Cenizas en la tierra [Trabajo]
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Cenizas en la tierra [Trabajo]
Apreté la mandíbula, algo nervioso. Miré a la luna. Eltrant estaba tardando, pero no era eso lo que me molestaba de todo aquello. La situación. Todo lo que estaba haciendo... hacía que el corazón me palpitase con fuerza. Como si algo fuese a salir mal. Como si fuese a encontrarme la aldea en llamas.
Miré a Syl. Como siempre, el felino estaba atento a los alrededores. Alerta y en guardia. Pero cuando notó mi mirada, sonrió ligeramente. Exhalé, agradeciendo aquel pequeño gesto. Luego, me apoyé contra la pared de la taberna. Aquella era la misma en la que había estado días antes, tras el asunto de la serpiente. La última a ese lado del Tymer.
-¿Crees que estarás cómodo?- pregunté, rompiendo el silencio. Necesitaba hablar. Aquello ayudaría.
-¿Lo dices por Tale?- El gato volvió a su expresión neutral. -¿O por la posibilidad de que traiga a su amiga?- Me quedé pensativo durante un segundo, analizando sus palabras. No había un tono hostil en su voz, pero... en ocasiones, hasta a mi me era imposible leerlo. -No te preocupes por mi. Estaré bien.-
-Tal vez incluso sea buen momento para entendernos mejor. Entre todos.- comenté. No solo para él. A mi mismo me resultaba difícil entender a Eltrant en ocasiones. Y sobre Lyn... no me gustaba reconocerlo, pero la conocía más bien poco. La pequeña parecía llevarse bien con algunos de los Nómadas, pero era un misterio.
-Al menos no nos ralentizará, supongo.- musitó. Ladeé la cabeza, pero el felino señaló al papel que asomaba de mi bolsillo como respuesta. Claro. La caza.
Saqué el documento, releyéndolo de nuevo. Un tal Adrian nosequé nosecuantos tenía noticias de que unos trolls de bosque estaban bla bla bla en el bosque de Midgar. Generosamente pagado. Dos trolls. Matarlos y llevar sus narices como prueba. No era más que algo que colgaba de un tablón fuera de la posada y que había cogido sin pensar demasiado. Pero la verdad es que llegaba en un momento perfecto. Los trolls de bosque eran criaturas nocturnas, y, debido a la presencia de Eltrant y Lyn, solo podíamos viajar de noche.
Podía ser una buena forma de ganarse unos aeros por el camino. O de distraerme de todo aquello.
-¿Por qué las narices, de todas formas?- pregunté, frunciendo el ceño. -¿Por qué no una oreja? ¿O un dedo?-
-¿Porque solo tienen una?- supuso Syl. -Es fácil cortar una oreja o un dedo sin matar a nadie. Una nariz... no tanto. Y son dos. No puedes simplemente matar a uno y cortarle dos dedos. Así que la nariz es lo más fácil.- dijo. Tenía sentido. -¿Sabes algo sobre los trolls?-
Negué con la cabeza. Sólo lo de alguna historia exagerada. Algún mercenario bravucón presumiendo de sus éxitos, o intentando impresionar a alguien. Nada fiable. El gato dejó escapar un breve "Hmm." y se cruzó de brazos, pensativo. Le devolví la pregunta con una mirada curiosa, y respondió encogiendose de hombros.
-He oido cuentos. Y rimas. De cuando era pequeño.- explicó. Tampoco era algo excesivamente fiable, pero mostré los dientes con una sonrisa.
-¿De veras? ¿Como es?-
-Ni de broma.- me cortó, chasqueando la lengua. Sin embargo, no pudo disimular una pequeña sonrisa. Tendría que intentarlo más tarde. Aunque sospechaba que iba a actuar de forma distinta en cuanto apareciese la pareja.
Me estiré perezosamente. Aquel horario no era a lo que estaba acostumbrado. Me había pasado la tarde durmiendo para compensar, pero empezaba a pensar que no había sido buena idea. Necesitaba algo de ejercicio. Pero tampoco era buen momento: cansarme antes de la marcha no resolvería nada.
No tardaron mucho más en llegar. Cuando vi a Eltrant, coloqué una mano sobre su hombro, agitándolo amistosamente.
-¡El héroe mortal y su "sombra"! ¿Que os trae por aquí?- pregunté, sonriendo. -¿Os ha avisado mi mayordomo del itinerario? ¿No? Tendré que despedirle... en fin. - Saqué el papel de mi bolsillo una vez más, y se lo mostré a Eltrant. -Piensa en ello como un objetivo secundario mientras caminamos. Aeros fáciles. Poco riesgo de muerte. Si, lo sé, demasiado aburrido para ti...- dije. Miré a Syl. El gato dudó un segundo, pero finalmente abrió la boca.
-Hola. Me alegro de veros bien.- dijo con una expresión completamente neutral. -Hay una posada en el bosque de Midgar. Allí podemos descansar durante el día.- explicó. Había tenido que calcular bien la ruta. Desconocía como de vulnerable era Lyn a la luz solar. ¿Le afectaría igualmente si estaba en una tienda de campaña? No era algo que tapase completamente la luz, después de todo.
Fuera como fuese, la presencia de Lyn no era una carga o una molestia. Quería asegurarme de mostrar aquello. Aunque era Eltrant al que había invitado, y la vampiresa no podía seguirnos durante todo el trayecto, su compañia era agradable y podía quitarle tensión al asunto.
Me preguntaba cuanto de eso entendía Syl sin que lo hubiese mencionado. El pardo no había replicado demasiado ante toda la idea. Aunque era posible que sólo estuviese respetando mis deseos lo mejor que pudiese. Como solía hacer. En parte, me molestaba que no se permitiese ser más egoísta. Velar por sus propios deseos. Pero en aquel momento, necesitaba aquella seguridad, y la agradecía.
-¿Que habéis estado haciendo últimamente, de todos modos?- pregunté tras iniciar la marcha. El camino iba a ser largo, después de todo. Lo primero sería cruzar el río Tymer por el puente de piedra. Mientras no nos separásemos del camino, sería sencillo. -Dann mencionó que estabas escribiendo un libro, Lyn. ¿De que trata?-
Miré a Syl. Como siempre, el felino estaba atento a los alrededores. Alerta y en guardia. Pero cuando notó mi mirada, sonrió ligeramente. Exhalé, agradeciendo aquel pequeño gesto. Luego, me apoyé contra la pared de la taberna. Aquella era la misma en la que había estado días antes, tras el asunto de la serpiente. La última a ese lado del Tymer.
-¿Crees que estarás cómodo?- pregunté, rompiendo el silencio. Necesitaba hablar. Aquello ayudaría.
-¿Lo dices por Tale?- El gato volvió a su expresión neutral. -¿O por la posibilidad de que traiga a su amiga?- Me quedé pensativo durante un segundo, analizando sus palabras. No había un tono hostil en su voz, pero... en ocasiones, hasta a mi me era imposible leerlo. -No te preocupes por mi. Estaré bien.-
-Tal vez incluso sea buen momento para entendernos mejor. Entre todos.- comenté. No solo para él. A mi mismo me resultaba difícil entender a Eltrant en ocasiones. Y sobre Lyn... no me gustaba reconocerlo, pero la conocía más bien poco. La pequeña parecía llevarse bien con algunos de los Nómadas, pero era un misterio.
-Al menos no nos ralentizará, supongo.- musitó. Ladeé la cabeza, pero el felino señaló al papel que asomaba de mi bolsillo como respuesta. Claro. La caza.
Saqué el documento, releyéndolo de nuevo. Un tal Adrian nosequé nosecuantos tenía noticias de que unos trolls de bosque estaban bla bla bla en el bosque de Midgar. Generosamente pagado. Dos trolls. Matarlos y llevar sus narices como prueba. No era más que algo que colgaba de un tablón fuera de la posada y que había cogido sin pensar demasiado. Pero la verdad es que llegaba en un momento perfecto. Los trolls de bosque eran criaturas nocturnas, y, debido a la presencia de Eltrant y Lyn, solo podíamos viajar de noche.
Podía ser una buena forma de ganarse unos aeros por el camino. O de distraerme de todo aquello.
-¿Por qué las narices, de todas formas?- pregunté, frunciendo el ceño. -¿Por qué no una oreja? ¿O un dedo?-
-¿Porque solo tienen una?- supuso Syl. -Es fácil cortar una oreja o un dedo sin matar a nadie. Una nariz... no tanto. Y son dos. No puedes simplemente matar a uno y cortarle dos dedos. Así que la nariz es lo más fácil.- dijo. Tenía sentido. -¿Sabes algo sobre los trolls?-
Negué con la cabeza. Sólo lo de alguna historia exagerada. Algún mercenario bravucón presumiendo de sus éxitos, o intentando impresionar a alguien. Nada fiable. El gato dejó escapar un breve "Hmm." y se cruzó de brazos, pensativo. Le devolví la pregunta con una mirada curiosa, y respondió encogiendose de hombros.
-He oido cuentos. Y rimas. De cuando era pequeño.- explicó. Tampoco era algo excesivamente fiable, pero mostré los dientes con una sonrisa.
-¿De veras? ¿Como es?-
-Ni de broma.- me cortó, chasqueando la lengua. Sin embargo, no pudo disimular una pequeña sonrisa. Tendría que intentarlo más tarde. Aunque sospechaba que iba a actuar de forma distinta en cuanto apareciese la pareja.
Me estiré perezosamente. Aquel horario no era a lo que estaba acostumbrado. Me había pasado la tarde durmiendo para compensar, pero empezaba a pensar que no había sido buena idea. Necesitaba algo de ejercicio. Pero tampoco era buen momento: cansarme antes de la marcha no resolvería nada.
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No tardaron mucho más en llegar. Cuando vi a Eltrant, coloqué una mano sobre su hombro, agitándolo amistosamente.
-¡El héroe mortal y su "sombra"! ¿Que os trae por aquí?- pregunté, sonriendo. -¿Os ha avisado mi mayordomo del itinerario? ¿No? Tendré que despedirle... en fin. - Saqué el papel de mi bolsillo una vez más, y se lo mostré a Eltrant. -Piensa en ello como un objetivo secundario mientras caminamos. Aeros fáciles. Poco riesgo de muerte. Si, lo sé, demasiado aburrido para ti...- dije. Miré a Syl. El gato dudó un segundo, pero finalmente abrió la boca.
-Hola. Me alegro de veros bien.- dijo con una expresión completamente neutral. -Hay una posada en el bosque de Midgar. Allí podemos descansar durante el día.- explicó. Había tenido que calcular bien la ruta. Desconocía como de vulnerable era Lyn a la luz solar. ¿Le afectaría igualmente si estaba en una tienda de campaña? No era algo que tapase completamente la luz, después de todo.
Fuera como fuese, la presencia de Lyn no era una carga o una molestia. Quería asegurarme de mostrar aquello. Aunque era Eltrant al que había invitado, y la vampiresa no podía seguirnos durante todo el trayecto, su compañia era agradable y podía quitarle tensión al asunto.
Me preguntaba cuanto de eso entendía Syl sin que lo hubiese mencionado. El pardo no había replicado demasiado ante toda la idea. Aunque era posible que sólo estuviese respetando mis deseos lo mejor que pudiese. Como solía hacer. En parte, me molestaba que no se permitiese ser más egoísta. Velar por sus propios deseos. Pero en aquel momento, necesitaba aquella seguridad, y la agradecía.
-¿Que habéis estado haciendo últimamente, de todos modos?- pregunté tras iniciar la marcha. El camino iba a ser largo, después de todo. Lo primero sería cruzar el río Tymer por el puente de piedra. Mientras no nos separásemos del camino, sería sencillo. -Dann mencionó que estabas escribiendo un libro, Lyn. ¿De que trata?-
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Continuó caminando a través del angosto sendero.
El bosque estaba en calma, relativamente hablando, salvo por la suave brisa que acariciaba las copas de los árboles que les rodeaban estaban completamente solos, apenas se podía oír el distante ulular de algún solitario búho.
Aunque no era de extrañar, dada la hora a la que habían salido del poblado en el que se habían alojado durante el día era lo raro sería el cruzarse con alguien. Alzó la mirada durante unos instantes, para orientarse, la luna estaba alta, sobre el firmamento, bañando de plateado todo lo que se extendía bajo ella.
- ¿Estás seguro… de esto? – Lyn, que en aquel momento ya llevaba buena parte del camino encaramada a su espalda apoyó la cabeza sobre su hombro derecho y perdió la mirada en la oscuridad que se extendía frente a ellos, en el camino vacío que conducía hasta la posada en la que Asher le había pedido que se presentase.
- ¿Hm? – Eltrant enarcó una ceja al oír aquella pregunta; pero tras varios segundos de silencio esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. - ¿Por qué lo preguntas? Claro que estoy seguro. – Dijo ajustándose las correas de la hombrera sobre la que se apoyado la vampiresa.
- Pero… ya sabes. Te ha llamado a ti. Y parecía importante. – El castaño suspiró, deteniéndose en mitad del camino. – No quiero que… bueno, puedo quedarme en una posada y… - Colocándole la palma de la mano en la cara, Eltrant obligó a la vampiresa a que se callase, también la bajó de su espalda, la vampiresa no pudo hacer nada salvo decir algunas palabras inconexas, las cuales quedaron acalladas por el grueso guantelete de metal del exguarda.
- Tienes piernas. Así que úsalas. – dijo Eltrant cruzándose de brazos, Lyn desvió levemente la mirada y jugueteó con su flequillo, el castaño volvió a suspirar. – …Y no te preocupes. – Le dedicó una sonrisa a su compañera y colocó una mano en el hombro de la chica. – Vienes conmigo, no hay más que hablar. Somos un equipo. – La vampiresa sonrió tímidamente y asintió. El exmercenario comenzó a caminar de nuevo, Lyn reemprendió, a su vez, la marcha tras él.
Eltrant sabía lo agotador que podía ser estar junto a los Nómadas, por poco tiempo que fuese, eran gente difícil de tratar, en muchos sentidos. Quizás Asher fuese más abierto que los demás, pero sabía de buena mano cómo podían ser las personas que estaban a órdenes del can.
Por no hablar que Lyn ya había sentido cierto rechazo por parte de estos, empezaba a comprender algunos aspectos de la personalidad de la vampiresa.
- Míralo de esta forma. – Se llevó una de las manos hasta la nuca – Puede que este Kothán, o… Dann. ¿Era Dann o Dannos? – Lyn asintió escuetamente y sonrió, acelerando la marcha y colocándose a su lado, le pasó el brazo por encima de los hombros y la zarandeó un poco. – Y si te sientes… - Se pasó la mano por la barba. - … que… no sé, que Irirgo te juzga demasiado, puedes dar una excusa de vampiros, irte un rato y relajarte un poco. – Afirmó, pasando ahora, a rascarse la barba en lugar de simplemente pasar la mano por encima.
- … No …no me molestan que me juzguen. – dijo Lyn a su lado, sin girarse a mirarle, Eltrant sonrió y asintió con suavidad. – Hueles a metal. No te tomes esas confianzas, Mortal. – dijo la ojiazul casi en un susurro, llevándose ambas manos hasta el flequillo, peinándolo pobremente.
- Ya lo sé. – Aseguró el castaño liberándola de aquel tosco abrazo sin perder la sonrisa, una luz distante comenzó aparecerse al final del camino, tenuemente, apenas era perceptible, pero indicaba que se acercaban a la pequeña posada. Curiosamente era la misma en la que le habían contratado para acabar con la serpiente gigante. Se preguntó, por una fracción de segundo, como estaría Huracán en aquel instante. – Pero tú me entiendes. – Agregó, decidió ignorar el comentario del ajo, por alguna razón, se lo decía todo el mundo con un sentido del olfato más desarrollado que el de un humano. Aunque no le sorprendía si resultaba ser verdad.
Lyn se giró a mirarle y, tras un breve suspiro, esbozó una sonrisa.
- Sí, te entiendo. – dijo con simpleza, alzando justo después la mirada, depositando los ojos en la gigantesca luna llena que tenían aquella noche. – Elt... Gracias. – Eltrant arqueó ambas cejas, pero antes de que pudiese decir nada, Lyn ya estaba de nuevo junto a él, mostrándose tal y como lo hacía siempre. Decidió no hacer ningún comentario al respecto. - ¿¡Se puede saber que quieres decir con “Excusas de vampiros”, Mortal?! – Preguntó entonces la vampiresa, agitandole. Eltrant sonrió y se encogió de hombros.
- No sé. – Contestó este enseguida, mostrandose pensativo - ¿Escribir poemas tristones de improviso? ¿Asaltar una granja de ajos y quemarla? – A Eltrant se le escapó una carcajada, Lyn infló los mofletes.
- ¿Sabes lo peligrosamente cerca que estoy de tu cuello? – dijo - ¡Además! ¡Lo de los ajos es un mito! – exclamó la vampiresa agitando el puño.
Era una sorpresa que esperasen solo dos. Syl y Asher, nadie más.
Siendo completamente sincero consigo mismo, esperaba a algún Nómada más. Sobre todo, si tenía en cuenta la urgencia que Asher decía tener con aquel asunto. Debía significar que, realmente, confiaba mucho en él. Lo agradecía, había veces que no conseguía entender la actitud del lobo, pero confiaba en él, y al parecer era reciproco, era lo único que necesitaba.
Levantó una mano para hacerse ver según se acercaba a la pareja, antes de llegar a dónde estaban le dirigió una rápida mirada a Lyn, la cual esbozó una sonrisa al notarlo, tan natural como siempre.
Le costaba comprenderla, pero a veces podía ser bastante simple de leer.
- ¡Me gusta ese apodo! ¡Hola Asher! – Lyn fue la primera de los dos en hablar. - ¿Has oído, Mortal? ¡Sombra! – Dijo extendiendo ambos brazos y girándose sobre sí misma.
Eltrant llevó ambas manos hasta su cinturón y suspiró con suavidad, dejó que el lobo continuase con el saludo con una pequeña sonrisa y, antes de aceptar el papel ajado que este le ofrecía, respondió de la misma forma que este lo había hecho.
- Menos más que vas a despedir a tu mayordomo, me ha cobrado los pocos Aeros que tenía por darme señas… aunque no estoy seguro de que fuese realmente un mayordomo… ni que trabajase para ti… - Amplió la sonrisa y zarandeó a Asher. – Me alegro de verte, Asher. – dijo al final.
- El Mortal entiende de mayordomos… le tengo bien entrenado. ¿A que sí? – dijo dándole a Eltrant un par de codazos, este obvió los golpes y tomó el papel que tenía Asher en la mano.
- Hola Syl – dijo Lyn a continuación, manteniendo las distancias. Tenía que admitirlo, para los estandares de Syl, había sido un saludo más bien cálido. Al menos aquella vez el felino no les había saludado con su ballesta; Era un comienzo.
Antes de leer el papel saludó a Syl alzando la mano.
- También me alegro de verte de una pieza, Syl. – dijo con una sonrisa. – Me parece bien. – dijo a la idea de descansar durante el día en la posada que habían mencionado mientras desviaba su mirada hasta el papel que tenía entre las manos.
Probablemente los dos Nómadas habían anticipado que Lyn aparecería con él, la muchacha también parecía haberlo entendido, asintió concisamente ante la afirmación del gato y se colocó junto a Eltrant, dónde trató de leer también lo que decía la nota. Asher, después de todo, dijo que podía llevarla.
- Trolls… - dijo torciendo levemente el gesto, el trabajo que le había mostrado Asher parecía sencillo, y podían hacerlo según se movían, no estaba mal, era tal y como lo había descrito el lobo. – Puede ser más complicado de lo que parece… - dijo entregándole de vuelta el papel a Asher, tras lo cual se llevó la mano hasta la barbilla, pensativo.
¿Cuántos años habían pasado? ¿Tres? La última vez que se enfrentó a un troll acabó derrotándolo, pero casi se ahoga en apenas un palmo de agua, no era un recuerdo agradable.
– Pero siendo cuatro… no deberíamos tener ningún problema. – Aseguró. También era cierto que entonces su equipo era una espada herrumbrosa y una armadura de cuero maltrecha.
Durante una fracción de segundo se preguntó que habría sido de Demian, el muchacho junto al cual sobrevivió a duras penas aquella noche en Sacrestic, sabía que Arwen, la elfa que les había ayudado entonces, trabajaba en el hospital de Lunargenta, pero el pequeño brujo había desaparecido.
Sacudiendo la cabeza volvió a la realidad, justo cuando Asher les preguntó que habían estado haciendo desde la última vez que se vieron. Sonriendo se llevó la mano hasta la nuca.
- Hemos seguido rumores de aquí a allá. – contestó Eltrant, aquella respuesta era bastante simple, pero servía - Últimamente hay bastante gente que se aprovecha de la plaga para… ya sabes: chantajes, asesinatos... – suspiró – Lo típico, supongo. – Sonrió cansado. – También me he metido en pelea con un tal Meyi. – Lyn esbozó una sonrisa al oír aquel nombre, Eltrant se encogió de hombros, prefería olvidarse de aquel asunto. – Un imbécil arrogante. – Miró a Asher. – Justo el tipo de persona que al que te gustaría enseñarle una lección de humildad. – Añadió.
Se llevó la mano a la cara escasos segundos después, en el momento en el que empezaron a caminar, el lobo preguntó a Lyn acerca de la novela que estaba escribiendo.
- Dioses, no sabes lo que acabas de hacer. – Eltrant recibió una mirada que, si esta matase, habría hecho caer al exmercenario muerto en aquel mismo instante.
- ¡Ignora a mi sirviente! – Exclamó señalando a Eltrant – El Mortal no sabe lo que es la buena literatura. – Se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. - ¡Es una novela de aventuras y pasión! ¡De amor y misterio! – Cerró ambos puños y los levantó lentamente, hasta que estuvieron a la altura de su cuello. – Cuenta la historia de una chica de orígenes humildes que se enfrenta al terrible Baron Von Bon, el villano más terrible a este lado del Tymer, mientras recluta a un… - Se calló de improviso y, tras varios segundos en silencio, se aclaró la garganta.
¿Se había ruborizado? Se cruzó de brazos y se atusó la barba. Sonrió.
- Pero aún estoy escribiéndola… – dijo casi en un susurro, acelarando la marcha hasta posicionarse en cabeza, siempre caminando hacía el lugar al que la pareja de hombres-bestias había afirmado que se encaminaba el grupo - ¡Aunque puedo enseñárosla cuando la acabe! – dijo después en voz algo más alta.
Tras esto Eltrant se volvió a acercar a Asher y le dio una palmada amistosa en la espalda.
- ¿Y tú que tal? ¿Todo bien? ¿Cómo te encuentras? –
El bosque estaba en calma, relativamente hablando, salvo por la suave brisa que acariciaba las copas de los árboles que les rodeaban estaban completamente solos, apenas se podía oír el distante ulular de algún solitario búho.
Aunque no era de extrañar, dada la hora a la que habían salido del poblado en el que se habían alojado durante el día era lo raro sería el cruzarse con alguien. Alzó la mirada durante unos instantes, para orientarse, la luna estaba alta, sobre el firmamento, bañando de plateado todo lo que se extendía bajo ella.
- ¿Estás seguro… de esto? – Lyn, que en aquel momento ya llevaba buena parte del camino encaramada a su espalda apoyó la cabeza sobre su hombro derecho y perdió la mirada en la oscuridad que se extendía frente a ellos, en el camino vacío que conducía hasta la posada en la que Asher le había pedido que se presentase.
- ¿Hm? – Eltrant enarcó una ceja al oír aquella pregunta; pero tras varios segundos de silencio esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. - ¿Por qué lo preguntas? Claro que estoy seguro. – Dijo ajustándose las correas de la hombrera sobre la que se apoyado la vampiresa.
- Pero… ya sabes. Te ha llamado a ti. Y parecía importante. – El castaño suspiró, deteniéndose en mitad del camino. – No quiero que… bueno, puedo quedarme en una posada y… - Colocándole la palma de la mano en la cara, Eltrant obligó a la vampiresa a que se callase, también la bajó de su espalda, la vampiresa no pudo hacer nada salvo decir algunas palabras inconexas, las cuales quedaron acalladas por el grueso guantelete de metal del exguarda.
- Tienes piernas. Así que úsalas. – dijo Eltrant cruzándose de brazos, Lyn desvió levemente la mirada y jugueteó con su flequillo, el castaño volvió a suspirar. – …Y no te preocupes. – Le dedicó una sonrisa a su compañera y colocó una mano en el hombro de la chica. – Vienes conmigo, no hay más que hablar. Somos un equipo. – La vampiresa sonrió tímidamente y asintió. El exmercenario comenzó a caminar de nuevo, Lyn reemprendió, a su vez, la marcha tras él.
Eltrant sabía lo agotador que podía ser estar junto a los Nómadas, por poco tiempo que fuese, eran gente difícil de tratar, en muchos sentidos. Quizás Asher fuese más abierto que los demás, pero sabía de buena mano cómo podían ser las personas que estaban a órdenes del can.
Por no hablar que Lyn ya había sentido cierto rechazo por parte de estos, empezaba a comprender algunos aspectos de la personalidad de la vampiresa.
- Míralo de esta forma. – Se llevó una de las manos hasta la nuca – Puede que este Kothán, o… Dann. ¿Era Dann o Dannos? – Lyn asintió escuetamente y sonrió, acelerando la marcha y colocándose a su lado, le pasó el brazo por encima de los hombros y la zarandeó un poco. – Y si te sientes… - Se pasó la mano por la barba. - … que… no sé, que Irirgo te juzga demasiado, puedes dar una excusa de vampiros, irte un rato y relajarte un poco. – Afirmó, pasando ahora, a rascarse la barba en lugar de simplemente pasar la mano por encima.
- … No …no me molestan que me juzguen. – dijo Lyn a su lado, sin girarse a mirarle, Eltrant sonrió y asintió con suavidad. – Hueles a metal. No te tomes esas confianzas, Mortal. – dijo la ojiazul casi en un susurro, llevándose ambas manos hasta el flequillo, peinándolo pobremente.
- Ya lo sé. – Aseguró el castaño liberándola de aquel tosco abrazo sin perder la sonrisa, una luz distante comenzó aparecerse al final del camino, tenuemente, apenas era perceptible, pero indicaba que se acercaban a la pequeña posada. Curiosamente era la misma en la que le habían contratado para acabar con la serpiente gigante. Se preguntó, por una fracción de segundo, como estaría Huracán en aquel instante. – Pero tú me entiendes. – Agregó, decidió ignorar el comentario del ajo, por alguna razón, se lo decía todo el mundo con un sentido del olfato más desarrollado que el de un humano. Aunque no le sorprendía si resultaba ser verdad.
Lyn se giró a mirarle y, tras un breve suspiro, esbozó una sonrisa.
- Sí, te entiendo. – dijo con simpleza, alzando justo después la mirada, depositando los ojos en la gigantesca luna llena que tenían aquella noche. – Elt... Gracias. – Eltrant arqueó ambas cejas, pero antes de que pudiese decir nada, Lyn ya estaba de nuevo junto a él, mostrándose tal y como lo hacía siempre. Decidió no hacer ningún comentario al respecto. - ¿¡Se puede saber que quieres decir con “Excusas de vampiros”, Mortal?! – Preguntó entonces la vampiresa, agitandole. Eltrant sonrió y se encogió de hombros.
- No sé. – Contestó este enseguida, mostrandose pensativo - ¿Escribir poemas tristones de improviso? ¿Asaltar una granja de ajos y quemarla? – A Eltrant se le escapó una carcajada, Lyn infló los mofletes.
- ¿Sabes lo peligrosamente cerca que estoy de tu cuello? – dijo - ¡Además! ¡Lo de los ajos es un mito! – exclamó la vampiresa agitando el puño.
[…]
Era una sorpresa que esperasen solo dos. Syl y Asher, nadie más.
Siendo completamente sincero consigo mismo, esperaba a algún Nómada más. Sobre todo, si tenía en cuenta la urgencia que Asher decía tener con aquel asunto. Debía significar que, realmente, confiaba mucho en él. Lo agradecía, había veces que no conseguía entender la actitud del lobo, pero confiaba en él, y al parecer era reciproco, era lo único que necesitaba.
Levantó una mano para hacerse ver según se acercaba a la pareja, antes de llegar a dónde estaban le dirigió una rápida mirada a Lyn, la cual esbozó una sonrisa al notarlo, tan natural como siempre.
Le costaba comprenderla, pero a veces podía ser bastante simple de leer.
- ¡Me gusta ese apodo! ¡Hola Asher! – Lyn fue la primera de los dos en hablar. - ¿Has oído, Mortal? ¡Sombra! – Dijo extendiendo ambos brazos y girándose sobre sí misma.
Eltrant llevó ambas manos hasta su cinturón y suspiró con suavidad, dejó que el lobo continuase con el saludo con una pequeña sonrisa y, antes de aceptar el papel ajado que este le ofrecía, respondió de la misma forma que este lo había hecho.
- Menos más que vas a despedir a tu mayordomo, me ha cobrado los pocos Aeros que tenía por darme señas… aunque no estoy seguro de que fuese realmente un mayordomo… ni que trabajase para ti… - Amplió la sonrisa y zarandeó a Asher. – Me alegro de verte, Asher. – dijo al final.
- El Mortal entiende de mayordomos… le tengo bien entrenado. ¿A que sí? – dijo dándole a Eltrant un par de codazos, este obvió los golpes y tomó el papel que tenía Asher en la mano.
- Hola Syl – dijo Lyn a continuación, manteniendo las distancias. Tenía que admitirlo, para los estandares de Syl, había sido un saludo más bien cálido. Al menos aquella vez el felino no les había saludado con su ballesta; Era un comienzo.
Antes de leer el papel saludó a Syl alzando la mano.
- También me alegro de verte de una pieza, Syl. – dijo con una sonrisa. – Me parece bien. – dijo a la idea de descansar durante el día en la posada que habían mencionado mientras desviaba su mirada hasta el papel que tenía entre las manos.
Probablemente los dos Nómadas habían anticipado que Lyn aparecería con él, la muchacha también parecía haberlo entendido, asintió concisamente ante la afirmación del gato y se colocó junto a Eltrant, dónde trató de leer también lo que decía la nota. Asher, después de todo, dijo que podía llevarla.
- Trolls… - dijo torciendo levemente el gesto, el trabajo que le había mostrado Asher parecía sencillo, y podían hacerlo según se movían, no estaba mal, era tal y como lo había descrito el lobo. – Puede ser más complicado de lo que parece… - dijo entregándole de vuelta el papel a Asher, tras lo cual se llevó la mano hasta la barbilla, pensativo.
¿Cuántos años habían pasado? ¿Tres? La última vez que se enfrentó a un troll acabó derrotándolo, pero casi se ahoga en apenas un palmo de agua, no era un recuerdo agradable.
– Pero siendo cuatro… no deberíamos tener ningún problema. – Aseguró. También era cierto que entonces su equipo era una espada herrumbrosa y una armadura de cuero maltrecha.
Durante una fracción de segundo se preguntó que habría sido de Demian, el muchacho junto al cual sobrevivió a duras penas aquella noche en Sacrestic, sabía que Arwen, la elfa que les había ayudado entonces, trabajaba en el hospital de Lunargenta, pero el pequeño brujo había desaparecido.
Sacudiendo la cabeza volvió a la realidad, justo cuando Asher les preguntó que habían estado haciendo desde la última vez que se vieron. Sonriendo se llevó la mano hasta la nuca.
- Hemos seguido rumores de aquí a allá. – contestó Eltrant, aquella respuesta era bastante simple, pero servía - Últimamente hay bastante gente que se aprovecha de la plaga para… ya sabes: chantajes, asesinatos... – suspiró – Lo típico, supongo. – Sonrió cansado. – También me he metido en pelea con un tal Meyi. – Lyn esbozó una sonrisa al oír aquel nombre, Eltrant se encogió de hombros, prefería olvidarse de aquel asunto. – Un imbécil arrogante. – Miró a Asher. – Justo el tipo de persona que al que te gustaría enseñarle una lección de humildad. – Añadió.
Se llevó la mano a la cara escasos segundos después, en el momento en el que empezaron a caminar, el lobo preguntó a Lyn acerca de la novela que estaba escribiendo.
- Dioses, no sabes lo que acabas de hacer. – Eltrant recibió una mirada que, si esta matase, habría hecho caer al exmercenario muerto en aquel mismo instante.
- ¡Ignora a mi sirviente! – Exclamó señalando a Eltrant – El Mortal no sabe lo que es la buena literatura. – Se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. - ¡Es una novela de aventuras y pasión! ¡De amor y misterio! – Cerró ambos puños y los levantó lentamente, hasta que estuvieron a la altura de su cuello. – Cuenta la historia de una chica de orígenes humildes que se enfrenta al terrible Baron Von Bon, el villano más terrible a este lado del Tymer, mientras recluta a un… - Se calló de improviso y, tras varios segundos en silencio, se aclaró la garganta.
¿Se había ruborizado? Se cruzó de brazos y se atusó la barba. Sonrió.
- Pero aún estoy escribiéndola… – dijo casi en un susurro, acelarando la marcha hasta posicionarse en cabeza, siempre caminando hacía el lugar al que la pareja de hombres-bestias había afirmado que se encaminaba el grupo - ¡Aunque puedo enseñárosla cuando la acabe! – dijo después en voz algo más alta.
Tras esto Eltrant se volvió a acercar a Asher y le dio una palmada amistosa en la espalda.
- ¿Y tú que tal? ¿Todo bien? ¿Cómo te encuentras? –
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
-¿Meyi? ¿De qué me suena ese nombre...?- pregunté. Curiosamente, la calificación de "imbecil arrogante" también creía haberla hecho en algún momento. Sin embargo, estaba en blanco.
-Irirgo lo mencionó. Cuando volvisteis de Lunargenta... en ese tiempo en el que estabas enfermo. Algo sobre un... barco volador.- dijo Syl. Pestañeé, sorprendido. ¿Como podía acordarse de eso? Él ni siquiera había estado allí. Fuera como fuese, la idea llegó a mi cabeza. -Creo que quería matar a Kothán.-
-Ah...- Ese cretino. Estaba un poco borroso, pero lo recordaba. Timamos a un noble con su ayuda, pero desaparecimos sin darle su parte. Se lo tenía merecido. Me sorprende que siga vivo...- Sacudí el pensamiento de mi cabeza. No valía la pena pensar en gente así. Miré a Eltrant, pensando en como responder a su pregunta.
-No puedo quejarme, supongo.- musité. -He estado haciendo un poco de investigación arcana. Fuerzas tenebrosas y oscuras.- dije. Me detuve un segundo, y el grupo se paró detrás de mi. Tenía que hacer una demostración. Eltrant y Syl ya lo habían visto, pero siempre era buen momento para presumir. Tomé posición de carrera, mostrando los tatuajes en la parte trasera de mis pantorrillas y antebrazos. -No pestañeéis.- sonreí.
El contorno de las figuras se iluminó, haciéndose ténuamente visible incluso bajo la noche. Tensé los músculos, y avancé. La fuerza del viento golpeando mi cara duró apenas un segundo. Me tambaleé ligeramente al detenerme. Tenía que acostumbrarme más a aquello. Me di la vuelta, calculando la distancia. Había recorrido ocho metros en un instante. Syl no parecía muy impresionado. Sin embargo, sonreí triunfal mientras el grupo se acercaba, extendiendo los brazos de forma teatral.
-Es genial, ¿eh?- dije, satisfecho. -Apenas me cansa, realmente. Más o menos como esprintar el doble de distancia.- aseguré. -Me vino la idea cuando hiciste... esa cosa. En las minas. ¿Sería un vampiro interesante, eh?- dije, mirando a Lyn.
-Hmph. Tardarías una semana en decidir que no le tienes miedo al sol y morir calcinado.- resopló el pardo. Cambió ligeramente de peso. La idea debía incomodarle. -De todas formas, los hombres bestia no pueden ser vampiros, ¿no?-
Me encogí de hombros. Nunca había visto uno, pero si era una maldición, era posible.
Caminamos un rato más. No había nada notable. El clima seguía siendo un poco frío para mi gusto, pero no me importaba demasiado. Miré de reojo la antorcha de Eltrant. Casi ni me lo había planteado, pero era el único que no podía ver bien sin ella. Mis ojos no eran los de Syl o los de Lyn, pero podía manejarme, incluso si no distinguía tan bien los colores a oscuras como con luz.
Aun así, el tema anterior no salía de mi cabeza.
-¿Alguna vez has convertido a alguien, Lyn?- pregunté, aún mirando al frente.
-¿Eso no es... demasiado personal?- interrumpió Syl. -Es como si preguntase a cuantas personas has matado.-
-No creo que sea lo mismo...- murmuré, arqueando una ceja. -¿A cuantas personas has matado, Syl?- El gato chasqueó la lengua.
-Como no dejes de hacerte el listillo, el número va a aumentar.- bromeó. -Pero no lo sé. Tal vez cerca de medio centenar.- dijo, encogiéndose de hombros. La mayoría, probablemente, en escaramuzas dentro del arenal de Roilkat. El territorio no era particularmente violento, pero siempre podía haber problemas. Si no recordaba mal, había incluso participado en la guerra con los Nórgedos.
-Una vida tranquila, entonces.- dije. -Yo debo estar cerca de los ciento cincuenta... Fui mercenario durante una década, después de todo.- Hice algunos calculos en mi cabeza. Las situaciones en las que tenía que matar a alguien no eran raras, pero tampoco muy frecuentes. Las malas solían sumar entre cinco y diez cuerpos. Las peores podían llegar a dos decenas. Miré a Elt. Su número no debía andar muy lejos. -Sospecho que hemos matado por motivos muy diferentes.- musité. Noté la mano de Syl posarse en mi hombro.
-Proteger a los tuyos es un buen motivo.- comentó. -Lo digo por experiencia.-
No dudaba de que lo pensaba de verdad. Era su mayor razón. Aunque el gato podía parecer muy frío en ocasiones, sabía que actuaba con buenos motivos. Las cosas le importaban. Era pragmático, pero tenía un buen corazón. Lo cual no dejaba de enamorarme aún más.
-No todos mis motivos son buenos. Pero al menos... es posible que, a efectos prácticos, sea mejor así.- cavilé. -Una vez le pregunté a Rakfyr el por qué toleraba lo que hacía. Dijo que no es un asesino, pero cree en el bien mayor. Si matas a alguien que va a matar a decenas... en cierto modo, los estás salvando. Las personas a las que nos enfrentamos suelen ser... peligrosas, cuanto menos.- expliqué. Miré las palmas de mis manos. Abrí y cerré los puños. Y continué. -Lo rebatí, por supuesto. Si matar asesinos es bueno, ¿no sería malo matar a un asesino de asesinos?-
-Parece complicarse mucho.- dijo Syl, negando con la cabeza. -Casi nunca puedes saber las intenciones de alguien, o su futuro. Sin esa información, es arriesgado. La creencia de que matar siempre está mal es... optimista. Asume que la gente siempre hace más bien que mal en sus vidas.-
Era un argumento aceptable. Miré a nuestros acompañantes. Tal vez podían aportar algo. Esperé un rato antes de volver a abrir la boca. ¿Por qué era que siempre sacaba temas de moralidad cuando estaba con Eltrant? Malditos heroes. Era mejor cambiar a algo más llevadero.
-Bueno... ¿qué tal si nos hacemos preguntas? Por turnos. El que responde, pregunta.- sugerí.
-Irirgo lo mencionó. Cuando volvisteis de Lunargenta... en ese tiempo en el que estabas enfermo. Algo sobre un... barco volador.- dijo Syl. Pestañeé, sorprendido. ¿Como podía acordarse de eso? Él ni siquiera había estado allí. Fuera como fuese, la idea llegó a mi cabeza. -Creo que quería matar a Kothán.-
-Ah...- Ese cretino. Estaba un poco borroso, pero lo recordaba. Timamos a un noble con su ayuda, pero desaparecimos sin darle su parte. Se lo tenía merecido. Me sorprende que siga vivo...- Sacudí el pensamiento de mi cabeza. No valía la pena pensar en gente así. Miré a Eltrant, pensando en como responder a su pregunta.
-No puedo quejarme, supongo.- musité. -He estado haciendo un poco de investigación arcana. Fuerzas tenebrosas y oscuras.- dije. Me detuve un segundo, y el grupo se paró detrás de mi. Tenía que hacer una demostración. Eltrant y Syl ya lo habían visto, pero siempre era buen momento para presumir. Tomé posición de carrera, mostrando los tatuajes en la parte trasera de mis pantorrillas y antebrazos. -No pestañeéis.- sonreí.
El contorno de las figuras se iluminó, haciéndose ténuamente visible incluso bajo la noche. Tensé los músculos, y avancé. La fuerza del viento golpeando mi cara duró apenas un segundo. Me tambaleé ligeramente al detenerme. Tenía que acostumbrarme más a aquello. Me di la vuelta, calculando la distancia. Había recorrido ocho metros en un instante. Syl no parecía muy impresionado. Sin embargo, sonreí triunfal mientras el grupo se acercaba, extendiendo los brazos de forma teatral.
-Es genial, ¿eh?- dije, satisfecho. -Apenas me cansa, realmente. Más o menos como esprintar el doble de distancia.- aseguré. -Me vino la idea cuando hiciste... esa cosa. En las minas. ¿Sería un vampiro interesante, eh?- dije, mirando a Lyn.
-Hmph. Tardarías una semana en decidir que no le tienes miedo al sol y morir calcinado.- resopló el pardo. Cambió ligeramente de peso. La idea debía incomodarle. -De todas formas, los hombres bestia no pueden ser vampiros, ¿no?-
Me encogí de hombros. Nunca había visto uno, pero si era una maldición, era posible.
Caminamos un rato más. No había nada notable. El clima seguía siendo un poco frío para mi gusto, pero no me importaba demasiado. Miré de reojo la antorcha de Eltrant. Casi ni me lo había planteado, pero era el único que no podía ver bien sin ella. Mis ojos no eran los de Syl o los de Lyn, pero podía manejarme, incluso si no distinguía tan bien los colores a oscuras como con luz.
Aun así, el tema anterior no salía de mi cabeza.
-¿Alguna vez has convertido a alguien, Lyn?- pregunté, aún mirando al frente.
-¿Eso no es... demasiado personal?- interrumpió Syl. -Es como si preguntase a cuantas personas has matado.-
-No creo que sea lo mismo...- murmuré, arqueando una ceja. -¿A cuantas personas has matado, Syl?- El gato chasqueó la lengua.
-Como no dejes de hacerte el listillo, el número va a aumentar.- bromeó. -Pero no lo sé. Tal vez cerca de medio centenar.- dijo, encogiéndose de hombros. La mayoría, probablemente, en escaramuzas dentro del arenal de Roilkat. El territorio no era particularmente violento, pero siempre podía haber problemas. Si no recordaba mal, había incluso participado en la guerra con los Nórgedos.
-Una vida tranquila, entonces.- dije. -Yo debo estar cerca de los ciento cincuenta... Fui mercenario durante una década, después de todo.- Hice algunos calculos en mi cabeza. Las situaciones en las que tenía que matar a alguien no eran raras, pero tampoco muy frecuentes. Las malas solían sumar entre cinco y diez cuerpos. Las peores podían llegar a dos decenas. Miré a Elt. Su número no debía andar muy lejos. -Sospecho que hemos matado por motivos muy diferentes.- musité. Noté la mano de Syl posarse en mi hombro.
-Proteger a los tuyos es un buen motivo.- comentó. -Lo digo por experiencia.-
No dudaba de que lo pensaba de verdad. Era su mayor razón. Aunque el gato podía parecer muy frío en ocasiones, sabía que actuaba con buenos motivos. Las cosas le importaban. Era pragmático, pero tenía un buen corazón. Lo cual no dejaba de enamorarme aún más.
-No todos mis motivos son buenos. Pero al menos... es posible que, a efectos prácticos, sea mejor así.- cavilé. -Una vez le pregunté a Rakfyr el por qué toleraba lo que hacía. Dijo que no es un asesino, pero cree en el bien mayor. Si matas a alguien que va a matar a decenas... en cierto modo, los estás salvando. Las personas a las que nos enfrentamos suelen ser... peligrosas, cuanto menos.- expliqué. Miré las palmas de mis manos. Abrí y cerré los puños. Y continué. -Lo rebatí, por supuesto. Si matar asesinos es bueno, ¿no sería malo matar a un asesino de asesinos?-
-Parece complicarse mucho.- dijo Syl, negando con la cabeza. -Casi nunca puedes saber las intenciones de alguien, o su futuro. Sin esa información, es arriesgado. La creencia de que matar siempre está mal es... optimista. Asume que la gente siempre hace más bien que mal en sus vidas.-
Era un argumento aceptable. Miré a nuestros acompañantes. Tal vez podían aportar algo. Esperé un rato antes de volver a abrir la boca. ¿Por qué era que siempre sacaba temas de moralidad cuando estaba con Eltrant? Malditos heroes. Era mejor cambiar a algo más llevadero.
-Bueno... ¿qué tal si nos hacemos preguntas? Por turnos. El que responde, pregunta.- sugerí.
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Usada habilidad: ImpulsoÚltima edición por Asher el Lun Abr 02 2018, 23:35, editado 2 veces
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Sonrió al notar que el nombre del cazador no le era desconocido al perro, al menos en parte, pues como solía pasarle, Asher había borrado todo lo que tenía que ver con él hombre de su memoria, fue Syl el que tuvo que recordárselo.
No pudo evitar preguntarse cuantas personas que odiaban al lobo desconocían que este ni siquiera se tomaba la molestia de tenerles en cuenta, amplió su sonrisa, debía de ser frustrante tener un archienemigo que ni siquiera te reconoce.
En cualquier caso, Asher no tardó en responder a la pregunta de Eltrant mostrando algo que ya había visto semanas atrás, cuando se enfrentaron a la suerte de deidad elfica con forma de serpiente. Tras sonreír a los presentes, el lobo desapareció y se reapareció varios metros más adelante, en la calzada, con los brazos extendidos; le faltó hacer una reverencia ante los presentes similar a las que hacían los actores.
Lyn aplaudió al ver esto.
- ¿Ves, Mortal? – Dijo Lyn, sonriendo. - ¡Inspiro a los demás con mi presencia! – Aseguró zarandeando al castaño, cuando Asher indicó que aquel truco era, básicamente, una forma suya que tenía de “adaptar” la habilidad de Lyn para desaparecer entre las sombras. - ¡Un gran vampiro! – dijo la muchacha levantando un pulgar, ampliando la sonrisa cuando Asher preguntó si sería un vampiro interesante; una idea que por cómo reaccionó el gato, no parecía precisamente cómodo con ella.
- Syl tiene razón. – Confirmó Eltrant soltando una corta carcajada, cuando este informó a los presentes lo que, muy posiblemente, pasaría si Asher acababa siendo uno de los señores de la noche. – Te gusta demasiado que te digan que no hacer… - Se atusó la barba unos instantes. – …Para después hacerlo. – Concluyó encogiéndose de hombros, tenía tantas historias que empezaban con un: “Asher, ni se te ocurra…”, que incluso Lyn acabaría aburriéndose al cabo de un tiempo de ellas.
Continuaron caminando durante un rato, completamente en silencio. La noche estaba tranquila, demasiado incluso, pero ya estaba habituado a vagar por los caminos a aquellas horas. Había acabado por encontrar, de algún modo, aquellos viajes relajantes; Además, empezaba a compartir, en cierto sentido, la opinión de Lyn respecto a las sombras:
“Los monstruos de la noche tampoco pueden verte si estas a oscuras, es la mejor forma de enfrentarse a ellos.”
Por lo que Eltrant sabía esa frase ni siquiera era de su compañera, era de esa Maestra a la que tanto admiraba. La vampiresa solía soltar alguna que otra referencia a ella aquí y allá, datos curiosos y algunas de las enseñanzas que había recibido, pero nada más.
Sonrió y tomando aire, se giró hacía su compañera, que seguía en silencio. La ojiazul no había contestado a la pregunta que hizo Syl acerca de si los hombres-bestia podían acabar siendo vampiros, y por su aspecto, parecía tan intrigada por ello como los demás. Dejó a la muchacha que siguiese con sus cavilaciones y alzó un poco más la antorcha, tratando de vislumbrar
Nadie habló durante un rato hasta que, al final, Asher volvió a tomar la palabra. Preguntó a Lyn, aparentemente de la nada, si esta había convertido a alguien en vampiro.
Aquella pregunta tomó a la ojiazul tan desprevenido como a los demás, la muchacha enarcó ambas cejas y se llevó la mano hasta el flequillo, peinándolo de manera instintiva.
- Yo… quizás… quiero decir… - Lyn no sabía que palabras escoger, era evidente a simple vista. Era difícil verla así, después de todo, ella era la primera que hablaba acerca de las virtudes de ser un vampiro. – Hace… unos años… - Dijo al final, prácticamente en un susurro, bajando la mirada. Eltrant depositó una de sus manos en el hombro de la joven y le dedicó una sonrisa, la muchacha respondió a ello de igual forma.
Ni siquiera él había la había oído decir eso, le asombraba que hubiese contestado, o que lo hubiese intentando al menos.
