Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
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Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Nos vestimos con nuestras armaduras como si fuéramos a emprender una nueva aventura, sin embargo, no tenemos pensado abandonar Vulwulfar. Como mucho, iremos al bosque más próximo a cazar unos conejos. Recojo nuestras armas: mis arcos, los carcajes, el hacha, los chuchillos y la espada de Ivor. La Dama de la empuñadura tiene los ojos abiertos. Me mira y parpadea suavemente como si estuviera señalando que estoy haciendo lo correcto. Merrigan deja el arpa encima de la habitación. La tapa con una manta para que no absorba la humedad el lugar. Insiste en llevaros el laúd. Como excusa pone que la música nos ayudará a descansar. Además, si ella va a practicar el tiro con arco, lo justo es que yo practique con el laúd. Accedo a regañadientes. Para mí, saber disparar con el arco es más importante que hacer música. Merrigan piensa lo contrario. No discuto con ella.
Bajamos a la primera planta del hostal y pedimos a la cocina que nos prepare almuerzo. Dos rebanadas de pan fresco, un trozo de queso, un bote de mermelada y una manzana para cada uno. Volveremos cuando sea de noche, les digo, tengan preparada la cena para entonces. Merrigan hace un apunte el cual no había tenido en cuenta: necesitaremos algo para beber. Dos botas de agua para las horas y de entrenamiento. A la noche beberemos vino de uva. Pagamos por el almuerzo y la cena.
Abandonamos el hostal y Merrigan estira los tirantes de la mochila a la vez que da un saltito de emoción. Nuestro plan es practicar el tiro con arco y descansar haciendo música con el laúd. Es para emocionarse.
Nos dirigimos a las afueras de Vulwulfar. Por el camino, recojo la basura de los humanos: maderos podridos y piezas de fruta a medio comer. Nos servirán como diana. Cojo pedazos de cerámica que usaré para dibujar monigotes en los maderos. Cuando Merrigan tome confianza con el arco, pasaremos con los objetivos móviles: conejos y ratas.
Encontramos un campo vacío. Seguramente, fuera una granja que quedó arrasada por alguna de las muchas guerras de Verisar. Ahora es un campo de trigo reseco. No nos importa qué fue, sino para qué nos puede servir. Merrigan abre su mochila y extraje un mantel que escampa en la tierra. Dejamos nuestras mochilas encima del mantel. Merrigan se queda en el lugar seleccionando qué utensilios vamos a utilizar primero. Prepara las cuerdas de los arcos y coloca plumas colores al final de cada flecha. Mientras, coloco los maderos podridos a diferentes distancias. En algunos, dibujo una simple equis con el trozo de cerámica roja, en otros, la silueta de un elfo (se sabe que es elfo por las orejas). Los objetivos más difíciles son los que quedan ocultos entre la maleza. Son a éstos a los que les he dibujado la suelta de un elfo. Las piezas de fruta a medio comer las coloco en lugares altos y de fácil acceso para las ratas: postes y vallas carcomidas por el paso del tiempo y los animales. Servirán de diana y, a la vez, de cebo.
Vuelvo junto a Merrigan. Está sentada con las piernas cruzadas encima del mantel. Tiene el laúd en las manos. Comprueba esté afinado. Rasca las cuerdas sin que suene una nota clara.
—Cuando términos haremos música — le digo a Merrigan mientras recojo los arcos.
Ella me responde con un movimiento afirmativo con la cabeza y se pone en pie de un salto. Le entrego a Vientoatroz, mi primer arco, y un carcaj con flecha nuevas.
—Pertenecía a mi padre. No llegué a conocerlo. Se fue a la guerra antes de que yo naciera y no volvió. Sereah — mi madre — conservaba el arco. Me lo regaló el mismo día que empecé a trabajar en el servicio — de esclavo infantil — en la mansión del clan. Servirá para defenderte de los malos, me dijo, guárdalo como un tesoro. Ahora, el tesoro es tuyo.
—Es mío porque tú te has comprado uno mejor y más caro.
—Es tuyo porque has de aprender a disparar con un arco viejo y barato.
—¿Y ese adorable descaro tan impropio del Sarez serio que yo conozco? ¿De dónde lo has sacado?
—Tú me lo has enseñado.
Me adelanto y la beso en la boca. Ella recibe el beso e, inmediatamente, se aleja juguetona.
—Cuando terminemos haremos sexo — dice Merrigan imitando mi tono de voz.
Me pongo detrás de Merrigan sin tocarla. Dejo que ella coja el arco de la mejor forma que sabe, emula la forma en la que me ha visto cogerlo decenas de veces. Cojo sus brazos y corrijo con suavidad la posición. Resulta inevitable pararse a aspirar la fragancia de mujer de Merrigan. Cuando terminemos haremos sexo. Me repito mentalmente.
Merrigan carga una flecha en el caro y la estira lentamente. Sigue el movimiento que le señalo desde atrás.
—Empieza con el madero que está más cerca. Tiene una equis roja en el centro. Míralo bien. Señálalo con la punta de la flecha. Corrige la fuerza del viento y sigue, mentalmente, el movimiento en forma de puente de la flecha al caer. El puente será menos o más alargado dependiendo de la fuerza en qué lo lances. Recto si está muy tenso, si tienes mucha fuerza y si no hace viento — dejo que Merrigan tome posición —. Respira. Al soltar la flecha, deberás hacer fuerza para sostener el arco y que no se te caiga de las manos. La tensión te responderá con la misma fuerza que hayas aplicado. Debes estar concentrada. Cuando estés lista…
Merrigan dispara. La flecha pasa tan cerca del madero que lo derrumba, pero no le ha dado. Se le ha desviado un poco hacia la izquierda.
—No lo he hecho mal, para ser mi primer disparo.
—Lo has hecho muy bien — beso su cabeza a la vez que extraigo una nueva flecha del carcaj.
Bajamos a la primera planta del hostal y pedimos a la cocina que nos prepare almuerzo. Dos rebanadas de pan fresco, un trozo de queso, un bote de mermelada y una manzana para cada uno. Volveremos cuando sea de noche, les digo, tengan preparada la cena para entonces. Merrigan hace un apunte el cual no había tenido en cuenta: necesitaremos algo para beber. Dos botas de agua para las horas y de entrenamiento. A la noche beberemos vino de uva. Pagamos por el almuerzo y la cena.
Abandonamos el hostal y Merrigan estira los tirantes de la mochila a la vez que da un saltito de emoción. Nuestro plan es practicar el tiro con arco y descansar haciendo música con el laúd. Es para emocionarse.
Nos dirigimos a las afueras de Vulwulfar. Por el camino, recojo la basura de los humanos: maderos podridos y piezas de fruta a medio comer. Nos servirán como diana. Cojo pedazos de cerámica que usaré para dibujar monigotes en los maderos. Cuando Merrigan tome confianza con el arco, pasaremos con los objetivos móviles: conejos y ratas.
Encontramos un campo vacío. Seguramente, fuera una granja que quedó arrasada por alguna de las muchas guerras de Verisar. Ahora es un campo de trigo reseco. No nos importa qué fue, sino para qué nos puede servir. Merrigan abre su mochila y extraje un mantel que escampa en la tierra. Dejamos nuestras mochilas encima del mantel. Merrigan se queda en el lugar seleccionando qué utensilios vamos a utilizar primero. Prepara las cuerdas de los arcos y coloca plumas colores al final de cada flecha. Mientras, coloco los maderos podridos a diferentes distancias. En algunos, dibujo una simple equis con el trozo de cerámica roja, en otros, la silueta de un elfo (se sabe que es elfo por las orejas). Los objetivos más difíciles son los que quedan ocultos entre la maleza. Son a éstos a los que les he dibujado la suelta de un elfo. Las piezas de fruta a medio comer las coloco en lugares altos y de fácil acceso para las ratas: postes y vallas carcomidas por el paso del tiempo y los animales. Servirán de diana y, a la vez, de cebo.
Vuelvo junto a Merrigan. Está sentada con las piernas cruzadas encima del mantel. Tiene el laúd en las manos. Comprueba esté afinado. Rasca las cuerdas sin que suene una nota clara.
—Cuando términos haremos música — le digo a Merrigan mientras recojo los arcos.
Ella me responde con un movimiento afirmativo con la cabeza y se pone en pie de un salto. Le entrego a Vientoatroz, mi primer arco, y un carcaj con flecha nuevas.
—Pertenecía a mi padre. No llegué a conocerlo. Se fue a la guerra antes de que yo naciera y no volvió. Sereah — mi madre — conservaba el arco. Me lo regaló el mismo día que empecé a trabajar en el servicio — de esclavo infantil — en la mansión del clan. Servirá para defenderte de los malos, me dijo, guárdalo como un tesoro. Ahora, el tesoro es tuyo.
—Es mío porque tú te has comprado uno mejor y más caro.
—Es tuyo porque has de aprender a disparar con un arco viejo y barato.
—¿Y ese adorable descaro tan impropio del Sarez serio que yo conozco? ¿De dónde lo has sacado?
—Tú me lo has enseñado.
Me adelanto y la beso en la boca. Ella recibe el beso e, inmediatamente, se aleja juguetona.
—Cuando terminemos haremos sexo — dice Merrigan imitando mi tono de voz.
Me pongo detrás de Merrigan sin tocarla. Dejo que ella coja el arco de la mejor forma que sabe, emula la forma en la que me ha visto cogerlo decenas de veces. Cojo sus brazos y corrijo con suavidad la posición. Resulta inevitable pararse a aspirar la fragancia de mujer de Merrigan. Cuando terminemos haremos sexo. Me repito mentalmente.
Merrigan carga una flecha en el caro y la estira lentamente. Sigue el movimiento que le señalo desde atrás.
—Empieza con el madero que está más cerca. Tiene una equis roja en el centro. Míralo bien. Señálalo con la punta de la flecha. Corrige la fuerza del viento y sigue, mentalmente, el movimiento en forma de puente de la flecha al caer. El puente será menos o más alargado dependiendo de la fuerza en qué lo lances. Recto si está muy tenso, si tienes mucha fuerza y si no hace viento — dejo que Merrigan tome posición —. Respira. Al soltar la flecha, deberás hacer fuerza para sostener el arco y que no se te caiga de las manos. La tensión te responderá con la misma fuerza que hayas aplicado. Debes estar concentrada. Cuando estés lista…
Merrigan dispara. La flecha pasa tan cerca del madero que lo derrumba, pero no le ha dado. Se le ha desviado un poco hacia la izquierda.
—No lo he hecho mal, para ser mi primer disparo.
—Lo has hecho muy bien — beso su cabeza a la vez que extraigo una nueva flecha del carcaj.
Última edición por Sarez el Miér Nov 06 2019, 21:24, editado 1 vez
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Decisiones, decisiones. Ir y venir, ya hasta había una zanja en el césped, había ido al norte a modo de hacer lo necesario para que su hermana quien la acompañaba quedara convencida que iría a la aldea mas cercana, ella tenia otros deberes y así fue como empezó su travesía, el día paso con su noche y al alba ya estaba demasiado lejos, vio un hostal cercano, no era mala idea comer algo y hacerse de provisiones, no decir mucho y salir de ahí pitando hacia el pantano, ahí estaba segura que nadie le reconocería y podría iniciar su misión autoimpuesta, pero... un punzada de culpa y amargura le rebozaba en la boca del estomago, el deshonor, la sensación de traicionar a su familia, pero.. ¿Acaso era tan malo conocer el mundo que le habían dicho era su enemigo? Después de todo, ¿en la guerra no era bien sabido que conocer al enemigo te ayudaba a hacer estrategias contra él? Regresar y seguir su vida como sanadora, tener hijos sanadores, y morir si los dioses lo querían en un recinto tras una vida de servicio o conocer el mundo que su tía le decía que no era tan malo.
-¡Muy bien al pantano!
Dijo segura de si y no había dado ni dos pasos cuando una flecha le paso por el frente haciéndola soltar un alarido ahogado y ponerse a cubierto en un árbol... ¿Acaso el límite del bosque estaba tan cerca de la aldea? Se asomo con cuidado, no se oía batalla alguna, y solo había sido una flecha; saliendo del escondite saco su peculiar arma, comenzando a girarla para usarla a modo de escudo por si volvían a disparar.
-No disparen no quiero combatir.
Grito lo mas fuerte que pudo mientras salia al claro y frente a si vio los blancos. Le dio alivio el ver que al menos no iban a darle caza, los responsables de la flecha al parecer estaban mas ocupados en otro asunto... De momento.
-¡Muy bien al pantano!
Dijo segura de si y no había dado ni dos pasos cuando una flecha le paso por el frente haciéndola soltar un alarido ahogado y ponerse a cubierto en un árbol... ¿Acaso el límite del bosque estaba tan cerca de la aldea? Se asomo con cuidado, no se oía batalla alguna, y solo había sido una flecha; saliendo del escondite saco su peculiar arma, comenzando a girarla para usarla a modo de escudo por si volvían a disparar.
-No disparen no quiero combatir.
Grito lo mas fuerte que pudo mientras salia al claro y frente a si vio los blancos. Le dio alivio el ver que al menos no iban a darle caza, los responsables de la flecha al parecer estaban mas ocupados en otro asunto... De momento.
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
No debería haber bebido tanto de aquel licor, se decía el elfo. Había pasado los últimos tres días caminando junto a un tipo curioso. Destilaba su propio licor, al que había puesto un nombre impronunciable, y compartía generosamente tanto su bebida como sus historias. Historias de lo más entretenidas, o puede que aquella sensación hubiese sido obra del alcohol.
El caso era que aquel brebaje sabía a rayos, pero era imposible decirle que no al tipo. Además, el hombre lo bebía todo el tiempo y se lo veía de lo más saludable, así que Elian no vio nada malo en acompañar al viajero en su conversación, su caminar y su ingesta. Después de todo, uno de los alicientes de viajar consistía en probar cosas nuevas.
