¿Es un trabajo normal cuando tu empleador está tan nervioso? [Libre][Intrepretativo][3/3]
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¿Es un trabajo normal cuando tu empleador está tan nervioso? [Libre][Intrepretativo][3/3]
Era uno de esos días en donde el viento viajaba fresco por tus mejillas, como esas tardes otoñales que te invitaban a dejar las obligaciones de lado y relajarte. Quizás con un jugo de manzana, o piña si tenías mal gusto. Usualmente afectaba al ritmo de trabajo de la gente. Claro, excepto los mercaderes. Ellos siempre encontraban la forma de hacer que hasta el día más bello tuviera un tratado aburrido, forzar una venta o cobrar intereses usureros por sus mercancías.
El inicio de esta historia parte con uno de ellos. Samuel Lingengen era su nombre. Uno de esos “vecinos amigables” que tuvo sus intereses puestos en cómo se desarrolló la guerra, sacandole provecho como podía, ya fuera vendiendo armas mucho más caras de lo que costaban, extorsionando a otros mercaderes menores, acaparando las líneas de producción. Ya saben, lo que usualmente la guerra saca de los mercaderes.
Pero las cosas quedan. Las memorias resienten. Y la avaricia te trae enemigos.
Cuando la guerra terminó, se encontraba en un estado bastante paranoico. Del tipo que no bebe agua si alguien no bebe primero de ella. Desgraciadamente, los Aeros no se hacían solos, por lo que viajar a Lunargenta para reabastecerla de ciertos artículos se había vuelto riesgoso. A veces no lo era, pero el miedo y la tensión mental era lo suficiente como para causarle indigestión a cualquiera.
Es por eso que puso un anuncio simple: “Se busca tres guardaespaldas para proteger una mercadería viajando a Lunargenta. Interesados favor reunirse en la tienda ‘La Sirena Cantante’ del distrito comercial”
Es ahí donde nuestra hermosa y conversadora Alexandra entra en la historia.
Normalmente el tablón reunía trabajos que poco podía hacer: reconstrucción, ayudante de forja, ayudante de carga, ayudante de cocina. Se repetía muchas veces la palabra “ayudante”, y casi ninguna coincidía con lo que sabía hacer. Quizás por fortuna o desgracia, encontró la palabra “guardaespaldas”, y sus ojos ayudaron a memorizar todos los datos que le interesaban.
Cuando llegó al lugar, encontró a un señor en sus 40, o 50 con los nervios que tenía. Se notaba por su panza que había tenido buena vida, pero su forma de expresarse con sus ayudantes mercaderes no ayudaba a que esa impresión quedara.
- ¡Ya les dije que esa caja debía ir al costado izquierdo! ¡Apúrense que no tengo intenciones de salir después del mediodía! ¡Dejen eso, inútiles!
Un encanto de persona, sin duda.
Se dio vuelta para amarrar unas cargas al carro cuando una figura enorme lo sacó de su molestia para darle un susto que lo dejó tomándose del pecho.
- ¡T-Tú! ¡¿Que demonios quieres?! - respiraba agitado, y eso que las acciones de la mujer bestia no fueron intencionales.
- … el anunzio... – la forma de responder de la guerrera tenía una mezcla extraña entre desinterés y confusión. No estaba segura de si las indiaciones estaban bien, si a ella se le había olvidado un detalle, o si el mercader se le había olvidado que necesitaba guardaespaldas.
- … ¿que anunc--? ¡Oh, cierto! - no pudo evitar levantar una ceja al ver que la tercera suposición era la correcta – De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo – parecía un ratón nervioso, lo que la inquietaba más de lo que estaba dispuesta a reconocer – ¿Que sabes hacer? ¿Cuánta experiencia tienes? Y lo más importante, ¿estás dispuesta a hacer el trabajo sin hacer preguntas sobre mi o la mercancía?
No parecía importarle demasiado, aun cuando era raro que se comportara de esa forma. Más ella no era justiciera, guardia real ni investigadora privada, por lo que nada de él ni su carga le importaban.
- Ze, zoy una merrzenarria, zi ez lo que uzted ze quierre zaberr – lo que era bastante inexacto, pero al mercader parecía bastarle y sobrarle – Hago ze ezte tipo de trrabajos uzualmente porr laz rrutaz de ze Lunarrgenta, sobrre todo al norrte, entrre Zandorrai y ze Dundarrak.
