Corazón de Piedra [Trabajo]
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Corazón de Piedra [Trabajo]
En una esquina de Lunargenta, en la zona bajo control del Aquelarre.
Extendió la palma de su mano derecha frente a su desesperado rostro, tratando de reunir todo el Éter de los alrededores. Podía sentir la presión de las venas en todo su cuerpo por el esfuerzo, como si fueran a estallar en cualquier momento. El fuego respondió.
La llamarada era intensa, brillando en la noche como un repentino sol, vivaz y poderosa, reclamando ser admirada.
Desapareció en un instante.
–No... –dijo Edgar.
El joven de cabellos castaños volvió a elevar su mano, esta vez emitiendo un gemido por la cantidad de energía invertida, pero esta vez las llamas no alcanzaron a salir. Se sujetó la garganta, tratando de respirar, tratando de abrirla con su propia magia, pero era inútil. Su cuerpo completo fue levantado del suelo, como si una garra lo hubiera cogido y no lo dejaba respirar. Frente a sí sólo estaba la figura de negro.
–¿Dónde está? –dijo la voz tras la máscara.
El joven sintió que las lágrimas corrían contra su voluntad por su rostro. Tenía veinte años, se consideraba un guerrero curtido y le alababan por valiente, pero ahora sus ojos no le obedecían.
–Ja...más –intentó murmurar.
Una lanza de hielo cruzó el pasillo, dirigida justo al pecho del siniestro atacante. Era Bastian, su aliado de tantas batallas. No le habían dejado solo. La lanza estalló en el aire sin hacer daño.
Edgar sabía que perdería el conocimiento, y muy probablemente la vida, en cosa de segundos, así que tenía que realizar un último acto. Usando su telekinesis, hizo flotar el pequeño artefacto a sus espaldas, procurando calcular que nunca quedara a la vista del enemigo.
Crack!
El cuello de Edgar fue roto por una fuerza invisible, pero el artefacto ya estaba en manos de Bastian, quien formaba un escudo de hielo en el mismo momento en que Lina hacía su entrada, cabalgando sobre un manto de rocas móviles que lanzó sobre la figura.
–Vamos, vamos, larguémonos de aquí –gritó ella.
Edgar no se resistió un instante a la sugerencia y lanzó una descarga de púas congeladas para cubrir su retirada. Ya lo tenían, ya tenían aquello por lo que sus aliados habían perdido la vida.
Lograron avanzar unos cien metros, agotando cada uno de sus conjuros para cubrir la retirada y finalmente llegaron a la esquina. Doblaron, jadeando del esfuerzo, pero sintiendo un respiro, un aliento de esperanza.
La chica fue la primera en ser atravesada por la espada de rayos, la temible arma de la magia del Barón Morren.
Momentos más tarde, Bastian correría la misma suerte.
* * *
En una tienda de campaña, a las afueras de la ciudad...
El sol aún no se ponía, pero ya parecía de noche. La luz danzante de una vela se reflejaba sobre el lado izquierdo del rostro de Jackes Manderlan, capitán de la tercera Legión Avalancha, dándole un aspecto más duro.
A Demian le costaba imaginar que ese era el mismo hombre que había llorado tan amargamente hace tan sólo una hora atrás.
El capitán extendió su mano y las piedras se movieron, danzando en el aire para dar forma a un par de sillas improvisadas. El chico se sentó en la de la izquierda y, sorprendentemente, la encontró cómoda. Hubiera alabado la habilidad del brujo, pero no era momento de hablar de nimiedades.
–Sí, fui entrenado por el maestro Sinclair en las art-tes de la inflitración... –se detuvo antes de agregar la última parte.
–Y el asesinato –completó el capitán.
Demian asintió en silencio y por un momento se cruzó por su cabeza la imagen de su daga clavada en la espalda del brujo. No le tenía odio, no tenía razón alguna para querer su muerte, al contrario, se consideraba un aliado, pero su mente a veces le hacía esas malas pasadas.
–No te preocupes, yo sé lo que es tener que cumplir con el deber, no te juzgo por las cosas que has debido hacer –dijo levantando su rostro, de modo que ahora ya la luz de la vela no le hacía parecer tan severo, sino que más bien triste.
–Me dijeron que deb-bía obtener un objeto –dijo el chico sin mover un músculo más de lo necesario en su rostro.
El hombre asintió, al mismo tiempo que volvía a bajar la mirada. Por un instante pareció perderse en la diminuta llama que ahora se reflejaba en sus pupilas.
–Bastian, Edgar y, por supuesto, Lina... ah, mi querida Lina –añadió el hombre como si hablara con un fantasma–. Ellos eran tres de nuestros mejores espías y esta mañana encontramos sus cabezas clavadas en picas en el lado este de las murallas. Me duele tener que mandar a un niño para algo tan peligroso, pero no tengo más gente. Mis hombres son guerreros, maestros tensai de la tierra y soldados que los protegen, saben ser temibles en el campo de batalla, pero no es la sutileza su mejor cualidad.
Jackes miró nuevamente la entrada de la tienda, haciendo una pausa.
–Ya debería estar por llegar tu compañero. No es de nuestra raza, pero he oído grandes cosas de él. Morren seguramente esperará a otro brujo, así que debemos ser más flexibles. Cuando llegue explicaré todos los detalles.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Los centinelas me miraron fijamente mientras me acercaba al campamento. Me habían estado esperando, sabían a que iba. Pero estaba claro que no les gustaba.
A decir verdad, a mi tampoco. Me aproximé a la tienda que me habían indicado. Para mi sorpresa, no estaba solo. Enfrente del capitán, un chico de unos diez o doce años le miraba en silencio. Le conocía. Una de las personas que me había llamado por mi nombre antiguo en el festival de Arom. Aun así, la presencia del hombre era lo que me interesaba.
-Asher Dáregan.- dijo, señalando a la silla libre.
-Manderlan.- No me senté. Aún quería aclarar un par de cosas.
No tenía nada en contra de los brujos. Pero aquel hombre era un aliado del ejército de Siegfried. Bajo circunstancias normales, la idea de estar allí en ese momento me habría resultado absurda.
-No sé que se os debe haber cruzado por la cabeza para pedirme ayuda.- dije, mirándole directamente a los ojos. -Debéis estar muy desesperados.-
-Tengo entendido que has estado ayudando a la ciudad de Roilkat.- respondió, evitando usar el mismo tono que yo. -Tenemos un objetivo común. Acabar con la guerra.-
-Si, así todo podrá volver a la normalidad y me podréis acusar de alta traición.- gruñí.
-Estoy seguro de que la obtención de un indulto real es más que posible, si cooperas.
-No necesito el perdón de nadie.- solté. Mis orejas se movieron hacia adelante, pero resistí el impulso de mostrar los dientes. -Si crees que voy a haceros un favor para después inclinarme...-
-Esto no es hacernos un favor a nosotros. Si no recuperamos el artefacto, será peor para todos.- replicó. -Independientemente de tus acciones en el pasado, todos somos aliados en esta guerra. ¿Me equivoco?-
No respondí con más que un gruñido quedo. Sin embargo, me senté en la silla que había ofrecido. A ese paso, iba a acabar haciendo todo lo que Irirgo me pidiese durante esa guerra. Incluyendo aquello. Mejor que valiese la pena.
-Me alegro de que estemos de acuerdo.- dijo finalmente. -No sé si estáis al tanto de las habilidades del otro, pero tal vez sea necesario. Vais a tener que trabajar como un equipo para que esto funcione. Pese a su edad, Demian es extremadamente hábil en el uso de la magia ilusoria, el sigilo y el asesinato.- explicó. Miré al chico. ¿Un asesino entrenado? ¿De verdad era el mismo al que había asustado apenas unas semanas atrás? ¿O era su apariencia también una ilusión? -Asher es un guerrero muy experimentado. Tiene cierta fama por su uso de "magia" a pesar de ser un hombre bestia.- El brujo escudriñó la mirada, con los ojos clavados en el tatuaje de mi mano.
Resoplé y se la mostré, arremangándome además para mostrar el símbolo de mi antebrazo.
-Lenguaje natural, no dracónico.- declaré con cierto orgullo. Esos símbolos eran menos estudiados en las Islas, debido a su naturaleza. Después de todo, eran peligrosos, y muy demandantes. El grabármelos en mi propio cuerpo había sido un experimento con muchos riesgos, pero había valido la pena. -No voy a hacer una demostración, así que ve al grano.-
-Hmm. Hace dos semanas, el ex-comandante Morren robó uno de nuestros artefactos prestado por la Logía y huyó a Lunargenta. Hemos encontrado pruebas de que está vinculado con el Aquelarre. Ayer, tres de nuestros mejores brujos se adentraron en una mansión bajo las fuerzas del Dominio para infiltrarse y recuperar el objeto. Están muertos.- explicó. Asentí ligeramente, siguiendo la conversación. -Necesitamos ese artefacto. Es muy probable que Morren lo haya estudiado de forma exhaustiva. Si encontráis cualquier tipo de notas o investigación, robadla o reducidla a cenizas.-
Ladeé la cabeza. ¿Solo aquello? ¿Recuperar un objeto sin más?
-¿Que hay de Morren?- pregunté.
-Bajo ninguna circunstancia debéis entablar combate directo con él.- El rostro del hombre se volvió severo. No parecía estar bromeando. -Es demasiado peligroso. Si os detectan, desapareced. No es alguien que vaya a tener piedad.
Bah. Solo sería otro brujo de tantos. Maestro o no, podría con él. Sin embargo, no discutí. De nada me serviría decirlo en ese momento, pero Manderlan no me conocía lo suficiente. No me había visto pelear de verdad.
-Es probable que haya trampas. Sabe que iremos a por el artefacto.- explicó. Seguía sin ser algo que me asustase. Podía lidiar con aquello.
-¿Que estamos buscando?
A decir verdad, a mi tampoco. Me aproximé a la tienda que me habían indicado. Para mi sorpresa, no estaba solo. Enfrente del capitán, un chico de unos diez o doce años le miraba en silencio. Le conocía. Una de las personas que me había llamado por mi nombre antiguo en el festival de Arom. Aun así, la presencia del hombre era lo que me interesaba.
-Asher Dáregan.- dijo, señalando a la silla libre.
-Manderlan.- No me senté. Aún quería aclarar un par de cosas.
No tenía nada en contra de los brujos. Pero aquel hombre era un aliado del ejército de Siegfried. Bajo circunstancias normales, la idea de estar allí en ese momento me habría resultado absurda.
-No sé que se os debe haber cruzado por la cabeza para pedirme ayuda.- dije, mirándole directamente a los ojos. -Debéis estar muy desesperados.-
-Tengo entendido que has estado ayudando a la ciudad de Roilkat.- respondió, evitando usar el mismo tono que yo. -Tenemos un objetivo común. Acabar con la guerra.-
-Si, así todo podrá volver a la normalidad y me podréis acusar de alta traición.- gruñí.
-Estoy seguro de que la obtención de un indulto real es más que posible, si cooperas.
-No necesito el perdón de nadie.- solté. Mis orejas se movieron hacia adelante, pero resistí el impulso de mostrar los dientes. -Si crees que voy a haceros un favor para después inclinarme...-
-Esto no es hacernos un favor a nosotros. Si no recuperamos el artefacto, será peor para todos.- replicó. -Independientemente de tus acciones en el pasado, todos somos aliados en esta guerra. ¿Me equivoco?-
No respondí con más que un gruñido quedo. Sin embargo, me senté en la silla que había ofrecido. A ese paso, iba a acabar haciendo todo lo que Irirgo me pidiese durante esa guerra. Incluyendo aquello. Mejor que valiese la pena.
-Me alegro de que estemos de acuerdo.- dijo finalmente. -No sé si estáis al tanto de las habilidades del otro, pero tal vez sea necesario. Vais a tener que trabajar como un equipo para que esto funcione. Pese a su edad, Demian es extremadamente hábil en el uso de la magia ilusoria, el sigilo y el asesinato.- explicó. Miré al chico. ¿Un asesino entrenado? ¿De verdad era el mismo al que había asustado apenas unas semanas atrás? ¿O era su apariencia también una ilusión? -Asher es un guerrero muy experimentado. Tiene cierta fama por su uso de "magia" a pesar de ser un hombre bestia.- El brujo escudriñó la mirada, con los ojos clavados en el tatuaje de mi mano.
Resoplé y se la mostré, arremangándome además para mostrar el símbolo de mi antebrazo.
-Lenguaje natural, no dracónico.- declaré con cierto orgullo. Esos símbolos eran menos estudiados en las Islas, debido a su naturaleza. Después de todo, eran peligrosos, y muy demandantes. El grabármelos en mi propio cuerpo había sido un experimento con muchos riesgos, pero había valido la pena. -No voy a hacer una demostración, así que ve al grano.-
-Hmm. Hace dos semanas, el ex-comandante Morren robó uno de nuestros artefactos prestado por la Logía y huyó a Lunargenta. Hemos encontrado pruebas de que está vinculado con el Aquelarre. Ayer, tres de nuestros mejores brujos se adentraron en una mansión bajo las fuerzas del Dominio para infiltrarse y recuperar el objeto. Están muertos.- explicó. Asentí ligeramente, siguiendo la conversación. -Necesitamos ese artefacto. Es muy probable que Morren lo haya estudiado de forma exhaustiva. Si encontráis cualquier tipo de notas o investigación, robadla o reducidla a cenizas.-
Ladeé la cabeza. ¿Solo aquello? ¿Recuperar un objeto sin más?
-¿Que hay de Morren?- pregunté.
-Bajo ninguna circunstancia debéis entablar combate directo con él.- El rostro del hombre se volvió severo. No parecía estar bromeando. -Es demasiado peligroso. Si os detectan, desapareced. No es alguien que vaya a tener piedad.
Bah. Solo sería otro brujo de tantos. Maestro o no, podría con él. Sin embargo, no discutí. De nada me serviría decirlo en ese momento, pero Manderlan no me conocía lo suficiente. No me había visto pelear de verdad.
-Es probable que haya trampas. Sabe que iremos a por el artefacto.- explicó. Seguía sin ser algo que me asustase. Podía lidiar con aquello.
-¿Que estamos buscando?
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
El capitán dirigió su mirada a una de las piedras en el suelo, como del tamaño de un limón, la que flotó hasta detenerse en medio de él y los dos sujetos que llevarían a cabo la misión. La piedra comenzó a tener extraños movimientos, como si algo vivo se moviera en su interior, alterando su forma. Cuando los movimientos se detuvieron, tenía el aspecto de una especie de triángulo de vértices redondeados.
–Un corazón de piedra –dijo lentamente–. Verán, el arte de creación de golems de roca es una antigua estrategia de combate de los brujos elementales de tierra, pero el defecto de ese hechizo es que la criatura animada carece de una inteligencia propia. Sólo se limita a obedecer instrucciones simples.
Un conjunto de guijarros se levantó del piso para formar un pequeño golem, mientras otros grupos más pequeños tomaron la apariencia de personas.
–En las últimas batallas en que Marren ha estado involucrado, ha habido una presencia de golems inteligentes, feroces en el combate, sedientos de sangre, los que son capaces de causar mucho daño a los ejércitos. Parecen bestias desenfrenadas, matando incluso a algunos de los suyos, si los encuentran en su camino.
El primer golem creado se movió rápidamente, aplastando a las figuras más pequeñas, como si fuera un animal salvaje.
–Sabemos que siempre que sus brujos crean uno de estos golem, usan una de estas piedras, pero éstas se rompen al ser usadas, así que no hemos podido investigarlas. Hemos intentado usar contra-hechizos tradicionales en los golem, pero no dan resultado, hay algo más poderoso que un simple encantamiento involucrado. Necesitamos obtener una muestra de ellas y, de ser posible, saber cómo las fabrican. Si logramos identificar el proceso mágico involucrado, podremos generar algún contra hechizo para inutilizar esa arma tan despiadada.
La recreación mágica de Jackes se diluyó, volviendo las piedra a su estado natural.
Demian, por su parte, ponía atención en silencio, memorizando toda la información. Sabía que había mucho peligro en la infiltración, especialmente si era algo tan poderoso y si el enemigo ya estaba al tanto de planes para obtenerlo.
–¿Hay alguna vía de inf-f-filtración ya conocida?
El capitán asintió, aunque su rostro mostraba ahora más tristeza.
–Lina, mi discípula más prometedora, descubrió que Marren está usando a la población local para una especie de industria subterránea. Sospechamos que es ahí donde se obtienen estos golem tan particulares, además de otras armas de guerra, pero lamentablemente nuestros espías no pudieron volver con vida –bajó la mirada, casi mordiéndose el labio–. Sabemos que constantemente incorporan nuevas personas a esos trabajos, especialmente prisioneros de guerra o población civil de los lugares hacia donde se expanden. También sabemos que tienen especial predilección por los hombres-bestia. Actualmente hay enfrentamientos en el borde sureste. Un destacamento de ochenta hombres, diez brujos y setenta soldados, intenta sacar a la población civil antes de que tengan que efectuar la retirada. Si están entre aquellos que no logren escapar, deberían ser llevados a trabajar en la fábrica. Luego de eso, lamentablemente, no sé qué les puede deparar el destino.
Demian se puso de pie, mostrando decisión en su rostro. Durante la guerra su principal preocupación había sido proteger a la población civil. No tenía mayor interés en formar parte de las tropas formales ni buscaba la gloria, pero no iba a permitir que la ciudad en que vivía él y los Gorriones quedara desolada.
–Bien, lo haré.
El hombre hizo un ademán para que el chico esperase, sacando una pequeña bolsa de cuero de uno de sus bolsillos, dejándola sobre la mesa.
–Este es un objeto muy valioso. Ha sido encantado por nuestros mejores hechiceros para lograr un efecto único. Esta pequeña bolsa se puede expandir para guardar cosas en su interior, por hasta unos cien kilos de peso y tamaño de una vaca, como máximo. Cuando necesiten las cosas, sólo deben romperla y todo aparecerá frente a ustedes. Antes de eso seguirá pareciendo estar vacía. Pueden meter cosas en su interior cuantas veces quieran, pero sólo pueden sacarlas una vez, así que úsenla con sabiduría. Estoy seguro de que puede servirles para esconder sus armas, al menos.
Demian asintió lentamente. Desarmarse lo ponía en una situación de bastante vulnerabilidad si era necesario un combate, pero era necesario si quería hacerse pasar por parte de la población civil.
–Cuando estén listos, Martha los espera a la salida de la tienda. Ella es una bruja de tierra muy astuta, que los acompañará hasta el campo de batalla para infiltrarlos en la población civil.
Los ojos del hombre se volvieron súbitamente acogedores.
–Una cosa más... buena suerte.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
¿Pretendía que nos dejásemos atrapar por el enemigo, sin un plan de huida ni información sobre aquel lugar? Eso... ni siquiera contaba como un plan. Y aun así, el chico no se lo pensó dos veces. Negué con la cabeza. Muchas cosas podían salir mal.
Aun así, había algo que me molestaba. "Especial predilección por los hombres bestia," había dicho. Ni siquiera era nuestra guerra, ¿y nos estaban capturando?
-Quizás podamos recuperar gente.- musité. No quería ni imaginarme lo que tendrían que hacer los prisioneros de guerra del aquelarre. Aunque supuse que pronto acabaría descubriéndolo. Si aquello salía mal, iría personalmente a estrangular a Manderlan.
Por lo menos, teniamos la ventaja de aquella bolsa. La tomé de la mesa y, tras unas últimas palabras por parte del brujo, salí de la tienda junto a Demian.