En aquellos momentos, sin embargo, se arrepentía horriblemente de su falta de juicio. Sus tripas se la tenía jurada desde por la mañana y debía llevar más de un cuarto de hora agachado detrás de un árbol medio agonizando entre retortijones. Sólo deseaba sacar aquella porquería de su organismo de una vez por todas.
Cuando sus vísceras parecieron relajarse, el elfo suspiró aliviado. Esperó un poco, por si acaso, antes de agarrar un puñado de hojas con las que limpiarse. Estaba incorporándose de nuevo cuando sus oídos captaron el sonido inconfundible de una flecha atravesando el aire y clavándose contra un tronco cercano. Demasiado cercano. Se subió precipitadamente los pantalones y se apretó contra el árbol que tenía a su espalda, con cuidado de no pisar su propia creación. Pero antes de que tuviera tiempo de asomarse para hacerse una idea de lo que pasaba, oyó un grito desde el otro lado de su árbol que casi consiguió que se lo hiciera encima, esta vez, con los pantalones puestos.
—¡Me cago en la puta!
Habló el susto, no él. No había terminado de soltar su exabrupto y ya se estaba recriminando internamente. Acababa de revelar su posición. Una posición altamente comprometida, por varias razones.
El caso era que aquel brebaje sabía a rayos, pero era imposible decirle que no al tipo. Además, el hombre lo bebía todo el tiempo y se lo veía de lo más saludable, así que Elian no vio nada malo en acompañar al viajero en su conversación, su caminar y su ingesta. Después de todo, uno de los alicientes de viajar consistía en probar cosas nuevas.
En aquellos momentos, sin embargo, se arrepentía horriblemente de su falta de juicio. Sus tripas se la tenía jurada desde por la mañana y debía llevar más de un cuarto de hora agachado detrás de un árbol medio agonizando entre retortijones. Sólo deseaba sacar aquella porquería de su organismo de una vez por todas.
Cuando sus vísceras parecieron relajarse, el elfo suspiró aliviado. Esperó un poco, por si acaso, antes de agarrar un puñado de hojas con las que limpiarse. Estaba incorporándose de nuevo cuando sus oídos captaron el sonido inconfundible de una flecha atravesando el aire y clavándose contra un tronco cercano. Demasiado cercano. Se subió precipitadamente los pantalones y se apretó contra el árbol que tenía a su espalda, con cuidado de no pisar su propia creación. Pero antes de que tuviera tiempo de asomarse para hacerse una idea de lo que pasaba, oyó un grito desde el otro lado de su árbol que casi consiguió que se lo hiciera encima, esta vez, con los pantalones puestos.
—¡Me cago en la puta!
Habló el susto, no él. No había terminado de soltar su exabrupto y ya se estaba recriminando internamente. Acababa de revelar su posición. Una posición altamente comprometida, por varias razones.
Elian
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Pongo una mano en el hombro de Merrigan en señal de alerta. Ella baja el arco entiendo lo que le quiero decir. Ambos nos quedamos mirando a la chica. Ha aparecido en el lugar donde Merrigan ha disparado la flecha, estaría escondida entre los matojos o detrás de un madero. Las personas buenas no se esconden, pienso para mis adentros. La chica hace girar un látigo de hierro en círculos como si fuera un molino corriendo a gran velocidad. Corta el viento con cada giro.
Levanto la mano del hombro de Merrigan. Dibujo con la punta del pie derecho una línea límite en la tierra. Hasta aquí, ni un paso más. Merrigan asiente con la cabeza. Trato a la chica desconocida de igual forma que trataría a un animal grande en el bosque. Marco una posición segura, si nos acercamos asustaremos a la chica, más de lo que está. Ella responderá con violencia y nosotros contestaremos como es debido, con arcos y flechas.
La chica dice que no quiere combatir. Sale de su escondido descubriéndose al completo. Nada bueno podría estar tramando una persona entre matojos.
—¿Quién va? — digo secamente con voz autoritaria.
Escondo la mano izquierda detrás de mi espalda, la apoyo sobre la madera del nuevo arco. ¿Quién va? Si la respuesta no me convence, daré una nueva lección a Merrigan: los arqueros debemos ser rápidos. Rápidos y certeros. La puntería, Merrigan ya la ha practicado.
Un sonido a la derecha de la chica desconocida, la voz de una cuarta persona, hace que gire la cabeza. Por acto reflejo, descuelgo el arco de mi un tirón. Tenso la flecha que había le había quitado a Merrigan su carcaj. Disparo a lo alto de esa posición, sin pretender dar a ningún otro sitio que no sean las ramas del árbol.
—Emboscada — susurro a Merrigan — Ladrones, mercenarios… elfos de Sandorai — escupo las tres últimas palabras. A la vez que hablo, cojo otra flecha del carcaj de Merrigan —. Lo que sea, estate alerta.
—Lo estaré — contesta decidida. Mira al suelo y se coloca justo detrás de la línea que le he dibujado con el pie. No tiene miedo. Hace bien en no asustarse.
Merrigan tiene una flecha en la mano y hace por tensarla. Se confunde en la posición del arco. No puedo corregirla. Mis ojos están clavados en la chica desconocida y en el árbol donde he escuchado la cuarta voz. Está demasiado lejos para que puede entender lo que dice.
—¡¿QUIÉN VA?! — repito más alto.
Levanto la mano del hombro de Merrigan. Dibujo con la punta del pie derecho una línea límite en la tierra. Hasta aquí, ni un paso más. Merrigan asiente con la cabeza. Trato a la chica desconocida de igual forma que trataría a un animal grande en el bosque. Marco una posición segura, si nos acercamos asustaremos a la chica, más de lo que está. Ella responderá con violencia y nosotros contestaremos como es debido, con arcos y flechas.
La chica dice que no quiere combatir. Sale de su escondido descubriéndose al completo. Nada bueno podría estar tramando una persona entre matojos.
—¿Quién va? — digo secamente con voz autoritaria.
Escondo la mano izquierda detrás de mi espalda, la apoyo sobre la madera del nuevo arco. ¿Quién va? Si la respuesta no me convence, daré una nueva lección a Merrigan: los arqueros debemos ser rápidos. Rápidos y certeros. La puntería, Merrigan ya la ha practicado.
Un sonido a la derecha de la chica desconocida, la voz de una cuarta persona, hace que gire la cabeza. Por acto reflejo, descuelgo el arco de mi un tirón. Tenso la flecha que había le había quitado a Merrigan su carcaj. Disparo a lo alto de esa posición, sin pretender dar a ningún otro sitio que no sean las ramas del árbol.
—Emboscada — susurro a Merrigan — Ladrones, mercenarios… elfos de Sandorai — escupo las tres últimas palabras. A la vez que hablo, cojo otra flecha del carcaj de Merrigan —. Lo que sea, estate alerta.
—Lo estaré — contesta decidida. Mira al suelo y se coloca justo detrás de la línea que le he dibujado con el pie. No tiene miedo. Hace bien en no asustarse.
Merrigan tiene una flecha en la mano y hace por tensarla. Se confunde en la posición del arco. No puedo corregirla. Mis ojos están clavados en la chica desconocida y en el árbol donde he escuchado la cuarta voz. Está demasiado lejos para que puede entender lo que dice.
—¡¿QUIÉN VA?! — repito más alto.
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Salió de entre los arbustos con su cadena girando, cuando vio al par, y al sentir la tensión en el ambiente detuvo de forma grácil el giro de su arma para envainarla en su cadera y alzando las manos bien en alto se detuvo en seco cuando el varón dibujo una línea y quedó congelada en su sitio, las palabras de su padre le vinieron como porrazo a la cabeza y unas lágrimas surcaron sus mejillas, de verdad que lo suyo no era pensar. Pensar que lo que decían del mundo fuera del abrigo del bosque era mortal para los elfos, que eran casados y perseguidos y por ello era mejor estar siempre en defensa le presionaron en la sien. Abrió la boca para responder al hombre pero solo sonaron algunos balbuceos.
Entonces tras de sí y a su lado se escuchó una sonora verborrea que le hizo dar un salto y ver sumamente nerviosa al par que seguía hablando entre murmullos notando como el macho preparaba arco y flecha. Diablos iban demasiado en serio.
-ARADIA HAZELMERE SANADORA EN ENTRENAMIENTO
Grito cerrando los ojos y con las rodillas temblando se hincó y termino pecho tierra, sé sintio patética, pero no quería terminar con una flecha entre ojo y ojo solo por que alguien o algo más se le fuera ocurrir salir del bosque y agitará más las aguas. De verdad que el viaje no había empezado con el pie derecho.
Entonces tras de sí y a su lado se escuchó una sonora verborrea que le hizo dar un salto y ver sumamente nerviosa al par que seguía hablando entre murmullos notando como el macho preparaba arco y flecha. Diablos iban demasiado en serio.
-ARADIA HAZELMERE SANADORA EN ENTRENAMIENTO
Grito cerrando los ojos y con las rodillas temblando se hincó y termino pecho tierra, sé sintio patética, pero no quería terminar con una flecha entre ojo y ojo solo por que alguien o algo más se le fuera ocurrir salir del bosque y agitará más las aguas. De verdad que el viaje no había empezado con el pie derecho.
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Apenas había terminado de reprenderse mentalmente cuando una nueva flecha se clavó en su árbol, algo más arriba que su cabeza. Quien quiera que estuviese lanzando esas malditas flechas tenía un oído excelente o una suerte envidiable. “¿Quién va?”, preguntaba una voz masculina. ¡Como que quién va!, hubiera querido gritarle Elian, ¡eres tú el que anda tirando flechas! Después de todo, él llevaba un buen rato allí quieto, agachado junto al árbol.
—Si llego a saber que había tanta gente por los alrededores —murmuró para sí—, no me habría bajado tan alegremente los pantalones.
La voz de mujer que había estado a punto de sacarle el corazón por la boca hacía un momento volvió a gritar. ¿“Sanadora en entrenamiento”?, ¿entrenada por quién?, ¿cuánta gente había por allí? Daba igual, era evidente que el loco de las flechas le había oído. Quedarse escondido no haría sino levantar sospechas. Aún así, no le gustaba la idea de vérselas sin más con un pirado que andaba asaeteando el aire sin motivo aparente. Con un suspiro resignado, se agachó para recoger su mochila y colgársela al hombro, recogió su callado y, con cuidado otra vez de no pisar su obra maestra, salió de detrás de su árbol, hacia el claro.
—¿Es que ya no se puede cagar tranquilo ni en el bosque? —dijo con tono ofendido. Ya que le habían pillado “con los pantalones bajados”, qué menos que hacerse notar. Sí, se arriesgaba a recibir un flechazo por insolente, pero al menos se quedaría a gusto—. ¿A qué viene tanta flecha? ¡Ni que estuviéramos en guerra!
Caminó unos pasos hacia el interior del claro, hasta situarse a la altura de la mujer que se había tumbado en el suelo. Ahora que la veía de cerca, parecía realmente joven, lo que justificaba a todas luces el miedo y la docilidad que mostraba. Él ya no era ningún muchacho y, para qué negarlo, tenía su pequeña dosis de orgullo. Orgullo herido, dadas las circunstancias del encuentro. Caminaba aparentemente tranquilo. Con una mano sujetaba una de las asas de la mochila, con la otra, el largo bastón en el que se apoyaba. No portaba ningún otro arma a la vista; esperaba que eso le hiciera ver menos amenazante y no como una presa fácil.
—Te parecerá bonito, asustar así a una muchacha —dijo finalmente, alzando la vista hacia el tipo que le apuntaba con el arco.
Se fijó entonces en que no estaba sólo, le acompañaba otra joven. A juzgar por la disposición de objetos que veía en el claro, creyó comprender por fin el por qué de aquella primera flecha: aquello parecía un campo de tiro. Si tuviera que apostar, Elian diría que el tipo del arco, el que había gritado, debía de estar dándole clases a la jovencita. Bien, pensó, todo había sido un malentendido. Sólo había que arreglarlo. Dirigió la mirada directamente hacia el hombre, seguro que entre los dos, podían solucionar el entuerto. Fue entonces cuando vio la marca bajo su mejilla. Estamos jodidos, pensó.
—Si llego a saber que había tanta gente por los alrededores —murmuró para sí—, no me habría bajado tan alegremente los pantalones.
La voz de mujer que había estado a punto de sacarle el corazón por la boca hacía un momento volvió a gritar. ¿“Sanadora en entrenamiento”?, ¿entrenada por quién?, ¿cuánta gente había por allí? Daba igual, era evidente que el loco de las flechas le había oído. Quedarse escondido no haría sino levantar sospechas. Aún así, no le gustaba la idea de vérselas sin más con un pirado que andaba asaeteando el aire sin motivo aparente. Con un suspiro resignado, se agachó para recoger su mochila y colgársela al hombro, recogió su callado y, con cuidado otra vez de no pisar su obra maestra, salió de detrás de su árbol, hacia el claro.
—¿Es que ya no se puede cagar tranquilo ni en el bosque? —dijo con tono ofendido. Ya que le habían pillado “con los pantalones bajados”, qué menos que hacerse notar. Sí, se arriesgaba a recibir un flechazo por insolente, pero al menos se quedaría a gusto—. ¿A qué viene tanta flecha? ¡Ni que estuviéramos en guerra!
Caminó unos pasos hacia el interior del claro, hasta situarse a la altura de la mujer que se había tumbado en el suelo. Ahora que la veía de cerca, parecía realmente joven, lo que justificaba a todas luces el miedo y la docilidad que mostraba. Él ya no era ningún muchacho y, para qué negarlo, tenía su pequeña dosis de orgullo. Orgullo herido, dadas las circunstancias del encuentro. Caminaba aparentemente tranquilo. Con una mano sujetaba una de las asas de la mochila, con la otra, el largo bastón en el que se apoyaba. No portaba ningún otro arma a la vista; esperaba que eso le hiciera ver menos amenazante y no como una presa fácil.