El tipo costaba entenderle lo que decía, pero lo poco que entendía le bastaba. No es que tuviera una carga especialmente apetitosa para ladrones, más era su paranoia lo que lo tenía de esa forma.
- Bien, bien, bien – hacia gestos con su mano, lo que reafirmaba su pensamiento de que parecía un ratón nervioso – Esperaremos a que el anuncio llegue a más gente, de ahí partiremos idealmente antes del medio día, señorita...
- Alexandra.
A veces hay cosas que no cuadran cuando se topaban tantas variables, aunque las explicaciones eran menos emocionantes de lo que realmente eran. El, por ejemplo, si estaba tan nervioso, ¿por qué no dejar a uno de sus trabajadores el hacer el trabajo? La explicación real parecía muy escondida dentro de esa cabeza tan inquieta, que Alexandra le parecía que no era normal.
Y ahora que lo pensaba, si estaba tan nervioso, ¿por qué contratar a desconocidos para un trabajo así? ¿No sería mejor alguien que pudiera confiar dentro de su círculo de confianza? ¿O sería que ya no había nadie en aquel círculo?
El inicio de esta historia parte con uno de ellos. Samuel Lingengen era su nombre. Uno de esos “vecinos amigables” que tuvo sus intereses puestos en cómo se desarrolló la guerra, sacandole provecho como podía, ya fuera vendiendo armas mucho más caras de lo que costaban, extorsionando a otros mercaderes menores, acaparando las líneas de producción. Ya saben, lo que usualmente la guerra saca de los mercaderes.
Pero las cosas quedan. Las memorias resienten. Y la avaricia te trae enemigos.
Cuando la guerra terminó, se encontraba en un estado bastante paranoico. Del tipo que no bebe agua si alguien no bebe primero de ella. Desgraciadamente, los Aeros no se hacían solos, por lo que viajar a Lunargenta para reabastecerla de ciertos artículos se había vuelto riesgoso. A veces no lo era, pero el miedo y la tensión mental era lo suficiente como para causarle indigestión a cualquiera.
Es por eso que puso un anuncio simple: “Se busca tres guardaespaldas para proteger una mercadería viajando a Lunargenta. Interesados favor reunirse en la tienda ‘La Sirena Cantante’ del distrito comercial”
Es ahí donde nuestra hermosa y conversadora Alexandra entra en la historia.
Normalmente el tablón reunía trabajos que poco podía hacer: reconstrucción, ayudante de forja, ayudante de carga, ayudante de cocina. Se repetía muchas veces la palabra “ayudante”, y casi ninguna coincidía con lo que sabía hacer. Quizás por fortuna o desgracia, encontró la palabra “guardaespaldas”, y sus ojos ayudaron a memorizar todos los datos que le interesaban.
Cuando llegó al lugar, encontró a un señor en sus 40, o 50 con los nervios que tenía. Se notaba por su panza que había tenido buena vida, pero su forma de expresarse con sus ayudantes mercaderes no ayudaba a que esa impresión quedara.
- ¡Ya les dije que esa caja debía ir al costado izquierdo! ¡Apúrense que no tengo intenciones de salir después del mediodía! ¡Dejen eso, inútiles!
Un encanto de persona, sin duda.
Se dio vuelta para amarrar unas cargas al carro cuando una figura enorme lo sacó de su molestia para darle un susto que lo dejó tomándose del pecho.
- ¡T-Tú! ¡¿Que demonios quieres?! - respiraba agitado, y eso que las acciones de la mujer bestia no fueron intencionales.
- … el anunzio... – la forma de responder de la guerrera tenía una mezcla extraña entre desinterés y confusión. No estaba segura de si las indiaciones estaban bien, si a ella se le había olvidado un detalle, o si el mercader se le había olvidado que necesitaba guardaespaldas.
- … ¿que anunc--? ¡Oh, cierto! - no pudo evitar levantar una ceja al ver que la tercera suposición era la correcta – De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo – parecía un ratón nervioso, lo que la inquietaba más de lo que estaba dispuesta a reconocer – ¿Que sabes hacer? ¿Cuánta experiencia tienes? Y lo más importante, ¿estás dispuesta a hacer el trabajo sin hacer preguntas sobre mi o la mercancía?