-Pase lo que pase, no tengo ninguna intención de quedarme allí.- dije, arrodillándome sobre un espacio libre y empezando a expandir la bolsa. Con cada movimiento, el cuero se estiraba más. Empecé a despojarme de mis armas y armadura, quedándome tan solo con mis pantalones de cuero. Guardé el resto de objetos metódicamente, incluso a Brillo. Miré de reojo a Demian. -¿Crees que sería mejor que fueses dentro de la bolsa? Así nos aseguramos de no separarnos.- sugerí, encogiéndome de hombros. A decir verdad, no tenía ni idea de que le pasaría si se metia dentro. Debía ser un encantamiento de vacío si realmente reducía el tamaño y peso. -No sé si se molestarán en llevarte a una fábrica, la verdad. Si están yendo a por los hombres bestia, necesitan fuerza física.-
Fuera como fuese, tendríamos que continuar e improvisar. Me daba la sensación de que ninguno de los dos era realmente vulnerable, incluso sin armas. Aun así, la idea no me resultaba atractiva. No se me daba bien el fingir ser incapaz de luchar. Mi aspecto tampoco ayudaba. Quizás podía disimular que trabajaba en un astillero o en una tripulación.
Intenté calmarme. El volver a ser un prisionero de cualquier tipo era algo que me habría gustado evitar a toda costa. Pero podría con ello. No estaba desarmado. Solo era un papel, me repetí mentalmente. Tras terminar las preparaciones, me volví hacia la mujer que debía ser Martha.
-Estoy listo.- declaré.
-Quizás... te haga falta parecer un poco más "civil."- dijo, mirándome de arriba a abajo. Arqueé una ceja. Sin decir palabra, la bruja alzó una pequeña nube de polvo y arena, cubriéndome las piernas hasta la altura de las rodillas y ensuciando la única prenda que llevaba.
Fruncí el ceño.
-Mejor. Los tatuajes ayudan, te dan un toque muy...-
-Vamos.- le corté. La bruja se calló y comenzamos a caminar. Nos guió hacia un poste con varios caballos. Supuse que no había tiempo que perder, por lo que me monté sobre la silla ante la señal de la mujer.
-¿Sabes montar, o quieres subir conmigo?- le preguntó a Demian. Arqueé una ceja. ¿Estaba siendo condescendiente? No, lo decía en serio. Debía saber de sobra de lo que ese chico era capaz, y aun así, le trataba como a cualquier niño.
Por supuesto, no podía decir que hubiese visto lo que podía hacer por mi mismo. Y si bien no le daba mucho peso a la palabra de Manderlan, dudaba de que hubiese incluido a alguien que no pudiese hacer ese trabajo. Era alguien compasivo, casi melancólico. No enviaría a alguien tan joven a una muerte segura.
Tras varios minutos, pudimos vislumbrar la puerta sureste. Era hora de llevarlo a cabo. Si el chico quería esconderse en la bolsa, era su momento.
-Mucho cuidado con los golems. Esos no van a tomar prisioneros.- aconsejó Martha.
Aun así, había algo que me molestaba. "Especial predilección por los hombres bestia," había dicho. Ni siquiera era nuestra guerra, ¿y nos estaban capturando?
-Quizás podamos recuperar gente.- musité. No quería ni imaginarme lo que tendrían que hacer los prisioneros de guerra del aquelarre. Aunque supuse que pronto acabaría descubriéndolo. Si aquello salía mal, iría personalmente a estrangular a Manderlan.
Por lo menos, teniamos la ventaja de aquella bolsa. La tomé de la mesa y, tras unas últimas palabras por parte del brujo, salí de la tienda junto a Demian.
-Pase lo que pase, no tengo ninguna intención de quedarme allí.- dije, arrodillándome sobre un espacio libre y empezando a expandir la bolsa. Con cada movimiento, el cuero se estiraba más. Empecé a despojarme de mis armas y armadura, quedándome tan solo con mis pantalones de cuero. Guardé el resto de objetos metódicamente, incluso a Brillo. Miré de reojo a Demian. -¿Crees que sería mejor que fueses dentro de la bolsa? Así nos aseguramos de no separarnos.- sugerí, encogiéndome de hombros. A decir verdad, no tenía ni idea de que le pasaría si se metia dentro. Debía ser un encantamiento de vacío si realmente reducía el tamaño y peso. -No sé si se molestarán en llevarte a una fábrica, la verdad. Si están yendo a por los hombres bestia, necesitan fuerza física.-
Fuera como fuese, tendríamos que continuar e improvisar. Me daba la sensación de que ninguno de los dos era realmente vulnerable, incluso sin armas. Aun así, la idea no me resultaba atractiva. No se me daba bien el fingir ser incapaz de luchar. Mi aspecto tampoco ayudaba. Quizás podía disimular que trabajaba en un astillero o en una tripulación.
Intenté calmarme. El volver a ser un prisionero de cualquier tipo era algo que me habría gustado evitar a toda costa. Pero podría con ello. No estaba desarmado. Solo era un papel, me repetí mentalmente. Tras terminar las preparaciones, me volví hacia la mujer que debía ser Martha.
-Estoy listo.- declaré.
-Quizás... te haga falta parecer un poco más "civil."- dijo, mirándome de arriba a abajo. Arqueé una ceja. Sin decir palabra, la bruja alzó una pequeña nube de polvo y arena, cubriéndome las piernas hasta la altura de las rodillas y ensuciando la única prenda que llevaba.
Fruncí el ceño.
-Mejor. Los tatuajes ayudan, te dan un toque muy...-
-Vamos.- le corté. La bruja se calló y comenzamos a caminar. Nos guió hacia un poste con varios caballos. Supuse que no había tiempo que perder, por lo que me monté sobre la silla ante la señal de la mujer.
-¿Sabes montar, o quieres subir conmigo?- le preguntó a Demian. Arqueé una ceja. ¿Estaba siendo condescendiente? No, lo decía en serio. Debía saber de sobra de lo que ese chico era capaz, y aun así, le trataba como a cualquier niño.
Por supuesto, no podía decir que hubiese visto lo que podía hacer por mi mismo. Y si bien no le daba mucho peso a la palabra de Manderlan, dudaba de que hubiese incluido a alguien que no pudiese hacer ese trabajo. Era alguien compasivo, casi melancólico. No enviaría a alguien tan joven a una muerte segura.
[. . .]
Tras varios minutos, pudimos vislumbrar la puerta sureste. Era hora de llevarlo a cabo. Si el chico quería esconderse en la bolsa, era su momento.
-Mucho cuidado con los golems. Esos no van a tomar prisioneros.- aconsejó Martha.
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
–Tengo otras maneras de pasar desapercibido –contestó Demian mientras abría la bolsa.
Primero depositó sus dagas, con cierto cuidado. Eran objetos a los que tenía mucho cariño como para que simplemente se perdieran en un error. A continuación depositó la serie de cuchillos arrojadizos ocultos en sus botas. Luego fue el momento de las botellas de veneno, seguidas de los elementos del kit de medicina y un frasco alquímico en miniatura.
–Oh, cierto –dijo dándose un golpecito en la frente, antes de sacar el escalpelo oculto en su muñequera para agregarlo allí también.
La mujer hizo un trabajo cambiando la apariencia de Asher, pero para cuando fue el turno de Demian se dio cuenta que no tenía que hacer nada. El chico ya tenía el cabello mal cortado (con sus propias dagas y poco sentido de la estética), la ropa sucia, la camisa no parecía de su talla y se abolsaba (perfecto para esconder dagas bajo ella) y la capucha había visto más de un combate, portando manchas indelebles. No dijo nada.
Y llegó el momento de montar a caballo. No era la primera vez que Demian debía hacerlo, pero no podía decir que fuera una de sus habilidades. Cuando había hecho el camino a caballo con la elfa, tanto tiempo atrás, había subido con ella.
–Vamos juntos –contestó con su naturalidad falta de expresión, mirando a un punto en el vacío.
* * *
–Maestro, la barrera no soportará más –exclamó el soldado.
Eric aún no se acostumbraba a que lo llamaran de esa manera. El hombre que se expresaba con respeto en su presencia, a pesar del dolor de las heridas que eran visibles en su brazo izquierdo y las magulladuras en su armadura, bien le debía llevar un par de décadas de ventaja. La diferencia entre ambos estaba en que Eric podía hacer que la tierra obedeciera su voluntad.
–Sólo un poco más. Nuestra misión es sostener esto hasta que nos den la señal y por mi madre que la cumpliremos –dijo tratando de mantener un rostro firme, acorde a las circunstancias–. Ya descansé lo suficiente, llévame hasta allí.
–¡Maestro, es muy peligroso!, los enemigos no paran de llegar.
–Marcos, no voy a quedarme aquí sentado a tomar el té mientras mi gente muere. Llévame allá.
El soldado no estaba contento, pero en sus ojos se veía el reconocimiento al valor del joven. Era poco más que un niño debajo de esa túnica, apenas un par de años mayor que su propio hijo, quizás aún ni siquiera llegaba a la veintena de años, pero había probado su valor lo suficiente para que lo reconociera como su líder. No se trataba sólo de la magia.
–¡Sí, maestro! –contestó con voz firme, ayudando al joven a ponerse de pie.
Sabía que tenía una pierna rota, había visto cómo la canilla se había deformado tras el impacto del madero de esa aberración.
El maestro Eric, por su parte, apretaba los dientes para no quejarse del dolor.
Minutos más tarde el brujo levantaba una nueva muralla, un conjunto improvisado de rocas que emergía del piso, equipada además con púas filosas en el lado de los enemigos, mientras Marcos se paraba en el tope de ella, lanza en mano.
–¡Caballos, maestro, se aproximan caballos! –gritó.
* * *
Martha detuvo los caballos, haciendo un ademán a ambos para que bajaran. Aún no llegaban al punto exacto, pero parecía una opción razonable. Si no querían llamar tanto la atención del enemigo era mejor llegar de bajo perfil.
Demian bajó de la montura en un ágil movimiento, agachando su cabeza de inmediato. A una distancia de unos doscientos metros se podía ver el combate. Un destacamento de soldados, junto a unos pocos hechiceros, sostenían una muralla de roca a la que llegaban vampiros, soldados y brujos del aquelarre en oleadas.
Martha se quedó unos instantes en silencio, pronunciando una especie de encantamiento en susurros, tras lo cual sintieron cómo se elevaba una suave brisa. La brisa fue creciendo y pronto levantó tierra, formando una nube de polvo que dificultaba la visión, extendiéndose hasta la batalla y más allá.
Cuando ella se puso en marcha, el chico hizo lo mismo, desplazándose a paso apresurado en dirección a la borrosa figura de la muralla. Llegó al destino sin problemas, recuperando el aliento perdido (más por el polvo que por el movimiento) tomando asiento en una piedra.
Apenas llegaron, intercambió unas palabras con un joven que parecía apoyarse con dificultad sobre la roca del muro, mientras ella presurosa se unió al combate. De sus delicadas manos salieron descargas eléctricas que frieron en el acto la cabeza de un vampiro.
–Estos hombres se merecen terminar hoy con sus cabezas sobre sus hombros –dijo al niño y el hombre-bestia–, así que haremos la maniobra pronto.
Eric se sentó con dificultad, acomodando su pierna.
–Vamos a hacer una carga para llegar a un grupo de casas, aproximadamente doscientos metros más adelante. Allí hay otro grupo de nosotros protegiendo, pero pronto serán superados. Por ahora estamos distrayendo a los enemigos hacia nosotros –se secó el intenso sudor de su frente–. Hay un grupo de civiles en ese caserío que queremos rescatar, pero no los sacaremos a todos. Entre ellos hay un grupo de voluntarios que se quedarán, como ustedes, para realizar labores de sabotaje. No sabemos si vamos a alcanzar a sacar a todos los civiles reales o no, pero lo intentaremos. Luego vamos a emprender la retirada.
El joven brujo apretó una de sus manos, ante lo cual un grupo de piedras se levantó y envolvió su piedra, creando una especie de bota. Su rostro se compungió de dolor, pero se puso de pie.
–Señor, los hombres están listos, cargamos a su orden –dijo con decisión el soldado.
Eric levantó entonces sus dos brazos. Al principio no pasó nada, pero siguió en esa posición, acumulando energía. De pronto el muro estalló, arrojando una lluvia de rocas filosas en una sola dirección, la de los enemigos.
La carnicería fue grotesca, con seres siendo destrozados o heridos en el impacto.
–¡Ahora! –gritó Eric, dando un paso adelante con su bota de rocas.
–¡Listos, a la carga! –segundó Marcos.
El grupo de soldados ya estaba firme con sus lanzas y sus escudos, formando una línea. Martha movió sus brazos en círculos y una fuerte ráfaga de viento sopló a sus espaldas, impulsándoles a correr más rápido.
–¡Detrás de los soldados, no se muestren demasiado! –indicó Eric a gritos.
Las tropas iniciaron su movimiento.
Demian caminó agachado hasta ponerse detrás de los soldados. Instintivamente se llevó la mano derecha al lugar donde guardaba normalmente su daga, pero no había nada allí. Apretó los dientes, si las cosas salían mal no habría nuevas oportunidades.
Un nuevo grupo de enemigos inició la carga en contra de ellos. Una figura en una túnica entre ellos levantó las manos y un grupo de piedras formó un golem de dos metros de altura.
Al principio al chico se le aceleró el corazón, temiendo que fueran a tener que enfrentar uno de esos golem terribles de los que había hablado antes, pero pronto comprobó que se trataba de uno de los normales por su actuar simple.
Miró hacia adelante por el espacio entre los soldados. La casa señalada se veía muy lejana y los enemigos ya estaban por alcanzarles.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Me apresuré junto a la mujer y el chico. No iba a quedarme atrás. La nube de polvo resultaba molesta, pero sería útil. Más que nada, necesitaba darme prisa. Podía ser sigiloso o podía ser rápido, pero mi apariencia me hacía bastante llamativo. Me cubrí los ojos del viento y el polvo.
Las habilidades de aquellos brujos de piedra eran aún más eficaces y violentas que las de Dannos. No me sorprendía. Estaban preparados para la guerra, después de todo. Tenían que ser letales.
Corrimos detrás de los soldados, tratando de pasar desapercibidos. La carga de los enemigos sería incesante, pero teníamos una oportunidad. Una columna de piedra salida del suelo impactó en el torso del golem, empujándole unos metros. No me paré a mirar el resto de la pelea. El viento que nos impulsaba hacia adelante ayudaría, pero incluso a esa velocidad, sería una carrera intensa.
Algunos enemigos atravesaron la formación. No estaba en mi mano salvarles. Nuestra misión era distinta. Una de las grandes casas que serían nuestro objetivo se hacía cada vez más y más cercana. Sin perder un segundo, me aproximé a la puerta y tiré de ella. Cerrada. La golpeé con mi puño, provocando un fuerte estruendo con el impacto. Miré atrás. Demian y la bruja apenas me estaban alcanzando.
Sin decir nada, la joven llamó tres veces a la puerta. Apenas unos segundos después, se abrió y nos apresuramos al interior. Un grupo mixto de hombres y mujeres nos miraba, visiblemente tensos. Granjeros, por lo que parecía.
-Menudo susto. Creíamos que ya habían llegado.- se quejó un hombre. -¿Voluntarios? No, espera... ¿un niño?- dijo, sorprendido.
-Voluntarios.- afirmé. La bruja cerró la puerta detrás de nosotros.
-No van a aguantar demasiado. ¿Cuales sois los civiles de verdad?- preguntó Martha. Varias personas se adelantaron, separándose del grupo. La mayoría eran mujeres y niños. Los hombres debían haber insistido en dejar que se fuesen primero. -¿Y el resto?- preguntó. Había al menos una veintena de personas solo en ese salón, ¿Cuantas más podía haber?
No interferí mientras la mujer daba órdenes y organizaba el grupo de civiles. No sabía cuantos podría sacar con seguridad. Sin embargo, si examiné a los que parecían ser los otros voluntarios. Había más hombres bestia de lo que pensaba. Algunos reptiles, incluso.
Suspiré y me senté junto a la pared. No había más que hacer aparte de recobrar el aliento y esperar. Le hice una señal al chico para que se acercase, ahora que podíamos hablar.
-Así que... asesino entrenado.- musité. Nadie sospecharía de un niño, después de todo, supuse. Pero aquello dejaría de serle útil en apenas unos años, salvo que pudiese modificar su apariencia. Parecía bastante frío. No dudaba en que tenía la personalidad necesaria. -Por curiosidad, ¿como me matarías si tuvieses tus dagas, y yo mi armadura?- pregunté. Con su tamaño, necesitaría velocidad o una distracción, e incluso con aquello podría necesitar más de un ataque. -Soy un hombre perro. ¿Seguro que sabes donde está cada arteria y vena?- añadí, dificultando la respuesta.
-Supongo que usarías alguna ilusión...- musité. -Quizás ocultarte para buscar una mejor oportunidad, atacar por la espalda e ir al cuello o al corazón. ¿Me equivoco?- sonreí. Era la solución más sencilla. La idea era algo macabra para hablarla con alguien, mucho más con un chico de esa edad. Pero era un asesino, al fin y al cabo. Había tratado con muchos de su profesión. Cuanto más fríos eran, más concentrados solían estar.
Responder rápidamente ante situaciones inesperadas era una habilidad necesaria en esa linea de trabajo, y una que yo mismo había adquirido. No al mismo nivel, por supuesto: mis métodos eran más directos. Algunas personas me miraron con recelo. ¿Me habían oído?
-Yo simplemente... abriría mi mano.- dije, encogiéndome de hombros. Dejaría que el chico adivinase que conseguiría con aquello. Era probable que lo presenciase en cuestión de minutos, de todas formas.
El ir y venir de los soldados y civiles había sucedido casi en segundo plano. No faltaría mucho antes de que las fuerzas enemigas llegasen.
Las habilidades de aquellos brujos de piedra eran aún más eficaces y violentas que las de Dannos. No me sorprendía. Estaban preparados para la guerra, después de todo. Tenían que ser letales.
Corrimos detrás de los soldados, tratando de pasar desapercibidos. La carga de los enemigos sería incesante, pero teníamos una oportunidad. Una columna de piedra salida del suelo impactó en el torso del golem, empujándole unos metros. No me paré a mirar el resto de la pelea. El viento que nos impulsaba hacia adelante ayudaría, pero incluso a esa velocidad, sería una carrera intensa.
Algunos enemigos atravesaron la formación. No estaba en mi mano salvarles. Nuestra misión era distinta. Una de las grandes casas que serían nuestro objetivo se hacía cada vez más y más cercana. Sin perder un segundo, me aproximé a la puerta y tiré de ella. Cerrada. La golpeé con mi puño, provocando un fuerte estruendo con el impacto. Miré atrás. Demian y la bruja apenas me estaban alcanzando.
Sin decir nada, la joven llamó tres veces a la puerta. Apenas unos segundos después, se abrió y nos apresuramos al interior. Un grupo mixto de hombres y mujeres nos miraba, visiblemente tensos. Granjeros, por lo que parecía.
-Menudo susto. Creíamos que ya habían llegado.- se quejó un hombre. -¿Voluntarios? No, espera... ¿un niño?- dijo, sorprendido.
-Voluntarios.- afirmé. La bruja cerró la puerta detrás de nosotros.
-No van a aguantar demasiado. ¿Cuales sois los civiles de verdad?- preguntó Martha. Varias personas se adelantaron, separándose del grupo. La mayoría eran mujeres y niños. Los hombres debían haber insistido en dejar que se fuesen primero. -¿Y el resto?- preguntó. Había al menos una veintena de personas solo en ese salón, ¿Cuantas más podía haber?
