era un seguidor del Hombre Muerto? ¿De ese misterioso sujeto todopoderoso? Incluso podría haber encerrado al toro en un sitio en el que no se le obligase, además, a convertirse en un asesino de adictos problemáticos.
Se cruzó de brazos.
En sí, lo que más le sorprendía de toda aquella situación es que fuese el único capaz de ver que la solución maestra de Bracknell al problema de Gol’then había sido, básicamente, una vida de esclavismo.
¿Cómo era posible que de entre todas las opciones que podría haber proporcionado Brackell, a Toriel le había parecido aquella la más apropiada? Parecía una mujer atenta, alguien que por cómo había hablado de él hacía apenas unos minutos quería a su marido con locura.
Alguien que no optaría por aquella opción.
Fue por esto por lo que no le fue muy difícil a Eltrant interpretar que Bracknell había hecho creer a la mujer-bestia, de alguna forma, que aquella celda era la única posibilidad de supervivencia para Gol’then.
Y es que era bastante evidente que Bracknell era un canalla sin escrúpulos, Eltrant lo veía perfectamente capaz de llegar a aquel nivel, de camuflar todo bajo una fina capa de “piedad”.
Era algo repugnante, y Eltrant había combatido en Térpoli, había visto a muertos putrefactos blandir espadas con apenas un poco carne cubriendo sus huesos; jugar con las esperanzas de las personas y ganarte une esclavo en el proceso no estaba muy lejos de eso.
Todo aquel extraño espectáculo en el que de pronto estaba inmerso era justo lo que le había preocupado del Hombre Muerto para empezar. Aunque decía repartir amor, los hechos mostraban que tanto él como sus seguidores tenían una definición muy extraña de esta palabra.
¿Pero acaso podía culpar a la vaca por agarrarse al más mínimo resquicio de esperanza posible?
Se quedó en silencio, limitándose a observar cómo se sucedían los acontecimientos.
Después del breve intercambio que los captores tuvieron con los prisioneros, estos no tardaron en volver a abrir la única salida de la minúscula jaula, dejando entrar en ella, entonces, a uno de los adictos problemáticos que, según Bracknell, Eltrant debía matar si quería salir de allí.
Entornó los ojos al ver al nuevo compañero de celda que le habían proporcionado: desnudo y evidentemente enfermo, no tardó en comenzar a decir incoherencias.
Se volvió a calzar el yelmo.
Brackwell no tardó en retirarse después de dar las ordenes, así como los hombres que habían llevado allí al enfermo; El elefante fue el último que abandonó el lugar, parecía preocupado, no obstante, esto no le impidió dejar atrás la celda y a todos sus ocupantes para que se matasen entre ellos.
Cuando se quedaron a solas Eltrant se giró hacía el recién llegado, tensó los músculos, trató de ver si era o no alguien peligroso, no parecía serlo a simple vista, a pesar de ello el hombre seguía diciendo incoherencias, muchas, prácticamente todo lo que decía era fruto del estado de locura en el que se encontraba.
La conclusión a la que Eltrant llegó era que el hombre era demasiado impredecible como para permitirse bajar la guardia, algo que cualquier persona mínimamente consciente era capaz de ver. Estuvo tentado de cortar por lo sano y dejar fuera de combate a aquel tipo con un directo en mitad de su cara, pero eso era lo que quería Brackwell en parte.
- Tranquilízate. – dijo finalmente, levantando ambas manos, intentando mostrarse conciliador. – No voy a matar a nadie. – Agregó después.
No había pasado por alto que Brackwell parecía extrañamente interesado por ver a Eltrant acabar con la vida de una persona. Pero él no funcionaba así, no le conocían, Eltrant no mataba porque se lo ordenasen.
Tenía un criterio a la hora de desenvainar sus espadas.
- ¿Te han obligado a beber? ¿A enloquecer? ¿…una mujer está muerta? – Aquello fue de lo poco que pudo captar, el enfermo hablaba muy rápido y de forma extraña, apenas vocalizaba, parecía más concentrado en darse placer a si mismo que en hablar.
Pero esto terminó inesperadamente pronto, pues antes de que este pudiese contestar a Eltrant algún sinsentido, Gol’then cargó contra el enfermo henchido de una ira similar a la que le había estado consumiendo cuando estaba maldito.
Afortunadamente, el adicto era más rápido de lo que sus palabras parecían mostrar y esquivó aquella envestida pobremente, de forma que Gol’then acabó dándose de bruces contra una de las paredes de la celda.
Por supuesto, esto no impidió al toro que continuase buscando pelea. Se levantó y miró al resto de personas de la habitación.
Volvían a estar enfrentados.
Frunció el ceño, Gol’then respiraba lentamente, como un animal salvaje que clamaba por ver la sangre de su presa. ¿Qué significaba aquello? Evitó el siguiente placaje del toro moviéndose rápidamente a un lado y contempló como este volvía a empotrarse contra la pared.
Alternó su mirada entre la del toro y la del enfermo, que seguía amenazando a todos los presentes con matarlos de formas bastante variopintas.
Enarcó una ceja, Gol’then había vuelto a comunicarse con poco más que sonidos guturales. ¿La maldición no se había curado por completo? Pero si parecía haber estado mejorando hasta hacía apenas unos instantes, incluso le había oído, claramente, maldecir en voz alta. ¿Qué era lo que había ido mal? Solo había tenido contacto con una sola cosa.
Eltrant miró al cordero, el animal estaba aterrado en una esquina de la habitación. Gol’then volvió a levantarse, volvió a gritar enfurecido.
Ese fue el momento en que comprendió que no iba a salir de allí por las buenas, Brackwell no pretendía liberar a nadie de aquella prisión. Solo quería castigarle por un error que no había cometido.
- Suficiente. – Su guantelete izquierdo comenzó a chasquear con suavidad, a emitir ese vapor blanquecido al que estaba acostumbrado. [1]
Detuvo a Gol’then sobre sus pasos, sin apenas hacer fuerza, Eltrant tomó a la bestia por uno de los brazos y lo lanzó al suelo, boca abajo. Después le puso una bota encima.
- Re... relájate. ¿Quieres? – Farfulló tratando de controlarlo de igual forma que había hecho antes, con todo el peso de su cuerpo, manteniendo su rodilla derecha firmemente plantada entre los omoplatos del toro. – Por... Toriel. ¿Me oyes? Seguro que no... le gusta verte así. – Añadió en seguida, cerrando el puño izquierdo y alzándolo ligeramente, girándose hacía la verja de la prisión en la que estaba encerrado. – ¡Piensa en ella, inténtalo! – Agregó. – Porque voy a sacarte de aquí. – Prometió al final.
Ya había esperado demasiado, ya había jugado a lo que quería Brackwell.
Ahora no solo era el seguidor del Hombre Muerto quien le preocupaba, “El Príncipe de Baslodia” iba a cerrar, por las buenas o por las malas, y también se iba a encargar de sacar de allí a Toriel y a Ohm. Solo los dioses sabían que tenían planeado hacer con ellos una vez dejasen de ser de utilidad. ¿Volverlos adictos? ¿Convertirles en esclavos?
Tensó los músculos, el guantelete aún estaba activo, aún dejaba escapar humo blanco, aún siseaba en torno a su brazo derecho. Golpeó la puerta de metal que les separaba del exterior, un directo en el centro de la misma, con toda la fuerza que pudo conseguir en aquel momento.
Como si el castaño hubiese usado un ariete ridículamente poderoso, las bisagras reventaron casi al instante dejando escapar un estruendo metálico, la puerta salió disparada por los aires a una velocidad vertiginosa y acabó firmemente anclada a la pared que tenía enfrente.
Sin mediar palabra alguna con los presentes, arrastró al toro hasta el exterior de la celda sujetándolo de un brazo y lo sentó a un lado de la puerta.
- Gol’then, estoy de tu lado. ¿Entiendes? – dijo chasqueando los dedos repetidamente frente a los ojos del toro. Ahora parecía estar ido de nuevo, aunque quizás fuese por el golpe que le había dado con el guantelete. – ¿Estás bien? – Preguntó a continuación - Voy a necesitar que te controles. – Añadió después, no estaba seguro de si el toro iba a atacarle de nuevo o si estaba recuperando un poco del sentido, parecía lo segundo. Parecía. – No dejes que se te metan en la cabeza. – Dijo volviendo a chasquear los dedos frente a su cara – Eres mejor que esto. – Le dijo después, antes de girarse hacía el sujeto flacucho que se había quedado dentro de la celda.
¿Qué hacía con él? Era un lunático peligroso, el principal motivo por el que había decidido salir de allí definitivamente. Tras mirarle durante unos segundos, pensativo, se ajustó el casco y, después, se desató la capa que colgaba en torno a su cuello.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó en primer lugar, necesitaba que aquel hombre se tranquilizase, seguía bajo los efectos de las drogas. En realidad, necesitaba que todo el mundo se tranquilizase. – Yo soy Eltrant. ¿Vienes con nosotros? – dijo lanzándole la capa al loco. No podía, simplemente, dejarle allí sin más; sobre todo si había un mínimo de verdad en sus palabras. – Tapate algo, al menos. – Le indicó señalando la gruesa capa que el flacucho tenía ahora entre sus manos.
No estaba seguro de que había pasado, pero el toro había perdido la cordura al tocar al animal, al tocarlo, nada más. Se ajustó a Eir, asegurándose de que no había nada de piel expuesta. Toda precaución era poca, si quería salir de allí tenía que mantener la cabeza fría.
Inmediatamente después de aquello desenvainó a Olvido, la fresca brisa que rodeaba la hoja de forma permanente rodeó su cuerpo, formando una especie de barrera de aire, un escudo semi invisible a su alrededor.
Dudaba mucho que los trabajadores del Príncipe de Baslodia se prestasen a dejarles marchar así como así. Pero tampoco tenía prisa, primero tenía que encontrar a Toriel y a Ohm.
Se lo había prometido a Gol’then.
________________________________________________________________________
[1] Uso Objeto Master: Guantelete de Cuero.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Las flores de Nirana tenían un efecto diferente y en diferentes medidas según cada persona. A los ancianos de lívido seco, según lo explicaba Bracknell, les daba un minúsculo impulso en sus genitales que les recordaba lo que significaba gozar del buen sexo, al desconocido del calabozo le alteró sus impulsos sintácticos convirtiéndolo en una amalgama de espasmos y, a Gol’then, le produjo una necesidad primitiva de demostrar su fuerza y su poder.
No había palabras en el diccionario de la lengua común, y de haberlas en los idiomas de los elfos y los antiguos dragones no las conocía, que pudieran describir qué era lo que estaba viendo. Empezando por lo básico, conocía los nombres de los colores. En su deteriorada visión aparecían todos los colores que había visto a lo largo de su vida y otros que no sabía que existían. Destacaban las tonalidades rojas; éstas vibraban como velas que no se decidían si estar apagadas o encendidas. No sabía por qué, pero el color rojo le enfurecía. Arremetió contra las luces de las velas indecisas.
De pronto oscuridad. Grises y negros por doquier. Esta imagen le resultaba más placentera, tranquila. Gol’then se quedó completamente inmóvil. Su cuerpo estaba bajo el control de los colores y éstos venían por las flores de Nirana. Si los colores negros marcaban tranquilidad y quietud, él no tenía alternativa que obedecer. Quieto, como una estatua.
El sonido de un chasquido trajo la luz al campo de visión del hombre toro. Pudo distinguir pequeños formas reales de su entorno. Los grises se difuminaron para dejar paso al rostro del humano, Eltrant Tale.
-No sé si podré. –su tono de voz era el mismo que utilizaría si estuviera contándole un íntimo secreto. –No sé si soy mejor que nada. –las lágrimas eran reales. El barro de sus brazos se había secado dejando pequeñas manchas marrones en su real piel.
-¿Por qué quieres saber mi nombre? No me lo digas, puedo imaginármelo. Quieres saber mi nombre para gritarlo cuando me mates. ¡Sí, por eso lo quieres! Pero yo no te lo voy a dar. No soy tan tonto como crees. Mi nombre es mío y no te lo voy a dar. Podrías venderlo en el mercado o usarlo para limpiarte el culo. Tengo un nombre muy valioso como para que lo malgaste de esta manera. Si quieres llamarme de alguna forma me tendrás que llamar Listo. Sí, ¿por qué no? No tienes mi nombre, puedes llamarme por cómo yo quiera y quiero que me llames Listo porque soy una persona muy lista, más listo que tú, que Bracknell y que todos los borrachos de suma juntos. –a Listo le temblaban los dientes al hablar. Desde su boca se escuchaba un sonido repelente, como si una canica de metal rebotase en el interior de su mandíbula. – Yo no iré con vosotros, vosotros iréis conmigo. Os abriré la puerta y os dejaré marchar. ¿Y sabes qué más? Encontraremos a Bracknell y a la bruja farsante que se hace pasar por la vaca, mataremos a ambos. Luego iremos a por los dueños de “El príncipe” y les haremos beber suma hasta que prefieran follar con un puercoespín antes que seguir bebiendo. ¿Alguna vez has follado con un cuerpo espín? Yo no, pero debe de ser muy incómodo. –se palpó el pene como si estuviera señalando viejas cicatrices.
