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Mensaje  Thaiss Jue 7 Mar - 22:47

Todo había empezado con una simple rivalidad entre dos tiendas.

Thaiss, que siempre frecuentaba panaderías y tiendas de dulces, había estado allí para ver todo en primera línea. Había, de hecho, contribuido un poco a su inicio, pero sin querer, claro. Era tan solo una inocente transeúnte en toda aquella vorágine. Hacía semanas que había decidido dedicarse a encontrar la mejor magdalena de Lunargenta, la mejor tarta de queso, el mejor caramelo de limón. Para ello viajaba de tienda en tienda, comparando específicamente artículo a artículo, informándose sobre los procesos de creación y, finalmente, comentando en voz alta sus opiniones.

Pero había sido coincidental que, en una de esas ocasiones, al decretar que las mejores chocolatinas con almendras de Lunargenta se encontraban en Casa Soller, la escuchara el chef y dueño de la panadería rival. ¿Cómo habría podido saber que iban a escucharla? ¿Cómo habría sabido, siquiera, que la enemistad entre ambas tiendas se remontaba a dos generaciones atrás, y que agravio tras agravio con el paso de los años había contribuido a avivarla?

Y aunque hubiera sabiado eso, ¿cómo habría adivinado que escalaría de aquella manera?

El comentario había resultado en una visita nada protocolaria del dueño de la panadería rival al de Casa Soller, en la cual habían intercambiado gritos, afirmaciones falsas y bravuconadas que, al fin, habían resultado en un desafío abierto. Ambas familias se enfrentaban desde aquel entonces, y habían determinado una competición que ganaría el que fuera capaz de vender más artículos de allí a un mes.

Se iniciaron los descuentos, las oportunidades, las cestas repletas de mazapanes y turrones a buen precio. Aquello era un paraíso para todos los habituales de ambas tiendas, y pronto se corrió el rumor hasta que fue conocida la competición en Lunargenta. Y cuando quedaban tres días para que finalizara, Casa Soller reavivó el interés de las gentes con una nueva estrategia: anunciaron que en al día siguiente meterían en uno de sus productos una moneda específica, marcada para ser reconocida, y lo venderían normalmente como un artículo más.

Al afortunado cliente que se la encontrara, lo premiarían con un año entero de productos gratis. La atención de Thaiss, como la de muchos otros, fue irremediablemente captada en este momento, y el día que se iniciaba aquel sorteo estaba a la puerta de Casa Soller.


Última edición por Thaiss el Jue 9 Abr - 23:28, editado 1 vez
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Dulces competiciones [Privado][Cerrado] Empty Re: Dulces competiciones [Privado][Cerrado]

Mensaje  Rauko Mar 19 Mar - 5:29

  –Puede que consiguiera unas cuantas cositas valiosas, pero camino a casa he llegado a pensar que, tal vez, probablemente, es posible que dejar que los susurros de una pluma rara me guiaran hacia las tierras del norte, a una zona peligrosísima, solo porque creí que encontraría chocolate al final de mi destino… no fue tan buena idea como parece.

    Sin dejar de caminar por la calle de Lunargenta, relajado, miré al único que estaba escuchando mi monólogo: mi pequeño búho, o lechuza, o fuera lo que fuera ese pájaro blanco. Este seguía parado sobre mi hombro izquierdo, tan inmóvil que no parecía más que una estatua.

    –¿Tú qué piensas?le pregunté. ¿Crees que sería buena idea convertirme en chocolate y luego comerme a mí mismo?

    Acerqué una mano a su cabeza para acariciarlo y, por alguna razón, el pajarraco empezó a picotearme el cuello. Aunque no dolía, igual solté alarido tras alarido, ganándome así miradas de desconfianza de otros transeúntes.

    Sorprendentemente no sentí vergüenza por hacer el ridículo, tal vez por el mismo motivo que ahora mis iris eran color celeste y mi aliento gélido. Esas últimas dos cosas debían preocuparme, pero ni les di importancia.

    De pronto el ave saltó de mi hombro y corrió lejos de mí. Ladeé la cabeza y lo miré alejarse, extrañado. Me encogí de hombros y fui tras él sin más.

    ¡Bahaw! Acabo de recordarlo. El pájaro es un bahaw… Lo siento, seguiré con la historia.

    Al caminar un poco y cruzar en una esquina vi a un grupo de jóvenes y niños congregados frente a una casa.


    –¿Y qué pasa aquí?...me pregunté. No lo séme respondí, pero no soy tan curioso como para averiguarlo.

    Me acomodé el bolso pesado que cargaba en mi espalda y llamé al bahaw con un silbido. Nunca antes lo había llamado así… ni de alguna otra manera, pero esperaba que volviera a mí, sin embargo, él siguió corriendo hacia el grupito. Resoplé, corrí tras el bahaw y lo agarré con ambas manos.

    Justo entonces, aunque no fue mi intención, terminé escuchando las conversaciones del grupo.


    –¿Dulces gratis solo por encontrar una moneda? Pan comido.

    –Vamos, vamos, vamos. Esa moneda es igual a un año de dulces gratis. Vamos, vamos, vamos.

    –Ese viejo gordo apesta a cebolla.

    –Aunque podría morir si como algún dulce, igual competiré… simplemente para fastidiar a los demás.

    –Si no ganas la moneda para mí, no volverás a ver a chichi.

    –Lalalá, lalalá, lalalá.

    –No, imbécil, no vienes a comer, sino a buscar la moneda que está dentro de un dulce, ¿entiendes?… ¡No, no puedes comerte la moneda!

    –¿Ese gordo no es demasiado viejo como para competir por dulces?

    Una vez asimilada la información, adopté mi nueva misión: ganar la competición más importante de toda mi vida.

    –Por favor, cuida mis cosas, ¿sí?le susurré al bahaw. Volveré por ti más tarde.

    Lo metí dentro del bolso y miré hacia todos lados. Potencié con magia los huesos y músculos de mis brazos, agarré el bolso con ambas manos, corrí para ganar impulso y, usando todas mis fuerzas, lo arrojé hacia el techo de una casa.

    Por desgracia, el bolso terminó atravesando una ventana, así que sería complicado recuperarlo, pero me preocuparía de eso luego.

    Me uní al grupito y esperé pacientemente a que la tienda abriera, sin preocuparme por la posibilidad de que me hubiera perdido algún detalle que necesitara saber para ganar.

(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
    Ya estoy aquí =D Gracias por esperar. Ahora disfrútame.
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Mensaje  Thaiss Sáb 23 Mar - 14:50

¡Menudo éxito! Frente a la puerta de la tienda se congregaban decenas de personas, incluso antes de que abriera. Thaiss se mordió el labio, preocupada por aquello; no le gustaba ver que tanta gente se había decidido a venir. ¡Debía hacer algo por reducir a todo ese grupo o no tendría ninguna posibilidad!

Es más, había un segundo problema. Necesitaba más dinero. En cuanto más monedas tuviera, más productos podría comprar, y por tanto más probabilidades tendría de ganar. La solución a ambos problemas se presentaba como algo obvio: robarle dinero a los demás hombres y mujeres allí congregados. Así ellos no podrían comprar, y ella se llevaría más dulces. Y estaban tan cerca los unos de los otros que no notarían la mano de Thaiss en sus bolsillos.

