El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
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El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Ulrich se hallaba reposando en la desahuciada pared de arcilla en un callejón de mala muerte, en uno de los territorios nocturnos más peligrosos de Lunargenta, donde por las noches ocurrían todo tipo de fechorías: contrabando, secuestro, prostitución, asesinatos, hurtos y asaltos. Sin embargo, a pesar del aspecto adinerado y elegante de Ulrich, a este no le importaba en absoluto. El olor a basura y alcohol barato inundaba las calles de una pestilencia indescriptible, solo soportable por quien comía de lo primero, o disfrutaba de lo segundo, sin embargo, Ulrich no hacía ninguna de las dos cosas, y aún así ni se inmutaba por el hedor. Tan solo yacía pensativo, taciturno. Quien lo viera desde lejos, con aquél largo gabán negro, el laúd de madera, los pelos canos y la mirada de severidad, pensaría que estaría a punto de partirle el laúd a alguien en la cara, -¡y no sería la primera vez!-, pero por ahora, solo se dignaba a esperar, pacientemente. Debía reunirse con otras cuatro personas: su asociado y antiguo conocido, el señor Arthur Dürstein, dueño de una humilde posada hacia el este de la ciudad, donde servían la peor hidromiel que Ulrich podría haber probado en su vida; pero de alguna manera debían sustentarse, porque mantenían aquella pocilga, y pagaban jugosas sumas de dinero por sus contratos. Era un hombre curioso aquél señor Arthur: alto, cerca de un metro ochenta; corpulento, casi calvo, a excepción de un par de pelos que se asomaban en la coronilla; y llevaba aquél bigote pelirrojo que le otorgaba un aspecto bondadoso y casi humorístico. Ulrich miraba un charco de agua cristalino, que resplandecía a la luz de la luna llena de aquella noche. Podía ver su reflejo en aquellas aguas serenas: el rostro arrugado, los ojos azules, el pelo entrecano, y mientras pensaba en lo rápido que ha pasado la vida y en la forma prematura en que ha envejecido, recordó cuando conversó con el señor Arthur sobre el trabajo que hoy lo reunía en aquél callejón:
-¡Pero si es mi buen amigo, Ulrich Richter! - Exclamó Arthur con una amplia sonrisa, y un gesto teatral de bienvenida.
-¡Compañero del alma, y no sangre! - Ulrich siguió la treatalidad, abrazándolo - ¡Pero qué gusto me da verte de nuevo!
-Venga, compañero, toma asiento. El tiempo apremia, ¡hoy es el cumpleaños de mi hija! - Dijo el hombre bonachón mientras reía
-Bueno, caballero, no pretendo ser yo quien robe su tiempo, así que tratemos de ir lo más directos al punto posible. - Ulrich esbozó una agradable sonrisa.
La mirada de ambos cambió, dio un giro de 180 grados, sin previo aviso y sin un interludio, los ojos de Ulrich pasaron de un lago cristalino a un mar feroz, mientras que Arthur lo miraba con los ojos de un halcón.
-Escúcheme bien, caballero. Existe una persona, un impedimento, un desgraciado que estaría mejor si una estampida de centauros lo pisotearan y lo hicieran escupir sus riñones. He escuchado que últimamente está transitando caminos turbulentos, como el salón de fiestas de "La Dama de Plata" ¿conoces esa posada? ¡Es tremenda, pero no mejor que esta! En fin. El punto es que he escuchado que por allí moran peligros al acecho, y que en cuanto se descuide, ¡zaz! habrá desaparecido para siempre; habrá sufrido un accidente. Ni una palabra más sobre él, su nombre no volvería a sonar en todas las calles de Lunargenta, como si nunca hubiera nacido. Me gustaría que, si por alguna casualidad visitaras esa posada, y por simple fortuna o infortunio vieras aquél incidente, me lo hicieras informar, y me encargaría de recompensarte generosamente por las molestias.
-Caballero, ¡por supuesto que sí! Si para comenzar, como trovador es un deber ser asistir a todas las fiestas en la ciudad, y además, debido a mi noble corazón, no podría dejar sin informar un accidente de semejante atrocidad. Pero -la voz de Ulrich adoptó un tono sarcástico- a propósito, ¿de casualidad por la posada no circularían más personas, para asegurarse de que, en efecto, lo ocurrido haya sido un accidente, y no una terrible fechoría? He escuchado que el crimen en esta ciudad está en su pleno apogeo.
-Tan perspicaz como siempre, poeta maldito. Por supuesto que sí, otras tres personas estarán observando, tan solo por las molestias. Entonces, ¿qué dices? ¿Te interesa la recompensa? - Arthur extendió su mano, en ademán para cerrar el trato.
-Por supuesto que sí, buen señor. - Ambos estrecharon sus manos, y con una sonrisa, sellaron los hechos que estarían por ocurrir aquella noche.
Ahora, Ulrich esperaba pacientemente la llegada de sus tres misteriosos compañeros y el señor Arthur, pacientemente...
-¡Pero si es mi buen amigo, Ulrich Richter! - Exclamó Arthur con una amplia sonrisa, y un gesto teatral de bienvenida.
-¡Compañero del alma, y no sangre! - Ulrich siguió la treatalidad, abrazándolo - ¡Pero qué gusto me da verte de nuevo!
-Venga, compañero, toma asiento. El tiempo apremia, ¡hoy es el cumpleaños de mi hija! - Dijo el hombre bonachón mientras reía
-Bueno, caballero, no pretendo ser yo quien robe su tiempo, así que tratemos de ir lo más directos al punto posible. - Ulrich esbozó una agradable sonrisa.
La mirada de ambos cambió, dio un giro de 180 grados, sin previo aviso y sin un interludio, los ojos de Ulrich pasaron de un lago cristalino a un mar feroz, mientras que Arthur lo miraba con los ojos de un halcón.
-Escúcheme bien, caballero. Existe una persona, un impedimento, un desgraciado que estaría mejor si una estampida de centauros lo pisotearan y lo hicieran escupir sus riñones. He escuchado que últimamente está transitando caminos turbulentos, como el salón de fiestas de "La Dama de Plata" ¿conoces esa posada? ¡Es tremenda, pero no mejor que esta! En fin. El punto es que he escuchado que por allí moran peligros al acecho, y que en cuanto se descuide, ¡zaz! habrá desaparecido para siempre; habrá sufrido un accidente. Ni una palabra más sobre él, su nombre no volvería a sonar en todas las calles de Lunargenta, como si nunca hubiera nacido. Me gustaría que, si por alguna casualidad visitaras esa posada, y por simple fortuna o infortunio vieras aquél incidente, me lo hicieras informar, y me encargaría de recompensarte generosamente por las molestias.
-Caballero, ¡por supuesto que sí! Si para comenzar, como trovador es un deber ser asistir a todas las fiestas en la ciudad, y además, debido a mi noble corazón, no podría dejar sin informar un accidente de semejante atrocidad. Pero -la voz de Ulrich adoptó un tono sarcástico- a propósito, ¿de casualidad por la posada no circularían más personas, para asegurarse de que, en efecto, lo ocurrido haya sido un accidente, y no una terrible fechoría? He escuchado que el crimen en esta ciudad está en su pleno apogeo.
-Tan perspicaz como siempre, poeta maldito. Por supuesto que sí, otras tres personas estarán observando, tan solo por las molestias. Entonces, ¿qué dices? ¿Te interesa la recompensa? - Arthur extendió su mano, en ademán para cerrar el trato.
-Por supuesto que sí, buen señor. - Ambos estrecharon sus manos, y con una sonrisa, sellaron los hechos que estarían por ocurrir aquella noche.
Ahora, Ulrich esperaba pacientemente la llegada de sus tres misteriosos compañeros y el señor Arthur, pacientemente...
Tatsuya Suō
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
----------En la mañana----------
Había pasado ya un tiempo desde el último momento en que me había sentido emocionado: Yendo por ese hilo de pensamiento, recordé mi última aventura. ¿Seguirán en Ulmer mis colegas de la compañía del Ave de mil y un alas? No me molestaría reencontrarnos y beber un poco. Sin hongos, ni bestias demoníacas, claro está. Sólo música y camaradería...
...Pero eso no sería divertido. Entendí en el poco tiempo que llevo viajando que no hay evento tan energizante como ver a la muerte a la cara y hacerle una mueca. Ahora, me encontraba sentado en un banco de las calles menos bonitas de Lunargenta, en busca de más experiencias.
Mis habilidades sociales me habían guiado a varios centros de reunión tan olorosos como pintorescos. Pero, eh, ¡baile nunca faltó! Así fuese la danza del borracho que busca mantenerse en pie -que era la más habitual-. Un chiste, una carcajada, una bebida que me invitaban. Mis nuevos amigos venían de todas las formas y tamaños: había aquellos que tenían más cicatrices que dientes, y había bajitos, enormes, gordos y calvos y velludos y raquíticos. También había mujeres cuya sonrisa se hacía más amplia y sus ropas más cortas mientras más grande el saco de monedas de su acompañante. Oh, también habían hombres que te amenazaban con cuchillos buscando dinero, pero tontos todos, estoy tan limpio como mi consciencia. Aunque eso no los detuvo de intentar apuñalarme, sin éxito, obviamente. Lo único que lograron aquellos encuentros esporádicos fue regar una especie de rumor sobre mí.
''¿Te has encontrado con el vagabundo del sombrero?'' Preguntan. ''Dicen que los cuchillos lo atraviesan'' Comentan. ¿Ahora evitar que te toque una hoja era un hecho sobrenatural? Bastante patético, si me preguntaran. Pero patético o no, esas habladurías llevaron mi existencia a saberes de ciertas personas.
- ¿Eres ese vagabundo del sombrero? - Me preguntó en algún momento alguna especie de matón de alto nivel.
- ¿Es que hay varios?- Pregunté con falsa sorpresa, tapándome ligeramente la boca con la mano.
- ¿Qué te crees gracioso, payaso? - Me amenazó el hombre, tomándome del cuello de la camisa. Era algo fornido, pero nada comparado con Toro.
- Sobremanera. -Respondí con una jovial sonrisa, sin vacilar ante su amenaza- ¿Puedo saber qué asuntos del destino han hecho que nos encontrásemos en este... -Di un vistazo alrededor- Bellísimo callejón de deprimente decadencia?
El hombre suspiró y aflojó su agarre, para terminar alejando la mano.
- He escucháo' cosas buenas de ti.
Me recosté de la pared. Una sensación fría y viscosa en la espalda me hizo arrepentirme, pero hice lo posible por no alterar mi temple. Tomé el bastón con ambas manos y lo apoyé a un lado.
- Tienes mi atención.
Era obvio que hacía lo posible para no propinarme un puñetazo. Debo decir que hacía un muy buen trabajo.
- Primero y comprobáo, no lo piensas dos veces antes de cachondearte de quien no deberías. Y segundo...
El puño del sujeto empezó a moverse hacia mi cara, a lo que ya estaba preparado. Con un movimiento casi automático, me impulsé a un lado usando el bastón como punto pivote, saliendo de la trayectoria del golpe, y desplazándome a un costado. Ya no tenía la pared a mi espalda, por lo que tenía mayor libertad de movimiento. Me preparé para el segundo golpe, pero nunca vino.
- ... dicen que eres bueno esquivando golpes.
- Tan bueno esquivando como haciendo de payaso. -Respondí con una sonrisa burlona.
Mi cuerpo empezó a tranquilizarse un poco. ¿Una prueba? Esto es nuevo. Y raro.
- Tengo un trabajo para ti.
...Esto también es nuevo. Y aún más raro.
----------Más tarde esa noche----------
Creía haber conocido malos olores en mi estancia en este lugar, pero esta zona llega a un nivel superior. ¿No podíamos reunirnos en algún bar? Esos tienen un mínimo de higiene. Por muy mínimo que sea.
¿Qué trabajo era? Algo de encontrar a alguien. No es que necesitase la recompensa, pero no la negaré. Así los delincuentes tendrían algo que robarme. Sea como fuere, ¡más gente con la que trabajar! La última reunión que tuve terminó requiriendo de mis dones de elfo. Más de lo que me gustaría.
Mis pasos hacían un eco suave en los estrechos pasadizos. Para entretenerme en el camino, contaba las ratas que veía y evitaba los charcos que encontraba de vez en cuando. El tiempo se hacía insufrible. ¿Me habré perdido? No, estoy seguro de que era por aquí. Sí, sólo debo...
Al cruzar aquella esquina, vi a alguien descansando en una de las paredes. No pude evitar reír de la emoción, ¿eso era un laúd?
¡Donde hay música hay baile!
- Disculpe, caballero. -Dije al hombre. Su apariencia destacaba por su pulcritud de entre todos los que frecuentan la zona. Aquél matón no me dio muchos detalles, sólo el sitio y que habría otras personas. Y supongo que también el porqué estaríamos aquí, pero a esa parte creo que no le presté la debida atención- Tengo dos preguntas. La más importante, ¿es bueno tocando eso? -Pregunté señalando al laúd.
- Y la segunda, ¿es aquí donde nos reuniríamos? -Si no era este el sitio, ese hombre no tendría nada que ver con aquello, por lo que no tendría ni idea de lo que estoy hablando. No veo problemas en preguntarlo abiertamente- Oh, y mis disculpas, a veces olvido mis modales. Soy Mefisto. -Me presenté, haciendo una reverencia algo exagerada. Al erguirme, di unas vueltas al bastón, jactándome un poco de mi magnificencia- Es un gusto.
Mefisto
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Hace unos días...
Por fin, de vuelta a las ajetreadas y a veces molestas calles de Lunargenta. Bueno como dicen, no hay hogar como el lugar, eso creo.-Exclamé mientras respiraba hondo y movía mis manos camino a mi pequeño refugio. No tardé en abrir la puerta y escuchar como rechinaba esta. Debería arreglar eso.-pensé. Me senté en mi silla de siempre, tan incómoda como ayer, abrí un poco la ventana que da hacia una calle (donde suele verme la gente que requiere mis servicios). Aunque era muy temprano para eso, necesitaba la claridad del sol. En el suelo, cerca de la ventana, había una hoja, más bien una carta. Sucia por el polvo, tenía cierto tiempo ahí. Debió entrar por la ventana, pero ¿Por qué no la había visto antes?
Un poco abrumado por la sorpresa, fui rápido a recogerla y echarle un vistazo...
De mucho no conocía a este tipo, pero me sonaba, alguien con muchos problemas en el bajo mundo de Lunargenta. Volví a echarle un vistazo a la carta y atrás decía la fecha de mañana, y una dirección de un barrio apestoso no muy lejos de aquí. Bueno, si ha oído hablar mucho de mí, no le sorprenderá esto.-Me dije tranquilizándome, no es de esperarse que apenas vuelva ya esté a punto de hacer otra cosa.
Presente
Ahí me encontraba caminando al sitio de encuentro, sin razones más que ver si me convencía con el trato. Recordé que, entonces si yo no era el encargado de matar al sujeto ese, ¿Quién era? ¿El mismo Arthur? ¿O me encontraré con más personas?
A mis alrededores no había nada fuera de lo común, peleas de bares que se habían salido de control, algunas personas nocturnas vagando, y un horrible olor. Como siempre a nadie parecía importarle. Pero ahí, había un hombre, al que menos le importaba, uno con ropas demasiado formales, un laúd, y recto, daba la sensación de alguien de clase. No sabía como era el tal Arthur, pero podía ser él, si no él me encontraría, así que me quedé observándolo.
No tardó en asomarse otra persona, pero a esa la conocía. ¿Es Mefisto? Un elfo con un bastón, claro que es Mefisto.-Me respondí inmediatamente después. Él se acercó y parecían estar hablando. ¿En qué te has metido Mefisto?-Caminé hacia ellos, mientras pensaba qué nos esperaría esta noche. Una vez junto a ellos, saludé a Mefisto, tratando de parodiar una de sus reverencias.
Miré un momento al otro sujeto (ya se me hacía obvio que no era Arthur) ¿Hans? ¿Eres tú?
No, creo que me confundí, pero te pareces mucho. Si mi instinto no me falla, los tres estamos aquí reunidos por obra de alguien que nos ha hablado, que necesita de nuestras habilidades, para ti, que no me conoces, soy Jhin.-Decía mientras estiraba la mano para presentarme.
No hay mucho más que hacer si no esperar a que llegue Arthur. ¿Pero qué sería tan importante para reunir a tres personas?
Por fin, de vuelta a las ajetreadas y a veces molestas calles de Lunargenta. Bueno como dicen, no hay hogar como el lugar, eso creo.-Exclamé mientras respiraba hondo y movía mis manos camino a mi pequeño refugio. No tardé en abrir la puerta y escuchar como rechinaba esta. Debería arreglar eso.-pensé. Me senté en mi silla de siempre, tan incómoda como ayer, abrí un poco la ventana que da hacia una calle (donde suele verme la gente que requiere mis servicios). Aunque era muy temprano para eso, necesitaba la claridad del sol. En el suelo, cerca de la ventana, había una hoja, más bien una carta. Sucia por el polvo, tenía cierto tiempo ahí. Debió entrar por la ventana, pero ¿Por qué no la había visto antes?
Un poco abrumado por la sorpresa, fui rápido a recogerla y echarle un vistazo...
Jhin Larkdier. He oído mucho de ti, mis camaradas mencionan que eres bueno rastreando cosas, pero más importante, encontrándolas y trayéndolas. Pero esta vez, si aceptas trabajar para mí, necesito que te deshagas de algo. Más concretamente de alguien. No quiero entrar en detalles, no hace falta, te todas maneras tú no tendrías que hacer el trabajo sucio, solo encontrarlo sí es necesario. Si estás dispuesto a trabajar, responde este mensaje. -Arthur Dürstein
De mucho no conocía a este tipo, pero me sonaba, alguien con muchos problemas en el bajo mundo de Lunargenta. Volví a echarle un vistazo a la carta y atrás decía la fecha de mañana, y una dirección de un barrio apestoso no muy lejos de aquí. Bueno, si ha oído hablar mucho de mí, no le sorprenderá esto.-Me dije tranquilizándome, no es de esperarse que apenas vuelva ya esté a punto de hacer otra cosa.
Presente
Ahí me encontraba caminando al sitio de encuentro, sin razones más que ver si me convencía con el trato. Recordé que, entonces si yo no era el encargado de matar al sujeto ese, ¿Quién era? ¿El mismo Arthur? ¿O me encontraré con más personas?
A mis alrededores no había nada fuera de lo común, peleas de bares que se habían salido de control, algunas personas nocturnas vagando, y un horrible olor. Como siempre a nadie parecía importarle. Pero ahí, había un hombre, al que menos le importaba, uno con ropas demasiado formales, un laúd, y recto, daba la sensación de alguien de clase. No sabía como era el tal Arthur, pero podía ser él, si no él me encontraría, así que me quedé observándolo.
No tardó en asomarse otra persona, pero a esa la conocía. ¿Es Mefisto? Un elfo con un bastón, claro que es Mefisto.-Me respondí inmediatamente después. Él se acercó y parecían estar hablando. ¿En qué te has metido Mefisto?-Caminé hacia ellos, mientras pensaba qué nos esperaría esta noche. Una vez junto a ellos, saludé a Mefisto, tratando de parodiar una de sus reverencias.
Miré un momento al otro sujeto (ya se me hacía obvio que no era Arthur) ¿Hans? ¿Eres tú?
No, creo que me confundí, pero te pareces mucho. Si mi instinto no me falla, los tres estamos aquí reunidos por obra de alguien que nos ha hablado, que necesita de nuestras habilidades, para ti, que no me conoces, soy Jhin.-Decía mientras estiraba la mano para presentarme.
No hay mucho más que hacer si no esperar a que llegue Arthur. ¿Pero qué sería tan importante para reunir a tres personas?
Tobias Pharra
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Anoche
Si tuviera que recordar mi estado de humor de anoche sería poco más que molesta, tal vez furiosa... ¡Ese maldito había hecho trampa y nadie podía decirme que no!, no después de que mi puño conectó con su mandíbula y en el proceso cayeron unos cuantos dientes, acompañados de cartas que hasta hace poco se encontraban escondidas bajo sus mangas... Nadie podía engañar a mis ojos pero el problema no era el engaño sino que ahora yo estaba vetada del cuchitril mas hediondo de toda Lunargenta por culpa de ese idiota el cual comprendí, con rabia hacia mi misma por no notarlo antes, debía de ser amigo del dueño para que se le permitiera seguir allí mientras que yo terminaba de patitas en la calle.
De todas maneras, debo admitir que fue un deleite escucharlo despotricar, apenas inteligible por la falta de piezas en su comedor, mientras era arrastrada fuera. Su furia estaba perfectamente equilibrada con su estupidez porque en ningún momento notó que ya no tenía consigo mismo su bolsa de dinero la cual había cambiado por una manzana que pesara lo mismo... No tenía necesidad de hacerlo pero realmente quería hacerlo, era más fuerte que yo y ademas el bastardo se lo merecía.
Estaba ya planeando irme cuando una de las chicas del bar salió a trompicones y me tendió una carta sin decir nada y mucho antes de que tuviera la oportunidad de dedicarle un "Gracias", ella había desaparecido. Así que me quedé allí por un segundo, pensando en una cantidad irrelevante de cosas hasta que recordé que era mejor largarme, y en el camino, inspeccioné la carta. Supuse que sería de alguna de mis hermanas pues me conocían lo bastante bien para saber que me gustaba y donde encontrarme. No podía estar más equivocada, la nota era clara y concisa, referida a mi por mi nombre y apodo, como una declaración de que sabían quien era yo y no solo por mi apariencia. Alegaba cierto alguien que requerían de mis "servicios" a cambio de una suma amable de dinero... no necesitaban nada más para convencerme. La situación en la que Lunargenta se encontraba no era la más idónea y el dinero se iba demasiado rápido por lo que si había que hacer cosas poco agradables -fuera lo que fuera- no me quejaría al respecto.
Esta noche
Dicen que lo bueno se hace esperar y ciertamente yo no tenía tantas prisas como para intentar llegar puntual. Mi vestimenta era la misma de siempre salvo que mi bella capa roja había sido sustituida por una en negro. La capucha cubría la mitad de mi rostro y solo mis labios decorados en un rojo profundo se llegaban a ver, acompañados por mi larga y blanca trenza que se encontraba atada por una pequeña cuerda del mismo tono que mi boca.
Las calles estaban desiertas, o al menos eso llegaría a ver una persona o muy confiada o muy asustadiza. Cada pequeña sombra era un punto claro donde se podía visualizar una bota, el brillo de un par de ojos, el aroma de los placer insaciables que no esperan... Las almas de los miserables reunidas en un solo lugar y a todas ellas las ignoré en cada paso que daba hacia mi destino, otro de esos recovecos olvidados donde varias figuras un poco más altas que yo esperaban. Nada que no me esperaba pero eso no evitaba que estuviera con la guardia en alto.
-¿Qué tal caballeros?- Dediqué una suave y lasciva sonrisa mientras contoneaba mi camino hasta ellos. -¿Buscan compañía?- La lascivia se convirtió en algo más mordaz mientras bajaba mi capucha y los observaba a todos y cada uno a la cara. -Definitivamente no me molestaría pasar un buen rato, y creo que todos lo necesitaremos luego de lo que sea que haya que hacer ¿No lo creen?- Esta vez la sonrisa era más jovial, entretenida, casi excesiva. Me estaba preparando para lo que viniera después y no podía ocultar mi entusiasmo. -Por cierto soy Oromë, un placer conocerlos- Una suave reverencia y luego no le quité mis ojos de encima al del bastón. -¿Crees poder moverte con semejante vestido?- ¿Dije ya que no soy muy buena manteniendo la boca cerrada cuando debería? En mi defensa, él era demasiado llamativo como para que ninguno lo pasara por alto salvo que yo tal vez era la única con las agallas para preguntar y faltarle el respeto en una sola oración mientras que lucía una mirada de completa inocencia.
Si tuviera que recordar mi estado de humor de anoche sería poco más que molesta, tal vez furiosa... ¡Ese maldito había hecho trampa y nadie podía decirme que no!, no después de que mi puño conectó con su mandíbula y en el proceso cayeron unos cuantos dientes, acompañados de cartas que hasta hace poco se encontraban escondidas bajo sus mangas... Nadie podía engañar a mis ojos pero el problema no era el engaño sino que ahora yo estaba vetada del cuchitril mas hediondo de toda Lunargenta por culpa de ese idiota el cual comprendí, con rabia hacia mi misma por no notarlo antes, debía de ser amigo del dueño para que se le permitiera seguir allí mientras que yo terminaba de patitas en la calle.