Gol’then se quitó la manta de cuero agujereada que utilizaba como poncho; en este punto de venida e ida de euforia no sabría decir de qué color era. Le pasó la manta a Listo sin mediar palabra para que éste cumpliera con la petición que le hizo Eltrant. Listo anduvo observando la prenda durante unos instantes como si nunca antes había visto una. Finalmente, con una mueca de amargura y resentimiento en los labios, se pudo el poncho. La prenda a Golthen le paraba justo y dejaba medio ombligo al descubierto; a Listo se le caía del cuerpo llegándole hasta las rodillas.
Listo cumplió su promesa y utilizó sus largas uñas para abrir la cerradura del calabozo. Invitó a Gol’then y Eltrant Tale a que salieran por la puerta, pero, como muestra de su picardía o su falsa modestia, se adelantó a pasar primero por el umbral. Cruzaron por el pasillo que llevaba hasta la sala principal de “El príncipe de Baslodia”. Gol’then reparó atención en cada uno de los hombres borrachos de suma que se encontró en los calabozos del pasillo y se disculpó con ellos. Si Eltrant no lo hubiera sanado y Listo rescatado, el hombre toro habría matado a todos los prisioneros.
Listo retiró las cortinas que separaban la sala principal con los calabozos y dijo lo que para los otros dos era evidente.
-¡No hay nadie! Esta vacío. No has tendido una trampa. Sabían que se escaparían. Son muy listos; pero yo lo seré más. Claro que sí-.
Aquello no era del todo cierto. La taberna no estaba vacía al completo, había una persona a la que Listo evitaba mirar. Toriel estaba atada con los brazos y las piernas estirados ofreciéndole la forma de X. Gol’then se acercó a su esposa muy lentamente. Los ojos del hombre toro veían a la vez el rostro de Toriel y las flores de Nirana que tenía alrededor de su cuerpo. Se fijaba mucho en estas últimas, como si las flores pudieran saltar de la mesa a su cara y arrancarle la nariz de un bocado.
-Me alegra ver que, al menos, han tenido reparo en no desnudarla. –dijo Gol’then a Eltrant.
Toriel estaba descontrolada. Movía sus extremidades de forma espasmódica y daba bocados al aire como un perro defendiendo su comida. Gol’then se arrodilló a la mesa sin preocupase por aspirar el perfume de las flores de Nirana. Besó a Toriel en los labios. Ella, por efecto de la euforia, al notar los labios del hombre toro, sacó la lengua pidiendo más.
-No te acerques a ella. Es una trampa. ¡Te volverás loco! No eres nada listo. No sabes distinguir entre lo real y lo falso. La vaca murió hace días. Ella es una bruja que te engaña para que te vuelvas loco. Eres tono por acercarte-.
-Si no es Toriel, se parece mucho a ella. –bufó como un toro. -¿Qué hacemos? –preguntó a Eltrant. –El hombre elefante dijo que ella me protegió durante años cuando caí en la maldición, pero también dejó que Bracknell te trajese para que me dieras muerte. Si hacemos con ella lo mismo que ella haría conmigo, te pediría que la mates-.
-No lo hagas. Es una trampa. No te acerques o morirás tú también. Moriréis todos no hacer caso del más listo del grupo-.
Listo se cayó al suelo, se acurrucó en el suelo en posición fetal y empezó a temblar como un niño asustado. Repetía que era una trampa, que él era el más listo y que si no le hacían caso eran unos tontos.
-Déjame tu espada- pidió Gol’then en tono muy serio.
No sabría decir si quería sacrificar a Toriel por no verla decir, porque se quería vengar por haber hecho tratos con la calaña que él combatía en sus días de gloria como miembro de la Guardia de Lunargenta o porque los efectos de las flores de Nirana le estaban obligando a que asesinase a su esposa para luego suicidarse a los pies de la mesa.
* Eltrant Tale: Vamos allá. Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo. Este turno es la calma antes de la tormenta final, antes de caer en la “posible” trampa que anuncia Listo. Al salir del calabozo te encuentras con Toriel atada en una mesa y envuelta en flores de Nirana, las demás personas han desaparecido. Gol’then, al verla, te pide tu espada. Quiere matarla, pero sabe decir el porqué, piensa que es lo más justo.
Puedes obedecer a Gol’then y prestarle tu espada, matar tú mismo a Toriel, dejar a la mujer vaca como está o liberadla de sus ataduras. Si hay más opciones disponibles referentes a Toriel, soy una ignorante por no verla; me las puedes comunicar por mp y veremos si son válidas.
Por otra parte, puedes prepararte para la posible trampa que anuncia Listo.
Relaciones
Christian Bracknell Desconfianza
Toriel Desconfianza
Ohm Indiferente
Gol’then Confianza
Listo Idiferente
No había palabras en el diccionario de la lengua común, y de haberlas en los idiomas de los elfos y los antiguos dragones no las conocía, que pudieran describir qué era lo que estaba viendo. Empezando por lo básico, conocía los nombres de los colores. En su deteriorada visión aparecían todos los colores que había visto a lo largo de su vida y otros que no sabía que existían. Destacaban las tonalidades rojas; éstas vibraban como velas que no se decidían si estar apagadas o encendidas. No sabía por qué, pero el color rojo le enfurecía. Arremetió contra las luces de las velas indecisas.
De pronto oscuridad. Grises y negros por doquier. Esta imagen le resultaba más placentera, tranquila. Gol’then se quedó completamente inmóvil. Su cuerpo estaba bajo el control de los colores y éstos venían por las flores de Nirana. Si los colores negros marcaban tranquilidad y quietud, él no tenía alternativa que obedecer. Quieto, como una estatua.
El sonido de un chasquido trajo la luz al campo de visión del hombre toro. Pudo distinguir pequeños formas reales de su entorno. Los grises se difuminaron para dejar paso al rostro del humano, Eltrant Tale.
-No sé si podré. –su tono de voz era el mismo que utilizaría si estuviera contándole un íntimo secreto. –No sé si soy mejor que nada. –las lágrimas eran reales. El barro de sus brazos se había secado dejando pequeñas manchas marrones en su real piel.
-¿Por qué quieres saber mi nombre? No me lo digas, puedo imaginármelo. Quieres saber mi nombre para gritarlo cuando me mates. ¡Sí, por eso lo quieres! Pero yo no te lo voy a dar. No soy tan tonto como crees. Mi nombre es mío y no te lo voy a dar. Podrías venderlo en el mercado o usarlo para limpiarte el culo. Tengo un nombre muy valioso como para que lo malgaste de esta manera. Si quieres llamarme de alguna forma me tendrás que llamar Listo. Sí, ¿por qué no? No tienes mi nombre, puedes llamarme por cómo yo quiera y quiero que me llames Listo porque soy una persona muy lista, más listo que tú, que Bracknell y que todos los borrachos de suma juntos. –a Listo le temblaban los dientes al hablar. Desde su boca se escuchaba un sonido repelente, como si una canica de metal rebotase en el interior de su mandíbula. – Yo no iré con vosotros, vosotros iréis conmigo. Os abriré la puerta y os dejaré marchar. ¿Y sabes qué más? Encontraremos a Bracknell y a la bruja farsante que se hace pasar por la vaca, mataremos a ambos. Luego iremos a por los dueños de “El príncipe” y les haremos beber suma hasta que prefieran follar con un puercoespín antes que seguir bebiendo. ¿Alguna vez has follado con un cuerpo espín? Yo no, pero debe de ser muy incómodo. –se palpó el pene como si estuviera señalando viejas cicatrices.
Gol’then se quitó la manta de cuero agujereada que utilizaba como poncho; en este punto de venida e ida de euforia no sabría decir de qué color era. Le pasó la manta a Listo sin mediar palabra para que éste cumpliera con la petición que le hizo Eltrant. Listo anduvo observando la prenda durante unos instantes como si nunca antes había visto una. Finalmente, con una mueca de amargura y resentimiento en los labios, se pudo el poncho. La prenda a Golthen le paraba justo y dejaba medio ombligo al descubierto; a Listo se le caía del cuerpo llegándole hasta las rodillas.
Listo cumplió su promesa y utilizó sus largas uñas para abrir la cerradura del calabozo. Invitó a Gol’then y Eltrant Tale a que salieran por la puerta, pero, como muestra de su picardía o su falsa modestia, se adelantó a pasar primero por el umbral. Cruzaron por el pasillo que llevaba hasta la sala principal de “El príncipe de Baslodia”. Gol’then reparó atención en cada uno de los hombres borrachos de suma que se encontró en los calabozos del pasillo y se disculpó con ellos. Si Eltrant no lo hubiera sanado y Listo rescatado, el hombre toro habría matado a todos los prisioneros.
Listo retiró las cortinas que separaban la sala principal con los calabozos y dijo lo que para los otros dos era evidente.
-¡No hay nadie! Esta vacío. No has tendido una trampa. Sabían que se escaparían. Son muy listos; pero yo lo seré más. Claro que sí-.
Aquello no era del todo cierto. La taberna no estaba vacía al completo, había una persona a la que Listo evitaba mirar. Toriel estaba atada con los brazos y las piernas estirados ofreciéndole la forma de X. Gol’then se acercó a su esposa muy lentamente. Los ojos del hombre toro veían a la vez el rostro de Toriel y las flores de Nirana que tenía alrededor de su cuerpo. Se fijaba mucho en estas últimas, como si las flores pudieran saltar de la mesa a su cara y arrancarle la nariz de un bocado.
-Me alegra ver que, al menos, han tenido reparo en no desnudarla. –dijo Gol’then a Eltrant.
Toriel estaba descontrolada. Movía sus extremidades de forma espasmódica y daba bocados al aire como un perro defendiendo su comida. Gol’then se arrodilló a la mesa sin preocupase por aspirar el perfume de las flores de Nirana. Besó a Toriel en los labios. Ella, por efecto de la euforia, al notar los labios del hombre toro, sacó la lengua pidiendo más.
-No te acerques a ella. Es una trampa. ¡Te volverás loco! No eres nada listo. No sabes distinguir entre lo real y lo falso. La vaca murió hace días. Ella es una bruja que te engaña para que te vuelvas loco. Eres tono por acercarte-.
-Si no es Toriel, se parece mucho a ella. –bufó como un toro. -¿Qué hacemos? –preguntó a Eltrant. –El hombre elefante dijo que ella me protegió durante años cuando caí en la maldición, pero también dejó que Bracknell te trajese para que me dieras muerte. Si hacemos con ella lo mismo que ella haría conmigo, te pediría que la mates-.
-No lo hagas. Es una trampa. No te acerques o morirás tú también. Moriréis todos no hacer caso del más listo del grupo-.
Listo se cayó al suelo, se acurrucó en el suelo en posición fetal y empezó a temblar como un niño asustado. Repetía que era una trampa, que él era el más listo y que si no le hacían caso eran unos tontos.
-Déjame tu espada- pidió Gol’then en tono muy serio.
No sabría decir si quería sacrificar a Toriel por no verla decir, porque se quería vengar por haber hecho tratos con la calaña que él combatía en sus días de gloria como miembro de la Guardia de Lunargenta o porque los efectos de las flores de Nirana le estaban obligando a que asesinase a su esposa para luego suicidarse a los pies de la mesa.
_____________________
* Eltrant Tale: Vamos allá. Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo. Este turno es la calma antes de la tormenta final, antes de caer en la “posible” trampa que anuncia Listo. Al salir del calabozo te encuentras con Toriel atada en una mesa y envuelta en flores de Nirana, las demás personas han desaparecido. Gol’then, al verla, te pide tu espada. Quiere matarla, pero sabe decir el porqué, piensa que es lo más justo.
Puedes obedecer a Gol’then y prestarle tu espada, matar tú mismo a Toriel, dejar a la mujer vaca como está o liberadla de sus ataduras. Si hay más opciones disponibles referentes a Toriel, soy una ignorante por no verla; me las puedes comunicar por mp y veremos si son válidas.
Por otra parte, puedes prepararte para la posible trampa que anuncia Listo.
Relaciones
Christian Bracknell Desconfianza
Toriel Desconfianza
Ohm Indiferente
Gol’then Confianza
Listo Idiferente
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
- Sí que podrás, Gol’then. Lo sé. – dijo Eltrant sonriendo al toro, aunque probablemente este no pudo ver su expresión debido al yelmo que todavía cubría su cabeza. – Eres más de lo que te piensas. – Le dijo a continuación, dándole una suave palmada en el hombro y girándose a escuchar todo lo que el enfermo tenía que decir.
Que no era poco.
El autodenominado “Listo” seguía exactamente igual que al principio, totalmente drogado. Soltó un montón de palabras e incoherencias para decir, al final, que él era más listo que todos los presentes y que ayudaría a Eltrant a acabar con Brackwell.
Le era suficiente con eso, podía contar con otro aliado. Uno volátil e impredecible, pero que parecía enfocar toda esa frustración e imaginaciones contra los regentes del Príncipe y el humano que les había entregado a Gol’then como esclavo.
Ayudó al toro a que se levantase y, después, siguió a Listo hasta el final del calabozo, dónde el hombre se encargó de abrir la puerta de la prisión con una de sus largas uñas. Enarcó una ceja al ver esto, era una habilidad curiosa, más sigilosa que derribar una puerta de un puñetazo.