Deambuló por entre el grupo de gente, intentando encontrar blancos fáciles mientras pensaba qué más podía hacer para garantizarse el premio. Finalmente se paró frente a una mujer aleatoria y le dijo:

- Es una pena que en realidad el premio ya esté asignado. Escuché que han marcado la galleta en la que está la moneda, de tal forma que un amigo de la familia será el que la encuentre.

Después de movió a otro lugar, y le habló a un chico peliblanco que se encontraba allí, a media voz pero lo suficientemente alto como para que la escucharan los que se encontraban cerca:

- Recuerda, Adalberto: la moneda está en una de las galletas. Así que compra sólo galletas, no te molestes en todo lo demás.

Y es que Thaiss pensaba que no sería fácil meter la moneda en una galleta, y al contrario estaría en cualquier otra pieza de pan o bollería. Por eso intentaba difundir rumores que pudieran aumentar sus probabilidades de victoria.

Fue en aquel momento cuando se abrió la puerta de la tienda y salieron una mujer con un delantal de panadera que Thaiss reconoció como una de los Soller, y dos hombres y una mujer bien vestidos que se quedaron junto a ella.

- En un minuto abriremos la tienda. Tenemos a tres testigos imparciales que nos han visto meter la moneda en uno de nuestros productos esta mañana, miembros respetados de nuestra comunidad - los dos hombres y la mujer saludaron a los presentes y confirmaron lo que había dicho la panadera -. En todo momento uno de ellos se quedará en la tienda y comprobará que no hay juego sucio.

- ¡Menuda organización! - le comentó Thaiss en voz baja al chico que tenía al lado - Ay, Adalberto, tenemos que hacernos con esa galleta. Cueste lo que cueste.
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Mensaje  Rauko Sáb 4 Mayo - 7:03

    Al principio estaba atento, esperando para comenzar la búsqueda apenas abriera la tienda, pero después de unos cuantos segundos me perdí en mis propios recuerdos, recreando en mi mente la pegadiza canción que escuché de los Zoituano.

    Salí de mi ensimismamiento y mis orejas puntiagudas se alzaron, de pronto, al escuchar a alguien decir que la moneda estaba en una galleta marcada. Haber logrado oír eso, a pesar del bullicio de la multitud, era una gran hazaña para mí. Pero no era momento para elogiarme por ello. Además, tal vez había entendido mal, así que no podía confiar en lo que creía haber escuchado.

    Cerré los ojos y esbocé una sonrisa fina, tarareando una canción desafinada mientras mi pie derecho se movía al ritmo de esta. Mis oídos, sin embargo, esperaban captar cualquier información importante.

    Repentinamente una chica morena de cabello rizado se acercó y le dijo a un tal Adalberto que la moneda estaba en una galleta. Discretamente miré a la informante por el rabillo del ojo y descubrí, con sorpresa, que ella me había hablado a mí.

    Abrí la boca para soltar varias preguntas que surgieron en mi mente al instante, pero me fue imposible emitir sonido alguno, pues, justo en ese momento, la puerta de la tienda abrió y salieron dos hombres y dos mujeres. El bullicio anterior desapareció y la atención de todos quedó puesta sobre los cuatro individuos. Una de las dos mujeres, una que llevaba un delantal, explicó el papel de sus tres acompañantes. Luego la chica morena volvió a hablarme como si yo fuera Adalberto.


    –Creo que…empecé, queriendo corregirla, pero luego entendí sus posibles intenciones. Sin saber si era una chica lista o solo una loca, decidí jugar con ella sin pensar en las consecuencias. Oh, vamos, querida Cleotilde, deberías ser más discreta. Además, te recuerdo otra vez que no está en una galleta sino en un pequeño… Bueno, algo másmusité con una sonrisa felina, con suficiente volumen para ser escuchado por los que estaban más cerca y únicamente por ellos.

    Me acerqué un poco más a la morena con un movimiento fluido y, en un susurro que solo ella escucharía, le dije, con un tono bastante serio:


    –Esa fue una mala jugada.Metí mis manos en mis bolsillos y miré hacia los lados desinteresadamente antes de continuar. No sé si ha sido una terrible coincidencia o no, pero la moneda sí está en una galleta. Así que, si queremos tener oportunidades de ganar…

    Y fue en ese momento que todos empezaron a entrar en la Casa Soller con prisa. Eso me tomó por sorpresa. Consecuencia de ya no haber estado atento. Aun así, continué con mi actuación; chasqueé la lengua esperando que la morena notara tal gesto.

    –Ya no hay tiempomurmuré. Ahora tendré que apresurarme o…

    Y caminé deprisa, dejándome llevar por la apretada multitud hacia el interior de la Casa Soller, preguntándome si “Cleotilde” había creído o no en mi discurso improvisado.

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   Como dicta mi maldición, cada dos turnos lanzaré una runa para ver qué tan frío se vuelve Rauko. Así que aquí voy. ¡Tyr, dame buena suerte!
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Mensaje  Tyr Sáb 4 Mayo - 7:03

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Mensaje  Thaiss Sáb 4 Mayo - 17:28

- ¿En un pequeño...?

Rayos, ¡Adalberto dejó sin terminar la frase! Thaiss lo miró fijamente durante unos instantes más, pestañeando sólo un par de veces a la espera de que concluyera e indicara dónde se encontraba la moneda. Pero no lo hizo, o al menos no de manera satisfactoria.

- ... ¿Bombón de licor?
- Terminó por él, en un tono más o menos igual de alto que el que había usado el elfo. Al menos aquello era mejor que "otra cosa".

Entonces se acercó más a ella y le susurró al oído. Aquello, de golpe, se había vuelto un maravilloso juego de intrigas, y Thaiss no pudo evitar sonreír encantada. Sin embargo, Adalberto volvió a dejar la frase sin terminar. ¡Qué manía aquella! Y aún lo hizo una tercera vez antes de que la multitud en movimiento comenzara a separarlos.

¿Estaría realmente en una galleta? Y en tal caso, ¿cómo lo sabía Adalberto? No, más probable era que estuviera intentando despistarla, de la misma manera que ella hacía con todos los demás. ¡Qué añadido más divertido!

Se coló entre la multitud a medida que ésta avanzaba; quería llegar lo suficientemente cerca como para ver lo que ocurría en el interior. De alguna manera consiguió quedarse dentro del local y se apartó de la cola. Sus ojos volaron sobre la excepcional cantidad de productos que habían preparado aquella mañana. Galletas de todo tipo, constató, contenta, y mazapanes, tartas, buñuelos... Después le dedicó un rápido vistazo a lo que la gente estaba comprando.  Vio que las galletas se vendían bastante rápido, quizás por influencia de sus palabras fuera. ¿Y qué hacía mientras tanto Adalberto? Lo buscó con la mirada.

Finalmente fue a lo verdaderamente interesante: observar a los "testigos" que había empleado Casa Soller para asegurarse de la justicia e imparcialidad del evento. Si alguien sabía dónde estaba el premio, ¡eran ellos! Thaiss esperaba que una mirada furtiva, un gesto inconsciente, revelaran cuál era la bollería en la que la ladrona debía centrarse.

Los observó durante un tiempo. Uno de los dos hombres era muy joven y parecía el más involucrado en aquel evento. Thaiss se fijó más en él, porque parecía lo suficientemente tenso y honorable como para que se le escapara, tarde o temprano, alguna mirada reveladora. Y sí: más de una vez miró hacia los productos que se vendían, pero casi siempre que lo hacía fue hacia una esquina en concreto... Allí donde habían magdalenas y pasteles de Belém.

