Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
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Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Los festejos en honor a Frey y Freyja no terminaron como se esperaba. Antes de que el par de mujeres bestia se alejase lo suficiente de la zona en que tenía lugar el ritual de madurez de las jóvenes, una extraña explosión de luz engulló repentinamente a las muchachas, tomando por sorpresa a todos los presentes y desatando el pánico entre las familias de las niñas.
- ¿Qué ha sido eso? - preguntó la cuerva al ver el resplandor a lo lejos, deteniendo sus pasos y sintiendo un mal presentimiento. - No, no tengo ni idea. - contestó Raiza, instantes antes de que empezasen a escuchar los gritos de las desesperadas madres. - Tenemos que volver, algo va mal. - sugirió Ava, cambiando rápidamente su rumbo para regresar a la plaza central de Lunargenta.
Varias mujeres se congregaban en torno al lugar en que habían estado las ardientes estatuas de los dioses, ahora casi consumidas por completo, y sus rostros no dejaban lugar a dudas, algo terrible había pasado. Algunas lloraban y gritaban los nombres de sus hijas, mientras sus maridos, confundidos y sin saber bien cómo proceder, trataban de calmarlas y alejarlas de las llamas.
- ¿Qué ha pasado? ¿dónde están las chicas? - quiso saber de inmediato, pero muchos estaban en shock y no supieron qué responderle. - ¡Los dioses! ¡Los dioses se las han llevado como sacrificio! ¡su virtud no era suficiente! - gritó la misma vieja que la había estado molestando anteriormente, alzando las manos al cielo.
- ¿Se las han llevado? ¿qué estupideces estás diciendo anciana? - intervino Raiza, y fue en ese momento en el que la señora se dignó a relatarles lo ocurrido, aunque esto solo sirvió para crearles más interrogantes de los que ya tenían. Sea como fuere, ambas abandonaron el lugar minutos más tarde, cuando el ambiente comenzaba a crisparse a causa de la desesperación de los padres y la incapacidad de las autoridades para darles una respuesta sobre el paradero de las menores.
Y así, entre gritos y sollozos concluyó la celebración de la Ohdà…
A la mañana siguiente Ava abandonó su cama temprano, apenas había pegado ojo por culpa de lo sucedido pero no podía quedarse allí todo el día, tenía que ganarse la vida.
Una ducha rápida le sirvió para despejarse, y en cuanto terminó de ajustarse la armadura tomó su hacha y bajó a la taberna, donde reinaba el más pesado de los silencios. Apenas había clientes y los pocos que se habían atrevido a entrar en el negocio se mantenían lejos de la barra, concentrados en sus platos, aunque de vez en cuando dirigían fugaces miradas hacia la mujer que atendía el local.
Los ojos enrojecidos e hinchados delataban que había estado llorando hasta quedarse sin lágrimas, y varios detalles más de su postura y movimientos dejaban claro que apenas se tenía en pie, nada quedaba ya de la ilusión y el orgullo de la noche anterior.
- Ho…hola, ¿cómo se encuentra? ¿se sabe algo de las niñas? - se atrevió a preguntar la morena, incapaz de pasar de largo cuando algo semejante afectaba a gente con la que trataba a diario. De inmediato tuvo la sensación de que varios pares de ojos se clavaban en su espalda, no sabía cómo explicarlo pero estaba segura de que los presentes habían dejado de lado sus desayunos para observar la escena.
La propietaria del local suspiró amargamente, alzando la vista hacia su inquilina sin saber si podría articular palabra. - Fergus lleva toda la noche fuera buscándola. - susurró, con la voz a punto de quebrársele. - La guardia no sabe qué fue lo que pasó, nadie lo entiende. - continuó al poco, sacando del bolsillo del delantal un retrato de su pequeña Mirane.
- Aparecerá, tenga fe… - intentó animarla la cuerva, olvidando su incomodidad ante el contacto físico para extender una mano y tomar la de la dama. - De regreso pasaré por el cuartel, quizá para entonces tengan novedades. - añadió segundos más tarde, soltando a la mujer antes de despedirse y salir del edificio.
- Sus dioses no han podido hacerles esto, se suponía que debían estar complacidos con la cantidad de vírgenes y los sacrificios de sangre… además esa explosión… tiene pinta de que ha habido magia de por medio. - caviló mientras andaba hacia las enormes puertas de la ciudad. El problema era que a pesar de su curiosidad, la mujer bestia sabía muy poco del alcance de la magia, para entender mejor lo sucedido tendría que buscar a alguien con más conocimientos sobre el tema.
¿Podría Karen confirmar sus sospechas? La joven era al menos hasta el momento la única hechicera con que tenía confianza, quizá tuviese que hacer una parada en la panadería cuando volviese de las afueras.
Poco a poco sus pasos la llevaron más allá de los muros de Lunargenta, y una vez dejó atrás los campos de cultivo se sintió como en casa. La tranquilidad que le ofrecía la naturaleza no se podía comparar con nada, era como entrar en otro mundo, ese al que pertenecía.
La suave brisa mecía sus oscuros cabellos, y tras tomarse unos segundos para cerrar los ojos y aspirar el fresco aire siguió su camino hacia el bosque, en cuya linde se detuvo con expresión confusa, juraría que acababa de ver un destello en mitad de la vegetación.
- ¿Qué ha sido eso? - preguntó la cuerva al ver el resplandor a lo lejos, deteniendo sus pasos y sintiendo un mal presentimiento. - No, no tengo ni idea. - contestó Raiza, instantes antes de que empezasen a escuchar los gritos de las desesperadas madres. - Tenemos que volver, algo va mal. - sugirió Ava, cambiando rápidamente su rumbo para regresar a la plaza central de Lunargenta.
Varias mujeres se congregaban en torno al lugar en que habían estado las ardientes estatuas de los dioses, ahora casi consumidas por completo, y sus rostros no dejaban lugar a dudas, algo terrible había pasado. Algunas lloraban y gritaban los nombres de sus hijas, mientras sus maridos, confundidos y sin saber bien cómo proceder, trataban de calmarlas y alejarlas de las llamas.
- ¿Qué ha pasado? ¿dónde están las chicas? - quiso saber de inmediato, pero muchos estaban en shock y no supieron qué responderle. - ¡Los dioses! ¡Los dioses se las han llevado como sacrificio! ¡su virtud no era suficiente! - gritó la misma vieja que la había estado molestando anteriormente, alzando las manos al cielo.
- ¿Se las han llevado? ¿qué estupideces estás diciendo anciana? - intervino Raiza, y fue en ese momento en el que la señora se dignó a relatarles lo ocurrido, aunque esto solo sirvió para crearles más interrogantes de los que ya tenían. Sea como fuere, ambas abandonaron el lugar minutos más tarde, cuando el ambiente comenzaba a crisparse a causa de la desesperación de los padres y la incapacidad de las autoridades para darles una respuesta sobre el paradero de las menores.
Y así, entre gritos y sollozos concluyó la celebración de la Ohdà…
A la mañana siguiente Ava abandonó su cama temprano, apenas había pegado ojo por culpa de lo sucedido pero no podía quedarse allí todo el día, tenía que ganarse la vida.
Una ducha rápida le sirvió para despejarse, y en cuanto terminó de ajustarse la armadura tomó su hacha y bajó a la taberna, donde reinaba el más pesado de los silencios. Apenas había clientes y los pocos que se habían atrevido a entrar en el negocio se mantenían lejos de la barra, concentrados en sus platos, aunque de vez en cuando dirigían fugaces miradas hacia la mujer que atendía el local.
Los ojos enrojecidos e hinchados delataban que había estado llorando hasta quedarse sin lágrimas, y varios detalles más de su postura y movimientos dejaban claro que apenas se tenía en pie, nada quedaba ya de la ilusión y el orgullo de la noche anterior.
- Ho…hola, ¿cómo se encuentra? ¿se sabe algo de las niñas? - se atrevió a preguntar la morena, incapaz de pasar de largo cuando algo semejante afectaba a gente con la que trataba a diario. De inmediato tuvo la sensación de que varios pares de ojos se clavaban en su espalda, no sabía cómo explicarlo pero estaba segura de que los presentes habían dejado de lado sus desayunos para observar la escena.
La propietaria del local suspiró amargamente, alzando la vista hacia su inquilina sin saber si podría articular palabra. - Fergus lleva toda la noche fuera buscándola. - susurró, con la voz a punto de quebrársele. - La guardia no sabe qué fue lo que pasó, nadie lo entiende. - continuó al poco, sacando del bolsillo del delantal un retrato de su pequeña Mirane.
- Aparecerá, tenga fe… - intentó animarla la cuerva, olvidando su incomodidad ante el contacto físico para extender una mano y tomar la de la dama. - De regreso pasaré por el cuartel, quizá para entonces tengan novedades. - añadió segundos más tarde, soltando a la mujer antes de despedirse y salir del edificio.
- Sus dioses no han podido hacerles esto, se suponía que debían estar complacidos con la cantidad de vírgenes y los sacrificios de sangre… además esa explosión… tiene pinta de que ha habido magia de por medio. - caviló mientras andaba hacia las enormes puertas de la ciudad. El problema era que a pesar de su curiosidad, la mujer bestia sabía muy poco del alcance de la magia, para entender mejor lo sucedido tendría que buscar a alguien con más conocimientos sobre el tema.
¿Podría Karen confirmar sus sospechas? La joven era al menos hasta el momento la única hechicera con que tenía confianza, quizá tuviese que hacer una parada en la panadería cuando volviese de las afueras.
Poco a poco sus pasos la llevaron más allá de los muros de Lunargenta, y una vez dejó atrás los campos de cultivo se sintió como en casa. La tranquilidad que le ofrecía la naturaleza no se podía comparar con nada, era como entrar en otro mundo, ese al que pertenecía.
La suave brisa mecía sus oscuros cabellos, y tras tomarse unos segundos para cerrar los ojos y aspirar el fresco aire siguió su camino hacia el bosque, en cuya linde se detuvo con expresión confusa, juraría que acababa de ver un destello en mitad de la vegetación.
Última edición por Ava Kenrith el Lun Jun 24 2019, 11:28, editado 1 vez
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
La brisa era una caricia que apaciguaba el cuerpo, pero la fatiga de la mente se hallaba indiferente a los alivios circundantes. Me encontraba acostado en el suelo, a pies de uno de los árboles que daban inicio al bosque, dándole la espalda a este, sumido profundamente en mis propios pensamientos. La luz del sol traspasaba el espeso follaje de tanto en tanto, apuñalando mis ojos aún a través de los párpados cerrados. Gruñí alrededor de la décima vez que ocurrió, pues la pereza no me había dejado quejarme antes, y tomé el sombrero que descansaba en mis piernas y lo coloqué en mi rostro, de forma que me escudara de las agresiones del astro.
El brillo que irrumpía en mi descanso inevitablemente me hizo recordar los sucesos del día anterior. No, mejor dicho, avivó la intranquilidad que tenía desde entonces, esa causada por los eventos que aprecié desde primera fila. La repentina desaparición de las niñas, en un destello, que convirtió el jolgorio del Ohdà en confusión, primero, y luego en terror y desesperación, en cuestión de segundos.
La escena se mostró ante mí en medio de la oscuridad de mi refugio. Hablaba con ese niño, Demian, y su curioso cachivache consciente, y entonces vino la niña, y aunque algo vergonzoso, todo era perfectamente normal. Entonces el estallido de la hoguera, y la desaparición de las niñas en las llamas... Tan absurdo, tan repentino, que juraría que por un momento el tiempo estaba congelado, pues no hubo ningún tipo de reacción. Supongo que porque el gentío aún procesaba lo ocurrido, pues pasados unos instantes, el caos hizo presencia en la plaza, como un segundo estallido de fuego. La música fue sustituida por gritos de angustia, el baile se convirtió en carrera, y la muchedumbre era como el mar en tormenta, con gente que hacía lo posible por alejarse y quienes se dirigían con todas sus fuerzas en la dirección contraria. Perdí de vista a Demian, y me uní a las corrientes que se alejaban del lugar.
Normalmente me habría dirigido al lugar de los hechos, pero en esta ocasión estaba seguro de no poder ser de utilidad. Pude ver claramente aquél evento, y de las niñas no hubo residuo alguno. No hubo ceniza, ni restos, ni olor otro que la madera quemada y las comidas lejanas. Aquello era producto de terrorismo mágico poderoso, o...
Recordé parte de mi conversación con el chico de ojos claros. Hice a un lado mi sombrero, y dirigí al cielo mi mirada mientras recordaba las palabras exactas.
'Los dioses son unos cabrones.'
Me senté con un poco de esfuerzo, y estiré mis brazos como intentado alcanzar las ramas del árbol, a la vez que bostezaba. Al volver la mirada a la ruta a la ciudad, me percaté de que alguien se dirigía al bosque. Un caballero, pensé de primeras por la armadura y tremenda hacha, pero al fijarme mejor me percaté de la melena oscura, y de que era en realidad una mujer.
No pude evitar soltar una leve risita, pues aquello era curioso. Si me preguntaran, diría que aquella era una princesa o una noble, pues su belleza era tal que me generaba el instinto de ser servicial, cual mayordomo, pero lo que cargaba encima era similar a lo que vería puestos a guerreros gruesos, burdos y, sobre todo, muy fuertes.
Parecía no haberse percatado de mi presencia, o simplemente haberme ignorado. Estaba yo a una distancia prudente, a quizás unos diez árboles de donde ella se veía dispuesta a entrar a la espesura, por lo que nuestra interacción hubiese sido inexistente. Si no se hubiese detenido en seco, al, intuyo yo, percatarse del destello que percibí por el rabillo del ojo, habría tachado esto último como invención de mi imaginación, que me jugó alguna broma referente al estresante evento de ayer.
Me puse en pie con agilidad y sutileza inesperadas para quien hubiese visto los movimientos somnolientos y torpes de hace un momento, tomé el bastón que yacía a mi lado con mi diestra, y me calcé en la cabeza el sombrero que sostenía con la mano libre.
Aquello podría estar relacionado con la fogata del Ohdà. Di un último vistazo al hacha que portaba la mujer, y procediendo a ignorar su presencia, la curiosidad y la angustia me empujaron en dirección a la fuente del destello.
El brillo que irrumpía en mi descanso inevitablemente me hizo recordar los sucesos del día anterior. No, mejor dicho, avivó la intranquilidad que tenía desde entonces, esa causada por los eventos que aprecié desde primera fila. La repentina desaparición de las niñas, en un destello, que convirtió el jolgorio del Ohdà en confusión, primero, y luego en terror y desesperación, en cuestión de segundos.
La escena se mostró ante mí en medio de la oscuridad de mi refugio. Hablaba con ese niño, Demian, y su curioso cachivache consciente, y entonces vino la niña, y aunque algo vergonzoso, todo era perfectamente normal. Entonces el estallido de la hoguera, y la desaparición de las niñas en las llamas... Tan absurdo, tan repentino, que juraría que por un momento el tiempo estaba congelado, pues no hubo ningún tipo de reacción. Supongo que porque el gentío aún procesaba lo ocurrido, pues pasados unos instantes, el caos hizo presencia en la plaza, como un segundo estallido de fuego. La música fue sustituida por gritos de angustia, el baile se convirtió en carrera, y la muchedumbre era como el mar en tormenta, con gente que hacía lo posible por alejarse y quienes se dirigían con todas sus fuerzas en la dirección contraria. Perdí de vista a Demian, y me uní a las corrientes que se alejaban del lugar.
Normalmente me habría dirigido al lugar de los hechos, pero en esta ocasión estaba seguro de no poder ser de utilidad. Pude ver claramente aquél evento, y de las niñas no hubo residuo alguno. No hubo ceniza, ni restos, ni olor otro que la madera quemada y las comidas lejanas. Aquello era producto de terrorismo mágico poderoso, o...
Recordé parte de mi conversación con el chico de ojos claros. Hice a un lado mi sombrero, y dirigí al cielo mi mirada mientras recordaba las palabras exactas.
'Los dioses son unos cabrones.'
Me senté con un poco de esfuerzo, y estiré mis brazos como intentado alcanzar las ramas del árbol, a la vez que bostezaba. Al volver la mirada a la ruta a la ciudad, me percaté de que alguien se dirigía al bosque. Un caballero, pensé de primeras por la armadura y tremenda hacha, pero al fijarme mejor me percaté de la melena oscura, y de que era en realidad una mujer.
No pude evitar soltar una leve risita, pues aquello era curioso. Si me preguntaran, diría que aquella era una princesa o una noble, pues su belleza era tal que me generaba el instinto de ser servicial, cual mayordomo, pero lo que cargaba encima era similar a lo que vería puestos a guerreros gruesos, burdos y, sobre todo, muy fuertes.
Parecía no haberse percatado de mi presencia, o simplemente haberme ignorado. Estaba yo a una distancia prudente, a quizás unos diez árboles de donde ella se veía dispuesta a entrar a la espesura, por lo que nuestra interacción hubiese sido inexistente. Si no se hubiese detenido en seco, al, intuyo yo, percatarse del destello que percibí por el rabillo del ojo, habría tachado esto último como invención de mi imaginación, que me jugó alguna broma referente al estresante evento de ayer.
Me puse en pie con agilidad y sutileza inesperadas para quien hubiese visto los movimientos somnolientos y torpes de hace un momento, tomé el bastón que yacía a mi lado con mi diestra, y me calcé en la cabeza el sombrero que sostenía con la mano libre.
Aquello podría estar relacionado con la fogata del Ohdà. Di un último vistazo al hacha que portaba la mujer, y procediendo a ignorar su presencia, la curiosidad y la angustia me empujaron en dirección a la fuente del destello.
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Nahir aún estaba sentada cuando todo ocurrió, solo recordaba un fuerte fogonazo de luz, como si hubiese caído un rayo en medio de la plaza. Lo que ocurrió después fue confuso. Aun no se podía ver con claridad, pero la gente gritaba y corría hacía todas las direcciones. La bruja estaba con las manos en la para, tapándose los ojos, aun recuperando la visión.
Se levantó, le había dado tiempo a ir a por el vestido que había dejado en la caseta, pero aun lo tenía en las manos. Se volvió y “tapándose” con la capa se colocó el vestido como mejor pudo antes de acercarse lentamente al foco de los gritos. Las últimas llamas de las estatuas lamían el rostro de las mujeres y hombres que ahora estaban en el centro de la plaza. Pudo escuchar como una anciana mencionaba que los dioses se habían llevado a las niñas.
Aquello no era posible.
Aceleró el pasó hasta estar en el medio de la catástrofe. Dioses o no, las niñas que hacía unos instantes bailaban junto a las estatuas habían desaparecido, no había rastro de ellas. La gente se iba poniendo más nerviosa por momento. Nahir podía sentir como la empujaban de un lado a otro. Apenas podía moverse a voluntad y mucho menos ayudar. Reinaba el caos.
Cuando tuvo la oportunidad salió de la muchedumbre y, confundida, se fue alejando de la zona. Había sido una noche muy larga, lo mejor sería ir a descansar…
Aquella mañana se despertó temprano para pasarse por el mercado para comprarse algo de ropa, aquel vestido turquesa ya daba hasta pena.
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Estaba muy contenta con su compra así que se dirigió directamente a la posada para poder ponérselo de inmediato. Le quedaba como un guante. En aquel momento, al cerrar los ojos, pudo ver las llamas de las ofrendas y a las niñas en medio. No parecía tener miedo y sentir dolor. En cambio, las pulsaciones de Nahir se aceleraron y su respiración ahora era más forzada. No había sido un sueño.
Caminaba sin pensar, sus pasos ya sabían dónde debía dirigirse. No sabía porque, pero quería volver a la plaza, quizás encontraba la forma de ayudar a alguna de las familias. Quizás las niñas ya habían aparecido…
Congregadas alrededor de lo que la noche anterior había sido el foco de la festividad, ahora había un par de mujeres y una anciana estaban sentadas en el suelo, aunque más bien parecía que las habían tirado de cualquier manera. Sus ropas estaban sucias ya arrugadas, sus cabellos despeinados y sus ojos rojos e hinchados. Se podía escuchar ya desde lejos sus lamentos y gritos ahogados llamando a sus pequeñas. Aquella imagen desgarró a Nahir. Se colocó la mano en el pecho mientras contenía la respiración, como si el dolor de aquellas mujeres pudiese contagiarse. Algunas personas, al igual que ella, las observaban desde una distancia prudencial. Nadie decía nada. Un silencio entraño y tenso hacía que los sollozos de las madres se acentuasen.
Realmente no sabía cómo ayudar. No había rastro de las niñas para poder buscarlas, ni siquiera habían encontrado sus cuerpos o cenizas para aceptar que el fuego se las “llevó”, nadie había visto nada… La bruja pensó que podría ir al bosque que estaba junto a la cuidad y buscar algunas flores y plantas, con ellas los alquimistas de la zona podrían hacerles brebajes a los familiares para tranquilizarles y que pudiesen dormir y descansar, aunque fuese por unas horas.
Salir de la ciudad no fue tarea complicada, la gente aquella mañana parecía estar apagada por lo que había sucedido, incluso se le hacía raro no ver un grupo de niños jugando por las calles.
Nunca había estado en aquella zona, así que observaba cada rincón con detenimiento. Portaba su antigua daga en el cinturón, apenas estaba afilada, pero para aquella tarea era más que útil. Se encontraba agachada frente la copa de un árbol cuando algo llamó su atención: una luz. Volvió la cabeza mientras se levantaba. ¿Habrían sido imaginaciones suyas? Se dirigió a paso lento a la zona donde creía que había visto el destello.
No tardó mucho en llegar a un pequeño claro. Lo que más le llamó la atención fue ver la figura de una joven desnuda de cuclillas en el suelo. Su cabello estaba suelto, aunque algo despeinado, era de un color entre naranja y marrón claro. Su piel se veía muy blanca, la iluminación que había ahí aumentada su palidez, y portaba pinturas en toda su extensión. Debería tener unos doce años.
Los ojos de Nahir se abrieron mucho, aquella no podía ser una coincidencia.
La bruja dio un paso al frente cuando se percató de que no era la única que había acudido al destello de luz. Al otro lado del claro había una mujer vestida de negro, a la distancia que se encontraban no podía distinguir mucho de su aspecto y expresión, solo se percató de que portaba un arma muy grande. Aquello la asuntó. Una hacha enorme e imponente contra una daga para cortar ramas, si aquella mujer pretendía hacerle algo malo a la niña, debería pensar en algo, y rápido.
Un movimiento brusco de la joven le hizo apartar la vista de aquella mujer tan imponente. La niña se puso en pie. A sus pies había el cuerpo inerte y sin vida de lo que parecía un cabrito, aunque por el tamaño del ejemplar podría tratase de un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. El animal estaba despedazado, con todo el pelaje manchado de sangre. La niña por su parte tenía algunos moratones en los brazos, pero a juzgar por la localización de la sangre en su cuerpo, cara y manos, la sangre era únicamente del animal. La joven miraba a las dos mujeres intermitentemente, agachando la cabeza y subiendo los hombros, parecía un animal asustado en posición de ataque.
Se levantó, le había dado tiempo a ir a por el vestido que había dejado en la caseta, pero aun lo tenía en las manos. Se volvió y “tapándose” con la capa se colocó el vestido como mejor pudo antes de acercarse lentamente al foco de los gritos. Las últimas llamas de las estatuas lamían el rostro de las mujeres y hombres que ahora estaban en el centro de la plaza. Pudo escuchar como una anciana mencionaba que los dioses se habían llevado a las niñas.