Los demás no se enteraron, o prefirieron obviar a la joven, pues Syl informó a Asher de lo personal que podía ser hacer una pregunta como aquella, añadiendo, además, que sería similar a preguntar a los presentes cuantas personas habían matado.
- Dioses… - Dijo Eltrant cuando el grupo cambio el tema de conversación, pasándose la mano por la cara, tratando de pensar un número. – Yo… sea cual sea el número… demasiados – Dijo al final, cuándo le llegó su turno. – Pero… solo queda… no olvidarlo – murmuró para sí, bajando la mano hasta la empuñadura de Recuerdo, que pendía firme de su cinturón, como de costumbre.
Lyn al menos, parecía más tranquila al verles todos unirse a aquella pregunta. Quizás se sentía menos expuesta ahora que Asher se estaba sincerando, volvió a recuperar parte aquel brillo en los ojos que la caracterizaba, sobre todo según escuchaba hablar a la pareja.
- Syl tiene razón. – Afirmó, era la segunda vez que le daba la razón al gato en toda la noche, era una sensación curiosa. El fantasma de una sonrisa se dibujó en su rostro – Yo… nunca he necesitado pensar demasiado en eso. - Indicó, suspirando, sabía que la idea de Asher tenía algo de razón: “Matar a un asesino de asesinos”, había muchas personas que buscaban su cabeza justo por eso, muchos pensaban que no era mejor de las personas a las que combatía, él mismo, a veces, compartía aquella sensación. – Lo único es… que no quiero quedarme sin hacer nada mientras... gente muere a mi alrededor, sin motivo. – Aseguró, ajustando las correas que unían su coraza a su pecho de forma instintiva, apretándola aún más contra su cuerpo. – Todos tenemos un punto de retorno, creo. – dijo – Pero, aun así, si no hay más remedio... – Sacudió levemente la cabeza, tomó aire. – Bueno, eso. – Sonrió. – Hay cosas por las que merece la pena pelear. Y estaré encantado de aceptar lo que los Dioses crean conveniente para mí cuando llegue el momento. – Dijo apartando un poco la antorcha de su cara, el bosque se iluminó parcialmente a su alrededor, Eltrant amplió la sonrisa. – La cuestión, al final, es por lo que quieres pelear. – Puso la mano en el hombro de Asher, le zarandeó un poco. – Y proteger a los tuyos es un buen motivo. – Sonrió. – Al menos yo sigo una idea similar – Dijo volviendo a caminar, colocándose junto a su acompañante, que no había dicho nada en todo el tiempo que los demás habían hablado.
Después de aquello el grupo se quedó en silencio durante unos instantes, momento en el que Asher propuso una especie de pasatiempo, básicamente era hacer preguntas acerca de los demás.
Si era sincero consigo mismo, no le entusiasmaba demasiado la idea; pero Lyn, por otro lado, parecía encantada. Lo cierto era que, ahora que había recuperado todo su entusiasmo, parecía haberse olvidado por completo que, hacía unos instantes, apenas había podido responder una de aquellas preguntas.
- Esta bien. – dijo al cabo de unos segundos, cediendo con una sonrisa. - ¿Quién va prim…? – No llegó a finalizar la pregunta, Lyn, se adelantó a él y miró a Asher fijamente.
- ¡Déjame acariciarte! – Eltrant puso los ojos en blanco y la alejó del lobo.
- Eso no es una pregunta… - dijo, Lyn se cruzó de brazos y no dijo nada, se limitó a desviar la mirada susurrando algo como: “Es que parece muy suave”; aunque no estaba muy seguro, no llegó a captarlo bien. – Muy bien, empiezo yo. – Se atusó la barba. Lo mejor era empezar con una fácil, algo que no incomodase a ninguno. Asher en sí no le preocupaba, pero nunca sabía cómo iba a reaccionar el gato.
- ¿Que hacéis cuando…? – Aguardó unos instantes, buscando exactamente las palabras con las que formular la pregunta. - ¿… no tenéis nada especial que hacer? – dijo al final, justo cuando empezaban a aproximarse a un grueso puente de piedra que, Eltrant, ya había pasado más de una decena de veces en sus distintos viajes hacia el oeste.
- ¡Oh! ¡Buena pregunta! – Dijo Lyn subiéndose al pequeño muro que le separaba de las aguas que pasaban bajo la estructura. - ¿Te refieres a esos momentos en los que tu cuidas de tu armadura? – Eltrant sonrió.
- Justamente. Aunque también hago otras cosas ¿Sabes? – Se pasó una de las manos por el pelo, suspirando. – Y bájate de ahí que no quiero tener que tirarme al agua a buscarte. – Dijo señalándola.
- ¡Menosprecias mi equilibrio, Mortal! – Exclamó la muchacha alzando ambos brazos, dando un pequeño salto ante todos los presentes, Eltrant tras sacudir la cabeza, dejó que esta siguiese haciendo malabares según avanzaban por el puente.
No pudo evitar preguntarse cuantas personas que odiaban al lobo desconocían que este ni siquiera se tomaba la molestia de tenerles en cuenta, amplió su sonrisa, debía de ser frustrante tener un archienemigo que ni siquiera te reconoce.
En cualquier caso, Asher no tardó en responder a la pregunta de Eltrant mostrando algo que ya había visto semanas atrás, cuando se enfrentaron a la suerte de deidad elfica con forma de serpiente. Tras sonreír a los presentes, el lobo desapareció y se reapareció varios metros más adelante, en la calzada, con los brazos extendidos; le faltó hacer una reverencia ante los presentes similar a las que hacían los actores.
Lyn aplaudió al ver esto.
- ¿Ves, Mortal? – Dijo Lyn, sonriendo. - ¡Inspiro a los demás con mi presencia! – Aseguró zarandeando al castaño, cuando Asher indicó que aquel truco era, básicamente, una forma suya que tenía de “adaptar” la habilidad de Lyn para desaparecer entre las sombras. - ¡Un gran vampiro! – dijo la muchacha levantando un pulgar, ampliando la sonrisa cuando Asher preguntó si sería un vampiro interesante; una idea que por cómo reaccionó el gato, no parecía precisamente cómodo con ella.
- Syl tiene razón. – Confirmó Eltrant soltando una corta carcajada, cuando este informó a los presentes lo que, muy posiblemente, pasaría si Asher acababa siendo uno de los señores de la noche. – Te gusta demasiado que te digan que no hacer… - Se atusó la barba unos instantes. – …Para después hacerlo. – Concluyó encogiéndose de hombros, tenía tantas historias que empezaban con un: “Asher, ni se te ocurra…”, que incluso Lyn acabaría aburriéndose al cabo de un tiempo de ellas.
Continuaron caminando durante un rato, completamente en silencio. La noche estaba tranquila, demasiado incluso, pero ya estaba habituado a vagar por los caminos a aquellas horas. Había acabado por encontrar, de algún modo, aquellos viajes relajantes; Además, empezaba a compartir, en cierto sentido, la opinión de Lyn respecto a las sombras:
“Los monstruos de la noche tampoco pueden verte si estas a oscuras, es la mejor forma de enfrentarse a ellos.”
Por lo que Eltrant sabía esa frase ni siquiera era de su compañera, era de esa Maestra a la que tanto admiraba. La vampiresa solía soltar alguna que otra referencia a ella aquí y allá, datos curiosos y algunas de las enseñanzas que había recibido, pero nada más.
Sonrió y tomando aire, se giró hacía su compañera, que seguía en silencio. La ojiazul no había contestado a la pregunta que hizo Syl acerca de si los hombres-bestia podían acabar siendo vampiros, y por su aspecto, parecía tan intrigada por ello como los demás. Dejó a la muchacha que siguiese con sus cavilaciones y alzó un poco más la antorcha, tratando de vislumbrar
Nadie habló durante un rato hasta que, al final, Asher volvió a tomar la palabra. Preguntó a Lyn, aparentemente de la nada, si esta había convertido a alguien en vampiro.
Aquella pregunta tomó a la ojiazul tan desprevenido como a los demás, la muchacha enarcó ambas cejas y se llevó la mano hasta el flequillo, peinándolo de manera instintiva.
- Yo… quizás… quiero decir… - Lyn no sabía que palabras escoger, era evidente a simple vista. Era difícil verla así, después de todo, ella era la primera que hablaba acerca de las virtudes de ser un vampiro. – Hace… unos años… - Dijo al final, prácticamente en un susurro, bajando la mirada. Eltrant depositó una de sus manos en el hombro de la joven y le dedicó una sonrisa, la muchacha respondió a ello de igual forma.
Ni siquiera él había la había oído decir eso, le asombraba que hubiese contestado, o que lo hubiese intentando al menos.
Los demás no se enteraron, o prefirieron obviar a la joven, pues Syl informó a Asher de lo personal que podía ser hacer una pregunta como aquella, añadiendo, además, que sería similar a preguntar a los presentes cuantas personas habían matado.
- Dioses… - Dijo Eltrant cuando el grupo cambio el tema de conversación, pasándose la mano por la cara, tratando de pensar un número. – Yo… sea cual sea el número… demasiados – Dijo al final, cuándo le llegó su turno. – Pero… solo queda… no olvidarlo – murmuró para sí, bajando la mano hasta la empuñadura de Recuerdo, que pendía firme de su cinturón, como de costumbre.
Lyn al menos, parecía más tranquila al verles todos unirse a aquella pregunta. Quizás se sentía menos expuesta ahora que Asher se estaba sincerando, volvió a recuperar parte aquel brillo en los ojos que la caracterizaba, sobre todo según escuchaba hablar a la pareja.
- Syl tiene razón. – Afirmó, era la segunda vez que le daba la razón al gato en toda la noche, era una sensación curiosa. El fantasma de una sonrisa se dibujó en su rostro – Yo… nunca he necesitado pensar demasiado en eso. - Indicó, suspirando, sabía que la idea de Asher tenía algo de razón: “Matar a un asesino de asesinos”, había muchas personas que buscaban su cabeza justo por eso, muchos pensaban que no era mejor de las personas a las que combatía, él mismo, a veces, compartía aquella sensación. – Lo único es… que no quiero quedarme sin hacer nada mientras... gente muere a mi alrededor, sin motivo. – Aseguró, ajustando las correas que unían su coraza a su pecho de forma instintiva, apretándola aún más contra su cuerpo. – Todos tenemos un punto de retorno, creo. – dijo – Pero, aun así, si no hay más remedio... – Sacudió levemente la cabeza, tomó aire. – Bueno, eso. – Sonrió. – Hay cosas por las que merece la pena pelear. Y estaré encantado de aceptar lo que los Dioses crean conveniente para mí cuando llegue el momento. – Dijo apartando un poco la antorcha de su cara, el bosque se iluminó parcialmente a su alrededor, Eltrant amplió la sonrisa. – La cuestión, al final, es por lo que quieres pelear. – Puso la mano en el hombro de Asher, le zarandeó un poco. – Y proteger a los tuyos es un buen motivo. – Sonrió. – Al menos yo sigo una idea similar – Dijo volviendo a caminar, colocándose junto a su acompañante, que no había dicho nada en todo el tiempo que los demás habían hablado.
Después de aquello el grupo se quedó en silencio durante unos instantes, momento en el que Asher propuso una especie de pasatiempo, básicamente era hacer preguntas acerca de los demás.
Si era sincero consigo mismo, no le entusiasmaba demasiado la idea; pero Lyn, por otro lado, parecía encantada. Lo cierto era que, ahora que había recuperado todo su entusiasmo, parecía haberse olvidado por completo que, hacía unos instantes, apenas había podido responder una de aquellas preguntas.
- Esta bien. – dijo al cabo de unos segundos, cediendo con una sonrisa. - ¿Quién va prim…? – No llegó a finalizar la pregunta, Lyn, se adelantó a él y miró a Asher fijamente.
- ¡Déjame acariciarte! – Eltrant puso los ojos en blanco y la alejó del lobo.
- Eso no es una pregunta… - dijo, Lyn se cruzó de brazos y no dijo nada, se limitó a desviar la mirada susurrando algo como: “Es que parece muy suave”; aunque no estaba muy seguro, no llegó a captarlo bien. – Muy bien, empiezo yo. – Se atusó la barba. Lo mejor era empezar con una fácil, algo que no incomodase a ninguno. Asher en sí no le preocupaba, pero nunca sabía cómo iba a reaccionar el gato.
- ¿Que hacéis cuando…? – Aguardó unos instantes, buscando exactamente las palabras con las que formular la pregunta. - ¿… no tenéis nada especial que hacer? – dijo al final, justo cuando empezaban a aproximarse a un grueso puente de piedra que, Eltrant, ya había pasado más de una decena de veces en sus distintos viajes hacia el oeste.
- ¡Oh! ¡Buena pregunta! – Dijo Lyn subiéndose al pequeño muro que le separaba de las aguas que pasaban bajo la estructura. - ¿Te refieres a esos momentos en los que tu cuidas de tu armadura? – Eltrant sonrió.
- Justamente. Aunque también hago otras cosas ¿Sabes? – Se pasó una de las manos por el pelo, suspirando. – Y bájate de ahí que no quiero tener que tirarme al agua a buscarte. – Dijo señalándola.
- ¡Menosprecias mi equilibrio, Mortal! – Exclamó la muchacha alzando ambos brazos, dando un pequeño salto ante todos los presentes, Eltrant tras sacudir la cabeza, dejó que esta siguiese haciendo malabares según avanzaban por el puente.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
La respuesta de Lyn fue bastante inconclusa. Pero decidí no presionar. Después de todo, Syl tenía razón: aquello debía de ser algo bastante personal. Aunque imaginaba que variaba de vampiro a vampiro. Fuera como fuese, no había motivo para interrogarla, por lo que dejé que la conversación siguiese su flujo natural.
Todo lo que dijo Eltrant era... muy Eltrant. No me pareció que nadie se sorprendiese cuando el castaño nos regaló su clásico optimismo heroico. Esbocé media sonrisa. Tal vez le conocía demasiado bien. O tal vez no había llegado demasiado hondo. ¿Era posible que no dudase? Sabía que los valores del humano y los mios no coincidian. Nuestras formas de llevar las cosas también eran muy distintas. Entendía que a él le pesase. Las muertes eran una carga sobre sus hombros: una que se negaba a soltar u olvidar. Él podía llevarla.
Por eso necesitaba hacer lo correcto. En cierta forma, podía llamarlo una justificación. Después de todo, lo que hacía era, probablemente, justo en todos o casi todos los casos. Negué ligeramente con la cabeza. Parte de mi sentía lástima por él. No podía liberarle de aquello, pero dudaba de que quisiese ayuda. Coloqué una mano sobre su hombro con cautela. Sentía como si estuviese por desmoronarse en algún momento. Como si sólo fuese cuestión de tiempo antes de que algo le "rompiese".
Pero luego recordé que era Eltrant Tale. Él no se rompía. Sacudí esos pensamientos. Hablaría con él a solas en otro momento.
La "pregunta" de Lyn me hizo sonreir. No podía culparla. Si fuese otro, también querría acariciarme. Syl suspiró brevemente, sin decir nada ni aminorar la marcha. Sin embargo, Eltrant me ahorró la necesidad de responder. Era como su padre, a pesar de ser, probablemente, mucho más joven que la vampiresa.
Lo que dijo a continuación resultó más curioso de lo que esperaba.
Disimulé una sonrisa y resistí el impulso de mirar directamente al gato. Su andar se acababa de tensar un tanto, poniendo la espalda recta. Evitó todas las miradas a la vez, pero su cola no engañaba. ¿Estaba avergonzado? Exhalé. Mensaje captado.
-Vamos a parar un momento.- sugerí. Llevábamos un buen rato caminando. Lo suficiente como para que notase una pequeña molestia en las piernas. No sabía como lo toleraba el humano. Su equipamiento era mucho más pesado. Dejé mi mochila en el suelo y me subí al muro de piedra por el que caminaba Lyn, sentándome tranquilamente. Syl permaneció apoyado en el opuesto, mirándome directamente. Pobre. -Estudiar runas. Cazar. Ejercicio. Me mantengo al día con el grupo... asegurarme de que todo está bien, y demás. Además, cada uno tiene muchas cosas que enseñar.- dije, mirando al río. -Rakfyr el que más. Tiene muchas habilidades prácticas... aunque la mayoría no me interesan demasiado. Irirgo sabe estrategia formal. Kothán es muy buen actor. Cosas así.- Me encogí de hombros. ¿Que más decir?
-Mantenimiento de equipo. Dibujo. Paseo por el bosque. Duermo.- Sonreí ante eso último. Sabía que el felino necesitaba más horas de sueño que yo, y muchas veces acababa buscando un lugar alto sobre el que descansar. Se había convertido en un pequeño juego para mi. Encontrarlo y acercarme sin despertarlo, lo cual no era nada fácil. Pero valía la pena. Parecía tan tranquilo cuando dormía. -Practico puntería. Recolecto plantas con Rakfyr... He estado aprendiendo a tallar. Y a leer.- admitió. Me había sorprendido. Era más de lo que esperaba oir. ¿Se estaba abriendo más, o era sólo por lo que habíamos hablado?
Esbocé una sonrisa. Parecía algo más tranquilo, sabiendo que no iba a desvelar nuestro pequeño secreto.
-¿Que es lo que más os gusta de un hogar?- preguntó el gato. Me lo estaba poniendo difícil. Como si el impulso de abrazarlo no fuese lo suficientemente fuerte. -Sé que somos Nómadas. Pero... siempre me gusta tener un sitio en el que sentirme seguro.-
-La calidez. Es lo mejor que se me ocurre. Un lugar donde eres bienvenido... es lo más cómodo que puedo imaginar.- dije, cerrando los ojos ligeramente. -Vale, ahora vosotros.-
Escuché sus respuestas atentamente, y luego, volvimos a emprender la marcha. No podía faltar mucho antes de llegar a la posada.
Syl interrumpió el juego con un chistido. Sacó su ballesta de inmediato. Alcé una mano, deteniendo al resto y poniendome en guardia. Había algo. No muy lejos. Un estruendo que se repetía, una y otra vez. Madera destrozada. Seguimos avanzando con cuidado, hasta descubrir la fuente.
Un carruaje había volcado a tan sólo unos metros del camino. Y una enorme figura estaba a su lado, escarbando tórpemente en su interior con gigantescas manos. El brillo de la antorcha llamó su atención. El troll alzó la mirada, gruñendo algo.
-Más pequeños.- dijo. -Me gusta el sonido que hacéis al crujir.- Alcé ambas cejas, sorprendido. No sabía que pudiesen hablar. No dudaba en que lo que acababa de soltar era cierto. El cadáver decapitado y sanguinolento del pobre desgraciado que llevase al carruaje yacía en el camino, aún a medio comer. El monstruo se pasó la mano por la boca ensangrentada. Algo me decía que no íbamos a salir de allí dialogando. -¿Tenéis cosas brillantes?-
-No lo dudes.- respondí, activando la primera runa de Brillo y haciendo que la hoja se iluminase con un color plateado. Dibuje un arco en el aire, materializando una media luna de energía que impactó contra el torso del mugriento ser. Su piel verdosa se tiñó de rojo. El impacto, o la sorpresa, hicieron que se tambalease. Un virote se clavó en su hombro. La criatura rugió, dirigiéndose hacia mi con sonoras pisotadas mientras yo cargaba hacia él.
Solo tenía que esquivar sus golpes y cortar donde viese oportuno. Era sencillo. Me escurrí entre sus piernas, evitando un manotazo.
Pero no se detuvo. Su brazo continuó moviendose, golpeandome en la espalda con una fuerza colosal. Rodé por el suelo, sorprendido. Mi espada cayó. Había gritos, pero los oidos me pitaban. Intenté levantarme, desorientado. Algo me presionó por el costado. Y me alzó del suelo.
-¡Asher!-
Noté el aliento fétido del monstruo. La adrenalina empezó a bombear por mi sangre. Intenté resistirme de su agarre. Un segundo virote se clavó en el ojo del troll. La bestia rugió de nuevo. La presión sobre mi torso se hizo aumentó. Grité de dolor, hasta que oí un sonoro "crack" del interior de mi cuerpo, y el dolor nubló mi vista. Me alcé más. Y luego, me precipité al suelo a más velocidad de la que debía ser posible.
Y todo se volvió negro.
Subrayada complicación: Antes de morir, la bestia te hiere de gravedad.
Todo lo que dijo Eltrant era... muy Eltrant. No me pareció que nadie se sorprendiese cuando el castaño nos regaló su clásico optimismo heroico. Esbocé media sonrisa. Tal vez le conocía demasiado bien. O tal vez no había llegado demasiado hondo. ¿Era posible que no dudase? Sabía que los valores del humano y los mios no coincidian. Nuestras formas de llevar las cosas también eran muy distintas. Entendía que a él le pesase. Las muertes eran una carga sobre sus hombros: una que se negaba a soltar u olvidar. Él podía llevarla.
Por eso necesitaba hacer lo correcto. En cierta forma, podía llamarlo una justificación. Después de todo, lo que hacía era, probablemente, justo en todos o casi todos los casos. Negué ligeramente con la cabeza. Parte de mi sentía lástima por él. No podía liberarle de aquello, pero dudaba de que quisiese ayuda. Coloqué una mano sobre su hombro con cautela. Sentía como si estuviese por desmoronarse en algún momento. Como si sólo fuese cuestión de tiempo antes de que algo le "rompiese".
Pero luego recordé que era Eltrant Tale. Él no se rompía. Sacudí esos pensamientos. Hablaría con él a solas en otro momento.
La "pregunta" de Lyn me hizo sonreir. No podía culparla. Si fuese otro, también querría acariciarme. Syl suspiró brevemente, sin decir nada ni aminorar la marcha. Sin embargo, Eltrant me ahorró la necesidad de responder. Era como su padre, a pesar de ser, probablemente, mucho más joven que la vampiresa.
Lo que dijo a continuación resultó más curioso de lo que esperaba.
Disimulé una sonrisa y resistí el impulso de mirar directamente al gato. Su andar se acababa de tensar un tanto, poniendo la espalda recta. Evitó todas las miradas a la vez, pero su cola no engañaba. ¿Estaba avergonzado? Exhalé. Mensaje captado.
-Vamos a parar un momento.- sugerí. Llevábamos un buen rato caminando. Lo suficiente como para que notase una pequeña molestia en las piernas. No sabía como lo toleraba el humano. Su equipamiento era mucho más pesado. Dejé mi mochila en el suelo y me subí al muro de piedra por el que caminaba Lyn, sentándome tranquilamente. Syl permaneció apoyado en el opuesto, mirándome directamente. Pobre. -Estudiar runas. Cazar. Ejercicio. Me mantengo al día con el grupo... asegurarme de que todo está bien, y demás. Además, cada uno tiene muchas cosas que enseñar.- dije, mirando al río. -Rakfyr el que más. Tiene muchas habilidades prácticas... aunque la mayoría no me interesan demasiado. Irirgo sabe estrategia formal. Kothán es muy buen actor. Cosas así.- Me encogí de hombros. ¿Que más decir?
-Mantenimiento de equipo. Dibujo. Paseo por el bosque. Duermo.- Sonreí ante eso último. Sabía que el felino necesitaba más horas de sueño que yo, y muchas veces acababa buscando un lugar alto sobre el que descansar. Se había convertido en un pequeño juego para mi. Encontrarlo y acercarme sin despertarlo, lo cual no era nada fácil. Pero valía la pena. Parecía tan tranquilo cuando dormía. -Practico puntería. Recolecto plantas con Rakfyr... He estado aprendiendo a tallar. Y a leer.- admitió. Me había sorprendido. Era más de lo que esperaba oir. ¿Se estaba abriendo más, o era sólo por lo que habíamos hablado?
Esbocé una sonrisa. Parecía algo más tranquilo, sabiendo que no iba a desvelar nuestro pequeño secreto.
-¿Que es lo que más os gusta de un hogar?- preguntó el gato. Me lo estaba poniendo difícil. Como si el impulso de abrazarlo no fuese lo suficientemente fuerte. -Sé que somos Nómadas. Pero... siempre me gusta tener un sitio en el que sentirme seguro.-
-La calidez. Es lo mejor que se me ocurre. Un lugar donde eres bienvenido... es lo más cómodo que puedo imaginar.- dije, cerrando los ojos ligeramente. -Vale, ahora vosotros.-
Escuché sus respuestas atentamente, y luego, volvimos a emprender la marcha. No podía faltar mucho antes de llegar a la posada.
[. . .]
Syl interrumpió el juego con un chistido. Sacó su ballesta de inmediato. Alcé una mano, deteniendo al resto y poniendome en guardia. Había algo. No muy lejos. Un estruendo que se repetía, una y otra vez. Madera destrozada. Seguimos avanzando con cuidado, hasta descubrir la fuente.
Un carruaje había volcado a tan sólo unos metros del camino. Y una enorme figura estaba a su lado, escarbando tórpemente en su interior con gigantescas manos. El brillo de la antorcha llamó su atención. El troll alzó la mirada, gruñendo algo.
-Más pequeños.- dijo. -Me gusta el sonido que hacéis al crujir.- Alcé ambas cejas, sorprendido. No sabía que pudiesen hablar. No dudaba en que lo que acababa de soltar era cierto. El cadáver decapitado y sanguinolento del pobre desgraciado que llevase al carruaje yacía en el camino, aún a medio comer. El monstruo se pasó la mano por la boca ensangrentada. Algo me decía que no íbamos a salir de allí dialogando. -¿Tenéis cosas brillantes?-
-No lo dudes.- respondí, activando la primera runa de Brillo y haciendo que la hoja se iluminase con un color plateado. Dibuje un arco en el aire, materializando una media luna de energía que impactó contra el torso del mugriento ser. Su piel verdosa se tiñó de rojo. El impacto, o la sorpresa, hicieron que se tambalease. Un virote se clavó en su hombro. La criatura rugió, dirigiéndose hacia mi con sonoras pisotadas mientras yo cargaba hacia él.
Solo tenía que esquivar sus golpes y cortar donde viese oportuno. Era sencillo. Me escurrí entre sus piernas, evitando un manotazo.
Pero no se detuvo. Su brazo continuó moviendose, golpeandome en la espalda con una fuerza colosal. Rodé por el suelo, sorprendido. Mi espada cayó. Había gritos, pero los oidos me pitaban. Intenté levantarme, desorientado. Algo me presionó por el costado. Y me alzó del suelo.
-¡Asher!-
Noté el aliento fétido del monstruo. La adrenalina empezó a bombear por mi sangre. Intenté resistirme de su agarre. Un segundo virote se clavó en el ojo del troll. La bestia rugió de nuevo. La presión sobre mi torso se hizo aumentó. Grité de dolor, hasta que oí un sonoro "crack" del interior de mi cuerpo, y el dolor nubló mi vista. Me alcé más. Y luego, me precipité al suelo a más velocidad de la que debía ser posible.
Y todo se volvió negro.
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Subrayada complicación: Antes de morir, la bestia te hiere de gravedad.
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Se sentó en el muro del puente, a pocos centímetros de dónde Lyn había decidido dejarse caer después de que Asher hubiese propuesto descansar unos minutos allí. Respiró aliviado al aflojar, cuidadosamente, algunas de las pretinas de la armadura, cerró los ojos y se centró, por unos instantes, en el murmullo que producía el río sobre el que estaban hablando.
Sin abrir los ojos, escuchó atentamente la respuesta que ambos dieron. Al parecer el día a día de la pareja iba bastante más allá de, simplemente, limitarse a urdir planes y a enfadar a todo noble conocido con sus acciones.
Los días de Asher, en concreto, parecían agotadores. No había cosa que no hiciese. Desde luego estaba esforzándose por comportarse con un líder con los suyos, o quizás, simplemente, ahora que no sentía que estaba encadenado, podía permitirse ser él mismo.
Aunque no le sorprendía de todas formas, aun cuando se mostraba apático, el lobo siempre había tenido una cantidad de energía envidiable, solo superada por unas pocas personas que conocía. Siempre buscaba algo con lo que mantenerse ocupado.
Syl, sorpresivamente, también contestó, aquello no se lo esperaba, como tampoco esperaba que, de entre todas las cosas posibles, el gato hubiese decidido aprender a tallar; era una afición que, de algún modo, encajaba con él. Quizás por que involucraba cierta paciencia a la hora de realizarla.
Fue el gato quien formuló la siguiente pregunta, aquello sí que le tomó por sorpresa; Era una noche que, por lo que parecía, le iba a resultar difícil olvidar. Mientras pensaba que responder, atusándose la barba, enarcó una ceja al ver la expresión que reinaba en aquel mismo instante en la cara del lobo, esa que se aparecía algunas veces, cuando Syl hablaba.
Eltrant se cruzó de brazos y escuchó lo que dijeron el gato y el can cuando respondieron aquella pregunta. Era una respuesta interesante, una que mostró al castaño lo mucho que le faltaba para conocerles bien. ¿La calidez y un sitio seguro? Asintió conforme, sin decir nada, eran cosas que ambos conseguían en el grupo que habían formado, con los Nómadas.
Los Nómadas, para ellos, era un hogar, era algo que Eltrant no podía entender sin un lugar al que no poder llamar así de primera mano, estaba seguro que Lyn lo comprendía mejor que él mismo.
- ¿Un hogar? – Lyn fue la primera que rompió el silencio cuando la pareja terminó de hablar, Eltrant desvió la mirada hacía su compañera, olvidando completamente a Asher durante unos instantes. Parecía pensativa, incluso algo abatida, pero acabó sonriendo. – Es dónde... me siento cómoda. Dónde puedo ser yo misma. – dijo al final, con sencillez. - ¡Da igual dónde este! He estado ya en muchos sitios. Lo importante es eso… y que no haya mucho sol. – Aseguró asintiendo para sí, Eltrant sonrió y continuó en silencio, ya había oído aquello alguna vez que otra, sobre todo cuando Eltrant le preguntaba acerca de su pueblo natal. – Menos en el oeste. - dijo la vampiresa cruzándose de brazos. – Me da igual lo que digan, pero ahí no se puede vivir. – Se llevó ambas manos a la cara y se tendió en el muro, extendiendo los brazos justo después. - ¡Vivir de noche no es excusa para tratar de matar a todos de aburrimiento! – Exclamó agitando el puño.
Dejando escapar una carcajada, Eltrant volvió a ajustarse las correas de la armadura, Asher parecía comenzar a prepararse para reemprender el camino de nuevo, y aunque la salida del sol aún se encontraba distante, no podían perder mucho tiempo.
- La tranquilidad. – dijo el exmercenario cuando todas las miradas se centraron en él. – Lo que más me gusta de un hogar es eso – dijo esbozando una sonrisa – Un sitio sin sobresaltos, dónde poder… - se calló durante unos instantes y amplió la sonrisa. - … relajarme y cuidar de algunas plantas o algo. – dijo según se levantaba del muro, pasándose la mano por la cara. Lyn subió a una espalda de improviso, haciendo perder al castaño parcialmente el equilibrio.
- ¡Y plantar patatas! – exclamó.
- No solo patatas. – dijo Eltrant sacudiéndose a la chica de encima, obligándola que caminase con su propio pie. – Bueno… eso. – Las respuestas de la pareja parecieron gustar a Asher pues este, sin decir nada más, se levantó y junto a Syl reemprendió el viaje.
Fuese como fuese, no parecía faltar demasiado hasta el lugar en el que iban a pasar el día.
Desenvainó a Olvido en cuanto Asher indicó al grupo que se detuviese. A varias decenas de metros del lugar en el que escucharon por primera vez aquel estruendo, a un lado del camino, yacía un carromato completamente destrozado.
Eltrant frunció el ceño y alzó sobre su cabeza la antorcha, desvelando a todos los presentes, o quizás solo a él, la gigantesca silueta de un troll que en aquel momento se estaba alimentando con quien había conducido el vehículo.
Respiró profundamente. El papel que le había mostrado Asher hablaba de dos trolls, faltaba uno. ¿Estaría cerca? No podían permitirse bajar la guardia.
No pudo evitar notar que aquel troll parecía infinitamente más inteligente que el que había matado años atrás. a diferencia de ese, el que tenía delante en aquel momento soltaba palabras coherentes y no repetía ningún mantra extraño, lo único que tenían ambos en común era la fuerza bruta de la que parecían hacer gala.
Tensó los músculos y, tras dejar la antorcha en el suelo, asió a Olvido con ambas manos.
Tan pronto el troll terminó de hablar Asher se lanzó contra la bestia, haciendo uso de su espada encantada. Tomando la iniciativa junto al lobo se Eltrant posicionó tras él, permitiendo que este ensartara los primeros golpes, pero asegurándose de que la bestia no contraatacase.
Todo parecía ir bien, al menos en un principio. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando realmente fue necesario.
- ¡Asher! –
El grito de Syl precedió a la visión de Asher en el suelo, inmóvil, inerte.
Imitando al gato, Eltrant gritó el nombre del lobo esperando alguna respuesta por parte de este, pero Asher seguía sin moverse, a simple vista parecía que estaba muerto. Tragando saliva se obligó a mantener la cabeza fría, sin dudarlo un instante avanzó hacía su amigo y hacía la bestia, que se agachaba lentamente, dispuesta a comerse al can como lo había hecho con el tipo del carromato.
Asher no podía morir tan fácil, no iba a permitirlo.
- ¡Lyn! – Eltrant levantó a Olvido, varias saetas pasaron por encima de su cabeza y se clavaron en el brazo del troll, que apartó levemente la extremidad de Asher, Eltrant le golpeó en el mismo brazo con la espada, abriendo una gruesa brecha en la carne del ser, el cual gritó dolorido.
- ¡Lo veo! – La muchacha se apareció de entre las sombras junto al lobo y, antes de que el troll pudiese hacerse con otra víctima aquella noche, se alejó con él, dejando tras de sí una gruesa nube de humo en el proceso.[1]
- ¿¡Qué es esto!? – Preguntó el monstruo mirando a su alrededor, junto a sus pies, como si Asher se comportase como una bestia escurridiza que jugase con sus sentidos y él la hubiese perdido de vista. - ¡¿QUÉ ES ESTO?! - Eltrant volvió a acometer con el mandoble abriendo un tajo bajo el que le había causado Asher con su magia, este en el vientre del troll. Algunas flechas más acabaron en el cuerpo del monstruo, el cual, al verse rodeado, se limitó a zarandear los brazos, tratando de alejar al exmercenario mediante el uso de la fuerza. Algo que consiguió, Eltrant no tuvo más remedio que alejarse para evitar ser lanzado por los aires. - ¡¡Cruje pequeño!! – Bramó cerrando ambas manos en un solo puño y alzando ambos brazos por encima de su cabeza, dispuesto a aplastar a Eltrant de la misma forma que lo había hecho con el carromato.
- “Rápido” – Aquella fue la única palabra que cruzó la mente de Eltrant al ver esto. Aquella cosa, pese a su tamaño y heridas, era inusualmente veloz, no era de extrañar que hubiese atrapado a Asher. Dejó caer a Olvido a un lado y cruzó ambos brazos en forma de equis, por encima de su cabeza su cabeza, no tenía tiempo de hacer otra cosa para protegerse.
Aquel inmenso puño le obligó a caer de rodillas, sintió como se estremecía cada centímetro de su ser al parar el golpe, su hombro izquierdo crujió con fuerza. Gritó de dolor al sentir como la extremidad en la que tenía enfundada el guantelete mágico dejaba de funcionar, como esta quedaba totalmente inmóvil. Se le había desencajado el hombro.
- ¡Maldita sea! – Gritó, tratando de mover inútilmente su brazo izquierdo.
Antes de conseguir nada, e ignorando como buenamente podía el dolor, saltó hacía atrás para esquivar el siguiente ataque del troll, el cual arrojó el carromato por los aires, desperdigando la madera del que estaba hecho y todos los objetos que tenía en su interior por todas partes.
- Brilla… - dijo el troll cuando Eltrant desenvainó a Recuerdo. El castaño colocó la espada de hielo frente a su cara, blandir a Olvido en aquel estado era imposible, lo tenía asumido, necesitaba al menos los dos brazos para hacerlo. Varias flechas más surcaron los aires y acabaron en el troll. Este, tras arrancar los virotes de su cuerpo, desvió su mirada hacía Syl y dejó escapar un grito que al castaño se le antojó más bien como un rugido. - ¡Pequeño molesto! – Aulló al mismo tiempo que comenzaba a caminar hacía Syl.
Eltrant corrió hacía el troll, quizás no fuese especialmente rápido, pero era contundente, muy contundente. Embistió a aquella cosa en el vientre con todas sus fuerzas, obligándola a retroceder apenas un paso, pero captando de nuevo su atención.[2]
- ¡No deberías darme la espalda! – El hedor que emanaba de las heridas era insoportable, por no hablar de que la piel verdosa estaba cubierta de una sustancia pegajosa que Eltrant prefería no descubrir de que estaba hecha era realmente, pero la había detenido al menos durante un instante.
- ¡Cruje! – El troll bajó de nuevo sus manos, golpeando a Eltrant en la espalda, quien volvió a caer de rodillas dejando escapar un grito ahogado. Sí seguía así no le iban a aquedar demasiados huesos intactos, la armadura servía de poco contra golpes contundentes de aquella magnitud, lo sabía muy bien.
Afortunadamente varias saetas acabaron firmemente clavadas en la cara del troll, obligándole a detenerle antes de que pudiese hacer nada más. Agradeciendo la ayuda de Syl mentalmente Eltrant se levantó lo más rápido que pudo y, mientras aquella cosa se quitaba las flechas de los mofletes, introdujo a Recuerdo en la herida que había abierto con su mandoble.
Gritando Eltrant instó a su brazo útil a que cercenara la gruesa piel del troll a partir de dónde lo había dejado momentos atrás, obligó a Recuerdo a abrirse camino a través de la carne al mismo tiempo que la congelaba de tal forma que esta se ennegrecía por el frío.
Iba a matar aquella cosa ya, habían perdido demasiado tiempo con ella.
Un alarido de dolor surcó el firmamento, casi como si de un trueno se tratase. Los intestinos del troll quedaron completamente visibles, a la intemperie, colgando de su barriga. La bestia se llevó las manos hasta el vientre, tratando de tapar la herida, comenzó a tambalearse; No tardó en caer de rodillas y, segundos después, se quedó completamente tumbada mirando al cielo nocturno.
Estaba herida de muerte, entre las flechas y los distintos cortes, Eltrant calculó que apenas le quedaban varios minutos más de vida.
- ¡Pequeños…! – Rugió tratando de levantarse de nuevo inútilmente, intentando alcanzar a Eltrant con sus brazos ensangrentados - ¡No! ¡Os voy a hacer crujir! – Antes de que el troll dijese nada más Eltrant introdujo la espada en el cuello de la bestia, de forma limpia, apenas necesitó hacer fuerza.
Después le cortó la nariz y la metió en una bolsa vacía.
Un extraño silencio se volvió a apoderar del camino, tragó saliva, sintió como le palpitaba el brazo izquierdo con fuerza, sacudió la cabeza apartando el dolor. Era posible que hubiese un segundo troll cerca, tenían que moverse rápido.
- ¡Lyn! – Gritó, tratando de llamar la atención de la muchacha, la cual había estado junto a Asher todo el tiempo. Esta se acercó hasta dónde estaba a él en apenas un par de saltos. Estaba preocupada, podía verlo en la mirada. - …Estoy bien… - Dijo relajado un poco la expresión, tratando de tranquilizarla con una sonrisa agotada. Tras envainar a Recuerdo se quitó la vaina de Olvido de la espalda y se la entregó a la vampiresa. – Busca a Olvido, llévala tú. – La muchacha asintió y, rápidamente, se hizo con la espada plateada – Syl ¿Cómo esta Asher? – Se acercó a paso ligero a dónde estaba el lobo tendido, tratando de mover el brazo lo menos posible, le dolía todo el cuerpo, pero eso podía esperar. – Ayúdame a cargarlo, vamos. – Pidió, recordando las palabras que le había dicho el gato cuando se habían encontrado en una situación similar.
Tenía que mantener la cabeza fría. Si querían sacar de allí a Asher, tenían que hacerlo.
Todavía tenían un par de horas hasta que amaneciese.
Mordió con fuerza aquel trozo de tela que había sido, tiempo atrás parte de su capa. Respiró profundamente varias veces y asintió con la cabeza a Lyn, que sujetaba el brazo izquierdo con cara de preocupación.
Hacía apenas media hora que habían llegado a la posada: “Cicatrices y Pus” un nombre más que apropiado para la situación que se encontraban y, aunque estaba comenzando a amanecer en el exterior y Syl en aquel instante estaba en una habitación aparte con el lobo, seguía estando nervioso.
Por lo que sabía estaba fuera de peligro. Por lo que sabía.
Volvió a asentir y trató de ignorar el dolor que sabía que iba a sentir en cuanto Lyn le hiciese caso. La vampiresa, tras morderse el labio inferior, cerró los ojos y tiró con fuerza: un crujido precedió a un quejido de dolor apagado por el trapo, volvía a tener el brazo izquierdo en su sitio.
Respirando agitadamente, se dejó caer en el mullido sillón en el que estaba sentado.
- ¡No me vuelvas a pedir que haga eso! – Protestó Lyn, acercando un poco el taburete al sillón en el que estaba sentado el castaño. - ¿…Estas bien? – Eltrant suspiró y movió el brazo izquierdo, seguía doliendo más de lo que le gustaría admitir, pero estaba bien.
Afortunadamente, no se había roto nada. Aunque tenía varios moratones nuevos.
Tras unos segundos en silencio asintió. El rostro de Lyn, que mostró un leve alivio al ver al exmercenario hacer este gesto, volvió a contraerse en una mueca de preocupación cuando posó sus ojos en los de la habitación de al lado.
- ¿Crees que él estará bien? – Preguntó, Eltrant asintió con la cabeza y depositó su mirada en la armadura que yacía a los pies de la cama que tenía al lado.
Asintió.
- Es bastante más difícil matarlo de lo que te crees. – dijo en apenas un murmullo – Además, ese curandero elfo que tienen aquí parecía bastante competente. - Sonrió escuetamente. – Syl se encargará de que todo salga bien, ya verás. – Aseguró. – Ahora… vamos a hacerle caso y dejarle descansar un poco. Ya... nos avisarán – Respiró agotado al mismo tiempo que cerraba los ojos, él mismo no estaba tranquilo del todo, pero como había dicho el hombre que le estaba atendiendo, lo último que necesitaba el lobo era a tres personas mirándole fijamente mientras dormía.
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[1]: Habilidad Lyn Nivel 2: Entre tinieblas.
[2]: Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
Sin abrir los ojos, escuchó atentamente la respuesta que ambos dieron. Al parecer el día a día de la pareja iba bastante más allá de, simplemente, limitarse a urdir planes y a enfadar a todo noble conocido con sus acciones.
Los días de Asher, en concreto, parecían agotadores. No había cosa que no hiciese. Desde luego estaba esforzándose por comportarse con un líder con los suyos, o quizás, simplemente, ahora que no sentía que estaba encadenado, podía permitirse ser él mismo.
Aunque no le sorprendía de todas formas, aun cuando se mostraba apático, el lobo siempre había tenido una cantidad de energía envidiable, solo superada por unas pocas personas que conocía. Siempre buscaba algo con lo que mantenerse ocupado.
Syl, sorpresivamente, también contestó, aquello no se lo esperaba, como tampoco esperaba que, de entre todas las cosas posibles, el gato hubiese decidido aprender a tallar; era una afición que, de algún modo, encajaba con él. Quizás por que involucraba cierta paciencia a la hora de realizarla.
Fue el gato quien formuló la siguiente pregunta, aquello sí que le tomó por sorpresa; Era una noche que, por lo que parecía, le iba a resultar difícil olvidar. Mientras pensaba que responder, atusándose la barba, enarcó una ceja al ver la expresión que reinaba en aquel mismo instante en la cara del lobo, esa que se aparecía algunas veces, cuando Syl hablaba.
Eltrant se cruzó de brazos y escuchó lo que dijeron el gato y el can cuando respondieron aquella pregunta. Era una respuesta interesante, una que mostró al castaño lo mucho que le faltaba para conocerles bien. ¿La calidez y un sitio seguro? Asintió conforme, sin decir nada, eran cosas que ambos conseguían en el grupo que habían formado, con los Nómadas.
Los Nómadas, para ellos, era un hogar, era algo que Eltrant no podía entender sin un lugar al que no poder llamar así de primera mano, estaba seguro que Lyn lo comprendía mejor que él mismo.
- ¿Un hogar? – Lyn fue la primera que rompió el silencio cuando la pareja terminó de hablar, Eltrant desvió la mirada hacía su compañera, olvidando completamente a Asher durante unos instantes. Parecía pensativa, incluso algo abatida, pero acabó sonriendo. – Es dónde... me siento cómoda. Dónde puedo ser yo misma. – dijo al final, con sencillez. - ¡Da igual dónde este! He estado ya en muchos sitios. Lo importante es eso… y que no haya mucho sol. – Aseguró asintiendo para sí, Eltrant sonrió y continuó en silencio, ya había oído aquello alguna vez que otra, sobre todo cuando Eltrant le preguntaba acerca de su pueblo natal. – Menos en el oeste. - dijo la vampiresa cruzándose de brazos. – Me da igual lo que digan, pero ahí no se puede vivir. – Se llevó ambas manos a la cara y se tendió en el muro, extendiendo los brazos justo después. - ¡Vivir de noche no es excusa para tratar de matar a todos de aburrimiento! – Exclamó agitando el puño.
Dejando escapar una carcajada, Eltrant volvió a ajustarse las correas de la armadura, Asher parecía comenzar a prepararse para reemprender el camino de nuevo, y aunque la salida del sol aún se encontraba distante, no podían perder mucho tiempo.
- La tranquilidad. – dijo el exmercenario cuando todas las miradas se centraron en él. – Lo que más me gusta de un hogar es eso – dijo esbozando una sonrisa – Un sitio sin sobresaltos, dónde poder… - se calló durante unos instantes y amplió la sonrisa. - … relajarme y cuidar de algunas plantas o algo. – dijo según se levantaba del muro, pasándose la mano por la cara. Lyn subió a una espalda de improviso, haciendo perder al castaño parcialmente el equilibrio.
- ¡Y plantar patatas! – exclamó.
- No solo patatas. – dijo Eltrant sacudiéndose a la chica de encima, obligándola que caminase con su propio pie. – Bueno… eso. – Las respuestas de la pareja parecieron gustar a Asher pues este, sin decir nada más, se levantó y junto a Syl reemprendió el viaje.
Fuese como fuese, no parecía faltar demasiado hasta el lugar en el que iban a pasar el día.
[…]
Desenvainó a Olvido en cuanto Asher indicó al grupo que se detuviese. A varias decenas de metros del lugar en el que escucharon por primera vez aquel estruendo, a un lado del camino, yacía un carromato completamente destrozado.
Eltrant frunció el ceño y alzó sobre su cabeza la antorcha, desvelando a todos los presentes, o quizás solo a él, la gigantesca silueta de un troll que en aquel momento se estaba alimentando con quien había conducido el vehículo.
Respiró profundamente. El papel que le había mostrado Asher hablaba de dos trolls, faltaba uno. ¿Estaría cerca? No podían permitirse bajar la guardia.
No pudo evitar notar que aquel troll parecía infinitamente más inteligente que el que había matado años atrás. a diferencia de ese, el que tenía delante en aquel momento soltaba palabras coherentes y no repetía ningún mantra extraño, lo único que tenían ambos en común era la fuerza bruta de la que parecían hacer gala.
Tensó los músculos y, tras dejar la antorcha en el suelo, asió a Olvido con ambas manos.
Tan pronto el troll terminó de hablar Asher se lanzó contra la bestia, haciendo uso de su espada encantada. Tomando la iniciativa junto al lobo se Eltrant posicionó tras él, permitiendo que este ensartara los primeros golpes, pero asegurándose de que la bestia no contraatacase.
Todo parecía ir bien, al menos en un principio. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando realmente fue necesario.
- ¡Asher! –
El grito de Syl precedió a la visión de Asher en el suelo, inmóvil, inerte.
Imitando al gato, Eltrant gritó el nombre del lobo esperando alguna respuesta por parte de este, pero Asher seguía sin moverse, a simple vista parecía que estaba muerto. Tragando saliva se obligó a mantener la cabeza fría, sin dudarlo un instante avanzó hacía su amigo y hacía la bestia, que se agachaba lentamente, dispuesta a comerse al can como lo había hecho con el tipo del carromato.
Asher no podía morir tan fácil, no iba a permitirlo.
- ¡Lyn! – Eltrant levantó a Olvido, varias saetas pasaron por encima de su cabeza y se clavaron en el brazo del troll, que apartó levemente la extremidad de Asher, Eltrant le golpeó en el mismo brazo con la espada, abriendo una gruesa brecha en la carne del ser, el cual gritó dolorido.