No parecía importarle demasiado, aun cuando era raro que se comportara de esa forma. Más ella no era justiciera, guardia real ni investigadora privada, por lo que nada de él ni su carga le importaban.
- Ze, zoy una merrzenarria, zi ez lo que uzted ze quierre zaberr – lo que era bastante inexacto, pero al mercader parecía bastarle y sobrarle – Hago ze ezte tipo de trrabajos uzualmente porr laz rrutaz de ze Lunarrgenta, sobrre todo al norrte, entrre Zandorrai y ze Dundarrak.
El tipo costaba entenderle lo que decía, pero lo poco que entendía le bastaba. No es que tuviera una carga especialmente apetitosa para ladrones, más era su paranoia lo que lo tenía de esa forma.
- Bien, bien, bien – hacia gestos con su mano, lo que reafirmaba su pensamiento de que parecía un ratón nervioso – Esperaremos a que el anuncio llegue a más gente, de ahí partiremos idealmente antes del medio día, señorita...
- Alexandra.
A veces hay cosas que no cuadran cuando se topaban tantas variables, aunque las explicaciones eran menos emocionantes de lo que realmente eran. El, por ejemplo, si estaba tan nervioso, ¿por qué no dejar a uno de sus trabajadores el hacer el trabajo? La explicación real parecía muy escondida dentro de esa cabeza tan inquieta, que Alexandra le parecía que no era normal.
Y ahora que lo pensaba, si estaba tan nervioso, ¿por qué contratar a desconocidos para un trabajo así? ¿No sería mejor alguien que pudiera confiar dentro de su círculo de confianza? ¿O sería que ya no había nadie en aquel círculo?
Última edición por Alexandra Whiskers el Vie Ene 25 2019, 06:06, editado 1 vez
Alexandra Whiskers
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Re: ¿Es un trabajo normal cuando tu empleador está tan nervioso? [Libre][Intrepretativo][3/3]
. . .
Con pasos ahogados, aceché a mi objetivo. Acercándome a la velocidad que tener que permanecer oculto me permitía. Pasaba de sombra en sombra, camuflando mi presencia con aquella de los grillos y el viento. En esta noche de luz argéntea, mi presa vería su última estrella, y yo comería una vez más.Impulsado frenéticamente por la distinción de una oportunidad, me lancé en carrera hacia el desprevenido...
¿...patas?
...y antes de que pudiera reaccionar, se vio completamente atrapada entre mis zarpas...
...Espera, yo no...
...y sentí entre mis dientes el cálido carmesí, y el final de esta larga hambruna...
...seguidos de un fuerte golpe.
. . .
- ¡Ay! Joder, joder, joder...
Sentado, desorientado y con ambas manos en la cabeza, maldije a la caja que usaba de almohada, al descuidado conductor de esta carreta y a mi juicio por pensar que estaría cómodo aquí.
Una vez dejé de retorcerme me di cuenta de que había algo pendiente. ¿Quizás un sueño...?
Sea como fuese, ya había escapado de mi mente, casi tan rápido como lo hice yo de aquella carreta una vez me di cuenta de que dejó de moverse y que al dueño no le gustaban los intrusos.
- ¿Cómo carajos terminé aquí...? A ver, qué es lo último que recuerdo... Lunargenta. Sí, estaba por la zona fea, y... ¡oh! ¡La misión del viejo! La mujer de cabello blanco, y el apestoso...
Je, esa fue una velada entretenida. Quizás si hubiéramos tenido más tiempo... No, no, concéntrate. Salió mal, perdiste tus pocos ahorros, y...
Quedé algo aturdido por la sorpresa de descubrir lo estúpido que puedo llegar a ser.
- ...y decidiste que echarte a dormir en esa carreta estacionada era buena idea. -Clavé los ojos al espacio frente a mí, como si hubiese un Mefisto ocupándolo.
Resignado a trabajar con los errores de mi yo del pasado, eché un vistazo a mis alrededores.
.
.
.
No tengo ni idea de dónde estoy.
Hay movimiento en la lejanía, personas cargando cajas, de un lado a otro, abasteciendo el carro próximo, supongo.
El primer paso para retomar el control de la situación: averiguar dónde me encuentro. Sí, eso sería de ayuda.
