Guardianes del Pasado [Trabajo] [Eltrant Tale][Asher Daregan]
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Guardianes del Pasado [Trabajo] [Eltrant Tale][Asher Daregan]
Nieve y frío.
Aquellas eran las dos cosas más importantes que había encontrado en el norte. Si bien era cierto que también se había metido en algún problema que otro, nada había sido especialmente relevante.
Lo cual era bastante raro para sus estándares.
Rodeó su boca con la bufanda carmesí que lucía a juego con la capa que descansaba sobre sus hombros y se desplazó hasta la amplia calle en la cual estaba la casa en la que se estaba alojando el lobo.
Incluso para ser medio día no había demasiada gente en la calle, apenas llegó a cruzarse a tres personas durante todo el trayecto, siendo dos de ellas caballeros dragón en algún tipo de misión; probablemente una patrulla rutinaria.
Eltrant achacó la ausencia de personas a aquella débil, pero insistente sensación de que la pirámide que descansaba a las afueras de la ciudad estaba mirando directamente la urbe. La plaga se habría cobrado miles de vidas entre los muros de Dundarak y, aunque para muchos se había vuelto un recuerdo relativamente distante, también habían nacido varias supersticiones a partir de aquello.
“No mires la pirámide directamente”
“Si el viento sopla desde el sur, enciérrate en casa, pues es viento que viene de la pirámide”
Frases como aquellas se repetían una y otra vez, algunas más que otras y… algunas más creíbles que otras. Fuese como fuese, el castaño sabía que la realidad era bastante más simple: hacía frío, mucho frío, por eso apenas nadie salía el exterior.
Por no hablar de que desde que Rigobert partió al sur con sus tropas la ciudad había perdido mucha población. El ejercito del “niñato rubio” podía ser realmente encomiable, pero todo ejercito necesitaba cocineros, porteadores y cualquier tipo de ayuda que precisase; sobre todo si iba a atravesar medio continente a pie.
Se detuvo en mitad de la calle, apartando toda cavilación que tenía en sus pensamientos a un lado y, frunciendo el ceño, se acercó en varias zancadas hasta el cartel amarillento que había pegado en la pared de aquella diminuta taberna cuyo nombre no llegó siquiera a leer.
- Oh, dioses. – dijo arrancando el cartel de la pared, examinando el rostro que había dibujado en el mismo, su rostro. – Han estado bastante rápidos. – Lyn no iba a estar contenta, la vampiresa había disfrutado como nunca aquellos días de tranquilidad que les había proporcionado el norte.
No tardarían en empezar a llegar cazarrecompensas.
Apoyándose sobre la pared que tenía tras él, releyó lo que ponía debajo de su retrato. Lo habían actualizado, ahora le hacían parecer incluso un villano más horrible; como continuasen de aquel modo no les iba a quedar más remedio añadir que, además de todo aquello, también comía bebés.
Gruñendo en voz baja hizo una bola con el cartel de “Se Busca” y se lo guardó en uno de los varios bolsillos que cubrían su armadura. No pretendía que aquel día fuese especial o algo así, pero sí que esperaba, como mínimo, que fuese relativamente tranquilo.
Estaba empezando a disfrutar un poco de aquella tranquilidad.
Continuó su travesía hasta el hogar que Asher había seleccionado en el norte. Ahora algo más inseguro de sus pasos, una extraña parte de él temía que una marabunta de caballeros dragón le rodeasen de inmediato.
No tardó en llegar, finalmente, hasta la majestuosa puerta que había sido, tiempo atrás, el hogar de Irirgo. Asher había mencionado varias veces que el dragón había sido un noble, o que lo seguía siendo, pero Eltrant siempre había pensado que, en parte, eran exageraciones.
Aquella casa le mostraba que estaba totalmente equivocado.
Pasándose la mano por la barba subió los varios peldaños que le separaban del portón y lo abrió de un suave empujón, tras esto, como ya había hecho tantas otras veces, se adentró en la residencia.
El lugar no había cambiado demasiado desde el primer momento en el que puso los pies allí. Una fina capa de polvo continuaba cubriendo la mayor parte de los muebles, no obstante, según pasaban los días, llegó comprobar como algunos acababan misteriosamente limpios.
Intuyó que, probablemente, alguien los usaba y aprovechaba para limpiarlos.
- ¡Oh, Mortal! – Lyn fue la primera en percatarse de su presencia cuando se adentró en aquel amplio salón que Asher estaba usando como una especie de sala de reuniones, similar a las que montaba Irirgo allá por dónde iba. - ¿Qué tal tu paseo? – Preguntó volviendo a sus cartas, mirando fijamente las que Kothán mantenía en alto frente a ella.
- ¿Tú no te habías quedado en la habitación de la posada? – Preguntó enarcando una ceja. - ¿Cómo has…? - Era de día, uno bastante despejado, ni siquiera estaba nevando.
¿Cómo había llegado hasta allí?
- Tengo mis métodos. – Dijo simplemente, depositando una carta frente a ella, sonriendo a Kothán, con quien jugaba.
Sonrió, Lyn seguía algo rara, repasaba aquella dichosa carta cada vez que creía que nadie la miraba. Pero pasarse por allí siempre la ponía de buen humor.
- Y… respondiendo a tu pregunta… - Se quitó la espada de la espalda y la apoyó contra la mesa, después se dejó caer sobre una silla. – Mirad. – Enseñó el cartel a todos los presentes. – Mirad que nariz me han dibujado. – Agregó dejando caer el cartel sobre la mesa, Lyn frunció el ceño durante unos segundos, pero tras oír la segunda frase del castaño relajó la expresión.