El largo pasillo que recorrieron después de salir de los calabozos estaba repleto de borrachos, de personas tumbadas por todas partes, murmurando incoherencias, tan ebrios que no miraron siquiera a las personas que acababan de adentrarse en el lugar.
Siguió a listo hasta que llegaron a la estancia principal del local, dónde se había reunido con Brackwell poco antes de que le condujesen hasta la celda en la que había estado encerrado.
Entrecerró los ojos, no había nadie. Nadie salvo Toriel, que estaba atada en una mesa rodeada de las flores con las que destilaban el suma.
Eltrant bajó a Olvido. Contempló como el toro, haciendo caso omiso a las advertencias de Listo, se acercaba a su esposa y la besaba en los labios. Frunció levemente el ceño, lo último que necesitaba era que Gol’then perdiese de nuevo la cordura.
- ¿La mujer vaca lleva muerta varios días? ¿Una bruja? – Se giró hacía el loco, que ahora estaba hecho un ovillo en el suelo, temblando, murmurando que estaban yendo directamente a una trampa.
Aquello era raro, era muy raro. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Dónde estaba la camarera que le había servido el licor cuando llegó allí? Lo peor de todo era que, de pronto, a Gol’then le parecía buena la idea de matar a su mujer.
¿Más euforia? No parecía tan ido como antes, debía de haberle afectado menos.
Frunció el ceño y sacudió la cabeza cuando le pidió la espada.
Sujetó a su compañero de un brazo y lo alejó de la prisionera. Algo iba mal, algo iba muy mal. ¿Era aquella la verdadera Toriel? ¿Era una trampa? Si era la de verdad. ¿Dónde estaba Ohm? ¿Cómo podía él haber permitido aquello? ¿Brackwell había decidido quitarse la máscara de bondad finalmente? ¿Así, de golpe?
Muchas preguntas y ninguna respuesta, no podía correr el riesgo.
- Creo que Listo tiene razón… - Murmuró Eltrant al toro, mirando a su alrededor, mirando como Toriel trataba de zafarse de sus ataduras presa de la droga. – Y ella… te dejó aquí porque pensaba que era lo único que podía salvarte la vida. – Añadió enseguida, suspirando con suavidad. – La culpa es de Brackwell, él es quien se ha aprovechado de una mujer desesperada. – Aseveró depositando su mirada en el extraño altar en el que estaba atado la vaca.
Todo tenía cada vez menos sentido.
No había guardias, no había salido nadie a su paso aun cuando se habían escapado de la celda.
Solo se habían encontrado con la vaca atada, rodeada de flores. Parecía una invitación:
“Mátame”
Tensó los músculos. Si aquella mujer era parte de un complot extraño, una bruja que había suplantado a Toriel. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué se prestaba tan alegremente a acabar asesinada bajo la espada de alguno de los prisioneros que habían escapado? El intentar resolver todas las dudas que se iban apareciendo en su cabeza era peor que, simplemente, dejarlas estar.
Empezaba a dolerle la cabeza. ¿Por qué no podía ser todo más simple?
- Confía en mí, Gol’then. – dijo al toro desatándose a Recuerdo de la cintura. – No la mates. – dijo después, no iba a matarla, daba igual que fuese una impostora. – Incluso si es la verdadera Toriel… - La volvió a mirar, a ver como sacaba la lengua buscando los labios del toro, suspiró. Confiaría que la mujer era la Toriel que había estado casada con el toro - …solo esta drogada. No hay necesidad de matarla. – dijo al final. – Volverá a ser ella misma en cuanto la saquemos de aquí. - Cada segundo que pasaba empezaba a creer más a Listo, al menos en parte.
Aquello tenía pinta de trampa.
- Confío en ti. – Le tendió a Recuerdo, depositó la espada de hielo entre las manos del toro. – …por eso te dejo esta espada. – Añadió, si se acercaban a una trampa lo mejor era estar preparados, no podía ser el único capaz de defenderse. – No es para que mates a Toriel. – afirmó severamente. – Sino para que la defiendas. – Sentenció al final, dándole una palmada en el brazo. – No bajes la guardia, aléjate de ella por el momento. – Indicó al final. – Ya averiguaremos si es la real o no después. - Hecho esto, se agachó junto a Listo y comprobó su estado, estaba realmente aterrado.
Nadie así de asustado mentiría, y, aun si estaba loco… incluso los relojes rotos acertaban dos veces al día.
- Listo… - Le miró fijamente a través de las rendijas de su yelmo. – No voy a acercarme a Toriel, tranquilízate. – dijo - ¿Sabes algo más de la trampa? – Preguntó a continuación - ¿Estás seguro de que… la vaca real no está viva? – Agregó después.
¿Cómo era aquello posible para empezar? ¿Qué clase de magia era esa? No conocía la existencia de ningún brujo capaz de imitar a la perfección a alguien, mucho menos uno que fuese un actor tan bueno. Y la Toriel que había visto había sido tan… no sabría describirlo, pero no dudaba en que la Toriel que él había conocido amaba a Gol’then.
Sin decir nada más, dejó al enfermo su espacio y volvió a asir a Olvido, el gigantesco espadón plateado, entre sus manos.
Dio una fuerte estocada a la nada, frente a él. Casi inmediatamente una pequeña ventisca emanó de la hoja y atravesó la habitación, refrescándola momentáneamente, arrojando la mayor parte de las flores que rodeaban a la vaca contra la pared del fondo de la habitación. Aquello ayudaría.
No había llegado a acercarse a la vaca, no podía permitirse hacerlo, debía de estar plenamente consciente de sí mismo.
Si Gol’then no podía controlarse tendría que buscar alguna forma de detenerlo. Todavía podía seguir usando su guantelete de ser necesario. Pero Eltrant creía en él, el toro seguía estando cuerdo después de todo lo que había vivido y eso mostraba, al menos, que Gol’then tenía una fuerza de voluntad inaudita. Se obligó a pensarlo.
- ¡Brackwell! – Gritó, se giró a su alrededor, miró todas las posibles entradas a la estancia. Dejó descansar a Olvido sobre su hombro derecho - ¡¿Qué significa esto!? – Preguntó después. - ¿¡Esto es lo que haces con los que te piden ayuda?! – Señaló a Toriel.
Que no era poco.
El autodenominado “Listo” seguía exactamente igual que al principio, totalmente drogado. Soltó un montón de palabras e incoherencias para decir, al final, que él era más listo que todos los presentes y que ayudaría a Eltrant a acabar con Brackwell.
Le era suficiente con eso, podía contar con otro aliado. Uno volátil e impredecible, pero que parecía enfocar toda esa frustración e imaginaciones contra los regentes del Príncipe y el humano que les había entregado a Gol’then como esclavo.
Ayudó al toro a que se levantase y, después, siguió a Listo hasta el final del calabozo, dónde el hombre se encargó de abrir la puerta de la prisión con una de sus largas uñas. Enarcó una ceja al ver esto, era una habilidad curiosa, más sigilosa que derribar una puerta de un puñetazo.
El largo pasillo que recorrieron después de salir de los calabozos estaba repleto de borrachos, de personas tumbadas por todas partes, murmurando incoherencias, tan ebrios que no miraron siquiera a las personas que acababan de adentrarse en el lugar.
Siguió a listo hasta que llegaron a la estancia principal del local, dónde se había reunido con Brackwell poco antes de que le condujesen hasta la celda en la que había estado encerrado.
Entrecerró los ojos, no había nadie. Nadie salvo Toriel, que estaba atada en una mesa rodeada de las flores con las que destilaban el suma.
Eltrant bajó a Olvido. Contempló como el toro, haciendo caso omiso a las advertencias de Listo, se acercaba a su esposa y la besaba en los labios. Frunció levemente el ceño, lo último que necesitaba era que Gol’then perdiese de nuevo la cordura.
- ¿La mujer vaca lleva muerta varios días? ¿Una bruja? – Se giró hacía el loco, que ahora estaba hecho un ovillo en el suelo, temblando, murmurando que estaban yendo directamente a una trampa.
Aquello era raro, era muy raro. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Dónde estaba la camarera que le había servido el licor cuando llegó allí? Lo peor de todo era que, de pronto, a Gol’then le parecía buena la idea de matar a su mujer.
¿Más euforia? No parecía tan ido como antes, debía de haberle afectado menos.
Frunció el ceño y sacudió la cabeza cuando le pidió la espada.
Sujetó a su compañero de un brazo y lo alejó de la prisionera. Algo iba mal, algo iba muy mal. ¿Era aquella la verdadera Toriel? ¿Era una trampa? Si era la de verdad. ¿Dónde estaba Ohm? ¿Cómo podía él haber permitido aquello? ¿Brackwell había decidido quitarse la máscara de bondad finalmente? ¿Así, de golpe?
Muchas preguntas y ninguna respuesta, no podía correr el riesgo.
- Creo que Listo tiene razón… - Murmuró Eltrant al toro, mirando a su alrededor, mirando como Toriel trataba de zafarse de sus ataduras presa de la droga. – Y ella… te dejó aquí porque pensaba que era lo único que podía salvarte la vida. – Añadió enseguida, suspirando con suavidad. – La culpa es de Brackwell, él es quien se ha aprovechado de una mujer desesperada. – Aseveró depositando su mirada en el extraño altar en el que estaba atado la vaca.
Todo tenía cada vez menos sentido.
No había guardias, no había salido nadie a su paso aun cuando se habían escapado de la celda.
Solo se habían encontrado con la vaca atada, rodeada de flores. Parecía una invitación:
“Mátame”
Tensó los músculos. Si aquella mujer era parte de un complot extraño, una bruja que había suplantado a Toriel. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué se prestaba tan alegremente a acabar asesinada bajo la espada de alguno de los prisioneros que habían escapado? El intentar resolver todas las dudas que se iban apareciendo en su cabeza era peor que, simplemente, dejarlas estar.
Empezaba a dolerle la cabeza. ¿Por qué no podía ser todo más simple?
- Confía en mí, Gol’then. – dijo al toro desatándose a Recuerdo de la cintura. – No la mates. – dijo después, no iba a matarla, daba igual que fuese una impostora. – Incluso si es la verdadera Toriel… - La volvió a mirar, a ver como sacaba la lengua buscando los labios del toro, suspiró. Confiaría que la mujer era la Toriel que había estado casada con el toro - …solo esta drogada. No hay necesidad de matarla. – dijo al final. – Volverá a ser ella misma en cuanto la saquemos de aquí. - Cada segundo que pasaba empezaba a creer más a Listo, al menos en parte.
Aquello tenía pinta de trampa.
- Confío en ti. – Le tendió a Recuerdo, depositó la espada de hielo entre las manos del toro. – …por eso te dejo esta espada. – Añadió, si se acercaban a una trampa lo mejor era estar preparados, no podía ser el único capaz de defenderse. – No es para que mates a Toriel. – afirmó severamente. – Sino para que la defiendas. – Sentenció al final, dándole una palmada en el brazo. – No bajes la guardia, aléjate de ella por el momento. – Indicó al final. – Ya averiguaremos si es la real o no después. - Hecho esto, se agachó junto a Listo y comprobó su estado, estaba realmente aterrado.
Nadie así de asustado mentiría, y, aun si estaba loco… incluso los relojes rotos acertaban dos veces al día.
- Listo… - Le miró fijamente a través de las rendijas de su yelmo. – No voy a acercarme a Toriel, tranquilízate. – dijo - ¿Sabes algo más de la trampa? – Preguntó a continuación - ¿Estás seguro de que… la vaca real no está viva? – Agregó después.
¿Cómo era aquello posible para empezar? ¿Qué clase de magia era esa? No conocía la existencia de ningún brujo capaz de imitar a la perfección a alguien, mucho menos uno que fuese un actor tan bueno. Y la Toriel que había visto había sido tan… no sabría describirlo, pero no dudaba en que la Toriel que él había conocido amaba a Gol’then.
Sin decir nada más, dejó al enfermo su espacio y volvió a asir a Olvido, el gigantesco espadón plateado, entre sus manos.
Dio una fuerte estocada a la nada, frente a él. Casi inmediatamente una pequeña ventisca emanó de la hoja y atravesó la habitación, refrescándola momentáneamente, arrojando la mayor parte de las flores que rodeaban a la vaca contra la pared del fondo de la habitación. Aquello ayudaría.
No había llegado a acercarse a la vaca, no podía permitirse hacerlo, debía de estar plenamente consciente de sí mismo.
Si Gol’then no podía controlarse tendría que buscar alguna forma de detenerlo. Todavía podía seguir usando su guantelete de ser necesario. Pero Eltrant creía en él, el toro seguía estando cuerdo después de todo lo que había vivido y eso mostraba, al menos, que Gol’then tenía una fuerza de voluntad inaudita. Se obligó a pensarlo.
- ¡Brackwell! – Gritó, se giró a su alrededor, miró todas las posibles entradas a la estancia. Dejó descansar a Olvido sobre su hombro derecho - ¡¿Qué significa esto!? – Preguntó después. - ¿¡Esto es lo que haces con los que te piden ayuda?! – Señaló a Toriel.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Del llanto pasó a una risa histérica y de la risa a la inexistencia. En el lugar donde debería estar Listo tumbado en posición fetal apareció una chica, la camarera de “El príncipe de Baslodia”, según supuso Gol’then. Su rostro era completamente impersonal. Sus facciones eran de porcelana: nada de arrugas ni cicatrices que la pudieran definir. El color de sus ojos, un buen punto por el cual empezar una descripción, variaba constantemente. Lo mismo ocurría con el color de su pelo, la grandaria de su nariz o la intensidad de su maquillaje. La camarera parecía ser un conglomerado de todas las mujeres humanas que había conocido. Gol’then se preguntó si siempre había sido así o es que ella disfrutaba cambiando de rostro.