De todas maneras, debo admitir que fue un deleite escucharlo despotricar, apenas inteligible por la falta de piezas en su comedor, mientras era arrastrada fuera. Su furia estaba perfectamente equilibrada con su estupidez porque en ningún momento notó que ya no tenía consigo mismo su bolsa de dinero la cual había cambiado por una manzana que pesara lo mismo... No tenía necesidad de hacerlo pero realmente quería hacerlo, era más fuerte que yo y ademas el bastardo se lo merecía.
Estaba ya planeando irme cuando una de las chicas del bar salió a trompicones y me tendió una carta sin decir nada y mucho antes de que tuviera la oportunidad de dedicarle un "Gracias", ella había desaparecido. Así que me quedé allí por un segundo, pensando en una cantidad irrelevante de cosas hasta que recordé que era mejor largarme, y en el camino, inspeccioné la carta. Supuse que sería de alguna de mis hermanas pues me conocían lo bastante bien para saber que me gustaba y donde encontrarme. No podía estar más equivocada, la nota era clara y concisa, referida a mi por mi nombre y apodo, como una declaración de que sabían quien era yo y no solo por mi apariencia. Alegaba cierto alguien que requerían de mis "servicios" a cambio de una suma amable de dinero... no necesitaban nada más para convencerme. La situación en la que Lunargenta se encontraba no era la más idónea y el dinero se iba demasiado rápido por lo que si había que hacer cosas poco agradables -fuera lo que fuera- no me quejaría al respecto.
Esta noche
Dicen que lo bueno se hace esperar y ciertamente yo no tenía tantas prisas como para intentar llegar puntual. Mi vestimenta era la misma de siempre salvo que mi bella capa roja había sido sustituida por una en negro. La capucha cubría la mitad de mi rostro y solo mis labios decorados en un rojo profundo se llegaban a ver, acompañados por mi larga y blanca trenza que se encontraba atada por una pequeña cuerda del mismo tono que mi boca.
Las calles estaban desiertas, o al menos eso llegaría a ver una persona o muy confiada o muy asustadiza. Cada pequeña sombra era un punto claro donde se podía visualizar una bota, el brillo de un par de ojos, el aroma de los placer insaciables que no esperan... Las almas de los miserables reunidas en un solo lugar y a todas ellas las ignoré en cada paso que daba hacia mi destino, otro de esos recovecos olvidados donde varias figuras un poco más altas que yo esperaban. Nada que no me esperaba pero eso no evitaba que estuviera con la guardia en alto.
-¿Qué tal caballeros?- Dediqué una suave y lasciva sonrisa mientras contoneaba mi camino hasta ellos. -¿Buscan compañía?- La lascivia se convirtió en algo más mordaz mientras bajaba mi capucha y los observaba a todos y cada uno a la cara. -Definitivamente no me molestaría pasar un buen rato, y creo que todos lo necesitaremos luego de lo que sea que haya que hacer ¿No lo creen?- Esta vez la sonrisa era más jovial, entretenida, casi excesiva. Me estaba preparando para lo que viniera después y no podía ocultar mi entusiasmo. -Por cierto soy Oromë, un placer conocerlos- Una suave reverencia y luego no le quité mis ojos de encima al del bastón. -¿Crees poder moverte con semejante vestido?- ¿Dije ya que no soy muy buena manteniendo la boca cerrada cuando debería? En mi defensa, él era demasiado llamativo como para que ninguno lo pasara por alto salvo que yo tal vez era la única con las agallas para preguntar y faltarle el respeto en una sola oración mientras que lucía una mirada de completa inocencia.
Oromë Vánadóttir
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
La espera no se prolongó por demasiado tiempo, llegué a pensar en tocar el laúd para entretenerme un rato, pero antes de que pudiera sentarme y reposar el instrumento en mi regazo, apareció una pintoresca silueta en el callejón, que soltó una chillona carcajada, casi infantil. Lo observé de reojo: sus movimientos eran llamativos, caminaba semejante a un payaso, como si buscara llamar la atención a cada movimiento que realizaba, pero a su vez cada paso era extremadamente silencioso, como los de una araña acechando a su presa. Antes de que pudiera iniciar la conversación, formalidad que generalmente caía en mi responsabilidad, su voz hizo eco en el callejón. El hombre procedió a realizarme dos preguntas, primero, si soy bueno tocando el laúd -¡Pero cómo te atreves a preguntarme eso, soy el mejor bardo que ha visto la península de Verisar-, fue lo primero que me vino a los pensamientos. Segundo, si "es allí donde nos reuniríamos" -¡Este tipo no conoce lo que significa la palabra sutileza y discreción! Olvidaré mi pensamiento previo; este hombre no se asemeja a una araña, sino que es tan sutil como una sirena surcando los cielos de las Islas Illidenses -, reflexioné. Esa última pregunta podía significar muchas cosas, así con gran tranquilidad y un acogedor tono de voz, decidí responder a sus incertidumbres.
-Primero que todo, caballero, buenas noches. Me presento: soy Ulrich Richter -procedí a realizar una elegante reverencia- trovador y fiel servidor musical de los ciudadanos de Lunargenta. Para comenzar, sí, en efecto, soy lo suficientemente bueno con esta hermosura, aunque considero que hay mejores trovadores que yo. -Procedí a tomar mi laúd, y tocar una corta melodía, para impresionarlo- y para terminar, aún si no entiendo del todo de lo que me hablas, si te refieres a una velada a la luz de la luna en "La dama de Plata", sí, estás en el lugar correcto.
En cuanto terminé de hablar, del extremo contrario del callejón apareció una silueta, esta vez totalmente cubierta por una vestimenta completamente negra, que le cubría la boca, y solo dejaba ver a entremedias su tez blanca y su pelo marrón oscuro. La silueta se acercó, y saludó al caballero que se encontraba conmigo; parecían conocerse desde antes, y como muestra de su amistad, el hombre realizó una cómica reverencia, así que en efecto, eran conocidos. Procedió a realizarme una extraña pregunta, parecía haberme confundido con un tal "Hans". Posteriormente, hizo ademán de presentarse, estirando su mano, a lo cual respondí con un enérgico estrechón y una amplia sonrisa. Finalmente, antes de que pudiera hacerle una pregunta, apareció una tercera silueta, esta vez de una estatura considerablemente menor que la nuestra, y apenas distinguible de la oscuridad por sus labios de un rojo escarlata, y una trenza de pelo blanco como la nieve, que rutilaba en aquella lóbrega noche."¿Qué tal, caballeros?" fue el sonido melifluo que salió a través de sus labios. Procedió a presentarse: Oromë, un interesante nombre, definitivamente no era algo propio de la comunidad humana, lo cual cautivó especialmente mi atención. Tras una reverencia, se burló de la vestimenta del joven payaso, que se encontraba a mi lado. Su sentido del humor me hizo bastante gracia, así que no pude evitar contestar.
-¡Oromë! - Dije tras soltar una agradable carcajada - Un nombre interesante, mi dama. Me presento, mi nombre es Ulrich Richter, a su servicio. Soy un simple trovador, que por afanes del destino, se encuentra aquí congregado. - Hice ademán de tocar un acorde con mi laúd, para añadir dramatismo a la escena - Espero que hasta el final de esta noche, nuestra amistad se mantenga de maravilla, y esto va para todos vosotros.
Finalmente, atraído por la música, como una mosca atraída hacia la lumbre de una lámpara, apareció en el callejón una figura corpulenta y bonachona, que para mí era fácil de reconocer. Se acerco de forma precaria, probablemente para evitar ponernos nerviosos.
-Así que, vinieron... para mí es un placer saber que no son cobardes ni impuntuales.
-Tened cuidado, podría no ser Arthur. -susurré a mis compañeros- tenemos una forma de hablar en código, manteneos en silencio...
-¿Quién de ustedes es el señor mermelada? -Inquirió aquella silueta, inmóvil.
-No lo sé, ¿llevas contigo unas costillas de cerdo? Estoy muriendo de hambre - Dije, sereno y fluido, como lo había hecho tantas otras veces.
-Claro que sí, las tengo en la tienda. - Respondió la silueta, inmóvil en el medio del callejón.
-Señor Arthur... puede hablar usted.
-Ulrich, reconocería tu voz en cualquier parte. Espero que te hayas familiarizado con estos tres, porque serán tus compañeros en el transcurso de esta misión: el señor Mefisto, el rastreador Jhin y la dama Oromë. He de suponer que ya se ahorraron estas trivialidades antes de mi llegada, así que vayamos directos al grano, el plan. Seré claro: un hijo de perra nos la jugó, y ahora cree que puede escaparse, así que es su deber secuestrarlo, interrogarlo para saber donde guarda el dinero, y entregárnoslo, para que nos encarguemos de él. Ha buscado protección entre otras pandillas poderosas a lo largo de Lunargenta, pero no es completamente intangible. De hecho, hemos conseguido rastrearlo para esta noche "La dama de plata", una conocida posada, no muy lejos de aquí. Sabemos que se celebrará allí una gran fiesta, y que él va a estar allí, pero existe un pequeño impedimento... -hizo una breve pausa, tomó una amplia bocanada de aire. Por algún motivo, parecía cansado- no conocemos su identidad. No sabemos su nombre, su raza, si es hombre o mujer, ¡por dios, ni siquiera sabemos cuáles son sus rasgos físicos! Es por esto que con ustedes, hemos traído al joven Jhin. Estamos conscientes de que tiene la habilidad de rastrear lo que sea, y da la casualidad que tenemos en nuestra posesión una bufanda que antiguamente le pertenecía, y huele mucho a perfume. Me gustaría saber si con esto, podría identificarlo dentro de la fiesta, y de ser así, deshacerse de él. -hizo otra pausa, esta vez más prolongada, tomó una bocanada de aire- ojo, ¡sin hacer un escándalo! Traten de evitar en la mayor medida el uso de fuerza letal, a menos que sea necesario, y no dejen testigos. ¿Me entienden? Quiero que sea un trabajo limpio. En fin, quiero saber sus opiniones, y en consecuencia profundizaremos en el plan.
Yo me mantuve en silencio, consideraba una formalidad permitir a mis compañeros hablar antes que yo, así que por una considerable fracción de tiempo, mi voz brilló por su ausencia...
-Primero que todo, caballero, buenas noches. Me presento: soy Ulrich Richter -procedí a realizar una elegante reverencia- trovador y fiel servidor musical de los ciudadanos de Lunargenta. Para comenzar, sí, en efecto, soy lo suficientemente bueno con esta hermosura, aunque considero que hay mejores trovadores que yo. -Procedí a tomar mi laúd, y tocar una corta melodía, para impresionarlo- y para terminar, aún si no entiendo del todo de lo que me hablas, si te refieres a una velada a la luz de la luna en "La dama de Plata", sí, estás en el lugar correcto.
En cuanto terminé de hablar, del extremo contrario del callejón apareció una silueta, esta vez totalmente cubierta por una vestimenta completamente negra, que le cubría la boca, y solo dejaba ver a entremedias su tez blanca y su pelo marrón oscuro. La silueta se acercó, y saludó al caballero que se encontraba conmigo; parecían conocerse desde antes, y como muestra de su amistad, el hombre realizó una cómica reverencia, así que en efecto, eran conocidos. Procedió a realizarme una extraña pregunta, parecía haberme confundido con un tal "Hans". Posteriormente, hizo ademán de presentarse, estirando su mano, a lo cual respondí con un enérgico estrechón y una amplia sonrisa. Finalmente, antes de que pudiera hacerle una pregunta, apareció una tercera silueta, esta vez de una estatura considerablemente menor que la nuestra, y apenas distinguible de la oscuridad por sus labios de un rojo escarlata, y una trenza de pelo blanco como la nieve, que rutilaba en aquella lóbrega noche."¿Qué tal, caballeros?" fue el sonido melifluo que salió a través de sus labios. Procedió a presentarse: Oromë, un interesante nombre, definitivamente no era algo propio de la comunidad humana, lo cual cautivó especialmente mi atención. Tras una reverencia, se burló de la vestimenta del joven payaso, que se encontraba a mi lado. Su sentido del humor me hizo bastante gracia, así que no pude evitar contestar.
-¡Oromë! - Dije tras soltar una agradable carcajada - Un nombre interesante, mi dama. Me presento, mi nombre es Ulrich Richter, a su servicio. Soy un simple trovador, que por afanes del destino, se encuentra aquí congregado. - Hice ademán de tocar un acorde con mi laúd, para añadir dramatismo a la escena - Espero que hasta el final de esta noche, nuestra amistad se mantenga de maravilla, y esto va para todos vosotros.
Finalmente, atraído por la música, como una mosca atraída hacia la lumbre de una lámpara, apareció en el callejón una figura corpulenta y bonachona, que para mí era fácil de reconocer. Se acerco de forma precaria, probablemente para evitar ponernos nerviosos.
-Así que, vinieron... para mí es un placer saber que no son cobardes ni impuntuales.
-Tened cuidado, podría no ser Arthur. -susurré a mis compañeros- tenemos una forma de hablar en código, manteneos en silencio...
-¿Quién de ustedes es el señor mermelada? -Inquirió aquella silueta, inmóvil.
-No lo sé, ¿llevas contigo unas costillas de cerdo? Estoy muriendo de hambre - Dije, sereno y fluido, como lo había hecho tantas otras veces.
-Claro que sí, las tengo en la tienda. - Respondió la silueta, inmóvil en el medio del callejón.
-Señor Arthur... puede hablar usted.
-Ulrich, reconocería tu voz en cualquier parte. Espero que te hayas familiarizado con estos tres, porque serán tus compañeros en el transcurso de esta misión: el señor Mefisto, el rastreador Jhin y la dama Oromë. He de suponer que ya se ahorraron estas trivialidades antes de mi llegada, así que vayamos directos al grano, el plan. Seré claro: un hijo de perra nos la jugó, y ahora cree que puede escaparse, así que es su deber secuestrarlo, interrogarlo para saber donde guarda el dinero, y entregárnoslo, para que nos encarguemos de él. Ha buscado protección entre otras pandillas poderosas a lo largo de Lunargenta, pero no es completamente intangible. De hecho, hemos conseguido rastrearlo para esta noche "La dama de plata", una conocida posada, no muy lejos de aquí. Sabemos que se celebrará allí una gran fiesta, y que él va a estar allí, pero existe un pequeño impedimento... -hizo una breve pausa, tomó una amplia bocanada de aire. Por algún motivo, parecía cansado- no conocemos su identidad. No sabemos su nombre, su raza, si es hombre o mujer, ¡por dios, ni siquiera sabemos cuáles son sus rasgos físicos! Es por esto que con ustedes, hemos traído al joven Jhin. Estamos conscientes de que tiene la habilidad de rastrear lo que sea, y da la casualidad que tenemos en nuestra posesión una bufanda que antiguamente le pertenecía, y huele mucho a perfume. Me gustaría saber si con esto, podría identificarlo dentro de la fiesta, y de ser así, deshacerse de él. -hizo otra pausa, esta vez más prolongada, tomó una bocanada de aire- ojo, ¡sin hacer un escándalo! Traten de evitar en la mayor medida el uso de fuerza letal, a menos que sea necesario, y no dejen testigos. ¿Me entienden? Quiero que sea un trabajo limpio. En fin, quiero saber sus opiniones, y en consecuencia profundizaremos en el plan.
Yo me mantuve en silencio, consideraba una formalidad permitir a mis compañeros hablar antes que yo, así que por una considerable fracción de tiempo, mi voz brilló por su ausencia...
Última edición por Ulrich Richter el Vie Jun 22 2018, 18:00, editado 2 veces
Tatsuya Suō
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Noté un ápice de desconcierto al preguntarle si esta era en efecto el área de reunión. ¿Habrá sido un error preguntarlo tan abiertamente?
Procedió a presentarse con una reverencia mientras anunciaba su nombre: Ulrich Richter y su dedicación, ¡trovador! Todo trovador que he conseguido en mi estancia en Lunargenta no había sido más que cháchara. Aclamaba ser lo suficientemente bueno, pero disimulando -de manera muy disimulada- algo de humildad. Yo seguía receloso, hasta que Ulrich tomó el laúd.
¡Esto es! ¡Esto es verdadera música, con alma!
Mi cabeza empezó a mecerse sutilmente, de lado a lado, al son de la alegre melodía, y no hice más que gozar de la efímera demostración. Me apenó que durara tan poco, pero comprendía que no era el momento para ello. Quizás lo oiría como se debe otro día, en otras circunstancias, acompañado de alguna bebida.
Ulrich hizo mención entonces del ''la dama de Plata'': ¡Claro! Recuerdo ese nombre, del matón que me buscó. Entonces sí es el sitio de reunión.
Mi alivio fue interrumpido por una silueta familiar que se acercó a nosotros.
- ¡Jhin! -Le saludé emocinado, dejando el bastón de lado, con ambos brazos al aire- ¿Cómo has estado? ¿Ya no te duele el cuerpo tras la paliza que te dio aquél bicho?
¿...Esa reverencia es una burla...? Bueno, al menos el sentido del humor no lo perdió en el bosque.
El hombre perro de mandíbula rara inquirió conocer de antes a Ulrich. ¿Hans? ¿Entonces se me presentó con un nombre falso? Pero acto seguido afirmó haberse confundido, y ambos se presentaron debidamente. Recogí el bastón, que había caído al suelo, y seguidamente me erguí. Procedí a mirar a mis acompañantes a los ojos, preguntando telepáticamente qué había que hacer ahora, pero al parecer aún no desarrollaba dichas capacidades, porque no contestaron.
Pude avistar en a lo lejos la figura de una cuarta persona, que se aproximaba a nuestra ubicación. Pero al contrario que Jhin, esta era relativamente baja, y venía con un paso considerablemente más agraciado. Una vez la cercanía me permitió verla bien, quedó fuera de dudas que se trataba de una mujer. Destacaban de ella la trenza larga y blanca que brotaba de su capucha, y los labios rojos que dicha capucha dejaba ver.
- Todo bien por acá. -Respondí a su pregunta, que acompañó con una sonrisa algo sugerente. Yo acompañé mi respuesta con una sonrisa amena.
Una vez llegó a donde estábamos los tres parados, retiró su capucha. La escena que vi entonces frente a mí era comparable con el contraste entre la luna y la noche: su rostro blanquecino y el aire oscuro de aquél callejón. Se presentó con una reverencia, y noté que no dejaba de fijarse en mí. Evento al que respondí examinando con la vista mi cuerpo, o más concretamente, la ropa sobre este. ¿Será que me ensucié sin darme cuenta?
...
- Oh, tranquila, ¡si hasta me hice una reputación por estos barrios por lo bien que me muevo! -Le respondí, meciéndome de un lado a otro, en un intento muy malogrado de simular una estancia de combate- Pero gracias por preocuparte por mi comodidad, Luna.
Dijo llamarse Oromë, y es un nombre lindo, pero no podré verla de otra forma más que la luna personificada. Por muy bocazas que sea la cabrona.
Pronto apareció otro hombre, grandote, que se acercaba hacia nosotros. Ulrich nos advirtió de algo. ¿Quién es Arthur? Dijo algo de un código, y empezó a hablar con aquél grandulón, al parecer Arthur, que buscaba a un tal ''Señor mermelada''. No pude evitar carcajear fuertemente al escuchar aquello. ¡Yo también quiero un nombre clave así de molón!
Bueno, una vez aclaradas las identidades de cada uno, Arthur explicó los detalles del plan.
Espera, espera, ¿Hay que secuestrar a alguien?
¿...Protección de pandillas enemigas?
¡...Yei, una fiesta!
Después de escuchar los detalles del embrollo en que me había metido, pensé en las alternativas que tenía. ¿Qué podía salir mal? ¿Valía la pena? ¿Estos actos bajos, de qué manera me afectarían como persona? ¿Acaso...
Una vez sopesado todo, levanté la mano.
- ¿Habrá comida en esa fiesta? -Pregunté con expectativa.
Procedió a presentarse con una reverencia mientras anunciaba su nombre: Ulrich Richter y su dedicación, ¡trovador! Todo trovador que he conseguido en mi estancia en Lunargenta no había sido más que cháchara. Aclamaba ser lo suficientemente bueno, pero disimulando -de manera muy disimulada- algo de humildad. Yo seguía receloso, hasta que Ulrich tomó el laúd.
¡Esto es! ¡Esto es verdadera música, con alma!
Mi cabeza empezó a mecerse sutilmente, de lado a lado, al son de la alegre melodía, y no hice más que gozar de la efímera demostración. Me apenó que durara tan poco, pero comprendía que no era el momento para ello. Quizás lo oiría como se debe otro día, en otras circunstancias, acompañado de alguna bebida.
Ulrich hizo mención entonces del ''la dama de Plata'': ¡Claro! Recuerdo ese nombre, del matón que me buscó. Entonces sí es el sitio de reunión.
Mi alivio fue interrumpido por una silueta familiar que se acercó a nosotros.
- ¡Jhin! -Le saludé emocinado, dejando el bastón de lado, con ambos brazos al aire- ¿Cómo has estado? ¿Ya no te duele el cuerpo tras la paliza que te dio aquél bicho?
¿...Esa reverencia es una burla...? Bueno, al menos el sentido del humor no lo perdió en el bosque.
El hombre perro de mandíbula rara inquirió conocer de antes a Ulrich. ¿Hans? ¿Entonces se me presentó con un nombre falso? Pero acto seguido afirmó haberse confundido, y ambos se presentaron debidamente. Recogí el bastón, que había caído al suelo, y seguidamente me erguí. Procedí a mirar a mis acompañantes a los ojos, preguntando telepáticamente qué había que hacer ahora, pero al parecer aún no desarrollaba dichas capacidades, porque no contestaron.
Pude avistar en a lo lejos la figura de una cuarta persona, que se aproximaba a nuestra ubicación. Pero al contrario que Jhin, esta era relativamente baja, y venía con un paso considerablemente más agraciado. Una vez la cercanía me permitió verla bien, quedó fuera de dudas que se trataba de una mujer. Destacaban de ella la trenza larga y blanca que brotaba de su capucha, y los labios rojos que dicha capucha dejaba ver.
- Todo bien por acá. -Respondí a su pregunta, que acompañó con una sonrisa algo sugerente. Yo acompañé mi respuesta con una sonrisa amena.
Una vez llegó a donde estábamos los tres parados, retiró su capucha. La escena que vi entonces frente a mí era comparable con el contraste entre la luna y la noche: su rostro blanquecino y el aire oscuro de aquél callejón. Se presentó con una reverencia, y noté que no dejaba de fijarse en mí. Evento al que respondí examinando con la vista mi cuerpo, o más concretamente, la ropa sobre este. ¿Será que me ensucié sin darme cuenta?
...
- Oh, tranquila, ¡si hasta me hice una reputación por estos barrios por lo bien que me muevo! -Le respondí, meciéndome de un lado a otro, en un intento muy malogrado de simular una estancia de combate- Pero gracias por preocuparte por mi comodidad, Luna.
Dijo llamarse Oromë, y es un nombre lindo, pero no podré verla de otra forma más que la luna personificada. Por muy bocazas que sea la cabrona.
Pronto apareció otro hombre, grandote, que se acercaba hacia nosotros. Ulrich nos advirtió de algo. ¿Quién es Arthur? Dijo algo de un código, y empezó a hablar con aquél grandulón, al parecer Arthur, que buscaba a un tal ''Señor mermelada''. No pude evitar carcajear fuertemente al escuchar aquello. ¡Yo también quiero un nombre clave así de molón!
Bueno, una vez aclaradas las identidades de cada uno, Arthur explicó los detalles del plan.
Espera, espera, ¿Hay que secuestrar a alguien?
¿...Protección de pandillas enemigas?
¡...Yei, una fiesta!
Después de escuchar los detalles del embrollo en que me había metido, pensé en las alternativas que tenía. ¿Qué podía salir mal? ¿Valía la pena? ¿Estos actos bajos, de qué manera me afectarían como persona? ¿Acaso...
Una vez sopesado todo, levanté la mano.
- ¿Habrá comida en esa fiesta? -Pregunté con expectativa.