- Ah… un par de mercenarios más a los que humillar. – dijo quitándole importancia al asunto, encogiéndose de hombros. – ¿No hiciste llorar al último que vino a por nosotros? – Eltrant se llevó la mano los ojos y se acomodó en la silla, depositó los pies sobre la mesa.
- Tú lo hiciste llorar. – Aclaró Eltrant cerrando los ojos, colocando ambas manos en su nuca y reclinándose con suavidad, meciéndose.
- ¡¿Es que viste que saltitos daba?! – Dejó escapar una risita - ¡Era tan mono! – Tomó una carta de la baraja que yacía a un lado de la mesa en la que jugaban. - Y cómo gritaba... – Explicó a Kothán, dándole algo de contexto. – “¿¡Cómo me has quitado la espada, bestia!?” – Preguntó imitando la voz de aquel mercenario. – “Debo recuperarla, buen señor, mas es mi sustento. ¡Toma el directo que hizo llorar a Siegfried!” – Añadió después. – “¡Mi segundo brazo favorito para beber! ¡Me lo has roto!”- Con aquel último par de frases la vampiresa no pudo evitar reírse con ganas, Eltrant se unió a su amiga y continuó meciéndose de igual forma que lo estaba haciendo.
Tanto la vampiresa como él sabían, no obstante, que no todos los mercenarios eran como aquel último. Llegaría un día en el que muy probablemente tendrían problemas para lidiar con lo que los dioses les enviase.
Por eso estaban en el norte, por eso pasaban sus horas muertas en aquella mansión. Quizás ese era el motivo por el que Lyn, con aquel asunto, estaba bastante más tranquila.
Respiró profundamente, de forma pausada. Últimamente también había oído rumores de que Elen o más bien de que “La Centinela del Sur” estaba comportándose de forma extraña, quizás bajase un par de semanas al sur a ver que le pasaba a la peliblanca.
Se le hacía raro estar sin hacer nada.
- ¿Sabeis dónde está Asher? – Preguntó abriendo los ojos. - ¿O Oshu? – Inquirió en seguida, todavía en la postura en la que se había quedado. - ¿Y quién de vosotros va ganando? No te fíes, Kothán, Lyn hace trampas. – dijo al final, esbozando una sonrisa mordaz.
- ¡Se llama estrategia! -
Aquellas eran las dos cosas más importantes que había encontrado en el norte. Si bien era cierto que también se había metido en algún problema que otro, nada había sido especialmente relevante.
Lo cual era bastante raro para sus estándares.
Rodeó su boca con la bufanda carmesí que lucía a juego con la capa que descansaba sobre sus hombros y se desplazó hasta la amplia calle en la cual estaba la casa en la que se estaba alojando el lobo.
Incluso para ser medio día no había demasiada gente en la calle, apenas llegó a cruzarse a tres personas durante todo el trayecto, siendo dos de ellas caballeros dragón en algún tipo de misión; probablemente una patrulla rutinaria.
Eltrant achacó la ausencia de personas a aquella débil, pero insistente sensación de que la pirámide que descansaba a las afueras de la ciudad estaba mirando directamente la urbe. La plaga se habría cobrado miles de vidas entre los muros de Dundarak y, aunque para muchos se había vuelto un recuerdo relativamente distante, también habían nacido varias supersticiones a partir de aquello.
“No mires la pirámide directamente”
“Si el viento sopla desde el sur, enciérrate en casa, pues es viento que viene de la pirámide”
Frases como aquellas se repetían una y otra vez, algunas más que otras y… algunas más creíbles que otras. Fuese como fuese, el castaño sabía que la realidad era bastante más simple: hacía frío, mucho frío, por eso apenas nadie salía el exterior.
Por no hablar de que desde que Rigobert partió al sur con sus tropas la ciudad había perdido mucha población. El ejercito del “niñato rubio” podía ser realmente encomiable, pero todo ejercito necesitaba cocineros, porteadores y cualquier tipo de ayuda que precisase; sobre todo si iba a atravesar medio continente a pie.
Se detuvo en mitad de la calle, apartando toda cavilación que tenía en sus pensamientos a un lado y, frunciendo el ceño, se acercó en varias zancadas hasta el cartel amarillento que había pegado en la pared de aquella diminuta taberna cuyo nombre no llegó siquiera a leer.
- Oh, dioses. – dijo arrancando el cartel de la pared, examinando el rostro que había dibujado en el mismo, su rostro. – Han estado bastante rápidos. – Lyn no iba a estar contenta, la vampiresa había disfrutado como nunca aquellos días de tranquilidad que les había proporcionado el norte.
No tardarían en empezar a llegar cazarrecompensas.
Apoyándose sobre la pared que tenía tras él, releyó lo que ponía debajo de su retrato. Lo habían actualizado, ahora le hacían parecer incluso un villano más horrible; como continuasen de aquel modo no les iba a quedar más remedio añadir que, además de todo aquello, también comía bebés.
Gruñendo en voz baja hizo una bola con el cartel de “Se Busca” y se lo guardó en uno de los varios bolsillos que cubrían su armadura. No pretendía que aquel día fuese especial o algo así, pero sí que esperaba, como mínimo, que fuese relativamente tranquilo.
Estaba empezando a disfrutar un poco de aquella tranquilidad.
Continuó su travesía hasta el hogar que Asher había seleccionado en el norte. Ahora algo más inseguro de sus pasos, una extraña parte de él temía que una marabunta de caballeros dragón le rodeasen de inmediato.