Respiré hondo y emprendí marcha hacia el grupo de personas. Mientras más me acercaba, mejor distinguía a la gente, y más me daba cuenta de que dos personas destacaban. Una parecía ser un señor rechoncho que, según su forma de hablar y comportarse, parecía estar a cargo. Y la otra, un alto... ¿algo? que entabló conversación con Rechoncho.
Desaceleré el paso al estar lo suficientemente cerca para escuchar, y presté atención a su conversación. Entender al hombre no era muy complicado, pero el acento del segundo sujeto era uno que no había escuchado antes.
Si lo poco que entendí es correcto, esta parecía la oportunidad perfecta para obtener comida, direcciones, y lo más importante, entretenimiento.
- ¡Maravilloso día, compañeros de la vida! -anuncié mi presencia con una (puede que exagerada) reverencia- He venido con intenciones de aceptar este trabajo.
Apoyando ambas manos en mi báculo y apoyando este en el suelo, ahí estaba yo, hambriento y perdido, esperando con una sonrisa la respuesta de un señor rechoncho y un mercenario grandote de acento chistoso.
Mefisto
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Re: ¿Es un trabajo normal cuando tu empleador está tan nervioso? [Libre][Intrepretativo][3/3]
Llegue a Roilkat después de vagar por el bosque demasiado tiempo, no tenia en claro que hacer por aquel sitio, pero me latía quedarme un poco más y aprovechar al máximo esta inoportuna visita. Las oportunidades estaban a la vuelta de la esquina para quien las aprovechase, mi apariencia me daba una sutil ventaja y no encontraba razones para no abusarme de ella, tenía lugares a donde ir, pero no prisa ni dinero.
Cualquier esquina vacía era una excelente oferta laboral mientras me diera apertura a toda la gente y todo el lugar. Debía verme miserable y pordiosera, algo no muy lejos de la realidad aun que ahora no confiaba tanto en mi imagen por culpa del monje que cruce semanas atrás, mi bien lograda grela de años sin higiene personal se vieron arruinadas por su culpa y ahora no llevaba más que dos o tres semanas sin limpiarme… triste.
Saque un jarro metálico oxidado del morral que llevaba y me quite la capucha exhibiendo el enmarañado cabello que adornaba la cutre tela gastada que cubría la cicatriz en mis ojos.
♪♫♬ Estas cicatrices mucho han anhelado tu tierno cariño
Para unir nuestros destinos, maldigo lo que poseen las estrellas
Desgarras mi abierto corazón, luego profesas tu amor
Una vuelta, entretejida fortuna que ambos reparamos
Huiste cariño se acerca la mañana
Tu esencia - tarta de moras, dulce lila
Para soñar con una bandada de cuervos arremolinados, tormenta ♪♫♬
No pedía monedas ni caridades, solo comencé a cantar una melodía que antaño me cantaban seguido con el jarro frente a mi depositado en el suelo. Un acto a gesto solidario y desinteresado mientras brindaba entretenimiento fortuito a quien pasara, era por donde se mire una buena samaritana. Algo tan noble y sencillo no era muy propio de mí, por lo cual no es la anécdota completa.
Al principio muchos pasaban de mí, ignorándome, luego unos pocos se frenaban, y finalmente eran cuatro o 6 personas las que tenía como público, podía sentirlo, la poca humedad en el aire me permitía una imagen algo borrosa, sus caminatas detenidas alejando el barullo de mí, los rumbos cambiados de otros caminantes que interceptaban con ellos, no era tan complejo de leer pero tanto ruido y tanta distracción era propicio para mi verdadero objetivo. Movía las manos conforme las estrofas avanzaban y como delicados bailarines monederos danzaban salientes de sus mangas y morrales hacia mí gracias a mi telequinesis, por el suelo con discreción bailando al son de mis notas, posándose bajo las mantas. Un truco viejo que tenía muy bien ensayado.
"Bien... es el fin de una jornada productiva" pensé terminando de sacar hasta la última moneda de los bolsitos y guardándolos en uno mío de mayor tamaño. Pero al igual que la última vez, un vengador justiciero que me había estado observando decidió hablar en favor de los siniestrados haciendo acto de presencia con su gran corpulencia frente a mí y levantándome del brazo con el cual sujetaba mi monedero. “Dejabu…”
- Valla, valla… que tenemos aquí- palabras que escupió en mi cara sacándome el dinero. – un ratoncito mentiroso...