Aquello no era posible.
Aceleró el pasó hasta estar en el medio de la catástrofe. Dioses o no, las niñas que hacía unos instantes bailaban junto a las estatuas habían desaparecido, no había rastro de ellas. La gente se iba poniendo más nerviosa por momento. Nahir podía sentir como la empujaban de un lado a otro. Apenas podía moverse a voluntad y mucho menos ayudar. Reinaba el caos.
Cuando tuvo la oportunidad salió de la muchedumbre y, confundida, se fue alejando de la zona. Había sido una noche muy larga, lo mejor sería ir a descansar…
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Aquella mañana se despertó temprano para pasarse por el mercado para comprarse algo de ropa, aquel vestido turquesa ya daba hasta pena.
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Estaba muy contenta con su compra así que se dirigió directamente a la posada para poder ponérselo de inmediato. Le quedaba como un guante. En aquel momento, al cerrar los ojos, pudo ver las llamas de las ofrendas y a las niñas en medio. No parecía tener miedo y sentir dolor. En cambio, las pulsaciones de Nahir se aceleraron y su respiración ahora era más forzada. No había sido un sueño.
Caminaba sin pensar, sus pasos ya sabían dónde debía dirigirse. No sabía porque, pero quería volver a la plaza, quizás encontraba la forma de ayudar a alguna de las familias. Quizás las niñas ya habían aparecido…
Congregadas alrededor de lo que la noche anterior había sido el foco de la festividad, ahora había un par de mujeres y una anciana estaban sentadas en el suelo, aunque más bien parecía que las habían tirado de cualquier manera. Sus ropas estaban sucias ya arrugadas, sus cabellos despeinados y sus ojos rojos e hinchados. Se podía escuchar ya desde lejos sus lamentos y gritos ahogados llamando a sus pequeñas. Aquella imagen desgarró a Nahir. Se colocó la mano en el pecho mientras contenía la respiración, como si el dolor de aquellas mujeres pudiese contagiarse. Algunas personas, al igual que ella, las observaban desde una distancia prudencial. Nadie decía nada. Un silencio entraño y tenso hacía que los sollozos de las madres se acentuasen.
Realmente no sabía cómo ayudar. No había rastro de las niñas para poder buscarlas, ni siquiera habían encontrado sus cuerpos o cenizas para aceptar que el fuego se las “llevó”, nadie había visto nada… La bruja pensó que podría ir al bosque que estaba junto a la cuidad y buscar algunas flores y plantas, con ellas los alquimistas de la zona podrían hacerles brebajes a los familiares para tranquilizarles y que pudiesen dormir y descansar, aunque fuese por unas horas.
Salir de la ciudad no fue tarea complicada, la gente aquella mañana parecía estar apagada por lo que había sucedido, incluso se le hacía raro no ver un grupo de niños jugando por las calles.
Nunca había estado en aquella zona, así que observaba cada rincón con detenimiento. Portaba su antigua daga en el cinturón, apenas estaba afilada, pero para aquella tarea era más que útil. Se encontraba agachada frente la copa de un árbol cuando algo llamó su atención: una luz. Volvió la cabeza mientras se levantaba. ¿Habrían sido imaginaciones suyas? Se dirigió a paso lento a la zona donde creía que había visto el destello.
No tardó mucho en llegar a un pequeño claro. Lo que más le llamó la atención fue ver la figura de una joven desnuda de cuclillas en el suelo. Su cabello estaba suelto, aunque algo despeinado, era de un color entre naranja y marrón claro. Su piel se veía muy blanca, la iluminación que había ahí aumentada su palidez, y portaba pinturas en toda su extensión. Debería tener unos doce años.
Los ojos de Nahir se abrieron mucho, aquella no podía ser una coincidencia.
La bruja dio un paso al frente cuando se percató de que no era la única que había acudido al destello de luz. Al otro lado del claro había una mujer vestida de negro, a la distancia que se encontraban no podía distinguir mucho de su aspecto y expresión, solo se percató de que portaba un arma muy grande. Aquello la asuntó. Una hacha enorme e imponente contra una daga para cortar ramas, si aquella mujer pretendía hacerle algo malo a la niña, debería pensar en algo, y rápido.
Un movimiento brusco de la joven le hizo apartar la vista de aquella mujer tan imponente. La niña se puso en pie. A sus pies había el cuerpo inerte y sin vida de lo que parecía un cabrito, aunque por el tamaño del ejemplar podría tratase de un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. El animal estaba despedazado, con todo el pelaje manchado de sangre. La niña por su parte tenía algunos moratones en los brazos, pero a juzgar por la localización de la sangre en su cuerpo, cara y manos, la sangre era únicamente del animal. La joven miraba a las dos mujeres intermitentemente, agachando la cabeza y subiendo los hombros, parecía un animal asustado en posición de ataque.
- Mirane:
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Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Dominada por su curiosidad, la cuerva decidió investigar el origen de aquel extraño destello, plegando las negras alas alrededor de su cuerpo antes de cruzar la linde del bosque para internarse en el mismo.
A aquellas alturas ya conocía la zona lo suficientemente bien como para moverse con comodidad pero algo en el ambiente la mantenía en tensión, era como si no estuviese sola, como si alguien más anduviese por las afueras y la estuviese observando desde la distancia...
- El resplandor venía de esta dirección. - susurró, siguiendo la trayectoria más rápida hacia el origen de la luz, donde los altos y frondosos árboles dieron paso a un pequeño claro.
Y allí, en mitad de la hierba, pudo divisar la desnuda silueta de una muchacha, cuya pálida piel aún seguía plagada de símbolos y dibujos hechos con sangre. La reacción inmediata de la morena fue detenerse, pero solo le llevó unos segundos reconocer a la chica que examinaba acuclillada el cadáver de un animal, recordaba aquella melena entre rojiza y castaña… no cabía duda alguna, era Mirane.
- Gracias a los espíritus. - dijo aliviada, deslizando los ambarinos orbes que tenía por ojos para buscar al resto de las desaparecidas durante la hoguera de la Ohdà, pero no estaban allí, aunque la sola presencia de la niña era un rayo de esperanza, si ella había regresado quizá las demás también lo hubiesen hecho en otros puntos cercanos a Lunargenta.
En cuanto la humana se dio cuenta de que no estaba sola se puso en pie rápidamente, permitiendo que la mujer bestia pudiese verle el rostro y que también se percatase de la presencia de alguien más en el claro, otra fémina a la cual de momento no dio mayor importancia.
Lo único que le importaba en aquel instante era llevar a Mirane de vuelta a la taberna y acabar así con el calvario de sus padres, pero viendo la forma en que se comportaba, mirando de un lado a otro con nerviosismo y encogiéndose de hombros, optó por acercarse a ella con precaución.
La pequeña llevaba desaparecida desde la noche anterior y nadie podía hacerse una idea de dónde había estado o por lo que había pasado, así que por una vez, tiraría de prudencia.
- Tranquila Mirane, todo ha acabado… - comenzó a hablar con suavidad, andando lentamente hacia ella y con las manos siempre a la vista para que a pesar de llevar el hacha a la espalda, no la tomase como una amenaza. - Ven conmigo, te llevaré a casa. - continuó, quedándose a cierta distancia y agachándose para que la diferencia de altura entre ambas no se notase tanto.
La pelirroja se quedó observándola con atención, pero no respondió ni hizo ademán de aceptar el ofrecimiento de la morena, en vez de eso se encorvó y tensó las extremidades, reaccionando como lo haría un animal herido y acorralado.
- No voy a hacerte daño. - aclaró Ava, temiéndose que los acontecimientos hubiesen hecho entrar a la muchacha en shock, aunque no era para menos. El fuego se la había tragado y ahora aparecía en mitad de la nada, probablemente hecha un lío y sin entender nada de lo ocurrido, cualquiera en su situación adoptaría una actitud defensiva.
- ¿Te acuerdas de mí? Me hospedo en el local de tus padres. - dijo, tratando de apelar a la memoria de la pequeña, que solía jugar y corretear por entre las mesas cuando no tenía nada mejor que hacer. A veces, como buena hija que era, ayudaba a su madre a servir a los clientes, y en más de una ocasión le había tocado atender a la cuerva, pero más allá de eso no había tenido relación con ella, aunque debería ser suficiente para que la reconociese, sobre todo porque uno de sus rasgos bestiales solía conseguir que se le quedase mirando con visible interés.
Muy despacio, ya que los movimientos bruscos podían ser contraproducentes, la joven desplegó sus enormes alas de modo que rozasen la tierra y quedasen totalmente extendidas hacia los lados, y la visión de éstas surtió efecto en Mirane, quien empezó a aproximarse con lentitud hacia su posición.
- Eso es. - la animó, extendiendo los brazos hacia delante y comenzando a pensar en qué haría a continuación. No tenía idea de quién era la extraña que se encontraba al otro lado del claro pero mientras no diese señales de suponer un peligro todo iría bien, su preocupación más inmediata era conseguir algo de ropa para abrigar a la niña.
Sin embargo, la actitud de Mirane cambió drásticamente cuando solo quedaban unos metros entre ambas, gruñó, mostró los dientes y echó a correr en su dirección para atacarla, tal como había hecho con el desafortunado buey poco antes.
La habían acorralado, aquellas mujeres pretendían atraparla, o al menos eso era lo que su cabeza le decía, y su instinto de supervivencia, uno que se había activado tras los terribles sucesos de la Ohdà, solo le daba dos opciones, defenderse o huir, optó por la primera.
- ¡Detente Mirane! - exclamó Ava, incorporándose y plegando las alas en torno a su cuerpo justo antes de que la chica se abalanzase sobre ella, golpeando y arañando su armadura. Por suerte la diferencia de fuerza era más que considerable y a la hija de Midgar no le costó detenerla, sujetándola por las muñecas con firmeza y apartándola de sí, pero la adolescente seguía empeñada en luchar.
- ¡Para! ¡No quiero hacerte daño! - dijo, dando un leve empujón a la pelirroja, que acabó a un par de metros de ella, esforzándose por mantener el equilibrio. ¿Qué haría ahora? ¿Volvería a atacar o daría por perdida la batalla y huiría? Fuera cual fuese su decisión, la cuerva tendría que hallar un modo de llevarla hasta Lunargenta, una vez allí los médicos podrían averiguar qué le había pasado.
A aquellas alturas ya conocía la zona lo suficientemente bien como para moverse con comodidad pero algo en el ambiente la mantenía en tensión, era como si no estuviese sola, como si alguien más anduviese por las afueras y la estuviese observando desde la distancia...
- El resplandor venía de esta dirección. - susurró, siguiendo la trayectoria más rápida hacia el origen de la luz, donde los altos y frondosos árboles dieron paso a un pequeño claro.
Y allí, en mitad de la hierba, pudo divisar la desnuda silueta de una muchacha, cuya pálida piel aún seguía plagada de símbolos y dibujos hechos con sangre. La reacción inmediata de la morena fue detenerse, pero solo le llevó unos segundos reconocer a la chica que examinaba acuclillada el cadáver de un animal, recordaba aquella melena entre rojiza y castaña… no cabía duda alguna, era Mirane.
- Gracias a los espíritus. - dijo aliviada, deslizando los ambarinos orbes que tenía por ojos para buscar al resto de las desaparecidas durante la hoguera de la Ohdà, pero no estaban allí, aunque la sola presencia de la niña era un rayo de esperanza, si ella había regresado quizá las demás también lo hubiesen hecho en otros puntos cercanos a Lunargenta.
En cuanto la humana se dio cuenta de que no estaba sola se puso en pie rápidamente, permitiendo que la mujer bestia pudiese verle el rostro y que también se percatase de la presencia de alguien más en el claro, otra fémina a la cual de momento no dio mayor importancia.
Lo único que le importaba en aquel instante era llevar a Mirane de vuelta a la taberna y acabar así con el calvario de sus padres, pero viendo la forma en que se comportaba, mirando de un lado a otro con nerviosismo y encogiéndose de hombros, optó por acercarse a ella con precaución.
La pequeña llevaba desaparecida desde la noche anterior y nadie podía hacerse una idea de dónde había estado o por lo que había pasado, así que por una vez, tiraría de prudencia.
- Tranquila Mirane, todo ha acabado… - comenzó a hablar con suavidad, andando lentamente hacia ella y con las manos siempre a la vista para que a pesar de llevar el hacha a la espalda, no la tomase como una amenaza. - Ven conmigo, te llevaré a casa. - continuó, quedándose a cierta distancia y agachándose para que la diferencia de altura entre ambas no se notase tanto.
La pelirroja se quedó observándola con atención, pero no respondió ni hizo ademán de aceptar el ofrecimiento de la morena, en vez de eso se encorvó y tensó las extremidades, reaccionando como lo haría un animal herido y acorralado.
- No voy a hacerte daño. - aclaró Ava, temiéndose que los acontecimientos hubiesen hecho entrar a la muchacha en shock, aunque no era para menos. El fuego se la había tragado y ahora aparecía en mitad de la nada, probablemente hecha un lío y sin entender nada de lo ocurrido, cualquiera en su situación adoptaría una actitud defensiva.
- ¿Te acuerdas de mí? Me hospedo en el local de tus padres. - dijo, tratando de apelar a la memoria de la pequeña, que solía jugar y corretear por entre las mesas cuando no tenía nada mejor que hacer. A veces, como buena hija que era, ayudaba a su madre a servir a los clientes, y en más de una ocasión le había tocado atender a la cuerva, pero más allá de eso no había tenido relación con ella, aunque debería ser suficiente para que la reconociese, sobre todo porque uno de sus rasgos bestiales solía conseguir que se le quedase mirando con visible interés.
Muy despacio, ya que los movimientos bruscos podían ser contraproducentes, la joven desplegó sus enormes alas de modo que rozasen la tierra y quedasen totalmente extendidas hacia los lados, y la visión de éstas surtió efecto en Mirane, quien empezó a aproximarse con lentitud hacia su posición.
- Eso es. - la animó, extendiendo los brazos hacia delante y comenzando a pensar en qué haría a continuación. No tenía idea de quién era la extraña que se encontraba al otro lado del claro pero mientras no diese señales de suponer un peligro todo iría bien, su preocupación más inmediata era conseguir algo de ropa para abrigar a la niña.
Sin embargo, la actitud de Mirane cambió drásticamente cuando solo quedaban unos metros entre ambas, gruñó, mostró los dientes y echó a correr en su dirección para atacarla, tal como había hecho con el desafortunado buey poco antes.
La habían acorralado, aquellas mujeres pretendían atraparla, o al menos eso era lo que su cabeza le decía, y su instinto de supervivencia, uno que se había activado tras los terribles sucesos de la Ohdà, solo le daba dos opciones, defenderse o huir, optó por la primera.
- ¡Detente Mirane! - exclamó Ava, incorporándose y plegando las alas en torno a su cuerpo justo antes de que la chica se abalanzase sobre ella, golpeando y arañando su armadura. Por suerte la diferencia de fuerza era más que considerable y a la hija de Midgar no le costó detenerla, sujetándola por las muñecas con firmeza y apartándola de sí, pero la adolescente seguía empeñada en luchar.
- ¡Para! ¡No quiero hacerte daño! - dijo, dando un leve empujón a la pelirroja, que acabó a un par de metros de ella, esforzándose por mantener el equilibrio. ¿Qué haría ahora? ¿Volvería a atacar o daría por perdida la batalla y huiría? Fuera cual fuese su decisión, la cuerva tendría que hallar un modo de llevarla hasta Lunargenta, una vez allí los médicos podrían averiguar qué le había pasado.
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
A paso presto, me adentré en el bosque. En mi interior estaban en conflicto dos fuerzas opuestas: El instinto de acecho/supervivencia que había desarrollado con mi tiempo vagando por la intemperie, y la impaciencia de quien quiere resolver de una vez por todas el misterio que le molesta. Esto hizo que mis movimientos no fuesen tan sigilosos como sería la costumbre, y que no fuese tan precavido con mis alrededores. Sólo quería saber si aquello del destello daría respuesta a los sucesos del Ohdà.
Entonces, escuché una voz. Una mujer, seguramente la que acababa de ver entrar al bosque. Giré en esa dirección, y entre los árboles pude ver movimiento. Me acerqué poco a poco. Pude ver mejor. Como sospechaba, era aquella mujer. Estaba hablando con alguien, o algo. No podía ver con qué. ¿Un animal? Eso parecía, por la forma en que la morena se movía. Probablemente una mascota escapada, o algo similar. Me acerqué un poco más. Escuché mejor, vi mejor.
La mujer dijo algo que sacudió mi interpretación de lo que ocurría. ¿"El local de sus padres"? ¿Se trataba de una persona? Rodeé aquél claro, hasta estar unos tres metros detrás de la mujer de armadura, oculto detrás de un árbol. Asomé la cabeza. A penas pude contener el sobresalto al verlo. ¡Se trataba de una de las niñas desaparecidas! Estaba llena de sangre, lo que me alarmó, pero la vista de un animal muerto en el suelo me dio, a la vez, un tanto de calma y confusión. Pensé en intervenir, pero probablemente hubiese sido mala idea. La mujer parecía tenerlo bajo control.
Y sólo cuando extendió sus negras alas, hice acto de consciencia de que poseía tales rasgos. Eran negras y hermosas, como la noche, y me encontré embobado admirando aquella escena. ¿Qué tan estresado debía estar para no haberme percatado de ello al verla caminar? Sacudí la cabeza, intentando disipar aquél hilo de pensamientos. No era el tiempo de ello.
La niña se acercaba poco a poco, de forma tal que me recordó a varios de mis encuentros con animales salvajes. Esperé a salir cuando la niña, Mirane, se calmase. Pero ese momento no llegó. Todo lo contrario, en un instante se tornó agresiva, y se abalanzó contra la mujer alada. Salí de mi escondite, sorprendido. La morena alejó a su atacante con un empujón, y por un instante esta se quedó quieta. Dejé el bastón recostado del árbol, y me acerqué al claro.
-¡H-hey! -dije con un tono sereno, caminando a paso lento y con ambas palmas a la vista. Intenté no asustar mucho a la mujer, por lo que mantuve una distancia prudente. También evite el contacto visual directo, ambos con la alada y con la niña, que dio un par de pasos hacia atrás-. ¿Mirane, no? -Observé el cadáver del animal. ¿Lo había matado ella?
Entonces me percaté de una tercera presencia, otra mujer, de piel oscura. Le hice un análisis rápido con la mirada. No parecían venir juntas. ¿Eso había ocasionado el ataque de la niña? Al entender la situación, retrocedí hasta el borde del claro, lentamente, y ahí me arrodillé. Inhalé profundamente, y exhalé con lentitud, preparándome para un posible ataque [1]. Mis apuestas estaban en que la niña huiría, al verse superada en ambos tamaño y números, pero el simple hecho de que ella estuviese ahí, hacía impredecible lo que ocurriese. ¿Qué demonios habría pasado en esa fogata?
Con un gesto de la mano, invité a ambas mujeres a que hiciera lo mismo que yo. Si huye, podría ser rastreada. En este momento era muy difícil razonar con Mirane, si es que aún conservaba una mente humana. El simple hecho de descubrir que seguía viva era un avance colosal. El resto también debía estar por ahí, perdidas. Estas eran grandes noticias.
[1]Uso de la habilidad 'Calma'
- Lamento la demora. Se me cruzaron los cables, y simplemente no podía concebir una respuesta decente. Si hay algo con lo que no estén de acuerdo, díganmelo y edito, sin problemas.
Entonces, escuché una voz. Una mujer, seguramente la que acababa de ver entrar al bosque. Giré en esa dirección, y entre los árboles pude ver movimiento. Me acerqué poco a poco. Pude ver mejor. Como sospechaba, era aquella mujer. Estaba hablando con alguien, o algo. No podía ver con qué. ¿Un animal? Eso parecía, por la forma en que la morena se movía. Probablemente una mascota escapada, o algo similar. Me acerqué un poco más. Escuché mejor, vi mejor.
La mujer dijo algo que sacudió mi interpretación de lo que ocurría. ¿"El local de sus padres"? ¿Se trataba de una persona? Rodeé aquél claro, hasta estar unos tres metros detrás de la mujer de armadura, oculto detrás de un árbol. Asomé la cabeza. A penas pude contener el sobresalto al verlo. ¡Se trataba de una de las niñas desaparecidas! Estaba llena de sangre, lo que me alarmó, pero la vista de un animal muerto en el suelo me dio, a la vez, un tanto de calma y confusión. Pensé en intervenir, pero probablemente hubiese sido mala idea. La mujer parecía tenerlo bajo control.
Y sólo cuando extendió sus negras alas, hice acto de consciencia de que poseía tales rasgos. Eran negras y hermosas, como la noche, y me encontré embobado admirando aquella escena. ¿Qué tan estresado debía estar para no haberme percatado de ello al verla caminar? Sacudí la cabeza, intentando disipar aquél hilo de pensamientos. No era el tiempo de ello.
La niña se acercaba poco a poco, de forma tal que me recordó a varios de mis encuentros con animales salvajes. Esperé a salir cuando la niña, Mirane, se calmase. Pero ese momento no llegó. Todo lo contrario, en un instante se tornó agresiva, y se abalanzó contra la mujer alada. Salí de mi escondite, sorprendido. La morena alejó a su atacante con un empujón, y por un instante esta se quedó quieta. Dejé el bastón recostado del árbol, y me acerqué al claro.
-¡H-hey! -dije con un tono sereno, caminando a paso lento y con ambas palmas a la vista. Intenté no asustar mucho a la mujer, por lo que mantuve una distancia prudente. También evite el contacto visual directo, ambos con la alada y con la niña, que dio un par de pasos hacia atrás-. ¿Mirane, no? -Observé el cadáver del animal. ¿Lo había matado ella?
Entonces me percaté de una tercera presencia, otra mujer, de piel oscura. Le hice un análisis rápido con la mirada. No parecían venir juntas. ¿Eso había ocasionado el ataque de la niña? Al entender la situación, retrocedí hasta el borde del claro, lentamente, y ahí me arrodillé. Inhalé profundamente, y exhalé con lentitud, preparándome para un posible ataque [1]. Mis apuestas estaban en que la niña huiría, al verse superada en ambos tamaño y números, pero el simple hecho de que ella estuviese ahí, hacía impredecible lo que ocurriese. ¿Qué demonios habría pasado en esa fogata?
Con un gesto de la mano, invité a ambas mujeres a que hiciera lo mismo que yo. Si huye, podría ser rastreada. En este momento era muy difícil razonar con Mirane, si es que aún conservaba una mente humana. El simple hecho de descubrir que seguía viva era un avance colosal. El resto también debía estar por ahí, perdidas. Estas eran grandes noticias.
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[1]Uso de la habilidad 'Calma'
- Lamento la demora. Se me cruzaron los cables, y simplemente no podía concebir una respuesta decente. Si hay algo con lo que no estén de acuerdo, díganmelo y edito, sin problemas.
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Miraba a la mujer y después a la niña, de manera intermitente, aunque intentando no hacer movimientos bruscos. Por la forma de hablar de la morena, la bruja pudo intuir que esta la conocía a la pelirroja.