Mefisto
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Ulrich Richter... Así se presentó el elegante hombre junto con un cordial saludo. Mefisto se alegraba de verme. Fue una pelea igualada diría yo.-Le respondí un poco ofendido por su comentario. No he sabido más nada del resto, ¿y tú?-Seguía la conversación, mientras se acercaba una cuarta persona, una mujer, apenas percibí su olor, es rápida entonces.
"¿Qué tal, caballeros?" Así dijo sonriendo, ciertamente esperaba más gente, ¿Pero qué requerirá de un elfo, un lobo, un trovador y una mujer? La chica con trenzas blancas, seguía sonriendo mientras le comentaba un par de cosas a Mefisto sobre su vestido. Él terminó apodándola ''Luna'', ciertamente, hay un parecido. Ahí venía Arthur, era obvio, olía un poco a sudor y licor, como todos los criminales de ese estilo en Lunargenta. Se acercó y habló con Ulrich en clave, el señor mermelada, uy qué sofisticado.
Mantuvo una corta conversación con Ulrich, y empezó a explicarnos qué quería de nosotros.
¿Sin nombre, género, raza, sólo una bufanda? Eso es nuevo.-Le repliqué y él entonces prosiguió.
Bueno, a pesar de mi fama por estar calles, los elegí a ustedes. Básicamente cada uno de ustedes es la solución a mis problemas. Jhin, a ti te necesito para que encuentres lo que busco, sí, la información es poca, pero espero que precedas tu historia como rastreador. Así que en eso entra Mefisto, como eludir es su cualidad, es su forma de entrar y salir de La dama de Plata, los hará desaparecer sin que nadie lo note, en eso, también entra Ulrich, creará una distracción, posiblemente con su laúd, y convencerá al objetivo de ir con ustedes sin armar un alboroto. Lo que nos lleva a Oromë, que interrogará y aniquilará de ser necesario al objetivo. Lamento no poder darles más detalles, el pago lo discutiremos después de ver los resultados de su trabajo. Éxito en su cometido, tienen hasta las 5 de la mañana.
Dijo eso mientras me arrojaba la bufanda, y se retiraba con un saludo.
Me sorprendió el cambio de roles, tres hombres, un elfo, uno un lobo y el otro con carisma pero cara de asesino, y la mujer sería la que llevaría el interrogatorio. No me molestaba pero se me hacía cómico. ¡¿Espera eso que está en su espalda es una Claymore?! No conozco mucho de armas, pero eso parece. Bueno al menos ya sé porqué la eligió.
Aún hay información que desconocemos, así que iré a hablar con las ratas.-Antes de que pusieran caras de desconcierto, seguí. No es que sólo sean soplones. Por aquí hay tres hombres-bestia, que son literalmente ratas, su tamaño los hace buenos en lo que hacen; escuchar en las sombras, veré que me pueden decir.-Les dije mientras me iba. Nos vemos en la entrada de La dama de Plata en treinta minutos.-Fue lo último que dije antes de desaparecer en las sombras de su vista.
No tuve que caminar mucho para encontrar el rastro del inmundo olor de estos tres sujetos. Abo, Lados, y Carlos. Hasta parecían hermanos, apuré el paso hacia ellos. Los encontré en una pequeña casa abandonada.
Deberían bañarse más, eh ratitas.-Les dije mofándome de su situación.
Un poco más de respeto Jhin, ratas.-Me dijo Abo, mientras Lados y Carlos me saludaban con ademanes.
Vengo aquí porque necesito una pequeña colaboración de ustedes, Arthur Dürstein. ¿Qué saben de él?
Ehhh, una mafia que contrabandea con armas y armaduras preciosas, vendiéndolas al mejor postor, casi siempre las roban.-Dijo Carlos. También tiene problemas con su mujer.-Le respondió Abo.
Alguien lo tiene jodido, pero ¿por qué? ¿quién?-Les dije mientras me les acercaba.
Bueno, su imperio tiene ciertos secretos sobre dónde esconde todo el botín, posiblemente esa por eso, pero ¿qué sabes tú? Quizás te digamos algo indebido.-Dijo Lados con cuidado.
Sabía que no podían hablar mucho, podrían decirme algo que no necesitaba y enviarme a otro sitio, por suerte, estos tres eran algo de confianza. Arthur, mencionó que esta bufanda tenía perfume. Parece una persona lo suficientemente culta para saber que, los hombres usan colonia, y las mujeres perfume. Eso me dice que entonces sospecha que sea un mujer. También dijo que hoy estará en La Dama de Plata. Por último necesito lo que sepan sobre Ulrich Ritcher, y Oromë.
Bueno, bueno, hemos escuchado de ese problema, V le dicen. No sabemos porqué, seguro hablan en clave.-Me dijo Carlos. Ulrich el bardo, canta muy bonito.-Dijo Lados. Oromë, dicen que es ardiente.-Afirmó Abo mientras hurgaban en la basura.
Antes de que volteasen ya me había ido y estaba de camino a La Dama de Plata.
"¿Qué tal, caballeros?" Así dijo sonriendo, ciertamente esperaba más gente, ¿Pero qué requerirá de un elfo, un lobo, un trovador y una mujer? La chica con trenzas blancas, seguía sonriendo mientras le comentaba un par de cosas a Mefisto sobre su vestido. Él terminó apodándola ''Luna'', ciertamente, hay un parecido. Ahí venía Arthur, era obvio, olía un poco a sudor y licor, como todos los criminales de ese estilo en Lunargenta. Se acercó y habló con Ulrich en clave, el señor mermelada, uy qué sofisticado.
Mantuvo una corta conversación con Ulrich, y empezó a explicarnos qué quería de nosotros.
¿Sin nombre, género, raza, sólo una bufanda? Eso es nuevo.-Le repliqué y él entonces prosiguió.
Bueno, a pesar de mi fama por estar calles, los elegí a ustedes. Básicamente cada uno de ustedes es la solución a mis problemas. Jhin, a ti te necesito para que encuentres lo que busco, sí, la información es poca, pero espero que precedas tu historia como rastreador. Así que en eso entra Mefisto, como eludir es su cualidad, es su forma de entrar y salir de La dama de Plata, los hará desaparecer sin que nadie lo note, en eso, también entra Ulrich, creará una distracción, posiblemente con su laúd, y convencerá al objetivo de ir con ustedes sin armar un alboroto. Lo que nos lleva a Oromë, que interrogará y aniquilará de ser necesario al objetivo. Lamento no poder darles más detalles, el pago lo discutiremos después de ver los resultados de su trabajo. Éxito en su cometido, tienen hasta las 5 de la mañana.
Dijo eso mientras me arrojaba la bufanda, y se retiraba con un saludo.
Me sorprendió el cambio de roles, tres hombres, un elfo, uno un lobo y el otro con carisma pero cara de asesino, y la mujer sería la que llevaría el interrogatorio. No me molestaba pero se me hacía cómico. ¡¿Espera eso que está en su espalda es una Claymore?! No conozco mucho de armas, pero eso parece. Bueno al menos ya sé porqué la eligió.
Aún hay información que desconocemos, así que iré a hablar con las ratas.-Antes de que pusieran caras de desconcierto, seguí. No es que sólo sean soplones. Por aquí hay tres hombres-bestia, que son literalmente ratas, su tamaño los hace buenos en lo que hacen; escuchar en las sombras, veré que me pueden decir.-Les dije mientras me iba. Nos vemos en la entrada de La dama de Plata en treinta minutos.-Fue lo último que dije antes de desaparecer en las sombras de su vista.
No tuve que caminar mucho para encontrar el rastro del inmundo olor de estos tres sujetos. Abo, Lados, y Carlos. Hasta parecían hermanos, apuré el paso hacia ellos. Los encontré en una pequeña casa abandonada.
Deberían bañarse más, eh ratitas.-Les dije mofándome de su situación.
Un poco más de respeto Jhin, ratas.-Me dijo Abo, mientras Lados y Carlos me saludaban con ademanes.
Vengo aquí porque necesito una pequeña colaboración de ustedes, Arthur Dürstein. ¿Qué saben de él?
Ehhh, una mafia que contrabandea con armas y armaduras preciosas, vendiéndolas al mejor postor, casi siempre las roban.-Dijo Carlos. También tiene problemas con su mujer.-Le respondió Abo.
Alguien lo tiene jodido, pero ¿por qué? ¿quién?-Les dije mientras me les acercaba.
Bueno, su imperio tiene ciertos secretos sobre dónde esconde todo el botín, posiblemente esa por eso, pero ¿qué sabes tú? Quizás te digamos algo indebido.-Dijo Lados con cuidado.
Sabía que no podían hablar mucho, podrían decirme algo que no necesitaba y enviarme a otro sitio, por suerte, estos tres eran algo de confianza. Arthur, mencionó que esta bufanda tenía perfume. Parece una persona lo suficientemente culta para saber que, los hombres usan colonia, y las mujeres perfume. Eso me dice que entonces sospecha que sea un mujer. También dijo que hoy estará en La Dama de Plata. Por último necesito lo que sepan sobre Ulrich Ritcher, y Oromë.
Bueno, bueno, hemos escuchado de ese problema, V le dicen. No sabemos porqué, seguro hablan en clave.-Me dijo Carlos. Ulrich el bardo, canta muy bonito.-Dijo Lados. Oromë, dicen que es ardiente.-Afirmó Abo mientras hurgaban en la basura.
Antes de que volteasen ya me había ido y estaba de camino a La Dama de Plata.
Tobias Pharra
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Esta reunión era de lo más extraña y no me refería sobre el lugar, ni la hora, sino más bien por la compañía... Este grupo de malhechores que si nos viera de lejos me reiría hasta morir. Teníamos tanto de asesinos salvajes como mi tía abuela en un banquete, y que los legendarios dragones tengan misericordia de aquel que se interpusiera entre ella y la bandeja de cerdo asado... Tendrían que haberla contratado a ella.
Deje de sonreír mientras observaba a Ulrich tocar su laúd y luego asentía suavemente en respuesta. -Ciertamente esta en lo correcto, provengo de las montañas del norte y podría decirle que mis padres tenían una larga tradición en la cual el hijo mayor llevaría el nombre de un ancestro muy querido de la familia para honrarlo, pero eso sería una vil mentira. No tengo hermanos pero llevo el nombre de uno. Puede reírse de la astucia de mis padres, yo lo hago todo el tiempo- Le resté importancia al asunto con un ademan de mi mano derecha y proseguí. -No creo que usted sea un simple trovador si se encuentra aquí mismo y liderando un trabajo por el cual podrían ponerle un precio a su cabeza. Creo que sería más sabio protegerse de usted que de cualquier amenaza venidera- Él despedía esa clase de aura, encantadora, sí, pero también desprendía misterio y algo más que no sabría identificar. Tal vez era su porte y la confianza que emanaba de cada poro o estaba admitiendo sin darme cuenta que podría temerle más a él que a mis peores miedos.
Con respecto a Mefisto y su demostración de lo que supuse sería una postura de combate defensiva no hice más que sonreirle abiertamente. Si no fuera porque mis dientes se veían como afiladas agujas podría haber sido la sonrisa más bella que el elfo hubiera visto jamas. -Me agradas. Yo vigilaré tu espalda por si te caes- Bromee luego de escuchar mi nuevo apodo, otro más a la lista y que posiblemente olvidaría.
Arthur no era de la clase silenciosa, podría haberlo oído desde mi casa si lo intentara. Tampoco invisible por su considerable tamaño. ¿Que clase de gente me había contratado? Tendría que empezar a ser más prejuiciosa al respecto y no decirle que si a todo lo que se me cruza. Ya no podía dar marcha atrás a menos que quisiera ver bajar a mi aun en desarrollo y creciente reputación. Me costaba tomarme en serio este trabajo y es que con solo escuchar "Sr Mermelada" tuve que morderme la lengua para no terminar como Mefisto pero incluso así un resoplido voló de mis labios. -Claro, y yo soy la Señorita Mantequilla, el que se viste como un sabio anciano es el Sr Tostada y el que huele a animal salvaje es el Sr Tetera y venimos a tomar el té- Mis pensamientos me traicionaban y tuve que darme la vuelta para ocultar el movimiento de mis hombros y mi creciente sonrisa.
Pasado la explicación del trabajo enarqué una ceja mientras miraba la bufanda volar de un hombre a otro y estiraba mi mano para tocar la tela... Calidad media baja, al igual que la ropa de la mayoría de las personas en este lugar. -Algo no huele bien y no me refiero a este apestoso aroma. ¿Como es que no saben quien les robo? Esperaría más control sobre la mercancía y mis trabajadores si fuera parte de la mafia. Y más aún que ni siquiera nos pagaran la mitad como mínimo... Creo que terminaré ejecutando a la persona equivocada si no recibo mi pago por esta sandez.- Mi ceño estaba fruncido en todo momento, no estaba enojada -bueno, tal vez un poco sí- no había una sola motivación para que yo pusiera todo mi entusiasmo en esto.
Suspiré suavemente y volví a colocarme mi capucha en su lugar. No me quedaba mas opción que aceptarlo y hacer de tripas corazón -¿Dijo que habría una fiesta no es así? Lo mejor sería ir presentables, podríamos hasta fingir ser un grupo callejero de juglares. Ya tenemos a Ulrich con su laúd y a Mefisto como el payaso y Jhin supongo que se sabrá algunos trucos con una pelota mientras encuentra el dueño de este aroma y yo, supongo que bien puedo cambiarme y ponerme algo más llamativo y ver si algún hombre o mujer esta dispuesto a gastar su nueva fortuna en mi.- Me encogí de hombros, a veces la manera más fácil de encontrar lo que buscas es meterse en medio del embrollo y como adoraba la idea de ser la primera en saltar donde había problemas pues mejor que mejor. Me di medía vuelta y alcé la mano en un saludo mientras me alejaba. -Iré a ver a alguien que seguro tiene un buen vestido para mi- No necesitaba dejar en claro que los vería en la posada.
Ese alguien era una prostituta de la zona la cual gracias a su belleza y juventud solía ganar más que el promedio en esta clase de labor y podía permitirse ciertos lujos. Le gustaba dar placer a hombres y mujeres por igual y no negaré que caí en su trampa hasta que desperté descubriendo que se había llevado mi bolsa de dinero. No la odie por ello luego de enfrentarla y hasta debo decir que se ha convertido en una gran amiga y fuente de chismes confiables... El poder de un cuerpo sudoroso y sabanas húmedas, ¿quién lo diría?...
Para cuando llegué a su puerta se me había ido la mitad del tiempo disponible y solo me quedaban otros 15 para elegir el adecuado y arreglarme de modo que pareciera una persona completamente diferente. Lamentablemente mis pertenencias se las quedaría como seguro por su vestido que según ella valía más que mi peso en oro y no lo dudaba. Era una cosita roja con un escote demasiado profundo que se ceñía en curvas que juraría antes no estaban allí. -El rojo siempre fue tu color Cinan, por favor no lo ensucies o me veré obligada a vender tu claymore-. Me miré al espejo mientras que soltaba una carcajada. -No sacarías ni una moneda de plata por esa vieja espada, aunque le tengo mucho cariño- Me dio un pequeño golpe en la cabeza pues no dejaba de arruinar el kohl en mis ojos y tenía que volver a empezar.
Nos despedimos entre amenazas y risas y me alejé como una nube rojiza en la oscura noche hacia "La dama de plata". El viento frío erizaba mi piel y el peso de mi espada entre mis omóplatos brillaba por su ausencia. De todos modos, no necesitaba de ellas para causar daño.
Deje de sonreír mientras observaba a Ulrich tocar su laúd y luego asentía suavemente en respuesta. -Ciertamente esta en lo correcto, provengo de las montañas del norte y podría decirle que mis padres tenían una larga tradición en la cual el hijo mayor llevaría el nombre de un ancestro muy querido de la familia para honrarlo, pero eso sería una vil mentira. No tengo hermanos pero llevo el nombre de uno. Puede reírse de la astucia de mis padres, yo lo hago todo el tiempo- Le resté importancia al asunto con un ademan de mi mano derecha y proseguí. -No creo que usted sea un simple trovador si se encuentra aquí mismo y liderando un trabajo por el cual podrían ponerle un precio a su cabeza. Creo que sería más sabio protegerse de usted que de cualquier amenaza venidera- Él despedía esa clase de aura, encantadora, sí, pero también desprendía misterio y algo más que no sabría identificar. Tal vez era su porte y la confianza que emanaba de cada poro o estaba admitiendo sin darme cuenta que podría temerle más a él que a mis peores miedos.
Con respecto a Mefisto y su demostración de lo que supuse sería una postura de combate defensiva no hice más que sonreirle abiertamente. Si no fuera porque mis dientes se veían como afiladas agujas podría haber sido la sonrisa más bella que el elfo hubiera visto jamas. -Me agradas. Yo vigilaré tu espalda por si te caes- Bromee luego de escuchar mi nuevo apodo, otro más a la lista y que posiblemente olvidaría.
Arthur no era de la clase silenciosa, podría haberlo oído desde mi casa si lo intentara. Tampoco invisible por su considerable tamaño. ¿Que clase de gente me había contratado? Tendría que empezar a ser más prejuiciosa al respecto y no decirle que si a todo lo que se me cruza. Ya no podía dar marcha atrás a menos que quisiera ver bajar a mi aun en desarrollo y creciente reputación. Me costaba tomarme en serio este trabajo y es que con solo escuchar "Sr Mermelada" tuve que morderme la lengua para no terminar como Mefisto pero incluso así un resoplido voló de mis labios. -Claro, y yo soy la Señorita Mantequilla, el que se viste como un sabio anciano es el Sr Tostada y el que huele a animal salvaje es el Sr Tetera y venimos a tomar el té- Mis pensamientos me traicionaban y tuve que darme la vuelta para ocultar el movimiento de mis hombros y mi creciente sonrisa.
Pasado la explicación del trabajo enarqué una ceja mientras miraba la bufanda volar de un hombre a otro y estiraba mi mano para tocar la tela... Calidad media baja, al igual que la ropa de la mayoría de las personas en este lugar. -Algo no huele bien y no me refiero a este apestoso aroma. ¿Como es que no saben quien les robo? Esperaría más control sobre la mercancía y mis trabajadores si fuera parte de la mafia. Y más aún que ni siquiera nos pagaran la mitad como mínimo... Creo que terminaré ejecutando a la persona equivocada si no recibo mi pago por esta sandez.- Mi ceño estaba fruncido en todo momento, no estaba enojada -bueno, tal vez un poco sí- no había una sola motivación para que yo pusiera todo mi entusiasmo en esto.
Suspiré suavemente y volví a colocarme mi capucha en su lugar. No me quedaba mas opción que aceptarlo y hacer de tripas corazón -¿Dijo que habría una fiesta no es así? Lo mejor sería ir presentables, podríamos hasta fingir ser un grupo callejero de juglares. Ya tenemos a Ulrich con su laúd y a Mefisto como el payaso y Jhin supongo que se sabrá algunos trucos con una pelota mientras encuentra el dueño de este aroma y yo, supongo que bien puedo cambiarme y ponerme algo más llamativo y ver si algún hombre o mujer esta dispuesto a gastar su nueva fortuna en mi.- Me encogí de hombros, a veces la manera más fácil de encontrar lo que buscas es meterse en medio del embrollo y como adoraba la idea de ser la primera en saltar donde había problemas pues mejor que mejor. Me di medía vuelta y alcé la mano en un saludo mientras me alejaba. -Iré a ver a alguien que seguro tiene un buen vestido para mi- No necesitaba dejar en claro que los vería en la posada.
Ese alguien era una prostituta de la zona la cual gracias a su belleza y juventud solía ganar más que el promedio en esta clase de labor y podía permitirse ciertos lujos. Le gustaba dar placer a hombres y mujeres por igual y no negaré que caí en su trampa hasta que desperté descubriendo que se había llevado mi bolsa de dinero. No la odie por ello luego de enfrentarla y hasta debo decir que se ha convertido en una gran amiga y fuente de chismes confiables... El poder de un cuerpo sudoroso y sabanas húmedas, ¿quién lo diría?...
Para cuando llegué a su puerta se me había ido la mitad del tiempo disponible y solo me quedaban otros 15 para elegir el adecuado y arreglarme de modo que pareciera una persona completamente diferente. Lamentablemente mis pertenencias se las quedaría como seguro por su vestido que según ella valía más que mi peso en oro y no lo dudaba. Era una cosita roja con un escote demasiado profundo que se ceñía en curvas que juraría antes no estaban allí. -El rojo siempre fue tu color Cinan, por favor no lo ensucies o me veré obligada a vender tu claymore-. Me miré al espejo mientras que soltaba una carcajada. -No sacarías ni una moneda de plata por esa vieja espada, aunque le tengo mucho cariño- Me dio un pequeño golpe en la cabeza pues no dejaba de arruinar el kohl en mis ojos y tenía que volver a empezar.
Nos despedimos entre amenazas y risas y me alejé como una nube rojiza en la oscura noche hacia "La dama de plata". El viento frío erizaba mi piel y el peso de mi espada entre mis omóplatos brillaba por su ausencia. De todos modos, no necesitaba de ellas para causar daño.
- Vestido e.e:
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Oromë Vánadóttir
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
El primero en manifestar sus incertidumbres fue el señor Mefisto, cuya irrelevante pregunta pasó desapercibida, -¿Que si va a haber comida? ¿Qué clase de persona en su sano juicio se preocupa por semejante sandez en una situación como esta? Estos novatos...-, lo que obligó a Arthur a proseguir explicando el plan, sin atender nuestras dudas. No lo puedo culpar, pues el tiempo apremiaba, y estaría mal visto ver a cinco personas congregadas en un callejón a tales horas de la noche. Aparentemente, mi rol fundamental en esta velada serviría como distracción, algo a lo que estaba completamente acostumbrado, y las más de las veces en esto se basaba mi especialidad. Igual, no me puedo quejar, pues he de aceptar que el sentimiento de cautivar la atención de las masas fluye a través de mis venas como un frenesí de emoción y vértigo. También nos puso una hora límite: las cinco de la mañana. Sería una carrera de contrarreloj, y no consideraba sencillo identificar, secuestrar e interrogar en un período de tiempo tan corto, así que haría falta proficiencia para cumplir lo estipulado.
Arthur le asignó el rol de mayor peso al señor Jhin, el "rastreador". En el momento en que le entregó la bufanda, Oromë extendió sus delicadas manos hacia la tela, y en su rostro se dibujó una curiosa expresión que gritaba inconformidad. Aquella albina mujer, de piel semejante a la porcelana, no destacaba por ser taciturna; por el contrario, no escatimaba esfuerzos en expresarse, ¡y qué manera de hacerlo! Parecía sospechar del trabajo, y clamaba querer recibir su pago.
Y que lo diga, dama. En sus circunstancias, me encontraría igual de dudoso, y probablemente declinaría el trabajo en este mismo instante -mediante el diálogo, intentaba sonar de la forma más condescendiente, de manera que pudiera acomodarme mejor a su personalidad, y generar una buena impresión- sin embargo, tengo cierta experiencia con esta gente. Tiene que disculparlos, pues cabe destacar que no son los más profesionales en la localidad, pues exhiben más sus músculos que sus cerebros, y en consecuencia, esta no sería la primera ocasión que me toca lidiar con un incidente así de absurdo. Aún así, puedo asegurarle que la paga definitivamente merece la pena. ¡Hay suficiente para comprar cinco barriletes de hidromiel y subsistir de ello como si de agua se tratase! -dibujé en mi rostro una amplia sonrisa, y enérgicamente agité mi brazo, imitando una especie de brindis imaginario. Tras la momentánea carcajada, recuperé el antiguo tono solemne - En fin. Sé que todo este asunto parece una sandez, pero no es así. He escuchado antes sobre esta persona, sabe cómo mantenerse en el anonimato, y es un maestro en el arte de la estafa... un mentiroso. No sabría decir qué tan peligroso puede llegar a ser, pero solo como precaución, les recomiendo mantener la guardia alta. Yo haré lo posible por cubrirles las espaldas.
Mi discurso debió ser claro y conciso, pues no recibí ninguna respuesta. Inmediatamente, Oromë partió con elegancia, en búsqueda de un vestido que consiguiera resaltar aún más su belleza. Acompañé su despedida con una corta melodía...