No tardó en llegar, finalmente, hasta la majestuosa puerta que había sido, tiempo atrás, el hogar de Irirgo. Asher había mencionado varias veces que el dragón había sido un noble, o que lo seguía siendo, pero Eltrant siempre había pensado que, en parte, eran exageraciones.
Aquella casa le mostraba que estaba totalmente equivocado.
Pasándose la mano por la barba subió los varios peldaños que le separaban del portón y lo abrió de un suave empujón, tras esto, como ya había hecho tantas otras veces, se adentró en la residencia.
El lugar no había cambiado demasiado desde el primer momento en el que puso los pies allí. Una fina capa de polvo continuaba cubriendo la mayor parte de los muebles, no obstante, según pasaban los días, llegó comprobar como algunos acababan misteriosamente limpios.
Intuyó que, probablemente, alguien los usaba y aprovechaba para limpiarlos.
- ¡Oh, Mortal! – Lyn fue la primera en percatarse de su presencia cuando se adentró en aquel amplio salón que Asher estaba usando como una especie de sala de reuniones, similar a las que montaba Irirgo allá por dónde iba. - ¿Qué tal tu paseo? – Preguntó volviendo a sus cartas, mirando fijamente las que Kothán mantenía en alto frente a ella.
- ¿Tú no te habías quedado en la habitación de la posada? – Preguntó enarcando una ceja. - ¿Cómo has…? - Era de día, uno bastante despejado, ni siquiera estaba nevando.
¿Cómo había llegado hasta allí?
- Tengo mis métodos. – Dijo simplemente, depositando una carta frente a ella, sonriendo a Kothán, con quien jugaba.
Sonrió, Lyn seguía algo rara, repasaba aquella dichosa carta cada vez que creía que nadie la miraba. Pero pasarse por allí siempre la ponía de buen humor.
- Y… respondiendo a tu pregunta… - Se quitó la espada de la espalda y la apoyó contra la mesa, después se dejó caer sobre una silla. – Mirad. – Enseñó el cartel a todos los presentes. – Mirad que nariz me han dibujado. – Agregó dejando caer el cartel sobre la mesa, Lyn frunció el ceño durante unos segundos, pero tras oír la segunda frase del castaño relajó la expresión.
- Ah… un par de mercenarios más a los que humillar. – dijo quitándole importancia al asunto, encogiéndose de hombros. – ¿No hiciste llorar al último que vino a por nosotros? – Eltrant se llevó la mano los ojos y se acomodó en la silla, depositó los pies sobre la mesa.
- Tú lo hiciste llorar. – Aclaró Eltrant cerrando los ojos, colocando ambas manos en su nuca y reclinándose con suavidad, meciéndose.
- ¡¿Es que viste que saltitos daba?! – Dejó escapar una risita - ¡Era tan mono! – Tomó una carta de la baraja que yacía a un lado de la mesa en la que jugaban. - Y cómo gritaba... – Explicó a Kothán, dándole algo de contexto. – “¿¡Cómo me has quitado la espada, bestia!?” – Preguntó imitando la voz de aquel mercenario. – “Debo recuperarla, buen señor, mas es mi sustento. ¡Toma el directo que hizo llorar a Siegfried!” – Añadió después. – “¡Mi segundo brazo favorito para beber! ¡Me lo has roto!”- Con aquel último par de frases la vampiresa no pudo evitar reírse con ganas, Eltrant se unió a su amiga y continuó meciéndose de igual forma que lo estaba haciendo.
Tanto la vampiresa como él sabían, no obstante, que no todos los mercenarios eran como aquel último. Llegaría un día en el que muy probablemente tendrían problemas para lidiar con lo que los dioses les enviase.
Por eso estaban en el norte, por eso pasaban sus horas muertas en aquella mansión. Quizás ese era el motivo por el que Lyn, con aquel asunto, estaba bastante más tranquila.
Respiró profundamente, de forma pausada. Últimamente también había oído rumores de que Elen o más bien de que “La Centinela del Sur” estaba comportándose de forma extraña, quizás bajase un par de semanas al sur a ver que le pasaba a la peliblanca.
Se le hacía raro estar sin hacer nada.
- ¿Sabeis dónde está Asher? – Preguntó abriendo los ojos. - ¿O Oshu? – Inquirió en seguida, todavía en la postura en la que se había quedado. - ¿Y quién de vosotros va ganando? No te fíes, Kothán, Lyn hace trampas. – dijo al final, esbozando una sonrisa mordaz.
- ¡Se llama estrategia! -
Eltrant Tale
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Re: Guardianes del Pasado [Trabajo] [Eltrant Tale][Asher Daregan]
-Hola a ti también, Elt. No subas las escaleras.- saludó Kothán, aprovechando el instante en el que Lyn miraba al humano. Si no le gustaba su retrato, probablemente no le gustaría tampoco el que habían colgado en uno de los pasillos, con el nombre reemplazado por "Elran Tail" y un extraño bigote curvado dibujado por encima de su barba.
-Oshu está fuera. Debería haber vuelto ya. Asher está... arriba. Con Syl. "Durmiendo."- dijo, dibujando comillas en el aire con su mano libre. -Bueno. Dudaría de si duerme o no si no escuchase sus ronquidos a todas horas.- añadió. Agitó la cabeza.
La puerta principal se abrió y cerró segundos después, atrayendo la atención completa del zorro.
-Hablas demasiado.- dijo la voz de Oshu. El hombre perro entró en la sala con una olla de cerámica en las manos. Después, la dejó sobre la mesa y sacó la tapa, revelando varias porciones de carne aún humeante.