- OYEE! ESO ES MIO IMBECIL!!!! - le grite tratando de zafarme de su agarre sin mucho resultado. Mis extremidades apenas si tocaban el suelo, lograba empujarme hacia arriba con la punta de mis pies para que la pobre muñeca atrapada entre sus dedos no lidiara con todo el peso de mi cuerpo. - SUELTAME!! - no paraba de moverme y de intentar alcanzar su mano libre con mis pertenencias. “Estoy segura que esto ya lo viví”
El hombre guardó todo en su bolsillo mientras una ligera carcajada burlona escapaba de entre sus dientes y comprendí que no se trataba de ningún héroe. "A ti también te mostrare por que no debes meterte conmigo!" Aún tenía mi brazo derecho. Moví los dedos y unos cuencos de madera con agua comenzaron a flotar detrás de mí. Rápidamente imitaron mi mano y se fueron contra su cabeza, me soltó para cubrirse y lance una patada a su entrepierna para sujetar la cuerdilla de cuero que se asomaba a su bolsillo con cuentas verde claro de vidrio, las riendas de mi tesoro.
Corrí lo más rápido que pude, el golpe le dolería seguro pero al igual que antes, no era quien para enfrentarle; debía concentrar toda mi energía al frente, leer cada molécula de hidrógeno en abundancia para que la misma humedad me dijera dónde ir. Huir no era mi fuerte en batallas, yo solo servía si estaba escondida.
Tenía tan poco tiempo para concentrarme en cada persona que no alcanzaba a distinguir más que pilares deformes que debía esquivar, ni siluetas, ni contornos, géneros, razas o miradas, no distinguía nada en absoluto. No había tanta gente como en Lunargenta, pero era un poblado bastante movido.
-- MALDITA NIÑA! -escuchaba su grito tras de mí, lo que tenía de rápido para insultarme lo tenía de lento al seguirme “Que gracia tiene ser grandote así…”. Giré en una esquina, y luego en un callejón saliendo del otro lado del mercado; su voz era cada vez más distante y llegue al punto de no escucharla más. "Uff" deje escapar un suspiro mientras caminaba recuperando el aire junto a las distintas tiendas. Me coloque la capucha ya al salir del pasadizo pero necesitaba acomodar las vendas en mis ojos para no impresionar a todo el que se me cruzara.
No logré avanzar más de veinte pasos tranquila cuando a lo lejos me pareció escuchar su voz.
- Genial... - lógicamente no me quedaría allí a corroborarlo por lo que gire y volví a correr hasta donde una carreta quizás. Gire para esconderme detrás de esta pero habían unas personas muy pegadas a la misma que no alcance a distinguir y termine chocando con uno de ellos.
- Agggg!!! Que ocurre!!! Niña loca ve por donde caminas! – Me llamo la atención el hombre que estaba reunido con alguien de gran altura y otro más – Disculpe, yo… -respiraba agitado y bastante nerviosa – Creí que se irían sin mí. – Si corría con la misma suerte de la última vez, estas personas quizás requerían de algún peón para trabajitos libres y daría a entender que soy parte de la caravana, sino me mandarían a pastar y debía seguir corriendo. Huir en un carruaje no sonaba nada mal.
- Ahh.. – Sentí su tajante y poco amigable mirada analizándome - También vienes por el empleo? Asentí con la cabeza, cualquier cosa era bien recibida, pero aún seguía dudoso de mi presencia.
- Ya serian tres entonces. Podemos marchar… - su voz sonaba quebradiza y tambaleante, el palpitar de su corazón era estruendoso y lograba ponerme los nervios de punta la ansiedad con la que se andaba.
______________Habilidad Racial: Telekinesis
Merida DunBroch
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Re: ¿Es un trabajo normal cuando tu empleador está tan nervioso? [Libre][Intrepretativo][3/3]
Era común para ella encontrarse con este tipo de trabajos con gente tan diversa como formas de nubes en el cielo. Aunque por alguna razón, en vez de ser nubes con formas que impresionaban, como las de un noble escudo o un barco de la armada de Lunargenta, usualmente eran nubes comunes y corrientes, o que no sabías si se necesitaba demasiada imaginación para ver las formas. Sobre todo cuando las ofertas de trabajo no se manejaban bajo gremios o cofradías, sino por anuncios al aire libre. Más de una vez le tocó trabajar con borrachos, inexpertos o borrachos inexpertos que siquiera sabían como emborracharse.