Jhin mencionó algo sobre unas ratas, que podrían proveerle información. -¿Información? ¿Por qué? Teníamos casi todo lo que necesitábamos. Si con la bufanda bastaba para rastrear al objetivo, ¿por qué habría de preguntar a terceros? - Antes de poder expresar mis dudas, el rastreador se retiró. Algo no me terminaba de encajar, y haciendo caso a mis sospechas, decidí perseguirlo furtivamente a través de un laberíntico recorrido por los callejones más mugrosos de Lunargenta. El olor no parecía incomodar a Jhin, quien no paraba de olfatear para guiarse a través de la oscuridad. Finalmente, llegamos a una pequeña casa abandonada, donde se encontró con tres ratas. Debí mantener mi distancia, para evitar ser descubierto, y no podía escuchar a la perfección su conversación. Me sobresalté al escuchar los nombres "Arthur" "Ulrich Richter" y "Oromë" en medio de la conversación. Podría estar delatándonos, o demandando información sobre nosotros. -Hijo de perra, ¿nadie nunca te enseñó sobre el profesionalismo? Para que este tipo de relaciones se mantengan, nadie puede saber nada sobre nadie... le recordaré esto, en su debido tiempo-, pensé.
Sin hacer ningún ruido, me marché rápidamente al hogar de Louane de la Valliere, una joven poetisa y admiradora a la que últimamente le estuve impartiendo clases de poesía, de manera exhaustiva. Tan exhaustiva, que debí tomar hospedaje en su humilde hogar por una temporada.
-¿Tan rápido ya estás de vuelta? Realmente necesitas aprender lo que significa la paciencia. - Dijo al recibirme en la entrada. Su mirada y aquél tono provocativo componían una armoniosa danza que buscaba apresarme y arrastrarme en su flujo.
Desafortunadamente, tuve que negarme rotundamente. Esta vez venía a ponerme ropa, en vez de quitármela. Me vestí con una casaca en seda negra, con ornamentos dorados que brindaban un garbo sublime, a la altura de los diplomáticos. Peiné mis cabellos hacia atrás, y al verme en el espejo, esbocé una sonrisa. Normalmente, aquél elegante conjunto bastaba para ser objeto de atención en todas las fiestas a las que iba, pero le faltaba algo... mi fiel compañera, mi preciada amante: Rouge. Una daga de acero, decorada con un rubí, que en incontables ocasiones me fue servicial. Rouge nunca desacataba mis órdenes, ni cuestionaba mis métodos, solo fluía con mi plan. El amor que le tenía a aquella fiel compañera estaba al mismo nivel que el que le tenía a la poesía, pero lamentablemente era un amor prohibido, rechazado, mal visto, por lo que siempre debía ocultarla... y esta vez lo hice en la pantorilla, donde mi atuendo albergaba un bolsillo perfecto para esconderla. Finalmente preparado, tomé mi laúd y me dirigí hacia La Dama de Plata, lugar donde ansiaba que se viviera una anécdota trascendental. Llegué de primero, tomé asiento y ordené un gran tarro de birra, y a la par que iba tomando, tarareaba una irónica canción, y afinaba mi laúd... pronto, todo sería divertido.
Arthur le asignó el rol de mayor peso al señor Jhin, el "rastreador". En el momento en que le entregó la bufanda, Oromë extendió sus delicadas manos hacia la tela, y en su rostro se dibujó una curiosa expresión que gritaba inconformidad. Aquella albina mujer, de piel semejante a la porcelana, no destacaba por ser taciturna; por el contrario, no escatimaba esfuerzos en expresarse, ¡y qué manera de hacerlo! Parecía sospechar del trabajo, y clamaba querer recibir su pago.
Y que lo diga, dama. En sus circunstancias, me encontraría igual de dudoso, y probablemente declinaría el trabajo en este mismo instante -mediante el diálogo, intentaba sonar de la forma más condescendiente, de manera que pudiera acomodarme mejor a su personalidad, y generar una buena impresión- sin embargo, tengo cierta experiencia con esta gente. Tiene que disculparlos, pues cabe destacar que no son los más profesionales en la localidad, pues exhiben más sus músculos que sus cerebros, y en consecuencia, esta no sería la primera ocasión que me toca lidiar con un incidente así de absurdo. Aún así, puedo asegurarle que la paga definitivamente merece la pena. ¡Hay suficiente para comprar cinco barriletes de hidromiel y subsistir de ello como si de agua se tratase! -dibujé en mi rostro una amplia sonrisa, y enérgicamente agité mi brazo, imitando una especie de brindis imaginario. Tras la momentánea carcajada, recuperé el antiguo tono solemne - En fin. Sé que todo este asunto parece una sandez, pero no es así. He escuchado antes sobre esta persona, sabe cómo mantenerse en el anonimato, y es un maestro en el arte de la estafa... un mentiroso. No sabría decir qué tan peligroso puede llegar a ser, pero solo como precaución, les recomiendo mantener la guardia alta. Yo haré lo posible por cubrirles las espaldas.
Mi discurso debió ser claro y conciso, pues no recibí ninguna respuesta. Inmediatamente, Oromë partió con elegancia, en búsqueda de un vestido que consiguiera resaltar aún más su belleza. Acompañé su despedida con una corta melodía...
Y de aquella dama de plata... con su imponente aurora
hasta en los callejones, imperaba su dulce aroma
¡Temeraria baronesa, transitando senderos sinuosos!
Su belleza domaría hasta al corazón más caprichoso.
hasta en los callejones, imperaba su dulce aroma
¡Temeraria baronesa, transitando senderos sinuosos!
Su belleza domaría hasta al corazón más caprichoso.
Jhin mencionó algo sobre unas ratas, que podrían proveerle información. -¿Información? ¿Por qué? Teníamos casi todo lo que necesitábamos. Si con la bufanda bastaba para rastrear al objetivo, ¿por qué habría de preguntar a terceros? - Antes de poder expresar mis dudas, el rastreador se retiró. Algo no me terminaba de encajar, y haciendo caso a mis sospechas, decidí perseguirlo furtivamente a través de un laberíntico recorrido por los callejones más mugrosos de Lunargenta. El olor no parecía incomodar a Jhin, quien no paraba de olfatear para guiarse a través de la oscuridad. Finalmente, llegamos a una pequeña casa abandonada, donde se encontró con tres ratas. Debí mantener mi distancia, para evitar ser descubierto, y no podía escuchar a la perfección su conversación. Me sobresalté al escuchar los nombres "Arthur" "Ulrich Richter" y "Oromë" en medio de la conversación. Podría estar delatándonos, o demandando información sobre nosotros. -Hijo de perra, ¿nadie nunca te enseñó sobre el profesionalismo? Para que este tipo de relaciones se mantengan, nadie puede saber nada sobre nadie... le recordaré esto, en su debido tiempo-, pensé.
Sin hacer ningún ruido, me marché rápidamente al hogar de Louane de la Valliere, una joven poetisa y admiradora a la que últimamente le estuve impartiendo clases de poesía, de manera exhaustiva. Tan exhaustiva, que debí tomar hospedaje en su humilde hogar por una temporada.
-¿Tan rápido ya estás de vuelta? Realmente necesitas aprender lo que significa la paciencia. - Dijo al recibirme en la entrada. Su mirada y aquél tono provocativo componían una armoniosa danza que buscaba apresarme y arrastrarme en su flujo.
Desafortunadamente, tuve que negarme rotundamente. Esta vez venía a ponerme ropa, en vez de quitármela. Me vestí con una casaca en seda negra, con ornamentos dorados que brindaban un garbo sublime, a la altura de los diplomáticos. Peiné mis cabellos hacia atrás, y al verme en el espejo, esbocé una sonrisa. Normalmente, aquél elegante conjunto bastaba para ser objeto de atención en todas las fiestas a las que iba, pero le faltaba algo... mi fiel compañera, mi preciada amante: Rouge. Una daga de acero, decorada con un rubí, que en incontables ocasiones me fue servicial. Rouge nunca desacataba mis órdenes, ni cuestionaba mis métodos, solo fluía con mi plan. El amor que le tenía a aquella fiel compañera estaba al mismo nivel que el que le tenía a la poesía, pero lamentablemente era un amor prohibido, rechazado, mal visto, por lo que siempre debía ocultarla... y esta vez lo hice en la pantorilla, donde mi atuendo albergaba un bolsillo perfecto para esconderla. Finalmente preparado, tomé mi laúd y me dirigí hacia La Dama de Plata, lugar donde ansiaba que se viviera una anécdota trascendental. Llegué de primero, tomé asiento y ordené un gran tarro de birra, y a la par que iba tomando, tarareaba una irónica canción, y afinaba mi laúd... pronto, todo sería divertido.
Tatsuya Suō
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
..No hubo respuesta a mi pregunta. Chasqueé la lengua y me crucé de brazos, con fastidio. Arthur dio una tanda de detalles importantes, plan, roles, protocolos, protocolas y megacoles, o algo así.
No hice caso; poco a poco me fui perdiendo cada vez más profundamente en mi mente, en lo que soy y lo que fui.... En la razón por la que hace meses luché contra un Graphorn en medio de la noche acompañado de un grupo de desconocidos, en la razón por la que he estado deambulando por las calles de Lunargenta estos últimos días y la razón por la que estaba esta noche parado aquí, con esta gente.
En los pesares del pasado y el presente, en el yo llevado por mi palabra de aquél momento, que se convirtió en mí ahora: ¿Acaso estaba seguro de seguir siendo el mismo...?
Ay, mundo mío que sólo conocías grises hasta que la conociste a ella, ¿cómo de curioso ha sido el trabajo del destino, si es obra suya, que esté ahora yo en este lugar?
He sangrado por mi palabra. He ayudado, por mi palabra. Por mi palabra he viajado, he cantado y he bailado, pero no he sido capaz de reír como lo hacía cuando mi palabra era respondida por la suya...
...Por ello, pregunto; ¿habrá acaso luz otra que la de Aurora?
¿Podré dejar de ser actor?
¿Habrá un final para esta espera, o no soy más que un mentecato que busca pan entre dunas de arena?
¡Aunque sea, maldición, dime: ¿Esto es una comedia, o una tragedia?!
... Oh, mente abstracta que no sabes sino hilar incoherencias, ¿puedes siquiera responder que no darás respuesta...?
Tardé un momento en volver a la realidad. Tardé otro momento en darme cuenta de que estaba solo. Otro momento en quitarme la sorpresa, para por fin volver a mis sentidos.
- ¡Hey! -Alcé la voz.
Bah, no importaba mucho. Sólo teníamos que reunirnos en e...
- ¡Ay mierda! -Me quejé al tiempo en que soltaba el bastón, impactado por la gravedad del asunto.
El chasquido de la madera contra el suelo me hizo reaccionar de una vez por todas.
- ¡Y-yo no sé dónde queda la Dama de plata!
Me lancé a por el bastón, y con la misma velocidad me lancé en carrera por la callejuela más cercana.
Una vez recorridas ya varias centenas de metros de calle, dado vueltas por todas las esquinas y revisado cada cartel, las esperanzas de llegar a tiempo al sitio se me iban haciendo cada vez más cortas.
''Pero, Mefisto, podrías sólo preguntar a alguien dónde queda, ¿verdad?'' ¡Por supuesto qu...! Eh, en realidad es buena idea.
Con una nueva aproximación en mente, busqué con la mirada a la persona menos indecorosa que había a la vista. En este caso, una mujer atractiva, pero no de la manera burda y exhibicionista que abunda en estos lares, sino de una manera sutil. Andaba con firmeza y cautela a partes iguales, de manera casi felina. Mientras detallaba qué clase de capa tenía puesta, la mujer paró en seco frente a mí.
- ¿Te puedo ayudar en algo? -Dijo, con contacto visual fuerte y mirada y tono serios, que se me antojaron algo forzados. ¿Indimitación?
¿Por qué haría algo así? Detener a un hombre en esta situación. ¿Acaso me veo tan poco amenazante? Supongo que el sombrero no ayuda.
- En realidad, sí. Si no es mucha molestia, claro. -Respondí, con mucho cuidado de no sonar sarcástico o mal intencionado- Me da pena admitirlo, pero estoy perdido. ¿Sabría usted de casualidad dónde se encuentra ''la Dama de plata'' ?
Su mirada perdió algo de seriedad. Al parecer sí era en parte un intento de intimidación. Asintió.
- En realidad, voy hacia allá en este momento. Puedes seguirme.
- ¡Oh, tamaña curiosidad! ¡Vamos entonces! -Dije en un pequeño estallido de emoción.
Al parecer mi reacción fue algo desorbitada, pues la mujer se había alejado un par de pasos, buscando algo dentro de su capa. ¿Un arma, quizás? Ya decía que era raro ver a alguien así rondando sola por estas calles, y a esta hora.
Levanté ambas manos en señal de paz, aunque sosteniendo el bastón con la diestra. Sonreí jovialmente, y al parecer decidió perdonarme, pues recuperó la compostura y alejó su mano del interior de su capa. Soltó un fuerte suspiro, y empezó a caminar.
- No deberías darle la espalda a un hombre desconocido en un sitio así. -le repliqué, tentando a mi suerte.
- Aquí sólo estamos yo y un payaso.
- Un payaso y yo. -Le corregí, con una sonrisa juguetona.- Soy Mefisto, un placer.
- Yo y un payaso bocón. Me llamo Amelia. -Dijo, sin quitar la mirada del camino.
La caminata fue silenciosa a partir de ahí. Una vez llegados al lugar, se despidió, y se alejó. Alcé la mirada, y ahí estaba: La Dama de plata.
Hm, me lo imaginaba más llamativo.
No hice caso; poco a poco me fui perdiendo cada vez más profundamente en mi mente, en lo que soy y lo que fui.... En la razón por la que hace meses luché contra un Graphorn en medio de la noche acompañado de un grupo de desconocidos, en la razón por la que he estado deambulando por las calles de Lunargenta estos últimos días y la razón por la que estaba esta noche parado aquí, con esta gente.
En los pesares del pasado y el presente, en el yo llevado por mi palabra de aquél momento, que se convirtió en mí ahora: ¿Acaso estaba seguro de seguir siendo el mismo...?
Ay, mundo mío que sólo conocías grises hasta que la conociste a ella, ¿cómo de curioso ha sido el trabajo del destino, si es obra suya, que esté ahora yo en este lugar?
He sangrado por mi palabra. He ayudado, por mi palabra. Por mi palabra he viajado, he cantado y he bailado, pero no he sido capaz de reír como lo hacía cuando mi palabra era respondida por la suya...
...Por ello, pregunto; ¿habrá acaso luz otra que la de Aurora?
¿Podré dejar de ser actor?
¿Habrá un final para esta espera, o no soy más que un mentecato que busca pan entre dunas de arena?
¡Aunque sea, maldición, dime: ¿Esto es una comedia, o una tragedia?!
... Oh, mente abstracta que no sabes sino hilar incoherencias, ¿puedes siquiera responder que no darás respuesta...?
Tardé un momento en volver a la realidad. Tardé otro momento en darme cuenta de que estaba solo. Otro momento en quitarme la sorpresa, para por fin volver a mis sentidos.
- ¡Hey! -Alcé la voz.
Bah, no importaba mucho. Sólo teníamos que reunirnos en e...
- ¡Ay mierda! -Me quejé al tiempo en que soltaba el bastón, impactado por la gravedad del asunto.
El chasquido de la madera contra el suelo me hizo reaccionar de una vez por todas.
- ¡Y-yo no sé dónde queda la Dama de plata!
Me lancé a por el bastón, y con la misma velocidad me lancé en carrera por la callejuela más cercana.
-----Un rato más tarde-----
Una vez recorridas ya varias centenas de metros de calle, dado vueltas por todas las esquinas y revisado cada cartel, las esperanzas de llegar a tiempo al sitio se me iban haciendo cada vez más cortas.
''Pero, Mefisto, podrías sólo preguntar a alguien dónde queda, ¿verdad?'' ¡Por supuesto qu...! Eh, en realidad es buena idea.
Con una nueva aproximación en mente, busqué con la mirada a la persona menos indecorosa que había a la vista. En este caso, una mujer atractiva, pero no de la manera burda y exhibicionista que abunda en estos lares, sino de una manera sutil. Andaba con firmeza y cautela a partes iguales, de manera casi felina. Mientras detallaba qué clase de capa tenía puesta, la mujer paró en seco frente a mí.
- ¿Te puedo ayudar en algo? -Dijo, con contacto visual fuerte y mirada y tono serios, que se me antojaron algo forzados. ¿Indimitación?
¿Por qué haría algo así? Detener a un hombre en esta situación. ¿Acaso me veo tan poco amenazante? Supongo que el sombrero no ayuda.
- En realidad, sí. Si no es mucha molestia, claro. -Respondí, con mucho cuidado de no sonar sarcástico o mal intencionado- Me da pena admitirlo, pero estoy perdido. ¿Sabría usted de casualidad dónde se encuentra ''la Dama de plata'' ?
Su mirada perdió algo de seriedad. Al parecer sí era en parte un intento de intimidación. Asintió.
- En realidad, voy hacia allá en este momento. Puedes seguirme.
- ¡Oh, tamaña curiosidad! ¡Vamos entonces! -Dije en un pequeño estallido de emoción.
Al parecer mi reacción fue algo desorbitada, pues la mujer se había alejado un par de pasos, buscando algo dentro de su capa. ¿Un arma, quizás? Ya decía que era raro ver a alguien así rondando sola por estas calles, y a esta hora.
Levanté ambas manos en señal de paz, aunque sosteniendo el bastón con la diestra. Sonreí jovialmente, y al parecer decidió perdonarme, pues recuperó la compostura y alejó su mano del interior de su capa. Soltó un fuerte suspiro, y empezó a caminar.
- No deberías darle la espalda a un hombre desconocido en un sitio así. -le repliqué, tentando a mi suerte.
- Aquí sólo estamos yo y un payaso.
- Un payaso y yo. -Le corregí, con una sonrisa juguetona.- Soy Mefisto, un placer.
- Yo y un payaso bocón. Me llamo Amelia. -Dijo, sin quitar la mirada del camino.
La caminata fue silenciosa a partir de ahí. Una vez llegados al lugar, se despidió, y se alejó. Alcé la mirada, y ahí estaba: La Dama de plata.
Hm, me lo imaginaba más llamativo.
Mefisto
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Así, me quedaban cinco minutos para llegar a ''La Dama de Plata''.
Qué nombre tan curioso, por qué plata, si el oro tiene más valor. Cosas que no tenían importancia.
De igual forma ahí iba. ¿Quién sería V? ¿Cómo habrá hecho lo que le hizo a Arthur? ¿Por qué está la opción de aniquilarla? ¿Qué es lo necesario para estos tipos? Aún tenía dudas sobre reunirnos a nosotros cuatro. Estas eran las preguntas, pero no sabía si ése era el orden en el que se responderían. Estaba caminando por las estrechas calles hacia La Dama de Plata, y en mis pensamientos, mis ideas deambulaban perdidas sin encontrar el sentido.
Entonces me encontraba en la puerta de La Dama de Plata. Antes de pasar di un suspiro, el aire de la noche era pesado, costaba respirar. Nunca había estado antes aquí, el piso de de madera, fina como se podía esperar, con muchas velas que y candelabros que iluminan cada rincón del sitio, un lugar bastante acogedor, los muebles adornados y con cojines, esto era un lugar con algo de clase, no quita que hubiese gente un poco desarreglada, como yo quizás. Así que me quité mi sombrero y mi gabardina los dejé en la entrada con el resto de chaquetas/abrigos que deja la gente. Caminé hasta la barra, que tenía vasos de vidrio y el mejor licor, aún así, la mayoría pedía cerveza en tasas grandes de metal. Debía mezclarme así que pedí lo mismo. Con un segundo piso adornado con unas telas moradas en las ventanas, y un par de gente bien vestida, entre ellos, en una mesa estaba Ulrich. Tomando de una buena taza de birra como la que había pedido yo, y tocando su laúd. Me acerqué a él.
Como interesado de su música se tratase, di un par de pasos al ritmo de la misma. Me senté en la misma mesa que él.
¡Brindemos!-Le dije mientras levantaba la bebida, y sin importar la tela que cubría mi boca, tomé de ella.
Primero que nada Ulrich, yo soy quién caza.-Le comenté mientras tendía una fría mirada sobre él.
No espere su respuesta, y saqué del bolsillo la bufanda, la volví a oler. Mientras captaba el olor le decía. Arthur no parece un estúpido, dijo perfume, ¿Te diste cuenta? Eso significa que al menos sospecha que el mujer, los hombres usan colonia. Las ratas, sí dudas de ellos, tranquilo, sólo hablan para mí. La gente de Arthur tiene un código para ella, V. Nadie sabe quién es, pero su información nos ha traído hasta aquí.-Se dibujaba una expresión de preocupación en mi rostro mientras decía eso. La gente de Arthur ha fallado, por eso estamos aquí.
Por último, hay un pequeño problema. Todos en esta mierda huelen a ese perfume...
Qué nombre tan curioso, por qué plata, si el oro tiene más valor. Cosas que no tenían importancia.
De igual forma ahí iba. ¿Quién sería V? ¿Cómo habrá hecho lo que le hizo a Arthur? ¿Por qué está la opción de aniquilarla? ¿Qué es lo necesario para estos tipos? Aún tenía dudas sobre reunirnos a nosotros cuatro. Estas eran las preguntas, pero no sabía si ése era el orden en el que se responderían. Estaba caminando por las estrechas calles hacia La Dama de Plata, y en mis pensamientos, mis ideas deambulaban perdidas sin encontrar el sentido.
Entonces me encontraba en la puerta de La Dama de Plata. Antes de pasar di un suspiro, el aire de la noche era pesado, costaba respirar. Nunca había estado antes aquí, el piso de de madera, fina como se podía esperar, con muchas velas que y candelabros que iluminan cada rincón del sitio, un lugar bastante acogedor, los muebles adornados y con cojines, esto era un lugar con algo de clase, no quita que hubiese gente un poco desarreglada, como yo quizás. Así que me quité mi sombrero y mi gabardina los dejé en la entrada con el resto de chaquetas/abrigos que deja la gente. Caminé hasta la barra, que tenía vasos de vidrio y el mejor licor, aún así, la mayoría pedía cerveza en tasas grandes de metal. Debía mezclarme así que pedí lo mismo. Con un segundo piso adornado con unas telas moradas en las ventanas, y un par de gente bien vestida, entre ellos, en una mesa estaba Ulrich. Tomando de una buena taza de birra como la que había pedido yo, y tocando su laúd. Me acerqué a él.
Como interesado de su música se tratase, di un par de pasos al ritmo de la misma. Me senté en la misma mesa que él.
¡Brindemos!-Le dije mientras levantaba la bebida, y sin importar la tela que cubría mi boca, tomé de ella.
Primero que nada Ulrich, yo soy quién caza.-Le comenté mientras tendía una fría mirada sobre él.
No espere su respuesta, y saqué del bolsillo la bufanda, la volví a oler. Mientras captaba el olor le decía. Arthur no parece un estúpido, dijo perfume, ¿Te diste cuenta? Eso significa que al menos sospecha que el mujer, los hombres usan colonia. Las ratas, sí dudas de ellos, tranquilo, sólo hablan para mí. La gente de Arthur tiene un código para ella, V. Nadie sabe quién es, pero su información nos ha traído hasta aquí.-Se dibujaba una expresión de preocupación en mi rostro mientras decía eso. La gente de Arthur ha fallado, por eso estamos aquí.
Por último, hay un pequeño problema. Todos en esta mierda huelen a ese perfume...
- Spoiler:
Off rol: Para ponerle un poco de sabor a esto, y tener un tiempo límite de verdad. Haremos que cada ronda de turnos se haga en una hora, es decir que, al momento en el que todos llegamos a La Dama de Plata. Son las 12, la próxima ronda que la empieza Ulrich, transcurriría entre las 12 y 1, después de 1 a 2. Así dejándonos, cuatro rondas más.
Tobias Pharra
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Los vi entrar, los vi acomodarse perfectamente y luego moverse como si no fuera nada premeditado uno más cerca del otro. Ninguno me notó y eso era algo realmente bueno dependiendo de como se lo mirara... Si nos pegábamos demasiado sería sospechoso, aunque el que no notaran mi presencia al igual que el resto de los hombres aquí es que o eran ciegos o eran demasiado listos, no estaba del todo segura. De todas maneras les daba el beneficio de la duda ademas del hecho de que estaba demasiado bien cubierta gracias a la enorme espalda del hombre sobre el cual me encontraba cómodamente sentada sobre sus rodillas.