No interferí mientras la mujer daba órdenes y organizaba el grupo de civiles. No sabía cuantos podría sacar con seguridad. Sin embargo, si examiné a los que parecían ser los otros voluntarios. Había más hombres bestia de lo que pensaba. Algunos reptiles, incluso.
Suspiré y me senté junto a la pared. No había más que hacer aparte de recobrar el aliento y esperar. Le hice una señal al chico para que se acercase, ahora que podíamos hablar.
-Así que... asesino entrenado.- musité. Nadie sospecharía de un niño, después de todo, supuse. Pero aquello dejaría de serle útil en apenas unos años, salvo que pudiese modificar su apariencia. Parecía bastante frío. No dudaba en que tenía la personalidad necesaria. -Por curiosidad, ¿como me matarías si tuvieses tus dagas, y yo mi armadura?- pregunté. Con su tamaño, necesitaría velocidad o una distracción, e incluso con aquello podría necesitar más de un ataque. -Soy un hombre perro. ¿Seguro que sabes donde está cada arteria y vena?- añadí, dificultando la respuesta.
-Supongo que usarías alguna ilusión...- musité. -Quizás ocultarte para buscar una mejor oportunidad, atacar por la espalda e ir al cuello o al corazón. ¿Me equivoco?- sonreí. Era la solución más sencilla. La idea era algo macabra para hablarla con alguien, mucho más con un chico de esa edad. Pero era un asesino, al fin y al cabo. Había tratado con muchos de su profesión. Cuanto más fríos eran, más concentrados solían estar.
Responder rápidamente ante situaciones inesperadas era una habilidad necesaria en esa linea de trabajo, y una que yo mismo había adquirido. No al mismo nivel, por supuesto: mis métodos eran más directos. Algunas personas me miraron con recelo. ¿Me habían oído?
-Yo simplemente... abriría mi mano.- dije, encogiéndome de hombros. Dejaría que el chico adivinase que conseguiría con aquello. Era probable que lo presenciase en cuestión de minutos, de todas formas.
El ir y venir de los soldados y civiles había sucedido casi en segundo plano. No faltaría mucho antes de que las fuerzas enemigas llegasen.
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Eric usó su magia para impulsar su propia bota, pero no podía mantener el ritmo a los demás. Se necesitaba de mucha velocidad y en este momento él se había vuelto un estorbo. Se giró sobre sí mismo.
Ya había gastado bastante de su energía mágica, pero aún tenía garra. El éter comenzaba a rehuirle, pero no se daría por vencido. Levantó sus manos.
–¡Dragones antiguos, denme un poco de su poder, permítanme usar el don de mis antepasados una vez más! –gritó en un tono más agudo que de costumbre, el tono del miedo, pero también del coraje.
La tierra tembló, levantándose piedras desde el suelo apilarse en un montón. La frente de Eric parecía a punto de estallar, sus ojos estaban rojos y un chorro de sangre comenzó a correr desde su nariz.
La pila de rocas fue tomando forma y pronto se transformó en un golem. El golem era mayor al que había invocado la figura de la túnica momentos antes y de un par de golpes destrozó al primero. Un soldado enemigo se abalanzó contra él, intentando darle con un martillo, pero el golem apenas sufrió daños, dando luego un golpe feroz con su brazo para reventar la cabeza del atacante.
Eric movió sus manos hacia adelante y la invocación avanzó, dirigiéndose contra la figura del rostro cubierto.
Unos brazos femeninos emergieron de las mangas de la túnica, uno de ellos conteniendo un triángulo de piedra con extraños símbolos escritos en rojo en su superficie.
Eric supo que iba a estar en problemas en cualquier momento y extendió una de sus manos, dando un horrible gemido al momento en que canalizaba lo último de su energía para usar su telekinesis.
El corazón de piedra se elevó, pero ya era muy tarde. Restos de la muralla se levantaron por los aires para unírsele, comenzando a formar su propia pila, mientras el corazón parecía transformarse en polvo.
Eric apuntó a la nueva formación y su golem avanzó, dando un ruidoso golpe a su superficie y desprendiendo un par de las rocas, pero el proceso seguía su curso. El golem siguió atacando, pero la pila tomó finalmente la forma deseada por su conjuradora.
El nuevo golem dio un enorme salto, moviéndose como un animal, corriendo en cuatro patas y aplastando a un par de soldados como si se tratara de insectos. El golem de Eric intentó interponerse en su camino, pero no fue rival, terminando despedazado en violentos ataques, como zarpazos de un animal salvaje.
Eric quiso entonces conjurar una lluvia de piedras sobre la figura de la túnica, pero la tierra no respondió a su llamado, en cambio, una lluvia de piedras afiladas le impactó en varias partes de su cuerpo. Cayó de rodillas, superado completamente por su rival, ya no tenía trucos, ya no podía hacer nada, ni siquiera correr, sólo le quedaba la muerte. La figura de la túnica caminó hacia él, haciendo levitar una roca.
–Te aplastaré la cabeza... hermano –dijo la voz femenina bajo la capucha.
E iba a hacerlo. La roca se levantó y descendió directamente hacia el cráneo de Eric...
...y golpeó en la espalda de Marcos.
* * *
–La pregunta no es el cómo... es el cuándo –contestó con tranquilidad Demian.
En ese momento escuchó una especie de suspiro colectivo. Se movió a mirar, pasando entre unos soldados. No alcanzó a ver mucho, pues los aliados en ese momento hacían paso a uno más que llegaba a la casona que hacía de muralla.
Eric venía en la espalda de Marcos, quien apenas alcanzó a llegar antes de desplomarse inconscinte.
Algunos hombres tomaron al soldado y le comenzaron a remover la armadura, intentando evaluar los daños recibidos. Había múltiples heridas y algunas piedras incrustadas.
–Marcos, amigo... no te mueras –dijo Eric con amargura.
Demian se acercó al soldado caído, evaluando la situación. Contempló la sangre emanando por su boca, la forma aplastada en su espalda, los restos de costilla asomados por la herida... la quietud de todo su ser. Movió su cabeza.
–Es muy tarde, ya está muerto. Preocúpense de los vivos.
Se giró de inmediato hace Eric, quien sangraba profusamente de los lugares en que había sufrido heridas por las piedras. Tomó un trozo de la misma túnica del hombre y la rasgó, sacando una buena extensión. Extendió su mano y el cuchillo de uno de los soldados salió volando por los aires, yendo a parar con el mango directamente a su palma.
–Esto va a doler –dijo con calma.
Procedió a realizar un torniquete con un trozo de tela bajo el brazo, usando un poco de su telekinesis para jalar el paño con más fuerza y lograr una buena presión que disminuyera la hemorragia.
Eric no parecía siquiera estar atento al chico, sólo contemplaba a su amigo caído. De todas maneras, reaccionó cuando Demian removió una pequeña piedra filosa de uno de sus brazos usando el cuchillo.
Puso otro trozo de tela como vendaje, envolviendo la herida y procurando apretar con fuerza. Repitió el procedimiento en torno a otras de las zonas dañadas.
–Eso es sólo provisorio, pero si no recibe atención pronto puede inf-f-fectarse y no servirá de nada. Si tuviera mejores implementos y tiempo podría hacer algo mejor.
Lamentablemente, no parecía tener tiempo. Los soldados se agruparon en torno a la puerta para formar una muralla, atentos a la figura implacable del golem que daba caza a uno de los rezagados.
–¡Debemos evacuar pronto, no podremos resistir más, necesitamos refuerzos! –exclamó Martha, al tiempo que freía a lo que parecía ser un vampiro, a juzgar por los colmillos con que había intentado morderla.
Los soldados hicieron una improvisada formación, juntando escudos.
–Yo me quedaré, no quiero ser un estorbo y tengo cuentas que saldar –dijo Eric con voz de amargura.
–De eso nada, eres un brujo muy poderoso como para abandonarte aquí. Si quieres vengar a tu amigo, recupérate y hazlo en el campo de batalla –se giró hacia uno de los soldados–. Tú, cárgalo.
El soldado siguió las instrucciones y tomó en sus espaldas a Eric, quien parecía derrotado y triste.
–Confiamos en ustedes –dijo con debilidad al momento en que un grupo de civiles se formaba por instrucción de los soldados detrás del muro de escudos.
–¡Rápido, debemos salir rápido!
Hubo llanto, gritos y desesperación. La columna de hombres actuó de forma valerosa, conteniendo a los enemigos mientras eran atacados por el violento golem y los vampiros. Algunos padres tuvieron que dejar partir a sus familias, quedándose atrás. En total sólo una treintena pudo abandonar el lugar, simplemente no había lugar para más y era absurdo pensar que furan a tener una segunda oportunidad.
Demian se sentó en un rincón, en el suelo. Pronto unas lágrimas aparecieron en su rostro... lágrimas fingidas.
En ese momento la puerta caía y un grupo de soldados nuevos hacía su entrada a la residencia.
–Uhmmm... esperaba que hubiera más personas aquí, a juzgar por tanto empeño que tenían en proteger este lugar. Ni siquiera valía tanto la pena –dijo con desdén la mujer de la túnica.
La mujer caminó por la casa, mientras los soldados reunían a empujones y puntas de lanza a los sobrevivientes. Un hombre, con lágrimas en sus ojos, se lanzó sobre ella, pero ni siquiera alcanzó a llegar, un vampiro le clavó una lanza en el vientre y, sin dejar que siquiera terminara de morir, le mordió el cuello para absorber su vitalidad.
–Lévenlos a la fábrica, si alguno se resiste... mátenlo, pero no de una sola vez, mátenlo lentamente para que el resto sepa lo que pasa a los rebeldes.
Demian se unió al grupo, empujado por un vampiro.
–Papá... papá –dijo entre lágrimas, mirando al hombre que terminaba de morir bajo la mordida del vampiro.
Pronto se encontraban caminando, unidos por una cuerda, avanzando por lo que antes era un campo de batalla. Iban en dirección a lo que parecía una pequeña fortaleza con muros de piedra.
Nota: En lo subrayado, Demian ha hecho uso de su profesión de Medicina.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
-Tch. ¿Intentas hacerte el duro, o algo?- pregunté, poniendo los ojos en blanco. -Si tan seguro estás quizás debería...- Agité una oreja al escuchar la puerta abrirse de nuevo. Un par de soldados heridos. El chico se levantó y fue hacia ellos. ¿Iba a aplicarles primeros auxilios?
Me levanté y busqué otro compañero de conversación, poco interesado en el sufrimiento del soldado agonizante. Miré alrededor. Uno de los hombres bestia, un lagarto, tenia la mirada clavada en mi. Me acerqué a él, tomando una silla.
-¿Voluntario?- inquirí.
-Podría decirse así.- admitió, ladeando ligeramente la cabeza. -Realmente, preferiría estar en otra parte. Esta no es mi... idea exacta de un lugar feliz.- dijo, esbozando una ligera mueca ante los gritos de dolor del soldado.
-Oh, tranquilo, pronto nos llevarán a un precioso palacio con comida caliente y baños termales.- Esbocé una sonrisa sarcástica. Los ojos azules del reptil aún me observaban con curiosidad.
-Ja. ¿Que tienes pensado hacer una vez estemos dentro?- preguntó. -Creo que la mayoría no espera volver.- Giró la cabeza hacia la mayoría de personas que observaban la operación, horrorizadas, o se abrazaban entre sí.
-Romperle el cuello al primer desgraciado que vea, liberar a todo el mundo y echar abajo cualquier cosa que se meta en mi camino.- respondí, encogiéndome de hombros. El lagarto rió, divertido. Debía haber pensado que estaba bromeando. -No pareces asustado.-
-Quizás lo esté, y no puedas verlo.- sonrió. -¿O conoces todo el lenguaje de mi gente?-
-Podría olerlo.- supuse.
-¿Crees que el miedo huele igual en un humano que en un reptil?- dijo, aún provocandome. -De todas formas... no es como si tuviese esperanza. Dificil tener miedo cuando no tienes nada que perder, ¿eh?- Se inclinó sobre su asiento. Me preguntaba a cuanta gente le pasaría aquello. -Me preguntaba si tu estarías en la misma situación.-
El ruido de la gente interrumpió la conversación. Les había llegado su oportunidad para evacuar, al parecer. Al menos aquello haría que el lugar se viese menos abarrotado. Por lo general, no podía evitar sentir una impasibilidad absoluta ante lo ocurrido. Ni terror, ni pánico, ni siquiera compasión por los desesperados, o algún tipo de odio vengativo hacia el enemigo.
Solo estaba siguiendo el plan, después de todo.
-Creo que nos separaremos pronto.- observé. -¿Tu nombre?-
-Zebun.- respondió el ojiazul. Casi al instante, las tropas enemigas echaron la puerta abajo y se apresuraron al interior, apuntando a todos los vivos dentro con sus armas.
Cuando me vi atado, delante de mi nuevo compañero y unos puestos detrás de Demian, me sentí ligeramente insultado. ¿Una cuerda? ¿En serio? ¿Estaba luchando contra brujos y se le ocurría llevar a los civiles atados con una cuerda? Podía destrozar esa cosa sin siquiera usar runas. Esa mujer debía ser estúpida.
Fuera como fuese, continuamos el trayecto en relativo silencio. A medida que caminábamos, podía ver el resto de viviendas ya asaltadas, además de la carnicería que había sido la batalla. Había numerosos cadáveres de ambos bandos.
Entramos en aquel edificio de piedra. Para sorpresa de nadie, estaba húmedo, oscuro, y olía a sangre. El camino nos llevó al interior, bajando por una serie de mazmorras y túneles hasta llegar a una gran galería.
Estaba llena de trabajadores. Hombres y mujeres con movimientos lánguidos y torpes, mal alimentados y prácticamente rotos por dentro. No estaba seguro de que estaban haciendo: nos daban la espalda y no podía acercarme. Sin embargo, no era lo que esperaba. Los soldados nos detuvieron en mitad de la galería. Un hombre de atuendo más ornamental se dirigió hacia nosotros, colocándose enfrente del grupo.
-Bienvenidos a vuestro nuevo hogar.- comenzó. -A partir de ahora, vuestra vida consistirá en trabajar aquí. Lo primero, será dividiros en tres grupos por aptitud. Todos los que seáis físicamente capaces estaréis bajo mi supervisión. Los que tengais capacidad mágica...
-Ireis conmigo.- dijo la mujer encapuchada. -No intentéis ocultarlo. Tenemos formas de asegurarnos de si alguien miente. Y creedme, no será bonito.-
-El resto de alimañas os quedareis en esta galería. Ahora, poneos en fila. Cualquiera que oponga resistencia verá lo que hacemos con los alborotadores.-
Aquello podía suponer un problema. Si nos dividían, cada uno tendría que escapar por su cuenta. Por mi parte, lo tenía fácil, pero el equipamiento de Demian aún estaba en la bolsa de mi cinturón.
Bueno, probablemente sobrevivía. Si se había permitido ser arrogante, una falta de armas no le detendría. Uno a uno, nos asignaron a distintos grupos. Todos los hombres bestia o humanos en buena forma física fueron trasladados hacia la puerta de la izquierda. No eramos muchos. Una mayoría abrumadora se quedó atrás.
Eché una última mirada atrás antes de continuar hacia el pasillo.
Me levanté y busqué otro compañero de conversación, poco interesado en el sufrimiento del soldado agonizante. Miré alrededor. Uno de los hombres bestia, un lagarto, tenia la mirada clavada en mi. Me acerqué a él, tomando una silla.
-¿Voluntario?- inquirí.
-Podría decirse así.- admitió, ladeando ligeramente la cabeza. -Realmente, preferiría estar en otra parte. Esta no es mi... idea exacta de un lugar feliz.- dijo, esbozando una ligera mueca ante los gritos de dolor del soldado.
-Oh, tranquilo, pronto nos llevarán a un precioso palacio con comida caliente y baños termales.- Esbocé una sonrisa sarcástica. Los ojos azules del reptil aún me observaban con curiosidad.
-Ja. ¿Que tienes pensado hacer una vez estemos dentro?- preguntó. -Creo que la mayoría no espera volver.- Giró la cabeza hacia la mayoría de personas que observaban la operación, horrorizadas, o se abrazaban entre sí.
-Romperle el cuello al primer desgraciado que vea, liberar a todo el mundo y echar abajo cualquier cosa que se meta en mi camino.- respondí, encogiéndome de hombros. El lagarto rió, divertido. Debía haber pensado que estaba bromeando. -No pareces asustado.-
-Quizás lo esté, y no puedas verlo.- sonrió. -¿O conoces todo el lenguaje de mi gente?-
-Podría olerlo.- supuse.
-¿Crees que el miedo huele igual en un humano que en un reptil?- dijo, aún provocandome. -De todas formas... no es como si tuviese esperanza. Dificil tener miedo cuando no tienes nada que perder, ¿eh?- Se inclinó sobre su asiento. Me preguntaba a cuanta gente le pasaría aquello. -Me preguntaba si tu estarías en la misma situación.-
El ruido de la gente interrumpió la conversación. Les había llegado su oportunidad para evacuar, al parecer. Al menos aquello haría que el lugar se viese menos abarrotado. Por lo general, no podía evitar sentir una impasibilidad absoluta ante lo ocurrido. Ni terror, ni pánico, ni siquiera compasión por los desesperados, o algún tipo de odio vengativo hacia el enemigo.
Solo estaba siguiendo el plan, después de todo.
-Creo que nos separaremos pronto.- observé. -¿Tu nombre?-
-Zebun.- respondió el ojiazul. Casi al instante, las tropas enemigas echaron la puerta abajo y se apresuraron al interior, apuntando a todos los vivos dentro con sus armas.
Cuando me vi atado, delante de mi nuevo compañero y unos puestos detrás de Demian, me sentí ligeramente insultado. ¿Una cuerda? ¿En serio? ¿Estaba luchando contra brujos y se le ocurría llevar a los civiles atados con una cuerda? Podía destrozar esa cosa sin siquiera usar runas. Esa mujer debía ser estúpida.
Fuera como fuese, continuamos el trayecto en relativo silencio. A medida que caminábamos, podía ver el resto de viviendas ya asaltadas, además de la carnicería que había sido la batalla. Había numerosos cadáveres de ambos bandos.
Entramos en aquel edificio de piedra. Para sorpresa de nadie, estaba húmedo, oscuro, y olía a sangre. El camino nos llevó al interior, bajando por una serie de mazmorras y túneles hasta llegar a una gran galería.
Estaba llena de trabajadores. Hombres y mujeres con movimientos lánguidos y torpes, mal alimentados y prácticamente rotos por dentro. No estaba seguro de que estaban haciendo: nos daban la espalda y no podía acercarme. Sin embargo, no era lo que esperaba. Los soldados nos detuvieron en mitad de la galería. Un hombre de atuendo más ornamental se dirigió hacia nosotros, colocándose enfrente del grupo.
-Bienvenidos a vuestro nuevo hogar.- comenzó. -A partir de ahora, vuestra vida consistirá en trabajar aquí. Lo primero, será dividiros en tres grupos por aptitud. Todos los que seáis físicamente capaces estaréis bajo mi supervisión. Los que tengais capacidad mágica...
-Ireis conmigo.- dijo la mujer encapuchada. -No intentéis ocultarlo. Tenemos formas de asegurarnos de si alguien miente. Y creedme, no será bonito.-
-El resto de alimañas os quedareis en esta galería. Ahora, poneos en fila. Cualquiera que oponga resistencia verá lo que hacemos con los alborotadores.-
Aquello podía suponer un problema. Si nos dividían, cada uno tendría que escapar por su cuenta. Por mi parte, lo tenía fácil, pero el equipamiento de Demian aún estaba en la bolsa de mi cinturón.