-¡Al fin!- exclamó el zorro, dejando las cartas bocaabajo y acercándose a la comida. -Casi pensaba que moriría aquí.-
-Si alguien no hubiese vaciado la despensa del sótano durante la plaga, quizás no hubieses tenido que esperar.- musitó el perro. -Adelante, yo ya he comido.-
-¡Traidor!- dijo entre bocados.
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-Ugh...- gruñí. El ruido de las pisadas era inconfundible. Eltrant había llegado. ¿Por qué pasaba el tiempo tan deprisa? -Debería haber quedado para... la semana que viene.- musité, acurrucándome más contra la espalda de Syl.
-Hay que levantarse alguna vez.- respondió el gato. Se dio la vuelta, mirándome directamente, y me frotó la cara lentamente.
-Si, a la hora de comer...- bromeé. Me pasé la mano por la boca. Había babeado un poco. -¿Por qué me permitiste hacer eso de tener responsabilidades?-
El gato comenzó a empujarme para que saliese de la cama, sin mucho éxito. Había estado disfrutando de unos breves días de descanso en el norte antes de volver al trabajo. Centinela o no, me merecía un tiempo con mi compañero. Pero debía reconocer que la temperatura en ese sitio hacía que abandonar la cama se hiciese difícil.
Lentamente, empecé a ceder. Me recosté, bostezando y desperezándome. Syl me besó en el cuello y la cara antes de levantarse y vestirse para empezar el día. Sospechaba que sería uno largo, a pesar de la hora a la que nos habíamos despertado.
-¿Vas a usar la capucha?- pregunté, observando como se ajustaba la armadura. El felino me miró y resopló, subiéndose la capucha y pasando las orejas a través de los huecos de esta.
-Esvet.- susurró. Un tenue brillo rojizo recorrió la tela durante un instante. [1] Los ojos de Syl se contrajeron rápidamente, indicando que funcionaba. Miró alrededor, y luego hacia abajo. -Lyn está aquí también.- dijo. Arqueé una ceja. ¿La había traido Eltrant? -Está jugando a las cartas. Kothán hace trampas.-
Sonreí, satisfecho, mientras terminaba de colocarme la armadura. Dejé a Brillo encima de la mesa. Si bien no necesitaba tenerla cerca mientras dormía, no me gustaba demasiado la idea de dejarla flotando en... la dimensión en la que se quedase cuando no estaba.
-Temn.- dijo, poniendo fin al encantamiento. -Es un poco mareante. Pero me acostumbraré. Vamos.-
Bajamos las escaleras, saludando a ambos invitados.
-Juraba que tu nariz estaba más afilada.- le dije al humano, golpeandole en el hombro amistosamente. -Oh, desayuno... Lady Lyn.- añadí, haciendo una reverencia con un hueso de ave en la mano.
Syl también aprovechó para comer. Una comida caliente era algo dificil de resistir. Bendito Oshu.
-Bien, al grano.- carraspeé. -Hace unos días se ha encontrado una estructura al fondo de una cueva, en los picos del norte. Debía estar enterrada en el pasado, pero hay una entrada. Se cree que es un templo, dedicado a uno de los dragones.- expliqué. -La logía ha intervenido.-
Señalé a Oshu con un gesto, dándole la palabra. Había estado investigando al respecto, después de todo. Lo de la comida era secundario.
-Creen que puede haber artefactos u ofrendas dentro, aunque no lo han dicho en voz alta. Pero al parecer, el sitio está plagado de trampas, y... cosas vivas.- Esbozó una mueca y se encogió de hombros, no muy seguro de aquello. -No quieren arriesgarse a meter a nadie sin un pequeño ejercito para asegurar el sitio, pero tampoco pueden usar los caballeros dragón o los cazamagos sin que sea algo seguro.-
Eso les dejaba en un punto muerto. Probablemente, contratarían mercenarios si aquello se extendía.
-Así que nos toca a nosotros.- dije simplemente. -Es potencialmente peligroso, pero quizás haya algo que valga la pena. Como mínimo, la Logía nos pagará por cualquier información que tengamos.- Aseguré. Luego, me volví hacia Oshu. -Tu quédate y descansa.- El hombre perro había tenido que recorrer toda la ciudad repetidas veces durante los últimos días. No iba a pedirle que viniese.
-Intentaremos devolverlo entero.- le dijo el gato a Lyn, apoyando el brazo sobre el hombro del humano.
Coloqué la Corona Astada sobre mi cabeza y nos dirigimos hacia la salida. Tardariamos un rato en llegar hasta la cueva. Esperaba que Eltrant no le temiese a las alturas.
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[1] Habilidad de Syl: Ojo del demonio (Rasgo)
(Si, tenia que presumir...)
Asher Daregan
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Re: Guardianes del Pasado [Trabajo] [Eltrant Tale][Asher Daregan]
Un trabajo explorando una gruta en el pico helado… se atusó la barba, aquello le distraería al menos durante un par de horas, le quitaría importancia al hecho de que su cara estuviese empapelando los muros de las casas de medio Aerandir.
Asintió a la proposición del lobo, que acababa de irrumpir en la habitación junto a Syl y, tras darle un último bocado a la carne que había preparado Oshu, se levantó de la silla en la que estaba descansando.
- Bien, todo este frío estaba empezando a agarrotarme los músculos. – Bromeó soltando una sonora risotada, estirando su brazo izquierdo por encima de su cabeza.
Tomó su espada y, con un rápido movimiento, se la colgó de la espalda.