Había sido casi instantáneo, al momento de entrar y fijar mis ojos en él, demasiado bello, demasiado masculino... demasiado fácil de devorar por la mirada que me dirigió, más precisamente, le dio a mi cuerpo. Era esa clase de hombre que si estuviera interesada en amar, sabría que sería mio al instante y viceversa. Todo en él decía caballero y dictaba confianza en cada palabra que me dirigía, prácticamente gritaba riquezas y sueños placenteros entre almohadas de plumas; era una lastima que no quisiera quererlo de por vida, con mucha suerte lo dejaría adorarme por unos cuantos minutos esta noche si no fuera que estaba ocupada, porque sino le regalaría la noche entera solo por ser tan encantador... Pero el tiempo apremia y ademas yo no estaba ciega como para no notar el anillo que rodeaba su dedo anular: atado de por vida. Todo este tiempo lo supe, él no era quien buscábamos, demasiado recatado como para ser nuestro ladrón, solamente estaba aquí para aflojar un poco la soga que llevaba atada al cuello debido a un matrimonio arreglado -nada que hubiera imaginado, sino más bien sus propias palabras-.
Hombre decente o lo que fuere, era mi mejor cubierta y de ponerme al día con lo que sucedía aquí dentro. Alegué ser novicia en esta posada y que había escuchado de una fiesta muchísimo mejor de las que solía frecuentar pero que estaba bastante intimidada por el ambiente y deseaba detalles... La facilidad del señor encantador para soltar su lengua casi me hace reír pero aún así mantuve un rostro calmo y una sonrisa elegante que rozaba la sensualidad a la vez que el calor fluía a mis mejillas de la cercanía.
-Pues hoy es una noche muy especial Señorita...?- Cierto, no le había dado un nombre con el cual identificarme y sabía que no quería usar ni el verdadero ni mi apodo favorito. -Eşkere, caballero, ¿Y a qué se refiere con especial? Yo no veo nada en particular que no haya visto antes- Puse mi mejor cara de inocente intriga. -Vaya, ciertamente usted eclipsa a cualquier mujer con su belleza sobrenatural. Deje que le diga porque esta fiesta es tan particular a cambio de que para llegados el momento seamos solo usted y yo- No fue fácil esconder mi cara de confusión ante ello pero apenas su explicación fue completa volví a colocarme fuertemente una mascara de delicada sensualidad. -Muchísimas gracias por su amabilidad joven, ciertamente usted se ha ganado mi tiempo para cuando llegue el momento pero por ahora deseo mucho conocer más de esta posada y sus personas. Si me permite iré a dar un paseo alrededor pues acabo de escuchar a alguien tocar algo de música y nada me atrae más que ello, así que por favor no se sienta ofendido si le pido que se quede aquí y siga su velada sin mi pues me sentiría avergonzada si me viera exclamar cumplidos a otro. Pero no se preocupe que prometo reservar los mejores para usted.- No era una mentira... bueno, mas o menos. Omití el hecho de que posiblemente no sucedería, al menos no hoy pero si lograba terminar con esto pronto, tal vez volvería aquí a buscarlo pues tenía la corazonada de que él se quedaría ahí sentado por años con tal de volver a verme y no lo decía porque fuera así de orgullosa sino por la mirada esperanzada y brillante que me dedicó antes de alejarme.
Me tardé más de la cuenta, tal vez un poco demasiado al haber pedido una copa la cual olí con sospecha, temiendo que tuviera algo dentro que guiaría a todas estar personas al frenesí que vendría pronto. Tenía que fingir mi papel hasta creérmelo y así lo hice, más no bebí de mi copa, solamente posaba los labios como si saboreara y me dirigí donde Ulrich y Jhin.
El movimiento era fácil si ponía la cara adecuada: ojos brillantes de alegría mientras observaba el instrumento y me acercaba lentamente mientras una cantidad generosa de hombres me brindaba el paso hasta ellos. -¡Oh Caballero! Permítame por favor pedirle una melodía si es usted tan amable. Eso sí, en secreto, pues deseo proponerles un juego muchachos, aquel que adivine la melodía y pueda cantarla yo pagaré la siguiente ronda de bebidas- Me acerqué a Ulrich y posé mis labios en su oreja, mientras fingía estar pensando. -No beban el vino, la cerveza esta bien, noche de apuesta y no de la buena, una mujer la orquesta, vayan al baño en 10 minutos y explicaré mejor.- Me alejé de su rostro rápidamente y volví a sonreír mientras juntaba mis manos en espera de la melodía.
Terminada la treta de mantener la atención de todos en un tarro de cerveza me acerqué a la barra y pagué por lo prometido, luego unos minutos antes de cumplido los diez, me dirigí al baño, tiré el contenido de mi copa, y limpié lo mejor que pude mis labios, los cuales se sentían como si cientos de hormigas estuvieran caminando por ellas y me quedé allí a la espera. Demasiado cerca de cagarla... demasiado.
Había sido casi instantáneo, al momento de entrar y fijar mis ojos en él, demasiado bello, demasiado masculino... demasiado fácil de devorar por la mirada que me dirigió, más precisamente, le dio a mi cuerpo. Era esa clase de hombre que si estuviera interesada en amar, sabría que sería mio al instante y viceversa. Todo en él decía caballero y dictaba confianza en cada palabra que me dirigía, prácticamente gritaba riquezas y sueños placenteros entre almohadas de plumas; era una lastima que no quisiera quererlo de por vida, con mucha suerte lo dejaría adorarme por unos cuantos minutos esta noche si no fuera que estaba ocupada, porque sino le regalaría la noche entera solo por ser tan encantador... Pero el tiempo apremia y ademas yo no estaba ciega como para no notar el anillo que rodeaba su dedo anular: atado de por vida. Todo este tiempo lo supe, él no era quien buscábamos, demasiado recatado como para ser nuestro ladrón, solamente estaba aquí para aflojar un poco la soga que llevaba atada al cuello debido a un matrimonio arreglado -nada que hubiera imaginado, sino más bien sus propias palabras-.
Hombre decente o lo que fuere, era mi mejor cubierta y de ponerme al día con lo que sucedía aquí dentro. Alegué ser novicia en esta posada y que había escuchado de una fiesta muchísimo mejor de las que solía frecuentar pero que estaba bastante intimidada por el ambiente y deseaba detalles... La facilidad del señor encantador para soltar su lengua casi me hace reír pero aún así mantuve un rostro calmo y una sonrisa elegante que rozaba la sensualidad a la vez que el calor fluía a mis mejillas de la cercanía.
-Pues hoy es una noche muy especial Señorita...?- Cierto, no le había dado un nombre con el cual identificarme y sabía que no quería usar ni el verdadero ni mi apodo favorito. -Eşkere, caballero, ¿Y a qué se refiere con especial? Yo no veo nada en particular que no haya visto antes- Puse mi mejor cara de inocente intriga. -Vaya, ciertamente usted eclipsa a cualquier mujer con su belleza sobrenatural. Deje que le diga porque esta fiesta es tan particular a cambio de que para llegados el momento seamos solo usted y yo- No fue fácil esconder mi cara de confusión ante ello pero apenas su explicación fue completa volví a colocarme fuertemente una mascara de delicada sensualidad. -Muchísimas gracias por su amabilidad joven, ciertamente usted se ha ganado mi tiempo para cuando llegue el momento pero por ahora deseo mucho conocer más de esta posada y sus personas. Si me permite iré a dar un paseo alrededor pues acabo de escuchar a alguien tocar algo de música y nada me atrae más que ello, así que por favor no se sienta ofendido si le pido que se quede aquí y siga su velada sin mi pues me sentiría avergonzada si me viera exclamar cumplidos a otro. Pero no se preocupe que prometo reservar los mejores para usted.- No era una mentira... bueno, mas o menos. Omití el hecho de que posiblemente no sucedería, al menos no hoy pero si lograba terminar con esto pronto, tal vez volvería aquí a buscarlo pues tenía la corazonada de que él se quedaría ahí sentado por años con tal de volver a verme y no lo decía porque fuera así de orgullosa sino por la mirada esperanzada y brillante que me dedicó antes de alejarme.
Me tardé más de la cuenta, tal vez un poco demasiado al haber pedido una copa la cual olí con sospecha, temiendo que tuviera algo dentro que guiaría a todas estar personas al frenesí que vendría pronto. Tenía que fingir mi papel hasta creérmelo y así lo hice, más no bebí de mi copa, solamente posaba los labios como si saboreara y me dirigí donde Ulrich y Jhin.
El movimiento era fácil si ponía la cara adecuada: ojos brillantes de alegría mientras observaba el instrumento y me acercaba lentamente mientras una cantidad generosa de hombres me brindaba el paso hasta ellos. -¡Oh Caballero! Permítame por favor pedirle una melodía si es usted tan amable. Eso sí, en secreto, pues deseo proponerles un juego muchachos, aquel que adivine la melodía y pueda cantarla yo pagaré la siguiente ronda de bebidas- Me acerqué a Ulrich y posé mis labios en su oreja, mientras fingía estar pensando. -No beban el vino, la cerveza esta bien, noche de apuesta y no de la buena, una mujer la orquesta, vayan al baño en 10 minutos y explicaré mejor.- Me alejé de su rostro rápidamente y volví a sonreír mientras juntaba mis manos en espera de la melodía.
Terminada la treta de mantener la atención de todos en un tarro de cerveza me acerqué a la barra y pagué por lo prometido, luego unos minutos antes de cumplido los diez, me dirigí al baño, tiré el contenido de mi copa, y limpié lo mejor que pude mis labios, los cuales se sentían como si cientos de hormigas estuvieran caminando por ellas y me quedé allí a la espera. Demasiado cerca de cagarla... demasiado.
Oromë Vánadóttir
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Sin premura, trago a trago, iba vaciando aquél profundo tarro de cerveza, y mientras mis dedos se movían de forma rutinaria y casi automática de manera que afinaran las cuerdas de mi preciado laúd, reflexionaba vanamente en los hechos recientes, que me habían llevado a aquella taberna.
¿Existiría realmente el destino?, fue una de las primeras cuestiones que salió a flote en aquél mar de ideas: una mujer con tez de porcelana y pelos canos como la plata, nos acompaña en una misión hacia la "Dama de Plata", donde irónicamente interpretaría mi romance titulado "Luna de plata". De ser así, no consideraría imposible el hecho de que mi destino, de alguna manera, estuviera ligado a aquella mujer, que cada vez me generaba más intriga, y también sospecha. Cada poro de mi cuerpo me indicaba que debía tener sumo cuidado, y adoptar una posición metódica al estar cerca de ella, pues su volátil actitud podría entrar en conflicto con mi afición por la diplomacia.
Como interludio entre un pensamiento y otro, comencé a imaginar que poco a poco me desvanecía y me convertía en una pequeña mota de polvo que viajaba sobre el ligero aire, un espíritu errante que surcaba los cielos y vivía bajo la voluntad de los demás, tras el cobijo de las fuentes corrientes de viento que la guiaban y conducían a través del día. Pero al caer la noche, y al mostrarse sobre los cielos la impetuosa dama de plata, de atributos tanto bellos como terroríficos, y junto con ella llegase la oscuridad, los vientos huirían despavoridos, dejándome a mí, una pobre mota de polvo, sola y desamparada en medio de la eterna oscuridad, bajo la radiante sonrisa de una dama de atributos tanto hermosos como terroríficos (¿y cómo podría subvertirse de maneras tan perversas conceptos como la hermosura, hasta lo siniestro?). Ya nada podría salvarme, ya sería demasiado tarde para salir adelante, habría perdido, por haber llevado una vida siendo súbdito de los demás. Creí haberme dado cuenta de esto hace mucho tiempo, dos veces en concreto. Entonces, por qué estaría trabajando en equipo, si decidí dedicarme a trabajar solo... ¿subsistir del apoyo de otros individuos? Imposible...
Cuando me vine a dar cuenta, las cuerdas del laúd sonaban más armoniosas que nunca, y en medio de mis divagaciones, había encontrado la inspiración para escribir algún poema nuevo. Terminé de despertar de aquél "sueño" momentáneo cuando Jhin, de forma totalmente indiscreta, y realizando una especie de baile realmente torpe, tomó asiento en la misma mesa que yo.
¡Brindemos! - Me dijo, y a continuación comenzó a tomar, acción que no me molesté en acompañar.
Ni siquiera me digné a mirarlo a los ojos. Por el contrario, estaba paseando mi mirada alrededor de la posada, pues en el breve lapso de tiempo que había transcurrido mientras divagaba, había llegado más gente a la posada, y cada vez el ambiente cobraba más vida, se hacía más cálido: la gente vestía realmente elegante, sin lugar a dudas La Dama de Plata no se había labrado su reputación en vano, pues las fiestas siempre gozaron de cierto prestigio y amor por la alta costura, y hablando de alta costura, justo había visto de reojo a Mefisto, al lado de una preciosa mujer, que vestía de forma muy llamativa. Tras esta breve interrupción, continué con mi paseo, a través de mis ojos y oídos: la madera del piso resonaba al son de la gente bailando; el estruendo de un hombre ebrio que no paraba de gritar el nombre de su esposa hizo eco en todos los rincones del recinto, hasta que unos hombres fornidos hicieron el favor de sacarlo. De pura coincidencia, posé brevemente mi mirada sobre Oromë, que tomaba -o al menos fingía- alguna clase de bebida alcohólica, cuya identidad me propuse a figurar, pero antes de poder culminar, me vi irrumpido por la petulante cháchara de Jhin, que hablaba sobre nuestro objetivo, y aún más importante, acerca de la conversación que tuvo con aquellas ratas en la casa abandonada. -¡Pero cómo vas a hablarme sobre algo así en público! Dios, estoy considerando seriamente apuñalarlo cuando menos se lo espere, y dejarlo a su suerte-. Evité mirarlo a los ojos, me crucé de brazos, y respondí:
-No sé de lo que me está hablando, caballero. Tampoco lo conozco, y si continúa molestándome... - Jhin me interrumpió en seco cuando dijo que "Todos en esta mierda huelen a este perfume".
Me sobresalté por un momento, y entonces recuperé la compostura. Estaba preparado para responderle que nos reuniéramos en un sitio más privado, cuando Oromë elevó su timbre de voz, y llamando la atención de todos los hombres en el recinto, se detuvo a mi lado. Posó sus labios carmesí en mi oreja, y me citó al baño en diez minutos, no sin antes advertirme sobre el vino. Supuse lo evidente: que estaba envenenado, o que tenía alguna especie de somnífero. Miles de suposiciones invadieron mi cabeza: ¿alguien querría violar a Oromë?, fue la más estúpida; ¿este tal "V", ladrón y objetivo del día de hoy se habría percatado de nuestra presencia?, fue la que sonó más evidente. Sea como fuere, Oromë se retiró, y procedí a explicarle a Jhin lo que había escuchado:
-Oromë dice que nos reunamos en el baño en diez minutos. - hice una pausa y miré hacia los lados, asegurándome de que nadie estuviera espiando nuestra conversación. - Por favor, trata de mantenerte lo más profesional que puedas. Evita en la mayor medida de lo posible entrar en contacto directo con cualquiera de nosotros durante la velada, y cuando entremos al baño, vamos a hacerlo por turnos: primero entro yo, a los cinco minutos tú, y por último, cinco minutos después de ti, Mefisto. ¿Entendido? Y para esto, necesito que mientras yo me dirijo al baño, vayas y le avises al payaso ese sobre el plan. - le acerqué un paño blanco, y una pluma entintada. - Por favor, sé sutil. Imagino que ya sabrás qué hacer con eso. Nos vemos en cinco minutos.
Volví a observar alrededor, y cuando me convencí de que todo iba bien, me levanté y me dirigí lentamente hacia el baño. Al abrir la puerta, me recibió la delicada silueta de Oromë limpiándose los labios.
-¿Qué sientes? ¿Ardor? ¿Hormigueo? - Me acerqué lentamente a ella, y manteniendo una distancia prudencial, me dediqué a inspeccionar sus labios con la mirada - No podría decir qué fue exactamente lo que utilizaron, pero desde luego hiciste un buen trabajo limpiándote, y evitando tomar de la copa. Creo (y espero) que el tipo solamente buscaba dormirte, pues es más fácil lidiar con una mujer que cae desmayada luego de un par de copas, que deshacerse de un cadáver... Sea como fuere, me alegra que estés bien. - reposé sobre una pared, y llevé el laúd a mis manos. - Jhin llegará aquí en cinco minutos, y Mefisto en otros cinco. Tenemos muchas cosas que discutir, y poco tiempo para hacerlo. - la miré a los ojos de forma detallada, por primera vez, y me percaté de su resplandor aureo, semejante al mismo sol. ¿Cómo pueden convivir en esta mujer, al mismo tiempo, luz y oscuridad?, pensé. Hice ademán de rasgar las cuerdas. - Se supone que he de actuar como distracción, atracción, y principal centro de atención en esta fiesta, así que en breves estaré parado en una tarima, interpretando alguna que otra canción, y da la casualidad de que me sé una que encaja perfectamente contigo, como si hubiera sido escrita mientras su miserable autor pensaba en tu delicada figura danzando a través de la noche, sumida en un exquisito vaivén donde tus cabellos blanquecinos, al compás de los serenos vientos, otorgarían sutil elegancia a tu meliflua belleza, que por sí sola es una flor del mal que intencionadamente lo embelesa... - dramáticamente otorgué el silencio, que podía ser interpretado como algo incómodo o provocativo, dependiendo de lo que estuviera pensando aquella mujer. Estaba seguro de que esa noche sería un éxito, y recibiría mi pago metálico, pero como en el fondo soy avaricioso, buscaba culminar el trabajo con otra recompensa: un recuerdo, algo que me hiciera en un futuro evocar las memorias de esa velada con mayor facilidad... - ¿Debería mostrarte la canción?
¿Existiría realmente el destino?, fue una de las primeras cuestiones que salió a flote en aquél mar de ideas: una mujer con tez de porcelana y pelos canos como la plata, nos acompaña en una misión hacia la "Dama de Plata", donde irónicamente interpretaría mi romance titulado "Luna de plata". De ser así, no consideraría imposible el hecho de que mi destino, de alguna manera, estuviera ligado a aquella mujer, que cada vez me generaba más intriga, y también sospecha. Cada poro de mi cuerpo me indicaba que debía tener sumo cuidado, y adoptar una posición metódica al estar cerca de ella, pues su volátil actitud podría entrar en conflicto con mi afición por la diplomacia.
Como interludio entre un pensamiento y otro, comencé a imaginar que poco a poco me desvanecía y me convertía en una pequeña mota de polvo que viajaba sobre el ligero aire, un espíritu errante que surcaba los cielos y vivía bajo la voluntad de los demás, tras el cobijo de las fuentes corrientes de viento que la guiaban y conducían a través del día. Pero al caer la noche, y al mostrarse sobre los cielos la impetuosa dama de plata, de atributos tanto bellos como terroríficos, y junto con ella llegase la oscuridad, los vientos huirían despavoridos, dejándome a mí, una pobre mota de polvo, sola y desamparada en medio de la eterna oscuridad, bajo la radiante sonrisa de una dama de atributos tanto hermosos como terroríficos (¿y cómo podría subvertirse de maneras tan perversas conceptos como la hermosura, hasta lo siniestro?). Ya nada podría salvarme, ya sería demasiado tarde para salir adelante, habría perdido, por haber llevado una vida siendo súbdito de los demás. Creí haberme dado cuenta de esto hace mucho tiempo, dos veces en concreto. Entonces, por qué estaría trabajando en equipo, si decidí dedicarme a trabajar solo... ¿subsistir del apoyo de otros individuos? Imposible...
Cuando me vine a dar cuenta, las cuerdas del laúd sonaban más armoniosas que nunca, y en medio de mis divagaciones, había encontrado la inspiración para escribir algún poema nuevo. Terminé de despertar de aquél "sueño" momentáneo cuando Jhin, de forma totalmente indiscreta, y realizando una especie de baile realmente torpe, tomó asiento en la misma mesa que yo.
¡Brindemos! - Me dijo, y a continuación comenzó a tomar, acción que no me molesté en acompañar.
Ni siquiera me digné a mirarlo a los ojos. Por el contrario, estaba paseando mi mirada alrededor de la posada, pues en el breve lapso de tiempo que había transcurrido mientras divagaba, había llegado más gente a la posada, y cada vez el ambiente cobraba más vida, se hacía más cálido: la gente vestía realmente elegante, sin lugar a dudas La Dama de Plata no se había labrado su reputación en vano, pues las fiestas siempre gozaron de cierto prestigio y amor por la alta costura, y hablando de alta costura, justo había visto de reojo a Mefisto, al lado de una preciosa mujer, que vestía de forma muy llamativa. Tras esta breve interrupción, continué con mi paseo, a través de mis ojos y oídos: la madera del piso resonaba al son de la gente bailando; el estruendo de un hombre ebrio que no paraba de gritar el nombre de su esposa hizo eco en todos los rincones del recinto, hasta que unos hombres fornidos hicieron el favor de sacarlo. De pura coincidencia, posé brevemente mi mirada sobre Oromë, que tomaba -o al menos fingía- alguna clase de bebida alcohólica, cuya identidad me propuse a figurar, pero antes de poder culminar, me vi irrumpido por la petulante cháchara de Jhin, que hablaba sobre nuestro objetivo, y aún más importante, acerca de la conversación que tuvo con aquellas ratas en la casa abandonada. -¡Pero cómo vas a hablarme sobre algo así en público! Dios, estoy considerando seriamente apuñalarlo cuando menos se lo espere, y dejarlo a su suerte-. Evité mirarlo a los ojos, me crucé de brazos, y respondí:
-No sé de lo que me está hablando, caballero. Tampoco lo conozco, y si continúa molestándome... - Jhin me interrumpió en seco cuando dijo que "Todos en esta mierda huelen a este perfume".
Me sobresalté por un momento, y entonces recuperé la compostura. Estaba preparado para responderle que nos reuniéramos en un sitio más privado, cuando Oromë elevó su timbre de voz, y llamando la atención de todos los hombres en el recinto, se detuvo a mi lado. Posó sus labios carmesí en mi oreja, y me citó al baño en diez minutos, no sin antes advertirme sobre el vino. Supuse lo evidente: que estaba envenenado, o que tenía alguna especie de somnífero. Miles de suposiciones invadieron mi cabeza: ¿alguien querría violar a Oromë?, fue la más estúpida; ¿este tal "V", ladrón y objetivo del día de hoy se habría percatado de nuestra presencia?, fue la que sonó más evidente. Sea como fuere, Oromë se retiró, y procedí a explicarle a Jhin lo que había escuchado:
-Oromë dice que nos reunamos en el baño en diez minutos. - hice una pausa y miré hacia los lados, asegurándome de que nadie estuviera espiando nuestra conversación. - Por favor, trata de mantenerte lo más profesional que puedas. Evita en la mayor medida de lo posible entrar en contacto directo con cualquiera de nosotros durante la velada, y cuando entremos al baño, vamos a hacerlo por turnos: primero entro yo, a los cinco minutos tú, y por último, cinco minutos después de ti, Mefisto. ¿Entendido? Y para esto, necesito que mientras yo me dirijo al baño, vayas y le avises al payaso ese sobre el plan. - le acerqué un paño blanco, y una pluma entintada. - Por favor, sé sutil. Imagino que ya sabrás qué hacer con eso. Nos vemos en cinco minutos.
Volví a observar alrededor, y cuando me convencí de que todo iba bien, me levanté y me dirigí lentamente hacia el baño. Al abrir la puerta, me recibió la delicada silueta de Oromë limpiándose los labios.
