La Batalla había terminado. [Interpretativo] [Solitario]

Off: Tenía algo de tiempo, asi que he escrito esto que me aburría. Es solo un post, espero que no sea ningun problema, si lo hay borradlo. ^^



Salió del edificio.

Parpadeó varias veces, dejó que sus ojos se acostumbrasen a la claridad del patio de armas y envainó a Olvido a su espalda acallando el viento que la rodeaba.

Justo tras él, según salían del edificio tambaleándose, agotados, más de una veintena de personas vieron por primera vez en semanas la tenue luz de un sol que se asomaba tímidamente detrás los negruzcos nubarrones que cubrían la ciudad.

Gritos de júbilo se sucedían por la ciudad. Alzó la mirada,  el humo que se fundía con las nubes seguían elevándose sobre los tejados de la urbe. La criatura que estaba incinerando Lunargenta, en cambio, había desaparecido.

Habían terminado.

Respiró profundamente y, lentamente, se quitó el yelmo. Los guardias a los que habían rescatado pasaron junto a él, recibió alguna palmada en la espalda y numerosas palabras de agradecimiento de las mismas personas que, en cuanto Siegfried se sentase en el trono, estarían a cargo de prendedle.

Trató de ignorar esto y desvió su mirada hasta la Sheik. Su amiga le agradeció la ayuda con la misma educación de siempre, esbozando la primera y única sonrisa que había visto desde que se encontraron en el campamento nórgedo y después informó al exmercenario que debía marcharse al castillo de Lunargenta y encontrarse con los demás líderes.

Eltrant asintió y, estrechando la mano de la mujer, se despidió de la líder del pueblo de las arenas. Tras quedarse solo buscó, durante unos minutos, a Alanna por el patio en el que la había dejado al cuidado de Flint, pero, como sospechaba, no la encontró.

Suspiró, igual que había aparecido, había desaparecido. No la culpaba, quizás había vuelto a comportarse de forma demasiado sobreprotectora con ella, no había pasado por alto la mirada que le había lanzado antes de acceder a cuidar de Flint.

Bajó la mirada hasta el yelmo que tenía entre las manos, miró fijamente las hendiduras del mismo y, tras sacudir la cabeza con suavidad, lo ató de su cinturón y comenzó a caminar.

Salió del recinto que comprendía el cuartel de la guardia de Lunargenta, pasó junto al centenar de cadáveres de vampiros y nórgedos por igual, volvió sobre sus pasos, desfiló junto al ingente número de tropas que iban de un lado a otro, que conversaba con los civiles que comenzaban a atreverse a salir de sus casas.

No pudo evitar notar que las armaduras de los soldados con los que se cruzaba variaban de un individuo a otro, indicativo de que, para empezar, pertenecían a facciones diferentes.

Contempló, en primer lugar, como las compañías del rey que acababa de desembarcar en el puerto limpiaban la ciudad de los vampiros que quedaban con vida, distrito a distrito. También se percató de la estoicidad de los soldados del nuevo monarca del norte, y no pudo evitar percatarse de como varios soldados de Roilkat y de Dalmasca bebían junto a varios civiles de un barril de hidromiel que parecían haber recuperado de una taberna a medio derruir.

La música de los pocos instrumentos que quedaban intactos en la ciudad acompañaba al hedor de la sangre y al olor a madera quemada, un centenar de voces distintas, también, comenzaban a atreverse a comentar lo que había acontecido a lo largo y ancho de la ciudad durante el asedio.

- … Un auténtico baño de sangre… - Fue lo que Eltrant fue capaz de captar de los labios de uno de los soldados de Siegfried. - … Sí, en el castillo, a mi también me lo han… - Respondió el hombre que le acompañaba y que, junto al primer soldado, no tardó en perderse entre la multitud.

Decidió evitar el túnel que había usado para entrar a la ciudad, el que habían abierto los Kags, y continuó avanzando por las calles en dirección a la salida de la ciudad. No tardó en cruzarse con varios integrantes del ejército nórgedo que pasaron a toda prisa junto a él, armas en mano.