Entonces la morena desplegó unas enormes alas que nacían en la parte baja de su espalda, se veía realmente hermosa. Al ver que la niña se acercaba lentamente a la morena, Nahir dejó de aguantar la respiración, dándose cuenta en aquel momento de que la había estado reteniendo. Respiró hondo, aun pudiendo escuchar el latido de su propio corazón, parecía que retumbaba contra su pecho. Relajó las manos y los brazos, aquello iba bien, incluso empezó a mover lentamente un pie hacía atrás, para alejarse y que la niña no se sintiese acorralada.
Entonces la niña, como si se tratase de un animal salvaje, se lanzó sobre la mujer de las alas de cuervo. Está se liberó de la niña propinándole un empujón, que la dejó descolocada por unos instantes.
En aquel momento una nueva voz sonó por detrás de la mujer de la armadura, Nahir ni siquiera había reparado en la presencia de aquel hombre, y por su expresión corporal, parecían no conocerse. Sus ojos se centraban ahora en él, que retrocedía muy lentamente para después arrodillarse en el suelo. Y con las manos, invitó a ambas mujeres a que lo imitasen. Sin dudarlo, Nahir hizo lo propio, dio un par de pasos hacia atrás y se arrodillo con cuidado. La morena colocó sus manos en la falda para colocársela bien cuando topó con uno de los bolsos, entonces recordó que había metido una galleta en uno de ellos. Lentamente la sacó del bolso y se la puso en la palma de la mano, era una galleta en forma de estrella. La niña los miraba, estaba alerta, estudiando sus posibilidades de un nuevo ataque o una huida. Y cuando estuvo fuera de su foco de atención, Nahir hizo levitar la galleta hasta colocarla prácticamente al lado de la joven, con suerte la vería y se la comería. Su espalda aún estaba encorvada, y sus manos parecían las garras de un animal. Dio un paso atrás, pero no parecía que quería huir, sino más bien tener una mejor vista panorámica de lo que estaba pasando. Entonces pisó la galleta y la partió en dos trozos. La notar algo en su pie desnudo y escuchar el crujido, la joven dio un salto y se abalanzó sobre la galleta, parecía un felino. Su cara quedó a escasos centímetros del dulce, lo estaba oliendo. Levantó ligeramente las cejas mientras sus fosas nasales se abrían visiblemente con unas fuertes inhalaciones. Entonces, pausadamente, Marine se llevó uno de los trozos a la boca. Al principio masticaba con lentitud, como si le extrañase la textura, pero no tardó mucho en comerse el segundo trozo.
Nahir sonrió, esperando que aquello ayudase a la morena.
Entonces la morena desplegó unas enormes alas que nacían en la parte baja de su espalda, se veía realmente hermosa. Al ver que la niña se acercaba lentamente a la morena, Nahir dejó de aguantar la respiración, dándose cuenta en aquel momento de que la había estado reteniendo. Respiró hondo, aun pudiendo escuchar el latido de su propio corazón, parecía que retumbaba contra su pecho. Relajó las manos y los brazos, aquello iba bien, incluso empezó a mover lentamente un pie hacía atrás, para alejarse y que la niña no se sintiese acorralada.
Entonces la niña, como si se tratase de un animal salvaje, se lanzó sobre la mujer de las alas de cuervo. Está se liberó de la niña propinándole un empujón, que la dejó descolocada por unos instantes.
En aquel momento una nueva voz sonó por detrás de la mujer de la armadura, Nahir ni siquiera había reparado en la presencia de aquel hombre, y por su expresión corporal, parecían no conocerse. Sus ojos se centraban ahora en él, que retrocedía muy lentamente para después arrodillarse en el suelo. Y con las manos, invitó a ambas mujeres a que lo imitasen. Sin dudarlo, Nahir hizo lo propio, dio un par de pasos hacia atrás y se arrodillo con cuidado. La morena colocó sus manos en la falda para colocársela bien cuando topó con uno de los bolsos, entonces recordó que había metido una galleta en uno de ellos. Lentamente la sacó del bolso y se la puso en la palma de la mano, era una galleta en forma de estrella. La niña los miraba, estaba alerta, estudiando sus posibilidades de un nuevo ataque o una huida. Y cuando estuvo fuera de su foco de atención, Nahir hizo levitar la galleta hasta colocarla prácticamente al lado de la joven, con suerte la vería y se la comería. Su espalda aún estaba encorvada, y sus manos parecían las garras de un animal. Dio un paso atrás, pero no parecía que quería huir, sino más bien tener una mejor vista panorámica de lo que estaba pasando. Entonces pisó la galleta y la partió en dos trozos. La notar algo en su pie desnudo y escuchar el crujido, la joven dio un salto y se abalanzó sobre la galleta, parecía un felino. Su cara quedó a escasos centímetros del dulce, lo estaba oliendo. Levantó ligeramente las cejas mientras sus fosas nasales se abrían visiblemente con unas fuertes inhalaciones. Entonces, pausadamente, Marine se llevó uno de los trozos a la boca. Al principio masticaba con lentitud, como si le extrañase la textura, pero no tardó mucho en comerse el segundo trozo.
Nahir sonrió, esperando que aquello ayudase a la morena.
- galleta:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Al masticarlo, recordarás los días del yule. El tiempo que dure el efecto, te sentirás alegre y lleno de vitalidad. Los efectos de hipnosis, tormento y miedo que sufra tu personaje se verán reducidos a la mitad.
Duración: 2 turnos. Usos: 0/1
Recompensa del Mercado de navidad, Yule
OBJETO MASTER
uso de telequinesis
Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Antes de que Mirane decidiese su siguiente movimiento, una voz sorprendió a la cuerva por la espalda, sobresaltándola un poco y provocando que se girase para ver a quién pertenecía. Una cuarta persona había llegado al claro, un hombre, ¿cómo no había percibido su presencia antes?
Se suponía que tenía unos sentidos envidiables pero al centrar toda su atención en la pequeña había ignorado el resto de cosas que la rodeaban, incluidos los sonidos que habrían delatado al recién llegado mucho antes de que se le acercase.
- Al menos no parece una amenaza. - pensó Ava, observando al extraño mientras retrocedía y se arrodillaba para que la nerviosa muchacha no lo tomase como a un enemigo ni se sintiese acorralada. El problema era que estaba casi rodeada y ante esa visión podía salir huyendo para ponerse a salvo, cosa que de ocurrir, obligaría a la morena a perseguirla a través del bosque.
Con un gesto de la mano, el desconocido instó a ambas mujeres a hacer lo mismo que él, seguramente para relajar el ambiente y que Mirane se mostrase menos agresiva con ellos. Después de pensárselo durante unos instantes, ya que su posición era la más expuesta si llegaba a producirse un nuevo ataque, la joven dio unos pasos hacia un lado e imitó al hombre, sentándose sobre sus rodillas y plegando las alas contra el cuerpo.
Todavía recordaba la afligida expresión de la tabernera, sus ojos enrojecidos y su débil voz, no podía marcharse de allí sin la niña, hallaría el modo de llevarla consigo.
Pero ¿qué debía hacer? Ya había tratado de hablar con ella y el resultado no había sido el esperado, tampoco parecía que la reconociese, ni siquiera con sus llamativos rasgos bestiales, entonces, ¿cómo debía proceder?
Mientras sopesaba las diferentes posibilidades, la dama de piel oscura que se encontraba al otro lado del claro pasó a la acción, sacando algo de su bolso y haciéndolo levitar hasta la pelirroja. - Es una bruja, quizá ella pueda dar explicación a lo que sucedió con la hoguera. - susurró, convencida de que la magia estaba detrás de la misteriosa desaparición de las chicas.
Al tratar de retroceder, la pequeña tropezó con lo que la hechicera le había enviado, partiendo en dos lo que parecía ser una galleta en forma de estrella, muy semejante a la que la cuerva había recibido tras su paseo por los comercios durante el Yule.
Desconfiada, Mirane olisqueó el dulce hasta convencerse de que era comida, instante en que se llevó uno de los trozos a la boca y empezó a masticarlo. Algo no debió hacerle mucha gracia, al menos al principio, pero tras unos segundos se lanzó a por la otra mitad, y en cuanto terminó, una avalancha de recuerdos inundó su mente.
Hacía frío, pero nada pudo evitar que la muchacha estuviese en pie a primera hora para despertar a su madre con la excusa de visitar el mercado navideño. La plaza estaba ricamente decorada con motivo de las fiestas, y desde bien temprano los ciudadanos se habían echado a la calle para ir a los puestos y talleres improvisados que se habían montado.
Juntas habían comprado un montón de cosas ese día, no solo para ellas o para la casa sino también para Fergus, a quien pretendían sorprender con un par de regalos. Toda la familia trabajaba duramente para sacar adelante su negocio, por una vez podían permitirse algún que otro capricho a modo de recompensa por el esfuerzo que hacían diariamente.
Lo siguiente que recordó fue la cena que su madre había preparado con tanto esmero y cariño para la ocasión, y como entre risas los tres habían disfrutado de una agradable velada antes de irse a dormir. A diferencia de la Ohdà, que la había traumatizado hasta el punto de dejarla en aquel estado, el Yule le había dado muchos buenos momentos que conservar en su memoria.
- ¿Mirane? - escuchó decir a una voz cercana, que la trajo de vuelta al presente. Estaba en un claro en mitad del bosque, ¿cómo había llegado hasta allí? No lo sabía. Asustada observó cuanto la rodeaba, tres pares de ojos la miraban, pero al menos uno de ellos pertenecía a alguien que conocía.
La fresca brisa hizo que encogiese el cuerpo, fue entonces cuando se dio cuenta de que seguía desnuda y marcada con la sangre de animal, y de que había uno muerto a su lado, prácticamente destrozado. Ella lo había matado, podía recordarlo aunque no quería hacerlo, el miedo la había convertido en una bestia y ahora estaba horrorizada con el resultado.
Abrazándose el torso, en parte por el frío y también para cubrirse un poco, la pelirroja se apartó de su víctima y se dejó caer de rodillas sobre la hierba, sus ojos pronto quedaron anegados y las lágrimas no tardaron en recorrerle las mejillas.
Ava no esperó más, se puso en pie y corrió a su lado en cuanto empezó a sollozar, sentándose junto a ella y extendiendo una de las alas para protegerla y que su desnudez no estuviese tan expuesta. Por desgracia no tenía ropa que pudiese dejarle pero buscaría la aldea más cercana para conseguir algo con que tapar a la pequeña.
- Tranquila Mirane, te llevaré a casa. - dijo para animarla, pero la muchacha no podía dejar de llorar.
Se suponía que tenía unos sentidos envidiables pero al centrar toda su atención en la pequeña había ignorado el resto de cosas que la rodeaban, incluidos los sonidos que habrían delatado al recién llegado mucho antes de que se le acercase.
- Al menos no parece una amenaza. - pensó Ava, observando al extraño mientras retrocedía y se arrodillaba para que la nerviosa muchacha no lo tomase como a un enemigo ni se sintiese acorralada. El problema era que estaba casi rodeada y ante esa visión podía salir huyendo para ponerse a salvo, cosa que de ocurrir, obligaría a la morena a perseguirla a través del bosque.
Con un gesto de la mano, el desconocido instó a ambas mujeres a hacer lo mismo que él, seguramente para relajar el ambiente y que Mirane se mostrase menos agresiva con ellos. Después de pensárselo durante unos instantes, ya que su posición era la más expuesta si llegaba a producirse un nuevo ataque, la joven dio unos pasos hacia un lado e imitó al hombre, sentándose sobre sus rodillas y plegando las alas contra el cuerpo.
Todavía recordaba la afligida expresión de la tabernera, sus ojos enrojecidos y su débil voz, no podía marcharse de allí sin la niña, hallaría el modo de llevarla consigo.
Pero ¿qué debía hacer? Ya había tratado de hablar con ella y el resultado no había sido el esperado, tampoco parecía que la reconociese, ni siquiera con sus llamativos rasgos bestiales, entonces, ¿cómo debía proceder?
Mientras sopesaba las diferentes posibilidades, la dama de piel oscura que se encontraba al otro lado del claro pasó a la acción, sacando algo de su bolso y haciéndolo levitar hasta la pelirroja. - Es una bruja, quizá ella pueda dar explicación a lo que sucedió con la hoguera. - susurró, convencida de que la magia estaba detrás de la misteriosa desaparición de las chicas.
Al tratar de retroceder, la pequeña tropezó con lo que la hechicera le había enviado, partiendo en dos lo que parecía ser una galleta en forma de estrella, muy semejante a la que la cuerva había recibido tras su paseo por los comercios durante el Yule.
Desconfiada, Mirane olisqueó el dulce hasta convencerse de que era comida, instante en que se llevó uno de los trozos a la boca y empezó a masticarlo. Algo no debió hacerle mucha gracia, al menos al principio, pero tras unos segundos se lanzó a por la otra mitad, y en cuanto terminó, una avalancha de recuerdos inundó su mente.
Hacía frío, pero nada pudo evitar que la muchacha estuviese en pie a primera hora para despertar a su madre con la excusa de visitar el mercado navideño. La plaza estaba ricamente decorada con motivo de las fiestas, y desde bien temprano los ciudadanos se habían echado a la calle para ir a los puestos y talleres improvisados que se habían montado.
Juntas habían comprado un montón de cosas ese día, no solo para ellas o para la casa sino también para Fergus, a quien pretendían sorprender con un par de regalos. Toda la familia trabajaba duramente para sacar adelante su negocio, por una vez podían permitirse algún que otro capricho a modo de recompensa por el esfuerzo que hacían diariamente.
Lo siguiente que recordó fue la cena que su madre había preparado con tanto esmero y cariño para la ocasión, y como entre risas los tres habían disfrutado de una agradable velada antes de irse a dormir. A diferencia de la Ohdà, que la había traumatizado hasta el punto de dejarla en aquel estado, el Yule le había dado muchos buenos momentos que conservar en su memoria.
- ¿Mirane? - escuchó decir a una voz cercana, que la trajo de vuelta al presente. Estaba en un claro en mitad del bosque, ¿cómo había llegado hasta allí? No lo sabía. Asustada observó cuanto la rodeaba, tres pares de ojos la miraban, pero al menos uno de ellos pertenecía a alguien que conocía.
La fresca brisa hizo que encogiese el cuerpo, fue entonces cuando se dio cuenta de que seguía desnuda y marcada con la sangre de animal, y de que había uno muerto a su lado, prácticamente destrozado. Ella lo había matado, podía recordarlo aunque no quería hacerlo, el miedo la había convertido en una bestia y ahora estaba horrorizada con el resultado.
Abrazándose el torso, en parte por el frío y también para cubrirse un poco, la pelirroja se apartó de su víctima y se dejó caer de rodillas sobre la hierba, sus ojos pronto quedaron anegados y las lágrimas no tardaron en recorrerle las mejillas.
Ava no esperó más, se puso en pie y corrió a su lado en cuanto empezó a sollozar, sentándose junto a ella y extendiendo una de las alas para protegerla y que su desnudez no estuviese tan expuesta. Por desgracia no tenía ropa que pudiese dejarle pero buscaría la aldea más cercana para conseguir algo con que tapar a la pequeña.
- Tranquila Mirane, te llevaré a casa. - dijo para animarla, pero la muchacha no podía dejar de llorar.
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
De todos los posibles resultados, ocurrió el más favorable. Ambas me hicieron caso, cedieron terreno y se arrodillaron. Bien. Mirane aún dudaba, aún no mostraba intenciones claras de retirarse. Tampoco de atacar. ¡Bien!
La galleta voladora fue lo que me sorprendió un poco. La mujer de piel oscura sacó aquello del bolso y se lo colocó en la mano, y el dulce simplemente se movió por el aire, hacia la niña. No sabía muy bien qué haría aquello, ni cómo reaccionaría Mirane. Finalmente se dio cuenta, y tras una secuencia algo cómica, se la comió.
Abrí bien los ojos. Mirane se quedó quieta, viendo a la nada. Observé a la bruja.
¿Acaso era veneno? ¿Algún efecto mágico?
Volví la mirada a Mirane. Respiraba uniformemente, sus ojos no mostraban nada extraño.
¿...O simplemente estaba tan rica?
No supe muy bien qué hacer, así que agradecí que la mujer alada tomara el siguiente paso. Llamó a Mirane, y la niña despertó de aquél trance. Analizó sus alrededores con la mirada. Parecía confundida. Confundida como una niña perdida, no como un animal herido. Suspiré. Bien.
Poco a poco se dio cuenta de su situación. Se encogió, se lanzó al suelo y empezó a llorar. Miré de reojo a la bruja, y le mostré un pulgar arriba. No sé qué diablos hizo, pero funcionó. La de la armadura se acercó inmediatamente a la niña, cubriéndola con una de sus grandiosas alas. Tardé un momento en entender sus intenciones: Había olvidado que la niña no tenía ropa. Me quité la capa de los hombros, mientras sacudía la cabeza en desaprobación a mí mismo.
-Toma -Se la ofrecí a la mujer. Me acerqué intentando no asustar más a la niña-. Ya todo está bien. ¡Somos amigos! -dije con una sonrisa al agacharme a una distancia prudente, más cerca de la alada que de Mirane-. Yo soy Mefisto -incliné la cabeza-, ¿tú eres Mirane, no?
Di un vistazo a la alada, como invitándola a seguir hablando. Había que distraer a la muchacha, hacer que moviera la mente para que se calmara.
...Bueno, dependía de por qué había pasado. Si sólo está confundida, era la ruta a tomar. Si lo que pasó fue más impactante, hablarle mucho tendría un efecto negativo. Alejé mis ojos de los suyos, me puse de pie y retrocedí, algo abrumado. Esos ojos dorados me tomaron por sorpresa.
Otra vez sacudí la cabeza, cortando aquél hilo de pensamiento. Lo más importante era calmar a la niña, averiguar qué ocurrió el día anterior, y qué había sido el destello.
La galleta voladora fue lo que me sorprendió un poco. La mujer de piel oscura sacó aquello del bolso y se lo colocó en la mano, y el dulce simplemente se movió por el aire, hacia la niña. No sabía muy bien qué haría aquello, ni cómo reaccionaría Mirane. Finalmente se dio cuenta, y tras una secuencia algo cómica, se la comió.
Abrí bien los ojos. Mirane se quedó quieta, viendo a la nada. Observé a la bruja.
¿Acaso era veneno? ¿Algún efecto mágico?
Volví la mirada a Mirane. Respiraba uniformemente, sus ojos no mostraban nada extraño.
¿...O simplemente estaba tan rica?
No supe muy bien qué hacer, así que agradecí que la mujer alada tomara el siguiente paso. Llamó a Mirane, y la niña despertó de aquél trance. Analizó sus alrededores con la mirada. Parecía confundida. Confundida como una niña perdida, no como un animal herido. Suspiré. Bien.
Poco a poco se dio cuenta de su situación. Se encogió, se lanzó al suelo y empezó a llorar. Miré de reojo a la bruja, y le mostré un pulgar arriba. No sé qué diablos hizo, pero funcionó. La de la armadura se acercó inmediatamente a la niña, cubriéndola con una de sus grandiosas alas. Tardé un momento en entender sus intenciones: Había olvidado que la niña no tenía ropa. Me quité la capa de los hombros, mientras sacudía la cabeza en desaprobación a mí mismo.
-Toma -Se la ofrecí a la mujer. Me acerqué intentando no asustar más a la niña-. Ya todo está bien. ¡Somos amigos! -dije con una sonrisa al agacharme a una distancia prudente, más cerca de la alada que de Mirane-. Yo soy Mefisto -incliné la cabeza-, ¿tú eres Mirane, no?
Di un vistazo a la alada, como invitándola a seguir hablando. Había que distraer a la muchacha, hacer que moviera la mente para que se calmara.
...Bueno, dependía de por qué había pasado. Si sólo está confundida, era la ruta a tomar. Si lo que pasó fue más impactante, hablarle mucho tendría un efecto negativo. Alejé mis ojos de los suyos, me puse de pie y retrocedí, algo abrumado. Esos ojos dorados me tomaron por sorpresa.
Otra vez sacudí la cabeza, cortando aquél hilo de pensamiento. Lo más importante era calmar a la niña, averiguar qué ocurrió el día anterior, y qué había sido el destello.
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Nahir miraba a la niña con atención, cada movimiento y expresión. Esperaba que aquello surgiese efecto. La voz de la mujer de alas de cuervo le hizo desviar a mirada por un instante, para volver a mirar a Mirane en busca de una respuesta favorable. La joven se puso a llorar al volver en sí, y la morena, más rápida que el mismo viento, se plantó frente a ella.
La bruja continuaba sin moverse, aun se encontraba de rodillas en el suelo, con las manos apoyadas en las piernas, aunque ahora estaba más relajada. Suspiró aliviada. Se disponía a levantarse, no sabía muy bien lo que debía hacer o decir, así que le ofrecería su ayuda a la morena, pero el hombre movió ficha antes. Se acercó para darle la capa, y después de hablar, volvió a dar unos pasos hacia atrás. Aunque la joven hubiese recobrado el sentido, aquello no quería decir que no estuviese asustada y n entendiese muy aquella situación, así que la bruja optó por acercarse al hombre en vez de a las dos mujeres, intentando así incomodarlas lo menos posible.
-Mefisto…nunca había escuchado ese nombre. –dijo esbozando una leve sonrisa, sin apartar la mirada de las mujeres por si sus movimientos alteraban a la niña –Yo soy Nahir.
Giró lentamente la cabeza a cada lado, asegurándose de que no hubiese nadie más. Aquello había sido muy extraño. Si tan solo la niña se hubiese perdido, encontrarla ahí en las cercanías de la cuidad y aterrada era lo normal. Pero… ¿Qué había sido aquel fogonazo de luz que la había traído hasta ahí? Para asegurarse de no haber alucinado, o estar loca, la bruja continuó.
- ¿Tú también has visto ese…- estaba buscando las palabras adecuadas para describir lo sucedido-…destello de luz?
Ahora si miraba al hombre a los ojos. Ellos dos habías aparecido desde el otro extremo del claro, pero no parecían haber sido los causantes de aquella luz. Su ceño se frunció al recordar el accidente con el fuego en Ohdà. Este destello había sido más intenso, o eso recordaba la bruja, y con el desaparecieron las niñas. ¿Porque no habías aparecido todas las niñas entonces?
Iba a continuar su ronda de preguntas, ya que su cabeza no dejaba de dar vueltas y no paraban de surgirle, pero no era el momento ni el lugar, ahora debían llevarse a la niña a un lugar seguro.
- ¿Crees que deberíamos llevarla a la cuidad?- ahora sus palabras se dirigían a la morena –Seguro que sus padres estarán como locos buscándola
La bruja continuaba sin moverse, aun se encontraba de rodillas en el suelo, con las manos apoyadas en las piernas, aunque ahora estaba más relajada. Suspiró aliviada. Se disponía a levantarse, no sabía muy bien lo que debía hacer o decir, así que le ofrecería su ayuda a la morena, pero el hombre movió ficha antes. Se acercó para darle la capa, y después de hablar, volvió a dar unos pasos hacia atrás. Aunque la joven hubiese recobrado el sentido, aquello no quería decir que no estuviese asustada y n entendiese muy aquella situación, así que la bruja optó por acercarse al hombre en vez de a las dos mujeres, intentando así incomodarlas lo menos posible.
-Mefisto…nunca había escuchado ese nombre. –dijo esbozando una leve sonrisa, sin apartar la mirada de las mujeres por si sus movimientos alteraban a la niña –Yo soy Nahir.