-¿Qué sientes? ¿Ardor? ¿Hormigueo? - Me acerqué lentamente a ella, y manteniendo una distancia prudencial, me dediqué a inspeccionar sus labios con la mirada - No podría decir qué fue exactamente lo que utilizaron, pero desde luego hiciste un buen trabajo limpiándote, y evitando tomar de la copa. Creo (y espero) que el tipo solamente buscaba dormirte, pues es más fácil lidiar con una mujer que cae desmayada luego de un par de copas, que deshacerse de un cadáver... Sea como fuere, me alegra que estés bien. - reposé sobre una pared, y llevé el laúd a mis manos. - Jhin llegará aquí en cinco minutos, y Mefisto en otros cinco. Tenemos muchas cosas que discutir, y poco tiempo para hacerlo. - la miré a los ojos de forma detallada, por primera vez, y me percaté de su resplandor aureo, semejante al mismo sol. ¿Cómo pueden convivir en esta mujer, al mismo tiempo, luz y oscuridad?, pensé. Hice ademán de rasgar las cuerdas. - Se supone que he de actuar como distracción, atracción, y principal centro de atención en esta fiesta, así que en breves estaré parado en una tarima, interpretando alguna que otra canción, y da la casualidad de que me sé una que encaja perfectamente contigo, como si hubiera sido escrita mientras su miserable autor pensaba en tu delicada figura danzando a través de la noche, sumida en un exquisito vaivén donde tus cabellos blanquecinos, al compás de los serenos vientos, otorgarían sutil elegancia a tu meliflua belleza, que por sí sola es una flor del mal que intencionadamente lo embelesa... - dramáticamente otorgué el silencio, que podía ser interpretado como algo incómodo o provocativo, dependiendo de lo que estuviera pensando aquella mujer. Estaba seguro de que esa noche sería un éxito, y recibiría mi pago metálico, pero como en el fondo soy avaricioso, buscaba culminar el trabajo con otra recompensa: un recuerdo, algo que me hiciera en un futuro evocar las memorias de esa velada con mayor facilidad... - ¿Debería mostrarte la canción?
Tatsuya Suō
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Quitándome a la mujer Amelia de la mente, di el primer paso hacia la entrada, al bullicio ensordecido y el olor a alcohol.
Dentro, era un mundo completamente distinto al que frecuentaba a ver. Ya no por la infraestructura en buen estado, ni por la falta de suciedades y fétidos olores, sino por el aspecto de la gente: Todos eran gente presentable, bienvestida y perfumada.
Ante esta vista, sentí algo dentro de mí, sentimiento de urgencia que hacía presión en la vejiga: Siempre es buena idea ir al baño antes de partir a una misión. Evítese así la situación en la que me encontré yo.
Barrí el lugar con la mirada, en búsqueda del servicio. ¡Oh, ahí está Jhin! Iré a avisar que logré encontrar el Dama de pla... Que ya lllegué.
Con cierta prisa, me moví entre la multitud, como la hoja que se abre paso en el aire, con cuidado de no tocar a nadie ni dejar que nadie me tocase. Con tanto giro y tanto movimiento, las ganas de bailar hicieron mella en mi mente, pero las ganas de ir al baño eran mayores.
Una vez terminado mi caminar le palpé el hombro a Jhin, mientras seguía buscando. Se me ocurrió preguntarle dónde estaban los demás, pero la vista del baño me llamó cual luz a polilla. Inmediatamente partí en esa dirección intentando controlar mi velocidad como podía, para no llamar tanto la atención. Creo que Jhin me quería decir algo, pero ya habrá tiempo después de que vaya.
Y he mi sorpresa al encontrar ahí hablando a Luna y Ulrich, que tenía el laúd en las manos.
- Con permiso. -Bajé la cabeza a modo de saludo.
Me dirigí entonces al lado contrario, haciendo caso omiso a la situación, y abrí la puertecilla de madera de uno de los cubículos.
Tras unos momentos salí airoso, con calma recién encontrada.
- Entonces, ¿qué hay? -Dije al par, mientras me dirigía a lo más parecido a un aguamanos que había en el lugar, con intención de asearme.
Dentro, era un mundo completamente distinto al que frecuentaba a ver. Ya no por la infraestructura en buen estado, ni por la falta de suciedades y fétidos olores, sino por el aspecto de la gente: Todos eran gente presentable, bienvestida y perfumada.
Ante esta vista, sentí algo dentro de mí, sentimiento de urgencia que hacía presión en la vejiga: Siempre es buena idea ir al baño antes de partir a una misión. Evítese así la situación en la que me encontré yo.
Barrí el lugar con la mirada, en búsqueda del servicio. ¡Oh, ahí está Jhin! Iré a avisar que logré encontrar el Dama de pla... Que ya lllegué.
Con cierta prisa, me moví entre la multitud, como la hoja que se abre paso en el aire, con cuidado de no tocar a nadie ni dejar que nadie me tocase. Con tanto giro y tanto movimiento, las ganas de bailar hicieron mella en mi mente, pero las ganas de ir al baño eran mayores.
Una vez terminado mi caminar le palpé el hombro a Jhin, mientras seguía buscando. Se me ocurrió preguntarle dónde estaban los demás, pero la vista del baño me llamó cual luz a polilla. Inmediatamente partí en esa dirección intentando controlar mi velocidad como podía, para no llamar tanto la atención. Creo que Jhin me quería decir algo, pero ya habrá tiempo después de que vaya.
Y he mi sorpresa al encontrar ahí hablando a Luna y Ulrich, que tenía el laúd en las manos.
- Con permiso. -Bajé la cabeza a modo de saludo.
Me dirigí entonces al lado contrario, haciendo caso omiso a la situación, y abrí la puertecilla de madera de uno de los cubículos.
Tras unos momentos salí airoso, con calma recién encontrada.
- Entonces, ¿qué hay? -Dije al par, mientras me dirigía a lo más parecido a un aguamanos que había en el lugar, con intención de asearme.
Mefisto
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Ya había terminado mi birra cuando el lugar empezaba a emocionarse más, yo también lo haría, si no fuese por la misión en curso, y claro, había que guardar las apariencias. Ulrich tenía razón, había que ser sutilez. Tenía que tener los ojos abiertos y estar pendiente, así que ordene otra cerveza sólo para botarla en cada brindis que pudiese y así juntarme con la multitud, claro, mis habilidades sociales no eran muy buenas, pero no tenía que unirme a la fiesta, la fiesta tenía que unirse a mí.
Algo llamó mi atención, un pequeño toque en mi espalda, volteé y era Mefisto, moviéndose raudo como un animal hacia otro sitios. Mi respuesta fue un rápido ¿Qué pasa? Pero parece que no me oyó, pensé entonces que, ya era el momento de ir a reunirme con los otros, y se me había pasado el tiempo. Fui con calma a seguirlo, no llamar la atención me dije.
Un momento oportuno porque la gente empezó a aplauidir y estabas distraídos, era obvio que podríamos hablar lo que sea allá. Pero algo llamó mi atención, el olor, el mismo de la bufanda, y el mismo que había en todo el sitio, pero más fuerte, lo suficiente como para impregnar todo este sitio de eso. Mientras volteaba y le daba la espalda a Mefisto y el camino al baño. Tres siluetas salían.
Se posicionaban en el centro, mujeres con bestidos delgados y tan ligeros como las hojas de una flor. Sonaba de fondo, una melodía tan suave como el sonido del viento entre el prado, tan movida como las olas del agua cuando chocan contra las rocas y tan dulce como la miel. Marcaban un paso que enseñaba el comienzo de una solemne y fugaz demostración de un baile, que seguía el compás de los latidos del corazón de la multitud, y con una delicada luz que se posaba sobre mí, alegraban mi día. Las tres mujeres con máscaras, una iba de rojo sangre, otra de un negro como la noche, y la otra de un blanco tenúe.
Más allá de eso, no se podía distinguir nada de estas damas.
Era obvio que ellas eran el espectáculo aquí, y todos las estuvieron esperando, el sitio se tranquilizó y la música se detuvo. Estas cautivadoras damas trayeron algo, que se quedó en toda la habitación, pero no puedo recordar qué...
Entre al baño en el momento justo para escuchar a Mefisto hablar.
Entonces, ¿Qué hay?
Ahí, les empecé a contar sobre lo que pasó. Y me quedé esperando las respuestas de los demás.
Algo llamó mi atención, un pequeño toque en mi espalda, volteé y era Mefisto, moviéndose raudo como un animal hacia otro sitios. Mi respuesta fue un rápido ¿Qué pasa? Pero parece que no me oyó, pensé entonces que, ya era el momento de ir a reunirme con los otros, y se me había pasado el tiempo. Fui con calma a seguirlo, no llamar la atención me dije.
Un momento oportuno porque la gente empezó a aplauidir y estabas distraídos, era obvio que podríamos hablar lo que sea allá. Pero algo llamó mi atención, el olor, el mismo de la bufanda, y el mismo que había en todo el sitio, pero más fuerte, lo suficiente como para impregnar todo este sitio de eso. Mientras volteaba y le daba la espalda a Mefisto y el camino al baño. Tres siluetas salían.
Se posicionaban en el centro, mujeres con bestidos delgados y tan ligeros como las hojas de una flor. Sonaba de fondo, una melodía tan suave como el sonido del viento entre el prado, tan movida como las olas del agua cuando chocan contra las rocas y tan dulce como la miel. Marcaban un paso que enseñaba el comienzo de una solemne y fugaz demostración de un baile, que seguía el compás de los latidos del corazón de la multitud, y con una delicada luz que se posaba sobre mí, alegraban mi día. Las tres mujeres con máscaras, una iba de rojo sangre, otra de un negro como la noche, y la otra de un blanco tenúe.
Más allá de eso, no se podía distinguir nada de estas damas.
Era obvio que ellas eran el espectáculo aquí, y todos las estuvieron esperando, el sitio se tranquilizó y la música se detuvo. Estas cautivadoras damas trayeron algo, que se quedó en toda la habitación, pero no puedo recordar qué...
Entre al baño en el momento justo para escuchar a Mefisto hablar.
Entonces, ¿Qué hay?
Ahí, les empecé a contar sobre lo que pasó. Y me quedé esperando las respuestas de los demás.
Tobias Pharra
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Menos mal, menos mal. No podía dejar de repetirme aquello una y otra vez mientras buscaba enfocar todos mis sentidos en una sola cosa: mantener la calma. Hubiera sido fácil en otra ocasión pero ahora mismo, era como escalar una montaña con una mano atada a la espalda.
Ulrich no tardó en llegar al baño, tan puntual como cabía esperar. Apenas giré mis ojos desde el otro lado del espejo y continué limpiándolos, aunque era inútil, aún podía sentirlo. -Demasiadas cosas, tenía que asegurarme y dejé que un poco del vino pasara por mi garganta, solo unas pocas gotas.- Respiré profundo, siguiendo con mi letanía interna. -Es una droga que desinhibe a quien la tome, y ya que viene mezclada con alcohol el efecto es más fuerte. Imagino que lo que quieren es que esté dispuesta y deseosa para que al día siguiente cuando me despierte, no sienta que fue una violación... Sin crimen no hay castigo- Me di medía vuelta y cerré mis ojos con fuerza por unos pocos segundos. -Es fuerte, pero he notado que no se lo dan a todas las mujeres, pues una mujer no muy agraciada tenía su copa limpia mientras que noté en la mía esto- Enseñé la copa y se podía ver como en la base de esta se reunía un polvo blanquecino que no se había disuelto del todo. -Cada mes, en esta posada se reúnen y hacen una especie de apuesta o subasta, no estoy segura de como funciona pero esto debe de tener algo que ver porque lo que hacen es pagar por sexo e imagino que nadie recompensa a las jóvenes que son el premio. En todo caso, me han marcado como mercancía y tendré que fingir o levantaré sospechas si ven que no estoy como ellos esperan, sean quienes sean.- Apoyé mi cuerpo contra la pared mientras miraba mis manos. Concéntrate, concéntrate -Quien haya intentado utilizarme, tiene las horas contadas. Se equivocó de persona a la cual drogar- Mi cabeza gritaba que le hiciera caso a mis instintos más primarios, pero los míos no eran los mismos que el de los humanos, mis deseos siempre llevaban manchas rojas y monedas doradas y relucientes... Alcé la vista a Ulrich otra vez y le dediqué una sonrisa salvaje y oscura, pero eso no era nada en comparación al cambio de mi rostro el cual lentamente se contorsionaba a algo más bestial, como mis ojos y la piel alrededor de mi sien empezaban a asemejarse a los de una serpiente, y si no fuera ya bastante grotesco el ver la transición, la frutilla del postre era ver como mis labios se estiraban hasta desaparecer y mis dientes pasaban a ser una fila de colmillos. Una bestia, eso era yo. -Mientras tu no te olvides de que esta flor no es más que una planta carnívora, entonces lo haré, bailaré.- Sacudí mi cabeza y respiré profundo mientras evitaba que el cambio continuara y regresaba a mi apariencia humana. -Como he dicho, es una droga fuerte y mi primer instinto es preservarme por lo que no controlo muy bien mi... apariencia. Si te lo preguntas, mi rostro humano no es falso.- No sé porque dije aquello, tal vez porque no quería que estuviera luego yendo por allí diciéndole a todo el mundo que yo era más de lo que aparentaba. No es que fuera un secreto pero no quería que fuera algo de conocimiento publico.
Pensé en decir algo más pero la puerta se abrió rápidamente y vi pasar como un rayo al loco del sombrero hasta uno de los cubículos y luego salir como si nada. -Bienvenido de nuevo, Mefisto.- Segundo mas tarde, Jhin emergió y pasé rápidamente a explicarles lo que había visto y pasado, aunque con menos detalles que con Ulrich ya que no nos quedaba tanto tiempo para localizar a nuestro blanco. -Algo estamos perdiendo de vista aquí, ¿como se relacionan las drogas y el perfume? Tal vez lo primero no es más que una distracción o solo un extra de estas fiestas y esas bailarinas puede que marquen el comienzo de la verdadera. Ya no sé que pensar al respecto, salvo que sí no encontramos a nuestro objetivo antes de la subasta, pues tendrán que vaciar sus bolsillos para comprarme- Remarqué la palabra comprarme, con la suficiente fuerza como para dejar en claro que no podíamos permitir que descubrieran nuestros planes si sucedía que alguien más me "ganara" y yo no fuera complaciente. -Acérquense, tengo que fingir que estuve divirtiéndome con ustedes aquí un rato- Puse los ojos en blanco mientras me acercaba y plantaba un beso en cada uno de ellos: un beso rojizo en la mejilla para Mefisto, uno apenas visible que manchaba la bandana y una parte del rostro de Jhin, y para Ulrich uno en el cuello, lo suficientemente invisible a menos que te acercaras o él girara su cabeza en un angulo demasiado obvio.
Ulrich no tardó en llegar al baño, tan puntual como cabía esperar. Apenas giré mis ojos desde el otro lado del espejo y continué limpiándolos, aunque era inútil, aún podía sentirlo. -Demasiadas cosas, tenía que asegurarme y dejé que un poco del vino pasara por mi garganta, solo unas pocas gotas.- Respiré profundo, siguiendo con mi letanía interna. -Es una droga que desinhibe a quien la tome, y ya que viene mezclada con alcohol el efecto es más fuerte. Imagino que lo que quieren es que esté dispuesta y deseosa para que al día siguiente cuando me despierte, no sienta que fue una violación... Sin crimen no hay castigo- Me di medía vuelta y cerré mis ojos con fuerza por unos pocos segundos. -Es fuerte, pero he notado que no se lo dan a todas las mujeres, pues una mujer no muy agraciada tenía su copa limpia mientras que noté en la mía esto- Enseñé la copa y se podía ver como en la base de esta se reunía un polvo blanquecino que no se había disuelto del todo. -Cada mes, en esta posada se reúnen y hacen una especie de apuesta o subasta, no estoy segura de como funciona pero esto debe de tener algo que ver porque lo que hacen es pagar por sexo e imagino que nadie recompensa a las jóvenes que son el premio. En todo caso, me han marcado como mercancía y tendré que fingir o levantaré sospechas si ven que no estoy como ellos esperan, sean quienes sean.- Apoyé mi cuerpo contra la pared mientras miraba mis manos. Concéntrate, concéntrate -Quien haya intentado utilizarme, tiene las horas contadas. Se equivocó de persona a la cual drogar- Mi cabeza gritaba que le hiciera caso a mis instintos más primarios, pero los míos no eran los mismos que el de los humanos, mis deseos siempre llevaban manchas rojas y monedas doradas y relucientes... Alcé la vista a Ulrich otra vez y le dediqué una sonrisa salvaje y oscura, pero eso no era nada en comparación al cambio de mi rostro el cual lentamente se contorsionaba a algo más bestial, como mis ojos y la piel alrededor de mi sien empezaban a asemejarse a los de una serpiente, y si no fuera ya bastante grotesco el ver la transición, la frutilla del postre era ver como mis labios se estiraban hasta desaparecer y mis dientes pasaban a ser una fila de colmillos. Una bestia, eso era yo. -Mientras tu no te olvides de que esta flor no es más que una planta carnívora, entonces lo haré, bailaré.- Sacudí mi cabeza y respiré profundo mientras evitaba que el cambio continuara y regresaba a mi apariencia humana. -Como he dicho, es una droga fuerte y mi primer instinto es preservarme por lo que no controlo muy bien mi... apariencia. Si te lo preguntas, mi rostro humano no es falso.- No sé porque dije aquello, tal vez porque no quería que estuviera luego yendo por allí diciéndole a todo el mundo que yo era más de lo que aparentaba. No es que fuera un secreto pero no quería que fuera algo de conocimiento publico.
Pensé en decir algo más pero la puerta se abrió rápidamente y vi pasar como un rayo al loco del sombrero hasta uno de los cubículos y luego salir como si nada. -Bienvenido de nuevo, Mefisto.- Segundo mas tarde, Jhin emergió y pasé rápidamente a explicarles lo que había visto y pasado, aunque con menos detalles que con Ulrich ya que no nos quedaba tanto tiempo para localizar a nuestro blanco. -Algo estamos perdiendo de vista aquí, ¿como se relacionan las drogas y el perfume? Tal vez lo primero no es más que una distracción o solo un extra de estas fiestas y esas bailarinas puede que marquen el comienzo de la verdadera. Ya no sé que pensar al respecto, salvo que sí no encontramos a nuestro objetivo antes de la subasta, pues tendrán que vaciar sus bolsillos para comprarme- Remarqué la palabra comprarme, con la suficiente fuerza como para dejar en claro que no podíamos permitir que descubrieran nuestros planes si sucedía que alguien más me "ganara" y yo no fuera complaciente. -Acérquense, tengo que fingir que estuve divirtiéndome con ustedes aquí un rato- Puse los ojos en blanco mientras me acercaba y plantaba un beso en cada uno de ellos: un beso rojizo en la mejilla para Mefisto, uno apenas visible que manchaba la bandana y una parte del rostro de Jhin, y para Ulrich uno en el cuello, lo suficientemente invisible a menos que te acercaras o él girara su cabeza en un angulo demasiado obvio.
Oromë Vánadóttir
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Si algo era seguro, es que aquél simple contrato de rastreo que nos había ofrecido Arthur no era algo común: algo turbio estaba ocurriendo tras bambalinas. Ya estaba acostumbrado a este tipo de ocurrencias, el mundo delictivo y los barrios bajos de Lunargenta a simple vista parecen tener la profundidad de un charco, pero en realidad son tan hondos como un océano. Alguien había marcado como mercancía a Oromë, quien hábilmente eludió mis intentos por seducirla -¿Será porque estoy envejeciendo prematuramente?-, mientras me explicaba el modus operandi del negocio de "subastas" que utilizaba la posada por medio de suposiciones tan detalladas, que casi parecía como si ella misma fuera cómplice. Esto activó ligeramente mis alarmas, pero lo que más me sobresaltó fue su repentina transformación: sus brillantes ojos me otorgaron una mirada sombría, capaz de helarle la sangre a cualquiera, su bello rostro suave y blanquecino se contorsionó hasta demostrar rasgos bestiales, semejantes a los de una serpiente. ¡Era un lagarto aquella mujer, un dragón! Tenía mis ciertas sospechas, pero era realmente raro ver mujeres como ella en Lunargenta, especialmente involucrándose en este tipo de negocios, por lo que llegué a descartar la idea. Guardé mis opiniones conflictivas y racistas dentro de mis pensamientos, y respondí de la manera más agradable posible:
-Señorita Oromë, eres verdaderamente intrigante. Después de todo este asunto, si aún tienes ganas de bailar, espero que me concedas el honor. No le tengo miedo a la muerte, mucho menos a una planta carnívora que aparenta ser una flor. Danzaremos, danzaremos aún si con tus propias manos mutilas mi indolente corazón.
Seguido a mi oración, del umbral de la puerta emergió un Mefisto bastante apurado, que nos hizo caso omiso y entró en uno de los cubículos... para salir al poco rato, con un rostro aliviado, y como si nada. Antes de poder intercambiar palabras con el excéntrico joven, el baño se inundó de un pútrido olor a bestia: Jhin repentinamente había aparecido en la habitación, y rompió el silencio explicándonos cómo en la posada habían aparecido tres misteriosas mujeres enmascaradas, vestidas de blanco, negro y rojo. La posada era conocida por sus celebraciones excéntricas, pero aquella noche era una de las anécdotas más bizarras que había vivido en mis años como bardo. Subastas, violaciones, mujeres bailarinas, gente que huele al mismo perfume. Era difícil conectar tanta información en tan poco tiempo, pues el tiempo apremiaba. Oromë dio un pequeño monólogo, para después marcarnos con sus labios -Oromë parece estar encariñada con Mefisto...-. Me dispuse a complementar su monólogo, antes de partir
-Bien, estas son meras suposiciones, pero soy bastante bueno componiendo hipótesis, al igual que poemas, así que les explicaré qué creo que está sucediendo, y cuáles serán las instrucciones a seguir: "La dama de plata" es una metáfora hacia la luna. El día de hoy hay luna llena, uniendo estos dos datos, podemos suponer que durante las noches de luna llena, se celebran reuniones especiales dentro de esta posada, donde se incentiva la "prostitución", que deberíamos definir mejor como una violación. Aquello de las bailarinas enmascaradas debe ser una especie de ceremonia de bienvenida, y es la coartada perfecta para ocultar a alguien, posiblemente al objetivo que buscamos: ¿quién sospecharía de una bailarina a la que no puedes verle el rostro? Si algo he aprendido, es que los músicos y los bailarines son individuos insospechables. -me rasqué el mentón, mientras pensaba en algo que me inquietaba bastante: ¿por qué habíamos accedido con tanta facilidad a la posada, en una noche tan especial?- sin embargo, ahora que lo pienso, en una velada tan especial, no debería ser tan fácil acceder. El crimen organizado tiende a ser muy quisquilloso con este tipo de reuniones. Yo pude entrar sin mayor dificultad, porque me aseguré de promocionarme para tocar en esta posada durante esta noche, a Oromë probablemente le permitieron acceder porque al ser una mujer hermosa, podrían marcarla como mercancía. Eso significa que desde el principio, Oromë era el objetivo de estos maniáticos violadores. Por otra parte, ¿cómo accedieron con tanta facilidad ustedes dos, Mefisto y Jhin? -mi tono de voz fue juicioso, acusador. Aquellas últimas palabras hicieron eco por la habitación, seguidas por un silencio. Yo mismo me dispuse a romperlo, antes de crear malentendidos. No desconfiaba del todo en ellos; al menos no en Mefisto, aquél payaso era tan estúpido y necio que sería imposible que pudiera traicionarnos, al menos voluntariamente. Sin embargo, tenía mis ligeras reservaciones con Jhin. - Mefisto, cuando estabas sentado en la mesa con Jhin, te vi al lado de una mujer muy elegante y hermosa, ¿te importaría decirnos quién es, y si conseguiste averiguar algo importante de ella?. Tengo el ligero presentimiento de que esa mujer está ampliamente involucrada con todo este asunto, llevaba una capa roja, ¿cierto? Y su traje era blanco, con finos y firmes trazos de color dorado. Esa podría ser nuestra primera pista para abordar esta operación. -dirigí mi mirada hacia Jhin, con unos ojos casi asesinos, que rápidamente se tornaron cálidos y amigables. ¿Yo? ¿Queriendo matarte? ¡Jamás, por favor! ¡Si soy tu mejor amigo, Ulrich!- Con respecto a ti... no sé bien cómo explicar que se te haya hecho tan fácil acceder. Pero creo que ya saben de nuestra presencia, y te dejaron pasar porque tarde o temprano intentarán emboscarnos. ¿Estarán jugando con nosotros? ¿Querrán secuestrarnos para sonsacarnos información? No lo sé. El punto es que todos ustedes deberían tener mucho cuidado, y en especial tú, Jhin. De repente deberías considerar peinarte más bonito, porque así como te ves en este momento no pareces demasiado confiable. -esbocé una sonrisa y una sonora carcajada- En fin. Ahora, las instrucciones son las siguientes, pero si no están de acuerdo, pueden sentirse libres de manipularlas a su conveniencia: yo en breves debo ir a presentarme en la tarima, y dejar mi espíritu en la música. Durante el acto, la gente siempre se anima a danzar alegremente en el escenario. Dos de ustedes, preferiblemente los hombres, deberían animarse a bailar con las mujeres enmascaradas. Tendrán varios minutos para charlar con ellas, intenten sacarles información que concuerde con todo lo que hemos discutido aquí, y si consiguen identificar quién es la joven que acompañaba a Mefisto, estamos aún mejor. Para Mefisto tengo una encomienda extra, y es que mientras realizas tu tarea, me gustaría que inspecciones cautelosamente posibles lugares por los que podamos escapar, en caso de que las cosas se pongan bastante feas. Con respecto a ti, Oromë... no sé si realmente estés de acuerdo, pero he llegado a pensar en que hagas el papel de carnada. Lo comprendo si te es humillante y te niegas, puedes oponerte si te lo parece, pero creo que tú eres la llave para resolver todo este misterio. -suavemente me acerqué a su oreja, y le susurré- Eres una dragona, y creo que eso es algo que solamente yo sé hasta los momentos, y por lo cual, agradezco tu confianza. Para estos cerdos, eres una mujer hermosa e indefensa que no ofrecerá ningún tipo de pelea si abusan sexualmente de ella, pero es totalmente lo contrario. Puede que ya no tengas aquella Claymore reposando en tu espalda, pero creo que tus capacidades físicas pueden sobrepasar por mucho a las de un humano común. Si consiguieras, de alguna manera, llamar la atención de algún "pez gordo" de esta cofradía, lo suficiente para cortejarlo y convencerlo de "tener algo de intimidad" en las zonas más lujosas de esta posada, es decir, donde se hospedan los miembros más prestigiosos, allí podrías dominarlo e interrogarlo, dando rienda suelta a toda la fuerza que necesites, con tal de lograr nuestro objetivo. Esto es lo más importante, debes hacer que te diga quién es la persona que estamos buscando. En caso de que te descubran y te metias en problemas, será mejor que despedaces a todo desgraciado que se cruce en tu camino, y nos contactes lo más rápido posible, por medio de alguna contraseña de tu preferencia. Cuento contigo -me alejé lentamente de ella, y miré a los demás con una sonrisa y mirada pícara - En fin, el plan acepta modificaciones, siempre y cuando ayuden a alcanzar nuestro objetivo. Espero, consigamos completar esto antes de que sea la hora de la subasta.