Bueno, probablemente sobrevivía. Si se había permitido ser arrogante, una falta de armas no le detendría. Uno a uno, nos asignaron a distintos grupos. Todos los hombres bestia o humanos en buena forma física fueron trasladados hacia la puerta de la izquierda. No eramos muchos. Una mayoría abrumadora se quedó atrás.
Eché una última mirada atrás antes de continuar hacia el pasillo.
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Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Demian procuró mantener algunas lágrimas en sus ojos durante todo el trayecto. Sabía que Asher estaba más atrás, pero de momento había sido separados. Lo más sensato en esa situación era simplemente seguir jugando un rol, ganando tiempo.
Una vez estuvieron en el destino y los captores hubieron dado sus instrucciones, el chico comenzó a ponderar su situación.
"Lo importante no es el cómo, es el cuándo" había dicho un rato atrás. Seguía siendo cierto. Un asesino no es efectivo por superar a sus objetivos, ni por ser mejor luchador, sino por ser paciente y esperar un buen momento, un momento en que todo esté a su favor. Con suficiente ventaja, cualquiera puede matar a cualquiera.
Era momento de esperar a tener esa ventaja.
Según había dicho la mujer, tenían formas de asegurarse de quién tenía magia. Demian consideró eso por unos instantes. Podía intentar usar sus ilusiones para ocultar su magia, distraer la mente de la mujer al examinarle, hacerla creer que otra persona era la que usaba magia... pero ¿y si no era ella el detector?, ¿si era alguien más oculto entre los soldados?, ¿y si era un objeto arcano?. Intentar confundir la mente de todos y salirse con la suya era demasiado arriesgado. Aún así, no podía sólo revelar que era un brujo ilusionista, eso daría demasiada ventaja a sus enemigos.
Fingió su mejor cara de pena y rabia, arrugando su frente y botando más lágrimas por sus ojos.
–¡Malditos asesinos! –gritó a todo pulmón.
Levantó sus manos, dejando que el éter fluyera a través suyo, apretando su rostro para reflejar un enorme esfuerzo. Por un momento parecía como si una vena de su frente se fuera a transformar en una víbora.
–¡Aaaaaah! –dejó escapar su rabia con tal energía que su garganta parecía querer desgarrarse.
De sus manos salió una llama ilusoria, imitando el fuego real, una bola de fuego. Era el ataque más conocido de los brujos, que muchos chicos aprendían cuando se iniciaban en la escuela elemental más volátil y agresiva. La llama se movió, disparándose desde sus manos hacia la mujer...
...pero era muy pequeña. El fuego se consumió en el aire y ni siquiera le alcanzó.
La parte del mango de la lanza de un soldado le dio en las piernas y cayó de rodillas, el mismo soldado levantó su arma para amenazarle. La mujer caminó hacia él, lo miró y una piedra se levantó del suelo, impactando en su vientre. Demian hizo su parte en derramar más lágrimas (y a ese punto era difícil decir de dónde sacaba tantas) y doblarse sobre sí mismo, como si no soportara el dolor del impacto.
El soldado le puso la lanza en el cuello.
–¿Qué hacemos con él, lo mato? –preguntó.
Demian se preparó disimuladamente para lanzar un hechizo, de ser necesario. Esperó.
–No es necesario. Es un crío tonto, no una amenaza. Es un brujo, pero no servirá para los rituales, su dominio de la magia es muy bajo, sólo entorpecerá a los demás. Dejadlo junto al resto de los inútiles y dadle algo que hacer –se giró hacia Demian–, pero si vuelve a hacer algo tonto, dadle una lección que todos puedan recordar.
Un soldado lo hizo levantarse y lo empujó hacia el grupo del medio, mientras los brujos más capaces eran llevados a un ala lateral. Sintió curiosidad por saber qué rituales exactamente se llevaban a cabo allí y por un momento se preguntó si había tomado la decisión correcta. Quizás allí se fabricaban las famosas piedras. Por ahora no podía saberlo.
Por otro lado, quedarse en la galería le permitiría tener menos distancia con su compañero, lo que era favorable. Siguió en su papel de llorar.
* * *
Más tarde...
Demian llenaba nuevamente las cubetas con agua y, usando la vara en sus hombros, las levantaba para dar una nueva ronda. Le costó dar el primer paso, siempre era el más difícil, y seguiría siéndolo hasta que se pudiera deshacer de una buena cantidad de agua.
Había estado haciendo eso por horas, pero ahora sería distinto. Al fin le tocaba hacer la ronda hacia el sector de los más fuertes. Suponía que Asher aún estaba en ese lugar.
El camino tuvo algunas pausas. Su deber era dar agua a los demás trabajadores. Era una tarea simple, pero bien demandada. La mayoría realizaba esfuerzo físico hasta el agotamiento y recibía su porción como una bendición. Algunos querían más de la cuenta y debía correrse a tiempo. Ya había aprendido que no era buena idea no cumplir la regla... un vaso por persona.
Cuando finalmente llegó, lo primero que vio no era precisamente lo que esperaba.
Mientras los demás trabajaban, tenía lugar un extraño evento en un costado de la cámara. Estaba delimitada un área cuadrada, vigilada por un grupo de soldados. En su interior, un hombre de rasgos felinos luchaba a mano desnuda contra otro que tenía nariz de jabalí y cuerpo peludo.
Ambos guerreros sangraban profusamente, pero la pelea no se daba por terminada. El felino se acercó al borde, buscando algo de espacio luego de una carga del hombre jabalí, pero un soldado le pinchó con la lanza, empujándolo a volver al centro.
Entonces divisó a Asher.
–¿Gusta un poco de ag-g-gua, señor? –le dijo sin levantar mucho la voz.
Tomó el vaso que colgaba de una de las cubetas y lo llenó, ofreciéndoselo.
–Hace cosa de diez minutos un hombre completamente de negro fue a la zona de los brujos, d-d-ijo algo de un ritual y de que necesitaba más "especíme-m-menes" –susurró, usando su magia ilusoria para hacer parecer que su boca seguía quieta–, poco luego de eso llevaron a un sujeto peludo golpeado y ensangrentado hacia ese lado. Si quieres, p-puedo ocultarnos con una ilusión para ir allí, pero es peligroso con tantos ojos. Quizás podemos esperar a la noche... quizás sería muy tarde.
Hizo ademán de descansar un momento, dejando las cubetas en el suelo y estirando la espalda. Sabía que no le permitirían pasar mucho rato en eso, pero esperaba ganar algo de tiempo... pero en ese momento la atención estaba en otro lugar.
El hombre de rasgos felinos dejaba de moverse, con la cara destrozada. Demian no estaba seguro si había muerto o estaba inconsciente. Un par de soldados tomaba al hombre jabalí y lo empujaba de vuelta por el pasillo. No se hacía necesario mucho uso de razón para deducir que sería otro "espécimen".
El sujeto de atuendo ornamental se acercó a donde estaban. Demian tomó la vara para volver a cargar las cubetas de agua. El hombre miró a los trabajadores.
–Tú -dijo indicando a un hombre de rasgos reptiles, con un gesto de desprecio en su boca–, pareces fuerte. Vamos a ver de qué estás hecho, ven aquí. Si ganas la pelea, serás libre. No tienes opción, de todas maneras, si te resistes serás desollado. Ahora, veamos quién será tu rival.
Siguió mirando la zona.
Sus ojos descansaron un momento en Asher.
Nota: El hombre de rasgos reptiles no es necesariamente Zebun, queda abierto a interpretación.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
-Espero que no esté envenenada.- respondí, tomando uno de los vasos.
Al parecer, Demian se las había arreglado para acercarse a nuestra galería. Eso simplificaba las cosas, y nos daba una buena oportunidad para seguir con el plan. No respondí ante la idea que sugería. No necesitábamos huir, ni esperar hasta la noche. Aun así, era buena información.
El combate terminó, y los soldados se llevaron al ganador. Bien. Llegaba el momento. Para mi sorpresa, el capataz eligió a mi nuevo amigo como próximo combatiente. Adorable. Debía habernos visto hablar, y creía que podría castigarnos de esa forma. ¡Rompiendo una preciosa y bella amistad de apenas unas horas!
-¿Fuerte? ¿Yo?- preguntó Zebun. -¿Estás bebido? ¡Es como una pared!- exclamó, señalándome. -¡Podría golpearle durante horas y acabaría muriendo yo primero por una infección!-
El tipo resopló, algo divertido. Miró al lagarto por encima del hombro, y luego a mi.
-Muy bien. No sería divertido si no fuese justo, supongo. Tú. Dale un cuchillo.- ordenó, señalando a uno de los guardias. El hombre rió y tiró un puñal oxidado al suelo, obligando a Zebun a recogerlo.
-Solo para confirmar...- dijo, mirando el cuchillo que ahora sostenía. Antes de que pudiese reaccionar, su mano voló hacia el cuello expuesto del soldado, apuñalándolo repetidas veces mientras caía al suelo. -¿Se usa así, no?-
En cuanto los otros dos vampiros se movieron para reaccionar, uno de ellos fue derribado casi al instante bajo la fuerza de multitud de hombres bestia. Golpearon su cabeza contra la pared de la mina y le quitaron sus armas en cuestión de segundos. Con los soldados que se habían llevado al jabalí fuera, solo quedaba el "capataz." Para cuando llevó la mano a su espada, fue demasiado tarde. Mi rodilla impactó en su estómago, haciéndole retroceder. Sujeté su cuello con mi mano derecha y le alcé, haciéndole soltar una exclamación ahogada.
No podía hacerle estallar aún. Demasiado ruido alertaría al resto del fuerte. Pero eso no significaba que fuese a tener piedad. Sin embargo, una sola palabra se cruzó por mi mente.
"Suelta."
Sin que pudiese controlarlo, mi mano comenzó a disminuir la presión sobre el tipo. Pero justo en ese momento, fui consciente de lo que pasaba. Así que aquello era control mental. No era tan fuerte como esperaba.
Le solté, pero no tardé un segundo en golpear su cara con toda mi fuerza antes de que pudiese recomponerse. El hombre cayó al suelo, y me lancé sobre él, clavando mis garras en su torso y en su cara. Si quería ganar aquello, tendría que impedirle pensar durante siquiera un segundo. Abrí la boca y la cerré sobre su cuello, hundiendo mis dientes en su carne tan fuerte como pude. No tardé en sentir el sabor de su sangre. Repulsivo.
El vampiro forcejeó, lanzando arañazos frenéticos mientras intentaba gritar. Pero su traquea no tenía espacio suficiente. Giré la cabeza, forzando su cuello y aumentando la presión hasta oír un crujido. El capataz dejó de moverse. Me levanté y escupí la sangre sobre su cuerpo, limpiándome la boca.
-Ahora si...- suspiré. -Un poco de agua me vendría bien.- Recogí los recipientes que el chico había dejado en el suelo y me enjuagué la boca antes de escupir, de nuevo, al cadaver.
Algunos de mis nuevos compañeros me miraban. La mayoría, entre el respeto y el asombro. Unos pocos, ligeramente repugnados. No importaba. Era una buena oportunidad.
-No se me dan muy bien los crímenes violentos, pero supongo que todo el mundo tiene que mancharse tarde o temprano.- dijo Zebun, alejándose del otro soldado. El puñal estaba completamente cubierto de sangre, y el mismo reptil tenia varias manchas en la cara y la ropa. -...Aunque algunos más que otros.- añadió, mirándome.
-Los que sepáis luchar, recoged las armas. Pero quedaos aquí.- dije. Gran parte de los que quedaban eran voluntarios, después de todo. Organizar un plan había sido muy sencillo una vez tenía la información necesaria. -Aún tenemos que asegurar la zona. Si alguien entra, matadlo antes de que vea los cadáveres-
Cogí la bolsa encantada y la rompí con mis garras, desperdigando sus contenidos en el suelo. Me apresuré en recuperar mis pertenencias y equiparme debidamente. La parte seria estaba por empezar.
-¿No deberíamos huir? ¿Y si oyen los gritos?- preguntó uno de los civiles. Uno de los pocos humanos.
-Tenemos más posibilidades si nos juntamos con el grupo mayor. Además... ¿ves que alguien haya venido a investigar? Oír gritos en este sitio no es algo precisamente raro.- repuso el lagarto. Perspicaz. Quizás acabase sobreviviendo de verdad, después de todo.
Coloqué la funda de Brillo en mi cinturón. Pero después, recordé al hombre gato. Busqué entre mis bolsillos y saqué aquel repulsivo tarro de pasta sanadora. No era ningún sanador, pero parecía estar respirando. El daño más grave parecía estar en la cara, por lo que apliqué los contenidos en las heridas, asegurandome de no tapar la nariz ni la boca.
-Esta cosa... huele horrible.- gruñó. -Au. Au. Duele.-
-Oh, estás vivo y todo.- contesté. -Déjatela. Te arreglará un poco.-
Uno de los hombres bestia, ahora con armas saqueadas de los soldados, me lanzó un llavero con varias llaves de cobre y hierro. Lo cogí al vuelo y se lo pasé a Demian. Él podría usarlas mejor.
-Tu primero.- dije. -Cuando demos la señal... corred. No nos espereis. Salid de aquí y corred. No importa lo que hagan, no os pueden retener a todos.-
El tener una estampida de esclavos huyendo llamaría la atención de toda la fortaleza y les daría una buena oportunidad para alcanzar su libertad. Aquello nos facilitaría las cosas. Pero aún hacía había que hacer lo mismo con las otras galerías.
Al parecer, Demian se las había arreglado para acercarse a nuestra galería. Eso simplificaba las cosas, y nos daba una buena oportunidad para seguir con el plan. No respondí ante la idea que sugería. No necesitábamos huir, ni esperar hasta la noche. Aun así, era buena información.
El combate terminó, y los soldados se llevaron al ganador. Bien. Llegaba el momento. Para mi sorpresa, el capataz eligió a mi nuevo amigo como próximo combatiente. Adorable. Debía habernos visto hablar, y creía que podría castigarnos de esa forma. ¡Rompiendo una preciosa y bella amistad de apenas unas horas!
-¿Fuerte? ¿Yo?- preguntó Zebun. -¿Estás bebido? ¡Es como una pared!- exclamó, señalándome. -¡Podría golpearle durante horas y acabaría muriendo yo primero por una infección!-
El tipo resopló, algo divertido. Miró al lagarto por encima del hombro, y luego a mi.
-Muy bien. No sería divertido si no fuese justo, supongo. Tú. Dale un cuchillo.- ordenó, señalando a uno de los guardias. El hombre rió y tiró un puñal oxidado al suelo, obligando a Zebun a recogerlo.
-Solo para confirmar...- dijo, mirando el cuchillo que ahora sostenía. Antes de que pudiese reaccionar, su mano voló hacia el cuello expuesto del soldado, apuñalándolo repetidas veces mientras caía al suelo. -¿Se usa así, no?-
En cuanto los otros dos vampiros se movieron para reaccionar, uno de ellos fue derribado casi al instante bajo la fuerza de multitud de hombres bestia. Golpearon su cabeza contra la pared de la mina y le quitaron sus armas en cuestión de segundos. Con los soldados que se habían llevado al jabalí fuera, solo quedaba el "capataz." Para cuando llevó la mano a su espada, fue demasiado tarde. Mi rodilla impactó en su estómago, haciéndole retroceder. Sujeté su cuello con mi mano derecha y le alcé, haciéndole soltar una exclamación ahogada.
No podía hacerle estallar aún. Demasiado ruido alertaría al resto del fuerte. Pero eso no significaba que fuese a tener piedad. Sin embargo, una sola palabra se cruzó por mi mente.
"Suelta."
Sin que pudiese controlarlo, mi mano comenzó a disminuir la presión sobre el tipo. Pero justo en ese momento, fui consciente de lo que pasaba. Así que aquello era control mental. No era tan fuerte como esperaba.
Le solté, pero no tardé un segundo en golpear su cara con toda mi fuerza antes de que pudiese recomponerse. El hombre cayó al suelo, y me lancé sobre él, clavando mis garras en su torso y en su cara. Si quería ganar aquello, tendría que impedirle pensar durante siquiera un segundo. Abrí la boca y la cerré sobre su cuello, hundiendo mis dientes en su carne tan fuerte como pude. No tardé en sentir el sabor de su sangre. Repulsivo.
El vampiro forcejeó, lanzando arañazos frenéticos mientras intentaba gritar. Pero su traquea no tenía espacio suficiente. Giré la cabeza, forzando su cuello y aumentando la presión hasta oír un crujido. El capataz dejó de moverse. Me levanté y escupí la sangre sobre su cuerpo, limpiándome la boca.
-Ahora si...- suspiré. -Un poco de agua me vendría bien.- Recogí los recipientes que el chico había dejado en el suelo y me enjuagué la boca antes de escupir, de nuevo, al cadaver.
Algunos de mis nuevos compañeros me miraban. La mayoría, entre el respeto y el asombro. Unos pocos, ligeramente repugnados. No importaba. Era una buena oportunidad.
-No se me dan muy bien los crímenes violentos, pero supongo que todo el mundo tiene que mancharse tarde o temprano.- dijo Zebun, alejándose del otro soldado. El puñal estaba completamente cubierto de sangre, y el mismo reptil tenia varias manchas en la cara y la ropa. -...Aunque algunos más que otros.- añadió, mirándome.
-Los que sepáis luchar, recoged las armas. Pero quedaos aquí.- dije. Gran parte de los que quedaban eran voluntarios, después de todo. Organizar un plan había sido muy sencillo una vez tenía la información necesaria. -Aún tenemos que asegurar la zona. Si alguien entra, matadlo antes de que vea los cadáveres-
Cogí la bolsa encantada y la rompí con mis garras, desperdigando sus contenidos en el suelo. Me apresuré en recuperar mis pertenencias y equiparme debidamente. La parte seria estaba por empezar.
-¿No deberíamos huir? ¿Y si oyen los gritos?- preguntó uno de los civiles. Uno de los pocos humanos.
-Tenemos más posibilidades si nos juntamos con el grupo mayor. Además... ¿ves que alguien haya venido a investigar? Oír gritos en este sitio no es algo precisamente raro.- repuso el lagarto. Perspicaz. Quizás acabase sobreviviendo de verdad, después de todo.
Coloqué la funda de Brillo en mi cinturón. Pero después, recordé al hombre gato. Busqué entre mis bolsillos y saqué aquel repulsivo tarro de pasta sanadora. No era ningún sanador, pero parecía estar respirando. El daño más grave parecía estar en la cara, por lo que apliqué los contenidos en las heridas, asegurandome de no tapar la nariz ni la boca.
-Esta cosa... huele horrible.- gruñó. -Au. Au. Duele.-
-Oh, estás vivo y todo.- contesté. -Déjatela. Te arreglará un poco.-
Uno de los hombres bestia, ahora con armas saqueadas de los soldados, me lanzó un llavero con varias llaves de cobre y hierro. Lo cogí al vuelo y se lo pasé a Demian. Él podría usarlas mejor.
-Tu primero.- dije. -Cuando demos la señal... corred. No nos espereis. Salid de aquí y corred. No importa lo que hagan, no os pueden retener a todos.-
El tener una estampida de esclavos huyendo llamaría la atención de toda la fortaleza y les daría una buena oportunidad para alcanzar su libertad. Aquello nos facilitaría las cosas. Pero aún hacía había que hacer lo mismo con las otras galerías.