Giró lentamente la cabeza a cada lado, asegurándose de que no hubiese nadie más. Aquello había sido muy extraño. Si tan solo la niña se hubiese perdido, encontrarla ahí en las cercanías de la cuidad y aterrada era lo normal. Pero… ¿Qué había sido aquel fogonazo de luz que la había traído hasta ahí? Para asegurarse de no haber alucinado, o estar loca, la bruja continuó.
- ¿Tú también has visto ese…- estaba buscando las palabras adecuadas para describir lo sucedido-…destello de luz?
Ahora si miraba al hombre a los ojos. Ellos dos habías aparecido desde el otro extremo del claro, pero no parecían haber sido los causantes de aquella luz. Su ceño se frunció al recordar el accidente con el fuego en Ohdà. Este destello había sido más intenso, o eso recordaba la bruja, y con el desaparecieron las niñas. ¿Porque no habías aparecido todas las niñas entonces?
Iba a continuar su ronda de preguntas, ya que su cabeza no dejaba de dar vueltas y no paraban de surgirle, pero no era el momento ni el lugar, ahora debían llevarse a la niña a un lugar seguro.
- ¿Crees que deberíamos llevarla a la cuidad?- ahora sus palabras se dirigían a la morena –Seguro que sus padres estarán como locos buscándola
Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
- Ya pasó, ya pasó. - susurraba una y otra vez la morena, obligándose a ignorar la incomodidad que sentía para apartar los pelirrojos mechones de cabello que cubrían el rostro de la chica. Mirane había pasado de un extremo al otro, de la violencia al llanto desconsolado, y eso ponía a la mujer bestia ante una situación que no estaba segura de cómo manejar.
- ¿Qué debo hacer? - se preguntó mentalmente, dudando entre tratar de calmar a la niña o dejar que se desahogase.
No tenía ni la más remota idea de dónde habría estado tras ser engullida por las llamas, pero un simple vistazo bastaba para saber que aquel hecho había sido de lo más traumático para la humana, debía proceder con cuidado, aunque por suerte no estaba sola.
El sonido de unas rápidas pisadas acercándose a ellas hizo que la cuerva alzase la cabeza para ver si se trataba del hombre o de la hechicera, y nada más comprobar que era el varón quien se aproximaba su cuerpo reaccionó por instinto.
Una molesta tensión se apoderó de sus hombros, dejándola inmóvil y con la mirada fijamente clavada en el sujeto. - Actúa con normalidad Ava, solo quiere ayudar. - pensó, volviendo a reprenderse interiormente por su incapacidad para tratar con el sexo opuesto de forma natural.
- Gra…gracias. - titubeó, mientras hacía un gran esfuerzo para estirar uno de los brazos y tomar la prenda que le ofrecía. Ya con la capa en su poder, estiró la tela y la dejó caer sobre los hombros de Mirane, cuyos sollozos se detuvieron durante unos segundos, en los que la pequeña se aferró al manto y se envolvió con él. Aquello era una buena señal, ya no volvería a verlos como a una amenaza así que llevarla de vuelta a la ciudad en teoría no debía darles más complicaciones.
En un intento de entablar conversación con la niña, seguramente para distraerla de lo que la atormentaba, el extraño se presentó e hizo lo posible porque la pelirroja le respondiese a una pregunta simple, pero aún no estaba preparada para ello, en realidad no sabía si podría articular palabra.
Las lágrimas todavía brotaban de sus ojos y le caían lentamente por las mejillas, no quería recordar lo ocurrido tras los festejos de la Ohdà pero por desgracia, aquella noche se había grabado a fuego en su memoria.
Con la llegada de Nahir, la mujer bestia retiró su ala y centró su atención en lo que decía acerca del destello, ¡ella también lo había visto! Con eso quedaba confirmado que no había sido solo imaginación suya.
- Yo… yo si lo vi. - dijo, sin poder evitar que la presencia del hombre afectase ligeramente a su capacidad de comunicación. - ¿Creéis que tiene relación con la hoguera? - preguntó, desviando la vista hacia Mirane para que le resultase más sencillo hablar.
Una parte de ella esperaba que la hechicera pudiese explicarle lo ocurrido, que fuese capaz de confirmarle si aquel incidente era fruto de algún hechizo o portal, ambas opciones bastante probables dado lo misterioso de la desaparición de las chicas.
Tenía que haber magia de por medio, de eso estaba casi segura, pero no le vendría mal escuchar la opinión de una bruja al respecto.
- Co…conozco a su familia, viven en el centro de Lunargenta… llevan buscándola sin descanso desde anoche. - respondió a la joven, poniéndose en pie y tomando con suma delicadeza a la pelirroja por los hombros para que también se incorporase.
Al principio la muchacha no colaboró en absoluto, pero viendo la insistencia de la cuerva terminó poniendo de su parte, al menos lo justo para no volver a caer sobre la hierba, ya era un progreso.
La duda que invadía su mente era si aparecerían las demás allí o en los alrededores, ¿debían esperar un poco o sería mejor marcharse e informar a las autoridades para que estuviesen al tanto?
- No estuve presente durante la explosión pero según lo que me contaron fue mucho mayor que ese destello, puede que lo que se las llevó, fuera lo que fuese… las esté enviando de vuelta. - dijo en voz baja, aunque solo era una suposición.
Los brillantes ojos de la cuerva recorrieron el claro como si esperase que otra desdichada víctima de la Ohdà apareciese de repente, pero al no ocurrir tal cosa, dirigió su mirada hacia Mefisto y Nahir, cayendo en la cuenta de que aún no se había presentado, ¿dónde estaban sus modales?
- Me llamo Ava. - se apresuró a añadir, sin soltar a Mirane por miedo a que las piernas le fallasen y volviese a desplomarse.
- ¿Qué debo hacer? - se preguntó mentalmente, dudando entre tratar de calmar a la niña o dejar que se desahogase.
No tenía ni la más remota idea de dónde habría estado tras ser engullida por las llamas, pero un simple vistazo bastaba para saber que aquel hecho había sido de lo más traumático para la humana, debía proceder con cuidado, aunque por suerte no estaba sola.
El sonido de unas rápidas pisadas acercándose a ellas hizo que la cuerva alzase la cabeza para ver si se trataba del hombre o de la hechicera, y nada más comprobar que era el varón quien se aproximaba su cuerpo reaccionó por instinto.
Una molesta tensión se apoderó de sus hombros, dejándola inmóvil y con la mirada fijamente clavada en el sujeto. - Actúa con normalidad Ava, solo quiere ayudar. - pensó, volviendo a reprenderse interiormente por su incapacidad para tratar con el sexo opuesto de forma natural.
- Gra…gracias. - titubeó, mientras hacía un gran esfuerzo para estirar uno de los brazos y tomar la prenda que le ofrecía. Ya con la capa en su poder, estiró la tela y la dejó caer sobre los hombros de Mirane, cuyos sollozos se detuvieron durante unos segundos, en los que la pequeña se aferró al manto y se envolvió con él. Aquello era una buena señal, ya no volvería a verlos como a una amenaza así que llevarla de vuelta a la ciudad en teoría no debía darles más complicaciones.
En un intento de entablar conversación con la niña, seguramente para distraerla de lo que la atormentaba, el extraño se presentó e hizo lo posible porque la pelirroja le respondiese a una pregunta simple, pero aún no estaba preparada para ello, en realidad no sabía si podría articular palabra.
Las lágrimas todavía brotaban de sus ojos y le caían lentamente por las mejillas, no quería recordar lo ocurrido tras los festejos de la Ohdà pero por desgracia, aquella noche se había grabado a fuego en su memoria.
Con la llegada de Nahir, la mujer bestia retiró su ala y centró su atención en lo que decía acerca del destello, ¡ella también lo había visto! Con eso quedaba confirmado que no había sido solo imaginación suya.
- Yo… yo si lo vi. - dijo, sin poder evitar que la presencia del hombre afectase ligeramente a su capacidad de comunicación. - ¿Creéis que tiene relación con la hoguera? - preguntó, desviando la vista hacia Mirane para que le resultase más sencillo hablar.
Una parte de ella esperaba que la hechicera pudiese explicarle lo ocurrido, que fuese capaz de confirmarle si aquel incidente era fruto de algún hechizo o portal, ambas opciones bastante probables dado lo misterioso de la desaparición de las chicas.
Tenía que haber magia de por medio, de eso estaba casi segura, pero no le vendría mal escuchar la opinión de una bruja al respecto.
- Co…conozco a su familia, viven en el centro de Lunargenta… llevan buscándola sin descanso desde anoche. - respondió a la joven, poniéndose en pie y tomando con suma delicadeza a la pelirroja por los hombros para que también se incorporase.
Al principio la muchacha no colaboró en absoluto, pero viendo la insistencia de la cuerva terminó poniendo de su parte, al menos lo justo para no volver a caer sobre la hierba, ya era un progreso.
La duda que invadía su mente era si aparecerían las demás allí o en los alrededores, ¿debían esperar un poco o sería mejor marcharse e informar a las autoridades para que estuviesen al tanto?
- No estuve presente durante la explosión pero según lo que me contaron fue mucho mayor que ese destello, puede que lo que se las llevó, fuera lo que fuese… las esté enviando de vuelta. - dijo en voz baja, aunque solo era una suposición.
Los brillantes ojos de la cuerva recorrieron el claro como si esperase que otra desdichada víctima de la Ohdà apareciese de repente, pero al no ocurrir tal cosa, dirigió su mirada hacia Mefisto y Nahir, cayendo en la cuenta de que aún no se había presentado, ¿dónde estaban sus modales?
- Me llamo Ava. - se apresuró a añadir, sin soltar a Mirane por miedo a que las piernas le fallasen y volviese a desplomarse.
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
¿...Había hecho algo malo? ¿O tenía algo en la cara?
Tales pensamientos fueron los que invadieron mi mente, al notar la forma en que me veía la de ojos de ámbar, lo tensa que sonó su voz al forzar las gracias. Las posibilidades volaban como flechas.
¿Quizás había visto alguno de mis disparates en la taberna? ¿Me habrá visto llorar en la hoguera de ayer? ¿...Será un testigo de lo ocurrido en la Dama de Plata?
Mi corazón se enfrió al tocar esa última opción. Pero la hostilidad repentina se quedó en el pecho, y no subió a mi rostro. Si ese era el caso, no podía dejarle saber que me había dado cuenta. Tendría que encargarme de ello una vez terminado todo este lío de las niñas. Pero, estoy seguro de que recordaría a alguien de estas características. Es decir, ya es difícil olvidar ese rostro, o esos ojos. Ni cabe mencionar los cuernos o alas.
La bruja se acercó a mí, lo que me hizo descarrilar mis maquinaciones internas. Le respondí por mi parte con una sonrisa cálida.
-Un gusto, Nahir -incliné otra vez la cabeza-. No sabía que había una rama de la magia centrada en postres voladores. -bromeé.
Preguntó sobre el destello. Asentí: Por caprichos del destino, un elfo aburrido, una bruja pastelera y lo que parecía un ángel caído nos habíamos reunido en ese momento, al ser testigos de un brillo antinatural.
La alada también respondió afirmativamente, de una forma evidentemente incómoda. Eso no hizo sino añadir leña a mis esfuerzos internos por averiguar qué traía entre manos. Desvió la mirada hacia Mirane, y pudo entonces hablar claramente.
¿...Quizás...?
Respondí a su pregunta con un silencio pensativo. Sin duda, era demasiado en común como para ser una coincidencia. Debía estar relacionado, de alguna u otra forma.
Nahir se dirigió a la otra mujer. Esta se levantó, y ayudó a Mirane a levantarse también. En el proceso, caminé hacia el árbol donde me había ocultado, y recuperé mi bastón. Entonces me devolví al claro.
-Yo sí estuve cerca cuando ocurrió -comenté-. Quizás demasiado -añadí con una sonrisa cargada de cansancio. Las imágenes eran tan vívidas, que el que se fijara bien habría de observarlas en mis ojos. Borré aquello con un suspiro-. Esperemos que tengas razón... Eh...
Me di cuenta de que no sabía su nombre. Estaba ocupado analizando su comportamiento, atando cabos, descartando hipótesis... Al parecer me distraje más de lo que me gustaría. Mira que no darse cuenta de algo así... La mujer, como si aprovechara mi momento de vulnerabilidad mental, anunció su nombre.
-...Ava. Sí, Ava, -Lo repetí, como calzándolo en mi mente. Barrió el bosque con la mirada, como con un 'ojalá'-. Creo que deberíamos averiguar qué le ocurrió, antes de llevarla con sus padres. -comenté a ambas, la bruja y la... ¿cuerva?
Sabía que aquello sonaba insensible, pero no podíamos descartar a la propia niña como causa del destello. No lo dije en voz alta, para no alarmar a la niña, pero lancé una mirada de preocupación a las mujeres, intentando hacerles entender mis razones.
Tales pensamientos fueron los que invadieron mi mente, al notar la forma en que me veía la de ojos de ámbar, lo tensa que sonó su voz al forzar las gracias. Las posibilidades volaban como flechas.
¿Quizás había visto alguno de mis disparates en la taberna? ¿Me habrá visto llorar en la hoguera de ayer? ¿...Será un testigo de lo ocurrido en la Dama de Plata?
Mi corazón se enfrió al tocar esa última opción. Pero la hostilidad repentina se quedó en el pecho, y no subió a mi rostro. Si ese era el caso, no podía dejarle saber que me había dado cuenta. Tendría que encargarme de ello una vez terminado todo este lío de las niñas. Pero, estoy seguro de que recordaría a alguien de estas características. Es decir, ya es difícil olvidar ese rostro, o esos ojos. Ni cabe mencionar los cuernos o alas.
La bruja se acercó a mí, lo que me hizo descarrilar mis maquinaciones internas. Le respondí por mi parte con una sonrisa cálida.
-Un gusto, Nahir -incliné otra vez la cabeza-. No sabía que había una rama de la magia centrada en postres voladores. -bromeé.
Preguntó sobre el destello. Asentí: Por caprichos del destino, un elfo aburrido, una bruja pastelera y lo que parecía un ángel caído nos habíamos reunido en ese momento, al ser testigos de un brillo antinatural.
La alada también respondió afirmativamente, de una forma evidentemente incómoda. Eso no hizo sino añadir leña a mis esfuerzos internos por averiguar qué traía entre manos. Desvió la mirada hacia Mirane, y pudo entonces hablar claramente.
¿...Quizás...?
Respondí a su pregunta con un silencio pensativo. Sin duda, era demasiado en común como para ser una coincidencia. Debía estar relacionado, de alguna u otra forma.
Nahir se dirigió a la otra mujer. Esta se levantó, y ayudó a Mirane a levantarse también. En el proceso, caminé hacia el árbol donde me había ocultado, y recuperé mi bastón. Entonces me devolví al claro.
-Yo sí estuve cerca cuando ocurrió -comenté-. Quizás demasiado -añadí con una sonrisa cargada de cansancio. Las imágenes eran tan vívidas, que el que se fijara bien habría de observarlas en mis ojos. Borré aquello con un suspiro-. Esperemos que tengas razón... Eh...
Me di cuenta de que no sabía su nombre. Estaba ocupado analizando su comportamiento, atando cabos, descartando hipótesis... Al parecer me distraje más de lo que me gustaría. Mira que no darse cuenta de algo así... La mujer, como si aprovechara mi momento de vulnerabilidad mental, anunció su nombre.
-...Ava. Sí, Ava, -Lo repetí, como calzándolo en mi mente. Barrió el bosque con la mirada, como con un 'ojalá'-. Creo que deberíamos averiguar qué le ocurrió, antes de llevarla con sus padres. -comenté a ambas, la bruja y la... ¿cuerva?
Sabía que aquello sonaba insensible, pero no podíamos descartar a la propia niña como causa del destello. No lo dije en voz alta, para no alarmar a la niña, pero lancé una mirada de preocupación a las mujeres, intentando hacerles entender mis razones.
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
La broma del hombre hizo que la bruja sonriese por un instante. Por lo visto, no había sido la única en ver la luz, y mucho menos en relacionarla con lo ocurrido aquella noche en la plaza junto a las estatuas de los dioses. El ceño de la bruja se frunció mientras sus ojos se movían de manera rápida sin mirar nada en concreto, solo pensando. ¿Qué relación tenía todo aquello?
Cuando la morena se levantó, la bruja volvió en sí. Ya habría tiempo de pensar de aquello.
Nahir también había estado presente cuando todo ocurrió, y si bien no se trató exactamente de lo mismo, los dos actos tenían los dos puntos de unión, la luz y las niñas. Si todas desaparecieron a la vez, lo más coherente sería pensar que también hubiesen aparecido al mismo tiempo. Pero ahí no había nadie más, y desde que habían llegado no habían presenciado más destellos.
-Sí, si Mirane ha aparecido, deberíamos pensar que las demás niñas también lo van a hacer…- suspiró, esperando que aquello fuese así.
Por un momento, la bruja pensó que sería de gran ayuda que, pasado un margen de tiempo, Mirane o alguna otra niña, si es que aparecían, pudiesen hablar de lo que los sucedió. Nahir no se explicaba que finalidad podía tener llevarse a unas niñas en mitad de un festejo, delante de todo el mundo, para devolverlas horas después. No pudo evitar sentir tristeza, ya que igual que ella, muchos llegarían a aquella conclusión, seguramente a las pobres niñas les esperaban días de interrogatorios, y después de todo aquello Nahir solo querría llegar a su casa y tumbarse en la cama, sola, sin nadie que la molestase.
La bruja miró a la niña, esta aun parecía conmocionada por todo lo ocurrido. Nahir no creía que fuese a contarles todo tan pronto, aunque tampoco perdían nada por intentarlo. Dentro de la bruja peleaban dos partes: la que quería averiguar todo aquello, preguntarle a la niña e indagar sobre el tema y la que entendía que aquella niña solo sentía miedo y debían protegerla. Se tomó unos instantes para decidir cuál de las dos quería ser, hasta que se dio cuenta de que aquello no era decisión suya.
- ¿Tu qué crees, Ava?- de los tres, la morena era la única que conocía a la niña, y por su forma de actuar con ella incluso se podría decir que había una relación más allá de haberla visto una sola vez de pasada, así que lo más acertado era que ella decidiese que era lo mejor para la niña.
–Quizás si la llevamos a su casa y se tranquiliza después esté más dispuesta a contarnos algo, aunque también tenemos que tener en cuenta que no seremos los únicos interesados. Por otra parte…- miró a la niña, ella no pensaba que representase ningún peligro, ya no. Se suponía que ellas eran las víctimas, ¿no?
Empezaba a no saber ni que pensar. Lo que tenía claro es que decidiese una opción o la otra, Nahir apoyaría a la morena.
Cuando la morena se levantó, la bruja volvió en sí. Ya habría tiempo de pensar de aquello.
Nahir también había estado presente cuando todo ocurrió, y si bien no se trató exactamente de lo mismo, los dos actos tenían los dos puntos de unión, la luz y las niñas. Si todas desaparecieron a la vez, lo más coherente sería pensar que también hubiesen aparecido al mismo tiempo. Pero ahí no había nadie más, y desde que habían llegado no habían presenciado más destellos.
-Sí, si Mirane ha aparecido, deberíamos pensar que las demás niñas también lo van a hacer…- suspiró, esperando que aquello fuese así.
Por un momento, la bruja pensó que sería de gran ayuda que, pasado un margen de tiempo, Mirane o alguna otra niña, si es que aparecían, pudiesen hablar de lo que los sucedió. Nahir no se explicaba que finalidad podía tener llevarse a unas niñas en mitad de un festejo, delante de todo el mundo, para devolverlas horas después. No pudo evitar sentir tristeza, ya que igual que ella, muchos llegarían a aquella conclusión, seguramente a las pobres niñas les esperaban días de interrogatorios, y después de todo aquello Nahir solo querría llegar a su casa y tumbarse en la cama, sola, sin nadie que la molestase.
La bruja miró a la niña, esta aun parecía conmocionada por todo lo ocurrido. Nahir no creía que fuese a contarles todo tan pronto, aunque tampoco perdían nada por intentarlo. Dentro de la bruja peleaban dos partes: la que quería averiguar todo aquello, preguntarle a la niña e indagar sobre el tema y la que entendía que aquella niña solo sentía miedo y debían protegerla. Se tomó unos instantes para decidir cuál de las dos quería ser, hasta que se dio cuenta de que aquello no era decisión suya.
- ¿Tu qué crees, Ava?- de los tres, la morena era la única que conocía a la niña, y por su forma de actuar con ella incluso se podría decir que había una relación más allá de haberla visto una sola vez de pasada, así que lo más acertado era que ella decidiese que era lo mejor para la niña.
–Quizás si la llevamos a su casa y se tranquiliza después esté más dispuesta a contarnos algo, aunque también tenemos que tener en cuenta que no seremos los únicos interesados. Por otra parte…- miró a la niña, ella no pensaba que representase ningún peligro, ya no. Se suponía que ellas eran las víctimas, ¿no?
Empezaba a no saber ni que pensar. Lo que tenía claro es que decidiese una opción o la otra, Nahir apoyaría a la morena.
Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Ante la sugerencia de Mefisto de interrogar a la pequeña, Ava no supo qué decir, por un lado quería saber qué les había ocurrido pero por otra parte no creía que Mirane estuviese en condiciones de contarles nada, al menos no de momento.
La pelirroja temblaba ligeramente y en su rostro se podía ver lo inquieta que estaba, no se sentía segura, ¿temía que la luz volviese a por ella? - ¿Qué debería hacer? - se preguntó la cuerva, dejando caer las alas con cierto abatimiento. La respuesta era clara, pero tardó unos segundos en volver a centrarse en la conversación, justo cuando Nahir intervino para dar su opinión.
- No… no tenemos idea de por lo que ha pasado. - respondió, mirándolos a los dos y tratando de mantener sus nervios y manías a raya, tarea que resultaba bastante complicada. De no haber estado sujetando a la muchacha ya habría empezado a juguetear con algún mechón de su cabello, gesto que en ocasiones la hacía parecer una cría pero que no podía evitar.
- Si… si yo estuviese en su lugar… me gustaría que me llevasen a casa. - continuó hablando, aunque no con la fluidez que le hubiese gustado. - No debemos alargar el calvario de sus padres. - susurró, bajando la vista hacia la chica. - Además… un ambiente que le resulte familiar podría ayudarla a pasar el trance… puede que necesite sentirse a salvo antes de poder contarnos lo que le ocurrió. - terminó de decir, dirigiendo sus brillantes ojos hacia ambos en busca de apoyo.
La situación era complicada, pero no creía que fuesen a sacar nada en claro de la pequeña en aquel momento, primero debían devolverla a su hogar y quizá, dejar que un médico la revisase para asegurarse de que estuviese bien.
Con toda aquella sangre cubriendo su cuerpo era difícil saber si había sufrido daños físicos durante su desaparición, aunque probablemente lo más preocupante fuesen las secuelas mentales que aquel traumático hecho pudiese dejarle.
- ¿Qué…qué decís? ¿nos… nos acompañaríais a la ciudad? - titubeó, temiendo que el rubor se apoderase de sus mejillas, otra de las incómodas cosas que no estaban bajo su control. - Mirane está asustada… aún podría intentar escaparse. - añadió en voz baja, desviando la vista hacia el suelo.
