En Tierra de Bestias [Privado - Eilydh] [CERRADO]

Había sobrevivido al mar.  Había dejado a sus demonios- literalmente- en las costas del archipielago Illidense y afianzado una incipiente amistad con un hombre que en más de una ocasión no había dudado de rebanar su piel como un trozo más de carne y obstáculo en el camino.

Eilydh no podía negar que en las últimas semanas había aprendido más de ella misma que de todo aquello que Finn pudiese enseñarla, y ahora tenía frente a ella la oportunidad que ella misma hubiese querido tener en su infancia. Tres diamantes en bruto para iniciar en lo que la chica había comenzado a llamar sus pequeñas valkyrias. Eilydh se dio cuenta que las niñas no eran del todo elfas. Para un humano como Finn las sutilezas de aquella raza quizás fuesen más dificil de percibir, pues a grandes rasgos las niñas tenían orejas largas y eran hermosas. Sin embargo no había presencia mágica emanando de su facciones y no había visto a ninguna curandose las heridas a pesar de estar sangrando, por lo que dedujo que eran mestizas y que por aquella misma razón habían sido abandonadas en Beltrexus. Aquello no le hizo apreciarlas menos, sino que al contrario le dio una razón más para tenerles mayor cariño.

Eilydh estaba extasiada de pisar tierra firme, los bosques la llamaban y le traían información del resto de lugares que la chica había conocido, no de la misma manera que en Isla tortuga, sino de una manera sutil, como dandole la bienvenida a su tierra.  A pesar de aquello, su presencia en el bosque la ponía en una posicion complicada, pues aún debía haber emisarios de su padre esperando llevarle su cabeza, incluso ciertos hombres de cierto noble estarían esperando que Eilydh aún estuviese viva, para matarla ellos mismos. Pero aquello no era nada a lo que no estuviese acostumbrada, así que el caminar la había puesto de buen humor.

-Luna tiene dotes con la espada- dijo Eilydh hablando de una de las niñas- Estoy segura que tu podrías enseñarle mucho más que yo... He visto como mueve las manos peleando con tus niños y he oido como la llaman a sus espaldas Creo que deberías ponerles los puntos sobre las ies.- Las otras dos chicas eran más sutiles y Eilydh había pensado en iniciarlas en el arte de usar sus genes elficos para conseguir sus objetivos.

El hombre afilaba su espada, siempre preparado para cualquier pelea incipiente. Eilydh tan solo esperaba que el nuevo cambio de aires le permitiese asentarse un poco. No era solo guerrera lo que quería ser, y aunque la lucha era algo importante en sus planes, debía afianzar sus conocimientos de los tejemanejes de las ciudades, hablar con las gentes, iniciarse en el arte de la sutileza de las palabras en la corte ella misma.

Miró a Finn, concentrado y sonrió, como si hubiese dicho una broma más para ella misma que para los demás. Aquel hombre había despertado una parte de ella que no conocía, y no sabía el tiempo que Anar les permitiría compartir el camino, pero estaba segura que ambos se dirían adiós con la felicidad de haberse conocido cuando la despedida llegase. O no.

Al menos eso es lo que quería pensar la chica.

Finn cesó su tarea de afilar la espada. El hombre parecía encontrar en aquella acción la tranquilidad que la chica hayaba focando su atención en los caminos del bosque y dejándose guiar por todo lo que la rodeaba. No quería interrumpir al muchacho, y estuvo a punto de animarlo a seguir su tarea cuando vió el gesto  salvaje en sus ojos, y sus manos la invitaron a adentrarse en el bosque. Eilydh lo siguió con la elegancia felina que la caracterizaba en su habitat.

Mientras caminaban el humano parecía haber decidido abrirse un poco con la chica, y Eilydh sonrió ante su manera liviana de pedirle que se quedase con él. Sabía que era lo más cercano a decirlo que iba a estar, pero como elfa, aún le costaba entender la noción de posesión que los humanos adherían cuando decían " nuestro" hablando entre la relación que podía formarse entre dos personas. Los elfos a menudo  eliminaban esa posesión eligiéndose en etapas de la vida, en nociones y momentos temporales o pasajeros, y a veces para siempre, pero nunca de manera constante.

Eilydh sonrió, dándole un leve empujón burlón a su compañero:

-No vas a librarte de mis desventuras tan fácilmente- dijo la elfa, rodeando uno de los arboles frente a ellos y jugueteando con las ramas- Al fin y al cabo aún me debes dos favores- alzó dos dedos y puso el gesto serio de nuevo- y aún me los pienso cobrar con intereses, cuando llegue el momento adecuado- Con respecto a ese nuestro del que hablas...- se sonrojó por un segundo, sin saber muy bien como verbalizar aquello- Esque hay algo más nuestro que tú y yo peleando contra todo? haciendo trizas a cualquier Emmet, o  pirata que se nos ponga por delante? Me encanta esa versión de nosotros...- se mordió el labio por un segundo pensativa-  Y me gusta aún más que tengamos tiempo infinito para descubrir que más es solo, nuestro. - Le guiñó un ojo al chico

Eilydh estaba preparada para cualquier intento del humano en una de sus técnicas mentales. Esperaba cualquier ataque proveniente de sus brazos, pero la ferocidad con la que el chico agarró su cintura la dejó fuera de juego por unos segundos, los suficientes para sentir sus labios sobre los  suyos propios. La elfa le respondió aquel beso, enredando sus manos en su pelo saboreando la respiración de Finn  en la suya propia. Dejó que sus manos inspeccionaran cada músculo de su espalda  por debajo de la camisa que llevaba el hombre y antes de separarse de él le mordió el labio inferior con la intención de no ser una caricia, pero no con la suficiente como para  hacerle daño.


-Válgame Dios... hijos mios...- Una voz seca y ronca los interrumpió- Ni en mis días de joven calderero ni en los maduros y casado de curtidor he derrochado yo la pasión  con la que se sorprenden mis ojos-

Eilydh se separó de Finn acalorada y en guardia por si era necesario iniciar un ataque. Pero nada más lejos.

La voz provenía de un hombre bajito, de barba larga y blanca, calva incipiente y ropa pobre.El hombre estaba aparentemente herido y se apoyaba en uno de los árboles intentando recomponer la respiración a cada paso, como si el mero hecho de moverse resultase un esfuerzo enorme. Iba desarmado y tenia el gesto herido y cansado. Tras hablar cerró los ojos y volvió a dirigirse a Finn y Eilydh.

-Creanme que no les hubiese molestado en otra ocasión... bien sabe Dios que los momentos de pasión como este que acabo de presenciar es lo que hace que la vida de un hombre valga la muerte en la batalla- sonrió a Finn- y que la de una... elfa- compuso una cara de sorpresa- merezca la espera... Pero supongo que no llevaréis encima algo de agua... mis saqueadores del camino no creyeron conveniente dejarme nada más que varias heridas abiertas.- Se apoyó de nuevo en el arbol, a punto de desfallecer.