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Demian fingió una sonrisa ante el comentario del veneno, pero no estaba seguro si Asher bromeaba o no. Siempre había sido malo para reconocer ese tipo de cosas en la gente y, ante la duda, había aprendido que era mejor sonreír.
Pronto Asher le daría otras cosas en las que concentrarse. Comenzaba un altercado.
No podía decirlo, claro, pero en su interior Demian debía reconocer que las manos le picaban por tomar un arma y atravesar a uno o dos de esos soldados. Lo curioso es que no era por odio, ni por lo que hacían, sino sólo por derramar sangre. No fue necesario, los demás se las arreglaron muy bien para matar rápidamente a los guardias.
–Genial –murmuró para sí, algo entusiasmado por la carnicería.
Pero estaba en una misión y, como había aprendido años antes con su maestro, en una misión uno no puede darse tiempo para juegos.
El problema es que ahora la misión se había ampliado. Ya no se trataba sólo de obtener información por medio del espionaje y salir, ahora cargaban con la responsabilidad de hacer salir con vida a un grupo de prisioneros.
–Toda tuya –dijo cuando su aliado usó el agua–. De todas maneras pesa mucho.
Demian esperó a que Asher terminara de ayudar al herido felino y se le acercó.
–Asher... –comenzó a explicar– Ellos esperan que salga pronto de esta galería otro de lo que ellos llaman un "espécimen". Po-p-por lo que he visto son hombres-bestia, siempre buenos luchadores y aparentemente son los que ganan estas peleas. Si no ven que sale uno pronto, sos-specharán.
El chico tomó su equipamiento y lo puso con cuidado entre sus cosas, procurando de todas maneras ser discreto. Las dagas quedaron bajo la camisa, mientras los cuchillos arrojadizos cubiertos por el pantalón. El escalpelo y el veneno, ocultos en las muñequeras. Los elementos de medicina en un bolso pequeño de su cinturón.
Demian se acercó a los otros prisioneros, que comenzaban a ponerse inquietos. Algunos parecían querer salir de inmediato y acabar con todos los guardias, azuzados por lo que acababan de presenciar, mientras otros eran más cautelosos, temiendo las represalias de los vampiros y brujos del Aquelarre. De manera natural se comenzaban a formar dos bandos.
Levantó una de sus manos, mostrando la palma abierta. Desde allí emergió una pequeña figura, que fue creciendo rápidamente hasta formar una especie de mapa flotante de aproximadamente dos metros cuadrados. El mapa era una representación de las dos galerías y el camino por el que comenzaba el área de los brujos.
–Esto es lo que he v-visto –informó–. Puede no ser exacto, porque es mi memoria y la memoria nunca es perfecta, pero al menos estuve ya unas buenas horas en la galería central y la p-p-pude ver en detalle.
En el mapa aparecieron unas figuras de fantasmitas flotantes portando lanzas, los que se concentraban en tres puntos, realizando rondas para recorrer los otros lugares, pero siempre volviendo a esos mismos puntos.
–Los dos grupos más cerca de la entrada son los más armados y no se mueven mucho, mientras que el grupo del fondo está encargado de la disciplina y dirigir los trabajos, por lo que realizan muchas rondas.
Dejó el mapa flotando para que los prisioneros pudieran estudiarlo y se acercó nuevamente a Asher.
–P-podemos hacerte pasar por un "espécimen" y así pasar a los guardias. Con eso podemos llegar al lado de los brujos, o al menos al corazón de la galería central. Pero es peligroso, no sabemos lo que les hacen al otro lado. Si causamos una refriega a gran escala antes de v-ver lo que hacen, jamás sabremos qué pasa en ese lado.
Demian apuntó al arma de Asher.
–Puedo ocultarla, si quieres. Si alguien te toca la podrá sentir, pero no creo que busquen armas invisibles. También puedo darte algunos... magullones –sonrió un momento–, y no, no me refiero a golpes de verdad, sino a ilusiones. Así te parecerías a los otros que han llevado. Ya verás que puedo darles detalles muy realistas.
Se giró para mirar a Zebun.
–Si prefieren, puedo hacer el truco con otro.
El hombre lagarto asintió. A juzgar por la facilidad con que había mentido y atacado se notaba una persona perfectamente capaz y valiente.
–Así que... ¿quién va a pasar por el salón de belleza?
Demian levantó el dedo índice y en torno a él se comenzó a arremolinar una especie de niebla púrpura, mientras capturaba el éter a su alrededor.
* * *
Cuando el chico se asomó por el pasillo hacia la galería central, cargando la vara con las cubetas, ahora más livianas por la falta de agua, examinó el lugar.
Sabía que más atrás debían venir sus aliados, pero quería reunir algo de información del lugar antes de que pasara algo. Le gustaba tener las cosas bien planeadas.
Los soldados seguían en su posición habitual, con los dos grupos cerca de la entrada vigilando el paso y el grupo del fondo más desordenado. Cerca de la entrada, cuatro soldados jugaban relajadamente con naipes sobre una mesa improvisada. Habían dejado sus armas a un costado y reían. Al parecer estaban libres de su turno de vigilancia. Tenían vasos sobre la mesa, pero Demian no sabía si había licor o sólo agua.
Una joven prisionera les llevó unas piezas de pan, aunque en su mirada se notaba que ella deseaba intensamente poder dar una mordida a ese alimento. Se notaba de mejor calidad que lo que les daban a ellos.
Uno de los soldados no sólo recibió un trozo de pan, sino que tomó con una de sus manos la nalga derecha de la muchacha. La apretó hasta que ella soltó un discreto gemido y Demian temió que la situación escalara, pero finalmente dejó de apretar, aunque sin retirar el contacto aún. Tomó un trozo de pan y lo puso en la boca de la muchacha.
–Buena chica –dijo riéndose.
Una parte del chico quizo hacer uso de la daga, pero la otra parte, más fuerte y dominante, su lado racional, le indicó que se concentrara en la misión.
En ese momento sintió un pie en su espalda que le empujaba. Cayó de rodillas, pero alcanzó a acomodarse para que su cara no diera con las piedras.
–Eh, no pierdas el tiempo allí parado, aquí no hay espacio para holgazanes –dijo con voz autoritaria uno de los capataces.
–S-sí, sí, señor –contestó el chico bajando la mirada y poniéndose rápidamente de pie.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
-Iré yo.- dije, encogiendome de hombros. -Pero tampoco te pases con las heridas. Creo que podría haber ganado sin que me tocase.-
-¡Eh!- exclamó el lagarto. -Quiero decir... es cierto, pero al menos podrías fingir que tenia posibilidades.-
-Supongo que siempre podía darme un ataque al corazón repentino.- dije, esbozando una sonrisa sarcástica. -En cuanto me vea en peligro, no me contendré. Estoy cansado de bajar la cabeza.- avisé, mirando a Demian. El mapa que había mostrado había sido impresionante, pero sospechaba que no era del todo necesario. No teniamos que pasar escondidos, después de todo.
Me aproxime a la galería central. Tendría que fingir que debía estar ahí, supuse. Seguí las indicaciones de Demian, ignorando las miradas de los soldados que parecían estar descansando. Junto a la entrada, una pareja custodiaba la puerta. Me acerqué a ellos.
-¿...otro? ¿Donde están tus escoltas, chucho?- preguntó uno de ellos.
-Me han dicho que viniese aquí. También me dijeron algo como "dile a esos miserables que necesito más guardias aquí."- añadí, encogiéndome de hombros.
-Si, ya. Le ha dicho a una alimaña que vaya a por refuerzos.- replicó, arqueando una ceja.
-No me creas, pero no es mi cuello el que está en juego.- dije. -Mis antiguos compañeros no parecían muy contentos con su trato.-
Los guardias intercambiaron una mirada, pero finalmente, uno de ellos se dirigió hacia la sala mientras mascullaba algo. En cuanto cruzase la puerta, estaba seguro de que se lanzarían sobre él. Uno menos del que preocuparse. El otro guardia abrió la puerta, dejándome pasar.
El interior de la sala era bastante similar a mis expectativas. Era algo más pequeña que la otra en la que había estado, pero la cantidad de personas también era mucho menor. Menos de una decena de brujos, todos frente a la pared y con su atención centrada en... algo. Dos grandes circulos de algún material arcano estaban dibujados en el suelo. Contemplé las marcas, manchadas de sangre. Algo me decía que el hombre jabalí no había salido bien parado de todo aquello.
La mujer encapuchada también estaba allí, observando toda la operación.
-No te preocupes. Tu predecesor... desobedeció. Intentó resistirse, y tuvimos que deshacernos de él. Pero mientras seas obediente no te pasará nada.- Algo me decía que no estaba diciendo la verdad. Algo normalmente llamado "sentido común."
A pesar de todo, no tenía demasiadas opciones para ganar tiempo. Caminé lentamente hacia el interior del círculo. Las marcas lo unían a otro círculo idéntico en el otro extremo de la habitación. En ese, un brujo tembloroso miraba al resto de prisioneros. Fue entonces cuando me di cuenta: todos ellos, salvo el del círculo, tenian grilletes en las manos, grabados con una runa que no podía identificar desde allí. No hacía falta un genio para imaginar que sería algo que les impidiese canalizar el éter.
-Muy bien. Esperemos que esta pareja no sea tan decepcionante como la anterior.- dijo. La mujer hizo flotar una figura de piedra de entre los restos que quedaban en el suelo. Un corazón de piedra. El objeto flotó hasta presionarse contra mi pecho. De alguna forma, parecía... pegado. Raíces de piedra empezaron a formarse lentamente en torno a mi pecho, asegurando el artefacto.
Oh, no.
-...Ah, ya veo.- dije, interrumpiendo al brujo antes siquiera de que empezase el ritual. -Así que es así como hacéis los golems inteligentes.- dije, mirando fijamente a la mujer. Estaban usando seres vivos. Aquellos "especímenes" eran hombres bestia. Y los brujos eran usados para canalizar el éter necesario. Aquello lo cambiaba todo: era imposible sabotear el proceso sin matar a los involucrados. El idiota de Manderlan me había puesto en peligro mortal con su información incompleta. [1]
-No...no deberías ser capaz de hablar.- dijo. -¡Comienza el ritual, o tomarás su lugar, gusano!- le gritó al brujo.
-Ya he visto suficiente.- gruñí. Alcé mi mano izquierda hacia la hechicera encapuchada. Un destello carmesí cubrió la palma de mi guantelete metálico, y una explosión hizo temblar las paredes. [2] El estallido derribó a la mujer, lanzándola por el suelo con partes de su ropa en llamas. Arranqué el artefacto de piedra de mi pecho y lo dejé caer en el suelo mientras desenfundaba mi espada y me giraba.
Dos de los lanceros se acercaban a mi, uno a cada lado. Resoplé. Tendría que hacerlo justo, de una manera u otra. Desvié la primera estocada que se dirigía a mi pecho con un tajo de Brillo. No tenía tiempo que perder. El anillo de la empuñadura se iluminó mientras invocaba aquella criatura. [3]
-¡Grito!- llamé. El monstruo de vacío apareció a mi lado, lanzando un terrible chillido. Sin dudar un instante, la criatura se lanzó contra el soldado más alejado. Su lanza atravesó la cara del ser sin causarle ningún daño. Sin mostrar emoción alguna, la abominación empezó a escarbar en el pecho del hombre con sus garras, manchando el suelo de sangre y carne. Los pulmones del lancero no tardaron en ser victimas de sus uñas.
Mientras tanto, el vampiro al que me enfrentaba estaba atacando con agresividad. Aunque mantenía su distancia, su lanza perforaba el aire una y otra vez, buscando mi piel. Podía mantenerme a la defensiva, pero necesitaba una apertura en su defensa o aquello no acabaría bien.
Un pilar de roca salió del suelo, pillándome por sorpresa e impactando en mi pecho antes de que pudiese reaccionar. Rodé por el suelo, pero me levanté en apenas un segundo. La bruja antes encapuchada me miró con un odio profundo.
-¡Eh!- exclamó el lagarto. -Quiero decir... es cierto, pero al menos podrías fingir que tenia posibilidades.-
-Supongo que siempre podía darme un ataque al corazón repentino.- dije, esbozando una sonrisa sarcástica. -En cuanto me vea en peligro, no me contendré. Estoy cansado de bajar la cabeza.- avisé, mirando a Demian. El mapa que había mostrado había sido impresionante, pero sospechaba que no era del todo necesario. No teniamos que pasar escondidos, después de todo.
Me aproxime a la galería central. Tendría que fingir que debía estar ahí, supuse. Seguí las indicaciones de Demian, ignorando las miradas de los soldados que parecían estar descansando. Junto a la entrada, una pareja custodiaba la puerta. Me acerqué a ellos.
-¿...otro? ¿Donde están tus escoltas, chucho?- preguntó uno de ellos.
-Me han dicho que viniese aquí. También me dijeron algo como "dile a esos miserables que necesito más guardias aquí."- añadí, encogiéndome de hombros.
-Si, ya. Le ha dicho a una alimaña que vaya a por refuerzos.- replicó, arqueando una ceja.
-No me creas, pero no es mi cuello el que está en juego.- dije. -Mis antiguos compañeros no parecían muy contentos con su trato.-
Los guardias intercambiaron una mirada, pero finalmente, uno de ellos se dirigió hacia la sala mientras mascullaba algo. En cuanto cruzase la puerta, estaba seguro de que se lanzarían sobre él. Uno menos del que preocuparse. El otro guardia abrió la puerta, dejándome pasar.
El interior de la sala era bastante similar a mis expectativas. Era algo más pequeña que la otra en la que había estado, pero la cantidad de personas también era mucho menor. Menos de una decena de brujos, todos frente a la pared y con su atención centrada en... algo. Dos grandes circulos de algún material arcano estaban dibujados en el suelo. Contemplé las marcas, manchadas de sangre. Algo me decía que el hombre jabalí no había salido bien parado de todo aquello.
La mujer encapuchada también estaba allí, observando toda la operación.
-No te preocupes. Tu predecesor... desobedeció. Intentó resistirse, y tuvimos que deshacernos de él. Pero mientras seas obediente no te pasará nada.- Algo me decía que no estaba diciendo la verdad. Algo normalmente llamado "sentido común."
A pesar de todo, no tenía demasiadas opciones para ganar tiempo. Caminé lentamente hacia el interior del círculo. Las marcas lo unían a otro círculo idéntico en el otro extremo de la habitación. En ese, un brujo tembloroso miraba al resto de prisioneros. Fue entonces cuando me di cuenta: todos ellos, salvo el del círculo, tenian grilletes en las manos, grabados con una runa que no podía identificar desde allí. No hacía falta un genio para imaginar que sería algo que les impidiese canalizar el éter.
-Muy bien. Esperemos que esta pareja no sea tan decepcionante como la anterior.- dijo. La mujer hizo flotar una figura de piedra de entre los restos que quedaban en el suelo. Un corazón de piedra. El objeto flotó hasta presionarse contra mi pecho. De alguna forma, parecía... pegado. Raíces de piedra empezaron a formarse lentamente en torno a mi pecho, asegurando el artefacto.
Oh, no.
-...Ah, ya veo.- dije, interrumpiendo al brujo antes siquiera de que empezase el ritual. -Así que es así como hacéis los golems inteligentes.- dije, mirando fijamente a la mujer. Estaban usando seres vivos. Aquellos "especímenes" eran hombres bestia. Y los brujos eran usados para canalizar el éter necesario. Aquello lo cambiaba todo: era imposible sabotear el proceso sin matar a los involucrados. El idiota de Manderlan me había puesto en peligro mortal con su información incompleta. [1]
-No...no deberías ser capaz de hablar.- dijo. -¡Comienza el ritual, o tomarás su lugar, gusano!- le gritó al brujo.
-Ya he visto suficiente.- gruñí. Alcé mi mano izquierda hacia la hechicera encapuchada. Un destello carmesí cubrió la palma de mi guantelete metálico, y una explosión hizo temblar las paredes. [2] El estallido derribó a la mujer, lanzándola por el suelo con partes de su ropa en llamas. Arranqué el artefacto de piedra de mi pecho y lo dejé caer en el suelo mientras desenfundaba mi espada y me giraba.
Dos de los lanceros se acercaban a mi, uno a cada lado. Resoplé. Tendría que hacerlo justo, de una manera u otra. Desvié la primera estocada que se dirigía a mi pecho con un tajo de Brillo. No tenía tiempo que perder. El anillo de la empuñadura se iluminó mientras invocaba aquella criatura. [3]
-¡Grito!- llamé. El monstruo de vacío apareció a mi lado, lanzando un terrible chillido. Sin dudar un instante, la criatura se lanzó contra el soldado más alejado. Su lanza atravesó la cara del ser sin causarle ningún daño. Sin mostrar emoción alguna, la abominación empezó a escarbar en el pecho del hombre con sus garras, manchando el suelo de sangre y carne. Los pulmones del lancero no tardaron en ser victimas de sus uñas.
Mientras tanto, el vampiro al que me enfrentaba estaba atacando con agresividad. Aunque mantenía su distancia, su lanza perforaba el aire una y otra vez, buscando mi piel. Podía mantenerme a la defensiva, pero necesitaba una apertura en su defensa o aquello no acabaría bien.
Un pilar de roca salió del suelo, pillándome por sorpresa e impactando en mi pecho antes de que pudiese reaccionar. Rodé por el suelo, pero me levanté en apenas un segundo. La bruja antes encapuchada me miró con un odio profundo.
______________________________________________
[1] Subrayada complicación: Te dan mala información haciendo que te equivoques y poniendo tu cuello en riesgo
[2] Usada habilidad: Estallido
[3] Usado objeto: Brillo - Invocar Vacío
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Demian se mantiene calmado por fuera, pero atento por dentro, como un gato que reposa cerca de una estufa y puede saltar a la menor señal de peligro. Asher se juega la suerte interactuando con los guardias y Demian acerca su mano a la daga. Espera... finalmente nadie parece haberse dado aún cuenta de lo que pasa.
Con un respiro, continúan el avance a través de la cámara central para dirigirse hacia la zona lateral donde se encuentran recluidos los brujos.
–Si las cosas se ponen feas, p-p-puedo usar ilusiones para cubrir una retirada –dice en un susurro pasando junto al hombre bestia.
Llegan sin mayores dificultades al otro lado.
Demian se queda más atrás, fingiendo que lleva agua, como ha hecho antes, mientras que el prisionero es presentado ante la mujer. Pronto se hace evidente qué es lo que tiene lugar en esos muros. De alguna manera sospechaba que algo debían hacer con los hombres bestia, pero no había visto jamás un tipo de magia como esa.
Definitivamente Manderlan los ha mandado a algo más allá de lo que podrían haber imaginado y las posibilidades de éxito se sienten disminuir dramáticamente.
Escucha la explosión.
–¿Haces... magia? –alcanza a decir.
Demian ha visto muchas cosas a lo largo de su vida, algunas bastante sorprendentes, pero no recuerda haberse cruzado con un hombre-bestia hechicero en ninguna de ellas. La curiosidad le tira a preguntar cómo lo hace, o de qué se trata todo ello, pero lamentablemente no puede darse ese lujo.
–Al diablo...
Caen las cubetas y en un pestañeo el niño aguatero se esfuma en el aire, aunque la atención claramente no estaba puesta en él. Ahora todos miran tanto la pelea como los trucos mágicos (que se siguen sumando) de Asher.