No es que no fuese capaz de manejar a la muchacha pero su estado era cuanto menos, inestable, del mismo modo que había pasado de la agresividad al llanto podía volver a mostrarse agresiva, y contar con dos personas más podía marcar la diferencia entre un traslado rápido o uno que tomase toda la mañana.
Aparte de eso, la presencia de la hechicera le brindaba una oportunidad perfecta para averiguar más acerca de los acontecimientos de la Ohdà, o más bien para saber qué tipo de magia se había apoderado de la hoguera, porque de ningún modo iba a creer que los dioses de los humanos habían hecho aquello.
Sin importar la respuesta que obtuviese de ellos Ava daría por finalizada su jornada de caza, que había terminado antes incluso de empezar, para llevar a la niña de regreso a la taberna y de paso preguntar por las otras, con la esperanza de que también hubiesen aparecido en los alrededores de Lunargenta.
La pelirroja temblaba ligeramente y en su rostro se podía ver lo inquieta que estaba, no se sentía segura, ¿temía que la luz volviese a por ella? - ¿Qué debería hacer? - se preguntó la cuerva, dejando caer las alas con cierto abatimiento. La respuesta era clara, pero tardó unos segundos en volver a centrarse en la conversación, justo cuando Nahir intervino para dar su opinión.
- No… no tenemos idea de por lo que ha pasado. - respondió, mirándolos a los dos y tratando de mantener sus nervios y manías a raya, tarea que resultaba bastante complicada. De no haber estado sujetando a la muchacha ya habría empezado a juguetear con algún mechón de su cabello, gesto que en ocasiones la hacía parecer una cría pero que no podía evitar.
- Si… si yo estuviese en su lugar… me gustaría que me llevasen a casa. - continuó hablando, aunque no con la fluidez que le hubiese gustado. - No debemos alargar el calvario de sus padres. - susurró, bajando la vista hacia la chica. - Además… un ambiente que le resulte familiar podría ayudarla a pasar el trance… puede que necesite sentirse a salvo antes de poder contarnos lo que le ocurrió. - terminó de decir, dirigiendo sus brillantes ojos hacia ambos en busca de apoyo.
La situación era complicada, pero no creía que fuesen a sacar nada en claro de la pequeña en aquel momento, primero debían devolverla a su hogar y quizá, dejar que un médico la revisase para asegurarse de que estuviese bien.
Con toda aquella sangre cubriendo su cuerpo era difícil saber si había sufrido daños físicos durante su desaparición, aunque probablemente lo más preocupante fuesen las secuelas mentales que aquel traumático hecho pudiese dejarle.
- ¿Qué…qué decís? ¿nos… nos acompañaríais a la ciudad? - titubeó, temiendo que el rubor se apoderase de sus mejillas, otra de las incómodas cosas que no estaban bajo su control. - Mirane está asustada… aún podría intentar escaparse. - añadió en voz baja, desviando la vista hacia el suelo.
No es que no fuese capaz de manejar a la muchacha pero su estado era cuanto menos, inestable, del mismo modo que había pasado de la agresividad al llanto podía volver a mostrarse agresiva, y contar con dos personas más podía marcar la diferencia entre un traslado rápido o uno que tomase toda la mañana.
Aparte de eso, la presencia de la hechicera le brindaba una oportunidad perfecta para averiguar más acerca de los acontecimientos de la Ohdà, o más bien para saber qué tipo de magia se había apoderado de la hoguera, porque de ningún modo iba a creer que los dioses de los humanos habían hecho aquello.
Sin importar la respuesta que obtuviese de ellos Ava daría por finalizada su jornada de caza, que había terminado antes incluso de empezar, para llevar a la niña de regreso a la taberna y de paso preguntar por las otras, con la esperanza de que también hubiesen aparecido en los alrededores de Lunargenta.
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Parecía que ni Ava ni Nahir estaban de acuerdo.
Bueno, en algún momento las cosas dejarían de ser tan sencillas, eso lo tenía claro. Pero aún tenía la situación bajo control: El que Mirane fuese un peligro era sólo una posibilidad, de todas formas.
Averiguar lo que le ocurrió, y con ello conseguir pistas de lo ocurrido con las otras niñas. Al mismo tiempo saber si sufre algún efecto persistente, algo más allá del estrés. Esos eran mis objetivos. Si la llevábamos con sus padres estoy seguro de que le sería más fácil calmarse y hablar, pero era muy probable que se causara una conmoción. Después de todo, ver que una de las niñas volvió traería esperanza, pero también histeria.
"¿Y mi hija dónde está?", "¡¿Por qué mi pequeña Dorothea no viene con ellos?!" y esas cosas. Las masas se alborotarían, sería malo para la calma de la niña y la obtención de información. Los padres seguro rehuirían a la idea de dejar a Mirane en contacto con otras personas, sin siquiera mencionar extraños. Pondrían a alguien de confianza en el frente del asunto, y seguro la Guardia metería sus narices de una forma u otra. El problema es que no confiaba en las aptitudes de los que se verían involucrados, por arrogante que sonase.
Si no puedo obtener respuestas antes de dejarla...
-Será un placer acompañarlas -respondí a la pregunta de Ava con una reverencia algo exagerada-. La culpa no me dejaría respirar tranquilo, sabiendo que tenía la oportunidad de ayudar y no hice nada. -exageré.
Me dirigí hacia Mirane, de forma tal que no se alterara, y me agaché a una distancia prudente.
-Amiguita -le llamé con una voz serena, cargada de optimismo- ¿Te duele en algún lugar? ¡Puedo ayudar, si es el caso! -me retiré el sombrero lentamente, y ladeé mi cabeza- ¿Has tenido un amigo elfo antes? -sonreí tiernamente.
Quizás le daría ilusión aquello, aligeraría un poco su carga mental, o algo. Y si alguna herida agudizaba su estrés, podría deshacerme de aquello... Pero la muchacha no parecía dar respuestas destacables.
Me erguí lentamente, y me alejé de la niña. Entonces pedí a Ava y Nahir que se acercaran, con un gesto de la mano y preocupación visible en mi mirada.
-Estoy de acuerdo en llevarla inmediatamente, pero antes... -hablé en voz baja, para que no me oyera la niña- Tengo una petición.
Les expliqué, también en voz baja, el origen de mis inquietudes. La ansiedad en la ciudad, que esperaba como un barril de pólvora a que Mirane, la chispa, encendiera otra vez las calles.
-...Así que propongo que la hagamos pasar desapercibida -Le di mi sombrero a Ava, y le pedí que ella se lo calzase a Mirane, pues la niña confiaba más en ella-. Conoces a su familia -Le pedí confirmación con los ojos-. Significa que puedes llevarnos directamente, llamar la atención lo menos posible en el camino.
Lo menos posible para una mujer de esos rasgos (tanto la belleza humana como la excentricidad animal, cubiertos de armadura y resguardados por un hacha gigante) y una niña vestida de un sombrero y capa muy grandes para su tamaño, digo.
-Confío en tu juicio. -incliné la cabeza hacia Ava-. Nahir, ¿tienes más de esas galletas? Podrían ser de utilidad. -cuestioné finalmente a la bruja.
El corazón latía frenético por la anticipación. En el momento en que pusiéramos pie en Lunargenta, no estaba seguro del desarrollo de los acontecimientos. También tendría oportunidad de averiguar qué ocurría con Ava, aunque la agresividad de mis sospechas había menguado. Tras ser testigo de su último diálogo... Me era difícil pensar en ese tipo de nervios como producto del miedo. ¿Quizás en el pasado ha tenido experiencias negativas con elfos? ¿Sombreros?
-¡Vamos, a tu hogar! -exclamé alegremente, sin dirigirme directamente a la niña. Entonces di el primer paso con intenciones de salir del bosque.
*Recuerden que siempre estoy abierto a editar, por si algo no les convence ^.^
Bueno, en algún momento las cosas dejarían de ser tan sencillas, eso lo tenía claro. Pero aún tenía la situación bajo control: El que Mirane fuese un peligro era sólo una posibilidad, de todas formas.
Averiguar lo que le ocurrió, y con ello conseguir pistas de lo ocurrido con las otras niñas. Al mismo tiempo saber si sufre algún efecto persistente, algo más allá del estrés. Esos eran mis objetivos. Si la llevábamos con sus padres estoy seguro de que le sería más fácil calmarse y hablar, pero era muy probable que se causara una conmoción. Después de todo, ver que una de las niñas volvió traería esperanza, pero también histeria.
"¿Y mi hija dónde está?", "¡¿Por qué mi pequeña Dorothea no viene con ellos?!" y esas cosas. Las masas se alborotarían, sería malo para la calma de la niña y la obtención de información. Los padres seguro rehuirían a la idea de dejar a Mirane en contacto con otras personas, sin siquiera mencionar extraños. Pondrían a alguien de confianza en el frente del asunto, y seguro la Guardia metería sus narices de una forma u otra. El problema es que no confiaba en las aptitudes de los que se verían involucrados, por arrogante que sonase.
Si no puedo obtener respuestas antes de dejarla...
-Será un placer acompañarlas -respondí a la pregunta de Ava con una reverencia algo exagerada-. La culpa no me dejaría respirar tranquilo, sabiendo que tenía la oportunidad de ayudar y no hice nada. -exageré.
Me dirigí hacia Mirane, de forma tal que no se alterara, y me agaché a una distancia prudente.
-Amiguita -le llamé con una voz serena, cargada de optimismo- ¿Te duele en algún lugar? ¡Puedo ayudar, si es el caso! -me retiré el sombrero lentamente, y ladeé mi cabeza- ¿Has tenido un amigo elfo antes? -sonreí tiernamente.
Quizás le daría ilusión aquello, aligeraría un poco su carga mental, o algo. Y si alguna herida agudizaba su estrés, podría deshacerme de aquello... Pero la muchacha no parecía dar respuestas destacables.
Me erguí lentamente, y me alejé de la niña. Entonces pedí a Ava y Nahir que se acercaran, con un gesto de la mano y preocupación visible en mi mirada.
-Estoy de acuerdo en llevarla inmediatamente, pero antes... -hablé en voz baja, para que no me oyera la niña- Tengo una petición.
Les expliqué, también en voz baja, el origen de mis inquietudes. La ansiedad en la ciudad, que esperaba como un barril de pólvora a que Mirane, la chispa, encendiera otra vez las calles.
-...Así que propongo que la hagamos pasar desapercibida -Le di mi sombrero a Ava, y le pedí que ella se lo calzase a Mirane, pues la niña confiaba más en ella-. Conoces a su familia -Le pedí confirmación con los ojos-. Significa que puedes llevarnos directamente, llamar la atención lo menos posible en el camino.
Lo menos posible para una mujer de esos rasgos (tanto la belleza humana como la excentricidad animal, cubiertos de armadura y resguardados por un hacha gigante) y una niña vestida de un sombrero y capa muy grandes para su tamaño, digo.
-Confío en tu juicio. -incliné la cabeza hacia Ava-. Nahir, ¿tienes más de esas galletas? Podrían ser de utilidad. -cuestioné finalmente a la bruja.
El corazón latía frenético por la anticipación. En el momento en que pusiéramos pie en Lunargenta, no estaba seguro del desarrollo de los acontecimientos. También tendría oportunidad de averiguar qué ocurría con Ava, aunque la agresividad de mis sospechas había menguado. Tras ser testigo de su último diálogo... Me era difícil pensar en ese tipo de nervios como producto del miedo. ¿Quizás en el pasado ha tenido experiencias negativas con elfos? ¿Sombreros?
-¡Vamos, a tu hogar! -exclamé alegremente, sin dirigirme directamente a la niña. Entonces di el primer paso con intenciones de salir del bosque.
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*Recuerden que siempre estoy abierto a editar, por si algo no les convence ^.^
Última edición por Mefisto el Sáb Abr 13 2019, 05:51, editado 2 veces (Razón : Reorganizadas algunas cosas que se me escaparon al enviar)
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Nahir asentía con la cabeza mientras escuchaba a la mujer de las alas negras. Las acompañaría sin dudarlo. Como la morena había dicho, esta podía intentar escaparse, o quizás se volvía agresiva de nuevo o… volvía a desaparecer. Todo aquello había sido muy extraño, tanto la desaparición de las pequeñas como encontrarse ahora tan solo a Mirane. Nadie les aseguraba que algo así no volviese a suceder. Cuantas más manos para ayudar, mejor.
A Nahir ya se le había olvidado el porqué de su visita en aquel bosque, aunque era mejor traer a una de las niñas desaparecidas que un brebaje. Ya tendría tiempo de regresar si lo necesitaban.
La bruja observaba al elfo desde detrás, examinándole. Si bien su actitud y forma de actuar frente a la niña le parecía amable y cordial, dado la situación de la pequeña, la morena no pudo evitar desconfiar un poco. Incluso se sorprendió a ella misma haciéndolo, no era de aquellas personas que desconfiaban de los extraños de buenas a primeras, pero aquella situación tan peculiar parecía requerirlo. A fin de cuentas, todo había pasado por algún motivo.
Cuando el hombre hizo un gesto con la mano para que las dos mujeres se acercasen, la bruja lo hizo tras dudar un segundo. Sacudió la cabeza ¿Por qué actuaba así? Se reprochó a sí misma antes de poner atención en las palabras del joven.
Por un momento se sintió como una estúpida por desconfiar del elfo. Aquella idea le parecía muy buena. Lo que la niña ahora menos necesitaba era que el camino hasta su casa fuesen todo comentarios, gritos y personas señalándola, esperando que la gente se tomase bien su vuelta, claro.
-No…- respondió negando con la cabeza –Tan solo tenía una.
El camino hasta la entrada a ciudad no fue muy complicado, apenas se cruzaron con un par de comerciantes que pasaron por su lado con carros. Estos ni se percataron de su presencia. Esperaba que en la cuidad todo funcionase igual de bien.
A fin de cuentas, todos en la cuidad sabían de la desaparición de las niñas, pero al no ser que conociesen a la familia en particular, la gente no tenía por qué distinguir a Mirane, ya que todo ocurrió de noche, era difícil reconocerlas de no haberlas visto antes.
Por la personalidad más extrovertida del elfo y que la niña no se quería separar de la mujer cuervo, Nahir se colocó la última en el trayecto de vuelta a la casa de los padres de Mirane, desde ahí podía vigilar mejor a la gente que se les acercase.
A Nahir ya se le había olvidado el porqué de su visita en aquel bosque, aunque era mejor traer a una de las niñas desaparecidas que un brebaje. Ya tendría tiempo de regresar si lo necesitaban.
La bruja observaba al elfo desde detrás, examinándole. Si bien su actitud y forma de actuar frente a la niña le parecía amable y cordial, dado la situación de la pequeña, la morena no pudo evitar desconfiar un poco. Incluso se sorprendió a ella misma haciéndolo, no era de aquellas personas que desconfiaban de los extraños de buenas a primeras, pero aquella situación tan peculiar parecía requerirlo. A fin de cuentas, todo había pasado por algún motivo.
Cuando el hombre hizo un gesto con la mano para que las dos mujeres se acercasen, la bruja lo hizo tras dudar un segundo. Sacudió la cabeza ¿Por qué actuaba así? Se reprochó a sí misma antes de poner atención en las palabras del joven.
Por un momento se sintió como una estúpida por desconfiar del elfo. Aquella idea le parecía muy buena. Lo que la niña ahora menos necesitaba era que el camino hasta su casa fuesen todo comentarios, gritos y personas señalándola, esperando que la gente se tomase bien su vuelta, claro.
-No…- respondió negando con la cabeza –Tan solo tenía una.
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El camino hasta la entrada a ciudad no fue muy complicado, apenas se cruzaron con un par de comerciantes que pasaron por su lado con carros. Estos ni se percataron de su presencia. Esperaba que en la cuidad todo funcionase igual de bien.
A fin de cuentas, todos en la cuidad sabían de la desaparición de las niñas, pero al no ser que conociesen a la familia en particular, la gente no tenía por qué distinguir a Mirane, ya que todo ocurrió de noche, era difícil reconocerlas de no haberlas visto antes.
Por la personalidad más extrovertida del elfo y que la niña no se quería separar de la mujer cuervo, Nahir se colocó la última en el trayecto de vuelta a la casa de los padres de Mirane, desde ahí podía vigilar mejor a la gente que se les acercase.
Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Una oleada de alivio recorrió a la morena en cuanto los demás accedieron a acompañarla hasta la ciudad, ya no tendría que preocuparse de vigilar el comportamiento de Mirane, al menos no tanto ya que en el peor de los casos contaría con ayuda para controlar la situación.
Con una tímida sonrisa en los labios, Ava bajó la vista hacia la pelirroja para comprobar que seguía tranquila, y fue entonces cuando Mefisto trató de acercarse a la pequeña, preguntándole si le dolía algo y quitándose el sombrero para dejar a la vista uno de los rasgos de su raza, las famosas orejas puntiagudas.
Aquel detalle hizo que los mirase alternativamente con preocupación, primero al elfo y luego a la bruja.
A pesar de haberse criado aislada en un remoto pueblo conocía la rivalidad entre ambas comunidades, o al menos lo ocurrido tiempo atrás, cuando tuvo lugar la guerra por las islas Illidenses. Muchos miembros de los dos bandos seguían conservando ese odio hacia quienes consideraban enemigos a causa de la batalla, pero esperaba que no fuese el caso de ninguno de los presentes.
Su esperanza estaba puesta en que los poderes de Nahir habían quedado claros al hacer flotar la galleta y por suerte, Mefisto no había reaccionado de mala manera ante aquello, solo quedaba que la hechicera actuase del mismo modo.
- Gracias. - intervino, relajando su expresión para que no notasen las inquietudes que pasaban por su cabeza.
Lo que pronto descubriría era que no solo ella tenía preocupaciones en mente, aunque fuesen de otra naturaleza. Con un gesto de la mano, el elfo las instó a acercarse para sincerarse con ambas y hacerles ver los riesgos que entrañaría llevar a Mirane a la ciudad con los acontecimientos de la Ohdà todavía tan recientes.
Decenas de familias estarían en la misma situación, ansiosas por averiguar dónde se encontraban sus hijas y qué les había pasado, si una de las chicas aparecía de la nada lo más seguro era que la interrogasen y agobiasen hasta conseguir alguna pista del paradero de las otras.
- Es… verdad. - susurró, llevándose una mano a la barbilla mientras repasaba las opciones que tenían. Una vez pasado el portón de Lunargenta las calles principales quedaban descartadas, serían las más transitadas y por tanto las más peligrosas de recorrer, así que les tocaría dar un rodeo.
El moreno la sacó de sus pensamientos al entregarle su sombrero, accesorio que de inmediato colocó sobre la cabeza de la pelirroja, aprovechando la ocasión para hacer lo propio con la capa de modo que quedase totalmente cerrada en torno a su cuerpo, así nadie vería las marcas de sangre que quedaban en su piel.
- Cre…creo que puedo guiaros por una ruta más discreta. - informó, haciéndose un mapa mental de los callejones que conducían a la parte trasera de la taberna, justo por la que solía entregar las piezas de caza de mayor tamaño.
Lista para ponerse en marcha, la cuerva comenzó a desandar el camino que la había llevado hasta allí, abandonando el bosque para luego cruzar las tierras de cultivo que rodeaban la capital de Verisar. Solo un par de mercaderes se cruzaron con ellos durante el trayecto, y sin prestarles demasiada atención, siguieron de largo con sus carros, consiguiendo que la mujer bestia se relajase.
Pero lo realmente difícil estaba por llegar.
Las inquisitivas miradas de los guardias de la puerta hicieron que Ava se pusiese nerviosa de nuevo, pero acostumbrados al ir y venir de las masas, los vigilantes no les hicieron mucho caso, simplemente se limitaron a hacerles un gesto para que siguiesen adelante.
- Hazme un favor, mantén la vista en el suelo. - susurró la joven, inclinándose hacia la pequeña. No llamar la atención, ese era su objetivo, pero con sus características podía ser complicado, aunque no imposible. - Si… si las cosas se tuercen… - dijo lentamente, echando la vista atrás hacia sus compañeros. - Os… daré las indicaciones para llegar hasta el edificio y crearé una distracción. - aquella era una prueba de su confianza, estaba dispuesta a dejar a la chica en sus manos llegado el caso, aunque con ayuda de los espíritus eso no sería necesario.
El primer callejón que tomó estaba totalmente desierto, un alivio, pero no tuvo la misma suerte con los siguientes.
Al doblar la esquina pudo ver una silueta sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de uno de los locales de la zona, pero solo se trataba de un borracho o quizá un mendigo, su apariencia y estado de inconsciencia no dejaba claro cuál de las dos opciones era la correcta.
Ava se detuvo durante unos segundos, a diferencia de las ropas de sus acompañantes, su armadura chirriaba con el movimiento y no quería despertar al extraño, razón por la que avanzó con cuidado, tomándose su tiempo para llegar hasta la siguiente calle, donde dos sujetos charlaban tranquilamente apoyados contra unos barriles vacíos.
Su llegada llamó la atención de ambos lo suficiente como para que se quedasen en silencio y dirigiesen sus miradas hacia los recién llegados, pero sin querer darles oportunidad de fijarse en la pelirroja, por el riesgo de que pudiesen reconocerla, la Midgardiana se obligó a actuar con normalidad y seguir adelante, ignorando al par de varones y centrándose en la ruta a seguir.
- Ya estamos cerca. - dijo en voz muy baja cuando volvieron a estar solos, rezando interiormente para que el plan saliese bien.
Siento el retraso >.<
he tenido un par de semanas complicadas pero a partir del miércoles tendré más tiempo.
Con una tímida sonrisa en los labios, Ava bajó la vista hacia la pelirroja para comprobar que seguía tranquila, y fue entonces cuando Mefisto trató de acercarse a la pequeña, preguntándole si le dolía algo y quitándose el sombrero para dejar a la vista uno de los rasgos de su raza, las famosas orejas puntiagudas.
Aquel detalle hizo que los mirase alternativamente con preocupación, primero al elfo y luego a la bruja.
A pesar de haberse criado aislada en un remoto pueblo conocía la rivalidad entre ambas comunidades, o al menos lo ocurrido tiempo atrás, cuando tuvo lugar la guerra por las islas Illidenses. Muchos miembros de los dos bandos seguían conservando ese odio hacia quienes consideraban enemigos a causa de la batalla, pero esperaba que no fuese el caso de ninguno de los presentes.
Su esperanza estaba puesta en que los poderes de Nahir habían quedado claros al hacer flotar la galleta y por suerte, Mefisto no había reaccionado de mala manera ante aquello, solo quedaba que la hechicera actuase del mismo modo.
- Gracias. - intervino, relajando su expresión para que no notasen las inquietudes que pasaban por su cabeza.
Lo que pronto descubriría era que no solo ella tenía preocupaciones en mente, aunque fuesen de otra naturaleza. Con un gesto de la mano, el elfo las instó a acercarse para sincerarse con ambas y hacerles ver los riesgos que entrañaría llevar a Mirane a la ciudad con los acontecimientos de la Ohdà todavía tan recientes.
Decenas de familias estarían en la misma situación, ansiosas por averiguar dónde se encontraban sus hijas y qué les había pasado, si una de las chicas aparecía de la nada lo más seguro era que la interrogasen y agobiasen hasta conseguir alguna pista del paradero de las otras.