La camarera chasqueó los dedos y desmontó las ilusiones que rodeaban a “El príncipe de Baslodia”. Listo, o la camarera con el rostro del enfermo borracho de suma, les había mentido y ellos habían creído en su palabra. La taberna estaba repleta. Los hombres y mujeres se enfrentaban los unos contra los otros usando como arma cualquier cosa que estuviera a su alcance. Había quienes se lanzaban mesas y sillas por los aires y otros que arrancaban los engranajes de metal de los adornos de las paredes y la barra para usarlos como arma. Las flores de Nirana no afectaban igual a todas las personas, este era un dato que merecía la pena recordar. Entre los enfermos, los luchadores y los heridos, había que disfrutaban del acto sexual con una variante asquerosa y sádica que haría apartar la vista hasta al más perturbado. Gol’then se ahorró pensar en los detalles (y yo como escritora me ahorraré describirlos) por miedo a terminar vomitando.
Gol’then buscó al hombre elefante entre los presentes. Aunque no lo conocía, se preocupaba por él quizás porque ambos hombres compartían el amor por una misma mujer. Ohm estaba de pie sobre una mesa sin patas, debieron haberse roto por el peso del elefante, sostenía una gran maza con las dos manos y golpeaba con fuerza a cualquiera que se le acercase. Una baba densa y gris le chorreaba por la boca y la trompa moqueaba sin llegar a estornudar. Tenía el mismo aspecto que tuvo Gol’then antes de que llegase Eltrant; ignorando la maldición del cuerpo de barro.
Entre las mesas destruidas y aquellas que volaban, había una que se mantenía en pie invulnerable a los conflictos causados por el suma. En ella estaba sentado Christian Bracknell y había otra silla delante del humano invitando a un segundo a sentarse. Christian cogió la botella de suma que había sobre su mesa, rellenó su copa y la del invitado.
-Te he ofrecido la libertad que “El príncipe de Baslodia” te ha rechazado, lo mínimo que puedes hacer es darme las gracias y tomarte una copa conmigo-.
La voz del humano intensificó los síntomas de la euforia en Gol’then. Regresó el arcoíris de colores y, sobre éste, las tonalidades de rojo que le ordenaban a que se levantase del suelo y que luchase en compañía de los otros enfermos como él.
-Una libertad que, por desgracia, no le durará mucho tiempo-.
Un barril pasó por encima de Bracknell sin llegar a rozarle, a él no le pareció importarle. Bebió un sorbo de su vaso y siguió bebiendo.
-Se me olvidó decirle que, sobre Toriel, Ohm y Gol’then, hay otra persona con la que te debes disculpar. Le dije que te habías disculpado con ellos y que, seguramente, también lo harías con Él, que estás muy arrepentido por haberle faltado el respecto. Me contestó que no le importaba que estuvieras arrepentido, que no aceptará tus disculpas. Una lástima. –otro sorbo de suma. –Una verdadera lástima-.
Gol’then dio un cabezazo contra el suelo y Bracknell le respondió con una palmada en la mesa ordenándole callar.
-Tus antiguos amigos de la guardia vendrán pronto. –rejuvenecía a medida que hablaba. –Verán el caos de la taberna y a un único hombre sano entre todos los enfermos. Hilarán los cabos sueltos para sacar sus propias conjeturas: tú has provocado que todas estas personas se maten entre ellas. Negociar con flores de Nirana es ilegal en nuestra ciudad. Pensarán que has querido tomar la justicia por tu mano, cosa que no es inverosímil tratándose de ti. Te apresarán. Pasarás dos días malos en una celda la mitad de grande que la estaba Gol’then sin comer y bebiendo agua con sabor a orina de rata. Luego, te pondrán una horca en el cuello y terminarán por ejecutarte. A mi amiga y a mí no nos verán hasta que nosotros queramos que nos vean-.
Encima de “El príncipe de Baslodia” quedaba la calle. Pasos de caballos se escuchaban por doquier. Bracknell se puso una mano en la oreja e hizo una señal para que Eltrant Tale prestase atención. La Guardia de Lunargenta estaba buscando la entrada de la taberna y la terminarían encontrando, como Bracknell había predicho.
-Todavía tienes una oportunidad para arrepentirte de tus pecados. –puso una bolsa de cuero encima de la mesa y la abrió sin llegar a mirar el contenido de su interior. –Parece un infantil collar de cuencas, pero créeme que no es así. Hace tiempo, un brujo quiso conjurar diecinueve armas mágicas que pudieran derrotar a mi maestro. Ahora han cambiado las tornas. Las armas se perdieron y nosotros encontramos algunas de ellas –la chica sin rostro fijo se reía. -Ésta, en concreto, tiene la capacidad de alterar la memoria del portador y de quienes lo rodeen. Si aceptas unirte a nosotros, olvidarás que has estado aquí y la deuda que tienes con Él; además alterar la memoria de la Guardia para hacerles creer que eres un miembro más de los presentes-.
Bracknell dejó la bolsa de cuero abierta a un lado de la mesa y se quitó el guante de la mano derecha.
-Besa mi mano como besarías y besarás la mano de El Hombre Muerto. –cuando dijo esta última frase tenía nueve años menos; era la imagen del general de la Guardia de Lunargenta antes de que desertase de sus obligaciones.
La chica sin rostro fijo jugaba con sus brazos como si estuviera bailando. Usaba su magia para desviar los colores que la maldición de las flores de euforia provocaba. Gol’then comprendía que estaba pasando porque lo vivía en su propia piel. Las tonalidades rojas que le hacían enfurecer impregnaban el cuerpo de Eltrant Tale. Los otros enfermos debieron ver lo mismo que el hombre toro pues dirigieron sus armas contra él. Si no besaba la mano de Bracknell, estaría en graves problemas, por los enfermos de euforia y la caballería de la Guardia.
* Eltrant Tale: Se acabó tomar decisiones de matar o dejar de vivir. Aquí el asunto se pone interesante. Descubres que la historia de Toriel y Gol’then ha sido una distracción para tenerte ocupado y ponerte a prueba. Sin andar en rodeos: te rindes bajo las amenazas de Bracknell o sigues luchando. Hay una tercera opción, la cual es aconsejable considerar: escapar de “El príncipe de Baslodia”. De tomar las decisiones de luchar o escapar deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Según la decisión que tomes, éste puede ser el último turno del tema, puedes suponer de qué decisión se trata.
El collar de cuencas se presenta por primera vez en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Relaciones
Christian Bracknell Indiferente
Toriel Indiferente
Ohm Indiferente
Gol’then Confianza
Shaira Mara Indiferente
La camarera chasqueó los dedos y desmontó las ilusiones que rodeaban a “El príncipe de Baslodia”. Listo, o la camarera con el rostro del enfermo borracho de suma, les había mentido y ellos habían creído en su palabra. La taberna estaba repleta. Los hombres y mujeres se enfrentaban los unos contra los otros usando como arma cualquier cosa que estuviera a su alcance. Había quienes se lanzaban mesas y sillas por los aires y otros que arrancaban los engranajes de metal de los adornos de las paredes y la barra para usarlos como arma. Las flores de Nirana no afectaban igual a todas las personas, este era un dato que merecía la pena recordar. Entre los enfermos, los luchadores y los heridos, había que disfrutaban del acto sexual con una variante asquerosa y sádica que haría apartar la vista hasta al más perturbado. Gol’then se ahorró pensar en los detalles (y yo como escritora me ahorraré describirlos) por miedo a terminar vomitando.
Gol’then buscó al hombre elefante entre los presentes. Aunque no lo conocía, se preocupaba por él quizás porque ambos hombres compartían el amor por una misma mujer. Ohm estaba de pie sobre una mesa sin patas, debieron haberse roto por el peso del elefante, sostenía una gran maza con las dos manos y golpeaba con fuerza a cualquiera que se le acercase. Una baba densa y gris le chorreaba por la boca y la trompa moqueaba sin llegar a estornudar. Tenía el mismo aspecto que tuvo Gol’then antes de que llegase Eltrant; ignorando la maldición del cuerpo de barro.
Entre las mesas destruidas y aquellas que volaban, había una que se mantenía en pie invulnerable a los conflictos causados por el suma. En ella estaba sentado Christian Bracknell y había otra silla delante del humano invitando a un segundo a sentarse. Christian cogió la botella de suma que había sobre su mesa, rellenó su copa y la del invitado.
-Te he ofrecido la libertad que “El príncipe de Baslodia” te ha rechazado, lo mínimo que puedes hacer es darme las gracias y tomarte una copa conmigo-.
La voz del humano intensificó los síntomas de la euforia en Gol’then. Regresó el arcoíris de colores y, sobre éste, las tonalidades de rojo que le ordenaban a que se levantase del suelo y que luchase en compañía de los otros enfermos como él.
-Una libertad que, por desgracia, no le durará mucho tiempo-.
Un barril pasó por encima de Bracknell sin llegar a rozarle, a él no le pareció importarle. Bebió un sorbo de su vaso y siguió bebiendo.
-Se me olvidó decirle que, sobre Toriel, Ohm y Gol’then, hay otra persona con la que te debes disculpar. Le dije que te habías disculpado con ellos y que, seguramente, también lo harías con Él, que estás muy arrepentido por haberle faltado el respecto. Me contestó que no le importaba que estuvieras arrepentido, que no aceptará tus disculpas. Una lástima. –otro sorbo de suma. –Una verdadera lástima-.
Gol’then dio un cabezazo contra el suelo y Bracknell le respondió con una palmada en la mesa ordenándole callar.
-Tus antiguos amigos de la guardia vendrán pronto. –rejuvenecía a medida que hablaba. –Verán el caos de la taberna y a un único hombre sano entre todos los enfermos. Hilarán los cabos sueltos para sacar sus propias conjeturas: tú has provocado que todas estas personas se maten entre ellas. Negociar con flores de Nirana es ilegal en nuestra ciudad. Pensarán que has querido tomar la justicia por tu mano, cosa que no es inverosímil tratándose de ti. Te apresarán. Pasarás dos días malos en una celda la mitad de grande que la estaba Gol’then sin comer y bebiendo agua con sabor a orina de rata. Luego, te pondrán una horca en el cuello y terminarán por ejecutarte. A mi amiga y a mí no nos verán hasta que nosotros queramos que nos vean-.
Encima de “El príncipe de Baslodia” quedaba la calle. Pasos de caballos se escuchaban por doquier. Bracknell se puso una mano en la oreja e hizo una señal para que Eltrant Tale prestase atención. La Guardia de Lunargenta estaba buscando la entrada de la taberna y la terminarían encontrando, como Bracknell había predicho.
-Todavía tienes una oportunidad para arrepentirte de tus pecados. –puso una bolsa de cuero encima de la mesa y la abrió sin llegar a mirar el contenido de su interior. –Parece un infantil collar de cuencas, pero créeme que no es así. Hace tiempo, un brujo quiso conjurar diecinueve armas mágicas que pudieran derrotar a mi maestro. Ahora han cambiado las tornas. Las armas se perdieron y nosotros encontramos algunas de ellas –la chica sin rostro fijo se reía. -Ésta, en concreto, tiene la capacidad de alterar la memoria del portador y de quienes lo rodeen. Si aceptas unirte a nosotros, olvidarás que has estado aquí y la deuda que tienes con Él; además alterar la memoria de la Guardia para hacerles creer que eres un miembro más de los presentes-.
Bracknell dejó la bolsa de cuero abierta a un lado de la mesa y se quitó el guante de la mano derecha.
-Besa mi mano como besarías y besarás la mano de El Hombre Muerto. –cuando dijo esta última frase tenía nueve años menos; era la imagen del general de la Guardia de Lunargenta antes de que desertase de sus obligaciones.
La chica sin rostro fijo jugaba con sus brazos como si estuviera bailando. Usaba su magia para desviar los colores que la maldición de las flores de euforia provocaba. Gol’then comprendía que estaba pasando porque lo vivía en su propia piel. Las tonalidades rojas que le hacían enfurecer impregnaban el cuerpo de Eltrant Tale. Los otros enfermos debieron ver lo mismo que el hombre toro pues dirigieron sus armas contra él. Si no besaba la mano de Bracknell, estaría en graves problemas, por los enfermos de euforia y la caballería de la Guardia.
_____________________
* Eltrant Tale: Se acabó tomar decisiones de matar o dejar de vivir. Aquí el asunto se pone interesante. Descubres que la historia de Toriel y Gol’then ha sido una distracción para tenerte ocupado y ponerte a prueba. Sin andar en rodeos: te rindes bajo las amenazas de Bracknell o sigues luchando. Hay una tercera opción, la cual es aconsejable considerar: escapar de “El príncipe de Baslodia”. De tomar las decisiones de luchar o escapar deberás lanzar la Voluntad de los Dioses.