Camina, cubierto por el éter que manipula para generar la ilusión de invisibilidad. Es, finalmente. A pesar de la urgencia del combate, deja pasar algunos segundos, estudiando la situación. Asher parece ser bastante capaz de defenderse y, en efecto, logra pararse de manera eficaz contra los enemigos.
Sigue caminando.
La mujer hace gala de su control de la tierra para lanzar un rápido ataque contra Asher, quien ahora se encuentra en desventaja ante el número de enemigos. Es claro para el chico cuál es el objetivo prioritario. Si deja que la hechicera haga y deshaga tras el escudo de los soldados, tendrán problemas.
Se acerca a ella y saca sus dagas. Se da un momento para contemplar con su cuerpo, no como mujer, sino como un objetivo. Usando su propia magia ilusoria, marca en ella los puntos por donde circula mayor sangre, los lugares que más daño causarán.
Deja que sea esta magia que guíe la puñalada.
La sangre, ese tibio y agradable líquido que tanto conoce, salpica a chorro sobre sus manos. Debe confesarlo, es una sensación que nunca dejará de ser placentera. Sabe que no sólo ha roto la arteria femoral, sino que de paso ha atacado con la otra mano a la columna vertebral.
Da un par de pasos atrás, buscando la seguridad para buscar a su siguiente víctima.
Su mirada ha cambiado, ahora busca sangre.
* * *
Al fondo de la sala, una figura oscura medita en silencio. Parece ausente al combate, sentado sobre un círculo de runas. Una piedra pasa volando a su lado, pero no se inmuta, deja que su ser absorba el éter de los prisioneros.
Abre sus ojos.
Al ponerse de pie deja ir un el aire de sus pulmones, lo que produce un ruido trabajoso. La figura de negro se gira, mirando la cámara a través de su máscara. Presenciar el combate parece darle energías nuevas a sus músculos y comienza a avanzar, haciendo sonar los dedos de sus manos bajo sus guantes negros.
Contempla la magia del canino humanoide y siente curiosidad. Para alguien como él, obsesionado con obtener poderes más allá de lo que sus pares siquiera se atreven, más allá de las barreras morales de Beltrexus, siempre es interesante conocer personas que se atrevan a lo que parece imposible. Decide que prefiere dejarlo con vida para estudiarlo más.
Nota la presencia del niño. El chico tiene sangre en sus manos y se dirige a la espalda de un vampiro que lucha con el hombre bestia. A pesar de su corta edad, parece ser capaz de hacer mucho daño. Nota el fuerte rastro de éter que dejan sus ilusiones. Decide que también será un interesante espécimen a estudiar.
* * *
Demian observa a su presa mientras avanza, tratando de buscar el punto más vulnerable. Una puñalada a los riñones que pueda de paso desgarrar algún intestino parece una opción muy viable, aunque quizás no tan instantánea como podría demandar la situación. Decide que es mejor ir por dejar algo del intestino al aire, sabe que eso siempre hace entrar en shock a la víctima. Nadie sigue luchando con sus tripas al aire.
Se avalanza, saboreando ya la sangre que derramará.
Es en ese momento que siente un intenso y paralizante dolor.
Se gira tratando de resistir, viendo cómo una figura negra tiene su mano abierta en su dirección. El enmascarado está quieto, pero la descarga que emite es implacable.
El hombre lagarto parece haber notado lo peligroso del enemigo y se lanza sobre él, pero algo lo detiene. Una especie de mano invisible parece haberlo tomado del cuello y lo levanta. Patalea mientras busca aire, pero su garganta se ha cerrado.
Demian intenta ponerse de pie, pero la descarga eléctrica, aunque ya ha cesado, aún no le permite controlar sus músculos a voluntad.
–Los quiero con vida -dice una voz siniestra tras la máscara, mientras camina hacia Asher.
Demian ha usado su habilidad de nivel 2: Presencia Fantasmal, que le vuelve invisible y le permite duplicar la efectividad de su siguiente ataque físico. Luego de eso ha usado su habilidad de nivel 1: Puñalada del Fantasma, que es un ataque dirigido a puntos vitales que causa más daño al ser realizado estando invisible.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
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Uno de los brujos prisioneros golpeó al vampiro con sus grilletes. El combate les había dado suficiente valor para sublevarse. Los demás siguieron su ejemplo, distrayendo y atacando a los pocos guardias que quedaban para crear una vía de escape.
Solo quedaba un enemigo. El hombre vestido de negro. El mismo al que teníamos que evitar. Morren. Parecía que había llamado su atención. No combatir en ninguna circunstancia. Resoplé. El brujo no sabía quien era. Parecía confiado... Me subestimaba.
Pronto le demostraría su error.
Cerré mi puño con fuerza. No me echaría atrás. No me contendría. Iba a acabar con aquello antes de que siquiera empezase. El resplendor de un falso dios cubrió mi armadura. [1] Era un fulgor cálido... pero poderoso. Sería la luz que necesitaba esa gente. Dejé que Brillo se moviese por si sola. Debía salvarlos.
La espada se lanzó directamente hacia el brujo, [2] pero este la esquivó. No se detuvo ahí. Siguió atacando al enmascarado, obligándole a defenderse y abandonar la concentración que impedía que Zebun respirase.
Con el lagarto a salvo, la hoja comenzó a vibrar y perder fuerza. Tras unos segundos, se detuvo en el aire. Pero mi mano estaba allí para tomarla. Me lancé hacia el hombre. Mi espada chocó contra la suya. Reaccionó rápido, pero el impacto le desequilibró. Un golpe de fuerza chocó contra mi pecho, empujándome algunos pasos. Telekinesis.
Volví a arremeter, atacando con fiereza. Su arma bloqueó mis ataques repetidas veces. De repente, su guante envió una brillante descarga a su espada, envolviéndola de electricidad. Retrocedí de un salto. Si volvía a atacar, probaría de primera mano los rayos que emitía.
-Quédate quieto.- ordenó. Una presión telekinética me rodeó, intentando retenerme. Sostuve la empuñadura de mi espada, y el anillo que la rodeaba. La fuerza del encantamiento inundó mi cuerpo, reforzando mi armadura y reduciendo la intensidad de su ataque. [3]
El hombre se acercó hacia mi a grandes zancadas. Su espada descendió hacia mi. No me molesté en esquivar. La bloqueé. Si esperaba un grito de dolor, el brujo quedaría decepcionado.
La magia de su arma fluyó hacia Brillo. Rápidamente, su espada se apagó. Y, por el contrario, la mía se rodeó de la misma electricidad. [4] No se detuvo ahí. Todo mi cuerpo se rodeó con una capa de rayos, desde mi espalda hasta las puntas de mis dedos.
La sorpresa le hizo lento. Mi patada impactó en su estómago, echándole para atrás y dándole un pequeño ejemplo de la fuerza que me había dado.
Un relámpago salió de su mano, impactando contra mi pecho. Sonreí. Lo que debería haberme dejado convulsionando en el suelo no era más que un cosquilleo. El brujo retrocedió. Si su corazón de piedra sintiese algo, en aquel momento sería sorpresa y miedo. O al menos, eso pensaba.
Alzó su zurda. Un enorme pulso de fuerza recorrió la sala, enviando cadáveres y pequeñas piedras hacia el otro extremo de la estancia. No se detuvo. Una segunda y tercera oleada salieron después, empujando con más y más fuerza cada vez. Me arraigué al suelo, luchando contra la enorme fuerza a la que me enfrentaba.
Aquel debía ser el poder que había acumulado. Magia fuera del alcance de cualquier brujo normal. Empecé a avanzar. Lentamente, di el primer paso. Si flaqueaba, acabaría estrellado contra la pared.
Con cada paso, la confianza del hombre se reducía. Soltó su espada, usando su mano libre para lanzar un torrente eléctrico hacia mi. La luz era cegadora.
Pero la mía era mayor. Las runas de mis extremidades se iluminaron aún más, eclipsando el resto. Me lancé hacia adelante, desvaneciéndome de su vista y reapareciendo a su lado. Mi garra metálica se hundió en su estómago.
La fuerza telekinética cesó. Derribé al hombre al suelo, aún sin sacar mi mano de su interior. Las chispas de su propia energía robada recorrieron su cuerpo, inutilizando sus músculos. Dejé caer a Brillo y llevé mi mano derecha a su cara. Arranqué su máscara, rompiendo los resortes y revelando su rostro.
Espinas de roca atravesaban gran parte de su cara y frente. El hombre inhaló ahogadamente. El fantasma de una sonrisa se mostró en su boca.
-Ha sido Jackes... ¿verdad?- preguntó. Su voz era muy distinta sin aquella máscara. Era la de un hombre viejo. Uno que no se arrepentía de sus actos y moría con una última risa amarga. -Primero me hace esto... y ahora envía asesinos. Una última traición...-
Miré a Demian, y luego al moribundo. ¿Última traición? ¿Estaba manipulándolos, o era Manderlan realmente el que...?
-¿Donde está el corazón?- pregunté. Nos habían enviado a por uno en concreto, después de todo. Debía de ser el original. Retiré la garra de su abdomen, dejando que la sangre empezase a fluir bajo su ropa.
-Os ha enviado a morir.- aseguró. -Se librará de vosotros, como ha hecho conmigo. Como hizo con Edgar. Y con Bastian. Y con... Lina...-
Apreté la mandíbula. Eran los espías que había mencionado. ¿Podía realmente creer a alguien que había estado esclavizando y torturando gente para su propio beneficio?
-Las espinas... duelen.- gruñó. Los clavos de piedra se hundieron más en su carne. -Dejé de sentir hace mucho... salvo el dolor. Sólo dolor.-
No escucharía nada útil de ese brujo. Recogí a Brillo y la hundí en su corazón. Morren dejó de respirar. Miré al chico de nuevo. No teníamos tiempo que perder.
-Debe estar en su laboratorio.- dije. No podía estar muy lejos, pero era posible que hubiese trampas. Mi cuerpo ardía. Quizás me hubiese sobreextendido. -Ve a por él. Voy a reunir a los prisioneros.- Una chispa surgió de mi puño. Dudaba. Era posible que Demian encontrase algo que lo aclarase todo.
Miré a Zebun. Había acabado sin aliento y magullado por los golpes contra la pared, pero respiraba.
Solo quedaba un enemigo. El hombre vestido de negro. El mismo al que teníamos que evitar. Morren. Parecía que había llamado su atención. No combatir en ninguna circunstancia. Resoplé. El brujo no sabía quien era. Parecía confiado... Me subestimaba.
Pronto le demostraría su error.
Cerré mi puño con fuerza. No me echaría atrás. No me contendría. Iba a acabar con aquello antes de que siquiera empezase. El resplendor de un falso dios cubrió mi armadura. [1] Era un fulgor cálido... pero poderoso. Sería la luz que necesitaba esa gente. Dejé que Brillo se moviese por si sola. Debía salvarlos.
La espada se lanzó directamente hacia el brujo, [2] pero este la esquivó. No se detuvo ahí. Siguió atacando al enmascarado, obligándole a defenderse y abandonar la concentración que impedía que Zebun respirase.
Con el lagarto a salvo, la hoja comenzó a vibrar y perder fuerza. Tras unos segundos, se detuvo en el aire. Pero mi mano estaba allí para tomarla. Me lancé hacia el hombre. Mi espada chocó contra la suya. Reaccionó rápido, pero el impacto le desequilibró. Un golpe de fuerza chocó contra mi pecho, empujándome algunos pasos. Telekinesis.
Volví a arremeter, atacando con fiereza. Su arma bloqueó mis ataques repetidas veces. De repente, su guante envió una brillante descarga a su espada, envolviéndola de electricidad. Retrocedí de un salto. Si volvía a atacar, probaría de primera mano los rayos que emitía.
-Quédate quieto.- ordenó. Una presión telekinética me rodeó, intentando retenerme. Sostuve la empuñadura de mi espada, y el anillo que la rodeaba. La fuerza del encantamiento inundó mi cuerpo, reforzando mi armadura y reduciendo la intensidad de su ataque. [3]
El hombre se acercó hacia mi a grandes zancadas. Su espada descendió hacia mi. No me molesté en esquivar. La bloqueé. Si esperaba un grito de dolor, el brujo quedaría decepcionado.
La magia de su arma fluyó hacia Brillo. Rápidamente, su espada se apagó. Y, por el contrario, la mía se rodeó de la misma electricidad. [4] No se detuvo ahí. Todo mi cuerpo se rodeó con una capa de rayos, desde mi espalda hasta las puntas de mis dedos.
La sorpresa le hizo lento. Mi patada impactó en su estómago, echándole para atrás y dándole un pequeño ejemplo de la fuerza que me había dado.
Un relámpago salió de su mano, impactando contra mi pecho. Sonreí. Lo que debería haberme dejado convulsionando en el suelo no era más que un cosquilleo. El brujo retrocedió. Si su corazón de piedra sintiese algo, en aquel momento sería sorpresa y miedo. O al menos, eso pensaba.
Alzó su zurda. Un enorme pulso de fuerza recorrió la sala, enviando cadáveres y pequeñas piedras hacia el otro extremo de la estancia. No se detuvo. Una segunda y tercera oleada salieron después, empujando con más y más fuerza cada vez. Me arraigué al suelo, luchando contra la enorme fuerza a la que me enfrentaba.
Aquel debía ser el poder que había acumulado. Magia fuera del alcance de cualquier brujo normal. Empecé a avanzar. Lentamente, di el primer paso. Si flaqueaba, acabaría estrellado contra la pared.
Con cada paso, la confianza del hombre se reducía. Soltó su espada, usando su mano libre para lanzar un torrente eléctrico hacia mi. La luz era cegadora.
Pero la mía era mayor. Las runas de mis extremidades se iluminaron aún más, eclipsando el resto. Me lancé hacia adelante, desvaneciéndome de su vista y reapareciendo a su lado. Mi garra metálica se hundió en su estómago.
La fuerza telekinética cesó. Derribé al hombre al suelo, aún sin sacar mi mano de su interior. Las chispas de su propia energía robada recorrieron su cuerpo, inutilizando sus músculos. Dejé caer a Brillo y llevé mi mano derecha a su cara. Arranqué su máscara, rompiendo los resortes y revelando su rostro.
Espinas de roca atravesaban gran parte de su cara y frente. El hombre inhaló ahogadamente. El fantasma de una sonrisa se mostró en su boca.
-Ha sido Jackes... ¿verdad?- preguntó. Su voz era muy distinta sin aquella máscara. Era la de un hombre viejo. Uno que no se arrepentía de sus actos y moría con una última risa amarga. -Primero me hace esto... y ahora envía asesinos. Una última traición...-
Miré a Demian, y luego al moribundo. ¿Última traición? ¿Estaba manipulándolos, o era Manderlan realmente el que...?
-¿Donde está el corazón?- pregunté. Nos habían enviado a por uno en concreto, después de todo. Debía de ser el original. Retiré la garra de su abdomen, dejando que la sangre empezase a fluir bajo su ropa.
-Os ha enviado a morir.- aseguró. -Se librará de vosotros, como ha hecho conmigo. Como hizo con Edgar. Y con Bastian. Y con... Lina...-
Apreté la mandíbula. Eran los espías que había mencionado. ¿Podía realmente creer a alguien que había estado esclavizando y torturando gente para su propio beneficio?
-Las espinas... duelen.- gruñó. Los clavos de piedra se hundieron más en su carne. -Dejé de sentir hace mucho... salvo el dolor. Sólo dolor.-
No escucharía nada útil de ese brujo. Recogí a Brillo y la hundí en su corazón. Morren dejó de respirar. Miré al chico de nuevo. No teníamos tiempo que perder.
-Debe estar en su laboratorio.- dije. No podía estar muy lejos, pero era posible que hubiese trampas. Mi cuerpo ardía. Quizás me hubiese sobreextendido. -Ve a por él. Voy a reunir a los prisioneros.- Una chispa surgió de mi puño. Dudaba. Era posible que Demian encontrase algo que lo aclarase todo.
Miré a Zebun. Había acabado sin aliento y magullado por los golpes contra la pared, pero respiraba.
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[1] Usado un objeto: Santuario - Runa de Ra'Lios (50% de inmunidad frente a ataques eléctricos durante un turno)
[2] Usado un objeto: Brillo - Runas de los Hombres Bestia - Wanda (Controla a Brillo en el aire para salvar a un aliado)
[3] Usado un objeto: Brillo - Sortija encantada por la Luna - Refuerzo (Aumenta resistencia física y mágica en un 50% durante tres turnos)
[4] Usada una habilidad: Absorber
[5] Usada una habilidad: Impulso
Overkill patrocinada por Master Sigel. Demian, te dejo a ti el decidir si Manderlan es una rata manipuladora o si
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Demian se ponía de pie, recuperándose de las descargas eléctricas, cuando Asher ya entablaba una formidable batalla contra el hombre de negro. Las sorpresas seguían sumándose y el hombre-bestia mostraba una gran afinidad mágica. Provisto de alguna especie de inmunidad a los ataques eléctricos, parecía tener ventaja.
Lo único que podría complicar el asunto era la posible intervención de otros guardias. El chico decidió que le daría a su compañero el espacio para un combate sin novedades.
Un contingente de vampiros llegaba al lugar, buscando proteger al que parecía ser el líder de todo el asunto. Demian escupió molesto, aún afectado por la descarga eléctrica, al tiempo que en sus manos se formaba un fuego azulino.
Las llamas comenzaron a flotar y su aspecto tenía un aire tenebroso, con lo que parecía ser espíritus moviéndose en su interior. Las soltó cuando los guardias estaban cerca y éstas se les pegaron a los tres que encabezaban el grupo.
Los vampiros reaccionaron confusos, tratando de apagar las llamas que les afectaban. Era evidente que estaban bajo un intenso sufrimiento, a pesar de que su piel seguía intacta.
Uno de los brujos que se acababa de librar de los grilletes lanzó una bola de fuego. La llama no era muy intensa, pero el vampiro se mostró severamente afectado, como si las llamas fatuas se hubieran combinado con el fuego real para causar más daño.
Demian se lanzaba en ese momento al combate con sus dos dagas en mano.
* * *
La conmoción había pasado y, si bien parecía que tenían todo a su favor, Demian aún se mantenía alerta. Estaban en territorio enemigo y encerrados en una instalación de alta seguridad, no podían simplemente contar como que podrían llegar y salir de allí.
–Ese tipo de magia que us-s-sas no lo había visto antes –dijo el chico a su compañero.
Entraban finalmente a la última cámara del recinto, lo que parecía ser el laboratorio personal de Morren... de alguna manera resultaba ser muy distinto a lo que el chico esperaba.
Era un lugar sobrio, con paredes completamente negras y apenas algunos muebles del mismo color. No había sillas, sino sólo un cojín dispuesto en medio de la habitación y rodeado de un círculo de runas. Incluso las runas tenían un aire de austeridad, pintadas con material opaco.
–Esto va a sonar raro –dijo el chico con una suave sonrisa en el rostro–, pero esto me recuerda al lugar donde crecí. Bueno, todavía me queda por crecer, pero cuando era más chico.
Las llamas fatuas se desprendían en ese momento del último en morir de los vampiros y volvían a flotar suavemente alrededor del niño, encogiéndose. No podía bajar la guardia, era mejor mantener su magia lista.
Lo único que rompía con toda la sobriedad del lugar era una tabla de piedra incrustada en la pared. Debía medir algo más de un metro y contenía una multitud de símbolos y escrituras arcanas. Había runas, círculos de magia y todo desembocaba en un triángulo calado al medio. A su lado había una discreta mesa vacía.
Demian se acercó y lo examinó. El éter se sentía emanar de manera muy intensa de allí, en especial del triángulo.