Thaiss volvió a meterse en la cola y cuando llegó su turno pidió una buena cantidad de aquellas tartaletas y magdalenas. Ahora la cuestión era, ¿se habría equivocado? Y dentro de eso, ¿habría tenido suerte?

Salió fuera del local, donde con más espacio pudo comenzar a comer y desmigajar. A su alrededor muchos hacían lo mismo, desperdiciando buena parte de los dulces. Aquello le rompería el corazón a cualquiera, de no ser porque muchos niños aprovechaban aquello para recoger restos del suelo y salir corriendo, disfrutando de esta manera en aquel extraño evento.
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Mensaje  Rauko Sáb 11 Mayo - 21:55

    A diferencia de lo que esperaba, Cleotilde parecía divertirse. Eso me resultaba un poco desconcertante y bastó para poder considerarla una amenaza.

    –Debo tener cuidado con ella. –Una nota mental.

    Fue entonces cuando noté que ya estaba dentro del local. Mis ojos se iluminaron y viajaron de dulce en dulce, queriendo tenerlos todos en mi campo de visión y grabar sus imágenes en mi mente para nunca olvidarlas. Mis pulmones se expandieron para inhalar la deliciosa mezcla de olores que danzaban por toda la tienda, y me negué a expulsar el aire hasta que ya no pude resistir más la falta de oxígeno.

    Sacudí la cabeza y me di una palmada en ambas mejillas. Debía buscar la moneda, recordé, no apreciar el paraíso ante mí.

    De pronto, para mi desagrado, vi a un viejo gordinflón inhalar hasta donde le era posible, al igual que yo momentos atrás, pero espeluznantemente extasiado mientras se lamía sus labios y lágrimas surcaban sus mejillas.

    Decidí ignorarlo por mi propio bien y me concentré en qué comprar.

    Poco después, y sin poder evitarlo, mi imaginación me hizo navegar en realidades alternas donde me deleitaba saciando mi estómago. Me lamí los labios y, justo entonces, recordé al gordinflón de antes. Un escalofrío desagradable invadió mi espalda al notar nuestras similitudes.

    Volví a sacudir mi cabeza haciendo una mueca de asco.

    Luego de viajar otra vez por varias suculentas realidades en mi mente, finalmente llegó mi turno para comprar. Era el momento de usar la cabeza y escoger sabiamente. ¿Y eso fue lo que hice? Por supuesto que no. Mi estómago rugió y me impulsó a pedir de todo compulsivamente. Ni siquiera salí del local para comer; apenas recibía un dulce, me lo llevaba a la boca tras pedir otro. Imbuí con energía de luz mi mandíbula y lengua para poder masticar y tragar con mayor velocidad.

    Pero me detuvieron. Me ordenaron comer fuera o no seguirían vendiéndome dulces.

    Obligado a conformarme con lo que tenía, salí del local y continué devorando dulces velozmente. Eso hubiera sido un momento feliz si no hubiera descubierto que a los demás no les importaba dejar caer gran parte de los exquisitos dulces por buscar el premio. Me sentí triste e indignado por esa irreverencia hacia la comida. Por suerte, algunos niños se dedicaban de manera altruista y desinteresada a recoger las migas y comerlas. Unos héroes, sin lugar a dudas.

    Y volví a ver a Cleotilde; estaba saliendo de la tienda. No parecía haberme notado, por el momento, pero yo sí noté que ella no tenía galletas sino magdalenas y tartaletas. Las personas a mi alrededor, sin embargo, sí habían comprado galletas. Reconocí que su nivel de manipulación era temible.


    –¡Lo encontré!

    Una mano se alzó por encima de todos, exhibiendo una reluciente moneda de plata con el emblema de la Casa Soller.

    Eso me dolió, me entristeció, me enojó, me dio hambre. Ya no había nada que hacer. Había perdido patéticamente. Traje deshonra a mi familia y perdí mi derecho a la vida.

    Sintiendo que algo de desmoronaba dentro de mí, observé a la ganadora: una chica que, por algún motivo, no estaba dichosa por su victoria, sino que parecía… aburrida. No era lo que esperaba ver, pero su rostro sería la representación de la derrota para mí y para mis futuros descendientes que tal vez nunca llegarían a existir.

    Dos de los que debían asegurarse de que hubiera juego limpio salieron de la tienda, curiosos. El más joven de ambos, al ver la moneda y a la ganadora, abrió la boca para declarar algo, pero su compañero, manteniendo una sonrisa taimada, le indicó con un gesto de la mano que se mantuviera en silencio.


    –Bueno, no puedo comer dulces porque moriré si lo hagocontinuó la chica, así que, como estoy algo aburrida, espero entretenerme con lo que sea que harán ahora.Y, para sorpresa de todos, arrojó la moneda hacia arriba para luego alejarse despreocupadamente.

    Alcé la mirada y calculé dónde caería. Los demás hicieron lo mismo y se me adelantaron agrupándose en el centro de la calle, donde podrían atrapar la moneda.


    –No, esta vez no puedo perder.Dicho eso, canalicé mi energía en la punta de mi dedo índice, el cual apunté hacia mi objetivo. ¡Ahora!Y disparé un rayo de luz. [1]

    Un breve destello fue la evidencia de mi acierto y la moneda cambió su rumbo. Potencié mis piernas con magia y di varios saltos enormes hasta llegar donde aterrizó.


    –¿Eh?Miré a mi alrededor rápidamente y, sin embargo, no vi rastro de ninguna moneda. ¿Alguien se me adelantó de nuevo?

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Mensaje  Thaiss Jue 23 Mayo - 20:21

- ¡He ahí la moneda! - Se exclamó, infeliz, al ver que otra persona ya la había encontrado.

Aquella decepción no impidió que terminara de comerse la tartaleta que tenía a mitad. Después de todo, no quería que la crema cayera y le manchara las manos. Realmente aquella era una conclusión muy decepcionante. Para ella, así como para casa Soller. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que habían abierto? Apenas quince minutos. ¿Habrían vendido suficientes cosas como para ganar la competición?

De la tienda salieron dos de los testigos. Algo en su forma de actuar fue extraño. Thaiss se los quedó mirando, pero no hicieron ningún otro gesto más: simplemente observaron lo que pasó a continuación. La ladrona en cambio, estaba tan fija en lo que hacían los dos hombres que no pudo ver el gesto de la mujer cuando lanzó la moneda al aire, aunque escuchó sus palabras. Y a penas llegó a comenzar a moverse para intentar interceptar su trayectoria, cuando un haz de luz dio de lleno; escuchó el sonido metálico que hizo al impactar con la moneda, y después... nada.

La moneda no sonó al volver a caer al suelo. Otra persona debía haberla agarrado en el aire. Y, debido al destello, no llegó a ver quién.

Todos se miraron los unos a los otros. ¿Dónde estaba aquel objeto de deseo?

- ¡Adalberto! - Se acercó a él de golpe, hablando en susurros conspiratorios - ¿Qué has hecho con la moneda?

Sabía que no la tenía él, pero lo acusó en voz queda de todas formas. Después de todo, el haz de luz sí había tenido a él por origen, y se había lanzado a por la moneda para intentar atraparla. Escaneó a los presentes con la mirada, pero quien fuera que tenía aquel premio no dijo nada.