Es por eso que no le impresionó que ambas personas que llegaron no parecían caballeros, guerreros o poderosos hechiceros.
En todo caso, no es que ella estuviera exenta de crítica. Carecía de experiencia fuera del ambiente de entrenamiento, no sabía lidiar con la gente, era desastroso cuando se emborrachaba, la trataban como si portara enfermedades de ratas de alcantarilla, la confundían con un caballo…
Así que de nubes, era la más común de todas del montón. No pudo evitar mirarse y ver como su autoestima descendía un poco más en el abismo.
Al menos el sujeto parecía aceptar a la gente sin problemas. Lo que era irregular y, al mismo tiempo, tenía sentido.
- Jefe… ¿está seguro que--?
- Por supuesto – interrumpió mientras seguía moviendo cosas con el resto – Si llevo conmigo gente que parece que vinieran de fuerzas paramilitares, solo llamaré la atención sobre mi carga. A nadie le interesa la carga de alguien rodeado de… - solo su instinto de supervivencia lo detuvo de decir algo inapropiado - … gente normal.
Y es que una de las cosas que aprendes cuando estás en el negocio es “por la boca, muere el pez”.
Aunque aquella no era la única forma de morir de un pez.
Volvamos a Alexandra, nuestra tierna guerrera. Por un lado, la persona que llegó momentos después de ella tenía un olor a ramas de árbol que le hizo convencerse de que era un elfo. Un “abraza árboles” si le preguntabas a cualquier dragón. Por otro lado, la otra persona que llegó tenía un olor ligeramente distinto de los humanos en general, aunque nublados por quizás semanas sin aseo personal, así que no pudo saber si se trataba de una o una bruja. También podía ser un dragón, pero le daba la impresión que esas criaturas se erguían más orgullosamente. O al menos, sin la intención de tener una joroba a los 60 años.
-…
¿Y qué se suponía que tenía que decir? Habían sido aceptados, sin mucha resistencia, sin muchas preguntas, y todavía seguía siendo raro. El sujeto se comportaba raro, le recordaba a un bardo que siempre le decía que era linda cuando pasaba cerca de la taberna, mientras la chica era rara con esas vendas en los ojo--
- … ou…
Alexandra era de aprender rápido en el campo de batalla, pero por desgracia, esa habilidad no se trasladaba a entornos sociales. Es por eso que solo cuando vio sus ojos vendados que se dio cuenta que era ciega. O quizás era una persona que podía ver a través de las vendas, ya saben como es la gente a veces.
- Ehm… - parecía algo incómoda, no por su ceguera en si, sino porque no sabía exactamente qué decir. ¿Había algo que podía decir sin que la hiciera sentir como una pordiosera (aunque ya se vestía como una)? - … ¿la ayudo?
Internamente se felicitó, aunque no tardó en mirar al elfo, solo para intentar gestionar la frase “¿Qué se supone que haga ahora?”, aunque con más zetas y erres. El parecía ser alguien que sabía cómo lidiar con estos temas sociales. O al menos, parecía mucho más competente que ella. Afortunadamente, no pasó mucho antes que el mercader decidiera comenzar la marcha.
- Bien, bien, demasiado tiempo para conocerse tuvieron, es hora de marchar de la ciudad.
Como usual, el mercader parecía apresurado, pero a medida que su carreta se movía en dirección hacia las puertas de la ciudad, su ansiedad comenzaba a disminuir, como si el estar en la ciudad le presentara una angustia y nerviosismo más grande que el ego del rey del norte.
Todavía le preocupaba algo. Sentía que había algo que no calzaba. En realidad, varias cosas no calzaban, pero sentía que esto iba demasiado rápido (como en su última relación), que necesitaba tiempo para pensar las cosas (como en su última relación), y que siquiera le dio tiempo para comer (como en casi todas sus relaciones).
Es por eso que no le impresionó que ambas personas que llegaron no parecían caballeros, guerreros o poderosos hechiceros.