Según la decisión que tomes, éste puede ser el último turno del tema, puedes suponer de qué decisión se trata.
El collar de cuencas se presenta por primera vez en el tema: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Relaciones
Christian Bracknell Indiferente
Toriel Indiferente
Ohm Indiferente
Gol’then Confianza
Shaira Mara Indiferente
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Enarcó una ceja.
Continuó como llevaba ya casi dos horas. Sentada, abrazándose las rodillas, esperando; mirando fijamente desde su escondite en aquel distante tejado en mitad de la ciudad, el edificio en el que se había internado el Mortal en busca de información sobre el Hombre Muerto.
Había empezado hace relativamente poco, podía oír perfectamente el ruido que provenía del interior. Se estaba produciendo una pelea bastante brutal por lo que podía intuir.
Suspiró profundamente cuando contempló como la tercera persona acababa atravesando una de las ventanas y convulsionaba en mitad de la calle.
Se levantó y estiró los brazos por encima de su cabeza.
La guardia se acercaba.
- ¿Es que no puedes hacer nada solo? –
Llevó su mano útil hasta el cinturón de color oscuro que rodeaba su cintura, donde descansaban cinco frasquitos repletos de líquido carmesí, y después desapareció.
Miró a su alrededor: el mundo comenzaba a desvanecerse lentamente, desvelando lo que de verdad tenía frente a él, la pelea multitudinaria que se estaba produciendo en la taberna.
Listo era la bruja, la misma bruja de la que le había avisado.
Habían estado jugando con él desde el principio. ¿Cuándo había caído presa de la ilusión? ¿En la jaula? ¿Antes? Apretó los dientes, incapaz de hacer nada, limitándose a ver como la esencia de euforia consumía de nuevo Gol’then y este se volvía a ver atrapado en la misma espiral de ira que estaba consumiendo a todo el mundo.
Un sentimiento extraño se apoderó de su pecho, según escuchaba al hombre que le había arrastrado allí hablar, según le veía remover su guante derecho, con arrogancia. ¿Se pensaba que habían ganado? ¿Qué iba a rendirse? ¿Qué solo porque habían jugado con magia para distraerle iban a seguir riéndose de él? ¿Qué iba a permitirles que jugasen con sus recuerdos?
¿Es que no sabían quién era?
Conocía aquella emoción, la había sentido muchas veces a lo largo de sus viajes.
Pero nunca con tanta intensidad.
No era impotencia por haber confiado en la persona equivocada, no se arrepentía de haberle salvado la vida a la bruja cuando pensaba que era un enfermo, ni se sentía mal porque le hubiesen engañado de aquella forma, por que hubiesen jugado con él.
Era odio, odio por el Hombre Muerto, por sus lacayos, por lo que estos eran capaces de hacer con los que no se doblegaban a su voluntad, por la barata definición del “amor” que estos tenían.
- ¡Bracknell! – Iba a matar a aquel hombre. Se quitó el yelmo que cubría su rostro, lo dejó caer a un lado, lo señaló con la claymore que tenía entre las manos. – ¡Voy a darle sentido al nombre de tu jefe! – Aquella era su respuesta, no iba a pedir perdón a nadie, no iba a someterse a los delirios de ningún loco, aunque le costase su reputación.
Solo iba a hacer uso de un solo objeto mágico, su espada.
Apretó los dientes, cerró ambas manos en torno a Olvido cuando contempló como todos los que estaban, hasta hacia un momento, peleando entre ellos se giraban ahora hacía él.
¿Cómo era aquello posible? ¿Era la bruja? Dejando a un lado el hecho de que no tenía cara alguna, estaba moviendo las manos de forma extraña, como una marionetica en mitad de una función.
Tenía que ser ella.
Apartó al primero de los lugareños de un fuerte puñetazo en la cara, derribándolo, lanzándolo contra una de las tantas mesas que había tumbadas por el lugar.
- ¡No te escondas detrás de todas estas personas, Bracknell! – Bramó.
Todos se lanzaron contra él enseguida, armas en alto.
Gol’then era quien tenía más cerca. El toro aun blandía a Recuerdo, pero lo hacía sin ningún tipo de control, sin nada que dijese que detrás de la espada había alguien cuerdo.
No quería matar a ninguno de ellos, no eran los culpables de la situación en la que se encontraban, no merecían morir de aquel modo: eran inocentes. Iba a complicarle mucho más las cosas, pero podía hacerlo, podía alcanzar al humano sin cercenarle la cabeza a nadie, podía matar a la bruja sin necesidad de que hubiese más sangre de la necesaria.
Encajó el golpe de su propia espada como mejor pudo, notó como el helado brillo de la hoja azulada rebotaba contra Eir, su armadura. No se quedó ahí, parado, no se permitió hacerlo, Eltrant le golpeó con el envés de Olvido tan pronto notó como Gol’then trataba de encadenar aquel primer golpe con un segundo.
Le impactó directamente en la cara, consiguió zafarse de su nuevo amigo por unos instantes. Eltrant sabía si bien aquella estocada no era mortal, iba a garantizarle al toro un buen moratón.
- ¡Lo siento! –
No pudo detenerse a comprobar el estado del toro, Ohm le golpeó en mitad de la espalda con la pesada maza que esgrimía de aquí para allá, con la que se había estado abriendo paso entre la multitud momentos atrás.
Apretó los dientes y dejó escapar un grito de dolor cuando su armadura se dobló sobre su omoplato y este dejó escapar un sonoro “crack”. Se giró sobre sí mismo y golpeó a Ohm de la misma forma que lo había hecho con el toro, pero el elefante era más robusto, soportó medianamente bien el primer golpe, los otros dos que encadenó Eltrant lo derribaron.
- ¡Puedo seguir así toda la noche! – Exclamó cuando un desconocido saltó sobre su espalda y Eltrant lo lanzó contra la barra del bar.
Volvió a gritar cuando sintió el frio abrazo de una daga de acero abriéndose paso por una de las juntas de su armadura, hundiéndose en su carne. Bramó una retahíla de insultos y le partió la nariz a aquel tipo usando el pesado guantelete de metal que cubría su brazo izquierdo, el que ocultaba el guantelete mágico.
Ignorando la sangre que ahora manaba por las hendiduras de su armadura Eltrant retrocedió tres pasos para evitar que el hacha de un elfo se hundiese firmemente en su pecho, aquella arma podía atravesar su coraza sin demasiadas complicaciones. Se encargó de patear al hombre cuando este fue a recobrar el balance de su arma y, una vez estuvo en el suelo, se aseguró de que se quedaba en ahí tras de pisarle firmemente su pierna derecha de forma repetida, hasta que un crujido le indicó que estaba completamente rota.
- ¡¿Eso es todo?! – Recuerdo atravesó su armadura, Gol’then se había recuperado antes de lo que esperaba. Apretó los dientes, sintió como la escarcha que cubría la hoja de su arma se adhería a la herida que le acababa de abrir. - ¡Eres más que esto! – Le propinó un cabezazo, entre los cuernos - ¡Reacciona! – Eltrant se abrió una brecha en la frente al hacer esto, pero consiguió que el toro soltase la espada, la cual se quedó clavada en su cuerpo.
¿Por qué siempre recuperaba sus armas de aquella forma?
Respirando con dificultad extrajo la espada azul y continuó retrocediendo. No le daban un respiro, se comportaban como bestias sedientas de sangre, no estaba seguro de si era la droga o la bruja, pero estaba más lejos de Bracknell que antes.
Clavó a Olvido en el suelo durante unos instantes y, usando una de las tantas mesas como barricada improvisada, ganó unos valiosos segundos que usó para lanzar a Recuerdo contra la mujer.
La espada surcó el aire como si de una lanza se tratase hacía la bruja. No llegó a ver si acertaba, Ohm saltó sobre la mesa alzando su maza en el proceso, mostrando una agilidad encomiable para alguien de su tamaño.
Forzó a Eltrant a que colocase los brazos en cruz, frente a su cara.
Cayó de rodillas debido a la fuerza del golpe, su armadura volvió a amoldarse a la forma de la maza por la zona en la que había recibido el impacto, pero Eltrant logró aguantarlo. Tomó aire y volvió a levantarse, desencajando a Olvido de su lado en el proceso y obligando al elefante a que su maza abriese un enorme agujero en el lugar en el que había estado el castaño.
Si pensaban que iba a cansarse rápidamente, estaban muy, pero que muy equivocados.
Tenía que admitir que Ohm era fuerte, y bastante rápido, pero ya se había protegido de igual forma contra el pesado puño de un troll tiempo atrás y este solo consiguió desencajarle un brazo. Iba a tener que hacer mucha más fuerza para incapacitarle.
- ¡¿Es que ya te has olvidado de Toriel!? – Bloqueó la maza del elefante con Olvido y lo forzó a retroceder con todo su cuerpo, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban.
Cada esfuerzo que hacía, cada ataque bloqueado, se traducía inmediatamente en más sangre que perdía por las distintas heridas que se había granjeado en aquella corta pero intensa pelea. Afortunadamente para él, el tatuaje mágico que tenía en su brazo izquierdo brillaba con fuerza en aquel momento, le sanaba lentamente, de forma constante. [1]
No podía retroceder.
Gol’then se unió de nuevo a la caza del humano, ahora sin arma, se enfocó en usar su cornamenta como una. Cargó contra Eltrant, llevándose por delante a varios de los, probablemente, clientes habituales del Príncipe de Baslodia.
Eltrant le imitó, no pensaba quedarse atrás, ya se había defendido lo suficiente. Usando su cuerpo a modo de ariete apartó a Ohm de su camino y detuvo a Gol’then sobre sus pasos antes de que este consiguiese tomar más inercia. [2]
Se limitó a gruñir en voz baja cuando notó como uno de los cuernos del toro perforaba una hombrera y le granjeaba otra herida. Empezaban a ser demasiadas.
Sin pensarlo demasiado, le cinceló de forma intermitente el tabique nasal al hombre-bestia, tratando de alejarle de su cuerpo a la vez que, muy a su pesar, alguien le golpeaba repetidamente en la espalda con un arma corta.
- ¡No voy a rendirme! –
En el mismo instante en el que pronunció aquellas palabras una sombra entró por la ventana totalmente rota del Príncipe de Basoldia. Dejando escapar una risita, esta figura se deslizó entre los enloquecidos habitantes del lugar para, al final, morder a Eltrant en el cuello.
Y, entonces, se hizo la oscuridad.
Sintió la fuerza de las sombras unirse a su cuerpo, notó cómo sus heridas se volvían algo incluso más secundario, cómo su armadura dejaba de pesar y cómo Olvido se volvía ligera. El color de su pelo se volvió negro, cómo la noche, sus ojos azules, cómo los de Lyn.
Cómo los de la persona que acababa de introducirse en su cuerpo. [3]
El fantasma de una sonrisa se apoderó de su rostro cuando escuchó la voz de Lyn resonar en su cabeza, estuvo tentado de instarle a que se fuese, sobre todo teniendo en cuenta lo peligroso que era aquello; Pero la vampiresa había ido allí por su propia voluntad, porque quería ayudarle.
Y lo agradecía, en aquel momento, más que nunca. No había nada de vergonzoso en aceptar algo de ayuda de vez en cuando.
Lanzó a uno de sus rivales por encima de su cabeza con una facilidad inusitada, después hizo lo mismo con un segundo y después golpeó a Ohm que venía en tercer lugar en el pecho para lanzarlo a un lado.
Alzó a Olvido frente a su cara.
Una mezcla de aire y sombras comenzaron a deslizarse por la hoja, a bailar alrededor de su cuerpo como si tuviese vida propia. Iba a darlo todo, todo lo que tenía dentro de él para hacer llegar algo mínimamente parecido a justicia a Bracknell.
El aire de su espada circundó su cuerpo, Eltrant no sabía exactamente como, pero su espada le comenzó a ayudar con cada movimiento que realizaba, se convirtió en un escudo inviable. [4]
Comenzó a avanzar, apartó de su camino, sin usar la espada, a todo aquel que salía a su encuentro. Frenó a Gol’than una vez más, también a Ohm. Ninguno de los hombres y mujeres que, enloquecidos, seguían lanzándose contra él, consiguió sobrepasar el muro de acero.
- ¡Bracknell! – Seguía habiendo una multitud entre él y el seguidor del Hombre Muerto. Demasiados, quizás, para alcanzar al humano antes de que se decidiese finalmente por escapar.
Pero sabía lo que tenía que hacer.
Y aquella vez no sería para interceptar el proyectil de ninguna balista.
Dejando atrás a una turba enfurecida, Eltrant se desvaneció, se convirtió en una voluta de humo y, en lo que dura un parpadeo, se apareció justo delante de Bracknell. [5]
Sonrió.
Lanzó una estocada con todas sus fuerzas a la altura de la cintura de Bracknell. Eltrant no se limitó a acometer con todo lo que pudo reunir en aquel momento, también liberó a Olvido, instó al arma a que cortase al seguidor del hombre muerto en dos, allí, justo delante de él. [6]+[7]
Sin miramientos.