- ¡…El Qayid nos va a matar si no terminamos de atrapar a todos esos malditos kags…! – Eltrant, enarcando una ceja, se giró momentáneamente para ver cómo estos se perdían a través de un callejón.

El día no parecía haber terminado para todos, cerró los ojos, estaba demasiado cansado como para ir a ayudarles, prosiguió con su camino. Un puñado de Kags sueltos no deberían de suponerle ningún problema a los esfuerzos combinados de tres ejércitos.

- ¿Sabes que se dice que ha sido un mocoso el que ha arrastrado al bicho escupe-fuego hasta los barcos del rey? – Una mujer ataviada en armadura completa, sentada sobre una caja, estiraba los brazos por encima de su cabeza, descansando. - ¿De verdad? – Respondió un hombre de barba poblada antes de dar un largo trago de una petaca que pendía de su cinturón. - ¿Es que estaba con los chupasangres? – La mujer negó con la cabeza – Por lo que sé… -

Volvió a dejar de oírles cuando se alejó lo suficiente. Una batalla que no habría durado apenas un par de horas pero que había tenido frentes en casi todas las calles de la ciudad, no envidiaba a los estrategas que hubiesen tenido que coordinar todo aquello.

Finalmente, llegó hasta el amplio portón que separaba la ciudad del exterior, dónde un cuantioso número de guardas estaba estacionado y se encargaban de detener a todo aquel que estuviese saliendo o entrando de la ciudad.

- …Menos mal que no me ha tocado subirme ahí arriba… - Más infantes hablando entre ellos, las murallas humeaban con suavidad, como si un fuego hubiese sido extinguido hacía no mucho. ¿Habría sido el dragón? - …Sí… - Dejó de prestar atención mientras se encargaba de identificarse frente a los guardas. - …La Logia y el rey se han encargado de todo, la verdad es que… - Le dejaron pasar, algo que no fue muy difícil, ahora que el sol comenzaba a asomarse a través de todo el hollín y las nubes ningún vampiro podría estar a la intemperie sin acabar calcinado.

Una vez estuvo al otro lado de los muros de la ciudad inspiró con fuerza. Dejó que el aire, sutilmente más limpio allí que en el interior de la capital de Verisar, le llenase los pulmones.

- ¡Já! – Más norteños se acercaban al imponente portón de la ciudad. ¿Un cambio de guardia? - ¿Pero viste la cara de la come-lechugas mientras la metían en la celda? – Se carcajeó con gusto según pasaba junto a Eltrant. - ¡Que no pasásemos por el bosque decía! – El otro sujeto que le acompañaba se unió a su amigo con más risas. - ¡Su Majestad se encargó de demostrarle porque no hay que ir en contra…! –

Volvió a levantar la mirada, cada vez había menos nubes, el sol se abría paso poco a poco, iluminando todo el camino que tenía frente a él. En cuanto parecía haber finalizado la batalla comenzaba a salir el sol, no podía negar que no era oportuno, casi como si los dioses hubiesen participado también en la guerra.

No podía descartar aquella idea, al fin y al cabo, habían acabado recuperando la ciudad.

Después de deshacerse de las piezas más incomodas de su armadura reemprendió la marcha, tenía que reencontrares con Lyn, con un poco de suerte no andaría demasiado lejos, oculta en el desván de alguna de las viviendas de las afueras.

- ¿Y ahora qué? – Dejó caer más piezas de metal al suelo y cruzó ambos brazos frente a su pecho.

Tras unos segundos pensativo, en silencio, decidió dirigirse hacía lo que parecía ser un campamento a las afueras de la ciudad. Casi parecía que estaba siendo alumbrado por una especie de luz celestial que se filtraba entre las nubes, probablemente alguna coincidencia caprichosa; una vez llegase allí podría preguntar por los edificios abandonados cercanos.

Antes de continuar se giró sobre sí mismo y lanzó una última mirada a la ciudad, sendas columnas de humo seguían ascendiendo hacía el firmamento, como hacía pocas horas.

Pero, afortunadamente, la batalla había terminado.