En todo caso, no es que ella estuviera exenta de crítica. Carecía de experiencia fuera del ambiente de entrenamiento, no sabía lidiar con la gente, era desastroso cuando se emborrachaba, la trataban como si portara enfermedades de ratas de alcantarilla, la confundían con un caballo…
Así que de nubes, era la más común de todas del montón. No pudo evitar mirarse y ver como su autoestima descendía un poco más en el abismo.
Al menos el sujeto parecía aceptar a la gente sin problemas. Lo que era irregular y, al mismo tiempo, tenía sentido.
- Jefe… ¿está seguro que--?
- Por supuesto – interrumpió mientras seguía moviendo cosas con el resto – Si llevo conmigo gente que parece que vinieran de fuerzas paramilitares, solo llamaré la atención sobre mi carga. A nadie le interesa la carga de alguien rodeado de… - solo su instinto de supervivencia lo detuvo de decir algo inapropiado - … gente normal.
Y es que una de las cosas que aprendes cuando estás en el negocio es “por la boca, muere el pez”.
Aunque aquella no era la única forma de morir de un pez.
Volvamos a Alexandra, nuestra tierna guerrera. Por un lado, la persona que llegó momentos después de ella tenía un olor a ramas de árbol que le hizo convencerse de que era un elfo. Un “abraza árboles” si le preguntabas a cualquier dragón. Por otro lado, la otra persona que llegó tenía un olor ligeramente distinto de los humanos en general, aunque nublados por quizás semanas sin aseo personal, así que no pudo saber si se trataba de una o una bruja. También podía ser un dragón, pero le daba la impresión que esas criaturas se erguían más orgullosamente. O al menos, sin la intención de tener una joroba a los 60 años.
-…
¿Y qué se suponía que tenía que decir? Habían sido aceptados, sin mucha resistencia, sin muchas preguntas, y todavía seguía siendo raro. El sujeto se comportaba raro, le recordaba a un bardo que siempre le decía que era linda cuando pasaba cerca de la taberna, mientras la chica era rara con esas vendas en los ojo--
- … ou…
Alexandra era de aprender rápido en el campo de batalla, pero por desgracia, esa habilidad no se trasladaba a entornos sociales. Es por eso que solo cuando vio sus ojos vendados que se dio cuenta que era ciega. O quizás era una persona que podía ver a través de las vendas, ya saben como es la gente a veces.
- Ehm… - parecía algo incómoda, no por su ceguera en si, sino porque no sabía exactamente qué decir. ¿Había algo que podía decir sin que la hiciera sentir como una pordiosera (aunque ya se vestía como una)? - … ¿la ayudo?
Internamente se felicitó, aunque no tardó en mirar al elfo, solo para intentar gestionar la frase “¿Qué se supone que haga ahora?”, aunque con más zetas y erres. El parecía ser alguien que sabía cómo lidiar con estos temas sociales. O al menos, parecía mucho más competente que ella. Afortunadamente, no pasó mucho antes que el mercader decidiera comenzar la marcha.
- Bien, bien, demasiado tiempo para conocerse tuvieron, es hora de marchar de la ciudad.
Como usual, el mercader parecía apresurado, pero a medida que su carreta se movía en dirección hacia las puertas de la ciudad, su ansiedad comenzaba a disminuir, como si el estar en la ciudad le presentara una angustia y nerviosismo más grande que el ego del rey del norte.
Todavía le preocupaba algo. Sentía que había algo que no calzaba. En realidad, varias cosas no calzaban, pero sentía que esto iba demasiado rápido (como en su última relación), que necesitaba tiempo para pensar las cosas (como en su última relación), y que siquiera le dio tiempo para comer (como en casi todas sus relaciones).
Alexandra Whiskers
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Re: ¿Es un trabajo normal cuando tu empleador está tan nervioso? [Libre][Intrepretativo][3/3]
Apareció una cuarta persona, estampándose con el rechoncho jefe y robándose la atención de mi público. Tch.
Al parecer la muchacha recién llegada, que no ha de pasar el par de décadas de edad, será también parte del grupo. Grupo de no sé qué, pues no hay oficio que se me ocurra que acepte a un elfo perdido, una muchacha ciega y de higiene cuestionable y un... ¿perro? ¿rata? Un...
-¿Y Cuál es tu nombre, mi estimada compañera? -Pregunté a la hombre-bestia, disimulando mi mórbida curiosidad- El mío es Mefisto.