- Alguien ha sido listo. Se ahorra peleas si se guarda la moneda para más tarde - siguió murmurándole a Adalberto, abandonando casi inmediatamente su acusación.

- ¿Nadie ha visto quién la tiene?
- Preguntó una chica, impaciente.

- Pero tienen que volver tarde o temprano a entregar la moneda.

- ¡No puede haber desaparecido!

La gente comenzaba a moverse, a reaccionar. La sorpresa inicial, que los había dejado inmóviles, daba paso poco a poco a una mezcla de inquietud, indignación y expectativa. Muchos murmuraban, y fueron intercambiadas algunas primeras acusaciones.

- ¿Tú crees, Adalby? - La pregunta de Thaiss, formulada de golpe y sin contexto, fue en un tono más elevado - Igual tienes razón. No es justo, porque la persona que tiene la moneda no es quien se la encontró. Visto así, es como dices, y esa moneda no es válida.

Algunas personas a su alrededor comenzaron a murmurar, y finalmente fueron varios los que fueron hasta los testigos y les exigieron saber si era válida o no aquella situación. La tensión se incrementaba por momentos.

- Quien traiga la moneda correcta, sea quien sea, será el ganador - aclararó en voz alta el más joven de los dos, algo cohibido por aquella reacción a su alrededor.

Aquello hizo pensar a Thaiss. "Moneda correcta".

- Querido Adalberto, ¿no habrás visto dónde se ha ido esa chica que tan gracilmente ha lanzado su moneda al aire?
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Mensaje  Rauko Vie 31 Mayo - 23:44

    –¡AH!Di un respingo al oír a Cleotilde justo al lado mío. «¿En qué momento se acercó y cómo no la noté?», me pregunté, pero no tardé en olvidarme de ello. Si tuviera la moneda ya estaría reclamando mi bien merecido premiolloriqueé en voz baja. Pero no podemos rendirnos, Cleotildecontinué, ahora determinado a ganar, solo debemos esperar que alguien aparezca para entregar la moneda y ¡bam!, hacemos lo de siempre.Esbocé una sonrisilla traviesa mientras miraba a mi alrededor con los ojos entornados. No importa si tenemos que esperar horas, días, semanas, años o, incluso, minutos para ello.

    Ciertamente no estaba pensando muy bien en mis palabras; saber que alguien tenía la moneda, alguien que no era yo, me estaba poniendo nervioso, aunque tratara de disimularlo. Inspiré y exhalé profundamente intentando calmarme. Luego mis orejas puntiagudas se alzaron de nuevo como muestra de que estaba atento a los murmullos.

    Cleotilde me hizo una pregunta que me dejó desconcertado, pero solo hasta que escuché sus siguientes palabras.


    –Ah, sí, por supuesto. Y es que no puede ser de otro modocorroboré estoicamente.

    Al escucharnos, algunos se acercaron a los testigos para confirmar si yo estaba en lo correcto o no. Por desgracia, no lo estaba.

    Nuevamente Cleotilde me hizo una pregunta. Esta vez era una pregunta importante y me hizo reaccionar. Me giré para buscar en todas direcciones.


    –Ahí estále susurré, señalando a una chica al otro lado de la multitud. Al instante caminé en dirección contraria, hacia donde se encontraba realmente la chica que buscaba, quien estaba con su espalda recostada en la pared de una casa, observando, aún aburrida, a la multitud.

    Imbuí mis piernas con energía y aceleré enormemente el paso hacia mi presa. No obstante, la chica, impasible, alzó una mano para indicarme que me detuviera. Por algún motivo obedecí: me detuve justo al frente de ella.


    –No tengo la monedadijo con un tono neutro.

    –¿Y esperas que crea eso?

    –Por supuesto, porque es tu querida Cleotilde quien la tiene.

    Me giré y, para mi sorpresa, vi aparecer de la nada la moneda en la mano de Cleotilde. Claramente eso era magia de la escuela de ilusionismo o, de lo contrario, de conjuración.

    –Esa moneda es falsa. Fue hecha con magiadije seriamente.

    –¡Oh, es cierto!exclamó, alarmada, atrayendo las miradas de la mayoría. ¡Ella es una tramposa! ¡Tiene una moneda falsa! ¡Yo la vi! ¡La hizo con magia!Y señaló a Cleotilde. Ahora todos miraban a la persona en cuestión y, para empeorar la situación, la moneda se esfumó en ese mismo instante.

    Percatándome de la sucia jugada de la chica, decidí, como la persona noble que era, ayudar a quien lo necesitaba.


    –¡Es cierto, yo la vi usar magia!acusé.

    –Pero tú eres su cómpliceagregó, y una de sus comisuras de sus labios se alzó en una casi imperceptible sonrisa maliciosa.

    –¡¿Eh?!

    –Sí, los dos siempre han estado susurrándose cosas, y él fue el que disparó el rayo de luz –dijo alguien entre la multitud.

    –Y ellos me engañaron para que comprara galletas. Sí son unos trampososdijo alguien más.

    –Que el que apesta a cebolla se bañe, por favor, que ya no aguanto su hedor.

    Sobre si realmente creían que yo era un tramposo o no, no importaba. Estaba seguro de que la principal motivación de esas personas era la de aprovechar la oportunidad para eliminar a un competidor, fuera quien fuera. Chasqueé la lengua e intenté pensar en alguna forma de dar la vuelta a la situación, pero, desafortunadamente, no se me ocurría nada.
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Mensaje  Tyr Vie 31 Mayo - 23:44

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Mensaje  Thaiss Lun 24 Jun - 18:42

Cleotilde se escandalizó ante la sugerencia de Adalberto.

- ¡Adalberto! ¡Qué ideas más alocadas tienes! ¡Esperar minutos! Mi tiempo es demasiado precioso como pasarme minutos aquí. Días, pase, pero minutos...

Sacudió la cabeza, incrédula, y después suspiró y puso los brazos en jarras. No podían permitir que aquella moneda desapareciera así como así. Por suerte, parecía que Adalberto sí había visto dónde había ido la mujer. Y le indicó a donde ir tan rápido y con tanta naturalidad, que Thaiss se giró hacia allí e incluso comenzó a caminar en aquella dirección, antes de darse cuenta de que la persona a la que había señalado no se parecía en nada a quien buscaban.

Cuando volvió a girarse lo vio hablando con una mujer que sí se correspondía a la descripción. Thaiss ladeó la cabeza e hizo un mohín divertido, pero desde donde estaba no escuchaba lo que decían.

Una moneda apareció en su mano. "Curioso", llegó a pensar, antes de que desapareciera otra vez. Las siguientes acusaciones, gritadas a la multitud, acabaron de esclarecer aquel pequeño episodio. Aquello había sido un gran malentendido y Thaiss debía aclararlo.

- ¿Él, mi cómplice? - Soltó una leve carcajada y se alzó de hombros - No me hagais reir. La cómplice soy yo.

Y saludó a todos con la mano. Aunque lo dijo con muy buen tono, la gente no pareció tomárselo a bien; se redoblaron las acusaciones y algunas personas avanzaron con cara de pocos amigos. Thaiss puso los ojos en blanco.

- Ni siquiera estáis haciendo las preguntas adecuadas. La pregunta siguiente era: ¿de quién? Y la moneda realmente está en una galleta - insistió -. No vengáis llorando luego, cuando otra persona la encuentre. ¿Sabéis lo que podríamos hacer, todos juntos y con desbordante alegría? Confiar en que el jurado no se dejará engañar por monedas mágicas falsas. Todos deberíamos estar comprando magdalenas ahora mismo.