- ¡Lo veo! – La muchacha se apareció de entre las sombras junto al lobo y, antes de que el troll pudiese hacerse con otra víctima aquella noche, se alejó con él, dejando tras de sí una gruesa nube de humo en el proceso.[1]
- ¿¡Qué es esto!? – Preguntó el monstruo mirando a su alrededor, junto a sus pies, como si Asher se comportase como una bestia escurridiza que jugase con sus sentidos y él la hubiese perdido de vista. - ¡¿QUÉ ES ESTO?! - Eltrant volvió a acometer con el mandoble abriendo un tajo bajo el que le había causado Asher con su magia, este en el vientre del troll. Algunas flechas más acabaron en el cuerpo del monstruo, el cual, al verse rodeado, se limitó a zarandear los brazos, tratando de alejar al exmercenario mediante el uso de la fuerza. Algo que consiguió, Eltrant no tuvo más remedio que alejarse para evitar ser lanzado por los aires. - ¡¡Cruje pequeño!! – Bramó cerrando ambas manos en un solo puño y alzando ambos brazos por encima de su cabeza, dispuesto a aplastar a Eltrant de la misma forma que lo había hecho con el carromato.
- “Rápido” – Aquella fue la única palabra que cruzó la mente de Eltrant al ver esto. Aquella cosa, pese a su tamaño y heridas, era inusualmente veloz, no era de extrañar que hubiese atrapado a Asher. Dejó caer a Olvido a un lado y cruzó ambos brazos en forma de equis, por encima de su cabeza su cabeza, no tenía tiempo de hacer otra cosa para protegerse.
Aquel inmenso puño le obligó a caer de rodillas, sintió como se estremecía cada centímetro de su ser al parar el golpe, su hombro izquierdo crujió con fuerza. Gritó de dolor al sentir como la extremidad en la que tenía enfundada el guantelete mágico dejaba de funcionar, como esta quedaba totalmente inmóvil. Se le había desencajado el hombro.
- ¡Maldita sea! – Gritó, tratando de mover inútilmente su brazo izquierdo.
Antes de conseguir nada, e ignorando como buenamente podía el dolor, saltó hacía atrás para esquivar el siguiente ataque del troll, el cual arrojó el carromato por los aires, desperdigando la madera del que estaba hecho y todos los objetos que tenía en su interior por todas partes.
- Brilla… - dijo el troll cuando Eltrant desenvainó a Recuerdo. El castaño colocó la espada de hielo frente a su cara, blandir a Olvido en aquel estado era imposible, lo tenía asumido, necesitaba al menos los dos brazos para hacerlo. Varias flechas más surcaron los aires y acabaron en el troll. Este, tras arrancar los virotes de su cuerpo, desvió su mirada hacía Syl y dejó escapar un grito que al castaño se le antojó más bien como un rugido. - ¡Pequeño molesto! – Aulló al mismo tiempo que comenzaba a caminar hacía Syl.
Eltrant corrió hacía el troll, quizás no fuese especialmente rápido, pero era contundente, muy contundente. Embistió a aquella cosa en el vientre con todas sus fuerzas, obligándola a retroceder apenas un paso, pero captando de nuevo su atención.[2]
- ¡No deberías darme la espalda! – El hedor que emanaba de las heridas era insoportable, por no hablar de que la piel verdosa estaba cubierta de una sustancia pegajosa que Eltrant prefería no descubrir de que estaba hecha era realmente, pero la había detenido al menos durante un instante.
- ¡Cruje! – El troll bajó de nuevo sus manos, golpeando a Eltrant en la espalda, quien volvió a caer de rodillas dejando escapar un grito ahogado. Sí seguía así no le iban a aquedar demasiados huesos intactos, la armadura servía de poco contra golpes contundentes de aquella magnitud, lo sabía muy bien.
Afortunadamente varias saetas acabaron firmemente clavadas en la cara del troll, obligándole a detenerle antes de que pudiese hacer nada más. Agradeciendo la ayuda de Syl mentalmente Eltrant se levantó lo más rápido que pudo y, mientras aquella cosa se quitaba las flechas de los mofletes, introdujo a Recuerdo en la herida que había abierto con su mandoble.
Gritando Eltrant instó a su brazo útil a que cercenara la gruesa piel del troll a partir de dónde lo había dejado momentos atrás, obligó a Recuerdo a abrirse camino a través de la carne al mismo tiempo que la congelaba de tal forma que esta se ennegrecía por el frío.
Iba a matar aquella cosa ya, habían perdido demasiado tiempo con ella.
Un alarido de dolor surcó el firmamento, casi como si de un trueno se tratase. Los intestinos del troll quedaron completamente visibles, a la intemperie, colgando de su barriga. La bestia se llevó las manos hasta el vientre, tratando de tapar la herida, comenzó a tambalearse; No tardó en caer de rodillas y, segundos después, se quedó completamente tumbada mirando al cielo nocturno.
Estaba herida de muerte, entre las flechas y los distintos cortes, Eltrant calculó que apenas le quedaban varios minutos más de vida.
- ¡Pequeños…! – Rugió tratando de levantarse de nuevo inútilmente, intentando alcanzar a Eltrant con sus brazos ensangrentados - ¡No! ¡Os voy a hacer crujir! – Antes de que el troll dijese nada más Eltrant introdujo la espada en el cuello de la bestia, de forma limpia, apenas necesitó hacer fuerza.
Después le cortó la nariz y la metió en una bolsa vacía.
Un extraño silencio se volvió a apoderar del camino, tragó saliva, sintió como le palpitaba el brazo izquierdo con fuerza, sacudió la cabeza apartando el dolor. Era posible que hubiese un segundo troll cerca, tenían que moverse rápido.
- ¡Lyn! – Gritó, tratando de llamar la atención de la muchacha, la cual había estado junto a Asher todo el tiempo. Esta se acercó hasta dónde estaba a él en apenas un par de saltos. Estaba preocupada, podía verlo en la mirada. - …Estoy bien… - Dijo relajado un poco la expresión, tratando de tranquilizarla con una sonrisa agotada. Tras envainar a Recuerdo se quitó la vaina de Olvido de la espalda y se la entregó a la vampiresa. – Busca a Olvido, llévala tú. – La muchacha asintió y, rápidamente, se hizo con la espada plateada – Syl ¿Cómo esta Asher? – Se acercó a paso ligero a dónde estaba el lobo tendido, tratando de mover el brazo lo menos posible, le dolía todo el cuerpo, pero eso podía esperar. – Ayúdame a cargarlo, vamos. – Pidió, recordando las palabras que le había dicho el gato cuando se habían encontrado en una situación similar.
Tenía que mantener la cabeza fría. Si querían sacar de allí a Asher, tenían que hacerlo.
Todavía tenían un par de horas hasta que amaneciese.
[…]
Mordió con fuerza aquel trozo de tela que había sido, tiempo atrás parte de su capa. Respiró profundamente varias veces y asintió con la cabeza a Lyn, que sujetaba el brazo izquierdo con cara de preocupación.
Hacía apenas media hora que habían llegado a la posada: “Cicatrices y Pus” un nombre más que apropiado para la situación que se encontraban y, aunque estaba comenzando a amanecer en el exterior y Syl en aquel instante estaba en una habitación aparte con el lobo, seguía estando nervioso.
Por lo que sabía estaba fuera de peligro. Por lo que sabía.
Volvió a asentir y trató de ignorar el dolor que sabía que iba a sentir en cuanto Lyn le hiciese caso. La vampiresa, tras morderse el labio inferior, cerró los ojos y tiró con fuerza: un crujido precedió a un quejido de dolor apagado por el trapo, volvía a tener el brazo izquierdo en su sitio.
Respirando agitadamente, se dejó caer en el mullido sillón en el que estaba sentado.
- ¡No me vuelvas a pedir que haga eso! – Protestó Lyn, acercando un poco el taburete al sillón en el que estaba sentado el castaño. - ¿…Estas bien? – Eltrant suspiró y movió el brazo izquierdo, seguía doliendo más de lo que le gustaría admitir, pero estaba bien.
Afortunadamente, no se había roto nada. Aunque tenía varios moratones nuevos.
Tras unos segundos en silencio asintió. El rostro de Lyn, que mostró un leve alivio al ver al exmercenario hacer este gesto, volvió a contraerse en una mueca de preocupación cuando posó sus ojos en los de la habitación de al lado.
- ¿Crees que él estará bien? – Preguntó, Eltrant asintió con la cabeza y depositó su mirada en la armadura que yacía a los pies de la cama que tenía al lado.
Asintió.
- Es bastante más difícil matarlo de lo que te crees. – dijo en apenas un murmullo – Además, ese curandero elfo que tienen aquí parecía bastante competente. - Sonrió escuetamente. – Syl se encargará de que todo salga bien, ya verás. – Aseguró. – Ahora… vamos a hacerle caso y dejarle descansar un poco. Ya... nos avisarán – Respiró agotado al mismo tiempo que cerraba los ojos, él mismo no estaba tranquilo del todo, pero como había dicho el hombre que le estaba atendiendo, lo último que necesitaba el lobo era a tres personas mirándole fijamente mientras dormía.
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[1]: Habilidad Lyn Nivel 2: Entre tinieblas.
[2]: Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Por algún motivo, me sentía muy cansado.
Era como si no hubiese dormido en absoluto en lugar de estar justo despertandome. Era extenuante. Agradecía el estar en una cama en esos momentos. Incluso si quisiese levantarme, dudaba de si mi cuerpo obedecería.
Pero notaba algo en las costillas. Un ardor extraño y molesto. Como si el sol me estuviese dando de lleno, solo en esa zona. Lo ignoré durante unos segundos. Hasta que noté otro tipo de calidez: una mano cerrándose sobre la mía. Una mano suave y agradable que podía reconocer en cualquier parte.
No quería decir nada. Pero di la vuelta a mi mano, rozando las almohadillas de sus dedos.
-Asher...- El suspiro de alivio fue extraño. No era un "Buenos días." Abrí lentamente los ojos. El rostro del gato estaba justo delante del mio. Parecía preocupado. Pero no pude evitar pensar en que era afortunado: era una buena visión con la que despertarse.
-¿Que pasa...? Oh... Oh. El trol.- Los recuerdos me llegaron rápidamente. Intenté reclinarme, y me arrepentí al instante: un dolor agudo sobre mi cintura me hizo volver a acostarme con un quejido. -¿Estás bien? ¿Y los demás?-
-Tu eres al que le han roto dos costillas. Preocúpate de eso primero.- El gato acercó mi mano a su rostro y la besó suavemente. -Tale se ha llevado algunos golpes, pero es... bueno, es Tale. Lo tuyo ha sido peor.-
Miré al techo. Una oleada de culpa hizo que notase una presión peor en el pecho. Apreté la mano del gato.
-Lo siento mucho, Syl...- murmuré. Odiaba aquella sensación. Había sido un idiota. Me había precipitado. Incluso si la vergüenza de haber fallado de esa manera no fuese suficiente, había roto mi promesa. Podía haber muerto. Y habría dejado mucho por lo que arrepentirme. Bajé las orejas con un gemido. -He... había prometido el tener más cuidado. Lo siento. Siento el haberte preocupado.-
Quería llorar. Cerré los ojos, conteniendome. Aquello sería aún peor. Dar pena, solo para ser perdonado. No podía permitirmelo, por horrible que me sintiese.
-Eh, eh, para. Tranquilo.- murmuró el gato, levantando mi barbilla con su mano. -Todo está bien. No has roto tu promesa. Confío en ti: sé que has hecho lo que has podido.- Lentamente, el gato se reclinó hacia delante, abrazándome de forma algo extraña e incómoda. Tal vez no quería rozar donde dolía.
Pero aun así, el abrazo ayudó.
-No pasa nada por haber fallado una vez. Para eso estábamos allí. Para sujetarte si caes.- explicó. Suspiré, aliviado. No sabía que había hecho para merecerme a ese gato. Sonreí ligeramente. Era muy afortunado.
-¿Quien me ha curado?- pregunté. No estaba gritando ni bajo un dolor agonizante. Difícilmente parecía que me hubiese roto algo de verdad. Examiné mi torso. La zona de mi costado... parecía más clara de lo habitual. No. Estaba... ¿brillando?
-Un elfo mayor.- dijo, encogiéndose de hombros. -Le he pagado la cena y la habitación durante la noche, pero creo que ha valido más que eso. Ha estado un buen rato.- explicó. Desvió la mirada hacia mi costillar. Aún notaba un hormigueo dentro. -Al parecer te has vuelto un poco... "resistente a la curación". O algo por el estilo. Tardará unas horas más de lo normal en soldarse por completo, así que no te muevas.- Alcé ambas cejas, sorprendido. Aquello era inesperado. Tal vez fuese un efecto secundario de meterme runas en el cuerpo. O de usar a Brillo para absorber magia. Tendría que investigarlo. -Ah, y Eltrant te ha salvado la vida. Lyn también. Debería ir a avisarles.-
-Espera. Ven aquí.- dije. El gato obedeció, y plantó un beso sobre mis labios. Sonreí. -Mejor.-
El gato salió por la puerta, y escuché como golpeaba la de la habitación contigua. Unas palabras amortiguadas. Y el estrépito de pasos acelerados acercándose. Por algún motivo, sentí el absurdo impulso de esconderme bajo las sábanas. O de fingir ser un anciano en su lecho de muerte.
Kothán estaría orgulloso.
-¡Buenos días, héroes!- dije, haciendo énfasis en el plural. No estaba seguro de como, pero todos habían participado en aquello. -Me han dicho que os debo mi cuello. Así que Lyn, en el nombre del Sagrado Sangrevinagre de Seis Sillas, yo te nombro Gran Heroína del Pueblo.- sonreí. -Tu no, Elt, que ya tenias el título.- Me retorcí ligeramente en la cama. Quería hacer que las costillas me crujieran y sentirme bien, maldita sea. -¿Teneis la nariz?-
-Si.- El gato abrió una pequeña bolsa. No era suya. Debía habérsela pedido a Eltrant. -Quería probar algo. En cuanto le ha dado el sol... bueno.- Sacó el pequeño trofeo. Se había vuelto gris... y rígido. De piedra. -Supongo que es verdad, después de todo.-
-Eso... cambia las cosas. ¿Que hora es?- pregunté. Las ventanas estaban cerradas por completo. Comprensible, después de todo.
-Mediodía. Aún falta un buen rato para que podamos salir... y tu necesitas descansar.- dijo.
-Se me ocurre que el otro troll no debe estar muy lejos...- musité. -Y no puede moverse mientras sea de día. ¿Crees que podrías seguirle el rastro, Syl? Preparar las cosas para una emboscada. Nos daría una buena ventaja.-
El gato se quedó pensativo durante unos segundos. Después, asintió brevemente.
-Eltrant. Necesito que vayas con él.- dije, alternando mi mirada hacia el humano. -Sabes lo que confío en ti. Ya me has salvado una vez hoy, y muchas otras en el pasado. Me alegro de tenerte aquí... pero quiero no tenerte aquí.- dije, esbozando media sonrisa. -Ya has visto lo que me ha pasado. Incluso de día, es algo arriesgado el que vaya solo...- dije. Si el gato tenía alguna protesta, no lo mostró. Pero en esas situaciones era difícil saber que pensaba.
Ese plan me dejaría a solas con Lyn. Me vendría bien. Así la vampiresa no se aburriría, y yo tampoco.
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-Oye, Lyn... me muero de hambre.- murmuré, una vez nos quedamos a solas. -Si me traes algo para desayunar, te dejaré acariciarme. Entre las orejas.- sonreí. Generalmente el que los niños humanos me tratasen como a un perro salvaje no me hacía mucha gracia, pero con la vampiresa era difícil el tomármelo a mal.
Además, me había salvado la vida. Y Eltrant confiaba en ella. Definitivamente podía hacer lo mismo.
-¿Se te ocurre algo para pasar el tiempo?-
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Suspiró aliviado cuando vio, por fin, a Asher consciente. No estaba habituado a verle así, en la cama, cubierto de vendajes, pero al menos el hecho de haber estado a punto de morir aplastado no había apagado ni un ápice el sentido del humor del lobo.
- ¡Gran heroína del pueblo! – Lyn dejó caer los brazos hasta la cintura y, con una sonrisa inmensa en la cara, le dio un par de codazos a Eltrant - ¿Así que esto es lo que se siente? – Preguntó a continuación, sentándose a los pies de la cama, dónde se podía ver la silueta de las piernas de Asher. – No está mal – Eltrant se encogió de hombros, de buen humor, cuando el herido afirmó que él ya tenía el título que el buen pueblo de Sangrevinagre otorgaba a los más valientes, así que se quedaba sin reconocimiento formal en aquella ocasión.
- De todas maneras, ya no hacen ni ceremonias. – Contestó Eltrant negando con la cabeza. – Sangrevinagre ha cambiado, antes sabían cómo honrar a sus héroes. – Esbozó una sonrisa cómplice. – En cualquier caso… me alegra verte entero, Asher – dijo al final, dejando caer una de sus manos en el hombro del perro.
El lobo debía de haberse despertado apenas unos minutos, pues la conversación, a partir de ahí, se limitó a poner al día a Asher de la situación en la que se encontraban. El can preguntó, en primer lugar, la hora del día que era, así como si se habían hecho con la nariz del troll.
Le sobraba demasiada energía, aún herido tenía tiempo para preocuparse por cosas como esas.
Después de informarse de aquello y de contemplar como la nariz del troll se había convertido en piedra al exponerse a la luz del día, Asher no tardó en pedir a Syl que saliese a rastrear al segundo objetivo que habían aceptado.
Eltrant se atusó la barba, pensativo. No era mala idea, después de todo, aquellos seres no podían salir de día y el gato parecía ser capaz de rastrear a uno sin mucha dificultad. Podría ingeniárselas para preparar una emboscada para cuando Asher estuviese recuperado, de aquel modo podrían acabar con aquel sin apenas exponerse y sin heridos.
Instantes después de que el gato asintiese a la petición del can, Asher si giró hacía Eltrant y le pidió que fuese con su compañero. Enarcó una ceja, ligeramente sorprendido por la petición, no era ningún misterio para Asher que él y Syl no eran precisamente los mejores amigos del mundo, pero la explicación que dio Asher fue suficiente, no necesitaba más para aceptar.
Aunque, si era sincero consigo mismo, tampoco habría necesitado una explicación para empezar.
- Por supuesto. – dijo cruzándose de brazos, sonriendo a su amigo. – Me pongo la armadura y salimos. – Dijo a Syl, encaminándose a la salida del dormitorio. – Lyn… cuida de Asher. – La vampiresa levantó el pulgar y se acomodó en aquel rincón de la cama del que se había apoderado.
El gato, como de costumbre, tenía aquella expresión indescifrable en su rostro. ¿Estaba molesto por su presencia? ¿Preferiría ir solo? Fuese cual fuese la respuesta, dudaba mucho que se opusiera a Asher. Le gustase o no al gato, el lobo tenía razón después de todo, ir solo era demasiado peligroso.
Además, Asher había dicho: “Necesito que vayas con él”. No era un favor, era una necesidad; dudaba mucho que Asher pudiese descansar tranquilo sabiendo que Syl andaba rastreando a un ente similar al que casi acababa con él.
Cerró los ojos cuando abandonaron la posada, dejó que la calidez del sol le golpease en la cara. Tenían ante ellos un día completamente despejado, apenas había un par de nubes desfilando, plácidamente, en el firmamento.
Antes de salir había preguntado al dueño del lugar si conocía cuevas cercanas, lugares recónditos dónde difícilmente daba el sol, la pregunta no había extrañado demasiado al hombre, sobre todo porque ya se había enterado de que, a un lado del camino, a varios kilómetros de allí, uno de trolls que habían estado dando tantos problemas por la zona yacía muerto, convertido en una estatua de granito.
Al final habían acabado con tres posibilidades, era el gato el que debía escoger que guarida parecía más prometedora, después de todo, él era el rastreador.
Según caminaban, en silencio, Eltrant estiró el brazo izquierdo de forma repetida, cerrando y abriendo el puño de dicha extremidad al mismo tiempo. Era curioso, apenas dolía, no habrían pasado más de unas horas desde que Lyn le ayudó a recolocárselo y se había convertido, en aquel punto, en algo más parecido a una molestia que a una verdadera herida.
No le preocupaba demasiado, de todas formas, mejor así.
- Entonces... - Al cabo de un rato, Eltrant se decidió por fin a romper el silencio. Era consciente de que tenía que cuidar sus palabras con Syl, en general, solía hacerlo con todos los Nómadas salvo con Asher, era una sensación curiosa. Pero era casi más incómodo aquella marcha en silencio que llevaban, se llevó la mano hasta la nuca tratando de ordenar sus pensamientos. – Antes has dicho que has comenzado a tallar. ¿Verdad? – Preguntó al cabo de un rato, sonriendo - ¿Tienes algo que hayas terminado? – Añadió, negó con la cabeza rápidamente, como si se estuviese disculpando de forma inconsciente. – Si no es muy personal, claro. – aseguró enseguida, se perdió unos segundos en sus pensamientos y esbozó una sonrisa – Es algo que requiere demasiada paciencia, no sé si sabría hacerlo bien. – Se encogió de hombros al mismo tiempo que se agachaba para evitar la rama de un árbol – Aunque… cuidar de un huerto requiere paciencia también… - Eltrant se llevó la mano hasta la barba, perdiéndose en sus propios pensamientos una vez más – ¿Estoy hablando demasiado? – Si el gato prefería un viaje tranquilo podía proporcionárselo, empezaba a conocerle, al menos lo que este se dejaba conocer.
Apenas se había percatado de que, mientras andaban, habían abandonado el camino principal y se habían internado en la espesura. No estaba seguro de hacía dónde se estaban moviendo, se estaba limitando a seguir al gato.
Pero el sol seguía alto, todavía tenían tiempo.
Aquello estaba bien.
Asher le caía bien, era una situación similar a la que había tenido con Dannos semanas atrás. Era cierto que a veces no podía evitar pensar que todos le querían lejos, que lo mejor que podía hacer era quedarse en un rincón, en las sombras. Que ese era el lugar al que pertenecía.
Pero, en aquel momento, no se sentía así.
Lo sentía de vez en cuando en los momentos en los que se quedaba a solas con Syl, o con el hombre mayor, el dragón. Pero Asher no parecía juzgarla, al menos no en un principio.
- ¿El desayuno? – Preguntó, antes de que pudiese decir algo, Asher añadió que podía acariciarle entre las orejas. Se le iluminó el rostro - ¡Ahora mismo! ¡Y podemos contar historias luego! ¡¿Te sabes alguna interesante!? – dijo levantándose de la cama, tras lo cual se dirigió hacia la salida, apenas dejó tiempo a que el lobo contestase antes de abandonar la habitación.
Tuvo que ser cuidadosa al bajar al piso inferior, nunca sabía cuándo un minúsculo rayo de sol podía abrirle un agujero en el pecho. Pero, afortunadamente, no tuvo ningún percance; el Mortal había convencido al posadero para que no dejase ninguna ventana abierta, no sabía cómo, pero incluso el agradable elfo que había sanado a Asher había accedido a ello.
Una vez se hizo con el desayuno le hizo una exagerada reverencia a la señora de avanzada edad que estaba sola en la cocina y volvió al piso superior, siempre atenta de que nada de lo que tenía en la bandeja acabase desperdigado por el suelo.
- ¡Te he traído mucha carne! – dijo pateando, de improviso, la puerta de la habitación de Asher para entrar. - ¡Y para mi vino! – Exclamó - Todo por supuesto, lo paga el Mortal – dijo dejando escapar una risita, depositando la bandeja en la mesita que yacía a la derecha del lobo.
- ¡Gran heroína del pueblo! – Lyn dejó caer los brazos hasta la cintura y, con una sonrisa inmensa en la cara, le dio un par de codazos a Eltrant - ¿Así que esto es lo que se siente? – Preguntó a continuación, sentándose a los pies de la cama, dónde se podía ver la silueta de las piernas de Asher. – No está mal – Eltrant se encogió de hombros, de buen humor, cuando el herido afirmó que él ya tenía el título que el buen pueblo de Sangrevinagre otorgaba a los más valientes, así que se quedaba sin reconocimiento formal en aquella ocasión.
- De todas maneras, ya no hacen ni ceremonias. – Contestó Eltrant negando con la cabeza. – Sangrevinagre ha cambiado, antes sabían cómo honrar a sus héroes. – Esbozó una sonrisa cómplice. – En cualquier caso… me alegra verte entero, Asher – dijo al final, dejando caer una de sus manos en el hombro del perro.
El lobo debía de haberse despertado apenas unos minutos, pues la conversación, a partir de ahí, se limitó a poner al día a Asher de la situación en la que se encontraban. El can preguntó, en primer lugar, la hora del día que era, así como si se habían hecho con la nariz del troll.
Le sobraba demasiada energía, aún herido tenía tiempo para preocuparse por cosas como esas.
Después de informarse de aquello y de contemplar como la nariz del troll se había convertido en piedra al exponerse a la luz del día, Asher no tardó en pedir a Syl que saliese a rastrear al segundo objetivo que habían aceptado.
Eltrant se atusó la barba, pensativo. No era mala idea, después de todo, aquellos seres no podían salir de día y el gato parecía ser capaz de rastrear a uno sin mucha dificultad. Podría ingeniárselas para preparar una emboscada para cuando Asher estuviese recuperado, de aquel modo podrían acabar con aquel sin apenas exponerse y sin heridos.
Instantes después de que el gato asintiese a la petición del can, Asher si giró hacía Eltrant y le pidió que fuese con su compañero. Enarcó una ceja, ligeramente sorprendido por la petición, no era ningún misterio para Asher que él y Syl no eran precisamente los mejores amigos del mundo, pero la explicación que dio Asher fue suficiente, no necesitaba más para aceptar.
Aunque, si era sincero consigo mismo, tampoco habría necesitado una explicación para empezar.
- Por supuesto. – dijo cruzándose de brazos, sonriendo a su amigo. – Me pongo la armadura y salimos. – Dijo a Syl, encaminándose a la salida del dormitorio. – Lyn… cuida de Asher. – La vampiresa levantó el pulgar y se acomodó en aquel rincón de la cama del que se había apoderado.
[…]
El gato, como de costumbre, tenía aquella expresión indescifrable en su rostro. ¿Estaba molesto por su presencia? ¿Preferiría ir solo? Fuese cual fuese la respuesta, dudaba mucho que se opusiera a Asher. Le gustase o no al gato, el lobo tenía razón después de todo, ir solo era demasiado peligroso.
Además, Asher había dicho: “Necesito que vayas con él”. No era un favor, era una necesidad; dudaba mucho que Asher pudiese descansar tranquilo sabiendo que Syl andaba rastreando a un ente similar al que casi acababa con él.
Cerró los ojos cuando abandonaron la posada, dejó que la calidez del sol le golpease en la cara. Tenían ante ellos un día completamente despejado, apenas había un par de nubes desfilando, plácidamente, en el firmamento.
Antes de salir había preguntado al dueño del lugar si conocía cuevas cercanas, lugares recónditos dónde difícilmente daba el sol, la pregunta no había extrañado demasiado al hombre, sobre todo porque ya se había enterado de que, a un lado del camino, a varios kilómetros de allí, uno de trolls que habían estado dando tantos problemas por la zona yacía muerto, convertido en una estatua de granito.
Al final habían acabado con tres posibilidades, era el gato el que debía escoger que guarida parecía más prometedora, después de todo, él era el rastreador.
Según caminaban, en silencio, Eltrant estiró el brazo izquierdo de forma repetida, cerrando y abriendo el puño de dicha extremidad al mismo tiempo. Era curioso, apenas dolía, no habrían pasado más de unas horas desde que Lyn le ayudó a recolocárselo y se había convertido, en aquel punto, en algo más parecido a una molestia que a una verdadera herida.
No le preocupaba demasiado, de todas formas, mejor así.
- Entonces... - Al cabo de un rato, Eltrant se decidió por fin a romper el silencio. Era consciente de que tenía que cuidar sus palabras con Syl, en general, solía hacerlo con todos los Nómadas salvo con Asher, era una sensación curiosa. Pero era casi más incómodo aquella marcha en silencio que llevaban, se llevó la mano hasta la nuca tratando de ordenar sus pensamientos. – Antes has dicho que has comenzado a tallar. ¿Verdad? – Preguntó al cabo de un rato, sonriendo - ¿Tienes algo que hayas terminado? – Añadió, negó con la cabeza rápidamente, como si se estuviese disculpando de forma inconsciente. – Si no es muy personal, claro. – aseguró enseguida, se perdió unos segundos en sus pensamientos y esbozó una sonrisa – Es algo que requiere demasiada paciencia, no sé si sabría hacerlo bien. – Se encogió de hombros al mismo tiempo que se agachaba para evitar la rama de un árbol – Aunque… cuidar de un huerto requiere paciencia también… - Eltrant se llevó la mano hasta la barba, perdiéndose en sus propios pensamientos una vez más – ¿Estoy hablando demasiado? – Si el gato prefería un viaje tranquilo podía proporcionárselo, empezaba a conocerle, al menos lo que este se dejaba conocer.
Apenas se había percatado de que, mientras andaban, habían abandonado el camino principal y se habían internado en la espesura. No estaba seguro de hacía dónde se estaban moviendo, se estaba limitando a seguir al gato.
Pero el sol seguía alto, todavía tenían tiempo.
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Aquello estaba bien.
Asher le caía bien, era una situación similar a la que había tenido con Dannos semanas atrás. Era cierto que a veces no podía evitar pensar que todos le querían lejos, que lo mejor que podía hacer era quedarse en un rincón, en las sombras. Que ese era el lugar al que pertenecía.
Pero, en aquel momento, no se sentía así.
Lo sentía de vez en cuando en los momentos en los que se quedaba a solas con Syl, o con el hombre mayor, el dragón. Pero Asher no parecía juzgarla, al menos no en un principio.
- ¿El desayuno? – Preguntó, antes de que pudiese decir algo, Asher añadió que podía acariciarle entre las orejas. Se le iluminó el rostro - ¡Ahora mismo! ¡Y podemos contar historias luego! ¡¿Te sabes alguna interesante!? – dijo levantándose de la cama, tras lo cual se dirigió hacia la salida, apenas dejó tiempo a que el lobo contestase antes de abandonar la habitación.
Tuvo que ser cuidadosa al bajar al piso inferior, nunca sabía cuándo un minúsculo rayo de sol podía abrirle un agujero en el pecho. Pero, afortunadamente, no tuvo ningún percance; el Mortal había convencido al posadero para que no dejase ninguna ventana abierta, no sabía cómo, pero incluso el agradable elfo que había sanado a Asher había accedido a ello.
Una vez se hizo con el desayuno le hizo una exagerada reverencia a la señora de avanzada edad que estaba sola en la cocina y volvió al piso superior, siempre atenta de que nada de lo que tenía en la bandeja acabase desperdigado por el suelo.
- ¡Te he traído mucha carne! – dijo pateando, de improviso, la puerta de la habitación de Asher para entrar. - ¡Y para mi vino! – Exclamó - Todo por supuesto, lo paga el Mortal – dijo dejando escapar una risita, depositando la bandeja en la mesita que yacía a la derecha del lobo.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Sonreí ante el entusiasmo de Lyn. Honestamente, habría preferido una actividad más energética, pero era cierto que ni siquiera estaba seguro de si podía caminar en ese momento. Me quedé pensativo mientras la vampiresa hacía lo que le había pedido. Historias... tenía muchas, pero no sabía cuantas de ellas les gustaría.
Tal vez fuese por su actitud o apariencia inocente, pero sospechaba que la idea de matar a alguien no le atraía demasiado. Intenté recordarme a mi mismo que era mucho más mayor de lo que parecía: debía haber estado viva durante más tiempo que yo. Probablemente tenía tres veces mi edad. Pero eso no significaba que estuviese cómoda con historias de muerte. Rakfyr era mayor, por ejemplo, pero también tenía mucha empatía.
Así que repasé mentalmente. Debía tener algunas que no incluyesen demasiada muerte, o en las que pudiese obviar los detalles más viscerales. No tardó en volver, interrumpiendo mis pensamientos y dejando una generosa cantidad de comida sobre un plato, que empecé a devorar con ganas.
-¿El alcohol te hace algo?- pregunté. -Es decir... sé que puedes comer, incluso si no te hace falta, pero no sé si te afecta en absoluto. Yo no bebo. En teoría debería poder beber bastante antes de caer... Al parecer algunos hombres bestia son más resistentes. Como con enfermedades. Como con la plaga- comenté, encogiendome de hombros. Recorde esas semanas. Aquella etapa en la que creía que iba a morir, como habían muerto tantos otros.
-Fue horrible. He olvidado muchas de las cosas de esas semanas... por la fiebre, entre otras cosas.- confesé. También había sido una época en la que recordé mi pasado. Historias, como las que parecían gustarle a Lyn. Cosas que me hicieron ser quien era. -Pero bueno. Ya lo tengo superado. No... estoy seguro de como sobreviví. Tal vez los Guías me ayudaron de alguna forma... es lo que cree Syl, al menos.-
Me corté. Aquel era una linea de conversación que prefería evitar. El motivo por el que Syl desconfiaba de los vampiros. En su lugar, me decidí por contarle una historia. Una que, probablemente, Eltrant no había contado.
-¿Sabes como conocí al Mortal?- pregunté. -Es una historia graciosa. Fue el día que me sacaron de prisión... oh, tengo que contarte como me atraparon.- me froté el mentón. Tenía que organizar mis pensamientos. -Todo empezó cuando me llevaron a un juicio. Mi juicio. Iban a juzgarme por todos mis crímenes contra la corona... bueno, no, solo contra los que sabían que había cometido.- sonreí. La parte con los nobles era uno de los momentos en los que más orgulloso había estado.
Unos golpes en la puerta me interrumpieron. Justo cuando llegaba a la parte en la que golpeaba a Eltrant en la cara. Lentamente, la puerta se abrió, revelando una figura felina. Una mujer tigre, algo más baja que Syl. Entró en la habitación discretamente, clavando su mirada en mi.
-Disculpa... ¿eres Asher?- abrí los ojos, sorprendido. ¿Un intento de asesinato, o algo así? No tenía ni idea de donde estaba Brillo, pero estaba seguro de que... -Perdona, no quería asustarte. Mi nombre es Tahira.- La mujer hablaba con un acento curioso. Había algo familiar en ella. -Me salvaste hace mucho tiempo, en un barco... esta es tu espada.- dijo, sacando aquel trozo de metal con el que era horriblemente familiar y depositandolo sobre la cama. -Ha pasado mucho tiempo.-
Aquello era curioso.
Syl no tenía muchas esperanzas puestas en que el humano hubiese cambiado mucho. Hasta Asher admitía que podía ser extremadamente testarudo. "Lo suficiente como para mover una tonelada de piedra solo para demostrar algo", según había dicho. Pero hasta el momento, no había dicho nada. Eltrant estaba tenso. Pero aquello era relativamente bueno. Se había corregido a si mismo, y estaba intentando evitar molestar al felino. Aquello tenía que concederselo.
Pero en aquel momento, resultaba casi divertido. Quería ver hasta donde llegaba aquello. Por petición de Asher, estaba dispuesto a ser paciente, y no le estaba costando mucho. Además, Eltrant había demostrado que podía confiar en él. Se sentía distinto respecto a cuando fueron por el arenal. Al cabo de un rato, el silencio fue suficiente como para que el gato pudiese concentrarse de pleno en su tarea. Tenían tres sitios remotos conocidos por el posadero, pero era mejor no limitarse a ellos.
Lamentablemente, el camino era demasiado transitado. Tenía que probar con el bosque. Seguir las huellas. Buscar zonas con plantas más hundidas de lo normal. Un ser tan pesado dejaba un buen rastro por donde pasaba. Pero finalmente, Eltrant rompió el silencio con una pregunta. El gato sacó un pequeño símbolo de madera de su bolsillo y se lo mostró a su acompañante.
-Es el símbolo del Constructor. El Guía de los humanos.- explicó simplemente. -Pero no está terminado. Me falta mucho por pulir.-
Syl miró al cielo. Llevaban un buen rato caminando, pero aún no habían encontrado nada. El sol era suave y agradable. Syl se acercó a un árbol y se sentó a su base.
-Descansemos un minuto.- dijo. No quería admitirlo, pero le faltaban horas de sueño. -No te preocupes tanto, Tale.- suspiró. Estaba cansado de ser conflictivo. Sabía que las intenciones que tenía eran buenas. Era una buena persona, después de todo. Una que, milagrosamente, seguía viva. -Un huerto... no te imaginaba como un granjero.- musitó.
Tal vez hubiese sido demasiado duro en su momento. O tal vez confiase en él por proximidad a Asher. De cualquier forma, se merecía aquel respiro.
-¿Por qué vas siempre con Lyn?- preguntó el gato. -Parece preocuparse por ti. ¿Sois familia?- inquirió, atento a su respuesta. Un pensamiento cruzó por su cabeza, pero esperó a que el humano terminase de responder.
-Asher y yo somos pareja.- confesó. -De forma romántica. Le amo, y el me ama.- ¿Por qué acababa de decirle eso? Tendría que haberle preguntado al perro primero. Syl suspiró, llevandose las manos a la cara. Pero no debía arrepentirse. -Tal vez te suene raro, pero... me hace feliz. Y a él también.-
-Tú...- dije, estupefacto. Era la primera vez que alguien me reconocía de esa manera. En principio, porque siempre había usado otro nombre. A ella le había dicho el mio. -Oh, espíritus.-
-¿Verdad? Te vi con un grupo y pensé "No puede ser." ¡No te recordaba tan grande!- dijo, vivaracha. -Pero yo también he crecido mucho.- sonrió. Parecía muy satisfecha por el encuentro. Aún me costaba creerlo. -¡Que chica tan guapa! ¿Es tu hija?-
-¿Qué? ¡No!- exclamé. ¿Como podía...? Ugh. -Escucha...-
-¿Te acuerdas de lo que me dijiste?- dijo, interrumpiendome con un gesto de su mano. -"Hazte fuerte. Lo suficientemente fuerte como para no necesitar la ayuda de nadie."- Me mordí el labio, avergonzado al momento. ¿Por qué se me había ocurrido que aquello sonaba bien? -¡Pues lo he hecho! Ahora soy una aventurera.
Gruñí, molesto. ¿Mi estúpido consejo le había llevado a aquello? Necesitaba más horas de sueño para lidiar con aquello.
Tal vez fuese por su actitud o apariencia inocente, pero sospechaba que la idea de matar a alguien no le atraía demasiado. Intenté recordarme a mi mismo que era mucho más mayor de lo que parecía: debía haber estado viva durante más tiempo que yo. Probablemente tenía tres veces mi edad. Pero eso no significaba que estuviese cómoda con historias de muerte. Rakfyr era mayor, por ejemplo, pero también tenía mucha empatía.
Así que repasé mentalmente. Debía tener algunas que no incluyesen demasiada muerte, o en las que pudiese obviar los detalles más viscerales. No tardó en volver, interrumpiendo mis pensamientos y dejando una generosa cantidad de comida sobre un plato, que empecé a devorar con ganas.
-¿El alcohol te hace algo?- pregunté. -Es decir... sé que puedes comer, incluso si no te hace falta, pero no sé si te afecta en absoluto. Yo no bebo. En teoría debería poder beber bastante antes de caer... Al parecer algunos hombres bestia son más resistentes. Como con enfermedades. Como con la plaga- comenté, encogiendome de hombros. Recorde esas semanas. Aquella etapa en la que creía que iba a morir, como habían muerto tantos otros.
-Fue horrible. He olvidado muchas de las cosas de esas semanas... por la fiebre, entre otras cosas.- confesé. También había sido una época en la que recordé mi pasado. Historias, como las que parecían gustarle a Lyn. Cosas que me hicieron ser quien era. -Pero bueno. Ya lo tengo superado. No... estoy seguro de como sobreviví. Tal vez los Guías me ayudaron de alguna forma... es lo que cree Syl, al menos.-
Me corté. Aquel era una linea de conversación que prefería evitar. El motivo por el que Syl desconfiaba de los vampiros. En su lugar, me decidí por contarle una historia. Una que, probablemente, Eltrant no había contado.
-¿Sabes como conocí al Mortal?- pregunté. -Es una historia graciosa. Fue el día que me sacaron de prisión... oh, tengo que contarte como me atraparon.- me froté el mentón. Tenía que organizar mis pensamientos. -Todo empezó cuando me llevaron a un juicio. Mi juicio. Iban a juzgarme por todos mis crímenes contra la corona... bueno, no, solo contra los que sabían que había cometido.- sonreí. La parte con los nobles era uno de los momentos en los que más orgulloso había estado.
[. . .]
Unos golpes en la puerta me interrumpieron. Justo cuando llegaba a la parte en la que golpeaba a Eltrant en la cara. Lentamente, la puerta se abrió, revelando una figura felina. Una mujer tigre, algo más baja que Syl. Entró en la habitación discretamente, clavando su mirada en mi.
-Disculpa... ¿eres Asher?- abrí los ojos, sorprendido. ¿Un intento de asesinato, o algo así? No tenía ni idea de donde estaba Brillo, pero estaba seguro de que... -Perdona, no quería asustarte. Mi nombre es Tahira.- La mujer hablaba con un acento curioso. Había algo familiar en ella. -Me salvaste hace mucho tiempo, en un barco... esta es tu espada.- dijo, sacando aquel trozo de metal con el que era horriblemente familiar y depositandolo sobre la cama. -Ha pasado mucho tiempo.-
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Aquello era curioso.
Syl no tenía muchas esperanzas puestas en que el humano hubiese cambiado mucho. Hasta Asher admitía que podía ser extremadamente testarudo. "Lo suficiente como para mover una tonelada de piedra solo para demostrar algo", según había dicho. Pero hasta el momento, no había dicho nada. Eltrant estaba tenso. Pero aquello era relativamente bueno. Se había corregido a si mismo, y estaba intentando evitar molestar al felino. Aquello tenía que concederselo.
Pero en aquel momento, resultaba casi divertido. Quería ver hasta donde llegaba aquello. Por petición de Asher, estaba dispuesto a ser paciente, y no le estaba costando mucho. Además, Eltrant había demostrado que podía confiar en él. Se sentía distinto respecto a cuando fueron por el arenal. Al cabo de un rato, el silencio fue suficiente como para que el gato pudiese concentrarse de pleno en su tarea. Tenían tres sitios remotos conocidos por el posadero, pero era mejor no limitarse a ellos.
Lamentablemente, el camino era demasiado transitado. Tenía que probar con el bosque. Seguir las huellas. Buscar zonas con plantas más hundidas de lo normal. Un ser tan pesado dejaba un buen rastro por donde pasaba. Pero finalmente, Eltrant rompió el silencio con una pregunta. El gato sacó un pequeño símbolo de madera de su bolsillo y se lo mostró a su acompañante.
-Es el símbolo del Constructor. El Guía de los humanos.- explicó simplemente. -Pero no está terminado. Me falta mucho por pulir.-
Syl miró al cielo. Llevaban un buen rato caminando, pero aún no habían encontrado nada. El sol era suave y agradable. Syl se acercó a un árbol y se sentó a su base.
-Descansemos un minuto.- dijo. No quería admitirlo, pero le faltaban horas de sueño. -No te preocupes tanto, Tale.- suspiró. Estaba cansado de ser conflictivo. Sabía que las intenciones que tenía eran buenas. Era una buena persona, después de todo. Una que, milagrosamente, seguía viva. -Un huerto... no te imaginaba como un granjero.- musitó.
Tal vez hubiese sido demasiado duro en su momento. O tal vez confiase en él por proximidad a Asher. De cualquier forma, se merecía aquel respiro.
-¿Por qué vas siempre con Lyn?- preguntó el gato. -Parece preocuparse por ti. ¿Sois familia?- inquirió, atento a su respuesta. Un pensamiento cruzó por su cabeza, pero esperó a que el humano terminase de responder.
-Asher y yo somos pareja.- confesó. -De forma romántica. Le amo, y el me ama.- ¿Por qué acababa de decirle eso? Tendría que haberle preguntado al perro primero. Syl suspiró, llevandose las manos a la cara. Pero no debía arrepentirse. -Tal vez te suene raro, pero... me hace feliz. Y a él también.-
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-Tú...- dije, estupefacto. Era la primera vez que alguien me reconocía de esa manera. En principio, porque siempre había usado otro nombre. A ella le había dicho el mio. -Oh, espíritus.-
-¿Verdad? Te vi con un grupo y pensé "No puede ser." ¡No te recordaba tan grande!- dijo, vivaracha. -Pero yo también he crecido mucho.- sonrió. Parecía muy satisfecha por el encuentro. Aún me costaba creerlo. -¡Que chica tan guapa! ¿Es tu hija?-
-¿Qué? ¡No!- exclamé. ¿Como podía...? Ugh. -Escucha...-
-¿Te acuerdas de lo que me dijiste?- dijo, interrumpiendome con un gesto de su mano. -"Hazte fuerte. Lo suficientemente fuerte como para no necesitar la ayuda de nadie."- Me mordí el labio, avergonzado al momento. ¿Por qué se me había ocurrido que aquello sonaba bien? -¡Pues lo he hecho! Ahora soy una aventurera.
Gruñí, molesto. ¿Mi estúpido consejo le había llevado a aquello? Necesitaba más horas de sueño para lidiar con aquello.
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
No necesitó demasiado para relajarse, el simple hecho de que Syl se mostrase algo más conciliador que de costumbre le bastó. Quizás, después de todo, simplemente estaba pensando demasiado todo.
Asintió con una sonrisa al ver la figura de madera que el gato le mostró cuando le preguntó acerca de su nueva afición. El guía de los humanos había dicho que simbolizaba. Ya le había oído hablar de aquello, a él y a Rakfyr en concreto, lo cierto es que era una creencia interesante, si tenía la oportunidad de hacerlo le preguntaría más cosas acerca de ello.
Estirando de nuevo el brazo que, supuestamente, debería seguir teniendo herido, se sentó en una piedra frente al gato al mismo tiempo que dejaba escapar un bostezo.
Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro cuando Syl mencionó que no le imaginaba como un granjero, así como también le dijo que no se preocupase demasiado.
¿Tan evidente era cuando algo pasaba por su cabeza?
Suspiró levemente y se pasó la mano por la barba.
- Sí… - Se acomodó como buenamente pudo en la piedra. – Me lo dicen bastante. – Aseveró sin dejar de sonreír. – Pero me viene de familia, supongo. – dijo encogiéndose de hombros. – Es... no sé. – Se le escapó una carcajada – Me relaja. – Sentenció al final, cruzándose de brazo al mismo tiempo que cerraba los ojos.
Volvió a abrirlos cuando Syl, a continuación, se interesó por su relación con Lyn. Enarcó una ceja, si había algo que no había anticipado al quedarse a solas con Syl, había sido aquello.
Se pensó la respuesta durante unos segundos, buscando la manera más apropiada de explicar al gato la relación que tenía con la vampiresa. Pero incluso a él se le antojaba algo extraña.
- No, no. – dijo riendo. – No somos familia. – Negó con la cabeza. - La conocí cuando… - Rememoró por unos instantes la noche en la que la vampiresa se presentó en su cabaña seguida de cerca por dos de aquellos cazadores de vampiros que, de momento, no había conseguido averiguar de dónde habían salido. Ni Huracán sabía nada de ellos. – La estaban persiguiendo y… - sonrió. – Como siempre, me metí en medio. – Suspiró y, sin decir nada más se llevó una de las manos hasta la nuca. – Puede que… parezca cargante y mandona. Una metomentodo sin solución. – dijo riendo por lo bajo - Pero la… aprecio mucho. – dijo al final, tras incorporarse levemente en su asiento, clavando los ojos en sus grebas – La gente tiende a… - Respiró hondo, negó con la cabeza. – …juzgarla. – dijo con simpleza, abriendo y cerrando la mano en la que tenía el guantelete mágico, dónde aún tenía el vestigio de la maldición de Hartem. – Pero ella siempre sonríe. Siempre. – dijo al final. – Es mucho más fuerte que yo. – agregó.
Se quedó unos segundos en silencio, mirando fijamente su mano izquierda. ¿Habría cambiado algo si hubiese encarado directamente a Hartem? ¿Qué habría sido de las personas congeladas para siempre en oro en Isla Tortuga? Prometió a aquel extraño hombre que volvería, pero cada vez parecía un viaje más y más distante.
Sacudió la cabeza y volvió a sonreír a Syl.
- Sigue siendo una escritora horrible, eso sí. - Se detuvo unos instantes - Bueno... quizás no sea tan mala... pero no se lo digas. – dijo al final a la vez que volvía a mostrarse de buen humor, tratando de encauzar de nuevo la conversación hacía dónde Syl la había dirigido en un principio.
El gato se mostró tan indescifrable como de costumbre, pero Eltrant supuso que como de costumbre, estaría analizando lo que acababa de escuchar.
En cualquier caso, Syl no tardó en desvelarle a Eltrant otra cosa. Aquel día estaba siendo uno de sorpresas. Al parecer Asher y él eran pareja. Pareja sentimental.
- Oh… - Fue lo primero que dijo el castaño cuando Syl dejó de hablar. – ¡Oh! – Dijo a continuación, cuando comprendió, entonces, todo lo que ambos decían el uno del otro cuando hablaban con él, cuando entendió las miradas y la forma en la que se relacionaban.
Asher, el lobo solitario, el mercenario sarcástico conocido como Wernack había conseguido, en primer lugar, una familia y, en segundo lugar, alguien a quien amar, alguien que le hacía feliz. No podía sino alegrarse por él.