Uno de los hombres cuestionó el juicio de Rechoncho, a lo que este respondió con una ocurrencia que me sacó una ligera sonrisa.
- Si le parecemos gente normal, le suplico que me cuente de su día a día.
El hombre, después de lanzarme una mirada de poca paciencia, marchó hacia el carruaje para hacer revisiones finales, digo yo. Se veía como si fuese a tener un ataque el pobre. Si no me hubiesen aceptado sin preguntas a mí o a la ciega, juraría que tendríamos que defenderlo de oleadas infinitas de monstruos, o algo similar. ¡Es hilarante!
Un sonido procedente de una de mis nuevas compañeras me hizo dejar de ver al rechoncho. Volteé, y estupefacto presencié lo que ha de ser la escena más tierna que mis ojos hayan visto en mucho tiempo. La hombre-bestia, con una incertidumbre digna de un niño tomado por sorpresa haciendo algo que no debía, buscaba la forma de romper el hielo con la muchacha ciega. Finalmente logró decir algo, ofreciéndose a ayudarla.
¿...Pero no venía corriendo?
Cortando mi pensamiento (y tomándome algo desprevenido) se dirigió a mí, en lo que parecía una petición de ayuda. No pude sino agrandar mi sonrisa, esforzándome por no hacerlo ver como una burla, y me encogí de hombros.
-También he de saber tu nombre, ahora que seremos compañeros. -Pregunté a la muchacha ciega.
Rechoncho anunció que era momento de partir, por lo que me puse en camino. Con cada paso que daba, más me daba cuenta de que tenía que averiguar cuanto antes qué trabajo acababa de aceptar, más nervioso me ponía la situación en la que me metí, y con más fuerza me agraviaba mi vacío estómago.
Al parecer la muchacha recién llegada, que no ha de pasar el par de décadas de edad, será también parte del grupo. Grupo de no sé qué, pues no hay oficio que se me ocurra que acepte a un elfo perdido, una muchacha ciega y de higiene cuestionable y un... ¿perro? ¿rata? Un...
-¿Y Cuál es tu nombre, mi estimada compañera? -Pregunté a la hombre-bestia, disimulando mi mórbida curiosidad- El mío es Mefisto.
Uno de los hombres cuestionó el juicio de Rechoncho, a lo que este respondió con una ocurrencia que me sacó una ligera sonrisa.
- Si le parecemos gente normal, le suplico que me cuente de su día a día.
El hombre, después de lanzarme una mirada de poca paciencia, marchó hacia el carruaje para hacer revisiones finales, digo yo. Se veía como si fuese a tener un ataque el pobre. Si no me hubiesen aceptado sin preguntas a mí o a la ciega, juraría que tendríamos que defenderlo de oleadas infinitas de monstruos, o algo similar. ¡Es hilarante!
Un sonido procedente de una de mis nuevas compañeras me hizo dejar de ver al rechoncho. Volteé, y estupefacto presencié lo que ha de ser la escena más tierna que mis ojos hayan visto en mucho tiempo. La hombre-bestia, con una incertidumbre digna de un niño tomado por sorpresa haciendo algo que no debía, buscaba la forma de romper el hielo con la muchacha ciega. Finalmente logró decir algo, ofreciéndose a ayudarla.
¿...Pero no venía corriendo?
Cortando mi pensamiento (y tomándome algo desprevenido) se dirigió a mí, en lo que parecía una petición de ayuda. No pude sino agrandar mi sonrisa, esforzándome por no hacerlo ver como una burla, y me encogí de hombros.
-También he de saber tu nombre, ahora que seremos compañeros. -Pregunté a la muchacha ciega.
Rechoncho anunció que era momento de partir, por lo que me puse en camino. Con cada paso que daba, más me daba cuenta de que tenía que averiguar cuanto antes qué trabajo acababa de aceptar, más nervioso me ponía la situación en la que me metí, y con más fuerza me agraviaba mi vacío estómago.
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Re: ¿Es un trabajo normal cuando tu empleador está tan nervioso? [Libre][Intrepretativo][3/3]
TEMA CERRADO POR ABANDONO
Se descuentan 5 pts a Mérida y se entregan 2 pts a Mefisto y a Alexandra Whiskers.
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