- ¿Magdalenas o galletas?

- Magdalenas. ¿A quién se le ocurriría meter una moneda en una galleta? ¡No cabe!

De nuevo aquel comentario no acabó de funcionar a la hora de tranquilizar a la gente. Thaiss inspiró aire y continuó hablando.

- Soy cómplice de él, claro - señaló a Adalberto -. Yo soy tan mágica como un zapato. Él, en cambio... rayos de luz... ilusiones... control mental... ¿Alguien más ha sentido los síntomas propios de un pico glucémico? Esos los ha inducido él.

Cleotilde estaba muy determinada no sólo a cavar su propia tumba, sino a hacerla del tamaño de dos personas. Moviéndose despacio mientras hablaba, terminó por llegar hasta donde estaba Adalberto. Sonreía constantemente mientras recibía insultos.

- Sea como fuera, estamos perdiendo de vista el objetivo... - y no dijo nada más, pero agarró a Adalberto del brazo para que no huyera sin ella.

Mientras tanto, una pequeña multitud se había congregado alrededor de los dos jueces. Los zarandeaban y exigían que Cleotilde y Adalberto fueran excluídos de la competición.

- ¡No se aceptará ninguna clase de trampas! - Explotó finalmente el más joven de los testigos-. Quedarán excluidos todos los que intenten cualquier clase de juego sucio. ¡Y eso os incluye a vosotros dos!
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Mensaje  Tyr Lun 24 Jun - 18:42

El miembro 'Thaiss' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Rauko Lun 1 Jul - 3:03

    Dicen que un individuo, al estar en una situación muy extrema, puede ver toda su vida pasar delante de sus ojos. Eso siempre me había parecido interesante, pero, a pesar de todas las ocasiones en las que ciertamente estuve cerca de perder la vida, nunca lo había experimentado. No obstante, en este día en el que todos me acusaban de tramposo, no sería diferente. De hecho, ni siquiera pensé en ello.

    ¿Entonces por qué lo menciono? No lo sé. Solo tuve el impulso de hacerlo.

    Pero había un sentimiento que sí estaba presente, uno que también solía estar en situaciones extremas: el miedo. Pero no a la muerte, sino a algo peor, a la horripilante posibilidad de que perdería la oportunidad de ganar un año de dulces gratis.

    Cleotilde decidió intervenir. Sus primeras palabras me concedieron alivio, pero fue uno fugaz y precedió a la absoluta desesperanza. El resto de su discurso me hundió por completo. A ambos, de hecho.

    Forzado a reconocer la amarga y dolorosa derrota por segunda vez, opté por largarme cuanto antes. Miré hacia la ventana donde lancé mis pertenencias. Di mi primer paso y justo entonces alguien me sujetó del brazo. Volteé al instante y descubrí que era Cleotilde. Sin saber por qué, su intromisión me resultó indiferente. Por algún motivo, toda la situación se me hizo completamente irrelevante.

    De pronto mi corazón golpeó mi pecho, como no lo hacía desde que había abandonado las tierras del norte, y bombeó sangre helada. La temperatura de mi cuerpo disminuyó un poco. Una notable nube de vaho escapó de entre mis labios, los cuales adquirieron mágicamente un cambio en su color: se tiñeron de turquesa pálido.

    Aquello no pasó desapercibido por la multitud, quienes se mantuvieron en silencio por unos instantes antes de volver a vociferar que nos largáramos. Si alguien había tenido dudas sobre si un elfo podía tener habilidades exclusivas de brujos, ya no lo tenía.

    –Todos son una molestia –dijo una familiar voz en mi cabeza, una voz sin emociones–. Hacen demasiado ruido, son idiotas y por ellos ya no tendrás los dulces. Debes matarlos. Los muertos no hacen ruido. Debes matarlos. Los muertos no te impedirán tomar todos los dulces que quieras de la tienda. Debes matarlos.

    Negué con la cabeza, esforzándome en dormir a aquella segunda consciencia. Un par de segundos después recuperé mis emociones. Sin embargo, ya la situación no me abrumaba.

    El más joven de los testigos dio su sentencia. Sus palabras gatillaron algo en mi cabeza. Finalmente encontré qué decir para cambiar todo a mi favor y, además, también ganar el año de dulces gratis de una vez por todas.

   Sin esperar más, abrí la boca.


    –¡No lo dejen hablar o usará otro hechizo para darnos chimichunga en el ano!gritó alguien.

    Justo entonces las personas empezaron a lanzarnos todas las migajas y restos de comida que dejaron en el suelo durante su previa búsqueda frenética. Exigían que nos largáramos de inmediato, y sería imposible que mi voz pudiera escucharse por encima de las suyas.

    ¿Qué acababa de pasar? ¡¿Por qué tanta agresividad?!


    –Ni modo. Vámonos, Cleotildeinsté con prisa y emprendí una vertiginosa carrera, no te juntes con esa chusma.

    Corrí lo más rápido que pude. Cuando estuve lo suficientemente lejos, me detuve y aprecié que había varios dulces pegados en mi ropa y cabello. Sería complicado limpiarlos, pensé. Tal vez optaría por tirar la ropa y raparme la cabeza si la pereza me lo sugería.

    –¡Hey, una galleta de chocolate!noté, subiéndome el ánimo. Tomé la galleta que estaba adherida a mi flequillo y la llevé a la boca. ¿Hm?Estaba demasiado dura. Mastiqué con más fuerza, pero no podía partirla. No me quedó de otra que escupirla en mi mano para chequearla. ¡¿Eh?!exclamé con gran sorpresa al descubrir la respuesta. Es…

(☞゚∀゚)☞ OFFROL ☜(゚∀゚☜)
Debido a que mi maldición ya fue eliminada en otro tema, dejo de sumar los puntos de maldición =D
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Mensaje  Thaiss Dom 14 Jul - 20:35

La forma en que la gente pidio que se fueran fue francamente desagradable. Thaiss prefería que la invitaran a marcharse con un "permítame que la acompañe a la puerta", educado, aunque igualmente claro en cuanto a las intenciones finales. Lo de tirarles comida y exigir que desaparecieran no tenía ninguna clase. Además, ¡no era así como quería ser recordada! No con pedazitos de comida enredados en el pelo.

Soltó a Adalberto para ir a dialogar con el juez que había dictaminado que no podían ganar. Le hizo saber que le parecía una conclusión muy injusta, dado que ellos a fin de cuentas no habían hecho nada. El juez, que parecía un chico muy majo, en realidad, a pesar de las circunstancias, se puso todo lo serio que supo para decirle que lo lamentaba muchísimo, pero no había nada que pudiera hacer.

- Algo se podrá hacer - insistió Thaiss -. Y si encontramos nosotros la moneda al final, ¿entonces nadie gana?

Aquello dejó al hombre un poco confuso. Después de todo, tenía que ganar alguien, o sería la propia pastelería la que quedaría mal, provocando la apariencia de que se había cometido juego sucio o jamás había habido moneda alguna.

- No os vamos a dejar comprar nada más - concluyó, muy lógicamente.

Visto todo aquello, y que apenas podía escucharse pensar debido a las voces que pegaba la multitud, Thaiss tuvo que coincidir con Adalberto en que lo mejor que podían hacer era irse de allí. Ella habría caminado tranquilamente, pero su nuevo amigo-contrincante se echó a la carrera, y ella tuvo que seguir.