No se estaba dando cuenta en aquel momento, pero, en lo más profundo de los bolsillos que llevaba consigo, un pequeño anillo que prácticamente yacía olvidado comenzó a brillar tenuemente mecido por la brisa que rodeaba a Eltrant en aquel momento.[8]
Eltrant no sabía esto. Eltrant solo clamaba a los dioses, a todos los que conocía, que Olvido encontrase la carne de Bracknell y la cortase en dos.
[1] Hablidad Eltrant Nivel 7: Regeneración Natural (Rasgo): Un tatuaje rúnico situado en su brazo izquierdo amplifica la regenación natural de Eltrant. Por ello, su cuerpo es capaz de sanar ligeramente más rápido. Incluso en mitad de una pelea.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir: Eltrant carga en linea recta, usando su propio cuerpo como arma y derribando hasta a 2 enemigos que se encuentren en su camino, impidiendoles actuar durante un turno. Paredes y objetos pesados pueden detener su carga.
[3] Habilidad Lyn Nivel 7: Simbiosis: Lyn usa sus sombras para unirse a otro ser consciente. El huésped debe de aceptarla para que esta habilidad funcione, pero también debe de tener, como mínimo, 25 puntos de constitución o 25 puntos de sabiduría.
Al usar esta habilidad Lyn pierde su forma física por completo y se funde con la persona con la que decide unirse, la cual se rodea de sombras similares a las de la vampiresa. Al hacer esto los atributos de ambos PJ se mezclan, sumándose entre ellos, y, además, el huésped es capaz de usar todas las habilidades de Lyn hasta nivel 7 y de usar las sombras del entorno a voluntad.
Mientras la habilidad esté activa Lyn puede estar bajo la luz solar, siempre que se encuentre dentro del cuerpo de un huésped que no sea vampiro.
[4] Primera Hablidad Olvido, Espada de Eltrant: Resolución: La primera de sus habilidades brindará un aumento de resistencia, fuerza y velocidad del 50%. Lo que te permitirá atacar primero, esquivar y soportar las magulladuras dos veces más que en tu estado normal.
[5] Debido a Simbiosis Eltrant puede usar la hablidad de Lyn de Nivel 2: Entre Tinieblas:Lyn desaparece dejando tras de sí una nube de humo negro y se traslada un par de metros en cualquier dirección.
[6]Segunda Habilidad Olvido, Espada de Eltrant: Cortaviento. La segunda habilidad permite cortar el aire y dañar a cualquier criatura mortal o no con una fuerte ventisca de largo alcance (Máximo 20 metros) siendo un ataque inesquivable e inbloqueable.
[7] Habilidad Eltrant Nivel 3: Hoja Cargada. Usando toda la fuerza que le permiten sus brazos, Eltrant lanza un tajo en diagonal a la altura del pecho de su adversario, este ataque ignora parte de la armadura del rival.
[8] Uso objeto Master: Anillo de los Ases: Creado por el dios Bragi a través de los sacerdotes brujos. Está formado por ceniza compactada y dura, tanto como una roca. Después de quemar lo que traía desgracia, este anillo os dará suerte con sus dos funciones: Si lo soplas, cuando tengas que tirar runas, la suerte será “buena”, independientemente de la runa que salga. Pero, no tendrá efecto si las runas están condicionadas por otra maldición.
Continuó como llevaba ya casi dos horas. Sentada, abrazándose las rodillas, esperando; mirando fijamente desde su escondite en aquel distante tejado en mitad de la ciudad, el edificio en el que se había internado el Mortal en busca de información sobre el Hombre Muerto.
Había empezado hace relativamente poco, podía oír perfectamente el ruido que provenía del interior. Se estaba produciendo una pelea bastante brutal por lo que podía intuir.
Suspiró profundamente cuando contempló como la tercera persona acababa atravesando una de las ventanas y convulsionaba en mitad de la calle.
Se levantó y estiró los brazos por encima de su cabeza.
La guardia se acercaba.
- ¿Es que no puedes hacer nada solo? –
Llevó su mano útil hasta el cinturón de color oscuro que rodeaba su cintura, donde descansaban cinco frasquitos repletos de líquido carmesí, y después desapareció.
__________________________________________________________
Miró a su alrededor: el mundo comenzaba a desvanecerse lentamente, desvelando lo que de verdad tenía frente a él, la pelea multitudinaria que se estaba produciendo en la taberna.
Listo era la bruja, la misma bruja de la que le había avisado.
Habían estado jugando con él desde el principio. ¿Cuándo había caído presa de la ilusión? ¿En la jaula? ¿Antes? Apretó los dientes, incapaz de hacer nada, limitándose a ver como la esencia de euforia consumía de nuevo Gol’then y este se volvía a ver atrapado en la misma espiral de ira que estaba consumiendo a todo el mundo.
Un sentimiento extraño se apoderó de su pecho, según escuchaba al hombre que le había arrastrado allí hablar, según le veía remover su guante derecho, con arrogancia. ¿Se pensaba que habían ganado? ¿Qué iba a rendirse? ¿Qué solo porque habían jugado con magia para distraerle iban a seguir riéndose de él? ¿Qué iba a permitirles que jugasen con sus recuerdos?
¿Es que no sabían quién era?
Conocía aquella emoción, la había sentido muchas veces a lo largo de sus viajes.
Pero nunca con tanta intensidad.
No era impotencia por haber confiado en la persona equivocada, no se arrepentía de haberle salvado la vida a la bruja cuando pensaba que era un enfermo, ni se sentía mal porque le hubiesen engañado de aquella forma, por que hubiesen jugado con él.
Era odio, odio por el Hombre Muerto, por sus lacayos, por lo que estos eran capaces de hacer con los que no se doblegaban a su voluntad, por la barata definición del “amor” que estos tenían.
- ¡Bracknell! – Iba a matar a aquel hombre. Se quitó el yelmo que cubría su rostro, lo dejó caer a un lado, lo señaló con la claymore que tenía entre las manos. – ¡Voy a darle sentido al nombre de tu jefe! – Aquella era su respuesta, no iba a pedir perdón a nadie, no iba a someterse a los delirios de ningún loco, aunque le costase su reputación.
Solo iba a hacer uso de un solo objeto mágico, su espada.
Apretó los dientes, cerró ambas manos en torno a Olvido cuando contempló como todos los que estaban, hasta hacia un momento, peleando entre ellos se giraban ahora hacía él.
¿Cómo era aquello posible? ¿Era la bruja? Dejando a un lado el hecho de que no tenía cara alguna, estaba moviendo las manos de forma extraña, como una marionetica en mitad de una función.
Tenía que ser ella.
Apartó al primero de los lugareños de un fuerte puñetazo en la cara, derribándolo, lanzándolo contra una de las tantas mesas que había tumbadas por el lugar.
- ¡No te escondas detrás de todas estas personas, Bracknell! – Bramó.
Todos se lanzaron contra él enseguida, armas en alto.
Gol’then era quien tenía más cerca. El toro aun blandía a Recuerdo, pero lo hacía sin ningún tipo de control, sin nada que dijese que detrás de la espada había alguien cuerdo.
No quería matar a ninguno de ellos, no eran los culpables de la situación en la que se encontraban, no merecían morir de aquel modo: eran inocentes. Iba a complicarle mucho más las cosas, pero podía hacerlo, podía alcanzar al humano sin cercenarle la cabeza a nadie, podía matar a la bruja sin necesidad de que hubiese más sangre de la necesaria.
Encajó el golpe de su propia espada como mejor pudo, notó como el helado brillo de la hoja azulada rebotaba contra Eir, su armadura. No se quedó ahí, parado, no se permitió hacerlo, Eltrant le golpeó con el envés de Olvido tan pronto notó como Gol’then trataba de encadenar aquel primer golpe con un segundo.
Le impactó directamente en la cara, consiguió zafarse de su nuevo amigo por unos instantes. Eltrant sabía si bien aquella estocada no era mortal, iba a garantizarle al toro un buen moratón.
- ¡Lo siento! –
No pudo detenerse a comprobar el estado del toro, Ohm le golpeó en mitad de la espalda con la pesada maza que esgrimía de aquí para allá, con la que se había estado abriendo paso entre la multitud momentos atrás.
Apretó los dientes y dejó escapar un grito de dolor cuando su armadura se dobló sobre su omoplato y este dejó escapar un sonoro “crack”. Se giró sobre sí mismo y golpeó a Ohm de la misma forma que lo había hecho con el toro, pero el elefante era más robusto, soportó medianamente bien el primer golpe, los otros dos que encadenó Eltrant lo derribaron.
- ¡Puedo seguir así toda la noche! – Exclamó cuando un desconocido saltó sobre su espalda y Eltrant lo lanzó contra la barra del bar.
Volvió a gritar cuando sintió el frio abrazo de una daga de acero abriéndose paso por una de las juntas de su armadura, hundiéndose en su carne. Bramó una retahíla de insultos y le partió la nariz a aquel tipo usando el pesado guantelete de metal que cubría su brazo izquierdo, el que ocultaba el guantelete mágico.
Ignorando la sangre que ahora manaba por las hendiduras de su armadura Eltrant retrocedió tres pasos para evitar que el hacha de un elfo se hundiese firmemente en su pecho, aquella arma podía atravesar su coraza sin demasiadas complicaciones. Se encargó de patear al hombre cuando este fue a recobrar el balance de su arma y, una vez estuvo en el suelo, se aseguró de que se quedaba en ahí tras de pisarle firmemente su pierna derecha de forma repetida, hasta que un crujido le indicó que estaba completamente rota.
- ¡¿Eso es todo?! – Recuerdo atravesó su armadura, Gol’then se había recuperado antes de lo que esperaba. Apretó los dientes, sintió como la escarcha que cubría la hoja de su arma se adhería a la herida que le acababa de abrir. - ¡Eres más que esto! – Le propinó un cabezazo, entre los cuernos - ¡Reacciona! – Eltrant se abrió una brecha en la frente al hacer esto, pero consiguió que el toro soltase la espada, la cual se quedó clavada en su cuerpo.
¿Por qué siempre recuperaba sus armas de aquella forma?
Respirando con dificultad extrajo la espada azul y continuó retrocediendo. No le daban un respiro, se comportaban como bestias sedientas de sangre, no estaba seguro de si era la droga o la bruja, pero estaba más lejos de Bracknell que antes.
Clavó a Olvido en el suelo durante unos instantes y, usando una de las tantas mesas como barricada improvisada, ganó unos valiosos segundos que usó para lanzar a Recuerdo contra la mujer.
La espada surcó el aire como si de una lanza se tratase hacía la bruja. No llegó a ver si acertaba, Ohm saltó sobre la mesa alzando su maza en el proceso, mostrando una agilidad encomiable para alguien de su tamaño.
Forzó a Eltrant a que colocase los brazos en cruz, frente a su cara.
Cayó de rodillas debido a la fuerza del golpe, su armadura volvió a amoldarse a la forma de la maza por la zona en la que había recibido el impacto, pero Eltrant logró aguantarlo. Tomó aire y volvió a levantarse, desencajando a Olvido de su lado en el proceso y obligando al elefante a que su maza abriese un enorme agujero en el lugar en el que había estado el castaño.
Si pensaban que iba a cansarse rápidamente, estaban muy, pero que muy equivocados.
Tenía que admitir que Ohm era fuerte, y bastante rápido, pero ya se había protegido de igual forma contra el pesado puño de un troll tiempo atrás y este solo consiguió desencajarle un brazo. Iba a tener que hacer mucha más fuerza para incapacitarle.
- ¡¿Es que ya te has olvidado de Toriel!? – Bloqueó la maza del elefante con Olvido y lo forzó a retroceder con todo su cuerpo, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban.
Cada esfuerzo que hacía, cada ataque bloqueado, se traducía inmediatamente en más sangre que perdía por las distintas heridas que se había granjeado en aquella corta pero intensa pelea. Afortunadamente para él, el tatuaje mágico que tenía en su brazo izquierdo brillaba con fuerza en aquel momento, le sanaba lentamente, de forma constante. [1]
No podía retroceder.
Gol’then se unió de nuevo a la caza del humano, ahora sin arma, se enfocó en usar su cornamenta como una. Cargó contra Eltrant, llevándose por delante a varios de los, probablemente, clientes habituales del Príncipe de Baslodia.
Eltrant le imitó, no pensaba quedarse atrás, ya se había defendido lo suficiente. Usando su cuerpo a modo de ariete apartó a Ohm de su camino y detuvo a Gol’then sobre sus pasos antes de que este consiguiese tomar más inercia. [2]
Se limitó a gruñir en voz baja cuando notó como uno de los cuernos del toro perforaba una hombrera y le granjeaba otra herida. Empezaban a ser demasiadas.
Sin pensarlo demasiado, le cinceló de forma intermitente el tabique nasal al hombre-bestia, tratando de alejarle de su cuerpo a la vez que, muy a su pesar, alguien le golpeaba repetidamente en la espalda con un arma corta.
- ¡No voy a rendirme! –
En el mismo instante en el que pronunció aquellas palabras una sombra entró por la ventana totalmente rota del Príncipe de Basoldia. Dejando escapar una risita, esta figura se deslizó entre los enloquecidos habitantes del lugar para, al final, morder a Eltrant en el cuello.
Y, entonces, se hizo la oscuridad.
“Menuda fiesta tienes aquí montada, Mortal. ¿Te importa que me una?”