—Te parecerá bonito, asustar así a una muchacha —dijo finalmente, alzando la vista hacia el tipo que le apuntaba con el arco.
Se fijó entonces en que no estaba sólo, le acompañaba otra joven. A juzgar por la disposición de objetos que veía en el claro, creyó comprender por fin el por qué de aquella primera flecha: aquello parecía un campo de tiro. Si tuviera que apostar, Elian diría que el tipo del arco, el que había gritado, debía de estar dándole clases a la jovencita. Bien, pensó, todo había sido un malentendido. Sólo había que arreglarlo. Dirigió la mirada directamente hacia el hombre, seguro que entre los dos, podían solucionar el entuerto. Fue entonces cuando vio la marca bajo su mejilla. Estamos jodidos, pensó.
Elian
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
La chica dice ser sanadora. Lo ha gritado a viva voz. Pienso inmediatamente en Sandorai. ¿Nos han habrán seguido? Si lo han hecho, han mandado a la chica más inepta para hacerlo. Parece no ser capaz de recitar el hechizo más simple de sanación sin que se le trabe la lengua. Es una aprendiz. Está en entrenamiento. Sus bendiciones están al mismo nivel que los tiros de arco de Merrigan o mi música con el laúd.
Aradia está asustada. Tiene sus motivos. Está atrapada en un improvisado campo de tipo. La flecha de Merrigan por poco atraviese su cráneo. Yo también estaría asustado. Lo que no estaría sería parado. La pequeña elfa se deja caer en la tierra en plancha, como si fuera una estrella de mar. Dejo caer la mano con la que sostengo el arco y levanto la otra mostrándome inofensivo. Quiero saber más acerca de Aradia antes de actuar. Con la cabeza, indico a Merrigan que haga lo mismo que yo. No soltamos las armas, todavía no.
Detrás del arma que había escuchado ruidos y al que había disparado, aparece un hombre con las manos en alto. Su sonrisa refleja tranquilidad y concordia. Habla sobre las guerras como si estuvieran demasiado lejos como para interesarle. Merrigan y yo acabamos de llegar de una y entrenamos para emprender otra.
El hombre se acerca a Aradia y le tiende una mano amiga para ayudarla a levantarse. Me acusa de haberla asustado. No es cierto.
—Yo no he asustado. Ella ha asustado — señalo a Aradia sanadora en entrenamiento con el arco —. Esto es un campo de tiro — señalo ahora las dianas y monigotes que Merrigan preparó — Podría haber fallado. Podría estar muerta.
Merrigan da un paso atrás y protege su arpa con la mirada. No le gusta alejarse del instrumento mientras haya gente mirando, pueden robársela. Aunque no diga nada, sé lo que me está diciendo: “volvamos donde el mantel”. Afirmo con la cabeza. Los desconocidos acabarán yéndose y nosotros retomaremos nuestro entrenamiento.
Soy el primero en girarme. Merrigan me acompaña. Me siento encima del mantel y deposito el arco a un lado, a mi alcance por si he de utilizarlo. Dirijo una mirada de indiferencia a Aradia y al otro hombre. Merrigan deja su arco encima del mío. Retira la funda del arpa y acaricia las cuerdas como si estuviera comprobando que están en su sitio. Ella ni siquiera mira a los desconocidos, prefiere ignorarles. Se acabarán yendo.
—Luego podremos tocar algo — ahora no porque hay dos personas que no conocemos —, ese laúd de ahí se va a oxidar si no lo tocas de vez en cuando.
Aradia está asustada. Tiene sus motivos. Está atrapada en un improvisado campo de tipo. La flecha de Merrigan por poco atraviese su cráneo. Yo también estaría asustado. Lo que no estaría sería parado. La pequeña elfa se deja caer en la tierra en plancha, como si fuera una estrella de mar. Dejo caer la mano con la que sostengo el arco y levanto la otra mostrándome inofensivo. Quiero saber más acerca de Aradia antes de actuar. Con la cabeza, indico a Merrigan que haga lo mismo que yo. No soltamos las armas, todavía no.
Detrás del arma que había escuchado ruidos y al que había disparado, aparece un hombre con las manos en alto. Su sonrisa refleja tranquilidad y concordia. Habla sobre las guerras como si estuvieran demasiado lejos como para interesarle. Merrigan y yo acabamos de llegar de una y entrenamos para emprender otra.
El hombre se acerca a Aradia y le tiende una mano amiga para ayudarla a levantarse. Me acusa de haberla asustado. No es cierto.
—Yo no he asustado. Ella ha asustado — señalo a Aradia sanadora en entrenamiento con el arco —. Esto es un campo de tiro — señalo ahora las dianas y monigotes que Merrigan preparó — Podría haber fallado. Podría estar muerta.
Merrigan da un paso atrás y protege su arpa con la mirada. No le gusta alejarse del instrumento mientras haya gente mirando, pueden robársela. Aunque no diga nada, sé lo que me está diciendo: “volvamos donde el mantel”. Afirmo con la cabeza. Los desconocidos acabarán yéndose y nosotros retomaremos nuestro entrenamiento.
Soy el primero en girarme. Merrigan me acompaña. Me siento encima del mantel y deposito el arco a un lado, a mi alcance por si he de utilizarlo. Dirijo una mirada de indiferencia a Aradia y al otro hombre. Merrigan deja su arco encima del mío. Retira la funda del arpa y acaricia las cuerdas como si estuviera comprobando que están en su sitio. Ella ni siquiera mira a los desconocidos, prefiere ignorarles. Se acabarán yendo.
—Luego podremos tocar algo — ahora no porque hay dos personas que no conocemos —, ese laúd de ahí se va a oxidar si no lo tocas de vez en cuando.
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Mantenia la mirada en alto, cuando salio otra persona de los arbusto, vaya que el bosque da para ocultarse y se puso colorada cuando vio lo cerca que estuvo de encontrarlo de forma demasiado comprometida, eso le ayudo a aclarar la mente y dejar un poco el llanto y sus pensamientos que habían ido en picada. Al ver que la pareja bajaba los arcos se puso en pie sacudiendo sus ropajes mientras escuchaba al elfo que hablaba de una forma burda que chocaba con su apariencia elfica y bajo la mirada tras ver la marca en su ojo; no lo juzgo, como sanador era neutral a los eventos, si alguien necesita ser sanado no iba a preguntar su pasado, eso ya otros lo harían. Así que paso su mirada a la acompañante sus detalles la hicieron ponerse mas erguida y dar un paso atrás tras esa mirada de indiferencia.
-Lo siento, no quería asustar a nadie, solo me perdí en el bosque.- Musito con voz clara y poniendo las manos a la espalda se inclino un poco tratando de disculparse, y luego miro al otro hombre, casi quiso llorar, otro elfo, eso quería decir que no había ido muy lejos y la idea de ir a una posada se le antojo bien mala, si alguien la reconocía y la devolvían al hogar, o peor si se topaba con algún pariente de los notificados era elfa enclaustrada hasta los 100 años cuando saldría solo para una santa unión. -Que me partan.. -Se quejo bajando la voz y algo roja le sonrió al extraño suplicando que ese gesto tan tranquilo no le diera una mala sorpresa.-Gracias por sus palabras.
Sus palabras fueron sinceras y espero a ver la reacción del otro hombre. La pareja parecía que habían decidido pasarlos de largo
-Lo siento, no quería asustar a nadie, solo me perdí en el bosque.- Musito con voz clara y poniendo las manos a la espalda se inclino un poco tratando de disculparse, y luego miro al otro hombre, casi quiso llorar, otro elfo, eso quería decir que no había ido muy lejos y la idea de ir a una posada se le antojo bien mala, si alguien la reconocía y la devolvían al hogar, o peor si se topaba con algún pariente de los notificados era elfa enclaustrada hasta los 100 años cuando saldría solo para una santa unión. -Que me partan.. -Se quejo bajando la voz y algo roja le sonrió al extraño suplicando que ese gesto tan tranquilo no le diera una mala sorpresa.-Gracias por sus palabras.
Sus palabras fueron sinceras y espero a ver la reacción del otro hombre. La pareja parecía que habían decidido pasarlos de largo
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Sólo una vez en su vida había visto Elian una marca como aquella. El tipo caminaba con dificultad, envuelto en harapos. Se acercó a ellos mientras jugaban, a las afueras del poblado. Alzó una mano para agarrar a Kerlon, el chico que tenía más cerca, pero antes de que pudiera posarla sobre su hombro, cayó atravesado por una flecha. Los niños nunca quedaban sin vigilancia.
Era un criminal, dijeron, un desterrado. A Elian le había parecido un mendigo. En cualquier caso, la pena por volver a Sandorai era la muerte y la muerte fue lo que obtuvo. Ni siquiera le permitieron volver a la tierra, su cadáver fue quemado antes de terminar el día.
El hombre que tenía ante él no se parecía nada al que recordaba. Gozaba de buena salud, tenía unos reflejos y una puntería envidiables y, salvo por la extraña forma de hablar y un cierto toque de paranoia, se lo veía relativamente cuerdo. Quizá parte de la razón se debiera al hecho de que no estaba sólo. ¿Los habrían desterrado a los dos juntos? No, se respondió él mismo tras un rápido vistazo. La mujer no sólo no llevaba la marca, sino que era más joven, a todas luces, mucho más joven que él. Además, tenía el aire inconfundible de una medio-humana. Eso explicaría que se atreviese a asociarse con alguien como él; sin duda, desconocía las costumbres de Sandorai.
En cualquier caso, aquello no era asunto suyo. Una vez arreglado el malentendido, el elfo no tenía nada que hacer en medio de un campo de tiro. Además, era evidente que la parejita quería quedarse sola y, si tres eran multitud, cuatro ya era aglomeración.
—No hay por qué darlas. —Sonrió a la muchacha con amabilidad, pues se la veía bastante avergonzada— Aradia, ¿verdad? ¿Del clan de los Hazelmere? Yo soy Elian, de los Satari —se presentó con una inclinación de cabeza—, ¡mae g’ovannen! ¿Qué te parece si dejamos solos a los tortolitos y nos alejamos de este campo de tiro antes de que nos quedemos sin orejas?
Dicho esto, cambió de mano el bastón para ofrecer su brazo a la joven Aradia. Habría querido pensar que el gesto le quedó galante, pero en aquel preciso momento, sus tripas le jugaron otra mala pasada. El retortijón no sólo fue perfectamente audible para cualquiera que estuviese junto a él, sino que el dolor que trajo consigo hizo que palideciera al instante. ¿Qué diablos tenía aquel condenado licor? Y ¿cómo era posible que no se hubiese librado ya de él? Contrayendo el gesto y mordiéndose los labios para no soltar un gemido, Elian apartó el brazo que acababa de ofrecerle a la elfa para apoyarse en el bastón con ambas manos. Ya no sólo le dolía el vientre, sino que estaba empezando a marearse.
Traducción libre: ¡mae g’ovannen! = un placer conocerte
Era un criminal, dijeron, un desterrado. A Elian le había parecido un mendigo. En cualquier caso, la pena por volver a Sandorai era la muerte y la muerte fue lo que obtuvo. Ni siquiera le permitieron volver a la tierra, su cadáver fue quemado antes de terminar el día.
El hombre que tenía ante él no se parecía nada al que recordaba. Gozaba de buena salud, tenía unos reflejos y una puntería envidiables y, salvo por la extraña forma de hablar y un cierto toque de paranoia, se lo veía relativamente cuerdo. Quizá parte de la razón se debiera al hecho de que no estaba sólo. ¿Los habrían desterrado a los dos juntos? No, se respondió él mismo tras un rápido vistazo. La mujer no sólo no llevaba la marca, sino que era más joven, a todas luces, mucho más joven que él. Además, tenía el aire inconfundible de una medio-humana. Eso explicaría que se atreviese a asociarse con alguien como él; sin duda, desconocía las costumbres de Sandorai.
En cualquier caso, aquello no era asunto suyo. Una vez arreglado el malentendido, el elfo no tenía nada que hacer en medio de un campo de tiro. Además, era evidente que la parejita quería quedarse sola y, si tres eran multitud, cuatro ya era aglomeración.
—No hay por qué darlas. —Sonrió a la muchacha con amabilidad, pues se la veía bastante avergonzada— Aradia, ¿verdad? ¿Del clan de los Hazelmere? Yo soy Elian, de los Satari —se presentó con una inclinación de cabeza—, ¡mae g’ovannen! ¿Qué te parece si dejamos solos a los tortolitos y nos alejamos de este campo de tiro antes de que nos quedemos sin orejas?
Dicho esto, cambió de mano el bastón para ofrecer su brazo a la joven Aradia. Habría querido pensar que el gesto le quedó galante, pero en aquel preciso momento, sus tripas le jugaron otra mala pasada. El retortijón no sólo fue perfectamente audible para cualquiera que estuviese junto a él, sino que el dolor que trajo consigo hizo que palideciera al instante. ¿Qué diablos tenía aquel condenado licor? Y ¿cómo era posible que no se hubiese librado ya de él? Contrayendo el gesto y mordiéndose los labios para no soltar un gemido, Elian apartó el brazo que acababa de ofrecerle a la elfa para apoyarse en el bastón con ambas manos. Ya no sólo le dolía el vientre, sino que estaba empezando a marearse.
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Traducción libre: ¡mae g’ovannen! = un placer conocerte
Elian
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
La chica escucha mi conversación con Merrigan. Contesta como si estuviera hablando con ella. Se disculpa mirando al suelo. Dice que no quería asustar a nadie, que está perdida en el bosque. La observo por el rabillo del ojo. Vulwulfar se encuentra a pocas leguas de distancia. Si se sabe dónde mirar, aparece los tejados de la ciudad por encima de los árboles. Esta misma casa abandonada que Merrigan y yo usamos como un improvisado campo de tiro, está dentro de los lindes de la Vulwulfar. No creo que Aradia Hazelmere sea lo que dice ser: una elfa perdida en los campos exteriores de una ciudad humada. Comparto mi sospecha con Merrigan mediante una mirada cómplice. Ella hace un gesto con la mano dejándolo pasar.