–Sin duda esto es un artefacto mágico y hasta Ratita deduciría que lo usan para crear esos corazones –dijo pensando en su amigo, un ladrón callejero que, a pesar de ser muy avispado en los asuntos de calle, nunca había mostrado tener una inteligencia muy destacada–. Algo así no debería existir.
Pasó un dedo por los símbolos, recordando las manchas de sangre en la cámara ritual y la manera desenfrenada de combatir de los golem.
–Sabes... pocos brujos logran dominar más de un elem-m-mento y nunca vi a ese tal Morren usar magia de tierra. ¿Será que todo esto era obra de esa mujer?
Sin duda ella había mostrado un gran dominio de la magia, pero aún así, parecía extraño que ella hubiera sido capaz de desarrollar algo tan avanzado a su joven edad. Además, ¿por qué era Morren quien tenía esa piedra?
Finalmente sus ojos reposaron en un detalle en la esquina inferior. Eran unas letras pequeñas, en dorado, que no encajaban con el resto de los símbolos. Parecía una firma.
–¿Dice aquí lo que creo que dice? –preguntó, indicando la firma a su compañero.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
–Han hecho un gran trabajo dijo una voz masculina a sus espaldas. Demian se giró para ver a quien hablaba y pudo reconocer a uno de los hombres que se había unido como voluntario. Apenas lo recordaba vagamente, era un sujeto que se había mantenido en perfil bajo durante todo el asunto–. El maestro Manderlan estará muy complacido de tener esto nuevamente bajo su control. Son suyos realmente, después de todo.
El sujeto sacó un triángulo de piedra de un bolso a su costado. Al parecer había allí más de esas cosas.
A su lado llegaron dos de los brujos que habían estado encadenados.
–Permítanme deshacerme de eso. Estarán de acuerdo que nadie aquí debería poder usarlo nuevamente.
Puso una de sus manos en el suelo y una grieta se propagó por el piso. La grieta era sutil, avanzando rápidamente hasta la tabla de piedra. Al tocarla su efecto cambió y la tabla se fracturó en múltiples trozos, los que a su vez siguieron partiéndose una y otra vez.
–Me gustaría quedarme a charlar, pero es hora de enterrar todo este asunto, ¿no?
[/u]Los dos acompañantes pusieron sus manos en los muros y de pronto toda la habitación crujió. Demian alcanzó a dar un salto al costado cuando un gran trozo de techo cayó a su costado. Los muros de la entrada comenzaban a contraerse[/u].
El chico movió sus brazos en actitud ofensiva y las llamas fatuas saltaron hacia los brujos, pero el principal de ellos ya se comenzaba a alejar.
No tenían mucho tiempo.
Notas:
La primera parte subrayada representa el uso de la habilidad de nivel 5: Ignis Fatuus, que crea llamas ilusorias que duran tres turnos. Las llamas hacen daño psíquico y aumentan el daño cada vez que los afectados reciben ataques.
La segunda y tercera parte subrayadas representan una nueva complicación. En este caso se trata de una mezcla de dos de las propuestas, por un lado el que aparezcan más espías que compitan por el favor del empleador (en este caso Manderlan) y el atentar contra nuestra vida al descubrir algo importante.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Lentamente, el resplandor que me cubría empezó a disminuir. Aunque la luz se desvaneció, la electricidad que había absorbido con Brillo seguía recorriendo mi cuerpo, levantando chispas con cada movimiento que hacía.
Jadeé pesadamente. Había sido un combate relativamente breve, pero muy intenso. Pocas veces me veía obligado a usar la mayoría de trucos de mi arsenal. Levanté la mirada tras escuchar el comentario de Demian.
-Casi nadie lo ve venir.- admití. La sorpresa era una parte muy útil en aquellas técnicas. Nadie se esperaba tener que defenderse de varios elementos al enfrentarse a alguien con mi aspecto -La verdad, me sorprende que no sea más común.-
Me acerqué al hombre lagarto, tendiendole la mano para ayudarle a levantarse. Zebun la miró y esbozó una mueca.
-...No, gracias, estoy bien.- Aseguró. Ah. La electricidad. Retiré la mano. -Demasiada emoción por un día.-
-Aún queda la mejor parte. Huir.- dije. Agité una oreja. Los prisioneros se estaban moviendo. En la otra galería, los cautivos voluntarios estaban destruyendo o abriendo las cadenas de los demás y preparándose para salir en masa. -Ve con ellos.-
No hizo falta que lo dijese dos veces. El reptil asintió y empezó a moverse mientras yo seguía al niño. Si lo que decía era verdad, debía haber tenido una infancia muy breve y aún más macabra.
-Me pregunto cuanta gente ha muerto para conseguir esa cosa.- musité, examinando las runas que rodeaban la habitación. Podía leer algunas, pero otras eran realmente antiguas o raras. -Manderlan.- gruñí. Al parecer, lo que decía el viejo no eran solo delirios. El brujo de piedra había estado jugando con nosotros.
Un trio de brujos a nuestra espalda. Siervos de esa rata. Metí la mano izquierda en uno de mis bolsillos.
-¿Es que no habéis visto lo que le pasa a la gente que me provoca?- suspiré, desenvainando nuevamente a Brillo tras aquel breve monólogo. Tendría que seguir a ese tipo, pero sus compañeros no lo pondrían fácil. Con un rápido movimiento, lancé la piedra que sostenía en mi guantelete metálico hacia el líder. [1] Una columna de piedra salió de la pared, interceptándola.
Esbocé media sonrisa. El proyectil se rompió contra la roca, liberando un rayo azul dirigido hacia uno de los brujos. Dejó de sostener la pared, cayendo al suelo con un espasmo de sus músculos. Atravesé la sala y me deslicé debajo del obstáculo sin detenerme un instante.
No había rastro suyo en la sala donde combatí con Morren. Volví a la galeria principal. Los prisioneros también se habían desvanecido: si mis oidos eran de fiar, habían ido por el mismo tunel que nos habían hecho usar para entrar en ese sitio. Evité las grietas y las rocas que caían del techo. Aquel sitio iba a colapsar en cualquier momento.
Les seguí sin dudarlo. La silueta de ese brujo estaba doblando aquella esquina. En cuando la giré, podía verlo. El tipo miró atrás, levantando una mano y arrojando una estaca de piedra hacia mi cabeza. Me agaché, aún sin pararme. Tenía que alcanzarle y darle caza.
El escenario al exterior no era bonito. Los prisioneros habían llamado la atención al escapar, y el ejercito del aquelarre no quería permitirlo. Cuerpos de hombres y mujeres yacían en el suelo, ensangrentados. Habían muerto por aquello. Corrí más que nunca, acercándome más y más a mi objetivo. Casi lo tenía. Salté hacia él con la espada en alto.
Un puño de piedra salió del suelo, impactando en mi pecho y derribándome.
-Bastardo.- gruñí, intentando erguirme. La armadura había detenido parte del golpe, pero la caida había dolido. -No mires atrás.- musité. Alcé a Brillo, y la hice descender. Una media luna eléctrica surgió de mi espada, volando hacia mi presa. [2]
Si fallaba, dependería de Demian.
Jadeé pesadamente. Había sido un combate relativamente breve, pero muy intenso. Pocas veces me veía obligado a usar la mayoría de trucos de mi arsenal. Levanté la mirada tras escuchar el comentario de Demian.
-Casi nadie lo ve venir.- admití. La sorpresa era una parte muy útil en aquellas técnicas. Nadie se esperaba tener que defenderse de varios elementos al enfrentarse a alguien con mi aspecto -La verdad, me sorprende que no sea más común.-
Me acerqué al hombre lagarto, tendiendole la mano para ayudarle a levantarse. Zebun la miró y esbozó una mueca.
-...No, gracias, estoy bien.- Aseguró. Ah. La electricidad. Retiré la mano. -Demasiada emoción por un día.-
-Aún queda la mejor parte. Huir.- dije. Agité una oreja. Los prisioneros se estaban moviendo. En la otra galería, los cautivos voluntarios estaban destruyendo o abriendo las cadenas de los demás y preparándose para salir en masa. -Ve con ellos.-
No hizo falta que lo dijese dos veces. El reptil asintió y empezó a moverse mientras yo seguía al niño. Si lo que decía era verdad, debía haber tenido una infancia muy breve y aún más macabra.
-Me pregunto cuanta gente ha muerto para conseguir esa cosa.- musité, examinando las runas que rodeaban la habitación. Podía leer algunas, pero otras eran realmente antiguas o raras. -Manderlan.- gruñí. Al parecer, lo que decía el viejo no eran solo delirios. El brujo de piedra había estado jugando con nosotros.
Un trio de brujos a nuestra espalda. Siervos de esa rata. Metí la mano izquierda en uno de mis bolsillos.
-¿Es que no habéis visto lo que le pasa a la gente que me provoca?- suspiré, desenvainando nuevamente a Brillo tras aquel breve monólogo. Tendría que seguir a ese tipo, pero sus compañeros no lo pondrían fácil. Con un rápido movimiento, lancé la piedra que sostenía en mi guantelete metálico hacia el líder. [1] Una columna de piedra salió de la pared, interceptándola.
Esbocé media sonrisa. El proyectil se rompió contra la roca, liberando un rayo azul dirigido hacia uno de los brujos. Dejó de sostener la pared, cayendo al suelo con un espasmo de sus músculos. Atravesé la sala y me deslicé debajo del obstáculo sin detenerme un instante.
No había rastro suyo en la sala donde combatí con Morren. Volví a la galeria principal. Los prisioneros también se habían desvanecido: si mis oidos eran de fiar, habían ido por el mismo tunel que nos habían hecho usar para entrar en ese sitio. Evité las grietas y las rocas que caían del techo. Aquel sitio iba a colapsar en cualquier momento.
Les seguí sin dudarlo. La silueta de ese brujo estaba doblando aquella esquina. En cuando la giré, podía verlo. El tipo miró atrás, levantando una mano y arrojando una estaca de piedra hacia mi cabeza. Me agaché, aún sin pararme. Tenía que alcanzarle y darle caza.
El escenario al exterior no era bonito. Los prisioneros habían llamado la atención al escapar, y el ejercito del aquelarre no quería permitirlo. Cuerpos de hombres y mujeres yacían en el suelo, ensangrentados. Habían muerto por aquello. Corrí más que nunca, acercándome más y más a mi objetivo. Casi lo tenía. Salté hacia él con la espada en alto.
Un puño de piedra salió del suelo, impactando en mi pecho y derribándome.
-Bastardo.- gruñí, intentando erguirme. La armadura había detenido parte del golpe, pero la caida había dolido. -No mires atrás.- musité. Alcé a Brillo, y la hice descender. Una media luna eléctrica surgió de mi espada, volando hacia mi presa. [2]
Si fallaba, dependería de Demian.
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[1] Usada una habilidad: Runa Elemental - Descarga
[2] Usada una habilidad: Corte de Energía
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Los eventos se sucedían casi sin descanso y Demian tenía dificultades para ordenar todas las ideas. Manderlan estaba, después de todo, relacionado con la confección de aquellas piedras. Sin duda era una omisión importante de la información, pero... ¿le volvía aquello un ser malvado?, ¿podía considerarlo aliado o enemigo?
Para colmo de todo, el combate con los brujos no le dejaba tiempo para pensar en esas cosas. Por ahora había un sólo objetivo y era salir de allí con vida.
Se puso a correr junto a su aliado, aunque su propia cautela le hizo quedarse un poco más atrás. No le gustaba ir de frente, al choque, su fortaleza estaba en lo contrario, en saber esperar el momento exacto, la situación ventajosa.
Asher iniciaba el combate con el principal de los brujos y aún mostraba tener trucos bajo la manga. Demian agradeció internamente tenerle como aliado y no como rival. Lo más increíble de todo es que parecía un combate entre brujos.
Demian avanzó apegándose a la muralla, evitando algunas piedras que se desprendían del techo. Una casi le da en la cabeza, lo que le hizo mirar con preocupación el entorno en que combatían. No podían tardar más, perder tiempo allí podía significar una muerte segura.
–Malditos...
Cerró los ojos un instante, dejando que el éter fluyera por su interior. Vació su mente.
Caminó, mientras sus ojos se volvían luminosos. El mundo se redujo a sólo dos personas, él y su enemigo, todo lo demás pasó a un borroso segundo plano.
En ese instante un fuerte ataque era lanzado por Asher en forma de un corte de energía y el brujo enemigo se preparaba para levantar piedra a modo de protección. Nunca llegó a hacerlo. Sus ojos se quedaron quietos, perdidos en el vacío, y no ofreció resistencia alguna.
Si alguien hubiera podido verle de cerca y con suficiente luz, habría notado que sus pupilas se habían dilatado y tiritaban. Demian no perdió tiempo y corrió hacia él. Un mapa luminoso, sólo visible para él, se dibujó sobre el cuerpo del enemigo, detallando el lugar por donde pasaba cada una de las arterias importantes.
El corte fue certero, directamente en la yugular. La sangre fluyó como cascada, salpicando incluso el rostro del chico. En ningún momento el brujo intentó defenderse, ni siquiera reaccionó a la herida por la que su vida se iba de manera acelerada.
Simplemente cayó, inmóvil, con la cara hundida en el charco formado por su propia sangre.
Demian dio un pequeño saltito de victoria.
Una piedra cayó en su hombro. No era demasiado grande, pero aún así le dolió y causó una herida discreta. El chico se llevó una mano a la zona afectada. El techo crujió.
–¿Que no podían sólo derribar la sala del ritual? –se quejó.
Era evidente que todo el lugar colapsaría en breve y cualquier paso en falso podía implicar terminar los días de aventura con una hendidura en lugar de cráneo.
Demian se inclinó a revisar el cuerpo del caído y extrajo con premura cuatro piedras en forma de triángulo. No parecían la gran cosa y, sin embargo, eran la causa que había gatillado todos esos hechos. Al mirar de cerca notó que tenían grabadas extrañas runas en toda la superficie y se podía sentir que emanaban una fuerte presencia de éter.
–Toma, al f-f-final vinimos por esto –dijo pasando dos de ellos a Asher. No se sentía tan victorioso sostenerlos en la mano, no después de ver cómo se fabricaban.
Sólo entonces reparó en los cadáveres. Los prisioneros había luchado por su libertad y muchos lo habían pagado muy caro. Había brazos cortados de su tronco, charcos de sangre, cabezas dispersas como piedras y tripas en exposición. De ambos bandos había caídos y era difícil decir con claridad quién había ganado.
Algunos sobrevivientes trataban de esquivar las rocas, buscando la salida.
Pero... ¿qué había a la salida?, ¿estaría el ejército del Aquellarre esperando a castigar a los rebeldes?
–¡Salgamos de aquí! –le gritó a un par de prisioneros cercanos.
Levantó su mirada entonces y puso atención a las piedras. Sus manos se extendieron. Una roca inició su caída, para ser desviada a medio camino.
–Guíanos, Asher –dijo a su aliado, sin quitar los ojos del techo–, yo voy a intentar desviar las rocas que nos vayan a caer encima con telekinesis.
El techo volvió a crujir y un pilar a la derecha colapsó, cayendo pesadamente sobre la mesa donde antes hubiera habido un grupo de soldados apostando.
El avance era difícil. Incluso si la distancia no era tan grande, el lugar completo se había vuelto una trampa mortal y era necesario tener concentración si no quería terminar aplastado. El uso de la telekinesis era natural a todo brujo, pero requería un fuerte gasto de energía tener un uso mantenido.
A pesar de todo, la salida se veía cercana y Demian aceleró el paso. Parecía que iban a poder lograrlo.
–Si salimos con vida, v-v-vas a tener que enseñarme eso de absorber las descargas de otros –comenta.
Crack.
El sonido se oyó más profundo, como si la tierra se lamentara en un rugido que era llanto a la vez. La nube de polvo que se levantó le obligó a cerrar los ojos y una piedra le dio dolorosamente, raspando primero el pecho para luego dar en el muslo.
Aunque intentó no respirar el material, tosió de manera raspada. Una nueva piedra, un poco más pequeña, le dio en la espalda.
La luz disminuyó y la apertura de la salida se cerraba bajo el derrumbe.
A Demian le pareció que la figura de un hombre se asomaba por la apertura, una figura que le pareció familiar. Creyó distinguir la silueta de Eric.
Pronto todo el lugar quedó a oscuras.
Notas:
Demian ha usado su habilidad de nivel 4: Valle de los Espíritus, para aturdir a su rival. Esta habilidad también permite reutilizar Puñalada del Fantasma.
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Atrapados, a pesar de todo. Parece ser que no podía descansar aún.
Me acerqué a uno de los cadáveres. La sangre era un catalizador pobre. Pero aquel objeto compensaba la pobre unión con una afinidad extrema al elemento y una gran cantidad de poder. Si estaba en lo cierto...
Sin perder el tiempo, manché mis dedos de sangre y comencé a dibujar el círculo sobre la roca. No había más iluminación que la electricidad que salía de mi propio cuerpo, e incluso aquello dejaría de servirnos pronto. Tenía que darme prisa y acabar cuanto antes.
La runa era relativamente simple. "Romper" unido a "Piedra" y "Empujar." Sin un material tan impresionante como aquel, no tendría éxito. Después de todo, la eficacia dependería de la resistencia y el peso. No me extrañaba que resultase imposible animar golems sin aquellos objetos.
-Voy a darte la oportunidad de hacer lo que es necesario.- declaré.
Clavé el triángulo en mitad del símbolo con toda la fuerza que pude. La runa se iluminó con un brillo ténue, y un grave crujir de piedra resonó por toda la cueva. Toda la zona delante de nosotros empezó a agrietarse rápidamente.
Y entonces, llegó el empuje.
La fuerza hizo que cayese al suelo. Toda la piedra rota empezó a ser expulsada por el otro extremo a gran velocidad, formando un túnel perfectamente círcular del tamaño suficiente como para cruzar. Un último "milagro," gracias a la crueldad de aquella gente. La electricidad de mi cuerpo se terminó de desvanecer. No la necesitaría por el momento.
Me deslicé por la apertura. Al otro lado, un hombre tosia pesadamente. La luz del exterior me cegó momentaneamente mientras me lecantaba y me sacudía el polvo.
¿No era ese uno de los soldados brujos? ¿Había ido allí a ayudar o a intentar enterrarnos? No estaba en condiciones de luchar, por lo que podía apostar por lo segundo.
-Gracias por el rescate.- musité, sarcástico.
-¿Como... como has...?- Mostré el corazón restante que me había dado Demian, cortando la pregunta. Por algún motivo, no había ninguna sensación de urgencia en su voz. Las fuerzas aliadas habían ganado mucho más terreno de lo que esperaba. Debían haber aprovechado la distracción. -Los golems han caido. Hemos ganado mucho terreno, y la mayoría de prisioneros están a salvo.- explicó. -¿Que ha pasado con la mujer que los lideraba? ¿Y... con Morren?-
-Muertos.- dije simplemente. Tras eso, comencé a moverme, haciendo un gesto con la cabeza al chico. Aún no estabamos del todo a salvo. No era buena idea descansar allí.
La confianza era algo dificil de ganar y fácil de perder.
Si hubiese confiado en aquel tipo cuyo nombre era Eric, quizás le hubiese explicado lo que había averiguado respecto a Manderlan. Quizás le hubiese advertido sobre mis intenciones, y sobre el proceso que usaban para fabricar esos corazones. Quizás incluso le hubiese dado el que aún tenía.
Pero en ese momento, me daba la sensación de si lo hacía que perdería mi única oportunidad para acabar con aquel bastardo que había estado jugando con nosotros.