- Es… verdad. - susurró, llevándose una mano a la barbilla mientras repasaba las opciones que tenían. Una vez pasado el portón de Lunargenta las calles principales quedaban descartadas, serían las más transitadas y por tanto las más peligrosas de recorrer, así que les tocaría dar un rodeo.
El moreno la sacó de sus pensamientos al entregarle su sombrero, accesorio que de inmediato colocó sobre la cabeza de la pelirroja, aprovechando la ocasión para hacer lo propio con la capa de modo que quedase totalmente cerrada en torno a su cuerpo, así nadie vería las marcas de sangre que quedaban en su piel.
- Cre…creo que puedo guiaros por una ruta más discreta. - informó, haciéndose un mapa mental de los callejones que conducían a la parte trasera de la taberna, justo por la que solía entregar las piezas de caza de mayor tamaño.
Lista para ponerse en marcha, la cuerva comenzó a desandar el camino que la había llevado hasta allí, abandonando el bosque para luego cruzar las tierras de cultivo que rodeaban la capital de Verisar. Solo un par de mercaderes se cruzaron con ellos durante el trayecto, y sin prestarles demasiada atención, siguieron de largo con sus carros, consiguiendo que la mujer bestia se relajase.
Pero lo realmente difícil estaba por llegar.
Las inquisitivas miradas de los guardias de la puerta hicieron que Ava se pusiese nerviosa de nuevo, pero acostumbrados al ir y venir de las masas, los vigilantes no les hicieron mucho caso, simplemente se limitaron a hacerles un gesto para que siguiesen adelante.
- Hazme un favor, mantén la vista en el suelo. - susurró la joven, inclinándose hacia la pequeña. No llamar la atención, ese era su objetivo, pero con sus características podía ser complicado, aunque no imposible. - Si… si las cosas se tuercen… - dijo lentamente, echando la vista atrás hacia sus compañeros. - Os… daré las indicaciones para llegar hasta el edificio y crearé una distracción. - aquella era una prueba de su confianza, estaba dispuesta a dejar a la chica en sus manos llegado el caso, aunque con ayuda de los espíritus eso no sería necesario.
El primer callejón que tomó estaba totalmente desierto, un alivio, pero no tuvo la misma suerte con los siguientes.
Al doblar la esquina pudo ver una silueta sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de uno de los locales de la zona, pero solo se trataba de un borracho o quizá un mendigo, su apariencia y estado de inconsciencia no dejaba claro cuál de las dos opciones era la correcta.
Ava se detuvo durante unos segundos, a diferencia de las ropas de sus acompañantes, su armadura chirriaba con el movimiento y no quería despertar al extraño, razón por la que avanzó con cuidado, tomándose su tiempo para llegar hasta la siguiente calle, donde dos sujetos charlaban tranquilamente apoyados contra unos barriles vacíos.
Su llegada llamó la atención de ambos lo suficiente como para que se quedasen en silencio y dirigiesen sus miradas hacia los recién llegados, pero sin querer darles oportunidad de fijarse en la pelirroja, por el riesgo de que pudiesen reconocerla, la Midgardiana se obligó a actuar con normalidad y seguir adelante, ignorando al par de varones y centrándose en la ruta a seguir.
- Ya estamos cerca. - dijo en voz muy baja cuando volvieron a estar solos, rezando interiormente para que el plan saliese bien.
Siento el retraso >.<
he tenido un par de semanas complicadas pero a partir del miércoles tendré más tiempo.
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Cubierta la niña y decidido el plan, nos encaminamos de vuelta a la ciudad.
La molestia del sol en los ojos me hizo darme cuenta de lo poco acostumbrado que estaba a andar sin mi sombrero, y mi mente aprovechó a pasearse por allí y por allá, con la libertad otorgada por la calma del trayecto.
A mitad de mi caminar, mis preguntas dieron su primer paso:
¿Qué carajos hago aquí?
La vida me arrastraba por las orejas, eso lo sabía desde que era un niño. Sin experiencias traumáticas ni escasez de nada, simplemente... vacío. Movido por la marea, bailando al viento como las hojas...
Como un bufón, existir para entretenerlos.
Lancé una mirada en la dirección general del sol, y la frustración acumulada en noventa años se me escapó por los ojos.
¿Estás entretenido? Ya conseguí a una de las que hiciste desaparecer.
Calmé mi rostro y volví la mirada a Mirane. Caminaba a tumbos detrás de Ava, con la cabeza escondida en la negrura del sombrero y arrastrando la capa con cada paso. La imagen, enternecedora pese a las circunstancias, alivió un poco mis disputas internas. Observé entonces el caminar de Ava, y acaricié con los ojos cada pluma de sus alas,
¿Cómo se sentirá al volar?
Imaginé el viento en el rostro, el vértigo y la emoción. La libertad máxima de movimiento, sólo conocida por aves y dragones... y murciélagos, e insectos.... algunas ardillas... Está bien, más seres de los que creí de primeras. Pero yo no soy uno de ellos, y ese es el punto.
Por un momento se me cruzó por la cabeza la idea de preguntarle si podría llevarme por los aires algún día, como ese cuento que solía contar Madre. Inmediatamente después pensé en las complicaciones mecánicas, y lo incómodo que sería el viaje, de ser siquiera posible alzar vuelo.
¿Cómo me llevaría? ¿De caballito? Así no podría equilibrarse, tendría que cargarme con los brazos.
Entonces imaginé lo curioso que ha de ser un abrazo con ambos, brazos y alas, y mi mente se deslizó poco a poco por esa dirección, la del contacto físico. Primero por la curiosidad nacida de sus rasgos animales, y eventualmente me encontré intentando adivinar cómo se vería sin armadura, qué clase de ropas usaría normalmente, y así.
Aquello era entendible, pues era una mujer muy hermosa y cualquier hombre empezaría a fantasear ese tipo de cosas al verla.
Pero mi hilo de pensamientos fue cortado abruptamente, y mi rostro se tiñó de nostalgia.
Ay, bufón, que das risa hasta a ti mismo...
Cualquier hombre, entre los que me gustaría incluirme, aunque no puedo. Pues llegados a ese punto, no podía hacer más que recordar mis días con Aurora, y su suavidad, y cada lunar, y curva y cabello...
Y la soledad me apretó el corazón, y haciendo lo posible por mantener un rostro sereno, volví la mirada al camino.
Eventualmente llegamos. Sonreí a los guardias que nos recibieron tras saludarles inclinando la cabeza, intentando centrar su atención en mí en lugar de Mirane. Aunque parecían agotados por sus labores, y no dieron mucha importancia a la niña desde un principio.
Ava sugirió que nos lleváramos a la niña en caso de emergencia. Sonreí con forzada cortesía.
-De ser necesario, sugiero que yo sea la distracción. No sólo serás más rápida en llegar, pues ya sabes el camino por experiencia, sino que... -mi rostro hacía evidente que yo intentaba lo posible por no hacerla sentir insultada- Creo que me será más cómodo a mí.
Me refería a lo difícil que aparentaba ser para la cuerva lo de tratar eficientemente con las personas. Mi veredicto aún no terminaba de ser final, pero estaba seguro que le era especialmente incómodo el tratar o con elfos, o con hombres. Eso, y que yo era un maestro en hacer actos que llamaran la atención de la gente.
-¿Todo bien por allá? -volteé a ver a Nahir- ¿No nos sigue nadie? ¿Algún tigre, o algo? -intenté aflojar la tensión del ambiente.
Nos adentramos en callejones, vueltas y caminos poco prácticos, perfectos para no llamar la atención. Todo iba bien, hasta que reconocí a lo lejos a uno de los hombres que charlaba junto a unos barriles, a los que nos acercábamos ahora. Palidecí, y mi mente empezó a correr.
Era Arthur, el hombre que me había contratado para el trabajo en la Dama de Plata. Estaba algo más delgado, quizás menos cabello, pero era él, sin duda. Chasqueé la lengua.
Por ese tipo de cosas es que no me pareció buena idea meterme en esos embrollos de matones.
Antes de que dirigiera hacia mí la mirada, aceleré el paso, de forma que Ava quedó entre los hombres y yo.
Espero que me perdones.
Di, sutilmente, un tirón moderado de su ala, a la vez que entrecruzaba mi brazo con el suyo. No había tiempo de explicar, así que lo único que pude hacer para transmitir mis intenciones fue mirarla a los ojos con el rostro lleno de pánico, a la vez que señalé en dirección de los hombres con la cabeza.
"Ocúltame". Deseaba tener telepatía en ese momento, para gritarle eso.
-¡Ja ja! Acabo de recordar lo que ocurrió en la pesca de ayer... -hablé no muy alto, de forma que pareciera una conversación casual. Usé un tono de voz más grave de lo usual, intentado hacer más difícil reconocerme sólo por mis palabras.
El momento en que les pasamos por al lado se me hizo eterno. Sentía el corazón golpearme el pecho, y rigidez en mis pasos.
Tras cinco latidos, estaban a nuestras espaldas. Tras diez, di un pequeño vistazo. Seguían hablando, como si nada. Suspiré, y puse un poco de distancia.
-Lo siento, lo siento, lo siento. -dije en voz baja, una vez estuve seguro de que no me iban a escuchar.
Y el segundo en que los perdí de vista, solté su brazo y me alejé mucho más, hasta quedar a la distancia original. Volteé a ver a Nahir otra vez, comprobando el orden de la misión. Me masajeé las sienes.
-Tengo mala historia con ese tipo. Más que preocuparse por Mirane, se iba a armar una pelea si me reconocía a mí. -volteé la mirada al frente- Joder, habrían ido hasta por los muchachos de la Pulgantina, si me hubiese reconocido.
La Dama de Plata fue un error. Un grave error que jodía mi estancia en Lunargenta. Creí que la resolución de ese problema había sacado del lugar al bando de Arthur.... ¿Cuándo habrán vuelto?
Da igual. Ya llegaremos al hogar de Mirane, y resolveremos este problema. Ya me preocuparé entonces de lo demás.
Este fue más movido de lo normal! Ahora más que en los otros casos les recuerdo: Si algo no les convence, edito sin problemas.
La molestia del sol en los ojos me hizo darme cuenta de lo poco acostumbrado que estaba a andar sin mi sombrero, y mi mente aprovechó a pasearse por allí y por allá, con la libertad otorgada por la calma del trayecto.
A mitad de mi caminar, mis preguntas dieron su primer paso:
¿Qué carajos hago aquí?
La vida me arrastraba por las orejas, eso lo sabía desde que era un niño. Sin experiencias traumáticas ni escasez de nada, simplemente... vacío. Movido por la marea, bailando al viento como las hojas...
Como un bufón, existir para entretenerlos.
Lancé una mirada en la dirección general del sol, y la frustración acumulada en noventa años se me escapó por los ojos.
¿Estás entretenido? Ya conseguí a una de las que hiciste desaparecer.
Calmé mi rostro y volví la mirada a Mirane. Caminaba a tumbos detrás de Ava, con la cabeza escondida en la negrura del sombrero y arrastrando la capa con cada paso. La imagen, enternecedora pese a las circunstancias, alivió un poco mis disputas internas. Observé entonces el caminar de Ava, y acaricié con los ojos cada pluma de sus alas,
¿Cómo se sentirá al volar?
Imaginé el viento en el rostro, el vértigo y la emoción. La libertad máxima de movimiento, sólo conocida por aves y dragones... y murciélagos, e insectos.... algunas ardillas... Está bien, más seres de los que creí de primeras. Pero yo no soy uno de ellos, y ese es el punto.
Por un momento se me cruzó por la cabeza la idea de preguntarle si podría llevarme por los aires algún día, como ese cuento que solía contar Madre. Inmediatamente después pensé en las complicaciones mecánicas, y lo incómodo que sería el viaje, de ser siquiera posible alzar vuelo.
¿Cómo me llevaría? ¿De caballito? Así no podría equilibrarse, tendría que cargarme con los brazos.
Entonces imaginé lo curioso que ha de ser un abrazo con ambos, brazos y alas, y mi mente se deslizó poco a poco por esa dirección, la del contacto físico. Primero por la curiosidad nacida de sus rasgos animales, y eventualmente me encontré intentando adivinar cómo se vería sin armadura, qué clase de ropas usaría normalmente, y así.
Aquello era entendible, pues era una mujer muy hermosa y cualquier hombre empezaría a fantasear ese tipo de cosas al verla.
Pero mi hilo de pensamientos fue cortado abruptamente, y mi rostro se tiñó de nostalgia.
Ay, bufón, que das risa hasta a ti mismo...
Cualquier hombre, entre los que me gustaría incluirme, aunque no puedo. Pues llegados a ese punto, no podía hacer más que recordar mis días con Aurora, y su suavidad, y cada lunar, y curva y cabello...
Y la soledad me apretó el corazón, y haciendo lo posible por mantener un rostro sereno, volví la mirada al camino.
Eventualmente llegamos. Sonreí a los guardias que nos recibieron tras saludarles inclinando la cabeza, intentando centrar su atención en mí en lugar de Mirane. Aunque parecían agotados por sus labores, y no dieron mucha importancia a la niña desde un principio.
Ava sugirió que nos lleváramos a la niña en caso de emergencia. Sonreí con forzada cortesía.
-De ser necesario, sugiero que yo sea la distracción. No sólo serás más rápida en llegar, pues ya sabes el camino por experiencia, sino que... -mi rostro hacía evidente que yo intentaba lo posible por no hacerla sentir insultada- Creo que me será más cómodo a mí.
Me refería a lo difícil que aparentaba ser para la cuerva lo de tratar eficientemente con las personas. Mi veredicto aún no terminaba de ser final, pero estaba seguro que le era especialmente incómodo el tratar o con elfos, o con hombres. Eso, y que yo era un maestro en hacer actos que llamaran la atención de la gente.
-¿Todo bien por allá? -volteé a ver a Nahir- ¿No nos sigue nadie? ¿Algún tigre, o algo? -intenté aflojar la tensión del ambiente.
Nos adentramos en callejones, vueltas y caminos poco prácticos, perfectos para no llamar la atención. Todo iba bien, hasta que reconocí a lo lejos a uno de los hombres que charlaba junto a unos barriles, a los que nos acercábamos ahora. Palidecí, y mi mente empezó a correr.
Era Arthur, el hombre que me había contratado para el trabajo en la Dama de Plata. Estaba algo más delgado, quizás menos cabello, pero era él, sin duda. Chasqueé la lengua.
Por ese tipo de cosas es que no me pareció buena idea meterme en esos embrollos de matones.
Antes de que dirigiera hacia mí la mirada, aceleré el paso, de forma que Ava quedó entre los hombres y yo.
Espero que me perdones.
Di, sutilmente, un tirón moderado de su ala, a la vez que entrecruzaba mi brazo con el suyo. No había tiempo de explicar, así que lo único que pude hacer para transmitir mis intenciones fue mirarla a los ojos con el rostro lleno de pánico, a la vez que señalé en dirección de los hombres con la cabeza.
"Ocúltame". Deseaba tener telepatía en ese momento, para gritarle eso.
-¡Ja ja! Acabo de recordar lo que ocurrió en la pesca de ayer... -hablé no muy alto, de forma que pareciera una conversación casual. Usé un tono de voz más grave de lo usual, intentado hacer más difícil reconocerme sólo por mis palabras.
El momento en que les pasamos por al lado se me hizo eterno. Sentía el corazón golpearme el pecho, y rigidez en mis pasos.
Tras cinco latidos, estaban a nuestras espaldas. Tras diez, di un pequeño vistazo. Seguían hablando, como si nada. Suspiré, y puse un poco de distancia.
-Lo siento, lo siento, lo siento. -dije en voz baja, una vez estuve seguro de que no me iban a escuchar.
Y el segundo en que los perdí de vista, solté su brazo y me alejé mucho más, hasta quedar a la distancia original. Volteé a ver a Nahir otra vez, comprobando el orden de la misión. Me masajeé las sienes.
-Tengo mala historia con ese tipo. Más que preocuparse por Mirane, se iba a armar una pelea si me reconocía a mí. -volteé la mirada al frente- Joder, habrían ido hasta por los muchachos de la Pulgantina, si me hubiese reconocido.
La Dama de Plata fue un error. Un grave error que jodía mi estancia en Lunargenta. Creí que la resolución de ese problema había sacado del lugar al bando de Arthur.... ¿Cuándo habrán vuelto?
Da igual. Ya llegaremos al hogar de Mirane, y resolveremos este problema. Ya me preocuparé entonces de lo demás.
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Este fue más movido de lo normal! Ahora más que en los otros casos les recuerdo: Si algo no les convence, edito sin problemas.
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Nahir escuchaba atentamente a la pareja, al parecer no era la única que estaba barajando la posibilidad de que les descubriesen a medio camino, había que idear un plan por si aquello sucedía. La bruja intentaba mirar mucho a su alrededor, en busca de objetos o lugares que podrían ser de ayuda si todo se torciese. Deberían evitar las tabernas, seguro que a aquella hora se estaban empezando a llenar de gente a hambrienta, las calles que iban al mercado y a los talleres, aquellas eran muy peligrosas.
No podía evitar mirar aleatoriamente las orejas del hombre, aun recordaba la primera vez que había visto un elfo. En realidad no hacía tanto de aquello, pero ahora mismo se le antojaba una eternidad. Aquella vez no se había parado a hacerle miles de preguntas y admirarlo con la boca abierta, aquella situación le ganaba a su curiosidad.
La bruja sonrió ante el comentario del elfo.
-No, aun no...- dijo intentado poner voz de circunstancia, pero la verdad es que todo bien bastante bien.
Entonces la morena se detuvo, y Nahir, al estar detrás de ella, también lo hizo. Alzó la mirada para ver a dos hombres un poco más adelante de ellos. Aquello no tenía porque ser malo... solo tenías que pasar desapercibidos. Miró el grupo que formaban... eran de todo menos desapercibidos. Entonces el hombre aceleró el paso y se puso a la altura de la morena, parecía nervioso. Lo miró a él y después a los hombres junto al barril. Debía de suceder algo con aquellos dos, no había nada más en la calle como para comportarse... no pudo evitar ponerse un poco roja al ver a la pareja, que ahora parecían andar abrazados. Quizás aquellos hombres no eran nadie especial y simplemente el elfo estaba intentando coquetear con la mujer cuervo.
Y por si el problema eran los hombres, la bruja intervino. Cuando estaba pasando prácticamente por su lado, la bruja utilizó algunas de las gotas de agua que había en los tejados para que estas cayesen en las cabezas de los hombres, que como supuso al morena, estos alzaron la mirada para ver de donde provenían. Pasaron como si nada y después continuaron hablando. Miró rápidamente al elfo, buscando la respuesta a cual de las dos cosas era, flirteo o disimilo. Al ver que el hombre volvía a su lugar Nahir no pudo evitar aguantar una risilla.
-No pasa nada, por suerte ya estamos lejos, no te preocupes. Si se acerca un tigre o uno de esos, yo te aviso...- dijo con voz calmada intentando romper la tensión, esperando que su compañero se sintiese cada vez más relajado.
No debía de quedar mucho hasta llegar hasta la casa de la pequeña, ya que la actitud de la niña se veía ahora más “animada”. Intentaba mirar a través de aquel enorme sombrero, seguramente buscando a alguno de sus padres.
-Oye, esa no es una de las niñas...-
A la bruja no le hizo falta oír nada más. Volteó la cabeza hacía la dirección en la que había escuchado la voz.
Se percató de que se tratada de un grupito de niñas de tres, parecían tener la edad de Mirane, seguramente la habían visto el día de Ohdà
-¡Sí, soy yo! ¿Cómo me habéis reconocido?-
Claramente aquello no es lo que las niñas se esperaban y se podía ver por su expresión de sorpresa al ver a la morena acercarse a ellas con paso decidido.
-Y mira que intento no llamar la atención, pero es tan difícil...- alargaba mucho las palabras, adornándolas con una enorme sonrisa. Al menos las niñas ya no estaban pendientes de Mirane.
La bruja le hizo un gesto con la mano al elfo para que continuasen el camino hasta la casa de la familia de la niña.
-Vale, por ser vosotras, la gran y majestuosa maestra del agua y el ilusionismo...- ya estaba a la altura de las niñas, inventando una gran historia con la que distraerlas para que no le prestasen atención a la pelirroja -...os hará un espectáculo solo a vosotras ¡si, si! Solo ha vosotras.- sabía que sus pintas no eran las de una gran hechicera, así que intentaba compensar con una gran seguridad y movimientos exagerados de brazos, para parecer más grande.
Empezó a mover las manos, creando con agua pequeñas figuras de animales que corrían hasta las caras de las niñas. Estas que al principio habían reaccionado reacias, y con razón, ahora se reían y esperaban el siguiente truco. La bruja iba mirando de reojo, esperando que no tardase en llegar a la casa de la familia de la pequeña.
No podía evitar mirar aleatoriamente las orejas del hombre, aun recordaba la primera vez que había visto un elfo. En realidad no hacía tanto de aquello, pero ahora mismo se le antojaba una eternidad. Aquella vez no se había parado a hacerle miles de preguntas y admirarlo con la boca abierta, aquella situación le ganaba a su curiosidad.
La bruja sonrió ante el comentario del elfo.
-No, aun no...- dijo intentado poner voz de circunstancia, pero la verdad es que todo bien bastante bien.
Entonces la morena se detuvo, y Nahir, al estar detrás de ella, también lo hizo. Alzó la mirada para ver a dos hombres un poco más adelante de ellos. Aquello no tenía porque ser malo... solo tenías que pasar desapercibidos. Miró el grupo que formaban... eran de todo menos desapercibidos. Entonces el hombre aceleró el paso y se puso a la altura de la morena, parecía nervioso. Lo miró a él y después a los hombres junto al barril. Debía de suceder algo con aquellos dos, no había nada más en la calle como para comportarse... no pudo evitar ponerse un poco roja al ver a la pareja, que ahora parecían andar abrazados. Quizás aquellos hombres no eran nadie especial y simplemente el elfo estaba intentando coquetear con la mujer cuervo.
Y por si el problema eran los hombres, la bruja intervino. Cuando estaba pasando prácticamente por su lado, la bruja utilizó algunas de las gotas de agua que había en los tejados para que estas cayesen en las cabezas de los hombres, que como supuso al morena, estos alzaron la mirada para ver de donde provenían. Pasaron como si nada y después continuaron hablando. Miró rápidamente al elfo, buscando la respuesta a cual de las dos cosas era, flirteo o disimilo. Al ver que el hombre volvía a su lugar Nahir no pudo evitar aguantar una risilla.
-No pasa nada, por suerte ya estamos lejos, no te preocupes. Si se acerca un tigre o uno de esos, yo te aviso...- dijo con voz calmada intentando romper la tensión, esperando que su compañero se sintiese cada vez más relajado.
No debía de quedar mucho hasta llegar hasta la casa de la pequeña, ya que la actitud de la niña se veía ahora más “animada”. Intentaba mirar a través de aquel enorme sombrero, seguramente buscando a alguno de sus padres.
-Oye, esa no es una de las niñas...-
A la bruja no le hizo falta oír nada más. Volteó la cabeza hacía la dirección en la que había escuchado la voz.
Se percató de que se tratada de un grupito de niñas de tres, parecían tener la edad de Mirane, seguramente la habían visto el día de Ohdà
-¡Sí, soy yo! ¿Cómo me habéis reconocido?-
Claramente aquello no es lo que las niñas se esperaban y se podía ver por su expresión de sorpresa al ver a la morena acercarse a ellas con paso decidido.