—Vulwufar — señalo con el dedo los tejados de la ciudad.
El hombre atiende Aradia Hazelmere. Habla con las palabras de cortesía que desconozco y que no me molesto por aprender. Su tono de voz es el de un vendedor ambulante. No pongo interés en el tema del que hablan, tan solo en una única frase. Mae g’ovannen. El elfo la exclama como si fuera una especie de conjuro élfico. Reconozco el idioma, aunque no sé hablarlo ni entienda su significado.
Mientras pienso en la palabra élfica, Merrigan afina el laúd. Ignora a los dos elfos que tenemos enfrente. No representan una amenaza para ella ni se siente atraída por sus nombres y sus palabras. Merrigan ha crecido en Lunargenta, entre humanos. Posee la perspectiva racista de los humanos: deja a los elfos que hablen con otros elfos.
Merrigan me pasa el laúd ya afinado.
—Mae g’ovannen — digo en voz baja sin pensar.
—¿Sabes lo que significa? — me pregunta levantando las cejas, está sorprendida.
—No.
—Ya lo suponía — sonríe, me gusta ver a Merrigan sonreír —. Lo raro es que lo hayas pronunciando bien. O al menos, tan bien como mis oídos son capaces de distinguir.
Pongo una mano encima de las cuerdas del laúd sin llegar a tocarlas. Estoy pensando en los elfos, Aradia Halzemere y Elian Satari.
—Conozco esa mirada, sé lo que estás pensando: quieres ir a preguntarles qué significa la dichosa frase — asiento con la cabeza —. Entonces ve, los dos saldremos de dudas. Yo también tengo curiosidad.
Dejo el laúd a un lado del mantel. Trato los instrumentos de música con el mismo mimo con el que los trata Merrigan. Me levanto del suelo. Merrigan no hace ademán de acompañarme. Está sentada con las piernas cruzadas y tiene la cesta de mimbre con el almuerzo en el regazo. Merrigan deja a los elfos que hablen con otros elfos.
Mi arco se queda con Merrigan, no lo necesito para defenderme. La espada de Ivor cuelga de mi cintura y en el arnés bajo la camisa escondo la daga y el hacha.
Estoy lo suficiente cerca de los elfos para escuchar su conversación y que ellos me escuchen hablar con un tono normal. No pienso acercarme más.
— Mea govamen — estoy seguro que no se pronuncia así, pero no recuerdo cómo era — ¿Qué es? — miro a la chica y luego al chico — ¿Qué significa?
—Vulwufar — señalo con el dedo los tejados de la ciudad.
El hombre atiende Aradia Hazelmere. Habla con las palabras de cortesía que desconozco y que no me molesto por aprender. Su tono de voz es el de un vendedor ambulante. No pongo interés en el tema del que hablan, tan solo en una única frase. Mae g’ovannen. El elfo la exclama como si fuera una especie de conjuro élfico. Reconozco el idioma, aunque no sé hablarlo ni entienda su significado.
Mientras pienso en la palabra élfica, Merrigan afina el laúd. Ignora a los dos elfos que tenemos enfrente. No representan una amenaza para ella ni se siente atraída por sus nombres y sus palabras. Merrigan ha crecido en Lunargenta, entre humanos. Posee la perspectiva racista de los humanos: deja a los elfos que hablen con otros elfos.
Merrigan me pasa el laúd ya afinado.
—Mae g’ovannen — digo en voz baja sin pensar.
—¿Sabes lo que significa? — me pregunta levantando las cejas, está sorprendida.
—No.
—Ya lo suponía — sonríe, me gusta ver a Merrigan sonreír —. Lo raro es que lo hayas pronunciando bien. O al menos, tan bien como mis oídos son capaces de distinguir.
Pongo una mano encima de las cuerdas del laúd sin llegar a tocarlas. Estoy pensando en los elfos, Aradia Halzemere y Elian Satari.
—Conozco esa mirada, sé lo que estás pensando: quieres ir a preguntarles qué significa la dichosa frase — asiento con la cabeza —. Entonces ve, los dos saldremos de dudas. Yo también tengo curiosidad.
Dejo el laúd a un lado del mantel. Trato los instrumentos de música con el mismo mimo con el que los trata Merrigan. Me levanto del suelo. Merrigan no hace ademán de acompañarme. Está sentada con las piernas cruzadas y tiene la cesta de mimbre con el almuerzo en el regazo. Merrigan deja a los elfos que hablen con otros elfos.
Mi arco se queda con Merrigan, no lo necesito para defenderme. La espada de Ivor cuelga de mi cintura y en el arnés bajo la camisa escondo la daga y el hacha.
Estoy lo suficiente cerca de los elfos para escuchar su conversación y que ellos me escuchen hablar con un tono normal. No pienso acercarme más.
— Mea govamen — estoy seguro que no se pronuncia así, pero no recuerdo cómo era — ¿Qué es? — miro a la chica y luego al chico — ¿Qué significa?
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Un miembro del clan Satari, eso era suerte, -Un placer heru.-se inclino respetuosa, ante sus palabras y entonces al alzar la mirada su experiencia, la cual llevaba desde la cuna, la puso en alerta, el cuerpo del elfo se quejaba y su aspecto febril le hicieron ponerse a su lado para servirle de apoyo, el cayado no le serviría de mucho cuando colapsara, y ella era bajita, su cabeza le llegaría al hombro con suerte, y suerte parecía tener cuando vio que el elfo de la marca se acercaba, era una tontería pensarlo siquiera..
No le paraba de sorprender la indiferencia de la medio elfa y su compañero, bueno después de todo las historias sobre los ajenos parecían ir siendo ciertas, tocaba apañarla sola, si algún día iría a un campo de batalla y sanar a los suyo como los dioses mandaban, o el día a día de un sanador, mas valía irse acostumbrando a hacerlo sola de una vez -Elian, debes recostarte, te ayudare solo no te desplomes aquí.
Espero al elfo y entonces se quedo al margen, justo a una distancia donde podría oirsele, -¿Eh?- ¿pero que pensaba?.... muy bien, ella necesitaba ayuda, él una respuesta.-Ayúdame a recostarlo en el árbol y te diré, por favor- Dijo señalando el árbol más cercano, ese por favor sonó suplicante, necesitaba examinarlo, si todo era leve solo seria un malestar de estomago, en el peor de los casos un envenenamiento ¿qué habías comido Elian?
No le paraba de sorprender la indiferencia de la medio elfa y su compañero, bueno después de todo las historias sobre los ajenos parecían ir siendo ciertas, tocaba apañarla sola, si algún día iría a un campo de batalla y sanar a los suyo como los dioses mandaban, o el día a día de un sanador, mas valía irse acostumbrando a hacerlo sola de una vez -Elian, debes recostarte, te ayudare solo no te desplomes aquí.
Espero al elfo y entonces se quedo al margen, justo a una distancia donde podría oirsele, -¿Eh?- ¿pero que pensaba?.... muy bien, ella necesitaba ayuda, él una respuesta.-Ayúdame a recostarlo en el árbol y te diré, por favor- Dijo señalando el árbol más cercano, ese por favor sonó suplicante, necesitaba examinarlo, si todo era leve solo seria un malestar de estomago, en el peor de los casos un envenenamiento ¿qué habías comido Elian?
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
—Tranquila, seguro que no es nada —dijo con un hilo de voz.
Si aquello no era suficiente para desacreditar sus palabras, la palidez de su rostro y la gota de sudor que se resbalaba por su frente terminarían de alertar a la joven Aradia de su estado real. Una parte de Elian estaba segura de que ya no podía tardar en reponerse. Su sangre elfa le protegía de enfermedades que harían temblar a otras razas. Otra parte de Elian se negaba a reconocer que, si no se había repuesto ya, sólo podía significar que la situación era más grave de lo que le hubiera gustado.
Su mente volvió con el comerciante. Él había estado bebiendo de aquello todo el tiempo, ¿cómo podía ser que fuera Elian quien sufría los efectos? Se preguntó si tendría algún tipo de inmunidad o si estaría en aquel momento tirado a la orilla del camino. ¿Por qué diablos no le habría preguntado de qué estaba hecho el brebaje? Pues porque ese tipo de preguntas sólo se hacen cuando la bebida sabe bien, se respondió mentalmente.
El otro elfo se acercó, sacándolo de sus cavilaciones. En circunstancias normales, probablemente se habría apiadado del tipo; debía llevar mucho tiempo lejos de los suyos si no recordaba su propia lengua. En aquel momento, sólo podía pensar que le importaba una mierda (nunca mejor dicho) que el loco del arco no supiera idiomas. La muchacha, por lo visto, no era de la misma opinión.
—¡No, no, no! —pronunció horrorizado cuando Aradia sugirió tumbarlo contra el árbol—. ¡El castaño no, por favor! —Intentó desasirse, pero a punto estuvo de caer de bruces— Mejor cualquiera de aquellos guindos de allí —se vio obligado a conceder.
No tenía más opción que dejarse arrastrar, pero aquello no significaba que estuviese a gusto con su situación. Se sentía mareado, débil, le dolían las tripas y estaba en manos de una muchacha, aprendiz de sanadora, pero muchacha al fin y al cabo, y un elfo renegado. Trató de recordar alguna situación peliaguda de la que hubiera salido ileso, para darse ánimos a sí mismo, pero por alguna razón, lo que acudió a su mente fueron los ojos sin vida de Tiavanro. Miró de nuevo el rostro de Aradia. Su amigo no podía haber sido mucho mayor que aquella chica, los demás no podían haber sido mucho mayores. Y ninguno pudo hacer nada.
Pero aquello no tuvo nada que ver, se abrió paso una vocecilla en su cabeza. Elian decidió que tenía razón, la situación no se parecía en nada. ¿Por qué lo recordaba ahora entonces? ¿Acaso estaba delirando? Se llevó una mano a la frente para comprobar si tenía fiebre, pero no notó nada. Tampoco esperaba notarlo, probablemente, su mano estaría casi a la misma temperatura que su cara. Entonces volvió a fijarse en el desconocido, en su marca. A su mente volvió la imagen de aquel cadáver andrajoso. El tipo había intentado agarrar a Kerlon. Kerlon se había perdido en el mar…
Si aquello no era suficiente para desacreditar sus palabras, la palidez de su rostro y la gota de sudor que se resbalaba por su frente terminarían de alertar a la joven Aradia de su estado real. Una parte de Elian estaba segura de que ya no podía tardar en reponerse. Su sangre elfa le protegía de enfermedades que harían temblar a otras razas. Otra parte de Elian se negaba a reconocer que, si no se había repuesto ya, sólo podía significar que la situación era más grave de lo que le hubiera gustado.
Su mente volvió con el comerciante. Él había estado bebiendo de aquello todo el tiempo, ¿cómo podía ser que fuera Elian quien sufría los efectos? Se preguntó si tendría algún tipo de inmunidad o si estaría en aquel momento tirado a la orilla del camino. ¿Por qué diablos no le habría preguntado de qué estaba hecho el brebaje? Pues porque ese tipo de preguntas sólo se hacen cuando la bebida sabe bien, se respondió mentalmente.
El otro elfo se acercó, sacándolo de sus cavilaciones. En circunstancias normales, probablemente se habría apiadado del tipo; debía llevar mucho tiempo lejos de los suyos si no recordaba su propia lengua. En aquel momento, sólo podía pensar que le importaba una mierda (nunca mejor dicho) que el loco del arco no supiera idiomas. La muchacha, por lo visto, no era de la misma opinión.
—¡No, no, no! —pronunció horrorizado cuando Aradia sugirió tumbarlo contra el árbol—. ¡El castaño no, por favor! —Intentó desasirse, pero a punto estuvo de caer de bruces— Mejor cualquiera de aquellos guindos de allí —se vio obligado a conceder.
No tenía más opción que dejarse arrastrar, pero aquello no significaba que estuviese a gusto con su situación. Se sentía mareado, débil, le dolían las tripas y estaba en manos de una muchacha, aprendiz de sanadora, pero muchacha al fin y al cabo, y un elfo renegado. Trató de recordar alguna situación peliaguda de la que hubiera salido ileso, para darse ánimos a sí mismo, pero por alguna razón, lo que acudió a su mente fueron los ojos sin vida de Tiavanro. Miró de nuevo el rostro de Aradia. Su amigo no podía haber sido mucho mayor que aquella chica, los demás no podían haber sido mucho mayores. Y ninguno pudo hacer nada.
Pero aquello no tuvo nada que ver, se abrió paso una vocecilla en su cabeza. Elian decidió que tenía razón, la situación no se parecía en nada. ¿Por qué lo recordaba ahora entonces? ¿Acaso estaba delirando? Se llevó una mano a la frente para comprobar si tenía fiebre, pero no notó nada. Tampoco esperaba notarlo, probablemente, su mano estaría casi a la misma temperatura que su cara. Entonces volvió a fijarse en el desconocido, en su marca. A su mente volvió la imagen de aquel cadáver andrajoso. El tipo había intentado agarrar a Kerlon. Kerlon se había perdido en el mar…
- off-rol:
- Vale, Elian está delirando un poco. Yo imagino que, entre la resaca y la descomposición, estará bastante deshidratado. Más allá de eso, puedes inventarte lo que quieras, Aradia, lo dejo en tus manos ^.^
Elian
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Levanto los brazos y hago como si sostuviera un arco cargado con una flecha imaginaria. Apunto hacia donde se encuentran Aradia Halzemere y Elian Satari. Sobre mis dedos aparece una fina línea de luz que se vuelve más gruesa por momentos, tomando la consistencia de una flecha. De igual forma, aparece un arco formado de únicamente de luz. Noto la tensión en mis brazos, lo que los brujos llaman a veces éter y otras, magia. Mis venas quedan marcadas bajo la piel. Sufro pequeñas quemaduras en los hombros y las palmas de las manos, las zonas que están en contacto directo con la luz.