Contemplé con curiosidad el campamento de los brujos. Se había quedado bastante más vacío de lo que estaba antes. Probablemente, la mayoría de las fuerzas se habían unido a las fuerzas de avanzada para retomar la puerta. Aquello lo hacía aún más conveniente.
-Ah. Deberías saber una cosa.- dije, deteniendome y mirando a Eric. Alcé el tono lo suficiente como para que los otros guardias me oyesen. -Solo hablo por mi, pero si veo a Manderlan, le mataré.-
-¿Qué?- La mirada de incredulidad y sorpresa que me dedicó fue maravillosa. Los guardias se acercaron, tna intimidantes como intentaban ser.
-Le arrancaré la cabeza. No es muy dificil de entender, ¿no?- pregunté. -Quieto, tú. He matado a Morren. Tu no durarías ni un segundo.- dije, alejándome unos pasos de aquellos hombres. Ni siquiera desenvainé a Brillo. El trío se quedó en guardia, aún sin saber como reaccionar.
-¿...Lo está diciendo en serio?- preguntó uno.
-¿Quieres arriesgarte?- sonreí. -A mi no me importa. A Manderlan quizás le moleste cuando esté vomitando tripas. Pero supongo que su opinión importará poco para entonces.- me burlé.
-Si se acerca, detenedlo.- dijo. La tensión acababa de aumentar, y con cada paso que tomaba para alejarme de aquella gente, más nerviosos se les veía.
-Pero si no me seguis... ¿como vais a recuperar esto?- pregunté, sacando el corazón de piedra de mi bolsillo y mostrándolo con un rostro burlón.
No me resistí en absoluto mientras la pareja de guardias me escoltaba a las afueras del campamento. Ni siquiera tuve problemas en darles aquel trozo de piedra triangular.
No podía estar seguro de que todo hubiese salido como esperaba, pero solo podía confiar en que Demian hubiese hecho su parte. Para cuando los soldados se hubiesen dado cuenta, sería demasiado tarde. No tenía realmente intención de matar a Manderlan. No hacía falta.
Después de todo, le había dejado a solas con un asesino.
Me acerqué a uno de los cadáveres. La sangre era un catalizador pobre. Pero aquel objeto compensaba la pobre unión con una afinidad extrema al elemento y una gran cantidad de poder. Si estaba en lo cierto...
Sin perder el tiempo, manché mis dedos de sangre y comencé a dibujar el círculo sobre la roca. No había más iluminación que la electricidad que salía de mi propio cuerpo, e incluso aquello dejaría de servirnos pronto. Tenía que darme prisa y acabar cuanto antes.
La runa era relativamente simple. "Romper" unido a "Piedra" y "Empujar." Sin un material tan impresionante como aquel, no tendría éxito. Después de todo, la eficacia dependería de la resistencia y el peso. No me extrañaba que resultase imposible animar golems sin aquellos objetos.
-Voy a darte la oportunidad de hacer lo que es necesario.- declaré.
Clavé el triángulo en mitad del símbolo con toda la fuerza que pude. La runa se iluminó con un brillo ténue, y un grave crujir de piedra resonó por toda la cueva. Toda la zona delante de nosotros empezó a agrietarse rápidamente.
Y entonces, llegó el empuje.
La fuerza hizo que cayese al suelo. Toda la piedra rota empezó a ser expulsada por el otro extremo a gran velocidad, formando un túnel perfectamente círcular del tamaño suficiente como para cruzar. Un último "milagro," gracias a la crueldad de aquella gente. La electricidad de mi cuerpo se terminó de desvanecer. No la necesitaría por el momento.
Me deslicé por la apertura. Al otro lado, un hombre tosia pesadamente. La luz del exterior me cegó momentaneamente mientras me lecantaba y me sacudía el polvo.
¿No era ese uno de los soldados brujos? ¿Había ido allí a ayudar o a intentar enterrarnos? No estaba en condiciones de luchar, por lo que podía apostar por lo segundo.
-Gracias por el rescate.- musité, sarcástico.
-¿Como... como has...?- Mostré el corazón restante que me había dado Demian, cortando la pregunta. Por algún motivo, no había ninguna sensación de urgencia en su voz. Las fuerzas aliadas habían ganado mucho más terreno de lo que esperaba. Debían haber aprovechado la distracción. -Los golems han caido. Hemos ganado mucho terreno, y la mayoría de prisioneros están a salvo.- explicó. -¿Que ha pasado con la mujer que los lideraba? ¿Y... con Morren?-
-Muertos.- dije simplemente. Tras eso, comencé a moverme, haciendo un gesto con la cabeza al chico. Aún no estabamos del todo a salvo. No era buena idea descansar allí.
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La confianza era algo dificil de ganar y fácil de perder.
Si hubiese confiado en aquel tipo cuyo nombre era Eric, quizás le hubiese explicado lo que había averiguado respecto a Manderlan. Quizás le hubiese advertido sobre mis intenciones, y sobre el proceso que usaban para fabricar esos corazones. Quizás incluso le hubiese dado el que aún tenía.
Pero en ese momento, me daba la sensación de si lo hacía que perdería mi única oportunidad para acabar con aquel bastardo que había estado jugando con nosotros.
Contemplé con curiosidad el campamento de los brujos. Se había quedado bastante más vacío de lo que estaba antes. Probablemente, la mayoría de las fuerzas se habían unido a las fuerzas de avanzada para retomar la puerta. Aquello lo hacía aún más conveniente.
-Ah. Deberías saber una cosa.- dije, deteniendome y mirando a Eric. Alcé el tono lo suficiente como para que los otros guardias me oyesen. -Solo hablo por mi, pero si veo a Manderlan, le mataré.-
-¿Qué?- La mirada de incredulidad y sorpresa que me dedicó fue maravillosa. Los guardias se acercaron, tna intimidantes como intentaban ser.
-Le arrancaré la cabeza. No es muy dificil de entender, ¿no?- pregunté. -Quieto, tú. He matado a Morren. Tu no durarías ni un segundo.- dije, alejándome unos pasos de aquellos hombres. Ni siquiera desenvainé a Brillo. El trío se quedó en guardia, aún sin saber como reaccionar.
-¿...Lo está diciendo en serio?- preguntó uno.
-¿Quieres arriesgarte?- sonreí. -A mi no me importa. A Manderlan quizás le moleste cuando esté vomitando tripas. Pero supongo que su opinión importará poco para entonces.- me burlé.
-Si se acerca, detenedlo.- dijo. La tensión acababa de aumentar, y con cada paso que tomaba para alejarme de aquella gente, más nerviosos se les veía.
-Pero si no me seguis... ¿como vais a recuperar esto?- pregunté, sacando el corazón de piedra de mi bolsillo y mostrándolo con un rostro burlón.
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No me resistí en absoluto mientras la pareja de guardias me escoltaba a las afueras del campamento. Ni siquiera tuve problemas en darles aquel trozo de piedra triangular.
No podía estar seguro de que todo hubiese salido como esperaba, pero solo podía confiar en que Demian hubiese hecho su parte. Para cuando los soldados se hubiesen dado cuenta, sería demasiado tarde. No tenía realmente intención de matar a Manderlan. No hacía falta.
Después de todo, le había dejado a solas con un asesino.
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Subrayado uso de profesión: Arcanos
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Tenía ganas de acostarse en el suelo a descansar, pero la imagen de Eric, con su pierna rota envuelta en rocas, le hizo tener que, al menos fingiendo, parecer fuerte.
Era momento de celebración, de satisfacción por la labor realizada y de orgullo, con una compleja misión completada y una posición favorable para la continuación de la guerra contra las fuerzas oscuras.
¿O no?
Demian miró a su alrededor y notó que aún había más cadáveres, personas caídas en el combate, muchos simplemente masacradas tras intentar escapar sin tener la preparación o las armas necesarias para el combate.
Se giró sobre sí mismo y se inclinó, diciendo algunas palabras en silencio para el descanso de sus almas. Fue entonces que notó que Asher se encontraba discutiendo.
Se acercó en silencio y escuchó las amenazas. ¿Estaba loco? ¿pretendía que las fuerzas de Beltrexus le enjuiciaran allí mismo, en el acto?
Pronto fue evidente que al menos no había allí suficientes guardias como para hacerle frente y Eric se encontraba herido. Ya era toda una hazaña que estuviera allí con ellos, pero pelear contra Asher hubiera resultado completamente inútil.
Y... ¿por qué peleaba Asher?
La verdad es que el chico no se había detenido a pensar sobre lo que implicaban sus hallazgos. Para él las cosas eran usualmente simples, si había una misión se cumplía y luego se olvidaba. Muchas veces le había tocado lidiar con tareas que eran francamente inmorales, asesinatos a sangre fría de personas incapaces de defenderse, sólo porque sus ideas resultaban "peligrosas". Lo había hecho desde tan pequeño que ni siquiera era algo en lo que gastara tiempo pensando.
El chico se apartó del incidente, reflexionando.
No es que no estuviera acostumbrado a pensar, después de todo era un chico inteligente, sino que se trataba del hecho de reflexionar sobre las propias acciones y sus consecuencias lo que era nuevo. De pronto parecía que no sólo importaba "ganar", sino también hacerlo por una causa justa y eso le confundía.
* * *
–¿No te habías ido? –preguntó el anciano brujo al ver nuevamente a la figura del niño, parado en un rincón oscuro de la tienda.
No había pasado aún una hora desde que le despidiera, entregándole una generosa recompensa en dinero y una honrosa felicitación frente a sus oficiales. Por supuesto, Asher no había estado presente en ese momento, a causa de sus amenazas.
–Tenía que estar s-s-seguro de que me vieran irme, antes de p-poder... hablar.
El anciano asintió y tomó asiento en un cúmulo de piedras que espontáneamente se acomodaron para darle sustento. Demian siguió de pie.
–Si te has tomado tantas molestias, supongo que estás aquí para algo que mis guardias no aprobarían... ¿tiene esto que ver con las amenazas que el hombre bestia realizó?
El chico abrió la boca para hablar, pero luego se contuvo. No estaba muy seguro de lo que podía decir, de pronto estaba intimidado ante la complejidad de las ideas con las que estaba lidiando.
–Tomaré ese silencio como un sí –dijo Manderlan, pasando una mano por una de sus rodillas, como si le doliera–. Lo que me gustaría saber es... ¿por qué desean mi muerte?
Demian avanzó, revelándose en una zona más iluminada. Jugueteaba con sus dedos, los que estaban humedecidos por una sudación excesiva e inusual. La última vez que se había sentido así de nervioso antes de matar a alguien había sido cuando el objetivo era su propio maestro.
–No... no lo entiendo... pero sé que tengo que hace-cerlo. Vimos una placa de piedra...
El rostro del anciano mostró una mezcla de elevación de la zona central de su ceño con una insinuación de sonrisa en unos labios que intentaban bajar la parte externa de la comisura.
–Esas cosas fueron el mayor de mis pecados. Intenté eliminar ese trabajo, olvidarlo, pero Morren... Morren me veía como un padre en ese entonces, yo lo acompañé desde que era muy pequeño a descubrir los caminos de la magia. Él me veía como un héroe y creía que todo lo que hacía era bueno. El poder le consumió.
Manderlan se llevó una mano al rostro, ocultando su consternación. Parecía genuina, aunque el chico no confiaba del todo en su propia capacidad para entender las emociones de los demás.
–No... no puedo culpar a los jóvenes de mis errores. Yo fui el que experimentó con seres vivos, yo fui el que vio a los hombres bestia como meros... como simple materia prima con la experimentar. Morren sólo usó lo que yo construí.
Demian dio un paso al frente y unas piedras se levantaron.
* * *
Demian depositó el paquete frente a Asher. Estaba envuelto en cuero y no era más grande que la cabeza de un niño pequeño.
–Pensé que t-te gustaría tenerlo.
El rostro del chico mostraba confusión, con sus labios presionados entre sí, temblando ocasionalmente, y las cejas con inclinaciones erráticas que no acaban de tomar una forma fija.
–No, espera –se corrigió, haciendo un ademán de interrupción con sus manos–, no, no lo abras, no se qué pensaba.
Sabía que había sido un error, que no debía haber traído eso, que era mejor haberse ido cuando tuvo la oportunidad, olvidarse de todo el asunto.
El paquete cedió por sí solo. No tenía amarra y su contenido era húmedo, lo que causó que el cuero se abriera, mostrando el macabro objeto que portaba... un corazón humano.
–Es de Manderlan.
Los dedos de los pies del chico se buscaron mutuamente, como si el contacto con la suela les causara una insoportable molesta. Las manos formaban y desarmaban puños, para luego secar el sudor en los pantalones.
–Dime... ¿hice lo correcto?
Demian
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
Miré al chico con curiosidad. Parecía algo alterado. Moví la mano hacia el paquete. Olía a sangre. ¿Podía ser...?
Mis sospechas se confirmaron cuando el objeto se abrió por si solo. Lancé una larga carcajada, como si aquello fuese un chiste. Lo había hecho. Había ganado. Y de la forma más irónica que se me podría haber ocurrido.
-No esperaba que tuviese uno.- dije, aún con una enorme sonrisa. Apreté el órgano con mi mano derecha, manchándome con la viscosa sangre que aún quedaba. Lo apreté como si se tratase de una esponja, y lo dejé caer al suelo. Que volviese a la tierra.
Me relajé. A Demian no parecía haberle hecho tanta gracia. Le notaba preocupado. Suspiré. Merecía una respuesta, después de todo aquello.
-Mi respuesta no importa lo más mínimo.- dije simplemente. -No importa lo que diga. ¿Vas a seguir consejos morales de alguien como yo?- Sacudi la cabeza. No tenía sentido. -Cualquiera te diría su opinión. "Si, has hecho lo que debías." "No, matar está mal." Pero la verdad es que da igual. No sirve de nada aplicarle tu moral a otra persona. Eres tú quien debe juzgar tus propias acciones.-
Me quedé pensativo unos instantes, meditando sobre mis próximas palabras.
-Tal y como lo veo yo... la gente sufrirá menos gracias a lo que hemos hecho. Nuestra gente, al menos. Quizás algunos vampiros lamenten pérdidas. Algunos brujos, también. Esas cosas tienen un valor distinto para cada persona. Por mi parte, estoy satisfecho.- resumí, encogiendome de hombros. Era una forma muy pragmática de resolver asuntos como aquel. Hacía mucho tiempo que había dejado de preguntarme si lo que hacía estaba bien o estaba mal. Simplemente, había dejado de importar.
Era curioso que le preocupase tanto. Parece que le habían dado entrenamiento y formas de matar, pero no una guía sobre cuando usarlas. Aquello podía ser peligroso. Pero al mismo tiempo, era una persona, no un arma. Mientras no resultase una amenaza para los mios, no tenía motivos para restringir sus acciones.
-Si te sirve de algo... no creo que tuvieses opciones mejores que las que has tomado. E incluso si las tuvieses... es tarde para cambiar. Si no estás contento, actua de otra forma en el futuro.- A grandes rasgos, el punto sería "decide tú." ¿Que más le podía decir? No era mi responsabilidad ni mi interés. A fin y al cabo, solo era un aliado eventual.
-Si necesitas algo más, puedo ayudarte de camino a Roilkat. Si no... ha estado bien el trabajar juntos.- dije a modo de despedida. Aún me daba la sensación de que me olvidaba de algo. Le resté importancia. Era mejor movernos cuanto antes. Ya deberían haber encontrado el cadáver de Manderlan.
Tatareé una melancólica melodía mientras caminaba. Toda aquella traición, los complots, los asesinatos... no habían hecho más que empezar. Resultaban extenuantes. Pero tenía que lidiar con ello.
Algún día, encontraría paz. Todo aquello habría valido la pena. Ese futuro era todo por lo que luchaba. Era algo lejano, y el camino estaba lleno de dolor. Aun así, era lo que quería.
Y lo conseguiría, por mucho que doliese.
Mis sospechas se confirmaron cuando el objeto se abrió por si solo. Lancé una larga carcajada, como si aquello fuese un chiste. Lo había hecho. Había ganado. Y de la forma más irónica que se me podría haber ocurrido.
-No esperaba que tuviese uno.- dije, aún con una enorme sonrisa. Apreté el órgano con mi mano derecha, manchándome con la viscosa sangre que aún quedaba. Lo apreté como si se tratase de una esponja, y lo dejé caer al suelo. Que volviese a la tierra.
Me relajé. A Demian no parecía haberle hecho tanta gracia. Le notaba preocupado. Suspiré. Merecía una respuesta, después de todo aquello.
-Mi respuesta no importa lo más mínimo.- dije simplemente. -No importa lo que diga. ¿Vas a seguir consejos morales de alguien como yo?- Sacudi la cabeza. No tenía sentido. -Cualquiera te diría su opinión. "Si, has hecho lo que debías." "No, matar está mal." Pero la verdad es que da igual. No sirve de nada aplicarle tu moral a otra persona. Eres tú quien debe juzgar tus propias acciones.-
Me quedé pensativo unos instantes, meditando sobre mis próximas palabras.
-Tal y como lo veo yo... la gente sufrirá menos gracias a lo que hemos hecho. Nuestra gente, al menos. Quizás algunos vampiros lamenten pérdidas. Algunos brujos, también. Esas cosas tienen un valor distinto para cada persona. Por mi parte, estoy satisfecho.- resumí, encogiendome de hombros. Era una forma muy pragmática de resolver asuntos como aquel. Hacía mucho tiempo que había dejado de preguntarme si lo que hacía estaba bien o estaba mal. Simplemente, había dejado de importar.
Era curioso que le preocupase tanto. Parece que le habían dado entrenamiento y formas de matar, pero no una guía sobre cuando usarlas. Aquello podía ser peligroso. Pero al mismo tiempo, era una persona, no un arma. Mientras no resultase una amenaza para los mios, no tenía motivos para restringir sus acciones.
-Si te sirve de algo... no creo que tuvieses opciones mejores que las que has tomado. E incluso si las tuvieses... es tarde para cambiar. Si no estás contento, actua de otra forma en el futuro.- A grandes rasgos, el punto sería "decide tú." ¿Que más le podía decir? No era mi responsabilidad ni mi interés. A fin y al cabo, solo era un aliado eventual.
-Si necesitas algo más, puedo ayudarte de camino a Roilkat. Si no... ha estado bien el trabajar juntos.- dije a modo de despedida. Aún me daba la sensación de que me olvidaba de algo. Le resté importancia. Era mejor movernos cuanto antes. Ya deberían haber encontrado el cadáver de Manderlan.
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`Tatareé una melancólica melodía mientras caminaba. Toda aquella traición, los complots, los asesinatos... no habían hecho más que empezar. Resultaban extenuantes. Pero tenía que lidiar con ello.
Algún día, encontraría paz. Todo aquello habría valido la pena. Ese futuro era todo por lo que luchaba. Era algo lejano, y el camino estaba lleno de dolor. Aun así, era lo que quería.
Y lo conseguiría, por mucho que doliese.
Asher Daregan
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Re: Corazón de Piedra [Trabajo]
RECOMPENSAS
El trabajo de espía es uno que en particular me resulta muy entretenido, pues ofrece muchas más libertades creativas al crear la historia, y este caso no ha sido la excepción, una historia con mucho suspenso. Con respecto al uso de las profesiones, deberán pedir esos puntos en sus talleres, con una breve explicación del uso y un link al post donde se usó.
Por esta vez reciben ambos 20 puntos de experiencia y 400 aeros.
Por esta vez reciben ambos 20 puntos de experiencia y 400 aeros.
Ansur
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