Con una sonrisa satisfactoria, y con mi cuello marcado por los labios de una hermosa dama, salí de aquél baño como si fuera un joven muchacho soñador de 19 años que había recibido por primera vez los dulces placeres de una dama. Llevaba mi laúd en mano, y mis cuerdas vocales estaban más afinadas que nunca. Aquella noche daría el concierto de mi vida, y debía conmover el corazón de mi público, un arte en el que me destaqué como genio. Desde aquél momento, había dejado de ser Ulrich Richter, y había pasado a llamarme Charles Baudelaire: el poeta maldito. Cuando bajé las escaleras rasgando las cuerdas de mi laúd, el estruendo de los aplausos y gritos eufóricos resonaron en las paredes de la posada, para después hacer un repentino silencio, donde pasó tan solo a escucharse mi voz, la voz que por tantos años afiné, la voz que había conmovido tanto a fulanas como a princesas. A paso lento y seductor, me dirigí a la tarima, donde se hallaba un pequeño banco, donde habría de reposar por las siguientes horas...
-Señorita Oromë, eres verdaderamente intrigante. Después de todo este asunto, si aún tienes ganas de bailar, espero que me concedas el honor. No le tengo miedo a la muerte, mucho menos a una planta carnívora que aparenta ser una flor. Danzaremos, danzaremos aún si con tus propias manos mutilas mi indolente corazón.
Seguido a mi oración, del umbral de la puerta emergió un Mefisto bastante apurado, que nos hizo caso omiso y entró en uno de los cubículos... para salir al poco rato, con un rostro aliviado, y como si nada. Antes de poder intercambiar palabras con el excéntrico joven, el baño se inundó de un pútrido olor a bestia: Jhin repentinamente había aparecido en la habitación, y rompió el silencio explicándonos cómo en la posada habían aparecido tres misteriosas mujeres enmascaradas, vestidas de blanco, negro y rojo. La posada era conocida por sus celebraciones excéntricas, pero aquella noche era una de las anécdotas más bizarras que había vivido en mis años como bardo. Subastas, violaciones, mujeres bailarinas, gente que huele al mismo perfume. Era difícil conectar tanta información en tan poco tiempo, pues el tiempo apremiaba. Oromë dio un pequeño monólogo, para después marcarnos con sus labios -Oromë parece estar encariñada con Mefisto...-. Me dispuse a complementar su monólogo, antes de partir
-Bien, estas son meras suposiciones, pero soy bastante bueno componiendo hipótesis, al igual que poemas, así que les explicaré qué creo que está sucediendo, y cuáles serán las instrucciones a seguir: "La dama de plata" es una metáfora hacia la luna. El día de hoy hay luna llena, uniendo estos dos datos, podemos suponer que durante las noches de luna llena, se celebran reuniones especiales dentro de esta posada, donde se incentiva la "prostitución", que deberíamos definir mejor como una violación. Aquello de las bailarinas enmascaradas debe ser una especie de ceremonia de bienvenida, y es la coartada perfecta para ocultar a alguien, posiblemente al objetivo que buscamos: ¿quién sospecharía de una bailarina a la que no puedes verle el rostro? Si algo he aprendido, es que los músicos y los bailarines son individuos insospechables. -me rasqué el mentón, mientras pensaba en algo que me inquietaba bastante: ¿por qué habíamos accedido con tanta facilidad a la posada, en una noche tan especial?- sin embargo, ahora que lo pienso, en una velada tan especial, no debería ser tan fácil acceder. El crimen organizado tiende a ser muy quisquilloso con este tipo de reuniones. Yo pude entrar sin mayor dificultad, porque me aseguré de promocionarme para tocar en esta posada durante esta noche, a Oromë probablemente le permitieron acceder porque al ser una mujer hermosa, podrían marcarla como mercancía. Eso significa que desde el principio, Oromë era el objetivo de estos maniáticos violadores. Por otra parte, ¿cómo accedieron con tanta facilidad ustedes dos, Mefisto y Jhin? -mi tono de voz fue juicioso, acusador. Aquellas últimas palabras hicieron eco por la habitación, seguidas por un silencio. Yo mismo me dispuse a romperlo, antes de crear malentendidos. No desconfiaba del todo en ellos; al menos no en Mefisto, aquél payaso era tan estúpido y necio que sería imposible que pudiera traicionarnos, al menos voluntariamente. Sin embargo, tenía mis ligeras reservaciones con Jhin. - Mefisto, cuando estabas sentado en la mesa con Jhin, te vi al lado de una mujer muy elegante y hermosa, ¿te importaría decirnos quién es, y si conseguiste averiguar algo importante de ella?. Tengo el ligero presentimiento de que esa mujer está ampliamente involucrada con todo este asunto, llevaba una capa roja, ¿cierto? Y su traje era blanco, con finos y firmes trazos de color dorado. Esa podría ser nuestra primera pista para abordar esta operación. -dirigí mi mirada hacia Jhin, con unos ojos casi asesinos, que rápidamente se tornaron cálidos y amigables. ¿Yo? ¿Queriendo matarte? ¡Jamás, por favor! ¡Si soy tu mejor amigo, Ulrich!- Con respecto a ti... no sé bien cómo explicar que se te haya hecho tan fácil acceder. Pero creo que ya saben de nuestra presencia, y te dejaron pasar porque tarde o temprano intentarán emboscarnos. ¿Estarán jugando con nosotros? ¿Querrán secuestrarnos para sonsacarnos información? No lo sé. El punto es que todos ustedes deberían tener mucho cuidado, y en especial tú, Jhin. De repente deberías considerar peinarte más bonito, porque así como te ves en este momento no pareces demasiado confiable. -esbocé una sonrisa y una sonora carcajada- En fin. Ahora, las instrucciones son las siguientes, pero si no están de acuerdo, pueden sentirse libres de manipularlas a su conveniencia: yo en breves debo ir a presentarme en la tarima, y dejar mi espíritu en la música. Durante el acto, la gente siempre se anima a danzar alegremente en el escenario. Dos de ustedes, preferiblemente los hombres, deberían animarse a bailar con las mujeres enmascaradas. Tendrán varios minutos para charlar con ellas, intenten sacarles información que concuerde con todo lo que hemos discutido aquí, y si consiguen identificar quién es la joven que acompañaba a Mefisto, estamos aún mejor. Para Mefisto tengo una encomienda extra, y es que mientras realizas tu tarea, me gustaría que inspecciones cautelosamente posibles lugares por los que podamos escapar, en caso de que las cosas se pongan bastante feas. Con respecto a ti, Oromë... no sé si realmente estés de acuerdo, pero he llegado a pensar en que hagas el papel de carnada. Lo comprendo si te es humillante y te niegas, puedes oponerte si te lo parece, pero creo que tú eres la llave para resolver todo este misterio. -suavemente me acerqué a su oreja, y le susurré- Eres una dragona, y creo que eso es algo que solamente yo sé hasta los momentos, y por lo cual, agradezco tu confianza. Para estos cerdos, eres una mujer hermosa e indefensa que no ofrecerá ningún tipo de pelea si abusan sexualmente de ella, pero es totalmente lo contrario. Puede que ya no tengas aquella Claymore reposando en tu espalda, pero creo que tus capacidades físicas pueden sobrepasar por mucho a las de un humano común. Si consiguieras, de alguna manera, llamar la atención de algún "pez gordo" de esta cofradía, lo suficiente para cortejarlo y convencerlo de "tener algo de intimidad" en las zonas más lujosas de esta posada, es decir, donde se hospedan los miembros más prestigiosos, allí podrías dominarlo e interrogarlo, dando rienda suelta a toda la fuerza que necesites, con tal de lograr nuestro objetivo. Esto es lo más importante, debes hacer que te diga quién es la persona que estamos buscando. En caso de que te descubran y te metias en problemas, será mejor que despedaces a todo desgraciado que se cruce en tu camino, y nos contactes lo más rápido posible, por medio de alguna contraseña de tu preferencia. Cuento contigo -me alejé lentamente de ella, y miré a los demás con una sonrisa y mirada pícara - En fin, el plan acepta modificaciones, siempre y cuando ayuden a alcanzar nuestro objetivo. Espero, consigamos completar esto antes de que sea la hora de la subasta.
Con una sonrisa satisfactoria, y con mi cuello marcado por los labios de una hermosa dama, salí de aquél baño como si fuera un joven muchacho soñador de 19 años que había recibido por primera vez los dulces placeres de una dama. Llevaba mi laúd en mano, y mis cuerdas vocales estaban más afinadas que nunca. Aquella noche daría el concierto de mi vida, y debía conmover el corazón de mi público, un arte en el que me destaqué como genio. Desde aquél momento, había dejado de ser Ulrich Richter, y había pasado a llamarme Charles Baudelaire: el poeta maldito. Cuando bajé las escaleras rasgando las cuerdas de mi laúd, el estruendo de los aplausos y gritos eufóricos resonaron en las paredes de la posada, para después hacer un repentino silencio, donde pasó tan solo a escucharse mi voz, la voz que por tantos años afiné, la voz que había conmovido tanto a fulanas como a princesas. A paso lento y seductor, me dirigí a la tarima, donde se hallaba un pequeño banco, donde habría de reposar por las siguientes horas...
- Spoiler:
- -Off rol- Siéntanse libres de cambiar cualquier parte del plan a su gusto, se sobrentenderá que Ulrich dio el visto bueno antes de partir.
Tatsuya Suō
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Y con la intención me quedé, pues la cantidad de agua que había en el aguamanos era cercana a inexistente. Dejé el jarrón en su lugar y me dirigí al grupo, resignado. Asentí en respuesta al saludo de Luna.
- ¿Acaso este es nuestro lugar de reunión? -Bromeé al ver que Jhin también había venido.
Ah, pues sí lo es...
Entonces habló Jhin sobre el trío enmascarado de bailarinas que había aparecido en la fiesta. ¿Por qué negro, blanco y rojo?
Luna fue la siguiente, explicando la situación referente al intento fallido de drogarla y algo sobre subastas de mujeres.
- Joder, eso es algo bajo, ¿no? -Reclamé, indignado. Ya sabía que la moral es algo que no se conoce en estos lares, pero no puedo evitar aborrecer estos niveles de insensibilidad.
Me había perdido un poco en mis pensamientos, por lo que no escuché claramente lo que dijo Luna. Me sobresalté entonces el verla acercarse a mí súbitamente, y darme un beso en la mejilla.
- ¡...Eh! -Me quejé. Inmediatamente después dejó sus labios marcados en Jhin y en Ulrich. Me vi en el espejo, y como pensé, a mí también me había dejado marcado. Oh, disimular esta reunión, ya entiendo. Sí, buen plan.
Enseguida empezó Ulrich a compartir sus teorías, sospechas e hipopótamos. Si bien me parecían rebuscadas, no podría negar que tenían algo de sentido. El suficiente como para ser base de nuestro plan de acción, al menos.
- Yo accedí porque soy un galante caballero, ¡no hay duda de eso! -Le repliqué.
Habló de la mujer que me guió hasta el lugar, y de que sospechaba de su implicación en todo esto.
- ¿Amelia? Nah, habló menos que un cuchillo. Y lo que dice corta como uno, y te lo digo yo, que soy experto en decir tonterías y recibir insultos y puñaladas -Me reí de mi propia ocurrencia-. No tengo razones para pensar que está involucrada, pero no dudaré en su instinto acusativo, jefecito. -Le respondí a Ulrich.
Ahora que lo pienso, Amelia podría estar en peligro...
Acompañé la carcajada de Ulrich al escuchar el chiste contra la apariencia de Jhin. Empezó entonces a decir el plan que tenía pensado; Tocar, que bailemos y busquemos información. A mí me gustaba ese plan. Era un buen plan. ¡Hablar tonterías y bailar son ambas mis especialidades!
Partió con laúd en mano, y me encaminé al grupo de gente que se estaba formando en el centro del lugar. Examiné con cuidado el entorno,en búsqueda de puntos de escape.
Arriba, entre las mesas, una ventana cerrada. Un Mefisto de ancho.
Puntos fuertes: Puedo pasar.
Debilidades: Está cerrada, y hay que subir las escaleras para llegar a ella. La caída no es muy alta, pero aterrizar mal conllevaría a lesiones que dificultarían una huida.
Contramedida: No parece muy resistente, así que no creo que romperla sea un problema. Sé aterrizar medianamente bien.
Me sorprendí un poco al darme cuenta de que, después de la entrada, ese vendría a ser el único punto de escape visible desde aquí. El resto de ventanas no eran lo suficientemente anchas como para dejarme pasar, no en un apuro, al menos. Exploraré el resto del lugar cuando consiga información, sólo debo tomar en baile a alguna de las enmascarad...
- ...Joder. -Maldije en voz baja, al buscar máscaras entre la multitud y no conseguir ninguna.
- ¿Acaso este es nuestro lugar de reunión? -Bromeé al ver que Jhin también había venido.
Ah, pues sí lo es...
Entonces habló Jhin sobre el trío enmascarado de bailarinas que había aparecido en la fiesta. ¿Por qué negro, blanco y rojo?
Luna fue la siguiente, explicando la situación referente al intento fallido de drogarla y algo sobre subastas de mujeres.
- Joder, eso es algo bajo, ¿no? -Reclamé, indignado. Ya sabía que la moral es algo que no se conoce en estos lares, pero no puedo evitar aborrecer estos niveles de insensibilidad.
Me había perdido un poco en mis pensamientos, por lo que no escuché claramente lo que dijo Luna. Me sobresalté entonces el verla acercarse a mí súbitamente, y darme un beso en la mejilla.
- ¡...Eh! -Me quejé. Inmediatamente después dejó sus labios marcados en Jhin y en Ulrich. Me vi en el espejo, y como pensé, a mí también me había dejado marcado. Oh, disimular esta reunión, ya entiendo. Sí, buen plan.
Enseguida empezó Ulrich a compartir sus teorías, sospechas e hipopótamos. Si bien me parecían rebuscadas, no podría negar que tenían algo de sentido. El suficiente como para ser base de nuestro plan de acción, al menos.
- Yo accedí porque soy un galante caballero, ¡no hay duda de eso! -Le repliqué.
Habló de la mujer que me guió hasta el lugar, y de que sospechaba de su implicación en todo esto.
- ¿Amelia? Nah, habló menos que un cuchillo. Y lo que dice corta como uno, y te lo digo yo, que soy experto en decir tonterías y recibir insultos y puñaladas -Me reí de mi propia ocurrencia-. No tengo razones para pensar que está involucrada, pero no dudaré en su instinto acusativo, jefecito. -Le respondí a Ulrich.
Ahora que lo pienso, Amelia podría estar en peligro...
Acompañé la carcajada de Ulrich al escuchar el chiste contra la apariencia de Jhin. Empezó entonces a decir el plan que tenía pensado; Tocar, que bailemos y busquemos información. A mí me gustaba ese plan. Era un buen plan. ¡Hablar tonterías y bailar son ambas mis especialidades!
Partió con laúd en mano, y me encaminé al grupo de gente que se estaba formando en el centro del lugar. Examiné con cuidado el entorno,en búsqueda de puntos de escape.
Arriba, entre las mesas, una ventana cerrada. Un Mefisto de ancho.
Puntos fuertes: Puedo pasar.
Debilidades: Está cerrada, y hay que subir las escaleras para llegar a ella. La caída no es muy alta, pero aterrizar mal conllevaría a lesiones que dificultarían una huida.
Contramedida: No parece muy resistente, así que no creo que romperla sea un problema. Sé aterrizar medianamente bien.
Me sorprendí un poco al darme cuenta de que, después de la entrada, ese vendría a ser el único punto de escape visible desde aquí. El resto de ventanas no eran lo suficientemente anchas como para dejarme pasar, no en un apuro, al menos. Exploraré el resto del lugar cuando consiga información, sólo debo tomar en baile a alguna de las enmascarad...
- ...Joder. -Maldije en voz baja, al buscar máscaras entre la multitud y no conseguir ninguna.
Mefisto
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Ahí estabamos todos reunidos en el baño. Cuánta clase.
Oromë no parecía estar muy bien, parecía algo preocupada, y habló de que la venderían y que estaba drogada, por un momento pensé que estaba borracha o algo, pero no creo que sea una persona de ese tipo de juegos.
Mefisto, por otra parte, no parecía estar nada preocupado ni enterado de lo que estaba pasando.
Ulrich, dio un discurso sobre el plan a seguir, al cual no le di mucha bola, ya estaba ideando el mío. Sólo recuerdo que mencionó mi aspecto, por qué nos dejaron entrar a Mefisto y a mí, y que buscaramos información las bailarinas.
Me quedé inmovil un rato, entre mis ideas. Me di cuenta. Si había una subasta, querían a la mayor cantidad de gente posible para subastar, y en este mundo de los bajos fondos, cualquier este vestido como un haragan o con olor a perro, puede tener más dinero que otros. A pesar de ser un lugar con clase, no juzgan apariencias. Ya eso daba igual, y teníamos que al menos saber a quién buscabamos, y sí, bailar con las damas esas parecía lógico. Ese par de años viviendo con Naire, me dieron cierta destreza para el baile.
Así que salí al mismo paso que Mefisto. Pero en qué se diferenciaba mi plan del de Ulrich. Simple el mío era más arriesgado.
Cuando vimos el panorama, el primero en notar que no estaban las damas enmascaradas fue Mefisto.
Pero cuando Ulrich empezó a raspar las cuerdas de su laúd y a soltar líricas con una cautivadora voz. Empezó a salir una por una, de sus habitaciones. Lo que me hizo pensar, les encanta el espectáculo o Ulrich las hizo salir por otra razón, sospechoso se veía, pero tenía que confiar en él.
Así que no dudé en ir a mi cometido, tomé a la mujer de rojo, y sin vacilación, empezó a moverse conmigo al ritmo lento de la canción. Después de un rato. ¿A qué hora es la subasta?-Le pregunté, ella movió su cabeza que estaba en mi hombro, miró hacia mí, y se quedó inmóvil. Obviamente no pude presenciar su expresión.
Y ahí se seguía manteniendo en silencio...
Oromë no parecía estar muy bien, parecía algo preocupada, y habló de que la venderían y que estaba drogada, por un momento pensé que estaba borracha o algo, pero no creo que sea una persona de ese tipo de juegos.
Mefisto, por otra parte, no parecía estar nada preocupado ni enterado de lo que estaba pasando.
Ulrich, dio un discurso sobre el plan a seguir, al cual no le di mucha bola, ya estaba ideando el mío. Sólo recuerdo que mencionó mi aspecto, por qué nos dejaron entrar a Mefisto y a mí, y que buscaramos información las bailarinas.
Me quedé inmovil un rato, entre mis ideas. Me di cuenta. Si había una subasta, querían a la mayor cantidad de gente posible para subastar, y en este mundo de los bajos fondos, cualquier este vestido como un haragan o con olor a perro, puede tener más dinero que otros. A pesar de ser un lugar con clase, no juzgan apariencias. Ya eso daba igual, y teníamos que al menos saber a quién buscabamos, y sí, bailar con las damas esas parecía lógico. Ese par de años viviendo con Naire, me dieron cierta destreza para el baile.
Así que salí al mismo paso que Mefisto. Pero en qué se diferenciaba mi plan del de Ulrich. Simple el mío era más arriesgado.
Cuando vimos el panorama, el primero en notar que no estaban las damas enmascaradas fue Mefisto.
Pero cuando Ulrich empezó a raspar las cuerdas de su laúd y a soltar líricas con una cautivadora voz. Empezó a salir una por una, de sus habitaciones. Lo que me hizo pensar, les encanta el espectáculo o Ulrich las hizo salir por otra razón, sospechoso se veía, pero tenía que confiar en él.
Así que no dudé en ir a mi cometido, tomé a la mujer de rojo, y sin vacilación, empezó a moverse conmigo al ritmo lento de la canción. Después de un rato. ¿A qué hora es la subasta?-Le pregunté, ella movió su cabeza que estaba en mi hombro, miró hacia mí, y se quedó inmóvil. Obviamente no pude presenciar su expresión.
Y ahí se seguía manteniendo en silencio...
Tobias Pharra
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
Mi cara había vuelto a ser una bella mascarita de imperturbabilidad aunque por dentro sentía un mar ferviente y desbocado a punto de crear un maremoto a mi alrededor, llevándose por delante todo lo que tenía por delante y lo que estaba más cerca mio para herir más era Ulrich... No, no era estúpida, pero lo mejor era eludir toda clase de contacto que no estuviera estrechamente relacionado a este trabajo. Ya había arriesgado bastante al atreverme a probar de aquella copa y no pensaba atreverme a más por el momento.
-Uno de los caballeros en la posada me dijo que las jovencitas se presentaban voluntarias con el deseo de sentirse deseadas o queridas y que esperaba que yo me fuera antes con él... La copa con la droga dice lo contrario y que al menos una parte de la clientela cree que es meramente suerte el que bellas mujeres deban venderse cuando con solo batir sus pestañas cualquier hombre les daría el mundo- Puse los ojos en blanco, el que las personas sean tan idiotas como para creerse tal estupidez solo se podía explicar de una forma: el deseo puede cegar a la gente.
Ulrich de todas formas no lo dejaba del todo fácil la verdad, si se inmuto sobre mi aspecto, no se notó del todo en su rostro, solo un pequeño movimiento en sus ojos que no podría explicar. No pude evitar el que mis labios hicieran una vaga sonrisa mientras sacudía la cabeza suavemente en negación, como si me costara creerlo. -Antes hay algo que debo aclarar sobre nuestra pequeña charla floral... Las plantas carnívoras tienen flores.- Enarqué una ceja aún manteniendo mi sonrisa, hasta que Mefisto y Jhin aparecieron con lo cual mi rostro regreso a como en principio, salvo que ahora el calor quemaba en mi garganta.