—Al suelo — digo a Aradia que deje a Elian dónde está — no necesita ningún árbol. Necesita curación.
Hago un gesto con la cabeza a Aradia indicando que se aleje de Elian. Los disparos de luz son agotadores y los he entrenado en contadas ocasiones. Me imagino que apenas podrías realizar tres de estos disparos en un mismo día y que, solo uno de ellos, sería certero. Si Aradia se intercepta la flecha, tendría que tratar a dos enfermos en vez de uno.
Suelto la cuerda imaginaria del arco de luz. La flecha vuela en el aire. Al estar formada por luz, no por metal y madera como las convencionales, no sufre rozamiento por el aire. Viaja con rectitud exacta al pecho del Elian. Al impactar, se desintegra. Cubre la zona de torso y se expande como si fuera una cataplasma medicinal.
Abro los brazos como si estuviera desperezándome. La luz abandona mi cuerpo, liberándome de la tensión que he acumulado con el hechizo.
—Tarda un momento en hacer efecto — hice ademán de atar el arco en la espalda, solo que no tenía ningún arco en las manos —. No soy un buen sanador.
Ladeo la cabeza en un gesto de cansancio. He ayudado a Aradia Halzemere a curar a Elian Satari. Ahora, ella debe cumplir su promesa.
—Mea goveman. ¿Qué significa?
Offrol: utilizo mi habilidad de nivel 3. Flechas de luz que dañan a enemigos y sanan a aliados.
—Al suelo — digo a Aradia que deje a Elian dónde está — no necesita ningún árbol. Necesita curación.
Hago un gesto con la cabeza a Aradia indicando que se aleje de Elian. Los disparos de luz son agotadores y los he entrenado en contadas ocasiones. Me imagino que apenas podrías realizar tres de estos disparos en un mismo día y que, solo uno de ellos, sería certero. Si Aradia se intercepta la flecha, tendría que tratar a dos enfermos en vez de uno.
Suelto la cuerda imaginaria del arco de luz. La flecha vuela en el aire. Al estar formada por luz, no por metal y madera como las convencionales, no sufre rozamiento por el aire. Viaja con rectitud exacta al pecho del Elian. Al impactar, se desintegra. Cubre la zona de torso y se expande como si fuera una cataplasma medicinal.
Abro los brazos como si estuviera desperezándome. La luz abandona mi cuerpo, liberándome de la tensión que he acumulado con el hechizo.
—Tarda un momento en hacer efecto — hice ademán de atar el arco en la espalda, solo que no tenía ningún arco en las manos —. No soy un buen sanador.
Ladeo la cabeza en un gesto de cansancio. He ayudado a Aradia Halzemere a curar a Elian Satari. Ahora, ella debe cumplir su promesa.
—Mea goveman. ¿Qué significa?
Offrol: utilizo mi habilidad de nivel 3. Flechas de luz que dañan a enemigos y sanan a aliados.
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
-Claro nada, estas que te desmayas.-Le sonrió para calmarlo, no era para menos su alarma, era raro que algo afectara a un elfo, no que no pasara, pero no era común, tal vez una infusión de acacia y menta, manzanilla, acacia traía, le ayudaría a… Su divagación se perdió por completo –Si no nos movemos te me vas a caer acá, perdona pero no puedo moverte mucho.- Musito con cierto pesar, de ser demasiado débil para ponerlo cómodo y poder trabajar.
Elian se descomponía a pasos agigantados, comenzaba a sentir el peso muerto y el calor que emanaba, no había mucho que hacer, lo tumbaría ahí y me las arreglaría, ya después le daría algunas palabras de la lengua madre al desterrado y a su medio elfa, entonces el renegado hablo mientras un arco de luz y una flecha se materializaban en sus manos, mientras desde sus hombros la luz le causaba quemaduras…
-Maldición- Susurro muy por debajo, ¿en qué pensaba ese ser? Habla de curación cuando está apuntando con un arco, aferró la mano que sujeto de Elian, le miraba paciente, decidida, no permitiría que lo atacara, o al menos eso parecía al menos no pensaba que su ofensa hubiera sido tal para semejante ataque. Estiro hacia el suelo su mano zurda, esto pasaba de un malentendido a una verdadera pelea, y con alguien enfermo a cuestas, bueno tocaba apañarlas ¿no? Un halo de luz comenzaba a formarse en la yema de sus dedos, no era algo letal, al menos no aún, no pondría toda su energía en ello, debía quedar consiente para ayudar a Elian, y tal vez defenderse de ambos elfos. ¿Rayos en que se había metido? Entonces el tipo soltó la flecha y la elfa fue lenta al momento de soltar el halo de luz, pero lo lanzo con todas sus fuerzas para golpear al desterrado mientras la flecha pasaba a mi lado y golpeaba a Elian, mientras le gritaba al otro.
- ¡mae g’ovannen! un placer conocerte – Fue cuando deje de ver al elfo marcado y mire preocupada a Elian palpando su pecho buscando alguna herida.
________________________________________
Off rol: Uno de mi habilidad 0 Lente Convergente: Crea un halo de energía que converge en un rayo no letal, capaz de empujar al oponente, puede realizar daños significativos.
Elian se descomponía a pasos agigantados, comenzaba a sentir el peso muerto y el calor que emanaba, no había mucho que hacer, lo tumbaría ahí y me las arreglaría, ya después le daría algunas palabras de la lengua madre al desterrado y a su medio elfa, entonces el renegado hablo mientras un arco de luz y una flecha se materializaban en sus manos, mientras desde sus hombros la luz le causaba quemaduras…
-Maldición- Susurro muy por debajo, ¿en qué pensaba ese ser? Habla de curación cuando está apuntando con un arco, aferró la mano que sujeto de Elian, le miraba paciente, decidida, no permitiría que lo atacara, o al menos eso parecía al menos no pensaba que su ofensa hubiera sido tal para semejante ataque. Estiro hacia el suelo su mano zurda, esto pasaba de un malentendido a una verdadera pelea, y con alguien enfermo a cuestas, bueno tocaba apañarlas ¿no? Un halo de luz comenzaba a formarse en la yema de sus dedos, no era algo letal, al menos no aún, no pondría toda su energía en ello, debía quedar consiente para ayudar a Elian, y tal vez defenderse de ambos elfos. ¿Rayos en que se había metido? Entonces el tipo soltó la flecha y la elfa fue lenta al momento de soltar el halo de luz, pero lo lanzo con todas sus fuerzas para golpear al desterrado mientras la flecha pasaba a mi lado y golpeaba a Elian, mientras le gritaba al otro.
- ¡mae g’ovannen! un placer conocerte – Fue cuando deje de ver al elfo marcado y mire preocupada a Elian palpando su pecho buscando alguna herida.
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Off rol: Uno de mi habilidad 0 Lente Convergente: Crea un halo de energía que converge en un rayo no letal, capaz de empujar al oponente, puede realizar daños significativos.
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Elian observó el movimiento de las manos del elfo desterrado como si el tiempo discurriera más despacio de lo normal. Vio cómo se formaba el arco de luz, con su flecha y todo, y se preguntó extrañado a quién estaría apuntando, pues no había nadie más que ellos en aquel claro. Esa última idea, unida a la tensión que percibió en el brazo que a duras penas lograba evitar que cayera al suelo, le llevó a pensar que eran él y la joven Aradia los destinatarios de aquella flecha de luz. ¿Por qué?, se dijo, si ya nos íbamos. Lo cierto es que ya no sabía si se iban o se quedaban, sólo que él se encontraba fatal y su mente no parecía funcionar con la claridad de costumbre.
“Al suelo”, dijo el elfo renegado, y Elian lo hubiera hecho encantado, lo cierto era que sus piernas parecían estar deseando dejar de cargarlo, pero el único movimiento que tuvo ocasión de intentar fue levantar el bastón y todo lo que logró con ello fue que se le resbalara de las manos. Sintió un impacto en el centro del pecho que lo empujó ligeramente hacia atrás y una calidez que se propagaba desde aquel punto hacia el resto de su cuerpo, que parecía estar suspendido el aire, pues ya no notaba el suelo bajo sus pies.
Parpadeó un par de veces, pero en lugar de aclararse, su vista se hizo más borrosa. Veía destellos de luz entre manchurrones de distintos tonos de verde que se movían a un lado y a otro, como las hojas de los árboles agitadas por el viento en una mañana especialmente luminosa. A su alrededor, oía voces y risas, parecían niños jugando, pero no recordaba que hubiera ningún niño en el claro. Pronto, empezó a distinguir que algunas de las voces pronunciaban su nombre como en un susurro. Las voces le resultaban familiares, pero no lograba recordar por qué.
Al cabo, las voces fueron siendo sustituidas por ruido del viento entre los árboles, las luces emborronadas dieron paso a las nubes del cielo y, en lugar de la sensación de estar flotando, comenzó a notar algunas piedras en el suelo, bajo su espalda. ¿Se había caído? Quizá lo habían tumbado, no podía estar seguro. De lo que sí fue absolutamente consciente fue de que el vientre había dejado de doler.
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OFF: Como no tengo idea de cuánto tiempo puede tardar la habilidad de Sarez en surtir efecto, dejaré que sea él el que determine cuánto tiempo permanece Elian medio delirante, en su mundo particular ^^
“Al suelo”, dijo el elfo renegado, y Elian lo hubiera hecho encantado, lo cierto era que sus piernas parecían estar deseando dejar de cargarlo, pero el único movimiento que tuvo ocasión de intentar fue levantar el bastón y todo lo que logró con ello fue que se le resbalara de las manos. Sintió un impacto en el centro del pecho que lo empujó ligeramente hacia atrás y una calidez que se propagaba desde aquel punto hacia el resto de su cuerpo, que parecía estar suspendido el aire, pues ya no notaba el suelo bajo sus pies.
Parpadeó un par de veces, pero en lugar de aclararse, su vista se hizo más borrosa. Veía destellos de luz entre manchurrones de distintos tonos de verde que se movían a un lado y a otro, como las hojas de los árboles agitadas por el viento en una mañana especialmente luminosa. A su alrededor, oía voces y risas, parecían niños jugando, pero no recordaba que hubiera ningún niño en el claro. Pronto, empezó a distinguir que algunas de las voces pronunciaban su nombre como en un susurro. Las voces le resultaban familiares, pero no lograba recordar por qué.
Al cabo, las voces fueron siendo sustituidas por ruido del viento entre los árboles, las luces emborronadas dieron paso a las nubes del cielo y, en lugar de la sensación de estar flotando, comenzó a notar algunas piedras en el suelo, bajo su espalda. ¿Se había caído? Quizá lo habían tumbado, no podía estar seguro. De lo que sí fue absolutamente consciente fue de que el vientre había dejado de doler.
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OFF: Como no tengo idea de cuánto tiempo puede tardar la habilidad de Sarez en surtir efecto, dejaré que sea él el que determine cuánto tiempo permanece Elian medio delirante, en su mundo particular ^^
Elian
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Aradia Halzemere golpea mi pecho con una esfera de luz impulsándome unos centímetros de lugar. La parte delantera de mi camiseta es hecha ceniza. Hago por quitarme la camiseta, pero ésta acaba por deshacerse en mis manos. Bajo la cabeza y observo las quemaduras confuso. Descubro mi torso quemado, como si hubiera pasado más horas de las debidas tomando el sol. No es grave. Tres días de quemazón y otros dos con escozor. Una solución de aloe vera reducirá los días de quemazón a dos. Con suerte, no habrá días adicionales de picor.
Levanto la cabeza, pasando a mirar a Aradia Halzemere. ¿Me ha atacado por ayudar a su amigo? Ladeo vacilante la cabeza. Evito pensar en otras razones que podrían explicar el ataque (ha venido de Sandorai para castigar mi intrusión en el bosque de los elfos). Hago acopio de mantener mi semblante indiferente. No es nada. Merrigan me aplicará la solución de aloe vera en el pecho y el dolor desaparecerá. No es nada. Nada. No hay arrugas en mi rostro que desvelen mi confusión y enfado; sin embargo, mis puños están apretados y envueltos de un tenue y mágico esplendor. Me repito mental mente que no es nada y que debo evitar una confrontación; darme la vuelta y regresar con Merrigan. Ambos elfos son débiles. Elian Satari sigue en el suelo, es un blanco fácil. Aradia Halzemere se presentó como una sanadora en entrenamiento y, hasta el momento, no ha hecho más que demostrar su falta de experiencia. Dos flechas, una para cada elfo. Los animales del campo se encargarían de deshacerse de los cadáveres.
Pienso en la reciente tregua con Sandorai, en lugar del castigo al que me sometieron. Si mato a Aradia Halzemere y Elian Satari, lo que se merecen por atacarme, vendrán otros dos. Y luego otros dos. No habrá tregua para nadie. Pienso en Merrigan.
Me encojo de hombros y me retiro. A media distancia del mantel donde se encuentra Merrigan, escucho la voz de Aradia Halzemere detrás de mí.
—No mae g’ovannen — digo lentamente sin darme la vuelta.
Levanto la cabeza, pasando a mirar a Aradia Halzemere. ¿Me ha atacado por ayudar a su amigo? Ladeo vacilante la cabeza. Evito pensar en otras razones que podrían explicar el ataque (ha venido de Sandorai para castigar mi intrusión en el bosque de los elfos). Hago acopio de mantener mi semblante indiferente. No es nada. Merrigan me aplicará la solución de aloe vera en el pecho y el dolor desaparecerá. No es nada. Nada. No hay arrugas en mi rostro que desvelen mi confusión y enfado; sin embargo, mis puños están apretados y envueltos de un tenue y mágico esplendor. Me repito mental mente que no es nada y que debo evitar una confrontación; darme la vuelta y regresar con Merrigan. Ambos elfos son débiles. Elian Satari sigue en el suelo, es un blanco fácil. Aradia Halzemere se presentó como una sanadora en entrenamiento y, hasta el momento, no ha hecho más que demostrar su falta de experiencia. Dos flechas, una para cada elfo. Los animales del campo se encargarían de deshacerse de los cadáveres.