Cuando estuvieron lo suficientemente alejados, y no se escucharon más gritos ni podían lanzarles más caramelos a medio chupar, Adalberto y Cleotilde se detuvieron. El lado positivo del asunto era casi inexistente. Les habían lanzado dulces, sí, pero todo con malas intenciones: eran restos de chocolate derretido que les habían manchado la ropa, nata y otras sustancias pegajosas. Solamente una galleta de chocolate había permanecido entera y comestible, y Adalberto fue el primero en verla.

- ¡Ya veo que no compartes con tu querida Cleotilde! ¡Todos estos años de matrimonio para esto! Sería justo que esa galleta te fuera directa a las cartucheras.

Tenía un pedazo de caramelo enredado en el pelo y no conseguía quitárselo. Se llevó el mechón todo lo cerca que pudo de su campo visual, y cerró un ojo mientras intentaba concentrarse en el caramelo y sacarlo de allí... Así que con todo, no fue consciente de los problemas que tuvo Adalberto al consumir la galleta, hasta que la hubo escupido.

Y en ese momento se olvidó del caramelo del pelo.

- Francamente, Adalberto
- dijo con una naturalidad demasiado calculada para ser natural -, me dejas de piedra. Yo estaba segura de que la moneda no cabría en una galleta.

Y sin embargo allí estaba. No brillante y reluciente, sino cubierta de saliva y chocolate, pero la moneda a fin de cuentas. Se acercó un poco para verla, sin amagar ir a quitársela a Adalberto.

- Ya tenemos conclusión al sorteo: premio para el elfo. La persona que te ha lanzado esa galleta la ha perdido como consecuencia de su karma negativo, por lanzarnos cosas. Y en cambio tu karma te ha deparado una inmensa cantidad de dulces, a pesar de que no hayas compartido esa galleta conmigo, con lo que el karma no es justo - se paró a pensarlo un momento -. O sí. Después de todo, tienes la galleta, pero no podemos ganar. Te pasa por no compartir la galleta. Si la hubieras compartido, todo ese desafortunado incidente frente a la tienda no habría ocurrido. Esto es retro-karma. El karma lo sabe todo.

Se rascó la barbilla mientras hablaba. Las palabras salían de su boca normalmente, pero sus ojos se paseaban por el cielo; parecía que, en realidad, su mente estaba a otra y simplemente hablaba en modo automático, y en este modo continuó hablando sobre el karma y cómo hacer cosas malas hace que te pasen cosas buenas, o algo así.´

- ... El caso es que esa moneda no nos vale de nada; no a "nosotros". Pero si no nos reconocen, nos darán el premio. Bueno, cuando digo "nos", quiero decir "tú", ya que la moneda la tienes tú. Durante un año, tendrás que disfrazarte y mantener una identidad falsa cada vez que vayas a la panadería, pero es un sacrificio razonable. A cambio de ayudarte y no delatarte, sólo quiero que me invites a una taza de chocolate con nata de vez en cuando. Por ejemplo, ahora mismo. Y después te maquillaremos y te vestiremos, y podrás volver a la tienda y reclamar tu merecido premio.
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Mensaje  Rauko Vie 26 Jul - 23:49

    –¿De qué hablas? La última vez que comiste chocolate, querida Cleotilde, estuviste todo el día yendo al baño para expulsar más «chocolaticos» –protesté–. ¡Y luego me obligaste a limpiar!

    De pronto fui consciente de que ella usó la palabra «matrimonio». Se sentía raro siquiera pensar en mí como el esposo de alguien. Luego imaginé cómo serían los hijos que Cleotilde y yo tendríamos, y la imagen que apareció fue la de un trío de upeleros. ¿Upeleros? «Maldición, aquí hubo infidelidad», pensé con decepción, «¿Pero infidelidad de quién?». La respuesta era más que obvia. Seguramente mi amor por los upeleros se volvió insana en algún punto y terminé embarazado de alguno.

    Sacudí la cabeza para quitarme esos pensamientos extraños.

    Al tener la moneda en mi mano… Bueno, ni sabía cómo reaccionar en ese momento. Pero, más importante, la moneda estaba cubierta de chocolate que no debía ser desperdiciado. La relamí hasta limpiarla por completo. El sabor metálico era horrible, pero el chocolate lo valía.


    –Yo te había dicho que sí estaba en una galleta –respondí al comentario de Cleotilde–, pero no me creíste. Me llamaste looocoagregué, fingiendo estar dolido. ¡Pero yo estaba en lo cierto! Oh, mira, otro caramelo de chocolate.Arranqué la pequeña bola marrón en mi flequillo y la hice pasar por mi boca. «¿Quién habría comprado ese caramelo tan pequeño y pensar que dentro estaba la moneda?», pensé con curiosidad, «Un momento, esta saliva no es mía».

    El discurso de Cleotilde sobre el karma atrajo mi atención. Al principio podía entenderla, pero con cada palabra salida de su boca me era menos sencillo.


    –Entonces, si hubiera compartido la galleta, ¿habría evitado lo de la tienda, a pesar de que lo de la tienda pasó antes de lo de la galleta?me pregunté. De ser así, puedo cambiar el pasado dedicándome a compartir galletas de chocolate. Pero ¿cuántas galletas debo compartir para evitar quedar huérfano, o evitar perder a mi familia adoptiva, o evitar nacer tan feo? No, espera. Todas mis desgracias suceden por culpa del yo del futuro. ¡El yo del futuro es mi peor enemigo! Debo matarlo para vivir tranquilamente. Pero ¿cómo? He podido viajar al pasado para luchar contra un ejército de brujos junto con mis tatarabuelos, y luego volver al presente, pero nunca he podido viajar al futuro. ¿Será posible?

    Volví a agitar la cabeza para deshacer aquella extraña línea de pensamientos absurdos. Definitivamente algún dulce tenía algo raro que no debí comer.

    Tras escuchar el plan de Cleotilde, que ya había dejado de divagar sobre el karma, asentí con la cabeza.


    –Vale, te daré todo el chocolate que quieras, e incluso limpiaré el desastre que dejarás, pero solo si lo del maquillaje funcionaagregué. Llevo conociéndote por varios años, querida; una vez que tengas el chocolate, posiblemente me hagas un maquillaje mediocre, y yo no sé maquillarme solo. Así que primero encarguémonos de eso.Di media vuelta y empecé a caminar. Vayamos a casa.

    Fui a la casa donde había arrojado mi bolso. Abrí la puerta usando unas ganzúas que jamás creí que funcionarían. Dentro estaban una pareja de ancianos desayunando tranquilamente, sin notar presencias ajenas a las suyas.

    Subí las escaleras, caminé hasta el final del pasillo y entré en la última habitación. Tal como esperaba, ahí estaba mi bolso. Tal como no esperaba, había una chica rubia de unos 15 años jugando con mi… ¿De qué especie era el pájaro? Bueno, con ese… ¡Bahaw! Ya lo recordé otra vez.

    La chica me miró cuando entré. Sus ojos eran grises.


    –¿Abuelo?preguntó, nerviosa. Al parecer era ciega.

    –No, soy el dueño del pájaro y de ese bonito bolsorespondí casualmente. Solo vengo a recogerlos.