- Con un brazo me vale. – dijo Lyn, soltando sus cartas sobre la mesa, girándose sobre si misma a mirar al grupo. – Quizás los dos, para hacer peleas de espadas con Koth. – Soltó, sonriendo mordazmente a su acompañante.
Eltrant le devolvió la sonrisa y sacudió la cabeza como toda respuesta.
- Eh, Mortal. – Cuando el tanto el lobo como el gato dejaron la habitación, Lyn se acercó hasta Eltrant antes de que este se marcharse tras ellos. – Dame la mano. – Pidió, al exguarda se le ensombreció el rostro al oírlo.
La maldición de los padres de Bàthory… había vuelto, y de la peor de las maneras. Todas las noches Lyn se volvía intangible y, por lo que esta decía, podía comunicarse con los muertos a elección.
Lo podía hacer además de una forma útil, no como le había sucedido al exmercenario tiempo atrás, no había un cumulo de voces entre el cual escoger, estaban Lyn y el fallecido con el que ella desease hablar. La vampiresa evitaba hacerlo a toda costa.
La miró durante unos segundos, esforzándose por no sentir culpabilidad por la condición en la que se hallaba la vampiresa. Nunca le había reprochado nada, en ningún momento.
Aquello le hacía sentirse incluso peor.
- Claro… - Eltrant sonrió, de forma algo forzada, y se quitó el guantelete izquierdo.
- Bien, bien. – Lyn, casualmente, como si aquello no tuviese ningún significado para ella, estrechó la mano de su compañero. Primero con suavidad y después con firmeza, incluso se permitió acariciarla durante varios largos segundos.
Podía leer los pensamientos de su amiga: le aterraba la posibilidad de que los días se volviesen como las noches, de dejar de sentir, de dejar de poder tocar a los demás.
De perder el sentido del tacto como también había perdido la luz del sol.
- Ven aquí. – Eltrant se agachó frente a la vampiresa y, sin previo aviso, la estrechó con fuerza entre sus brazos.
- ¡Eh! – Fue lo único que pudo pronunciar Lyn tras los varios segundos que pasó en shock – ¡Qué… qué te vas a saquear tumbas, no a la guerra! – Exclamó empujando con suavidad a su acompañante, alejándolo momentáneamente, sonrió al ver que la vampiresa centenaria se había sonrojado como si acabase de cumplir veinte años.
Sin añadir nada, dejó que la muchacha juguetease con su flequillo se ató a Recuerdo al cinto. Una espada de hielo en aquel lugar era algo redundante, pero si no sentía el peso del viejo espadón que robó hacía ya años en su cintura se sentía incómodo.
- Tu asegúrate de volver, Mortal. – Indicó girándose hacía la mesa en la que esperaba Kothán, Eltrant notó que esta, disimuladamente, hacía aparecer una carta tras ella envuelta en sombras. – Necesito... necesito tu sangre y todo eso. – dijo al final, sentándose de nuevo frente al zorro.
- Por supuesto. –
Salió del edificio y se plantó en mitad de la amplia calle nevada, dónde ya esperaban Asher y Syl.
- Lyn me ha distraído. – dijo como toda explicación, sonriendo a la pareja. - ¿Vamos? – Antes de salir oficialmente en aquella aventura lanzó un rápido vistazo a los objetos que llevaba consigo.
Iban bastante preparados, debería de ser relativamente fácil para un grupo que logró encarar una Tarasca.
Lo primero que tenían que hacer, al parecer, era encontrar un guía. Le pareció buena idea, no había viajado mucho más al norte de Dundarak y aunque la pareja de hombres-bestia eran unos rastreadores excelentes cada uno a su manera, lo mejor era no correr riesgos.
- Y… - El camino se estaba haciendo inusualmente largo, seguían sin encontrar apenas a nadie por las calles. - ¿Cómo os está tratando Dundarak? – Preguntó a la pareja. - ¿Se sabe algo de que estáis aquí? – Añadió a continuación. – En sí… he oído rumores de que hay “un nuevo centinela” encargado del norte, pero que está desaparecido. – Aseveró, haciendo memoria de las conversaciones que solía captar en la posada en la que se quedaba. – También dicen que en el oeste… - Suspiró, ellos también tenían que haber oído lo mucho que estaba disfrutando Huracán del título de Centinela. – … Al final... creo que pasar desapercibido es lo mejor. – dijo antes de terminar la frase como conclusión.
El norte, a pesar de todo el frío y lo distante que podían llegar a ser sus habitantes, era un lugar fuertemente politizado, la corte de Rigobert y los altos estamentos de la Logia no tenían mucho que envidiar a sus contrapartes en Lunargenta.
De enterarse de que había un nuevo centinela en la zona, Eltrant intuía que el mocoso rubio del que todos hablaban tan altamente querría conocer a Asher. Algo que podía acabar de demasiadas formas como para anticipar un resultado concreto, pero conocía lo suficientemente al lobo como para saber que la gran mayoría de ellas eran variantes del destino que había sufrido Roiland.
Una pequeña casita a los pies de una vivienda tan grande como la que usaba Asher a modo de cuartel centinela fue el destino del grupo. Eltrant analizó la fachada del edificio durante unos segundos y, después, se giró hacía a Asher esperando que este supiese decirle porque estaban esperando.
La respuesta a aquella pregunta llegó de los labios de otra persona.
- ¡Oh! ¡Ya habéis llegado! – El vozarrón sacudió los cimientos de la casita, por momentos le recordaba a su propia oficina en Lunargenta. – Me alegro, muy bien. Sí. – La destartalada puerta que tenían delante se abrió y dio paso a un hombre que Eltrant no encontró particularmente sorprendente.