-Y mira que intento no llamar la atención, pero es tan difícil...- alargaba mucho las palabras, adornándolas con una enorme sonrisa. Al menos las niñas ya no estaban pendientes de Mirane.
La bruja le hizo un gesto con la mano al elfo para que continuasen el camino hasta la casa de la familia de la niña.
-Vale, por ser vosotras, la gran y majestuosa maestra del agua y el ilusionismo...- ya estaba a la altura de las niñas, inventando una gran historia con la que distraerlas para que no le prestasen atención a la pelirroja -...os hará un espectáculo solo a vosotras ¡si, si! Solo ha vosotras.- sabía que sus pintas no eran las de una gran hechicera, así que intentaba compensar con una gran seguridad y movimientos exagerados de brazos, para parecer más grande.
Empezó a mover las manos, creando con agua pequeñas figuras de animales que corrían hasta las caras de las niñas. Estas que al principio habían reaccionado reacias, y con razón, ahora se reían y esperaban el siguiente truco. La bruja iba mirando de reojo, esperando que no tardase en llegar a la casa de la familia de la pequeña.
Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Con la vista aún clavada en el lugar al que quería llegar, la siguiente esquina, Ava no se percató del acercamiento del elfo hasta que éste tiró de su ala y se le enganchó al brazo, gesto que la tomó totalmente por sorpresa y al cual reaccionó de forma instintiva.
Cada músculo de su cuerpo se tensó, no estaba acostumbrada al contacto físico y seguía sin agradarle, pero cuando se disponía a liberarse del agarre del hombre bruscamente, el pánico que vio en el rostro de Mefisto la detuvo. - ¿Por qué está tan asustado? ¿a qué le tiene miedo? - se preguntó mentalmente, aunque no fue difícil adivinar la respuesta.
Fuera lo que fuese tenía que ver con aquel par de individuos del callejón, ¿algún problema del pasado? ¿habría estado metido en peleas o asuntos turbios? No podía saberlo, ni tampoco preguntarle en aquel momento.
Viendo que su intención era la de disimular y valerse de ella para que lo cubriese, la cuerva siguió andando y abrió un poco las alas para ocultarlo de la vista, intentando dejar en un segundo plano la incomodidad que aquella situación le producía, aunque no era fácil.
¿Cómo iba a comportarse como una persona normal cuando apenas soportaba que la tocasen con la armadura puesta?
De un instante a otro el rostro de Karen apareció en sus pensamientos, con la triste expresión que había visto poner a la hechicera en ciertas ocasiones, aquellas en que queriendo darle un abrazo o saludarla de forma amistosa se había tenido que contener.
Poco después fue Lavey la que ocupó su mente, la pequeña y alegre dragona que intuyendo su problema, le pedía permiso cada vez que quería acercarse a ella.
A ambas las consideraba sus amigas, pero ni siquiera con ellas se sentía a gusto como para olvidar el trauma que los actos de su progenitora le habían causado.
Con el cuerpo rígido y absorta en sus cosas, la mujer bestia continuó hasta que el elfo finalmente la soltó, disculpándose en voz baja y poniendo algo de distancia entre los dos. Para la morena aquello fue como quitarse un gran peso de encima, ya podía relajarse de nuevo y eso fue justamente lo que hizo, mientras su acompañante explicaba brevemente su relación con uno de los individuos.
- No… no pasa nada. - se obligó a decir, aprovechando para comprobar que Nahir siguiese con el grupo ya que permanecía en último lugar.
Pero la tranquilidad duró poco, lo siguiente que llegó a oídos de la joven la puso nuevamente en alerta. Tres muchachas que debían rondar la edad de Mirane se habían fijado en ellos, y a pesar del sombrero y la holgada capa parecían estar a punto de reconocer a la pelirroja.
Ava reaccionó al instante, colocándose de forma que su figura tapase la de la niña, pero fue la bruja quien dio un paso adelante para ocuparse del asunto. Sin pensárselo, Nahir aseguró que ella era una de las desaparecidas, y tras acercarse a las chicas utilizó su magia para entretenerlas, dando al resto una oportunidad de seguir adelante.
- Gracias. - susurró la Midgardiana cuando su compañera los miró de reojo, tomando a la hija del tabernero por los hombros y sacándola de allí tan rápido como le fue posible. Su curiosidad acerca de la magia y la posible relación de lo sucedido en la Ohdà con ella quedarían para más adelante, cuando volviese a cruzarse con la morena y la situación no fuese tan complicada.
- Solo quedan un par de calles. - anunció, acelerando el paso y notando que Mirane se mostraba cada vez más ansiosa, ¿sería por la idea de regresar a casa?
Pronto tuvieron ante ellos la parte trasera del edificio en cuestión, y sin miramientos, la cuerva corrió hacia la puerta de madera y comenzó a llamar con los nudillos de forma insistente. - Abran, soy Ava, su huésped, ¡abran rápido! - pidió, con cuidado de no elevar demasiado la voz.
Cada músculo de su cuerpo se tensó, no estaba acostumbrada al contacto físico y seguía sin agradarle, pero cuando se disponía a liberarse del agarre del hombre bruscamente, el pánico que vio en el rostro de Mefisto la detuvo. - ¿Por qué está tan asustado? ¿a qué le tiene miedo? - se preguntó mentalmente, aunque no fue difícil adivinar la respuesta.
Fuera lo que fuese tenía que ver con aquel par de individuos del callejón, ¿algún problema del pasado? ¿habría estado metido en peleas o asuntos turbios? No podía saberlo, ni tampoco preguntarle en aquel momento.
Viendo que su intención era la de disimular y valerse de ella para que lo cubriese, la cuerva siguió andando y abrió un poco las alas para ocultarlo de la vista, intentando dejar en un segundo plano la incomodidad que aquella situación le producía, aunque no era fácil.
¿Cómo iba a comportarse como una persona normal cuando apenas soportaba que la tocasen con la armadura puesta?
De un instante a otro el rostro de Karen apareció en sus pensamientos, con la triste expresión que había visto poner a la hechicera en ciertas ocasiones, aquellas en que queriendo darle un abrazo o saludarla de forma amistosa se había tenido que contener.
Poco después fue Lavey la que ocupó su mente, la pequeña y alegre dragona que intuyendo su problema, le pedía permiso cada vez que quería acercarse a ella.
A ambas las consideraba sus amigas, pero ni siquiera con ellas se sentía a gusto como para olvidar el trauma que los actos de su progenitora le habían causado.
Con el cuerpo rígido y absorta en sus cosas, la mujer bestia continuó hasta que el elfo finalmente la soltó, disculpándose en voz baja y poniendo algo de distancia entre los dos. Para la morena aquello fue como quitarse un gran peso de encima, ya podía relajarse de nuevo y eso fue justamente lo que hizo, mientras su acompañante explicaba brevemente su relación con uno de los individuos.
- No… no pasa nada. - se obligó a decir, aprovechando para comprobar que Nahir siguiese con el grupo ya que permanecía en último lugar.
Pero la tranquilidad duró poco, lo siguiente que llegó a oídos de la joven la puso nuevamente en alerta. Tres muchachas que debían rondar la edad de Mirane se habían fijado en ellos, y a pesar del sombrero y la holgada capa parecían estar a punto de reconocer a la pelirroja.
Ava reaccionó al instante, colocándose de forma que su figura tapase la de la niña, pero fue la bruja quien dio un paso adelante para ocuparse del asunto. Sin pensárselo, Nahir aseguró que ella era una de las desaparecidas, y tras acercarse a las chicas utilizó su magia para entretenerlas, dando al resto una oportunidad de seguir adelante.
- Gracias. - susurró la Midgardiana cuando su compañera los miró de reojo, tomando a la hija del tabernero por los hombros y sacándola de allí tan rápido como le fue posible. Su curiosidad acerca de la magia y la posible relación de lo sucedido en la Ohdà con ella quedarían para más adelante, cuando volviese a cruzarse con la morena y la situación no fuese tan complicada.
- Solo quedan un par de calles. - anunció, acelerando el paso y notando que Mirane se mostraba cada vez más ansiosa, ¿sería por la idea de regresar a casa?
Pronto tuvieron ante ellos la parte trasera del edificio en cuestión, y sin miramientos, la cuerva corrió hacia la puerta de madera y comenzó a llamar con los nudillos de forma insistente. - Abran, soy Ava, su huésped, ¡abran rápido! - pidió, con cuidado de no elevar demasiado la voz.
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Solté una ligera carcajada en respuesta al comentario de Nahir. Tranquilicé mi respiración, y suspiré finalmente. Ya la situación era algo estresante, el añadirle a Arthur y el tener que importunar a Ava era un colmo.
O eso creí, hasta que, ya a punto de llegar, escuché cómo estaban a punto de reconocer a Mirane. Di un paso adelante con intenciones de intervenir, pero la bruja se me adelantó. Dudé por un segundo, pero en poco tiempo tenía la atención completa de las niñas que acababan de aparecer, con una distracción magnífica.
No desperdicié ni un instante, y me alejé del lugar, tras Mirane y Ava. Me giré y le di dos pulgares arriba a Nahir, felicitándola por haberme superado en tiempo de reacción e ingenio. ¿Quizás se había percatado de lo estresado que estaba por la situación anterior? Le agradecí mentalmente, sea cual sea el caso.
El paso era mucho más rápido que antes, suponía que por la huida y por la cercanía del final del trayecto. De vez en cuando lanzaba vistazos a mi espalda, y a mi alrededor, buscando posible peligro.
-Ya era hora... -respondí a las palabras de Ava.
Sentía que este día había sido mucho más largo de lo que debía, y así como Mirane, me notaba cada vez más ansioso con la idea de terminar con aquello, de una vez por todas.
Llegados a cierto punto, Ava se acercó a la puerta cercana y llamó por esta.
-¡En casa! -dije con tono alegre a la ansiosa Mirane.
Di la espalda al par, montando guardia mientras esperábamos a que abrieran la puerta. Me encontré dando golpecitos al suelo con el pie, muestra evidente de mi impaciencia. Fui a buscar respuestas, y estaba a punto de obtenerlas. ¿Ese era siquiera asunto mío? De repente mi mente se enturbió con preguntas de tal naturaleza. Pero las hice a un lado.
Ya nada puede salir mal, ¿verdad?
...¿verdad?
O eso creí, hasta que, ya a punto de llegar, escuché cómo estaban a punto de reconocer a Mirane. Di un paso adelante con intenciones de intervenir, pero la bruja se me adelantó. Dudé por un segundo, pero en poco tiempo tenía la atención completa de las niñas que acababan de aparecer, con una distracción magnífica.
No desperdicié ni un instante, y me alejé del lugar, tras Mirane y Ava. Me giré y le di dos pulgares arriba a Nahir, felicitándola por haberme superado en tiempo de reacción e ingenio. ¿Quizás se había percatado de lo estresado que estaba por la situación anterior? Le agradecí mentalmente, sea cual sea el caso.
El paso era mucho más rápido que antes, suponía que por la huida y por la cercanía del final del trayecto. De vez en cuando lanzaba vistazos a mi espalda, y a mi alrededor, buscando posible peligro.
-Ya era hora... -respondí a las palabras de Ava.
Sentía que este día había sido mucho más largo de lo que debía, y así como Mirane, me notaba cada vez más ansioso con la idea de terminar con aquello, de una vez por todas.
Llegados a cierto punto, Ava se acercó a la puerta cercana y llamó por esta.
-¡En casa! -dije con tono alegre a la ansiosa Mirane.
Di la espalda al par, montando guardia mientras esperábamos a que abrieran la puerta. Me encontré dando golpecitos al suelo con el pie, muestra evidente de mi impaciencia. Fui a buscar respuestas, y estaba a punto de obtenerlas. ¿Ese era siquiera asunto mío? De repente mi mente se enturbió con preguntas de tal naturaleza. Pero las hice a un lado.
Ya nada puede salir mal, ¿verdad?
...¿verdad?
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Sus manos no dejaban de moverse intentando crear figuras de agua en todo momento, le empezaban a pesar los brazos y a dolerle los dedos. De vez en cuando miraba de reojo por la calle que se habían ido sus dos compañeros, ya no podía verlos, es más, hacía unos minutos que ya no podía verlos, pero había esperado un poco para darles más tiempo. Las niñas continuaban atentas a sus trucos baratos, aunque ya no con la misma emoción e intensidad del principio, es más, parecía que ya empezaban a cansarse. Las dos partes ya empezaban a cansarse de aquello. Una de las espectadoras echó la vista al lado, como buscando una alternativa a aquello, Nahir lo tomó como el momento ideal para poder salir corriendo de ahí.
-Bueno pequeñas, ha sido un placer conoceros...- ya estaba dando un par de pasos marcha atrás-...ahora tengo que continuar con mi viaje.- se despidió de ellas con la mano para después cruzar la esquina por la que había visto perderse a sus compañeros.
Las niñas se quedaron viendo como salía corriendo de ahí para después empezar con su siguiente travesura.
Primera calla a la derecha. No. Segunda calle a la izquierda. No. De vuelta a la primera calle, izquierda... No. Nahir no conseguía encontrarse con sus compañeros. Se sentía tonta por haberse perdido, aunque después pensó que seguramente no los encontraba porque ya habrían llegado a la casa de los padres de Mirane. Y como no había manera de encontrar al elfo del sombrero y a la mujer de alas de cuervo, la bruja pensó en esperarles en algún lugar donde pudiese verles cuando terminasen, quizás el mejor lugar sería ahí donde los había perdidos.
Volvió a la zona donde había estado con la niñas, se masajeaba los codos, aun se sentía un poco dolorida por estar tanto rato haciendo magia. Se dio cuanta de que en aquella zona había unas paraditas de comida, y los ojos de la bruja volaron hasta el puesto de la fruta. Ya podía notar su boca hacerse agua.
-¿Quieres ascuas de dragón? Hoy están saliendo especialmente dulces- le ofreció el hombre de detrás de la parada.
La bruja nunca había visto aquel fruto, y por lo tanto tampoco lo había probado, así que no dudó mucho
-¡Claro!- dijo ya empezando a salivar.
Se sentó en el suelo, con la espalda contra la pared, de la última calle por la que habían pasado todos juntos, esperando poder encontrar, aunque fuese a unos de ellos, para asegurarse de que la niña había llegado bien a su casa.
-Bueno pequeñas, ha sido un placer conoceros...- ya estaba dando un par de pasos marcha atrás-...ahora tengo que continuar con mi viaje.- se despidió de ellas con la mano para después cruzar la esquina por la que había visto perderse a sus compañeros.
Las niñas se quedaron viendo como salía corriendo de ahí para después empezar con su siguiente travesura.
Primera calla a la derecha. No. Segunda calle a la izquierda. No. De vuelta a la primera calle, izquierda... No. Nahir no conseguía encontrarse con sus compañeros. Se sentía tonta por haberse perdido, aunque después pensó que seguramente no los encontraba porque ya habrían llegado a la casa de los padres de Mirane. Y como no había manera de encontrar al elfo del sombrero y a la mujer de alas de cuervo, la bruja pensó en esperarles en algún lugar donde pudiese verles cuando terminasen, quizás el mejor lugar sería ahí donde los había perdidos.
Volvió a la zona donde había estado con la niñas, se masajeaba los codos, aun se sentía un poco dolorida por estar tanto rato haciendo magia. Se dio cuanta de que en aquella zona había unas paraditas de comida, y los ojos de la bruja volaron hasta el puesto de la fruta. Ya podía notar su boca hacerse agua.
-¿Quieres ascuas de dragón? Hoy están saliendo especialmente dulces- le ofreció el hombre de detrás de la parada.
La bruja nunca había visto aquel fruto, y por lo tanto tampoco lo había probado, así que no dudó mucho
-¡Claro!- dijo ya empezando a salivar.
Se sentó en el suelo, con la espalda contra la pared, de la última calle por la que habían pasado todos juntos, esperando poder encontrar, aunque fuese a unos de ellos, para asegurarse de que la niña había llegado bien a su casa.
Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Unos lentos pasos acercándose a la trastienda hicieron que la morena dejase de tocar a la puerta, convencida de que la habían oído.
- Ya voy. - anunció una débil y cansada voz desde el otro lado. La mujer no tardó mucho en abrirles, dando por hecho que su huésped les había traído alguna pieza de caza como solía hacer, aunque en aquellos momentos el negocio era lo que menos le importaba.
- Lo siento Ava, Fergus aún no ha vuelto, tendrás que enseñarle lo que has traído más tarde. - dijo, sin apenas prestarles atención. - No es eso. - replicó la cuerva al instante, colocando una mano en la espalda de Mirane para que diese un paso al frente y quitándole el sombrero con la otra.
Los ojos de la humana se abrieron desmesuradamente al reconocer a su hija, ¿era aquello real o sus deseos de recuperarla le estaban jugando una mala pasada? Después de tantas horas sin dormir la idea de que se lo estuviese imaginando o que el agotamiento le estuviese pasando factura no eran tan descabelladas.
Pero allí estaba su niña, la alegría de su hogar, con la confusión grabada en el rostro y cubierta únicamente por una capa que no era suya.
Cuando ya creía que no le quedaban lágrimas que derramar por su pequeña, la visión de la tabernera se volvió borrosa a causa de la emoción, y sin decir nada, abrió los brazos para rodear a la pelirroja con ellos.
Los labios de la Midgardiana se curvaron en una sonrisa, y aprovechando el reencuentro familiar, se giró hacia Mefisto para devolverle su sombrero. - Gracias. - le dijo, no solo por prestar parte de su ropa a la muchacha sino por haberla acompañado hasta allí.
- ¿Dónde? ¿dónde la habéis encontrado? - quiso saber la mujer en cuanto se repuso de la impresión, pero sin soltar a Mirane, temiendo que de hacerlo corriese el riesgo de volver a perderla. - En el bosque, al principio se mostró algo violenta pero conseguimos tranquilizarla. - la avisó, para que supiese a qué atenerse si el comportamiento de la pequeña cambiaba.
- No deberíamos seguir hablando en la calle, podrían verla… y si lo hacen empezarán a interrogarla para saber qué fue lo que pasó. - la sola idea de que las autoridades empezasen a atosigar a su hija con preguntas bastó para que se la llevase a la trastienda, donde nadie se enteraría de su llegada y además, podría encargarse de limpiar la sangre que todavía marcaba su cuerpo.
Los símbolos que había en su piel eran un mal recuerdo de la hoguera y todo lo ocurrido, así que de inmediato, la dama se la llevó para asearla y vestirla con algo adecuado.
- Pa… parece que hemos cumplido nuestra misión. - rompió el silencio la mujer bestia, mirando a su acompañante. - Deberíamos avisar a Nahir de que todo ha ido bien. - sugirió, aunque no tenía muy claro si encontrarían a la hechicera donde la habían dejado.
Tras toda una noche de desesperada búsqueda, Fergus llegó al local terriblemente abatido, con unas oscuras ojeras bajo los ojos y arrastrando los pies, obligándose a andar a pesar de que no deseaba encontrarse con su esposa, ¿cómo iba a decirle que aún no tenía ninguna pista del paradero de Mirane?
El hombre bordeó la barra y se metió en la parte de atrás sin siquiera saludar a los escasos clientes que había en la sala, aunque conociendo su situación ninguno de ellos se lo tendría en cuenta. - He vuelto. - anunció, alzando la vista al alcanzar la trastienda y frunciendo el ceño al ver que tenían “invitados”.
No estaba de humor para visitas, ni tampoco para preocuparse por la despensa de su negocio, pero la repentina aparición de su mujer lo cortó antes de que abriese la boca de nuevo. - ¡Fergus! - lo recibió animada, algo que no le cuadraba en absoluto. - Lo siento querida, se han oído rumores de algunas niñas que han reaparecido durante la mañana en la ciudad y los alrededores… pero nada de nuestra pequeña. - hablar de aquello delante de gente ajena a la familia no era fácil.
- Está aquí. - contestó la dama, tomando una de las manos de su marido. - Ellos la han traído. - añadió, soltándolo para ir al cuarto del que acababa de salir. - ¿Qué? - preguntó confuso, dirigiendo la vista hacia la cuerva y el elfo.
Ver salir a Mirane de la habitación contigua hizo que le temblasen las piernas, llevaba horas recorriendo las calles de Lunargenta sin éxito y de repente todos sus esfuerzos se veían recompensados, aunque no la hubiese encontrado él.
Un nuevo abrazo, ésta vez con la familia al completo, y luego llegaron las explicaciones, en las que Ava trató de ser lo más breve posible sin dejarse nada importante.
- No sabemos lo que le pasó pero al menos ya está en casa, quizá en un par de días pueda explicároslo ella misma pero de momento será mejor que la mantengáis fuera de la vista hasta que las cosas se normalicen. - sugirió la joven, que ya que se hospedaba allí estaría pendiente de los progresos de la pelirroja.
- Gracias, mil gracias, estamos en deuda con vosotros. - intervino la madre, ofreciéndose a lavar la capa de Mefisto si así lo deseaba antes de que se marchasen.
La mujer bestia esperó a que el elfo respondiese y luego se despidió para ir en busca de Nahir, no sabía si la hechicera seguiría en el mismo callejón pero de estar allí seguramente le gustaría saber cómo había acabado todo y también que otras de las desaparecidas estaban regresando.
- Ya voy. - anunció una débil y cansada voz desde el otro lado. La mujer no tardó mucho en abrirles, dando por hecho que su huésped les había traído alguna pieza de caza como solía hacer, aunque en aquellos momentos el negocio era lo que menos le importaba.
- Lo siento Ava, Fergus aún no ha vuelto, tendrás que enseñarle lo que has traído más tarde. - dijo, sin apenas prestarles atención. - No es eso. - replicó la cuerva al instante, colocando una mano en la espalda de Mirane para que diese un paso al frente y quitándole el sombrero con la otra.
Los ojos de la humana se abrieron desmesuradamente al reconocer a su hija, ¿era aquello real o sus deseos de recuperarla le estaban jugando una mala pasada? Después de tantas horas sin dormir la idea de que se lo estuviese imaginando o que el agotamiento le estuviese pasando factura no eran tan descabelladas.
Pero allí estaba su niña, la alegría de su hogar, con la confusión grabada en el rostro y cubierta únicamente por una capa que no era suya.
Cuando ya creía que no le quedaban lágrimas que derramar por su pequeña, la visión de la tabernera se volvió borrosa a causa de la emoción, y sin decir nada, abrió los brazos para rodear a la pelirroja con ellos.
Los labios de la Midgardiana se curvaron en una sonrisa, y aprovechando el reencuentro familiar, se giró hacia Mefisto para devolverle su sombrero. - Gracias. - le dijo, no solo por prestar parte de su ropa a la muchacha sino por haberla acompañado hasta allí.
- ¿Dónde? ¿dónde la habéis encontrado? - quiso saber la mujer en cuanto se repuso de la impresión, pero sin soltar a Mirane, temiendo que de hacerlo corriese el riesgo de volver a perderla. - En el bosque, al principio se mostró algo violenta pero conseguimos tranquilizarla. - la avisó, para que supiese a qué atenerse si el comportamiento de la pequeña cambiaba.
- No deberíamos seguir hablando en la calle, podrían verla… y si lo hacen empezarán a interrogarla para saber qué fue lo que pasó. - la sola idea de que las autoridades empezasen a atosigar a su hija con preguntas bastó para que se la llevase a la trastienda, donde nadie se enteraría de su llegada y además, podría encargarse de limpiar la sangre que todavía marcaba su cuerpo.