    –Oh, ya veorespondió aliviada, y eso me hizo alzar una ceja. Adiós, amiguito. Espero jugar más contigo otra vez, algún díale susurró a mi pajarito mientras le acariciaba la cabeza, y luego le dio un sensual beso… Todo eso último, dicho en otro contexto, sería ilegal.

    –Hey, ¿me prestarías algo de ropa a cambio de dulces?pregunté, aunque no esperaba más que una respuesta negativa.

    –Vale.Esbozó una sonrisa fina. Pero también tendrás que darme más tiempo para jugar con el lindo pajarito.

    –¡Genial, claro que sí, niña desconocida! Entonces llegó la hora de volverme hermosa. Que comience mi cambio de imagen.
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Mensaje  Thaiss Lun 23 Mar - 20:48

- Tu yo del futuro es una persona horrible, horribilisima, para que todo eso haya quedado en tu pasado - coincidió Cleotilde -. Aunque son tantas desgracias juntas que es difícil que te las hayas ganado todas en una vida. Ergo. Tu verdadero enemigo podría ser ¡tu siguiente reencarnación! ¡Hará tantas cosas malvadas! ¡Maldito hijo de roedores! Si alguna vez lo veo, te prometo que le daré un buen sopapo de tu parte.

Era bien sabido que un buen sopapo podía concluir cualquier conversación sobre el retro-karma. Aunque era una conversación verdaderamente fascinante, que podía requerir días y días de estudio para llegar a una sola conclusión de entre miles, ahora no podían olvidarse de lo verdaderamente importante. El chocolate.

- Me parece un trato verdaderamente justo. Además, no quiero poner al retro-karma en contra engañándote. No valdría la pena. Nuestra amistad de hace más de cincuenta años no ha de arriesgarse por algo tan trivial como un año de chocolates gratis.

Pero según lo decía, quedaba evidente que un año de chocolates gratis no era nada trivial, ni para ella ni para su compañero Adalberto. Al contrario, aquello era lo más decisivo y rompedor que les había ocurrido en sus largas vidas, una oportunidad para al fin encontrar la felicidad y la diabetes.

Siguió a Adalberto, quien claramente sabía de sobra dónde iba y qué hacía con su vida. Thaiss debía admitir que aquella jornada se había vuelto mucho más entretenida de lo esperado, y más aún así cuando entraron a una casa (saludó a una pareja de ancianos al pasar delante de ellos en el comedor) y subieron a la primera planta (saludó a una joven que estaba jugando con un pájaro). Lo siguiente fue todo muy natural y muy agradable, y Cleotilde aplaudió encantada.

- ¡Qué feliz evento en nuestra aventura! Todas las herramientas a nuestra disposición para que quedes vedaderamente radiante, mi buena amiga Adalberta. ¿Te puedo llamar Dally? Me gusta más que Berta.

Cogió a su vieja amiga de los hombros y la llevó junto al armario de la desconocida, donde comenzó a mirar prendas, moviéndolas de lado a lado con rapidez y seguridad.

- Mm, sí, está falda te vendrá; parece un poco cedida así que se acomoda a tus kilitos de más. Y combina bien con esta sudadera - se la colocó por la cabeza inmediatamente -. ¿Te gusta? - Preguntó aunque Dally no podía verse en ningún espejo sin girarse primero - ¡Me alegro! - Concluyó aunque no le había dado tiempo para girarse. - Es importante que te lo pongas antes para que no estropee el maquillaje.

Dicho esto, inspeccionó la habitación con la mirada hasta dar con un taburete, que fue a recoger con celeridad y alegría. Venía la parte más importante de la treta; aquella que determinaría el éxito o fracaso de toda la expedición. Volvió a agarrar a Dally de los hombros y la sentó, a fin de poder aplicarle el maquillaje más comodamente.

- Esto me tomará un ratito. Mientras tanto, practica hablar más agudo. Como lo haría una mujer. Imita mi tono de voz. La-la-la-laaaa.

Del zurrón que llevaba comenzó a sacar cosas. Primero ganzúas e instrumentos afilados, que en seguida volvió a guardar tras haberlos acercado peligrosamente a la cara de Dally. Después pintura para la piel, para los labios, sombra de ojos, un par de pincelitos, y una pasta moldeable y pegajosa.

- El truco es siempre jugar con las sombras. Ahora describe, ¿qué clase de mujer has querido ser siempre?

Y comenzó a trabajar en su obra maestra.
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Mensaje  Rauko Sáb 28 Mar - 22:27

    Como era de esperarse, siempre podía contar con Cleotilde para ayudarme a apalear a los yo del futuro y reencarnaciones malignas. Ella era la mejor persona que conocí alguna vez en mi vida.

   El día en que nos conocimos. Aún lo recordaba nítidamente. Fue cincuenta años atrás, en una noche lluviosa, calurosa, en medio de dos lanzallamas (catapulta que disparaba animales llamados llamas), y…

   ¿Qué?

   Definitivamente algún dulce que comí estuvo caducado.

   Pero ya no era momento de seguir pensando en ello. Era la hora de convertirme de una bella dama.


   –Oh, sí, me gusta Dally; suena lindoasentí. Ahora soy Dallydeclaré con una enorme sonrisa.

   Dejé que Cleotilde hiciera lo que quisiera conmigo. En ese momento, mi cuerpo era completamente de ella.


   –¿Kilos demás?murmuré. Miré mi abdomen, luego a Cleotilde. ¿Me llamó gorda?, me pregunté con los ojos acuosos. Pero toda tristeza desapareció en cuanto me mostró una sudadera que supuse me hacía verme di-vi-na. Supuse, porque no me dejó verme en el espejo. Pero confié en ella. Después de todo, nos conocíamos desde hacía cincuenta años, desde aquel día con el cielo despejado, con viento frío, al lado de un hermoso árbol de biusas de todos los colores…

   ¿Qué?

   Definitivamente algún dulce me afectó. Seguramente fue por culpa de Loki; siempre hacía bromas pesadas a chicas inocentes como yo.

   Bueno, como sea. Llegó finalmente la hora del maquíllate… Bueno, casi.


   –Ah, hablar, hablar. Espera.Aclaré mi garganta e intenté imitar el tono de su voz. Lalalalala lalalalalala lalalalalala lalalala lalala lalalalalala lalalala lalalala lala la lalala lalalala lalalalala lalala, muchos lalala.

   Desafortunadamente no podía imitarla adecuadamente; era evidente que yo era un hombre forzando su voz a sonar aguda. Respiré profundamente, preparándome mentalmente, empleando la técnica que mis ancestros utilizaban para este tipo de situaciones.

   «Respiración del bosque, primera postura».


   –Lalalalalá, lalalalalá, lalalalalaaaalalá.

   Una voz melodiosa, aguda, agradable al oído, siguiendo el ritmo de una canción popular en Vulwulfar. Al instante, la chica desconocida empezó a tocar un laúd, que sacó de quién sabe dónde, e hizo el oportuno acompañamiento musical.


   Y tras terminar de cantar la canción, esbocé una sonrisa juguetona.

   –Bastante bien, ¿no?dije, aún manteniendo la voz femenina.

   Ahora sí. El momento del maquillaje. Cerré los ojos y dejé que Cleo me usase como el lienzo que contendría su más magnánima obra de arte.