Pelirrojo y de corta estatura, el habitante de aquella casa sonreía ampliamente a los presentes como si fuesen unos viejos amigos que había visto por primera vez en años.
- ¿Lo tenéis todo listo? Si me esperáis unos minutos pondré a punto mi equipo. Estoy ultimando un par de detalles. -
Era incluso más bajo que Lyn. No obstante, para compensar al parecer, el norteño contaba con brazos tan recios como los de Asher.
Asintió a la proposición del lobo, que acababa de irrumpir en la habitación junto a Syl y, tras darle un último bocado a la carne que había preparado Oshu, se levantó de la silla en la que estaba descansando.
- Bien, todo este frío estaba empezando a agarrotarme los músculos. – Bromeó soltando una sonora risotada, estirando su brazo izquierdo por encima de su cabeza.
Tomó su espada y, con un rápido movimiento, se la colgó de la espalda.
- Con un brazo me vale. – dijo Lyn, soltando sus cartas sobre la mesa, girándose sobre si misma a mirar al grupo. – Quizás los dos, para hacer peleas de espadas con Koth. – Soltó, sonriendo mordazmente a su acompañante.
Eltrant le devolvió la sonrisa y sacudió la cabeza como toda respuesta.
- Eh, Mortal. – Cuando el tanto el lobo como el gato dejaron la habitación, Lyn se acercó hasta Eltrant antes de que este se marcharse tras ellos. – Dame la mano. – Pidió, al exguarda se le ensombreció el rostro al oírlo.
La maldición de los padres de Bàthory… había vuelto, y de la peor de las maneras. Todas las noches Lyn se volvía intangible y, por lo que esta decía, podía comunicarse con los muertos a elección.
Lo podía hacer además de una forma útil, no como le había sucedido al exmercenario tiempo atrás, no había un cumulo de voces entre el cual escoger, estaban Lyn y el fallecido con el que ella desease hablar. La vampiresa evitaba hacerlo a toda costa.
La miró durante unos segundos, esforzándose por no sentir culpabilidad por la condición en la que se hallaba la vampiresa. Nunca le había reprochado nada, en ningún momento.
Aquello le hacía sentirse incluso peor.
- Claro… - Eltrant sonrió, de forma algo forzada, y se quitó el guantelete izquierdo.
- Bien, bien. – Lyn, casualmente, como si aquello no tuviese ningún significado para ella, estrechó la mano de su compañero. Primero con suavidad y después con firmeza, incluso se permitió acariciarla durante varios largos segundos.
Podía leer los pensamientos de su amiga: le aterraba la posibilidad de que los días se volviesen como las noches, de dejar de sentir, de dejar de poder tocar a los demás.
De perder el sentido del tacto como también había perdido la luz del sol.
- Ven aquí. – Eltrant se agachó frente a la vampiresa y, sin previo aviso, la estrechó con fuerza entre sus brazos.
- ¡Eh! – Fue lo único que pudo pronunciar Lyn tras los varios segundos que pasó en shock – ¡Qué… qué te vas a saquear tumbas, no a la guerra! – Exclamó empujando con suavidad a su acompañante, alejándolo momentáneamente, sonrió al ver que la vampiresa centenaria se había sonrojado como si acabase de cumplir veinte años.
Sin añadir nada, dejó que la muchacha juguetease con su flequillo se ató a Recuerdo al cinto. Una espada de hielo en aquel lugar era algo redundante, pero si no sentía el peso del viejo espadón que robó hacía ya años en su cintura se sentía incómodo.
- Tu asegúrate de volver, Mortal. – Indicó girándose hacía la mesa en la que esperaba Kothán, Eltrant notó que esta, disimuladamente, hacía aparecer una carta tras ella envuelta en sombras. – Necesito... necesito tu sangre y todo eso. – dijo al final, sentándose de nuevo frente al zorro.
- Por supuesto. –
[…]
Salió del edificio y se plantó en mitad de la amplia calle nevada, dónde ya esperaban Asher y Syl.
- Lyn me ha distraído. – dijo como toda explicación, sonriendo a la pareja. - ¿Vamos? – Antes de salir oficialmente en aquella aventura lanzó un rápido vistazo a los objetos que llevaba consigo.
Iban bastante preparados, debería de ser relativamente fácil para un grupo que logró encarar una Tarasca.
Lo primero que tenían que hacer, al parecer, era encontrar un guía. Le pareció buena idea, no había viajado mucho más al norte de Dundarak y aunque la pareja de hombres-bestia eran unos rastreadores excelentes cada uno a su manera, lo mejor era no correr riesgos.
- Y… - El camino se estaba haciendo inusualmente largo, seguían sin encontrar apenas a nadie por las calles. - ¿Cómo os está tratando Dundarak? – Preguntó a la pareja. - ¿Se sabe algo de que estáis aquí? – Añadió a continuación. – En sí… he oído rumores de que hay “un nuevo centinela” encargado del norte, pero que está desaparecido. – Aseveró, haciendo memoria de las conversaciones que solía captar en la posada en la que se quedaba. – También dicen que en el oeste… - Suspiró, ellos también tenían que haber oído lo mucho que estaba disfrutando Huracán del título de Centinela. – … Al final... creo que pasar desapercibido es lo mejor. – dijo antes de terminar la frase como conclusión.
El norte, a pesar de todo el frío y lo distante que podían llegar a ser sus habitantes, era un lugar fuertemente politizado, la corte de Rigobert y los altos estamentos de la Logia no tenían mucho que envidiar a sus contrapartes en Lunargenta.