Sintió la fuerza de las sombras unirse a su cuerpo, notó cómo sus heridas se volvían algo incluso más secundario, cómo su armadura dejaba de pesar y cómo Olvido se volvía ligera. El color de su pelo se volvió negro, cómo la noche, sus ojos azules, cómo los de Lyn.
“Te debo una, Lyn. Gracias”
Cómo los de la persona que acababa de introducirse en su cuerpo. [3]
“¡Por supuesto que me lo debes! …aunque me lo estas pagando en sangre en este mismo momento, tú machácale.”
El fantasma de una sonrisa se apoderó de su rostro cuando escuchó la voz de Lyn resonar en su cabeza, estuvo tentado de instarle a que se fuese, sobre todo teniendo en cuenta lo peligroso que era aquello; Pero la vampiresa había ido allí por su propia voluntad, porque quería ayudarle.
Y lo agradecía, en aquel momento, más que nunca. No había nada de vergonzoso en aceptar algo de ayuda de vez en cuando.
Lanzó a uno de sus rivales por encima de su cabeza con una facilidad inusitada, después hizo lo mismo con un segundo y después golpeó a Ohm que venía en tercer lugar en el pecho para lanzarlo a un lado.
Alzó a Olvido frente a su cara.
Una mezcla de aire y sombras comenzaron a deslizarse por la hoja, a bailar alrededor de su cuerpo como si tuviese vida propia. Iba a darlo todo, todo lo que tenía dentro de él para hacer llegar algo mínimamente parecido a justicia a Bracknell.
El aire de su espada circundó su cuerpo, Eltrant no sabía exactamente como, pero su espada le comenzó a ayudar con cada movimiento que realizaba, se convirtió en un escudo inviable. [4]
Comenzó a avanzar, apartó de su camino, sin usar la espada, a todo aquel que salía a su encuentro. Frenó a Gol’than una vez más, también a Ohm. Ninguno de los hombres y mujeres que, enloquecidos, seguían lanzándose contra él, consiguió sobrepasar el muro de acero.
- ¡Bracknell! – Seguía habiendo una multitud entre él y el seguidor del Hombre Muerto. Demasiados, quizás, para alcanzar al humano antes de que se decidiese finalmente por escapar.
Pero sabía lo que tenía que hacer.
Y aquella vez no sería para interceptar el proyectil de ninguna balista.
Dejando atrás a una turba enfurecida, Eltrant se desvaneció, se convirtió en una voluta de humo y, en lo que dura un parpadeo, se apareció justo delante de Bracknell. [5]
Sonrió.
Lanzó una estocada con todas sus fuerzas a la altura de la cintura de Bracknell. Eltrant no se limitó a acometer con todo lo que pudo reunir en aquel momento, también liberó a Olvido, instó al arma a que cortase al seguidor del hombre muerto en dos, allí, justo delante de él. [6]+[7]
Sin miramientos.
No se estaba dando cuenta en aquel momento, pero, en lo más profundo de los bolsillos que llevaba consigo, un pequeño anillo que prácticamente yacía olvidado comenzó a brillar tenuemente mecido por la brisa que rodeaba a Eltrant en aquel momento.[8]
Eltrant no sabía esto. Eltrant solo clamaba a los dioses, a todos los que conocía, que Olvido encontrase la carne de Bracknell y la cortase en dos.
_________________________________________________________________
[1] Hablidad Eltrant Nivel 7: Regeneración Natural (Rasgo): Un tatuaje rúnico situado en su brazo izquierdo amplifica la regenación natural de Eltrant. Por ello, su cuerpo es capaz de sanar ligeramente más rápido. Incluso en mitad de una pelea.
[2] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir: Eltrant carga en linea recta, usando su propio cuerpo como arma y derribando hasta a 2 enemigos que se encuentren en su camino, impidiendoles actuar durante un turno. Paredes y objetos pesados pueden detener su carga.
[3] Habilidad Lyn Nivel 7: Simbiosis: Lyn usa sus sombras para unirse a otro ser consciente. El huésped debe de aceptarla para que esta habilidad funcione, pero también debe de tener, como mínimo, 25 puntos de constitución o 25 puntos de sabiduría.
Al usar esta habilidad Lyn pierde su forma física por completo y se funde con la persona con la que decide unirse, la cual se rodea de sombras similares a las de la vampiresa. Al hacer esto los atributos de ambos PJ se mezclan, sumándose entre ellos, y, además, el huésped es capaz de usar todas las habilidades de Lyn hasta nivel 7 y de usar las sombras del entorno a voluntad.
Mientras la habilidad esté activa Lyn puede estar bajo la luz solar, siempre que se encuentre dentro del cuerpo de un huésped que no sea vampiro.
[4] Primera Hablidad Olvido, Espada de Eltrant: Resolución: La primera de sus habilidades brindará un aumento de resistencia, fuerza y velocidad del 50%. Lo que te permitirá atacar primero, esquivar y soportar las magulladuras dos veces más que en tu estado normal.
[5] Debido a Simbiosis Eltrant puede usar la hablidad de Lyn de Nivel 2: Entre Tinieblas:Lyn desaparece dejando tras de sí una nube de humo negro y se traslada un par de metros en cualquier dirección.
[6]Segunda Habilidad Olvido, Espada de Eltrant: Cortaviento. La segunda habilidad permite cortar el aire y dañar a cualquier criatura mortal o no con una fuerte ventisca de largo alcance (Máximo 20 metros) siendo un ataque inesquivable e inbloqueable.
[7] Habilidad Eltrant Nivel 3: Hoja Cargada. Usando toda la fuerza que le permiten sus brazos, Eltrant lanza un tajo en diagonal a la altura del pecho de su adversario, este ataque ignora parte de la armadura del rival.
[8] Uso objeto Master: Anillo de los Ases: Creado por el dios Bragi a través de los sacerdotes brujos. Está formado por ceniza compactada y dura, tanto como una roca. Después de quemar lo que traía desgracia, este anillo os dará suerte con sus dos funciones: Si lo soplas, cuando tengas que tirar runas, la suerte será “buena”, independientemente de la runa que salga. Pero, no tendrá efecto si las runas están condicionadas por otra maldición.
Última edición por Eltrant Tale el Sáb Jul 07 2018, 13:13, editado 9 veces (Razón : jramatika)
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
El miembro 'Eltrant Tale' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
'Runas' :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Resultados :
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: Tus disculpas no sirven [Mastereado, Eltrant Tale]
Toriel el cuello de la camisa de Eltrant echándole hacia atrás en el momento en el que la espada Olvido se clavaba la cintura de Christian Bracknell. Estaba loco, Bracknell sería capaz de sacrificarse si con ello cumplía la venganza de su maestro, El Hombre Muerto. La caballería de la Guardia estaba al caer; si llegasen a ver a Eltrant Tale matando a un hombre de la Guardia, tal y como lo parecía Christian Bracknell, el plan sería al traste y perderían la pista del collar de cuencas.
-Mátame, acaba conmigo- decía Bracknell escupiendo sangre.
-Hazlo y todos estaremos muertos- contestó Toriel.
A estas alturas, la mitad de los borrachos de suma habían muerto y la otra mitad estaba a punto de morir a causa de las heridas. Entre ellos se encontraba Gol’then. Después de su enfrentamiento con Eltrant Tale, alguien (que Toriel no había visto pero que deseaba que no hubiera sido Ohm) le había arrancado un cuerno y se lo habían clavado en el ojo. Ohm tenía un herido en el costado del estómago que no dejaba de sangrar, podía morir sin la atención médica debida.
Toriel se sacó un frasco del bolsillo y bebió su contenido. Wanda le dijo que lo bebiera solo en caso de emergencia y Hont continuó diciendo que la vida de Eltrant Tale era una emergencia. Pasó el frasco a Ohm y le ayudó a beber. No había suficiente medicina para Gol’then. El hombre toro tenía que luchar contra sus propias maldiciones como había hecho en estos últimos meses.
Cuando los hombres de la Guardia entraron armados en “El príncipe de Baslodia”, vieron a un montón de borrachos de suma muertos y una ilusión que disfrazaba a los discípulos de El Hombre Muerto en hombres de la Guardia. Toriel, Ohm, Gol’then y Eltrant Tale estaban escondidos en los calabozos.
-¡¿Por qué no mataste a Gol’then?! Debiste hacerlo cuando tuviste oportunidad –acompañó sus palabras con pequeños golpecitos con los nudillos al pecho de Eltrant. -Lo siento Golthie, pero pensé que habías muerto. Lo que te hicieron en el Hekshold…. ¿Lo comprendes verdad? La idea fue de una amiga, Inga Scharf. Ella sabe lo que es ver a un familiar sufriendo por una enfermedad incurable. Me dijo que yo no viviría tranquila si no te dejaba morir. ¿Lo entiendes verdad? Dos años ayudándote a comer, escuchándote llorar y viendo como tu cuerpo se derretía en mis manos como si fueras la cera de una vela. Por eso hice el trato con Bracknell. Él te mataría, o harían que te matasen, y yo me haría pasar por su amiga hasta que estuviera lo suficientemente cerca como para quitarle el objeto de los 19. Dime que lo entiendes por favor. ¡Dímelo!-
-Basta Toriel. –Ohm alargó el brazo y alejo a Toriel del lado de Gol’then. -No te está escuchando-.
La puerta de una de las celdas se abrió. Un cibernético y un hombre zarigüeya salieron a recibir a los hombres bestias y al humano.
-¡Eltrant!- Hont saltó y abrazó la cintura del humano. -¡Estás bien! Menos mal-.
-¿Este es el famoso Eltrant Tale, quien fue mercenario y hombre de la Guardia? No soy quien para acusar tu lealtad. Mi nombre es Kano: fui mercenario, intenté asesinar a una payasa y ahora soy un Buscón-.
-Wanda os espera fuera. Tiene más medicina. Podrá curar la euforia del hombre toro-.
-Sí, Eltrant hizo el trabajo duro sanando la maldición de Hartem-.
-¿Conseguiste curar la maldición de Hartem? ¡¿Cómo?! Wanda no pudo hacerlo y ella es la doctora más inteligente que conozco. Lo prometo-.
-Hablaremos de esto cuando estemos en un lugar seguro. Ahora Bracknell puede estar contando cualquier cosa a los hombres de la Guardia. Si nos encuentran, no debemos esperar compasión por ellos-.
Toriel y Ohm se encargaron de ayudar a Gol’then, cada uno lo cargaba de un brazo. En el techo del calabozo estaban colgados dos hombres comadrejas: Tina y Tino, Hont los llamaba primos aunque no fueran familia. Kano apartó un montón de rocas que cubrían la pared y desveló un túnel en la tierra.
-Llevamos trabajando en esto mucho antes de que Toriel aceptase el trato con Bracknell- dijo Kano haciendo crujir sus nudillos en un gesto de orgullo.
-Sí, pero no ha servido para nada. Sigamos hacia delante- espetó Toriel muy seria.
Hont y las comadrejas avanzaron primero por el túnel, corrían a cuatro patas y alentaban al resto que fueran tan rápidos como ellos. Le siguieron Ohm y Toriel cargando de Gol’then. En último lugar iban Eltrant y Kano.
El túnel llegaba hasta las afueras de Lunargenta. En un provisional campamento, Inca Scharf esperaba a los Buscones con tres caballos y un vhaslog del norte.
-¿Estáis todos bien? ¿Habéis conseguido el objeto de los 19 malditos?-
-No y no -contestó Toriel.
-¿Mira a quién tenemos aquí? Pero si es mi amigo Eltrant Tale. Me alegro de verte- Gardian abrazó a Eltrant. –Si hubiéramos serías tú el verdugo que Bracknell utilizaría para matar a Gol’then no te habríamos ocultado la mitad de nuestros secretos-.
-Eltrant no sabe nada. Lo hemos hecho tan bien que Eltrant no se enteraba de nada-.
-Ya veo. Eltrant Tale, déjame que sea yo quien te dé la bienvenida a Los Buscones-.
-¡Yo puse el nombre!-
-Y también te encargaste de unir al grupo. Todos nosotros hemos visto, quien más y quien menos, el poder de los objetos malditos de Egdecomb. Nos hemos enfrentado contra los discípulos de El Hombre Muerto. Nosotros tuvimos suerte, Eltrant, conseguiste matar a Bono. Él fue el primero de muchos, y el más débil. El Hombre Muerto quiere los objetos de Egdecomb. Los usará para tomar el control de Aerandir. Nosotros nos haremos con los objetos antes de que Él los consiga-.
-Y hubiéramos conseguido el collar de cuencas si no hubieras sido tan bondadosa-.
-Toriel, por favor- dijo Gol’then en un susurro acariciando la mejilla de la mujer vaca.
-Gol’thie- besó la comisura de los labios del toro. –Supongo que debo darte las gracias por esto- le dijo a Eltrant. -Gracias-.
* Eltrant: Has salvado a Gol'then a costa de perder la oportunidad de hacerte con el objeto maldito. Mira el lado bueno: no has caído preso por Bracknell, lo habrías pasado francamente mal.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15ptos totales de experiencia
(Para que no hayan discusiones, me gusta explicar brevemente el criterio de puntuación que utilizo: Los mastereados se puntúa sobre 15 puntos. Doy 5 de base, hasta 4 en función de la calidad y hasta 6 en función de la originalidad. En los mastereados largos (más de quince turnos) doy hasta 7 en función de la calidad y 8 en función de la originalidad, siendo el tope de puntos a recibir 20. Los puntos totales de un mastereado, siempre han de ser inferiores a los de una misión ya que éstas últimas suelen ser más generales; no están personalizadas a tu historia y tus conveniencias personales.)