Pienso en la reciente tregua con Sandorai, en lugar del castigo al que me sometieron. Si mato a Aradia Halzemere y Elian Satari, lo que se merecen por atacarme, vendrán otros dos. Y luego otros dos. No habrá tregua para nadie. Pienso en Merrigan.
Me encojo de hombros y me retiro. A media distancia del mantel donde se encuentra Merrigan, escucho la voz de Aradia Halzemere detrás de mí.
—No mae g’ovannen — digo lentamente sin darme la vuelta.
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
El tiempo se detuvo, Elian Satari estaba cayendo en lo que pensó duro una eternidad y maldijo que el lente no detuviera la flecha de luz que el otro había lanzado, escucho el “no soy un buen sanador” por parte del exiliado, cosa que poco o nada le intereso en ese momento que sentía que la sangre se había ido de su cuerpo cuando se giró para constatar que el primero estaba bien y reconocía que estar sano... De alguna forma la flecha que había lanzado había curado a Elian y aun así para ella el mundo giraba ante todo lo suscitado en un instante. Se asombró de la habilidad del elfo pero más le sorprendía que sin aviso de nada disparara así sin más una flecha por mas sanadora que esta fuera, bueno si le había dicho que se tirara al suelo, pero ¿quién en su sano juicio dejaba a alguien enfermo ser atravesado solo los dioses sabían por qué cosa?
Miro al exiliado con un remanso de culpa en los ojos al ver la quemadura, también vio sus puños que más que asustarla le hicieron pensar que sanaría la herida como cualquier elfo lo haría por lo que sintio una clase de alivio que resulto momentáneo, el solo había mirado el estrago, luego poso la mirada en ella sin saber descifrarla, desvió la mirada, no había un punto fijo al que ver, solo meditaba y tras ver que Elian parecía estar tan sano como cualquiera, resoplo aliviada y se mordió el labio levantándose con las manos en alto camino hacia el elfo marcado aprovechando que se había detenido para decir de forma burda que no es un placer ese encuentro, me contengo de hacerle la corrección dado que no se ve muy objetiva esa observación en ese momento, esperando no estar cometiendo un error más en esa situación y solo por si acaso desenfundo la cadena dejándola al lado de Elian.
-Permíteme sanar el daño que te he hecho.- Dijo con voz clara quedando a unos pasos del elfo.- A modo de disculpa y agradecimiento por ayudar a Elian.
No sabía que esperar con él, parecía tener síndrome de persecución y sus reacciones le confirmaban que tranquilo como tal no era su estado más normal. Además evito ver a la joven que le acompañaba, eso sí que era ser temerario pero tenía el terror de que verla de una forma u otra le diera motivo para acabar con ella como si de nada se tratara y para eso ya se tenía a si misma muchas gracias.
Miro al exiliado con un remanso de culpa en los ojos al ver la quemadura, también vio sus puños que más que asustarla le hicieron pensar que sanaría la herida como cualquier elfo lo haría por lo que sintio una clase de alivio que resulto momentáneo, el solo había mirado el estrago, luego poso la mirada en ella sin saber descifrarla, desvió la mirada, no había un punto fijo al que ver, solo meditaba y tras ver que Elian parecía estar tan sano como cualquiera, resoplo aliviada y se mordió el labio levantándose con las manos en alto camino hacia el elfo marcado aprovechando que se había detenido para decir de forma burda que no es un placer ese encuentro, me contengo de hacerle la corrección dado que no se ve muy objetiva esa observación en ese momento, esperando no estar cometiendo un error más en esa situación y solo por si acaso desenfundo la cadena dejándola al lado de Elian.
-Permíteme sanar el daño que te he hecho.- Dijo con voz clara quedando a unos pasos del elfo.- A modo de disculpa y agradecimiento por ayudar a Elian.
No sabía que esperar con él, parecía tener síndrome de persecución y sus reacciones le confirmaban que tranquilo como tal no era su estado más normal. Además evito ver a la joven que le acompañaba, eso sí que era ser temerario pero tenía el terror de que verla de una forma u otra le diera motivo para acabar con ella como si de nada se tratara y para eso ya se tenía a si misma muchas gracias.
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Elian se incorporó para quedar sentado en el suelo. Tan pronto como se movió, notó la mirada de alivio de Arada, que se transformó rápidamente en una de preocupación, o más bien, de culpa. Siguiendo la dirección a la que apuntaban los ojos de la elfa, dio con la espalda del elfo renegado. Aradia caminó hacia él y Elian recordó en el acto el arco de luz que le había apuntado no mucho antes.
Se llevó ambas manos al pecho, donde se abrió la camisa en busca de alguna marca, alguna señal de la flecha que había impactado contra él. No vio nada, pero aún podía sentir aquella calidez resistiéndose a abandonar su cuerpo. Su mente no tardó en atar cabos, no era la primera vez que era sanado con magia de luz.
Alzó de nuevo la vista al escuchar el intercambio entre el desterrado y Aradia. ¿Qué había ocurrido? Era evidente que el elfo lo había ayudado pero, ¿a qué se debía la disculpa de Aradia? ¿Acaso lo había atacado? La elfa había dejado su arma junto al aproximarse al extraño, pero el ambiente se sentía tenso igualmente.
Elian se levantó, dejando su mochila y su cayado en el suelo, donde estaban. Aún no las tenía todas consigo, pero se sentía mucho mejor que antes de la intervención de aquel extraño elfo. Se preguntó dónde habría aprendido ese truco. Era evidente que su destierro no había sido reciente, o no habría tenido tiempo de olvidar su lengua, así que era poco probable que lo hubiese aprendido en Sandorai.
—Hey, amigo —dijo con voz alta y firme, para asegurarse de que el elfo lo escuchaba. Se sentía algo extraño utilizar aquellas palabras con el tipo de persona de quien le habían enseñado a temer y desconfiar, pero aquella era la forma en que solía dirigirse a aquellos cuyo nombre desconocía y le salió sin pensarlo siquiera—. Hantanyel feanyallo. —Mientras pronunciaba estas palabras, Elian se llevó una mano al pecho, a la altura de su corazón e inclinó ligeramente la cabeza como muestra de respeto— Gracias —tradujo mientras levantaba de nuevo la vista—, de corazón.
Pese a tratarse de una fórmula especialmente reverencial, aquellas palabras le parecieron insuficientes para expresar su agradecimiento, pero no se le ocurrió nada mejor que ofrecerle a alguien que había perdido tan completamente sus raíces que un pedacito de su propia lengua. Después de todo, era él el que se había acercado en busca de una traducción.
Se llevó ambas manos al pecho, donde se abrió la camisa en busca de alguna marca, alguna señal de la flecha que había impactado contra él. No vio nada, pero aún podía sentir aquella calidez resistiéndose a abandonar su cuerpo. Su mente no tardó en atar cabos, no era la primera vez que era sanado con magia de luz.
Alzó de nuevo la vista al escuchar el intercambio entre el desterrado y Aradia. ¿Qué había ocurrido? Era evidente que el elfo lo había ayudado pero, ¿a qué se debía la disculpa de Aradia? ¿Acaso lo había atacado? La elfa había dejado su arma junto al aproximarse al extraño, pero el ambiente se sentía tenso igualmente.
Elian se levantó, dejando su mochila y su cayado en el suelo, donde estaban. Aún no las tenía todas consigo, pero se sentía mucho mejor que antes de la intervención de aquel extraño elfo. Se preguntó dónde habría aprendido ese truco. Era evidente que su destierro no había sido reciente, o no habría tenido tiempo de olvidar su lengua, así que era poco probable que lo hubiese aprendido en Sandorai.
—Hey, amigo —dijo con voz alta y firme, para asegurarse de que el elfo lo escuchaba. Se sentía algo extraño utilizar aquellas palabras con el tipo de persona de quien le habían enseñado a temer y desconfiar, pero aquella era la forma en que solía dirigirse a aquellos cuyo nombre desconocía y le salió sin pensarlo siquiera—. Hantanyel feanyallo. —Mientras pronunciaba estas palabras, Elian se llevó una mano al pecho, a la altura de su corazón e inclinó ligeramente la cabeza como muestra de respeto— Gracias —tradujo mientras levantaba de nuevo la vista—, de corazón.
Pese a tratarse de una fórmula especialmente reverencial, aquellas palabras le parecieron insuficientes para expresar su agradecimiento, pero no se le ocurrió nada mejor que ofrecerle a alguien que había perdido tan completamente sus raíces que un pedacito de su propia lengua. Después de todo, era él el que se había acercado en busca de una traducción.
Elian
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Aradia Halzemere me sigue. Habla al mismo tiempo que camina para no perderme de vista. Dice que puede sanar las quemaduras que me ha provocado, que confíe en ella. Aradia no confió en mí cuando sané a su Elian Satari. Las gracias se dan con una palabra, no pidiendo confianza. Retiro su petición haciendo un gesto de indiferencia con el brazo. No me interesa, quiere decir. Acelero asegurándome poner distancia entre medio.
Elian Satari sigue con la disculpa. Empeora la situación intercalando el idioma común con el élfico, las palabras que entiendo con las que ignoro su significado. A pesar que estoy de espaldas y no puedo verlo (no quiero ver lo), puedo asegurar que está sonriendo. Posee la sonrisa de los elfos, cándida por fuera y reservada por dentro. Merrigan se sonríe de la misma manera cuando regatea con los comerciantes humanos.
—No mae g’ovannen — repito sin dejar de andar, esta vez, con un tono más alto de voz —. Significa: no placer en conocerte.
Llego donde está Merrigan con la camisa desabrochada. Ella ha visto lo que ha ocurrido. No me pregunta por la quemadura de mi pecho ni por la mueca de enfado en mi rostro. Sabe que no sabría responder. Tampoco sonríe. Sus labios son dos finas líneas de desánimo. Le gustaría que pudiera hablar con los otros elfos en el idioma de los elfos. Ella lo expresa de otra manera, la manera de Lunargenta: deja que los elfos hablen con los elfos. Merrigan ha crecido en la gran ciudad. Ha hecho trato con brujos, vampiros, bestias y elfos. Sabe tratar a cada uno de ellos. No dice: deja a los brujos hablar con los brujos. Las diferencias de los brujos con los humanos no son tan pronunciadas como con el caso de los elfos. Los elfos poseen un idioma propio y un estricto código de cortesía. Cuando hablan entre ellos, parece que el resto de Aerandir no puede entenderlos. Deja que los elfos hablen con los elfos.
Me siento a un lado de Merrigan con las piernas cruzados, de cara a donde se encuentran Aradia Halzemere y Elian Satari. ¿Qué harán?
Merrigan saca un bollo de crema rosa de la mochila. Hago ademán de sacar el mío, tengo hambre, pero ella me reniega con la mano y señala el laúd. Me está castigando por no hablar como corresponde con los elfos. Como recompensa por haber curado a Elian Satari de la indigestión y disculpado porque no soy un buen sanador, me he quedado sin bollo.
Cojo el laúd y lo acomodo sobre mis rodillas. A este punto, no hago esfuerzo por pedir a Merrigan que me ponga aloe vera en el pecho. Dirá que no con la cabeza y sonreirá como sonríe Elian. Rasgo las cuerdas de laúd comprobando que suena. Repaso los dos acordes que conozco; los toco lentamente. Recuerdo cuando Idril me enseñó a leer. Mamá se lee primero ma y luego má. Despacio. El sonido de la m, de la m con la a y todo junto: ma. Tocar el laúd es parecido. Los dedos sobre las cuerdas. La primera cuerda, la primera con la segunda y las dos juntas para formar el acorde que quiero. Merrigan me mira con el rabillo del ojo y sonríe. Su sonrisa es sincera.
— Déjame adivinarlo: no ha sido culpa tuya. Tú has ayudado. ¿Verdad que me dirás algo así?
—Sí.
—Ay, ¿qué voy a hacer contigo? — termina la frase dando un bocado al bollo.
Elian Satari sigue con la disculpa. Empeora la situación intercalando el idioma común con el élfico, las palabras que entiendo con las que ignoro su significado. A pesar que estoy de espaldas y no puedo verlo (no quiero ver lo), puedo asegurar que está sonriendo. Posee la sonrisa de los elfos, cándida por fuera y reservada por dentro. Merrigan se sonríe de la misma manera cuando regatea con los comerciantes humanos.
—No mae g’ovannen — repito sin dejar de andar, esta vez, con un tono más alto de voz —. Significa: no placer en conocerte.
Llego donde está Merrigan con la camisa desabrochada. Ella ha visto lo que ha ocurrido. No me pregunta por la quemadura de mi pecho ni por la mueca de enfado en mi rostro. Sabe que no sabría responder. Tampoco sonríe. Sus labios son dos finas líneas de desánimo. Le gustaría que pudiera hablar con los otros elfos en el idioma de los elfos. Ella lo expresa de otra manera, la manera de Lunargenta: deja que los elfos hablen con los elfos. Merrigan ha crecido en la gran ciudad. Ha hecho trato con brujos, vampiros, bestias y elfos. Sabe tratar a cada uno de ellos. No dice: deja a los brujos hablar con los brujos. Las diferencias de los brujos con los humanos no son tan pronunciadas como con el caso de los elfos. Los elfos poseen un idioma propio y un estricto código de cortesía. Cuando hablan entre ellos, parece que el resto de Aerandir no puede entenderlos. Deja que los elfos hablen con los elfos.
Me siento a un lado de Merrigan con las piernas cruzados, de cara a donde se encuentran Aradia Halzemere y Elian Satari. ¿Qué harán?