De enterarse de que había un nuevo centinela en la zona, Eltrant intuía que el mocoso rubio del que todos hablaban tan altamente querría conocer a Asher. Algo que podía acabar de demasiadas formas como para anticipar un resultado concreto, pero conocía lo suficientemente al lobo como para saber que la gran mayoría de ellas eran variantes del destino que había sufrido Roiland.
Una pequeña casita a los pies de una vivienda tan grande como la que usaba Asher a modo de cuartel centinela fue el destino del grupo. Eltrant analizó la fachada del edificio durante unos segundos y, después, se giró hacía a Asher esperando que este supiese decirle porque estaban esperando.
La respuesta a aquella pregunta llegó de los labios de otra persona.
- ¡Oh! ¡Ya habéis llegado! – El vozarrón sacudió los cimientos de la casita, por momentos le recordaba a su propia oficina en Lunargenta. – Me alegro, muy bien. Sí. – La destartalada puerta que tenían delante se abrió y dio paso a un hombre que Eltrant no encontró particularmente sorprendente.
Pelirrojo y de corta estatura, el habitante de aquella casa sonreía ampliamente a los presentes como si fuesen unos viejos amigos que había visto por primera vez en años.
- ¿Lo tenéis todo listo? Si me esperáis unos minutos pondré a punto mi equipo. Estoy ultimando un par de detalles. -
Era incluso más bajo que Lyn. No obstante, para compensar al parecer, el norteño contaba con brazos tan recios como los de Asher.
Eltrant Tale
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Re: Guardianes del Pasado [Trabajo] [Eltrant Tale][Asher Daregan]
-No tengo intención de hacer ninguna aparición dramática. No ante tanta gente.- expliqué. -Pero tampoco voy a ocultarme. Si la gente quiere sacar conclusiones, que lo hagan.- En sí, no tenía motivos para aparecer como un gran salvador que les protegería de todo mal. Eso solo podía acabar mal. Sobre todo, porque no lo era. -No voy a ocuparme de rescatar o salvar a todo el que se me ponga por delante. Mis acciones hablan por si mismas.-
Miré a Syl. El gato parecía satisfecho con aquella conclusión. Era la más segura. La buena reputación se podía volver mala en muy poco tiempo, como le había pasado a Elen en el sur. Aun así, sabía que tarde o temprano me encontraría lidiando con la Logia o con Rigobert.
Preferiblemente, después de que acabase con un Jinete o dos.
-Nuestro guía es un conocido de Oshu. Algo así como un viejo amigo.- advertí. El tipo era algo ruidoso. Podía sentir como Syl se incomodaba rápidamente cada vez que gritaba algo. Sin embargo, era uno de los mejores para ello. Llamé a la puerta con tres firmes golpes. El dragón no tardó en abrirla y saludarnos efusívamente, solo para decirnos que necesitaba unos minutos más. Sin embargo, no tardó en volver.
-Oliver.- le saludé con un gesto de cabeza. -Este es Eltrant. Será nuestra carga personal.- dije.
-Hmm. ¿Eres un caballero dragón?- preguntó, mirándole directamente.
-Creo que es un poco humilde para eso.- comenté, esbozando media sonrisa. -No, es humano. Bastante duro. Tanto que no le importa escalar con armadura.-
El hombre dejó escapar una estruendosa risa, haciendo que me arrepintiese al instante de contar cualquier clase de broma.
-No te preocupes. No hay mucha escalada de por sí. Conozco estas montañas como la palma de mi mano. Podemos ir por una ruta más sencilla, aunque tardaremos más.- No tenía problema con aquello. Escalar y trepar se me daba bien, pero estaba más acostumbrado a hacerlo por edificios, igual que Syl. Además, era preferible no cansarnos demasiado. Después de todo, aquella no sería la parte difícil.
No tardamos en emprender la marcha. A pesar de lo que había dicho, Oliver llevaba una mochila con todo tipo de equipamiento y provisiones. Nunca se estaba demasiado preparado, supuse. Por lo que sabía, era todo un veterano. No iba a cuestionarlo.
-Así que... ¿vais a ir a ese templo?- preguntó en cuanto dejamos atrás las puertas de la ciudad. -Nadie se lleva armadura solo para ver el atardecer.-
-Si hay algo peligroso, es mejor lidiar con ello. No parece que nadie más lo vaya a solucionar pronto.- declaré.
-El trabajo de un Centinela, entonces.- sonrió. No respondí, ni dejé de caminar. No me sorprendía del todo. Había cierta admiración en sus ojos.
No eran pocos los que conocían las historias. Sobre todo allí, en Dundarak. No era de extrañar que aquella ciudad tuviese todo tipo de leyendas e historias respecto a los Centinelas antiguos. El que Amaterasu hubiese caído debía haber sido un gran alivio para ellos. Por eso, la corona había atraído mucho las miradas. La mayoría, escépticas. Otras... esperanzadas. Había algunos que parecían dudar, como si se preguntasen a si mismos si aquello era posible, si estaban viendo al tal Centinela del Norte.
No tenía motivos para arruinarles la fantasía de que podían tener un gran héroe viviendo entre ellos. De hecho, podía parecer ser aquello que querían. Como había hecho en el templo de los monos. Sabía que podía hacer grandes cosas, después de todo.
-Me sorprende que vayas desarmado.- añadió. -Quiero decir... es evidente que no vas a dialogar con lo que haya allí.-
Suspiré, algo divertido, y me detuve. El hombre se dio la vuelta. Extendí la mano y me concentré en el arma. El pomo de Brillo se materializó frente a mi mano. En cuanto lo cogí, el resto de la espada apareció de la nada en apenas un segundo. Hice una pequeña floritura con el arma. Tan equilibrada como la recordaba. El dragón contempló aquello con los ojos como platos y la boca abierta, lleno de ilusión. Después, abrí el puño, y la espada se desvaneció tan rápido como se había creado.