   –¿La mujer que quiero ser?repetí, reflexionando sobre esa pregunta. Una chica enérgica, alegre, con una mirada que pueda ser traviesa o seductora, con cierto toque infantil al sonreír, pero que cuando lea algún libro o se concentre en una actividad como tocar la ocarina, tenga un porte de madurez y tranquilidad. También que parezca tierna, incluso cuando algo le molesta. Ah, y sus ojos… Hermosos ojos verde esmeralda que destaquen en su delicado rostro.

   Por unos instantes mi menté se perdió imaginando a aquella chica. De pronto volví en sí y miré expectante a Cleo.

   –¿Puedes hacerlo?


Última edición por Rauko el Mar 7 Abr - 0:32, editado 2 veces
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Mensaje  Thaiss Mar 31 Mar - 12:07

Escuchó la descripción que le daba su vieja amiga mientras la maquillaba. Cleotilde estaba muy concentrada en cada toque de pincel, y sólo reaccionaba a las explicaciones con "Ajá"s distraídos. Como si aquello realmente no fuera con ella, y como si la visión del artista fuera mucho más importante que la visión de la persona por cuya visión acababa de preguntar.

Lo cierto es que Adalberto ya tenía unos rasgos bastante andróginos para empezar, con lo que hacerlo pasa por mujer... no, convertirlo en la mujer que siempre debería haber sido, no tenía una dificultad excesivamente alta. Thaiss se esmeró en usar un maquillaje sutil pero efectivo, perfilando sus pómulos y alargando sus pestañas. Perfiló sus ojos para hacerlos más rasgados, seleccionó un tono rosado para sus labios y le dio un poco de color a sus mofletes. Sus cejas, se fijó, eran ya finas y estaban bien perfiladas, así que no haría falta mucho retoque.

Se alejó unos pasos e hizo a Dally girar para comprobar cómo se veía el maquillaje a diferentes ángulos de la luz que entraba por la ventana. Había una única cosa que le molestaba: el pelo tan característico de Adalberto. Si hubieran tenido más tiempo (y tinte) lo habría teñido de cualquier otro color. En su lugar, le dirigió una mirada a la niña, que comprendió perfectamente, y le trajo horquillas y gomas para al menos recolocárselo en un peinado más elegante.

- Así mejor. Si te recogemos el pelo, se te ven mejor esos ojos deslumbrantes que traerán locos a los hombres.

Se le escapó una lagrimita emocionada al ver cómo había quedado su obra final. La dulce voz de Dally complementaba perfectamente su maquillaje y la sudadera, que era francamente divina. Cleotilde se cubrió el rostro con ambas manos y fingió llorar.

- Ay... lo siento - dijo fingiendo recuperarse -. Es mi obra maestra. Estás radiante. No tengo palabras. Salvo estas. Ahora cuando multitud de hombres y mujeres se agolpen para pedirte en matrimonio, no sabremos si es para hacerse con tu fortuna de dulces gratis durante un año, o por tu belleza sin igual que se sustenta en un maquillaje falso y mentiroso.

Recogió todas sus cosas y le pasó distraidamente un espejito a Dally para que al fin pudiera mirarse y admirarse.

- No lo olvides, ¡no te toques la cara! - Advirtió con un dedo acusador - Como alteres incluso un poco el maquillaje, incluso la comisura izquierda del labio, la obra total se desmoronará y se verá el engaño. Y ahora, si estás listo. ¡Volvamos a la tienda!
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Mensaje  Rauko Mar 7 Abr - 0:34

    Esperar se hacía más difícil a cada segundo. Estaba ansioso por ver mi nueva deslumbrante apariencia. Y mis ojos brillaron, expectante, cuando por fin Cleo finalmente finalizó finalizando con el toque final. Pero entonces dijo algo que me tomó por sorpresa.

    –Oh, ¿traer locos a los hombres? Pero qué cosas dices, Cleodije, aún manteniendo la voz femenina, con las manos en las mejillas y negando con la cabeza fingiendo vergüenza. Ante sus siguientes palabras, respondí–: En cualquiera de los dos casos, tendré que rechazarlos a todos. Mi corazón nunca podría ganárselo alguien que solo mira mi fortuna o mi belleza exterior; se lo ganará la persona que pueda ver la chica en mi interior.Asentí con la cabeza.

    Finalmente, Cleo me entregó un espejo. De inmediato lo tomé y miré mi reflejo. Mi hermoso reflejo. Mis ojos brillaron de nuevo.


    –Oh, Cleogemí, de verdad comprendiste completamente a la perfección mi descripción de la imagen de la chica que siempre he querido ser.

    Asentí con seriedad ante las siguientes indicaciones de Cleo. Era algo demasiado importante como para ignorarlas sin más. «No tocar el maquíllate», repetí en mi mente, esperando grabar la orden en mi propia alma.

    –Oh, sí, a por nuestra merecida recompensagrité con entusiasmo, soltando luego una risita.

    Caminé hacia la ventana totalmente dispuesto a saltar. Mis piernas podrían soportar la caída sin problemas.

    No, no debía hacer eso. Era una insensatez. Mi maquillaje podría verse perjudicado, tal vez, así que debía evitarlo.

    Me giré y emprendí la caminata por el camino que usaría cualquier persona con sentido común, sentido común de verdad. Recorrí el pasillo, bajé las escaleras, me despedí con un «hasta luego» del par de ancianos y salí de la casa, siempre intentando perfeccionar mi andar, contoneando mis caderas de la mejor forma posible.

    Me detuve un momento, respiré profundo mientras intentaba prepararme mentalmente, y entonces caminé hacia mi glorioso destino.

    Las personas que aún estaban delante de la tienda voltearon a mi dirección, cautelosos. Algunos se acercaron discretamente –en realidad de discretos tenían poco– hacia la entrada de la tienda, preparándose para actuar si yo tenía la moneda.

    Justo entonces uno de los hombres de la tienda salió de esta.


    –Oigan, dejen de estorbarexigió, ¿o quieren ser descalificados?

    De inmediato el estorbo se alejó. El de la tienda, entonces, me recorrió con la mirada de pies a cabeza, esbozando luego una sonrisa ladina.

    –¿En qué puedo ayudarte, chica?

    –Quiero mi recompensamusité, mostrándole la moneda y una sonrisa infantil.

    –Oh, oficialmente ¡tenemos a la ganadora!exclamó, tomando mi mano y alzándola. Eso estaba bien, pero que, mientras tanto, me acariciara el dorso con su pulgar fue raro.

    Ignorando las quejas y llanto de los perdedores, él me hizo entrar en la tienda, que ahora tenía muy pocos dulces, y me presentó como la ganadora ante sus compañeros. Luego de felicitarme y una breve charla innecesaria, me indicaron que volviera al día siguiente, cuando realmente hubiera bastantes dulces a escoger.


    –Muy bien. Muchas gracias por todo. Les prometo que volveré mañana a esta maravillosa tiendadije haciendo una educada reverencia. Hasta mañana.

    Me giré para salir de la tienda. Justo entonces algo azotó una de mis nalgas. Me volteé enseguida, encontrando al sujeto raro mostrando una sonrisa felina.

    –Hasta mañana, preciosaronroneó.

    Salí deprisa. Aunque había ganado, un muy mal presentimiento me indicaba que mi futuro en la tienda no sería muy… dulce.

    Me encogí de hombros. Los inconvenientes serían irrelevantes siempre que tuviera dulces gratis.

    Volví con Cleo para celebrar nuestra victoria.
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