– ¡Eso es estupendo! – dijo levantándose, dándole un manotazo amistoso al gato en la espalda, dejando escapar una carcajada. Si aquello le incomodaba, tenía que haberlo pensando bien antes de haberle dicho que no se preocupase acerca de su actitud – Hacéis una buena pareja. – Añadió enseguida, bajando ambos brazos hasta la cintura, a la vez que asentía para si. – Y no suena para nada raro. – dijo sonriendo, viendo, por la forma en la que el gato se llevaba la mano hasta la cara, que aquella revelación era bastante más importante para él delo que podía parecer a simple vista. – Quiero decir, si os hacéis felices el uno al otro… ¿Para qué vais a necesitar nada más? – Preguntó, siempre de buen humor. – Al final... – Respiró hondo. – Todo lo que necesitamos es alguien que nos haga feliz. ¿No? – La conversación que había tenido con él en el desierto cobraba muchos matices entonces, muchísimos, sonrió levemente al recordarla.
- ¿Seguimos? – Preguntó, volviendo a estirar el brazo izquierdo por encima de su cabeza. – Ya no me duele… - Murmuró bajándolo, mirándose la palma de la mano. ¿Aquello era normal? Se encogió de hombros y volvió a girarse hacía Syl.
- Estoy justo detrás de ti. – dijo mientras comenzaba a caminar. - ¿Te… importaría explicarme algo acerca de los guías? – Preguntó tan pronto como recobraron el trayecto. – Os he escuchado hablar varias veces de ellos y… lo cierto es que tengo algo de curiosidad. – dijo.
Se sentó en la cama a pocos metros de Asher y, mientras el lobo comenzaba a devorar la comida que había en su plato, Lyn se encargó de, con uno de sus colmillos, descorchar la botella de vino que llevaba con ella.
- ¿Vef? – Dijo con el corcho aun en la boca. - ¡Es máf útil de lo que parefe! – Exclamó instantes antes de escupir el corcho a un lado y de servirse el líquido carmesí en una copa.
Concretamente, en la copa más amplia que tenía el posadero.
Olisqueó un poco el contenido de su vaso, aparentando entender un mínimo de líquido que estaba a punto de beberse y sonrió cuando Asher le preguntó si los vampiros aguantaban mejor el alcohol de las demás razas, también mencionó el haber estado enfermo con la plaga, lo sabía, Eltrant se lo había comentado por encima.
Después de todo lo que habían visto, era una suerte que el lobo estuviese allí después de haberse contagiado. Comprendía la preocupación de Eltrant al respecto.
- Nos hace… - Frunció levemente el ceño. – Algo de efecto. – dijo con una sonrisa, agitando el contenido de su copa con suavidad. - ¡Capacidades sobrehumanas! – Exclamó extendiendo los brazos. – …Y todo eso. – Añadió en voz algo más baja, jugueteando con su flequillo. – A nosotros nos afectan los venenos y tal, como a todos… aunque en menor medida. El alcohol es… ¿Una variante de veneno? – dijo asistiendo, con suavidad, ante su explicación. – También tengo más fuerza física que un… humano de mi tamaño, supongo. – Sonrió - ¡Pero me derrito si me da el sol! – dijo de forma dramática, llevándose una mano hasta la cara y tumbándose en la cama de la misma forma que había hecho frente a Eltrant tantas veces, derramó un poco de vino en el suelo en el proceso. - ¡Yo te maldigo, absurda bola de fuego! – Agitó el puño levemente y volvió a girarse hacía Asher, riéndose.
Dicho esto, volvió a dejar que Asher continuase explicando lo que vivió cuando era presa de la enfermedad, o que lo resumiese ya que, en realidad, no habló demasiado acerca del tema, solo que lo paso muy mal y que, de alguna forma, consiguió sobrevivir a ella.
- El Mortal me ha dicho que… - se le escapó una risita - …principalmente, sobreviviste porque eres demasiado terco como para dejar que algo te mate – dijo volviendo a sentarse sobre la cama cruzando ambas piernas. – Y coincido con él. Ciertamente, Lord Asher. – dijo levantando la copa a la que, después de eso, le dio un largo trago. – Es usted todo un caso. – dijo a continuación, siempre con aquel acento exagerado.
Terminada aquella primera conversación el lobo, tras preguntarle a Lyn si esta conocía como él y Eltrant se conocieron, comenzó a contarle dicha historia a la vampiresa; La cual apenas perdió un segundo en sacar un ajado papel y un trozo de carbón de su bolsa de viaje, la cual descansaba a los pies de la cama, junto al equipo de Asher.
- ¡Quiero saberlo todo! – dijo de buen humor. - ¡Todo!
Justo cuando la historia parecía que iba a llegar a su punto álgido, alguien llamó a la puerta.
La tigresa que se adentró en la habitación no esperó siquiera a que alguno de los presentes diese el visto bueno para que lo hiciese, cosa que, por la expresión que dibujó Asher en su rostro, le pilló desprevenido.
Lyn, de forma disimulada, hizo que algunas de las sombras de la habitación se deslizasen por la zona, pero, en cuanto la muchacha afirmó conocer a Asher se relajó, la tigresa aseguró que el lobo, años atrás, le había salvado la vida en un barco y que, también, le había entregado una espada.
Una que, ahora, la felina que decía llamarse Tahira tenía entre las manos.
La cara de incredulidad se negaba a desaparecer del rostro de Asher. Lyn volvió a cruzarse de piernas, siempre sentada sobre la cama y continuó en silencio, al menos hasta que Tahira mencionó que la vampiresa era una “chica muy guapa”.
- Tiene buen gusto. – dijo asintiendo, girándose levemente hacía Asher, el cual no tardó apenas nada en negar a la tigresa que Lyn y él fuesen parientes. Enarcó una ceja ante las siguientes palabras de la mujer, aquellas frases que Asher le había dicho cuando la rescató hacía tiempo y que, de algún modo, la habían llevado a consentirse en aventurera.
La cara del lobo era todo un poema, cada palabra que salía de la boca de Tahira parecía confundir más y más al líder de los Nómadas.
- ¡Bien! ¡Vale! – Dijo Lyn cortando momentáneamente la conversación – Aventurera y tal. Ahora seguimos con el reencuentro. – Se giró hacía Asher. – Dime que le diste un puñetazo al Mortal. – dijo alzando el papel, dispuesto a escribir “Recibió un puñetazo” junto a “El muy bruto movió un pedrusco enorme”.
Pero, aunque Asher contestase, sabía que la presencia de la tigresa allí cambiaba las circunstancias en las que se encontraban. Suspiró levemente y estudió la expresión del can durante unos instantes, no parecía… conforme con la idea de que Tahira fuese una aventurera.
- ¿Qué clases de aventuras… haces? – preguntó entonces moviéndose un poco y sentándose al pie de la cama. No estaba segura de que aquella muchacha hubiese comprendido realmente el significado de lo que le dijo Asher, al menos no por la expresión que este tenía.
Asintió con una sonrisa al ver la figura de madera que el gato le mostró cuando le preguntó acerca de su nueva afición. El guía de los humanos había dicho que simbolizaba. Ya le había oído hablar de aquello, a él y a Rakfyr en concreto, lo cierto es que era una creencia interesante, si tenía la oportunidad de hacerlo le preguntaría más cosas acerca de ello.
Estirando de nuevo el brazo que, supuestamente, debería seguir teniendo herido, se sentó en una piedra frente al gato al mismo tiempo que dejaba escapar un bostezo.
Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro cuando Syl mencionó que no le imaginaba como un granjero, así como también le dijo que no se preocupase demasiado.
¿Tan evidente era cuando algo pasaba por su cabeza?
Suspiró levemente y se pasó la mano por la barba.
- Sí… - Se acomodó como buenamente pudo en la piedra. – Me lo dicen bastante. – Aseveró sin dejar de sonreír. – Pero me viene de familia, supongo. – dijo encogiéndose de hombros. – Es... no sé. – Se le escapó una carcajada – Me relaja. – Sentenció al final, cruzándose de brazo al mismo tiempo que cerraba los ojos.
Volvió a abrirlos cuando Syl, a continuación, se interesó por su relación con Lyn. Enarcó una ceja, si había algo que no había anticipado al quedarse a solas con Syl, había sido aquello.
Se pensó la respuesta durante unos segundos, buscando la manera más apropiada de explicar al gato la relación que tenía con la vampiresa. Pero incluso a él se le antojaba algo extraña.
- No, no. – dijo riendo. – No somos familia. – Negó con la cabeza. - La conocí cuando… - Rememoró por unos instantes la noche en la que la vampiresa se presentó en su cabaña seguida de cerca por dos de aquellos cazadores de vampiros que, de momento, no había conseguido averiguar de dónde habían salido. Ni Huracán sabía nada de ellos. – La estaban persiguiendo y… - sonrió. – Como siempre, me metí en medio. – Suspiró y, sin decir nada más se llevó una de las manos hasta la nuca. – Puede que… parezca cargante y mandona. Una metomentodo sin solución. – dijo riendo por lo bajo - Pero la… aprecio mucho. – dijo al final, tras incorporarse levemente en su asiento, clavando los ojos en sus grebas – La gente tiende a… - Respiró hondo, negó con la cabeza. – …juzgarla. – dijo con simpleza, abriendo y cerrando la mano en la que tenía el guantelete mágico, dónde aún tenía el vestigio de la maldición de Hartem. – Pero ella siempre sonríe. Siempre. – dijo al final. – Es mucho más fuerte que yo. – agregó.
Se quedó unos segundos en silencio, mirando fijamente su mano izquierda. ¿Habría cambiado algo si hubiese encarado directamente a Hartem? ¿Qué habría sido de las personas congeladas para siempre en oro en Isla Tortuga? Prometió a aquel extraño hombre que volvería, pero cada vez parecía un viaje más y más distante.
Sacudió la cabeza y volvió a sonreír a Syl.
- Sigue siendo una escritora horrible, eso sí. - Se detuvo unos instantes - Bueno... quizás no sea tan mala... pero no se lo digas. – dijo al final a la vez que volvía a mostrarse de buen humor, tratando de encauzar de nuevo la conversación hacía dónde Syl la había dirigido en un principio.
El gato se mostró tan indescifrable como de costumbre, pero Eltrant supuso que como de costumbre, estaría analizando lo que acababa de escuchar.
En cualquier caso, Syl no tardó en desvelarle a Eltrant otra cosa. Aquel día estaba siendo uno de sorpresas. Al parecer Asher y él eran pareja. Pareja sentimental.
- Oh… - Fue lo primero que dijo el castaño cuando Syl dejó de hablar. – ¡Oh! – Dijo a continuación, cuando comprendió, entonces, todo lo que ambos decían el uno del otro cuando hablaban con él, cuando entendió las miradas y la forma en la que se relacionaban.
Asher, el lobo solitario, el mercenario sarcástico conocido como Wernack había conseguido, en primer lugar, una familia y, en segundo lugar, alguien a quien amar, alguien que le hacía feliz. No podía sino alegrarse por él.
– ¡Eso es estupendo! – dijo levantándose, dándole un manotazo amistoso al gato en la espalda, dejando escapar una carcajada. Si aquello le incomodaba, tenía que haberlo pensando bien antes de haberle dicho que no se preocupase acerca de su actitud – Hacéis una buena pareja. – Añadió enseguida, bajando ambos brazos hasta la cintura, a la vez que asentía para si. – Y no suena para nada raro. – dijo sonriendo, viendo, por la forma en la que el gato se llevaba la mano hasta la cara, que aquella revelación era bastante más importante para él delo que podía parecer a simple vista. – Quiero decir, si os hacéis felices el uno al otro… ¿Para qué vais a necesitar nada más? – Preguntó, siempre de buen humor. – Al final... – Respiró hondo. – Todo lo que necesitamos es alguien que nos haga feliz. ¿No? – La conversación que había tenido con él en el desierto cobraba muchos matices entonces, muchísimos, sonrió levemente al recordarla.
- ¿Seguimos? – Preguntó, volviendo a estirar el brazo izquierdo por encima de su cabeza. – Ya no me duele… - Murmuró bajándolo, mirándose la palma de la mano. ¿Aquello era normal? Se encogió de hombros y volvió a girarse hacía Syl.
- Estoy justo detrás de ti. – dijo mientras comenzaba a caminar. - ¿Te… importaría explicarme algo acerca de los guías? – Preguntó tan pronto como recobraron el trayecto. – Os he escuchado hablar varias veces de ellos y… lo cierto es que tengo algo de curiosidad. – dijo.
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Se sentó en la cama a pocos metros de Asher y, mientras el lobo comenzaba a devorar la comida que había en su plato, Lyn se encargó de, con uno de sus colmillos, descorchar la botella de vino que llevaba con ella.
- ¿Vef? – Dijo con el corcho aun en la boca. - ¡Es máf útil de lo que parefe! – Exclamó instantes antes de escupir el corcho a un lado y de servirse el líquido carmesí en una copa.
Concretamente, en la copa más amplia que tenía el posadero.
Olisqueó un poco el contenido de su vaso, aparentando entender un mínimo de líquido que estaba a punto de beberse y sonrió cuando Asher le preguntó si los vampiros aguantaban mejor el alcohol de las demás razas, también mencionó el haber estado enfermo con la plaga, lo sabía, Eltrant se lo había comentado por encima.
Después de todo lo que habían visto, era una suerte que el lobo estuviese allí después de haberse contagiado. Comprendía la preocupación de Eltrant al respecto.
- Nos hace… - Frunció levemente el ceño. – Algo de efecto. – dijo con una sonrisa, agitando el contenido de su copa con suavidad. - ¡Capacidades sobrehumanas! – Exclamó extendiendo los brazos. – …Y todo eso. – Añadió en voz algo más baja, jugueteando con su flequillo. – A nosotros nos afectan los venenos y tal, como a todos… aunque en menor medida. El alcohol es… ¿Una variante de veneno? – dijo asistiendo, con suavidad, ante su explicación. – También tengo más fuerza física que un… humano de mi tamaño, supongo. – Sonrió - ¡Pero me derrito si me da el sol! – dijo de forma dramática, llevándose una mano hasta la cara y tumbándose en la cama de la misma forma que había hecho frente a Eltrant tantas veces, derramó un poco de vino en el suelo en el proceso. - ¡Yo te maldigo, absurda bola de fuego! – Agitó el puño levemente y volvió a girarse hacía Asher, riéndose.
Dicho esto, volvió a dejar que Asher continuase explicando lo que vivió cuando era presa de la enfermedad, o que lo resumiese ya que, en realidad, no habló demasiado acerca del tema, solo que lo paso muy mal y que, de alguna forma, consiguió sobrevivir a ella.
- El Mortal me ha dicho que… - se le escapó una risita - …principalmente, sobreviviste porque eres demasiado terco como para dejar que algo te mate – dijo volviendo a sentarse sobre la cama cruzando ambas piernas. – Y coincido con él. Ciertamente, Lord Asher. – dijo levantando la copa a la que, después de eso, le dio un largo trago. – Es usted todo un caso. – dijo a continuación, siempre con aquel acento exagerado.
Terminada aquella primera conversación el lobo, tras preguntarle a Lyn si esta conocía como él y Eltrant se conocieron, comenzó a contarle dicha historia a la vampiresa; La cual apenas perdió un segundo en sacar un ajado papel y un trozo de carbón de su bolsa de viaje, la cual descansaba a los pies de la cama, junto al equipo de Asher.
- ¡Quiero saberlo todo! – dijo de buen humor. - ¡Todo!
[…]
Justo cuando la historia parecía que iba a llegar a su punto álgido, alguien llamó a la puerta.
La tigresa que se adentró en la habitación no esperó siquiera a que alguno de los presentes diese el visto bueno para que lo hiciese, cosa que, por la expresión que dibujó Asher en su rostro, le pilló desprevenido.
Lyn, de forma disimulada, hizo que algunas de las sombras de la habitación se deslizasen por la zona, pero, en cuanto la muchacha afirmó conocer a Asher se relajó, la tigresa aseguró que el lobo, años atrás, le había salvado la vida en un barco y que, también, le había entregado una espada.
Una que, ahora, la felina que decía llamarse Tahira tenía entre las manos.
La cara de incredulidad se negaba a desaparecer del rostro de Asher. Lyn volvió a cruzarse de piernas, siempre sentada sobre la cama y continuó en silencio, al menos hasta que Tahira mencionó que la vampiresa era una “chica muy guapa”.
- Tiene buen gusto. – dijo asintiendo, girándose levemente hacía Asher, el cual no tardó apenas nada en negar a la tigresa que Lyn y él fuesen parientes. Enarcó una ceja ante las siguientes palabras de la mujer, aquellas frases que Asher le había dicho cuando la rescató hacía tiempo y que, de algún modo, la habían llevado a consentirse en aventurera.
La cara del lobo era todo un poema, cada palabra que salía de la boca de Tahira parecía confundir más y más al líder de los Nómadas.
- ¡Bien! ¡Vale! – Dijo Lyn cortando momentáneamente la conversación – Aventurera y tal. Ahora seguimos con el reencuentro. – Se giró hacía Asher. – Dime que le diste un puñetazo al Mortal. – dijo alzando el papel, dispuesto a escribir “Recibió un puñetazo” junto a “El muy bruto movió un pedrusco enorme”.
Pero, aunque Asher contestase, sabía que la presencia de la tigresa allí cambiaba las circunstancias en las que se encontraban. Suspiró levemente y estudió la expresión del can durante unos instantes, no parecía… conforme con la idea de que Tahira fuese una aventurera.
- ¿Qué clases de aventuras… haces? – preguntó entonces moviéndose un poco y sentándose al pie de la cama. No estaba segura de que aquella muchacha hubiese comprendido realmente el significado de lo que le dijo Asher, al menos no por la expresión que este tenía.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Me rasqué la frente, pensando bien en que hacer. Por fortuna, Lyn me estaba dando el tiempo que necesitaba: ante la más mínima pregunta de la vampiresa, la mujer tigre ensanchó su sonrisa y comenzó a hablar.
-¡Oh! Pues... lo típico. Proteger mercaderes, cazar monstruos... una vez hice una expedición a una mina abandonada. ¡Estaba llena de personas araña!- aseguró, siguiendo las palabras con un escalofrío asqueado. La chica se sentó alegremente sobre la cama. Fruncí el ceño, hasta que se dio cuenta y se levantó de un salto. -Ups. Perdona. No sé lo que hago cuando me emociono...-
Tenía que asumir las consecuencias de mis actos. Aquello era un problema que yo mismo había causado. Normalmente me reiría y lo dejaría estar. Pero entonces demostraría no haber crecido en absoluto. El motivo de aquello, de que me adentrase en una expedición hacia mi antiguo hogar, era que sí había cambiado. Que entendía mejor lo que me rodeaba. Que podía hacer más.
Gruñí y me deshice de la manta, levantándome lentamente con un quejido. No dolía demasiado, pero tenía la sensación de que si me erguía un poco más, me arrepentiría al instante.
-Tahira...- musité, apoyándome en la pared con el brazo. -Búscate otro trabajo.-
-¿Q-qué?- preguntó, incrédula. Los ojos de la tigresa se abrieron, sorprendidos. Casi parecía que le hubiese dado una bofetada. -¿Por qué dices eso?-
-No es una vida que quieras tener.- dije con frialdad. Miré al suelo. Aquella situación era difícil. Éramos prácticamente desconocidos, pero por algún motivo, parecía mostrar cierta... ¿admiración?
Esbocé una mueca. No era la clase de persona que debiese ser tomada como ejemplo. Hasta yo mismo podía verlo.
-¡Sí que lo es! ¡Es emocionante, y paga bien!- aseguró. -Es mejor que cualquier otra cosa, de todas formas.- continuó, resoplando y apartándose una trenza de pelo de la cara. -Me va bien. Hasta he ganado suficiente para comprarme una armadura.-
Suspiré, observándola con severidad. Si podía conseguir que me hiciese un mínimo de caso y se buscase algo seguro... tal vez podría convencerla de alguna forma. Miré a Lyn, casi suplicándole que me ayudase con la mirada.
-Ser "aventurero" es el motivo por el que me hayan roto las costillas.- dije, rozándome el costado. Bajo las vendas, debía tener aquella repulsiva pasta verde* que había comprado Syl. Por supuesto, ni el estar inconsciente me libraría de ella. -No es algo para cualquiera, y mucho menos algo que recomendaría. Haces mejor si lo dejas antes de que...-
-¿De que salga herida?- me cortó, poniendose a la defensiva. -Por favor. No soy ninguna niña. Soy más fuerte de lo que crees... aún no me has visto. Además, no estoy sola.-
-...antes de que te manches las manos de sangre.- murmuré. ¿Por qué me importaba tanto aquello? Esa misma pregunta me había llevado hasta esa situación. ¿Por qué le había salvado en su momento? Ni siquiera en su momento había estado seguro. Esa sensación había sido lo suficientemente fuerte como para traicionar y matar a un hombre que, hasta entonces, admiraba. Cerré los ojos. Eltrant Tale nunca tenía motivos para ayudar. No los necesitaba.
¿Los necesitaba yo?
-Muy bien. Demuestramelo. ¿A quien tienes?- pregunté, cruzándome de hombros. Una sonrisa volvió a relucir en el rostro de la tigresa, esta vez determinada.
-Está abajo. Ven, te lo presentaré.- dijo, dirigiéndose a la puerta. Sin embargo, me dedicó una mirada de arriba a abajo antes de salir. -Aunque... igual debería dejarte descansar... si puedes, baja antes de que anochezca. Ya verás.- dijo, cerrando la puerta tras de sí.
Dejé escapar una larga exhalación y me senté con cuidado sobre una silla. ¿Que acababa de hacer? Hundí mi rostro entre mis garras. Debía haber una forma de arreglarlo. Miré a la vampiresa.
-¿Algún consejo, Lyn?- pregunté. Ella era la de cien años, después de todo. Y la más cercana a un héroe idiota. Estaba seguro de que podía haberse visto en una situación similar. -Si no hago nada... esa chica va a acabar muerta.- suspiré.
Tras hablar con Lyn, inspeccioné las vendas y tanteé los huesos. Si presionaba, aún podía notar un dolor agudo, pero no me dolía al moverme mientras no fuese demasiado repentino. Esos elfos si que eran útiles, después de todo. Aquel tiempo fue suficiente para despejarme bien y aclarar mis ideas. No iba a estar nervioso o pensar demasiado en ello. Sólo tenía que hacer las cosas bien.
Bajé lentamente las escaleras, acompañado por la vampiresa. Afortunadamente, nadie había abierto ninguna ventana: la verdad es que el ambiente de las velas y el fuego le daba un ambiente cómodo a la taberna. A pesar del horrendo nombre.
La mujer tigre estaba sentada, charlando tranquilamente con otra figura. Un hombre león, de melena y pelaje algo más cortos de lo normal. (¿Cuantos felinos podía encontrarme en una sola taberna? ). Parecía tener cara de pocos amigos... Claro que estaba demasiado acostumbrado al rostro permanentemente serio de Syl como para juzgar por eso. Sin embargo, era de complexión grande y fuerte, llegando más o menos a mi misma altura. El león me miró, sin decir nada, y Tahira se percató de mi presencia.
-¡Asher! ¡Y...! Disculpa, no sé tu nombre.- dijo, dirigiéndose hacia Lyn. La tigresa señaló a las sillas libres con un gesto, invitándonos a tomarlas. Su compañero dio un largo trago a la jarra de cerveza que tenía delante. -Disculpadlo. No es muy hablador. Su nombre es Sylas.
La respuesta de Eltrant hizo que el gato se quedase pensativo. Cargante y metomentodo... en cierta forma, aquello le recordaba a otro miembro de su grupo. Kothán era irritante, sin disciplina alguna y egoista. Le había costado mucho empezar a confiar en él, y aún por entonces no sabía muy bien como tratar con el zorro. No mostraba el mismo aprecio que Tale parecía sentir por su acompañante, pero... si se arriesgaría por él. Había hecho lo mismo, después de todo.
Lo que de verdad sorprendió al felino fue su reacción ante la "noticia." No hizo ninguna de las preguntas que Syl tenía en su cabeza. Aquellas irritantes cuestiones que no le harían si fuese una relación entre un hombre y una mujer. No parecía tenso. Ni incómodo. Y aunque dudó durante unos instantes, la actitud del humano parecía genuina. No era tan buen actor como para no serlo. Syl ladeó la cabeza, curioso. Nada negativo. Nada de lo que se había temido, ni de lo que había experimentado. Como si le hubiera dicho que se había encontrado veinte aeros en el bolsillo.
Ni siquiera había cuestionado nada en absoluto. ¿Era posible que no tuviese curiosidad sobre aquello? O tal vez estuviese siendo educado y respetando su distancia. O prefiriese no saber demasiado al respecto. En cualquier caso, no sería justo pensar mal del humano por aquello. Simplemente, estaba dejando que Asher y él fueran quienes eran.
Tal vez no fuese tan idiota como pensaba en un principio.
Syl asintió ligeramente y se levantó, continuando el trayecto. Sin embargo, la pregunta de Eltrant le impidió concentrarse por completo. Aun así, tenían tiempo, y la oportunidad de que el humano aprendiese algo por voluntad propia era prácticamente irrepetible, así que se detuvo. Tenía que explicarlo bien.
-No son dioses, si es lo que quieres saber. No funcionan igual. La idea de que haya dioses causando cosas como... catástrofes y similares...- negó con la cabeza. Era un tanto absurdo. Había oído las historias sobre los dioses humanos. Demasiado temperamentales. Si de verdad hubiese seres con tanto poder y tan fáciles de provocar, el mundo estaría en caos. -Podrías considerarlo más bien como... una fuerza natural. Como el viento, o las mareas. Existen, siempre han existido y son prácticamente imparables. Pero no tienen una voluntad como tal.- dijo, dudando un poco. Había muchas preguntas que él hacía a menudo. Rakfyr tenía respuestas para todas.
-Pero las mareas no tienen poder fuera del mar. El viento no importa si estás en una cueva. Con los Guías es algo parecido. Su influencia solo rodea a los totems... son algo así como figuras de poder.- continuó, sacando de nuevo el símbolo a medio terminar. -Pero no son mágicos o algo así. No es algo tan sencillo como "tener un totem da suerte."- explicó. Pensó largamente sus próximas palabras. Tenía que quedar claro. -Su poder viene de la gente. Si aceptas que los Guías te pueden ayudar, es más probable que suceda. El totem en sí...- el gato se detuvo. Aquello empezaba a entrar en la parte más complicada. No lo hacía tan bien como un chamán.
Había tantas cosas que decir. Quería decir que un totem por si solo no hacía nada, pero no le gustaba la idea de faltar al respeto a esos símbolos. Eran más bien como herramientas. O como un rastro.
-Imagina que tienes un guardián. Bueno. Primero imagina que eres débil y no te gusta ser apuñalado. Y tienes a alguien que te protege... un guardián. Pero este no te sigue a todas partes: vive en su bosque, va de aquí para allá. Pero siempre deja un rastro. Digamos...- el gato miró a la hierba. Cogió un puñado y la dejó caer ante los ojos de Eltrant. -Que haga la hierba amarilla por donde pisa. Puede que, en tus viajes, tengas que ir con precaución de que alguien te quiera hacer daño. Pero entonces ves una zona de hierba amarilla. Y, en ese momento, te sientes más seguro.- explicó. La unión entre aquellos conceptos podía ser difícil de enlazar. -Esa hierba amarilla sería más o menos como un totem. Un símbolo de que los Guías pueden ayudarte. Por supuesto... la forma en la que actúan es más sutil. Algo así como lo que llamarías "suerte".-
Aquello serviría. Al menos, por el momento. Era más sencillo de explicar si recibia preguntas directas, pero no lo había hecho del todo mal. Pero... había algo que le había parecido extraño. Volvió a agacharse, inspeccionando la hierba que acababa de arrancar.
Era difícil de notar a primera vista. Pero estaba hundida. La zona alrededor estaba algo menos alta que el resto. Y estaba en la forma de una huella.
Era mejor no precipitarse. Era posible que fuese la del mismo troll al que habían matado antes. Pero era mejor que nada. El gato se mantuvo agazapado, intentando ver el rastro.
*Mención a objeto (usado fuera de escena): Pasta Sanadora Superior
-¡Oh! Pues... lo típico. Proteger mercaderes, cazar monstruos... una vez hice una expedición a una mina abandonada. ¡Estaba llena de personas araña!- aseguró, siguiendo las palabras con un escalofrío asqueado. La chica se sentó alegremente sobre la cama. Fruncí el ceño, hasta que se dio cuenta y se levantó de un salto. -Ups. Perdona. No sé lo que hago cuando me emociono...-
Tenía que asumir las consecuencias de mis actos. Aquello era un problema que yo mismo había causado. Normalmente me reiría y lo dejaría estar. Pero entonces demostraría no haber crecido en absoluto. El motivo de aquello, de que me adentrase en una expedición hacia mi antiguo hogar, era que sí había cambiado. Que entendía mejor lo que me rodeaba. Que podía hacer más.
Gruñí y me deshice de la manta, levantándome lentamente con un quejido. No dolía demasiado, pero tenía la sensación de que si me erguía un poco más, me arrepentiría al instante.
-Tahira...- musité, apoyándome en la pared con el brazo. -Búscate otro trabajo.-
-¿Q-qué?- preguntó, incrédula. Los ojos de la tigresa se abrieron, sorprendidos. Casi parecía que le hubiese dado una bofetada. -¿Por qué dices eso?-
-No es una vida que quieras tener.- dije con frialdad. Miré al suelo. Aquella situación era difícil. Éramos prácticamente desconocidos, pero por algún motivo, parecía mostrar cierta... ¿admiración?
Esbocé una mueca. No era la clase de persona que debiese ser tomada como ejemplo. Hasta yo mismo podía verlo.
-¡Sí que lo es! ¡Es emocionante, y paga bien!- aseguró. -Es mejor que cualquier otra cosa, de todas formas.- continuó, resoplando y apartándose una trenza de pelo de la cara. -Me va bien. Hasta he ganado suficiente para comprarme una armadura.-
Suspiré, observándola con severidad. Si podía conseguir que me hiciese un mínimo de caso y se buscase algo seguro... tal vez podría convencerla de alguna forma. Miré a Lyn, casi suplicándole que me ayudase con la mirada.
-Ser "aventurero" es el motivo por el que me hayan roto las costillas.- dije, rozándome el costado. Bajo las vendas, debía tener aquella repulsiva pasta verde* que había comprado Syl. Por supuesto, ni el estar inconsciente me libraría de ella. -No es algo para cualquiera, y mucho menos algo que recomendaría. Haces mejor si lo dejas antes de que...-
-¿De que salga herida?- me cortó, poniendose a la defensiva. -Por favor. No soy ninguna niña. Soy más fuerte de lo que crees... aún no me has visto. Además, no estoy sola.-
-...antes de que te manches las manos de sangre.- murmuré. ¿Por qué me importaba tanto aquello? Esa misma pregunta me había llevado hasta esa situación. ¿Por qué le había salvado en su momento? Ni siquiera en su momento había estado seguro. Esa sensación había sido lo suficientemente fuerte como para traicionar y matar a un hombre que, hasta entonces, admiraba. Cerré los ojos. Eltrant Tale nunca tenía motivos para ayudar. No los necesitaba.
¿Los necesitaba yo?
-Muy bien. Demuestramelo. ¿A quien tienes?- pregunté, cruzándome de hombros. Una sonrisa volvió a relucir en el rostro de la tigresa, esta vez determinada.
-Está abajo. Ven, te lo presentaré.- dijo, dirigiéndose a la puerta. Sin embargo, me dedicó una mirada de arriba a abajo antes de salir. -Aunque... igual debería dejarte descansar... si puedes, baja antes de que anochezca. Ya verás.- dijo, cerrando la puerta tras de sí.
Dejé escapar una larga exhalación y me senté con cuidado sobre una silla. ¿Que acababa de hacer? Hundí mi rostro entre mis garras. Debía haber una forma de arreglarlo. Miré a la vampiresa.
-¿Algún consejo, Lyn?- pregunté. Ella era la de cien años, después de todo. Y la más cercana a un héroe idiota. Estaba seguro de que podía haberse visto en una situación similar. -Si no hago nada... esa chica va a acabar muerta.- suspiré.
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Tras hablar con Lyn, inspeccioné las vendas y tanteé los huesos. Si presionaba, aún podía notar un dolor agudo, pero no me dolía al moverme mientras no fuese demasiado repentino. Esos elfos si que eran útiles, después de todo. Aquel tiempo fue suficiente para despejarme bien y aclarar mis ideas. No iba a estar nervioso o pensar demasiado en ello. Sólo tenía que hacer las cosas bien.
Bajé lentamente las escaleras, acompañado por la vampiresa. Afortunadamente, nadie había abierto ninguna ventana: la verdad es que el ambiente de las velas y el fuego le daba un ambiente cómodo a la taberna. A pesar del horrendo nombre.
La mujer tigre estaba sentada, charlando tranquilamente con otra figura. Un hombre león, de melena y pelaje algo más cortos de lo normal. (¿Cuantos felinos podía encontrarme en una sola taberna? ). Parecía tener cara de pocos amigos... Claro que estaba demasiado acostumbrado al rostro permanentemente serio de Syl como para juzgar por eso. Sin embargo, era de complexión grande y fuerte, llegando más o menos a mi misma altura. El león me miró, sin decir nada, y Tahira se percató de mi presencia.
-¡Asher! ¡Y...! Disculpa, no sé tu nombre.- dijo, dirigiéndose hacia Lyn. La tigresa señaló a las sillas libres con un gesto, invitándonos a tomarlas. Su compañero dio un largo trago a la jarra de cerveza que tenía delante. -Disculpadlo. No es muy hablador. Su nombre es Sylas.
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La respuesta de Eltrant hizo que el gato se quedase pensativo. Cargante y metomentodo... en cierta forma, aquello le recordaba a otro miembro de su grupo. Kothán era irritante, sin disciplina alguna y egoista. Le había costado mucho empezar a confiar en él, y aún por entonces no sabía muy bien como tratar con el zorro. No mostraba el mismo aprecio que Tale parecía sentir por su acompañante, pero... si se arriesgaría por él. Había hecho lo mismo, después de todo.
Lo que de verdad sorprendió al felino fue su reacción ante la "noticia." No hizo ninguna de las preguntas que Syl tenía en su cabeza. Aquellas irritantes cuestiones que no le harían si fuese una relación entre un hombre y una mujer. No parecía tenso. Ni incómodo. Y aunque dudó durante unos instantes, la actitud del humano parecía genuina. No era tan buen actor como para no serlo. Syl ladeó la cabeza, curioso. Nada negativo. Nada de lo que se había temido, ni de lo que había experimentado. Como si le hubiera dicho que se había encontrado veinte aeros en el bolsillo.
Ni siquiera había cuestionado nada en absoluto. ¿Era posible que no tuviese curiosidad sobre aquello? O tal vez estuviese siendo educado y respetando su distancia. O prefiriese no saber demasiado al respecto. En cualquier caso, no sería justo pensar mal del humano por aquello. Simplemente, estaba dejando que Asher y él fueran quienes eran.
Tal vez no fuese tan idiota como pensaba en un principio.
Syl asintió ligeramente y se levantó, continuando el trayecto. Sin embargo, la pregunta de Eltrant le impidió concentrarse por completo. Aun así, tenían tiempo, y la oportunidad de que el humano aprendiese algo por voluntad propia era prácticamente irrepetible, así que se detuvo. Tenía que explicarlo bien.
-No son dioses, si es lo que quieres saber. No funcionan igual. La idea de que haya dioses causando cosas como... catástrofes y similares...- negó con la cabeza. Era un tanto absurdo. Había oído las historias sobre los dioses humanos. Demasiado temperamentales. Si de verdad hubiese seres con tanto poder y tan fáciles de provocar, el mundo estaría en caos. -Podrías considerarlo más bien como... una fuerza natural. Como el viento, o las mareas. Existen, siempre han existido y son prácticamente imparables. Pero no tienen una voluntad como tal.- dijo, dudando un poco. Había muchas preguntas que él hacía a menudo. Rakfyr tenía respuestas para todas.
-Pero las mareas no tienen poder fuera del mar. El viento no importa si estás en una cueva. Con los Guías es algo parecido. Su influencia solo rodea a los totems... son algo así como figuras de poder.- continuó, sacando de nuevo el símbolo a medio terminar. -Pero no son mágicos o algo así. No es algo tan sencillo como "tener un totem da suerte."- explicó. Pensó largamente sus próximas palabras. Tenía que quedar claro. -Su poder viene de la gente. Si aceptas que los Guías te pueden ayudar, es más probable que suceda. El totem en sí...- el gato se detuvo. Aquello empezaba a entrar en la parte más complicada. No lo hacía tan bien como un chamán.
Había tantas cosas que decir. Quería decir que un totem por si solo no hacía nada, pero no le gustaba la idea de faltar al respeto a esos símbolos. Eran más bien como herramientas. O como un rastro.
-Imagina que tienes un guardián. Bueno. Primero imagina que eres débil y no te gusta ser apuñalado. Y tienes a alguien que te protege... un guardián. Pero este no te sigue a todas partes: vive en su bosque, va de aquí para allá. Pero siempre deja un rastro. Digamos...- el gato miró a la hierba. Cogió un puñado y la dejó caer ante los ojos de Eltrant. -Que haga la hierba amarilla por donde pisa. Puede que, en tus viajes, tengas que ir con precaución de que alguien te quiera hacer daño. Pero entonces ves una zona de hierba amarilla. Y, en ese momento, te sientes más seguro.- explicó. La unión entre aquellos conceptos podía ser difícil de enlazar. -Esa hierba amarilla sería más o menos como un totem. Un símbolo de que los Guías pueden ayudarte. Por supuesto... la forma en la que actúan es más sutil. Algo así como lo que llamarías "suerte".-
Aquello serviría. Al menos, por el momento. Era más sencillo de explicar si recibia preguntas directas, pero no lo había hecho del todo mal. Pero... había algo que le había parecido extraño. Volvió a agacharse, inspeccionando la hierba que acababa de arrancar.
Era difícil de notar a primera vista. Pero estaba hundida. La zona alrededor estaba algo menos alta que el resto. Y estaba en la forma de una huella.
Era mejor no precipitarse. Era posible que fuese la del mismo troll al que habían matado antes. Pero era mejor que nada. El gato se mantuvo agazapado, intentando ver el rastro.
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*Mención a objeto (usado fuera de escena): Pasta Sanadora Superior
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Suspiró con suavidad al oír la respuesta que dio Tahira y se inclinó levemente en su cama. Había anticipado que la respuesta fuese aquella, aunque, por supuesto, ella no era quien para juzgarla.
A Lyn también le gustaban las aventuras, le agradaba ver el mundo, conocer lugares que nunca había visto y conocer gente nueva. Incluso a su edad había zonas de Aerandir que nunca había pisado, tenía que verlo todo.
Para algo le habían otorgado aquella segunda oportunidad.
Observó como Asher replicaba a la tigresa y le instaba, quizás de forma algo decisiva, que se buscase alguna otra forma de ganarse la vida. No lo había visto nunca con aquella expresión en su rostro, aunque, de todos modos, podía contar con los dedos de una mano el número de veces que había estado a solas con el lobo.
La mujer, no obstante, seguía afirmando estar bien con aquel estilo de vida. No era ninguna niña, decía, era más fuerte de lo que aparentaba, aseguraba.
- La fuerza… - Quizás aquello fuese algo que no le inmiscuyese, pero Asher parecía haberle suplicado con la mirada que le apoyase de alguna forma. ¿Tan importante era aquella chica para el lobo? Se preguntó durante unos instantes que tipo de relación tenían más allá del hecho de que Asher, tiempo atrás, le salvase la vida a Tahira como esta afirmaba. – Hay muchos tipos de fuerza distintas... – Aseveró – Saber encajar golpes no es ser fuerte… tengo un conocido al que se le da genial eso y... no lo llamaría fuerte para según qué cosas. - dijo a la tigresa jugueteando con el flequillo. Miró a Asher y sonrió, se estaba haciendo un lio con lo que quería decir en realidad, para empezar, no recordaba haberse presentado siquiera. Demasiado publico desconocido para su gusto, quizás. – Una… buena amiga mía… - Se detuvo unos segundos - Solía decir que uno es tan fuerte como su razón para despertarse todas las noch... mañanas. – Suspiró al corregirse - Quiero decir que… se… se puede ser débil y… ¿A la vez fuerte? – Amplió su sonrisa y negó suavemente con la cabeza. – Creo que deberías escuchar a Asher - Afirmó cruzándose de brazos, acercándose un poco más al borde de la cama en el proceso. – Hay muchas formas de ser fuerte sin que tengas que arriesgar tu vida protegiendo a mercaderes, sin… tener que mancharte las manos de sangre – dijo al final, parafraseando al lobo.
La tigresa pareció no escucharla, por lo que podía ver estaba demasiado centrada en el lobo en aquel momento. Era curioso, parecía admirar a Asher con toda su alma, podía verlo en sus ojos, en la forma en la que hablaba con él. Pero incluso así se negaba a escucharle.
La discusión no duraría demasiado más, Tahira afirmó que, aun si era un trabajo peligroso el que tenía para ganarse la vida, no estaba sola; Tenía amigos que ayudaban con sus encargos, gente en la que confiaba y que confiaban en ella. Asher no pareció muy conforme con aquella excusa y pidió a la mujer que le mostrase a su equipo, cosa a lo que accedió momentos antes de abandonar el dormitorio.
Jugueteó con las correas de sus botas cuando Asher le preguntó a Lyn que opinaba al respecto.
- He… conocido a muchas personas como ella. Para bien o para mal. – dijo con una sonrisa cansada, bajando la mirada al acordarse de Eltrant de forma instintiva y al recordar a algún que otro conocido. – Y si algo sé es que… al final cada uno es dueño de sí mismo. – dijo depositando sus ojos en un punto indeterminado de la pared, rememorando alguno de los viajes con su Maestra. – Sí de verdad quiere... ver mundo y vivir aventuras como ella dice – dijo – Va a acabar haciéndolo de alguna forma u otra. – Estiró ambos brazos por encima de su cabeza y se levantó de la cama. – Pero eso no significa que no puedas inculcarle algo de sentido común. – dijo ayudando a Asher a levantarse de la cama. - ¿Necesitas ayuda con las vendas? – Lo miró algo preocupada. ¿No debería reposar un poco más? Quizás fuese más sensato que la tigresa subiese a la habitación a sus amigos si de verdad quería que el lobo los conociese – … Seguro que tiene alguien que se preocupa por ella en algún lugar. El mejor motivo que los aventureros idiotas tienen para mantenerse con vida suelen ser… esas personas. – dijo al final, dejando escapar una pequeña risita, cuando el lobo estuvo totalmente de pie. – Lo sé muy bien. – Concluyó cruzándose de brazos.
- Acabará escuchándote – dijo sonriendo. – Y si no lo hace de primeras… bueno, tengo algunas historias del Mortal que aterrorizarían a cualquiera. – Agregó, justo después, ampliando la sonrisa.
Bajó al piso inferior, acompañado por Asher, asegurándose de que este se apoyaba en el pasamanos de las escaleras con la mirada. Había visto al Mortal desplomarse por las escaleras cubierto de vendas demasiadas veces para su gusto.
Aunque la primera vez había sido gracioso, eso tenía que admitirlo.
Era todo un detalle que nadie hubiese decidido abrir ninguna de las ventanas, la posada estaba cerrada a cal y canto, iluminada de forma bastante acertada con un número bastante elevado de velas y candelabros. Frunció el ceño y miró, desde dónde estaba, las diferentes ventanas que había por la taberna, aquello, evidentemente, era algo que le preocupaba; sobre todo porque la parte favorita de su día era esa en la que no se le derretía la cara por culpa de un tenue pero abrasador solitario rayo de sol.
Tahira estaba sentada, en una de las tantas mesas del local, con otro hombre-bestia, un felino al que, por algún casual, creía conocer. Pero no estaba segura de ello. ¿Le habría pedido en algún momento un abrazo? Lo dudaba, tenía cara de querer apuñalar a cualquier cosa que se aproximase, solía ser bastante cuidadosa con aquel tipo de personas.
Menos con Syl cuando lo conoció, pero es que el gato, quisiese este admitirlo o no, tenía un aspecto muy suave.
- Yo soy Lyn – dijo sonriendo escuetamente, cuando Tahira hizo mención a que no se había presentado. Se llevó la mano hasta el flequillo – Perdón por no haberme presentado antes. – dijo en apenas un susurro, sentándose entre Asher y el felino al que Tahira había llamado Sylas.
¿De qué le sonaba ese nombre?
Volvió a analizar el rostro del león, su melena y su porte. Seguía antojándosele algo familiar, pero continuaba sin saber de dónde. Fuese como fuese, saludó escuetamente con la mano y miró a su alrededor, esperando que alguno de los presentes dijese algo en primer lugar.
Tamborileó en la mesa durante unos instantes, alternando su mirada entre los rostros que tenía a su alrededor.
- Entonces… ¿Alguien quiere compartir una botella de vino conmigo? ¿Sí? ¿No? No me importa pedir una para mi sola si no os apetece a ninguno. -
Aunque se mostraba algo más hablador, Syl seguía siendo tan indescifrable como siempre. Apenas reaccionó ante su reacción. Pero él era así, le había costado comprenderlo, pero suponía que no lo hacía realmente a malas, simplemente, era callado, calculador.
O esa era impresión que Eltrant tenía de él.
Continuaron andando durante un rato, rastreando las distintas huellas que el gato se iba encontrando, en silencio, hasta que el felino decidió que era un buen momento para comenzar a explicarle la verdadera naturaleza de los guías en los que creía y lo que estos significaban.
Dejó que Syl hablase, no iba a interrumpirlo, verle hablar de aquella forma era algo totalmente nuevo para él, las únicas veces que había hablado tanto habían sido para llamarle “idiota” de alguna u otra forma.
Sí que dejó escapar una carcajada corta cuando este hizo mención a las puñaladas que solía recibir y que, por algún motivo, se habían vuelto un chiste recurrente entre todos sus conocidos. Aun así, de forma educada, dejó que el gato siguiese exponiendo lo que tenía en mente que, por lo que estaba escuchando, no parecía se precisamente sencillo de explicar.
Siguió de cerca de Syl, sin separarse de él, incluso cuando terminó su explicación. No sabían lo que podían encontrarse en el bosque en el que se habían adentrado, aunque estaba bastante seguro que Syl detectaria un ataque antes de que sucediese, no quería bajar la guardia, no despues de lo que le había pasado a Asher.
- Sinceramente… - Se pasó la mano por la barba, tratando de ordenar toda aquella información nueva. – No sé si termino de entenderlo – Admitió respirando hondo, cruzándose de brazos y cerrando los ojos. - ¿Quieres decir que, si crees en ellos, están ahí para… protegerte? ¿El… tótem entonces es más bien un indicativo de su existencia, de que los guías estan ahí? – Preguntó a continuación de forma pausada, tratando de buscar las palabras exactas.
No quería ser muy cargante con el tema, genuinamente le interesaba el aspecto “Natural” que tenían aquellas creencias, después de todo, al haber sido criado en una granja era Freya, quizás, la diosa que más presente estaba en su familia y la que más conocía.
Lo cierto es que en realidad tampoco era tan devoto con los dioses humanos. Prefería pensar que era dueño de su propio destino, que era él quien decidía como actuar y cuando y que, de algún modo, estaba fuera del rango de control de los dioses. Algo que cambiaba dependiendo de la situación en la que se encontrase.
En definitiva, si tuviese que explicarlo en voz alta, su relación con los dioses sería una especie de amistad extraña en la que ambas partes acaban discutiendo la gran mayoría de las veces. A Eltrant, muchas veces, se le antojaban como borrachos irascibles a los que les encantaban jugar a juegos de azar.
Pero ¿Cómo podía juzgarlos? El alcohol y los juegos de azar eran divertidos.
Se detuvo y, en silencio, llevó las manos hasta la cintura, hasta el cinturon en el que descansaba Recuerdo, cuando Syl se agachó a comprobar la hierba que estaban pisando. ¿Había encontrado algún rastro? Enarcó una ceja y espero a que Syl dijese cuando avanzar.
Cuando llegase el momento el tomaría la delantera.
A Lyn también le gustaban las aventuras, le agradaba ver el mundo, conocer lugares que nunca había visto y conocer gente nueva. Incluso a su edad había zonas de Aerandir que nunca había pisado, tenía que verlo todo.
Para algo le habían otorgado aquella segunda oportunidad.
Observó como Asher replicaba a la tigresa y le instaba, quizás de forma algo decisiva, que se buscase alguna otra forma de ganarse la vida. No lo había visto nunca con aquella expresión en su rostro, aunque, de todos modos, podía contar con los dedos de una mano el número de veces que había estado a solas con el lobo.
La mujer, no obstante, seguía afirmando estar bien con aquel estilo de vida. No era ninguna niña, decía, era más fuerte de lo que aparentaba, aseguraba.
- La fuerza… - Quizás aquello fuese algo que no le inmiscuyese, pero Asher parecía haberle suplicado con la mirada que le apoyase de alguna forma. ¿Tan importante era aquella chica para el lobo? Se preguntó durante unos instantes que tipo de relación tenían más allá del hecho de que Asher, tiempo atrás, le salvase la vida a Tahira como esta afirmaba. – Hay muchos tipos de fuerza distintas... – Aseveró – Saber encajar golpes no es ser fuerte… tengo un conocido al que se le da genial eso y... no lo llamaría fuerte para según qué cosas. - dijo a la tigresa jugueteando con el flequillo. Miró a Asher y sonrió, se estaba haciendo un lio con lo que quería decir en realidad, para empezar, no recordaba haberse presentado siquiera. Demasiado publico desconocido para su gusto, quizás. – Una… buena amiga mía… - Se detuvo unos segundos - Solía decir que uno es tan fuerte como su razón para despertarse todas las noch... mañanas. – Suspiró al corregirse - Quiero decir que… se… se puede ser débil y… ¿A la vez fuerte? – Amplió su sonrisa y negó suavemente con la cabeza. – Creo que deberías escuchar a Asher - Afirmó cruzándose de brazos, acercándose un poco más al borde de la cama en el proceso. – Hay muchas formas de ser fuerte sin que tengas que arriesgar tu vida protegiendo a mercaderes, sin… tener que mancharte las manos de sangre – dijo al final, parafraseando al lobo.
La tigresa pareció no escucharla, por lo que podía ver estaba demasiado centrada en el lobo en aquel momento. Era curioso, parecía admirar a Asher con toda su alma, podía verlo en sus ojos, en la forma en la que hablaba con él. Pero incluso así se negaba a escucharle.
La discusión no duraría demasiado más, Tahira afirmó que, aun si era un trabajo peligroso el que tenía para ganarse la vida, no estaba sola; Tenía amigos que ayudaban con sus encargos, gente en la que confiaba y que confiaban en ella. Asher no pareció muy conforme con aquella excusa y pidió a la mujer que le mostrase a su equipo, cosa a lo que accedió momentos antes de abandonar el dormitorio.
Jugueteó con las correas de sus botas cuando Asher le preguntó a Lyn que opinaba al respecto.
- He… conocido a muchas personas como ella. Para bien o para mal. – dijo con una sonrisa cansada, bajando la mirada al acordarse de Eltrant de forma instintiva y al recordar a algún que otro conocido. – Y si algo sé es que… al final cada uno es dueño de sí mismo. – dijo depositando sus ojos en un punto indeterminado de la pared, rememorando alguno de los viajes con su Maestra. – Sí de verdad quiere... ver mundo y vivir aventuras como ella dice – dijo – Va a acabar haciéndolo de alguna forma u otra. – Estiró ambos brazos por encima de su cabeza y se levantó de la cama. – Pero eso no significa que no puedas inculcarle algo de sentido común. – dijo ayudando a Asher a levantarse de la cama. - ¿Necesitas ayuda con las vendas? – Lo miró algo preocupada. ¿No debería reposar un poco más? Quizás fuese más sensato que la tigresa subiese a la habitación a sus amigos si de verdad quería que el lobo los conociese – … Seguro que tiene alguien que se preocupa por ella en algún lugar. El mejor motivo que los aventureros idiotas tienen para mantenerse con vida suelen ser… esas personas. – dijo al final, dejando escapar una pequeña risita, cuando el lobo estuvo totalmente de pie. – Lo sé muy bien. – Concluyó cruzándose de brazos.
- Acabará escuchándote – dijo sonriendo. – Y si no lo hace de primeras… bueno, tengo algunas historias del Mortal que aterrorizarían a cualquiera. – Agregó, justo después, ampliando la sonrisa.
[…]
Bajó al piso inferior, acompañado por Asher, asegurándose de que este se apoyaba en el pasamanos de las escaleras con la mirada. Había visto al Mortal desplomarse por las escaleras cubierto de vendas demasiadas veces para su gusto.
Aunque la primera vez había sido gracioso, eso tenía que admitirlo.
Era todo un detalle que nadie hubiese decidido abrir ninguna de las ventanas, la posada estaba cerrada a cal y canto, iluminada de forma bastante acertada con un número bastante elevado de velas y candelabros. Frunció el ceño y miró, desde dónde estaba, las diferentes ventanas que había por la taberna, aquello, evidentemente, era algo que le preocupaba; sobre todo porque la parte favorita de su día era esa en la que no se le derretía la cara por culpa de un tenue pero abrasador solitario rayo de sol.
Tahira estaba sentada, en una de las tantas mesas del local, con otro hombre-bestia, un felino al que, por algún casual, creía conocer. Pero no estaba segura de ello. ¿Le habría pedido en algún momento un abrazo? Lo dudaba, tenía cara de querer apuñalar a cualquier cosa que se aproximase, solía ser bastante cuidadosa con aquel tipo de personas.
Menos con Syl cuando lo conoció, pero es que el gato, quisiese este admitirlo o no, tenía un aspecto muy suave.
- Yo soy Lyn – dijo sonriendo escuetamente, cuando Tahira hizo mención a que no se había presentado. Se llevó la mano hasta el flequillo – Perdón por no haberme presentado antes. – dijo en apenas un susurro, sentándose entre Asher y el felino al que Tahira había llamado Sylas.
¿De qué le sonaba ese nombre?
Volvió a analizar el rostro del león, su melena y su porte. Seguía antojándosele algo familiar, pero continuaba sin saber de dónde. Fuese como fuese, saludó escuetamente con la mano y miró a su alrededor, esperando que alguno de los presentes dijese algo en primer lugar.
Tamborileó en la mesa durante unos instantes, alternando su mirada entre los rostros que tenía a su alrededor.
- Entonces… ¿Alguien quiere compartir una botella de vino conmigo? ¿Sí? ¿No? No me importa pedir una para mi sola si no os apetece a ninguno. -
___________________________________________________________
Aunque se mostraba algo más hablador, Syl seguía siendo tan indescifrable como siempre. Apenas reaccionó ante su reacción. Pero él era así, le había costado comprenderlo, pero suponía que no lo hacía realmente a malas, simplemente, era callado, calculador.
O esa era impresión que Eltrant tenía de él.
Continuaron andando durante un rato, rastreando las distintas huellas que el gato se iba encontrando, en silencio, hasta que el felino decidió que era un buen momento para comenzar a explicarle la verdadera naturaleza de los guías en los que creía y lo que estos significaban.
Dejó que Syl hablase, no iba a interrumpirlo, verle hablar de aquella forma era algo totalmente nuevo para él, las únicas veces que había hablado tanto habían sido para llamarle “idiota” de alguna u otra forma.
Sí que dejó escapar una carcajada corta cuando este hizo mención a las puñaladas que solía recibir y que, por algún motivo, se habían vuelto un chiste recurrente entre todos sus conocidos. Aun así, de forma educada, dejó que el gato siguiese exponiendo lo que tenía en mente que, por lo que estaba escuchando, no parecía se precisamente sencillo de explicar.
Siguió de cerca de Syl, sin separarse de él, incluso cuando terminó su explicación. No sabían lo que podían encontrarse en el bosque en el que se habían adentrado, aunque estaba bastante seguro que Syl detectaria un ataque antes de que sucediese, no quería bajar la guardia, no despues de lo que le había pasado a Asher.
- Sinceramente… - Se pasó la mano por la barba, tratando de ordenar toda aquella información nueva. – No sé si termino de entenderlo – Admitió respirando hondo, cruzándose de brazos y cerrando los ojos. - ¿Quieres decir que, si crees en ellos, están ahí para… protegerte? ¿El… tótem entonces es más bien un indicativo de su existencia, de que los guías estan ahí? – Preguntó a continuación de forma pausada, tratando de buscar las palabras exactas.
No quería ser muy cargante con el tema, genuinamente le interesaba el aspecto “Natural” que tenían aquellas creencias, después de todo, al haber sido criado en una granja era Freya, quizás, la diosa que más presente estaba en su familia y la que más conocía.
Lo cierto es que en realidad tampoco era tan devoto con los dioses humanos. Prefería pensar que era dueño de su propio destino, que era él quien decidía como actuar y cuando y que, de algún modo, estaba fuera del rango de control de los dioses. Algo que cambiaba dependiendo de la situación en la que se encontrase.
En definitiva, si tuviese que explicarlo en voz alta, su relación con los dioses sería una especie de amistad extraña en la que ambas partes acaban discutiendo la gran mayoría de las veces. A Eltrant, muchas veces, se le antojaban como borrachos irascibles a los que les encantaban jugar a juegos de azar.
Pero ¿Cómo podía juzgarlos? El alcohol y los juegos de azar eran divertidos.
Se detuvo y, en silencio, llevó las manos hasta la cintura, hasta el cinturon en el que descansaba Recuerdo, cuando Syl se agachó a comprobar la hierba que estaban pisando. ¿Había encontrado algún rastro? Enarcó una ceja y espero a que Syl dijese cuando avanzar.
Cuando llegase el momento el tomaría la delantera.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
-Vino...- murmuró el león, alzando la mirada. -Tomaré vino.- Era lo primero que le oía decir. No había parecido mostrar mucho interés en la conversación. Como si no hubiese notado que estábamos allí. Por supuesto, sabía que aquello estaba lejos de ser cierto. La forma en la que movía las orejas, la lentitud deliberada de algunos movimientos... estaba algo incómodo. Me recordaba mucho a Syl. Hasta el nombre era similar.
No, eso no era justo. Había algunas diferencias que resultaban vitales. Syl era más sutil, como si prefiriese que su presencia fuese olvidada por completo. Rostro inexpresivo, voz callada. Fácil de pasar por alto. El aura que emanaba del león era más bien un "No estoy cómodo. No te acerques." mezclado con cierta tolerancia reticente. Sonreí, pensando que era la amenaza más leve en la que podía pensar.
Bueno, no era nadie para presionar al felino. Relajé los hombros y presté atención a Tahira. ¿Como podía decirle a alguien "Vas a morir horriblemente si sigues así" sin que sonase a amenaza o desafío? Pensé en mi mismo cuando era más joven. ¿Que podría haberme dicho para convencerme?
Suspiré. No lo habría entendido por aquel entonces. Que aquello no era la fuerza que buscaba. Espíritus, que idiota era. ¿Cuanto tiempo me llevó aprender eso? ¿Cuanto tiempo podía llevarle a la tigresa? Me restregué los ojos. Lyn tenía razón, después de todo. Ella haría lo que quisiese. Era libre. ¿Quien era yo para ponerle obstáculos, de todas formas? ¿No era increíblemente hipócrita el pretender algo así? ¿Por qué me parecía que era lo correcto?
Tal vez fuese porque era lo que haría Eltrant.
-¿Cuanto tiempo lleváis haciendo esto?- inquirí. La joven se irguió, algo tomada por sorpresa.
-Eh... unos... hm, meses.- dijo. El león la miró brevemente. Ladeé la cabeza.
-No mucho, por lo que veo...- musité, arqueando una ceja. Tal vez podía cambiar las tornas un poco. Optar por una dinámica más inquisitiva y juiciosa. No pude evitar pensar en Irirgo. Tenía que adoptar esa expresión. -¿Tienes equipamiento adecuado? ¿Cosas fiables?-
-¡Por supuesto! El otro día me compré una mochila de cuero. Es muy práctica. Y soga. También me hice con un buen cuchillo, botas...- enumeró. Alcé la mano, interrumpiéndola.
-¿Y en un combate? ¿Si tuvieses que luchar contra otra persona, que te sería útil?- inquirí, tajante.
-Mmh... tengo tu espada.- dijo. Mi mirada debió reflejar lo que estaba pensando en ese momento, porque la chica se volvió nerviosamente, señalando a su compañero. -¡Sylas es fuerte! Míralo. Nadie me molesta cuando voy con él. Y tiene dos hachas.
Una camarera trajo una jarra de vino con dos vasos. No tardó en servirlos apresuradamente y volver sin decir palabra. Aproveché el momento para observar con más atención al león. Tenía el físico de un berserker, pero la actitud...
Solía imaginarme a esa clase de guerrero como alguien ruidoso y temperamental. Extrovertido, por así decirlo. Era difícil perderse en un frenesí sin causas personales, y aquellas se mostraban al hablar. Pero no podía decir mucho al respecto. Suspiré. ¿Que más podía hacer?
-¿Que estáis haciendo aquí, de todas formas?- pregunté. -¿Tenéis trabajo?-
-¡Claro! Está chupado. Solo tenemos que encargarnos de un par de trolls.-
Cerré los ojos. Por supuesto que era aquello. Quería evitar esa conversación, pero no pude evitarlo. Era lo último que quedaba. Al menos, podía usarlo. Le quedaba grande, después de todo.
-Búscate otro trabajo.- dije, repitiendo mis palabras anteriores. -Este ya lo tenemos. Hemos matado uno esta mañana. Por algo acabé con huesos rotos. Además... no puedes con algo así. Dos personas no son suficientes.-
-Pues deja que vayamos con vosotros.- dijo, clavando su mirada en la mía. Aquel tono de "joven alegre y despreocupada" se había desvanecido por completo. Estaba seria. -Hasta tú necesitas ayuda. Si no, no te habrían herido.-
El gato no respondió. No aún, de todas formas. Escuchó las palabras, pero las dejó en algún lugar de su mente. No era lo prioritario.
Tenía que averiguar el sentido en el que se había movido. La huella estaba incompleta. Para ser tan grande, aquella masa gigantesca se había movido de forma relativamente sutil. Evitando árboles y zonas demasiado verdes. ¿Sabía tapar su rastro? ¿Como de inteligente podía ser? Syl miró brevemente a el humano. ¿Sabía él tapar su rastro?
Masculló una maldición. La dirección en la que iba era la misma que habían usado para llegar hasta allí. Era posible que hubiesen ocultado su rastro al caminar, sin pretenderlo. No, implicaba algo peor. El pardo suspiró y se dio la vuelta, caminando por donde habían venido. Si estaba en lo cierto, aquello no importaba en absoluto.
-A lo que habías dicho... No exactamente.- respondió Syl. Eltrant se había acercado, pero no había acertado del todo. -Son condiciones, no causas. Si crees en ellos, pueden ayudarte. Pero para manifestarlo... es más sencillo utilizar un símbolo. Es difícil creer en algo que no puedes ver o sentir totalmente, ¿no? Como cuando los humanos le rezan a sus dioses.- explicó, sosteniendo de nuevo la figura entre sus dedos índice y corazón. -Necesitan una figura. Un altar, un símbolo, o lo que sea. Si no, le estás gritando al cielo, y pareces estar loco. Es más sencillo concentrar tus pensamientos en algo físico y tangible.-
Pasaron unos minutos hasta que volvieron a encontrarse con el camino. En la tierra, las huellas eran más claras. Iban en dirección a la posada. Era el mismo troll al que habían matado. No el otro.
-Rastro inutil.- declaró. -Hemos perdido el tiempo... ¿volvemos dentro? Aún podemos descansar un rato antes de que anochezca. Y tienes mala cara.-
No, eso no era justo. Había algunas diferencias que resultaban vitales. Syl era más sutil, como si prefiriese que su presencia fuese olvidada por completo. Rostro inexpresivo, voz callada. Fácil de pasar por alto. El aura que emanaba del león era más bien un "No estoy cómodo. No te acerques." mezclado con cierta tolerancia reticente. Sonreí, pensando que era la amenaza más leve en la que podía pensar.
Bueno, no era nadie para presionar al felino. Relajé los hombros y presté atención a Tahira. ¿Como podía decirle a alguien "Vas a morir horriblemente si sigues así" sin que sonase a amenaza o desafío? Pensé en mi mismo cuando era más joven. ¿Que podría haberme dicho para convencerme?
Suspiré. No lo habría entendido por aquel entonces. Que aquello no era la fuerza que buscaba. Espíritus, que idiota era. ¿Cuanto tiempo me llevó aprender eso? ¿Cuanto tiempo podía llevarle a la tigresa? Me restregué los ojos. Lyn tenía razón, después de todo. Ella haría lo que quisiese. Era libre. ¿Quien era yo para ponerle obstáculos, de todas formas? ¿No era increíblemente hipócrita el pretender algo así? ¿Por qué me parecía que era lo correcto?
Tal vez fuese porque era lo que haría Eltrant.
-¿Cuanto tiempo lleváis haciendo esto?- inquirí. La joven se irguió, algo tomada por sorpresa.
-Eh... unos... hm, meses.- dijo. El león la miró brevemente. Ladeé la cabeza.
-No mucho, por lo que veo...- musité, arqueando una ceja. Tal vez podía cambiar las tornas un poco. Optar por una dinámica más inquisitiva y juiciosa. No pude evitar pensar en Irirgo. Tenía que adoptar esa expresión. -¿Tienes equipamiento adecuado? ¿Cosas fiables?-
-¡Por supuesto! El otro día me compré una mochila de cuero. Es muy práctica. Y soga. También me hice con un buen cuchillo, botas...- enumeró. Alcé la mano, interrumpiéndola.
-¿Y en un combate? ¿Si tuvieses que luchar contra otra persona, que te sería útil?- inquirí, tajante.
-Mmh... tengo tu espada.- dijo. Mi mirada debió reflejar lo que estaba pensando en ese momento, porque la chica se volvió nerviosamente, señalando a su compañero. -¡Sylas es fuerte! Míralo. Nadie me molesta cuando voy con él. Y tiene dos hachas.
Una camarera trajo una jarra de vino con dos vasos. No tardó en servirlos apresuradamente y volver sin decir palabra. Aproveché el momento para observar con más atención al león. Tenía el físico de un berserker, pero la actitud...
Solía imaginarme a esa clase de guerrero como alguien ruidoso y temperamental. Extrovertido, por así decirlo. Era difícil perderse en un frenesí sin causas personales, y aquellas se mostraban al hablar. Pero no podía decir mucho al respecto. Suspiré. ¿Que más podía hacer?
-¿Que estáis haciendo aquí, de todas formas?- pregunté. -¿Tenéis trabajo?-
-¡Claro! Está chupado. Solo tenemos que encargarnos de un par de trolls.-
Cerré los ojos. Por supuesto que era aquello. Quería evitar esa conversación, pero no pude evitarlo. Era lo último que quedaba. Al menos, podía usarlo. Le quedaba grande, después de todo.
-Búscate otro trabajo.- dije, repitiendo mis palabras anteriores. -Este ya lo tenemos. Hemos matado uno esta mañana. Por algo acabé con huesos rotos. Además... no puedes con algo así. Dos personas no son suficientes.-
-Pues deja que vayamos con vosotros.- dijo, clavando su mirada en la mía. Aquel tono de "joven alegre y despreocupada" se había desvanecido por completo. Estaba seria. -Hasta tú necesitas ayuda. Si no, no te habrían herido.-
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El gato no respondió. No aún, de todas formas. Escuchó las palabras, pero las dejó en algún lugar de su mente. No era lo prioritario.
Tenía que averiguar el sentido en el que se había movido. La huella estaba incompleta. Para ser tan grande, aquella masa gigantesca se había movido de forma relativamente sutil. Evitando árboles y zonas demasiado verdes. ¿Sabía tapar su rastro? ¿Como de inteligente podía ser? Syl miró brevemente a el humano. ¿Sabía él tapar su rastro?
Masculló una maldición. La dirección en la que iba era la misma que habían usado para llegar hasta allí. Era posible que hubiesen ocultado su rastro al caminar, sin pretenderlo. No, implicaba algo peor. El pardo suspiró y se dio la vuelta, caminando por donde habían venido. Si estaba en lo cierto, aquello no importaba en absoluto.
-A lo que habías dicho... No exactamente.- respondió Syl. Eltrant se había acercado, pero no había acertado del todo. -Son condiciones, no causas. Si crees en ellos, pueden ayudarte. Pero para manifestarlo... es más sencillo utilizar un símbolo. Es difícil creer en algo que no puedes ver o sentir totalmente, ¿no? Como cuando los humanos le rezan a sus dioses.- explicó, sosteniendo de nuevo la figura entre sus dedos índice y corazón. -Necesitan una figura. Un altar, un símbolo, o lo que sea. Si no, le estás gritando al cielo, y pareces estar loco. Es más sencillo concentrar tus pensamientos en algo físico y tangible.-
Pasaron unos minutos hasta que volvieron a encontrarse con el camino. En la tierra, las huellas eran más claras. Iban en dirección a la posada. Era el mismo troll al que habían matado. No el otro.
-Rastro inutil.- declaró. -Hemos perdido el tiempo... ¿volvemos dentro? Aún podemos descansar un rato antes de que anochezca. Y tienes mala cara.-
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Al final no había servido de nada: “Rastro inútil” había dicho el gato.
Suspiró y miró el camino de vuelta a la posada. Asintiendo conforme a la petición del felino, volver sería oportuno, si no habían encontrado ya al troll dudaba mucho que lo hicieran antes de que anocheciese.
- ¿Mala cara? – Sonrió, pasándose la mano por la mandíbula. – La verdad es que me vendría bien dormir unas horas… – Más de unas horas, si era totalmente sincero consigo mismo, una noche de sueño en una cama mullida no le vendría nada mal. Pero por lo pronto no podía hacer gran cosa salvo aceptar la proposición del gato pues, le gustase o no, era lo más parecido que iba a tener a un descanso.
Avanzó en silencio detrás de Syl, pensando en lo que este le había desvelado durante el día que habían pasado a solas, la relación que el gato tenía con Asher parecía ser “secreta”, al menos para los estándares del felino.
¿Estaría bien si le comentaba al lobo que lo sabía?
Tomó aire y, susurrando apenas un par de palabras para sí mismo, negó con la cabeza. Lo mejor que podía hacer era esperar a que el propio gato le contase a Asher lo que había sucedido, no quería involucrarse en asuntos en los que, desde luego, no tenía nada que decir.
Apartando aquellos pensamientos de su cabeza decidió centrarse el resto del camino en la explicación que Syl le había proporcionado cuando volvió a preguntarle acerca de los guías en los que el gato creía.
Lo cierto era que seguía sin entender exactamente la condición que había para que los espíritus en los que el gato creía acudiesen, pero tampoco le preocupaba demasiado, si iba a tener algo para hacer en aquel viaje era tiempo para pensar.
O al menos eso le había mencionado el lobo.
Al cabo de unas decenas de minutos, la distante silueta de la posada se apareció ante la pareja en la lejanía. El sol aún estaba fuera, faltaban quizás varias horas para que anocheciese por completo.
- Conociendo a Asher estará en el piso de abajo, ya verás. – Le dijo al gato, con una sonrisa, según el edificio se hacía más y más grande. – Dudo mucho que haya sido capaz de aguantar quieto todo este tiempo. – Afirmó suspirando, sin perder la sonrisa.
Traspasaron la puerta principal del local, era curioso, habían colocado una especie de tela para que la luz solar no entrase por completo en el edificio al internarse en él. Lo cierto es que era todo un detalle, sobre todo si tenía en cuenta de que aquello lo estaban haciendo unos humanos por una vampiresa.
- Te lo dije. – Le dijo girándose hacía Syl durante unos instantes, riendo por lo bajo, al ver como Asher y a Lyn conversaban junto a una pareja de desconocidos, hombres-bestia por lo que podía ver, felinos como Syl.
Se acercaron hasta la mesa en la que estaban todos.
- ¡Mortal! – Exclamó Lyn, levantando su copa de vino como todo saludo. - ¡Has vuelto sin un solo rasguño! – Dijo, dejo escapar una risita. – Estas aprendiendo eso tan extraño que me gusta llamar: instinto de supervivencia. – Afirmó. – ¡Estoy orgullosa de ti! - Eltrant movió la mano de forma casual como toda respuesta, quitándole importancia a las palabras de la vampiresa y miró a todos los presentes, de uno en uno.
- Rastro inútil. – dijo bajando ambos brazos hasta la cintura, como toda explicación, cuando sus ojos se encontraron con los de Asher. – No hemos encontrado nada, huellas que al final han resultado ser del amigo de esta mañana. – Dijo estirando el brazo izquierdo por encima de su cabeza, miró a la pareja que estaba junto al lobo. – Soy Eltrant – dijo presentándose.
- ¡Encantada Eltrant! – dijo la tigresa casi inmediatamente, ofreciéndole la mano al recién llegado, el cual la aceptó sin pensárselo siquiera. – Yo soy Tahira. – Tras liberar la mano de Eltrant señaló al hombre que descansaba a pocos metros de ellas, sentado en otra silla, junto a Lyn. – Él es Sylas. – El león desvió la mirada y no dijo nada, pareció murmurar algo en voz baja, muy baja, el exmercenario no llegó a captar nada de lo que dijo. – No… te preocupes, hoy simplemente esta… menos hablador de lo normal. – dijo cuándo comprendió que el otro felino no iba a añadir nada relevante a la conversación.
Enarcó una ceja. ¿Sylas? ¿Ese Sylas? ¿El mismo al que semanas atrás había sacado de una cabaña en aquella aldea repleta de elfos locos? Lo estudió con la mirada durante unos instantes, parecía ser él, aunque tenía más pelo.
Y piernas, quizás aquel era el cambio más significativo, Sylas tenía piernas.
- Ya nos… - Antes de que pudiese terminar de informar a Tahira que Lyn y él ya habían tenido un encontronazo con el león en el pasado un nuevo actor irrumpió en la escena. - …conocemos. – murmuró mirando al elfo que había sanado a Asher, el cual se acercó al lobo y, tras captar su atención tocándole levemente el hombro, le dedicó una sonrisa.
- ¿Tan pronto fuera de la cama? – Preguntó de forma agradable, apoyando todo el peso de su cuerpo en aquel largo bastón que llevaba consigo, al parecer, a todas partes. – Ah, los jóvenes de hoy en día… – dijo suspirando, negando con la cabeza. - ¿Serviría de algo decirte que tus heridas van a empeorar si no descansas? Porque van a hacerlo. – Agregó enseguida con un tono algo más severo. Apenas conocía a aquel hombre, pero ya había asociado aquel báculo a su presencia, parecía, desde luego, hecho a medida para él.
Los susurros de Sylas se habían hecho más audibles de forma gradual, seguía hablando en voz baja, susurrándose a sí mismo diferentes cosas que no llegaba a entender y, al final, se levantó.
- ¡Aléjate de mí! – Bramó Sylas enarbolando lo que parecía ser una de las hachas que llevaba consigo. - ¡¡No te acerques!! ¡¡Monstruo!!– Aquella petición era un tanto inexacta, sobre todo porque era el león el que acababa de saltar sobre la mesa frente a la que había estado sentado y acometía contra el curandero.
- ¡¡Sylas!! – Exclamó Tahira casi al momento, tratando de detener a su compañero. Pero era demasiado tarde, el león ya había alcanzado al elfo, apenas tardó un parpadeó en alcanzarle.
O al menos lo hizo durante unos instantes, Eltrant placó al hombre-bestia casi de forma automática, sin pensarlo siquiera, justo cuando Sylas levantó el hacha que blandía en aquel momento. El león rugió al sentir el cuerpo del castaño impactar sobre sus costillas, pero parecía reacio a querer dejar de atacar; el felino continuó forcejeando, moviéndose, atacando a todo lo que tenía más cerca.
Había dejado de pensar.
Tanto el humano como el felino se precipitaron sobre sobre una de las tantas mesas del local en mitad del forcejeo, volcando todos los utensilios que había sobre esta por el suelo, empapándolo todo en licor.
Sylas volvió a rugir y golpeó, de forma torpe y frenética, la armadura del castaño con su hacha, tratando de librarse de aquel que estaba impidiéndole cazar a su presa. Eltrant como toda respuesta cinceló repetidamente la cara del gato aprovechando que la espalda del este había quedado apoyada contra la mesa que habían volcado y tenía poco espacio para poder blandir su hacha correctamente.
Siguió golpeando durante varios segundos que a él se le antojaron como horas, esperando que el león se calmase o que, como mínimo, se quedase fuera de combate. Pero parecía ser tan terco como él mismo, aun cuando ya sangraba por la nariz, aun cuando el pesado guantelete de metal de Eltrant seguía impactándole en pleno tabique nasal, Sylas seguía dispuesto a pasar por encima de todo aquel que se colocase entre él y el elfo.
- ¡Quédate quieto! – Bramó el castaño, Sylas arrojó el hacha a un lado y, preso de su instinto, deslizó sus afiladas uñas por la cara de Eltrant en diagonal, el cual no pudo hacer nada salvo dejar escapar un grito de dolor y, apretando los dientes, volvió a tratar de frenar al león. - ¡Que! – Golpeó con fuerza - ¡No! – Otro directo, una de las garras del animal se cerraron en torno a su cuello. - ¡Te! - Varios cortes más se unieron a los que ahora surcaban su cara en diagonal. - ¡Muevas! – Aquel ultimo puñetazo consiguió marear a Sylas el tiempo suficiente como para que Eltrant pudiese subirse sobre él completamente, usando todo su cuerpo para inmovilizarle.
Cuando esto último sucedió, el característico “click” que se producía cuando se cerraban unos grilletes llegó hasta sus oídos. Tahira, de algún modo, acababa de anclar al león a la pared usando unos que llevaba consigo.
Eltrant tragó saliva y dejó libre a Sylas, siempre asegurandose de que su cuello seguía siendo suyo en el proceso. Cuando lo hizo, el león comenzó a revolverse y a tratar de liberarse prácticamente enseguida. ¿Aquello era normal? El felino apenas había sentido los puñetazos, y se los había dado con un guantelete de metal sobre su puño; Miró a los distintos hombres-bestia de la sala, buscando alguna explicación.
- Lo… lo siento. – dijo Tahira, mirando a Asher como si le debiese alguna explicación a él por lo sucedido. – Esto… no suele pasar. No con tanta… intensidad. – afirmó. Los grilletes de la tigresa habían sido muy oportunos y por sus palabras era evidente que no era la primera vez que pasaba. ¿Qué le había pasado al león tras abandonar aquella aldea?
- ¡Acero y sangre! ¡Ese olor! ¡Ese olor otra vez! ¡No voy a dejar que pase! ¡No otra vez! – Quizás fue por el centenar de puñetazos que le había propinado o quizás fue porque estaba exhausto, pero esas fueron las últimas palabras que pronunció el león momentos antes de quedarse fuera de combate en el suelo, en su minúscula prisión en la pared, sin apenas moverse.
Eltrant se pasó la mano por la cara y el cuello, intentando limpiar pobremente la sangre que se deslizaba desde sus heridas y buscó al curandero con la mirada, el cual estaba junto a Asher y miraba con una expresión curiosa a Sylas, no parecía estar preparado para sanar a nadie en aquel momento.
- Acero y sangre… - Suspiró, todos parecían estar bien, sonrió a Asher cansado. – ¿…De qué me suena eso? – Lanzó una última mirada a Sylas y cerró los ojos por unos instantes.
¿Era aquello culpa suya? ¿Cómo le iría a Eyre desde entonces? Apenas había vuelto a pensar en ella y no era más que una cría, sola por Aerandir. ¿Habría acabado como Sylas?
Apenas habían pasado unos segundos desde que Sylas se había levantado de su asiento hasta que lo había inmovilizado, pero a él se le habían antojado casi como horas, de pronto se encontraba completamente agotado.
- Elt… ¿Estas bien? – Lyn se acercó a su compañero, una decena de sombras se concentraba en torno a ella, viéndola así era evidente su naturaleza real, cosa que algunos lugareños habían comprendido y ahora cuchicheaban entre ellos.
- Tengo sueño. – dijo cruzándose de brazos, dejando escapar un sonoro bostezo.
No podía negar que le dolía la cara, pero quejarse en aquel momento no iba a facilitarle las cosas a nadie, mucho menos a Tahira, que, ahora agachada junto a su compañero, estaba evidentemente preocupada.
Lyn se limitó a poner los ojos en blanco y le dio un empujón.
El dueño del lugar, acompañado por una de las camareras, se acercó al grupo con cara de pocos amigos. No le era muy dificil comprender que iba a suceder, aquel hombre iba a pedir a los presentes bastantes explicaciones, suspiró profundamente y calculó mentalmente el precio de todo lo que había roto.
No debía de ser demasiado, ¿Verdad?
Suspiró y miró el camino de vuelta a la posada. Asintiendo conforme a la petición del felino, volver sería oportuno, si no habían encontrado ya al troll dudaba mucho que lo hicieran antes de que anocheciese.
- ¿Mala cara? – Sonrió, pasándose la mano por la mandíbula. – La verdad es que me vendría bien dormir unas horas… – Más de unas horas, si era totalmente sincero consigo mismo, una noche de sueño en una cama mullida no le vendría nada mal. Pero por lo pronto no podía hacer gran cosa salvo aceptar la proposición del gato pues, le gustase o no, era lo más parecido que iba a tener a un descanso.
Avanzó en silencio detrás de Syl, pensando en lo que este le había desvelado durante el día que habían pasado a solas, la relación que el gato tenía con Asher parecía ser “secreta”, al menos para los estándares del felino.
¿Estaría bien si le comentaba al lobo que lo sabía?
Tomó aire y, susurrando apenas un par de palabras para sí mismo, negó con la cabeza. Lo mejor que podía hacer era esperar a que el propio gato le contase a Asher lo que había sucedido, no quería involucrarse en asuntos en los que, desde luego, no tenía nada que decir.
Apartando aquellos pensamientos de su cabeza decidió centrarse el resto del camino en la explicación que Syl le había proporcionado cuando volvió a preguntarle acerca de los guías en los que el gato creía.
Lo cierto era que seguía sin entender exactamente la condición que había para que los espíritus en los que el gato creía acudiesen, pero tampoco le preocupaba demasiado, si iba a tener algo para hacer en aquel viaje era tiempo para pensar.
O al menos eso le había mencionado el lobo.
Al cabo de unas decenas de minutos, la distante silueta de la posada se apareció ante la pareja en la lejanía. El sol aún estaba fuera, faltaban quizás varias horas para que anocheciese por completo.
- Conociendo a Asher estará en el piso de abajo, ya verás. – Le dijo al gato, con una sonrisa, según el edificio se hacía más y más grande. – Dudo mucho que haya sido capaz de aguantar quieto todo este tiempo. – Afirmó suspirando, sin perder la sonrisa.
Traspasaron la puerta principal del local, era curioso, habían colocado una especie de tela para que la luz solar no entrase por completo en el edificio al internarse en él. Lo cierto es que era todo un detalle, sobre todo si tenía en cuenta de que aquello lo estaban haciendo unos humanos por una vampiresa.
- Te lo dije. – Le dijo girándose hacía Syl durante unos instantes, riendo por lo bajo, al ver como Asher y a Lyn conversaban junto a una pareja de desconocidos, hombres-bestia por lo que podía ver, felinos como Syl.
Se acercaron hasta la mesa en la que estaban todos.
- ¡Mortal! – Exclamó Lyn, levantando su copa de vino como todo saludo. - ¡Has vuelto sin un solo rasguño! – Dijo, dejo escapar una risita. – Estas aprendiendo eso tan extraño que me gusta llamar: instinto de supervivencia. – Afirmó. – ¡Estoy orgullosa de ti! - Eltrant movió la mano de forma casual como toda respuesta, quitándole importancia a las palabras de la vampiresa y miró a todos los presentes, de uno en uno.
- Rastro inútil. – dijo bajando ambos brazos hasta la cintura, como toda explicación, cuando sus ojos se encontraron con los de Asher. – No hemos encontrado nada, huellas que al final han resultado ser del amigo de esta mañana. – Dijo estirando el brazo izquierdo por encima de su cabeza, miró a la pareja que estaba junto al lobo. – Soy Eltrant – dijo presentándose.
- ¡Encantada Eltrant! – dijo la tigresa casi inmediatamente, ofreciéndole la mano al recién llegado, el cual la aceptó sin pensárselo siquiera. – Yo soy Tahira. – Tras liberar la mano de Eltrant señaló al hombre que descansaba a pocos metros de ellas, sentado en otra silla, junto a Lyn. – Él es Sylas. – El león desvió la mirada y no dijo nada, pareció murmurar algo en voz baja, muy baja, el exmercenario no llegó a captar nada de lo que dijo. – No… te preocupes, hoy simplemente esta… menos hablador de lo normal. – dijo cuándo comprendió que el otro felino no iba a añadir nada relevante a la conversación.
Enarcó una ceja. ¿Sylas? ¿Ese Sylas? ¿El mismo al que semanas atrás había sacado de una cabaña en aquella aldea repleta de elfos locos? Lo estudió con la mirada durante unos instantes, parecía ser él, aunque tenía más pelo.
Y piernas, quizás aquel era el cambio más significativo, Sylas tenía piernas.
- Ya nos… - Antes de que pudiese terminar de informar a Tahira que Lyn y él ya habían tenido un encontronazo con el león en el pasado un nuevo actor irrumpió en la escena. - …conocemos. – murmuró mirando al elfo que había sanado a Asher, el cual se acercó al lobo y, tras captar su atención tocándole levemente el hombro, le dedicó una sonrisa.
- ¿Tan pronto fuera de la cama? – Preguntó de forma agradable, apoyando todo el peso de su cuerpo en aquel largo bastón que llevaba consigo, al parecer, a todas partes. – Ah, los jóvenes de hoy en día… – dijo suspirando, negando con la cabeza. - ¿Serviría de algo decirte que tus heridas van a empeorar si no descansas? Porque van a hacerlo. – Agregó enseguida con un tono algo más severo. Apenas conocía a aquel hombre, pero ya había asociado aquel báculo a su presencia, parecía, desde luego, hecho a medida para él.
Los susurros de Sylas se habían hecho más audibles de forma gradual, seguía hablando en voz baja, susurrándose a sí mismo diferentes cosas que no llegaba a entender y, al final, se levantó.
- ¡Aléjate de mí! – Bramó Sylas enarbolando lo que parecía ser una de las hachas que llevaba consigo. - ¡¡No te acerques!! ¡¡Monstruo!!– Aquella petición era un tanto inexacta, sobre todo porque era el león el que acababa de saltar sobre la mesa frente a la que había estado sentado y acometía contra el curandero.
- ¡¡Sylas!! – Exclamó Tahira casi al momento, tratando de detener a su compañero. Pero era demasiado tarde, el león ya había alcanzado al elfo, apenas tardó un parpadeó en alcanzarle.
O al menos lo hizo durante unos instantes, Eltrant placó al hombre-bestia casi de forma automática, sin pensarlo siquiera, justo cuando Sylas levantó el hacha que blandía en aquel momento. El león rugió al sentir el cuerpo del castaño impactar sobre sus costillas, pero parecía reacio a querer dejar de atacar; el felino continuó forcejeando, moviéndose, atacando a todo lo que tenía más cerca.
Había dejado de pensar.
Tanto el humano como el felino se precipitaron sobre sobre una de las tantas mesas del local en mitad del forcejeo, volcando todos los utensilios que había sobre esta por el suelo, empapándolo todo en licor.
Sylas volvió a rugir y golpeó, de forma torpe y frenética, la armadura del castaño con su hacha, tratando de librarse de aquel que estaba impidiéndole cazar a su presa. Eltrant como toda respuesta cinceló repetidamente la cara del gato aprovechando que la espalda del este había quedado apoyada contra la mesa que habían volcado y tenía poco espacio para poder blandir su hacha correctamente.
Siguió golpeando durante varios segundos que a él se le antojaron como horas, esperando que el león se calmase o que, como mínimo, se quedase fuera de combate. Pero parecía ser tan terco como él mismo, aun cuando ya sangraba por la nariz, aun cuando el pesado guantelete de metal de Eltrant seguía impactándole en pleno tabique nasal, Sylas seguía dispuesto a pasar por encima de todo aquel que se colocase entre él y el elfo.
- ¡Quédate quieto! – Bramó el castaño, Sylas arrojó el hacha a un lado y, preso de su instinto, deslizó sus afiladas uñas por la cara de Eltrant en diagonal, el cual no pudo hacer nada salvo dejar escapar un grito de dolor y, apretando los dientes, volvió a tratar de frenar al león. - ¡Que! – Golpeó con fuerza - ¡No! – Otro directo, una de las garras del animal se cerraron en torno a su cuello. - ¡Te! - Varios cortes más se unieron a los que ahora surcaban su cara en diagonal. - ¡Muevas! – Aquel ultimo puñetazo consiguió marear a Sylas el tiempo suficiente como para que Eltrant pudiese subirse sobre él completamente, usando todo su cuerpo para inmovilizarle.
Cuando esto último sucedió, el característico “click” que se producía cuando se cerraban unos grilletes llegó hasta sus oídos. Tahira, de algún modo, acababa de anclar al león a la pared usando unos que llevaba consigo.
Eltrant tragó saliva y dejó libre a Sylas, siempre asegurandose de que su cuello seguía siendo suyo en el proceso. Cuando lo hizo, el león comenzó a revolverse y a tratar de liberarse prácticamente enseguida. ¿Aquello era normal? El felino apenas había sentido los puñetazos, y se los había dado con un guantelete de metal sobre su puño; Miró a los distintos hombres-bestia de la sala, buscando alguna explicación.
- Lo… lo siento. – dijo Tahira, mirando a Asher como si le debiese alguna explicación a él por lo sucedido. – Esto… no suele pasar. No con tanta… intensidad. – afirmó. Los grilletes de la tigresa habían sido muy oportunos y por sus palabras era evidente que no era la primera vez que pasaba. ¿Qué le había pasado al león tras abandonar aquella aldea?
- ¡Acero y sangre! ¡Ese olor! ¡Ese olor otra vez! ¡No voy a dejar que pase! ¡No otra vez! – Quizás fue por el centenar de puñetazos que le había propinado o quizás fue porque estaba exhausto, pero esas fueron las últimas palabras que pronunció el león momentos antes de quedarse fuera de combate en el suelo, en su minúscula prisión en la pared, sin apenas moverse.
Eltrant se pasó la mano por la cara y el cuello, intentando limpiar pobremente la sangre que se deslizaba desde sus heridas y buscó al curandero con la mirada, el cual estaba junto a Asher y miraba con una expresión curiosa a Sylas, no parecía estar preparado para sanar a nadie en aquel momento.
- Acero y sangre… - Suspiró, todos parecían estar bien, sonrió a Asher cansado. – ¿…De qué me suena eso? – Lanzó una última mirada a Sylas y cerró los ojos por unos instantes.
¿Era aquello culpa suya? ¿Cómo le iría a Eyre desde entonces? Apenas había vuelto a pensar en ella y no era más que una cría, sola por Aerandir. ¿Habría acabado como Sylas?
Apenas habían pasado unos segundos desde que Sylas se había levantado de su asiento hasta que lo había inmovilizado, pero a él se le habían antojado casi como horas, de pronto se encontraba completamente agotado.
- Elt… ¿Estas bien? – Lyn se acercó a su compañero, una decena de sombras se concentraba en torno a ella, viéndola así era evidente su naturaleza real, cosa que algunos lugareños habían comprendido y ahora cuchicheaban entre ellos.
- Tengo sueño. – dijo cruzándose de brazos, dejando escapar un sonoro bostezo.
No podía negar que le dolía la cara, pero quejarse en aquel momento no iba a facilitarle las cosas a nadie, mucho menos a Tahira, que, ahora agachada junto a su compañero, estaba evidentemente preocupada.
Lyn se limitó a poner los ojos en blanco y le dio un empujón.
El dueño del lugar, acompañado por una de las camareras, se acercó al grupo con cara de pocos amigos. No le era muy dificil comprender que iba a suceder, aquel hombre iba a pedir a los presentes bastantes explicaciones, suspiró profundamente y calculó mentalmente el precio de todo lo que había roto.
No debía de ser demasiado, ¿Verdad?
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Sonreí al ver como Eltrant y Syl volvían de su caza. Era algo más pronto de lo que esperaba, pero no importaba. Estaba bien tenerlos cerca. Y me alegraba de que no hubiesen tenido ningún percance.
No esperaba tener que preocuparme de que el "percance" apareciese allí dentro. La cosa sucedió de forma extraña y rápida. Me había distraído hablando con Syl, hasta que llegó el elfo que me atendió.
Y de repente, Eltrant estaba placando a Sylas... Y golpeándole en la cara. Una y otra vez.
-¿Se puede saber cual es tu maldito problema?- gruñí, dando un paso hacia adelante. Aquello no iba hacia el hombre bestia, pero dudaba de que alguien me escuchase por encima del ruido de los golpes y bramidos. Syl colocó una mano en mi hombro, reteniendome. Le miré a los ojos. No, tenía razón. Si intervenía, podía empeorarlo para todos.
Me detuve, resignado a esperar. Si la cosa se ponía peor, no dudaría en sacar a Tale de encima del hombre león. Pero antes de que hiciera nada más, Tahira ya había solucionado el problema, reteniendo a Sylas con unos grilletes. Cerré los puños, ignorando la mirada de la mujer tigre. Estaba furioso, pero no por lo que ella creía. Señalé al elfo, y Syl asintió levemente, dirigiendose hacia él. El pardo le murmuró algo, y ambos salieron por la puerta.
Tenía que solucionar aquello. Pero había que quería hacer primero.
-¿Que demonios tienes en la cabeza, Tale? ¿Es esta la ÚNICA manera que conoces de resolver problemas?- vociferé, encarándome con el humano. -¿Dejarlo inconsciente a puñetazos? ¡Estaba en Frenesí, pedazo de idiota!- exclamé. Entendía perfectamente si no quería sobrevivir en su día a día, pero al menos podía no llevar esa actitud hacia otros. Si la mujer tigre no hubiese estado allí, era probable que aquello hubiese acabado con una muerte, como mínimo. -Vete. Yo me encargo de esto, héroe.- dije, señalando las escaleras con la cabeza. Miré bravemente a Lyn. Genial, había entrado en modo "soy la señora de la oscuridad". Justo lo que necesitábamos para que nos echaran de la posada.
Una vez despejada un poco la habitación, me volví hacia el dueño. Tal vez estuviese serio, pero podía garantizar que no estaba sintiendo nada que se acercase a lo que sentía yo.
-Danos cuatro horas. No nos volverás a ver después.- declaré, mirándole fijamente. El hombre meditó mis palabras durante un segundo. Erguido le sacaba una cabeza en altura. Miró a Sylas, que seguía inconsciente.
-No tenemos muchos clientes. Tener problemas es lo último que necesitamos... solo quiero llevar mi posada en paz.- dijo, negando con la cabeza. -Nada de peleas, ni de vampiros, o...-
-Esa vampiresa está ayudando a matar los trolls que siguen por aquí.- dije con seriedad. Podía entenderlo. No quería problemas, solo llevar su negocio. -Los mismos que han atacado hace menos de un día a apenas cien metros de aquí. Ya hemos acabado con uno. Una vez terminemos, las cosas mejorarán. Cuatro horas.- repetí. El hombre suspiró, pero tras unos segundos, asintió levemente.
Siguiente. El león.
-Sácale eso.- ordené, señalando a los grilletes. De poco iban a servir, tal y como estaba.
-Sí... sí, vale.- dijo Tahira, algo sorprendida. Metió la pequeña llave en el metal, y liberó al león. Me acerqué y lo agarré de un brazo, pasándolo por encima de mi hombro. La joven hizo ademán de ayudarme, pero la interrumpí con un gesto.
-Ve a vuestra habitación y abre la puerta.- dije, empezando a mover al león. Era pesado. Más o menos tan pesado como yo mismo. Pero necesitaba ese ejercicio. Tenía muchas ganas de aplastar a alguien contra una pared. Aquello era lo más parecido que podía hacer de forma productiva. Subí al felino lentamente por las escaleras. A medio trayecto, pareció empezar a despertarse, aunque aún demasiado aturdido para hacer nada.
Me metí en la habitación que compartían y dejé al león en la cama, aún bajo la atenta mirada de la chica. Me senté, cansado por el esfuerzo físico. No. Por la situación. Por todo lo que representaba aquello. Esas cosas eran lo que usaban en nuestra contra, para considerarnos animales. "Bestias." Hasta el nombre que nos ponían servía para repudiarnos. Un ligero gruñido escapó de la boca de Sylas.
-Tranquilizalo.- dije, mirando a Tahira. -Dile que no hay elfos. Que se han ido. Está a salvo.- Oírlo de mí no ayudaría mucho. Era la única a la que debía conocer... aparte de Eltrant, por supuesto.
¿Que demonios le había hecho? Estaba claro que se habían encontrado antes. "Acero y sangre" era, a grandes rasgos, el olor que desprendía Eltrant. No era algo tan simple como una espada ensangrentada o una armadura manchada. Era más fuerte y claro. El olor de una persona que vive entre peleas. El de alguien que se cubre de cicatrices, solo para levantarse y hacerlo otra vez. Era puro, y peligroso. Si no tuviese sus valores de "héroe", habría sido una enorme amenaza para todo ser viviente.
E incluso con ellos, podía acabar haciendo daño.
-¿Qué vas a hacer tú?- preguntó la tigresa. Era evidente que estaba preocupada.
-Prepararme. Déjame mi vieja espada. Creo que puedo hacer algo con ella...- dije, cogiendo aquel trozo de hierro afilado. Estaba claro que había intentado mantenerla en condiciones, pero estaba muy vieja. Aun así, era lo suficientemente larga para lo que quería. -Y preparaos. Vais a venir con nosotros.- dije. No podía dejarlos solos después de aquello. Estaban más seguros así. Suponiendo que a Eltrant no le diese por golpear a nadie.
Syl suspiró. El curandero parecía sorprendentemente tranquilo para haber estado tan cerca de un hombre bestia de cien kilos que intentaba matarlo. Era casi amable, aunque su curiosidad se le hacía un poco cargante. No había visto a ese león en su vida, no podía responder a todas sus preguntas.
Fuera como fuese, consiguió que le escuchase y se mantuviese alejado de él. Por lo que había oido de Asher, se irían pronto. El pardo subió las escaleras. En el vestíbulo, los únicos que quedaban eran el dueño y una camarera, limpiando cristales rotos. Ni siquiera le miraron mientras ascendía.
Sin embargo, para el gato era hora de tomar una decisión. Asher debía estar en su habitación compartida. Y Eltrant en la suya. Entendía (o creía entender) los motivos por los que el perro se había puesto así. Syl también se había temido lo peor al verlo suceder. Conocía bien a su compañero de vida. Sabía que el enfado no le duraría mucho, y que incluso podía ayudar a tranquilizarlo por su cuenta.
Pero no era lo correcto. Dudaba de que Tale comprendiese lo que había hecho. Tal vez podía darle una pista. Ayudarlo un poco a entender al hombre perro. Y a no ser tan suicida.
Syl llamó a la puerta de la habitación y entró en silencio, algo incómodo.
-Hola.- dijo, inspeccionando la sala. -¿Quieres hablar?- preguntó. Siempre podía darle un poco más de tiempo. Apenas había pasado una hora desde el incidente. El pardo negó con la cabeza. Tenía que preguntar. -¿Sabes lo que es el Frenesí, Eltrant?-
No esperaba tener que preocuparme de que el "percance" apareciese allí dentro. La cosa sucedió de forma extraña y rápida. Me había distraído hablando con Syl, hasta que llegó el elfo que me atendió.
Y de repente, Eltrant estaba placando a Sylas... Y golpeándole en la cara. Una y otra vez.
-¿Se puede saber cual es tu maldito problema?- gruñí, dando un paso hacia adelante. Aquello no iba hacia el hombre bestia, pero dudaba de que alguien me escuchase por encima del ruido de los golpes y bramidos. Syl colocó una mano en mi hombro, reteniendome. Le miré a los ojos. No, tenía razón. Si intervenía, podía empeorarlo para todos.
Me detuve, resignado a esperar. Si la cosa se ponía peor, no dudaría en sacar a Tale de encima del hombre león. Pero antes de que hiciera nada más, Tahira ya había solucionado el problema, reteniendo a Sylas con unos grilletes. Cerré los puños, ignorando la mirada de la mujer tigre. Estaba furioso, pero no por lo que ella creía. Señalé al elfo, y Syl asintió levemente, dirigiendose hacia él. El pardo le murmuró algo, y ambos salieron por la puerta.
Tenía que solucionar aquello. Pero había que quería hacer primero.
-¿Que demonios tienes en la cabeza, Tale? ¿Es esta la ÚNICA manera que conoces de resolver problemas?- vociferé, encarándome con el humano. -¿Dejarlo inconsciente a puñetazos? ¡Estaba en Frenesí, pedazo de idiota!- exclamé. Entendía perfectamente si no quería sobrevivir en su día a día, pero al menos podía no llevar esa actitud hacia otros. Si la mujer tigre no hubiese estado allí, era probable que aquello hubiese acabado con una muerte, como mínimo. -Vete. Yo me encargo de esto, héroe.- dije, señalando las escaleras con la cabeza. Miré bravemente a Lyn. Genial, había entrado en modo "soy la señora de la oscuridad". Justo lo que necesitábamos para que nos echaran de la posada.
Una vez despejada un poco la habitación, me volví hacia el dueño. Tal vez estuviese serio, pero podía garantizar que no estaba sintiendo nada que se acercase a lo que sentía yo.
-Danos cuatro horas. No nos volverás a ver después.- declaré, mirándole fijamente. El hombre meditó mis palabras durante un segundo. Erguido le sacaba una cabeza en altura. Miró a Sylas, que seguía inconsciente.
-No tenemos muchos clientes. Tener problemas es lo último que necesitamos... solo quiero llevar mi posada en paz.- dijo, negando con la cabeza. -Nada de peleas, ni de vampiros, o...-
-Esa vampiresa está ayudando a matar los trolls que siguen por aquí.- dije con seriedad. Podía entenderlo. No quería problemas, solo llevar su negocio. -Los mismos que han atacado hace menos de un día a apenas cien metros de aquí. Ya hemos acabado con uno. Una vez terminemos, las cosas mejorarán. Cuatro horas.- repetí. El hombre suspiró, pero tras unos segundos, asintió levemente.
Siguiente. El león.
-Sácale eso.- ordené, señalando a los grilletes. De poco iban a servir, tal y como estaba.
-Sí... sí, vale.- dijo Tahira, algo sorprendida. Metió la pequeña llave en el metal, y liberó al león. Me acerqué y lo agarré de un brazo, pasándolo por encima de mi hombro. La joven hizo ademán de ayudarme, pero la interrumpí con un gesto.
-Ve a vuestra habitación y abre la puerta.- dije, empezando a mover al león. Era pesado. Más o menos tan pesado como yo mismo. Pero necesitaba ese ejercicio. Tenía muchas ganas de aplastar a alguien contra una pared. Aquello era lo más parecido que podía hacer de forma productiva. Subí al felino lentamente por las escaleras. A medio trayecto, pareció empezar a despertarse, aunque aún demasiado aturdido para hacer nada.
Me metí en la habitación que compartían y dejé al león en la cama, aún bajo la atenta mirada de la chica. Me senté, cansado por el esfuerzo físico. No. Por la situación. Por todo lo que representaba aquello. Esas cosas eran lo que usaban en nuestra contra, para considerarnos animales. "Bestias." Hasta el nombre que nos ponían servía para repudiarnos. Un ligero gruñido escapó de la boca de Sylas.
-Tranquilizalo.- dije, mirando a Tahira. -Dile que no hay elfos. Que se han ido. Está a salvo.- Oírlo de mí no ayudaría mucho. Era la única a la que debía conocer... aparte de Eltrant, por supuesto.
¿Que demonios le había hecho? Estaba claro que se habían encontrado antes. "Acero y sangre" era, a grandes rasgos, el olor que desprendía Eltrant. No era algo tan simple como una espada ensangrentada o una armadura manchada. Era más fuerte y claro. El olor de una persona que vive entre peleas. El de alguien que se cubre de cicatrices, solo para levantarse y hacerlo otra vez. Era puro, y peligroso. Si no tuviese sus valores de "héroe", habría sido una enorme amenaza para todo ser viviente.
E incluso con ellos, podía acabar haciendo daño.
-¿Qué vas a hacer tú?- preguntó la tigresa. Era evidente que estaba preocupada.
-Prepararme. Déjame mi vieja espada. Creo que puedo hacer algo con ella...- dije, cogiendo aquel trozo de hierro afilado. Estaba claro que había intentado mantenerla en condiciones, pero estaba muy vieja. Aun así, era lo suficientemente larga para lo que quería. -Y preparaos. Vais a venir con nosotros.- dije. No podía dejarlos solos después de aquello. Estaban más seguros así. Suponiendo que a Eltrant no le diese por golpear a nadie.
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Syl suspiró. El curandero parecía sorprendentemente tranquilo para haber estado tan cerca de un hombre bestia de cien kilos que intentaba matarlo. Era casi amable, aunque su curiosidad se le hacía un poco cargante. No había visto a ese león en su vida, no podía responder a todas sus preguntas.
Fuera como fuese, consiguió que le escuchase y se mantuviese alejado de él. Por lo que había oido de Asher, se irían pronto. El pardo subió las escaleras. En el vestíbulo, los únicos que quedaban eran el dueño y una camarera, limpiando cristales rotos. Ni siquiera le miraron mientras ascendía.
Sin embargo, para el gato era hora de tomar una decisión. Asher debía estar en su habitación compartida. Y Eltrant en la suya. Entendía (o creía entender) los motivos por los que el perro se había puesto así. Syl también se había temido lo peor al verlo suceder. Conocía bien a su compañero de vida. Sabía que el enfado no le duraría mucho, y que incluso podía ayudar a tranquilizarlo por su cuenta.
Pero no era lo correcto. Dudaba de que Tale comprendiese lo que había hecho. Tal vez podía darle una pista. Ayudarlo un poco a entender al hombre perro. Y a no ser tan suicida.
Syl llamó a la puerta de la habitación y entró en silencio, algo incómodo.
-Hola.- dijo, inspeccionando la sala. -¿Quieres hablar?- preguntó. Siempre podía darle un poco más de tiempo. Apenas había pasado una hora desde el incidente. El pardo negó con la cabeza. Tenía que preguntar. -¿Sabes lo que es el Frenesí, Eltrant?-
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
No sabía cómo responder a los gritos de Asher, a la mirada de ira que este le lanzaba. Se le nubló la vista unos instantes, sus pensamientos se volvieron confusos, caóticos, mientras escuchaba como el lobo le reprochaba lo que acababa de hacer de la peor de las formas.
Alternó su mirada entre los presentes, buscando algo de familiaridad entre ellas, tratando de encontrarse con algo comprensión en alguno de los rostros, algún aliado. Pero no las encontró; Incluso Lyn, después de comprobar que estaba bien y que los cortes en la cara no eran graves, se alejó de él y ahora miraba desde una distancia prudente con el ceño levemente fruncido, de brazos cruzados.
- “Vete. Yo me encargo de esto, héroe.”-
Parpadeó varias veces cuando escuchó aquella última frase de Asher, volviendo a la realidad, todo estaba sucediendo demasiado rápido para su gusto, ni siquiera había dicho nada todavía, todo había sido un monologo por parte del lobo.
- Yo… yo no… -
- Ya has hecho suficiente, Eltrant. – dijo Lyn, severamente, impidiendo a que Eltrant dijese nada más mientras colocaba un par de los vasos que yacían en el suelo en la mesa que el león y el humano habían volcado en la trifulca. – Hazle caso y vete arriba. – dijo entonces dejándose caer sobre la misma silla en la que había estado sentada antes de la pelea.
¿Incluso ella?
Optó por no decir nada, era evidente que no le querían allí, incluso él era capaz de saber que añadir algo solo empeoraría más las cosas. Tras pasarse la mano por la nuca en silencio, tratando de encontrar algo conciliador que decir antes de marcharse, se giró sobre sí mismo y se encaminó de forma pausada hasta las escaleras que daban al piso superior.
Era consciente de que nada de lo que dijese iba a arreglar aquello, no cuando Asher había reaccionado así.
Cerró la puerta con suavidad, tras de sí.
Suspiró profundamente y, metódicamente, comenzó a quitarse su equipo según se adentraba en la habitación, lo dejó caer todo al suelo, no se preocupó por ordenar nada.
¿Qué se supone que tenía que haber hecho? Deslizó la yema de los dedos por la pequeña incisión que había causado Sylas con su hacha en el metal que había cubierto su vientre. ¿Dejar que Sylas matase al elfo? Estaba intentando reducirlo, era evidente que no podía hacerlo de otra forma, sobre todo por la forma en la que se estaba comportando. ¿Tenía que haber dejado que Asher, con sus dos costillas rotas, lidiase con él? ¿O Syl, que la forma más rápida que tenía de lidiar con los peligros era incrustarle un virote entre ambas cejas? ¿…O Lyn?
Sacudió la cabeza, daba igual lo que se preguntase ahora, como tratase de justificarlo. Si era completamente honesto consigo mismo había reaccionado de forma instintiva, casi visceral, simplemente se había posicionado entre el peligro y su víctima.
¿De verdad era así la única forma que tenía de lidiar con los problemas? ¿Era solo un matón? ¿Un asesino que se creía moralmente por encima de los demás?
Asher parecía pensar que sí.
Se sentó a los pies de la cama y comenzó a desabrochar las ataduras que mantenían sujeto su guantelete derecho, descubrió como este tenía los nudillos manchados de sangre. Frunciendo el ceño tomó levemente aire y cerró su mano izquierda entorno a aquella protección durante unos segundos, antes de arrojar el guantelete contra la pared con todas sus fuerzas.
Hasta el elfo le ha mirado con aquella cara, juzgándole. No sabía que pensar de todo aquello. Sí, podía admitir que se había extralimitado, pero no había tenido demasiadas opciones en aquel momento.
- Acero y sangre… - Se peinó pobremente y repitió aquellas palabras un par de veces más.
Era injusto, era muy injusto. Todos en la sala habían visto lo que estaba a punto de suceder, él solo había actuado en consecuencia a ello. De no llegar a tener armadura él mismo estaría muerto.
Se deshizo de la camisa que vestía y la usó a modo de trapo para limpiar la sangre que seguía resbalando por su cara, chasqueó la lengua, ligeramente dolorido, cuando la tela pasó sobre los arañazos del león. Era evidente que el elfo no iba a estar por la labor de curarle.
- Dioses… - dijo dejando caer la camisa manchada de sangre a un lado, llevándose una de las manos hasta la sien, repasando ahora las distintas heridas con los dedos de dicha mano.
¿Era Sylas así por su culpa? ¿Habría sido más piadoso acabar con su vida en la aldea elfica? No, no había otra opción, sacudió la cabeza, no se arrepentía de lo que había hecho en aquella aldea tiempo atrás.
Se levantó de la cama y clavó su mirada en el reflejo del amplio espejo de pie que había frente a él, al otro lado de la habitación; Contempló la imagen que le miraba de vuelta, el hombre de cabellos castaños y ojos cansados que, decididamente, había visto muchas más cosas de las que quería.
Ese era él.
Cicatrices por todas partes, heridas, vivía de una forma en la que atraía la muerte, hacía él o las personas que tenía a su alrededor. Repasó con los dedos una larga herida que surcaba todo su torso en diagonal hasta acabar prácticamente en la cintura: Térpoli.
Lyn parecía estar de acuerdo con Asher en que era un peligro estar junto a él, y no la culpaba; Seguir rumores extraños acerca de los “males” que asolaban el mundo y cortar en dos a todo el que estuviese a final de él no era una vida precisamente segura, ni muy lógica.
Se llevó la mano, entonces, hasta una gran cicatriz que cubría parte de su vientre. No recordaba cómo se la había ganado esa. Ese era el absurdo punto al que había llegado: era incapaz de recordar peleas que le habían granjeado, supuestamente, heridas de gravedad.
Pero, lo peor de todo, es que no le importaba.
No quería morir, pero sentía que hacía algo útil, sentía que sus viajes significaban algo, que no eran los simples caprichos de un crío curioso que quiere ver mundo, ni ordenes por parte de un oficial superior. Por mínimo que fuese, estaba haciendo algo.
No quería ser un héroe, no quería ser especial, sólo quería hacer lo correcto.
Pero, al parecer, incluso eso era incapaz de hacer bien, al final del día Eltrant Tale no era más que un mercenario más del montón, un matón que ni siquiera tenía la inteligencia suficiente como para cobrar por sus servicios.
Sonrió agotado y cerró los ojos unos segundos, volvió a sentarse en la cama.
En ese momento escuchó como llamaban a la puerta y se adentraban en su habitación. No se giró a mirar quien era, aunque sospechaba que Lyn podía pasarse por allí después de que hubiese hablado algo con sus nuevos mejores amigos.
¿Pensaba unirse a los Nómadas y marcharse? Siempre se emocionaba bastante cuando se encontraban con ellos o cuando hablaban de hacerlo. Sacudió la cabeza y alejó aquellas ideas de su cabeza. ¿Por qué estaba pensando aquello para empezar?
Contra todo pronóstico, fue la voz de Syl la que se alzó sobre el silencio en la que estaba sumida la habitación. Aquello sí que fue una sorpresa, de entre todas las personas, el que menos esperaba ver allí era al felino, enarcó una ceja y se giró a mirar al recién llegado, que acababa de cerrar la puerta que les separaba del pasillo en el que, tenuemente, había escuchado conversar a Asher con los demás hacía un rato.
- Lo cierto, Syl… es que… - Se pasó la mano por el pelo, no le apetecía demasiado hablar, y era consciente de que hablar con Syl en momentos como aquel era el recibir ataques como los de Asher pero de forma más velada.
No obstante, Syl se adelantó a él y le preguntó si sabía algo acerca del “Frenesí” que también había mencionado Asher al terminar la pelea. Se volvió a levantar, indicándole a Syl que se adentrase más en la habitación y suspiró.
- Rumores. – dijo volviéndose hacia el gato. – Solían… - Suspiró. En la guardia solían decirle a modo de chiste que él, como los hombres-bestia, entraba en ese modo cuando peleaba y tenía de las de perder. Tyron encontraba particularmente divertido aquel chiste, sobre todo cuando empezó a relacionarse con Asher. – No… nada… - Dijo al final, esbozando una sonrisa cansada. – Creía que eran… - Buscó exactamente las palabras con la que describir lo que tenía en la cabeza. - ¿Exageraciones? – Era evidente que no lo eran, no le era muy complicado adivinar por todo que eso era lo que se había apoderado de Sylas. – Bueno, se ve que estaba equivocado. - Volvió a callarse, estudiando la cara del pardo. – Apenas he podido sujetarle, solo pretendía que… - Suspiró, deteniéndose antes de terminar, aquello sonaba a que estaba justificando sus acciones, y estaba seguro que el gato no había ido allí para oír eso.
¿Por qué él, de entre todas las personas, estaba allí? Negó con la cabeza y se giró de nuevo, volviendo a encarar el espejo. Daba igual.
- Soy un peligro, Syl. Ya me avisaste tú de eso. – dijo simplemente, aquellas palabras probablemente son unas que no se las diría a nadie, ni a Lyn, ni a Asher, ni a Alanna. A nadie. Era curioso que seleccionase al gato para decírselas. – No me doy cuenta la mayor parte del tiempo. – dijo – Pero lo soy. – Dejó de mirar su reflejo y se agachó a tomar a Olvido, la colocó con cuidado contra la pared, hizo lo mismo con Recuerdo. – A veces sería mejor que… - Repasó otra cicatriz, negó con la cabeza y se llevó la mano hasta la cara, reprimió un gemido de dolor, se había olvidado de los cortes. - Es igual. – dijo sentándose de nuevo en la cama. – Gracias por… pasarte, Syl. – añadió. – ¿Cómo esta Sylas? – Preguntó bajando la mirada, aquella sensación de que era él quien le había dañado de tal forma se apoderó de él.
Se apoyó contra la pared que le separaba de la habitación en la que se hospedaba, envuelta en sombras, prácticamente invisible para cualquier tipo de ojo. Quizás la detectasen los diferentes hombres-bestia que había allí, desde luego, ellos podían olfatearla si se lo proponían en serio.
Pero no la verían a simple vista.
Suspiró al oír las palabras de su compañero y se mordió el labio inferior. Lo había escuchado todo, quizás pecase un poco de ser una metomentodo, pero estaba en su derecho de enterarse de que pasaba por la cabeza de su compañero. Asher tenía razón, podía haber lidiado con Sylas de muchas formas distintas, no golpeándole en la cara hasta dejarlo fuera de combate.
Había, a sus ojos, había actuado mal. Aunque no era tampoco la primera vez que lo hacía.
No obstante, le comprendía; Y no pensaba que fuese una persona peligrosa como estaba diciéndole al gato. Había conocido a muchas personas peligrosas y Eltrant, aunque era un bestia, no era peligroso.
No del todo, al menos.
¿“A veces sería mejor que”?
Se agachó a un lado de la puerta y se agarró las rodillas, ¿Cómo se supone que iba a terminar aquella frase? ¿Y por qué tenía la sensación de que ninguna de las formas de completarla era buena?
- Eres un idiota, Eltrant Tale. – susurró, envolviéndose aún más en sombras.
Alternó su mirada entre los presentes, buscando algo de familiaridad entre ellas, tratando de encontrarse con algo comprensión en alguno de los rostros, algún aliado. Pero no las encontró; Incluso Lyn, después de comprobar que estaba bien y que los cortes en la cara no eran graves, se alejó de él y ahora miraba desde una distancia prudente con el ceño levemente fruncido, de brazos cruzados.
- “Vete. Yo me encargo de esto, héroe.”-
Parpadeó varias veces cuando escuchó aquella última frase de Asher, volviendo a la realidad, todo estaba sucediendo demasiado rápido para su gusto, ni siquiera había dicho nada todavía, todo había sido un monologo por parte del lobo.
- Yo… yo no… -
- Ya has hecho suficiente, Eltrant. – dijo Lyn, severamente, impidiendo a que Eltrant dijese nada más mientras colocaba un par de los vasos que yacían en el suelo en la mesa que el león y el humano habían volcado en la trifulca. – Hazle caso y vete arriba. – dijo entonces dejándose caer sobre la misma silla en la que había estado sentada antes de la pelea.
¿Incluso ella?
Optó por no decir nada, era evidente que no le querían allí, incluso él era capaz de saber que añadir algo solo empeoraría más las cosas. Tras pasarse la mano por la nuca en silencio, tratando de encontrar algo conciliador que decir antes de marcharse, se giró sobre sí mismo y se encaminó de forma pausada hasta las escaleras que daban al piso superior.
Era consciente de que nada de lo que dijese iba a arreglar aquello, no cuando Asher había reaccionado así.
[…]
Cerró la puerta con suavidad, tras de sí.
Suspiró profundamente y, metódicamente, comenzó a quitarse su equipo según se adentraba en la habitación, lo dejó caer todo al suelo, no se preocupó por ordenar nada.
¿Qué se supone que tenía que haber hecho? Deslizó la yema de los dedos por la pequeña incisión que había causado Sylas con su hacha en el metal que había cubierto su vientre. ¿Dejar que Sylas matase al elfo? Estaba intentando reducirlo, era evidente que no podía hacerlo de otra forma, sobre todo por la forma en la que se estaba comportando. ¿Tenía que haber dejado que Asher, con sus dos costillas rotas, lidiase con él? ¿O Syl, que la forma más rápida que tenía de lidiar con los peligros era incrustarle un virote entre ambas cejas? ¿…O Lyn?
Sacudió la cabeza, daba igual lo que se preguntase ahora, como tratase de justificarlo. Si era completamente honesto consigo mismo había reaccionado de forma instintiva, casi visceral, simplemente se había posicionado entre el peligro y su víctima.
¿De verdad era así la única forma que tenía de lidiar con los problemas? ¿Era solo un matón? ¿Un asesino que se creía moralmente por encima de los demás?
Asher parecía pensar que sí.
Se sentó a los pies de la cama y comenzó a desabrochar las ataduras que mantenían sujeto su guantelete derecho, descubrió como este tenía los nudillos manchados de sangre. Frunciendo el ceño tomó levemente aire y cerró su mano izquierda entorno a aquella protección durante unos segundos, antes de arrojar el guantelete contra la pared con todas sus fuerzas.
Hasta el elfo le ha mirado con aquella cara, juzgándole. No sabía que pensar de todo aquello. Sí, podía admitir que se había extralimitado, pero no había tenido demasiadas opciones en aquel momento.
- Acero y sangre… - Se peinó pobremente y repitió aquellas palabras un par de veces más.
Era injusto, era muy injusto. Todos en la sala habían visto lo que estaba a punto de suceder, él solo había actuado en consecuencia a ello. De no llegar a tener armadura él mismo estaría muerto.
Se deshizo de la camisa que vestía y la usó a modo de trapo para limpiar la sangre que seguía resbalando por su cara, chasqueó la lengua, ligeramente dolorido, cuando la tela pasó sobre los arañazos del león. Era evidente que el elfo no iba a estar por la labor de curarle.
- Dioses… - dijo dejando caer la camisa manchada de sangre a un lado, llevándose una de las manos hasta la sien, repasando ahora las distintas heridas con los dedos de dicha mano.
¿Era Sylas así por su culpa? ¿Habría sido más piadoso acabar con su vida en la aldea elfica? No, no había otra opción, sacudió la cabeza, no se arrepentía de lo que había hecho en aquella aldea tiempo atrás.
Se levantó de la cama y clavó su mirada en el reflejo del amplio espejo de pie que había frente a él, al otro lado de la habitación; Contempló la imagen que le miraba de vuelta, el hombre de cabellos castaños y ojos cansados que, decididamente, había visto muchas más cosas de las que quería.
Ese era él.
Cicatrices por todas partes, heridas, vivía de una forma en la que atraía la muerte, hacía él o las personas que tenía a su alrededor. Repasó con los dedos una larga herida que surcaba todo su torso en diagonal hasta acabar prácticamente en la cintura: Térpoli.
Lyn parecía estar de acuerdo con Asher en que era un peligro estar junto a él, y no la culpaba; Seguir rumores extraños acerca de los “males” que asolaban el mundo y cortar en dos a todo el que estuviese a final de él no era una vida precisamente segura, ni muy lógica.
Se llevó la mano, entonces, hasta una gran cicatriz que cubría parte de su vientre. No recordaba cómo se la había ganado esa. Ese era el absurdo punto al que había llegado: era incapaz de recordar peleas que le habían granjeado, supuestamente, heridas de gravedad.
Pero, lo peor de todo, es que no le importaba.
No quería morir, pero sentía que hacía algo útil, sentía que sus viajes significaban algo, que no eran los simples caprichos de un crío curioso que quiere ver mundo, ni ordenes por parte de un oficial superior. Por mínimo que fuese, estaba haciendo algo.
No quería ser un héroe, no quería ser especial, sólo quería hacer lo correcto.
Pero, al parecer, incluso eso era incapaz de hacer bien, al final del día Eltrant Tale no era más que un mercenario más del montón, un matón que ni siquiera tenía la inteligencia suficiente como para cobrar por sus servicios.
Sonrió agotado y cerró los ojos unos segundos, volvió a sentarse en la cama.
En ese momento escuchó como llamaban a la puerta y se adentraban en su habitación. No se giró a mirar quien era, aunque sospechaba que Lyn podía pasarse por allí después de que hubiese hablado algo con sus nuevos mejores amigos.
¿Pensaba unirse a los Nómadas y marcharse? Siempre se emocionaba bastante cuando se encontraban con ellos o cuando hablaban de hacerlo. Sacudió la cabeza y alejó aquellas ideas de su cabeza. ¿Por qué estaba pensando aquello para empezar?
Contra todo pronóstico, fue la voz de Syl la que se alzó sobre el silencio en la que estaba sumida la habitación. Aquello sí que fue una sorpresa, de entre todas las personas, el que menos esperaba ver allí era al felino, enarcó una ceja y se giró a mirar al recién llegado, que acababa de cerrar la puerta que les separaba del pasillo en el que, tenuemente, había escuchado conversar a Asher con los demás hacía un rato.
- Lo cierto, Syl… es que… - Se pasó la mano por el pelo, no le apetecía demasiado hablar, y era consciente de que hablar con Syl en momentos como aquel era el recibir ataques como los de Asher pero de forma más velada.
No obstante, Syl se adelantó a él y le preguntó si sabía algo acerca del “Frenesí” que también había mencionado Asher al terminar la pelea. Se volvió a levantar, indicándole a Syl que se adentrase más en la habitación y suspiró.
- Rumores. – dijo volviéndose hacia el gato. – Solían… - Suspiró. En la guardia solían decirle a modo de chiste que él, como los hombres-bestia, entraba en ese modo cuando peleaba y tenía de las de perder. Tyron encontraba particularmente divertido aquel chiste, sobre todo cuando empezó a relacionarse con Asher. – No… nada… - Dijo al final, esbozando una sonrisa cansada. – Creía que eran… - Buscó exactamente las palabras con la que describir lo que tenía en la cabeza. - ¿Exageraciones? – Era evidente que no lo eran, no le era muy complicado adivinar por todo que eso era lo que se había apoderado de Sylas. – Bueno, se ve que estaba equivocado. - Volvió a callarse, estudiando la cara del pardo. – Apenas he podido sujetarle, solo pretendía que… - Suspiró, deteniéndose antes de terminar, aquello sonaba a que estaba justificando sus acciones, y estaba seguro que el gato no había ido allí para oír eso.
¿Por qué él, de entre todas las personas, estaba allí? Negó con la cabeza y se giró de nuevo, volviendo a encarar el espejo. Daba igual.
- Soy un peligro, Syl. Ya me avisaste tú de eso. – dijo simplemente, aquellas palabras probablemente son unas que no se las diría a nadie, ni a Lyn, ni a Asher, ni a Alanna. A nadie. Era curioso que seleccionase al gato para decírselas. – No me doy cuenta la mayor parte del tiempo. – dijo – Pero lo soy. – Dejó de mirar su reflejo y se agachó a tomar a Olvido, la colocó con cuidado contra la pared, hizo lo mismo con Recuerdo. – A veces sería mejor que… - Repasó otra cicatriz, negó con la cabeza y se llevó la mano hasta la cara, reprimió un gemido de dolor, se había olvidado de los cortes. - Es igual. – dijo sentándose de nuevo en la cama. – Gracias por… pasarte, Syl. – añadió. – ¿Cómo esta Sylas? – Preguntó bajando la mirada, aquella sensación de que era él quien le había dañado de tal forma se apoderó de él.
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Se apoyó contra la pared que le separaba de la habitación en la que se hospedaba, envuelta en sombras, prácticamente invisible para cualquier tipo de ojo. Quizás la detectasen los diferentes hombres-bestia que había allí, desde luego, ellos podían olfatearla si se lo proponían en serio.
Pero no la verían a simple vista.
Suspiró al oír las palabras de su compañero y se mordió el labio inferior. Lo había escuchado todo, quizás pecase un poco de ser una metomentodo, pero estaba en su derecho de enterarse de que pasaba por la cabeza de su compañero. Asher tenía razón, podía haber lidiado con Sylas de muchas formas distintas, no golpeándole en la cara hasta dejarlo fuera de combate.
Había, a sus ojos, había actuado mal. Aunque no era tampoco la primera vez que lo hacía.
No obstante, le comprendía; Y no pensaba que fuese una persona peligrosa como estaba diciéndole al gato. Había conocido a muchas personas peligrosas y Eltrant, aunque era un bestia, no era peligroso.
No del todo, al menos.
¿“A veces sería mejor que”?
Se agachó a un lado de la puerta y se agarró las rodillas, ¿Cómo se supone que iba a terminar aquella frase? ¿Y por qué tenía la sensación de que ninguna de las formas de completarla era buena?
- Eres un idiota, Eltrant Tale. – susurró, envolviéndose aún más en sombras.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Coloqué aquel trozo de acero sobre la mesa y suspiré. No era la primera vez que intentaba ponerle una runa. Las otras veces, había fallado. No me podía permitir los materiales apropiados, o eran demasiado dificiles de encontrar. Recordaba las repetidas veces que había sangrado (literalmente) sobre la hoja, resultando solo en frustración y heridas pequeñas recorriendo mi mano.
Era estúpido el intentar encantar algo que vas a empuñar usando tu propia sangre. Pero por algún motivo, debía pensar que tendría más poder de esa forma. Afortunadamente, aquella vez era distinto. Tenía práctica. Y lo más importante, tenía materiales. Saqué un pequeño frasco de una de las bolsas de mi cinturón. Un brillante líquido dorado yacía al fondo, casi inerte. Savia del Árbol Madre. Difícil de adquirir fuera de Sandorai, pero potente. Según Syl, tenía el mismo color que mis ojos.
-Es muy bonita.- susurró la tigresa desde una silla al otro lado de la habitación. Habría preferido usar mi habitación, pero no tenía los objetos necesarios. En concreto, la única mesa que había estaba algo coja. La de esa sala era mejor, y Tahira parecía haberse asegurado de dejarme mi espacio para trabajar.
-Casi da pena gastarla.- murmuré. -Aunque si que es tentador bebersela.-
Coloqué el frasco sobre una de las velas de la habitación. Tenía que hacerla más fluida para aquello. Mientras la savia se calentaba, empecé a dibujar la runa en un trozo de pergamino, probando repetidas veces el símbolo que quería usar. Tenía que hacerlo bien, incluso si no esperaba que durase. Era algo así como un reto que me había impuesto a mi mismo. Por una vez, tenía que funcionar. Seguí el dibujo con la mano, repitiéndolo una y otra vez hasta estar seguro de poder hacerlo perfecto. Después, empecé con la parte complicada.
Saqué un cincel de hueso de mi bolsa. La pluma no era lo suficientemente gruesa para aquello. Cuidadosamente, mojé el hueso en la cera derretida de la vela y dibujé un círculo en la zona menos oxidada de la espada. Después, cogí la pluma y empecé a dibujar la runa, usando la savia como tinta. Un destello iluminó la habitación, cegándome de forma dolorosa.
-...vaya.- dijo la joven. Tras unos segundos, la luz empezó a aminorar. Pestañeé varias veces, sorprendido. Y sonreí. Aquella cosa había funcionado de verdad. Con un sello de cera... no retendría el encantamiento más de un día. Pero por el momento, tenía una espada de luz. La clase de luz que desintegraba no-muertos... y, con suerte, petrificaba trolls.
Guardé la espada en la maltrecha funda de cuero, apagando la luz, y me estiré, satisfecho. La cabeza se me había aclarado, al menos un poco.
Syl se frotó la frente, exasperado. Por supuesto. En cierta forma, le sorprendía que el humano no se hubiese enfadado. De alguna forma, el asunto le había vuelto... melancólico. Debía estar culpandose a si mismo, más que enfadado. Pero...
-No tienes ni idea de que has hecho mal exactamente, ¿verdad?- preguntó. El gato intentó ponerse en la piel de Tale. Debía ser frustrante. Se había lanzado contra un tipo armado para proteger a un inocente, y la gente a su alrededor se había enfadado por usar más fuerza de la debida. ¿Como actuaba, sabiendo eso? ¿Que querría escuchar para remediar la situación?
Bueno, lo primero era dejar claro los hechos.
-El frenesí no es simplemente... estar enfadado.- comenzó Syl. -No es creer que tu causa es muy justa o que odias mucho a otra persona. Esto... va más allá. Es supervivencia. Es más fácil de que aparezca con emociones fuertes, y la ira y el miedo... lo provocan a menudo.- el gato dio un par de pasos por la habitación y se sentó lentamente sobre la cama, sin apoyarse demasiado sobre ella. -Sylas temía por su vida en cuanto vio al elfo. No me preguntes por qué.-
-La cosa es que... cuando estás en frenesí, no es fácil... pensar. Solo buscas sobrevivir, y es dificil ver que es una amenaza y que no lo es. Te olvidas de tus limites, eres más fuerte, más rápido... pero es por eso por lo que no peleas contra alguien en ese estado.- continuó. El felino suspiró. Era algo que todo aquel que se criase entre hombres bestias conocía. Él lo aprendió más tarde, en Dalmasca. -Es casi imposible parar si lo único que sientes es dolor. Si un hombre entra en frenesí, y otro decide resolverlo a golpes... uno de los dos acaba muerto.- Aquella era una situación peligrosa. Tal vez Asher se hubiese temido aquello. Si no hubiese sido por la intervención de la chica, probablemente habría acabado igual.
-Me ha contado lo de la guardia.- declaró, sin mirar a ningún punto de la sala en particular. -Como una vez entró en Frenesí, y como lo resolvieron usando la marca. No puedo imaginarme lo que debe haber sido para que funcionase.- dijo, negando con la cabeza. Hablar de aquello le desgarraba el corazón. La angustia y el dolor por los que debía haber pasado... los deseos de morir. Si en su primer encuentro con el humano, Eltrant hubiese intentado capturar a Asher... el hombre perro le hizo prometer a Syl que le dispararía en el corazón. La muerte antes que volver a aquello. El gato tragó saliva, y volvió a la frase. -Creo que se ha visto a si mismo en Sylas.- Tenía que centrarse en lo que había ido a hacer, después de todo. Tale era un idiota, pero no era irracional.
-De todas formas... era una amenaza, y nadie ha muerto. Podría haber sido mucho peor... y no hay daño permanente. No es muy "tú" el quedarte deprimido cuando puedes solucionar las cosas.- dijo. Tenia muchas formas de actuar, después de todo. Pero tal vez necesitase su tiempo primero. -Si crees que has actuado demasiado deprisa... disculpate y aprende para la próxima. Llora antes, si te hace falta. Pero no dejes que se convierta en una cicatriz. Ya tienes demasiadas.-
Aquello era lo que solía hacer su pareja, después de todo. Era algo que admiraba. Entendía como podía sentirse Eltrant, y como de fácil era dejarse llevar y hundirse en la miseria, pero no era lo correcto. No. Era mejor levantarse y continuar.
Era estúpido el intentar encantar algo que vas a empuñar usando tu propia sangre. Pero por algún motivo, debía pensar que tendría más poder de esa forma. Afortunadamente, aquella vez era distinto. Tenía práctica. Y lo más importante, tenía materiales. Saqué un pequeño frasco de una de las bolsas de mi cinturón. Un brillante líquido dorado yacía al fondo, casi inerte. Savia del Árbol Madre. Difícil de adquirir fuera de Sandorai, pero potente. Según Syl, tenía el mismo color que mis ojos.
-Es muy bonita.- susurró la tigresa desde una silla al otro lado de la habitación. Habría preferido usar mi habitación, pero no tenía los objetos necesarios. En concreto, la única mesa que había estaba algo coja. La de esa sala era mejor, y Tahira parecía haberse asegurado de dejarme mi espacio para trabajar.
-Casi da pena gastarla.- murmuré. -Aunque si que es tentador bebersela.-
Coloqué el frasco sobre una de las velas de la habitación. Tenía que hacerla más fluida para aquello. Mientras la savia se calentaba, empecé a dibujar la runa en un trozo de pergamino, probando repetidas veces el símbolo que quería usar. Tenía que hacerlo bien, incluso si no esperaba que durase. Era algo así como un reto que me había impuesto a mi mismo. Por una vez, tenía que funcionar. Seguí el dibujo con la mano, repitiéndolo una y otra vez hasta estar seguro de poder hacerlo perfecto. Después, empecé con la parte complicada.
Saqué un cincel de hueso de mi bolsa. La pluma no era lo suficientemente gruesa para aquello. Cuidadosamente, mojé el hueso en la cera derretida de la vela y dibujé un círculo en la zona menos oxidada de la espada. Después, cogí la pluma y empecé a dibujar la runa, usando la savia como tinta. Un destello iluminó la habitación, cegándome de forma dolorosa.
-...vaya.- dijo la joven. Tras unos segundos, la luz empezó a aminorar. Pestañeé varias veces, sorprendido. Y sonreí. Aquella cosa había funcionado de verdad. Con un sello de cera... no retendría el encantamiento más de un día. Pero por el momento, tenía una espada de luz. La clase de luz que desintegraba no-muertos... y, con suerte, petrificaba trolls.
Guardé la espada en la maltrecha funda de cuero, apagando la luz, y me estiré, satisfecho. La cabeza se me había aclarado, al menos un poco.
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Syl se frotó la frente, exasperado. Por supuesto. En cierta forma, le sorprendía que el humano no se hubiese enfadado. De alguna forma, el asunto le había vuelto... melancólico. Debía estar culpandose a si mismo, más que enfadado. Pero...
-No tienes ni idea de que has hecho mal exactamente, ¿verdad?- preguntó. El gato intentó ponerse en la piel de Tale. Debía ser frustrante. Se había lanzado contra un tipo armado para proteger a un inocente, y la gente a su alrededor se había enfadado por usar más fuerza de la debida. ¿Como actuaba, sabiendo eso? ¿Que querría escuchar para remediar la situación?
Bueno, lo primero era dejar claro los hechos.
-El frenesí no es simplemente... estar enfadado.- comenzó Syl. -No es creer que tu causa es muy justa o que odias mucho a otra persona. Esto... va más allá. Es supervivencia. Es más fácil de que aparezca con emociones fuertes, y la ira y el miedo... lo provocan a menudo.- el gato dio un par de pasos por la habitación y se sentó lentamente sobre la cama, sin apoyarse demasiado sobre ella. -Sylas temía por su vida en cuanto vio al elfo. No me preguntes por qué.-
-La cosa es que... cuando estás en frenesí, no es fácil... pensar. Solo buscas sobrevivir, y es dificil ver que es una amenaza y que no lo es. Te olvidas de tus limites, eres más fuerte, más rápido... pero es por eso por lo que no peleas contra alguien en ese estado.- continuó. El felino suspiró. Era algo que todo aquel que se criase entre hombres bestias conocía. Él lo aprendió más tarde, en Dalmasca. -Es casi imposible parar si lo único que sientes es dolor. Si un hombre entra en frenesí, y otro decide resolverlo a golpes... uno de los dos acaba muerto.- Aquella era una situación peligrosa. Tal vez Asher se hubiese temido aquello. Si no hubiese sido por la intervención de la chica, probablemente habría acabado igual.
-Me ha contado lo de la guardia.- declaró, sin mirar a ningún punto de la sala en particular. -Como una vez entró en Frenesí, y como lo resolvieron usando la marca. No puedo imaginarme lo que debe haber sido para que funcionase.- dijo, negando con la cabeza. Hablar de aquello le desgarraba el corazón. La angustia y el dolor por los que debía haber pasado... los deseos de morir. Si en su primer encuentro con el humano, Eltrant hubiese intentado capturar a Asher... el hombre perro le hizo prometer a Syl que le dispararía en el corazón. La muerte antes que volver a aquello. El gato tragó saliva, y volvió a la frase. -Creo que se ha visto a si mismo en Sylas.- Tenía que centrarse en lo que había ido a hacer, después de todo. Tale era un idiota, pero no era irracional.
-De todas formas... era una amenaza, y nadie ha muerto. Podría haber sido mucho peor... y no hay daño permanente. No es muy "tú" el quedarte deprimido cuando puedes solucionar las cosas.- dijo. Tenia muchas formas de actuar, después de todo. Pero tal vez necesitase su tiempo primero. -Si crees que has actuado demasiado deprisa... disculpate y aprende para la próxima. Llora antes, si te hace falta. Pero no dejes que se convierta en una cicatriz. Ya tienes demasiadas.-
Aquello era lo que solía hacer su pareja, después de todo. Era algo que admiraba. Entendía como podía sentirse Eltrant, y como de fácil era dejarse llevar y hundirse en la miseria, pero no era lo correcto. No. Era mejor levantarse y continuar.
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Uso de profesión Arcanos para darle un toque elemental a la espada... más potente de lo normal, pero de un solo uso.Última edición por Asher el Dom Abr 22 2018, 02:28, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Syl, al parecer, se había tomado la libertad de ir allí a explicarle el verdadero significado del Frenesí que supuestamente afectaba a todos los hombres-bestia por igual. El felino de alguna forma había intuido, acertadamente, que Eltrant no sabía realmente nada de esto.
Para Eltrant, lo que Syl estaba contándole, no había sido más una exageración hasta ese mismo instante, un término que usaban algunas personas de forma despectiva para diferenciarse de las “bestias” a las que menospreciaban.
Pero era muy real.
Pasándose la mano derecha por la nuca suspiró y dejó que Syl continuase hablando, sin interrumpirle en ningún momento. El gato lo dejó todo bastante claro con unas pocas palabras, lo hizo de modo que incluso Eltrant fue capaz de entenderlo con facilidad. Le sorprendió que este se prestase siquiera a hacerlo, sobre todo con él.
¿Eso significaba que eran algo parecido a amigos? Empezaba a considerar que sí, o quizás, simplemente, estaba allí principalmente por Asher.
Se cruzó de brazos, parte de lo que Syl decía ya lo sabía, después de todo, no era raro que los rumores se solapasen con la realidad: cuando un hombre-bestia se veía poseído por el frenesí era incapaz de pensar de forma coherente, se limitaba a atacar a todo lo que veía, se volvía más fuerte y más rápido.
Pero no lo hacía a voluntad.
El miedo, la ira… las distintas emociones con las que todos contaban podían hacer que un hombre-bestia cayese presa de, por lo que parecía, su propia condición. Bajó la mirada al oír a Syl decir eso y se pasó la mano por la cara.
Miedo.
- “Acero y Sangre” –
No era muy difícil adivinar qué había sucedido cuando él apareció. Había sido el último componente de esos frascos alquímicos que Huracán usaba para pelear. La gota que, por lo que le habían explicado, hacía estallar la botella.
Sonrió a Syl, cansado, cuando este terminó de hablar, cuando, al final, el felino mencionó que no era usual verle así de abatido, sobre todo cuando aún podía actuar y cambiar las cosas. Negó con la cabeza con suavidad, no había sido tan decidido siempre, hubo una época en la que apenas podía salir de su oficina en Lunargenta sin beberse antes varias botellas de alcohol.
Pero, en cierto modo, el gato no se equivocaba. Hacía bastante tiempo que no sentía como aquel torrente de emociones se apoderaba de él, no de aquella forma, al menos. La última vez fue justo después de reencontrarse con Asher y conocer a Syl, apenas una semana antes de dejar la guardia.
Cuando vio los cadáveres en mitad del camino.
Agitó la cabeza, acallando aquellos pensamientos y, suspirando profundamente, se levantó de la cama. Ahora comprendía que le había sucedido a Sylas; ahora, creía comprender, por qué Asher había reaccionado de aquella forma.
¿Había sentido Asher que podía ser él Sylas?
Era algo que había mencionado Syl en voz alta. Rememoró el día de entrenamiento en el que, al final, el lobo acabó en los calabozos. ¿En ese entonces había entrado en frenesí? Sí lo había hecho se le había escapado por completo, siempre había pensado que, como era lógico, no quería ser esclavo de nadie y se comportaba acorde a ello.
Tomó aire recordando el momento en el que usaron la marca del lobo para apaciguarle, solo los gritos que Asher dejó escapar eran suficientes para sentir un escalofrío recorrerle la espalda. No quiso ahondar en aquel asunto más, tanto por él como por Syl.
Aun cuando el gato se estaba comportando como de costumbre, sin apenas desvelar emociones tras sus palabras, Eltrant podía intuir que hablar acerca de aquello no le era fácil.
- Gracias, Syl – dijo agachándose junto a la pequeña bolsa que, usualmente, llevaba atada del cinturón. – No necesito más tiempo. He escuchado lo que necesitaba. – dijo rebuscando en dicha bolsa y extrayendo, finalmente, lo que había estado buscando. – Tienes razón. – Le tomó de un hombro y le agitó con suavidad, no sabía muy bien como expresar lo que sentía, pero era algo más que simple agradecimiento. Sonrió – No es normal que me quede aquí sin hacer nada. No, cuando puedo hacer algo. Voy a buscar a Asher - dijo al final a Syl.
El gato parecía tan sereno como siempre, pero entre unas cosas y otras, el felino apenas había dormido, dudaba que lo hubiese hecho siquiera mientras curaban a Asher. Esperaba que durmiese un poco antes del anochecer, aunque fuese en aquella cama. Si se lo merecia alguien, era él.
Ojeó la pequeña runa de protección que tenía ahora entre sus manos y tras pasársela de una mano a otra, salió de la habitación.
Comprendía lo que tenía que hacer.
No se dio cuenta de que se había dejado su camisa en la habitación hasta que golpeó la puerta de la habitación en la que se hospedaban Asher y Syl. Susurró un par de improperios para sí mismo y negó con la cabeza.
Escuchaba sonido en el interior de la habitación, estaba seguro de que había alguien, no obstante, se estaban tomando su tiempo en abrir.
Cuando finalmente la puerta se abrió, no fueron los ojos ocres del lobo los que le recibieron, la tigresa que decía responder al nombre de Tahira estaba allí dentro y, muy probablemente, también Sylas. Esperaba que estuviese tranquilo, o que no reconociese su olor al menos.
La mujer entrecerró la puerta tan pronto como vislumbró el rostro de Eltrant.
No la culpaba.
- Yo… - Se llevó la mano hasta la nuca, Tahira cerró un poco más la puerta, dejando solo una pequeña línea entre él y la habitación. - ¿Sabes dónde está Asher? – Preguntó – Necesito… hablar con él. – Tahira entornó los ojos unos instantes y estudió al exmercenario.
- Esta con mi… con mi espada. Va a prepararla, vamos a ir con…– Se detuvo, volvió a estudiar a Eltrant y frunció el ceño, mostrándose más decidida. – Vamos a ir con vosotros - Fue lo único que Tahira dijo antes de tratar cerrar la puerta, Eltrant colocó su mano en la madera, impidiéndole que lo hiciera, al menos de inmediato.
- Espera… espera un segundo. – Suspiró, sacudió la cabeza, Tahira hizo algo de fuerza tratando de dejar al humano fuera de la habitación, pero Eltrant se aseguró de que la puerta siguiese abierta, de todas formas, no pretendía entrar. No si no le invitaban a hacerlo – No… voy a… - Relajó el brazo que sujetaba la entrada al dormitorio tan pronto como comprendió que, de nuevo, podía estar dando el mensaje equivocado. – Vengo a disculparme. – dijo, Tahira se detuvo antes de cerrar completamente, arqueando una ceja, esperando a que Eltrant terminase lo que tenía que decir allí. – Sé que… - Se atusó la barba. - …Que ya no puedo deshacer lo que he hecho… - Suspiró. – Pero… – Sacudió la cabeza. – No era consciente de algunas cosas que… - Volvió a detenerse, miró a Tahira - ¿Puedo hablar con Asher? – La tigresa miró al exmercenario durante unos segundos y, al final, abrió completamente.
- Gracias – dijo adentrándose en el dormitorio.
Sylas estaba en la cama, fuera de combate, o al menos lo parecía. Agradecía que estuviese así, si era honesto consigo mismo, no sabía muy bien como disculparse con él.
Asher, mientras tanto, trabajaba al otro lado de la habitación, no sabía si le había oído o no, pero tampoco quería forzar demasiado el asunto llamándole desde la entrada.
Pasó lentamente junto al león, tratando de no despertarle en el proceso. Al verle en la cama, no pudo evitar sorprenderse por haber podido sujetar a aquel hombre, aunque hubiese sido de aquella forma tan contundente como lo había hecho. Sylas poseía un tamaño considerable.
- Asher… - El lobo seguía dandole la espalda, sin parar de trabajar en la espada de Tahira. Eltrant se giró hacía Sylas y tomó aire. – Siento lo que… ha pasado. – Dijo con aparente sencillez, en un principio parecía ser una disculpa algo escueta, al menos lo hizo durante unos segundos, hasta que finalmente encontró que más añadir. – Syl me ha explicado que… que es realmente el frenesí. – Se llevó la mano hasta la barba y, nervioso, se la rascó durante unos instantes. – Sé que me he pasado con... – dijo, volvía a sentirse un matón, al menos lo hizo durante unos segundos. – Bueno, lo sé ahora. – Se corrigió, pensó en las últimas palabras que Syl le había dicho en la habitación. – Lo que trato de decir es… – Cerró su mano con fuera en torno a la runa de protección. – Es que no volverá a pasar. – Afirmó. – He cometido un error. Sé que lo he hecho y… me aseguraré de no repetirlo. – Bajó la mirada, hasta sus cicatrices.
Tenía que haberse acordado de la camisa, se sentía algo ridículo.
– Lo siento. – Cerró los ojos unos instantes y suspiró.
Tragó saliva, una parte de él sentía que había hecho lo correcto al bloquear a Sylas con aquel placaje inicial. Syl, después de todo, había sido capaz de adivinar lo que sentía él. Pero había tantas cosas que podía haber hecho de forma diferente… para empezar, los puñetazos habían sobrado, eso parecía que era algo en lo que todo parecían estar de acuerdo.
Miles de ideas, de formas de apaciguar al león que, ahora, no servían de nada llegaban hasta sus pensamientos. Después de todo, Eltrant iba ataviado con una armadura completa, podía haber usado su fuerza para desarmarlo una vez le hubiese placado. No obstante, no se arrepentía de haberle salvado la vida al elfo. Seguía pensando que había estado peligrosamente cerca de morir y que, de no ser por su intervención, lo habría hecho.
- Eso es… todo. – Miró a Asher por última vez y, después, depositó sus ojos en Sylas. Lo último que el león necesitaba era que un montón de personas comenzasen a hablar cuando necesitaba descansar. – Será mejor que me vaya ya. – dijo encaminándose de vuelta hacía la puerta del dormitorio.
Para Eltrant, lo que Syl estaba contándole, no había sido más una exageración hasta ese mismo instante, un término que usaban algunas personas de forma despectiva para diferenciarse de las “bestias” a las que menospreciaban.
Pero era muy real.
Pasándose la mano derecha por la nuca suspiró y dejó que Syl continuase hablando, sin interrumpirle en ningún momento. El gato lo dejó todo bastante claro con unas pocas palabras, lo hizo de modo que incluso Eltrant fue capaz de entenderlo con facilidad. Le sorprendió que este se prestase siquiera a hacerlo, sobre todo con él.
¿Eso significaba que eran algo parecido a amigos? Empezaba a considerar que sí, o quizás, simplemente, estaba allí principalmente por Asher.
Se cruzó de brazos, parte de lo que Syl decía ya lo sabía, después de todo, no era raro que los rumores se solapasen con la realidad: cuando un hombre-bestia se veía poseído por el frenesí era incapaz de pensar de forma coherente, se limitaba a atacar a todo lo que veía, se volvía más fuerte y más rápido.
Pero no lo hacía a voluntad.
El miedo, la ira… las distintas emociones con las que todos contaban podían hacer que un hombre-bestia cayese presa de, por lo que parecía, su propia condición. Bajó la mirada al oír a Syl decir eso y se pasó la mano por la cara.
Miedo.
- “Acero y Sangre” –
No era muy difícil adivinar qué había sucedido cuando él apareció. Había sido el último componente de esos frascos alquímicos que Huracán usaba para pelear. La gota que, por lo que le habían explicado, hacía estallar la botella.
Sonrió a Syl, cansado, cuando este terminó de hablar, cuando, al final, el felino mencionó que no era usual verle así de abatido, sobre todo cuando aún podía actuar y cambiar las cosas. Negó con la cabeza con suavidad, no había sido tan decidido siempre, hubo una época en la que apenas podía salir de su oficina en Lunargenta sin beberse antes varias botellas de alcohol.
Pero, en cierto modo, el gato no se equivocaba. Hacía bastante tiempo que no sentía como aquel torrente de emociones se apoderaba de él, no de aquella forma, al menos. La última vez fue justo después de reencontrarse con Asher y conocer a Syl, apenas una semana antes de dejar la guardia.
Cuando vio los cadáveres en mitad del camino.
Agitó la cabeza, acallando aquellos pensamientos y, suspirando profundamente, se levantó de la cama. Ahora comprendía que le había sucedido a Sylas; ahora, creía comprender, por qué Asher había reaccionado de aquella forma.
¿Había sentido Asher que podía ser él Sylas?
Era algo que había mencionado Syl en voz alta. Rememoró el día de entrenamiento en el que, al final, el lobo acabó en los calabozos. ¿En ese entonces había entrado en frenesí? Sí lo había hecho se le había escapado por completo, siempre había pensado que, como era lógico, no quería ser esclavo de nadie y se comportaba acorde a ello.
Tomó aire recordando el momento en el que usaron la marca del lobo para apaciguarle, solo los gritos que Asher dejó escapar eran suficientes para sentir un escalofrío recorrerle la espalda. No quiso ahondar en aquel asunto más, tanto por él como por Syl.
Aun cuando el gato se estaba comportando como de costumbre, sin apenas desvelar emociones tras sus palabras, Eltrant podía intuir que hablar acerca de aquello no le era fácil.
- Gracias, Syl – dijo agachándose junto a la pequeña bolsa que, usualmente, llevaba atada del cinturón. – No necesito más tiempo. He escuchado lo que necesitaba. – dijo rebuscando en dicha bolsa y extrayendo, finalmente, lo que había estado buscando. – Tienes razón. – Le tomó de un hombro y le agitó con suavidad, no sabía muy bien como expresar lo que sentía, pero era algo más que simple agradecimiento. Sonrió – No es normal que me quede aquí sin hacer nada. No, cuando puedo hacer algo. Voy a buscar a Asher - dijo al final a Syl.
El gato parecía tan sereno como siempre, pero entre unas cosas y otras, el felino apenas había dormido, dudaba que lo hubiese hecho siquiera mientras curaban a Asher. Esperaba que durmiese un poco antes del anochecer, aunque fuese en aquella cama. Si se lo merecia alguien, era él.
Ojeó la pequeña runa de protección que tenía ahora entre sus manos y tras pasársela de una mano a otra, salió de la habitación.
Comprendía lo que tenía que hacer.
[…]
No se dio cuenta de que se había dejado su camisa en la habitación hasta que golpeó la puerta de la habitación en la que se hospedaban Asher y Syl. Susurró un par de improperios para sí mismo y negó con la cabeza.
Escuchaba sonido en el interior de la habitación, estaba seguro de que había alguien, no obstante, se estaban tomando su tiempo en abrir.
Cuando finalmente la puerta se abrió, no fueron los ojos ocres del lobo los que le recibieron, la tigresa que decía responder al nombre de Tahira estaba allí dentro y, muy probablemente, también Sylas. Esperaba que estuviese tranquilo, o que no reconociese su olor al menos.
La mujer entrecerró la puerta tan pronto como vislumbró el rostro de Eltrant.
No la culpaba.
- Yo… - Se llevó la mano hasta la nuca, Tahira cerró un poco más la puerta, dejando solo una pequeña línea entre él y la habitación. - ¿Sabes dónde está Asher? – Preguntó – Necesito… hablar con él. – Tahira entornó los ojos unos instantes y estudió al exmercenario.
- Esta con mi… con mi espada. Va a prepararla, vamos a ir con…– Se detuvo, volvió a estudiar a Eltrant y frunció el ceño, mostrándose más decidida. – Vamos a ir con vosotros - Fue lo único que Tahira dijo antes de tratar cerrar la puerta, Eltrant colocó su mano en la madera, impidiéndole que lo hiciera, al menos de inmediato.
- Espera… espera un segundo. – Suspiró, sacudió la cabeza, Tahira hizo algo de fuerza tratando de dejar al humano fuera de la habitación, pero Eltrant se aseguró de que la puerta siguiese abierta, de todas formas, no pretendía entrar. No si no le invitaban a hacerlo – No… voy a… - Relajó el brazo que sujetaba la entrada al dormitorio tan pronto como comprendió que, de nuevo, podía estar dando el mensaje equivocado. – Vengo a disculparme. – dijo, Tahira se detuvo antes de cerrar completamente, arqueando una ceja, esperando a que Eltrant terminase lo que tenía que decir allí. – Sé que… - Se atusó la barba. - …Que ya no puedo deshacer lo que he hecho… - Suspiró. – Pero… – Sacudió la cabeza. – No era consciente de algunas cosas que… - Volvió a detenerse, miró a Tahira - ¿Puedo hablar con Asher? – La tigresa miró al exmercenario durante unos segundos y, al final, abrió completamente.
- Gracias – dijo adentrándose en el dormitorio.
Sylas estaba en la cama, fuera de combate, o al menos lo parecía. Agradecía que estuviese así, si era honesto consigo mismo, no sabía muy bien como disculparse con él.
Asher, mientras tanto, trabajaba al otro lado de la habitación, no sabía si le había oído o no, pero tampoco quería forzar demasiado el asunto llamándole desde la entrada.
Pasó lentamente junto al león, tratando de no despertarle en el proceso. Al verle en la cama, no pudo evitar sorprenderse por haber podido sujetar a aquel hombre, aunque hubiese sido de aquella forma tan contundente como lo había hecho. Sylas poseía un tamaño considerable.
- Asher… - El lobo seguía dandole la espalda, sin parar de trabajar en la espada de Tahira. Eltrant se giró hacía Sylas y tomó aire. – Siento lo que… ha pasado. – Dijo con aparente sencillez, en un principio parecía ser una disculpa algo escueta, al menos lo hizo durante unos segundos, hasta que finalmente encontró que más añadir. – Syl me ha explicado que… que es realmente el frenesí. – Se llevó la mano hasta la barba y, nervioso, se la rascó durante unos instantes. – Sé que me he pasado con... – dijo, volvía a sentirse un matón, al menos lo hizo durante unos segundos. – Bueno, lo sé ahora. – Se corrigió, pensó en las últimas palabras que Syl le había dicho en la habitación. – Lo que trato de decir es… – Cerró su mano con fuera en torno a la runa de protección. – Es que no volverá a pasar. – Afirmó. – He cometido un error. Sé que lo he hecho y… me aseguraré de no repetirlo. – Bajó la mirada, hasta sus cicatrices.
Tenía que haberse acordado de la camisa, se sentía algo ridículo.
– Lo siento. – Cerró los ojos unos instantes y suspiró.
Tragó saliva, una parte de él sentía que había hecho lo correcto al bloquear a Sylas con aquel placaje inicial. Syl, después de todo, había sido capaz de adivinar lo que sentía él. Pero había tantas cosas que podía haber hecho de forma diferente… para empezar, los puñetazos habían sobrado, eso parecía que era algo en lo que todo parecían estar de acuerdo.
Miles de ideas, de formas de apaciguar al león que, ahora, no servían de nada llegaban hasta sus pensamientos. Después de todo, Eltrant iba ataviado con una armadura completa, podía haber usado su fuerza para desarmarlo una vez le hubiese placado. No obstante, no se arrepentía de haberle salvado la vida al elfo. Seguía pensando que había estado peligrosamente cerca de morir y que, de no ser por su intervención, lo habría hecho.
- Eso es… todo. – Miró a Asher por última vez y, después, depositó sus ojos en Sylas. Lo último que el león necesitaba era que un montón de personas comenzasen a hablar cuando necesitaba descansar. – Será mejor que me vaya ya. – dijo encaminándose de vuelta hacía la puerta del dormitorio.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Suspiré, dejando la piedra de afilar sobre la mesa. Había mejorado las condiciones de esa cosa, pero no podía hacer ningún milagro. Escuché los pesados pasos que se acercaban a la habitación, y contuve la respiración al oír como se detenían al exterior de la puerta.
Toc, toc, toc. Apreté la mandíbula. No estaba seguro de si quería lidiar con aquello en ese momento. Seguía molesto, después de todo. Mire a Tahira.
-¿Debería...?-
-Haz lo que harías tú.- dije, volviendo a concentrarme en el arma de la mesa. Necesitaba algo en lo que centrarme. Mantener mis manos ocupadas. La tigresa caminó hacia la puerta y la abrió. Empecé a limpiar la espada, usando un pañuelo que no había necesitado realmente, pero con los oídos en la conversación del humano.
Por supuesto que venía a disculparse. En cierta forma, me sorprendía que hubiese tardado tan poco. Y, al mismo tiempo, quería que tardase más. No me había calmado por completo. No quería sentirme obligado a perdonarle. Habría sido más sencillo si él también hubiese estado enfadado. Si estaba dispuesto a devolver los golpes. No me giré al oírlo, ni me detuve, a pesar de que mis orejas estaban claramente enfocadas hacia él.
Syl debía estar más cómodo de lo que pensaba si había ido a hablar con él. O tal vez lo hubiese hecho por mi. Era afortunado de tenerlo. El humano debía tener un nudo en la garganta. Parecía que le costaba encontrar las palabras. "Di lo que quieras decir." pensé, irritado. Había actuado de forma instintiva antes. Sus acciones habían sido sinceras. ¿Que le impedía hacer lo mismo al hablar? Aquello era algo que los humanos nunca hacían bien. No lo entendía.
Tras muchas pausas y trabas, consiguió encontrar las palabras. Algo sencillo, pero era lo que quería oír, al menos en parte. La garantía de que no volvería a actuar así era un alivio. Pero... ¿podía confiar en ello? ¿Cuantas veces se había lanzado contra el peligro y recibido heridas? ¿Cuantas veces había aprendido de sus errores?
Bueno. Para ser justos, era improbable que se hubiese disculpado por ninguna de esas heridas. Nunca me había mentido. No tenía motivos para dudar de su palabra. Y aun así, quería oir más. Quería saber exactamente que había hecho mal, como debería haber actuado y como actuaría en el futuro. Sacudí la cabeza. Eso sería demasiado pedir. Eltrant no podía leerme la mente. Y al mismo tiempo, no quería perdonarle tan fácilmente. Había sido estúpido e impulsivo.
Como había sido yo, años atrás.
Gruñí, musitando una maldición. Si no le perdonaba, ¿como podía pedirle perdón a mis padres? Había aprendido y se había disculpado. Lo único que podía hacer era arreglar el daño, y eso era cosa entre Sylas y él. Fuera de aquello... no tenía derecho para juzgarle.
Dejé que el humano saliese por la puerta. Tahira me miró, dubitativa.
-No... parece ser mal tipo.- murmuró. Dejé la espada y me levanté. Luego, me dirigí a la entrada, no sin antes señalar a la ventana de la habitación con la cabeza. Tenía que despejar su olor.
Miré al humano, aún en el pasillo. ¿Donde se había dejado la camisa? Espíritus, estaba lleno de cortes. Más de lo que imaginaba.
-Creía que los héroes nunca dudaban.- dije, dándole una palmada en el hombro. -En cualquier otro momento... te diría lo de siempre. Que eres un idiota. Tal vez te golpearía en la cara. Y nos olvidaríamos de todo.- dije, poniéndome algo serio. -Pero esta vez.. tengo que crecer, Tale. Llevo mucho tiempo siendo igual. Siendo el mismo crío que se fue de su aldea hace media vida.- suspiré.
-He estado intentando... ser mejor persona. Por Syl. Por los Nómadas. Por mi mismo. Estoy cansado de mancharme las manos de sangre. Como si todo fuese un juego. Hay cosas que me importan. Esta es una de ellas.- dije, caminando por el pasillo junto al humano. -No voy a pasarme la vida resolviéndolo todo a espadazos. Sé que tu tampoco. Suelen resolver ciertas cosas, pero hay momentos en los que, incluso si la violencia es una opción... es mejor hacer algo distinto.- En cierta forma, era como los animales y los bios. Los animales solo tenían instinto. Los bios solo tenían inteligencia. Ninguno de los dos actuaba realmente como una persona. Muchos humanos pensaban que un hombre bestia era básicamente un animal que hablaba. Durante diez años, solo demostré que tenian razón. Era un animal, y por eso me encerraron. Cerré los puños. A partir de ese momento, se equivocaban.
-Quiero ser alguien capaz de hacer ambas cosas. Resolver las cosas. Luchar, cuando sea necesario. Pero siempre para cambiarlo todo a mejor.- declaré. -Voy a ser alguien de quien pueda estar orgulloso de ser. Por eso estoy haciendo todo esto. Por eso me he enfadado. Quiero compartir esa meta contigo, Tale. Sigue mi ejemplo, para que pueda seguir el tuyo.-
Suspiré pesadamente. Había muchas más cosas que decir. Pero el camino era largo. Teníamos tiempo.
Toc, toc, toc. Apreté la mandíbula. No estaba seguro de si quería lidiar con aquello en ese momento. Seguía molesto, después de todo. Mire a Tahira.
-¿Debería...?-
-Haz lo que harías tú.- dije, volviendo a concentrarme en el arma de la mesa. Necesitaba algo en lo que centrarme. Mantener mis manos ocupadas. La tigresa caminó hacia la puerta y la abrió. Empecé a limpiar la espada, usando un pañuelo que no había necesitado realmente, pero con los oídos en la conversación del humano.
Por supuesto que venía a disculparse. En cierta forma, me sorprendía que hubiese tardado tan poco. Y, al mismo tiempo, quería que tardase más. No me había calmado por completo. No quería sentirme obligado a perdonarle. Habría sido más sencillo si él también hubiese estado enfadado. Si estaba dispuesto a devolver los golpes. No me giré al oírlo, ni me detuve, a pesar de que mis orejas estaban claramente enfocadas hacia él.
Syl debía estar más cómodo de lo que pensaba si había ido a hablar con él. O tal vez lo hubiese hecho por mi. Era afortunado de tenerlo. El humano debía tener un nudo en la garganta. Parecía que le costaba encontrar las palabras. "Di lo que quieras decir." pensé, irritado. Había actuado de forma instintiva antes. Sus acciones habían sido sinceras. ¿Que le impedía hacer lo mismo al hablar? Aquello era algo que los humanos nunca hacían bien. No lo entendía.
Tras muchas pausas y trabas, consiguió encontrar las palabras. Algo sencillo, pero era lo que quería oír, al menos en parte. La garantía de que no volvería a actuar así era un alivio. Pero... ¿podía confiar en ello? ¿Cuantas veces se había lanzado contra el peligro y recibido heridas? ¿Cuantas veces había aprendido de sus errores?
Bueno. Para ser justos, era improbable que se hubiese disculpado por ninguna de esas heridas. Nunca me había mentido. No tenía motivos para dudar de su palabra. Y aun así, quería oir más. Quería saber exactamente que había hecho mal, como debería haber actuado y como actuaría en el futuro. Sacudí la cabeza. Eso sería demasiado pedir. Eltrant no podía leerme la mente. Y al mismo tiempo, no quería perdonarle tan fácilmente. Había sido estúpido e impulsivo.
Como había sido yo, años atrás.
Gruñí, musitando una maldición. Si no le perdonaba, ¿como podía pedirle perdón a mis padres? Había aprendido y se había disculpado. Lo único que podía hacer era arreglar el daño, y eso era cosa entre Sylas y él. Fuera de aquello... no tenía derecho para juzgarle.
Dejé que el humano saliese por la puerta. Tahira me miró, dubitativa.
-No... parece ser mal tipo.- murmuró. Dejé la espada y me levanté. Luego, me dirigí a la entrada, no sin antes señalar a la ventana de la habitación con la cabeza. Tenía que despejar su olor.
Miré al humano, aún en el pasillo. ¿Donde se había dejado la camisa? Espíritus, estaba lleno de cortes. Más de lo que imaginaba.
-Creía que los héroes nunca dudaban.- dije, dándole una palmada en el hombro. -En cualquier otro momento... te diría lo de siempre. Que eres un idiota. Tal vez te golpearía en la cara. Y nos olvidaríamos de todo.- dije, poniéndome algo serio. -Pero esta vez.. tengo que crecer, Tale. Llevo mucho tiempo siendo igual. Siendo el mismo crío que se fue de su aldea hace media vida.- suspiré.
-He estado intentando... ser mejor persona. Por Syl. Por los Nómadas. Por mi mismo. Estoy cansado de mancharme las manos de sangre. Como si todo fuese un juego. Hay cosas que me importan. Esta es una de ellas.- dije, caminando por el pasillo junto al humano. -No voy a pasarme la vida resolviéndolo todo a espadazos. Sé que tu tampoco. Suelen resolver ciertas cosas, pero hay momentos en los que, incluso si la violencia es una opción... es mejor hacer algo distinto.- En cierta forma, era como los animales y los bios. Los animales solo tenían instinto. Los bios solo tenían inteligencia. Ninguno de los dos actuaba realmente como una persona. Muchos humanos pensaban que un hombre bestia era básicamente un animal que hablaba. Durante diez años, solo demostré que tenian razón. Era un animal, y por eso me encerraron. Cerré los puños. A partir de ese momento, se equivocaban.
-Quiero ser alguien capaz de hacer ambas cosas. Resolver las cosas. Luchar, cuando sea necesario. Pero siempre para cambiarlo todo a mejor.- declaré. -Voy a ser alguien de quien pueda estar orgulloso de ser. Por eso estoy haciendo todo esto. Por eso me he enfadado. Quiero compartir esa meta contigo, Tale. Sigue mi ejemplo, para que pueda seguir el tuyo.-
Suspiré pesadamente. Había muchas más cosas que decir. Pero el camino era largo. Teníamos tiempo.
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Salió del dormitorio sin decir nada más, tras lanzar un último vistazo a Asher.
El lobo ni siquiera le había contestado, en cierto modo, eso le resultaba molesto. ¿Por qué, fuese a dónde fuese, todo el mundo acababa así con él? Sí, se había equivocado, se equivocaba constantemente, era algo que por lo que le habían comentado era inherente en él.
Pero no solía repetir el mismo error dos veces.
Por no hablar que era la única opción viable que había visto entonces. Apartó de nuevo aquellos pensamientos de su cabeza, ya había acabado, no había marcha atrás. Se había disculpado por lo que había hecho.
Caminó a lo largo del pasillo cuando notó la mano del lobo en su espalda, cuando escuchó como este comentaba casualmente que los héroes no dudaban. Sonrió agotado y negó con la cabeza. Al final había decidido seguirle, no lo esperaba.
- Supongo. – dijo a la primera frase de Asher encogiéndose de hombros. – De todas formas, yo nunca he pretendido ser uno de… - Asher continuó hablando, por lo que Eltrant dejó de hacerlo para que el lobo pudiese decir lo que pensaba. Afirmó que tenía que crecer, que ya no tenía tiempo para juegos y para mancharse las manos de sangre.
Que quería ser mejor persona.
Asintió levemente, tenía sentido. Aunque era curioso oír de él aquellas palabras, algunos recuerdos borrosos se deslizaron por su cabeza, entornó los ojos los ojos unos instantes y sacudió la cabeza.
¿Estaba tratando Asher de decirle que él, Eltrant Tale, trataba todo como si fuese un juego? ¿Qué solucionaba todo a golpes como un crío? No podía ser así, Asher le conocía, le había visto actuar en más de una ocasión.
Él no se manchaba las manos de sangre por que sí, no desenvainaba para matar por gusto ni de forma gratuita, siempre dejaba la posibilidad del dialogo, siempre trataba de ahuyentar a la gente a la que se enfrentaba sin violencia.
Podía recordar haberlo hecho en bastantes ocasiones, incluso podría decirlas en voz alta si se lo pedían. Solo mataba cuando no le dejaban otra posibilidad, para defenderse o defender a otros.
No, no era ningún matón, nunca se había considerado uno, pero ahora, Asher parecía estar dando a entender que sí que lo que era con aquellas palabras. Sólo porque se había equivocado frente a él una vez, porque había actuado por instinto y había detenido a golpes a un hombre-bestia que, si era sincero consigo mismo, no le había dejado mucho margen para pensar un plan mejor.
El lobo dejó de hablar y Eltrant se quedó en silencio, mirando la puerta de su dormitorio, cerrada a cal y canto. ¿Seguiría Syl allí? Lo dudaba, respiró hondo y volvió a girarse hacía su amigo.
Todo lo que había dicho Asher desde que le siguió hasta el pasillo era lo que él llevaba tratando de hacer desde que empezó a seguir rumores, desde que se unió a la guardia incluso.
Estaba empezando a cansarse de aquello. Casi parecía insultante. Todos le juzgaban cuando él, al parecer, no tenía derecho a hacerlo con nadie.
- Lo sé, Asher. – dijo al final negando con la cabeza, le resultaba raro oír como Asher le llamaba “Tale”, le recordaba a Huracán en aquel momento. – Sé lo que significa tener una espada y lo que implica usarla. – Respiró hondo y sonrió cansado – … es una carga, una responsabilidad. – “Una maldición” estuvo a punto de añadir, bajó la mirada unos instantes, por mucho que le molestase la respuesta que el lobo había dado a su disculpa, este seguía teniendo razón, lo único que podía hacer era tragarse su orgullo y admitirlo.
Era lo correcto.
Asher estaba tratando de ser mejor persona, había admitido, en alguna ocasión que otra, que estaba aprendiendo de él. ¿Por qué él no iba a poder hacer lo mismo con su amigo?
– Sé que me equivoco, que no soy perfecto, que puedo ser imprudente y… Que a veces no sé ni cómo seguir adelante. - Había muchas formas de encarar un problema y por mucho que le gustase pensar que las conocía todas, no lo hacía. Todo aquello había sido un ejemplo de ello. ¿Quería ayudar a los demás? ¿Quería actuar cuando nadie más lo hacía? Lo mejor que podía hacerle caso a Asher en aquel momento. Por una vez, no era él el héroe. – Pero también sé que soy alguien que mantiene sus promesas. – Dejó caer una mano en el hombro del lobo.– Y te he prometido que no volverás a ver algo parecido a lo de antes. – Aseguró zarandeándole un poco, lo soltó y recuperó algo de seriedad. – Así que… sí, me gustaría compartir a esa meta que dices. – dijo al final, cruzándose de brazos frente a él, sonriéndole. – Despues hablaré con Sylas... - Suspiró, se pasó la mano por el pelo.
No se le daban bien aquellas cosas, pero era lo mínimo que podía hacer.
Asher le caía bien, era su amigo, uno por el que podría dar la vida fácilmente, era algo más que un compañero de peleas y aventuras.
La mayoría de los Nómadas desconfiasen de él de alguna forma u otra, podía entender el por qué, así que nunca había decidido quejarse abiertamente de ello. Sin embargo, le gustaba pensar que para Asher no era “Un simple humano”, que no era un camorrista cualquiera que pensaba de ellos como meras bestias, como poco más que animales.
Le preocupaba ser realmente lo que le había parecido entrever en las palabras del lobo.
Se llevó la mano hasta la cara y dejó hablar a su amigo antes de volver a internarse, finalmente, en su habitación. Estaba agotado y, aunque a veces se le olvidaba, le seguía doliendo la cara. Necesitaba dormir algo, un par de horas al menos.
Cerró tras de sí y suspiró. “Líder Nómada” … era un apodo que le comenzaba a sentar bien al lobo, tenía que admitirlo. Avanzó un par de pasos, evitando las distintas partes de su armadura, que seguían desperdigadas por el suelo y se sentó en la cama.
Lyn estaba allí, dormida, tumbada sobre las sabanas como si la cama fuese completamente suya.
Esbozó el fantasma de una sonrisa y, suspirando de nuevo, cubrió a la joven con su capa, la cual yacía no muy lejos de la coraza que, normalmente, cubría su torso y ahora estaba en el suelo. Una vez hubo hecho esto se sentó en el suelo, a los pies de la cama, y cerró los ojos.
Tenía que haber pedido una habitación con dos camas.
Se despertó cubierto en sudor, jadeando, miró a su alrededor tratando de comprender dónde estaba, volviendo a la realidad después de haber estado, durante horas, tratando de evitar la gigantesca bola de fuego verde que había estado a punto de caer sobre él.
Era un sueño de Térpoli. Otro más.
Tragó saliva y parpadeó varias veces, ignoró la pesadilla, no era la primera vez que le pasaba y estaba bastante seguro que no iba a ser la última. La habitación estaba completamente a oscuras, ya había anochecido. Gruñendo en voz baja se levantó de dónde estaba y encendió un candil.
Lyn ya no estaba allí. ¿Habrían partido sin él? No, no era posible.
Rápidamente, en apenas un par de minutos, volvió a calzarse su armadura y a armarse. No pasaron ni cinco minutos desde que se despertó hasta que, de nuevo, se encontró en el pasillo en el que había tenido la conversación con Asher.
Justo cuando él salía de su dormitorio, la puerta de la habitación de al lado se abrió de par en par. Tahira y Sylas salieron del interior, los dos se quedaron mirando a Eltrant durante unos segundos, sin saber exactamente cómo reaccionar.
El león estaba evidentemente incomodo, aunque, por supuesto, podía entender el por qué.
Sorpresivamente su nariz parecía curada, dudaba que hubiese sido el elfo, aunque tampoco había muchas posibilidades de que hubiese sido otra persona. Quizás se había acercado a él mientras estaba fuera de combate.
- Así que… Tale. – dijo al final, su voz era ronca, pero asertiva, todas las veces que le había escuchado hablar o estaba mal herido o dominado por aquella ira homicida que casi le cuesta la vida al elfo. – … Te imaginaba más alto. – dijo cruzándose de brazos, analizando a Eltrant fijamente.
- Me alegro de verte… bien, Sylas. – dijo Eltrant, no pudo evitar lanzar una rápida mirada a las piernas del gato. – Siento lo de… - El felino levantó la mano derecha, indicando al humano a que dejase de hablar.
- Es igual. – Susurró, desviando la mirada, casi parecía avergonzado por lo que había pasado cuando él era el que menos culpa tenía de todo. – Ha sido… – suspiró - Es igual. – Repitió. Eso era lo que suponía caer presa del frenesí, no ser dueño de tus actos, avergonzarte por lo que hacías, por querer vivir a toda cosa. La tigresa colocó una mano en su espalda, casi como si estuviese consolándolo. - Menuda derecha tienes. – Comentó amargamente. El león tenía sentido del humor, incluso después de aquello, era interesante, Eltrant se esperaba miradas de odio o incluso algún insulto.
Aquello le hacía sentir más culpable, prefería un grito o dos.
Sylas comenzó a caminar por el pasillo y Tahira no tardó en seguirle, cuando llegaron hasta donde estaba él, Sylas le indicó que le siguiese.
- No te he dado las… - No terminó la frase, volvió a mirarse las piernas y esbozó una mueca. – Te fuiste de ese… - Parecía que le estaba costando hablar de aquello, pero por algún motivo, se estaba obligando a hacerlo. – Sitio… - dijo al final - Antes de que me despertase. – dijo, Tahira siguió en silencio y miró a su compañero, por su expresión no había oído hablar de eso nunca. – Pues eso. – Esbozó una sonrisa, aunque, más bien, parecía que estaba sufriendo la mayor de las torturas. – Gracias. – dijo sin siquiera pararse a mirarle, parecía que no le apetecía demasiado recordar aquel día y a Eltrant no le extrañaba, asintió con sencillez a aquellas palabras y continuó caminando tras él.
Sylas contaría lo que quisiese de aquello, si quería guardárselo para él, no tenía derecho alguno a contarle a nadie que lo encontró sin piernas en una aldea de elfos caníbales.
A pesar del esfuerzo que parecía haber hecho al hablar de aquello, Sylas aparentaba estar… aliviado, aunque también seguía comportándose de forma extraña con él, como si estuviese incomodo con su presencia. ¿Sería su olor? Era lo que repetía una y otra vez cuando era presa del frenesí: “Sangre y Acero”.
Era interesante que fuese él, justamente él, el tipo que había acabado convertido en poco más que un alfiletero sanguinolento para salvarle la vida, el que activase el instinto de supervivencia de Sylas. Aunque, por supuesto, estaba bastante seguro de que no recordaría gran cosa de lo que había vivido allí así que la reacción era lógica.
Lo comprendía, no quiso ahondar en el tema, se volvió a repetir que era mejor dejarlo estar.
Bajaron al piso inferior y, después, tras sentir como las miradas de todos los presentes se clavaban en ellos, salieron al exterior. Allí esperaba el resto del grupo.
- ¡Sabía que ibas a ser el último, Mortal! – dijo Lyn, con una sonrisa, señalándole con un dedo acusador. Eltrant no contestó, se acercó a ella y, tras revolverle el pelo, se colocó junto a los demás.
La vampiresa no dijo nada al notar esto, se mordió el labio inferior y se acercó a su compañero.
- ¿Estas bien? Habéis… habéis solucionado todo ¿No? – Preguntó la vampiresa en apenas un susurro, intentando que los demás no la oyesen. Aunque, por supuesto, estaban rodeados de hombres-bestia, Eltrant dudaba mucho que pudiesen tener una conversación que no oyesen los presentes.
- Estoy bien, Lyn. – dijo Eltrant como toda respuesta, ajustándose la espada a su cinturón, forzando una sonrisa. – No te preocupes. – Aseveró.
Tenían un troll que cazar, además, en aquel momento, no le apetecía demasiado hablar más del tema.
El lobo ni siquiera le había contestado, en cierto modo, eso le resultaba molesto. ¿Por qué, fuese a dónde fuese, todo el mundo acababa así con él? Sí, se había equivocado, se equivocaba constantemente, era algo que por lo que le habían comentado era inherente en él.
Pero no solía repetir el mismo error dos veces.
Por no hablar que era la única opción viable que había visto entonces. Apartó de nuevo aquellos pensamientos de su cabeza, ya había acabado, no había marcha atrás. Se había disculpado por lo que había hecho.
Caminó a lo largo del pasillo cuando notó la mano del lobo en su espalda, cuando escuchó como este comentaba casualmente que los héroes no dudaban. Sonrió agotado y negó con la cabeza. Al final había decidido seguirle, no lo esperaba.
- Supongo. – dijo a la primera frase de Asher encogiéndose de hombros. – De todas formas, yo nunca he pretendido ser uno de… - Asher continuó hablando, por lo que Eltrant dejó de hacerlo para que el lobo pudiese decir lo que pensaba. Afirmó que tenía que crecer, que ya no tenía tiempo para juegos y para mancharse las manos de sangre.
Que quería ser mejor persona.
Asintió levemente, tenía sentido. Aunque era curioso oír de él aquellas palabras, algunos recuerdos borrosos se deslizaron por su cabeza, entornó los ojos los ojos unos instantes y sacudió la cabeza.
¿Estaba tratando Asher de decirle que él, Eltrant Tale, trataba todo como si fuese un juego? ¿Qué solucionaba todo a golpes como un crío? No podía ser así, Asher le conocía, le había visto actuar en más de una ocasión.
Él no se manchaba las manos de sangre por que sí, no desenvainaba para matar por gusto ni de forma gratuita, siempre dejaba la posibilidad del dialogo, siempre trataba de ahuyentar a la gente a la que se enfrentaba sin violencia.
Podía recordar haberlo hecho en bastantes ocasiones, incluso podría decirlas en voz alta si se lo pedían. Solo mataba cuando no le dejaban otra posibilidad, para defenderse o defender a otros.
No, no era ningún matón, nunca se había considerado uno, pero ahora, Asher parecía estar dando a entender que sí que lo que era con aquellas palabras. Sólo porque se había equivocado frente a él una vez, porque había actuado por instinto y había detenido a golpes a un hombre-bestia que, si era sincero consigo mismo, no le había dejado mucho margen para pensar un plan mejor.
El lobo dejó de hablar y Eltrant se quedó en silencio, mirando la puerta de su dormitorio, cerrada a cal y canto. ¿Seguiría Syl allí? Lo dudaba, respiró hondo y volvió a girarse hacía su amigo.
Todo lo que había dicho Asher desde que le siguió hasta el pasillo era lo que él llevaba tratando de hacer desde que empezó a seguir rumores, desde que se unió a la guardia incluso.
Estaba empezando a cansarse de aquello. Casi parecía insultante. Todos le juzgaban cuando él, al parecer, no tenía derecho a hacerlo con nadie.
- Lo sé, Asher. – dijo al final negando con la cabeza, le resultaba raro oír como Asher le llamaba “Tale”, le recordaba a Huracán en aquel momento. – Sé lo que significa tener una espada y lo que implica usarla. – Respiró hondo y sonrió cansado – … es una carga, una responsabilidad. – “Una maldición” estuvo a punto de añadir, bajó la mirada unos instantes, por mucho que le molestase la respuesta que el lobo había dado a su disculpa, este seguía teniendo razón, lo único que podía hacer era tragarse su orgullo y admitirlo.
Era lo correcto.
Asher estaba tratando de ser mejor persona, había admitido, en alguna ocasión que otra, que estaba aprendiendo de él. ¿Por qué él no iba a poder hacer lo mismo con su amigo?
– Sé que me equivoco, que no soy perfecto, que puedo ser imprudente y… Que a veces no sé ni cómo seguir adelante. - Había muchas formas de encarar un problema y por mucho que le gustase pensar que las conocía todas, no lo hacía. Todo aquello había sido un ejemplo de ello. ¿Quería ayudar a los demás? ¿Quería actuar cuando nadie más lo hacía? Lo mejor que podía hacerle caso a Asher en aquel momento. Por una vez, no era él el héroe. – Pero también sé que soy alguien que mantiene sus promesas. – Dejó caer una mano en el hombro del lobo.– Y te he prometido que no volverás a ver algo parecido a lo de antes. – Aseguró zarandeándole un poco, lo soltó y recuperó algo de seriedad. – Así que… sí, me gustaría compartir a esa meta que dices. – dijo al final, cruzándose de brazos frente a él, sonriéndole. – Despues hablaré con Sylas... - Suspiró, se pasó la mano por el pelo.
No se le daban bien aquellas cosas, pero era lo mínimo que podía hacer.
Asher le caía bien, era su amigo, uno por el que podría dar la vida fácilmente, era algo más que un compañero de peleas y aventuras.
La mayoría de los Nómadas desconfiasen de él de alguna forma u otra, podía entender el por qué, así que nunca había decidido quejarse abiertamente de ello. Sin embargo, le gustaba pensar que para Asher no era “Un simple humano”, que no era un camorrista cualquiera que pensaba de ellos como meras bestias, como poco más que animales.
Le preocupaba ser realmente lo que le había parecido entrever en las palabras del lobo.
Se llevó la mano hasta la cara y dejó hablar a su amigo antes de volver a internarse, finalmente, en su habitación. Estaba agotado y, aunque a veces se le olvidaba, le seguía doliendo la cara. Necesitaba dormir algo, un par de horas al menos.
Cerró tras de sí y suspiró. “Líder Nómada” … era un apodo que le comenzaba a sentar bien al lobo, tenía que admitirlo. Avanzó un par de pasos, evitando las distintas partes de su armadura, que seguían desperdigadas por el suelo y se sentó en la cama.
Lyn estaba allí, dormida, tumbada sobre las sabanas como si la cama fuese completamente suya.
Esbozó el fantasma de una sonrisa y, suspirando de nuevo, cubrió a la joven con su capa, la cual yacía no muy lejos de la coraza que, normalmente, cubría su torso y ahora estaba en el suelo. Una vez hubo hecho esto se sentó en el suelo, a los pies de la cama, y cerró los ojos.
Tenía que haber pedido una habitación con dos camas.
[…]
Se despertó cubierto en sudor, jadeando, miró a su alrededor tratando de comprender dónde estaba, volviendo a la realidad después de haber estado, durante horas, tratando de evitar la gigantesca bola de fuego verde que había estado a punto de caer sobre él.
Era un sueño de Térpoli. Otro más.
Tragó saliva y parpadeó varias veces, ignoró la pesadilla, no era la primera vez que le pasaba y estaba bastante seguro que no iba a ser la última. La habitación estaba completamente a oscuras, ya había anochecido. Gruñendo en voz baja se levantó de dónde estaba y encendió un candil.
Lyn ya no estaba allí. ¿Habrían partido sin él? No, no era posible.
Rápidamente, en apenas un par de minutos, volvió a calzarse su armadura y a armarse. No pasaron ni cinco minutos desde que se despertó hasta que, de nuevo, se encontró en el pasillo en el que había tenido la conversación con Asher.
Justo cuando él salía de su dormitorio, la puerta de la habitación de al lado se abrió de par en par. Tahira y Sylas salieron del interior, los dos se quedaron mirando a Eltrant durante unos segundos, sin saber exactamente cómo reaccionar.
El león estaba evidentemente incomodo, aunque, por supuesto, podía entender el por qué.
Sorpresivamente su nariz parecía curada, dudaba que hubiese sido el elfo, aunque tampoco había muchas posibilidades de que hubiese sido otra persona. Quizás se había acercado a él mientras estaba fuera de combate.
- Así que… Tale. – dijo al final, su voz era ronca, pero asertiva, todas las veces que le había escuchado hablar o estaba mal herido o dominado por aquella ira homicida que casi le cuesta la vida al elfo. – … Te imaginaba más alto. – dijo cruzándose de brazos, analizando a Eltrant fijamente.
- Me alegro de verte… bien, Sylas. – dijo Eltrant, no pudo evitar lanzar una rápida mirada a las piernas del gato. – Siento lo de… - El felino levantó la mano derecha, indicando al humano a que dejase de hablar.
- Es igual. – Susurró, desviando la mirada, casi parecía avergonzado por lo que había pasado cuando él era el que menos culpa tenía de todo. – Ha sido… – suspiró - Es igual. – Repitió. Eso era lo que suponía caer presa del frenesí, no ser dueño de tus actos, avergonzarte por lo que hacías, por querer vivir a toda cosa. La tigresa colocó una mano en su espalda, casi como si estuviese consolándolo. - Menuda derecha tienes. – Comentó amargamente. El león tenía sentido del humor, incluso después de aquello, era interesante, Eltrant se esperaba miradas de odio o incluso algún insulto.
Aquello le hacía sentir más culpable, prefería un grito o dos.
Sylas comenzó a caminar por el pasillo y Tahira no tardó en seguirle, cuando llegaron hasta donde estaba él, Sylas le indicó que le siguiese.
- No te he dado las… - No terminó la frase, volvió a mirarse las piernas y esbozó una mueca. – Te fuiste de ese… - Parecía que le estaba costando hablar de aquello, pero por algún motivo, se estaba obligando a hacerlo. – Sitio… - dijo al final - Antes de que me despertase. – dijo, Tahira siguió en silencio y miró a su compañero, por su expresión no había oído hablar de eso nunca. – Pues eso. – Esbozó una sonrisa, aunque, más bien, parecía que estaba sufriendo la mayor de las torturas. – Gracias. – dijo sin siquiera pararse a mirarle, parecía que no le apetecía demasiado recordar aquel día y a Eltrant no le extrañaba, asintió con sencillez a aquellas palabras y continuó caminando tras él.
Sylas contaría lo que quisiese de aquello, si quería guardárselo para él, no tenía derecho alguno a contarle a nadie que lo encontró sin piernas en una aldea de elfos caníbales.
A pesar del esfuerzo que parecía haber hecho al hablar de aquello, Sylas aparentaba estar… aliviado, aunque también seguía comportándose de forma extraña con él, como si estuviese incomodo con su presencia. ¿Sería su olor? Era lo que repetía una y otra vez cuando era presa del frenesí: “Sangre y Acero”.
Era interesante que fuese él, justamente él, el tipo que había acabado convertido en poco más que un alfiletero sanguinolento para salvarle la vida, el que activase el instinto de supervivencia de Sylas. Aunque, por supuesto, estaba bastante seguro de que no recordaría gran cosa de lo que había vivido allí así que la reacción era lógica.
Lo comprendía, no quiso ahondar en el tema, se volvió a repetir que era mejor dejarlo estar.
Bajaron al piso inferior y, después, tras sentir como las miradas de todos los presentes se clavaban en ellos, salieron al exterior. Allí esperaba el resto del grupo.
- ¡Sabía que ibas a ser el último, Mortal! – dijo Lyn, con una sonrisa, señalándole con un dedo acusador. Eltrant no contestó, se acercó a ella y, tras revolverle el pelo, se colocó junto a los demás.
La vampiresa no dijo nada al notar esto, se mordió el labio inferior y se acercó a su compañero.
- ¿Estas bien? Habéis… habéis solucionado todo ¿No? – Preguntó la vampiresa en apenas un susurro, intentando que los demás no la oyesen. Aunque, por supuesto, estaban rodeados de hombres-bestia, Eltrant dudaba mucho que pudiesen tener una conversación que no oyesen los presentes.
- Estoy bien, Lyn. – dijo Eltrant como toda respuesta, ajustándose la espada a su cinturón, forzando una sonrisa. – No te preocupes. – Aseveró.
Tenían un troll que cazar, además, en aquel momento, no le apetecía demasiado hablar más del tema.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
La conversación con Eltrant terminó por tranquilizarme. Respiré hondo. Había salido bien, al fin y al cabo. El humano confiaba en mi. Me respetaba. Y, por supuesto, aquello era mutuo.
-Gracias, Elt. Es un alivio.- asentí. -Será mejor que descanses. Tienes... mala cara. Aunque puede que sea por los arañazos.- dije, esbozando una sonrisa sarcástica. -Aunque, si lo pienso bien, nunca has sido particularmente guapo...- añadí, empujándole ligeramente.
No quería ocupar su tiempo mucho más. Dejé que se fuese a su habitación. De repente, todo el lugar parecía mucho más calmado. Entré en mi habitación. Syl ya estaba dentro, acostado y durmiendo. Sin embargo, en cuanto di un par de pasos, el felino se despertó.
-Aún hay tiempo.- dije, con un gesto de la mano. -Puedes dormir.-
-Mmhm- musitó, volviendo a cerrar los ojos y moviendose hacia un lado de la cama. Sin hacer ruido, me acerqué y me tumbé junto a él, gruñendo ligeramente al volver a notar el dolor de mis costillas. Le abracé por la espalda y besé ligeramente su cuello, haciendo que empezase a ronronear tenuemente como respuesta. Sonreí, enterrando mi hocico en su pelaje. No pensaba moverme de allí.
Dormí tranquilo, sin sueños. Sin embargo, cuando me desperté, me sentí algo inquieto. No me había movido en todo el día. Como de costumbre, Syl seguía ahí, respirando suavemente. Esperaba no haberme pasado de tiempo. Si llegaba a amanecer, perderíamos todo el día allí.
Froté el pelaje de su costado cariñosamente. Aunque se había ganado unas horas más, teníamos trabajo que hacer. Y era el que más despejado tenía que estar.
-Despierta de una vez, gato.- dije. Le abracé de forma menos ligera, provocándole un poco.
-No. Estoy muerto. Ataque al corazón. Muy trágico.- respondió, aún dándome la espalda.
-Voy a comerme tu cadaver.- declaré con una sonrisa.
-Salvaje.- Acerqué mi hocico a su cara y empecé a darle lametazos, provocando un quejido por su parte que no tardó en convertirse en risas. -¡No! ¡Para! ¡Al menos entiérrame, monstruo!-
-Oh. Como desee su majestad.- dije. Me moví, colocándome cuidadosamente encima de él... y le aplasté bajo mi peso. El pardo pataleó, riéndose más.
-¡No! ¡No eres tierra!- dijo, exhalando entre carcajadas.
-Lo siento, no conozco esas costumbres humanas. Muy extrañas para los salvajes.- me burlé, haciéndole cosquillas en el costado. -Ahora, levántate y anda.-
-¡Vale! ¡Pero para!- pidió. Me levanté, satisfecho conmigo mismo, y el gato me imitó unos segundos después, bostezando.
-Soy el mejor nigromante que ha existido nunca.- declaré. Estiré los brazos placenteramente, y moví mi cuerpo, tanteando el estado de mis costillas. Parecían estar... bien. Lo cual era sorprendente. No podía ni imaginarme lo tenebroso que debía haber sonado el crujido al romperlas. Suerte de haberme quedado inconsciente, supuse.
Hice unos pocos ejercicios simples, lo suficiente para calentar un poco. Estaba deseando salir a cazar. Aquella vez, lo haría perfecto. El pobre bicho no tendría ninguna oportunidad.
Lo cual me recordaba... había algo que quería probar. Busqué con la mirada la bolsa con la nariz del troll. Seguía en la mesa. La cogí, salí al pasillo y llamé a la puerta de Tahira.
-La contraseña es "almíbar."- bromeé. La tigresa tiró de la puerta y me miró con una ceja arqueada. Me encogí de hombros. -¿Qué? Es delicioso.- sonreí.
-Pareces... de buen humor.- observó. -¿Es hora de salir?-
-Más o menos. Pero primero quiero probar algo con la espada. ¿Puedo?- pregunté. La joven asintió, dejándome pasar. En cuanto entré, la mirada de Sylas se clavó en mi. El hombre león seguía en la cama, pero esta vez sentado en ella. Alcé una mano en gesto conciliador.
-Intentaré no molestar.- dije. -¿Estás mejor?-
-Mmh.- el león asintió ligeramente. -Gracias.-
-Le he explicado... lo que ha pasado. Y la cosa con...- Tahira bajó la voz. -Tu amigo.-
Me quedé pensativo. El si decidía perdonar a Eltrant o no era cosa suya. Pero no podíamos permitirnos tener problemas de esa clase una vez saliésemos fuera. Sin embargo, decidí esperar. No iba a presionarlo sin antes ver como actuaba.
-Hueles a felino.- observó. Apreté la mandíbula.
-Eh... ¿la espada?- pregunté, cambiando de tema. La joven me la tendió. Seguía en su funda. La saqué lentamente. El brillo había disminuido considerablemente. No era cegador, pero si seguía siendo capaz de iluminar tanto como una antorcha. -Bien. Creo que... deberíais cenar. Cuanto menos tardemos en salir, mejor.- dije.
-Si, la verdad es que tengo algo de hambre. ¿Vamos, Sylas?- el león asintió y le siguió por la puerta. La diferencia de altura y tamaño entre los dos era casi cómica. Tenía que poner a prueba la fuerza del berserker alguna vez. Desafiarlo a un pulso, quizás.
Fuera como fuese, tenía algo que experimentar. Saqué la nariz de la bolsa. Como sospechaba, la mayor parte se había endurecido al entrar en contacto con la luz solar. Pero no toda. Había zonas aún de carne que, milagrosamente, no se habían podrido. Incluso las partes de apariencia rocosa seguían siendo flexibles. Al menos, hasta que acerqué la hoja de la espada oxidada.
En cuanto el arma tocó la nariz, la punta se volvió de piedra casi al instante. Hice un ligero corte. Y todo el órgano se calcifico por completo, casi al instante. Sonreí. Aquello funcionaba.
Me preguntaba si con vampiros sería igual. Tenía que pedirle un mechón de pelo a Lyn. Me detuve. ¿El pelo de los vampiros ardía también? ¿Y si le cortaba un brazo y lo dejaba al sol? ¿Seguía estando maldito? Espíritus, empezaba a parecerme a Dann. Volví a enfundar la espada y salí de la habitación, satisfecho.
Para cuando fui al exterior, solo faltaban Eltrant y Sylas. Esperaba que no se hubiesen matado entre sí. Sin embargo, no tardaron en llegar.
-Muy bien... esa cosa no tiene ninguna oportunidad. Vamos.-
-Gracias, Elt. Es un alivio.- asentí. -Será mejor que descanses. Tienes... mala cara. Aunque puede que sea por los arañazos.- dije, esbozando una sonrisa sarcástica. -Aunque, si lo pienso bien, nunca has sido particularmente guapo...- añadí, empujándole ligeramente.
No quería ocupar su tiempo mucho más. Dejé que se fuese a su habitación. De repente, todo el lugar parecía mucho más calmado. Entré en mi habitación. Syl ya estaba dentro, acostado y durmiendo. Sin embargo, en cuanto di un par de pasos, el felino se despertó.
-Aún hay tiempo.- dije, con un gesto de la mano. -Puedes dormir.-
-Mmhm- musitó, volviendo a cerrar los ojos y moviendose hacia un lado de la cama. Sin hacer ruido, me acerqué y me tumbé junto a él, gruñendo ligeramente al volver a notar el dolor de mis costillas. Le abracé por la espalda y besé ligeramente su cuello, haciendo que empezase a ronronear tenuemente como respuesta. Sonreí, enterrando mi hocico en su pelaje. No pensaba moverme de allí.
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Dormí tranquilo, sin sueños. Sin embargo, cuando me desperté, me sentí algo inquieto. No me había movido en todo el día. Como de costumbre, Syl seguía ahí, respirando suavemente. Esperaba no haberme pasado de tiempo. Si llegaba a amanecer, perderíamos todo el día allí.
Froté el pelaje de su costado cariñosamente. Aunque se había ganado unas horas más, teníamos trabajo que hacer. Y era el que más despejado tenía que estar.
-Despierta de una vez, gato.- dije. Le abracé de forma menos ligera, provocándole un poco.
-No. Estoy muerto. Ataque al corazón. Muy trágico.- respondió, aún dándome la espalda.
-Voy a comerme tu cadaver.- declaré con una sonrisa.
-Salvaje.- Acerqué mi hocico a su cara y empecé a darle lametazos, provocando un quejido por su parte que no tardó en convertirse en risas. -¡No! ¡Para! ¡Al menos entiérrame, monstruo!-
-Oh. Como desee su majestad.- dije. Me moví, colocándome cuidadosamente encima de él... y le aplasté bajo mi peso. El pardo pataleó, riéndose más.
-¡No! ¡No eres tierra!- dijo, exhalando entre carcajadas.
-Lo siento, no conozco esas costumbres humanas. Muy extrañas para los salvajes.- me burlé, haciéndole cosquillas en el costado. -Ahora, levántate y anda.-
-¡Vale! ¡Pero para!- pidió. Me levanté, satisfecho conmigo mismo, y el gato me imitó unos segundos después, bostezando.
-Soy el mejor nigromante que ha existido nunca.- declaré. Estiré los brazos placenteramente, y moví mi cuerpo, tanteando el estado de mis costillas. Parecían estar... bien. Lo cual era sorprendente. No podía ni imaginarme lo tenebroso que debía haber sonado el crujido al romperlas. Suerte de haberme quedado inconsciente, supuse.
Hice unos pocos ejercicios simples, lo suficiente para calentar un poco. Estaba deseando salir a cazar. Aquella vez, lo haría perfecto. El pobre bicho no tendría ninguna oportunidad.
Lo cual me recordaba... había algo que quería probar. Busqué con la mirada la bolsa con la nariz del troll. Seguía en la mesa. La cogí, salí al pasillo y llamé a la puerta de Tahira.
-La contraseña es "almíbar."- bromeé. La tigresa tiró de la puerta y me miró con una ceja arqueada. Me encogí de hombros. -¿Qué? Es delicioso.- sonreí.
-Pareces... de buen humor.- observó. -¿Es hora de salir?-
-Más o menos. Pero primero quiero probar algo con la espada. ¿Puedo?- pregunté. La joven asintió, dejándome pasar. En cuanto entré, la mirada de Sylas se clavó en mi. El hombre león seguía en la cama, pero esta vez sentado en ella. Alcé una mano en gesto conciliador.
-Intentaré no molestar.- dije. -¿Estás mejor?-
-Mmh.- el león asintió ligeramente. -Gracias.-
-Le he explicado... lo que ha pasado. Y la cosa con...- Tahira bajó la voz. -Tu amigo.-
Me quedé pensativo. El si decidía perdonar a Eltrant o no era cosa suya. Pero no podíamos permitirnos tener problemas de esa clase una vez saliésemos fuera. Sin embargo, decidí esperar. No iba a presionarlo sin antes ver como actuaba.
-Hueles a felino.- observó. Apreté la mandíbula.
-Eh... ¿la espada?- pregunté, cambiando de tema. La joven me la tendió. Seguía en su funda. La saqué lentamente. El brillo había disminuido considerablemente. No era cegador, pero si seguía siendo capaz de iluminar tanto como una antorcha. -Bien. Creo que... deberíais cenar. Cuanto menos tardemos en salir, mejor.- dije.
-Si, la verdad es que tengo algo de hambre. ¿Vamos, Sylas?- el león asintió y le siguió por la puerta. La diferencia de altura y tamaño entre los dos era casi cómica. Tenía que poner a prueba la fuerza del berserker alguna vez. Desafiarlo a un pulso, quizás.
Fuera como fuese, tenía algo que experimentar. Saqué la nariz de la bolsa. Como sospechaba, la mayor parte se había endurecido al entrar en contacto con la luz solar. Pero no toda. Había zonas aún de carne que, milagrosamente, no se habían podrido. Incluso las partes de apariencia rocosa seguían siendo flexibles. Al menos, hasta que acerqué la hoja de la espada oxidada.
En cuanto el arma tocó la nariz, la punta se volvió de piedra casi al instante. Hice un ligero corte. Y todo el órgano se calcifico por completo, casi al instante. Sonreí. Aquello funcionaba.
Me preguntaba si con vampiros sería igual. Tenía que pedirle un mechón de pelo a Lyn. Me detuve. ¿El pelo de los vampiros ardía también? ¿Y si le cortaba un brazo y lo dejaba al sol? ¿Seguía estando maldito? Espíritus, empezaba a parecerme a Dann. Volví a enfundar la espada y salí de la habitación, satisfecho.
Para cuando fui al exterior, solo faltaban Eltrant y Sylas. Esperaba que no se hubiesen matado entre sí. Sin embargo, no tardaron en llegar.
-Muy bien... esa cosa no tiene ninguna oportunidad. Vamos.-
Asher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
Tan pronto estuvieron todos los integrantes del grupo presentes, emprendieron la marcha.
Eltrant fue relativamente en silencio durante todo el trayecto, apenas respondió de forma afirmativa o negativa a las distintas preguntas que le hacían. Se mantuvo en el centro del grupo, junto a Lyn, caminando siempre tras Asher y Syl.
Empezó a sentirse mejor en cuanto comenzó a centrarse en la tarea que tenían entre manos.
Ahora que había caído la noche los caminos estaban completamente deshabitados, prácticamente vacíos, si bien era cierto que cuando había explorado la zona junto a Syl no habían encontrado gran cosa, ahora tenían un grupo básicamente constituido por rastreadores.
Ese segundo troll no les pillaría desprevenidos.
- Asher me ha dicho que os hicisteis amigos gracias a un puñetazo, Mortal. – dijo Lyn según se colocaba junto a Eltrant, hablando lo suficientemente alto como para que el lobo, frente a ellos, también le escuchase.
Eltrant enarcó una ceja y miró la espalda del can.
- ¿Le has contado eso? – Preguntó con una sonrisa, sacudió la cabeza y suspiró. – No fue un puñetazo… - Se llevó la mano hasta la cara, amplió la sonrisa – Fue más bien… un toque de atención… contundente. – Aseveró, Lyn soltó una risita y continuó caminando junto al exmercenario.
- Con el puño, en tu cara. – Añadió la vampiresa ratificando cada palabra con un rápido movimiento del dedo índice. - ¿Lloraste? Dime que lloraste. – Eltrant torció el gesto y aceleró el paso, dejando atrás a su compañera que, lejos de dar la conversación por terminada, dio una pequeña carrera para alcanzar al castaño.
Incapaz de escapar de aquella autodenominada y cargante “representante de la noche”, Eltrant entrecerró levemente los ojos y miró inquisitivamente a Lyn.
- ¿Qué más te ha contado? – Lyn se encogió de hombros y sonrió, incluso le pareció que silbó disimuladamente entre risas. Frunció el ceño, sabía algo, estaba seguro que sabía algo más.
Se giró hacía Asher, buscando alguna respuesta en el rostro del lobo, después desvió sus ojos hasta Syl. Sylas y Tahira estaban tras ellos, no estaban participando en la conversación, aunque Tahira parecía encontrar entretenida aquella conversación, Sylas por otro lado estaba tan callado como de costumbre.
- También sé… lo de esa vez con el brujo. - ¿Con un brujo? Sin detenerse, se rascó la barba, tratando de recordar el momento al que Lyn estaba haciendo referencia. – Lunargenta… ¿Te tuviste que vestir de mayordomo? – Con la segunda pista, aquella enmascarada de pregunta, lo recordó. Se llevó la mano hasta la cara y dejó escapar una risotada.
Por algún motivo Lyn parecía especialmente orgullosa de haber conseguido eso último.
- ¡¿Y por qué no le cuentas lo de tu traje de gala?! – Exclamó señalando al lobo con el dedo. – Syl – Miró al gato – Si le daba la luz brillaba. – Sonrió. – Asher llevaba un traje que brillaba. – Agregó. – Enserio. – dijo a la vez que, con las manos, construía la forma aproximada del traje que había llevado Asher en el aire, frente a él.
- “Señor Adelfort, ¿Desea usted un tentempié más?” – dijo Lyn, obviando todo lo que había dicho Eltrant mientras imitaba pobremente su voz. ¿De verdad habían tenido tanto tiempo para hablar? Si apenas habían estado un par de horas solos en la habitación.
- Yo no sueno así. – respondió Eltrant cruzándose de brazos, arqueando una ceja. De nuevo, alternó su mirada entre los demás miembros del grupo en silencio - ¿Verdad? – Preguntó al final, dejando escapar todo el aire que tenía en los pulmones.
La conversación terminó ahí, cuando encontraron unas huellas enormes que salían del bosque, atravesaban la calzada que estaban recorriendo y volvían a perderse en el bosque.
No era muy difícil intuir a quien pertenecían esas huellas.
Debían de ser recientes, apenas habían pasado cuatro horas desde que Syl y él pasaron por ahí, el troll no debía de andar muy lejos. El grupo continuó avanzando, tras las huellas, ahora en silencio.
Respiró profundamente. Ahora tenía la cabeza despejada, más despejada.
Confiaba en Asher y podía entender por qué se había enfadado. No tenía más sentido darle más vueltas, no tenía sentido pensar que era mala persona o un matón de tres al cuarto. Sus decisiones podían ser buenas o malas, pero seguían siendo suyas; y sabía por qué las tomaba.
Lo único que podía hacer era no repetir lo que había sucedido antes y ya.
Syl dio el alto al grupo, todos parecieron entender el por qué, menos él, que se limitó a llevar la mano hasta el pomo de Olvido mirando hacía el lugar al que señalaba el gato con su mirada. Lyn retrocedió un par de pasos y acumuló un par de sombras en sus manos.
No pasó demasiado tiempo hasta que comenzó a notarlo, una leve vibración en el suelo, en un principio casi imperceptible, pero se estaba tornando más y más constante. Reconocía aquella sensación, era casi imposible olvidarla.
Apenas varios minutos después una silueta enorme no tardó en aparecerse entre los árboles, derribando los más pequeños con su cuerpo, partiendo ramas con cada movimiento. Eltrant desenvainó a Olvido. No iba a dejar a aquella cosa atrapar a nadie.
Eltrant fue relativamente en silencio durante todo el trayecto, apenas respondió de forma afirmativa o negativa a las distintas preguntas que le hacían. Se mantuvo en el centro del grupo, junto a Lyn, caminando siempre tras Asher y Syl.
Empezó a sentirse mejor en cuanto comenzó a centrarse en la tarea que tenían entre manos.
Ahora que había caído la noche los caminos estaban completamente deshabitados, prácticamente vacíos, si bien era cierto que cuando había explorado la zona junto a Syl no habían encontrado gran cosa, ahora tenían un grupo básicamente constituido por rastreadores.
Ese segundo troll no les pillaría desprevenidos.
- Asher me ha dicho que os hicisteis amigos gracias a un puñetazo, Mortal. – dijo Lyn según se colocaba junto a Eltrant, hablando lo suficientemente alto como para que el lobo, frente a ellos, también le escuchase.
Eltrant enarcó una ceja y miró la espalda del can.
- ¿Le has contado eso? – Preguntó con una sonrisa, sacudió la cabeza y suspiró. – No fue un puñetazo… - Se llevó la mano hasta la cara, amplió la sonrisa – Fue más bien… un toque de atención… contundente. – Aseveró, Lyn soltó una risita y continuó caminando junto al exmercenario.
- Con el puño, en tu cara. – Añadió la vampiresa ratificando cada palabra con un rápido movimiento del dedo índice. - ¿Lloraste? Dime que lloraste. – Eltrant torció el gesto y aceleró el paso, dejando atrás a su compañera que, lejos de dar la conversación por terminada, dio una pequeña carrera para alcanzar al castaño.
Incapaz de escapar de aquella autodenominada y cargante “representante de la noche”, Eltrant entrecerró levemente los ojos y miró inquisitivamente a Lyn.
- ¿Qué más te ha contado? – Lyn se encogió de hombros y sonrió, incluso le pareció que silbó disimuladamente entre risas. Frunció el ceño, sabía algo, estaba seguro que sabía algo más.
Se giró hacía Asher, buscando alguna respuesta en el rostro del lobo, después desvió sus ojos hasta Syl. Sylas y Tahira estaban tras ellos, no estaban participando en la conversación, aunque Tahira parecía encontrar entretenida aquella conversación, Sylas por otro lado estaba tan callado como de costumbre.
- También sé… lo de esa vez con el brujo. - ¿Con un brujo? Sin detenerse, se rascó la barba, tratando de recordar el momento al que Lyn estaba haciendo referencia. – Lunargenta… ¿Te tuviste que vestir de mayordomo? – Con la segunda pista, aquella enmascarada de pregunta, lo recordó. Se llevó la mano hasta la cara y dejó escapar una risotada.
Por algún motivo Lyn parecía especialmente orgullosa de haber conseguido eso último.
- ¡¿Y por qué no le cuentas lo de tu traje de gala?! – Exclamó señalando al lobo con el dedo. – Syl – Miró al gato – Si le daba la luz brillaba. – Sonrió. – Asher llevaba un traje que brillaba. – Agregó. – Enserio. – dijo a la vez que, con las manos, construía la forma aproximada del traje que había llevado Asher en el aire, frente a él.
- “Señor Adelfort, ¿Desea usted un tentempié más?” – dijo Lyn, obviando todo lo que había dicho Eltrant mientras imitaba pobremente su voz. ¿De verdad habían tenido tanto tiempo para hablar? Si apenas habían estado un par de horas solos en la habitación.
- Yo no sueno así. – respondió Eltrant cruzándose de brazos, arqueando una ceja. De nuevo, alternó su mirada entre los demás miembros del grupo en silencio - ¿Verdad? – Preguntó al final, dejando escapar todo el aire que tenía en los pulmones.
La conversación terminó ahí, cuando encontraron unas huellas enormes que salían del bosque, atravesaban la calzada que estaban recorriendo y volvían a perderse en el bosque.
No era muy difícil intuir a quien pertenecían esas huellas.
Debían de ser recientes, apenas habían pasado cuatro horas desde que Syl y él pasaron por ahí, el troll no debía de andar muy lejos. El grupo continuó avanzando, tras las huellas, ahora en silencio.
Respiró profundamente. Ahora tenía la cabeza despejada, más despejada.
Confiaba en Asher y podía entender por qué se había enfadado. No tenía más sentido darle más vueltas, no tenía sentido pensar que era mala persona o un matón de tres al cuarto. Sus decisiones podían ser buenas o malas, pero seguían siendo suyas; y sabía por qué las tomaba.
Lo único que podía hacer era no repetir lo que había sucedido antes y ya.
Syl dio el alto al grupo, todos parecieron entender el por qué, menos él, que se limitó a llevar la mano hasta el pomo de Olvido mirando hacía el lugar al que señalaba el gato con su mirada. Lyn retrocedió un par de pasos y acumuló un par de sombras en sus manos.
No pasó demasiado tiempo hasta que comenzó a notarlo, una leve vibración en el suelo, en un principio casi imperceptible, pero se estaba tornando más y más constante. Reconocía aquella sensación, era casi imposible olvidarla.
Apenas varios minutos después una silueta enorme no tardó en aparecerse entre los árboles, derribando los más pequeños con su cuerpo, partiendo ramas con cada movimiento. Eltrant desenvainó a Olvido. No iba a dejar a aquella cosa atrapar a nadie.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
-Técnicamente, nos hicimos amigos gracias a mi encanto personal y atractivo pelaje. Pero si es cierto que le pegué.- intervine, orgulloso. -Hizo un sonido de lo más agradable. Es muy relajante.-
La pareja de felinos no había hablado demasiado. De Sylas no me sorprendía demasiado, por supuesto. Pero Tahira no parecía exactamente una persona tímida. Sin embargo, tal vez fuese sólo la emoción de un momento. No la conocía demasiado bien.
-Le he contado... bueno, me pidió historias que pudiese usar en tu contra.- sonreí. -De nada.- dije. El humano no tardó en contraatacar, describiendo aquel incómodo atuendo. Syl alzó ambas cejas, pero no pareció demasiado impresionado.
-Seguro que le quedaba muy bien.- respondió. -Siempre le han gustado las cosas brillantes. Como a un cuervo.-
-Oh, venga ya. Exageras.- dije, sacudiendo el aire con un gesto de la mano.
-Te encanta llamar la atención. ¿Como se llama tu espada?-
Oportunamente, fue ese en el momento en el que encontramos huellas. Muy sutiles, de casi un metro. En silencio y con una atmósfera mucho más pesada, los seis seguimos el rastro. No tardamos en oir una voz. Una voz que, sin duda, procedía del ser al que íbamos a cazar.
-¡GRUUNK! ¡GRUUNK!- la criatura estaba... gritando. El tono era extraño. No parecía un rugido, o un grito de guerra. Parecía un... -¿DONDE? ¡GRUUNK!-
No había duda. Debía ser un nombre. Lo más probable es que, de hecho, fuese el del troll al que habíamos matado el día anterior. No me sorprendía demasiado que estuviesen relacionados. De cualquier forma, aquello no cambiaba mucho.
-Gente pequeña... puedo oleros. No, no, no, no.- se reprimió. -Poco tiempo. Gruunk.- dijo en voz alta.
-Me da un poco de pena...- murmuró Tahira. -Parece muy desesperado... ¿Seguro que tenemos que...?-
-Da igual lo que sienta.- le corté. -Sigue siendo un peligro.-
Los árboles cercanos empezaron a caer, y finalmente, nos encontramos de cara a cara con la criatura. A grandes rasgos, parecía casi identica a la otra. Salvo porque esta no estaba hecha de piedra ni le faltaba una nariz. Dio un respingo al vernos, pero mantuvo su distancia.
-¿Donde... Gruunk?- preguntó de nuevo. Una buena oportunidad. Era mejor atacar sin enfadarlo.
-Vamos.- ordené. Syl fue el primero en reaccionar. Un virote voló entre los árboles y se clavó en la mandíbula inferior del ser, haciendo que soltase un grito de dolor. Continué el ataque, flanqueando alrededor de los árboles muertos mientras Sylas atacaba de frente. El león saltó con ambas hachas en las manos, hundiéndolas en el pecho del gigante que agitó los brazos frenéticamente.
Para entonces, yo ya estaba a su espalda. Hundí a Brillo en la dura piel del monstruo, desgarrando los tendones por encima de su tobillo y haciéndole caer al suelo con un fuerte estrépito, tan solo enmudecido por su grito de dolor. La sangre empezó a salpicar el suelo. El troll había entrado en pánico, e intentó alejarse del grupo. La poca distancia que podría arrastrarse no sería suficiente.
-¡Parad! ¡No está haciendo nada! ¡Solo quiere...!-
-¡Usa la espada, Tahira!- grité, apartándome del troll. No iba a quedar aplastado bajo esa cosa. Sus movimientos descontrolados también habían hecho que Sylas se desprendiese de su torso, pero no tardó en volver a rodearlo a la espera de una oportunidad.
La chica estaba quieta. La espada de luz seguía en su mano, pero no se había movido en absoluto. Ni un paso hacia el monstruo. Ni un ataque para hacer su trabajo.
-Asher. Se está curando.- advirtió Syl. -No tengo un tiro claro.-
-¡Tahira! ¡La espada, ahora!- ladré, acercándome a la tigresa. La joven se estremeció. Gruñí. Iba a tener que hacerlo por mi cuenta. Lancé un tajo hacia la espada, que cayó al suelo al separarse del frágil agarre de la muchacha, y la cogí.
Su mirada parecía la de un animal asustado. No había cambiado en absoluto.
Activé las runas de mi cuerpo. No iba a dejar que esa oportunidad se escapase. Podía acabar con aquello. Me impulsé hacia el troll, con la espada por delante, y hundí la vieja espada de luz en el interior de su craneo antes de que se diese cuenta de que estaba allí. Los ojos del monstruo se abrieron mientras me contemplaba, horrorizado, y soltaba un grito quedo. En cuestión de segundos, su piel se endureció y se volvió gris a la vez que la luz de la espada se drenaba casi por completo.
Y con eso... se acabó. Los movimientos del monstruo se ralentizaron rápidamente. Una vez su cabeza se convirtió en piedra, el resto del cuerpo dejó de moverse, incluso las zonas que aún eran de carne.
Estaba muerto. Cogí el pomo de la espada y tiré. Aún estaba incrustada en su cabeza.
-¿Por qué no habeis parado? ¡Solo estaba buscando a su amigo! ¡No nos habría atacado!- dijo una voz a mi espalda. ¿Como de ingenua podía ser? ¿Como podía haber sobrevivido con tan poco sentido común?
-Su amigo está muerto.- replicó Syl. -Cuando se hubiese enterado... habría ido a por cualquiera que se cruzase. Han matado a varios, antes de esto.-
-¡Eso no significa que...!- Un fuerte "CLANK" interrumpió su frase. Me di la vuelta y me acerqué a ella, con el pomo de la espada rota en mi mano. Lo dejé en sus manos, mirándola fijamente.
-No sirves para esto, Tahira.- dije seriamente. -No eres una asesina. Yo si. Si no estás dispuesta a luchar... vete a casa.-
La pareja de felinos no había hablado demasiado. De Sylas no me sorprendía demasiado, por supuesto. Pero Tahira no parecía exactamente una persona tímida. Sin embargo, tal vez fuese sólo la emoción de un momento. No la conocía demasiado bien.
-Le he contado... bueno, me pidió historias que pudiese usar en tu contra.- sonreí. -De nada.- dije. El humano no tardó en contraatacar, describiendo aquel incómodo atuendo. Syl alzó ambas cejas, pero no pareció demasiado impresionado.
-Seguro que le quedaba muy bien.- respondió. -Siempre le han gustado las cosas brillantes. Como a un cuervo.-
-Oh, venga ya. Exageras.- dije, sacudiendo el aire con un gesto de la mano.
-Te encanta llamar la atención. ¿Como se llama tu espada?-
Oportunamente, fue ese en el momento en el que encontramos huellas. Muy sutiles, de casi un metro. En silencio y con una atmósfera mucho más pesada, los seis seguimos el rastro. No tardamos en oir una voz. Una voz que, sin duda, procedía del ser al que íbamos a cazar.
-¡GRUUNK! ¡GRUUNK!- la criatura estaba... gritando. El tono era extraño. No parecía un rugido, o un grito de guerra. Parecía un... -¿DONDE? ¡GRUUNK!-
No había duda. Debía ser un nombre. Lo más probable es que, de hecho, fuese el del troll al que habíamos matado el día anterior. No me sorprendía demasiado que estuviesen relacionados. De cualquier forma, aquello no cambiaba mucho.
-Gente pequeña... puedo oleros. No, no, no, no.- se reprimió. -Poco tiempo. Gruunk.- dijo en voz alta.
-Me da un poco de pena...- murmuró Tahira. -Parece muy desesperado... ¿Seguro que tenemos que...?-
-Da igual lo que sienta.- le corté. -Sigue siendo un peligro.-
Los árboles cercanos empezaron a caer, y finalmente, nos encontramos de cara a cara con la criatura. A grandes rasgos, parecía casi identica a la otra. Salvo porque esta no estaba hecha de piedra ni le faltaba una nariz. Dio un respingo al vernos, pero mantuvo su distancia.
-¿Donde... Gruunk?- preguntó de nuevo. Una buena oportunidad. Era mejor atacar sin enfadarlo.
-Vamos.- ordené. Syl fue el primero en reaccionar. Un virote voló entre los árboles y se clavó en la mandíbula inferior del ser, haciendo que soltase un grito de dolor. Continué el ataque, flanqueando alrededor de los árboles muertos mientras Sylas atacaba de frente. El león saltó con ambas hachas en las manos, hundiéndolas en el pecho del gigante que agitó los brazos frenéticamente.
Para entonces, yo ya estaba a su espalda. Hundí a Brillo en la dura piel del monstruo, desgarrando los tendones por encima de su tobillo y haciéndole caer al suelo con un fuerte estrépito, tan solo enmudecido por su grito de dolor. La sangre empezó a salpicar el suelo. El troll había entrado en pánico, e intentó alejarse del grupo. La poca distancia que podría arrastrarse no sería suficiente.
-¡Parad! ¡No está haciendo nada! ¡Solo quiere...!-
-¡Usa la espada, Tahira!- grité, apartándome del troll. No iba a quedar aplastado bajo esa cosa. Sus movimientos descontrolados también habían hecho que Sylas se desprendiese de su torso, pero no tardó en volver a rodearlo a la espera de una oportunidad.
La chica estaba quieta. La espada de luz seguía en su mano, pero no se había movido en absoluto. Ni un paso hacia el monstruo. Ni un ataque para hacer su trabajo.
-Asher. Se está curando.- advirtió Syl. -No tengo un tiro claro.-
-¡Tahira! ¡La espada, ahora!- ladré, acercándome a la tigresa. La joven se estremeció. Gruñí. Iba a tener que hacerlo por mi cuenta. Lancé un tajo hacia la espada, que cayó al suelo al separarse del frágil agarre de la muchacha, y la cogí.
Su mirada parecía la de un animal asustado. No había cambiado en absoluto.
Activé las runas de mi cuerpo. No iba a dejar que esa oportunidad se escapase. Podía acabar con aquello. Me impulsé hacia el troll, con la espada por delante, y hundí la vieja espada de luz en el interior de su craneo antes de que se diese cuenta de que estaba allí. Los ojos del monstruo se abrieron mientras me contemplaba, horrorizado, y soltaba un grito quedo. En cuestión de segundos, su piel se endureció y se volvió gris a la vez que la luz de la espada se drenaba casi por completo.
Y con eso... se acabó. Los movimientos del monstruo se ralentizaron rápidamente. Una vez su cabeza se convirtió en piedra, el resto del cuerpo dejó de moverse, incluso las zonas que aún eran de carne.
Estaba muerto. Cogí el pomo de la espada y tiré. Aún estaba incrustada en su cabeza.
-¿Por qué no habeis parado? ¡Solo estaba buscando a su amigo! ¡No nos habría atacado!- dijo una voz a mi espalda. ¿Como de ingenua podía ser? ¿Como podía haber sobrevivido con tan poco sentido común?
-Su amigo está muerto.- replicó Syl. -Cuando se hubiese enterado... habría ido a por cualquiera que se cruzase. Han matado a varios, antes de esto.-
-¡Eso no significa que...!- Un fuerte "CLANK" interrumpió su frase. Me di la vuelta y me acerqué a ella, con el pomo de la espada rota en mi mano. Lo dejé en sus manos, mirándola fijamente.
-No sirves para esto, Tahira.- dije seriamente. -No eres una asesina. Yo si. Si no estás dispuesta a luchar... vete a casa.-
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Usada habilidad: ImpulsoAsher Daregan
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
El troll cayó, muerto frente a ellos.
Respirando sonoramente envainó a Olvido. Aquella vez había sido una pelea más fácil, aunque lo que acababa de suceder difícilmente podía ser considerado como una para los presentes, el troll apenas se había defendido.
Buscó a Lyn con la mirada, estaba junto a Tahira. Aun cuando la ojiazul tenía un evidente cumulo de sombras a su alrededor la vampiresa no había atacado, tampoco era como si hubiese sido realmente necesario, no le habían dejado una oportunidad.
La tigresa no tardó en hacer saber al grupo que no estaba conforme con lo que acababa de suceder. Suspiró, era cierto que el troll más que atacarles había tratado de huir y esconderse, pero lo que añadió Syl justo después no estaba tampoco alejado de la realidad.
Las orejas de la mujer se volvieron hacía atrás, mirando a Asher, evidentemente molesta por lo que el lobo le acababa de decir. ¿Intervenía? Asher y Tahira parecían conocerse con anterioridad, no estaba seguro de ello, pero para empezar nunca había visto al lobo hablarle así a nadie que acabase de conocer.
Lyn, desde su posición junto a la tigresa, le miró fijamente al exguarda. No era capaz de adivinar que pasaba por la cabeza de la vampiresa en aquel momento.
- Pero eso no es malo. – dijo Eltrant, cortando a Tahira antes de que pudiese replicar al can. La mujer se miró hacia él y, sin cambiar su mueca de enfado, le miró fijamente. Eltrant se cruzó de brazos y relajó la expresión. – No eres una asesina. – Movió su mano derecha casualmente. – Eso es algo de lo que pocas personas de Aerandir pueden presumir. – Añadió. – No lo pierdas. – dijo a continuación sonriendo con suavidad.
- Tú no me conoce… - Eltrant levantó la mano instando a la mujer que dejase de hablar.
- Sé que no nos conocemos demasiado. - dijo - Pero si has aceptado el trabajo de los trolls sabes lo que han hecho. ¿Verdad? – Aseveró, adoptando esta vez, un tono similar al de Asher. – Han matado personas, han saqueado prácticamente todas las granjas de por aquí dejando a un puñado de supervivientes sin lugar al que volver. – Le indicó seguidamente, como si fuese algo que tuviese que recordarle. – El troll al que… matamos ayer estaba comiéndose a las personas que conducían una caravana - La tigresa desvió un instante la mirada y volvió a mirar a Asher, parecía segura de su opinión, Eltrant no podía negar que respetaba eso, tampoco podía decir que no la comprendía. – Hasta la más horrible de las personas va a suplicar por su vida antes de morir. – dijo – Y solo los dioses saben que habría hecho el troll de encontrar a su amigo convertido en una estatua. – Suspiró profundamente y se calló durante unos instantes.
Tahira cerró su mano en torno a lo que quedaba de la espada que había usado Asher para convertir a aquel troll en piedra. ¿Había sido una de sus runas? Tenía que admitir que eran bastante útiles, y duraderas; La de Recuerdo seguía funcionando aun cuando la espada se había roto en más de una ocasión.
- No puedes salvar a todo el mundo, Tahira. – Indicó al final. – Cuando antes lo comprendas, mejor - Aquella era una lección que le había costado aprender, había sufrido mucho para acabar haciéndose a la idea de que, por mucho que quisiera, no podía estar en todas partes.
Habría agradecido que alguien se lo hubiese dicho tanto, tanto tiempo atrás. Irirgo fue el primero que se lo comentó, tenía que agradecérselo algún día como era debido.
– Aunque… - Miró a Sylas y esbozó una sonrisa cansada. - Eso no quiere decir que no puedas intentar hacer todo lo que este en tu mano. Pero … es algo que a veces exige sacrificios. – Se ajustó la correa de Olvido al pecho, tragó saliva al recordar momentáneamente el mapa que tenía dibujado con cicatrices en su cuerpo y limpió algo de la sangre de troll que resbalaba por su armadura para al final, sin perder de vista a la mujer, negar con la cabeza. – El trabajo que has escogido es difícil. – Le dijo. – Asher tiene razón. – Desenvainó el cuchillo que tenía oculto en la parte interna de la greba izquierda y se dirigió hacía el troll – Si no estás dispuesta a luchar… - Golpeó repetidamente la nariz de piedra de la bestia hasta que se desencajó de la cara de la estatua y cayó al suelo. – …es mejor que te vayas a casa. – dijo al final, tomando la nariz del suelo y entregándosela a Syl, para que la dejase con la otra en el pequeño saco con el que cargaba.
- Hace falta un tipo muy especial de fuerza para dedicarse a lo que hacemos. –
Se giró hacía Asher, Lyn se acercó a paso lento hasta dónde estaban, sin decir nada, mirando de vez en cuando a Tahira, la cual estaba en silencio junto a Sylas. Parecía preocupada por ella.
- ¿Ahora a dónde? – Preguntó al líder Nómada suspirando. – ¿Nos daban nuestra recompensa en la taberna? - Inquirió a continuación.
Respirando sonoramente envainó a Olvido. Aquella vez había sido una pelea más fácil, aunque lo que acababa de suceder difícilmente podía ser considerado como una para los presentes, el troll apenas se había defendido.
Buscó a Lyn con la mirada, estaba junto a Tahira. Aun cuando la ojiazul tenía un evidente cumulo de sombras a su alrededor la vampiresa no había atacado, tampoco era como si hubiese sido realmente necesario, no le habían dejado una oportunidad.
La tigresa no tardó en hacer saber al grupo que no estaba conforme con lo que acababa de suceder. Suspiró, era cierto que el troll más que atacarles había tratado de huir y esconderse, pero lo que añadió Syl justo después no estaba tampoco alejado de la realidad.
Las orejas de la mujer se volvieron hacía atrás, mirando a Asher, evidentemente molesta por lo que el lobo le acababa de decir. ¿Intervenía? Asher y Tahira parecían conocerse con anterioridad, no estaba seguro de ello, pero para empezar nunca había visto al lobo hablarle así a nadie que acabase de conocer.
Lyn, desde su posición junto a la tigresa, le miró fijamente al exguarda. No era capaz de adivinar que pasaba por la cabeza de la vampiresa en aquel momento.
- Pero eso no es malo. – dijo Eltrant, cortando a Tahira antes de que pudiese replicar al can. La mujer se miró hacia él y, sin cambiar su mueca de enfado, le miró fijamente. Eltrant se cruzó de brazos y relajó la expresión. – No eres una asesina. – Movió su mano derecha casualmente. – Eso es algo de lo que pocas personas de Aerandir pueden presumir. – Añadió. – No lo pierdas. – dijo a continuación sonriendo con suavidad.
- Tú no me conoce… - Eltrant levantó la mano instando a la mujer que dejase de hablar.
- Sé que no nos conocemos demasiado. - dijo - Pero si has aceptado el trabajo de los trolls sabes lo que han hecho. ¿Verdad? – Aseveró, adoptando esta vez, un tono similar al de Asher. – Han matado personas, han saqueado prácticamente todas las granjas de por aquí dejando a un puñado de supervivientes sin lugar al que volver. – Le indicó seguidamente, como si fuese algo que tuviese que recordarle. – El troll al que… matamos ayer estaba comiéndose a las personas que conducían una caravana - La tigresa desvió un instante la mirada y volvió a mirar a Asher, parecía segura de su opinión, Eltrant no podía negar que respetaba eso, tampoco podía decir que no la comprendía. – Hasta la más horrible de las personas va a suplicar por su vida antes de morir. – dijo – Y solo los dioses saben que habría hecho el troll de encontrar a su amigo convertido en una estatua. – Suspiró profundamente y se calló durante unos instantes.
Tahira cerró su mano en torno a lo que quedaba de la espada que había usado Asher para convertir a aquel troll en piedra. ¿Había sido una de sus runas? Tenía que admitir que eran bastante útiles, y duraderas; La de Recuerdo seguía funcionando aun cuando la espada se había roto en más de una ocasión.
- No puedes salvar a todo el mundo, Tahira. – Indicó al final. – Cuando antes lo comprendas, mejor - Aquella era una lección que le había costado aprender, había sufrido mucho para acabar haciéndose a la idea de que, por mucho que quisiera, no podía estar en todas partes.
Habría agradecido que alguien se lo hubiese dicho tanto, tanto tiempo atrás. Irirgo fue el primero que se lo comentó, tenía que agradecérselo algún día como era debido.
– Aunque… - Miró a Sylas y esbozó una sonrisa cansada. - Eso no quiere decir que no puedas intentar hacer todo lo que este en tu mano. Pero … es algo que a veces exige sacrificios. – Se ajustó la correa de Olvido al pecho, tragó saliva al recordar momentáneamente el mapa que tenía dibujado con cicatrices en su cuerpo y limpió algo de la sangre de troll que resbalaba por su armadura para al final, sin perder de vista a la mujer, negar con la cabeza. – El trabajo que has escogido es difícil. – Le dijo. – Asher tiene razón. – Desenvainó el cuchillo que tenía oculto en la parte interna de la greba izquierda y se dirigió hacía el troll – Si no estás dispuesta a luchar… - Golpeó repetidamente la nariz de piedra de la bestia hasta que se desencajó de la cara de la estatua y cayó al suelo. – …es mejor que te vayas a casa. – dijo al final, tomando la nariz del suelo y entregándosela a Syl, para que la dejase con la otra en el pequeño saco con el que cargaba.
- Hace falta un tipo muy especial de fuerza para dedicarse a lo que hacemos. –
Se giró hacía Asher, Lyn se acercó a paso lento hasta dónde estaban, sin decir nada, mirando de vez en cuando a Tahira, la cual estaba en silencio junto a Sylas. Parecía preocupada por ella.
- ¿Ahora a dónde? – Preguntó al líder Nómada suspirando. – ¿Nos daban nuestra recompensa en la taberna? - Inquirió a continuación.
Eltrant Tale
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Re: Cenizas en la tierra [Trabajo]
La tigresa resopló algo en voz baja. No dije nada. Eltrant lo había dejado bastante claro. Mejor así. Los discursos no eran precisamente mi fuerte.
-La mansión de ese tal Adrian está de camino. Seguimos yendo al oeste.- declaré. Afortunadamente, debíamos haber atravesado la mayor parte del bosque, por lo que teníamos tiempo para encontrar refugio. Caminamos unos minutos en silencio. Para cuando me di la vuelta, Tahira había desaparecido. Suspiré. -No está.- advertí al resto.
-Con suerte se habrá ido a casa, como le has dicho.- comentó Syl. El león negó con la cabeza. -¿Quieres ir con ella?-
-Mmh.- Sylas dudó unos instantes. Sin embargo, volvió a negar. -La recompensa primero.-
Tenía sentido, después de todo. Él sí había participado, a diferencia de la tigresa. Y había hecho un buen trabajo. Podía respetarlo. Con suerte, no se sentiría demasiado incómodo, incluso sin su amiga.
-Peleas bien. Tenemos un grupo de gente... Una pequeña familia. Hacemos... cosas como esta, entre otras. Si te interesa, puedes venir con nosotros.- dije, encogiéndome de hombros. El cazador pareció algo sorprendido por la propuesta. Entrecerró ligeramente los ojos, sin dejar de caminar.
-¿Hay elfos?- inquirió.
-No. La mayoría somos hombres bestia.- declaré. Sabía que era posible que algún elfo se nos uniese tarde o temprano. Pero por el momento, no había ninguno con el que se fuese a cruzar.
-Lo pensaré.- dijo. Comprensible. No quería comprometerse aún. Lo dejé estar, por el momento. Tendría oportunidades para cambiar de opinión. Me adelanté con unas zancadas, acercándome al humano.
-Gracias por la ayuda, Elt.- dije. -Con lo de antes y... todo, en general.- Le puse la mano en el hombro, imitando el gesto que tanto parecía gustarle al humano. -Y a ti también, Lyn. Es un alivio el teneros cerca.-
Sobraban las palabras. Al menos, por el momento. El viaje no había terminado, pero no tardamos en volver al camino. Había sido una buena distracción, a pesar de todo. Pero mi objetivo seguía allí, acercandose cada vez más. Todo el asunto con Tahira me había hecho sentir un poco más preparado. Aunque había actuado de forma algo severa y probablemente le había herido emocionalmente... había sido lo correcto. Mejor eso que acabar con una puñalada en el estómago.
Según lo veía, era un paso hacia adelante. Si había evitado que hubiese un asesino más en el mundo, aquello era mejor. No podía vanagloriarme demasiado. Después de todo, simplemente había arreglado algo que había provocado años atrás.
-...Aunque creo que tendré que enseñarte algunas cosas antes de que lleguemos, Eltrant.- dije, recordando el incidente con Sylas. -Unas cuantas, de hecho.- Apenas podía pensar por donde empezar. Las costumbres humanas y las que tenía en Áruent eran... bastante dispares. Tendría que partir de cero.
Un gran edificio podía verse muy por encima de los árboles quemados. Curiosamente, la zona estaba rodeada de verde: al parecer, habían intentado replantar los alrededores de la mansión, con relativo éxito. Bien por ellos, supuse. Syl se acercó a Eltrant y le tendió la bolsa con ambos "trofeos".
-Mejor que cobres tú. Luego nos repartiremos el resto.- dijo Syl. Le miré, arqueando una ceja. Suponía que tenía razón. No me apetecía tratar con gente de esa calaña, después de todo. Nos acercamos a la entrada, y, mientras Eltrant iba a por la recompensa, saqué un trozo de pergamino y tinta.
-¿Sabes leer, Sylas?- pregunté, alzando la mirada. El león asintió, para mi sorpresa. -Interesante.- dije, escribiendo algunas instrucciones en el papel.
-Era cartógrafo.- dijo. Curioso. Tras unos minutos, terminé de copiar las instrucciones y partí el papel por la mitad, dándole una a Sylas.
-Una pequeña guía para encontrarnos. Por si cambias de opinión.- expliqué. La segunda sería para el humano. Suspiré. Me preguntaba que haría cada uno con su parte.
-La mansión de ese tal Adrian está de camino. Seguimos yendo al oeste.- declaré. Afortunadamente, debíamos haber atravesado la mayor parte del bosque, por lo que teníamos tiempo para encontrar refugio. Caminamos unos minutos en silencio. Para cuando me di la vuelta, Tahira había desaparecido. Suspiré. -No está.- advertí al resto.
-Con suerte se habrá ido a casa, como le has dicho.- comentó Syl. El león negó con la cabeza. -¿Quieres ir con ella?-
-Mmh.- Sylas dudó unos instantes. Sin embargo, volvió a negar. -La recompensa primero.-
Tenía sentido, después de todo. Él sí había participado, a diferencia de la tigresa. Y había hecho un buen trabajo. Podía respetarlo. Con suerte, no se sentiría demasiado incómodo, incluso sin su amiga.
-Peleas bien. Tenemos un grupo de gente... Una pequeña familia. Hacemos... cosas como esta, entre otras. Si te interesa, puedes venir con nosotros.- dije, encogiéndome de hombros. El cazador pareció algo sorprendido por la propuesta. Entrecerró ligeramente los ojos, sin dejar de caminar.
-¿Hay elfos?- inquirió.
-No. La mayoría somos hombres bestia.- declaré. Sabía que era posible que algún elfo se nos uniese tarde o temprano. Pero por el momento, no había ninguno con el que se fuese a cruzar.
-Lo pensaré.- dijo. Comprensible. No quería comprometerse aún. Lo dejé estar, por el momento. Tendría oportunidades para cambiar de opinión. Me adelanté con unas zancadas, acercándome al humano.
-Gracias por la ayuda, Elt.- dije. -Con lo de antes y... todo, en general.- Le puse la mano en el hombro, imitando el gesto que tanto parecía gustarle al humano. -Y a ti también, Lyn. Es un alivio el teneros cerca.-
Sobraban las palabras. Al menos, por el momento. El viaje no había terminado, pero no tardamos en volver al camino. Había sido una buena distracción, a pesar de todo. Pero mi objetivo seguía allí, acercandose cada vez más. Todo el asunto con Tahira me había hecho sentir un poco más preparado. Aunque había actuado de forma algo severa y probablemente le había herido emocionalmente... había sido lo correcto. Mejor eso que acabar con una puñalada en el estómago.
Según lo veía, era un paso hacia adelante. Si había evitado que hubiese un asesino más en el mundo, aquello era mejor. No podía vanagloriarme demasiado. Después de todo, simplemente había arreglado algo que había provocado años atrás.
-...Aunque creo que tendré que enseñarte algunas cosas antes de que lleguemos, Eltrant.- dije, recordando el incidente con Sylas. -Unas cuantas, de hecho.- Apenas podía pensar por donde empezar. Las costumbres humanas y las que tenía en Áruent eran... bastante dispares. Tendría que partir de cero.
Un gran edificio podía verse muy por encima de los árboles quemados. Curiosamente, la zona estaba rodeada de verde: al parecer, habían intentado replantar los alrededores de la mansión, con relativo éxito. Bien por ellos, supuse. Syl se acercó a Eltrant y le tendió la bolsa con ambos "trofeos".
-Mejor que cobres tú. Luego nos repartiremos el resto.- dijo Syl. Le miré, arqueando una ceja. Suponía que tenía razón. No me apetecía tratar con gente de esa calaña, después de todo. Nos acercamos a la entrada, y, mientras Eltrant iba a por la recompensa, saqué un trozo de pergamino y tinta.
-¿Sabes leer, Sylas?- pregunté, alzando la mirada. El león asintió, para mi sorpresa. -Interesante.- dije, escribiendo algunas instrucciones en el papel.
-Era cartógrafo.- dijo. Curioso. Tras unos minutos, terminé de copiar las instrucciones y partí el papel por la mitad, dándole una a Sylas.
-Una pequeña guía para encontrarnos. Por si cambias de opinión.- expliqué. La segunda sería para el humano. Suspiré. Me preguntaba que haría cada uno con su parte.
Asher Daregan
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