-Presumido.- sentenció Syl.
-¡Eso es increible!- exclamó el pelirrojo. -¡Hace magia! ¡Creía que los hombres bestia no podían!- dijo, volviendose hacia Eltrant. El humano ya debía estar acostumbrado a mis sorpresas, pero debía reconocer que estaba realmente orgulloso de aquello. Después de todo, había conseguido crear una décima runa en un objeto con muchos más encantamientos de los que debía tener. Una tarea compleja y dificil de repetir. -¿Que más puedes hacer?-
-Oh, nada especial...- sonreí con falsa modestia. -Solo unos pocos trucos sin importancia.-
La charla hizo que el viaje fuese más ameno. Pronto alcanzaríamos la cordillera.
Miré a Syl. El gato parecía satisfecho con aquella conclusión. Era la más segura. La buena reputación se podía volver mala en muy poco tiempo, como le había pasado a Elen en el sur. Aun así, sabía que tarde o temprano me encontraría lidiando con la Logia o con Rigobert.
Preferiblemente, después de que acabase con un Jinete o dos.
-Nuestro guía es un conocido de Oshu. Algo así como un viejo amigo.- advertí. El tipo era algo ruidoso. Podía sentir como Syl se incomodaba rápidamente cada vez que gritaba algo. Sin embargo, era uno de los mejores para ello. Llamé a la puerta con tres firmes golpes. El dragón no tardó en abrirla y saludarnos efusívamente, solo para decirnos que necesitaba unos minutos más. Sin embargo, no tardó en volver.
-Oliver.- le saludé con un gesto de cabeza. -Este es Eltrant. Será nuestra carga personal.- dije.
-Hmm. ¿Eres un caballero dragón?- preguntó, mirándole directamente.
-Creo que es un poco humilde para eso.- comenté, esbozando media sonrisa. -No, es humano. Bastante duro. Tanto que no le importa escalar con armadura.-
El hombre dejó escapar una estruendosa risa, haciendo que me arrepintiese al instante de contar cualquier clase de broma.
-No te preocupes. No hay mucha escalada de por sí. Conozco estas montañas como la palma de mi mano. Podemos ir por una ruta más sencilla, aunque tardaremos más.- No tenía problema con aquello. Escalar y trepar se me daba bien, pero estaba más acostumbrado a hacerlo por edificios, igual que Syl. Además, era preferible no cansarnos demasiado. Después de todo, aquella no sería la parte difícil.
No tardamos en emprender la marcha. A pesar de lo que había dicho, Oliver llevaba una mochila con todo tipo de equipamiento y provisiones. Nunca se estaba demasiado preparado, supuse. Por lo que sabía, era todo un veterano. No iba a cuestionarlo.
-Así que... ¿vais a ir a ese templo?- preguntó en cuanto dejamos atrás las puertas de la ciudad. -Nadie se lleva armadura solo para ver el atardecer.-
-Si hay algo peligroso, es mejor lidiar con ello. No parece que nadie más lo vaya a solucionar pronto.- declaré.
-El trabajo de un Centinela, entonces.- sonrió. No respondí, ni dejé de caminar. No me sorprendía del todo. Había cierta admiración en sus ojos.
No eran pocos los que conocían las historias. Sobre todo allí, en Dundarak. No era de extrañar que aquella ciudad tuviese todo tipo de leyendas e historias respecto a los Centinelas antiguos. El que Amaterasu hubiese caído debía haber sido un gran alivio para ellos. Por eso, la corona había atraído mucho las miradas. La mayoría, escépticas. Otras... esperanzadas. Había algunos que parecían dudar, como si se preguntasen a si mismos si aquello era posible, si estaban viendo al tal Centinela del Norte.
No tenía motivos para arruinarles la fantasía de que podían tener un gran héroe viviendo entre ellos. De hecho, podía parecer ser aquello que querían. Como había hecho en el templo de los monos. Sabía que podía hacer grandes cosas, después de todo.
-Me sorprende que vayas desarmado.- añadió. -Quiero decir... es evidente que no vas a dialogar con lo que haya allí.-
Suspiré, algo divertido, y me detuve. El hombre se dio la vuelta. Extendí la mano y me concentré en el arma. El pomo de Brillo se materializó frente a mi mano. En cuanto lo cogí, el resto de la espada apareció de la nada en apenas un segundo. Hice una pequeña floritura con el arma. Tan equilibrada como la recordaba. El dragón contempló aquello con los ojos como platos y la boca abierta, lleno de ilusión. Después, abrí el puño, y la espada se desvaneció tan rápido como se había creado.
-Presumido.- sentenció Syl.
-¡Eso es increible!- exclamó el pelirrojo. -¡Hace magia! ¡Creía que los hombres bestia no podían!- dijo, volviendose hacia Eltrant. El humano ya debía estar acostumbrado a mis sorpresas, pero debía reconocer que estaba realmente orgulloso de aquello. Después de todo, había conseguido crear una décima runa en un objeto con muchos más encantamientos de los que debía tener. Una tarea compleja y dificil de repetir. -¿Que más puedes hacer?-
-Oh, nada especial...- sonreí con falsa modestia. -Solo unos pocos trucos sin importancia.-
La charla hizo que el viaje fuese más ameno. Pronto alcanzaríamos la cordillera.
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Asher Daregan
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