Merrigan saca un bollo de crema rosa de la mochila. Hago ademán de sacar el mío, tengo hambre, pero ella me reniega con la mano y señala el laúd. Me está castigando por no hablar como corresponde con los elfos. Como recompensa por haber curado a Elian Satari de la indigestión y disculpado porque no soy un buen sanador, me he quedado sin bollo.
Cojo el laúd y lo acomodo sobre mis rodillas. A este punto, no hago esfuerzo por pedir a Merrigan que me ponga aloe vera en el pecho. Dirá que no con la cabeza y sonreirá como sonríe Elian. Rasgo las cuerdas de laúd comprobando que suena. Repaso los dos acordes que conozco; los toco lentamente. Recuerdo cuando Idril me enseñó a leer. Mamá se lee primero ma y luego má. Despacio. El sonido de la m, de la m con la a y todo junto: ma. Tocar el laúd es parecido. Los dedos sobre las cuerdas. La primera cuerda, la primera con la segunda y las dos juntas para formar el acorde que quiero. Merrigan me mira con el rabillo del ojo y sonríe. Su sonrisa es sincera.
— Déjame adivinarlo: no ha sido culpa tuya. Tú has ayudado. ¿Verdad que me dirás algo así?
—Sí.
—Ay, ¿qué voy a hacer contigo? — termina la frase dando un bocado al bollo.
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Una vez una de sus hermanas le había dicho al espacio vacío frente a ella “VIDA CUANDO TE DIGO NADA PUEDE SALIR PEOR, ES UN RECLAMO NO UN DESAFIO”…. En ese momento su hermana había pasado de hacer un reducido de sabia a tener una brea casi imposible de quitar en su cuaderno de notas más completo y que dejo la tinta y las hojas casi transparentes, previo a eso había tenido un mal día desde la salida de Anar y podía aun enlistar las desdichas acaecidas, Aradia, que estaba a su cargo esa temporada, la vio con pena en esos momentos y su hermana estaba que quería matar algo… Eso se veía en su mirar….
Y en ese momento la elfa se sentía identificaba con la frase de su hermana y sintió entre ganas de llorar y ganas de reír, y si pasa lo peor posible a su parecer; si la vida parecía quererla disuadir de su decisión inicial de fugarse con cierto permiso de su hogar se podía decir que iba por buen camino pues fue cuando soltó una carcajada, no una risa ni risita tímida, no, una sonora carcajada que la hizo bajar las manos y cubrirse la cara mientras comenzaba a reír con cierta euforia para luego mirar al cielo respirando hondo para contener la risa mientras lagrimaba y se abanicaba con las manos.
Ese elfo era una mula, entendía que se pusiera así ante el proceder de ella, pero Elian que no había sido más que amable y conciliador no merecía ese trato por parte del exiliado que pareciera que quisiera lanzar hiedra venenosa para hacerles irse de ahí, así que retomando la mayor compostura posible aun con leves espasmos de risa se acercó al elfo marcado y a su acompañante el tocaba el laúd perfecto que estuviera en esa posición y así sin mediar palabra alguna como el con su arco de luz ella poso sus manos en los hombros de este, por el arco de la posición marcaba su peso sobre él cuando comenzó un verso en un susurro
- Daoin’Teague’Feer Häun Ivae’ess Ten Anta Almarë Meldo Melda Es'Caerta Imbar
El cosquilleo recorrió sus manos descargando la luz para sanar sus heridas y no bien termino la oración apretó sus dedos sin hacerle daño y tradujo su oración dado que parecía bastante interesado en eso, seguramente el tiempo en el exilio era tal que su lengua madre había sido borrada de su memoria.
-Brillo de las estrellas sobre el pueblo yo portador de la luz te entrego salud querido amigo es mi suplica Imbarr.
Le soltó y respirando algo entrecortado no espero su respuesta cuando fue hacia su arma, por dentro temblaba como una hoja, su actuar era más parecido a su padre cuando alguien en mal estado en su delirio o temor se negaba a cooperar y acepto el hecho de que jamás en su corta vida hubiera siquiera pensado en que haría algo así.
off: Uso de Imposición de manos
Y en ese momento la elfa se sentía identificaba con la frase de su hermana y sintió entre ganas de llorar y ganas de reír, y si pasa lo peor posible a su parecer; si la vida parecía quererla disuadir de su decisión inicial de fugarse con cierto permiso de su hogar se podía decir que iba por buen camino pues fue cuando soltó una carcajada, no una risa ni risita tímida, no, una sonora carcajada que la hizo bajar las manos y cubrirse la cara mientras comenzaba a reír con cierta euforia para luego mirar al cielo respirando hondo para contener la risa mientras lagrimaba y se abanicaba con las manos.
Ese elfo era una mula, entendía que se pusiera así ante el proceder de ella, pero Elian que no había sido más que amable y conciliador no merecía ese trato por parte del exiliado que pareciera que quisiera lanzar hiedra venenosa para hacerles irse de ahí, así que retomando la mayor compostura posible aun con leves espasmos de risa se acercó al elfo marcado y a su acompañante el tocaba el laúd perfecto que estuviera en esa posición y así sin mediar palabra alguna como el con su arco de luz ella poso sus manos en los hombros de este, por el arco de la posición marcaba su peso sobre él cuando comenzó un verso en un susurro
- Daoin’Teague’Feer Häun Ivae’ess Ten Anta Almarë Meldo Melda Es'Caerta Imbar
El cosquilleo recorrió sus manos descargando la luz para sanar sus heridas y no bien termino la oración apretó sus dedos sin hacerle daño y tradujo su oración dado que parecía bastante interesado en eso, seguramente el tiempo en el exilio era tal que su lengua madre había sido borrada de su memoria.
-Brillo de las estrellas sobre el pueblo yo portador de la luz te entrego salud querido amigo es mi suplica Imbarr.
Le soltó y respirando algo entrecortado no espero su respuesta cuando fue hacia su arma, por dentro temblaba como una hoja, su actuar era más parecido a su padre cuando alguien en mal estado en su delirio o temor se negaba a cooperar y acepto el hecho de que jamás en su corta vida hubiera siquiera pensado en que haría algo así.
off: Uso de Imposición de manos
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
El desterrado (tal vez tendría que empezar a llamarlo de otra forma en su mente) no parecía muy impresionado con su gesto. Elian no sabía qué había ocurrido entre él y Aradia durante el quién sabía cuánto tiempo que había estado semi-inconsciente, pero parecía haber sido grave. Suspiró con frustración: ¿cómo podía arreglar las cosas si no sabía qué había ocurrido para que se rompieran?
—No todo lo que se rompe ha de ser reparado —le había dicho su padre hacía tantos años, ante la pira de aquel elfo.
—Pero, ¿por qué? —preguntó el muchacho que una vez fue con la mirada fija en las llamas—. ¿Qué ha podido hacer para merecer el olvido?
—Eso no importa ahora —fue la sobria respuesta de Cysan. El chico volvió la vista hacia su padre. El adulto observaba la pira con el ceño fruncido y la mandíbula tensa—. Fuera lo que fuera lo que hiciera —continuó explicando a su hijo—, su clan lo consideró tan grave como para aplicar la pena de destierro y nosotros debemos respetarlo. —Sin previo avisó, apartó la vista de las llamas para dirigirla directamente hacia los ojos del joven elfo— ¿Entiendes eso, Elian?
¿Lo entendía? El muchacho había asentido con la cabeza ante la pregunta de su padre, pero el adulto había vivido lo suficiente como para saber que las cosas rara vez eran blancas o negras. Elian llevó de nuevo la mirada hacia el elfo que lo había sanado y, en un golpe de iluminación, la imagen de su padre ante las llamas volvió a dibujarse en su mente. No importa lo que haya hecho, había dicho, debemos respetar la decisión de su clan. Pero no era respeto ni aprobación lo que mostraba aquel ceño fruncido y aquella mandíbula apretada. Más bien, parecían frustración y contención, ahora que se paraba a pensarlo. Como si pudiese ver a su padre en la distancia, Elian volvió el rostro hacia el noroeste, hacia su pueblo. “¿Entiendes eso, Elian?”, le pareció oír a lo lejos.
—Entiendo —murmuró—. Ahora sí lo entiendo.
Y sonrió. Sonrió al darse cuenta de que eso era precisamente lo que más le atraía de viajar: uno nunca dejaba de aprender, de conocerse a sí mismo y de comprender a los demás. Aquel día, había logrado comprender un poco más a su padre, a pesar de la distancia. Otra cosa más que agradecerle a aquel elfo desconocido.
Volvió la mirada al presente, hacia Aradia, el elfo desterrado y la semi-humana, a tiempo de presenciar cómo la joven elfa, ignorando toda negativa, se acercaba al renegado y, con una plegaria, atendía sus heridas, tanto si tenía su permiso, como si no. Elian se sonrió de nuevo, el carácter de la muchacha le recordó al de su hermana, el mismo que había heredado su sobrina Mallua.
—¿Todo bien? —le preguntó cuando estuvo de vuelta.
Aradia se agachó para recoger su cadena y él hizo lo propio con su vara y su mochila. No todo lo que se rompe puede ser reparado, pensó dirigiendo otra mirada a las dos personas que descansaban sobre un mantel. ¿Sería ese el caso o aún había algo que pudiera hacerse?
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OFF: Toma post reflexivo y con flashback incluido. Vais a tener que disculparme, pero es que es el primer tema de Elian (sin contar eventos) y aún lo estoy conociendo xD
—No todo lo que se rompe ha de ser reparado —le había dicho su padre hacía tantos años, ante la pira de aquel elfo.
—Pero, ¿por qué? —preguntó el muchacho que una vez fue con la mirada fija en las llamas—. ¿Qué ha podido hacer para merecer el olvido?
—Eso no importa ahora —fue la sobria respuesta de Cysan. El chico volvió la vista hacia su padre. El adulto observaba la pira con el ceño fruncido y la mandíbula tensa—. Fuera lo que fuera lo que hiciera —continuó explicando a su hijo—, su clan lo consideró tan grave como para aplicar la pena de destierro y nosotros debemos respetarlo. —Sin previo avisó, apartó la vista de las llamas para dirigirla directamente hacia los ojos del joven elfo— ¿Entiendes eso, Elian?
¿Lo entendía? El muchacho había asentido con la cabeza ante la pregunta de su padre, pero el adulto había vivido lo suficiente como para saber que las cosas rara vez eran blancas o negras. Elian llevó de nuevo la mirada hacia el elfo que lo había sanado y, en un golpe de iluminación, la imagen de su padre ante las llamas volvió a dibujarse en su mente. No importa lo que haya hecho, había dicho, debemos respetar la decisión de su clan. Pero no era respeto ni aprobación lo que mostraba aquel ceño fruncido y aquella mandíbula apretada. Más bien, parecían frustración y contención, ahora que se paraba a pensarlo. Como si pudiese ver a su padre en la distancia, Elian volvió el rostro hacia el noroeste, hacia su pueblo. “¿Entiendes eso, Elian?”, le pareció oír a lo lejos.
—Entiendo —murmuró—. Ahora sí lo entiendo.
Y sonrió. Sonrió al darse cuenta de que eso era precisamente lo que más le atraía de viajar: uno nunca dejaba de aprender, de conocerse a sí mismo y de comprender a los demás. Aquel día, había logrado comprender un poco más a su padre, a pesar de la distancia. Otra cosa más que agradecerle a aquel elfo desconocido.
Volvió la mirada al presente, hacia Aradia, el elfo desterrado y la semi-humana, a tiempo de presenciar cómo la joven elfa, ignorando toda negativa, se acercaba al renegado y, con una plegaria, atendía sus heridas, tanto si tenía su permiso, como si no. Elian se sonrió de nuevo, el carácter de la muchacha le recordó al de su hermana, el mismo que había heredado su sobrina Mallua.
—¿Todo bien? —le preguntó cuando estuvo de vuelta.
Aradia se agachó para recoger su cadena y él hizo lo propio con su vara y su mochila. No todo lo que se rompe puede ser reparado, pensó dirigiendo otra mirada a las dos personas que descansaban sobre un mantel. ¿Sería ese el caso o aún había algo que pudiera hacerse?
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OFF: Toma post reflexivo y con flashback incluido. Vais a tener que disculparme, pero es que es el primer tema de Elian (sin contar eventos) y aún lo estoy conociendo xD
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
El primer impulso es el de soltar el laúd. No me da tiempo a reaccionar, a echarme a hacia atrás esquivando a Aradia Halzemere. La elfa coloca sus manos encima de mi pecho descubierto. Hace presión sobre la quemadura que ella provocó. Está sanando la herida pese haberle dicho que no necesito su magia. Conozco la sensación de calor y cosquilleo que emiten sus manos de elfa.
Mi mano izquierda sobre las cuerdas del laúd, en una posición aparentemente inofensiva. La derecha se desliza por el mantel del suelo hacia mi cintura, a poca distancia de Aradia Halzemere y menos de mis armas. Pienso en empujarla. Si se complica la situación, desenvainaré mi cuchillo oculto en un rápido movimiento; solo para asustarla. Aunque me haya seguido y molestado mientras practicaba el laúd, no tengo intención de hacerle daño. No soy como ella. No soy como ellos. No soy como los elfos de Sandorai.
Me detengo al escuchar la risa de Merrigan. Se ha tapado la boca con las dos manos impidiendo soltar una gran carcajada. No entiendo qué le resulta gracioso. La risa de Merrigan aumenta cuando Aradia Halzemere habla en élfico. Confuso, ladeo la cabeza. ¿Por qué me habla en elfo sabiendo que no entiendo el idioma? Hago ademán de decir que no con la cabeza, pero mi cuerpo que está tensionado que apenas consigo inclinar mi cabeza de un lado a otro. Merrigan se da la vuelta, dándome la espalda. Su risa decae considerablemente. Pienso que el motivo de su carcajada, lo que le hace tanta gracia, soy yo.
Aradia Halzemere vuelve a hablar, ahora en la lengua que conozco. No me resulta más comprensible que la primera frase. Pongo sus manos sobre su pecho y alejo a la elfa de mí con un suave toque, sin apartar las manos de ella. La quemadura está curada. Aradia Halzemere debe marcharse.
—Lo que tu nueva amiga intenta decirte es que lo siente mucho y que ruega que le perdones — dice Merrigan que ha vuelto a girarse cara hacia nosotros. Sus labios conservan la sombra de la carcajada anterior. — Ahora tú tienes que decir que no pasa nada y que tú también sientes lo que ha pasado.
Merrigan se levanta del suelo. Pone sus manos mis hombros dando un ligero toque para que baje los brazos.
—Así mejor, a las chicas no nos gusta que nos toquen los senos sin permiso.
Bajo la cabeza y repito lo que Merrigan me ha pedido que diga.
—No pasa y yo también siento lo que ha pasado — con las palabras de los elfos —. Brilla estrellas sobre un pueblo y… la luz entrega salud a alguien… y después… — no recuerdo la frase al completo, es muy larga y complicada.
—Mejor, mucho mejor — dice Merrigan a la vez que suelta una enorme carcajada —. Estás siendo todo un elfo, sí señor.
Merrigan suelta mis brazos y da un aplauso como si con él estuviera olvidando todo lo que ha ocurrido.
—Creo que no nos han presentado. Soy Merrigan, la compañera de Sarez. Soy la que impide que le metan en una celda durante una noche o algo peor.
Llega Elian Satari preguntando por todo. Asiento con la cabeza, aunque no comprendo la totalidad de su pregunta. ¿A qué se refiere con todo?
Mi mano izquierda sobre las cuerdas del laúd, en una posición aparentemente inofensiva. La derecha se desliza por el mantel del suelo hacia mi cintura, a poca distancia de Aradia Halzemere y menos de mis armas. Pienso en empujarla. Si se complica la situación, desenvainaré mi cuchillo oculto en un rápido movimiento; solo para asustarla. Aunque me haya seguido y molestado mientras practicaba el laúd, no tengo intención de hacerle daño. No soy como ella. No soy como ellos. No soy como los elfos de Sandorai.
Me detengo al escuchar la risa de Merrigan. Se ha tapado la boca con las dos manos impidiendo soltar una gran carcajada. No entiendo qué le resulta gracioso. La risa de Merrigan aumenta cuando Aradia Halzemere habla en élfico. Confuso, ladeo la cabeza. ¿Por qué me habla en elfo sabiendo que no entiendo el idioma? Hago ademán de decir que no con la cabeza, pero mi cuerpo que está tensionado que apenas consigo inclinar mi cabeza de un lado a otro. Merrigan se da la vuelta, dándome la espalda. Su risa decae considerablemente. Pienso que el motivo de su carcajada, lo que le hace tanta gracia, soy yo.
Aradia Halzemere vuelve a hablar, ahora en la lengua que conozco. No me resulta más comprensible que la primera frase. Pongo sus manos sobre su pecho y alejo a la elfa de mí con un suave toque, sin apartar las manos de ella. La quemadura está curada. Aradia Halzemere debe marcharse.
—Lo que tu nueva amiga intenta decirte es que lo siente mucho y que ruega que le perdones — dice Merrigan que ha vuelto a girarse cara hacia nosotros. Sus labios conservan la sombra de la carcajada anterior. — Ahora tú tienes que decir que no pasa nada y que tú también sientes lo que ha pasado.
Merrigan se levanta del suelo. Pone sus manos mis hombros dando un ligero toque para que baje los brazos.
—Así mejor, a las chicas no nos gusta que nos toquen los senos sin permiso.
Bajo la cabeza y repito lo que Merrigan me ha pedido que diga.
—No pasa y yo también siento lo que ha pasado — con las palabras de los elfos —. Brilla estrellas sobre un pueblo y… la luz entrega salud a alguien… y después… — no recuerdo la frase al completo, es muy larga y complicada.
—Mejor, mucho mejor — dice Merrigan a la vez que suelta una enorme carcajada —. Estás siendo todo un elfo, sí señor.
Merrigan suelta mis brazos y da un aplauso como si con él estuviera olvidando todo lo que ha ocurrido.
—Creo que no nos han presentado. Soy Merrigan, la compañera de Sarez. Soy la que impide que le metan en una celda durante una noche o algo peor.
Llega Elian Satari preguntando por todo. Asiento con la cabeza, aunque no comprendo la totalidad de su pregunta. ¿A qué se refiere con todo?
Sarez
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
Dio unos pasos atrás y aprovechando que el elfo le había puesto sus propias manos en el pecho se mantuvo a cubierto y de no ser por la joven que hablaba claro y parecía ser la voz de la razón en ese par… Realmente no hubiera hecho mucho, por razón de darle confianza había ido desarmada y de aquí a que sacara algo de la mochila que no fuera su cambio o el montón de papel y tinta que se había adjudicado no había mucho que pudiera hacer para defenderse.
Lo bueno es que no necesito nada de ello y solo le costaba asimilar las palabras de Merrigan y la aparente desconexión completa de Sarez hacia sus raíces… cómo se habían juntado dos seres tan dispares es una verdadera incógnita y el como el elfo parece enajenado de su propia cultura, más preguntas que sabe no serán respondidas, mirando a Elian le asiente yendo hacia sus cosas tras las palabras de ambos tratando de digerir lo que acababa de pasar y teniendo muchas cosas en la cabeza.
-Sí, todo, bueno de mi parte, creo.- Le responde a Satari con una suave sonrisa y ve hacia el par, después de todo Merrigan no ha hecho nada para merecer una descortesía más allá de ser medio elfa pero eso no es crimen, al menos no a sus ojos, neutralidad ante todo y era algo a lo que Aradia le era fiel hasta no verse arrinconada y hasta ese momento solo se veía arrinconada a evitar hablar de más con alguien que parecía a punto de estallar como Sarez.- Eso dice mucho señorita, la frase es una plegaria, una suerte de hechizo para concentrarme y canalizar mejor mi curación, no veo necesario que la memorices. Además supongo que con esas flechas no requieres suplicas para sanar a otros. Es algo admirable.
No lo dice con desdén, simplemente busca quitarle un peso de encima a Sarez y evitar más conflictos, la situación es caótica, se despeino un poco tratando de no pensar demás y no arrepentirse de lo que haría, después de todo eso era algo que debía aprender a hacer sí o sí así que fue de nuevo hacia la pelirroja.- Ya sé que ya lo dije pero soy Aradia, -Abrió la boca de nuevo y señalo al cielo, no para ver algo si no porque se quedó sin palabras, iba a hablar en elfico y eso al parecer había sido parte de las gotitas que le derramaron el vaso al elfo- Un placer, amm recuerdo que Sarez dijo ¿Vulwufar?
Señalo medianamente hacia donde ahora tras salir de la arboleda veía algunos tejados pensando en si ir o no, sonriendo un poco esperando que entre Elian y Merrigan pudieran darle un norte de a donde seguir su camino.
Lo bueno es que no necesito nada de ello y solo le costaba asimilar las palabras de Merrigan y la aparente desconexión completa de Sarez hacia sus raíces… cómo se habían juntado dos seres tan dispares es una verdadera incógnita y el como el elfo parece enajenado de su propia cultura, más preguntas que sabe no serán respondidas, mirando a Elian le asiente yendo hacia sus cosas tras las palabras de ambos tratando de digerir lo que acababa de pasar y teniendo muchas cosas en la cabeza.
-Sí, todo, bueno de mi parte, creo.- Le responde a Satari con una suave sonrisa y ve hacia el par, después de todo Merrigan no ha hecho nada para merecer una descortesía más allá de ser medio elfa pero eso no es crimen, al menos no a sus ojos, neutralidad ante todo y era algo a lo que Aradia le era fiel hasta no verse arrinconada y hasta ese momento solo se veía arrinconada a evitar hablar de más con alguien que parecía a punto de estallar como Sarez.- Eso dice mucho señorita, la frase es una plegaria, una suerte de hechizo para concentrarme y canalizar mejor mi curación, no veo necesario que la memorices. Además supongo que con esas flechas no requieres suplicas para sanar a otros. Es algo admirable.
No lo dice con desdén, simplemente busca quitarle un peso de encima a Sarez y evitar más conflictos, la situación es caótica, se despeino un poco tratando de no pensar demás y no arrepentirse de lo que haría, después de todo eso era algo que debía aprender a hacer sí o sí así que fue de nuevo hacia la pelirroja.- Ya sé que ya lo dije pero soy Aradia, -Abrió la boca de nuevo y señalo al cielo, no para ver algo si no porque se quedó sin palabras, iba a hablar en elfico y eso al parecer había sido parte de las gotitas que le derramaron el vaso al elfo- Un placer, amm recuerdo que Sarez dijo ¿Vulwufar?
Señalo medianamente hacia donde ahora tras salir de la arboleda veía algunos tejados pensando en si ir o no, sonriendo un poco esperando que entre Elian y Merrigan pudieran darle un norte de a donde seguir su camino.
Aradia Hazelmere
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Re: Tiro con arco y música de laúd [Libre] [Cerrado]
La muchacha rompió a reír y, en tan solo un instante, el ambiente se transformó por completo. La tensión de hacía tan solo un momento desapareció y allí donde, apenas unos minutos atrás, Elian había temido por su vida, brillaba de nuevo la luz de la oportunidad. Porque todo encuentro es una oportunidad, una ocasión de ampliar horizontes mediante el acercamiento a algo (alguien) ajeno. La sonrisa del Satari se fue abriendo hasta llenar cada rincón de su rostro y hasta estuvo a punto de estallar en carcajadas él también. Pero no aún, primero iban las presentaciones, después de todo.
—Encantado, Merrigan, la de la voz cantarina —dijo en tono relajado, relegando las fórmulas élficas—, y Sarez, el del arco certero —añadió llevándose una mano al pecho, donde había sentido el impacto de la flecha de luz—. Yo soy Elian, el de las digestiones pesadas y debo decir que este encuentro ha sido un verdadero placer. Al menos, en mi caso, la mejora con respecto a hace un rato es más que palpable.
El tono del elfo era desenfadado. Había apoyado su vara en el suelo y cargaba parte de su peso en ella con cierta despreocupación, mientras, con la mano libre, se rascó distraídamente el estómago. Lo cierto era que su comentario no se refería únicamente a la curación de su dolencia, como hubiese podido parecer por su gesto, sino también a la revelación que había tenido después. Superada la tensión inicial, sin embargo, no tenía ningún deseo de aportar más seriedad al ambiente. Para él, el escenario tenía mucho mejor aspecto después de aquella carcajada.
—¿Vulwulfar? —Elian se volvió hacia Aradia al oírla mencionar la ciudad— ¿Es allí donde te diriges? Villa pesquera y marisquera y una buena parada para un elfo si es la primera vez que sale de Sandorai. —Puede que estuviera asumiendo demasiado, pero tanto la juventud de la muchacha como la forma en que se había tirado al suelo no mucho rato antes le decían que no podía llevar mucho tiempo viajando por su cuenta— Hay más elfos que en otras ciudades de Verisar y muchos estarán encantados de ayudar a una hija del Bosque —añadió—. Aunque, visto lo visto, no me cabe duda de que sabrás arreglártelas por tus propios medios. Ah —dijo de repente, como si acabara de venirle a la mente—, y si te sientes nostálgica, junto a la Puerta de los Valientes, hay un jardincito con un Kyyneleet precioso. Pensándolo bien, ¿qué te parece si te acompaño un trecho? Así dejamos que Merrigan y Sarez disfruten tranquilos de su día campestre. —Y volvió a mirar a los aludidos, dedicándoles una inclinación de cabeza.
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—Encantado, Merrigan, la de la voz cantarina —dijo en tono relajado, relegando las fórmulas élficas—, y Sarez, el del arco certero —añadió llevándose una mano al pecho, donde había sentido el impacto de la flecha de luz—. Yo soy Elian, el de las digestiones pesadas y debo decir que este encuentro ha sido un verdadero placer. Al menos, en mi caso, la mejora con respecto a hace un rato es más que palpable.
El tono del elfo era desenfadado. Había apoyado su vara en el suelo y cargaba parte de su peso en ella con cierta despreocupación, mientras, con la mano libre, se rascó distraídamente el estómago. Lo cierto era que su comentario no se refería únicamente a la curación de su dolencia, como hubiese podido parecer por su gesto, sino también a la revelación que había tenido después. Superada la tensión inicial, sin embargo, no tenía ningún deseo de aportar más seriedad al ambiente. Para él, el escenario tenía mucho mejor aspecto después de aquella carcajada.
—¿Vulwulfar? —Elian se volvió hacia Aradia al oírla mencionar la ciudad— ¿Es allí donde te diriges? Villa pesquera y marisquera y una buena parada para un elfo si es la primera vez que sale de Sandorai. —Puede que estuviera asumiendo demasiado, pero tanto la juventud de la muchacha como la forma en que se había tirado al suelo no mucho rato antes le decían que no podía llevar mucho tiempo viajando por su cuenta— Hay más elfos que en otras ciudades de Verisar y muchos estarán encantados de ayudar a una hija del Bosque —añadió—. Aunque, visto lo visto, no me cabe duda de que sabrás arreglártelas por tus propios medios. Ah —dijo de repente, como si acabara de venirle a la mente—, y si te sientes nostálgica, junto a la Puerta de los Valientes, hay un jardincito con un Kyyneleet precioso. Pensándolo bien, ¿qué te parece si te acompaño un trecho? Así dejamos que Merrigan y Sarez disfruten tranquilos de su día campestre. —Y volvió a mirar a los aludidos, dedicándoles una inclinación de cabeza.
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Elian
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