Los símbolos que había en su piel eran un mal recuerdo de la hoguera y todo lo ocurrido, así que de inmediato, la dama se la llevó para asearla y vestirla con algo adecuado.
- Pa… parece que hemos cumplido nuestra misión. - rompió el silencio la mujer bestia, mirando a su acompañante. - Deberíamos avisar a Nahir de que todo ha ido bien. - sugirió, aunque no tenía muy claro si encontrarían a la hechicera donde la habían dejado.
Tras toda una noche de desesperada búsqueda, Fergus llegó al local terriblemente abatido, con unas oscuras ojeras bajo los ojos y arrastrando los pies, obligándose a andar a pesar de que no deseaba encontrarse con su esposa, ¿cómo iba a decirle que aún no tenía ninguna pista del paradero de Mirane?
El hombre bordeó la barra y se metió en la parte de atrás sin siquiera saludar a los escasos clientes que había en la sala, aunque conociendo su situación ninguno de ellos se lo tendría en cuenta. - He vuelto. - anunció, alzando la vista al alcanzar la trastienda y frunciendo el ceño al ver que tenían “invitados”.
No estaba de humor para visitas, ni tampoco para preocuparse por la despensa de su negocio, pero la repentina aparición de su mujer lo cortó antes de que abriese la boca de nuevo. - ¡Fergus! - lo recibió animada, algo que no le cuadraba en absoluto. - Lo siento querida, se han oído rumores de algunas niñas que han reaparecido durante la mañana en la ciudad y los alrededores… pero nada de nuestra pequeña. - hablar de aquello delante de gente ajena a la familia no era fácil.
- Está aquí. - contestó la dama, tomando una de las manos de su marido. - Ellos la han traído. - añadió, soltándolo para ir al cuarto del que acababa de salir. - ¿Qué? - preguntó confuso, dirigiendo la vista hacia la cuerva y el elfo.
Ver salir a Mirane de la habitación contigua hizo que le temblasen las piernas, llevaba horas recorriendo las calles de Lunargenta sin éxito y de repente todos sus esfuerzos se veían recompensados, aunque no la hubiese encontrado él.
Un nuevo abrazo, ésta vez con la familia al completo, y luego llegaron las explicaciones, en las que Ava trató de ser lo más breve posible sin dejarse nada importante.
- No sabemos lo que le pasó pero al menos ya está en casa, quizá en un par de días pueda explicároslo ella misma pero de momento será mejor que la mantengáis fuera de la vista hasta que las cosas se normalicen. - sugirió la joven, que ya que se hospedaba allí estaría pendiente de los progresos de la pelirroja.
- Gracias, mil gracias, estamos en deuda con vosotros. - intervino la madre, ofreciéndose a lavar la capa de Mefisto si así lo deseaba antes de que se marchasen.
La mujer bestia esperó a que el elfo respondiese y luego se despidió para ir en busca de Nahir, no sabía si la hechicera seguiría en el mismo callejón pero de estar allí seguramente le gustaría saber cómo había acabado todo y también que otras de las desaparecidas estaban regresando.
Ava Kenrith
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Mis nervios crecían con cada latido, como si cada segundo que pasara acercara a nosotros una calamidad imparable.
¿Nahir estará bien?
¿Me permitirán entrar?
¿La niña podrá continuar su día a día?
Tales pensamientos daban brincos por mi cabeza, aumentando así la ansiedad de la que era víctima. ¿Faltaba mucho? ¿Qué iba a pasar después? Finalmente escuché otro ritmo junto al de mi corazón. Eran pasos, provenientes del otro lado de la puerta. Entonces hubo una voz nueva.
Dejé mis intenciones de guardia y dirigí mis ojos a la mujer que había aparecido del interior del edificio. De primeras pude entender que estaba agotada, todo, desde su mirada hasta su postura, decía eso. Respondió entonces a la presencia de Ava, por lo que la conocía. La siguiente acción de Ava respondió cada posible duda que podría tener. Su reacción al ver a la niña... Esa era su madre, definitivamente.
—No hay de qué. —respondí a las palabras de la alada.
Tomé mi sombrero, evitando hacer contacto visual muy fuerte, y me lo ajusté en la cabeza: Ya la había incomodado lo suficiente el día de hoy, prefería suavizar el resto de interacciones.
La madre empezó con las dudas, a lo que Ava respondió con la sencilla verdad, mientras yo asentía de fondo a cada una de sus palabras. Y cuando me atreví a comentar que era mejor entrar al lugar, se me adelantó la mujer. La proposición no vio resistencia alguna, por lo que no tardamos en hacer precisamente eso.
Aquél lugar no era muy destacable, pero cualquier cosa era un lujo en comparación con los sitios que frecuentaba en Lunargenta. La madre llevó a Mirane a lavarse el cuerpo, por lo que repentina (y anticlimáticamente) Ava y yo nos quedamos solos, simplemente de pie. Para mi sorpresa, fue ella la primera en hablar.
—Sí —respondí con una mirada endulzada por el amor maternal—El plan fue un éxito.
Desvié los ojos al techo, como si en él estuvieran dibujados mis pensamientos.
—¿...Crees que siga entreteniendo a las niñas? —la idea me parecía a la vez graciosa y mortificante. Había que liberarla de esa obligación, si era el caso. La pobre bruja estaría exhausta ya.
Suspiré. Aún no lograba entrarme en la cabeza que todo el problema se había solucionado.
Unos momentos después apareció un hombretón, con rostro frustrado y reacciones correspondientes a las de la madre. Ese debía ser el padre, su esposo, que tardaba en entender las palabras que tanto quería escuchar. Una vez lo hizo, fui enternecido con la imagen de una familia felizmente reunida.
—Y les recomiendo que le den muchas galletas. —añadí al consejo de Ava. En mi rostro tenía una sonrisa burlona, evidenciando la poca seriedad de mi comentario.
La madre me hizo una oferta que acepté humildemente. Si bien el estado de mi equipo no era mi prioridad más alta, esa capa sólo tenía un día conmigo, y fue arrastrada todo el camino hasta acá desde las afueras de la ciudad. No podía negarme.
—Si no es mucho pedir —dije con voz suave—, quisiera venir de vez en cuando, para estar al tanto del estado de Mirane. Verificar que todo progrese en orden, y averiguar qué fue lo que ocurrió. Si les comenta algo, pregunten por Mefisto en el bar de ocho calles y media más abajo. El que tiene un cartel en blanco en la entrada. —señalé con el pulgar en la dirección general de la Pulgantina.
Había algo de recelo en los ojos de los padres, en especial en los de la madre, pero terminaron aceptando a mi sencilla petición. Después de todo, era de los responsables de que la niña haya vuelto a su hogar.
Tras despedirme, acompañé a Ava a la salida.
Caminaba por los callejones con una sensación de ligereza. El estrés del asunto de la niña había desaparecido casi por completo, y otras ideas empezaban a llenarme la cabeza.
Arthur... ¿qué demonios haces en la ciudad?
—Gracias por ocultarme —dejé de lado la preocupación. Ya había tenido suficiente por ese día— Fue un alivio que hayas entendido lo que quería hacer con tus alas. —comenté con la mirada en el suelo.
Ya nos acercábamos al lugar donde nos habíamos separado de Nahir. Debía estar cerca.
—Tengo una duda. —dije con voz algo nerviosa. La curiosidad ya me picaba mucho— ¿Tienes algún problema con los elfos? Me marché de mi aldea hace más tiempo del que has estado viva, por... diferencias creativas. —añadí— Así que si es algo cultural, no tengo mucho de común con el resto, a parte de las orejas y el gusto de dormir en la hierba. —Solté una risita.
Ya el cerebro no me daba para conspiraciones o planes complicados, por lo que mis palabras salían de mi boca sin consideración mayor. Decidí preguntarle frontalmente, y resolver las dudas que me había generado su comportamiento.
—¡Oh, Nahir, aquí!
*Perdonen por la tardanzaa! ;n;
¿Nahir estará bien?
¿Me permitirán entrar?
¿La niña podrá continuar su día a día?
Tales pensamientos daban brincos por mi cabeza, aumentando así la ansiedad de la que era víctima. ¿Faltaba mucho? ¿Qué iba a pasar después? Finalmente escuché otro ritmo junto al de mi corazón. Eran pasos, provenientes del otro lado de la puerta. Entonces hubo una voz nueva.
Dejé mis intenciones de guardia y dirigí mis ojos a la mujer que había aparecido del interior del edificio. De primeras pude entender que estaba agotada, todo, desde su mirada hasta su postura, decía eso. Respondió entonces a la presencia de Ava, por lo que la conocía. La siguiente acción de Ava respondió cada posible duda que podría tener. Su reacción al ver a la niña... Esa era su madre, definitivamente.
—No hay de qué. —respondí a las palabras de la alada.
Tomé mi sombrero, evitando hacer contacto visual muy fuerte, y me lo ajusté en la cabeza: Ya la había incomodado lo suficiente el día de hoy, prefería suavizar el resto de interacciones.
La madre empezó con las dudas, a lo que Ava respondió con la sencilla verdad, mientras yo asentía de fondo a cada una de sus palabras. Y cuando me atreví a comentar que era mejor entrar al lugar, se me adelantó la mujer. La proposición no vio resistencia alguna, por lo que no tardamos en hacer precisamente eso.
Aquél lugar no era muy destacable, pero cualquier cosa era un lujo en comparación con los sitios que frecuentaba en Lunargenta. La madre llevó a Mirane a lavarse el cuerpo, por lo que repentina (y anticlimáticamente) Ava y yo nos quedamos solos, simplemente de pie. Para mi sorpresa, fue ella la primera en hablar.
—Sí —respondí con una mirada endulzada por el amor maternal—El plan fue un éxito.
Desvié los ojos al techo, como si en él estuvieran dibujados mis pensamientos.
—¿...Crees que siga entreteniendo a las niñas? —la idea me parecía a la vez graciosa y mortificante. Había que liberarla de esa obligación, si era el caso. La pobre bruja estaría exhausta ya.
Suspiré. Aún no lograba entrarme en la cabeza que todo el problema se había solucionado.
Unos momentos después apareció un hombretón, con rostro frustrado y reacciones correspondientes a las de la madre. Ese debía ser el padre, su esposo, que tardaba en entender las palabras que tanto quería escuchar. Una vez lo hizo, fui enternecido con la imagen de una familia felizmente reunida.
—Y les recomiendo que le den muchas galletas. —añadí al consejo de Ava. En mi rostro tenía una sonrisa burlona, evidenciando la poca seriedad de mi comentario.
La madre me hizo una oferta que acepté humildemente. Si bien el estado de mi equipo no era mi prioridad más alta, esa capa sólo tenía un día conmigo, y fue arrastrada todo el camino hasta acá desde las afueras de la ciudad. No podía negarme.
—Si no es mucho pedir —dije con voz suave—, quisiera venir de vez en cuando, para estar al tanto del estado de Mirane. Verificar que todo progrese en orden, y averiguar qué fue lo que ocurrió. Si les comenta algo, pregunten por Mefisto en el bar de ocho calles y media más abajo. El que tiene un cartel en blanco en la entrada. —señalé con el pulgar en la dirección general de la Pulgantina.
Había algo de recelo en los ojos de los padres, en especial en los de la madre, pero terminaron aceptando a mi sencilla petición. Después de todo, era de los responsables de que la niña haya vuelto a su hogar.
Tras despedirme, acompañé a Ava a la salida.
Caminaba por los callejones con una sensación de ligereza. El estrés del asunto de la niña había desaparecido casi por completo, y otras ideas empezaban a llenarme la cabeza.
Arthur... ¿qué demonios haces en la ciudad?
—Gracias por ocultarme —dejé de lado la preocupación. Ya había tenido suficiente por ese día— Fue un alivio que hayas entendido lo que quería hacer con tus alas. —comenté con la mirada en el suelo.
Ya nos acercábamos al lugar donde nos habíamos separado de Nahir. Debía estar cerca.
—Tengo una duda. —dije con voz algo nerviosa. La curiosidad ya me picaba mucho— ¿Tienes algún problema con los elfos? Me marché de mi aldea hace más tiempo del que has estado viva, por... diferencias creativas. —añadí— Así que si es algo cultural, no tengo mucho de común con el resto, a parte de las orejas y el gusto de dormir en la hierba. —Solté una risita.
Ya el cerebro no me daba para conspiraciones o planes complicados, por lo que mis palabras salían de mi boca sin consideración mayor. Decidí preguntarle frontalmente, y resolver las dudas que me había generado su comportamiento.
—¡Oh, Nahir, aquí!
---
*Perdonen por la tardanzaa! ;n;
Mefisto
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
Había pasado ya bastante rato desde que Nahir se había separado de sus compañeros. Seguramente se habían ido por otro camino, o la familia de la pequeña les había invitado a cenar en compensación por llevarles de vuelta a la pequeña.
De la gente que había en la calle cuando ella se había sentado ya no quedaba nadie. Al menos las niñas ya no estaban y no tenía que hacer más trucos para distraerlas, la verdad es que había terminado exhausta después de aquello. La gente que se cruzaba con la bruja, sentada aun en el suelo de la calle, sola, la miraba de reojo.
La bruja había contado las piedras de la pared que tenía en frente, las macetas de las ventanas de los alrededores... podía dar un paseo por la zona, incluso buscar la taberna de la familia de la pequeña y entrar a preguntar si todo había salido bien.
Si, eso habría.
La morena se levanto de un salto. Apoyó una de las manos en la pared, levantando una pierna y después la otra, agitándolas con energía, después de tanto rato sentada se le había dormido. Se pasó las manos por el vestido, por la parte del trasero, no quería llevar la ropa nueva ya sucia.
Y empezó a andar.
Apenas le había dado tiempo de moverse un par de metros cuando pudo intuir a lo lejos la silueta de la mujer cuervo y el elfo.
Una enorme sonrisa se apoderó de ella. Prácticamente corrió hasta ellos, emocionada al ver que solo estaban los dos.
-¿Fue todo bien? ¿Mirane ya está en casa? Seguro que sus padres se han puesto muy contentos. ¿Entonces todo bien?- soltó de golpe. Se había excitado al ver a sus compañeros e intuir que todo había salido como lo habían planeado.
De la gente que había en la calle cuando ella se había sentado ya no quedaba nadie. Al menos las niñas ya no estaban y no tenía que hacer más trucos para distraerlas, la verdad es que había terminado exhausta después de aquello. La gente que se cruzaba con la bruja, sentada aun en el suelo de la calle, sola, la miraba de reojo.
La bruja había contado las piedras de la pared que tenía en frente, las macetas de las ventanas de los alrededores... podía dar un paseo por la zona, incluso buscar la taberna de la familia de la pequeña y entrar a preguntar si todo había salido bien.
Si, eso habría.
La morena se levanto de un salto. Apoyó una de las manos en la pared, levantando una pierna y después la otra, agitándolas con energía, después de tanto rato sentada se le había dormido. Se pasó las manos por el vestido, por la parte del trasero, no quería llevar la ropa nueva ya sucia.
Y empezó a andar.
Apenas le había dado tiempo de moverse un par de metros cuando pudo intuir a lo lejos la silueta de la mujer cuervo y el elfo.
Una enorme sonrisa se apoderó de ella. Prácticamente corrió hasta ellos, emocionada al ver que solo estaban los dos.
-¿Fue todo bien? ¿Mirane ya está en casa? Seguro que sus padres se han puesto muy contentos. ¿Entonces todo bien?- soltó de golpe. Se había excitado al ver a sus compañeros e intuir que todo había salido como lo habían planeado.
Nahir
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Re: Lo que el fuego se llevó [Consecuencia Ohdà][Cerrado]
El interés de Mefisto por el progreso que mostrase Mirane durante los siguientes días y semanas tomó por sorpresa al matrimonio, pero tras unos momentos de duda, en los que la tabernera buscó instintivamente el apoyo de su marido con la mirada, ambos aceptaron ponerse en contacto con él si la muchacha recordaba algo de lo que le había pasado.
Con la certeza de que ella también se enteraría de cualquier novedad, Ava salió del local y empezó a desandar el camino que la había llevado hasta allí, aliviada por haber podido ayudar a la gente que conocía y también por el hecho de que otras niñas estuviesen reapareciendo.
Pero eso no iba a hacer que olvidase el incidente, ¿una hoguera que absorbía personas para luego devolverlas horas después? Tenía que averiguar cómo había pasado.
A paso ligero, la cuerva se dirigió hacia su mejor baza, Nahir, con la firme esperanza de que su conocimiento sobre magia pudiese darle alguna explicación razonable para los eventos de la Ohdà, pero la voz del elfo la distrajo de sus pensamientos.
- Oh… - musitó al escucharlo, sin querer admitir que su primera reacción al tenerlo enganchado del brazo había sido apartarlo de un empujón. - No… no me lo esperaba. - consiguió responder, bajando la vista al suelo y rezando para que sus traicioneras mejillas no se hubiesen sonrojado.
- Su… supongo que tardé un poco en entenderlo… pero me alegro de haber sido útil. - dijo, y hasta ahí llegó su capacidad para comunicarse con “normalidad”. Inconscientemente, la mujer bestia empezó a juguetear con un mechón de su cabello, manía que tenía cuando no sabía que hacer o decir.
Siguió andando de forma automática, manteniendo las alas bien pegadas al cuerpo mientras recorría uno tras otro los diferentes callejones, ¿estaría la hechicera todavía esperándoles? ¿seguiría entreteniendo a las niñas con que se habían topado?
De ser así debían darse prisa y avisarla de que ya no era necesario, pero aún quedaba algo de trayecto antes de alcanzar el punto en que la habían dejado cuando Mefisto volvió a romper el silencio.
- Otra vez… - pensó la joven, sintiéndose culpable por lo que su comportamiento hacía creer a las personas que la rodeaban. Aún no olvidaba la tristeza con que Karen la había mirado durante su paseo por el mercado el día del Yule, y todo porque no era capaz de relacionarse con la gente sin sentirse incómoda.
- Lo… lo siento. - se disculpó, bajando la vista al suelo. - No… no tengo ningún problema contigo… ni con los de tu raza… es solo que me cuesta interactuar en general con… - justo en ese instante, la Midgardiana se detuvo para dirigir sus dorados ojos hacia el elfo y señalarlo con una de las manos, pero por si el gesto no fuese suficiente, y a pesar de que sus mejillas finalmente la estaban delatando, decidió aclarar el asunto. - …hombres. - terminó, sintiéndose bastante tonta al decirlo en voz alta.
Espera, ¿qué había abandonado su aldea hacía más tiempo del que ella llevaba viva? Entonces ¿qué edad tenía? A simple vista solo debía sacarle unos cuantos años pero quizá se estuviese equivocando enormemente. De un segundo a otro la vergüenza fue sustituida por curiosidad, había escuchado cosas sobre los moradores de Sandorai pero realmente no sabía demasiado acerca de ellos.
La morena estuvo tentada de preguntar al respecto, pero gracias a los espíritus Nahir apareció en el momento perfecto para cortar aquella extraña conversación, acercándose a ambos a toda prisa y relajando el ambiente con su sola presencia.
- Sí, ya está en casa. - la informó, haciendo un gesto afirmativo de cabeza y sonriendo levemente. - Sus padres casi no podían creérselo, pero hay algo más… otras niñas también han reaparecido durante la mañana, parece que la pesadilla de las familias está terminando. - dijo, con un tono más alegre.
- Tú sabes de magia, ¿qué crees que ha podido ser? - aprovechó para preguntarle, ya que no sabía cuánto tiempo más compartirían antes de seguir cada uno su camino.
Perdón por la tardanza >.<
Con la certeza de que ella también se enteraría de cualquier novedad, Ava salió del local y empezó a desandar el camino que la había llevado hasta allí, aliviada por haber podido ayudar a la gente que conocía y también por el hecho de que otras niñas estuviesen reapareciendo.
Pero eso no iba a hacer que olvidase el incidente, ¿una hoguera que absorbía personas para luego devolverlas horas después? Tenía que averiguar cómo había pasado.
A paso ligero, la cuerva se dirigió hacia su mejor baza, Nahir, con la firme esperanza de que su conocimiento sobre magia pudiese darle alguna explicación razonable para los eventos de la Ohdà, pero la voz del elfo la distrajo de sus pensamientos.
- Oh… - musitó al escucharlo, sin querer admitir que su primera reacción al tenerlo enganchado del brazo había sido apartarlo de un empujón. - No… no me lo esperaba. - consiguió responder, bajando la vista al suelo y rezando para que sus traicioneras mejillas no se hubiesen sonrojado.
- Su… supongo que tardé un poco en entenderlo… pero me alegro de haber sido útil. - dijo, y hasta ahí llegó su capacidad para comunicarse con “normalidad”. Inconscientemente, la mujer bestia empezó a juguetear con un mechón de su cabello, manía que tenía cuando no sabía que hacer o decir.
Siguió andando de forma automática, manteniendo las alas bien pegadas al cuerpo mientras recorría uno tras otro los diferentes callejones, ¿estaría la hechicera todavía esperándoles? ¿seguiría entreteniendo a las niñas con que se habían topado?
De ser así debían darse prisa y avisarla de que ya no era necesario, pero aún quedaba algo de trayecto antes de alcanzar el punto en que la habían dejado cuando Mefisto volvió a romper el silencio.
- Otra vez… - pensó la joven, sintiéndose culpable por lo que su comportamiento hacía creer a las personas que la rodeaban. Aún no olvidaba la tristeza con que Karen la había mirado durante su paseo por el mercado el día del Yule, y todo porque no era capaz de relacionarse con la gente sin sentirse incómoda.
- Lo… lo siento. - se disculpó, bajando la vista al suelo. - No… no tengo ningún problema contigo… ni con los de tu raza… es solo que me cuesta interactuar en general con… - justo en ese instante, la Midgardiana se detuvo para dirigir sus dorados ojos hacia el elfo y señalarlo con una de las manos, pero por si el gesto no fuese suficiente, y a pesar de que sus mejillas finalmente la estaban delatando, decidió aclarar el asunto. - …hombres. - terminó, sintiéndose bastante tonta al decirlo en voz alta.
Espera, ¿qué había abandonado su aldea hacía más tiempo del que ella llevaba viva? Entonces ¿qué edad tenía? A simple vista solo debía sacarle unos cuantos años pero quizá se estuviese equivocando enormemente. De un segundo a otro la vergüenza fue sustituida por curiosidad, había escuchado cosas sobre los moradores de Sandorai pero realmente no sabía demasiado acerca de ellos.
La morena estuvo tentada de preguntar al respecto, pero gracias a los espíritus Nahir apareció en el momento perfecto para cortar aquella extraña conversación, acercándose a ambos a toda prisa y relajando el ambiente con su sola presencia.
- Sí, ya está en casa. - la informó, haciendo un gesto afirmativo de cabeza y sonriendo levemente. - Sus padres casi no podían creérselo, pero hay algo más… otras niñas también han reaparecido durante la mañana, parece que la pesadilla de las familias está terminando. - dijo, con un tono más alegre.
- Tú sabes de magia, ¿qué crees que ha podido ser? - aprovechó para preguntarle, ya que no sabía cuánto tiempo más compartirían antes de seguir cada uno su camino.
Perdón por la tardanza >.<
Ava Kenrith
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