Escuché atentamente a cada uno de ellos pero me era inevitable no fruncir el ceño a Mefisto cada dos por tres. -Tus pintas tranquilamente pueden haberla ahuyentado pero esa tal "Amelia", vino aquí y sola... La mayoría viene con acompañante o otra mujer. Yo que tu no le quito la mirada de encima- Yo nací siendo desconfiada del mundo, el nombre de aquella mujer me sabía a Arena en la boca ¿y si resultaba que ella tenía algo que ver? Ay! como disfrutaría marcando su cuerpo con mis garras.
De nuevo mi atención fue a Ulrich, como si no lo hubiera hecho ya bastante esta noche y sus palabras bien podrían haberme hecho enojar o enrojecer, todo por culpa del minúsculo trago de vino, me decía a mi misma como una letanía. Lo miré a los ojos, como si estuviera aburrida a respecto. -No es ningún secreto, ya os dije que venía del norte aunque no especifiqué que venía desde Dundarak. Ciertamente ustedes los hombres no prestan demasiada atención a los detalles- Le bufé como si hubiera sido tan claro desde el principio para luego apartarme un poco y prepararme para mi acto. Solté mi cabello y pinché mis mejillas hasta que se tiñeron de rosa. -Te haré una señal cuando lo haya encontrado... Solo uno deberá entrar después de mi así que mejor decidan quien lo hará- Y así sin más salimos todos del baño luciendo como si hubiéramos tenido una pequeña fiesta.
Las miradas a mi alrededor ahora eran más que notorias y podría haber puesto un cartel sobre las cabezas de todos los que posiblemente estarían esperando apostar por mi. En otras circunstancias me habría dejado llevar y estaría lista para las locuras de una noche larga y placentera, pero ahora la presión era aplastante y batallé contra ella mientras fingía un éxtasis por la música que Ulrich tocaba y avanzaba a trompicones al centro para luego levantar mi falda hasta la altura de mis rodillas mientras danzaba. Si exageraba demasiado temía que notaran que no estaba tan drogada como esperaban mis vendedores pero si esto salía bien alguien tendría que venir a buscarme para luego venderme. Contaba con ello, sino esta idea era tan inútil como una vela contra una tempestad.
Algunos hombres trataron de bailar conmigo, pero yo no dejaba de girar evitando que me tocaran de más, aún así era inevitable que algunas manos no hallaran su camino contra mis curvas y tuve que resistir el no arrancarles las manos con los dientes cuando una de ellas logró sujetarme como si fuera una pieza de su traje y tratara de ponerme sobre él. Fue tal la manera en la que me tenía que no había duda alguna, él era la mosca que se posaba sobre mis hojas sin pensar que lo tragaría vivo. Dejé que el pesó de mi cuerpo se apretará más contra él a la vez que tragaba el asco que subía por mi garganta. Si él dijo algo, no lo oí pero me hizo bailar como si fuera una muñeca de trapo, tanto que mareaba.
Antes de que "estrategicamente" me llevara más lejos de la gente y del baile, logré ver a Ulrich y no necesité más que eso pues ya me había ido a uno de aquellas habitaciones. Podría describir el cuarto con detalles pero lo que más llamaba mi atención era la pieza de tela que a duras penas y tapaba menos que el vestido que llevaba puesto; dos tiras de seda negra semi transparente para los senos que se unía bajo el vientre en lo que supuse sería la falda que no era más que otras dos piezas una para el frente y otra por detrás, que para evitar que saliera volando estaba unida con solo un cinturón metálico decorado con falsas piedras preciosas.
Una de dos, o perdería la cabeza o lo estribos en cualquier momento si uno de ellos tres no aparecía pronto pues estaba hartándome de tener que seguir el juego. Mi vestido rojo era una maraña en el suelo y el trapo de seda, como me gustaba decirle, no solo era indecoroso sino que era una burla para la imaginación pues dejaba casi todo a la vista, y más que expuesta me sentía desnuda. Piensa en el dinero, piensa en el dinero....
-Uno de los caballeros en la posada me dijo que las jovencitas se presentaban voluntarias con el deseo de sentirse deseadas o queridas y que esperaba que yo me fuera antes con él... La copa con la droga dice lo contrario y que al menos una parte de la clientela cree que es meramente suerte el que bellas mujeres deban venderse cuando con solo batir sus pestañas cualquier hombre les daría el mundo- Puse los ojos en blanco, el que las personas sean tan idiotas como para creerse tal estupidez solo se podía explicar de una forma: el deseo puede cegar a la gente.
Ulrich de todas formas no lo dejaba del todo fácil la verdad, si se inmuto sobre mi aspecto, no se notó del todo en su rostro, solo un pequeño movimiento en sus ojos que no podría explicar. No pude evitar el que mis labios hicieran una vaga sonrisa mientras sacudía la cabeza suavemente en negación, como si me costara creerlo. -Antes hay algo que debo aclarar sobre nuestra pequeña charla floral... Las plantas carnívoras tienen flores.- Enarqué una ceja aún manteniendo mi sonrisa, hasta que Mefisto y Jhin aparecieron con lo cual mi rostro regreso a como en principio, salvo que ahora el calor quemaba en mi garganta.
Escuché atentamente a cada uno de ellos pero me era inevitable no fruncir el ceño a Mefisto cada dos por tres. -Tus pintas tranquilamente pueden haberla ahuyentado pero esa tal "Amelia", vino aquí y sola... La mayoría viene con acompañante o otra mujer. Yo que tu no le quito la mirada de encima- Yo nací siendo desconfiada del mundo, el nombre de aquella mujer me sabía a Arena en la boca ¿y si resultaba que ella tenía algo que ver? Ay! como disfrutaría marcando su cuerpo con mis garras.
De nuevo mi atención fue a Ulrich, como si no lo hubiera hecho ya bastante esta noche y sus palabras bien podrían haberme hecho enojar o enrojecer, todo por culpa del minúsculo trago de vino, me decía a mi misma como una letanía. Lo miré a los ojos, como si estuviera aburrida a respecto. -No es ningún secreto, ya os dije que venía del norte aunque no especifiqué que venía desde Dundarak. Ciertamente ustedes los hombres no prestan demasiada atención a los detalles- Le bufé como si hubiera sido tan claro desde el principio para luego apartarme un poco y prepararme para mi acto. Solté mi cabello y pinché mis mejillas hasta que se tiñeron de rosa. -Te haré una señal cuando lo haya encontrado... Solo uno deberá entrar después de mi así que mejor decidan quien lo hará- Y así sin más salimos todos del baño luciendo como si hubiéramos tenido una pequeña fiesta.
Las miradas a mi alrededor ahora eran más que notorias y podría haber puesto un cartel sobre las cabezas de todos los que posiblemente estarían esperando apostar por mi. En otras circunstancias me habría dejado llevar y estaría lista para las locuras de una noche larga y placentera, pero ahora la presión era aplastante y batallé contra ella mientras fingía un éxtasis por la música que Ulrich tocaba y avanzaba a trompicones al centro para luego levantar mi falda hasta la altura de mis rodillas mientras danzaba. Si exageraba demasiado temía que notaran que no estaba tan drogada como esperaban mis vendedores pero si esto salía bien alguien tendría que venir a buscarme para luego venderme. Contaba con ello, sino esta idea era tan inútil como una vela contra una tempestad.
Algunos hombres trataron de bailar conmigo, pero yo no dejaba de girar evitando que me tocaran de más, aún así era inevitable que algunas manos no hallaran su camino contra mis curvas y tuve que resistir el no arrancarles las manos con los dientes cuando una de ellas logró sujetarme como si fuera una pieza de su traje y tratara de ponerme sobre él. Fue tal la manera en la que me tenía que no había duda alguna, él era la mosca que se posaba sobre mis hojas sin pensar que lo tragaría vivo. Dejé que el pesó de mi cuerpo se apretará más contra él a la vez que tragaba el asco que subía por mi garganta. Si él dijo algo, no lo oí pero me hizo bailar como si fuera una muñeca de trapo, tanto que mareaba.
Antes de que "estrategicamente" me llevara más lejos de la gente y del baile, logré ver a Ulrich y no necesité más que eso pues ya me había ido a uno de aquellas habitaciones. Podría describir el cuarto con detalles pero lo que más llamaba mi atención era la pieza de tela que a duras penas y tapaba menos que el vestido que llevaba puesto; dos tiras de seda negra semi transparente para los senos que se unía bajo el vientre en lo que supuse sería la falda que no era más que otras dos piezas una para el frente y otra por detrás, que para evitar que saliera volando estaba unida con solo un cinturón metálico decorado con falsas piedras preciosas.
Una de dos, o perdería la cabeza o lo estribos en cualquier momento si uno de ellos tres no aparecía pronto pues estaba hartándome de tener que seguir el juego. Mi vestido rojo era una maraña en el suelo y el trapo de seda, como me gustaba decirle, no solo era indecoroso sino que era una burla para la imaginación pues dejaba casi todo a la vista, y más que expuesta me sentía desnuda. Piensa en el dinero, piensa en el dinero....
Oromë Vánadóttir
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
A veces me resultaba irónico meditar, y pensar en aquellas personas que se burlaron de mí durante mis tiempos más nefastos. Con una adolescencia miserable reposando sobre mi espalda, donde apenas y podía recordar el sentimiento de tener el estómago lleno, y debía mendigar dieciséis horas al día para comprar un mendrugo de pan duro, era inevitable que muchas personas se burlaran de mí. La nobleza era cruel, y nosotros como seres humanos tendemos a desentendernos de nuestro prójimo, más aún si atraviesa circunstancias patéticas, que en los absoluto nos interesan, y más bien nos son motivo de gracia. Por eso, estaba sentado en aquella tarima con el orgullo de un león, erguido, comunicándole a través de mi alma a aquellos enamorados y desdichados; ricos y miserables; nobles y plebeyos; reyes y bastardos, un sentimiento nombrado y conocido por todos, pero vivido por muy pocos (quizás por nadie, de hecho): el amor. Ese sentimiento, muy a menudo figurado en tintes carmesí que representan la pasión, lo efímero, lo místico, el éxtasis, el cautivador poderío del corazón por encima de la mente, del espíritu aventurero por el sabio. A la gente le encanta escuchar historias acerca del amor, y no los puedo culpar, incluso yo en ocasiones prefiero vivir embelesado en una jovial fantasía, a despertar en el lóbrego estruendo de la realidad. Pero era sobre esto último que me gustaba predicar, y es por esto que gran parte de mi poesía (no mis poemas más reconocidos), otorgaban un punto de vista enervante de la vida misma. El punto es que aquella misma noche podría haber dado rienda suelta a mis umbrías canciones, a mis azarosos pensamientos. Sin embargo, una meditación muy reciente me había detenido, y me había otorgado la motivación para hablar sobre un rojizo sentimiento: el amor. Aquella mujer de cabellos plateados y ojos brillantes como la miel, de pálida piel tan delicada como el porcelanato, y con una esbelta figura capaz de despertar los deseos más recónditos del hombre se había convertido en mi musa, una momentánea pero rutilante inspiración, que inundaba hasta el último rincón de mi alma con un dulce pero apabullante sentimiento, que me costaba explicar; y sin embargo, preferiría definirlo como dicha, y no como iluso "amor". Lo último no lo consideraba más que un famoso cuento, y en mi profesión jamás y nunca existiría espacio para algo tan retorcido. Sin embargo, existía algo que mi profesión nunca prohibió, y que en el fondo, probablemente deseaba...
...Cuando todo me encanta, ignoro
si algo es mejor en tal derroche.
Ella deslumbra cual la Aurora,
y consuela como la Noche;
y es excesiva la armonía
que gobierna su cuerpo hermoso,
para que un impotente análisis
fije su acorde numeroso.
¡Oh mística metamorfosis
que en uno de mis sentidos sume!
¡Hace la música su aliento,
como su voz hace el perfume!
si algo es mejor en tal derroche.
Ella deslumbra cual la Aurora,
y consuela como la Noche;
y es excesiva la armonía
que gobierna su cuerpo hermoso,
para que un impotente análisis
fije su acorde numeroso.
¡Oh mística metamorfosis
que en uno de mis sentidos sume!
¡Hace la música su aliento,
como su voz hace el perfume!
Al concluir, fue como despertar de un profundo letargo. El público aplaudía eufórico, y yo sonreía jovialmente, contento de vivir para mi público. Ya había pasado una buena zanja de tiempo, y mi espectáculo estaba por concluir. Era hora de retomar la profesionalidad por encima de todas las cosas. Durante mi actuación, aunque no lo pareciera, había estado atento de cada detalle a mi alrededor. Por supuesto, noté cómo las jóvenes enmascaradas desaparecieron y misteriosamente, atraídas por la música, aparecieron en escena. Jhin con mucho atrevimiento tomó a la dama vestida de rojo y tuvo una larga conversación con ella, de la cual no pude deducir gran cosa, pero conociendo a esa pútrida bestia, le habría dicho cualquier cantidad de estupideces sin sentido. No pude poner gran ojo en Mefisto durante el espectáculo, en un principio noté que estaba analizando minusciosamente nuestros alrededores, probablemente para encontrar una forma de escapar, luego de eso, lo perdí de vista. Por último, contemplé a Oromë, quien había completado su objetivo tras danzar con pasión seductiva hasta atraer a un pez gordo. Ambos atravesaron el sospechoso umbral de una puerta, la dama de plata me dirigió una mirada, para desaparecer en la oscuridad de aquél desconocido rincón. Desde ese momento hasta el momento en que terminé, habían pasado cerca de veinte minutos. No la volví a ver desde entonces, lo cual me alarmó, pues con su destreza, el trabajo no debería haber sido gran problema. Normalmente, me habría dado igual, y la habría dejado podrirse, pero aquella noche me sentía extrañamente benevolente. Creía en la uniformidad en la que trabajábamos como equipo, y que si cualquiera de nosotros metía la pata, todos los demás se irían al demonio. Me hice creer esto, lo repetí en mi cabeza, una y otra vez: "estoy haciéndolo por mí, si mete la pata, entonces estoy jodido. Además, si la rescato, quizás obtenga una recompensa..."
Me levanté de la tarima, y delicadamente me dirigí hacia la puerta en la que había desaparecido Oromë. En cuanto puse el primer pie dentro, sentí que alguien tocaba mi hombro. Un hombre fornido, cerca de dos metros de alto. Más músculo que cerebro. Por cada palabra que decía, pequeñas gotas de agua salían de su boca:
-¿Y tú qué hace' aquí? Esta es una zona exclusiva - Su voz era ronca y casi inentendible
-Discúlpeme, caballero. Tengo una pequeña habitación por aquí, y creo que no me he presentado adecuadamente, me llamo Charles Baudelaire. Hace un momento estuve sentado en la tarima, ¿no me vio?
-¿Una habitación? No recuerdo a un tal Charles Baudelaire incluido en la lista especial... - hizo una breve pausa, como si se hubiera dado cuenta de que había hablado más de la cuenta. - ¡Ah, sí! Usted debe ser el "tropador" del que todo el mundo habla por aquí... que me trague un maldito reptil, ¡si hasta mi mujer habla de usted! - Estas siete últimas palabras se habían convertido en la conveniente llave para salir de este aprieto.
-¿Su mujer? Vaya, pero qué coincidencia. De casualidad, ¿su mujer no se encontrará por aquí? - esbocé una jovial sonrisa
-Por supuesto, pero, ¿para qué quiere saber? - el hombre frunció el ceño.
-Nada, solo quería decir que es usted un hombre muy afortunado, y ella por igual ha de serlo, por tener un marido tan considerado. De entre tantas bellezas que se encuentran aquí reunidas, no quiero ni imaginar cuál de ellas debe ser tu acompañante, pero puedo asegurar con ferviente pasión que ha de resplandecer por su belleza. Déjame hacerte un favor, un pequeño presente de mi parte, por mera formalidad. Me acompañas hasta mi habitación, y te otorgaré uno de mis más recientes poemas, autografiado, que servirá como excelente regalo. ¿Qué me dices?
El hombre se rascó el mentón, y se tomó su tiempo para pensarlo. Yo solo me quedé quietecito y tranquilo, con una honorable sonrisa, confiando que todo saldría bien.
-Está bien... muéstreme el camino, yo lo escolto.
Comencé a caminar a través de un oscuro pasillo, mientras inocentemente aquél cordero me seguía. A pesar de que se estaba algo oscuro en aquél pasillo, había que reconocer que tenía mucha clase: tapizado burdeos con retoques dorados, arañas plateadas que resplandecían, más sus cirios estaban derretidos y apagados, y una larga alfombra rojiza que se extendía hasta donde alcanzaba la vista (que no era mucho), de cada lado del pasillo se encontraban puertas de roble, aunque apenas unas tres mostraban iluminación. -¿en cuál de estas tres estará Oromë?- Eventualmente, me detuve cuando me aseguré de que la lóbrega cortina de oscuridad nos cubría lo suficiente para que nadie en el exterior se diera cuenta, y que ningún pobre diablo se asomara desde alguna de las puertas.
-¿Hm? ¿Es esta su habitación?
-No, simplemente se me cayó algo... - me agaché, y aproveché de acercar mi mano a la pantorrilla, donde reposaba mi fiel amiga Rouge.
En cuanto sostuve la empuñadura de mi daga con mi mano hábil, rápidamente me voltee y le asesté un rápido tajo hacia el cuello, rajando la yugular. Un torrente de sangre cayó a través de la herida, manchando mis manos con un profundo carmesí. Intentó gritar, pero si algo he aprendido es que cuesta mucho gritar cuando te rajan el cuello y pierdes demasiada sangre. Su voz granaba, y costaba entender qué quería decir. Cuando se dio cuenta de que era muy complicado que alguien pudiera escucharlo, se abalanzó sobre mí. Su fuerza y su peso superaban por mucho los míos, así que me derribó sin problemas. Aprovechando su ventaja, procedió a estrangularme usando sus grandes manos. Consiguió cortar mi respiración por cerca de 10 segundos, en los que me mantuve quietecito. Sabía que sacudirme desesperadamente solo me agotaría más rápido, además, el pobre hombre ya se estaba desangrando. Antes de poder convertirse en victimario, se convirtió en víctima. Lentamente, su piel se puso pálida, y sus manos perdieron fuerza. Finalmente, cayó inconsciente a un lado de mí. Las cosas se habían complicado: había una víctima, y yo tenía mi rostro, mi traje y mis manos manchadas de sangre... y más importante aún, no sabía nada de Oromë. -Esto es solo por hoy... la falta de profesionalismo definitivamente no es algo típico en mí-. En aquél momento, la parte más importante de la misión recaía en dos patanes: Jhin y Mefisto, y no podía permitir eso. Rápidamente me levanté, y me dispuse a buscar entre las tres habitaciones iluminadas, aquella en la que se encontraba Oromë... debía ir a paso raudo con esta operación, pues ahora había un cadáver en el pasillo, y no pasaría mucho tiempo hasta que alguien lo encontrase...
Me levanté de la tarima, y delicadamente me dirigí hacia la puerta en la que había desaparecido Oromë. En cuanto puse el primer pie dentro, sentí que alguien tocaba mi hombro. Un hombre fornido, cerca de dos metros de alto. Más músculo que cerebro. Por cada palabra que decía, pequeñas gotas de agua salían de su boca:
-¿Y tú qué hace' aquí? Esta es una zona exclusiva - Su voz era ronca y casi inentendible
-Discúlpeme, caballero. Tengo una pequeña habitación por aquí, y creo que no me he presentado adecuadamente, me llamo Charles Baudelaire. Hace un momento estuve sentado en la tarima, ¿no me vio?
-¿Una habitación? No recuerdo a un tal Charles Baudelaire incluido en la lista especial... - hizo una breve pausa, como si se hubiera dado cuenta de que había hablado más de la cuenta. - ¡Ah, sí! Usted debe ser el "tropador" del que todo el mundo habla por aquí... que me trague un maldito reptil, ¡si hasta mi mujer habla de usted! - Estas siete últimas palabras se habían convertido en la conveniente llave para salir de este aprieto.
-¿Su mujer? Vaya, pero qué coincidencia. De casualidad, ¿su mujer no se encontrará por aquí? - esbocé una jovial sonrisa
-Por supuesto, pero, ¿para qué quiere saber? - el hombre frunció el ceño.
-Nada, solo quería decir que es usted un hombre muy afortunado, y ella por igual ha de serlo, por tener un marido tan considerado. De entre tantas bellezas que se encuentran aquí reunidas, no quiero ni imaginar cuál de ellas debe ser tu acompañante, pero puedo asegurar con ferviente pasión que ha de resplandecer por su belleza. Déjame hacerte un favor, un pequeño presente de mi parte, por mera formalidad. Me acompañas hasta mi habitación, y te otorgaré uno de mis más recientes poemas, autografiado, que servirá como excelente regalo. ¿Qué me dices?
El hombre se rascó el mentón, y se tomó su tiempo para pensarlo. Yo solo me quedé quietecito y tranquilo, con una honorable sonrisa, confiando que todo saldría bien.
-Está bien... muéstreme el camino, yo lo escolto.
Comencé a caminar a través de un oscuro pasillo, mientras inocentemente aquél cordero me seguía. A pesar de que se estaba algo oscuro en aquél pasillo, había que reconocer que tenía mucha clase: tapizado burdeos con retoques dorados, arañas plateadas que resplandecían, más sus cirios estaban derretidos y apagados, y una larga alfombra rojiza que se extendía hasta donde alcanzaba la vista (que no era mucho), de cada lado del pasillo se encontraban puertas de roble, aunque apenas unas tres mostraban iluminación. -¿en cuál de estas tres estará Oromë?- Eventualmente, me detuve cuando me aseguré de que la lóbrega cortina de oscuridad nos cubría lo suficiente para que nadie en el exterior se diera cuenta, y que ningún pobre diablo se asomara desde alguna de las puertas.
-¿Hm? ¿Es esta su habitación?
-No, simplemente se me cayó algo... - me agaché, y aproveché de acercar mi mano a la pantorrilla, donde reposaba mi fiel amiga Rouge.
En cuanto sostuve la empuñadura de mi daga con mi mano hábil, rápidamente me voltee y le asesté un rápido tajo hacia el cuello, rajando la yugular. Un torrente de sangre cayó a través de la herida, manchando mis manos con un profundo carmesí. Intentó gritar, pero si algo he aprendido es que cuesta mucho gritar cuando te rajan el cuello y pierdes demasiada sangre. Su voz granaba, y costaba entender qué quería decir. Cuando se dio cuenta de que era muy complicado que alguien pudiera escucharlo, se abalanzó sobre mí. Su fuerza y su peso superaban por mucho los míos, así que me derribó sin problemas. Aprovechando su ventaja, procedió a estrangularme usando sus grandes manos. Consiguió cortar mi respiración por cerca de 10 segundos, en los que me mantuve quietecito. Sabía que sacudirme desesperadamente solo me agotaría más rápido, además, el pobre hombre ya se estaba desangrando. Antes de poder convertirse en victimario, se convirtió en víctima. Lentamente, su piel se puso pálida, y sus manos perdieron fuerza. Finalmente, cayó inconsciente a un lado de mí. Las cosas se habían complicado: había una víctima, y yo tenía mi rostro, mi traje y mis manos manchadas de sangre... y más importante aún, no sabía nada de Oromë. -Esto es solo por hoy... la falta de profesionalismo definitivamente no es algo típico en mí-. En aquél momento, la parte más importante de la misión recaía en dos patanes: Jhin y Mefisto, y no podía permitir eso. Rápidamente me levanté, y me dispuse a buscar entre las tres habitaciones iluminadas, aquella en la que se encontraba Oromë... debía ir a paso raudo con esta operación, pues ahora había un cadáver en el pasillo, y no pasaría mucho tiempo hasta que alguien lo encontrase...
- Spoiler:
- -Off rol- Me gusta la dirección que está tomando este rol, chicos, por eso me gustaría que nos esforzáramos un poco más en responder más rápido. Gracias por estar aquí, igualmente <3
Tatsuya Suō
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Re: El laúd, el vino y la dama [Libre] [4/4]
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