Obsequios:
* Yelmo Mimético
Maldición: Busca y captura.
Serás perseguido por los miembros de la Guardia. Prepara tus armas. En los próximos días se dará la orden de darte captura. Similar a lo que ocurrió con Fredericksen, si es que deseas tener una referencia. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Referencias:
Tina y Tino: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Kano: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Inga Scharf: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Gardian: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Wanda: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Hasta última parte del post me gusta reservarla para hacer una pequeña crítica sobre el tema, hago un resumen de las escenas que más me han gustado y aquellas que me han parecido tediosas. Lo primero que sorprende es que el mastereado sea tan corto. Después del tema archiconocido “La Gran Caza”, pensé en hacer temas más livianos. Así podría hacer más temas y más usuarios del foro tendrán su mastereado especial. Mi miedo es que el mastereado quede corto, sin suficiente emoción comparándolo con otros. ¿Es así? Mientras escribía no he tenido esa impresión. He disfrutado mucho viendo cómo Eltrant se desenvolvía en medio de tantos engaños. Un punto que me ha hecho especial gracia es ver cómo se quitaba el yelmo y se lo volvía a poner. Las descripciones que das con sus gestos antes del combate me parecen más relevantes que las que das en medio del combate; sin menos preciar a las segundas. Haces magia. Con un movimiento de manos, haces que Eltrant diga mucho más que con palabras. Eso me ha gustado mucho y lo he visto mucho en el tema.
El tema podría haberse alargado un par de turnos más. Dependía mucho de las decisiones que tomabas. Hasta la más simple, si acercarte o no al cordero, era vital para la evolución de los turnos. No sé hasta qué punto podría ser interesante haber seguido alargando el tema. Yo lo he visto perfecto terminar aquí. Eltrant buscado por la ley, la revelación de Los Buscones y Bracknell infiltrado como miembro de la Guardia.
Un punto que sí me arrepiento es no haber encontrado imágenes para adornar el tema. Una lástima.
He de decir que Las flores de Nirana, aportación de Eretria en el herbolario, son de mis plantas favoritas y de las que más juego dar para el rol. La bebida “suma” es el punto esencial por el que gira todo el tema. Parte de los créditos de este mastereado creo son de ella.
Te toca a ti: quisiera saber tu opinión acerca de la misión. Qué es lo que más te ha gustado y qué cambiarías.
-Mátame, acaba conmigo- decía Bracknell escupiendo sangre.
-Hazlo y todos estaremos muertos- contestó Toriel.
A estas alturas, la mitad de los borrachos de suma habían muerto y la otra mitad estaba a punto de morir a causa de las heridas. Entre ellos se encontraba Gol’then. Después de su enfrentamiento con Eltrant Tale, alguien (que Toriel no había visto pero que deseaba que no hubiera sido Ohm) le había arrancado un cuerno y se lo habían clavado en el ojo. Ohm tenía un herido en el costado del estómago que no dejaba de sangrar, podía morir sin la atención médica debida.
Toriel se sacó un frasco del bolsillo y bebió su contenido. Wanda le dijo que lo bebiera solo en caso de emergencia y Hont continuó diciendo que la vida de Eltrant Tale era una emergencia. Pasó el frasco a Ohm y le ayudó a beber. No había suficiente medicina para Gol’then. El hombre toro tenía que luchar contra sus propias maldiciones como había hecho en estos últimos meses.
Cuando los hombres de la Guardia entraron armados en “El príncipe de Baslodia”, vieron a un montón de borrachos de suma muertos y una ilusión que disfrazaba a los discípulos de El Hombre Muerto en hombres de la Guardia. Toriel, Ohm, Gol’then y Eltrant Tale estaban escondidos en los calabozos.
-¡¿Por qué no mataste a Gol’then?! Debiste hacerlo cuando tuviste oportunidad –acompañó sus palabras con pequeños golpecitos con los nudillos al pecho de Eltrant. -Lo siento Golthie, pero pensé que habías muerto. Lo que te hicieron en el Hekshold…. ¿Lo comprendes verdad? La idea fue de una amiga, Inga Scharf. Ella sabe lo que es ver a un familiar sufriendo por una enfermedad incurable. Me dijo que yo no viviría tranquila si no te dejaba morir. ¿Lo entiendes verdad? Dos años ayudándote a comer, escuchándote llorar y viendo como tu cuerpo se derretía en mis manos como si fueras la cera de una vela. Por eso hice el trato con Bracknell. Él te mataría, o harían que te matasen, y yo me haría pasar por su amiga hasta que estuviera lo suficientemente cerca como para quitarle el objeto de los 19. Dime que lo entiendes por favor. ¡Dímelo!-
-Basta Toriel. –Ohm alargó el brazo y alejo a Toriel del lado de Gol’then. -No te está escuchando-.
La puerta de una de las celdas se abrió. Un cibernético y un hombre zarigüeya salieron a recibir a los hombres bestias y al humano.
-¡Eltrant!- Hont saltó y abrazó la cintura del humano. -¡Estás bien! Menos mal-.
-¿Este es el famoso Eltrant Tale, quien fue mercenario y hombre de la Guardia? No soy quien para acusar tu lealtad. Mi nombre es Kano: fui mercenario, intenté asesinar a una payasa y ahora soy un Buscón-.
-Wanda os espera fuera. Tiene más medicina. Podrá curar la euforia del hombre toro-.
-Sí, Eltrant hizo el trabajo duro sanando la maldición de Hartem-.
-¿Conseguiste curar la maldición de Hartem? ¡¿Cómo?! Wanda no pudo hacerlo y ella es la doctora más inteligente que conozco. Lo prometo-.
-Hablaremos de esto cuando estemos en un lugar seguro. Ahora Bracknell puede estar contando cualquier cosa a los hombres de la Guardia. Si nos encuentran, no debemos esperar compasión por ellos-.
Toriel y Ohm se encargaron de ayudar a Gol’then, cada uno lo cargaba de un brazo. En el techo del calabozo estaban colgados dos hombres comadrejas: Tina y Tino, Hont los llamaba primos aunque no fueran familia. Kano apartó un montón de rocas que cubrían la pared y desveló un túnel en la tierra.
-Llevamos trabajando en esto mucho antes de que Toriel aceptase el trato con Bracknell- dijo Kano haciendo crujir sus nudillos en un gesto de orgullo.
-Sí, pero no ha servido para nada. Sigamos hacia delante- espetó Toriel muy seria.
Hont y las comadrejas avanzaron primero por el túnel, corrían a cuatro patas y alentaban al resto que fueran tan rápidos como ellos. Le siguieron Ohm y Toriel cargando de Gol’then. En último lugar iban Eltrant y Kano.
El túnel llegaba hasta las afueras de Lunargenta. En un provisional campamento, Inca Scharf esperaba a los Buscones con tres caballos y un vhaslog del norte.
-¿Estáis todos bien? ¿Habéis conseguido el objeto de los 19 malditos?-
-No y no -contestó Toriel.
-¿Mira a quién tenemos aquí? Pero si es mi amigo Eltrant Tale. Me alegro de verte- Gardian abrazó a Eltrant. –Si hubiéramos serías tú el verdugo que Bracknell utilizaría para matar a Gol’then no te habríamos ocultado la mitad de nuestros secretos-.
-Eltrant no sabe nada. Lo hemos hecho tan bien que Eltrant no se enteraba de nada-.
-Ya veo. Eltrant Tale, déjame que sea yo quien te dé la bienvenida a Los Buscones-.
-¡Yo puse el nombre!-
-Y también te encargaste de unir al grupo. Todos nosotros hemos visto, quien más y quien menos, el poder de los objetos malditos de Egdecomb. Nos hemos enfrentado contra los discípulos de El Hombre Muerto. Nosotros tuvimos suerte, Eltrant, conseguiste matar a Bono. Él fue el primero de muchos, y el más débil. El Hombre Muerto quiere los objetos de Egdecomb. Los usará para tomar el control de Aerandir. Nosotros nos haremos con los objetos antes de que Él los consiga-.
-Y hubiéramos conseguido el collar de cuencas si no hubieras sido tan bondadosa-.
-Toriel, por favor- dijo Gol’then en un susurro acariciando la mejilla de la mujer vaca.
-Gol’thie- besó la comisura de los labios del toro. –Supongo que debo darte las gracias por esto- le dijo a Eltrant. -Gracias-.
_____________________
* Eltrant: Has salvado a Gol'then a costa de perder la oportunidad de hacerte con el objeto maldito. Mira el lado bueno: no has caído preso por Bracknell, lo habrías pasado francamente mal.
Recompensas:
* +5 ptos de base
* +4 ptos de experiencia en función a la calidad del texto
* +6 ptos de experiencia en función de la originalidad del usuario.
* 15ptos totales de experiencia
(Para que no hayan discusiones, me gusta explicar brevemente el criterio de puntuación que utilizo: Los mastereados se puntúa sobre 15 puntos. Doy 5 de base, hasta 4 en función de la calidad y hasta 6 en función de la originalidad. En los mastereados largos (más de quince turnos) doy hasta 7 en función de la calidad y 8 en función de la originalidad, siendo el tope de puntos a recibir 20. Los puntos totales de un mastereado, siempre han de ser inferiores a los de una misión ya que éstas últimas suelen ser más generales; no están personalizadas a tu historia y tus conveniencias personales.)
Obsequios:
* Yelmo Mimético
- Yelmo mimético:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Armadura pesada
Calidad épica
Encantamiento: permite cambiar el color de todas las piezas de tu armadura ofreciéndote la oportunidad de infiltrarte en cualquier guarnición.Esta habilidad la puedes usar tres veces. Tienes la opción de ganar más cargas en otros eventos.
Maldición: Busca y captura.
Serás perseguido por los miembros de la Guardia. Prepara tus armas. En los próximos días se dará la orden de darte captura. Similar a lo que ocurrió con Fredericksen, si es que deseas tener una referencia. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Referencias:
Tina y Tino: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Kano: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Inga Scharf: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Gardian: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Wanda: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Hasta última parte del post me gusta reservarla para hacer una pequeña crítica sobre el tema, hago un resumen de las escenas que más me han gustado y aquellas que me han parecido tediosas. Lo primero que sorprende es que el mastereado sea tan corto. Después del tema archiconocido “La Gran Caza”, pensé en hacer temas más livianos. Así podría hacer más temas y más usuarios del foro tendrán su mastereado especial. Mi miedo es que el mastereado quede corto, sin suficiente emoción comparándolo con otros. ¿Es así? Mientras escribía no he tenido esa impresión. He disfrutado mucho viendo cómo Eltrant se desenvolvía en medio de tantos engaños. Un punto que me ha hecho especial gracia es ver cómo se quitaba el yelmo y se lo volvía a poner. Las descripciones que das con sus gestos antes del combate me parecen más relevantes que las que das en medio del combate; sin menos preciar a las segundas. Haces magia. Con un movimiento de manos, haces que Eltrant diga mucho más que con palabras. Eso me ha gustado mucho y lo he visto mucho en el tema.
El tema podría haberse alargado un par de turnos más. Dependía mucho de las decisiones que tomabas. Hasta la más simple, si acercarte o no al cordero, era vital para la evolución de los turnos. No sé hasta qué punto podría ser interesante haber seguido alargando el tema. Yo lo he visto perfecto terminar aquí. Eltrant buscado por la ley, la revelación de Los Buscones y Bracknell infiltrado como miembro de la Guardia.
Un punto que sí me arrepiento es no haber encontrado imágenes para adornar el tema. Una lástima.
He de decir que Las flores de Nirana, aportación de Eretria en el herbolario, son de mis plantas favoritas y de las que más juego dar para el rol. La bebida “suma” es el punto esencial por el que gira todo el tema. Parte de los créditos de este mastereado creo son de ella.
Te toca a ti: quisiera saber tu opinión acerca de la misión. Qué es lo que más te ha gustado y qué cambiarías.
Sigel
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2297
Nivel de PJ : : 0
Temas similares
» Viento de sal [Eltrant Tale]
» Sombras de oro [Quest][Eltrant Tale]
» Manos de Mantequilla [Trabajo][Eltrant Tale - Z9-42]
» [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
» Entre la niebla [Libre][Interpretativo][Eltrant Tale][Cerrado]
» Sombras de oro [Quest][Eltrant Tale]
» Manos de Mantequilla [Trabajo][Eltrant Tale - Z9-42]
» [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
» Entre la niebla [Libre][Interpretativo][Eltrant Tale][Cerrado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 04:27 por Zagreus
» Una sombra sobre Lunargenta: 2ª parte. [Privado]
Hoy a las 04:03 por Níniel Thenidiel
» Ecos De Guerra [Evento Sacrestic] [Noche]
Ayer a las 21:35 por Cohen
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 20:55 por Aylizz Wendell
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Ayer a las 20:16 por Seraphine Valaryon
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 16:30 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Miér Nov 20 2024, 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Miér Nov 20 2024, 16:18 por Mina Harker
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr