Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
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Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
- Barrio Alto de Dundarak. Horas antes de la Conjunción
Un portal oscuro se abriría durante un instante en un oscuro callejón de Dundarak aquella fría noche primaveral. De él saldría la valiente bruja Elen Calhoun, que caería encima de un montón de paja.
La de cabellos cenicientos ya portaba dos de los tres fragmentos de Kinvar. Tarivius la había apresurado a recuperar el tercer fragmento. El ritual tendría lugar al amanecer. Y apenas faltaban seis horas para que el sol volviera a relucir sobre el cielo. A cambio de la premura, el hombre también le había dicho que el fragmento estaría verdaderamente próximo a su punto de aparición.
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Apremiada por el poco tiempo disponible, Elen saldrá del callejón y aparecerá frente a una enorme plaza, en el barrio alto de Dundarak. La zona más rica de la ciudad. Habrá dos edificios que le llamen la atención. Lo primero que verá es un enorme caserón antiguo de piedra. Cuenta con varios fuegos a modo de adorno. Es la morada del cuartel de los caballeros dragón, como indica un cartel a su puerta. Podría ser un sitio evidente en el que buscar una piedra mágica. Puede que Elen ya conozca a alguien de otras aventuras.
El segundo de los edificios que llama su atención es el edificio más alto de Dundarak. Nada más y nada menos que el palacio. Es de sobra conocido que en los palacios habitan magos poderosos. Tal vez también sea un buen sitio para preguntar por la piedra, aunque seguramente sea más difícil acceder.
Al finalizar su turno, la bruja deberá tener decidido qué sitio prefiere investigar.
* * * * *
En esa misma plaza mora también Bio. La presencia del vampiro en el barrio alto de Dundarak tenía una importancia mucho menor a la de Elen. Él había participado en un robo en los bosques del este hace no demasiado tiempo. Y ahora había llegado a la capital de los dragones con la esperanza de sacarse unos aeros con las baratijas que había obtenido en aquel encuentro.
Un anuncio sobre una pared atrae especialmente su atención.
“Se compran caprichos y objetos poco comunes. Pago muy bien.
Interesados. Asistan de 21:00 a 00:00 a la Casa 3 de la Cuarta Avenida
Firmado: Iñigo Amminos”
Interesados. Asistan de 21:00 a 00:00 a la Casa 3 de la Cuarta Avenida
Firmado: Iñigo Amminos”
Quizás sea un buen lugar en el que vender los objetos obtenidos. Pero queda poco tiempo para la hora límite. Tal vez media hora a lo sumo. Al final del turno, en la misma plaza, tropezarás con una mujer también apresurada a la que reconocerás enseguida: Elen. Podrás preguntarle lo que quieras, pero no hay motivo para que le muestres lo que guardas por ahora.
* * * * *
- Bueno chicos, ambos jugáis a contrarreloj. Así que tendréis que mostrar cierta aceleración (sobre todo Elen). Si resolvéis el entuerto bien, Bio podría obtener algo interesante y Elen encontrar su perdido fragmento de Kinvar.
- En la “práctica” no hay límite de turnos, así que no os apuréis por el tiempo. Tan sólo decisiones y consecuencias de cara a esta o a la futura quest. Así que no toméis decisiones a la ligera.
- En primer lugar escribirá Elen y a continuación Bio. Recordad que ambos debéis describir también cómo llegáis al barrio noble. Bio tu lo tienes más difícil. Tendrás que buscar una manera lógica de llegar.
Última edición por Ger el Lun Abr 18, 2016 6:12 pm, editado 1 vez
Ger
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Tal como esperaba, las páginas del libro que el hechicero le había entregado comenzaron a pasar por arte de magia a toda velocidad, hasta detenerse en el boceto de una ciudad que reconoció de inmediato, Dundarak. La bruja ya había estado allí antes en un par de ocasiones, la primera tras el ataque del demonio sombrío en la llanura y la siguiente cuando regresó para preguntar por el dragón blanco, que hasta el momento seguía desaparecido. No era un mal lugar para completar su misión, teniendo en cuenta lo cerca que estaba de donde se encontraba, pero hallar un pequeño fragmento en la ciudad de los dragones quizá le llevase demasiado tiempo, necesitaría ayuda.
Antes de que pudiese echar un último vistazo al calamar y la bruja, un oscuro haz de luz salió del libro, absorbiéndola de inmediato para llevarla a su próximo destino. Sin embargo, aquella vez fue diferente, no apareció instantáneamente en Dundarak, como le había pasado al llegar a la llanura nevada o al poblado abandonado, sino que se encontró desplazándose por un lugar extraño, muy semejante al estrellado firmamento. Un sinfín de luces se movían a su alrededor, tan rápido que le resultó imposible determinar lo que eran, pero eso no importaba, debía centrarse en lo que le quedaba por delante.
Su mayor preocupación era el tercer guardián, del que aún no había visto nada, ni siquiera una pista que la ayudase a saber qué tipo de criatura podría ser, y eso la intranquilizaba. El tomo de Tarivius le había ofrecido algo de ayuda las otras dos veces, mostrando primero el ojo de reptil de Ravnik y luego las dos figuras del hombre bestia y la portadora del anillo, pero ahora solo le había enseñado la ciudad, ¿qué quería decir con eso? ¿Acaso solo tenía que buscar el fragmento sin combatir con nadie? Por una parte sería positivo, ya que no se encontraba en las mejores condiciones para hacer frente a un nuevo enemigo, pero por otro lado sería como buscar una aguja en un pajar, y su tiempo era limitado.
Mientras las dudas se agolpaban en su mente, una voz familia comenzó a sonar dentro de su cabeza, apremiándola a encontrar el último fragmento del dolor de Kinvar. Era Tarivius, que seguramente no la perdía de vista ni un instante, desde la oculta casa del bosque en que se habían despedido hacía un par de días. El hechicero le recordaba que tenía poco tiempo, menos incluso del que creía, pero también añadió que el libro la llevaría a un lugar muy cercano a la posición del guardián, lo cual era una buena noticia. Sin más, una especie de agujero negro se abrió ante ella, y lo siguiente que vio la joven fue el montón de paja contra el que aterrizó, tras salir del portal.
- Al menos esta vez no ha sido un muro. - comentó, recordando el impacto contra las ruinas de piedra de la noche anterior. Elen se levantó despacio y sacudió sus ropas para deshacerse de los restos de paja, recogió el tomo de Tarivius y lo devolvió al interior de su bolsa, para luego echar un vistazo al sitio en que se encontraba. A todas luces era un callejón, escasamente iluminado y por el que no pasaba demasiada gente, aunque eso podía deberse a que la noche hubiese caído sobre la ciudad de los dragones, lo cual la dejaba en peor situación todavía. No había tiempo para descansar y eso le pasaría factura tarde o temprano, pero ¿qué otra alternativa le quedaba?
El centinela había sido claro, debía darse prisa en encontrar al tercer guardián y arrebatarle el fragmento, así que no se lo pensó dos veces, empezó a andar hacia una zona más abierta, que para suerte de la joven, ya conocía. La imponente plaza no dejaba lugar a dudas, estaba en el barrio noble de Dundarak, justo donde se encontraban el cuartel de los caballeros dragones y el palacio, edificios en los que ya había estado con anterioridad. ¿Albergaría alguna de aquellas construcciones el fragmento? Tenía sentido pensar que sí, pues tratándose de un objeto tan poderoso, lo normal sería que estuviese custodiado para que las sombras no pudiesen hacerse con él, ni cayese en malas manos.
Animada por aquel posible giro de los acontecimientos, en que quizá no tuviese que verse envuelta en una nueva pelea, la de ojos verdes paseó su mirada por ambos edificios, mientras decidía a cuál dirigirse primero. Solo había estado una vez en el palacio, y gracias a que el dragón blanco los había llevado tanto a ella como a Fedallah, para que ambos se recuperasen tras el enfrentamiento con el demonio de la llanura, así que probablemente no le sería fácil entrar, pero el cuartel era harina de otro costal. Elen conocía al segundo al mando entre los caballero dragones, y sin duda Sammuel la ayudaría tras oír lo que estaba haciendo, aunque para ello primero debía tener la suerte de encontrarlo.
El dragón ya pasaba los cincuenta y no solía salir del cuartel a no ser que fuese un asunto de importancia, pero teniendo en cuenta los males que asolaban el norte quizá estuviese en alguna misión, o controlando que el demonio siguiese enterrado en la nieve, donde no pudiese volver a ocupar un cuerpo. Aun así la hechicera se quedó con lo positivo, comenzó a andar hacia la entrada del cuartel y saludó a los guardias, esperando que la reconocieran y no pusieran impedimentos a su entrada.
Antes de que pudiese echar un último vistazo al calamar y la bruja, un oscuro haz de luz salió del libro, absorbiéndola de inmediato para llevarla a su próximo destino. Sin embargo, aquella vez fue diferente, no apareció instantáneamente en Dundarak, como le había pasado al llegar a la llanura nevada o al poblado abandonado, sino que se encontró desplazándose por un lugar extraño, muy semejante al estrellado firmamento. Un sinfín de luces se movían a su alrededor, tan rápido que le resultó imposible determinar lo que eran, pero eso no importaba, debía centrarse en lo que le quedaba por delante.
Su mayor preocupación era el tercer guardián, del que aún no había visto nada, ni siquiera una pista que la ayudase a saber qué tipo de criatura podría ser, y eso la intranquilizaba. El tomo de Tarivius le había ofrecido algo de ayuda las otras dos veces, mostrando primero el ojo de reptil de Ravnik y luego las dos figuras del hombre bestia y la portadora del anillo, pero ahora solo le había enseñado la ciudad, ¿qué quería decir con eso? ¿Acaso solo tenía que buscar el fragmento sin combatir con nadie? Por una parte sería positivo, ya que no se encontraba en las mejores condiciones para hacer frente a un nuevo enemigo, pero por otro lado sería como buscar una aguja en un pajar, y su tiempo era limitado.
Mientras las dudas se agolpaban en su mente, una voz familia comenzó a sonar dentro de su cabeza, apremiándola a encontrar el último fragmento del dolor de Kinvar. Era Tarivius, que seguramente no la perdía de vista ni un instante, desde la oculta casa del bosque en que se habían despedido hacía un par de días. El hechicero le recordaba que tenía poco tiempo, menos incluso del que creía, pero también añadió que el libro la llevaría a un lugar muy cercano a la posición del guardián, lo cual era una buena noticia. Sin más, una especie de agujero negro se abrió ante ella, y lo siguiente que vio la joven fue el montón de paja contra el que aterrizó, tras salir del portal.
- Al menos esta vez no ha sido un muro. - comentó, recordando el impacto contra las ruinas de piedra de la noche anterior. Elen se levantó despacio y sacudió sus ropas para deshacerse de los restos de paja, recogió el tomo de Tarivius y lo devolvió al interior de su bolsa, para luego echar un vistazo al sitio en que se encontraba. A todas luces era un callejón, escasamente iluminado y por el que no pasaba demasiada gente, aunque eso podía deberse a que la noche hubiese caído sobre la ciudad de los dragones, lo cual la dejaba en peor situación todavía. No había tiempo para descansar y eso le pasaría factura tarde o temprano, pero ¿qué otra alternativa le quedaba?
El centinela había sido claro, debía darse prisa en encontrar al tercer guardián y arrebatarle el fragmento, así que no se lo pensó dos veces, empezó a andar hacia una zona más abierta, que para suerte de la joven, ya conocía. La imponente plaza no dejaba lugar a dudas, estaba en el barrio noble de Dundarak, justo donde se encontraban el cuartel de los caballeros dragones y el palacio, edificios en los que ya había estado con anterioridad. ¿Albergaría alguna de aquellas construcciones el fragmento? Tenía sentido pensar que sí, pues tratándose de un objeto tan poderoso, lo normal sería que estuviese custodiado para que las sombras no pudiesen hacerse con él, ni cayese en malas manos.
Animada por aquel posible giro de los acontecimientos, en que quizá no tuviese que verse envuelta en una nueva pelea, la de ojos verdes paseó su mirada por ambos edificios, mientras decidía a cuál dirigirse primero. Solo había estado una vez en el palacio, y gracias a que el dragón blanco los había llevado tanto a ella como a Fedallah, para que ambos se recuperasen tras el enfrentamiento con el demonio de la llanura, así que probablemente no le sería fácil entrar, pero el cuartel era harina de otro costal. Elen conocía al segundo al mando entre los caballero dragones, y sin duda Sammuel la ayudaría tras oír lo que estaba haciendo, aunque para ello primero debía tener la suerte de encontrarlo.
El dragón ya pasaba los cincuenta y no solía salir del cuartel a no ser que fuese un asunto de importancia, pero teniendo en cuenta los males que asolaban el norte quizá estuviese en alguna misión, o controlando que el demonio siguiese enterrado en la nieve, donde no pudiese volver a ocupar un cuerpo. Aun así la hechicera se quedó con lo positivo, comenzó a andar hacia la entrada del cuartel y saludó a los guardias, esperando que la reconocieran y no pusieran impedimentos a su entrada.
- Sammuel:
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Elen Calhoun
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Iñigo Amminos- Susurré para mí mismo en la plaza mientras tocaba mi bolsillo asegurándome de que las joyas estuviesen ahí, también me tomé unos instantes para ojear ese extraño frasco brillante que me había visto en la necesidad de cubrir con una pequeña y vieja manta para no llamar la atención, con lo meticulosos que eran los dragones, seguro les parecería extraño un vampiro paseando con un frasco lleno de miniestrellas brillantes.
Llegar hasta ese lugar no había sido nada fácil, muchas cosas habían pasado desde que me separé de Arygos con la promesa de encontrarnos en el norte, al pie de la montaña donde habitaban sus parientes; jamás habría imaginado terminar enfrentando a un grupo de bandidos y liberar a una licántropa prisionera; recorrí el camino a toda prisa luego de separarme de Hashire y su grupo, no quería que cambiaran de opinión y fueran tras de mí, o que algún lobo celoso desobedeciera la orden de dejarme ir en paz.
Una vez que la distancia se hizo grande, el frío del norte me hizo notar que me aproximaba a los límites del territorio de lobos, y estaba cerca del dominio de los dragones; me tomé unos instantes para ver de nuevo lo que había obtenido, en primer lugar ese llamativo frasco brillante que no tenía idea de lo que pudiera ser o hacer, pero estaba seguro que entre más raro, más dinero me darían por él en el mercado negro; solo que primero debía investigar lo que era, y no se me ocurría mejor lugar que alguna biblioteca en Dundarak.
Por otro lado, metí la mano al bolsillo para sacar el puñado de joyas que había logrado tomar del cofre de los bandidos, examiné sentado sobre unas piedras el botín, al menos se veían preciosos, pero eso a la vez era un problema ¿Qué tal si habían sido robadas a los dragones y las reconocían? No, no podía tener tan mala suerte, revolví las joyas hasta notar un extraño collar que no había visto al momento de meter la mano al cofre en busca de cualquier cosa que pudiera sacar, tenía un aspecto diferente al resto de las joyas que había tomado, no parecía hecho de lo mismo ni compartía cosas comunes -Tú eres especial- Dije mientras lo levantaba a la altura de mi rostro para detallarlo, luego lo guardé en mi otro bolsillo para no mezclarlo con las otras cosas y tomé de nuevo el camino hacia la tierra de los dragones, no solo tenía prisa por deshacerme de las joyas, sino que además, debía encontrarme con la dragona, debía darme prisa.
Desde la entrada se podían ver dos altas cúpulas, el palacio y otro que no conocía debido a que solo una vez había pisado Dundarak, como todos los palacios, ese debía tener una biblioteca cuando menos, decente, como para investigar ya no solo el frasco de estrellas, sino también ese misterioso collar; tras caminar unos minutos conseguí llegar a la plaza donde me encontraba ahora, observando ese letrero dejado convenientemente para atraerme justo en el momento que buscaba vender las joyas -Iñigo Amminos- Susurré de nuevo esperando recordar ese nombre de algún lugar pero todo esfuerzo fue en vano, tapé el frasco brillante de prisa al ver que se acercaba alguien y bajé un poco mi cabeza para ocultar mi rostro entre mechones de cabello, miré de reojo mientras se acercaba, esos ojos y esa marca en la mejilla me resultaban conocidos, esperé unos instantes a que la figura pasara detrás de mí, una larga cabellera blanca puesta delicadamente sobre una alta y esbelta silueta, tenía que ser ella; la había estado buscando antes, tenía algunas cosas que contarle, sin embargo ahora ella sería mi puente para entrar al cuartel que era a donde parecía dirigirse ahora, no estaba de más obtener algo de información de ese tal Iñigo antes de hacerle una visita para estar seguro de no caer en manos de un estafador.
Caminé de prisa envolviendo el frasco tanto como pude para que no se notara tanto y logré avanzar hasta donde iba la bruja, caminé a su lado algunos pasos sin voltear a mirarla -¿No estás muy lejos de tus tierras?- Dije en voz baja manteniendo siempre la vista al frente para dar la impresión de que no acababa de encontrarla, sino que habíamos venido juntos desde antes, de ese modo tendría menos problema para socializar con los dragones del cuartél.
Llegar hasta ese lugar no había sido nada fácil, muchas cosas habían pasado desde que me separé de Arygos con la promesa de encontrarnos en el norte, al pie de la montaña donde habitaban sus parientes; jamás habría imaginado terminar enfrentando a un grupo de bandidos y liberar a una licántropa prisionera; recorrí el camino a toda prisa luego de separarme de Hashire y su grupo, no quería que cambiaran de opinión y fueran tras de mí, o que algún lobo celoso desobedeciera la orden de dejarme ir en paz.
Una vez que la distancia se hizo grande, el frío del norte me hizo notar que me aproximaba a los límites del territorio de lobos, y estaba cerca del dominio de los dragones; me tomé unos instantes para ver de nuevo lo que había obtenido, en primer lugar ese llamativo frasco brillante que no tenía idea de lo que pudiera ser o hacer, pero estaba seguro que entre más raro, más dinero me darían por él en el mercado negro; solo que primero debía investigar lo que era, y no se me ocurría mejor lugar que alguna biblioteca en Dundarak.
Por otro lado, metí la mano al bolsillo para sacar el puñado de joyas que había logrado tomar del cofre de los bandidos, examiné sentado sobre unas piedras el botín, al menos se veían preciosos, pero eso a la vez era un problema ¿Qué tal si habían sido robadas a los dragones y las reconocían? No, no podía tener tan mala suerte, revolví las joyas hasta notar un extraño collar que no había visto al momento de meter la mano al cofre en busca de cualquier cosa que pudiera sacar, tenía un aspecto diferente al resto de las joyas que había tomado, no parecía hecho de lo mismo ni compartía cosas comunes -Tú eres especial- Dije mientras lo levantaba a la altura de mi rostro para detallarlo, luego lo guardé en mi otro bolsillo para no mezclarlo con las otras cosas y tomé de nuevo el camino hacia la tierra de los dragones, no solo tenía prisa por deshacerme de las joyas, sino que además, debía encontrarme con la dragona, debía darme prisa.
Desde la entrada se podían ver dos altas cúpulas, el palacio y otro que no conocía debido a que solo una vez había pisado Dundarak, como todos los palacios, ese debía tener una biblioteca cuando menos, decente, como para investigar ya no solo el frasco de estrellas, sino también ese misterioso collar; tras caminar unos minutos conseguí llegar a la plaza donde me encontraba ahora, observando ese letrero dejado convenientemente para atraerme justo en el momento que buscaba vender las joyas -Iñigo Amminos- Susurré de nuevo esperando recordar ese nombre de algún lugar pero todo esfuerzo fue en vano, tapé el frasco brillante de prisa al ver que se acercaba alguien y bajé un poco mi cabeza para ocultar mi rostro entre mechones de cabello, miré de reojo mientras se acercaba, esos ojos y esa marca en la mejilla me resultaban conocidos, esperé unos instantes a que la figura pasara detrás de mí, una larga cabellera blanca puesta delicadamente sobre una alta y esbelta silueta, tenía que ser ella; la había estado buscando antes, tenía algunas cosas que contarle, sin embargo ahora ella sería mi puente para entrar al cuartel que era a donde parecía dirigirse ahora, no estaba de más obtener algo de información de ese tal Iñigo antes de hacerle una visita para estar seguro de no caer en manos de un estafador.
Caminé de prisa envolviendo el frasco tanto como pude para que no se notara tanto y logré avanzar hasta donde iba la bruja, caminé a su lado algunos pasos sin voltear a mirarla -¿No estás muy lejos de tus tierras?- Dije en voz baja manteniendo siempre la vista al frente para dar la impresión de que no acababa de encontrarla, sino que habíamos venido juntos desde antes, de ese modo tendría menos problema para socializar con los dragones del cuartél.
Bio
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Elen decidió dirigirse al cuartel de los caballeros dragón. A pocos metros de la entrada, una figura apareció a su lado, sin duda le resultaría conocida, pues era el vampiro Bio, quien se acopló con naturalidad a ella para tratar de acceder también al cuartel. No tendrían apenas tiempo para dialogar ya que pronto se encontrarían con los guardias de la morada de los caballeros, quienes rápidamente por sus rasgos la reconocerían.
-¿Eres Elen Calhoun? Sammuel nos ha hablado mucho de ti. – saludó uno de ellos. Por su juventud parecían haber ingresado hace poco en el cuerpo. También miraron a Bio, quien con naturalidad parecía mostrarse como compañero de la joven. – Pasad. Adelante.
-¿Eres Elen Calhoun? Sammuel nos ha hablado mucho de ti. – saludó uno de ellos. Por su juventud parecían haber ingresado hace poco en el cuerpo. También miraron a Bio, quien con naturalidad parecía mostrarse como compañero de la joven. – Pasad. Adelante.
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El salón es un lugar espacioso, únicamente iluminado por la tenue luz de las antorchas. Sin embargo, Elen comenzaría a presentir que el tercer fragmento de Kinvar estaba cerca. Sin duda parecía haber dado con el lugar correcto. Pero, ¿y si su portador mostraba agresividad como en los casos anteriores? Seguramente tendría las de perder en un cuartel repleto de poderosos caballeros.
-Sammuel se encuentra en la torre, acompañadme, milady. – le dijo el joven guardia a Elen, disponiéndose a subir por una escalera de caracol, mientras que pondría una mano delante del vampiro. – Sólo vendrá ella. – le advirtió a Bio en cierto tono amenazante, y es que Sammuel era un cargo importante y no dejarían que desconocidos se acercasen a él.
Bio no tendría más remedio que esperar en el salón. Además del guardia, que quedaría escoltando la escalera, allí se encontraría Lazid. Un aspirante a caballero dragón enano, de no más de medio metro de altura, que lo invitaría a sentarse a su lado. Portaba una espada y un escudo acordes a su tamaño y enfundados.
-Venid aquí, compañero. Sentaos con Lazid un rato. – dijo en alto con una voz ronca y un tanto desagradable para los oídos. Dando un par de palmadas al sillón en el que se encontraba. - ¿A que nunca habíais visto un dragón tan pequeño, verdad? – preguntó sonriente. –He demostrado mi valía y he superado la prueba para ingresar en el cuerpo. Estoy esperando a que me digan la resolución definitiva. – se acercó a Bio – Pero estos capullos si no eres alto y guapo no te miran con buenos ojos. – le miró de costado, con cierta sensación de extraño, antes de hacerle una pregunta curioso. – ¿Tú que haces aquí?… no pareces un dragón.
* * * * *
- Elen, explícale detalladamente a Sammuel lo sucedido y lo que buscas. Cuanta más información le des, mejor será su ayuda. Puedes enseñarle los fragmentos de Kinvar si te interesa.
- Bio, ¿quién es Lazid? ¿Te interesa saberlo? ¿Por qué va en forma dracónida y no en humana? ¿Qué prueba ha superado para acceder? ¿Es un buen compañero al que enseñarle tu mercancía? ¿Conocerá a Iñigo Amminos?. Puedes preguntarle de ahí o lo que se te ocurra. Tienes muchas opciones y parece que tienes tiempo hasta que Elen baje. Pero recuerda que te quedará poco tiempo para reunirte con Iñigo.
- Lazid:
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Ger
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Mientras andaba hacia la entrada del cuartel, a paso ligero pero teniendo en cuenta las molestias de su pierna, que no habían desaparecido del todo, Elen notó que una figura se colocaba a su lado, pero antes de que pudiese examinarla por el rabillo del ojo, la voz del vampiro le indicó de quién se trataba. Bio, sí, lo recordaba del caso de los escorpiones en las afueras de Lunargenta, pero al igual que le pasaba con otros acontecimientos, la joven se sentía incapaz de situarlo en el tiempo, era lo malo de estar constantemente viajando.
- Podría decir lo mismo de ti. - comentó, y no tuvo tiempo de decir nada más, pues ambos se encontraban ya frente a los guardias de la puerta, que la reconocieron de inmediato. Al parecer Sammuel había hablado de ella a los nuevos caballeros, que a juzgar por su juventud no debían llevar mucho en el cuartel, puede que los dragones se estuviesen reforzando para lo que estaba por venir. Bio seguía a su lado, quizá aprovechando la ocasión para acceder también al lugar, pero ¿por qué motivo? Debía preguntarle en cuanto tuviese ocasión, aunque probablemente no fuese una buena idea, ya que ella tendría que dar el suyo.
Siguiendo de cerca al guardia, la joven entró al salón principal y lo recorrió con la mirada, comprobando que se mantenía igual que la última vez que había estado allí, algo que probablemente no cambiaría con el paso de los años. Una extraña sensación se apoderó de ella en aquel momento, casi como si pudiese sentir el último fragmento de Kinvar muy cerca, tanto como para asegurar que se encontraba en el edificio. - Acerté. - pensó para sí, pero ello no quitaba que pudiese ser una tarea difícil, todo dependería de quién fuese el tercer guardián.
Sin perder tiempo, el caballero de la entrada le indicó que Sammuel se encontraba en la torre, para instantes después interponerse entre la escalera y el vampiro, al tiempo que advertía con voz seria al hombre de que solo ella podría subir a reunirse con el dragón. Era mejor así, al menos para la hechicera, que prefería no revelar lo relacionado con el poder de los fragmentos delante de alguien a quien solo había visto en un par de ocasiones. - Hasta luego. - dijo para despedirse, tras lo cual empezó a subir por la escalera, caminando junto al guardia que los había recibido. - Espero no llegar en mal momento. - musitó, mientras las molestias en su pierna se hacían más patentes a causa del esfuerzo.
- Podéis estar tranquila, Sammuel estaba seguro de que volveríais. - contestó el joven dragón, con un tono mucho más amable que el acababa de emplear para con el vampiro. - Veo que hay varios caballeros nuevos… - comentó la hechicera, y aquellas palabras hicieron que el guardia se detuviese durante unos segundos para mirarla. - Después de lo sucedido en la llanura la orden se ha visto obligada a reforzar sus líneas, todos conocemos el incidente en que se vio implicada, y si ese ser consigue salir del hielo tendremos que estar preparados para hacerle frente. - reveló, para de inmediato volver a ponerse en marcha.
Ambos terminaron de subir la escalera y se dirigieron a la ornamentada puerta del estudio del segundo al mando, que se hallaba sentado tras su escritorio revisando unos papeles. - Disculpe señor, tiene visita. - anunció el guardia, después de golpear la madera levemente con los nudillos, para hacer notar su presencia. - Adelante. - instó el caballero, levantando la vista con cierta curiosidad, pues todos los miembros de la orden sabían de sobra que no debían molestarle cuando se retiraba a la torre. El joven guardia abrió la puerta y dejó entrar a la bruja, que saludó con una inclinación de cabeza y quedó expectante, observando la leve sonrisa que se dibujó en los labios del anciano.
- Vaya, sabía que volverías pero no pensé que sería tan pronto, retírate Filiphe. - indicó, para luego ofrecer asiento a la recién llegada con un gesto de la mano. - ¿Qué te trae por aquí Elen? - preguntó sin rodeos, acomodándose en la silla. - Necesito ayuda, busco un objeto y creo que se encuentra aquí, en el interior del cuartel. - respondió la tensai, dispuesta a entrar en detalles si el dragón se lo pedía. - Tendrás que darme algo más de información si quieres que te ayude, ¿qué es lo que buscas? ¿Y qué te lleva a pensar que podemos tenerlo nosotros? - intervino Sammuel, intrigado.
- Hay algo que no os conté la vez que estuve aquí, ese demonio de la llanura no era el primer ser sombrío que se cruzaba en mi camino. - comenzó a relatar, al tiempo que tiraba de la tela de su abrigo para dejar a la vista la runa grabada a fuego en su piel. - Estoy maldita desde hace años, y los causantes de tal mal son los jinetes oscuros, supongo que sabrás algo de ellos. - prosiguió, mientras el caballero se movía en la silla para ver más de cerca aquella marca. - Sí, estamos al tanto de algunos incidentes, pero hasta el momento no los hemos visto directamente. - respondió el anciano, con un deje de preocupación en la voz.
- Actúan por medio de objetos, de ese modo llegaron hasta mí, y desde entonces solo he buscado una manera de mantenerlos a raya, pero no ha sido tarea fácil. - continuó, dejando escapar un leve suspiro. - Llegue a creer que no habría manera de lograrlo pero por suerte me equivocaba… me envía Tarivius, el Centinela del Sur. - reveló, esperando que aquel nombre le sonase de algo. - Expliqué mi historia al hechicero y él aceptó ayudarme a conseguir un amuleto capaz de anular los efectos de la maldición que llevo conmigo, pero para ello debo reunir primero tres fragmentos del dolor de Kinvar, venciendo a sus guardianes. - añadió, mientras introducía una mano en su bolsa y extraía de la misma el corazón de Ravnik y el anillo. - He conseguido dos, pero apenas me queda tiempo y sé que el tercero se encuentra entre esos muros, puedo sentirlo. - dijo con voz apremiante, sin desviar la vista del rostro del caballero.
- No tengo nadie más a quien acudir, necesito tu ayuda para dar con el Sammuel. - musitó, para luego quedar en silencio, esperando la respuesta del dragón.
- Podría decir lo mismo de ti. - comentó, y no tuvo tiempo de decir nada más, pues ambos se encontraban ya frente a los guardias de la puerta, que la reconocieron de inmediato. Al parecer Sammuel había hablado de ella a los nuevos caballeros, que a juzgar por su juventud no debían llevar mucho en el cuartel, puede que los dragones se estuviesen reforzando para lo que estaba por venir. Bio seguía a su lado, quizá aprovechando la ocasión para acceder también al lugar, pero ¿por qué motivo? Debía preguntarle en cuanto tuviese ocasión, aunque probablemente no fuese una buena idea, ya que ella tendría que dar el suyo.
Siguiendo de cerca al guardia, la joven entró al salón principal y lo recorrió con la mirada, comprobando que se mantenía igual que la última vez que había estado allí, algo que probablemente no cambiaría con el paso de los años. Una extraña sensación se apoderó de ella en aquel momento, casi como si pudiese sentir el último fragmento de Kinvar muy cerca, tanto como para asegurar que se encontraba en el edificio. - Acerté. - pensó para sí, pero ello no quitaba que pudiese ser una tarea difícil, todo dependería de quién fuese el tercer guardián.
Sin perder tiempo, el caballero de la entrada le indicó que Sammuel se encontraba en la torre, para instantes después interponerse entre la escalera y el vampiro, al tiempo que advertía con voz seria al hombre de que solo ella podría subir a reunirse con el dragón. Era mejor así, al menos para la hechicera, que prefería no revelar lo relacionado con el poder de los fragmentos delante de alguien a quien solo había visto en un par de ocasiones. - Hasta luego. - dijo para despedirse, tras lo cual empezó a subir por la escalera, caminando junto al guardia que los había recibido. - Espero no llegar en mal momento. - musitó, mientras las molestias en su pierna se hacían más patentes a causa del esfuerzo.
- Podéis estar tranquila, Sammuel estaba seguro de que volveríais. - contestó el joven dragón, con un tono mucho más amable que el acababa de emplear para con el vampiro. - Veo que hay varios caballeros nuevos… - comentó la hechicera, y aquellas palabras hicieron que el guardia se detuviese durante unos segundos para mirarla. - Después de lo sucedido en la llanura la orden se ha visto obligada a reforzar sus líneas, todos conocemos el incidente en que se vio implicada, y si ese ser consigue salir del hielo tendremos que estar preparados para hacerle frente. - reveló, para de inmediato volver a ponerse en marcha.
Ambos terminaron de subir la escalera y se dirigieron a la ornamentada puerta del estudio del segundo al mando, que se hallaba sentado tras su escritorio revisando unos papeles. - Disculpe señor, tiene visita. - anunció el guardia, después de golpear la madera levemente con los nudillos, para hacer notar su presencia. - Adelante. - instó el caballero, levantando la vista con cierta curiosidad, pues todos los miembros de la orden sabían de sobra que no debían molestarle cuando se retiraba a la torre. El joven guardia abrió la puerta y dejó entrar a la bruja, que saludó con una inclinación de cabeza y quedó expectante, observando la leve sonrisa que se dibujó en los labios del anciano.
- Vaya, sabía que volverías pero no pensé que sería tan pronto, retírate Filiphe. - indicó, para luego ofrecer asiento a la recién llegada con un gesto de la mano. - ¿Qué te trae por aquí Elen? - preguntó sin rodeos, acomodándose en la silla. - Necesito ayuda, busco un objeto y creo que se encuentra aquí, en el interior del cuartel. - respondió la tensai, dispuesta a entrar en detalles si el dragón se lo pedía. - Tendrás que darme algo más de información si quieres que te ayude, ¿qué es lo que buscas? ¿Y qué te lleva a pensar que podemos tenerlo nosotros? - intervino Sammuel, intrigado.
- Hay algo que no os conté la vez que estuve aquí, ese demonio de la llanura no era el primer ser sombrío que se cruzaba en mi camino. - comenzó a relatar, al tiempo que tiraba de la tela de su abrigo para dejar a la vista la runa grabada a fuego en su piel. - Estoy maldita desde hace años, y los causantes de tal mal son los jinetes oscuros, supongo que sabrás algo de ellos. - prosiguió, mientras el caballero se movía en la silla para ver más de cerca aquella marca. - Sí, estamos al tanto de algunos incidentes, pero hasta el momento no los hemos visto directamente. - respondió el anciano, con un deje de preocupación en la voz.
- Actúan por medio de objetos, de ese modo llegaron hasta mí, y desde entonces solo he buscado una manera de mantenerlos a raya, pero no ha sido tarea fácil. - continuó, dejando escapar un leve suspiro. - Llegue a creer que no habría manera de lograrlo pero por suerte me equivocaba… me envía Tarivius, el Centinela del Sur. - reveló, esperando que aquel nombre le sonase de algo. - Expliqué mi historia al hechicero y él aceptó ayudarme a conseguir un amuleto capaz de anular los efectos de la maldición que llevo conmigo, pero para ello debo reunir primero tres fragmentos del dolor de Kinvar, venciendo a sus guardianes. - añadió, mientras introducía una mano en su bolsa y extraía de la misma el corazón de Ravnik y el anillo. - He conseguido dos, pero apenas me queda tiempo y sé que el tercero se encuentra entre esos muros, puedo sentirlo. - dijo con voz apremiante, sin desviar la vista del rostro del caballero.
- No tengo nadie más a quien acudir, necesito tu ayuda para dar con el Sammuel. - musitó, para luego quedar en silencio, esperando la respuesta del dragón.
Elen Calhoun
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Mi estrategia de acercarme a Elen parecía haber dado buenos resultados, aunque también ayudó el hecho de que los caballeros no le hubiesen dado tiempo de preguntar o sospechar nada más, dado que en apenas unos instantes acudieron a nosotros, o más bien a ella, añadiendo que la estaban esperando.
El tiempo de la charla fue escaso, por lo que las respuestas concretas quedarían para después, la bruja parecía ser alguien de gran importancia, más de la que yo me esperaba, por lo que sería sumamente ventajoso haber venido junto a ella, al menos durante los pocos pasos que pude estarlo, pero que habían sido suficientes para hacer creer a los caballeros que la había acompañado por más tiempo, sin embargo no quería presionar mi suerte así que preferí mantener un perfil bajo hasta ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Una vez dentro del gran salón que a la vez de elegante parecía imponente, Elen fue separada de mí dejándome a solas, eso sin duda me haría un poco más difícil ganarme la confianza de los caballeros, la manera de detenerme me resultó un poco ofensiva, levanté una ceja sin la más mínima intención de insistir en dicha labor, un gesto de la cabeza bastó para despedirme de la peliblanca pensando que un rato a solas con los caballeros me resultaba a fin de cuentas, más que conveniente, aunque si bien, no estaría apoyado por la presencia de la peliblanca para ganarme la confianza de aquellos sujetos, al menos podría llevar a cabo mi propia investigación sin que la bruja tuviera que enterarse de nada.
Giraba la cabeza para dar un vistazo a todo el lugar cuando al fin alguien me hablaba en tono amistoso, le dirigí la vista de inmediato y le alcancé por fin a ver, un pequeño caballero que al igual que Arygos, parecía sentirse mejor en su forma de dragón, aunque tuviera un aspecto bastante particular y diferente al de ella; asentí con la cabeza y me acerqué al pequeño que, dado el carácter del resto, resultaba ser ese pequeñín, mi mejor opción para sacar algo de información acerca de lo que buscaba -¿Pequeño? ¿Dónde?- Dije a modo de broma -Yo solo veo grandes guerreros- Dije a modo de halago para iniciar con buen pie la conversación dado el tono jocoso que el mismo había iniciado -Víctor- Dije para presentarme al tiempo que me agachaba para ponerme a su altura e inclinaba un poco la cabeza a modo de reverencia, Arygos me había enseñado la costumbre de los dragones de saludarse con un pequeño toque de cabezas, al no contar con brazos largos para abrazarse usaban esta manera, sin embargo, no me atreví a estrellar mi cabeza contra la suya por temor a que no siguiera dicha costumbre o hiciera falta más confianza para ello -Sé lo que es sentirse diferente incluso entre tu misma gente- Dije comprendiendo lo difícil que debía haber sido para él llegar hasta donde estaba -Seguro serás aceptado, si no lo hacen realmente sentiría pena por ellos- A pesar de que buscaba ganarme su confianza, el pequeño me había parecido agradable y mis palabras eran sinceras, no había tenido la necesidad de mentir al menos por ahora.
La curiosa pregunta del dragón me hizo pensar durante un instante, no podía contarle toda la verdad, pero tampoco quería mentir de manera muy descarada, así que me escondería tras una verdad a medias -Yo pues, no estoy ni cerca de ser un dragón- Dije levantando la ceja con una media sonrisa ante lo obvio -Pero vengo a visitar a una amiga, Arygos Valnor, me dijo que su familia de dragones vive en el Segundo Pico, entre las cuevas- Justo aquí comenzaría mi trabajo de investigación, después de haber contado la parte cierta, lanzaría algunas redes de mentiras en busca de cazar alguna revelación -¿Conoces a los Valnor? ¿Eres de esos lugares?- Pregunté en primer lugar para conocer algo acerca de él y obtener su confianza lentamente -Ella me dijo que su familia prefiere mantenerse en su forma de dragón ¿Tienes la misma costumbre?- Continué preguntando antes de revelar un poco más de información acerca de mí, pues a fin de cuentas, si quería obtener algo también tenía que dar -Pero antes de ir a verla debo encontrar a alguien acá en la ciudad- Me acerqué un poco y pregunté en voz baja -¿Conoces a... Iñigo Amminos?- No tenía idea de quién pudiera ser ese tal Iñigo así que de momento prefería no hablar más de la cuenta, con suerte el pequeño me aclararía un poco la duda si es que había conseguido ganarme su confianza.
El tiempo de la charla fue escaso, por lo que las respuestas concretas quedarían para después, la bruja parecía ser alguien de gran importancia, más de la que yo me esperaba, por lo que sería sumamente ventajoso haber venido junto a ella, al menos durante los pocos pasos que pude estarlo, pero que habían sido suficientes para hacer creer a los caballeros que la había acompañado por más tiempo, sin embargo no quería presionar mi suerte así que preferí mantener un perfil bajo hasta ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Una vez dentro del gran salón que a la vez de elegante parecía imponente, Elen fue separada de mí dejándome a solas, eso sin duda me haría un poco más difícil ganarme la confianza de los caballeros, la manera de detenerme me resultó un poco ofensiva, levanté una ceja sin la más mínima intención de insistir en dicha labor, un gesto de la cabeza bastó para despedirme de la peliblanca pensando que un rato a solas con los caballeros me resultaba a fin de cuentas, más que conveniente, aunque si bien, no estaría apoyado por la presencia de la peliblanca para ganarme la confianza de aquellos sujetos, al menos podría llevar a cabo mi propia investigación sin que la bruja tuviera que enterarse de nada.
Giraba la cabeza para dar un vistazo a todo el lugar cuando al fin alguien me hablaba en tono amistoso, le dirigí la vista de inmediato y le alcancé por fin a ver, un pequeño caballero que al igual que Arygos, parecía sentirse mejor en su forma de dragón, aunque tuviera un aspecto bastante particular y diferente al de ella; asentí con la cabeza y me acerqué al pequeño que, dado el carácter del resto, resultaba ser ese pequeñín, mi mejor opción para sacar algo de información acerca de lo que buscaba -¿Pequeño? ¿Dónde?- Dije a modo de broma -Yo solo veo grandes guerreros- Dije a modo de halago para iniciar con buen pie la conversación dado el tono jocoso que el mismo había iniciado -Víctor- Dije para presentarme al tiempo que me agachaba para ponerme a su altura e inclinaba un poco la cabeza a modo de reverencia, Arygos me había enseñado la costumbre de los dragones de saludarse con un pequeño toque de cabezas, al no contar con brazos largos para abrazarse usaban esta manera, sin embargo, no me atreví a estrellar mi cabeza contra la suya por temor a que no siguiera dicha costumbre o hiciera falta más confianza para ello -Sé lo que es sentirse diferente incluso entre tu misma gente- Dije comprendiendo lo difícil que debía haber sido para él llegar hasta donde estaba -Seguro serás aceptado, si no lo hacen realmente sentiría pena por ellos- A pesar de que buscaba ganarme su confianza, el pequeño me había parecido agradable y mis palabras eran sinceras, no había tenido la necesidad de mentir al menos por ahora.
La curiosa pregunta del dragón me hizo pensar durante un instante, no podía contarle toda la verdad, pero tampoco quería mentir de manera muy descarada, así que me escondería tras una verdad a medias -Yo pues, no estoy ni cerca de ser un dragón- Dije levantando la ceja con una media sonrisa ante lo obvio -Pero vengo a visitar a una amiga, Arygos Valnor, me dijo que su familia de dragones vive en el Segundo Pico, entre las cuevas- Justo aquí comenzaría mi trabajo de investigación, después de haber contado la parte cierta, lanzaría algunas redes de mentiras en busca de cazar alguna revelación -¿Conoces a los Valnor? ¿Eres de esos lugares?- Pregunté en primer lugar para conocer algo acerca de él y obtener su confianza lentamente -Ella me dijo que su familia prefiere mantenerse en su forma de dragón ¿Tienes la misma costumbre?- Continué preguntando antes de revelar un poco más de información acerca de mí, pues a fin de cuentas, si quería obtener algo también tenía que dar -Pero antes de ir a verla debo encontrar a alguien acá en la ciudad- Me acerqué un poco y pregunté en voz baja -¿Conoces a... Iñigo Amminos?- No tenía idea de quién pudiera ser ese tal Iñigo así que de momento prefería no hablar más de la cuenta, con suerte el pequeño me aclararía un poco la duda si es que había conseguido ganarme su confianza.
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Bio
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Sammuel sonreía a medida que Elen se explicaba, como si pereciera saber a lo que se estaba refiriendo. El dragón se dio la vuelta a media explicación y observó la noche por su ventana. Cuando la bruja terminó, volvió a girarse.
-Has venido al lugar indicado. – le declaró, con una sonrisa. – Nosotros tenemos el fragmento que buscas. – sacó de su escritorio unas llaves de un pequeño armario en el escritorio. – Has ayudado mucho al grupo. Entregártelo es lo menos que podemos hacer para devolver tus favores. Si me acompañas...
A continuación, Sammuel guiaría a la bruja hacia un piso inferior, sin necesidad de pasar por el salón de entrada, pues la escalera de caracol descendía directamente desde el despacho del caballero dragón. Durante el trayecto iría explicándole el por qué de su posesión.
-Obtuvimos el colgante hace unos meses, cuando derrotamos a su portador, un peligroso dragón de hielo que había destruido varios pueblos cerca de la llanura helada.– declaró. – Los magos de palacio solicitaron su derecho a él, pero se lo negamos, pues temíamos que lo utilizaran con fines maléficos. Creíamos que bajo nuestra seguridad estaría mejor hasta que llegase aquel que fuera digno de portarlo. – cuando llegaron a la puerta de madera de las catacumbas, se dispuso a abrir con una gran llave la entrada de la vieja puerta de madera que guardaba el ansiado objeto de Elen. – Si eso te ayuda con tu maldición, tuyo será.
El hombre parecía confiar plenamente en Elen. Y así lo hizo saber a la joven. La catacumba era una pequeña y húmeda estancia de piedra donde se guardaban algunos objetos importantes del gremio. Se acercó a un pequeño cofre y lo abrió. Al hacerlo, la cara de Sammuel cambió totalmente. La sorpresa invadió su rostro.
-No puede ser. ¡Alguien ha robado el fragmento! – exclamó incrédulo. Se acercó a la puerta y gritó hacia arriba. - ¿Cómo? Nadie entró aquí desde hace dos semanas. ¡Caballeros! ¡Venid inmediatamente! – y comenzó a llamar a los demás, que se encontraban en el piso de arriba.
Mientras transcurría esto, Bio dialogaba con el pequeño Lazid, que se sentía halagado por los comentarios del vampiro. Sin duda, le caía simpático.
-No conozco a ningún Valnor, Víctor. – comentó en respuesta a la pregunta del vampiro. – Pero en cuanto a mi forma de dragón. Sí… Sin duda prefiero mantenerme así, me resulta más cómodo. – respondió algo nervioso en esta ocasión. Su rostro cambió cuando escuchó pronunciar el nombre de Iñigo Amminos. - ¿Qué si lo conozco? Pues claro. Es un hombre de negocios rico y honrado. Paga muy bien.
Poco después, un guardia moreno y de pelo corto interrumpiría la conversación entre ambos. Mostraba un rostro serio. Parecía dirigirse a la pequeña criatura.
-Estimado Lazid. – dijo dirigiéndose al dragón. Sostenía un bote en la mano. – No sé como habéis conseguido las cenizas de sangre. Pero nadie se cree que seáis un dragón.
-Soy tan dragón como todos vosotros. – reclamó levantándose con su voz ronca en un tono claramente molesto. – He superado la prueba. He conseguido las cenizas de sangre.
-El consejo ha decidido que no será posible vuestra incorporación. Toma tu bote y vete de aquí. – y le lanzó el bote al suelo, que resistió el impacto y con su lanza dio un golpe a modo de martillo de juez y se fue de nuevo.
-¡Esto es una vergüenza! – declaró el pequeño a Bio recogiendo el bote una vez el guardia abandonó la sala. - ¡Esta gente se acordará del dragón Lazid! – El pequeño dragón se acercó a la puerta, esperando irse claramente enfurruñado. – Voy a ir a ver a Iñigo, ¿quieres venir conmigo, Víctor? – le preguntó a Bio
Después de hacer la pregunta. En la sala de entrada en la que se encontraban comenzarían a venir una serie de gritos de las catacumbas, se escuchaba la palabra “Robo”. Una serie de caballeros dragón comenzaron a descender hacia éstas corriendo.
-Has venido al lugar indicado. – le declaró, con una sonrisa. – Nosotros tenemos el fragmento que buscas. – sacó de su escritorio unas llaves de un pequeño armario en el escritorio. – Has ayudado mucho al grupo. Entregártelo es lo menos que podemos hacer para devolver tus favores. Si me acompañas...
A continuación, Sammuel guiaría a la bruja hacia un piso inferior, sin necesidad de pasar por el salón de entrada, pues la escalera de caracol descendía directamente desde el despacho del caballero dragón. Durante el trayecto iría explicándole el por qué de su posesión.
-Obtuvimos el colgante hace unos meses, cuando derrotamos a su portador, un peligroso dragón de hielo que había destruido varios pueblos cerca de la llanura helada.– declaró. – Los magos de palacio solicitaron su derecho a él, pero se lo negamos, pues temíamos que lo utilizaran con fines maléficos. Creíamos que bajo nuestra seguridad estaría mejor hasta que llegase aquel que fuera digno de portarlo. – cuando llegaron a la puerta de madera de las catacumbas, se dispuso a abrir con una gran llave la entrada de la vieja puerta de madera que guardaba el ansiado objeto de Elen. – Si eso te ayuda con tu maldición, tuyo será.
El hombre parecía confiar plenamente en Elen. Y así lo hizo saber a la joven. La catacumba era una pequeña y húmeda estancia de piedra donde se guardaban algunos objetos importantes del gremio. Se acercó a un pequeño cofre y lo abrió. Al hacerlo, la cara de Sammuel cambió totalmente. La sorpresa invadió su rostro.
-No puede ser. ¡Alguien ha robado el fragmento! – exclamó incrédulo. Se acercó a la puerta y gritó hacia arriba. - ¿Cómo? Nadie entró aquí desde hace dos semanas. ¡Caballeros! ¡Venid inmediatamente! – y comenzó a llamar a los demás, que se encontraban en el piso de arriba.
* * * *
Mientras transcurría esto, Bio dialogaba con el pequeño Lazid, que se sentía halagado por los comentarios del vampiro. Sin duda, le caía simpático.
-No conozco a ningún Valnor, Víctor. – comentó en respuesta a la pregunta del vampiro. – Pero en cuanto a mi forma de dragón. Sí… Sin duda prefiero mantenerme así, me resulta más cómodo. – respondió algo nervioso en esta ocasión. Su rostro cambió cuando escuchó pronunciar el nombre de Iñigo Amminos. - ¿Qué si lo conozco? Pues claro. Es un hombre de negocios rico y honrado. Paga muy bien.
Poco después, un guardia moreno y de pelo corto interrumpiría la conversación entre ambos. Mostraba un rostro serio. Parecía dirigirse a la pequeña criatura.
-Estimado Lazid. – dijo dirigiéndose al dragón. Sostenía un bote en la mano. – No sé como habéis conseguido las cenizas de sangre. Pero nadie se cree que seáis un dragón.
-Soy tan dragón como todos vosotros. – reclamó levantándose con su voz ronca en un tono claramente molesto. – He superado la prueba. He conseguido las cenizas de sangre.
-El consejo ha decidido que no será posible vuestra incorporación. Toma tu bote y vete de aquí. – y le lanzó el bote al suelo, que resistió el impacto y con su lanza dio un golpe a modo de martillo de juez y se fue de nuevo.
-¡Esto es una vergüenza! – declaró el pequeño a Bio recogiendo el bote una vez el guardia abandonó la sala. - ¡Esta gente se acordará del dragón Lazid! – El pequeño dragón se acercó a la puerta, esperando irse claramente enfurruñado. – Voy a ir a ver a Iñigo, ¿quieres venir conmigo, Víctor? – le preguntó a Bio
Después de hacer la pregunta. En la sala de entrada en la que se encontraban comenzarían a venir una serie de gritos de las catacumbas, se escuchaba la palabra “Robo”. Una serie de caballeros dragón comenzaron a descender hacia éstas corriendo.
* * * *
- Elen, seguirás sintiendo la presencia del collar. Busca evidencias por la sala que te ayuden a reproducir el robo. Hay una pequeña ventana con barrotes que da a la calle, una mesa bajo estos se encuentra hundida con pisadas humanas. Alguien parece haberse apoyado para subir. A distancia considerable, también hay restos de ceniza en la puerta e incluso una nota bajo ésta que dice: “Introducidlo en el frasco”. Pisadas de tierra, también humanas. Aunque la huella no parece de la misma dimensión que las de la mesa. Saca tus propias conclusiones de quién o cómo se podría haber efectuado el robo con la información que te dio Sammuel y lo que has visto. También puedes hacerle las preguntas que consideres oportunas a Sammuel.
- Bio, debes decidir si te vas con Lazid a ver a Iñigo o te quedas a descubrir qué ha pasado. Ten en cuenta que no sabes lo que están buscando. Si te quedas, probablemente serás el principal sospechoso, pues nadie te conoce y, cuando mires a la puerta Lazid ya se habrá ido.
A ver qué tal se os da ser CSI.
Ger
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Sammuel escuchó atentamente cada una de las palabras de la bruja, sonriendo levemente como si ya estuviese esperando que le contase algo así, cosa que de difícilmente podía haber adivinado. A mitad del alegato de la joven, el dragón se dio la vuelta para observar el exterior a través de su ventana, volviéndose de nuevo hacia ella en cuanto acabó de contarle lo referente a la maldición. Entonces el caballero le confirmó que había ido al lugar adecuado, el tercer fragmento se encontraba dentro del cuartel, pero eso no fue todo, mientras extraía un manojo de llaves de su escritorio, Sammuel añadió que en agradecimiento por su participación en el incidente con el demonio de la llanura, estaba dispuesto a entregarle aquel poderoso objeto que tanto necesitaba.
La de ojos verdes sintió como le daba un vuelco el corazón, por fin algo le salía bien, ésta vez no tendría que pelear ni ponerse en peligro para obtener el último pedazo del dolor de Kinvar, sino que simplemente se lo darían a modo de obsequio. Sin dudarlo, la hechicera se puso en marcha, caminando tras el anciano escaleras abajo, mientras éste le relataba cómo la orden se había hecho con el fragmento. - Ravnik. - pensó la bruja, al escuchar que los caballeros también se habían enfrentado a un guardián dragón cerca de la llanura, aunque en su caso no había sido de humo sino de hielo. Teniendo en cuenta aquello, y que por tanto dos de los tres guardianes eran alados, la tensai se preguntó si todos los guardianes originales serían dragones, hecho que llevaría a pensar que la maga de fuego con la que se había enfrentado hacía tan solo unas horas, y que como resultado de la pelea había quedado ciega, podría haber dado con el anillo por mera casualidad, aunque poco importaba.
El caballero la guió hasta un lugar que se encontraba por debajo del nivel del salón principal, y eso hizo que la bruja se acordase de Bio, que seguramente seguiría allí esperando a ser atendido, o a que ella regresase. El motivo que había llevado al vampiro hasta aquellas tierras seguía siendo un completo misterio, pero con suerte tendría tiempo de preguntarle una vez hubiese reunido los tres fragmentos, que era su prioridad del momento. La joven trató de calmarse, pero las palabras del anciano eran justamente lo que deseaba oír, Sammuel iba a darle el colgante para que pudiese combatir la maldición que llevaba cargando consigo desde hacía años. Sin duda el haberse visto envuelta en el incidente con el ser de la llanura, y los esfuerzos que tanto ella como su compañero elfo habían hecho para mantener a salvo a la niña, de la sombra que tras tomar a la fuerza a su padre ansiaba poseerla a ella también, habían servido para ganarse la confianza del dragón, de otro modo no habría accedido a entregarle aquel fragmento que hasta los magos de palacio habían intentado reclamar.
Sin hacerla esperar más de lo necesario, el caballero procedió a abrir la puerta, dejando a la vista la pequeña estancia en que la orden guardaba algunos objetos de valor. - Pronto estaré de vuelta en la casa de Tarivius, puede que incluso me sobre tiempo. - pensó la de cabellos cenicientos, pero pronto su repentina suerte se desvanecería, en cuanto su acompañante abriese el cofre en que debía estar el fragmento. El rostro de Sammuel cambió por completo, y solo con verlo la joven supo que algo iba mal, realmente mal.
Incrédulo, el segundo al mando exclamó que el colgante no estaba allí, añadiendo de inmediato que alguien lo había robado. Avanzó hacia la puerta de nuevo y llamó a los caballeros a voz en grito, mientras las ilusiones de la benjamina de los Calhoun se hacían añicos. ¿Es que nunca podía salirle algo bien? La mala suerte que su runa reflejaba llevaba persiguiéndola desde la maldita noche en que se le ocurrió pasear por los callejones de Lunargenta, y al parecer aún se resistía a abandonarla. Mientras media docena de soldados respondían a la llamada de su superior, personándose de inmediato a las puertas de las catacumbas, Elen se permitió entrar en la sala y echar un vistazo, en busca de alguna pista que pudiese explicar lo que había ocurrido.
- ¿Estás seguro de que no ha entrado nadie aquí? - preguntó, sin apenas elevar la voz, pues no quería que los demás la escuchasen dirigirse así al anciano. - Nadie entra sin mi consentimiento Elen, esto no puede estar pasando. - respondió él, visiblemente alterado porque alguien hubiese logrado colarse en aquel lugar. La bruja se frotó los ojos cansada, ni siquiera había podido dormir tras el enfrentamiento contra el calamar y la maga, y encima ahora le tocaba rastrear un objeto que ni siquiera había visto antes, con la voz de Tarivius resonando en su cabeza de forma incesante, se le acababa el tiempo.
Por alguna razón seguía sintiendo la presencia del fragmento, así que quizá anduviese cerca, pero para dar con él primero tendría que hacerse una idea de quién lo había robado, y cómo. De inmediato su mirada se dirigió a la única ventana que tenía la estancia, pues si no habían entrado por la puerta tenían que haberlo hecho por otro sitio, así que se acercó a examinarla. Daba a la calle pero tenía barrotes, detalle que dificultaría a cualquiera la entrada, a no ser que el individuo en cuestión fuese lo suficientemente pequeño como para pasar por en medio. Aquella teoría cobró fuerza al percatarse del hundimiento que había en la mesa situada justo debajo, alguien la había utilizado para llegar hasta la ventana.
El problema era que a partir de ahí, las marcas de pisadas restantes no encajaban con las de la superficie de la mesa, seguían pareciendo humanas pero no tenían el mismo tamaño. - ¿Dos personas? - preguntó, pero no tenía demasiado sentido. ¿Por qué iban a entrar dos si uno solo se bastaba para registrar el cofre y llevarse lo que contenía? No, algo se le debía estar escapando. Sin perder ni un instante, la joven siguió escrutando el interior en busca de pistas, lo que la llevó a fijarse en el borde de un pequeño trozo de papel, que asomaba entre algunos restos de ceniza. Se acercó al pequeño montón y tiró de la nota, cuyo texto se podía leer claramente a pesar de haber estado en contacto con la ceniza. - Introducidlo en el frasco… ¿tiene eso algún sentido para vosotros? - inquirió, tendiendo su descubrimiento hacia Sammuel.
Todo aquello era realmente raro, pero por más que le daba vueltas solo se le ocurrían dos opciones, o bien un par de individuos se habían colado a través de la ventana, o se trataba de un solo ladrón, que podía cambiar de forma y tamaño.
La de ojos verdes sintió como le daba un vuelco el corazón, por fin algo le salía bien, ésta vez no tendría que pelear ni ponerse en peligro para obtener el último pedazo del dolor de Kinvar, sino que simplemente se lo darían a modo de obsequio. Sin dudarlo, la hechicera se puso en marcha, caminando tras el anciano escaleras abajo, mientras éste le relataba cómo la orden se había hecho con el fragmento. - Ravnik. - pensó la bruja, al escuchar que los caballeros también se habían enfrentado a un guardián dragón cerca de la llanura, aunque en su caso no había sido de humo sino de hielo. Teniendo en cuenta aquello, y que por tanto dos de los tres guardianes eran alados, la tensai se preguntó si todos los guardianes originales serían dragones, hecho que llevaría a pensar que la maga de fuego con la que se había enfrentado hacía tan solo unas horas, y que como resultado de la pelea había quedado ciega, podría haber dado con el anillo por mera casualidad, aunque poco importaba.
El caballero la guió hasta un lugar que se encontraba por debajo del nivel del salón principal, y eso hizo que la bruja se acordase de Bio, que seguramente seguiría allí esperando a ser atendido, o a que ella regresase. El motivo que había llevado al vampiro hasta aquellas tierras seguía siendo un completo misterio, pero con suerte tendría tiempo de preguntarle una vez hubiese reunido los tres fragmentos, que era su prioridad del momento. La joven trató de calmarse, pero las palabras del anciano eran justamente lo que deseaba oír, Sammuel iba a darle el colgante para que pudiese combatir la maldición que llevaba cargando consigo desde hacía años. Sin duda el haberse visto envuelta en el incidente con el ser de la llanura, y los esfuerzos que tanto ella como su compañero elfo habían hecho para mantener a salvo a la niña, de la sombra que tras tomar a la fuerza a su padre ansiaba poseerla a ella también, habían servido para ganarse la confianza del dragón, de otro modo no habría accedido a entregarle aquel fragmento que hasta los magos de palacio habían intentado reclamar.
Sin hacerla esperar más de lo necesario, el caballero procedió a abrir la puerta, dejando a la vista la pequeña estancia en que la orden guardaba algunos objetos de valor. - Pronto estaré de vuelta en la casa de Tarivius, puede que incluso me sobre tiempo. - pensó la de cabellos cenicientos, pero pronto su repentina suerte se desvanecería, en cuanto su acompañante abriese el cofre en que debía estar el fragmento. El rostro de Sammuel cambió por completo, y solo con verlo la joven supo que algo iba mal, realmente mal.
Incrédulo, el segundo al mando exclamó que el colgante no estaba allí, añadiendo de inmediato que alguien lo había robado. Avanzó hacia la puerta de nuevo y llamó a los caballeros a voz en grito, mientras las ilusiones de la benjamina de los Calhoun se hacían añicos. ¿Es que nunca podía salirle algo bien? La mala suerte que su runa reflejaba llevaba persiguiéndola desde la maldita noche en que se le ocurrió pasear por los callejones de Lunargenta, y al parecer aún se resistía a abandonarla. Mientras media docena de soldados respondían a la llamada de su superior, personándose de inmediato a las puertas de las catacumbas, Elen se permitió entrar en la sala y echar un vistazo, en busca de alguna pista que pudiese explicar lo que había ocurrido.
- ¿Estás seguro de que no ha entrado nadie aquí? - preguntó, sin apenas elevar la voz, pues no quería que los demás la escuchasen dirigirse así al anciano. - Nadie entra sin mi consentimiento Elen, esto no puede estar pasando. - respondió él, visiblemente alterado porque alguien hubiese logrado colarse en aquel lugar. La bruja se frotó los ojos cansada, ni siquiera había podido dormir tras el enfrentamiento contra el calamar y la maga, y encima ahora le tocaba rastrear un objeto que ni siquiera había visto antes, con la voz de Tarivius resonando en su cabeza de forma incesante, se le acababa el tiempo.
Por alguna razón seguía sintiendo la presencia del fragmento, así que quizá anduviese cerca, pero para dar con él primero tendría que hacerse una idea de quién lo había robado, y cómo. De inmediato su mirada se dirigió a la única ventana que tenía la estancia, pues si no habían entrado por la puerta tenían que haberlo hecho por otro sitio, así que se acercó a examinarla. Daba a la calle pero tenía barrotes, detalle que dificultaría a cualquiera la entrada, a no ser que el individuo en cuestión fuese lo suficientemente pequeño como para pasar por en medio. Aquella teoría cobró fuerza al percatarse del hundimiento que había en la mesa situada justo debajo, alguien la había utilizado para llegar hasta la ventana.
El problema era que a partir de ahí, las marcas de pisadas restantes no encajaban con las de la superficie de la mesa, seguían pareciendo humanas pero no tenían el mismo tamaño. - ¿Dos personas? - preguntó, pero no tenía demasiado sentido. ¿Por qué iban a entrar dos si uno solo se bastaba para registrar el cofre y llevarse lo que contenía? No, algo se le debía estar escapando. Sin perder ni un instante, la joven siguió escrutando el interior en busca de pistas, lo que la llevó a fijarse en el borde de un pequeño trozo de papel, que asomaba entre algunos restos de ceniza. Se acercó al pequeño montón y tiró de la nota, cuyo texto se podía leer claramente a pesar de haber estado en contacto con la ceniza. - Introducidlo en el frasco… ¿tiene eso algún sentido para vosotros? - inquirió, tendiendo su descubrimiento hacia Sammuel.
Todo aquello era realmente raro, pero por más que le daba vueltas solo se le ocurrían dos opciones, o bien un par de individuos se habían colado a través de la ventana, o se trataba de un solo ladrón, que podía cambiar de forma y tamaño.
Elen Calhoun
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
A pesar de mis esfuerzos vi que no lograría sacar mucho del pequeño dragón, si no conocía a los Valnor entonces ¿Qué tipo de dragón era? ¿Cuántas familias de dragones podía haber en las montañas? ¿Tantas como para no conocerse entre sí? ¿O acaso el pequeño no era realmente un dragón de verdad, su nombre, Lazid, me recordaba a una palabra en otro idioma que a modo de anagrama resultaba un tanto semejante “Lizard-Lagarto” ¿Sería acaso un hombre-bestia con falta de identidad?. Además de todo, el tono nervioso de su respuesta me hizo todo aquello más sospechoso, aunque por un momento me distrajo al mencionar que sí conocía al fulano Iñigo, cosa que me resultaba de gran interés, pues necesitaría un poco de información acerca de él antes de ir a verlo, simplemente porque me gustaba estar preparado y porque ser precavido nunca está de más; decir que era honrado me alivió un poco, al menos sabía que no trataría de matarme, sin embargo eso también representaba un problema, pues si sabía algo sobre el origen de aquellas joyas podría tratar de entregarme acusándome de ser el ladrón, aunque, no tenía yo tan mala suerte como para querer vender las joyas al mismo que se las habían robado, los ladrones estaban ya bastante lejos de las tierras de los dragones, así que por ahora no me preocuparía más de la cuenta.
A pesar de todo, el pequeño me seguía generando sospechas y sin duda alguna se pondría peor con la llegada de aquel caballero que de mala manera manifestaba que el enano había sido rechazado a pesar de superar las pruebas que le habían impuesto -Si no fuera un dragón... ¿Qué sería?- Pensé sin decir nada mientras daba un paso atrás para no entrar en la contienda, teniendo claro que la hostilidad del caballero era más bien de intimidación que de agresividad física; aquello de las Cenizas de Sangre había llamado mi atención, como buscador de objetos raros no era de extrañarse que me interesara en ese tipo de cosas; me agaché junto al pequeño tanto para ayudarle a recoger su bote, como también para intentar ver lo que era aquello; el dragoncillo estaba furioso, al punto de decir algunas palabras que casi declaraban un deseo de venganza, pero ¿Qué podría hacer este enano contra los poderosos caballeros?
Finalmente, tal como si de un golpe de suerte se tratara, el pequeño me invitó a ver a Iñigo ¿Sería posible tal coincidencia? Me detuve a pensar por un instante, si sabía que buscaba a Iñigo, posiblemente podría inferir que tenía algo de valor para vender, y entonces trataría de quitármelo, el problema era ¿Cómo? No tenía posibilidad; reí mientras negaba con la cabeza un par de veces ante tan descabellada idea y me levanté para seguirlo; también necesitaba hablar con Elen pero ya estaba tardando demasiado y quedaba poco tiempo para ver a Iñigo, si me iba bien podría ir y volver antes que ella se fuera; me levantpe decidido a seguir al pequeño cuando unos gritos se hicieron espacio en la sala, llamaban desde abajo anunciando una palabra un poco alarmante, la única palabra que había logrado escuchar con claridad “Robo”, una muy mala considerando el lugar donde yo había estado antes -Espérame- Le dije a Lazid mientras caminaba hacia él, con suficiente prisa para aprovechar la confusión y el caos que se había generado en el cuartel, pero a la vez con la naturalidad de no dar la impresión de estar huyendo -Claro que quiero, aunque ya queda poco tiempo- Alerté al pequeño acerca de la necesidad de apresurarnos para llegar a tiempo con aquel hombre de negocios.
A pesar de todo, el pequeño me seguía generando sospechas y sin duda alguna se pondría peor con la llegada de aquel caballero que de mala manera manifestaba que el enano había sido rechazado a pesar de superar las pruebas que le habían impuesto -Si no fuera un dragón... ¿Qué sería?- Pensé sin decir nada mientras daba un paso atrás para no entrar en la contienda, teniendo claro que la hostilidad del caballero era más bien de intimidación que de agresividad física; aquello de las Cenizas de Sangre había llamado mi atención, como buscador de objetos raros no era de extrañarse que me interesara en ese tipo de cosas; me agaché junto al pequeño tanto para ayudarle a recoger su bote, como también para intentar ver lo que era aquello; el dragoncillo estaba furioso, al punto de decir algunas palabras que casi declaraban un deseo de venganza, pero ¿Qué podría hacer este enano contra los poderosos caballeros?
Finalmente, tal como si de un golpe de suerte se tratara, el pequeño me invitó a ver a Iñigo ¿Sería posible tal coincidencia? Me detuve a pensar por un instante, si sabía que buscaba a Iñigo, posiblemente podría inferir que tenía algo de valor para vender, y entonces trataría de quitármelo, el problema era ¿Cómo? No tenía posibilidad; reí mientras negaba con la cabeza un par de veces ante tan descabellada idea y me levanté para seguirlo; también necesitaba hablar con Elen pero ya estaba tardando demasiado y quedaba poco tiempo para ver a Iñigo, si me iba bien podría ir y volver antes que ella se fuera; me levantpe decidido a seguir al pequeño cuando unos gritos se hicieron espacio en la sala, llamaban desde abajo anunciando una palabra un poco alarmante, la única palabra que había logrado escuchar con claridad “Robo”, una muy mala considerando el lugar donde yo había estado antes -Espérame- Le dije a Lazid mientras caminaba hacia él, con suficiente prisa para aprovechar la confusión y el caos que se había generado en el cuartel, pero a la vez con la naturalidad de no dar la impresión de estar huyendo -Claro que quiero, aunque ya queda poco tiempo- Alerté al pequeño acerca de la necesidad de apresurarnos para llegar a tiempo con aquel hombre de negocios.
Bio
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Dos caballeros dragón bajaron a la mazmorra en la que se encontraban Elen y Sammuel. El más veterano seguía incrédulo de que alguien pudiera entrar ahí, pero las palabras de Elen no parecían decirle nada.
-Lo cierto es que no. No me dice nada… - reclamó Sammuel – Sabemos que hace unas semanas se produjo un intento de robo. No los pillamos, pero no se llevaron nada. El fragmento de Kinvar seguía en el mismo sitio. – se acercó a la mesa, que estaba hundida por las pisadas y miró hacia el ventanuco. – Aquella vez entraron por la ventana. – Se apoyó en la mesa y miró hacia arriba, como si con la mirada fuese a dar con el ladrón.
Sin embargo, alguien más ayudaría a Elen en su búsqueda del objeto perdido. Una de los caballeros, en cuanto vio la nota, rápidamente se dirigió a la bruja.
-Un frasco… Cenizas… - dijo pensativa. – El único frasco con cenizas que he visto es el del pequeño dragón que quería entrar al cuerpo, el que estaba en la entrada. – aclaró - A los aspirantes se les obliga a derrotar a un dragón y traer sus cenizas para entrar al cuerpo: Las cenizas de sangre. – hizo una pausa para tomar ceniza del suelo. – El dragón enano trajo una urna con estas cenizas. Pero se la entregué a Ricard y le dije que lo echara porque estas cenizas no olían a dragón. Más bien a cerdo requemado. – y se llevó a la nariz la ceniza para comprobar que lo que decía era cierto. Apestaban. – No sé que pinta aquí la ceniza, sinceramente.
-No, Christine. Ricard es uno de mis hombres más fieles. – contestó el veterano, claramente molesto que se dudara de un hombre de su confianza.
Sammuel, que seguía observando por la ventana incrédulo. Sentiría en la silenciosa noche el sonido de unos pies que corrían.
-¡Es Ricard! – preguntó Sammuel - ¿Estará persiguiendo al ladrón?
Por otra parte, el pequeño Lazid y Bio se dirigían a la mansión de Iñigo Amminos. No se encontraba demasiado lejos, pues el barrio noble no era muy amplio. El lugar era una ostentosa mansión de piedra que reflejaba la riqueza de Iñigo. Los guardias, elegantemente vestidos y bien aseados, dejarían pasar al dúo en cuanto reconocieron a Lazid, incluso les abrieron las puertas de entrada a la casa.
Había bastante gente en esa primera estancia. Además de los guardias y varios sirvientes, un cliente vendía sus objetos a Iñigo, que se encontraba detrás de una mesa, estudiando con su monóculo cada objeto que se le proponía para comprar y aprovechando entre tanto para dar un mordisco al jabalí asado que tenía en la misma mesa. Era un hombre con clara obesidad y vestido con lujosas prendas pero que sin embargo, no dudó en saludar al dragón y a su acompañante.
-¡Ah, Lazid, amigo mío! – dijo levantando la vista en cuanto vio entrar a ambos. - ¿Os habéis convertido ya en caballero dragón? – preguntó con sorna. Como si ya supiera la respuesta.
-¡Já! ¡Por poco! – respondió Lazid entre risas. Cerca de la puerta de una estancia contigua. – Voy a cambiarme y ahora te entrego el pastel. – dijo con misterio.
-¿Y quién es vuestro acompañante? – preguntó.
-Es Víctor, preguntaba por ti. – contestó.
-Claro que sí, amigo. – dijo sonriente. – Espera que atienda a este caballero y me pondré contigo.
Lazid se encerró en una habitación contigua sujetando bien fuerte su tarro de cenizas de sangre mientras Iñigo terminaba de despachar a su cliente. Un sirviente sacó de un cofre los aeros que habían acordado, había mucho dinero ahí dentro. Una vez hecho el trato, tras una reverencia el vendedor saldría de la casa. A continuación, Iñigo hizo un gesto a Bio para que se aproximara a la mesa.
-Y bien, Víctor, ¿qué me tienes que mostrar? – le preguntó.
* * * *
-Lo cierto es que no. No me dice nada… - reclamó Sammuel – Sabemos que hace unas semanas se produjo un intento de robo. No los pillamos, pero no se llevaron nada. El fragmento de Kinvar seguía en el mismo sitio. – se acercó a la mesa, que estaba hundida por las pisadas y miró hacia el ventanuco. – Aquella vez entraron por la ventana. – Se apoyó en la mesa y miró hacia arriba, como si con la mirada fuese a dar con el ladrón.
Sin embargo, alguien más ayudaría a Elen en su búsqueda del objeto perdido. Una de los caballeros, en cuanto vio la nota, rápidamente se dirigió a la bruja.
-Un frasco… Cenizas… - dijo pensativa. – El único frasco con cenizas que he visto es el del pequeño dragón que quería entrar al cuerpo, el que estaba en la entrada. – aclaró - A los aspirantes se les obliga a derrotar a un dragón y traer sus cenizas para entrar al cuerpo: Las cenizas de sangre. – hizo una pausa para tomar ceniza del suelo. – El dragón enano trajo una urna con estas cenizas. Pero se la entregué a Ricard y le dije que lo echara porque estas cenizas no olían a dragón. Más bien a cerdo requemado. – y se llevó a la nariz la ceniza para comprobar que lo que decía era cierto. Apestaban. – No sé que pinta aquí la ceniza, sinceramente.
-No, Christine. Ricard es uno de mis hombres más fieles. – contestó el veterano, claramente molesto que se dudara de un hombre de su confianza.
Sammuel, que seguía observando por la ventana incrédulo. Sentiría en la silenciosa noche el sonido de unos pies que corrían.
-¡Es Ricard! – preguntó Sammuel - ¿Estará persiguiendo al ladrón?
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Por otra parte, el pequeño Lazid y Bio se dirigían a la mansión de Iñigo Amminos. No se encontraba demasiado lejos, pues el barrio noble no era muy amplio. El lugar era una ostentosa mansión de piedra que reflejaba la riqueza de Iñigo. Los guardias, elegantemente vestidos y bien aseados, dejarían pasar al dúo en cuanto reconocieron a Lazid, incluso les abrieron las puertas de entrada a la casa.
Había bastante gente en esa primera estancia. Además de los guardias y varios sirvientes, un cliente vendía sus objetos a Iñigo, que se encontraba detrás de una mesa, estudiando con su monóculo cada objeto que se le proponía para comprar y aprovechando entre tanto para dar un mordisco al jabalí asado que tenía en la misma mesa. Era un hombre con clara obesidad y vestido con lujosas prendas pero que sin embargo, no dudó en saludar al dragón y a su acompañante.
-¡Ah, Lazid, amigo mío! – dijo levantando la vista en cuanto vio entrar a ambos. - ¿Os habéis convertido ya en caballero dragón? – preguntó con sorna. Como si ya supiera la respuesta.
-¡Já! ¡Por poco! – respondió Lazid entre risas. Cerca de la puerta de una estancia contigua. – Voy a cambiarme y ahora te entrego el pastel. – dijo con misterio.
-¿Y quién es vuestro acompañante? – preguntó.
-Es Víctor, preguntaba por ti. – contestó.
-Claro que sí, amigo. – dijo sonriente. – Espera que atienda a este caballero y me pondré contigo.
Lazid se encerró en una habitación contigua sujetando bien fuerte su tarro de cenizas de sangre mientras Iñigo terminaba de despachar a su cliente. Un sirviente sacó de un cofre los aeros que habían acordado, había mucho dinero ahí dentro. Una vez hecho el trato, tras una reverencia el vendedor saldría de la casa. A continuación, Iñigo hizo un gesto a Bio para que se aproximara a la mesa.
-Y bien, Víctor, ¿qué me tienes que mostrar? – le preguntó.
- IÑIGO AMMINOS:
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* * * *
- Elen, ahora sentirás lejos el fragmento. Puedes seguir sacando más conclusiones que te ayuden a resolver el misterio. Como dice Sammuel, ¿Qué hace Ricard? Estará persiguiendo al ladrón… ¿o será él, el ladrón? Deberías intentar atraparlo e interrogarlo. Pero no se dejará coger. Intenta algo y lanza una runa para ver si los dioses te acompañan.
- Bio, ha llegado tu gran momento. ¿Recuerdas el collar y la pócima de las estrellas que robaste? Esta puede ser una oportunidad única de ganar dinero. Queda a tu decisión lo que quieres mostrarle a Iñigo. Dependiendo lo que muestres, en el siguiente turno te hará una oferta por la que podrías sacar una jugosa cantidad de aeros o incluso algún objeto muy interesante,
pero recuerda que el karma a veces juega malas pasadas. Anímate, que luego viene Lazid con “pasteles” para todos.
Ger
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Para el anciano aquel extraño mensaje del papel no tenía ningún sentido, pero admitió que algunas semanas antes habían sufrido un intento de robo, justo en aquella sala. Al parecer, un par de individuos habían conseguido burlar a la guardia que patrullaba el edificio y colarse a través de los barrotes de la ventana, pero no tuvieron el tiempo suficiente como para hacerse con alguno de los valiosos objetos de la estancia, aunque sí de escapar sin ser identificados. ¿De verdad habían tenido ya un incidente de aquel tipo y no tomaron medidas para evitar que se repitiese? No podía ser, Sammuel no parecía el tipo de hombre imprudente que confiaba en la suerte, aunque sí podía haber cometido el error de confiar en la persona equivocada.
Una guardia se acercó de inmediato a la bruja tras ver la nota, para acto seguido comenzar a hablar de un frasco de cenizas, recipiente que podría tener algo que ver con la desaparición del colgante, dados los restos que quedaban aún junto a la puerta y en el papel. Aquel frasco en particular pertenecía al pequeño dragón que había visto anteriormente en el salón, cuando su guía la separó de Bio para llevarla ante Sammuel. Según lo que contaba la mujer, cada aspirante que deseaba entrar en la orden debía ganarse el derecho a ello primero, enfrentándose a un dragón y saliendo vencedor de la pelea, a lo que había que sumar que debían demostrarlo trayendo consigo las cenizas del alado muerto.
El enano reptil había presentado a los caballeros una urna con las supuestas cenizas de sangre, pero la guardia, que se había encargado de revisarlas, había notado algo raro en ellas, y finalmente decidió devolverlas a su dueño por medio de un compañero, y negarle la entrada a la orden. Como prueba, la dragona llevó los dedos a los restos que descansaban junto a la entrada y olisqueó el polvo, comprobando que se trataba del mismo olor requemado que tenían las del pequeño aspirante, cosa que la dejó del todo confusa. ¿Estaría involucrado el tal Ricard? Puede que Sammuel confiase plenamente en aquel caballero pero de todos modos había sido el último en tener contacto con el frasco, tenía que encontrarlo y hacerle unas preguntas, cuanto antes.
Repentinamente, el anciano comenzó a escuchar los acelerados pasos de alguien que corría en el exterior, añadiendo casi al instante que se trataba de Ricard, y preguntándose si estaría persiguiendo al ladrón del fragmento. - Puede que lo esté persiguiendo… o que simplemente trate de huir. - aquellas fueron las únicas palabras que alcanzó a pronunciar la hechicera, antes de lanzarse a la carrera para tratar de llegar hasta Ricard. Aún no tenía muy claro lo que estaba pasando, pero si no atrapaba a aquel hombre quizá su única oportunidad de averiguarlo se desvanecería, del mismo modo que su percepción del dolor de Kinvar, que se volvía más débil conforme pasaban los segundos.
A toda prisa, la de ojos verdes subió por la escalera de caracol y cruzó el salón principal hasta llegar a la salida, lugar desde el que tuvo que guiarse por el oído para determinar la dirección que Ricard había tomado, aunque por suerte no había mucha gente en las frías calles de Dundarak a aquellas horas, lo cual facilitó bastante la tarea. Una vez captado el rastro, la tensai echó a correr de nuevo, manipulando la forma avanzada de su elemento para iluminar el camino, de modo que ningún desnivel pudiese jugarle una mala pasada durante la persecución.
Sin embargo, Ricard no estaba dispuesto a dejarse atrapar fácilmente, y a pesar de ver cómo la joven le iba ganando terreno poco a poco, por culpa de la pesada armadura de caballero que llevaba, el dragón siguió adelante, internándose por las sinuosas y estrechas callejuelas que bordeaban las casas de los nobles, esperando dar esquinazo a la bruja o que terminase por cansarse, ya que sin duda su constitución le daba más aguante. Elen sabía que no podría mantener el ritmo por mucho más, los de su raza no estaban hechos para realizar esfuerzos continuados, y aunque ella había recibido entrenamiento para mejorar sus capacidades físicas, debía detener al fugitivo antes de que el cansancio le pasase factura.
Así pues pasó a la ofensiva, lanzando una descarga hacia unos barriles que alguien había apilado a un lado de la calle, tratando con ello de cortarle el paso al caballero, aunque el éxito de su táctica dependería de la velocidad con que llegase Ricard a la zona en que esperaba crear el obstáculo.
Una guardia se acercó de inmediato a la bruja tras ver la nota, para acto seguido comenzar a hablar de un frasco de cenizas, recipiente que podría tener algo que ver con la desaparición del colgante, dados los restos que quedaban aún junto a la puerta y en el papel. Aquel frasco en particular pertenecía al pequeño dragón que había visto anteriormente en el salón, cuando su guía la separó de Bio para llevarla ante Sammuel. Según lo que contaba la mujer, cada aspirante que deseaba entrar en la orden debía ganarse el derecho a ello primero, enfrentándose a un dragón y saliendo vencedor de la pelea, a lo que había que sumar que debían demostrarlo trayendo consigo las cenizas del alado muerto.
El enano reptil había presentado a los caballeros una urna con las supuestas cenizas de sangre, pero la guardia, que se había encargado de revisarlas, había notado algo raro en ellas, y finalmente decidió devolverlas a su dueño por medio de un compañero, y negarle la entrada a la orden. Como prueba, la dragona llevó los dedos a los restos que descansaban junto a la entrada y olisqueó el polvo, comprobando que se trataba del mismo olor requemado que tenían las del pequeño aspirante, cosa que la dejó del todo confusa. ¿Estaría involucrado el tal Ricard? Puede que Sammuel confiase plenamente en aquel caballero pero de todos modos había sido el último en tener contacto con el frasco, tenía que encontrarlo y hacerle unas preguntas, cuanto antes.
Repentinamente, el anciano comenzó a escuchar los acelerados pasos de alguien que corría en el exterior, añadiendo casi al instante que se trataba de Ricard, y preguntándose si estaría persiguiendo al ladrón del fragmento. - Puede que lo esté persiguiendo… o que simplemente trate de huir. - aquellas fueron las únicas palabras que alcanzó a pronunciar la hechicera, antes de lanzarse a la carrera para tratar de llegar hasta Ricard. Aún no tenía muy claro lo que estaba pasando, pero si no atrapaba a aquel hombre quizá su única oportunidad de averiguarlo se desvanecería, del mismo modo que su percepción del dolor de Kinvar, que se volvía más débil conforme pasaban los segundos.
A toda prisa, la de ojos verdes subió por la escalera de caracol y cruzó el salón principal hasta llegar a la salida, lugar desde el que tuvo que guiarse por el oído para determinar la dirección que Ricard había tomado, aunque por suerte no había mucha gente en las frías calles de Dundarak a aquellas horas, lo cual facilitó bastante la tarea. Una vez captado el rastro, la tensai echó a correr de nuevo, manipulando la forma avanzada de su elemento para iluminar el camino, de modo que ningún desnivel pudiese jugarle una mala pasada durante la persecución.
Sin embargo, Ricard no estaba dispuesto a dejarse atrapar fácilmente, y a pesar de ver cómo la joven le iba ganando terreno poco a poco, por culpa de la pesada armadura de caballero que llevaba, el dragón siguió adelante, internándose por las sinuosas y estrechas callejuelas que bordeaban las casas de los nobles, esperando dar esquinazo a la bruja o que terminase por cansarse, ya que sin duda su constitución le daba más aguante. Elen sabía que no podría mantener el ritmo por mucho más, los de su raza no estaban hechos para realizar esfuerzos continuados, y aunque ella había recibido entrenamiento para mejorar sus capacidades físicas, debía detener al fugitivo antes de que el cansancio le pasase factura.
Así pues pasó a la ofensiva, lanzando una descarga hacia unos barriles que alguien había apilado a un lado de la calle, tratando con ello de cortarle el paso al caballero, aunque el éxito de su táctica dependería de la velocidad con que llegase Ricard a la zona en que esperaba crear el obstáculo.
Elen Calhoun
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Un alboroto comenzaba a formarse en el cuartel de los dragones, por lo que me pareció que lo más prudente era salir de ese lugar; y la invitación de Lazid me parecía la excusa perfecta, fuera cual fuera su defecto, no deberían tratarlo de tal manera, en cierto modo sentía un poco de pena por el pequeño lagarto y a la vez un poco de admiración por su perseverancia, el hecho de haberlo intentado varias veces hablaba bien de él y fuera realmente un dragón o no, me agradaba bastante.
Dejamos atrás el ajetreado cuartel y aunque no había obtenido exactamente lo que buscaba, había encontrado algo mejor, un guía que me llevaría hasta el misterioso comprador, no hizo falta caminar mucho y en apenas unos minutos me di cuenta de cuál sería el destino, me mantuve en silencio para no decir nada inoportuno durante el viaje; en momentos de frustración, las palabras no bastaban para aliviar una pena, y el ser tratado como había sido el enano debía ser algo bastante doloroso.
Los guardianes en la entrada reconocieron al pequeño de inmediato abriendo paso para los dos al instante; al menos no era falso lo que me había dicho, realmente era amigo de ese tal Iñigo; intenté mantener la compostura durante todo el trayecto pero habían cosas que parecían ser más valiosas que las de cualquier lugar donde hubiera estado antes, incluso la elegante casa de Manuela que servía como fachada para el gremio de informantes, se quedaba atrás ante tal opulencia.
Finalmente llegamos a donde se encontraba el dueño de tal riqueza que no parecía dudar al momento de gastar dinero en darse sus buenos gustos; ver a otro sujeto vendiéndole algunas cosas me tranquilizó un poco, al menos parecía ser de buena fama, por lo que no tendría miedo en ofrecerle luego lo que había conseguido de aquellos ladrones en el bosque del este; me llamó la atención el trato que existía entre Iñigos y Lazid, a pesar de la clara diferencia social entre ambos, Iñigos no lo hacía parecer menos y lo trataba como un amigo, lo cual me daba una mejor imagen del sujeto; sonreí extrañado ante la naturalidad con la que Lazid mencionaba el haber sido rechazado, aunque no hubo mucho tiempo para inferir nada pues de inmediato fui presentado; asentí con la cabeza inclinando un poco el cuerpo a modo de reverencia mientras esperaba viendo cómo Lazid desaparecía de mi vista con la promesa de traer pastel.
Tras despedir al vendedor, el sujeto me llamó con un gesto y no tardé en ir a su encuentro; aunque en un primer momento había tenido la idea de sacarme algunos aeros y dejar algunas de las joyas para regalarlas luego, esa posibilidad parecía ser cada vez menos favorable, dado que había escuchado la palabra robo, y si me encontraban con un montón de joyas encima definitivamente sería muy sospechoso -Pues tengo esto- Dije mientras metía mi mano en mi bolsillo izquierdo para sacar el puñado de joyas que había tomado del botín de aquellos ladrones para ponerla sobre la mesa; habría querido quedarme con el otro collar pero dada la situación, metí mi mano derecha al otro bolsillo sacando también el misterioso collar para ponerlo también sobre la mesa -Y esto también- Dudé por unos instantes mirando el collar -Es extraño, seguro es valioso- Dije con cierta picardía mientras por fin lo soltaba sobre la mesa con ganas de no entregarlo.
Tras dejar sobre la mesa todas las joyas, coloqué sobre ésta el pequeño frasco de puntos brillantes que, aunque estaba cubierto por una roída manta, dejaba entrever algunos destellos en su interior; al darme cuenta lo sujeté fuertemente con la mano izquierda -Solo eso está en venta- Advertí de inmediato para dejar claro que no deseaba deshacerme del frasco, al menos no sin antes saber lo que era; esperé pacientemente la oferta del caballero sin dejar de prestar atención a cualquiera que se acercara, no por ser desconfiado, más bien por ser precavido, pues consideraba que esa era la razón por la que los vampiros lograban vivir tanto tiempo -Y bien ¿Qué me ofreces?- Pregunté con picardía para apurar su decisión ante las vistosas joyas.
Dejamos atrás el ajetreado cuartel y aunque no había obtenido exactamente lo que buscaba, había encontrado algo mejor, un guía que me llevaría hasta el misterioso comprador, no hizo falta caminar mucho y en apenas unos minutos me di cuenta de cuál sería el destino, me mantuve en silencio para no decir nada inoportuno durante el viaje; en momentos de frustración, las palabras no bastaban para aliviar una pena, y el ser tratado como había sido el enano debía ser algo bastante doloroso.
Los guardianes en la entrada reconocieron al pequeño de inmediato abriendo paso para los dos al instante; al menos no era falso lo que me había dicho, realmente era amigo de ese tal Iñigo; intenté mantener la compostura durante todo el trayecto pero habían cosas que parecían ser más valiosas que las de cualquier lugar donde hubiera estado antes, incluso la elegante casa de Manuela que servía como fachada para el gremio de informantes, se quedaba atrás ante tal opulencia.
Finalmente llegamos a donde se encontraba el dueño de tal riqueza que no parecía dudar al momento de gastar dinero en darse sus buenos gustos; ver a otro sujeto vendiéndole algunas cosas me tranquilizó un poco, al menos parecía ser de buena fama, por lo que no tendría miedo en ofrecerle luego lo que había conseguido de aquellos ladrones en el bosque del este; me llamó la atención el trato que existía entre Iñigos y Lazid, a pesar de la clara diferencia social entre ambos, Iñigos no lo hacía parecer menos y lo trataba como un amigo, lo cual me daba una mejor imagen del sujeto; sonreí extrañado ante la naturalidad con la que Lazid mencionaba el haber sido rechazado, aunque no hubo mucho tiempo para inferir nada pues de inmediato fui presentado; asentí con la cabeza inclinando un poco el cuerpo a modo de reverencia mientras esperaba viendo cómo Lazid desaparecía de mi vista con la promesa de traer pastel.
Tras despedir al vendedor, el sujeto me llamó con un gesto y no tardé en ir a su encuentro; aunque en un primer momento había tenido la idea de sacarme algunos aeros y dejar algunas de las joyas para regalarlas luego, esa posibilidad parecía ser cada vez menos favorable, dado que había escuchado la palabra robo, y si me encontraban con un montón de joyas encima definitivamente sería muy sospechoso -Pues tengo esto- Dije mientras metía mi mano en mi bolsillo izquierdo para sacar el puñado de joyas que había tomado del botín de aquellos ladrones para ponerla sobre la mesa; habría querido quedarme con el otro collar pero dada la situación, metí mi mano derecha al otro bolsillo sacando también el misterioso collar para ponerlo también sobre la mesa -Y esto también- Dudé por unos instantes mirando el collar -Es extraño, seguro es valioso- Dije con cierta picardía mientras por fin lo soltaba sobre la mesa con ganas de no entregarlo.
Tras dejar sobre la mesa todas las joyas, coloqué sobre ésta el pequeño frasco de puntos brillantes que, aunque estaba cubierto por una roída manta, dejaba entrever algunos destellos en su interior; al darme cuenta lo sujeté fuertemente con la mano izquierda -Solo eso está en venta- Advertí de inmediato para dejar claro que no deseaba deshacerme del frasco, al menos no sin antes saber lo que era; esperé pacientemente la oferta del caballero sin dejar de prestar atención a cualquiera que se acercara, no por ser desconfiado, más bien por ser precavido, pues consideraba que esa era la razón por la que los vampiros lograban vivir tanto tiempo -Y bien ¿Qué me ofreces?- Pregunté con picardía para apurar su decisión ante las vistosas joyas.
Bio
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
La descarga de Elen fue ávida hacia la montaña de barriles. El impacto provocó un derrumbamiento de la torre que sepultó al fugitivo a su paso. Ricard intentó deshacerse del barril que se había depositado sobre su abdomen, pero al encontrarse éste cargado le resultaba imposible deshacerse de él por más que empujaba.
-¡Piedad, bruja! ¡Yo no soy quien buscas! – le imploró a Elen, asustado y levantando el brazo desde el suelo, según se acercaba a su posición. – Te diré cuanto quieras si le dices a Sammuel que todo ha sido un malentendido. ¡Todos podemos salir ganando! – el dragón, aún sabiéndose en clara desventaja, trataba de chantajear a la bruja para salvar su posición en el gremio, aprovechándose de su necesidad para encontrar el collar. Si Elen no hubiese ido al cuartel, nadie habría bajado al sótano. La aparición de la de cabellos cenicientos resultó decisiva a la hora de frustrar el robo.
Se tomó una pausa para ver la actitud de la bruja, independientemente de lo que le respondiera, le contaría todo cuanto sabía pues se encontraba muy asustado.
-Los magos del palacio llevan tiempo buscando los fragmentos de Kinvar. – comenzó diciendo el moreno – Sabían que nosotros teníamos uno de ellos. Contrataron unos mercenarios hace unas semanas, los que entraron por la rendija, pero no robaron nada y nunca supimos más de los tipos. – tragó saliva unos instantes, atemorizado. – Los dragones no tropiezan dos veces con la misma piedra, así que desde palacio cambiaron de estrategia y decidieron contratar a otro ladrón, que era el reptil enano de la puerta, su nombre es Lazid. No es un dragón. – declaró. – Es un hombre bestia lagarto, un mero impostor. Trajo una urna con cenizas falsas para disimular. Yo, como guardián del sótano en confianza de Sammuel, lo único que debía hacer era entrar y colocar el collar dentro de la urna. Nadie sospecharía de él pues no pasaría de la entrada. – miró hacia el suelo lamentándose. – Todo habría salido perfecto si no hubieses aparecido… - musitó resignado, y volvió a mirar a la bruja. – No sé a donde ha ido el hombre bestia… Te he dicho cuanto sé. Lamento haber traicionado la confianza de Sammuel, pero en palacio pagaban demasiado bien. – volvió a mirarla sollozante - Por favor, no le digas nada o acabaré en el calabozo.
No muy lejos, Bio había mostrado sus pertenencias a Iñigo. Quien tomó su monóculo para observar las joyas que el vampiro había depositado sobre la mesa. Su rostro no reflejaba mayor interés, ni siquiera en la curiosa pócima que había mostrado. Lo único que llamó su atención era un precioso collar con una piedra rosa en su centro.
-No puede ser… - dijo el humano, extrañadísimo.
Acto seguido apareció Lazid de la habitación en la que se encontraba, ya sin el recipiente que custodiaba. – Mira lo que me dieron, Iñigo. – y depositó sobre la mesa otro collar, exactamente igual al que llevaba el vampiro. Aunque no reveló de donde lo había sacado. Su cara de sorpresa también fue mayúscula. -¿Qué significa esto? – preguntó el reptil extrañado, sin dejar de mirar a ambos. Se hizo un silencio durante unos instantes.
-¡Benditas casualidades del destino! – dijo Iñigo riéndose – ¡Los magos de palacio llevan tiempo buscando este collar y por fin, como buenos ciudadanos, se lo daremos por partida doble! – sorbió de una jarra de vino que tenía a su lado. No cabía en su gozo. – Lazid, ve montando en el carruaje, lo llevaremos a palacio inmediatamente. - El hombre bestia le hizo caso y salió de la mansión. Luego, Iñigo se dirigió a Bio – Querido Víctor, aún a riesgo de que tu collar sea falso, estoy dispuesto a darte por él 300 aeros y este objeto, aunque desconozco muy bien su utilidad. ¿Aceptas? – y colocó sobre la mesa un recipiente con forma de calavera de cristal que contenía un líquido en su interior y una poción extraña. - ¡Ah! Se me olvidaba. También os invitaré a venir a palacio con nosotros. ¡Qué injusto sería que no te condecorasen a ti también!
Parece que ya se va aclarando el misterio…
-¡Piedad, bruja! ¡Yo no soy quien buscas! – le imploró a Elen, asustado y levantando el brazo desde el suelo, según se acercaba a su posición. – Te diré cuanto quieras si le dices a Sammuel que todo ha sido un malentendido. ¡Todos podemos salir ganando! – el dragón, aún sabiéndose en clara desventaja, trataba de chantajear a la bruja para salvar su posición en el gremio, aprovechándose de su necesidad para encontrar el collar. Si Elen no hubiese ido al cuartel, nadie habría bajado al sótano. La aparición de la de cabellos cenicientos resultó decisiva a la hora de frustrar el robo.
Se tomó una pausa para ver la actitud de la bruja, independientemente de lo que le respondiera, le contaría todo cuanto sabía pues se encontraba muy asustado.
-Los magos del palacio llevan tiempo buscando los fragmentos de Kinvar. – comenzó diciendo el moreno – Sabían que nosotros teníamos uno de ellos. Contrataron unos mercenarios hace unas semanas, los que entraron por la rendija, pero no robaron nada y nunca supimos más de los tipos. – tragó saliva unos instantes, atemorizado. – Los dragones no tropiezan dos veces con la misma piedra, así que desde palacio cambiaron de estrategia y decidieron contratar a otro ladrón, que era el reptil enano de la puerta, su nombre es Lazid. No es un dragón. – declaró. – Es un hombre bestia lagarto, un mero impostor. Trajo una urna con cenizas falsas para disimular. Yo, como guardián del sótano en confianza de Sammuel, lo único que debía hacer era entrar y colocar el collar dentro de la urna. Nadie sospecharía de él pues no pasaría de la entrada. – miró hacia el suelo lamentándose. – Todo habría salido perfecto si no hubieses aparecido… - musitó resignado, y volvió a mirar a la bruja. – No sé a donde ha ido el hombre bestia… Te he dicho cuanto sé. Lamento haber traicionado la confianza de Sammuel, pero en palacio pagaban demasiado bien. – volvió a mirarla sollozante - Por favor, no le digas nada o acabaré en el calabozo.
* * * *
No muy lejos, Bio había mostrado sus pertenencias a Iñigo. Quien tomó su monóculo para observar las joyas que el vampiro había depositado sobre la mesa. Su rostro no reflejaba mayor interés, ni siquiera en la curiosa pócima que había mostrado. Lo único que llamó su atención era un precioso collar con una piedra rosa en su centro.
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-No puede ser… - dijo el humano, extrañadísimo.
Acto seguido apareció Lazid de la habitación en la que se encontraba, ya sin el recipiente que custodiaba. – Mira lo que me dieron, Iñigo. – y depositó sobre la mesa otro collar, exactamente igual al que llevaba el vampiro. Aunque no reveló de donde lo había sacado. Su cara de sorpresa también fue mayúscula. -¿Qué significa esto? – preguntó el reptil extrañado, sin dejar de mirar a ambos. Se hizo un silencio durante unos instantes.
-¡Benditas casualidades del destino! – dijo Iñigo riéndose – ¡Los magos de palacio llevan tiempo buscando este collar y por fin, como buenos ciudadanos, se lo daremos por partida doble! – sorbió de una jarra de vino que tenía a su lado. No cabía en su gozo. – Lazid, ve montando en el carruaje, lo llevaremos a palacio inmediatamente. - El hombre bestia le hizo caso y salió de la mansión. Luego, Iñigo se dirigió a Bio – Querido Víctor, aún a riesgo de que tu collar sea falso, estoy dispuesto a darte por él 300 aeros y este objeto, aunque desconozco muy bien su utilidad. ¿Aceptas? – y colocó sobre la mesa un recipiente con forma de calavera de cristal que contenía un líquido en su interior y una poción extraña. - ¡Ah! Se me olvidaba. También os invitaré a venir a palacio con nosotros. ¡Qué injusto sería que no te condecorasen a ti también!
- Calavera de cristal:
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* * * *
Parece que ya se va aclarando el misterio…
- Elen, los dioses te han sonreído de manera que has conseguido detener y sacarle toda la información a Ricard. Queda a tu decisión qué hacer con él ahora. Si lo abandonas seguramente escapará, pero entregarle te haría perder tiempo. Además, ahora sabes quién tiene el collar, aunque desconoces su paradero. Puedes dirigirte al palacio directamente o bien volver al cuartel y preguntar por Lazid.
- Bio, en tu caso puedes aceptar o rechazar la oferta de Iñigo. Si la aceptas, obtendrás las recompensas y tendrás que finalizar el turno subiendo al carruaje. Si la deniegas… entonces puede que no les parezca demasiado bien.
Ger
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
El efecto de su descarga fue incluso mejor de lo que esperaba, pues los barriles no solo cortaron el paso a Ricard sino que lo sepultaron, impidiéndole cualquier opción de huida. Elen se acercó al fugitivo mientras este trataba por todos los medios de quitarse uno de los barriles de encima, pero el tonel estaba lleno y su peso hizo que no pudiera conseguirlo a tiempo. En cuanto la vio más cerca imploró piedad, sabiéndose atrapado y en clara desventaja, no tenía con qué salir indemne de aquella traición. - Empieza a hablar antes de que se acabe mi paciencia. - contestó la bruja con tono amenazante, sin olvidar las palabras de Tarivius, cada vez quedaba menos para que se le acabase el tiempo y no pensaba andarse con tonterías. Para dar más fuerza a sus palabras, la joven dejó que su eléctrico elemento le envolviese visiblemente ambos brazos, con lo que esperaba intimidar al caballero y obtener una confesión cuanto antes.
Aquello debió funcionar, pues el miedo se reflejó en el rostro del dragón y pronto comenzó a soltarlo todo, empezando por quiénes estaban interesados en aquellos fragmentos. Sin duda a los magos de palacio no debió sentarles bien que se les denegara el derecho a llevarse lo que la orden había conseguido con sangre y esfuerzo, y por ello contrataron a un par de mercenarios pocas semanas antes, los que habían dejado las marcas en la mesa bajo la ventana de barrotes, pero estos no cumplieron la misión de llevarse el colgante, sino que al estar a punto de ser descubiertos, decidieron irse con las manos vacías y desaparecer.
Probablemente ya hubiesen cobrado una parte por adelantado, y viendo los riesgos a los que debían exponerse para conseguir el objeto, prefirieron huir con lo que ya tenían y olvidar el contrato de los magos, cosa que tampoco debió agradarles. Tras aquel intento fallido, y teniendo en cuenta que si volvían a errar probablemente Sammuel cambiaría el fragmento de lugar para ponerlo a salvo, tuvieron que cambiar de estrategia, buscando a otro ladrón para que se ocupase de terminar el trabajo. Lazid, el reptil que esperaba en el salón cuando tanto ella como Bio llegaron al cuartel, él era el verdadero ratero, aunque había contado con la ayuda de Ricard, sin la cual le habría resultado mucho más difícil llegar hasta el sótano.
- Entonces es a él a quien debo buscar. - comentó la de ojos verdes, a pesar de no tener ni la más remota idea de a dónde podría haber ido el hombre bestia. Ricard añadió que lamentaba haber traicionado a Sammuel, pero como a muchos otros, el dinero lo había cegado, haciendo que dejase de lado su honor de caballero por unos aeros. Sollozando, el dragón pidió que no dijese nada al anciano, pero eso no entraba dentro de los principios de la hechicera, mucho menos cuando se trataba de alguien a quien respetaba. - Sammuel tiene derecho a conocer tu traición y juzgarte como crea conveniente, debería decir que lo siento por lo que va a ocurrir ahora, pero sería mentira. - respondió fríamente, para acto seguido agacharse junto al cuerpo del guardia y colocarle la mano en el cuello desnudo.
Elen transmitió al caballero la electricidad justa para dejarlo inconsciente, de ese modo no escaparía ni la retrasaría, solo tenía que alertar a Christine para que fuesen a buscarlo, explicándole brevemente la implicación que había tenido en el robo del colgante. Sin perder un instante, la tensai echó a correr nuevamente hacia el cuartel, pero no le hizo falta entrar en el mismo, varios guardias se habían reunido ante la puerta y trataban de organizarse para encontrar al ladrón. - ¡Christine! - exclamó la joven al reconocer a la dragona, acercándose a toda prisa hacia ella. - Ricard ayudó a Lazid, conseguí detenerlo en un callejón no muy lejano, en la zona de viviendas de la nobleza. - explicó, mientras aprovechaba para recuperar el aliento. - El lagarto tiene el fragmento, lo han contratado los magos de palacio. - prosiguió, dando únicamente los datos estrictamente necesarios.
- He dejado a Ricard inconsciente en el callejón para que no pueda huir, deberíais ir a recogerlo, Sammuel querrá hablar con él. - añadió, para luego desviar la mirada hacia palacio. Tenía que darse prisa pero ¿cómo demonios conseguiría entrar? La única vez que lo había hecho fue gracias al dragón blanco y ahora tendría que hacerlo sola, así que o se inventaba una excusa creíble o tendría que hacerlo por la fuerza, cosa que no le agradaba. - Me dirijo de inmediato a palacio, si ese lagarto intenta entregar el colgante yo estaré allí esperándolo. - anunció a la guardia, para luego ponerse en marcha de nuevo, hacia la imponente entrada del otro edificio.
Aún no tenía idea de qué hacer, pero en realidad poseía algo que los magos sin duda querrían, los otros dos fragmentos del dolor de Kinvar. Sin embargo, revelar que los llevaba consigo sería una estupidez, dentro de palacio estaría en desventaja y no podía permitir que le arrebatasen el corazón de Ravnik, ni el anillo. Con el cuerpo totalmente tenso, Elen siguió avanzando hacia la entrada, mientras se devanaba los sesos en busca de algún motivo que dar a la guardia para que la dejasen pasar.
Aquello debió funcionar, pues el miedo se reflejó en el rostro del dragón y pronto comenzó a soltarlo todo, empezando por quiénes estaban interesados en aquellos fragmentos. Sin duda a los magos de palacio no debió sentarles bien que se les denegara el derecho a llevarse lo que la orden había conseguido con sangre y esfuerzo, y por ello contrataron a un par de mercenarios pocas semanas antes, los que habían dejado las marcas en la mesa bajo la ventana de barrotes, pero estos no cumplieron la misión de llevarse el colgante, sino que al estar a punto de ser descubiertos, decidieron irse con las manos vacías y desaparecer.
Probablemente ya hubiesen cobrado una parte por adelantado, y viendo los riesgos a los que debían exponerse para conseguir el objeto, prefirieron huir con lo que ya tenían y olvidar el contrato de los magos, cosa que tampoco debió agradarles. Tras aquel intento fallido, y teniendo en cuenta que si volvían a errar probablemente Sammuel cambiaría el fragmento de lugar para ponerlo a salvo, tuvieron que cambiar de estrategia, buscando a otro ladrón para que se ocupase de terminar el trabajo. Lazid, el reptil que esperaba en el salón cuando tanto ella como Bio llegaron al cuartel, él era el verdadero ratero, aunque había contado con la ayuda de Ricard, sin la cual le habría resultado mucho más difícil llegar hasta el sótano.
- Entonces es a él a quien debo buscar. - comentó la de ojos verdes, a pesar de no tener ni la más remota idea de a dónde podría haber ido el hombre bestia. Ricard añadió que lamentaba haber traicionado a Sammuel, pero como a muchos otros, el dinero lo había cegado, haciendo que dejase de lado su honor de caballero por unos aeros. Sollozando, el dragón pidió que no dijese nada al anciano, pero eso no entraba dentro de los principios de la hechicera, mucho menos cuando se trataba de alguien a quien respetaba. - Sammuel tiene derecho a conocer tu traición y juzgarte como crea conveniente, debería decir que lo siento por lo que va a ocurrir ahora, pero sería mentira. - respondió fríamente, para acto seguido agacharse junto al cuerpo del guardia y colocarle la mano en el cuello desnudo.
Elen transmitió al caballero la electricidad justa para dejarlo inconsciente, de ese modo no escaparía ni la retrasaría, solo tenía que alertar a Christine para que fuesen a buscarlo, explicándole brevemente la implicación que había tenido en el robo del colgante. Sin perder un instante, la tensai echó a correr nuevamente hacia el cuartel, pero no le hizo falta entrar en el mismo, varios guardias se habían reunido ante la puerta y trataban de organizarse para encontrar al ladrón. - ¡Christine! - exclamó la joven al reconocer a la dragona, acercándose a toda prisa hacia ella. - Ricard ayudó a Lazid, conseguí detenerlo en un callejón no muy lejano, en la zona de viviendas de la nobleza. - explicó, mientras aprovechaba para recuperar el aliento. - El lagarto tiene el fragmento, lo han contratado los magos de palacio. - prosiguió, dando únicamente los datos estrictamente necesarios.
- He dejado a Ricard inconsciente en el callejón para que no pueda huir, deberíais ir a recogerlo, Sammuel querrá hablar con él. - añadió, para luego desviar la mirada hacia palacio. Tenía que darse prisa pero ¿cómo demonios conseguiría entrar? La única vez que lo había hecho fue gracias al dragón blanco y ahora tendría que hacerlo sola, así que o se inventaba una excusa creíble o tendría que hacerlo por la fuerza, cosa que no le agradaba. - Me dirijo de inmediato a palacio, si ese lagarto intenta entregar el colgante yo estaré allí esperándolo. - anunció a la guardia, para luego ponerse en marcha de nuevo, hacia la imponente entrada del otro edificio.
Aún no tenía idea de qué hacer, pero en realidad poseía algo que los magos sin duda querrían, los otros dos fragmentos del dolor de Kinvar. Sin embargo, revelar que los llevaba consigo sería una estupidez, dentro de palacio estaría en desventaja y no podía permitir que le arrebatasen el corazón de Ravnik, ni el anillo. Con el cuerpo totalmente tenso, Elen siguió avanzando hacia la entrada, mientras se devanaba los sesos en busca de algún motivo que dar a la guardia para que la dejasen pasar.
Elen Calhoun
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Estaba impaciente por saber cuánto podría sacar de aquella mercancía, un hombre de tal opulencia sin duda pagaría bastante bien, sin embargo el desinterés en su rostro fue menguando mis ilusiones lentamente; al menos hasta que el misterioso collar llamó su atención; antes que pudiera obtener una explicación apareció Lazid con un collar exactamente igual al que yo llevaba para vender, cosa que hizo todo más sospechoso, no mostraba interés en nada más que lo que ya tenía consigo; sin duda el collar era algo singular, tal vez sería mejor llevarlo a la base del clan, por alguna razón comenzaba a desconfiar de todo aquello, y es que los magos nunca me habían terminado de gustar, si algo había aprendido de mis experiencias con magos es que el poder corrompe.
Había esperado mucho por este momento, imaginaba que lograría sacar una jugosa cantidad de aeros, sin embargo, la falta de interés de Iñigos también redujo mi interés en venderle nada, haciéndome dudar de aceptar su extraña oferta, 300 aeros por un collar que seguramente valía más que eso, no solo por la joya en sí misma, sino porque había resultado ser un objeto buscado por esos magos, además de eso, le había sumado un objeto que observé mostrando el mismo nulo interés que él había mostrado en mis otras joyas, sonreí con desdén antes de volver a retomar la compostura.
El pequeño lagartijo se fue emocionado al carruaje mientras yo me quedaba pensativo y un poco decepcionado de la oferta, pensé en negarme, sin embargo al recordar que se había llevado a cabo un robo y tal vez los caballeros andarían revisando a cualquiera que resultara sospechoso, decidí tomar los aeros -Oh, genial, gracias- Dije con una amable sonrisa y tono confuso que resultaba entre sarcástico y amigable -No imaginé que podría obtener tanto por esa cosa- Le dije mientras guardaba los aeros y el resto de mis joyas para detenerme en esa extraña calavera de cristal que me resultaba tan inútil como desventajosa en un momento en el que deseaba mantener mis manos desocupadas y llevar conmigo el menor peso posible; sin embargo, podría resultar interesante averiguar lo que era, así que la tomé también y la envolví junto al otro envase de las pequeñas luces.
Lo que me tomó totalmente por sorpresa fue la invitación al palacio, tal vez ellos fueran menos tacaños al momento de condecorarme, y al mismo tiempo tendría la oportunidad de saber qué hacía tan especial aquel collar, incluso pensaba en la posibilidad de tomarlo de nuevo, de alguna manera, si consideraba que no era el lugar indicado para dejarlo -Me parece bien, no imaginé que conocería el palacio- Dije ya un poco más animado para luego encaminarme hacia el carruaje que ya debía estar listo frente a la ostentosa mansión.
Mientras caminaba saliendo del lugar pensaba en lo que pudieran querer hacer los magos del palacio con un simple collar, más extraño, la existencia de otro igual que por la reacción de Iñigo no parecía ser normal y peor aún, ignoraba cómo el pequeño se había hecho con el otro; tampoco es que los asuntos de los dragones fueran de mi incumbencia, a fin de cuentas solo estaba de paso, pero la situación comenzaba a generarme cada vez más intriga.
El carruaje se mantenía a la espera con la puerta abierta, dentro de él, el pequeño Lazid esperaba claramente emocionado, demasiado feliz para alguien que había sido rechazado para lo que había descrito como el sueño de su vida, cosa que no me resultaba nada normal, por lo que podía concluir que tenía un temple demasiado fuerte para sobreponerse al cruel resultado o ya desde el inicio sabía que sería rechazado, pero en tal caso ¿Por qué alguien intentaría algo que sabe que no va a funcionar?
Mientras esperaba la llegada de Iñigo si es que vendría también al palacio, me propuse hacer un par de preguntas al pequeño dragón tratando de no levantarle ninguna sospecha -¿Volverás a intentar convertirte en caballero dragón?- Pregunté en tono amistoso -¿Sabes por qué los magos quieren hacerse con esos collares?- Pregunté dando un giro al tema de conversación esperando sacar algo que me sirviera para aclarar un poco mis dudas acerca de aquel misterioso asunto.
Había esperado mucho por este momento, imaginaba que lograría sacar una jugosa cantidad de aeros, sin embargo, la falta de interés de Iñigos también redujo mi interés en venderle nada, haciéndome dudar de aceptar su extraña oferta, 300 aeros por un collar que seguramente valía más que eso, no solo por la joya en sí misma, sino porque había resultado ser un objeto buscado por esos magos, además de eso, le había sumado un objeto que observé mostrando el mismo nulo interés que él había mostrado en mis otras joyas, sonreí con desdén antes de volver a retomar la compostura.
El pequeño lagartijo se fue emocionado al carruaje mientras yo me quedaba pensativo y un poco decepcionado de la oferta, pensé en negarme, sin embargo al recordar que se había llevado a cabo un robo y tal vez los caballeros andarían revisando a cualquiera que resultara sospechoso, decidí tomar los aeros -Oh, genial, gracias- Dije con una amable sonrisa y tono confuso que resultaba entre sarcástico y amigable -No imaginé que podría obtener tanto por esa cosa- Le dije mientras guardaba los aeros y el resto de mis joyas para detenerme en esa extraña calavera de cristal que me resultaba tan inútil como desventajosa en un momento en el que deseaba mantener mis manos desocupadas y llevar conmigo el menor peso posible; sin embargo, podría resultar interesante averiguar lo que era, así que la tomé también y la envolví junto al otro envase de las pequeñas luces.
Lo que me tomó totalmente por sorpresa fue la invitación al palacio, tal vez ellos fueran menos tacaños al momento de condecorarme, y al mismo tiempo tendría la oportunidad de saber qué hacía tan especial aquel collar, incluso pensaba en la posibilidad de tomarlo de nuevo, de alguna manera, si consideraba que no era el lugar indicado para dejarlo -Me parece bien, no imaginé que conocería el palacio- Dije ya un poco más animado para luego encaminarme hacia el carruaje que ya debía estar listo frente a la ostentosa mansión.
Mientras caminaba saliendo del lugar pensaba en lo que pudieran querer hacer los magos del palacio con un simple collar, más extraño, la existencia de otro igual que por la reacción de Iñigo no parecía ser normal y peor aún, ignoraba cómo el pequeño se había hecho con el otro; tampoco es que los asuntos de los dragones fueran de mi incumbencia, a fin de cuentas solo estaba de paso, pero la situación comenzaba a generarme cada vez más intriga.
El carruaje se mantenía a la espera con la puerta abierta, dentro de él, el pequeño Lazid esperaba claramente emocionado, demasiado feliz para alguien que había sido rechazado para lo que había descrito como el sueño de su vida, cosa que no me resultaba nada normal, por lo que podía concluir que tenía un temple demasiado fuerte para sobreponerse al cruel resultado o ya desde el inicio sabía que sería rechazado, pero en tal caso ¿Por qué alguien intentaría algo que sabe que no va a funcionar?
Mientras esperaba la llegada de Iñigo si es que vendría también al palacio, me propuse hacer un par de preguntas al pequeño dragón tratando de no levantarle ninguna sospecha -¿Volverás a intentar convertirte en caballero dragón?- Pregunté en tono amistoso -¿Sabes por qué los magos quieren hacerse con esos collares?- Pregunté dando un giro al tema de conversación esperando sacar algo que me sirviera para aclarar un poco mis dudas acerca de aquel misterioso asunto.
Bio
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Elen avisó en el cuartel de la posición en la que había dejado inconsciente a Ricard y partió sin pausa rumbo al palacio. Allí, desde una posición apartada, esperaría la llegada del lagarto Lazid, presunto ladrón del fragmento de Kinvar.
Por su parte, Bio terminó aceptando la oferta que le había realizado Iñigo, éste tomó el colgante y procedió a subir a la carroza descubierta que le llevaría a palacio. Bio haría unas cuestiones a Lazid. La diminuta criatura rió a carcajada limpia a la pregunta del vampiro sobre si se volvería a intentar entrar al cuerpo de caballero dragón.
-Escúchame, Víctor. – dijo con su voz ronca, acercándose, y todavía riéndose – Después del dinero que voy a ganar esta noche podría hacer que todos esos puñeteros racistas besen mi trasero. – el lagarto no era precisamente Shakespeare expresándose. – Y no, no tengo ni idea de para qué quieren el collar, pero eso no me importa mientras suelten el dinero. – respondió con sinceridad. Se notaba que Lazid confiaba en Bio y le había caído simpático, tal vez el éxito que había tenido hasta el momento ayudase a ello.
Pronto, el propio Iñigo Amminos se acercaría al carruaje y con regocijo entregaría el collar de Bio también a Lazid, aseguró que iría a la cita con los magos al día siguiente pues tenía “asuntos que tratar”. El propio Lazid sabía que Iñigo no mentía ni se perdería el evento de no ser por causas de fuerza mayor.
Nevaba. Aún así no más de diez minutos les llevaría llegar a palacio pues el barrio noble no era demasiado grande. Allí, ante una carroza, acechaba la bruja Elen, que observaría y escucharía la escena desde una posición alejada como para que no la vieran.
El pequeño lagarto, con aires de grandeza, se dirigiría a los guardias de la puerta y pediría que avisasen a los magos.
-¡Apartaos! ¡Vengo a ver a los magos! ¡Tengo el collar que me pidieron! – gritó el pequeño Lagarto, mostrando el fragmento de Kinvar y su réplica a los guardias de la puerta.
Los hombres parecían sorprendidos y se disponían a abrir las puertas de palacio, sin embargo, no tardaría en suceder. Pues justo al lado de la puerta se abriría un portal blanquecino y de él saldría una jovencísima y bella maga de cabello largo y rojizo. No demasiado alta. Portaba un vestido largo y rojo y una capa que la cubría de cuerpo entero, así como un báculo que desprendía pequeños haces de hielo. El frío en el ambiente se incrementó considerablemente tras su aparición, tanto que Lazid tuvo que taparse con los brazos.
-No será necesario que abráis la puerta. Nadie entra a palacio. – indicó la mujer, que apenas tendría la mayoría de edad, a los guardias. Éstos le hicieron una reverencia. Ella miró a Lazid y Bio– Os aguardábamos. Soy la gran encantadora Abbey. Entregadme el collar.
-Disculpad mi osadía, mi dama. – respondió Lazid haciendo una reverencia - Tengo estos dos, pero no sé cuál es el auténtico. – mostró uno en cada mano.
Abbey acercó su mano a ambos. Uno de los collares se congeló, sin embargo, el otro se mostró inalterado. Lazid tuvo que quitar el brazo pues comenzaba a convertirse en hielo también. La mujer congelaba todo a cuanto se aproximaba. Desprendía un frío anormal para un mago de su juventud.
-Tanto tiempo buscándote... El fragmento de Kinvar. – dijo tomando y observando el objeto con admiración. – Volved mañana y tendréis vuestro pago. – Concluyó con frialdad, y se disponía a salir por el portal por el que había accedido.
Pese a su juventud, daba la impresión de ser una poderosa adversaria. Sin duda para llegar a gran encantador de Dundarak debía serlo, pues eso era un título vitalicio y que solo ostentaban cuatro brujos, uno por cada elemento.
Por su parte, Bio terminó aceptando la oferta que le había realizado Iñigo, éste tomó el colgante y procedió a subir a la carroza descubierta que le llevaría a palacio. Bio haría unas cuestiones a Lazid. La diminuta criatura rió a carcajada limpia a la pregunta del vampiro sobre si se volvería a intentar entrar al cuerpo de caballero dragón.
-Escúchame, Víctor. – dijo con su voz ronca, acercándose, y todavía riéndose – Después del dinero que voy a ganar esta noche podría hacer que todos esos puñeteros racistas besen mi trasero. – el lagarto no era precisamente Shakespeare expresándose. – Y no, no tengo ni idea de para qué quieren el collar, pero eso no me importa mientras suelten el dinero. – respondió con sinceridad. Se notaba que Lazid confiaba en Bio y le había caído simpático, tal vez el éxito que había tenido hasta el momento ayudase a ello.
Pronto, el propio Iñigo Amminos se acercaría al carruaje y con regocijo entregaría el collar de Bio también a Lazid, aseguró que iría a la cita con los magos al día siguiente pues tenía “asuntos que tratar”. El propio Lazid sabía que Iñigo no mentía ni se perdería el evento de no ser por causas de fuerza mayor.
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Nevaba. Aún así no más de diez minutos les llevaría llegar a palacio pues el barrio noble no era demasiado grande. Allí, ante una carroza, acechaba la bruja Elen, que observaría y escucharía la escena desde una posición alejada como para que no la vieran.
El pequeño lagarto, con aires de grandeza, se dirigiría a los guardias de la puerta y pediría que avisasen a los magos.
-¡Apartaos! ¡Vengo a ver a los magos! ¡Tengo el collar que me pidieron! – gritó el pequeño Lagarto, mostrando el fragmento de Kinvar y su réplica a los guardias de la puerta.
Los hombres parecían sorprendidos y se disponían a abrir las puertas de palacio, sin embargo, no tardaría en suceder. Pues justo al lado de la puerta se abriría un portal blanquecino y de él saldría una jovencísima y bella maga de cabello largo y rojizo. No demasiado alta. Portaba un vestido largo y rojo y una capa que la cubría de cuerpo entero, así como un báculo que desprendía pequeños haces de hielo. El frío en el ambiente se incrementó considerablemente tras su aparición, tanto que Lazid tuvo que taparse con los brazos.
-No será necesario que abráis la puerta. Nadie entra a palacio. – indicó la mujer, que apenas tendría la mayoría de edad, a los guardias. Éstos le hicieron una reverencia. Ella miró a Lazid y Bio– Os aguardábamos. Soy la gran encantadora Abbey. Entregadme el collar.
-Disculpad mi osadía, mi dama. – respondió Lazid haciendo una reverencia - Tengo estos dos, pero no sé cuál es el auténtico. – mostró uno en cada mano.
Abbey acercó su mano a ambos. Uno de los collares se congeló, sin embargo, el otro se mostró inalterado. Lazid tuvo que quitar el brazo pues comenzaba a convertirse en hielo también. La mujer congelaba todo a cuanto se aproximaba. Desprendía un frío anormal para un mago de su juventud.
-Tanto tiempo buscándote... El fragmento de Kinvar. – dijo tomando y observando el objeto con admiración. – Volved mañana y tendréis vuestro pago. – Concluyó con frialdad, y se disponía a salir por el portal por el que había accedido.
Pese a su juventud, daba la impresión de ser una poderosa adversaria. Sin duda para llegar a gran encantador de Dundarak debía serlo, pues eso era un título vitalicio y que solo ostentaban cuatro brujos, uno por cada elemento.
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Bueno, ¿de verdad creíais que no iba a haber lío?
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- Elen, has visto la escena y escuchado la conversación. Debes intervenir antes de que Abbey se vaya. Interactúa con ella como quieras. Elige si hacerlo de manera más pacífica o más agresiva. Recuerda que estarás sola y a las puertas de palacio. Ni Lazid ni sus guardaespaldas ni mucho menos Abbey y los guardias te apoyarán. No deberías subestimar a tu rival pese a ser más joven que tú. No te hará mucha falta convencerla pues ella, al igual que tú, sentirá la presencia de tus fragmentos de Kinvar.
- Bio, actúa en consecuencia de lo que haga Elen, deberás dejar claro en qué bando te posicionas a final de turno.
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Ger
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
A pesar de sus esfuerzos, para cuando la bruja estuvo lo suficientemente cerca de la puerta como para que la viesen, aún no tenía idea de qué decir a los guardias de la entrada, motivo por el cual optó por cambiar de plan sobre la marcha. En vez de proseguir su camino hacia la puerta, la de ojos verdes se posicionó junto a una carroza cercana y decidió mantenerse oculta, esperando tener ocasión de alcanzar y detener a Lazid antes de que este llegase a los magos. El frío nocturno unido a la nieve que comenzaba a caer lentamente sobre Dundarak hicieron que la espera resultase mucho más incómoda de lo previsto, pero en cuanto atisbó un carruaje aproximándose a la entrada supo que había llegado la hora.
Desde donde se encontraba, Elen observó como el lagarto descendía de la carroza dándose aires de grandeza, y llamando la atención de los guardias que custodiaban la entrada, eliminando cualquier posibilidad de interceptarlo antes de que lo dejasen entrar. Tras maldecir interiormente, la atención de la tensai se centró en los collares que sostenía el hombre bestia, un par de piezas delicadamente talladas en piedras blancas, que rodeaban lo que seguramente sería el fragmento de Kinvar, la joya rosada del centro. El problema era que no había solo uno sino dos exactamente iguales, algo con lo que la joven no contaba. ¿Estaría el último fragmento dividido a su vez en dos? No tenía sentido, algo se le estaba escapando.
Un blanquecino portal junto a la entrada se abrió antes de que el lagarto pudiese acceder a palacio, para dar paso a la esbelta figura de una joven, ataviada con un largo vestido rojo, a juego con sus cabellos. A juzgar por el báculo que portaba, y los haces de hielo que se desprendían del mismo, la recién llegada debía ser una hechicera, probablemente una de las que habían contratado al enano para robar el colgante del cuartel de dragones. Todo a su alrededor se enfrió de repente, obligando al hombre bestia a cubrirse con los brazos mientras la mujer comentaba que no sería necesario abrir la puerta, nadie podía entrar a palacio.
Los armados guardianes de la puerta hicieron una reverencia al ver a la maga, que instantes después procedió a presentarse como la gran encantadora Abbey, dato que sorprendió bastante a la de cabellos cenicientos. ¿Cómo podía haber llegado a un cargo de tanta importancia con lo joven que era? Solo podía haber una explicación, la dama debía ser realmente poderosa, tanto como para que a pesar de su corta edad se la considerase digna de ocupar aquel puesto en palacio, que se otorgaba de por vida y solo a cuatro hechiceros, uno por elemento. - No puedo enfrentarme a ella, he de encontrar otra manera. - pensó para sí, mientras Lazid le mostraba ambos colgantes y explicaba que no sabía cuál era de ellos contenía el auténtico fragmento.
¿Alguien había creado una réplica? Aquello empezaba a tener algo de sentido, pues quizá alguien hubiese decidido mantener el verdadero fragmento a salvo con aquel truco, dejando que el falso colgante vagase por ahí en su lugar. Puede que el mismísimo guardián original lo hubiese hecho, pero tras su fatídico encuentro con los caballeros dragones el verdadero pedazo del dolor de Kinvar quedó al descubierto, atrayendo por desgracia la atención de los magos de palacio. Abbey alargó una mano hacia ambas joyas, provocando que una de ellas se congelase por completo, mientras la otra se mantenía inalterable, método que le desveló cuál de los colgantes era el que buscaba.
Una vez identificado el verdadero fragmento, la bruja tomó el collar y se quedó observándolo con fascinación durante unos instantes, tras lo cual indicó tanto al hombre bestia como a sus acompañantes que regresaran al día siguiente, para recibir su merecida recompensa. Elen entonces comenzó a ponerse nerviosa, no podía dejar que la joven regresara al interior del edificio o perdería cualquier opción de hacerse con el colgante, debía actuar de inmediato. Pero ¿cómo iba a hacerse con aquel colgante? Esa era la pregunta del momento. ¿Telequinesis? No, no dominaba lo suficiente aquella habilidad como para arrebatarle el objeto, así que tendría que improvisar algo, y rápido.
- ¡Espera! - exclamó, más por llamar su atención que por sonar brusca. - Ese fragmento pertenece a los dragones, fueron ellos quienes vencieron al guardián de la joya, no podéis arrebatárselo tan cobardemente. - añadió instantes después, tras abandonar el lugar en que se había mantenido oculta hasta entonces. Elen trataba de no sonar agresiva, pero algo le decía que aquella mujer no le entregaría el collar sin más, tarde o temprano se vería envuelta en una nueva pelea, y por desgracia no se encontraba en las mejores condiciones para ello. Su armadura había sufrido daños tras el combate con Ravnik y la posterior lucha con la hechicera de fuego, pero además debía tener en cuenta las molestias de su pierna, si se producía un enfrentamiento estaría en desventaja, así que sería mejor intentar razonar con la gran encantadora.
- Si conocéis el potencial que tiene, como supongo, sabréis de sobra que en malas manos podría causar mucho daño, su lugar no está aquí. - continuó, al tiempo que se acercaba un poco a Abbey. - Entregádmelo, Sammuel estaba dispuesto a hacerlo porque sabe que soy digna de llevármelo, podéis preguntarle a él. - dijo a modo de final, aunque estaba bastante segura de que aquella maga no estaría por la labor de darle la piedra sino todo lo contrario, si llegaba a percibir los otros dos que portaba puede que intentase quitárselos a la fuerza.
Desde donde se encontraba, Elen observó como el lagarto descendía de la carroza dándose aires de grandeza, y llamando la atención de los guardias que custodiaban la entrada, eliminando cualquier posibilidad de interceptarlo antes de que lo dejasen entrar. Tras maldecir interiormente, la atención de la tensai se centró en los collares que sostenía el hombre bestia, un par de piezas delicadamente talladas en piedras blancas, que rodeaban lo que seguramente sería el fragmento de Kinvar, la joya rosada del centro. El problema era que no había solo uno sino dos exactamente iguales, algo con lo que la joven no contaba. ¿Estaría el último fragmento dividido a su vez en dos? No tenía sentido, algo se le estaba escapando.
Un blanquecino portal junto a la entrada se abrió antes de que el lagarto pudiese acceder a palacio, para dar paso a la esbelta figura de una joven, ataviada con un largo vestido rojo, a juego con sus cabellos. A juzgar por el báculo que portaba, y los haces de hielo que se desprendían del mismo, la recién llegada debía ser una hechicera, probablemente una de las que habían contratado al enano para robar el colgante del cuartel de dragones. Todo a su alrededor se enfrió de repente, obligando al hombre bestia a cubrirse con los brazos mientras la mujer comentaba que no sería necesario abrir la puerta, nadie podía entrar a palacio.
Los armados guardianes de la puerta hicieron una reverencia al ver a la maga, que instantes después procedió a presentarse como la gran encantadora Abbey, dato que sorprendió bastante a la de cabellos cenicientos. ¿Cómo podía haber llegado a un cargo de tanta importancia con lo joven que era? Solo podía haber una explicación, la dama debía ser realmente poderosa, tanto como para que a pesar de su corta edad se la considerase digna de ocupar aquel puesto en palacio, que se otorgaba de por vida y solo a cuatro hechiceros, uno por elemento. - No puedo enfrentarme a ella, he de encontrar otra manera. - pensó para sí, mientras Lazid le mostraba ambos colgantes y explicaba que no sabía cuál era de ellos contenía el auténtico fragmento.
¿Alguien había creado una réplica? Aquello empezaba a tener algo de sentido, pues quizá alguien hubiese decidido mantener el verdadero fragmento a salvo con aquel truco, dejando que el falso colgante vagase por ahí en su lugar. Puede que el mismísimo guardián original lo hubiese hecho, pero tras su fatídico encuentro con los caballeros dragones el verdadero pedazo del dolor de Kinvar quedó al descubierto, atrayendo por desgracia la atención de los magos de palacio. Abbey alargó una mano hacia ambas joyas, provocando que una de ellas se congelase por completo, mientras la otra se mantenía inalterable, método que le desveló cuál de los colgantes era el que buscaba.
Una vez identificado el verdadero fragmento, la bruja tomó el collar y se quedó observándolo con fascinación durante unos instantes, tras lo cual indicó tanto al hombre bestia como a sus acompañantes que regresaran al día siguiente, para recibir su merecida recompensa. Elen entonces comenzó a ponerse nerviosa, no podía dejar que la joven regresara al interior del edificio o perdería cualquier opción de hacerse con el colgante, debía actuar de inmediato. Pero ¿cómo iba a hacerse con aquel colgante? Esa era la pregunta del momento. ¿Telequinesis? No, no dominaba lo suficiente aquella habilidad como para arrebatarle el objeto, así que tendría que improvisar algo, y rápido.
- ¡Espera! - exclamó, más por llamar su atención que por sonar brusca. - Ese fragmento pertenece a los dragones, fueron ellos quienes vencieron al guardián de la joya, no podéis arrebatárselo tan cobardemente. - añadió instantes después, tras abandonar el lugar en que se había mantenido oculta hasta entonces. Elen trataba de no sonar agresiva, pero algo le decía que aquella mujer no le entregaría el collar sin más, tarde o temprano se vería envuelta en una nueva pelea, y por desgracia no se encontraba en las mejores condiciones para ello. Su armadura había sufrido daños tras el combate con Ravnik y la posterior lucha con la hechicera de fuego, pero además debía tener en cuenta las molestias de su pierna, si se producía un enfrentamiento estaría en desventaja, así que sería mejor intentar razonar con la gran encantadora.
- Si conocéis el potencial que tiene, como supongo, sabréis de sobra que en malas manos podría causar mucho daño, su lugar no está aquí. - continuó, al tiempo que se acercaba un poco a Abbey. - Entregádmelo, Sammuel estaba dispuesto a hacerlo porque sabe que soy digna de llevármelo, podéis preguntarle a él. - dijo a modo de final, aunque estaba bastante segura de que aquella maga no estaría por la labor de darle la piedra sino todo lo contrario, si llegaba a percibir los otros dos que portaba puede que intentase quitárselos a la fuerza.
Elen Calhoun
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
El lagartijo enano resultó ser más despreciable de lo que yo hubiera podido siquiera imaginar, cada vez me preocupaba más la finalidad que pudieran tener aquellos collares misteriosos, si los magos de un palacio estaban dispuestos a pagar por ellos tanto como aseguraba Lazid, entonces debía ser un objeto mágico poderoso y en consecuencia, peligroso, pensé en arrancárselos de las manos al pequeño y huir corriendo pero eso solo me dejaría como el único culpable, perseguido tanto por los ladrones, como por los caballeros y seguro también por los brujos, por lo que definitivamente era una muy mala idea; la llegada de Iñigo al carruaje hizo que todo me pareciera más difícil aún, por lo que decidí esperar que llegara el momento indicado; según Iñigo habría una especie de condecoración, tal vez ese fuera un buen momento para hacer desaparecer los anhelados collares.
Afortunadamente el ostentoso hombre se excusó por no poder asistir al palacio, cosa que me pareció un poco extraña después de lo animado que se había mostrado antes, algo no pintaba bien en todo este asunto y me comenzaba a generar un mal presentimiento.
Me mantuve en silencio durante el resto del camino que tampoco es que fuera muy largo -Te alcanzo en un momento- Le dije a Lazid mientras comenzaba a tratar de verme más presentable acomodando mi ropa, aunque todo ello era tan solo para hacer tiempo y esperar el momento indicado para hacer algo o continuar con el juego.
Creí que sería otro de esos aburridos eventos protocolares al ver a Lazid anunciarse y fanfarronear, pero inesperadamente una especie de portal se abrió de la nada, dejando salir de él a una hermosa joven; sin poder evitarlo bajé del carruaje y me acerqué lentamente hacia la escena aunque no demasiado, sin embargo la joven logró verme aunque no lo tomó como una amenaza, o tal vez estaba muy segura de sus capacidades.
No tardó en descubrir cuál era el verdadero collar, aunque a estas alturas ya no sabía si era el que yo había traído o el que había sacado Lazid de quien sabe dónde, fuera como fuera, la joven se disponía a retirarse por el portal que aún se mantenía, cuando fue interrumpida por una voz conocida -¿De nuevo Elen?- Pensé extrañado en lo que podría estar buscando; aunque lo evidente era que nada le importaba más que eso, el collar -¿Qué tienen todos con ese collar?- Pensé intrigado pero me quedé firme en mi lugar sin querer acercarme mucho más.
Presté atención a las palabras de Elen quien parecía no tener mucho tacto -Cobardemente- Repetí en mi mente mientras estrellaba una mano contra mi frente -No la enojes, no la enojes- Pensé nuevamente sin apartar la vista de las dos brujas; si bien es cierto que había visto desplegados los poderes de la peliblanca, esta jovencita me hacía sentir pavor -Si puede causar mucho daño tal vez deba ser destruido- Pensé mientras comenzaba a preocuparme el fulano collar -¿Desde cuándo los brujos son tan importantes en una ciudad de dragones?- Pregunté al lagarto acercándome a él desde atrás hasta detenerme a su lado -¿Crees que puedas confiar en ella? Nada la obliga a pagarte- Dije en tono amistoso con la idea de sembrar cizaña, sin embargo, también me dirigí a Elen -Ya antes me apoyaste una vez, puedes esperar lo mismo de mí... No sé para qué quieres esa cosa, pero confío más en ti que en estos brujos...- Dije aunque en su caso, usaría magia para hacer que mis voz se escuchara como un leve susurro en su oído izquierdo aunque mis labios no se estaban moviendo [1], de este modo podría hacer creer a Lazid que estaba con él, puede que eso me permitiera obtener más información, pero en el momento decisivo, si era necesario mi lealtad estaría del lado de la bruja de los relámpagos...
Afortunadamente el ostentoso hombre se excusó por no poder asistir al palacio, cosa que me pareció un poco extraña después de lo animado que se había mostrado antes, algo no pintaba bien en todo este asunto y me comenzaba a generar un mal presentimiento.
Me mantuve en silencio durante el resto del camino que tampoco es que fuera muy largo -Te alcanzo en un momento- Le dije a Lazid mientras comenzaba a tratar de verme más presentable acomodando mi ropa, aunque todo ello era tan solo para hacer tiempo y esperar el momento indicado para hacer algo o continuar con el juego.
Creí que sería otro de esos aburridos eventos protocolares al ver a Lazid anunciarse y fanfarronear, pero inesperadamente una especie de portal se abrió de la nada, dejando salir de él a una hermosa joven; sin poder evitarlo bajé del carruaje y me acerqué lentamente hacia la escena aunque no demasiado, sin embargo la joven logró verme aunque no lo tomó como una amenaza, o tal vez estaba muy segura de sus capacidades.
No tardó en descubrir cuál era el verdadero collar, aunque a estas alturas ya no sabía si era el que yo había traído o el que había sacado Lazid de quien sabe dónde, fuera como fuera, la joven se disponía a retirarse por el portal que aún se mantenía, cuando fue interrumpida por una voz conocida -¿De nuevo Elen?- Pensé extrañado en lo que podría estar buscando; aunque lo evidente era que nada le importaba más que eso, el collar -¿Qué tienen todos con ese collar?- Pensé intrigado pero me quedé firme en mi lugar sin querer acercarme mucho más.
Presté atención a las palabras de Elen quien parecía no tener mucho tacto -Cobardemente- Repetí en mi mente mientras estrellaba una mano contra mi frente -No la enojes, no la enojes- Pensé nuevamente sin apartar la vista de las dos brujas; si bien es cierto que había visto desplegados los poderes de la peliblanca, esta jovencita me hacía sentir pavor -Si puede causar mucho daño tal vez deba ser destruido- Pensé mientras comenzaba a preocuparme el fulano collar -¿Desde cuándo los brujos son tan importantes en una ciudad de dragones?- Pregunté al lagarto acercándome a él desde atrás hasta detenerme a su lado -¿Crees que puedas confiar en ella? Nada la obliga a pagarte- Dije en tono amistoso con la idea de sembrar cizaña, sin embargo, también me dirigí a Elen -Ya antes me apoyaste una vez, puedes esperar lo mismo de mí... No sé para qué quieres esa cosa, pero confío más en ti que en estos brujos...- Dije aunque en su caso, usaría magia para hacer que mis voz se escuchara como un leve susurro en su oído izquierdo aunque mis labios no se estaban moviendo [1], de este modo podría hacer creer a Lazid que estaba con él, puede que eso me permitiera obtener más información, pero en el momento decisivo, si era necesario mi lealtad estaría del lado de la bruja de los relámpagos...
Offrol [1] Habilidad de nivel 6: El que acecha en el umbral
Bio
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
La intervención de Elen llamó la atención de la hechicera pelirroja, que se giró y la miró desafiante. “Cobardemente”. Aquella palabra hizo reír a Abbey, sin duda no se la había tomado a bien.
-¿Quién creéis ser para dirigiros a mí insinuando que soy una cobarde? – respondió la joven maga de hielo señalándose, ofendida, y con aires de superioridad. Le explicaría a Elen la realidad de todo lo que había sucedido. – Cualquier gran encantador podría haber robado la piedra, pero no queríamos iniciar hostilidades con un gremio tan importante como los caballeros dragón. – se explicó. – Por eso, hace semanas contratamos a unos ladrones y entregamos una réplica para que la colocaran en el lugar, pero o bien se quedaron con el auténtico y lo sacaron de la ciudad o bien lo dejaron en el sitio. Luego contratamos a la lagartija y a su banda. – dijo despreciativamente en alusión a Lazid, y a continuación observó el collar con la piedra rosa, con admiración. – El destino ha querido que ambos collares vengan a mí.
Con su explicación, todo el misterio estaba claro. Unos primeros ladrones, a encargo de los magos, habían robado el colgante entrando por el ventanuco, colocando la réplica y tomado el collar auténtico. Éstos serían los que luego se toparían con Bio y éste les arrebataría el collar. Lazid y Ricard robaron, mediante las cenizas de sangre, el collar falso, pero esto era algo que ignoraban los magos de palacio, que también encargaron el segundo robo. Por eso había distintas pisadas en puerta y ventanas. El collar auténtico era el de Bio. El destino, a quien verdaderamente quería sonreír, era a Elen y no a Abbey, algo que su egocentrismo no le permitiría ver.
En cuanto Elen se aproximó a ésta, la mirada de Abbey cambió, pues comenzó a notar la presencia de los otros dos fragmentos de Kinvar. Rápidamente, mientras la escuchaba, recorrió el cuerpo de la joven, contemplando dónde podía esconderlos.
-Sammuel no es más que un plebeyo necio. No sé que ve en vos pues no demostráis saber nada del collar. – le advirtió, interponiendo su báculo entre ambas brujas, en posición amenazante. Elen comenzaría a sentir el frío congelador sobre su rostro indicándole lo peligroso que era el arma. Comenzaría a girar en círculos alrededor de Elen, sin quitarle un ojo de encima, observando su cuerpo y los posibles lugares en los que llevaría los fragmentos. – Si tuvieseis sabiduría, sabríais que de poco nos servirán a ninguna los fragmentos de Kinvar sin la pócima de las estrellas.. - Hizo una pausa para comenzar a recitar - La estrella y la luna. Constituyen el cosmos. Cierran el círculo. Entre ellas, únicamente hay oscuridad. – recitó con entonación, sin dejar de caminar en círculos sobre Elen - ¿La oscuridad? Los fragmentos. Portadores del mal y del dolor. – preguntó sonriente. Abbey había leído mucha literatura acerca de los fragmentos de Kinvar - ¿La luna? Cerca de tú hogar, de nuestro hogar. Allí tendrá lugar la conjunción. – dijo en una clara referencia a un lugar en las islas illidenses. Pues Abbey podía sentir el flujo de maná en Elen. Algo únicamente al alcance de los brujos. – Mas a ninguna parte iremos sin las estrellas. – y sonrió, sabiendo que de poco le serviría a Elen reunir los fragmentos e ir al lugar indicado si no contaba con el último de los ingredientes. Sin embargo, esta información sí que podría resultar útil a la bruja.
Sin embargo, la joven bruja glaciar había ignorado la presencia del vampiro Bio. Que dialogaba a su vez con Lazid. El lagarto confiaba plenamente en Víctor y parecía a disgusto con el calificativo que la gran encantadora le había dedicado. Bio, encima, ayudaba a que se posicionara en contra de ella.
-Es una zorra desagradecida. Yo quería mi medalla y mi dinero. – dijo en alusión a Abbey, que no le prestaba atención. – Y además una racista. Sabía que no se podían hacer tratos con esa hija de puta. – respondió el deslenguado. – Mis guardaespaldas y yo atacaremos a los guardias. Tú quítale el bastón ese o destrozará a la canosa.
Tras las últimas palabras entre Elen y ella. La bella bruja de hielo volvería a dirigirse a la de cabellos cenicientos.
-No sois digna de ser la portadora de los fragmentos. El destino los ha traído a palacio. – se detuvo y acercaría su mano, fría como el hielo, a la bruja. Le sonrió. – Sé que portáis los otros dos. No os conozco y no quiero haceros daño. – Aquello, era una clara amenaza. – Entregádmelos y os dejaré ir en paz.
El tiempo se cerró y se comenzó a generar una fuerte ventisca acompañada de una tupida nevada que dificultaba la visión y congelaba a cualquiera. Demasiada coincidencia como para pensar que era obra de la fortuna y no de la bruja.
-¿Quién creéis ser para dirigiros a mí insinuando que soy una cobarde? – respondió la joven maga de hielo señalándose, ofendida, y con aires de superioridad. Le explicaría a Elen la realidad de todo lo que había sucedido. – Cualquier gran encantador podría haber robado la piedra, pero no queríamos iniciar hostilidades con un gremio tan importante como los caballeros dragón. – se explicó. – Por eso, hace semanas contratamos a unos ladrones y entregamos una réplica para que la colocaran en el lugar, pero o bien se quedaron con el auténtico y lo sacaron de la ciudad o bien lo dejaron en el sitio. Luego contratamos a la lagartija y a su banda. – dijo despreciativamente en alusión a Lazid, y a continuación observó el collar con la piedra rosa, con admiración. – El destino ha querido que ambos collares vengan a mí.
Con su explicación, todo el misterio estaba claro. Unos primeros ladrones, a encargo de los magos, habían robado el colgante entrando por el ventanuco, colocando la réplica y tomado el collar auténtico. Éstos serían los que luego se toparían con Bio y éste les arrebataría el collar. Lazid y Ricard robaron, mediante las cenizas de sangre, el collar falso, pero esto era algo que ignoraban los magos de palacio, que también encargaron el segundo robo. Por eso había distintas pisadas en puerta y ventanas. El collar auténtico era el de Bio. El destino, a quien verdaderamente quería sonreír, era a Elen y no a Abbey, algo que su egocentrismo no le permitiría ver.
En cuanto Elen se aproximó a ésta, la mirada de Abbey cambió, pues comenzó a notar la presencia de los otros dos fragmentos de Kinvar. Rápidamente, mientras la escuchaba, recorrió el cuerpo de la joven, contemplando dónde podía esconderlos.
-Sammuel no es más que un plebeyo necio. No sé que ve en vos pues no demostráis saber nada del collar. – le advirtió, interponiendo su báculo entre ambas brujas, en posición amenazante. Elen comenzaría a sentir el frío congelador sobre su rostro indicándole lo peligroso que era el arma. Comenzaría a girar en círculos alrededor de Elen, sin quitarle un ojo de encima, observando su cuerpo y los posibles lugares en los que llevaría los fragmentos. – Si tuvieseis sabiduría, sabríais que de poco nos servirán a ninguna los fragmentos de Kinvar sin la pócima de las estrellas.. - Hizo una pausa para comenzar a recitar - La estrella y la luna. Constituyen el cosmos. Cierran el círculo. Entre ellas, únicamente hay oscuridad. – recitó con entonación, sin dejar de caminar en círculos sobre Elen - ¿La oscuridad? Los fragmentos. Portadores del mal y del dolor. – preguntó sonriente. Abbey había leído mucha literatura acerca de los fragmentos de Kinvar - ¿La luna? Cerca de tú hogar, de nuestro hogar. Allí tendrá lugar la conjunción. – dijo en una clara referencia a un lugar en las islas illidenses. Pues Abbey podía sentir el flujo de maná en Elen. Algo únicamente al alcance de los brujos. – Mas a ninguna parte iremos sin las estrellas. – y sonrió, sabiendo que de poco le serviría a Elen reunir los fragmentos e ir al lugar indicado si no contaba con el último de los ingredientes. Sin embargo, esta información sí que podría resultar útil a la bruja.
Sin embargo, la joven bruja glaciar había ignorado la presencia del vampiro Bio. Que dialogaba a su vez con Lazid. El lagarto confiaba plenamente en Víctor y parecía a disgusto con el calificativo que la gran encantadora le había dedicado. Bio, encima, ayudaba a que se posicionara en contra de ella.
-Es una zorra desagradecida. Yo quería mi medalla y mi dinero. – dijo en alusión a Abbey, que no le prestaba atención. – Y además una racista. Sabía que no se podían hacer tratos con esa hija de puta. – respondió el deslenguado. – Mis guardaespaldas y yo atacaremos a los guardias. Tú quítale el bastón ese o destrozará a la canosa.
Tras las últimas palabras entre Elen y ella. La bella bruja de hielo volvería a dirigirse a la de cabellos cenicientos.
-No sois digna de ser la portadora de los fragmentos. El destino los ha traído a palacio. – se detuvo y acercaría su mano, fría como el hielo, a la bruja. Le sonrió. – Sé que portáis los otros dos. No os conozco y no quiero haceros daño. – Aquello, era una clara amenaza. – Entregádmelos y os dejaré ir en paz.
El tiempo se cerró y se comenzó a generar una fuerte ventisca acompañada de una tupida nevada que dificultaba la visión y congelaba a cualquiera. Demasiada coincidencia como para pensar que era obra de la fortuna y no de la bruja.
* * * *
- Elen, quédate con la información que te ha dado pues te podrá resultar muy importante. Sin embargo, la gran encantadora Abbey no te dará su fragmento e intentará arrebatarte los tuyos, así que ha llegado el momento de pasar a la acción. Tienes el primer golpe, atácala y lanza una runa. Éstas decidirán tu victoria o derrota. Esta batalla es muy importante pues determinará quién se queda con las runas y como se desarrolla la parte definitiva de la quest
- Bio, has podido escuchar la conversación. ¿Han dicho algo de pócima de las estrellas? ¿No será eso que llevas en el bolso? Guárdala bien pues será “el comodín del público” de Elen en caso de que pierda los fragmentos. En principio te ignorará, podrías intentar seguir el consejo de Lazid y quitarle lo que le da poder, o atacarla directamente por sorpresa, aunque tendrán que ser ataques rápidos o te congelará. Hagas lo que hagas, deberás lanzar también una runa.
Al menos, Lazid y sus guardaespaldas os ayudarán.
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Las palabras de la hechicera no fueron bien recibidas por Abbey, que de inmediato se dio la vuelta para obsequiarle una mirada desafiante y reír falsamente ante lo que decía, luego respondió ofendida y mirándola por encima del hombro, como si se tratase de alguien inferior a ella. Sin perder ni un instante, la pelirroja se aseguró de dejar claro que tanto ella como cualquier otro de los grandes encantadores podría haber robado la piedra fácilmente, pero que dada la importancia de la orden de caballeros dragones dentro de Dundarak, habían preferido no actuar de forma directa sino a través de los ladrones.
Después de revelar aquello la joven continuó hablando, ésta vez para explicar la existencia de los dos colgantes idénticos, de los cuales el que había quedado congelado ante sus poderes era una réplica, elaborada por los mismísimos magos de palacio para dar el cambiazo y hacerse con el auténtico, de modo que ni Sammuel ni ningún otro dragón echase en falta la joya. Sin embargo, los individuos del primer contrato no regresaron como se había pactado, así que se vieron obligados a buscar un segundo ladrón, lo suficientemente hábil como para terminar la tarea que había quedado a medias.
Justo ahí era donde entraban Lazid y sus acompañantes, pero el hombre bestia había cometido un grave error al entregar el objeto antes de que la pelirroja le pagase por su servicio, y probablemente no llegaría a ver ni un aero por aquel trabajo. Por el modo en que Abbey se refería al lagarto quedó claro que necesitaba una lección de modales urgente, ni siquiera era capaz de dirigirse con un mínimo de respeto al ser que acababa de traerle lo que tanto había buscado, y por supuesto eso al enano no le sentó nada bien, pero prefirió no interrumpir de momento.
Algo en la mirada de la gran encantadora cambió repentinamente en cuanto ambas hechiceras estuvieron un poco más cerca una de la otra, ya no se la veía con actitud tan engreída sino más bien curiosa, al tiempo que sus ojos recorrían el cuerpo de la tensai de aire, detalle que la preocupó enseguida. - ¿Podrá percibirlos como yo el suyo? - se preguntó interiormente la benjamina de los Calhoun, lamentándose por no haber dejado a buen resguardo los dos fragmentos del dolor de Kinvar que llevaba consigo, bajo la custodia de Sammuel. Entonces, Abbey interpuso su bastón entre ambas de forma amenazante, consiguiendo que la de ojos verdes notase el intenso frío de su elemento en el rostro.
- Lo sabe. - pensó mientras retrocedía un par de pasos para apartarse de aquel arma, que desde aquel mismo momento se convirtió en su principal objetivo. ¿Qué sería de la poderosa maga sin su bastón? Probablemente resultase mucho más sencillo neutralizarla una vez desarmada, así que intentaría arrebatarle la vara, o al menos alejarla de ella tanto como le fuese posible. La pelirroja comenzó a caminar en círculos alrededor de Elen, sin dejar de escrutar sus ropajes en busca del lugar en que podía estar escondiendo el corazón de Ravnik y el anillo, pero la de cabellos cenicientos no iba a ponérselo fácil, con lo que se movió en la misma dirección que su interlocutora, de modo que ésta solo pudiese verla de frente.
A juzgar por lo que decía, reunir los tres fragmentos no sería suficiente para completar el ritual que la ayudaría a combatir su maldición, pues para cerrar el círculo se necesitaban la luna y las estrellas, que contendrían el mal de las joyas. El primer elemento tenía que ver con las islas, hogar de ambas, así que probablemente se refiriese a alguna zona en concreto, como la cala de la luna o la isla lunar, pero del segundo comentó muy poco, dejando a la tensai con la intriga de saber a qué se refería. - Tarivius no mencionó nada al respecto, ¿por qué? - se preguntó mentalmente, trayendo de nuevo a su memoria las últimas palabras del anciano, tenía menos tiempo del que imaginaba.
Concentrada como estaba en no dar la espalda a la gran encantadora, Elen no se percató de la presencia del vampiro hasta que intervino para dirigirse a Lazid, preguntándole si de verdad podía confiar en que aquella mujer le pagase. Sorprendida y algo confusa, la alquimista desvió su mirada hacia Bio, justo a tiempo de ver cómo sin llegar a mover los labios, el de cabellos negros le susurraba al oído que estaba dispuesto a apoyarla. Sin duda era algo de agradecer, pero ¿qué hacía allí? Aún no se explicaba el motivo que podía haberlo llevado a una región tan inhóspita, pero quizá cuando todo hubiese acabado podría preguntarle, primero debía hacerse con el colgante, enfrentándose a Abbey.
Ofendido por el trato recibido, Lazid optó también por ponerse en contra de la pelirroja, indicando al vampiro que él y sus guardaespaldas se ocuparían de los guardias de la entrada, tras lo cual le aconsejó que se encargase de desarmarla antes de que destrozase a la recién llegada. La joven maga volvió a tomar la palabra para exigir que se le entregasen los otros dos fragmentos, mientras alargaba una mano hacia Elen, que en respuesta le dedicó una mirada tan fría como el elemento que rodeaba su bastón. - No pienso darte nada. - espetó, permitiendo que la electricidad le envolviese ambos brazos de forma visible.
Entonces una repentina ventisca se desató sobre el barrio noble de Dundarak, calando hasta los huesos a quien fuese poco abrigado y dificultando la visión de cuantos se encontraban en los alrededores, pero nada conseguiría que la hechicera se rindiese, no cuando estaba tan cerca de conseguir la última pieza. - Los dragones ya saben que estáis detrás del robo… y apuesto a que no tardarán mucho en presentarse aquí para ajustar cuentas con vosotros, pero me ganaré el fragmento antes de que lleguen. - añadió con tono cortante, mientras los guardias de la entrada comenzaban a reaccionar y veían su paso cortado por el hombre bestia enano y sus hombres.
El bastón de hielo era su objetivo principal, pero para conseguir apartarlo de su dueña primero tendría que aturdirla o hacerla salir despedida por los aires, así que preparó su ataque, aprovechando para ser la que golpease primero. Elen concentró la energía en ambas manos y con suma rapidez creó una esfera del eléctrico elemento, para luego dispararla a modo de proyectil contra aquella arrogante maga.
Después de revelar aquello la joven continuó hablando, ésta vez para explicar la existencia de los dos colgantes idénticos, de los cuales el que había quedado congelado ante sus poderes era una réplica, elaborada por los mismísimos magos de palacio para dar el cambiazo y hacerse con el auténtico, de modo que ni Sammuel ni ningún otro dragón echase en falta la joya. Sin embargo, los individuos del primer contrato no regresaron como se había pactado, así que se vieron obligados a buscar un segundo ladrón, lo suficientemente hábil como para terminar la tarea que había quedado a medias.
Justo ahí era donde entraban Lazid y sus acompañantes, pero el hombre bestia había cometido un grave error al entregar el objeto antes de que la pelirroja le pagase por su servicio, y probablemente no llegaría a ver ni un aero por aquel trabajo. Por el modo en que Abbey se refería al lagarto quedó claro que necesitaba una lección de modales urgente, ni siquiera era capaz de dirigirse con un mínimo de respeto al ser que acababa de traerle lo que tanto había buscado, y por supuesto eso al enano no le sentó nada bien, pero prefirió no interrumpir de momento.
Algo en la mirada de la gran encantadora cambió repentinamente en cuanto ambas hechiceras estuvieron un poco más cerca una de la otra, ya no se la veía con actitud tan engreída sino más bien curiosa, al tiempo que sus ojos recorrían el cuerpo de la tensai de aire, detalle que la preocupó enseguida. - ¿Podrá percibirlos como yo el suyo? - se preguntó interiormente la benjamina de los Calhoun, lamentándose por no haber dejado a buen resguardo los dos fragmentos del dolor de Kinvar que llevaba consigo, bajo la custodia de Sammuel. Entonces, Abbey interpuso su bastón entre ambas de forma amenazante, consiguiendo que la de ojos verdes notase el intenso frío de su elemento en el rostro.
- Lo sabe. - pensó mientras retrocedía un par de pasos para apartarse de aquel arma, que desde aquel mismo momento se convirtió en su principal objetivo. ¿Qué sería de la poderosa maga sin su bastón? Probablemente resultase mucho más sencillo neutralizarla una vez desarmada, así que intentaría arrebatarle la vara, o al menos alejarla de ella tanto como le fuese posible. La pelirroja comenzó a caminar en círculos alrededor de Elen, sin dejar de escrutar sus ropajes en busca del lugar en que podía estar escondiendo el corazón de Ravnik y el anillo, pero la de cabellos cenicientos no iba a ponérselo fácil, con lo que se movió en la misma dirección que su interlocutora, de modo que ésta solo pudiese verla de frente.
A juzgar por lo que decía, reunir los tres fragmentos no sería suficiente para completar el ritual que la ayudaría a combatir su maldición, pues para cerrar el círculo se necesitaban la luna y las estrellas, que contendrían el mal de las joyas. El primer elemento tenía que ver con las islas, hogar de ambas, así que probablemente se refiriese a alguna zona en concreto, como la cala de la luna o la isla lunar, pero del segundo comentó muy poco, dejando a la tensai con la intriga de saber a qué se refería. - Tarivius no mencionó nada al respecto, ¿por qué? - se preguntó mentalmente, trayendo de nuevo a su memoria las últimas palabras del anciano, tenía menos tiempo del que imaginaba.
Concentrada como estaba en no dar la espalda a la gran encantadora, Elen no se percató de la presencia del vampiro hasta que intervino para dirigirse a Lazid, preguntándole si de verdad podía confiar en que aquella mujer le pagase. Sorprendida y algo confusa, la alquimista desvió su mirada hacia Bio, justo a tiempo de ver cómo sin llegar a mover los labios, el de cabellos negros le susurraba al oído que estaba dispuesto a apoyarla. Sin duda era algo de agradecer, pero ¿qué hacía allí? Aún no se explicaba el motivo que podía haberlo llevado a una región tan inhóspita, pero quizá cuando todo hubiese acabado podría preguntarle, primero debía hacerse con el colgante, enfrentándose a Abbey.
Ofendido por el trato recibido, Lazid optó también por ponerse en contra de la pelirroja, indicando al vampiro que él y sus guardaespaldas se ocuparían de los guardias de la entrada, tras lo cual le aconsejó que se encargase de desarmarla antes de que destrozase a la recién llegada. La joven maga volvió a tomar la palabra para exigir que se le entregasen los otros dos fragmentos, mientras alargaba una mano hacia Elen, que en respuesta le dedicó una mirada tan fría como el elemento que rodeaba su bastón. - No pienso darte nada. - espetó, permitiendo que la electricidad le envolviese ambos brazos de forma visible.
Entonces una repentina ventisca se desató sobre el barrio noble de Dundarak, calando hasta los huesos a quien fuese poco abrigado y dificultando la visión de cuantos se encontraban en los alrededores, pero nada conseguiría que la hechicera se rindiese, no cuando estaba tan cerca de conseguir la última pieza. - Los dragones ya saben que estáis detrás del robo… y apuesto a que no tardarán mucho en presentarse aquí para ajustar cuentas con vosotros, pero me ganaré el fragmento antes de que lleguen. - añadió con tono cortante, mientras los guardias de la entrada comenzaban a reaccionar y veían su paso cortado por el hombre bestia enano y sus hombres.
El bastón de hielo era su objetivo principal, pero para conseguir apartarlo de su dueña primero tendría que aturdirla o hacerla salir despedida por los aires, así que preparó su ataque, aprovechando para ser la que golpease primero. Elen concentró la energía en ambas manos y con suma rapidez creó una esfera del eléctrico elemento, para luego dispararla a modo de proyectil contra aquella arrogante maga.
Elen Calhoun
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
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Tyr
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
Tal como imaginaba, a la maga no le cayó nada bien que la llamaran cobarde y se regresó para refutar a la bruja peliblanca que ciertamente parecía no conocer del todo aquello que estaba buscando, me intrigaba saber por qué tanto interés en el fulano collar; mientras la pelirroja revelaba la historia de los ladrones, yo recordaba mi encuentro con aquellos bandidos en tierras de lobos donde por mera casualidad me había quedado con aquel curioso collar, pensar que yo lo tenía conmigo antes cuando me crucé con Elen, y que un poco más de comunicación le habría permitido quedarse con la joya sin tanto problema, me hizo dejar escapar una sonrisa de resignación.
Aquella poderosa maga no parecía tener respeto alguno por los demás, ni siquiera por los de su propia raza -La arrogancia merma la sabiduría- Pensé recordando un consejo que había escuchado tiempo atrás de parte de un anciano; aunque reaccioné abriendo los ojos como platos al escuchar aquel nombre “Pócima de las estrellas”; bajé la vista hasta el pequeño y brillante frasco que traía bajo la manta, le di un par de vueltas a la tela para esconderlo mejor al tiempo que usaba la misma tela sobrante para atarlo a mi pantalón a modo de conseguir más movilidad en mis manos, pero también para asegurarme de que no fuera a soltarlo por error.
Al mismo tiempo escuché la reacción de Lazid ante mis tentadoras palabras, aunque realmente era poco lo que había hecho falta para hacerlo enojar, pues ya la misma maga se había encargado de alterarlo con su trato -Bastón, entendido- Dije al pequeño lagarto y mientras él y sus hombres se dirigían a enfrentar a los guardias, yo esperaría el momento indicado; la incauta mujer parecía estar demasiado ocupada con Elen como para prestarme atención y justo ese sería mi elemento sorpresa; sin embargo, al enfocarlas con la vista ya estaban bastante cerca -Es por eso que los brujos viven menos tiempo que los vampiros- Pensé para mí mismo al notar que la peliblanca no se lo pensaba dos veces antes de lanzarse de frente al peligro; aunque a la vez pensaba que, mucho debía necesitar aquel collar como para estar dispuesta a obtenerlo por cualquier medio.
Justo cuando me preparaba para atacar una tempestuosa ola de frío se adueñó del lugar; me abracé a mí mismo ante el repentino frío pero no había tiempo para debilidades, la batalla estaba por comenzar y el consejo de Lazid no parecía descabellado, una densa niebla cubría el lugar menguando la visibilidad, así que me concentré para utilizar al máximo posible mi sentido del oído, [1] Me acerqué procurando no hacer ruido y aprovechando que la arrogante mujer seguro pensaría que solo la peliblanca era rival para ella, escuchar sus pisadas me daba una idea de dónde estaba, aunque a tal distancia me resultaba difícil verla, la ventaja era que la cortina de niebla debía funcionar igual en ambos sentidos; el inconfundible sonido de la electricidad rodeando los brazos de la bruja sirvió de señal para el inicio del ataque, una esfera rodeada de destellos salió disparada en dirección a la joven que seguro tendría planeado algo, así que lo mejor sería ir por lo seguro -aculĕus- [2] Dije rápidamente en dirección a la maga del palacio, independientemente de mi visibilidad, el sonido de mi voz cargada de magia llegaría hasta ella procurando causar una ligera punzada mental que tal vez lograría debilitarla lo suficiente como para impedirle defenderse o retrasar su reacción al ataque.
Fuera cual fuera el resultado de aquel ataque, si quedaba en pie seguro estaría súper molesta, así que partí en una vertiginosa carrera hacia el lugar a donde había sido disparada la esfera relampagueante para tratar de tomar el bastón y salir con él tan rápido como me fuera posible; confiaba en mi velocidad pero definitivamente necesitaría algo de suerte para salir ileso.
Aquella poderosa maga no parecía tener respeto alguno por los demás, ni siquiera por los de su propia raza -La arrogancia merma la sabiduría- Pensé recordando un consejo que había escuchado tiempo atrás de parte de un anciano; aunque reaccioné abriendo los ojos como platos al escuchar aquel nombre “Pócima de las estrellas”; bajé la vista hasta el pequeño y brillante frasco que traía bajo la manta, le di un par de vueltas a la tela para esconderlo mejor al tiempo que usaba la misma tela sobrante para atarlo a mi pantalón a modo de conseguir más movilidad en mis manos, pero también para asegurarme de que no fuera a soltarlo por error.
Al mismo tiempo escuché la reacción de Lazid ante mis tentadoras palabras, aunque realmente era poco lo que había hecho falta para hacerlo enojar, pues ya la misma maga se había encargado de alterarlo con su trato -Bastón, entendido- Dije al pequeño lagarto y mientras él y sus hombres se dirigían a enfrentar a los guardias, yo esperaría el momento indicado; la incauta mujer parecía estar demasiado ocupada con Elen como para prestarme atención y justo ese sería mi elemento sorpresa; sin embargo, al enfocarlas con la vista ya estaban bastante cerca -Es por eso que los brujos viven menos tiempo que los vampiros- Pensé para mí mismo al notar que la peliblanca no se lo pensaba dos veces antes de lanzarse de frente al peligro; aunque a la vez pensaba que, mucho debía necesitar aquel collar como para estar dispuesta a obtenerlo por cualquier medio.
Justo cuando me preparaba para atacar una tempestuosa ola de frío se adueñó del lugar; me abracé a mí mismo ante el repentino frío pero no había tiempo para debilidades, la batalla estaba por comenzar y el consejo de Lazid no parecía descabellado, una densa niebla cubría el lugar menguando la visibilidad, así que me concentré para utilizar al máximo posible mi sentido del oído, [1] Me acerqué procurando no hacer ruido y aprovechando que la arrogante mujer seguro pensaría que solo la peliblanca era rival para ella, escuchar sus pisadas me daba una idea de dónde estaba, aunque a tal distancia me resultaba difícil verla, la ventaja era que la cortina de niebla debía funcionar igual en ambos sentidos; el inconfundible sonido de la electricidad rodeando los brazos de la bruja sirvió de señal para el inicio del ataque, una esfera rodeada de destellos salió disparada en dirección a la joven que seguro tendría planeado algo, así que lo mejor sería ir por lo seguro -aculĕus- [2] Dije rápidamente en dirección a la maga del palacio, independientemente de mi visibilidad, el sonido de mi voz cargada de magia llegaría hasta ella procurando causar una ligera punzada mental que tal vez lograría debilitarla lo suficiente como para impedirle defenderse o retrasar su reacción al ataque.
Fuera cual fuera el resultado de aquel ataque, si quedaba en pie seguro estaría súper molesta, así que partí en una vertiginosa carrera hacia el lugar a donde había sido disparada la esfera relampagueante para tratar de tomar el bastón y salir con él tan rápido como me fuera posible; confiaba en mi velocidad pero definitivamente necesitaría algo de suerte para salir ileso.
Offrol [1] Habilidad de nivel 1: Morador de las tinieblas
Offrol [2] Habilidad de nivel 0: El que susurra en la oscuridad
Bio
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
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Tyr
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Re: Cenizas de sangre [Quest] [Cerrado]
La hechicera no esperaba que Elen hubiese avisado a los caballeros dragón y levantó las cejas con cierta sorpresa, momento que la de cabellos cenicientos inteligentemente aprovechó para propinarle un fuerte ataque que la pillaría desprevenida. El impacto del proyectil eléctrico de la bruja alcanzó de pleno el cuerpo de la gran encantadora, que retrocedió instintivamente fruto de la corriente eléctrica e incluso hincó una rodilla sobre el suelo. El ataque sin duda la había debilitado algo. Y apoyándose sobre su bastón se reincorporó para volver a mirarla desafiante.
En ese momento, por el rabillo del ojo observó como el vampiro Bio salía de la nada para tratar de arrebatarle el bastón. Pero la maga lo sujetó con fuerza, se liberó y le propinó un golpetazo en la espalda de la que pasaba. La chaqueta de Bio había quedado helada por la parte trasera. Al vampiro no le había pasado nada, por fortuna.
-Buen intento… - rió Abbey. Observando como la chaqueta del vampiro había quedado totalmente blanca y congelada por el contacto con el bastón. Al lado de donde había ido a parar Bio se encontraba Lazid, entre él y el resto de mercenarios habían despachado a los guardias de palacio.
Mientras tanto, tal y como había advertido Elen, aparecería con Sammuel, acompañado de Christine y otro caballero dragón. Llevar allí al caballero, que podría parecer una ayuda, había sido cuanto menos, un gravísimo error. El veterano dragón sería el primero en dirigirse a la gran encantadora.
-¡Abigail! Detened esto, por favor. – suplicó Sammuel dirigiéndose a Abbey, levantando la mano en señal de concordia. La bruja lo miró, pero su orgullo estaba dañado después de que Elen le propinara un golpe. Gracias a lo que le había contado Elen, era conocedora de la amistad entre el brujo y la tensái de viento, y sin duda aprovecharía esta circunstancia.
-Caballeros dragón. Conocéis vuestro juramento. – dijo mirándole, con una sonrisa. – Debéis lealtad al monarca y a sus consejeros. – sonrió, con malicia. – Como gran encantadora, exijo que encarceléis a esa dichosa bruja y a su grupo de mercenarios.
El rostro de Sammuel mostró preocupación. Se había quedado blanco. El cuerpo de caballeros dragón sirvió durante siglos al palacio de Dundarak. Abigail lo sabía, y había aprovechado la presencia del veterano caballero para poner a Sammuel contra la espada y la pared. El caballero, como líder del cuerpo, debería elegir entre romper su relación con Elen o romper con su deber. Una táctica cobarde por parte de Abbey. Quedó pensativo, sin respuesta. Ella sonrió.
-Sabes cuál es el castigo por desatender la llamada del rey. – le apresuró desafiante. Pero Sammuel no respondió. – ¿Tantos años sirviendo fielmente para terminar ahorcado al borde del retiro por una amistad? Me decepcionas, Sammuel. – Sonrió y cambió su mirada hacia Elen. – En guardia, bruja. Tú y yo todavía no hemos terminado.
-E... Elen yo... - dijo el veterano anciano estirando la mano sin saber qué hacer. Que después de todo lo que había dado por la orden no merecía verse envuelto en esa encrucijada.
-¿La canosa y el viejo son amigos? – preguntó Lazid a Bio, sorprendido. - ¡No se puede ser más ruin! – opinó sobre Abbey. – Víctor, ataquemos al viejo para que tenga una triste excusa para salvar su honor.
Y giró en círculos su bastón para congelar los copos de nieve en enormes bolas de granizo que lanzaría con un movimiento de manos contra la bruja de cabellos cenicientos.
En ese momento, por el rabillo del ojo observó como el vampiro Bio salía de la nada para tratar de arrebatarle el bastón. Pero la maga lo sujetó con fuerza, se liberó y le propinó un golpetazo en la espalda de la que pasaba. La chaqueta de Bio había quedado helada por la parte trasera. Al vampiro no le había pasado nada, por fortuna.
-Buen intento… - rió Abbey. Observando como la chaqueta del vampiro había quedado totalmente blanca y congelada por el contacto con el bastón. Al lado de donde había ido a parar Bio se encontraba Lazid, entre él y el resto de mercenarios habían despachado a los guardias de palacio.
Mientras tanto, tal y como había advertido Elen, aparecería con Sammuel, acompañado de Christine y otro caballero dragón. Llevar allí al caballero, que podría parecer una ayuda, había sido cuanto menos, un gravísimo error. El veterano dragón sería el primero en dirigirse a la gran encantadora.
-¡Abigail! Detened esto, por favor. – suplicó Sammuel dirigiéndose a Abbey, levantando la mano en señal de concordia. La bruja lo miró, pero su orgullo estaba dañado después de que Elen le propinara un golpe. Gracias a lo que le había contado Elen, era conocedora de la amistad entre el brujo y la tensái de viento, y sin duda aprovecharía esta circunstancia.
-Caballeros dragón. Conocéis vuestro juramento. – dijo mirándole, con una sonrisa. – Debéis lealtad al monarca y a sus consejeros. – sonrió, con malicia. – Como gran encantadora, exijo que encarceléis a esa dichosa bruja y a su grupo de mercenarios.
El rostro de Sammuel mostró preocupación. Se había quedado blanco. El cuerpo de caballeros dragón sirvió durante siglos al palacio de Dundarak. Abigail lo sabía, y había aprovechado la presencia del veterano caballero para poner a Sammuel contra la espada y la pared. El caballero, como líder del cuerpo, debería elegir entre romper su relación con Elen o romper con su deber. Una táctica cobarde por parte de Abbey. Quedó pensativo, sin respuesta. Ella sonrió.
-Sabes cuál es el castigo por desatender la llamada del rey. – le apresuró desafiante. Pero Sammuel no respondió. – ¿Tantos años sirviendo fielmente para terminar ahorcado al borde del retiro por una amistad? Me decepcionas, Sammuel. – Sonrió y cambió su mirada hacia Elen. – En guardia, bruja. Tú y yo todavía no hemos terminado.
-E... Elen yo... - dijo el veterano anciano estirando la mano sin saber qué hacer. Que después de todo lo que había dado por la orden no merecía verse envuelto en esa encrucijada.
-¿La canosa y el viejo son amigos? – preguntó Lazid a Bio, sorprendido. - ¡No se puede ser más ruin! – opinó sobre Abbey. – Víctor, ataquemos al viejo para que tenga una triste excusa para salvar su honor.
Y giró en círculos su bastón para congelar los copos de nieve en enormes bolas de granizo que lanzaría con un movimiento de manos contra la bruja de cabellos cenicientos.
* * * *
- Elen, tu ataque funcionó y la has debilitado. Un golpe más y será tuya. He lanzado una runa que determinará el efecto del ataque de Abbey sobre ti.
- Runa de mala/muy mala suerte: El ataque de Abbey fallará y no te tocará. Podrás lanzar un nuevo ataque y con él una nueva runa y, en el caso de que sea normal, buena o muy buena, ganarás el combate.
- Runa de suerte media: El ataque te alcanzará y te hará algo de daño, pero podrás contraatacar con una nueva runa. Mismos resultados, mismas consecuencias.
- Runa de buena/muy buena suerte: El ataque te alcanzará de lleno y te derribará. Te hará muy poco daño porque los fragmentos de Kinvar te protegerán, pero notarás la fatiga de demasiados combates en poco tiempo y no tendrás fuerza para mucho más. Tus fragmentos quedarán expuestos.
- Bio, no tuviste suerte y no pudiste arrebatarle el bastón. Ahora que sabes que Sammuel es amigo de Elen, junto con Lazid aún podéis montar algún plan para tratar de salvar el honor del caballero dragón y que nadie acabe herido. No te hará falta lanzar una runa. También puedes optar por lanzar la runa y atacar a Abbey, que, de resultar efectiva, también la derribará, aunque en ese caso, Sammuel la defenderá y puede acabar gravemente herido.
- Sammuel no combatirá contra Elen.
Ger
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